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LAS ~N:nf1RECQIONES EN CUBA




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LAS


INSURRECCIONES
EN


CUBA.


APUNTES


para la historia política de esta isla en el presente siglo


POR


p~ ¡usio ;ZARAGOZA
SECRETARIO QUE HA SIDO DEL GOBIERNO POLíTICO DE LA !lABANA y


OFICIAL DE VOLUNTARIOS EN LA MISMA CAPITAL


TOMO PRIMERO


MADRID
IIIlPRENTA DE MANUEL G. HERNANDEZ


San Miguel, 23, bajo
1872


.,.




Es propiedad del a1ito'r~.




A LOS BUENOS ESPAÑOLES.


Caso natural, que sin violencia pudiera creerse, pare-
cería contar con que todos los españoles, sólo por ser ta-
les, estaban siempre dispuestos á defender como buenos
los intereses de su pátria. Pero no sucede así, desgracia-
damente. Tiempos han llegado en gue hay necesidad de
clasificarlos para distinguir los verdaderos de los que no
lo son.


Con éstos, escasos por fortuna, nada queremos, y los
abandonamos á la accion de la ley , para cuando la ley,
ménos adormecida, quiera ocuparse en ellos. Nos dirigi-
mos solamente á los buenos de aquí y de allá: á los espa-
ñoles que para ser mejores cumplen con su madre pátria
el primero de sus derechos y deberes: el deber y el dere-
cho de la defensa.


A los defensores, pues, de la integridad de España; á
los que aquí, en la prensa, en el Parlamento y como mi-
nistros han dedicado sus desvelos á tan santo fin; á los
que abandonando intereses y afecciones en Cuba, y áun




en Puerto-Rico, han venido á la Península para alimen-
tar el verdadero amor pátrio y para constituir centros de
propaganda nacional, que desvanezcan los errores, ex-
tendidos por los malos españoles en periódicos y de otros
mil modos; á los que allá., en Cuba, con las armas en la
mano, ya como marinos abandonan su suerte á los furo-
res de las olas, ya como soldados derraman su sangre en
los inexplorados maniguales, ya como voluntarios con-
sagran sus fortunas, su honor, su vida toda al loable ob-
jeto de mantener incólumes el territorio, las glorias y la
honra que sus padres les legaron; á todos los que ante-
ponen el bien pátrio á su egoismo; á todos los que, pres-


. cindiendo de las miserias de los partidos, se elevan á la
region del amor sublime reconocido desde las más remo-
tas edades como el primer amor de los pueblos; á: todos
esos dedicamos este pequeño trabajo histórico, inspirado
por nuestro entusiasmo ypor el de los Centros hispano-
ultramarinos bajo cuyos auspicios ye la luz; debiendo
manifestar, como lo hacemos, que no nos mueve otro
deseo queel de obtener el pláceme de los buenos, premio
!!Iuperior á todos los que por tal motivo pudiéramos co-
diciar.


Madrid, octubre de 1872.




LAS


1NSURRECCIONES EN CUBA.


lNTBODUCClON.


IDEH GENEG HES


SOBRE EL ORlGEN Y LA GEOGRAFIA DE CUBA.


La isla de Cuba, nombrada por Colon, en su primer viaje,
J1~ana. en honor del príncipe D. Juan, y A [fa y Omega, 6
principio y fin, cuando al doblar su extremo oriental en bus-
ca de la f~ntastica tierra de Qninsai h creyó elfinisterre
del continente índico, fué tambien bautizada p r1r algunos de
sus primeros exploradores con los nombres de Fernandina,
Santiago, San 8alvador y dsl A ve Maria, segun dice Ar-
rate (1); llamándola otros Oltbá.rJurt (2) y Lengu,a de pájaro
por su forma (:3). Pero á poco de la conquista, fué preferido y
adoptado su primitivo nombre de Cnba, ya para la mejor in-
teligencia de los descubridores en :lllS relaciones con los in-
dios de las islas vecinas, como por la pronunciacion fácil de
este vocablo para los hijos de España .
. Aquella isla que el inmortal Colon, al ver confirmada con


los hechos sú intuicion sublime. y cuand') persuadido en un
momento de beatífica inspiracion d~ poseer el dr¡n y el génio
de adivinar, creyó y aseguró, por tanto, ser un continente,
forma á la cabeza del archipi'~la~o de las Antillas (4), y como
llave del Nuevo Mundo, ciorra el gran seno mejicano y com-
pone, con hs penínsllhs de la Florida y del Yucatan, 108 ca-




x LAS INSURRECCIONES EN CUBA


nales que en aquella parte de las costas orientales de Améri-
ca recorre el gu1f stream su camino del Norte, para licuar
con las tibias aguas del mar intertropical, que arrastra, los
hielos eternos de las regiones polares.


Las islas de este archipiélago, llamado tambien cari-
be (5), forman en su posicion un arco de círculo, que, desde
las entradas del golfo de Méjico, avecinándose á aquellos pun-
tos avanzados que el continente americano destaca en dichas
penínsulas, vá de mayor á menor, de Cuba á la Granada; ex-
tendiéndose hasta frente de la múltiple desembocadura del
Orinoco, especie de Nilo de la América tropical, hácia el gol-
fo de Pária, donde las islas de Trinidad, Tortuga, la Marga-
rita y otras, parecen como fragmentos disgregados de las
inmediatas costas de Venezuela, y constituyen un grupo mé-
nos numeroso, compacto y uniforme que el de las otras Anti-
llas que circunscriben al mar de Colon, y áun de las que,
más al Norte, se sientan en la comun base del gran banco de
Bahama con el nombre de Lucayas (6).


V árias son las opiniones emitidas sobre la formacion del
archipiélago caribe. El sábio Humboldt (7) asegura, y al-
gunos contemporáneos dicen, siguiendo su mismo parecer,
que el archipiélago de las Antillas constituyó en su orígen
un continente ó una prolongacion del norte-americano, al
que suponen estaba unido por el Yucatan y la Florida, ántes
de formarse el seno de Méjico; asegurando además que la
sierra Maest'J'a de Cuba, cuya eminencia supera en mucho á
las mayores elevaciones de las montañas A zltles de la J amái-
ca, y á los picos más altos de Haiti y de las otras vecinas
islas, era el centro y principal eje de aquel supuesto conti-
nente, y que los restos fósiles de los Lamnas ó Tiburones,
dientes petrificados llamados por el vulgo á los lamodontes
del Sr. Poey, iguales á los que se han encontrado en terrenos
del reino de Méjico, son prueba irrecusable de la identidad
de orígen de aquellas y de estas formaciones (8).


Sin violencia pudiera admitirse lo de la identidad de orí-
genes, si al de los dos terrenos se le señalara la misma all-




INTRODUCCION XI


tigüedad; mas tal motivo no debe, á nuestro juicio, tomarse
como fundamento bastante para afirmar que ambas regiones
pertenecieron á un mismo continente; sobre lo cual, nece-
sario será buscar pruebas en la ciencia geológica, á la que,
como nueva, y á ella conducidos por el espíritu de análisis de
este siglo, hemos dedicado con cierta aficion algunos mo-
mentos.


Un moderno publicista ha dicho (9) que la isla de Ottba
no estuvo jamás unida al continente de América; y ésto, que
eoincide con nuestras opiniones, debemos averiguarlo, sir-
viéndonos para ello de los conocimientos que hasta el dia ha
podido la ciencia adquirir. Vemos en las páginas de esta, co-
mo punto incuestionable, que en el continente americano tiene
más antigüedad la formacion del Norte que la del Sur, y que
por consiguiente la cordillera Rocallosa, ó montañas Pedre-
gosas que presentan al estudio del observador el antiguo ter-
reno silúrico, en los actuales Estados-Unidos, pertenecen á
un período muy anterior á los levantamientos de la gran cor-
dillera de los Andes, de orígen estos coetáneo á la época ter-
cilria y sincrónico á várias conocidas formaciones del viejo
mundo. Por tanto, si terciaria es la más antigua formacion
q lle en las Antillas han reconocido recientes exploradores (10) ,
no puede corresponder sino al levantamiento de aquella for-
midable corclillera; y si en los terrenos de Méjico, producto de
rrquellevantamiento, se encuentran como en Cuba restos del
cll/trcarodon megalodon de Agazis, ó sean los lamodontes de
Poey, contemporáneas han debido ser lógicamente las forma-
eiones de ambos puntos; así como la abundancia del terreno
silúrico en las Rocallosas y la casi carencia (ll) de él en la
gran columna vertebral que partiendo del Anahuac termina en
las múltiples estribaciones de la Patagonia, hacen relativa-
mente jóven la cordillera de los Andes, respecto de las del
Norte.


Otra l'azon hay, á nuestro juicio muy poderosa, para reba-
tir las de aquellos que quieren suponer un antiguo continente,
prolongacion del americano, en las islas que hoy constituyen




XII LAS INSURRECCIONES EN CUBA.


el archipiélago de las Antillas. Verdad inconcusa es en la
ciencia que, aunque la creacion no ha hecho alto en absoluto y
continúa, si bien con manifestaciones ménos trascendentales
y conmovedoras que en las más remotas y primitivas edades,
recorrió sus primeros períodos químico-igneos, si así quiere
decirse, y dió por terminados los más principales é importan-
tes trabajos cósmicos, con la aparicion del terreno terciario:
época en que las leyes de gravitacíon y de posicion empeza-
ron á regir con regularidad, para que el hombre en su desar-
rollo admirara la creacion con todas sus perfecciones y armo-
nías. Entónces, se sujetaron al ritmo actual las estaciones;
obedecieron á reglas fijas los meteoros, los vientos, las cor-
rientes, y entre estas, el llamado modernamente guif stream
ó corriente del golfo, neutralizaba moderando, los excesos de
talor ó frio de las zonas y vivificaba con su riego las profun-
didades de los océanos, dando animacion á las aguas y obe-
deciendo y coadyuvando á la dinámica del planeta.


No nos es á nosotros posible suponer que el g1)),( stream
existiera en las edades de perturbacion cósmica, ni que una
vez señalada su marcha, variase de ruta por la formacion de
las Antillas. ¿Ni cómo suponerlo antes del levantamiento de
los Andes y de la América del Sur, con la ausencia de nieves
en los polos, todavía revueltos, y con la natural confusion en
10:3 elementos del globo? Más fácil y lógico es creer que al
regularizarse las leyes del planeta, despues del sexto yom ó
época creadora, fuera sincrónica la formacion de las islas en
la gran grieta que se abrió para establecer el equilibrio en las
aguas y fOl·mar los cauces de los grandes rios submarinos; co-
mo es de creer tambien que en el acto del levantamiento, al
profundizar con su ímpetu la corriente del golfo, y socabar el
lecho que recorre, una parte de las tierras sumergidas todavía,
y que alguna mayor fuerza volcánica hubiese hecho rebasar
la superficie de las aguas, quedaron aquellas en seco; y lo prue-
ban las huellas marítimas que la provincia de Yucatan y la:;
tierras bajas de Méjico presentan, la formacion del delta del
Mississippi, y áun los antiguos bancos madrepóricos que fes-




JNTRODUCCION XlII


tlmean gran parte de las costas de las Antillas. Quizás pueda
decirse que el mismo ímpetu del guif stream, lamiendo las
costas hubiera, despues de tantos miles de años, modificado la
forma de los continentes y de las islas Antillas; pero hay que
tener muy en cuenta, para no admitir esta suposicion, el in-
cesante trabajo de los innumerables obreros submarinos que,
con las madréporas y corales que segregan, no solo presentan
diques á la corriente, sino que revisten los bordes continenta-
les y reparan, sin descanso, las pérdidas que las costas sufren
con el roce de las aguas, y hasta rellenan las depresiones de
los mismos fondos del mar.


Reconocidas como inmutables las leyes de la creacion en
sus fenómenos terrestres, hay que convenir en que desde que
estas leyes encontraron lo creado en disposicion de ajustarse á
sus prescripciones, no han sufrido alteracion ni han dejado
de aplicarse con estricta regularidad. Pueden haber ocurri-
do movimientos volcánicos insignificantes comparados con la
inmensa mole de tierra que forma el globo, que sorprendie-
ran por su novedad; pero estos fenómenos ni han alterado, ni
han dejado·de obedecer las leyes generales, ni se han referi-
do más que á ciertas y determinadas localidades. A ellos debe
atribuirse el orígen de islas volcánicas ó madrepóricas, que
algunas han desaparecido á poco de nacer, como la isla Julia
en Italia, y otras muchas han progresado en el archipiélago
índico; y áun en los mismos continentes, es prueba tambien la
marítima formacion apalacltina que lucha con el guif stream
en el nuevo canal de Bahama, como intentando oponer un di-
que á sus corrientes, á las cuales puede admitirse teóricamen-
te que llegue algun dia á vencer, con sus formaciones sucesi-
vas, y verifique entonces la union de las Lucayas y áun de
la misma isla de Cuba, por medio de los Roques al continente
del Norte. Aquel dia, si llegase, comprobaria no sólo nuestro
aserto de que las Antillas fueron islas desde sus orígenes, sino
la marcha lenta de la creacion actual, á cuyo único medio de-
berán acaso, el formar parte del continente, al que, hasta aho-
ra, jamás en nuestro sentir han pertenecido.




XIV LAS INSURRECCIONES EN CUBA


Los mismos naturalistas á que nos referimos declaran pa-
ladinamente, que ni lafáuna ni la flora de Cuba y de las de-
más Antillas son iguales á las del continente americano, y
que muchas islas las poseen exclusivas, existiendo tan solo
algunos quelonios marinos y fluviales comunes á ambas regio-
nes. Esta declaracion confirma tambien poderosamente nues-
tros principios, pues por remota que fuera la edad en que se
verificára el supuesto acto de separarse estas islas del veci-
no continente, alguna especie existiria parecida, entre las de
carácter sedentario, á lo ménos, en la série melacológica ter-
restre, y hasta ahora no sabemos que nadie, ni nosotros mis-
mos, hemos encontrado ninguna. Cierto es que el área ha-
bitual de especies determinadas tiene reducidos limites, co-
mo sucede con la afiligranada Oylind1'ella Elliotti en Cu-
ba y la hermosa Trocatella stellata en la isla de Pinos; pero
hay algunas como el Helix auricoma, por ejemplo, C0mun á
casi toda la extension de más de trescientas leguas de la gran-
de Antilla, y áun otras várias especies que bien pudieran en-
contrarse, y no sucede así, . ni en la península de la Flori-
da, ni en la opuesta del Yucatan. Nada debiéramos decir acer-
ca de los quelonios, porque habitantes de unas aguas á tan
cortas distancias interrumpidas por islas y continentes,pue-
den con gran facilidad trasladarse de unas á otras costas vo-
luntariamente ó arrastrados por las grandes tormentas equi-
nocciales que, con desesperante regularidad, allí en otoño do-
minan. Ni pretendemos tampoco presentar como prueba los
fósiles, entre los cuales ni los naturalistas han encontrado, ni
nosotros hemos podido ver en Cuba, más que moldes de conchas
correspondientes á épocas modernas y áun algunas iguales á
las de moluscos que en el dia viven. Vestigios que no sirven
siquiera para debilitarnos en laidea que poseemos, y en la que,
mientras otros restos de la primitiva vida terrestre no se en-
cuentren con caracreres más determinantes, nos será preciso
persistir, creyendo que las Antillas, si no todas, porque algu-
na muy insignificante puede deber su orígen á dislocaciones
en trastornos volcánicr¡s posteriores, han sido en su mayor




INTRODUCCION xv


parte islas desde que salieron del fondo de las aguas en la épo-
ca del levantamiento de los Andes.


y si de las pruebas geológicas pasáramos á examinar las
históricas y tradicionales, no en contrariamos tampoco mejores
razones que confirmáran la existencia de un continente donde
hoy figuran las Antillas. Es tradicion india recogida por los
misioneros (12), que los caraibes, y los demás habitantes de
aquel archipiélago, procedian del litoral de Tierra firme ó Ca-
ribana, de donde huyeron perseguidos por el pueblo arouCl-
,r¡lM, y saltando de roca en roca, que nJ otra cosa parecen las
pequeilas Antillas vecinas al Orinoco, se corrieron ,de unas á
otras islas y las poblaron al fin todas. Siguiéronles hasta ellas
sus enemigos, con quienes empeñaron sangrienta batalla, y
pereciendo en la lucha todos los arouag1teS dejaron en poder
de los isleños las mujeres que les acompañaban, las cuales de
su natural idioma, diferente del de sus nuevos dueños, y de
su educacion áun ménos primitiva, dejaron señales en algu-
nos de los puntos que aquellos violentos pO'leedores recorrie-
ron. Tales pueden citars3 en la isla de Cuba, los nombres de
Oasiguas; pueblo situado entre Jaruco y Bainóa, é igual al d3
otro que existe en Venezuela; el de la Guanaja, aldea del
partido de Cubitas en Puerto-Príncipe, de la misma denomi-
nacíon que una isla próxima á la costa de Honduras, y otras
vários que seria prolijo enumerar y omitimos par brevedad.


Pruebas podríamos presentar tambien para rebatir elorígen
apalachino que han pretendidCl algunos reconocer en los habi-
tantes 11tca.yos y de las Antillas mayores, suponiendo que P)f
ser el Norte de América la primera parte poblada en aquel
gran continente, desde ella se extendieron los hombres en las
primeras edades pJr todas direcciones. Hay, empero, que tener
en cuenta, la falta de medios para resistir las corrientes del guif
stream en el canal de Bahama que impediriaen aquellos tiem-
pos navegar á los aborígenes por tales derroteros, y más lógi-
co es creer que cuando más tarde en numerosas sociedades se
poblaron Cuba, con otros indios, y las Lucayas con los caribes
empujados por éstos, y se perfeccionarJn y acrecieron las di-




XVI LAS INSURRECCIONES EN CUBA


mensiones de las canóas en que hacian sus correrías maríti-
mas, salvaron algunos atrevidos naveg'antes aquella parte
procelosa del mar y penetraron en los terrenos de A patache
por la Florida. Y es lógico creerlo así, tanto más cuanto que
caraibe ó caribe en lengua apalachina significa gente añadi-
da, y no pudieran por cierto llamarse de este modo, si ya ántes
hubieran sido estos isleños de aquel antiguo pueblo conocidos.


En los documentos prehistóricos poco puede estudiarse to-
davía, yen los históricos tampoco vemos nada que confirme
la existencia del sllpuesto continente. Pues si hubieran las An-
tillas formado parte de una tierra firme, y contenido algu-
na poblacion en la époc'1 terciaria en que la vida humana
apareció en el globo, se hubiesen descubierto en las Lucayas
y en la misma Cuba, por ser la principal isla situada más al
norte y más próxima á aquellos apalachinos, que se tenian
por los primitivos pobladores de la América, señales del paso
y restos de la industria del hombre antiguo. Pero hasta el dia
nada se ha visto allí, mientras en algunas regiones situadas
mucho más al sur, y en el continente meridional, como las
villas de Cáicara y Urbana en la provincia de Guayana y en
otras partes de aquella costa, se han encontrado signos de
civilizacion primitiva en rocas cubiertas de colosales figuras
simbólicas representando caimanes, tig-res, enseres domésti-
cos é imágenes del sol y de la luna allí tallad~s. Signos de
que Cuba carece, y por los que debe á la costa firme Cariba-
na atribuírsela una civilizacion y una poblacion más antiguas
que á las Antillas. y considerar á sus habitantes de tierra
adentro como los aborígenes de los caribes y de los indios del
litoral, que más tarde fueron dueños de las islas del Archi-
piélago.


Osadía inaudita é inusitado atrevimiento será quizás en
nosotros el separarnos, con esta creencia, de lo que como dog-
ma sentaron algunos sábios, y entre ellos Humboldt, en sus
obras. Mas desde que oimos á una de las personas que acom-
pañaron á tan eminente naturalista en sus excursiones por Cu-
ba, que cuando el sábio, armado de su anteojo, flanqueaba




lNTRODUCCION XVII


las cimas de altas montañas, para descubrir y dominar ma-
yores horizontes, si le apremiaba el tiempo ó se veia contra-
riado por los molestias del punto de observacion, nada raras
en los extremados climas americanos, salia dictar de corrido
al encargado de apuntar sus observaciones, que á tal latitud ó
cual longitud de la altura X, y en direccion al Norte ó al Sur
con tales ó cuales extensiones y con ángulos ó sin ellos á Le-
vante ó á Poniente, debian consignarse tantas ó cuantas mi-
llas de terreno jurásico ó cretáceo, con fallas cuaternarias ó
formaciones modernas, etc., etc.; al saber,decimos con dolor,
todo esto de una manera auténtica, no hemos podido ménos
de deducir que aquel sábio, más encariñado en verdad con sus
teorías, que partidario de los lentos trabajos que la observa-
cíon de ciertos hecho::; exige, recorrió con bastante ligereza,
estudiando de un modo muy superficial las formaciones de
los continentes y de las islas de América.


La de Cuba, pues, teatro de las principales escenas revolu-
cionarias que en el presente libro vamos á. referir; aquel deli-
cioso país cubano, que siempre ó no siempre fué isla, aunque
nuestra cpnviccion está por lo primero, es la más grande y la
mas boreal y occidental de las Antillas, situada en la zona
tórrida, entre los grados 19° 49' Y 23° 13' latitud norte y
los 67° 51' y 78° 40' longitud occidental del meridiano de
Cádiz. Confina al Este con el estrecho canal él pa:;o de los
Vientos, que la separa catorce leguas de Haiti; al Oeste y
~ordoeste con el golfo ó Seno mejicano; al Norte, con los ca-
nales de la. Florida, de Ocampo y Viejo de Bahama, dis-
tando su punta Hicacos de las tierras más avanzadas de los
Estados-Unidos, treinta y dos leguas; al Sur tiene la mar ca-
ribe ostentando variados cayos, los Jardines y jardinillos y la
isla de Pinos, y al Suroeste el estrecho de Yucatan, que por
cnarenta leguas separa los cabos yucateco de Oatoche del
cubano de San Antonio. Larga y estrecha, forma la isla
una especie de arco cuya convexidad mira á los canales del
norte, y tiene doscientas veinte leguas marítimas ó trescientas
:;etenta y seis itinerarias, de extension, desde el mencionado




XVIII LAS INSURRECCIONES EN CUBA


cabo de San Antonio hasta el oriental de Maisí; siendo su
mayor anchura de cuarenta y cinco leguas marítimas y de
siete y media la menor; con un perímetro de quinientas se-
tenta y tres leguas de costas y una superficie de tres mil
ochocientas cuatro, sin contar las isletas y cayos vecinos, y
de tres mil nuevecientos setenta y tres incluyéndolos.


Muchos y seguros puertos con extensas y resguardadas
bahías, ensenadas y embarcaderos, festonean las costas de Cu-
ba (13); y esta riqueza marítima y mercantil con que la
creacion y bs accidentes geológicos dotaron á la grande Anti-
lla, es tangible dificultad sin duda para resguardarla de las
invasiones piráticas, que pueden, además, contar con surgide-
ros en los numerosos islotes abordables que como centinelas
avanzados la rodean. Y si difíciles son de evitar en sus cos-
tas los desembarcos fraudulentos, que los corsarios en unas
épocas y los contrabandistas en otras intentaron, más difícil
se hace quizás, la persecucion de los que subrepticiamente se
introducen en la isla, no solo por lo que abundan los inextrica-
bles bosques y maniguales que aquella vegetacion prodigiosa
conserva en creciente lozanía y eterno verdor, sino por lo ac-
cidentada que es Cuba particularmente hácia el norte y en
sus extremos del oeste y oriente; cuyas montañosas regiones
han presenciado el mayor número de los movimientos inva-
sores, desde los primitivos de Colon, Ocampo y Velazquez,
y los siguientes de forbántes y fllibuste1'os, hasta uno de
Narciso Lopez, y las excursiones de los expedicionarios que
procedentes de Nassau, en Providencia, ó de los puertos de la
Am~~rica del Norte, han desembarcado en estos últimos años
para reforzar las hordas de los actuales insurrectos.


Diez son los principales grupos de montañas que forman
el sistema orográfico de Cuba, Sus nombres corresponden á
los de antiguas provincias indígenas (14), Y los ha conservado
la tradicion hasta nuestros dias, por medio de los indios ci-
marrones ó de los negros que, huyendo de la dependencia de
los blancos, con aquellos se juntaron despues en el interior
de los bosques, donde construyeron los palenques ó guaridas




lNTRODUCCION XIX


que tanto han aprovechado y aún hoy sirven á las bandas de
los sublevados en Yara. Pero aquellas provincias indias, que
se hacen ascender á treinta (15), no tienen, sin embargo, una
correspondencia perfecta con los treinta y dos distritos admi-
nistrativos que constituyen los tres departamentos, Occiden-
tal ó de la Habana, del Centro, Camagüey ó de Puerto-Prín-
cipe, y de Oriente ó Santiago de Cuba, en que está la isla
dividida. Y se . comprende que no se ajusten con exactitud
unas á otras divisiones territoriales, por las costumbres dis-
tintas entre los indígenas y los pobladores europeos.


Precisados éstos á formar centros de poblacion en los puer-
tos de las costas para extender su comercio y relaciones al
resto del mundo, fijáronse en las orillas del mar, mientras
aquellos, dominados por la propia indolencia intertropical,
sin más necesidades que las sencillas de la vida primitiva, y
temerosos siempre de las agresiones de sus vecinos los caribes
antropófagos, vejetaban en los bosques y puertos secos de
las alturas, y solo cuando la falta de cosechas ó la sequedad
de los rios interiores les hacia recurrir á la pesca, visitaban
el mar, ·nunca solos y siempre con grandes precauciones para
evitar los ataques de sus molestos vecinos. De este especial
sistema de vida ha nacido, sin duda, la errónea idea de cier-
tos historiadores, que afirman no haber existido la terrible
plaga del vómito negro en Cuba, hasta la colonizacion euro-
pea; y se comprende que así lo diga quien no profundiza las
causas, pues la accion que en las tierras bajas y regiones
marinas ejerce el maligno eflúvio que exhala el delta del
Mississippi, ni penetra al interior de las tierras, ni asciende
á las elevaciones de los montes. Y como en éstos ó en los va-
lles interiores vivian ordinariamente los primitivos habitantes
de la isla, libres estaban en su mayoría de los efectos de
aquellos venenosos miasmas, que en 1602 invadieron, por pri-
mera vez, la colonia española, cuando ya tenia cierta impor-
tancia, y cebándose despiadadamente la maligna fiebre en los
colonos, causó en su poblacion innumerables víctimas.


Verdad es que ciertos apasionados y fanáticos escritores




xx LAS INSURRECCIONES EN CUBA


cubanos, en su constante é incansable afan de alimentar an-
tipatías cuando no Mios, contra el nombre español, quieren
hacer responsables de todo.3 sus males á los que allí les lleva-
ron, con la religion yel idioma, la civilizacion de que los in-
dios carecian. Y á tanto llegó en este punto el apasionamiento
de algunos, que, al pintar á Cuba como un Edén exento hasta
de las alimañas que turban en otras regiones la tranquila
vida del campo, designan entre los animales venenosos la
abeja de España (16), que allí se introdujo en 1763 como ele-
mento de riqueza, mientras omiten citar 'el v0ráz gegén de la
isla del Coco, mosquito de tan activo veneno, que cuando se
reune en bandadas mata en una sola noche al caballo de más
vig'or, que por descuido de sus dueños tiene la mala suerte
de quedar al sereno amarrado (17). Ni citan los peces de bri-
llantes colores que convidan con su belleza y engendran en
sus carnes el más incurable de los principios morbosos, la
ciguatera, desconocida hasta ahora en el antiguo mundo; ni
las frutas malignas, ni los árboles que con su sávia producen
úlceras incurables, ni los que, como el gua o , matan con su
sola sombra.


Ciertamente que esto es de fatal necesidad donde el sol
tanto abrasa, y no solo produce las evaporaciones copiosas y
perennes que convertidas en seguras y cargadísimas nubes
dan con sus riegos periódicos inacabable verdor al campo y
sorprendente fondo á los rios, sino que acelera las pro-
creaciones haciéndolas más fecundas en la serie animal y has-
ta enriquece con notoria vivacidad la parte imaginativa
de la inteligencia humana. Indudable juzgamos que en mu-
cho hay que atribuir á las influencias climatológicas la
diversidad de los caracteres, tan moderados y de reconocida
templanza en los habitantes que viven entre las nieblas del
Norte, como ardorosos en los del Mediodía y en las tierras in-
tertropicales donde con tanta facilidad las pasiones se exaltan.


Paradógico parece, y es sin embargo evidente, que un mis-
mo asunto, y áun la propia idea se aprecian en los trópicos de
distinto modo que en las latitudes en que la Europa existe, aún




[~T RODUCCION XXI


en las más meridionales; como ~i aquel sol, que todo lo colorea
y anima, diera nuevos tonos al prisma moral y otro carácter
á los pensamientos y á los objetos materiales. De aquí, sin
duda, el que hombres de reconocido buen seso, aturdidos tal
vez por la exuberancia de vida, desvíen en Cuba sus ideas de
la corriente por donde ántes con el mayor acierto las dirigie-
ran, mientras otros de desconocidas facultades en Europa, las
desarrollan allí hasta el punto de distinguirse entre los más
capaces. De aquí el fenómeno de que hayan existido poetas
siboneyes (18) que intentaran crear una literatura exclusiva
con los elementos del idioma castellano, las reglas castellanas
y la paternidad de Castilla (18); que las ciencias tiendan al
mismo exclusivismo; que las conquistas realizadas en los
centros europeos del saber, no se adapten perfectamente á las
aspiraciones morales de aquellos habitantes; que en la po-
lítica se vean tan raras manifestaciones, y que se observe
una general t~dencia á identificarlo todo con lo que de suyo
exige la naturaleza de aquellos grados de latitud. Y estos fe-
nómenos, debidos indudablemente en gran parte al clima, y
las impresiones que allí se experimentan, casi siempre distin-
tas de las que en España produciria un acto cualquiera, cuan-
do no han sido tomadas en cuenta por los encargados de le-
gislar para aquellos habitantes, han promovido antipatías
generales, y quizás no nos equivoquemos, si entre los motivos
que ocasionaron la pérdida de la mayoría de nuestras posesio-
nes ultramarinas, incluimos la ignorancia, más ó ménos re-
conocida, en los hombres que prepararon trabajos legislativos,
que si á través del prisma europeo parecian muy aceptables,
no se miraban allá con igual b~llo colorido. Las torpes dis-
posiciones dictadas por los bien intencionados legisladores de
Cádiz, dan de ello evidente prueba, y las tan absurdas, por
suicidas, como generosas tendencias de la exagerada escuela
liberal espauola de estos tiempos. no nos han producido en el
Nuevo Mundo más que la deshonra del imprudente que no
sabe conservar el patrimonio heredado; ni de ellas hemos re-
cogido más fruto que el muy amargo de un Mio mortal al




XXII LAS INSURRECCIONES EN CUBA


convertirse en irreconciliables enemigos muchos de nuestros
hermanos que, cual nosotros mismos, han sido hasta ahora
capaces para llevar á c~bo todas las empresas, ménos la de
hacer buenos españoles de sus hijos nacidos fuera del propio
territorio de España.


De esta mala suerte, principalmente, nacieron las revolu-
ciones de América, provocadas todas por la impaciencia y la
soberbia de aquellos hijos, mal avenidas con la natural y
obligada subordinacion que á sus padres debian, pudiendo
considerarla como la primera y más patente de las causas
que movieron las conspiraciones y la actual insurreccion, en
la que, á pesar de otros pareceres, siempre creeremos que fué
islct de Cuba.




CAPÍTULO X.


l. La Europa á fines del siglo XV.-Oolon, ofr~ciendo un mun-
do, es desahuciado por los sábios de Salamanca y obtiene alfin
la proteccion de la reina Doña Isabel la Oatólica.-Preparati-
vos para el primer viaje de exploracion.


n. Primer viaje de Colon.-Sus descubrimientos.-Las Luca-
yas.-San Salvador.-Cubágua ó la isla Juana.-Separacion
de la carabela Pinta.-Descubrimiento d~ la Española ó Haiti.
-Naufragio de la Santa María.-Fundacion del puerto de Ka-
tividad.-Regreso de Oolon á España.-Recepcion del almi-
rante por los Reyes Oatólicos.-S ~gundo y t~rcer viaje.-Pri-
sion de Colon.-Ouarto viaje.-Naufragio en Jamáica.-Regreso
definitivo á España.-Muerte del almiranta.


IlI. Descubrimit.nto en el Norte del continente americano.-
Ooloniiacion de la Espaflola ó Santo Domingo.-Introduccion
de negros africanos.-Expediciones deforbantes y jilibusteros.-
Br;we historia de algunas Antillas hasta finas del siglo XVIII.


IV. Apuntes históricos acerca de las islas de Puerto-Rico, Ja-
máica y las pequeñas Antillas de barlovc:mto.-Grupo de las
islas próximas á Venezuela.-Grupo d~ las Lucayas.


V. Revolucion de la parte francesa de la Española ó isla de San-
to Domingo.-Insurreccioncs de los colonos, de los mulatos y de
los negros franceses.-Pérdida y conquista de la parte españo-
la de Santo Domingo.-Independencia di~ Haiti.


1.


Dueño de una gran idea y por ella fanatizado iba el geno-
vés Cristóbal Colon, despues de mediar el siglo XV, ofre-
ciendo un mundo á los potentados de Europa, mientras otroil
proyectistas y arbitristas, en aquellos tiempos tan abudan-
tes, prometían, con los recursos de su imag-inacion, medios




2 LA:': IXSURRECCIONES EX CUBA


hasta inverosímiles para llevar á ca,bo sus soñadas empref3as,
á los reyes y caballeros amaestrados en las aventuras guer-
reras, que eran el delirio de la época. Pero Colon, el más
sublime de los proyectistas, si acaso soñaba, en siguien-
do con espíritu razonador las indicaciones de Platon en su
Atlántida y las suposiciones de Ptolomeo, de Plinio, S~­
neca, A verróes y áun de Arist;íteles r~specto á la existencia
de tierras desconocidas más allá de Cádiz; y fundándose en
10 que sobre su viaje por tierra á la China habia dicho el ra-
bí Benjamin-ben-Jonah de Tudela, y Marco Pulo en el que
hizo á la India, calculaba que navegando siempre á Poniente
entre los paralelos de las islas Canarias y las de Cabo Ver-
de, rocien descubiertas, encontrada las costas del Asia qUi'
estos viajeros describieron.


Madurarlo su plan de descubrimientos y pensando en
quién le proporcionaría los medios de realizarlo, recorrió Co-
lon, con su o}) perspicaz de viejo marino, y de una sola mi-
rada el estado de Europa, contemplando con tristeza la poca
protcccion que esperar parlia de aquellos reinos entretenidos
en las guerras y tan mal dispnestos á los tranquilos senti-
mientos civilizadores. Vió á la marinera Venecia, ánt ~s or-
gullosa reina del Adriático, arrojada del Oriente, de Chi-
pre, de Rorras y de Candía por los nuevos señores de Bizan-
cio, y reducida á comprar humildemente un pasavante ó li-
renCÍa para atravesar los D;trdanelos: á la Italia, S1l propio
país, génio díscolo de la raza latina y hererrera inmediata d,~
sus viciosas tradiciones, la vió dividida, y cad"1 uno de sus
mi.croscópicos Estaios á las órdenes de tiranuelos que solo el
tiempo dedicaban á la perfeccion del sibwitismo ó á sus per-
sonales venganzas, á la vez que procuraban contener con
vicios ó con dádivas las irrupciones de la demagogia: la pe-
queña Francia, con cinc:) millones escasos de poblacion, ap'>'-
nas una nacionalidad era, y más bien patrimonio de señore~
feudales turbulentos é inquietos, que ni siquiera entre sí se
entendían para arrojar de su suelo á los ingleses: éstos y los
escoceses, Slli'J enemig1s do:nésticos, se g-ashban en la diso-




CAPÍTULO 1 3


ludon de la corrompida nobleza: Rusia" sin civilizar toda-
vía, seguia bajo la dependencia y vasallaje de tártaros y tur-
cos: Dinamarca, Suecia y Noruega dudosamente podian figu-
1'8.1' como reinos; y la Alemania, sin fuerza concr~ta por la
di visibilidad de sus Estados y con la triple de~gracia de su
a-patía, su pobr~za y su ignorancia, no sirviendo para recha-
zar las invasoras armas turcas, mal dispuesta debia de es-
tar y estaba para emprender aventuras. S6lo España y Por-
tugal ofrecian esperanzas al xuarino genovés, y á estos rei-
llOS dirigió sus miras.


Oprimido Portugal en los estrechos límites de su territo-
rio, buscaba ensanche en las costas de Africa, donde D. Sebas-
tian no encontró ni una tumba; y el infante D. Enrique, hijo
ne D. Juan n, alentando á los marinos en la escuela náutica de
su fundacion, hacíales visitar las islas de Cabo Verde y hasta
el Cabo de las Tormentas, que fué de Buena Esperanza, al
señalar poco despues a Vasco de Gama el camino de las In-
dias. Y la España, la cristiana y católica España, regenera-
da y engrandecida por los caractéres de Fernando de Ara-
gon é Isa~el de Castilla, y vigorizada por tantos siglos de
continua lucha, estaba dispuesta á todo; así á conquistar
nuevos dias de gloria por medio de sus numerosos guerreros,
('Álmo á luchar con las doctrinas muslímicas y á discutir en
las ciencias con los doctores y sacerdotes de Mahoma, que
del Oriente las importaron por natural tendencia civilizado-
ra, ó quizás como providencial destino para que los endebles
hijos de nuestros soldados, que en la guerra no aprovecha-
ban, las aprendieran en su esencia y las aplicasen despues
al cristianismo, cuando de la religion se hicieron ada-
lides (1).


Veia Colon terminarse la lucha de moros y cristianos, y
(~()n el oportuno enlace de Isabel y de Fernando formarse la
monarquía española; admiraba al severo Rey Católico, jamás
por amenazas conquistado, cual luego 10 probó respondiendo
á las del soberbio Gran turco con el envío de la escuadra man-
dada por Galup de Ripoll á los Dardanelos, 110 sólo para pro-


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4 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


t()ger los intereses y las vidas amenazadas de los cristianos
de Oriente, sino para obligarle a firmar un favorable tratado
+~ comercio; y atraido Colon por los esfuerzos marítimos que
;,acía España para defender á la cristiandad, que atemoriza~
la acudia á pedir auxilio contra los infieles a aquel rey, que,


{',lliticado injustamente de egoista, sabía con los hechos des-
L1 ntir tan gratuita calumnia; por todo ésto, y seducido ad~
más por la nombradía quP á los Reyes Católicos empezaba á
,lar su naciente poderío, se trasladó el marino genovés á
~ierra de Castilla, cuando hacia tiempo que como arbitrio se~
gLlro había ofrecido sus planes en su propio pais y á príncipes
y señores de otros reinos, llegando hasta el de Portugal, que
"banJonó indignado porque su rey D. Juan II, conocido en la,
Historia por el Peifecto, despues de apoderarse de la idea y
(le desechar las proposiciones del marino, envió secretamen-
te á realizar el proyecto un buque, que nada más pudo con-
'l'guir, sino poner de relieve las reales faltas de decoro y de
abuso de confianza, indisculpables siempre, no sólo en un
monarca, sino en toda persona bien nacida.


España, aunque unificándose, era, á la sazon, sin duda la
más adelantada de las naciones de Europa, así en las cien-
cias y en las artes que por puertos musulmanes se introdu-
cian, como en laboriosa actividad, en la que ell'ey se ejerci-
Llba desde que contempló la miseria por las guerras exten-
dida, mientras en un ion de su religiosa esposa, ambos á dos,
con buenos ejemplos formaban la moral pública que las mis-
Ill.lS guerras y las distintas aspiraciones de raza. tenian un
tanto quebrantada.


El año 1484 sería cuando entró Colon en España, al pro-
pio ti~mpo que su inmediato hermano D. Bartolomé, por en-
~ lrgo suyo, salia hácia Inglaterra á solicitar proteccion del
rey Enrique VII; y entró en ocasion bien poco a propósito
por cierto, porque ocupado el animo de los Reyes Católicos
Rn la. toma de Granada, era muy difícil distraerlos con em-
pr2s~s de otro genero; pero á pesar de ésto, la reina Isabel, á
quien se presentó, acogióle con benevolencia, y por medio de




CAPÍTULO I 5


su confesor D. Fernando de Talavera sometió el proyecto elel
marino al exámen de los sábios de Salamanca.


Aquellos, que como los de todos tiempos, creian que nada
podia saber quien no hablase científicamente, le interrogaron
segun las fórmulas de la época; y como Colon, que poseia
mas g0nio que dialéctica, no podia científicamente contestar-
les, aunque estaba bien persuadido de las verdades aprendi-
das en mapas viejos y en observaciones que la ciencia aún
no conocia, vió rechazados sus hipotéticos cálculos por no sa-
ber contestar á las objeciones escolásticas que. basadas en
los conocimientos dominantes entónces le hicieron aque-
llos depositarios oficiales del saber, quienes negaron, por
tanto, la aprobacion que el inspirado proyectista pretendia.
y sin duda aquellos sábios cumplian con su deber y demos-
traban tener conciencia, al par que conocimientos científicos,
no consintiendo que se expusiera la vida de algunos seme-
jantes en manos de quien no probaba silogísticamente poseer
los datos necesarios para realizar tan temeraria expedi-
cion.


Cinco·alíos necesitaron los sabios para atreverse á declarar
que no tenia razon el marino genovés, cuyo término no fué
el mas largo, sin duda, de los que en España suelen em-
plearse para resolver expedientes; y deshauciado Colon; aeu-
dió como última esperanza á los poderosos duques de J\fedina
Siionia y de Medinaceli, de los que no eonsiguió mejor for-
tuna. Abatido y triste y con la pesadumbre de cincuenta
años de trabajos y de disgustos, se retiraba ya hácia Huclva
ó Portugal, llevando de la mano a su hijo Diego, cuando
rendido de cansancio llegó á la Rábida y se acercó al con-
vento de Nuestra Señora pidiéndole al portero un vaso de
agua y un pedazo de pan para su estenuado niño. La ca-
sualidad, que tanto influye en los destinos humanos, hizo
acercar entónces al punto donde Colon descansaba al guar-
dian del convento Fray Juan Perez de~Iarchena, quien con
curiosidacl propia de frailes, pronto S3 enteró de las preten-
siones del marino, y cautivado por aquella verdadera e]o-




6 LAS INSURRE{:CIONES EN CUBA


cuencia hija de la conviccion con que se expresaba, ofrecióse
á proteger su causa; y despues de consultar al médico de Pa-
los deMQgller, Garcí-a Hernande:;¡;, que, como él, estaba algo
versada en las ciencias nuevas., entregó á Colon una carta
recomendatoria para su amigo el mencionado confesor de la
reina, Fray Feruand0 de Talavera.


Des8:ooando el camino presentóse CJlon otra vez ante los
reyes, en la villa de Santa Fé, donde la Cat6lica Isabel le aco-
gió con tanta benevolencia cuanto era el desden del rey Fer-
nando, que cansado de proyectis1:.a.s, miraba al genovés como
un extravagante. Pera al rendirse Granada, la reina, cuyo
earácter de soberbia contradiccion parecia complacerse en
mortificar á. Fernando, y tomaba creces con las oposicio-
nes (2), baciéndose pa.rtícipe del entusiasmo del marino, por
la natural tendencia de su viva imaginacion á todo lo gran-
de, por fantástico que pareciese, y animada siempre l)or sus
sentimientGs religiosos á cuanto condujera á la exaltacion de
la fé, declaróse partidaria decidida de aquellos proyectos,
hasta el punto de disponer el emp3ño de sus alhajas para que
se realizaran. N o permitieron que á tanto se llegase los protec-
tores que alIado de reina tan entusiasta y dominadora tenia
el marino en las personas del padre Daza, de Alonso Quinta-
nilla y de Luis del Angel, quienes buscaron fondos para que
se equiparan tres buques sin necesidad de empeñar las reales
joyas, en lo cual vió, despues de ocho años de fatigosas soli-
citudes, premiada Colon su constancia, como vió al fin firma-
do por los reyes, con poca satisfaccion ciertamente del grave
Fernando, el contrato presentado al efecto (3). Segun la
quinta cláusula de éste, podía el marino interesarse en una
octava parte de los gastos de la expedicion, y como carecia
-en absoluto de recursos, le suplieron los vecinos de Pa.los de
Moguer, Martin Alonso Pinzon y sus hermanos, los dos mil
quinientos duros que le correspondian de los veinte mil á que
pr6ximamente ascendió el equipo de las tres carabelas, no.m-
bradas Santa Maria, Pinta y Niña, que se armaron para
descubrir un mundo (4).




C~HíTULO 1 7


11.


Despues de cumplir como cristianos y de recibir los hom-
bres y las carabelas la bendicion de Fray Juan Perez de
Marchena, salieron los expedicionarios á la mar el viernes 3
de agosto de 1492, desde Palos de Moguer, mandando Colon
la Santa María, única de las embarcaciones con cubierta,
que era la mejor y hacia de Capitana; la Pinta, que medín,
unas cuarenta toneladas, la dirigia Martin Alonso Pinzan,
quien llevaba por piloto á su hermano Francisco; y la Niña, el
más pequeño de los barcos, armado con velas latinas, 10 man-
daba Vicente Yañez Pinzan; llevando las tres embarcaciones
unos ciento veinte hombres entre tripulantes y empleados, y
de éstos iba, como intendente ó escribano real de la expedi-
cion, Rodrigo de Escovedo.


Venciendo temporales y sin más averias que la pérdida
del timon de la Niña, llegaron las carabelas en diez dias á
las islas Canarias, donde al averiado barco se le construyó
nu~vo timon y reformaron las velas para hacer su ligereza
igual á la de los otros, y cinco semanas des pues , en la ma-
ñana del 6 de setiembre, salieron de la isla Gomera con
rumbo á Occidente, siguiendo la latitud de las Canarias,
que no pudieron conservar mucho tiempo porque la desvlacion
de la aguja náutica, fenómeno de aquellos navegantes des-
cOll0cido, diariamente alteraba el rumbo. Pasados iban trein-
ta y seis dias de navegacion entre peligros y esperanzas,
y cuando llenos de ansiedad próximos estaban á desesperar-
se los compañeros de Colon, descubrió éste confusamen-
te una luz á las dos de la madrugada del 11 de. óétubr(',
y al poco rato el marinero de la Pinta, Rodrigo dtTriana,




8 LAS INSURHRCCro~ES E~ CFB,'\


,. daba, y á voces se repetia á bordo de las carabelas, el alegre
y conmovedor grito de ¡tierra! Al fin ya no eran por capri-
chosas nubes chasqueados, y aquellos valerosos marinos veian
cierta la tierra deseada, en la cual, al siguiente dia 12
de octubre de 1492, de::iembarcaron los jefes de la expedicion
comandados por el marino genovés, quien al posesionarse de
ella en nombre de los reyes de España, y al hacerile recono-
cer corno almirante, la llamó San Salvador y supo que era la.
isla Guanakaní, llamada así por los naturales indios, la que
hoy todavía se duda si seria la Watlings island ó su vecina
la isla del Gato (Oat island) bautizadas con estos nombres, en
época posterior por los ingleses al haccrijc dueños de las Lu-
caya8.


Reconocida la isla de Guanahani, que se calculó tener de ex:-
tensíon unas quince leguas, y despues de admirar las b~l1e-
7.as de aquella poderosa vegetacion y la inocente sencillé7. de
sus habitantes; lo que impresionó vivamente á los expedicio-
narios, quienes buscaban algo más que b::)llos paisajes, in-
cluso el mismo Colon, que pensando en sus reyes á la vez
que en las cláusulas del contrato, sólo souaba en las riquezas
que podria llevar á España; lo que con preferencia llamó la
atencion de todos, fueron los pobres adornos de oro que col-
gados de las narices mostraban los naturales, quienes al ser
interrogaios respondian por señas que más al Sur se encon-
traba el punto de donde el metal procedia: quizás aquel reí...:.
no de Ophir que en 'su imaginacion fijo llevaban los conquis-
tadores. Avivada con esto su curiosidad y su codicia,. pron-
tamente abandonaron á Guanakani, llevándose siete indios,
para hacerlos intérpretes, que con dádivas fueron seducidos;
.Y dirigiéndose al Suroeste en busca de aquellas costas que
con tan brillantes y halagüeños colores se pintaban, recono-
cieron al siguiente dia un grupo de pequeiias islas, en las
que tal vez se comprendiera el actual Rum-O ay, que por el
almirant~ fueron bautizadas con el nombre de Santa ¡1'aría
de la Oonce]Jcion; recalaron luego en otra isla sin mon-
t.aña ninguna, que llamó Ji'ernandilla, y los mapas norte-




CAPÍTULO 1 9


americanos nombran Great .l!.';¡;uma; poco despues llegaron a
{)tra, quizás la actual Long is!and, á la que dió el nombr't~
de Isabela, y pasada una semana de navegacion bastan t ~
-contrariada, ya por las calmas, ya por los vientos y lluvi,;,s
otoñales, en cuyo tiempo fueron reconocidos varios cayo::i .V
bajos, á algunos de los cuales nombró Colon Is!as de A 1'enrt,
que se supone fueran las J/<fúca?'as, descubrió al anochcc('"
del sábado 27 de octubre una tierra designada por los lucayos
con el nombre de O'ubáglta Ó Ouba.


Aproximándose á ella en la mañana del 28 las carabe-
las, entraron en un rio que tal vez fuera' el de Nuevas gran-
des ó del Bayamo en Sabanalamar, llamado San Salvador
por Colon, en cuyas ag'uas fondearon; pero siendo poco capa;;
aq llel puerto, hizo levar anclas á la expedicion, que al si-,
guiente dia navegó al Oeste recorriendo la costa entre islot:s
.Y bajos; y para ponerse al abrigo de los vendabales que em-
pezaban á molestar, fondeó de nuevo el 31 en una emboca-
dura más ancha que llamó rio de J/<fares, la cual lo mismo
pudiera ser el puerto de N1tevitas, como la entrada de h
bahía de Sabina!, formada por la península de este nombre
y la isla de Guajába) en lo que no concuerdan los historia-
dores de más fama, á pesar de conocerse todavía éste último
surgidero con el nombre de Boca de O arabelas (5).


Juana fué llamada esta tierra en memória del malogrado
príncip3 D. Juan, por el almirante Colon, quien al desembar-
ear dispuso que s~ atrajese á los indios dueños de las escasas
viviendas diseminarlas en los contornos de la costa; y ha-
biendo conseguido los exploradores que se acercasen algunos
indíg~llas de los de más atrevida curiosidad, les mostraron
los adornos de oro de los lucayos, preguntándoles su pro cc-
tlencia, á lo que con mímicas respuestas dieron á entender,
señalando los montes de tierra adentro, que OubanaCait, se-
gun pronunciaban, era donde aquel preciado metal se enc:)ll-
traba. Este vocablo hizo sosp3char á Colon si seria el reino
de 01~bla.lj-Kan, descrito por Marco Polo, el punto á que los
indios se referían.




10 LAS INSURRECCrONES EN CUBA


Aquel apacible sitio, las deliCiosas brisas que en paraiso
convierten á Cuba durante la estacion fresca del año, yaque-
lla rica vegetacion siempre robusta y galana; impresionaron
tan viva mente el ánimo de Colon, que al describir la tierra
descubierta decia que «(era la más hermosa q1t'e jamás ViC'l'M¿
»ojos !tu7nttnos;» en la cual {¡¡ cada paso querian ver los des-
cubridores las plantas y los animales de la India, confirmán-
doles en su opinion la presenCia d-e los caimanes y manatic
de los rios, que suponian ser cocodrilos y vacas mat"inas de
Asia ó Africa. Pero en punto á civilizacion no debieron que-
dar muy satisfechos del grado de cultura de aquellos habi-
tantes, que en sus abandonadas chozas no poseian más que
harpones de hueso, redes de palma y otros obj~tos de pesca
que demostraban una industria bastante primitiva (6). Y si en
dudas envolvieron ya estas señales al almirante, creció su per-
plegidad cuando el intérprete judío converso, Luis de Torres,
que con perfeccion poseia el árabe, el hebreo y el caldeo, idio-
mas muy generalizados en Oriente, ni pudo comprender el de
los indios, ni de ellos hizo entenderse, más que por señas,
como los otros expedicionarios.


Desde aquel sitio, que todavía no está bien averiguado si
era el actual puerto de Nuevitas ú otro, destacó Colon un
bote con algunos españoles y un lucayo por intérprete, quie.:..
nes navegaron rio arriba por uno, que tanto pudiera ser el
Máximo, cuya corriente vá desde el Tuabaquey á la bahía
del 8abinal, como el 8ara71taguacán que desagua en la ense-
nada de lJfay(tnabo en dicho puerto de Nuevitas. Aquellos
exploradores, persuadiendo á los naturales, hasta donde les
era posible, de las pacíficas intenciones de los españoles,
consiguieron átraerse, entre otros, un indio cubano que alar-
deaba ser persona bastante principal, osrentando orgullosa-
mente la pieza de plata labrada, que de su nariz pendia;
cuyo vanidoso indígena dió á entender con gesticulaciones
y señas, que el rey de aquella tierra vivia en el interior,
como á cuatro dias de distancia. Esto decidió al almirante,
suponiendo ya si aquel seria el gran Khan y su residencia el




CAPítULO 1 11


Catlmy, á enviarle una embajada, con el intérprete Luis de
Torres y con Rodrigo de Jeréz, aoompañados de dos guías in-
dios, uno de OUbáfl'Wd. y otro l,"ayo de Guan,(¡}¡,a1'llÍ, provistos
de regalos y de las corl'esp Judien tes credenciales ó cartas de
presentacion.


Mientras ibán en busca de aquel imaginario monarca los
embajadores, á los cuales les señaló seis dias entre ida y
vuelta el almirante, dispuso éste la carena y reparftcion de
los averiados bajeles, ocupándose él, entre tanto, en buscar
los canelos, ruibarbos y nuez moscada, siempre en la con-
viccion de encontrarse en un punto de la India; péro sólo ha-
lló de importante, entre los vegetales desconocidos, la humil-
de raíz de la patata, más preciosa para la humanidad q ne
todas las especias del Oriente, como dice Irvíng; pues lo que
buscaba indicábanle los indios ancianos, á quienes Colon en-
señó muestras, qtie debía hallarse allá al Suroeste en parte
lejana, indicada por ellos con los vocablos de Babeq1re y
]joMo (7).


Cuando el 6 de noviembre regresó la embajada, otro des-
engaño tuvo que sufrir Colon, porque ni del gran Khan ni
de ninguna populosa ciudad trajo noticias, sino de la pobre
aldea donde se reunian hasta un milla:r de iuaios de ambos
sexos, que ni aun pudieron errtenderse con el ex-judío Torres.
Entre ellos se reconocian ciertamente categorías, segun los
embajadores refirieron, pero pocas señales del fausto oriental
daban, viviendo desnudos y éon los éuerpos pintados como
los demás habitantes de la costa que hasta entóMes habian
visto, de los cuales se diferenciaban, sin embargo, por el uso
que hacían del tabae ó tabaco como dístraccion, novedad que
sorprendió mncho á los espanoles, y por alimentarse con
eaztib'i ó casabe, especie de pan ó torta elaborada con la raíz
llamada yt~ca; así OOmO por ten<'lr para guardar sus vivien-
das un perro mudo que denominaban /luaniquinoje; por
servirse los naturales en lugar de catilaS de una especie de
redes colgadas por ambos e~tremos llamadas hamacas, y por
usar como armas Ó instl'umentos de guetta, lanzas de tilade-




12 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


ra endurecidas al fuego por las puntas, y unas con forma d~
-espadas que nombraban macanas.


Esta nueva decepcion en las espléndidas fantasías de los
descubridores hizo abandonar al almirante aquellos sitios
para seguir sus exploraciones, y aunque muchos indígenas
querian acompaITarle, s610 dos y una india se llevó á las ca-
rabelas, las cuales dejaron el fondeadero de Mares en 12 de
noviembre, y con rumbo al Sureste fueron en busca del
babeqzte ó bokío indicado c~m() el país del oro y de las rique-
zas, que hasta allí no se habian encontrado.


Venci3ndo dificultades, no siempre favorecidos por los
tiempos y obligados muchas veces á tomar puerto en las mis-
mas costas dJ Cuba, pa.ra rap:merse de los emba.tes del embra-
vecido canal de B:lhama, siguieron los naveg'antes; y despues
de haber visto largarse con viento favorable en la madru-
gada del dia 23 la Pinta, que mandaba Martín Alonso Pin-
zon, quien al desentender las señales de la Capitana, clara-
mente dem8straba que pretendia correr aventuras á su' cuen-
ta, dobló Colon en 5 de diciembre el cabo más oriental ele
la isla, al que, suponiéndole extremo del continente índico, lp
bautizó con el nombre de alfa y omega, hoy punta d3' Maisí;
desde donde pudo distinguir y dirigió la proa el dia 6 hácia
otra isla que los indios de á bordo nombraron Bokío.


Empezó á costearla, y atraido á la desembocadura de un
rio por la belleza y frondosidad del valle que atravesaba, allí
fondearon las dos carabelas, Santa Maria y Niña, el día
de la Concepcion, por lo cual se dió e¡;te nombre á aquel puer-
to; en cuya entrada, dispuso el almirante que como signo de
posesion se erigiese una gran cruz, así como por haber¡;e
pescado en el rio una especie de salmones, por oirse trinos
de pájaros, quizás los del sinsonte, parecidos á los del ruise-
ñor, y por la analogía de aquel valle con otros de la tierra
andaluza, nombró La Española á. aquella isla á la que los
naturales llamaban Haití (8).


Dos dias despues, fué Colon en busca de la soñada Babe-
que; pero los contrarios vientos, sólo le hicieron descubrir la




CAPÍTULO ( 13


pequeña isleta de la Tortuga, y volviendo á la Española, vi-
sitó la hahía de los Mosquitos, desde donde, mortificado por
aquellos insectos, que la dieron nombre, regresó á la Concep-
cion y se puso en relaciones con los habitantes indios, quienes
de parte del cacique de la ccmarca, le hicieron una ceremo-
niosa visita. Sabiendo por estos que los criaderos del oro es-
taban más lejos, se hizo otra vez á la vela, y, el dia de San-
to Tomás, bautizó con este nombre á un puerto donde á poco
de echar las anclas, fué visitado de parte del gran cacique
Guacanagari, por unos indios idénticos á los que ya conocia,
los que al indicar el Cibao como punto de las minas de oro,
decidieron á Colon, quien teniendo presente á Marco Polo,
alegremente tradujo por Cipango, á aproximarse al gran ca-
cique en cuyos dominios existia tan abundante el rico metal.
Volviendo la proa de la Capitana la dirigió costeando hácia
el puerto de la Concepcion; pero aquel fugaz placer del al-
mirante, que soñaba ya en la realidad de sus doradas fanta-
sías, fué dolorosamente destruido por el descuido de un timo-
nel que, mientras Colon confiado descansaba en medio de
una mar sosegada y quieta, abandonó la nave á las corrien-
tes y acercándola estas á la costa, vararon la Santa jJfaría
entre unos peñascos. Ni los auxilios de la Niña, que ya tar-
de acudió á su socorro, ni los esfuerzos de Colon, bastaron
para poner el buque á flote, lo cual obligó al marino á tras-
bordl1r toda la tripubcion á la NiFia, enviando luego emisarios
á Gltacanagari con noticia de la desgracia que al ir á visitarle
habia ocurrido; cuyo cacique en persona acudió presuroso al
lugar del siniestro, y acompañado de sus hermanos y parien-
tes, liió ejemplo y con todos los indios señaladas pruebas de
deferencia y simpatía á los españoles, ayudándoles á trasladar
á la playa y prestándose á custodiar los efectos que pudieron
salvarse del naufragio.


Siendo en extremo reducida la capacidad de la Niña para
contener además los tripulantes y el material de la desgra-
ciada Capitana, y siendo por consiguiente imposible intentar,
en aquellas circunstancias, el regreso de todos á España, tu-




14 LAS IKSURRECCIONES EN CUBA.


vo el almíra:nte que decidirse por una resolucion pronta, y
multiplicllndo con obsequios las muestras de afecto: al caci-
que, consiguió de éste autorizacion para. construir con los
destrozos del perdido buque un fuerte, en el que algunas ex-
pedicionarios quedarían custodiando los salvados efectos,
mientras él regresaba á la Penínmrla y -volvia Con otras em-
bárcaciones. Tal peticion fué acogi:da con grandes demostra.-
ciones de alegría por J.:os insuls,l'cs, que orgullosos con la alian-
za de gentes tan poderosas, creían verse ya para siempre
libres de las agresiones de los caribes sus vecinos; debién-
dose á aquel desastre la fundacion de] primer establecimien-
to español en el nuevo mundo.


Para jefe del fuerte, que se llamó de Natividad, como tris-
te recuerdo de la fecha en que -varó la Santa María, fué de-
signado Diego de Arana; nombrando Colon además dos te-
nientes para que le auxiliasen en el mando y dejándole has-
ta treinta y nueve expedicionarios, provistos de armas, entre
los cuales no faltaba médico, ni carpinteros, ni calafat'es, para
las necesidades de la colonia.


Estrechadas las alianzas con los caciques comarcanos y
despues de despedirse de éstos y de dict;t,r ti sus capitanes dis-
poeiciones p&ra el buen régimen del establecimiento durante
su ausencia, se hizo Colon á la mar el 4 de enero de 1493 en
la carabela Niña con rumbo á España, siguiendo por la costa
Norte de la isla, la direccion de Monte-Oristi; y al doblar un
cabo, que llamó Santo, descubrió el dia 6 la Pinta que á
fines de nCl'VÍembre se le habia separado en las costas de Cuba.
Tan malo estaba. el tiempo al avistarse a.mbas carabelas, que
la mandada por Colon tuvo que retrocedel' á lIIonte-O 'l'isti,
y allí fué seguida por la Pinta, cuyo capitan Martin Alonso
Pinwn intentó disculpar su falta y vindicarse, lo cual pudo
conseguir sin grandes esfuerzos, porque el almirante, aun-
que profundamente indignoo.o, aparentó su benevolencia aeos-
tmnbrada, sacrificando todos los resentimientos en áras de la
unian, más que nunca ~cesaria para dar feliz término ala
empresa. A tener más confianza en los Pinzones, quizás hu-




CAPÍTULO 1 15


biese Colon continuado entónces sus descubrimientos; pero SE'
limitó á recorrer las costas de la. Espa7iota, dand@ nombre á
algunos cabos, rios y golftls, entre ellos el de las Flec.kas ó
8amaná, y á visitar islas de earibes como la Bo,-iq1&en Ó San
Juan Bautista, h-oy Puerto-Rico, y la de ll:fantin:iano, habi-
tada por amazonas, segun asevera:eiou de los indios, hasta
que una fuerte y favorable brisa para Espaiía le internó en
el Oeéano. Viendo el marino retratado eB todas los semblan-
tes el deseo de volver á la patria, emprendió este rumbo, y
con vientos contrarios siempre y fieras tormentas, en las cua-
les otra vez se separó la Pinta, arribó la maltratada Niña el
18 de febrero, á la isla de Santa María, en las Azores, dcmde
al cumplir los expeclicicHlarios un voto que habian hecho en
medio del temporal, estuvieron á punto de ser víctimas de
los isleños portugueses, y logrando calmarlos pudieron se-
guir seis dias despues la navegacion y acercarse á Portugal,
frente á la roca de-Cintra, en la entrada del río Tajo el día 4
de marzo.


Noticiosa la córte portuguesa de la llegada del almirante, se
apresuró {t recibirle con ostentosos obsequios; y aquel mismo
rey D .. Juan que doce años á:ntes intentó abURar de los cono-
cimientos del marino, enviaba á lasailon, con .oficiosidad
exagerada, correos á los Reyes Católicos, participándoles el
regreso de los expedicionarios. Pero Colon, que no podia con
gran placer aceptar halagos de quien tan mal correspondió
á su confianza, prefiriendo embarcarse á cruzar el reino lusi-
tano, dirigióse con la Niña á Palos ele Moguer ,donde fué
triunfalmente recibido por la poblacion entera, y desde allí,
por tierra, acompaiíado de cuatro indios y con Jos objetos re-
cogidos en los paises descubiertos, pasó á Barcelona, siendo
aclamado en todas las poblaciolles del tránsito por los nume-
TOSaS habitantes que llenos de curiosidad por ver á Colon y á
los indiCils, se ~~lpaban á su encuentro. Con gran pompa é
iBusitada magnificencia fué recibido á cInediados de abril
por los reyes aquel á quien ya llamaban nuest'1'O aZmilrante
·del ma?' Océano?J 'lJire]l '!I fjf)bc?'nado?' de las islas descu-




16 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


biel'tas en las Indias, y en la córte de los Condes como en las
poblaciones que Colon recorria, victoreado era por las muche-
dumbres, y distinguido como un príncipe por grandes y cor-
tesanos (9). Mas el ya grande hombre, no tanto se ocupaba
de disfrutar de aquellos merecidos fayores 6 de prolongarlos,
cual quizás en los tiempos modernos se hubiera hecho, cuanto
de preparar, dominado por su génio aventurero, nuevas expe-
diciones que realizaran otro proyecto en que soñaba, y era el
de rescatar el Santo Sepulcro con las riquezas que le arranca-
ra al Nuevo mundo ..


Nunca jamás noticia alguna se habia extendido por Euro-
pa con tanta rapidéz, como la de los descubrimientos de Co-
lon, que más obra divina que humana la consideraban mu-
chos, y á la publicidad de la nueva y á que tomaran todos
parte en el general regocijo, contribuyó con preferencia el in-
vento del inmortal Guttemberg, que ya desde 1468 se apli-
caba en Barcelona, cuyas imprentas dieron á luz e~ vários
idiomas numerosas relaciones de los viajes del marino, que
á los pocos dias, desde los suntuosos palacios de los reyes á las
cabañas de la humilde aldea, era asunto de todas las conver-
saciones. Y en tanto, uno de los que más contribuyeron con
sus fondos y cooperacion á que se realizara el primer viaje al
Nuevo mundo, el capitan de la Pinta Martin Alonso Pinzan,
moria pobre y olvidado en Palos de Moguer, de pesar por el
cruel tratamiento recibido de los reyes y áun del mismo al-
mirante, y olvidado hasta de su propio pneblo, injusto en
aquella ocasion, como suele el pueblo serlo siempre que con
ceguedad se apasiona.


Planteado un despacho de los negocios de Indias, bajo la
superintendencia del arcediano de Sevilla D. Juan Rodri-
guez de Fonseca, despues obispo de Badajoz, de Palencia y
de Burgos, y hechos los preparativos para una importante
expedicion, se emprendió el segundo viaje al Nuevo mundo
en 25 de setiembre de 1493, saliendo del puerto de Cádiz
con el mayor bullicio y entusiasmo, no ya unas humildes ca-
rabelas como las que el año anterior zarparon del modesto rio




CAPÍTULO 1 17


de Palos, sino una respetable armada de diez y siete buques
y más de mil quinientos expedicionarios. Hizo aquella bri-
llante fldta el dia 5 de octubre escala en la G:)mera, don-
de se surtieron los bajeles de los cuadrúpedos y las aves con
que luego se pobló el nuevo mundo; con rumbo más al Sur
que en el primer viaje, recaló el 3 de noviembre en una de
las Antillas, que por ser aquel dia domingo, recibió el nombre
de la IJominica; desviándose luego al Nordeste en busca de
buen anclaje, aproximó Oolon la flota á otra isla que en me-
moria del buque que mandaba la llamó Marigalante; y dis-
tinguió á poco otra mayor nombrada por los naturales Ou-
1'ucitei1'a o Turuqueira, centro priucipal de caribes, á la que,
cumpliendo la promesa que tenia hecha á loa monjes extre-
meños de la Vírgen de Gm1dalupe, apellidó con este mmbre.
Allí supo el almirante que más al Sur existian islas y hasta
un continente; pero deseoso de visitar el fuerte de Natividad,
enfiló las naves con rumbo hácia la .B'spafiola ellO de no-
viembre, y de paso dió nombre á las islas de JJ:fonserrat,
Santa litaría de la Redonda, Santa Oruz, llamada por los
indios Ay.ay, Santa llrsula, San Juan Bautista al Boricon
ó Borinquen de aquellos isleños y las Or¿ce mil vírgenes á
un grupo de islotes; y el 22 llegó por fin la armada al golfo
de las ,flecltas en la .B'spañola, el 25 á Monte 01'isti y el 27
al anochecer ante el fuerte de Natividad, donde fué sorpren-
dido y tristemente impresionado por el silencio con que desde
la costa se contestó á. sus señales.


Sangrientos dramas se habian representado allí durante su
ausencia, provocados por los incontinentes y codiciosos guar-
dadores del fuerte. Aquella misma noche manifestaron pala-
dinamente á Colon varios indios que, capitaneados por un pri-
mo del cacique Guacanagari, subieron á bordo ele la Capitana
á referir al almirante la historia de los' desastres, que á ellos
habían contribuido todos los naturales de la isla, quienes no
pudiendo sufrir más las irregularidades y excesos en la con-
ducta de sus aliados, tuvieron que protestar violentamente al
ver que tomaban para su servicio muchas de las más escogi-




18 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


das mujeres indias. Resultado de aquel abuso de los primeros
colonos del Nuevo mundo fué la raza de los mestizos, que en-
gendrada en la hirviente sangre de las pasiones exaltadas, tan
fatal habia de ser en AJILériea para sus procreadores, y, tras-
curridos los tiempos, para los d.emás hijos de España.


Ex.aminaias de C2rC'l. pe>r Ge>lcm las quemadas ruinas del
primer establecimiento, que por h neee3idad habia fundado,
trató de inspirar nueva confianza en el ánimo de los isleños,
visitando al cacique Gu,aca,.nag.ari,que, segun aseg'uraba, por
inclinarse al partido de losesp3.ñoles, habia tenido que batir-
se con el famoso Oaanabo, señor de la Porada casa; pero que
en realidad, fingiéndose herido, s~ postró en su kamaca, usan-
ao de aquella superchería para. ocultar en su impotencia el
Mio de raza que ya en el fondo, lo mismo en él que en los
otros indios, exititia contra los espaaoles. D,~spues de tal ce-
remonia, dominado el almirante p)r tristes presentimientos,
abandonó aquel fondeadero, y dirigiéndose á otro más próxi-
mo á las minas del Oibao, eligió entre dos rios un sitio muy
pintoresco, donde se pusieron los cimientos á la primera ciu-
dad cristiana en el nuevo mundo, que c)n el I)ombre de la
Isaóela y en honor de la Reina Católica, se levantó, en cuyo
punto empezaron ya los expedicionarios á sufrir las enferme-
dades propias del clima.


Desde el nuevo pueblo fué á explorar el interior de la tier-
l'a Alonso de Ojeda, quien á su regreso reanimó los abati-
dos espíritus de los colonos con las noticias de abul,ldantes
criaderos de oro y con las muestras que del rico metal traia,
Para que tan plausible nueva llegase tÍ noticia de los reyes,
eomo para librarse de ciertos elemeubs de discordia que le
perjudicaban, envió Colon á España nueve de los buques de
la flota, cargados de indios, ya que por ent6nces no tenia
otras riquezas á mano, pr.:>p:miendo á la c5rte que como escla-
vos se trocasen por ganad.os, aves y otros efectos que el co-
mercio podía enviar á la ,colonia" con lo cual ésta se proveeria
sin gastos y el Tes(i)l'oreal ,seenriqueccria, imponiendo los
correspondiente8 derechos de exportacion.Cierto es que el




CA.PÍTULO 1 19


almirante trataba con esto de redimir multitud de almas qw'
vivian en la ignorancia de la religion verdadera, «llevándo-
las al cielo á la fuerza,» como dice irónicamente Washington
Irving; pero él creia tener derecho á conquistar iD::; países
que habia descubierto, y su opinion no debia estar tan mal
fundarla cuando hoy mismo se consideran justas las conquis-
tas, si mejoran las condiciones morales y materiales de lOS
pueblos.


No entra en nuestros prop6sitos seguir, en todos sus deta-
lles, las peripecias por que tuvo que pasar Colon ántes de es-
tablecerse los hombres de nuestra raza y de nuestras crJJn-
cias en las regiones de Occidente, por lq cual no harcmJs más
que indicar sus actos, en este segundo yen los otros dlS viaJes,
para seguir el curso de los acontecimientos en las demás tier-
ras descubiertas y p:uticularmente en las mayores y pr:nci-
pales Antillas.


Terminado en la Isabela el primer templo cristiano qUi~
inauguró el padre Boil, celebrando misa el dia d,:, Reyes, 6 ele
enero de 1494, y erigido en catedral con su correspondiente
cabi'do; sQfocadas ciertas conspiraciones promovidas por ca-
pitanes impacientes ó ambiciosos; examinadas de cerca las ri-
cas minas del Cibaó donde se levantó la fortaleza de Santo
Tomás para repeler las agresion-es indias; y constituida en
aquella primera colonia española una junta de g'obierno pre-
sidida por D. Diego, hermano del almirante, se dirigió éste
con tres carab,:,las á explorar la parte oriental y m~rirlional
de Cuba, en cuya excursion recorri,) los numerosos islotps lla-
m'tGos p:w él Jardines de la Reinrt, y aproximánios3 el 13
d'e junio á la actual isla de P ¿nos, q U3 nombró la Evangelista,
fué impulsado por los temporales á la de Januiica ó de San-
tiago, volviendo, despues de costearla, el 19 de agosto, á
11s puertos de la Española.


Tri"tes fueron las impresiones de Colon cuando regresó á
la Isabela, más desconsoladoras q uizáR que las sufridas al
contemplar las ruinas del fu~rt2 de Natividad, porque entán-
ces n:) se veian más que desastrosos efectos de h"cbos no bien


4




20 LA.S INSURRECCIONES EN CUllA


a.veriguados, mientras ahora tenia que lamentarse en presen-
cia de los excesos cometidos en los indios, por las viciosas
gente8 que, desobedeciendo á la junta de gobierno, se entre-
garon á toda clase de tropelías, y por fin, temiendo la vuelta
del almirante, apoderáronse de loo buques del puerto, aque-
llos que. más en la maldad se habian distinguido, y con el
P. BaH, principal instigador, dirigiérom,e á España; dejando
indeleble sentimiento de Mio en los indígenas que surordina-
dos.á los caciques GUUirione:c, Guacanaga'l'i, Oaonabo, BeeMo,
hermano de la bella y famosa Anacaona y Ootaba?tania, le-
vantándose estaban ya en son de guerra. Para restablecer el
6rden tuvo el almirante que auxiliar á Ojeda, asediado en el
fuerte de Santo Tomás par Caonabo; reñir batallas; sojuzgar
á los indios que, por su culpa, en gran número alimentaron y
dieron importancia al tráfico de esclavos, é imponer tributos,
y hasta el obligatorio trabajo personal. Pero á pesar de sus
esfuerzos, no pudo impedir que las bandas de españoles, sin
más guia que su capricho, se entregasen á todos los 'excesos
de la avaricia y de la concupiscencia. Para corregir ésto,
cuanto para destruir el mal efecto que en la córte hiciera el
dtlS~mbarco de los compañeros del P. Boil, y las patrañas
que para desacreditarle suponía que habrían inventado, aquel
gran hc>mbre, despues de fund3.r en la desembocadura del rio
Ozema, pr5xima á otros cria¿bns de oro, la ciudad de Santo
D:)mingo, y de construir una carabela llamada 8anta Oruz,
por haber de:;truido las otras los tempJrales, partió hácia
España ellO de marzo de 1496 con el cacique CaQnabr¡, que
Ilímri6 en la travesía, y con otros prisioneros; llegando al
-puerto de Cádiz el 11 de junio.


La opinion creada con calumniosas invenciones por aque-
llos insubordinados compañeros del p, Boil, hicieron descen-
der mucho la popularidad del almirante; pero fué aún bien
recibido por los leyes, á quienes enter6del verdadero estado de
las cosas, é incansable en su sed de descubrimientos, preparó
un tercer viaje, Partiendo de Sanlúcar el 30 de mayo
de 1498, dirigióse el 21 de junio desde la Gomera, más al




CAPÍTULO r 21


~ur, llegando á la. isla de Trinidad el 31 de julio, y descu-
briendo despues á Tobago, la Granada, Santa Margarita,
el Oaracol y el JJe1fin en la costa Oaribana. Exploró todo el
archipiélago caribe meridional y las costas del golfo de Pá-
ria, que dudó si perteneceria'1 á un gran c¡mtinente, hasta
que, enfermo y con las provisiones escasas, tuvo que dirigirse
á laE~añola, fondeando en la boca del Ouma, donde se agra-
varon sus dolencias con la afliccion del ánimo, al ver los desas-
tres y la anarquía promovida por el rebelde alcalde mayor
Roldan, quien, desobedeciendo al adelantado D. Bartolomé Co-
lon, habíase fijad.o como autoridad independiente en otro
punto de la isla.


NJ sin trabajo y sin derramamiento de sangre pudo Co-
lon, al restablecer3e, desbaratar aquellas trámas. Declaró
luego á la ciudad de Santo D:Jmingo capital de la isla, y co-
mo consecuencia de sus órdenes sc>bre agricultura, industria
.Y laboreo de minas, pasó por el dolor de ver extinguirse la
taza india bajo el pes) de las duras faenas que aquellos na-
turales rechazaban, y que :mfrian, sin embargo, á pesar de
la proteccion que les dispensaban los frailes Jerónimos, allí
importados Tomando éstos por desaire el alejamiento de
los asuntos del gobierno, en que pretendían intervenir, hi-
cieron coro con los descontentos y enemigos del marino, lle-
nando la córte con tan alarmantes noticias, que los reyes,
para cerciorarse de la verdad, comisionaron al caballero de
Calatrava Francisco Bobadilla para que como juez exami-
nase la conducta del almirante, á quien aquel imprudente
magistrado, imbuido por los perturbadores, remitió encade-
nado á España en octubre de 1500.


Cási al mismo tiempo que esto pasaba en la Española (de
mayo á setiembre de 1499), Alonso de Ojeda, que sin COl1-
scntimianto de Colon habia obt~nido permiso para hacer des-
{'uorimientos, rscorria detrás del almirant~ las costas de Pá-
¡'ía y del Orin3c3, llevando entre los expedicionarios al flo-
rentino A mérigo ó A mérico Vespucci dependiente de un co-
mm'ciante ítaliano establecido en Sevilla. Aquel avcnture~::::~"
,,~~CA 6;~,:'


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22 LAS INSURRECCIONES EN CUBA.


publicó á su regreso, pintorescas descripciones de las cos-
tas, no descritas todavía por Colon, consiguiendo, quizás sin
pretenderlo, que el público distinguiese los puntos á que se
refería con el nombre de tierras de A mérico, llamándose se-
guidamente Américas todas las del continente, d.:l que sólo
patrañas y mentiras habia referido el fbrentino, por la ca-
sualidad inmortalizado, segun poco despues pudieron obser-
var Vicente Yañez Pinzan y Diego Lope al recorrer las cos-
tas del Brasil, descubrir el rio de las Amazonas y penetrar
por el Marañon.


Grande y desagradable fué la sen sacian que produjo en
EStJaña la llegada del descubridor de un mundo. Encade-
nado, yen la misma forma con que salió de la jlspañola,
iba Colon á visitar á los reyes; pero no pudiendo éstos con-
trarestar el torrente del espíritu público, reprobaron corno in-
digna la conducta de Bobadilla, y apresurándose á extender
la especie de que se habia ejecutado la prision sin su J?anda-
to y contra sus propios deseos, expidieron órdenes á Cádiz
para que inmediatamente se pusiera en libertad 31 mari'no, y
que se le adelantasen dos mil ducados ó sea ocho mil qui-
nientos treinta Y ocho pesos fuertes, para que pudiera pre-
sentarse en la córte con el brillo que correspondía á su alta.
cat()goría y merecimientos. Así lo verificó en 17 de diciem-
bre; recibiéronle los reyes con las mayores muestras de ca-,
riJo y excusándole de hacer una vindicacion, que no necesi-
taba; restableciéronle luego como almirante en los privile-
gios y dignidades de que se hallaba privado desde la inicia-
ci:m de aquel injusto proceso, y ordenaron para satisfaeerJe,
la deposicion de B:lbadilla y el nombramiento de Nicolás ae
Ovando en su reemplazo.


No corregido ni escarment,ldo todavía con este ejemplo de
bs volubilidade3 cort"lsanas, emprendió el viejo y valetudi-
nario C:llon el cuarto viaje a sus Indias occidentales el 9 de
mayo de 1502, saliendo de Cádiz con cuatro carabelas y la
real prohibicion de tocar en la Bspañola, para que su pre-
sencia allí no diera motivo á mayores complicaciones en la




CAPÍTULO [ 23


gobernacion de la colónia. Pero á pesar de todo, encariñado
á aquella tierra, que creia suya, se aprDximó á sus costas
ell5 de abril, con el achaque de tomar otro buque; y no ha-
biendo querido recibirle Ovando, angustiado, se apart'¡ de
aquel puerto, y despues de reparar sus naves de las avrrías
pro:lucidas por el temporal, que destruyó la armada de R)-
baJilla, se dirigió hácia el Oeste en busca del estrecho ima-
ginario que le condujera desde la costa de Pária á las islas
de las Especias. Reconocida la Guanaga ó Guanaia Y otros
islotes de la costa de Honduras y áun el cabCl OáTintafl del
mismo continente, donde en objetos de cobre, ut~msilios
de barro, perfeccion en las armas de guerra y en los trajes
indios, hechos con pintados tejidos de algodon, vió un reine>
más civilizado que los que hasta entónces habia descubierto,
recorrió el almirante la costa del Sur llamada de los Mosqui-
tos, el Quiribiri y la Costa Rica, donde fu ~ recibido con ban-
dera blanca ó de paz, por los indígtlnas. Visitó á Veragua,
de cuyo nombre tomaron sus descendientes el título de duques,
y huyendo de las fuert3s tempestades por allí dominantes,
empr.:mdi& el regreso á la Española;' mas los malos tiempos
le arrojaron á Jamáica, donde, perdido su buque, vióse con
la tripulacion obligado á permanecer alIado de los indios. De
las asechanzas de éstJS le salvó el anuncio de un eclipse de
luna, pero no de la desle:1Itad de los expedicionarios, que, ca-
}litaneados por Francisco Porras, se insubClrdinaron en su ma-
yoría y d~ciclieron á Colon á que algunos de los más leabs
fuaran en una canoa á pedir auxiliJ á Ovando. Con censurable
negligencia dejó é3te pasar el tiempJ, y sólo las murmura-
ciones que en tola la colonia se levantaron por el abandono
en que tenia al almirante, negligencia qU9 hasta en los mis-
lll:JS púlpitos de Santo DClmingo fué condt>nada, le obligaron
á enviar los dese'!d JS auxilios, que se recibieron por fin en
.Jamáica el 28 de junio de 1504, en cuyo dia dejó Colon el
pu~rto de Gloria ó Caleta de DJn Cristóbal, la ]Jon Oristo-
'fJaer's OOlJe, como hoy todavía s~ llama.


El gran marino y sus olvidarlos cClmpañeros, despues de




24 LAS INSURRECCIONRS EN CUBA


un auo de sufrimientos y de peligro&> trato al lado de los
indios, llegaron á la Española el 13 de agosto, y tal fué la
afliccion del almirante al ver el desórden que reinaba, que
cási sin descansar emprendió su regreso á España, despi-
diéndose el 12 de setiembre de aquel mundo que había des-
cubierto y que no volveria á ver más. Muy enfermo desem-
barcó en Sanlúcar el 7 de noviembre y traslad6se luego {¡
Sevilla. Agravándose allí sus dolencias, pidió que ántes de su
muerte se le restituyeran los derechos y honores que le per-
tenecian; y desconfiando de obtener justicia del rey Fernando,
faltándole el amparo de su protectora la Reina Católica, que
acababa de fallecer en Medina del CampJ; y no recibiendo
siquiera respuesta á las misiones que habia enviado, de una
de las cuales fué portador aquel mismo Am~rico Vespucci,
usurpador inc:msciente de gran parte de su gloria, dirigi6Sf\
Colon á Segovia, donde estaba la córte, y se presentó al rey en
mayo de 1505. Pero de aquella visita tampoco obtuvo otra
cosa que decepciones y disgustos; y sintiéndose cada vez más
enf~rmo y atormentado por los fuertes ataques de gota, se fué
á Valladolid, donde cayó en el lecho para no levantarse más;
y despues de dirigir su última instancia al rey pidiendo la re-
paracion que se le debía yel cumplimiento de lo pactado, lleul'l
su alma de dolor, aunque con resignacion cristiana, espiró
aquel sublime proyectista, á la edad de setenta años, el dia rlf~
la Ascension, 20 de mayo de 1506.


lII.


Extendida por Europa la fiebre de aventuras que la Espa.-
ña, de natural avent\1rera, había trasmitidoeon el descu-
brimiento del Nuevo mundo y exaltado la suya propia h3st.a




CAPÍTULO 1 25


un grado inverosímil; y sedacidos por los dorados saeños de
Colon aquellos monarcas que, á poca costa, suponían pocter ad-
quirir inmensas riquezas para reponerse de los quebrantos de
las guerras, y áun desquitarse emprendiendo otras nuevas,
movieron á algunos á seguir las huellas de los descubridores
y enviaron á sus marinos en busca de tierras desconocidas,
desestimando la bula que Alejandro VI expidió en 2 de mayo
de 1496, y declaraba á los Reyes Católicos y á sus herederos
soberanos de las Indias occidentales descubiertas por Colon y
de todas las tierras situadas más allá de la línea imaginaria,
que, tirada de polo á polo, pasase cien leguas al Oeste de las
islas Terceras. "(ntesde esta bula, en 5 de rr.arzo de 1496, ha-
bia concedido Enrique VII de Inglaterra, á Juan Oabot,
autorizacion para descubrir y colonizar paises de infieles, el
cual salió de las costas inglesas en mayo de 1497, faltando ya
á las prescripciones del Pontífice, y descubrió Terranova ó
Prima- Vista y á Chesapeake, en la parte del continente
del norte que es hoy Estado de Maryland. Los franceses pre-
parábanse tambien, á pesar de la bula, para emprender ex-
pediciones, sino por la directa proteccion de su gobierno, con
el própio propósito de participar de los bienes que por médio
\le Colon. b.abia l\:\ llrovia.enci\:\ cOllcea.iO:() á Rs-paña.


Mientras el almirante habia estado descubriendo nueva-s
tierras y durante el tiempo en que, malquistado con la córte,
tenia que interrumpir sus viajes para desvanecer las calúm-
nías de que á menudo era víctima, gracias á la malqueren-
cia del superintendente y despues Patriarca de las Indias
Fonseca, siguió la lt.:spañola ~n la mR.yor confusion. Ni se
lograba. que los Bxpedicionarios entraran en órdBn, ni !Se
acertaba COll el verdadero sistema de gobierno colonial, lo que
no era por cierto extrañG tratándose del primer estableci-
miento lejano .que tenia España, que cuando un funcionario lo
hacia mal, no conocia entónces mejor remelio que separarl{),
como sucedió con el apasionado y violento Bobadilla.


Su suoesor D. Nicolás de Ovando recibió d@ los monarcas
el encargo de restablecer la concordia y el órden entre los in-




26 LA.S IXSURRBCCIONES EN CUBA
-------------


subordinados españoles, y de dispensar proteccion á los ago-
biados indios, á quienes Isabel la Católica tomaba bajo su
amparo y eximía hasta de pagar el tributo á que estaban
sujetos y era comun á todos los súbditos de la corona. Pero,
como aquellos indígenas no comprendian la libertad sin su
acostumbrado reposo y perezosa vida, se vió Ovando obligado
á hacerlos trabajar en las obras públicas y áun en las minas,
satisfaciéndoles un pequeñ'l salario; y no contentándoles
tampoco aquel jornal, pues s610 á la fuerr.a obedecian, decre-
tó luego los repartimientos para que así organizados los in-
dios entrasen en los hábitos de la vida social europea, re-
cibiendo de los patronos medios bastantes para atender á sus
cortas necesidades. Pronto dieron tales medidas origen á ge-
nerales revueltas. En ellas se puso al frente de los comba-
tientes indios, en la provincia de Jaragua, la hermosa he-
roína Anacaona, hermana del cacique Bcehio, á la cual tuvo
que combatir Ovando, quien en verdad despleg6 un lujo de
rigor improcedente hasta hacer la paz, dando por resultado
su excesiva severidad en los tres años de la lucha á una des-
poblacion tan rápida de la isla, que llegó á sorprender á los
mismos conquistadores.


Éstos, que, modificando sus proyectos, buscaban ya con
preferencia en l~ agricultura más seguras fuentes de rique-
za que en los eventuales filones de las auríferas montañas,
introdujeron el cultivo de la caña, con la proteccion de los
PP. Jerónimos y establecicron varios ing:?nios de azúcar; en
cuyos trabajos, fué talla mortandad de indios, que desde la
fecha en que el de5cubrirlor de aquel mundo murió, hasta
1511, en cinco años escasos, con engaños ó por halagos se-
ducidos, se importaron más de cuarenta mil lucayos en la
Española, ó isla de Santo Domingo, como iba ya llamándose,
tomando el nombre de su capital, aquella primera colonia
americana.


Pcro aquella tendencia y la naciente prosperidad fueron
poco duraderas, porque la conquista y colonizacion de Cuba
y los descubrimientos en el continente americano mataron el




CAPÍTULO 1 27


progreso desangrando la poblacion, á pesar del interés que en
aumentarla tenia D. Diego Colon, heredero de los honores y
del vireinato de su padre el almirante. D. Diego, sucesor de
Ovando fué á la .Bspañola con la vireina su esposa, sobrina del
duque de Alba, y una comitiva de caballeros y de señoras
que convirtieron la capital en una especie de córte; llevando
consigo y con aquel objeto autorizacion de la corona para
introducir en la Española negros de la Guinea (10), que en
gran número y con ventaja suplieron luego el trabajo de los
indios. Mas D. Diego, que, como su padre, no pudo vivir libre
de rebeldes, favorecidos cási siempre por p3rsonas influyentes
de la córte, tuvo á menudo que venir á España á desbaratar
las maquinaciones que contra él se tramaban, y habiendo
muerto en uno de aquellos viajes en la Puebla de MOlltalbán,
en febrero de 1526, su espGsa Doña María de Toledo, que se
encontraba en aquella isla, vióse obligada tambien á dejar-
la, para proteger cerca del rey los derechos de su hijo don
Luis. Tambien éste permaneció corto tiempo comG capitan ge-
neral de la isla en 1538, y cansado de luchar con la corona,
que cada· vez restringia más sus derechos, cedió á Cárlos Vel
vireinato del Nuevo mundo, motivo de tantos disgustos para
los CGlones, cambiándolo por una pension anual de mil doblo-
nes de oro.


Siguió al último Colon en el mando de la isla Española,
que en lo sucesivo llamaremos de Santo DG:ningo, D. Rodri-
go de Alburquerque, en cuyo tiempo enviaron los franceses
con1') particulares al Nuevo mundo un baque deforbantes (ll)
mandado por un segundan de la Normandía llamado d'Es-
nambuc, quien recorriendo las pequeñas Ant.illasdeBan Oris-
tóbal, Nieves y l/fonserrat, se enc1ntró con \Varner, capitan
de una compañía de ingleses ,filibusteros (12), y pactaron
ámbos una union, fundando en aquellos islotes verdaderos
dntros de piratería. É:3tas expediciones fraudulentas se veri-
ficaron por primera vez en 1524, algunos años ántes que
Fraucisco 1 de Francia enviase buques de guerra á recorrer
las costas de la india de Colon.




LAS INSURRECCIONES EN CUBA


Fueron las Antillas en.su mayor parte como se ha visto des-
cubiertas por el marino genovés, y por consiguiente de la pro-
piedad de España, .dependiendo todas de la Española en. los
tiempos en que allí residia el centro del gobierno. Mas á pe-
sar de ésto, los aventureros franceses é ingleses, favorecidos
por empresas mercantiles, en una de las cuales figuraba has-
ta el ministro cardenal Richelieu entre los primeros asociados,
llevaron expediciones á los grupos lucayo y caribe del Ar-
chipiélago; yen la pequeña isla de San Cristóbal, nombre
del descubridor, establecieron al poco tiempo dos colonias,
una d'Esnambuc y Warner la otra, dividiendo la isla por
mitad y firmando una alianza ofensiva y defensiva para re-
sistir los ataques de los españoles, sus dueños, y de lo", cari-
bes de aquellas vecindades, y para despojar ó atacar á unos
y á otros cuando las circunstancias se les presentasen favo-
rables. Pero el cumplimiento de las condiciones estipuladas
y la buena armonía entre unos y otros aventureros" duró
muy poco; y siendo natural que en gentes un tanto desafo-
radas como aquellas, se impusiera el más fuerte, los ingle-
ses, que se hallaban en este caso, ensancharon, cuando les
convino, sus dominios, pasando á la inmediata isla de las
Nieves, desde donde empezaron á obrar por su cuenta y aun
contra sus anteriores aliados. Entónces d'Esnambuc, que tn
el engrandecimiento de los ingleses veia comprometida la
existencia de su céntro pirático, fué á solicitar de la compa-
ida socorros y refuerzos para rechazar los ataques de sus ve-
cinos, y seis grandes buques, mandados por el jefe de escua-
dra CUS8aC, llegaron pr::mto á las Antillas, apresaron ó des-
truyeron á diez de los británicos, y despues de contener en
sus limites á éstos, fueron:á fundar otro establecimiento en
la inmediata isla de San Eustaquio. Desde allí se corrieron
luego á la Tortuga, yen 1538, aquellos forbantes, cada dia
más numerosos y más atrevidos, extendieron sus correrias
piráticas hasta Jamáica, apoderárollse de Sevilla la Nueva,
que los españoles se vieron obligados á abandonar, y fundaron
en su retirada á Santiago de la Vega; y despues de recogido




CAPiTULO 1 29


el botin, pasaron aquellos bandidos de las co~tas de Jamáica
á Cuba, donde redujeron á cenizas la naciente ciudad de la
Habana en el puerto de Carénas.


Pocos años habían trascurrido y era el de 1551, cuando
los ingleses, poseedores de una fuerte escuadra y de dos mil
soldados de desembarco á las órdenes de Guillermo Gansou,
jefe más bien de corsarios que dejilibusteros, no contentán-
dose ya con destruir nacientes y débiles colonias, se atrevie-
ron con la capital de Santo Domingo, en la que, si entónces
no lograron penetrar, fué por la casualidad de haber sido
descubiertos cuando de noche iban á dar el asalto, por un
centinela español, el cual disparando el cañonazo de aviso al
distinguirlos, alborotó de tal manera los asustadizos ejércitos
de innumerables cangrejos que pueblan las cercanías de aque-
llas costas, que los ingleses, al oil' tal rumor, creyéndose per-
seguidos por numerGsas fuerzas, tan atemorizados corrieron
á los barcos, que mucho;:; perecieron en la confusion de la re-
tirada. Pero si en aquella ocasion no realizaron su propósito,
algunos años más tarde, en 1586 10 consiguieron las tropas
del caballero Drake, saqueando la ciudad, permanecien-
do en ella un mes y abandonándola tan sólo mediante un res-
cate considerable. Y lo más peregrino de todo esto era que
aqu.ellos corsarios, si no autorizados consentidos por sus res-
pectivos gobiernos, cometian tales agresiones sin prévia de-
claracíon de guerra y sin otro fin, al parecer, que arruinar y
destruir las florecientes colonias españolas; entre las cuales,
la de Santo Domingo enviaba ya á la metrópoli en 1587 cer-
ca de treinta y seis mil cueros de vaca y valiosos objetos de
comercio, sin contar las grandes remesas de oro de sus mi-
nas, mientras los establecimientos del norte de América ape-
nas podian progresar en manos de ingleses y franceses.


El escandalos) saqueo de Santo D::>mingo y los contínuos
vejámenes que de aquellos centros de piratería sufrian los
(mIonos españoles en las Antillas, llamaron por fin la aten-
don del gobierno de España, quien encargó á D. Federico
de Toledo, jefe de una. poderosa flota, destinada al Brasíl para




30 J,AS INSURRECCIONES EN CUBA


batir á bs holandeses que por aquellas costas nos molesta-
ban, que exterminase de paso á los forbaJttes y filibusteros
de San Cristóbal. Cisi se consiguió esto; pues en 1630, á pe-
sar de hab3rse reuniio francJses é ingbs33 para evitarlo
resistiéndos~, sufriéron hn rudos ataques, que de lo~ prime-
ros, los pocos qm no fueron degollados se salvaron en las
vecinas islas Vírgenes y en las de Monserrat, Anguila, San
Bartol )m~ y áUll en la misma costa de Santo Doming0; y los
otros,obligaios á capitular, fueron traslaiados en buques
e.spañJhs á Inglaterra con el formal compromiso y juramen-
b de de3p~dir3e p:ua siempre de aqu311as islas. No cumplie-
1',111 en véldad Sll p:l1abra, ni fué aquéll bastante escarmien-
to para UllJS y otros; pU33 así que la escuadra española se
alejó del ArchipnlagJ, volvieron los franceses á posesionarse
de sus establecimientos de San Crist~bal, no sin luchar con
los ingleses, que durante la ausencia de aquellos se habian
apcderalo de tolas sus tbrras; y como la España. ocupada
en may0res empresas y atraida al dilatado continente ame-
ricano, ap~na3 fijaba la atencion en estas usurpacimes, no
veía siq ui3ra crecer la colonia que en la misma isla de Santo
DomingJ S3 le h'l.bia instalado, formada con los que huyeron
de Slll Crist6bal al presentarse la escuadra de D. Federico
de Toledo. Con tal abandono, prosperaban los céntros pirá-
ticos, y formáb,mse nuevos establecimientos en tolas las islas
de harlovento, arrojando á los caribes que se ib:m corriendo
de isla en isla, cu'\ndo no se prestaban á ser auxiliares de los


/ilibu,r;te1'os y forbantes en sus arriesgadas y criminales em-
presas, á lo cual se decidieron bien pronto, y al ver la analo-
gía con su modo de vivir; llegando el caso de estar tan uni-
dos é identific,d.)s unos y otros, que excepb en la antropo-
fagía, en nada S3 diferenciaban los caribes de los ingbses y
franceses.
f~stos se dividian entónces en dos clas~s, segun el sistema


de vida que lle,aban; en terrestres y en marinos. Los pri-
meros, forbantes propiamente dichos, se dedicaban á la ca-
7.a, al comercio de cueros y á la preparacion del tasajo con la




CAPÍTULO 1 31


carne de las reses que robaban, por lo cual se les dió el nom-
bre de óucaneros ó saladores (13); y los marinos tomaron el
nombre de jlibustiers ó filibusteros, y eran, segun hemos
dicho ya, los verdaiaros piratas; pero en las expediciones de
seguro y rico botin acostumbraban á r~unirse todos para
realizar las aventuras y entrar á saco en las poblaciones del
litoral.


Enriquecidos muchos de aquellos hombres con el robo y
el pillaje; fatigados de una vida de hechos sin glória y sin
nombre, y deseando legalizar su conducta, escudándose c')n
alguna nacionalidad, convinieron en 1660, los principale" in-
gleses y francese", d3slindar aquellas posesiones' d~bidas al
abandono del gobierno de España, y ponerse con sus colonias
á disposicion y bajo el amparo de las respectivas naciones.
Hecho el ueslinde, quedaron los franceses dueños de la Gua-
!lalupe, la Martinica, la Granada y otros p2queuos islotes, y
sus aliados conservaron para la Inglaterra, la Barbada, la
Nieves, la Antigua, Monserrat y alguna otra; permaneciendo
San Cristóbal comun á ambas naciones, y destinando la Do-
minica'Y San Vicente para que en ellas se reconcentraran
los caribes arrojados de las demás islas. Tácitamente acep-
taron aquel convenio de los forbantes y filibusteros las corres-
pondientes metrópolis, las que acordaron desde luego sujetar-
los a las ordenanzas de las compañías de Ultramar. pero
como la mayoría de aquellos DJragidos, habituados á la más
absoJub indepsndencia, al solicitar la proteccion oficial, no
querian abclicar sus prácticas viciosas, aceptaron el derecho
de propiedaJ que se les concedió á ellos y sus herederos de
todo lo qu') habían usurpado y usufructuaban, y áun consin-
tieron en prestar homenaje al rey, más no su aquie8cencía á las
limitaciones mereantíles, resisti:mdo taJa traba que no fuera
el libre com3rcio, Ó cási una piratería legal. Hub'l algunos
(le e1103, que pJr no sujetarse en nada á l~ ley, se trasladu-
1'on á la parte septentrional de la isla de Santo Domingo,
donde existia en salvaje independencia la pequeua colonia
que formaron los}ugitivos de San Cristóbal en 1630; desde




LAS INSUltRKCCIONES EN CUBA


donde, temiendo un ataque de la vecindad española, busca-
ron como panto de retirada la inmediata isla de la Tortuga,
á unas dos leguas al norte de aquella t y allí se fortificaron
y establecieron el céntro de su comercio de pieles, y el punto
de reunían de todos los aventureros, así Tntcaneros y forban-
les, como corsarios y piratas.


Aquella especie de caribes vestidos, que acogian por campa.-
ITeros á los desheredados y criminales de todos los países, unos
armados de fusil y cuchillo y acompañados de sus perros,
recorrian los bosques de la. Tortuga y las propiedades es-
pañolas ó de sus vecinos en Santo DJmíngo, matando reses
agenas y recogiendo sus cueros; mientras los otros, montan-
do pequeñas y veleras embarcaciones, cruzaban los mares,
caían sobre las nacientes colonias, que saqueaban sin respe-
tar nacionalidades, porque los habitantes de la Tortuga á
ninguna pertenecian, y sólo se congregaban allí para refu-
giarse ó vender los objetos robados. Unos y otros vivian sin
mujeres; unos y otros esclavizaban á los contratados ó neófi-
tos en aquella escuela del crímen, enganchados á su cuenta
en los figones y tabernas de las grandes ciudades de Francia
é Inglaterra; y de unos y otros salieron bandidos tan intrépi-
dos y osados como Pedro de Dunquerque, a quien llamaron el
grande; Miguel el Vasco, Montbars de I,anguedoc, nombra-
do el exterminador; Alejandro brazo de hierro, Roque el bra-
sileño, el Olonés saqueador de Maracaibo y Gibraltar de Ve-
nezuela, Margan el inglés, que saqueó á Puerto Príncipe ¿-
otras poblaciones de la isla de Cuba y de Panamá, y otra por-
cion de malvados á quienes las abstracciones de España y la
indolencia de los que se encontraban bien hallados en sus po-
sesiones de Santo Domingo, no pusieron á raya castigando
sus crímenes y cortando aquel vuelo, que no terminó despues.
sino en la sangrienta formacion de la república de Haití.


Ciertamente qu~ si aquellos aventureros hubiesen sido apo-
yados por sus metrópolis, habrían sin duda comprometido la
existencia de las posesiones españoles del Nuevo mundo; y te-
miéndolo así algnno8 H ños antes, los colonos ele Santo Domin-




CAPÍTULO 1 33


go acudieron al gobierno, y en 1654, siendo D. Juan Francisco
de Montemayor presidente de la Audiencia y gobernador de
la isla, arrojó á aquellos piratas y bucaneros de la Tortu-
ga, haciendo una general matanza. Mas como allí no dejó
guarnicion ninguna, se posesionaron nuevamente un ailo des-
pues otros aventureros, capitaneados por aquel Willis, que
ta.nto figuró entre los expedicionarios que eu 1655 envió Crom-
well contra las Anti1las á las órdenes de Penn y Venables,
al cual se le agregaron algunos franceses, que al poco tiempo,
apoyados por MI'. Poincey, gobernador de San Cris.tóbal, que-
daron dueños otra vez de la pequeña isla, obligando á los in-
gleses á refugiarse en la de Jamáica, recientemente arranca-
da al dominio de España.


El ensanche que los franceses habian tomado en las Anti-
llas con el dominio de la Tortnga y de gran parte de la cos-
ta norte de Santo Domingo, llamó otra vez la atenciou de la
Francia, que repitiendo lo que en las demás islas habia he-
cho ailos ántes, envió á estas nuevas pOSesiOU3S, tambien
usurpadas, como gobernador, al gentil hombre de Anjou Bel-
tran Ger.on ú Ogeron, quien al llegar en 1666 encontró la
vecina colonia española desolada por una terrible epidemia
de viruela y sarampion que todavía hoy se recuerda con el
nombre de tragedia de los t?'CS seises. Aquella calamidad fué
el principio del decaimiento de nuestro com~rcio hasta entón-
ces floreciente en la primera colonia española; pues si bien
las ciudades de Santo Domingo y SantiagJ, fuertes y ricas
toda.vía, segubn siendo por sus cómodos y sólidos edificios
motivo de envidia para los franceses, que en mezquinas ca-
bañas vivian; los colonos descendientes de los conquistadores
perpetuaban el abandono de una blanda y sosegada vida,
tumbados en sus hamacas y haciéndose mecer por los escla-
vos, miéntras la actividad vertiginosa de los nuevos aventu-
reros, invadiéndob todo, hacia temer una usurpacion, que
estos no dejaban de proyectar y que con el tiempo habia de
realizarse.


Los francese¡.; que, inspirados por la codícia sr)lamente,




3·4, LAS INSURRECCIONES EN CUnA.


cuando estaban en paz~ con España buscaban patentes de cor-
so en Portugal y en otros reinos, p:lra seguir sus correrías
contra las colonias españolas, vivian como génte sin ley
apartados de las mujeres, que difícilmente podian poseer, si
no las arr~bataban á los indios ó las adquirian en las pobla-
ciones qu~ entraban á saco. Queriendo Ogeron corregir esta
irregularidad, al tiempo que suavizar aquellos rudos carac-
teres, con las afecciones de familia, pidió cincuenta á París,
en cuyos más hediondos burdeles las f0quisaron; y puestas
en almoneda, fueron cedidas en las Antillas á los que á mejor
precio las pagaban. Pero aquellas indómitas criaturas, no
dieron por cierto los satisfactórios resultados que OgJron se
proponia, sino que fueron más bien motivo para aumentar
las disensiones entre los hombres, y esto obligó al gobernador
á r~vestirse de toda autoridad para tener á raya aquella per-
turbada colonia, que en la época á que nos referimos contaba
ya más de mil quinientos aventureros y gran número d: es-
clavos empleados en el cultivo y la ganadería.


Aquel mismo año de 1666 se declaró la guerra entr~ In-
glaterra y Francia, y temiéndo los súbditos de esta nacíon
habitantes en la Tortuga, agresiones de la escuadra ing~esa
de Jamáica, se trasladaron todos á Santo Domingo, ins-
talándose á 10 largo de la costa septentrional, desde donde
Ogeron empezó á ejecutar sus planes y operaciones para ha-
cerse dueño de toda la isla. Empezó con fortllna, apoderán-
dose de Santiago, á cuyos vecinos exigió un fuertcJ rescate;
pero no pudo adelantar más en su empresa por haber tenido
que ir á Francia, donde murió. Su sobrino y sucesor Poincey,
heredero de };)s proyectos de su tio, concentró la poblacion en
Oabo Francés, y fijando allí el e-entro de su gobierno, tuvo
que reprimir en 1678 la primera rebelion de sus negros, que
puso en peligr) la existencia de h colonia francesa, y lo mis-
mo que sus administrados, sufrió en 1691 una derrota de los
españobs mandados por el maestre de campo D. Francisco
ne S:lgura, que castigaron duramente las agresiones y dema-
sias de aquellos usurpadores. Muerto Poincey al año si-




CAPÍTULO I 35


guiente del desastre, fll~ reemplazado por Coussy, quien ya
introdujo en la colonia francesa una administracion regular
y ordenada, y continuando la política de sus antecesores, hizo
algunas excUI'siones en tierras de espai101es, hasta que por
fin, en 1691, accadiendo el débil Cárlos II de España á. las
exigencias del rey de Francia, concedió en la paz de Riswich
la parte occidental de la isla de Santo Doming'o á los aventu-
reros franceses que allí se hallaban establecidos.


Duei1a Francia de aquel pedazo de la Espai101a de Colon,
trasfirió los derechos de cierta parte del territorio á una com-
pallía mercantil, por el término de treinta años, cuya com-
pallía, llamada de San Luis, y forn::ada con un capital de
doscientos mil francos, se dedicaba con preferencia al comer-
cio de contrabando en las posesiones españolas, y al tras-
porte de colonos blancos y de esclavos negros. Pero aquella
concesíon se revocó ya en 1720, p:1sando el derecho de la de
San Luis á la compa.7ía de Indias, la que se ocup:1ba de
ig~lales neg )cios en la misma colonia francesa, annq 11e con
tan poco tacto, que produjo un general descontento, y tal ir-
ritacio11 en. los colonos, que en 1722 se levantaron en ármas
contra sus agentes, y des pues de incendiar los almacenes de
la compañía, cerraron los puertos á sus buques,


Aquel centro de la aventurera gente francesa, que segun
hemos observado acataba las disposiciones de su gobierno
sólo cuando le convenia (11.). creció con tan a,:ombrosa rapi-
deíl, que en 1726 contaba ya trainta mil blancos y cien mil
negros esclavos, miéntras la parte espai101a languidecía por
la emigracion de sus habitantes á otros territorios america-
nos. Por ésto, el rey de España D. Fernando VI se atrevió á
conceder, en 17ríO, á una compa1ía catalana, Hombrada de
N lle,.;tra S~¡}ora de MOllserrat, el derecho, entónces tan res-
tringido, de comerciar en aquella isla; en cuyo tráfico obtuvo
graneles ventajas y beneficios la compaí1ía, p:ro escaso~; au-
ment,),.; la colonia. Verrlad es que en esbs monopé)lÍJs y l'é:i-
tricciu1l2S mercantiles, no estaba en a1udla épJca, como s~
v~, mucho mús adelantada Francia qll~ Espaua.


5




36 LAS INSURRECCiONES EN CUBA


Oprimidos los franceses de Santo DJmingo en su territo-
rio, buscaban ensanche, é internándose diariamente en la
parte española, promovian contínuas reclamaciones y con-
flictos tan graves, que para terminarlos se pusieron de acuer-
do las dos metrópolis, y ajustaron en consecuencia el tratado
de límites de 1776, en el cual, bajo la direccion del jefe de la
parte española, D. José Solano, se tiró una línea desde el ca-
bo francés á Punta de la Beata, ó sea entre la ensenada de
Pitre al sur, y el fuerte Delfin y bahía de Manzanillo al
norte, estableciéndose cuerpos de guardia de infantería y ca-
ballería en la frontera, para evitar en lo sucesivo las inva-
siones del territorio español, ántes tan comunes.


En aquel tiempo, que oran las vísperas de la revolucion
francesa, se dividian y conocian los habitantes españoles de
la isla de Santo Domingo en chopetones ó caballeros (15), que
se vanagloriaban de ser españoles puros; en penins1llares ó
aventureros nuevos, que cási todos eran administradores ó
auxiliares suyos, enviados de Europa; en criollos, desc6ndién-
tes de los europeos establecidos en el país; en mestizos, naci-
dos de la mezcla de sangre europea é india; en mulatos; fru-
to de la union de blancos y negras, y en negros, importados
de Africa ó nacidos en la isla. A la vez que los habitantes de
la parte francesa se dividian en naturales de Francia, en crio-
llos y gente de color, ó sea mulatos y negros, libres unos y
esclavos los otros; perteneciendo los blancos á las clases de
plantadores, herederos de los forbántes, que residian en el
campo: de negociantes, sucesores quizás de a1gunosfllibuste-
ros, y de blanquillos, que ejercian las ártes mecánicas y el
comercio al por menor.


Santo Domingo, español, era capital de Arzobispado, po-
seía Audiencia, que extendia la jurisdiccion á Cuba y á otras
Antillas, Gobierno local Con municipalidades y jefe superior,
presidente del Consejo Supremo, y un pequeño ejército y mi-
licias. Santo Domingo, francés, tenia pueblos nacientes y
guardados por un ejército de dos ó tres mil hombres, yade-
más contaba en cada parroquia una ó dos compañías de mi-




CAPÍTULO 1 37


licias blancas, otra de mulatos y otra de negros libres, á
quienes, á pesar de esto, se les excluía de los cargos públicos
y de ciertas profesiones científicas y liberales.


Al aproximarse aquella revolucion francesa de 1789, que
todo lo conmovió, ninguna colonia se encontraba tan prós-
pera ni tan civilizada, y ninguna en tan poco tiempo habia
llegado al estado de prosperidad que la francesa de Santo
Domingo, cuyas producciones de azúcar, café, tabaco y al-
godon las contemplaba lánguida la parte española, que, con
pocas alteraciones durante el siglo diez y ocho, paralizó el
comercio con la despoblacion, y por falta de brazos para el
lahoreo de las riquezas, enflaquecia tanto, como su vecina
progresaba.


IV.


La mayor parte de las Antillas, destinadas en los tratados
de paz á figurar en la balanza de las pérdidas ó como pré-
mio de las victórias, generalmente han cambiado de dueño, á.
la par que las circunstancias pCJlíticas de las metrópolis po-
seedoras, viéndose á poco de haherlas descubierto Colon flotar
en aquel archipiélago los pabellones de las principales poten-
cias marítimas de Europa.


En el grupo más numeroso del archipiélago caribe, ó sea en
las primeras Antillas colonizadas, figura entre las cuatro ma-
yores la isla de San Juan Bautista, llamada por los indígenas
IJo'J'icon ó Borinq?ten y hoy conocida con el nombre de Puer-
to-Rico. D~sde 1!ln principio mereció esta isla escasa conside-
racion á los españoles, á quienes se mantuvieron fieles los in-




38 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


dios mientras averiguaron y se convencieron, ahogando aljó-
ven expedicionario Salcedo, de que los hijos de Espaila no eran
inmortales como suponian; y se sublevaron despues, como
los naturales de las demás islas descubiertas, al intentar im-
ponerles los conquistadores con sus costumbres un nuevo mé-
todo de vida. Descubierta por Colon en noviembre de 1493,
al llegar en su segnndo viaje al puerto que tituló de Agua-
dilla, no fué la isla reconocida y conquistada hasta que en
1508 Juan Ponce de Leon, enviado por Ovando con un corto
número de expedicionarios, tomó posesion de ella, fundando
en 1510 el pueblo de la Caparra, conocido todavía con el nom-
bre de pueblo viejo y los establecimientos de San German y
la Aguada, que muy pronto llegaron á ser poblaciones. Al año
siguiente dióse principio á la ereccion de la capital de San
Juan Bautista en el sítio donde se encuentra, y sin necesidad
de otras viviendas para alojar el corto número de habitante;;
blancos que habia, paralizáronse las fundaciones eE aquel si-
glo; se dió orígen á un solo pueblo, el de Ailasco, en el si-
glo XVII, y con la décima octava centuria empezó la vida
en aquella colonia, tomando tal vuelo desde entónces su pl'OS-
peridad, que de 1703 á 1857 se lp-vantaron sesenta y nueve
poblaciones en la isla (16).


En los primeros tiempos de la conquista, hallabase aquella
gobernada por caciques hereditarios, entre los cuales Aguei-
naba sobresalía como el principal y más importante; y sus
naturales practicaban una religion imperfecta, reconociendo
sin embargo un génio bueno y otro del mal y la inmortali-
dad del alma. Entre sus costumbres se observó una tan des-
enfrenada poligámia, que adquirían y cambiaban á su volun-
tad las mujeres; viéndose en ellos ademas gran indolencia y
aversion á bdo trabajo; muy decidida aficion á los bailes ó arei-
tos, al juego del batey ó de pelota, y á la caza y la pesca, en
que se entretenian cuando las agresiones de los indios sus ve-
einos no les obligaban á empuuar la esparIa ó macana; en cu-
yo caso, con los cuerpos grotescamente pintados y montanuo
pira!Jua.~ y canoas, cruzaban los canalizos del Archipiélago y




CAPÍTULO 1 39


hacían desembarcos en las viviendas, cane!les ó bohíos, de
las islas inmediatas.


Llevó la primera perturbacion á San Juan Bautista de
Puerto-Rico, al tiempo de la conquista, el gobernador Soto-
mayor nombrado por Colon en reemplazo de Juan Ponce, pro-
tegido y amigo de Ovando y acatado como hombre superior
por los indios. Éstos con tal cámbio se dividieron, y al su-
blevarse en 1511, empezaron, como hemos dicho, por asegu-
rarse de que los conquistadores no eran inmortales, y asesi-
nando un centenar de españoles llamaron en su auxilio á los
caribes comarcanos para deshacerse de los de:nás; pero soli-
citados y recibidos oportunamente socorros de Santo Domin-
go, fué embestido en Aymacao el ejército de once mil comba-
tientes que entre borícones y caribes se habia reunido; los
cuales teniendo la desgracia de perder al principio de la lu-
cha á s!: general en jefe, el cacique Agueinaba, muerto en
.Jagüeca, y desalentado, sse sometieron luego todos al domi-
nio español. Para que otros asesinatos ó sorpresas no tu-
vieran lugar en lo sucesivo, se trasladó la capitalidad de la
isla. en aquel auo, desde la Caparra á la isleta donde hoy es-
ta la ciudad de San Juan Bautista; y al darle forma á la
colonia, declar6se dependiente de Puerto-Rico la inmediata
isla de la Mona; se edificáron iglesias, instalóse la catedral
nombrando primer prelado á D. Alonso Manso, y fueron ele-
gidos alcaldes y regidores, que atendieron al desenvolvimien-
to de la sociedad española del mismo modo que se hacía en
las demás posesiones del Nuevo mundo. A menudo se veia
ésta atacada por los feroces caribes de las vecinas islas, ó por
los no ménos desalmados forbantes yfilibusteros, de cuyos
enemigos pudieron librarse felizmente los colonos; pero no
así del formidable pirata Drake, que en 1595, forzando el
puerto, entró á saco en la capital, ni del ataque de Jorge
Clifford, conde de Cumberland, que tres ailos despues se apo-
deró de la misma, y sólo la abandonó al ver diezmada su
gente por la epidemia tropical.


Tranquila, aunque sin grandes progresos. permaneció la




40 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


isla un cuarto de sig'lo, y hasta que, en 1625, empezaron otra
vez las agresiones. Una de las numerosas escuadras holan-
desas que entónces recorrian el archipiélago caribe y las
costas del continente americano, echó á tierra sus tropas al
mando" del general Balduiño Enrique y trató de apoderarse
aquel año de la ciudad de San Juan Bautista; pero el capi-
tan D. Juan de Amésquita, gobernador y castellano del Mor-
ro, hizo una defensa tan heróica, que desbaratando á los in-
vasores, aún les cogió un valioso botin al hacerlos reem-
barcar (17). Pocos años despues, en 1678, otra flota de veinte
y dos bajeles con tropas de desembarco, mandadas por el co-
mandante inglés conde de Streen, se acercó á las costas con
igual objeto, y embestidas por un fuerte huracan las embar-
caciones, buscaron en otra parte seguro refugio las pClcas
que salvaron de la tormenta. Otra vez los ingleses en 1720
llevaron sus agresiones á las costas de Arecibo, donde el va-
leroso capitan Correa les batió, obligándoles á reembarcar; y
finálmente, como última agresion quizás, desembarcaron los
mismos ingleses en 1797 diez mil hombres de combate en las
playas de Cangrejos, y al acercarse á las defensas de la capi-
tal, fueron repelidos con tal denuedo por los españoles puerto-
riqueños, que los agresores viéronse obligados á retirarse des-
pues de trece dias de lucha con grandes pérdidas de hombres
y de pertrechos de guerra.


Reconocidas ya por toda clase de piratas y de corsarios como
inexpugnables las fortalezas de la capital de Puerto-Rico,
no volvieron á atacarlas más desde la fecha indicada, yem-
pezó en la isla el desarrollo de sus intereses morales y ma-
teriales (18), cási al mismo tiempo que el siglo XIX se inau-
guraba extinguiendo los piratas de las Antillas, que desde
entónces quedaron reducidos al azaroso oficio de raqueros.
Se regularizó el comercio, dirigiéndolo por las vías de la lega-
lidad; levantóse de su postracion á la atrasada agricultu-
ra, y fué rehabilitado el trabajo hasta tal punto que, aque-
llos habitantes, «que eran los más pobres de todas las Amé-
ricas,» segun decia D. Alejandro O'Reilly en 1765, empeza-




CAPÍTULO I 41


ron á conocer que poseían las mejores tierras del mundo, y
á sacarlas el producto que podian dar, se apresuraron, im-
pulsados por el intendente D. Alejandro Ramirez, quien al
obtener del rey la cédula de graci~de 1815, consiguió con
las franquicias del real ordenamiento que la isla no fuera ya
gravosa en lo sucesivo á la metrópoli, y que las corrientes de
prosperidad la ascendieran al grado de esplendor en que hoy
se encuentra. Los intereses morales caminaron paralelos al
desarrollo de la riqueza, y disipando pronto las oscuridades de
la ignoráncia, dieron vida á la clase ilustrada de la isla que,
enriqueciendo cada dia sus conocimientos con las relaciones
literarias y aun con las mercantiles, se dejó arrastrar prema-
turamente por las corrientes de los tiempos creando los inte-
reses políticos. Alimentados éstos por incansables propagan-
distas de los Estados Unidos, y fomentados tambien por las
exaltadas y mal dirigidas aspiraciones de los hijos del país,
promovieron varios actos sediciosos, fracasados por fortuna, y
hasta el reciente levantamiento de Lares, que si no se sofoca
en su principio, hubiera puesto en gran peligro la seguridad
de la isla; pero que dió á conocer bastante á la España lo que
podra esperar de la mayoría de aquellos habitantes el dia
en que, por torpeza ó por descuido, se abandone al sueño con
imprudente confianza.


La isla de Jamaica, llamada Xaymaca por los indígenas, ó
sitio abundante de maderas yaguas, descubierta tambien por
Cristóbal Colon en 1494, fué el punto en donde desde el vera-
no de 1503, que naufragó en aquellas costas, hasta fines de
1504 que pudo trasladarse á la Española, sufrió el almirante,
víctima de la enemistad d"e Ovando, los mayores disgustos
quizás de su vida, al verse obligado durante un año, y junto
á los restos de su destrozada carabela, á contener las sedicio-
nes yla depravacion de sus insubordinados tripulantes, y á de-
vorar en silencio la pena del abandono en que le tenia el gob9r-
nador de la vecina colrmia, que, incapaz de administrarla con
provecho, temeroso estaba sin duda de que Colon y otros testi-
gos presenciasen los desastres y la confusion que la consumían.




42 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


Cinco años despues de abandonar los náufragos aquellas
costas, fué nombrado primer gobernador de Jamáica D. Alon-
so de Ojeda, quien fundó la colonia española con tan buenos
auspícios, que á los pocos años, en 1523, presentaba ya en sus
treinta ingenios de azúcar las bases de una gra't1 prosperidad.
Aquel brillante estado atrajo á Sevilla la Nueva, capital de la
isla, en distintas ocasiones, á los piratasjilibusteros y f01'ban-
tes, ansiosos de botin, quienes la invadían y abandonaban
luego; y pasados algunos años, atrajeron las escuadras de sir
Antony Shirley en un tiempo, y la del coronel Jackson en
otro, á las proximidades de la nueva capital, Santiago de la
Vega, de donde tuvieron que huir más de una vez rechaza-
dos por los colonos. Pero estos no pudieron ya en 1655 resis-
tir la invasion de los seis mil hombres mandados por Penn y
Venables, que condujo allí una formidable flota eIr\'Íada por
Cromwell á las Antillas, para fundar un establecimientos de
importancia, y abandonando á los invasores británicos sus
pueblos y sus bienes, retiráronse con los esclavos á las monta-
11as azules los españoles que no pudieron emigrar desde el
primer momento.


La nneva colonia inglesa, que ya encontraba viviendas
construidas y tierras roturadas, creci6 rápidamente con los
emigrantes que los acontecimientos políticos de la Gran Bre-
taña hacian numerosos, y con los realistas que por órden de
Cromwell se deportaban. Tan súbito fue su aumento, que
nueve años despues, en 1664, contaba ya 7.500 colonos y
8.000 negros y obligaron al gobernador de la isla, Cárlos Lit-
tleton á establecer una Asamblea ó concejo popular que aten-
diese al gobierno y administracion colonial: cuyos progresos
no fueron apenas interrumpidos por el terremoto y la epide-
mia de 1692, ni por la incursion que en 169·4 hizo el frances
Ducase, en la cual destruy6 gran parte de la agricultura, ni
por el incendio qlle por segunda vez redujo la cuidad de Puer-
to Real á ruinas en 1702. ~


De los españoles y sus esclavos que en 1655 se retiraron á.
las montañas azules, la mayor parte pasaron á la inmediata




CAPiTULO 1 43


iflla de Cuba ó á las costas de Honduras y de Venezuela en el
continente americano, y g-ran número de hombres de color
que no quisieron seguirles, atrincherándose en aquellas altu-
ras, declararon cruda y contínua guerra á los usurpadores
colonos, los que merlio siglo despues les veían aún descender
á la llanura, destruir sus propiedades y llevarse á sus escla-


?:#' vos para aumentar los cimarrones. Tan multiplicadas y fu-
nestas llegaron á hacerse aquellas correrías, que los ingleses
se decidieron por fin á atacarlos formalmente en 1735, llevan-
do en ]a vanguardia de sus ejercitos algunos perros de los que
para la persecucion de negros cimarrones usaban ya los espa-
ñoles en Cuba, á quienes los compraron (19); pero no consi-
guiendo tampoco ninguna ventaja importante, ni desalojarles
de las montañas, como pretendian, acordóse entónces, en 1738,
por el gobernador lord Trelawney, hacer uso de otros médios
y propuso un acomodamiento que se convino y firmó en 1.0 de
marzo de aquel año.


La paz consiguiente al cumplimiento de aquel tratado se
mantuvo hasta 1760 y fué alterada por una conspiracion de
negros escJ.avos, que atacados inmediatamente y dert'otados
en Heywood-I.{all fueron perseguidos hasta los bosques don-
de se refugiaban, Deseando los ingleses exterminar de una vez
á los jíbaros que más adelante pudieran ser germen de otros
alborotos, ofrecieron á los cimarrones leales, qu~ no habian
tomado park~ en los sucesos, recompensarles con largueza por
cada 112gro muerto ó vivo que presentaran, y estos que no
habían perdido las simpatías con sus antiguos compañeros,
motores de la sedicion, ni intentaban luchar con hombres de
su mismo color, dirigieronse al campo de batalla de Heymood-
Hall, y cortando las or2jas á los cadáveres negros, las presen-
taron como trofeo y muestra de su triunfo, y como credencial
para obtener el prewio; cuya superchería, descubierta pronto,
probó claramente á los colonos hasta que punto podian fiar
en la sinceridad de los cimarrones. Retirados estos en sus
campos, se dedicában, el tiempo que les d~jaba libre el cultivo
del maiz, al entretenimiento de la caza, y cuando allí les fal-




44 I~AS INSURRECCIONES EN CUBA


taba, hacian excursiones y merodeos por las vecinas hacien-
das, en una de las cuales fueron cogidos in fJ'aganti algunos
en el robo de cerdos el año 1795, Y sentenciados en la correc-
cion de Montego á sufrir treinta y nueve latigazos por mano
del inspector negro de Worh-House. Tal castigo, ejecutado
por un hombre de su mismo color, exasperó en alto grado los
ódios de raza. dando motivo á otra sublevacion contra los co-
lonos blancos, que estalló precisamente al embarcarse la ex-
pedicion de iord Balcarras para Santo Domingo; en cuya oca-
sion, extendiéndose por las llanuras, fueron los negros incen-
diando fincas y poblaciones, hasta que el gobierno colonial
decretó otra vez los perros de gueJ'm para someterles, lo que
consiguió al fin el general Walpole, no sin grandes esfuerzos,
á principios de 1796. Pero con la sumision no quedó comple-
tamente extinguido el fuego revolucionario; y considerando
los colonos que la isla no ::le veria tranquila mientras aquel
e1emento de inquietud existiera, convinieron con los cimarro-
nes en comprarles tierras en otros puntos y trasladarlos allí
en calidad de libres, en virtud de lo cual, fueron en junio de
aquel mismo año embarcados seiscientos para Balijax, en la
América del Norte, donde formaron la primera comarca ame-
ricana de negros libres, que costó á los ingleses 25.000 libras
esterlinas, votadas al efecto por la Asamblea de Jamáica (20).


Desie dicha época, ó sea desde fines del pasado siglo, em-
pezó aquella Antilla á disfrutar de verdadera paz, á cono-
cer el rápido crecimiento de su riqueza. De tal desarrollo se
ocuparon pronto doscientos cincuenta mil esclavos, en los se-
tecien tos setenta y siete ingenios de azúcar, que ya poseia,
en las numerosas granjas de ganado ó potreros, y en las
haciendas, donde ':le cultivaba algodon, añil, pimienta y de-
más ramos agrícolas y de comercio: todo explotado por treinta
mil blancos, que con mil cuatrocientos cimarrones sometidos
y unos diez mil negros libertos y mulatos, hacían subir el
total de los habitantes de Jamáica á doscientos noventa y un
mil cuatrocientos.


Con el creciente comercio de esclavos africanos, luego as-




CAPÍTVLO 1 45
------------- -----------


cendió el número de los de la isla á. más de trescientos mil,
que en 1812 elevaron el valor de las propiedades agrícolas á
unos doscientos treinta y dos millones de pesos y á más de
veintinueve el importe de las exportaciones; pero esta des-
proporcion de razas debía traer obligados conflictos, y, tales
los hubo años adelante, que obligaron al Parlamento inglés á
decretar la abolicion de la esclavitud en 1834, como veremos
al tratar de las socbdades abolicionistas.


Siguiendo hácia el oriente de las grandes Antillas en el
arco de círculo que to::ias ellas forman, se reconoce, inmediato
á Puerto-Rico, un grupo de cuarenta islas, islotes y cayos, á
que Colon dió al descubrirlas en 1493 el nombre de las Once
rnil vírgenes, de las cuales nunca se ocuparon los españoles,
y fueron por lo tanto abandonadas, como ántes lo estaban por
los indios caribes. En 1580, el corsario inglés sir Francis
Drake las reconoció, y de ellas se apoderaron ya losforbantes
holandeses en 1 fi48 al establecerse en la Tórtola y dedicarse
al cultivo; pero los filibusteros ingleses, que, porque así lo
pretendian, se cOllsideraban dueños de todos aquellos áridos
peilascoE, atacaron á los forbantes diez y ocho años despues,
y, en 1666, vencedores en la lucha, ofrecieron al gobierno
británico la posesion de todas las islas Vírgenes, siend') acep-
tadas y consideradas por el rey Cárlos II como dependientes
desde aquella fecha de Inglaterra. Pero no pasaron todas al
dominio de esta nacíon, pues la is1a de Santa Oruz, ó sea el
Ayail, de los naturales, la mayor de las de aquel grupo, per-
teneciente entónces á Francia, fué vendida por tres millones
doscientos mil francos á las daneses, los cuales, no sin sufrir
algunas agresiones de ingleses y españoles, tomaron de ella
posesion en 1733, cuando ya la Inglaterra habia reconocido
tambien á Dinamarca sus derechos sobre las de San Juan y
Santo Tomás, ó Santhómas, como h'ly se llama al excelente
puerto neutral de las pequeñas Antillas.


Entre éstas, y correspondiendo á las menores ó islas de
barlovento, está la de San Ba1'folomé, que, por abandonarla
lombion los esp,aole" la colonizaron los franceses~~:~,


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46 LAS IXSURRECCIOXES EN CUBA


quienes la pJseyeron hasta 1656, en que una banda de cari-
bes degolló á todos 10.3 colonos; y recobrada otra vez por
Francia en 1785, la cedió pasados algunos años á la Suecia,
á cuya nacion pertenece todavía.


La isla de San Cristóbal, primera guarida de los for-
bantes franceses yjilib1lsteros ingleses, fué descubierta por
Colon y bautizada con su própio nombre en el segundo viaje.
Despreciada por España, cual las demás pequeñas Antillas,
cayó en poder de aq uenos piratas, como hemos ya indicado
al hablar de sus expediciones, yen ella permanecieron en lu-
cha con los españoles, con los caribes y con ellos mismos,
largo tiempo y hasta que en 1713, por la paz de Utrech, pa-
só á poder de los ingleses. Du~ante la guerra americana del
Norte, tuvieron éstos que ceder ante el poderío de una formi-
dable armada francesa, que en 12 de febrero de 1782 subyugó
á San Cristóbal casi al prJpio tiemp,-' que á las vecinas islas
de Nieves y Monserrat; pero rocobráronla en la paz del. año
siguiente, y desde aquella época quedó en poder de Inglater-
ra. La isla de San Cristóbal llamó desde un principio la aten-
don de los colonizadores por ser la única de las Antillas don-
de existia cierta especie de monos; y más tarde se distinguió
tambien por conservarse en ella las bravas costumbres de los
dias en que más se dieron á conocer los forbantes, por sus
atrevidas proezas; lo cual hizo decir al historbdor RClchefort,
á mediádos del siglo xvn, refiriéndose á la;5 pequeñas Anti-
llas francesas, que la nobleza se hallaba en San Cristóbal; así
como que el estado llano era propio de la Guadalupe, la mili-
cia de la Martinica y la plebe de la Granada, retratando de
este modo la condicion de cada una de aquellas pobres co-
lonias.


La Antir¡ua, nombrada así en dedicacion á Nuestra Se-
ñora de la Antígua de Valladolid, fué una de las Antillas
deilcllbiertas por Colon, que, deilcllidada tambien por los es-
pañoles, era todavía en 1029 nido de caribes ó guarida de pi-
ratas franceses, los que, por f¡¡Ita de agua, tuvieron que aban-
donarla á pJco d'.) establecerse en ella. En 1632 la invadieron




CAPÍTULO r 47


aventureros ingleses, quienes, abriéndo algunos aljibes, se
dedicaron al cultivo de las tierras, y permanecieron fomentán-
dola. hasta 1666, en q u¿ el gobernador de la, Martinica, en
una de las expediciones que de aquella isla militar, segun
Rochefort, salían á menudo en busca de botin, saqueó las vi-
viendas de los cobnos, llevándose consigo hasta los negros
empleados en el cultivo. Abandonada de todos estuvo la An-
tígua por espacio de diez años, y en 1676, otro inglés, lla-
mado Codrington, fué desde la Barbada con algunos hom-
bres á establecerse en ella, dedicándose á la plantacion de
caña de azúcar. Como jefe de expedicion, se constituyó Co-
drington, y fué confirmado por su metrópoli en el cargo de
gobernador: sucedióle en el gobierno de la pequeña colonia
un hijo suyo, y á éste, Daniel Park, sujeto de tan antipático
carácter, que para librarse de él se sublevaron los colonos en
diciembre de 1710, arrojándole de su palacio, hecho pedazos.
A tal hecho respondió la Inglaterra, despues de enterar-
se de lo sucedido, reconociendo la justicia que á los subleva-
dos asistia, y decretando un ámplio indulto para los compro-
metidos sn los acontecimientos. Aviso debió ser aqud para
que la Gran Bretaña eligiese en io sucesivo ID':Jjores gober-
nantes, pues desde entónces no fué ya más turbada la tran-
quilidad en la colonia, que disminuyó notablemente su pobla-
cion por la falta de aguas en el verano de 1779 y la fuerte
epidemia que sobrevino á la sequía.


Cuando llegó el momento de abolir Inglaterra la escla-
vitud de los negros, ninguna de las otras Antillas fué tan
exacta como la A ntig1u6 en obedecer la ley del Parlamento;
verificando la emancipacion inmediatamente y sin que ocur-
rieran desórdenes de ningun género, á pesar de quedar libres
treinta y cuatro mil esclavos en una po01acion de dos mil
blancos nada más. Es cierto que los libertos, lo mismo que los
de .Jamáica y los de otros puntos, se manifestaron con deci-
dida aficion á ser propietarios de las fincas donde habian tra-
bajado toda su vida; pero los plantadores, con esquisito tacto,
proeuraron disuadirles de aquel error, y para que olvidaran




48 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


su pasada condici)n y tenerlos sujetos en las fincas, reem-
plazál'onles con cómodas casitas de madera sus antíguas cho-
zas, y les educaron en los hábitos y necesiiades de -la civili-
zacion y en los deberes de la vida social.


La isla de Monser1'at, descubierta tambien por Colon en su
segundo viaje, se llamó así por parecerse las crestas de sus
montauas á las de la sierra de aquel nombre en Cataluua.
Abandonada de España, como de escasa importancia, fué Ín-
vadida por unos aventureros ingleses é irlandeses que en ella
se fijaron en 1632, expulsando á los pocos inuios que había;
pero, disminuida la poblacion por las epidemias y por sus
córtos recursos territoriales, pocos pudieron ser sus progresos,
y esto explica la insignificante consideracion en que la In-
glaterra su poseedora la tiene todavía.


Situada está la isla de Nieves, entre JJ!onser'rat y San
Oristóbal, y la forma un elevadísimo monte volc<Í,nico que
arroja de sus entrauas abundante manantial de aguas sulfu-
rosas calientes. Al descubrirla los espaiiolcs encontráronla
sin habitantes y abandonada la dejaron; permaneciendo así
hasta 1628 en que nnos ingleses, procedentes de San Cristó-
bal, fundaron en ella el establecimiento colonial que en 1689
redujo á la mitad una fuerte epidemia. En 1706 fue invadida
por expedicionarios franceses, quienes despues de destruir las
plantaciones lleváronse á la Martinica los cuatro mil esclavos
que habia dedicados al cultivo; y como si estos desastres no
fueran bastantes para arruinarla, completóel cuadro de la
desolacion un furioso huracan, destruyendo al año siguiente
lo poco que quedaba. Esta pobre isla tiene por capital á
Charlestown, progresa lentamente y está administrada por
nn g ,bernador que Inglaterra nombra.


La Guadalltpe, nombrada así á su descubrimiento por Co-
lon y Ourucueira ó Turuqueira por los indígenas, perma-
neció desde aquella época cerca de ciento cincuenta auos en
poder de los indios caribes, y el 28 de junio de 1635, unos
seiscientos franceses mandados por Lolivé y Duplessis pro ...
cedentes de./Jieppe, que durante la travesía consumieron todos




CAPÍTULO 1 49


los víveres, arribaron casualmente á aquella isla, y desem-
barcando, los exigieron á la fuerza de los indios; pero éstos,
resistiéndose á dar lo que no tenian, provocaron la ira de los
invasores, quienes atacándoles y destruyendo sus aldeas y
plantaciones, dieron orígen á una sangrienta lucha que duró
más de cinco años.


Ansiosos por fin de paz unos y otros, convinieron en ha-
cer una alianza basada en la cesion de cierto territorio, y en-
tónces se fundó una céllonia francesa que rápidamente fué
creciendo con los descontentos emigrantes de San Cristóbal.
Al ver los piratas y forbantes de esta isla progresar con
tal rapidez á su vecina, empezaron á hostilizarla, y fueron
tan continuadas sus agresiones, que muchos colonos viéronse
obligados á emigrar al centro francés de las Antillas, ósea
á aquella l\hrtinica, que ya se distinguia entre las islas más
ricas é importantes, por ser á la sazon el mercado donde los
piratas iban á vender los objetos robados.


Resistic)Ddo piraterías ó siendo víctima de ellas, siguió en
interrum pido desarrollo la colonia de G1tadalupe hasta que
en 1759. tu vo que capitular ante una flota inglesa, que la
dominó desde aquel año al de 176.3, en cuya fecha, hacién-
dose la paz entre Inglaterra y Francia, volvió á poder de ésta,
gobernándose en lo sucesivo sin la dependencia de la Marti-
nica. Divididos los colonos en realistas y republicanos al
estallar la revolucion francesa, diéron ocasion en 1794 á que
otra vez se apClderasen de ella los ingleses y la conf3ervaran
por algnn tiempo en aquella ocasion, y despues, hasta que
por el tratado de 1814 volvió definitivamente á depender de
la Francia. Un largo terremoto, que duró sesenta y dos se-
gundos, movió en 8 de febrero de 1843 el apagado volean de
aquella isla, destruyéndolo todo y causando más de cinco
mil víctimas; por cuyo infausto suceso y para reparar tantas
pérdidas y proteger ó los arruinados colonos, votó la Cámara
francesa una indemnizacion de dos y medio millones de
francos; pero á pesar de este auxílio, la colonia arrastró en
adelante una vida trabajosa y poco floreciente.




50 LAS I~SURRECCIONES EN CUBA


Las tres pequeñas islas llamadas las Santas, que abando-
naron los franceses pr¡r falta de agua, 10 mismo que la Mari-
galante y la IJeseada, vecinas de la Guadalup~, siguieron
en su posesion y progresos las vicisitudes de ésta, y una
suerte igual en el tratado de 1814.


Tambien la IJominica, descubierta p)r Colon en su segun-
do viaje, fué abandonada p)r los españoles é invadida por
foro antes franceses, que tranquilamente tomaron posesion de
ella, dedicándose á la agricultura y viviendo en armonía con
los indios caribes. El cultivo del algodon que con preferen-
cia fomentaron los colonos, dió vida á un comercio tan lu-
crativo y un desarrollo tal á la colonia, que los vecinos aven-
tureros holandeses é ingleses, envidiosos de sus adelantos y
prosperidad, trataron en dos distintas' ocasiones de conquis-
tarla, y no lográildolo, movieron cuantos medios agresivos
podian tenerla en contínua alarma. Cansados por fin de lu-
char unos y otros, convinieron en declararla isla nel~tral y
al efecto firmaron las tres metrópolis un tratado, que se rom-
pió el año 1759 cuando fuerzas británicas, faltando á la fé
jurada, la invarlieron y se aporleraron de ella. Aprovechan-
do el gobernador francés de la Martinica, marquéa de Bluillé,
un descuido de los ingleses, al tiempo que la Gran Bretaña
sostenia c)n sus col:mos de la América del norte la guerra
que dió pDr resultado la fundacion de los Estados Unidos,
incorpDró momentáneamente la IJOIninica á la Francia, y en
su poder la re~u vo hasta que por el tratado de 178:3 fué de-
vuelta á sus anteriores dueños los ingleses, de quiénes toda-
vía depende. La pDblacion de aquella Antilla, segun lo;; úl-
timr¡s trabajos estadísticos, la formaban 500 blancos, :300 crio-
llos y unos 15.000 negros; y sus productos consistían en cer-
ca de tres mil b1coyes de azúcar y algunas balas de algodono


El primero que so estableció en la l1Iartinica, descnbierb
tambien y abandonada por los español~s, fur el francés
D'Esnambuc, de quien nos hemos ocupado, el cual en W:3f>,
siendo gobernador de San Cristóbal, desBmb:ll'có C111 cien
hombres en ar¡uella isla. Los inrlios recibhron PI!' d pront<J




CAPÍTULO 1 51


muy bien á los aventureros, cediéndoles las bajas regiones
occidentales y del Mediodía y retirándose á los bosques de las
montañas; p~ro al poco tiempo, viendo un tanto coartada su
anterior libertad, aliáronse con los carib3s de las vecinas islas
y emprendieron una guerra de exterminio contra los colonos
franceses. Éstos, que numéricamente eran inferiores, entraron
en tratos con los indígenas, y mediante algunas botellas de
aguardiente, consiguieron una conciliacion, que por cierto
respetaron poco los oprimidos naturales indios, á cuyas agre-
siones respondieron los invasores, tal vez demasiado inclemen-
tes en aquellos momentos, degollándolos á todos sin piedad.


Dueños así de la Martinica, organizaron los aventureros la
sociedad colunial, dividiéndose en dos clases segun su impor-
tancia, una de los plantadores, yde coadjutores ó contratados
la otra; cuya distincion siguió hasta que, terminado el tiempJ
del compromiso de éstos últimos y reemplazados en su trabajo
por esclavos negros, ascendieron á la categoría de colonos.
Desde entónces todos los habitantes blancos gozaron de los
mismos derechos, ocupándose indistintamente, por el pronb en
el cultivo del tabaco, del algodon y del añil; luego, en 1650,
en la elaboracion del azúcar de caña, y por último, en 1681,
aumentaron sus producciones con la del cacao, importado de
las próximas costas de Caribana por el judío Dacosta cuando
supo que en Francía se habia hecho de moda el consumo del
chocolate. Un furioso huracan destruyó en 1718 tod::JS los
cacaotales, que se tenian ya como primer elemento de riqu~­
za, y para que tan lucrativo ramo de comercio no desapare-
ciera de la isla, envió el gobierno francés, del mismo jardin
de plantas de París, los ejemplares de aquel arbusto regalados
al rey por los holand;)ses; cuyas especies dieron en la jJfarti-
nica los más felices resultados.


Por ser el punto céntrico de las Antillas caribes, estable-
cieron los franceses en ésta su gobierno colonial, conserván-
dolo hasta 1763 que, reconociendo más ventajoso el sistema
adoptado por los ingleses en sus posesiones ultramarinas,
nombraron un gobernaclor para cada isla.


6




52 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


Ésta de la iJfartinica, con lo:> despojo:> de los primitivos
forbantes y filibusteros, que en sus correrías saqueban lo mis-
mo los bohíos del indio que los nacientes establecimientos es-
pañoles, adquirió como mercado de presas ilegítimas y áun
de contrabando tan notable desarrollo, que en 1744, durante
la guerra con la Gran Bretaña, pudo ya armar muchos bu-
ques,corsarios, los cuales atrajeron la atencion de los ingleses
hácia á aquellas costas, é invadiendo la isla en 1759, obliga-
ron á los colonos á permanecer refugiados en los montes has-
ta el tratado de paz de 1763, que volviendo la isla á la Fran-
cia, les permitió regresar á sus propiedades. P~r.) la cesion
del Canadá á la Inglaterra, verificada en la misma ocasion,
fué tan funesta para la Martinica, que vi6 desde ent6nces
extinguir:>e !:3u comercio con la América del norte; viniendo
todavía á ménos su movimiento mercantil á consecuencia de
otro furioso huracan, parecido al de 1718, que en 1776 arra-
só las plantaciones de caila de tal modo, que ea algunos años
no pudieron reponerse, y ex:tinguiéndos,~ c:1si por completo
su prosp~ridad con la inlepmdencia d2 Haiti y la abolicion
de la esclavitud. Estas causas mat:1ron la agricultura y la
industrÍ3. en aquel brillante, aunque injustificado y un tiem-
po criminal, centro de riquezas; al que, á p2sar de sus ciento
veinte mil habitantes, 13 vimos, cuando cuatro años atrás
desembarcamos en Fort de France ó Fort Royal, arrastrar la
trabajosa vida del indigimte y haciendo grandes esfuerzos
para sacudir su abatimiento.


La isla de Santa Lucía, que sigue á la Martinica en la di-
rece ion del arco de círculo que forman las Antillas, fué asi-
mismo descubierta por los españoles, quienes, como sucedió
con las demás islas de barlovento, tampoco fundaron ningun
establecimiento colonial. Aprovechandose de este abandono los
ingleses, tomaron posesion de ella en 163g, y un año despues,
por haber aprisionado á unos caribes que surtian de frutos á
la Martinica, fueron los invasores atacados con tal ímpetu
por los naturales, r2unidos con indios de las vecinas islas,
que obligaron á huir á los que pudieron salvarse de la fiereza




CAPÍTULO 1 53




L~,,"S INSURRECCIONES EN CUBA


gros, que procederían quizás de las primeras islas colonizadas
por españoles ó del naufrágio de algun buque dedicado al co-
mercio de esclavos africanos. Instalada la colonia francesa y
bien acogida por los indígenas rojos, se dedicó á la agricul~
turacon los esclavos que habia introducido; pero irritados
los caribes negros al ver esclavizados á hombres de su mis-
mo color, y para evitar que algun dia les tocara seguir igual
suerte, se retiraron en son de guerra á lo más intrincado de
los bosques, donde á sus ~ijos re cien nacidos, para distin-
guirlos de los esclavos, les comprimían la frente hasta que-
dar aplastada.


Ouando la colonia iba desarrollando sus elementos de pros-
peridad, pasó la isla á poder de los ingleses por el tratado de
1763, y como comprendida entre las pequeñas Antillas, que al
tocar entónces en el reparto á Inglaterra tomaron el nombre
de Islas Oedeas; yal posesionarse los nuevos dominadores,
llispusieron, como primera medida, la venta de todas, las tier-
ras productoras para indemnizarse de los gastos de la guer-
ra, disposicion que, arruinando la agricultura, obligó á los
despojados colonos franceses á buscar refugio en las inmedia-
tas islas de Guadalupe y la Martinica. Los carih2s negros
que independientes vivían en las montañas, poco dispuestos
á otro dominio, corrieron á la lucha, resistiéndo con tal fúria
á las tropas británicas destinadas á sujetarlos, que obligaron
al inglés á transigir, cedit'mdoles por un convenio, que se es-
tipuló en 1773, las llanuras más fértiles de la isla. Pero no se
satisficiéron con esto las aspiraciones de aquellos indígenas,
que azuzados de contínuo por los franceses desposeidos, con
quiene,~ seguían en secretas relaciones, amenazaban cada vez
eon mayor osadía la dominacion británica; y cuando se esta-
bleció ya perfecto acuerdo entre unos y otros, desembarcaron
los colonos refugiados en ]a Martinica, y unidos con los indí-
genas, arremetieron con tal dccision á los ingleses, que viéron-
se éstos obligados á capitular y á ceder sus derechos, que-
danclo de este modo la isla otra vez bajo el dominio de la
Francia en: l77D. Cuatro años despnes de tales sucesos se




CAPÍTULO 1


ajustó el tratado de 1783, p8f el cual adquirió de nuevo Ingla-
terra la isla de San Vicente, que desde entónces la conserva
en bastante prosperidad, fomentando el cultivo del algodon,
caña de azúcar, café, cacao y p,llo tinte que producen la ter-
cera parte de las tierras, única de las que pueden dedicarse á
la explotacion agrícola.


'En un viaje de exploracion á las Indias occidentales verifi-
cado por los portugueses el siglo XVI, descubrieron la isla
Barbada, y creyéndola de escasa importancia, la abandona-
ren pronto; pero ántes, como medida de precaucion para los
navegantes futuros, ó más bien, sin duda, para aligerar ue
estiva al buque ó por falta de forraje para el ganado, des-
embarcaron una piara de cerdos destinados al comercio que,
libres de enemigos que les molestasen, se multiplicaron allí
prodig'iosamente. Algunos años despues, en 1605, otro bu-
que británico tomó posesion de la isla en nombre de Jacobo I,
sin fundar tampoco ningun establecimiento; y en 1624 fué
cedida la Ba¡'bada por aquel gobierno á un caballero inglés,
quien fundó á James Tomn, y atrayéndose colonos de las
gentes que. las emigraciones religiosas arrojaban de Ingla-
terra, aumentó considerablemente la poblacion, que sin inter-
rupcion dependió desde entónces del poder británico.


La Granada y las Granadinas, descubiertas por Colon en
1498, permanecieron más de un siglo abandonadas y sin ser
inquietados sus habitantes indígenas por ningun aventurero;
pero en 1650 el gobernador de la Martinica, Du-Parquet, an-
sioso de conquistar, envió doscientos hombres al mando ele
Le Compte para apoderarse de la Granada. Nada notable
ocurrió en ella mientras los invasores se entendieron pacífi-
camente con los naturales; mas cuando los franceses empeza-
ron á vej arles con sus exigencias, pusiéronse aquellos ,de acuer-
do, y un efecto de su irritacion fué degollar á gran número
de colonos; cuya sangrienta agresion obligó á. Le Compte á
pedir auxilios y á emprender una guerra de extermÍnio oon-
tra los .caribes. Perseguidos éstos, se replegaron en unas ele-
vadas rocas á la orilla del mar, desde donde a.corralaríos p()r




56 LAS I"'SURRECCIONES EN CUBA


las tropas y prefiriendo la muerte al dominio de los invasores,
se precipitaron en las aguas y perecieron todos, cual hubiera
hecho cualquier hijo de la Granada española; conociéndose
aquel punto en adelante con el nombre de Tumba de los
sal1Jajes. Dueños por tales medios los franceses de la Grana-
da, siguieron colonizándola hasta que Du-Parquet, que por
haberla conquisbtdo con fondos propios la tenia como suya,
vendióla al conde de Cerillac, y éste luegJ, en 1714, ála
Oompañia de las Indias, la cual al disolverse trasfirió el do-
minio al gobierno francés á quien la arrebatar m los ingleses
en 1755, reconquistándola Estaing en 1779, y volviendo por
fin al poder de Inglaterra en el tratado de 1783.


Las doce islillas situadas entre San Vicente y la Gran:1da
Dom bradas por Colon las Granadinas, nunca llamaron la
atencion de los grandes aventureros, por su escasa importan-
cia y por estar privadas de agua dulce. Sólo en la de 00-
riocú, que es la mayor de ellas, se establecieron unos france-
ses para dedicarse á la p3sca de la tortuga, á los cuaies unié-
ronse despue;; algunos emigl'a10s de la Guadalupe con sus
esclavos, y juntos todos cultivaron unos pequeiios campos de
algodon en sus fértiles tierras. Más tarde fueron otros p')bla.-
dores á la Ronda, que sigue á (Joriocú en importancia; y éstas
como el resto de las Granadinas, pasaron por diferentes tra-
tados á poder de Inglaterra, ácuyodomínio perteneceneneldia.


La isla de Tábago, separada de la TrinidaJ por un canal,
la descubrió tambien Colon en 1498, y durante algunos años
fué llamada la Isla melancólica por lo sombrío de sus pe-
dregosas costas del norte. Aquel aspecto poco risuelío ahuyen-
tó á los aventureros, quienes la tuvieron abandonada y sin p:)-
b1ar hasta 1632, en que unos holandeses se establecieron en
ella; pero recelosos los habitantes españoles, que desrle la ve-
cina isla de Trinidad guardaban las entrada.s del Ol'inoco J
temian que gentes extrañas fueran á arrebatarles el oro que
aquel rio arrastraba, incitaron á los indios contra la colonia
hohndesa, que débil para resistir tales agresiones, desapare-
ció por entónces.




CAPÍTULO 1 57


En 1654 otra colonia de la midms nacion se apoderó de
Tábago; doce añCls despuJs cayó en poder de los ingleses; la
escuadra d'Estre~s la conquistó al añ'J siguiente, queiando
en poder de la Francia por la paz de Nim~ga, y pasado a1gun
tiempo, vi~ndola inhabitada unos especuLtdores ingleses, la
poblaron y retuvieron como suya. Trató la Francia de reivin-
dic:wla, y conquistada y restituida várias veces, pasó al fin
al dominio francés por el tratado de Amiens, y definitivamen-
te por el de París en 1814.


La inmediata isla de Trinidaa, situada á la embocadura
del Orinoco, y contribuyendo con su posicion á formar el gol-
fo de Paria, es la mayor de las islas que festonean las costas
de Venezue~a, las cuales, algo separadas de las verdaderas
Antillas, constituyen un grupo, en el que se distingu~n la
Margarita, Siete IIermanos, la Tortuga, los Roques, las
Aves, Buen Aire, Ourazao, Oruba y otra porcion de cayos
€ islas, visitadas ó descubiertas casi todas por Col m ea 1493.
Hasta 1588 no se establecieron los españoles en T?'inidad,
quienes á los siete años fueron visitados por algunos aventu-
reros ingleses á las órdenes de sir Gualterio Raleigh, que
se retirarcm en seguida para buscar m3jorcs conquistas.
Cerca de un siglo vivieron tranquilos los pocos habitant3s blan-
cos de aquella isla, que, conquistada en 1676 por los france-
ses, fué restituida luego á la corona de España; pero progre-
saba tan pClCCl allí la colonizacion, que á pesar de haber per-
mitido el gClbierno español en 1786 la entrada de extranjeros
en sus cobnias, no llegó á pasar en aquel tiempo la pobla-
'Cion de T'i'inidaa de cientJ veintiseis blancos, doscientos no-
venta y cinco libres de color, trcscient0s diez esclavos y unos
dos mil indios.


A poco dil esto, las r~vueltas de Santo D )mingo llevaron á.
la isla muchJs plantadores emigrados con sus esclavos, cuyos
nuevos colonos, empleando la mediana riqueza que poseian,
unidos á algunos aventureros de Europa, dieron principio al
desarrollo de los intereses agrícolas y mercantiles; mas cuan-
do emp2zaba á dar fruto su trabajo é iban tocándose los bie-




58 LAS INSURRECCIONES EN CU"BA


nes de la prosperidad, los ingleses, que resentidQs con Espa-
ña por la proteccion dispensada á los independientes de los
Estados-Unidos, se propusieron destrllir todo lo que les re-
cordara el nombre español, enviaron contra la Trinidad una
ei!cuadra al mando del almirante Harvey. Hallábase á la sa-
zon en aquellas aguas, en febrero de 1797, la pequefrd. flota
dél general español Apodaca, quien, considerándose impotente
ante los numerosos buques británicos, q uellló los suyos an-
c1ados en Puerto España, abriendo de este modo á los enemi-
gos las puertas de la capital, que áun hoy lleva el nombre
de 8panisk Tomn, donde mandaba D. JoséChacon, el que,
obligado á capitular, pudo conseguir que se garantizaran
por los vencedores la seguridad de las propiedades privadas
y el ejercicio de la religion católica. La paz de Amiens debia
restituir aquella isla á España; pero los ingleses no quisieron
abandonar tan favorable posicion, que, cual centinela avan-
zado, les permitia vigilar la América meridional, y quedaron
desde entónces definitivamente dueños de la Trinidad.


Réstanos decir, para terminar esta desc¡'ipcion de las A.n-
tillas, que el tercer grupo separado del continente y de las
grandes islas caribes por los canales viejo y nuevo de Baha-
ma, lo forman las Lucayas, primeras tierras descubiertas por
Colon y abandonadas de España por su poca importancia, de
las que se apoderaron los ingleses, y las poseen todavía. En-
tre ellas es la más visitada la de Nueva Providencia, y aH
puerto de N assau el punto de escala de los bllq ues norte-
americanos, así como centro de contrabando alguha vez, y
el vigilante que Inglaterra tiene frente de las Antillas espa-
ñolas. Las otras islasapénas sostienen algunos pobres aven-
tureros, restos tal vez de los antiguos forbantes y piratas~
que, sin nacionalidad conocida como aquellos, y con el nom-
bre de ra(j'Ueros, asaltan las pequeñas embarcaciones que las
tormentas conducen á sus costas, 'ó las atraen para que se
estrellen, y de los despojos del naufragio viven y han vivido,
siempre que una guerra, cual la última de Santo Domingo,
no les proporcione, cual hoy la de Cuba les promete, mayores




CAPÍTULO 1 59


ganancias sirviendo con sus atrevidos cayucos de correos á
las bandas de insurrectos.


Quizás nos hemos extendido demasiado en la historia de
las pequeñas Antillas, cuando hubiéramos podido abreviarla
apuntando como afirmacion sintética, que, cual todas las ca-
lónias de la antigüedad, envolvian su origen en crímenes y
sangre, y que, cual aquellas, las islas americana,;;, depen-
dientes de España por el incuestionable derecho del descu-
brimiento, fueron todas teatro de la rapiña de los más osados
extranjeros, que, sin otra ley que la fuerza, nos las 'arrebata-
ron. Pero hemos preferido referir algunos hechos de los aven-
tureros ingleses y franceses principalmente, fundándonos en
una obra del francés MI'. Regnault, para que al hablar de
sus compatriotas no se nos calificara de apasionados, de cuya
'Ilota huimos. y para que al relatar tantos horrores se viese
de qué manera las primeras gloriosas conquistas de Colon
pasaron ensangrentadas á manos ajenas.


v.


Al estallar en Francia la revolucion de 178.9, existian éU
la parte francesa de la isla. de Santo Dumiugograndes mo-
tivos de disc()rdia entre los blancos, los mulatos y los negros
que la poblaban, provocados por los orgullosos colonos, due-
ños de esclavos, que ensob~rbeciaos por su riqneza, é irrita-
dos contra el yugo de la metr6poli, 'entraron en deseos de sa-
cudirlo al ocurrir la emancipacion de los Estados~Un'¡dos de
la América del norte, al tiempo que con su proceder yarbi-
trariedades, tenian en continua ,excitacion á las clases libres
de color, que á su 'Vez pre'tendian poseer mayores derechos




60 LAS INSURRECCIONES RN CUBA


sociales, é iban trab3jando la dormida inteligencia de los
si~rvos para arrastrarles á sus opiniones. No era extraño,
pues, que en tal situ'1cbn fuese r~cibija c)n verdaiero júbilo,
por t ldos los súb:litos franceses de aquella Antilla, la noticia
de la más asombrosa de las revoluciones modernas.


Bastante tiempo ántes, y durante los prepJ.rativos de tan
grande acontecimiento político, tenian los dominicanos fran-
ceses emisarios en París, achaque propio de todas las colonias
que lo han dacio á conocer ostentosamente en sus metrópolis,
cuyos emisarios, procedentes b mismo de las poderosas cla-
ses de plantadores y negociantes, que de la de blanquillos, ó
blancos de la clase media, y la de mulatos, trabajaban unos
p'Jr sus privilegios, y otros por sus derechos sociales; y entre
ellos, nadie en verdad obtuvo grácia tan pronto corno los mu-
latos, q;~ienes de la Asamblea nacional merecieron ya, en 19
de octubre de 1789, que reconociese en principio aquellos de-
rechos civiles y políticos que deseaban. Es cierto que los
hombres de la revolucion, concertados para bélrrar todos los
pri vile~'ios, no polian manifestarse muy propicios á los ricos
plantadores y negociantes criollos, los qU3, comprendiendo
perfectamente desde el prim'3r mo:nento las ten:l<:mcias re-
volucionarias de la metrópoli, no agu3.rdaron concesiones de
quÍ3n3s no confb.b::m obtenerlas, y constituyendo Asam-
bleas prim:1rias ó municipales en las parrJ1uias d3 la isla, é
inmeliatam~nte j untas provinciales en los tres distritos del
Cabo ó Norte, del OJste Ó Puerto Pl'Íncip3, y d; CayJs Ó Sur,
en que el territorÍ0 estaba dividirlo, prep1raron una Asamblea
~entral, en la que, co:no en las otras c)rp)racion3s, no admi-
ti3ron ningun hombre de color. Éstos, q uc por sus emisarios
de París est1b3n tambi:m ent3rados de lo qU0 allí pasaba, co-
mii:iionaron al mulato Lacomba el 2 dJ noviembre cerca de la
A:>tmblea dd Norte, para qU3 en nombre de tJda b clase
piliede por escrito, al mod) qu~ 138 de la metrópoli habian he-
cho SUil peticiones en la Asa;nblea nacional, que se procediese
á la declMa~i)u de los d3rechos del hombre; á lo cual irrita-
dos respo!ldi~ron los co~onos criollos, mandando prender al




C.UÍTULO 1 61


atrevido mulato autor de tan incendiário escrito, persiguien-
do á algunos de sus cómplices, y hasta castigando á otros
con pena de muerte.


Preparados los trabajos y verificada la eleccion de los di-
putados para una Asa;nblea general, disolviéronse las pro-
vinciales de la isla, y aquélla que debia entender en todos los
negocios de la colonia, reunióse en San 11árcos el 15 de
abril de 1790, acordando sin pérdida de tirmpo que si el
nuevo gobierno francés no les enviaba sus instrucciones en el
término de tres meses, tuviese entendido que la corporacion
asumiría el gobierno colonial; acuerdo que no llegó ootón-
ces á realizarse por haber llegado ántes del término fija-
do un decreto expedid') con anterioridad por la Asa:nblea
nacional francesa, el 8 de marzo, sancionando la reunian de
las juntas coloniales, llamándolas á París para que mani-
festaran el voto de las colonias, y dando al propi') tiempo á
conocer los derechos que la ravolucion concedia. Fundados
los criollos en el preámbulo de aquel docum8nto, que inter-
pretaban á su modo, aseguraron qu~ tales dere~h1s solo á
los blanoos podian referirse, lo cual admitido, en absoluto ex-
cluia de los beneficios del decreto á los mulatos; pero éstos,
que en las instrucciones particulares creyeron verse com-
prendidos, reclamaron en forma, y los criollos, al negar el
valor de las instrucciones ante la autoridad y letra del decre-
to, denegaron la reclamacion, y siguieron por sí solos la obra
revolucionaria y de regeneracion de la cobnia. Tan allá fue-
ron en sus acuerdos y con tan franca é imprudente claridad
expresarJn sus tendencias al decretar la Constitucion colonial
publicada en San Márcos el 22 de mayo, la que más que otra
cosa parecia una declaracion de independ\~ncia, que el poco
precavido gobernador Mr. Peynier, considerándola atentoria
á su autoridad, se apresuró, aunque tarde, á tratar á aquella
asa:::nblea como en abierta insurreccion, lo cual hizo que los
blanquillos y mulatos se inclináran en favor del representante
legítimo de la Francia, tanto por ódiJ á los colonos, cuanto
por debilitar el soberbio poder criollo. .




LAS INSURRECCIONES EN CUBA


La milicia, que siempre habia permanecido unida, se divi-
dió tambien cuntru motivo en dos bandos: el de los patriotas,
que ostentaba la escarapela roja y querian la independencia
de la colonia, y el de 10sl1ristócratas ó de la escarapela blan-
ca, que, como los blanquillIJ8,:pertenecian a las clases de ma.-
yor ilustracion, aunque ménos acomodadas, y se mostrahan
decididos partidarios del gobernador representante de la me-
trópoli. De ,las asambleas provinciales, :reunidas en medio de
la agitacio'1, se declaró la del Norte en favor tambien del go-
bierno legitimo, y la general reunida en San Marcos, que
al contrariada creia lastimados sus orgullosos fueros, en un
arranque de osadía, llamó a la barra a los individuos del
gobierno legítimo, agitando así todas las pasiones, tan :/Rci-
les de explotar donde existian los encontrado;:; intereses de la
diversidad de razas. MI". Peynier, que en presencia de un su-
ceso tan grave no pudo obtener siquiera, para el sostenimien-
to de su autoridad, el apoyo de la fuerza que guarnecia el bu-
que de guerra Bl.Leopardo, por negarse aquellos Baldados y
tripulantes á luchar con lospatrriotas,decretó entónces como
último recurso la msolucioude la Asamblea general, dBclaran ..
do rebeldes ytmidores Á los inrlh1iduos -qlAIela c~mpOll1ian~ eon
cuya medida se fClmpióya elfuegG entre ámbos p0deres, y
aquellos facciosos, viendo ,dudoso el éxito de Sil causa, ,em-
barcáronse en el mismo Leopardo para pedir en París á la
Asamblea nacional la sancion de su desobediencia; pero lo que
allí encontraron, por excitacion de Ba1'nave, fué un decreto
de prision como rebeldes. Srubida esta inesperada solucion
por los patriotas dominicanos, en los momentos mismos en
que iban a verificar.se en la isla las elecciones de diputados
para la Asamblea nacional, hicieron talesesfuerz@s para
triunfar, que al fin 10graro.n, por una considerable mayoría,
que fueran elegidos represemtantes too.os los présos em París
que habian pertenecido á la asamblea de &cm. Márcos, dando
así aquellos colonos la primera y muy ostensible muestra de
rebelion contra elgobiel'no de la llletrópoli.


Un nuevo acontecimiento suspendió en aquellos momenoos




CAPÍTULO 1 63


la agitacion política que entre los blancos dominaba; y éste
la produjo el mulato Vicente Ogé, hijo de un carnicero del
Cabo, que, procedente de Inglaterra, desembarcó á fines de
octubre en la isla, decidido á hacer ejecutar el decreto de la
Asamblea nacional del 8 de marzo; y reunió al efecto ami-
gos y partidarios, que, con las armas en la manv, se dirigie-
ron á apoyar su peticion ante la Asamblea. Los blancos en-
tónces, que ante el enemigo comun olvidaron sus particulares
disensiones, uniéronse, así patriotas como arist6cratas, para
batir á los hombres de color, á quienes pronto derrotaron, y
persiguieron hasta descuartizar, ciegos de venganza, á los
pr0movedores, que acogidos en la parte española, fueron re-
clamados del gobernador D. Joaquin García. Tal ensañamiento
profundizó, como era de esperar, el abismo que ya separaba y
hacía incompatibl~s á las dos razas; pero los inquietos colo-
nos, despu8s de tener sujetos á los mulatos, volvieron á luchar
entre sí, aún con mayor furia que ántes, dando principio con
el asesinato del coronel Manduit por los patriotas del Oeste.
Este hecho motivó la sublevacion de los blanquillos en Ca-
yes, donde esparcieron la devastacion y la anarquía, y lle-
varon á tal grado el desprestigio del poder de la metrópoli,
que el gobernador Blanchelande, sucesor de Peynier, se vió
privado de toda su autoridad é influencia al usurparle y pasar
el gobierno y la administracion entera al seno de las asam-
bleas provinciales.


Los homhres de color, no sólo mulatos, sinoya negros, que
en silencio sufrian el ilegítimo dominio de aquellos perturba-
dores, espiando estaban la ocasion de entrar en lucha; y no
tardó" por cierto mucho tiempo en preparársela la cuasualidad
con el «perezcan las colonias ántes que un principio,» ó «pe-
rezcan los blancos ántes que los negros,» que Robespierre
proclamó en plena asamblea y produjo aquel decreto del 15
de mayo de 1791, que hacía extensiva á los libres de color la
concesion de los derechos del hombre. Esta medida, que sien-
do de alegría para los mulatos, debia Causar profundo dis-
gusto en los blancos, tanto les exasperó, que declarál'onse




LAS INSURRECCIONES EN CUBA


desde luego rebeldes á la metrópoli, y reunidos en la parro-
quia de Gros-Jlforne, decidieron desobedecer todo lo ordena-
do por la Asamblea nacional francesa, y obrar como indepen-
dientes desde luego, reuniendo al efecto otra asamblea colo-
nial en el Cabo. Con este actD se consumó y tuvo fin la pri-
mera parte del drama revolucionario de Santo Domingo, y
asÍmismo termin6 el prestigio de los blancos y el papel que
les estaba destinad::J representar en la independencia de aque-
lla isla.


Huérfana la colonia, á este tiemp::J, de verdadera auto-
ridad, presenció, sill fuerzas Pl1ra resistir desde un princi-
pio, ellevantamient::J en la provincia del Oeste de numerosas
partidas de negros capitaneados p:)r otro llamado Bouk-
mann, quienes, guiados por sanguinari::Js instintos, degolla-
ban á todos los blancos que podian sorprender, y llevando
sus cabezas por trofeo, recorrian las fincas suble, ando las
dotaciones, y esparciendo el terror por el distrito. Par.a com-
batir á los insurgentes, los mulatos, que esperaban todavía su
ocasion, pidieron armas á los blancos; pero éstos, que de ellos
recelaban, no solo se las negaron, sino que, acusándoles como
instigadores de la rebelion, les trataron con igual dureza que
á los própios insurgentes negros,' lo cual acrecent:) conside-
rablemente su eterno ódio.


Derrotados algunos de los rebeldes en un combate, y fu-
silados en pelotones los prisioneros, dispersáronse los demás
en cuadrillas, que vagaron algun tiempo p::>r los campos, y
organizáronse lueg) en mayor númer,), á las órdenes de
Juan Francisco '!! Biassou; respondiendo á los castigos de
los blancos con más horrendos asesinatos é incendios, y has-
ta con el degüello de sus propios hermanos en la esclavitud,
que permanecian fieles en las fincas de sus dueños:
}~stos, como torpes políticos, trataron entónces con mayor


crueldad á sus siervos, no demostrando sino que, sólo adver-
sarios buscaban donde podian encontrar aliados; y Biassou,
que en tales torpezas veía progresar su causa, necesitando
ya un color político para presentarse en la escena de aquella




CAPÍTULO 1 65


agitada sociedad, adoptó, sin duda por instigacion de algun
español de Santo Domingo, ó eDn apoyo del mismo goberna-
dor de la parte española, la bandera realista, y dando vivas
al rey y al antiguo régimen, fué con sus tropas negras estre-
chando el poder de los colonos franceses hasta el punto de
obligarles á pedir auxilio al gober'1ador de Jamáica.


La graveda'l de tales sucesos oblig6 al fin á los blancos á
aceptar la unÍDn y el apoyo de los mulatos, y juntos, fueron
á batir á los negros, consiguiéndolo de un modo tan comple-
to en la batalla de Limbé, que despavoriélos, los cortos restos
de insurgentes que libraron de la muerte, no pararon hasta
refugiarse en lo más escondidó de las montañas.


Los mulatos, que con las armas en la mano y con el pres-
tigio del triunfo, tocaban ya de cerca la ocasion tanto tiem-
po esperada, tranquilos y comedidos pidieron á los colonos la
concesion de sus derechos pDlíticos, de.3pues de habers~ pre-
parado, eligiendo pJr jefes militares á Bealtvais, Rigaud y
Petion; y fijándose en la Crm; de los Ramilletes, cerca de
Puerto Príncipe, allí esp~raron de la asamblea del Oeste la
respuesta á su demanda. Aquellos colonos, que al vcrs~ sin
enemigos negros iban cambiando de opinion, enviaron como
portadores de tal respuesta una columna de trescientos hom-
bres entre marinos y tropas de línea, con alguna artillería;
pero habiendo sido completamente batidas estas fuerzas por
los indignados mulatos, lograron éstos tras de la victoria es-
trechar su union con los plantadores del Oeste, quienes, por
medio de un concordat::> firmado en la misma Cruz de 10sRa-
milletes, reconocieron los derechos de los hombres de color, é
inclinaron, en favor de este acuerdo} á la apurad.a asamblea
de aquel distrito, la cual declaró, pDr tanto, que la general de
la colonia se reformaria, segun solicitaban, con arreglo al ci-
tado decreto de 15 de mayo. Con tales promesas entraron en
Puerto Príncipe los victoriosos mulatos, donde, acuartelados,
esperaron la ratificacion del concordato; pero la Asamblea ge-
neral reunida en el Cabo, proclamó que el contrato de la del
Oeste era subversivo al sistema colonial; y como pOCJ des-




66 LAS INSURoRECCIONHS EN CUnA.


pues denegaba la Asamblea francesa á los· hombves libres de
color aquellos derechos que p:;¡r R)bespierre 13s habia ya cou-
cedido, quedaron los mulatos en su anterior situacion, á lo
cual no se avinieron, y creyendo tener en el compromiso d¡\
la Cruz de los Ramilletes seguro. apoyo en que fundar sus re-
clamaciones, á él se refirieron, pidiendo su exacta ejecucion
con las armas en la mano.


Un incidente desgraciado fué, durante estas réplicas,
origen de grandes desgracias. Disputando en las calles de
Puerto Príncipe un soldado blanco de artillerh con otro de
las milicias de color, éste desarmó á su contrincante en la pe-
lea, y los patriotas criollos que lo presenciaron, poniéndose
de parte del blanco, apoderáronse del negro y lo colgaron de
un farol. Al saberlo los mulatos, dieron suelta á su coutenido
Mio, matando de un fusilazo al primer artillero que encon-
traron, siguiéndose á ésto un ataque general de blancos y
artilleros contra los mulatos, á quienes libró Beauvais apresu-
radamente, haciéndoles retirar en ordenada formacion á las
montañas, despues de prender fuego á dos cm,rteles de la
ciudad; cuyo incendio exasperó tanto á los colonos blancos,
que para vengarse de las gentes de color pasaron á cuchillo,
sin distincion, á más de dos mil mujeres mulatas.


Tan horrorosas e~menas, excitar{)n cual nunca el turor de los
mulatos hácia la raza blanca, y bajando de los montes, pu-
sieron sitio á Puerto Príncipe con el apoyo de los esclavos su-
blevados, precisamente en los momentos en que tres nuevos
comisarios de la Asamblea na,.ional francesa desembarcaban.
Trataron éstos de mediar en la contienda, y vieron desco-
nocida su autoridad por los intransigentes individuos de la
asamblea general del CahJ, ll1iéntras obtenian el apoyo de las
gentes de cDlor, en su mayoría mulatos, que ofrecieron some-
terse siempre que sus derechos fueran reconocidos; y se infor-
maron en tanto de que los africanos mandados por el peque-
ño negro Jacinto derrotaban las tropas de la ciudad de Puer-
to Príncipe, y que Juan Francisco y Biassou, hacian ondear en
otros puntos la bandera blanca realÍilta. Los comisarios, que




CAPÍTULO T 67


Thpénas desembarcaron, comprendieron cuán escasos é incom-
pletos eran los conocimientos qué en Paris !:le tenian de lo que
en las colonias pasaba, regresaron inmediatamente á Fran-
cia para ilustrar' á l!i. Asamblea, la cu3ll, al tener noticia
exacta de un estado de cosas tan violento, expidió el decreto
de 4 de abril de 1792, que concedia á los mulatos y negros
libres los mismos é iguales derechos que á los colonos blan-
cos: Esta. imprudente suprema dísposicion se resistieron á
cumplimentarla las asambleas criollas; pero el goberna.dor
Blarrchelande, que contaba ya con el apoyo de los mulatos,
mand6 prender y deportó á los diputados disidentes, cuya
medida fué implícitamente aprobada por la tercera comision
de emisarios de la Asamblea francesa, que á la sazon lle-
garon á la isla declarando, con autorizacion bastante del po-
der central, que la nacíon no reconocía ya más clases de hom-
bres que libres y esclavos. D~ este modo qued6 asegurada
la posicíon de los mulatos, quienes rompieron las alianzas
con los negros al ver su causa triunfante, y al ser llamados á
los cargos públicos, que hasta entórices no habian podido
desempeñar:; y con aquel poco meditado triunfo, proporciona-
do por la agitada A!:lamblea francesa á las gentes de color, di6
fin la segunda parte del drama revolucíonario, y empezó la
emigracíon de la desairada raza blanca, que, previendo ma-
yores catástrufes, fué trasladando sus bienes á las colonias
vecinas.


Los desastres debian, en efecto, ser mayores en la tercera
parte del drama, y necesariamente habian de serlo, encon-
trándose en la escena abatida y sin prestigio la antigua y
org'ullosa raza blanca, ante las prepotentes clases de color.
Aquella, fraguando por un lado la reaccion que le devolviera
su perdida influencia; y éstas por otro, próximas á un rom-
pimiento; pues la esclava no podia ver sin envidia las súbitas
elevaciones de sus compañeros de insurreccion, los mulatos,
é intentaba, por los conocidos medios que aquellos usaron,
procurarse iguales ventajas en la posicíon social.


El primero que levantó el grito reaccionario fué el caballe-
7




68 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


"1'0 Borcel, en Puerto Príncipe, desde donde, sitiado por los co-
misarios, se le obligó á huir primero á Jacmel y despues á
Jamáica, y respondiendo á aquel grito los blancos del Su~'
ayudados de los mulatos descontentos, Rigault y Pinchinat.
se declararon en rebelion, secundados indirectamente por'
Biassou, que, al frente de sus negros, seguia proclamando
al rey y el antiguo régimen. Pero los comisarios que con la
reciente declaracion de guerra entre Francia y la Gran Bre-
taña, en mayo de 1793, temian la disgregacion del terri-
torio si aquellos sediciosos llegaban á un acuerdo) reunieron.
todas las fuerzas disponibles, y atacándoles rápida y despia-
dadamente, lograron desbaratar á un tiempo á blancos y á
negros, teniendo la satisfaccion de ver cómo más de catorce
mil de los esclavos, respondian acogiéndose al indulto que
publicaron.


Concluida la lucha armada, des~mbarcó en la ciudad del
Cabo el general Galbaud para desempeñar el cargo de gober-
nador; pero los comisarios, se negaron á" reconoce"rle, fun-
dados en que, siendo Galbaud propietario en la isla, estaba
incapacitado, segun las leyes coloniales, para ejercer el man-
do. Con la irritacion consiguiente á. tal desaire, se retiró el
nuevo goberna,dor á un buque del puerto, ocurriendo en los
muelles y en la ciudad durante su permanencia á bordo gra-
ves conflictos, por haberse opuesto los comisarios á que se
castigara, segun reclamaban las tripulaciones, al mulato que
se habia trabado de palabras con un oficial de marina. Tras-
mitida la excitacion con tal motivo á todas las clase::;, yati-
zando la de los blancos el fuego de las pasiones, encendieron
una sangrienta lucha entre marinos y naturales en las mis-
mas calles de la poblacion, que no terminó hasta que aque-
llos fueron rechazados á la playa. En lo récio del combate,
los jefes de los negros sublevaclos que salvaron de la pasada
derrota, viendo la ocasion muy propicia á sus intentos, en-
traron en la ciudad, abrieron sus prisiones á quinientos com-
pañeros que esperaban el castigo por la anterior rebelion, y
despues de pegar fuego á las cárceles y casas principales y




CAPÍTULO 1 69


de esparcir el terror con el incendio de muchos barrio;;, se
retiraron vengados. Entre tanto Galbaud, en vez de manifes-
tarse humanitario y de prestar auxilio á los consternados ha-
bitantes del Cabo, dispuso levar anclas, y acompañado de los
promovedores de aquellas escenas de desvastacion, con dos
navíos y trescientas embarcacion3s cargadas de heridos y de
víveres, se hizo á la vela para los Estados-Unidos. ¿Eran de
extrañar aquel general desacato, y la anarquía, y la con fu-
sion, cuando hasta los própios depositarios de la confianza
del gobierno frances desobedecian la autoridad de la metró-
poli'?


Cara fué la victoria ganada en aquella ocasion por los co-
misarios de la Asamblea, quienes ayudados de los mismos
negros incendiarios, trataron de recomponer la capital, despues
de arrojar al mar algunos centenares de cadáveres, y para
vengarse de los turbulentos colonos, publicaron una impru-
dente proclama concediendo la libertad á todos los negros es-
cl~vos que quisieran alistarse para combatir en favor de la
república francesa, lo mismo contra los encmigos de la isla
que contri} los ingleses, cuyas agresiones no podian esperar-
se mucho tiempo. Natural parecia que á este llamamiento
acudieran muchos esclavos, y así fué en efecto; pero muy es-
casos los que pudieron utilizarse por los comisarios, pues la
mayor parte de los emancipados, desconociendo los deberes que
la libertad exigia, abusaron desde luego retirándose á las
montañas, con las armas y vestuario que al emanciparse re-
cibieron, donde engrosaron las partidas mandadas por Juan
Francisco y Biassou. Con el corto número de emancipados
que quedaron fieles pudieron organizarse algunos pelotones
al mando de los jefes negros Macaya y Perico, de los cuales
el primero fué comisionado por los representantes de la me-
trópoli cerca de Juan Francisco y de Biassou con proposicio-
nes de paz, á las cuales éstos, despues de seducir á Macaya,
que con ellos se quedó, respondieron que como partidarios del
rey no admitian tales proposiciones (22); siguihdo á esta
negativa, hasta la desercion de las mismas tropas de línea




70 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


blancas, que animadas tambien pO-l' sentimientos realistas, se
dejaban atraer p~r la influencia¡ española que tanto d(!)minaba
en los negros.


En presencia de circoostaneia:s. tan apuradas, Monse33.rOO.
los colonos que más comprometidos: veian sus intereses con
las revueltas imrteriores y en los pr6!lcimos ataques de'lIDa ar-
mada británica, que:~ decr.etase la emancipMion general.
Llevóse ésta á efecto en 29 de agosto de 1793, mas: tal de-
creto no produjo los efectos que se, esperaban, porque los co;-
lonos.del Sur y del Oeste quedaron descontentos de la tras-
cendental medida, y los negros no cambiaron por ella su ac'-'
titud, continuando, á pesar de los esfuerzos de los mulatos y
de los eomisarios para organizarlos, viviendo en las fincas
los que no habian abandonado sus trabajos agrícolas, y con
las armas preparadas aquellos de instintos más guerreros que
pudieron adquirirlas.


Cierto número de blancos de la Grande Ensenada que se
habian declarado independientes, enviaron á este tiempo 'un
comisionado á Jamáica ofreciendo someterse al rey de Ingla-
terra, á la vez que las tropas. de Juan Francisco y de Biassou
iban .ganando terrenal y respondiendo los ingleses al llama-
miento, se presentaron el 22 de, setiembre, con.un:a. fuerte es-
cuadra en Jeremías, donde, lo: mismo que en· otnas ciudades
del Sur, sc les abrieron las puertas y fueron recibidos como
libertadores. Los comisarios, que veian traidores en todas par-
tes, apelaron entónces á medidas de rigor; establecieron la
guillotina, que viéronse obligados á suspender en seguida por
el horroroso efecto que en todos los habitantes produjo, y
continuando su torpe y fatal sistema contra los blancos, les
desarmaron, y quintaban á los negros para el castigo al mis-
mo tiempo que de ellos hacían levas obligándoles á coger las
armas.


Otra flota inglesa se presentó el 2 de febrero de 1794 ante
Puerto Príncipe y tuvo que retirarse por la enérgica resis-
tente actitud del comisario Sonthonax; pero fué mejor acogí ...
da en otras poblaciones de la costa. En esta ocasion, los mu-




CAPÍTULO 1 71


latos que no podian ocultar por más tiempo su Mio á los ne-
gros libres, provocaron la reprimida cólera del general negro
Mombrú, que manteniéndose fiel á los comisarios, poseía toda
la confianza de éstos; y empezando la colision en la misma
ciudad de Puerto Príncipe con el ataque á un regimiento de
emancipados, se generalizó luego; pues atraidas por el rumor
de la refriega las negradas de los alrededores, entraron en la
poblacion con la esperanza del saqueo, degollaron á cuantos
blancos se opusieron á. sus pasos, y lanzadas corrian vertigi-
nosamente á devastarlo todo, cuando una tercera escuadra
británica las contuvo desembarcando sus fuerzas de tierra,
que aux.iliadas por los colonos blancos y con el apoyo de los
españoles, se apoderaron prontamente de Puerto Príncipe y SUg
fortalezas. Los comisarios franceses tuvieron que huir, como
puede suponerse, y. en su retirada les alcanzó la correspon-
dencia oficial con el decreto de la Convencian que les acusaba
por sus actos administrativos y les llamaba á París en calidad
de prisioneros. Verdadero contratiempo fué aquel acto de jus-
ticia, que obligaba á confiar el poder de la Francia en Santo
Domingo á los generales mulatos Beauvais, Rigault y Willa-
te y la administl'acion al gobernador interino general Le-
vaux, quien no considerándose seguro d~ los ingleses en nin-
guna de las grandes poblaciones, trasladó su gobierno á Puer-
to Paz, frente á la isla de la Tortuga, y precisamente en el pun-
to mismo donde fundaron su primer establecimiento aquellos
forbántes que dieron origen á la colonia francesa.


Escasas eran las fuerzas de que Levaux disponia para ba-
tir las inglesas y para contener los numerosos enemigos que
con el apoyo de éstas se organizaban, y cuando desesperado
en su impotencia iba á emprender una triste retirada, aceptó
el apoyo del viejo negro Toussaint, antiguo esclavo de Bayon
de Libertas, quien alistado dos años atras en las filas de Bias-
sou en calidad de médico, ejercia gran influencia cerca de éste,
y hasta con el mismo Juan Francisco, á cuyo lado habia ser-
vido de ayudante ántes de figurar, entre los negros de la par-
te española, con el ca.rgo de coronel. Reconocido Levaux á




72 LAS INSURRECCIONES EN CUilA.


Toussaint, nombróle general de brigada, y éste con sus gen-
tes, su génio militar y su prestigio en la raza africana, con-
tribuyó más que nadie á restituir á la Francia toda la parte
norte de la isla ocupada por el enemigo, excepto el fuerte de
San Nicolás, que quedó en poder de los ingleses; y cuando al
firmarse la paz de Basilea en 22 de julio de 1795 nuestros mal
aconsejados diplomáticos cedieron á la Francia la parte que
España poseia en Santo Domingo, engrosó considerablemen-
te Toussaint sus fuerzas con las que abandonaba el general
negro Juan Francisco al embarcarse para las islas de Cuba y
Trinidad, empezando desde entónces á distinguirse entre los
jefes de más importancia, y á darse á conocer con el nombre
de Louverture, «para anunciar, segun el decia á los negros,
que iba á empezar una nueva era de felicidad.» Aquella era,
que principiando con la retirada de los ingleses, obligados á
abandonar la lucha así que les faltó el apoyo de los españoles,
y con la emigracion de gran número de estos á la vecina isla de
Cuba, no daba por cierto señales de un porvenir muy ri-
sueño.


Las glorias conquistadas y la influencia adquirida por
Louverture, excitaron la envidia de los jefes mulatos, y entre
estos Rigault, sublevando á los suyos, llegó hasta prender y
encerrar en un calabozo al general Levoux; pero enterado
Toussain, corrió con diez mil negros á libertarle, lo cual ob-
tuvo, humillando con su triunfo á los mulatos, y obligando á
aquel gobernador á que recompensara agradecido sus servi-
cios, los que vió luego premiados el viejo negro al elegirle
Levaux para el cargo de segundo teniente en el gobierno de
la isla. Medida que proporcionó, aunque no largo, un pe-
ríodo de mayor quietud á aquel agitado país.


Absuelto Sonthonax de los cargos que le llamaron á París,
regresó por este tiempo á la isla, y su primer acto como co-
mi.,ario fué elevar á Toussaint á general de division. Este,
que más que á su engrandecimiento aspiraba entónces á ase-
gurar la independencia de los hombres de su raza, tuvo ha-
bilidad bastante para hacer que en las primeras elecciones




CAPÍTULO 1 73


de diputados para el cuerpo legislativo, obtuvieran una vo-
tacicin casi unánime y fueran á representar la isla en la me-
trópoli Sonthonax y Levaux, quienes despedidos de esta in-
directa manera, se dirigieron á Francia en agosto de 1797.
Pero Louverture, que no gustaba exponer sus actos á la sos-
pecha, ni dar á conocer sus ambiciones, para que de su sin-
ceridad como gobernador no dudara el directorio, embarcó,
'en el mismo buque en que los representantes iban, á sus dos
hijos, con el aparente pretexto de que perfeccionaran la edu-
eacion en París, pero con el verdadero intento de que en la
metrópoli se considerasen como rehenes aquellas prendas pa-
la él tan queridas.


Desde los primeros actos, procuró Toussaint hacer sip1pá-
tica su gobernacion, y por eso con preferencia se dirigieron
sus propósitos á arrojar á los ingleses de las plazas que to-
davía conservaban. Pudo conseguir esto estrechándoles en
Puerto Príncipe y obligándolos á capitular, aunque con con-
diciones tan favorables, que el general Hedouville, á quien
el directorio habia comisionado para que vigilase de cerca al
jefe negro' y acababa de desembarcar, sospechó de éste y quiso
oponerse á los compromisos contraidos. Mas L<:mverture, no
le hizo caso, y aceptando los obsequios que en nombró del rey
de Ing~aterra le ofreció el general Maitland, entró triunfante en
la conquistada ciudad, si no debajo del pálio con que el clero y
los colonos blancos salieron á su encuentro, segun era cos-
tumbre recibir á los gobernadores, cual conquistador, mon-
tado en brioso caballo, llevando, como siempre, atada la ca-
beza con un pañuelo, sClbre el que descansaba su sombrero de
tres picos, y vestido con casaca azul y traje bastante mo-
desto, y acompañado de lo más brillante y escogido entre los
blancos y el estado mayor de su ejército.


Verificada la evacuacion de los fuertes por las trop9.s britá-
nicas, dispuso Toussaint que ellO de octubre de 1788 se canta-
ra en accion de gracias un solemne I'e-IJeum en la iglesia de
Puerto Príncipe, en donde, terminado el acto religioso, subió
al púlpito el general negro, y desde él proclamó el triunfo de




74 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


la repúbli<;a francesa en Europa y en S&nto Domillgo, y con-
cedió una amnistía general á todos los qlle en la pasada lucha
hubieran combatido alIado de los ingleses. Esta medida, que
se oponia á las instrucciones y á la política del comisario He-
douville, hízole, +lO solo reclamar contra ella, sino aliarse im-
prudentemente con Rigault y otros jefes mulatos para des-
truir el poq.er del viejo negro; pero no pudiendo conseguir
nada y viendo su autoridad en un verdadero desprestigio, al
propio tiempo que aumentado el desMden que él mismo pro-
vo.cara, se embarcÓ el comisario para Francia e122 de aquei
mIsmo mes.


A la marcha del delegado del directorio siguió una san-
grienta lucha de raza entre negros y mulatos, más que en
otro punto, enardecida en el distrito del Sur, donde goberna-
ba Rigault. Al poco tiempo, para reemplazar á Hedouville,
llegaron á la isla nuevos comisarios de la metrópoli trayendo
la confirmacion del nombramiento de general en jefe. de las
tropas de Santo Domingo en favor de Toussaint, y la declara-
cion del consulado de que las colonias serian regidas en lo
sucesivo por leyes especiales. No creyendo aquel general ne-
gro conveniente ni política la medida en tales circunstan-
cias, suspendió su publicacion, lo cual y otros actos de abso-
luto poder, por él ejercidos, aceleraron la salida de la isla de
Rigault, dePetion, de Boyer y de otros mulatos, que se embar-
caron para Francia en 29 de julio de 1800, ya por no reco-
nocer la autoridad de Louverture, ó más bien por miedo de
caer bajo el furor de Dessalines, de quien el general en jefe
se valia para exterminar á sus adversarios, de los que aquel
feroz caudillo habia inmolado más de diez mil.


Con el completo triunfo de la raza negra, pudo darse por
consumado el tercero y más sangriento acto del drama revo-
lucionario. Las gentes, confiadas en la política de Louverture,
se dedicaron á borrar las tristes huellas de la guerra, vol-
viendo al abandonado trabajo de los campos, y atrajeron á
muchos de los emigrados que vivian en las vecinas Antillas
yen los Estados-Unidos de América, manifestando su con-




CAPÍTULO 1 75


ii~nza . hll!$t¡l. el mismo clero, q ne., sed ucidopor las religiosas
demostraciones y la respetuosa consideracion que á sus indi-
viduos ,guardaba aquel jefe de la colonia, vÍGtimas del más
ilusorio optimismo, creian duradero tal estado de cosas.


Aquellas revueltas, las no menores de las respectivas me-
trópolis y la resistencia á !p.udar de dueño de los c.olonos de
la ptlrte espau(}la de Safito Domingo, tenían aún sin ,clamplil"
el tratado de Basilea, y Toussaint, que deseaba completar
ilUS triunfos con la sumisionde toda la isla,comisionó para
que exigiera su cumplimiento al general Agé; pero, ha-
biendo sido muy mal recibido, y expuesto á perecer en ma-
nos de los españoles, que intentaban eludir á toda costa el
dominio de hs republicanos negros, tuvo el comisionado que
huir pal'~ salvarse. Entónces el general negro se dirigió, al
frente de un formida11e ejército, hácia aquel territorio; hizo
retirar al gobernador D. Joaquin García en 16 de enero
de 180 1, Y dueño de toda la isla, obligó al clero español de
Santo Domingo á que cantase un J.'e-Deum por aquel desas-
tre nacional, en el mismo templo que, hasta poco antes, ha-
bia contenido los restos del inmortal Colon.


Sometida la isla y libre ya de enemigos á quignes comba-
tir, creyó Tousaaint llegada la ocas~on de dar el último paso
en sus ammeiosas aspiraCiones, sin las hipocresías que hasta
aquel momento le habian contenido, y encargó á ciert) nú-
mero de blancos el exámen de un proyecto de Constitucion,
que corno definitiva fué proclamada en 2 de junio de 1801.
En aquel Código se declaraba el caudillo negro gobernador y
presidente mientras viviese, atribuyéndose el derecho de de-
signarse sucesor y el de hacer los nombramientos de los em-
pleados de la isla; y para alejar de su lado toda .sombra que
le recordase la dependencia de la metrópoli, cuya soberanía
sólo á un escaso valor nominal dejaba reducida en la Consti-
tucion, mandó al comisario Vincent que llevase su proyecto á
la aprobacion del gobierno, ocupándose en el interinen mejo-
rar los ramos de la a,dministracion, en fomentar las obras pú-
blicas y en atraer á los blancos colonos á quienes, si en el




76 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


fondo odiaba, trataba de tener propicios para utilizarles en la
educacion de su nuevo pueblo.


El orgulloso cónsul Bonaparte, que no habia hecho su Cons-
titucion, por cierto, para que tan pronto le imitaran los hom-
bres de color, manifestó muy poco agrado al recibir de Vin-
eent la carta recomendatoria dirigida por «el primero de los
negros al primero de los blancos,» y respondió á esta con-
fianza del viejo negro, enviando un ejército de veteranos al
mando de su cuñado el general Leclerc, para que castigara
tan insolente atrevimiento y sometiese otra vez á la Francia
la agitada colonia.


Una considerable flota que salió del puerto de Brest á fines
de diciembre de 1801, fué reuniéndose en la bahía de Sanamá
en enero de 1802. Toussaint no se desconcertó al saberlo; y
preparándose á recibir la tempestad, anunció á los suyos,
«que armándose Francia entera para esclavizar á los ne-
gros, no les quedaba otro recurso que vencer ó morir,.» Sobre
veinte mil negros y trescientos blancos, restos del ejército
europeo, contaba entónces Louverture, y para su mando nom-
bró al general negro Enrique Cristóbal, con cuatro mil com-
batientes, para que defendiese el distrito y la ciudad del Ca-
bo; mientras á Dessalines le enviaba al Sur con cerca de doce
mil hombres, á su hermano Pablo juntamente con el gene-
ral Clervaux al Este y á la parte española, y él se dirigia al
interior de la isla. Tales disposiciones obligaron á los fran-
ceses á formar tambien tres ejércitos, que mandados por Ro-
chambeau, Boudet y Hardy, penetraron á un mismo tiempo
por la parte Norte en los distritos del Este y de Puerto Prín-
cipe, con un total de doce mil soldados; tomando varios fuer-
tes y poblaciones, y desmembrando rápidamente el poder de
Toussaint. Este, á pesar de todo y de ver á los colonos sim-
patizando y á los mulatos uniéndose á los invásores, no des-
mayó ni hizo aprecio de los halagos de Leclerc, quien para
atraerle y desarmarle le envió, como última prueba, sus dos
hijos traidos al efecto de Francia; pero tampoco fué esto bas-
tante para hacer vacilar la opinion del general negro, quien




CAPÍTULO r 77


de los hijos, á Isaac, que preferia regresar á Europa, lo de-
volvió al francés, mientras el otro, á Plácido, que quiso pe-
lear alIado de su padre, le confió un mando en el ejército.
Eclipsándose iba, sin embargo, la estrella de Toussaint, que
declarado traidor y presenciando áun en sus filas la deser-
cion de muchos negros, seducidos por la proclama en que el
general francés ofrecia que no se restableceria más la escla-
vitud, en vez de ceder continuó la lucha con ánimo resuelto.
Pero al desembarcar una nueva expedicion procedente de
Francia, yal ver que con dádivas se dejaban persuadir al-
gunos de sus generales, entre ellos hasta el mismo Cristóbal,
y que Dessalines, despues de degollar á todos los blancos de
San Márcos y de incendiar la ciudad, habia tenido que forti-
ficarse en la montaña llamada Oresta de Pierrot, Toussaint
sólo, tuvo ya que ceder á las ofertas, yentrando en tratos
honrosos con LecIerc abdicó el mando en mayo de 1802. Re-
tiróse entónces á su poseaion de Gonaives, en donde, víctima
de una celada poco digna que le preparó: el general Brunet,
fué preso y desde allí conducido á Francia y encerrado en la
fortaleza ae Toux, y luego en un calabozo húmedo de Be-
r.anzon, donde murió de frio á principios de abril de 1803.


Libres los colonos del poder de V:mvertnre y animados por
el triunfo del ejército frances, empezaron sus trabajos de
reaccion política, constituyéndose por los más distingui:los y
opulentos un Consejo. Asombrados, aunque silenciosos, con-
templaban aquello los negros, en cuyo poder estaban toda-
vía las armas; los cuales, al propio tiempo que disimulaban
sufridos, su Mio al sistema de crueldades, con que los france-
ses iban esparciendo el terror entre los de su raza, acecha-
ban la hora de vengarse, que les llegó así que vieron diez-
madas las fuerzas invasoras por la fiebre amarilla; y cuando
se enteraron de la ley que Francia acababa de enviar, dispo-
niendo la conservacion de la esclavitud, rompieron todos las
reservas, y huyendo Dessalines con muchos jefes á las monta-
ñas, se reunieron allí todos los que con él habian combatido.
Arrastrados entónces los franceses por el más impolítico espí-




78 LAS INSURRECCIONES E~ CUBA


ritu de venganza, degollaron hasta loo prisioneros, y como
de los n~gros á ninguno daban cuartel, acrecieron considera-
blemente por el terror el.ejército de Dé3salines. Este, como
general en jefe, esparcía la ,devaBtamon por todas partes,y
asaltando y apoderándo:3e de las fortalezas, se iba haciendo
dueño de todo elterritcwio, al tiempo que Leclerc, gravemen-
te enfermo, tenia que l'etirarseá la Tortuga, y poco despues,
al regre8air, mo~ria en la ciudad del Cabo, víctima de la fiebre
amarilla. Su sucesor Rochambeau, indignado al ver infructuo-
sos sus más meditados planes, aumentó á la guerra su carác-
ter de crueldad, utilizándose de los perros de presa para devo-
rar á los negros; con cuya medida se multiplicaron las huestes
enemigas, y provocando al feroz Dessalines, con aquel que era
y es para los de su raza el mayor de los insultos, se le preci-
pitó en la ejecucion de las más sangrientas y horrorosas re-
presalias, que no terminaron hasta que, estrechados los
franceses, é impelidos á entablar proposiciones con los insur-
gentes, se comprometieron, en 19 de noviembre de 1803, á
evacuar la ~sla. Pero no terminaron allí las desgracias de
aquella brillante expedicion, que en mal hora envió el pri-
mer cónsul á las Antillas. Cuando embarcado el ejército fran--
cés, se dirigia contento á su pátria, una armada británica,
que tal vez atizando la rebelion hacia tiempo que permanecía
en el Cabo, salió al encuentro de la flota francesa, y, abor-
dándola, se llevó ocho mil prisioneros á Jamáica, y al gene-
ral en jefe Rochambeau, en clase de prisionero tambien, le
condujo á Inglaterra.


Victoriosos otra vez los morenos ó negros, que á la sazon
reconocian como jefes, además de DessaJines, á Enrique Cris-
tóbal y á los mulatos Clervaux y Petion, proclamaron en 1.0
de enero de 1804 la independencia de la isla, dándole su pri-
mitivo nombre de Haiti, y seguidamente emprendieron una
sistemática é implacable persecucion, no sólo contra los blan-
cos, quienes para salvar sus vidas tuvieron que buscar pron-
to amparo en la costa oriental de Cuba, sino contra los mu-
latos, qm más decididos partidarios del francés se habían de-




CAPÍTULO 1 79


dlaradQ; presen~iándose entónces 10Si mayores crímenes, y
UD· en~mlÍeIrto que j~, ni aun en los paises y tiempos
d6lw.hl"birie, dieroUi las guerras origen. Investido· Desaali-
nes con el poder supremo, dió- principio á su maullo· organi~
zando-;un asesiru\w general de franceses y de' blancos, con la
sóia exdusion <l€ lOSlsa~epdotes y-los médicos; ycuaJildo con,..
sidel'ó que no< tenia ya más enemigps. que matar, dió al pú-
blico una proclama :declM'ando que la, venganza de los hai-
tianos estaba satismcha (24):. Pero algunos; quedaban t('Jda~
vía, yerán estos lossoldadús de una c()rta'guatrnicion fran-
cesa, que, apoyados por los españoles y' protegiérnh}\;es á la
vez de las tl'opelías de los negros, continuaban en li ciudad
de Santo Domingo .. M saberlo Dessalines, conminó Mos súh~
ditos de España, a.menl\zándoles con duros castigos si no
a;bandooaban' á ]osftan~eses\(25), y siguiendo 181 obra' á la
amenaza:; se dirigió wUá mm su ejército, olvidando: sin duda
que·iba contM españoles que han sabido siempre defenderse
mejor qui~ás que ningull' otro pueblo del mundo, y en aquella
Qc:asioR' se lo demostraron al caudillo negro, repeliéndole y
obligándole á regresar á sus dominilj)s. Ya que las armas no
le dieron á Dessalines' el brillo que destl8iba, lo bnscó por otro
larlo, y al llegar, á Haiti' coponó sUc·ambicion titulándose em-
perooor, c()nel nombre de· Jac0<DO 1, el S de octubre de 1804,
dos meses- ántes de que hiciese otro tanto Napoleon Bonapar-
te en Francia. Promulgó luego una Oonstitucion como con-
trapeso á su poder (26), que en verdad tuvo bien corta vida,
pues, odiado p)r sus brutales caprichos, el soberano negro
fuéasesinado en 11 de octubre de 1806, por los mismos ofi-
ciales y soldados en quienes tenia mayor confianza, que, can-
sados, decidieron no sufrirle más tiempo sus extravagancias.


Enrique Oristóbal, que entre los negros seguia á Dessali -
nes en importancia, se apoderó del supremo gobierno de la
isla, mientras la asamblea de Puerto Príncipe, influida por
los mulatos Petion y Geffrard, redactaba una Oonstitucion
restringiendo las ·facultades del nuevo presidente. Al saberlo
éste, publicó un manifiesto disolviendo lá Asamblea, y corrió




80 LAS l~SURRECCIONES E~ CUBA


presuroso á aquella ciudad á ejecutarlo él mismo; pero sa-
liéndole Petion al encuentro, le venció despues de una lucha
encarnizada, y entónces aquella corporacion, que continuaba
en tanto sus sesiones, destituyó á Cristóbal de su elevado
cargo en 9 de enero de 1807, nombrando presidente á su ad-
versario. Con tal decision quedó dividida la isla en dos go-
biernos, el de Cristóbal, que derrotado se retiró al Norte, y
el de Petion, que tomó el mando del Sur y del Oeste, ósea
el gobierno de los negros y el de los mulatos.


Despues de tres años de combates y de revueltas, en una
de las cuales los españoles de Santo Domingo se sublevaron,
y, expulsando á los franceses, en 11 de julio de 1809, queda-
ron dueños otra vez del departamento oriental de la isla,
desembarcó el mulato Rigault el 7 de abril de 1810 en Ca-
yes ó los Cayos, donde fué tan bien acogido por Petion, que
le obsequió con el mando del Sur; quedando de este modo
fraccionado el territorio en cuatro gobiernos, incluyendo el
de la parte española, que vió reconocida y sancionada su con-
quista por el tratado de París. En el mismo año de 1814 mu-
rió Rigault, y quedaron los hombres de color gobernados por
Petion desde Puerto Príncipe, y desde el Cabo ó Cabo francés
por Cristóbal, que, ansioso de mayor soberanía, se declaró
rey de Haiti en 2 de junio, con el nombre de Enrique 1, mien-
tras Petion continuaba contento con el de presidente, que
nunca dejó.


Pasados otros seis años de traiciones y venganzas, crímenes,
derramamiento de sangre y desórdenes de todas clases en los
dos gobiernos, el ridículo rey Cristóbal fué obligado por las
circunstancias á suicidarse, yel general Boyer, que de anti-
guo habia servido á las órdenes de Petion, y le sucedió en el
mando del Sur y del Oeste, asumió, como presidente de Haití,
el de toda la antigua colonia francesa, en octubre de 1820,
consumando el triunfo de la raza mulata. Poco ántes, y á
consecuencia del levantamiento de Riego en la Península, el
viejo abogado español de Santo DJmingo, D. José Nuñez de
Cáceres, levantó la bandera colombiana, instigado por los




CAPÍTULO 1 81


agentes de Bolívar, y proclamando la república, fué por sus
cómplices elegido presidente; mas los españoles de Santiago,
que todo lo preferian al dominio de los disidentes, entraron
en tratos con los haitianos; éstos les enviaron un ejército, que
sin grandes esfuerzos puso fin al poder de Cáceres en 26 de
enero de 1822, y desde entónces quedó toda la antigua Es-
pañola de Cristóbal Colon bajo de un sólo mando, el del mulato
Boyer, reconocido presidente de Haiti hasta por el mismo rey
de Francia Carias x, en 17 de abril de 1825 (27).


Quizás nos hayamos extendido demasiado en este asunto;
pero lo hemos hecho de propósito para que la leccion que en
el libro de la historia, con señales indelebles, ha dejado mar-
cada la revolucion dominicana, no se olvide jamás por los
buenos españoles de las Antillas, ni aun por aquellos que, no
siéndolo tanto, conserven cierta aficion á sus intereses, y al-
gun cariño, aunque no sea mucho, á la que todavía es la ma-
dre pátria. En aquellos sucesos pueden contemplar el destino
á que se verán reducidos el dia en que las pasiones políticas
les arrastren á las divisiones, que no serian más que los pre-
liminares .de la degradaciOll, pues de consecuencia en conse-
cuencia vendrian inevitablemente á humillarse, como los co-
lonos dominicanos, ante negros como el ambicioso viejo Tous-
saint, el feroz emperador Dessalines y el ridículo monarca
Enrique Cristóbal.






CAPÍTULO III


l. Historia antigua de Cuba.-Primera época.-Reconocimien-
to de las costas meridionales de la isla por Cristóbal Colon.-
Bojéo de Sebastian de Oc ampo y arribo de otros navegantes.


n. Segunda época.-Conquista de Cuba por Velazquez.-Ex-
ploracion del territorio y fundacion de las principales pobla-
ciones.-Pánfilo de Narvaez, el padre Casas y Heruan Cortés.-
Expediciones al continente americano por Córdoba y Grijal-
va.-Conquista de la Nueva España ó Méjico por Cortés.-Su-
cesores de Velazquez.-Expediciones de Hernando de Soto á
la Florida y de Mendez de A viles á la Carolina.-Coloniza-
cion.-Invasiones piráticas y jllibusteras.-Division de la isla
en dos gobiernos.-Decláras) por capital á la Habana.-Inva-
siones del vómito negro.-El obispo Valdes.-Conquista de la
Habana por lord Albema1'le.


III. Tercera época ó período civilizador.-Reformas del conde
de RicIa y de O'Reilly.-Mando de Bucarely.-Expedicion á
la Luisiana.-Expulsion de los jesuitas.-Contrabando y abu-
sos en la administracion de justicia.-Guerra é independencia
de los Estados-UnidoS.-Mando del marqués de la Torre y de
Navarro Valladares.-Guerra con la Gran Bretaña.-Libertad
de comercio.-Oonquista de la Florida.-Gobierno de Galv,:z.-
D. Luis de las Casas.-Mejoras.-Sociedad patriótica y real
consulado.-· Guerra con Francia.-Paz de Basilea.-Emigran-
tes de Santo Domingo.-El conde de Santa Olai·a.-Fin del pe-
ríodo civilizador.


1.


La verdadara historia de Cuba, cuyos orígenes se pierden
'cn las oscuras y confusas tradiciones indias, solo puede es-
tudiarse con provecho desde el primer desembarco que en las
costas del norte de la isla hizo el inmortal Colon en 1492.


Arrancando de aquel fausto suceso, han dividido los auto-
S




84 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


res cubanos dicha historia en cuatro ó cinco épocas, fijando
los límites de cada una en los acontecimientos de mas impor-
tancia; y nosotros, creyendo muy conforme aquella division
para la mayor claridad de su estudio, hemos adoptado en
principio el sistema, si bien en los deslindes de unos y otros
períodos nos haya parecido conveniente señalar diferentes
puntos de partida. Éstos, que no estan perfectamente acor-
des ni con los cuatro que se indican en la introduccion a la
Llave del Nuevo mundo (1), ni con los cinco que señala un
geógrafo cubano (2), deben á nuestro juicio dividirse en tres
antiguos y uno moderno, comprendiendo en aquellos, 1.0 elde
los descubrimientos, que abraza los hechos ocurridos en la
isla desde la llegada de Colon á la de Diego Velazquez, ósea
desde 1492 á 1511; 2.° el de la colonizacion, organizacion é
invasimtes que partiendo de esta última época termina en
1762 con la toma de la Habana por Lord Albemarle; y 3.° el
de la civilizacion, corto pero importante, que concluyó al em-
pezar el siglo presente. Debiendo comprenderse en el período
moderno ó de la prosperidad y de las insurrecciones, que
son el objeto de esta obra, los sucesos que como consecuencia
de la emancipacion de los Estados-Unidos de América y de la
revolucion francesa de 1789, se indicaron en las posesiones
españolas del Nuevo mundo y se manifestaron en el levanta-
miento de España provocado por la ambicion de Napoleon Bo-
naparte; engendrando, por fin, las aspiraciones políticas que
produjeron la pérdida de la mayor parte de aquellas posesio-
nes y el estado insurreccional de Cuba.


Habiendo dedicado gran parte del capítulo anterior á los
descubrimientos en general, hechos por el almirante, solo nos
toca referir en este período de la historia de Cuba, los sucesos
relacionados directamente con ella, que fueron posteriores al
asiento de la primera colonia europea en la vecina isla Espa-
ñola de Santo Domingo ó Haiti, y prepararon la conquista de
la que entónces todavía se nombraba isla Juana.


Dominadas las sediciones indias de la Española, estableci-
das las bases de la colonizacion de la isla y elegida por 00-




CA.PÍTULO II 85


Ion una junta de gobierno presidida por su hermano D. Die-
go, para que allí administrara durante su ausencia, se alis-
taron las pequeñas carabelas Santa Olara, que con el nom ....
bre de la Niña contribuyó al descubrimiento, la San Juan y
la Oordera, y con las tres dejó el almirante el puerto de la
Isabela en 24 de abril de 1494; decidido á reconocer el resto
de las costas de Oubágua, que él creia pertenecer á un conti-
nente ó reino de los dominios del gran KhaIl, deduciéndolo
así de lo que el año anterior habia podido comprender de las
gesticulaciones de aquellos indios, que le indicaron el Ouba-
nacan como el punto donde la riqueza existia en aquel ter-
ritorio.


Navegando por el Norte de la Española tocó momentánea-
mente en la costa de Monte Cristi; ancló por satisfacer su
curiosidad en el desastroso puerto de Natividad, y luego en el
de San Nicolás, desde donde, descubriendo á través del canal
de los Vientos el alfa y omega de Cubágua, Maisi llamado por
los naturales, dispuso Colon levar anclas, y dirigiéndose á la
parte meridional de aquel cabo, desembarcó en Puerto Gran-
de ó de Guantánamo, y reconociendo la costa se puso en re-
lacion con los indígenas. Recibidas de éstos algunas noticias,
siguió costeando hasta el puerto de Santiago de Cuba, y des-
de él, al saber que el oro que buscaba lo encontraria abun-
dante en una gran isla del Sur, inclinó el marino el rumbo en
aquella direccion, ansioso de cumplir las promesas hechas á
los reyes de encontrarles un tesoro en su segundo viaje. A las
pocas horas de navegar se aproximó el dia 3 de mayo á la isla
de Jamáica ó Xaymaca, á la que dió el nombre de Santiago,
quizás por el carácter guerrero de sus habitantes, que hos-
tilmente y montando más de setenta canoas salieron á recibir
las carabelas al aproximarse á sus costas. Apaciguados con
el regalo de cascabeles y baratijas los tripulantes de aquella
iracunda escuadra, siguió la de Colon su rumbo, anclando
por aquel dia hácia el centro de la isla en un puerto que
nombró Santa Gloria y h0y se llama de Santa Ana, y al dia
siguiente, recorriendo las costas en busca de un abrigo don-




86 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


de carenar sus naves, fué repelido por los osados y belicosos
indios de tal manera, que para ahuyentarlos y poder desem-
barcar, tuvo por primera vez que hacer uso de los perros de
pre~a, terror de los indígenas; en cuyos naturales pudo el al-
mirante observar, luego que de la isla tomó poseRion y fueron
atraidos al trato de los expedicionarios, que se distinguian
por su mayor ingénio y por servirse de más perfectos y va-
riados alimentos, que los indios de las otras tierras hasta en-
tonces descubiertas.


Alistados los barcos y exploradas las costas de J amáica en
unas 24 leguas de extension al occidente, regresó Colon á la
isla de Cuba el 18 de mayo, dando fondo las carabelas en un
surgidero de Cabo de Cruz, como hoy todavía se llama, don-
de al ir á tierra los españoles fueron afectuosamente recibidos
por el cacique de la comarca, quien manifestó al almirante
tener ya noticia de su aparicion por la costa del Norte en el
año anterior, y le aseguró que era Cuba una isla, per,o de tal
magnitud, que no sabia de nadie que hubiese viajado hasta
su fin. Tal vez para encontrarlo ó para averiguar si era un
verdadero continente, como suponia, dejó Colon aquel puerto,
y con rumbo siempre al Oeste, penetró en las estrechuras de
un archipiélago formado de innumerables islas y cayos, qui-
zá el actual laberinto de las Doce leguas, al que dió el nom-
bre de j(u"dines de la Reina; y haciéndole recordar la dispo-
sicion de aquellas costas las descripciones que de las de la
India hicieron Maudeville y Marco Polo, se abismó en nuevas
dudas considerando erróneas las afirmaciones del indio caci-
que. Amagadas sus naves de contínuos peligros y exigiendo
de nuevo repararse ciertas importantes averías, abandonaron
aquel laberinto de estrechos canales despues de desembarcar
Colon el 22 de mayo en una isleta que llamó de Santa frIa-
lJ'ía, ydistinguiendo en lontananza las elevadas cumbres de un
distrito montauoso de Cuba, á él se dirigió la expedicion; fon-
deando en la desembocadura de un rio, que tal vez seria el
.T atibónico del Sur, en la provincia llamada por los indios
0I'nqfa.1J, correspondiente en gran parte á la actual tenencia




CAPÍTULO 11 87


de gobierno de Santi Espíritus. Allí repitió el marino sus pre-
guntas sobre el país, pero aquellos naturales, que no sabian
tampoco que la isla tuviese término, le dirigieron á sus veci-
nos del Magon ó ribereños del rio Basa, que por ser más ma-
rineros podrian darle mayores explicaciones sobre el par-
ticular.


Confuso otra vez el almirante, que en la palabra Magon
pretendia ya encontrar analogía con la de Mangui, que, segun
Marco Polo, era riquísima parte del imperio del gran Khan,
siguió sus exploraciones á Poniente, recorriendo el golfo de
Jágua en Cienfuegos, donde nada encontró que le ilustrase, y
costeando llegó á un puerto habitado por indios de tan dife-
rente y grosera condicion y de tan variados dialectos, que ha-
cian muy difícil y á veces imposible entenderse con los intér-
pretes lucayos. Desde allí, huyendo de los embarazos de un
mar lleno de escollos, que hacian la navegacion penosísima,
señaló á las carabelas otro rumbo, las cuales, doblando una
punta baja nombrada por el almirante de18erafin, que seria
sin duda la actual de Matahambre, anclaron en la bahía de
Batabanó; y en la desembocadura de un rio el 3 de junio, y
navegando mar á fuera el dia 13 con direccion al Suroeste,
descubrieron la isla Evangelista ó de Pinos, que proveyó de
agua y leña á las embarcaciones expedicionarias.


Dos ó tres dias más de navegacion al Oeste habrian basta-
do al almirante para doblar el cabo Guaniguánico ó de San
Antonio, y convencerse de que Cuba era una isla; pero el es-
tado de sus barcos y el de las provisiones hízole volver atrás,
internándose otra vez en la red de cayos, donde el 30 de
junio varó una carabela, que por fortuna pudo evitar el nau-
fragio, y desenredado de aquellas estrechuras, enfiló la floti-
lla hácia la costa haciendo fondo el 7 de julio en la entrada
de un rio de la hospitalaria costa del Ornofa'!f. Dispuso Co-
lon fijar allí la acostumbrada cruz como signo de conquista,
y celebrar la festividad del domingo con el sacrificio de la
misa, que admirados y con respeto presenciaron los indios
y aplaudió el sábio cacique de la comarca, viajero que se ~":':~~':':::.:''-¡'''. ,~.\ .\ {.:',:",,'-i


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88 LA.S INSURRECCIONES EN CUBA.


ciaba de haber estado en Jamáica yen la Española, quien
reconociendo en aquel solemne acto religioso, inmensa supe-
rioridad en los hombres que de tal modo adoraban al Supre-
mo Hacedor, pidió permiso para seguirles en sus aventuras,
á lo cual se opuso el almirante, por evitar los dolores de la
separacion á la numerosa familia del indio.


Bautizado aquel rio con el nombre de Misa y tomadas por
Colon las oportunas notas de las recientes exploraciones, des-
pidióse del cacique y de sus súbditos el 16 de julio, y aban-
donando aquel fondeadero, hizo rumbo hácia la Española;
pero las rachas de viento, impidiéndoles navegar, arrastra-
ron las carabelas á Oabo Oruz, donde tuvieron que perma-
necer del 18 al 22 de julio, que saliendo á la mar en busca
de vientos favorables, fueron empujadas hasta Jamáica. Más
de un mes permanecieron allí cruzando las costas de la isla
durante el dia y anclando en sus fondeaderos por las noches,
sin encontrar brisas que las llevaran al Nordeste,. en cuyo
tiempo recibió el almirante obsequios de los caciques y díó
nombre á vários puntos, entre otros al Oabo Farol, hoy lla-
mado Poin i'1forant, hasta que el 19 de agosto, aprovechan-
do viento de Occidente, pudo tomar el rumbo deseado. A los
pocos días recalaron las naves en el cabo Tiburon, que aun
ignoraba el almirante á dónde pertenecia, y vió luego que
era de la misma Española que buscaba, y costeando por el
Sur, reconoció, aunque trabajosamente, la provincia oriental
del Higuey, territorio de los indios más belicosos de la isla;
cruzó el canal A damaney, llamado por él Saona; estuvo ocho
dias luchando con fuertes temporales, que á dos de las cara-
belas, lanzándolas mar afuera, las tuvieron separadas algun
tiempo de la capitana; yel 24 de setiembre, virando al Oes-
te, tocó la expedicion en la isla Mona, situada entre la Espa-
ñola y Puerto-Rico, que fué donde Colon, rendido por las fa-
tigas, tuvo que desistir de continuar sus descubrimientos al
Oriente y en donde,con motivo de una enfermedad que le pos-
tró en profundo letargo, los expedicionarios, creyéndole próxi-
mo á su última hora, decidieron regresar á la Española, en-




CAPÍTULO II 89


trando á los pocos dias, el 4 de octubre de 1494, en el puerto
y colonia de la Isabela.


Allí, el almirante, al despejarse de sus delirios, recibió gran
consuelo viendo junto al lecho, en lugar de las extrañas gen-
tes que ántes le rodeaban, y prestándole cariñosos cuidados,
á su más querido hermano D. Bartolomé, de quien hacia mu-
cho tiempo que estaba separado. Repuesto por fin de la enfer-
dad, dictó Colon medidas eficaces para restablecer la quietud
en la.revuelta colonia, rscientemente alterada por la repren-
sible conducta de Pedro Margarite; envió á Ojeda al frente
de una expedicion contra el insurgente cacique Oaonaóo y
aun él mismo, dirigiendo la batalla de la Vega, subyugó á los
naturales imponiéndoles luego el tributo; y cuando parecia que
el órden iba á ser por completo restablecido, fué enviado por
la metrópoli á la Española, siguiendo la inveterada yquizá pe-
culiar costumbre en nuestros gobiernos de no saber entenderse
nunca con las personas que nombran para Ultramar, ni fiarse
de aquellas en quienes depositan la confianza oficial, y llegó á
la Isabela, Juan Aguado, para investigar en nombre de los
reyes la conducta de Colon; el cual, al verse de tan extraño
modo desposeido públicamente del régio aprecio, regresó á la
Península á vindicarse, y tuvo el disg'usto de contemplar
cuánto habia descendido el nivel de su buen nombre en la opi-
nion, con las calumnias que el P. Boil y sus compañeros habian
propalado.


Conseguido aquel objeto, sin gran trabajo en un hombre de
tan puras intenciones como el almirante, y arrastrado éste
por el incanslble afan de descubrir, emprendió su tercer
viaje á las Indias occidentales, durante el cual, segun hemos
indicado, no visitó la isla de Cuba; pero en el cuarto y últimot
emprendido en mayo de 1502, tocó en julio, aunque solo por
casualidad al seguir su rumbo hácia Honduras, en Oayo ele
Piedra, uno de aquellos islotes que al reconocerlos en 1494
nombró los Jardine:,¡ de la Reina; yen 1503, al regresar del
golfo de los Mosquitos ó de Darien con sus averiados buques,
~onsiguió llegar á la Macaca cerca del Cabo Cruz, desde don-




90 LA.S INSURRECCIONES EN CUBA


de, intentando dirigirse á la Española, fué arrastrado por con-
trarios vientos á Jamáica. Siendo aquella la última vez que
Colon visitó á Cuba, segun el testimonio de los historiadores
de más crédito y autoridad.


Dan á entender algunos de éstos que el gran marino no
acabó de reconocer á Cuba, por descuido del rey D. Fernan-
do el Católico; aunque muy bien pudiera atribuirse la falta
al mismo almirante, quien á pesar de lo dicho por los indios,
jamás abandonó la creencia de que aquellas extensas tierras
formaban parte de un continente; pero sea de quien fuere la
omision, parece lo cierto que aquel rey encargó ya á Nico-
lás de Ovando, al nombrarle adelantado y gobernador de la
Española, que hiciese reconocer á Cuba y averiguase si
efectivamente era isla ó parte de una tierra firme no ex-
plorada.


En cumplimiento de la real disposicion, se alistaron dos
carabelas, que salieron de la Española hácia fines de 1508,
al mando del capitan é inteligente marino, hidalgo gallego,
y criado que habia sido de la reina Isabel, D. Sebastian de
Ocampo, compañero además de Colon en el seguudo viaje á
las Indias occidentales, á quien se le encargó el bogeo de
aquellas costas. Empezó Ocampo sus exploraciones, visitando
los mismos puntos reconocidos por el almirante en el primer
viaje; así la punta de Maternillos como el rio de Máres, y
siguiendo rumbo al Occidente sin abandonar la costa del Nor-
te, fué por los Jardines del Rey, doblando la punta de Hica-
cos, á la ensenada de Camarioca, en medio de tantos peli ...
gros, que á la desembocadura del canal de Bahama, y al
atravesar por frente de la bahía de Matanzas, estaban ya
tan horadadas las quillas de las carabelas, y tan lastima-
dos todos sus maderos, que Ocampo se decidió á fondear
en el primer puerto que encontrara. Vieron á las pocas le-
guas, en direccion del Oeste, una como desembocadura de
no, y penetrando en aquel corto canal, hallaron un hermoso y
seguro puerto, donde próximo al fondeadero, hasta betun para
carenar las naves les ofreció un manantial de asfalto, llama-




CAPÍTULO II 91


do por los indios chapapote, el cual aprovecharon entónces
los expedicionarios, y fué motivo de que Ocampo, por tan fe-
liz hallazgo, diera a aquel punto el nombre de puerto de
Oa'l'énas; cuya hermosa, amplia y segura bahía, preferida
en adelaute por los marinos, hizo levantar en sus orillas la
poblacion de San Cristóbal de la Habana, que pronto fué y es
hoy día la capital de la isla.


Listas las carabelas y siguiendo la expedicion exploradora
sin variar su rumbo occidental, dobló el cabo de Guaniguá-
nico ó de San Antonio, y empezando ya á navegar hácia el
Oriente en la costa del Sur de Cuba, llegó ala albufera de
Cortés, término de los reconociminetos de Colon en su segun-
do viaje, y atravesando luego los peligrosos pasos y canalizos
de los Jardines de' la Reina por donde el almirante se ha bia
aventurado, entró la expedicion despues de mil trabajos en
la bahía y puerto de Jagua donde fué acogida con la misma
hospitalidad y respeto, por los indígenas, que Colon lo habia
sido catorce años antes.


Muchos dias pasaron Oc ampo y los suyos entre los afables
indios de Jágua, descansando y reponiéndose de aquel peligro-
so viaje, al cabo de los cuales, partiendo la expedicion hácia
Santa Cruz Ó cabo Cruz, fondeó en un puerto, el Turquino
quizás, de la provincia de Macaca, donde ofreciéndose á ser
bautizado un cacique, se fundó con tal motivo la primera igle-
sia cristiana en Cuba. De allí los expedicionarios fueron di-
rectamente á. punta Maisi, fin y término del bojeo de la isla,
en el cual habian invertido cerca de ocho meses, y regresaron
luego en sus estropeadas carabelas á la capital de la Espa-
ñola.


Dellpues de aquella exploracion, nadie en mucho tiempo
visitó voluntariamente las costas de Cuba. Arrastrado fué en
una ocasion á las del Sur, por desgraciadas causas, el intrépi-
do Alonso de Ojeda, quien montando una carabela corsaria
alquHada á un aventurero, de los que ya entónces empezaban
á correr el Nuevo mundo por su cuenta y emancipados de
toda autoridad, regresaba de la parte de Costa firme, cuando




92 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


por una reyerta que tuvo lugar á bordo sobre quién debia to-
mar el mando del buque, quedó éste en tal abandono que,
juguete de las corrientes, naufragó en los escollos próximos á
Jágua, en cuyas costas tomaron tierra los expedicionarios.
Al ver los indios llegar á sus playas la insubordinada gente,
tan distinta en modales á las de Colon y Ocampo, huyeron
presurosos y hasta presentaron resistencia á su invasion, y
con tal motivo, Ojeda, que en vez de auxilios hallaba agresio-
nes, puesto al frente de sus parciales, intentó acercarse cos-
teando á uno de los extremos de Cuba, más próximos á las
vecinas islas; emprendiendo una angustiosa peregrinacion,
tan llena de peligros y desastres, que pasado algun tiempo,
todos creyeron perecer antes de recibir auxilio. Entónces un
marinero, lleno de valor y de abnegacion, que pesó quizás me-
jor que ningun otro la gravedad de las circunstancias, pres-
tósé á sacrificar su vida por los compañeros de infortunio, y
aventurándose en una pequña canoa, se dirigió á la inmedia-
ta isla de Jamáica, donde tuvo la fortuna de llegar felizmen-
te y luego la satisfaccion de ver terminado el sufrimiento de
los náufragos, cuando Pánfilo de Narvaez, enviado en su
busca por el gobernador Juan de Esquivel, los condujo á Sevi-
lla la Nueva, á la sazon naciente capital de aquella colonia.


Otros españoles despues de Ojeda, obligados casi siempre
por las corrientes marinas ó por la furia de los vientos, visi-
taron las costas de Cuba, en los viajes de travesía al golfo de
Darién ó á las vecinas Antillas, ántes de ser la isla definiti-
vamente ocupada por España. Aquellos navegantes, si no se
acercaban más que para guarecerse de la inclemencia de los
elementos, solían durante su estancia abusar de los inocentes
indios, que á servirles se ofrecian temerosos; pero cuando náu-
fragos libraban la muerte en los escollos del mar, difícil les
era no encontrarla al penetrar en las tierras, si aislados se
presentaban á los indígenas, quiened conocedores ya pJr las
acciones inconvenientes de ciertos expedicionarios y por las
noticias de los haitianos emigrados de la Española, que los
aventureros no eran séres tan su¿eriores como en los prime-




CAPÍTULO 11 93


ros momentos habían supuesto, empezaron á declararse hos-
tiles y á presentarse en son de guerra cuando la ocasion les
era propicia.


Ir.


Excitada la curiosidad de los reyes de España por las be-
llas y pintorescas descripciones, que tanto Colon comoOcam-
po, Ojeda y otros que habian visitado á Cuba, hicieron llegar
á la córte, encargaron en 7 de mayo de 1509 que se proce-
diese á su conquista, y reiterada la órden en 1511 al almi-
rante D. Diego Colon, virey y gobernador de la Española,
armó éste' una flota de cuatro carabelas para que fueran á la
vecina isla, dandole el mando al capitan D. Diego Velazquez,
hijo de Cuellar y compañero del gran m.arino en el segundo
viaje. Elegidos por éste hasta trescientos expedicionarios, en-
tre ellos Hernan Cortés y Fray Bartolomé de las Casas, salió
del puerto de Salvatierra de la Sabána á fines de noviembre
del último año, inaugurando el segundo período de la histo-
ria antigua de Cuba.


Ya en las costas de la isla, desembarcó la expedicíon há-
cia el extremo Sur-oriental, en un punto de la provincia de
Bayatíquirí, situado entre Guantánamo y Puerto Escondido,
que Velazquez llamó de las Palmas por las muchas que allí
habia, en cuyo territorio gobernaba á 1a sazon el cacique
Hatuey, procedente de la Española ó Haití, que, como otros
indios, se refugió en Cuba al tiempo del descubrimiento, por
no sujetarse á los trabajos que los conquistadores les impo-
nían. Aquel indio, de carácter belicoso é independiente, 1e-




94 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


vantó' el espíritu de los habitantes de la comarca al aproxi-
marse los invasores, que por él fueron recibidos en son de
guerra; pero derrotadas fácilmente las huestes indias, y pri-
sionero el mismo Hatuey, sufrió, quizás con rigor excesivo,
el' castigo de su rebeldía en medio de las llamas, muriendo
con él, ájuicio de un moderno escritor cubano (3), la libertad
y la existencia de la raza india de Cuba, sin embargo de
que el extranjero indio, pocos imitadores tuvo en los de la
isla, quienes, de natural pacífico é inofensivos, fueron, presi-
didos por sus caciques, á rendir homenaje á los expediciona-
rios españoles.


Próximo al puerto de las Palmas, en el mismo extremo
oriental aunque en la opuesta costa del Norte, supo Velaz-
quez que estaba situada una importante poblacion india lla-
mada Baracoa, y allí se dirigió estableciendo la primera ca-
pital de la isla con el nombre de Nuestra Señora de la Asun-
cíon de Baracoa, distribuyendo terrenos á los suyos, . y tra-
zando, con la ayuda de los indios esclavos que traia de la
Española, las viviendas á la europea, de la que despues,
en 1518, fué ya ciudad y capital de un obispado.


Abiertos los cimientos de la nueva ciudad, las noticias un
tanto abultadas de las riquezas y producciones de Cuba,
atrajeron rápidamente á ella numerosos aventureros desde
Haiti, y aun de la misma España, y entre ellos Pánfilo de
Narvaez, de quien hemos ya hablado, se presentó con treinta
ballesteros, y obtuvo por tanto el segundo lugar en el man-
do alIado de Velazquez. Por encargo de éste salió luego á
reconocer toda la costa meridional de la isla, donde, si por el
pronto fué hostilmente recibido, hizo retirarse en las frago-
sidades del Camagüey á los agresores, de los cuales muchos
se acogieron prontamente á su clemencia, por intercesion del
P. Casas.


Vuelto Narvaez aBaracoa, tuvo que salir otra vez para
sujetar á los caciques y naturales de la misma provincia del
Camagüey, que andaban revueltos, acompañado de Juan de
Grijalva y el P. Casas en calidad de consejero, y llevando un




CAPÍTULO II


número de tropas bastante considerable y mil indios de ser-
vicio. En aquella expedicion, como en la anterior, fueron so-
metidos los indios sin necesidad de grandes luchas, tanto por
el miedo que les infundían las armas de los soldados caste-
llanos, cuanto por la mediacion del P. Casas, que, convertido
en protector de los indígenas, de tal modo se hizo de ellos
adorar dispensándoles su apoyo y evitándoles en ocasiones
conflictos que hubieran sido muy lamentables, y á tal gra-
do llevó su prestigio, que todo mandato suyo era mejor obe-
decido que los del propio virey, pudiendo así imponerse cual
verdadera autoridad cuando lo creia conveniente. Esto ex-
plica el que, por mandato suyo, regresaran á la isla muchos
naturales que, espantados por una inmotivada matanza he-
cha en Caonao por los soldados españoles, habian huido á las
isletas y cayos vecinos; así como el que los habitantes de la
jurisdiccion de Matanzas, que en su poder tenian dos mujeres
españolas llegadas á aquellas costas en un naufragio, se las
entregaran con todos los objetos que habian pertenecido á los
náufragos, y que los de la provincia de la Habana, que á la
llegada de.la gente de Narvaez huyeron á los montes, noti-
ciosos de la emigracion de los del Camagüey, regresaran
tambien á sus viviendas, y fuesen puestos en libertad los que
en la persecucion habian sido aprisionados. Ciertamente que
era entónces el P. Casas, el español de más influencia cerca
de los cubanos; pero llevó tan allá el imprudente uso de su
prestigio, levantando él mismo ódios que con otra política hu-
biesen podido evitar, que ha llegado á decirse, y no sin ra-
zon, en nuestros dias, que él fué «quien con fanática' pluma
»escribió la primera página de las insurrecciones ameri-
»canas» (4).


A este tiempo, ó más bien desde que empezó á instalarse
la colonia en Baracoa, hubo sérios disgustos con motivo del
repartimiento de tierras, y en consecuencia, se concertaron
los agraviados para enviar al virey de la Española quejas
contra el gobernador, eligiendo al efecto por emisario á un
mancebo extremeño (5) inteligente y travieso, llamado Her-




96 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


nan Cortés, secretario y familiar que era del mismo Ve-
lazquez. Éste, que oportunamente se enteró de lo que se
tramaba, pudo evitar el escándalo que aquel acto hubiese
producido en semejantes circunstancias, prendiendo al comi-
sionado cuando iba á entrar en la bar'ca que debia conducir-
le, al cual quiso ahorcar en el primer arranque, y no lo
verificó por interceder en favor del preso várias personas
influyentes, disponiendo en cámbio su traslacion á la Espa-
ñola bajo partida de registro.


Próximo Cortés á ser deportado, logró desaparecer arro-
jándose al mar y nadando por debajo del agua, hasta que
desfallecido salió á tierra y tomó iglesia para librarse del
castigo; pero unos amores que tenia le hicieron cometer la
imprudencia de abandonar el sagrado recinto, y fué nueva-
mente aprisionado. Difícil parecia ya eludir la dura pena p:)r
su desobediencia atraida, y solo pudo conjurarla contrayendo
matrimonio con doña Catalina Suarez de Pacheco, móvil de
sus travesuras, y obligando así á la familia de su ésposa á
que pidiera gracia. Vuelto á la de Velazqueó, quien desba-
ratadas todas las maquinaciones de los enemigos, calmó un
tanto su irritacion, fué ya Cortés de la comitiva del gober-
nador en las exploraciones que verificó por el Sur de la isla,
mientras Narvaez recorria el Norte y el Norrleste. En aque-
llos reconocimientos se averiguó, segun relacion del padre
Casas, que la isla contenia unos doscientos mil habitantes
llamados siboneyes, dedicados en su mayoría al cultivo del
maiz y de frijoles ó habichuelas negras y de las raices del
ñáme, yuca ó áge con que elaboraban su pan ó cazaoe; que
vivian en pobres cabañas ó bohios y sin verdader:) culto reli-
gioso, aunque, creyendo en la inmortalidad del alma, distin-
guian dos divinidades, un génio del mal al que demostraban
mucho miedo, infundido y explotado por ciertos charlatanes
llamados behiques, y otro supremo autor del bien, al que de-
dicaban respetuosa veneracion.


Más ó ménos exactas pasaron á los rayes todas estas noti-
cias relativas á la isla, que Velazquez llamó Ji'ernandina al




CAPÍTULO II 97


conquistarla, y como á las cartas que tal decian acompaña-
ban algunos presentes, costumbre en aquel tiempo muy co-
mun y admitida, recibió el gobernador interino en 1514 rea-
les cédulas otorgando á Baracoa mercedes y franquicias idén-
ticas á las que ya disfrutaba la capital de la Española, y con-
cediéndole á él mismo facultades discrecionales para hacer re-
partimientos de indios y organizar la colonizacion. Revestido
Velazq uez con tal autoridad, pudo ya como gobernador propie-
tario ó adelantado ensanchar su esfera de acciono Por su ini-
ciativa fundaron inmediatamente sus comisionados Narvaez,
Grijalva y el P. Tesina las villas de Santiago de Cuba, Trini-
dad, Bayámo, Puerto Príncipe, Sancti Spíritus y San Juan
de lo., Remedios; á poco se erigió San Cristóbal de la Habana
en la costa del Sur, probablemente en el mismo punto donde
hoy está situado el pueblo de Batabanó (6), yal año siguiente
adquirieron vida otros establecimientos. Con largueza recom-
pemó Velazquez á los que á tales fundaciones cooperaron, así
como á los que le habian acompañado en la expedicion, entre
ellos al P. Casas en Trinidad, y á Hernan-Cortés en Santiago
de Cuba, \Í quien le repartió los indios de Manicarao en com-
pañía de Juan Juarez, con la prevencion, que era general, de
no sacrificar á aquellos indígenas con mal trato ni con traba-
jos demasiado penosos.


Estas mercedes y el buen nombre adquirido con la acerta-
da administracÍon de Cuba, extendieron en poco tiempo la
fama de Velazquez, y por ella atraidos, presentáronse en la is-
la alg'unos aventureros españoles, cansados de las penalidades
que en las costas del Darien se sufrian, los cuales al pedir
proteccion al adelantado y describirle los puntos que habian
visto, tanto avivaron su deseo de reconocer las tierras del con-
tinente, que armó al efecto dos navíos y un bergantin que
bajo el mando de Francisco Hernandez de Córdova, saiÍerón
del puerto de la Habana con aquel derrotero. Escasos fueron
en verdad los resultados adquiridos por el explorador, quien
descubierto el cabo Oatoche en el Yucatan, la poblacion de
Quimpeclt ó Campeche, el PotoncMn y otros puntos de las cos-




98 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


tas de Méxite 6 México, tuvo que regresar al puerto de Caré-
nas despues de tres meses de fatigas y de luchas, con muchas
avería:;; y contando de ménos algunos hombres que habia perdi-
do al hacer desembarcos. A pesar del poco fruto material reco-
gido, fueron de gran precio las noticias de Hernandez de C6r-
dova para acrecer en Velazquez sus ya grandes deseos de con-
quistar la tierra de Méxite; y dispuso otra expedicion de dos-
cientos cincuenta hombres al mando de Juan de Grijalva para
que realizara aquella empresa. Salí6 éste con sus gentes de
Santiago de Cuba en 8 de abril de 1518, y dirigiendo sus na-
ves á Potonchon, fué luego á Ulua, en los Estados del
príncipe Jfoctezuma, á cuyo punto nombraron San Juan de
Ulua, hoy Veracruzj desde donde envió Grijalva á Cuba á
uno de sus capitanes llamado Pedro de Alvarado, á participar-
le á Velazquez el convencimiento que tenia de haber negado al
continente que adivin6 Colon, y á pedirle consejo sobre si de-
bían ó no fundarse establecimientos en aquella tierra. Apre-
sU1'6se Velazquez á enviar refuerzos por respuesta, y tuvo que
dilatar la salida de la expedicion armada al efecto, mientras
acordaba el nombramiento del general ó jefe que debia man-
darla, por ser vários los candidatos, figurando entre los que
más se movian, nuestro conocido Rernan-Cortés, que era ya
entónces regidor en Santiago de Cuba; pero cansado Grijalva
de la inaccion á que le tenia reducido el silencio de Velazquez,
abandonó las costas á medio explorar y regresó á Cuba cuan-
do acababa de recaer definitivamente en Cortés la eleccion
pretendida.


Apresurando éste sus preparativos, se hizo á la vela en 18
de noviembre, y al recoger en Trinidad mayores fuerzas y
bastimentos, supo que Velazquez, atendiendo sugestiones de
los pretendientes desairados é inclinado á contrarios propósi-
tos, le habia destituido del mando. Mas el gran capitan extre-
meño que ante sí veia abierto ancho el camino de su gloria,
no quiso cederlo á otro, y ántes de que en Trinidad se ejecu-
tara aquella órden, medio subrepticiamente dirigióse á la
Habana, ósea Batabanó, donde al reutlirsele vários caballe-




CAPÍTULO Ir 99


ros y hoIilbl'ésde armas, llegó nuevo' emisario de Velazquez
mandando al gobernador Pedro Barba que detuviera preso á
0ortés' como rebelde. Conocedor éste del carácter de Velaz-
que21 J consideran Jo que ya' su castigo era ineludible, estre-
chado por las circunstancias se arriesgó á todo, y arengan...;
do á 108 expedicionarios, que en número de quinientos ocho
soldados y ciento nueVB marineros (7) ocupaban las naves,
consiguió con elocuentes· fr.ases que se le proclamara jefe de
la' eJépedicion; y desatendíendo todo consejo, insp~rado sólo
por su sed de nombr-e, saA.ió á la mar á mediados de febrero dl:l
1519, con rumbo hácia las costas de la que ya desde el regre;",
so de Grijalva se llamaba la Nueva España.


Aquel armamento extraordinario, dejó en tales momentos
la colonia española de Cuba pobre, deshabitada y con muy
pocas esperanzas de reponerse pr{)nto, si continuaba vigente
la órden real que no permitía ir á poblar lag Indias más que
á los vasallos de Castilla y de Leon. Inconveniente grande
era éste para calmar el irritado ánimo de Velazquez, quien á
pesar de todo, preocupado, impaciente y ansioso de castigar á
Cortés por 'Su acto de rébeldía, preparó otra expedicion en el
puerto de Carenas, atrayéndose al efecto con promesas habi-
tantes de la Española; pero ni el-estado de la poblacion, ni el
exíguo número de los voluntarios que oyeron su llamamien-
to. ni' la edad avanzada y salud achacosa del adelantado le
permitieron realizar entóncessu propósito, quien 10 único qne
en los preparativos de su venganza hir.o provechoso á la colo-
nia, en aquella ocasion, fué trasladar á dicho puerto de Ca-
renas el pueblo de la Habana, cuyos habitantes abandonaron
el' mismo año 1519 á Batabanó y abrieron los cimientos de la
que muy pronto fUl~ floreciente capital. Perseverante en su ven-
gativa idea, fué Velazquez venciendo en la nueva villa cnan-
tDS inconvenientes se le oponian, y aux:iliado por el goberna-
dor de la Española, consiguió al fin armar una flota de once
carabelas y siete bergantines, y reunir un número de hom-
bres y de e1ementbs de guerra superior al que Cortés habia.
llevado; mas al prepararse para mandar él mismo la expedi-


9




100 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


cion, tuvo que desistir por indicaciones de la audiencia de
Santo Domingo y confiar el mando á Pánfilo de Narvaez, su
segundo en el de la isla, quien imbuido por el propio espíritu
de venganza del adelantado, salió á la mar con rumbo al
continente á fines de marzo de 1520 (8).


C:Jrtés que al desembarcar en las costas de la Nueva Es-
paña quemó las naves, ya porque nadie retrocediera, ya para
aumentar con los marineros el núm':!ro de combatientes, al
tener noticia de la llegada de Narvaez, dejó la capital de
Méjico, donde kas de gloriosos combates y á fuerza de g2-
nio. habia conducido á sns guerreros, y saliéndole al encuen-
tro, le derrotó en Zempoala en 24 de mayo, y haciéndole pri-
sionero, arrastró consigo toda la gente de combate que lleva-
ba. Al saber Ve1azquez aquella, para él funesta noticia, an-
gustiado, acudió á la córte pidiendo al rey que despojase á
Cortés del mando; y preparó al propio tiempo otra armada
de siete navíos para ir en persona á castigar su rebeldía, pi-
diendo al efecto al Consejo de Indias que le indemniiase de
los cuatro mil ducados invertidos en la expedicim, de que el
capitan extremeño se habia·utilizado. Pdro éste, que por me-
diacion del obispo Fonseca, presidente de aquel Consejo, po-
seia ya el título de conquistador de Méjico, concedido por el
emperador Cárlos Ven 1522, desbarató los proyectos del ade-
lantado de Cuba, que ya p:)l' pesadilla tenia su recuerdo, y
otra vez Velazquez se vió precisado á desistir de sus proyec-
tos de venganza, tanto por e3t:lr ya legalizada la posicíon
de su adversario, cuanto porque una cruel epidemia, diez-
mando aquel año los habitantes de las Antillas, y áun del
próximo continente, le privó de los hombres de guerra que
habia reunido.


R<ttificada en el propio año de 1522 la bula pontificia que
erigia á Ruacoa en obispado, sufragáneo de Santo Domingo,
se nombró un obispo que no llegó á tomar pJsesion por haber
obtenido á poco otro nombramiento para el Yucatan; y atcn-
diemlo entonces á las condiciones de la villa de Santiago de
Cuba, preferibles por su posicion é importancia á las del an-




CAPÍTuLO n 101


tiguo pueblo indio de Batacoa, se impetró del Papa Adria-
no VI, y se obtuvo en 8 de marzo de 1523, otra bula erigien-
do la catedral de CtIba en Santiago, regularizando el servi-
cio religioso, practicado á la sazon por los frailes y clérigos
sueltos é indep3lldientes, y nombrando primer obispo á Juan
de Witte, flamenco de nacion y religioso franciscano. Mas
aquel prelado, que desde la P~nínsula dictaba reglas para la
organizacion de su diócesis, no se presentó tampoco en ella
nunca; pues al ser nombrado lu~g.) confesor de la reina de
Francia hizo renuncia de la mitra, y ésta tuvo que conti-
nUClr en su primitivo desórden los años que trascurrieron has-
ta 1536, en que se proveyó la sede vacante.


Ya que para emprender exp3diciones estaba Velazquez im-
posibilitado, se dedicó con una actividad, quizás sup3rior á
li) que sus años le permitian, á fOffi3utar el desarrollo de la
colonia esplñola. Dispensó predilecta prot~ccb:1 á la agricul-
tura, dando incremento al cultivo de la cañl; concediendo
pr~;;;tamos reintegrables, animó á los fuudadore;;; de nuevos
pu~blos; dictó dispo3iciones protectoras para los inelios; 01'-
den6, con €l fin de normalizar los asuntos eclesiásticos un
tanto embrolbdos, que se destinase una tercera parte del
diezmo á las atenciones de las iglesias, y para moralizar el
cbro, dispuso que los canónigos viviesen en sus casas, y se-
parados de los seglares. Pero achacoso, angusti:tdo y mortal-
mente herido por aquella def~ccion de Cortés, que se veia
obligado á recordar á menudo, y cada vez que el conquista-
dor de la Nueva Espa3:1 pedh á Cubil, para engrandecer sus
empresas, gentes, caballos ó bastimentas (9), y por muchos
disgustos consumido, murió Velazquez en Santiago de Cuba,
capital ya de la isla, el año 152t (10); ganeralmente sentido
y llorado, no s610 por los indígenas, que si bien recordaban
todavía la muerte del cacique Hatuey y de los suyos, no p;:¡-
dian olvidar la proteccion que del adelantado habian recibi-
do; sino por much '8 de los españoles, que, reconociendo sus
altas dotes, no intentaron oscurecer el gran número de cua-
lidades que ]e honraron, con las pruebas de ingratitud mani-




102 LAS INSGRRECCIONES EN CUBA


!estadas á su protector D. Diego Colon, ni con la extraña
cooducta de despego observada con &rijalva. Dos años' des-
pues de' muerto Velazqllez, consumió un ineendio la catedral
d'e Santiago de Cuba, donde sus restos establlll1 depositadbs,
los cuales no' pudiel'(m salvarse, encontrándose tan sóro, el
año diez del presentesig-b, entre aquellas ruinas, un pedazo
de l'ápida del sepulcro que los habia contenido.


Del mando, interino d'e la colonia estuvo encargado el al-
calde de Santiago de Cuba, Ml1nuel de Rojas, durante un año,
y hasta que en 1525, siendo ya presidente del Consejo de In-
dias Fray GarcÍa Loaysa, fué nombrado gobernador de la
Fernandina ó Cuba, Gonzalo N uñez de Guzman; represen-
tante que era de Vdazquez en la córte, Al llegar éste á la
isla precedid'O de los primeros trescientos esclavos negros,
que allí se introdujeron, publicó órdenes del emperador rela-
ti-vas al régimen administrativo, ya para que los alcaldes or-
dinarios asistieran á los cabildos de ayuntamiento, es decir,
límitando la independencia municipal, ya corrigiendo fran-
des y escandalosas ocultaciones de cédulas reales; y puso en
ejecucion, además, otros decret-os mejorando la condicion de
los indígenas, suavizando las penalidades del trabajo, que
tan frecuentes hacia las deserciones, y encargando á los re-
ligiosos dominicos y franci,;canos la mision de mirar por
3;(luellas sencillas gentes. Per::> los naturales, á pesar de ésto,
continuaron manifestándose contrarios á la civilizacion y cos-
tumbres europ2as. Como blandos para el trabajo, eran ene-
migos de toda fatiga; y exentos de necesidades imperiosas, á
la vez que animados por S11 carácter indepen:liente, deserta-
ban en masa de la vecindad de los colonos, para disfrutar en
los bosques de su predilecta aficion á la pereza y áun para
empuñar las armas en ocasiones: llegando á hacerse tan ge-
neralla desercíon, que hubo necesidad de dictar órdenes pa-
ra atajarla, en algunas de las cuales, expedidas por el empe-
rador en Barcelona el año 1529, se declararon libres á todos
los indios que no estuviesen en armas; y, con objeto de su-
plir sus brazos, insuficientes ya y escasos para atender á




CAPÍTULO II 103


las necesidades ,de la cCílkmia. seauilorizó á especuladores
ftamemtCos la introducci0ll de mayor :número de uegros gui-
Ileos (ll).


l.nstalado Gonzalo de Guzman en S:mtiltgo de Cuba, po-
bla'Ciolíl que á su llegada eontaba ya más de dos mil habitan-
tes, dendió con prefei'enoia á rnejonar la situacion económica
de la 'colonia, creando maa factoría ó delegacion de Haoienda;
activó el establecimiento del primer 'C(')J1'Vooto de Dominicos,
destinado á instruir 00 su seminari:o y á forIllar un planté!
de los religiosos 'q'lle}fllleran extender la civilizacion por:el
contineuteamericano: y dedicó tambien SlllS cuidados á re.pa-
;¡-.ar los desastres que el.incendio de la catedral habia pr0c1u-
cido en la poblacion, aplicando,oon algunos donativos del Te-
soro, el legaJo de dos mil ducados que para obras pías dejó
Velazqnez al morir. En tiempo de este gobernador fué cuan-
do Pándll(} de Na:rva,ez, procOOente de España y de la isla
Española, se rresentó el mes de abril de 1527 en el.puerto de
Jágua <:o:n una flota destinada á conquistar la Florida; cuya
ait'mada, henchida d.e,aventureros: ansiosos de riqueza y de
gloria, no· tuvo otro fin que la destruccion, ni los expedicio-
narios hallaron más que la muerte d-espues de hnrribles pena-
üdades, qu~ás menores :de las que p~r castigo merecia para
aí solo el perturbador Narvaez.


Sooed.ió á Gonz.alo de 'Guzman 'en el mando de la isla Fc'l'-
nandina, que llamaremos Cuba en lo sucesivG, porque ya este
nomhre predominaba, aquel Manuel de Rojas que ~omo alcal-
dede Santiago le habia precedido en calidad de interino. E:m.
su tiempo, llegó á tanto el.disgusto proauc-ido en todas las
clases por la elílormidad de }QS impuestos, que muca0s colonos
aba.nd.QI!laron sus h:aciendas, y a.traidlos por los descubrimien-
tos del <lontinente, allá se dirigieron -en busca -de mejor suer-
te, mientras l@s i'liI.ta,iosde.sertores, aprovechando las diside:m-
ci8s de <ilUS :duooClS, se alzaban 'en ,armas por 110 {lóntinual'
sufriend{) la -uomillacion qae eada vez les iiba siendo más odio-
sa. Los emigrados poI:' un ~ad:o y p0f Qlro lasfiebtes intertro-
picales q ll.e devoraban tantos jóvenes colonos solteros de aq ue-




104 I.AS INSURRECCIONES EN CUBA


110s que vivian en ilegítimo trato con mujeres indias, y mo-
rian sin herederos legales, aumentó considerablemente en
aquel tiempo la riqueza de las iglesias, depositarias de nu-
merosas mandas, y ésta fué sin duda una de las razones que
entónces aconsejaron reducir al uno por diez el tres que án-
tes se habia señalado al clero. Este seguia, como h~mos di-
eh1, rigiénrl03e por inspiracion propia y sin autoridad ca-
nónica á quien ob~decer; pero ya en 1533 fué consagrado
obispo y ocupó el primero la silla de Santiago de Cuba Fray
Bernardo de Mesa, natural de Toledo y de la órden de Santo
Domingo, qu~ en 1538 se instaló, confiriéndole luego juris-
diccion en las tierras de la Florida conquistadas, y señalán-
dole la dependencia de la mitra de la Espailola.


Muerto Manuel de Rojas, se dividió el mando en daoS auto-
ridades interinas; una ejercida por Francisco de Guzman des-
de Santiag0 de Cuba en el departamento oriental, y la que el
TÍrtuoso Juan de Rojas tuvo desde 111 Habana, en aquelJa par-
te de la isla, hasta la presentacion dsl ad31antado Hernando
de Soto, y durante la invasion de Jos forbantes franceses de
las pequeñas Antillas, que entraron á saco en aquella nacien-
te poblacion y la entregaron luego á las llamas.


Soto llevaba á Cuba el e~pecial encargo de conquistar la
Florida y las demás tierras del Norte, de alguna de las cua-
les habia tomado ya posesion el francés Cartier, apoderándose
en 1534 del Canadá, en nombre de Francisco 1 de ·Francia.
Así que desembarcó en la capital de la isla á me.liados de
mayo de 1538, con el nombramiento de adelantado de Cuba y
de la Florida, se enteró del incendio de la Habana, y dispuso
que Mateo Aceituno pasara con una nave para favorecer á
aquellos colonos y á reedificar su iglesia, siguiendo «la prác-
»tica constante en los conquistadores del Nuevo mnndo, de
»llevar en las puntas de sus picas la l'eligion del Crucificado
»y los fueros municipales, únicos elementos de civilizacion
»entónces,» como ha dicho el Sr. Barrantes. Aquel emisario,
sin desatender la reedificacion del templo y de las casas in-
cendiadas, construyó á la vez un castillo llamado la Puerza,




CAPÍTULO f[ 105


á la izquierda de la entrada de la bahía, y de él fué nombrado
castellano. Pocos días permaneció el adelantado en Santiago de
Cuba; pues am\ioso de realizar cuanto ántes el deseo del empe-
rador, que era su propio deseo, pasó en agosto á la Habana,
donde, alistada la expedicion, y despues de encargar del go-
bierno á su esposa D. a Isabel de Bobadilla, confiándola como Lu-
garteniente al gobernador Juan de Rojas, y averiguado cual
punto de las costas de la Florida era el más á propósito para su
desembarco; salió Soto á la mar el 12 de mayo de 1539, con
la mayor expedicion que hasta entónces se habia reunido en
la grande Antilla. Desgraciadísima fué la empresa, como
lo habian sido las intentadas anteriormente contra aquella
parte de la América septentrional, por Pánfilo de Narvaez y
otros. En ella, luchando con feroces indios apalanqttianos
ó apalackinos, con los túsculos y los alabamienses, y te-
niendo que atravesar hasta ciento veinte leguas de costa es-
casos de medios, fueron vícti:na de la fiebre del plÍS la ma-
yor parte de los expedicionarios, incluso el mismo Hernando
de Soto, que en 1540 murió á orillas del Jtlississippi. Los
que libra'ron del maligno efluvio de aquel inmenso rio, dieron
cima en medio de mil peligros á uno de los más atrevidos he-
chos militares, atravesando, á las órdenes de MoscoBo Alva-
rado, el pals de los baqueros en Tejas y todo el Nort':J da
Méjico, yendo á parar despues de insufribles trabajos al cen-
tro de Nueva España.


Hasta tres años despues, que se supieron estos desastres
en la Habana, siguió en el gobierno D. a Isabel, la cual mu-
rió de dolor al recibir la noticia de la muerte de su esposo.
Dividiéndose, durante la interinidad, otra vez en dos los go-
biernos de la isla, ámbos dependientes de la audiencia de
Santo Domingo, se desempeñaron por los tenientes de Santia-
go y de la misma Habana, que insensiblemente iba absor-
biendo todo el interés é importancia de una capital; cuya di-
vision de poder terminó en 1545 con el nombramiento de go-
bernador general, hecho en el licenciado D. Juan de Avila.


Al tiempo de encargarse éste del mando, echó una ojeada




106 LAS INSURRECOIONES EN CUBA


$obre la situaciQn de los indios, y los vióauiquilándose
y ,pereciendo, unos extenqados ,por trabl;l.jos que no 'podian
-soportar, y otros suicidándose por no .sufrirlo,alguIl08.de los
cuales~ ántes de llevar á cabo tan criminal intento, ahorca-
bt;tn á sus própias mujeres y 11 108,niños de menor edad, en
-ódio á los conqilistadol."es. ;fan l(l¡mentable ry triste espectácu-
lo, movióaJ .gobernador á conminar con severos castigo::; á
aquellos cülon()s que, procedentes de ·las más ínfimas clases
de la :sociedad en España, tM¡taban allí a ¡¡,quellos pobres
indígenas con groseros modales, y aun con bal'baracrueldad,
movidos por su insaciable codicia y bajas pasiones. AviJa,
que, como los gobernadores SUG'8sivos, ántes de que se cam-
biase la capitalidad de la isla, residiaen la Habana la mayor
parte del tiempo, propuso, :para aumantar la vida de aquella
poblacion, y así se ordenó, que hicieran escttla en ,el puerto
4e Oarenas todos los buques que, procedentes de Méjico, tl'as-
portasen riquezas á la Península. Así como su suce~or Don
Antonio de Chaves, ·para mejorar las condiciones y comodi-
dad de la llamada ,á ser capital mu,ypronto, dispuso abrir
una zanja que troF¡})ontaseá la villa,desde el rio de O asiguaguas
-óae la lJfttJrrem ;las ~uas de ,queoweoia, autorizando al
efecto al ayuntamiento de la Habana para establecer, con el
nombre de sisa de la zanja, un ·arbítrio sobr.e los ganados,
que eran ya muy principal y cási únioa riqueza entónces de
la villa la de Habana, y objeto de rica exporlacion para las
prt:rvincias del continente, que aún no los poseían.


Mas ;que ningun otro .gobernador de los que le habían pre-
cedido, :m.anifesMsn aficion á permaneee.r -en la Habana el
Dr.D. GODzaloPonce de- Angulo, nomor.ado interinamente
en 1550, quien, durante sulaJrgo Dlando, sólo salió de allí
«os veces: una para visitar las poblaciones de la isla, y otra
huyendo deljilibustero luterano, Jacques de Sores, que, in-
vadiendo:la villa, se apoderó h.asta del caatillo de la Fuerza,
defendido heroicamente "po.r veinte hombres, y saqueó por
completo lapobli\cion.


Angulo fué residenciado por la criminal debilidad demos-




,CAPÍTULO II 107


trada en aquellas ·circtmstaneias; .yal tomail' poses ion su su-
{lesor D. Diego de Mazariegos, ·que, l!l.Ombrad6 hacia tiempo,
no lo verifi.có en su :destino ·h~sta 1554 pDreBcontrarse en
iÜhiapa, se :pl'ewBtó aoompooado de veimte hombr.es de guer-
rn y seis ,eaiíones, Flor h8lOOr llegado 1'.<1 á su Boticia los ,su-
cesos de la -Habana, y los que 00 &a.ntiag.ode Cuba ha-
bían {lbligtldo :al obispo, lt~lÍ0S'Ü -de los pirMas fibib-usteros
y fOV'bawtes, ,átra,slaaar 00 iIle8itlencia. ,á Bayátmo. Lo primero
!ue que Mazariegos se ocupó, fué deestableMr en la isla el
ó.rden administrativo, ena.,pezando, para Iconssguirlo, por .li-
mitar las prerogativas del cabildo municipal de la Hab9.ua,
que anulaban la autoridad del goberlladQr J' <prÍlvarle de la.
clooe.ioo de j,ueeesó alcaldes @r<Ilillal'ios, que hacia tiemp:l ve-
nia atribuyénd0se; lo cual logró al fin, aunque no sin mediar
sérias etl8stiones y hasta litigios .ante la audiencia de Santo
Domingo, J.1eHniendo y conservando la ñurisdiccion de justi-
oía en su persona'y la <le su teniente, q.ue, durante algunos
años, fué el anciano ,Juan ,ele Rojas. Ciertamente que era di-
ficil deslin.dar las facultades de los municipios en Cuba, tan
vastasdesae un principio, que no sólo todos los empleados,
.así eclesiásticos como .civiles y ,militares, necesitahan de su
al.l.torizacion 'para .posesionar.se rde los ,destilnos, ,sino que los
cabildos aC(j)l'(laban con el gobernador la provision de 103 de
Hacienda! y hasta poniÍan el cúmplase a las órdenes reales,
sin cuyo requisito eran allí nulas y no tenían valor; p3ro WIa-
zariegos, que era partidario <IleLgobierno parsonal, no pudo
aven-irsecon las libertooes ffilll1icipales, y fué matáml01as de
la misma manera que en la metrópoli se iba haciendo. En
.cambio, .como verdadero .administrador y hombre de gobicr-
no, activó las obras de lazanjaextendielldo los arhitrios a la
carne, jabon y otros artículos; <loucen.tró en lLLl lugar próxi-
mo á la Habana, aoude tuvo orígen la pClblacion de Guana-
bacoa, los 'lndios, que, errantes por ,los campos, busoaban en
elsuioidio la muerte por no ~mjewso ,altra.baJo; hizo visitas
á las poblaciones de la isla para arreglar en las ciudades y
"illas los ·oficios ~e justicia faltos de regularidad; y, entre




108 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


otras mejoras públicas, reconstruyó el arruinado castillo de
la Fuerza, y atendió al laboreo de los terrenos auríferos de
Jágua, en los once años que duró su gobernacion.


Corto fué el mando de sus inmediatos sucesores, que así
propietarios como interinos, apenas se distinguieron por
algunas cuestiones sobre jurisdiccion ó de etiqueta, entre
ellas la sostenida con el castellano de la Fuerza, que era en-
tónces la autoridad superior militar de la Habana, y como
nueva muy celosa de sus atribuciones. Peru nombrado en
15157 adelantado de la Fernandina ó Cuba, que así se llama-
ba ya indistintamente de oficio, el caballero del hábito de
Santiago D. Pedro Mendez ó Menendez de Avilés, con el en-
cargo especial conferido por el rey D. Felipe II de destruir la
colonia protestante que en la Carolina meridional se habia
establecido, bajo la proteccion del almirante ColignYi se pre-
sentó en el puerto de la Habana con una armada formidable y
pasando al inmediato continente, exterminó aquel nueVO es-
tablecimiento, en el cual fueron sacrificados más de seiscien-
tos caro:inos, á quienes se mató, «no por francés, sino por he-
reje,» segun decian los carteles que les fijaron en el pecho.


Con el prestigio de la victoria regresó Mendez á Cuba, y
dedicando desde luego sus desvelos á reorganizar la admi-
nistracion pública, reformó la constitncion de los ayunta-
mientos, señalándoles un número fijo de regidores elegidos
anualmente, de los cuales á la ·Habana le correspondieron
cuatro, uno de ellos encargado de la recaudacion de todos los
fondos, y de liquidar sus cuentas con el gobernador; concedió,
de acuerdo con la corona, á aquellas corporaciones, la facnl.:..
tad de mercedar tierras en su respectiva jurisdiccion, y unas
ordenanzas para el régimen político y económico del munici-
pio; y atendiendo al propio tiempo las obras públicas, inau-
guró el hospital de San Felipe y Santiago, que fué luego de
San Juan de Dios, dedicado en un principio á militares heri-
dos ó enfermos en la guerra de la Carolina, y despues á los
menesterosos de toda clase.


,A pesar de no conocerse en aquellos tiempos la instabilidad




CAPÍTULO II 109


de los gobiernos actuales, no eran muy duraderos sin embar-
go algunos mandos en las colonias espauolas, siendo causa
de tales movimientos, además de los rigores del clima que
tantas víctimas devoraba, la profusion de reinos en los di-
latados territorios de América, que ofrecian á cada paso as-
censos á los que se dedicaban á servir en Ultramar.


Fué uno de los mandos de mtmos duracion en Cuba el del
sucesor de Méndez, D. Gabriel Montalvo, que en 1576 se hizo
cargo del gobierno y no tuvo tiempo más que para fundar el
convento de San Francisco en la Habana, establecer la San-
ta Cruzada, y preparar la construccion de algunos buques
para el resguardo de las poblaciones costeras, amenazadas
de ordinario por 108 piratas de las Antillas. Y otro de los
mandos cortos fué el del capitan D. Francisco Carreuo, que
desde aquel año al de 1518 se dedicó á regularizar el sistema
d0 pesas y medidas, á inaugurar la fllndacion de un con vento
de Predicadores en la Habana, y á escoger y remitir á Espa-
ña abundantes maderos de caobo, ébano, quiebra-hacha y
guayacan para el monasterio del Escorial que el rey Felip~ TI
construia:


Al licenciado D. Gaspar de Torres, que gob~rn6 desde
1580 á 1584, se debieron grandes medidas para librar á la
isla de invasiones piráticas, tales como construir lanchas
guardacostas con el producto del arbitrio llamado sisa de la
piragua, establecido en 1538, y dictar várias preve~ciones
sobre vigilancia general. A él se debió tambien la instalacion
en la Habana, villa ya la más poblada de la isla, de la cor-
reduría de lonja, yen su tiempo empezaron los disgustos
entre el gobernador y el castellano de la Fuerza, que por con-
cesiones sucesivas ó atribuciones usurpadas, se habia ido cons-
tituyendo en primer jefe militar independiente y hasta insu-
bordinado y rival de la primera autoridad. A tal grado de
complicacion llegaron las cuestiones promovidas sobre com-
petencia de facultades, que el sucesor de Torres, D. Gabriel
de Luján, fué exhonerado por aquel alcaide 6 cailtellano de
acuerdo con la audiencia de Santo Domingo, yen vista de




110 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


aquella irl'egulariaad y del pernicioso ejemplo que los coli!mos
1'ecihian ron tales es pectáculos, ¡pidió y obtuvoel.ay:u,nta-
miento de la HabaBR que en 10 sucesivo se reuruevan etl una
persona misma los dos empleos de gobernador y de castella-
no de la Fu.erz.aó jefe militar. Esta rerorma era ,de la ma-
yor impot."tanoia sin duda, cuando tanta unidad de liI.{;ci0n se
necesiliaba par.a destIlutir á les ce>rsarul/lS yjili1JU8tCMG., de los
lCU8iles, preci6amenteen aqaeHos momentos, el famoso FNilrH-
'clÍseo Drake se presentó en las agu.as de la Habana, y fué una
fortuna qne no es-tuviese enterado ,de la.s desavenencias y es-
tado de agitacionentI~ las autoridades, pues á saberlo, tarl
vez no se hubiese satisfecho, {!onocida su osadía, ,hasta lle-
varse á las pequeñas Antillas, ,depósito de sus saqueos, los
muchos esclavos africanas que aoababande desembarcar y
er.an introducidos por los tratantes que el rey habia autori-
zado para dedicarse al negocio de n~gros.


En consecuencia de aquella reclamacioB del muni.cipio de
la Habana, lfué ,ya n0mbrado ·capitan general de la isla en
1589 el maegj;re de campo ,D. Juan de Tejada, á quien el rey
dió el encargo especial de defender las costas de Cuba de las
ordinarias inv-aS<Í@oues:y oorrerías ,de piratas imglesesy fran-
ceses. Con tal objeto, empezó el Iluevu gobernador ros obrns
tic ,defensa en el puca'to de Carénas, {;on la c¡;mstrtlccion ¡de
los castillos de la Punta y delllforJ'o á derecha é izquierda
·de la entrada de la bahía, y eon el estudio de otra fDrmida-
ble fortaleza en las alturas de la Cabaña; Cqyos gast1s dc-
biansatisfacerse por las cajas de la Nueva Españaó Méjico,
que ·en adelante quedaron ,además gravadas con el pagu de
las tropas que guarnecieran aquellas fortificaciones" y1ade
la Fuerza, dotada ya con trescientas plazas, quizás como
reintegro de los que hizo V.e.lazquez para la conquista de
aquel reino á principiQs del siglo,. Arrastrado Tejada por su.
aficion á las obl'as públicas y de defensa, y al engrandeci-
miento de la Habana, terminó la UJn:ja delltusilloconducto-
,fa de las aguas potablesd.esdeel rio Chorrera á la poblacion;
wnsiguió para ésta el título de ciudad, aumentando con tal




CAPÍTULO n HI


motivo á duce el número de sus regidores; a:rtiUó las fortale-
zas y Ro-siguió' más adelante, armando dos fragatas g'llard'a-
costas, por ftl;}ta de recn'l'SOS~


No poseyéndolos mayores D. Juan Maldonado y Bart'io-
nuevo, qlle le saoedió en 1500: y gobernó- pJl" espado de seis-
añ'Os, tuvo que sufrir la contrariedad de dejar sin castigo la'
osada invasion en Santiago d'e Caiba de lOs piratas, quienes>
obligaron á aquellos ha.bitantes á retirarse-, hllyendo tierra
ad811tro ha'Sta la ciudad' de Bayilmo. Ni luego l}, Pedl'O Val-
dés, al reemplazarle en el mando, pudo c'llBtigar tampoco fl
aquellos lorbantes yjllibuste1'os- que, btt;>cando en el interiOi'
del territorio los bienes que los colonos retiraban de ia-s costas,
extendieron sus correrías, mandados por el cor.5al'io francés
Filberto Geron ú: Ogeron, hasta la hacienda de Yara, donde
fué cautivado el propio obispo de Santiago de Cuba D. Juan
de las Cabezas Altamirano al hacer la visita de su diócesÍs.
el cuál solo despues de pagar un fuerte rescate en cueros,
tasajo y cien ducados, pudo conseguir su libertad, Verdad es
que en aquella ocasion, irritados los colonos al verse sin obis-
po, levantáronse en armas y corrieron á enCGntrar al jefe pi-
rata á quien dieron illmrttl, haciendo emhargar presul'OSOS á
los que escaparon de su persecucion; p3N á pesar d~ esto el
prelado no pudiendo tranquilizarse mientras continu:ua la.
falta de seguridad de las costas, la penuria en el gobernauoI'
y la escasez de fuerzas para evitar aquellas repetidas y escan-
dalosas invasiones, solicitó trasladar su sede á la ciudad de
la Habana, El rey entónces, en virtud de las representaciones
del obiiipo y del general ValdéR, decretó con fecha 8 de octu-
bre de 1607 que el gobierno de la isla, continuando en lo su-
cesivo como capitanía general, dividiese su jurisdiccion en
dos distritos, el de la Habana, con la capitalidad, y toda la
parte del Oeste y treinta leguas al inte~ior hácia Oriente; yel
de Santiago de Cuba, con tuda la parte oriental y el centro
hasta Puerto Príncipe en el Camagüey; quedando las villas
de Sancti Spiritus, San Juan de los Remedios y la ciudad de
Triniclal excluidas de los dos distritos, acéfalas,


:./;
..... I


' .... !




112 LAS INSURRECCIONE'3 EN CUBA


el historiador Valdés, y gobernadas por sus respectivos
ayuntamientos, aungue bajo la dependencia del capitan ge-
neral de la isla. Cumplimentando la real di$posic~ion, fué de
primer gobernador á Santiago de Cuba el castellano del
Morro de la Habana, D. Juan de Villaverde, llevando alguna
fuerza y aprestos de guerra para aumentar las defensas de
aquella ciudad. Algunos historiadores se fundan en estas re-
formas y en el planteamiento del verdedero gobierno militar
de la isla, para señalar este período como el termino del de
colonizacion y principio de la época de organizacion en aque-
lla provincia española; en lo cual no estamos conformes, por-
que y en puridad declaramos que no podia contarse á la c010-
nizacion más que empezada.


Ni D. Gaspar Ruiz de Perada, que sucediendo á Valdés
gobernó ocho años sin dejar más memoria que el levanta-
miento del convento de San Agustin en la Habana; ni Don
Sancho de Alquizar, que en 1616 se trasladó del gobierno de
Venezuela al de Cuba, y sólo se ocupó del laboreo en'las mi-
nas de cobre, confiadas luego al gobernador de Santiago de
Cuba; ni en el mando interino del castellano del Morro, Don
Jerónimo Quero, en cuyo tiempo se dispuso que estos caste-
llanos asumiesen el mando superior durante las interinida-
des, hízose nada de provecho para castigar á los corsarios ex-
tranjeros, siempre dispuestos á abordar nuestras naves y á
saquear é incendmr las viviendas de los colonos españoles.
Pero en 1620 se presentó á tomar poses ion del mando de la
isla el maestre de campo D. Francisco Venegas, comandante
que habia sido de galeones, acompañado de algunos buques
de guerra, con los cuales formó una armadilla destinada á la
defensa de las costas y persecucion de los piratas, que, en su
tiempo, se mostraron ménos atrevidos. Para hacer perma-
nente tan beneficiosa institucion y atender al entretenimiento
de aquellos y otros buques costeros, se estableció de real ór-
den el arbitrio de armadilla ó impuesto de un dos por ciento
sobre la importacion de mercancías; pero 108 proyectos de
aquel general quedaron á su muerte incompletos, porque, ni




CAPÍTULO II lla


los gobernadores que interinamente le sucedieron, ni el pro-
pietario, D. Lorenzo Cabrera, que se encargó del mando
en 1626, y, procesado pJr haber vendido en la Habana un
cargamento de negros, fué remitido á España bajJ partida
de registro, interpretaron el pensamiento, ni p~rfeccionaron
el resguardo de las costas; debiéndose sólo al sucesor de Ca-
brera y juez comisionado para residenciarle, D. Francisco
Prada, la extravagante idea de cerrar la entrada del puerto
de la Habana con una cadena de tozas ó troncos de árboles,
que, partiendo del castillo del Morro, terminaba en el fuerte
de la Punta, para evitar el ataque con que los filibusteros
amagaban.


Pero ya en 1630, al presentars~ como gobernador propie-
tario el caballero de Calatrava D. Juan Bitrian de Viam:mte,
prosiguieron las obras de defensa y las reformas militares;
aumentando la guarnicion de la Hab:llla, restabbciendo la
suprimida plaza del castellano de la Fuerza, ántes anexa al
cargo de gobernador y capitan general, y preparando la
construccion de los torreones de Cojimar y la Chorrera; cuyo
proyecto, .y otros vários, tuvo que suspender Viamonte por
su estado valetudinario, que le hizo aceptar la presidencia de
la isla de Santo Domingo, y confiar la ejecucion de to:lo á su
sucesor D. Francisco Riaño de Gamboa. Desde 1634" en que
éste se hizo cargo del gobierno, dedicó sus desvelos á comple-
tar el reglamento del ctrbitrio de armadilla iniciado pJr Vene-
gas. Introdujo además las reformas económicas, recientemente
establecidas en Méjico; instaló en la Habana un tribunal de
Cuentas para el exámen de las de la isla, rle la Florida y de
Puerto-Rico, y accedió á la fundacion del monasterio de mon-
jas de Santa Clara en la capital, que era ya beaterio desde el
gobierno anteriqr; y llevando sus mejoras hasta SantÍftgo de
Cuba, levantó en aquel puerto el Morro ó castillo de S5tn Pe-
dro de la Roca, para defender su entrada é impedir la de los
filibusteros, que, incansables en su sed de saqueo y pillaje,
acababan de embestir en agosto de 1638, frente del pueblo
de Cabañas, ILandados por el terrible holandés Jo11s, los ga-




114 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


leones del marqués de Cal'aeena, que, despl:l8S' de: reñid'll
pelea, 10graroB ahuyentar á, los, de aquel corsario.


Relevado Gamboa á los cuatro- años, le tocó á su suce~O'I';
el hijo del conde deSalvallierra, D. Alvaro de Luna y gar-
miento, levantar du-rante· su' corto mando los torreones idea-
dos por Viamon1Je, para- que como centinelas avanzados, de-
fencHesen á barlovento y sotavento la ca-pital; creando para
guarnBeerlos· tres compañías de hijos del peAs, q \le fué la
primera fuerza organizada en la isla de Cuba. A la vez Luna:
activaba la edificaeion' de la' iglesia del Cristo en la Habana.
Al maestre de campo E)~ Diego de Villalba y Toledo, q\le le
reemplazó en 1647, le cupo la mala suerte de ser testigo de
los terribles efectos producídos por una epidémica fiebre pú-
trida, el vómito neg-ro ó prieto (13), que despobló regiones en-
teras, y vió tambien, sin poder remediarlb~ multiplicarse las
correrías de los piratas ingleses. PaTa librarse de ésms', el
maestre de campo D. Francisco Xélder, que en 1~50 tomó
posesion del mando de Cuba, proyectó rodear la ciudad d~ la
Habana de un canal de defensa, que por costoso no llegó á
abrirse, ínterin la edlfieacion de sus murallas se terminaba.
Pidiendo auxilios á la metr6p()li para reponer las numero-
sas bajas ocasionadas por otra terrible invasion de la fiebre
amarilla, y en vi~ta de las a-gresiones llevadas á cabo por 108
enviados de Cromwell contra las posesiones de la América es-
pañola y de la consiguiente pérdida de nuestra isb de Ja-
máica, obtuvo y le llegó un refuerzo de doscientos soldados
procedentes de la Península, y otros con pertrechos de g\ler-
1'a desde N\leva España, que por el momento atendieron á la
defensa de las ciudades y á la proteccion de muchos colonos
españoles, que, huyendb de .Tamáica, se guarecían en las
villas de Bayámo y Trinidad de Cuba.


El aumento de poblacion dtl'bido á losfugítivos jamaicanos
elevó la de la isla en aquellas circunstancias á unos tl'einta
mil habitantes. Durante la interinidad que siguió al gobier-
no ele Xelder, preñado de disgustos por las discordias y
desavemmclas frecuentes entre la autoridad política, que en




CAPÍTULO Ir 115


tales casos solia desempeñarse por un colono criollo, y la mi-
litar, servida por un jefe del ejúrcito peninsular, poco alivio
recibieron aquellos en sus temores de inminentes invasiones.
Enterado al cabo el gobierno de Felipe IV de la toma de la
eapital de Jamáica por las tropas inglesas de Penn y Vena-
bIes, que obligó á huir á más de ocho mil familias españolas
.Y á defenderse á otras, que en su retirada abandonaron allí
los negros cimarrones para que c~mtinuasen la guerra, y te-
miendo la clil"te que los ingleses hicieran seguidamente lo
mismo con la de la grande Antilla, nombró en 1656 gober-
nador de Cuba á D. Juan Montaño Blazquez, con la preven-
cion de acelerar las obras de las murallas de la Habana y de
concluir todas las demás proyectadas defensas. K o fm:ron estas
necesarias entónces, por fortuna, pues preocupados los ingletlcs
con la colonizacion de su última presa, suspendieron un tiempo
las agresiones; ni pudo tampoco dar cima Montaño á sus pro-
yectos, por haber muerto en el mismo año de llegar á la isla.


Al maestre de campo D. Juan de Salamanca, que se en-
carg;) del mando en 1638, le estaba reservado presencial' lo
que dos años antes se temia. Envalentonados con lo ocurrido
en Jamáica, lo:> ya conocidos por su osadía jorbántes yjili-
busteros franceses de la isla de la Tortuga, de acuerdo con
los piratas ingleses jamaicanos, saquearon á un tiempo,
aq uenos la ciudad de Puerto Pl'Íncipc, y estos la de Santiago
de Cuba, donde el débil gobernador D. Pedro Morales entregó
sin defensa la poblacion á las depredaciones de aquellos ban-
(Edos que, sólo desplles de apresar algunos buques mercantes
en el puerto, arreb~ltar los cañones de los fuertes y hasta las
campanas de las iglesi:ls .Y volar las fortificaciones, se reem-
barcaron al sabsr que á la ciudad se aproximaban las tropas
esp1ñalas que desle la capital enviaba Salamanca. Lleg-aron
ésbs para procesar al blando gobernador, y para pr¿teger
lup,?o la construccion de las nuevas defensas de Santa Cata-
lin't, la Pun,ta y la Estrella, que en Santiago se levantaron,
mientras el capitan general edificaba en la Habana la primera
cárcel púhliea.


lO




116 LAS INSURRECCIONES EN CUBA.


Reemplazado éste en 1663 por otro maestre de campo, Don
Rodrigo Florez y Aldana, quien durante su breve administra-
cion sólo se hizo notable por la actividad desplegada en el
amuralladó de la capital, no fué verdaderamente sucedido en
los atftques piráticos sino por D. Francisco Orejon y Gastan,
el que, continuando las obras de defensa, no pudo evitar el des-
embarco del forbante Pedro Legrand en Sancti Spíritus y del
filibuste1'o Francisco L'Ollonnois ó el Olonés (14) en los cayos
próximos á San Juan de los Remedios, quien apoderándose
además de una galera española que iba en su persecucion,
inmoló á todos sus tripulantes al saber que el capitan gene-
ral había dispuesto no darle cuartel. No supo tampoco evitar
que el tristemente célebre Enrique .Morgan dejase memoria
de sus sanguinarios instintos, en la por segunda vez saquea-
da poblacion de Puerto Príncipe; ni que se apresaran otras
embarcaciones españolas, ni finalmente que cntre Jamáica y
Santiago de Cuba se principiase un escandaloso contrabando
de mercaderías inglesas. Fama de distinguido militar tenia
aquel gobernador; pero en Cuba no dió por cierto grandes
muestras, siendo indudablemente su administracion una de
las más desgraciadas del siglo XVII.


Qllizás por no haber sabido ó podido precaver tantas lás-
timas, obtuvo el ascens:) para el gobierno de Venezuela en
1670; re:~mplazámlole otro maestre de campo, D. Francisco
Rodriguez de Ledesma, cuyo mando, si más largo que el de
su antecesor, fué ménos desgraciado, por f,Jrtuna; pues el cor-
sario Franquesnay que, enviado desde Haiti, desembarcó en
Jágua el 1678, acosado por el vecindario, tuvo que reem-
barcarse, mientras los habitantes de Puerto Príncipe repe-
lían al forbante Grammont, que desde la Guanaja inten-
taba invadirles. Espantados así los piratas, por la iniciati-
va popular, pudieron seguirse activamente en la Habana las
obras de su muralla, á las que cooperó entónces el ayunta-
miento proporcionando numerosos trabajadores pagados con
el producto de las sisas, que cada dia era más valioso; te-
niendo que abandonarse sin embargo la explotacion de las




CAPÍTULO II 117


minas de cobre, por los escasos productos que rendian. El
consejero del rey, D. José Fernandez de Córdoba Ponce de
Leon, que sucedió á Ledesma en 1680, animado de los mismos
propósitos que sus antecesores, y sin abandonar las defensas
de la capital, pudo ya con el galeon el Rosario, costeado por
los hacendados, tomar la ofensiva contra losfilibusteros de la
isla de Síguatey, centro de reuníon de los piratas lucayos, y
destruir aquel nido de criminales; si bien no logró evitar que
el bucanero holandés Graff apresase en su tiempo algunas
embarcaciones española s.


Murió aquel gobernador á los cinco años de mando, du-
rante los cuales levantó el convento de monjas de Santa Cla-
ra, y empezó á edificar, con el nombre de !termita de San I,r¡-
nacía, la que más tarde habia de ser catedral de la Habana;
cuyas obras, lo mismo que el seminario de San Ambrosio, el
hospital de B:llen para convalecientes, y el colegio de niñas
de San Francisco de Sales, llamaron la atencion y los cuida-
dos del que le sucedió en el mando en 1687, que fué el gene-
ral de artill.ería D. Diego de Viána é Hinojosa, quien lo empe-
zó interviniendo en las agrias cuestiones de los habitantes de
San Juan de los Remedios, que tanto perturbaron su gober-
nacion. Tuvieron éstas orígen, cuando más menudeaban
las incursiones piráticas de franceses é ingleses eu la isla, en
cuya época, solicitaron aquellos habitantes é insistieron des-
pues, á la presentacion del Olonés en sus costas, en trasladar
la villa á más seguro punto. La real eMula de concesion se
recibió cuando el aumento de defensas, la mejora en el arma-
mento y el mayor número de tropas hacian ménos temibles á
losjilibusteros, y con tal motivo se dividieron aquellos veci-
nos en tr;:s bandos, de los cuales dos, acatando la real gracia,
qllerian trasladarse unos al punto del Copey y otros á los ha-
tos de Santa Clara, y el tercero, formado por la mayoria de
pobladores y de los peninsulares comerciantes, decidió no
moverse de sus domicilios. Tal se exacerbaron los ánimos en
aquellas cuestiones de localidad y de procedencia, pues ya los
españoles europeos y los naturales de la isla andaban discor-




118 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


dHS, y tan grandes proporciones tomaron las desavenencias y
litigios, que el gobernador para terminarlos ordenó, que la
traslacion se llevase á efecto inmediatamente; yéndose en
c)nsecuencia unos á fundar al Copey, otros á edificar á San-
ta Clara, que luego se llamó Villaclara ó viHa de Santa Cla-
ra y hoyes la ciudad de este nombre, y quedando los mt>nos
obedientes en el mismo San Juan de los Remedios.


En esto, á 25 de enero de 1690, fué relevado el capitan ge-
n3ral por el maestre de campe> D. Severino de Manzaneda, el
que al posesionarse, reiterando las órdenes de su antf'cesor I
mandó que los vecinos de Remedios que habian desob"ldecido,
se trasladaran á Santa Clara en el término de quince dias; y
como trascurrido el plazo todavía permanecieran algunos en
sus casas, los c0misionados del gobernador las incendiaron,
dejando á los moradores á la intemperie. D3 tal magnitud fUt~­
ron entónces las reclamaciones de los perjuc1icados contra Ulla
órden tan bárbaramente ejecutada, que el goberna,lor¡ r0cono-
ciendo censurable aquella ligereza, reparó los m,lles y revocó
el mandato, resultando así dividida en tres la que era una
sola poblacion; pues que los establecidos en los otros dos pue-
blos, en ellos continuaron ya. Además de estas pob1aciones,
fundóse por Manzaneda en 13 de octubre de 1693 la villa de
San Cáelos de Matanzas en el punto indio de Yucayo, situa-
do entre los rios San Juan y Yumurí al norte de la isla, y en
las cuatro caballerías de tierra y el corral de Matanzas COlll-
prado al efecto por el rey C.1rlos II; erigi~nc1ose en la propia
poblacion yen el sitio llamado la Pltnta (Jord((, á la entrada
de la bahía, el castillo de San Severino, en el que puso la pri-
mera piedra el obispe> de la isla D. Diego Evelino de Compos-
tela.


Pero no fueron las dt~ Remedios la:,; únicas sérias cuestio-
nes suscitadas en ticmpJ de ManzaneJa, pues tambiell en
Santiago de Cuba las huho escandalosas entre el gobernador
Villalobos y el magistrado Roa, facultado por la audiencia
de Santo Domingo para intervenir sus actos. La parte de
aquel vecindario, que queria conservar viva la popularidad




CAPíTULO 1I 119


adquirida por el gobernador con su buena administracion,
inclinóse á su partido conel nombre de villalobistas, mientras
los amigos del magistrado ó roistas acusaban á los otros de
resistirse á obedecer las órdenes de la audiencia. Llegaron á
tanto la excitacion, las acriminaciones y hostilid:ld de los je-
fes de estos bandos, que se perseguian á muerte; pero, hu-
yendo Roa á España y destituyewlo el gobierno a Vil1alobos,
terminó aquella turbulenta division, en la que, como en la
de Remedios, asomaban ya las prevenciones, base de los an-
tagoni"mos, entre los hijos de las Antillas y los peninsulares.


Terminados los disgustos al tiempo que el mando de Man-
zaneda, reemplazó á éste en 1699 el general de artillería don
Diego de Córdoba Laso de la Vega, de quien dice Blanchet
(15), no sabemos con qué fundamento, que compró su empleo
en la córte por catorce mil pesos. Cierto ó no, la historia
asegura que aquel gobernador fomentó la edificacion yem-
bellecimiento de la Habana, dedicándose con preferencia á
terminar sus murallas, temiendo que de la guerra de suce-
sion en la Península se aprovecharan los ingleses para inva-
dir á Cuba: Esto no sucedió, por fortuna, úntes de ser deatinado
á la presidencia de Panamá, ni en el corto mando de su su-
cesor D. Pedro Benitez de Lugo, durante el cual, solo tuvo
que lamentarse el saqueo de Trinidad, verificado pClr el cor-
sario Grant con trescientos filibusteros.


PcJr muerte de Benitt'z se encargaron interinamente del
mando de Cuba los habaneros D. Luis Chacon, gobernador
del Morro, en la parte militar, y D. Nicolás Chirinos Van-
eleval, en la política, dcaempeñándolo cada cual por su parte
con tal acierto é iniciativa, que aprestando los buques guar-
dacostas de la Habana, persiguieron con ellos en 1704 a los
piratas en sus mismas guaridas, de las. islas de Providencia
y Siguatey, ocasiollC) ndoles pérdidas de consideracion. Dos
años despues hicieron entrega de aquel mando al gobernador
propi~tario D. Pedro Alvarez de Villarin; pero habiendo éste
muerto al llegar a la isla, lo conservaron hasta 1708, en que,
despues de ahuyentar una escuadra inglesa que se acercó á




120 LAS iNSURRECCIONES EN CUBA


la capital exigiendo la proclamacion del archiduque de Aus-
tria, se presentó D. Laureano de Torres, que era marqués de
Casa Torres, nombrado en prémio á una beneficiosa compra
de tabacos que habia hecho siendo gobernador de Panzacola
y del presidio de la Florida. A poco de llegar á Cuba, por di-
sidencias con su segundo el auditor D. José Fernan:lez de
Córdoba, fué Torres residenciado y suspenso del mando, por
acuerdo de la audiencia de Santo Domingo, y absuelto en
1713; habiendo, en aquel largo período de cinco años, ocur-
rido entre las autoridades interinas y el municipio de la Ha-
bana, competencias de jurisdiccion y muchos altercados que
por el pronto apaciguó el ilustrado obispo D. Jel'ónimo Val-
dés, y que renovadas al volver á su cargo el marqués de Casa
Torres. produjeron una real cédula dispcmiendo que en las
interinidades sucesivas se encargase de todos los mandos una
sola persona. En la segunda época del de Torres, recibieron
gran impulso las fortificaciones de la capital; fundóse la ciu-
dad de Santiago de Bejucal y el nuevo Batabanó; estableció-
se en la Habana el protomedicato como garantía de salud y
medio de expulsar el charlatanismo y los curanderos; y man-
dó el gobernador extraer del fondo del mar tres millones de
pesos y ricas mercancías sumergidas con la desgraciada flo-
ta que el general Ubilla habia sacado de Veracruz en 1715;
al tiempo que el virtuoso obispo Valdés fundaba en la misma
Habana la casa cuna 6 de expósitos, que tanto habia de ex-
tender y hacer comun su apellido en toda la isla.


Al año siguiente, 1716, reemplazó á Torres el mariscal
de camp'o, cargo militar de la nueva dinastía, D. Vicente
Rája, el cual al presentarse publicó la real cédula en que se
disponia, que en las vacantes por ausencia 6 enfermedad de
los capitanes generales desempeñasen el mando superior los
tenientes de rey, y á falta de estos los castellanos ó goberna-
dores del Morro; y trajo consigo otras disposiciones sobre su-
cesion y reemplazo en las vacantes y para el estableci miento
de la factoría de tabacos. Pero con motivo de esta última 61'-
den, á poco de tomar posesion y sin haber tenido tiempo más




CAPÍTULO Ir 121


que para fundar la parroquia de Guadalupe, se vi6 en la ne-
cesidad de embarcarse para la Península p0r el motin que
promovieron los plantadores de tabaco, quienes invadiendo la
capital en son de guerra, intentaron vengar en las personas
del general y de los empleados encargados de ejecutar aque-
lla medida la irritacion que habia producido. Mientras la
primera autoridad y cierto número de sus delegados huian,
para dar cuenta á la córte de aquel alboroto, desempeñó inte-
rinamente el mando el teniente coronel D. Gómez de Mara-
ver Ponce de Leon, segundo cabo que habia sido, quien go-
bernó sin verdadero prestigio y estuvo siempre á merced de
los regidores y personas pudientes que dirigian á los subleva-
dos, que s610 por h intercesion del obispo Valdés y del arzo-
bispo de Santo Domingo, acataron un tanto la autoridad del
gobernador, y cediendo á sus buenos consejos volvieron á sus
campos los cultivadores, y á sus faenas ordinarias los mine-
ros y guagi1'os del departamento oriental que secundaron el
alboroto, excitados, sin duda, pC)r los ambiciosC)s de influencia
que ya en las cuestiones de villalobistas y )'oistas habian
indicado la. existencia de partidos en aquel punto de la isla.


Restablecida la autoridad, tranquilizados los ánimos y pa-
sados los sinsabores de aquella violenta situacion, se hizo cal' ....
go del gobierno en 1718 el brigadier D. Gregorio Guazo.
Presentóse éste investido de extraordinarias facultades, y
al publicar el real indulto para los instigadores y los que hu-
biesen tomado parte en el reciente motin, lo verificó de un de-
creto confirmando el establecimiento de la factoría, que habia
sido tomado por motivo; reponiendo en sus destinos á los pri-
mitivos funcionarios, y ofreciendo á los vegueros anticipacion
de fondos, con la condicion y el compromiso de no vender
más que á la factoría y á determinados precios sus cosechas.
Preparándose á resistir si se repetian aquellas agr6siones,
provocadas principalmente por los hijos de la isla, planteó
una nueva organizacion en las tropas, poniéndolas Guazo ba-
jo un pié de guerra respetable, y dotando á la infantería de
fusiles con bayoneta en vez del antiguo mosquete que usaba;




122 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


m~joró las fortificaciones, activando la terminacion de las de
la capital, en cuanto la escasez de brazos lo permitia, y
cuando la tranquilidad no presentaba indicios de alterarse.
pudo preparar una expedicion compuesta de tropas blancas y
milicias de pardos y morenos, destinada á recobrar á Panza-
cola, perdida y ganada otra vez por las tropas francesas de
Mr. de Sarigny.


Suspendida momentáneamente en 1713 por el tratado de
Utrech la guerra entre el nuevo rey de Espaiia y la Ingla-
terra, siguió luego, y al mismo tiempo que la teniamos con
Francia, á pesar de los lazos de parentesco entre ambas di-
nastías; y aquel gobernador, que en Panzacola habia perdi-
do gran número de tropas, supo en aquella ocasion sacar re-
cursos de su activo génio militar y emprendedor, armando en
corso á todos los buques mercantes, para defender las costas
y castigar las demasías de los piratasfllibttste?'os. Consegui-
do ésto, y abstraido en las empresas guerreras y en las me-
didas de defensa, no pudo aplacar por completo los ánimos
de los cultivadores de tabaco del Bejucal y de otras vegas,
que cada vez manifestaban más repugnancia á las investiga-
ciones de los delegados de la factoría; y se comprende que las
repugnasen, pues aquella fiscalizacion les privaba del pe-
queño contrabando, que, en otra época, llegaron á hacer
hasta con los jilibuste?'os de la Jamaica y de otras Antillas
próximas.


Promovido Guazo á otro empleo, fué relevado en 172·4, por
el brigadier D. Dionisio Martinez de la Vega. Durante su
largo mando de diez años, siguió éste la práctica de sus pre-
decesores, desplegando el mayor celo para concluir pronto las
murallas de la capital; y pudo obtener de aquel vecindario,
que tomase las armas y ofreciese toda clase de recursos para
rechazar la armada del inglés Ozier, que amenazaba con
un desembarco. Al mismo tiempo, en Santiago de Cuba, que
iba ya singularizándose por sus instintos insul'reccionales,
se promovieron nuevas conmociones con motivo de la destitu-
cion de su gobernador, D. Juan del Hoyo, cuyo funcionario,.




CAPÍTULO II 123


amparado por aquel ayuntamiento, al intentar reducirle á
prision el almirante de la armada de barlovento, huyó á
Puerto Príncipe, donde, despues de incitar otro tumulto po-
pular, fue detenido y enviado á la Península bajo partida de
registro. Las sediciones de la ciudad de Santiago infiltraron
su espíritu en los trahajadores de las minas del Cobre, que se
rebelaron, al tiempo que los negros del ingenio Quiebra-Ha-
cha (16) y los de otras fincas se levantaban tambien, sin du-
da instigados por los agentes ingleses de Jamáica, que por
primera vez ensayaban aquel sistema, que tantos lagos de
sangre vino al fin á producir.


Dominadas por Vega aquellas corrientes insurreccionales,
dedicóse á plantear mejoras y las reformas que la buena ad-
ministracion exigia, empezando éstas por desposeer á los
ayuntamientos de las facultades íJ. ue tenian de mercedar ter-
renos, en vista de los muchos abusos cometidos en la conce-
sion de aquellas mercedes; y entre las mejoras propuestas, fué


'una de las más iffiportantes, aunque quizás poco meditada si
no impolítica, la fundacion en 173i de la universidad de San
Ambrosio.en el convento de Predicadores de la Habana, con el
objeto de evitar á la juventud que fuese á buscar su instruc-
cion literaria en Méjico, Santo Domingo ó Salamanca, se-
gun lo estaba haciendo. A Vega se debió tambien el estableci-
miento del arsenal, erigido en un principio entre el castillo
de la Fuerza y la Contaduría de Hacienda, y más tarde tras-
ladado donde hoy se encuentra, en el cual, durante el mando
de aquel gobernador, se construyeron ocho navíos de línea,
algunos armados con sesenta cañones, y varias fragatas y
bergantines.


Continuador de aquellas mejoras fué D. Francisco Güemes
y Horcasitas, que en 1734 sucecli6 en el mando al dilatado y
fecundo en acontecimientos de Vega, y que, al proseguirlo
éste en el desarrollo de los intereses morales y materiales
del país y de las tradiciones belicosas, tuvo tambien que de-
tender la isla de los inquietos piratas y de otros enemigos de
]a metrópoli. Contábanse entónces en este número los ingle-




124 LAS INSURRECCIoNES EN CUBA


ses, que otra vez estaban con España en guerra, motivada
por el contrabando que sus buques introducian en la Améri ....
ca española. Al abrirse las h03tilidades, trató una armaéta
británica de apoderarse de Santiago de Cuba, desembarcah-
do al efecto en Guantánamo el almirante Vernon, pero, repe-
lido por todos los habitantes del departamento de Oriente,
mandados por el coronel Cagigal, vióse obligado á reembar-
carse para Jamáica, con p~rdida de dos mil combatientes,
víveres y pertrechos de guerra.


Ahuyentado con tal derrota el más temible enemigo, y
mientras preparaba nuevas agresiones, aprovechó Horcasitas
aquel descanso, atendiend'O al crecimiento de la poblacion,
del comercio y de la riqueza de la Habana, y reorganizó su
ayuntamiento con el número de concejales señalado en las le-
yes de Indias para las capitales de América; en cuyo arreglo
tuvo ingreso en el municipio D. José Martin Feliz de Arrate,
autor de la Llave del Nuevo jJfundo, que hemos citado. Res-
pecto \le la pa1'te milita\' y \le d~fen¡o,a, oC'.up6se en 1736 de la
organizacion de dos compañías de caballería, reformó las ba-
terías del Morro y parte de la muralla de la capital, dispuso
la traslacÍon del polvorin, que estaba en la ciudad, al punto
de la bahia llamado el Jigüey, V lomentó la construccion de
buques de guerra. Últimament~ se hizo de su órden la lim-
pieza del puerto de Carénas ó de la Habana, y en 1744 esta-
bleció en la isla la primera adrninistracion de correos; mere-
ciendo Horcasitas del rey, por tantos desvelos, el ascenso á
teniente general, el título de conde de Revillagigedo, y el
nombramiento de virey de N neva España ó M~jico, por ser
entónces incompatible su nueva categoría con el gobierno de
Cuba.


Animado por el deseo de dejar buena memGria de su man-
do, proyectó, al tomar posesion del de la isla en 1746, el
maestre ó mariscal de campo, D. Juan 'finen y Fuertes, la
edificacion de establecimienoos de b000fioencia, empezando
por la de una casa de R~cQgidas, ql!l-e su muerte le impidió
realizar. De estas obras y del mando fué continuador} des-




CAPÍTULO II 125


pues de una corta interinidad, aquel D. Francisco Cagigal
que ascendió á brigadier por la derrota del almirante Vernon
en Guantánamo, y luego á mariscal de campo.


Conocedor de las cosas y las personas, y de las necesida-
des de Cuba, y atento con preferencia á la defensa de la isla
y á la organizacicm del ejército, aumentó Cagigal la guarni-
cíon de la Habana á cuatro batallones de tropas regulares,
creando una compañía de artilleros para el servicio de forta-
lezas, y hasta cuatro escuadrones de cabalbria. Propuso á la
córte la construccion de una fuerte defensa en los altos de la
Oabafia, que no quisieron autorizar entónces desgraciada-
m9nte los consejeros de Fernando VI; fomentó las obras pú-
blicas, y particularmente las del arsenal, consiguiendo
en 1718 que e] apostadero de las Indias se trasladara desde
Santa Cruz á la Habana, siendo su primer comandante de
marina D. Ro:irigo de Torres; aumentó el número de escri-
banos; inauguró el Tribunal de Cruzada como primer presi-
dente, y despues de presenciar el combate naval entre la ar-
mada española y el almirante inglés Knowles, frente las
aguas mismas de la Habana, en cuyo puerto se refugió lue-
go la flota británica por tener noticia de la paz hecha con
España, fué ascendido Cagigal, y ngmb"rado en 1760 virey
de Méjico, siguiendo los pasos de su antecesor.


Una corta interinidad precedió á la toma de posesion del
mariscal de campo D. Juan de Prado y Portocarrero, cuyo
mando fué corto, pero desgraciado y de imperecedera y triste
memoria. En 21 de enero de 1761, se presentó el nuevo go-
bernador provisto de apremiantes instrucciones del gobierno
de la metrópoli para reformar las defensas del recinto de la
Habana y para levantar en los altos de la Oal;aña la fortale-
za propuesta por Cagigal. Pero sus mejores deseos para rea-
lizar los prop6sitos del rey Cárlos m, se estrellaron ante la
falta de recursos y el pavor causado por una implacable in-
vas ion de la fiebre a.marilla 6 v6mito negro) que arrebat6 al
ingeniero encargado de dirigir las obras. Desdichas que no
fueron por cierto más que la indicadon de las muchas que




126 LA.S INSURRECCIONES EN CUBA.


durante su mando habia Prado de sufrir. Continuaron éstas
á los pocos meses y des pues de firmar España el funesto Pac-
to defamilia, quizás solo por Mio á la Inglaterra que se ne-
gaba á devolver las plazas de Mahon y de Gibraltar, decla-
rando Jorge lIT, rey á la sazon de la Gran Bretaña, la guerra á
las naciones por aquel convenio aliadas. Al recibir tan in-
fausta nueva, Prado, que no ignoraba que los ingleses, desde
la pasada y reciente lucha, habian retenido en las Antillas la
armada que les hacia dueños de los mares del Archipiélago,
se apresuró á preparar en la isla las defensas que las circuns-
tancias permitian, y á prevenirse para toda eventualidad que
pudiera sobrevenir, y que por su desgracia llegó bien pronto.


El 6 de junio de 1762 empezaron á presentarse en las
aguas de la Habana los buqms de aquella formidable escua-
dra, compuesta de treinta y dos grandes embarcaciones en-
tre navíos y fragatas, y de doscientas menores de trasporte, á
las órdenes del almirante sir Jorje Pocock, conduciendo ca-
torce mil hombres de guerra mandados por el jefe de la ex-
pedicion, general conde de Albemarle, y destinados á comba-
tir con los cuatro mil entre soldados y marinos y mil quinien-
tos milicianos de color que la capital de la isla contaba para
resistirles. Divididos los expedicionarios ingleses en dos sec-
ciones, una fué á anclar entre Cojímar y Bacuranao, bajando á
tierra doce mil soldados; y la otra, despues de cruzar algunos
cañonazos con las fortalezas del Morro y la Punta, hizo rum-
bo hácia punta Brava, cañoneando de paso el castillo de la
Chorrera. Apénas algull'ls horas pudo éste resistir el fuego, y
desembarcando en aquella costa dos mil hombres, para ahu-
yentar las escasas fuerzas españolas que aquel punto defen-
dian, se apoderaron luego de la loma de A róstegui al sur de la
Habana, donde más tarde se construyó el castillo del Prín-
cipe.


Conocida de Prado la actitud é intenciones de los ingleses,
así que supo la presencia de sus primeros buques, reunió un
consejo de guerra con el general de marina y los generales y
jefes que á la sazon se hallaban en la plaza (18), y en él se




CAPÍTULO Ir 127


resolvió, como medida salvadora y del momento, la salida de
la poblacion de los frailes, mujeres y niños; el armamento de
todos los hombres hábiles para el c:>mbate; la construccion de
fuerte,; defensas en los altc¡s de la Cabaña yen otros puntos, y
la destruccion de los caseríos próximos al recinto de la plaza, y
de todos los que pudieran servir al enemigo de apoyo para el
ataque. Pero en el ínterin, el conde de Albemarle, que en lá
actividad buscaba la victoria, avanzando con sus tropas, po-
sesionóse fácilmente de Guanabacoa el 8 de junio, batiendo
la débil resistencia de ginetes y milicianos que se habia
opuesto á su desembarco, y, con sigilo, dirigió en seguida
dos mil hombres á apoderarse de los altos de la Caballa, án-
tes de dar tiempo á que se fortificaran. Pero aquel punto es-
taba ya defendido, y tuvieron que retroceder los ingleses al
ser descubiertos, y hostigados por la artillería española, que,
presurosa, se habia situado allí; la cual, al acordar impru-
dentemente el cons:,jo que se clavasen los cañones la misma
noche del comb:tte, y que se pegase fuego á unas casas in-
mediatas, dejó, á la luz de las llamas, abandonada aquella
importante posicion al enemigo, que, con el incendio, se en-
teró de todas las operaciones. Otra imprudencia tan trascen-
dental como aquella, fué la de disponer que se echaran á pi-
que en la boca del puerto los buques españoles de guerra, pa-
ra impedir la entrada á la armada británica, y tambien para
cerrar la salida á los de la bahía (19), lo cual hizo desmayar
el únimo de los habitantes de la Habana, que, desde aquel
momento, empezaron á pronunciar sin ri:serva la palabra
traiciono


Libres ya de resistencias por aquella parte los ingleses,
avanzaron el dia 11 hácia las alturas de la Cabaña, ense-
ñoreándose de ellas, despues de dispersar un corto destaca-
mento de milicianos; y mientras, se reconcentraban las tropas
españolas en la plaza y en el i1:forro, únicos puntos que el
consejo habia acordado defender. Alberma1e entónces, des-
tacó varios piquetes; unos á establecerse en Puentes Grandes,
en la estancia de Juztiz, yen la posesion de San Antonio; y


.-:"""
"~ ... '.,




128 LAS INSURRECCIONES E~ CUBA


otros, para que recorrieran las cercanas haciendas de Jesús
del Monte, los Quemados, y hasta el Jubajay; y para que, sa-
queando el país é intimidando, ahuyentaran los refuerzos que
del interior pudiesen dirigirse á la capital. Reconocida por el
jefe de las tropas inglesas la ventajosísima posicion de la Oa-
baiíct, á tan poca costa conquistada, preparó el ataque del
kIorro por aquel lado, y el de la ciudad por el opuesto, si-
tuando baterías, procedentes de la Olwrrera, en la calzada de
San Lázaro.


Los sitiados que como importante auxiliar en la lucha con-
taban con la fiebre amarilla, que si bien hacia granJes es-
tragos en las filas del inglés eran, para desgracia de Cuba,
prontamente repuestos con los refuerzos de Jamáica, hicieron
prodigios de heroismo en las avanzadas yen luchas parciales;
pero como más que el valor personal era la táctica y la estra-
tegia las que debian decidir la victoria, y los jefes sitiados cui-
daban poco de estos poderosos elementos militares, se debili-
taba el número de los defensores y cundia por la parte de tierra
la desmoralizacion en las tropas. No sucedia así en la defensa
del Morro, confiada al castellano de aquella fortaleza D. Luis
de Velasco, verdadero héroe en medio de tan sangrientas es-
cenas, quien hostilizado, estrechado, con las defensas del
fuerte destruidas, minados los últimos reductos, herido, tuvo
que pasar á la plaza á curarse, de cuya corta ausencia se
aprovecharon para adelantar sus trabajos de zapa, los ingle-
ses. Tenaces éstos, volando las minas y aprovechándose de las
vergonzosas deserciones de algunos defensores aterrados por
la destruccion, pudieron entrar al asalto mandados por sir
Guillermo Keppel, hermano de Albemarle, que, solo en medio
de cadáveres y despues de una denonada, desesperatla y san-
grienta resistencia, pudo hacerse dueño de aquel memora-
ble castillo á la mitad del dia 30 de julio \20). Velasco, atra-
vesado el pecho por una bala, murió al dia siguiente en la Ha-
bana, y Albemarle, honrando al valiente á quien le habia ya
man)!e.staDD su aDJl)m}[~jD}) pDr tanta Dravllra /21), {)jspllSO )0


. suspension de hostilidades durante las exequias y que se repi-




CAPÍTULO II 129


tieran por las tropas de la Gran Bretaña, los honores que las es-
pañolas le tributaron. Más de mil soldados y milicianos y dos-
cientos prisioneros se sacrificaron en la defensa del jl:!orl'o,
perdiendo mucho más los ingleses, p3ro alcanzando una gran
ventaja con el decaimiento y enorme pena que aquel desgra-
ciado suceso para las armas espauolas causó en los habitan-
tes de la Habana, quienes vieron despues demoler hasta la
última piedra de aquella fortaIJza p:>r la artillería de los dos
campos.


No desmayaron, sin embarg3, los encargados de la defensa
de la capital, que artillando la altura de Atarés, allí recibían
ofertas de armamento y de próximo envío de tropas del inte-
rior, que no llegaron por cierto á presentarse; y disponiendo
contínuas salidas de la gU'1rnicion, procuraban desbaratar los
planes de Albemarle. Artillando éste, en tanto formidable-
mente, tüdala ií:quierda de la bahia desde el J1Iorro hasta
la Oabaíia, y posesionado de Jesús del Monte y avenidas del
Cerro y la Chorrera, tenia tan estrecharlos á los defensores,
que ellO de agosto les intimó la rendicion de la plaza ántes
de dirigirle los fuegos de su artillería. Negándose el gober-
nador Prado á rendirse, vomitaron sobre la ciudad en la
mauana del siguiente dia lIlas numerosos cauones y morte-
ros de sitio y los de la armada inglesa tal cantidad de bom-
bas y granarlas, que los angustiados habitantes obligaron á
Prado á la una de la tarde á pedir la capitulacion (22).


Acoruuda ésta, entró en la tarde del 14 de agosto en la
Habana lord Albemarle al frente de su ejército, al tiempo
que pasaban á bordo de la armada inglesa para ser conuuci-
dos á Europa, precedidos del general gobernador D. Juan de
Prado, el marqués del Real Trasporte,el conde de Sup2runda,
D. Diego Tabárcs, siete jefes, diez y siete capitanes, sesenta
subalternos y ochocientos cuarenta y cinco individuos de tro-
pa, resto glorioso ue los defensores de la plaza. Los ingleses
que, como siempre, supieron sacar de aquella victoria cuan-
tos provechos prometia, recogieron en el puerto rico botin en
buques, yen la plaza de metálico, tabaco y otros efectos que




130 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


se graduó entónces por un valor de catorce millones de pesos.
Leve cantidad sin duda para indemnizarse de las pérdidas en
la lucha y gastos de aquel armamento, «el más grande que
hasta entónces se habia dirigido á las Américas,» segun decia
Prado.


Lord Albemarle trató, al penetrar en la Habana, de hacerse
simpático á sus habitantes, no permitiendo desmanes en sus
soldados ni omitiendo actos de afabilidad siempre que las cir-
cunstancias eran oportunas; mas á pesar de todo, emigraban
de la capitctl al campo familias enteras; los prJveedor3s de la
ciudad se ausentctron, y eran los soldados ingleses asesinados
al menor descuido, y envenenados en más de una ocasion por
los naturales, mezclando en la leche que consumian la sávia
venenosa de alguno d~ aquellos arbustos. Verdad es que el
invasor, á la vez que uS'lb:1 aquella mentida benevolencia,
exigia sumas de consilleracion al vecindario y al obispo (23);
ordenaba la ereccion de templos prJtestantes; d8stf~rraba al
prelado, que desatendia sus exigencias; consentia que se fal-
tara, no á muchos, sino á todos los compromiséls de la capitu-
lacbn, cometiendo mil irregularidades y tropelías propias
de conquistadores de la raza sajona; y para arruinar el co-
mercio español, autorizaba la introduccion de negros escla-
vos y de inmenso contrabando ingl¿s en más de nueveeientos
buques armados al efecto.


A prineipios (le 176:3 dejó lord Albemarle el maullo á su
hermano sir William Keppel en ocasion en que, puestos de
acuerdo muehos jefes espailoles del interior, trataban de re-
conquistar la Habana. Inútiles hizo ya estos proyectos la
noticia de la terminacion de las hostilidades entre España é
Inglaterra, y el consiguiente ajuste de la paz, firmada luego
en París ellO de febrero, que devolvía á Esp'lñalas conquis-
tas hechas en Cuba p:Jr la Gran Bretai"ía; ccdiendole en eam-
bio terrenos de la Florida hasta el Mississippi, por los que
indemnizaba la Francia á su a1iado c')n la p::>sesion de la
LuisLma. Salieron, pr¡r tanto,. de Cuba las tropas inglesas
despues de die7. meses y veinticuatro dias de ocupacion, des-




CAPÍTuLO II 131


pedidás por ei nuevb capitan general D. Antonio Fanes Vi-
llalpando, conde de RicIa, primer gobernador nombrado para
la isla con el sueldo de diez y ocho mil pesos, que se presentó
á tamar posesion de la capital en l. o de julio de 1763, con
cuatro navíos, algunos trasportes, dos mil doscientos hom-
bres de guerra páta guárnecer la ciudad y fortalezas y nU-
meroso tren de artillería y efectos de guerra. Solemnemente
se hizo cargo del matido el dia 6, acompañlido del general
O'Reil1y, y de los tenientes de ingenieros Abarca: y Jimenez de
Cisneros; presenciando luego la slilida del puerto de sir Gui,;..
llermo Reppel y de sus tropas, que se dirigian á posesionar'-
se de Panzácola, Mobila y de los otros puntos trocados en el
tratado de París por la ciudad de la Habana; cuyo momento
era ei esperado por los leales habitantes de la ciudad para
ciMbrar con festejos y muestras de regocijo, que duraron mu-
chos dias, la terminacion del dominio britanico.


111.


Muy l:tstimados quedaron todos los intereses de la isla con
la corta, pero funesta dominacion inglesa; y tan confundidos
los diferentes ramos, dividida la opinion y alteradas las cos-
tumbres, que al inaugurar el conde de Riela en julio de 1763
el período civilizador, tercero y último de la historia antigua
de Cuba, tuvo que reconstituir aquella sociedad en todas sus
partes y encauzar las aspiraciones morales, extraviadas por la
pasion, á la vez que reducir á razonables límites los intere-
ses creados, así en las clases representantes de la propiedad,
como en las mercantiles y del trabajo, por la tendencia de


11




132 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


los dominadores, tan egoista como perturbadora. Desorgani-
zado el ejército, tuvo que formarse uno nuevo, encargándose
de este importante cometido el general irlandés, al servi-
cio de España, conde de O'Reilly. Reglamentó éste y puso
en buen órden las tropas y milicias: hizo tres batallones de
ochocientas plazas de lo que ántes fué regimiento de la Ha-
bana; formó dos de milicias blancas de infantería, repartidas
proporcionalmente en Santiago de Cuba, Trinidad, Bayámo y
las otras ciudades de la isla, y dos regimientos de volunta-
rios montados de la Habana y de Matanzas; creó un cuerpo
de caballería con la denominacion de .lJragones de América,
y otro de artillería para la defensa de las fortalezas; pudien-
do al fin, con su entusiasmo militar y muchos desvelos, con-
seguir O 'Reilly la organiz;acion de un numero de tropas ca-
paz para la primera defensa de todo ataque exterior. Mien-
tras con esto se levantaba el pedestal al debilitado poder de
España, pues no son posibles los poderes ni las nacionalida-
des donde se carece de un ejército que las repreRente· y ga-
rantice, á pesar de lo que en contrario afirmen los discípulos
de cierta escuela política; mientras O'Reilly organizaba la
fuerza con arreglo á los últimos adelantos de la ciencia mili-
tar, disponia el conde de Riela la reconstruccion del Morro;
empezaba la fortaleza de la Oabaña en las alturas de este
nombre; levantaba en la loma de Soto el castillo de A tares;
reparaba el arsenal, arruinado por los invasores; erigía hm¡-
pitales, y acogiendo benévolamente á los muchos españoles y
franceses que, no queriendo sufrir el dominio inglés en la
Florida, se trasladaban á Cuba, protegió su instalacion en la
isla, para que, segun su clase, contribuyeran á borrar con el
trabajo las tristes huellas que tras sí deja siempre una con-
quista.


Hechas las reformas militares, tocaron pronto, así Riela
como O'Reilly, la necesidad de ajustar á ellas las medidas.
administrativas, para que unas y otras fueran durables y
marcharan á un mismo fin armónica y paralelamente. Para
conseguirlo, borraron la antigua y viciosa organizacion de mi-




CAPÍTULO II 133


nistros y oficiales de la real hacienda; reformaron los nume-.
rosos impuestos del almojarifazgo ó de aduanas, los de arma-
da, armadilla, quintos reales, alcabalas, de anclaje, y los
que pesaban sobre el producto de las minas y de bebidafru-
canga (24) ó sobre los licores; y. propusieron la creacion de
una intendencia de ejército y provincia, igual á las de Espa-
ña y de los Estados de América, que fué aprobada por real
cédula de 31 de octubre de 1764, nombrándose para ejercer
el nuevo cargo á D. Miguel de Altarriba, quien estableció en
la Habana contaduría, tesorería y administracion de rentas,
y subalternas de ésta en las principales poblaciones de la isla.
El mayor número de servicios y el aumento del personal, in-
troducidos por las reformas, hicieron necesario el del situado
que abonaban las cajas de la Nueva España, teniendo entón-
ces que elevarse aquella consignacion de cuatrocientos cin-
cuenta mil, á un millon y doscientos mil pesos; pero como
nunca los pagos se verificaban con puntualidad, sufriéronse
muchos apuros, y un enorme déficit en los dos primeros años
de nueva administracion, al cabo de los cuales, ya los im-
puestos produjeron en la isla una renta de 1.002.205 pesos,
muy próximo al total de los gastos. Se debieron tan brillantes
resultados á la laboriosidad del intendente y á su acertado
sistema de recaudacion y contabilidad, que, si bien algo
complicado, era. perfectísimo en comparacion del que ántes
regia, y suficiente para servir de base al desarrollo de las re-
formas y á la iniciacion de mejoras futuras.


Arrastrado por las corrientes reformistas hasta el mis-
mo obispo de Santiago de Cuba, Dr. Morell de Santa Cruz,
introdujo en la isla, al regresar del destierro impuesto por los
ingleses, la abeja de cera blanca, abriendo un lucrativo ra-
mo a la industria y al comercio; y atendió luego á mejorar
los servicios eclesiásticos. Con estos ejemplos, todos los ha-
bitantes de la isla, á porfia, trataron de borrar las huellas
que las gentes de lord Albemarle dejaron, uniendo sus es-
fuerzos á los de las autoridades para reconstituir el país, y
acatando, hasta con exageracion, los bandos sobre policía ur-




134 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


bana y rural, en que el conde de Riela indicaba á sus gober-
nados el modo de coadyuvar á tales propósitos.


El rey Carlos III, inspirado por el ilustre conde de Aran-
da, dispuso, tambien en aquel tiempo, el establecimiento de
un servicio periódico de buques-correos entre la América y
España, que debia nacer escalaenla Habana cada tres meses,
á la vez que se planteaba un correo semanal entre la capital
de la isla y sus poblaciones más importantes del interior.


Cumplida por O'Reilly su mision organizadora, regresó á
la Península; yal año siguiente, cuando ya habian recibido
todo su ímpulso las obras dellJío1'1'o, de San Cárlos de la Oa.-
baña y de A tarés, y despues de reparar el arsenal y de dis-
poner las fábricas de nuevos buques, fué relevado el celoso y
activo conde de 'Riela, que entreg6 el ffittuuo á BU. su.cesor, el
mariscal de campo D. Diego Manrique, en 1765.


Encargado éste con preferencia por el rey de la termina-
don de las obras de defensa emprendidas, fué talla actividad
que desplegó desde el primer momento, que el excesivo tra-
bajo, perjudicial siempre á los recien llegados á aquellas
latitudes, le produjo la fiebre amarilla, y descendió al sepul-
cro ántes de los tres meses; teniendo entónces que reempla-
zarle é interpretar los deseos del monarca el brigadier Don
Pascual Jimenez de Cisneros, á quien le tocó sufrir 105 dis~
gustos, tan comunes allí, en todas las interinidades. De suma
gravedad fué el promovido por el planteamiento de un nuevo
sistema de recaudacion, y por el arbitrio que se impuso, al
tabaco, principalmente; el cual exasperó á muchos cultiva-
dores del Camagüey y de la Vuelta Abajo hasta el punto, de
preferir la destruccion de sus cosechas, antes que verse obli-
gados á venderlas á la factoría y á pagar el tributo. A tal
g'rado llegó la excitacion, que el interino gobernador tuvo
que movilizar algunas milicias, por si los medios persuasivos
no bastaban, para reducir á la obediencia aquellos disidentes;
pudiéndolo al fin conseguir sin gran efusion de sangre,
t\.Cluietanclo los ánimos, ántes ue ser relevado por el goberna-
dor nuevo.




CAPÍTULO II 135


Fué éste el bailío Frey D. Antonio María Bucarelly y
Ursúa, mariscal de campo, y á poco teniente general, que
tomó posesion del mando en 19 de marzo de 1766. Hombre
de génio organizador y con el instinto de administrar, conoció
pronto las necesidades de la isla, y atendiendo á ellas, al re-
formar el vigente bando de buen gobierno y deslindar las
atribuciones de los jueces pedáneos, dictó reglas para el me-
jor régimen de la esclavitud. Tratando de estirpar el cáncer
de los pleitos que consumia á los cubanos de aquella época, y
para borrar la mala fama de venalidad en los gobernadores
que Albcmarle hizo pública en 1762 (25), consiguió conci-
liar opuestas voluntades y con audiencias diarias atraerse al
público, víctima del saqueo que con engañosas mañas hacian
en su hacienda los oficiales de la curia y otros vendedores de
una mentida influencia oficial. Atendió con la mayor activi-
dad y acierto á reparar los desastres que en agosto de aquel
año produjeron violentos terremotos en Santiago de Cuba, y
los que en gran parte de la isla dejó patentes el furioso tem-
poral del 15 de octubre de 1768, para. cuyo remedio, y alivio
de la penuria de los arruinados cultivadores, abrió Bucarelly
una suscricion pública. Encargado de expulsar de Cuba los
jesuitas, por disposicion de Cárlos m, usó de los más dignos
y suaves medios al dar cumplimiento á aquel mandato é in-
cautarse del vasto edificio que poseian, convertido luego en
seminario de San Cárlos y más tarde su iglesia en catedral de
la Habana (26). Obtuvo de la córte autorizacion para levantar
una nueva fortaleza en la loma de Aróstegui, convertida por
los ingleses en punto de ataque, al sitiar la capital, y edificó
allí el castillo del Príncipe. Organizando, finalmente, las
fuerzas que al mando de D. Alejandro O'Reilly habian de to-
mar posesion de la Luisiana, cedida por Francia á la España
en el tratado de París, como indemnizacion de la pérdida de
la Florida:.


El 6 de julio de 1769 salió del puerto de la Habana aquella
expedicion en:cargada de someter á los franceses de Nueva
Orleans que resistían el dQminio español en la Luisiana. Con-




136 LAS INSURRECCroNH.'3 EN CUBA


siguiólo O'Reilly; aunque su tirantez política fué causa de
las emigraciones de muchos plantadores y de que los ánimos
permanecieran intranquilos hasta que, incorporado aquel go-
bierno al de Cuba, disfrutaron los colonos de más suave ad-
ministracion, y aplacáronse un tanto las malas disposiciones
que hácia los españoles habian manifestado los franceses en
los primeros momentos.


Los hábitos al contrabando, generalizados por los ingleses
durante su dominio en la Habana, llegaron á hacerse tan os-
tensibles, que tuvo Bucarelly necesidad de atajar su desar-
rollo, dictando severas medidas. Apénas bastaron éstas al
principio para ahuyentar los contrabandistas, por las propor-
ciones que en su tiempo adquirió el lujo y la decidida aficion
de los cubanos á usar telas y efectos extranjeros; pero poco
despues logró ver contenido aquel ilícito comercio, tal vez
más que por sus órdenes represivas, por haberse dedicado la
mayor parte de las embarcaciones inglesas que lo hac,ian, á
comerciar en la guerra de los colonos de la América del N ar-
te, sublevados contra la Gran Bretaña en Bastan el año 1770.
En aquella guerra tuvo Bucarelly que acatar, resignado, las
impolíticas disposiciones del conde de Aranda, que le man-
daban proteger á los insurgentes por resentimiento nada más
á la Inglaterra, y sin calcular los males que tal proteccion
habia de traer á España cuarenta años despues.


Aquel entendido y celoso general, quizás por las objeciones
que se permitiera respecto de la política anglo-americana,
fué relevado de Cuba y ascendido al vireinato de Nueva Es-
paña, al que se dirigió en 14 de agosto de 1771; dej ando
memoria de su administracion en las obras públicas, en los
nuevos caminos abiertos á la civilizacion, én el fomento del
naciente comercio de la isla y en los buques de alto bordo
construidos en el arsenal de la Habana durante su mando (27).


Otra vez á la marcha de Bucarelly recayó el mando inte-
rino en el brigadier Jimenez de Cisneros, quien más feliz que
en el anterior , pudo entregarlo libre de complicaciones, enel mes
de noviembre de aquel mismo año, á D. Felipe Fonsdévielá,




CAPÍTULO II 137


marqués de la Torre. Procedente este mariscal de campo de
Venezuela, donde acababa de ser gobernador, pasó su primer
año en la Habana, estudiando el país, su organizacion y ne-
cesidades, y para atender á ellas y dar aumento al bienestar
de sus habitantes, se propuso ser el verdadero intérprete allí
de las reformadoras ideas administrativas. del rey Cárlos m,
y á conseguirlo di.rigió todos sus afanes.


Para disipar las densas tinieblas de la ignorancia aglome-
radas en los pasados siglos, y elevar el nivel moral de aquella
sociedad, que no poseia mayores muestras de civilizacion que
una universidad muchas veces cerrada por falta de discípu-
los, fomentó la descuidada instruccion primaria y las escue-
las preparatorias, á fin de que aquel centro literario pudiera
nutrirse con mayor concurrencia, á pesar de no enseñarse en
él entónces más que la teología y las leyes. Para mejorar las
costumbres, llevó á la Habana el teatro español, desconocido
en la isla, y proyectó la fabricacion del primer coliseo de la
capital, al que ya pudo concurrir el público en mayo de
1776. Moralizó el comercio, persiguiendo con mayor severidad
que Bucarelly el contrabando que los franceses é ingleses ha-
cían desde las vecinas Antillas; y para encubrir ciertas lla-
gas sociales, planteó una casa de recogidas. Una capital como
la Habana necesitaba embellecerse, y con tal objeto y para
asemejarla á las de su importancia, fomentó el marqués de la
Torre las obras públicas y estimuló á los particulares para
que le imitaran y ayudasen. Nombró para esto una junta lla-
mada de policía, compuesta de la nobleza y de las personas
principales, que atendía á desterrar de la capital las casas
con techumbre de guano, estableciendo reglas para las nue-
vas edificaciones; á la mejora del empedrado yal arreglo de
las calles; á la construccion de un paseo fuera de las mura-
llas de la Habana, nombrado el Prado nuevo; á la edifica-
cion de puentes sobre el Chorrera y otros rios; á la reforma
de la casa-palacio, de la del ayuntamiento y cárcel pública;
á la limpieza del puerto, y á todas las construcciones, en fin,
-que por cuenta del Erario ó del municipio se hacian, ya con




138 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


los arbitros de la sisa de la zan 1'a, 6 con otros que el I\1~rqués
proponía y la eórte le autorizaba. '


Mientras l~s mejoras seguiaq ~n oreciente des~n'o~lo, 1~ev6
~, e,abo aquel inteligeJtte y lal;lorio¡;o goberr¡.lfdO,r un ce~s,()
d.~ la poblaeion de la isla, que en 1774; dió por r¡:lsjlltado total
171.610 habitantes, de ellos 96.430 blancp.8 y 7fj.l~O de co,-
lor, inclusos 44.633 esclavos; contAndo¡;¡e e1;1 +a ~apita.l (le la
Habana 75,qOO ¡llm::¡.s. Y tocá.~dole fepre~entilr el papel de
tlspeetadpr, en la guerra que entre lo~ inglese¡,; y ¡¡\lS eqlono,¡¡
de la América se habia ya extepdido desde Bós,ton á ::V~as:;;a:­
chussets yNew-York, con el motivo aparente d,e lOfl impuestos
fijados por Jorge III al té yal papel s,ella.do, trató el m,arqués
de conservar la más extricta neutralidad, y á pes~r de conocer
las antipatías de la córte española tÍ la ingÍesa, no i,utentó
c&ptarse por eso con otra conducta la ben,evolencia de los mi-
nistros de Oárlos TII, sino que, atemperándose a las instruc-
ciones p4blicas que tenia, á ambos beligerantes les prestaba
en 10.s puerto~ de lp. isla el Wisglo tra¡to en los auxilios' qu.e
I\ecesi~aban, procur¡llldo sin el+lbargo que s,u perI\1anencia
fuera siempre b:¡;eve.


Seis ~i1os iba á cu~plir el D¡larqné~ d~ l¡1o Torre en el man-
do, dlJ,rau,te los cll~les solo alguuosdi¡¡gu.stpi? tuvo con el go-
bernador de Santiago de Cuba y con el cOII\3.ndan~e ge\leral
de }Iarina, por intrm¡iones en facultades de sll'exclusiva auto-
ridad; y cuando veía próxima la termina.cion qe muchas de
:;'ll~ plantea¡das mejoras, recibió ~a qrden de ~u ascenso á te-
uien;lie generl:\l, que eql,l,ivalia á su separacion, pues sabido era
~:!il aql1ellos ~ieIDpos que precedía sielllpre la graci\!. a,l ~elevo.
N:9: Sil lfizo esperar mucho la órden de é¡;te, la qUIl fqe recil;>,i-
da con gran sent͡ID.i,ento; de los hapit~t~;; de.la i,sla, qq~ reco,
J?oG'-~dos entónces á los grandes ~acri,fi.cios que 4abia hecho por
s;u bien, y prosperidad, l~ cOlls~derl).r,9J;l mlJ,cho tiempo como
mop.elo d¡e gob~rnal\teSr, y ¡tun 40y recuet~a.n los, c1,lba,I\o~ co.u
r~~pe~í> la men:lOria del JXlarqués ® l~ Torr¡:l.
S,igu~endo 1¡a.¡¡! práctica,s de su~ p¡:eqE\oosqres, D),anifestó
g~all~ei) desf,3os de d~¡1r a¡lgun r~\lel:"d9 suyo en las obr~ pú-




CAPÍTuLO II 139


blicas el mariscal de campo D. Diego José Navarro García M
VaJ,ladares, que reemplazando á Fonsdévíela, tomó posesion á
prwcipios de junío de 1777; y viéndolas todas emprendí.,.
dG\S 6 proyectadas, fijó sus miras en otra clase de wejofas más
~e~esarias si cabe que la13 de comodid~d y emb~llecimíento.
Dedicóse sin descanso, á corI:egir las demas\aS del foro cuba-
uo, tfa~ando de acabar de una vez CQn l¡¡. arraigad,a aflcion á
10$ pleitos que las exhortaciones q.e Bucarelly no pudieron
extirpar, para cuyo resulta,do y para evi~ar upos males qu~
ponian en peligro la tranquilidad d,e tantas famihas, clispuso
que no actuasen más escriballos, que los de número, ni abo-
gasen los letrados de mala reputacion y fama, y que un t!j.sa-
d\}1' de costas aj ustase los derecb,os procesales.


Moralizada y dirigida por vías ménos tenebrosas esta tcn-
d.&tcia social, hija de la ignora1ilcia y filan explotado por los
o:fi¡ciftles de causas y otros sujetos de mal vivir, tuvo ya asun-
to en que emplear sus buenas disposiciones el general Na-
varro, y fué éste la aplicacion de la ordenan~a del rey Cár-
~os III para el libre comercio con las colonias. Aquella sábia
y c01ilvenie.nte disposicion que se dictó en 1778, reclamada por
los tie~pos, para matar de una vez el irritante monopolio
con,eed~do pOI; Cal'loE!¡ V ~ .i\u.s1;riíl- (1. los :llam,enoos é italianos,
y para 0xtinguil' la no JiIilénos: absurda práctica de que las
ftot~R! española,s no toca~e~ en su ida y vuelta de América
A1~s que en los puertos de Cádi~ y ~viIla, dió bien pronto
b,enenciosos y tangibles resuhado~. Desde aquel mismo año
elevó de una manera notable la,s reJ;l;tas públicas, haciendo
afluir á. aquella fuente de p:rrospeJridad, cerrl;Lda hasta, entón-
oe$. muuerosos buques, que así en la Habana como en San-
tiago.de: Cuba, en Batabanó, como. eR Trinj.dad y en otros
p;u~rtoS" que se habilitaron, daban m\Ís brío á la¡ arreglada
vida n¡¡,ellcantil, y ha_cian d¡ólCl,inar, ~qnsidC!¡abl~ml:mt@ el co;n-
trabando, á pesar de la, gU81'l'.3¡ qta.e, E,sllaña ¡pe h~bia, vi,sto
aorrastrada á¡ ~n~, de, ljl.uevo cop., 1~" ~I:.qI\c ~r~t~ii~ COP¡ ~o-
1¡j¡yO deL fl.We::¡to, Peg1¡(j), de fSJ;Ijlilja.,


Nªvarro" que. con I}Jlticip&cio~ !ia.'bia, (j¡liW! la pública, pro~




140 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


teccion dispensada por la Francia á los independientes de la
América del Norte habia de producir aquel rompimiento, puso
oportunamente en defensa todas las plazas fuertes de la isla
que lo necesitaban, ya que la capital las tenia inexpugna-
bles; y, autorizado por el rey, recibió en los puertos buques
de todas las naciones amigas, aunque sólo como importadores
de víveres, lo cual fué un gran bien en aquellas cireunstan-
cias, en que, por el estado de la lucha, pocas eran las peque-
ña:s naves españolas que, por proveer de víveres y efectos á
la isla, se atrevieran á eludir la vigilancia de los numerosos
cruceros y corsarios enemigos que poblaban el Océano.


Al tener noticia de la dec1aracion de guerra, el coronel go-
bernador de la Luisiana, D. Bernardo de Galvez, dependiente
del capitan general de Cuba, anticipándose á las órdenes que
esta autoridad pudiera comunicarle, se apoderó de los fuertes
ingleses de Manckak y Baton-Ronge en 1719, y de Mobila
en 1780. Con autorizacion de Navarro, y con los refuerzos
conducidos por la escuadra del general D. José Solano, que
se presentó en aquellas costas, venciendo furiosos temporales,
fué conquistada luego la ciudad de Panzacola, y seguida-
mente toda la Florida, la que, volviendo entónces al dominio
de España, vengaba la entrada de Albemarle en la Habana,
causa primordial de la cesion de aquel territorio á la Ingla-
terra por el tratado de París. Por sus brillantes hechos en
aquella conquista fué Galvez recompensado, como merecia,
con el ascenso á teniente general, y con el título de conde de
Galvez; y al año siguiente, al ser relevado Navarro en el
mando de Cuba por D. Juan Manuel de Cagigal, regresó el
nuevo conde á la Habana, y fué distinguido por el rey con el
importante cargo de general en jefe de todas las fuerzas de
las Antillas, y con una órden que sometia á su autoridad la
presidencia de Santo Domingo y el gobierno de Cuba. Con
tan extenso poder, y con el mando además de la escuadra de
Solano y de la francesa, intentó Galvez apQderarse de lai
PQsesiones británicas en América, no consiguiéndolo más que
de las islas Bahamas, conquistadas por el gobernador Cagi-




CAPÍTULO Ir 141


gal, en razon á que, dispuesta por la córte la reunion en Cá-
diz de cincuenta navíos para destruir el poder marítimo de
Inglaterra en las Antillas, permaneció inactivo, lo mismo que
Solano, sin atacar la escuadra del almirante inglés Rodney,
que se guarecia en los puertos de J amáica.


A este tiempo fué acusado Cagigal de haber introducido
en Cuba un valioso contrabando desde N assau, á su regreso
de la conquista de las Bahamas, y llamado á Madrid, nom-
bróse en su reemplazo capitan general de la isla á D. Luis
Unzaga, gobernador que era de Venezuela, el cual perma-
neció entónces, como su antecesor, á las inmediatas órde-
nes de Galvez, y dedicado exclusivamente á los aprestos mi-
litares.


Apremiados los ingleses por sus recientes desastres, aun-
que seguros de la conservacion de Gibraltar J que del apuro
en que los aliados le tuvieron, logró salvarle un valeroso ar-
ranque del almirante Dome, atravesando osado las líneas de
ataque, temieron que su bandera desapareciese del Nuevo
mundo cuando España y Francia reunieran la flota proyec-
tada, yen tan critica ocasion gestionaron la paz, que se firmó
por el conde de Aranda en Versalles, el 20 de enero de 1783;
obteniendo de ella España verdaderas ven'tajas, al parecer de
Rquel diplomático, las ventajas del suicida y no otras, en rea-
lidad, al reconocer el principio que habia de producir la pér-
dida de la mayor parte de sus posesiones en América. Des-
hiciéronse con tal motivo los armamentos de las Antillas, y
regresaron á la Península las tropas que el conde de Galvez
tenia dispuestas para hacer desembarcos en las posesiones
inglesas.


El imprudente auxilio prestado por España á las colo-
nias inglesas rebeladas contra su metrópoli y el funesto tra-
tado de Versalles que sancionaba el derecho de insurreccion,
habian de llevar sus naturales y obligadas consecuencias á
los reinos españoles de América (28), las cuales se sintieron
ya en el Perú durante las hostilidades, y obligaron al con-
de de Galvez, al tiempo de negociarse la paz con la Inglater-




142 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


ra., á destinar á aquel vireina.to parte de las fuerzas que
mandaba, para ap'c1ciguar las violentas conmociones políti-
cas, que cual explosion volcánica, la. agitaron súbitamente.
Decia en aquella ocasÍon la Gaceta de Lóndres, para desva,...
necer sospechas, que debia atribuil'se á, manejos de los jesui-
tas aquel movimiento, 10 cual uo dehiera extrañarse, cono-
cido el rencor de los individuos de la, Compañía de Jesús al
rey que doce años ántes les había expulsado de los dominios
españoles; pero no faltaban tampoco motivos para creer que
la Inglaterra promoviese aquellos trágicos sucesos, para dis-
traer las fuerzas que en América se destinaban á la destruc-
cíon de aquellos nidos de piratas,jilibust81'os y contrabandis-
tas, convertidos entónces en colonias británicas.


Fueran uno de los dos ó ambos á la vez los motivos del le-
vantamiento del Perú, es lo cierto que á fines de 1780 un in-
dígena que se decía heredero de Atahualpa y enviado por el
Sol á libertar á su patria de los conquistadores europeos, el
poderoso é instruido arriero José Gabriel Turnaro ó Josef Tu-
pac>-"Amaro-Inca COIQ.o él se titulaba, y cacique del pueblo de
Fl!lngasuc!ti, en la provincia de Tinta" forjó la trama de rebe-
lion, que ina.uguró con una crueldad sin igual, inmolando, á
su eompadre y confiado· amigo el corregidor D. Antonio de
Arriaga. El lema de la bandera de afluel pl'im:el' insurrecto
peruano, claramente se leyó en los exhortos que á la ciudnd
de Arequip()¡ y al cabildo de Cuzco dirigió, sometiénd'Üse con
aquellos dominios al rey de España, pero pidiendo pureza en
la lle1igi.on y en la. justicia (29), Y una, especie de autonomía
ó independencia.: en los d-emás ramos: d-e la administracion,
confiados entónces á funcionarios poco morales, que se apro-
v.echaban de la. distancia de la met'llópo1i para, fa.ltan á. sus
deberes. Los esfuerz0s :ktdependientes, de Tupa~, de quien
sólQ habla.mDs pon seu el: primen inlIDi'recta p~ticQ de los
reinos espa.ñoles en AméTicl\', enc(}ntrax<.mlpontrono·un:c;W.al-
so~ en el q !la., p€!nroÍeroUI tambien SUB. pa¡rtidados a.pIlÍsionados
por . laS' trO'p8:s' que Galyez envió pal'.a. apagar aqu-ella hogue-
r~ que' ElXitendida¡, a.uJlqu1.l; e.0.lt1 mé:ul@!t fue.rw,~ al Pa~uaiY' 'J




CAPÍTULO II 143


á Nueva España, fué igualmente sofocada en su· prinCIplO.
Ocupado Galvez en la organizadon militar de Cuba y en
~1 al'reglo de los gobiernos de la Florida y la Luisiana, per-
maneció despues de firmada la paz algun tiempo en la Haba-
na, donde recibió al prl.ncipe Guillermo de Lancaster, herede-
ro de la corona de Inglaterra, que á la sazon visitaba las An-
tillas; y en noviembre de 1783 regresó Galvez á España, de-
jando integra su autoridad al capitan genp.rál Unzaga. Éste,
que durante la gnerra procuró, aunque con sus atribuciones
intervenidas, impulsar la agricultura y decidir al comercio á
que se aprovechase de las libertades concedidas por la orde-
nanza de 1778, cuando entró despaes en el lleno de sus fa-
(mItades ocupóse, no s610 de las donaciones territoriales otor-
gadas por la córte á los generales y demás militares que
habian asistido á la última campaña, sino al aumento del
número de trabajadores en todas las fincas, á cuyo fin pro-
puso la importacion de negros africanos, que el rey Cár-
los UI concedió autorizando para este comercio á algunas ca--
sas españolas y francesas. Pero mientras éstas, introduciendo
en dos añ0s más de quince mil esclavos, aumentaron la pobla-
áon negra, iba la blanca disminuyendo, 'por regresa!' á sus
plantaciones de la. Florida los cinco mil colonos que se habian
refugiado en Cuba con moti"Vo de las guerras.


La proteccion que en las de la América del Norte habia
concedido España á los independientes de los Estados-Uni-
dos, se reconoció ya entónces como insigne torpeza de los
consejeros de Cárlos lII, que con su impremeditada conducta
Cl"eal'on un gran peligro y una amenaza constante á la inte-
gridad de nuestras posesiones americanas. Acudiendo, aun-
que tarde, á remediar el mal y para evitar otros inmediatos,
se intentó aislar los Estados españoles, cortando toda relacion
con los republicanos del Norte y renovando las prohibiciones
antiguas, sobre admision de extranjeros en aquellos puertos.
Encargado Un zaga de cumplimentar tal mandato en Cuba,
tuvo que expulsar de la Habana en agosto de 1783 á mis-
ter Polloek, primer cónsul y agente mercantil que el nuevo




144 LAS INSURRECCIONES EN CUBA.


gobierno de los Estados-Unidos habia enviado; cuya nueva
torpeza convirtió en amigos desdeñados, y más tarde en ad-
versarios, á los que con diferente trato se hubiera podido te-
ner como auxiliares en una futura organizacion de las in-
mensas posesiones españolas de América.


Despues de haber exigido Unzaga de los ingleses la entre-
ga de San Agustin de la Florida y de ver realizadas en la ca-
pital algunas provechosas mejoras por él emprendidas, como
la construccion de un cuartel para milicias y la instalacion
de los religiosos capuchinos en el oratorio de' San FeUpe, con-
vertido en convento; despues de -cumplimentar la real órden
que prohibia los estudios de jurisprudencia y el obtener el tí-
tulo de abogados en aquella universidad á los hijos de la isla,
medida que si hubiera continuado vigente muchos de los ma-
les que á Cuba han afligido se habrian evitado; y despues de
remediar en Vuelta Abajo la miseria en que un fuerte tem-
poral dejó á los vegueros, el mal estado de salud obligó á
aquel gobernador á dimitir su alto cargo en 1784; siendo
reemplazado por el mismo conde de Galvez, que un año ántes
se habia trasladado á España.


Pero el héroe de la Florida, sólo de paso se puede decir que
estuvo á la sazon en Cuba; pues habiendo fallecido á poco su
padre D. Matías, virey de la Nueva España, fué nombrado
para sucederle, con la mision de expulsar de Guatemala y
de Yucatan los contrabandistas ingleses que allí abundaban;
no habiéndose ocupado durante su corta estancia en la isla
más que de castigar á los hermanos Creagh, regidores del
ayuntamiento de la Habana, por sus inmoralidades y cohe-
chos en la administracion del municipio. Poco disfrutó Gal-
vez tambien del vireinato de Méjico, donde murió en setiem-
bre de 1786, perdiendo la pátria uno de sus mejores gene-
rales.


V árias interinidades se sucedieron en Cuba desde la mar- '
cha de Galvez, hasta 1790, que fué nombrado D. Luis de las
Casas para el mando en propiedad. En ellas se distinguió el
brigadier D. Benardo Troncoso por haber enviado á la Geor-




CAPÍTULO II 145


gia tropas para rechazar las invasiones que hacian las mili-
cias de aquellos Estados Unidos que, protegidos en su inde-
pendencia por España, empezaban á dar los frutos que eran
de esperar despues de la expulsion del cónsul MI'. Pollock.
Hízose notable tambien el brigadier D. José Ezpeleta de
Veyre, que en la larga interinidad de cuatro años, realizó
algunas mejoras proyectadas por sus antecesores y suspendi-
das por la guerra. Armó partidas para la persecucion de
malhechores y contrabandistas, dictó nuevos reglamentos de
policía, autorizó en 1786 el establecimiento de la primer casa
de baños en la capital, dispuso la reedificacion del vecino pue-
010 de Regla, destruido por un incendio, fomentó la introduc-
cion de negros y su venta á módicos precios, empezó á orga-
nizar el regimiento fijo de Cuba y auxilió con toda su autoridad
al comisionado del rey D. José Pablo Valiente, que durante
el mando de su antecesor pasó á la isla á estudiar las medi-
das económicas que su situacion reclamaba. Y terminaron las
interinidades por entónces con el coronel y teniente rey don
Domingo Cabello, que, por su escasa graduacion y condicio-
nes de mando, vióse bastantes veces desobedecido y despresti-
giada su autoridad. En su tiempo, atendiendo á la extension
de la mitra de Santiago de Cuba despues de la agregacion de
las :Floridas y la Luisiana, se dividió en dos diócesis la isla,
erigiéndose en catedral la iglesia que fué de los jesuitas en la
Habana, y nombrándose en 24 de noviembre de 1789 para el
nuevo obispado á D. Felipe José de Trespalacios, que lo era de
Puerto-Rico, á quien se le concedió jurisdiccion en todo el de-
partamento Occidental de Cuba y en el Central hasta Puerto
Príncipe, y su mitra quedó sufragánea del arzobispado de
Santo Domingo, lo mismo que la de Santiago de Cuba, que lo
estaba ya. El mariscal de campo D. Luis de las Casas, ascen-
dido pocos meses despues de llegar á la isla á teniente gene-
ral, desembarcó en Santiago de Cuba en 23 de junio de 1790
y tomó posesion de su cargo el8 de julio en la Habana, po-
blacion que ya conocia por haber estado de paso al dirigirse á.
la Luisiania en 1769 con su cuñado O'Reil1y:




146 LAS INSURRECCIONES EN CUDA


El talento no vülgar, carácter estudioso y actividad m-
cansahle que á las Casas adornaban, diéronle pronto á cohÓ'-
cer en sus disposiciones, dirigidas al adelanto y prosperidM
de la isla, sin embargo de no favorecerle mucho las citcurrs'-
tanCÍas ni los tiempos, alterados con el incendio que la lio'-
guera revolucionaria de Francia iba haciendo iguales en todo
el mundo. Mientras aquella llamarada, que habia por fin de
calcinarlo todo, se exténdia por las colonias francesas y en-
viaba sus reflejos á las posesiones españolas, trató las Oa,sas
de evitar que la revolucion se comunicara á Ouba desde l:1s
vecinas Antillas, prohibiendo absolutamente la entrada de
extranjeros en la isla y dictando disposiciones para la per's~­
eudon de vagos: resíduo que habian dejado allí las emig'tá."-
ciones producidas por lás pasadas guerras.


Preparado así para el cataclismo que creia inevitable, y eh
tanto que llegaba, se dedicó á aumentar la poblacirm blanca
dé la isla disponiendo que los isleños, ó seln los naturales
de las Canarias, cuya intnigracion habia fomentado su ant~­
cesor Ezpeleta, no fueran admitidos en Cuba sino con sus
mujeres ó hijos, con lo cual convirtió en permanente aquella
poblacion flotante que hasta entónces existia solo el tiempo
preciso para ahorrar un pequeño cápital, que lueg'ó iba á
explotar en su país. Y aumentado á la vez el número de bra:...
zos para la agricultura con nuevas introducciones de negros,
autorizadas por el gobierno de la metrópoli, tomó tal vuelo
aquel importante ramo de prosp~ridad que hizo proponer á
Casas para imprimir mayor impulso á éste y á los demás ve'"
neros de la riqueza cubana, la instal.acion de la Real socie'-
dad patriótica ó económica, igual á las creadas en la Penín-
sula por Aranda y Floridablanca, y á la que en Santiago de
Ouba se habia establecido años ántes bajo la proteccion del
marqués de Sonora con el nombre de Sociedad patriótica de
A migas del Pais.


Hecha la propuestlt, se eligió una diputacion para llevarla
ál rey Oárlos IV, formada del conde de casa Montalvo, D. Juan
Manuel O'Farril, D. Francisco José Basabe y D. Luis Peña1-




CAPÍTULO 1I 147


ver Cárdenas, los cuales obtuvieron el decreto real de 27 de
abril de 1791 y lo llevaron á la isla de Cuba. Aquella so"cie-
dad que ya, y cuando sólo estaba en proyecto, emprendió
inspirada por Casas la publicacion de un impreso que sirvie-
ra de conducto civilizador en la isla y extendiese entre sus
habitantes los conocimientos útile3, dió á luz ea 1790 con el
título de Papel periódico una especie de revista semanal (30)
dirigida por aq ueUa sociedad en embrion, que desde el primer
momento destinó el product::> de las suscriciones á formar y
enriquecer una biblioteca pública ó popular, que utilizaban
todos los que á su existencia contribuian como suscritore3 al
periódico.


Instalado con la real aprobacion aquel ilustrado centro, se
dividió en cuatro secciones: de ciencias y ártes, de agricultu-
ra y economía rural, de industria popular, y de comercio; y
asociadas á los fundadores otras nueve pers::>nas de las más
visibles é impJrtantes de la Habana, desplegó la Sociedad
pahiótica bajo la direccion de Peñalver la mayor actividad
en el desarrollo de aquellos intereses cuyo cuidado era de su
competencia. Sus primeros desvelos se dedicaron á la instruc-
cion pública, logrando contar al poco tiempo sesenta escuelas
y más de dos mil alumnos; amplió la enseñanza, limita-
da hasta entónces á lo más rudimentario, y señaló pre-
mios á los profesores que hicieran en la enseilanza adelantos
y á los discípulos distinguidos por su aprovechamiento.


Extendido y mejorado el cultivo de la caña y del tabaco
con los estudios prácticos de la sociedad, é iniciado el del
café con muy satisfactorios re3ultados, uno de los más ilus-
tres miembros de aquella corporacion, D. Francisco de Aran-
go, que veia en los litigios de la justicia ordinaria una traba
á toda clase de desarrollo de los intereses materiales, propuso
al gobierno por conducto del general Casas, la creacion de
una junta ó tribunal de litigios mercantiles que sirviera de
escudo así al comercio como á la agricultura. Accediendo la
corte á tan beneficioso proyecto, adquirió vida el Real consu-
lado de a!l1'iclllttt7'a, Y comercio, firme sostén de la futura.


12




148 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


prosperidad cubana y verdadero centro del fomento de los
intereses locales, compuestó de un prior, dos cónsules, nueve
conciliarios, síndico, secretario y contador, que siempre ac-
tivos y rectos en administrar justicia, desterraron cuantas
corruptelas eternizaban ántes las contiendas en los asuntos
relativos á estos ramos.


y no pararon aquí las mejoras debidas á aquel goberna-
dor durante los ocho aITos de su mando; pues además de las
indicadas, para cortar los motivos de frecuentes disturbios en-
tre los contratistas de las minas del cobre y sus trabajadores
indios, mestizos ó negros, formuló reglamentos, señalando
los jornales y las horas de trabajo y de descanso; para acoger
la orfandad desvaliJa, estableció la casa de beneficencia al
propio tiempo que, segun hemos indicado, perseguia inexo-
rablemente la vagancia; dispuso un censo de pCJblacion
en 1792, que ya dió por resultado 272.301 habitantes, ó
sean 100.691 más que en el censo hecho por el marqués de la
Torre en 1774, consistentes en 37.129 blancos y a9.957 es-
clavos de aumento, cuyo trabajo estadístico se hizo á la vez,
de su órden, en la Luisiana y las Floridas; llevó á cabo el em-
pedrado de la Habana, que tanto se necesitaba; amplió yem-
belleció al propio tiempo su teatro ó coliseo, y ensanchó y re-
formó el paseo de extramuros; mejoró las calzadas próximas
á la capital; restableció el alumbrado público, que despues de
Unzaga se habia suprimido por falta de fondos; dictó nuevas
reglas sobre la edificacion de casas, ofreciendo ventajosamen-
te solares; construyó puentes en los parajes que el furioso
temporal de 1791 le habia indicado ser necesarios; fundó
una poblacion en el puerto del Manzanillo, guarida hasta
entónces de contrabandistas ingleses, con vecinos de Bayá-
mo, á quienes estimuló concediéndoles terrenos, y a1ivió á los
plantadores, que se veian perjudicados por desastres fortui-
tos. Viendo en las rutinas del intendente y del obispo Tres-
pálacios, obstáculos al desarrollo de sus mejoras, obtuvo el
reemplazo del primero con aquel D .. Jose Pablo Valiente, que
años ántes habia estudiado la situacion económica de Cuba,




CAPÍTULO JI 149


el cual en su nuevo destino, organizando la real Hacienda con
sus conocimientos y talento rentísticos, proveyó los medios de
prosperidad general; y al obispo le contuvo dentro de sus
atribuciones, cuando intentó, para aliviar á los diocesanos,
cobrar un impuesto de los fieles á quienes autorizaba el uso
de carnes cuatro dias en cada semana de las de Cuaresma;
cuya bula de concesion no tuvo al fin efecto.


Esta plausible é inagotable actividad, tuvo Casas que de-
dicarla bien pronto, con gran perjuicio de los intereses de
Cuba; á contener las infiltraciones de la revolucion francesa.
En los principios de tan memorable acontecimiento, aconsejó
el conde de Aranda al rey Carlos IV que guardase Espa-
ña una neutralillad armada; pero la sangre de su pariente
Luis XVI, vertida en el cadalso al empezar el año de 1793,
hízole al rey declarar la guerra á aquella niveladora repúbli-
ca el 23 de mayo; resolucion que el general Casas supo al
aprehenderse unos corsarios, y que oficialmente se le participó
despucs. Previniéndose para todo evento, en presencia de ta-
les sucesos, dispuso el gobernador de Cuba fortificar ciertos
puertos y. surgideros indefensos; artillar y municionar las
fortificaciones, y, al comunicar al público la declaracion de
guerra, anunciarle que quedaba cerrada la comunicacion á
todo comercio extranjero.


Tomó Casas estas medidas en la isla, y otras semejantes en
los dominios vecinos al Mississippi, al tiempo que el repre-
sentante de Francia en Filadelfia enviaba agentes para su-
blevar nuestros Estados de la América del Sur, y mantenia
secretos tratos con el gobierno anglo-americano para invadir
nuestra Luisiana y las Floridas. Envió luego una armada á la
parte española de Santo Domingo, comprometida á la sazon
por los ataques de los franceses, que no obtuvo grandes
triunfos ciertamente, y estropeada por sus largos cruceros en
las Antillas, tuvo que regresar á la Habana para carenarse,
mientras las tropas que habia desembarcado allí tomaron la
ofensiva, al mando del presidente D. Joaquin García More-
no, quien tan incapaz como desgraciado, se vió reducido á




150 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


encerrar todo el poder de España en aquella Antilla, en el
estrecho recinto de las fortalezas de Dajabón y Bayajá, al
declararse republicano su protegido negro Toussaint Lou-
verture, y al lanzarse á todos los horrores del desenfreno
aquel otro negro, Juan Francisco, que habia merecido su pri-
vanza.


Firmóse en esto la paz de Basilea, acordada en 22 de julio
de 1795, en la que se convino que España cederia á Francia
la parte que le quedaba en la antigua Espauola de Colon.
Al saberse el acuerdo en aquella primera posesion europea
del Nuevo mundo, quizás olvidada por la metrópoli desde que
llevaba el nombre de Santo Domingo, dióse el grito de
sálvese quien pueda por los plantadores y demás espauoles,
que, temiendo ser víctimas, como ya lo habian sido muchos
franceses, de los feroces y sanguinarios instintos de las gen-
tes de color, que en indescriptible confusion tenian á Haiti,
abandonaron sus propiedades en número de más doce mil fa-
milias, emigrando á Costa firme ya la parte oriental de Cuba,
donde llevaron sin duda el gérmen de las insurrecciones, en-
vuelto en el despecho provocado por su ruina. Ciertamente
que al perderse, con la emigracion de los colonos españoles y
la anarquía de blancos y negros franceses, la riqueza azuca-
rera de Santo Domingo, hasta entónces la más abundante de
las Antillas, trasladábase á Cuba la prosperidad allí nacien-
te, en tan importante ramo de la industria; pero no era en
verdad ésta bastante compensacion, aunque anticipada, á los
males que muy pronto en Costa firme y más tarde en la gran-
de Antilla, iban á tocarse, de la hospitalidad ofrecida á los
dominicanos.


Para atender á éstos, dedicó el jefe de Hacienda Valiente,
de acuerdo con el general Casas, grandes sumas, destinadas
principalmente al auxilio de los emigrados pobres, a quienes
se les repartieron además feraces terrenos; y como entre
aquellos fueran á la isla confundidos bastantes sujetos de los
que dan ocupacion a la policía de todos los países, y necesitan
que una autoridad vigilante no los pierda de vista, renovó Ca-




CAPÍTULO II 151


sas los bandos contra la mendicidad y la vagancia, y verifi-
cándose una leva general de ociosos y mal entretenidos, pu-
dieron reunirse de éstos unos setecientos, que, destinados
oportunamente á los regimientos y á la armada, llenaron al-
gunas de las muchas bajas que aquel verano hizo en la clase
de tropa la fiebre amarilla.


En aquella ocasion pasó tambien como emigrada á Cu-
ba (31) la audiencia de Santo Domingo, que al año siguien-
te, por decreto de mayo de 1797, se mandó instalar en Puer-
to Príncipe; y recordando entónces Aristizabal, que al frente
de su armada protegia los intereses de los españoles en la aban-
donada isla, que en su iglesia mayor existian los restos de
Cristóbal Colon, los trasladó á la Habana en el navío de guer-
ra San Lorenzo, el 15 de enero de 1796, donde, recibidas
aquellas reliquias por las primeras autoridades, corporacio-
nes y personas notables, fueron depositadas en la catedral
donde hoy reposan (32).


A la emigracion de los españoles de Santo Domingo siguió
otra de los cabecillas negros, Juan Francisco, Jacinto y otros,
que, considerados como disidentes por los que en Haiti se ha-
bian apoderado del mando, tuvieron que huir; .pero Casas,
que veia en ellos un elemento de desórden si les dejaba pene-
trar en Cuba, cerróles la entrada y toda comunicacion con
la gente de tierra, y dispuso que un buque de la armada les
fuese convoyando hasta la isla de Trinidad; haciendo luego
lo mismo con Biassou, á quien destinó á San Agustin de la
Florida.


Quebrantado en su salud con tan dilatada gobernacion don
Luis de las Casas, aquel verda:iero civilizador de Cuba, pidió
várias veces su relevo al rey, y por fin, á los pocos dias de
haberse publicado en la isla la declaracion de guerra entre
España y la Gran Bretaña, entregó el mando el 7 de diciem-
bre de 1796 á su sucesor el teniente general D. Juan Proco-
pio Bassecourt, conde de Santa Clara (33).


No era ciertamente con tal principio muy halagüeña la si-
tuacion del nuevo gobernador, quien apenas empuñado el bas-




152 LAS INSURRECCIO~ES EN CUBA


ton de mando, tuvo que apresurarse á dictar medidas de de-
fensa contra los ingleses, que desde la paz de Basiléa habian
estado haciendo el comercio en la isla y en las posesiones es-
pañdas del continente, y que ya empezaban á cruzar en for-
midables armadas los mares americanos, observando el punto
que más pudiera convenirles para engrandecer sus dominios
con nuevas conquistas. La isla de Cuba era el preferido obje-
to de su codicia, incitada por el desarrollo que veian en sus
elementos de riqueza y por su estado de prosperidad, si bien
no se atrevian á seguir las huellas de Albemarle, no tanto
por estar ya borradas con hechos posteriores, cuanto por res-
peto á las inexpugnables fortalezas de la Habana. Santa
Clara, que si nada temia en este seguro puerto despues de
haber aumentado las defensas con las baterías de San Naza-
rio y la que lleva el nombre de su propio título, esperaba
que en otros más débiles realizara sus agresiones el enemigo,
para evitar daños á los colonos españoles, mandó armar las
milicias blancas, fortificar las costas que más lo requerían y
alejar de las proximidades del mar los ganados, autorizando
al propio tiempo á los buques anglo-americanos y franceses
para que pudieran surtir.de víveres á algunos puertos, á pe-
sar de las prohibiciones vigentes. En esto no hacia más aquel
gobernador que interpretar ciertas órdenes de la córte que
permitian el comercio de géneros llevados á Cuba en buques
neutrales, siempre que éstos fueran de los comprendidos en el
privilegio otorgado al conde de Mopox y Jaruco, ó que extra-
jesen los azúcares de la isla para llevarlos á la Península.


Abiertas las hostilidades por los ingleses~ se presentó el al-
mirante Harvey con su escuadra en nuestra isla de Trinidad
el 16 de febrero de 1797, ocupándola seguidamente, tanto por
la traicion de los extranjeros que allí la España amparaba y
protegia, entre los cuales se hallaban los emigrados negros
que Casas no habia querido recibir en la isla de Cuba, como
por la sorpresa de cuatro buques de nuestra armada manda-
dos por D. José Ruiz de Apodaca, que prefirió entregarlos á
las llamas ántes que al inglés. Dirigióse éste desde allí á




CAPÍTULO II 153


Puerto-Rico prometiéndose igual satisfactorio resultado; pe-
ro abandonado de la fortuna, perdió ante el arrojo de los es-
pañoles más de dos mil hombres entre muertos y heridos,
que le obligaron á reealbarcarse abandonando en la fuga to-
da su artillería, municiones, víveres y caballos; cuya derrota,
seguida de la que otra armada británica dirigida contra
Guatemala sufrió, y de la ineficacia de sus amagos en Cuba,
donde en Casilda fué rechazado y en el cabo de San Antonio
hasta se le hostilizó por el mulato Ramon Noroña, hicieron
descender mucho la fuerza moral del poder inglés en las An-
tillas, y proporcionaron á la i:;la horas de reposo y de con-
fianza á sus puertos.


A este tiempo se creó en la Península uua comision presi-
dida por el brigadier conde de Mopox, nombrado segundo
cabo inspector de las tropas de Cuba, dedicada á poblar y
fortificar la bahía de Guantánamo. Mas no habiéndose podi-
do llevar tÍ cabo aquel pensamiento, por la apatía, quizás in-
tencionada, de Santa Clara, ocupóse Mopox en estudiar la
colonizacion de la isla de Pinos, víctima á menudo de la ra-
pacidarI de los raqueros del vecino islote del Oaimán, descen-
dientes de los cási extinguidos forbantes, y fundó la pobla-
cíon de Nueva Paz; pasando luego á dar vida en la jurisdic-
CÍon de la Habana al pueblo de Jaruco, mientras el mar-
qués de Juztiz fundaba cerca de Matanzas la aldea de San-
ta Ana.


Durante aquel corto período de reposo, ideóse el proyecto
de un canal que pusiera en comunicacion la Habana con Ba-
tabanó, atravesando de Norte á Sur la isla en su parte más
angosta, cuyo pensamiento no purIo realizarse tampoco por
rehuir gastos los propietarios de los· terrenos que debia atra-
vesar. Tambien entónces, en 27 de marzo de 1798 visitaron la
isla, desembarcando eIlla Habana procedentes de la Luisiana,
el duque de Orleans, que más tarde fué rey de los franceses
con el nombre de Luis Felipe I, y sus hermanos el duque de
Montpensier y el conde de Beaujolais, quienes allí donde con
tan afectuosa deferencia fueron recibidos se hubieran queda-




154 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


do; pero temeroso Godoy de que la permanencia de los prín-
cipes en Cuba promoviese conflictos con la república france-
sa, les señaló la residencia en Nueva Orleans, que no quisie-
ron por cierto admitir, trasladándose á las islas Bahamas
6 Lucayas donde el duque de Kent los recibió amistosa-
mente.


Quizás ellos mismos le dirian al inglés cuán formidables
eran los preparativos hechos por Santa Clara para repeler
sus agresiones, y decimos esto, porque las armas británicas
no llegaron al fin á cumplir su amenaza de invadir á Cuba, y
s6lo sus corsarios de las Antillas, haciendo desembarcos en
costas desamparadas, cometieron insignificantes depredacio-
nes en las viviendas de los ribereños.


El conde de Santa Clara, que no por dedicar sus preferen-
tes desvelos á los asuntos de la guerra, olvidaba las mejoras
que el estado de civilizacion de Cuba reclamaba, realizó en-
tre otras la traslacíon á extramuros del matadero de reses
qne estaba dentro de la ciudad, encargando su estableci-
miento en el sitio del Horcon al regidor D. José Armenteros;
ensanchó considerablemente el paseo del Prado, hermoseán-
dolo con fuentes; aubrizó el establecimiento de nuevas casas
de baños; amplió el hospital de San Ambrosio, y levantó la
iglesia de Jesús y María, al mismo tiempo que su esposa do-
ña Teresa de Sentmanat extendia sus caritativas obras desde
el hospital de mujeres de San Francisco de Paula á todos los
puntos donde la desgracia reclamaba su proteccion. Pero la
ancianidad y el mal estado de salud contínuo de aquel gene-
ral, por serIe inconveniente el clima de la isla, obligáronle á
pedir muchas veces su relevo, el cual obtuvo por fin á los dos
años y cinco meses de mando, reemplazándole á mediados
del último año del siglo XVIII el mariscal de campo marqués
de Someruelos.


En el gobierno de Santa Clara damos fin al tercer período de
la historia antigua de la isla, porque en él, planteados ya to-
dos los elementos civilizadores y dispuestos aquellos habitan-
tes para entrar en una nueva vida de ilustracion y proilpe-




· CAPÍTULO Ji 155


l'idad, se completaban los propósitos de Cárlos III, que, al co-
nocer por el cariño que á Cuba maniféstaron naciones ambi-
ciosas lo que valía y pudiera prosperar, la dedicó sus predi-
léctos cuidados; y como entónces apenas el gérmen se cono-
cia allí de las tendencias insurreccionales nacidas de la revo-
lucíon francesa, que caracterizan la vida moderna de los
pueblos, empezaremos ésta con el siglo XIX, en cuyos prin-
cipios fué cuando la revolucíon española, al trasplantar su es-
píritu á los domini0s del Nuevo mupdo, desprendió de la secu-
lar monarquía de España aquellos recuerdos de nuestra glo-
ria que aún nos hacian poderosos.






CAPÍTULO IXI.


I. Historia moderna de Cuba.-Orígen y tendencias de las -di-
ferentes clases sociales de la isla.-Opinion pública al empe .
zar el siglo XIX.-Epoca de la educacion política.-Manif esta-
ciones civilizadoras y políticas.-Literatura y costumbres.-
Los poetas y las pelonas.


n. Gobierno del marqués de Someruelos.-Administracion de la
Hacienda por Valiente y Viguri.-Cesion de la Luisiana á los
Estados Unidos.-Emigrados de Santo Domingo.-Guerra con
la Gran Br~taña.


III. Sucesos en España despues del tratado de Fontainebleau.-
Motin.de Aranjuez.-EI Dos de Mayo.-Cautiverio de la fami-
lia real.-El rey José Bonaparte.-Instalacion de la junta de
gobierno en Aranjuez y en Sevilla.


IV. Efectos en Cuba del levantamiento de España.-Reunion
de notables.-Actitud de Someruelos.-Reclamaciones de la
infanta doña Carlota.-Reconquista de la parte española de
Santo Domingo.-Inconvenientes políticos y económicos en
Cuba.


V. Movimiento sedicioso en la Habana en marzo de 1809.-Ma-
nifestaciones políticas de la opinion.-Decretos de la Junta
suprema gubernativa del reino.-Convocatoria de Córtes.


1.


Ántes de referir los sucesos que caracterizaron el mando
del marqués de Someruelos, período que puede considerarse
como el verdadero principio de la época moderna ó de la
prosperidad y de las insurrecciones en la isla de Cuba, re-
cordaremos los motivos que dieron origen á los ódios de raza




158 1-.-\S INSURRECCIONES EN CUBA


entre las diferentes clases de sus habitantes, y que formaron á
fines del pasado siglo y primeros años del presente las divi-
siones en la opinion que más tarde habian de traducirse en
manifestaciones de partidos políticos y sociales. Tambien para
la natural y clara inteligencia de los hechos que en la isla se
desenvolvieron, desde el principio del mando de aquel gober-
nador á la declaracion de guerra al imperio francés, pro-
clamacion de las libertades y su consiguiente aplicacion y
desarrollo en las Córtes; y de los que siguieron á la reaccion
de 1814, hasta que la existencia, tendencias y trabajos de los
partidos políticos se manifestaron, daremos á conocer la ma-
nera cómo se iba formando el estado moral y el efecto que en
su desarrollo produjeron aquellas mudanzas políticas. A este
fin subdividiremos la historia moderna de Cuba en tres partes;
la de educacion política que terminó en la indicada r~accion de
] 814; la de propaganda ó de sociedades secretas, que tuvo por
límite el levantamiento del general Lorenzo en Santiago de
Cuba el año de 1836, y la de rebeli01¿ que, empezando entón-
ces, no ha terminado todavía.


Señalando en un pueblo su origen de conquista, implícita-
mente debe suponerse un principio de Mios; pero éstos, que
conla acciondel tiempo suelen borrarse en nacionalidades aná-
logas, se hacen perdurables entre razas diferentes. Y esto su-
cedió en América.


Los primeros compañeros de Colon, que al regresar de su
primer viaje sólo aportaban, con los átomos de gloria que por
tal empresa pretendian corresponderles, las huellas que en sus
imaginaciones dejaron aquellos ardientes rayos del sol tropi-
cal, despertaron con pintorescas descripciones la codicia de
las gentes, ya ociosas despues de la toma de Granada, que
no podian vivir sin aventuras, y á ellas se lanzaron en las si-
guientes y ya numerosas expediciones que salieron para las
Indias occidentales, paraiso dorado de los sueños del almiran-
te, en busca de los veneros del rico metal que éste solo habia
vislumbrado.


De tales aventureros y de alguno que otro criado de los




CAPÍTULO III 159


reyes y de casas de los grandes de la época, y áun de hombres
reñidos con la vida normal y con la tranquilidad pública, y
de soldados sin fortuna, componíase la expedicion que con-
dujo Sebastian de Ocampo para reconocer á Cuba, y la que
tres años despues, al mando de Diego Velazquez, fué para
tomar primera posesion de la tierra que el bojeo de Ocampo
decidió ser una isla y no parte del continente ni ninguna de
las del reino de Oipango.


Sabido lo que es una conquista, y despues de lo referido en
los anteriores capítulos, no debemos afligir el ánimo con el
detalle de sus horrores. Aunque ingénuos los indios, no pu-
dieron librarse de las consecuencias del primer trato c~m los
expedicionarios, que no entendian por cierto de sutilezas, ni
en ellas se paraban á pesar de la protectora buena intencion
de los jefes espauoles; y de aquí la prevencion y las sedicio-
nes de aquellas gentes sencillas contra los que les oprimian,
que creyerou en un principio séres superiores y les veian
despues dominados por pasiones de todo género. Yesto no
era extraño, ciertamente; pues posesionados los conquistado-
res de la especie de feudos que les correspondieron, empeza-
ron á ejercer su dominio segun las prácticas acostumbrada"
en aquellos tiempos, y como nada intentaban inventar, á la
vez que para su uso establecian la administracion munici-
pal, imitaban respecto de los indios, lo que habian visto ú
oído de los señores absolutos, ya que muchos de ellos jamás
Jo habian sido, y usaban ó abusaban del trabajo de sus sier-
vos exagerando ó no el poder de poseedores, con arreglo á
sus naturales tendencias. Ni era extraño tampoco que, priva-
dos de afecciones tiernas que dulcificaran sus rudos instin-
tos, se dejasen arrastrar con frecuencia en los actos de domi-
nio á ciertas manifestaciones más ó ménos absurdas. Era la
época la que representaban aquellos aventureros, y punto
imposible hubiera sido exigirles que la despojaran dc su ca-
racterística rudeza.


Un hombre fanático, de buena intencion ó ambicioso qui-
zás, pero poco político y nada prudente á las veccs, como lo




160 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


eran muchos de los frailes, sus contemporáneos, el P. Barto-
lomé de las Casas, obispo más tarde de Chiapa, se impuso la
obligacion de instruir á los indios y de prevenir sus ánimos
contra las demasías de los nuevos señores; y al propio tiempo
que cimentaba este Mio de raza y esparcia el primer espíritu
insurreccional, pedia á los reyes de España proteccion para
aquellas ignorantes criaturas, convirtiéndose á la vez en su
apóstol y defensor. Consecuencia natural de tales predicacio-
nes y del prestigio adquirido por Casas, debia ser el retrai-
miento de los isleños, y la mayor opresion de sus amos, á me-
dida que la primitiva docilidad disminuia; y consecuencia
tambien la rápida desaparicion de los hombres, unos, bajo el
peso de fatigosas ocupaciones, y por esconderse en los más in-
trincados bosques de las montañas, los otros, que creian
interpretar con más exactitud las palabras del padre y pro-
fundizar la intencion de sus religiosas predicaciones.


Quedaron entónces las mujeres indias, donde no las ~abian
llevado de España los exp3dicionarios, en el propio domicilio
de éstos, y de tal proximidad nacieron muy pronto mestizos,
que, criados en la casa del señor, se creian con derecho á par-
ticipar de sus propiedades ó de algunas de las ventajas, que
la superioridad orgánica sobre la raza de sus madres, les ha-
cia suponer. Mas corno estos frutos no los consideraban legíti-
mos los españoles, cuando morian, abandonaban aquellos hijos
á la ventura, muy léjos de su idea, que á la sazon se hubiera
tenido tambien por absurda, de mirarles como herederos le-
gales; y careciendo de éstos, más ó ménos inmediatos, deja-
ban su feudo ó sus bienes á los frailes recien instalados, con
lo cual se originaban males de gran trascendencia, como dis-
minuir el número de colonos, concentrando la riqueza en ma-
nos muertas, y dejar vivo un sentimiento de ódio profundo
contra los compañeros de sus padres, en el corazon de los hi-
jos del cruzamiento.


No tardó mucho, sin embargo, en atenderse, aunque im-
perfectamente, al remedio de este mal, accediendo la córte á
la regularidad de los matrimonios aconsejados por el P. Ca-




CAPÍTULO III 161


!as, y autorizando la inmigracion de mujeres europeas á las
islas occidentales. Con todo ésto no se consiguieron tampoco
resultados completos, porque el mal estaba hecho, las cos-
tumbres seguían las mismas, y eran ya numerosos los mes-
tizos que iban reemplazando á los indios que desaparecian;
cuya nueva generacion, envenenada por las decepciones y los
sufrimientos propios del abandono, ni podia entónces, ni lle-
gó nunca á ser sinceramente amiga de los conquistadores.


Cuando éstos vieron escasear la primitiva raza y la falta
de brazos para el trabajo, y Casas, entre otros, llevaron la no-
ticia á los reyes, se tuvo la funesta idea de reemplazarlos con
esclavos negros del Africa, ya que los de Andalucía se ha-
bian agotado en la Española; y realizándola desde luego, au-
torizóse su introduccion en las posesiones americanas, qui-
zás tanto para atender á esta necesidad, cuanto por lucrarse
con los tributos impuestos á las empresas concesionarias y
tambien por la perspectiva de las dádivas que de éstas reci-
bian los favoritos de la córte. Del comercio de la nueva raza,
se desprendió pronto otra, que pudiera en América llamarse
subraza., y fué la de los mulatos hijos de español y de ne-
gra, y, además, una especie distinta, resultado de la confu-
sion de mestizos, mulatos, indios y españoles, que, cual las
otras de color, jamás pudo tampoco mirar con benevolencia
la superioridad y el dominio de los hijos de España.


Corrieron los tiempos, y la poblacion europea, desde el de-
partamento Oriental donde está Baracoa, primera ciudad de los
conquistadores, se fué corriendo á occidente, donde nacian
los primeros establecimientos mercantiles; dejando, si no ais-
lados, con muy poca vida de relacíon á aquellos primitivos
pobladores de la parte oriental, quienes en su abandono,
fueron instintivamente asimilándose y formando, sobre sus
viejas costumbres, otras distintas de las del Oeste, donde por
el puerto de Carénas ó de la Habana, punto preferente de co-
municacion entre el moderno y el antiguo' mundo, penetra-
ban los aires civilizadores que los últimos aventureros traian.
Muchos de éstos, que ya no caballeros ni soldados eran, sino




162 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


agricultores y comerciantes en su mayoría, se extendieron
por todas las costas, fundando poblaciones generalmente es-
pañolas, que con el comercio de esclavos tomaban colores y
clases distintas, las cuales, afines con los hijos de las prime-
ras hibridaciones, pronto con ellos se ponian en inteligencia,
mientras los fundadores, enlazados con hijas de europeas, de
originaria pureza muchas veces cuestionable, dieron vida
á una parte muy principal de la masa del pueblo criollo ó de
los hijos del país.


Mimados éstos desde su cuna, heredando del padre, más
que su vigor fisico, las dotes intelectuales, enriquecidas con la
imaginacion que produce aquel ardoroso clima, y educados
al contacto de las perezosas gentes de color, empezaban por
resistir las faenas duras en que se ejercitaban sus mayores,
y de este primer choque con el autor de sus dias, y de la va-
na soberbia engendrada por la ilustracion, superior tí. la de
aquel, que recogian los ociosos criollos en el trato con los. últi-
mos aventureros desembarcados en las nuevas poblaciones;
así como de la instintiva tendencia á indianizarse ó identifi-
carse con su país natal, nacieron los antagonismos y hasta
los Mios de hijo á padre, de am9ricano á español, de criollo
á peninsular.


Los hijos de los hijos de jefes de expedicion ó de sujetos
principales casados con españolas, ó sea los descendientes de
los primeros pobladores de raza pura, aunque criollos tam-
bien, no tuvieron ocasion de engendrar ódios tan inmediatos,
por el aislamiento de la elevacion en que vivian y por las co-
modidades que disfrutaban; pues dueños de grandes propie-
dades desde la conquista, formaban una clase privilegiada,
núcleo des pues de la nobleza y de los notables de Cuba, que
se creia superior por antigüedad de nacimiento á las eleva-
ciones relativamente modernas hijas del comercio. Estos no-
tables, conservando su tradicional altivez, apénas se digna-
ban descender, no sólo hasta los nuevos aventureros y co-
merciantes, sino al trato de ciertos funcionarios públicos, por-
que tambien su educacion aventajaba en mucho á la de éstos,




cAPirULO In 163


y de aqui que 8tl finalizar el siglo pasado y cuando la pohla-
don él'a ya considerable y los elementos civiliztdores habian
ascendido á lliiI.yor escala, aquella clase que con la concen-
tracion de intereses y de saber habia aumentado e11 respeta-
bilid8.d, era ya distinguida (tomo la agrnpa.cion más impor-
tante de las de la ida y lÍun de la raza blanca en Cuba. Com-
pueats esta á la eáZ0l\ 00 aquellos y de estos criollos, de los
peninsulares y de lo!! extranjeros, si no se oetlpa¡ba mnchó
eh ilustrar, dirigia. su, esfllerzos á. oonservar el equilibrio
social y la tranquilidád y toutener en su esfera de trabajado-
res las variedades distint41.s de gel1tes de color.


Los blancos penini31llMes1 que en aquella époéa y aúa mu-
cho des pues no iban á la isla COMO funcionarías públioos, em-
pezaban de or.iiu8l1'io á ejeI!cer s.u actividad en el comercio,
en la indnstria ó en lff,~ grandes propiedades agrícolas en
clase de dependientes; y COII10 su ~iempo todo lo dedicaban al
trabajo asiduo y constante qlle les proporcionara, tras de una
vida ooGn6mica y laboriosa, la independiente posioion socÍla\
de las gantes a.comodadas, si no sucumbian en: la empres!lt;
lo cual sucecli8. con frecuencia por no permitir aquel clima.
sino moderada r0bustez y ordenada ocupacion, llegaban por
fu\, los diez 6dooo pOit ciel'lwque vendan la incletnencia -tí las
cont1ariedades d'e 18. s.c\leí'te, á conql1i~tar ia h-oIg&da posiciori
en que BaIlaron. Ent6nees, sus hijos criollos eran víctimas
del cariño imprudente de los padres, y éstos de la exigua
instruccion que durante su lucha con la fortuna no tuvieron
ocasion de pulir; y los criollos, que como hijos del rico iban ó.
nutrirse en las fuentes de il115tracion desconócidas de sus ma-
yores, fuentes no siemprél náeionales ni patrióticas, donde
aprendían á despreciar la ignorancia, venian despues á prac-
ticar sfis desprecios en la propia casa de 1 JS. autores de sus
días. A la muerte de estos j acelerada muchas veces por la
conducta de aquellos mismos hijos, pasaba la. fortuna na vin-
culada que pt)rreil'lll á SllS ilustradas herederos, que, en su
mayoria pronto daban de ella fin acompañados de los vicio-
sos paisftnos de tolas- claS'es, sexos y condiciones que les ayu-


13




164 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


daban á consumirla, y entt'e los cuales, abrumados por los
pleitos que la disipacion engendra, consumian la existencia.
legando á sus descendientes la miseria y la desesperacion (1).


Los empleados, que usando comunmente de las tortuosas
prácticas de la época, se enriquecian en su mayor parte, ó
regresaban á continuar sus servicios á la metrópoli, y cuan-
do no, solian enlazarse con hijas del país cuyos padres ha-
bian sido opulentos, con el fin de justificar el boato de fortu-
nas no siempre bien adquiridas; viniendo sus descendientes á
seguir de ordinario la suerte de los demás criollos deshereda-
dos. Esta especie, procedente de casas acomodadas en ruina
y compuesta de señores sin patrimonio, era el núcleo de la
clase media ilustrada; cuyos individuos, sin aficion á trabajos.
serios y al abrigo de la cúria, ó sujetos á los empleos nacidos
del impulso que la Real Sociedad patriótica habia dado al
desarrollo de todos los intereses de la isla, así en la instruc-
cion pública como en la industria, á fines del siglo XVIII
cpnstituian una agrupacion inteligente, que dió hasta poetas,
entre los papelistas y oficiales de causas y que vivia peno-
samente con el recuerdo de su procedencia y la realidad del
no poseer.


Los notables del país ó antiguas familias criollas, ricas.
siempre si habian conservado la vinculacion ó integridad
de los bienes, y poseedoras de una ilustracion relativamente
superior, representaban en determinados puntos las clases
altas de los hijos de Cuba. A ellas pertenecian los grandes
agricultores y principales ganaderos; aquellos, habitando ge-
neralmente en el departamento occidental, en la época á que
nos referimos, yen el del Centro y el de Oriente los otros.
Los primeros, seguían desde la Habana las oscilaciones civi-
lizadoras y políticas de los tiempos; y aislados los segundos
en los lejanos y extensos territorios donde vivian, apenas de
las últimas novedades tenian noticia, y si algun rumor les
llegaba, provenia más bien de los puertos secundarios rela-
donados con las islas vecinas de Santo Domingo y de Jamái-
ea, que de la capital, emporio ya entónces y estancia de la.




CAPÍTULO III 165


ilustracion europea en las Antillas. Los individuos de estas
clases en el Oeste, eran generalmente muy amantes de Espa-
ña; y ganoso s siempre de cultivar sus relaciones con las au-
toridades, y ávidos de los honores y distinciones que la córte
dispensaba, contribuyeron más que ningunos otros al mo-
vimiento civilizador de la isla, al desarrollo de sus intereses
materiales yal planteamiento de toda clase de mejoras. Fue-
ron constantes auxiliares de los gobernadores y capitanes
generales en la defensa de la integridad de la nacion, como
ya hemos visto; significándose en todas ocasiones como ver-
daderos patricios, así en los casos de guerra y de calamidades
públicas, como en la misio n altamente gloriosa de fomentar
en la Sociedad patriótica y en el Oonsulado todo~ los ramos
de riqueza y de adelanto social. De aquí el que cuando los
movimientos políticos de la metrópoli descubrieron otros ho-
rizontes, los hombres de la primera clase pedian las reformas
que aumentaran su influencia y autoridad y les facilitasen su
aproximacion á la de los gobernadores superiores; mientrae
los ganaderos del Centro y de la parte oriental, impresionados
al ménGs, sino identificados con los mestizos, que por tradi-
cion conservaban sus sentimientos de indepsndencia, soña-
ban con una libertad mayor á la que·las leyes de Indias les
concedian, y hasta pretendieron poseer de derecho aquellas
facultades de cacique que de hecho usaban en los extensos
bosques é interminables sabánas que les pertenecian (2).


La clase de los extranjeros estaba formada por lo comun
de emigrados procedentes de las próximas colonias, algunos
de los cuales ni como extranjeros podian considerarse, y
eran españoles, más bien por su procedencia de colonos domi-
nicanos, escapados y áun espectadores ó actores en los últi-
mos movimientos revolucionarios de la vecina isla Española.
Éstos, como los extranjeros propiamente dichos, proceden-
tes en su mayoría de la misma isla de Santo Domingo, dedi-
cábanse con preferencia á la agricultura y á las industrias
derivadas de ésta, sin mezclarse aparentemente entónces en
los negocios políticos.




166 LA.S INSURRECCIONES EN CUIlA.


Y, por fin, las gentes de color libres de la servidumbre,
deiheredadlls con cortas excepciones, y enemigas constantes,
no sólo del colono blanco, porque no podían pC>r la ley aspirar
á machas de sus privilegiadas ocupaciones, sino del enrique-
cido con su laboriosidad, pues eran y son refractarias á todo
trabaJo espontl'meo, alimentaban en silencio sus ódios, que
r~rimian por temor al castigo, y sola.mente los hacian esta-
llu eGaooo eontaban con la impunidad, Ó reunidos en gran-
dea masas, que gU limitado juicio creia invencibles, se lanza-
ban á 8Ublevaciones jamás en Cuba por fortuna triunfantes.


Eíita diversidad de clases engendraba la consiguiente mul-
tiplicidad de aspitaciones, y aun cierta emulacion entre ellas,
que las hacia caminar á un deslinde segun los intereses
y las opiniones respectivas; contribuyendo mucho á. la furma-
ciofi de éstas en lo polítiéO, 130 supm-iol'idad de conocimientos
prácticos que poseían los emigrados de Santo Domingo, que
por las luchas de partido y de raza, llevadas allí al tiempo de
verificarse las revoluciones norte-americana y francesa, se
vi~ron obligados á abandonar sus domicilios de aquella isla,
temerosos de perecer en las contiendas ó por no sufrir el
yugo de los triunfantes hombres de c(}lor.


Entre estas clases, las de los blancos espa.ñoles se distin-
gu:ian ya nominalmente, hácia el último tercio del &iglo pa-
sad(}, segun hemos visto en escritos de aquella época (3~, en
españoles europeos y españoles americí:!;nos ó criollos; aunque
todavía. no figurabll. la diferencia como divisa de campos po-
litiws opuestos, ni era la bandera de ódiod que se levant6
:más tarde.


Los criollos 6 hijos del pais engenaral, asilos ricos como los
desheredados, y éstos principalmente, oyendo hablar de pátria
& 108 peninsulares, y con más frecuencia á todos al emanciparse
los Estlldos-Unidos de la América del Norte, pretendieron te-
ner una própia, y sus sueños los consideraron muy prúximos
á. la realidad al ver la independencia de aquellos Estados y
al presenciar las ocurrencias de la vecina isla de Haití. Has-
ta entónces no se habian parado á meditar sobre los antago-




CAPÍTULO III 167


nismos tradicion,rues que conservaban las gentes de color, y
en a.quella ocasion empe4aron á hacerse solidarios de tal
animosidad y á distinguir por pátria própia aquella en doooe
habian nacido, con excluslon de la que era comun. á todos los
que amparaba el pabellon d.e Espa.ña. Formando de la pala-
bra. el ooneepto, dieron calor á la idea y salió la costumbre de
mira.r como compatriotas á los que habi.aJ:;l. nacido en el suelo
de Cuba; designando coo el nombre de europeos en un princi-
pio, y con otrós calificativos despues, á los habitantes espa-
ñoles de la isla, que siendo de la pátria comnn, no habían
visto por primera luz la del sol de los criollos.


Los poetas vulgarizaron más la idea {4), y cantando á la
nueva pá,tria que se habían formado los dominicanos en su
incipiente república, destruida despues de haber salido de las
tDrpes manos de su presidente, dieron vida á una aspiracion
hasta allí desconocida, y á la que el tiempo más adelante cam-
bió sus proporciones y forma. La Real Sociedad patrótica,
madre y censora á la vez del recien nacido periodismo de la
isla, que permitía en 1793 (5) «b.endecir á Dios por la obra de
»)10s patriotas beneméritos que periódicamente comunicaban al
»)público sus luces, talento y doctrina sábia, Sana y útil, qes-
»terrs.ndo de Cuba las- ti.J;úeb}as que empañaban la mente,
»ahuyents.ndo la barbarie y haciendo aparecer en el hemisfe-
»rio habano, como risueña aurora, la hermosa luz de la filoso-
»fís» (la filosofía moderna y arreba.tadora de los enciclopedis-
tas); autorizaba tambíen que en las publicaciones se mezclase
sin criterio fijo en sus primeras censuras 10 grave con lo pue-
ril, ocupándose con igual seriedad en plantear las bases de la
educaeiou primaria, que en propagar la vacuna (6), y lo mis-
mo trataba de la construccion de trojes ó ques(J()ljJ'¿(fj,es. donde
eonserV8¡U el maiz. los indio.;; del valle de Toluca (7), que de
los principios racionales del cultivo agrícola., y así de econo-
mia fUf81 c) de los adclantos de la industria. que de la venta
de bienes y de esclavos. Aquella 80cifldad patriótica tan en
ooga., como hahian es~do el malórQlfcn. y las tiranas y en-
tónces los bo101'os, ¡regun de público y áun por escrito se de-




168 LA.S INSURRECCro~ES EN CUBA.


cia, inspirando á la prensa, preparaba el terreno donde se co-
gian pocos años despues las primeras fiores de la literatura
cubana, y que convertido más tarde en campo político, pre-
2enció los combates que dieron por resultado las sangrien-
tas discordias de los tiempos presentes. .


Verdad es que en el mismo año (9), hablando la Rea18ocie-
dad patriótica por medio de su periódico, decia «que para ser
»equitativos con todo el mundo y no cometer errores grose-
»ros, no debian adoptarse los partidos,» lo cual demuestra que
ya á la sazon los habia; y es tambien verdad que en 1794 re-
comendaba la Sociedad su papel, «no como obra de polémica,
»sino como entretenimiento honesto y de diversion sensata,»
por lo cual insertaba las anécdotas, historias, escritos sobre
música y de otras materias de general utilidad. Pero es
igualmente cierto que aquella Sociedad, encargada de admitir
ó negar el pase á los artículos ó discursos, segun se llamaban
al empezar el siglo actual, que se remitian para su inse,rcion
en el periódico, como patriótica que era, mostrábase benévola
de ordinario con sus paisanos los patriotas, que al publicar
sus discursos sobre civilidad ó cortesia, no se olvidaban de za-
herir y ridiculizar á los recienllegados peninsulares de escasa
educacion; á la vez que encubrían las imperfecciones de los
indoctos naturales, aunque fueran guajiros, á cuyos hijos,
y áun á los de españoles, les estimulaban con premios en las
escuelas para que progresaran rápidamente y confundieran
con su ilustracion á los hijos de España que no habían podido
obtenerla. Y no sólo á los desdichados aventureros dirigieron
determinadamente sus censuras, sino que, cuando las guer-
ras y otras atenciones de la gobernacion tenían más preocu-
pada la autoridad del capitan general, aprovechábanse de las
circunstancias los pertinaces patriotas criollos, para repetir
con más fuerza sus ataques, así contra los comerciantes yem-
pleados, como contra los españoles ó iberos, segun decian en
alguno de sus escritos (10).


Los empleados que el rey de España destinaba á la gober-
nacíon y administracion de justicia en la Antilla, eran los pre-




CAPÍTULO III 169


feridos para blanco de sus tiros (11). Tales funcionarios,
aunque fuera cierto que ni durante el mando d~ Someruelos,
ni áun más tarde, comprendiendo la época que atravesamos,
-estuvieron .siempre á la altura de su mision en aquellos tri-
bunales, si muchas veces prevaricaron, por instigacion fué,
sin duda, de los mismos que despues les echaban en rostro
su falta, y se complacían con la murmuracion y la injuria en
desdorar el nombre español. Pero ni esto ni mucho más era
de extrañar en los que para calificar con todos los epítetos
denigrantes á los españoles, hasta se mofaban del. aflictivo
estado en que tenia á España la guerra con los franceses;
y estas mofas, con fingida inadvertencia, las dejaba pasar la
~ensura de la Sociedad patriótica (12).


Una vez en este camino, siguió la prensa su obligado der-
rotero sin que la Sociedad patriótica la hiciese desviar; y así
en la A urora y .B't .lJuende cerillO en el A viso de la Haba-
na (13), que era el segundo nombre adoptado por el primitivo
Papel periódico, no solo se censuraban por los patriotas las
reuniones que los comerciantes peninsulares tenian en sus
tiendas, y por los españoles los concursos familiares de las
mujeres criollas (14), y las tertulias que los desocupados
formaban en el placer de la Punta (15), sino que exage-
raban en articulos necrológicos las virtudes Je los cubanos
que morian, para zaherir la susceptibilidad de los peninsula-
res (16). Lamentaban que las reformas de estudios decretadas
en la metrópoli el 5 de julio de 1801 no hubieran pasado á la
América, «donde era regular que se participara de aquellas
»ventajas» (17); referian los hechos de la Francia republicana
y popularizaban canciones patrióticas, para extender las
ideas de libertad (18); ridiculizaban al intruso rey José Bona-
parte, para desprestigiar el principio de autoridad (19) y
aflojar las trabas de la obediencia, y atacaban á los maestros
de la pontificia Universidad, tratándolos de ignorantes (20).
Lanzados por esta pendiente, sin que la autoridad lo notara
ni lo evitase, decian los patriotas en un periódico, que «como
·»buenos ciudadanos no debian omitir medio alguno que se en~




170 LAS INSURRECCIONB.S EN CUBA


1>csminase á aumentar la ins1ruccion y disipar laa preoeupa-
~ones de la madre patria, ó sea Cuba»; «que tOO,o vi.viente
»pemeiael derecho de censurar cuanto veía yno le aeomooase,»)
y que «debían ponerse de relieve los abusos que exigian cor-
reecion;» entre los eU81es citaban, oomp:roodiéndola en este ca-
so, la rea16rden de 17 de junio de 1801, que mandaba consi-
derar en posesion de sus destinos á. los oficiales militares
desde el dia en que sus nombramientos se Pllblica.ran en la
Oaceta ae lifaaria.


A esta propaganda de libre ex:ámen sobre los actos y los
que empezaban á mirar como vicios del gobierno de la me-
tropoli; á esta oposicion, escudada con el broquel de sus bU0-
nas intenciones, y movida, á su decir, por sentimientos los
más patrióticos, J?8ro hecha con bastante desembozado carác-
ter político; las mujeres cubanas, que en punto á reformas
y quizás á iniciativa y á energía han ido siempre más allá
que los hombres, respondieron calurosamente mani~estando
sus simpatías al general Bonaparte porque, cuando era toda-
vía republicano, habia mandado desterrar de sus tropas el uso
de las trenzas y pelucas, al inaugurar oon esta medida sobre
policía, con el uso del pantalon y el planteamiento de sus re-
formas tácticas, la organizacion de los ejércitos modernos.


El carácter varonil de las indias antillanas llamó ya á
principios del siglo XVII la atencion de los viajeros y de los
hombres pensadores de la épooa, que lo atribuían á tI'adicio-
nales recuerdos de la procedBncia arouaflue, que hemos in-
dicado; así como la natural inclinacion á. emanciparse de los
suyos y á simpatizar con hombres de los continentes, puede
atribuirse en las descendientes de las indias á la. melIllOria de
sus orígenes de las eostas de Caribana y de su primitiva
progénie, obligada por el rapto á vivir en las Antillas. Por
esto sin duda, las cubanas, ya desciendan de indígenas, ó
por los ejemplos de la costumbre indianizádas (21); ya atrai-
das por la tendenoia bastanté natural en la mujer á sobrepo-
nerse á toda autoridad, cuando la vigilante del hombre ó el
freno del decoro no la contiene; ya tambien por la superiori-




C.A.PÍTULO m 171


dad que las dá en aquellos grados de l-a.titud la ms.yor resis-
tencia. á los rigores de. un clima, que Sil mayw a.ceion la ejer-
ce OObre el hombre convirtiéndole en indolente y ab~ndona­
do. por todo esto quizás, aparecen las antillanas GQn un valor
re~tivamente superior 31 de los BUyQS~ ~()n una inioiativa y
una acometividad desconocidas en laa mujeres de otras re-
giones, y con un carácter de independeneÚl. no propio ni co-
rnUD, ¡x>r fortun~, en el bello sexo. Pero fueran estas ó no
las razones para probar el independiente caráoter y sus va-
roniles arranques, es lo cierto, que las mujeres de Cuba, en
los tiempos á que nos referimos, manifestando á la revolucion
francesa y aun á la de la vecina isla de Haití adhesiones pú-
blicas que los hombres apénas con tímidas figuras retóricas
expresaban, pusiéronse de acuerdo~ las que eran hijas del
pals, é inauguraron á fines de 1807 la moda de cortarse el
pelo (como en 1868 siguieron la de dejarlo todo suelto), para
distinguirse de las mujeres españolas peninsulares, cuyos pa-
dres ó esposos no se habian declarado por las ideas liberales
de los reformadores franceses. La prensa suscitó oon tal mo-
tivo animadas polémicas en pró y roa contra de las que se dis-
tinguían oon el nombre de pe1a'Jt.a8. CondeIUJ.ndo la moda pi;}f
ridícula los pootas pu.ra.men:te .espa,iiQ).es {~), defepdiéronla.
los vates cubanos, y lanzaron en a.qu.élls. oeasíon por primera
vez $Obre los españoles el calificativo de flodos (23), que lue-
go se adoptó y aun se usa en muchos Estados del continente
sur-americano, que pertenecieron á España. Tales polémicas
continuaban en 18Il, y creemos que no terminaron, ijiDO con
el primer período de la revolucion liberal espa.ñol~ en 1814.
Diéronse á conocer entónces los p~etql.s Bergaño y Villegas,
Zequeil'a y Arango, J. H. de Otero, Bonilla y &a.n Jl¡lalil., Na-
zarlo Mimo, que indk--tintamente hacia uso del seudónimo B,a-
miro Nacito 6 el de Rozita Nomira, y lQS que se firmaban
Nicolasa Mes:{X)u"let, Miguel Anibal de Narea, Pedro Lojai~
sal', Láza:ro Marotillo de 'fincis, Santos Migut&. J. A. P.,
L. A. A., B. Y. E. G., Hernam.do JQIrezde Ter~n, etc. (24).


Este era el es.ta.dQ de la opinion ~n Cuba. en la primel."Q roi-




172 LAS INSURRECCIONR~ EN CUBA


tad del mando del marqnés de Someruelos, y ántes que en
Cádíz se declarasen las libertades de la revolucion de 1808 y
se tratara de la consiguiente reunion de las Córtes; opinion
formada principalmente por los cuatro grupos sociales que
hacian ya, cada uno segun sus aspiraciones, diferentes prepa-
rativos para atravesar aquella primera tormenta política. El
grupo español peninsular, se abroquelaba en elstatu quo de-
clarándose su m~s decidido defensor: el español cubano ó
criollo, compuesto de los potentados y primeras personas de
aquella sociedad, que generalmente nada deseaban sin Españ~,
abria, de acuerdo con las autoridades ó por encargo de éstas,
los caminos por donde habían de dirigirse los elementos
civilizadores: los criollos desheredados del otro grupo y de
pura raza blanca, despertando su actividad, intentaban re-
conquistar por el trabajo, si no la riqueza perdida, una in-
fluencia social cual la que sus padres disfrutaron; solo que
ménos escrupulosos que aquellos en los medios de accion, y
más despegados del cariño á la España que únicamente de
nombre conocian, no se ,cuidaban de contar con ella para la
realizacion de sus propósitos; y finalmente, en contacto con
este grupo adq uiria vida otra clase criolla más inferior, que
considerándose blanca por estar sus individuos bastante ale-
jados de los orígenes de mezcla, y sin ser mulata, pretendia
tener participacion en los actos de todos los blancos; y usan-
do de sus medios intelectivos bullia, ya que no le era posible
por su riqueza ni por su influencia darse á conocer, y embe-
becida con las nuevas ideas revolucionarias que los extranjeros
importaban, de ellas queria sacar partido para mejorar su
condiciono Eran los dos primeros grupos poco numerosos, y de
ellos el segundo el más- influyente; y entre los últimos, que
con la mayoría de los peninsulares formaban la verdadera
clase media, ninguno estaba tan extendido como el criollo
inferior, lo mismo en las poblaciones que en el campo, y así
en las pequeñas y escasas industrias,' como en las pobres pro-
piedades agrícolas, y más tarde en todas las agrupaciones polí-
ticas que debieron su formacion á las mudanzas de 10d tiempos.




CAPiTULO rrr 173


II.


Circunstancias un tanto difíciles para ensayarse en las
prácticas gubernativas, eran sin duda aquellas por que atra-
vesaba la isla de Cuba al tomar posesion del mando superior,
en 12 de mayo de 1799, el mariscal de campo D. Salvador
del Muro y Salazar, marqués de Someruelos, así por las cor-
rientes que en la opinion se distinguian manifiestamente,
como por la guerra que España sos tenia aún con la Gran
Bretaña.


Podemos asegurar, sin embargo, que animado aquel go-
bernador de los mejores deseos, inclinóse por el camino de la
prosperidad que sus antecesores trazaron, procurando mejo-
rar el estado ya floreciente de la isla, á pesar de las órdenes
y revocaciones sobre el libre comercio que el inconstante go-
bierno de Godoy entónces dictaba; disposiciones que por con-
sejo del honrado jefe de Hacienda D. José Pablo Valiente,
habia dejado de obedecer alguna vez en beneficio de la agri-
cultura y de la industria cubauas. Pero ascendido este fun-
cionario á vocal del Consejo de Indias, tocó aquel general la
primera contrariedad de su mando con el nombramiento de
D. Luis de Viguri, cortesano antiguo del Príncipe de la Paz,
y hombre que nunca habia podido salvar el círculo de las
medianías inteligentes, y que ni dotes ni espíritu de innova-
cion tenia para hacer nada de provecho. Era aquel mismo
Viguri que algunos años despues tuvo en Madrid funesto fin,
al denunciarle al pueblo como partidario del favorito un cria-
do á quien inhumanamente maltrataba.


Con todo, y aunque privado del esencial auxilio de Valien-
te, pudo Someruelos dedicarse en sus primeros tiempos de




174 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


mando á la proteccion y mejora de la casa de beneficencia de
la capital; á dictar bandos de policía urbana y de buen go-
bierno; á mejorar y embellecer, no solo la Habana, sino las
poblaciones principales; á instalar en Puerto Príncipe la au-
diencia, que ántes fué de Santo Domingo, y á establecer las
nuevas aduanas, divididas, á propuesta del anterior intenden-
te, en marítima y terrestre; mientras que, coadyuvando á sus
propósitos civilizadores, el nuevo obispo D. Juan Diaz de la
Espada, sucesor del inquieto TrespalaciO$, introducia y acli-
mataba en la isla la aplicacion de la vacuna, auxiliado del
Dr. Romay (25); ordenaba la edificacionde cementerios fuera
de las poblaciQnes~ y establecÍJ1 cáted.ras de matemáticas y
de derecho político, l1aJo la di:reccion, ésta, del presbítero cu-
bano D. Félix Varela, en el semi~rio de San Cárlos y San
Ambrosio de la capital. Pero las inquietudes por las san-
grientas escenas con que las gentes de color horrorizaban á
Santo Domingo, la. evacuacion de la capital española de la
vecina isla, yel necesario auxHÍo que a.quellos españoles re-
quel'ian; la gll.erw, QQn los ingleses, y las excu.rsiones diarias
y a.trevidas de los corsarios de las Bahamas, turbaron mucho
el repooo dtlSo~eruel()sl quien ~l propio ijempo que á estas
exigencias, tUVQ q~ pl'Ocurar~ ~ono y coloeacion á las
innumerables familias,así espaDQlas como francesas de la in-
mediata Antilla y del próximo continente~ que, huyendo, se
acogian en Cuba; y tuvo que contener la intrusion de los ex-
ptttriados insurrectos mulatos, perseguidos en Haiti por Tous-
sa.íllt Louvel'ture, hasta que, el tr~tado de Amiens. celebrado
en 27 de tnal'~ de 1801, minoró los sinsabores de su mando,
dejándole la tranq~ilidad judispensable pafa. desarrollar pro-
yectos y mejoras.


DUr8.J)te aquel intervalo de paz, bien corto por desgracia,
no estuvo ocioso el general MllrQ. Un vora~ io.cendio que des-
truyó en la capital todo ~ ~a.l'rio de Je$ÚS Maria, dejando sin
alberque á diez mil peraqna¡¡;, ~ precisó á 4acer públicos sus
sentimienw~ ~~itativO&t ye~ de ~~ en ~ en busca. de
recursQ$ para. iJO~Jrer á loa dlls.graciados: el estado aflictivo




CA.PÍTULO ni 175


de los inmigt'ántes de Santo Domingo, le obligó á distri-
bllirles terrenos rea.1e·n~, p~bl¡md() así muchos desiertos
vírgenes del departamento Oi'iefital: ejooo.t6 al propio tiempo,
en 1803, las órdenes del gobierno relativas á la evacuacion
de Nueva Orleans, capital de la Luisia.n:a, que una mistifica-
cÍón. de Bonaparte arrtLMó & Cárl/)$ rV en 1802 del dominio de
Espafía, y otra indignidad d&'aquel primer cónsul vendió tÍ los
Estad'Os-Unm pbr veinte tnm(jnes de pesos:' tuvo SOme-
rU'elos que admitir en Cuba y dilt eol<leaCion tambien á 1M
emigrados de aquellos domin'ioil' f!."átlco-espai'ióles, que hasta
SUB propiedades abandonaban p'Jt 00 sújetarse á. los nuevos
dueños: propagó por excitación de la 9(J(Jwdad pcariótica la
enseñanza JlIÚbUCá; auxHió It. la. Ftancia en su última campa-
ña contra los negros de Haiti, y acogió, finalmente, en la is-
la los últimos r~stos de la donlinaeÍon europea en aquella pri-
mera colonia del Nuevo mundo) desde emónces á hoy tan
desgraciada. Aquellos restos, no insignificantes en número,
al esparcirse por la parte oriental de Cuba, pagaron con cre-
ces por el pronto la hospitalidad que S3 les dispensaba, apl:i~
cando sus adelantad~ conocimientos agricolas en la exten.~
sión del caltivo del óafé; su más perfeccioua:da industria, en
la elaboraeion de los azú'car'$; Sl'l cieucia, su civilizaeion,
sus cO'iStumbres, su cultura, en fiu, popularizando en Santia-
go y en 3H departámento la ancion al teatro y á los entrete-
nimientos útiles y honestos; y mocIlos de tales emigrados, que
eran extranjéros en su may<>ría, prestándos3 á recibir desde
luego carta de naturalización, hasta cubrieron en el ejér-
cito los puestos vacantes, y &.1 fijar en Cuba su residencia,
elevaron la poblacion blanca de la isla en 1805 á cerca de
doscientO's mil habitantes.


Ciertamente que fueron los emigrados l'Os primeros agentes
de la revolucion agricola, industrial y 1nllrcantil que en la
grande AntiUa. se ope1'ó al emp3z1ar el presente siglo; pero
tambien es ciertO' q:ue al manifestarse, en período no lejano,
antagonistas de 1M colonos ~pañoles wferrad.t:M á sus anti-
guas prácticas, convÍ'rtreronse á. la. 'Ve&: en gé1"men d~ gran-




176 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


des discordias, y sus ideas políticas, propaladas con la viva-
cidad del carácter francés, si no primer combustible, fueron
atizador de la hoguera insurreccional, que en la isla se iba
ya encendiendo.


En 1804, y cási al propio tiempo que se erigia en cabeza
de arzobispado la catedral de Santiago de Cuba, declarándo-
le por sufragáneas las de la Habana y Puerto-Rico, y nom-
brando para la nueva prelacía al obispo D. Joaquin Osés y
Alzua, Bonaparte, convertidp aquel año en emperador de los
franceses, arrastraba á su política, por inteligencias interesa-
das con el ministro Godoy, al blando Cárlos IV, producién-
dose con tal motivo otra ruptura entre Espaiía y la Inglater-
ra. De la nueva guerra no sufrieron desde el primer momen-
to consecuencias de entidad las Antillas ni el continente
americano, por encontrarse en Europa la armada británica,
y sólo en Cuba fueron víctimas sus pequeñas poblaciones del
lit()ral, de las excursiones que á menudo hacían lo~ corsa-
rios de Providencia y de Jamáica. Raqueros éstos en su
mayoría, ni adversarios tuvieron 'lue les disputaran el mar,
pues las patentes de corso que á muchos buques españo-
les se habian concedido, tnvo que recogerlas el general de
marina del apostadero, por el· abuso que cometian, introdu-
ciendo contrabando en surgideros y puertos sin habilitacion.
Por tanto, los piratas, si en Baracoa fuerou rechazados por
espaiíoles y emigrados franceses unidos, no sufrieron lo mismo
en el Batabanó, que sorprendieron, ni en Bahía Honda,
Arcos Canasí y otros pequeños pueblos marítimos, donde
llevaron la intranquilidad y la perturbacion con sus desem-
barcos.


Tan pronto como las fuerzas navales de Inglaterra llega-
ron á los mares de América, se apoderaron de Buenos-Aires
y de nuestra fragata Pomona en las aguas y á la vista de la
misma Habana. Al saberlo Someruelos, que habia tomado
cuantas medidas de defensa creyó necesarias, y estaba pre-
parado para resistir toda agresion, temiendo al ver la aproxi-
macion del enemigo, que llevase su osadía hasta el punto de




CAPÍTULO III 177


atacar la capital, publicó aquella famosa proclama en que,
excitando á la vez que el valor el fanatismo religioso de los.
colonos españoles, les decia: «que no siendo los ingleses cris-
»tianos, debia suponérseles enemigos del género humano;» y
llamó á las armas, además de las milicias blancas que su an-
tecesor Santa Olara habia empezado á organizar, á todos los
habitantes peninsulares é isleños ó canarios útiles. Oon ellos
formó en la capital diez y seis compañías de voluntarios de á.
cien hombres cada una, distribuidas en siete divisiones, que
llevaban el nombre de las provincias á que pertenecian los
alistados, cuya fuerza tomó el nombre de Urbanos volunta-
rios de Fernando VII al terminar su organizacion, por
coincidir esta fecha con la de la noticia de haber abdicado.
Carlos IV la corona (26).


111.


En tanto que esto paliaba en América, era teatro España
de acontecimientos gravísimos que habian de aumentar con-
siderablemente las dificultades en el mando de aquel generaL
La ambicion de Bonaparte, que no satisfecha con los triunfos
conquistados en Italia y Alemania, necesitaba para saciarse
extender su dominio á la Península ibérica, declaró una injus-
tificada guerra á Portugal Y obtuvo del incáuto Cárlos IV, de
quien había conseguido ya auxilios de tropas para sus em-
presas, que permitiera el paso de las francesas hácia aquel
reino con la oferta de dividirlo despues de su conquista en
dos soberanías, una que obtendria la reina de Etruria con el
nombre de Lusitania septentrional, y la otra formada de los




178 LAS INSURltECCIONBS EN CUBA.


Algarbes y el Alentejo, desiimda a:1 prineipe de la Paz, que
tomaría. el nómbre de pt1ncipe de los Algarbes., segun las
cláusulas dél tratade 00 Fdlfltainebleo.n aeordado el 27 de oc-
tnbre d'e 1807. Ya en 1-8 de aquel mes y c~mo resultado de
las Cómpl~eneiQf:J destwntUAasde GOOK>y con Napoloolil, habia
atravesa.do el e~~Ro irandés nut:lstra frontera, y auxiliado
del esp:tñol, penetrab& él\): Portugal el lO de' noviembre. Du-
rante aqtJ'el insidioso pageo militar y como forzado detalle
sin duda, de los tenebrosos planes entre el favorito ye1 empe-
rad.or, 6eurrióel eMaIldlloSO:MTesto en el palacio del Esoo-
tü,1 del príncipe de Astlittí~ D. FeI'Mndo, de quien su des-
dichado 'fJ8Are llegó A cNer qllle atentaba contra. su vida y la
de la reina, y al que á los tres dias tuvo que concederle pú-
blico perdon, despues de obligarle á ñtmi1i' cartas humillan-
tes dirigidas á los autores de sus dias, por no irritar más la
opinion pública declarada ya sordamente en contra del ambi-
cioso favorito.


Aunque miope aquella córte, no pudo ménos de sospechar
de los proyectos napoleónicos, cuando vió que las tropas fran-
cesas iban traidora y sigilosa.m.ente ap3d.erándose de todas las
plazas fuertes españolas, y que el ejército de Murat se dirigia
camino de la capital; y para estar prevenida en todo caso,
trasladóse en diciembre al real sitio de Aranjuez, como punto
muy á propósito para emprender una más larga retirada si
las circunstancias obligaban á desdeñar aque!llas expresivas
muestras de cariño del coligado francés. Godoy, que 8. pe-
SM' de la conquista de Portugal se habitli quedado sin el prfrl-
cipado de los Algarbes, empezó;' cdn:oool', aunque tamde, en
vista de la conducta de su pi'"otectot la direecion de sns Des;
é hizo saber, quizás por primera vez, la ve'l:<il:ad á los reyes.
que por tal motivo se dispusieron para marchará Sevilla y
aún para trasladarse á las Américas, como los de Portugal
acababan de hacerlo, si las "exigencias llegaban muy al ex-
tremo. El público, que no sólo haJbri81 traslucido parte de los
proyectos reales, sino que estaba aumentando con sns rumo-
res la gravedad que envolvían, al ver la concentracion de




CAPÍTULOIII 179


tropas españolas en Aranjuez, obligó con exigencias impo-
nentes al rey á expedir la proclama del 16 de marzo de 1808
para calmar los ánimod. Documento tardío é ineficaz ya para
-evitar el alboroto que á la siguiente noche, indicada para
-emprender el viaje, se promovió en el real sitio, y produjo la
-exoneracion del príncipe de la Paz y en seguida la abdica-
'Cion de Carlos IV en su hijo el príncipe D. Fernando.


Allliempo que esto pasaba en Aranjuez, las tropas france-
sas, cual si estuvieran en territorio propio, seguian silencio-
samente la ocupacion de España, 'y cuatro dias despues de
abdicar D. Carlos yen los momentos en que como preso era
Godoy trasladado al castillo de Villaviciosa de Odon, entró
-en Madrid Murat, quien al dia siguiente quiso, con una for-
macion de su poderoso ejército, distraer la atencion pública,
preocupada con el recibimiento en la capital de su nuevo rey
Fernando VII.


Conocidos y dolorosos de relatar son los engaños de que
Napoleon se valió para atraer a Fernando y á sus padres
hasta Bayona; odioso siempre el recuerdo de Murat p::>r las
malas artes que usó para promover en Madrid las sangrien-
tas escenas del 2 de mayo, y sabidas é irritantes tambien las
amenazas empleadas por B:maparte, no solo para obligar á
Fernando a que descendiera a ser otra vez príncipe de Astú-
rias, sino para que Carlos IV abdicase en favor del coloso
francés y siguieran luego el ejemplo del padre lo mismo el
príncipe heredero que sus hermanos, á quienes el usurpador
presentó el infame dilema de escoger entre la cesion de sus
derechos y la muerte, á cuya alternativa debian ceder y ce-
dieron los jóvenes aterrados. Como son tan conocidos aquellos
hechos y no forman principal parte de esta obra, solo los
apuntamos por lo que contribuyeron como eausa á lo~ acon-
tecimientos de América y a la excitacion política de Cuba.


Al emprender Fernando su viaje para Francia, dejó forma-
da una Junta de gobierno ó regéncia de la que Murat se cons-
tituyó presidente por el derecho de la fuerza, así que mar-
charon los reyes; y dueño Napoleon de las abdicaciones de.to-.


14




18J LAS INSURRECCIONES EN CUBA


da la¡familiadeCánlo& IV, cedió el trOM 00 Españ&" ad.-qui-
ltw'E). á !aapooa; crostJa.., á su hermano José. rey á. la. Sa.r&OIl de
Ná¡po1e~, dondai oÚl.'os::&r.bones habian. sido; desil'Gnadns; que-
~ por. tales mediosaquell'l!o nadon, com(})l la espaiíala, á
IBeloftdda l~s, Bbll.l1t~ .. Par8.l dar ante la Europa; algull:
C8'Váia1Jell ele legaljdad. á" m;urpa~iones 1Jal1 escandalosas y. para
sancional' de- a};gun. modt> sus! superehería-s., aqael deswuclor
de la:repf.0s~mtacionna«ionM. y ell~migo dfrlas cm.'ponwi<mes
popultwCilS, lltllrQó áD'ayona, y los esroellzos(}'e¡ la torpft Juota
supr-ema- die Madrid reunieron, una diputacionen CÓT.teS. de,
ciel'lto ciQ,C'lWl1l.ta individ1.l0sproce!ilentes.de l3.6\ más irupoI!tan.-
tes..clasftS 8(geiales, que en medio da la ma..yor (loaccÍOfiJ yhumi-
liándose ála in11eKible voluntad deL déspota.,. deiLiberaron y
prestáronse á todas. sus exigencias hasta el puntOI deaomprla.,-
Il1eterse á: interceder cerca de las provincias de Espaiia. para
que la opinion tan justamente indignada entrase en sosiegyo.
Ta~hieI1- accedieron á, recomendar en la. misma America las
cantas qae D. José . Miguel de Azanza, alto funcionario que
ha.bia sido elll el Nuevo mundo, adicto entónces á la pauciali-
dad'.de Bonapart.e.y.ministro d.espues' dell il1ltl'WlO relil Júsé,
expidió. y se Heva.ron. POD cie.rtosemisarios. enoargadoa de
conseguía.! el reconochniento de, la .nuevadino:stí.a. Los.gran-
des de España, consejeros de Cas.tilla, de la; ltaquisicion, de.
Indias y de Hacienda y las demás notabilidades que :rormal'on
aquel CongIlesoy tal hicieron, desplles de aprobar el proyecto
de Consthtuaiouc elaborada par el mismo. empooador, y despues
de j urarlllJ,. j u.ral'Clnl tam bien aeatooniento al. nuevo rey, y
ésta, presaooso de tomar pasesion <le, sus'.dominiCls, atna:.veOO
la fhoo.¡tera el 9 de julio de 1808 ¡. ypisarulo los cadáy~s
aún calientes deJa·. batalla de RiQseco, el 14;. llügóet2@- á
Chamartin, y a :Madrid al sigllíen.te ,día de la giol'iosa batalla
de Bailé:n. 'Fanno consternó es.te hecho al gobii:}rnQ del íntJ¡uso,
que con él hUJy6 hasta, Búrgos~ al saber et d~ 30· oficialmen-
te lrollatieia.de aq¡u.el acollt-eeimiento,memorable,


.AJ.ausentarse' José Bonapante, tratóJE~l·.Con.sejo de Ca;¡tiUa,
0~a vez regente: del reino I de ponerse en inteligencia CQu·l!W'




CAPÍTULO III 181


• juntas provinciales que para la defensa de sus respectivo!:t.
intereses se habían· espontáneamente· fórtna®; pero nadia má!s
que desáires consiguió de aquellas eorporacionesqU'eeoll' antf-
cípacion habían condenado' la gra.n' debilidad, tan parecida á
la doblez, demostrada por los consejeros ante las exigencias'
napoleónicas. Aquellas juntas, aunque disidentes entre si, to-
das se dirigian al patriótico fin de la independencia de la na-
cíon y opinaban en su mayoría que se formase un gobierno
central, compuesto de dos diputados de cada una; á cuyo pro-
yecto, iniciado por la de Sevilla en 3 de agosto, se acogieron.
Despues de hacer su triunfal entrada en Madrid el general Oas-
taños, héroe de Bailén, y de proclamarse á D. Fernando VII el 23
del mismo agosto, se reunieron en la capital los diputados de
las provinciales que habian de formar la j unta de gobierno, ins-
talándose ésta el 25 de setiembre en Aranjuez con el nombre
de Junta suprema central gubernativa del reino. Los vocales
de la nueva junta, á la aproximacion del emperador Bonapa-r-
te, que entró por primera vez en España el 8 de noviem1:lre'
para reconquistar el' poco seguro trono de su hermano, y
cuando sJlpieron que el 28 pasaba SOIUosierra para estar
frente de Madrid el 2 de diciembre, aniversario de su eleva-
cíon al imperio, acordaron fijar su resid!mcht en Badajoz~ y
emprendiendo al efecto la marcha durante la, noche del 1 al
2; pasaron á Talavera y luegJ á Trujillo y Mérida. Pero per-
seguido hasta alli, aquel resto ambulante del gobierno espa-
ñol, por' las tropas francesas que invadiarr EXt'remadura y
Andalucía, se vió precisado á refugiarse en S'eviUll. el 17 de
diciembre; donde poco despues de instalarse, tuvo la des-
gracia depet'der el dia· 30 á su respetable' presidente' el octo-
g~nario conde de Floridablanca, que fué reemplazado por el
vicepresidente marques de Astorga.


Tan pronto como Napoleon pudo dispersar el escaso y mal
organizado ejercito español, y así que hubo repuesto en el
trono á sn' he'rmano, aunque ' con apariencias de rey solamen-
te, regresó·{¡, Francia., dejandéJ á su juicio dominado el reino
P()f los impcrialei!; p:?ro CéJ:t un dominio tan efímero é inse-




182 LA.S IKSURRECCIONES EN CUBA.


guro, que de:de entónces á julio de 1813 en que José Bona-
parte abandonó para siempre la corona y el territorio de Es-
paña, ni un solo dia pudo gobernar con perfecto reposo, ni
recibir obediencia y acatamiento sinceros de los españoles, que
creia súbditos porque la alevosía y la opresion les habian so-
metido.


IV.


De gran parte de los primeros y principales sucesos que
produjeron la conmocion de España, llevó noticia bastante
detallada á la isla de Cuba el nuevo intendente D. Juan de
Aguilar, al hacer Su desembarco en la Habana el dia 17 de
julio de 1808. Y si no fué del todo completa la relacion que hi-
zo el nuevo jefe de Hacienda, de los medios falaces usados por
el francés para posesionarse de las fortalezas españolas, y pa-
ra llevar á cabo el cautiverio del jóven rey y de la real fa-
milia; y si no pintó con verdaderos vivos colores las conmo-
vedoras y sangrientas escenas del glorioso alzamiento del 2
de mayo, dijo lo suficiente para agitar en general los áni-
mos, siempre dispuestos á conceder mayores proporciones á
todo lo que se conoce imperfectamente. Pero cási al propio
tiempo de la llegada de Aguilar, entró en el puerto otro bu-
que, llevando al marqués de Someruelos documentos y exci-
taciones de varias juntas de la Península, que habian decidi-
do resistir á los invasores franceses, y se declaraban tan so-
beranas como las de Sevilla para lleva~ á término sus patrió-
ticos propósitos. Perplejo el gobernador, y vacilante en pre-
sencia de acontecimientos, que ya no se prestaban á la duda,




CAPÍTULO III 183


atendiendo á la gravedad que entrañaban, se propuso desde
el primer instante no ocultarlos, y dudando acerca del ca-
mino que le convenia seguir, tanteó la opinion, ántes de re-
solverse definitivamente.


De tal indecision le sacaron pronto los hombres nota-
bles de la capital, á quienes confió sus vacilaciones; los cua-
les, como poseedores de la influencia y de la riqueza, dieron
ya á conocer sus tendencias, intentando asumir el mando su-
premo en que soñaban. Sin pérdida de tiempo y acaudilla-
dos por el concejal del ayuntamiento de la Habana, é hijo
del país, D. Francisco Arango, se reunieron en número de
setenta y tres, arrastrando en el complot á cuarenta y seis
europeos, que, con veintisiete criollos, firmaron una exposi~
cion al ilustre ayuntamiento de la capital, redactada por el
europeo mariscal de campo, D. Agustin de Ibarra, proponien-
do que, para mantener la un ion y la paz interior, se crease
una junta superior de gobierno, revestida de igual autoridad
que las demás de la Península, que cuidara y proveyese todo
lo conducente á la existencia política y civil de los solicitan-
tes (27). Someruelos, que vió un peligro grave en aquellas
indicaciones de los notables, y que sospechaba de las inten-
eiones de los criollos, principalmente, resistió el proyecto, cu-
ya realizacion tantos desastres hubiera traído sobre Cuba, y
acelerando el acto de reconocimiento y fidelidad á la pátria
de las autoridades y de los habitantes, comunicó al público,
en la. misma. tarde del 17 de julio, las noticias recibidas, y la
determinacÍon adoptada. Circuló ésta á las Floridas y á otros
reinos de la América, para que todos reconocieran como un
hecho consumado la declaracion de guerra al imperio francés,
acordada por las juntas de la huérfana monarquía españo-
la (28); y proclamando á D. Fernando VII el 20 de julio, con
general aplauso, evitó ser autor de un papel tan triste como
el que Iturrigaray se veia obligado á representar en Méjico
dos meses despues por sus torpes complacencias.


La posterior instalacion de la Junta suprema central gu-
óernativa aelreino en Aranjuez, le hizo conocer luego a So-




18t LAS I:'fSURRRCCIO:'fES EN Cl;BA


meruelos el acierto de sus acuerdos, y por tMlto, al recibir
en 25 de noviembre la noticia de aquel suceso, oonfirmó 'el
juramento prestado al rey cautivo, celebI'ándose entÓllces en
toda la isla con fiéstas públicas los ,llias 26, 27 y 28 ,de
'aq'llel mes; en cuyo 'regocijo ap:t'&vechó ~l municipio de la
Habana lospropi(!)S adornos, y dispuso que se repitieran las
'mismas,danzas, .estudiadas para solemnizar ,el año anterior
la:.cle-vaoion de Godoy á la dignidad de almirante general de
E8psña. ;Efectiwmente, un añoapeJl.Rs hacmque la capital
Y 'la Íi;}a 'Celeeraron, aquella por inieia.tiva ,del real Con-
sutát!o, las fastuosas demostraciones de pá'blica alegría, que,
desde @l '23 ·de agosto al 1.0 de setiembre '!!le 1807, entretu-
V.leF{)Iwg'l"-adablemente 3 J~ habitantes de 1 Cuba , con funcio-
nes ·dectOOitl'o, da.nE!lIS 'Sflregos artificiales, lPor ihaberseau-
mentado 'Con dicha dignidad y la de proteotor del comercio
ma:r-ttimo de ,toaos 108 dominios de la magegj¡ad de Carlos IV,


..el:-pw8No,de ;q¡quel¡nríncipe de la Baz y mortunad@ favorito;
;ouya . m~JOO.riQ, (f.X:~ml'sba;nya todOlS J¡llSespañoles, que á . sus
tGrpe03S ,a/tribUiMl las Ipa,lam~dadeB;de"1a :pátria.


fIDn '$lista. de la enél",Q'ica actitud de ~tmW>s, ante tan
imlfJpe:r&dos &CGutooimientqs paro 1as utolonias americanas,
que <de la .oro-dia'llÍdad ,a.pa.rente,de lll!l'laciooes,entl'e España y
FrOOlma no podian .por cierbo suponer tan rápida mudanza ,
aquell@s oSolicitantes, primeros autónomos de Cuba, no se
atl'emroo áUevar adelante ni poner más de relieve sus in-
1!eliit~6; 'Yconílas.c{}l*poraaignes 'Y tollas las personas notables
de i8,':c~pit81 y de ilaisla juraron, con el eapitan general y
gobemador,fidelidad íá la pátria y ásu Jlegítimo cautivo mo-
naroo. Dirigidas por este camino l8ts oCM'l'ientesde la opinion,
fueron aquellos notables los primel'os que se ofreeieron á sa-
crifiear en ·defensa de tan 'queridos ebjetos lSUS vidasé 'inte-
reses, 'Y 'Rnunciaron en -comprobacion de ·estas ofertas, no sólo
sUSGr-iciones ·públicas para '8lender á los .gtU3tos de la guerra
contra el tiMnode Europa, aíno su pretension de alistar lo
más41orído de los hijos del país en las ~(Jffipañías de volunta-
rios peninsulares, que para resistir al inglés se estaban orga-




CAPÍTULO UI


ni(llando. Y por ciert0 que para este mbjeto no 'eran ya muy ,
neltesams, pues noticiosos las comand'ltntes de l(1)~¡;bWll'l:esil-e
la <8rm&ua bnitánica 'q:ue ,nooorrm ias ,0000stJasdelagmnde
A~i1la.,:de las últimas novedaaes de la. :Fooímm1a, d,ieron ful
át-0m:a hostilidad; :=ooovírtiénd<DSe rtegnidMIl:ente em.o.'lÍxiliatle6
contTa la .Francia l~s que ;ooa,baban-de 'Ser ,~l!l€E;troselN1Íllli­
gos. Tan hiencomprnmdieron estos~eeliH~Í1fl):~r'me>mél!Úlo
á. lb que les obligaba ;el 'l'ooi~te OomprOmd.80 rde 'Su naci~
con España, que luego :CIlt1'a.T()n á descansar y á. '8'Urtirse,de
víveres en el puerto de la Habana, ry áun ~co~iliendo á los d-e-
seos de Someruelos, contribuyeron efiCM:1Uerite con su apoyo
al triunfo de D. Juah Sanchez Ramirez y de otros patricios
de Santo DJmingo, que rebe1ándose oontra el dominio francé¡¡
y pr~la.mandoá Fernando VII, izaron en aquel1a isla el pa-
bellon de Castilla arriado desde la paz de Basilea.


Ya sólo de resistir á los napJleones, como llamaban á los
franceses, se ocupó el pueblo cubano en su mayoría. Es ver-
dad que algunos disentian del ganeral parecer, y eran éstos
ciertos patriotas :y deudos ó a.migos ,de' los O'Farril y de 103
marqueses de Oasa-Calvo y de 'Monte-hermoso, que se ha-
bían declarado áfrancesgdos 6 parciales del rey intrusó; cuyós
patriotas, si 'Se mostmron simpáticos sin gl'andesreservas en
los pti,m~OS'lliOmentos, á los innovadores extránjeros, á quie-
nes m'ás que aficiones les ligaban compromisos formales, no
se atrevieron tÍ. tanto y s610 con grandes precauciones comu"-
nícábam;e sus ideas, al ver el unánime pronunciamiento de
la opinion contra las iniquidades y violencias del usurpador.
Tal fué el arranque patriótico de los españoles en aquellos
dias, que segun dice Toreno, «no se limitaron en sus declara-
»cionesá vanos clamores, nísu expresion á estudiaaas frases,
»sino que acompañaron tÍ. lino y otro cuantiosos ,donativos
»quef1l1eron de gran socorro en la deshecha tormenta de rfi~
)>lles de 1808 y principios de 1809.»


Efel5tivamente, doscientos ochenta y cuatro l'nillones-de
reales recibió la Junta central en todo el.año de 18G9, de las
snscricianes hechas en América para aliviar lasltuaclO'Ilde.




186 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


la madre patria. Una conducta tan desinteresada como pa-
triótica, provocó el decreto de 22 de enero de aquel año, que
no vacilamos en calificar de imprudente por las circunstan-
cias en que ·:se expedia, en el cual, la agradecida Junta su-
prema declaraba, que no debian considerarse ya más como co~
lonias los vástos dominios españoles d.,e Indias, sino como
parte esencial é integrante de la monarquía; y en consecuen-
cia convocaba para representarlos en su seno, un individuG
por cada uno de los vireinatos y capitanías generales inde-
pendien tes de ~.\.mérica y de Asia.


La perturbacion consiguiente que debia producir esta mu~
danza en la ordenada vida colonial de Cuba, se agravó con
los trabajos de los agentes de José Bonaparte ó los de sus
parciales los Calvos y Cárdenas; con las insinuaciones oficia-
les que del gobierno del francés recibió la primera autoridad.
á que Someruelos respondia entregando á las llamas las ór-
denes del intruso como papeles subversivos; con las excita-
ciones de la Junta central, que eran acatadas, aunque en
silencio discutidas, pór aquellos que, viendo frustrados sus
proyectos de establecer una junta propia y burladas las as-
piraciones de formar parte de ella, iban inclinando sus ten-
dencias á ideas reformistas que les acercasen al mando; y fi-
nalmente con las pretensiones, de Doña Carlota .Toaquina,
infanta de España y princesa de Portugal y del Brasil. Aque-
lla hermana del que era ya considerado como rey Fernan-
do VII, decia en sus escritos á los delegados de España en el
Nuevo mundo, que tratando Bonaparte de exterminar y aca-
bar su real casa y familia, como trataba de destruir todas las
legitimidades para realizar su sistema de monarquía univer-
sal, se consideraba autorizada y obligada á ejercer en la
América española las veces soberanas de su padre Cárlos IV,
euya abdicacion no reconocía, y los derechos de su real fami-
lia, cautiva á la sazon en Europa, mientras los que lo tenian
legítimo á la soberanía, no estuvieran en libertad; haciéndo-
lo conocer así en aq ueHos dominios para que como tal la re-o
conocieran (29).




CAPÍTULO 1II 187


Someruelos, á quien algunos historiadores no le conceden
brillantes dotes para el mando, pero que, á nuestro juicio.
poseía en cambio un gran instinto gubernativo, y las mejo-
res y las más patrióticas intenciones, &upo dominar la in-
quietud producida por las reclamaciones de una y otra parte,
con medidas tranquilizadoras; y salió del aprieto en que la
carta de la princesa D.R Carlota le colocaba, respondiéndole
en nombre y con el acuerdo del ayuntamiento de la capital,
que presidia, que la islá de Cuba habia ya jurado y recono-
cia como rey de España al Sr. D. Fernando VII; cuyos de-
rechos,como el acatamiento á los de hHlinastia de la casa
de S. A.la infanta, estaban todos los habitantes de la isla de-
cididos á sostener (30).


Pero no fué éste, ciertamente, el único entorpecimiento que
se opuso á la conservacion de la tranquilidad en aquellas
complicadas circunstancias. Otro ~e los motivos de perturba-
cíon para el mando del capitan general de la grande Antilla,
era la permanencia en ella de los emigrados franceses. Vi-
gente estaba la árden de abril de 1807, que disponia la salí-
tla de todos los agentes extranjeros de los dominios españo-
les de Ultramar; y Someruelos, que á los refugiados de la
parte francesa de Santo Domingo yde la Luisiana, estable-
cidos en Cuba, les habia concedido carta de naturalizacion,
suspendió otorgar más cédulas, y, de acuerdo con el manda-
to de la junta central de Sevilla, comunicado por D. Martin
Garay en 18 de febrero de 1809, dispuso la salida de los ex-
tranjeros no naturalizados; estableciendo juntas de vigilan-
cia para el cumplimiento de tan dura, cuanto necesaria dis-
posicion, como para el mantenimiento del árden y amparo de
los mismos expulsados. Aquellas juntas procedieron, por des-
gracia, con demasiada lentitud para lo que las circunstan-
cias exigian, y de su falta de eficacia se siguieron los suce-
sos, de que luego hablaremos.


Otra de las causas que alteraban el reposo un tanto, aun-
que en sentido diverso, era el apoyo que, segun hemos indi-
cado, prestaba Someruelos en inteligencia con el capitan ge-




188 LAS INSURRECmONB8 EC'i CUBA


neral de Puerto-Rico, ;al pa.tricio 'dominica.no D. J,aan San-
chez Ramirez, qmien,g,urttame.lilte raon''€)f¡ros compatriotas ,y
algunos puerto""'tiq~ii!(j)tt, ,,,,eti~ros ama.utes de ,España,
trataron de destruir 1R caDr.aide "Basilea.., ¡~roclamando en la
ciudad de 'Santiago ·<á"D. ~~ndo VIL, -en .noviembre
de 1808. -Con <61 &poyo <le }os .jQg~&, : tluestras nuevos-alia-
dos, y' con 1.os· alTXiid.i(JS, Ue Cuba. y' ele Pllerto ... Ri~o, Bbnsigl'lie-
ron aquellos'l'eales españoles arrojar .d.tl a.llí eld@minio del
francés; -evita.r que eln~gro Oristóbal 'Y el mulato 'Petion les
hosti1imuan desde Ha.iti,y'Vel' 'lue el1rillnfante "pabellon es-
pañol ondease ya á; fines de junio d~ 1809 en ¡¡¡quel territo.rio,
del que, eh recompenSa de su arrojo $ decisi~n .fué 'namg,ra-
do capitan general su reconquistador Sa.nchez Rtl;mirez (31).


Los franceses, ltsi q1iesupieronlalluptura erttI"'e Espa,ña y
su nacion, 'empeml'On -á'molestar -eon SIllS corsarios nuestros
buques; 'y Msde que, batid0s en $anto D0filingo, se vió
su jefe Ferrand obligado á suicidarse, Y todos á huir, multi-
plicaran 'Sus:ataques por mar con tal osadia, q US, para con-
tenerles,_bo ileeEtsidaa: tIe atInar en 'carao muchos buques
méD"nantes, rqvre,alen1ados ?ór el reomercio de la Habana,
principalmerrte, :altn~e'ntar@n C3QU!i}UOSD1leVas. '¡ol'bantes Ó
fllibuster(J$,que si el pabeHon frllneés ostental3a,n, no se
distinguian mucho en su conducta, (J¡e la que tan funes-
ta celebridad hizo adquirir á los pritneros piratas de las An-
tillas.


'\' no poco contribuyó ~:mbien, 'en tal Masion, á la inquie-
tud ;liI:elos ánimos en Cuba, la clausura de los puertos norte-
americranosoal comercio español, en reciprocidad á nuestras
estrechas miras mercantiles. Aquella falta de transacciones
con la vecina repúblic:a,pronto.se hizo sentir con ~l~stan­
camiento de los frutos coloniales, que, por otDO lado, estaban
privados de ir á la Península y á otras partes de Eupqpa" {lor
el bloqueo de la enemiga armada fi!llrueesa; pero Somcruelos,
entónces, para atenuar "tan. gra.ve mal ,saltando por encima
de las leyes prohibitivas v·igentesde acuerdo con ,el ayunta-
miento de la Ha.bana y del consulado~ ,dió entrada á los 1>11-




C.\PÍTULO IU 189


ques mercantes extranjeros. ¡en ¡los puertos de la isla, y pudo
asi salvar de futuras penalidadas tá la agricultura y sus in-
dustrias, y al comercio, ¡que Já riJa :smnbra de éstas prospe-
raba (32).


v.


'El estado -de viva e.x;citac.il1nen que, last)&u,sas apuntadas
fenmn los ánimos en -Cuba, provooaba ff .cl&hia· IlJ.'oducir de
necesidad, manifestaciones externas másó ménos pronto.
Porque no es fácil siempre encerrar ~n ·la prudencia las pa-
s1@nes de los pueblos, ilíl:clinadGls 'o1'dIDa1'iam~nte, ¡por los es-
pontá:neosilentimieatoo deleót'azon, áciert0s desahogos, que
sue1encon i!'reflexiva preeipitaci()u toalI.a1!Se, .cuando los en-
carga.llC!>s de Ngitrlos no les :¡p1'(}poreicman paula.tinGs ar.ran-
ques generosos, 'queles ,desvien ciélrcatninodel absurdo, pre-
ferido con frecuencia por el instinto de las ciegas muchedum-
bres. Uno de estos tristesdesahog()sse presenció,despues dI')
haber publicado-el Aviso ile la Hi!Jbanl! del dia 12 de marzo
mm ¡proclama de Someruelos, disponiendo que todo francés
que se encontl'8il'a sin carta.-de nat,uralizaciGD, ,6 ,sin licencia es-
crita:delcapitan general,ó que '-posej"tlSe alguna de fecha pos-
temor .á aquella ,en que .se estab1ecian ,las juntas de vigilan-
cia, .fuera desde luego retenid0 ·en la. 'ool'oel hasta que se ave-
riguase el .mGtivo de su estancia, y si el 6prehendido era de
los contraventores á las ÓNlenes de 16 ,primera autoridad que
despues de \expubados se ,4nti'oducian en la ~sla fl'&udu.lentá-
mente.


meen much@s, y no sin fundamento, que en épocas de ór-




190 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


den deben los gobiernos en sus manifestaciones parecerse al
misterioso crecimiento de las plantas, en el cual quien más
atentamente observa, rendido de cansancio acaba por ver mé-
nos, mientras recojen seguros frutos aquellos que llenos de
confianza esperan de la bondad de las eternas é inmutables
leyes de justicia sus consecuencias obligadas. Pero en los
tiempos en que hasta las gentes más indoctas se creen indis-
pensables consejeros del que manda, discútense de ordinario
por los gobernados las disposiciones aún ántes de dictarse,
y de aquí el que todos se crean autorizados á vulgarizarlas
demasiado, y de aquí el que despues de la discusion y de in-
terpretarlas á su modo nadie las observe. En la época á que
nos referimos, los aires patrióticos libres de todo freno, por-
que así parecia convenir á las aspiraciones de los unos y de
los otros, dirigiendo sus desbordadas corrientes hácia el libre
exámen, hicieron nacer, hasta en los hijos de la obediencia le-
gal, la absurda idea de imponerse á las clases superiores,
más que ellos inteligentes, pesquisando sin equitativo crite-
rio la conducta de los que consideraban pertenecer al bando
de los enemigos de la pátria. Y ésto, que debia producir los
obligados disgustos, fué en efecto orígen del que no dudamos
en calificar con el nombre de primer movimiento sedicioso,
sino insurreccional de la isla de Cuba, ocurrido en 21 y 22
de marzo de 1809.


«A las tres de la tarde de el primero de estos días, dice el
»81'. Pezuela en su Ensayo kistórico de la isla de Ouba, se
»presentaron en la puerta de Tierra dos franceses á caballo,
»procedentes del campo, para entrar en la capital. Detenidos
»allí por el oficial que mandaba el puesto, quizás por carecer
»de las licencias de que hablaba la proclama del 12, siguie-
»ron despues con un ordenanza hácia la casa del capitan ge-
>meral. Los transeuntes, casi todos muchachos y gentes de
»color, creyendo que iban presos, comenzaron á seguirlos y á
»decirse unos á otros: á ese napoleon, á ese francés; y hubo
»algunas pedradas; pero habiéndose, casi instantáneamente,
)}aumentado el tumulto, atizando al populacho algunas su-




CA.PÍTULO III 191


»gestiones malignas, allanaron y saquearon algunos grupos
»la casa de un platero francés, que, habiendo herido á uno
»de los agresores en defensa de su propiedad, murió en se-
»guida asesinado por los otros. En ménos de una hora fueron
»saqueadas hasta seis casas de franceses, pero sin haber más
)muertes.»


Enterado el capitan general de aquellos acontecimientos,
perplejo, débil por lo irresoluto, y aterrorizado sin duda por
consejeros faltos de firmeza, y quizás de decoro, se valió para
aplacar el tumulto de los alcaldes y de los frailes más in-
fluyentes, que nada, por cierto, consiguieron con sus exhor-
taciones (33); siendo la noche, más que otra cosa, la que es-
parció el espíritu de desórden y de robo que dominaba. Sor-
prendido además Somoruelos con un hecho que no habia ja-
más imaginado, y oyendo llegar hasta él los gritos de indig-
nacion y los clamores del alarmado vecindario, al ver dueñas
de la capital á las gentes perdidas, que á salva mano seguian
su pillaje y depredaciones, entró al siguiente dia 22 en me-
jor acuerdo y consejo, y adoptando el del brigadier D. Fran-
cisco Montftlvo, se decidió por restablecer la calma con las ba-
yonetas, ordenando á los beneméritos voluntarios este patrió-
tico serviciQ. Aunque noveles y poco familiarizados con las ar-
mas, hicieron aquellos defensores del órden callar pronto á
los fingidos fanáticos, que al grito de «viva Fernando VII y
»mueran los franceses,» allanaban y saqueaban las casas, tal
vez instigados por algun impaciente patriota; y dispersando
á los revoltosos, y aun amedrentando á sus instigadores, vol-
vieron los buenos españoles á la capital la tranquilidad sus-
pirada. Evidentemente no fué aquel movimiento invencion
de los que lo realizaron, y pruebas de ello se vieron á la sa-
zon, en la gran tibieza que en los triunfos de los españoles ma-
nifestaron, aunque tímida y embozadamente los que, criollos
en su mayoría, simpatizaban con los innovadores; y más
tarde, en las expresivas acusaciones que en 1812, y durante
el ámplio ejercicio de la libertad de imprenta se dirigieron los
periódicos representantes de opuestas tendencias. En aquellas




192 LAS INSURRECCIONES BN CUBA


polémicas, más razones irrebatibles aduj.ellon los que repre-
sentaban el elemento:español, llamado, para zaherirle, reac-
cionario Ó frailuno, que los defensores de los revoltosos; quie-
nes no pudiendo resp!Duder airosamente:, rehuialll toda soli-
daridad en los, hechos;, Y' com:test8ibancon; cUocarr:eríaa, para
poner en ridículo á sus adversarios, siendo en esta táctica,tan
poco felieas, q1l16 ni: proo,1Jlljeron el deseadClf efeeio~ nii lograron
con sus.réplicas destruidas. aausaoiones. Can! todo; ya, se de~
mostró entónces que el elenmnto reformista· iba:ga;nando ter-
reno, y bien pudiera sin exagerrueion afirmarse, qu~ el tu-
multo de marzo estaba. por eskechoS' vÍllculos relacionado,
con los que. poe0 despues' hubo. en' losi remoo: del continente
americano.


Si vacilante se mostroí Sol.'M1'uelosJ y pillOO oonocedor' de, los
resortes que deben por lar autoridad. moverse,. para. COmLtenel'
la multitud extraviada, fué en' cambio muy humano con los
perseguidos franceses, á quienes parID libertades. deli ex:alta-
do pueblo les sujetaba ,l͡ las juntas de vigilancia (34); 'conce-
diendo á muchos aún cartas de naturalizacion·, á pesar de las
supremas prohibiciones, cuando acreditaban su buena COll-
ductayarraigo en el país y prestaban juramento de fideli ....
dad á España. Sin embargo de ésto, tuvo que pasar por el
inevitable trance de disponer el embarco en buques america-
nos de numerosos emigrados, así que los libró del rencor de
los alborotadores; presenciando con dolor la salida por tal
motivo de la isla, de algunos millares de brazos útiles á la
agricultura y á la industria, que no pudieron por entónces,
ni en mucho tiempo, ser reemplazados.


Aquel primer ensayo que se hizo en la Habana de la prácti-
ca en los alborotos, dió á conocer á sus instigadores, si no
la blandura, la poca idoneidad de Someruelos para lidiar en
las luchas políticas, y aumentó tanto el atrevimiento de los
que simpatizaban con las ideas nuevas, que, desde luego, en
los remitidos ó artículos de los periódicos" se' notaron méllOS
metáforas y mayor desenvoltura. Llegó la osadía hasta el
punto de desviar la juventud criolla de su. naturales ímpetus




CkPÍrrULO¡ IU 193


beilicosoSl, aL Cllitarse las compañías: de 1JolNAVt(J/rios, dirigién-
dole~. predicaeiones, ea que se~ les,dema,: «proseguid, ama-
»d.os paisanos, en .eh~radable;templo~<l~ Minerva., cultivan-
»do, las ciencias\ y'no, las, .abandoaeis por, segl1ir los, aparen-
»tes briUos-deMarte. Las arIUQS,sangrientas:sólo,se inYenta-
)HOO para destruccion de la. hHmanidad, per:o , las ciencias
»siempre: han, sid(j); aimentadas, y no, han llevado otrCl objeto
»que, la ins1ruccion, u1lilidw} Y felicidad del hombr@, No'
»abaadoneis, os. reitlll'O, vli.eiltrashonrosas, tareas ..... (35).)
Lo cllal, dicho pnocisamente cua.n<io Españ,a estaba en san-
grienta guerra.. con el, usul'paQor-BOnaparte, no dejaba 00 ser
una muy clara .expresioll de antagonismo. Semillas fueron
aqueHas que germinaron más' adelante; y si no se repitieron
PtJll entónc~-las manifestaciones t'l'lmultuarias, se debió á la
actitruil: de los voluntarios, convertidos ya en guardadores del
reposo público, aunque la opinion se iba rápidamente forman-
do y enmarañándose cada vez más. Contribuyeron á ésto en
gran manera, los violentos y á la sazon indispensables de-
cretos, expedidos por la junta de Sevilla el 7 de abril y 2 de
mayo de .1809, y publicados por Someruelos el 29 de agosto
en los que se declaraban presuntos reos de alta traicion los
obispos, títulos de Castilla y personas visibles, que hubieran
abrazado el partido napoleónico, entre los cuales estaban
comprendidos los cubanos que hemos indicado (36). Y coad-
yuvó asimismo al aumento de la excitacion política, la tras-
cendental medida decretada el 22 de mayo por aquella
Junta suprema gubernativa del reino, restableciendo la re-
presentacion legal y conocida de la monarquía en sus anti-
guas Córtes, é indicándose expresamente, en el decreto, los
asuntos ú objetos de que la futura asamblea se ocuparia
y la parte que debia1¿ tener las A méricas en las i16ntas de
aquellas aórtes (37).


Con tal iniciativa de la patriótica junta sevillana, desper-
tárons8, como era natural, las aspiraciones de los hombres
que no creian les llegase tan pronto la deseada oportunidad;
los cuales, la recibieron como agradable sorpresa, y señala-


. ~ .... ~<.h .... ~ .'f~ ;",:~~\7-:~~~"-;' ,~::'.
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~"" . I




194 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


ron ya el verdadero principio de la vida política en Cuba.
Desde aquel momento no se desaprovechó en los peri6d.icos
ninguna ocasion en que pudiera hablarse de libertad y de
guerra á los til'anos, En el trato familiar, como en las reunio-
nes públicas, cada cual, y todos, se convirtieron en apóstoles
del patriotismo, é intentaban sobreponerse á los sentimientos
de los que no se servian de exageradas manifestaciones. Cor-
rientes de independencia eran aquellas, en las que la misma
autoridad dejó arrastrarse, por no fijar su atencion en el di-
ferente sentido que esta palabra iba teniendo en aquellas co-
lonias: corrientes que manifestaban al público todos los cu-
banos, presentando por idolo de sus adoraciones al cautivo
Fernando VII, y por signo de redencion á la Junta suprema
de gobierno, cuyo aniversario celebraban con brillantes fun-
ciones y ricos donativos (38); pero en privado era ménos
ruidoso y más temible el culto que rendian, pues, seiíalando
ya á sus ideas un objetivo, preparaban los ánimos para las
futuras y próximas mudanzas. .




CAPÍTULO XV.


I. Efectos en la Nueva España ó Méjico de la abdicacion de Cárlos
IV y proclamncion de Fernando VIL-Comisionados de la junta
central de Sevilla.-Deposicion del virey Iturrigaray.-Conse-
cuencias de aquel suceso.-Interinidades.-Movimientos sedi-
ciosos.


II. La Junta central gubernativa del reino ante la revolucion de
España.-Sus actos y sus adversarios.-Invasion de los france-
ses en Andalucía.-La Regencia.-Reunion de las Córtes en la
isla de Leon.


nI. Levantamiento de algunos Estados de América.-Caracas.-
Buenos Aires.-Quito y Santa Fé de Bogotá.-Rebelion del cura
Hidalgo'en Méjico.-Acuerdos de las Córtes respecto de las pose-
siones de Ultramar.


IV. Orígende las diferencias entre España y los Estados-Unidos.-
Actitud de la Unionamericana durante nuestra guerra con
Francia.


V. Emisarios bonapartistas en Cuba.-Castigo de Aleman.-Pró-
roga del mando de Someruelos.-Mejoras y desastres.-Conse-
cuencias de las libertades concedidas á la América.-Ley de im-
prenta.-Sus funestos efectos.-Conspiracion del negro Aponte.
-Manifestaciones patrióticas.-Costumbres públicas y vicios so-
ciales.


I.


Dice el conde de Toreno, en su historia de la revoll1cÍon de
España (1), «que las alteraciones de América tuvieron princi-
»pio al saberse en aquellos paises la invasion de los franceses
»en las Andalllcías y el malhadado deshacimiento de la Jun-


15




196 v •. s INSURRECCIONES BN CUBA.


»ta central.» Mas á nuestro juicio, no debe ciertamente fijar-
se aquel como orígen de las revueltas en nuestras posesiones
del Nuevo mundo, pues ya ántes del levantamiento de Ca-
racas, que cita como el primero, triunfó en Méjico la sedicion
de] 16 de setiembre de 1808, que por entónces no hizo más
que desposeer del gobierno al virey Iturrigaray, y en 21 y 22
de marzo de 1809 ocurrió en la Habana el alboroto que hemos
mencionado. Pero si en este punto no es muy preciso, afirma
en cambio con gran exactitud aquel nobilísimo historiador,
que la inclinacion de los americanos españoles á la indepen-
dencia, indicada en el Perú por el levantamiento del inca
Tupac en diciembre de 1780, yen Caracas por la conspira-
cion del mallorquin Picornel y del venezolano generai Miran-
da en 1796 (ambas sofocadas á tiempo), la fomentaron, no
solo los ingleses, temerosos de la caida de España en manos
del emperador Bonapal'te, aunque nosotros supongamos que
arrastrados tambien por su ambicion egoista; sino los fr;tnceses
y emisarios de José, que intentaron apartar aquellos paises de
la independencia del gobierno de Sevilla y Cádiz, que ape-
llidaban insurreccional; los anglo-americanos, que hacian
su propaganda en Méjico y claramente manifestaban la idea
de extender por allí sus dominios; y la infanta Doña Carlo-
ta, residente en el Brasil con un gobierno independiente de
Europa, que enviando emisarios al Río de la Plata, daba en
la América meridional un ejemplo tan malo como lo habia
sido para la del Norte la separacion de los Estados-Unidos.
Tambien aquí el ilustre conde, por cariño sin duda á los hom-
bres que fueron sus compañeros en la obra política de Cádiz,
calla en su historia, ó con intencion olvida, que la revolu-
cion americana fomentáronla á la vez principal y directa-
mente, además de los abusos del poder de aquellos vireyes,
gobernadores, presidentes de audiencias y dignidades ecle-
siásticas, las divisiones de las juntas creadas en la Península
á la invasion de los franceses, y los emisarios que la Central
de Sevilla dirigió al continente americano y provocaron, más
que los otros instigadores, el primer acto rebelde que hemos




CAPÍTULO IV 197


indicado, ocurrido en Méjico la noche del 15 al 16 de setiem-
bre de 1808.


Gobernaba la Nueva España aquel año como virey, el te-
niente general D. José de Iturrigaray, quien ya entónces,
despues de seis años de mando (2) y de observar en tan largo
tiempo el estado de ánimo de aquellos habitantes, sabia per-
fectamente que la cohesion política y los vínculos de unidad
moral entre los españoles de Europa y los de América, ántes
tan afianzados, habian ido poco á poco debilitándose por vá-
rias causas. Los vicios de los pasados gobiernos, empeñados
en dirigir á los hombres por el estímulo del temor y no del
interés recíproco; la manía de querer monopolizar los reyes
de España las ventajas que ofrecian las relaciones con el
nuevo continente, como temiendo que la cavidad del mundo
fuese todavía estrecha para los españoles; la inoportuna in-
tervencion y mano que habian siempre tenido los Acuerdos
de las audiencias para tiranizar á las municipalidades en su
gobierno interior y económico; la rivalidad además incesan-
temente de aquellas corporaciones con la autoridad de los vi-
reyes, que ménos sistemática y con menores pretensiones de
científica, no hubiera sido sin duda nunca tan peligrosa como
la de un cuerpo facultativo, que marchaba precedido del
aparato regulador de las leyes; y la guerra intestina que este
desnivel encendió entre tohs las autoridades, podríamos
apuntarlos entre los motivos que hicieron tan dificil el mando
en América, donde ya la contradiccion de principios en el go-
bierno, producía la relajacion cada vez mayor en el respeto y
la obediencia debidas por los gobernados á sus gobernadores.
A todo esto contribuia tambien y no poco el establecimiento
de una soberanía en el continente americano, que con su as-
tucia, ántes de destruir desorganizaba, valiéndose para ello,
no sólo en Méjico, sino en otros puntos de América, de espí-
ritus revoltosos é insubordinados que por la decidida propen-
sion á las novedades, ó por reparar los estragos de sus vicios
y disipaciones, ó por aversion á las autoridades solamente, se
aprovechaban con estudiada habilidarl de los descuidos, hijos




198 LA.S INSURRECCIONBS EN CUBA.


de la indolencia, ó de un momento de disgusto, para poner
en fermentacion aquella parte de la masa social siempre dis-
puesta á. mudanzas ruidosas.


Cási al propio tiempo que á manos del virey Iturrigaray
llegaban los decretos relativos á la causa del Escorial, cuya
publicacion, circunspecto y prudente, suspendió por no creel'-
la oportuna, salió de Cádiz el 24 de abril de 1808 la barca
(Jó,rmen conduciendo á la América noticias de la abdicacion
de Cárlos IV y de la exaltacion al trono de su hijo D. Fer-
nando. Las nuevas y documentos que de ésto trataban, los
recibió el virey el 8 de junio en la hacienda de San Agustin
de las Cuevas, y dispuso celebrar el suceso el dia 10 con re-
gocijo público y con solemne Te-.Deum el 14; causando
la natural sensacion en las personas más próximas á la pri-
mera autoridad aquel inesperado acontecimiento, en el que
unos y otros veian caracterizada la violencia y la explo8ion
de pasiones mal comprimidas en el mismo seno de la .familia
real española. Unos dias despues, otra barca, la Corza que
habia abandonado el 14 de mayo el puerto de Cádiz, llevaba
á la América relacion de los acontecimientos del memorable
día 2 y de la traslacion de los reyes á Rayona; hech1)8 que
conocidos en Méjico el dia del Corpus 23 de junio, y confir-
mados el 14 de julio oficialmente con las Gacetas de Madrid
del 13, 17 y 20 de mayo, conducidas á Veracruz por la bar-
ca Ventura, decidieron á Iturrigaray, de conformidad con el
real Acuerdo, á no reconocer ni acatar como legítimo sobe-
rano reinante sino á D. Fernando VII, á pesar de las abdica-
ciones á la fuerza exigidas por Napoleon dentro de Francia.
Ya por entónces habia quemado el virey públicamente y has-
ta en la misma sala de su palacio, várias proclamas de Bo-
naparte introducidas por viajeros de un buque francés, y ha-
bia detenido á dos generales extranjeros que por Nanquitoches
se dirigian á Méjico, con propósitos demasiado trasparentes
para desconocer las intenciones del coloso de Europa, que por
la gloria ensoberbecido, fáciles creia ya hasta las más insu-
perables empresas.




CAPÍTULO IV 199


En vista de todo esto, y enterado tambien por la circular
de Someruelos del 17 de julio de la actitud que en Cuba se
había tomado para afrontar las circunstancias (3), dispuso
Iturrigaray para el 30 de aquel mes la pública proclamacion
de Fernando VII por el pueblo mejicano; celebrándose al
mismo tiempo el levantamiento de la Península, conocido
aquel dia por los papeles que condujo en su último viaje la
barca Esperanza, con salvas de artillería, repiques de cam-
panas, procesiones en que se llevaba el retrato del nuevo rey
vitoreándole, á la vez que se daban mueras al emperador de
los franceses, y con un solemne Te-IJeum en la catedral, don-
de el arzobispo celebrante exhortó al público á que con suju-
ramento confirmase la fidelidad que tenia manifestada. El
propio virey, acompañado de su esposa, salió aquella noche á
recorrer las calles, adornadas con rica tapicería y vistosas
iluminaciones, para aumentar la animacion del pueblo; aun-
que tambien para autorizar con su presencia los desmanes
que son inevitables en toda gran reunion convocada por sen-
timientos ó con fines patrióticos, cuando animan á los con-
gregados. opiniones distintas, como ya entónces ocurria en
Méjico.


Ocho dias ántes de aquel acto, habia representado el
ayuntamiento de Veracruz al virey, con fecha 22 de julio, y
al tiempo de llegar á aquel puerto las noticias alarmantes de
la metrópoli, protestando de su adhesion y fidelidad á don
Fernando VII, y ofreciéndole en este sentido su apoyo para
resistir toda sugestion francesa; á lo cual Iturrigaray res-
pondió, no solo con aquelia pública proclamacion, sino con el
envío de circulares á Guatemala, Lima, Guayaquil, Habana
y hasta Manila y otros dominios españoles, manifestando su
actitud é indicando, como en 20 de agosto y 3 de setiembre
siguientes expresó á la Suprema junta de Sevilla, que «todos
»los habitante~ del reino de Méjico estaban dispuestos, como
»los de la Península, á derramar su sangre valerosamente en
»obdequio de unos objetos tan sagrados como la paz nacional
'i>y la libertad del monarca.»




200 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


Pero de aquella espontaneidad de carácter y de las com-
placencias de Iturrigaray, al popularizarse más allá de lo
que debe un gobernante celoso de la incolumidad de su
prestigio, nacieron pronto gérmenes de disgustos, tan gra-
ves, que andando el tiempo habian de traer la pérdida de
aquel extenso y poderoso reino, y á sus naturales la confu-
sion y la más triste y duradera de las anarquías.


El· real Acuerdo ó real audiencia, funesta institucion para
España, desde el descubrimiento de las Américas hasta el
dia, pretendió desde la proclamacion de Fernando VII asumir
el mando del reino; y en una de sus reuniones propuso el fis-
cal Sagarzurrieta, que al efecto se declarase al virey desti-
tuido. El ayuntamiento de la capital se enteró de tales pro-
yectos, y creyéndose, no sin fundamento, con más legítima
representacion en los negocios políticos que los empleados del
poder judicial, compuesto cási todo de oidores sin crédito ante
el pueblo de mucho tiempo atrás, hizo presentes al gober-
nador, por instigacion del licenciado Azcárate, sus dudas
acerca de la forma ó persona que supliese la soberanía de
la metrópoli, que segun las últimas noticias, estaba sin ver-
dadadero gobierno y sin otra representacion del poder, que
las juntas regionales formadas para resistir la invasion fran-
cesa.


Viendo Iturrigaray en aquellas desembozadas ambiciones
que por todos lados se trataba de reemplazarle, y débil para
imponerse cual la gravedad de las circunstancias exigia, y
áun para proceder como dias ántes lo habia hecho Somerue-
los en Cuba, reunió el 9 de agosto una diputacion de todo lo
más notable de Méjico, para comunicarle lo resuelto por el
real Acuerdo y pedirla consejo sobre su continuacion en el
mando ó su reemplazo, si lo consideraban conveniente á lo¡¡
intereses pátrios. Tal reunion exasperó grandemente á los
enemigos de Iturrigaray, que consideraron muy irrespetuoso
que en ella se prescindiera del voto corporativo así del ayun-
tamiento como de la audiencia. Conformes, sin embargo, las
personas diputadas en que siguiera en el gobierno el virey,




CAPÍTULO IV 201


le ofrecieron su adhesion y coadyuvar en todo á la realiza-
don de sus propósitos; y le decidieron á publicar el dia 11
una proclama á los habitantes de Méjico (4) en la que, con-
tando con aquella diputacion ó junta provisional, declaraba
no reconocer otro gobierno soberano que el que se encargase
de defender la causa de la nacion y de Fernando VII; consi-
deraba legítimas las autoridades constituidas en la Nueva
España, y subsistentes sin variacion en el uso y ejercicio que
les concedían las leyes pátrias y sus respectivos despachos y
titulos; y decia, por fin, que cualesquiera juntas que en clase
de supremas se establecieran en la Península ó en América,
no serian obedecidas por Méjico si no fuesen inauguradas,
'creadas ó formadas por S. M. ó por sus lugartenientes au-
ténticamente legítimos.


En tales momentos llegaron á Méjico los comisionados de la
junta de S8villa, D. Manuel Francisco Jáuregui y D. Juan
Jabat, quienes al desembarcar en Veracruz se habian enten-
dido directamente con aquellas autoridades sin la vénia del
virey (cosa muy propia de nuestro carácter un tanto insubor-
dinado), y exigieron luego de la primera autoridad que reco-
nociera la soberanía de la Suprema junta de gobierno. Mas
Iturrigaray que ya en la proclama habia expuesto sus prin-
cipios, y no veia en aquellos delegados poderes bastantes, ni
una verdadera y ganuina representacion del monarca, tuvo
que negarse; atendiendo tambien á que vArios Estados del
reíno, querían reconocer á determinadas juntas y no todos á
la de la capital de Andalucía.


Natural era, conocidas sus tendencias, que se apresuraran
aquellos emisarios irritados por la negativa, como sucedió
desgraciadamente, á engrosar las filas de los enemigos del
virey; los cuales, para despopularizarJe y para soliviantar los
ánimos, esparcian absurdas noticias atribuyéndole hasta el
propósito, que si tenia no realizó nunca Iturrigaray, de cons-
tituir un Congreso con representantes de todas las provincia.s
de la Nueva España, para que se le confiriesen las atribucio-
nes de la soberanía. El virey, que veia. formarse á su alrede-




202 LAS INSURRECCÍONES EN CUBA.


dar una furiosa tormenta, trató de conjurarla reuniendo al
efecto en 31 de agosto la misma diputacion de notables. An-
te ella expuso las pretensiones de los comisionados é hizo pre-
sente, que si por su conducto pedia la j unta de Sevilla recono-
cimiento y obediencia, lo mismo exigia la de Astúrias y quer-
rian luego las de Valencia y las de otros puntos; por lo cual,
era su resolucion, continuar gobernando como virey, no obe-
decer á ninguna y auxiliar á las dos y á todas con recursos
para resistir la invasion del francés. Unánimes se conforma-
ron los diputados con tal acuerdo, pero no los disidentes, que
capitaneados por el mismo comisionado Jabat, empezaron
una conspiracion directa contra la persona del gobernador.


El 9 de setiembre llamó éste para su tercera reunion á la
junta provisional, y en ella por. ~onsecuencia sin dudit de las
instigaciones de los conspiradores, no hubo ya unanimidad
de pareceres, disintiendo diez de los ochenta vocales de que se
componia; pero aún se decidió no obedecer á ninguna de las
dos juntas que lo pedian, y se propuso con conocida mala fé
por algunos oidores, que para dar más fuerza á los Acuerdos se
convocara una reunion mayor con diputados de las principa-
les poblaciones del reino. Esta mocion, en la que patentemen-
te veía Iturrigaray los trabajos de los conspiradores para
enagenarle la confianza pública; ciertas expresiones impru-
dentes vertidas por algunos vocales, y los pasquines, anóni-
mos y libelos contra su persona que profusamente circulaban,
le hicieron consultar al Acuerdo el mismo dia 9 de setiembre
la renuncia del mando en el teniente rey ó segundo cabo don
Pedro Garibay; fundándose en que tenia ya sesenta y seis
años, y en la necesidad de tranquilizar á su familia alarma-
da de continuo con amenazas anónimas y áun más ó ménos
manifiestaa. Pero habiéndole suplicado el decano del ayunta-
miento de la capital y otras importantes personas, que no les
abandonara en tan críticos momentos, accedió por el pronto
á su cariñosa súplica, aunque disgustado y poco convencido
ni dispuesto á continuar por mucho tiempo (5).


Las vacilaciones de la autoridad alientan siempre á los




CAPíTULO IV 203


enerrdgos del órden, y por la situacion en que colocaron la
del virey los que debian estar más interesados en fortalecerla
con su apoyo, se hicieron luego públicas las disidencias en
las diferentes clases sociales, saliendo á luz muchas recrimi-
naciones y un profundo desacuerdo, hasta entónces encubier-
to, entre europeos y criollos.De fatal necesidad era esto cuan..;.
do hasta el obispo de Guadalajara afirmaba que D. José de
Iturrigaray no merecia la confianza del pueblo, lo cual todos
los fieles sin distincioIl, de clases y razas se veian en la pre-
cision de creer: cuando los europeos, instrumentos de la am-
bicion del real Acuerdo ó de las primeras personas de Vera-
cruz, que conniventes con los comisionados de Sevilla figu-
raban ya en la disidencia, esparcian rumores sediciosos con-
tra el virey: cuando se acusaba á los criollos de ser los pro-
movedores de la reunion de la junta general, pedida por los
oidores y negada por Iturrigaray, aunque sometida á la deli-
beracion de la diputacion d~ notables; y finalmente, cuando
los habitantes de las provincias de Méjico, y en particular
los de Durango, decian que la division entre criollos y eu-
ropeos reconocia por causa original los pasquines subversi-
vos y escritos sediciosos, que salian de los mismos centros ofi-
ciales, donde el gobernador tenia sus mayores enemigos, y
de las imprentas de la capital, residencia á la sazon de los
comisionados de la junta de Sevilla.


Tales proporciones tomó la agitacion aquellos días, que el
virey, privado de tropas, tuvo que llamarlas á su lado, pues
para la defensa del órden solo contaba en la ciudad, igno-
rando hasta qué púnto le seria fiel, con el regimiento del
Oomercio. Componíase éste de personas ricas y de distin-
guidas circunstancias, que para librarse de las penalidades
propias del soldado en las horas de faccion, alquilaban de or-
dinario, si no diariamente como sustitutos, hombres de no
muy buena reputacion llamados en Méjico zaragates, que
más se inclinaban á las revueltas y á la vida disipada, que á
los sérios y sagrados deberes militares. Iturrigaray concentró
por tanto en la capital, el regimiento de Oelaya, y los dra-
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204 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


ganes de NUe1Ja Granada, cuyo jefe era de la devocion su-
ya, pero no con el propósito de desarmar á los europeos, co-
mo se decia por los conspirado~es. Viendo éstos contrariados
sus intentos en aquellas medidas de propia conservacion,
rompieron el dique de su iracundia, y excitando más y más
el ánimo de las masas, hasta circularon la calumniosa pero
perturbadora especie de que el virey habia recibido un nom-
bramiento del duque de Berg, de aquel Murat asesino del
pueblo de Madrid el 2 de mayo, y que trataba de imponerse
para arrastrar la Nueva España á las plantas del intruso
José Bonaparte.


Como en tiempos de perturbacion revolucionaria no hay
elemento reñido con el órden que no salga á la superficie y
busque el nivel comun, aunque proceda de las más escondidas
mansiQnes del crímen, se presentó á la vista del público en
aquella ocasion entre los más bullidores y haciendo propa-
ganda independiente, un padre Talamantes, fraile originario
y escapado del Perú, residente en Méjico, que se decia comi-
sionado por su convento y los demás de la órden para pasar
á España. Con el fin de halagar al pueblo y apartarle de los
deberes de la obediencia, empezó el inquieto fraile á predicar
la extincion de todos los subsidios y contribuciones eclesiás-
ticas, excepto las medias anuales y las dos novenas, y á pro-
pagar la idea de un Congreso americano para someterle e1
reconocimiento de la persona que debiera acatarse cual sobe-
rano legítimo de España é Indias. Respetando su carácter,
se consintieron unos dias las imprudencias del fraile; mas al
constarle con certeza al virey que estaba en relaciones estre-
chas con D. Ignacio de Allende, que luego fué compañero del
sacrílego cura Hidalgo, y con otros perturbadores por tem-
peramento ó por compromisos contraidos, le mandó prender,
y por motivo aprovecharon tambien éste los de la conspira-
cÍon para hacer á Iturrigaray blanco de otras graves ca-
lumnias (6).


Hábilmente combinada la accion de éstos contra el princi-
pio de autoridad que intentaban representar destruyéndolo,




CAPÍTULO IV 205


3gitaron en los mismos dias los inconscientes elementos del
comercio, por lo regular agenos á las cuestiones políticas, y
que por bien y conveniencia de la Hacienda pública debieran
estar siempre alejados de las esferas del gobierno; y un don
Gabriel del Yermo, peninsular acaudalado que gozaba sobre
los europeos, además del ascendiente que da la riqueza, el de
la usura que tenia á muchos sujetos á su voluntad, formó
una union federativa contra el virey, principalmente entre
los contrabandistas veracruzanos y los enemigos de la lega-
lidad, resentidos de su gobierno porque de ella no habia que-
rido prescindir á su instancia y en su provecho. Fundándose
entónces en que la guarnicion de tres mil hombres era insu-
ficiente para defender su ciudad y el fuerte de San Juan de
Ulua de cualquiera agresion francesa, empezaron á atacar al
virey porque en el próximo canton de Jalapa, punto más
sano que el de Vera cruz y libre de la accion de la fiebre
amarilla, que tan frecuente es en aquella marítima capi-
tal de las tierras calientes, tenia doce mil hombres dispues-
tos á entrar en campaña; y siguieron conmoviendo al público
diciéndole que estaba allí aquel ejército apartado de la costa
con el solo objeto de facilitar á los enemigos que se hicieran
dueños de la plaza. Levantando sobre este tema montes de
desconfianzas contra la autoridad, y para hacerla más sospe-
chosa, inventaron que Iturrigaray no se prestaria á la entre-
ga hasta despues de castigar vigorosamente al ayuntamien-
to y á los habitantes de Veracruz, á quienes tenia ojeriza por
~us manifestaciones en favor de la Junta de Sevilla, que era
la representacion genuina de la pátria.


Tantos elementos de combustion hacinados y unidos al
encono de algunos concusionarios, amigos de Yermo, á quie-
nes el virey habia entregado á los tribunales, y atizada ade-
más la hoguera por el disgusto de los oidores, que habiendo
creido disponer soberanamente del gobierno durante la cau-
tividad de Fernando VII, veian sus sueños desvanecidos; en-
sancharon la masa de los descontentos, que, impacientes y
anhelosos de venganza, contra el que desbarataba sus planes




206 LAS INSURRECCIONES EN CUBA.


y se oponia á sus irregulares manejos, incitaron á D. Gabriel
del Yermo, en quien reconocian á la sazon más resentimien-
tos que en ningun otro, por habérsele exigido recientemente
que eutregase á la Hacienda unos fondos que la pertenecian,
y con él concertaron, hasta los mismos magistrados de la au-
diencia, al tomarle por instrumento, que, «sigilosamente,
»una noclte, desde las doce en adelante, evitando el mal, '!I
1>sin ltacer mal á nadie, se prendiese al virey y se pusiese
»ot'l'O en su lugar, de acuerdo con las autoridades togadas.»)
Aquel plan debía realizarse en la noche del 14 de setiembre,
y no tuvo efecto por haberlo denunciado á Iturrigaray uno
de los conspiradores, arrepentido; pero se difirió á la del 15
al 16, en que, conniventes los conspiradores con la guardia del
general, entraron en palacio en número de 232, sin más obs-
táculo que asesinar á un pobre centinela, esclavo de su de-
ber y ageno al secreto, y se apoderaron del virey, familia y
deudos, que allí se hallaban, retirados en sus aposentos la
mayor parte (7). Los cómplices en aquel escandaloso suceso,
que arrojaba por el suelo la soberanía de España en Méjico,
acudieron presurosos despues· de la sorpresa, así el real
Acuerdo, como el arzobispo y el mariscal de campo, D. Pedro
Garibay, á recoger los pedazos de aquel principio de autori-
dad, por ellos vilipendiado, para dejarlo en las temblorosas
manos del viejo teniente-rey; hombre que, conocido por sus
limitados alcances, probó en aquella ocasion que ni com-
prendia siquiera hasta dónde las leyes del honor alcanzaban.
Consumado el escándalo, acordó con los demás que, depues-
to Iturrigaray, fuese llevado á la Inquisicion; y no habiendo
querido admitirle aquel tribunal en sus prisiones, por no ver
en él delito para el caso, fué de allí conducido al convento de
Betlemitas, y luego trasladado al castillo de San Juan de
Ulua, en Veracruz, pueblo donde estaban sus más numero-
sos y enconados enemigos, en cuya fortaleza se le unieron su
esposa é hijos, víctimas tambien, en los primeros momentos,
de injustificados atropellos (8).


Este y no otro fué el principio de la independencia de Mé-




CAPÍTULO IV 207


jico: provocada por la impaciente ambicion de altos emplea-
dos, que no siempre ejercitaron sus funciones en actos de la
más pura moralidad, y secundada por la insaciable codicia
mercantil de unos pocos mal contentos, á quienes, para rea-
lizar sus fines, no se les habia permitido trasgredir las pres-
cripciones legales.


El nuevo virey interino Garibay, colocado en el mando co-
mo instrumento nada más, segun se deduce de la proclama
hipócrita é insidiosa, fijada en las esquinas de la capital á las
doce de la mañana de 16 de setiembre (9), dispuso en un ban-
do de circunstancias, publicado en la Gaceta de Méjico del
sábado 17, que todos los habitantes de la capital usaran la
cucarda del amado soberano Fernando VII, con el claro
propósito de desviar la opinion, justamente alarmada, y
para hacer recaer sobre Iturrigaray la nota de poco afecto al
rey cautivo. En la misma Gaceta tambien, con una de las
más perversas intenciones, y para exaltar el fanatismo de
las pobres gentes extrañas á las luchas politicas, se atribuia
el feliz suceso del desposeimiento del mando al anterior vi-
rey, á la.intercesion de la milagrosísima Madre de Dios, Vír-
gen de Guadalupe, cuya novena acababa de verificarse.


Mucho sentimos no poder estar en la apreciacion de estos
sucesos, acordes en un todo con el juicio que sobre ellos tiene
formado el Sr. Navarro y Rodrigo, en su obra titulada Itúr-
oide (10). Atribuye el Sr. Navarro á D. Gabriel de Yermo el
más puro patriotismo al acometer tan trascendental empresa
y (<no querer tomar parte alguna en el nuevo poder que se
»c'l'eaoa,» y nosotros, por el contrario, opinamos, que anima-
do Yermo al entrar en la conspiracion, nada ménos que por
sentimientos de venganza y de la más vulgar codicia, é inte-
resado como estaba en no pagar á la Caja de Consolidacion el
completo de las cantidades que la debia, y se le habian recla-
mado, se creia premiado suficientemente consiguiendo despues
de aquello ciertas benevolencias, que obtuvo, en las cuestio-
nes de los contrabandistas, sus cómplices (11). Y, en verdad,
que tal conducta no debe extrañarla el Sr. Navarro, si tiene




208 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


presente que en las revoluciones de América, más que en las
de Europa, el interés mercantil ha dominado siempre á las
ideas políticas de progreso ó civilizaioras¡ desde la contribu-
cíon sobre el té, impuesta por Jorge III á los colonos del Nor-
te, que produjo la fundacion de la república de los Estados-
Unidos, hasta el arreglo de los aranceles y el monopolio én las
aduanas, que Baez y otros pequeños jefes de las repúblicas de
la América latina han tomado por motivo, para recibir en SUil
levantamientos el apoyo de los comerciantes.


La elevacíon de Garibay no satisfizo, por cierto, á nadie.
Si en la gran mayoría de criollos se manifestaban ódios al an-
terior virey, era más bien por el que tenian á la dominacion
española algunos que no realizando en el cambio sus propósi-
tos, continuaron, aunque ocultos en un principio, dando vida
á sus graves proyectos de todos modos; y con tal actividad al
leer el decreto de 21 de setiembre, que aplazaba la apertura
de los pliegos de providencia, y hacia aparecer, con cierto
carácter de poder usurpado, el gobierno del viejo gene-
ral (12), que éste, lleno de recelos, se vió obligado á publicar
en la Gaceta del 8 de octubre un decreto del 4, condenando
los pasquines, anónimos y libelos, que con profusion circula-
ban diariamente. No satisfizo tampoco el nuevo gobier'no á
todos los comerciantes seducidos por Yermo que, esperando
mayores franquicias para aumentar su lucro, no quisieron
contentarse con las adulaciones que Garibay les dirigió en la
Gaceta del 17 del mismo setiembre, diciéndoles que á ellos se
debia tan sólo el hecho, que la posteridad apreciada, de la
deposicion de Iturrigaray, 'y la nueva feliz ,era en que Méjico
habia entrado. Sin duda el virey interino no sospechaba, al
santificar la insurreccion, que pronto iria él mismo á recor-
rer el camino de todos los poderes usurpados; como se le in-
dicó ya en la noche del 30 al 31 de octubre, en que, los mis-
mos facciosos que le habian elevado ú otros, iban á precipi-
tarle de su puesto, y sólo por una casualidad pudo entónces
evitarse.


Ocupada á este tiempo la Junta central de Sevilla en los




CAPÍTULO IV 209


asuntos de la guerra contra los franceses, y en sus propios
disgustos, no pesó cual debia la gravedad de los aconteci-
mientos de Méjic), ni atendió á prevenir los males que pu-
dieran sobrevenirles al irregular gobierno del anciano y dé-
bil D. Pedro Garibay, y al siguiente del arzobispo D. Javier
de Lizana, no más enérgico que el de aquel, y que, llevando
la mancha del mismo pecado original, tenia, como aquel,
que transigir y distribuir ~l poder, con todos los que habian
contribuido á arrebatárselo á Iturrigaray. Y es que con go-
biernos sin garantías y sin legítimo orígen, es fatalmente ne-
cesario que el principio de autoridad pierda su fuerza y se ar-
rastre por el más bajo nivel tanto, cuanto más débiles ó inep-
tas son las manos encargadas de sostenerlo.


Esto, que en todas partes sucede á la larga, se aceleró en
Méjico por el abandono en que tenian las cosas de América
las juntas de Sevilla y Cádiz, y por la ignorancia de los hom-
bres que las formaban, segun en sus obras demostraron. Y
como era lógico que á la sublevacion de los más altos de-
legados del poder siguieran allá otras de los inferiores gerár-
quicos, é.stos acabaron por levantarse y usurparle á los que,
tambien violentamente, lo habian adquirido. Dos años y un
mes hacia que Iturrigaray, pasaba aprisionado del palacio
de los vireyes á la Inquisicion de Méjico, cuando, en la pro-
vincia de Guanajuato, el cura de Dolores, D. Miguel Hidal-
go y otros partidarios sin duda del fraile Talamantes, toca-
ron en la feligresía de aquel y en San Miguel el Grande la
trompeta de la rebelion, el 16 de octubre de 1810 imitando,
aunque con ménos cautela, á aquellas inquietas primeras au ...
toridades, en el propósito de destruir la Nueva España de
Grijalva y de Cortés.


Pero ántes de pasar adelante en la historia de las turbu-
lencias de Méjico, que sólo como incidente deben figurar en la
presente obra, y para no alterar el órden cronológico de los
sucesos, veamos qué causas pudieron influir más directamen-
te en los levantamientos que á poco se verificaron en todo el
continente americano.




210 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


11.


En tanta que la Junta central gubernativa del reino, fuédi-
rigida por la inteligencia práctica del conde de Floridablan-
ca, se dedicó con algun acierto á los asuntos de gobierno y
organizacion, tan necesarios como difíciles en los primeros
momentos de explosion popular, con motivo de la guerra de
independencia; pero las desazones que al huir de Aranjuez
á Sevilla sufrieron los vocales, aceleraron la muerte de aquel
anciano é ilustre hombre de Estado, ocurrida á poco de lle-
gar á la capital de Andalucía, y por tan triste suceso pasa-
ron las riendas de la gobernaciou" á las manos méuos hábiles
y no tan respetables del marqués de Astorga. Éste, qu.e como
la mayor parte de sus colegas, adolecia de un natural intran-
sigente apego á las máximas de la vieja escuela política, y
que nuevo además en el mando no habia podido todavía per-
suadirse del cambio de los tiempos y de las diferentes exi-
gencias que consigo traian, se aturdió al verse rodeado de
complicadas c;.¡estiones nacidas de la perturbacion cada dia
creciente, tanto por la guerra, cuanto por los improvisados
ambiciosos, y por' los reformistas discípulos de la escuela en-
ciclopedista, simpatizadores si no instrumentos algunos, delos
agentes del invasor; y ni él como presidente, ni con los de-
más vocales de la junta, á pesar de las grandes dotes de Jo-
vellanos, lograron por el pronto hacerse imponer, ni respe-
tal', ni aparecer por consiguiente cual verdadera autoridad
suprema ante los poderes locales, improvisados y constitui-
dos en vários puntos de la Península por sí propios 6 por el
voto y aquiescencia popular. Para conseguir el acatamiento
que pretendía, envíó la Junta delegados suyos con el carácter
de comisarios á las provincias, á la vez que para contener la
irrupcion en el mismo seno del gobierno, de los conspiradores




CAPÍTULO IV 211


y agentes del r3y intruso, estableció, á imitacion del que aca-
baba de plantear José Bonaparte en Madrid, un tribunal de
seguridad y proteccion para juzgar los delitos de infidencia.
Pero ni aquellos comisionados obtuvieron gran cosa de las
juntas provinciales, á las que sólo entorpecieron en sus tra-
bajos de defensa, por no ajustarse generalmente los proyec-
tos de la Suprema á las corrientes establecidas por la opinion,
ni el tribunal de seguridad mereció la aceptacion del público,
que, cansado de poder3s arbitrario!:!, aspiraba al imperio de
una verdadera legalidad. Y esta era ciertamente ilusoria,
viéndosela con dolor olvidada al juzgarse en la sombra del se-
creto, silenciosa é inquisitorialmcnte, los delitos contra la pá-
tria sorprendidos el 9 de abril de 1809, al ex-fraile D. Luis
Gutierrez, redactor que habia sido en Bayona de una gaceta
en español, y comisionado por el intruso José para disponer
los ánimos de los habitantes de América en su favor; cuyo
agémte, ajusticiado en la noche de aquel mismo dia, fué ex-
puesto muerto al público á la mañana siguiente. Los escasos
amantes de las reformas y de la nueva legalidad, no tenian,
sin embargo, en cuenta, que aleccionados por la Inquisicion
y por una larga tiranía, no sabian de tales prácticas pres-
cindir nuestros padres en aquella época.


La excitada opinion pública, temerosa de bdo al creerse
privada de gobierno, pues no consideraba como tal al que
por debilidades dominado se hacia eco de todos los absurdos
y juguete de todas las osa1ías, y enterada además de que dia-
riamente ya por medio d::l! comisionado Sotelo trataba José
de establecer inteligencias con la Junta de Sevilla, ó ya por
conducto del general S,~bastiani se hacian proposiciones á Jo-
vellanos, á las que siempre, en verdad, la Junta contesta-
ba que solo admitiria negociaciones bajo la base de la resti-
tucion del rey cautivo y la evacuacion del territorio por las
tropas francesas; el público, decimos, seguia intranquilo y
desconfiado y extendiendo y alimentando alarmas cada vez
má,s conmovedoras. Tales fueron, que obligaron á la Junta
en 18 del mismo abril é inmediatamente despues de la rota


16




212 LAS INSURRECCIONES EN CUBA.


de Medellin á decir al país, que no trataba de trasladarse ni
á Cádiz, ni á las Américas, ni á ningun otro punto, como
los propala:dores de noticias aseguraban, y que «nunca mu-
»daria su residencia sino cuando el lugar de ella estuviera en
»peligro ó alguna razon de pública utilidad lo exigiese.»
Pero esto á la parte ardiente del pueblo no le satisfacia, por-
que ante todo deseaba ver suelto el freno que tenia sujeto su
enérgico vigor, y le impedia utilizarlo contra el enemigo; cre-
yendo, por tanto, insuficiente para conseguirlo el ensanche
de la 1ib~rtad de imprenta debido á los innovadores Calvo de
Rozas y Jovellanos, que se formuló en el decr~to de 15 de
abril; como ya habia reconocido ineficaz por su demasiada
vaguedad el de 22 de marzo que tímidamente restablecia la
representacien legal de la monarquía en sus Antiguas Córtes,
y ofrecia convocarlas para el año próximo, ó para ántes si las
circunstancias lo permitian. Demostrado está por la historia
que los pueblos aumentan sus exigencias á medida de ~o nece-
sarios que se consideran, ó cuando adulándoles se les dá á en-
tender lo que valen; y en aquella ocasion manifestáronse des-
contentos é impacientes por lo poco que se les daba y que dias
ántes hubieran considerado excesivo, los mismos que sabian
que en tales circunstancias de su actitud dependia la salvacion
del gobierno y la expulsion del francés. No era pues extraño
que aquellos impacientes se lanzaran luego por el camino de
las conspiraciones, frustradas entónces por fortuna, en las que
la inadvertida Junt~ vió ya sin embargo con toda claridad, lo
mismo que en el escaso efecto producido por sus decretos, que
no era la idea de rechazar al enemigo la única que dominaba y
movía el espíritu insurreccional de todas las masas, sino en
muchas el sentimiento de las reformas que rápidamente iba pe-
netrando en los ánimos. Por si aquello no fuera bastante para
tomar el pulso á la opinion, acabaron aquellos patricios de
convencerse de la gravedad del mal, con el frio recibimiento
que generalmente merecieron del público los nombres de cier-
tas personas, refractarias á los innovadores, que en la convo-
catoria figuraban para la comislon de Córtes, y las disposicio-




CAPÍTULO IV 213


nes de la Junta sobre el restablecimiento de los Consejos, que
hasta sus mismos partidarios censuraron por mandarse reunir
todos en uno supremo,


Tal estado de cosas animó al gobierno británico, nuestro
aliado ó nuestro génio del mal quizás, á aconsejar á la Junta
que rompiera de una vez con las viciosas y viejas tradiciones,
y que entrase de lleno en el camino de las reformas. Aquella
oficiosidad, más que de consejo, tenia visos de una exigen-
cia, pues precisamente se formuló en ocasion en que se hacia
el desdeñoso sir Arturo de Wellesley, elevado en 28 de julio
de 1809 por la batalla de Talavera á vizconde de Wellington
y á capitan general del ejército español, quien queria reti-
rarse del frente del ejército por disidencias con la Junta su-
prema, á la que pretendia imponerse. Se avino al fin por los
buenos oficios de su hermano el marqués de Wellesley, em-
bajador de la Gran Bretaña, desembarcado e14 de agosto en
Cádiz y convertido en mediador cerca del gobierno de Sevi-
lla, que hizo además inclinar á éste, aunque no decidirle por
el pronto, á seguir un rumbo político más en armonía con
las circu~stancias y con las tendencias inglesas. Yes que en-
tónces se sabia ya, que José Bonaparte para halagar la opi-
nion, dictaba en Madrid disposiciones relativas á la enseñan-
za pública, á la administracion de los municipios y sobre ju-
risdiccion civil, criminal y eclesiástica, y planteaba reformas
en la Hacienda, ideadas en junio por el proyectista Cabarrús,
entre las que se abolía el oneroso voto de Santiago.


PeroWellesley no pudo de una vez hacer caminar tan de
prisa como su gobierno deseaba á los hombres de la Junta,
que estaban divididos por los debates que á fines de agosto y
en el mes de setiembre se riñeron, en el seno de la corpora-
cion, con motivo del proyectado establecimiento del Consejo de
regencia y la propuesta de nombrar regente único al carde-
nal de Borbon, presentada por el vocal D. Francisco Palafóx y
apoyada en la opinion por la más alta clase de Sevilla. Nada
podia hacer tampoco por impedírselo las luchas de la Junta
centraJ con el Consejo, á la que éste intentaba arrancar su




214 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


soberania y matar al propio tiempo las provinciales á las que
consideraba más perturbadoras que beneficiosas á los intere-
ses pátrios; y como nada le era posible hacor al diplomático,
esperó á que álguien triunfara en aquella lucha de tenden-
cias, en las que el Consejo representaba las más antiguas tra-
diciones, para influir directamente sobre la parte que obtu-
viera la victoria. Pero seguidamente el fuego de los debates
se comunicó á las provincias, entre cuyas juntas, la de Va-
lencia por ejemplo, enojada contra el Consejo, pidió la sepa-
racion de las potestades legislativa y ejecutiva; y la de Ex:-
tremadura se entendia directamente con Wellington, á la
vez que los partidarios de Palafóx se aprestaban para conse-
guir por las armas que sus opiniones prevalecieran. Unas y
otras exigencias obligaron á la Central á tomar medidas y á
proponer en 19 de setiembre la formacion de una Oomision
ejecuti'lJa, encargada del despacho de los asuntos ele gobierno
mientras ella se reservaba los negocios que requirieseJl plena
deliberacion, y á convocar las Córtes extraordinarias del rei-
no para ell.O de marzo de 1810. Nada consiguió, sin embar-
go, por la confusion que para impedir estos acuerdos introdu-
cian el marqués de'la Romana y sus partidarios; y como el
plazo de las resoluciones definitivas se alargaba, impacien-
tado el marqués de WeUesley dirigió al vocal de la Junta. é
individuo de la comision de Córtes, D. Martin Garay, aquel
consejo amistoso (13), que tanto contribuyó á decidir la ins-
talacion de la Oomision ejecutiva y á que se publicase el
decreto de 28 de octubre, aplazando la convocatoria de las
Córtes para el próximo l.0 de enero de 1810 y el principio de
las sesiones á igual dia del siguiente marzo.


Funesta fué sin duda para los intereses de la pátria aque-
lla Oomision gubernativa, que se compuso con individuos de
exigua talla, influidos además por los disidentes; á la que,
por sus desacertadas disposiciones, se la supuso responsahle
de la rota de Ocaña que tanto la aturdió, y que al esparcir el
decaimiento y el dolor en todos los ánimos, cimentó el prin-
cipio de su impopularidad. Por fortuna para el país~ la .J unta




CAPÍTULO IV 215


central que no entendia ya en ninguna materia de gobierno,
y trataba en sus sesiones solamente de asuntos generales so-
bre arbitrios y de otras materias legislativas, pudo entónces
librarse de la justa animadversion pública; aunque poco du-
ró tambien aquella tranquilidad, porque los inquietos ambi-
ciosos, conde de Montijo, Palafóx y marqués de la Romana,
alma de la Comision ejecutiva y orígen de sus desaciertos,
hicieron penetrar su espíritu perturbador en la Central, á la
que convirtieron pronto con sus intrigas en un semillero de
chismes (14), que hacian caer por tierra su crédito, y antici-
paban su ruina por los mismos medios de que se habian va-
lido para anular la Ejecutiva.


Durante estas tristes é infecundas luchas personales, la
Central, que se ocupaba del exámen de la proposicion sobre
libertad de imprenta, pasó el expediente en consulta al Con-
sejo, en el que, fundándose en su vetusta política, fueron to-
dos contrarios al proyecto, excepto aquel entendido jefe de
Hacienda que fué de Cuba, D. José Pablo Valiente, que emi-
tió su voto favorable. Pero nada pudo acordarse tampoco
acerca d~ tan importante asunto, por haberse tenido que pa-
sar luego a otras comisiones y sabido es ya, por lo natural
y corriente entre nosotros, que cuando en España se pretende
eternizar:una resolucion, no hay más que remitirla á informe
de las corporaciones de cualquier género que sean; aunque
en aquel caso contribuyó tambien mucho á paralizar ciertos
asuntos, el concluirse el mes de diciembre de 1809 y estar
próxima la convocatoria de las Córtes.


La comision respectiva de la Central sentó el principio de
conceder igualdad de representacbn á todas las provincias
de España, y de dividir las Córtes en dos cuerpos, electivo el
uno y el otro de privilegiados del clero y de la nobleza. Ex-
pidió al efecto las convocatorias respecto de los individuos
que hubieran de componer la Cámara electiva, contando con
que las elecciones en el estado en que el país se encontraba
necesitarian mucho tiempo para verificarse; y suspendió la
circulacion de las órdenes relativas á los privilegiados, para




216 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


hacerse más adelante el llamamiento personal; resultando de
esto la falta de la alta Cámara el dif1 de la apertura del Par-
lamento.


Los desaciertos que hemos indicado y otros muchos de la
Gomision ejecutiva, aconsejaron su reforma, yen consecuen-
cia, se renovó parte de su personal aquellos dias. Cási al pro-
pio tiempo fué anunciada con sorpresa del público la invasion
de Andalucía por los franceses; y como seguidamente se dió
á luz el decreto del 13 de enero de 1810, en el que la Junta
central, al anunciar que debia ha~larse reunida en la isla de
Leon elLo de febrero con el objeto de preparar la apertura
de las Córtes, manifestaba que se disponia á dejar á Sevilla;
la alarmada opinion pública, predispuesta y trabajada por
Palafóx, Montijo y los otros partidarios del desórden, mani-
festó su desagrado en un abierto motin que estos provocaron
en la ciudad y que no pudieron los centrales evitar ántes de
marcharse.


El mismo 20 de enero en que José Napoleon, al frente· de
cincuenta y cinco mil hombres, pasaba por Despeñaperros,
con el objeto de disolver la Junta suprema, principal foco, co-
mo él decía, de la insurreccion española, y poder que inutili-
zaba el suyo, usurpado; abandonaron á Sevilla algunos de
los centrales, y otros por el rio ó por tierra se dirigieron á la
isla de Lean en la noche del 23 y madrugada del 24. Los
primeros lograron llegar á salvo al término de su viaje; pero
no los segundos, que fueron maltratados en los pueblos donde
ya se tenia noticia del motin de la capital.


Al estallar éste el mismo dia 24, y tan pronto como salieron
de allí los vocales todos de la Junta central, aquellos constantes
conspiradores partidarios de la Regencia que lo habian dirigi-
do, se constituyeron al momento en gobierno supremo. Decla-
raron nacional la junta de la ciudad, y esparciendo contra los
legitimas poderes acu¡¡aciones graves, entre otras la de que
abandonaban al gobierno y huian cuando eran las circunstan-
cias más apuradas, trataron de inutilizarlos para hacer el suyo
duradero. Tan de prisa anduvieron como gobernantes aque-




CAPÍTULO IV 217


llos sediciosos, temiendo sin duda que el tiempo les faltara,
que inmediatamente formaron una junta ;nilitar para que de-
signara jefes á las tropas, la cual nombró en seguida al
marqués de la Romana general en jefe del ejército de la iz-
quierda; y con las formalidades de un verdadero gobierno,
dictaron órdenes á las provincias para que reconocieran y
obedeciesen el suyo, y circularon otras á las posesiones de
América, que por fortuna no llegaron á ser ejecutadas. Pero
si en osadía revolucionaria fueron notables los Montijo, Ro-
mana, Eguía, Palafóx y demás consortes, en aquella ocasion,
no así en la defensa de los intereses pátrios, pues al saber que
el general francés Víctor se acercaba á Ja ciudad, todos ellos
la abandonaron con vario::! pretextos, dejando sin cabeza á la
turba de sus comprometidos y á los sevillanos sin jefes que
atendieran á la defensa de sus hogares. Ninguna extrañeza
nos debe causar esto, sabiendo que en todos lo~ tiempos no
han sido los revolucionarios, á pesar de sus alardes de patrio-
tismo y vocinglería impertinente, los más fervientes defenso-
res prácticos de los verdaderos intereses nacionales.


Los dispersos miembros de la primitiva y legítima Junta
central llegaron en tanto y ántes de terminar enero á la isla
de Leon, donde temerosos de no ser obedecidos despues de 10i
recientes dolorosos acontecimientos y atropellos sufridos, de-
cidieron dimitir sus cargos, sin esperar la congregacion de
las Oórtes, y nombrar la Regencia exigida por los conjurados;
en lo cual manifestaron ciertamente una debilidad impropia
y punible en aquellos momentos. Acordado así, decretaron en
29 de enero la instalacion de la nueva soberanía, encargada
de ejercer la potestad ejecutiva en toda su plenitud hasta que
se reunieran las Oórtes que, segun el decreto, y siguiendo la
primera idea, deberian componerse de dos Estamentos, uno
popular y de dignidades el otro (15). Para regentes fueron
designados desde luego cuatro españoles europeos y uno de
las provincias ultramarinas, recayendo la eleccion de éste en
D. Estéban Fernandez de V~on; mas tuvo su nombramiento
que anularse porque no habia nacido en Am~rica, aunque




218 LAS INSURRECCIONES EN CUBA.


pertenecía á una familia arraigada en Qaracas, y fué en se-
guida reemplazado por D. Miguel de Lardizabal y Uribe, na-
tural de la Nueva España. Era el 12 de febrero el dia seña-
lado para la instalacion de la Regencia; pero los centrales que
anhelaban librarse cuanto ántes de responsabilidades, y cal-
mar la inquiet.ud de aquella parte del público más ávida de
mudanzas, quizás por lo ansiosa que estaba de tranquilidad,
aceleraron las operaciones en cuanto fué posible y pusieron
en posesion á los elegidos el 31 de enero; disolviéndose inme-
tliatam~nte despues que en una procla.ma dieron á la nacion
cuenta de sus actos y se declararon víctimas de los hombres
que desde la «instalacion de la junta trataron de destruirla
»por sus cimientos; de los mismos que introdujeron el dcsór-
»den en las ciudades, la division en los ejércitos, y la insu-
»bordinacion en los cuerpos;» es decir, de los sediciosos de
Sevilla.


Estos inc~nsables instigadores de alborotos, que tenian por
más cómodo perturbar el país y gastar y destruir los gobier-
nos con armas de mala ley, que esgrimir las del patriotismo
contra los enemigos de la independencia nacional, huyendo
del ejército francés, que invadia á Sevilla, se tra~ladaron á
Cádiz. Exaltando allí las ardorosas imaginaciones de aquel
pueblo, y atizando la sedicÍCln en los ánimos, á ella dispues-
tos, le inclinaron á formar una junta popular el 29 de enero,
y ántes de instalarse la Regencia, para que á ésta sirviera de
entorpecimiento, como lo fué sin duda, y para que continuase
los ódios contra los centrales, á pesar de estar ya desposeidos
del mando. Con la más injustificada saña lanzaron sobre éstos
todo género de calumnias, acusándoles hasta de haber in-
tentado trasladar el gobierno á las Américas, y de malversa-
cion de sumas que se les confiaron; y movieron las masas á
tan injustas y violentas persecuciones, que la Regencia tuvo
que ampararlos para librarles de la irritante agresion de los
revoltosos difamadores. No fué, sin embargo, la proteccion
tan sincera como tenian derecho á esperar; pues el nuevo po-
del', por si llegaba el caso de exigirles responsabilidaded, ó la




CAPÍTULO IV 219


egoista ocasion,de ofrecer en sacrificio, para salvar su popu-
laridad, á alguno de aquellos miembros de la Central, á quie-
nes debia su existencia, les permitió tan sólo dirigirse, cual
en destierro, á las provincias, excepto á. las de Ultramar. Y
áun descendiendo en sus estrechas miras, y como haciéndose
cómplice de los alborotadores, hasta sujetó la Regencia á
los centrales á la vigilancia de las autoridades militares res-
pectivas, y consintió que el pueblo. instigado por la junta de
Cádiz y por el Consejo, que aun creia usurpado é ilegítimo el
poder que la Suprema habia ejercido durante catorce meses,
les insultara al marcharse, y en forma de grosera muche-
dumbre, dirigida por los amotinados de Sevilla, les vejase,
aún en l~s propios embarcaderos, suponiéndoles portadores d~
grandes riquezas, cuando se retiraban de sus destinos, pobres
y maltrechos.


Aquella Regencia, de la que fué elegido presidente el obis-
po de Orense, aunque en realidad era el general Castaños,
vencedor en Bailén, quien dirigia al prelado en todos los ne-
gocios gubernativos, demostraba grandes y señaladas ten-
dencias al antiguo órden de cosas, y por ello tuvo pronto en
frente y por émulo, á la injustificada junta de Cádiz, órgano
é instrumento de los revóltosos de siempre. Con ésta se vió
obligada á transigir en presencia de los acontecimientos, ca-
da momento más graves, á que tenia, presurosa, que aten-
der, ya para defenderse del ejército francés, situado delante
de la ciudad, como para cubrir las apremiantes necesidades
del exhausto Erario. Aparentando para esto halagar á su con-
traria, y con el verdadero objeto de salvar los apuros metá-
licos, decidió la Regencia encargar á aquella junta la ges-
tion de la Hacienda pública, autorizándola recargos sobre
la exportacion, la propiedad urbana y el inquilinato, y otros
arbitrios que pudieran, por el pronto, satisfacer las más ur-
gentes atenciones de la guerra. Pero en política no concedi6
más que ofrecimientos para cuando los malos tiempos pa-
saran: usando ya del achaque propio de gobiernos sin con-
ciencia, cual es el de ofrecer, que ha sido en nuestra Es-




220 LAS INSURRECCiONES EN CUBA


paña primordial orígen de muchos de los males que lamen-
tamos.


En tanto el intruso José, dueño de Sevilla, trató de convo-
car allí unas Córtes; dispuso al efecto, en decreto de 10 de
abril, hacer el censo general de la poblacion de España, á
la vez que dividia el reino en treinta y ocho prefecturas, y
mandaba organizar en Andalucía la milicia, por él creada
en 1809. Los leales defensores de la integridad nacional, qUE'
no veian responder á la excitacion de Bonaparte con el cum-
plimiento de ninguna de las ofertas sobre reformas, que pu-
dieran mitigar sus males, y que sentian cada vez más el pe-
so de la invasion, excitaban á la Regencia, para que fuera,
cuando mEmos, tan activa en sus resolucionei:l como lo eran
los invasores. Pero sorda ésta en un principio á los clamores
públicos, á pesar de haber jurado reunir en marzo las C6r-
tes, en la forma establecida por la Junta central, dilataba
cumplir su compromiso, no tanto por las exigencia:s de la
guerra, que la abstraian, como por la poca aficion que á ellas
mostraban los regentes; quienes, halagando en el ínterin á
los habitantes de Ultramar con circulares, llenas tambien de
promesas, para obtener recursos, en vez de calmar, enarde-
cian los ánimos, allí donde el calor ménos se necesitaba. Lle-
gó, sin embargo, un mo.nento en que los representantes de
las juntas de provincia residentes en Cádiz, estrechados por
la opinion, se acercaron á la Regencia, y la obligaron á expe-
dir y publicar, en 18 de junio, el decreto que mandaba reunir
las Córtes en el próximo mes de agosto (16); cuya resolucion
produjo gran contento en el país, que, cansado de gobiernos
provisionales é ineficaces para dominar las circunstancias,
esperaba de las luces de los diputados, que se apresuró á ele-
gir, remedio á los males cada dia más insufribles.


Siguió al decreto la decision de varias dudas sobre h for-
ma de las elecciones, sobre el número de diputados que de-
bían representár los estados de América y del Asia, el cual
se fijó en veintiseisj y sobre el de los Estamentos que, á pe-
sar del decreto de la Central, acordaron los regentes que fue-




CAPÍTULO IV 221


ra una Cámara, al aceptarse la idea de nombrar tambien di-
putados suplentes. Procedióse en consecuencia, y desde lue-
go en Cádiz á la eleccion de éstos, presidiendo el acto la Cá-
mara de Castilla, respecto de los de España, y el consejero
de Indias, D. José Pablo Valiente, en la que se referia á los
de las posesiones de Ultramar.


Hechas las elecciones, y viendo la Regencia en los miem-
bros del futuro Congreso jóvenes de ilustracion y de avanza-
das ideas en su mayoría, y adversarios por tanto de las an-
tiguas prácticas politicas, temió por su existencia y la de sus
principios, y para defenderse, conservar su poder y presen-
tar un obstáculo á las pretensiones del que iba á inaugurar-
se, decretó en 16 de setiembre de 1810 yen vísperas ya de
la reunion de Córtes, el restablecimiento de los Consejos bajo
la planta antigua. Acto impremeditado fué aquel sin duda
y motivo de desconfianzas para los diputados de las provin-
cias, que ya anticipadamente recelaban de la sinceridad de
los regentes, á los que miraron en adelante con mayor pre-
vencion.


En agosto y setiembre fueron llegando á Cádiz 105 elegi-
dos que debian inaugurar el dia 24 de este mes los trabajos
legislativos, y examinados sus poderes ó actas de eleccion por
los seis diputados que al efecto eligió la Regencia, se les fué
admitiendo por la comision, figurando ya como primero y
entónces único enviado de América y representante de Puer-
to-Rico, aquel D. Ramon Power que tanto habia contribuido
recientemente á la reconquista de Santo Domingo. Termina-
dos estos actos preliminares, se trasladó la Regencia el dia 22,
antevíspera de la apertura, desde Cádiz á la isla de Leon ó
San Fernando, en donde el 24 por la mañana, los diputados
reunidos en las casas consistoriales pasaron á la iglesia á oir
la misa del Espíritu Santo celebrada por el cardenal arzobis-
po de Toledo D. Luis de Borbon, y á hacer el juramento de
conservar la religion, la integridad nacional y el trono de don
Fernando VII y de desempeñar fiel y lealmente el encargo
conferido por sus comitentes. Acto continuo pasaron la Regen-




222 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


cia y los diputados al salon de Córtes preparado en el coliseo
ó teatro, donde los representantes de la nacían fueron con
aclamaciones entusiastas recibidos, por los concurrentes que
la Regencia habia dejado penetrar ,en las tribunas y los pal-
cos, con el fin de que promovieran algun escándalo que des-
acreditase desde su principio la representacion de las Córtes.


Pero no consiguió su objeto, ni el de destruirla.s que t~nia
meditado para el dia en que se instalasen (17); pues temero-
sa de ser arrollada por los ciudadanos y militares que tantas
simpatías manif¿staron á los diputados desde el primer mo-
mento, y aunque por fórmula habian los regentes presenta-
do la renuncia de sus cargos al presumir que vencedores en
la conspiracion contra el nuevo poder seguirian su gobierno
arbitrario, tuvieron que resignarse en la misma noche del 24
de setiembre á prestar obediencia á las Córtes soberanas, an-
te los cien diputados que estaban presentes en la primera se-
sion, de ellos dos terceras partes propietarios y suplentes los
demás.


No cejó sin embargo la Regencia en conspirar contra la
representacion nacional, si bien valiéndose ya de otros me-
dios. Usó como más eficaz el de conferir empleos á los dipu-
tados, especialmente á los americanos, que creia más dóci-
les, con el fin de desautorizar el sistema; pero advertido á
tiempo el diputado Capmany, decidió, por medio de una pro-
posicion a las Córtes, a que declararan nulas todas las merce-
des recibidas por los diputados, y las que se otorgaran por
recomendacion suya hasta un año despues de dejar ellos la
diputacion. Practica que si siempre se hubiera conservado,
alguna mayor pureza y prestigio tendria sin duda entre nos-
otros el sistema representativo.


No siendo nuestro propósito seguir paso á paso los de la
revolucion española, y como sólo para explicar ciertos hechos
en América hayamos apuntado estos de la metrópoli. pasare-
mos a referir sus consecuencias en aquellos reinos, para enla-
zar despues los sucesos insurreccionales de Cuba promovidos
por la misma perturbacion política.




CAPÍTULO IV 223


111.


Inconscientemente conspiraban contra los intereses de la
pátria los políticos españoles de aquella época. Desconocedores
en su mayoría de las cosas de América y concediendo la ra-
zon, no sólo á los que deponían en Méjico á Iturrigaray, si-
no á los que dirigian sus trabajos á la independencia y sepa-
racion de España, pensaban y decían á los españoles de aquí y
de allá, que «todos los hombres y todos los países, teniendo un
»derecho imprescriptible para buscar su felicidad, lo tenian
»igualmente para tratar de remediar sus males, reformar sus
»abusos y mejorar sus instituciones.» (18) Semejantes ideas,
formuladas por un procurador ó diputado, en las Córtes de
Cárliz, constituían ya un sentimiento, uua aspiraeion en cier-
tos políticos, de los que empezaban á llamarse liberales,
en ámbos hemisferios, que, embebecidos en la doctrina de los
filósofos 'que prepararon ó hicieron la revolucíon en Europa á
fines del pasado siglo, nada ménos pretendian que seguir sus
pasos. Era la realizacion de aquellas ídeas, esperanza en mu-
chos extendida, cuando la incontinencia de ciertos favoritos
hacia desear á los pueblos otros reyes que más no los des-
honraran; y era tambien objeto de trabajos fijos y constan-
tes en muchos hombres, para reconquistar su dignidad, per-
dida ó humillada, ante la tiranía de los ídolos de la fortuna y
del capricho,


En España, y áun en las posesiones americanas, se vieron,
á principios del presente siglo, estas corrientes; pero con la
diferencia de que en la metrópoli, tocadas de cerca las cosas,
podía apreciarse la realidad y perder con ésto su hiperbóli-
ca importancia, ahuyentándose consecuencias trascenden-
tales; mientras que en América, á tan larga distancia, bas-
taba señalar la más pequeña deformid.ad en cualquiera ma-
nifestacion del poder central, para que allí adquisiese esas




224 LAS INSURRECCIONES E~ CUBA


monstruosas proporciones que la imaginacion dá á las ideas
incompletas, confiadas entónces por la escasez de órganos
que las trasmitieran á la comunicacion de la correspondencia
epistolar.


De aquellos favoritos, generalmente odiados, nacieron los
efecto~ funestos de la mala administracion, no sujeta, por lo
comun, en aquel tiempo, á más leyes ni consideraciones que
á la arbitrariedad de empleados que, si algo temian, era per-
der la gracia ó benevolencia de sus favorecedores. Cuando al
ocurrir la invasion francesa y el cautiverio de los reyes de
España, se formaron juntas para organizar los medios de de-
fensa y centralizar luego el gobierno, se atendió á tan gra-
ves males corrigiéndose en la P~nínsula algunas de aquellas
corruptelas; mas no sucedió lo mismo en América, que, des-
cuidada, y privada de la representacion concedida á todas las
provincias españolas de Europa en aquel centro nacional, no
tuvo influencia para tanto. Los innovadore.3 de allá viéronse
precisados á contentarse, aunque en algunos de sus reinos,
Estados y capitanías generales lo hicieran con ciertas vacila-
ciones, con reconocer en su mayoría las primeras juntas, y la
Central al constituirse; manifestando así otra vez los senti-
mientos patrióticos de que se hallaban animados aquellos ha-
bitantes. Pero al disponer el conde de Floridablanca, con poca
meditacion sin duda, que cada vireinato enviase un diputa-
do á la Central, y dos cada una de las provincias de la Pe-
nínsula; y cuando á la invasion de Andalucía por los fran-
ceses, se trasladó aquella junta desde Sevilla á la isla de
Leon, y la que usurpó su poder huyó despavorida despues, y
se creyó necesaria la formacion de la Regencia; como entre
los cinco individuos de ésta; uno sólo representaba las pose-
siones ultramarinas, aquellos españoles trasatlánticos, que
sin nada nuevo se hubieran contentado, porque si lanzaban
clamores, era directamente contra los viciosos instrumentos
de la administracion, ó contra ineptas 6 inmorales autorida-
des, hijas del favoritismo, se hicieron exigentes. Y esto era
muy natural; pues viendo olvidados sus intereses con la con-




CAPÍTULO IV 225


sentida continuacion de los perjudiciales funcionarios públi-
cos, á la parquerecibian muchas aduladoras manifestaciones
de las distintas juntas que les pedían dinero para la guerra,
trataron de hacerse oir; y descubriendo á este tiempo abierto
para todas las aspiraciones por el sentimiento de la integri-
dad nacional, a1luel ancho camino, inesperado y desconocido
hasta entónces, por él se lanzaron los imp~ovisados ambicio-
sos, hasta en un número superior á los puestos que podian
satisfacer su inclinacion. Tantos fueron que, estrecho para
contener la muchedumbre de sus pretensiones, procuraron
ellos ensancharle y pasar de un salto á la altura de la metró-
poli, sirviéndose, como instrumentos para el caso, de mani-
festaciones de disgusto, que producian grande efecto, proce-
diendo de los que facilitaban recursos, y de razonamientos so-
bre 'la injusticia de la medida que no concedia á los america-
nos igual representacion que á los peninsulares en el gobier-
no popular. En verdad podemos decir que, ignorantes en
cosas lejanas los radicales de aquella escuela política españo-
la, apoyaron hasta cierto punto las pretensiones de los colo-
nos de América. Alentados éstos, así por aquellos incautos
liberales, como por la~ instigaciones de los norte-america-
nos, adoradores ya de la política de atraccion; por los emi-
sarios del intruso rey, y hasta por los mismos ingleses,
nuestros aliados, quienes, ántes que ver aquellos extensos
territorios bajo el dominio de un francés, los querian indepen-


. dientes; por todo ésto movidos, y para saciar todas las am-
biciones nacientes, imaginaron los americanos constituir so-
beranías propias, y á éste fin, por medios más Ó ménos
hipócritas ó indirectos, empezaron y dirigieron sus trabajos
separa tis tas.


El gobierno de España, compuesto de inteligencias limi-
tadas ó poco prácticas en la ciencia gubernativa, ocupado
como estaba á la sazon, en resistir al ejército de Bonaparte,
yen contener á los conspiradores exaltados ó retrógrados,
que le asediaban, no podia, ó no queria distraer la atencion
en otros asuntos. Sin embargo, aprovechó unos momentos pa-




226 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


ra agradecer las bien querencias, y para manifestar su
reconocimiento á los americanos, por los donativos que, en
bien de la pátria, hicieron desde el principio de la guerra. Con
tal motivo y al mismo tiempo, pensó por primera vez la Jun-
ta, aunque no con gran exactitud, que nunca las Américas
habian sido éonsideradas como parte integrante de la nacion
á que correspondian, y que se las habia tenido siempre en
dura dependencia, sin permitirlas prosperar, para que no
imaginasen ni pudieran sacudir el yugo; no teniendo en cuenta
aquellos depositarios del poder, que ni Grecia, ni Roma, ni la
enMnces ilustrada Inglaterra, habian jamás creido que las
eolonias debieran gozar iguales privilegios que la metrópoli.
En consecuencia, declararon imprudentemente, y s610 por el
brillo de los donativos deslumbrados, aquellos vocales de la
Suprema, que todos los dominios ultramarinos formaran una
parte integrante de la nacion; y que, debiendo en lo sucesivo
disfrutar de los mi;;mos derechos, enviasen desde luego diputa-
dos al Cuerpo soberano. Declaracion precipitada en demasia,
y sancion, extemporánea sin duda, de los movimientos auto-
nómicos, todavía no reprimidos y nunca como ent6nces re-
prensibles, que excitaba á su repeticion hasta en las provin-
cias, que ciegamente habian prestado acatamiento á los po-
deres creados en la Península por las mudanzas políticas.


Lo;; facciosos, partidarios de los viejos poderes públicos,
que, de tiempo atrás y en diferentes ocasiones, habian ma-
nifest.ado sus tendencias á derribar la Junta central, para
reemplazarla con una Hegencia, que al continuar las tra-
diciones del absolutismo, matase toda aspír<lcion reformista,
de las ya bastante extendidas en el país; aquellos alborotado-
res de que hemos hablado, que al invadir las Andalucías el
ejército francés, prévio el motin ruidoso de Sevilla, declara-
ron soberana su junta provincial, y se constituyeron en go-
bierno supremo; expidieron á toda prisa decretos; hicieron
nombramientos, en virtud del que se habían, por usurpacion,
atribuido, y redactaron para la América esr-ritos, que, por
fortuna, no pudieron enviar á su destino. Pero de tal pertur-




CAPíTULO IV 227


bacion, comunicada á todas las provincias, y de los trastor-
nos, que claramente demostraban la ausencia de un verdade-
ro poder acatado, del que, en ciertos momentos, se encontró
la nacion huérfana; de todo aquello, indiscretamente comen-
tado, llevaron á los paises ultramarinos noticias detalladas
las cartas particulares, conducidas por los barcos del comer-
cio, que de Cádiz y de otros puertos andaluces salieron á prin-
cipios de febrero de 1810; mientras los buques correos es-
taban detenidos, hasta que un gobierno constituido y legiti-
mado les encomendara la correspondencia oficial. De aquellos
barcos particulares, un bergantin, nombrado Nuestra Seño-
ra del Oármen, llevó á Puerto Cabello, el 15 de abril, cor-
respondencias, que al dia siguiente se leian en Caracas, ca-
pital de Veuezuela, y produjeron el efecto que era de es-
perar.


Los caraqueños, que se hallaban resentidos con las anti-
guas autoridades, y entre ellos los no escasos aficionados á
la novedad, comprendiendo al leer los pliegos de España que
aquella era la ocasion de poder impunemente continuar el
plan iniciado años ántes por Picornel y Miranda, pusiéronse
de acuerdo, y concertado por los disidentes el movimiento,
verific6se el estallido insurreccional. «Sin convenio anterior
»entre las diversas partes de la América,» dice el conde de
Toreno (19), y nosotros pudiéramos añadir que por abandono
del gobierno de lametr6poli en conservar antipáticos y perju-
diciales funcionarios en aquellos dominios, que si no conveni-
dos de antemano, tenian cuando ménos á la mayor parte de
sus habitantes en la misma disposicion de ánimo.


Dos dias despues que el berga.ntin citado, ó sea el 17 de
abril, ancló en el puerto de la Guayra un correo del gobierno
español. «¡Siempre de España llegan tarde los remedios!» (20)
Y así fué, en efecto. Aunque á la mañana siguiente todo el pú-
blico estaba enterado por los papeles de oficio, y por las
correspondencias pa rticulares, del establecimiento de la Regen-
cia y de la deposicion del comisionado de la Suprema junta
central que allí existia, no pudo esto destruir ya los trabajos


17




228 . U.S INSURRECCIONES EN CUBA


sediciosos empezados. Los sucesos, por consiguiente, no de-
bian tardar en presentarse; pues los comprometidos en la rc-
belion, entre los que figuraban gran parte de las clases y
tropa del ejército, imposibilitados de volver atrás sin expo-
nerse al furor de la venganza ó al castigo como autores de
conspiracion fracasada, alegaron para acallar su conciencia y
seguir adelante el movimiento, el estado de anarquía en que
se encontraba la metrópoli; y en la mañana del 19, al tiempo-
de entrar en la catedral de Caracas el general gobernador
D. Vicente Emparán, amenazáronle los conjurados con la
muerte si intentaba resistirse, y le condujeron seguidamente
á la casa consistorial donde en presencia de los miembros del
cabildo secular, y de los principales instigadores de lo ocur-
rido, se le obligó por la fuerza á renunciar el mando (21). No
contentos ya los caraqueños con sublevar la capital, trataron
de levantar tambien contra España con seducciones, amena-
zas y áun á la fuerza, los pueblos y provincias inmediatas,
consiguiéndolo con gran facilidad en todas al poco tiempo ,
excepto en Coro y Maracaybo, que se mantuvieron tranqui-
las y en buen órden por la firmeza del gobernador D. Fernan-
do Miyares.


A los dominios del rio de la Plata, donde eran las comuni-
caciones más difíciles, no llegaron noticias del estado de la
Península hasta cerca de dos meses des pues que á Venezuela..
Un buque inglés procedente de Málaga, que ancló en el
puerto de San Felipe de Montevideo, capital más tarde de la
república del Uruguay, el 13 de mayo, las llevó de los desas-
tres de Andalucía ántes de tenerse partes oficiales q.e la ins-
talacion de la Regencia. Al saberse tan alarmantes nuevas en
la vecina ciudad de Buenos Aires, reunió por sí el cabildo, el
dia 22, á las personas más notables del pueblo, las que tras
de una larga discusion acerca del estado político de la metró-
poli, acordaron unánimes que la autoridad del virey capitan
general D. Baltasar Hidalgo de Cisneros quedara subrogada
en una junta provisional de gobierno, ínterin se elegian los
diputados de toda la provincia para tomar la resolucion que




CAPÍTULO IV 229


las circunstancias reclamaban; y así lo hicieron inmediata-
mente. Reunido aquel congreso juró obediencia y subordina-
cion al gobierno nacional que representara al rey cautivo,
pero no disolver la junta popular; decretando en consecuen-
cia el 8 de junio que reconoceria la Regencia cuando oficial-
mente se le comunicase su instalacion.


Sabido es que cuanto más se aumenta el mando más se
aviva el deseo de acrecerlo y conservarlo, y á esto se debió
sin duda que, al recibirse de la isla de Leon avisos direc-
tos del nuevo gobierno, los vocales de aquella junta que se
habian aficionado ya bastante al suyo para que no les fuera
sensible desprenderse del brillo de su improvisada posicion,
tomaran por pretexto la ilegitimidad de las comunicaciones
oficiales y aplazaran el reconocimiento de la Regencia hasta
que otras las confirmasen; dejando así la resolucion para al-
gunos meses más tarde. Aprovechando en tanto el tiempo
procuraron aquellos disidentes dirigir la opinion por verdade-
ras corrientes antipatrióticas; ya recordando y poniendo de
relieve los sufrimientos que por España habian tenido en dis-
tintas ocasiones que pasar; ya extraviando el sentimiento
nacional en todos sentidos, y sembrando y llevando la division
y las desconfianzas hasta tal punto, que haciendo germinar
grandes Mios entre los habitantes europeos y los naturales, y
arrastrando á unos y á otros por medio de la pasion al terre-
no de las violencias, promovieron una guerra civil que acabó
tan sólo al declararse aquellos colonos independientes del do-
minio español.


Pronto se propagó desde la provincia de Buenos Aires á
las del Paraguay y del Tucuman el fuego insurreccional,
atizado por las influencias de la infanta doña Carlota, que en
toda la América española pretendia representar la soberanía
desu padre D. Cárlos IV. La Regencia al saberlo, y tal vez
más que por defender los intereses de los españoles por espi-
ritu de oposicion á aquella incansable pretendiente, envió á
Montevideo COmo gobernador de la plaza á D. Gaspar de Vi-
godet, militar de toda confianza, que logró tener á raya á los




230 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


consPiradores agente's dé la princesa, y reanitnando 1@B sen-
tinii1íritM del partido español, aterrádo por 1M éimehas de los
V'eCin:os réinos, pudo inclinarle á la defensa de los intereses
¡JlLtrios y luego á qu:e acatase la soberanía del gobierno oons-
tituido eh Cádiz.


Siguiéndose en el reino de N lleva Gi"anádll el impulso de
jfu. inmediato el de Venezuela, se depuso tambien al débil y
'\I'itlétudiríatio D. Antonio Arhat y Borbon, y d~sde el 20 de
jrilio de uno funcionó Uná junta de gobierno Mino la de los
útrds Estados disidenteS. Buscando los neo-granadiriós, á i1ni~
'tácion de los caraqueÍios, cómplices en aquel acto de desleal-
tltd., éxtendieron él movimiento revolucionario á las regiones
dét Pacífico, dando vida á las escenas sediciosas de Quito y
de Santa té de Bogotá, aunque teniendo que hacer alto eh
Chile, donde el conde de la Oonquista les contuvo, yapar-
'tando sus propósitos del Perú, gobernado por el enérgico virey
D. Pedro Abasca!, quien con su actitud y la del partido es-
~Mol qUe todá~ía recordaba la insurreccion promovida á fi-
néS del paliado 'Siglo por los indios que capitaneaba el inca
Tupac Amaro, y viV1a por tantó pre'Venido, pudieron conte-
Mi' la opinion que excitadn por los separatistas caminaba y
hasta se precipitaba por una pendiente asáz resbaladiza.


Por poco que los hombres de Oádiz hubieran fijado su
atencion entónces en aquellos levantamientos de América, se
habrian persuadido de la política que allí convenia seguir;
vi~ndo clarainente que en los puntos como Ouba, Montevi-
deo, Chile, el Perú y otros donde las autoridades supieron
sobreponerse á las exigencias de los conspirad'Órés, habia el
dominio español permanecido incólume; mientras én Méjico,
Caracas, Buenos Aires, Quito y Santa Fé de Bogotá, deján-
dose imponer los débiles gobernantes por las locas muche-
dumbres, envalentonaron á estas que á poco arrastraban por
el suelo el nombre de España. Pero preocupada la Regencia,
lo mismo que la Junta central éstuvo ántes, por los asuntos
de la guerra, y no sabiendo de los de Ultramar más la una
que la otra, aquellos poderes que en América no veían otra




CAPÍTULO IV 2.31


cosa queb.wmos españoles haciendo donativo,s p¡lY~ <lestruir
al francés, ~yeron que los hl~bita.nte~ de todas las r~gionei)
tra¡mtdáAti!}as estaba,n a.~iJllados de los ~ismos sentimientos.,
y ~ vez de r~mpli\Zl:l.r los gobernadores de Godoy reconoyi-
da¡nente ineptos, con en~rgica$. ~utorid~des españolas, envia-
Nn oomísiona.~Qs pa.ra trocar prow.es¡¡.~ ¡}. caijlbiQ qe dona.ti-
VQ8 y O¡eQfljlt~ron di~PQ¡¡ic~~ r,efor~if>~M ;t&.p. iqQPortUJl~íl
como stti~idas. .


Dos ailos y U/1 :¡ne,s ju~tQS ltacia., :segw;t l:wmp,s diclw, .qw~
Iturrigaray era depuesto pQI' la ~ed,icioU, j)Opul,ar, qqe prep¡:¡.-
raron a,mbioioso,g funcionarios yalguno¡,¡ e,spiritus inquietos Ó
disgll~tq.dos con aquel virey, cuando tm un .pl,1ebJo ll&maQ.Q
hoy pohres-Hidalgo de la provincja <le Guanajuato, fronte-,.
rlfiO á, l!\ <l~ Q!1Ew~ta.ro, region d~sq.e eptóaces !lasta la, muer-
te d~ desdkb.a.do emperador }4axin;Liliauo de lfJ.s más turblJ-
lea~&s de Méji<io, se levant6 COlllO caudillo de la insurrecyion
contra aquellas primeras autoridades, qlle habían qesposeid9
del ~1l11dp al que legítimamente lo ejercia, el clérigo cri()U~
D. }tfig"el Ilidalgo de la Oostilla, hOll1bn~ fla,gf¡¡z~ de bqep. en-
tw.cHmiento, de modal~¡; cultos, y no ·muy a,rr-egla!las COJ-
tumbres, enemig.o de lQ.?; ~Pllñ()les ellrQPE:qs, y qOIl,$p¡ra¡!lQr
CP~l~ ¡;q !:lwuin\ü desde qpe. oyó y ¡¡,tendió la¡,¡' instiga,cloues
de lo~!@i~ri(')s de José Bonaparte . .t\.quel vaudillo, acompl:j¡-
ñado de los c¡apitanes D. Ignacio Allende y D. JuaI1 de AIQ.!1-
ma, de A.basQlo y de otros, entre ellos el corregirlor del pue-
blo de SU feligresí&, entró en ésta y e11 San Miguel el Gpap~e,
donde !>8 llnió el regimieI1to provincial de la Rcinfl (¡. su ej~­
cito de iudios y ele mestizos; tocando la tro~peta de la repf)-
!jon, e116 de octuQre de 1810.


La avalancha que precipitada de¡;¡de eleya;dp mPllte inv¡:¡,de
la llanuPíl!~ no causa, más devastacioIl que la ~~tendida por la
formidable masa. ip.SUfl'ecta.Formada d,e g.eij.tes de cq].Qri:lf>
distintos, anim.a4&s de ip.nobles p&siQnes, y fapa.~¡~das 4 la
ye2; por los m!J.lva,dos Caudillos, á la sombra <wl pendo» pon
la insjgnia de 1ft Vírgen q.e Gqadalllpk!! ~~cialmn sus Mios de
raz@, asesinawio·(¡. ~l,UmtO& peQÍn¡;\ll~:ves l1¡:¡,lUJ.ban al paso, y




232 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


satisfacian las exigencias de todos los malos instintos, sa-
queando á Guanajuato y las minas de este nombre y de Za-
catecas~ y esparciendo la muerte y la ruina por donde pasa-
ban. Mas por fortuna para los elementos tranquilos del rei-
no, cuando aquella nube de siniestras tintas habia ya inva-
dido el Michoacan, despues de dominar en VaMadolid donde
se organizó y pertrechó el rebelde ejército, y cuando fiera
se dirigia por Toluca á la capital de Méjico, llegó á la N ue-
va España, para reemplazar en el vireinato al arzobispo Li-
zana, el general D. Francisco Javier Venegas, militar vale-
roso y gobernador inteligente, que con oportunas y acerta-
das disposiciones desbarató pronto los planes del enemigo.
Contuvo á éste en la accion del .71:fonte de las Oruces, donde
por primera vez se distinguió el jóven oficial mejicano don
Agustin de Itúrbide, héroe despues de Salvatierra y más tar-
de insurrecto tambien; siendo por fin aquellas bandas derro-
tadas en Aculeo y destruidas en el puente de Calderon, pro-
vincia de Guadalajara, el 17 de enero de 1811. Al dispersar-
se allí las masas facciosas fueron aprisionados los principales
cabecillas, quienes en Chihuahua, en Jerez yen otras partes
sufrieron el castigo con el rigor que merecian (22).


Y no fué ésta por cierto la única hoguera revolucionaria
que entónces se encendió. Secundando el grito de Dolores don
José María Morelos, clérigo tambien, ppro ignorante, feroz
y de costumbres más estragadas que Hidalgo, levantó el
grito de rebelion hácia la costa del mar del Sur, mientras el
cabecilla Liceaga discurría por otros puntos, y terribles par-
tidas de bandoleros como la de Albino García y guerrillas de
1atro~facciosos, adversarios ya todos del nombre español,
mantenian conmovido el reino, é intranquilo le tuvieron con
sus devastaciones hasta fines de 1817, que se dió por defini-
tivamente terminada aquella sangrienta y larga lucha.


No aseguraremos, ciertamente, en absoluto, que los tan
imprudentes como exagerados liberales de Cádiz, la alentasen
en Méjico y demás puntos de Am~rica, influidos por los di-
putados ultramarinos. Pero bastante significativa para creer-




CAPÍTULO IV 233


lo así, era la conducta que en las Córtes observaban éstos, vo-
tando siempre con el partido reformista y radicalmente inno-
vador, y oponiéndose, con la voz del diputado suplente por
Santa Fé de Bogotá, D. José Megía, á que se trataran en
público los asuntos de Ultramar relativos, por ejemplo, á la
concesion de amnistías para aquellos países. ¿, Sería por pru-
dencia, ó por temor de que resonaran en ellos las palabras
halagadoras de los buenos españoles, pronunciadas en las
Córtes, que pudieran ser funestas al intento de los separatis-
tas, apoyados todavía en terreno poco firme? Lo evidente fué,
que los radicales del Congreso, á los pocos dias de abierto
éste, fueron arrastrados por los diputados ultramarinos (23).
Autorizaron ya el decreto de 15 de octubre de 1810, que ex-
tendia á las colonias los mismos derechos de la metrópoli, y
otorgaba una amnistía general y sin límites á los que reco-
nocieran la autoridad soberana de la nacion; amnistía que en-
tre los enemigos de España produjo los mismos efectos que
con posterioridad, hasta el dia de hoy, han dado las infinitas
que, con impolítica benevolencia, se les han concedido (24). Y
no contentos todavía con ésto aquellos indiscretos liberales,
como si tanto despilfarro político no bastara á satisfacer los
ánimos más exigentes, para confirmar doblem,mte que los ha-
bitantes de los dominios españoles en América iban á formar
una sóla nacion, y una familia única con los de la Penínsu-
la, declararon en las Córtes la libertad de cultivo, de indus-
tria, de pesca y de buceo de perlas; suprimieron en los vireyes
y capitanes generales las facultades extraordinarias que te-
nian, para castigar los delitos de infidencia; abolieron la ntita
6 servicio personal de los indios, las matrículas de mar y los
estancos menores; acordaron establecer ayuntamientos y di-
putaciones de provincia, y dispusieron la admision de sus
productos y efectos como coloniales, aunque fueran conduci-
dos á la Península por buques extranjeros. Se hizo, por fin,
despues, extensiva á la América la Constitucion en toda su
integridad; y, ¿cómo respondieron aquellos dominios á éstas
imprudentes debilidades de los radicales de España? Con la




234 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


independencia, proclamada al son de los atropellos y asesina-
tos de españoles europeos, y con la maldicion del nombre es.-
pañol en los reinos más halagados, y luego en todos, excepto
en Ouba y Puerto-Rico, que, pobres entónces y bien regidos,
se mantuvieron fieles, y á su amparo tuvieron que acudir los
españoles arrojados ó huidos de los paises que la rebelion
devoraba.


Verdad es que aquellos americanos, ya ántes, ha,bian in-
tentado alguna vez, y despues trataron más desembozada-
mente de imponerse á la metrópoli, siempre que ésta pasaba
por momentos angustiosos, y cuando podían contar con la
probabilidad de no ser rechazados; pero ésto no lo veian nues-
tros miopes políticos. A cambio de las reformas, ofrecieron
los ultramarinos auxilios metálicos á la Junta central de Se-
villa, y acosándola, consiguieron sucesivamente, la declara-
cion de igualdad de derechos entre España y América, la
sustitucion de la colonia por la provincia, y la concesion de
un diputado por cada una de ellas; y cuando todo ésto te-
nian, usaron, como era natural, de las obligadas consecuen-
cias de lo otorgado en principio. Y ésto era lógico; pues de
allí en a.delante, aparentando encontrarse en el ineludible de-
ber de crear juntas en aqueUas novísimas provincias, á la io-
vasion de Andalucía por los franceses, las reunieron; y como
de estas soberanías interinas á las efectivas no habia más
que un paso, lo salvaron los promovedores tan pronto corno
adquirieron alg'unas de las prácticas del poder, convirtiendo
las juntas en congresos soberanos, y declarando en seguida
la absoluta independencia de Espaila. La puerilmente confia-
da Regencia, influida tambien por los agentes americanos, y
aturdida con el clamoreo de lOil gofos radicales, nada apren-
dió con los ejemplos que la Junta le legaba, y todavía benig-
na, y áun cándida, remitia á la América invitaciones para
que fueran á la isla de Leon y á Oádiz, hasta los represen-
tantes de aquellos desagradecidos Estados disidentes que, sin
respetar siquiera la buena inteneion,· respondian como el
Congreso de Venezuela, promulgando el acta de su indepen-




CAPÍTULO IV 235
-


dencía, ó como los separatistas de otros puntos, derranw,ndo
'la sangre de los buenos españoles, amantes de su verdttdera.
pátria.


Tofias aquellas desdichas que nos desprestigia,.rouen el
mundo, nos empobrecieron y nos deshonraron con medidas
tardías y violencias inoportunas, se debieron 'principalmente
á los radicales españoles; ciegos por el apasionamiento y la
exaltacion, ignorantes de las necesidades de los pueblos, con-
fiados hasta. la temeridad en las esferas del gobierno, que por
eso nunca les serán bien conocidas aunque las tengan muy
frecuentadas; sobre los cuales, que en arrepentimientos pos-
teriores intentaron rehabilitarse, cayó entónces la. mancha de
i-ooptitud gubernativa que no lavarán jamás.


IV.


Ántes de entrar de lleno en la relacion de los efectos pro-
ducidos en Cuba por las dispJsiciones de las juntas de Sevi-
lla, y por los acuerdos de la Regencia y de las Córtes de la is-
lá de Leon y de Cádiz, veamos cuál era la actitud que res-
pecto de España y de ·sus posesiones ultramarinas guardaban
los Estados-Unidos de la América del Norte.


El triunfo obtenido por éstos en la guerra contra su metró ....
pon y la ereccion en república independiente, sabido es que
se debió al apoyo de Francia, y más si cabe al de la España;
cuyo gobierno, por satisfacer la pasion de Mio que Cár-
lOs In tenia á Inglaterra, cometió el fa1i8i1 error de dar aquel
IDal ejemplo á las col~mias españolas, no previendo que ense-
ñándolas el camino de la emanoipaeioo; trabajaba en su pro-




236 LAS INSURRECCIONES EN CUBA.


pio daño, al conceder unas protecciones en que ninguna ven-
taja moral ni material podia prometerse. Digno hubiera si-
do que la nueva Union americana, por gratitud siquieraálas
naciones que la habian dado vida, y particularmente á Es-
paña, que en el tratado de 1795, imbuida por una exagerada
benevolencia, hasta la concedió un depósito á orillas del Mis-
sissippi, en la misma ciudad de Nueva Orleans, para facili-
tarle la salida al Océano de los frutos del interior; digno y
natural parecia, decimos, que los independientes norte-ame-
ricanos, hubieran procurado con política elevada estrechar las
buenas relaciones con los Estados españoles sus vecinos. Pero
aquellos mimados hijos de la fortuna, habiendo salido con fe-
licidad de $U primera osadía, se ensoberbecieron á poco; y fal-
tando á toda consideracion, nada creyeron ya imposible y
empezaron á sentar como dogma las doctrinas que iba exten-
diendo el jóven Diego Monroe; premiado luego por sus predi-
caciones con la cartera ó nombramiento de secretario de ne-
gocios extranjeros y más tarde con la presidencia de la re-
pública.


Aplicando ya tales doctrinas y con el fin de arrojar de la
América septentrional á las naciones que en ella tenian colo-
nias, comisionaron los Estados-Unidos despues de 1800 á los
agentes Pike, Lewis y Craik para que recorrieran Méjico,
Cuba, Puerto-Rico y otros reinos españoles, con el objeto de
tomar datos de las producciones y riqueza de los respectivos
paises, y hacer estudios topográficos de aquellas posesiones.
En consecuencia, levantaron planos de puertos, ciudades y
fortalezas, mientras el gobierno de Washington, animado
por la propia idea, dirigia reclamaciones á España contra su
intendente de la Luisiana porque éste, para extirpar el con-
trabando que aquellos desagradecidos huéspedes hacian por el
Mississippi y mataba el comercio y la hacienda española,
habia suprimido el depósito pactado en el convenio por tres
años y que llevaba de existencia cerca de ocho. El gobierno
español, á pesar de los perjuicios que sus colonos sufrían con
la continuacion de aquel establecimiento, siguió todavía sien-




CAPÍTULO IV 237


do benévolo; restableció el depósito y consintió ser juguete á
sabiendas de la mala fé de aquellos republicanos.


A este tiempo cedió el blando Cárlos IV la Luisiana á Na-
poleon Bonaparte en cambio de un reino de Etruria que no
llegó la España á poseer; y el jefe del gobierno francés, para
acallar las reclamaciones que le hacian diariamente los norte-
americanos, por 1013 perjuicios que su comercio habia sufrido
de los corsarios de la Francia durante su alianza con Espa-
ña, les vendió dicho Estado de la Luisiana por veinte millo-
nes de pesos, deduciendo en el pago el importe de la indemni-
zacion. Satisfecha por este lado la Union americana, dirigió
igual peticion á España por haber admitido en sus puer-
tos las presas de aquellos corsarios franceses; y nuestro país,
con su indolencia característica y para ganar tiempo en sus
negocios internacionales, embrollados por las miras dobles de
Godoy, ni rechazó vigorosamente la absurds. reclamacion, ni
concluyó en definitiva un arreglo en las negociaciones abier-
tas al efecto en 1802 entre ambos gobiernos. En ellas solo se
dilucidó con el convenio del 11 de agosto el primer punto dé
la cuestion, que trataba de satisfacerse completamente los da-
ños recíprocos; pero acerca del segundo ó sea de la indemni-
zacíon, que envolvia un gran fondo de injusticia, se acordó
que cada gobierno reservase para sí y sus súbditos respecti-
vamente los derechos que pudieran asistirles, á fin de deducir-
les en mejor ocasiono Mas al aceptar nuestros gobernantes
estos debates, reconocian implícitamente un derecho á pro-
moverlos; y el dejar en pié la cuestion envalentonó tanto
á los yankees (25), que viéndose próximos á triunfar en
otro acto de osadía, y aprovechándose de nuestra gUerra de
la independencia, dirigieron ya públicamente sus trabajos á
anexionar se nuestros territorios vecinos á los suyos. Consi-
guiéndolo en Baton-1'ouge; les condujo su ambicion á la isla
Amalia y á Mobila, de que se apoderaron tambien; yal recla-
mar nuestro representante en Washington contra aquella
violenta usurpacion, respondia con el más hipócrita descaro
el presidente de la república, que sólo se tomaban aquellos




238 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


territorios en depósito hasta la terminaoion de las rací!a.m;a,clo,..
nes pendientes; con lo cual se dejaba engañar el diplomátioo
español. Y no fueron éstas ciertamente las únicas pruebas de
mala fé que en aquella oeasion recibimos del pueblo norte,...
americano, sino que abusando de nuestra posicion y faltando
además tí los debel1Bs de nacion amiga, continuó su eon1ma-
bando de todo género eon nuestros dominios del continente, á.
la vez que ayudaba en todas las empresas á l()s reconoeidos
enemigos de España.


Aquel convenio de agosto no quiso ratificarlo el Senado de
Washington; quien, tomando la indecision española por asi-
dero para formular intempestivas exigencias, y pretextan~
do hacer un arreglo, aunque con el nn, más bien, de apro-
vecharse de nuestros apuros; para concluir el staeu q1{¡O, q¡ue
España queria continuar mientras se desenvolvía de otrQ&
complicados asuntos europeos, indujo tí ~tl gobierno tí enviar
á Madrid al apóstol de los anexionistas, ciudadaJíl.o Monroo,
el que apoyado por el representa.nte MI'. Pikney, entab16
nue\l'as negociaeiones. Partier0ll éstas del expl'8Sadaconv:~,..
nio de 1802; pero alllegal' al artículo sexto, qu~ t),'atab~d~
la absurda é injusta reclamaciOOl de las presas heeha,s por
corsarios franceses, no fué posible la a~nencia, y por tjl¡lwQ-
tivo abandonó aquel comisionado de repente su enoo,rgo,
quedando otra vez suspensos los debates. Durante éstos, Cl'e-
ciendo siempre en osadía los americanos, hasta reclamllr-
ron tambien por los daños y perjuieios, que los ciudadano~
de aquellos Estados habian sufrido con la suspension mo.,.
mentánea del depósito de Nueva Orlea.ns, que, como hemo$
dicho, autorizó s610 por tres años el tratado de 1795, y pOl'
una benevolencia injustificada del gobierno de España, hacia.
ya ocho años que estaba establecido.


Esto, que sucedia en 1804, lo comunicó España á Fran-
cia; y pidiéndole parecer aOBrea de tales a.suntos obtuvo la
opiuíon del caballero Tailleyland, quien, como .nuastroo mis-
mos diplomMioos, creía. que era, verdaderamente absurdo y
fuera de razon cuanto intentaba.n loo 1/ankees (26). Mas te-




CAPÍTULO IV 239


naces éstos éIi su idea, dispuestos á no dejarse convencer,
ul'lándo éada Vez de mayor d.escaro; y llenos de la mala fé de
siémpre, al vernos envueltos en complicaciones europeas, ore-
yamn llegado el momento de realizar su sueño de arrojarnos
00 la América, yen uh plan de transaccion, presentado el 11
d~tt\A;yo de 1805, pidieron yá, qnepara cortal' todas las di-
~retlXlia8 sob'te indemnizlldones, se les cediera la Florida
oécidental. Cómo Esptl.ña rechaznse pretension tan infunda-
da, y no quisiera continuar ninguna negooiación bajo esta
bMe, convirtióse aquella repdbHc8. en abiei'to centro de ac-
ción de nuestros efiémigos; consintiendo. y áun apoyando
SU gobierno, el armamento directoó indirecto de expedicio---
hes contra nuestros dominios, de las cuales, la del teniente
americano Pike se dirigió sobre las provincias de Méjico, y
el caraqueño Miranda, insurrecto ya en 1796, aprestó otra
p.:tta invadir é insurreccionar las provim~ias de Venezuela,
y otras de la América meridional.


Conocida por esta públic-a actitud la tendencia de los Es-
tados~Unidos, poco bueno podia ya esperarse de ellos duran-
te nuestro apuros. Efectivamente; tan pronto como empezó la
guerra de España contra el emperador N apole<m, multiplicaron
aquellos "Sus agresion-es, y atrajeron á todos los aventurerós y
gente desaforada de Europa y América, para que hicieran
ati'narnentos en su territorio y con el odioso carácter deflli-
busteros, piratas ó corsarios, invadiesen nuestros dominios y
arruinaran el comercio español. Verdad es que en manos de
España 'estuvo el haber ó no consentido la existencia de aque-
lla república en 1795, cuando por el más impolítico de los
e1"rores, hasta le entregamos la defensa de nuestras posesio-
nes en lDs Natckes, y luego, en 1802, consentimos la venta
de la Luisiana, asintiendo á una cábala indigna de N apo-
leon; pero el'l tambien muy cierto que la ingratitud humana
se habia manifestado siempre del mismo roodo, y no siendo
nueva en el mundo, ni aquel su primer ejemplo, hn'biera po-
dido servir de norma á los diplomáticos españoles, para ser
más precavidos.




240 LAS INSURRECCIONES EN CUBA.


Tanto llamó la atencion, por lo irregular, la conducta yan-
kee durante nuestra guerra de la independencia, que la Jun-
ta central de Sevilla tuvo que enviar en 1809 á los Estados-
Unidos, como representante, á D. Luis de Onís, para que,
cerca de aquel gobierno, gestionara la conservacion de las
posesiones españolas en el Nuevo mundo, y reclamase contra
la proteccion que á los perturbadores de nuestras colonias se
les dispensaba. Poco obtuvo en aquella ocasion el diplomáti-
co español allí, donde, segun dice Torrente, no encontró más
que «desvío, deslealtad y oposicion á todo lo que pudiera re-
»velar una buena correspondencia.» Claro vió esto cuando al
pedir una entrevista para entregar sus credenciales al pre-
sidente, que 10 era entónces el ciudadano Maddison, y para
visitar á su secretario de Estado, Diego Monroe, se le respon-
dió, que no podia ser reconocido como agente diplomático,
en tanto que durase la lucha de la Francia con la Espa-
ña, que tenia dividida la nacion en dos partidos hostiles; por
lo cual, se habian propuesto los Estados-Unidos mantenerse
neutrales y simples espectadores, sin tomar parte alguna en
la contienda. Que era una iniquidad tal respuesta, y que
más sarcástica que ésta no podian darla, lo probaba la con-
tinua salida de agentes, emisarios y espias, desde el territo-
rio de la Union á Méjico, Venezuela y Santa Fé, para infla-
mar los ánimos de los pueblos contra España; á cuyos emi-
sarios, ligados con los de Napoleon y de José Bonaparte, en
presencia del mismo representante de España, les proporcio-
naban medios públicos para realizar los planes de emancipa-
cion é independencia de las colonias españolas. Y lo probaba
doblemente la conducta del norte-americano Jackson, que
invadia mientras con sus tropas la Florida occidental y nos
arrebatab3. á Panzacola, despues de haber entrado ya en
Mobila.


Pago, sin duda, por nuestras torpezas merecido, fué aquel,
pero tambien enseñanza que los posteriores gobiernos de la
Península hubieran debido tener muy presente en sus rela-
ciones con tan ingrato pueblo, y que, hoy ménos que nunca




CAPÍTULO IV 241


debe olvidarse, si se quiere salvar de sus asechanzas lo único
que nos queda en la vecindad de sus dominios. La asediada
isla de Cuba, tan requerida por todas las naciones mercantiles
desde que en la prosperidad se dió á conocer por su riqueza
y se comprendieron las ventajas de la posicion estratégica
que ocupa en los mares de Occidente. Pero como más adelante
hemos de continuar trat.ando de estas cuestiones internacionales,
seguiremos ahora, parano alterar el órden cronológico, la rela-
cion de los hechos de aquella isla, coetáneos á los que acabamos
de referir.


v.


Conocida la situacion de los Estados hispano-americanos
en presencia de la revolucion de la metrópoli, así comc> el orí-
gen de nuestras primeras disensiones con los yankees, y las
indignidades que el gobierno de la Union usaba con aquellos
dominios nuestros, podemos ya enlazar la historia de las in-
surrecciones en Cuba refiriendo los sucesos ocurridos con
posterioridad al alboroto de los di as 21 y 22 de marzo
de 1809.


Desechadas por Someruelos las pretensiones que, además
de la carta oficial de que hemos hablado, le expresaron par-
ticularmente en otras de 11 de mayo de 1809, la princesa do-
ña Carlota y su esposo D. Fernando José de Braganza, quie-
nes no sabiendo conservar su propio reino en Portugal se ha-
bian visto precisados á refugiarse en el Brasil; y contenidas
en su principio las aspiraciones independientes de los crio-
llos, las afecciones creadas luego por la Junta central de Se-




242 LA.S INSURRECCIONES EN CUBA.


villa, y las de aquellos que consideraban legítimo el dereoho
de la princesa hermana de D. Cárlos IV, que no eonseguió fln
verdad otra cosa con su impremeditada conducta, sino diti-
cultar la gobernacion de la América es-pañola en sus no esea-
sas complicaciones; aquel honrado general, para acabar de
vencer los asedios puestos á su autoridad, comprendió que el
mejor medió era la energía, la que empleada por primera vez
por los gobernantes que de buena fé recorren el camino de la.
rectitud, ha vencido en todas las edades y vencerá siempre las
aspiraciones injustas, y adoptó este sistema. Se propuso
hacerse respetar y lo consiguió; sosteniendo tranquila la isla
enfrente de la deshecha tormenta que rugía en los vecinos
reinos del continente.


Someruelos tenia muy en cuenta que los enemigos de Es-
paña no se olvidarian de Cuba, como así era en verdad, al
preparar sus tentativas de sedicion revolucionaria cerca de los
criollos más inquietos y desautorizados, que en un general
trastorno confiaban mejorar su suerte yposicion; y para tener
á éstos á raya, púsoles en frente á los comerciantes y demás
buenos patricios, que, con las armas en la mano, habian de-
cidido conservar espanola la isla, y al rendir á aquellos en el
ensayo insurreccional que hicieron los dias 21 y 22 de mar-
zo les señalaron para lo sucesivo los limites de la subordina-
cion y del deber (27). Someruelos no ignoraba tampoco que
los agentes norte-americanos y los emisarios de José Bona-
parte recorrian los Estados espanoles; y para ahuyentarlos
del territorio de su mando, publicó la órden que señalaba
duras y severísimas penas á los encubridores de aquellos co-
misionados de los enemigos de Espana (28). Contribuyendo
esto sin duda á que el navarro D. Gregorio Anduaga, porta-
dor de una mision del rey intruso, que procedente de Bayo-
na de Francia desembarcó á principios de marzo en Santiago
de 'Üuba, no obtuviera en sus gestiones resnltado alguno y se
reembarcara para Venezuela seguidamente. Someruelos sabia
por fin, porque ya conocia el ca.rácter intertropical, que un
castigo oportuno evitaria males mayores, y por eso fué inexo-




CAPÍTULO IV 243


rabIe con el agente mejicano D. Manuel Rodriguez Aleman,
que llegó á la Habana el 18 de julio de 1810 con pliegos del
gobierno de José Bonaparte, y declarado por ésto reo de alta
traicion, si pudo librarse de la indignacion pública excitada
por los buenos españoles, no así de la horca, donde sufrió la
pena que BU delito merecia (29).


Aquellos patrióticos servicios, que Someruelos prestó en
los momentos de mayores angustias, no pasaron desaperci-
bidos por cierto; pues, reconocida la Junta central de Sevilla
á la conducta puramente española que observó al desechar
las pretensiones de la princesa Doña Carlota, y al contener
las de aquellos patriotas criollos que intentaron preparar
la emancipacion de Cuba, con la formacion de una junta de
gobierno própia, los recompensó con el ascenso á teniente ge-
neral. Sin embargo, Someruelos, á quien ya en 1803 y ántes
de cumplir los cinco años señalados entónces al mando de la
isla, se le prorogó por otros cinco en premio á su acertada
política y á instancia del ayuntamiento y personas notables
de la Habana, al saber en 9 de marzo de 1809 que el conde
de Montarco, de quien era hijastro, se habia inclinado al
partido del rey José, elevó, inspirado por sentimientos de la
mayor delicadeza, una exposicion á la Junta central, protes-
tando de su lealtad al gobierno de la nacion que reconocia al
legítimo monarca, y dimitiendo al propio tiempo el cargo si
de su ndhesion se dudaba en la metrópoli. El Consejo de re-
gencia, que examinando antecedentes se enteró de la con-
ducta loable y digna de Someruelos, y queria á la vez satis-
facer los deseos de las personas más notables de la isla que
en aquella ocasion pidieron nuevamente que continuara de
capitan general, respondió á la renuncia confirmándole en
su cargo por otros cinco años y anulando el nombramiento
que para reemplazarle había hecho, el mismo año 1810, en
el teniente general D. José Heredia (30).


Con motivo de la invasion de Andalucía por las tropas na-
poleónicas á principios de aquel año, se extendieron por
América tan alarmantes noticias sobre armamentos franceses,


Ix




244 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


que obligaron al impresionable marqués de Someruelos á to-
mar grandes medidas de defensa, y á prepararse, para todo.
evento, artillando las fortalezas y poniendo sobre las armas
las milicias disciplinadas y los cuerpos de voluntarios; ya que
las fuerzas del ejercito veterano tenian en aquellos momentos
más oficiales que soldados, segun dice Valdés. Por fortuna,
no fueron necesarias tales precauciones, ni se confirmaron los
·rumores, ni de ellos hubo que lamentar otras consecuencias
que las de una inquietud pasajera; pues la Francia, si tenia
semejantes intenciones, no contaba á la sazon con medios pa-
ra enviar armadas á los mares de Occidente. Sabiéndolo lue-
go así aquel gobernador y aprovechando la corta trégua de
tranquilidad que se le presentaba, dedicóse con su reconocido
celo á animar el abatido comercio de Cuba, utilizando á este
fin la abundante cosecha de azúcares obtenida en la zafra de
1809 á 1810. Mas cuando empezaba á vislumbrar un risueiío
porvenir y el consiguiente premio á los desvelos empleados,
los bienes que sus medios prepararon fueron interrumpidos
por el furioso temporal que, en 25 y 26 de octubre del último
de estos años, anegó buques, devastó ricas plantaciones y
destruyó caseríos en los puntos más poblados de la isla vícti-
ma de sus furores.


Otro huracan, mucho más temible que los que desde el frio
lecho que en la América del Norte tienen las tormentas, des-
cienden periódicamente al templado clima intertropical, á
robar el calor que para suavizarse necesitan los rigores del
polo; huracan sordo en sus principios, pero de seguras con-
secuencias ruinosas, comenzaba á conmover á Cuba desde
el Oeste á Levante. Por tal debia considerarse el diario desem-
barco en los puertos occidentales de la isla, de familias nu-
merosas procedentes y escapadas de los Estados del vecino
continente, por no ser víctimas, como gachupines ó gOMS,
nombres con que los insurrectos designaban á los hijos de
España, de los atropellos que, ciegos de Mio, cometian los
criollos ingratos. Y no era ésto sólo; sino que los tristes efec-
tos de la tormenta política se aumentaron además, con




CAPÍTULO IV 245


las noticias que diariamente traian las correspondencias pri-
vadas y oficiales procedentes de Levante, de otro temporal no
ménos deshecho, promovido por la imprudencia y la ignorancia
que, respecto de las cosas de América, tenian los legisladores
de Cádiz. Siguiendo éstos su sistema \le concesiones políticas,
no sólo prematuras é ineficaced, sino hasta perjudiciales á la
conservacion de la integridad nacional, desqui~iaban, sin
presumirlo tal vez, lo poco que las restringidas facultades de
los capitanes generales podian conservar ordenado y tran:-
quilo. Es cierto, y ésto les disculpa en parte, que no fueron
espontáneas y directamente emanadas de la Junta, de los di-
putados peninsulares, ó del gobierno de la Regencia, algunas
de las más trascendentales disposiciones, sino producto de la
influencia qué los representantes ó emisarios ejercian cerca
de aquellos poderes. En prueba de esta afirmacion, podemos
apuntar lo que sucedió, por ejemplo, respecto del decreto
de 17 de mayo de 1810, debido, más que á la iniciativa de
los gobernantes, á las indicaciones y travesura criolla de Don
Claudio Martinez de Pinillos, de quien despues nos ocupare.-
mas, que. produjo hasta el arresto y procesamiento del minis-
tro de Hacienda (31); y tambien lo que sucedió acerca de las
reformas necesarias en las posesiones ultramarinas. En tal
asunto, inclinando las opiniones de los diputados á favor
de su propaganda el que representaba á Puerto-Rico, D. Ra-
mon Power, quien, rodeado del prestigio adquirido en la re-
conquista de Santo Domingo, no parecia natural q ne se hicie-
ra sospechoso, fué uno de los que más contribuyeron, no di-
remos que intencionadamente, á aumentar los males que r.n
aquellos dominios produjeron las concesiones por él pedi-
das (32).


Una de éstas, y no de las de ménos gravedad y de trascen-
dentales resultados, fué el funesto decreto sobre la libert~d
de imprenta, que en el continente americano solo sirvió para
que los enemigos de España, á pesar de las juntas de censu-
ra, plagaran aquellos reinos de procla31as y de escritos incen-
diarios.




24G LAS INSURRECCIONES EN CUBA


Afortunadamente tal disposicion no produjo en la isla de
Cuba desde los primeros momentos todos los males que podian
esperarse, y debido fué este bien á la energía de Someruelos,
que no permitió plantearla en el territorio de su mando ántes
de instalar en 18 de febrero de 1811 una junta de severa fis-
calizacion compuesta de censores seglares y presbíteros ilus-
trados y eruditos, que tuvieron á raya los desmanes de la aca-
lorada juventud literata, instigada por los emisarios de los
enemigos de la patria (33). Mas como, segun las prescripcio-
nes de aquella ley (34), no podia el gobernador impedir la
entrada en la isla á los periódicos de Cádiz, donde tantas lo-
curas se permitian los exajerados radicales, que hasta discu-
tian sobre la existencia de la esclavitud, subvencionados qui-
zás, como parecen estarlo algunos de los'de hoy, por los abo-
licionistas ingleses; ni podia prohibir tampoco la circulacion
de las gacetas de la América, todavía española, que incita-
ban á la independencia ridiculizando el gobierno español de
la revolucion y haciéndole blanco de calumniosas acusaciones;
y como no contaba la autoridad gubernativa recursos dentro
de la ley para contener la invasion de la anarquía; se valió
de medios especiales para dirigir la opinion, é invitó á al-
gunos escritores sensatos para que enseñaran al público el
uso que de la libertad de escribir debia hacerse; disponiendo
publicar al efecto artículos llenos de cordura y de templanza
que sirvieran de andadores, en sus primeros inciertos pasos, á
los jóvenes que sé lanzaban con la impremeditacion propia
de la inexperiencia, en el campo de la política (:35). El decreto
sobre imprenta, tan funesto para la América, fué conocido en
Cuba por haberlo copiado el.Diario de la Habana correspon-
diente al lunes 21 de enero de 1811 de otro periódico de la
Península, aún ántes de comunicarse oficialmente al capitan
general; quien el 19 de febrero, á poco de recibirle, dispuso ya
la instalacion de la indicada junta de censura, y declaró se-
guidamente en vigor el libre uso de imprimir en la isla.


Hasta aquella fecha y partiendo del primer año del siglo,
además del Papel Periódico, convertido segun hemos indica-




CAPÍTULO IV 247


do en el Á '1)iso y luego en el Á 1)iso de la Babana, que desde
1810 llevaba el nombre de .IJiario de la Habana, no se habian
publicado en Cuba más periódicos que la Aurora, La Lonja
mercantil, El Mensajero y el Regañon. De entre éstos ha-
bia adquirido el último más importancia yaceptaeion que
ningun otro de la época, por el escogido estilo del único re-
dactor que lo publicaba, quien, ocupándose de literatura, de
diversiones y de costumbres públicas,- trataba con moderada
crítica de corregir los abusos y vicios sociales; consiguiendo
el autor que sus producciones fueran miradas con suma be-
nevolencia por los habaneros, «no tanto,» decia «por el mé-
»rito de la ejecucion, como por las buenas intenciones y el
»ánsia con que procuraba hacerse útil al país el compatriota,
»que lo redactaba» (36). Mas así que se estableció la libertad
de imprenta, no sólo vieron la luz nuevos y numerosos pe-
riódicos, sino cual combustion largo tiempo comprimida, es-
talló la polémica violenta; y las pasiones, rotos al parecer
los miramientos que las contenian, se manifestaron al públi-
co desnudas. Siendo lo más peregrino de aquel tiempo, que en
un misIllD periódico se publicaran escritos de contrarias ten-
dencias, haciéndose la oposicion que hoy por lo general solo
se consiente y acostumbra en órganos de diferentes matices.


Así por, ejemplo, el.IJiario de la Habana del 19 de marzo
de 1811, al hacer reflexiones sobre la libertad de imprenta,
decia: «Si la prerogativa concedida por Dios de pensar y co-
»municar á los demás séres nuestras ideas no se nos hubiera
)msurpado, la España no estaria envuelta en una guerra aso-
»ladora, ni. se hubiese visto dominada por el despotismo, ni
»juguete de los gabinetes, ni sumida en la ignorancia; por-
»que se hubiera clamado contra el trasgresor de las leyes,
»contra el desórden de la administracion y del uso de las
»rentas públicas, contra la prodigalidad en sostener empleos
»innecesarios ocupados por sujetos ó ineptos ó ambiciosos; y
»la voz pública al defender sus derechos violados, hubiese
»abierto al mérito la carrera de los empleos, evitando así
»tantos errores en la economía política ruinosos y difíciles de




248 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


>5reparar». Cuyo artículo terminaba manifestando gran ad-
tni1'acion porque «la España, despues de haberse visto ba-
»jo el mayor sistema de opresion, hubiera conservado tanto
»heroismo, tanta lealtad y patriotismo, tanto amor á una li-
»bertad que por el largo tiempo de su carencia debia creerse
»extinguida; pero que no lo estaba, porque el pueblo tenia
»idea de aquella libertad y la reclamó vigorosamente en la de
»imprenta, la pidió como restitucíon de un derecho inaliena-
»ble que no conoce restriccion, pues el hombre no disfrutaría
»la libertad de pensar si no tuviera la facultad de comunicar
»sus pensamientos, y al conseguirla todo español podia ya
»decir: he recobrado mi dignidad, soy libre». A este ditiram-
bo liberal, respondia el mismo periódico en 23 de marzo que
«el gobierno de Cádiz sólo para combatir la ignorancia de la
»nacion española decretó la libertad de imprenta, que habia
»extendido á la América, no con iniencion directa sino por
»ser en ámbos puntos igual el motivo;» y en el nún;tero del
3 de abril, contestando el IJia1'io de la Habana á un artículo
del Mensa}ero encabezado con el proverbio Per me ,.eges reg-
nan, con ideas diametralmente opuestas á las de escritos in-
sertos dias ántes, decia el articulista alarmado por la aplica-
cíon de las doctrinas nuevas: «Desde el momento que resonó
),en mis oidos la lúgubre voz de libertad de imprenta, desde
»el momento en que ví conceder ál hombre, indistintamente
»considerado, la facultad de expresar libremente sus concep-
»tos, se cubrió mi corazon de la más negra y cruel melanco-
»lía, y mi alma, penetrada de los más vivos sentimientos de
»dolor, por medio de las más tiernas y copiosas lágrimas,
»parece presagiaba el más funesto y lamentable éxito á tan
»ilimitada libertad. Por medio de la cua!», añadia, «se propo-
>men algunos sembrar la zizaña en la fecunda miés de la mo-
»narquía, usando de la licencia y no de la libertad decretada
»los falsos filósofos, que nos abruman con sus escritos, y que
»harán decir á la posteridad: Nuestros padres arruinaron
»la pátria por no haber contenido las nuevas doctrinas de
»los Mjos de los filósofos df! la sacrílega Francia.»




CAPÍTULO IV 249


Sin embargo, tambien la imprenta de ent6nces empez6 tí
ucuparse de mejoras públicas y de intereses materiales, si
bien al aconsejar el lJiario del 21 de abril que los hacen-
dados usaran de aquella libertad para ponerse de acuerdo y
hacer un fondo comun de azúcares y cafés, para sostener en
la plaza un precio igual, se trataba ya por espíritu político,
nada ménos que de imponer los propietarios, criollos general-
mente, su voluntad á los comerciantes, que eran. peninsulares,
tí quienes en los apuros de su no siempre ordenada economia
doméstica, tenian que acudir con frecuencia. Así tambien, al
usar de la imprenta para dar consejos sobre el método de ins-
truccion primaria más conveniente á la isla, encargaban los
de la Sociedad patriótica en el IJiario del 21 de marzo, que
sobre todo se castigara á los niños que fueran soplones y di-
jeran en sus casas lo que en la escuela pasaba; cuyas máxi-
mas ú otras parecidas, aplicándose á los hijos de los peninsu-
lares, supo explotar auos des pues con gran provecho el gran
pedagogo criollo D. José de la Luz Caballero, para crear un
plantel de irreconciliables enemigos de España.


El primer periódico hijo de la libertad de imprenta, que al
solo anuncio de haberse acordado pJr las Córtes de Cádiz, y
ántes de regir en Cuba la ley, salió á la palestra, fué El Lin-
ce, que se publicó tres veces á la semana desde el viernes pri-
mero de febrero de 1811; dedicándose á copiar noticias de la
guerra de España y de .Méjico y á trascribir artículos de los
p2riódicos de Cádiz ó de los vecinos Estados-Unidos (37).
Hácia primeros de marzo y poco despues de la publicacion
del decreto, salió á luz El Hablador (38), que se repartia
gratis á los suscritores á El lJ1ensajero, y fué redactado en
sns principios por los poetas D. Manuel Zequeira y D. José
Antonio de la Ossaj ocupándose de costumbres públicas y de
corregir los vicios sociales, dirigiendo tambien sus censuras
á los empleados que no cumplian con sus deberes y á las au-
toridades que tenían descuidados ciertos servicios públicos.
En el propio mes de marzo de 1811 y cási al mismo tiempo
empezó á publicarse El Oorreo de las lJamas (39); ye18ema-




250 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


Mrio Mercantil, que ya salia á luz, cambió su nombre por el
de .IJiario lIfercantil de la Habana al exhibirse tres veces se-
manalmente y dedicarse á tratar los asuntos que su nuevo tí-
tulo indicaba.


Tímidos en los primeros momentos los directores de aque-
llos periódicos, empezaron, con el ejemplo del Robespie'l''l'e es-
pañol y de otras publicaciones andaluzas, á querer competir
en violencia de estilo. En el Patriota americano, imitacion
del que con este título veia la luz en Cádiz, en el Fraile y
en otros despues, se trataron ya en la Habana en noviembre
de 1811 yen los meses sucesivos cuestiones políticas con un
calor tan subido, que El (Jensor universal en su número 42
correspondiente al 21 de dicho mes, publicaba un artículo
con la firma de un sargento de voluntarios, que so color de
dar un plan para la organizacion del instituto á que pertene-
cía, hablaba de la existencia de recientes correspondencias
criminales entre algunos habitantes de la isla y los disidentes
del brindis de Cartagena de Indias, y demás desleales del
continente; añadiendo que en la propia Junta económica ó pa-
triótica y en el Real consulado se habia tratado de un go-
bierno republicano federal para la isla de Cuba, á consecuen-
cia de cierto plan famoso que presentó y leyó el secretario
ante la corporacion. Airadísimo el .IJia'l'io de la Habana,
órgano de esta sociedad contestó el dia 27 calificando aque-
llas «aseveraciones de cáfila de embustes y calumniosos chis-
»mes, lanzados al público con el fin de atraer sobre personas
»determinadas el ódio de la multitud irreflexiva,» y manifes-
tando que «los autores de aquel libelo ó folleto sedicioso que
»hab1aban de fanáticos gobiernos y se tenian por represen-
»tantes de las ideas reformistas y liberales de los revolucio-
>marios de Cádiz, no eran más que entes sospechosos y
»secl'etos compañeros de los sublevados del continente, co-
»bardes desertores de la España é instrumentos ocultos de los
»franceses y de Napoleon; quienes por promover con tales
»medios las disensiones de los pueblos, que era por donde em-
»pezaban sus calamidades y desastres, debian declararse reos




CAPÍTULO IV 251


»de lesa nacÍon y castigárseles como merecian.» ¿No par@ce
probar tan apasionada defensa que algun fundamento tendrían
aquellas imputaciones?


Libre de freno más tarde, fué un verdadero vértigo la car-
rera que siguió la prensa periódica en aquel pueblo de ima-
ginaciones ardorosas. Tanto se turbaron los juicios, que el
mismo Oensor ttniversal anatematizado en 1811 por su des-
enfado y su color subido, no habiendo hecho progresos en el
camino de las violencias exageradas y de la difamacion, que-
dó tan atrás de los partidarios de las doctrinas y sistema que
él mismo habia iniciado, que cuatro años más tarde figuran-
do en la escuela conservadora y como predicador de la tem-
planza, se veia obligado á denunciar duramente las exage-
raciones de sus discípulos, que á nada ménos que á la disolu-
cion social conducían con sus predicaciones insensatas (40).
Sin embargo el desbordamiento de la imprenta puede fijarse
desde que empezó á hacerse uso del decreto de libertad; pues
ya por auto del diocesano de 21 de octubre del mismo 1811,
lile condenaron los escritos de D. Simon Bergaño y Villegas,
publicados en el Oorreo de las IJamas por lascivos, obscenos
y contrarios á las buenas costumbres (41); y fueron condena-
das tambien las IJeclamaciones contra el despotismo del po-
der judicial que el famoso doctor D. Tomás Gutierrez de Pi-
ñeres empezó á publicar en el mismo año, no ya por tratar
de asuntos políticos ó literarios, sino de hechos de la vida
privada y de acusaciones virulentas principalmente contra los
jueces y magistrados.


Es cierto que no fué aquella la época en que los encargados
de administrar justicia y los funcionarios públicos más se dis-
tinguieron por su pureza, pues el mismo IJiario de la Ha-
bana, órgano del gobierno y conocido por su moderacion, en
un discurso ó artículo titulado Todos liJOmbres de bien y mi
capa no parece, censuraba duramente e115 de abril la apatia
de los encargallos de administrar justicia, desde juez á escri-
bien~e, y los abusos de éstos en tener á los presos encerrados
sin la instruccion de las correspondientes causas. Confirma"n-




252 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


do con esto más y más lo que en 23 de marzo habia dich~ al
hablar de corrupciones en la administra.cion pública y afir-
mar, respecto de la de justicia, que en ella llama. verdadera.-
mente entorpecimientos, «pero que en gran parte debian atri-
»buirse á los propios litigantes, en los que dominaban á la:pm-
»que el interés la vanidad en el vencimiento, los cutrlc'S par".
»triunfar hacían uso del medio tentatiuo del dinero, lo cua.l
»probaba que la riqueza, más que la ignorancia, producía 111
»corrupcion. »


Aquellos periodistas que la libertad de imprenta improvisó,
llenos de ambicion á poco de ser escritores, empezaron á ata-
car al gobierno que egoista, segun decian, todos los cargos,
todas las gracias, todos los beneficios los reservaba para los
peninsulares. En lo gue estaban sin duda equivocados, cuan-
do al número del periódico El Hablador, que tal dijo, le re-
plicó el IJiarío de la Habana del 23 de marzo, que «Uo era
»cierto que los americanos hubiesen ocupado puestos secun-
»darios solamente en la administracion pública, y muy con-
»tados en la clase elevada, puea no habia ninguna capital de
lilas pl'ovincias de la Peninsula que tuviese tantos titulos de
»Castilla concedidos en igual número de años como la de
»Ouba, que contaba dos casaa honorarias de Grandezas de
»España, llaves de gentiles-hombres de Cámara y cruces de
»1a real y distinguida órden de Cárlos III; que de las familias
»de la Habana salian en la carrera eclesiástica para mitras y
»prebendas; que los hijos de Cuba ocupaban cási todos los
»curatos y beneficios de la isla más opulentos; que en la cal'-
»rera militar habian llegado á teniente general y muchos á
»mariscales de campo, y en la marina se habian contado y
»existian áun diferentes jefes; no pocos en los gobiernos, bas-
»tantes en la política y con los honores de la toga, muchos
»en los altos puestos de la Hacienda, y finalmente, que en
»toda clase de oficinas habia un copioso número de hijos del
»país.» «No tiene la Habana por qué quejarse,» añadia, «del
»gobierno de la metrópoli que mantiene florecientes en la isla
),la agricultura y el comercio; que ha establecido entre otras




CAPÍTULO IV


~mejoras la Sociedad patriótica, el Real consulado, la Uni:'"
»versidad, Seminario, escuelas particulares, dos biblioteC8í1
»públicas y hasta profesores de bellas artes; que ha dec]anl-
»do libres vários puertos, y sigue el útil t1'ájico de 1&efl'l'O$
»dando por resultado una inmensa riqueza en lSr c~pital.>}
A pesar de todo, aquellos jóvenes recien salidos á.la ~idaplÍ'­
blica querian algo para sí, ya que lo concedido hast~ entón ....
ces lo disfrutaban otros por susmereeimientos; pretendial1 de
un salto llegar á lo alto de la escala de los honores y de la pó'-
aicion, y con el ejemplo de las improvisaeiones que presencia-
ban entre los vecinos disidentes de VBnézuela, tenian por c()sa
muy vulgar y baladí empezar por el principio; pareciéndose
en esto á nuestros modernos radicales, que soberbios de po~
seer una omnisciencia de muy problemática condicion, todo
lo creen poco para satisfacer sus osadas pretensiones, cuando
ni siquiera han llegado á conocerse y apreciar los quilates de
su valer.


Hácia mediados de noviembre del año 1811 tantas veces ci-
tado, empezó á publicarse en la Habana otro periódico con el
título de Gazeta lJia1'ia, órgano de los principios liberales,
exagerado muchas veces, sensato algunas, y siempre espa-
ñol en la forma, aunque en el fondo se inclinaba al exclusivo
patriotismo cubano. Aquel periódico aplaudia las conquistas
liberales de la metrópoli como medio, y las reformas como
principio de otras concesiones. Llamado al público, cuando
las polémicas iban encrespándose cada dia más y las pasiones
políticas extendiéndose por todas partes, fué uno de los ecos
que en 1812 manifestaron el ruidoso estado de la opinion en
Cuba; y uno de los que han podido llegar hasta nosotros con
el Patriota americano, que dejó de publicarse á fines de ju-
nio; El Fraile, que nació en la primavera de aquel año; El
00 nsolador , que empezó á verla luz en mayo, y que estálbas-
tante calificado diciendo que aplaudia al Dr. Gutierrez de
Piñeres; El Oanario, cuyo canto primero se oyó á mediados
de junio; La Mosca, que nació en 26 del mismo mes, y lfl
Redactor general, que desde el 3 de julio dió al público los




254 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


domingos, martes y viernes un compendio ó extracto de las
noticias de los periódicos de dentro y fuera de la isla relati-
vas, principalmente, á la politica nacional y á los asuntos re-
lacionados con las guerra~ de Napoleon.


Conocida la intemperancia de cierta parte de la prensa ra-
dical gaditana, y la no ménos violenta actitud de los periódi-
cos de los estados disidentes en la vecina Costa firme, cuya
introduccion y circulacion en la isla eran muy difíciles de
evitar; y conocida tambien, por lo que hemos indicado, la in-
terpretacion que se daba comunmen.te á la palabra libertad en
Cuba, donde la esclavitud era un hecho incuestionable, y más
aceptado sin duda por los patriotas hacendados y reformistas
de posicioll; que por los mismos peninsulares, comerciantes en
su mayoría, parecia natural y lógico, que respondiendo á las
tendencias de general desórden, no se hicieran esperar algu-
nas demostraciones en las gentes de color. No tardaron éstas
por cierto en presentarse; y fueron consecuencia, no sólo de
las predicaciones de los reformistas de Cádiz, de las de aque-
llos disidentes de Tierra firme, y de las ideas extendidas por
los dominicanos acogidos en la isla y áun de las de sus pro-
pios criados negros, que Gontribuian y no poco á promover
la sedicion entre sus compañeros, hablándoles de la abolicion
de laescla vitud realizada por Francia en la vecina isla; sino
consecuencia bmbien de la propaganda de los ingleses, cuyo
Parlamento se ocupaba ya de la emancipacion de los escla-
vos; y efecto de las predicaciones de los periódicos cubanos,
de los cuales algunos, ni se paraban siquiera en medio de sus
insensatas exageraciones, que en último término eran sus es-
critos un atentado contra sus propios intereses y áun contra
su existencia.


En los últimos tiempos del mando de Someruelos, quien á
pesar de haber obtenido del gobierno de la Regencia próro-
ga por cinco años no llegó á cumplirlos, y allá por los meses
de febrero y marzo de 1812, la gente de color, quedespues de
la introduccion de las libertades en la isla no estaba bastan-
te vigilada y hacia tiempo que bullia inq meta, empezó á ma-




CA.PÍTULO IV 255


nifestar criminales tendencias, cometiendo asesinatos é incen-
dios en fincas del departamento Oriental y en la parte de
Puerto Príncipe, huyendo en pelotones á los bosques, yatra-
yendo á las negradas de las haciendas con el objeto de for-
mar grandes masas y emprender agresiones en mayor escala.
Al frente de los levantados y como principal iniciador figuró,
en aquella formidable conspiracion, un negro libre llamado
José Antonio Aponte, de capacidad no comun en los de su ra-
za, y de tan perversas condiciones de carácter, que dió origen
al adagio de «más malo que Aponte», con que aún hoy se
indica en Cuba á los malvados; cuyo cabecilla negro, con tra-
mas perfectamente meditadas y con habilidosa exactitud se-
guidas, tuvo ciertos momentos en verdadero peligro á la isla.


Efectivamente, á un tiempo mismo, y obedeciendo á se-
creta consigna, en vários ingenios del departamento de la
Habana, yen otras fincas de las vecindades del Bayámo y
Holguin, en la extremidad oriental de la isla, empezaron los
negros á inquietarse, movidos por los agentes de Aponte;
quien no aspiraba á otra cosa que al dominio de su raza so-
bre la blanca, pretendiendo imitar lo que fln Santo Domingo
habia sucedido. Pero alarmados aquellos patriotas que, ante
todo tenian aficion á sus intereses, se unieron para defender
éstos en primer término, y, acaudillando las negradas leales
de algunas haciendas, desbarataron en Occidente los planes
funestos de los insurrectos y cimarrones, mientras en el Ca-
magüey, los prohombres de allí, entónces decididos y hasta
fanáticos partidarios de Fernando VII, tales como los Beten-
courts, Agüeros, Socarrás, Varonas, Loinaz y Mirandas, cu-
yos hijos y nietos han buscado en estos tiempos la muerte
entre las filas de Céspedes, contribuyeron muchísimo, más
que la misma autoridad, á sofocar aquellos planes, y á pren-
der á los criminales denunciados por los mismos seducidos.
Ahorcando á Aponte con ocho de los principales agentes
suyos, y azotando públicamente en el Camagüey un cente-
nar de los negros más temibles, de los cuales sentenció tam-
bien algunos á presidio la Audiencia del territorio, dió fin




256 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


aquella extensa conspiracion, en la que la humanitaria con-
ducta, y la severa prudencia de Someruelos, dice Valdés que
fueron las mejores recomendaciones sobre la bondad de su
mando.


Prudencia verdadera· necesitaba en aquel tiempo toda au-
toridad para mantener su prestigio y conservar íntegro el
territorio que le estaba confiado; pues desatadas las conside-
raciones sociales con la instigacion contínua de los revolu-
cionarios del continente y de los de España, la corrupcion
contenida por el qué dirán y por el respeto á las leyes, salió
á la superficie en aquel período perturbador; viéndose á la
sazon, como cosa corriente, á muchos potentados del Oama-
güey, de los que estaban más instruidos en la vida del juego
y del concubinato que en los deberes de la familia y de la
sociedad, corromper á los magistrados de aquella Audiencia,
para poder, con los injustos fallos de los pleitos, hallar re-
cursos para alimentar sus vicios (42). Semejantes procederes
iban acompañados comunmente de algaradas ruidosas en fa-
vor de Fernando VII, en cuyos actos, desprestigiando, más
que dando brillo, á los principios monárquicos, quizás no
manifestaban sus aficiones al rey cautivo, sino porque en-
Mnces representaba la oposicion. Verdad es que en aquellos
dias no eran más puras las costumbres en aquel departamento
que en los otros puntos de la isla. En la misma Habana, los
frailes, entre los cuales quizás sólo el P. Valencia podia con-
tarse como bueno, segun nos 'refieren las tradiciones de aque-
lla época, vivian en tal corrupcion y escandaloso amanceba-
miento, que al ser reprendido por el obispo Espada uno lla-
mado Gondra, qlle acababa de ser guardian, y á quien todo
el mundo conocia por verle contínuamente ébrio, respondió
al prelado que él no era jugador ni cometia otras faltas
obscenas, y que sólo se embriagaba por no presenciar los vi-
cios de sus compañeros. Con tales costumbres, y con seme-
jante ley de imprenta, ¿,era extraño que la prensa periódica
se manifestara tan desbordada, y que creciese cada vez más
su descaro?




CAPÍTULO IV 257


Nada debe extrañarse cuando los pueblos olvidan las leyes
de la dignidad y del decoro; y á ello hay que atribuir las
manifestaciones en la opinion que caracterizaron el mando
del sucesor de Someruelos, quien fué relevado en 14 de abril
de 1812 del gobierno, de la capitanía general, y áun del apos-
taderJ de la Habana, por el teniente general del ejército y
de la armada, D. Juan Ruiz de Apodaca, entendido astróno-
mo, que llevaba además á Cuba el nombre y el prestigio que
le lió el haber rendido en 1808 en las aguas de Cádiz una
escuadra francesa, y el haber representado como embajador
á España en Lóndres.


A poco de tomar posesion aquel general del mando de la
isla, salieron á luz algunos periódicos, de los que hemos ya
indicado con los nombres de El Oonsolador, El Oanario,
La Mosca, y El Redactor general, y despues El Oentine-
la (43), El Noticioso, que nació el 12 de setiembre de 1813
y subsistió hasta 1835 (44), El Filósqfo Verdadero (45), El
Esquife (46), La Oena y otros de doctrinas cada dia más
desordenadas y anárquicas. Y tambien en el mismo mes de
abril, en.que Apodaca se hizo cargo del mando, declaró se la
guerra entre los Estados-Unidos y la Gran Bretaña, en la
cual, por mandato del gobierno de Cádiz, tuvo que observar
una estricta neutralidad, á pesar de obligarle las circunstan-
cias á expedir muchas patentes de corso, para librar las cos-
tas de Cuba de los piratas norte-americanos y áun france-
ses, que todo lo aprovechaban para dedicarse al pillaje pro-
pio de jllibtlsteros .


Estas atenciones le impidi~ron á aquel gobernador dedi-
carse, cual de su celo y conocimiento era de esperar, á la
mejora de los ramos administrativos. Sin embargo, con el
intento de proporcionar recursos al exhausto Tesoro, á la vez
que con el propósito de dirigir por otro camino la aficion al
juego, tan extendida y generalizada en la isla, estableció el
de la lotería que, segun Valdés, se compuso en un principio
de diez mil acciones de cuatro pesos cada una, contenidas en
otros tantos billetes, divididos en medios, cuartos y octavos,




258 LA.S INSURRECCIONES EN CUBA.


y distribuia cincuenta y ocho premios: de diez mil pesos el
primero, de cinco, dos y un millos siguientes, y de á dos-
cientos y cien pesos los treinta últimos.


A los tres meses de gobernar Apodaca, y con fecha 13 de ju-
lio, llevó á la Habana la goleta Oantábria, de la marina real,
1a Constitucion política de la monarquía española, promul-
gada en Cádiz el dia 19 de marzo, la cual fué solemnemente
jurada dos dias desplles, con asistencia de Someruelos y del
anterior comandante general del apostadero, que esperaban
buques para embarcarse; y dió motivo á los periodistas y á
los poetas á manifestar sus exaltados sentimientos libera-
les (47), y á batir palmas á los reformistas y á los indepen-
dientes, que en ella veian muy allanado el camino que nece-
sitaban recorrer para conseguir sus fines. «Cimiento aquel de
»la futura libertad de España, dice el Sr. Pezuela, y obra de
»varones de rectitud, y ciencia, aunque no aleccionados to-
»davía en la escuela de las revoluciones, era de aplicacion
»peligrosísima en posesiones, cási todas entónces ya insur-
»rectas, y pobladas de castas tan diversas.»


Pronto los hechos confirmaron las torpezas de tales varo-
nes, tocándosp. desastrosas consecuencias en todos los domi-
nios españoles. y áun en Cuba, que hasta aquellos momentos
habia sido, de las posesiones de América, la que más leal y
más contenida en los límites del deber pilrmanecia, y en la
que se sintieron luego los tristes efectos de tan injustificada
libertad. De todas las desdichas que la Constitucion llevó á la
grande Antilla, en nadie tanto como sobre los primeros dipu-
tados que la representaron en,las CGrtes, D. Andrés de Jáu-
regui, por la Habana, y D. Juan Bernardo O'Gaban, por
Santiago de Cuba, debe recaer la responsabilidad histórica;
por no haberse opuesto oportunamente á que se trasplanta-
ran tan excesivas y monstruosas novedades á un pueblo de
escasa instruccion, propenso á exaltar sus pasiones, y poco
dispuesto á desarraigar inveteradas costumbres. Como re-
snltados fecundos de aquellas imprudentes concesiones, ape-
nas puede citarse tan sólo el alistamiento de algunos patrio-




CAPÍTULO IV 259


-las voluntarios para sostener, á las órdenes del mariscal de
campo D. Carlos de Urrutia, residente á la sazon en la Ha-
bana, y sucesor de D. Juan Sanchez Ramírez, la parte re-
conquistada por éste en la isla de Santo Domingo (48). Los
demás efectos, todos fueron adversos; no dando ningun fruto
provechoso, ni la organizacion de los ayuntamientos, que la
experiencia demostró á poco que eran innecesarios; ni la in s-
talacion de las diputaciones de provincia, muy perjudiciales
y nada beneficiosas, porque, convertidas desde el princi-
pio en centro más bien político que administrativo, no pare-
cían tener otra mision que la de dar con sus debates, no
siempre comedidos, alimento diario á los periódicos exalta-
dos; ni dió fruto bueno, por fin, la aplicacion de otras liber-
tades constitucionales, muy difíciles de aclimatar con la ra-
pidéz que sus adoradores pretendían. Tampoco éstas produje-
ron allí otra cosa que grandes inquietudes y general per-
turbacíon, ya en la universidad donde los reformistas dispu-
taban á los fundadores, por ser frailes, sus derechos para
desempeñar los cargos del claustro; y ya en todos los círcu-
los sociales que, por la laxitud de la nueva ley, tenian re-
signados que sufrir hasta sacerdotes jurisconsultos como el
inquieto Dr. D. Tomás Gutierrez de Piñeres, jefe de la ban-
dería política donde se acogian todos los difamadores (49); á
cuyo indigno clérigo se vió luego la autoridad precisada á
encarcelar, para prevenir los males que sus escándalos y su
génio díscolo causaban en la opinion pública.


La libertad de imprenta sobre todo, llegó á hacerse tan in-
sufrible, y á desbordarse tanto publicando obscenidades é in-
sultos los periódicos, que éstos ya solo eran «cosa útil para ta-
cos en caso de faltar estopas», segun decia uno de ellos mismos
el 20 de diciembre de 1813 (50); añadiendo, que si servían de
algo, únicamente se aprovechaban como medio para reñir
batallas los liberatos JI servilíos, trasladando los primeros á
sus colúmnas artículos de los papeles andaluces en que se ha-
blaba, «contra frailes, contra clérigos, contra canónigos, con-
»tra obispos, contra todas las corporaciones eclesiásticas, con-


19




260 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


-»tra las prácticas religiosas, contra la disciplina y áun contra
»10 que se roza con el dogma», mientras los servilio8 ó servi-
les copiaban á su vez á otros periódicos de los que á lo «cris-
»tiano viejo creian en Dios á pié juntillas y honraban á su
»Iglesia profanada por aquellos que solo engendrar supieron la
»locura antireligiosa,» (hoy todavía por cierto extendida en
muchos maniáticos radicales). «Pero que pronto todo acabaria,
»porque el reinado del absurdo tiene en las sociedades muy li-
»mitados períodos, y aproximándose el término del de los libe-
»ratos, podían estos ir preparando el luto que habian de vestir
»durante largo tiempo».


No tardó ciertamente aquel luto, profetizado por el perió-
dico á los liberales, pero luto alegre al propio tiempo para
todas las gentes sensatas y para la mayoría de los habitantes
de Cuba, quienes cansados de vivir en la inquietud producida
por las exageraciones radicales, ansiaban un cámbio de políti-
ca á todo trance. El cámbio se sospechó ya en 22 de marzo de
1814 al penetrar Fernando VII por Cataluña despues de seis
años de ausencia; se esperó del decreto de 4 de mayo, en que
al dar aquel monarca su primera muestra de real ingratitud,
derribó como un castillo de naipes la obra de los constitucio-
nales; decreto que si en la Península causaba un mal, produ-
cia en cambio ventajas inapreciables en las posesiones ultra-
marinas y especialmente en la sociedad cubana próxima á
disolverse, segun hemos visto, si continuaba algun tiempo
más el dominio del absurdo; y por fin se tocaron ya en la isla
los bienes de las suspiradas mudanzas, cuando á primeros de
julio de aquel año se publico la real órden que restablecia la
censura prévia en materias de imprenta, y suspendia los
efectos del Código constitucional.


Con tan unánime general aceptacion fueron recibidas en
Cuba aquellas medidas de orden, que sólo se mostró en la
Habana públicamente simpático á los liberales de Cádiz un
loco, oficial retirado de marina, fanático patriota, que por con-
sideraciones de la autoridad y benevoiencia del público no
estaba en la casa de dementes. El infelíz al saber la caida de




CAPÍTULO IV 261


la Constitucion en España, salió arrebatado á la calle y recor-
rió algunas seguido de curiosos que no le hacían caso y de
gentes de color que secundaban sus vivas con· gritos desafo-
rados, y promovió una pequeña alarma, que pudo apaciguar
bien pronto el coronel de dragones D. Juan Tilly, jefe á la
vez de los voluntarios de la capital, sin consecuencias des-
agradables que lamentarse. Nadie ya movió con tal motivo
excitaciones patrióticas de ningun género, ni se ocuparon del
loco más que para 'compadecerle; pues entónces, como ha
ocurrido siempre que los partidos radicales han ocupado al-
gun tiempo el poder, tenian los pueblos hambre del órden
que ellos jamás han sabido dar ni es fácil que den con su po-
lítica aventurera y temerariamente confiada, y con la falta
de habilidad para atraerse partidarios, de prestigio. Tienen
verdadera desgracia en no haber sabido nunca, ni aún hoy
mismo, ejercer su atraccion más que sobre los díscolos y los
reconocidos en política por locos, en todas las agrupaciones de
todas las localidades.








CAPÍTULO V.


I. Mando del general Ruiz de Apodaca.-Reaccion de 1814.-Me-
didas de gobierno en Cuba.-Estado de la insurreccion en el con-
tinente americano.-El general Cienfuegos y el intendente Rami-
rez.-Sus medidas políticas y económicas.


n. La esclavitud.-Abolicion de la trata en las colonias inglesas.
-Tratado de España con Inglaterra.-Supresion de la esclavitud
en las posesiones de América.-Proyecto de colonizacion de las
Antillas españolas.


III. Colonizacion en Puerto-Rico y Cuba planteada por el inten-
dente Ramirez.-Fin de las primeras diferencias entre España y
los Estados-Unidos por el tratado de febrero de 1819.-Juicio so-
bre la políticn norte-americana y la vida social de aquella re-
pública.


IV. Mando de D. Juan Manuel Cagiga1.-Reformas del intendente
Ramirez y su influencia en el desarrollo de todos los intereses de
Cuba.~Filosofía, política y literatura.-Maestros, hombres no-
tables y padres de la civilizacion de la isla.-El P.Agustm, Ve-
lez, Varela.-Introduccion del vapor.-Monopolio de la enseñan-
zll..-Orígen de las escuelas políticas.-Sus discípulos.-Resú-
men de las mejoras intentadas por Ramirez.


1.


Encargado Ruiz de Apodaca de plantear el nuevo sistema
politico que restablecia las cosas al estado que tenian ántes
de la guerra de España con Bonaparte, aunque obligado á
ajustarle á las nuevas costumbres é intereses creados por la
revolucion, se dedic6 en primer término y sin abandonar las
atenciones que la actitud de los americanos le imponia, á en-




264 LA.S INSURRECClONES EN CUBA.


mendar los desperfectos y borrar las huellas de la Constitu-
cion, «que en Cuba no habia ocasionado más que males,» se-
gun afirma el Sr. Pezuela; «porque era demasiado democrá-
»tica para los tiempos en que se formó,» dice en confirmacion
otro autor cubano un tanto amigo de los actuales disiden-
tes (1). Tambien se dedicó aquel general con preferencia á
procurarse así con la lotería que acababa de establecer, como
por otros medios, los ingresos que para cubrir los servicios de
la isla y los gastos extraordinarios de la Florida, faltaban en
las apuradas cajas públicas, despues de haberse suspendido
la remesa del situado que el vecino reino de Méjico envió,
hasta que en aquel reino empezaron las revueltas políticas.
Las producciones de azúcar aumentadas considerablemente
á pesar de la expulsion de los franceses, por haberse dedica-
do al cultivo de la caña muchos brazos de los que ántes tra-
bajaban en los cafetales, empezaron á importar mayor rique-
za; las relaciones mercantiles con los norte-americanos,
quienes sin cuidarse de la guerra extraían de Cuba sus pro-
ductos, dejaron en la isla pingües ganancias, é introdujeron
además en cámbio el numerario y los efectos que la hacian
falta; y el patriotismo de los verdaderos amantes de España,
auxiliando á la autoridad, y cooperando al mismo fin con sus
adhesiones, hasta los ménos españoles, que viendo cómo se
precipitaban los disidentes de los reinos sublevados, prefirie-
ron conservar lo que tenian á lanzarse en aventuras políticas,
en las que por el pronto no se tocaban más que desdichadas
consecuencias; todo esto lo aprovechó en seguida aquel go-
bernante, para mejorar el estado de su administracion y para
plantear el desarrollo de los intereses materiales de Cuba,
suspendido durante el ejercicio de las malhadadas libertades.


Con estos elementos estableció Ruiz de Apodaca su sistema
de gobierno.


Para librar las poblaciones costeras de ataques de los pira-
tas, que como por ensalmo se improvisan en los mares de las
Antillas, al menor anuncio de guerra con alguna de las na-
ciones que allí poseen dominios I los protegió guarneciendo sus




CAPÍTULO V 265


fortificaciones; á la vez que, con la cooperacion del consula-
do y con donativos de particulares, aparejaba cañoneras para
vigilar las mismas costas, y activaba en el arsenal la cons-
truccion de buques de alto bordo, desde navíos á bergantines,
á fin de estar prevenido cuando llegase la hora de romper las
hostilidades marítimas, que temia, con los yanltees ó con cual-
quiera otra nacíon.


Procuró evitar los arbitrários actos de venganza de los
reaccionarios políticos, que en España y en sus domínios, co-
mo faltando á la ley universalmente reconocida así en lo físico
como en lo moral, de que la reaccion correspanda á la accion
impulsiva, han ido siempre más allá de los límites debidos;
provocando y siendo sin duda esta la causa de la profusion de
revoluciones infecundas. Para lograrlo tuvo que contener á
los apasionados adoradores del viejo absolutismo, y á los clé-
rigos comisionados de la reinstalada Inquisicion que en aquel
tiempo recorrian los pueblos del interior de la isla, donde
apénas en el nombre se conocia tan repulsivo instituto; suje-
tando señaladamente á aquellos inquisidores porque más
atendian á sus propios é inmorales intereses particulares, que
á la misio'n religiosa. Y finalmente, para borrar el doloroso
recuerdo que habia dejado la aplicacion absurda de las liber-
tades constitucionales, y para hacer el órden simpático hasta
á los intransigentes patriotas, contuvo á todos los habitantes
sin distincion en la esfera de sus deberes y empezó su política
conciliadora expulsando de la isla á los más díscolos, y entre
ellos hasta algunos agentes de aquel tenebroso Tribunal. No
le fué sin embargo posible evitar entónces la emigracion de
ciertos hombres tímidos y la de los que como más exagerados
liberales se habian distinguido en la pasada época, con insen-
satos alardes, en lo cual poco perdió ciertamente la isla por el
pronto y ganó en cambio mucho la tranquilidad pública; pero
más tarde fueron aquellos los representantes que para pertur-
bar la grande Antilla tuvieron los reformistas é independien-
tes de Cuba, cerca de Bolivar y de los otros caudillos de la.
revolucion sur-americana.




266 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


Esta se enseñoreaba ya de uno á otro mar; desde Buenos
Aires y Venezuela en las costas del Océano, se habia extendi-
do por el interior, á Santa Fé de Bogotá y hasta el Pacífico
por el reino de Chile y vecindades del Perú, donde con las ba-
tallas de Vilcapugio, Agruma y últimamente en Viluma la
contuvo el futuro primer marqués de este nombre D. Joaquin
de la Pezue1a, uno de los mejores gobernadores que entónces
tenia España en el mundo occidental (2).


El nuevo gobierno del rey Fernando, más celoso del bien
de la monarquía en América 6 ménos torpe en los asuntos
de Ultramar que el de los liberales sus predecesores, dispuso
al terminarse la guerra con el francés, enviar al continente
americano ejércitos que sometieran á los independientes que
por medio del terror tenian intimidados á aquellos habitantes.
El gobierno sabia que los más tranquilos y los más pensado-
res colonos del Nuevo mundo, lamentaban que los patriotas
peninsulares no hubieran podido más que reconquistar el tro-
no para su muy amado y deseado rey, y que fueran tan des-
graciados para conservar la integridad nacional; y lo lamen-
taban doblemente porque no habiendo obtenido de aquellos
movimientos sediciosos, que creian prematuros, otra cosa que
males y decepciones, deseaban volver á la dependencia de la
nacion que les dió á conocer las luces civilizadoras, para que
completara su educacion política, ya que hasta entónces no
habia hecho más, sin duda por falta de ocasion y de tiempo,
y para que les pusiera en posesion de todos los bienes morales
que necesitan los pueblos para ser libres. El gobierno que tal
sabia, deseaba que España cumpliera su mision en América,
y emprendió con tal fin la reconquista.


Llave del Nuevo mundo Cuba, y punto de parada la Ha-
bana de todas las expediciones así guerreras como mercanti-
les, procedentes de Europa ó del continente americano, pudo
mantenerse tranquila al firmarse la paz entre los Estados-
Unidos y la Gran Bretaña y dedicar mayor actividad al des-
arrollo de sus intereses interiores. Prestó á la vez gran-
de apoyo á las tropas españolas que al mando del general




CAPÍTULO V 267


D. Pablo Morillo iban á Venezuela, y ahuyentó los piratas
que con bandera de insurrectos venezolanos atacaban ya
nuestros buques en las mismas costas de la isla. Dos nos
apresaron los corsarios en Bahia-honda el mes de julio de
1816, de los que nuestra armada se reintegró pronto, co-
giéndoles una flotilla de siete en la Guanaja y Nuevitas. Y
aquellos bandidos del mar, al ver vencidos á sus partida-
rios por el general Morillo, que en poco tiempo hizo recorrer
á las vencedoras tropas españolas todo el país que estaba in-
surreccionado, decayeron y trocaron su oficio por el de con-
trabandistas cerca de las poblaciones del litoral, que en lo
sucesivo se entendieron con los que ántes eran corsarios, ha-
ciendo el comercio de géneros extranjeros, que introducian
á trueque de frutos del país muy buscados á la sazon por el
poco valor en que los naturales los apreciaban.


Tranquilizada la isla y normalizados sus servicios, pare-
cia lógico que el general Apodaca continuara desarrollando y
dando aplicacion alli á todo su sistema gubernativo, mas no
sucedió así. Como por desgracia en nuestra moderna Espa-
ña la raz9n y la lógica suelen con frecuencia ser sofocadas
por las pasiones de los partidos, aquel gobernador, que debia
su nombramiento al de los constitucionales, fué reemplazado
por otro que los consejeros del rey procuraron que fuera per-
fecta hechura é intérprete directo de sus sentimientos reaccio-
narios. Quizás tanto por la procedencia de su empleo, cuanto
por instigacion de los agentes del Tribunal de la Fé, poco con-
formes con recibir de un militar reprensiones, cual las que
Apodaca se permitió aplicarles por sus irregularidades, ó tal
vez por considerarle como tolerante hombre de gobierno, muy
á propósito para las tareas árduas; al removerle de Cuba fué
destinado á la dificilísima empresa de tranquilizar el reino de
la Nueva España, que tan desgraciado se guia desde el levan-
tamiento de los partidarios del fraile Talamantes y del cura
Hidalgo. Pero ántes de dejar el mando aquel general, se
vió en la precision de poner mano sobre las muchas personas de
mal vivir que durante la época de los liberales, tolerantes poI'




268 LAS INSURRECCIONES EN CUBA.


lo comun con tales gentes, se habian consentido, y que aún
pasados aquellos momentos de anarquía bullían en la vagan-
cia, en eljuego, yen las malas industrias que éste engendra.
Severo tuvo que ser Apodaca con tales sujetos, que en épocas
turbulentas suelen llamarse patriota.s, y así viven en la disipa-
cion y en el vicio, no pudiendo acomodarse jamás al cumpli-
miento de los deberes públicos que el órden exige; y así sue-
len manifestarse despues, unos cual escórias ó resíduos so-
ciales propagadores del crímen, como lo fué entónces el
jefe de malhechores José Ibarra, autor de muchos asesi-
natos y entre otros el del general Solano en Cádiz en
1808, á quien justamente mandó ahorcar el gobernador
de Cuba el mes de abril de 1816; y otros aparecen in-
compatibles con la tranquilidad, y como trastornadores de
oficio ó por temperamento, no pudiendo vivir sin tur-
bulencias, no vacilan tampoco en hacer la guerra hasta á
su propia pátria, como sucedió con D. Francisco Mina, y con
algun otro de los patriotas emigrados en 1814, que peleando
contra España murieron tu,mbien en Méjico y Venezuela; de-
jando indeleble mancha, áun en aquel10s tiempos de ménos
impureza política que los presentes, en las abigarradas masas
de los radicales españoles.


El teniente general de artillería D. José Cienfuegos, suce-
sor de Apodaca, llegó á la Habana e12 de julio del expresado
año 1816 con algunos buques de la real armada y cerca de
mil soldados para las guarniciones. Y por cierto que de su
gobernacion presagiaron muy mal los agoreros, por haberse
incendiado en el puerto de la capital, el mismo dio. de su llega-
da, la fragata de guerra A tocka que le condujo; pero los he-
chos probaron más tarde que fué aquello una casualidad, co-
mo otras de la vida, consentida y no preparada providencial-
mente. Despues de hacerse cargo del mando el nuevo capitan
general, todavía permaneció su antecesor en el apostadero
marítimo hasta el dio. 31, en que tuvo ocasion de dirigirse á
Méjico; donde á fines del siguiente año 1817 vió dominado ya
aquel formidable primer amago de la lucha de razas, y dis-




CAPÍTULO V 269


puesto el país á recibir los bienes de su administracion, tan
benévola como su propio carácter, que planteó levantando las
rentas á las cifras de sus buenos y prósperos tiempos. Res-
tableció tambien luego la confianza pública y la tranquilidad,
que habrian sido dqraderas, si en la reaccion de 1814 no se
hubieran guardado por el rey tantas complacencias con cier-
tos demagogos quede un extremo político pasaron á otro; y si
se hubiese contenido con mano firme á los exaltados de am-
bas escuelas, á la vez que á algunos de la liberal se les dejaba
vivir en determinados puestos oficiales ó á la sombra del po-
der; pues en aquel tiempo como en el actual, sabido es que
los patriotas se mostraron capaces de todas las abnegaciones
cuando se les conservaba en puestos inmerecidos, ó se les per-
mitia el roce de igual á igual con clases y personas que es-
taban acostumbrados á respetar.


Sometidos cási al propio tiempo que Méjico, los insurrectos
reinos de Venezuela, de Santa Fé, Quito, Perú y Chile, s610
permaneció independiente el de Buenos Aires, merced á la po-
lítica brasileña iniciada por la princesa 0.8 Carlota. Prometia,
por ta~to, ser fecundo en mejoras, como lo fué en efecto, el
mando de Cienfuegos; ayudándole y no poco á consolida.:r en
Cuba la paz pública el gobierno del rey, que algo más conoce-
dor y mejor aconsejado que el de los patriotas de Cádiz, de los
sentimientos, tendencias y aspiraciones de los hijos del Nue-
vo mundo, supo atraerse á los indecisos disidentes con opor-
tunas mercedes. Para que como tal sirviera, se creó la real ór-
den americana de Isabel la Cat6lica, el 24 de marzo de 1815,
con destino á premiar la lealtad acrisolada y los servicios he-
chos en América en favor de los intereses de España. Es cier-
to que desde su principio, esta condecoracion, en el dia tan
depreciada, empezó á perder algo de su estima por haberse
concedido á personajes y particulares, que ni las posesiones
americanas habían pisado siquiera; lo cual ha sucedido tam-
bien, quién sabe si para destinarle igual porvenir que á aquel
distintivo, con otro creado recientemente para los defensores
de la integridad nacional en Cuba; pero á pesar de todo, fué




Z70 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


entónces el de Isabel la Católica motivo para que muchos
partidarios del provincialismo, que tibiamente se decian espa-
ñoles, se congratularan y acudiesen á recibir la venera que la
autoridad les ofrecia como lazo de union y para estrechar sus
vínculos á la madre pátria.


Las agresiones piráticas de algunos buques, que para ejer-
cerlas ostentaban el pabellon adoptado por los efímeros go-
biernos de los Estados disidentes, alteraban alguna que otra
vez la tranquilidad en las costas de Cuba, y para ahuyentar
Cienfuegos á aquellos malhechores hasta de los más desam-
parados fondeadores, puso en estado de defensa á Bahía-hon-
da; Cabañas, el Mariel, Jaruco y otros donde se acercaban;
reconstruyendo las arruinadas torres y creando luego para su
guarnicion los voluntarios de mérito, autorizados por real
órden y compuestos de los militares que habiendo obtenido
5US inválidos ó hallándose propuestos para ellos, quisieron
continuar en el servicio guarneciendo y cubriendo con desta-
camentos fijos los puntos principales del litoral (3). Aquella
especie de carabineros ó de guardacostas, por primera vez
establecidos en Cuba,· prestaron muy buenos servicios, preca-
viendo principalmente el ya escandaloso contrabando, que
desde las vecinas antillas inglesas y francesas y desde los Es-
tados-Unidos se importaba en la isla; y para que fuera la
obra completa, imitando Cienfuegos á su predecesor, excitó
las buenas disposiciones de los habitantes de las costas, quie-
nes coadyuvando á los buenos deseos de su general, le faci-
litaron cuantos medios fueron necesarios para construir nue-
vas lanchas cañoneras y áun buques de altura que contuvie-
ran los de aquellos nuevosjilibusteros. Tan alarmadas tenian
éstos á ciertas poblaciones, que de ello fué muestra lo ocurrido
el 19 de mayo de 1819 en San Juan de los Remedios; donde,
habiéndose declarado un incendio, se dió el acostumbrado to-
que de generala, y creyéndose los habitantes ~magados de
los piratas, tomaron las armas y corrieron á la playa para re-
chazarlos; descuidando en el ínterin el verdadero motivo de
la alarma, que era el fuego, cuyas llamas consumieron desde




CAPÍTULO V 271


las diez de la mañana á las cinco de la tarde más de cien ca-
sas (4). Pero construidas ya las embarcaciones con el produc-
to de la suscricion popular, tranquilizaron á las poblaciones de
las costas, s3stuvleron verdaderas batallas navales contra los
corsarios, de los que muchos apresaron ó echaron á pique, y
levantando así el espiritu de la marina y de los habitantes
todos, se ofrecieron para lo sucesivo al comercio mayores se-
guridades que las que ántes habia tenido.


Al propio tiempo que á esta policía marítima, tuvo Cien-
fuegos que dedicar sus desvelos á la vigilancia y castigo d.e
aqueJlls escorias sociales de que hemos hablado, que en cua-
drillas de salteadores, ladrones y áun de rateros, recorrian
los pueblos y los campos, cometiendo tales depredaciones, que
muchos dueños de fincas se vieron obligados á abandonarlas
por la falta de seguridad. Para tenerla en las poblaciones,
estableció rondas nocturnas por barrios, de las que ni él se
eximia en el suyo, dando así ejemplo á los demás; y para los
campos organizó partidas de vigilancia, mandadas por los
capitanes y tenientes de partido y formadas de mozos de sus
jurisdi.cciones, asalariados con fondos del comun, y gratifica-
dos por el Tesoro en cada aprehension de malhechores que hi-
cieran; con cuyas medidas y con otras de policía, olvidadas
durante la época constitucional, consiguió aquel gobernador
restablecer la integridad del órden público, por demás per-
turbado.


Necesarios eran naturalmente sacrificios metálicos para
disfrutar de estos bienes; pero como cuando los gobiernos lo-
gran inspirar confianza á los pueblos, todo lo encuentran
sencillo y hacedero, fácil le fué á Cien fuegos conseguir que
se aceptara el tributo que impuso de veinte pesos anuales á
cada ingenio, diez á cada cafetal, y hasta el máximum de
cinco á los dueños de potreros y otras fincas, con destino al
sostenimiento de las cuadrillas encargadas de limpiar el país
de gente mala. En tanto el intendente D. Alejandro Ramirez,
el mejor sin duda y el más probo de los jefes de Hacienda que
han ido á las Antillas españolas, se ocupaba con otras medidalil




272 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


económicas de los demás servicios del Tesoro público, bastante
recargado y oprimido por la situacion de los vecinos reinos
del continente.


En 1813 se creó en la isla de Cuba la Superintendencia de
la real Hacienda, cuando servia como intendente aquel don
Juan de Aguilar y Amat que hemos mencionado, el cual di-
rigió la gestion económica desde 1808 hasta el mes de abril
de 1815 con tan acertado tino, que logró en sus dos últimos
años de administracion y á pesar de los tiempos calamitosos
que corrian, aumentar las rentas en un millon de pesos cada
uno. La creacion de la nueva oficina fué debida, tanto á la
independencia y vida propia que tuvo que adquirir por pre-
cision la isla, al faltarle los auxilios que Méjico la facilitaba
con el nombre de situados, cuanto al aumento de sus rentas
y á la aplicacion del comercio libre, que á poco fué decretada,
sin duda más que por otros medios, por los perseverantes es-
fuerzos en Puerto-Rico del intendente Ramirez.


Llegó éste á la Habana al mismo tiempo que Cienfuegos,
llevando la aureola y el renombre de funcionario inteligente,
integro y activo, que desde muy jóven se habia. conquistado;
y snpo con sus reformas económicas y sn sistema de recauda-
cion, ensanchar el área á la descuidada hacienda de Cuba,
qne desde que salió de las manos de D. José Pablo Valiente,
su primer organizador durante el mando de D. Luis de las
Casas, sólo un poco habia progresado en manos de Aguilar.
Para dar á las rentas toda la importancia que debían tener,
y que mermaba considerablemente el monopolio, que el comer-
cio de Cádiz habia obtenido de los gobiernos que durante la
guerra estuvieron en aquella ciudad, propuso Ramirez la
ámplia declaracion del comercio libre en la, isla, valiéndose
como mediador en sus gestiones del ilustre cubano D. Fran-
cisco de Arango y Parreño, que habiendo sido elegido dipu-
tado por la isla para las Córtes de 1815, se encontró allle-
gar á la Península variado el sistema político y obtuvo del
rey unft plaza de consejero propietario de Indias. Resultado
de aquellas propuestas fué la pnblicacion del real decreto de




CAPÍTULO V 273


10 de febrero de 1818, enel que, sin las cortapisas del regla-
mento expedido por Cárlos III en 12 de octubre de 1778, que
sólo abria el comercio de la América á los principales puertos
de la Península, se concedió á los de la isla de Cuba el libre
tráfico con todos los mercados extranjeros. Multiplicáronse
así las transacciones mercantiles y el valor de los frutos ántes
detenidos y depreciados, consiguiéndose en las rel)tas tal
crecimiento, que aquellas cajas públicas, alimentadas hasta
entóncescon los sobrantes de la Nueva España, cubrieron ya
las atenciones locales, las cargas exhorbitantes que ocasio-
naban las guerras de Venezuela y las Floridas, y otras exi-
gencias militares y civiles que correspondia abonar á los rei-
nos del vecino continente.


Al tiempo que conseguia Ramirez de la córte esta benefi-
ciosa concesion, se dedicó, para tener una base en que fundar
los impuestos futuros, á los trabajos estadísticos, empezando
por un censo de poblacion publicado en 1817, del que resul-
taron 553.033 habitantes en toda la isla; 239.830. blancos
y 313.203 de color, y entre ellos 199.145 esclavos, contribu-
yendo al total la poblacion de la Habana con 84.075 almas.
Despues de este trabajo empezó á formar los estados del Te-
soro, que segun D. Ramon Sagra arrojaban el año 1818 un
ingreso en las cajas reales de 6.150.424 pesos, cifra que com-
parada con la cantidad de 3.536.074 pesos, á que ascendió
cuando más, el situado de Méjico, daba un sobrante de consi-
deracion para atender á la guerra de las otras posesiones es-
pañolas en América, incluso el mismo reino de Nueva Espa-
ña, que desde los primeros tiempos de la conquista habia dado
vida á Cuba. Y pensando aquel intendente en el porvenir, para
promover la revolucion en la marina, iniciada con la aplica-
cíon del vapor, y para dar más ingreso á las rentas multi-
plicando el movimiento mercantil, concedió en octubre del
mismo año 1818 á D. Juan de O'Farril el establecimiento
en la isla de aquellos nuevos buques; cuyo permiso fué apro-
bado por el gobierno español en real órden de 24 de mayo
de 1819, ál1tes de que en la Península y en otros puntos




274 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


de Europa se conociera esta conquista de la mecánica mo-
derna (5).


Rá:pidamente se desenvolvian en su desarrollo todos los ele-
mentos de prosperidad en Cuba con el impulso comunicado
por aquel activo innovador, cuando vino á preocupar á los
hacendados, tanto como á los comerciantes y á todas las cla-
ses dedicadas á negocios en la isla, el tratado propuesto por
Inglaterra á Fernando VII en 1814, durante las conferencias
de Viena, y celebrado en Madrid en 23 de setiembre de 1817,


. para la completa abolicion del tráfico de negros esclavos.
Concertado fué aquel convenio con el más perfecto conoci-
miento de los perjuicios que iba á producir á la riqueza de las
Antillas, segun manifestacion del mismo ministro que lo ela-
boró y autorizó; pero el rey que ansiaba volver á su tro-
no, rey además fácil en prometer, se dejó persuadir sin
grandes esfuerzos por la Inglaterra de que era una necesidad
social y una exigencia del estado de civilizacion que las con-
quistas morales de los últimos siglos habian llevado á la ma-
yorparte de los reinos de Europa, la supresion de aquel tráfico;
y dada por Fernando VII su real palabra, tuvo que soste-
nerla y la cumplió firmando aquel inconveniente tratado, más
bien producto del egoismo británico que de una exagerada, y
risible, filantropía.


11.


Mucho se ha discutido acerca de la esclavitud antigua J
moderna, así por teólogos y filósofos, como por publicistas y
negociantes; habiendo sido tratada por unos de crímen social,




CA.PÍTULO V 275


mientras que otros la elevaban á la mayor y más loable de las
obras de caridad cuando el hecho recaia en el sencillo hijo de
la naturaleza, ignorante de los deberes del hombre civilizado
y expuesto, por tanto, á ser víctima del más fuerte que en el
trascurso de su vida nómade]e cortaba el camino como á ani-
mal salvaje, para tenerlo pendiente de su voluntad ó para sa-
tisfacer en él su apetito.


El origen de las sumisiones se pierde en la remota edad de
la primitiva familia humana, en que ya habia hombres débi-
les y fuertes; y su organizacion puede decirse que arranca
desde que las sociedades crecieron, y las religiones, regulando
sus deberes y derechos, dieron vida á las leyes y á los inte-
reses permanentes. Hasta entónces era el esclavo en unas
partes devorado y en otras se le sacrificaba por capricho ó
para que no fuera gravoso á su dueño; despues, y á medida
que los pueblos iban civilizándose, le utilizaron en el trabajo;
y cuando de la palabra legal en que los caudillos romanos, al
prohibir que se matasen los cautivados en la guerra, y man-
dar, por el contrario, que se conservasen (servare), tomó el
esclavo ell'elativamenti moderno nombre de siervo, pasó con
él á una condicion mejor y á una existencia algo ménos pre-
cária, en las últimas sociedades del mundo antiguo que la
historia con más dintinta claridad nos dá á conocer.


Las religiones tenidas por más sábias y verdaderas consi-
deraron, sin embargo, la esclavitud como cosa muy natural,
segun vemos en el Antiguo restamento, en el Oódigo de
Manú y en otras teogonías del Oriente; pero ya el criatianis-
mo, admitiendo en su seno muchos esclavos atraidos por las
predicaciones sobre la igualdad, modificó poco á poco los
principios del derecho, asi el de gentes como los de la guerra,
yel de vida y muerte que sobre el siervo tenian los dueños; el
cual empezaron á abolir los emperadores de Roma cuando
fueron ya cristianos, suavizando además con otras concesio-
nes la condicion de los pueblos sometidos por las armas.


Siguiéndose en la cristiana España la obra de redencion
traida por los tiempos, fué con ménos lentitud que otras na-


20




276 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


eÍones quitando dureza á la servidumbre legal. El derecho de .
esclavizar en la guerra se limitó ya por los ordenamientos
reales del siglo XIV, sólo á los infieles ó enemigos del cris-
tianismo, en cuyo caso se encontraban al principiar la edad
moderna y descubrirse la América, como se encuentran hoy
todavía, los pueblos bárbaros de Africa; en los cuales aun el
débil vive á discrecion del fuerte, como en los primitivos pue-
blos de Europa estaban los hombres ántes de forfi.1arse las
nacionalidades históricas de Grecia y Roma.


A poco de realizarse por Colon el descubrimiento de las
Indias Occidentales, y cuando se vió por los conquistadores
lo endeble é ineficaz de aquella raza de habitantes para los
rudos trabajos de las minas y de la agricultura, que empe-
zaron los españoles á explotar, se propuso, como ya hemos
dicho, por el padre Bartolomé de las Casas, titulado protec-
tor de los indios, despues de haber cedido los de su encomien-
da, la introduccion de esclavos africanos en las Antillas. Los
Reyes Católicos, acogieron el pensamiento á pesar de oponer-
se elP. Soto, y concediendo permisos, se dió principio á la
traslacion á la Española de los negros y muladies ó mulatos
andaluces ya cristianados, para que pudieran instruir en la
religion de Jesucristo á los ignorantes hijos de aquellas islas.
Pero luego fué considerado insuficiente el número de los im-
portados para atender á los trabajos de explotacion, y como
cada dia aumentaba la demanda desde las otras Antillas,
hubo necesidad de dar vida al comercio de trabajadores, ex-
tendiéndose entónces á casas de naciones extranjeras los
asientos ó permisos para trasladar directamente de Africa á
América esclavos. Tal desarrollo tomó el tráfico y llegó á tal
apogeo á fines del pasado siglo, que la libre introduccion de
negros en nuestras posesiones de Occidente, se permitia á los
buques de todas las banderas, como ya lo verificaban los in-
gleses, holandeses y franceses en sus colonias del Archipiéla-
go caribe arrancadas al dominio de España.


Era entre éstas la mayor que poseia Inglaterra, desde que
Penn y Venables, enviados por Cromwell, la invadieron y de




CAPÍTULO V 277


ella se apoderaron, seguu hemos dicho, la isla de Jamáica,
la Antilla sin duda que con mayor rapidez se pobló despues
de arrebatarse á España, porque además de encontrarla colo-
nizada los invasores, atrajeron allí á los emigrados realistas
que á la muerte de Cárlos I abandonaron la Gran Bretaña, á
los deportados por dicho Cromwell con motivo de las guerras
de Irlanda, y á los mismos partidarios reformistas de aquella
revolucion que gozaban de influencia cerca del Protector y
obtenian concesiones ventajosas en la colonizacion americana.


Aquellos puritanos, que ántes que nada eran ingleses y co-
merciantes por consecuencia, fueron negreros como todos sus
compatriotas de las otras Antillas y todavía más negreros, si
cabe decirlo así, los de Jamáica, porque para conservar la im-
portancia de sus plantaciones, tuvieron gran prisa en reponer
las bajas de los esclavos que, seducidos por los cimarrones re-
beldes, habian desertado á las montañas azules. Así fué, que
muchos colonos se enriquecieron pronto con la profusion de
trabajadores; y algunos de ellos, temerosos en la opulencia de
ser víctimas de sus propios negros, levantados ya distintas
veces por la dureza con que se les trataba para tenerlos someti-
dos, vendieron sus bienes y regresaron á la metrópoli. Al en-
contrarse opulentos en su país, volvieron, quizás por su con-
ciencia argüidos, á practicar de nuevo las severas reglas del
puritanismo, un tanto olvidadas en la vida colonial, y busca-
ron médios de figurar en la sociedad por los caminos que los
parvenu de todas épocas han encontrado abiertos en Ingla-
terra, donde es tan difícil de adquirir la propiedad territorial,
cuales son los de las empresas; tomando parte en las más nue-
vas y las más absurdas, como era entónces la de proponer al
pueblo inglés, cuyos principales veneros de riqueza estaban en
la costa de Guinea, la abolicion del tráfico de negros.


Los primeros esfuerzos para lograrlo, dice Mr. Regnault,
se manifestaron por los (htákeros, ó Sociedad de amigos
quienes, en los primeros años de propaganda, no hicieron más
que ensayos individuales y predicaciones tímidas y aisladas.
Pero el año de 1727, procediendo la Sociedad como fuerza




278 LAS INSURRECCiONES EN CUBA


~olectiva, hizo ya contra la trata su primera declaracion pú-
blica; la que se repitió en 1756, apelando al celo evangélico
de los sócios para proveer á los medios de mejor logro en la
abolicion; y creciendo cada vez más el calor y prosélitos de
los propagandistas, formularon el año 1761 en el seno de la
asociacion, el acuerdo de desautorizar á todo miembro de la
misma que directa ó indirectamente tomara parte en el co-
mercio de esclavos.


Con medios tan conminatorios, si no se consiguió por el
pronto mayor número de sócios, se obtuvo en cambio que
fueran más sinceros los que iban inscribiéndose. Persuadi-
dos, sin embargo, de que el celo individual conseguia exíguas
ventajas en la ap1icacion, intentaron asociar á sus propósitos
las corporaciones científicas y los poderes públicos, algunos
de cuyos hombres propusieron á la Sociedad que elevara sus
pretensiones al Parlamento. En consecuencia, presentó aque-
lla en 1783 una solicitud pidiendo la abolicion de la trata, á
la vez que indujo á la universidad de Cambridge y otros
centros oficiales á que formularan y dirigieran exposiciones
encaminadas al mismo fin.


Lanzada así la cuestion en el terreno político y acogida en
el Parlamento, mereció allí el apoyo de Wilberforce, Middle-
ton y Pitt, secretario á la sazon del Exchequer, quienes en
9 de mayo de 1788, sometieron al juicio de la Cámara de los
Oomunes una proposicion que decia: «En los primeros dias de
»la próxima legislatura, la Cámara tomará en consideracion
»las circunstancias expresadas en las antedichas peticiones,
»re1ativamente al tráfico de negros, para ver si es dable ha-
»l1ar un remedio conveniente á los males designados.» Cuya
propuesta fué aceptada y pasó á la Cámara de los Lores,
aunque no sin oponerse violentamente el partido esclavista.


Al abrirse las nuevas sesiones del Parlamento, Burke,
Pitt, Fox y Grenville apoyaron la proposicion Wilberforee;
pero sus adversarios negreros, en cuyo número se contaban
los representantes de la ciudad de Lóndres, instaron para
que se procediera á una extensa informacion ántes de tomar




CAPÍTULO V 279


acuerdo. Inclinándose á este parecer la mayoría, decidió la
Cámara que oportunamente examinaria aquel documento;
y la operacion tuvo ya efecto durante la legislatura de
1790, en que se repitieron los mismos violentos y acalorados
debates de dos años atrás, sin conseguirse tampoco ningun
resultado definitivo.


Al siguiente año 1791, se volvió á abordar la cuestion por
elleailer del abolicionismo, Wilberforce, quien dándola ma-
yor desarrollo, reprodujo en 18 de abril la consabida mocion
que fué tambien desechada despues de largas y ardorosas
discusiones, por 163 votos contra 88. Pero persistente aquel
político en su propósito, y excitado de contínuo por los pro-
pagandistas cuákeros cada vez más tenaces, insistió aún
en 2 de abril de 1792; presentando en apoyo de sus afirma-
ciones datos relativos á la mortalidad de negros á bordo de
unos buques dedicados al tráfico de esclavos, y expresándose
con tal calor y persuasiva elocuencia que, impresionada pro-
fundamente la Cámara, votó en principio la abolicion, aun-
'1 ue difiriéndola hasta el año 1796, Y pasó un biU á <la de los
Lores, donde fué el pensamiento combatido y aplazado inde-
finidamen te.


En la nueva legislatura pidió otra vez Wilberforce que se
ac')rdase la abolicion inmediata, y fué rechazada su peticion:
creyó en 1794, al ver benévola la Cámara de los Oomunes á
sus proyectos, conseguir la realizacion de éstos, y nuevamente
halló un dique en la de los Lores, que persistiel'on en su voto
negativo. Aquel incansable abolicionista continuó, no obstan-
te, sin desmayar sus perseverantes esfuerzos en las legisla-
turas de 1795 á 1799, Y aunque sin resultado propício, vol-
vió á la lucha en 1804, en que ya pudo obtener por 124 votos
contra 49 el permiso de proponer un bitt relativo á la aboli-
cion; que aunque muy combatido, fué al fin adoptado por los
Comunes, y por la Cámara alta contestado con otros aplaza-
mientos iguales á los anteriores. En la siguiente legislatura
de 1805 no obtuvo tampoco en los Lores mejor acogida.


La propaganda de setenta y ocho años consecutivos hecha




280 LA.S INSURRECCIONES EN CUBA.


por los abolicionistas, y los continuados debates del Parla-
mento, llamaron por fin la atencion pública, que inclinándose
á los argumentos de apasionada filantropía expuestos por los
cuálteros, con preferencia á los de interés y conveniencia na-
cional en que sus adversarios se fundaban, incitó á los pode-
res públicos á que fijaran su atencion en un asunto que ab-
sorbia la general del país y dictasen al efecto las necesarias
medidas. En consecuencia de esto, el gobierno de aquel pue-
blo, que tanto considera y respeta á la opinion pública por-
que ésta sabe allí existir é imponerse, no amparando por lo
comun ni la injusticia ni el absurdo, como en otras partes
sucede;' el gobierno inglés, decimos, publicó entónces, en
1805, las primeras disposiciones prohibitivas sobre la trata,
restringiendo mucho la introduccion de nuevos esclavos en
las colonias británicas, y no aboliéndola por completo, puesto
que exceptuaba ciertos, aunque muy determinados casos. En
la legislatura de 1806, al confirmarse por el voto del Parla-
mento aquellas disposiciones, se prohibió en un acta ó pres-
cripcion legal á todos los ingleses ocuparse del tráfico de ne-
gros hasta con paises extranjeros, y en el mes de junio del
mismo año adoptaron las Cámaras nuevas medidas para lo-
grar la definitiva supresian de la trata.


Rápidos en sus decisiones los hombres públicos de aquel
país, que tanto las meditan ántes de llevarlas al terreno de
la ejecucion, decretaron ya en 25 de marzo de 1807 severas
penas contra los que en lo sucesivo se ocuparan de extraer
negros del Africa, ofreciendo á la vez recompensas á cuántos
denunciaran trasgresiones de aquella ley; y resultando to-
davía ineficaces estas ámenazas oficiales, para cortar de raiz
el contrabando que, á pesar de todo, hacian los capitanes
negreros, se promulgó en 1811 un acta clasificando la trata
entre los delitos de traicion y sometiendo á los contravento-
res á los más duros castigos. Tampoco fué esto bastante para
reprimir el abuso, y tuvo que recurrirse finalmente por otra
ley á considerar como un acto de piratería el que los súbditos
británicos se ocuparan en el comercio de esclavos.




CA.PÍTULO V 281


A este tiempo fué derribado Napoleon de su poderío; yal
regresar Fernando VII al trono de España, conservado en
parte por los ingleses, con el apoyo que todos conocemos, las
circuustaucias obligaron al rey á acoger las proposiciones
que por la iniciativa de aquellos le hicieron los aliados en el
Congreso de Viena, respecto á la supresion del comercio de
negros, y se comprometió en el articulo segundo adicional
del tratado que firmó en Madrid el 5 de julio de 1814, á dic-
tar órdenes al efecto tan pronto como tomase las riendas de
la gobernacion.


Tres años habian trascurrido ya sin que Fernando cum-
pliera su real palabra, cuando por las excitaciones continuas
de Inglaterra, que jamás descuida lo que se propone y le
conviene, se le instó á firmar el tratado de 23 de setiembre de
1817 que celebraron en Madrid su ministro de Estado Don
José Garda de Leon y Pizarro y D. Enrique Wellesley, mi-
nistro plenipotenciario del rey Jorge III de la Gran Bretaña.
En aquel conv.enio, ratificado en 22 de noviembre del mismo
año, se establecieron las Comisiones ó tribunales mixtos de
presas que habian de instalarse y residir uno en las posesio-
nes coloniales de España en América, y el otro en la costa de
Africa; y seguidamente se publicó la real cédula de 9 de di-
ciembre que psrmitia hasta el 30 de mayo de 1820 la extrac-
cion de bozales negros de la costa de Guinea. Disposicion que
habia de producir y produjo por negligencia en su cumpli-
miento, tantas reclamaciones y disgustos internacionales,
que quizás aún no han terminado y están, cuando más, en
suspenso de~de que en 1868 se dió en Cuba el grito de insur-
reccion (6).


Debilidad reconocida por el propio Fernando VII fué aque-
lla, sin duda, cuando el ministro Pizarro, el mismo que au-
torizó el convenio, manifestaba el daño que la supresion de la
trata iba á causar á la agricultura de las Antillas españolas,
y decia al capitan general de Cuba al comunicarle en 18 de
enero de 1818 varias instrucciones reservadas sobre la ejecu-
cion del tratado que, «tanto para evitar las violencias de los.




282 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


»ingleses, como para atender al desarrollo futuro de la raza
»negra en nuestras colonias, se cuidase mucho de que los
»armadores de expediciones para Africa fuesen españoles, lo
»mismo que los buques en que las hicieran, y de que retor-
»nasen siempre por lo ménos con una tercera parte de hem-
»bras, para que propagándose la especie se hiciera ménos
»sensible en lo futuro la supresion del tráfico.» (7) Y cuando
tales disposiciones dictaba no era tan escaso el número de ne-
gros de ámbos sexos que existian en Cuba, pues del censo
hecho en 1817 por el intendente Ramirez, resultaron 313.203,
y de ellos 199.145 en la servidumbre; apareciendo de los
cálculos del Sr. la Sagra relativos á aquella época, que los li-
bres de color estaban en una proporcion de 52 varones por 48
hembras, mientras la de los esclavos era de 62 y 38 respec-
tivamente. Verdad es que la raza en vez de multiplicarse dis-
minuía de un modo extraordinario, como lo demuestra la com-
paracion entre el número de negros existentes y los importa-
dos en la isla desde el tiempo de la conquista (8); pero hay á
nuestro juicio que tener en cuenta para apreciar estas bajas,
lo que influyeron las guerras, allí constantes hasta los pri-
meros años del presente siglo, y las traslaciones al continen-
te próximo, cuando era todavía nuestro, de no pocos hombres
de color, así soldados como siervos, y dependientes de los co-
lonos de aquellos reinos.


Muchos de los abolicionistas ingleses que á la vez estaban
interesados en el nuevo comercio de las Indias Orientales,
viendo despues de la supre::!Íon de la trata que no disminuia
la prosperidad del Sur de los Estados-Unidos, ni la riqueza
agrícola de la isla de Cuba, en la que ya fijaban á menudo
sus envidiosas miradas, trataron de seguir adelante sus pre-
tensiones, pidiendo la absoluta abolicion de la esclavitud como
acto humanitario. ¿No seria más bien con el propósito de matar
el comercio en América, para que adquiriera mayor vida el na-
ciente de las posesiones británicas de la India Oriental?


Cual consecuencia lógica del triunfo completo obtenido en
la primera concesion, lanzaron al público el proyecto de aca-




CAPÍTULO V 283


bar por completo con la esclavitud, llevando adelante su pro-
pósito con más fuerza desde un principio de la que emplearon
al ocuparse de la supresion del tráfico, y áun con mayor efi-
cacia, porque las sociedades filantrópicas, nacientes en aquel
tiempo, habian ya adquirido gran vigor y poderío con la aso-
ciacion de muchos importantes hombres públicos. Contaron
entre éstos algunos de los que en los gobiernos representati-
vos toman la política como género mercantil, los cuales diri-
gieron mutiplicadas peticiones al Parlamento, organizaron-la
parte de la prensa que se halla siempre dispuesta á defender
todas las causas cuando con largueza se la remunera, y áun
se crearon periódicos al efecto para la polémica violenta sobre
el asunto, con el fin de atraer hácia él la públiea atenciou. Y
dispusieron tambien de las sectas, tan numerosas en Inglater-
ra, de los cuákeros, metodistas, anabaptistas, y otras, que
por su parte agitaron los ánimos en el templo, en los clubs y
en meetings, mientras los colonos de las Antillas recurrian al
gobierno y al país con repetidas reclamaciones contra aquellos
filántropos, predicadores de la ruina de la propiedad agena,
para acrecer y dar más valor á la própia.


En una de aquellas representaciones, decian los propieta-
rios de la isla de San Cristóbal al gobierno en 13 de diciem-
bre de 1828: «Si el ministerio desea sacrificar las Indías Oc-
»cidentales á los filántropos del Parlamento inglés, á fin de
»asegurarse sus votos, desearnos que el sacrificio tenga lu-
»gar cuanto ántes; pero debe entenderse que en tal caso, el
»que posea alguna cosa'en nuestra infortunada isla, maldeci-
»rá la credulidad con que habia confiado en el honor é inte-
»gridad del gobierno británico.») Y en otros escritos llegaron
hasta el punto de amenazar al mismo gobierno «con aban-
»donarlo todo, inclusas sus propiedades, si no se les atendia,
»dejando que las consecuencias que pudieran originarse re-
»cayesen sobre los poderes públicos, quienes de ellas debe-
»rian dar estrecha cuenta á la civilizacion.») Pero los aboli-
cionistas no cejaron y dieron, para extender la publicidad,
cada vez más calor á la polémica.




284 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


L03 rumores de ésta y del tumulto producido con semejan-
tes discusiones, natural era que llegaran á las chozas de los
esclavos, yen ellos despertasen, como sucedió, el sentimiento
de sus derechos, nunca ántes de aquel tiempo conocidos y
entónces enseñados por los teóricos libertadores, quienes con
el terco prurito de exhibir su celo filantrópico, intentaron
hasta borrar el sello moral y los distintivos de raza guinea
con que la naturaleza habia formado á los bozales. Presentá-
ronlos descriptivamente en su afan hiperbólico como perfec-
ciones antropológicas, víctimas de la injusticia humana, y
merecedores muchos quizás de figurar en las primeras ele-
vaciones sociales; si bien, y ésto es tan práctico que nos-
otros mismos lo hemos visto, ninguno de aquellos sé-
ríos ingleses hubiera nunca estrechado en la intimidad de
la vida doméstica, ni estrecha jamás con. su mano la de un
negro, aunque sea tan libre como los desdichados que hizo
Lincoln por ódio á los plantadores del Sur. De la agitacion
levantada en las negradas, que fué haciendo cada dia más
dificil el estado de las colonias, é imperiosamente necesaria
una solucion del gobierno británico, tuvo que tomar éste
acta por fin, y fijándose en el asunto con igual interés que
cuando se trató de suprimir el tráfico africano, empezó á es-
tudiar los medios de encaminarlo á la solucion ménos peli-
grosa y que ménos lastimase los derechos de la propiedad
particular.


Animados en el ínterin los siervos de Jamáica con las pre-
dicaciones de los antiesclavistas, y manifestándose en conse-
cuencia poco sufridos ya los que durante tres siglos habian
estado conformes con su suerte de trabajadores, se lanzaron
en las tenebrosidades de la conspiracion, y cuando por las
demoras del gobierno y de las Cámaras británicas les hicie-
ron comprender los agentes de la propaganda, que era exce-
siva una resignacíon, en la que colectivamente jamás los ne-
gros habían pensado, se sublevaron éstos el año de 1831, J
convirtieron los campos de aquella isla en lagos de sangre.
Tan de salvajes fué la acometida, que á pesar de las rápidas




CAPiTULO V 285


medidas de rigor que se adoptaron para contener la horroro-
sa rebelion, durante la cual se incendiaron campos y fincas,
indemnizadas luego en más de 20.000 libras esterlinas, que
fué preciso matar unos 10.000 rebeldes para lograr que los
.otros se sometieran á la autoridad de sus patronos. Aquel
sangriento acto sedicioso lo tomaron por motivo los jilántro-
pos para reanimar violentamente las medio apagadas polé-
micas sobre abolicion, 'en las que los colonos acusaban á los
abolicionistas de haberlo provocado con sus imprudentes dis-
cursos, y éstos les respondian, fundando sus réplicas siempre
en una exagerada é hipócrita filantropía, y haciendo alarde
de ser los más legítimos defensores de la humanidad; como
si á ella no pertenecieran las innumerables familias de blan-
cos inmoladas por las sanguinarias turbas negras. Estrecha-
da así la Cámara de los Oomunes por las quejas de unos,
las acriminaciones de los otros y las exigencias de la opi-
nion pública, nombró por fin una comision para qua infor-
mara acerca del verdadero estado de las colonias, y particu-
larmente de la de Jamáica, y sobre los medios de verificar la
abolicion en ellas; cuya comision informativa, en el dictámen
presentado en 11 de agosto de 1832, declaró paladinamente
que urgía adoptar medidas prontas y eficaces para sacar las
posesiones inglesas en las Antillas de la situacion angustio-
sa en que se encontraban.


En el punto á que con ésto habian las cosas llegado, no
podia ya el gobierno retroceder, yentónces fué cuando lord
Stanley, secretario de Estado y de las colonias, propuso al
Parlamento, con fecha 14 de mayo de 1833, la abolicion de la
esclavitud en todas las posesiones de la Gran Bretaña. Como
no podia ménos de esperarse, estando la opinion tan hecha y
trabajada, mereció el proyecto ministerial la aquiescencia y
el voto favorable de ámbas Cámaras, y obtuvo fuerza de ley
en 1.0 de agosto de 1834; pero con el objeto de que los ne-
gros esclavos no pasaran repentinamente á la libertad com-
pleta, de la que hubieran sin duda abusado, y para que fue-
ra paulatina la perturbacion que una medida tan trascen-




286 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


dental habia de producir en las colonias de América, se creó
una posicion intermedia de aprendizaje. Quedaban por ella.
todos los libertos mayores de seis años sujetos en casa de sus
dueños hasta 1839 Ó 1840, segun procedieran de la clase de
trabajadores rurales ó de la de domésticos y urbanos; y á la..
vez fué votada una indemnizacion de veinte millones de li-
bras esterlinas para compensar á los dueños, cuando aquel
plazo terminase, de las pérdidas que la ejecucion de la ley
les ocasionara (9).


Al tiempo de publicarse la ley, se nombraron magistrados
especiales para que pasaran á las colonias á dilucidar las
cuestiones que forzosamente habian (le suscitarse entre due-
ños y aprendices, y para que su presencia allí activara el
reconocimiento del acta de abolicion por parte de las Asam-
bleas locales. Compelidas éstas por la urgencia de las cir-
cunstancias, tuvieron unánimemente que asentir á todo, y en
consecuencia sus hombres, temiendo que la situacion se agra-
vara con nuevas complicaciones si la abandonaban á sí pro-
pia, dedicáronse desde luego á redactar reglamentos para
mantener la disciplina en aquellos aprendices, que tan esca-
sos de inteligencia como poco dispuestos á una buena volun-
tad, no sabian ó no querian contener á un tiempo en su ce-
rebro la idea, ni hermanar la obligatoria ley del trabajo con
los preceptos de la emancipacion; y promovian diariamente
graves disturbios, aumentados además con su poca confor-
midad en la distincion que aquella establecia entre los apren-
dices rurales y los que no lo eran, pues todos pretendian ob-
tener al mismo tiempo la libertad completa.


Tan frecuentes llegaron á hacerse entónces la~ represiones
oficiales por el espíritu de insubordinacion dominante entre las
gentes de color, que, segun manifestó el gobernador de Ja-
máica, lord Sligo, al gobierno inglés en 22 de junio de 1836,
los castigos que habian tenido qne aplicarse en la isla á los
aprendices desde 1.0 de agosto de 1834 hasta aquella fecha,
ascendian á 25.395; lo cual no habla muy alto ciertamente
en favor de la filantropía y prevision británicas; sobre cuyo




CA.PÍTULO V 287


asunto decia oficialmente tambien sir Lyonel Smith, sucesor
de lord Sligo, en 27 de octubre de 1837, que la condicion de
los aprendices era ya mucho más insufrible que la primitiva
esclavitud (10). Y nada, en verdad, tenia esto de extraño,
pues no habiéndose operado más cambio con la aplicacion de
la nueva ley que el de sustituir la autoridad del magis-
trado á la del dueño respecto de los negros, si alguna dife-
rencia notaban éstos en su modo de ser despues de publicada
la abolicion, era negativa, como lo eran asimismo las venta-
jas sociales, entre las que no podian por cierto tener tal nom-
bre la intranquilidad contínua en los ánimos y el cansancio
de los propietarios y cultivadores. Deseando éstos salir de
una vez de tan violento y peligroso estado, y realizar pronto
sus fortunas los que esperaban indemnizaciones, acordaron,
por el despecho imbuidos, la emancipacion general, la que
sin excepcion llevaron á término en 1.0 de agosto de 1838,
lanzando de golpe al campo de la libertad 350.000 esclavos,
aunque para hacerles frente apénas llegaban á 20.000 los
blancos colonos de la isla.


Funesto fué tal arranque de despecho, en la más impor-
tante de las Antillas inglesas, para la riqueza agrícola é in-
dustrial. Las fuentes de prosperidad fueron desde luego aban-
donadas por aquella raza, refractaria siempre á todo trabajo
espontáneo; cuyos hombres, segun dice Mr. Shoelcher, dedi-
cáronse á pescadores y á otras perezosas ocupaciones, y al
üficio de costureras las mujeres más honradas, así que se
les hizo comprender, al cambiar la situacion, que el nuevo
estado de libres no les daba derecho á la propiedad de los
campos, donde hasta allí habian trabajado, ni á la de las
fincas de sus pasados y recientes dueños que pretendian usu-
fructuar; aferrándose tanto en estas erróneas pretensiones al-
gunos de los libertos, que hubo precision de expedir órdenes
enérgicas para contenerlos en el límite de sus deberes (11).
Lanzados en la vagancia aquellos numerosos grupos de ne-
gros, no podian permanecer mucho tiempo sin causar gra-
ves perturbaciones en la paz pública, y para evitarlas se ace-




288 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


leró por los plantadores la organizacion del trabajo libre; pero
al llegar el momento de fijar el precio de los jornales yel de
los alquileres de las viviendas que los jornaleros habian de ocu-
par en las propiedades de' sus anteriores dueños, fueron tan
exorbitantes los tipos que los negros impusieron á su trabajo
personal,como los que fijaron los propietarios á sus casas;
resultando del espíritu intransigente y del ódio que á unos y
á otros animaba, destempladas discordias, en las que tuvo la
antoridad que mediar tambien para que no se convirtieran en
sangrientas colisiones.


Cual fruto esperado del tiempo perdido en las disputas y en
las resistencias, tanto de los libertos como de los colonos,
apareció en seguida la natural depreciacion en las propieda~
des, el decaimiento en las producciones, el inmediato desór-
den y la consiguiente miseria, en fin, comparada con la
prosperidad que aquellos brazos bien dirigidos hubieran po-
dido continuar dando; y vinieron despues las escenas de san-
gre y luto de necesidad precisas donde la emancipacion se
verifica precipitadamente; lo cual, presenciado en Jamáica y
en las demás Antillas inglesas, puede esperarse en cuantas
colonias se planteen parecidos sistemas. Lo propio poco más
ó ménos ha ocurrido en todos los puntos donde se ha dejado
á los negros sueltos ántes de educarlos; así en los Estados-
Unidos, que primero que nadie decretaron la emancipacion
de los del Norte el año de 1807, como en Méjico, que la llevó
á cabo en 1824; y así en las colonias francesas planteada
desde 1793 á 1814 Y definitivamente en 4 de marzo de 1831,
como sucede en los Estados del Sur de la Union americana,
donde concluyó la servidumbre cuando Lincoln, para destruir
aquellos ricos territorios, empezó por arruinarlos con el de-
creto de abolicion de 22 de setiembre de 1862, que publicó,
es cierto, apremiado por las exigencias de la guerra civil,
promovida, no sólo para dilucidar si la autoridad federal po-
día ejercerse sobreponiéndose á la local en las cuestiones de
esclavitud, sino por Mios de raza y envidias del Norte á los
Estados meridionales, y que terminó con la devastacion de




CAPÍTULO V 289


aquellos ricos territorios de la república y la infelicidad de
cinco millones de habitantes de color, desdichados de8de que
son libres (12).


Estos hechos tan elocuentes no los aducimos aquí, en
verdad, pam declararnos en absoluto adalides de la esclavi-
tud, pues torpes estariamos, sin duda, en apadrinar un ana-
cronismo y en seguir una opinion asáz sospechosa en los
tiempos en que vivimos, sino sólo para probar" que la raza
negra, bastante inferior á la nuestra en dotes "intelectivas,
necesita ser dirigida, necesita ser estimulada al trabajo, ne-
cesita depender de una raza superior como han necesitado
vivir y vivirán siempre subordinados el pobre al rico, el pri-
vado de dotes intelectuales al hombre de talento, el ignoran-
te al sábio, y los desdichados á aquellos á quienes la suerte
halaga. Creemos y estamos profundamente convencidos de
que la esclavitud de la raza negra tiene en sí una cosa muy
mala, y ésta es el nombre, que hoy ya no suena bien. Trái-
gase aquella esclavitud, la de las Antillas españolas, única
ya en el Nuevo mundo, tráigasela al proletariado europeo
con la diaria y sana manutencion que el negro disfruta, con
el abrigo que en dos trajes anuales recibe, con la esmerada
asistencia facultativa, con el prudente descanso que tiene en
el trabajo y con el usufructo del conuco ó pequeña huerta
que para sí explota, y como de su propiedad y en beneficio
propio se concede al esclavo, para que pueda con los ahorros
que le produce coartarse paulatinamente, ya que en los bienes
morales es bien poca la diferencia de los que ambas clases
obtienen de los teoristas modernos, y con la tiranía de aque-
lla esclavitud desaparecerá la mayor parte del proletariado
de los pueblos de España, convirtiéndose á poco en clase mé-
dia y pasando sus individuos á una situacion mucho más des-
ahogada y feliz que la que hoy arrastran. Pero en cambio
llévesele al negro toda la opresion de las libertades que nomi-
nalmente disfrutan en su mayoría los trabajadores y jornale-
ros de las naciones de Europa, llévese le toda la miseria y to-
das las desdichas que consumen la vida del esclavo blanco, y




290 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


entónces sí que será el negro víctima de la más cruel, de la
más inhumana y de la más insoportable de las esclavitudes.


Tal vez estas exclamaciones arranquen alguna sonrisa de
compasion á ciertos apóstoles filántropos, abolicionistas de
esos que reciben con puntualidad sus sueldos por serlo y por
mostrar al mundo la abnegacion de que son capaces y sus
públicos sentimientos caritativos. De esos que cuanto más di-
cen, como Lincoln, que «dando la libertad al esclavo se asegu-
'J"a la libertad del libre», porque el libre se impondrá, como ya
en sus huelgas lo ensaya; y de esos blancos, en fin, escla'Vos
de los esclavos negros, porque de la existencia de estos viven,
y sus desdichas explotan. Mas desde que hemos con certeza
averiguado que algunos de tales filántropos se prepararon á
emprender el oficio de apóstoles humanitarios abjurando el
de negreros ó vendiendo á sus madres ó hermanos de leche
quizá á diferentes compradores, no les hemos hecho gran ca-
so, ni debiera hacérselo la sociedad, poco conocedora de lo
que ellos se encargan de explicarle para engañarla, ántes de
convencerse de la procedencia, de la moralidad, del patriotis-
mo y del modo de vivir de tales sujetos (13).


Sin la pretension nosotros de oponernos á las modernas
corrientes, que no otra cosa seria el defender ahora la conti-
nuacion de la esclavitud negra en dominios blancos, diremos
con toda la sinceridad de nuestras convicciones que aquella
institucion, aunque fatalmente necesaria en la familia huma-
na, debe ya cambiar el nombre; porque la hora ha llegado de
recibir nueva forma, porque debe el esclavo convertirse en
trabajador, porque los que obligados han vivido á tener una
religion y á depender de una disciplina natural y social que
les subordinaba al más poderoso y al más inteligente, deben
ya pasar al goce nominal de los derechos sociales, ~l patrona-
to del que quiera ocuparles y á regirse por sí y sin la protec-
cion de dueño alguno blanco, en una sociedad donde hay
muchos que le pueden engañar, y le engañarán ciertamente;
porque debe por fin ser el negro ciudadano y no ser siervo,
y pasar ya por hombre y no considerársele como máquina,




CAPÍTULO V 291


cual dan á entender los neo-filántropos que han sido conside-
radas hasta el presente las gentes de color en las partes civi-
lizadas de la zona tórrida. Para esto se necesita reglamen-
tarles, sin duda, sujetarlos á las penalidades de un duro Có-
digo, como lo son para el sencillo hijo de la raza etiópica
los que se elaboran por los legisladores que tratan de corre-
gir las maldades del hombre de la civilizacion; se necesita
poner al negro bajo la vigilancia de comisiones oficiales y de
filántropos con servicio obligatorio, que no podrán evitar,
quizás, que el hombre de color eche á poco de ménos la es-
clavitud, cuyo nombre ni siquiera le será permitido pronun-
ciar por lo disona~te de la palabra, aunque perezca de mise-
ria; ni que deje de recordar al patrono que, en su primitiva y
humillante situacion social, se encargaba de pensar por él y de
atender sus necesidades, y de procurarle sencillos goces sin
exigirle más en cambio que el trabajo consentido por las pro-
tectoras leyes de Indias.


Pero así y todo, con la artificiosa condicion de ciudadanos,
~serian realmente libres los negros en una sociedad de blan-
cos'? A nosotros, que hemos visto de cerca á los libertos de
color con el carácter de trabajadores rurales y no rurales, no
nos ha sido posible distinguir entre ellos los signos induda-
bles que al verdadero ciudadano distinguen, como en los Es-
tados regidos por negros, que pretenden basar su organiza-
CÍon social y política en Constituciones pensadas por hombres
blancos, no hemos visto tampoco más que caricaturas de los
gobiernos que intentan parodiar. Yes que en la creacion
cada cosa tiene su manera de ser, y limitado su círculo de
actividad, y habiendo señalado entre sus leyes inmutables
desde los tiempos históricos la necesaria y fatal de la exis-
tencia de las razas, éstas propenderán siempre á moverse y
distinguirse por sus peculiares caractéres, entre los cuales,
la tendencia á la unificacion y el espíritu de ódio á las razas
contrarias, no desaparecerán nunca sin la destruccion de una
de las partes contendientes. Así lo han comprendido y prac-
tican con éxito, y no sabemos si con el nombre de indispensa-


21




292 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


ble filantropía, los norte-americanos respecto de los indíge-
nas ó pieles rojas y de los habitantes del Sur, descendientes
en su mayoría de nobles familias españolas y francesas; y
aunque con interés opuesto hacen lo mismo los partidarios
indios de Juarez en Méjico, con los descendientes de los con-
q uistadores del Anah uac.


Por eso nosotros, ya que parece haber llegado la hora de
la desaparicion de la esclavitud, creemos que cuantas dispo-
siciones se dicten para organizar la raza negra en nuestras
Antillas, no deben llevar el carácter de permanentes y defini-
tivas, sino el de provisionales, y sólo por el tiempo necesario
para sustituir los brazos negros con trabajadores blancos, y
mientras la colonizacion de europeos ahuyente los restos de
la raza de color. Porque restos únicamente quedarán en esta
á poco de declararse libres; pues cuando dos razas vivenjun-
tas con iguales derechos, sabido es que una de ellas no pue-
de ménos de estar sometida á la otra, y como la 'blanca no
consentirá jamás estarlo á la que considera inferior, tendrá
su contraria que desaparecer por la extincion ó por las emi-
graciones.


Lo primero seria todavía ménos humanitario que la pro-
pia esclavitud, y lo segundo, como dice muy bien y con gran
conocimiento del asunto el Sr. Vazquez Queípo en su In-
formeflscal (14), no podria verificarse sin gran injusticia y
con la más notable falta de tino político, si en su ejecucion
se seguían la práctica de los Reyes Católicos con los judíos,
ó la de Felipe III respecto de los moriscos. En la proporcion
en que negros y blancos están en nuestras Antillas, los pri-
meros no tendrán más remedio que desaparecer cuando sea
un hecho la emancipacion; y los poderes públicos, antici-
pándose á la marcha natural y obligada de los acontecimien-
tos, deberian ya procurar que paulatinamente, y á medida
que la colonizacion blanca creciera, fuesen á la zQna que la
naturaleza les tiene señalada trasportados los libertos ne-
gros, quienes siempre llevarian allí, para disminuir la barbá-
rie de sus progenitores, algunos átomos de la ilustracion y de




CAPÍTULO V 293


los principios religiosos aprendidos entre los blancos, y coad-
yuvarían á realizar la más grande y verdadera de las hu-
manas conquistas, introduciendo nociones civilizadoras en
las hordas de aquellos hijos de la naturaleza. Inconvenientes
sin duda se tocarian en la aplicacion de estas mudanzas, y
muy sensibles para el corto número de afortunados de nues-
tras Antillas, que hoy obtienen un fabuloso rédito á, su capi-
tal, y despues tendrian que contentarse temporalmente con un
equitativo y módico interés; aunque esos opulentos, ante la
obligatoria realizacion de tan humana y tan beneficiosa idea,
no vacilarian quizás en prestarse y contribuir al bien general
con su desprendimiento y abnegacion. Ellos saben y todos de-
ben saber que, si nuestras posesiones de América han de con-
tinuar siendo españolas y no más sostenedoras de la esclavi-
tud, tienen que blanquearse tanto como los Estados-Uni-
dos están blanqueando sus territorios del Oeste y del Sur, pa-
ra unificarlos y hacerlos suyos por mucho tiempo; compren-
diendo, como nosotros creemos, que las razas de color no
pueden ser libres sino viviendo sólas, pues aunque posean
escritos los "má,::; ámplios derechos liberales, jamás evitarán
la tutela tácita ú oficial, mientras permanezcan juntas con
los hombres blancos.


Ántes de terminar éstos párrafos sobre la esclavitud, y
" ampliando las indicaciones que preceden, con el fin de con-
jurar ú tiempo los males fatalmente necesarios en nuestras
Antillas, cuando al decretarse la emancipacion se coloquen
una en frente de otra dos razas libres de diverso color y de
distintas tendencias, nos atreveremos, contagiados tal vez por
el espíritu proyectista que hoy, cual en las épocas de gran
perturbacion moral, en todas las esferas domina, á exponer
un medio que á nucstrü juicio pudiera usarse para que no
se realicen los conflictos esperados de un acto de tal gra-
vedad.


El últimJ ccns) de la poblacion de Cuba, veríficaio el año
1867, daba una existencia de 605.461 habitantes de color, y
entre ellos 379.523 esclavos: cuya gente de color, despues de




294 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


cuatro años de guerra y sin la introduccion de expediciones afri-
canas, podemos, siguiendo los cálculos del Sr. la Sagra (15),
considerarla sin exageracion reducida á 290.000 esclavos
y 190.000 libres pr6ximamente, 6 sea un total de 480.000
habitantes amenazados de ser ciudadanos tan pronto como la
ley de emancipacion se plantee. Ent6nces éstos, por costum-
brey por inferioridad, continuarán, á pesar de todo, sirviendo
y obedeciendo á los 700.000 blancos, que poco más 6 ménos
habitan enla isla (16); y como la vida de los libertos será en
seguida de la abolicion la del condenado al exterminio, segun
la tendencia que respecto de los negros libres hemos podido
observar en estos últimos años, y de la que hablaremos más
adelante, deben la caridad cristiana, que es la verdadera fi-
lantropía, al mismo tiempo que una sábia política prevenirlo,
y separar al efecto del campo del peligro á los séres que aún
pueden llenar un fin en la historia de la humanidad como
instrumentos civilizadores.


N o se nos ocurre medida más eficaz para conseguir ésto
que la traslacion al. Africa de aquella considerable masa de
criaturas humanas; imitando el procedimiento que los norte-
americanos usaron con sus negros del Norte para formar la
república de Monrovia ó Liberia en 1821, Y más tarde las co-
lonias de Bassa Cowe y otras; pero no verificando la trasla-
cion de una vez, ni en un sólo año, porque seria material-
mente imposible, sino de un modo regular y paulatino. Ex-
trayendo cada anualidad, por ejemplo, de la isla de Cuba
para las costas de Africa 15.000 individuos de color, de ellos
5.000 pertenecientes á la actual clase de libres y 10.000 á la
de esclavos, y cuidando con esmero de que en cada expedicion
fueran familias completas y allegados de la misma nacion y
procedencia, para que allá formaran centros de po blacion que
pudieran desarrollarse y defenderse de sus progenitores los
salvajes, se conseguiria en diez años extinguir la raza negra
en Cuba, contando al efecto tambien con las enórme;; bajas
naturales que tiene; y siguiéndose el mismo sistema en la isla
de Puerto-Rico, desapareceria por completo la esclavitud de




CAPÍTULO V 295


las posesiones españolas. No deben alarmarse, no, con este
proyecto los hacendados é industriales que en el trabajo ne-
gro tienen fundada su riqueza, pues para no trastornarlo en
los primeros momentos de la reforma, que en todas las apli-
caciones son siempre los más difíciles, tienen ya para reali-
zarlo concedida la reciente autorizacion qUé permite introdu-
cir en Cuba 50.000 canarios, habitantes hoy en el continente
americano, y por consiguiente aclimatados, que podrian con
ventaja reemplazar en las faenas agrícolas y suplir á los
10.000 esclavos que habria de ménos el primer año del plan-
teamiento.


Para el segundo y siguientes años se tendrian sin duda
emigrantes con exceso siempre que á los primeros se les
cumplieran las promesas ajustadas, y podria tambien á la
vez fomentarse la emigracion de los hijos de nuestras costas,
que en gran suma se prestarian á embarcarse si en cambio
se les eximia del servicio militar donde se exige, y particu-
larmente los de las provincias del Norte y las Vascongadas,
desde las que cada año, en número de 20 á 30.000 hace
tiempo qu~ á Méjico, á Venezuela, á Buenos-Aires, á Mon-
tevideo y á otros puntos de la América se trasladan solos,
y que entónces por familias enteras preferirian ir á las Anti-
nas con las mismas ventajas que á los canarios se ofrecen.
Estos emigrantes evitarian indudablemente que la agricul-
tura y la indústria se conmovieran de la manera trascenden-
tal que temen los potentados plantadores de Cuba, quienes,
si bien en un principio, aunque es dudoso, obtendrian de su
capital agrícola un interés algo menor del que en el día sa-
can, le verían á poco acrecer con la ap1icacion de la maqui-
naria modernamente ensayada en 10:; campos de Europa, tan
fácil de manejar á los inteligentes trabajadores blancos.


y aún si la inmigracion blanca peninsular é isleña no fue-
ra todavía bastante á satisfacer las exigencias de los planta-
dores, y para extraer de los campos de las islas españolas to-
da la riqueza que contienen, otro medio se presenta ante
nuestros ojos, humanitario y civilizador, fácil de aplicar




296 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


siempre que los pactos de buena fé se cumplan y las leyes
penales se apliquen con estricta puntualidad. Es este medio el
de introducir en nuestras Antillas marroquíes,jelahs 6 campe-
sinos egipcios y habitantes de la Abisinia ó antigua Etiopía y
de la Nubia, con el carácter de contratados, en cuya íntro-
uuccion sabemos que se ha pensado no há mucho, con el fin de
reemplazar los brazos del esclavo que diariamente y con
gran celeridad disminuyen, desde que empezó en Cuba la in-
surreccion. Tales egipcios ó nubios, que sólo con el nombre
de colonos tendrian que penetrar en nuestras islas, deberian
convenirse, no con el mismo compromiso que el de los actua-
les asiáticos, nunca con exactitud cumplido, sino con el de
servir ocho años justos bajo un régimen militar, aunque sin
más armas que los instrumentos agrícolas 6 industriales. Su-
jetándose el contingente de su introduccion á 20.000 cada
anualidad, entre ellos un tercio cuando más de hembras, lle-
garian á formar al terminarse el primer período de la con-
trata un número por lo ménos de 160.000, que se haría cons-
tante y seria suficiente con la paulatina inmigracion europea
para el no interrumpido desarrollo de los intereses materiales
de Cuba.


Terminado que hubieran estos colonos su compromiso, du-
rante el cual seria el Tesoro español en las islas el deposita-
rio de los ahorros que de sus jornales resultaran á cada con-
tratado, por cuyo medio se intervendria además directamente
en ellos, al presentar cada trimestre el patrono el, las res-
pectivas autoridades dichos ahorros y notas del estado de ca-
da uno de sus trabajadores; cuando éstos, decimos, tuvieran
que volver á su país, llevarian su peculio aumentado con el
interés ánuo de un cinco por ciento, y serian trasladados por
cuenta de las compañías explotadoras del negocio y bajo la
salvaguardia de un delegado oficial. Pero no sin que ántes
fueran sin excepcion examinados porJas juntas que los pode-
res gubernativo y judicial designaran, para cerciorarse de que
los patronos habían cumplido el compromiso que firmaron en
las contratas, de enseñar á sus trabajadores el idioma caste-




CAPÍTULO V 297


llano, los principios del cristianismo y los rudimentos de la
instruccion primaria, sin cuyos requisitos no podria conside-
rarse terminado el contrato ni libre el patrono de las respon-
sabilidades que por la ley se le exigieran.


Se dirá quizás que, dando esta forma á la organizacion del
trabajo, vendria á convertirse el hacendado en más esclavo
del trabajador de lo que es al presente; pero no sucederia tal
cosa, no, si el patrono cumplía nuestras leyes, siempre en
América humanitarias, y si con alguna abnegacion que en
muy poco afectase sus intereses, se prestaba sinceramente á
apoyar la medida, que realizaria uno de los mayores y más
positivos bienes de la España moderna. Con tal sistema daria
nuestra nacion, no sólo riqueza y vida exenta de sospechas á
sus p:>sesiones del Archipiélago caribe, sino una satisfaccion á
la humanidad en general; ya que con él tendria Cuba traba-
jadores africanos, el Africa civilizacion y la España, llevando
miles de familias cristianas y españolizadas á las misteriosas
regiones de la zona tórrida, crearia pueblos que pudieran en
el porvenir ser lazo político de union entre las nacionalidades
hechas ó las que por los contratados se fundaran. Y siendo
las Antillás españolas en lo sucesivo la escuela cristiana de
los africanos salvajes ó idólatras, el pueblo español cumpliria
la más grande de las misiones de su existencia histórica, ex-
tendiendo la civilizacion sin esclavizar, y conquistando afec-
ciones y reconocimcnto en el mundo sin el sacrificio de los
hombres.


La aplicacion de este proyecto no seria tan sencilla y fácil
como la exposicion de tan halagüeua teoría, po irán objetar al-
gunos, fundándose principalmente en el egoismo del pueblo
inglés, siempre prevenido para oponerse á todo bien en el
que no se le da participacion; mas hay que suponer, por los
quP. cual nosotros abunden en la buena fé, que cuando la In-
glaterra y las otras naciones vieran á España cumplir exac-
tamente la ley de emancipacion; cuando la vieran quitar
para siempre la esclavitud en sus dominios y ocupada en
convertir á sus negros en ciudadanos de un Estado indepen-




298 LAS INSURRKCCIONES EN CUBA


diente y protegido; cuando la viesen reunir en pueblos las
diseminadas hordas que salvajes han permanecido hasta aho-
ra, la Inglaterra y las demás naciones que tambien tienen el
deber de civilizar, aunque algunas lo ejerciten vejando á los
inocentes hijos de la naturaleza y cobrándose de ellos antici-
padamente enormes intereses, por un acto que sólo por la ab-
negacion y la filantropía debe ser inspirado; todos los pue-
blos, decimos, tendrian que aplaudir, en vez de censurar, las
buenas intenciones e::;pañolas. Además, ¿no formó Napo-
leon III sus Zouaves de africanos, y el Khedive Ismail-Pa-
chá engancha áun sus trabajadores y recluta soldados hasta
en las regiones más próximas á los orígenes del Nilo'? ¿Se ha
opuesto la Inglaterra acaso'?


Tambien se nos podrá argüir que parecido sistema se está
aplicando ya en los chinos sin conseguirse grandes resulta-
dos, y que pudiera aún extenderse á toda la raza lj.siática. Sin
embargo, nosotros, que hemos considerado siempre un mal
para la América la introduecion en sus dominios de colonos ó
contratados de Asia, omitimos indicar este medio, porque
aquellos hombres, más endebles, más viciosos, peor intencio-
nados y más sagaces que los de las demás razas, ni convie-
nen para el trabajo rudo y de fuerza, ni debe consentírseles
entre nosotros por el exagerado espíritu de absorcion que los
distingue, y porque aquella raza vieja, difícil de fundirse
con la nuestra, jamás prescindirá de su tendencia á dominar
y nos someteria á la larga con las habilidades que le son pro-
pias y con la constancia de sus propósitos.


Cuba latina, de los latinos solamente debe ser, y por eso
sólo consentirse pueden en ella y en períodos más ó ménos
largos trabajadores de razas sencillas ó de la caucásica que,
organizados con arreglo á nuestra bien meditada ordenanza
militar, se convirtieran por ella en soldados del trabajo los
contratados transitorios, á los cuales, perteneciendo á las cla-
ses de color, ni el dejar muladies ó mulatos permanentes debia
permitírseles, por las perturbaciones que la gente de san-
gre mezclada suele en los pueblos producir, ni que dejaran




CAPÍTULO -r 299


más huellas de su paso por las islas que la frondosidad en los
campos y el aumento en las balanzas mercantiles como pro-
ducto de su trabajo.


Con este nuestro proyecto, que únicamente indicamos por-
que la índole del libro no permite extendernos más, pero que
oportunamente pudiéramos desarrollar, seria posible despues
de algunos años la formacion en Afriea de nacionalidades que
ensalzaran el nombre del Dios de los cristianos en el propio
idioma que usó Santa Teresa de Jesús, y que no sólo exten-
diesen las luces de la civilizacion desde los lugares donde hoy
la barMrie impera á las misteriosas soledades del interior del
desierto, sino las relaciones mercantiles comunicadas con
signos de la escritura castellana, bastante distinta de la ára-
be para que se confundieran; obteniéndose además la reden-
cion de una raza esclava desde las más remotas edades, y
otra irrebatible prueba de que las razas no viven libres sino
cuando viven solas y civilizadas, pues ya la historia nos en-
seña que cuando dos distintas habitan juntas, una de ellas,
la más poderosa, ha de absorber y absorbe fatal é indispen-
sablemente á su contraria.


Por eso opinamos nosotros y aconsejamos á los poderes pú-
blicos, inspirados en los más humanitarios sentimientos, que
la abolicion de la esclavitud no se precipite, que no se sacri-
fiquen nuestros intereses, el povenir de muchos séres desgra-
ciados y hasta nuestro honor á las exigencias de algunos
filántropos por subvencion, y que cuando el momento llegue
de decretarse, se limpien de manchas negras las Antillas es-
pañolas.




300 LA.S INSURRECCIONES EN CUBA


111.


N o es por cierto de estos tiempos la idea de colonizar á
Cuba. El ilustre cubano vocal del Consejo de Indias D. Fran-
cisco Arango, ántes Citado, hizo ya presente al gobierno de
Madrid, cuando se firmó el tratado ab::>liendo el tráfico de
negros bozales, la necesidad que habia de adoptarse algunas
medidas anticipadas para reponer la falta de trabajadores
que resultaria suprimiendo la introduccion de los de Africa;
pero medidas eficaces que tranquilizaran á los colonos de las
Antillas españolas, quienes justamente alarmados al ver la
desprop::>rcion en los sexos de las gentes de color, temian que
la explotacion de las propiedades agrícolas terminase con la
extincion próxima de la raza esclava en las islas. Atendiendo
entónces los ministros de Fernando VII á tan prudentes ob-
servaciones, no sólo acordaron la real cédula que se publicó
en 21 de octubre de 1817, autorizando al general Cienfuegos
y al intendente Ramirez para que estimularan la coloniza-
cion blanca en la grande Antilla, sino la Real órden de 18 de
enero de 1818, que en parte hem::>s trascrito, disponiendo que
hasta el cumplimiento del pacto convenido con la Gran Bre-
taña, cargasen las expediciones negreras una tercera parte
por lo ménos de hembras para la propagacion de la especie
en Cuba y Puerto-Rico.


El incansable jefe de la hacienda cubana, D. Alejandro Ra-
mirez, que ya con anterioridad al recibo de aquella autori-
zacion, se habia ocupado con incesante empeño, de acuerdo
con el consejero Arango, en coadyuvar á los deseos que
éste le habia manifestado de parte del monarca, ofreció á to-
dos los europeos sin distincion, que quisieran trasladarse co-




CAPÍTULO V 301


IDO colonos á la grande Antilla, el pasaje gratuito y una
pension alimenticia durante los seis primeros meses de per-
manencia en la isla, además de una caballería de tierra (17)
en propiedad á todo el que hubiese cumplido la edad de diez
y ocho años. A los extranjeros se les ofrecieron las mismas
ventajas, y los derechos y privilegios de la naturalizacion, y
á los hijos que llevaran consigo igual gracia, despues de cin-
co años de residencia en la isla, aunque con la dura condicion
en cambio de obligarse á permanecer toda su vida en Cuba.


Estas disposiciones, aplicadas ya por Ramirez dos años
ántes en Puerto-Rico, al llevar á cabo el mismo pensamiento
de colonizacion, autorizado á su instancia en 10 de agosto de
1815, fueron confirmadas por la córte respecto de Cuba en la
citada real cédula de 21 de octubre de 1817 (18). Puestos de
acuerdo, en su vista, aquel activo intendente yel gobernador
Cienfuegos, acogieron unánimes el proyecto que les presentó
á principios de 1819, el coronel D. Luis Clouet, plantador
de la IJuisiana, para establecer en las proximidades de la
bahía de Jágua una colonia de cuarenta familia::; de labrado-
res;' las cuales con sujecion á las condiciones del real ordena-
miento se instalaron el mismo año en aquellos feraces terre-
nos, dando vida á un pueblo que el fundador Clouet bautizó
con el :p.ombre de Oierifuegos en memoria y por gratitud al
general que tanto ha bia protegido la realizacion de su pro-
yecto. Con tal rapidez creció la nueva poblacion, que es hoy
una de las más florecientes de la costa del Sur de Cuba.


Fué sin duda aquel plantador el primero que, previendo las
desdichas que la incalificable política del gobierno de los Es-
tados-Unidos reservaba á los colonos de las costas españolas
del Seno mejicano, se anticipó á los malos tiempos, decidién-
dose, ántes que la emigracion se hiciera general, á emprender
el camino que más tarde muchos tuvieron que seguir para
librar sus vidas; ya que los intereses y sus haciendas no po-
(lian salvarse de la rapacidad de aquellos hipócritas invasores
que, aún revistiendo sus codiciosos instintos con el brillante
atavío de las más virtuosas y simpáticas teorías republicanas,




302 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


descubrian sn repugnante fondo de maldad, lanzándose sin
consideracion ni respetos á la inj ustificada usurpacion de los
bienes agenos.


Es cierto que ellos á cada agresion ó usurpacion contesta-
ban con una amistosa promesa; pero iban mientras asediando
todas nuestras plazas de la Luisiana y de la Florida, hasta el
punto de que los gobernadores de Cuba, convencidos ya de la
mala fé de aquellos ambiciosos vecinos, tuvieron que prepa-
rarse para contenerlos en su camino. En los momentos á que
nos referimos, atendió el general Cienfuegos, con los medios
que el intendente Ramirez 'pudo proporcionarle, al abasteci-
miento de las plazas y al refuerzo de las guarniciones espa-
ñolas, con el fin de evitar una lucha abierta de nacion á na-
cion; para la cual presentaba sin duda motivos bastantes la
escandalosa piratería contra el comercio de España, desple-
gada con mayor encono desde que fué restituido al trono
Fernando VII, y el no ménos escandaloso contrabando ejer-
cido por numerosos corsarios yanltees, organizados despues
de hacer la paz con Inglaterra descaradamente y cual si fue-
ra asunto de la más legal y admitida especulacion, en la ma-
yor parte de los puertos de la república.


Tan indiferentes se mostraron el gobierno y los tribunales
de los Estados-Unidos á las contínuas reclamaciones que con-
tra tales abusos presentaban el representante de España en
Washington yel gobernador de Ouba, que éste se vió preci-
sado á corregirlos por sí mismo, deteniendo y encerrando en
los fuertes de la Habana á algunos americanos cómplices de
aquellos atentados, al saber las contestaciones que el presi-
dente de la república daba al diplomático español Sr. Onis.
Este pedia en debida forma que se pusiera fin en los puertos
de la Union al escandaloso armamento de expediciones aven-
tureras, que atacaban las poblaciones y propiedades españolas,
invadian nuestros dominios, y cargadas de presas adquiri-
das por la violencia, iban luego á aumentar con eUas la ri-
queza yankee. Y aquel jefe de Estado, con la más refinada
hipocresía, respondia «que las autoridades y tribunales del




CAPÍTULO V 303


»país velaban sobre la observancia de las leyes; que él como
»presidente habia adoptado un sistema imparcial de neutrali-
»dad, por 10 respectivo á la lucha entre España y América;
})que los administradores de las aduanas tenian órden de ad-
»mitir toda clase de buques sin detenerse en el carácter ó cir-
»cunstancias de su pabellon, con tal que pagaran los dere-
»chos establecidos y no turbasen la paz ó el buen órden en
»el país; que en caso de infraccion legal ó de delito probado,
»competia el recurso á los magistrados y tribunales de justi-
;l>cia y no al poder ejecutivo; que los gobernadores de cada
»uno de lQs Estados velaban sobre la observancia de la ley;
» que nada veia suficientemente probado en los casos de que
»se les habian presentado quejas; y que la Constitucion del
»Estado concedia entrada libre en él á todos los individuos de
»la especie humana sin excepcion, como no pertenecieran á
»reino ó potencia que se hallase en guerra con los Estados-
»Unidos» (19).


No eran verdaderamente tanto de extrañar estas incon-
gruentes respuestas en un gobierno, cuyo interés se combi-
naba con el del pueblo, y al que la tolerancia ó proteccion á
la piratería no dejaba de serIe lucrativa, como peregrina
cuanto absurda fué la pretension del general Andrés Jakson.
Pidió éste á Cienfuegos la libertad de los americanos presos
en la Habana por piratas, al tiempo que se apoderaba insi-
diosamente de San Marcos de Apalache, y con fuerzas nume-
rosas ponia en asedio á Panzacola, que á costa de mucha
sangre ocupó al fin, en 28 de mayo de 1818, por capitula-
cían de los 300 valientes españoles que la defendian ante
los 8.000 que Jakson mandaba. El gobernador de Cuba, in-
dignado, como no podia ménos, respondió á aquel general
enviando á nuestro ejército refuerzos, que reconquistaron á
poco, en febrero de 1819, esta última plaza; y el gobierno de
la metrópoli, que hasta entónces no habia querido conven-
cerse de la mala fé, de la pcllítica innoble, y de los medios po-
co dignos que en sus relaciones internacionales usaban los
Estados-Unidos, empezó á tocar la realidad y á cambiar ele




304 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


sistema. Otra cosa no podia suceder, cuando veia á aquellos
republicanos, que para proporcionarse fondos conque soste-
ner sus Bancos y hacer el comercio de la India, establecian
públicamente en la ciudad de Baltimore compañías para ar-
mar corsarios con bandera insurgente, ó más bien expedi-
ciones piráticas, comprometidas «á llevar á los diversos puer-
»tos de la Union el producto de sus robos, hechos, no sólo
»contra España y Portugal, sino contra buques de las dé-
»más naciones» (20). El gobierno de España, que habia ago-
tado ya todos los recursos de la política más deferente y per-
suasiva, y que no contando con fuerzas para una guerra con
aquellos Estados, porque desangrada la nacion por la de la
independencia, y las que se guia en la América española, su-
blevada todavía, nada le era fácil concertar, se convenció al
fin de que era el norte-americano un pueblo con el que no se
podia tratar más que por la fuerza, é imposible de reducir
por la lógica de los razonamientos y tuvo que ceder ante las
exigencias de la impotencia material y de la debilidad moral
en que nos habian colocado en América las torpezas de los
constitucionales de Cádiz; viéndose precisado á tratar con los
yankees el convenio de 22 de febrero de 1819. Degradante,
en verdad, para el altivo carácter español, pero tambien in-
evitable en el estado de inanicion en que nos encontrábamos.


Cedió España por aquel tratado á la república americana,
que tanto habia contribuido á nuestras desgracias, todos los
territorios que le pertenecían al Este del Mississippi, exten-
didos desde la márgen izquierda de aquel gran rio hasta las
costas del Océano, y conocidos con los nombres de Florida
Occidental y Florida Oriental; cuyos límites se fijaron en-
tónces en la desembocadura del Sabina, en el Red River ó
rio rojo de Nanquitoches, yen el Arkansas; acordándose á la
vez que fuera comun á ámbos pueblos la navegacion por es-
tos rios. Con tal cesion creyó Fernando VII zanjar todas las
reclamaciones que entre España y los Estados-Unidos per-
manecian vivas desde el convenio de 11 de agosto de 1802,
y no fué así, sino más bien puede decirse que con tal mo-




CAPÍTULO V 305


tivo obtuvo la pertinacia norte-americana una victoria so-
bre nuestro fatalísimo no importa, despues de diez y ocho
años de discusiones. En ellas tuvo ocasion de adquirir nues-
tro gobierno pruebas bastantes, y en su resultado final un
perfecto, aunque muy caro y doloroso convencimiento, de
que la ambiciosa política de aquella república, reclamaba por
nuestra parte seguir en lo futuro una muy distinta de la
confiada, condescendiente y por demás caballerosa que en
todos tiempos habiamos usado con tales gentes. Pero de na-
da sirvió la enseñanza, ni probablemente servirá en lo su-
cesivo, cuando los que se dicen politicos del porvenir, ósea
muchos de nuestros exagerados hombres de partido, con sen-
timientos ménos españoles de lo que debieran, se empeñan,
ciegos por un injustificado apasionamiento, en pintar entre
nosotros á la Union americana como un acabado modelo de
virtudes políticas, para fascinar tal vez y hacer simpáticas
las ideas republicanas federales á los neófitos de la moderna
escuela, á quienes presentan aquel pueblo adornado con be-
llezas imponderables, que lo serian sin duda si fueran ver-
daderas, pero que en realidad carece de cuanto idealismo y
perfecciones sus admiradores lo revisten.


Lo que la Union era en la época á que nos referimos,
no necesitamos nosotros decirlo, ni queremos, para evitar que
se nos tache con la nota de apasionados, présentarla en el mo-
mento de la,~ cesiones de territorio, ni en los tiempos en que,
aprovechándose de nuestras distracciones durante las guer-
ras que sosteniamos, usaba de sus medios de usurpacion mé-
nos escrupulosos para aumentar sus Estados; pues ésto recono-
cido está ya por todo el mundo que fué la más insigne de las
injusticias, y no debemos ya recordarlo. Tampoco creemos ne-
cesario, por lo doloroso, poner de relieve el error en que estaba
España al pensar, en SU'l períodos de afliccion, que con políti-
ca deferente desarmaria el brazCl de los yankees y contendria
sus irrupciones; ni diremos otra vez que traduciendo p}r sig-
no de impotencia y como falta de resolucion lo que era prue-
ba de la más delicada conducta por nuestra parte, léjo~:_~~,~:::,::.·., ' .


. ' :.,' "


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306 LA.S INSURRECCIONES EN CUBA.


hacerles mostrar propicios les envalentonaba, y llenándo-
les de orgullo, hasta se figuraron que podrian ejercer im-
punemente toda clase de vejaciones en los dominios españo-
les; ni, finalmente, hablaremos, por lo sabidas, de las agre-
siones y desafueros de aquellos hombres de mala fé, que,
despues de estipularse en el tratado de 1819 que se manten-
dria una paz sólida é inviolable entre ámbas naciones, sin
excepcion de personas, ni de lugares, no sostuvieron sino
una paz nominal y engañosa, consentida sólo por el abandono
de los gobiernos de España, que no quisieron entónces estu-
diar, como despues no han estudiado tampoco, cuán poco te-
nia de real y cuánto de fantástica la organizacion de la
Union americana, basada en el egoismo más exagerado y
más refractario á la existencia de colectividades patrióticas,
capaces de sacrificarse por el interés público. Nada intenta-
mos decir de nuevo: no queremos hacer ni una sola aprecia-
don por nuestra propia cuenta sobre la vida de aquella re-
pública, dejando que todo lo digan las descripciones que has-
ta ahora, tanto en español como en inglés, y sin refutacion
plausible, han sido publicadas por personas que entre los
norte-americanos han vivido muchos años, como los citados
Torrente y Onís, conocedores profundos de la organizacion y
de las costumbres de aquel pueblo, en los tiempos anterior 6
posteriormente próximos á la fecha del tratado que acaba-
mos de mencionar.


Dice D. Mariano Torrente, fundando muchas de sus afir-
maciones en las del diplomático Onís, al ocuparS3 del primer
elemento de vida de los Estados-Unidos, ó sea del crédito
público y mercantil, que en aquel tiempo era allí tan escaso
el numerario, comparado con la masa de papel en circula-
don, y tan exorbitantemente desproporcionada en los Ban-
cos la cantidad de éste con sus fondos efectivos, que el pú-
blico, aunque habia perdido la confianza en ellos, tenia que
sufrirlos, únicamente por la consideracion de no perderlo to-
do; lo que no era difícil en vista de la descarada inmoralidad
general, de que daban pruebas patentes las exposiciones que




CAPÍTULO V 307


el Congreso recibia con frecuencia, denunciando fraudes es-
candalosos y robos cometidos hasta por sus propios emplea-
dos. El engaño constituia un sistema tan corriente y usual,
que llegó al extremo de decirse que ántes se habia conside-
rado á los judíos capaces de engañar en todas partes al hom-
bre más sagaz y más prevenido; pero desde que en la Union
se iban tocando los frutos de su Constitucion política, pasaba
ya por máxima nacional que eran ineficáces ante las de un
anglo-americano todas las innobles habilidades del judío
más astuto y más bellaco. Tan gratuita comO poco honrosa
máxima, confirmábase todos los dias por cien bancarotas,
allí tan comunes, entre las que apénas podia contarse un~
que no fuera frauaulenta; por ser el país donde con más ar-
dides, con más dolo y mayor escándalo se traficaba, y el
punto donde más de cerca se veia la poca consideracion que
la buena fé merecia al especulador, quien, guiado sólo por. la
ley del propio interés, ni obedecia más impulso que el de la
codicia, ni prestaba respeto alguno á otra cosa que al dine-
ro. «De ahí, dice aquel historiador, que aunque los anglo-
»americanos reunen robustez y cualidades idóneas para la
»milicia, son malos soldados, ya porque creen que no hay de-
»recho á turbarles en el ejercicio de sus ocupaciones propias
»si no se les paga bien, ya por su exagerado orgullo, por
»el que así se creen superiores á los demás hombres; y,
»excitados todos por el turbulento espíritu de libertad, se
)llenan de arrogancia, carecen de disciplina y de subor-
»dinacion, y nunca serán buenos soldados bajo las leyes,
)gobierno y costumbres que les consideran á todos igua-
»les.»


La prueba de que el patriotismo, 10 mismo que todas las
demás santas afecciones, se subordinan allí al interés del di-
nero, se vió á principios del presente siglo cuando la Gran
Bretaña declaró la guerra á aquella república; en cuya so-
lemne ocasion, necesitando la pátria sesenta y dos mil solda-
dos para defenderse de los enemigos exteriores, no llegaron
los alistados ni á trece mil ochocientos, á pesar de ofrecer el


22




308 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


gobierno federal á cada voluntario ciento cincuenta pesos de
enganche y por premio, además, ciento cincuenta ácres de
terreno (21). Verdad es que en la última guerra que acaM
con la ruina de la mitad de la república, demostraron su va-
lor del modo más horroroso y hasta inhumano, como demos-
traremos al ocuparnos de la influencia que ella ejerció en la
isla de Cuba; pero hay que tener en cuenta que fué la pro-
movida entre los Estados del Norte y los del Sur una cues-
tion doméstica, en que iban comprometidos los intereses de
muchos; una guerra de despojo y de amor propio á la vez; y
sabiendo que aquel pueblo, por el período de fortuna que des-
de su independencia disfrutó, tenia la imaginacion fascinada
y su vanidad en la mayor exaltacion, no era de extrañar que
tanto se distinguiese con los horrores de un valor rabioso,
exento por cierto de la abnegacion que los grandes capitanes
y los héroes de la historia nos enseñan.


Creia el pueblo americano, en la época á que Torrente se
refiere y aun hoy mismo cree, que sus instituciones, copiadas
de las inglesas, Son las mejores del mundo, no pensando, en-
vanecido por los halagos de una loca fortuna, que la propia
Constitucion federal encierra en sí elementos de discordia y
los de su disolucion; por chocarse los intereses de cada Esta-
do, porque ni el Código nacional ni los particulares bastan á
contener las pasiones y los vicios de los diferentes habitantes,
que al fin serán arrastrados por aquellas calamidades socia-
les, y porque incansable el gobierno federal en adquirir nue-
vos territorios, si bien con arreglo á la ley, y pror.urando sin
cesar la extension de los límites del país, no prevé que las
distancias estimularan las divisiones y que con la extremada
grandeza siembra la semilla futura de su fraccionamiento
político. Creia aquella república que su felicidad no inter-
rumpida hasta entónces por las naturales y fuertes tormen-
tas que los pueblos sufren, se eternizaría creciendo y progre-
sando siempre, y aun hoy, borradas apénas las huellas de la
pasada guerra, tiene la vanidad de considerarse el primer
pueblo del mundo, sin presumir siquiera que más pronto 6




CAPÍTULO V 309


más tarde ha de purgar el pecado de su extraordinaria va-
nidad, y ha de rendir tributo á su viciosa organizacion, á la
perversion de sus costumbres y á los rigores usados con los
vencidos del Sur, que jamás llegarán á fundirse con los ver-
daderos yankees.


Los Estados-Unidos del Norte de América se devorarán
sin que nadie atice sus pasiones, porque el poder ejecutivo
está mal combinado con el legislativo y con el judicial, y por-
que los poderes nacen allí de la corrupcion de las elecciones,
por medio de las cuales, á poco de hacerse aquellos dominios
independientes de Inglaterra, se sobrepusieron ya las masas
de demócratas ó pueblo bajo á los federales ó republicanos,
que era la gente más rica e ilustrada del país. Porque los
partidos se han hecho siempre una guerra á muerte para
asaltar los destinos públicos, á pesar de los esfuerzos de
Monroe á principios del siglo, y de otros hombres despues,
para conciliarlos. Porque en los Congresos dominan general-
mente las facciones y la intriga, y si algunas veces el ejecu-
tivo ha logrado armonizar las funciones de los poderes ó ava-
sallar alguno, han protestado ruidosamente los demócratas,
que no pudiendo vivir más que por la turbulencia, temen
que las influencias legítimas se sobrepongan, aunque á la
larga los Estados se someterán sin duda á un órden que ema-
ne del saber y de la riqueza, e imponiendo la dictadura dé
fin á la existencia de los aventureros políticos. P0rque la ad-
ministracion de justicia es bastante eJástica, y con el fárrago
de las leyes inglesas y las que sucesivamente se han ido ha-
ciendo por el Congreso, es cada vez más imperfecta, cada vez
más venal, cada vez más escandalosos los medios que para
enriquecerse usan los innumerables abogados; quiénes sostie-
nen el pr6 y el contra, con la misma impavidez, quiénes se
coligan para que duren los litigios, quienes ni una verdade-
ra jurisprudencia tienen todavía, aunque todos ellos han
adoptado una fija, inmutable y por demás monstruosa, cual
es la de castigar siempre al extranjero que quiere hacer pre-
valecer la justicia entre los yankees. Tal es la desmoraliza-




310 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


cían en este punto, que hasta los jurados, que podrán ser ex-
celente institucion en un pueblo morigerado, sábio y regido
por leyes sencillas, claras y terminantes, son un embrollo
allí donde se absuelve á los criminales y núnca se falla en fa-
vor de los extranjeros. La incuestionable laxitud en las le-
yes y la arbitrariedad que éstas permiten á laR jueces se tra-
ducen á cada paso en hechos sin nombre, como quedar sin
castigo los perjurios en aquel pueblo tan comunes, consentir
el mútuo saqueo y autorizar otros desórdenes de los que
abundan cuando la inmoralidad campea; y como cuando re-
caen condenas, que es rara vez, usan lo mismo el presidente
de la república que los de todos los Estados, del derecho que
para indultar poseen, allí, donde se desconocen casi por com-
pleto las conmutaciones, suele el indulto ser absoluto, é iluso-
ria por consiguiente la accion de la justicia y la satisfaccion
ó vindicta pública, quedando los reos en la más irritante im-
punidad.


Obra el poder judicial de los Estados-Unidos en una esfera
separada é independiente del roce con los otros poderes, en
los que no puede influir, ni tomar parte en las luchas y con-
flictos que entre ellos existen á menudo, por la naturaleza de
la Constitucion. Por tal motivo, podría ser el regulador de
las costumbres públicas, podria ejercer la santa mísion de
elevar el nivel moral de aquel pueblo materializado, á quien
para ennoblecerlo podría imbuirle las aficiones á lo honroso,
más propias de la dignidad humana que la insaciable codicia,
el abuso de la mala fé para aumentar el capital, y la falta
de cariño á los semejantes, ahogado allí por el alarde y la
vanidosa ostentacion que se hace de la habilidad en engañar.
Pero aquel poder nada de esto practica, porque arrastrado
por la corriente y subyugado á la tendencia comun, se ejer-
cita tambien en las inmoralidades, y esto le quita la fuerza J
la respetabilidad que necesitaria para imponerse, lo cual no
seria tampoco tarea fácil, ni se conseguiría sin hacer g-ralldes
esfuerzos en presencia de la lucha de los otros dos poderes,
cada dia más trascendental y cada dia proporcionada á los




CAPÍTuLO V 311


progresos que está haciendo la corrupcion de costumbres, y
al vuelo que en el país toman la ambician y las otras pasio-
nes desprendidas de la general de la política. El poder judi-
cial que, donde existe la pluralidad de cultos, debia represen ....
tal' al religioso enseñando prácticamente la santidad del de-
ber, nada hace ciertamente allí; pero el dia quizá no muy
remoto del verdadero choque entre demócratas y republica-
nos, que se presentará como anuncio de la disolucion de aquel
pueblo, embriagado hasta ahora en su vanidad, y como prin-
cipio de la separacion del territorio en dos ó más repúblicas,
empezará para él la expiacion y la responsabilidad ante la
historia de tales conmociones; como será igualmente respon-
sable el poder judicial de España, reformado por la revolu-
cion de 1868 parodiando al norte-americano, de todas la~
calamidades que se anuncian á la pátria, para dentro de un
plazo más ó ménos breve, por una prensa que no sabe ó no
quiere sujetar, si oportunamente no quiere ó no sabe inter-
pretar con acierto la ley y ejercer una eficaz accion protec-
tora sobre los intereses sociales que la misma ley le confia.


La mayoría de aquel pueblo americano, del que somera-
mente hemos hablado, pues hay que confesar la existencia
de una parte si exígua muy digna enla Union, es, á pesar de
cuanto acabamos de decir, el más perfecto y acabado modelo
de pueblos libres para los Lah:mleye franceses, para los Cas-
telar espaiíoles y para todos los propagandistas de las exce-
lenCÍas de lo desconocido. Es lo desiderable de los federales
europeos simpáticos de la Oommune y de sus absurdas doc-
trinas, que se creen muy honrados con ser discípulos de los
hombres de mala fé, quebrados fraudulentos y criminales de
todo género, que habiendo huido de Europa por librarse de
la accion de los tribunales de justicia, suelen allí ocuparse,
cuando la imaginacion les pres'ta recursos, en el oficio de
enemigos de todas las pátrias, el cual explotan hasta que
una riqueza bien ó mal adquirida, que eso en los Estados-
Unidos no se averigua, les permite acercarse á los prohom-
bres de su misma procedencia. Cuando aquellos malvados,




312 LAS INSURRECCiONES EN CUBA


ennoblecidos por su propia afirmacion, penetran en lo~ círcu-
los decentes, como no pueden improvisar las costumbres y
formas de la buena sociedad, intentan ocultar las faltas de
cultura detrás del aparato de una vanidad grosera, y de
aquí el que se inclinen por más cómodo al desprecio de todos
los biene~ morales de que carecen, y pretendan imponer su
absurda ley á los demás hombres; viniendo de exageracion
en exageracion á caer en la ridiculez de considerarse aque-
llos ciudadanos en su mayoría los mejores de la familia hú-
mana y los únicos destinados á hacer ruido en el mundo.
Motivos hubo, sin duda, para no extrañar que así se formara
el carácter de la generalidad de los norte-americanos, pues
desde los primeros momentos de su indellendencia, fué aquel
pueblo abandonado á su própia inspiracion, sin ocuparse de
él ni influir en sus actos las naciones sérias que le ayudaron
á emanciparse; las cuales, en vez de ridiculizar ó corregir sus
excentricidades, las tomaron como arranques propios de ni-
ños aturdidos y mal educados y hasta aplaudieron SUB pri-
meras travesuras cual gracias infantiles, lo que contribuyó y
no poco al desarrollo de su vanidad, hoy tan exagerada, y
fundamento del pueril orgullo democrático, alma y móvil de
las manifestaciones de los yankees que tienen por grandeza la
magnitud y extension territorial, cuando aquella nunca ha
consistido más que en el número de las virtudes que las na-
ciones atesoran y practican.


Hasta los tiempos presentes á nadie del viejo mundo le
habia ocurrido imitar los absuruos de aquellos ciuuauanos, y
esta gloria parecia estar reservada á nuestros demócratas
europeos, quienes alucinados sin duda por la brillantez de
ingénio de los que instigan las justicias populares bajo la ley
de Linch, se han declarado sus admiradores; á cuyos demó-
cratas quisiéramos decidirles, pues vivamente 10 deseamos,
á que imiten en todo y cuanto antes a sus tipos, pues tiempo
es ya de que los pueblos de Europa, donde el buen sentiuo se
conserva todavía, aunque ya no con toda su pureza é inte-
gridad, conozcan lo que es la verdadera pcrturbacion social




CAPÍTULO V 313


y se dispongan, despue;; de conocida, á combatir á esos mo-
dernos bárbaros de la política popular.


IV.


A poco de firmarse entre España y los Estados-Unidos el
tratado de 22 de febrero de 1819, de que acabamos de ocu-
parnos, el general Cienfuegos, que en diferentes ocasiones
habia Példido su relevo, por no serIe conveniente el clima de
Cuba, consiguió por fin que la renuncia le fuera admitida,
siendo relevado en 29 de agosto del mismo año 1819, por el
teniente general D. Juan Manuel de Cagigal (22). Dejó Cien-
fuegos a.l marchar un buen recuerdo de su acertada gobu-
nacion, por haber limpiado durante su breve pero provecho-
so mando, las costas de la isla de corsarios, y de bandidos el
interior del territorio; por haber contenido con vigilancia
constante y persecucion activa y eficaz el desarrollo de las
sociedades secretas, alentadas así por los propagandistas de la
revolucion en la Península, como por los emisarios de la in-
surreccionada América española, cada dia más osados; y por
haber mejorado con la no ménos activa é inteligente coope-
racion del jefe de Hacienda D. Alejandro Ramirez, todos los
ramos de la riqueza pública.


Tres mil hombres de fuerzas veteranas, de las que porman-
dato de Fernando VII se reunian en Andalucía para pasar á
los reinos españoles del continente americano, aún insurrec-
cionados, llegaron á la isla con el nuevo gobernador, para
cubrir las bajas del ejército más bien que para ser dirigidos
en caso de guerra por Cagigal, quien si no muy viejo, por lo




314 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


valetudinario y achacoso no era por cierto el hombre que en
aquellas circunstancias necesitaba Cuba. Con su buen deseo-
podia continuar la marcha civilizadora iniciada por Cienfue-
gas y Rarnirez, mientras las complicaciones no se precipita-
ran y los tiempos siguiesen tranquilos; pero no reunia, en
verdad, Cagigal ni energía ni condiciones bastantes para
conjurar los peligros que amenazaban, así de parte de la me-
trópoli, trabajada con insistente ahinco por los conspiradores
del partido liberal, como de los vecinos reinos de América,
que no satisfechos ya Gon ser rebeldes, procuraban envolver
en su causa á los habitantes de todos los punto::; donde se
hablaba el idioma castellano en el Nuevo mundo. Y que no
era la autoridad reclamada por los tiempos, se vió tan pronto
como los momentos graves y difíciles se presentaron.


Estos no debían en efecto tardar, segun se estaban anun-
ciando, y su aproxímacion iba manifestándose cada vez más
distinta en el estado de los ánimos de los jóvenes cubanos.
Educada en las ideas nuevas aquella juventud, que d'urante
el período constitucional de 1810 á 1814 se aficionó á los es-
tudios políticos, fascinada por las ventajas de posicion y de
nombre que su aplicacion habia reportado á sus contemporá-
neos de los reinos disidentes, y prometiéndose representar pa-
peles parecidos en Cuba" se 1anzó por todos los caminos usados
en la época; así por los públicos como por los que la lega-
lidad tenia cerrados, y lo mismo por el de la ciencia filosófi-
ca consentida, que por los tenebrosos de las sociedades secre-
tas, importadas ya en gran número por los emigrados hui-
dos de la Península á la instalacion .de Fernando VII en el
trono, ó por los revoltosos de Tierra firme; y preparóse, ganosa
de nombre, á una lucha en cuyo triunfo encontrará la reali-
zacion de sus aspiraciones. Era que, aquellos discípulos de
los fundadores de la SJciedad patriótica, al ver premiados á
sus primeros directores D. Luis de Peñalver y D. Francis-
co de Arango y Parreño, el primero con la mitra auxiliar de
la Luisiana y el segundo con una plaza de número en el Real
Consejo de Indias; aquellos discípulos, dirigidos desde los pri-




CAPÍTuLO V 315


meros años y educados en las propias ideas que predomina-
ban en los principales miembros de la corporacion, donde habian
conseguido merecida nombradía los ilustres D. Juan Manuel
O'Farril, D. José Agustin Caballero, el maestro Fr. Pedro
Espínola, el propagador de la vacuna D. Tomás Romay, el
conde de Buena Vista y otros; aquellos discípulos, no tenian
paciencia para esperar más tiempo y querian de una vez
emanciparse de sus maestros. Así lo indicaron ya, cuando en
7 de setiembre de 1813 promovieron un verdadero conflicto
en la Universidad de la Habana, al elegirse las personas que
debian ejercer los oficios del c1áustro, con arreglo á la bula
que vinculaba tales cargos en los P. P. Predicadores que la
fundaron; pretendiendo tener participacion en aquel centro
del saber y hasta suprimir los efectos del mandato pontificio.
Aquellos discípulos de la moderna escuela que, si bien con
gran falta de criterio, habian manifestado á donde iban, en la
turbulenta prensa periódica de los años constitucionales, no
podian ya sufrir más tiempo el ver ocupados todos los pues-
tos á que creian tener legítimo derecho, y empezaron luego
á bullir Q.e un modo peligroso hasta para sus propios maes-
tros. Estos, con el fin de contenerles, usaron de la proteccion
y de los halagos; pero con la intencion más maliciosa y el peor-
y el más impropio de 109 métodos que para obtener provechosos
resultados podian aplicarse, en un país tropical donde la pro-
pension á exaltar las pasiones, hace muy fácil la desviacion
de las Ueas de su conveniente centro. Tal fué, el de lanzarles
en una esfera de filosofía especulativa más ámplia que las que
hasta ent6nces conocian y habian recorrido, en vez de con-
tener sus lucubraciones en prudentes límites, para evitar los
frutos que luego se cosecharon, y fueron, como no podian
menos de ser, contrarios en un todo á los que se proponian
alcanzar.


El plantel de los maestros contra los que aquella juventud
empezaba á rcb3larse debióse, si no á la exclusiva iniciativa
científica del inmortal gobernador en los anales de Cuba, Don
Luis de las Casas, á la proteccion cuando ménos que éste




316 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


prastó al plan de reforma en los estudios que el año 1795 le
propuso el Dr. D. José Agustin Caballero, llamado el padre
Agustin por los cubanos. En aquel plan, basado en la mejora
del método de enseñanza de las escuelas de la isla, que se-
guian aún tributarias escrupulosas del peripato, se introducia
el estudio de las matemáticas, de la química, de la anatomía
práctica y de otras ciencias, que Casas planteó sin esperar la
real aprobacion del gobierno de la metrópoli; estableciendo
desde luego una cátedra de matemáticas en el seminario de
San Cárlos y un profesor de botánica en el jardin de plantas.
y como al exhibirse cualquier novedad en un pueblo con
tendencia á los adelantos, suelen hasta los ménos aficionados
á mudanzas ser sus adoradores y dejarse llevar por la opinion,
sucedió entónces que el obispo D. Juan José Diaz de la Espa-
da, con el santo y patriótico propósito de secundar los del
gobernador general, ó con el no tan piadoso de participar de
la nombrad.ía que aquel iba adquiriendo, fué arrastrado por
la corriente de las reformas, y echando de ménos en la isla
el estudio del derecho pátrio, estableció en el colegio del ci-
tado Seminario cátedras de Dzrecho y Economía política. La
direccion de las aulas la encomendó al licenciado y sacerdote
D. Justo Velez, entusiasta sostenedor de las doctrinas más
avanzadas en los diferentes ramos de la administracion so-
cial (23), Y nombró primer profesor propietario de la cátedra de
Derecho político, erigida con fondos de la real Sociedad eco-
nómica, al venerable D. Félix Varala, reganerador de la filo-
sofía en Cuba y en gran parte de América, segun le lla-
man algunos de sus apasionados partidarios de la escuela car-
tesiana (24).


Durante la revolucion española y la permanencia del go-
bierno en Cádiz, fueron los protactores de la enseñanza y de
la juventud antillana, así como de los demás intereses ameri-
canos, el Lact~l1dista y vocal del C::msejo de Indias D. José
Pablo Valiente, el diputado por Puerto-Rico D. Ramon Power,
algunos otros diputados del continente americano, los suplen-
tes por Cllba D. Joaquin de Santa Cruz y el marqués de San




CAPÍTULO V 317


Felipe y Santiago y los que luego representaron en propiedad
á la misma isla, D. Andrés de Jáuregui y D. Bernardo O' Ga-
ban; influyendo tambien con éstos, aunque en otras esferas
del gobierno y de los centros de la política, D. Claudio Marti-
nez de Pinillos, quien usó de la intriga que tan bien maneja-
ba, así para la publícacion de los decretos sobre ampliacion
de la libertad de comercio, como en la concesíon de reformas
políticas, yen todas las demás medidas civilizadoras que ele-
varan, á ser posible y cual él pretendía, el grado de ilustra-
cion de aquellos dominios al nivel de los países más adelan-
tados de Europa.


En aquella época liberal, conocida por la de 1812, el sábio
cubano Varela, de quíen decian sus adeptos que nunca dejó
de conceder su proteccion á los desvalidos, puesto al frente
de la filosofía en Cuba, educaba hasta con vertiginosa acti-
vidad, y como si el tiempo hubiera de faltarle, á cuantos neó-
fitos podia atraer á sus doctrinas. Cooperaba á sus afanes el
elocuente D. Nicolás María de Escobedo, á quien por susti-
tuto tenía en el colegío, y contribuía en gran manera á ex-
tender la aficion á los estudios del derecho D. Prudencio de
Hechavarría y O'Gaban, que explicando la misma ciencia en
la Universidad pontificia, tenia á su vez por ,suplente al emi-
nente Dr. D. Evaristo Zenea y Luz.


Suprimidos fueron estos estudios, como era de esperar, á
la caida del sistema que enseñaban; pero contando con bas-
tante influencia cerca del gobierno absoluto, los mismos re-
presentantes de América que aconsejaron con tan poco acier-
to á los innovadores de Cádiz aquellos fatales absurdos,
obtuvieron despues de la reaccion de 1814 tal benevolencia
en la metrópoli respecto de los asuntos de la Antilla, que
~onsiguieron la continuacion de todos los estudios y de cuan-
tos se refirieran á la mayor extension de sus bienes morales
y materiales.


Sólo á las aspiraciones políticas se las puso prudente freno,
y concedióse en cambio ménos limitado campo al desenvolvi-
miento de la ciencia; siendo intérprete en Cuba de los proyec-




318 LA.S INSURRECCIONES EN CUBA.


tos de la córte en este punto, el entendido y activo intenden-
te D. Alej andro Ramirez.


Era bien extraño por cierto, que cási en los mismos mo-
mentos en que los reaccionarios de la Península se prometian
trocar las universidades por escuelas de tauromaquia, se con-
cedieran aquellas gracias, y redactara Varela é imprimiese
para los exámenes de 1814 y 1816 unos elencos ó programas
con el epígrafe de «IJoctrinas de lógica, metafísica JI mo-
ral,» tomado éste de MI'. Batteaux, escritor muy apreciado
á la sazon como filósofo entre los literatos. ¡Y aquella juven-
tud estaba descontenta todavía! Varela dedicó su trabajo á
los discípulos, de los cuales fueron ya examinados al mediar
el mes de julio de 1818, hasta el número de veinte, que for-
mando escuela, pronto constituyeron el primer núcleo de los
políticos cubanos.


En el mismo año de 1818, y mediando muy poco desde que
D. José Agustin Oaballero, sectario del peripato ó de Aris-
tóteles, daba á luz su método llamado Ecléctico, Varela, que
habia adoptado hasta respecto del criterio el método de Des-
cartes, publicó unos apuntes filosóficos para la direccion del
espíritu humano; y explicando en sus doctrinas las más pu-
ras y adelantadas de su época, segun sus admiradores, los
deberes del hombre tanto en la vida social, pública y domés-
tica, cuanto en sus relaciones con la divinidad, intercalaba
aquel entre las distintas proposiciones de su sistema, todo lo
que pudiera' contribuir á enseñar el derecho natural, así pri-
vado como social. Rehuia siempre, sin embargo, las aplica-
ciones políticas por no ser las circunstancias á propósito, ni
pertinente el asunto, sino muy peligroso en los tiempos que
corrian, y lo .rehuia hasta el punt,o de advertir á sus discí-
pulos que si alguno intentaba salirse del terreno filosófico, pe-
netrando en los terrenos prácticos, no debia extrañar que
eludiese la contestacion.


Tales evasivas en un génio superior como el de Varela,
¿no pudiera muy bien manifestarlas como incentivo á la
juventud escolar, tan ansiosa de invadir el terreno de las




CAPÍTULO V 319


prohibiciones y de penetrar en el estudio de lo desconocido?
Nada tendria de extraño, aunque no era raro tampoco,


que aquella juventud todo lo pretendiera invadir y escudri-
ñarlo todo, atendidas las condiciones en que se encontraba, y
las que se habian exigido á cada uno de los escolarés para
poder serlo; condiciones que crearon un privilegio, que se
tendria por mucho más odioso que en aquellos tiempos, hoy
que los modernos niveladores hasta han pretendido negar las
diferencias que entre las razas existen.


Los requisitos que para ser colegiales del seminario donde
Varela explicaba se éxigian, por voluntad expresa del fun-
dador (25), no llevaban sin duda otro objeto que vincular el
saber alIado de la riqueza, y c~ntralizar toda la influencia
en las clases acomodadas descendientes de los primeros con-
quistadores ó de las familias opulentas que con posterioridad
se instalaron en la grande Antilla, segun se desprende del
reglamento ú ordenanzas interiores del colegio, debidas al
Ilmo. señor obispo de Cuba, D. José Hechavarria Yelgueza.
Entre las prescripciones de tal estatuto hemos leido los si-
guientes articulos, que señalaban quiénes no podian ser ad-
mitidos en aquel centro del saber:


«3. 0 Los que no desciendan de cristianos viejos, limpios
de toda mala raza de judíos, moros ó recien convertidos á
nuestra Santa Fé Católica.


»4. o Los que procedan de negros, mulatos y mestizos,
aunque su defecto se halle escondido tras de muchos ascen-
dientes, y á pesar de cualesquiera consideraciones de paren-
tescos, enlaces, respetos y utilidades; porque todo es ménos
que la autoridad, decoro y buena opinion del seminario, que
vendria á caer en desprecio y á merecer una sospecha gene-
ral contra todos sus alumnos, si tal vez se abriera la puerta á
semejantes sujetos; fuera de otros inconvenientes que nues-
tro sínodo ó propia experiencia nos persuaden haberse tocado
de resultas de iguales gracias.


»5. o Los descendientes de penitenciados por el Santo Ofi-
cio ó reconciliados por los delitos de heregía y apostasía ha9-




320 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


ta la segunda generacion de la línea masculina, y hasta la
primera de la femenina.


»6.0 Los que traen orígen de personas infamadas con al-
gun otro castigo 6 ministerio vil de aquellos que producen
afrenta y mancilla en el linaje.


»7. o Finalmente, los hijos de oficiales mecánicos. Y por
punto general, los que carecen de cualquiera de las cualida-
des necesarias 6 se hallan atados con cualquiera impedimen-
to canónico para recibir Orden Sagrada.»


No hay duda que el obispCl Hechavarría, perteneciente á
un linaje de los que han dado á Cuba hombres ilustres, de-
mostró comprender perfectamente las tendencias y necesida-
des de aquellos habitantes, al centralizar en una clase privi-
legiada de pura raza, el saber y todas las consideraciones so-
ciales, y demostraba tambien sus buenas tendencias al con-
signar en primer término la muy patriótica de conservar á
Cuba siempre de España, é incólume el principio de autori-
dad en la raza blanca española; sabiendo muy bien que en
un pueblo como aquel, de castas diferentes, era necesidad
muy perentoria la de tener siempre dispuesta, y para todo
evento, una importante agrupacion de lo más escogido de la
sociedad cubana.


El previsor obispo de Cuba veia cuál se iban desarrollando
intereses, hasta su tiempo desconocidos en las colonias ex-
tranjeras del Nuevo mundo; unos fundándose en los princi-
pios reformistas de los puritanos que contenian las posesiones
inglesas del continente americano y de las Antillas; y otros
basados en los instintos de bravía libertad y de forzoso des-
pojo, á que ob~decia la criminal organizacion de los for-
bántes franceses y de los corsarios de otras naciones estable-
cidos en el Archipiélago caribe. Veía además nuestros reinos
de Tierra firme demasiado opulentos para poder ser conser-
vados mucho tiempo sin agresiones extrañas; y, finalmenticl.
veia agitarse ya aquellos criollos desheredados, y á la otra
clase cubana de los hijos del cruzamiento, llenos de aspira-
ciones y de osadía, desde que empezaron á leer libros y á




CAPÍTULO V 321


aprender idiomas extraños por medio del trato mercantil; á
los cuales creyó preciso contener, y pretendió con::;eguirlo re-
legándoles á la esfera de las ocupaciones mecánicas, de la
agricultura y de la industria, y cerrándoles las puertas del
templo de la ciencia. Ciertamente que con ésto no lograba ex-
tinguir los Mios á la clase pura de la procedente de todas las
mezclas, ni cortar su vuelo para que no traspasara los lími-
tes que se la seualaban; pero comprendiendo que los ódios
habrian de todas maneras de existir, y que no serian me-
nores aproximándola á las clases privilegiadas, quiso cuan-
do ménos estorbar, al iniciarse una nueva vida en los intere-
ses morales de la isla despues de la conquista de la Habana
por los ingleses, que invadieran aquellos individuos de du-
dosos color y procedencia, el terreno que, á su juicio, debia
estarles prohibido, para el caso en que, con los recursos de
la viva imaginacion, propia de los que tienen más de una
sangre, intentaran recobrar la posicion de sus predecesores
blancos, imprudentemente derrochada, y promovieran con-
:flictos como los que en algunas colonias se iban indicando,
y dieron á poco en el suelo con la floreciente parte francesa
de Santo Domingo.


La doble vista del obispo de Cuba, distinguia las compli-
caciones del porvenir, y procurando conjurar los males que la
revolucion de Francia hubiera llevado á la. grande Antilla,
manteniéndose vivas las aspiraciones de la gente bicolor, hi-
zo un bien efectivo conteniéndola, á la vez que creaba con la
juventud blanca los hombres que más tarde dieron forma á su
pensamiento con la instalacion de la Sociedad patriótica. Pe-
ro como el espíritu civilizador, á la manera de lo que sucede
con lo más sutil, y áun con el aire atmosférico, por más que
se le quiera aislar y comprimir, siempre encuentra rendijas
por donde escaparse, no pudo evitar la prevision del prelado
que parte de aquel espíritu penetrara en los hombres des-
heredados que aspiraban á elevarse, los cuales, ya que no
podian legal y directamente poseer las ciencias, disfrutaban
de su sombra, no tan densa que careciera de un rayo de luz;




322 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


y si prohibido les estaba, por ejemplo, ser letrados, solían,
en cambio, hasta aleccionar á éstos mismos, bullendo en la
cúria como oficiales de causas.


Llegaron más tarde los tiempos en que las libertades pro-
damadas por los reformadores de la Península, abrieron á
todas las clases las puertas del mundo moral; y entónces fUél-
ron ya periodistas aquellos criollos, y atacaron los privile-
gios (26); firmaron con sus nombres las composiciones poéti-
cas, que ántes sólo manuscritas ó recitadas se conocian en
las reuniones familiares, y constituyeron una agrupacion so-
cial, no amiga de la privilegiada todavía, ni considerada por
ésta, aunque en su vitalidad daba á conocer lo que en no
lejanos di as podria representar. La reaccion de 1814 no pu-
do influir en la naciente clase ilustrada, ni afectarla, por-
que no era aún poderosa, porque era española en sus mani-
festaciones públicas, y porque tal reaccion no fué en Cuba,
verdaderamente, sino una revolucion en las ideas; puesto
que, destruyendo las exageraciones de la prensa extraviada,
úrdenó el estudio de la civilizacion por medio de los maes-
tros de la filosofia, del derecho y de todas las ciencias allí
importadas, y extendidas bajo el impulso del verdadero gé-
nio revolucionario de la grande Antilla en la época á que nos
referimos, el del más activo y eficaz de los reformadores,
cual fué D. Alejandro Ramirez.


Procedente de Alcalá de Henares, cuya contaduría de ren-
tas decimales dejó á los diez y siete años, pasó empleado Ra-
mirez al reino de Guatemala, y allí, dándose á conocer por
sus talentos, fue propuesto para la intendencia de Puerto-Ri-
co por el diputado de aquella isla, vicepresidente á la sazon
de las Córtes de Cádíz, D. Ramon Power, así que la fama
popularizó el nombre del economista; quien en 1813 tomó
posesion del cargo, que hasta entónces habia permanecido
anexo al del capitan general y gobernador de la isla. Duran-
te su corto desempeño organizó la administracion, creó la
riqueza, amortizó el funesto papel-moneda, que mataba el
crédito público, abrió puertos al comercio, facilitó la inmi-




CAPÍTULO V 323


gradan extranjera y fundó instituciones provechosas, algu-
nas de las cuales subsisten todavía. Estableció un .lJiario eco-
nómico, destinado á generalizar los conocimientos mercanti-
les, cuyo periódico no pudo sobrevivir despues de su parti-
da para la isla de Cuba por falta de inspiradores, consiguien-
do mejor y más favorable éxito la creacion de la Sociedad
Económica de A migas del Pais, que desde su época existe;
é inauguró la ilustracion de los tiempos presentes, institu-
yendo cátedras de idiomas, de matemáticas y de dibujo, que
han inmortalizado en BOl'inquen la grata memoria de aquel
ilustre funcionario (27).


Trasladado Ramirez á Cuba con el general Cienfuegos,
continuó allí el impulso civilizador de las Antillas empezado
en Puerto-Rico, así en lo referente á los asuntos económi-
cos, por cuya reconocida competencia se les confirió el nue-
vo destino, como en los de colonizadon y en los demás de la
vida social que quedan expresados. Y cuando á Cienfuegos le
relevó Cagigal, como el estado valetudinario de éste le im-
pedia dedicar largas tareas á los negocios públicos, puede
decirse que el superintendente fué el verdadero iniciador, si
no autor, de muchas ó de todas las mejoras que los inte-
reses cubanos recibieron en aquel tiempo.


Para cortar de una vez los pleitos ruinosos, controversias y
disgustos de todo género, que produjo el acuerdo de las auto-
ridades de la Habana de 6 de mayo de 1818, relativo á los
terrenos realengos y á las mercedes por repartimiento, compo-
sicion ó compra, decretó Ramirez en el mismo año, que se
reputaran como títulos legítimos de dominio las antiguas
mercedes de los cabildos que tu vieran la facultad de mercedar
ó mercendear, concedidas hasta 1772; y á falta de estos títu-
los de propiedad, dispuso que se admitieran, reconociesen y
respetaran los títulos de propiedad de justa prescripcion, en-
tendiéndose por tales la posesion no interrumpida de cuaren-


, ta años conforme á derecho; debiendo los poseedores en este
segundo caso presentarse á justificarla en las oficinas res-
pectivas. Para asentar sobre sólidas bases la prosperidad de


23




324 LA.S INSURRECCIONES EN CUBA


la isla, expedió benéficos decretos en favor del comercio, de
la agricultura y de la poblacion; que si por el pronto no pro-
dujeron todas las ventajas que eran de esperarse, por la falta
de seguridad y quietud interior y de francas comunicaciones
marítimas, prepararon bienes futuros al Tesoro público, ya
con la instalacion del depósito mercantil, como con la for-
macion de los aranceles, que encomendó á los vistas y em-
pleados de las aduanas y aprobó en 29 de setiembre de
1819; desde cuya fecha tuvieron ya un avalúo fijo los ar-
tículos de comercio, y una verdadera proteccion los alambi-
ques y máquinas de todas clases, aplicables á la agricultura
6 á la industria, que pagaron hasta entónces un derecho de
importacion de cuarenta y tres por ciento, y lo redujo al seis
para lo sucesivo.


Pero al conceder esas ventajas quiso tambien, como repre-
sentante del Fisco, que los importadores correspondieran por
su parte, y dispuso para el ordenado despacho de las adua-
nas y como complemento de su sistema, que los derechos de
adeudo por artículos de consumo, dedicados al abasto gene-
ral, se cobraran dentro del mes en que fuesen introducidos y
despachados; cuya medida produjo al plantearse a1gunas re-
clamaciones de parte del comercio, respecto á la forma en que
los despachos debian hacerse para que no se le irrogaran
perjuicios de consideracion; mas fueron prontamente zanja-
das y quedó en beneficio de todos establecida la práctica in-
troducida por la intendencia, y cortadas las corruptelas que
ántes se siguieron y que á pesar de las leyes continuaron en
estos últimos años con gran perjuicio del Tesoro público, que
todavía hoy posee en Cuba muchos y considerables créditos
muy difíciles si no imposibles de rel11izar.


Para acrecer los rendimientos con que subvenir á los ser-
vicios militares, cada vez más precisos y urgentes por el es-
tado de guerra de los vecinos reinos españoles, creó aquel
jefe de Hacienda en octubre de 1819, un recurso sohre la
contribucion ordinaria que se venia pagando por el arbitrio
de vestuario del ejército, disponiendo además que se cobrara




CAPÍTULO V 325


de las importaciones extranjeras tres reales por cada barril
de harina, de vino, vinagre y aguardiente, y una cantidad
proporcional por las cajas de licores y otros envases de cal-
dos procedentes de reinos no españoles; cuyo impuesto, que
favorecia sin duda las producciones de nuestros dominios, se
denominó auxilio provisional ti la tropa de la guarnicion, y
fué aplicado en beneficio de esta, mejorando con carne sus
ranchos.


Tales ventajas concedidas al soldado, coincidieron con
lapublicacion de la Real órden de 26 de julio de 1819, que
hacia extensivo el decreto de las Córtes de 23 de octubre
de 1811, á los que murieran en la guerra de pacificacion de
los dominios de España en América, cuyo decreto, que conce-
dia á los padres pobres de los oficiales fallecidos en campaña,
ó por consecuencia de sus heridas, la pension respectiva al
empleo de sus hijos, animó el espíritu militar, y fué un in-
centivo para que éstos cumplieran como buenos en la defensa
de los intereses pát.rios. Que todo esto se necesitaba entón-
ces para alentar al ejército, y conducirlo á la conquista de la
paz, no.es discutible siquiera; pues si bien en Méjico sola-
mente bandidos quedaban de la pasada insurreccion, mero-
deando por el distrito de Guanajuato, y cometien.do en otros
de riqueza minera robos y depredaciones; y podia confiarse
á la policía la conservacion del órden público, y esperarse la
tranquilidad de que estaba dando pruebas el envio á la Pe-
nínsula desde aquel reino, á mediados de 1819, del navío
A sia cargado con más de dos millones de pesos en plata y en
onzas de oro, con numerosos zurrones de grana ó cochinilla
y bultos de cacao, vainilla, piedras minerales, alhajas, ci-
g'arros, etc.; en Caracas, por el contrario, seguia la rebelion
sin decidirse la victoria, á pesar de los esfuerzos de Morillo.
Al frente éste de 12.000 hombres, recobraba la fortaleza de
San Fernando de Apure, derrotaba á Bolívar y Paez, yen-
grosaba sus filas con oficiales y s'lldados ingleses que se
unian á los suyos, en cuyo honor y beneficio se daban funcio-
nes en el teatro de la Habana; mas no conseguia reducir por




326 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


completo el espíritu disidente del país. En Panamá sucedia.
algo parecido; pues si el pueblo de Portobelho, del que se
apoderó el aventurero inglés sir Gregor Macgregor, se re-
conquistaba pronto por nuestro comandante general del Ist-
mo, D. Alejandro Hore, el país no por eso desistia tampoco
de simpatizar con los rebeldes; y los chilenos en la punta de
San Luis, para profundizar más y más el abismo que por
siempre les separase de la metrópoli, cometian en 8 de febre-
ro el más horroroso de los crímenes, inmolando bárbaramente
á los prisioneros españoles de la batalla de Maypú, que con-
fiados vivian en las leyes de la guerra y de la humanidad, y
en los halagos mentidos y criminal afecto con que los sica-
rios de San Martin y de Dupuy les trataban. Ramirez que en
aquellos horrorosos sucesos (28) y en las tendencias de los in-
surrectos, veia borrados por completo los humanos senti-
mientos españoles en sus rebeldes hijos de la América meri-
dional, y descubierto el verdadero carácter de la guerra, co-
noció la necesidad de halagar al soldado para animarle, y usó
de todos los medios que condujeran á un fin tan patriótico.


No satisfecho aquel digno funcionario con mejorar los ra-
mos que le competian relacionados con la Hacienda, extendió
á todas partes su espíritu innovador. Excitando al ayunta-
miento de la capital para que le imitase, consiguió la publi-
cacion de un arancel para la venta del pan; y comunicando
su inspiracion á todas las jurisdicciones, logró qne éstas res-
pondieran y que muchas personas se le acercasen, ya como
intendente ó como director que á la vez era de la Real socie-
dad patri6tica, consultándole ó proponiéndole adelantos en
todo lo que era susceptible de recibirlos.


Fué uno de éstos el introducido por D. Martin Lamy en la
elaboracion del azúcar, por medio de una máquina movida
con fuerza animal que daba cerca de dos y media revolucio-
nes por minuto, y en la caña de trece meses de edad despe-
dia un chorro de guarapo mayor que el de los trapiches co-
munes, lo cual era en aquel tiempo una mejora indudable y
pmlitiva; y otros de los adelantos fueron resultado del impul-




CAPÍTULO V 327


so que se dió á la instruccion pública, por aquel incansable
innovador que, siempre ocupado en el fomento de los intereses
del país, puesto al frente de la civilizadora corporacion pa-
triótica de Cuba, pudo hacer muchísimo más bien del que
hasta entónces se habia conseguido; debiéndose esto, tanto á
la influencia que le daba su elevada posicion oficial en la isla,
como á la que le conquistaron en la córte sus acertadas me-
didas administrativas. Así fué que solo en los años de 1818
y 1819 coadyuvó á la reimpresion y adquisicion de los libros
que los profesores solicitaban para instruir á la juventud;
alentó 11 las juntas rurales de la Güira, de Arroyo Arenas,
del Quemado y de otros puntos para la creacion, fomento y
conservacion de escuelas, y para el establecimiento en Ta-
paste de un pupilaje de enseñanza bajo el método de Lan-
caster, animando á los que como suscritores facilitaban fon-
dos para eiltos servicios civilizadores; instaló escuelas de ni-
ños pobres en los barrios intra y extramuros de la capital,
debiéndose la del de Jesús María y José á la iniciativa del cu-
rador de las escuelas D. José de Arazoza, y hasta al coman-
dante general de marina le animó á que abriera otra de pri-
meras letras anexa á la de náutica del pueblo de Regla;
facilitó la inauguracion en el convento de San Agustin de
la Habana de la escuela de filosofía, confiada al profesor
Fr. Francisco Lechuga; fomentó las disertaciones públicas
sobre las ciencias, á la sazon nuevas, como las matemáticas
y otras; y áun el mismo Ramirez, como director de la Socie-
dad, no solo para alentar reconocia públicamente la conve-
niencia y ventajas del establecimiento de los colegios ca11/,-
pest1'es y presidia exámenes premiando á los niños estudiosos,
sino que presentaba un programa en la clase de Economía
política para que los estudios de esta ciencia se hicieran prác-
ticos en la isla (29).


Como el estado de salud de Cagigal no le permitia ocupar-
se de la gobernacion con toda la asiduidad que el intendente
Ramirez necesitaba, para que las mejoras fuesen generales,
tenia éste muchas veces que formular lo mismo que aconse-




328 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


~ jaba y proceder por sí, debiendo por consiguiente atribuirle
la iniciativa de la mayór parte de las disposiciones que en-
tónces se dictaron; no siendo extraño al decreto que el capi-
tan general, como presidente de la Audiencia de Puerto Prín-
cipe, expidió en 1819 para moralizar la curia, reglamentan-
do la administracion y manejo de las penas de Cámara, con
el fin de corregir la negligencia en la recaudacion que ha-
bia llegado á una decadencia extrema, y los fraudes y ar-
bitrariedades que en la inversion de sus fondos se cometian.


En aquel tiempo en que ya existia un servicio periódico de
correos entre la Habana, Puerto-Rico y Costa firme, no fué
tampoco Ramirez extraño al proyecto de hacer más frecuen-
tes las comunicaciones en el interior de la isla, contribuyendo
mucho á que se plantease por medio del vapor Neptuno, el
primero introducido en los dominios españoles, un servicio
semanal entre la misma Habana y Matanzas (30). Tambien
en su tiempo fué embellecido el teatro de la capital; se aten-
di6 al ornato y á mejorar la policía urbana, hasta el punto
de encargarse á los comisarios y ministros de justicia, que
desterraran de las calles la costumbre poco culta, hasta. allí
consentida á los vagos, de molestar con insultos y chacota á
los pobres contrahechos ó sin completo juicio' que suele haber
en los pueblos; y como apunta el doctor D. Ramon Zambra-
no (31) en elogio de aquel reformista, «no s610 dió eficaz J
)}prudentísimo ensanche á la libertad de comercio, abriendo
»ámpliamente las puertas á la prosperidad de Cuba, sino que
)}impulsando vigorosamente la ed ncacion, consolidó los ci-
»mientos de su moralidad y su cultura.»


Elevando de uno á tres los ingresos del Tesoro, pudo remi-
tir cuantiosas sumas á Costa firme, Santa Féyel Perú, y so-
correr á Puerto-Rico, Santo Domingo y la Florida; haciendo
cesar la doble alcabala en los censos reservativos y los dere-
chos de las maderas de la isla; interviniendo en la fundacion
y rápido progreso del Mariel y de Nuevitas, de Guantánamo
y de Ságua, yen el engrandecimiento de Matanzas; fundan-
do la cátedra de Economía política y la escuela de Química,




CAPÍTULO V 329


abriendo las puertas del jardin botánico y las de la Acade-
mia de dibujo y disponiendo la fundacion del Museo anatómi-
co; mejorando los hospitales, proporcionando recursos á la
casa de Misericordia, asegurando la policía de los campos y
ocupándose en fin de todos los intereses morales y materiales,
cuya mejora exigian los tiempos, se conquistó Ramirez un
glorioso y merecido renombre y el unánime aplauso de la pos-
teridad.


Pero aquel adorador de la civilizacion moderna, en sus án-
sias de hacer mucho, y arrastrado por su génio verdadera-
mente revolucionario á la vez que por ciertos excesivos de-
seos de nombradía, fué en sus reformas muy de prisa, sin
comprender, ó sin querer darse por enterado si lo conocia,
que no se consigue la felicidad de los pueblos dándoles mu-
chas novedades de golpe, y más de lo que pueden abarcar y
digerir, sino lo que les conviene, sólidamente cimentado J
enlazado con lo que ya tenian; para no divorciar unos inte-
reses de otros, y para no conmover los vínculos sociales ni
trastornar bruscamente las costumbres, que son su vida.
Con certeza sabia Ramirez que trabajaba para la edad fu-
tura, y soñaba hasta en forzar la marcha de los tiempos pa-
ra acercar á los suyos los presentes; pero con su gran impa-
ciencia para recoger frutos, si en lo económic) preparó una
prosperidad inmediata, en lo político fué sembrando la insur-
reccion, no remota.


Un bien indudable fué la multiplicacion de las escuelas de
las primeras letras, debida á su iniciativa; pero mayor hu-
biera sido crear ménos y hacerlas más españolas desde sus
orígenes, poniendo al frente mayor número de maestros y
maestras con apellidos españoles, educad)s en la :Península
y no en el vecino continente y en otros países. Otro bien fué,
asimismo, la extension de los estudios económicos; p9ro ma-
yor hubiera sido el consentirles ménos politica, ó sólo p::>lítica
esencialmente nacional. Y si al plantear las demás medidas
que hemos apuntado, lo hizo con ánimo civilizador y en pro-
vecho de aquel pueblo, incurrió en el lamentable olvido de no




330 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


establecer una prudente vigilancia en los estudios, que aban-
donó en su desarrollo á la propia iniciativa de los profe-
sores, muchos de los cuales, llevando sus ideas y sus aspira-
ciones más allá de la conveniencia pátria, no tardaron en
desvirtuarlos, y rebasando los discípulos la línea por aquellos
señalada, pronto se extraviaron por campos no explotados, ó
de tránsito peligroso.


Mientras á Cagigalle anulaban sus dolencias, no atendia
tampoco Ramirez, embelesado en la contcmplacion de sus re-
formas, á lotl rumores levantados en el Camagüey por la
turbulenta y poco moralizada cúria de Puerto Príncipe, ni á
las predicaciones del oidor J. C. Vida urre, quien emigrado
del Guayaquil dcspucs dI( haber sido uno de los que más con-
tribuyeron á la emancipacion de su país natal, propagaba en
la isla ideas separatistas, acogidas y prohijadas entre otros
por D. Gaspar B~tancourt, conocido más tarde con el nombre
dellugarejio. No reparaba Ramirez en el séquito que atraía
el talento de los jóvenes D. José de la Luz Caballero y Don
José Antonio Saco, ni en los versos del adolescente D. José
María Heredia, ni en la nueva pléyade de discípulos del pa-
dre Agustin, de Velez y de Varela, que unos por la enseñan-
za filosófica, otros por la económica y la política, ó cantando
las bellezas de la libertad platónica, creaban la opinion cu-
bana, qne pretendió á poco, si no divorciarse en absoluto de la
puramente española, señalar cuando ménos una línea divi-
soria entre ámbas.


No debieron llegar hasta Ramirez, sin duda, noticias dela
organizacion de las sociedades secretas, ni de los trabajos de
la clase desheredada, que ilustrada á espaldas de las áulas,
preparaba su porvenir, ni del movimiento de las demás aspi-
raciones políticas, excitadas por los rebeldes del continente;
y no debió conocerlo, cuando ni se distrajo de sus ocupacio-
nes civilizadoras, ni previó, ni se preparó á recibir la tor-
menta que en los primeros meses de 1820 iba á desencadenar-
se en todos los dominios españoles, segun referiremos en el
capítulo que sigue.






CAPITULO VI.


1. Política de Fernando VII y actitud de los partidos desde 1814 á
1820.-Sociedadcs secretas y sediciones militares.-~1ina.-Por­
lier.-Richard.-Lacy.-Bertran de Lis.-Rebelion del ejército
destinado á las Américas.-Riego.-El conde de La Bisbal.-
Decretos del rey.-Triunfo de la revolucion.-Reunion de las
Córtes.


n. Sedicion militar en la Habana.-Autores de las rebeliones mi-
litares.-Restablecimiento de las corporaciones populares, y de
la libertad de imprenta.-Excesos de ésta.-Milicia nacional.-
Motín militar del 26 de noviembre.-Rclevo de Cagigal por ~lahy.­
Sociedades patrióticas y elementos perturbadores.-Política de
Mahy.


UI. Las Córtcs en la segunda época constitucional.-Estado polí-
tico de la naciou.-Partidos.-Neg¡·os y serviles.-Los diputados
americanos en el Congreso.-.Movimientos republicanos y realis-
tas.-Traslucion del gobierno y del rey á Sevitla.-Invasion del
príncipe de Angulema.


IV. Efectos en Cuba del gobierno constitucional.-Muerte de Ra-
mircz.-Contrabando.-Pinillos.-Entrega de las Floridas.-Re-
belion de Itúrbide.-Plan de Iguala.-O'donojú en Córdoba.-
Triunfo de Itúrbide.-Estado de Cuba.-Medidas de Mahy.-La
prensa y los revoltosos.-Lógias secretas.-El Dr. Piñeres, Vi-
daurre y otros.-Perturbaciones en el interior de la isla.-Godos;
tárta,ros é indianos; peninsulares y criollos.-Trastornos en la uni-
versldad.-;\fucrte de Mahy.


V. Mando interino de Kindelan.-Sociedades políticas en el Ca-
magüey.-Lus corporaciones populares ante las autoridades.-
Luchas entre peninsulares y cubanos.-Elecciones de 1822.-Su-
cesos desagradables.-Desprestigio de Kindelan.-Persecucion de
corsarios.-Nombramiento de Vives para el gobierno de Cuba.


1.


Los constitucionales españoles, que tan sorprendidos que-
daron con las primeras medidas de política reaccionaria y
absolutista, dictadas por su muy amado Fernando VII al salir




332 LAS INSURRECCIONES EN CUBA.


del cautiverio en 1814, no podian explicarse aquella ce-
guedad del monarca, y apénas se atrevieron á creer el con-
tenido del decreto de 30 de mayo que condenaba á expatria-
cíon perpétua á millares de familias; no tantas de las que por
simpatía á las instituciones francesas se habian alistado en
las filas del intruso José Bonaparte, como de las que, ani-
madas del más puro y hasta exagerado patriotismo, sellaron
con su sangre la sublime obra de la defensa nacional bajo la
bandera levantada por las juntas y por los legisladores de
Cádiz. Sorprendidos quedaron, y no sin motivo, al ver des-
preciada la influencia que creian legítima, aquellos hombres
que abandonaron sus hogares para dictar medidas salvado-
ras en los supremos momentos que la pátria atravesaba, y
que reuniendo los dispersos caudillos del legítimo partido na-
cional, formaron ejércitos para conservarle el trono al rey
cautivo, humillando la insultante arrogancia de las águilas
napoleónicas. Y más sorprendidos todavía, porque tal influen-
cia veian explotarla á muchos traidores de la guerra de la
Independencia, y á gentes aduladoras y poco dignas, que
arrastrándose por la antesala de la Cámara de Castilla, pri-
mer alto poder que Fernando se habia reservado, creandolo á
su capricho, formaban una cohorte baja y deshonrosa que
tomó el nombre de camarilla, y contenia personajes como
Pedro Collado, ex-vendedor de agua de la fuente del Berro,
conocido entre los suyos por Ohamorro, y otros de la misma
estofa muy del agrado del rey, capitaneados por el poco
decoroso real favorito, duque de Alagan. ¿Era en verdad
extraña la sorpresa, habiéndose seis dias antes leido aquella
circular del 24 en que para halagar á los reinos de América,
les prometia la representacion nacional, contradiciendo l!l. con-
ducta que casi en los mismos momentos con los constitucio-
nales se seguia? (1) Todos estos cayeron en el mas doloroso
abatimiento al ver luego restablecida la Inquisicion , alejadas,
no sólo de palacio, sino de sus hogares, las personas que ha-
bían por sus acciones merecido la gratitud de la patria, y
llamados á los cargos públicos los absolutistas más intransi-




CAPÍTULO VI 333


gentemente fanáticos y oscuros, á quienes se confirieron has-
ta los altos puestos del Supremo Consejo y el depósito de los
destinos de la nacion.


Peroe1 dolor, rebosando los límites del sufrimiento, se con-
virtió en indignacion bien pronto, y así que los hombres que
más sacrificios habian hecho para conservar el trono al rey
no dudaron del porvenir que les esperaba, al publicarse los
decretos restableciendo los jesuitas, prohibiendo las máscaras
y otras fiestas públicas nacionales, y hasta los pasatiempos
más honestos; y cuando se dictaron disposiciones previniendo
la obligatoria asistencia á los templos, señalando los trajes
con que los fieles debian visitarlos y la compostura que habia
de guardarse.


Estos sentimientos de indignacion tan naturales y espon-
táneos cuando acababa de salirse de una larga guerra que,
como todas, habia aflojado ciertos deberes sociales y trazado
á las costumbres nuevo rumbo, no los ocultaron los que se
creian con derecho á ser considerados, y fueron por los rece-
losos palaciegos traducidos como actos de rebeldía al monar-
ca; tomando las censuras públicas por las conspjraciones que
buscaban en todas partes, y que en verdad aún no existian,
aunque aquellos reaccionarios incitaban para saborear el pla-
cer de dominarlas, y presentar la oficiosidad como mérito
para obtener posiciones superiores á las injustificadas que en
su improvisacion disfrutaban. A pesar de esto, los hombres
que pudieran ser conspiradores, no respondian á los deseos de
las gentes de la camarilla, no por falta de intencion, sin du-
da, sino de medios para hacer ruidosas manifestaciones, pro-
testando de la conducta inesperada del rey, y de la funesta
política de tirantez, que ya todos los soberanos de Europa
habian desterrado en la restauracion.


Sin embargo, los medios se les vinieron pronto á la mano,
y á ello contribuyó mucho la salida de Napoleon de la isla de
Elba, su desembarco y vuelta al trono de Francia para dis-
frutarlo cien días más; en cuyos momentos, aconsejado Fer-
nando por el miedo, y para atraerse á todos los que las cir-




334 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


cunstancias pudieran obligarle á necesitar, contuvo las cor-
rientes absolutistas con promesas de mejor sistema político,
y dió. á los oprimid()s tiempo para reponerse y concertar el
modo de destruir aquellas asociaciones teocráticas que ten-
dian á hacer del jóven monarca otro Cá.rlos n, y á sumir la
Espaíla en una existencia más desdichada de la que trabajo-
samente iba arrastrando.


Resultado fueron del primer concierto de los liberales dis-
gustados, algunas conspiraciones;más insensatas que impo-
nentes, frustradas en Cádiz, pero que dieron ya señales del
estado de la opinion; y consecuencia fué tambien el grito de
libertad levantado por el caudillo Espoz y :Mina, q uíen pri-
mero que nadie manifestó franca y lealmente su oposicion á
la política del rey, acompañado de su sobrino el guerrillero,
aquel que peleando contra su pátria murió en América, y se-
guido de algllnos otros, los cuales desde Pamplona, despues
de dar el grito en el mismo año 1814, tuvieron todos que
huir por falta de parciales que les siguieran en la empresa.
Durante los cien dias que permaneció Napoleon en Francia,
que fueron los de más suave absolutismo para España, apro-
vecháronse de esta trégua la lógia masónica del Gran
Oriente establecida en Granada y otras asodaciones secretas,
infiltrando en las filas del ejército con misteriosa reserva sen-
timientos sediciosos y proyectos de trastorno liberal; mas
cuando con la batalla de Waterloo y la humillacion del coloso
se repusieron los reyes de Europa, y entre ellos Fernando, del
miedo que la proximidad de Bonaparte les infundia, volvie-.
ron los intransigentes de la camarilla española, á declarar su
injustificada é injusta guerra á todos los que les tenian mala
voluntad, y se contuvo la propaganda revolucionaria al pro-
seguir las persecuciones. No solo se dirigian éstas ya contra
los que en la época de la independencia se distinguieron co-
.mo patriotas sino contra los mismos absolutistas como Escoi-
quiz, que con el canónigo Ostolaza, denunciador de sus com-
pañeros los diputados liberales de Cádiz, fueron privados de la
real gracia; y áun contra los ministros del rey, que exonera-




CAPÍTULO VI 335


dos por éste, solian á menudo pasar directamente desde el
ejercicio de sus altas funciones, ora al destierro, ora al presi-
dio de Ceuta.


Consecuencia de tan insensata politica, de atropellamientos
tan fuera de tino y de razon organizados, y de la propaganda
eficaz de las lógias en el ejército, fué otro levantamiento mi-
litar dirigido en Galicia por el general D. Juan Diaz Porlier,
quien al trasladarse desde la Coruña, donde dió el grito en
19 de setiembre de 1815, á la ciudad de Santiago para ex-
tender el fuego insurreccional, tuvo que rendirse á los mis-
mos que debian secundarle en el movimiento, y fué luego
ahorcado en el punto de partida. Por la deslealtad de aquel
rebelde militar, se conocieron las tendencias de una parte del
ejército, al que sin descanso iban catequizando las sociedades
secretas; y por el poco tino político de los consejeros de Fer-
nando, cualquiera podia asegurar que no seria el de Porlier
el último de los trastornos liberales de la época, sino que, co-
mo siempre los víctimas de la política candente suelen ser
glorificados por sus correligionarios, de allí en adelante y en
cuantas. ocasiones diera el gobierno á las masas inquietas al-
gun inoportuno respiro de libertad, habría que esperar
como demostracion de gratitud un acto sedicioso y una recla-
macion pública contra los responsables de la sangre derra-
mada.


Esta marcha ya antigua é iniciada entónces por los que
se llamaban patriotas ó liberales, á quienes nosotros se-
guiremos nombrando 'radicales porque de ellos arrancan
nue8tras desdichas presentes; esta marcha y tal sistema ha
sido continuado con tan exacta regularidad por ellos, que no
parece sino que se adoptó como base fundamental de su dog-
ma político, el responder con el abuso á las libertades que los
poderes públicos les conceden; lo cual no puede ménos de lla-
mar ya la atencion y hacer meditar á los razonables hombres
de Estado, con más detenimiento que hasta aquí, sobre la con-
veniencia de servirse en lo sucesivo de mayor actividad y
energía de la que ántes han empleado, para procnrar que s~


.. ~~.~.,~
>


/




336 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


borre y desaparezca de esos partidos ignorantes y apasiona-
dos el absurdo fanatismo que los caracteriza,


Al segundo escarmiento que estos sufrieron con el fracaso
de la sedicion gallega, sucedió la calma de algunos meses,
durante los cuales tomaron mayor extension los trabajos se-
cretos y fueron ménos perseguidas las lógias, porque preocu-
pados el rey y su gobierno con las noticias que se recibian
de los reinos de América, concertaban médios para reducir á
los disidentes por la fuerza de las armas, El sistema era, á
nuestro juicio, el más acertado que podia seguirse; disintien-
do en esta apreciacion de las opiniones de D. Modesto La-
fuente, quien inspirándose más en su buena fé progresista que
en el conocimiento del carácter de aquellos habitantes, sienta
en su Historia de España, que más oportun,a y provechosa
hubiese sido una política suave que la severidad adoptada; y
nos apartamos de su opinion, pJrque es bien sabido que á los
enemigos de raza, y tales eran aquellos en su mayoría, sola-
mente la fuerza y el rigor les impone, como de ello tenemos
ejemplos recientes. Faltó, sin embargo, en aquella ocasion que
hubiera sido la fuerza dirigida por un príncipe español, como
el mismo historiador indica, lo que habria traido mejores
y seguros resultados; pero como príncipe no existia para el
caso; como no fué allá bastante ejército para hacer respetar
la bandera española, por los motivos que apuntaremos luego,
de los que siempre será responsable ante la historia el parti-
do patriota; y como pOlo otra parte los intransigentes de la ca-
mitrilla h3.bian ya aconsejado el acto ménos político y nunca
bastante anatematizado, de establecer el absurdo y vicioso
tribunal de la Inquisicion, orígen de crímenes de todo género
en aquellos dominios de razas y de pasiones diferentes, los
insUl'reccionados no se sometieron, y perdió España los más
extensos y ricos pedazos de su monarquía.


Tambien despues de sufocarse la sedicion de Porlier, Fer-
nando VII, que á veces solia cansarse de ser instrumento de
una apasionada é ignorante teocracia y de ver desafecta una
gran pa.rte de importantes hombres políticos, pensó ensayar




CAPÍTULO VI 337


algunas reformas y conceder franquicias que hicieran más
simpática su gobernacion; y con este objeto, al empezar el año
1816, dictó un decreto conciliador y de templanza, expresando
su real deseo de que desaparecieran ya del uso comun las vo-
ces de serviles y liberales, y que todos los españoles se unie-
ran y formaran una masa general de los amantes del bien y
del engrandecimiento de la pátria. A tan prudentes y hala-
gadoras exhortaciones, y á la benigna disposicion del monar-
ca para borrar las diferencias que separaban á unos de otros
partidarios, y para atraerse á los que más alejados vivian de
los puestos oficiales, respondieron los conspiradores, como
siempre, acelerando la ejecucion del intento que la Sociedad
del Triángulo preparaba y tenia por fin matar al rey en el
paseo que acostumbraba dar fuera de la puerta de Alcalá;
cuyo plan descubierto, llevó al patíbulo á D. Vicente Richard,
comisario de guerra denunciado por dos sargéntos de marina
que con él formaban triángulo, y á la horca tambien por sos-
pechosos de complicidad á Plaza, Yandíola y fray José.


Motivo era este sin duda bastante, para justificar el rigor
que sig!lió inmediatamente á la benignidad real poco corres-
pondida, aunque fué la reaccion dema:;¡iado dura para los
que, agenos á la aventurera política, tenian incuestionable
derecho á disfrutar de la aparente tranquilidad social; y tan
excesiva dureza, usada principalmente con los generales que
habian hecho la pasada guerra, y no ocultaban su disgusto
por tenerlos apartados de los puestos públicos, fué motivo de
otra rebelion, que se anunció e15 de abril de 1817 en Calde-
tas, pueblo de la provincia de Tarragona, capitaneada por
Milans y el teniente general D. Luis Lacy. Descubierta tam-
bien, huyó Milans al ver que muchos de los comprometidos
se retraian; y abandonado Lacy por las tropas que mandaba,
fué preso y conducido desde Barcelona, que se agitaba para
libertarle, á Mallorca, donde fué ejecutado el 5 de julio.


Por este tiempo se trasladó á Madrid la junta masónica del
Gran Oriente, que permanecia en Granada, y fué á la vez
elevado al ministerio D. Martin Garay, que era una garantía




338 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


para los patriotas; pero no pudo siquiera atraerlos, porque á
poco, en setiembre de 1818, se le destinó ya al destierro á
que parecian condenados todos los hombres públicos que se
fiaban del inconstante carácter del rey, ni éste tampoco con-
siguió reducirlos á pesar de las promesas que de mejorar su
gobierno frecuentemente hacia. Continuaron por tanto los
conspiradores, que pertenecian ya á várías sociedades secretas,
sus incesantes y cada dia más extensos trabajos, con mayor
reserva para no despertar la atencion oficial, ni alterar la
perfecta tranquilidad que en apariencia se disfrutaba, y
dispusieron para el primero de enero de 1819 un movimiento
en Valencia, que debia inaugurarse prendiendo al general
Elío en el teatro é inmolándole al grito de libertad y Cons-
tit16cion. Denunciado el plan, fué atacado de frente, y sor-
prendiendo el mismo Elío, á los conjurados militares en la casa
del Porche donde se reunían, hirió al coronel D. Joaquin Vi-
dal, quien de resultas de la herida murió al pié del patíbulo
cuando iba á ser ajusticiado, y sufrieron la última pena en
horca D. Félix Bertran de Lis y doce más de los comprometi-
dos. A estos conspiradores habian de responder otros en
Murcia; mas descubierta su trama á tiempo, fueron presos el
brigadier Torrijos, Lopez Pinto y Romero Alpuente, yencer-
rados en el castillo de Alicante.


Cinco conspiraciones descubiertas en los cinco años que
Fernando VII llevaba en el trono, debían precisamente pre-
ocupar en gran manera á todo el que supiera, y él no lo ig-
noraba, que en las luchas políticas siempre la osadía tenaz
ha vencido á la larga; y como no le era desconocido tampoco
el disgusto, no ya de hombres, sino de importantes clases que
unian sus trabajos á los de las sociedades secretas, cada vez
más numerosas y extendidas, el rey creyó conjurar la tormen-
ta que rápidamente se aproximaba, cambiando ministerios,
que en nada mejoraban ciertamente la situacíon; porque,
víctimas de la camarilla y de sus intrigas, solian luego salir
para el destierro, ó descender los hombres que los formaban
con la humillante exoneracion por recompensa. En la época




CA.PÍTULO VI 339


á que nos referimos contaban dichas sociedades entre sus afi-
liados, á la mayoría de los jefes, oficiales y tropa del ejército
que á principios de 1819 se reunia en los alrededores de
Cádiz, y estaba destinado al tenaz y temerario intento de so-
meter por la fUe7,za de las armas las provincias de Ultra-
mar, segun dice Lafuente con la equlvocada inteligencia que
hemos indicado; cuyas sociedades, conteniendo además en su
seno gran número de americanos agentes de aquellos sepa-
ratistas, hacian causa comun con éstos, y presentando á los
soldados del ejército expedicionario, como muestra de su por-
venir, los enfermos é impedidos que regresaban de las guer-
ras de América, fomentaron la repugnancia de las tropas de
Andalucía á embarcarse y la consiguiente inclinacion á la
rebeldía ántes que verificarlo. Tal publicidad llegó ya á darse
á estos trabajos, hasta entónces clandestinos, que llamaron
por fin la atencion del gobierno del rey.


y no era ext~año que á oidos de los ineptos servidores de
Fernando VII, llegaran en aquella ocasion tan alarmantes
nuevas, pues las sociedades tituladas el Soberano Capítulo
y el Taller Sublime, donde con calurosa elocuencia peroraba
D. Antonio Alcalá Galiano, secretario nombrado para la le-
gacion del Brasil, incitaban á los militares de Cádiz para que
no fueran á las Américas, y sin recato ya, si no pública y des-
caradamente, propagaban la idea revolucionaria. Procediendo
el gobierno por primera vez con algun acierto, ordenó, al en-
terarse, el rdevo de la guarnicion de Cádiz, contagiada toda
ella por los conspiradores, yel arresto de los jefes que en el
Palmar del Puerto de Santa María habian convenido rebe-
larse; siendo por tanto castigados, en julio de 1819, el gene-
ral jefe de la expediciOll conde de La-Bisbal con el reemplazo
por el viejo D. Félix Calleja, conde de Calderon, y separados y
presos los coroneles y comandantes Arco Agüero, Quiroga,
O'Daly, San Miguel, Rotten y otros.


Los hilos de la conspiracion rotos con tal motivo, fueron
pronto reanudados en los clubs por el mismo Alcalá Galiano
y por D. Juan Alvarez y Mendizábal, dependiente que en


24




340 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


Cádiz tenia la casa de comercio de Bertran de Lis; quienes
si bien tuvieron que luchar en un principio con grandes di-
ficultades para entenderse con los jefes de las tropas, por
encontrarse éstas muy diseminadas en los cantones sanitarios
establecidos á consecuencia y para preservarlas de la fiebre
amarilla, desarrollada y extendida entónces por todos los pun-
tos de la costa, consiguieron al fin poner en inteligencia á
aquellos jefes con las sociedades secretas. Por su acuerdo
ofrecieron dichos emisarios al general D. Juan O'donojú, que
mandabaenSevilla, la direccíon del movimiento, y rehusando
éste colocarse al frente, fué por votacion de las lógias desig-
nado el coronel D. Antonio Quiroga, preso á la sazon en Al-
calá de los Gazules, el que, al comunicarle la eleccion y
aceptar el cargo, convino con los patriotas que el grito de li-
bertad se daria en los primeros días del año entrante; pasando
al efecto conocimiento del acuerdo á todos los jefes y oficiales
comprometidos en la conjuracion.


Hallábanse situadas á fines de 1819 las tropas que debian
embarcarse para la;! Américas, en Cabezas de San Juan,
Arcos de la Frontera, Villamartin, Alcalá de los Gazules y
otros puntos próximos á Cádiz, esperando el primer dia de
1820 para cumplir el compromiso contraido con los sediciosos.
Llegó aquel dia de las deslealtades, de triste memoria para el
mundo de Colon, y anticipándose ó creyendo sin duda que en
los mismos momentos, que eran los señalados para dar el gri-
to, se levantarian todos los destacamentos conjurados, pro-
clamó el comandante del batallan de Asturias D. Rafael del
Rieg'o, en Cabezas de San Juan, á banderas desplegadas, la
Constitucion de 1812; y dirigiéndose á Arcos de la Frontera,
donde se encontraba el cuartel general, arrestó al jefe del
ejército expedicionario, conde de Calderon, y á los generales
Blanco, Salvador y Fournas en el fuerte de San Pedro; y
uniendo á las suyas las tropas que éstos tenian allí, lo mismo
que las de Villamartin, marchó con todas á la isla de Leon.


El coronel Quiroga que hasta el dia 2 de enero no pudo
romper sus prisiones, púsose al frente del batallan de España,




CAPÍTULO VI 341


y dando el grito convenido en Alcalá de los Gazules, sediri-
gió tambien á la isla de Lean. Pasó el puente de Suazo y fué
á San Fernando con el intento de penetrar en Cádiz, mas no
pudo lograrlo por la actitud de aquellas autoridades, ni lo
consiguió tampoco des pues de juntársele el dia 6 de enero las
fuerzas de Riego, con las cuales ascendió á 5.000 el número
de los sublevados; los cuales con más entusiasmo que disci-
plina se pusieron á las órdenes de Quiroga, no sin celos y
descontento del comandante de Asturias, que habiendo sido el
primero en dar el grito, pretendia tambien serlo en el mando.


Dividióse en consecuencia la isla de Leon, en dos partidos
por la energía de las autoridades del rey, cuya entereza no se
doblegó á pesar de las excitaciones que á los gaditanos se di-
rigian, ni á pesar de los emisarios del ejército libertador, que
con grandes instancias apremiaban á los comprometidos en
Cádiz para que les secundasen. El partido de los del gobierno
firme en el cumplimiento de sudeber, hizo vacilar al de los re-
beldes, quienes viendo que nada conseguian y que en vez de
recibir noticias satisfactorias eran á poco estrechados por el
general Rreire, se fraccionaron, despues de sorprender yapo-
derarse del .arsenal de la Carraca; quedando allí Quiroga y
marchándose el dia2~l Riego con San Miguel y 1.500 hom-
bres hácia Algeciras, para extender la sublevacion en las
otras provincias. Tan poco felices fueron los sublevados en
aquella correría, y tal tibieza encontraron en el país, que in-
tentaron retroceder, y siéndoles ya imposible regresar á la
isla de Leon por haberla ocupado Freire, se dirigieron á Má-
laga, donde en vez de la buena acogida que Riego esperaba,
fueron sus tropas perseguidas y batidas en las mismas calles
de la ciudad por las de D. José O'Donnell, hermano de La Bis-
ba1. Huyendo de allí, desalentados llegaron á Córdoba el 7 de
marzo los restos de aquel ejército liberal, reducido ya á mé-
nos de 400 hombres, fatigados, sin aliento y dispuestos sólo
á rehuir los ataques y evitar la mala voluntad que en todas
partes se les manifestaba; lo cual alimentó tanto lasdesercio-
nes, que al lleg'ar Riego á la línea divisoria de Andalucía y




342 LAS iNSURRECCIONES EN CUBA


Extremadura, solo 45 hombres de los más leales llevaba con-
sigo, que no por ser pocos eran con mayor afecto recibidos en
los pueblos; cuyos habitantes, ni interés, ni gran simpatía
mostraron por cierto á los iniciadores de aquella rebelion mi-
litar.


Esta habria sin duda muerto al nacer, como las intentadas
anteriormente en Cádiz y las de Mina, Porlier, Lacy, Ri-
chard y Vidal, si el gobierno con mejor acierto hubiera or-
ganizado las fuerzas de su defensa; recomendando al mismo
tiempo á las autoridades de las provincias toda la vigilancia
y toda la energía necesarias para contener á los revoluciona-
rios, que han sido siempre atrevidos en proporcion al aban-
dono en que se les ha dejado. Pero en vacilaciones perdió el
tiempo que pudo emplear en el golpe decisivo. Cuando,
abultados los sucesos por la duracion, se ocupaban en mover
los ánimos, atribuyendo imaginarios triunfos á los rebelados,
sus simpatizadores de la córte y de las provincias lejanas al
teatro de los hechos, decidióse el gobierno á decir claramente
y con verdad que la insurreccion andaluza iba extinguiéndo-
se; mas cuando se preparaba á colocarse á la altura de las
circunstancias, era ya tarde, pues al movimientorespondia el
coronel D. Félix Acebedo el 21 de febrero en la Coruña y lue-
go en el Ferrol y Vigo, y otros puntos importantes se dispo-


. nian á secundarlo. Así sucedió en Zaragoza, donde, reunidos el
pueblo y el ejército con las autoridades locales al frente, se
levantaron el 5 de marzo; yen Barcelona el dia 10, obligando
á marcharse al general Castaños; y seguidamente en Tarra-
gona, Gerona y Mataró; yel dia 11 en Pamplona que procla-
mó la Constitucion, quizás al saber el levantamiento de Zara-
goza ó el del conde de La-Bisbal.


Podemos atribuir el iniciado por éste, sin miedo de equivo-
carnos, más bien que á sus aficiones revolucionarias, al dis-
gusto en que le tenia la torpe administracion de los hombres
que formaban el gobierno de Fernando; quienes aturdidos
por las proporciones con que les llegaron las primeras noticias
de los acontecimientos andaluces, multiplicaron con su ánimo




CAPÍTULO VI 343


intranquilo las torpezas, aconsejando al rey que hiciera nue-
vos ofrecimientos al país, que de ellos no podia hacer gran
casp sabiendo que nuncade proyectos pasaban, y presentándole
como medida salvadora el decreto que publicó la Gaceta el
dia 4 de marzo. La-Bisbal, que se encontraba en Ocaña orga-
nizando el ejército de la Mancha, destinado á impedir que el de
los sublevados penetrara en Castilla, queriendo tal vez evitar
otra inconsecuencia á su voluble monarca, proclamó el dia 5,
al frente del regimiento infantería Imperial Alejandro, que
mandaba su hermano, la Constitucion de 1812. Aquel acto
decidió indudablemente el porvenir de la revolucionj porque
alentando á los políticos de Madrid, hasta ent6nces por el te-
mor contenidos, les hizo salir de su quietud, infundiéndoles
osadía para murmurar en público y para que, envalentonán-
dose luego con la impunidad y con el desconcierto g·uberna-
tivo que se traducia de dicho decreto, en que el Rey con más
preciso ofrecimiento que los de otras ocasiones se prestaba á
reunir las Córtes, creyendo ya que la esperada hora del pue-
blo habia llegado, formaron grupos tumultuarios y recorrie-
ron las calles dando gritos amenazadores para imponer al
inconstante y tímido Fernando, quien por las masas ame-
drentado, se decidió á jurar la Constitucion que á los suble-
vados servia de bandera, manifestándolo así al público en
otro decreto del dia siguiente 7 de marzo.


Triunfante el pueblo, acaudillado por algun antiguo y mu-
chos improvisados patriotas liberales, ya no encontró dique
que contuviera sus aspiraciones. Los que con una prudente
libertad se hubieran contentado ántes, con nada se satisfa-
cian ya; exigían que se multiplicaran las proclamaciones en
favor de los intereses de aquel pueblo que nada comprendia;
yen muchedumbres reunidos, se agolpaban á Palacio para
hacer suyo y convertir en su instrumento al rey execrado el
dia anterior; pero humillándole tanto, con intencion ó incons-
cientemente, cuando le obligaban á jurar la Constitucion y á
ser manoseado por los individuos del ayuntamiento de Madrid,
repuestos en los cargos que tuvieron en 1814, que más que




344 LA.S INSURRECCIONES EN CUBA.


enaltecer con aquellas groseras muestras de afecto al ídolo
del dia, le deprimian con gran despre¡;tigio del monarca y de
la misma insti tucion real.


Mientras llegaba la hora de abrirse las Córtes, y siempre por
los patriotas estrechado, tuvo Fernando que dictar, mitre otras
trascendentales disposiciones, la instalacion de una Junta con-
sultiva provisional, que entendiera en todos los negocios de
gobierno; la cual hizo entónces un bien y prestó verdaderos
servicios por el acierto y sensatéz de los templados hombres
que la formaban. Es cierto que no pudieron, arrastrados por
la corriente de los acontecimientos, evitar, ni dejar de contrí-
buir á que el rey firmara el Manijiesto á la nacion del 10 de
marzo, que tanto desprestigiaba al trono; pero aconsejaron
otras medidas que fueron salvadoras en los primeros momen-
tos para contener las masas desbordadas. Dedicó aquella
Junta suo primeros decretos á abolir la Inquisicion y á resta-
blecer la libertad de imprenta el dia 11; restableció tambien
el suprimido ministerío de Ultramar, para el cual fué nom-
brado el de Hacienda D. Antonio Gonzalez Salmon; cambió
completamente la administracion pública; creó la Milicia na-
cional, y tal vez por los patriotas cohibido, tuvo que cometer
la debilidad de decretar el encierro en vários conventos de los
69 diputados que con el nombre de los Persas se dieron á co-
nocer en 1814. Tuvo tambien que sancionar un verdadero
acto de tiranía liberal, cual fué el de exigir que lajura de la
Constitucion se hiciera individualmente y sin reservas men-
tales; y tuvo por fin que acceder ála ridícula á la vez que im-
política medida reclamada por los patriotas, de crear cáte-
dras para la obligatoria enseñanza del sistema constitucional,
no sólo en las escuelas, colegios y Universidades, sino hasta
en los seminarios y conventos donde tan pocos partidarios
contaba.


Una de las pocas medidas de gobierno que aquella Junta
aconsejó y propuso, fué el decreto de 22 de marzo relativo á
la reunion en 9 del proximo julio de las Córtes ordinarias pa-
ra las legislaturas de 1820 y 1821. Disponia tal decreto, res-




CAPÍTULO VI 345


pecto de Ultramar, que ínterin llegaban al Congreso los di-
putados que eligieran aquellas provincias, se acudiese á su
falta por medio de suplentes, nombrados con arreglo al acuer-
do del Consejo de Regencia de 8 de setiembre de 1810; y que
t!lles suplentes, que serian en número de treinta com0 el de
los diputados (2), se designasen entre los ciudadanos natu-
rales de aquellos paises que se hallaban en la Península, p0l'
una junta formada en Madrid bajo la presidencia del jefe su-
perior político de la provincia. Natural parecía que esta con-
cesion fuera bastante para contentar álos agentes americanos,
que tanto habian contribuido al pronunciamientD liberal;
pera éstos, trás los pocos momentos que se distrajeron enin-
fluir para que se les nombrara suplentes, no cesaron de bullir
y de perturbar entre los revolucionarios, siempre animados
del prop:'Jsito, no sólo de desprestigiar la revolucion pDr cuyo
triunfo se habian sacrificado, sino todo lo que á España se
refiriera. Para conseguirlo, incitaron ála opinion pública con
el fin de que fueran liberalmente premiados los jefes militares
de la reb:;lion, quienes desde coroneles y comandantes pasa-
ron de u:p. salto á mariscales de campo, con gran escándalo
del país y de la Europa toda; y con el fin tambien, de que el
ejército expedicionario de América, que era lo que más les
importaba, fuera licenciado á la vez que se disolvian los
provinciales y la guardia real. Entre los militares que en aquel
despilfarro de liberalidad se elevaron á los primeros puestos
del ejército, fueron los más favorecidos D. Rafael del Riego y
D. AntonioQuiroga, nombrados respectivamenfepara el man-
do como generales de las divisiones de Sevilla y de la isla de
Leon, subordinados á la autoridad del capitan general de An-
dalucía D. Juan O'donojú.


Consecuencia inmediata, y bien triste por cierto, de la fal-
ta de órden y de autoridad moral en el gabierno, así como
del general abandono en la administracíon pública, y del
desquiciamiento en que suelen en tiempo de revolucion en-
contrarse todos los servicios; y efecto obligado é irimsdiato de
la salida de las cárceles de muchos criminales, que para ob-




346 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


tener conmiseracion se fingian víctimas de la idea liberal, y
en sus filas se alistaban, fué la plaga de bandidos y salteado-
res de caminos y de ladrones en los centros de poblacion
que, contando con la impunidad, ó escudados con el nombre
de patriotas, aumentaban considerablemente el trastorno y el
malestar de las gentes honradas. Y no era extraño que en
las más bajas esferas sociales esto sucediera, cuando en las
mayores elevaciones administrativas se penetraba como por
asalto, cual nos lo prueba el haberse impuesto al rey como
ministro de Marina aquel D. Juan Jabat, compañero de Jáu-
regui, en la comision que la Junta de Sevilla destinó en 1808
á Méjico, segun hemos ya indicado, y que tanto contribuyó,
de acuerdo con Yelmo y con los otros conspiradores, á arras-
trar por el suelo el principio de autoridad y á mancillar el
nombre español en aquel reino.


Ni era de extrañar tampoco que tal anarquía dominase,
cuando los propios sublevados, ascendidos á generales en
premio á su deslealtad, se convertían por la violencia en ayu-
dantes del monarca, á quien tenian cohibido y como prisio-
nero; y cuando las sociedades secretas, que se atribuian el
triunfo de la revolucion celebrando sesiones, hasta perma-
nentes á veces, en el café de Lorencini y en otras partes,
imponian condiciones á los poderes públicos, dictaban las
minutas de las resoluciones, indicaban el personal adminis-
trativo que debia destituirse y nombrarse, lanzaban anate-
mas de proscripcion, reconocian como títulos honoríficos las
licencias de presidio, é influian en todos los actos de gobier-
no más que el ministerio, más que la Junta consultiva y más
áun que el mismo rey, como hoy influye y decide cierta aso-
ciacion en los asuntos del partido radical. De precision es es-
to en los partidos de sospechoso orígen, yen lasque fundan su
sistema en bases deleznables; los cuales, por respetar tradicio-
nes ó fanatismos, suelen glorificar hasta los más absurdos
principios; lo que practicado entónces y repetido hoy por los
hombres de aquella escuela, prueba evidente esde lo poco que
han aprendido y adelantado en el trascurso de medio siglo.




CAPÍTULO VI 347


T81ntos elementos de desórden no podian conducir por fin á
otra cosa sino al triunfo de la demagogia; mas aquel gobier-
no revolucionario que toleró la audacia y las imprudencias
de los afiliados en los clubs, y que áun transigió con ellos,
viendo ya que él mismo podia ser arrastrado por la corriente,
si en asunto de tal entidad no ponia mano pronta, se revistió
un momento de energía y disolvió la sociedad de Lorencini.
Pero falto de fuerza, ó sin intencion bastante para castigar
cual se merecian aquellos conspiradores públicos de todas las
escuelas, que tenian por comun objeto lanzar al país en la
más negra anarquía, consintió aún que aquella tertulia se re-
produjera luego en la Fontana de Oro, donde las exagera-
ciones fueron tan allá y de tal manera propagadas, que, ex-
tendiéndose por las provincias su espíritu, originaron á poco
la tentativa reaccionaria del 14 de mayo en Zarag'oza, las
conspiraciones que costaron la vida á Barzo y Erroz, y al-
gunas otras que no estallaron por esperarse el resultado de los
trabajos legislativos (3).


Por fortuna llegó la época de abrirse las Córtes y de em-
pezar la inauguracion de los actos parlamentarios, esperados
con ánsia por todos los buenos españoles que no tenian inte-
rés en cubrir sus pasiones con la máscara del patriotismo, y
que suspiraban solamente por la tranquilidad yporun gobier-
no que realizara el bien de la patria, ofrecido tantas veces y
tantas veces (lefraudado.


11.


Con loable perseverancia y éxito lisonjero iba Ramirez des-
arrollando en Cuba sus reformas y proyectos civilizadores~




348 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


aunque preocupado á menudo por los achaques de Cagigal,
que contrariaban su iniciativa, y por la situacion, cada di,a
ménos satisfactoria, de los reinos del vecino continente; que
con frecuencia le pedian recursos para sostenerse, y él socor-
ria con los del Tesoro cubano, por sus medidas económicas
enriquecido. Cuando esperaba que un triunfo de las armas
españolas le librase de la carga que oprimía su administra-
cion, llegó á la Habana el 21 de agosto de lS19 la fragata
Hornet, procedente de Nueva-York:, con noticias de Cádiz,
que alcanzaban al 2 de julio, entre las cuales extendió la
alegría entre los habitantes de la capital la del próximo em-
barque para la América de veinte mil soldados que, reunidos
en los alrededores de Cádiz, estaban terminando su equipo,
y sólo esperaban que se hallasen listos en los arsenales de la
Carraca los buques de guerra que habian de trasportarlos al
punto de la Tierra-firme, donde la rebelion se enseñoreaba.
Pero las alegres esperanzas de Ramirez y las de lo~ que en su
viva fantasía forjaban ya discursos para estimular á los pa-
cificadores á su paso por la Habana, se defraudaron pronto,
porque el tiempo trascurria, la expedicion no llegaba, y, por
el contrario, fatídicos anuncios, minando la tranquilidad, so-
brecogian los ánimos y generalizaban el malestar, notándo-
se cierto órden sistemático en la propalacion de las alarmas
y determinadas tendencias, para que tan criminal trabajo no
fuera del to:io infructuoso al intento de sus autores. Esto ha-
cia suponer, y era verdad, que aquellas maquinaciones par-
tian del centro formado en la isla por varios jóvenes, de los
que en la pasada época constitucional apénas pudieron levan-
tar el vuelo, y que contando entónces mayores fuerzas para
lanzarse á más elevadas esferas, esperaban, como predi-
lectos agentes de los propagandistas americanos, y por estar
en relaciones con las sociedades secretas de la Península, que
serian los primeros en disfrutar los bienes de la futura y
próxima aurora de libertad.


Mientras los buenos lamentaban las que, segun los datos
públicos, les parecian injustificadas demoras en el embarco




CAPÍTULO VI 349


del ejército expedicionario, y los conspiradores extendian sus
trabajos, apénas conocidos por la enfermiza primera autori-
dad de la isla, trascurrieron los últimos meses de aquel año
y los inmediatos primeros de 1820. Tanto se aprovechó este
tiempo por los revoltosos, que al llegar al puerto de la ca-
pital en la mañana del 14 de abril un buque procedente de
la Coruña, portador de periódicos que daban noticias hasta
el 13 de marzo de los recientes acontecimientos de la Penín-
sula, cual si fuera cosa preparada que sólo aquel anuncio
esperase, estalló unánime la opinion de muchas gentes en
favor del cambio político. Hicieron á éstas coro todos los ami-
gos de los iniciadores y de novedades, quienes tanto calor
manifestaron desde un principio, que no fué bastante á con-
tenerlos la a10cucion en que Cagiga1 pedia el dia 15 una tré-
gua hasta recibir órdenes oficiales á que subordinar su con-
ducta, ni ninguno de los otros medios conciliatorios que em-
pleó y que nadie sino las autoridades débiles, ó sin fuerza
para resistir, suelen usar en casos semejantes.


Por el contrario: fué tal el efecto que produjo aquella alo-
cucion hasta en las mismas tropas, trabajadas, es verdad,
por algunos de los oficiales iniciados y principales agentes
en la conspiracion, que, segun dicen los historiadores de Cuba
que hemos citado (4), «en la tarde del siguiente dia (16 de
»abril) á la hora en que los cuerpos francos de servicio acos-
»tumbraban pasar lista en la plaza de Armas, estando forma-
>idos los batallones de Málaga y Cataluña, dos oficiales de
»este último, D. Manuel Elizaicin y D. Manuel ValIs, procla-
»maron la Constitucion, respondiendo la tropa con vítores
»de verdadero entusiasmo. En medio de la efervescencia que
»reinaba en la plaza, corrieron varios pelotones del paisanaje
»y la tropa mezclados al palacio de la capitanía general, y
»sin oposicion de la guardia que lo custodiaba, penetraron en
»la estancia del Cagigal, atacado entónces de un ataque de
»asma, y con gritos descompuestos y áun con amenazas, le
»obligaron á salir á la plaza cási sin vestirse, á proclamar el
»grito de Constitucion con voz medio apagada, en la misma




350 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


»tarde del 16 de abril. Seguidamente partieron grandes im-
»precaciones de las filas de Cataluña y Málaga contra el ba-
»tallon de Tarragona, que, mantenido en perfecta disciplina
»por su coronel D. Tomás de O'Connelly, jefe querido del sol-
»dado, no concurrió al lugar donde estalló la sedicion, á pe-
»sar de las pérfidas excitaciones de algunos de sus oficiales,
»que se separaron vilmente de sus filas. Ya aquellos cuerpos
)}marchaban á atacarlo en su cuartel y á dar undia de sangre
»al pacífico pueblo de la Habana, cuando Cagigal despachó
»órdenes para que saliese á la plaza de Armas é imitara el
»ejemplo de los otros. De esta asonada militar, perpetrada por
»pocos y cobardemente tolerada por muchos, fueron instiga-
»dores algunos forasteros, y acaso el más principal el brigadier
»de caballería D. Juan Antonio Aldama, que procedente de
»Costa firme se hallaba de paso para España. La noche que
»siguió se pasó toda en luminarias y canciones, y muchos ve-
»cinos recogieron sumas de dinero para gratificaciones de la
»tropa.»


Esta extraña forma y para entónces raro procedimiento de
proclamar el cambio de un sistema político, fué en la grande
Antilla, como en la Península había sido, resultado de la se-
dicion militar, preparada en las sociedades secretas que re-
cibían el aliento de los disidentes activos y pasivos del conti-
nente americano. Y bueno es consignar aquí, para que nunca
se olvide, que al partido de los patriotas españoles debe con-
siderársele el primero de los que dieron á conocer en nuestro
país las sediciones militares, ó pronunciamientos, que tales
dias de luto, de desquiciamiento y de miseria han traido á
España en los cincuenta años que se practica. Sistema tan
censurable, imitado y seguido despues de los patriotas, por
otros políticos más conservadores que tambien buscaron la sa-
tisfaccion de sus ambiciones en la facilidad de seducir y
corromper las filas del ejército, ya predispuestas á dejarse ha ...
lagar, trajo la perversion actual de los sentimientos de leal-
tad y la lamentable perturbacion moral de santificar el medio
comun y vulgar de las rebeliones militares cuando respon ...




CAPÍTULO VI 351


dian á la aspiracion y deseos de un partido. Así arrastraron
éstas al país al triste estado en que hoy se encuentra, tan ma-
lo y tan desesperado, que su remedio sólo puede ya encon-
trarse en heróicos revulsivos, que extirpando los vicios mor-
bosos, restauren las sanas fuerzas sociales y la enérgica
voluntad nacional, para ejercerla en un tiempo necesario y
prudente y con ánimo recto é inflexible, preservándole de re-
caidas en la funesta dolencia política que le consume yani-
quila.


Consiguiente á la sedicioD militar del 16 de abril y á la so-
lemne jura de la Constitucion, que en eso de ser aparatoso
nadie le gana al partido patriota, se llevó á cabo, sin prévio
aviso de la metrópoli, la reinstalacion de las corporaciones po-
pulares de 1814, como en la Península se habia hecho, lo
cual fué prueba patente de la connivencia entre unos y otros
conspiradores; se resucitó la· libertad de imprenta, muerta
seis años ántes por sus extravíos bajo el peso de la indigna-
cion pública; y á la sombra del entusiasmo liberal, se come-
tieron tan frecuentes robos y asesinatos, que obligaron á la
autoridad superior á restablecer las antiguas medidas de po-
licia, un tanto olvidadas por la blandura de su carácter, y á
ordenar en el servicio de rondas nocturnas una exactitud
igual á la que su antecesor Cienfuegos exigia y practicaba.
Pero como cada ciudadano liberal se creia en aquellas cir-
cunstancias una autoridad independiente de toda ley, y de su
creencia hacian alarde apoyados en las armas que, como vo-
lunta·ri08 urbanos, habian recabado del capitan general, así
que de la Península se recibieron partes oficiales relativos al
establecimiento del nuevo sistema; y como la primera auto-
ridad gubernativa, careciendo de fuerza y falta de energía pa-
ra imponerse, no podia resistir, cedió y tuvo que pasar por la
humillacion de su desprestigio al dejar abandonados el órden
y los intereses de la sociedad á la exclusiva inspiracion de los
turbulentos patriotas.


Veinticuatro compañías de Milicia nacional y un escua-
dron de caballería, compuesto de gente escogida, se formaron




352 LAS INSURRECCIONES EN CUBA.


,~ntónces en la Habana; ingresando muchas personas acomo-
dadas, no tanto por seguir la corriente ó seducidas por el es-
píritu de los patriotas, como para tenerlos á raya si llegaba
el caso, no difícil, de que arrastradas las mayorías por los
exagerados, pocos en número pero bulliciosos, intentaran lle-
var las cosas más allá de la conveniencia pública (5). Aque-
llas fuerzas contuvieron sin duda las maquinaciones de los
conspiradores que, dueños de la voluntad del ejército, habían
ae ~ptado la jura de la Constitucion española, como medio y
principio para realizar más tarde sus proyectos de indepen-
dencia; pero fueron al organizarse, como todas las fuerzas
armadas sin disciplina obligatoria ni sujetas á la severidad
de la ordenanza militar, un elemento perturbador y una
constante amenaza al s:)siego público, cual lo serán siempre
,ue sirvan de instrumento político y no se las destine á la
R'l,nta y gloriosa mision de defe~der la integridad nacional.
Este peligro no era en tal ocasion por fortuna inmediato, á
pesar de provocarlo diariamente las demasÍas de la imprenta,
(1 ~sbordada desde que revivió, que imbuida por los emisarios
le Bolívar, tendia á hundir la i:31aen el mismo triste estado
m que los separatistas habian sumido á los reinos rebeldes
lel continente.


Aquella prensa periódica, dice el Sr. Pezuela, «resucitó
»ITlOrdáz, estrepitosa y vomitando todas las amarguras y las
»quejas que seis años de sujecion y de mutismo habian de-
'>positado en el corazon de sus redactores,» y esto lo prue-
bl, citando al Tia Bartola, periódico chistosamente escrito,


,,'ts calumniador y punzante que ningun diario de la ante-
.'inr época .de libertad, y con la aparicion de otras varias pu-
,licaciones dedicadas más á difamar que á instruir, y más
li"puestas á hacer coro con los enemigos de la pátria que á
.' ¡mentar los intereses generales de Cuba. Figuraban entre
:B nuevos periódicos El Oonse1'1Jador, El Botiquin, El Ob-
"'!rvador habanero, El Esqui-fe, El Indicador constitu-
.:ional, El Mosquito, El Americano libre, El Imparcial (6),
E't AJ'gos (7), La Gaceta constitucional de Oayo Puto (8) y




OAPÍTULO VI 353


La Gaceta ó Aurora de Oayo Guinékos (9), publicados caSI
al mismo tiempo que aquel; Los Precios Oorrientes, que vió
la luz en 1822 ydespues de cincuenta años existe todavía,
El Impertérrito constitucional (10) y algunos más que tras
corta vida solían resucitar con otro nombre.


'Tambien se lanzaron como instrumentos de guerra en
aquella sociedad, durante la época perturbadora de 1820 á
1823, una coleccion de folletos, hojas sueltas y libelos infa-
matorios de todo género, tan abundantes como variados y
peligrosos; siendo entre sus autores el que, como más censu-
rable, figuraba en primer término por su desenvoltura, mor-
dacidad é imprudencias, aquel presbítero y doctor D. Tomás
Gutierrez de Piñeres, del que ya nos hemos ocupado y vo1-
ve'rernos á hablar ,quien nevaba por séquito todos los jóvenes
malaconsejados y peor dirigidos, procedentes de aquellas
clases que, no pudiendo legalmente recibir instruccion en los
establecimientos oficiales de la enseñanza superior, tuvieron
que buscarla en colegios privados ó en el extranjero. Para
darse á conocer, lanzaban éstos contra las clases privilegiadas
todo el veneno que en su desheredamiento habian acumulado
en escritos .iolentos dictados por las exaltadas pasiones, y tan
perturbadores como pudieran serlo los más incendiarios de la
más intransigente demagogia; pues impulsados á la vez por
los emisarios de Bolivar y seducidos por el halago que reci-
bían en las sociedades secretas, creian sus inexpertos autores
un verdadero mérito el llevar la intranquilidad á todas par-
tes con sus alarmantes predicaciones sobre la independencia
cubana. Fueron aquellos jóvenes, con su insensata conducta,
los primeros promovedores quizás de la division entre pe-
ninsulares y cubanos, que tantos infortunios habia de traer á
la isla.


Al jurarse la Constitucion en ésta é instalarse las corpora-
ciones populares en todas las poblaciones, y en algunas de
cierta manera muy parecida á la violenta que usaron los se-
diciosos de la Habana, los individuos de la diputacion provin-
cial que contaban amigos patriotas entre los presos por in-




354 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


fidencia que encerraba la fortaleza de la Cabaña, enviados
por el virey de Méjico durante los mandos de Cienfuegos y
del mismo Cagigal, expusieron ante aquella corporacion, con
tan vivos y siniestros colores pintadas, las duras é injustas
penalidades que aquellos estaban sufriendo, que ésta conmo-
vida ó deseosa de hacer alarde de su poder usurpado, y atri-
buyéndose una plenitud de autoridad que no tenia, sacó de
los calabozos donde acababa de morir el turbulento Renova-
les, á muchos de los presos; repartiendo los otros en diferen-
tes y más cómodos sitios provisionalmente, pues cási todos
declarados luego libres fueron á engrosar, como era natural,
las filas <fe los perturbadores.


Tales abusos propios de los patriotas de todos tiempos, tan
fáciles de precipitarse por la pendiente de las usurpaciones del
poder, arrastraron por el suelo los más legítimos, que priva-
dos de toda fuerza material y de prestigio moral para im-
ponerse, quedaron anulados y sometidos al grosero capricho
de los insubordinados militares y de turbulentos milicianos;
cuya humillacion impresionó tanto á Cagigal, ya por las fati-
gas del destino y por sus viejos achaques abatido, que por
no sufrir más, para atender al restablecimiento de su salud,
vióse obligado á hacer entrega del mando al segundo cabo y
á pedir con insistencia su relevo.


Ciertamente que el intendente Ramirez, alma de la gober-
nacíon de Cuba en los últimos años, hubiera podido durante
la interinidad inspirar medidas salvadoras; pero como en tiem-
pos de revueltas suele ser la sensatez menospreciada, y la
diputacion, entónces, sorda á toda indicacion y suspicaz en
demasía, no queria ni oir nada que pareciera amenguar en lo
más mínimo las facultades gubernativas que se habia atri-
buido, aquel inteligente funcionario se retrajo, rehuyendo
hasta el tomar participacion en el consejo, y dedicándose con
la actividad que le era peculiar á la gestion económica de su
competencia y al desarrollo de la riqueza del país á que consa-
graba con predileccion sus afanes.


Entre las primeras disposiciones del gobierno liberal que




CAPÍTULO VI 355


llegaron á la isla, fué una el decreto del 22 de marzo convo-
cando las Córtes generales, el cual, respondiendo á la mayor
aspiracion de los patriotas americanos, se apresuraron á cum-
plimentarla en Cuba, procediendo desde luego á las elecciones;
en las que estuvo tan cohibida la parte sensata de los habi-
tantes por los exagerados patriotas, que muchos electores es-
quivaron la lucha de intrigas y de desórdenes, en medio de los
que, dice el Sr. Pezuela, «salieron elegidos en 22 de Agosto
»de 1820 el teniente general D. José de Zayas, y el magis-
»trado del Tribunal Supremo de Guerra y Marina D. José
»)Benitez, naturales de la Habana, y el oficial de guardias
»)españolas D. Antonio Modesto del Valle por la capital, y
»por Santiago de Cuba el canónigo de la catedral de la Haba-
»na D. Juan Bernardo O'Gaban, miembro de las antiguas
»)Córtes constituyentes.»


Pero fué aquella elecCÍon declaracla defectuosa porque, con el
propósito de satisfacer mayor número de ambiciones, amaña-
ron los aspirantes á diputados un censo de poblacion superior
al de 1817, que estaba vigente para la Córtes; las que no que-
riendo r8conOCé~r el nuevo y eliminando en consecuencia la
mitad de los electos, autorizaron sólo á los dos primeros para
ingresar en el Congreso como representantes de Cuba en la
legislatura de 1820.


Mejorado Cagigal de sus dolencias con el corto apartamien-
to de los negocios públicos, volvió en 25 de octubro á ejercer
aqnel mando del que esperaba ser pronto relevado, y al en-
cargarse de nuevo dirigió una alocucion á los habitantes d'él
la isla aconsej,indoles prudencia y sensatez en el uso de las
libertades proclamadas, y el necesario póltriotismo para no de-
jarse seducir por los enemigos de la integridad de la monar-
quía. Tan poco efecto hizo la alocucion en aquel apasionado
pueblo, seducido por las predicaciones de las sociedades se-
cretas y á ellas sólo obediente, que desdeñando la política
conciliadora que Cagigal ensayó para contenerle en sus de-
masías, la tradujeron por debilidad, como en América se tra-
ducen cási siempre los actos de benevolencia del que manda,


2;)




356 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


y creyendo que podian abusar impunemente, promovieron las
mismas sociedades secretas una insubordinacion en el ejér-
cito el 26 de noviembre. A la hora de la parada, y cuando
iban á montar el servicio de aquel dia, reclamaron tumultua-
riamente sus licencias absolutas los soldados cumplidos, que
por la enérgica actitud del coronel y de algunos oficiales del
regimiento, no convirtieron en hechos sus amenazas y entra-
ron luego en razono Pero aunque sin consecuencias inmedia-
tas, obligaron á Cajigal, el nuevo acto sedicioso y la contínua
alarma en que los conspiradores tenian los agitados espíritus,
á publicar otra proclama más expresiva que la anterior, des-
mintiendo las especies que los trastornadores inventaban pa-
ra conmover y amenazando áun á éstos con castigos si no de-
sistian de sus intentos. Tampoco la palabra de la primera
autoridad encontró eco en el" público , y no era ciertamente ex-
traño, porque la voz de aquel general estaba ya desautoriza-
da, su poder desatendido por contínuos desaires no reprimi-
dos, y todas las malas pasiones sobrepuestas y dominando
como nunca al buen sentido, precisamente cuando más se
necesitaba de éste allí para salvar los sagrados intereses so-
ciales.


Por fortuna para Cajigal tanto como para Cuba y para los
intereses de Espau a, poco tardó ya en llegar á la isla su su-
cesor, el anciano y reputado teniente general D. Nicolás
Mahy; quien procedente de Burdeos, desembarcó en la Ha-
bana e13 de marzo de 1821, Y pretendiendo desde el primer
momento adquirir entre sus correligionarios de la escuela
liberal, mayor popularidad y simpatías de las que pudieran
conquistarle el prestigio de su nombre y de sus largos servi-
cios á la nacion, se presentó ante las tropas y la muchedum-
bre que fué á recibirle, dando tres calurosos vivas á la Cons-
titucion de 1812.


Bien necesitaba de aquella popularidad y de las simpatías
qne pretendia, porque el estado de la isla no era en verdad
nada halagüeño, y para resistir la efervescencia de las pa-
siones populares y la insubordinacion de las tropas, le era




CAPÍTULO VI 357


preciso, ántes de intentar restablecer el tan humillado princi-
pio de autoridad, inspirarles confianza á los que violenta-
mente se apoderaron y eran dueños de la situacion desde el
16 de abril del año anterior. Vió Mahy movidas las pasiones
populares y alimentadas por las lógias masónicas y las so-
ciedades secretas de carácter político, conocidas con los nom-
bres de la cadena, los soles, los comuneros, los carbonarías
y los anilleros (11); entre los cuales, los masones del rito de
España y los comuneros, eran en su mayoría europeos y anti-
independientes; los masones del rito de York y las sociedades
de la cadena y de los soles, estaban por el contrario formadas
de cubanos y naturales de las provincias rebeldes, que repre-
sentaban las ideas disolventes de aquella parte de la juventud
desheredada y del pueblo, y aspiraban á realizar la indepen-
dencia de la isla; los carbonarías, aunque de exaltados prin-
cipios liberales, constituian un partido conciliador entre am-
bos extremos, y más inclinado al gobierno y á la integridad
de la monarquía que á la separacion de la metrópoli; y los·
a1~íUM'OS y otras várias, contribuian á aumentar cada una
por su parte la perturbacion de la tranquilidad pública (12).


Alteraban tambien ésta con muy temidas consecuencias y
gran peligro para la sociedad, las tropas y cuerpos sueltos
procedentes del ejército de Costa firme, de que la capital es-
taba llena; las cuales, afiliadas en todas sus clases, hasta la
del soldado, en las ménos españolas de aquellas sociedades
políticas, alimentaban sus exageraciones refiriendo hechos
heróicos de Bolivar, y glorificando en el nombre de éste á to-
dos los liberales é independientes del pueblo americano; á la
la vez que desobedecian á sus própias autoridades y fomen-
taban la indisciplina de los demás cuerpos regulares de la
guarnicion.


Tan anárquicos elementos los unia y agitaba la prensa pe-
riód ica, convertida en primer poder, y en valentonada desde que
con sus denuncias y amenazas se habia impuesto á las gentes
tímidas; que la veian cometer impunemente todo género de de-
masías é influir en la opinion de los exagerados patriotas que




358 LAS INSURRECCiONES EN CUBA


disponian del mando, y de ello se servian para sostener una
pugna violenta con las autoridades militares que dentro de
las leyes de ludias querian conservar la plenitud de sus fue-
ros. La punible conducta de tales periódicos y la de los nue-
vos funciouarios civiles, que con el nombre de constituciona-
les pretendian inmiscuirse en todos los ramos de la adminis-
tracion como representantes de los intereses del pueblo, con-
virtieron el desórden en estado norrp.al, las leyes en letra
muerta y la anarquía en principio de gobierno, teniendo á la
isla en la más lamentable y grave de las situaciones hasta
entónces conocidas.


En vista de semejante desconcierto, aconsejado Mahy, em-
prendió, con prudente y atinad.a política, para no irritar la
susceptibilidad de los patriotas, el ímprobo trabajo de hacer
el órden y de restablecer la coufianza en los abatidos ánimos.
Procuró discipliuar el ejército veterano limpiándole, hasta
donde las circunstancias lo permitian, de los jefes y oficiales
-revoltosos y de malos antecedentes y costumbres, de los
que muchos fueron remitidos á la Península; y ocupó al sol-
dado en ejercicios yen otras prácticas de la vida militar que
le hicieran conocer y respetar los preceptos de la ordenanza.
A la Milicia nacional, que empezó á halagar vistiendo su
propio uniforme, la impuso luego nueva organizacion, ex-
purgándola de los hombres enviciados en los tumultos, dan-
do en ella entrada á vecinos pacíficos y honrados, entre
los que eligió las personas de mayor prestigio y valía para
los cargos de jefes y oficiales, y sujetándola en los actos de
servicio á las mismas ordenanzas del ejército. Contuvo la
prensa periódica dentro de los límites del deber y de la de-
cencia, subordinándola á la censura de fiscales ó jueces de
imprenta, que pronto, con beneplácito de la sociedad inju-
riada y zaherida por calumniadores anónimos, se ejercitaron
denunciando por sus libelos difamatorios al presbítero D. To-
más Gutierrez de Piñeres, mengua de su sagrada clase, quien
fué condenado y sufrió el castigo de un año de reclusion en
un convento de la Habana, desde el cual todavía derramaba




CAPÍTULO VI 359


la ponzoña de su pluma y la extendia por medio de agentes
y discípulos de su perversion, hasta el punto de «hacer incon-
»ciliable con el órden público y con el decoro de las antori-
»dades la permanencia en la isla de un genio tan inquieto y
»disolvente,» segun decia Mahy en el gobierno supremo. Di-
rigió tambien aquel general, en cuanto le fué posible, su ac-
cion contra las sociedades secretas, aunque con ménos felices
resultados de los que se prometia, pClr lo esparcidos que es-
taban sus numerosos afiliados en todas las clases sociales, y
por la dificultad de disponer de buenos y leales servidores
que le auxiliasen en la empresa. Yen todos los asuntos ad-
ministrativos y de gobierno puso mano para arreglarlos á la
legislacion, entónces vigente, aunque teniendo que transigir
á cada paso con los llamados patriotas, para no excitar su
susceptible liberalismo.


111.


Cuatro legislaturas ordinarias y dos extraordinarias se
contaron desde julio de 1820 hasta marzo de 1823; no inclu-
yendo entre éstas por su corta duracion las muy extrañas y
especiales reuniones del Congreso celebradas en Sevilla y Cá-
diz de abril á setiembre del último año. En estos cuatro pe-
ríodos legislati vos de aquella segunda época constitucional, los
diputados que constituyeron los Congresos, elegidos por me-
dio del complicado sistema de juntas electorales de parro-
quia, de partido y de provincia, trataron de aclimatar en Es-
paña las prácticas del poco conocido gobierno representativo,
y con un optimismo pueril presumieron, que ellos podrian re-




360 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


coger prontamente los frutos de la aclimatacion. Cosa en ver-
dad bastante difícil era esta á la sazon, no tanto por la calidad
de la mayoría de los hombres destinados á realizar tal propó-
sito, y por el espíritu que les animaba, influidos como no po-
dían ménos de estar por los elemento~ dominantes en las so-
ciedades secretas, á que habian ellos pertenecido ó aún perte-
necían; cuanto por los vicios que entrañaba la misma Cons-
titucion, punto invariable de partida de aquellos políticos,
cuyo Código, basado en principios esencialmente revoluciona-
rios, no era el más adecuado ni propio, por cierto, para ins-
pirar confianza á las clases conservadoras del país, tan con-
trarias de las demasías de un absolutismo inconsiderado,
como de las exageraciones de los patriotas iniciadores de la
futura demagogia. Y era tan difícil, porque aquella época,
como la actual, más que liberales creó reaccionarios del sis-
tema, por lo poco simpáticos que se hicieron, cual lo han sido
siempre, los principios llamados de libertad aplicados por im-
posicion y con violencias.


El primer Congreso hijo de la rebelion militar triunfante
en la primavera de 1820, se reunió á principios de julio; y á
pesar de haberse elaborado bajo la exclusiva influencia y
presion de los revolucinarios, vióst:le á poco dividido en dos
partidos, el de los exaltados, c0mpuesto de los políticos más
jóvenes é intransigentes fortalecidos con los residuos y des-
echos de banderías gastadas, y el de los 1rwderados, donde
militaban viejos adalides de la pasada época constitucional,
propagando la sensatez y la templanza; si bien ámbos reco-
nocian por comun legalidad el Código de 1812, y eran conoci-
dos con el apelativo de negros por los parciales del antiguo
y recien derrocado régimen monárquico, á quienes aquellos
en cambio llamaban realistas ó serviles.


Natural y politico parecia que el primer ministerio que se
presentara en aquel Congreso fuese el mismo de la revolu-
cion, como sucedió en efecto; el cual inspirado por las ideas
de ódio, que desde el campo de las conspiraciones traian sus
hombres contra los de la época pasada, dejóse arrastrar ~f?




CAPÍTULO VI 361


por las vulgares pasiones que por la conveniencia guberna-
tiva, abriendo un período de imprudentes venganzas. Fué
una de éstas, el procesamiento de los sesenta y nueve persas
que cometieron la apostasía de 1814, á los cuales se les puso
en libertad, aunque despojándoles de sus honores y considera-
cion social; y entre otras dictaron varias medidas de pareci-
da índole, que en vez de conciliar y de atratlr partidarios al
nuevo sistema, le enajenaban ad.hesiones en la opinion públi-
ca, que es en la que aquel gobierno y todos los de su género
deben apoyarse y buscar simpatías y aficiones. El país, ade-
más, segun dec1aracion de los mismos ministros, vivia in-
tranquilo por la inseguridad personal que alimentaban los
llamados patriotas con sus impertinencias, pGr la abundan-
cia de malhechores en pGblaciones y caminos, por la escasez
del ejército, que no estaba tan mal armado y vestido como
falto de disciplina y de subordinacion, y por el exceso de fa-
natismo patriótico, que llegó al extremo de considerar como
subversivos los vivas al rey sin el ad.itamento de constitu-
cional.


Esto unido á las públicas y violentas decisiones de las so-
ciedades patrióticas, que excluian de su comunion á los di-
putados ministeriales cuando no se prastaban á sus capri-
chos políticos, y celebraban las sesiones á puerta cerrada
para hacer más imponentes sus misteriosos acuerdos; unido
ésto á los violentos discursos de los diputados genuinamente
representantes de la idea revolucionaria, que en el santuario
de las leyes fomentaban la general inquietud, ya declarando
como Romero Alpuente que «el Plteblo estaba autorizado para
»hrtcerse justicia por sí mismo,» ó ya prop:miendo que se ins-
cribieran en el salon de sesiones del CongresCl los nombres de
Porlier y de Lacy, honrando la m'lm0ria de unos delitos pe-
nados en las ordenanzas del ejército, y estableciendo por
principio el premio á la deslealtad; y unido además á la con-
tínua alarma promovida por los algareros que formaban sé-
quito ruidoso para aplaudir las imprudencias de los caudillos
como Riego que, general y todo, cantaba en el teatro el Mm-




362 LAS INSURRECCIONES EN CUBA.


n.o que le dedicó su ayudante San Miguel y el trágala á los
vecinos pacíficos, que buscando solaz honesto en aquellas re-
unionei:\ eran así insultados; todo esto contribuia á que el sis-
tema perdiera terreno y á que la generalidad de la opinion
pública, cohibida por los alborotadores, le rechazara hasta el
punto inverosímil de preferirse por los indiferentes en política
como más quieto y más imparcial el despotismo con todos sus
absurdos. A tanto llegaron ya las exageraciones, que las
Oórtes, á pesar del poco templado espíritu que las animaba, no
pudiendo sufrir más el desbordamiento de la prensa periódi-
ca, decretaron en octubre una ley de imprenta; no querienuo
consentir tampoco, sin desdoro y humillacion de los dipu-
tados, que les impusieran sus inspiraciones los comisionados
que las sociedades secretas delegaban cerca del Congreso,
para exigir determinados acuerdos ó reclamar contra otros,
decretaron tambíen en 21 del mismo octubre la supresion de
aquellas seciedades, si bien se permitió que continuara abier-
to el café de la Cruz de Malta, donde se reunia la de este
nombre; y no queriendo por fin permitir los escándalos de
las colectividades turbulentas, pusieron las Córtes despues
mano en el derecho de asociaciol,l y en otros que el Código
político concedia, tanto para dar una satisfaccion al país jus-
tamente alarmado, cuanto para evitar que ellos mismos fue-
ran arrastrados por los excesos de la demagógia.


Cada vez iba ésta ganando más terreno y acreciendo sus
prosélitos, hasta en los hombres que tibios para decidirse;
fueron empujados por el enardecimiento de los dos grandes
partiuos, de constitucionales ó negros y de realistas ó servi-
les, que deslindados ya en la opinion yen las sociedas secre-
tas, se declararon luego la guerra en la prensa y con las ar-
mas en la mano. Mucho contribuyeron en aquella ocasion á
atizar las pasiones de la anarquía los diputados americanos,
que dividiendo las opiniones dentro del mismo Congreso, ha-
cian política propia y útil solamente á sus intereses al propo-
ner, como medida salvadora para los reinos españoles del Nue-
vo mundo, el establecimiento allí de una administracion auto-




CAPÍTULO VI 363


nómica como la del Canadá, que descansara sobre la base de-
tres secciones de Córtes en América y un régimen político y
económico como el q ne desarrollaron en el proyecto de 24 de
junio de 1821 (13). Siempre perturbando consiguieron ade-
más los diputados ultramarinos, apoyando á los de Cuba, que
se anularan los aranceles que restringian la libertad de co-
mercio en aquella isla, elaborados por los hombres que sir-
vieron en este trabajo de instrumento á los monopolistas ga-
ditanos especialmente; é hicieron figurar este triunfo parla-
mentario entre las victorias ganadas contra el dominio de
España en América y en favor de la causa de los disidentes
de aquellos reinos (14), como lo hacian siempre que comba-
tiendo y anulándose por su iniciativa un proyecto de los pe-
ninsulares, encontraban motivos, que aprovechaban para
alentar á sus amigos de allá, haciéndoles conocer los grados
de su influencia, muchas veces decisiva.


«No fueron los diputados americanos,» dice el Sr. Lafuen-
te confirmando nuestras opiniones (15), «los que ménos con-
»tribuyeron al lamentable giro que aquellas (las Córtes) lle-
»Varon, ~iendo de su interés debilitar el gobierno y cooperar
»á la desorganizacion política de la metrópoli, para que allá
»pudiera realizarse más á mansalva la emancipacion de las
»insurrectas colonias, á cuyo fin se unian siempre á los más
»exaltados, así en el Congreso como en las logias y demás
»sociedades, alentando ó apoyando las reformas más exage-
»radas y las más anárquicas proposiciones, teniendo de este
»modo la nacíon española, en los que debian ser sus hijos ó
»hermanos, allá enemigos armados de la madre pátria, acá
»parricidas que la mataban escudados por la ley.» Lo cual
habia ya sucedido en la primera época constitucional, y pue-
de servir de ejemplo, así para rebatir lo que el mismo Sr. La-
fuente en otras páginas dice al asegurar que bastaban medi-
das suaves para restablecer la paz en los reinos españoles de
América, cuando sólo por el rigor y con el conveniente uso
de la fuerza se les podia someter y conservarles obedientes,
como puede servir tambien de enseñanza á los que pretenden




364 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


conseguir la felicidad de nu:estras posesiones en las Antillas,
llamando á la metrópoli sus diputados, que cuanto ménos se-
rán siempre egoistas de los intereses de su localidad, y un
grave inconveniente en todas ocasiones para el desarrollo de
la política nacional. Así lo han comprendido los gobiernos de
otros países, que despues de estudiar detenidamente la cues-
tion, ó han mantenido sus posesiones lejanas en la absoluta
dependencia del organismo colonial, ó les han concedido vida
propia ó autonómica al amparo de un protectorado retri-
buido (16).


Las noticias de la revolucion de Nápoles, de los desórde-
nes en Sicilia y de las mudanzas políticas en Portugal y en
el Piamonte; y los públicos acuerdos de la Santa Alianza en los
Congresos de Troppau y de Laybach, poco tranquilizadores
por cierto para los constitucionales españoles, motivos fueron,
á este tiempo, para alentar á los demagogos que ya, aunque
un tanto incompletos, exhibieron sus planes de república en
Barcelona, y en Zaragoza donde mandaba Riego, al que, por
considerársele cómpUce, le destituyó el gobierno de la capita-
nia general. Dióse asímismo á conocer la demagógia, en los
trastornos que en Madrid ocurrieron al verificarse una proce-
sion en que se paseaba el retrato de aquel perturbador; y co-
mo el castigo no seguía inmediatamente á tales escándalos,
se envalentonaron tanto los anarquistas avanzados como los
retrógrados. Unos promovian sucesos graves en Cádiz y en
Sevilla, conmociones ruidosas en Zaragoza, y varios con-
flictos en Madrid, donde las turbas, hasta acometian en las
calles y en sus propias casas á los liberales moderados, co-
mo Martinez de la Rosa y Toreno, por los discursos que pro-
nunciaban en el Congreso, y áun atropellaban á la hermana
de éste último, viuda del general Porlier, glorificado poco
ántes por aquellas masas. Los otros en Cataluña se levanta-
ban en armas, ó provocaban lamentables choques en Pamplo-
na y en Barcelona, yen Valencia donde toda la demagógia
unida, amenazando con sus puñales y trabucos, no sólo pe-
dia ya la vida, sino tambien la hacienda de las gentes aco-




CAPÍTULO VI 365


modadas, y el repartimiento general de los bienes, ó sea el
comunismo práctico. ¿Pero eran estos excesos tan de extra-
ñar, cuando las mismas Córtes, reunidas el 7 de octubre
de 1822 , expedian un decreto autorizando al gobierno para
que exigiera de los empresarios de teatros, sin considcra-
cion á los derechos constitucionales, que cuando las autori-
dades Jo acordasen, dieran al pueblo funciones patrióticas pa-
ra promover su entusiasmo'? ¿Y era de extrañar, cuando por
manifestarse adoradores del Código de 1812 conculcaban todos
los derechos. hasta los del buen sentido, aquellos que se en-
vanecian con llamarse negros, cuando no eran en verdad más
que unos mulatos de la ciencia política'?


Aquellos gobiernos constitucionales, que ya con e~ nombre
de exaltados ó ya con el de moderados, turnaban en el po-
der y se sucedian con tal frecuencia, no lograron, como se
vé, ni dominar siquiera el estado de anarquía en que la na-
cion se encontraba; ni de las Córtes, que ya con el nombre
de ordinarias, ya con el de extraordinarias, se sucedian tam-
bien frecuentemente, sabian recibir inspiraciones ni oportu-
nos consejos para mejorar la situacion y hacer el órden. Este
bien precioso faltaba ya en Cataluña, donde numerosas fac-
ciones realistas respondían con las armas en la mano y con
destemplados actos á las exageraciones de los llamados pa-
triotas; faltaba en otras provincias que se preparaban á la
lucha contra el sistema, que tan poco tiempo necesitó para
desacreditarse, y que si no habia sido ya violentamente su-
primido, consistia en el exceso de mansedumbre que á este
buen pueblo español caracteriza, y en la indolencia y falta de
cohesion en sus adversarios para constituir una formidable
fuerza agresiva.


Autorizados aquellos realistas secreta, aunque oficial-
mente por el rey Fernando, constituyeron un verdadero cen-
tro de agresion en la llamada Regencia de Urgel, que, con
el carácter de delegada de la magestad de España, enviaba
su representante al Congreso de Verona, mientras el gobier-
no constitucional, tan descuidado como torpe, estaba sin re-




366 LAS INSURRECCIONES EN CUBA.


presentacion ninguna en aquel brillante concurso de reyes y
políticos de la mayor parte de las naciones de Europa. Pero
en cambio, y para no desmentir sin duda la especialidad de
su raza política, arrojaba el guante al monarca, á la vez
que insultaba á los hombres del partido liberal moderado
lanzados del poder, por la influencia decisiva que en el ánimo
del rey ejercian las amenazadoras masas tumultuarias; eli-
giendo, para contentar á los perturbadores y para dar una
satisfaccion á las sociedades secretas, al general y diputado
D. Rafael del Riego, nada ménos que para la presidencia de
las Córtes ordinarias de 1822, terceras desde la revoluciono
Con tal presidente, las novedades de sensacion parecian obli-
gadas, y en verdad que no se hicieron esperar, como se vió
bien pronto en aquella grotesca farsa, que por indicaeion su-
ya, sin duda, se representó, y fué la de recibir en la barra del
Congreso una comision de individuos de todas las clases del
regimiento de Asturias, para manifestarles los represcntan-
tes de la nacion, en medio del entusiasmo acostumbrado en
tales casos, que habian merecido bien de la pátria por ha-
berse negado, al sublevarse en Cabezas de San Juan, á de-
fender los intereses de España en América.


Con tal Congreso, con tal interpretacion de los sentimien-
tos del deber, con tal decaimiento y postracion del sistema
que trataban de acreditar, ¿con qué prestigio podian aque-
llos hombres dominar las distintas aspiraciones de las múlti-
ples clases de revoltosos, cuando para excitar la pasion y ali-
mentar los ódios, autorizaban como gobierno y contribuían
como particulares á la celebracion de ostentosas fiestas, cual
la del 15 de setiembre de 1822, en conmemoracion de las
víctimas por los acontecimientos del 7 de julio, recientes to-
davía, ocurridos dos meses ántes, y cuando consentian el pú-
blico banquete, de cerca de ocho mil cubiertos, que el 24 de
setiembre se celebró en el salon del Prado'? Allí, confundidas
toda clase de personas y de categorías civiles, políticas y mi-
litares, á la sombra y con el amparo de los poderes públicos,
se ensayaban alegremente las bacanales de la anarquía; ter-




CAPÍTULO VI 367


minando con danzas ruidosas, y el obligado entusiasmo cons-
titucional por las calles de Madrid.


No era fácil, por cierto, conseguir la tranquilidad pública,
cuando á la sociedad Landaburiana, fundada por los que se
decian vengadores del oficial Laudaburu, asesinado meses
atrás en las puertas del palacio, su mismo presidente y dipu-
tado á la vez, Romero Alpuente, llamado el pequeño Danton,
la titulaba con el mayor de los sarcasmos el moderarlor del
órden, mientras en las tribunas y en público proclamaba con
frecuencia « la necesidad de que pereciesen en ttna noche ca-
»torce ó quince mil habitantes de Madrid, para purijicar la
»atmósfera politica.» ¿Y cómo conseguir el órden y buscar,
por fin, reposo, donde un tal Morales, apellidado el pequeño
Marat, hacia uso de sus derechos patrióticos proclamando
diariamente en la Fontana de Oro, que «era la guerra civil
»un don del cielo?» (17) .


No debia pues causar extrañeza á aquellos hombres, que
tales exageraciones autorizaban, que tanta presion ejer-
cian sobre el monarca, y que por tan fatal pendiente precipi-
taban los destinos de España, de que se habian apoderado
por la violencia, que sus absurdos llamasen sériamente la
atencion de los gobiernos de Europa; y que éstos, despues de
creer sofocada y muerta la causa de los primeros revolucio-
narios franceses, con el cautiverio de Napoleon en Santa Ele-
na y con el triunfo de la restauracion, quisieran evitar nue-
vas hecatombes de sangre y que se repitieran en la PenÍnsu-
la las justicias reales. Pero á pesar de todo, se sorprendieron
y no poco al saber que Luis XVIII, que ya preventivamente y
con el pretexto de establecer un cordon sanitario, habia man-
dado acercar á la frontera las numerosas tropas que luego se
convirtieron en ejército de observacion, acababa de indicar
en su discurso á las Cámaras francesas, el propósito de inter-
venir en España para dar fin á la anarquía del bando liberal
que en cautividad tenia al rey Fernando. En gran manera
movió esto á los constitucionales á solicitar con premura el
apoyo de Inglaterra; pero el g\binete británico, aunque no




368 LAS INSURRECCIONES EN CUBA.


aprobaba el medio trascendental de la intervencion, nada
respondió clara, ni satisfactoria, ni oportunamente á las peti-
ciones del español, y este tuvo que decidirse, en virtud de
tal silencio, á tomar prontas resoluciones así que los movi-
mientos del ejército francés, mandado por el príncipe de An-
gulema, le dieron á conocer la proximidad del peligro con la
evidencia de la invasion del territorio.


Entónces acordaron las Córtes y el gobierno trasladarse
con el rey á punto más seguro; y oidas sobre el particular
las opiniones del Consejo de Estado y de la junta de generales
reunida al efecto, en las que se proponia la ciudad de Sevilla
como la mejor residencia de los podere::! públicos, en tan aza-
rosos momentos, aconsejaron á D. Fernando la traslacion á
Andalucía. Opuso el rey en un principio resistencia y has-
ta una formal negativa, y accediendo al fin á continuas insi-
nuaciones, más ó ménos amenazadoras, se prestó á salir de
Madrid y emprendió el viaje en 20 de marzo; siguiéndole el
22 las Córtes, el gobierno y muchos milicianos nacionales de
la capital, de los más fervorosos adoradores del sistema, que
decididos iban á ser custodios del Código político mientras
alientos tuvieran para guardarlo.


En once de abril llegaron la córte y su comitiva constitu-
cional á Sevilla, donde se reanudaron las sesiones de Córtes
el 23; y el ejército del príncipe de Angulema, que cuatro dias
ántes de abandonar el rey á Madrid, prévia una proclama del
general en jefe calcada en las mismas declaraciones hechas
por Luis XVIII en las Cámaras, empezó á atravesar el Bida-
soa, siguió sin oposicion su marcha á pesar del decreto que
se le hizo firmar á Fernando VII el dia 24 declarando la
guerra á Francia. No encOl;J.trando aquellos cien mil france-
ses resistencia alguna en el país, que por el contrario, cansa-
do hacia tiempo de liberales, ansiaba el órden, y les prestó de-
cidido apoyo por medio de las partidas realistas de catalanes,
navarros y provincianos que se le unieron y formaban la
vanguardia, terminó su primer paseo militar, libre de agre-
siones en la capital el 23 de. mayo; donde facilitándosele la




CAPÍTULO VI 369


entrada por el realista general Zayas, cubano de nacimiento,
estableció una Regencia en nombre del rey de España el
26, suprimiendo la provisional deOyarzun. ¡Tan escasas eran
las simpatías que el sistema constitucional tenia ya!


El rey Fernando, en cuyas condiciones de carácter resal-
taba la de «anteponer la ley de las circunstancias á la ley
»de la necesidad, contentar á todos si así lograba el triunfo,
»y ceder siempre para tener el derecho de protestar» (18), al
ser requerido por el gobierno en Sevilla, cuando las tropas
invasoras se aproximaban, para verificar su traslacion á Cá-
diz, opuso mayor resistencia que para salir de Madrid; sin
bacer caso del compromiso que con la nacion habia contraido,
al prestarse á firmar el manifiesto aconsejado por sus minis-
tros y la declaracion de guerra. Cansado el rey de seguir por
más tiempo el sistema de calculado disimulo, queria mostrar-
se una vez con voluntad entera, delante cási de sus salvado-
res los franceses; pero respondiendo á aquella rotunda nega-
tiva las Oórtes, influidas por el diputado Alcalá Galiano, con
una proposicion de este declarando al monarca en estado de
demencia y nombrándole una RegencÍa provisional, tuvo
Fernando que ceder ante tan grave procedimiento y acatar
las disposiciones del gobierno emprendiendo el viaje. En 2 de
junio salió de Sevilla acompañado de la real familia 'y de la
impuesta Regencia, llegando e115 á Cádiz, donde desde luego
se declaró oficialmente haber recobrado ya el rey la plenitud
de sus facultades intelectuales y que cesaban los regentes en
sus funciones. ""las cohibido, y prisionero, y obrando sólo co-
mo instrumento de aquellos ministros y de aquellas Córtes,
inspiradas por el génio malo de la anarquía, fue obligado á
firmar inconvenientes contestaciones al príncipe de Angule-
ma, extemporáneas proclamas, y ofrecimientos difíciles de
cumplir y contrarios á su conciencia, como los del decreto de
30 de setiembre; hasta que, estrechados los constitucionales y
sin salvacion posible, accedieron á la reclamacion que de la
persona del monarca español hizo el jefe del ejercito francés,
desde el Puerto de Santa María, el mismo dia del real decre-




370 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


to de las promesas. Con ostentoso aparato pasó Fernan-
do VII al lado del principe de Angulema, desde donde, al dia
siguiente primero de octubre lanzó, sorprendiendo al mundo,
aquel famoso decreto, fruto del Mio álos constitucionalesacu-
mulado en tres años y medio, anulando todos los actos de
gobierno que tuvieron lugar desde el 7 de marzo de 1820
hasta aquella fecha.


IV.


Los actos que sucintamente acabamos de referir, verificados
por el atropellado gobierno constitucional y por aquellas Cór-
tes tan faltas de templanza, no ofrecian en verdad grandes
garantías á los delegados de la metrópoli en lejanas tierras; los
cuales más que apresurarse á acatar las disposiciones supremas,
tenian muchas veces que eludir su cumplimiento, para poder
salvar el principio de autoridad comprometido y áun salvar-
se ellos mismos, de las asechanzas y agresiones directas de
los agentes, que, con el consentimiento ó tácit11 autori;r,acion
del mismo gobierno, se dirigian á los puntos leales de Amé-
rica en comision de los disidentes americanos, que por medio
de sus diputados se servian como de instrumentos de los que
hacian gala en llamarse patriotas españoles. Así sucedió, que
muchos gobernadores de los reinos y provincias del Nuevo
mundo, cuando en los casos graves sabian inspirarse en el
más puro y verdadero patriotismo, solían suspender la ejecu-
cion de algunas órdenes ó encargos de los comisionados, has-
ta que se les confirmaban contestando las consultas que sobre
su inconveniencia hacian; pues los que ciegamente, ó por




CAPÍTULO VI 371


simpatizar con torpes acuerdos del apasionado gobierno, se
prestaban á todo, expusiéronse en más de una ocasion á su-
frir las consecuencias obligadas del absurdo. Por eso quizás,
por la ineficacia de sus mandatos ó por la mala disposicion
de algunos gobernadores en interpretarlos, el gobierno, de
acuerdo con las Córtes, nombró comisionados para procurar
la sumision de los territorios rebeldes; que nada consiguieron
de provecho, ni era posible, cuando el mismo sistema de la
metrópoli y los mismos hombres encargados de desarrollarlo
la dificultaban. ¿,Ni cómo pretender de los americanos el aca-
tamiento al órden de cosas creado por la revolucion de la Pe-
nínsula, que era despues de todo cual la suya, cuando en
ámbas se trataba de desprestigiar y hundir las autoridades
consagradas por la ley, y de sobreponer al derecho la des-
obediencia á todo lo legítimo, concediendo á la anarquía el
dominio en todas las esferas?


El general Mahy, aunque alardeando continuamente de
pertenecer al partido de los patriotas, conoció bien pronto
el peligro que corria echándose en brazos de sus correligio-
narios en. Cuba; y aunque les halagó, como hemos dicho, pa-
·ra identificarse con ellos é inspirarles confianza, prefirió á
todo restablecer el quebrantado principio de autoridad, si bien
para adquirir simpatías tUYO alguna vez que descender hasta
la adulacion de las corporaciones populares, como sucedió en
el caso en que dejándose arrastrar por una locuacidad impru-
dente, para conquistarse algunos aplausos, se expresó con tal
inconveniencia, que sin presumirlo fué causa de la muerte de
D. Alejandro Ramirez; del ilustrado, sábio, justo, benéfico y
virtuoso intendente, segllll le llamaba un periódico de su
tiempo. Mahy creía sin duda que se trataba de algun pa-
triota poco delicado, al dirigir duros é injustificados cargos
á aquel pundonoroso alto funcionario, en el estrambótico
discurso que pronunció ante el ayuntamiento de ]a Habana,
contestando al dictámen que la corporacion municipal habia
emitido respecto de unas exposiciones pidiendo la separacion
del intendente; no sospechando tal vez que aquellos memo-


2fi




372 LAS INSURRECCtONES EN CUBA.


riales pudieran estar suscritos por ciertos comerciantes y em-
pleados, de los que de ordinario están reñidos con la legalidad
y que no podian sufrir la severa honradez con que el jefe 'd~
Hacienda perseguia la defraudacion (19). Si el general hu-
biera adivinado el papel que se le hacia representar. la pér-
dida 'que iba á sufrir y las desgracias que sobre la parte mer-
cantil del país 'caian, haciéndose eco de las calúmnias con
que alguhos malvados, abusando de los derechos de la Cóns-
titucion, llamados hoy derechos individuales, trataban de
manchar una de las más puras reputaciones, habrfa evitado
que la amargura y el ddlor' acib::traran los últimos dias de
Ramirez, quienuo pudiendo resistir tantos disgustos,ataca-
do de un accidente apoplético, bajó al sepulcro en 20 de mayo
de 1821. Y que fué su pérdida por el pronto irreparable, y
que á las acusaciones calumniosas que la produjeron no eran
extraños algunos funcionarios subordinados al intendente,
q'UÍzás de aquellos que más reconocidos debian estarle, se no-
t6 ántes de trascurrir un mes, en que los más probos comer-
cianWs de la Habana, pa.ta patentizar el móvil de los perversos,
elevaron una exposición al mismo ayuntamiento (20), qne-
já:ndose del escandaloso contrabando que gehacia en los mue-
lles'y que no se reprimía por el contador encargado interina-
mente de la intendencia (21).


Era éste aquel D. Claudio Martinez de Pinillos, protegido
del primer organizador de la Hacienda de Cuba, D. José Pa-
blo Valiente quien, como hemos dicho en otras páginas, lo
llevó consigo á la Pe"nínsula en 1805. Pronto el jóven criollo,
intrigante y travieso, mostró cuanto de él podria esperarse
en ciertos terrenos del campo cortesano, «cooperando con el
»oficial Albuerne á. la mentida providencia de gobierno,»
como llama el conde de Toreno (22) al decreto sobre libertad
de comercio en América, expedido en 17 de mayo de 1810,
que produjo el procesamiento del marqués de las Hormazas,
ministro de Hacienda en la Regencia del reino. Allí representó


'Pinillos al ayuntamiento y consulado de la Habana cerca del
gobierno de Cádiz, y tomó despues parte activa en la guer-




CAPÍTULO VI 373


ra de la independencia, mereciendo á su conclusion, y siendo
ya teniente coronel de infantería, que se le nombrara conta-
dor general de rentas nacionales y de las aduanas de la isla
de Cuba en 20 de marzo de 1814; donde mucho pudo apren-
der al lado del gran Ramirez, á quien se propuso imitar
cuando algunos años despues ocupó su mismo sitio en la in-
tendencia (23).


Cuando el general Mahy tuvo planteado su sistema políti-
co en la isla, con arreglo á las bases constitucionales, si siste-
mapolítico podia llamarse con exactitud el abdicar de las más
preciadas atribuciones de su autoridad, poniéndolas á dis-
posicion de todas las corporaciones y de todas las colectivi-
dades turbulentas, que más alardeaban de un exagerado li-
beralismo para realizar mejor sus fines anti-patrióticos; y
cuando dejándose convencer por su extrema buena fé, creyó
que la tranquila gobernacion de Cuba estaba asegurada y
podia dedicarse á los asuntos exteriores, atendió con prefe-
rencia los del reino de la Florida, donde los muy exíguos
dominios que nos quedaban, se habian mandado entregar por
nuestro gobierno al de los Estados-Unidos, en virtud de los
convenios concertados con aquella república. Mahy, que de-
bia disponer la entrega, la estaba eludiendo á pesar de las
exigentes reclamaciones que, desde la misma Habana, hacian
los comisionados americanos que allí se trasladaron á las órde-
nes del coronel Forbes, y la entorpecia sin más excusa ni otro
motivo que la repulsion á separar para siempre de España
aquella rica parte de sus dominios. Los' agentes americanos,
que tal comprendieron, intentaron vengarse de las demoras
que con frívolos pretextos oponian los delegados españoles, y
principalmente el gobernador de Cuba que era el encargado
de comunicar las órdenes; y para acelerar éstas, cuanto pa-
ra aprovechar de alguna manera el tiempo y disponer de
un medio de intimidacion, trataron de proporcionarse planos
de las fortalezas de la capital y de otras plazas de la isla.
Esto obligó á Mahy, viendo el peligro que tales propósitos
entrañaban, á ordenar á los coroneles Callaba y Coppinger,




374 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


que respectivamente mandaban en Panzacola y San Agustin,
que sin pérdida de momento pusieran en posesion de aquellas
plazas, únicos restos que de vastas provincias nos quedaban
al Sur de los Estados-Unidos, á los comisionados del gobier-
no de la república (24). Callaba hizo entrega al mismo
Jackson en 17 de julio de 1821 de Panzacola y sus fuertes;
pero resistiéndose á franquear el archivo, como el g'eneral
americano pretendia, fué arrancado por órden de éste desde
un banquete de despedida, donde se hallaba reunido con mu-
ch)s jefes y oficiales, y llevado entre bayonetas á la cárcel
pública, de la que salió al dia siguiente, cuando ya el archi-
vo habia sido usurpado, Aunque en otra forma, sucedió lo
mismo en San Agustin, en donde tambien por la fuerza se
apoderó el gobernador 'W ortington del archivo español con-
tra la voluntad del coronel Coppinger. Aq ue;los escandalosos
atentados, muy propios de la mala fé norte-americana, le-
vantaron tal grIto de indignacion en todas partes y una pro-
testa tan enérgica de Mahy, contra atropellamientos jamás
usados por ningun gobierno digno, que el de la ingrata re-
pública se vió obligado á devolver los archivos, si bien el
gobierno liberal de Madrid ninguna reparacion exigió para
salvar la honra del ejército español, lastimada en la persona
del coronel Callaba.


A poco de haber llenado Mahy la triste mision de interve-
nir en el desmembramiento de la pátria, tuvo que fijar tam-
bien su atencion en los asuntos del vecino reino de :3>féjico.
Conmovidos los ánimos, así de las clases oficiales como de la
poblacion peninsular, conservadora en su mayoría, que dis-
gustadas estaban ya con la metrópoli por el poco tino en
dictar medidas gubernativas, se temia que, como consecuen-
cia del triunfo de los revolucionarios de la Península, volvie-
ran allí con la concesion de imprudentes libertades, pertur-
baciones parecidas á las que el cautiverio de Fernando VII,
é inmediata deposicion de Iturrigaray, el cambio de sistema
político, las rebeliones de una parte del clero y el nom-
hramiento de diputados, produjeron años ántes. Y no fué, en




CAPÍTULO VI 375


verdad, infundado su temor, ni vanos sus tristes presenti-
mientos; pues del estado de fermentacion y general descon-
tento; de la perturbacion, cada vez más crecida, y alenta-
da por las sociedades secretas y por los agentes norte-ame-
ricanos; y de la anarquía de opiniones dominante á poco de
proclamarse la Constitucion del año 12 en España, y de ser
trasplantada allí, nada bueno podian esperar los amigos del
órden que, conociendo los innumerables ambiciosos que en la
confusion bullían, sólo intranquilos aguardaban que uno de
ellos, el que tuviera más osadía para imponerse, aprovecha-
ra la ocasion primera y señalase direccion al desbordamiento
de las masas agitadas. La fatalidad tenia destinado este pa-
pel á D. Agustin de Itúrbide, criollo mejicano é hijo de es-
pañol (25), que lo representó, sin decaer, hasta los últimos
trágicos momentos de su vida, que fueron semejantes á los
que suelen pasar la mayoría de los políticos osados.


«Era Itúrbidc, simpático á los españoles, porque habia com-
})batido á su lado contra los insurrectos, no sospechoso á los
»)hijos del país, porque era mejicano valiente, y ejercia sobre
»los demás la fascinacion de su valor, hábil Y solapado como
»buen criollo, pero tanto más temible cuanto parecia más
})franco y abierto, de afables y corteses maneras, insinuante
»y de amena conversacion, jóven áun, algo corrompido en
»verdad, pero de esa corrupcion brillante con que transigen
»las honradeces del siglo, despilfarrado como todos los am-
»biciosos que improvisan por malos medios su fortuna y se la
»dejan arrancar con calculada indiferencia por los amigos,
»porque esperan encontrar en ellos cómplices obligados de
»sus nuevos robos y sus nuevas liviandades ... » Tal es el re-
trato que de él hace el más moderno historiador de sus he-
chos, D. Cárlos Navarro y Rodrigo (26).


Con doblez hábilmente ataviada, y encubierta con el man-
to del más puro patriotismo, supo aquel caudillo mejicano,
jefe entónces del ejército español, cautivar, con la dulce in-
sistencia india que tan aprendida tienen muchos criollos de
América, y apoderarse de la voluntad del virey de Nueva




376 LAS INSUrtRECCIO:'<ES EN CUBA


España, Ruiz de Apodaca, c(jnde del Venadito; consiguiendo
que le nombrara comahdante general del Sur y del rumbo de
Ac\'tpulco, y le comisionase como tal para limpiar el territo-
rio de los pocos guerrilleros que quedaban, cual restos de la
última insurrección, Salió Itúrbide para su destino en 16 de
noviembre de 1820: obtuvo que á sus; órdeneS' se pusieran
desde lliego el' regimiento de Celaya (27), del quehabia sido
jefe, y el batallo n de Murcia, y que se le concediesen cuan-
tos auxilios y aumentos de tropa pidió; y cuando dominados
ó atraidos bs rebeldes, y cuando extendida la propaganda de
sus ideas, dispuso de numerosas é importantes adhesiones á
su persona, y de fuerzas y recursos considerables para im-
ponerse, rompió el velo del fingimiento, y mostrando clara-
mente al público sus propósitos de independencia, proclamó
en Iguala. el 24 de febrero de 1821, su Plan de las tres ga-
rantías. Reducíase éste, en resúmen, á jurar obediencia á la
religion católica, á la independencia del reino mejicano, y á
Fernando VII, si adoptaba y juraba la Constitucion que se
hiciera por las Córtes de la América septentrional; cuyo plan,
muy parecido al proyecto de autonomía americana presenta:-
do por el diputado ultramarino, D. José Miguel Ramirez, al
Congreso español, en la sesian del 25 de junio de 1821 (28),
juraron muchos habitantes de Méjico, que con el gobierno
de la metrópoli tenian resentimientos; distinguiéndose los in-
dividuos de las órdenes religiosas que, durante la conspi-
racion, fueron los mejores auxiliares de que se valió Itúr-
bide (29).


Sin autoridad moral ni fuerzas materiales para resistir, y
abandonado por la opinion y por la mayor parte del ejército,
tuvo Ruiz de Apodaca que ceder, y arrojado cási literalmente
de la ciudad de Méjico, vióse en la precision de retirarse á
Veracruz. Allí llegó á poco para relevarle, aquel D. Juan
O'donojú, comprometido con los sediciosos de Andalucía en
el levantamiento de 1820, cuyo patriota general fuése desde
luego á tomar posesion del mando de la Nueva España; y á
pesar de saber que ya en algunas partes habian resonado los




CAPÍTULO VI 377


vivas á Agustin I, tuvo la debilidad de oir á los emisarios de
Itúrbide. y de concerta,r con éste una entrevista e124 de agos.,-
to en Córdoba, donde por su liberalismo alucinado, ó por otros
motivos más reprensibles, cometió O'donojú la indignidad de
firmar el documento conocido con el nombre de Tratado de,
Oórdoba (30). En él, sin poderes: bastantes del gobierno de la
metrópoli (31), y s6lo en su deslealtad inspirado, reconDció la
independencia del reino mejicano, vendiendo de la más infame
manera las conquistas de Cortés á un puñado de rebeldes Y: á
unos pocos malos españoles. y tanto fué así, que á los pocos
dias penetraba en la capital de Méjico el triunfante Itúrbide,
quien al proclamarse jefe del nuevo Estado, señaló á la poste-
ridad toda la infamia que acababa de caer sobre los rebeldes
de la isla de Leon, que, cubriéndose con el manto de un men-
tido patriotismo para ocultar su repugnancia á embarcarse,
de tal manera desgarraron las entraiías de la pátria.


Consecuencia de aquella venta aleve de O'donojú, fué el
decaimiento del prestigio y del nombre español entre los
americanos y el aumento de la perturbacion en Cuba, donde
creciendo. en osadía los cómplices de los emigrados, favoreci~
dos doblemente desde entónces por los agentes de la inde-
pendencia, pusieron en gran peligro la seguridad de la isla y
las vidas de los leales al gobierno de España. Agrupados és-
tos al rededor de Mahy, supieron inspirarle medidas salvado-
ras que él, por fortuna, tuvo el buen acuerdo de adoptar; ya
resguardando al ejército de las seducciones que en él ejercían
los llamados patriotas, á quienes el general miraba con mé-
nos aficion desde que conoció los móviles de su conducta; ya
captándose la adhesion de la Milicia nacional, con la que, si
no destruir, -pud.o contener al ménos el -primer amago agre-
sivo; y ya haciendo frente con decision á la prensa periódica,
no bastante contenida á pesar de la rigidez que tenia enco-
mend.ad.a á los iueces de imprenta, Cluienes obligados á revi-
sar sólo en la capital 22 periódicos, apénas podian evitar
los disgustos que con su incontinencia provocaban á :t;r.l.e-
nudo.




378 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


Uno muy ruidoso ocurrió á mediados de abril de 1822 con
motivo de haber sido insultado por el Esquife arranchador
el capitan jefe de la partida de dragones destinada á la per-
secucion de malhechores, D. Domingo Armona. Sin otro con-
sejero que su irritacion, se presentó aquel militar eú la im-
prenta del periódico y apaleó á sus redactores, cuya accion
tuvo que castigarla Mahy, suspendiendo á Armona y disol-
viendo aquella partida de vigilancia, con gran perjuicio del
órden público, sólo para dar una satisfaccion á la prensa pe-
riódica, que ya por otro lado trataba de reprimir.


Tal acontecimiento trató de explotarlo el general Moscozo,
residente a la sazon en la isla, que pretendiendo reemplazar
en el mando á Mahy, trataba de hacerse simpático á los pa-
triotas á toda costa; y para conseguir en aquella ocasion los
fines de su ambicion bastarda, no se detuvo ante la gravedad
de las circunstancias, y olvidando hasta las nociones del honor
militar, atizó con la enseña del patriotismo liberal las ma-
las pasiones populares.


La gobernacion de Cuba, que era, como se vé, superior á
las fuerzas de aquel capitan general, no fué sólo por tales
acontecimientos entorpecida, sino que sufrió además los obli-
gados efectos de las torpezas que las Córtcs y el gobierno á
sabiendas ó inconscientemente cometian. Barrenando la con-
cesion real, por la que la isla disfrutaba dellíbre comercio, y
disponiendo el planteamiento de unos aranceles que mataban
con aquella libertad el próspero desarrollo de la riqueza, rnal-
quist<lbanse con los habitantes de las Américas por favo-
recer los intereses de los monopolistas gaditanos (32); y ha-
ciendo inconvenientes nombramientos como los de los oficiales
Elizaicin y Valls, el uno para tesorero general y para co-
mandante del resguardo el otro, mantenian viva la agitacion
en Cuba; pues prácticos éstos como otros muchos en la prepa-
racionde motines, recorrian los cuerpos de guardia incitando
á los soldados á que pidieran sus licencias absolutas y se
sublevasen si no se las concedian. Aleccionado Mahy, por
personas entendidas, logró librarse de las asechanzas oficia-




CAPÍTULO VI 379


les que menoscababan su autoridad, suspendiendo laejecucion
de las desastrosas disposiciones económicas, que luego fueron
anuladas en virtud de reclamaciones hechas por los diputa-
dos americanos á instancias de los de Cuba; y sumariando y
remitiendo á la Península á aquellos dos inquietos militares
empleados y á todos los que se hallaban en su caso, propor-
cionó un verdadero bien á sus administrados, aunque adqui-
riéndose imperdonable animadversion y ódios en las lógias
secretas, que tenian por agentes á Valls y Elizaicin.


Estas lógias, no era sólo en la Habana, donde secundadas
por la mal contenida prensa, estimulaban las malas pasiones,
sino en los principales pueblos de la isla, en los que, á pesar
de disfrutarse aparentemente de una tranquilidad, que nada
más que aparente podia ser rigiendo las exageradas institu-
cione:,; constitucionales, tan opuestas á los sentimientos de la
inmensa mayoría de los habitantes honrados, tenian los áni-
mos en agitacion perenne y dispuestos á un rompimiento, con-
tra aquella mascarada política, que solamente contuvo la sen-
satez de los que hacian el sacrificio de su resignacion por no
comparar 'sus manifestaciones á las que acostumbraban aq ue-
Has locos cási oficiales. Puerto Príncipe, Matanzas, Trini-
dad, Cuba y Bayárno, teatro eran de grandes discordias.


En el primero de estos puntos, la mala semilla sembrada
por el bullicioso doctor Piñeres, por Vidaurrt' y por otros,
habia producido sus esperados amargos frutos, que el pú-
blico con sorpresa y e:,;cándalo veia y tocaba, en los ataques
calumniosos á la magistratura, en el desórden promovido y
atizado de continuo en el foro y en las polémicas sobre los
jueces de letras, poco simpáticos en verdad al pueblo, pero
motivo aprovechado por los perturbadores que de él se valian
y lo explotaban publicando comunicados violentos, en los que
se incitaba á la rebelion y se santificaba ésta, si iba su objeto
dirigido á la íntegra conservacion del Código constitucional,
que para la mayor parte de los revoltosos significaba la
consolidacion de la base en que más tarde se asentara la obra
de la independencia (33). Allí la asociacion política titula-




380 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


da la Oade.na eléctrica, especie de hijuela de la de los ca;róa-
narios, fundada y puesta enfrente de la sociedad de los Trei~
tary dos labradores que representaban el interés peninsular,
incitaba constantemente al trastornQ (34); y como si no fue ...
ran todavía bastantes estos motivos para tener el Camagüey,
en incesante perturbacion, se presentó para" aumentar los.
conflictos la época electoral, siempre enJos pueblos agitada,
y más allí donde tan opuestas soluciones iban á prejuzgarse,
y sobrevino á la vez un incidente desgraciado al celebrarse
la fiesta patriótica. del Dos de Mayo. La fatalidad dispuso
aquel dia que al hacerse por la tropa de la guarniciolllas
descargas de ordenanza, por descuido y falta de precauaion
en los soldados del piquete, fuese muerta una niña blanca y
herido un mulato, y crey.éndose intencionadas estas desgra-
cias por los enemigos del ejército, poco afectos á España,
promovieron grandes escisiones y aun refriegas entre la tro-
pa y los naturales, de las que resultaron algunos muertos y
bastantes heridos, y sólo concluyeron con el relevo de las
fuerzas que ocasionaron el cQnflicto.


No era menor la intnanquilidad que en Santiago de Cuba
dominaba, donde además de los disgustos promovidos por lps
excesos de la prensa y con la frecuente desobediencia del
ayuntamiento á la autoridad del gobernador, presenciáron-
se hechos terminantes de la division en las opiniones políticas;
pudiendo citar como ejemplo el atentado cometido por los
reaccionarios ó por los independientes amigos de. trastornos,
con la lápida de la Constitucion. Semejante suceso dió már-
gen á fanáticas escenas impropias de pueblos sensatos, á in-
creibles extravíos en desagravio de aquella inconmensurable
ofensa, y á las calurosas manifestaciones que por la integri-
dad de la pureza del símbolo político hicieron los milicianos
de la Habana y de otros puntos (35).


En Matanzas. se padecia la misma fiebre liberal; contribu-
yendo y no poco á aumentar su . intensidad, aparte del mal
estar que con los libelos y lus declamaciones demagógicas de
los revoltosos se producian, las poesías del cubano Heredía,




·CA.PÍTULO VI 381


quien en versos que le acreditaban de un verdadero vate,
cantaba desde las repúblicas del continente, donde residia:,
lag ideas de independencia á sus convecinos de aquella po~
blacion (36), yen un arranque poético dedicado á la Estrella
de Venus (37), creaba el símbolo que más tarde habia de re-
saltar en el pendon, de los separatistas cubanos.


Trinidad era teatro de las mismas desazones; y en,el viejo
distrito del Bayámo, principal residencia de descendientes de
los hijos mestizos de los primeros conquistadores, fundando
en el ódio de raza el desarrollo de las libertades recibidas con
la aplicacion del Código constitucional~ no ya sólo se aspira-
ba á la eterna conservacion de este Código y á la obtencion
de mayores reformas políticas, sino á la absoluta indepen-
dencia de la isla y á conseguir la supremacía y triunfo de la
raza siboney sobre la europea y la africana. A estos fines y
no á otros dirigían sus tendencias, secundados por muchos
camagiieyanos y por habitantes del departamento de Oriente,
que quizás no fueran extraños al agravio constitucional que
los de Santiago de Cuba lavaron con tan pomposo aparato.


La anulacion de las elecciones de la, isla, verificadas para
contentar á mayor número de ambiciosos, con arreglo á un
censo de poblacion que no era el legal y vigente, segun he-
mos dicho en otras páginas, fué causa de que muchos carac-
téres suspicaces y recelosos, aún de entre los mismos patriotas,
empezaran á dudar de la sinceridad del gobierno de la metró-
poli, atribuyéndole doblez en sus manifestaciones, y de que
tratasen en la prensa de usurpadores á los peninsulares y
hasta á las personas influyentes de Cuba adictas á España;
diciendo de éstas, para mortificarlas, que les era más amable
la dominacion que la independencia, y que gustosas consen-
tian en llevar cadenas con tal que á su vez encadenasen la
porcion que les correspondiera en el reparto (38). En aquella
ocasion declararon los que esto escribian, sin consideraciones
de ningun género y aún con tono amenazador, que ellos
eran habaneros de eorazon que amaban cuanto á su pát1'ia
favoreciera; pero que tendrian por enemigos á todos los que




382 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


les dañasen, aunque ántes les hubieran hecho felices (39).
Roto así y en otras formas el dique de los miramientos,
otros escritores de la misma escuela y tendencias se espa-
ciaron ya á su capricho, y no satisfechos con llamar godos á
los peninsulares para zaherirles, empezaron á figurar en
ciertos artículos determinadas escenas novelescas ocurridas
en una isla ]i'ormosa, habitada por tártaros é indianos; ex-
tranjeros aquellos que llevaron á la isla la civilizacion, y
víctimas los otros de las leyes y de la tiranía del gobierno
tártaro. Tales calificativos no llegaron ciertamente á hacer
fortuna, por haber prevalecido desde entónces los de penin-
sulares y criollos que al mismo tiempo tuvieron orígen (40).


Para exaltar más los ánimos, comparaban algunos perió-
dicos los hijos de Cuba al pueblo de Israel, citando en su
apoyo capítulos del Exodo; otros decian en son de amenaza,
que era la libertad un yunque que acabaria con todos los
martillos; otros, deseosos de explorar los campos políticos, ex-
citaban al diario del gobierno constitucional, órgano yeco de
los sentimientos de la Sociedad patriótica, para que mani-
festara si su color habia subido ó continuaba con el anticua-
do que todos conocian; otros, como representantes de la opi-
nion de laR sectas masónicas, publicaban, en nombre de éstas,
felicitaciones á los alcaldes y síndicos nombrados entre sus
consócios (41); otros satisfacian su aspiracion liberal ense-
ñando en verso á los ciudadanos los principios en que se fun-
daba la Constitucion española (42); aconsejaban otros al jefe
político que usara de mucho rigor con los escritores públicos
que provocaban conflictos con su falta de patriotismo, de
prudencia ó de decoro, y que persiguiera y castigase á los
promovedores de sediciones como la frustrada en la cárcel de
la Habana el 13 de agosto de 1821; y otros, en fin, suponien-
do estar la libertad navegando entre Scila y Caribdis ó entre
el servilismo y la exaltacion, ~reian necesario variar de rum-
bo para evitar uno y otro escollo; y censurando por una par-
te las extremadas exageraciones, aplaudian por otra el de-
creto de las Córtes que desterraba de los dominios españoles,




CAPÍTULO VI 383


como contrario al pudor, á la decencia y á la dignidad hu-
manas, el castigo de los azotes que todavía hoy se aplica en
la ilustrada Inglaterra. Pero las publicaciones templadas y
partidarias del órden eran las ménos por desgracia; pues
hasta en los escritos redactados por hombres que tenian el
deber de dar ejemplo, aunque no fuera más que por decoro de
los cargos que desempeñaban, solian prevaricar, como suce-
día con el magistrado de la Audiencia D. Manuel Vidaurre,
quien consideraba como el mayor de los bienes que pudieran
desearse «el perecer entre los cimientos del templo de la li-
bertad americana» (43), y con otros que distinguian como lo-
bos y corderos á los peninsulares y cubanos (44), ó trataban
de exterminar á los perjuros é hipócritas, ósea á los insulares
defensores del nombre español, «que se oponian á que brilla-
»se con el más vivo esplendor el horizonte de la indepen-
»dencia. »


Otro elemento, móvil tambien en aquella época de eontí-
nna perturbacion, era 1a Milicia nacional, en la que, á poco
de organizarse, en abril de 1820, se notaron ya ciertas riva-
lidades políticas entre los individuos de la quinta campañía
del segundo batallon, con motivo del reglamento provisional
ructado por el g,meral Mahy. De aquella falta de armonía se
aprovecharon los agitadores para ahondar las divisiones,
atrayéndose y haciendo instrumento de sus miras á los mili-
cianos, que repugnaban conformarse con las prescripciones
reglamentarias que trataban de convertir la institucion en
elemento de órden, subordinándole á la autoridad por los pre-
ceptos de la ordenanza militar. Mas lográndose combatir
desde el principio semejantes sugestiones, por medio de la
exhortacion y consejo de los jefes, que los periódicos se en-
cargaron de comunicar al público (45), contuviéronse los ma-
los efectos que eran de temer, y entónces el general, llevando
adelante la reforma del instituto, cubrió en las filas los hue-
cos que los expulsados dejaban, con personas de verdadera
posicion social y de ideas conservadoras, cuyo s610 nombre
garantizase la tranquiJidad; y para popularizar la Milicia,




384 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


procuró que en su brillo tomaran parte todas las clases de la
bu~na sociedad; .de las que, en aquel pueblo, dispuesto siem-
pre á. todo lo pintoresco, se prestaron hasta las mismas hijas
de las primeras familias á ofrecer banderas, por sus manos
bordadas, á los batallones de milicianosdgnde servian per-
sonasde su cariño (46). No fueron exclusivos de la Milicia de
la Habana los amagos dedesórden, ni las excitaciones de los
enemigos del reposo se ensayaron allí solamente, pues en
las principales poblaciones del interior,como ecos de la ca-
pital, se representaron tambien escenas, siempre lamenta-
bles. Y es que el pueblo armado jamás ha servido con gran
provecho sino para defender la integridad nacional, yen to-
dos tiempos ha demostrado ser, como institucion política, un
gran inconveniente para los verdaderos gobiernos,y una
amenaza constante á la paz pública, como lo era á la sazon en
la isla, por tan multiplicadas y contradictorias tendencias
agitada.


Hasta Ja misma Universidad llegó á convertirse por aque-
lla época' en elemento deperturbacion. Contagiada por el
grave mal quehabia invadido al país, ya ni clases ni institu-
cionesrespetaba, y Tenovó en 1821 las cuestiones que en
aquel centro científico se suscitaron en la . anterior época
constituCional, respecto de la provision de los oficios del
cláustro. Fundándose los reformistas en que los cargos pú-
blicos debian desempeñarse por ciudadanos españoles, y en
que los frailes no eran tales ciudadanos, segun la Constitu-
cion,trataron de despojar á los padres Predicadores de los
derechos que les concedian los estatutos de fundacion de la
pontificia Universidad, lo cual dió motivo á destemplados
debates, y áun á procedimientos judiciales, de resultado ad-
verso para los autores del conflicto, porque en la conciencia
de todos estaba que el orígen de éste partía de dos patriotas
diputados provinciales, 'que eran á la vez doctores, quienes
pretendian dirigir las cátedras recientemente aprobadas por
el gobierno que, para explicar el Código liberal, habia crea-
do el rector en el establecimiento literario. La opinion pú-




CAPÍTULO VI 385


blica, manifestando su unánime censura contra la conducta
de aquellos ambiciosos, aceleró sin duda la decision de los
jueces encargados del procedimiento, que por referirse á per-
sonas de carácter político, les tenia un tanto remisos, y ate-
niéndose á los más estrictos principios de justicia, declararon
el derecho que á los padres Predicadores asistia, y la imper-
tinencia de las pretensiones de los que obligados estaban, por
razon de su oficio, á ser guardadores de la ley, y no á difi-
cultar con obstáculos su cumplimiento (47).


Estas inconveniencias, cometidas por patriotas impruden-
tes, justificaban en parte el que· algunas corporaciones po-
pulares, á pesar de' ser genuina! representacion de los elemen-
tos liberales yrevoll1cÍoual'ios, no pndieran verse libres de
censuras,' de átaques rudos, ni áun .del ridículo en que la
prensa ,ya en los :periódicos Ó por medio de libelos, procura-
baextender, para desprestigiarlas y para aumentar el des-
órden, tan fácil de prod.ucir ,atendidos los vicios del sistema
que dió á esta institucion orígen (48).


La accion incesante de todos los elementos que acabamos
de indicar no debia, conocidassusterrdencias, tenerporcier-
to muy tranquila á laprimera"aútoridad de la isla,aunque
tan alto cargo estuviera desempeñado por persona que hiciera
lés alardes de liberalismo del general MahYi sin' embargo,
á éste le faltaba, para sostener con éxito el papel de pa-
triota, el calor, que no podía ya darle su edad septuagena-
ria; así coino para mostrarse enérgico, carecía de la inspira-
cion de un buen gobierno que le escudara, y de fuerzas mili-
tares que le apoyasen. No contaba tampoco con el necesario
vigor físico para sufrir los encontrados y contínuos embates
de la gobernaciOll; los que tanto, al fin, le rindieron, que,
agobiado por la fatiga, y por el desaliento extenuado, á la
'vez que por el dDlar que le o~asionaronnuestros desastres del
vecino continente, sucumbió á los rigores de una enferme-
dad, que le llevó al sepulcro en 22 de julio de 1822, siendo,
á pesar de sus debilidades políticas, generalmente sentido en
la isla.




386 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


v.


Sucesor interino de Mahy fué el brigadier segundo cabo
D. Sebastian Kindelan, quien con el poco prestigio que han
tenido siempre en todas partes las autoridades provisionales,
mayormente en los gobiernos alejados de la metrópoli, y con
el insuperable inconveniente de su avanzada edad, no pu-
diendo imponerse, ni sirviendo para el caso aún en circuns-
tancias ménos difíciles, tampoco le fué posible contener el
torrente de las pasiones, acrecido con la union hasta de los
políticos ménos arriesgados, que al ver un gobernador tan
débil, no vacilaron en aumentar la masa de los que ya se
consideraban irresistibles y creian indisputable su triunfo.
Dictó no obstante el viejo soldado acertadas disposiciones,
que por 10 oportunas fueron aplaudidas y contuvieron la
agresion de los corsarios armados, que como agentes de Bo-
livar y puestos de acuerdo con los conjurados de la isla,
amagaban sublevarla, cuyos planes afrontó y pudo conju-
rar por el pronto sus lamentables efectos, á pesar de las di-
visiones en la opinion y del encrespamiento de los ódios polí-
ticos que existian tanto en las poblaciones del interior como
en las litorales.


Pero de aquel estado de exaltacion, producto obligado del
sistema político, si no resultó la inmediata lucha armada por
falta de organizacion de la gente bulliciosa ó por exceso de
confianza en el triunfo, se produjo el deslinde de los campos;
declarándose ya públicamente en la isla los dos partidos, que
por razon de la procedencia de sus individuos tomaron los




CAPÍTULO Vi 387


nombres de peninsular y cubano, y debieron sin duda su orí-
gen al poco tino gubernativo de Mahy. Cuando tocó éste du-
rante su mando las dificultades de entenderse como autori-
dad con sus correligionarios los patriotas y vió enfrente de
los trastornadores un gran elemento de órden en los hijos de
la Península y en los de las familias mas respetables de
Cuba, declinó en él su confianza, prefiriéndole al de la mayo-
ría de los cubanos donde abundaban los partidarios de la re-
forma y de la independencia; y Kindelan, que su más débil
autoridad apénas podia ·sostenerla, tuvo que apoyarse tam-
bien en los mismos elementos, representantes a la vez de la
fuerza, para resistir el exagerado liberalismo y la osadía de
los cltbanos, que si bien contaban en su partido con jefes más
ilustrados, hábiles y dispuestos para crear inconvenientes,
no lo estaban tanto para llegar á las manos. Por tal motivo,
la lucha que los recelos engendraron, tomó cada dia mayo-
res proporciones, aumentadas con el desden del partido pe-
ninsular, que descansando en la conciencia de su deber y en
la seguridad de un indudable triunfo en el terreno de la fuer-
za, irritó las susceptibilidades de los cubanos, quienes le
resp::mdian con violentas excitaciones dirigidas á dividir el
compacto elemento del órden.


y esto no ocurria sólo en la Habana, sino en otras partes de
la isla. En el departamento del Camagüey, para defenderse
los peninsulares del inmenso número de sus adversarios, tu-
vieron que organizar, con el título de Los treinta y dos labra-
dores, la sociedad ántes indicada, que fué combatida por la
que los puerto-principeños formaron con la denominacion de
La cadena eléctrica, centro entónces de toelos los planes polí-
ticos y electorales en los que siempre la superioridad del nÚ-
mero les hacia triunfar. Lo mismo ocurría en Bayámo yen
otras poblaciones del departamento Oriental, teatro á menudo
de lamentables conflictos entre los dos partidos, cuyos extre-
mados excesos y ri validades obligaron á Kindelan, en más de
una ocasíon, á echar mano de las fuerzas del ejército para
contener las demasías de aquellos ayuntamientos que, capita-


Z7




388 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


neando las masas de sus respectivas localidades, deprimian el
principio de autoridad humillando por medio de la violencia
á los gobernadores civiles y militares. Y como las fuerzas del
ejército, instrumentos del órden y representantes del partido
peninsular, eran el freno que contenia el empuje de los albo-
rotadores cubanos, contra ellas volvieron éstos tambien su
animadversion y malquerencia, á la vez que contra los fun-
cionarios públicos que aconsejaban las represiones. De un mo-
do tal llegaron á manifestarse las antipatías que, segun dice
el Sr. Pezuela, lo mismo en la Habana que en las demás po-
blaciones «apénas muerto Mahy, no habia jefe, empleado ó
»patricio distinguido que no tuviera que sufrir insultos ó
»atropellos;» los que solian verificarse, ya reuniéndose varios
milicianos para abofetear ájefes del ejército, como sucedió con
el comandante de artillería Oalleja, ó ya usando en la prensa
del reprobado sistema de los denuestos y las provocaciones,
como las que el insolente Piñeres dirigia al general conde de
O'Reilly y al apreciable patricio D. Francisco Arango.


Las consecuencias de cuanto acabamos de indicar respecto
de la irritacion de aquellos partidos, se tocaron seguras y tris-
tes en las elecciones que en la Habana, como capital del depar-
tamento de Occidente, se verificaron en 1822, de las que salie-
ron elegidos el presbítero D. Félix Varela, que tanto contri-
buyó á la revolucion de las ideas en Ouba (49), D. Tomás Ge-
ner y D. Leonardo Santos Suarez. Dice sobro tales elecciones
el Sr. Pezuela:


«Aproximábase una época terrible por lo fecunda en albo-
»rotos y desórden, la de las elecciones para diputados á Oór-
»tes en la legislatura de 1823. Debian éstas hacerse en prin-
»oipios de diciembre y se celebraron sin novedad notable las
»juntas electorales de parroquia desde el primero de aquel
»mes. El 5 sólo quedaba por concluirse en el convento de San
»Agustin la de la parroquia del Oristo. Un oficial de dragones
»)l1amado D. Gaspar Rodriguez, zaherido por un dicho de
>mno de los asistentes tuvo la imprudencia de abofetearle. i\
~pesar de la ira que en los concurrentes excitó aquel porte,




CAPÍTULO VI 389


»sacóse á Rodriguez de aquel sitio, siguió la votacion y no se
»suspendió hasta la hora acostumbrada para continuar al
»otro dia. Disolvióse la junta y se retiraron el presidente y la
»compañia de nacionales que daba allí el servicio; pero las
»pasiones se quedaron trabajando. Agriados los jefes piñe-
»ristas Ó exaltados con la inu.tilidad de sus esfuerzos en
»aquellas elecciones, habian sugerido á los muchos peninsu-
»lares de buena fé de su partido, que componian la mayor
»parte de la milicia urbana, la funesta especie de que iban á
»estallar un plan de independencia y á perecer todo es-
»pañol.


»Habiendo permanecido en San Agustín despues que se
»disolvió la junta, los que se habian mostrado más resentidos
»del atropello de Rodriguez, desde el cercano convento de
»San Felipe destacóse á dispersarlos un piquete de la guar-
»dia de prevencion de la Milicia nacional que allí se acuarte-
»laba. Pusiéronse en defensa los de San Agustin, que eran hi-
»jos del país, y viéndose muy débil aquel piquete, retrocedió
»á su puesto, llamó á las armas á los otros y tornó en núme-
»ro mayor al punto don~e la escena habia empezado. Cruzá-
»ronse dicterios de «godos y mulatos; » la efervescencia crecia,
»pero los alcaldes y algunos sugetos de autoridad é influjo 10-
})graron aquietarlos y que unos y otros se retirasen sin des-
»gracia.


»El daño, sin embargo, estaba hecho: la ofensa de unos po-
)¡cos se hahia extendido á muchos, y en el segundo batallon
»de la Milicia, que era de peninsulares Cáili todo, generaii-
»zóse hasta tal punto, que intentó acudir formado á exigir de
»Kindelan que le hiciera dar satisfaccion. Contúvose, no obs-
»tante, á la voz muy respetada de su comandante D. Rafael
»O'Farril, y bajo la promesa de que él mismo pasaria á pe-
»dirla aquella misma noche.


»Convocados á junta la diputacion, el ayuntamiento y los
»jefes militares de la guarnicion y de la plaza, como los des-
»contentos no hubiesen presentado quejas contra determina-
»daspersonas, se acordó sólo que se les dirigiese una alocu-




390 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


»cion conciliadora. Pero fué la voz de Kindelan tan desoida,
»que reunido el batallon al amanecer del 6 en el citado local
»de San Felipe, se mantuvo sobre las armas todo el dia y la
»siguiente noche, dando espacio á que sucesivamente se re-
»uniesen los otros batallones nacionales en las plazas del Cris-
»to, de la Constitucion, de la Merced y de San Francisco. Ni
»las órdenes de Kindelan, ni los ruegos y consejos de autori-
»zadas personas bastaron á hacerlos retirar, consternando á
»todo el pueblo con su actitud hostil y sin que la sedicion
}>pudiera reprimirse con los cuerpos veteranos de la guarni-
»cion, en cuyas filas tambien habian los piñeristas esparcido
»préviamente el mismo calumnioso error que en la Milicia.


»Al dia siguiente 7, el segundo batallon se trasladó desde
»San Felipe al convento de San Francisco, y, con él, otro á
»quien tocaba el servicio de reten, continuando los demás so-
»bre 1as armas en los mismos puntos que la víspera. La apa-
.»riencia amenazadora y las provocaciones de esta fuerza 11e-
»garon al fin á conmover al pueblo. Reuniéronse en las afue-
»ras de la Habana numerosas masas de paisanos, que arma-
»dos muchos de ellos y militarmente colocados, diputaron á
»Kindelan á uno de los alcaldes poniéndose á sus órdenes, y
»análogos mensajes recibió aquella autoridad de uno de los
»batallones nacionales de extramuros y de otros corros que se
»formaron con gente del campo y de los pueblos más vecinos.


»Aunque formada con la laudable mira de sostener al go-
»bierno y á las leyes, tan ilegítima era esta reunion de gente
»como la de la Milicia, y tanto más expuesta cuanto que con-
»tenia en su seno maléficos espíritus, agentes forasteros que
)}acechaban la primera oportunidad de hacerla mudar de
»indole.


»El coronel D. Joaquin Miranda Madariaga propuso á
»Kindelan, que se hallaba cási aislado, el arbitrio más nece-
»sario que legal de convocar á junta para en ella entenderse
}>unos y otros con más órden, una comision de cada uno de
»los batallones sublevados y otra de cada uno de los demás
»cuerpos veteranos y milicianos de la plaza. El pensamiento




CAPÍTULO VI 391


J.>era acertado. Medios coercitivos no podian emplearse, la su-
»blevaeion del paisanaje era inminente, y en la alternativa
»de dos males, creyó Kindelan que se escogia el menor dándole
»desde luego su aquiescencia. Salvó á la Habana la insta-
»lacion de la propuesta junta, que á no contar con hombres
»de buena fé, despejo y amantes de la metrópoli y del órden,
»hubiera sido un congreso tumultuario, y el más fijo princi-
»pio del desastre mismo que se intentaba' precaver. De esta
»asamblea de comisiones que se reunió el mismo dia 7 en el
»palacio de gobierno se lograron felices resultados. Disolvié-
»ronse á su voz en el momento las imponentes masas de pai-
»sanos y milicianos de extramuros, y las de lo interior de la
»ciudad depusieron tambien las armas aquella misma tarde
»bajo la influencia y los razonamientos de D. Rafael O'Far-
»ril y sus diputados. Mostráronse con todo más reacios los de
»San Felipe, pero cedieron despues de alguna discusion á laB
»intimaciones que les hizo el coronel D. José Cadaval; acaso
J>tambien á sus amenazas de venir' él mismo á reducirlos con
»su batallon de Cataluña.


»Mas.no se consiguió este desenlace sin haber accedido
»Kindelan á algunas extrañas exigencias, como la deposi-
»eion de algunos jefes y oficiales de la Milicia, la de várioB
»empleados y la supresion de dos periódicos. Quedaba tan
»destruido el prestigio de su poca autoridad, que cierto dia,
»concurriendo ante ella en demanda de justicia D. Segundo
»Correa Botino y D. Rafael Gatica, hicieron armas UllO COll-
»tra otro en su presencia, y al separarlos recibió una herida.


»Al dar cuenta de aquel grave trastorno, que tuvo á la
J>Ísla al borde de su pérdida, «no puedo dispensarme, decia
»Kindelan, de manifestar á V. E. que á proporcion que
»muckos buenos españoles trabajaban en calmar la eferves-
»cencia, kabia otros que se esforzaban en reanimar la cizaña,
»invitando á los batallones de nuevo, aunque ocultamente, tÍ
})no abandonar la empresa. Estos indignos sugestores no ce-
'JJsarán jamás de maquinar la ruina de la isla de Ouba, y
»e8 p~síti1JO que si al eclesiástico J). Tomás Gutierrez de




392 LAS INSURRECCIONES EN CUilA


»Piñeres '!I á otros cuatro ó seis de sus más inmediatos agen-
»tes no se les hace salir de esta ciudad, la isla apreciable de
»Ouba, tan digna de la munificencia '!I protecci01/' de su mar-
»gestad, vendrá, '!I tal vez no muy tarde, á ser teatro de des-
»gracias lamentables.»


»Muy á tiempo, á la verdad, habian depuesto sus resenti-
»mientos los partidos de la Habana: la disciplina militar de
»los cuerpos veteranos se habia relajado desde la muerte de
»Mahy: pululaban por el pueblo agentes secret05 de Itúrbide
»y de Bolivar, y por las costas sus corsarios: las sociedades
»políticas en que se dividia la poblacion la contagiaban más
»y más con sus errores y sus dóctrinas imposibles.» (50)


Maltratada quedó, como hemos visto, la autoridad del
brigadier Kindelan en aquellas escenas terminadas, más que
por sus esfuerzos, por los mismos perturbadores; y tan per-
dida su fuerza moral ante la opinion pública, que ya de im-
periosa necesidad era su relevo para que á Cuba no volvieran
momentos tan angustiosos como los que acababan de pasar,
y se viese más libre de peligros y ménos comprometida en lo
sucesivo por las asechanzas de sus numerosos enemigos.


El gobierno de la metrópoli, que al tener noticia del movi-
miento de los corsarios disidentes, humilde habia solicitado
proteccion del gabinete británico por medio de aquel D. Juan
Jabat, cuyo nombre parecia predestinado á figurar unido al
de nuestras desdichas en América, quien representando en-
tónces á España en Ing'laterra, gestionó y obtuvo que los bu-
ques de aquella nacion, estacionados en los mares de las An-
tillas, humillaran á los de nuestra Escuadra persiguiendo á
los corsarios; el gobierno español, decimos, que en taloca-
sion, corno siempre que de los llamados patriotas se ha com-
puesto, dió muestras de una servil condescendencia y de una
debilidad punible en los asuntos internacionales, corno te-
miendo sin duda que los extranjeros se vengaran de sus ex-
travagancias,haciéndolas públicas y dando á conocer al mun-
do la negligencia de los patriotas en estud.iar la ciencia del
gobierno, jamás, en verdad, por ellos bien poseida; el gobier-




CAPÍTULO VI 393


no, de la que se distinguió por la orgullosa España cuan-
do no se llamaba liberal, si para los corsarios buscó ajenas
manos que castigaran, no supo encontrarlas para someter á
los revoltosos de la Habana, ni ajenas ni propias, y dejó im-
pune aquel escandaloso atentado; contentándose con relevar al
general que no habia sabido hacerse obedecer, no tanto tal vez
por ésto, cuanto porque desempeñaba interinamente el cargo.


Fué entónce~ destinado á mandar la grande Antilla el ma-
riscal de campo D. Francisco Dionisio Vives, quien desde se-
tiembre de 1822 habia recibido tres nombramientos y 109 tres
habia rehusado, fundándose unas veces en su insuficiencia
para el desempeño de cargo tan importante, otras en lo per-
judicial que para su salud seria el clima de la Habana, y la
tercera vez, en que ya estaba enterado de los acontecimien-
tos de diciembre, insistiendo en su insuficencia, decia que en
aquel mando iba á perder su reputacion militar y comprome-
ter quizás la existencia de la provincia española que se le
confiaba. Rebatiendo el ministerio las excusas de Vives, dictó
varias reales órdenes, y corno término de su resolucion le diri-
gió una, ,diciéndole en nombre del rey que «8. M. exigia el
»sac1'ificio de su opinion y que obedeciese,» acudiendo en
tanto á las Córtes impetrando autorizacion para recoger los
despachos á aquel general, si continuaba resistiéndose á ad-
mitir un mando de los más honoríficos, con pretextos de en-
fermedades que no padecía. ¡Qué feliz seria Cuba en los mo-
mentos presentes si muchos de los sucesores de Vives hubie-
ran rehusado por insuficiencia aquella capitanía general!
¿Pero aquel veterano, podia despues de tales instancias y de
la presion para que aceptara el nombramiento, dejar de ad-
mitirlo aunque conociera ya exactamente el verdadero estado
de Cuba? ¿Podia presentar más excusas ó hacer pública la
verdadera, que era sin duda su repugnancia á ser instrumen-
to de la torpe política de los patriotas en aquella importante
provincia ultramarina? Tan difícil creyó prolongar la resis-
tencia, que aceptó por fin, yen 2 de mayo de 1823 se hizo
cargo de aquel mando tantas veces rehusado.






CA.PÍTULO VIL


1. Mando del general Vives.-Amagos sediciosos.-Conspiracion
de los Soles de Bolívar y de otras sociedades secretas.-Cambio
del sistema político.-Suspension de las libel·tades constitucio-
nales.-Muerte de Riego y de otros patriotas .-Política de Vives.-
Facultades extraordinarias.-Los partidos en Cuba.-Primero.
junta patriótica cubana.-Fracaso de un Congreso en el istmo de
Panamá.


n. Plan de Vives para defender á Cuba.-Nuestros desastres en el
continente-Tentativas de los disidentes.-Conspiracion en Puer-
to-Príncipe.-Castigo de Agüero.-Division militar de la isla.-
Estadística.-Intendentes interinos.-Pinillos en propicdad.-El
marino D. Angel Labordc.-Fin de Itúrbide.-Expedicion para
reconquistar á Méjico.-Barradas y Santana.-Desgracias de la
expedicion.


lII. Sediciones de negros.-Trabajos y propaganda de la legion del
Aguila negra y proceso de sus cómplices en la isla.-Doctores y
bachilleres conspiradores.-Benignidad de Vives.-Los filósofos,
estadistas, literatos y hombres de ciencia en Cuba.-Mejoras pro-
puestas por Pinillos.-Mejoras y política de Vives.-Proyecto de
segunda expedicion á Méjico.-Caida de los Borbones en Fran-
cia.-Renuncia y relevo de Vives.


IV. Mando de Ricafort.-Estado económico y político de la isla.-
Mejoras.-Orígen de las camarillas en Cuba.-Estado de civiliza-
cion y de moralidad.-Cambio político de Fernando VII.-Dero-
gacion de la ley sálica.-Nacimiento de doña Isabel n.-Trabajos
de los partidarios de D. CárloS.-Invalidacion de la Pragmática.-
Despacho de los negocios por doña María Cristina.-Amnistía por
delitos políticos.-Sus efectos en Cuba.-Invasion del cólera mor-
bo.-La guerra civil en España.-Regencia de doña María Cristi-
na.-El Estatuto Real.-Reformas políticas.-Relevo de Ricafort.


1.


Así que el general Vives tomó posesion del enMnces poco
envidiable gobierno de la isla de Cuba, tuvo que atender á
reprimir el movimiento sedicioso que para la noche del 14




396 LAS INSURRECCIONES EN CUDA


al 15 de mayo tenian concertado en Santiago de Cuba las
tropas del cuerpo de este nombre, incitadas sin duda por las
sociedades patrióticas, y con el pretexto de reclamar los
atrasos que se les debian; cuyo estado de agitacion logró
aplacarlo sin aparato y con habilidosa política, reemplazando
por otro jefe al brigadier gobernador, que tan poca energía
habia demostrado en aquellas circunstancias. En este ensayo
de mando, dió ya Vives á conocer al público sus dotes, á la
vez que él pudo formarse idea del verdadero y poco halagüe-
ño estado del ejército, y convencerse de la necesidad induda-
ble de corregir, sin perder momento, con tino y entereza los
errores de conducta de la fuerza armada, consentidos y au-
mentados por la blandura de Kindelani así como por la cons-
piracion que á primeros de agosto le denunció en la Habana
un negro, partidario decidido y amante del gobierno y de
los españoles, conoció hmbien hasta dónde podia fiarse de
muchas de las personas próximas á su autoridad, y de otras
que contaban con muy distinguida influencia en el público.


Fué aquella conspiracioIf la llamaba de los Boles de Boli-
'Var, que tenia por fin la iudependenci¡¡. de Ouba, y que, co-
nocida á tiempo, pudo pronto desbaratarse, merced al celo
y patriotismo del alcalde, D. Juan Agustin Ferrety, á quien
Vives le encargó como juez aquel procedimiento, despues
de haberse con varias excusas negado y resistido á serlo los
que tan adictos se decían del gobierno de España, como Don
Pedro Diago, D. Francisco Arango y otros que, sin duda por
ver á sus paisanos demasiado comprometidos, no querian in-
tervenir en el asunto (1). Esto nD era nuevo, por CÍlilrto, y
aún hoy mismo sucede con personas de la primera represen-
tacion de la isla que, cuando llega el caso de declararse con
decision partidarios de una ó de otra causa, suelen con ha-
bilidad eludir el compromiso para aparecer siempre bien con
los dos bandos; cuyo fenómeno, habiendo sido muy notable
en determinadas circunstancias, no debían olvidarlo los go-
biernos cuando dictaran acuerdo$ de genera.l inter.és político
en las Antillas.




CAPÍTULO VIl 397


Más de seiscientos eran los complicados en aquella cons-
piracion, de los euales, la mayor parte y sus principales di-
rectores, habian huido al extranjero, y extranjeros se llama-
ban ya entónces los reinos españoles de Méjico y Venezuela,
quedando otros ocultos. Como Vives, sin disponer de gran
base en apoyo de su autoridad, no podia atacar con rigor á
todos los iniciados en el crímen, ni á sus simpatizadores, los
numerosos promovedores de desórdenes de todo género, tuvo
por el pronto que transigir con benignidad y blandura, aun-
que cuidando mucho de no aparecer débil, para que, cual
habia sucedido con sus predecesores, no se le sobrepusieran
los llamados patriotas de allí, donde tan frecuente era, y es
todavía, traducir la condescendencia de los gobernantes por
miedo, y su dulzura por ineptitud oficial. Aquella conspira-
cion, como su mismo nombre lo indica, fué inspirada por los
partidarios de Bolivar, ellibel'tador de la América meridio-
nal, quien no sólo hizo comprender á los cubanos que, próxi-
mo á sucumbir en la Península el régimen político, serian
víctimas pronto los habitantes de la isla de una desolacion y
ruina mayor, y de venganzas y persecuciones superiores á
las que en España se sufrieron al terminar la primera época
constitucional, y que para librarse de las desdichas que ame-
nazaban, podian contar con sus auxilios para llevar á cabo
la obra de su independencia, sino que excitaba á los mismos
españoles peninsulares, dici6ndoles que las negociaciones elel
plenipotenciario Jabat cerca del gobierno inglés, que por im-
prudentes condenaban los buenos patricios, no tenian, como
de público se aseguraba, por objeto buscar el apoyo de los
buques británicos para p8rseguir á los corsarios colombianos
con desdoro de la armada española, sino más bien sentar los
preliminares del tratado de venta de la isla de Cuba á In-
glaterra, en pago de sus servicios á España durante la guer-
ra con el francés (2).


Algunos peninsulares, aunque pocos, cayeron en el enga-
ño, y por no pasar la vergüenza de ser 'Vendidos, dejáronse
arrastrar por los instigadores; pero las mayores pruebas de




398 LAS INSURRECCIONES EN CUBA.


delinq uimiento en la fracasada conspiracion, se encontraron
contra los cubanos y naturales de Costa-firme residentes en
la Habana. Entre los más comprometidos, figuraba D. Juan
Jorge Peoli, comerciante caraqueño, en cuya casa recogió el
gobierno banderas y paquetes de escarapelas semejantes á las
que usaban los soldados de Bolivar, yel signo acordado por
los conspiradores de Cuba cual enseña de su libertad, que l()
representaba un sol con siete rayos. Para jefe activo se con-
taba con el coronel habanero al servicio de Colómbia D. José
Francisco Lemus (quizás pariente del D. José Morales Le-
mus que tanto ha figurado en los últimos acontecimientos),
principal comprometido, de quien dice Guiteras que «era
»hombre de no comunes prendas como militar, hábil, astuto,
»amable y valeroso;» apareciendo como principales iniciados
en la isla, el doctor D. José Manuel Hernandez y D. José
Teurbe Tolon de Matanzas, mientras lo eran en Puerto Prín-
cipe y en todo el departamento del Camagiiey, donde habían
siempre abundado los desidentes, y trabajaban con actividad,
D. José María de Tejada, D. José María Ortega, D. Tomás
Estrada, D. Francisco Cossio, el teniente coronel D. José Ba-
rona, D. Miguel Machado, D. Agustin Arango, D. Pedro
M. Agüero y el abogado D. Alonso Bethencourt; todos ellos
preparados para alzar pendones por la república de Oubana-
can el día 17 de agosto de 1823.


La confidencia de que hemos hablado, y segun otros, la de-
nuncia que en la noche del 16 hizo el secretario de Lemus,
produjeron la prision de éste, de Peolí, de D. José Dimas Val-
dés, del regidor del ayuntaJ;niento D. Francisco Garay, de
D. Pedro Recio y Sanchez, D. Rodrigo Martinez y de un pia-
montés llamado Bion, en la Habana; y la detencion en Ma-
tanzas de Hernandez, de Tolon y de otros; desbaratándose así
el formidable plan político, primero de los más graves por
que ha pasado la isla en el presente siglo. Vives, que por falta.
de fuerzas para hacer una política vigorosa cuanto por su na-
tural benigna inclinacion no creyó, como decimos, conveniente
ensañarse entónces con los enemigos de España, extirpando




CAPÍTULO VII 399


por completo la semilla de los desleales, usó de una blandura
encomiada hasta por los mismos enemigos de los españoles; y
confinando al cabecilla Lemus á Sevilla, de donde huyó á
Gibraltar trasladándose luego al continente americano, si no
autorizó directamente, consintió al ménos que Peolí y Tolon
se escaparan á Méjico, y que otros de los comprometidos, aún
ántes de terminarse su causa, se embarcasen para las nuevas
repúblicas vecinas de la isla.


No otra cosa podia tampoco hacer Vives, sabiendo como
luego supo por las averiguaciones judiciales, que no era la ló-
gia de los soles la única que estaba comprometida en aquel
movimiento, sino que á él se unieron muchos caaenistas, de
los de Puerto-Príncipe, resentidos todavía de las persecucio-
nes de Mahy, algunos carbonaríos, no pocos individuos de
las milicias y bastantes del ejército veterano, oficiales exalta-
dos principalmente, que enterados de la in vas ion de la Pe-
nínsula por el ejército de Angulema, pretendian sostener la
Constitucion aún cuando se suprimiera en la metrópoli. Y
siendo tan numerosos los restos displJrsos que de aquellos
conspiradores quedaron despues de desbaratado su plan, ¿era
político el ensañamiento, ni oportuno, cuando más que por
la fuerza, tenia el capitan general que sostener su autoridad
con complacencias'? Vives, que segun el retrato que de él ha
hecho un cubano (3), «era de natural afable, descuidado en
J>apariencia, compasivo é inclinado al bien, de carácter rc-
»servado y penetracion aguda, muy activo cuando lo reque-
»rian las circunstancias y perseverante en sus propósitos,)¡
hubo de prescindir de algunas condiciones de su carácter,
que las circunstancias no le permitian demostrar, y de ciertos
propósitos, hasta mejor ocasiono


Además de las sociedades secretas que hemos dicho esta-
ban unidas á la de los soles, en la conspiracion separatista,
existia otra en la Habana, que más bien podia llamarse pú-
blica por la poca reserva que sus iniciados guardaban, cual
era la de los comuneros; temible por su importancia, y com-
puesta por los ultra-exaltados liberales, que inspirados por el




400 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


fogoso presbítero Gutierrez de Piñeres, aplaudian en sus jun-
tas los eseritos de éste esencialmente demagógicos. Utilizan-
do Vives la falta de circunspeccion de los asociados comune-
ros, pertenecientes en su mayoría al vulgo inculto é indocto
y por consiguiente impresionable, que se conocian con el
distintivo de piñe'l'istas, tuvo la feliz idea de aconsejar á al-
gunas personas de su íntima confianza que se inscribiesen
en aquel club, para que con sensatas predicaciones influye-
ran y procurasen contener las absurdas aspiraciones de los
inconscientes instrumentos de la maldad del turbulento pres-
bítero; obteniéndose por tal medio los más satisfactorios re-
sultados é inapreciables bienes la tranquilidad pública, dis-
persando y retrayendo de las sesiones á muchos fanáticos.


No por haber fracasado la conspiracion de los soles deja-
ron de proseguir sus agitadores trabajos los agentes secretos
de Méjico y Colómhia. Aprovechando todos los medios perti-
nentes á sus fines, hasta se valieron como instrumentos de


- propaganda separatista de los mismos soldados españoles,
que en número de tres mil desembarcaron en Santiago de
Cuba el mes de julio procedentes de Costa firme, donde la in-
capacidad del general Morales, consumando la pérdida para
España de aquellos territorios, habia desacreditado nuestras
tropas, que con la falta de la moral militar que acompaña
siempre á los ejércitos vencidos é impregnadas además de la
anarquía y de la desmoralizacion que en aquellas nacientes
repúblicas reinaba, mejor que de garantías del principio de
autoridad sirvieron en Cuba de elementos disolventes, que ya
censurando en público la ineptitud de sus jefes, como enalte-
ciendo el valor de los contrarios. daban aliento á los que por
el fracaso de sus maquinaciones habian caido en la desani-
macion. Al saber éstos con certeza, que de aquellos extensos
reinos sometidos por nuestros grandes capitanes del siglo XVI
nada más que la plaza de Puerto Cabello en Venezuela
y el fuerte de San Juan de Ulua, defendido por el hábil bri-
gadier Lemaur, nos quedaban presenciando los últimos mo-
mentos de agonía del gran poderío español en el Nuevo mun-




CAPÍTULO VII 401


do; y al enterarse tambien de las excitaciones contlnuas que
el almirante de la escuadra francesa estacionada en la Barba-
da y el gobernador de la Martinica dirigian á Vives, para
que reconociera la Regencia del duque de Angulema estable-
cida en Madrid, cobraron ánimo esperándo que el decaimien-
to por los descalabros del continente y las vacilaciones del
general, fueran provechosas á su causa, y facilitaran las in-
teligencias entre los comprometidos en la isla y los corsarios
colombianos que no dejaban de cruzar aquellos mares. Pero
Vives, que disponiendo estaba auxilios para Lemaur, y que
oficialmente desconocia aún los últimos acontecimientos de la
Península, al reanimar la opinion rechazó con entereza las
proposiciones del francés y hasta se preparó á la defensa,
distribuyendo en las costas las tropas y milicias para el caso
en que aquellos buques intentaran algun acto de agresion.


Llegaron en esto á la isla y á manos del capitan general,
el 8 de diciembre de 1823, diez y nueve dias despues de
anunciados, los documentos oficiales que daban cuenta de los
cambios ocurridos en la Península despues del 30 de setiem-
bre, y los reales decretos publicados en 1.°y20 de octubre que
anulaban todos los actos del gobierno constitucional, y vol-
vían las cosas políticas al ser y estado que tuvieron el 7 de
marzo de 1820. Así que de tal mudanza tuvieron noticia los
restos dispersos procedentes de los soles, los piñeristas y de
otras asociaciones patrióticas, que desde la intimacion á Vi-
ves del almirante francés se estaban agitando, y crecian en
fermentacion á medida que llegaban á sus oidos m:evas de
sucesos antiliberales en la metrópoli; y así que oficialmente
las vieron confirmadas, mostraron HU actitud belicosa, yatra-
yéndose las milicias urbanas y los exaltados del partido es-
pañol, en el que no faltaban algunos peninsulares, con el apa-
rente pretexto de resistir la supresion del régimen constitu-
cional, trataron de crear una junta de gobierno que asumiera
todos los poderes bajo la enseña de España, y de deponer á
las autoridades que se opusieran á la :rápida y fácil realiza-
cion de la soñada independencia de at~banacan.




402 LA.S INSURRECCIONES EN CUBA.


Vives, que en el cambio de sistema político veia el triunfo
del principio de autoridad, allí donde tan necesario era para
ir restableciendola, empezó serenando con el espíritu conci-
liativo qUJ sobresalia en el fondo de su carácter los más agi-
tados ánimos; preparó la opinion, ya que no podia hacer uso
de la fuerza pública, porque la que no era rebelde estaba in-
disciplinada así en el ejército como en las milicias; y cuando
la reaccion hácia el órden S"l iba verificando, con una energía
y una firmeza de carácter sorprendentes y no esperadas en
circunstancias de tal gravedad, publicó en la capital con el
aparato y pompa de costumbre, ordenando que se imitara én
las otras poblaciones, el bando que suprimia la Constitucion
en España y sus dominios. Dispuso en seguida que sin gran
ruido se arrancaran de los sitios públicos las lápidas y los
motes constitucionales, lo cual se verificó la misma noche del
8 de diciembre en que se recibieron las noticias de oficio;
consiguió que aquella numerosa é inquieta Milicia nacional
entregase las armas sin alborotos; hizo entender á las corpo-
raciones populares que debian cesar y pacíficamente dieron
fin á sus perturbadoras tareas; callaron los treinta periódicos
que tenian los ánimos de la isla en contínua agitacion, y con
aquel modesto vig,w convirtió, como por ensalmo, el trastorno
en calma y la crónica locura política en sensata y tranquila
vida social. Y era que, como con gran acierto dice el señor
Pezuela en su obra, refiriéndose á la época en que la dió á
luz (4), «Cuba no necesitaba de nuevas instituciones políti-
»cas: bastábanle la observancia de las antiguas leyes y la li-
»bertad que ya gozaba su comercio para empujarla á muy
»alto p~ríodo de riqueza;» á lo cual añadimos nosotros que,
siernprJ que no se trate de la vida propia local, aquel como
todos los pueblos laboriosos preferirán en todo caso y tiempo
su conocida y practicada legalidad, á la intervencion que en
los intereses nacionales quiere dársele por los innovadores
modernoB, que no ven en este siglo más cosa desiderable
para los hombres que sin pretensiones llenan su fin social en
sus respectivos oficios, que obligarles á ejercer una accion




CAPÍTULO VII 403


directa, en los asuntos que no siempre entienden, por medio
de la representacion en Córtes.


Las sociedades secretas recibieron los tranquilos y ejecu-
tivos actos de Vives, cual amenaza y principio de una série
de mayores acontecimientos; y como protesta y para conju-
rarlos, anduvieron con premura y reserva en tratos para
promover el conflicto; pero vieron sus planes desbaratados
por la persistencia callada y eficaz del general, quien al
mismo tiempo que aplacaba resentimientos y contenia la
exaltacion de los ánimos irritables, remitia á España con su-
puestas comisiones ó bajo partida de registro á los jefes y
oficiales del ejército más comprometidos ó ménos prudentes.
Uno de éstos, de quien hemos ya hablado, aquel D. Gaspar
Antonio Rodriguez, que en diciembre de 1822 produjo du-
rante las elecciones, el conflicto de la milicia urbana que tan-
tos disgustos dió á Kindelan, temeroso de ser deportado y
corregido con mayores castigos, ó tal vez obligado por sus
correligionarios, levantó el grito de emancipacion en la pla-
za de Armas de Matanzas el 23 de agosto de 1824" al frente
de ocho lanceros; mas no encontrando eco, tuvo que huir
hácia Ságua, embarcándose á poco con otros, en la goleta
corsaria la Limeña, ,que por aquellos dias cruzaba las costas
de SalJanalamar y le llevó á Yucatan, donde obtuvo puesto
como renegado del ejército español en el de la república me-
jicana. Un verdadero bien para la isla fué la imprudencia de
aquéll exaltado oficial, porque prevenidos desde entónces los
peninsulareS y cubanos adictos á España, estrecharon fuer-
temente su union para resistir todo ataque, fortaleciendo así
la autoridad de Vives, que habiendo recibido algunos refuer-
zos de la Península y parte de las tropas de S:mtiago de
CUba, que mezcladas con las buenas entraron de nuevo en
los deberes de la disciplina, pudo ya desafiar las baladrona-
das de los bulliciosos y hacer frente á todo acometimiento.


Vives, que en política ni pertenecía á la exaltada escuela
liberal, ni participaba del·fanatismo realista, conoció por el
primer decreto que Fernando VII expidió en el Puerto de


28




404 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


Santa María, al verse libre del que consideraba su segundo
cautiverio, hácia dónde los propósitos del rey absoluto se di-
rigian; y aceptando aquella marcha como muy conveniente
para asentar en sólido apoyo el principio de autoridad, humi-
llado hacia tres años en Cuba, pudo ya como gobernador er-
guirse y mirar á rostro firme á los más exigentes, que bajo
la apariencia de un exagerado celo liberalesco, no iban á
otro fin sino al de la emancipaciondel territorio de su man-
do. El cambio de sistema político fué á la sazon para las An-
tillas españolas, cual en 1814, un bien tan grande como fu-
nesto principio de otro período de vergüenza y de ignominia
para la Península, abriéndose con punible y premeditada
imprudencia, nuevas y profundas heridas en la opinion, y
ejerciéndose el gobierno personal con tal insensatez, que no
sólo el rey de Francia lo condenó directamente, sino hasta el
mismo autócrata de Rusia, sorprendido, tuvo que censurarlo.
¿Y cómo no, si los excesos, las arbitrariedades y los absur-
dos se estaban llevando á un término de retroceso opuesta-
mente igual al que los exaltados de la época que acababa de
concluir señalaron al suyo cási inverosímil'?


Las condenas injustas y crueles contra los efímeros regen-
tes, que lo fueron durante la supuesta incapacidad del rey,
felizmente no ejecutadas por la mediacion del jefe del ejército
francés; el desencadenamiento popular atizado por el poder
contra los liberales, quienes de él no debian ciertamente sor-
prenderse, porque bien sabian que el pueblo, en su natural
tendencia á adorar al más nuevo ídolo, ha hecho y hará
siempre lo mismo; las persecuciones ilógicas contra todo el
que no era repugnantemente demagogo blanco; las absurdas
purificaciones de catedráticos y estudiantes; los suplicios por
crímenes que se suponían cometidos en la época constitucio-
nal; la obligacion de espontanearse impuesta á los afiliados
en las sociedades secretas y patrióticas, para no ser tratados
como sospechosos de heregía ó como delincuentes de lesa ma-
gestad, mientras los asociados en El ángel e:r:tembinado1'
imitaban á los liberales de la Fontana de Oro ó de la Oruz




CAPÍTULO VII 405


de Malta; el decreto de 14 de noviembre de 1824, que man-
daba entregar á los curas párrocos los libros, folletos, cari-
caturas y todos los papeles, áun los que servian de envolve-
dero, impresos ó introducidos en la Península desde primeros
de enero de 1820 á fines de setiembre de 1823; todas aque-
llas manifestaciones realistas, que fueran grotescas si no
hubiesen sido sangrientas; todas las escenas dolorosas y re-
pugnantes que caracterizaban los primeros tiempos de la se-
gunda reaccion servil, las condenaban las naciones de Eu-
ropa, como nosotros, que en política uo defendemos ni cree-
mos los extremos justificables jamás, las condenamos hoy con
la misma energía que usamos y usaremos para censurar las
demasías de los llamados patriotas ,


Tambíen, hoy mismo, condenamos la dureza empleada
contra los caudillos que, faltando á sus compromisos de ho-
nor, alzaron tres años ántes la enseña liberal; y víctimas de
la reaccion, abatidos y con el más humilde arrepentimiento
algunos, como Riego (5), ó fieros hasta el último instante
de su vida, cual el Empecinado (6), morían en el patíbulo:
como asimismo condenamos á los que, habiendo aprendido
en la reciente época las prácticas tumultuarias de los revol-
tosos, trataban de ensangrentar otra vez la pátria en defen-
sa de las aspiraciones del infante D. Cárlos, por las cuales
fueron sacrificados el antig'uo guerrillero, brigadier D. Joa-
quin Capapé en Aragon, y otros en varias partes, ó preten-
dian en nuevas conspiraciones conseguir, por el contrario, el
triunfo de las ideas liberales. Y por cierto que estos últimos
no estaban entónces en el mejor consejo; ni r()spetaban la fi-
nal voluntau y el postrer deseo del que para ellos personifi-
caba la revolucion; de aquel desdichado Riego que desde la
capilla escribió su carta, testamento-político del 6 de no-
viembre de 1823 (7), pidiendo á sus correligionarios que, al
hacer de el memoria, no se acordaJ'aJl, tctnto de los excesos de
su vüh" como de la exposicion sucinta y verdadera en que
p1tblicaba el sentimiento que le asistía, pO?' la parte que Íla-
bía tomado en el sistema llamado constitucional, en la revo-




406 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


lucíon?l en sus fatales consecuencias; y no le respetaban,
ciertamente, cuando tan s610 de los excesos del caudillo se
valieron sus partidarios para canonizar al héroe, y cuando
en ellos se fundaron en lo sucesivo todas las perturbaciones
liberales. En aquella ocasion el absolutismo, con excesiva
maldad y hasta con ensañamiento, para decidir sin duda á
los patriotas á que adoptaran por símbolo una personalidad
de tan exíguo valer moral, como era la de Riego, instituyó
una fiesta cívico-religiosa en la villa Torre de Pero-Gil, en
conmemoracion de la prision del fugitivo héroe, cuya mali-
ciosa determinacion no acertaron á traducir literalmente los
incáutos patriotas, que de allí en adelante empezaron á divi-
nizar á tan pequeño semi-dios, y á recibir de las personas
discretas equívocas sonrisas.


Arrastrado el capitan general de Cuba por las corrientes
que, impetuosas, todo lo invadian en la metrópoli, trató de
fortalecer su autoridad y asentar en s6lidas bases el órden
público, y confiando en la aprobacion del gobierno del rey,
estableci6 en 4 de marzo de 1825 una comision militar per-
manente para que, juzgando los delitos de infidencia y los
crímenes ordinarios cometidos en despoblado, amedrentase á
los inquietos y bulliciosos instrumentos de los disidentes
americanos, y á todos los malvados que tenian atemorizadas
con sus hechos á las gentes pacíficas. Viendo el gobierno tan
bien interpretados por Vives los móviles de su política, y de-
seando robustecer más y más la autoridad del capitan gene-
ral, que tanto la necesitaba en aquellas circunstancias, expi-
dió el decreto del 25 de mayo del mismo año, confiriéndole
«todo el lleno de las facultades que por las reales ordenanzas
»se concedian á los gobernadores de plazas sitiadas,» y «la
»más ámplia é ilimitada autorizacion, no s610 para separar
»de la isla á las personas empleadas ó no empleadas, cual-
»quiera que fuese su destino, rango, clase 6 condicion, cuya
»permanencia en ella se creyera perjudicial ó infundiese re-
»)celo su conducta pública ó privada, reemplazándolas inte-
»rinamente con servidores fieles al rey y de la confianza del




CAPÍTuLO VII 407


)gobernador general, sino tambien para suspender la ejecu-
»cion de órdenes ó providencias expedidas sobre los ramos
»administrativos que fueran inconvenientes al real servicio,
»si bien las medidas del capitan general no debian nunca te-
»ner otro carácter que el de provisionales, ínterin merecian
»la aprobacion del gobierno supremo.»


Semejante demostracion de la real confianza, nadie ántes
de la primera autoridad de Cuba la habia merecido en las
Antillas más que el capitan general de Puerto-Rico, al que
se le concedieron facultades extraordinarias en los primeros
años de este siglo para que hiciera frente á las agresiones de
los revueltos caraqueños, como en el período histórico de que
nos ocupamos se otorgaron todavía más ámplias, para el ca-
so en que la isla fuese tambien invadida por los emisarios de
Bolivar, ó perturbada por sus cómplices, los conspiradores
criollos. Pero de aquel poder omnímodo con que revistió á
Vives el gobierno absoluto, con un acierto inusitado y ex-
traño, ciertamente, en las circunstancias en que sus torpezas
no hacian más que aumentar el ridículo de España ante las
naciones de Europa; de aquel bien que parecía providencial,
supo el gobernador de Cuba hacer moderada aplicacion para
áplacar las excitadas pasiones políticas, y utilizarlo como
medio eficaz pata devolver á los delegados del gobierno el
prestigio perdido, y á la ley el imperio que le habia sido ar-
rebatado durante la embrollada administracion liberal.


Restablecido el império de la ley con el apoyo del ejército,
que con incesante atan se habia logrado formar, ora re-
uniendo los restos diseminados de las tropas de Morales á las
fuerzas enviadas por el gobierno desde Canarias y de la Pe-
nínsula, ora disolviendo las Milicias disciplinadas para or-
ganizar los Escuadrones rurales de Fernando VII (8); Y
apoyado además elórden por ocho buques de guerra que
guardaban las costas, ya defendidas por fortificaciones bien
artilladas, pudo Vives imponerse, intimidando á los exalta-
dos revoltosos de adentro, que solamente con gran cautela
procuraban animar y reunir á los abatidos afiliados en las




408 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


sociedades secretas, y ahuyentando de la isla hasta á los
ménos prudentes partidarios de la independencia que, teme-
rosos al castigo, procuraron representar en más lejano cam-
po, y con mayor parsimonia hacer uso de sus alardes, antes
tan pr6ximos y tan frecuentes.


La reconquista del principio de autoridad, parece que fué la
ocasion elegida por los partidos políticos de la isla para des-
lindar los campos, y reconocerse en lo sucesivo con dos distin-
tos caractéres y las denominaciones de españoles é indepen-
dientes 6 anexionistas; pues de allí en adelante ya. se dieron á
conocer sus tendencias con más claridad y los respectivos
trabajos con mayor desembozo.


La parte de la sociedad cubana formada por los jóvenes
desheredados é inteligentes, de quienes en otras páginas he-
mos hablado, que estaban ya admitidos en los círculos donde
diez años atrás no se les habian abierto todavía las puertas, y
solamente al convertirse en exclusivos partidarios de Cuba y
al conquistarse con su talento un nombre y una posicion é in-
fluencia social, habian podido penetrar; aspirando á eman-
ciparse de la humilde clase que les di60rígen, y no pudiendo
elevarse tanto que les igualara con las superiores privilegia-
das, se declararon, como medio muy en armonía con el puro
eubanismo que adoraban, por las ideas de independencia en
política. Formaron de esta manera un núcleo que di6 naci-
miento á una verdadera clase social á la que fueron adhirién-
dose y sin repugnanci.a admitidos, no solo los blancos pobrés
algo ilustrados, sino muchas derivacionés más 6 ménos re-
motas del cruzamiento, algunos peninsulares é hijos suyos, y
aunque muy contados, ciertos individuos de las clases privi-
legiadas que atraidos por la bandera política que les era sim-
pática, pretendieron que aquel nuevo grupo fuese á la vez
símbolo político de los independientes y de los anexionistas á
las repúblicas creadas en los reinos que acababan de ser es-
pañoles. El grupo tom6 proporciones, con la adhesion del
gran número de partidarios de la idea que existian ya en los
departamentos del Camagüéy y de la parte oriental de la isla,




CAPÍTULO VII 409


inspirados principalmente por los centros de propaganda es-
tablecidos en Puerto Príncipe y el Bayámo, y formó una res-
petable clase que á los pocos años hasta pretendia ya, no solo
tener vida propia, sino poseer una literatura exclusiva, de la
que más adelante nos ocuparemos.


En el legítimo partido español se reunieron naturalmen-
te los hijos de América que tenian grandes riquezas que con-
servar¡ algunos de la mediana clase, pero descendientes de
familias opulentas y de blancura incuestionable, conexionados
con aquellos opulentos; y los que con la integridad nacional
defendian sus vidas amenazadas por los disidentes; ó sean las
clases privilegiadas, muchos hijos de las que lo habian sido,
y los peninsulares.


La clase privilegiada de los cubanos, aquella nobleza de
nacimiento ó de propiedad. t~rritorial depositaria en gran
parte de la tradicion y de la altivez de los conquistadores,
obligada fatalmente, aunque no fuera más que por egoismo, á
permanecer espau)la, no pudo sin embargo mostrarse extraña
ni librarse de la influencia que en todo ejercieron las revolu-
ciones políticas; y la juventud, con particularidad, aficionada
á mudanzas, quiso verlas realizadas en cuanto á su clase fa-
voreciera. Pero como su mayor interés estaba en fortalecer el
principio del órden, que era la defensa de sus propiedades
y privilegios, p3rmanecian siempre alIado de] gobierno, aca-
tando cuantas resoluciones dictaba, aunque fuesen contra-
rias á la conocida aspiracion de SU'3 propios paisanos, con
cuyas ideas, si no tenian conexiones directas, no por eso fal-
taban simpatías, que andando el tiempo formularon con la
palabra reform2. Los criollos, blancos sin sospecha, des-
cendientes de potentados y colonos, en tohs las manifesta-
ciones solían estar acordes con esta clase, en la que veian
mayores afinidades.


El elemento peninsular, comerciante en su generalidad,
estaba representado en dos categorías segun el grado de ri-
queza, en las que la privilegiada era bastante escasa, yel
total por ambas formado no llegaba á la décima parte de la




410 LAS iNSURRBCCIONBS EN CUBA


poblacion de la isla, y aún en tan exíguo número, faltaba la
unidad de pareceres. Tres aspiraciones se distinguian en
ellos; la de los españoles á toda costa, la de otros que sin
abandonar la base de la dependencia absoluta de España y
del órden bajo su gobierno, simpatizaban con los principios
liberales, y la de los exaltados, representada por algunos fun-
cionarios públicos é individuos de las clases del ejército que
por ambicion ó por organismo querian ir siempre más allá;
por lo cual se veian precisadas á menudo las autoridades á
sujetarlos ó enviarles á la Península bajo partida de registro.
Mas como el ódio de los partidarios de la independencia no
admitia transacciones con los hijos de España, éstos tenían
que estar compactos y, aunque pensaran de otra manera, sa-
crificar sus sentimientos al propio interés y a la necesidad de
conservar el dominio español incólume y fuerte.


No hacemos mencion de la clase ínfima del pueblo, por-
que compuesta de negros y mulatos libertos ó emancipados,
y de algun medio blanco muy desgraciado, ni tenia represen-
tacion alguna, ni las otra~ clases le concedian ninguna
consideracion~ ni la ocupaban mas que en determinados ca-
sos, y no siempre en asuntos muy dignos.


El general Vives, al desarrollar su política, conoció la si-
tuacion de las clases, cual la acabamos de expresar, y com-
prendiendo que los futuros peligros de Cuba no podian ar-
rancar sino de aquellos jóvenes independientes, llenos de ta-
lento osado y de aspiraciones fantásticas, dirigió sus trabajos
á inutilizarles, al tiempo que conciliaba y se atraia los hom-
bres de prestigio que fortaleciendo su autoridad arraigasen
el poder de España. Consecuencia de esto fué, que no pudien-
do muchos de los que hemos convenido en designar de la cla-
se media, conspirar y revolverse libremente en la isla, por la
contínua vigilancia que sobre ellos ejercía el general, te-
merosos al castigo se refugiaran en las próximas y nuevas
repúblicas de Méjico y de Colómbia, y establecieran en la
capital de la primera de aquellas un centro de accion y de
inteligencia con los jefes del movimiento americano y con




CAPÍTULO VII 411


sus correligionarios de las islas de Cuba y Puerto-Rico.
Aquel centro político, el primero constituido por los revo-


lucionarios de la grande Antilla, tomó el nombre de Junta
patri6tica c1~bana; se formó con representantes de todas 13:s
principales poblaciones de la isla, y tuvo su primera reunion
en 4 de julio de 1825, siendo en ella elegidos para presidente
el habanero D. Juan A. Unzueta y secretario D. José Fer-
nandez de Velasco, y nombradas comisiones que, para llevar
adelante los trabajos de emancipacion, se entendieran con el
gobierno de Méjico y con Bolívar el libertador de Colómbia,
así como con los tibios ó tímidos simpatizadores de Cuba que
podian adelantar fondos, y con los proscritos de los Estados-
Unidos que se prestasen á inscribirse como expedicionarios
en los movimientos invasores de las islas españolas.


Atendiendo Méjico y Colómbia las proposiciones de la J un-
ta, comunicadas por aquellos comisionados, concertaron le-
vantar un ejército de 5.000 hombres al mando del general
Paez, en el cual formaran la flor de cubanos y puerto-rique-
ños de todas graduaciones que más se hubiesen distinguido
en la guerra de la revolucion americana, quienes irian ca-
pitaneados por el general Valero, natural de Puerto-Rico y
vencedor del Callao, y constituyendo la vanguardia de la
expedicion, aumentarian las huestes con los muchos correli-
gionarios dispuestos á unírseles así que se verificase un des-
embarco en la isla (9). Los demás reinos que habian sido es-
pañoles y estaban ya emancipados, respondieron tambien
favorablemente á las indicaciones de la Junta, proponiendo
además reunir una confederacion en el istmo de Panamá con
el objeto de decidir sobre la existencia y suerte futura de los
habitantes de su misma raza en las Antillas latinas. Acor-
dado tal proyecto, fueron invitados á aquel congreso inter-
nacional los Estados-Unidos norte-americanos, cuyo go-
bierno, á pesar de ver manifiestas simpatías en el pueblo y
gran disposicion á complacer á los nuevos republicanos, te-
mió sin duda por su reputacion, haciéndose solidario de los
actos de aquellas repúblicas infantiles y poco formales, y




412 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


viendo un gran riesgo en apadrinar cuestiones de las que el
resultado más favorable pudiera ser en todo caso la anexion
á Méjico de aquella isla de Cuba, principalmente, á la que
tambien ellos codiciaban; negáronse á tomar parte en el Con-
greso americano, respondiendo á la invitacion, que guardan-
do ellos una estricta neutralidad, p~drian prestar á las nue-
vas repúblicas mejores oficios cerca de las naciones europeas
que tomando directamente parte en la contienda. Los inicia-
dores de aquella gran reunion, ó más bien el iniciador Bo-
lívar, cuyo principal intento parecia ser amparar los impro-
visados y débiles gobiernos del Sur, á la sombra del poderío
cada dia creciente de la gran república del Norte, al llegar á
Caracas la respuesta que esta dió, desistieron del Congreso y
de la empresa guerrera; y disolviéndose en c~secuencia la
Junta patri6tica cubana, tuvieron sus órganos y afiliados
patriotas que renunciar por entónces á la libertad de la que
llamaban su pátría.


11.


Conocedor el general Vives de las tramas urdidas para en-
volver á Cuba en la revolucion continental, y enterado
además de que Colómbia, al iniciarse aquellas negociaciones,
habia adquirido en Nueva-York diez buques de guerra, y
que Alvarado reunia en Méjico fuerzas formidables para la
expedicion intentada contra la isla, se previno con tiempo; á
pesar de saber tambien que la anarquía más desgarradora
devoraba los reinos independientes, donde no sólo aquellas
municipalidades instituidas por Cortés en el continente del




CA.PÍTULO VII 413


Nuevo mundo se sobreponian de ordinario á todos los pode-
res, sino que éstos, por la ambicion conmovidos, solian pasar
de unas manos á otras, cuando no se fraccionaban en varios
los de un mismo Estado. Y aunque no ignoraba tampoco que
la guerra civil y la confusion en los principios morales ha-
bian roto todos los vínculos de aquellos pueblos, que hasta
entónces no tuvieron la desgracia de q1Je les fueran conocidas
las desdichas de la desbordada libertad, sin embargo de to-
das estas circunstancias, que hacian aún dudar de la inmi-
nencia de un grave peligro para Cuba, trató Vives de po-
ner á cubierto la isla de cualquier acto de osadia, reali-
zando el plan completo de defensa que proyectó años ántes,
para combatir parecidas eventualidades, su predecesor Cien-
fuegos.


Nombró al efecto una comision para que formase la carta
topográfica, la division militar y un cuadro estadístico de la
isla; fortificó con reductos el fondeadero de Trinidad llamado
Oasilda; artilló el fuerte de San Fernando en Bahía-honda;
el castillo del Morro, la batería de la Estrella y las otras for-
tificaciones que defienden la entrada del puerto de Santiago de
Cuba; reconstruyó en Gibara una batería, y reparó en Baracoa
las del castillo de la Punta y de MatacMn. Con la libertad
de accion que daba á Vives el convencimiento de que cuanto
propusiera al gobierno de la metrópoli le seria concedido, se
avivó su dormida actividad, procurando con mejoras de todo
género desimpresionar á la parte templada de la opinion li-
beral, que no recibió con mucho agrado la vuelta del absolu-
tismo, temiendo venganzas é intransigencias parecidas á las
de la Península. Equivocada estaba en esto, porque ninguna
en verdad hubo que lamentar; recibiendo por el contrario la
isla muchas muestras de distincion, si bien gran parte del
decidido apoyo que los proyectos reformistas de Vives mere-
cian de Fernando VII y de sus consejeros, no era solamente
debido al interés por el bien de Cuba, sino que tendia tam-
bien á mayores propósitos, fundados en un pueril optimismo
y en una falsa creencia sin duda, cuales eran los de recon-




414 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


quistar con la base de la grande Antilla todos 6 algunos de
los territorios del continente emancipados de España.


La reincorporacion de Méjico á su corona era el sueño fa-
vorito de Fernando, quien confiaba que el sólo prestigio de
su nombre, en presencia de la anarquía allí dominante y
desgarradora de los partidarios de la república, seria sufi-
cientepara atraerse aliados que le auxiliaran en la empresa.
Pero el rey olvidaba, al deleitarse en tan risueñas imagina-
ciones, que con la batalla de Ayacucho, recientemente per-
dida, en 9 de diciembre de 1824, y que tan funesta fué para
el dominio español en América, se habian desligado para
siempre de la metrópoli los reinos del continente; olvidaba
tambien las circunstancias de la capitulacion de San Juan de
Ulúa, en cuyo fuerte, la guarnicion mandada por el briga-
dier Coppinger, además de contar por hostiles á los meji{\a-
nos y al comodoro americano Porter, que por mar le bloquea-
ba, tuvo hasta á la misma Providencia que, agitando las olas
del Seno mejicano, dispersaba con un furioso temporal la es-
cuadra con que D. Angel Laborde acudia á socorrerle, y
sancionaba sus designios hundiendo al hermoso Méjico en la
más pavorosa de las anarquías; ni tenia, por fin, presente el
rey Fernando, que despues de la honrosa capitulacion de
aquel castillo, en noviembre de 1825, no sólo los restos de su
abatida guarnicion, impotentes para acometer, abandonaban
las conquistas de Cortés para llorar en Cuba tan gran des-
gracia, sino que los provocativos buques de Colómbia y de
Méjico independientes, seguian la estela de nuestra armada
para ostentar sus flamantes pabellones ante las costas y en
las mismas aguas de Cuba. A saber ó pensar en todo esto,
¿cómo era pasible que el gobierno de España no desimpresio-
nara al rey de sus entónces absurdos pensamientos aventu-
reros~ No lo hizo, sin embargo, y el iluso monarca siguió
dando forma á sus proyectos.


La presencia de los buques disidentes en las costas, dice el
Sr. Pezuela que reanimó (10) dos deseos de independencia y
»de trastorno en el corazon de algunos jóvenes. De Jamáica




CAPiTULO VIl 415


)lpasaban á Puerto-Príncipe espias emisarios de aquellos paí-
»ses, que se esforzaban en encender de nuevo las cenizas, ya
»apagadas, de las conspiraciones de Lemus y Rodriguez.
»Propagaron éstos la especie de que los colombianos debian
»desembarcar en la costa meridional, por Santa Cruz, un
»cuerpo de dos niil hombres y armas para cuantos se alzaran
»á ayudarlos. Vives, instruido hasta de las señas personales
)lde estos agentes, indicó las de varios al teniente goberna-
»dor de Puerto-Príncipe, que ya le habia dado cuenta de que
»se notaba una agitacion silenciosa entre los que allí pasa-
»ban por desafectos á la metrópoli; y aunque se escaparon ú
»ocultaron dos, sorprendióse á otros muy principales, que
»eran D. Francisco Agüero y Manuel Andrés Sanchez, sor-
}lprendidos con todos sus papeles y palpitantes pruebas de
»delito. Brevemente sustanciada la causa por aquella Au-
»diencia, fueron ámbos condenados á la pena de muerte, su-,
»friéndola en la horca por primeros de mayo (de 1826). El es-
»píritu de partido inscribió sus nombres en el martirologio
»de los independientes.»


Los trabajos de la comision destinada por Vives al estudio
de la topografía y division militar de la isla, en los cuales
tanto se distinguieron los coroneles Balcourt, Pastor y Mi-
randa Madariaga, merecieron la aprobacion del rey el 17 de
junio de 1827, en que aceptándose el proyecto dela capitanía
general, quedó el territorio de ésta dividido en los tres de-
partamentos en que está hoy todavía; sólo que, si á los de
Oriente y Occidente se les señalaron respectivamente por ca-
pitales á Santiago de Cuba y la Habana, al departamento
Central se le designó á Trinidad con perj uicio de Puerto
Príncipe, á donde pasó luego la capitalidad de aquella parte
de la isla y del Camagüey. Fueron en consecuencia nombra-
dos para el mando de los departamentos, oficiales generales,
y á sus órdenes quedaron, al frente de los distritos en que
cada uno se subdividió conservando el mismo nombre que án-
tes tenian, los tenientes gobernadores, de quiénes dependian
los capitanes de partido ó jefes de las pequeñas 10calida-




416 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


des (11). Los datos estadísticos recogidos tambien entónces
por la comision, dieron por resultado la existencia en la isla
de 704.487 habitantes de todas razas y colores ó sea un au-
mento de 166.522, entre ellos 71.221 blancos, sobre el censo
de 1817, correspondiendo 29.900 á las fuerzas militares de
todas clases (12). .


Fondos de consideracion se necesitaban indudablemente
para plantear estas réformas, que desde luego asegurarían la
paz interior, y no pocos para ir preparando la realizacion de
los proyectos de conquista que ya el rey habia indicado al
capitan general. La Hacienda, no obstante, respondiendo á la
organizacion recibida del inteligente Ramirez, aunque sufrió
la desgracia de perder á éste, iba saldando cuentas, merced
á la eficacia de su jefe interino D. ClaudioMartinez de Pinillos,
contador que era de la Intendencia, quien supo interpretar el
pensamiento rentístico de su antecesor y maestro, y sin apar-
tarse de la línea trazada, ni de sus sábios preceptos, tocó los
buenos resultados que eran de esperar, y aún pudo conseguir
mayores ingresos para el Tesoro con el conocimiento que te-
nia de las personas y de las cosas de la localidad. Mas Pini-
llos, quizá por interés propio, obtuvo una comision para la
Península, y fué reemplazado por aquel señor Fernandez
Roldan, que habia precedido á Ramirez, á quien sucedió lue-
go D. Francisco Javier Arambarri; en cuyo tiempo se vió
tan escaso de recursos el Tesoro de la isla, que puso á Vives
en la precision de ocuparse directamente en los asuntos de la
Hacienda, recurriendo á empréstitos voluntarios para socor-
rer las tropas de Costa firme, yen la necesidad de procurarse
otro intendente, nombrando interino al ilustre D. Francisco
Al'angü y Parl'eño, quien desempeñó el cargo desde 1824 has-
ta que le relevó Pinillos. Éste, que durante la permanencia en
Madrid se habia conquistado, con su habilidad cortesana, un
lugar preferente entre las personas de la confianza del rey
Fernando VII, obtuvo del monarca distinguidas muestras del
real aprecio, yel nombramiento en propiedad para la superin-
tendencia general de Cuba en 8 de setiembre de 1825, de la






CAPÍTULO VII 417


que se apresuró á tomar posesion verificándolo á fines del si-
guiente octubre.


Ganoso de gloria y con el primordial é inquebrantable pro-
pósito de eclipsar á todos sus predecesores en la gestion de
la Hacienda, dió Pinillos tal impulso á su departamento des-
de el primer momento en que se hizo cargo de él como
propietario, que á poco pudieron ya atenderse, sin acudir á
los desautorizados y ruinosos medios del empréstito, todos
los servicios públicos, entre los cuales eran de la mayor im-
portancia y trascendéncia los que le estaban confiados á la.
marina. Dotada ésta ya con recursos suficientes yal mando
de aquc:l incansable brigadier y luego general D. Angel La-
borde y Navarro, quien creia que la vida del marino debia
pasarse toda en el mar, pudo atacar en sus mismas guaridas
á los buques colombianos que continuaba mandando el como-
doro Porter y hacer más difíciles los amagos con que aq ue-
llos disidentes pretendían, anunciando su presencia en las
proximiJ.ades de Cuba, animar á los ilusos que con ellos sim-
patizaban y confiaban todavía en la posibílidadde realizar los
proyectos destruidos con el descubrimiento de la conspiracion
de los soles.


Llegó entónces á contar la escuadra de las Antillas, bajo
el mando de Laborde, un navío, cuatro fragatas, dos corbe-
tas, tres bergantines y dos goletas, con un personal de dos
mil marineros y soldados y una defensa representada por
trescientas sesenta y seis piezas de artillería. Con tan respe-
table fuerza naval, logró aquel activo marino apresar el úl-
timo dia de febrero de 1828 el bergantin mejicano de veinti-
dos cañones llamado Guerrero, sobre las costas de la Habana;
limpiar de corsarios aquellos mares y la isla de Pinos, donde
con frecuencia se abrigaban; en cuya isla protegió además la
colonia Amalia, que con su capital Nueva Gerona se acaba-
ban de fundar en obsequio de la reina, tercera esposa de don
Fernando VII, y pudo atender asímismo, con la eficacia que
le distinguia, á todas las expediciones y tentativas de recon-
quista de los reinos independientes, y en especial del de Mé-






418 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


jico, que era el sueño que más halagaba al rey de España.
Verificada la independencia de aquel desgraciado Méjico,


por la deslealtad de Itúrbide, la cobardía 6 mala fé de O'do-
nojú y el auxilio, no sólo del clérigo Ramos Arispe, diputado
en las Córtes de Cádiz y luego en las de la segunda época
constitucional, quien á pesar de su respetable carácter «salia
»trabuco en mano á matar gachupines» (13), sino tambien
con la directa cooperacion de muchos liberales peninsulares
que despues de la reaccion de 1814 buscaron allí abrigo, como
el ya citado coronel Mina á quien mandó fusilar el bizarro
general Liñan por capitanear fuerzas enemigas de España; y
verificado aquel acto, nunca bastante lamentado, por las de-
fecciones de muchos militares y la traicion de todas }as enti-
dades sociales, natural era que en el nuevo estado se reco-
gieran frutos que correspondiesen á su vicioso orígen, y que
los ambiciosos bastardos purgaran en la anarquía su falta
de decoro y los agravios inferidos al honor nacional. Y así
sucedió en efecto: triunfante la rebelion de Itúrbide con su
entrada en la capital de Méjico el 28 de setiembre de 1821,
llegó hasta las últimas manifestaciones del vértigo la accíon
revolucionaria, proclamando el ejército á su caudillo empe-
rador, con el nombre de Agustín 1, el 19 de mayo de 1822 y
confirmándole coJ:? gran solemnidad el 21 de julio, para lue-
go arrojar del pedestal á su hechura y entronizar á otro
hombre, que habia recibido por su fidelidad recompensas del
virey Ruiz de Apodaca, mientras los independientes se las
ofrecian y concedieron luego por su traicion (14). Tal fué
D. Manuel Lopez Santana, quien á la vuelta de Itúrbide, que
emigrado salió á bordo de la fragata inglesa RomUins el 11
de mayo de 1823 para regresar al año siguiente, vió más
expedito el camino de su ambician al ser fusilado en el pue-
blo de Padilla la tarde del 19 de julio de 1824, ántes de cum-
plir los cuarenta y un años de edad, el primer ídolo de la in-
dependencia mejicana, cuando iba, segun dijo, á prevenir á
Méjico, que se preparase á la defensa de la invasion que el
rey de España estaba diRponiendo.




CAPÍTULO VII 419


No era por cierto infundado el temor del desdichado Itúr-
bide, pues con motivo de haber trasmitido el general Vives
desde Cuba a la córte las correspondencias en que se mani-
festaban al intendente Pinillos, y aun a él mismo, seguras
simpatías en favor de España, despertadas en Méjico por el
estado de continua anarquía, y principalmente en la península
de Yucatan, donde se ofrecian y podia contarse con la coope-
racion de algunas milicias y las adhesiones de muchos habi-
tantes de influencia; con motivo de aquellas corresponden-
cias, se avivaron en el rey Fernando los deseos de reconquis-
tar el reino disidente, y suponiendo que la poblacion mejica-
na, ansiosa de salir de aquel revuelto estado y sedienta de
paz, se ampararia en masa del pabellon de España tan pron-
to como ondease en sus costas, ordenó el rey que se apresu-
rase la expedicion invasora, nombrando para dirigir la em-
presa al moderno brigadier, D. Isidro Barradas. Llegó éste á
la Habana, en mayo de 1829, con órdenes terminantes del
gobierno de la metrópoli para que, sin pérdida de tiempo, se
llevara a cabo el proyecto; y movida la actividad del gene-
ral Vivei:\, del intendente Pinillos y del marino Laborde, pre-
pararon cada uno en su ramo con tal prontitud las cosas, que
ántes de los cuarenta diaspudo ya darse a la vela la expedi-
cion, compuesta de un navío, cinco fragatas y tres bergan-
tines con tres mil quinientos hombres de infantería, un es-
cuadran de cabalbría, una compañía de artillería y otra de
guías, con el estado mayor correspondiente y diez mil fusiles
con pólvora y partrechos de repuesto para armar á los parti-
darios que se pusieran del lado de España (15) .


. Objeto de serias reflexiones habia sido la eleccion del pun-
to de desembarco, pero atendiendo á las inteligencias secre-
tas que Vives contaba en la parte de Tampico, hacia aque-
lla costa se dirigió la expedicion al salir del puerto de la Ha-
bana, en 5 de julio de 1820, sin contar con la caprichosa
suerte, que aún seguia adversa de las naves españolas en
aquellos mares. Con efecto; una fuerte tempestad dispersó la
armada sobre la sonda de Campeche, en frente de las costas


29




420 LAS INSURRECCIONES EN CUBA.


yucatecas, que á una de las fragatas la arrastró hasta Nue-
va Orleans, y los otros buques, siguiendo el derrotero de
Tampico, arribaron, algo al Sur, á la Punta de Jerez, lengua
de tierra situada entre el lago Tamiagua y el mar, unida á
aquella comarca por las angosturas de los Corchos. No era
en verdad muy acertada la eleccion de aquella tierra, baja y
enfermiza, para verificar el desembarco; pero allí, á pesar de
ésto, saltaron los expedicionarios, quizás por ser el punto en
que ménos podia sospecharse una agresion. Sin embargo,
prevenidos los mejicanos desde la Habana, donde todavía
existían desleales, salieron pronto al encuentro y aventura-
ron una resistencia, apoyados en las recortaduras de terreno
y en los reductos que de prisa construyeron para impedir la
invasion; siendo derrotados con el jefe Lagarza que los man-
daba, quien el primer dia de agosto tuvo que huir, dejando
armas y prisioneros en poder de los españoles.


Ya ántes de tener el gobierno de Méjico noticia del des-
embarco de nuestras tropas habia ordenado, bajo las penas
más severas, la evacuacion de los pueblos próximos á la cos-
ta donde la armada se dirigia al salir de Cuba, y la interna-
cion de todos los ganados, para privar de recursos al enemi-
go; y ántes de saber la derrota de Lagarza envió, para ha-
cer frente á los invasores, al valeroso y astuto g'eneral, pro-
tegido en otro tiempo del virey español, D. Antonio Lopez de
Santana, quien, cuando el grueso del ejército invasor aban-
donó las vecindades de Tampico de Tamaulipas, ocupado el
dia 9, para dirigirse á Altamira, tomado tambien el 20, ata-
có el dia 21 al corto destacamento que cuidaba de los enfer-
mos que habian quedado en aquel improvisado hospital. De-
fendiéronse éstos heróicamente hasta que Barradas, enterado
del aprieto en que aquellos pocos hombres se encontraban,
regresó desde Altamira forzando marchas para acudir en su
auxilio, verificándolo en la misma mañana del dia 21, y cor-
tando la retirada á las fuerzas mejicanas.


Viendo el general Santana, en tal aprieto, que toda salva-
cion era imposible, por no tener más punto de huida que el




CAPÍTULO vII ,-:1:21


mar ó el lago Carpintero, situado al Noroeste del Tamiagua,
acudió á la astucia para lograrla, y enviando un parlamen-
tario al general español pidiendo suspension de hostilidades y
permiso para conferenciar con él, lo consiguió del inexperto
Barradas, quien á la mano tenia el hacer rendir á discrecion
aquellas prisioneras tropas, y obtuvo, para mengua y es-
carnio del jefe de nuestr,) ejército, la gracia de que los me-
jicanos librasen del conflicto, desfilando despues de la confe-
rencia los dos mil hombres de Santana por frente de nues-
tros soldados que, esperando confiadamente en la prision de
aquellos, al presenciar tal indignidad, arrojaron muchos las
armas de coraje (16).


Pronto se tocaron los resultados de tan insigne torpeza:
debilitada la moral de la tropa, y conocido esto por los cau-
dillos mejicanos que, faltos de instruccion militar, no habian
osado ántes hacer frente á los españoles, se atrevieron ya á
tomar la ofensiva, animados principalmente por las excitacio-
nes de los cubanos que emigraron de la isla cuando el descu-
brimiento de la conspiracioIl de los soles. Muchos de aquellos,
unidos á Santana, se presentaron en la noche del 10 al 11 'de
setiembre ante la plaza de Tampico, y sitiándola luego por
mar y tierra, obligaron á Barradas á capitular pocos dias
despues, ó sea á terminar vergonzosamente aquella campaña
tan bien emprendida, y sólo por sus torpezas malograda.
Adquirieron por la capit1l1acion las tropas vencidas el com-
promiso de regresar á la Habana; pero no ántes de ver en
su general otro acto vergonzoso, cual fl1é el de entregar á
Santana seis mil duros, que con el mayor descaro le pidió
prestados; y Barradas que, aunque tarde, reconoció las de-
bilidades de que debia dar estrecha cuenta al rey y al honor
nacional, para eludirlas, porque ya su situacion podia consi-
derarse muy parecida á la de O'donojú despues de la capi-
tulacion ó tratado de Córdoba, se refugió en Nueva Orleans.
En tanto los soldados, víctimas de la ine'ptitud de su jefe, su-
frian, en número de más de mil quinientos, el dolor de su
derrota y los de las enfermedades adquiridas en aquella in-




422 LA.S INSURRECCIONES EN CUBA.


Sa.na tierra, y llenaban los hospitales de Tampico, de donde
convalecientes aún, regresaron luego, en 5 de octubre, y
tres meses despues de haber salido de la isla de Cuba, al pun-
to de partida, para alentar con el espectáculo de sus desdi-
chas á los partidarios de los independientes, que con marca-
da ironía felicitaban á los vencidos por el fin de su expedi-
cíon.


Tal resultado tuvieron las aventureras empresas en Amé-
rica del descreido Fernando VII.


lIT.


Los cubanos emigrados en los reinos disidentes, no fueron
sin duda extraños á las sediciones de negros que estallaron y
se dominaron á principios de noviembre de 1826 en el cafetal
Tentativa, situado á quince leguas de la Habana en el parti-
do de la Güira, y en los llamados Cupido y la Reunion, próxi-
mos á aquel, donde se cometieron algunos asesinatos de blan-
cos; como no lo fueron tampoco á los amagos de aprovechar
la ausencia del ejército confiado á la ineptitud de Barradas,
que creian larga, y la escasez de fuerzas militares en Cuba,
para resucitar los conflictos pasados. Al efecto, hicieron acti-
vos trabajos para poner en relacion á los ya pocos yent6nces
tíbios entusiastas por la independencia que existian en la isla,
con los prohombres de la sociedad política que acababa de
fundarse en Méjico con el título de Legion del Aguila Negra,
por el padre betlemita habanero llamado Chaves (17). Esta
especie de hijuela de "los soles de Boli7)ar, formada en su
mayoría de los expatriados por el fracaso de aquel plan, tu-
vo como centro de conspiracion su primer asiento, desde me-




CAPÍTULO VII 423


diados de 1829 la capital de aquella república, y extendió
sus ramificaciones por la América meridional; dirigiéndose
al exclusivo objeto, cual fué el de los soles, de arrancar del
dominio de España las islas de Cuba y de Puerto-Rico, úni-
cos restos que la quedaban de su inmenso poderío en el N ue-
vo mundo. Valiéronse á este fin, para que los trabajos locales
correspondieran á los propósitos de iniciativa, de activos y
hábiles agentes en todos los puntos de nuestras islas, donde
más fáciles y numerosos partidarios pudieran hacerse.


Así que Vives se enteró de la existencia en Cuba de tales
agentes, logró con mañosa reserva y con acertado tino que
sus delegados capturasen á José Julian Solís, principal com-
prometido , quien, sin esperar á que con él se usaran es-
fuerzos poderosos de coaccion, denunció detallada y circuns-
tanciadamente los planes y las personas que entre los conspi-
radores ocupaban un lugar preferente. En virtud de aquellas
revelaciones, dice el SI'. Pe zuela (18), que en el pueblo de
Regla fué detenido Miguel Vazq uez, al cual se le hallaron en
sus papeles, además de algunas malas composiciones poéticas
contra España, pruebas de una importante correspondencia
revolucionaria, que «desde principios de 1829 llevaba Solís
»con un D. Manuel Ronquillo residente en Nueva Orleans, y
»Una cópia de las instrucciones de la órden del Afluila Ne-
»flra, para aumentar sus prosélitos en la isla é ir preparando
»la emancipacion. D. José Machado, que hacia un año habia
»pasado de Méjico á la Habana, apareció como siendo el 00-
»misionado principal para promoverla. En sus declaraciones,
»designó Solís como coadjutores de primera línea, para rea-
»lizar el plan de independencia, al licenciado D. Manuel Ro-
»jo, á D. Lúcas Ugarte, á D. Manuel Abreu, á D. Gaspar
»Acosta, á los hermanos Dr. D. Gabriel y D. Pedro Pelaez, á
»D. Pedro Muros, cuñado del D. Pedro Rojas, huido al ex-
»tranjero desde el descubrimiento de la conspiracion de Le-
»mus, en que tanto se habia comprometido, y por último y
»como agentes más activos y peligrosos, á D. Mateo Somellan
»y D. Manuel Palacios, que se dedicaban á ir y venir á Nue-




424 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


»va Orleans y Matanzas con encargos de los conspiradores.»
Éstos y otros varios, detenidos en la Habana, en Matan-


zas yen los departamentos del Camagüey y el Oriental, que
era donde más viva y extendida permanecia y habia estado
siempre la idea de independencia, fueron entregados á la co-
mision militar ejecutiva y permanente presidida por el tenien-
te rey D. José Cadaval, cuyo consejo, en las sentencias que
dictó en 20 de noviembre de 1830 y 20 de enero de 1831, con-
denó á la última pena á D. Manuel Rojo Y D. Francisco Sent-
manat, de la Habana, yá D. Luis Ramirez yD. Andrés de la
Flor, de Matanzas; á diez años de presidio con retencion á
D. Francisco de la O García, de Matanzas, y á D. Francisco
Rodriguez, natural de Canarias, entre otros; y á bastantes á
más corta reclusion, siendo absuéltos el denunciante Salís,
Abreu, Acosta y los que ménos comprometidos aparecieron.
Pero Vives que, una vez contenido el mal, creia de mejor efec-
to político (aunque no siempre lo sea) la clemencia que el
ensañamiento, solicitó del rey para los sentenciados á muerte
y á las más duras penas el indulto, el que les fué pronto
otorgado, comprendiéndoles en las gracias concedidas al año
siguiente de 1832 por el natalicio de la princesa doña Isabel,
primogénita de D. Fernando VII, en el real decreto de am-
nistía por delitos políticos, expedido en 5 de octubre.


En aquella fracasada conspiracion, que era la segunda
desde que se suprimió en la isla el régimen constitucional,
se vieron ya salir á luz como enemigos de España y de las
clases principales, identificadas con los intereses de la me-
trópoli, algunos de los licenciados y doctores que merced á la
libertad literaria concedida en los años constitucionales se ha-
bian hecho, bajo la direccion de los discípulos de los primeros
maestros Varela, el padre Velez y el padre Agustin, protegi-
dos del obispo Espada ó alentados por la Sociedad patriótica.
Entre aquellos discípulos, convertidos ya en maestros, figura-
ban al frente de la ilustracion cubana en la época á que nos
referimos, así en la educacion pública como en la literatura, la
ciencia política y todos los demás ramos del saber, el político




CAPÍTULO VII 425


del porvenir D. José de la Luz Oaballero, el estadista D. José
Antonio Saco, los filósofos, hombres de ciencia y literatos,
D. Prudencio Hechavarría, D. José Gobantes, D. Felipe Poey,
D. Nicolás M. Escobedo, D. Evaristo Zenea y Luz, D. Do-
mingo del Monte, D. BIas Osés, D. Francisco Guerra Beten-
court y otros aprovechados é inteligentes jóvenes, que con el
apoyo de la Sociedad patriótica, daban vida á la Revista bi-
meStre cubana, y abrieron, como dice Guiteras, la senda que
debia inmortalizar los nombres de Palma, Valdés y otros in-
génios, mientras D. Manuel M. de Acosta publicaba su Me-
moria histórica del Bejucal y la seccion de historia de la
misma Sociedad daba á luz en 1830 la Habana descriptiva
y Llave del Nuevo Mundo, que escribió á mediados del pa-
sado siglo el regidor D. Félix de Arrate. Vives, que como
militar era positivista, ninguna importancia dió:á la ver-
dadera revolucion que los ideólogos preparaban en el campo
de las inteligencias, y más bien les auxilió en el desarrollo
de los intereses morales y de sus proyectos civilizadores, que
se ocupó de averiguar las tendencias y el fin á donde se di-
rigian. Para él era más peligrosa cualquiera conspiracion
iniciada por los disidentes de Méjico ó Oolómbia, que las
doctrinas de Luz Oaballero sobre educacion de la niñez y or-
ganizacion de los colegios de enseñanza, y no ocupándose
más que del presente, abandonaba el porvenir al acaso y á
que otros se encargaran de arreglarlo.


No por atender aquel gobernador con tal asiduidad y pre-
ferencia los asuntos de la política, de la guerra y de las re-
laciones extranjeras abandonó, sin embargo, del todo á si
propia la civilizacion y las mejoras materiales de la isla.


Inspirado por el intendente, D. Olaudio Martinez de Pini-
llos, que en premio á sus servicios obtuvo, en 1826, para su
padre el título de conde de Villanueva, y que, desde abril
de 1829, en que lo heredó, fué ya conocido en el mundo de
los economistas más por el título que por el nombre; y no
sólo inspirado, sino con el auxilio de éste, pudo Vives ver la
Hacienda en una situacion tan brillante cual nunca habia al-




426 LA.S INSURRECCIONES EN CUBA


canzado; pues aquel jefe económico, queriendo dar á conoceJ."
las dotes de su talento, su laboriosidad y celo patriótico, tan-
to atendia á su cometido, cuanto á pesquisar y destruir los
planes que, de :acuerdo con Bolivar, meditaban los insurgen-
tes paisanos suyos, enviando secretos comisionados cerca de
ellos; y á la vez que daba vida al comercio peninsular, si bien
Con daño del extranjero, concedia ventajas á los comerciantes,
aunque con perjuicio de la pequeña industria insular y de la
crianza de ganado en el interior; introducia el vapor en las.
máquinas de elaborar azúcar; consentia la tolerancia en la,
clandestina introduccion de negros del Africs, é intentaba la
construccion de ferro-carriles en la isla, á todo lo cual asen-
tía Vives y lo apoyaba con decisíon al ver sorprendentes in-
gresos en el Tesoro y la abundante circulacion de la rique-
za, que era lo que más le convenia para cubrir los enormes
gastos que las empresas aventureras de Fernando VII ocasio-
naban; lo que en gran manera con venia tambien al de Vi-
llanueva, para adquirir el nombre que deseaba y que le hi-
ciera obtener nuevas gracias, sobre las muchas que ya el
rey le había concedido.


Probó igualmente Vives que no olvidaba el engrandeci-
miento de Cuba, con la fundacion del pueblo de Cárdenas,
que ~e inauguró el 8 de marzo de 1827, Y ;la habilitacion de
su puerto para comercio de cabotaje; con la colonizacion de
la isla de Pinos, empezada en 1828, donde á luego se fundó
la capital de Nueva Gerona en tierras cedidas al efecto, en-
tre otros, por el regidor del ayuntamiento de la Habana, Don
Andrés de Costa; con el embellecimiento de los paseos de la ca-
pital, mejoramiento del teatro y de la casa de beneficencia y
fomento de la barriada en las afueras de la Habana, que hoy
lleva el nombre de Vives, en el distrito de Jesús y María; con
la construccion del puente de Marianao, que es el mejor de la
isla, y la ereccion, en la plaza de Armas de la misma Ha-
bana, del monumento nombrado el Templete, levantado en
memoria de la primera misa que por los descubridores se ce-
lebró en la orilla del puerto de O a1'énas .




CAPÍTULO VII 427


y que dispensó una prudente proteccion á las letras y al-
guna tolerancia á la imprenta, á pesar de las leyes represi-
vas que se establecieron con la reaccion de 1823, el mismo
Sr. Guiteras, que no es sospechoso en el aplauso, lo reconoce
al asegurar que bajo el tolerante gobierno de aquel general
se despertó el entusiasmo de la Sociedad patriótica, que de-
jó entónces en sus certámenes literarios, en sus Memorias y
en su Rev'ÍSta bimestre, monumentos ilustres para la historia
de la civilizacion cubana. Los escritores que elaboraron
aquella Revista, rehuyendo las cuestiones de la política pal-
pitante, buscaban conquistas en el porvenir, y se ocuparon,
en primer término, inspirados quizás por Luz Caballero, de la
educacion en Cuba y de los medios de extenderla, al tiempo que
inquirian las causas de la vagancia y proponian mejoras en
el sistema penitenciario; presentaban los últimos y más per-
feccionados m'§todos para mejorar tambien los diferentes ra-
mos de la agricultura, la conservacion de los montes, la apli-
cacion de productos minerales, especialmente del chapapote,
la construccion y conservacion de los caminos y de otras
obras públicas, y el fomento de la industria, y de todos los
ramos, en fin, que condujesen á la ilustracion, engrandeci-
miento y proiperidad de la isla.


Pero no en todo pudo ser Vives aplaudido, ni fué igual-
mente eficaz su accion civilizadora. El historiador Guiteras
le censura el lamentable y hasta punible abandono en que
tuvo la santidad de la religion y de las leyes morales, la
educacion primaria y las costumbres públicas, manifesta-
das entónces por la supersticion, las cábalas, la ignorancia y
la corrupcion, extendidas en todas las clases del pueblo, al
que estos cánceres devoraban, teniendo el cuerpo social en
completa abyeccion. Y áun algunos de sus detractores dicen,
aunque sin gran fondo de verdad, á nuestro juicio, que Vi-
ves, al permitir cierta libertad á la prensa 1 y al proteger el
desarrollo de la ilustracion, no lo hacia intencionalmente ni
con propósitos sinceros, sino como política contemporizadora
y para adormecer la opinion pública, y atraerse la adhesion


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428 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


del partido conservador (19). Mas nosotros encontramos en
tales raciocinios una patente contradiccion; pues no com-
prendemos que desarrollara Vives los elementos civilizadores
para extender la ignorancia en el cuerpo social. No creemos
por tanto lógicos á los que fundan sus acusaciones y declinan
sobre aquel gobernador toda la responsabilidad, porque ni
el vicio del juego, ni las tendencias á la vagancia, causas in-
mediatas de los numerosos ladrones y malhechores de todas
clases, que en la isla amenazaban las vidas de los habi-
tantes y destruian sus intereses, fueran bastantemente repri-
midos por el capitan general; ni creemos lógicos tampoco á
los que detraen, cuando omiten expresar que muchos hom-
bres de los que fomentaban aquellos vicios, eran los que te-
nian el deber de corregirlos; ni á los que no atenúan, cual
debieran, las responsabilidades de la autoridad, indicando las
exigencias que más la obligaban á apoyarse en las prime-
ras clases sociales para resistir el empuje de los numero-
sos enemigos del interior, y para rechazar las agresiones
contínuas de los independientes. El malquistarse con aque-
llas clases, aunque viciosas, era poner en grave peligro el
dominio español en Cuba, y Vives tenia demasiado patriotis-
mo para contribuir á sabiendas á tan gran mal, aunque se
expusiera á censuras que empañaran su memoria, y que ha-
brian podido evitar aquellos filósofos, y literatos, y profeso-
res é individuos de la Sociedad patri6tica á quienes favore-
cia en sus proyectos, si hubieran sido tan buenos españoles
como en público se manifestaban.


En los últimos tiempos del mando de Vives, el rey Fer-
nando, que tenia, entre otras debilidades, la de tomar en sé-
rio las protestas de adhesion á su persona, hechas por algu-
nos mejicanos, aún despues del desgraciado desenlace de la
expedicion confiada á Barradas, y que en esto de expedicio-
nes no habia escarmentado todavía, ni con el fracaso de la
de éste, ni con la que imposibilitó Riego con su rebelion y le
costó sufrir tres años de gobierno constitucional; aquel rey,
que sólo en cometer inconveniencias parece que era constan-




CAPÍTULO VII 429


te, ideó continuar la empresa sobre Méjico, logrando intere-
sar otra vez en ella al capitan general de Cuba, quien, atri-
buyendo aún el desastre de la anterior á la impericia del jefe
que la mandaba, hasta aplaudió el real proyecto al saber que
para ponerse al frente de la segunda, que debian formarla
diez mil hombres por lo ménos, estaba designado el valiente
y acreditado general Llauder. Llegó á la Habana en esto,
el 20 de mayo de 1830, con el carácter de segundo cabo de
la capitanía general, y con la mision de arreglar el plan de
la próxima campaña, el mariscal de campo D. José Bellido,
acompañado de una pequeña escuadra, y con cerca de dos
mil hombres, destinados á formar la base del ejército invasor.
Vives dirigió aquellas tropas tierra adentro para que se acli-
mataran y esperasen el resto de las fuerzas que en la Penín-
sula se estaban alistando; pero habiendo ocurrido á la sazon
en Francia el movimiento revolucionario que cambió la
dinastía borbónica por la casa de Orleans, Fernando VII, in-
timidado por aquel suceso, y temiendo además que la parte
del país contraria á su absolutismo intentase ensayar en su
persona.lo que los franceses acababan de hacer con Oar-
los X, quiso señalar nuevo rumbo á la marcha de su política,
siempre inspirada en los sentimientos de un miedo pueril, y
no contando apénas con medios suficientes para asegurar el
nuevo sistema de gobierno, desistió de la expedicion á Méji-
co, quizás con fortuna para España, que se ahorró sepultar
en las tierras calientes de aquel reino los mejores de sus hi-
jos, y ricos tesoros sin probabilidades de obtener en cambio
conquistas provechosas.


Aquel fué el último esfuerzo que para recobrar algo, de lo
mucho perdido durante su reinado, intentó en el Nuevo mun-
do Fernando VII, quien al ver sus fuerzas físicas tan decaidas
cual débil tuvo siempre su carácter, pensó, aunque demasiado
tarde, en el porvenir político de España, que desde que vino
al mundo su primera hija doña Isabel, se presentaba ya bajo
otro aspecto, y dedicóse á gobernar, cuando á la muerte es-
taba próximo, con algun mejor sentido que hasta entónees,




430 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


aconsejado é influido por su jóven esposa doña María Cristi-
na. El general Vives, intérprete de los proyectos del rey res-
pecto de América, que, cansado del gobierno de Cuba, ha-
bia dirigido al trono por cinco veces la renuncia de su des-
tino, insistió doblemente al ver cómo maria el viejo régimen
al par que el rey que lo representaba; y consiguiendo al fin
ser relevado por el teniente general D. Mariano Ricafort,
dejó la Habana, con sentimiento de muchos de los habitantes
de la rica Antilla, que vieron alejarse de sus costas al gober-
nador, que, á pesar de los defectos hijos de su apatía, fue el
más ilustre de los que habia tenido la isla en el presente si-
glo y despue;;; del inmortal D. Luis de las Casas.


IV.


Al tomar Ricafort poses ion del mando, en 15 de mayo de
1832, encontró el Tesoro de la isla, que era ya lo que los ca-
pitanes generales iban mirando con predileccion, por los en-
cargos frecuentes ó cargos contra él que los gobiernos de la
metrópoli solian hacer, en bastante desahogo y con un in-
greso de siete millones y doscientos mil pesos, que compara-
do con el de tres y cuatrocientos mil á que ascendian las
rentas públicas á la muerte de Ramirez, acreditaban mucho
la inteligencia y laboriosidad del conde de Villanueva, á
quien se debia el aumento á una cifra de tal consideracion
para aquel tiempo. Ciertamente que no toda la gloria corres-
pondia al intendente Pinillos, sino mucha, y la mayor parte
de la de iniciativa, debia atribuirse á las reformas planteadas
y que no habia podido desarrollar el gran economista Ramirez,




CAPíTULO VIl 431


cuya sombra protegía aún la Hacienda de Cuba y la de Puer-
to-Rico, ántes tan agoviadas y cuyo estado de prosperidad les
permitia ofrecer ya al gobierno supremo considerables so-
brantes. Si en tan risueña situacion encontró Ricafort el Te-
soro, tampoco pudo mostrar queja ninguna por el aspecto
politico de la isla, la cual «gozaba entónces de una calma
J>perfecta y de una libertad civil y social más extendida de
»hecho, que si la rigieran leyes dem6craticas ó instituciones
»liberales» (20), á pesar de no ser todavía muy perfecta la
organizacion de la policía en las poblaciones y en los campos
del departamento Occidental, donde los malhechores mani-
festaban alguna vez sus fechorías.


A la mejora de este ramo tan importante para el sosiego
público, atendió desde luego aquel general con predileccion;
pero no ayudándole á su voluntad las fuerzas físicas, agota-
das con los achaques producidos por antiguas heridas, tu-
Vo que confiar parte de sus atribuciones á per~onas que cre-
y6 fieles intérpretes de la rectitud. que le animaba, y que á
poco aparecieron indignas de merecer tal confianza. Y tanto
era esto verdad, que pudiendo inaugurarse á la sazon, por fa-
vorecerlo las circunstancias, un sistema político que asegu-
rase la tranquilidad futura, la concordia y el bienestar de los
habitantes de la isla, y que estrechara los lazos de la union á
la metrópoli, nada provechoso se le aconsejó al general, ni
nada hizo éste, por las dolencias que le anulaban y por el
consiguiente abandono en que sus subordinados cayeron al
ver en su jefe la falta de toda iniciativa.


Ni se mejoró la instruccion popular, ni tuvieron proteccion
las letras y las ciencias, ni se dió más vida al comercio, á la
industria y á la agricultura de la que tenian y no la que hu-
bieran podido obtener fomentando la colonizacion blanca. Na-
da útil debió Cuba al valetudinario Ricafort. Las ciencias
estaban limitadas á la enseñanza de la teología, la jurispru-
dencia y la medicina (21), y así continuaron, sin abrirse es-
cuelas industriales, ni mercantiles, ni agrícolas que aumen-
taran con el estudio los elementos de prosperidad de la isla.




432 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


Reducido era el número de cubanos que en el comercio se
empleaban; pocas las ártes y ninguna explotada por la po-
blacion blanca; abandonadas exclusivamente á las gentes de
color la agricultura y la ganadería, y raros los jóvenes que
se dedicaban á la carrera de las armas y á los empleos civi-
les; porque aparte de los pocos que en la Iglesia, en el foro
ó en la medicina, buscaban satisfaccion á sus aspiraciones, y
de los ménos aún que en el escritorio, en el campo ó en las
armas labraban su porvenir, la mayoría de la juventud cu-
bana consumia su vida en la disipacion, en las vallas de ga-
llos, en las casas de lotería, en los billares, cafés, férias, bai-
les y garitos.


«No hay ciudad, pueblo ni rincon de la isla de Cuba,» di-
ce hablando del juego el Sr. Saco, «donde no se haya difun-
»dido este cáncer devorador. La vagancia quizás es el menor
»de los males que produce; pero hay otros de naturaleza tan
»grave, que sóló podrán mirarse con indiferencia cuando se
»hayan apagado en el corazon los sentimientos de justicia y
»de moralidad. Las casas de juego son la guarida de nues-
»tros hombres ociosos, la escdela de corrupcion para la ju-
»ventud, el sepulcro de la fortuna de las familias, y el ori-
»gen funesto de la mayor parte de los delitos que infestan la
»sociedad en que vivimos.»


Pero en ello ino cabía tambien una gran responsabilidad
al mismo Sr. Saco y á sus colegas de enseñanza filos6fica, li-
teraria y política que d,,~sarrollaban las tendencias juveni-
les á las improductivas lucubraciones de esta última, con
predileccion á lo que produjera inmediata utilidad pública y
social'?


Las causas de aquel triste estado de civilizacion y de mo-
ralidad, se atribuían á las imperfecciones de la educacion po-
pular, que sin embargo de los esfuerzos de la Sociedad patrió-
tica, no mejoraba, por la desidia natural de las familias, que
entre el pequeño sacrificio del estudio y la indolencia tropi-
cal, encontraban más cómoda y seductora la vagancia, qui-
zas por estar más conforme con las tradiciones indias. Pero




CAPÍTULO VII 433


mucho de esto habia que atribuirlo á la injustificada vani-
dad de los que, habiendo obtenido una patente para figurar
en la raza blanca, y disfrutando de algun desahogo de ri-
queza para vivir cómodamente, convertían su vanidad en or-
gullo, teniendo ya en menos, no sólo á sus propios paisanos
poco felices, á quienes se gozaban en humillar, sino á los mis-
mos peninsulares, que no se paraban en genealogías y care-
cían aún de la riqueza que con su trabajo iban á buscarse.
Entónces, y áun con posterioridad, debia culparse de aque-
llos males á los que, no habiendo tenido participacíon en los
actos de la escogida sociedad cubana, ni influencia social re-
conocida sino despues de la aplicacion de las doctrinas libe-
rales, que allí con tanta imprudencia se importaron, adql1i-
rieron un prestigio ántes negado á las clases desheredadas,
que precisamente habia de resultar en daño, cual los autores
citados indican, no sólo de los poco acomodados compañeros
de sus padres, sino contra los mismos individuos de la raza
infeliz á que sus madres pertenecieron. Y es que la sangre
de raza, aunque en el color no se manifieste, jamás se borra
de los instintos en los individuos que deben su orígen á la
mezcla.


Calúmniase injustamente á Ricafort, por Guiteras, cuando
este afirma que aquel general, para simplificar los deberes
de la gobernacion, se dedicó exclusivamente á fomentar en
todo el país el vicio del juego, destructor de las más sólidas
fortunas, y á mantener á los cubanos en continua discordia,
favoreciendo abusos que daban lugar á pleitos interminables,
en vez de fomentar la educacion pública y establecer centros
civilizadores, y en vez de atender á las mejoras y á la admi-
nistracion económica. Dice tambien aquel apasionado autor,
que los efectos de tan desmoralizadora política, brillante-
mente descrita en las Memorias que los generales Tacon y
Concha elevaron más tarde al gobierno supremo, debian atri-
buirse todos á Ricafort; pero ya hemos indicado por qué este
gobernador no podia ser responsable de los males que se le
imputan, y ahora repetiremos que la culpa estaba en las per-




434 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


sonas á quienes por sus dolencias se vió obligado á entregar
los asuntos del gobierno, sobre las cuales,.ó sobre la camari-
lla que formaban, debe recaer toda la responsabilidad, ya
que á la confianza del general, creyendo á sus hombres bien
intencionados, respondían éstos con actos que más bien de-
mostraban servir de instrumento á los malos españoles, inte-
resados en desacreditar el poder de España para conexionar-
se con los disidentes, que guardar el debido respeto á las le-
yes del honor.


Es cierto que el clero y el culto estaban en el mayor aban-
dono; que la administracion de justicia, :tIlal organizada,
cuando no servia los intereses políticos, explotaba con su in-
fluyente poderío los particulares, empobreciendo y desmora-
lizando la sociedad; es cierto que las milicias lo mismo que
el ejército estaban tan insubordinadas, que con frecuencia
alteraban el órden público, y en tal abandono, que muchos
soldados, para mejorar su suerte, muy precaria por la inmo-
ralidad de los jefes, cometian crímenes para que se les des-
tinase á presidio, donde, nombrados capataces, lo pasaban
mejor que en las filas; mas es tambien muy cierto que todas
aquellas irregularidades no eran improvisadas, sino conse-
cuencia de las viciosas costumbres importadas en la isla con
el sistema constitucional; costumbres que trató Vives de me-
jorar, llegando hasta donde las condiciones de su carácter le
permitian, y que Ricafort, ya que nopodia por sí, encomen-
dó la misma tarea á aquellas personas de la cama?'illa que,
si en público hacia n protestas de sus mejores intenciones, di-
rigian luego sigilosamente sus ideas á muy opuestos fines.


Mientras aquel reposo, comparado tan sólo con el del nar-
cotizado, que disfrutó Cuba durante el mando de Ricafort,
reposo que podia convertirse en violenta crísis á la menor al-
teracion en la dósis del veneno ó en la aplicacion de los antí-
dotos, y durante la tregua que por comun y tácito acuerdo
respetaban todos, porque todos se preparaban á algo no ex-
plicado todavía, se avecinaban en la Península los aconteci-
mientos que habian de traer la politica nacional al estado




cAi'fTU LO VII


que á poco tuvo y qUé sígui6 hásta el destronamiento de la
régia pei'safiá bajo cuyos auspicios fué ihaugurada.


Próximo Fernando VII á obtener fruto de su cuarta esposa
dofiá María Oristina, publiCó en 29 de Iñarzo de 1830 como
le1 y pragmática sancion, la que acordó su pitdre Cárlos IV en
1789 y dispusó archivar, sin éumplirse los demas requisitos
de In. publicid.ad y exigiendo Sobre ella el mayor secreto, en la.
éua:l se revO'Ca.ba la ley sálica ó áuto acordado en 10 de ma-
yo de 1719 pOi' el tronco de ti!. dinastía borMnica D. Feli"'-
pe V, que privaba á las hembras del derécho de sucesiol'l á lit
corona que durante rtiás de setMientos años habíail disfrut¡t ...
do. La publicacion de tan tardía sancion, contrarió en gran
manera al partido apostólico que rééónocia por jefe, y cual
instrum~io de sus mitas utilizaba, al infante D. Cárlos, en
euyo fa"\"or influia, pata que ascendiese al troilo á la muerte
,de su hermano; y á este fin y contra la medida organizó
una oposicion que más tarde había de convertirse en guerra
civil.


Muestras de sus trabajos se vieron pi'dIlto en la agitacion
que en los ánimos produjo el mal estado de salud del rey Fer-
nando, cuando en busca de alivio se trasladó á la Granja.
Tah graves fueron entónces las crisis que el enfermo sufrió,
que temiendo los apostólicos quedar desheredados, se acerca-
ron al lecho del monarca y con tales colores le pintaron las per-
turbaciones de que el país seria víctima si su pragmática no
se derogaba, que, en aquellos momentos de agonía, sorpren-
diendo su real ánimo los ministros conde de Alcudia y Calo'"-
mardé, segun el mismo rey dijo en un decreto posterior (22),
le arrancaron la firma del acta de 18 de 8etiembre de 1832,
revocando la pragmática sancion del 29 de marzo de 1830, y
anulando el testamento que nombraba regentes de España á
su esposa doña Cristina y á su hermano D. Francisco du-
rante la menor edad de su hija doña Isabel, nacida ellO de
octubre de 1831. De aquella acta se suspendió la publicacion
hasta despues de la muerte del rey, que por segura se tuvo
en "XIadrid, y como muerto se le creyó en toda España por


30




4.'36 LAS INSURRECCIONES EN CUBA.


unos dias y más de un mes eu la isla de Cuba. Pero no ha~
biéndose realizado en aquella ocasion tan tristes presenti~
mientos, y enterada la enérgica doña Luisa Carlota de aquel
acto que privaba á su hermana y á su esposo D. Francisco.
de la regencia, corrió desde Sevilla á la Granja y reconvi-
niendo y estrechando al rey, consiguió dominar sobre aquel
carácter débil é irresoluto, y empezando por obtener la des-
titucion de los miuistros que le habían sorprendido, y el nom-
bramiento en su reemplazo de D. Francisco Zea Bermudez en
1.0 de octubre de 1832, acabó por lograr que Fernando, muy
mejorado ya, depositase toda su confianza en su esposa doña
María Cristina.


Habilitada esta señora como reina, en 6 del mismo mes, por
su esposo, para el despacho de los negocios públicos, con
gran sorpresa de la nacion que tales mudanzas no esperaba~
mandó el dia 7 que se abrieran todas las universidades del
reino cerradas hacia tiempo por el absolutismo; decretó el
15 una ámplia amnistía á los liberales emigrados desde 1823.
y para los que habian intentado alterar el reposo público
proclamando la Constitucion á las órdenes de Mina, Valdés,
Lopez Baños y San Miguel; destituyó de sus empleos á los
jefes y gobernadores de las capitales de la monarquía, y su-
primió la inspeccion de voluntarios realistas, confiando la di-
receion de éstos á los capitanes generales de los distritos, con
gran descontento tambien del partido apostólico, ó carlista
como empezaba ya á llamarse. Restablecido Fernando VII de
su enfermedad y hallándose en disposicion de encargarse de
los negocios, lo primero que despachó fué el real decreto de
31 de diciembre de 1832, que volvia todo su vigor á la prag-
mática saneion de 29 de marzo de 1830, acordada por su pa-
dre con la intervencion de las Córtes en 1789, y que decla-
raba por consiguiente heredera de la corona de España á su
hija doña Isabel.


La amnistia decretada por la reina doña María Cristina
en 15 de octubre, tanto como beneficiosa para la PenÍnsu-
la, fué :poco favorable á la tranquilidad de la isla de Cuba,




CAPÍTULO VII 437


porque perdonándose en ella á los reos de Estado, se abrían los
puertos y autorizábase el regreso á D. Francisco Lemus y á
todos sus cómplices en la conspiracion de los soles, lo mis-
mo que al betlemita habanero Chaves y á sus compañeros de
la sociedad del Aguíla negra, que pretendian hacer indepen-
diente á la isla. Muchos fueron los conspiradores emigrados
que 'acogiéndose á aquella gracia, volvieron á la Habana; pero
no correspondiendo su imprudente conducta á la benignidad
con que les recibió Ricafort, se vió éste precisado á acudir al
gobierno haciéndolo presente y pidiendo instrucciones para la
aplicacion de la amnistía; resolviéndose, por tanto, que del
beneficio fueran privados Lemus y los demás que, sirviendo á
gobiernos del continente, seguían con el mismo calor sus
agresiones contra España. Fué aquel uno de los pocos actos
en que manifestó Ricafort su iniciativa como autoridad.


Como si no fueran para Cuba bastantes calamidades la
permanencia de aquel inactivo capitan general, la perturba-
cion que la entrada de los emigrados produjo con el primer
espontaneo arranque liberal del reinado de Fernando VII y
el punible consentimiento de las cuadrillas de malvados y
asesinos de oficio, que tenian en contínua alarma á las gen-
tes honradas, otra calamidad se presentó -á principios de
1833, no sólo para acrecer en grandes proporciones el mal
estar, sino para esparcir el terror en todos los habitantes de
la isla. Nos referimos á la invasion del cólera mórbo asiático.
Introducida la cruel epidemia en la Habana por un buque de
los Estados-Unidos, se extendió rápidamente por todo el ter-
ritorio, llevada por los mismos atemorizados habitantes que
huían de aquella despiadada enfermedad, que ni respetaba á
las personas de arreglada higiene, ni obedecia á los medios
curativos, ni se prestaba al estudio de los médicos, que cuan-
do creian haber sorprendido alguna de las insidiosas formas
con que atacaba, eran ellos mismos invadidos con síntomas
enteramente opuestos á los que pretendían poder combatir.
Verdad es, pero muy triste, que si entónces podia disculparse
el protomedicato con la novedad de la dolencia, hoy, despues




438 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


de tl)..\ltl).~ in.vaaioues en Europa y América, sabe PO()Q más
que en un Pl'iucipio, y tiene que confesar la impotenci81 del
qu~ lucha. coolo de$cQnQcido; y con armas desiguales.


Difícil de~eoo1'Íbí~ es el terror que en todo a.quel año y
en la primavera dal siguiente de- 1834 dominó en l/¡\ isla¡ in-
decible la deses~rMi(m de aquellos ha.bitantes, que al implo-
ra}' piedad del cielo, veían la a"tmósfera. clara y serena, 'res-
pira.}¡¡an un ai.re seco, templado, á veces fresco y con las apa-
rieneia,s, de puro, no distinguianfenómeno alguno atmosférico
que no fuera. propio de la estacíon, y mientras lamentaban las
innuI11erablea víctimas del cruel azote, que sólo en la Habana
sacrificaba dE) enero á junio 8.865 personas, ó sea el 7'3 por
ciento de su poblacion, y en Matanzas, cebándose el mónstruo
máe que en otras partes, y mayormente en las clases de color,
convertia la jurísdiccion en un lago de lágrimas. Y lo más des-
esperante para los hombres de la ciencia era, que los emplea-
dQa en las tenerías, en las carnee erías y en otros oficios másó
:t;nénQS inmundos se libra.ban del contagio del mal, lo mismo
'lue los neg~os y blancos encargados de los enterramientos,
entre los que ni uno sólo tuvo alteracion en su salud, cuan-
do lógicamente debía suponerse que serian las primeras víe-
timas. ¿Era extraño que, al meditar friamente sobre aquel
wisteríoso enemigo de la vida humana, se creyera por algunos
que era el cólera la Providencia manifestándose directamen-
te'? No lo era por cierto, cuando está observado que nada exal-
ta más las imaginaciones que la pretension de penetrar en
las ignotas regiones de lo absoluto.


En aquellos momentos aflictivos, en aquellos dias que, co-
mo el 28 de marzo de 1833, se enterraban solamente en la Ha-
bana 435 cadáveres de coléricos, dieron las corporaciones to-
das las mayores pruebas de patriótica abnegacion. El ayun-
tamiento, el consulado, las personas notables, y los altos fun-
cionarios, de los que luego en 4 de abril de 1834 fué víctima
el general de marina D. Angel Laborde (23), todos á porfía se
desvelaron en buscar remedios á la enfermedad y en atender
á las clases más necesitadas.




CAPiTULO VIl 439


No habia desap&l"OOÍdo aún por desgracia aqtrella ca.lami-
dad~ cnando .se tuvo noticiada otr~ política que afligía {¡, la
mEñrópoli, y habia. de set' para Egpllila más duradera y cau. ....
S8ir ñlayor número de víctimas que la funesta epidemia. Tal
fué la. guerra civil inaugurada al ala siguiente del falleci-
miento de Fernando VII.


Muerto ei rey en 29 de setiOOlbra d:e 1833 se dividieron las
opiniones de snee3ion al trono en dos partidos: el de los fljIDS'"
tÓlÚ:08 Ó ct/!)'listtu, representados por el infante D. CárlCJ8~ de-
feasores de la ley sáliea que e~clílía &. las hembráS del trdllo,
y el de los lioe1'ales, que apadrinaban lila princesa dolia Isa ...
beI y defendian la, pragrnátiea sancion de 1789, publicada,
anulada y restablecida por su padre D. Fernando. Y al saberse
la 1lOtieia., en la. mis;ma. noche del 29 de setiembre 6 más bien
en la madrugada del 30, se levantó el grito de guerra. acla.-
mando á Cá,rlos V; quien en octubre circuló una proclama,
titulándose rey, mientras dolia Matia Ol'Ístiná, encargada de
la Regeneia, publicó el día 3 un manifiesto al país mandando
a.loo.r pendones en nombre de la reina. doña ISlIíbel n, cuya
solemne proclamacion tuvo efeeto el 25 del mísffio mes .


. Aquella guerra civil, que no tenninó sino despues de sie1S
años de lucha, se extendi6 prontamente por NaV'arra y por
las provincias Vasconga:dás, no teniendó afortunadamente 000
en Cuba, donde los bllilnos espa.ñoles, unidog y unánimffi,
excluían todas las divisiones de partido, y áun los que sé
habian manifestado simpáticos á. los disidentes, permanecían
quietos por no ser los suyos los intereses que se ventilaban.
En consecuencia., fué proclamada con entu&ia.$l1l0 JI con potn¡....
poSAS fiestas' en todos los pueblos de la isla ltl. reína. doña Isa ...
bel ll. Lu tranqnilidad que en aquéUós lOOmentOiJ se' disfrutó
en Cuba, pudo muy bien deberse á. la. acertada tnedida de 00
hacer extensivas hasaa Ultl'aIl1!lór, todas la~ refur~ politi ...
CM iniciadas: por el ministetio que la mna gobernádara en .....
cargó formar á D. Francisco MartinE% de la Rosa; política
liberal que en la época de 1820 k 1823 figur6 en el bando
moderadú, y que aJeCé-Í&nado á. La S&Wn F los desvaríos y




440 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


exageraciones, que en aquel período constitucional hicieron
imposible la aclimatacion del sistema, empezó á dar vida al
gobierno representativo en sus más templadas formas, publi-
cando con el nombre de Estatuto Real el Oódigo politico de la
monarquía, restableciendo la representacion en 06rtes con la
creacion de dos Estamentos de próceres y de procuradores, J
otorgando prudente y moderada libertad á la imprenta y al-
guna vida independiente á la provincia y al municipio.


Oomprendiendo aquel gobierno los desastrosos efectos que
en las Antillas españolas y en Ouba particularmente, habian
producido las libertades de aquella funesta época, si bien hi-
zo extensivo á las islas de Occidente el nuevo Código, no fué
en toda su integridad, sino haciendo importantes y muy ne-
cesarias alteraciones, así respecto del nombramiento de pró-
ceres y procuradores, como en la aplicacion de la ley de im-
prenta, suprimiendo cuanto se refiriera al establecimiento de
la Milicia urbana instituida en la Península, y ordenando
que las riendas de la. gobernacion permanecieran excJusiva-


. mente en manos del gobernador capitan general. Por tantose
le confirmaron las atribuciones extraordinarias concedidas en
tiempo de Vives; autorizándole además, para hacer salir de la
isla á cuantas personas comprometieran la tranquilidad pú-
blica, y para que las comisiones militares permanentes con-
tinuaran, dedicándose á juzgar sumariamente los delito s con-
tra el sosiego y la moralidad públíca.


En consecuencia de lo dispuesto en el real Estatuto, veri-
ncáronse por los ayuntamientos perpétuos de la isla las elec-
ciones de personas que hubieran de ocupar asiento en el Es-
tamento de procuradores, designándose al efecto á D. An-
drés Arango, D. Juan Montalvo y Oastillo, D. Prudencio de
Hechavarría y D. Juan Kindelan, á la vez que se nombraba
por la reina gobernadora para el Estamento de próceres al
general D. Miguel Tacan, al intendente conde de Villanue-
va, á los condes de Fernandina y de O-Reilly y al marqués
de la Oandelaria de Yarayabo.


No mutiló ciertamente aquel gobierno las libertades de




CAPÍTULO VII 441


Cuba, por recelo de que otras mayores promovieran conflictos
trascendentales, como asegura el Sr. Guiteras, sino porque
comprendió lo que las Antillas necesitaban, y veia su única
salvacion, sosiego y prosperidad en tener allí verdaderos re-
presentantes de las nuevas instituciones, y homores enérgi-
cos para librarlas en casos extremos, de cualquier contra-
tiempo que pudieran traer los partidarios de la independencia,
cuya semilla no habia logrado extinguirse ni con benignas
medidas, ni con actos de rigor. Los nuevos gobernantes que
habian presenciado en la otra época las demasías de los dipu-
tados americanos y la debilidad de ciertos gobernadores libe-
rales, en cuya ineptitud fundaron los rebeldes sus osadas pre-
tensiones y seguidamente su independencia de la metrópoli,
viendo la falta de dotes que para el mando en tales momen-
tos concurrian en el capitan general de Cuba D. Mariano
Ricafort, decretaron su relevo por D. Miguel Tacon, conocedor
de los territorios americanos, donde habia hecho su principal
carrera y prestado muy señalados servicios; el cual tomó po-
sesion de aquel alto cargo en 1.0 de junio de 1834, cási al
propio tiempo que el pretendiente D. Cárlos, declarado en
completa y franca hostilidad á los principios liberales y á los
intereses de su sobrina doña Isabel n, se embarcaba en el
puerto portugués de Aldea Gallega con direccion á Ingla-
terra.




? ... ~ .. ' ,




CAf>ITULO VIII,


l. :ij"nd~ d,el ~ner&l rn4\Qn.-Esta.d6 político y fiocial de Cllb~.­
AdlUinistracion y mejoras morales y materiales de Tacon.-Pri-
sioneros carlistaS.-Primer- ferro-carril en los dominios esPftño-
l~s.-A.cl¡edueto de FemalldQ Vn.


U. Aplicacion de];¡.s COIj.CeSioM¡;¡ de~ Est!J,.tut.o Rél).l.-LQS parti-
darios de la reforma.-El publicista D. José Antonio Saco.-La
Revista. Bime8tre.~Acadeniia oubana de literatura.-Destierro de
Sa~o,-Cl;ub aa!¡anPfa en Ma.drid.-Escisiolles entre Villanueva y
Tacon.-Ideas auton6micas.-Partidos criollo y peninsular.-Ln
c(1(ftl,lMtiUa de Tacon.


lIJ. Aeusaciones de los enemigos de Tac.on.-Rec.lamaciones con-
tra las facultades extraordinarias.-Levantamiento de negra-
das.-Trabajos del (J l'ub kabanero.-Impresos su bversivos.-Nom-
eramiento del general Loreuzoo.-Su adrniuistracion.-Sucesos
en la Península.-Sedicion de la Granja.-Acontecimientos de
Santiago de Cuba.-Excesos anti-patrióticos del general Loren-
zO.-Re.accion contrI/. &,quenos. su.CtlSQs.-:Fug'n y castigo del ge-
neral Lorenzo.-Premio de Tacon.


IV. Acusaciones á Tacan del (Jlu!J lta~nero de Madrid.-Sus tra-
bajos.-.conspiraeioD. para asesinar al cap!tan general de Cuba.-
Oalulllni.l).s invel).tadas.,.-~espuest6S de TMQll.-Declaracion d~
las C'órtes para que las provincias de Ultramar se rigieran por le-
yes espeoia.les.~Trabajos en Cuba de los Il,bolicionistas ingle-
ses.-Actitud de rllg later:ra respecto. de España en las Antillas.-
Disidencias entre Tacon y el conde de Villanueva.-Relevo de
Tac0D.


l.


Es opinion nauy utenilida en la isla de Cuba., la. de l'f)c,QDO-
cel' como principio! dla su mooell'na vida pDliti~, l!\ época en
que el g'eoollal Tacon fué. á. mal'\d$J.'I~ y á ~~presentall la for-
ma de gobiel'no qu.e, empez.ad~,e\ltÓ:nce.s, s~ alteracion aun-
que. con má~ (t m(m()~ l'ep(j)~~i~~ Ó ~~gel1MioooB, S6 ha.




444 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


seguido hasta el dia. Y se fundan los que tal creen en que
ya en su tiempo se distinguieron con nombres, matices y as-
piraciones distintas, los hombres políticos peninsulares de los
insulares ó criollos, y en que las pasiones, manifiesta y des-
embozadamente, prepararon las luchas sangrientas que die-
ron orígen al litigio que se inauguró en Yara en 1868 y está
á medio resolver todavía.


Pero las divisiones no arrancan, como hemos visto, desde el
tiempo de Tacon, sino del poco tino administrativo de Mahy
en el período constitucional, quien queriendo hacer política
patriótica y evitar al mismo tiempo ser envuelto en sus pro-
-pias redes, se amparó de los verdaderos españoles, partidarios
de la autoridad, sin sujetar bastante á los del desórden, con
lo cual abrió profundo abismo, exacerbando más las pasiones
de unos y de otros. Fomentó esta division, no ya inconscien-
temente, sino á sabiendas, el general Vives, que apurado en
los g-raves momentos de su gobernacion, y viéndose en la
necesidad de conservar Cuba obediente á España, tuvo que
rodearse del elemento peninsular, todo leal con muy cortas
excepciones, y mirar, si no siempre con recelo, con cautela al
ménos, á los americanos que con hipócritas protestas le men-
tian frecuentemente una adhesion á que nunca los hechos
correspondieron con exactitud; y de ello fueron prueba las
contínuas defecciones que presenció y que cada dia le hicie-
ron más desconfiado y usar mayor reserva hasta con sus
mismos amigos. Y precisa y fatalmente tuvieron las divisio-
nes que ahondarse durante el mando de Ricafort, por haber-
le obligado sus achaques á entregar el poder en manos de
aquella cama1'illa compuesta de personas no tan honradas
que supiesen inspirarse en los verdaderos sentimientos pá-
trio s , ni tan desapasionadas que hicieran política para todos
por igual; puesto que en vez de ensayar la conciliacion, que
requeria la divisibilidad de opiniones, subordinaban de ordina-
rio al afecto y á sus particulares puntos de mira los intereses
generales del gobierno. Esta mala política, que hacia vislum-
brar un próximo desquiciamiento, fué la que decidió al go-




CAPÍTULO VIII 445


bierno de la metrópoli á nombrar para el mando de Cuba un
general bastante enérgico de carácter, conocedor y práctico
en los asuntos gubernativos; . eligiendo como el más idóneo al
teniente general D. Miguel Tacan.


Éste, que como militar se habia distinguido notablemente
en la larga compaña del Perú, en el gobierno de Popayán, en
el reino de Nueva Granada, donde peleó con vária fortuna en
distintas comisiones, y. en el gobierno de Málaga hasta el año
de 1823, era natural de la ciudad de Cartagena, donde nació
ellO de enero de 1775, dedicando su juventud á la carrera de
marina, desde la cual, siendo teniente de fragata, pasó al
ejército con el empleo de capitan de infantería y grado de te-
niente coronel en 1810. Nombrado entónces gobernador mi-
litar y político de Popayán, defendió aquel territorio de los
disidentes hasta fines de 1811 que se retiró á Lima con 20
hombres; peleando en el Perú permaneció hasta 1819 que con
el empleo de mariscal de campo regresó á la Península, don-
de despues de desempeñar dicho gobierno de Málaga, pasó de
cuartel á Sevilla y allí estuvo hasta 1834 en que se le con-
cedió el empleo de teniente general y el mando de Cuba.


Era el general Tacan, segun le retrata un cubano (1),
«de buena estatura, seco de carnes, de rostro moreno y gra-
»ve, ceñudo en' el mirar y profundamente disimulado en la
»expresion de su fisonomía; cuidaba mucho de la compostura
»de su exterior y traje, y tenia la. virtud de ser metódico y
»laborioso en el órden y atenciones del gobierno; la idea exa-
»gerada que se habia formado de la elevacion de su autori-
»dad hacia resaltar su altivez y reserva, y daba á sus mane-
»ras aquella falta de soltura y gracia que no siempre ad-
>?quieren los que han vivido en la estrechez y dependencia de
»la milicia; su temperamento impresionable, lo hacia con fre-
»cuencia esclavo de la ira; era severo en extremo cuando se
»trataba de hacer cumplir sus órdenes, y la inflexibilidad de
»su carácter, favorecida por las facultades extraordinarias con
»que lo habia honrado el trono, lo arrastraba hasta hollar las
»1eyes si hallaba en ellas un freno á su voluntad.»




446 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


Aunque recargado en colores y altamente injusto, prueba
el retrato que era Tacon un 'Verdadero carácter, muy á pro-
pósito para roner á:mya. las veleidades políticas, ya OOIlll1Ues
en Cuba y creadas por las exageraciones criollas hijas de 1&
imaginacion, más que meridional, ardiente, que distingue á
la generalidM.d de aqllellos isleños en todas sus manifustacio-
nes. Tacan que sabia de antemano y con oost&lltes detalles
el verdadero estado de la isla, él, que impresionado por los
acontecimientos hispano-americanos en que tanta parte habia
tenido que tomar, y que habia. tocado de cerca los desastro$OS
eÍeetos producidos pOT el sistema liberal, en los reinosespaño-
les del continente; inspirado sólo en los sentimientos del
más puro patriotismo y en la necesaria y urgente defensa de
la integridad nacional, al ver enfrente de los principios de ár-
den un partido inquieto maquinando contra la dominacion de
España, que si no habia. manifestado valor bastante para
empeñar la lucha armada, tenia en continua turbacion el re-
poso público, trató de contener d-esde los primeros momentos,
y completamente 1-0 consigui6, á aquellos vocingleros revolto-
sos que prefenan el bullicio y la anarquia de los independien-
tes, al sensato y tranquilo gobierno colonial amparado por
las sábias leyes de Indias.


Aquel capitan general que, por lo justo y patriota en la.
buena aeepcion de la, palabra, ha sido execrado por los revo-
lucionarios de Cuba y por malos españoles que todavia al re-
cuerdo de su nombre vacilan, encontró la isla, segun la Me-
IDOI"ia que dirigió al gobierno (2), intimidada. por cuadrillas
de asesinos, ladrones y rateros, organizados de manera que
no parecia sino que se proponían sobreponerse á las leyes. y
por compañíall de malvados dispuestos á quitar la vida por
conocidos precios cwvencionales á las personas que se les
designasen; extendida la vagancia. hasta el punto de existir
en la capital :miles de perooMS sin mú ocupacion que eJ. jue-
go, la estafá. y el eriminal pasatiempo de ganarse la subsis-
tencia en el oiicio de testigoo fa.1oos; abandonada la poJ.icía
política y ur'bana tanta, que hasta. los alguaciles de loa a1-




CA.PÍTULO VIII 447


caldell ordinarios se valian de sus cargos para exigir de los
vecinos y áun en los campos, impuestos vejatorios y arbitra-
rios; víctima el comercio de exacciones violentas por parte de
los delegados del fisco ó del municipio; abandonada á sí mis-
ma la policía rnral hasta el extremo de atacar los perros de
las fincas á los transeunte s, de los que sólo en el año de 1833
fueron despedazados mas de veinte junto al reeinw de la mis-
ma Haba.na; y la inmoralidad. pública., en fin, á, tal grado de
desenfreno, que no podía transita:rse por las calles, no ya por
evitar las molestias de la descuidada limpieza, sino por la
abundancia de malvados y de blasfemos, y por verse inter-
ceptados por mesas de juego contiguas á las iglesias, donde
con el nombre de fériás se celebraban funciones en las que el
juego de lotería por cartones, la roleta y otros varios reunian
muchedumbre de viciosos, dispuestos á todas las maldades (3).


Para combatir tanto desórden y restablecer el respeto á
las autoridades, la seguridad individual y el aseo en las po-
blaciones, tan necesario é indispensable además para la salu-
bridad pública, organizó el general Tacan una policía urbana
y otra rural, que secundadas por su infatigable actividad y
enérgico carácter, pudieron en breve tiempo hacer el órden
y conseguir el perdido respeto á los tribunales de justicia.
Formó al mismo tiempo con licenciados del ejército un cuerpo
de serenos organizado militarmente; y para quitar á los mal-
hechores los cómplices que cerca del foro tenian, dispersó á
los pica pleitos y oficiales de causas, verdadera plaga de la
sociedad de Cuba. Purgó tambien el ejército de soldados vi-
ciosos á la vez que sujetaba á los oficiales con las prácticas
y obediencia prescritas en la ordenanza, ocupándoles en ejer-
cicios y asambleas, para cuyo objeto construyó inmediato á
la alameda de extramuros, en el antiguo campo de Marte, un
extenso y cómodo campo militar que hoy se conoce todavía
con el primitivo nombre. Y no fueron éstas solamente las
obras que llevó á término durante su mando, sino que, reco-
nociendo la necesidad de recoger á todos los criminales con-
sentidos por sus blandos predecesores, levantó en el campo




448 LAS INSURRECCIONBS EN CUBA


de la Punta un suntuoso edificio de dos pisos destinado á
cárcel, presidio y cuartel, con capacidad para 2.000 criminales
y 1.200 soldados; construyó además á dos millas de la pobla-
cion un hermoso paseo; un edificio para pescadería desahoga-
do y espacioso; hizo tambien de planta el magnífico mercado
que lleva su nombre y que fué en su tiempo uno de los mejo-
res conocidos hasta entónces en los dominios españoles; hizo
abrir una puerta próxima á la de Monserrat en las murallas
de la capital; patrocinó la construccion del gran teatro q uo
se llama de Tacon; empedró y reparó las calles de la ciudad;
dispuso que en las afueras de la próxima de Matanzas se
abriera el camino de Versalles á Yumurí con un buen paseo,
y á pesar de todo, aún sus detractores se quejan por no ha-
ber llevado el ornato y las mejoras á todos los puntos de la
isla.


Para esto, como para corregir los excesos y desórdenes á
la sazon dominantes, no tuvo Tacan que apelar á las dispo-
siciones propias y arbitrarias cual le atribuyen sus enemigos,
sino á la observancia de las leyes que ya existian, reprodu-
ciendo las pragmáticas reales, los bandos de buen gobierno y
las órdenes un tanto olvidadas por la apatía de ciertos go-
bernadores, las cuales, puestas en práctica, trasformaron sor-
prendente y prontamente la moral de los vecinos, que vién-
dose ya protegidos por una verdadera autoridad, no sirvieron
más de capa á los malhechores, sino que vigilándolos, hasta
los entregaron á Jos tribunales de justicia.


A L1 vez que Tacan perseguia y ponia á buen recaudo á
los criminales comunes que tenian la sociedad intimidada, no
se olvidó de los delincuentes políticos, porqué delito es el que-
brantamiento de toda ley, expulsando de la isla á algunos je-
fes militares culpados de muchos excesos y a varios indivi-
duos cuya presencia con venia evitar; pues muy preocupada
su imaginacion con los recuerdos del mando de Popayán y
abultando, más de lo que debia sin duda, los peligros, consi-
deraba perjudiciales sin excepcion á todos los instI'umentos
de la idea separatista, por pequeños que fueran.




CAPÍTULO VIII 449


Esta exageracion, propia de su carácter" suspicaz y justi-
ciero, le arrastró al extremo de no pararse en clases ni cate-
gorías cuando tropezaba con inconvenientes que se opusieran
á los fines de su gobernacion, y por tal motivo hasta expulsó
de la isla á D. Pedro Calvo, marqués de Casa Calvo (4). hom-
bre bullicioso aunque no inclinado á los asuntos políticos, el
cual con su presencia en Madrid, levantó los ánimos de las
gentes otra vez allí predispuestas á las exageraciones del pa-
sado liberalismo tanto, que empezaron á tratar á Tacon dura
é injustamente, ignorando la calidad del marqués que defen-
dian y las condiciones en que Cuba se encontraba, y atribu-
yéndole un poder despótico y arbitrario. Pero los resultados
desmintieron aquellas imputaciones, puesto que á poco se
vieron disminuir los encarcelados y las causas criminales,
tranquila la isla y en gran prosperidad todos sus intereses,
mientras la metrópoli estaba perturbada, ménos por la guerra
civil que por los renuevos del pasado y funesto constitucio-
nalismo.


Los prisioneros carlistas que entónces se hicieron por el
ejército isabelino, empezaron á trasladarse desde principios
de 1835 en numerosas expediciones á la isla de Cuba, donde
muchos de ellos, hasta una cuarta parte, fueron víctimas del
vómito al emplearse como trabajadores en las obras públicas
que se ejecutaban; en vista de lo cual á poco, y á propuesta de
Tacon, quien manifestó al gobierno que en la isla de Cuba
desaparecían los distintivos carlistas y cristinos para conver-
tirse todos en españoles defensores de la pátria, se destinaron
los prisioneros á cubrir las bajas del ejército, en el que fueron
modelo de lealtad y de disciplina.


y no es exacto, no, que aquellos víctimas de nuestras dis-
cordias civiles fueran elemento de perturbacion en Cuba, ni
que llevaran allá el aumento de criminalidad, como asegura
un eseritor cubano, inspirado por sus peculiares tendencias,
al expresar que á la aglomeracion en la isla de peninsulares
sentenciados, debia atribuirse la corrupcion de aquella socie-
dad; pues sabido es que los deportados carlistas no lo eran




450 LAS iNSURRBCCIONES EN CUBA


por delitos comunes, como aquellos hijos de Cuba, para quie-
nes Tacon tenia que hacer cárceles y presidios- sino senten-
ciados políticos y hombres honrados, que por seguir la ban ..
dera que creían más conveniente á. España, habian tenido la
desgracia de caer en poder de sus enemigos; soldados, e11
fin, que si la cuestion entónces en litigio se hubiera decidido
á su favor, tan dignos y aún más reputados que ántes h~
brian vuelto á la Península, para recibir el premio por su pro ..
bada fidelidad. ¿Quiere el escritor cubano confundir á los sen ....
tenciados por ideas políticas con los criminales y vagos, que de
las vallas de gallos pasaban á la mesa del monte ó de la ro ....
leta, ó con los que á la sombra de la curia explotaban la bue~
na fé de los mismos peninsulares, á quienes con amañados plei-
tos querian usurpar los productos de su trabajo? Conste que
los peninsulares jamás adoptaron porsistema'la corrupcion de
la sociedad cubana; y si manchados han resultado algunos,
búsquense y se hallarán los corruptores, la mayor parte de
las veces, ó en ciertos yno escasos en número hijos de la isla ó
en extraños á ella,. más fJ/mericanizados que españoles.


Es verdad que cuando tales escritores han censurado has-
ta. las obras públicas con que Tacan mejoró la que llaman su
pátria, no ora extraño que las censuras cayeran áun en to-
do aquello que tendia á reprimir las demasías de la exa1-
tada imaginacion de sus paisanos. Dos obras, sin embar-
go, merecieron el aplauso general y unánime: la del ferro-
carril de la Habana á Güines y el acueducto llamado de Fer-
nando VII.


Despues de muchas representaciones de la Junta de fo-
mento sucesora de la Sociedad patriótica, y de los informes
de su presidente, el conde de Villanueva, al gobierno supre-
mo, fue por éste autorizada la construccion de aquella vía fér-
rea que, partiendo de la capital, debia atravesar las fértiles
llanuras del Bejucal, Santiago y los Güines y terminar en
Batabanó; poniendo en comunicacion las costas del Norte con
las del Sur de la isla. Se empezaron las obras en octubre
de 1835, emprendiendo el conde de Villanueva la construc-




CAPÍTULO vm 451


don; en 19 de noviembre de 1837 se abrió el tramo de Be-
jucal, y un año despues, ó sea á los tres de haberse empezado
el camino, quedó terminado hasta los Güines y surgidero de
Batabanó, atravesando una extension de diez y siete leguas.
El costo de las obras ascendió á dos millones cinco mil cua-
trocientos setenta y ocho pesos y seis reales y medio, que no
salieron ni del Tesoro público, ni de nuevos arbitrios impues-
tos al pueblo, sino de dos empréstitos realizados en Lóndres,
por valor de dos millones y medio de pesos nominales, á pa-
gar con los mismos productos del camino. La primitiva esta-
cion central se situó en el lugar de las afueras de la Habana,
conocido por Garcini, próximo á donde hoy se encuentra el
paradero de Marianao, y desde allí fué, al relevo de Tacon,
'trasladado al punto que ocupó el antiguo Jardin Botánico,
con entrada por la calle de Dragones, frente del Campo de
Marte, que es donde existe. Aquel ferro-carril, el primero de
los dominios españoles, animó á algunas empresas, que abrie-
ron otras vías si~ subvenciones oficiales, y á varios particu-
lares, que aplicaron tambien los caminos de hierro para la
traslacion de frutos en sus extensas fincas (5).


Las obras del acueducto llamado de Fernando VII, para
conducir á la Habana aguas del rio A1mendares, se empeza-
ron el 30 de mayo de 1832, durante el mando de Ricafort, y
fueron impulsados principalmente, desde fines de octubre
desde 1835, por el activo conde de Víllanueva. Por medio de
una gran cañería de hierro, que aumentó á medida que los
vecinos de la capital hacian pedidos para el consumo, se con-
dujeron á la Habana todas las aguas que podia necesitar:
destinándose para la conclusion pronta de las obras cuadrillas
de presidiarios, y atendiendo á los gastos con el ingreso de
más de treinta mil pesos anuales, que daba el arbitrio que se
habia conservado con el nombre de sisa de la Zanja.


31




452 LA.S INSURRECCIONES EN CUBA.


11.


Yénos nombre pero más Mios, algunos de los cuales le
han sobrevivido y por ellos pretenden todavía ciertas perso-
nas hacer antipático y triste el recuerdo de Tacon, le propor-
cionaron á aquel general los importantes asuntos de su go-
bierno enlazados con la política. Y no era extraño cierta-
mente, pues los litigios del amor propio han sido siempre los
de más difícil avenencia y peor solucion, y empezándose
durante su mando altercaciones con algunos jóvenes exalta-
dos y distinguidos por su talento y su saber, contra cuyas
doctrinas tenia el general que luchar, no logró sino adquirir
enemigos, de entre los cuales algunos que han prolongado
sus años despues de haber bajado aquel al sepulcro, han tra-
tado de hacer prevalecer sus opiniones en descrédito del nom-
bre del que aparecía severo gobernador por ser tan amante
de su verdadera pátria. Pero la historia está en el deber de
vindicarle y de presentar los hechos bajo el exacto punto de
vista, para que el mundo le juzgue.


Aunque mal dispuesto Tacon á plantear las libertades cons-
titucionales en América, obedeció sin embargo, con el rigo-
rismo militar que acostumbraba, las órdenes expedidas por
el gobierno supremo al publicarse el Estatuto y disponer
que se acataran los acuerdos del nuevo sistema. Planteó en
consecnencia la libertad de imprenta, que el Estatuto auto-
rizaba, si bien procurando, ya inspirado por sus propias ten-
dencias, ya por lo inconveniente que creia tal institucion, que




CAPÍTULO VIII 453


ésta no salvara los límites de la ley, allí donde tan fatal y
funesto habia sido su desbordamiento en las épocas pasadas,
y al efecto instituyó dos censores civiles abogados y uno mi-
litar, tan de su confianza, que confió el desempeño de este
último cargo á uno de sus ayudantes, muy adicto á su
persona.


Ciertamente que no satisfacían ni eran muy aceptables es-
tas prácticas para aquella juventud cubana, que pertenecien-
do á las clases privilegiadas y no participando de las tenden-
cias separatistas, por no identificarse con las personas que 1M
representaban, pretendia una determinada y exclusiva liber-
tad, cuya aspiracion dió entónces á conocer con el nombre
de reforma. Como principal caudillo de esta juventud, figu-
raba el inteligente y aprovechado discípulo del presbítero
Varela, D. José Antonio Saco, de quien dice Guiteras, que
llevado del amor á su antiguo maestro, al que sustituyó el
año de 1822 en la cátedra de filosofía, se fué á los Estados-
Unidos, cuando la reaccion en la Península echó por tierra
el edificio constitucional, y allí, disgustado de la triste situa-
cion de su patria, estuvo redactando con su maestro, el hom-
bre justo y varan esclarecido, un periódico titulado el Men-
sajero Semanal y escribiendo algunas memorias que le con-
quistaron nombre entre sus amigos y compatriotas. En abril
de 1832, encontrándose accidentalmente en la Habana, le en':"
cargaron éstos de dirigir la publicacion literaria que con el
título de Revista Bimestre empezó á ver la luz.


Era en aquel tiempo Saco una de las primeras inteligen-
cias de Cuba; ardiente como lo es siempre la juventud y un
tanto pretencioso, cual lo dió á conocer en la direccion de
aquella Revista, que era el centro del movimiento intelectual
y punto de partida de las nuevas ideas, y en sus escritos de
censura contra el clandestino tráfico de esclavos, que le va-
lieron la nota de enemigo de España y el ser tildado por las
clases acomodadas de decidid!? partidario de los negros y pro-
pagador exagerado de su independencia. Hay que convenir,
sin embargo, en que las ideas publicadas por Saco produje-




454 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


ron no escaso bien en aquel tiempo, aumentando la inmigra-
cion de colonos europeos; bien no agradecido por los grandes
propietarios, que jamás le perdonaron su atrevimiento de po-
ner mano en la cuestion esclavista y que tras de la calumnia
hasta maquinaron contra él medios de venganza. Para reali-
zar ésta, se valieron de la parte que Saco tomó, de acuerdo
quizás con D. José de la Luz Caballero, en la reforma de la
educacion primaria, á cuyo fin se puso al frente del colegio
de Buena-vista; y como luego estuvo muy concurrido de
alumnos este centro de enseñanza, levantaron contra él la
opinion de los demás profesores, azuzándoles contra su con-
tricante é incitando además al gobernador de la isla presen-
tándole la enseñanza de Saco como poco española.


Tambien se aprovecharon sus émulos de lo que Saco habia
contribuido á conseguir, del gobierno de la metrópoli, que la
Academia cubana de literatura, llamada ántes y despues Co-
mision permanente de literatura, que formaba parte de la
Sociedad patriótica de la Habana, viviera independiente de
la sociedad madre. Tal concesion, otorgada por real órden
de 25 de diciembre de 1833, excitó tanto los celos y la mala
voluntad de los sócÍos contra Saco, que en 24 de marzo de
1834 denegaron la instalacion de la Academia, por la decisi-
va influencia principalmente de D. Juan B. O'Gaban, director
de la Sociedad, que fundándose en el lenguaje duro del folleto
impreso en Nueva Orleans y circulado en Cuba pOI' Saco en
defensa de sus ideas y atacando á los miembros de aquella
corporacion, logró con éstos, si no por intrigas, como quiso
suponerse, por otros medios prevenir contra él la opinion ya
poco benévola de la autoridad, que acordó por fin su destier-
ro en 1834.


En 13 de setiembre de aquel año, salió Saco de la Habana
con direccion á Europa, siguiéndole en su destierro las simpa-
tías de toda la juventud cubana, de los compadecidos del
víctima y de los más exagerados políticos, que en él veían
personalizada la idea de su soñada patria; y tanto lo demos-
traron así y tal fué el testimonio de confianza que le ríndie-




CAPÍTULO VIII 455


ron, manifestacion de censura que era á la vez contra el ge-·
neral Tacon, que en tres distintas ocasiones eligieron al des-
terrado representante de Cuba en las Córtes españolas. Ja-
más pudo, sin embargo, disfrutar de esta honra, porque en la
primera eleccion recibió los poderes cuando ya se habia di-
suelto el Estamento de Procuradores; frustrándose la se-
gunda por el restablecimiento de la Constitucion de 1812,
despues de los acontecimientos de la Granja, y siendo tam-
bien ilusoria en la tercera por haberse dispuesto la clausura
del Parlamento á los diputados americanos, despues del le-
vantamiento del general Lorenzo en Santiago de Cuba, de
que hablaremos luego. El general Tacon, no sólo tomó la
medida del destierro atendiendo las instigaciones de los ene-
migos de Saco declarados fervorosos españoles, sino por ha-.
ber manifestado ya al gobierno en comunicacion de junio de
1834, acompañada de datos justificativos, que no era indife-
rente aquel á la faccion anárquica que existia en la isla y te-
nia por objeto arrancar la poses ion de Cuba de la madre
patria.


Al llegar Saco á Madrid, ingresó, como parecia natural,
en el Club de los habaneros, que con el núcleo de los procura-
dores D. Prudencio Hechavarría, D. Juan Kindelan y don
Juan Montalvo y Castillo, sostuvo la necesidad de que se es-
tablecieran en Cuba reformas políticas análog-as á las que el
pueblo español conquistaba en la Península (6); es decir, que
no pretendia nada ménos sino que los mismos políticos de
España trabajaran su independencia. El acceder á las pre ...
tensiones de los procuradores hubiera sido, como dice muy
bien el Sr. Pezuela, contradecirse el mismo gobierno en los
propósitos que le guiaron para conferir á Tacon el mando de
Cuba, al aparecer en España el Estatuto real y cambiar sus
formar políticas; y denegó por tanto su impertinente y ab-
surda demanda.


Aquel club acudió entónces, para la defensa de sus ideas y
de los que creia sus derechos, al campo de la prensa periódi-
ca, en el que penetró hasta el mismo Pinillos que, tan preten-




456 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


cioso como activo, no podia consentir á su proximidad nadie
que tuviera grandes dotes y pudiese eclipsar las suyas, cual
lo probó haciendo uso de su poderoso influjo para desterrar á
Saco, porque sobresalía más que él en ciertos círculos sociales.
Hasta aquel jefe de Hacienda que celoso de la gloria de Ta-
can, no podia tampoco ocultar más tiempo su disgusto ,por
las preferencias que éste merecia del gobierno, ni consentir
sombras que velasen al gran economista de Cuba, se lanzó
al resbaladizo terreno del periodismo para zaherir al general,
usurpador inculpable1de sus aplausos, yde:lprestigiarle; aun-
que haciéndolo con el talento y buenas formas que le distin-
guian, yempleando al efecto ya el escrito anónimo, ya sus
afecciones y amistaJ con los publicistas antiespañoles del
club con quienes más de una vez hizo causa comun, ó ya del
folleto suscrito por personas que se decian sus admiradores y
que quizás fueran más bien obligados ó reconocidos amigos.


Pronto pudo el general apercibirse de estas maquinaciones,
y no tardaron las consecuencias en manifestarse con un ex-
presivo enfriamiento en el afecto de ambas autoridades, y con
la falta de aquella armonía que hasta allí las habia tenido
unidas en todas las soluciones administrativas. Aparentando
lamentar la alteracion del buen acuerdo entre aquellos dos
prohombres, publicó D. Miguel Ferrer y Martinez en 1838 un
folleto defendiendo al conde de Villanueva, su amigo, y afir-
mando· que el prodigioso vuelo tomado por la prosperidad de
Cuba recientemente y en poco tiempo, tanto debia atribuirse
á las medidas adoptadas en la administracion por el inten-
dente, como á las del general Tacan corrigiendo abusos, cas-
tigando á los que á su sombra conspiraban contra los inte-
reses de España, y asegurando sólidamente la obediencia de
sus gobernados á los preceptos legales.


En el mismo folleto, inspirado sin duda por el propio con-
de que, habiendo ántes lucido entre las personas más fa-
vorecidas de Fernando VII, no podia avenirse á carecer de
aquella influencia con los nuevos gobiernos, se aseguraba,
confirmando lo que ya Tacon habia dicho, y en América se




CA.PíTULO vIIí 457


sabia de muy atrás, que el origen de los males de Ultramar
estaba en la metrópoli, donde, desconociéndose muchas veces
la bondad de las leyes de Indias, se adoptaban disposiciones
administrativas, no siempre atinadas; donde se tropezaba con
frecuencia en escollos y bajíos, ó en amaños cortesanos y bu-
rocráticos, respecto de la concesion de los empleos ultrama-
rinos, por cierto exclusivismo arbitrario y exagerado de las
secretarías, más apasionadas que entendidas; y donde los
imprudentes discursos pronunciados en los Cuerpos legisla-
tivos, sólo servian para fomentar desavenencias y conmo-
ver el país, pues sin calcular los oradores el alcance de sus
arengas, sembraban la cizaña en el campo del patriotismo
verdadero, y servian áun muchas veces de instrumento para
sus fines á los enemigos de España, que por varios medios in-
ducían á los representantes del pueblo á cometer atentados
contra el honor nacional, por desconocer éstos las diferencias
que existían y existen entre los asuntos de la Península y los
de Ultramar.


Tambien se creia á la sazon, que los males de Cuba proce-
dian de los contradictorios ensayos hechos en el régimen po-
lítico, constitucionalmente exagerado Unas veces y otras de-
presivo ó aplicado siq prudencia ni respeto á las leyes de In-
dias estab~ecidas; y que procedian, asimismo, del prurito en
plantear innovaciones ¡irduas y extemporáneas á las veces,
que más que al bien, conducian á proteger las maquinacio-
nes extranjeras, incitadas por extrañados hijos de la isla pa-
ra perturbar y comprometer la parte de las Antillas españo-
las; las cuales sólo podian conservarse tranquilas con una
prevision exquisita, y con prudente y extremada solicitud,
para librarlas de las terribles contingencias de que se veian
amenazadas. Nunca como entónces, habia sido necesario re-
comendar más comedimiento á la prensa que se ocupaba de
los asuntos ultramarinos, y nunca más preciso indicarla cuál
era su mision y cuánto el patriotismo aconsejaba para calmar
las irritaciones populares y desvanecer los torpes manejos
de los calumniadores, haciendo justicia á los buenos funcÍo-




458 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


narios, y procediendo, ante todo con imparcialidad. Así, mos-
trando las tendencias de los que al ensalzar al general Tacan,
y, deprimiendo al conde, con tonos más ó ménos inconvenien-
tes, sembraban un gérmen de graves discordias, entre euro-
peos peninsulares y naturales ó criollos americanos, y hacian
renacer las fatales tradiciones de vencedores y vencidos, con
las consiguientes violencias é injusticias; como combatiendo
las ideas de los periodistas trastornadores que al dividir, per-
sonalizando, citaban en apoyo de sus afirmacione;,; ejemplos
de lo que en el Canadá pasaba respecto de Inglaterra, para
extender la idea de autonomia, halagando con ella á los ha-
bitantes de Cuba.


Tacon, que obligado se habia visto á expulsar de la isla á
los díscolos para mantener la seguridad en el territorio, natu-
ralmente vió en la masa de los descontentos á los parientes,
amigos y allegados de aquellos, y á ciertos correligionarios
poco valerosos, que á un tiempo adulaban su autoridad en Cu-
ba y levantaban en la metrópoli el grito de su disgusto, ca-.
lificando de injustos los actos del general y hasta sus medi-
das de atentados contra la libertad y la seguridad del ciuda-
dano. Lo que más contribuia sin duda á aumentar los des-
contentos fué la predileccion que el general concedió á un
determinado grupo de las personas que le rodeaban, y consti-:-
tuyeron lo que en aquellos momentos, recordando á los predi-
lectos de Ricafort, se llamó tambien camarilla; en cuyo
consentimiento no hizo Tacon otra cosa, que admitir en su
confianza á los peninsulares que más de cerca habian tocado
los extravíos de los hombres encargados de aconsejar á su
antecesor, con preferencia á éstos, que deseando continuar sus
torpezas, intentaban influir aún cerca del general para pro-
longar los calamitosos tiempos pasados. Ciertamente que Ta-
con no era Ricafort, pero sirvió con todo de gran provecho
á los intereses españoles, el que se apoyara en la opinion pe-
ninsular, y que ésta constituyese la base del grupo donde
formaron las demás personas reconocidas por verdaderas
amantes de España.




CAPÍTULO VIII 459


Pudo ser una debilidad del general, ó atribuirse á falta de
prudencia gubernativa en él, establecer preferencias entre
los individuos de las clases acomodadas de la isla, yel distin-
guir á los elementos más intransigentes en españolismo y
más retrogrados en política; pero, ¿qué otra cosa podia hacer
cuando muchos hombres de la clase ilustrada del país que
trató de atraerse, le habian hecho crear desconfi~nzas por su
doblez'? Tambien podrá ser cierto que aquel carácter resuelto
y obstinado, de condicion altiva, índole récia, de natural
honrado ó apegado á sus deberes, como le califica un cuba-
no (7), oyera quizás con exagerada simpatía las instigacio-
nes, poco sinceras por lo parciales, de ciertas personas de
justificacion dudosa. Pero las circunstancias sancionaban sus
procedimientos, aunque entre estas personas figurase en pri-
mer término aquel acaudalado D. Joaquin Gomez, conocido,
segun hemos dicho, en las sociedades secretas de la segunda
época constitucional, con el nombre de A rístides el justo, el
que si no por irregularidades, por otras causas fué más tarde·
víctima del atropello de un médico, que cuando estaba oyen-
do misa en la iglesia de S. Felipe, le rompió en el cráneo un
frasco de ácido prúsico, dejándole ciego para el resto de sus
dias (8); y aunque prefiriese asímismo para componentes de
la misma camarilla, al censor de imprenta y privado suyo don
José Antonio de Olañeta, al secretario del gobierno superior
D. Antonio María de la Torre y Cárdenas, al brigadier don
Cárlos Rodríguez dela Torre, al asesor D. Ildefonso Suarez y
á otros, entre los que empezaban ya á figurar como influyen-
tes peninsulares D. Salvador Samá y D. Francisco Martí y
Torrens, conocido más comunmente por Pancho Martl.


Imprudentes hemos dicho que fueron aquellas preferencias~
y nos fundamos en que tal esclusivismo iba á sabiendas ó
por ignorancia labrando la division que tan funestas conse-
cuencias habia de traer entre el elemento antiguo, rico, influ-
yente, buen español é ilustrado, y el elemento nuevo, enri-
quecido en el comercio, con ménos illlstracioIl sin duda, y más
apasionamiento; haciéndose resaltar como bandera de partido




460 LAS INSURRECCIONES EN CUBA.


los nombres de criollos y peninsulares, cuando entre los pri-
meros habia muchos hombres tan adictos á la metrópoli co-
mo los mismos hijos de España, y entre los segundos algunos,
muy raros en verdad, que por ignorancia, por mala fé ó por
lucro, podian figurar y figuraban en las filas de los trastor-
nadores independientes.


Alentada oficialmente la division con aquel poco medita-
do paso del capitan general, que aún era allí respetado como
la propia magestad de la metrópoli ó requerido como el rayo
de sol que iba á alumbrar aquel pedazo de España, y senti-
dos de cerca los primeros directos desaires por los hij os del
país y el espontáneo superior halago por los peninsulares,
muchos de los cuales jamás se habian aproximado al palacio
de la primera autoridad; aquellos devoraron sordamente su
resentimiento y depresion, y aún los ménos irritables pensa-
ron en la p}sibilidad de conspirar algun dia, no contra Es-
paña, á la que amaban y por esto rehuian hasta con actos
externos confusiones con los separatistas, sino, y en un tér-
mino más ó ménos próximo, contra sus improvisados adver-
sarios, monopolizadores de la influencia oficial. Estos en tan-
to, débiles y muy sorprendidos desde un principio por aquel
bien hallado, que superaba la aspiracion de sus amlJiciones,
se agruparon para presentar una masa, aunque no numerosa,
compacta, por si la lucha fuera precisa, constituyendo entón-
ces, con los más influyentes al frente, el comité ó directo-
rio del partido, para que señalase la política y los pasos, los
trabajos y los medios de que debia la agrupacion valerse para
no perder aquel bien que tan inesperadamente se les habia
venido á las manos. Este fué el orígen de la tradicional y des-
de allí consuetudinaria camarilla del general que andando el
tiempo, no solo influyó en la isla cerca de las primeras autori-
dades, sino en la proximidad del gobierno mismo de la me-
tr6poli, donde nunca faltó un representante encargado de ges-
tionar aliado del trono 6 en los ministerios, cuanto tuviera
relacion con la grande Antilla, así en los intereses generales
como en los particulares y hasta en los de alto personal. En




CAPÍTULO VIII 461


tiempo del general Tacan era muy necesario en verdad un
centro que contrarestara y aun anulase los trabajos pertur-
badores del Olub habanero establecido en Madrid, y la cama-
'I'illa, si no por la manera con que se constituyó, por los ser-
vicios al ménos prestados á los intereses españoles, pudo jus-
tificar con su existencia aquel arranque exclusivo del carác-
ter de la primera autoridad de Cuba.


111.


Acusan á Tacon sus enemigos, de haber dejado sin cum-
plimiento muchas veces las reales órdenes que los cubanos,
valiéndose de sus influencias en la córte, conseguian de los
ministerios; lo cual á nuestro juicio no era de extrañar, porque
mal podía avenirse el atender el gobierno por una parte á las
exhortaciones de los patriotas de Cuba residentes en España,
y el investir por otra parte al capitan general con facultades
extraordi narias.


No podia ser raro, por tanto, que en uso de ellas suspen-
diera la primera autoridad la real árden expedida á peticion
de la Audiencia de Puerto Príncipe, y dirigida á que se supri-
miese la comision militar establecida en la Habana desde el
tiempo de Vives. Y ¿cómo podia extrañarse que á ella respon-
diera Tacan negando el cúmplase al supremo mandato, y con
gran acierto verdaderamente, cuando cási al propio tiempo
tenian lugar tres insurrecciones de esclavos en el departamen-
to Occidental de la isla, una en 17 de junio de 1835 en los




462 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


cafetales de la jurisdiccion de Aguacate, próximo á Jaruco,
otra el 29 del mismo mes en el ingénio Magdalena, cercano.
á Matanzas, y la otra en el barrio de Horcón en las mismas
puertas de la Habana el dia 12 de julio? ¿Pretendia el
foro del Camagüey, más que celoso de su entereza, cohibido
por ciertas y no muy nobles influencias, que el general Ta-
con comprometiera la seguridad de la isla sólo porque aque-
llos oidores tuviesen á su cargo la sustanciacion de determi-
nados negocios ó de algunas causas más'? Con la actividad
comunicada por la comision militar á lo~ campesinos y á las
fuerzas del ejército, se sofocaron más fácil y prontamente de
lo que la Audiencia hubiera podido obtener, aquellos movi-
mientos de las negradas, que quizás no tuvieran raices pro-
fundas en otras clases sociales, pero que podian muy bien
responder á instigaciones exteriores, como se probó en la
coincidencia de haberse acercado aquellos días al islote del
Caimán, inmediato á la isla de Pinos, algunos individuos de
color vecinos de Santo Domingo y de Jamáica, que huyeron
al aproximarse los buques de guerra· españoles, y procedian
tal vez de acuerdo, con los agitadores subvencionados por los
abolicionistas que acababan de conseguir del gobierno inglés
la supresion de la esclavitud en sus Antillas.


En su derecho y áun en la obligacion estaba aquel capitan
general de suspender el cumplimiento de la real órden, ar-
rancada sin duda por sorpresa, que suprimia la comision mi-
litar ejecutiva, cuando más que á nada, al respeto que esta
infundia se debió el que pudiera decir ya Tacon al gobierno
á mediados de 1836, que los facciosos que pretendian ar-
rancar á Cuba del dominio de España, habian perdido las
esperanzas y no osarian ya levantar en la isla su cabeza,
mientras allí existiera una autoridad previsora y enérgi-
ca; pero que habiendo los enemigos adoptado otros medios
más seguros y ménos expuestos, y elegido la córte misma como
campo de accion para sus maniobras, en ella debia dárse-
les la batalla. Por desgracia no sucedió así, sino que desde
Madrid emprendieron á la sazon los disidentes solapados, el




CAPÍTULO VIII 463


sistema de gastar al' capítan general de Cuba, denígrándole
por medio de la prensa y tentando esta vía que directamente
los llevaba al desórden anhelado por ellos. U no de los perió-
dicosque más cooperó á tal fin, haciéndose instrumento de
los enemígos de E:,;paña, fué en aquella ocasion El Eco del
Oomercio, primer órgano semi-oficial de los progresistas que
ocupaban el poder, á cuyo periódico, á pesar de aparecer en-
tre los más ministeriales, tuvo por fin Tacon que prohibirle
la entrada en la isla porque, «deprime toda autoridad conser-
»vadora del órden, al paso que alienta á los sediciosos para
»que delincan y atropellen todos los principios sociales,» se-
gun expresaba en la circular que dirigió á los administrado-
res de correos de la isla (9). ¡Siempre los mismos patriotas
conspirando contra los intereses de la patria!


Viendo los que formaban el Club de los kabaneros en Ma-
drid, á quienes en lo sucesivo les haremos la gracia de llamar
'J'efo'l'mistas, que no podian utilizarse del medio de los perió-
dicos ministeriales para extender sus ideas revolucionarias
en la isla, dirigieron por los buques-correos sus impresos
anónimos sobrecartados; pero como llevaban la letra de los
sobres y el papel idénticos, tamaño igual y todos los carac-
téres de una circular, fueron abiertos por encargo de la au-
toridad en presencia de los sugetos á quienes iban rotulados,
viéndose que procedían todos de un centro comun y se desti-
naban á esparcirse por toda la isla con el fin de sembrar
desconfianzas, extender la discordia y ver sus autores si des-
de Madrid obtenían lo que en Cuba no eran capaces de al-
canzar, mientras existiera una autoridad perfectamente espa-
ñola. Mas como siempre de la calúmnia quedaba algo en los
puntos distantes de donde el calumniado residia, cuales eran
las extremidades del territorio en los departamentos del Cen-
tro y Oriental de la isla, las impresiones desfavorables que se
sembraron entre las gentes sencillas de aquellos apartados
distritos, que todavía tenian fé y creian verdadero cuanto en
letras impresas se aseguraba, no podia ménos de producir
ésto graves inconvenientes en la gobernacion de la isla.




464 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


Los impresos remitidos por tales medios que en aquel tiem-
po se interceptaron, tenian por títulos: O arta de un patriota, ó
Olamor de los cuóanos á los procuradores en Oórtes; Pági-
nas cubanas; Ouadro politico de la isla de Ouba, y La Isla
de Ouba tal cual está; cuyos impresos eran, segun la expre-
sion del general Tacon, UD tegido de groseras calumnias de-
dicadas al bárbaro fin de perder la isla de Cuba para España,
y áun para ella misma, lanzadas por los desleales habaneros
residentes en Madrid, á quienes estaba el gobierno interesa-
do en descubrir, y, escarmentándolos como conspiradores de
lesa nacion, vindicar el honor nacional lastimado. No desoyó
el gobierno de la metrópoli las indicaciones del general de la
isla, ni podia desatenderlas cuando en aquellos libelos llegó
á decirse que 'itO existia entre los cubanos nada que más pro-
base el descendimiento de su dignidad, que sus humillantes
complacencias al gobierno asqueroso que los regia, las cua-
les eran fruto de la desenfrenada sed de distinciones j'acti-
cias, hija legitima de su prostitucion. Lastimado el amor
propío del gobierno supremo por lo que en tales impresos se de-
cía, y considerando, aleccionado por la experiencia, lo perju-
dicial que seria la concesion de libertades en América, contu-
viéronlas los mismos hombres de la exagerada escuela liberal
como Argüelles, Calatrava, y otros de los que en las pasadas
épocas constitucionales habian creido salvador el sistema de
las concesiones, y veian ya claramente la imposibilidad de go-
bernar aquellos países con la legislacion de la Península;
acordando por consiguiente en principio, y así lo manifesta-
ron á Tacon, que los dominios de Ultramar se regirian por
leyes especiales, adaptadas á los usos y costumbres de sus
moradores y á las diferentes castas de que se componia su
poblacion. Aquel acuerdo, sancionado á poco por las Córtes,
fué sin duda la salvacion de Cuba, pues inutilizó en gran
parte las asechanzas de los conspiradores del Gl1tb habanero,
y mató ántes de su desarrollo el gérmen de nuevas discor-
dias, representado por los diputados electos de la isla y más
por «el díscolo y peligroso Sr. Saco,» no admitiéndoles en




CAPÍTULO VIII 465


el Parlamento, y negando para. lo sucesivo el derecho de re-
presentacion á las Antillas.


Pero todos aquellos conspiradores 1'efo1"mistas, que en el
secuestro de sus primeros libelos, vieron ya contrariados los
propósitos que respecto de Cuba tenian, ejercitándose en la co-
nocida insistencia que les distingue, no cejaron un punto si-
quiera y aprovechaban cuantas ocasiones se les ofrecian fa-
vorables, para que sus trabajos diesen resultados. De éxito
cierto fué la que les proporcionó el nombramiento del general
D. Manuel Lorenzo, para el mando del gobierno de Santiago
de CubFL y del departamento Oriental de la isla, conseguido
del ministerio Mendizábal, cuando éste tomó posesion del de
Hacienda, en 13 de junio de 1835.


Para relevar á D. José Santos de la Hera, de cuya fideli-
dad, dice el Sr. Pezuela, se habia dudado sin justicia, llegó el
nuevo general á su destino el 19 de julio del expresado año ele
1835, y desde el primer dia empezó á manifestar ya sus opi-
niones progresistas, concediendo á la imprenta una libertad
que se oponia á las disposiciones dictadas sobre ella por el
general Tacon, poniéndose con estudiado sistema enfrente de
éste, usando de autoridad y de iniciativa independiente, y
distinguiendo con predilecciones y deferencias á las personas
que más afinidades tenian con sus ideas políticas, como don
Juan de Kindelan, ex-diputado á Córtes, y los abogados, co-
nocidos públicamente como partidarios de la independencia y
agentes relacionados con el Olub habanero de Madrid, don
Francisco Muuoz del Monte y D. Porfirio Valiente. Estos dos
¡'tltimos, á p3sar de saber todos ya de antiguo el grande y
especial interés que tenian en el triunfo de las ideas más
avanzadas en Cuba, fueron sus preferidos consejeros; los cua-
les, aunque disponiendo de la iniciativa y de tal influellcia,
como ante la enérgica actitud de Tacon se habian manteni-
do siempre respetuosos por demás, prefirieron el trabajo len-
to de la propaganda, á la publicacion de violentas demostra-
ciones, y como conocian tambien la resistencia que en todo
acto atrevido hubieran encontrado en el elemento peninsular,





466 LAS INSURRECCIOWES EN CUBA


apénas manifestaron sus tendencias en los primeros meses
del mando de D. Manuel Lorenzo y de su improvisada posi-
cion, no alterando en nada el sosiego de Cuba, ni el de los
pueblos de la parte oriental de la isla.


En gran manera disgustaron al general Tacan las mudan-
zas llevadas á cabo por Lorenzo en la gobernacion de su de-
partamento, por ver en aquel cambio la accion directa de los
enemigos de España, desconocidos para el gobernador de Cu-
ba, si no era cómplice de ellos por indicacion ó compromisos
contraidos con el club de Madrid. Presintiendo el capitan
general que todo aquello se dirigiera á encenderse de nue-
vo por los independientes la hoguera que tanto trabajo le
habia costado apagar, y no prestándose su carácter á disimu-
lar más tiempo su disgusto por la conducta y los actos de re-
beldía de Lorenzo, quien escudado con la proteccion de Mel.l.-
dizábal y de los progresistas conexionados con los hombres
del Olub !tabanero, gobernaba á su capricho y sin conside-
racion á las leyes vigentes; ni queriendo consentir más tal
irregularidad, pidió Tacon al mismo gobierno liberal en el
mes de mayo de 1836, ántes de haber cumplido Lorenzo el
año en Cuba, su inmediata separacion. En tanto y para evi-
tar que éste, arrastrado por la pasion ó por las influencias
que le dominaban, hiciera significativas demostraciones peli-
grosas al órden, le quitó cierto número de fuerzas militares
bajo el pretexto de hacer falta en otros puntos de la isla.


Las comunicaciones de Tacan llegaron á la metrópoli cuan-
do habia otro ministerio liberal moderado presidido por D. Ja-
vier Isturiz, que creyendo conveniente la propuesta, dispues-
to estaba á proceder desde luego al relevo; pero no lo hizo
por haberse interpuesto ciertas recomendaciones, de esas tan
propias de nuestro carácter, que por respetar los vínculos de
la amistad, comprometen muchas veces, no s610 los intereses
de partido y los principios fundamentales de las escuelas po-
liticas, sino hasta los más sagrados de la misma patria; y
quedaron por consiguiente los oficios relegados á las carpetas
de los asuntos pendientes de despacho.





CAPÍTULO VIII 467


1, A poco de llegar las cartas oficiales de Tacon á la Penín-
sula, encontraron tambien por inconvenientes para que sus
propuestas se atendieran, los trabajos electorales de las C6r-
tes convocadas por el ministerio Isturiz para revisar el Esta-
tuto, y los sucesos ocurridos en Málaga á principios de agos-
to de 1836, que produjeron los horribles asesinatos del gene-
ral D. Juan San Just y de aquel jefe político conde de Dona-
dio que habia empezado á figurar en Jaen con triste celebri-
dad, en los movimientos revolucionarios de agosto anterior,
yen el que se confirm6, segun dice el marqués de Miraflo-
res (12), aquel dicho célebre que compar6 las revoluciones
con la ficcion fabulosa de Saturno que devoraba á sus propios
hijos.


Los agitadores de Málaga, lo mismo que los de otras capi-
tales andaluzas y de la corona de Aragon, que secundaron el
pronunciamiento, pedian en aquella ocasion la caida del mi-
nisterio moderado y que se proclamara la Constitucion del
año de 1812; y lo mismo exigieron en la Granja, segun don
Javier de Burgos (l3), en la noche del 12 de agosto y median-
te la remesa de doce mil duros que el dia 10 se enviaron de
Madrid al real sitio, los sargentos y cabos de la guarnicion
que promovieron aquel escándalo, en el que despues de obli-
gar la soldadesca embriagada al ministro de Gracia y J usti-
cía Barrio Ayuso, á que presentara su dimision, comprome-
tieron y precisaron á la reina gobernadora doña María Cristi-
na á que firmase el decreto redactado por el alcalde mayor
del sitio, Izaga, concebido en estos términos: «Como reina go-
»bernadora de España, ordeno y mando que se publique la
»Constitucion p11ítica del año de 1812 en el ínterin que re-
>>unída la nacíon en C6rtes manifieste expresamente su volun-
»tad, ó dé otra Constitucíon conforme á las necesidades de la
»misma.» Decreto que los conjurados, dirigidos al parecer por
el sargento García, no se contentaron con que llevara la rú-
brica real con que entónces se autorizaban estos documentos,
sino que exigieron de la reina que lo firmase; é hicieron en
seguida que los empleados de palacio jurasen cumplimentarlo,


3.2




468 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


y ellos mismos prestaron igual juramento al frente de bande-
ras, ántes de retirarse á sus cuarteles.


Cometida aquella indignidad por los patriotas que, siem-
pre recelosos y desconfiados hasta de los mismos que en mu-
chas circunstancias les han alargado la mano para subirles
al poder, han sido siempre desagradecidos con sus favore-
cedores, á quienes han procurado apartar desde los primeros
momentos de su proximidad, dieron tambien en aquella oca-
sion muestras de tal conducta. Y tanto manifestaron entón-
ces lo que de ellos puede esperarse, que cuando vibraba toda-
vía en los aires el bullicio de los sediciosos, ya le hicieron
exclamar al propio sargento García, á quien la reina conce-
dia la distincion de conservarle próximo á su persona: «des-
:.pues que yo he sido el que he hecho la revolucion (pues ya
»se puede decir), no se fian de mí porque dicen que estoy de
»complot con V. M., para engañarlos.» ¿Quiere buscarse ma-
yor comprobacion de cuanto decimos, acerca de la ingratitud
que han manifestado en todo tiempo los exagerados patrio-
tas, con los que les han elevadoálas esferas del gobierno, que
nunca por sí propios hubieran conocido'?


Las noticias de la rebelion de la Granja, de la jura de la
Constitucion y del consiguiente cambio de ministerio, que dió
entrada á los progresistas protectores del general Lorenzo,
llevólas á Santiago de Cuba el bergantin español Guadalupe
que, procedente de Cadiz, llegó á aquel puerto el 29 de se-
tiembre de 1836. El primero que tuvo conocimiento de las
noticias insertas en los periódicos, que llevaba aquel buque,
fué el comandante de marina, D. José Ruiz de Apodaca,
que seguidamente se dirigió á los parajes públicos victo-
reando la Constitucion de 1812, y, acompañado de algunos
exagerados liberales, de ciertos venezolanos y dominicanos
y de algunas de aquellas personas que, como Valiente y Mu-
ñoz del Monte, formaban la cohorte delgeneral, se encamina-
ron á la habitacion de éste, quien, reuniéndose á los bullicio-
sos en la fonda de la 8ociedadjilarmónica, resolvió publicar
la Constitucion, cualesquiera que fueran las consecuencias




CA.PÍTULO VIII 469


del paso. Al efecto dictáronse inmediatamente disposicio-
nes para el repique de campanas, salvas, músicas, procesion
de la lápida, reunion de tropas en la plaza de Isabel II y con-
vocacion de autoridades y funcionarios públicos, para pro-
clamar tumultuariamente, al estilo progresista, y á imitacion
de los sargentos de la Granja, «aquel Código que nunca ha-
»bia leido el imprudente Lorenzo,» segun dice el Sr. Pezue-
la. Lo hizo jurar á las tropas de la guarnicion, al ayun-
tamiento y á los empleados públicos, y á pesar de haber
procedido con forma tan inconveniente, participó el suceso al
capitan general reiterándole sus protestas de no alterar el
órden; quizás con el objeto de adormecer la sagacidad de Ta-
con, pues no otra cosa podia deducirse, sabido el ódio que
Lorenzo le tenia, aumentado á la sazon con las instigaciones
de los partidarios de la independencia cubana, que, en vez de
hacerle patente la gravedad del caso y lo difícil de su posi-
cion, alimentaban sus esperanzas con el triunfo que sobre su
rivalobtendria, colocándose ántes que él á la altura de 105
acon tecimien tos.


En la noche del mismo dia 29 activó Lorenzo el despacho
del extraordinario que llevase á la capital la noticia del pro-
nunciamiento, «felicitándose de qUe al negarse Tacon á ju-
»rar el nuevo Código, probablemente seria arrastrado por las
»calles de la Habana, pagando así las culpas que merecia su
»despótica tiranía, pues él estaba dispuesto á hacerse obede-
»cer, si alguien se negaba á aceptar aquel sistema políti-
»co, que sólo pasando por encima de su cuerpo podria des-
»aparecer por tercera vez de la isla de Cuba.»


Tacon, que se enteró pronto de tantas deslealtades, no se
dió por apercibido, y al recibir el correo ordinario de la Pe-
nínsula le trasladó, en 8 de octubre, al comandante general
del departamento Oriental y gobernador de Santiago de Cu-
ba, las reales órdenes expedidas por el nuevo ministerio,
en 19, 23 Y 25 de agosto, que, en nombre de la reina pre-
venían, que á pesar de lo ocurrido en la metrópoli, no se hi-
ciera novedad alguna en el régimen político de las Antillas.




470 LA.S INSURRECCIONES EN CUBA.


Parecia natural que Lorenzo, en su vista, corrigiera la lige-
reza que habia cometido; pero no sucedió así, sino que man-
tuvo en el misterio aquellas supremas disposiciones, mientras
con sus amigos y consejeros combinaba la forma de resistir-
las. Así estuvieron hasta el 4 de noviembre que las comuni-
có ya públicamente, á la diputacion provincial y al ayun-
tamiento que entre sus parciales habia constituido, cuyas
corporaciones, en acuerdos préviamente redactados por los
abogados amigos y consejeros de Lorenzo, D. Francisco Mu-
ñoz del Monte, el Ohateaubriand de Cuba, como él queria
que se le considerase (14), y D. Porfirio Valiente, decidieron
acatar y no cumplir la disposicion soberana, es decir, sancio-
nar y ratificarse en aquel acto de verdadera rebeldía.


El pueblo de Santiago de Cuba en su mayoría no mostró
gran ansiedad por el restablecimiento del Código político, ni
tampoco la mayoría de los individuos de aquellas corporacio-
nes se prestaron libremente al acuerdo, sino que, amedrenta-
dos unos y otros por los gritos de una plebe insensata que
amenazaba con la muerte á los que no querían la Constítu-
cion, les obligaron á cuanto quisieron exigirles. Pero con to-
do, muchos de los que forzosamente tuvieron que suscribir
aquellos acuerdos, de los cuales algunos se publicaban án-
tes de firmarse, protestaron calurosamente, cuando distin-
guieron que bajo la máscara de la Constitucion de 1812, se
adoraba allí la bandera de los separatistas; mas sus protestas
fueron desoidas, y como contestacion se les respondia con fre-
cuentes vivas á la independencia de Cuba.


Partidario de ésta era el coronel de milicias D. Juan Kin-
delan, y no desde aquellos momentos, puesto que ya en 1823,
siendo su padre capitan general interino de la isla, la habia
victoreado independiente en el café del Leonde Oro en la Ha-
bana, por cuyo acto dijo en aquel tiempo su cuñado el ma-
riscal de campo D. Juan Loriga: «que era Kindelan el pri-
»mer insurgente de Cuba, y el primero á quien en caso de
»revolucion mandaria ahorcar.» Ocioso es decir que eran
otros de los principales partidarios de la emancipacion, el




CAPÍTULO VIII 471


abogado D. Francisco Muñoz del Monte, redactor de las pro-
clamas de Lorenzo y alma de los conciliábulos en que se pesa-
ban los destinos de la isla; D. Porfirio Valiente, consejero tam-
bien de Lorenzo, si bien más prudente que sus compañeros,
pero que queria aprovechar aquella ocasion, ({temiendo que
7>tardase en presentarse otra tan favorable;» y D. Manuel
María Arcaya, natural de Costa firme, segundo comandante
del batallon de Cataluña, que fué uno de los que más se dis-
tinguieron en la direcGion de aquel movimiento político, por
la influencia que le daba el ser cuñado del propio general Lo-
renzo. Entregado enteramente éste por medio de tal trinidad á
los hijos del país más desafectos á la metrópoli, con exclusion
absoluta de los españoles europeos á quienes despreciaba, de-
cía ciego por el aturdimiento, que «cuando la madre ptitria era
»ingrata, la hija debia separarse de ella;» y autorizaba que
en su presencia se dieran «vivas ti la independencia y mueras
ti los GODOS;» que en los templos se manifestaran con ostento-
sas funciones las muestras de gratitud al divino Hacedor por-
que ya eran independientes, y que los jefes militares vocife-
raran «que era la espada que blandianpara derramar la san-
»gre de los españoles.»


Dado el primer paso, ya no pudo Lorenzo contenerse en la
pendiente que le atraia. Siguió negociaciones para recibir en
Cuba los jefes colombianos refugiarlos en Curazao; autorizó
á los soldados para que delatasen á sus jefes sospechosos de
españolismo, para hacerles desaparece?' como el h1~nw; se pre-
paró á emplear esclavos para defender el sistema que habia
proclamado, y tantos fueron los absurdos cometidos por aquel
insensato general, que una gran parte del vecindario del de-
partamento le pidió, el 14 de diciembre, que pusiera en ar-
monía su administracion con la del resto de la isla, para que
cesara la animosidad en que todas las clases se encontraban.
Lorenzo acabó por dictar una providencia imponiendo pena
capital al que dijese que se trataba de emancipa~ion; pero
los hechos no correspondian por cierto á tan hipócrita man-
dato, y se precipitaron cada vez más. Viendo seguidamente




472 LA.S INSURRECCIONES EN CUBA.


la resistencia de cierta parte del ejército, de los peninsulares J
de gran número de hijos del país; oyendo dar el grito de re~
accion en Bayámo el 19 de diciembre por las tropas que
guarnecian aquella ciudad, y el rumor del movimiento al ex-
tenderse en Guisa; sabiendo que el ejército de 3.000 hombres
enviado por Tacan á las órdenes del brigadier D. Joaquin
Gascué se aproximaba, y presenciando además la indecision
de muchos de los más ardorosos partidarios, al leer en los úl-
timos periódicos de la Península la reprobacion del gobierno
á los actos de Lorenzo, á quien acababa de destituir, empezó
él tambien á vacilar; y temiendo de un momento á otro ac-
tos reaccionarios que comprometieran hasta su existencia,
reunió juntas para aconsejarse de lo que más convenia en
frente de tan graves circunstancias para la causa de la Cons-
titucion; y al saber que el comandante de artillería D. San-
tiago Fortún poseia una órden del capitan general para ha-
cerse cargo d21 gobierno, ya no le prendió como habia hecho
con el brigadier D. Juan de Moya y Morejon, á quien Tacan
envió al recibir el decreto de 20 de agosto para relevar á Lo-
renzo, sino que aparentando ciertas repugnancias, le entregó
el gobierno, preparándose para escapar del campo de sus im-
prudencias. A8í lo verificó en la noche del 23 de diciembre,
pasando á bordo de una corbeta de guerra inglesa llamada
la Vestál, que por acuerdo secreto de Tacan habia pasado á
Cuba, segun dice el Sr. Pezuela, y provisto de pasaportes ex-
pedidos por el mismo Fortún, abandonó su funesta obra
acompañándole los más comprometidos en la conspiracion,
Goma Muñoz del Monte, Kindelan, Arcaya y varios oficiales
J sar¡:;entos, pues Valiente habia salido ántes con una comi-
sion de los revolucionarios para el gobierno. Dos dias despues
de embarcarse, se trasladó Lorenzo desde la Vestál al ber-
gantin goleta español mercante Ana Maria, que dejó el
puerto de Cuba en la mañana del 25 de diciembre, llegando
á Cádiz el 11 de febrero de 1837; y los demás fugitivos pasa-
ron en otros buques á la isla de Jamáica.


Hecho cargo Fortún del gobierno de Cuba y de su coman-




CAPÍTULO VIII 473


dancia general, procedió inmediatamente al desarme de los
batallones de la Milicia, creados por Lorenzo; repuso el anti-
guo ayuntamiento y restableció las cosas al ser y estado que
tenian el 29 de setiembre; y aunque en la noche del 22, víspe-
ra del embarque de Lorenzo, se turbó durante algunas horas
elórdenpúblico, porun coronel y otros exaltados, no hubo que
lamentar consecuencias desagradables, y más bien dió aque-
llo moti vo para ordenar la salida hácia la Península de los
promovedores, y de las demás personas cuya presencia pu-
diera ser perjudicial al buen espíritu del pueblo, y á la disci-
plina de la fuerza armada.


En 1.0 de agosto de 1837 fué condenado en rebeldía, el
general Lorenzo, por su escandaloso abuso de autoridad y
como gobernador civil, á inhabilitacion perpétua; como infi-
dente, á la prohibicion absoluta de volver á la isla de Cuba,
y por las otras irregularidades cometidas, á reembolsar al te-
soro las cantidades que hubiera distraido en el pronuncia-
miento. En cambio al general Tacon se le recompensaron sus
buenos servicios, agraciándole con el título de marqués de la
Union de Cuba y vizconde del Bayámo, que la isla toda
aplaudió por ser justa recompensa por el bien de la tranqui-
lidad y el beneficio de depender de su madre España, que sin
él hubiera perdido; pues el triunfo de los demagogos capita-
neados por Lorenzo, no habria podido evitar. por más espa-
ñoles que se dije.sen, el que prevaleciera al fin y triunfasen
las tendencias separatistas.




474 LAS INSURRECCIO:NES EN CUBA


IV.


Reforzado el Oluo de los /¡,abaneros en Madrid con MUlloz
del Monte, y otros de los comprometidos con Lorenzo en el
departamento Oriental de Cuba, los ánimos, excitados ya por
el fracaso de su plan separatista, se exacerbaron mucho más
de 10 que estaban, por las reales órdenes de agosto que pri-
vaban á las posesiones ultramarinas de los beneficios consti-
tucionales, y por el acuerdo de las Córtes, abiertas el 24 de
octubre de 1836, que condenaron las colonias españolas á ser
regidas por leyes especiales. Al perder aquel club todas las
esperanzas con tales decisiones, prescindió del disimulo, y
proclamando franca y descaradamente sus principios desor-
ganizadores, trató de llevar á cabo en la isla sus inícuos pla-
nes, expresados en Madrid con toda libertad por medio 'de la
imprenta, sin que el gobierno pudiera impedirlo dentro del
sistema político que habia adoptado.


Con tal objeto, además de los folletos que en nuestras pá-
ginas hemos citado, se publicó por el mismo D. José Antonio
Saco otro con el título de Paralelo entre la isla de Cuoa y
algunas colonias inglesas, en el cual su autor aseguraba ba-
jo juramento, que visto el estado miserable de la isla de Cu-
ba, trocaria la suerte de su pátria por la de las posesiones
del Canadá; yal pedir reformas políticas para que los em-
pleados superiores de la grande Antilla no abusaran de sus
facultades, á tan gran distancia de la metrópoli, se deshacia
en denuestos é imposturas contra el general Tacan, mayores




CAPÍTULO VIII 475


de las que en el Corsario, en las Páginas cubanas y en otros
escritos se habian empleado para denigrar la persona del se-
vero general. y la prueba de que eran injustas aquellas acu-
saciones se veia cierta, entre otros ejemplos, en lo que
aquel folleto hablaba respecto á contribuciones, asegurando
que no podia haber pueblo más infeliz que la isla de Cuba,
cuando verdaderamente en la isla ni se conocian los impues-
tos directos, ni los hacendados y grandes propietarios de fin-
cas rústicas y urbanas pagaban un s610 real de contribucion
por los millones que poseian, pues todas las cargas estaban
reducidas á los derechos arancelarios, por la importacion de
efectos y á los muy moderados por exportacion; desconocién-
dose hasta la sensible contribucion de sangre, y pudiendo
afirmarse que no habia país alguno en el mundo que á pro-
porcion de sus inmensas riquezas, pagase ménos y disfrutase
de mayor felicidad que Cuba.


Mucho atacaban los del Club á Tacan por la rigorosa cen-
sura de imprenta aplicada hasta en las ilíemorias de la So-
ciedad patriótica, puramente literarias, y con otras publica-
ciones de la misma índole, segun decian; pero en practicar
tal sistema no hacia el capitan general más que ser exacto
cumplidor de las leyes.


Lo que más dolia á aquellos conspiradores contra la pátria,
á quienes en el mismo centro de la nacion se les consentian
sus trabajos por la exagerada benevolencia del partido libe-
ral, era que sus producciones, altamente alarmantes y sedi-
ciosas, no llegaran á su destino y produjeran los efectos de-
seados; yeso que, para conseguirlo, contaban en las oficinas
de la c6rte y en los mismos ministerios, con algunas perso-
nas unidas de corazon, por nacimiento 6 por principios á los
disidentes, que se encargaban de la remision de los libelos;
verificándolo con el sello del gobierno para no extender la alar-
ma en las estafetas, y á fin de que con escudo tan respeta-
ble se facilitase la circulacion. ¿Querian todavía más aque-
llos malos españoles'? Pero esto, como era de esperar, llegó á
descubrirse, llamando naturalmente la atencion los oficios




476 LA.S INSURRECCIONES EN CUBA.


iguales, que en el fondo eran proclamas, como la llamaron
los paquetes que se remitieron al regente de la Audiencia de
Puerto Príncipe, por un empleado del ministerio de Gracia y
Justicia, hijo de Cuba, designado públicamente en la Haba-
na como uno de los colaboradores del Oorsario y de las Pá-
ginas cubanas, el que además daba de todas las comunica-
ciones secretas del gobierno, si no copia, conocimiento á los
disidentes (15). El gobierno lo sabia, y, sin embargo, con-
temporizaba injustificadamente con los enemigos de la na-
cion, consintiendo en destinos públicos á hombres tan perju-
diciales que, cuando ménos, debian ser ignominiosamente re-
movidos de sus puestos, en interés del bien de la pátria y de
la integridad de la mOIrdrquía. ¿Sucederá algo parecido con
el actual gobierno'?


En aquella época, en que apénas se conocia la doblez de los
que vestian el traje de liberales para ocultar el de irrecon-
ciliables enemigos de España, no era tanto de extrañar lo
que hemos dicho; pero triste y doloroso es que hoy, despues
de desenmascarados, despues de las enseñanzas adquiridas,
cuando aún en el campo se derrama la sangre de nuestros
hermanos, y cuando en todas partes nos insultan, y nos des-
honran hablando nuestro propio idioma, hoy todavía, parece
que los patriotas novísimos consienten desleales, como aquel
que en el ministerio de Gracia y Justicia servia los intereses
del Club habanero. ¡Y el país lo sabe, y el país se calla!


Tacon, resguardado en las leyes de Indias, y sin salirse de
sus sábias prescripciones ni del real decreto de 4 de enero
de 1834, que determinaba todo lo necesario para impedir la
impresion é introduccion de escritos en la isla sin la prévia
licencia, pudo contener aquella irrupeion de impresos sedicio-
sos; pero los revoltosos, que en la patriótica energía de aquel
general tocaban el mayor obstáculo para la realizacion de sus
planes, trataron de deshacerse de él, como se vió en la descu-
bierta conspiracion criolla en que, al frente del plan revolu-
cionario, se colocaba el sacrificio de la persona de Tacon. A
tal asesinato no eran ciertamente extraños los del Olub ha-




CAPÍTULO VIII 477


oanero, que con sus folletos tendian á fomentar el desconten-
to, animar la desunion, entibiar todos los sentimientos de
adhesíon á la metrópoli, y promover la guerra civil en la is-
la para arrancarla de la dominacion española, cual se pue-
de comprobar en algunos impresos, publicados por aquel que
pertenecia, segun la citada expresion del general Tacon, «á
>Jesa especie de hombres que no caben en ninguna parte,» por
el Sr. Saco, quien decia á sus correligionarios de la Anti-
lla (16): « Haoitantes de (J uoa, queridos compatriotas mios:
despertad, despertad. No vivais por más tiempo entregados
á sueños é ilusiones. Una 'Voz imperiosa os llama, y armada
de su poder irresistible, os viene á dictar sus secretos. Si no
os preparais á escuckarla, en vano luchareis con el destino.
Aún po deis alejar la calamidad que se os anuncian: todavía
luce sobre nuestro cielo el radiante sol de la espM'anza; pero
si lzttndidos en vuestro letartJo dejais pasar los dias de vida
y redencion, la hora tremenda sonará, y todos pereceremos
en la desgracia universal.» .Coincidiendo la llegada á Cuba
de los impresos donde estas palabras resaltaban, con la des-
cubierta trama atentando contra la vida de Tacon, no po-
dia negarse que los trabajos de Madrid y los de los revolu-
cionarios de Cuba marchaban en perfecta conformidad.


El objeto de las maquinaciones de aquellos era, en primer
término, deshacerse á todo trance de la persona del capitan
general por medio de un asesinato; ganar además la tropa
con dinero, y de no conseguirlo, envenenar el agua y dego-
llar á todo español peninsular al grito de' independencia, se-
gun resultó de la causa instruida al efecto; cuyos hechos se
confirmaron tambien en la insistencia de introducir en los
cuarteles de la guarnicion impresos, inculcando principios de
insubordinacion y de desórden, atacando á las autoridades y
excitando á la sedicion. En aquellos momentos, y durante las
averig'uaciones, fueron detenidos once cajones de papeles
de los que remitia el Club habanero, por los cuales se supo
que entre sus agentes, continuaban aquellos disponiendo de
muchos hombres del partido progresista y de algunos redac-




478 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


tores del mencionado Eco del Oomercio, que pudieron pre-
sentarse entónces como muestras de complicidad con los ene-
migos de la integridad nacional. ¿Pero cómo habia de per-
mitirlo el gobierno, que pertenecía á la misma comunion po-
lítica'?


En Santiago de Cuba, donde la conmocion habia sido más
profunda, á pesar del escarmiento recibido, se ponian áun en
ejecucion por los conspiradores todos los medios conducentes
á desunir á los buenos españoles, alentándoles los emigrados
del país en la Península á que proclamaran la independencia,
y pidiéndoles además recursos de consideracíon para realizar
sus miras en Madrid. Aquí los mismos que excitaban á estas
suscriciones para lograr el desprestigio de Tacan ante el go-
bierno, decian en el periódico El Oastellano, en sus números
del 17, 27 y 28 de noviembre de 1837, que existia en la isla
de Cuba un club de carlistas autorizado por Tacan, que remi-
tia al pretendiente grandes cantidades por un contrato ante-
rior estipuladas; que el general perseguia atrozmente á los
adictos á la reina, á los que proscribía y eran objeto de pe-
nas sin sentencia, sentencia sin juicio y juicio sin pruebas ni
formas legales; y que el arzobispo de Cuba Fr. Cirilo se fugaba
á Jamáica préviamente autorizado por Tacon, y enterado de
la real órden dictada contra él por el gobierno, y pasaba lue-
go á Lóndres llevándose 7.500 onzas de oro, producto de la
pública venta de sus bienes. Atacando despiadadamente al
capitan general por atribuirle haber facili.tado su viaje al
arzobispo y dispuesto que las tropas de la reina le escoltasen
durante el embarque, lanzaron á la vez otras muchas y gra-
ves y calumniosas especies directamente encaminadas á in-
disponer al gobierno con Tacan y á este con sus gobernados.


Entre estos, los pertenecientes al elemento revoltoso no ig-
noraban que mientras estuviese Tacan al frente de los desti-
nos de la isla, procuraria que jamás luciera para ellos aquel
sol de la esperanza de que hablaba Saco en sus folletos, y
aunque fingiéndose defensores de la reina, continuaron sus
ataques contra los altos empleados con calumnias de gran




CAPíTULO VIlI 479


magnitud, á fin de que todas recayeran sobre la reputacion
del mismo general.


y con tantos elementos y con tales tendencias á la pertur-
bacion, de nadie ignoradas, ¿aún pretendian aquellos revolto-
sos obtener del gobierno las franquicias, malamente concedi-
das en la segunda época constitucional'? Los políticos españo-
les que habian entrado en la vida pública en las primeras
Córtes de Cádiz, que formaron parte del gobierno en la época
del 20 al 23, y que á las esferas del poder volvieron en 1836,
aleccionados, bien tarde por desgracia, con las pérdidas que
por su imprudente conducta habia sufrido España en el Nue-
vo mundo, no quisieron hacerse cómplices de nuevas desgra-
cias, y el mismo Calatrava, instrumento un dia de Arispe y
de otros diputados americanos, al formar gobierno despues
del escándalo de la Granja, fué el primero que acordó que no
se publicase la Constitucion en las provincias de Ultramar
hasta que diesen su parecer sobre el asunto las Córtes que
iban á reunirse.


Instaladas éstas el 24 de octubre, los diputados electos por
la grande Antilla para el anterior Parlamento, Montalvo y
Castillo, por la Habana, D. Francisco de Armas, por Puerto
Príncipe, y Saco, por Santiago de Cuba, que se hallaban en
Madrid, presentaron sus poderes al Congreso en los prime-
ros dias de enero de 1837, y no recibiendo contestacion que
les diese ingreso, reclamó varias veces éste último; pero el
Congreso, !lue conocia ya los acontecimientos de Santiago
de Cuba, fundándose en que no se aprovechaban allí los ele-
mentos de libertad más que para aflojar y romper los lazos
que debian unir aquellos países con la metrópoli, propuso
por medio de la comision respectiva, en 7 de marzo, que «no
»siendo posible aplicar la Constitucion que se adoptase en la
»Península é islas adyacentes á las provincias ultramarinas
»de América y Asia, fueran éstas regidas y administradas
»por leyes especiales y análogas tÍ. sus respectivas situacion
»y circunstancias más propias para hacer su felicidad, y que,
»en consecuencia, no tomaran asiento en las Córtes los dipu-




480 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


»tados por las expresadas provincias.» A este dictámen,
apoyado por el mismo Argüelles, por Sancho y otros que en
las anteriores épocas constitucionales fueron tan partidarios
de las libertades americanas, y á la sazon ya, por fin, reco-
nocian la bondad de las leyes de Indias, que eran la mejor
Constitucion para Ultramar, siguió la aprobacion del artícu-
lo segundo adicional á la Constitucion, publicada en 8 de
junio de 1837, que decia: «Las provincias de Ultramar serán
~gobernadas por leyes especiales.»


Motivo fué aquel de gran irritacion para los exaltados cu-
banos desde los primeros momentos de recibir la noticia, y
de abatimiento tan pronto como comprendieron que mientras
fuesen gobernados por jefes enérgicos que se ampararan en
la ley y se rodeasen de los elementos peninsular é insular
sensatos, no podrian aspirar á más reformas liberales que á
aquellas que merecieran y considerasen oportunas, en vista
de su conducta, los que hubieran de redactar aquellag leyes
especiales: En cambio ganó mucho el principio de órden y de
autoridad, base del estado próspero y de la riqueza en que la
mayoría de los habitantes de Cuba se ocupaban; y habiendo
conseguido Tacon de esta manera ser secundado, no s610 por
el gobierno liberal, que por primera vez fué juicioso en los
asuntos ultramarinos, sino por las Córtes, tambien liberales,
pudo ya aquel gobernador, despues de restablecer el órden en
el territorio, dedicar el tiempo que le quedaba de mando á las
mejoras materiales y á los asuntos exteriores.


No contentos los abolicionistas ingleses con haber conse-
guido de su gobierno y de las Cámaras la supresion de la es-
clavitud en la forma que hemos referido en el capítulo quin-
to, y persistentes en su propósito de engrandecer el comercio
de la India Oriental, cuyos azúcares no podian competir en
Eumpa con los de Cuba y de las otras posesiones america-
nas, trataron de abolir por medio de trastornos la esclavitud
en las Antillas españolas yen el Sur de los Estados-Unidos,
para matar la agricultura, y la industria azucarera princi-
palmente, estableciendo al efecto centros de propaganda en




CAPÍTULO VIII 481


Jamáica y Nassau, capital de Nueva Providencia, desde
donde ejercieron su accion en los vecinos reinos que la sos-
tenian.


Para conseguirlo, procuraron fomentar las deserciones en
las fincas, cuyos cimarrones, no se refugiaban ya en las es-
cabrosidades montuosas, formando sus acostumbrados pa-
lenques, sino que muchos se embarcaban, protegidos por los
abolicionistas, y convertidos luego en agentes de los mismos.
volvian á las proximidades de las haciendas donde habian
servido, y allí soplaban en la tea de la insurreccion, junto á
sus antiguos compañeros, entre los cuales, los caractéres más
levantiscos y enérgicos, ó los que por haber cometido faltas
temian al castigo, solían seguirles y convertirse á la vez en
agentes cerca de otras negradas.


Las autoridades inglesas no dejaban de proteger á aquellos
sectarios que tan favorecidos eran del gobierno británico, y
promovian muchas veces conflictos, como el que se originó
con la fragata mercante española Especulacion, que diri-
giéndose á España con trece presos, fué arbitrariamente dete-
nida en Nassau por el gobernador de aquella isla, que come-
tió además el desafuero de poner en libertad á los presos; y
como sucedió tambien con los abusos del bergantin de guerra
Reacer, que hostilizó á varios buques mercantes españoles
con el pretexto de que fueran negreros; y con la introduccion
en el centro de la bahía de la Habana del ponton Rod-Ney,
que en agosto de 1831 se fijó allí con el aparente destino de
amparar los negros que declarase libres la comision mixta de
presas; pero que en realidad era, como dice el Sr. Pezuela, no
sólo una fortaleza a1'mada que ofendía al decoro nacional 11
un estimulo de alteraciones cont1'a las gentes de color, sino
un centro de propaganda y hasta un depósito de armas para
los sublevados, como veremos más adelante. Ciertamente que
el tratado de.1817 sobre la abolicion de la trata, dejaba de
cumplirse muchas veces y que se introducian en la isla clan-
destinamente expediciones de negros; mas tambicn era ver-
dad que aquellos ataques á la altivez española eran demasia-




482 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


do duros, y que de cuantas enérgicas reclamaciones hizo el
general Tacon, ninguna obtuvo resultado satisfactorio. ¿,Y có-
mo habia de esperarlo cuando el gobierno de la metrópoli, de-
bilitado por la guerra civil, y destrozado por las luchas de la
política intestina, tenia al mismo tiempo que ser condescen-
diente con aquel otro gobierno del que con servil humildad
pretendia que fuese su mentor en las prácticas del sistema
representativo'?


La impunidad de aquellos atropellos aumentó la osadía de
los abolicionistas, y consecuencia de los trabajos descarados
de éstos, fueron las rebeliones de negros que ocurrieron en los
últimos tiempos del mando de Tacon y en los primeros de su
sucesor, de que nos ocuparemos en el siguiente capitulo.


Trabajoso y árduo fué todo el mando de Tacon, que no
acabó sin que las desazones con sus propios amigos acibararan
su vida. Ya con motivo del ferro-carril de la Habana á Güi-
nes tuvo un disgusto con el jefe de Hacienda conde de Villa-
nueva, que no podia hallar solucion sin la salida de uno de los
dos; y aunque los biógrafos de éste aseguren que sólo de
amarguras y conflictos fué aquel periodo para el conde, quién
no debia extrañarlos, en su carácter quisquilloso y con la
tendencia á ser único y preferido en todas partes por conside-
rarse superior á todos; el general Tacon que, si condescen-
diente y hasta bondadoso en la vida íntima, era severo en el
cumplimiento de su deber y celoso de sus atribuciones, queria
que el principio de autoridad no desmereciera en sus manos;
y como Villanueva cual hemos observado y aún veremos des-
pues, en los proyectos que preparaba, no sólo queria la gloria
que sus trabajos merecian, sino toda la gloria, esto podia
perjudicar muchas veces la integridad de reputacion que el
general necesitaba para no decaer, y producia las cuestiones
que en caractéres vidriosos y vanos como el del intenden-
te llegaban á tomar proporciones graves. Además, los go-
biernos que pisaron las gradas del poder desde que Tacon
habia tomado el mando de Ouba, sinexcepcion depositaron en
él la mayor confianza, y éste era otro motivo de mortificacion




CAPÍTULO VIII 483


para Pinillos, que se creia desairado cuando no se le aplaudía,
y causa tambien de que el conde presentara la dimision va-
rias veces, de que Tacon lo hiciese tambien para que el go-
bierno obrara con entera libertad, y de que el ministro D. Pio
Pita Pizarro, á cuyos oidos habian llegado noticias poco sa-
tisfactorias, quizás extendidas por los enemigos de Pinillos ó
por los enemigos de España, de la gestion económica de la
isla de Cuba, nombrase á fines de 1838 una comision régia,
compuesta de cuatro funcionarios de alta gerarquía, para fis-
calizar la administracion del conde bajo la presidencia del
capitan general y la intervencion del general de marina don
Juan Bautista Topete, cuya comision nf) pudo naturalmente
proceder sino bajo el mando del sucesor de Tacon.


No pocos fueron los amigos de éste que á su relevo fal-
taron á los deberes de gratitud, y ya por los deudos de Vi-
llanueva atraidos, ya por no dominar en ellos con verdadera
fijeza los principios de lealtad, le volvieron la espalda y for-
maron coro con los que clamaban ccmtra el absolutismo de
su mando, que en rigor no pasó nunca de ser otra cosa que
la decidida y valiente defensa de los intereses de España en
las Antillas.


A consecuencia de estos y de otros disgustos, repitió Tacon
la renuncia de su cargo, que le fué por fin admitida; y en
medio de la más entusiasta despedida, cual nunca hasta en-
tónces se habia hecho á ningun capitan general, s:lJió de la
isla para Burdeos en 22 de abril de 1838 con el sentimiento
en el corazon de la mayoría de los habitantes que eran á la
sazon muy españoles y con la alegría de los que por su falta
de patriotismo habian sufrido merecidos castigos.






CAPÍTULO IX.


I. Administracion económica y mejoras del intendente Pinillos.-
Obras pú blicas.-Correos.-Ordenes religiosas.-Ferro -carriles.
-Minas.-Recursos remitidos á la metrópoli.-Rentas.


n. El Siboneismo en frente de la política de Tacon.-Levantamien-
tos de esclavos.-Entrega Tacon el mando á D. Joaquin Ezpeleta.
-Vasta conspiracion de negros en Trinidad.-Trabajos sediciosos
yanti-esclavistas.-Corta gobernacion del príncipe de Anglona.


IU. Mando del general Valdés.-Sus medidas políticas yadminis-
trativas.-:Maneios separutistas.-Propaganda abolicionista de la
esclavitud.-Trabajos del cónsul Mr. Turnbull.-El ponton Rod-
Ney.-Conatos de sublevaciones negreras.-Temblores de tierra
en el departamento Oriental.-Prision de Mr. Turnbull y de Mit-
chel.-Relevo del conde de Villanueva.


IV. Acontecimientos en Méjico y Haiti.--Proyectos de expedicio-
nes colombianas y de los tizones contra Cuba.-Vigilancia de Val-
dés.-Qonducta de la prensa peninsular respecto de Cuba.-Cam-
bio político de 1843 eula metrÓpoli.-Relevo del general Valdés
y nombramiento de D. Leopoldo O'Donuell.-Reposicion del conde
de Villanueva.-Demostraciones populares.-Entrega de D. Je-
rónimo Valdés y mando interino de Ulloa.


1.


Era D. Claudio Martinez de Pinillos, conde de Villanueva,
desprovisto de pasiones, un gran funcionario público, muy
digno de ocupar por su inteligencia, conocimientos en Ha-
cienda y actividad, uno de los primeros puestos de la ad-
ministracion, y de figurar entre los hombres más eminentes




486 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


y distinguidos de Cuba. A las circunstancias y á su talento
debió el nombre de economista afamado. Aquellas le propor-
cionaron la proteccion de D. José Pablo Valiente, el primero
que estudió y organizó la Hacienda de la isla, y el tener por
su maestro é inmediato jefe durante algunos años, segun he-
mos visto, al ilustre D. Alejandro Ramirez, el primer inten-
dente de Puerto-Rico y el más entendido que tuvo hasta su
tiempo Cuba, donde trazó las bases rentísticas que aún hoy,
despues de tantos años, se siguen en la gestion económica.
Aleccionado por tan sábio estadista pudo Pinillos, con su
no vulgar talento, al hacerse cargo de la intendencia á fines
de 1825, plantear su sistema de Hacienda, un tanto descuida-
do en los pocos años que habían trascurrido desde la muerte
de aquel, por haberse confiado su direccion á varias manos.
no todas hábiles, y á otras de personas, si aptas, poco celosas
por desempeñar interinamente el cargo. Pinillos, propietario
despues de tantas interinidades, atendió con preferencia y con
la actividad que le caracterizaba á mejorar las rentas, ha-
ciéndolo con tal acierto, que seis años despues, en 1831, con-
taba ya con sobrantes, y podia dedicar gran parte de éstos y
de los recursos que todo el mundo le ofreció, así que supo
inspirar confianza en la opinion con su gestion económica, á
la realizacion de las obras públicas más necesarias en la isla,
las que emprendió tan pronto como se le concedieron autoriza-
ciones por el gobierno supremo.


Una de las primeras que propuso y la metrópoli le aprobó
en 14 de enero de 1831, fué la cañería y conduccÍon de aguas
á la capital, cuyo costo no bajó de setecientos mil duros. Tan
útil empresa, empezada en tiempo de Ricafort, realizóse en
ménos de tres años, merced á la disposicion suprema que
autorizaba tamar de la real Hacienda los fondos que hicieran
falta, pues aquel gobierno, á pesar de ser absoluto, compren-
dia que no todos los productos de las rentas provinciales y
de las colonias debian pasar á la tesorería general del Esta-
do, sino que era muy justo se destinara alguna parte, por
pequeña que fuera, para mejorar el país contribuyente. No




CAPÍTuLO IX 487


hubo necesidad, sin embargo, de que sobre los fondos del Es-
tado pesara todo el sacrificio, por haberse dedicado á los tra-
bajos los productos del derecho de zanja, que habían producido
ya más de doscientos mil pesos, y muchos anticipos; pero con
todo, la Habana, agradecida á la graciosa concesion de su
monarca, 'dedicó aquellas obras al rey Fernando VII, á cuya
memoria levantó además una colosal estátua de mármol, que
todavía hoy se ostenta en el centro de la plaza de Armas de
la capital.


Tocando el conde de Villa nueva al mismo tiempo la ur-
gente necesidad de tener con Europa un servicio regular de
correos, atendió tambien con solicitud éste asunto; y por no
contar la armada nacional buques suficientes para hacer el
servicio periódico entre la Península y las Antillas, verificóse
en l823-una contrata para la conduccion de la corresponden-
cia en los paquetes establecidos por la vía de Burdeos, en
cada uno de los cuales iba un correo de gabinete. Pero tales
buques, á pesar de considerarse como españoles en la intro-
duccion y extraccion de efectos de la isla, ocasionaban al
Erario un gasto de doscientos mil duros, y al público el gra-
ve inconveniente de tener que pagar por cada carta sencilla
once reales de venon, de porte. Tal exorbitancia llamó por
fin la atencion del gobierno, y en real órden de 18 de no-
viembre de 1824, dispuso reformar aquel servicio; y consti-
tuida entónces, merced á la activa gestion del conde, una
empresa por acciones, se encargó de plantearlo, y estuvo ya
en aptitud de funcionar, en 1.0 de octubre de 1827, desde
cuya fecha disfrutó la Habana del beneficio de un correo
mensual con Europa, sin más retribucion ni recompensa que
el importe de la correspondencia particular; cuya condicion
se reformó en 1838, considerándose excesivamente retribuido
el servicio de aquellos buques.


Otra de las medidas económicas, á la par que política, pro-
puesta por el intendente Villanueva al gobierno, y que éste,
en vista de sus fundadas razones adoptó, fué la relativa á la
continuacion de las órdenes religiosas en la isla, hasta que




488 LAS INSURRECCIONES EN CUDA.


se extinguieran por sí solas; evitando así el uso de las for-
mas violentas, empleadas en la Península con mengua de los
partidos que las consintieron. De mejor acierto no podia ser
la medida, pues los bienes de regulares comprendidos en el
secuestro, podian servir de muy poco provecho al Estado, en
atencion á que su importe apénas ascendia en la isla á sei~
millones y medio de pesos, y rebajando lo que correspondia á
las monjas, no pasaba de cuatro y medio millones su vall}r.
Tales bienes, además de ser muy difíciles de enagenar, no
producirian por otro lado en los primeros años con su alqui-
ler, réditos bastantes para cubrir la pension de ochenta mil
pesos, á que ascenderia la de los doscientos treinta y cuatro
religiosos que existian, ni era fácil la venta de los conventos,
donde en comunidad eran los frailes muy necesarios, para
que la religion no careciese de los indispensables ministros,
y sueltos aumentarian indudablemente los medios de pertur-
bacion.


Pero la gran obra proyectada por Pinillos, á que la isla de
Cuba deberá estarle siempre reconocida, fué la construccion
del primer ferro-carril de los dominios españoles. Siendo pre-
sidente el conde de la Real Junta de Fomento en 1834, con-
cibió la idea de introducir en la isla la reciente invencion d~
los caminos de hierro, y pidió autorizaCÍon al gobierno para
establecerlos; y como en Madrid, donde el invento era des-
conocido, se dilatase con entorpecimientos hijos de la igno-
rancia la resolucion del expediente, el conde de Villanueva,
sin esperar la autorizacion, preparó la negociacion de un
empréstito de dos millones de pesos en Lóndres, scmdeando
á la vez la opinion de los primeros hacendados para cons-
truirlo por acciones. Pero en el Ínterin recibió la aprobacion
real á su propuesta y cerró la negociacion de dicho emprésti-
to de dos millones de pesos al setenta y cuatro por ciento,
cuyas acciones, elevándose inmediatamente á la par, paten-
tizaron el sólido crédito que la Hacienda de Cuba disfrutaba
en los mercados de Europa. Con aquellos fondos no sólo se
consiguió el bien de construir la mayor parte del ferro-carril




CAPÍTULO IX 489


proyectado, sino que aprovechándose en las obras las made-
ras del país, se desmontaron bosques; admitiendo jornaleros
canarios, se aumentó la poblaciou blanca, y llamando inge-
nieros extranjeros, porque en la isla no los habia buenos, pu-
dieron á estos servir los otros de maestros. Terminadas las
obras á los tres años, y al entrar la via en explotacíon, se
dictó en abril de 1839 un reglamento para el gobierno del
camino de hierro, flete, precio de cargas y movimiento de los
trenes, y en octubre del mismo año, para ceder aquel ade-
lanto á la industria particular, se propuso p::Jr la Real Junta
de Fomento la venta del camino de ltierro de la Habana á
Güines, conforme se nombraba, por el precio de tres millones
doscientos mil pesos, y can arreglo á la real órden de 28 de
junio anterior, segun la cual, debia la empresa compradora
pagar en Inglaterra los dos empréstitos contratados con sus
premios, bajo los pactos establecidos; de cuyos empréstitos
hasta el 30 de junio de 1837, no se habian consumido más
que ochocientos cuarenta y cuatro mil ciento setenta y siete
pesos y cuatro y medio reales fuertes en las obras, quedando
todavía en L6ndres ~rescientos ochenta y cinco mil cuatro-
cientos sesenta y cuatro.


Arranque patriótico fué sin duda el de los habitantes de
Cuba al emprender tan importantes obras, las que en nada
afectaron los fondos del Tesoro público, y sin embargo de no
pagar nada el gobierno, tanto embrolló las cuestiones promo-
vidas sobre el particular, con ese prurito que tiene nuestra ad-
ministracion de introducirse en todas partes, que aún hoy
aquellos hombres, despues de tanto tiempo, todavía están en
litigio con la administracion pública sobre los procedimientos
que se emplearon en laenagenacion de la via férrea. Y patrió-
tica fué tambien la decision de las personas que formaron
la empresa compradora de dicho ferro-carril de la Habana á
Güines, porque para que no pasara á manos extranjeras tal
base de prosperidad, formaron un capital de un minon ciento
veinte y cinco mil pesos en efectivo, dividido en dos mil dos-
cientas cincuenta acciones á quinientos cada una, é intere-




490 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


sándose en número de doscientos cincuenta y siete suscritores
pertenecientes á las clases de la mejor fortuna y de la más
elevada posicion de la isla, se quedaron con el camino, toman-
do algunos hasta cien acciones y muchos de diez á sesenta.


El conde de Villanueva, además de las mejoras que hemos
apuntado, atendió con predileccion á disminuir el contraban-
do, allí donde es tan difícil de evitar, por la extension de las
costas, el número inmenso de surgideros y la abundancia de
centros próximos de depósito como San Thomas, Nassau y
otros de las islas del archipiélago, encontrando el único me-
dio para corregir el mal, disminuyendo los derechos de im-
portacion en los artículos que más se prestaban á aumentar
el fráude como las harinas, la manteca, las alhajas, pedrería
y objetos de gran valor. Y tambien el conde, en su constante
afan de prestar servicios que le conquistaran nombradía,
favoreció la explotacion de las minas del Cobre abandonadas
hasta el real decreto de 4 de julio de 1825, dictado por su
inspiracion, y consiguió el objeto, eximiendo de derechos de
exportacion al ~ineral por cierto número de años y hala-
gando con otras ventajas á la compañía extranjera que tomó
á su cuen~a el negocio.


Al tomar posesion en 1825 de la superintendencia de la is-
la D. Claudia M. de Pinillos, estaba el Tesoro empeñado en
un millon y medio de pesos (1), y los ingresos por todos con-
ceptos ascendian á poco más de cinco millones; pero en 1830
llegaron ya éstos á cerca de nueve millones, y á los trece años
de gestion administrativa por aquel economista, habia ya pa-
sado la renta de esta cifra, duplicándola cási y desahogando
los servicios hasta el punto de remitir á la Península el año
1838 dos millones cuatrocientos treinta mil cuatrocientos
noventa y siete pesos y cuatro reales sobrantes. Es de notar
aquí, que mientras el sistema absoluto rigió en España jamás
se giraron cantidades al descubierto contra las cajas de Cuba,
precediendo siempre aviso de la existencia de fondos para que
el gobierno pudiera hacer los giros con toda seguridad; pero
establecido el sistema liberal dos años ántes, lo primero




CAPÍTULO IX 491


que se hizo fué dirigir contra aquella tesorería letras por va-
lor de más de dos millones de pesos, que el intendente Pinillos
pagó, aceptándolas hasta por sesenta y un millones de reales y


/
á cuenta de un subsidio que solo á cincuenta millones ascen-
dia. No decimos estopor cierto para deprimir con la compara-
cion el sistema rentístico constitucional, ní podriamos tam-
poco hacerlo sin exponernos á las censuras de nuestros sábios
economistas. Apuntamos solamente los hechos históricos para
que se vea cuánta mayor gratitud debe Cuba al sistema de
los que hicieron las leyes de Indias, que á los que quizás por
no comprenderlas tratan de destruirlas. Dicho subsidio, des-
tinado á las atenciones de la guerra, se estableció de 1838 á
1839 Y la contribucion de cincuenta millones de reales que re-
presentaba, equivalía al cincuenta por ciento, ó sea á la mitad
del producto de las aduanas. Para conseguir la cifra impues-
ta por la metrópoli, se pensó en aumentar los derechos de im-
portacion, el del papel sellado y de alcabala, y aun imponer
un tres por ciento sobre el diezmo á los ingenios y á la pro-
piedad urbana; pero no se llevó á cabo, y el intendente, aún
ántes de empezar el cobro delo correspondiente á tal subsidio
ó recargo por la guerra, pagó las letras giradas, cuando ya
se calculaba que contribuía la isla con ciento treinta millo-
nes de reales, cincuenta por el subsidio, cuarenta por venta
imaginaria de bienes de regulares y cuarenta y ocho por so-
brantes ordinarios é imaginarios tambien de las demás ren-
tas. Verdad es que el patriotismo atendia á todas aquellas
exigencias del gobierno, en vista del aflictivo estado á que le
tenian reducido las necesidades de la guerra civil, que á pesar
de todo, no terminaba, para la cual y por medio de suscricio-
nes voluntarias anticipó la Habana al gobierno trescientos
doce mil ochocientos nueve pesos, y otras considerables can~
tidades las demás poblaciones de la isla. El Banco de Fer-
nando VII, hoy Banco Español, no se mostró en aquella oca-
sion ménos patriótico que los particulares, haciéndose cargo
del pago de los giros al descubierto para sacar de apuros y
para que no se resintiese el Tesoro de Cuba.




492 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


Ejercida sobre la administracion de Pinillos la fiscalizacion
acordada por el ministro Pita Pizarro, que está ya indicada
en otro punto, y siete meses des pues de haberse retirado el
conde de la intendencia, se le repuso por real órden de 1.0 de
agosto de 1839 sin que la comision inquisidora hubiera
tenido nada que enmendar en el sistema seguido por el conde,
lo cual le enalteció verdaderamente, animándole á continuar
aumentando la prosperidad de Cuba hasta el grado de esplen-
dor que hoy tiene.


¿Pero podia un hombre sólo realizar por sí tantas mejoras?
En todos tiempos ha sido esto imposible, por la limitacion de
la fuerza individual; mas el conde de Villanueva poseia el ta-
lento de los caudillos y sabia rodearse de las personas que
bajo su direccion interpretarau y desarrollasen las ideas que
concebia. La Sociedad económica y todas las inteligencias pri-
vilegiadas de Cuba, acudieron en apoyo de sus prnyectos; y
le auxiliaron en gran manera los funcionarios públicos que
le rodeaban, que él ya procuró fueran escogidos y sobresa-
lientes; pudiendo citar entre lo~ que más cooperaron á sus
planes, que con placer nombramos, para honra suya y de
la clase á que pertenecia, al inteligente y laborioso D. Rai.-
mundo Pa.scual Garrich, redactor de las balanzas de comercio
y autor de otros trabajos de gran precio para el conocimiento
del estado mercantil y del movimiento de la riqueza de Cuba
en el presente siglo.


Ir.


Hemos visto que Tacon, para conservar á Cuba bajo el do-
minio de España, tuvo necesidad obligada de no abandonar




CAPÍTULO IX 493


el terreno de la fuerza ni el indispensable sistema de la re-
presion; y áun hemos visto que los espíritus arriesgados, para
evitar tales inconvenientes, quisieron confiar sus planes á una
batalla, suponiendo que la victoria les sacaria de la arreglada
vida del órden para trasladarles de un salto á la exuberante
de la política moderna; no previendo los incautos que tambien
la plétora de libertad mata. Pero la batalla no pudieron ó no
osaron darla; y como la inércia es fuerza que, si no negada,
parece estar muy restringida dentro de los trópicos vivifica-
dores, los espíritus ménos belicosos y tan activos, aunque más
prácticos é intrigantes, no pudieron permanecer en la inac-
cion, y reemplazando á los alardes de fuerza la astucia, em-
prendieron la mision de preparar para el porvenir soluciones
ciertas y seguras por medio de la propaganda regional. .


Los que al frente de esta propaganda se colocaron, á la
cual no fueron extraños los del Monte, Saco, Luz Caballero,
Valiente y otros, viendo que en las cuestiones de actualidad y
dada la perspicacia de Tacan, no podian obtener grandes r()-
sultados, fundaron la base de su nuevo sistema, con formas
al par2cer inocentes, en aplaudir los tipos y los hechos de los
personajes, en su mayoría imaginarios, que figuraron en
los primeros tiempos de la conquista de Cuba; y considerando
á Ratuey cual un héroe y como representante de la indepen-
dencia, y á los síboneyes ó hijos del país como víctimas de la
tiranía de los conquistadores, inventaron sus fábulas, que
para el rústico guagiro eran verdades, y dieron de este modo
hábil expresion á su idea política.


La juventud cubana de entónces, una parte inconsciente
y otra deliberadamente, se dejó arrastrar por las corrientes
del que podemos llamar siboneismo, y empezó á moverse y á
exaltar su imaginacion con los heróicos y primitivos sucesos
de la isla, así en la personificacion de sus Leyas adornadas
con diademas de plumas de guatini ó tocororo, sembradas de
cltagualas; amorosas aquellas cual el bejuco con el ateje y
dulces como el canto del sinsonte; como poetizaban el recuerdo
de los bélziques que esparcían profecias y enseñaban al pue-




494 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


blo sencillo los atributos del iracundo dios Turey á cambio de
tortas de ctlsabe; sin considerar siquiera, aquella juventud,
que gran parte de ella no la componian más que los descen-
dientes de los que mataron al deslenguado Hatuhey. Pero
tan inexpertos jóvenes, que no querian descender ni de indios
ni de negros, aunque de la raza guinea recibieran cuando
ménos la lactancia, tomaron aficion á la vida del campo y á
los placeres silvestres, lo que ciertamente fué un buen reme-
dio coritra la indolencia y la holgazaneria, y quisieron dar
forma á sus fantasías, desconociendo sin duda aquella contes-
tacion que un indio mejicano dió al criollo que por ser hijo de
la tierra reclamaba la propiedad de ciertos territorios, dicién-
dole: «si tu padre no, tú ¿.por que"?», y sin meditar tampoco
en la inconveniencia y contradicciones de su aspiracion sioo-
ney y su pretension de poseer pura sangre europea. Aquellos
jóvenes en sus fincas ó en las ajenas, se pusieron á predicar
ideas perfectamente contrarias á sus intereses, y á servir sin
saberlo á los abolicionistas británicos, hablando á las negra-
das de libertad y de independencia á lo Hatuey, y de los behi-
ques y de todo aquel inocente estado en que los siboneyes se
mostraron á los conquistadores, en la forma en que la crea-
cion ó la casualiiad les habia lall7;ado á las Antillas.


Consecuencia de tan locas é imprudentes predicaciones,
fueron los actos de rebeldía que en los últimCls tiempos de Ta-
can ocurrieron en algunas fincas de la isla. El dia de Reyes,
6 de enero de 1838, tres meses y medio ántes de embarcarse
aquel general para Europa, unos negros del ingenio Mana-
cas Armenteros (3) situado en lajurisdiccion de Trinidad, se
excedieron de la libertad que en ta.l dia suele darse á los es-
clavos, y pasando adelante en sus excesos mataron á uno de
sus compañeros, hirieron á otro, y al mayoral que les habia
prohibido tocar los atabales en aquella fiesta clásica para las
gentes de color, le amagaron tambien, aunque pudo escaparse
huyendo léjos de la vivienda; lo cual proporcionó á los revol-
tosos, dueños de la direccion de las danzas grotescas y del
aturdimiento que en tales ocasiones reina, medio para do-




CAPÍTULO IX 495


minar toda la negrada y seducir á los mejor dispuestos, que á
la vez se llevaron consigo á los trabajadores de otras fincas
próximas, cometiendo todos reunidos atropellos y asesinatos
en los campos por donde pasaban.


Impúnes cometieron los primeros desafueros; pero al saber
Tacan lo ocurrido, temiendo ver en aquel levantamiento, no
sólo la accion de los platónicos siboneyes, sino la de los aboli-
cionistas ingleses que como pesadilla tenian á Cuba y con en-
vidia presenciaban el desarrollo de su riqueza azucarera, y
temiendo tambien, aquel sagaz y previsor capitan general,
que no fuese cosa aislada la manifestacion negrera, dictó las
órdenes más enérgicas á las autoridades locales; mandó re-
forzar los destacamentos, dispuso la organizacion de campe-
sinos para que axiliados por trahillas de perros sacaran á los
revoltosos de las guaridas y palenques donde se habian re-
fugiado, y encargó ála comision militar permanente, que no
sólo castigara á los rebeldes, sino que averiguase el orígen y
tendencias de la sedicion. El general no hacia gran caso de
las nacientes iucubraciones de aquellos soñadores en los pri-
mitivos iudios de Cuba, pero sabia que la secta de los meto-
distas establecida en Jamáica, trataba á toda costa de suble-
var los negros de la isla, para destruir la riqueza á ellos de-
bida, y por este motivo dirigió todas sus pesquisas á 'poner
muy en claro esta verdad; porque conocido el orígen podian
ser muy eficaces los remedios, tanto más cuando Tacan no ig-
noraba que en un país compuesto de tan heterogéneos ele-
mentos, el complicado número de enemigos hacia las dificul-
tades más peligrosas.


Reducidos por la persecucion contínua á un corto é insig-
nificante número los sublevados, se dominó la parte más di-
fícil del asunto~ y los restos continuaron perseguidos por tres
partidas de paisanos armados que ni emolumentos de ningun
género aceptaron por sus servicios, ni ocasionaban al Estado
más gasto que el de las armas y municiones; cuyas partidas,
mandadas por personas prácticas y conocedoras del terreno,
pronto desvanecieron el cuidado en que por tal hecho los due-




496 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


ños de fincas estaban, y llévaron la tranquilidad á todo el
territorio donde los temores no carecian de fundamento.


Apagado aquel incendio insurreccional, entregó el mando
Tacon, en el ya citado dia 18 de abril de 18:38, al general
il.1spector de infantería y caballería segundo cabo de la capi-
tanía general y gobernador militar de la Habana, D. Joa-
quin Ezpeleta y Enrile, quien desde el primer momento de
su mando dedicó con preferencia su actividad á la persecu-
cíon y exterminio de los po~os negros que, más que cimarro-
nes cual gibaras, recorrían los campos; y cuando apénas po-
dia darse importancia á sus restos, considerándose la rebelion
terminada, vinieron otros sucesos graves á comprometer la
seguridad de la isla.


Supo aquellos dias el general Ezpeleta p::>r el gobernador
de Trinidad, que acababa de descubrirse allí un vasto plan
de conspiracion, tramado p8r los negros de la misma ciudad
en connivencia con los del campo, que debia estallar durante
la procesion del Viernes Santo. Era el proyecto del movi-
miento, reunirse las gentes de color de la p::>blacíon con las
de los ingénios cercanos, para caer á un mismo tiempCl sobre
el parque de artillería ylos cuarteles, indefensos durante la
parada por la fiesta religiosa, y sobre la casa del gobernador;
apoderarse primero de todas las armas y municiones, des-
pues de los edificios públicos, entrar luego á saco y pe-
gar fuego á la ciudad por varios puntos, guardando las sali-
das hasta que convertido el incendio en inmensa h8guera,
devorase á todos los habitantes.


Tan criminal y horroroso proyecto (4), al que fueron mu-
chos negros seducidos, haciéndoles creer sus instigadores
que con la realizacion alcanzarian la libertad, se descubrió
felizmente á tiempo por la denuncia de un pardo ó mulato
libre, que al ser invitado se resistió á entrar en la conspira-
cion, la que fué pronta y ámpliamente conocida y comproba-
da, por las declaraciones de dos negros, principales cabeci-
llas y directores en la ejecucion del plan, que todo lo dijeron,
ménos los nombres de las personas blancas que les habían




CAPÍTULO IX 487


inducido á tan descabellado intento; pues como es fácil de
comprender, no procedia sólo de la gente de color, ni á ella
pertenecian los inventores de tan complicada conjuracion.


La gravedad que entrañaban 1ás primeras noticias adqui-
ridas, hizo temer grandes y próximos desastres, si los hechos
correspondian á los propósitos; y para conjurarlos, las preve-
nidas autoridades concentraron las fuerzas, reforzaron las
guardias, trasladaron á un ponton anclado en el puerto de
Casilda los presos de la sedicion pasada, cuyo proceso no es-
taba aun terminado, y se aumentaron los pelotones y partidas
de paisanos destinados á la persecucion de los negros alzados
que vagaban por las sierras. Por autorizacion del general
Ezpeleta, se acordó poner sobre las armas 1a~ Milicia blanca,
si las circunstancias estrecharan de un modo urgente; pero
sólo la Milicia indispensable, formada con los hombres que
fueseu más á propósito, y sólo por el tiempo necesario, encar-
gando el general que se tuvieran en consideracion, al recibir
tan minuciosas pravenciones, las angústias del Tesoro pú-
blico, aunque quizás recordaba más bien la primera autori-
dad, al dictarlas, los disgustos tan propios de la institucion,
y los de triste recuerdo que habían dejado los sucesos últimos
provocados con la de Santiago de Cuba, por .la insensatez del
general Lorenzo.


Las medidas adoptadas por las autoridades locales, desde
los primeros momentos en que se denunció el plan, evitaron
el desarrollo de este y que despues del fracaso ocurriera nin-
guno de los horrendos atentados que encubrian. Más de eien
negros de los principales comprometidos en la conspiracion
fueron encarcelados desde luego, y ejecutados en 25 de mayo
los que resultaron cabecillas ó instigadores y actores de ase-
siuatos, pocos por fortuna, cometidos en hombres blancos;
cuyos castigos se aplicaron con tal oportunidad, que no sólo
hicieron abortar todo el plan, y merecieron la general acep-
tacion, sino que fueron muy aplaudidos tambien por el go-
bierno de la metrópoli, testigo entónees de mayor excepcion,
porque en presencia de los horrores de la guerra civil de la




,


498 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


Península, ni aconsejaba, ni era fácil que pudiera aconsejar
otra cosa, que el rigor y la dureza para los perturbadores que
atentaban contra el reposo público y contra la integridad del
territorio pátrio.


Ninguno de los sediciosos, segun acabamos de decir, de-
nunció á los instigadores, ó sea á los apóstoles que con sus
predicaciones les excitaban á una emancipacion violenta. Pu-
diera ser quizás que ninguno de los condenados á muerte y
á los más duros castigos les conocieran; pero la autoridad los
adivinaba, y sufria el tormento de no poder proceder contra
ellos por falta de las pruebas, que sus astutos manejos no se
dejaban nunca arrancar. Sabian las autoridades quiénes eran;
conocian á algunos, que desde Madrid, Lisboa ó París en-
viaban á la isla de Cuba sediciosas proclamas; averiguaron
el hecho, mas no pudieron nunca coger infraganti á los cor-
responsales de aquellos, que hasta publicaban en la Habana
clandestinamente folletos anti-españoles; y les constaba que
unos y otros atentadores contra la tranquilidad de la isla, es-
taban ligados con los vínculos de las asociaciones secretas.
Tales sociedades secretas, compañeras inseparables de los pa-
triotas que, como éstos, jamás han" levantado la cabeza sino
para llevar la perturbacion y las desdichas á los pueblos,
fueron siempre funestas en América; así como en España
nunca se han exhibido sino en las mayores inoportunidades,
y cuando precisamente ménos falta hacían; pues siendo evi-
dente, que sus fines se dirigian y dirigen al triunfo de la li-
cencia, ¿e!:l lógiea su existencia acaso cuando aquella está
triunfante'?


A pesar de la reserva con que los conspiradores procedian,
fué, sin embargo, interceptado uno de aquellos folletos por
los delegados del capitan general, ántes de su circulacion, en
el mes de agosto de 1838, yen ocasion en que acababan de
sofocarse las rebeliones negreras; cuyo folleto, impreso en la
isla, llevaba el título de Una página á la kistoria moderna
de la isla de Ouba, y era un tegido de calumnias groseras
y de excitaciones, propias para dividir los ánimos y alterar la




CAPÍTULO IX 499


paz pública, y para lograr la independencia; que era el ver-
dadero y último fin que se proponian, y á donde iban direc-
tamente sus autores.


Con tal motivo fué preso y entregaclo á la comision mili-
tar como redactor ó cómplice D. Sebastian Ferragut, quien
temiendo el rigor y actividad del tribunal ejecutivo, promo-
vió una competencia entre las autoridades ante el juzgado de
marina, confiando merecer benevolencia por desempeñar en él
ciertos empleos algunos hijos del país, si no apasionados ma-
nifiestamente, simpatizadores ocultos cuando ménos de las
ideas expresadas en el folleto, y amigos todos del mismo
Ferragut. No pretendia éste otra cosa sino la declaracion de
quelas causa:'! de infidencia no causaban desafuero, aspirando
sin duda á quedar expedito para turbar las funciones de la co-
mision militar siempre que lo tuviera por conveniente. Trama
'delicadamente urdida era aquella, en que las autoridades se
veian puestas en lucha por los habilidosos enemigos de Es-
paña, que ni por la fuerza entónces, ni con valor para de-
darar descubierta y franca guerra, manejaban la intriga en
provecho de sus intentos; pero Ezpeleta, que no quiso enten-
der de sofisterías, insistió en la jurisdiccion del tribunal mi-
litar y dispuso que siguiese juzgando los delitos de infiden-
cia como los de rebelion y sedicion; cuyo acuerdo fué con-
firmado á luego por el gobierno supremo, declarando, al
contestar las comunicaciones dirigidas con tal motivo por el
capitan general, que la comision militar de la Habana debia
continuar hasta nueva determinacion en la plenitud de sus
funciones y de las atribuciones que tuvo desde su orígen.
Posteriormente, cuando ya aquellas causas habian desapare-
cido, en real órden de 10 de setiembre de 1841, expedida por
el ministro de la Guerra D. Evaristo San Miguel, de acuerdo
con el Supremo Tribunal de Guerra y Marina, se reclujeron
las atribuciones de la comision militar á los objetos conteni-
tI),3 en el real decreto de su creacion, y se hicieron algunas
variaciones en el personal de la misma comision, aunque de-
jándola, sin embargo, medios de accion bastantes para S08-


34




500 LAS INSURRECCIO~ES EN CUBA


tener el buen órden y labrar la felicidad de los habitantes de
Cuba.


No fué aquel impreso subversivo atribuido á Ferragllt el
único que, durante el mando de Ezpeleta, se repartió profu-
samente para perturbar los ánimos, pues á fines del añ0
1838 y principios del de 1839, circuló otro con el título de
E:cámen de la cuestion de (Juba, que aparecia fechado en la
Habana ellO de junio de 1837, aunque ocultando el nombre
del autor, y sin llevar el pie de imprenta. Pertenecia tambien
tal impreso tt la categoría de los escritos incendiarios, y pre-
tendian en él sus autores arrancar la isla del dominio de E;,;-
paña; creyéndose procedente del club de cubanos desleales, que
todavía á ciencia y paciencia del gobierno, y á pesar de per-
tenecer éste al bando moderado, continuaba trabajando por
la suspirada emancipacion, con gran facilidad, bastante fruto
en sus trabajos é inmensos recursos para gastar, con los
cuales, los conspiradores, y con toda la comodidad que desea-
ban, no solo eludian toda vigilancia, sino hasta hallaron se-
guros medios para introducir y extender en la isla sus im~
presos.


Ya no disfrazaban en éstos, como ántes, las ideas de in-
dependencia con ataques infundados contra las autoridades,
sino que sus autores, variando de sistema, expusieron clara-
mente sus pretensiones, y con todo el descaro de la impuni-
dad, llevaron sus escritos á todos los puntos de la isla en
tal profusion, que jamás otras proclamas consiguieron tanta
publicidad como la tuvo el folleto á que nos referimos. Ver-
dad es que los conspiradores temian que la guerra civil con-
cluyera en la Península ántes de realizarse sus planes, y por
ello sin duda movian su actividad y mostraban tal atrevi-
miento.


En dicho folleto, en el que nos detenemos tanto por la pre-
cision de sus tendencias, despues de hacer gran número de
comparaciones políticas, odiosas y llenas de calumnias como
siempre, se invocaban los principios de Rousseau, diciendo
que la 'Violencia no obliga ti nadie sino ntientras no puede




CAPÍTULO IX 501


rechazarse, y que iustiflca y legitima la reacciotb del opreso
contra el opresor; y añadían sus autores: «por eso los an-
»glo-americanos, en su famosa declaracion de 4 de julio de
»1776, proclamaron entre otras cosas que se emancipaban
»porque sobre ellos se imponian tasas sin su consentimiento
»y se les trasportaba más allá de los mares, para ser juzga-
»dos por ofensas supuestas. ¡Qué identidad de circunstan-
»cias!» exclamaba el folletista. «¡Cuántos vecinos de la islá
»de Ouba se hallan hoy en el mismo caso, quizás inocentes y
»s610 porque no hay procuradores que levanten su voz en el
»seno del gobierno! Y ¿,puede creerse que algunas pro1Jin-
»cias honradas subsistan mucho tiempo en tan desesperada
»situacion'i bEI mundo entero no aplaudió la declaracion y
»)reconoció la santidad de la justicia que asistia á los anglo-
»americanos'?» Pero el autor del folleto tenia buen cuidado
de no presentar como tipo de comparacion y por modelo de
sus pretensiones, los países que en ambas Américas pertene-
cieron á España, y estaban sumidos en la más espantosa
anarquía, sino solamente á los norte,-americanos, porque así
depuraba el pensamiento de toda la parte odiosa que llevaria
consigo, pintando la triste situacion de las provincias que
fueron españolas; pues la sola indicacion de ésta, destruiria,
sin duda en la práctica, el pensamiento que tan halagüeño en
teoría se presentaba y cuyos funestos resultade>s se veian en
la vecina república de Haití. Al terminar la comparacion con
los norte-americanos, dirigia el libelo á los habitantes de todas
clases y condiciones en las islas intertropicales la siguiente
excitacion: « Hij os españoles de las islas de Colon y Magalla-
>mes, ¿quedareis sujetos á ese yugo de muerte sin atenderse
ȇ vuestra lealtad, nunca desmentida, luchando como el astro
»del dia con las sombrías liviandacles y crueldades peninsu-
»lares'? .. Mas si así fuese y que no hubiéseis de tener más le-
»yes ni más garantías que el instable capricho de un gober-
»nador 6 de un general, cuando hayais atravesado los mares
»para venir á ver ocupadas vuestras propiedades 6 casas Ó
»aherrojadas 6 lanzadas de la cara patria vuestras personas,




5()'2 LA.S lNSURRECClON"ES "EN CURA.


»6 las de vuestras familias y amigos, sin ninguna forma de
»juicio, ni proceso, ni esperanza de la menor reparacion, en-
»tónces ... armaos de paciencia y esperad vuestro desagravio
»del tiempo, porque jamás se atentó tan inconsideradamente
»contra los derechos primordiales de los pueblos, sin que re-
»sultasen frutos amargos para los causantes de la injuria.»


El general Ezpeleta, que vió la profusa circulacion de
aquel folleto y la insistencia en una nueva introduccion de
ejemplares en la isla, tuvo que dedicarse con gran solicitud
á evitar su propagacion, comprendiendo perfectamente á dón-
de se dirigian los disidentes, siempre osados cuando vislum-
braban libertades políticas próximas, y jamás bulliciosos, sino
sometidos y callados, cuando autoridades cual la de Tacan,
y áun la del mismo Ezpeleta, sabian enseñar á los mal aCOIl- .
sejados el camino de la tranquilidad, que conducia directa-
mente y sin tropiezos al bienestar social.


Los trabajos de los revoltosos y los peligros que amaga-
ban á·la isla con la reciente emancipacion de los esclavos de
la inmediata isla de Jamáica, decidieron al gobierno supremo,
enterado ya de los proyectos y aspiraciones de los fingidos li-
berales cubanos que conspiraban en Madrid, desde que éstos,
arrojando el velo de la hipocresía, se habian declarado adver-
sarios al negarles repre:;entacion en el Pa.rlamento, á dictar
la real órden del 15 de agosto. Disponía ésta que en atencion á
las circunstancias en que se hallaba la isla de Cuba, con res-
pooto á la emancipacion de los esclavos de Jamáica, yal em-
peño fanático de las sociedades anti-esclavitudinarias, no se
permitiera de modo alguno por 1M autoridades subalternas
la aproximacion á las costas de la islade buques extranjeros,
fuera cual fuese el pretexto con que lo intentaran, y ménos su
entrada y comunicacion con otros puertos y playas, que las
puntos designados al comercio exterior, donde debian hacer-
lo bajo las reglas establecidas.


Ezpeleta vió en aquella, aunque dura, necesaria disposi-
cion, interpretadas por el ministerio y atendidas las necesi-
dades del momento, y pudo proceder con gran eficacia li-




CAPÍTULO IX 503


brando por el pronto á Cuba de las sugeationes de los aboli-
cionistas. Pero á aquel militar, ni ocasion se le presentó para
fundar y desarro]lar un sistema de gobierno, ni tiempo tuvo
para dejar gran memoria de su mando, en el cual hizo bas-
tante defendiéndose de las agresionea de los revoltosos, pues
ántes de cumplir el año, entregó la capitanía general y el
gobierno de la isla en manos de su sucesor, D. Pedro Tellez
Giron, príncipe de Anglona y marqués de Javalquinto.


Bajo los mejores auspicios se posesionó el nuevo goberna-
dor de la isla de Cuba, llevando á ella el prestigio del gobier-
no que habia terminado la guerra civil. El príncipe de An-
glona, que obtuvo su nombramiento del gobierno liberal mo-
uerado en 12 de octubre de 1839, se embarcó en Cádiz y llegó
á la Habana en la fragata de guerra Isabel II ellO de enero
de 1840; pudiendo hacer en bien de la isla aún menos que su
antecesor, tambien por falta de tiempo, pues apénas le bastó
éste para resistir las instigaciones de los revoltosos de siem-
pre. Estos se valian para mantener viva la perturbacion, así
de la que produjo en la Península el general Espartero con el
famoso manifiesto del jJf as de las Matas, como de los aconte-
cimientos posteriores que terminaron con el pronunciamiento
de l. o de setiembre de 1840, y pusieron en manos de los pa-
triotas de aquella época el gobierno de la metrópoli; pero
Anglona les contuvo en los límites de la obediencia y áun lo-
gró desbaratar algunos de sus planes.


Conocida aquella nueva evolucion en los partidos de la Pe-
nínsula, natural parecia que el capitan general de Cuba pen-
sara, sabiendo que en España es cosa tan corriente como ab-
surda el que los empleados públicos, áun los más modestos y
extraños á la política, sigan la suerte de sus patronos, y que
esperase su pronto relevo. No pensó ni tuvo que esperar mu-
e:";:, ¡,iempo, pues Anglona, como toaos los que habian sido
blanco de la accion revolucionaria capitaneada por los es-
parteristas, fué derribado al año y dos meses de haber tomado
posesion, é hizo entrega del mando al general que los hom-
bres de setiembre nombraron para reemplazarle.




504 LAS INSURRECCIONES EN CUllA.


II1.


Nada perdió verdaderamente la isla de Cuba con el cam-
bio de capitan general, pues el sucesor de Anglona, D. Jeró-
nimo Valdés, que tomó posesion en 10 de marzo de 1841,
figuraba en el estado mayor general del ejército entre los mi-
litares más acreditados y como inteligente gobernante, ade-
más de ser hombre de estulios y de reconocido talento. En-
contró Valdés la isla despues de los cortos gobiernos de Ez-
peleta y Anglona, que apénas tuvieron más duracion que la
de las interinidades ordinarias, regida por las buenas y
acertadas disposiciones adoptadas por sus antecesores; que no
bastaban en verdad para evitar los frecuentes robos yasesina-
tos que en ciudades y despoblados se cometian. Eran éstos
consecuencia y natural efecto de la organizacion de aquel
pueblo, compuesto de elementos heterogéneos, y aficionado
generalmente á los excesos de la vagancia y á los juegos de
azar, y con preferencia al del monte, que no por estar prohi-
bido dejaba de jugarse hasta con escándalo público, por des-
cuido muchas veces en la aplicacion, de la ley, por parte de
algunos empleados que, cómplices de los trasgresores, pre-
ferian las dádivas al cumplimiento de sus d~beres.


En mejor estado encontró Valdés la prensa periódica, por-
que la censura, sin poner trabas á lo verdaderamente útil,
contenía y evitaba los arranques violentos que pudieran pre-
cipitar al país en una anarquía y perderle para España, para




CAPíTULO IX 505


sí misma, y para el resto del mundo; y la templanza se con-
seguia fácilmente, tanto con saludables consejos, cuanto con
la prevencion de aplicar el reglamento de 1834.


La general situacion política de la isla, la encontró, sin
embargo, Valdés, al instalarse en su cargo, bastante satis-
factoria, debido este bien á los desvelos de sus antecesores;
y tan poco dispuesta la mayoria de sus habitantes á pertur-
bar el órden y á hacerse solidarios de los hechos ocurridos


. en la Península y en las cuestiones que tenian conexion con
la integridad nacional, que, aparte algunos de aquellos es-
piritus bulliciosos que deseaban novedades y escisiones, los
demás no pretendian otra cosa que mantener la isla unida
á la madre pátria, cualquiera que fuese la situacion política
de España.


El mismo 10 de marzo de 1841 dirigió D. Jerónimo Val-
dés las proclamas de costumbre á los habitantes y al ejército
de la isla. Decia en la primera (5), que no llevaba allí otra
mision que proteger las personas y las fortunas, afirmar la
paz y desarrollar la prosperidad debida á la fidelidad y cor-
dura de los habitantes; y hablándole en la otra al ejército,
con el lenguaje del soldado, le aseguraba que en el trascurso
de más de treinta años de servicios prestados en ámbos he-
misferios bajo la bandera nacional, habia sido un buen ca-
marada en los paligros y fatigas de la guerra, y siempre un
compañero, como entónces se ofrecia; pero que los delitos de
cobardía, insubordinacion ó indisciplina jamás los consintió,
y que continuaba decidido á ser inexorable con el que los co-
metiese. A pasar de estas prevenciones de necesario rigor,
eran las dos proclamas conciliadoras en extremo. De la cul-
tura de los habitantes de la isla esperaba el respeto á la au-
toridad y la observancia de las leyes; para la conservacion de
la tranquilidad pública, ofrecia castigar la prevaricacion y
la tibieza de los empleados en el cumplimiento de sus debe-
res, y prevenir y prever los delitos; y aseguraba atender á
todas las necesidades y oir las quejas de todos, para lo cual
tuvo abierto siempre su palacio, y celebró diariamente pú-


I




506 LAS INSCltRECCro",ES EN CUBA


blicas audiencias; presentándose en todos sus actos aquel ge-
neral animado de los mejores deseos.


Desde el primer dia empezó Valdés á estudiar el estado de
la isla y de su administracion. Vió, como acabamos de decir,
en el ramo de policía y de seguridad, que tan de cerca toca
á la vida privada, buenas y aceptables las disposiciones dic-
tadas por su antecesor, pero ineficaces, como lo demostraba la
frecuencia con que se cometian robos y asesinatos, no sólo en
despoblados, sino en las mismas poblaciones, lo que podria
ser efecto de la organizacion especial del pueblo de Cuba, pe-
ro que precisaba evitar, atacando en s,u orígen las causas,
que eran, sin duda, la ignorancia y la holganza en los hi-
jos de determinadas clases, y los juegos de azar, extendi-
dos con exceso y en perj uicio del buen régimen social.


El ejército lo encontró en buen estado de disciplina, de
fuerza y de equipo, mandado en su generalidad por buenos ofi-
ciales; y su espíritu y el de la mayoría de los habitantes dobió
complacerle, pues á pesar de los peligros que la instalacion
de la Regencia provisional del reino en la metrópoli hubiera
podido llevar á Cuba, ninguno tuvo que lamentarse, por ha-
ber sido contenidos con sábia prudencia los que deseaban vol-
ver á las turbulencias de 1810 á 1814, y de 1820 al 23,
manteniéndose, por tanto, fiel Cuba y unida á la madre
España, merced á las patrióticas tendencias que Tacon había
procurado extender.


El general Valdés creia que el principal y preferente obje-
to de los desvelos de la primera autoridad, cualquiera que
fuese la situacion de la Península, era conservar íntegro y
tranquPo aquel pedazo de España, y este santo sentimiento
en que fundaba la religion de su deber, dirigia sus propósi-
tos; acostumbrando añadir en su confirmacion, que para ver
premiadas sus patrióticas intenciones, no queria novedades
ni en las cosas, ni en las personas, sin meditarlo ántes J!"!:l-
cho. Así lo encargó siempre y le suplicó a~ ó0oierno, que sin
gran circunspeccion y sin I)!:" 0~ parecer de las autoridades
ultramari~a;,;, no intentara innovar nada, porque en Madrid"




CAPÍTULO IX 507


repetia, «son muchas y graves las equivocaciones que se pa-
»decen al graduar las cosas y las personas de Ultramar,
»desf1guradas frecuentemente con siniestros informes y mal
»vistas y examinadas á tan larga distancia.» Si esta verdad
se hubiera conocido y acatado por todos los gobernantes de
la metrópoli, ¡qué de males no se hubieran podido evitar á
Cuba!


Con una laboriosidad incansable, un patriotismo hasta la
:mpersticion y un sentido práctico inmejorable, unido á otras
grandes cualidades que dieron pronto á conocer á D. Jeróni-
mo Valdés entre los buenos gobernantes, se dedicó desde lue-
go á corregir los abusos, reformar la legislacion en 1m; pun-
tos que lo exigia, á p~rseguir á todos los enemigos del reposo
público, y observador constante de las maquinaciones de los
que contra España conspiraban, ni punto de reposo les dejó,
ni fácilmente pudieron coordinar sus planes ante tan exquisi-
ta vigilancia. Por este motivo, tuvo que sostener Valdés con
enemigos poderosos grandes contiendas hasta en la misma
capital, en las que desde el primer momento salió airoso; y á
pesar de las instigaciones constantes de los conspiradores de
las islas vecinas para alterar el órden, supo sostener éste, é
incólume el principio de autoridad durante el período regla-
mentario de su gobernacion.


Apénas calentado habia su bastan de mando, fué llamado á
la lucha por los enemigos del reposo y de la prosperidad de
aquel rico territorio, por medio de una proclama dirigida á
los habitantes de Cuba y de Puerto-Rico por unos supuestos
moradores de las islas Canarias, fechada en Liberia, ántes la
Palma, el dia 4 de enero; en la cual se anunciaba á las An-
tillas la emancipaciOll, incitándolas á la independencia (6).
A.;;.~~llas hoias, impresas sin duda en las islas próximas ó en
los reinos del vecino conti;.~:o~te, fueron con tal reserva circu-
ladas, que no pudo averiguarse ni su orígen, ni los medios de
introduccion, ni ménos por consecuencia quiénes fueran sus
autores, á pi)sar de los medios empleados para descubrirlos.
Mucho sirvió, sin embargo, aquel conato sedicioso para que




508 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


los en0migos de la prosperidad de Cuba conociesen la acti-
tud de Valdés, y su inquebrantable y entera decision de con-
servar la perfecta tranquilidad de la isla. Si los enemigos
quisieron poner á prueba al nuevo gobernador, no quedaron
por cierto muy satisfechos, ni con esperanzas de prometerse
mayores resultados en otro~ intentos, al ver cómo se respon-
dia á sus primeras instigaciones.


Pero como, por más que se les desáhucie, nunca los disiden-
tes americanos han prescindido de la pertinacia que á sus
progenitores indios distinguia, no desistieron en aquella oca-
sion de sus propósitos, y pocos meses despue" de interceptar-
se las hojas subversivas, se arriesgaron á publicar en la A u-
rora de Matanzas, correspondiente al 4 de setiembre, artícu-
los provocativos, en los que tratando de exóticos á los hijos
de España, se inferian agravios á D. Francisco Marti por fi-
gurar entre los peninsulares de más puro y fervoroso patrio-
tismo, y se alentaba á los conspiradores independientes,
aconsejándoles qu~ :;e ilut;traran para realizar sus fines, y
que al efecto protegieran las escuelas dominicales como me-
dio el más directo para conseguirlo (7).


El próximo reino de Haiti en la isla de Santo Domingo,
punto convergente y campo donde se movian los aboliciqnis-
tas ingleses, procuraba llevar á Cuba y extender por medio
de los periódicos sus máximas anti-esclavistas, ya . en polé-
micas, contradiciendo y ridiculizando el libro de M r. Garniel'
de Cassagnac, que con la mayor sinceridad calificaba á la
raza negra come> no merecedora de otr0 estado que el de ser-
vidumbre, ya excitando á las gentes de color de las Antillas
españolas á rebelarse en nombre de la religion y del derecho
natural que condenaban su estado. Valdés procuraba que ta-
les perió:licos, remitidos con profusion á Puerto-Rico y Cuba,
no circularan en el territorio de su mando, para evitar princi-
palmente que losneo~siboneyes, leyéndolos á las negradas, las
convirtieran en instrumentos de sus ambiciones y promovie-
sen consecuencias desagradables y funestas.


Pero si estos medios de propaganda podia el general des-




CAPÍTULO IX. 509


truirlos fácilmente, no le era por cierto tan sencillo proceder
contra los propios p~ninsulares, emisarios inconscientes envia-
dos por nuestros enemigos desde la metrópoli, que se dirigian
á la isla á trabajar contra la pátria, seducidos por un mísero
lucro, ni proceder tampoco contra los que resguardados con
la posicion oficial y á la sombra del pabellon de un poderoso
Estado amigo, com') la Gran Bretaña, usaban de todos los
medios para sembrar la cizaña en la grande Antilla y pro-
curar su ruina y perdicion. A los primeros podria la autori-
dad contenerles y anularlos con arreglo á las leyes, siendq en
cambio muy difícil proceder contra los segundos, que eran
los más peligrosos, porque resguardados con su inviolabili-
dad, punto cási imposible era tener á raya sus manejos, cual
sucedia respecto del cónsul inglés, MI.'. David Turnbull.


Este bullicioso é incansable agente de los filántropos de
su país llegó á la Habana con su despacho de cónsul y el
nombramiento de protector de los africanos que por el Tribu-
nal mixto de presas fueran declarados libres, y áun de los
que p1r otras circunstancias pudieran aspirar á este bien;
cuyo nombramiento le fué concedido por el gobierno británi-
co á instancia de ciertos hombres políticos, miembros á la
vez del Parlamento y de las sociedades abolicionistas, que
hacia medio siglo tenian puestos los ojos sobre nuestra her-
mosa Cuba. Elegido Turnbull con tales precedentes, á quien
además habian convencido préviamente los que por su medio
querian aproximar la satisfaccion de su codicia, que contan-
do con tan p3derosa proteccion podia sacrificarles hasta el
cumplimiento de su deber, si la falta podia redundar en per-
juicio de los intereses de España y en beneplácito de la so-
ciedad abolicionista; aquel cónsul, decimos, garantido con tan
seguros resguardos, tanto se descaró y tal fué la alarma que
produjo con sus públicos esfuerzos en favor de la emancipa-
cion de la esclavitud, que el gobierno de Madrid, en vista de
las comunicaciones que sobre el asunto le lueron dirigidas
por el general Valdés, encargó á éste, para. evitar los males
que aquel agente oficial de los abolicionistas pudiera con su




510 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


osadía producir, que hiciera uso de las facultades estableci-
das en el párrafo segundo del arto 7.° del tratado de 28 de
junio de 1835.


El ministerio sabia, sin embargo, que la solucion le era
fácil, trasladando á la isla de Puerto-Rico el TJ"ib~tnal
mixto de justicia residente en la Habana y deshaciéndose
así por consiguiente de aquel ponton Rod-Ney que con una
uebilidad tan punible como la que autorizó el tratado de
1817, consentian nuestros gobiernos, con mengua de la dig-
nidad española, desde el 19 de enero de 1837; cuyo barco,
cual fortaleza flotante y prision de los esclavos aprehendidos
y cimarrones, mostrábase en el propio puerto y cási dentro de
la capital de la isla de Cuba como constante amenaza á la
tranquilidad pública.


Si se hubiera llevado á cabo esta disposicion, habríase re-
cibido sin duda con el más general y entusiasta aplauso por
los habitantes de la isla que tenian propiedades que defender;
los cuales veian en la permanencia del Rod-Ney, un gran es-
torbo para conservar elórden y tranquilidad de las dotaciones
de sus fincas, como fundadamente suponían la fuerza moral
que el gobernador superior y el gobierno de la metrópoli ad-
quiririan én Cuba yen el mundo comercial, obligando á la
Inglaterra á que no opusiera excusas, ni pretextos, ni tergi-
versaciones, á los términos claros y precisos de aquel trata-
do. Pero el general Valdés, temiendo promover escisiones con
la Gran Bretaña en los momentos en que la metrópoli se en-
contraba al borde de la anarquía liberal, inspirándose ade-
más en sus sentimientos conciliadores, y considerando que
todo el mal que se relacionaba con la cuestion de esclavitud
consistia en la presencia de aquel atrevido y bullicioso cón-
sul, que en nombl"~ ~~! ;;-:bierno inglés hostilizaba á Cuba,
ya haciendo ostentoso alarde de pr0~9ger á los esclavos como
superintendente que era de los emancipa-:!.fls y órgano de la
Sociedad abolicionista, ya aspirando al derecho 2.~ exámen y
emancipacion de los negros introducidos en la isla despu¿3
del 30 de octubre de 1820; el general Valdés, para desha-




CAPÍTULO IX 511


cerse de aquel inconveniente, que encontraba al paso en el
desarrollo de su sistema gubernativo, lo que deseaba y lo que
pidi6 nada más al gobierno supremo fué el relevo de Turn-
bull, cuya conducta mantenia en los ánimos una contínua
alarma, aumentada por los periodistas de la Península que
propalaban con insistencia la idea de existir connivencias en-
tre el gobierno de España y el de Inglaterra respecto de los
asuntos de la isla.


Para destruir tales alarmas procuraba el general Valdés
echar mano de todos los medios que hicieran efecto, soste-
niendo que el gobierno no estaba supeditado á influencias ex-
tranjeras, sino que mirando con gran predileccion los intere-
ses de las Antillas, seguia dispuesto á sostener la dignidad na-
cional con el rigor necesario para exigir el cumplimiento del
tratado. Hasta anunci6la desaparicion del Rod-Ney de la ba-
hía de la Habana, señalando para reemplazarle como dep6sito
el lugar de la costa donde se construiria un barracon para re-
cibir los negros sujetos á las decisiones del Tribunal mixto, en
el cual, ínterin estas recaian y su emancipacion se acordaba, y
hasta que se trasladasen los libres á sus co16nias, serian vi-
gilados por las autoridades españolas para que el 6rden se
mantuviese y se evitaran reuniones y confabulaciones peli-
grosas; y repiti6 insistente sus reclamaciones á la metr6poli,
encareciendo la preferible conveniencia de trasladar el Tribu-
nal á Puerto-Rico, para evitar en Cuba las pesquisas á que
aspiraba el gobierno británico, las que en la pequeña Antilla
no le seria tan fácil ejercer por la mayoría proporcional de la
poblacion blanca, y ni querria quizás practicar tampoco,
porque la malquerencia inglesa, sabido era que tan s610 se
declaraba directamente contra los paises cuyos frutos pudie-
ran competir en Europa con los de su India Oriental.


La inquietud que por tales cuestiones dominaba en la isla
de Cuba á fines de 1841, comunicada por el capitan general
al gobierno del Regente del reino, llamaron por fin la áten-
cion de éste, quien insistiendo con la Gran Bretaña en la cues-
tion de la Oomision 6 Tribunal mixto, pidió por la vía diplo-




512 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


mática el relevo inmediato del inquieto cónsul. Enterado
Mr. Turnbull por los abolicionistas de Lóndres de las gestio-
nes del gobierno español, y temiendo de las segurirlades com-
prometidas por el ministro inglés su próximo relevo, desplegó
desdo luego mayor osadía en la publicidad de sus manejos,
tratando de aprovechar los momentos en favor de sus miras y
de los compromisos que á los abolicionistas le obligaban. Hi-
zocon este objeto mover los paquetes de vapor que desde Ja-
máica recorrian las costas próximas á Cuba, para causar
alarma y tal vez para llevarse tambien algun esclavo huido
del hogar de su patrono, y usó de gran actividad en difundir
ideas de independencia entre los blancos y rloctrinas de liber-
tad en los negros, marcándose claramente que el fin de sus
cálculos y proyectos no era otro sino la ruina de la isla á
toda costa.


Turnbull sabia que su gobierno y su país, aspirando al ex-
clusivo comercio de los azúcares, necesitaba la destruccion
de Cuba, y suponia por lo mismo que no sólo le serian perdo-
nadas, sino aplaudidas cuantas irregularidades cometiera pa-
ra conseguirlo; él sabia igualmente que el sacrificio que su
gobierno hizo tres años ántes dando la libertad á sus negros
de Jamáica, más bien que filantropía fué un principio senta-
do para disfrazar sus intenciones, y un ejemplo para alentar
el espíritu insurreccional y para seducir la esclavitud cubana,
sacrificio hecho en pequeño para recoger mayores ventajas,
cual siempre Inglaterra acostumbra en todos sus cálculos y
proyectos; sabia aquel cónsul que en los momentos en que
trabajaba por cuenta de los filántropos, se trasladaban, á pe-
sar de toda la filantropía, desde Sierra Leona á Jamáica, ne-
gros bazales para trabajar las tierras, los cuales se destina-
ban, des pues de aleccionados por los libertos, que lo conseguian
pronto, á engrosar el número de los sediciosos que en una
hora dada podian invadir á Cuba, utilizándose de aquellos
ligeros vapores, yen número bastante para dar un golpe ter-
rible á la agricultura de la isla por medio de la indisciplina
que aquellos bozales aleccionados, y como tales más simpáti-




CAPÍTULO IX 513


cos á los bozales tambien, trabajadores en los ingenios y de-
más fincas, pudieran extender entre'estos; y como todo lo sabia.
Turnbull, y como seguro estaba de la impunidad y hasta de
las felicitaciones que mereceria de su gobierno, se arriesgó á
todos los atrevimientos, que sin la vigorosa actitud del ge-
neral Valdés en lanzar de la isla la gente desordenada que el
cónsul traia revuelta, y sin su exquisita vigilancia en prohi-
bir la entrada en la isla de emisarios extranjeros, hubieran
producido muy amargos frutos y habrian tenido que lamen-
tarse ciertas y sensibles desgracias.


Por fin, en la primavera de 1842 fué relevado por el go-
bierno inglés NIr. David Turnbull; pero aquel carácter inquie-
to, queriendo aumentar el caudal de los merecimientos ante
sus protectores, se propuso perturbar á Cuba ha8ta en los
últimos instantes de su permanencia, y no dejó de conseguirlo.
De un momento á otro se esperaba en la isla á su sucesor
Mr. Joseph Tucken Crawford, y con tal motivo pasó el cónsul
saliente su carta de despedida al capitan general, manifestán-
dole que iba á instalarse en el ponton Rod-Ney ínterin llegaba
su reemplazo; y tocando á la vez su obligada cuestion de ne-
gros, en términos no más comedidos y convenientes que en
otras ocasiones, le pedia pasaporte para recorrer en el clis-
trito de Cárdenas algunos ingenios, donde suponia averiguar
el paradero de ciertos negros fugados de las Bahámas y el de
trescientos bozales más, que aseguraba haber desembarcado
en la jurisdiccion de Matanzas con aquiescencia y autoriza-
cion de la autoridad superior del distrito. Natural era que
Valdés no accediese á tan descabellada pretension, como no
accedió, ni que reconociera en el cónsul el fantástico derecho
que aducia tener conforme á los tratados, para visitar los ne-
gros hasta en las fincas donde trabajaban; por el contrario,
redobló el gémeral su vigilancia y no perdió de vista á Turn-
bull mientras ejerció su destino, en el cual cesó con fecha 8
de junio, siendo reemplazado por el nuevo cónsul MI'. Craw-
ford.


Este se posesionó desde luego como agente consular, pues




514 LAS INSURRECCIO~ES EN CUBA


hasta que llegara el Regium exequatur no podia considerar-
se en el lleno de sus atribuciones segun la práctica estableci-
da. Turnbull entretanto, aunque su mision oficial habia ter-
minado, permanecia en la isla esperando quizás ver maduro
alguno de los planes que cuidadosamente preparaba; pero no
consiguiéndolo, por fortuna para Cuba, pues si bien en 31 de
julio se manifestaron conatos de sublevacion en el ingenio
A rratia, del partido Macuriges, fué el movimiento sofocado en
su origen, quedando en poder de los tribunales todos los alza-
dos, se embarcó el 15 de agosto. Y que esperaba algo, lo confir-
mó pronto en otra insurreccion que el 17 de setiembre se ma-
nifestó, yfué luego reprimida, en el cafetal Perseverancia, del
partido de Lagunillas, donde setenta y tres negros desobede-
cieron al administrador; pero aplicándoles el castigo corres-
pondiente á los diez y seis que resultaron promovedores, se
restableció el órden sin más consecuencias y sin descubrirse
confabulacion con esclavos de otras fincas.


Ménos turbulento que Tnrnbull, pero no ménos inglés que
aquel, era el nuevo cónsul Mr. Crawford, quien defendiendo
desde los primeros momentos las aspiraciones de su nacion,
tuvo que sostener cuestiones con el capitan general, motiva-
das por el Rod-Ney. Pretendiendo el comandante de aquel
ponton convertirlo, no solo en almacen de viveres, sino hasta
en depósito de armas para surtir á los buques de la escuadra
inglesa de las Antillas, y llevando á cabo su propósito sin la
autorizacion española, reclamó contra tal irregularidad el in-
tendente de Hacienda, sucesor del conde de Vi1lanueva, don
Antonio Larrua, el que fundándose en la conducta observada
por el gobierno británico en su próxima colonia de Trinidad
respecto de nuestros buques de guerra, a los que no per-
mitia ni trasbordar siquiera sus víveres, obligándoles a sur-
tirse de la poblacion para que en ella dejaran las ganancias,
pidió la reciprocidad, prohibiéndose por tanto la continua-
don de aquella osadía inglesa, empleada sin duda, más que
por nada, para deprimir y desprestigiar la autoridad de Es-
paña. Con tal prohibicion, pudo ya Crawford formarse icIea




CAPÍTlJLO IX 515


de lo que p:>dia esperar de la energía y patriotismo que ani-
maban al general Valdés, y como á poco vió tambicn que su
gobierno, á instancias y por reclamacion del español, supri-
mia el destino de Protector de los africanos en la isla de
Cuba, que Turnbull y sus antecesores habian desempeñado,
encargando el ministro inglés Lord Aberdeen: el desempeño
de lo poco que hubiera que hacer sobre sémejante objeto, al
comandante del Rod-Ney, guard6 desde ent6nces mayor cir-
cllnspeccion y estuvo más comedido en sus posteriores ac-
tos (8).


A poco de combatir el general Valdés las alarmas promo-
vidas por el inquieto Mr. Turnbull, tuvo que atender las que
produjo en los primeros dias de mayo de 1842 el temblor de
tierra que se sinti6 en Santiago de Cuba y en otras regiones
del departamento Oriental de la isla; pero aqu~nas alarmas,
m:'ts pasajeras si no ménos funestas, se desvanecieron al co-
nocerse la verd:d, y caando por las autoridades SJ repararon
los desperfectos ocasionados por el movimiento volcánico, que
los conspiradores contra España, hasta intentaron atribuirlo
á causas políticas (9). Es verdad que en aqmll03 m:>m::mtos
cnalquier incidente bastaba para conmover los excitados áni-
mos de la clase del pueblo que dispuesta está siempre á ver
peligros en todas partes, cuando su tranquilidad no descansa
en la mútua y general confianza.


DJS meses nada más hacia que el revoltoso Turnbull habia
salido de la Habana con pasaporte para Inglaterra, cuan-
do re~ibió el capitan general noticia de su desembarco en el
puerto de Gibara, en la costa Norte de la isla, procedente del
inmediato pueblo de Nassau, en las islas Bahamas 6 Luca-
yas (10). Alarmado Valdés, y temeroso de que las exaltada s
ideas abolicionistas itrrastrasen al ex-cónsul á temerarias y
peligrosas empresas, aprovech6 la salida del vapor Oongreso,
q!le llevaba el relevo de las guarniciones de Gibara y Bara-
coa, para dictar las más severas 6rdenes de vigilancia en
a'lU(~na jurisdiccion, y comisionar al coronel del regimiento
d? 1ft Corona, D. Fulgencio Salas, y á uno de sus propios ayu-


3.5




..


516 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


dantes, á fin de que inspeccionaran durante el viaje los lu-
gares expuestos á comunicaciones clandestinas con las islas.
inglesas, y para que detuvieran á n-fr. Turnbull inmediata-
mente. Pero la prision se habia ya verificado por el coman-
dante de armas de Gibara; habieudo dispuesto el teniente go-
bernador de Holguin, que Fuera el detenido trasladado á la
Habana en el mismo vapor Oongreso. Ya en la capital, no
ae encontraron medios para castigarle, y sólo fué expul-
saO,o de allí y de la isla, sin más represion que estar unas
horas detenido en el cuartel de la Fuerza (11), con gran senti-
miento del general Valdés, que dispuesto estaba á hacer en
aquel abolicionista un ejemplar castigo, y no pudo adoptar
tan sana medida por presentarse escudado con el pasaporte
que de la poca cordura del vice-cónsul de España en Nassau
habia obtenido. Sin embargo, el capitan general de Cuba re-
cibió plácemes del gobierno progresista, débil siempre ante la
Inglaterra, por tan acertado proceder, á la vez que se re-
prendia duramente á aquel vice-cónsul por su falta de pru-
denCÍ.a.


Natural parecia que con la ausencia de Turnbull cedieran
un tanto las instigaciones de los abolicionistas en Cuba; pero
no sucedió así, porque sus agentes encargados de proseguir
la propaganda, continuaron con más actividad y eficacia to-
davía la obra de destruccion, y esto, que no lo ignoraba la
autoridad, la hizo ejercer más exquisita vigilancia cerca de
los sospechosos. Debido á tales desvelos y á las confidencias
de nuestro vice-cónsul en Jamáica, que habia visto en Kingos-
ton jóvenes de color naturales de Cuba, viajeros á costa de
Mr o Turnbull, é iniciados por éste en los siniestros principios
de las sociedades abolicionistas; y debido al conocimiento
que la policía tenia de la vida sospechosa del mulato libre
José Mitchel, protegido del ex-cónsul, á quien se le habia
oido en sus conversaciones hacer propaganda subversiva y
anti-esclavista, fué el descubrimiento de otras tramas pel'-
turbadoras, que perfectamente pudieron desbaratarse con la
aprehension, en 1.0 de diciembre, de dicho Mitchel, y con




CAPÍTULO IX 317


la lectura de las cartas que en el fondo del sombrero se le en-
contraron; en las cuales, aludiendo á una conspiracion entre
la gente de color, se citaban cierta::! proclamas sediciosas,
cuyos efectos se esperaba que coincidieran con la aparicion de
Turnbull en Gibara. Con Mitchel, que por hablar perfecta-
mente el inglés se fingia de hmáica, siendo cubano, fueron
cómplices otros dos negros, uno de ellos llamado José del Cár-
men Zamorano, de los que, ni por amenazas, ni con promesas
se pudo conseguir que declarasen nada que pudiera compro-
meter á sus patronos. La comision militar ejecutiva se hizo,
por consecuencia, cargo de los tres, y tambien por habérseles
encontrado un escrito en que"se hablaba de la muerte del úl-
timo sargento mayor de la Habana, D. José Becerra, indican-
do que habia sido producida por un veneno, y que igual medio
se pondria en l:tSO para hacer desaparecer á otros altos em-
pleados.


Era entónces presidente de aquella comision militar, el ma-
riscal de campo, víctima más tarde de sus ingratitudes á la
pátria, D. Narciso Lopez, el cual, atendiendo á las especiales
y graves circunstancias por que la isla atravesaba, firmó la
sentencia que condenaba á Mitchel al último suplicio; pero
habiendo interpuesto el asesor, inspirado por el mismo móvil
sin duda que en la pasada causa del infidente Farragut, su
voto particular contrario al fallo, se hizo preciso convocar la
junta de revision, en la que no faltaban partidarios del asesor,
y fué conmutada la pena de aquel mulato libre por la de diez
años de presidio mayor en uno de los establecimientos de
Africa, en calidad de retencion, y con la prohibicion absoluta
de volver á las Antillas españolas. La misma prohibicion se
impuso á José del Cármen Zamorano y á su consorte, quienes
salieron de la isla para la Península condenados á la perpé-
tua relegacion de Cuba.


Ni fué esta la última intentona contra el órden público que
tuvo que reprimir Valdés durante su mando, ni la última
manifestacion de ódio contra el elemento español que los ame-
ricanos hicieron. Predestinado parecía aquel gobernador á




518 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


luchar sin descanso con los enemigos de España, pero con la
gloria de vencer siempre, y de hacerse merecedor á que la
posteridad le tribute un recuerdo, por su laboriosidad incan-
sable y su constante patriotismo.


Este y el hábil tacto empleado durante su gobernacion,
tuvieron á raya el inquieto carácter del general D. Narciso
Lopez, que no se habría separado quizás de la senda del ho-
nor y del deber permaneciendo próximo á Valdés; pero no
fué tan feliz en amansar la vanidosa soberbia del conde de
Villanueva, quien viendo en el capitan general un adversa-
rio más temible para su exclusivismo que el propio Tacon,
porque más dotes de talento y de mando poseia que aquel,
usando de los medios quisquillosos que acostumbraba cuando
se veía contrariado, quiso empezar la lucha de intrigas en
que tan práctico era, y estrellándose sus pueriles ataques en
la digna actitud y respetabilidad del general Valdés, promo-
vió escisiones que obligaron á éste á pedir el relevo del in-
tendente que se creia irreemplazable, el cual despechado pi-
dió lajubilacion y se retiró á su casa con el carácter ostensi-
ble de víctima, aunque más bien para trabajar mejor con los
conspiradores moderados en contra del gobierno del regente
Espartero.


IV.


Empezó el año 1843 en el continente americano, con una
de las muchas é infecundas revoluciones que á Méjico destro-
zan desde su impremeditada independencia; durante cuyo
movimiento fueron inmolados en el estado de Y ucatan, víc-




CAPÍTULO IX 519


timas de la anarquía, varios españoles, empezando los asesi-
natos por el barcelonés D. Vicente Capmany. y tuvo princi-
pio el mismo año en las Antillas, con otra insurreccion en la
parte haitiana de la isla de Santo Domingo, donde se levan-
taron los negros contra aquel presidente Boyer, primer jefe
del Estado reconocido desde que se sancionó, en 17 de abril
de 1825, la verdadera independencia de Haití.


Boyer, que segun hemos indicado, empezó la gobernacion
con tan buenos auspicios, fué convirtiéndose poco á poco en
tirano, como sucede á la larga con todos los jefes de república,
aunque estas se formen con gentes de color; y en virtud de
las derrotas que en el Parlamento le ocasionaron las oposi-
ciones, cada dia más implacables desde que aquel se vió por
sus' torpezas obligado á declarar en quiebra á Haití, pros-
cribió á los diputados facciosos ó contrarios, y á los redactores
del Patriota y del jlfanífiesto, con cuyas represiones alargó
su poder hasta despues del horroroso terremoto del 7 tde mayo,
que habiendo arruinado poblaciones enteras, dió orígen al
saqueo en que puso mano hasta la misma autoridad. Pero
naciendo á poco en la Cámara otra oposicion, dictó Boyer le-
yes tau opresivas para sujetar hasta los mismos represen-
tantes del pueblo á su capricho, que en 1.0 de febrero de
1843 sublevóse ya la ciudad de Cayes, destituyendo á Boyer
y anulando el sistema, establecido por Toussaint Louverture
y seguido por él, de la presidencia vitalicia de la república.
Extendiéndose con rapidez la insurreccion y triunfante ya
en 10 de marzo, designaron sus caudillos por jefe del poder
ejecutivo al jefe del estado mayor del ejército popular Dumes-
le 1 quien seguidamente sucedió á Boyer, despues de haber
mandado éste sin interrupcion durante el largo periodo de
veinticinco años.


Los partidarios del poder caido, comandados por el negro
general Carrier, se refugiaron en número de cuarenta en la
isla de Curazao, donde haciéndoseles pesada la inaccion del
emigrado y necesitando emplear su actividad en alguna em-
presa, juntáronse todos los tizones, segun se llamaban aque-




520 LAS I~SU!lRECCIONES E~ CUIlA


110s negros de Haití partidarios del ex-presidente, establecie-
ron inteligencias con algunos americanos expulsados de Cos-
ta-firme, que estaban en Jamáica, y proyectaron unidos una
expedicion contra Cuba, la cual mandaria en jefe el general
colombiano Fernandez, y capitanearia .en ella á los tizones un
tal Mariño, tambien general, que insignificante como hom-
bre de armas, era muy útil como propagandista para hacer
gran daño junto á los negros esclavos (12).


Mientras se prepararon en Haití los acontQcimientos que
produjeron los cambios políticos, fueron los abolicionistas in-
gleses protectores decididos de las oposiciones, y cuando és-
tas triunfaron, siguieron defendiendo públicamente al suce-
sor de Boyer, prestándole dinero, armas y hasta buques, y
exigiendo en pago que se alentasen expediciones contra Cu-
ba, como ya MI'. Turnbull, que servia aún el cargo de vocal
de la Oomision mixta en Jamáica, alentaba allí á los demás
emigrados y disponia desde aquella isla otra expedicion.


Sabedor el general Valdés de estas complicadas tramas,
que podían envolver entre ruinas la agricultura de la isla,
preferente objeto de sus desvelos, encarg6 á nuestra marina
que vigilara las costas de Santo Domingo y de las pequeñas
Antillas españolas; puso á cubierto los puntos interesantes
del litoral de Cuba, aumentando los destacamentos de tropa
veterana y reforzándolos con milicias disciplinadas, que dis-
puso al efecto poner sobre las armas; confirió al segundo cabo
de la capitanía general, conde Mirasol, el nombramiento de
general en jefe del departamento Oriental, enviándole en el
vapor Oongreso para que organizase la defensa de aquellos
territorios; situ6 en el Bataban6 otro vapor, una goleta y el
bergantin Jasson en Baracoa, y la corbeta Liberal en Guan-
tánamo, mientras los buques menores cruzaban desde Trini-
dad al Manzanillo como guarda-costas; y alarmado avisaba
Valdés al gobierno, de la tormenta dispuesta y auxiliada por
los agentes ingleses, y sobre los medios que para conjurarla
habia puesto en movimiento. .


Una feliz coincidencia, rayo de paz en medio de la borras-




CAPÍTuLO IX 521


'Ca, salvó á Cuba de aquella amenaza de tizones y colombia-
nos. Despues de una navegacion afortunada, fondeó en el
puerto de Santander, en julio de 1843, el buque que llevaba
para el gobierno el pliego en que Valdés daba cuenta de
aquellas maquinaciones, y llegó precisamente en ocasion en
que no habia gobierno definitivo en la Peninsula, ni estaba
terminado aún el pronunciamiento contra la regencia del ge-
neral Espartero, preparado por los liberales moderados para
defender al Trono y vengar el destierro de la reina doña Ma-
ría Cristina.


La junta de gobierno de aquella provincia, al loor noti-
das tan graves, las comunicó, á la junta superior de Barce-
lona, y no recibiendo pronta respuesta sobre un asunto difi-
cilísimo de resolver en presencia de tales trastornos, dirigi6
la comunicacion original de la primera autoridad de Cuba al
embajador de España en Lóndres, quien animado del mayor
patriotismo, y aunque del gobierno que iba á constituirse no
podia esperar más que una segura cesantía, se apresuró á
atender las indicaciones del capitan general. Sin recibir ins-
trncciones, imposibles cási en aquellos momentos, se diri-
gió al gobierno inglés, yobtuvo del ministro de Negocios ex-
tranjeros una expresi\'a órden, para el gobernador de Jalnái-
'Ca, en los términos mismos que nuestro representante y las
circunstancias aconsejaban. Despues de tanta publicidad co-
mo á aquella cuestion diplomática se le habia dado, quiso el
gobierno británico mostrarse imparcial y muy interesado eh
defender los fueros de la dignidad yen no dar aliento á las
criminales maquinaciones de los aventureros; con lo cual ca-
yeron por su base, aunque no fuera más que aparentemente,
los planes de trastorno que amagaban á Cuba, y ésta pudo
verse otra vez libre de perturbaciones y en pleno uso de la
tranquiliclad tan costosa cuanto ansiada.


No fueron la.s cuestiones de esclavitud, directa é indirecta-
mente promovidas, las únicas que preocnparon al general
Valdés durante su mando. Tambientuvo que poner mano so-
bres los empleados públiCós, que faltaban á. sus deberes des-




522 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


falcando la Hacienda, siendo uno de los que cayeron bajo el
rigor de la ley, en aquella ocasion, el administrador principal
de correos, contra quien resultaron cargos por la desapari.:.
cion de numerosa correspondencia perteneciente á años an-
teriores. Y por cierto que con tal motivo se obtuvo el pe-
regrino hallazgo de mucha correspondencia particular y
oficial de los años 1820 y 1821, en la que se encontraron todas
las reales órdenes, decretos e instrucciones, verdaderas acu-
saciones contra O'donojú, que justificaban que el gobierno
de la metrópoli no consintió jamás en la pérdida del tan codi-
ciado Méjico, y ántes por el contrario, en medio de la penu-
ria y dificultad de las circunstancias, hacia lo que era posi-
ble para pacificar aquellos hermosos países y evitarles el cú-
mulo de desgracias, que debian ser consecuencia obligada de
su separacion de la madre pátria. ¿Quién seria el bien inten-
cionado funcionario que en aquellas circunstancias, relegó á
los sótanos de la administracion de correos tan importan-
tísima y trascendental correspondencia? Basta decir que
los patriotas mandaban entónces, para excm;ar toda res-
puesta (13).


Tambien de parte de la curia recibió Valdes motivos para
interponer su autoridad en bien de la moral pública. Le die-
ron pié para ello las graves acusaciones, que á la sazon se
presentaron, contra el regente de la Audiencia de Puerto-
Príncipe, á quien se le atribuian grandes aficiones al cohe-
cho, y se decia en las denuncias, que para él se valía de una
manceba halagada por todos los litigantes, que vivía en el
propio palacio de la Regencia, y representaba el verdadero
dios éxito de los negocios. Sobre tal irregularidad tuvo tam-
bien Valdés que poner mano; y al mismo tiempo corrigiú
otros muchos escándalos de los funcionarios públicos, de to-
das clases y de todas las procedencias, así peninsulares como
naturales, que bajo la elasticidad de una peligrosa benevo-
lencia, faltaban á los compromisos de honor y al cumpli-
miento de sus obligaciones.


No le dieron tampoco menos que hacer las publicacionc&




CAPÍTULO IX 523


por medio de la prensa peri6dica, no solamente las de la isla~
que estaban contenidas y satisfechas con una prudente liber-
tad, ni las de las repúblicas vecinas, cuya introduccion se
vigilaba para que no promovieran en Cuba trastornos con
sus exageradas doctrinas, sino los peri6dicos peninsulares, y
entre ellos muchos ministeriales, que por seguir el impulso
de los enconos de partido, sacrificaban aquella preciosa
parte de la monarquía española, pintándola unas veces sin
seguridad y pr6xima á estallar en ella la insurreccion por
distintos motivos, y provocándola otras con sus excitaciones,
como lo hacia el peri6dico La Nube del 23 de octubre de
1842, que levantaba la bandera de la rebelion en verso, al
tiempo que otros periódicos lo hacian en prosa (14). Verdad
es que á la mayoría delos habitantes de Cuba, y con especia-
lidad á la parte influyente, le afectaban poco los temores que
la prensa se proponia abultar, aunque lamentaban mucho y
sentian que en la metr6poli no se aplicaran medios represivos,
para desvanecer las ilusiones de los enemigos de la prosperi-
dad de España, que creian realizar la independencia de Cuba
s610 con que algunos peri6dicos asalariados levantaran el gri-
to contra las leyes de Indias, 6 censurasen las prácticas fisca-
les cual lo hacian, exagerando hasta el punto de decir que
para desembarcar en la isla un pasajero, se veia expuesto á
que le registrasen hasta la camisa.


A fines de mayo de 1843, y durante el mando del capitan
general de que nos ocupamos, empez6 á recorrer los mares
del archipiélago Caribe, produciendo alguna alarma, el ber-
gantín dinamarqués Henrique, armado provisionalmente por
el gobierno haitiano; pero un reconocimiento que de 6rden de
Valdés se le hizo por nuestro bergantin de guerra Jasson, y
la constante vigilancia de la armada española, intimid6 tanto
á la tripulacion, que puso al capitan en la precision de res-
cindir el contrato que con el gobierno sucesor del de Boyer
tenia ajustado, desapareciendo así la intranquilidad en que-
estaban las pequeñas poblaciones de las costas de Cuba. -


En tanto que el capitan general de la grande Antilla es-




524 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


pautaba de sus mares al expresado bergantin, se precipitaban
en la Península los acontecimientos que habian de ahuyen-
tar del poder á los patriotas por una larga década. Adelan-
tados los trabajos que el partido liberal moderado seguia de
mucho tiempo atrás, preparábase rápidamente el entroniza-
miento de la reaccion; ya con las coaliciones periodísticas,
ya con las tumultuosas sesiones de C6rtes, en una de las
cuales reson6 aquella frase de «Dios salve al país y á la rei-
na,» que tuvo la suerte de adquirir cierta celebridad; ya ayu-
dada por las disposiciones del ministerio Mendizábal, por la
situacion de la milicia y del ejército, por las ventajas de los
partidos coligados contra el regente, por el abatimiento, en
fin, de la opinion pública, que cansada, como en 1823, de los
absurdos de un exagerado é insensato patriotismo, necesita-
ba 6rden, clamaba por otra legalidad y ansiaba á toaa costa
que el regente dejase de serlo y que á los hombres de su go-
bierno les reemplazaran otros más caracterizados, más enten-
didos y ménos aventureros.


Pronto las polémicas de la prensa y los discursos del Parla-
mento se convirtieron en manifestaciones armadas, cual secue-
la 16gica del mal estado de la opinion; y para aquietar en-
tónces las revueltas provincias de la monarquía, tuvo el gene-
ral Espartero que abandonar á Madrid, cuando más necesaria
era su presencia para aumentar el prestigio del gobierno.


Las C6rtes disueltas en mayo dieron acasion á que los dipu-
tados se aparecieran por sus distritos y atizaran el movimien-
to revolucionario contra la ya exígua y desacreditada faccion
progresista, que convertia al jefe del Estado en juguete de sus
miras ambiciosas y egoistas; y predicand.o aquellos emisarios
ideas de reconciliacion y olvido al prometer justicia, tranqui-
lidad y ventura, consiguieron pronto que el pais, anhelante de
mejoras positivas, se sublevara en masa, uniéndose al efecto
los hombres de todos los partidos y hasta muchos progresis-
tas de los que habian figurado al lado de los que constituian
el gobierno; distinguiéndose sobre otras clases el clero, que
sistemática é insens:ltamente habia sido vejado por los exaIta-




CAPÍTULO IX 525


dos patriotas desde 1840, y poniéndose al frente, yen los pri-
meros puestos de la insurreccion, los hombres del partido mo-
derado, así los políticos como militares emigrados á conse-
cuencia del movimiento iniciado por el general D. Leopoldo
O'Donnell en Pamplona el año 1841 y seguido en Madrid por
el valeroso D. Diego de Leon.


El general Espartero, que para dest.ruir el núcleo revolu-
cionario constituido en Valencia, donde desembarc6 el gene-
ral Narvaez con otros jefes moderados, y quizás con la idea
tambien de lanzarse sobre Barcelona contra aquel otro gene-
ral que luego en su proclama de 29 de junio de 1843 citó al
regente, y no sin fundamento, «entre los militares españoles
»que contribuyeron á la pérdida de nuestro poder colonial,»
sali6 de Madrid sobre el 20 de junio con direccion á Valen-
cia. Estacionóse en Albacete sin justificado motivo, yen tan-
to, dirigi6 el gobierno una comunicacion, quizás de las últi-
mas acordadas, al capitan general de Cuba, participándole
que el regente del reino habia dejado la c6rte para combatir
el vértigo fatal de la rebelion y de la desobediencia, y como
mientras se obtema el esperado triunfo, no seria imposible que
las ramificaciones de la intriga se extendieran á las Antillas
para «proporcionarse al ménos recursos,» (temiéndose que se
siguiera el procedimiento usado por los mismos progresistas
en otras ocasiones) le encargaba á la primera autoridad de
la isla qué no permitiese allí los extravíos de la opinion, ni que
se aflojaran los afectos de adhesion á la metr6poli, á pretexto
de las escisiones de la Península, ni que hallasen allí eco
cualesquiera que se emplearan para excitar la generosidad
de los incautos. Atinada, de gran acierto y digna de aplauso
parecia esta disposicion á primera vista; pero fué torpeza ó
producto de la más censurable mala fé, el intentar de esta ma-
nera indirecta. envolver en los ódios de los partidos á aquellos
habitantes, que s610 han vivido felices cuando han sido ex-
traños á todas las cábalas políticas.


Creyéndose Esparter.Q impotente para dominar los aconte-
cimientos, contramarchó desde Albacete hácia Andalucía el




526 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


5 de julio, donde toleró el «acto de vandalismo,» como un
autor contemporáneo llama al inútil y vengativo desahogo de
bombardear á Sevilla los dias 20, 21 Y 22; Y de allí, viendo
su causa perdidcl, se embarcó en el vapor IJétis en la desem-
bocadura del Guadalquivir el 30 del mismo mes, y dando al
público su famosa protesta, se trasbordó al navío inglés Ma-
labar, que le condujo á Inglaterra.


El general Valdés, que debia su nombramiento al gobier-
no del regente, desde que supo el principio de los sucesos
que acabamos de referir, esperó, como era natural, conocidas
las prácticas de los partidos en España, que, cual á su antece-
sor Anglona le sucedió, se le comprendiese en el ódio á la
situacion que acababa de desaparecer, y ser arrastrado en
la caida. No se equivocó, como veremos luego, por desgra-
cia para 103 intereses de la grande Antilla, que muy grave
perjuicio sufrieron con la pérdida de uno de los primeros, sí
no el mejor y más honrado de los capitanes generales que la
habian gobernado en el presente siglo.


A poco de embarcarse el regente del reino, despacharon
las autoridades de Cádiz para Cuba el falucho Terrible, el
cual llegó á la Habana del 3 al 4 de agosto con felicidad, y
con gran sorpresa de todos los marinos, que no querian con-
vencerse de que un barco de tan reducidas proporciones se
hnbiera arriesgado á tan importante viaje de travesía. El P3-
queño bajel llevaba el manifiesto publicado por el gobierno
supremo provisional en 29 de junio de 1843, Y noticias de
los cambios ocurridos en la Península con motivo de los úl-
timos acontecimientos, entre los que figuraba el relevo del
general Valdés. Sabedor éste de todas aquellas mudanzas,
comenzó á dirigir la opinion hácia el desenlace de tales su-
C030S, respecto á aquella parte interesante de la monarquía,
para lo cual hizo circular por medio de los periódicos de la
Habana las novedades conocidas, inculcando mucho la idea
de que, cualquiera que fuese el término de las escisiones de
la madre patria, los habitantes de Cuba no debian conside-
rarse más que españoles, resueltos á todo trance á conserva!'




CAPÍTULO IX 527


la isla para la metrópoli, y á obedecer al gobierno que se es-
tableciese. Este principio fué entendido y adoptado inmedia-
tamente por la numerosa é importante clase peninsular, y
por cuantos calculaban lo que se arriesgaba en los dominios
ultramarinos con cualquiera division ó acto de desobedien-
cia á las autoridades, y por tanto, todos los que se preciaban
de buenos españoles agrupáronse alIado del capitan general,
dispuestos á apoyarle en cuanto afectase la union á la madre
patria.


Inspirándose Valdés en aquella ocasion en los sentimientos
del deber, de cuyo culto no se apartaba jamás, circuló tam-
bien otra órden á las Audiencias y á las autoridades civiles
y militares de la isla, manifestándoles que no tenian allí otra
mision que llenar sino la de mantener la Antilla unida á la
metrópoli, y encargando que cada cual en su esfera, yen sus
respectivas jurisdicciones y localidades así lo procurasen.


No habia pasado un mes desde la llegada del Terrible,
cuando recibió Valdés los reales decretos expedidos por el
gobierno provisional en 31 de julio y l.0 de agostorelevándo-
le del mando de Cuba y nombrando en su reemplazo al gene-
ral O'Donnell; yen consecuencia hizo desde luego entrega de
la gobernacion al comandante general del apostadero don
Francisco Javier UUoa. El mismo correo que llevó aquellos
decretos fué portador tambien del relevo del intendente de
Hacienda y de la reposicion del conde de Villanueva, quien
con sorpresa de muchos y á pesar del estoicismo que mani-
festaba, se apresuró á tomar posesion de la superintendencia,
pero preparando se á verificar el acto con alardes tan ruidosos,
que si propios son de ciertos caractéres, siempre desprestigian
á los altos funcionarios que los autorizan ó los consienten.


Segun version del mismo general Valdés, que atendidas
sus honradas y caballerosas dotes debe tenerse y considerarse
verídica, en la plaza de Armas de la capital, que era donde se
hallaban la casa de la superintendencia (hoy del gobierno po-
lítico de la Habana), y tambien el palacio del gobierno, se
reunió la muchedumbre curiosa, que generalmente asiste á




528 LAS I:<lSURRECCIONES EN CUBA


tales actos, á presenciar las mudanzas que tanto excitan aún
en Cuba la atencion. Despues de la entrega de las oficinas de
la superintendencia, se hacia preciso que los jefes del ramo,
el entrante y el saliente, atravesaran por aquella plaza para
trasladarse á la aduana, yen el tránsito hubo algunos vivas
dirigidos al jefe repuesto, que ya en la aduana se convirtieron
en mueras contra el que acababa de dejar la administracion.
Elorígen de tal desahogo se hallaba en los mismos grupos,
en los que algull individuo dependiente de una persona muy
allegada al jefe entrante, distribuia monedas á los negros y
mulatos del séquito, excitándoles á que contestasen 103 vivas
que daban otros val'ios sujetos, bien conocidos en la Habana.
Los gritadores no eran más CIue aquellos infelices y misera-
bles africanos, dos ó tres dependientes de «casas contraban-
distas» y algun otro natural del país, aunque muy contado,
pero bien conocido por sus ideas peligrosas.


Aquella gritería reaccionaria, segun la llamaba Valdés, de
que no habia ejemplar en la isla de Cuba, hirió profundamen-
te al comercio de la capital, que se manisfestó afectado, co-
mo todas las clases que abrigaban sentimientos en favor de
la metrópoli, de que en la misma Habana se hubiese insulta-
do con tanta publicidad y en tales circunstancias á una de
sus primeras autoridades.


Digno de llamar la atencion era tal acontecimiento, que
aumentaba su gravedad por mediar en él un alto funcionario
hijo del país como era Pinillos; y comprendiéndolo así Val-
dés, que habiendo visto en las Américas españolas preceder
siempre un escándalo de parecida naturaleza á los movimien-
tos políticos, como los del próximo continente que concluye-
ron con la emancipacion, con gran insistencia avisó al go-
bierno de la metrópoli, para que evitara la repeticion de he-
chos como el citado y las lágrimas que podian derramarse, si
se continuaba en el abandono con que los ministerios respon-
dieron en otras ocasiones, á las propuestas de varios gober-
nadores del Nuevo mundo.


Digno sucesor de Valdés, fué el general elegido para re-




CAPÍTULO IX 529


emplazarle, quizás demasiado jóven, puesto que sólo treinta
y cuatro años contaba entóncesj pero el general O'Donnell,
que ya iba indicando lo que más tarde habia de ser, supo
inspirarse en su maestro, pues los tan acertados pasos que le
distinguieron desde sus primeros momentos de mando, los
debió á las sábias instrucciones y prudentes cuanto escogidos
consejos que para él escribió el ilustre D. Jerónimo Valdés,
que en aquel acto yen los documentos que justifican el tino
y la sabiduría de su honrada administracion, dejó un monu-
mento de gloria que todavía nosotros no hemos apreciado bas-
tante y la posteridad se encargará de dar á conocer para
eternizar su memoria.


En virtud del decreto que le relevaba del mando de Cuba,
hizo entrega Valdés el 15 de setiembre, al dia siguiente en
que recibió los decretos, al expresado comandante general del
apostadero D. Francisco Javier de Ulloa; y dirigiendo á los
habitantes de la isla y al ejército como despedida, las alocu-
ciones de costumbre, se embarcó para Burdeos el dia 18, no
dirigiéndose á la Península directamente por no esperar el
1.0 de octubre en que se expedían patentes limpias, y para
librarse de los rigores de la cuarentena (15).




"




CAPITULO X,


l. Interinidad de D. Javier Ulloa.-Mando de D. Leopoldo O'Don-
nell.-Situacion de la isla al tomar posesion.-Conspiraciones
separatistas.-Proclamacion de doña Isabel n.-Conatos de sedi-
ciones negreras.-Sucesos en Escauriza el 18 de febrero de 1344.-
Batalla de Puncha leeM.-Prisiones y destierros.


JI. Consecuencias de las instigaciones de Mr. Turnbull.-Cons-
piracion negrera.-Gabriel de la Concepcion Valdés (a) Plácido el
poeta.-Castigo de los sediciosos.


IU. Proyecto de colonizacion blanca de D. Domingo Goicuria.-
Medidas económicas de O'Donnell.-Trabajos filibusteros en los
Estados-Unidos.-Temporal de 1846.


IV. Conducta de determinados periódicos de la Península.-Traba-
jos de las sociedades abolicionistas.-Emigracion de conspiradores
cubanos.-Proyectada compra de la isla de Cuba.-Opiniones de
Mr. Dallas. - Preparativos para invadir á Cuba.-Propaganda
yankee.-Vigilancia de O'Donnell.-La prensa norte-americana.-
Trabajos separatistas.-Tristany en Cataluña.-Mr. Bulwer.-
Mejoras realizadas por el general O'Donnell.-Disolucioll de los
batallones de pardos.-Alijo de negros.-Relevo de O'Donnell.


I.


Durante el tiempo que, en calidad de interino, desempeñó el
importante mando de Cuba el comandante general del apos-
tadero de la Habana, D. Francisco Javier UlIoa, pudo man-
tener sin alteracion el órden público, trató de atenuar, en sus
comunicaciones al gobierno, el mal efecto que en la opinion


36




532 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


sensata produjo el suceso del dia de la posesion del superin-
tendente, que hemos referido, é interpretó con acierto las pa-
trióticas disposiciones emanadas de la metrópoli, hasta que,
el 20 de noviembre de 1843, entregó el mando de la isla al
teniente general D. Leopoldo O'Donnell, que procedente de
la Península llegó aquel dia en la fragata de guerra Oórtes.


Veamos ántes de pasar adelante cuál era la situacion de
Cuba, y qué prevenciones dejó el inteligente y práctico don
Jerónimo Valdés al muy reputado, aunque jóven, general
O'Donnell.


En aquel importante documento, bello en la forma, y que
en el fondo revelaba mucha sabiduría y un gran conocimien-
to en la gobernacion americana, indicaba Valdés cuál era el
carácter de un gobernador superior de Cuba como autoridad.
militar y civil, como presidente del real Acuerdo y vicereal
patrono, y como gobernador local y corregidor de la Habana.
En las atribuciones de la primera autoridad, decia lo obliga-
da que estaba á impedir que en la isla se refiej asen las conmo-
ciones políticas de la metrópoli; á tener en prudente y no ex-
cesiva sujecion á la prensa política, mientras á la literaria é
instructiva, con venia concederla perfecta amplitud para es-
paciarse; á la precision de conservar el ejército subordinado
y fiel á la disciplina y á las órdenes de jefes amantes de la or-
denanza. que no se apartasen nunca de los mandatos del po-
der, que debia estar siempre concentrado, para evitar intru-
siones peligrosas; á que la instruccion pública estuviera vi-
gilada, inspeccionada é influida por la pri.mera autoridad,
que, para evitar que se convirtiese en perjudicial y dañosa,
debia contener la tendencia que se habia manifestado, y que
animaban algunos hombres de patriotismo dudoso, así en la
Universidad como en los colegios particulares; y á no dejar
de tener, en fin, muy presente, que en la isla no todos eran
buenos españoles, puesto que entre los hijos del país habia
algunos que eran capaces de todo sacrificio por la emancipa-
cion, de quienes debia librarse, con gran astucia, la auto-
ridad, en la conviccion de que pondrian en accion hasta los




CAPÍTuLO X 533


mas inverosímiles medios para envolverla y ganar terreno en
el camino de sus propósitos (1).


De gran provecho debian ser para el jóven general las pre-
venciones de su sabio antecesor, como más adelante indicare-
mos y después de decir en qué circunstancias se acordó y
cuál fué el motivo del nombramiento de D. Léopoldo O'D0n-
nen, para el cargo de capitan general de Cuba, y cuáles sus
primeros actos en tan espinoso mando.


Derrotada enjulio de 18431a Regencia del reino y cambia-
da por completo la faz política por el unánime pronuncia-
miento de la opinion, regresaron á la Península los emigra-
pos por los sucesos de 1841, Y entre ellos D. Leopoldo O'Don-
nell, que obtuvo del gobierno provisional, en premio á los ser-
vicios prestados al partido, el mando de Cuba; y antes de
declararse por las Córtes la mayoría de la reina doña Isabel,
que se verificó en 10 de noviembre de aquel mismo año de
1843, aunque enterado yade la futura política de sus amigos,
y despues de recibir las necesarias prevenciones del gobierno,
se embarcó el general O'Donnell en la fragata española que
hemos nombrado, llegando al puerto de la Habana ;el19 de
dicho mes de noviembre.


Recibidos á bordo los cumplimientos de costumbre y las
obligadas visitas de autoridades y personas notables de la
capital, s~ acordó y verificóse su desembarco público y cere-
monioso á las nueve de la mañana del siguiente día 20; ypre-
cedidas todas las formalidades y requisitos prescritos por las
leyes de Indias, tomó posesion en el mismo dia de los cargos
de gobernador superior, presidente de las Audiencias de la
isla y demas anexos que el gobierno provisional le habia con-
ferido, en nombre de doña Isabel n, prestando luego los jura-
mentos debidos en el real Acuerdo y en el ayuntamiento de la
capital.


Los altos funcionarios que encontró O'Donnell allí, par¡L
auxiliarle con su consejo, fueron el superintendente de Ha-
cienda de Cuba D. Clandio Martinez de Pinillos, conde de Vi-
llanueva; el juez y asesor general del real patrimonio de la




534 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


isla, señor marqués de O'Gában; el Rmo. Sr. Fr. Ramon
FranciscoCasaus, arzobispo de Guatemala, administrador en-
Mnces del obispado de la Habana, en el cual le reemplazó en
1846 el memorable por sus virtudes Sr. D. Francisco Fleix y
Solans; yel regente de la Audiencia pretorial D. Juan Ra-
mon Llorente en un principio y otros despues durante su
mando; quienes, con las demás autoridades y empleados, com-
partieron con el general los desvelos indispensables para con-
servar en su tiempo la isla, en la tranquilidad por tantos me-
dios y tan distintas formas combatida.


Grandes fueron los sacrificios que el honrado y previsor
general Valdés tuvo que hacer para conservar la union en la
rica Antilla española, pero no menores se le presentaban á don
Leopoldo O'Donnell, que con madura prudencia á pesar de
no estar en· la verdadera edad de la experiencia, profundizó
la gravedad de las circunstancias, que no le intimidaron cier-
tamente ni hicieron vacilar su reconocido frio valor, y con
tacto exquisito, empezó á sondear los peligros y á destruir
con hábiles medidas las mallas de la red, con que tenian
aprisionada la voluntad de muchos incautos los constantes
emisarios que, para la destruccion de la isla, alentaban los
enemigos de España de dentro y de fuera. Sin desdeñar la
batalla, provocándola más bien, se presentó en frente de ellos,
demostrándoles que le eran sus planes conocidos y ofrecién-
doles, con una mano la ley protectora de los hombres honrados,
é indicándoles con la otra la justicia dispuesta á barrer de la
sociedad los trastornadores del sosiego público.


Severo y justiciero en sus actos, celoso del principio de
autoridad y de las facultades atribuidas á su importante car-
go, ni de su posicion abusó el general O'Donnell, ni de ella
hizo nunca alarde inmotivado; y fijo siempre, sin desviarse
un punto del camino de su deber, dirigió constantemente
sus pasos al mejor cumplimiento de la alta y patriótica misioll
que España le tenia confiada, cual era la salvacion de Cuba
de los numerosos J heterogéneos enemigos que la hostili-
zaban.




CAPÍTULO X 535


De su juicio de residencia así consta (2), en el cual decia el
juez comisionado, «que no sólo no resultaba cargo alguno que
»hacer al general O 'Donnel1 , contra quien tampoco se habia
.:t>producido ninguna demanda pública, sino que por el contra-
»rio todos los atestados le presentaban como un gobernador
»próvido en sus acciones, severo en sus principios, desintere-
»sado, atinado en su mando, leal y promovedor del bien de
»la isla unida á su metrópoli; á quien no solo debia absolver-
»le de toda culpa y cargo, como se le absolvia en el juicio,
»sino declararle además, como se le declaraba, buen servidor
»de S. M., á cuya real confianza habia correspondido, ha-
»ciéndose acreedor á su real consideracion y á la del supre-
»mo gobierno.» Este exacto y acertadísimo juicio del juez,
confirmado lo veremos luego en los hechos que caracteriza-
ron su gobernacion, en el espíritu de cuantas disposiciones
emanaron de su autoridad y en todos los actos, en fin, así re-
lativos á la vidriosa cuestion negrera como á las de morali-
dad, órden y mejoras públicas, en que tuvo que intervenir.
Hasta sus mismos implacables adversarios lo reconocieron y
públicamente con honrada lealtad lo confesaron, y el silencio
de los demás es prueba inequívoca de la falta de lunares cen-
surables en la acertada administracion en Cuba del jóven ca-
pitan general.


Así que se posesionó del mando, fué el órden público elob-
jeto que llamó su atencion preferente, por estarlo amenazan-
do de contínuo los impresos subversivos que clandestinamen-
te hacian penetrar en Cuba, los diseminados restos del ex-
tinguido Olub de habaneros disidentes, que aún continuaban
en Madrid, y los emigrados cubanos en el Norte de América y
en otras repúblicas del próximo continente, quienes no deja-
ban momento de reposo en los apocados ánimos de las pacíficas
personas que, con sensato juicio, reconocían en la tranquilidad
el primer elemento de la vida de los pueblos.


Aquellos osados é incansables, instigadores bien pronto, in-
tentaron adquirir pruebas de las dotes del jóven general, por
lo mucho que les interesaba conocer la presion que podian




536 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


esperar sus comprimidos elementos de desórden, y la fuerza
que necesitaban para producir en momentos dados una ex-
plosion que estallase con la fuerza suficiente para anular la
del gobierno, y obtener en un motin el pasajero triunfo que
inaugurase la definitiva lucha y la absoluta independencia
de España á que aspiraban. Creyeron hora oportuna aquella
en que el pueblo de la Habana, reunido para rendir culto á
alguna de sus más preciadas costumbres, se dedicase á la di-
version; y, preparado el plan, aguardaron el momento.


La vigilancia encomendada por O' Donnell á los delegados
de su autoridad, logró descubrir algo de lo que en las tene-
brosidades de la conspiracion se fraguaba. A principios de
enero de 1844, un sargento de morenos de Matanzas confió
al gobernador, aunque imperfectamente, un proyecto en que
se trataba de emancipar la esclavitud de la isla, y en conse-
cuencia se tomaron eficaces medidas, hiciéronse averiguacio-
nes, y no encontrando ramificacion ni puntos enlazados que
pudieran conducir al descubrimiento del móvil primero, se
creyó que eran exageraciones del denunciador, y los compro-
metidos, al ver á la autoridad avisada, susp3ndieron Ó practi-
caron con mayor reserva sus trabajos.


A este tiempo se recibieron en la Habana noticias oficiales
de la declaracion de mayor edad y pI'oclamacion de la reina
doña Isabel n, y acordada para el 7 de febrero la jura de fide-
lidad y obediencia á S. M. en la isla, tuvo efecto el acto con
las formalidades debidas y gran solemnidad, prestando jura-
mento las autoridades y funcionarios, las tropas de la guar-
nicion y todas las clases en medio del mayor júbilo. En cele-
bracion de tan memorable suceso, verificáronse el mismo dia
7 y los siguientes 8 y 9, fiestas reales, y ni en ellas, ni en
los simulacros que las tropas del ejército y la marina ejecu-
taron, ni en las reuniones públicas, ni en las de sociedades
particulares, no hubo que lamentarse la menor desgracia, ni
ocurrió el más simple incidente que turbara el órden.


Este reinaba en la apariencia en toda la isla, prometiéndo-
se la primera autoridad y lisonjeándose de que continuaria,




CAPÍTULO X 537


porque así 10 hacian esperar las provideneias que habia adop-
tado, con las que confiaba suce::;ivamente descubrir las ramifi-
caciones que aparecian extensas de la rebelion esclava, inten-
tada en cási la totalidad de las fincas situa1as en los vastos y
ricos distritos de Matanzas, Macurijes y Alacranes, impe-
dir y hacer por siempre improbable su repeticion, y evitar so-
bre todo que se fraguasen impunemente conspiraciones tan en
general, de tan hondas raices y conducidas con tal reserva que
no se pudiera tener de ellas conocimiento exacto ni castigarse
á sus autores y principales conmovedores, que aparecian ser,
aunque sin pruebas todavía, algunos blancos y varios mula-
tos y negros libres.


Hechos algunos presos en Matanzas por la denuncia del
sargento Erice, y encontrando ciertas complicidades en el
suceso proyectado, se empezaron y siguieron los procedi-
mientos judiciales sobre tan grave asunto, en los que, io que
más importaba era llegar á inquirir el foco de la conspira-
cion, que á juicio del general O'Donnell no estaba descubier-
to todavía, siendo por lo mismo muy necesario vigilar de
cerca á los enemigos de todas clases, propios y extraños, que
con diferentes miras tendian al fin de producir un grave con-
flicto en el país, como preliminar de su breve pérdida to-
tal (3).


Las indagaciones judiciales para conocer la magnitud de
la trama extendida sobre las negradas, continuaron con acti-
vidad, y los propietarios, como los demás habitantes que vi-
vian en las poblaciones desde que hubo amagJs de sedicion,
fiados en la vigilancia de las autoridades, volvieron á las fin-
cas sin recelo, así que vieron por experiencia que á pesar de
ser considerable el número de puntos donde se suponia exis-
tente la conspiracion, en ninguno habia estallado, ni ocur-
rido siquiera un sólo incendio de aquellos de que se servian
para anunciarse los negros alzados. Pero si las gentes de co-
or, temerosas al castigo, no respondieron en seguida á lo que
sus instigadores se prometian, el espíritu de insurreccion, ex-
citado constantemente por emisarios de los enemigos de Es-




538 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


paña, se manifestó, sin embargo, en los blancos, ménos pru-
dentes que las clases de color, al verificarse unos bailes de
Carnaval, que era la reunion esperada de que hemos habla-
do ántes.


Con motivo de las fiestas reales celebradas en la proclama-
cion de doña Isabel n, se hicieron varios gastos que debia
costear el ayuntamiento de la Habana, y no encontrándose la
corporacion muy desahogada de fondos, en vez de hacer el
pago, convino con D. Francisco Martí, ó Pancho Martí, em-
presario del teatro de Tacon, en que éste los satisfaria con
el producto de los bailes que diera en Carnaval, usando del
privilegio exclusivo que se le habia concedido por real órden
de 23 de abril de 1840, para que durante veinticinco años pu-
diera dar seis funciones en cada uno. Prohibióse al efecto,
en el de 1844, y con el fin de hacer la ganancia segura, que
se celebrasen en los demás cafés y casas públicas inmediatas
al teatro; disponiendo que éstas se cerrasen durante los
bailes de máscaras á la hora ordinaria de las once de la no-
che, segun las vigentes prevenciones dictadas por la autori-
dad, con arreglo al bando de buen gobierno y policía publica-
do por el general Valdés. Como presidente del ayuntamiento,
aprobó O'Donnell éste acuerdo del cabildo municipal, comu-
nicándolo oportunamente al dueño del teatro y á los de los
próximos establecimientos públicos.


Al verificarse el primero de aquellos bailes el dia de Car-
naval, 18 de febrero de 1844, las gentes que se hallaban re-
unidas en el café de D. Juan Escauriza, nombrado hoy del
Louvre, opusieron alguna resistencia á las invitaciones que
para salir del local les hizo! á las once de la noche y repetida-
mente despues, el comisario del barrio, quien en vista de tan
inesperada desobediencia, dió cuenta al regidor D. Félix Ig-
nacio de Arango, que presidia en el inmediato teatro de Ta-
con. Pasó éste al café y dispuso qne una parte de la tropa
que formaba el piquete del teatro reforzara la de salvaguar-
dias del comisario, y que juntas cerrasen á la fuerza las puer ...
tas del establecimiento; pero al ver el público la lentitud con




CAPÍTULO X 539


que se ejecutaba la órden, se mostró ménos obediente, alen-
tando la blandura de los delegados de la autoridad á los que
deseaban continuar en el local, los cuales sin moverse hacian
aparecer más ostensible su resistencia. Avisado de nuevo el
regidor de tal actitud, en vez de exigir que sus órdenes se
cumplieran y que se cerrase inmediatamente el estableci-
miento de Escauriza, usando complacencias peligrosas, man-
dó retirar la tropa, dejando aquel café abierto toda la noche
y omitiendo dar parte de la ocurrencia al capitan general,
como era de su obligacion y cuando sabia que éste no tenia el
carácter tan sufrido que permitiese un solo ejemplo, no de me-
nosprecio, sino de desaire ó desobediencia á la autoridad.


Para evitar el grave daño que de tal ensayo de desacato
pudiera seguirse, en una ciudad tan populosa y tan variada
como la Habana, donde existian muchos elementos de agi-
tacion y demasiados espíritus revoltosos, que comprimidos
por las leyes excepcionales vigentes, estaban prontos á so-
breponerse á ellas al menor descuido de los poderes públicos,
si con mano vigorosa no se les contenia, dispuso el general
O'Donnell, tan pronto como se enteró de lo ocurrido, que sin
perjuicio de formarse la competente sumaria por el teniente
gobernador ó teniente alcalde tercero D. F~rnando O'Reílly
para la aclaracion de los hechos, pasara arrestado al castillo
del Morro en castigo de su falta de energía, el regidor Arango.


Para el martes inmediato, 20 de febrero y último dia de
Carnaval, habiase anunciado otro baile en el mismo teatro
de Tacon, y celoso el capitan general del prestigio de su au-
toridad, encargó encarecidamente á O'Reilly, á quien corres-
pondia presidir el espectáculo, que tuviera especial cuidado
en disponer que Escauriza se cerrase á las once en punto de
la noche. A aquella hora dirigióse dicho teniente de alcalde
á cumplimentar la órden; allanó el local con un alarde
quizás impertinente, y al hacerostentacion, algo impropia por
lo exagerada, de la fuerza pública que iba á vencer la resis-
tencia que opusieran á salir del café las gentes que en él per-
mane cían , mereció de éstas un recibimiento y trato bastante




540 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


desabridos. Obtuvo sin embargo que fuese desocupado; pero
al verificarlo, no sólo se le manifestó el disgusto que la me-
dida producia con palabras mal sonantes salidas de los gru-
pos formados en la acera y en frente del establecimiento, sino
que de uno de ellos se arrojó encima de D. Fernando O'Rei-
lly un vaso de ponche de leche, lo cual excitó la hilaridad
general, é hizo prorumpir á los que lo presenciaron en gri-
tos y silbidos. Irritado el alcalde al verse hecho juguete de
aquellas masas, prendió por tal motivo y con el auxilio de
las otras autoridades de la plaza y de las locales de los bar-
rios inmediato::! que le acompañaban, á cinco individuos de
los que en aquel momento permanecian más inmediatos á su
persona, figurando entre ellos un extranjero.


Esto pro:iujo como era natural algun alboroto que llegó
inmediatamente á noticia del general O'Donnell, quien dis-
gustado por la repeticion del escándalo, se presentó á caballo
en el sitio de la ocurrencia, y viendo que, aunque ya sin es-
trépito ni vociferaciones, continuaban los corrillos inmediatos
al café, mandó despejar desde luego aquellas cercanías, en
cuyo acto, los caballos de su escolta derribaron al suelo la.s
mesas con refrescos y ponche situadas en frente del lugar del
baile; y dispuso tambien que se pusieran desde luego los cin-
co presos á disposicion de la comision militar de la plaza,
para que los juzgase. O'Donncll, que no habia podido precisar
aún la importancia de las conspiraciones que perseguia, no
quiso dejar impune aquel hecho sencillo en la apariencia, pero
que á su juicio pudiera muy bien relacionarse con otras tra-
mas é insidiosos proyectos, y se propuso castigarlo con du-
reza, porque, si tales actos de desobediencia, que eran allí
siempre criminales, no se corregian con mano fuerte, llega-
rian á ser de la mayor gravedad y de funestos resultados;
mayormente en aquellas circunstancias en qne, descubiertas
las primeras huellas de la conspiracion, dirigida á sublevar
las negradas de considerable número de fincas, podia supo-
nerse que para alentarla promovieran sus instigadores el
alboroto de Escauriza, esperando sin duda mejor éxito. Calcu-




CAPÍTULO X 541


laba O'Donnell, que al ver los trastornadores frustrados sus pla-
nes, se detendrian por el pronto, aunque más tarde no perdo-
naran medio ni forma, ni ninguna clase de excitaciones de las
que concurriesen al fin que se proponían, que era su sistema
predilecto para causar inquietudes en el país y menoscabar
el crédito de su importante comercio, arrastrándolo á la rui-
na; y necesitando como autoridad, adelantarse á las maqui-
naciones enemigas y ganar tiempo para adquirir mayor fuerza
moral de la que tenia, creyó de mejor efecto político ame-
drentar á las conspiradores con el rigor, mientras se apode-
raba de sus secretos.


Con el propósito de ridiculizar al jóven capitan general, por
el hecho del café de Escauriza, se calificó el alboroto por los
disidentes con el nombre de batalla de Puncha leche ó ponche
de leche; de cuyo suceso hemos presentado tan minuciosa des-
cripcion, para que más no se pretenda manchar con el ridícu-
lo y con calumnias el recuerdo de una de nuestras glorias
nacionales, diciendo toda la verdad y los motivos que le impelie-
ron á no permitir conmociones populares, donde tan triste me-
moria habían dejado en las pocas ocasiones en que fueron con-
sentidas. ¡,Qué hubiera hecho otro cualquier gobernante en
las condiciones de O' Donnell, en frente de una conspiracion
blanca independiente y en los momentos en que se estaba mi-
diendo la magnitud de otra negrera dirigida á la extincion
de nuestra raza?


No resultando cargos graves contra los cinco detenidos en
la noche del martes de Carnaval, que aparecieron ser jóve-
nes de regular conducta, de no sospechosos antecedentes ni
dañosa intencion, é insignificantes en el órden político, y
siendo su única falta la de haber acrecido los grupos y au-
mentado con sus silbidos y ademanes, el aspecto de resisten-
cia que opusieron las masas al teniente de alcalde, usando el
general O'Donnell de la mayor benignidad, dispu,so que se
les dejara libres; pero movido á indagar con todo interés los
agentes de aquella asonada, pudo pronto encontrar algunos,
que resultando por sus antecedentes políticos, y por su inmoral




542 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


y relajada conducta, merecedores de castigo, fueron aprisio-
nados en los fuertes de la plaza y embarcados para la Penín-
sula unos dias despues (el 29 de febrero) á bordo de la fraga-
ta española Oá'l'men, que se dirigia al puerto de Santan-
der (4). De 10::1 siete deportados, cuatro lo fueron en virtud de
las facultades propias del capitan general, quien rogaba al
gobierno que se les vigilara y no permitiese que regresaran
jamás á aquellos dominios de España en América, porque asi
convenia á la tranquilidad y era necesario para mantener en
la obediencia á los ilusos que quisieran imitarles; añadiendo
que, para la seguridad de la isla, debia tenerse siempre pre-
sente que allí se acogian hombres procedentes de todos los
pueblos de Europa, amaestrados en las revoluciones y mu-
chos de ellos hasta en los crimenes, cuyos emigrantes, si al
desembarcar llevaban el objeto de adquirir un asiÍo y ser ol-
vidados de los gobiernos ó de las justicias que los perseguian,
evitaban las reprensiones por el pronto, pero no satisfechos
luego con el refugio, el amparo y la hospitalidad que se les
brindaba sin preguntarles de dónde venian, porque su espí-
ritu y sus hábitos les alejaban de la quietud en todo punto,
se hallaban dispuestos á mezclarse en todas las intrigas y
en todas las conmociones. Por eso el contenerles era una
necesidad, y la indulgencia y la tolerancia con ellos una fal-
ta, que algun dia podia pagarse con la pérdida de la grande
Antilla, cuyo próspero estado excitaba celos y promovia las
maquinaciones, que estaban siempre dispuestos á secundar 105
caractéres inquietos y turbulentos cual los de los deporta-
dos (5).


Entre éstos los nombrados Consuegra, Forrea y Charnm,
aparecieron á poco envueltos en la causa de conspiracion de
los negros, y siendo su acusacion directa y gravísima, pues-
to que nada ménos se les atribuia que atentar contra la inte-
gridad nacional, que era el interés y pensamiento dominanu
en los conspiradores, fueron reclamados por el fiscal de la
causa, cuyo acto probó doblemente lo dañosa que era la libre
permanencia de tales sujetos en la isla. El gobierno, que ha-




CA.PÍTULO X 543


bia recibido del capiUm general, con los informes de los de-
portados, voluminosos expedientes que confirmaban su com-
plicidad en los movimientos que se intentaron durante el
mando de Tacon, los relegó á Valladolid, desde donde solici-
taron pasar á Madrid y Andalucía; pero atendiendo á las re-
clamaciones de las comisiones militares de Cuba, ordenó su
reembarco para la grande Antilla á fines de junio de 1844.


A todo esto se redujo el rigor del general O'Donnell, y no
fué otro el motivo de las acusaciones de sus émulos, síno la
deportacion de siete sujetos que, segun las notas de la poli-
cía, eran de mala conducta, viciosos ó inmorales, jugadores
ó díscolos y conspiradores, ó que reunían todas estas malas
cualidades á la vez; ni otra fué la base en que se fundaron
los acusadores de O'Donnell. ¿Hubieran hecho otro tanto co-
nociendo á los que defendían'? Dudamos que ninguna persona
digna se prestara á ser instrumento y á comprometer su
buen nombre, haciéndose cómplice de criminales de tal es-
pecie.


ll.


El general O'Donnell, que habia estudi~do perfectamente
todos los incidentes de la cuestion Tllfnbull, referida en otras
páginas, y que si no sabia de cierto, sospechaba al ménos
que los agentes de éste seguian la propaganda perturbadora,
encomendó cada vez mayor vigilancia en los distritos que el
ex-cónsul habia preferido como campo de accion, por ser los
más ricos en fincas azucareras, y por consiguiente los que




544 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


más numerosas negradas contenian. Consecuencia de las in-
vestigaciones practicadas, fué la detencion de personas cono-
cidamente desafectas al dominio español, entre las que se en-
contró complicado, hasta el administrador de correos de Ma-
tanzas, D. Félix Manuel Tanco, quien, segun las averigua-
ciones del sumario, profesaba ideas políticas nada favorables
al órden y sosiego de la isla, y habia convertido su casa en
centro de los que opinaban contra la continuacion de Cuba
española (6). Por tal motivo fué el desleal funcionario desti-
tuido de su destino, y estrechado para que declarase; pero ni
de él se consiguieron noticias concretas, ni de los otros pre-
sos datos suficientes, que indujeran á inquirir los verdaderos
motivos del desasosiego é intranquilidad, que tenían los áni-
mos agitados y preocupada la general opinion.


Sabia el general O'Donnell por los confidentes, que algun
importante asunto preocupaba á las gentes de color, porque,
con el carácter especial que imprime el negro á los asuntos
reservados, se les veia comunicarse frecuentes noticias y ha-
blarse misteriosamente aloido, pronunciando alguna amena-
zadora frase sin aplicacion determinada; se les sentia enca-
minar sus intentos á alguna parte desconocida; y no sospe-
chando ni sabiendo á cuál, ni por qué móviles, ni con qué
fin, tenia n á la autoridad perpleja, á los propietarios temero-
sos de algo desconocido, pero muy grave, y á toda la raza
blanca inquieta, aunque disponiéndose y preparada á recibir
la mala nueva. Todo se aparecia como en las vísperas de una
gran batalla, ó cual en los primeros momentos de estallar
una revolucion, cuyos medios y propósitos se ignoran.


Para conjurar el ignorado peligro, y para contentar en to-
do caso á la esclavitud, si su desasosiego se fundaba en la
falta de cumplimiento de las leyes, ó en el abuso de los pa-
tronos respecto de sus siervos, dictó O'Donnell, en 31 de
m&.rzo de 1844, unas sábias instrucciones reglamentando la
conducta que debian observar los dueiíos de fincas rurales,
los administradores, mayordomos y mayorales, respecto de
sus dependientes de todas clases (7); pero cási al mismo tiem-




CAPÍTULO X 545


po que ponia el general su firma en tan protectora y benefica
providencia, y á fine.') del mismo mes, en la ciudad de Ma-
tanzas, (mna negra esclava, que profesaba singular cariño á.
»su ama, la confió que los negros trataban en secreto de re-
»unirse para asesinar á todos los blancos de la isla, y que ya
»estaba designado quién había de matar á quién. La dueña
»de la negra lo comunicó á su esposo; sobresaltado éste, co-
»mo no podia ménos de suceder, quiso convencerse de la ver-
»dad de aquel atentado, y como la misma negra le propor-
»cionara aquella noche un escondite en la habitacion donde
»los hombres de color fraguaban su conspiracion, se enteró
»por sí mismo de aquel vasto y sanguinario intento. Salido
»de su escondite, se avistó el patrono de la negra con otros
»de los que, como él, estaban sentenciados á la muerte, y si-
»gilosamente fueron en comision á poner en conocimiento del
»capitan general aquellos proyectos peligrosísimos» (8).


Teniendo un punto en que apoyarse, pudieron ya los dele-
gados del gobierno hacer desde aquel momento más eficaces
sus investigaciones, y llegar al completo descubrimiento de
la causa de aquellos rumores, que hacia tiempo aumentaban
cada dia el malestar y la intranquilidad de los ánimos. Los
negros reunidos la noche en que el plan iba á decidirse y
muchos otros que fueron presos, dieron pronto á conocer cuá-
les eran el orígen y las tendencias de la conjuracion.


Del proceso entónces instruido resultó, fuera de duda, que
el ex-cónsul citado, Mr. David Turnbull, abusando de la
confianza, como delegado oficial de una nacion amiga, como
España lo era de Inglaterra, fué, si no el que concibió la
idea de la destruccion de la isla, á lo menos el primer móvil,
y foco su casa, de donde partió la conspiracion negrera, cu-
yo plan puso en ejecucion, y fué patentizado en las declara-
ciones varias de los comprendidos en el proceso. Tnrnbull
calculó con demasiado fundamento, que para la ruina de Cu-
ba y el exterminio de los españoles, era el medio más seguro
y fácil servirse y aprovechar las aspiraciones de la poblacion
de color, y al efecto, la halagó ofreciéndole la libertad; la se-




546 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


dujo con un porvenir risueño y con ofertas de empleos que la
hicieran figurar de un modo brillante en la sociedad, parti-
cularmente á la raza de pardos, que era en la que tenia sus
principales agentes; y cuando pudo inspirar una verdadera
conviccion en algunos de éstos, les encargó que, como ~mi- '
sarios suyos, se diseminaran por varios puntos de la isla,
preparasen los ánimos de las negradas á un rompimiento,
asegurándoles á los negros, á fin de decidirles, que su eman-
cipacion seria protegida por el gobierno inglés, que acababa
de decretarla en sus Antillas.


El emisario' designado para ir á la ciudad de Matanzas
fup, el pardo Luis Guigot, mulato de cierta inteligencia, quien
en casa de Jorge Lopez hizo presente su mision á cinco más,
entre ellos á Gabriel de la Concepcion Valdés (a) Plácido el
poeta, á los cuales les impuso del plan en dos sesiones, y ad-
heridos á las ideas del ex-cónsul TurnbuIl, se comprometie-
ron á extender la semilla de la rebelíon haciendo prosélitos.
Plácido, sin embargo, no debió de adquirir el principal com-
promiso en la casa de Jorge Lopez, pues segun consta del
soneto que compuso al efecto con el título de.El Juramento, y
que inserto está en sus obras (9), cerró el cumplimiento de su
formal palabra en un lugar escondido próximo á Matanzas,
situado á la salida del valle de Yumurí; lo cual es más de
creer, conocidas las fantasías del poeta y la tendencia de la
gente de color á preferir en toda ocasion las soledades del
campo á las reducidas habitaciones de sus viviendas, donde
siempre temen ver sus actos sérios escarnecidos ó ridiculiza-
dos por los blancos inteligentes. Pero fuera cual fuese el pun-
to donde se comprometiera, Plácido, que segun sus poesías,
ni conocia otra cosa que la estrechez, ni estuvo nunca muy
sobrado d~ recursos, y fueren los que fuesen los medios que
se usaran para atraerle á la conspiracion, que no estarían
ciertamente muy léjos de las ofertas metálicas y de las pro-
mesas de relumbron, es lo evidente que se prestó á ser el jefe
de la propaganda en Matanzas y que emprendió sus trabajos
acompañado de algunos otros iniciados en el secreto, mien-




CAPíTULO x: 547


tras Santiago Pimienta se dirigia á la comarca de la Ber-
meja, y Pedro de la Torre á la de Cienfuegos, á mover los
ánimos de sus compañeros de raza, determinadamente en
aquellos puntos, aunque todos tenian autorizacion bastante
para hacer prosélHos en todas partes.


Los individuos puestos al frente del movimiento, que per-
tenecían todos á la clase de pardos ó mulatos, constitu-
yeron una junta en la que figuraban además de los indicados,
Andrés Dodge, Tomás Vargas y otros, bs cuales designaron
en aquella reunion presidente á Plácido, tesorero á Pimienta,
á Vargas general, y á Dodge embajador, sin duda por sus
buenas maner.as en el trato y por poseer, además del español,
"los idiomas francés é inglés.


La conspiracion, iniciada como se vé por Turnbull, no fué
tan de prisa como debia esperarse, consistiendo la demora en
que los negros, jamás bien avenidos con los mulatos, forma-
·ron partido separado, apareciendo por consecuencia cási des-
de un principio dos dentro de la conjuracion; el de los pardos
que querían arrancar por medio del movimiento algunas con-
cesiones, que mejorasen la condicion social que disfrutaban log
libertos de su especie, cuya idea partiría sin duda de Plácido,
que como inteligente y peleta no peldia resignarse á una c::m-
sideracion muy inferior á la de ciertos blancos negados é ig-
norantes, yel partido de los morenos ó negros libres, quie-
nes calcularon nel traerles cuenta ni ventajas la conspiracion
en los t~rrninos que se indicaba, porque no veÍ':m en ella nada
que mejorase su pc>sicíon, ni otra cosa que servir de instru-
mentos en favor de las clases de pardos y de negros esclavos.


Enterado Turnbull de estas disidencias, queestn.llareln Cuan-
do todavía era c6nsul, envi6 pelr emisarios á M3tanzas para
p~rsuadir á Plácido de la necesidad de conciliar ambos partidos
y vencer las dificultades qu~ ofrecía la fusíon, á Miguel Flo-
r,3Z bajo el supuesto nombre de Juan RCldriguez, quien en
efecto consigui6 que sus pl'opClsicion~s se adoptaran y que se
resolviese un proyecto de insurraccíon furib\lllda, da sa:Jgre J
ex:terminio contra los blancos; cuyo plan a loptana nl fin


¡f;;;:O;;;;';;;~
,,- ' .• -:;.,\


.,.' v-"
oc, n
~


.)




548 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


todos, así Los pardos que formaban el partido moderado, sin
duda meditando que ellos por sí no podian ccmtrarestar al
furioso y exaltado bando de los negros, y estos que, dispo-
niendo de fuerzas superiores, esperaban conquistar en la con-
fusion de la anarquía el primer dominio. Desde aquel mo-
mento marcharon unidas las dos razas para llevar adelante su
proyecto inícuo, y ensanchóse el circulo de la junta, creando
otras secundarias, de la clase de morenos ó negros, depen-
dientes de la principal presidida por Plácido, á las cuales so-
lian ooncurrir algunos pardos; pero en todas ellas, tanto á los
negros como á los mulatos, se les exigia el mismo juramento
de exterminar á los blancos, de guardar el m.ayor sigilo, y
un absoluto silencio ante las autoridades en el caso de ser
sorprendidos, bajo la pena de morir asesinado todo delator 6 el
que lo contrario hiciera. Se extendió igualmente este ana-
tema, á cuantos individuos de color se negasen á entrar en el
proyecto de la general extincion de la raza blanca, que era ¡í
su juicio el único m3dio dce vivir libres y de ser dueños de
la isla, que esperaban conservar para sí con la ayuda y pro-
teccion de las tropas extranjeras que , segun las promesas
de Turnbun, debian introducirse por distintos puntos delli-
tora"!, tan pronto como hubiera comenzado la revoluciono


Esta debia emp:~zar en Matanzas cuando estuvieran próxi-
mas á la ciudad las negradas de los campos vecinos, que se
citarian préviamente, anunciándose el momanto con el incen-
dio de la gran casa de madera del licenciado D. Antonio Ma-
ría Lazcano, situada en la calle del Rio. Aquellas negradas
podrian levantarse á una hora dada, con el sistema de tras-
mision de noticias de unas á otras fincas que la junta central
estableció, encargando el servicio de correos á los contrama-
yorales, quienes iban de la ciudad á las juntas pequeñas de
los pueblos y comunicaban diaria é individualmente las ór-
denes, pues Plácido tenia terminantemente prohibido que se
reuniesen en gran número para no llamar la atencion. Con
estas y otras precauciones demostraron los conspiradores que
obedecia su plan á una meditacion profunda, y que hubieran




CAPÍTULO X 549


sin duda llevado á cabo sus intentos a no o(}urrÍr la oportuna
denuncia de la negra esclava.


No fué sólo este medio el que sirvió al gobierno para ave-
riguar cuanto acabamos de referir, sino la declaracion que
prestó en seguida aquel sargento d-e morenos José Erice, que
en otra página hemos citaeLo, el caal se saicidó en 14 de
marzo, despues de declararlo todo, temiendo 'que 'Sus co-
reO'S le asesinasen; y ya deSOllbierto el plan, seguidamente se
confirmaron con otras denunoias las ,declaraciones recibi~,
demostrando todas con perfecta uniformidad, que la conspira-
cion estaba extendida p:)r la mayoría de las negradas de la
isla, y todas aconsejando la urgencia ,en .adoptar prontas y
enérgicas medidas, para e:x:tirpar de raiz aquella funesta ca-
lamidad.


Comprendiéndolo así el consejo de guerra, depuró rápida-
mentt' cuantos medios de investigacion pudo adquirir, yen
15 de junio de 181.'1" condenó á ser fusilados por la espalda á
Luis Glligot, emisario de TumbuH y primer instigador, á
Gabriel de la Concepcion Valdés ( a) Plácido, como presidente
de la junta central, p~ineipal propagandista y uno ,de los pri-
meros agentes en la conspiraeion, á Jorge Lopez, Pimienta,
Dodge, Bernoqui, Román, Torre, Quiñones y otros; senten-
ciándose muchos.á diez y cuatro años de presidio, algunos
libertos á relegacion de la isla, y bastantes esclavos á la pena
de eincuenta azotes a punta defoete. La sentencia aprobada
el dia 22 se ejecutó en once individuos el las seis de la maña.-
na del 28.


Citóse entónces, como inspiracion sublime, la poesía que
desde la capilla al lugar del suplicio iba recitando el poeta
Plácido, en la cual, con esa veleidad ing~nita en la mayoria
de los «leves, fugitivos y santos OOr3s, á quien Platon lla.mó
»poetasj) (10), desfigurando quizás la verdad, decia en el
A dios á mi Lira:


Adios mi Lira; á Di<i>sencomendada
Queda de hoy más; adios, yo te bendigo;
Por tí ser~na el ánima inspirada




550 LA.S INSURRECCIONES EN CUBA.


Desprecia la crueldad de hado enemigo;
Los hombres te verán hoy consagrada,
Dios y mi último «adios» quedan contigo,
Que entre Dios y la tumba no se miente,
Adios¡ voy á morir ..... ¡Soy inocente!


Muestras indudables de tranquilidad de espiritu daba Plá-
cido, y ánimo entero necesitó sin duda, para la construccion
de tan artificiosa octava; pero si habia de confesar en tales
momentos su inocencia, ¿por qué en el soneto El Juramento
declaró su propósito de


Ser enemigo eterno del tirano,
Manchar, si me es posible, mis vestidos
Con su execrable sangre, etc ... ,


y luego se conformaba con
..... Morir á las manos de un verdugo
Si es necesario, por romper el yugo?


Ciertamente que Plácido, era muy parecido ála generalidad
de alluellos séres, descritos por Platon, y será de lamentar siem-
pre que en semejantes circunstancias y cuando de tal manera
poetizaba el Mio de raza, un buen consejo 6 una mano amiga
no le hubieran desviado de la peligrosa senda en que, quizás la
necesidad y las vanas aspiraciones, le dirigieran más que su
propiainc1inacion. Pero la ley tuvo que cumplirse, y Plácido,
que si hubiera aparecido con ménos representacion en aquellos
compromisos de sangre y exterminio, habria tal vez merecido
gracia, figurando corno cabeza principal, en una comarca tan
importante como la de Matanzas, no podia obtenerla de la
autoridad del general O'Donnell, sin que éste demostrase
ciertas debilidades y complacencias ante la opinion, muy peli-
grosas en los momentos en que la salvacion de Cuba depen-
dia de la severidad de la justicia, que en toda ocasion debe
prescindir de consideraciones cuando encuentra un delin-
cuente contra la patria.


No terminaron por desgracia en Matanzas, con las de Plá-
cido y sus compañeros, las ejecuciones de gentes de color, pues
en el distrito de Alacránes, como acusados de exterminadore,,;




CAPÍTULO X 551


de la raza blanca é incendiarios de fincas, fueron fusilados
tambien por la espalda un mulato y cuatro negros libres, y
cuatro negros esclavos; en lajurisdiccion de Cimarrones cua-
tro más y vários en otros puntos, siendo en número bastante
considerable los que se destinaron á presidio y sufrieron penas
corporales.


Fué el escarmiento duro pero necesario, y tan eficaz, que re-
cordándolo los negros han permanecido hasta hoy sometidos
al dominio de España, sin que las instigaciones de los rebel-
des de Yara, actuales insurrectos, hayan bastado para des-
viarles de la senda del deber.


111.


Durante el rigor desplegado por las autoridades y algun
tiempo despues, no hubo indicios de nuevas conspiraciones
para turbar la tranquilidad de la isla, sin embargo de que,
en las escondidas regiones del secreto, se preparaban para el
porvenir tristes acontecimientos.


Viendo que ~l arma del proletariado, ó sean las razas de
color, no podian ya utilizarla los revolucionarios en su pro-
vecho, se propusieron obtener los mismos fines por medio de
la colonizacion blanca, y promovieron la idea presentando el
plan bajo las bases más filantrópicas (ll) y de un modo dies-
tramente combinado para lograr atraerse algunos colonos.
Consiguiéronloen verdad; pero los que llegaron á los campos
de Cuba, no pudiendo resistir en los ardores de aquel clima




552 LAS INSURRHCCIONES EN CUBA.


un trabajo duro, retil1áronse á pooo á ocuparse en las- pobla-
ciones en trabajos distintos- de los que se comprometieron á
hacer, desengañando á los proyedtistas que sólo esperaban la
adimatacion de los contratados para hacerlos instrumentos
de sus miras políticas.


Una de las personas que más se desvelaron por ent6nces en
la realizacion de aquellos planes, fué D. Domingo Goicouría,
hacendado y del comercio de la Habana, quien al solicitar
que se le autorizara para introduch" colonos en Cuba, pedia
entre otras cosas que se re nombrase miembro nato de la co-
mision permanente de poblacion blanca, que se le permitiera
la importacion de extranjeros y se le concediesen, como fun-
dador de colonia, las facultades jurisdiccionales señaladas en
las leyes de Indias (12). Pero no pudiendo los proyectistas di-
sidentes llevar á cabo SUil propósitos, claramente conocidos por
la peticion de Goicouría, cuyas personales disidencias sepa-
ratistas nadie ignoraba, lo mismo éste que sus correligiona-
rios á quienes fueron adversos todos los medios intentados,
dando forma á sus pensamientos sobre anexion á los Estados-
Unidos, dirigieron á este fin sus trabajos, poniéndose al efecto
en contacto con los agitadores y gente inquieta y bulliciosa
de los Estados del Sur, con los que se relacionaron pronto y
tuvieron algunas reuniones en Nueva Orleans.


Con una perseverante voluntad, que parece rara é impropia
como es comun en los hijos y habitantes de los ardorosos tró-
pwos, formalizaron los inMnsables amigos de novedades su
nuevo proyecto, disponiendo la cteacion de periódicos en espa-
ñol y en inglés, que diesen á conocer la idea y extendieran la
propaganda en los Estados-Unidos y entre aquella gente ri-
ca de la isla, que consideraba más cómodo disfrutar l~ goces
del triunfo en medio de la apacible vida doméstica, que ir á
buscarlo con las armas y las privaciones de la guerra, en el
ca.mpo de la lucha, por lo cual se buscó tambien al héroe
que iniciara el sangriento drama con un movimiento insurrec-
cional, y sufriera las fatigas que ellos no deseaban, quizás
por falta del suficiente ánimo para resistirlas.




CAPÍTULO X 553


Existía á la sazon en Cuba, sin ocuparse directam~nte en
na,da útil desde que con el relevo del general Valdés dejó de
prestax servici0 activo en las comisiones militares, el maris-
eal de campo D. Narciso Lopez (13), hijo de Costa firme,
~uien despues de haber hecho la carrera guerreando en su
país hasta la emancipacioLl de aquellos rein01'l, pasó á España,
donde se distinguió más que como militar como exaltado de-
magogo; con cuyo carácter contribuyó al triunf'Ü del pronun-
ciamiento progresista en 1810 y por tanto, obtuvo en premio
una órden para pasar á Cuba á las órdenes del general Val-
dé.:; en 1841, Subordinado á éste, no se atrevió Lopez ja-
más á faltar á sus deberes, por el respeto que tan reputado
jefe le imponia; pero al ser relevado por el general O'Don-
neH, no contando con nombre, influencia ni simpatías bas-
tantes, cesó Lop~z en la comision militar donde Valdés le ha-
bia empleado, pasando á la situacion de cuartel. Sióndole in-
suficiente el sueldo pasivo para, sostener sus viúos no C:'icasos,
se dedicó aquel mariscal de campo á varias empresas, Esta-
bleció una panadería mecánica que daha pan de ,f¡uagua (voz
del p.1Ís que significa de aalile); tomó á su cuenta la funda-
cion de un ingenio d.e azúcar en el departamento de Cienfue-
gos, y luego la explotacion de minas y otras parecidas indus~
trias, que no s610 no bastaron para alimentar su disipacioQ,
sino que le empeñaron en crecidas cantidades con aquellas
personas que solícitas se apresuraban á hacerle préstamos,
para tenerle sujeto á su voluntad y para valers~ despues de
su nombre y de su espada de general del ejército español, en
favor de los planes all3xionistas que estaban desarrollando.


Cuando Lopez, tocando de cerca su desgracia, vió patente
la imposibilidad de cumplir con sus numerosos acreedores,
hizo bancarota, y se arrojó en los brazos qU) abiertos le
tendieron los agentes de la insurreccion; quicn~s con mayor
halago le facilitaron cuantas sumas necesitó, para que conti-
nuara alimentando sus vicios, hasta que por fin, le decidieron
á que abrazara la carrera de la ingratitud, de la deslealtad,
de la traicion y de toJos los crímenes, comn dice el Sr. Tor-




55 t LAS INSURRECCIONES EN CUBA


rente. Ya en este camino, no le fué posible retroceder; de na-
tural irreflexivo, dió á sus confabulaciones revolucionarias me-
nos reserva que la que le convenia, llamando con sus públicos
é imprudentes alardes la atencion de la primera autoridad de
la isla, que para detener en su origen aquella insensatez co-
municó órdenes para la prision de Lopez. Enterado éste, hu-
yó del distrito de Trinidad donde se encontraba, y aprove-
chándose del conocimiento del país y de la proteccion de sus
amigos políticos, logró sustraerse á la persecucion y embar-
carse para el Sur de los Estados-Unidos, donde arrojando la
careta del disimulo, se presentó como el campeon y libertador
de la isla de Cuba. '


Dominada la cuestion negrera que con preferencia llamó
la atencion de O'Donnell el primer año de su mando, el jó-
ven gobernador de Cuba, á pesar de tener por intendente una
persona de tan acreditada competencia en la Hacienda como
el conde de Villanueva, tuvo que dedicarse á las cuestiones
económicas y áun á las mercantiles, en las que el negocio de·
las harinas iba produciendo verdaderos disgustos entre los
comerciantes castellanos y los de la ísla de Cuba. Estos pre-
tendían, que se rebajaran los derechos de importacion de tan
importante artículo, con el objeto de surtirse alguna vez y
cuando lar,; demandas de la plaza les apurasen, de las harinas
americanas ~nás frescas y proporcionalmente más baratas;
mientras aque1los, sentian desprenderse del monopolio que
disfrutaban y exigían que continuase la proteccion concedida
á las harinas embarcadas en el puerto de Santander, y que
siguiesen en vigor, y sin modificacion alguna, las partidas
del arancel relativas á los productos extranjeros que pudieran
competir con los nacionales. Ciertamente que las harinas de
la Península, llegaban muchas veces á la isla en tal estado de
avería, que más que para el consumo aconsejaba la higiene
pública que se arrojaran al mar, para pasto de los peces; pero.
esto debia importarles muy poco á los comerciantes castella-
nos, cuando por conducto del diputado por ,Palencia D. Agus-
tin Esteban Collantes, en un comunicado que insertó el H~1'al-




CAPÍTULO X 555


do (14) algun tiempo despues, relativo al asunto y con obje-
to sin duda de intimidar al gobierno, ó de decidirlo á que no
accediera á las pretensiones del comercio cubano, se expresaba
en estos términos. «No es una provincia la isla de Cuba, no.
~Es nuestra colonia: es una colonia soberbia por la debilidad
»y condescendencia estúpida de nuestros gobernantes. Es una
»colonia mimada que no se cree una provincia de España,
»sino que se cree un Estado independiente, y como Estado po-
»deroso obra y se conduce, no como colonia nuestra. Esto
»parecerá fuerte, pero esta es la verdad. jVerdad amarga y
»tristísima que ningun gobierno ha querido reconocer! Ver-
~dad que atormenta á nuestros contrarios en esta cuestion,
»que han llegado á convertir los absurdos y las ilegalidades
»en verdades aparentes, á fuerza de oro, de oro producido ex-
>lclusivameute con el sudor y con los afanes de los honradí-
»simos y escuálidos castellanos.


»¿En qué sistema de gobierno ha visto reconocido el de-
»fensor de los cubanos que las provincias del interior de un
»reino, que son las que constituyen su fuerza, sean iguales en
»derechos é inmunidades á las colonias'? ¿Será en Inglater-
»ra'? .... ¿Será en Francia'? .... En ninguna parte del mundo
J)se ha conocido ni se conocerá una colonia como la Habana,
»que es la reina de todas las colonias.


»En la Habana los criollos pueden ordenarse in sacris, lo
»cual produce malos resultados. 'En la Habana hay universi-
»dad y los hijos de aquel suelo pueden llegar hasta el doctorado
»en las ciencias. Tienen colegios de medicina y cirugía, tienen
»un intendente general, títulos de Castilla, grandes de Es-
»paña condecorados con toda clase de distinciones; y este mag-
Amate, este dominador, es hijo de aquel suelo contra toda ley
»y derecho.


»En la Habana no se paga ninguna contribucion directa.
»El gobierno de la metrópoli lo paga todo con la renta de
»aduanas. En la Habana ya no les falta más que acabar de
parruinar á la madre patria, rebajando los derechos de las
.»harinas extranjeras para que se declare en Estado indepen-




556 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


»diente, y para. que nuestra agricultura y nuestro país su-
»cumba y perezca.


»Que se cite un. ejemplo parecido ni en bosquejo de una CQ-
»)lonia que se aseJnej¡e á e:il!l. colonia mÓnstruo. ¿En dónde las
»colonias dominan y tienen subyugados á las reyes'? ¿En dóo-
roe los reinos está.n á. merced de sus oolouias'? Sólo en un país
»del globo: este país es España. Sólo se conoce una colonia,
»esta colonia es la Habana. El país pobre, la colonia rica y
»poderosa. El país recibiendo lecciones y sometido al infll~o
»de la colonia. El hijo azotando al padre.


»Y todavía se pide una proteccion. ¿Y todavía se dice: {(to-
»das las provincias deben ser iguales:» y todavía se quieren
»arrancar más concesiones hasta que sucumbamos de todo
»punto'? No; que es preciso poner un límite á esa influencia
» peligrosa. »


Bastantes verdades decia al apoyar su opinion aquel dipu-
tado comunicante, pero otras muchas en el hecho concreto
de las harinas y rebatiendo el monopolio, salieron á luz en-
Moces en los comunicados que en un suplemento á la Guía
del Oomercio yel Boletín de FomentQsepublicaron, siguien-
do la polémica que les ocupó hasta los primeros meses de
1845.


Motivo de disgusto fueron para Cuba y señaladamente pa-
ra el capitan general, á quien le estaba encomendada la tran-
quilidad de los ánimos, las frases duras y quizá:; alguna cita
inconveniente que en el calor de aquella polémica se lanza-
ron á la publicidad; pero como nuestro caráeter meridional,
ganoso siempre de emociones nuevas, insiste poco en las que
ha disfrutado, pasó pronto aquella pequeña tormenta, y pudo
continuar la primera autoridad de Cuba de05arrollando allí su
gobernacion política ..


Trasladado el campo de la conspiracion anti-española, con
su novísimo aspecto de anexionista, á las poblaciones del lito-
ral de los Estados-Unidos, y áun á la isla de Santo Domingo,
donde despues de la expulsion de Boyer, se dividió la isla otra
vez en dos Estados independientes, el de Haití y el de la an-




CAPÍTULO X 557


tigua parte española, quedó la isla de Cuba con ciertas apa-
riencias de tranquilidad, debida en gran pa.rte á la actitud de
O'Dc)lluell, que habia ya cotaflleguido imponerse á los trastor-
nadores. Sólo un hecho ruidoso y que llamó mucho la aten-
cíon, atribuyéndose en un principo á móviles políticos, por la
visible persona en quien recaia, ocurrió en el mes de mayo
de 1846. Tal fué el asesinato intentado en la persona de don
Joaquin Gomez, uno de los que formaron parte de la camarilla
del general Tacon, hecho ocurrido en la iglesia de San Feli-
pe, siendo su autor un tnédicocatalanllamado Verdaguer (15),
y acerca del cual se averiguó hrego, que procedia de desave-
nencias en una cuestion de intereses; disipándose por consi-
guiente la. alarma que hasta. á la autoridad se la hizo llegar
por las personas más imprasiona.Oles.


Otro acontecimiento más triste, por lo que afectaba á todos
los habitantes y á los intereses generales de Cuba, fué el fu-
rioso temporal ó violento hurnean, que desatándose entre diez
y once de la noche del 10 de octubre de 1846, y aumentando
gradualmente hasta las diez de la mañana del dia 11, hizo
tales estragos en la capital y sus alrededoces, derribando ca-
sas, inundando grandes extensiones de terreno por las lluvias
torrenciales del propio temporal, é invadiendo las "del revuel-
to y embravecido mar hasta muy adentro de las costas, que
generalizó la ruina y la consternacion. Fué una verdadera ca-
lamidad, breve pero terrible, en la que todos tuvieron que
lamentar, no recordando nadie que, cual aquel, se hubiese
conocido ni presenciado otro parecido desequilibrio de los ele-
mentos, ni áun por los más ancianos habitantes de la isla.


El huracan que mantuvo el barómetro entre los 29°8' en
su mayor intensidad y 27'8 pulgadas en la calma aparente,
el higrómetro entre 27 y 64, Y el termómetro centígrado en-
tre 26 y 27'30, acabó por una perfecta calma chicha á las
treinta y seis horas, ó sea á las diez de la mañana del dia 12;
habiendo ocasionado con su furia el dE'rribo de 127 casas de
mampostería y 900 de tabla ó embarrado, el deterioro de 1.467
de mampostería y 2.033 de tabla; 42 muertos y 34 heridos




558 LA.S INSURRECCIONES EN CUBA.


entre la poblacion vieja y extramuros de la Habana, y la
pérdida de muchas embarcaciones en el puerto.


Impávido el general O'Donnell ante aquella calamidad,
como lo habia estado siempre y estuvo en medio de los ma-
yores peligros, instaló inmediatamente una junta para el
socorro de los necesitados, nombrándose depositario de los
fondos que la misma recaudase á aquel D. Joaquin Gomez,
que cinco meses ántes habia estado á punto de ser víctima
del Mio del médico Verdaguer; cuya junta, presidida por el
conde de Fernandina, recaudó en los primeros momentos, sólo
de siete donadores, cuatro mil cien pesos, y cantidades de
gran consideracion despues.


Horror nos causa, á nosotros que hemos presenciado algu-
nos de los más imponentes meteoros tropicales, la descrip-
cion de los sucesos de aq ueUos dias de desolacion, ocurridos
no sólo en la capital, donde, desde el hundimiento de la tor-
re del Angel, hasta los de las más humildes viviendas, tu-
vieron que lamentarse muertes de personas, sino en muchas
poblaciones como Alquízar, Batabanó, Matanzas, El-Cano,
Guanabo, Guatao, Luyanó, Manágua, San Antonio de las
Vegas, Alacránes, Báuta, Jaruco, y otros puntos donde nevó
la ruina y la consternacion el vórtice de la desencadenada
tormenta. Pero aquel país, que bajo la más risueña aparien-
cia oculta inmediatamente los peligros meteóricos, por con-
movedores que sean, volvió tras la calma chicha de los últi-
mos momentos del temporal á su constante, tranquila y apa-
cible existencia, agitándose y jugueteando las brisas entre las
ruinas, como celebrando la ausencia de la tramontana y el
ábrego que dan vida al huracan.




CAPÍTULO X 559


IV.


A fines de 1846 y principios del siguiente año, empezaron
á manifestarse al público las tramas que los conspiradores
de los Estados-Unidos iban urdiendo, no sób en América
y en algunas naciones de Europa, sino en la misma metr6po-
li, donde, como en tiempo del Olub habanero, utilizaban los
periódicos en provecho de sus fines. Con tal frecuencia llega-
ron á insertar los de Madrid artículos relati vos á las colo-
nias, tocando asuntos de la mayor importancia y de gran
gravedad por la siniestra intencion que envolvian, que el ge-
neral O'Donnell tuvo que representar ante el gobierno, por
la trascendencia que para el porvenir tenian tales escritos;
pues como el general decia, aunque al presente nada debia
temer por la tranquilidad de Cuba, la semilla que se sem-
braba por los osados que, con el mayor descaro, movian con
excitaciones los ánimos hácia la independencia, cual se vió
ent6nces en una oda estampada en el número 860 del peri6-
dico El Tiempo, yen artículos de la misma índole que apa-
recian en El Español; aquella semilla, arrojada á un campo
tan preparado para la germinacion de todo lo sedicioso, pro-
duciria con el tiempo desagradables frutos. Para evitarlos en
la isla, habia prohibido el general O' Donnellla entrada de 10i
periódicos de oposicion, que pudieran proclamar ideas subver-
sivas; pero no era ya en los progresistas en donde se adver-
tían las ideas más perjudiciales á la tranquilidad y á la




550 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


union de la grande Antilla, sino en los propios peri6dicos del
ministerio, que producian más efecto y á los que hubo tam-
bien necesidad de sujetar al rigor de la censura de los pro-
motores fiscales. Y no era esto extraño, cuando·en un núme-
ro de El Tiempo, del 10 de febrero de 1847, se excitaban
desconfianzas y. temores acerca del porvenir de las Antillas,
á lo que respondi6 el general O'Donnel1, haciendo patente a.
gobierno la inconveniencia de consentir á la prensa madrile-
ña tales actos de complicidad con los amigos de España, que
la isla se mantendria obediente y unida á la metr6poli, en
tanto que no se alterasen las leyes y el sistema que á la sazon
regia. El peligro estaba en adoptar las variaciones que con
maña, ahinco y bajo pretextos plausibles y halagadores, ar-
rancaban los enemigos en cuantas ocasiones podianaprov.e-
char, para los depravados fines de su independencia; aconse-
jando, por lo mismo, que hasta que llegase la ocasion de ha-
cer las leyes especiales para Ultramar, se procediera con e]
mayor pulso y madurez.


A este tiempo, ó sea en la primavera de 1847, existian ya
organizadas en Nueva-York, Nueva-Orleans y Filadelfia so-
ciedades secretas de negros y mulatos, que preparando esta-
ban los medios para emancipar su raza y dar un repentino y
simultáneo golpe en las Antillas. Aquellas sociedades, reci-
bian auxilios de los mismos abolicionistas de Inglaterra, en-
tre los cuales figuraban, como hemos dicho, hast:1. algunos
miembros del Parlamento que obtenian del gobierno á cambio
de sus votos concesiones en favor de la causa que defendian;
cuyos abolicionistas, enviaron desde Jamáica á Nueva-Orleans
dos de sus más importantes colegas que, puestos en relacion
con las sociedades, con algunos españoles que allí estaban y
con varios descontentos y emig'rados criollos de Cuba, llega-
ron á toe1as partes por su influencia y ,hasta la ejercieron en la
Sociedad de Waskingta<n, á que pertenecían, por conexiones
y connivencias con los hombres que á la vez eran dueños de
la 'Voluntad del partido dominante en Santo Domingo.


Los esfuerzos de afiluella y de otras s0ciedades abolicioms-




CAPÍTULO X 561


tas inglesas, y las excitaciones que a la vez partian de los Es-
tados-Unidos, para conseguir la anexiou de la isla de Cuba, á
pesar de decir el Sr. Saco que en 1846 no era más que un
simple y vago deseo que nadie intentaba realizar; aquellos es-
fuerzos se dirigieron principalmente sobre la gran masa de
africanos esclavos, cuyos instintos de libertad se excitaban,
mientras á las razas libres de color, 'que aspiraban á las con-
sideraciones y derechos de los bhmcos, se les prometían pro-
babilidades de conseguir su anhelo, y á los naturales cubanos
se les hacían seductoras pinturas de proyectos no posibles, sino
muy fáciles de realizar para sustraerse del dominio de la me-
trópoli y conquistar la independencia. Los medios que á unos
y á otros se les aconsejaron para conseguirlo, tenian todos
por fundamento la destiruccion de lo e\Xistente, en lo cual se
mostraba bien claro que era la Inglaterra, celosa de la pros-
peridad de Cuba, la que dirigia la opiuion de aquellas aso-
ciaciones.


Con una perseverancia que sólo admitia competencia con
la perfidia puesta en juego, usaron los conspiradores de todos
los metlios que les aproximasen á la consecucion de sus pro-
p6sitos; pero estrellándose sus trabajos en la actitud siempre
firme y prevenida del capitan general de Cuba, trataron de
mover otros mas sagaces ó más simulados cerca del gobier.no
español, echando á volar por medio de la prensa madrileña
la idea de las reformas en nuestras Antillas. La agitaciol1
que esto prodnjo en la isla, auméntada con la noticia de los
triunfos obtenidos por el ejército de los Estados-Unidos en
Méjico, hizo tomar cierta actitud á los cubanos marcados por
sus opiniones independientes, quienes no ocultaron algunas
externas manifestaciones de confianza y espresivos aires de
satisfaccion, á los que respondió el general O' Donnell redo-
blando sin ostentacicm y con cautela, 'para no desvil'tuar los
actos del porler, su vigilancia nunca descuidada.


Tal fué el bullicio que los revolucionarios levantaron en
la cuestion de reformas, que la opinion toda y hasta el mis-
mo general O'Donnell creyó, alarmado, que sériamente se




562 LA.S INSURRECCIO~BS BN CUBA


trataba de ellas, y como las circunstancias no eran las más á
propósito, sino por el contrario opuestas á la adopcion de ta n
grave medida, hizo presente al gobierno su opinion, fundán-
dose en los trabajos de los agentes abolicionistas cerca de los
libres de color de los Estados-Unidos, para emancipar la es-
clavitud. Segun su sentir, manifestado á la metrópoli en
aquellos momentos, el poder en Cuba debia permanecer con-
centrado en una sola persona, pues si se establecian entónces
consejos ó juntas consultivas, si se dividian ó sufrian menos-
cabo sus atribuciones políticas y militares, serian tan rápidas
y tan instantáneas como funestas, las consecuencias que la
nacion española tendria que lamentar con la pérdida de la
iilla, no sólo para España, sino para el mundo civilizado;
pues las sediciones y los trastornos que resultasen, ni harian
posible la anexioll á los Estados-Unidos, ni la independencia
á que algunos blancos aspiraban, ni nada más que el desbor-
damiento de todas las ma1as pasiones y seguidamente el
t1'Íunfo de las castas de color.


El general O'Donnell comprendió que la salvacion de Cu-
ba dependia de conservar lo existente ha.sta con escrupu-
losa nimie:lad. Él sabia que las concesiones hechas en otro
tiempo á los reinos del continente americano, produjeron su
emancipacion y su ruina; no ignoraba por qué entónces se
buscaban las mismas franquicias, bajo pretextos plausibles,
que no p0drian prometer sino iguales tristes resultados; «pues
)el american0 fals0 y artero,» segun decia al gobierno, «sa-
»b3 bastante, y no ménos que los que secretamente le favore-
»cen, para no exigir concesiones alarmantes, sino cuales-
»quiera, que por s,ncillas que l)arezcan, sabrá explotar has-
»ta un punto nI) calculado.» El general O'D::mnell pretendia
que pClr el gobierno se hiciese cClmprender á aquellos sP.dicio-
sos hip5critas, su firme decision de no albrar las leyes y el
sistema gub.3rnativo de las Antillas, y de robustecer la
autoridad del capitan general, para alejar de este modo el
peligro y contener aquellos malvados intentos; y para pre-
tend~rlo asi s~ fundab'1 en que, sin haber ejercido un poder




CAPÍTULO X 563


arbitrario, ni causado directamente la desgracia de ninguna
familia, ni áun de ningun individuo, habia conservado inal-
terable el reposo público, sólo con hacer llegar hasta los más
díscolos la conviccion de que sin necesidad de consultas, con-
sejos ni camarillas, y con facultades bastantes para reprimir
y castigar en el acto cualquier amago sedicioso, podia con-
servarse la seguridad del territorio.


Verdaderamente, el general O'Donnell no habia aumenta-
do, durante su mando, los cuidados y sinsabores del gobierno
supremo con alarmas y recelos, pues sin desconocer hasta
el punto en que podian existir, juzgaba contar en su autori-
dad recursos y fuerza bastante, pa,ra mantener la isla tran-
quila y obediente; y como esto mismo lo sabian los revolu-
eionarios de todas clases, debióse á este convencimiento la
principal parte de la paz que se disfrutaba. Pero si aquellas
sólidas bases de poder, que con tanto descaro estaban mi-
nando los enemigos, faltaban á la pl'imera autoridad, ¿seria
dudosa la realizacion de lo que la experiencia y la historia de
tajas las revoluciones enseña? Podíase tener tambien la con-
viccion, de que si los medios hasta entónces adoptados por
los revoltosos no habian sido bastante eficaces, emplearian
otros más sagaces ó más simulados, que no por ser ménos di-
Tcctos dejaran de coadyuvar al trastorno del país; cuyos me-
dios se empezaban á descubrir en tales momentos, con las
correspondencias dirigidas desde Madrid á la Habana y á
Puerto-Príncipe, anunciando variaciones en el régimen ad-
ministrati va de las Anti¡Ias.


El gobierno de la metrópoli, reconociendo al fin que en
aquellas circunstancias no debian mermarse en 10 más mÍni-
mo las facultades omnímodas del capitan general, demostró
la confianza que en él tenia, ofreciéndose á hacer, si fuera
necesario, reclamaciones á los g·obiernos de Inglaterra y de
los Estadas-Unidos, con el objeto de contener en sus límites
á las sociedades abolicionistas, y áun aumentar ·con fuerzas
el ejército de la isla y los buques del apostadero, si los acon-
tecimientos de Méjico se complicaban; y además le autori-


38




564 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


zó la formacion de un fondo de reserva, para los casos ex-
traordinarios en que se exigieran mayores gastos y para evi-
tar un golpe de mano.


No era entónces extemporánea ninguna de las medidas de
precaucion que se tomasen, pues á mediados de agosto ob-
servóse, no sólo gran pedido de pasaportes para trasladarse
algunos habitantes de Cuba á los Estados-Unidos, sino que
muchos más aprovechaban la salida de buques, y sin aquel
documento iban á engrosar la masa de conspiradores. For-
maba el núcleo de éstos en Nueva Orleans, el periódico La
P(ítria, redactado por dos criminales procedentes de Cuba,
uno condenado á trabajos públicos por causas políticas, y el
otro por defraudador de intereses que le fueron confiados.
Aquella publicacion atacaba duramente, á la familia real
española, á las instituciones y á las autoridades de Espa-
ña (15), y unidos sus redactores á personas establecidas en
aquel país, conocidas por su ardorosa decision en favor de
la independencia, preparaban la opinion en este sentido, que
era á la vez apoyada por algunos habitantes de la isla, y par-
ticularmente de la Habana; y aunque, no tenia eco en to-
dos los españoles establecidos en los Estados-Unidos, siem-
pre contribuia á alimentar las esperanzas de los yankees que,
entusiasmados por sus ventajas en la vecina república de
Méjico, juzgaban muy necesaria, y hasta indispensable, la
anexion de Cuba á la Union americana. Entre las personas
que más particularmente contribuyeron en aquel tiempo á
extender estos deseos, figuraron D.~edro Bombalier, oficial
de Milicias provinciales ó disciplinadas, y D. Agustin Mon-
tero, quienes salieron de Cuba comisionados cerca de los.
conspiradores; pero de ellos hacia todavía poco caso el gene-
ral O'Donnell, confiando en la buena disposicion del ejército
que tenia á sus órdenes, yen la adhesion de las más impor-
tantes personas del país, declaradamente españolas, si no to-
das por aficion, por los intereses que en ello comprometían.


Poco á poco fueron adquiriendo publicidad y verdadera
forma los trabajos iniciados en las sociedades abolicionistas y




CAPÍTULO X 565


anexionistas. Ya en 6 de mayo de 1847, expusieron en el
Parlamento de Washington el senador de la Florida Mr. Le-
vy, y despues en la Cámara de diputados, dos de ellos, la ne-
cesidad de comprar la isla de Cuba á España; cuya proposi-
cion fué objeto de befa hasta por los mismos ministros y los
senadores, quienes manifestaron que nunca tratarian de to-
mar posesion de la isla de Cuba sino en el caso en que Es-
paña sepropusie'l'a enagenarla á Inglater1'a. Aquel senador,
sin embargo, dijo que su propósito se dirigia únicamente á
tomar el pulso á la opiníon, pero no sólo sucedió esto, sino
que el tratarse aquel asunto en las Cámaras legislativas de
los Estados-Unidos, produjo tan pernicioso efecto en los aca-
lorados ánimos de los ilusos, que entre ellos, uno de los emi-
grados de la Habana llamado D. José M. Vingut (16), pu-
blicó un periódico en Washington con el título de La Auro-
ra, escrito en francés, inglés y español, que por cierto mu-
rió al nacer, y que tenia por exclusivo fin hacer propaganda
en favor de la proposicion de Mr. Levy. A Vingllt se le aso-
ció el diputado domócrata Mr. Harris, tan bien quisto en
aquella situacion política, que fué á poco nombrado represen-
tante de negocios en Buenos Aires; y Vingut, ya que tuvo la
desgracia de fracasar en la capital de la Union, trató de ha-
cer fortuna en Boston, de donde al suspender el periódico que
se iba distinguiendo por sus tendencias incendiarias y por sus
correspondencias de Cuba, y al cesar luego por vigilarle de
cerca el representante de España, se trasladó á Charleston.
Dedicado allí á la enseñanza del español, empezó á publicar
en El Oourrier furiosos artículos que, no eran sólo manifes-
tacionesdel descontento individual, sino paráfrasis de cier-
tas frases de otro escrito en que Mr. DalIas, vicepresidente de
la república y presidente del Senado, persona distinguidísi-
ma, aunque de exageradas opiniones democráticas, respon-
diendo á un ente imaginario, ampliaba el brindis pronuncia-
do en un banquete que se celebró por el aniversario de la in-
dependencia americana, haciendo en él ardientes votos por la
incorporacion de Cuba á los Estados-Unidos, Aquel Mr. Da-




566 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


Has, era el mismo que discutia con verdadera inteligencia la
facilidad de abrir una comunicacion entre el golfo mejicano
yel mar Pacífico á través del istmo de Tehuantepec; aunque
vertiendo en el debate tan singulares doctrinas, como la de
que se obligara á Méjico á vender ó ceder el usufructo de aquel
territorio, porque asi convenia para el beno/f,cio del linaje
ltumano, y como la de encarecer la necesidad de asignar fon-
dos para llevar á cabo aquel designio y el de adquirir segui-
damente por medio de una compra la isla de Cuba; la favori-
ta Cuba, que para no hacerla tan visible la agrupaba mister
Dallas á las Floridas, la Luisiana y al rio de San Lorenzo.


No era extraño que así se expresara aquel alto funcionario
de la república,cuando los mismos ministros de los Estados-
Unidos decian, que se apoderarían de Ouba cuando les diera
la gana, al propio tiempo que los ingleses meditaban apro-
piársela tambien, y las gentes de color seguían trabajando
por la emancipacion de su raza y para hacer suyas las Anti-
llas españolas. Pero los primeros trabajarían sin duda con
más eficacia y con mayores esperanzas de provecho, porque
la facilidad de navegacion, estrechaba cada dia más las rela-
ciones entre los Estados de la Uníon y Cuba; y bastando
pocas horas para trasportar gentes y bastimentos desde Cayo
Hueso á la opuesta costa, como se trasportaba ya contrabando,
contaba con esta ventaja para realizar sus fines, la nueva ge-
neracion anglo-americana, inteligente, emprendedora y osada,
que tomaba por enseña de sus ideas la propagacion en todo
el continente y hasta en el archipiélago, de los principios ul-
tra-democráticos, y embriagada con los fáciles triunfos de
Méjico, todo 10 creia posible y más la adquisicion de la codi-
ciada Antilla, cuyo tráfico lucrativo les hacia tener clavada
la vista en ella, esperando la ocasion de enseñorearse de su
fértil y hermoso suelo. Pero sabian los yankees que esto no
podian conseguirlo por la fuerza; sabian ya que tampoco que-
ria España venderla á Inglaterra, y sin embargo se valían de
ese inventado espantajo para encubrir sus designios: recur-
rian á los amaños, á la propaganda perseverante, á la ameri-




CAPÍTULO X 567


canizacion de jóvenes cubanos en sus colegios, en donde con-
currian en gran número y se instruian en principios republi-
canos y en ódios á la metrópoli; y no sólo ensayaban allí la
americanizacion, sino en la misma isla por medio de los inge-
nieros y operarios que manejaban las máquinas en las fincas
azucareras, y por medio tambien de los yankees que adqui-
rían propiedades en diversos puntos de Cuba.


El capitan general de la isla, que sabia todo esto detallada-
mente, no abrigaba aún recelos de inmediatos trastornos, ni
consideraba inminente el peligro de perder aquellas posesio-
nes, si con una prudente energía en su gobernaciony una sa-
gaz vigilancia, resistia ó evitaba el primer amago, alejando
el dia de la emancipacion. Mas no dejaba de conocer y de
asegurar al gobierno, que era la situacion difícil por la diver-
sidad de elementos que la combatian y que, por distintos ca-
minos, marchaban á concurrir en un mismo punto, cual se
observaba en la conocida general tendencia de los hijos del
país, en los sentimientos de las razas de color y en las diver-
sas pretensiones de los extranjeros, que obligaban á la auto-
ridad á enfrenar aquellas tendencias, para que no se acrecen-
tasen, amagando con el castigo y con el decidido propósito
de defender el territorio á toda costa si llegaba el caso de las
agresiones.


El gobierno de la metrópoli, por fortuna, pues no siempre
ha hecho lo mismo, graduó á la sazon la gravedad de las
circunstancias por la insistencia del gobernador de Cuba en
dibujar claramente el cuadro de la situacion, y en conse-
cuencia acordó, que se dictaran urgentes medidas por el de-
partamento de marina para que aquel apostadero se viese bien
atendido. Pero como siempre en España, por su desgraciado
instinto en la gestion de la Hacienda, ha sido en toda ocasion
la falta de recursos oportunos el inconveniente que ha entor-
pecido hasta las mejores empresas, y como desde que ha ha-
bido ministerios entre nosotros, jamás se ha podido lograr
uniformidad ni que se pusieran de acuerdo en las cuestiones
de interés general, sucedió entónces que mientras por una (',




568 LAS INSURRECCrONES EN CUBA.


varias oficinas se procuraba atender á la defensa de Cuba, por
otras se anulaba la accion protectora, girando enormes sumas
contra el fondo de reserva de doce millones de reales, estable-
cido por el general O'Donnell para acudir en caso necesa.-
rio á los excepcionales momentos de un inesperado golpe de
mano.


Tal fué lo que hizo en tanto el ministro de Hacienda de
España, D. Francisco de PaulaOrlando, quien, al librar can-
tidades para conjurar conflictos en el Tesoro nacional, des-
aprobaba la formacion de aquel fondo, que el general con-
servó, sin embargo, porque responsable de lo que en Cuba
pasara, no queria quedarse sin recursos en los críticos mo-
mentos en que los puertos fuesen bloqueados, lo cual era fá-
cil de temer en vista de lo que en Europa sucedia y de los
preparativos que para una gran revolucion iban manifestán-
dose en Francia. Quizás aquellos acuerdos del ministro de
Hacienda hubiera que atribuirlos á la vanidad del conde de
Villanueva, que si no fué el inventor de la idea de crear el
fondo de reserva, inspiró sin duda la del ministro para hala-
garle pretendiendo conquistarse así una influencia exclusi-
va y con el fin de ver rendirse el general O'Donnell á su inte-
ligencia, que su fatuidad creia de una superioridad indiscuti-
ble; pero el capitan general, que queria serlo en toda la in-
tegridad de sus facultades, hizo poco caso del presuntuoso
conde y, como siempre, se decidió por lo más conveniente
para salir airoso en el mando que ejercia.


Visto en los Estados-Unidos el desenfado con que el vice-
presidente Mr. Dallas, habia expuesto sus públicos sentimien-
tos sobre la anexion de Cuba, los periódicos, y alguno de ellos
redactado en la misma secretaría de Negocios extranjeros, se
lanzaron de lleno en el asunto, tratándolo sin reservas ni mi-
ramientos de ninguna especie; lo cual no hablaba ciertamente
muy alto en favor de la sinceridad del gobierno de la Union,
que permitia á sus mismos empleados tales agresiones contra
una nacion amiga. El gobernador de Cuba, que en presen-
cia de tan gra"\Te actitud empezó á perder la confianza en las




CAPÍTULO X 569


protestas oficiales de aquel gobierno, aumentó sus precaucio-
nes, y si bien nada temia de los proyectos que en el interior de
la isla pudieran los cuban03 llevar al campo de la ejecucion,
se dispuso á resistir los que apoyados directamente por la
potencia que se decia amiga pudieran intentarse, fundándose
en que el denuedo de nuestro valiente y disciplinado ejército,
jamás consentiria la más leve ofensa al pabellon español.


Atraidos por la ruidosa gritería é imprudentes alardes de
la prensa yankee, fué cuando pasaron más cubanos, enjulio y
agosto de 1847, á los puertos de la Union y principalmente á
Nueva Orleans, donde sus conversaciones y conducta daban
pronto á conocer, que el crímen unas veces ó la necesidad de
sustraerse á la vigilancia de las autoridades de Cuba, eran los
móviles que les impulsaban á abandonar su país, y tambien
en algunos el deseo de aumentar los prosélitos de sus locas y
temerarias empresas. Estos emigrados, voluntarios como los
anteriores, tenia n por núcleo y centro de reunion las oficinas
del citado periódico La Pátria, y reconocieron como agen-
tes á los expresados Bombalier y Montoro; pero, como decia
muy bien el general O'Donnell, era en aquellos denigrado-
res del nombre de España, superior al deseo de conseguir
la independencia ó la anexion de la isla, el temor de in-
tentarlo abiertamente; pues si fuera posible lograrlo sin ex-
posicion y sin riesgo, muchos y temibles partidarios tendria
la idea. Como ellos sabian cual era la disposicion del ejército
y la decidida resolucion del general de hacer un escarmiento,
todos bullian, todos empujaban á los más adelantados para
lanzarse en la lucha, pero todos retrocedian ante el peligro,
teniendo pOl' más cómodo dar escándalos en cafés y en mee-
tings, que empuñar las armas para defender sus lucubracio-
nes en el terreno de la aplicacion, mucho más cuando no ig-
noraban que los cónsules españoles en la Union tenian al
corriente, por encargo del gobierno, al capitan general de
Cuba, de todo lo que los poco reservados conspiradores decian
ó intentaban.


No sólo de los periódicos de los Estados-Unidos y de lo¡¡




570 LAS INSURRECCIONES EN CUnA


de la propia metrópoli se utilizaban para hacer 'ruido aquellos
revolucionarios lenguaraces, sino de los que se publicaban en
Carácas yen otros puntos del continente meridional. Así se vic>
en un número de El Vigia, correspondiente al 16 de noviem-
bre de aquel año, que, con el propósito de interesar en la
contienda, que creían próxima, á los peninsulares que desde la
terminacion de la guerra civil, en la que sirvieron como car-
listas, vivían en nuestras Antillas, y aun para mover á los ca-
narios ó isleños que estaban esparcidos por el continente Sur
americano, se les anunciaba como hecho indudable que las is-
las Baleares y las Canarias, lo mismo que las de Cuba y Puer-
to-Rico, estaban amenazadas por una escuadra que al mando
del conde de Montemolin habia salido de Lóndres con el fin de
proclamar su soberanía en dichos dominios. Tal especie tenia
por fundamento, la reciente desaparicion de aquel príncipe,
quien en U, de setiembre de 184,6, y cuando estaba próximo
el casamiento de su prima la reina dolia Isabel (que se ve-
rificó ellO de octubre), se fugó de Bourges, suponiendo que
para ponerse al frente de las facciones que, protestando con-
tra el régio enlace levantó Tristany al penetrar en Cataluña
por Cervera al frente de cuatrocientos matines en octubre del
mísmo año, los cuales, á los gritos de «(viva la Constítucion
»y Cárlos VI, fuera los francese'l y marchemos unidos todos
»los españoles» (17), sostuvieron una guerra de dos años. Y
no era extraño que el articulista de El Vigia, presentase co-
mo verosímil la proteccion del gobierno inglés al conde de
Montemolin, conocida la poca armonía entre los gabinetes de
Madrid y de Lóndres, cuyas relaciones ya poco cariñosas se
agriaron más unos meses despues con la expulsion de Espa-
ña, ordenada por el general Narvaez, del rilpresentante de In-
glaterra, Sir H. L. Bulwer. Pero el artículo, titulado Apres-
tos militares para invadir las O anarias, y firmado por unos
canarios, no consiguió los resultados que d<adas las condicio-
nes del momento podían conseguirse, y consistió en lafalta de
habilidad de los comunicantes, que en vez de atraerse las sim-
patías de los partidarios de aquel pretendiente, que yalas habia




CAPÍTULO X 571


encontrado en algunos puntos de Europa, expresaban en su es-
crito, manifestándose no muy buenos españoles, que «si en un
»tiempo fué honroso ser súbdito español, entónces era tan ri-
»diculo que hasta el nombre con el tiempo no seria más que
»conocido en la historia, pues tal era el estado desesperante de
»)los pueblos de España, á causa de lo mal gobernados, que los
»españoles, decian, segun la experiencia, para todo son muy
»buenos ménos para gobernarse, y cuando los pueblos llegan
ȇ ser tan vejados y estafados por sus gobernantes, natural
»es que deseen la dependencia de otrosj» y terminaba el escrito,
encareciendo que si Montemolin era más justo, sábio y libe-
ral que su padre, le acogieran y defendiesen contra los ataques
del gobierno español. Fué aquel artículo rebatido por un fo-
lleto titulado Primer ataque tÍ una infamia, y suscrito por
uno que declaraba ser SUSÜtntivo del noble adjetivo espa-
ñol, en cuyo escrito, todo rnétios la integridad de la patria
se defendia, lo cual probaba evidentemente, que no eran aque-
llas polémicas otra cosa que manifestaciones distintas, usadas
por los revolucionarios que en los Estados-Unidos organiza-
ban su propaganda contra España, y trataban de extenderla
por todos los puntos del continente americano, próximos á
Cuba.


y no sólo de destemplados artículos en los periódicos se va-
lian á la sazon, sino hasta la caricatura la aprovechaban co-
mo medio para realizar sus propósitos. Notable se hizo una
que circuló á fines de 1847 y principios de 1848, titulada
El Bufon sorbie1¿do huevos, en la cual figuraba un arlequin
que tenia ya sorbido el que representaba á Tejas; sostenia en
la mano, próximo á sorberse, el de Méjico y en el nido más
inmediato aparecía el que representaba á Cuba; leyéndose de-
bajo de la caricatura estas palabras: «Mr. Polk (á solas re:5.-
»riéndose al de Méjico).-Este huevo hace tiempo que lo pu-
»sieron: está empollado ..... pero ..... allá vá ..... » y del huevo
salian una culebra yel condor americano.


Tantas excitaciones escritas, dibujadas y trasmitidas por
los emisarios de los Estados-Unidos, que nunca faltaban, y




572 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


por la correspondencia epistolar, dieron pronto tristes frutos
en algunas de las principales poblaciones de la isla, como
veremos en el próximo capítulo correspondiente al sucesor del
general O'Donnell, cuyo mando empezó, como hemos visto,
castigando á los atrevidos del café de Escauriza las noches
de Carnaval de 1844; siguió inmediatamente destruyendo, con
el castigo de Plácido y de sus cómplices, la mayor de las se-
diciones de las gentes de color ocurridas en este siglo, y la
segunda importante, puesto que el iniciador en grande esca-
la fué el negro Aponte en 1812; y terminó poniendo en per-
fecto órden á los rebeldes de dentro de la isla, desbaratando
sus planes revolucionarios y purificando á Cuba de malas
gentes, al ahuyentar los díscolos hácia el Norte. Dedicado
O' Donnell hasta con excesiva asiduidad á la conservacion del
territorio que le estaba confiado, y á pesar de los muchos des-
velos y tiempo que empleó para conseguirlo, no dejó olvida-
das las mejoras públicas, sin embargo de haberle dejado tan
poco que hacer el general Tacon, quien con los proyectos que
inició no sólo estuvo ocupado durante su mando, sino que de-
jó bastantes obras empezadas para que sus sucesores las ter-
minasen.


Con todo, O'Donnell, deseoso de moralizar aquella sociedad,
dispuso la formacion de un arancel de justicia para que por
él se rigieran los tribunales en el percibo de derechos, el cual
fué aprobado en 30 de julio de 1847. Para demostrar que no
olvidaba las obras públicas y de utilidad general, construyó
en el muelle de Luz un bonito paseo que su sucesor terminó,
y lleva hoy el nombre de paseo de O'Donnell y Roncali; y la
torre que sostiene el gran faro del Morro de la Habana os-
tenta todavía el apellido O'Donnell. Preparó para la ense-
ñanza útiles y patrióticas reformas, resistiendo las tenden-
cias excesivamente exclusivas y eSCasas de patriotismo de los
libre-pensadores discípulos del Seminario de San Cárlos, y
principalmente de Luz Caballero, que declarado apóstol de la
juventud, estaba amasando la futura revoluciono Y para
completar aquel general el pensamiento del memorable 1'a-




CAPÍTULO X 573


con, dirigido á suprimir los cuerpos militares de gentes de co-
lor que habia en la isla y para nada servian, al descubrirse
la conspiracion llamada de Plácido y encontrar complicados
en los procedimientos á varios oficiales y tropa de las compa-
ñías de pardos y morenos, aprovechó aquella oportunidad
para el definitivo desarme de tales cuerpos y para comunicar
al gobierno el exacto cumplimiento de la órden dirigida á
Ezpeleta en 9 de diciembre de 1839 en que así se disponia.
Aquellas fuerzas se mandaron extinguir definitivamente en
6 de junio de 1844, cuando estaban ya muy escasas de gente
con defectuosa organizacion y sin instruccion, sin régimen
militar, en completo desprecio (18) y hasta sin vestuario al-
gunos, cuyas circunstancias habia aprovechado con ventaja
el cónsul Turnbull para conseguir sus fines.


Algunos detractores de O'Donnell han querido afearle la
conducta observada durante su mando en Cuba, no sólo con-
siderando un atropello lo de puncka leche, yuna excesiva se-
veridad la usada con el poeta Plácido, sino porque en el
tiempo de su gobernacion penetró una negrada en la isla, en
la cual se pagaron diez y seis pesos por cada bozal de los in-
troducidos, en vez de los cuatro que se acostumbraba. Pero
bastante depurado está y por nadie rebatido que, en aquella
irregularidad administrativa no entendió el general O'Don-
nell, sino que fué obra de unos empleados subalternos que lo
hicieron á espaldas de la autoridad y merecieron de ésta las
correcciones á que se habian hecho merecedores. Mas para
que no se nos tenga por apasionados sistemáticos de aquel
general que tanto influyó luego en los destinos de este país,
sólo diremos, para glorificarle, que supo tener á raya en Cu-
ba á todos los enemigos del órden, trabajo árduo en los mo-
mentos en que lo llevó á cabo, y que el tino y la precision con
que supo aplicar los castigos á las gentes de color, produje-
ron tan saludables efectos, que desde entónces á hoy y á pesar
de las sediciones de Lopez y Agüero y de la insurreccion de
Yara, se han conservado sometidos.






e


CAPÍTULO Xl.


1. Mando del conde de Alcoy.-Escisiones en Puerto Príncipe.-
La prensa americana.-Revolucion francesa de 184.8.-Las re-
formas.-Proposicion del inglés Mr. Bentick sobre Cuba.-Los
anexionistas.-Impresos clandestinos.-Betencourt, el LU!lareño.
-Proyectos de comprar á Cuba.-Temores y alarmas.-Incen-
dios de fincas rurales.-Quiebras mercantiles.


n. Emisarios norte-americanos. - D. Narciso Lopez, caudillo
anexionista.-Tentativas en Trinidad.-Polémica entre la prensa
americana y la de Cuba.-Primera expedicion de Lopez.-Aumen-
to de la marina de guerra.-Cuerpos de voluntarios.-Expedicion
de la isla Redonda.-Reclamaciones al gobierno de los Estados-
Unidos.-Preparativos para la tercera expedicion.-Los conspira-
dores en Nueva Orleans.


IIl. Lopez y los piratas en Contoy.-Expedicion en el vapor Oreo-
le.-Servicios del vapor Pizarro.-Desembarco en Cárdenas.-
Desengaño de Lopez.-Su reembarco.-Medidas de Roncali.-
Lopez en Cayo Hueso.-Reclamaciones y protestas.-Nuevos
proyectos de los piratas.-Actitud de las autoridades y pueblo de
Cuba.-Proceso de Lopez y los suyos.-Su absolucion.-Servicio
de vapores correos con la Península.


IV. Informes del general Roncali al gobierno.-Estado de la opi-
nion en Cuba.-Felicitaciones al gobierno.-Refuerzos militares.
-Relevo del conde de Alcoy.


V. Mando de D. José de la Concha.-Trabajos jiliousteros.-Gari-
baldi y los cubanos.-Impresos clandestinos.-Estado de los de-
partamentos Central y Oriental.-Amagos revolucionarios.-In-
dulto decretado por el general Concha.-Prisiones en la Habana.
-Estado de la isla.-Opinion de las clases sociales.


1.


El relevo del general D. Leopoldo O' Donnell se verific6 en
los primeros días de marzo de 1848, y fué bien recibido, segun
ellos mismos confesaron, de todos los que esperaban poder




576 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


realizar con el sucesor los planes que en su tiempo habian
llegado á ser imposibles (1); reemplazándole D. Federico
Roncali, conde de Alcoy , quien encontró la isla, y así lo ma-
nifestó al gobierno con fecha 9 de aquel mes, en la más per-
fec~a tranquilidad.


No tardó mucho tiempo, sin embargo, en que esta se alte-
rase, pues á consecuencia de un disgusto ocurrido en Puerto
Príncipe, á fines de febrero, entre varios militares y algunos
jóvenes de la poblacion, que con permiso de la autoridad sa-
lieron de noche á dar música por las calles, y fueron apalea-
dos por aquellos, se encresparon las pasiones y dieron motivo
á que el gobernador Orozco, tratado en aquella ocasion por
el general O'Donnell de poco previsor, dictase medidas tan
represivas, que no sólo motivaron el disgusto de los vecinos,
sino que algunos de estos enviaron sus clamores á los periódicos
americanos censurando tan duro tratamiento. En consecuen-
cia, dijo La Verdad en uno de sus números, que la ciudad de
Puerto Príncipe, de un eden que era ántes, se habia convertido
en cementerio, pues que ni á bailes, ni á concursos, ni á con-
ciertos podia irse, sin exponerse á librar una batalla con los
españoles; habiendo tenido que privarse los naturales para evi-
tarlas, hasta de concurrir al Recreo á pasar la tertulia, por
acecharseles en todas partes, por espiarles, por seguirles los
pasos cogiéndoles las palabras en los lábios, interpretando
sus pensamientos y traduciendo su voluntad. «(Porque el
Jlgobierno de Cuba, añadia, teme á los ingleses, á los yanltees,
~á los españoles arraigados en el país, á España misma y sus
»locuras, á los cubanos, á los negros, á los blancos, á la 0010-
>mizacion blanca, á los libros, á los periódicos, á los chiqui-
»l1os, en fin, comG lo da á sospechar la nota que ha pasado á
»los directores de los colegios é institutos de educacion, pi-
»diéndoles datos detallados de los alumnos que cuentan» (2).


y ciertamente que en cuanto se referia á exageraciones, po-
dían tener razon los corresponsales de los periódicos america-
nos, que de tal modo censuraban los actos del gobierno en
Cuba; pero buen cuidado tenían en no indicar de quién par-




CAPÍTULO XI 5i7


tian las agresiones generalmente; omitiendo decir tambien,
respecto de la instruccion pública, que la dirigia alli un hijo
del pais, y que el centro directivo de tan importante ramo se
componia de cubanos, más interesados sin duda que el mismo
gobierno español, en saber los adeptos qne en cada escuela
podian contar.


Tambien en Santiago de Cuba los recelosos criollos, que
algo tendrian que temér por su conducta poco patriótica, en-
viaban comunicados á aquellos periódicos para que sus clamo-
res llegaran sin duda á conocimiehto del nuevo capitan gene-
ral de la isla, lamentándose de ser en aquella ciudad muy mal
mirados los hijos del país por el gobierno superior, desde que
reeligieron al ilustrado y firme patriota D. José Antonio Sa-
co, contra la voluntad del general Tacan; y mal mirados
tambien, porque juntamente con el general Lorenzo juraron
la Constitucion que regia en España y porque denunciaban
los abusos en la concesion de licencias y de pases, y las ma-
nipulaciones en las causas de conspiracion y otras irregula-
ridades de los funcionarios públicos.


Estas correspondencias daban á conocer claramente, que los
trabajos de la revolucion iban cada vez en aumento, y que se
servian de tales medios los que las dirigian, para confirmar sus
adhesiones al pensamiento de los conspirad3res de los Esta-
dos-Unidos. Estos corresponsales, enterados á la sazon por
las noticias comunicadas al capitan general de Cuba, de la
revolucion de febrero de 1848 que arrojó del trono de Francia
la dinastía de Orleans, avivaron con nuevo calor aquellas ex-
citaciones hasta tal punto, que alarmado el general Roncali,
se dirigió al gobierno á fines de marzo por el mismo vapor
A 'V1'on, salido de Lóndres el dia 2, que le llevó noticias de
Francia hasta el 28 de febrero; suplicándole encarecidamente
que, para conservar la seguridad, la paz y la union de la isla
á la madre patria, nunca como entónces habia sido más nece-
saria la continuacion en la isla del sistema general gubernati-
vo, con el que habia podido atravesar otras épocas difíciles y
complicadas, prosperando hasta el grado de esplendor en que




578 LA.S INSURRECCIONES EN CUBA.


se hallaba. Insistia Roncali en que nada se alterase, en que
no se introdujera la más leve reforma en ninguno de los ra-
mos de la administracion pública, pues si manteniendo el
statu qua podia dar seguridades de conservacion, serian
grandes y peligrosas las probabilidades contrarias, no sólo
con un cambio completo de sistema, sino con cualquiera mo-
dificacion que descompusiera el órden establecido en las de-
pendencias del servicio. Apoyábase el general en la creencia
y en el irrecusable dato histórico, de que todas las conce-
siones imprudentes precipitaron allí los sucesos, que á la sazon
serian sin duda funestos por lo codiciada que era ya Cuba,
tanto por los elementos propios que se agitaban para poseerla
sin dependencias lejanas, como por los extraños que no ce-
saban de mover las ambiciones con la influencia de su po-
derío.


Fundándose el gobierno español, no sólo en los aconteci-
mientos del vecino reino, sino en los que en la misma PenÍnsu-
la se provocaban por los exaltados liberales ó progresistas, en-
vió instrucciones secretas á Cuba, pero con tan poca reserva,
que hasta las dieron publicidad los periódicos revolucionarios
de los Estados-Unidos; los cuales, atribuyendo los mandatos
de la metrópoli, más que á los asuntos péllíticos á la cuestion
negrera, que aseguraban estarse organizando por el general
Roncali, Céln la proteccion de la misma reina doña María
Cristina, clamaron «contra los reyes, que hasta se hacian
»comerciantes de negros, como última degradacion á que les
»estaba reservado llegar,» y decian que de aquellas instruc-
ciones dadas á los emisarios negreros, álguien se habia ya
encargado de pasar copia á manos de los diputados Olózaga
y Cortina, para que oportunamente comunicaran el escánda-
lo á las Córtes españolas (3).


Al tenerse noticia en los Estados-Unidos de la revolucion
francesa, creyendo los cubanos establecidos allí que habia
llegado el momento por que suspiraban, circularon en 1.0 de
mayo, una hoja, fechada el 28 de marzo, que luego in-
sertó el periódico La Verdad, y llevaba el título de Ape-




CAPÍTULO XI 579


lacio n al pueblo ae (Juba. Dándose por seguro en aquella ho-
ja, que á la revolucion france:3a seguiria inmediatamente el
levantamiento de España, y suponiendo que la situacion que
iba á inaugurarse podia comprometer los intereses cubanos,
se aconsejaba uniformar la opinion pública, alentar los áni-
mos honrados y débiles é intimidar las ambiciones anarquis-
tas, para que en Ouba se verificase tranquilamente el cam-
bio del despotismo á la libertad, que tan cerca estaba. Ase-
guraba la misma hoja que era indudable el triunfo de la
revollicion en toda Europa, porque la hora de los pueblos ha-
bia llegado, y no pudiendo la España republicana ser conse-
cuente manteniendo aherrojadas sus colonias, ella misma
mandaria á Ouba ei grito de libertad, para cuyo caso debian
encontrarse. ya todos en unánime acuerdo y reunidos al re-
dedor de una bandera de seguridad y proteccion, lo mismo el
criollo que el peninsular, el extranjero que todas las razas,
para desprenderse de la devoradora polilla importada por la
ambicion JI la tirania. La bandera no podia ser otra, añadian
los autores de la hoja, que la gran confederacion norte-ame-
ricana, y el procedimiento salvador, la anexion á los Esta-
dos-Unidos. Los cubanos, autores de aquella especie de ma-
nifiesto, para hacer repugnante la independencia, presentaban
p')r modelo al desgraciado Méjico y encarecian la anexion,
porque ella se haria pacífica, sin sangre, sin reacciones, sin
lidios, sin venganzas, harto merecídlls (y éstt) prueba que los
údios no eran fáciles de aplacar), pero que pudieran hacerse
por esta razon, harto crueles y arrasadoras. «En nombre del
»)país,» conclui1}, «os pedimos su salvacion, s6lo con la uni-
»dad de ideas; abracé monos tocIos los habitantes como her-
»manos; digamos queremos con voz robusta, y conquistare-
»rnos pacíficamente nuestra ventura, nuestro porvenir, nues-
}) tra libertad» (4).


Oiertamente qu~ muchos imposibles pedian los optimistas
firmantes del manifiesto, para poder conseguir sus propósitos;
porque eso de igualar los derechos del negro con los del crio-
llo, era cien veces más difícil que cegar el abismo que entre


39


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580 LAS INSURRECCIO~ES EN CUBA


los bulliciosos hijos del país y los peninsulares partidarios
del órden, del principio de autoridad y de España sobre todo,
dividia á unos de otros, y les bacia tan incompatibles, que
era suficiente la indicacion de cualquiera propósito por una
de aquellas clases, para que la otra se decidiera por lo con-
trario.


Como si no fuera bastante esto para tener en constante
alarma á las gentes más susceptibles de la isla, circuló si
bien clandestina profusamente, cual suele por Cuba correr
todo lo prohibido, la proposicion que George Bentick, jefe de
una gran fraccion y uno de los hombres más influyentes de
Inglaterra, acababa de presentar en la Cámara de los Comu-
nes, pidiendo que la armada británica, empleada en recorrel'
las costas de Africa para impedir el contrabando negrero,
fuera á apoderarse de la isla de Cuba en nombre de la Gran
Bretaña; con cuya medida, decía, no solo se daria un golpe
mortal al tráfico ele esclavos, sino que se obligat'ia tambien á
España á cumplir sus compromisos pecuniarios con los súb-
ditos ingleses (es decir, se daria solucion al asunto de los cu-
pones todavía en litigio entónces) y se pondria como de pasc>
un dique á la ambicion y al progreso de la nacíon norte-ame-
ricana.


El periMico representante de los disidentes cubanos en los
Estados-Unidos, al hacerse cargo de la proposicion Bentick,
decia que nada debia temerse de aquellos alardes, pues en
el caso de emprender la Gran Bretaña la conquista de Cu-
ba, sólo podria hacerlo con el derecho del más fuerte, aunque
se presentara con el doble título de nacion burlada en sus
contratos y de una acreedora hipotecaria, pero no con el de-
recho que dá la aceptacion de un nuevo dominio por los que
hubieran de ser gobernados, con los cuales no podria contar,
porque ni uno de los cubanos, ni áun entre los más dóciles
españoles, habria quien se sometiese al traspaso de la isla á
manos inglesas. Ciertamente que Inglaterra aseguraba, y na-
die la contradecia ni ignoraba, que en 1817 se avino con Es-
paña, mediante la indemnizacion de dos millones de pesos, que




CAPÍTULO XI


desde el 30 de mayo de 1820 cesase absolutamente el tráfico
de esclavos en todos los dominios españoles, y que en I83!)
vol vieran ambas naciones á ratificar y extender aquel tratado,
hasta el punto de haberse comprometido España á publicar
una nueva ley penal contra los contrabandistas negreros; mas
la ley quedó en letra muerta, á despecho del solemne com-
promiso que envolvia, y continu!) en la época á que nos refe-
rimos en una escala tan grande y de una manera tan escan-
dalosa aquel comercio, que á m~nudo se veian atravesar por
las calles de las principales ciudades de la isla numerosos
grupos de negros bnales, de los que, á pesar de las prohi-
biciones, se habian introducido, desde 1821 á 1841,221.495
que por la falta de proporcion en los sexos disminuian anual-
mente en un diez por ciento. Sabiendo esto como lo' sabia In-
glaterra, que en su armada de las costas de Africa gastaba
al año un millon de libras esterlinas, y cuyos súbditos, se-
gun dec1aracion del mismo Palmerston, eran acreedores al
Tesoro español por más de doscientos millones de pesos nomi-
nales, no era raro que Bentick quisiera tomar en hipoteca In
isla de Cuba, cuyo derecho creia muy natural cuando los
compromisos no se le cumplían.


Tanto ó más que ésto conmovieron tambien los ánimos las
noticias de los sucesos políticos ocurridos en Madrid, y abul-
tados y desvirtuados como era natural por el periódico Lrl
VeJ'dad, que á pesar de no tener buenos administradores en


la isla, y sin embargo de la vigilancia oficial que se ejercia,
continuaba penetrando, aunque fraudulentamente, en gran-
des paquet~s que las gentes se arrebataban de las manos,
áun los que se decían mejores españoles. Y tal fué el número
de aficionados á su lectura, que en los primeros números no
bastaron un millar de ejemplares, llegando el caso de que
muchos cubanos, suponiendo que la Ms. Cora que figuraba
como directora del periódico, fuera realmente una mnjer,
libraron directamente fondos considerables para que conti-
nuase remitiendo á la isla, sin direccion determinada, muchos
paquetes de La Verdad.




58~ LAS INSURRECCIONES EN CUBA


De aquellos acontecimientos de la Península tuvo noticia
el capitan general de Cuba, ántes que por las comunicaciones
del gobierno, por los perÍódicos de los Estados-Unidos y por
una hoja dirigida á los habitantes de Cuba, fechada el 20 de
abril. En estotra hoja se insistia en la union entre criollos
y peninsulares, y predicaban sus autores, que deponiéndose
rencillas tratasen juntos de anexar la isla á los Estados-
Unidos, y abandonaran los hijos de España la idea de prefe-
rir la destruccion de los criollos en union con los negros, á per-
mitir la influencia que á aquellos les daba el mayor número;
pues formando el Estado de la U nion que proponían, aseguraban
que ni las restricciones políticas coartarian su libertad, ni las
económicas mermarian su riqueza para acrecer los ingresos
del fisco, y que además de estos motivos para echarse en brazos
de la generosa Union americana y cortar el lazo de lealtad á
España, y el de intentarse la emancipacion de la esclavitud por
la metrópoli, debian pesar los bienes de la anexion que les
ofrecia una segura base de prosperidad, que nunca podrían
obtener mientras los cubanos enviasen millones de pesos á la
metrópoli á la vez que la isla ningun beneficio recibia (5).
Exageraciones sin cuento, notoria injusticia y gran animo-
sidad se manifestaban ciertamente en aquella hoja, que no
nos entretenemos en refutar, porque los hechos mismos que
hasta aquí hemos referido, y lo que más adelante diremos,
rebaten satisfactoriamente aquellas ideas, sólo por el despecho
inspiradas.


Pronto las noticias adelantadas en aquel escrito, respecto de
movimientos revolucionarios en España, se confirmaron y re-
produjeron en los periódicos de N ueva-York. Al copiar éstos
lo que decian los españoles acerca de 103 acontecimientos de
Madrid, publicaron artículos ofensivos á las autoridades de
Cuba, excitando calurosamente á la rebelion y pintando del
modo más desastroso y con los más siniestros colores los su-
eesos de la Península.


Multiplicáronse con tal motivo y se hicieron innumerables
los impresos clandestinos que se introducian en la isla con




CAPÍTULO XI 583


los ,periódicos yankees, lo cual obligó al general Roncali á
redoblar su vigilancia, y para acortar la circulacion, seguir
las prácticas que sentó su antece..;or, interceptando los perió-
cos con faja; pero como no se ejercia la misma inspeccion en
las cartas, ni en los viajeros, á pesar de lo que los detractores
aseguraban, ni en los tripulantes de los buques americanos
que tl'aian á mano paquetes impresos y correspondencias de
todo género, los revolucionarios del Norte conseguían plena-
mente su objeto de extender las ideas anexionistas en la isla;
lo que precisó luego á la autoridad, considerando ineficaces
aquellas medidas, á adoptar otras más severas y hasta inter-
ceptar en la propia administracion de correos 13 correspon-
dencia sospechosa.


Supo por ésta, que era editor y principal redactor de aquel
periódico La Verdad, que tanto agitaba los ánimos en Cu-
ba, un D. Gaspar Betencourt y Cisneros, natural de Puerto
Príncipe, queántes habiaescrito en la isla artículos referentes
á materias de industria, que titulaba .Epístolas y suscribia
con el nombre de El Lugareño, el cual debia contar con al-
gunos auxilios para sostener la publicacion del periódico,
porque interceptado frecuentemente en la Habana y sin cir-
culacion en ningun otro punto, llevaba ya, no obstante, una
existencia de más de cuatro meses. Prueba evidente adquirió
el conde de Alcoy, al tocar los resultados del nuevo procedi-
miento, de que no habia sido su vigilancia tan exquisita co-
mo la ocasion requeria, pues á serlo hubiera sabido oportu-
namente que mientras se enviaban por el correo cierto núme-
ro de ejemplares, que secuestrados dieran á los redactores
motivo para dar fundamento sus censuras, por otro hacían
penetrar numerosos paquetes de impresos, que se encargaban
de repartir los que directamente remitian fondos á la fingida
Cara ó á los mismos redactores de La Verdad. Estos eran en
su mayor parte jóvenes naturales de Cuba, ilusos unos y
perdidos otros, que dedicados exclusivamente á propagar é
inculcar las ideas republicanas y las de anexion de la isla de
Cuba, eran alentados por los partidarios del Norte de América




58-1 LAS IX:,;URrtECCIONES E~ CUBA


simpáticos á semejante solucion; observándose que en todos
sus escritos sobre las ideas políticas, resaltaba el encono con-
tra todo lo que se llamara español; ¿y cómo no, siendo tan di-
fíciles de ocultar los ódios de raza'? ¿Era pues extraño que los
peninsulares, sabiéndolo y conociendo á los autores de los es-
critos que leian, desoyesen aquellas protestas de union que
para seducirles hacian con tan inusitada prodigalidad de ha-
lagos'?


Llegó á tal punto la introduccion en la isla de las hojas sub--
versivas sobrecartadas, despues de los acontecimientos de la
Península, y fué tal el descaro eOil que algunos anexionistas
se exprc::laron, que enterado el g'obierno de la nacion, autori-
zó por fin al conde de Alcoy, para que hiciera abrir y rete-
Iler la correspondencia de personas sospechosas de desafec-
cioIl á la madre patria, 3' en general toda la que po,r su vo-
himen y sellales exteriores inrlicase cont;~ner impresos, ma-
yormente si procedía del Nm·te de América; c,mcedi~ndole
además autorizacion absoluta para adoptar euantas disposi-
ciones eondujeran á conservar y defender la preciosa Antilla,
pudiéndolas tomar ya por sí solo, ya con acuerdo de la junta
de autoridades segun las reclamase la urgencia de las cir-
cunstancias (6).


Los periodistas cubanos de los Estados-Unirlos, parafra-
seamlo las ic18as expr:~:'larlas en la Apelacion al Jmeólo de
Ouba, que hemos indicado, insistieron otra y varias veces en
la union de todos los habitantes de la isla, halagando hasta á
los esclavos y á los libres de color, con la eoncesion de los de-
rechos de que carecian, y aduciendo en apoyo de sus escritos
los discursos pronunciados en las Cámaras de Washington
por algunos exagerados representantes; lo cual en verdad era
contraproducente, puesto que sólo conseguian esparcir alar-
mas y zozobras en los ánimos de muchos propietarios, habi-
tantes de Cuba, que acababan de experimentar, quizás ca-
sualmente, quizás como resultado de las predicaciones anexio-
nistas dirigidas á las negradas, las pérdidas eonsiguientes al
incendio de un núrr,¡.ero demasiado erecido de ingéllios de azú-




CAPÍTULO XI 585


~ar, que tanto consternó durante el mes de abril de 1846.
La primera idea concreta de anexion de Cuba á los Esta-


dos-Unidos, se manifestó en 1846 por el senador de la Florida,
Mr. Yulee, quien en una mocion propuso á la Có,mara, que el
gobierno de la UnioIl entablase negociaciones con el de Espa-
ña prop:miéndole la compra de la isla de Cuba; mocÍon que no
tllvobuena aCJg'ida y quedó sobre la mesa. E18unde Nueva-
York resucitó la idea en el verano del siguiente año 1847, Y
d~'.3de aquellos nnmmtos empezó Cuba á hacer papel en el
te ttro pJlític1 de la Union, á pesar del gran urama que en-
tÓ~lces ocupaba la at~ncion del pueblo yankee. Era tan popu-
la~'la idea ell Ll primwera de 18i8, que habia logrado intro-
dllcirse en el s '3creto recinto del gabinete de ·Washington, y
discurria abiertam:mte entre los miembros del Senado y los de
la Cámara de representantes, quienes creian Ver' ya aumenta-
da con otril estrella la conste!acion americ:ma, enlazada con
la CadiJIl,l f,~Jeralla isla débil al continente fuerte, y 1"estitui-
do asl ti lc~ América lo que IJ¿os en América colocó.


j-fas los anexionistas no contaban con la enérgica actitud
dd gemral N¡lt'vaez, presidente á la sazon del gobierno espa-
ñol, manif.c3tando un exce3Ívo optimismo, al cr.cer triunfante
la rf)volucioll, el consiguicnt.3 cambio d91 sistema gubernativo
en lct isla y la abolícion inmediata de la esclavitud en las
Antillas, tanto por ser una cons3cLwncia illh:crent" á los prin-
cipíos del nuevo régimen que suponían seguro, co:no porque,
s3g'un decían, era condicion exigida por Inglaterra en premio
al .tpoyo qU3 prestaría, y que podria reclamar tambi:m Fran-
cia republicana Clmo derecho de primogenitura. Pero aque-
llas qne, C()!t10 vulgarmente se dice, podian llamarse cuentas
galanas, sc desvanecieron al encontrar en la Península un
g(1)ierno fuerte, y en cuanto se referia ú la emancipacion de la
esclavitud, una verdadera oposicion en los propietarios de ne-
gros. Era en Cuba este asunto el más grave que podia sus-
citars(~, por representar en realidaclla vida ó muerte de todos
sus habitantes; puesto que en la esclavitud consistb el prin-
cipal elemento de la propiedad, el único productivo y con




586 LAS IXSURRECCIONES EN CUBA


el que se lograban los ricos frutos que hacian próspero el
estado de la isla y alimentaban la envidia del extranjero.
Con su desaparicion era segura la ruina de comerciantes y
propietarios, á los que los disidentes querian convencer de
que, para escapar de tan fatal suerte, no tenian más medio qU!}
entregarse inmediatamente ó anexarse á los Estados-Uni-
dos, procurando así los enemigos de España cundir la alar-
ma y el desaliento por un lado y presentar en contraposicion
al propio tiempo, el cuadro de la lisonjera perspectiva anexio-
nista y las ventajas, que á los que tenian que perder en Cuba
no satisfacian, de lanzarse á un movimiento en aquel sentido.


El capitan general de la isla no abrigaba sin embargo te-
mor por su seguridad, aunque veia con pesar que las ideas
deducidas de aquellas reflexiones políticas, se infiltraban in-
sensiblemente hasta en sujetos de carácter muy respetable y
de cuya conducta y fidelidad jamás se habia dudado. Estos
manifestaban ya ciertos cuidados y desconfianzas sobre el
porvenir del dominio español, y con sus dudas entorpecian
el poco satisfactorio estado de las relaciones mercantiles; cu-
yas vacilaciones no lograban en tanto desterrar de los espíritus.
las dudas sobre el gobierno de la metrópoli, por continuar-
se creyendo que á cualquier cambio avanzado en la PenÍnsu-
la, seguiria irremisiblemente la pérdida del estado floreciente
de Cuba. Roncali procuraba desvanecer aquella preocupa-
cion, poniendo de m'anifiesto la seguridad de las institucio-
nes que en la monarquía regian, y lo poco predispuesto que
el gobierno estaba á establecer reformas, además de patenti-
zar que miraba como cuestion de interés y de honor nacional
el sostenimiento y la prosperidad de Cuba; pero los ánimos
susceptibles no por eso dejaban de permanecer ménos inquie-
tos, aunque veian las precauciones y las medidas políticas y
de vigilancia de la primera autoridad, para hacer ineficaces
los esfuerzos perturbadores de los revolucionarios. Los efectos
del inseguro estado mercantil se trocaron bien pronto en las
numerosas quiebras y los anuncios de otras de casas princi-
pales, qué entónces ocurrieron, á. consecuencia de las poca.




CAPÍTULO XI 587


operaciones que hacia el comercio con motivo de la revolucion
francesa y las desconfianzas de Europa, qne suspendió las de-
mandas de los productos que forman la base de la riqueza del
país. Tal fué la paralizacion de los negocios, que el azúcar se
cotizó á los muy bajos precios de seis y medio á ocho reales
fuertes la arroba del de primera clase (ó sea de quince á vein-
te reales de vellon), y las clases quebrados de tres y medio
á seis; careciendo absolutamente de demandas el café ántes
tan requerido. Ciertamente que el mes de junio de 1848 á
que aludimos,. era de los que se comprenden en el tiempo
muerto; pero en ninguno de los años anteriores fué tan
comun aquella depreciacion, si bien en ninguno de ellos fue-
ron tan inminentes los amagos de trastornos, ni de tal impor-
tancia la inquietud que en todos los ánimos dominaba.


11.


A mediados del mes que acabamos de citar, llamó la aten-
cion del conde de Alcoy, el número de pasajeros sospechosos
que negaron y salieron de la isla, cuyo movimiento coincidió
con la publicacion en algunos periódicos franceses, entre
ellos L' International de Bayonne, y con avisos del gobierno
de la metrópoli, anunciando que la Inglaterra, para vengarse
de España por la expulsion de Yr. Bulwer, acababa de hacer
pasar á la isla de Cuba y áun á Filipinas, agentes secretos
con la mision de insurrecionar las posesiones españolas. In-
~rpretando Ron cali , y áun siguiendo las inspiraciones del




588 LAS INSURRECCIONES EN CUlIA


gobierno, no perdonó entónces medio de vigilar con la mayor
escrupulosidad las personas, así de 'naturales como de extran-
jeros, que desembarcaban en la isla, investigando el objeto de
su viaje, aunque procediendo con gran'sobriedad y prudencia
en lo de negar permiso para saltar en tierra, ó en hacer salir
á los sospechosos del territorio de su mando.


A pesar de ésto, los revolucionarios se movian más que'nun-
ca y trataban de llevar rápidamente sus teorías al campo de
la ejecucion. Y eran muy lógicas aquellas pretensiones, puesto
que acababa de decidirse en julio de 18·18, y de darse á luz el
caudillo que los anexionistas habian proclamado, en la per-
sona del ex-general español D. Narciso Lopez. En aquel mes
se frustró ya el movimiento sedicioso que en Trinidacl y
Cienfuegos tenian preparado, cuya sedicion, segun decia
R'meali, era aislada y s')lamente pudo caber en la mente aca-
lorada de un jefe inepto y desconceptuado; perl) la sagacidad
de los conspiradores burló en aquella ocasion la vigilancia
del general, pues ni era aislado el movimiento, como supo-
nia, ni descubriéndolo sus delegados conseguian más que
aplazar la ejecucion de los proyectos. La primera autoridad
de Cuba estaba autorizada por reales órdenes recientes para
prevenir, anular, reprimir y castigar pronta y severamente
á cualquiera linaje de enemigos que se atrevieran á traspasar
el órdfm, y no pudo, á pesar de su deseo, dar perfecto cum-
plimiento á los del gobierno. Sin embargo, fué bastante aquel
fracaso para que en aquel año no se atrevieran los revoltosos
á levantar la cabeza, ni á conmover los espíritus susceptibles,
atemorizados por tales hechos tanto como por el temporal
desatado durante los días 5, 6, Y 7 de octubre en los campos
de Bahía-honda, San Cristóbal y Pinar del Río, que destruyó
una siembra de tabaco y algunos platanales y viviendas.


Donde aquel año el temporal más horroroso y que mayores
pérdidas produjo, fué enla iSla de Puerto-Rico, donde el ca-
pitan general, que lo era entónces el Sr. D. Juan de la Pe-
zuela, prevenido de la fracasada rebelion de Trinidad y de
Cienfuegos, habia tomado las precauciones convenientes para




CAPÍTULO XI 589


impedir la entrada en la isla de la correspondencia é impre-
sos, que· trataban de introducir los enemigos de España en
las colonias.


Mientras la ocasion llegaba de dar forma á un movimiento
más feliz que el abortado en las poblaciones dichas, siguieron
los periódicos norte-americanos haciendo política trastorna-
dora. Fué tal la agitacion producida á fines de 1848, que
hasta la Gaceta de la Habana tuvo que desmentir la alar-
ma por ellos extendida. Refutaba ésta, en el número corres-
pondiente al 27 de diciembre, unos artículos publicados en los
periódicos de N ueva-York y reproducidos por los ingleses,
que hablaban de negociaciones entabladas en Mu<lrirl entre
el gobierno español y el ministro norte-americano, con el
objeto de cederse por España á los Estados-Unidos la isla de
Cuba, mediante cierta cantidad de dinero. Decia la Gaceta en
su reflltacion «(que en el Golfo de Guinea tenia Espaua dos
»islatl de poca considcracion, que eran Ft'rnauuo Púo y An-
»nÓbOll, cá"i olvidadas, que la nacion se opuso á enagenar;
»y siendo así,· ménos podia separarse la corona de una isla
»como Cuba, tan adherida como la más important·3 de las
»provincias ultramarinas, por un gobierno, por una rdigion
»de más de trescientos años, por unas leyes y unas relaciones
»de familia que no eran para sacrificarse á un plan temera-
»l'io y cási inconcebible. Ningun espauol podria hablar de él
»sin indignacion, y esto,» decia, «(debiera convencer á los au-
»tores de tales maquinaciones, y mucho más sabiendo que
>,Cuba prosperaba y vivia feliz bajo el paternal gobierno de
»España, porque sus habitantes comparaban lo que era y lo
»que habia sido la América, que un tiempo rué española, y
»no pueden ménos de volver los ojos á Europa y al mundo
»entero, pam bendecir la. mano de la Providencia que los
»conserva ilesos en medio de la desgI'acia general.»


Y no sólo la Gaceta de la Habana se encargó de circular
aquella aclaracion, sino que la misma Gaceta de ¡1fadrid
desmintió la especie, que no era sino un ataque al carác-
ter nacional, que el gobierno estaba comprometido á de-




590 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


fender; cuya aclaracion fué una termin¡mte respuesta á las
gestiones que el ministro americano en Madrid, MI'. For-
sytk, hacia por encargo del ministro de Estado de la Union,
MI'. Adams (7).


En la primavera del año siguiente, 1849, Lopez y sus
agentes, que no habian podido obtener resultado en la cons-
piracion ya repetida, trataron de formar una expedicion en
la isla del Gato (Oat-island) , ó sea en la que suponen al-
gunos fué la primera que descubrió y bautizó Colon con el
nombre de San Salvador, en el grupo de las Bahamas, hoy
territorio perteneciente á los Estados-Unidos; donde varios
aventureros americanos y descontentos españoles que allí se
habian reunido, trataron de invadir á Cuba, de acuerdo con
el partido más exaltado de aquella república, y en combina-
cion con los comprometidos en la isla. Pero en virtud de las
reclamaciones del capitan general de Cuba al gobierno fe-
deral, fué la reunion disuelta, prometiendo el presidente de
la repúblicaqueprocuraria evitar en lo sucesivo que salieran
desde los dominios de la Union agresiones contra España.


Insistentes los revoltosos que, segun la propia declaracion
del conde de Alcoy de 9 de setiembre de 1849, estaban de
acuerdo con aquellos naturales de Cuba, cuya opinion era
en su mayoría contraria á la dominacion española, insisten-
tes y osados, se lisonjeaban ya más que nunca en aumentar
con una nueva estrella la bandera de la gran república; y
ellos, que viendo rebajado nuestro poder marítimo, habian
amortiguado el espíritu de nacionalidad, á lo que no contri-
buia poco la distancia de la metrópoli, que obligaba á la ju-
ventud á hacer sus estudios en los Estados-Unidos, don (le
recibia una educacion exclusivamente republicana; ellos, to-
dos propensos á la movilidad de emociones, se desalentaron
mucho al ver que nuestra intervencion en Italia á las órdenes
del general D. Fernando Fernandez de Córdova, para prote-
ger los derechos del Sumo Pontífice, habia levantado algu-
nos grados nuestro prestigio en el mundo. Ellos veian que las
capitales diferencias, ya entónces bastante expresivas, entre




CAPÍTULO XI 591


los Estados del Sur y los del Norte de la Union americana,
era inconveniente importante para la realizacion de sus pla-
nes; pero si en esto no se paraban, procuraron allanar los
obstáculos de otro género que se oponian á la realizacion de
aquellos, ya teniendo á su completa devocion en la Habana
al cónsul norte-americano Mr. Roberto Campbell, ya inten-
tando desviar de las faenas rurales y de la vida del campo á
la juventud acomodada y de la clase media, atrayéndola á
las ciudades, para que se juntase con los jóvenes dedicados al
estudio, y sobresalientes por sus ideas reformadoras y turbu-
lentas tanto como por sus hábitos viciosos.


El capitan general de Cuba, que hasta agosto de 1849 no
habia visto el peligro de cerca, procuró al descubrirloconju-
rarlo, yal efecto, pidió al gobierno de la metrópoli con insis-
tencia que se ocupara con preferente interés de la coloniza-
cion blanca, á la vez que de la introduccion de negros, para
establecer la debida proporcion entre los habitantes de la is-
la. Pedia sobre todo que se evitasen las reformas políticas, si
no se queria poner la isla al borde del precipicio, y que en
todo caso, despues de bien meditadas, se adoptasen sólo las
referentes al estable~imiento de vapores-correos y de la Guar-
dia civil, y á la reorganizacion de los capitanes de partido y
jueces pedáneos; y hacia al mismo tiempo presente la necesi-
dad de destinar cuatro vapores más a aquel apostadero, don-
dr:' no baBtaban los dos que existian para las atenciones de
Cuba y Puerto-Rico, y la conveniencia de que se le autori-
zara para crear una Milicia de treinta mil voluntarios penin-
sulares, para el caso en que las circunstancias lo exigieran,
«y sólo peninsulares» decia Roncali «porque no tengo con-
»)fianza en entregar á los naturales las armas.» Pidió que de
éstas se le enviasen con aquel objeto algunas remesas sin per-
der tiempo, porque muy pronto pudiera ser necesario defen-
der el honor nacional y el dominio de Cuba, por cuya con-
:;ervacion estaban los buenos españoles dispuestos á emplear
todos los medios y hacer todos los sacrificios.


Cuando Lopez recibió de los patriotas cubanos residentct'\




592 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


en la isla, fondos bastantes para rehacerse de las pérdidas
sufridas en los frustrados proyectos de Trinidad y Cicnfuegos
y de la isla del Gato, preparó en agosto de 1849 una expedi-
cÍon para mandarla él mismo y dirigiese sobre Cubao R~unió
al efecto partidarios y asalariados entre la gente más perdida
de las poblaciones americanas, y desde el Sur de los Estados-
Unidos los envió para que le es~era;;\en á la isla Redonda
(Round island), donde se les juntaria kego para capitanear-
loso Pero enterado el capitan general de Cuba por el alarma-
do comercio peninsular, y áun por el de N ueVá-York, que re-
pre,;:;ntó con tal motivo al presidente Taylor de la proximi-
dad de agresiones de que nunca hasta ent')nces habia hecho
gran caso, reclamó enérgicamente contra la conducta del
gobierno norte-americano, el cual, aunque protegia indirec-
tamente á los revolucionarios cubanos, no quiso patentizar su
complicidad y encarg'ó á los comandantes de la marina ofi-
cial, que apresaran todos los bUl} ues que llevasen jefes paraola
expedicion. Esto y el haber sido bloquea-los en aquella isla
por fuerzas de la Union, los expedicionarios ó piratas que en
número de unos doscientos se reunieron allí, hizo fraca-
sar el tercer proyecto; regresando seguidamente los compro-
metidos á los Estados del Sur, repletos de los bonos que se
habian emitido sobre las propiedades de la i",la de Cuba, y
con los que anticipadamente les fueron pagados sus servicios
á aquellas gentes sin ley, que se aprcsuraron á cotizarlos y
reducirlos á dinero, en las casas de los comerciantes que ino-
centemente se habian interesado cn el empr~stito de Lopez,
creyéndolo cosa formal. Como era de esperar, estos interesa-
dos partidarios, que creian poseer en su papel verdaderos
green bank ó billetes al portador, viendo que con ellos no ob-
tenían dinero y que cuando más sólo algunos de los que pri-
meramente explotaron la buena fé de los incautos comercian-
tes, víctimas de la superchería, pudieron 'realizar algun me-
tálico, y viendo que era impo:5ible cobrar de Lopez y de los
enganchadores, promovieron tal alboroto, que escandalizaron
á todo el comercio. Burlados en sus intereses los individuos de




CAPÍTULO XI 593


éste, y no encontrando medio de reintegrarse, decidieron, así
los incautos como los excesivamente avisados, alentar a los
revolucionarios para que cuanto antes llevaran á cabo la em-
presa que, de realizarse, les prometia una riqueza diez veces
mayor que la que los bonos representaban.


Frustrado el plan de la isla Redonda, con sentimiento del
general Roncali, que hubi8ra preferido el desembarco de los
piratas en Cuba para hacer en ellos un escarmiento, los en-
ganchados, como era consiguiente, por las razones que aca-
bamos de inilicar y por ser la codicia el único patriotismo que
les animaba, quedaron cual viva y constante amenaza contra
la tranquilidad de la isla. Esto y el saber que sus jefes de
cxpedicion estaban comprando buques y armamento para otra.
intentona, decidió al conde de Alcoy á tomar más eficaceil
medidas, á investigar quiénes desde Cuba remitian fondos á
Lopez, y á combinar los medios de resistencia á la invasion
que como segura tenia para dentro de un término más ó mé-
nos largo. Al efect0 utilizó los cinco mil fu~;iles que, en febre-
ro de 1850, acababa de recibir del gobierno de la metrópoli;
pues no habia tiempo que perder y las circunstancias eran
calla vez más apremiantes, segun pudo apreciarlo al te-
ner noticia de que Narciso Lopez habia logrado colocar gran
parte dfl un empréstito, emitido por valor de uno á dos mi-
llones de p~sos, vendiendo cada peso en papel á diez y do-
ce centavos de los valores americanos, ó sea de dos á dos y
medio reales vellon el duro de á veinte, con cuya emision re-
animó el apagado entusiasmo en los enganchados, dándoles
algunas pagas adelantadas en aquel papel, que si ll'l mucho,
les proporcionó bastante dinero para bullir en las tabernas
de N ueva-Orleans y de otros puntos del Sur de los Estados-
Unidos; donde era, verdaderamente escandaloso que tales de-
mostraciones y alal'!ies públicos se consintieran.




594 LAS INSURRECCIONES EN CUBA.


111.


Comprometidos por juramento, y pagados desde 1.0 de
abril de 1850, quedaron los piratas que Lopez iba á mandar;
y ya dispuestos para invadir á Cuba, se les proveyó á todos,
fueran de la nacionalidad y procedencia que fuesen, de car-
tas de ciudadano americano, como salvaguardia en el úl-
timo trance, y á fin de que les amparase como tales en sus
reclamaciones aquella república, sin pararse 6 no queriendo
recordar la proclama que el presidente Taylor publicó el año
anterior, prohibiendo explícitamente la formacion en los Es-
tados-Unidos, de expediciones contra territorios de naciones
amigas.


Mas si no tenianesto presente en lo que se refería á las
cartas de ciudadanía, se cuidaban mucho de no olvidarlo en
cuanto atañía. á la salida directa de una expedícion corsaria
del territorio de la Union. En efecto, hechos ya todos los pre-
parativos, se extendió la voz de que las gentes enganchadas y
reunidas por Lopez, iban á embarcarse para Ohagres, puerto
próximo á Colon 6 AspinmaU, en el istmo de Panamá, con
el objeto de pasar á California, donde acaQaban de descubrir-
se ricos veneros de oro que atraian á los aventureros de todo
el mundo.


En los últimos días de abril empezaron á descender del
Mississipi, y á salir de Nueva-Orleans, de Mobila y de otros




CAPÍTULO XI 595


puntos del Sur de los Estados-Unidos, varias remesas de ex-
pedicionarios, que pretextaban ir á Ohagres, y atravesando
,el Seno de Méjico fueron á recalar á cabo Catoche en la cos-
ta de Yucatán. Iba á bordo de uno de aquellos buques don
Narciso Lopez, al que llamaban ya general de la expedicion,
quien verificó el embarco con toda libertad, pues el gobier-
no federal que, á pesar de sus protestas amistosas, habia per-
mitido fomentar impunemente en los Estados del Sur, en pre-
sencia y á sabiendas de las autoridades locales"aquellos actos
sediciosos, creia ó aparentaba creer que estaba libre de toda
responsabilidad siempre que las expediciones no salieran di-
rectamente de su territorio, como sucedia al intentarlo el año
-anterior desde la isla Redonda. Ciertamente que no fueron
los invasores de Cuba á ninguna posesion americana; pero
-eon toda la proteccion que podian prometerse, navegaron
libremente hasta las islas de Oontoy y de lIfujeres, frente de
elIyas costas esperaron los adelantados á los que iban detrás.


Convertido Lopez en general filibustero, se acercó al is-
lote de Oontoy, en el vapor Oreo le , el, 13 de mayo por la
mañana, y allí dispuso que se trasbordaran al vapor los ex-
p::ldicíonarios del bergantín 8ussan Lout, los de la barca
Georgiana y otros que habian ido á las islas de Muieres y
de Oontoy, en distintas embarcaciones. Hecho el recuento de
los filibusteros, resultó un total de seiscientos di~z hombres,
ajustados con haberes iguales á los del ejército de los Esta-
dos-Unidos, y con la oferta, además, de cuatro mil pesos
de premio, pagadero al terminar el primer año de servicio,
fijándose el principio del compromiso en primeros de abril (8).
Abandonaron los expedicionarios las costas de Yucatán, del
15 al 16 de mayo, y despues de haberse encontrado cuatro
balandras pescadoras de la pertenencia de Pancho i1:fartí, cu-
yos tripulantes los vieron muy entusiasmados, dándose por
los jefes muchos vivas, y animando á los que, con el engaño
de ir á California, se encontraban convertidos en soldados de
'Una expedicion pirática, se dirigió ésta hácia Cuba.


El general Roncali, que desde el dia 16, y por aviso del ca-
(O




596 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


pitan de una de las balandras pescadoras, sabia que los aven-
tureros embarcados en N ueva-Orleans, á bordo del vapor
Oreole, de la barca y del bergantín-goleta indicados, se ha-
llaban fondeados en la isla de Mujeres, envió en su persecu-
cion el vapor Pizarro, al mando del comandante general de
marina, D. Francisco Armero, quien apresó en Oontoy la
barca y el bergantin-goleta con los piratas armados que con-
tenian, se ap:>deró de la correspondencia de la expedicion, y
regresó á la Habana, conduciendo varios de los principales
comprometidos, que debian ser juzgados por el tribunal de
marina, dejando para custodiar los buques detenidos al ber-
gantín Habanero. La misma suerte debió haber cabido al
vapor Oreo le , pero habia marchado hacia cuarenta y ocho
horas con Lopez y quinientos de sus secuaces, con rumbo á
la costa Norte de la isla de Cuba, donde, á las tres y media
de la mañana del 19 de mayo, sorprendió al pacífico vecin-
dario de Cárdenas.


«Avisado de este suceso el gobernador, D. Florencio Ceru-
»)ti (9), se puso á la cabeza de diez y siete hombres del re-
»)gimiento de Leon, única fuerza que entónces tenia á sus Ó1'-
»denes, con la cual hizo dentro de su propia casa una vigo-
»rosa resistencia, hasta que, consumido el último cartucho y
»sofocado por el fuego pegado por los invasores al edificio, que
»ardia ya por todas partes, se vió precisado á pasar por el do-
»lo1'oso trance de rendir sus armas á la canana. Concluida esta
»primera refriega, honrosa para aquel puñado de valientes,
»sin emlnrgo de lo funesto de su desenlace, el cabecilla rege-
>merador (Lopez), pasó á apoderarse de los fondos de la adua-
»na y de alJunos de particulares, en tant8 que la desordenada
»gabilla se emborrachaba alegremente en las tabernas del
»pueblo. y mientras que otns se dedicaban á recoger cuantos
»caballos pudieran hab~r a las manos.»


A pesar de los esfuerzos hechos por Lopez y sus principa-
les adalides para atraer á su ca'Isa los habitantes de Cárde-
nas, no pudieron en aquel dia conseguirlo de uno sólo, ni de
la poblacion, ni de las fincas inmediatas. Les desanimó tanto




CAPÍTULO XI 597


ésto, que, cuando á las seis y media de la tarde llegó allí y
atacó á los piratas el alférez del regimiento del Rey, D. José
Morales, y el comandante de armas de Guacamaro, D. Lean
Martinez Fortun, con veinte lanceros, cincuenta infantes de
Lean y treinta paisanos, á pesar de su superioridad en la cor-
ta pelea, en la que murió sobre un montan de cadáveres el
denodado lancero Carrasco, y á pesar de dar muerte á un cabo
y tres lanceros más, y de hacer algunas bajas á las tropas
leales, fué tal el pavor que se apoderó de los piratas al verse
hostilizados, en vez de encontrar partidarios que les secun-
dasen. que ántes de las cuarenta y ocho horas huyeron des-
pavoridos, y se reembarcaron en el mismo vapor O'J'eole, que
los habia conducido. Dejaron algunos muertos, se llevaron
unos cuarenta heridos, entre ellos al titulado coronel Whea-
te, y deteniéndose momentáneamente en Cayo Piedra, donde
abandonaron al prisionero gobernador Ceruti, al capitan de
Lean, Se2"ura, á un sub-teniente y á los otros apresados, en-
filaron el rumbo hácia las costas americanas. A tal grado
llegó la repulsion con que los piratas fueron recibidos en Cár-
denas, que hasta los mismos presidiarios se negaron á se-
guir1os, y no sólo resistieron sus ofertas, sino que les hosti-
lizaron luego.


Al llegar á noticia del general Rcmcali la invasion de Cár-
denas por las gentes de Lopez, public6 un bando declarando
en estarlo de sitio la isla, sus islitas y cayos adyacentes, y
en bloqueo todas las costas yaguas litorales, y condenando á
ser pasados por las armas los piratas, los espías y todos
los que intentaran aprovechar la invasion para insubordinar
las negradas de las fincas (10); y dirigió una alocucion á los
habitantes de la isla inspirándoles confianza~<y; recomendán-
doles el mayor patriotismo en rechazar las instigaciones de
aquellos enemigos de todas las naciones, de cuyo exterminio
se encargarian las leales tropas de la reina.


A las dos de la madrugada del mismo dia"J9 de mayo lle-
g6 á Cárdenas el gobernador de Matanzas con una corta es-
colta para cooperar á la defensa del territorio; y tan pronto




598 LAS iNSURRECCIONES EN CUBA.


como tuvo noticia del bando del conde de Alcoy, el teniente
general de cuartel en la isla conde de Mirasol, se presentó á la
primera autoridad ofreciéndole sus servicios, que fueron se-
guidamente aceptados, nombrándosele comandante general
de operaciones y poniéndose como tal á su disposicion los
regimientos de infantería España y Nápoles, una batería de
montaña, doscientos lanceros del Rey, dos escuadrones de
milicias disciplinadas, yel completo de jefes y oficiales y ma-
terial que el ejército necesitaba. Creyendo interceptados los
caminos que dirigian á Cárdenas, emprendió Mirasolsu mar-
cha primero por Jaruco á Matanzas, y sabiendo el reembarco
de los piratas y que se dirigian sobre Ságua, regresó á la ca-
pital, fué por el camino de hierro á Cárdenas, atravesó la
bahía en goletas, tomó el ferro-carril del Júcaro, hizo mar-
char las tropas en direccion de Alvarez para colocarse al
Nordeste de Villaclara y estar á la mira de lo que pudiera
ocurrir en Ságua y Remedios, por ser los puntos del país que
más se distinguian por las opiniones disidentes que allí ex-
tendió Lopez ántes de huir á los Estados-Unidos. Pero ente-
rado luego de que la expedicion pirática se habia retirado á
su punto de partida, regresó Mirasol á la Habana, despues de
confirmar su reconocida actividad, y de darse por el capitan
general muestras de estar prevenido para todo evento.


Suponiendo el capitan general que la expedicion reembar-
cada en Cárdenas se dirigiria á Cayo Hueso, ordenó al ex-
presado comandante general de marina D. Francisco Armero
que fuera con el Pizarra en seguimiento del Oreole. Sin
pérdida de tiempo se hizo el buque español á la mar, pero lle-
vándole el de los piratas bastante ventaja y acelerando la
marcha al verse Lopez perseguido, no pudo dársele alcance
hasta la entrada del puerto de aquel Cayo, depositario per-
manente de renegados de España, en el que el poco calado
del Oreole le favoreció todavía para eseapar de ser apresado.
Ancló allí el PÍ4f.1'1''I'O mientras los aTentureros desembarcaban
pt'ecipitadamente para ponerse al amparo y á disposicion de
la autoridad territorial; y viéndose así burlado el general




CAPÍTULO XI 599


Armero, hizo en el acto por medio del vice-cónsul español las
reclamaciones y protestas necesarias, á las que las autorida-
des americanas tardaron treinta horas en contestar las eva-
sivas ya de todos conocidas. Comprendiendo que seria infruc-
tutlso cuanto intentara y que era ya innecesaria su continua-
cion en aquellas aguas, regresó el comandante del Pizarro á
la Habana, á cuyo puerto llegó á las nueve de la mañana del
dia 23, que fué el mismo en que se avisó á Mirasol que sus-
pendiera sus operaciones.


Sabíase por nuestros cónsules en los Estados-Unidos, que
si la intentona de Lopez hubiera tenido eco en Cuba, habrían
inmediatamente salido de Nueva-Orleans y de otros puertos
del Sur de seis á diez mil hombres comprometidos y ajusta-
do~ para auxiliar á los piratas, lo cual confirmó el gobierno
de Washington al dar órden á su armada para perseguirlos.
Con este objeto y con el de proteger las cos~as de Cuba, segun
aquel gobierno decia, llegaron á poco á la Habana algunos
buques, aunque más bien seria para apoyar las reclamacio-
nes que se hicieran á consecuencia del apresamiento en Oon-
tO?! del bergantin Sussan Lout, mandado por el capitan norte-
americano Simeon Pendleton, y la barca de que hemos ha-
blado; sobre cuyos buques preguntó ya el cónsul americano
así que tuvo noticia de la aprehension, si tenian ó no bande-
ra americana, y si tenian y llevaban sus papeles corrientes,
á lo cual se le contestó más tarde en vista del resultado de
las declaraciones.


Los indicados buques norte-americanos, que llegaron al
puerto de la Habana, fueron dos corbetas de guerra proce-
dentes, una de Santiago de Cuba y la otra de Haití nombra-
da A lbani, cuyo comandante Mr. Randolff se presentó el
24 reclamando las naves apresadas, no de oficio cierta-
mente, comprendiendo la impertinencia del paso, sino por
gestion verbal y particular que le fué contestada, haciéndole
presente la imposibilidad de tomar ningun acuerdo ántes de
que dictara su fallo el tribunal de marina. Dos dias des-
pues, con ocho de navegacion y procedente de los Estados-




600 LAS IXSURRECCIONES EN CUBA


Unidos del Norte, lo qne prueba que el 18 de mayo, ántesdel
desembarco de Lopez, tenia el gobierno de Washington 'per-
fecto conocimiento de todo, el 26 de mayo, repetimos, ancló en
el puerto de la Habana el vapor de guerra Savannalt, manda-
do por el comandante Tarruall, como precursor de otros bu-
ques que protegiesen de toda invasion la isla de Cuba; mas á
pesar de estas tardias muestras de galantería internacional,
no se olvidó tampoco aquel marino de hacer la misma recla-
macion de Mr. Randolff, que mereció por cierto idéntica res-
puesta.


Quizás aquel aparato maritimo 10 presentara el gobierno
americano, para intentar algo parecido á lo que acababa de
hacer en Tejas; pero al ver la actitud de las autoridades es-
pañolas y la de todos los habitantes, que en vez de responder
al grito de Lopez, se alistaban en los batallones de volunta-
rios, de los cuales se formaron rápidamente cuatro en la Ha-
bana; al presenciar cómo el pueblo en masa pedia armas
para acrecer .aquella Milicia voluntaria de nobles vecinos,
segun se tituló al constituirse, que lo fué sólo con el carácter
de provisional y mientras desapareciera la alarma promovida
por los filibusteros (ll); al ver semejantes disposiciones, se
contuvieron ]os norte-americanos en los limites de la más
prudente urbanidad.


En medio de aquellas apuradas circunstancias recibió el
general Roncali del gobierno, que nada sabia aún de lo
ocurrido, órdenes terminantes para que al llegar á la isla la
fragata Esperanza y el vapor Blasco de Garay, (la Espe-
ranza llegó el 9 de mayo), se dirigiera á la Península el na-
vío Soberano con la correspondiente consignacion pagada;
pero la junta de autoridades, á la que el general sometió el
asunto, decidió que no saliese tal navío, y que por el contra-
río se pidiera á la metrópoli la pronta presentacion del vapor
Oolon, que tenia ofrecido.


Detenido Lopez en Savannah, puerto de la Georgia, á don-
de se habia dirigido desde Cayo Hueso, y puesto luego en
libertad, trasladóse á Nueva-Orleans en 7 de julio de 1850.




CAPíTULO XI 601


De allí se fué al pueblo de Pass-Okristian, en el vecino Es-
tado del Mississippi, y segun arreglos dispuestos de antema-
no, se avisó al marskaZ de los Estados-Unidos en Nue-
va-Orleans, que el ex-general Lopez estaria á sus órdenes en
el hotel de San Cárlos á las diez de la mañana. En efecto, á
aquella hora se avistaron Lopez y el marskaZ en el punto
de la cita, y terminada ésta, dióse principio al procedimiento
judicial ante el procurador del gobierno supremo, M r. Logan
Hunton, fundándolo en la acusacion que presentó, por medio
de una declaracion jurada, D. Juan Ignacio Laborde. cónsul
interino de España en aquella ciudad. Los abogados mis-
ter Prentiss, y el general Henderson, que figuraban entre
los complicados, se presentaron como defensores de los expe-
dicionarios y fundaron su principal defensa en sostener que
la relacion jurada del cónsul español, se basaba sólo en su-
posiciones, y que en ella no se aseguraba nada positivamente.


En los discursos pronunciados en defensa de Lopez y sus
cómplices, segun un escrito publicado en Nueva-Orleans en
1850 (12), «abundaron las razones que generalmente suelen
»emplearse en casos semejantes: muchas insolencias al ha-
»blar de los españoles, de su gobierno, de su reina y del cón-
»sul; insolencias que si se recibian con indignacion por las
»personas de seso que estaban presentes, eran calurosamen-
»te aplaudidas por la chusma y la canalla, entre la cual no
»faltaban algunos disfrazados de caballeros, que pasaban
»por tales en la comunidad filibustera.»


Desde la entrevista del.marskal y sucesivamente, procuró
embrollarse el asunto todo lo posible por los abogados defen-
sores, pasándose las horas de las sesiones en charlar, sin de-
cir nada de provecho ó haciendo absurdas demostraciones,
como siempre sucede donde el castigo de los delitos se confia
á la institucion del jurado, constituido por personas apasio-
nadas.


Entre unos y otros embrollos, se prolongaron las actua-
ciones hasta el 7 de marzo de 1851 en que, reunidos el
juez y los consejeros en la córte del distrito, manifestó el




602 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


ma'l'shal de parte del jurado que no era posible llegar á un
acuerdo. En vi::lta de esto, se convino descargar al tercer ju-
rado, como se habia hecho con los dos anteriores; y finalmen-
te, el citado Hunton, procurador del distrito de los Estados-
Unidos por el departamento Oriental del Estado de Luisiana,
despues de largas deliberaciones, opinó que la más acertada
determinacion que podia tomarse, era sobreseer la causa y
anular los procedimientos contra los individuos acusados, 16
cual así se acordó. ¡,Y cómo no, ni cómo adoptar otra decision
resultando comprometidos en aquel negocio ex-senadores,
gobernadores é individuos de la córte suprema del mismo Es-
tado que juzgaba, ex-cónsules, militares y empleados de al-
ta gerarquía y otras personas de consideracion? (13)


Más sério, solemne y justo el procedimiento, é infinitamen-
te más digna, fué la conducta del capitan general de Cuba
con los otrml complicados en la f'xpedicion, que se apresaron
en el bergantin Sussan L01ct (14) y la barca Georgiana en
Oontoy, á los cuales se les absolvió á propuesta del tribunal
de marina, excepto á cuatro de los cabecillas, que fueron con-
denados á presidio, del cual se les indultó luego tambien.


En aquellos sucesos resultó complicado el ministro de Es-
tado de la Union MI'. Clayton, el que era traidor hasta al
mismo honrado presidente Taylor, quien, con una buena fé
que era de creer, protestaba de adhesion y de cumplir leal-
mente los compromisos con una nacÍon amiga. Por desgracia
para España, en medio de estas ocurrencias murió aquel
presidente, y por fortuna á la vez para el honor americano,
fné exonerado Clayton, sin lograr su favorito objeto de po-
ner en guerra al gobierno español con el de los Estados-Uni-
dos; y afortunadamente tambien para ambos países, sucedió
al primero el vicepresidente Fillmore y en el ministerio de
Estado ó de Negocios Extranjeros MI'. Webster, acreditado
publicista, de cualidades no inferiores á las del presidente, de
suma prudencia y de disposiciones poco favorables á los ane-
xionistas.


Al dar el conde de Alcoy conocimiento 'al gobierno de




CAPÍTULO xr 603


aquellos sucesos, le encarecia la necesidad de establecer pron-'
tamente una línea de vapores entre Cádiz y la Habana, que
enlazara más la metrópoli á la rica provincia ultramarina y
que estrechase los lazos y relaciones particulares, haciendo
más pronta la accion del gobierno supremo y dificulta.ndo las
tentativas anexionistas con el aumento de la confianza, del
concepto y del prestigio nacional. No creia el conde de Alcoy
en aquella ocasion, que los planes de nuevas expediciones se
realizaran, sino que se aplazasen hasta la terminacion de la
causa que se seguia en Nueva-Orleans, ó hasta que amen-
guase el rigor de las disposiciones por él tomadas, como el
gobierno de los Estados-Unidos no mostrara de nuevo una
benevolencia á- que estaba poco dispuesto, despues de la com-
pliCidad con que aparecían algunos funcionarios públicos en
aquella intentona.


IV.


Enterado el gobierno de la metrópoli de todos los detalles
de la expedicion de Lopez y de las disposiciones adoptadas
por el general Roncali, pidió á éste en junio de 1850, con el
objeto de tomar alguna medida provechosa, minuciosos infor-
mes por medio de la direccion de Ultramar (15), de todo lo
que pudiera darle á conocer el verdadero estado normal y ma-
terial de la isla de Cuba.


Respondiendo el conde de Alcoy al gobierno, le manifes! ó
que segun la estadística de fines de 1849, ascendía la pobla-




604 LAS INSURRECCIONES EN CUBA.


cion de la isla á un millon de habitantes, de los cuales 945 .440
eran permanentes ó estaban avecindados y el resto lo forma ...
ban el ejército, la armada, los transeuntes y la gente de mar
de toda.s las naciones. La masa total de aquellos habitantes
podia considerarse dividida en las dos razas blanca y de color,
con intereses tan encontrados y con opiniones naturalmente
tan distintas, como eran sus condiciones físicas y morales.


La gente de color, que ascendia á 488.307 individuos, más
de la mitad de la poblacion general de la isla, comprendia
los pardos y los morenos, los libres y los esclavos. Los libres
de color eran 164.410, con opinion dudosa, y cuyo escaso mÍ-
mero, comparado con el de los blancos, les impedia lanzarse
al movimiento insurreccional, que indudablemente deseaban
en su mayoría, aunque no los hombres ricos de esta clase, que
estaban inclinados y se manifestaban decididos partidarios de
España. Las clases esclavas, con el buen trato que se les da-
ba, permanecian sumisas y tranquilas, sin aspiraciones apa-
rentes y sin ofrecer inquietudes por sí mismas, desde que el
general O' Donnell castigó á los c6mplices de Plácido.


La raza blanca, que contaba 457.133 individuos de todas
edades y sexos, entre naturales y peninsula-res, podia subdi-
vidirse en esta forma: 33.962 peninsulares, sin contar el ejér-
cito, la marina de guerra y la mercante, cuya clase era en
realidad á la sazon la más influyente de la isla; 25.65:J natu-
rales de Canarias, quedebian considerarse como peninsulares,
pero no muy absolutamente, por ser sus condiciones distintas
y su espíritu de nacionalidad ménos marcado; 8.513 extran-
jeros, que hasta ent6nces habian tenido muy poca importan-
cia corno clase, pero que tendia á aumentarse y á influir por
el roce inmediato con los naturales del país y las necesida-
des de la industria, y 389.999 naturales de Cuba, de los cua-
les, descontados los párvulos y decrépitos, quedaba la respe-
table suma de 251.054.


Respecto de la opinion predominante en la masa general
sobre la dominacion española, y acerca de la confianza qUf
en ella debiera tenerse ó temores que la misma inspirara, po-




CAPÍTULO XI 605


dia decirse que no habia ",erdadera homogeneidad en las ten-
dencias del mayor número de aquellos habitantes. Sus aspi-
raciones eran cási idénticas en cuanto al resultado, que por
uno ú otro camino seria la emancipacion á que les llevaría un
sistema de concesiones políticas. Los deseos de los naturales
eran distintos: unos los cifraban en las mejoras administra-
tivas y de gobierno del país, con lasque, conservando elor-
gullo de la nacionalidad española, terminase el antiguo siste-
ma, y concediéndose las leyes especiales anunciadas en 1836
se identificara su situacion con la de la Península: estos eran
los llamados autónomos. Otros pedian la intervencion del país
en su gobernacion, y la asimilacion completa con la Penínsu-
la, mandando representantes á las Córtes: estos eran los re-
formistas. Otros creianse capaces de gobernarse y sostener-
se por sí sin el directo protectorado de la. metrópoli; y eran
los independientes. Y otros, por fin, atraidos por los esclavis-
tas de los Estados del Sur de la Union americana, que querian
aumentar el número de representantes en las Cámaras de
Washington, para contrarestar las fuerzas legislativas de los
Estados del Norte, pretendian, deseaban y dirigian sus tra-
bajos por medio de las expediciones .filibusteras á la anexion
de Cuba á los Estados-Unidos. En punto á esclavitud, raros
eran los que no la sostenian.


A las dos primeras aspiraciones, pertenecian los hombres
de más valer por su nacimiento y por sus riquezas, y gran
parte de los hombres de talento que figuraban en la clase
media, y vivian en las pequeñas poblaciones ó en los campos.
Los de la clase media en las ciuda.des ó pueblos crecidos, en
cuya agrupacion se comprendia tambien lo más ínfimo de las
gentes que no eran de color, por ser estas las que en la isla
constituyen el verdadero pueblo bajo, pertenecian en general
á las últimas aspiraciones de independencia de los poderes
constituidos, como siempre ha sucedido en todos los paises;
y los hombres inquietos d,e todas las clases, los desprovistos de
fortuna y llenos de ambicion desarreglada, los dados á se-
guir el impulso revolucionario por adquirir celebridad, los




606 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


que en un cambio naJa arriesgaban más que sus personas,
teniendo probabilidades de ganar, éstos anhelaban seguir el
ejemplo de los demás Estados de la América que fueron es-
pañoles, por medio de la anexion á la república del Norte.


Pero como era natural, tan diversas opiniones se neutrali-
zaban y no podian ménos de producir el equilibrio en favor
del statu qua, el cual seguiria aún por mucho tiempo si va-
riaciones en el sistema político no lo descomponian, ó mien-
tras no se alterase la proporcion entre la esclavitud y la po-
blacion blanca, llegando el número de ésta á dominar sobre
el de aquella. Es decir, que la esclavitud era durante el man-
do de Roncali, como es hoy todavía, el verdadero elemento de
órden y la más cierta garantía de la integridad nacional.


En la ocasion y tiempo á que nos referimos, los medios
oportunos y urgentes para modificar ó cambiar la opinion
adversa á los intereses de España, eran, sin duda, la recta
administracion de justicia, la equidad en el reparto de las
cargas públicas, cuyos bienes no siempre se habian disfrutado,
allí donde el blanco pretendía tener siempre razon en todo con-
tra el hombre de color, 10 mismo que el peninsular queria
siempre ser preferido al natural de la isla; preferencias que
habian de traer ratalmente a la larga funestos resultados, co-
mo los acarrearon á poco en las tristes consecuencias que en
el dia aún se tocan.


Eran entónces de urgente resolucion: suprimir el diezmo,
sustituyéndole por otro impuesto ménos sensible; las mejoras
en el sistema de alcabalas; las que podian introducirse en los
aranceles de la Península para los frutos cubanos y á los de
la isla para la ímportacion y exportacion; la extincion de las
gabelas, gastos y servicios personales, que ocasionaba el
sistema de policía, estableciendo la Guardia civil, tan benefi-
ciosa para los habitantes como para el gobierno; la dotacion
con sueldos fijos á todos los empleados, en vez de los emolu-
mentos que cobraqan; la acertada eleccion en las personas
que hubiesen de desempeñar cargos públicos, ya se nombra-
sen en hijos de la metrópoli ó entre los naturales de la isla; y la




CAPÍTULO XI 607


reserva y parsimonia en concederse recompensas ó distincio-
nes honoríficas. Si al mismo tiempo se evitaba que la juven-
tud cubana pasara á educarse en los Estados-Unidos; si se
establecían líneas de vapores que facilitasen el contacto entre
peninsulares é isleños; si se organizaba el ejército con un sis-
tema de reemplazo y ascensos asimilándole al de la Penínsu-
la; si se aumentaban las milicias rurales de caballería y se
facilitaban terrenos á todos los que quisieran aumentar la co-
lonizacion blanca, como los anexionistas les ofrecian, creia el
general Roncali que con tales mejoras, que los españoles de
aquende y allende los mares pedian para Cuba, podrian con-
jurarse la borrasca presente y las futuras, y librar la isla de
los peligros con que la amagaban los osados aventureros.


Como más adelante veremos, el gobierno estudió la cues-
tion, y accediendo á mucho de lo que se pedia, encargó á don
José de la Concha y á otros generales que planteasen ciertas
reformas; pero siempre con ese poco tino que los gobiernos
españoles h:m manifestado al ocuparse de los asuntos de Ul-
tramar, á causa sin duda de la ignorancia de los altos fun-
cionarios que les han preparado las resoluciones.


Hemos dicho anteriormente que los nuevos directores de la
política americana, Fillmore y Webster, trataron de destruir
los ulteriores proyectos de los anexionistas, cosa bastante di-
ficil en aquel país, donde la bárbara ley de Lynch aún se
exhibe alguna vez para desacreditarlo, y donde las masas
populares se oponen á toda autoridad y á todo derecho, y tu-
vieron que contemporizar, absolviendo á los criminales que á
mano armada invadieron á Cuba, con la sóla irrisoria decla-
yacion, de no reconocer por súbditos ámericanos á los que to-
maran parte en la segunda empresa que se estaba organi-
zando.


Por el fracaso de la primera, recibió el gobierno de la me-
trópoli felicitaciones de las ciudades de España é islas adya.-
eentes, que más conexion tenian con Cuba por sus relacioner¡
mercantiles, ,. entónces aquel gobierno, que en EspaDa desdQ
tIue es constitucional, acostumbrado á tener corta Tida, siem-




608 LAS INSURRECCiONES EN CUBA


pre parece que vá mendigando los aplausos que por sí no se
conquista, recibió aquellas pruebas de adhesion como palan ..
cas para el sostenimiento de su poder, y adquiriendo algun
brio mayor del que obtuvo meses ántes, derrotando al minis-
terio 7'elámpago del conde de Clonard, dictó medidas enérgi-
cas y áun notas diplomáticas haciendo las convenientes re-
clamaciones á los Estados-Unidos. Siguiendo el conde de Al-
coy la misma política, y á pesar de saber que los revolucio-
narios no cejarian en sus trabajos de invasion, sólo por las
seguridades que el gobierno de la república norte-americana
daba, de que no se prestaria ni consentiría que en su territo-
rio se fraguaran planes y tentativas jllibuste7'as; á pesar de
eso, con el propósito de resbblecer la confianza en las transac-
ciones mercantiles, levantó el conde de Alcoy á mediados de
setiembre el estado de sitio, que habia declarado en el bando
del 19 de mayo, cuyo acto, aunque fuera segun él mismo de-
cía más bien nominal que efectivo, no dejaria de influír bas-
tante en los ánimos de los habitantes de la isla, y de inspirar
en el exterior suficiente seguridad para mejorar el crédito.
Al mismo tiempo, creyendo aquel general contar con medios
bastantes para resistir toda agresion pirática que pudiera
presentarse, mandó que los cuerpos voluntarios de nobles se
disolvieran y retiraran á sus casas, segun el gobierno supre-
mo le habia prevenido de real órden, dándoles hs gracias en
su nombre, por la espontaneidad con ql1e acudieron á empu-
ñar las armas en los momentos de peligro, así corno por el
excelente comportamiento y los servicíos que prestaron el
tiempo en que estuvieron organizados.


En tanto los conspiradores se agitaban activamente, co-
mo era de esperar, sin embargo de las órdenes circuladas
por el ministro Mr. Webster, y al saber que desde la Penín-
sula iban á enviarse refuerzos á Cuba, andaban más solícitos
en los preparativos de una nueva expedicion, que se propo-
nian realizar en el mes de noviembre.


El capitan general lo sabia y estaba preparado; confiaba,
por el sentido excelente en que se presentó el país el mes de




CAPíTULO XI 609


mayo, que lo mismo pasaria si ocurriesen nuevas agresio-
nes; pero los filibusteros, que no podian olvidar la de-
feccion de los que habian ofrecido seguirles en la empresa
cuando desembarcaran, y que con el mayor fondo de lógica
pensaban que, sin apoyo del país, serian ineficaces cuantas
expediciones se armaran, dedicáronse á lograr un cambio en
los ánimos de los habitantes, empleando su actividad y tra-
bajos en esparcir las especies más absurdas y que más alar-
masen, para sembrar recelos y enconar á unos contra otros;
reproduciendo las fatales calificaciones de criollos y peninsu-
lares, para que se perdiera la confianza, el prestigio y el res-
peto á las autoridades, y para traer con la agitacion el cons-
tante desasosiego á todos.


Peligrosísimo para el buen órden era sin duda aquel sis-
tema, más peligroso quizás y más difícil de destruir en aque-
nas circunstancias, que el de las expediciones armndas de
aventureros, por haber perdido la autoridad mucho de su
fuerza moral al extenderse por los mismos conspiradores la
noticia de Sil relevo. Este estaba efectivamente acordado, y
no con el mejor acierto en verdad, en tales momentos y cuan-
do el vulgo creia, que despues de haber dominado Roncali los
sucesos de mayo, podria contar con la prolongacion de su
mando, ó al ménos cumplir el reglamentario, del que no lle-
vaba más que dos años y medio, y al tratarse de tal relevo
supuso que su falta de acierto tal vez, le habia enajenado la
confianza ministerial. Pero no fué esta la causa, ciertamente,
sÍno resultado de una combinacion política, y consecuencia obli-
gada de las impaciencias de los generales Concha, que, dadas
las tendencias de la época, creian tal vez poco premiados los
servicios de Galicia y Portugal, y, despues de haberse ter-
minado la campaña carlista de Cataluña, con la cooperacion del
marqués del Duero, insistieron doblemente exigentes, y preci-
pitaron las resoluciones, sin pararse ó ignorando tal vez, que
entre las causas que en Ultramar más comprometian las situa-
ciones de órden y estabilidad, habían figurado siempre en
primer término los relevos ó nombramientos inoportunos.




610 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


El general Roncali, á pesar de saber el acuerdo de su reem-
plazo, seguia tranquilo la marcha y desarrollo de su plan gu-
bernativo, y viendo compacta la gran masa de los habitantes
de la isla, inclusos los hijos del país, en favor de los intere-
ses de España, no temia las agresiones piráticas, y más bien
las esperaba para hacer un escarmiento, lo que no le fué po-
sible realizar por haber recibido el decreto de su relevo del
mando de Cuba, en el que se le encargaba que hiciera entre-
ga á su sucesor tan pronto como se presentase; de cuya re-
solucion tenia ya noticia, ántes que de oficio, por los vapores
de Inglaterra y de los Estados-Unidos, que insertaron en SU5
alcances las de la Península hasta el 21 de setiembre.


Ocupado Roncali en la cuestion pirática, apénas dedicó su
tiempo á otros asuntos que á los de órden público, y por eso,
como recuerdo de su mando, no pudo dejar en la Habana
otra obra pública que terminado el paseo del muelle de Luz,
emprendido por el general O'DonneIl; pero en cambio, á él
se debió principalmente la instalaCÍon de la primera línea
de vapores-correos trasatlánticos entre Cádiz y la Habana,
planteada por cuenta del gobierno y servida por buques de
guerra; importantísima mejora, cuyos buenos resultados se
tocaron muy pronto.


v.


No tardó en presentarse el relevo de Roncan, á que se re-
ferian los periódicos ingleses y americanos, y cuya ul'gencilt
le desprendía de la redaccion del real decreto, pues el 20 d.
noviembre de 1850, daba ya parte al gobierno como eapitan




CAPÍTULO XI 611


general de Cuba, el teniente general D. José de la Concha, de
su toma de posesion, y de haber dedicado sus primeros cui-
dados á enterarse del estado de la opinion pública y de los
proyectos de invasiones filibusteras.


Respecto de éstas, vió el nuevo general que los procedi-
mientos por la pasada invasion continuaban, sin vislumbrar-
se el próximo fin de ellos, y que la bandería revolucionaria
del Sur de los Estados-Unidos, aunque propalando voces de
tener los preparativos hechos y estar todo listo para una nue-
va intentona, encontraba grandes dificultades para realizar-
la en la falta de fondos, y por carecer de los demás medios
indispensables al efecto; pues las personas que ántes se ofre-
cieron solícitas, permanecian retraídas y poco dispuestas á
prestar nueva cooperacion. La miseria de los expedicionarios
era más bien la que les tenia exasperados, y el principal mo-
tivo que suscitaba diarias disensiones y sérios altercados, de
los que pronto tenian que reconciliarse, y á ello les obliga-
han sus criminales compromisos. Pero en medio de ésto, se-
guian aparentando grandes preparativos, suponiendo recibir
inmediatos recursos, y fingiendo aplazar las salidas hasta la
terminacion de las juntas que celebraban. En ellas se dis-
tinguia Lopez por su necia locuacidad, tanto más, cuanto que
acababa de ingresar en el círculo de sus amigos el general
romano A vezzana, escapado de los Estados Pontificios al
desembarcar en Italia las tropas españolas, mandadas por el
general Córdova, al que iba atrayéndose, para que engrosa-
ra sus futuras huestes jilibl/;steras con el alistamiento de los
italianos, emigrados tambien, que se habian acogido en los
Estados-Unidos, donde, viviendo en la mayor pobreza, aca-
riciaban'la ilusion de mejorar su suerte con las promesas de
LClpez y la realizacion de los proyectos que tenian en jaque á
las autoridades de Cuba:


y no era esto extraño, cuando en la misma Tejas consentia
el gobierno americano que permaneciese abierto otro alista-
miento de aventureros que, con el pretexto de invadir á Hai-
tí se disponian para emprender otra excursion á Cuba; figu-


41




612 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


randa como director de aquel centro revolucionario, el propio
gobernador del Estado de Tejas, MI'. Walker, y á su lado otros
sujetos que desempeñaban altos pue~tos en la administracion
de los Estados ue la Union. En Baltimore se observaban al
mismo tiempo síntomas parecidos á los que precedieron al
movimiento de mayo anterior, asegurándose alli que la nue-
va expedicion desembarcaria en el Sur de la isla, mientras
otros insistian en dirigirla segunda vez á Cárdenas. En el Es-
tado de Mississipí, donde desempeñaba el cargo de goberna-
dor el MI'. Quitman comprometido en el proceso de Lopez, y
todavía no absuelto, autorizábanse los alistamientos hasta con
la directa proteccion de la autoridad, que se preciaba de figu-
rar entre los jefes principales de los des-unionistas ó separa-
tistas del Sur, que querian tomar por motivo de su separacion
del Norte la cuestion de Cuba, suponiendo que una invasion
formal traeria la guerra con España, que los Estados del
Norte no podrian aceptar sin la muerte de su comercio y de
su importancia naval. Hombre de escasos alcances Quitman,
creía todo lo que Lopez le aseguraba, convenciéndosele sin
trabajo de que era lo más fácil apoderarse de Cuba, cuya
conquista le procuraria indudablemente su eleccion de presi-
dente del Sur de la Union, como no obtuviera el de todos los
Estados-Unidos por gratitud al conquistador de la codiciada
Antilla. Y como por otra parte resaltaba entre las cualidades
de Quitman el metalizado instinto norte-americano, y sobre
su cándida credulidad ambiciosa se veian claros los deseos
de recobrar las grandes cantidades de dinero que habia ade-
lantado, y Lopez le prometia reintegrarse con creces, aluci-
nado el anglo-americano se puso en disposicion de arriesgar-
lo todo, aunque fuera comprometer hasta su propia cabeza.


Esperábanse á la sazon en Cuba, las tropas que enviaba el
gobierno como refuerzo y habian salido de Cádiz y de San-
tander el 27 de octubre, lo mismo que al bergantin Laoorde,
que conducia un escuadron del convoy de la fragata Isa-
bel I I, cuya existencia se ignoraha deSp\F'S de sesenta días de
navegacion.




CAPÍTULO XI 613


Algun respeto imponian aquellos refuerzos á los rebeldes,
quienes para tener en la isla los ánimos agitados, y no pudien-
do burlar la vigilancia de las autoridades, inventaron el me-
dio de embarcarse en los buques que hacian escala en la Ha-
bana, en'su travesía de Nueva-York á Chagres, así para lle-
var correspondencias, como para pedir con amenazas que se
remitieran fondos á sus muy apurados compañeros. En uno
de aquellos vapores llamado El Georgia, navegaba á princi-
pios del mes de diciembre de 1850, con ei objeto de adiestrar-
se en el mando, el famoso José Garibaldi, quien despues de
acreditar sus hazañas revolucionariai:i en Italia, residia en la
vecina república americana, donde los conspiradores emigra-
dos de Cuba, le ofrecieron el mando de la nueva expedicioll
que preparaban contra la isla, á lo cual Garibaldi se neg'ó
por estar entónces pendiente de los acontecimientos de su
país,


El 16 del mismo diciembre era el dia en que debía reunirse
el jurado de la Union, para ver la causa formada á conse-
cuencia de la invasion de Cárdenas, y con tal motivo, los que
en la isla seguían conspirando, aunque reservadamente, en fa-
vor de la anexion á los Estados-Unidos, trataron de facilitar
cuantiosos recursos á Lopez para una nueva aventura, y al
propio tiempo se movieron con doble actividad, á fin de exci-
tar más los ánimos y promover dentro del país una insurrec-
cÍon que sirviera de apoyo al desembarco de los aventureros.
Los focos principales de propaganda y los puntos que más
agitados y dispuestos estaban, á iniciar el movimiento insur-
reccional, eran Puerto-Príncipe y Santiago de Cuba. Y esto
no eran en verdad inventos de la policía ni suposiciones gra-
tuitas, pues en 30 de noviembre anterior habia llegado á
manos del comandante general del departamento de Oriente,
D. José Mac-Crohon, un pliego interceptado en el pueblo de
las Tunas y dirigido desde Puerto Príncipe á D. Estéban
Aguirre, en el cual se contenian impresos altamente subver-
sivos, de los que entregaron tambien ejemplares varios ve-
cinos de la poblacion, que á la vez dieron á las autoridadetl




6l-! LAS INSURRECCIONES EN CUBA


como noticia segura, la de estar la isla plagada de papeles
incendiarios, impresos todos en la capital del Camagüey y pro-
bablemente en la imprenta portátil clandestina, de que ya
otras veces se habían servido los enemigos de España. En
la causa instruida con tal motivo se averiguó, que de las Tu-
nas habia salido D. Ildefonso Oberto, cuando la expedicion de
Lopez á Cárdenas con algunos otros individuos del departa-
mento Oriental, para reunirse á los invasores, y que visto el
fracaso, tuvieron que regresar á sus casas, aunque no desani-
mados, puesto que más tarde y en distintas ocasiones, no se
ocultaron de dar vivas á Lopez y de seguir en su favor la
conspiracion y una propaganda permanente y sostenida.


Empezó en esto el año de 1851, con amagos de los revolu-
cionarios contenidos con una vigilancia cada vez más exqui-
sita del capitan general de Cuba. Durante el mes de enero, se
reunieron en Nueva Orleans muchos de los cubanos prófugos
y aventureros perdidos, que vivian en sus inmediaciones, para
perfeccionar los proyectos y acelerar los preparativos para su
soñada expedicion; mas careciendo todavía de recursos y
viendo que la actitud del gobierno norte-americano no les
era favorable, se resignaron con otro aplazamiento. Al si-
guiente mes de febrero, no cambiando la contraria disposicion
de las autoridades de los Estados-Unidos, trataron de reunir-
se en un punto de Yucatán, para hacer más fácil la invasion
por el cabo de San Antonio ó por las costas de Vuelta-abajo
en Cuba; y por la dispDsicion propicia á España, que entóncos
demostró al capitan general el ministro de Estado mejicano
D. Mariano Yañez, tuvieron tambien que aplazar la ejecu-
cion del plan.


No dejó de serles adversa y de intimidar á los conspirado-
res del Sur de América, la llegada á este tiempo del vapor
de guerra Oolon al puerto de Nueva Ol'leans conduciendo allí
á nU'2stro cónsul. Aleccionado éste en la política que debia
seguir, estableció su oficina el 16 de febrero; montó su vigi-
lancia y circuló á la vez la noticia de los indultos que el ge-
neral Concha habia concedido en Matanzas, y de la facilidad




CAPÍTULO XI 315


de obtenerlos todos los que lo solicitaran; consiguiéndose con
ésto que muchos de los comprometidos impetrasen gracia,
viendo que ni las expediciones se realizaban, ni el jurado de
los Estados-Unidos acababa de dictar su veredicto sobre los
invasores de Cárdenas y sus cómplices.


Corto iba siendo ya el número de los que persistian en
aquellos proyectos, segun la opinion del capitan general;
pero D. José de la Concha no conocia bastante todavía, á pe-
sar de todo, á tales enemigos, más que políticos, de raza, que
siempre de la benevolencia abusan y la toman por signo de
debilidad. Y esto lo tocó bien pronto, porque cási á la vez que
concedia los indultos, se veia en la necesidad de prender al
que se titulaba presidente del Club anexionista de la Habana,
D. Santiago Bombalier, á quien se le recogieron varios pape-
les y la correspondencia que seguia con Lopez, no habiéndole
detenido documentos de mayor importancia, por haber entra-
do en alarma al enterarse de la prision de un tal Collins, recien
llegado de los Estados-Unidos y agente de los conspiradores.


Estos seguian trabajando, sin embargo de no haber con-
seguido aún todos los recursos que esperaban, para salir de la
situacion violenta en que les colocaron, los compromisos ad-
quiridos con las personas que les habian adelantado dinero
para organizar la expedicion, y repetian sus instancias á los
instigadores de Cuba, pidiendoles fondos bastantes para fle-
tar algun buque, llenarlo de toda la gente vagabunda que
encontraran y arrojarla sobre Cuba á toda costa. Tal era la
"ituacion de aquellos rebeldes á mediados de marzo de 1851,
Y despues de haber dictado el jurado de los Estados-Unidos la
absolucion que hemos ya referido.


Mientras los anexionistas luchaban en las márgenes del
"Mississipí, con sus deseos invasores contenidos por la falta de
medios para realizarlos, y con los apuros de la miseria, que
no sólo desalentados les tenia, sino recibiendo desprecios de
los mismos que al tomarles por instrumentos de su codicia
les prometieron dorado porvenir, y en los mismos momentos
en que los conspiradores de la isla, pedian hasta con amena-




616 L.~S INSURRECCIONES EN CUBA


zas recursos á las clases acomodadas del país, para proteger
á sus oprimidos paisanos, se dedicó el general Concha á re-
unir datos para comunicar al gobierno de la metrópoli, á imi-
tacion de lo que su antecesor habia hecho, noticias del ver-
dadero estado en que Cuba se encontraba y á estudiar dete-
nidamente el de su administracion.


Dirigiendo su mirada al exámen de las fuerzas sociales, y
hecha la estadística, con la exactitud que permitian las ten-
dencias á ocultar la verdad, de que en más de una ocasion
habian dado pruebas los dueños de esclavos, vió en las gen-
tes de color que los libres ascendian á 164.410, Y que eran
323.897 los que vivian en la servidumbre, cuya proporcion
entre libres y esclavos excedia del cincuenta por ciento, com-
parada con la de los Estados-Unidos, que no llegaba al diez
y seis, atribuyéndose la diferencia á la legislacion que en
Cuba favorecia y tanto favorece la libertad de los siervos,
pues en 1840 existian en aquellos Estados 2.487.350 escla-
vos por 386.348 libres de color solamente.


La opinion de la clase esclava, segun el general Concha,
se dirigia como era natural á conseguir la libertad, y pudiera
ser temible siempre que se enarbolase tal bandera, aunque en
la isla no habia á la sazon que temerlo, por no convenir á los
intereses de los naturales blancos, ni de los anexionistas
anglo-americanos, ni aún de los mismos libres de color. Es-
tos, que representaban la plebe de Cuba ejerciendo oficios me-
cánicos, carecian generalmente de instruccion, y en medio de
sus vicios comunes, propios de la ignorancia, tenían sin em-
hargo hábitos de obediencia, y como no esperaban mejorar su
condicÍon con los cambios políticos, no manifestaban gene-
ralmente ser muy partidarios de los anexionistas. Se les tra-
taba de moralizar, varias veces se habia intentado redimir
esta clase de las vejaciones á que estaba sujeta, y estimular
su lealtad con lisonjeras recompensas para cuando llegase la
ocasion de hacer uso de ella; pero apénas pasó la idea de pro-
yecto entónces, y pocos han sido los esfuerzos practicados
para plantear tan humanitario propósito despues.




CAPÍTULO XI


La poblacion blanca la formaban los naturales del país,
los extranjeros y los españoles ultramarinos, Ó peninsulares.
La primera ó criolla componiase de grandes y pequeños pro-
pietarios, de comerciantes, industriales, hombres de ciencia
y de guagiros. Opinaba aquel general, que era la parte de la
pob1acion más numerosa, ó sea la primera clase social, la más
extraviada en sus opiniones, exceptuando éstos últimos ha-
bitantes del campo; y que las causas que habian producido
tan funesto extravío en los naturales, debian buscarse en la
direccion no siempre bien acertada de los negocios públicos
del país, en la apertura de los puertos al comercio extranje-
ro, en la tendencia á la emancipacion que con tal comercio
se habia alimentado, y en las contiendas políticas trasplanta-
das allí desde la Península. Entre aquellos poco adeptos á.
España, habia propietarios que aventuraban sin duda muy
ricos capitales en su desafeccion, y veian neutralizadas sus
tendencias en gran parte por los guafliros que, continuando
leales, podian en parte heredar su importancia, aunque entre
éstos tambien existian ya ciertas imaginaciones acaloradas
que más tarde explotaron los enemigos de la pátria.


Podían ent6nces sofocarse los elementos de division con un
gobierno probo y justificado, enalteciendo los sentimientos
religiosos, con un clero que deberia educarse en la Penínsu-
la, escogiendo para la isla empleados de conocida honradez,
sustituyendo los estudios universitarios con las carreras es-
pé)ciaIes en nuevos colegios, y promoviendo las mejoras mate-
riales en todos los ramos; pero esto no se llevó tampoco á ca-
bo por la instabilidad de los gJbiernos en la metrópél1i, y por
ciertas influencias criollas, que no dejaban de ser atendidas en
los centros oficiales.


Los extranjeros contenian en su clase una parte muy per-
judicial, y era la de los que procedian de los Estados-Unidos,
ascendente á la sazon á 1.580 individuos, todos inclinados al
partido de los invasores en cuyo favor, y de sus principios de-
mocráticos, hacian continua propaganda. Por este abuso de
la hospitalidad, creia el capitan general muy necesaria la re-
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618 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


vision de las leyes internacionales para no conceder á los
yankees, ya que los demás eran un elemento de 6rden que
nunca hostilizaba al gobierno, ni permitirles otros derechos,
ni consentirles otras franquicias que aquellas que á los espa-
ñoles se concediesen en sus respectivos países.


Los españoles ultramarinos dividianse tambien en Cuba
en dos clases distintas: en peninsulares y en naturales de las
islas adyacentes. A éstos, que eran isleños 6 canarios, princi-
palmente, se les tenia por poco apegados á la bandera. nacio-
nal, sospechándose de su fidelidad en un día de conflicto, por
lo cual aconsejaba la conveniencia proteger la inmigracion
de los colonos peninsulares que se decidieran á ejercer tra-
bajos agrícolas.


En resúmen, y segun juzgaba el general Concha al to-
mar posesion del mando, la verdadera opinion en Cuba estaba
formada por una poblacion de color, esclava, que conspi-
raria cuando se le presentara la ocasion y que debia instruÍr-
sela para evitarlo; por otra de color libre, ménos peligrosa,
que pudiera utilizarse moralizándola; por la de los natura-
les del país, generalmente pervertida, que debia ilustrarse y
atraerse con la comunicacion pronta entre la isla y la metró-
poli, procurando la union de los españoles de ambos hemisfe-
rios y la mejora de la administracion pública; por la de los
peninsulares que opinaban como la autoridad, y finalmente,
por la clase de los extranjeros, en la que s6lo los anglo-ame-
ricanod eran temibles, por estar apoderados de las numerosas
máquinas de vapor necesarias en las fincas de la isla, y que
deberian reemplazarse por españoles de uno y otro punto, es-
tableciendo una escuela de maquinaria. Ninguna de las me-
joras que propuso el capitan general se realizaron ent6nces,
porque ni la Díreccion ní el Consejo de Ultramar quisieron
avivar ellcnto paso que se tenian trazado, y la primera auto-
ridad de la grande Antilla, tuvo que suplir lo que el gobierno
supremo no le concedía, redoblando la vigilancia, desvelándo-
se por la conservacíon del 6rden y preparándose para atrave-
sar los peligros que cada vez más de cerca amenazaban.




CAPITULO XII.


I. Agentes de los anexionistas en Cuba.-Opinion en Puerto Prín-
cipe y Trinidad.-El general Lemeryen el departamento Cen-
tral.-Levantamiento de Agüero en el Camagüey y de Armen-
teros en Trinidad.-Entrada en las Tunas.-Persecucion de los
revoltosos, fuga de algunos, y muerte de Agüero, Armenteros y
otros.


n. Desembarco de la expedicion de Narciso Lopez en el :Morrillo
de Bahia Honda.-Acertadas disposiciones del general Concha.-
Muerte del 'general Ena.-Dispersion, captura y castigo de los
piratas.-Morales Lemus.-Manifestaciones de los buenos espa-
ñoles.-Destierros.-Estado político de la Península.-Comités
electorales.-Relevo del general Concha.


nI. Mando de D. Valentin Cañedo.-Trabajos de los separatistas.
El periódico LaVerdad.-Propaganda de los cubanos en la repú-
blica norte-americana, para la eleccion de presidente.-Conducta
de los indultados cómplices de Lopez.-Goicouría, Tolon, Her-
nandez.-Orden de La Estrella Solitaria y '{tras asociaciones.-
Conspiracion del conde de Pozos Dulces.-Idea de comprar la
isla de Cuba.-Mr. Pierre Soulé.-Continuacion de los trabajos
anexionistas.-Relevo de Cañedo.


IV.-Mando del general D. Juan de la Pezuela.-Mision que llevó á
la isla de Cuba.-Emancipados.-Medidas para In supresion de la
trata.-Colonizacion.-Armamento de In gente de color.-Matri-
monios. -Cuestion del Black Warrior.-Mejoras emprendidas
por el general Pezuela.-Su relevo.


1.


Desde el fracaso de Lopez en Cárdenas, estaban haciendo
grandes esfuerzos los anexionistas para extender, segun he-
mos indicado, la hoguera insurreccional en los distritos de la
isla lejanos de la Habana, valiéndose de los norte-americanos




620 LA.S INSURRECCIONES EN CUBA.


trabajadores en las fincas rurales, y de los mismos emigra-
dos que obtuvieron ó solicitaban el indulto con este obje-
to. En el departamento Central, principalmente eran Puerto
Príncipe y Trinidad los puntos donde se trabajaba con más
provecho, por abundar allí los agentes de la sedicion, y por
contar Narciso Lopez en esta última ciudad muchos partida-
rios y amigos del tiempo que permaneció en ella.


Ya desde el mes de abril de 1851 (1) se movian con ahin-
co, y el gobierno del general Concha lo sabia por medio de
unas correspondencias interceptadas, en las que, usándose
de una cifra especial, se citaban los nombres propios de los
cabecillas y principales personas comprometidas en el mo-
vimiento separatista; entre las cuales, las habia de Puerto
Príncipe, de Nuevitas, Trinidad y otros puntos del departa-
mento del Camagüey, y figuraban Agüeros, Quesadas, Cis-
neros, Betancourts, Recios y otros apellidos que han figurado
y representado primeros papeles despues de los acontecimien-
tos de Yara. Enterado el capitan general con tantos porme-
nores, confirió el mando de aquel departamento al mariscal
de campo, segundo cabo de la capit,anía general, D. José Le-
mery, á quien le ordenó la inmediata prision de los compro-
metidos.


El que entre éstos aparecia como principal jefe de la con s-
piracion, si no el primero, era D. Joaquin Agüero y Agüe-
ro, ausente á la sazon de Puerto Príncipe, de donde habia
salido el dia 30 de abril, quien, al saber el 6 de mayo la
prision de sus cómplices, trató de ocultarse, y lo verificó en
un palenque del farallon situado en la sierra de Nuevitas; pero
ántes estuvo visitando el caserío de San Miguel, y luego
el sitio donde habia citado á varios amigos que, con los su-
puestos nombres de el Aire, Melquisedech, Gavilan, Ho10-
fernes, Tell, Washington, etc., pasaron al cuartel general,
que era la finca de San Luis, dirigiéndose el 2 de mayo á re-
correr las Minas y Guáimaro, para celebrar conferencias y
llegar á un acuerdo con los otros iniciados en el plan revo-
lucionario.




CAPÍTULO XII 621


Oculto en su guarida supo Agüero, el 20 de mayo, pues
áun allí continuaba sus trabajos, cuánta era la gente y cuá-
les los medios con que podia contar, y envió luego comisio-
nados para que en Puerto Príncipe reclutaran hombres y re-
cogiesen armas y municiones, ya que la invasion anunciada
por Lopez no debia retardarse. En el Buen Refugio, como
Agüero llamaba al suyo del farallon, se presentó al dia si-
guiente, 21, para inscribirse como voluntario, un jóven ado-
lescente, hermano de uno de los comprometidos, á quien hizo
regresar alIado de su familia, y el dia 24 recibió una comu-
nicacion de la j unta central del Camagüey, ordenándole sus-
pender toda operacion hasta nuevo aviso, pues se trataba de
aplazar el movimiento para el 15 de agosto; pero sabiendo
el 25 que habian llegado á Cascorro sesenta lanceros para
vigilar la comarca, envió con tal motivo su ultimatum á la
junta, y el 26 resolvió, de acuerdo con los conjurados, aban-
donar la inexpugnable posicion del palenque, temiendo la lle-
gada de aquella ó de otra tropa, y retirarse á una cañada
próxima á Santa Catalina.


Permanecieron allí el 27, dia en que uno de los conjurados
intentó usurpar á Agüero el primer mando, y promovió con
ésto pasajeras escisiones; y continuaron recorriendo los cam-
pos y maniguales, en medio de mil penalidades, hasta el 4 de
julio, en que el ejército de Agüero, compuesto de cuarenta y
tres individuos, en su mayoría jóvenes, y muchos pertene-
cientes á familias distinguidas, se reunió en el Jucarál, po-
bre aldea de casas de guano, situada á ocho leguas de Guin-
cho y veinte de Puerto Príncipe. Despues de demostrar aque-
llos patriotas de lo que eran capaces, arrebatando á un ar-
riero los efectos de su pequeña industria, que consistia en
vino, arroz, azúcar y un poco de tabaco, se procedió allí á la
formal eleccion de jefe, en la que obtuvo Agüero cuarenta
votos; y ya elegido, se comprometió «por Dios, por su honor
»y por las cenizas de sus padres, á cumplir bien y como
»bueno, y ár depositar sus poderes en los representantes del
»pueblo soherano, cuando pudiera ser convocada libremente




622 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


}mna Asamblea.» Hechos los correspondientes juramentos de
verter hasta la última gota de sangre por aquella pátria que
iban á improvisar, y dividida la faccion en grupos de á diez
hombres, salieron los insurrectos á campaña el día 6 de julio,
yéndose á pernoctar á Sabanilla del Ponton, á cuatro leguas
de las Tunas.


A las dos de la madrugada del dia 8 los libertadores, que
ascendían ya al número de cincuenta, penetraron en esta po-
blacion en pelotones y por sitios opuestos proclamando la in-
dependencia; pero en medio de la oscuridad, tomándose los
pelotones unos á otros por enemigos, rompieron el fuego y
huyeron todos hácia el campo dejando dos heridos que fueron
apresados por los vecinos. A consecuencia de aquella equivo-
cacion que todos creyeron la primera batalla, desertaron mu-
chos, reduciéndose la fuerza libertadora á veintiseis hombres;
pues de los afiliados en las Tunas, donde de tiempo atrás
existia una sociedad secreta, que se reunia todas las noches
con el objeto de ayudar á la naciente insurreccion, ni uno
sólo se unió á la partida invasora. El teniente gobernador de
aquel punto envió en persecucion de los facciosos, la corta
fuerza de que podia disponer, la cual hizo tres prisioneros,
dos de los reclutadores de Ouba libre y un desertor del ejér-
cito. De las averiguaciones que con motivo de aquel hecho
tuvieron que practicarse, resultó comprometida mucha gente
de hs departamentos Central y Oriental, y por algunos de
ellos se supo, que era el proyecto de Agüero apoderarse del
gobernador y de los fondos municipales.


Al circularse por las fincas próximas á las Tunas la no-
ticia de lo ocurrido en esta poblacíon, se presentaron á la
autoridad dos partidas con más de cien hombres, compuestas
de campesinos montados, armados y dispuestos á defender la
integridad de la pátria y la nacionalidad española, cuyos ser-
vicios no hubo necesidad de aceptar por la desaparicion de
los huidizos. Estos salieron del monte, donde se habian re-
fugiado, el dia siguiente 9 de julio; permanecieron hasta
el 12 en San Cárlos, yel 13, yéndoles al alcance una partida




CAPÍTULO XII 623


enviada en su persecucion por el tP;lliente gobernador de Ba-
yámo, que les atacó en aquel punto haciéndoles tres muer-
tos, escaparon á la desbandada, pudiendo algunos ganar la
costa y embarcarse para los Estados-Unidos. Los que en la
dispersion buscaron su refugio en la manigua, salieron el 14
hácia Hato-arriba, el Yatál y San Martin, de donde, siguién-
doles la persecucion, continuaron hasta el Júcaro. Escondidos
allí recibieron el dia 20 la visita de dos ciudadanos ó patrio-
tas, uno llamado Agüero y el otro Primelles, con quienes hu-
yeron á Güara por perseguirles de cerca la ronda que man-
daba el juez pedáneo. Ocultándose de dia en la manig'ua y
durmiendo por la noche en la casa del Júcaro, pasaron Agüe-
ro y sus pocos compañeros aquellos momentos de ansiedad, y
ya el dia 21 de julio, para huir de tan azarosa vida, resol-
vieron trasladarse á Punta Ganado, esperando poder embar-
carse allí en algun buque americano; mas recibiendo á la sa-
zon el capitan D. Cárlos Cónus confidencias del paradero de
los fugitivos, partió de San Miguel el mismo dia 21, llevan-
do consigo prácticos, y cercó con fuerza la casa del Júcaro,
sin poder conseguir nada por haberle divisado los de Agüero
y huido al bosque.


Cuando llegó Cónus á aquella finca, que era de D. Norber-
to Primelles, suponiendo y enterado además por un negro
que volverian á poco los fugitivos para cenar y dormir, ar-
restó á Primelles por creerle cómplice de los de Agüero y
amenazándole con el rigor de la ley si no contribuia á su cap-
tura, le obligó á ofrecerse en todo y á protestar de que á él
ningun compromiso le ligaba con los otros. En busca de estos
se dirigieron las tropas por Santa Lucía hácia Punta Ganado,
donde esperaban encontrar el deseado buque los fugitivos,
quienes circunvalados por Cónus, ceñidos cada vez más, des-
esperados y creyendo imposible toda salvacion, rompieron el
fuego contra la tropa, lo cual les denunció por completo, y
aunque haciéndose fuertes en una casa algunos momentos,
tuvieron que rendirse Castellanos, Zayas, Benavides y Pier-
ra y todos los demás, excepto D. Joaquin Agüero y D. José




624 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


Tomás Bethencourt, que ,abandonaron precipitadamente la
casa aprovechando la confusion para escaparse, pero fueron
luego presos tambien.


Conducidos seguidamente á Puerto Príncipe, se les so-
metió á la comision militar, la que sentenció á varios á la
última pena; pero indultados algunos por incapacidad y por
clemencia otros, sólo fueron fusilados Agüero y Agüero, Za-
yas, Bethencourt y BBnavides, principales comprometidos.
Leyóseles la sentencia á éstos el 11 de agosto, y al terminar
tan triste acto, para despedirse Agüero de los jefes y oficiales
de lanceros que le custodiaban, les invitó á tomar un bizco-
cho y un refresco en la misma capílla, en cuyos momentos les
dirigió, arrepentido de sus hechos, el siguiente brindis: ((Se-
»ñores, brindo por queme oiga Dios, á quien en lo poco que me
»resta de vida voy á rogar, por que desaparezca la barrera
»que divide á españoles americanos y peninsulares, y qUB es-
»trechándose en ellos los lazos que naturalmente deben unir-
»los, hagan juntos la ventura de e~ta tierra.» Agüero murió
resignado al otro dia, y de entre los cuatro desgraciados sólo
Zayas dió un grito subversivo ántes de morir.


Inmediatamente se presentaron á la autoridad, impetrando
indulto, los ilusos que vagaban todavía por los caseríos y
maniguales, temiendo que las combinaciones militares del
general Lemery en el Camagüey, y las del g'eneral Manza-
no, gobernador del departamento de Oriente, que salió á ope-
reciones desde luego por órden del general Concha, les redu-
jeran á sufrir la misma suerte que á los infortunados cóm-
plices de Agüero ó los rigores del severo D. Joaquin del
Manzano.


Benigno se mostró en aquellas circunstancias el general
Concha y sóbrio en el derramamiento de sangre, demostrando
un verdadero tacto y mucha penetracion política en las dis-
posiciones que dictó para sacar de las circunstancias, en favor
de los iutereses de España, las pocas ventajas que prometian.
y no era esto ciertamente de extrañar sabiendo, como él no
ignoraba, que eran las ramificaciones extensas; que resulta-




CAPÍTULO XII 625


han graves compromisos contra muchos individuos de las
principales familias del Camagüey y contra otros conocidos
habitantes de la isla; que eran los Mios, no de la naturaleza
de los que borra un castigo oportuno, sino arraigados y tan
profundos, como lo demostraron ciertas personas de la fami-
lia de los ajusticiados, á las que se ofrecieron los productos
de una sllscricion abierta en su favor por los adeptos más ó
ménos encubiertos, y los rechazaron con indignacion, hasta
las que más los necesitaban, por no recibir, decian, pago al-
guno por el acto de abnegacion de su vida y el sacrificio que
creian habp-r hecho sus deudos á Cuba su pát1'ia, levantando
la bandera rebelde contra la nacion española.


No cabe duda, «dice el general Concha (2) en confirmacion
»de lo que acabamos de exponer, que aunque escasas, tenia
»el plan de Agüero ramificaciones en otros puntos de la isla;
»pero sin entrar ahora en averiguacion de las razones, es
»10 cierto que sólo en el territorio de Trinidad aparecieron
»dando el grito de rebeldía unos pocos jóvenes aturdidos, que
;.>al mando del capitan de milicias Armenteros, recorrieron
»algunas haciendas, y lograron reunir hasta cincuenta ca-
»ba11os. Sa1ió inmediatamente á perseguirlos el gobernador
»de Trinidad, pusiéronse en movimiento los tenientes gober-
»nadores de Villa clara y Oienfuegos, y cercados de todas
»partes, no quedó ya á los rebeldes otro recurso que el de
»internarse en un espesísimo monte, en el cual tuvieron que
»abandonar sus caballos, y sin aspirar á resistir, fueron la
»mayor parte aprehendidos, logrando sólo algunos restituir-
»se á sus casas.


»El señor brigadier D. Cárlos Vargas, fué entónces nom-
» brado comandante general de ese importante territorio, y con-
»servando la presidencia de la Comision militar que ejercia,
»procedió con los fiscales de la misma, y dando pruebas de la
»actividad más recomendable, á formar causa á los prin-
»cipa1es de los insurrectos, de suerte que muy :pronto se pudo
»poner en libertad á muchos de los aprehendidos como ta-
les.» De los comprometidos en Trinidad sl¡frieron el rigor de




626 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


la ley los mal aconsejados Armenteros, Hernandez y Arcis.
Las tendencias de éstos, enlazadas 'con las que manifesta-


ron los del Camagüey, no podian dirigirse ni se dirigian por
cierto á otro fin, que á la emancipacion del dominio de Espa-
ña. Es verdad que Narciso Lopez estaba comprometido con
los esclavistas del Sur de los Estados-Unidos quelle propor-
cionaban fondos para realizar sus empresas; verdad es tam-
bien que aquellos favorecedores, presintiendo la pr6xima lu-
cha entre el Norte y el Sur, querian fortificarse con un Esta-
do tan importante como Cuba, para tener mayoría en las Cá-
maras en el caso de darse la batalla parlamentariamente, 6
para contar como retirada la misma isla, en un casus belli;
pero es á la vez indiscutible la segunda intencion de los ga-
naderos y agricultores del centro y de la parte oriental de la
isla, que á un tiempo pretendian la continuacion de la escla-
vitud en sus dominios, y halagaban la idea de conservar y
áun de acrecer su caciquismo con la realizacion de las mu-
danzas.


Tal vez hubieran aquellos camagüeyanos preferido, en el
caso de expulsarse á los españoles, tener un gobierno exclusi-
vo con preferencia al federal con que los Estados-Unidos les
brindaban; y lo que desde luego no admite duda es que aque-
llos conspiradores, fruto de la semilla sembrada en la época
constitucional de 1820 al 1823, que se sazonó durante el
mando de Tacan y el pronunciamiento del general Lorenzo,
empezaron por extraviarse en el mal conocido laberinto del
exagerado liberalismo y concluyeron por lanzarse en la más
negra de las ingratitudes, en la negacion de su verdadera
madre pátria, á la que todo lo debian y de la que no podian
desprenderse, sin borrar sus nombres, sin desechar su idioma
y sin abjurar la religion que profesaban. Y como en aquel
tiempo las confusiones en la opinion no habian permitido
distinguir aún los partidos, formados despues, y como las
aspiraciones no tenian tampoco señalado el punto de partida
ni su derrotero, no hay duda que si se hubiera abandonado
el órden político á las corrientes de aquellos pocos, muy di-




CAPÍTULO XII 627


ficil habria sido á los norte-americanos el convertir como
'Pretendian la isla de Cuba en otra Tejas.


JI.


Noticioso Narciso Lopez por sus emisarios, de lo adelanta-
dos que la junta del Camagüey tenia sus trabajos, pudo utili-
,zar esto como medio para adquirir fondos y activar el arma-
mento de otra expedicion, que ya contaba con probabilidades
de ser bien acogida. Cuando á poco supo el levantamiento de
Agüero, la ridícula refriega de los Tunas, que tan tergiversa-
da llegó á los Estados-Unidos, y los preparativos de Armente-
ros y de los demás conspiradores de Cienfuegos y Trinidad,
apresuró la salida de sus agentes, precediéndola de las más
ruidosas y más absurdas excitaciones, publicadas en los pe-
ifiódicos anexionistas, para alentar y decidir á los tibio~ Y á l~
remisos en ofrecer fondos, á que aprovechasen la oportunidad
para obtener triunfos y ventajas indudables.


El general Concha, que, por una feliz casualidad, habia
podido poseer la correspondencia, que la junta de los cons-
piradores de la isla seguja con la de los Estados-Unidos, y
que habia tenido la fortuna de que el coronel Ordoñez pudie-
il'a, despues de muchos desvelos, traducir las cifras en que
estaba escrita; enterado además, por las comunicaciones de
los cónsules en el continente, de la actividad desplegada en
aquellos momentos por elfilibuste1'isrno, redobló su vigilancia
y dictó cuantas medidas condujeran á hacer fracasar los
movimientos que se intentasen.




628 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


Pl'eparada por el caudillo Lopez la expedicion y dispuesto
todo para ir á Cuba, ~upo en Cayo Hueso la derrota de sus
cómplices en el Camagüey, y el aborto de las demás intento-
nas, lo cual le contrarió tanto que, despues de varias discu-
siones con los jefes que le acompañaban, estuvo á punto de
volverse atrás. Pero Lopez no podia ya hacerlo, y decidido á
probar fortuna á todo trance, para salvar su crédito y su rc-
putacion comprometida, y habiéndosele comunicado, quizás


-para desvanecer sus dudas, la falsa nQticia de que en aque-
llos momentos estaba la junta de la Habana al frente del le-
vantamiento de la capital, y preparando el de otros puntos
que coincidiria con su desembarco, ya no vaciló más y man-
dó levar anclas. Tal vez Lopez no sabia que en aquella junta
figuraba como principal. actor D. José Morales Lemus, que


. luego representó el papel que le ha dado nombre, pues á sa-
berlo, ni hubiera sido tan confiado con aquellos hombres, ni
ereido lo del movimiento de la Habana, que le hizo perder un
tiempo precioso, acercando el Pampero más de lo conveniente
á la vista del Morro.


El general D. José de la Concha en su Memoria dice, res-
pecto de aquella expedicion tan desgraciada pam Narciso
Lopez (3): «En la noche del 11 de agosto, me dió parte el
»capitan del puerto, de que al retirarse el vigía dd Morro le
»habia manifestado, que de dos vapores anunciados á la vista
»como buques de guerra de los Estados-Unidos, habia reco-
>>llocido que el uno no lo era y que despues de haber estado
»un momento como cruzando, habia tomado el rumbo Nor-
»oeste. A las dos y media de la siguiente madrugada, recibí
»ya en la quinta de los Molinos, donde me hallaba, un parte
»que al teniente gobernador del Manél habia dado el coman-
»dante de la fragata Esperanza, de haber visto un vapor
»cargado de gente que se hacia sospechoso por sus maniobras,
»y al cual no habia podido reconocer por haberlo evitado cui-
»dadosamente dicho buque. Estas noticias y los antecedentes
»que tenia, no me dejaron ya duda de que aquel vapor con-
»ducia la anunciada expedicion contra la isla.»




CAPÍTULO Xn G29


. Tomó· en consecuencia eloapitan general, las mas activas
medidas que los momentos aconsejaban: dispuso que se alis-
tase el vapor' Piui1''I'o para embatClir las tropas que, al mando
del general D. Manuel Eoa yen número de setecientos cin ....
cuenta hombres y veintecaballos¡ habían de perseguir á los
piratas, y dudando acerca del punto de desembarco de la gen-
te de Lopez, entró en consejo para acertar en cual lo hubieran
podido verificar.


«Tiempo hacia,» aliade el general Concha , «que habia fi-
»jado como punto de desémbaI'co deldg; enemigos la punta de
»Mántua en la costa Norte de la Vuelta Abajo, tanto porque
>ise halla situada en paraje' áprop6sito respecto al derrotero
»que aquellos debían llevar desde Nueva-Orleans, como pOI'
»las comunicaciones interceptadas y noticias reservadas que
»'tenia. Así fué que, dejando desguarnecido aquel punto por
»)SU distancia á Pinar del Rio, centro de operaciones de la
>jcolumna del coronel Elizalde, habia nombrado á un jefe
»del E. M. para que reconociese detenidamente la situacion
»topografica de Mantua, y los diferentes caminos que á di-
»cho punto conducian. El coronel Elizalde tenia además ins-
»trucciones precisas y terminantes sobre lo que debia ejecn-
»tar, si la expedicion desembarcaba en aquella parte.


»Al ver, pues, la direccion que habia tomado el vapor
»anunciado como sospechoso, no dudé que se verificaria lo
»que habia calculado, y estaba efectivamente en la intencion
»de Lopez, segun lo atestiguaron despues las declaraciones
»contestes de todos los prisioneros. El general Ena recibió
»por consecuencia la 6rden de dirigirse á la embocadura de
»Guadiana, debiendo reunirse en Guane con el coronel Eli-
»zalde, que se encaminaria al mismo punto, segun las ins-
»trucciones que se le habian dado. Pero Lopez habia recibido
»en Cayo Hueso la falsa noticia de estar sublevadas las po-
»blaciones inmediata.s a la Habana, y esto le hizo cometer la
»imprudencia de dirigirse a este puerto y presentarse á la
»vistadel Morro, como que si el vigía, segun pudo, hubiera
»dado el aviso á tiempo, la salida del vapor Pizar'l'o habria




630 LA.S INSURRECCIONES EN CUBA.


»destruido \80 expedicion sin que es\a. pudiera. verificar su
»desembarco.


»Grande era. la obcecacion de Lopez, pues sin ella ni pu-
»ruera explicarse su fácil creencia en las noticias de Cayo
»Hueso, ni ménos el que aún despues de haberle asegurado
»el patron de una goleta que detuvo á la vista de la Haba-
»na que la isla gozaba de la mayor tranquilidad, no habien-
»do querido darle crédito, se llevase al segundo de la goleta
»para dirigirse á la Ortigosa, cuatro leguas al Este de Bahía-
»Honda, en donde hubiera desembarcado, si en su direccion
»no hubiese avistado á la fragata Esperanza, lo que le obli-
»gó á dirigirse más al Oeste é ir á atracar en la madrugada
»del 12 al Morrillo de Manimani, cuatro leguas al Oeste de
»aquel punto.


»En los mismos momentos en que se aprestaba la salida
»del Pizarro y cuando este buque habia levado ancla, se pre-
»sentó el patron de la goleta detenida por Lopez, y con
»quien éste habia hablado, y ruó noticias del rumbo y de la
»fuerza que llevaba.»


Enterado de todo el capitan general de Cuba, no quiso de-
tener ya las tropas ni un solo instante, y comunicó las órde-
nes para la inmediata salida del general Ena.


«El Pizarro,» dice en su Memoria, «montado por el digno
»general BustiUos, comandante general del apostadero, zarpó
»del puerto á las siete y media. Comunicó primero con el
»Mariél, cuyo teniente gobernador no tenia aún noticia al-
»guna, pero al llegar al frente de Bahía-Honda, viendo su
»bandera del castillo á media asta, púsose al habla y supo
»que los enemigos habian desembarcado en el Morrillo. El
»vapor, por su mucho calado tuvo que anclar á dos millas del
»muelle de Bahía-Honda, de modo que no pudo quedar ter-
»minado el desembarco, empezado ántes de anochecer, hasta
»las once de la noche. A aquella misma hora, sin embargo,
»emprendió el general Ena su marcha á San Miguel, que sólo
»tiene una reducida calia de guano, y allí acampó con su co-
»lumna.




CAPÍTULO XII 631


»Lopez se imaginaba poder contar con el apoyo del país, y
»creia imposible que nuestras tropas llegasen a ponerse a su
»vista por lo ménos ántes de cuatro dias, segun lo manifestó
1>en sus declaraciones; pero desde el momento en que desembar-
»có la expedicion, pudo observar que nn sentimiento general
»y uniforme se pronunciaba contra ella. De los pocos habi-
»tantes del Morrillo, algunos que tenian armas les hostiliza-
»ron en su desembarco, y los restantes sin distincion de
»blancos y negros se alejaban, si bien resueltos a combatir-
»le. Todo le anunciaba que la poblacion en masa se nallaba
»dispuesta á rechazarle, de lo cual pudo persuadirse mas
»cuando, dirigiéndose al pueblo de las Pozas, lo encontró de-
»sierto.


»Las autoridades de la jurisdiccion tenian contínuas y re-
»petidas noticias de todos los movimientos de Lopez, y por
»ellas supo el general Ena, que habiendo dejado unos ciento
»cuarenta hombres con los equipajes y municiones en el Mor-
»rillo, el resto de la expedicion, en número de trescientos
»cuarenta hombres, habia ocupado las Pozas.» .


« Los enemigos se vieron sorprendidos con el inesperado
»ataque de nuestras tropas. No contaban, segun confesion
»propia, como he dicho, con ser atacados antes de cuatro
»dias, y no habian transcurrido aún veinticuatro horas
»desde su desembarco, cuando el general Ena con su peque-
»ña columna se presentó al frente de dicho pueblo de las
»Pozas.»


Despues de un valiente ataque por nuestras tropas, man-
dadas por el general Ena, que obligaron á los .filibusteros á
encerrarse en aquel pueblo; despues de muchas embestidas y
retiradas sucesi vas, en una de las que murió el pirata general
húngaro Pragay, y des pues de varias cargas á la bayoneta
por nuestros valientes soldados, acabaron. por desanimarse,
por decaer y por buscar los insurgentes la retirada, conside-
rándose perdidos, la que empezó el jefe Crittenden al con-
cluirse los rudos combates sostenidos durante todo el dia 13.




632 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


«El 14 salió de la Habana el brigadier Rosales en un Ya-
»por, con cinco compañías y cuatro piezas de montaña, y el 15
»se hallaba ya reunido al general Ena, COIllO lo verificó igual-
»mente el coronel Morales con su columna; de este modo se
»encontraba el general inmediato al enemigo, con una fuer-
»za de mil quinientos hombres, cuatro piezas y ciento veinte
»caballos, si bien por haberse separado hácia Cayajabos el
»coronel Morales, á consecuencia de una noticia equivocada,
»tenia ya sólo su columna y la del brigadier Rosales el 17,
»cuaüdo volvió á ponerse á la vista de los piratas, frente al
»cafctal de Frias, en donde éstos se hallaban descansando
»de<!lpues de una larga. marcha, sin conocimiento de la pro xi-
}¡midad de nuestras tropas. Más de una hora hacia que éstas
»avistaban al enemigo, ocupándose el general en preparar su
»ataque, cuando la llegada de una nueva columna de dos
»compañías y cien caballos, fuerza que habia situado nueva-
»mente en Guanajay para observar las salidas de las lomas
»)del Cuzco, y que adelantó una seccion de caballería, previ-
»no á los piratas del peligro inminente en que se encontra-
»ban, obligándoles á dejar sus ranchos precipitariamente y
»ponerse en marcha hácia la montaña. Tal fué el momento
»en que, adelantándose el intrépido general con una mitad de
»cazadores sobre el flanco enemigo para detenerlo en su re-
»tirada, recibió á muy corta distancia una herida mortal,
»que le puso en el caso de mandar hacer alto á su columna;
»suceso desgraciado que interrumpió las operaciones aquel
»dia, y que valió á los piratas su salvacion; áun cuando se
»hallaban rendidos y fatigados, hasta el punto de haber te-
»nido que descansar á legua y media del cafetal de Frias.


»No teniendo á mis órdenes ninguno de los generales á
»q uienes pudiera emplear en el mando de las operaciones,
»tomé por mi mismo su direcciono Era preciso reorganizar
.»la8 diferentes columnas, ponerlas en disposicion de batir á
»cualquiera nueva expedicion que se presentase, como se
»anunciaba, y hacer imposible, al mismo tiempo, que un só-
»10 hombre de los de Lopez consiguiese salvarse, embarcán-




CAPÍTULO XII


»dose en cualquiera de las costas y refugiándose á uno de los
»infinitos cayos que hay á su inmediacion, para aprovechar
»e1 paso de cualquier buque que cruzase. Y tal fué el objetG
»que me propuse haciendo salir el 18 precipitadamente de la
'>Habana al teniente coronel Sanchez, con cuatrocientos hom-
J>bres del regimiento de la Corona, cuya llegada á San Cris-
»tóbal impidió oportuna.mente que se verificase lo que yo ha-
»bia calculado evitar.


»Dadas estas órdenes el 18,» dice el general Concha, «tuve
»que vencer algunas dificultades para realizarlas en los dos
»(lias siguientes, por las alteraciones que habian sufrido en
»su fuerza y situacion las diferentes columnas. Sin embargo,
»con la noticia que tuve el 20 de la que ocupaban los enemi-
»gos, previne al coronel Elizalde, que para pasar á San Cris~
Jl>tóbal tomase la direccion de San Diego de Tapia, en la cual
»debia encontrar á los piratas. Así sucedió en efecto, y aquel
»bizarro jefe los halló con su columna en la Candelaria de
»Ac;uacate. Los enemigos, á pesar de ocupar una posicion
»ventajosísima, tuvieron que ceder ante el arrojo de nuestras
»tropas y de su esforzado jefe, quien, áun despues de herido
»continuó en su persecucion, hasta que un horroroso tempo-
»ral puso término forzoso á ella.


»Este encuentro se verificaba el 22, y el 23 prevenia por un
»extraordinario al teniente coronel Sanchez lo que convenía
»hacer ... » quien, ejecutando las órdenes del general, «alcan-
»z:í á los piratas en el Rosario: sus tropas se arrojaron sobre
»e11os á la bayoneta y los persiguieron tan tenazmente por
»entre aquellos impenetrables bosques, que sólo permitian
»marchar á nuestros soldados en desfilada de uno á uno, qúe
»aquel dia hubieran sido completamente exterminados, si la
»columna del comandante Bancos, en vez de retroceder á
»Bahía-Honda por órden del comandante ganeral, hubiese
»hecho el movimiento que le tenia prevenido, llevando la
»misma, la única direccion que podrían seguir los piratas en
»su retirada.


»Tomó en seguída el mando de las tropas el coronel Mor~-




634 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


»les, quien luego de haber sido separado de la proximidad,
»del enemigo, á consecuencia de la órden que le dió el gene..:
lOral Ena para marchar á Cayajabos, habia tenido que hacel"
lOuna muy forzada á las Pozas por haber recibido del teniente
»gobernador de Bahia-Honda la noticia del desembarco tle
JOuna nueva expedicíon.


»Hallábase la de Lopez ya enteramente desbaratada, y
»combinada la persecucion de los dispersos por las tropas y
»paisanos, fué tan activa y eficaz, que ni uno sólo, incluso el
A}jefe, dejó de ser prisionero.»


Como se vé, tampoco en esta ocas ion dieron la cara los
conspiradores de la isla, cómplices de Lopez en el movimiento;
pero nos equivocamos, uno sólo de Vuelta-Abajo, llamado Ju-
lio Chasagne, cuyo apellido ni siquiera es español, se unió á los
expedicionarios, pues así los que adelantaron fondos, que no
fueron muchos, como los que hacian propaganda, estaban á
ver venir, como vulgarmente se dice, y entre ellos únicamen-
te se distinguió en tales circunstancias el Morales Lemus ci-
tado, por la insistencia en ofrecer sus respetos y servicios al
capitan general, al tiempo que él como todos hacian votos
por el triunfo de su causa separatista. Por fortuna el general
Concha, no perdió el tiempo oyendo á aquel hipócratay siguió
el desarrollo de sus planes hasta poner fuera de combate á los
piratas invasores.


No puede decirse verdaderamente cuáles de los buenos es-
pañoles se distinguieron más, en aquella ocasi()n, rechazando
á los de Lopez. Las tropas todas merecieron bien de la patria,
y todos se portaron como buenos; así el vascongado capitan
del vapor mercante Habanero, Mendezona, y el sobrecarg(}
D. Ignacio Arellano, que llenos de valor y de entu::liasmo,
echaron á pique varias lanchas, aprehendiendo cincuenta pi-
ratas, entre ellos á Mr. Crittenden, hijo del senador norte-
americano de este apellido (4); como D. Claudia de la Vega,
que ya en la otra invasion de Lopez prestó en Cárdenas se-
ñaladísimos servicios, y en San Cristóbal de Vuelta-Abajo,
donde se presentó al saber el segund(} desembarco, mereció




CAPíTULO XII 635


que el capitan O'Naghten le confiriese el mando de una com-
pañía de paisanos, é hizo proezas dispersando y sometiendo
invasores; como algunos individuos de tropa en hechos par-
ticulares, y como los que siguiendo á Lopez, cuando con siete
fugitivos más iba á buscar refugio cerca del ingenio Limones
en un monte próximo á los Palacios, le sorprendieron dirigidos
por D. Santos Castañeda y Pancho Cea, y verificaron la cap-
tura del renegado caudillo.


Eran éstos dos cabos de ronda, é iban con sus cortos peloto-
nes explorando las maniguas, en las cordilleras del Cuzco, al
Norte de los Palacios, mientras otras partidas perseguian á
los fugitivos, de los que treinta próximamente fueron presos
en el cafetal Deschapelles, próximo á Santa Cruz de los Pinos;
y adivinando ó previendo. lo mismo Castañeda que Cea, la di-
reccion que Lopez pudiera preferir, se apost.aron con sus esca-
sos hombres en una curva que hace el camino de Pinar del Río
en el punto conocido con el nombre de Pinares de Rangél. No
se equivocaron ciertamente, pues á poco de apostarse, pasó por
allí con siete más el cabecilla esperado, quien en la embosca-
da cayó prisionero á manos de Cea, con el que luchó y quizás
con ventaja, conocidas sus fuerzas hercúleas, hasta que lle-
gando Castañeda y poniéndole su machete al pecho, le obligó
á rendirse, como se rindieron luego yen el mismo dia 24 de
agosto aquellos camaradas que abandonaron á su jefe y echa-
ron á correr al verse sorprendidos. Los cabos de ronda lleva-
ron los prisioneros, para entregarlos al jefe de columna, á San-
ta Cruz de los Pinos, trasladándoles despues á San Cristóbal
y Candelaria, y seguidamente al Mariél; pudiendo oir los pi-
ratas á las masas de curiosos que se acercaban á verlos, en las
poblaciones del tránsito, muchos «viva España» y bastantes
t<muera Lopez,» y formarse verdadera idea de la opinion del
pais.


Fué aquel embarcado, cón los demás prisioneros y alguna
tropa para su custodia, en el vapor Isabel, en donde, aunque
bajo la vigila.ncia de Castañeda, de Cea, de D. Claudio de la.
Vega y de otros paisanos voluntarios, se le trató hasta con




636 LAS INSURRECCIO!l.'ES E~ CUBA


excesiva consideracion, atendiendo su estado de preso; pero
al trasbordarle luego al vapor de guerra Pizarro, ya fué me-
tido entre barras, y así se le condujo á la capital, encerrán-
dosele allí en las prisiones del castillo del Morro. Juzgados y
sentenciados por los consejos militares, se ejecutó á Lopez el
dia 1.0 de setiembre de 1851, y sufrieron la pena de ser pa-
sados por las armas, cincuentafllibusteros más frente al cas-
tillo de Atarés; deportados á los presidios de la Península y
de Africa muchos de los extranjeros que en su mayoría ob-
tuvieron luego indulto, y desterrados, á la metrópoli tambien,
treinta y tantos naturales del país, individuos de las juntas
de conspiracion ó propagandistas y agen tes de los mismos.


Duro y merecido fué el castigo impuesto á los piratas; pero
no bastante para escarmentarlos, pues los que esperaban no-
ticias del triunfo de Lopez, continuaron preparando una ter-
cera expedicion á las órdenes de los generales anglo-ameri-
canos Stanton y Quitman.


Despues del castigo de los delincuentes, y mientras se dis-
ponia el destierro de los que hemos indicado (5), la junta de
Fomento de la Habana elevó, á mediados de setiembre, una
exposicion al gobierno, firmada por cerca de treinta personas
principales, así de] país como peninsulares, en la cual, ma-
nifestando los firmantes que jamás podrian hacer causa co-
mun, con la galJilla de piratas compuesta de criminales ó vi-
ciosos, escória de todas las naciones, y capitaneada por un
irifame español, manchado con los nefandos delitos de la trai-
cían y el peljurio, y al ofrecer en tal documento todo su apo-
yo al gobierno, y el producto de una suscricion para enjugar
las lágrimas á las viudas y huérfanos de los valientes que
habian perecido en la lucha contra los filibusteros; estampan-
do la firma de su lealtad los hijos del país Montalvo y Calvo,
Martinez de Valdivielso, Prado Ameno, Arozarena, Cárde-
nas, etc., junto á la de los peninsulares Larrinaga, Puente,
Goiri (6) y otros, al tiempo que Perez Angueira, Echevar-
ría, Cárlos del Castillo, Gener y varios más, eran deportados,
se abria el abismo de separacion entre estos y aq ueUos, y dán-




CAPÍTULO Xli 637


dose una verdadera significacion á los partidos, construíase la
base de la bandería de irreconciliables, que habían de traer
más tarde las escisiones presentes.


Pasados los momentos de ansiedad, continu6 el general
Concha su exquisita vigilancia, impidiendo que los proyectis-
tas del Sur de los Estados-Unidos se atreviesen á realizar
otl'OS planes; siéndole por tanto imposible dedicarse á la vez á
las mejoras administrativas. á las obras pública;; y á todas las
de interés general, con la asiduidad y el empeño que habia
manifeHtado.


Con el 6rden restablecido, terminó el año 1852, lográndo-
se al mismo tiempo, debido en gran parte á sus gestiones,
que tuvieran fin tambien los disgustos promovidos, con moti-
vo de la expedicion Lopez, entre los gobiernos de España y
los Estados-Unidos, que ocasionaron la retirada de Nueva-
Orleans del cónsul español. Arregladas las deferencias, ré-
gres6 el cónsul á su destino á principios de febrero y ce-
lebróse el restablecimiento de las oficinas, obsequiando los
dias 12 y 13 á bordo del vapor Oolon, que le habia conduci-
do, á varias personas notables de la ciudad, en cuyas placen-
teras reuniones brindaron por España y por la reina, por la
armada y por la paz. Mas el general Concha, que parecia
predestinado á éxpiar su impaciencia por el relevo prematuro
de su predecesor Roncali, fué víctima en aquella oeasion del
ministerio Bravo Murillo, que tambien por motivos políticos,
y sin atender los importantes servicios que acababa de pres-
tar por la integridad de la patria, decretó su relevo.


Sabida es la derrota que aquel ministerio sufrió de las opo-
siciones, que coligadas eligieron para presidente del Congre-
so á D. Francisco Martinez de la Rosa en contra del can-
didato ministerial D. Santiago Tejada, y que esto produjo la
disolucion de aquellas Córtes y la convocatoria de otras nue-
vas para elLO de marzo de 1852. En consecuencia, pues, de
la ardiente lucha emprendida entónces, entre los reformis-
tas de Bravo Murillo y los partidarios de la pureza del siste-
ma constitucional, formaron éstos comités electorales para




638 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


constituir la Cámara con una mayoriaque ahogase las aspira...;.
cionesdel ministerio. Dos fueron los comités: uno progresis-
ta y conservador el otro, y como en éste figuraba en primer
lugar, despues del duque de Valencia, el nombre del marqués
del Duero, hermano del capitan general de Cuba, llegaron
hasta D. José de la Concha los efectos de la saña de los par-
tidos; se hizo caso político su permanencia allá, y compren-
dido en los Mios electorales, fué relevado por decreto de 11
de marzo; nombrándose en su reemplazo al general Cañedo, y
perdiendo la isla en D. José de la Concha una buena autori-
dad, pues por tal se le tuvo, sin duda y sin dejar nada que
desear, en el poco tiempo que allí gobernó.


Torpeza grande de los hombres de aquel partido, fué la de
considerar cargos políticos el mando de una provincia tan
importante como Cuba, y los de las demas posesiones de Ul-
tramar, cuya gobernacion sólo al patriotismo, á la lealtad y
al conocimiento de sus necesidades debió confiarse en todo
tiempo; torpeza muy trascendental y de funestas consecuen-
cias, porque comprendiendo desde entónces los enemigos de
España, cuánto adelantaba su causa, multiplicando los rele-
vos· de generales y envolviéudolos en las iutrigas políticas,
explotaron este medio, para recorrer con mayor rapidez el
camino que les habia de conducir, !Í. los revueltos tiempos;
presentes, que tanto anhelaban.




CAPÍTULO XII 639


IIr.


Con prevenciones especiales del ministerio Bravo Murillo,
sa.lió el teniente general D. Valentin Cañedo de la Península
despues de mediar el mes de marzo de 1852. Se detuvo en
Puerto-Rico el 9 de abril, y á las dos de la tarde del dia
15 llegó á la Habana, tomando posesion de su cargo en la
mañana del 16 con las formalidades de costumbre, y despi-
diendo por la tarde al general Concha, que en el vapor-correo
Isabel la Oatólica, cuya salida se habia mandado detener,
embarcó para España con su esposa y familia, siendo despe-
dido con las más señaladas demostraciones de afecto.


Dirigidas las alocuciones de costumbre y al hacerse cargo
de los asuntos de gobierno, extrañó mucho el general Cañedo
que no le hubiese dejado D. José de la Concha, cual debia
con arreglo á las leyes de Indias, la Memoria del estado del
territorio que acababa de gobernar, y sólo en su lugar le en-
tregara un cuaderno de 10i sujetos sospechosos existentes en
el país. Un verdadero inconveniente fué para Cañedo no po-
seer aquellos datos, por cuya falta tuvo que aplazar el plan-
teamiento de su sistema, hasta hacer un estudio de las cosas
y de los hombres que en la isla lo merecieran; pero á fuer de
imparciales, declaramos aquí, que la omision del general
Concha era excusable en tales circunstancias, por el limitado
tiempo que medió entre la Ól'dell de su relevo y la presenta-




640 LAS INSURRECCIONES EN CUBA.


cion del reemplazo; tan poco fué, que apenas tuvo el indis-
pensable para preparar rápidamente su viaje.


Puesto el general Cañedo en relacion con el representante
y cónsules de España en los Estados-Unidos, pronto se ente-
ró de los trabajos que los disidentes enemigos de España pro-
seguian en aquella república, contra el sosiego y la exis-
tencia de Cuba española. Supo que en el periódico La Ver-
dad, dirigido á la sazon por Miguel T. Tolón, maestro que
habia sido de historia, retórica y bellas letras en Matanzas,
y ocupado entónces en enseñar el idioma español en Nueva-
York, excitaba á los cubanos á la rebelion, aconsejando en
marzo 1852, que los ejemplares de su periódico, con que
les tendria al corriente y les explicaria la marcha que debia
seguirse, «los pasaran de, mano en mano para que nadie se
~privase de su lectura.» Supo que acababan de llegar á Nue-
va-York, procedentes de Vigo y á bordo de la barca Prenti-
ce, noventa y cuatro americanos de los que acaudfilados por
Lopez desembarcaron en las Playitas, indultados reciente-
mente por el gobierno español; entre los cuales se encontraban
losjóvenes·patriotas, Montoroy Torens, hijos de Cuba, áquie-
nes la Junta de refugiados politieos cubanos socorría, alle-
gando fondos con funciones de teatro, en una de las cuales se
ostentó la bandera cubana, y como trofeos los grillos que al-
gunos de los indultados usaron en presidio. Supo, finalmen-
te, la instalacion de la sociedad titulada La Estrella Bolita-
ria, para borrar las disidencias y el poco acuerdo que existia
entre los distintos conspiradores contra España, y uniformar
la accion de los que se dirigian al mismo fin de la ane-
xion, en los Estados-Unidos, en la Península y en la isla de
Cuba .


. Excusamos decir que los indultados demostraron como
siempre su gratitud al gobierno, denigrando á España y á los
españoles, é inspirando á dicho periódico, La Verdad, las
especies más absurdas. Ciertamente que los redactores de
aquella publicacion n~cesitaban bien poco para irritarse, pues,
descontentos de todos por los recientes fracasos, si por un




CA.P[TULO XII 641


lado Calificaban al general Concha con los más duros epí-
tetos, y pretendian zaherir llamando legion de godos á los
hijos de España, por otro atacaban duramente á los cubanos
residentes en Madrid. que por el atentado del cura Merino,
ofrecian sus vidas y haciendas á la reina Isabel, clasificándo-
los con tal motivo en cangrejos puros, cangrejos ratas y can-
grejos tontos (7), segun se interesaban por la continuacion
del statu qua, por las reformas ó por el aplazamiento de la
revoluCion en Cuba; de cuyos grupos decia La Verdad, que
el último no podia ser inspirada sino por D. José Antonio Sa-
co. Atacaban asimismo en un soneto, firmado por (Juyagua-
teje, «al cubano traidor Ferrety, que 'Vendió de su pátria la
Y/ventura, por oro infame 1!'Ciles distinciones;» y hasta en-
cargaban al artista italiano Federico Cassali, la construc-
cíon de camafeos con el retrato de Lopez, para que los usa-
ran en Cuba las verdaderas patriotas, y los presentasen, co-
mo acusacion y amenaza por su conducta, ante los cobardes
que no habían secundado el movimiento filibustero. Pruebas
eran éstas, que dieron á conocer á Cañedo las divisiones pro-
fundas, que entre unos y otros disidentes existían.


No pararon en los teatros aquellas funciones ruidosas, sino
que en las mismas calles de Nueva"-Ürleans, donde la re-
daccion del periódico La Verdad tuvo que trasladarse en el
mes de abril, con el objeto de mover las turbas durante la
eleccion de presidente de la república, en favor del candidato
anexionista, se hacian manifestaciones públicas, se abrian
suscriciones para comprar la pólvora que se gastase en una
gran salva para saludar á Cuba, interesando al mismo ayun-
tamiento de la ciudad, y se distinguia á los presidiarios
indultados como héroes de la independencia, presentándolos
como señuelo para atraer suscriciones. Y no sólo en Nueva-
Orleans, era donde el gobierno de la república consentia tan
escandalosos alardes, sino que en Baltimore, en Philadelphia,
en la misma Nueva-York movían tal bullicio, y de tal manera
alborotaba la prensa yankee, que alarmados los más notables
habitantes de Cuba perknecientes al partido español, eligieron




642 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


una comísion que, representando á los primeros por su rique-
. za entre los comerciantes, los hacendados y los propietarios,


:.le presentaron el día 2 del expresado abril á Cañedo, ofre-
ciéndole sus personas y cuantos intereses fueran necesarios,
para la defensa de la integridad nacional. Pero el goberna-
dor de Cuba, al agradecer su patriotismo, no creyó oportuno
aceptar las ofertas, porque conocia las divisiones entre los ad-
versarios y consideraba la agitacion de los Estados-Unidos,
mas bien efecto de los manejos del partido demagógico, para
~onseguir la eleccion de un presidente suyo, que resultado de
los trabajos de lQS cubanos que allí conspiraban para trastor-
nar su país.


Sin embargo, no podian ser muy tranquilizadoras, las re-
>loluciones tomadas por la sociedad de la E st1'ella 8 alitaria,
que, extendiendo su propaganda, aumentaba rápidamente el
número de sus afiliados. Tal asociacion, cuyas bases consti-
tutivas tenemos á la vista, no dirigia en verdad sus trabajos
á la emancipacion de Cuba exclusivamente, sino que tenia
por objeto «extender el área de la libertad por todas partes,
»considerando practicable y legal emprender la lucha por
,»medio de expediciones americanas; reunir todos los elemen-
»tos y recursos necesarios para ayudar á los pueblos esclavi-
¡)zados, y perfeccionar y extender la Orden de la Estrella,
})SU primera division, establecida en N ueva-Orleans, se en-
»tendia con las cincuenta divisiones existentes en ocho ó diez
»Estados de la república, entre ellas la de los cubanos titllla-
_>da la Unían, y fundada en Nueva-York, entre las cuales
»se contaban más de cincuenta mil afiliados comprometidos
»por juramento, á defender y contribuir, en cualquiera cir-
»cunstancía, á toda empresa que la órden acordase, obligán-
»)dose á asistir en persona ó á llenar su lugar con otra cuau-
»do llegase el IUDmento de la accion.» Además, cada miembro
inscrito en la asociacion debía pagar tres pesos por lo ménos
de entrada, cinco pesos por pertenecer al segundo ó tercer
grado y la cuota de cincuenta centavos ó sea medio peso men-
~mal para aumentar el tesoro de la sociedad.




CAPÍTULO XII 643


El rápido aumento de ésta, las formalidades con que cele-
braba sus asambleas generales, la subordinacion al Con-
sejo Supremo constituido con dos miembros de cada una de
las asambleas locales, la aplicacion que hacia· de los fondos
y el nombramiento de los agentes ú oficiales que para exten-
der la idea se comisionaban, fué lo que puso en cuidado á los
que hasta entónces no habian concedido importancia á las
vocinglerías impertinentes de aquellos conspiradores.


Cambiando éstos de política, no remitian ya solamente ex-
citaciones á los que simpatizaban con sus ideas, sino á los
mismos españoles peninsulares, obligándoles por un lado «co-
»mo hombres honrados, á librar á Cuba de la ingrata me-
"!>trópoli, que no se ocupaba de ella más que para expoliarla;»
aconsejándoles que borrasen los nombres de cubanos y penin-
sulares, atendiendo á que de unos y otros se componian sus
familias, entre unos y otros se enlazaban las afecciones, y en
Cuba tenia n todos sus intereses; y que no recordasen los hor-
rores de otros tiempos, que miraran por sus fortunas y que
salvasen á Cuba como la pátria de sus hijos. No era nuevo en
verdad el sistema de los halagos, propios de los criollos ame-
ricanos y usados hasta la impertinencia cuando se han creido
débiles, para obtener por medio de las seducciones lo que en
otra forma les era imposible, mientras que al considerarse fuer-
tes han despreciado á sus p¡dres los peninsulares, cual en la
misma Cuba se ha visto así ánt~s de la invasion de Lopez
como á raiz del levantamiento de Yara.


Pero las ingratitudes de los enemigos de la sociedad y de
órden, han sido siempre las mismas; humildes ellos cuando
han temido el peso de la ley, han manifestado hasta el más
despreciable descaro, cuando por medio de la compasion ó
de la benignidad, han eludirlo el castigo. Así sucedió en julio
de aquel año 1852, con el súbdito americano MI'. John
S. Thrasher. Sentenciado éste á presidio por la comision mi-
litar de la isla de Cuba, mereció el indulto de la reina de
España; y al presentarse en Nueva-Orleans, más que agra-
decido fué un infame calumniador, cuando en vez de bende-


43




644 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


cir denigraba á la persona, que le salvó de las penalidades
que merecía sufrir. Su bajo nivel moral lo demostró, en el
banquete que los disidentes le prepararon en el Oity Hotel de
N ueva-Orleans, solemnizado con la asistencia de W. H. Gar-
land, W. Vaught, Jocsiak Cale y otros conocidos propagan-
distas de la anexion, donde sus brindis á los cubanos exci-
taron los prqfuíndos y eternos sentimientos de Mio contra los
tiranos de su patria, es decir, contra los peninsulares, al
tiempo que presentaba como modelos de abnegacion á 10&
conspiradores de Cuba que, por medio de suscriciones, auxi-
liaron á los presos compañeros de Lopez y áun á los mismos
emigrados pr~'scntes, y concluyó diciendo: «que una vez
»empezada la batalla de la libertad, el hijo heredero del re-
»cuerdo ensangrentado de su padre, aunque la mala suerte
»bur1ara por el pronto sus deseos, triunfaria á la larga, y
»debia tener fé en el porvenir, que indudablemente era
»suyo.»


Como no fué sólo en los Estados-Unidos donde los trabajos
de la Estrella Solitaria se manifestaron, sino hasta en la
propia Europa, donde coincidiendo con aquellos hechos, se
concertaba en un café de París por varios refugiados italia-
nos y algunos peruanos, una expedicion contra Cuba; y co-
mo en Méjico, donde tanto se obsequió á los emigrados, cons-
piraban tambien contra el reposo de las Antillas, Izna-
ga, Agüero, Bethencourt,. Arango, el capitan de milicias
Acosta, el abogado D. José María Valdés y los matanceros
Ramos y Gomez; sabiéndose todo esto, aunque no se ignora-
ba que los adalides Quitman y Henderson estaban en disi-
dencia é irreconciliablemente reñidos, y que Segur, buscando
una estrella ménos eclipsada en Nicaragua, asediado por el
hambre y temeroso de que le ahorcaran los que habia sedu-
cido, vivia intranquilo, y que O'Sullivan vagaba despreciado y
escarnecido por las calles de Nueva-York, sin encontrar quien
le diera trabajo; al saberse ésto, decimos, y al anunciarse co-
mo positiva la salida de dos expediciones, una de N ueva-York
y otra de Nueva-Or]eans del 1.° al 15 de junio, el general




CAPÍTULO XII 615


Cañedo, se vió obligado á tomar grandes precauciones para
rechazarlas.


y era natural, cuando no sólo aquello se temia, sino que en
la misma isla, los papeles subversivos y las proclamas re-
volucionarias, de tal modo circulaban, que decidieron á Ca-
ñedo á prender en los primeros dias de agosto algunos cons-
piradores y hasta ciertas mujeres, que se entretenian en
hacer cartuchós y balas, á la vez que perseguia á los posee-
dores de la imprenta ambulante clandestina, que publicaba
un periódico titulado La Voz; del Pueblo Oubano, órgano de la
independencia (9); teniendo que prendertambien á unos agen-
tes que recorrian la Vuelta-Abajo y las vertientes del Cuzco,
donde trataban de depositar armas y municiones; quizás de
los rillles y carabinas de siete tirJs por minuto, que en nú-
mero de cinco mil se ajustaban en las fábricas de Nueva-
York, con dinero que, segun decian los periódicos yanaees,
satisfaria D. Gonzalo Alfonso, de los 200.000 pesos librados al
efecto. Pero en verdad no se hizo entónces tal compra, por
no haberse puesto de acuerdo el llresidente de La Estrella,
Solitaria, Mr. Tink, con el constructor Marston, que exigia
treinta pesos por cada arma; aunque para estar prevenid·)
en el caso de verificarse la compra y para prever conflic-
tos, dictó el general Cañedo una órden, limitando la con cesio n
de pasaportes á los naturales de la isla que lo p3dian para
pasar á los Estados-Unidos, y encargando doble vigilancia
en los puertos respecto de la g'ente sospechosa que desembar-
cara.


Al descubrirse en la isla aquella conspiracion, que se cono-
ció por la de Pozos IJulces, atribuyéndose, su direccion al
conde de este nombre, cuñado del desgraciado Narciso Lo-
pez, los que más se movian en los Estados-Unidos, en con-
nivencia sin duda con los que tan impacientes se mostraban
en Cuba, eran D. DJmingo Goicouría, deportado á la Penín-
sula y fugado como otros muchos, y aquel D. José Elías Her-
nalldez, que al llegar el general Lemery á Nueva-York de
paso para España, fué uno de los que le provocaron en duelo ,~. '


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646 LAS INSUIlRECCIO~'m:; EN CUBA


porque desempeñó el cargo de comandante general del de-
partamento del Centro cuando el levantamiento y fusila-
miento de Agüero y consortes. Era aquel Hernandez el mismo
que estuvo con los conjurados, y merced á ciertas benevolen-
cias pasó despues al Norte, y allí se hizo ciudadano ameri-
cano; y el que con los otros cubanos, en Broad way, núm. 600,
donde tenia sus sesiones la Uníon, division núm. 3 de la
Orden de la Estrella Solita1'ia, de la que era secretario don
Francisco de Armas, yen todos los espectáculos públicos, se
daba á conocer por su ruidosa actividad.


Del arresto de los redactores de La Voz del Pueblo Ouba-
~w y de los comprometidos con el conde de Pozos Dulces, se
ocuparon los periódicos de Nueva-York y principalmente el
Nem-York Herald, que decia á mediados de agosto, para
excitar á sus paisanos y mortificar á los hijos de Cuba, que
el gobierno de Madrid intentaba vender la isla á Souluque,
emperador de Haiti, prefiriendo hacerla negra á que fuese
criolla. Setenta fueron los arrestados en la Habana por aque-
lla conspiracion; y al ocuparse el SU1t de ellos y de los cartu-
ellOs encontrados en la calzada de San Lázaro y en Regla,
insultaba á los criollos diciendo, que nada bueno podia espe-
rarse ni era posible que dieran nada de sí unos libertadores,
que estando presos solicitaban humildemente del general que
interpusiera su autoridad para que no se les envenenase en la
cárcel, cual habian pedido los redactores de La Voz del Pue-
blo Oubano. Así lo aseguraba aquel periódico al afirmar que
la isla de Cuba nunca seria más que española ó africana.


Ciertamente que los asociados en la titulada Order qf the
Lone Star ó de la .B'strella Solitaria, en la cual los afiliados
hacian constar inscrito hasta el mismo Webster, trabajaban
con gran eScaria, segun declaraciones de los periódicos sim-
páticos á la causa, como el Oourrier and Enquirer y otros,
que si bien acusaban á Cañedo de insuficiente para defender
la isla contra un ataque de los Estados-Unidos, pedian em-
pero que cualquier expedicion no bajase de diez mil hombreló
J fuera á Cuba, al tomar posesion el p.uevo presidente de la




CAPÍTULO XII 647


república. Es cierto que empujados los de aquella órden por
invitacion del Dr. Wrren, y por excitaciones de las nacionali-
dades oprimidas, como eran entónces Polonia, Italia é Irlan-
da, querían llevar las cosas á soluciones violentas, como lo in-
dicaban el National I ntelligencer, el N e'i7)-York Express, el
Pkiladelpkia Led,t¡er y otros periódicos; pero los defensores
de la integridad nacional, no se descuidaban y proponian, pa-
ra contrarestar á sus adversarios, el aumento del ejército en
la isla, la creacion de 26.000 milicianos provinciales penin-
sulares, el aumento de la marina, la extension de las líneas
de ferro-carriles y la concesion de algunas libertades mer-
cantiles para atraerse buques, primeras materias y cuantos
elementos aumentaran la importancia y los medios de defen-
sa de Cuba.


En aquellos dias del fin de agosto, y con motivo de una
invitacion del cónsul de Nueva-York á D. Domingo Goicou-
ría, para que se presentara en sus oficinas á responder de
ciertos cargos que se le hacian, publicó éste su profesion de
fé política, dedicada en el He'l'ald, á James Gordon Bennett
Esq; y como si esta declaracion fuera el grito de fuera mie-
do, todos los cubanos quisieron darse á conocer, y un tal
Enoch E. Camp, redactor del Police Gacette, con Miguel
Tolon, Armas y otros, fundaron, con la garantía de sus nom-
bres, la compañía titulada Guardia cubana, de la que se for-
mó luego una division bajo la presidencia de Juan Sancher.
Iznaga, en la que figuraban Goicouría, Recio, O'Sullivan,
Macías, Poey, Perez, Portuondo, Duany, y todos los que tra-
bajaban en estas organizaciones militares para crear las
huestes futuras destinadas á la conquista de la grande An-
tilla.


Sin embargo, no disponian de medios tan grandes como
era su propension á mover ruido, quitándoles la miseria mu-
chas veces hasta los deseos de alborotar, y por esto creían
justificables sin duda, hasta las denuncias que para obte-
ner dinero hacian de sus propios compañeros alguna vez,
como sucedió con el cubano, y uno de los más bulliciosos, que




6·18 LA.S I~SUlmECCIO)¡E~ EN CUBA


el 20 de agosto se presentó al cónsul español en Chárleston,
poniéndole al corriente de los más secretos acuerdos de la
Junta cuóana y de las divisiones que existian en el grupo de
la llnion; pues muchos de ellos, al ver que su papel se re-
ducia á alborotar sin resultado, acababan por cansarse. En
confirmacion de ésto, decia aquellos dias un periódico, «que
»donde quiera que hubiese un puñado de descontentos ó de
»gente perdida, que pretendiera ó pretextase querer más li-
»bertad, alli parecian estar obligados á acudir los sócios de lo
)lEstreUa Solitaria, que en el fondo no se proponian otra co-
»sa que el robo á los incautos de Cuba y de Méjico;» y en
verdad que hoy sucede mucho de ésto, pues así los patriotas
de Nueva-York, como los de Madrid y de otros puntos, pa-
rece que no han desistido todavía de aplicar el engaño en su
provecho.


En tanto, los Estados-Unidos aprovechaban, segun hemos
dicho, la propension al bullicio de los cubanos, para elevar
al poder el partido demócrata exaltado; yel capitan general
de Cuba, que se habia al fin apoderado de la imprenta que
tiraba la Voz del Pueólo, y del secreto de los conspiradores
que la utilizaban, sujetó al consejo de guerra á los que resul-
taban comprometidos, sabiendo por sus declaraciones que
desde diciembre de 1851, Y durante el mando de su antece-
sor, empezaron los preparativos que debian conducir al mo-
vimiento insurreccional, que acababa de frustrarse.


El mes de setiembre en que esto ocurria, fué de verdaderas
calamidades para la isla de Cuba, por la existencia del cóle-
ra, las sacudidas volcánicas y terremotos del 28 y 29 de
agosto en Santiago de Cuba, donde fueron derribados algu-
nos edificios, el aumento del vómito negro, los aguaceros é
inclemencia de la estacÍon y la pérdida del vapor PiMr?'O
que, al perseguir un buque sospechoso, embarrancó ellO de
aquel mes en la playa de Tango Tarango, próximo al Mariél.
En cambio, fué período de bullicio para los rebeldes cubanos
de los Estados-Unidos, que el dia 2, despues de celebrar
con una misa en la catedral de Sto Patrick el aniversario de




CAPÍTULO XII 619


la muerte de Lopez, hacian sus conocidas demostraciones pú-
blicas, en las que Ambrosio Gonzalez, que se prestó á ser el
continuador de Lopez, alistaba hombres para realizar su em-
presa, alentado por los esclavistas del Sur, que como arma
para vencer en las elecciones al partido wkig, á la sazon do-
minante, presentaban al pueblo la esperanza de la anexion
de un nuevo Estado esclavo. Y algunos visos de verdad de-
bian tener entónces los trabajos, cuando al hablarse de una
expedicion uesde la isla Amalia en la Florida, dispuso el go-
bierno americano que se vigilara la barca Jasper, del cubano
D. José Mora, en la cual se decia que habían de embarcarse
los expedicionarios reclutados en Washington, Philadelphia,
Mabila, Nueva-Orleansy otros puntos y que se vigilase tam-
bien el Orea;en Oity, mandado por el capitan Porter, dis-
puesto á 10 mismo. Pero de cierto nada resultó por el pronto
y vióse luego que el objeto de unos y de otros, no era más
qw~ el de alarmar durante el período electoral.


Respcmdiendo los malvados de la isla á tal agitacion, de-
mostraron que seguían las pasiones vivas con el asesinato que
el 3 de octubre se cometió, en el partido de la Güira, en la
persona del honradísimo anciano natural de las Rtleares, don
Ignacio Piñano, por haber sido el descubridor de la proyec-
tada insurreccion de Vuelta Abajo. Por tan infame venganza
se condenó á Mesa, que fué uno de los autores, á la última
pena y á su cómplice García á diez años de presidio en Afri-
ca, lográndose con este escarmiento contener á los asesinos
políticos por entónces.


Vemos por todo ésto, el poco reposo que duranté su agitado
mando dejaron al general Cañedo, los instigadores de afuera
y las conspiraciones y deslealtades de dentro de la isla con-
tra los intereses de España. Entre los trabajos exteriores,
no debian contarse únicamente los incesantes de los Estados-
Unidos, pues á este tiempo empezó tambien el representante
de Nueva Granada en el Ecuador, D. Manuel Aneizar, á tra-
bajar por la independencia de Cuba en el Sur de América; la
Inglaterra presentó reclamaciones contra Cañedo, aeusán-




650 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


dale de haber permitido un desembarco de 390 negros bozales'
en el rio de Zaza; los naturales y los extranjeros compraban
grandes cantidades de deuda española diferida de 1831 (lO}}
por mano de un tal Drukker, en Francfort, aparentando des-
tinarla á la compra de la isla; y todo ésto, unido á la propo-
sicion que el 23 de diciembre presentó en el Senado de la.
gran república Mr. Masan, jefe de fila del partido democrá-
tico, para que el gobierno manifestara por qué habia rehusa-
do adherirse á la dcclaracion pedida por Francia é Inglater-
ra, de que ninguna de las tres potencias se apoderaria de la
isla de Cuba~ fueron motivos bastantes para alentar á los di-
3identes, tener á la autoridad en contínua alarma y afligir á
los leales españoles de la grande Antilla.


Empezó en ésto el año 1853, sin haber podido los anexio-
nistas llevar ninguna de las anunciadas expediciones contra
Cuba, y disfrutándose en la isla alguna tranquilidad, á pe-
sar de no haber cesado por completo las invasiones del cólera
morbo; volvieron á agitarse de nuevo los ánimos, el 23 de fe-
brero, al fallarse la causa de la última conspiracion descu-
bierta. A diez de los más comprometidos en ella se les sen-
tenció á pena capital, de los cuales se hallaban presentes
D. Francisco Valdés, D. Eduardo del Cristo, D. Manuel Her-
nandez Perdomo y D. Juan Alvarez, y ausentes los demás,
entre ellos D. Porfirio Valiente; condenándose á extrañamien-
to perpétuo de Cuba, entre otros, al conde de Pozos Dulces,
y deportados á la Península veintitantos más, entre los que
figuraban Arangos, Armas, Agüeros, Bethencourts, Casti-
llos, Cisneros, Bombalier, y hasta el mismo D. Francisco
Quesada y Guerra, que adquirió luego cierta, aunque no en-
vidiable celebridad en las filas de Céspedes. Pero poco su-
frieron en verdad los condenados, porque el benigno gobier-
no español, como siempre, les indultó pronto, dejando otra
vez abierto con su blanda política el camino de las conspira-
ciones.


Por este mismo tiempo, llegaron á la Habana unos comisio-
nados mejicanos que iban en busca del generalSantana, para




CAPÍTULO XII 651


ponerlo al frente del gobierno de aquel país, y tal visita no
dejó de alentar un tanto á. los conspiradores, que simpatizaban
con todo lo que fuera republicano, quienes para acrecer las es-
peranzas de los más tímidos ó recelosos, circularon muchas
cartas recibidas de sus correligionarios de la metrópoli, que
fundándose en la salida del ministerio Bravo Murillo, anun-
ciaban el próximo relevo del capitan general. Tanto conmo-
vieron los ánimos estas especies, que hasta el mismo Cañedo
se alarmó, y como sabia que la inseguridad de las autorida-
des en Cuba les quitaba todo prestigio, y habia sido en todo
tiempo orígen de lamentables resultados, envió á. uno de sus
ayudantes á Madrid para cerciorarse de la verdad de los ru-
mores esparcidos, y para poner al gobierno al corriente de las
necesidades de la isla.


Verificada la eleccion de Mr. Pierce para presidente de la
república norte-americana, y á pocn de lo que acabamos de
indicar, estuvo tambien en la Habana el representante de los
Estados-Unidos en Madrid, nombrado á consecuencia del
cambio político en la república, Mr. Pierre Soulé, quien pro-
cedente de Nueva-Orleans se dirigia á Nueva-York, yen las
pocas horas de permanencia en la capital de la isla, manifestó,
para que llegara á noticias de los conspiradores, que pensaba
detenerse en Inglaterra y Francia ántes de entregar sus cre-
denciales al gobierno español, para tratar los asuntos en que
los anexionistas se interesaban. La llegada de Soulé á Nue-
va-York, coincidió con una peticion que los filióusteros de
los Estados-Unidos, amparados por algunos senadores, hi-
cieron á dicho presidente Pierce, pidiéndole proteccion para
apoderarse de la isla de Cuba; cuyas ideas eran las propias
de aquel representante, que tanto agitó luego en Europa los
asuntos relativos á la grande Antilla, segun diremos en su
tiempo y lugar.


Coincidió asímismo aquel viaje de Soulé, con la circulacion
de una proclama subversiva dirigida e17 de junio por el p1te-
lJlo de (Juóa al ejército de la isla, en la qne se le invitaba, en-
tre otras cosas, á conquistar el derecko de los !tomóres libres




652 LAS INSURRECCIONgS H," CUBA


y á establecer nuevas instituciones; y coincidió tambien con
la de un impreso firmado por José Sanchez Iznaga y dirigido
«(A mis amigos en Ouba,» en cuyo escrito, enumerando los
muchos miles de pesos gastados en las distintas tentativas
preparadas por Lopez contra la isla, y echando en cara á los
cubanos el no haber coutribuido ni con un sólo centavo para
procurar la independencia de su pátria, excitaba á todos los
habitantes de Cuba, así militares como paisanos, peninsula-
res y criollos, á que sacrificaran sus fondos y sus adhesiones
en favor de la santa causa, que á todos les acogeria bajo su
bandera cuando dentro de poco fuese allí él mismo á ondear-
la. Y como, finalmente, coincidió esto tambien con los pre-
parativos de expediciones en Nueva-Orleans, con la invita-
cion de Soulé para que fueran á Nueva-York á conferenciar
C!Jll él las personas más autorizadas de las diferentes juntas
an~wionistas, y las ofertas que éste les hizo de interceder con
el gobierno de España para que sus pretensiones fuesen bien
agitadas, todo contribuyó á mantener en gran intranquili-
dad á Cañedo y á que se manifestasen hasta insolentes los
conspiradores, que multiplicaban su actividad y gestiones
cerca del ejército para atraerle á su causa.


En tales momentos, y cuando con mayores pruebas de
confianza necesitaba robustecerse la autoridad del capitan
general, recibió aquel el real decreto de 23 de setiembre que
le relevaba y nombraba en su lugar á D. Juan de la Pezue-
za; cuyo acto convenció á Cañedo del poco efecto que hicie-
ron los encargos y la mision que llevó á Madrid su ayudan-
te en el mes de junio, y de cómo en la metrópoli se atendian
las indicaciones de las autoridades ultramarinas.


Poco tiempo le dejaron libre al general Cañedo, segun he-
mos visto, las cuestiones internacionales y de órden interior
para dedicarse á mejoras públicas y á los demás asuntos de
gobernacion; pero á pesar de todo, dejó en Cuba un gran re-
cuerdo de su mando, estableciendo la primera línea telegrá-
fic'1 de la Habana á Batabanó; protegió tambien el desarrollo
de los intereses materiales y morales, y no hizo más porque




CAPÍTULO XII 553


le fué imposible, dejando, sin embargo, consignadas las ideas
y SUB propósitos, respecto del territorio cuya custodia le estaba
confiada, en el discurso que pronunció ante la sociedad econó-
mica de la capital, en la distribucion de premios á los alum-
nos de la misma, en cuyo acto se expresó de esta manera:


«Que la emulacion y el estimulo sigan de cerca á la publi-
»cidad de estos honrosos premios, tales son los fines que la
»sociedad se propone; tales son tambien los votos de su pre-
»sidente; votos, señores, que no veria cumplidos, si durante
»el mando en esta preciosa isla, fuese interrumpido un sólo
>xlia el progreso y adelanto de que es susceptible, por la fera-
»cidad de su suelo y por la inteligencia de sus leales mora-
»dores. »


Los cambios políticos de la Península llevaron los sucesos
por otro rumbo, y el general Cañedo se vió privado de ver
realizados los buenos deseos que le animaban, cual habia ya
sucedido á otros que ocuparon su pnesto y ocurrirá aún, si el
gobierno de la metrópoli no mira en lo sucesivo con más de-
tenimiento cuanto se refiere á la existencia de las posesiones
de Ultramar.


IV.


Veinticinco dias despues de su salida de Cádiz, en el
vapor Oonde de Regla, llegó al puerto de la Habana á las
ocho de la noche del 2 de diciembre de 1853, el teniente gene-
ral D. Juan de la Pezuela, quien, por la hora avanzada en
que fondeó el vapor, no obtuvo permiso para desembarcar




654: LAS INSURRECCIONES EN CUBA


hasta la mañana siguiente, en que D. Valentin Cañedo hizo
entrega al nuevo general, con todas las solemnidades de es-
tilo, dél mando para que fué nombrado por real decreto de
23 de setiembre del mismo año.


La memoria que en la isla de Cuba dejó de su administ,ra-
cíon el general Pezuela, es conocida de todos por la obra que
en 1856 publicó el Sr. Estorch (10), en la cual, con el claro
talento que á aquel catalán distinguia, con la verdad, la bue-
na fé y la probidad que constituian el fondo de su carác-
ter, refirió tan extensa como exactamente los sucesos oficiales
de todo aquel período histórico, que hicieron notable las re-
soluciones dictadas por el marqués de la Pezue1a, respecto
de emancipados y supresion de la trata, sobre matrimonios
y armamento de la gente de color, y ¡;1obre la cuestion del
Black Warrior, y las medidas dedicadas á restablecer la con-
fianza pública, á borrar las diferencias políticas y á desarro-
llar los intereses materiales en la grande Antilla.


Americano el general Pezuela como el general Concha, co-
nocedor además de las islas del Archipiélago caribe, por haber
desempeñado recientemente la capitanía general de Puerto-
Rico, fué preferido por el ministerio del conde de San Luis
para el mando de la isla de Cuba, cuyo nombramiento hizo
tanto por esto cuanto para tener al general pezuela alejado
de los círculos de la política ministerial, quizás sin contar
con el interesado. El gobierno necesitaba dar una satisfac-
cion á Inglaterra por las reclamaciones sobre la trata, que se
habian multiplicado durante el mando de Oañedo, y recono-
ciendo la honradez y caballerosidad de D. Juan de la Pezue-
la, le nombró sin que él lo solicitara; y al exigirle el acto pa-
triótico de la aceptacion, confirióle además, poder omnímodo
para que de una vez se cumplieran los tratados con la Gran
Bretaña, y para que tuviesen término las irregularidades de
aquella administracion, concediéndole al efecto, con el nom-
bramiento de capitan general, el de superintendente de Ha-
cienda y el de jefe superior de todas las dependencias guber-
nativas, ó sea las facultades de un verdadero virey.




CAPÍTULO XII 655


Desde el momento en que el marqués de la Pezuela tomó
posesion del mando, se hizo notable por haber omitido las
acostumqradas alocuciones, que á los habitantes y al ejército
dirigian los capitanes generales, cuya omision cometió inten-
cionalmente, porque no queria, segun dicen sus admiradores,
anticipar conceptos ni comprometer ofertas que resultaran
ilusorias ó imposibles de cumplir.


Inmediatamente y con preferencia, dedicó su atencion al
estudio de la Hacienda y á todo lo que tenia relacion con el
tesoro público, por ser el escollo donde tantos naufragan; y
para prevenir la repeticion de los siniestros, tan perjudicia-
les al buen nombre de España, expurgó el personal propenso
á dirigirse por malos caminos, renovándolo y reemplazando
los funcionarios indignos con otros de reconocida honradez y
probidad. Dirigió en segu.fa su mirada al fondo de emanci-
pados, que exigia no menor solicitud por los abusos á que se
}lrestaba y eran públicos, y de gran importancia segun se
desprende de una nota que tenernos a la vista, la que paten-
temente demuestra que algun capitan general hubo, que de
más de ochenta y siete mil pesos que rtlcibiódurante su
m.ando, no dejó ni trescientos al cesar, sin embargo de ha-
ber dejado sin satisfacerse ciertos sueldos 1. sin atender las
obras públicas; sueldos y atenciones que el marqués de la
Pezuela tuvo luego que pagar (11), ánte3 de dedicarse á los
asuntos relacionados con el tráfico negrero, que era el prin-
cipal motivo que le habia llevado á Cuba.


Sabia el general Pezuela que muchas ex.p3diciones de Gui-
nea, preparadas á la sombra benévola de su antecesor, debian
llegar á la isla, y llegarian sin duda, porque ocupada Ingla-
terra en la cuestion de Crimea, habia retirado muchos cruceros
de los que vigilaban las costas africanas. Para apoderarse de
aquellas, y disponiendo los medios al efecto reprodujo, á fines
do diciembre de aquel año, las órdenes que regian sobre pro-
teccion al dominio privado de las fincas rurales, lo cual hizo
suponer á algunos que en las cuestiones de esclavitud segui-
ría el marqués de la Pezuela la misma marcha que muchos




656 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


de los gobernadores que le habian precedido; pero se equiv~­
caron ciertamente éstos y tocaron su error, tan pronto como
las expediciones se acercaron, y al ver que ni influencias
ni observaciones, ni súplicas sirvieron, para cambiar la idea
del capitan general al disponer el apresamiento de todos los
negros bozales que pudieran ser aprehendidos. Principios tan
severamente aplicados en la isla de Cuba, donde tal laxitud
en el cumplimiento de los tratados de 1817 y de 1835 habia
habido hasta entónces, produjo como era natural grandes
alarmas, levantaron montes de ódios contra Pezuela y dieron
origen á las intrigas y al empleo de otros medios cortesanos
en Madrid, para que prontamente fuera reemplazado de la
capitanía general.


No condenaremos nosotros ciertamente al marqués de la
Pezuela, p1r el cumplimiento de su.deber ni por la ejecucion
de aquellas medidas, como no podremos censurar jamás la
abnegacion, la honradez y la probiJad de los caractél'es ca-
ballerosos, constituidos en autoridad; p~ro sí observaremos lo
dificil que es y ocasionado á trastornos, el arrancar de raíz las
co::;tumbres de un pueblo, aunque sean viciosas, con el uso de
los medios más que políticos vigorosos, pues no siempre los
actos de energía producen en la5 sociedaies mejores fru-
tos que los razonados convencimientos. Los mismos resulta-
dos, si bien más lentos aunque sin Mios, hubiera podilo qui-
zás obtener el capitan general adoptando otro sistema; p3ro
se dejó arrastrar, sin cálculo pJlítico, por el ímpetu de sus hon-
rados y paros sentimientos, y fué vencido en la demanda, con
gran perjuicio para Cuba, que habria obtenido no pocos
bienes admirándole aplicar por mucho tiempo su rectitud de
gobernador imparcial, á ser tan suave como aquellos habitan-
tes y aquellas costumbres requieren.


El r ~gistro que mandó hacer de los esclavos, tam bien dis-
gustó altamente á los hacendados, por los gastos que exigia.
y por las dificultades que creaba á la adquisicion de brazos
para el trabajo, cada dia más precisos; y como tocaba muy
de cerca los intereses de la parte social que por su riqueza




CAPÍTULO XII 6;)7


suele en todos los paises formar la opillion, por premIO a sus
buenas intenciones no consiguió otra cosa el general PC'luela,
que aumentar considerablemente el número de sus adversa-
rios y la resistencia pasiva á los mandatos de su autoridad,
que desde allí se recibieron todos con reserva por aquella im-
portante clase social.


No fueron pocos los enemigos que le proporcionó en tanto,
la medida que, aconsejada por una rectitud intransigente, y
por los sentimientos cristianos más que por las conveniencias
sociales, dictó acerca de los matrimonios entre personas de
distinta raza el padre Claret, arzobispo de Santiago de Cuba,
al aconsejar á aquellos de sus diocesanos que vivian en man-
cebía con genks de color, que corrigieran tan irregular con-
ducta; y por cierto que en tal ocasion se usó de notoria injus-
ticia con el marqués de la Pezuela, porque ni inte.rvino en tal
asunto, ni siquiera en su tiempo se agitó, sino en el del gene-
ral Cañedo, que de conformidad con el real Acuerdo decidió
que no se hiciera alteracion en lo que sobre este punto pres-
cribian las leyes de Indias. Pero ya en esto se veia la incli-
nacion del ánimo público contra el general Pezuela, y la ten-
dencia de los adversarios á desprestigiarle, atribuyéndole
hasta lo que no hacia.


En lo que sí tomó activa parte el marqués de la Pe zuela
respecto de las gentes de color, fué en la creacion de compa-
ñías de pardos y morenos para aliviar las fatigas del soldado
blanco, víctima como siempre de los rigores del clima. :Ko
formó cuerpos ó compañías independientes de mulatos y ne-
gros libres, como las que mandó suprimir el gobierno en
tiempo de Ezpeleta y disolvió por fin el general O' Donnel1,
por la complicidad que encontró en sus individuos, como
agentes ó instrumentos de Mr. Turnbull, en la rebelion de
Plácido; sino que añadió dos compañías de gente de color á
cada uno de los batallones del ejército, lo cual le valió ciertas
censuras, que nosotros no disculpamos, porque en las suscep-
tiblidades de raza deben usarse siempre procedimientos más
sutiles y prudentes que los empleados por el virey de Cuba




658 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


en aquellas circunstancias. Como general, podia el caballero
marqués considerar al soldado esclavo de la ordenanza, pero
nunca esclavo ó negro de la sociedad, como aparecía, al fun-
dírsele con gentes de una raza inferior; lo que era en verdad
muy depresivo para todos los militares, que veian en el solda-
do la primera materia lanzada al principio de un camino don-
de sólo impul::lo requeria para recorrer el espacio que la con-
virtiera en un general; y no les faltaba razon ciertamente
para pensar así ni motivo para disgustarles la medida, al
ver que con el proyecto del capitan general, ó el negro libre
habia de ser esclavo del esclavo blanco, ó convertirse en su
igual, y en ambos casos ni la raza superior salia bien parada,
ni la sociedad podia aplaudir las nivelaciones que la natura-
leza repugna. Creyeron a1gunos optimistas que era muy acep-
table aquel pensamiento, porque el general Concha hasta le
aCllplió, mas fué para durar poco y morir bajo el paso de
la reprobacion pública, al organizarse otros cuerpos de color
parecidos á los que disolvió D. Leopoldo O'Donnell, cuales
son los existentes batallones de Bomberos, con los cuales si
transigimos y no censuramos, es por la única razon de ser
su número escaso y su organizacion independiente y libre
del contacto con la raza superior dominante. Mientras en
nuestras Antillas sean necesarias las gentes de color y mien-
tras su permanencia allí convenga, no deben á nuestro juicio
utilizarse sino como instrumentos del trabajo, y para este fin
nada más; pues si la naturaleza las ha creado y la tradicion
desde los tiempos históricos nos enseña que han dependido
siempre de las razas superiores ó blancas, ¿,á qué luchar con
un imposible intentando contrariar los destinos providen-
ciales'?


Con preferente solicitud. se dedicó el general Pezuela á po-
co de encargarse del mando á la cuestion de colonizacion,
cuyo monopolio se disputaban á la sazon en la isla tres com-
pañías principalmente, la de los yucatecos', la de los chinos
y la de naturales de Galicia. Para proceder con todo acierto
en el asunto, propuso al gobierno, de acuerdo con la real




CAPÍTULO XII 659


Audiencia, una ordenanza de colonos en la cual se concedió
igual libertad á todas las empresas indistintamente. Entónces
fué cuando D. Urbano Feijoo Sotomayor introdujo los tra-
bajadores españoles ó colonos gallegos, y dió con ello motivo
á que los otros contratistas dijeran que Pezuela protegia á
éste, y censurlitran que, igualando á los blancos con los negros,
sacrificase aquellas pobres gentes, dándoles ménos sueldo que
á los mismos africanos y quizás áun ménos consideracion, á
los que fueron destinados á las obras del ferro-carril central,
acordado en julio de 1851 por el general Concha, y abierto en
las dos leguas de terreno concedidas por la junta de fomento
en julio de 185,4:. Graves cargos se lanzaron contra el mar-
q ués de la Pezuela, por la particular proteccion dispensada
á Fe~oo, como empresario del ferro-carril, cargos verdadera-
mente injustos, porque nunca al contratista le permitió
salirse ni eludir el pacto ajustado; pero ya hemos dicho que
era grande y poderosa la masa social que se encargaba de
zaherir á D. Juan de la Pezuela á quien consiguió al fin ven-
cer en la lucha.


Tal fU3 el fracaso de aquella colonizacion, amparada por el
capitan general, que cuando á poco volvió á la isla D. José
de la Concha, tuvo que agregar todos los colonos al ejército
en clase de soldados para que no perecieran en el absJluto
desamparo; sufriendo igual fracaso taillbien las otras medi-
das que adoptó el general Pezuela, para suplir los braz05 que
filltarian en la isla con la supresion de la trata. En cuantas
contrariedades encontró en su mando el general P2zuela, nada
influyó tanto, segnn hemos sabido en.la misma isla de Cuba,
ni en él tuvo peor enemigo que su propio carácter, sin el cual
á sus bien intenciomdas disposiciones se hubiera quizás res-
pondido con el aplauso que merecian.


Otra de las cuestiones que dieron á conocer el gelbierno de
aquel general en la grande Antilla, fué la detencicm del va-
por americano ]]lack Warrior. Sabido es, por cuanto hemos
dicho hasta aquí, cuál era en aquellos momentos la disposi-
cíon de los Estados-Unidos respecto del dominio de España


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660 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


en Cuba, y á ella debe atribuirse el nombramiento de la per-
sona que entónces desempeñaba el cargo de cónsul de la gran
república en la Habana. Era éste Mr.~Alexander M. Clayton,
natural de Mississippí, acérrimo partidario demócrata, que ha-
bía vivido en la oscuridad hasta que debió el nombramiento
de tan importante cargo á la eleccion del nuevo presidente;
de cuyo funcionario hablamos, como introduccion al asunto
del Black Warrior, porque si en aquellas circunstancias
hubiera desempeñado el consulado otra persona inspirada en
S'lntimientos más imparciales, que los que caracterizan de or-
dinario á los demócratas, habrÍase podido si no evitar del todo
con buenos consejos, atenuar al ménos los conflictos á que
dió lugar aquella cuestiono El orígen de ésta fuéel siguiente.


En 28 de febrero de 1854, fondeó en el puerto de la Habana
el referido vapor, mandado por el capitan Bullock, quien al
recibir en la visita de fondeo la instruccion que se entrega á
todos los capitanes de buque, para enterarles de las reglas á
que deben ajustar su conducta en los puertos españoles, ne-
góse á hacerse cargo de aquel documento, sin devolver por
consiguiente el duplicado cual se le exigia, con la firma de
quedar impuesto de cuanto en la instruccion se determinaba;
así como se negó á presentar el manifiesto de la carga del
buque y á manifestar si iba ó no de tránsito, diciendo sólo
que estaba en lastre. Excitados con tal proceder la curiosi-
dad y el amor propio de los empleados fiscales, y comunicado
el hecho por el resguardo á la aduana, ordenó el administra-
dor de ésta, D. Mariano Adriansens, en vista de la resisten-
cia de Bullock, que se verificara la visita de fondeo, y apercibi-
do en el ínterin el capitan del vapor, pidió, algunas horas
despues de fondear, permiso para salir del puerto. Pero las ór-
denes de la Hacienda siguieron adelante, y verificado el reco-
nocimiento ó visita de fondeo, resultó que estaba el buque car-
gado de pacas de algodon y no de armas, como se habia
corrido la voz. En vista de ésto y con arreglo á la instruc-
cíon de aduanas, se le hizo presente al consignatario la multa
en que el .. capitan habia incurrido, y se le propuso, para evitar




CAPÍTULO XlI 661


conflictos, que adicionara á la relacion de rancho la carga
del buque, á lo que contestó descortesmente aquel entablando
protestas con un verdadero carácter de amenazas, que tenia
muy merecidas la irregular generosidad que por los emplea-
dos queria usarse.


Hemos dicho que el capitan del Black Warrior habia pe-
dido permiso para salir del puerto, á lo cual se le respondió
que, procediendo con arreglo á ley la descarga del buque, se
le haria la gracia de permitirle seguir su viaje siempre que
prestara la correspondiente fianza. El consignatario Tyng se
negó, el capitan Bullock abandonó el buque al ver á lo que se
le obligaba, y ni él ni el cónsul de los Estados-Unidos qui-
sieron presenciar la descarga, resuelta por los funcionarios de
Hacienda veintiseis horas despues del fondeo, en lugar de es-
perar á las cuarenta y ocho prescritas en la citada instruc-
cion de aduanas. De ahí arrancaron las posteriores complica-
ciones en que figuró Soulé y los ministros de Estado Luzu-
riaga y Zavala; de ahí el que el presidente de la república
americana MI'. Pierce, en su mensaje de marzo de 1854, tra-
tase la cuestion de un casus oelli, y de ahí el que el gobierno
progresista del bienio cometiese la debilidadª de concluir la
cuestion disponiendo que se indemnizara con 53.000 duros al
dueño ó armador del Black Warrior.


Verdaderamente que el general Pezuela no provocó el con-
flicto, ni intervino en él de un modo directo al iniciarse, aun-
que como superintendente no debiera ser extraño á cuanto en
la Hacienda ocurria; y podia saber, como no ignora nadie
de los que han visitado cualquiera parte del Nuevo mundo, y
él con doble motivo siendo americano, hasta dónde llegan las
malas artes que usan los yankees para promover cuestiones
con los gobiernos ó con particulares, para acrecer su hacien-
da, aun á costa del honor y de todas las indignidades conoci-
das. Con una política más previ¡¡¡ora y ménos severa hubie-
se podido aquel general evitar al Tesoro español, cási nunca
desahogado por desgracia, el desprendimiento de aquellos
53.000 mil duros, pues el mismo general sabe, que en la go- .




662 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


bernacion no todo se reduce á aplicar el rigor de la ley, sino
que mucho queda á las conveniencias de la oportunidad.


Un acto que demostró claramente cuál era la mision políti-
ca que llevó el marqués de la Pezuela al mando de Cuba, fué
la amnistía expedida por real decreto de 22 de marzo de 1854
y comunicada en 24 del siguiente mes de abril, desde la An-
tilla á los representantes de España en Washington, Méjico
y Venezuela, y á los cónsules de Jamáica y San Thomas;
cuya gracia, comprendía á «todos los que directa ó indirecta-
»mente hubiesen tomado parte en conspiraciones, rebeliones ó
»invasiones de extranjeros, con el objeto de promover distur-
»bios en la isla de Cuba.»


El efecto que aquella medida gubernativa produjo, no fué
generalmente muy satisfactorio, ni la amnistía podia recibirse
con entusiasmo, como no se recibió por todos (12), y se com-
prende bien que así fuera, conociéndose el pago con que en
todo tiempo habian respondido los conspiradores cubanos á
los actos de benevolencia. Los leales españoles, los que en to-
das circunstancias sabian comprometer su vida y exponer sus
intereses por la integridad nacional, no pudieron en verdad re-
cibir con mucho agrado ni ver bien los halagos á los causan-
tes de sus desdichas, mientras para ellos no se dictaban sino
represivas disposiciones, más ó ménos justificadas, en cuanto
se referia á aquellos intereses que cuando llegara la ocasion
sacrificarian por la pátria (13).


Se creyó por el gobierno que era tal amnistía un vigoroso
arranque, y una enérgica protesta contra las tendencias ane-
xionistas de los Estados-Unidos; pero á nuestro juicio no fué
más que un paso de mala política, pues por ella ni se consi-
guió atraer á los principales conspiradores, que existían 'en
el vecino continente, ni se hi7.0 otra cosa que aumentar en
Cuba, con los que regresaban y se acogian á la real gra-
cia forzados por la necesidad, el gérmen de las futuras re-
vueltas, y el número de los agentes de los enemigos de Es-
paña.


El general Pezuela creyó tambien, como asegura el se-




CAPÍTULO XII 663


ñor Estorch, que fué aquel un rasgo de alta política, porque
las corporaciones se apresuraron á felicitarle y á felicitar á la
reina, lo cual era muy lógico, cuando en aquellas mismas
corporaciones existian los más temibles enemigos de la inte-
gridad nacional, y muchos de aquellos hombres que compro-
metidos con Lopez, relacionados entónces con Goicouría y
con Valiente, é impenitentes y nunca arrepentidos, prosi-
guieron sus trabajos incesantemente, hasta que, catorce años
despues los llevaron al terreno de la ejecucion, donde por des-
gracia, se encuentran todavía.


Yeso no lo decimos nosotros como cosa nueva, pues el
mismo general Pezuela, cuando apénas habia pasado mes y
medio desde la publicacion de la amnistia, participaba ya al
gobierno los rumores que, fraguándose continuamente por los
enemigos de España, conmovian á los incautos y paralizaban
las operaciones mercantiles; y hasta decia que á consecuen-
cia de las alarmas circuladas últimamente, trataban de aban-
donar la isla en bastante número importantes personas, bus-
cando en otra parte la seguridad que temian no poderse dis-
frutar á poco allí, donde todos veian motivos muy fundados
para creer en una próxima expedicion filibustera. Y el mal-
estar no era ciertamente una ficcion, sabiéndose que en
una época determinada del mes de mayo, se expidieron pasa-
portes en número no inferior al de los concedidos en igual
períouo de los dos años anteriores.


Reconocemos y confesamos la mejor buena fé, la má;;; pura
de las intenciones y el mayor deseo de acierto, quizás superior
al demostrado en Cuba por los demás generales, en el mar-
qués de la Pezuela, y un desinterés, una probidad, una hon-
radez y un trato caballeroso intachables; pero á aquel capitan
general le faltó suerte ó tacto, como suele decirse, para
atraerse la generalidad de sus gobernados. Una parte social
muy importante en la isla, se le puso enfrente desde el prin-
cipio de su mando, no por falta de patriotismo sin duda, por-
que grandes muestras de él ha dado despues; y aquella frac-
cion de adversarios, convertida luego en mayoría, le venció.




664 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


privimnole ne una gran suma de la gloria que merecia indis-
cutiblemente por sus dignos propósitos.


y que éstos eran muy loables y no escasos, 10 probó en la
creacion de la Caja de descuentos dirigida al fin de disminuir
la usura siempre perjudicial en todo pueblo mercantil; en los
esfuerzos hechos para equilibrar el valor del oro con el de la
plata (14), cuya mejora no se llevó á cabo por su relevo; en
el ensanche de la Habana, extendiendo las zonas militares;
en el proyecto de ereccion de un monumento al descubridor
del Nuevo mundo, yen el de levantar una catedral y cons-
truir un nuevo cementerio capaz y digno de la capital de la
grande Antilla. Extendió además, dice el Sr. Estorch, la línea
de telégrafos eléctricos; planteó el colegio de Jesuitas, que
habia principiado el general Cañedo, introdujo en los hospi-
tales las Hermanas de la caridad, cedió seis mil pesos para la
escuela de mecánica é hizo notables mejoras en correos y en
el ejército.


Mucho mereció por todo esto; pero se creyó suficientemente
satisfecho el marqués de la Pezuela, con el honroso atestado
que ef ayuntamiento de la Habana le expidió y que debian,
en verdad, haber suscrito todos los habitantes de la isla que
conservaran limpios de pasion sus sentimientos de gratitud.
Esto, sin embargo, ha sido en todo tiempo imposible á los
pueblos, y en el de Cuba en aquella ocasion, si muchos leye-
ron con profundo disg'usto el real decreto del 2 de agosto
de 1854, que á aquel capitan general le relevaba del mando,
muchos otros vieron muy complacidos su salida de la isla.


Habiamos pensado, y así se anunció en el indice prospecto
impreso en la Habana, comprender en este volúmen y en
el presente capítulo, las dos épocas de mando del general don
José de la Concha; pero hemos mudado de propósito, tocando
por un lado las dificultadés de desarrollar en tan poco espa-
cio, el cúmulo de acontecimientos que se aglomeraron en aquel




CA.PiTULO xIt 665


período histórico, y atendiendo por otro lado á la necesidad
de dar toda la amplitud, que por su importancia merecen, los
sucesos políticos del año 1854, promovidos para restablecer
en toda su pureza el sistema representativo y las prácticaa
constitucionales en la metrópoli. Aquellos acontecimientos lle-
varon además á Cuba las mudanzas, planteadas por el gene-
ral Concha, que dieron origen á la situacion actual; y como
al propio tiempo salia á la vida pública en la Península la
última trasformacion de los gobernantes patriotas, bajo el
nombre de democracia, que habia al fin de conmover todos
los derechos y llevar á nuestras posesiones ultramarinas la
verdadera forma de la revolucion, que aún hoy asola los cam-
pos de la grande Antilla, por tales motivos hemos creido
conveniente hacer alto aquí, para principiar luego la época
contemporánea con aquellaconmocion política en la metrópoli,
y con las indicadas reformas en Ultramar.


Hemos visto hasta aquí, cómo se llevó á Cuba despues de
la colonia la ilustracion que distinguió el reinado de D. Cár-
los III; cuál fué la proteccion dispensada á los primeros jóve-
nes de la sociedad patriótica; qué discípulos tuvieron, cómo
manifestaron sus tendencias en la revolucion española, pro-
vocada por la ambicion de Bonaparte, y cómo dieron vida á la
filosofía, á la literatura á la política, y crearon la clase
media ilustrada, que dividió las tendencias en la segunda
época constitucional; cuál fué la marcha de los partidos y su
exclusivismo; cuáles las imprudencias de unos y de otros, las
torpezas de la metrópoli, las malas pasiones de ciertos gober-
nantes, la influencia de los empleados públicos en el orígen
de nuestros males, y en fin, la gota de agua que rebosó y se
convirtió en gota de sangre, cuando los malos instintos no
supieron encauzarse, y ]a gobernacion fué premio á la intri-
ga, satisfaccion á las exigencias de partido ó instrumento de
poderes más ó ménos corrompidos.


Hemos visto á qué políticos se debió la pérdida de nuestra.
riqueza colonial, y veremos luego cómo por los hombres de la
misma escuela se ha comprometido lo poco que nos queda,




666 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


y aún se tiende incesantemente á nuestra completa deshon-
ra en el mundo; y hemos visto por fin, dominado en Cuba el
primer ataque á la integridad nacional con el sacrificio de
Narciso Lopez, y empezado el segundo durante el mando de
Cañedo, que proseguido en la segunda época de D. José de
la Concha, vino á concluir en el levantamiento de Yara.


Fáltanos ahora dar á conocer los hechos que precedieron
á aquel trascendental suceso, y los que ensangrentaron se-
guidamente á los padres bondadosos como á los hijos extra-
viados, para deducir cuál puede ser el término de tan lasti-
mosa situacion política.




NOTAS
ADICIONES E ILUSTRACIONES






NOTAS
ADICIONES É ILUSTRACIONES.


INTRODUCCION.


(1) LLAVE DEL NVEVO MU~DO AXTEMURAL DE LAS I~mAs OCCIDEN-
TALES.-LA HABANA DESClUPTA: NOTICIAS DE SU FUNDACION, AUMEN-
TOS Y ESTADO, compuesta por D. José Martin Félix de Arrate, natu-
ral y corregidor perpétuo de dicha ciudad, quien la consagra al
muy ilustre señor cabildo justicia y regimiento de ella. Materiales
relativos á la historia de isla de Cuba, recogidos y redactados por
una comision especial. MEMORIAS DE LA REAL SOCIEDAD PATRIÓTICA
DE LA HABANA. Seceion de historia.-Habana 1830.


(2) D. Qil Ge1pí y Ferro, en sus ESTl;mos SOBRE LA AMÉRICA, to-
mo 1.0 pág. 38. Habana 1864.


(3) D. José María de la Torre. NUEVOS ELEMENTOS DE GEOGRAFíA
É HISTORIA DE LA ISLA DE CUBA, 42.a edieion.-Habana 1868.


(4) El moderno inve::;tigador de los orígenes de Cuba, D. Miguel
Rodriguez Ferrer, en sus ESTUDIOS FÍSICOS, GEOGRÁFICOS Y GEOLÓ-
GICOS, publicados en la REVISTA DE ESPAÑA, tomo 21, núm. 82, cor-
respondiente al 25 de julio de 1871, dice acerca del nombre An-
tilla:


«Considero curioso el orígen de este vocablo y me extenderé algo




670 LAS INS[JRRECCIONES EN CUBA


I>sobre SU etimología. Los franceses creen que viene de Lentilles,
)atendiendo sin duda á las numerosas y pequeñas islas de este ar-
»chipiélago, que sobrenadan en él como lentejas. Otros de ante in-
»sulte; pero yo creo muy natural que llamasen Antillas á las pri-
limeras tierras descubiertas; porque en la esfera terrestre de Mar-
»tin Behen ó de Bohemia, figuraba ya la Antilla de que se ocupó
»Toscanelli, en igual condicion de primera. Los ingleses las llaman
» West Indies (Indias del Oeste), y los españoles las conocieron siem
»pre con los nombres de mayores y menores, de Barlovento y Sot{/r
»Ve1~to, llamando á las mayores Cuba, Jamáica, Santo Domingo y Puer-
»to-Rico, islas de Sotavento; y á las demás de Barlovento, pues su
»número no es nada ménos que de 360.


»Como advierte el Sr. Sagra en su HISTORIA DF. LA ISLA DE CUBA,
»los mapas de Testu referentes á América, siempre señalan con el
»nombre de mar de Lentejas (mer de Lentilles) al mar caribe que
»circunda á las pequeñas Antillas, lo que indica que para el piloto
»francés no se derivaban de Antilia, colocadas en los mares del Ja-
»pon, y por otras cartas en el Atlántico.


»Toscanelli supone la Antilia designada por los portugueses ba-
»jo el nombre de isla de las Siete Ciudades, y Casas dice, que los
»portugueses aplicaban de preferencia Antilla á la Española. Ame-
»rico Vespucio, en la relacion de su supuesto viaje, emplea tambien
»este vocablo.


»El Sr. La Sagra lo cree, de creacion más reciente, aplicado álas
»islr..s del archipiélago, y se inclina á pensar que Lentitles se apli-
»có á los viajes posteriores de los franceses por estos mares. Pero
Ȏsto no quita para que en los primeros descubrilllientos ya se
»hubiera aplicado esta voz á las grandes Antillas, por la razon que
»ya indico.»


Nosotros opinamos que este nombre se aplicó en la suposicion de
que la isla ó islas situadas al Occidente de las Canarias, eran la
Antilla de Aristóteles, á la que otros llamaron de San Brandan ó
San Brondon, afirmando que un sacerdote escocés de este nombre
desembarcó allí en el siglo VI de nuestra era.


(5) El Diccionario de la lengua castellana por la Academia espa-
ñola, décima edicion, define la palabra caribe de este modo: «CARI-
»BE: m. Hombre cruel é inhumano. Dícese con alusion á los indios de
»la provincia de Caribana;» y otro Diccionario, de la lengua caste-
llana tambien, publicado en París por una sociedad literaria, añade
que «Caribe es nombre de unos indígenas de América, que habita-
:» ban, cuando el descubrimiento de ésta, las pequeñas Antillas y
»Costafirme, desde el cabo de Vela hasta la desembocadura del Su-
»rinam;» pero donde debe buscarse, por los que deseen conocer-
lo, el verdadero valor y la etimología de la palabra, es en el CA-
TÁLOGO, algo viejo, aunque no mucho, DE LAS LENGUAS Y NACIONES
AMERICA~AS, escrito por el sábio abate D. Lorenzo Hervás y Pan-
duro.


Dijo el padre Hervás, de acuerdo con el esclarecido D. Felipe Gi-
ly, misionero que fué en las provincias del Orinoco ántes de 1767,
respecto de la lengua carióe, que era la más universal en las nacio-
nes de tierra firme y la propia de los indios que poblaron las islas
Antillas; y que entre los muchos idiomas y dialectos que allí ha-
blaban entónces, se conocia el mapoy, ó sea el de los indios maipu·




NOT AS, -INTRODUCCION 671


1'es, quienes á la nacion caribe la llamaban caripuna, mientras los
otomacos la designaban con el nombre de caripina, y los caribes ó
caraibes se decian á sí propios pertenecer á la nacion carina,


Al tiempo de la conquista hablábanse estos dialectos en la costa
de Pária, en las vecindades de Carácas y en otras partes de la pro-
vincia de Cumaná, y en Maracaibo, de cuyo lago tomó Venezuela
su nombre, y se lo dieron los españoles cuando al invadir la pobla-
cion Caribana, situada dentro de él, vieron dispuestas las cabañas
de guano que habitaban sus naturales en calles al modo de las de
Venecia.


En los alrededores del mismo lago acampaban, cual ejército nó-
made, los fluagiros (nombre con que aún hoy se designa en la isla
de Cuba á los que viven en el campo ó en tierra á dentro), cuyas
tribus errantes recorrian las selvas y usaban dialectos caribes, co-
mo la gran nacion de los Aruacas, que extendia sus dominios desde
la boca orientnl del Orilloco al rio Surinamé, en la Guayana de los
holandeses, llamado por éstos Surinam,


Refiriéndose Hervás á Coleti, que por la fecha dicha estuvo en
el nuevo reino de Granada, manifiesta que los antiguos pobladores
de las pequeñas Antillas, llamadas tambien Antillas comarcanas é
islas de Barlovento, eran caribes, quienes existian entónces retira-
dos en las islas Becoya, la Dominica y San Vicente, y que caribe era
asímismo la lengua que se hablaba en todas las islas del Archipié-
lago; pcro que aquellos habitantes discordaban mucho entre sí so-
bre el país de donde salieron los primeros caribes que las poblaron.
Afirma acerca de ésto M. de Rochef'ort en sU HISTORIA DE AMÉRICA,
publicada en 1681, que los inaios originarios y naturales de las 28
principales Antillas, estaban reducidos en su tiempo á la isla de
Santo Domingo, donde aún vivian algunos con sus caciques, á la
de San Vicente, que era la más poblada de caribes, y á la Guadalu-
pe, llamada Carucueira por los indígenas, y que, entre los de la
Martinica, habia una colonia de los mismos, procedente d~ San
Cristóbal é importada á aquella isla ya francesa, en 1635.


Asegurábase en la época citada, que á los primeros habitadol'es
de las Antillas, á quicnes llamaban cannibales, antropófagos y cari-
hes, les pusieron los españoles este último nombre; pero que los
indios de las Antillas, solamente en el estado de embriaguez se de-
signaban con el apelativo de caribe, llamándose de ordinario calina-
l/o los hombres, y las mujeres caliponan, y nombrándose entre sí los
isleños oubao-oonon (ó sea de isla habitante), así como los de Caye-
na en tierra firme se conocian por baloué-bonon (ó de tierra firme ha-
bitantes), Mr. Rochefort afirmaba que el nombre caraibe era usado
tambien en el Brasil y en otros puntos de la América meridional, en
donde los caribes, aunque no estuvieran embriagados, se con ocian
entre sí por carailJes.


Acerca de la procedencia de los indios en las islas del Archipiéla-
go, ha dicho Du-Montel, refiriéndose á los dc la pequeña Antilla
San Vicente, que en época remota se rebelaron los caribes del conti-
nente contra el dominio de los arouag¡~es, de quienes se separaron
por no sufrir su yugo, retirándose á la isla de Tábago, frente al
Orinoco, desde donde se corrieron á las demás Antillas, Esto lo con-
firmaban los isleños de Haití al asegurar que sus antepasados sa-
lieron de tierra firme «para hacer la guerra á los arouagues,» los
t,males, persiguiéndoles, penetraron detrás de ellos en las islas;




672 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


pero habiendo muerto todos á manos de los caribes, dejaron en po-
der de éstos las mujeres que les acompañaban á la guerra, y de
aquí el que las indias de las Antillas, hablasen una lengua que en
muchas palabras se diferenciaba de la de los hombres, asemejándo-
se en alguna cosa á la de los arouagues de tierra firme, ó sea al idio-
ma indio de la provincia de Caribana ó Venezuela.


El inglés Bristok juzga, por el contrario, que los caribes pasaron
á las islas de Cuba, la Española, San Juan de Boriquen, Jamáica y
demás Antillas, desde la Península de la Florida, donde vivian con
los apalachinos, ó habitantes del país Apalache situado entre los gra-
dos 33 y 31 latitud Norte del continente americano, y que emigra·
ron de allí, á consecuencia de una guerra, en la que aquellos caribes,
voz que en apalachino quiere decir gente añadida, fueron echados de
dicha Península, refugiándose des pues de atravesar el canal fiori-
dano 6 nuevo de Bahama, en la isla que hoy se llama Great Bakaraa;
fundando Bristok esta opinion, en muchas palabras de los apalacki-
nos, iguales á las de los indios de las Antillas.


Pero hay que tener muy en cuenta, ántes de decidirse por cual-
quiera de estas opiniones, que parte de los apalackinos de In, Flori-
da, de quienes se hace proceder la gente añadida, tuvieron relacio-
nes estrechas con los habitantes del país de Mea;ite, México lla-
mado por los españoles, lo cual induce á creer en la probabilidad de
que algunas tribus, descendiendo hácia el Sur y atravesando ó cos-
teando Méjico, Guatemala, Honduras y Nicaragua, fueran por el
istmo de Darien 6 Panamá á Venezuela ó Caribana y se extendieran
por las desembocaduras del Orinoco hácia las Guayanas y el Brasil,
siguiendo la tendencia natural en los hijos del Norte de buscar las
tibias brisas y benigno clima de los países meridionales. Esto su-
puesto, establecerian sin duda en aquellos últimos parajes el gran
reino caribe, de que los misioneros jesuitas hablan, en el que con el
trascurso del tiempo y el crecimiento natural de las poblaciones, na-
cerian los antagonismos y las guerras que obligaron á los vencidos,
saltando de roca en roca, que no otra cosa parecen los cayos y las
pequeñas Antillas del Sur, á poblar las islas caraióes que aún se
conocen con el nombre de caribes.


Nosotros acogemos la version de Du-Montel con preferencia á la
del inglés Bristok, calculando los inconvenientes que las pequeñas
é imperfectas embarcaciones indias encontrarian en aquel tiempo,
para resistir las fuertes corrientes del gu~f st1'eam en el canal de la
Florida, mientras que éstas podían mejor vencerse en los estrechos
canales que separan y distinguen de una á otra orilla, los islotes in-
mediatos á las vecindades del Orino ca; y creemos, como el mismo
Dn-Montel, que los caribes huyeran de los aroua.íues, porque para
verificarlo necesitaban más fáciles medios de trasporte que para se-
pararse en la Florida de los apalackinos, en cuyas costas la impe-
tuosidad de las corrientes exigia buques de mayor importancia, ~
los que el estado de aquella civilizacion podia dar. La existencia en
tierra de los apalackinos como en Panzacola y en otras puntos pró-
ximos al nuevo Méjico, de palabra~ iguales á las que los caribes de
las Antillas usaban, podia inducirnos á pensar que los habitantes
del reino de Apalacke, siendo, como ellos mismos se decian, los más
antiguos pobladores de América, y la primera de las tribus echadas
por los tártaros del Asia que atravesó el estrecho de Anian ó Be-
ring, serian tambien los primeros que, dirigiéndose al Sur, pobla-




NOTAS .-IN'l'RODUCCION 673


rian todas las regiones meridionales, pues si entre los apalaclus se
pronunciaban palabras iguales á las de los indios de las Antillas,
otro tanto sucedia en Garibana ó Venezuela, donde hoy todavía exis-
te un pueblo, Gasiguas, del mismo nombre de otro que en Cuba es-
tá situado entre Járuco y Bainoa; lo mismo en Cumaná, donde
hay un rio nombrado Caribe, y lo mismo, en fin, en Guatemala, que
tiene la isla de la Guanaja, de nombre idéntico á una ensenada de
la isla de Cuba, etc., etc.


Pero hay una prueba concluyente, con que terminaremos, al su-
plicar á los señores académicos de la lengua que definan con más
precision la palabra caribe. Si estos hubieran poblado las Antillas
como procedentes del país apalacke, y pasando desde ellas al conti-
nente, en el Orinoco, se hubiesen extendido por la costa caribana del
Norte hasta Maracaibo, y por el Sur al Brasil, es indudable que en
la primera grande Antilla, ó sea en Cuba, existiria algun monu-
mento que demostrara la presencia de un pueblo con bastante vita-
lidad para consentir emigraciones; y como no sucede así, sino que,
por el contrario, en las villas de Oáicara y Urbana, de la provincia
de Guayana y en otras partes de aquella costa es, segun indicamos
en el texto, en donde se ven signos de civilizacion, en rocas cubier-
las de colosales figuras simbólicas representando caimanes, tigres,
enseres domésticos é imágenes del sol y de la luna, de que Cuba ca-
rece, á la tierra firme canbana hay que atribuirla más antigua po-
blacion que á las islas, y á sus habitantes considerarlos como los
aborígenes de las Antillas ó islas caribes.


(6) En tres grupos pueden dividirse las islas que forman el archi-
piélago de las Antillas: el de las Lucayas; el que podemos llamar de
grandes y pequeñas Antillas, y el de las comarcanas ó Venezolanas.


Entre las Lucayas ó Bahamas, separadas del continente y repú-
blica norte-americana por el canal de la Florida, y "de las grandes
Antillas por los de Santaren y Viejo canal de Bahamn, se distin-
guen por su importancia entre muchos islotes y cayos las islas, en
el dia inglesas en su mayoría, denominadas la Gran Bahama (Great
.Bakama), Grande y Pequeño Abaco (Great and tille), San Andrés
rGreat islands), Eleutke1'a, Nueva Providencia, C at island (supuesta
San Salvador), Watlings island, supuesta tambien San Salvador, ó
(}¡¡,anakani, Gran Exuma, Long island, Acklin island, Marijuana, Gran
Inagua, los Cáicos y muchas pequeñas islas que terminan al nord-
este de Haiti ó Santo Domingo.


En el grupo de las Antillas grandes y pequeñas figuran entre las
primeras Cuba, la Española, Santo Domingo, ó Haiti Ay te, que pro-
nunciaban los descubridores compañeros de Colon; Jamáica ó San-
tiago, y San Juan Bautista de Puerto-Rico, .BoricM~ ó .Borinquen, lla-
mada por los naturales. Contándose entre las menores, la de Pinos,
frente á la de Cuba, Gonnave y Tortuga en Haiti, Gran Caiman al
Oeste de Jamáica, la Mona y Vieques en la vecindad de Puerto-Ri-
co; y siguiendo la curva del arco de círculo que partiendo de esta
isla encierra el mar caribe ó de Colon, se encuentran las que el al-
mirante denominó las innumerables Vírgenes, la Santa Cruz, An-
guila, San Martin, San Bartolomé, San Eustaquio, San Cristóbal,
Nieves, Barbada, Antigua, Monserrat, Guadalupe, Marigalante,
Dominica, Martinica, Santa Lucía, San Vicente, las Granadinas y la
Granada.




674 LAS INSURRECctONES EN CUBA


y finalmente, en el otro grupo venezolano que festonea la cosb
a.mericana desde la Península de Paraguana, en el golfo de Venezue-
la, hasta las desembocaduras del Orinoco, se cuentan las islas Oru-
ba, Curazao, Buen Aire, las de las Aves, los Roques, Orchilla, Tor-
tuga, Siete Hermanos, Margarita, Tobago, Trinidad y otros islotes
de ménos importancia, y cayos casi sin nombre.


(7) En su ENSAYO POLíTICO SOBRE LA ISLA DE CUBA.
(8\ De la Cosmogonía Cubana, por el Sr. D. Miguel Rodriguez


Ferrer. REVISTA DE ESPAÑA, tomo 8.0 , núm. 31, correspondiente
al 15 de junio de 1869.


(9) D. Fernando Valdés Aguirre en sus ApUNTES PARA LA HISTO-
RIA DE CUBA PRIMITIVA.


(10) El citado Sr. Rodriguez Ferrer y el inspector general de
Minas de Cuba y Santo Domingo D. Manuel Fernandez de Castro.


(11) Nos referimos á la Itabinita, á las cua1'citas y en especial á 111.
famosa arenisca del Brasil llamada itacolumita por formar el célebre
pico de Itacolomi, que segun la autoridad de Humboldt, pertenece
al terreno silúrico, y en la cual él mismo y Mr. Eschwege encontra-
ron los diamantes conocidos por de Minas Geraes. CmiPENlJIO DE
GEOLOGÍA, por el Dr. D. Juan Vilanova y Piera, páginas 254 y 496.-
Madrid 1872.


(12) Segun hemos manifestado en la precedente nota número 5,
CATÁLOGO DE LAS LENGUAS Y NACIONES AMERICANAS, escrito por el
abate Hervás y Pandura, vol. 1, Madrid 1800, librería de Ranz, caU"
de la Cruz.


(13) Además de los infinitos surgideros y caletas, los principales
puertos habilitados que tiene Cuba, son: en el Norte y en direccion
de Occidente á Oriente, el de Carénas ó la Habana, Matanzas, Cár-
denas, Sagua la Grande, Remedios, Nuevitas, Gibara y Baracoa,
sin contar la ensenada de la Guanaja, las bahías de Sabinal y la
importantísima y extensa de Nipe, una de las mayores conocidas,
Levisa y Cabónico v el puerto de Mata; yen el Sur, de Levante á Po-
niente, los de Guañtánamo, Santiago de Cuba, Manzanillo, Santa
Cruz, de Sasa ó las Tunas, Casilda de Trinidad y Cienfuegos, con
las ensenadas de Cochinos, de Broa, Dayaníguas, de Cortés y Cor-
rientes en la vecindad Sur occidental del cabo de San Antonio.
Otros tantos surgideros determinan las desembocaduras de los rios
que desaguan en las costas Norte ó Sur de la isla, encontrándose
entre los prImeros de Oeste al Este los rios de Mántua, Marianao,
Almendarcs ó Casiguáguas, que se llama Chorrera en su desembo-
cadura y provee de aguas á la Habana, el Yumurí, Canímar, el Sa-
gua la Grrmde mayor de todos los del Norte y el Caonao navega-
bles; el de la Yana que divide los departamentos Occidental y Cen-
tral, el 'Máximo, Saramaguacan, el Yariguá, Cacoyugüin, Mayarí y
Moa con cascadas, la de este último de cien varas ele elevacion; el
Toa y el ~Iacaguanigua que desembocan junto á Baracoa, de los
cuales en el último se han encontrado pequeñas perlas. En el Sur,




NOTAS. -INTRODUCCION 675


entre otros, encuéntranse el Jojó, Snbanalamar, Yatéras y el Cáuto,
que es el más caudaloso y mayor de la isla, y tiene 60 leguas de
curso, de ellas 22 navegables, recibiendo en sus aguas las del Sala-
do, Contramaestre, Cautillo y Bayámo; el J oMbo, Najasa, San Pe-
dro, Jatibonico del Sur y el Sása, que vá al puerto del mismo nom-
bre; el Agabama ó Manatí, que desciende de la sierra de Cubanacanj
el Arimáo, el Caonao y el Damují navegables; el Hanábana, Hatibo-
níco, Mayabéque, Ariguanábo, Casiguanábo ó San Diego, la Colo-
mil., el Gnamá, y el Galafre y Cuyaguateje navegables.


(14) En esta region la Sierra Maestra, eje sin duda de la orogra-
fía cubana, ostenta sus mayores elevaciones en el Pico Turquino, de
2894 varas de altura, y en el Ojo del Toro, de UOO; y esta cordillera
y la cadena de Gibara son las sierras de donde derivan los diez gru-
pos montañosos de la isla que se conocen con los nombres de GUIV-
niguanico, J[ariel, Haó{J¡na, Sabaneque, Cfubanacan, Guamukaya, Cfa-
magUey, lffaniabon, Macaca y Sagua-Bar{J;Coa.


(15) El Sr. D. José María de la Torre. en sus NUEVOS ELEMENTOS
mi GEOGRAFÍA É HISTORIA de la isla de Cuba citados, dice en la pá-
gina 67 que las provincias conocidas de los indígenas eran treinta,
que nombra así de Occidente á Oriente:'


Guanakacabíbes, hácia el cabo de San Antonio;
Guan~(juaJtfco, por Guane;
1lfarién, hoy Mariel;
Habana, que incluia entre las costas del Norte y Sur de la isla á.


Matanzas v Batabanó;
Hanámaña, por la Hanábana;
Macorijes, Macurijes actual;
Cfubanacan (que significa centro ó medio de la isla), por la sierra


de Escambray;
Sabana ó Saóaneque, que comprendia desde Cárdena¡;; á Re-


medios;
Jágua, por el puerto de su nombre, más conocido hoy por CieD.-


fuegos;
(}¡¡amukaga, donde se hallll. Trinidad;
lYfagon, hácia la embocadura del rio E:.ásaj
Ornofay, hácia la boca del rio Jatiboníco del Sur;
Cfamagüey, donde hoy se halla Puerto-Príncipe;
(Jt¡áimaro, por la hacienda y pueblo de este nombre;
Cfuya.rJl~ayú, por Sancti Spíritus;
Cfueibá, por la hacienda de este nombre;
GlIaeana.yaóo, por donde hoy se halla Manzanillo;
1lfaniabon, por la hacienda de este nombre;
}'fa.rJl~ános, por la comarca hoy conocida con este nombre;
Bayámo, hoy ciudad de este nombre;
Máiye y (}uay?na~a, cuya situacion se supone entre las de Bayá-


mo, Boyuca y ~lalllabon;
Baní, por el pueblo de Bánes oriental;
Baraja}ua, por la hacienda y comarca de su nombre;
Boyúea, hácia el Oeste de Cuba;
Ságua, por Sagua de Tánamo;
Ba1/aql~itirí, por donde están las haciendas de Baiquirí, Bayati-


qnirí y puerto Baitiquirí;




676 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


Bat'acoa, por la ciudad de este nombre; y finalment e, Naisí por Ya
hacienda y cabo de este nombre,


(16) Nl;EVOS ELEMENTOS DE GEOGRAFÍA É HISTORIA, citados del
Sr. La Torre, págs. 40 y 41.


(1'7) D. José de Arango, folleto titulado: Á LOS VECINOS PACÍFI-
cos DE LA HABANA.-Año 1821.


(IR) Llamados así los indígenas cubanos.
(19) CANTOS DEL SIBO),"EY de José Formi.ris-Cartas á un ami-


go, págs. 21 y siguientes,,±.a edicion.-Habana 1862.


CAPíTULO PRIMERO.


(1) ESTUDIOS SOBRg LA AMÉRICA, de D. Gil Gelpi y Ferro, á quwn
rendimos un tributo de admiracion, como de gratitud debia ren(lir-
lo España entera, por los grandes sacrificios que en defensa de los
intereses de la madre pátria ha hecho en América.


(2) Vénse la opinion sobre la Reina Católica manifestada por el
Excmo. Sr. D. Antonio Cánovas del Castillo, individuo de número
de la Real Academia de la Historin, en su dircurso de coutestaeion
al pronunciado por el Excmo. Sr. D. Vicente Barrantes en 14 de
enero de 1872, págs. 72 á 75.


(3) El 17 de abril de 1492, con marcado disgusto del rey Fernan-
do, firmó con Colon las siguientes capitulaciones:


l.a Fernando é Isabel, como soberanos del Océano, nombran á
Cristóbal Colon almirante y virey de todos los mares, islas y con-
tinentes que en adelante descubriere, y estipulan que él y sus he-
rederos gozarán para siempre de estos cargos, con las mismas pre-
eminencias r. inmunidades que fll almirante de Castilla en los lími-
tes de su jurisdiecion.


2. a Para los gobiernos particulares que puedan ser necesarios,
para la mejor administracion de cualquier plaza, isla ó provincia,
los reyes de España nombrarán uno de tres sujetos que les propon-
ga Colon.


3.a Se concede á Colon la décima parte de todas las riquezas y
mercancías que fllesen conducidas de las mismas conquistas, des-
pues de deducidos los gastos.




NOTAS.-CAPÍTULO 677


4. a Todas las diferencias o controversias que ocurran en punto á
comercio en toda la extension del nuevo almirantazgo, serán .iuzga-
das y definidas por el almirante ó sus tenientes, segun práctica de
Castilla.


5. a El almirante podrá interesarse en la octava parte de las em-
barcaciones que se armen para el comercio de los nuevos descubri-
mientos.


(4) Los veinte mil pesos ó que ascendió próximamente el costo
de la expedicion, suma muy respetable, atendido el valor que tenia
entónees la moneda. pudiendo decirse que representaba unos dos-
cientos mil pesos de la época actual, segun el citado Sr. Gelpi.


(5) Llámase así el brazo de mar que penetra en la bahia de Sa-
bina! entre la península de este nombre, limitada en el extremo
Oriente por la entrada del puerto de Nt~el7itas, y la isla de Gu,ajúba
que en el Oeste dá principio á los cayos Romano, (Joco, etc., y á los
innumerables que forman los Jardines del rey y festonean la costa
hasta punta de Hicúcos.


(6) Washington Irving.-VIDA y VIAJES DE CRISTÓBAL COLO:X.
Dice en el cap. III que en una de las casas de los indios cubanos
se encontraron estátuas y máscaras de madera entalladas con arte,
lo cual demostraba alguna mayor civilizacion en esta isla que en
las Lucayas.


(7) Es de notar que en cuantas ocasiones preguntaban los ex-
pedicionarios á los indios por algo superior, grande ó por ellos des-
conocido, señalaban al Sur, lo cual es á nuestro juicio una prueba
más de que procedian de al1uella parte los iudios de las Antillas.


La palabra bohío todavía hoy significa en 111. isla de Cuba choza ó
casa. Creyóse que los indios 111. aplicaran á la costa firme, pero no
era así porque á esta la llamaban cllTitaba, á la vez que designaban
con la palabra q1~isqu,eya el todo, expresando mucha extension.


(H) "El domingo 9 de diciembre de 1492 en el puerto de la Ooncep-
»cion llamado hoy bahia de los Mosquitos ó Puerto de la Paz, don-
»de echando las redes se pescaron salrnones corno los de nuestras
»costas,» dice D. Cayetano Martin de Oñate en su libro titulado
ESPA5íA y SAXTO DO~fI"'GO. Toledo.-Enero de 1864, «y se puso por
,)el almirante tL aquella tierra el nombre de la España a.»


(9) El cardenal D. Pedro Gonzalez de Mendoza, protector de Co-
lon, le obsequió con un espléndido banq nete, donde se le hicieron
honores rcgios, y de él se cuenta la anlÍcdota. del huevo.-Véase
·Washington Irving, obra citada.


(1.0) llor gesti0J?-es.de Fray Bar~l)lorné d~ las Casas, protector que
s~ tItn~aba de lo~ mdlOs, se renovo la real orden de 1501 que permi-
tJa \a mtrodUcclOn de negros esclavos en la Española, y por haber
ped~do Ovan~o eu 1503 que no se permitiese llevar rnás que los de
Sevtlla, s~ ~lSPUSO en 1506 que. fueran los de este punto que estuvie-
sen .ya ertstJan~do~, con el obJelo de que contribuyeran á la con-
verSlOn de los mdlOs. Pero despues se ampliaron las concesiones




678 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


por la debilidad de los indios y porque más que cuatro de éstos tra-
bajaba un negro, disponiéndose en 1511 que se extrajese gran nú-
mero de negros de Guinea. El cardenal Gimenez de Cisne ros prohi-
bió este tráfico; mas Cárlos V ya en 1516, dió licencia á los flamen-
cos para importar 4.000 negros á las colonias, sancionando las Casas
este tráfico por su amor á la raza india.-Tal monopolio, cada vez
en aumento, pasó de los flamencos á los genoveses: con su intro-
duccion se favoreció á los indios, sobre los cuales se dispuso, en
vista de las representaciones de los frailes dominicos, que se redu-
jese á un tercio su trabajo; disponiéndose á la vez que á los caribes
se les marcasen las piernas para no confundirlos con los verdaderos
indios.-Los negros vivian bien en las Antillas, y tanto les probaba
aquel clima, que segun Herrera, «como los naranjos prosperaban
»allí los negros, de los cuales, como no fuesen ahorcados, no se ha-
:tbia visto morir á ninguno;>} pero tanto se llegó á abusar de su pa-
ciente y sufridora índole, que en 27 de diciembre de 1522 se insur-
reccionaron ya, por primera vez, en una de las plantaciones de azú-
car del almirante D. Diego Colon.


(11) La palabraforúante, farban en francés, que significa destier-
ro, ó banissement, destierro, expulsion judicial de alguna persona de
un lugar ó territorio determinado, se usa en el sentido de vivir lejos
de la persona ó cosa que se ama, yen términos marítimos es sinóni-
moforban de pirata.-El verbo f01'bannir ó bannir se traduce por des-
terrar, condenar á uno por autoridad de justicia ó salir de una po-
blacion, provincia, reino ó Estado. ¡Recíproco) expatriarse, alejar-
se de un lugar.


(12) Filibustieró Filibustero se compone de laspalabrasflymos-
ca y de boat bote ó sea buque-mosca, llamados así porque eran muy
Hjeros, de poco calado y dispuestos ordinariamente para navegar
por los bajos tan comunes en las Antillas y mares de escaso fondo.


(13) Esta palabra bucanero es de orígen francés, en cuyo idioma
el nombre de boucanier significa cazador y acecinador de toros sil-
vestres; derivado del verbo boucaner, acecinar, curar al humo yal
aire la carne hecha tasajo á lo salvaje.-Ir á caza de toros silves-
tres.


(14) HISTOIRE DES ANTILLES, par M. E. Regnault.
(15) La palabra chopeton puede traducirse coseletado ó soldad(}


con coselete, aludiendo á los primeros conquistadores que usaban
esta armadura; y se formó del francés chope, justillo, coleto ó es-
pecie de chupa que se llevaba antiguamente debajo de la cota de
malla y de ton adjetivo p. s. m. t¡¡,.


(16) En el siglo XVI se fundaron la Caparra en 1510, y San Ger-
man, la Aguada y la capital de San Juan Bautista en 1511.


En el siglo XVII Coamo en 1646.
En el XVIII 33 poblaciones y 32 desde principio de este siglo has-


1Ia 1857.


(17) Como episodio del asedio y toma de Puerto-Rico en 1625 por




N0TAS.-CAPÍTULO 1 679


los holandeses, escribió la puerto-riqueña doña María Bibiana Beni-
tez, un drama en dos actos titulado La Cruz del Morro, en el cual S6
hace resaltar el valor del capitan D. Juan Amézquita y Quijano, de-
fensor y castellano del Morro.


(18) Con tantas guerras era lento el desarrollo de los intereses y
riqueza de Puerto-Rico; pero en el presente siglo, que disfrutó de
tiempos tranquilos, fué la poblacion v la prosperidad aumentando,
tanto que el número de habitantes que en 1755 era de 44.833, llegó en
1855 á 492.452, Y en 1860 á 583.308 ó sean 1.695,66 por legua cuadra-
da, de las 330 que tiene le isla, entre blancos y gente de color libre ó
esclava: el comercio de importacion que en 1765 ascendía á 300.000
pesos, Importaba en 1855 5.875.891, Y en 18607.545.958 pesos, as-
cendiendo en este último año los derechos recaudados por lag
aduanas á 1.253.721 pesos 33 centavos.-Ltt riqueza industrial, urba-
na y comercial, agrícola y pecuaria, calculábase en 1778 en 1 000.393
pes'os, y en 1861 en 8.939.979, y finalmente, todos los ingresos en el
Tesoro que en 1778 importaban 49.500 pesos, ascendieron en 1861 á
1.337.529 pesos 0'1 céntimos.


(19) En las cuentas públicas del año 1659, en que fueron introdu-
eidos por primera vez en Jamáica los perros de presa de Cuba, figu-
ra una suma de 'Veinte libras esterlinas «por precio de quince perros
»destinados á la caza de negros,» importando cada perro seis pesos
y medio próximamente.


(20) Regnault, obra citada.
(21) Correspondiente á la pág. 45, segundo párrafo.-Las islas


Virgen es son en número de cuarenta, la mayor parte de ellas peñas-
cos áridos y secos, y entre las que hay más ó ménos poblacion en la
Tórtola, Santo Tomas, San Juan, Santa Cr'l~z, Spanisktomn ó Vírgen
Gorda, .Jostnan-Dilkes, la Anegada y Peters-lsland, estando las demás
deshabitadas ó siendo temporal refugio de raqueros.


(22) Uuo de los jefes negros contestó de esta manera, segun dice
l\fr. Regnault:


<,Yo soy, dijo, súbdito de tres reyes: del rey del Congo, señor de
»todos los negros; del rey de Francia, que representa á mi padre, y
»o.el rey de España, que representa á mi madre.-Estos tres reyes
»son los deccndientcs de aquellos que, conducidos por una estrella,
»fueron á adorar al Hombre-Dios. Si yo pasase al servicio de la re-
»pública, quizás me veria obligado á hacer la guerra á mis herma-
»nos, súbditos de estos tres reyes, á quienes he prometido fide-
»lidad.»


(23) Correspondiente á la pág. 72, primer párrafo.-Segun dici
Pamphile Lecroix en sU HISTORIA DE LA REVOLUCION DE HAITI.


(241 Dessalines publicó entónces una proclama en que decia:
«Si hemos devuelto á los franceses guerra por guerra, crímen


»por crímen, ultraje por ultraje; si he salvado mi patria, he venga-
»do á la América, lo confieso con orgullo á la faz de Dios y de los
»hombres. ¡Qué me importa la opinioll pública de mis contemporá-




680 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


»neos, y de las generaciones futuras! He cumplido con mi deber;
»mi conciencia está tranquila, y esto me basta.»


(25) En la proclama dirigida con aquel motivo por Dessalines á
los espaiioles se lcia:-«Españoles, decia, me dirijo únicamente á
»vosotros con el objeto de salvaros, porque habiéndoos hecho cul-
»pables de desercion, no tardareis en poder vivir sino el tiempo que
)}mi clemencia os concederá; separaos enteramente de mi enemigo,
»si no quereis que vuestra sangre se confunda con la suya.


»Os (loy quince dias, á contar desde esta fecha, para uniros á mis
»banderas.» Si hubiese el P. Bartolomé de las Casas. imaginado si-
quiera la posibilidad de que los futuros hijos de España tu vieran
que conocer á tal Dessalines, ¿habriase desvelado tanto para conse-
guir la iutroduccion de africanos en la América?


(26) La Constitucion de Dessalincs, modelada sobre las que por
entónces circulaban en Europa, empezaba así:


«En presencia del Sér Supremo, aute quien todos los hombres
»son iguales, y <pIe ha distribuido tanta variedad de criaturas en
)} la tierra, para manifestar su gloria y su omnipotencia en la gran-
),diosidad de sus obras; y en presencia de todas las naciones que
)}durante tan largo tiempo nos han considerado injustamente como
»unos séres degradados, declaramos, que esta Constitucion es la li-
»bre expresion de nuestro coraza n y de nuestra yoluntad» ....


y contenia este amenazador párrafo tinal:
«Al primer cañonazo de alarma, todos los derechos dcsaparece-


:nán y la nacion se armará como un sólo hombre.»


(21) El decreto que concedió la independencia á los habitantes
de la parte francesa de Santo Domingo, se expidió en el palacio de
las Tullerías el 17 de abril de 1825. Lo llevó el capitan de navío
Mr. Mackan, seguido de la escuadra mandada por el contraalmiran-
te Julio de la Graviere, para apoyarlo, si fuera necesario usar de la
violencia para la aceptacion; mas no fué preciso, y se aceptó en 8 de
julio del mismo año.


CAPÍTULO 11.


(1) MEMORIAS DE LA SECCION DE HISTORIA DE LA SOCIEDAD PATRIÓ-
TICA DE LA HABANA.-Tomo l.-Habana 1830.


(2) D. José María de la Torre.-NuEvOS ELEMENTOS DE GEOGRA-
FÍA É HISTORIA DE LA ISLA DE CUllA, pág. 71.


(3) HISTORIA DE LA ISLA DE CUBA CON NOTAS É ILUSTRACIONES, por
D. Pedro J. Guiteras.-Nueva-York 1866.


(4) DISCURSO LEIDO ANTE LA REAL ACADEMIA DE LA HISTORIA, por
tll Excmo. Sr. D. Vicente Barrantes el 14 de enero de 1872, pág. 46.




NOTAS.-CAPÍTULO II 681


(5) ENSAYO HISTÓRICO DE LA ISLA DE CUBA, por D. Jacobo de la.
Pezuela.-Nueva-York 1842.


(6) Empezó la fnndacion del antiguo San Cristóbal de la Habana.
el 25 de julio de 1514, contribuyendo al establecimiento de aquella
colonia Francisco ~fontcjo, despues Adelantado de Yucatan, Diego
de Soto, Sebastian Rodriguez, Juan de Nájera, Angulo, Pachecó,
Rojas, Santa Cruz y Martinez.


(7) Entre los marinos habia algunos negros, é iban confundidos
varios trabajadores con los tripulantes de las cuatro carabelas y
siete gabarras de que se componia aquella flota. Lag armas de fue-
go con que Cortés podia contar se reducianá tJ'ecclllosquetes, trein-
ta y dos arcabuces J diez peq¡¡eñas piezas de artillería de campaña.
La caballería estaba representada por los 16 caballos que iban á
bordo.


(8) La expedicion que Pánfilo de Narvaez llevó á la Nueva Es-
paña, se componia de 720 infantes, 80 caballos, 80 escopeteros,
120 ballesteros y 12 cañones.


(9) Tan elevado llegó á ser el precio de los bastimentos, segun
dice Herrera, que una fanega de maiz valia dos pesos de O}'o, cuatro
la de frijóles ó judías, nueve la de garbanzos, tres la arroba de acei-
te, cu{~tro la de vinagre, nueoe las velas de sebo y jaLan y dos lma.
ristra de ajos.


(10) Pezuela y Guiteras. Otros historiadores dicen que Velaz-
quez murió de 1520 á 1523.


(11) Entónces se puso tasa al precio de los esclavos, señalando
el tributo de cien pesos á cada uno por la saca, el cual fué aumen-
tándose hasta 30 y 40 ducados por cabeza, sin contar los 20 y aún
80 reales de aduanilla; cuyas gabelas estuvieron percibiéndose has-
ta 1655. Los genoveses, los portugueses y luego los ingleses tuvie-
ron en este tráfico, despues del corso, sus más lucrativas ganan-
cias.


(12) Corresponde al tercer párrafo de la pág 104.-Discurso ci-
tado del Sr. Barrantes.


(13) NOTAR DE LA COMISION ESPECIAL DE REDACCION Á LA HISTORIA
DE ARRATE. Il ustracion á la página 127 de J. A. de F., págs. 344 Y
345.


114) El Olonés, llamado así por ser natural de Las Arenas dI!
Ollonne cerca de la Rochela.


(15) COMPEi'íDIO DE LA ISLA DE CUBA, por Emilio Blanchet, pági-
na 51.-Matanzas 1856.


(16) Esta rebelion originó la fundacion de Santa María del Rosa-
rio, segun Blanchet, págs. 58 y 59, el cual dice, que juzgando D. Jo-
sé BaJona y Chacon, conde de Cása Bayona, que la existencia de




682 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


una poblacion en el teatro de aquel motin, coadyuvaria eficazmente
lÍ. conservar sumisas las negradas, solicitó del rey permiso para es-
tablecer una ciudad en terrenos del citado ingemo y del corral Jia-
raco, todos de su propiedad, con tal de que se le diese merced de
señorío, jurisdiccion civil y criminal en primera instancia, facultad
de nombrar alcaldes ordinarios, ocho regidores y otros tantos ofi-
ciales de concejo, á lo cual se accedió en 1782, y con 30 familias de
cristianos viejos, limpios de mala rasa se fundó Santa María del
Rosario.


(1'7) Correspondiente al tercer párrafo de la pág. 125.-Scgun
los Sres. PezuehL y Blanchet, fué aquella la primera vez que en
la isla de Cuba se conoció tan cruel azote; diciendo el primero
de estos historiadores, que introdujo la enfermedad, el verano de
1761, un buque procedente de la India oriental, lo cual es muv
dudoso creer despues de haber sentado la ciencia, como un axio-
ma, que las enfermedades palúdicas que proceden de las emana-
ciones del Gánges dan orígen en Oriente al cólera moróo, mientras
lafiebre amarilla ó 'Vómito negro reconoce por gérmen los efiúvios
que exhalan los deltas del Mississippi y de otros rios de la India
Occidental ó América.


(18) El consejo rlc guerra reunirlo el 6 de junio de 1762 en la Ha-
bana, se componia delga bernarlor Prado; del teniente general conde
de Superunda, ex-virey del Perú, de paso en Cuba; del mariscal de
campo D. Diego Tabáres, ex-gobernador de Cartagen!l, de tránsito
tambien en la isla; del teniente rey y sargento mayor de la plaza;
del general de marina, marqués deíReal Transporte, y de los capi-
tanes de los navíos anclados en el puerto.-Pezuela, pág. 181 de
la obra citada.


(19) Tres fueron los navíos echados á pique: el Neptuno, que se
sumergió el dia 8; el Europa el 9, y el Asia el 11 de junio.
~20) Los pertrechos de guerra de que los ingleses se apoderaron


en el Morro se relacionan en la página 130 de la HISTORIA DE LA ISLA
DE CUBA, y EN ESPECIAL DE LA HABANA, por D. Antonio J. Valdés.
-Habana, Oficina de la Cena, 1813.


(21) Cuando restablecido de la primera herida, que recibió el 16
de julio, volvió D. Luis de Velasco á defender el Morro, en 24 rlel
mismo mes, mediaron comunicaciones entre aquel valiente y lord
Albemarle, altamente honrosas parn el capitan español, y que
demostraban su entero carácter.-Valdés, historia citada.


(22) La capitulacion quedó aprobada, el12 de agosto de 1'762, en
la forma que el mismo Valdés inserta en las páginas 278 y siguien-
tes del volúmen primero.


(28) Véase en qué forma pidió Albemarle al obispo de la Habana,
una exaccion de cien mil pesos, como presente que el conquis-
tador merecia. El escrito, dirigido en castellano, decia así, segun
Valdés:


«Ilustrísima Señor: Mucho siento el hallarme con la necesidad
~de recordar á V. I. de lo que deve aver pensado di as ha. A saver.




NOTAS.-CAPÍTULO II 683


»-Un pretiepte de la Iglesia á el General,de un Exercito conquista-
»dortl;: lo rr:enos que y. I. puede ~en~ll;r a ofrecer por este donativo
»es cJen mIl pesos. MIS deseos es a VIVIr cn mucho concordia con
iI V. 1. Y la Iglesia, lo cual he manifestado en cada ocasion hasta
:taora. Espero el no tener motivos para deviar de mis inclinationes
»por desquida alguna de su parte.-Dios guarde, etc. Habana oc-
»tubre y 19 de 1762.-B. L. M., etc.-Albemarle.)}


(24) Refresco preparado con agua y miel de caña, que en aque-
lla época cra de uso muy comun.


(2.'5) En 4 de noviembre de 1762 publicó el conde de Albemarle
en la Habana el siguiente bando:


«Por su excelencia Jorge, conde de Albemarle, vizconde Bury,
~ baron de Ashford, uno del más honorable Consejo privado de su
»magestad, capitan, custodiador y gobernador de la isla de Jersey,
)coronel del regimiento de Dragones, propio del rey, comandante
:ten jefe de los ejércitos de su magestad, capitan general y goberna-
:tdor de la isla de Cuba:


)} Por cuanto ha sido siempre costumbre hacer regalías muy con-
»siderables, en dineros ó efectos á los señores gobernadores de esta
»isla y sus asesores, á fin de conseguir la favorable conclusion de
»pleytos, etc.


»Este es para notificar al pueblo que manda su excelencia, que
:testa práctica se quite absolutamente de aquí en adelante, baxo la
»pena de su disgusto, por ser cosa que nunca ha practicado, ni per-
»mitirá que se hagan dichas regalías por administrar justicia: su
»determinacion es distribuirla con imparcialidad, sin favorecer al
»superior ni al inferior, al rico ni al pobre, pero sí despacharlos
»con equidad, y con la brevedad que admitan las leyes del país.-
l/Habana noviembre y 4 de 1'162.-Firmado.-Albemarle.-Porman-
:tdado de su excelencia, firmado.-J. Hale, secretario.»


(26) En EL VIAGE Á LA AMÉRICA verificado en 1764, y publicado
en 1787 por el noble Sr. D. José Antonio de Armona y Murga, ad-
ministrador que fué de Correos en la isla de Cuba, y despues cor-
regidor de Madrid, cuyo escrito vió la luz en los ANALES y MEMO-
RIAS DE LA REAL JUNTA DE FOMEl-<TO y DE LA REAL SOCIEDAD ECONÓ-
MICA DE LA HABANA, siendo director de esta publicacion D. Alvaro
Reinoso, se decia (en las páginas 92 á 131, série 4.a, tomo 4.° Habana.
Impren ta del Ticmpo 1859) respecto de la expulsion de los jesuitas:


«Encargado (Armona) por el propio marqués de Grimaldi su
protector, ministro de Cárlos III y Superintendente de postas y
correos, de establecer el servicio de los marítimos en toda la Amé-
rica de ida y retorno, tomó posesion del cargo de administrador
principal de la isla de Cuba en febrero de 1765.


En 14 de mayo de 1767 llegaron á la Habana, procedentes de la
Coruña, cuatro grandes cajones de pliegos con el sello todos del
conde de Aranda, de los cuales los que iban dirigidos á autorida-
des diferentes de la del Capitan general de Cuba, salieron para su
destino del 15 al 16 de mayo en diez y siete correos por mar y por
tierra, ya que á Armona se le prevenia brevedad y seguridad para
tos pliegos y que todos los gastos fueran de cuenta de la renta de cor-
reos.


Al abrir el general Bucarelly los suyos, halló dentro otros y una




684 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


órden para no leerlos hasta un dia determinado, y que en el ínterin
euidara mucho de ellos. Llegó el dia de abrirlos, que era uno mis-
,mo en todos los dominios españoles, y viendo el Capitan general de
lo que se trataba, comunicó órdenes precisas y reservadas á los je-
fes militares, á los comandantes de las fortalezas y principalmente
al gobernador del Morro (para que tuviera sus cañones cargados y
asestados contra el colegio de San Ignacio), y á los demás funciona-
rios dependientes de su autoridad, á fin de que todos acordes estu-
vieran dispuestos á ejecutfLr sus mandatos.


Reunidos á las diez y media de aquella noche en su despacho
todas las autoridades y funcionarios que tenia citados, se diri-
gió con ellos Bucarclly al (!Hartel de la Fuerza; llevóse alguna del
regimiento de Lisboa; recogió luego algunos dragones de su cuar-
tel y fué al convento de jesuitas, donde despues de llamar cuatro
veces, hizo abrir y presentársele el rector P. Andr8s de la Fuente,
natural de la Puebla en ~íéjico, ante quien mandó reunir toda la
comunidad para comunicarla la órden de expulsi;lU.


Acto continuo y sin permitir que uno sólo saliera d(J la sala Rec-
toral, donde estaban reunidos, mandó recoger y revisar todos sus
papeles y objetos, y á las treinta y seis horas de una no interrum-
pida requisicion, fueron conducidos en carruajes desde el Colegio al
buque donde debían embarcarse todos los padres jesuitas de la isla,
mr,nos dos que se encontraban de mision en Cuba v Bayamo y si-
guieron luego el mismo camino. -


Sorprendido durante el acto, preguntó el anciano P. Araoz si ha-
bia llegado algun buque de España, 'extrnñando que la Compañía
hubiera sido burlada una sola vez, y al contestarle negativamente,
admiró la reserva. Es cierto que en aquellaocasion tuvo más y fué
más hábil Cárlos III que los hijos de San Ignacio.»


(27) La comandancia general del apostadero creada en 17M, di-
rigió aquellas construcciones.


(2)3: Vénse lo que sobre aquellas funestas consecuencias de la
política del conde de Aranda dijo el Excmo. Sr. D. Adelardo Lopez
de Ayala, en el discurso que ante el Senado pronunció, siendo mi-
nistro de Ultramar, el 12 dc julio de 1871.


(29) En el mes de enero de 1781, circularon por el Perú los docu-
mentos siguientes:


AL CABILDO DE LA CIL'DAD DE CUZCO.
El Sr. D. Jase! Tupac Amara-Inca, descendiente del Rey Natural de


este Reino del Perú, tronco princtpal y único seiior de el.
Desde que dí principio á la libertad de In esclavitud en que se


hallaban los naturales de este Reyno, causada por los Oorregidores,
y otras personas que apartadas de todo nuto de caridad proseguian
estas estorsiones contra la ley de Dios, ha sido mi ánimo precaver
muertes y ostilidadcs por lo que á mí corresponde. Pero como por
parte de esa ciudad se executan tantos errores aorcando sin confe-
sion varios individuos, ele mi parte y arrestando á otros, me ha cau-
sado tal dolor, que me veo en la precision de requerir á ese Ilmo. Ca-
bildo contenga á ese vecindario en iguales excesos, franqueándome
la entrada en esa ciudad; porque si al punto no se cumple esto, no
podré tolerar un instante de tiempo, mi entrada en ella á sangre y




NJTAS.-CAPÍrULO II 685


·fuego sin reserba de persona: á este fin pasan el R. P. L. Fray Do-
mingo de Castro, el Dr. D. Ildefonso Bejarano, y el capellan D. Ber-
nardo de la Madrid, en calidad de comisarios mios para que con
ellos se me dé fija noticia de lo que esse Illc. cabildo resuclva en
este asunto de tanta importancia, el que exige rindan las armas
sean las personas que las manejen de cualquiera fuero, pues en su
efecto pasarán por todo el rigor de una junta de guerra defensiba
sin retener con ningun pretesto dichos comisarios, porque repre-
sentan mi propia persona, sin que se atienda ser mi álllmo causar
la más leve estorsion á los rendidos, como ha sucedido hasta aquí,
pero si obstinados intentan seguir los injustos hechos, esperimcnta-
rán todos aquellos rigores, que pide la divina justicia, pues hasta
aquí la he visto pisada por muchas personas.


La mia es la única que ha quedado de la Sangre Real de los Incas
Reyes de este Reino, esta me ha estimulado á prOC\lrar por todos
medios cesen en el todo las abusibas introduciones que por los mis-
mos Corregidores y otros sugetos se habiau plantificado colocándose
en todos los puntos, cargos y ministerios personas inectas para
ello, todo resultante contra los míseros indios y demás personas, y
d\sposiciones de los mismos Reyes de España, cuyas leyes, tengo
por esperiencia se hallan suprimidas y despreciadas, y que desde
la conquista acá no han mirado aquellos vasallos á adelantar, sino
que su aplicacion es á estafar á esta mísera gente sin permitirles
respiflLr á la queja, esto es tan notorio que no necesita más compro-
ban te que las lágrimas de estos infelices que há tres siglos bierten
sus ojos, este estado nunca les ha permitido eontraherse á conocer
al verdadero Dios, sino á contribuir á los Corregidores y Curas, su-
dor y travajos. De manera que haviendo pesquisado en la maior
parte del Reyuo, el Govierno espiritual, y civil de estos Reynos
quiero decir Vasallos, encuentro que todo el número que le compo-
ne de la Gente nacional no tiene luz Evangélica, porque les falta
operarios que se las ministren proviniendo del mal exemplo lo que
se les dá.


E! exemplar executado con el Corregidor de Tinta, 10 motivó el
asegurar se iba contra la Iglesia, y para contener á los demás Cor-
regidores fué indispensable aquella justicia, á los demás Corregido-
res mis deseos es que este género de gentes se supriman, y sus re-
partimientos; que en cada provincia hava Alcalde maior de la na-
cÍon Indica, y otras personas de otros procederes, y buena concien-
cia sin más inteligencia que la de Administrador de Justicia, policía
christiana de los Indios, y demás individuos, y que en esa Ciudad
se herija Real Aduana con su Vi~rey para que los individuos tengan
más cercanos los recursos. Esta es toda la idea por ahora de mi
empres1l., dejando al Rey de España el dominio directo que en ellos
ha tenido, sin que se les substraiga la obediencia que le es de vida
ni tampoco el comercio comun como nerbio principal para la con-
serbacion de todo reyno. Ntro. Señor gue. á V. S. muchos años.
~Campo de Ocanoro 3 de Enero de 1781.-1'11:. Ilustre Cabildo y
aymo. de la Ciudad el Cuzco.


EXORTO Á LA CIUDAD DE AREQUIPA.
El Sr. D. Josef Tupac Amara-Inca descendiente del Rey Nat¡wal de


este Reino del Perú, tronco principal y único señor de él.
A los vecinos de la Ciudad de cte., hago saber como el progreso




686 LAS INSURRECCIONES EN CUBA.


de mis empresas que he tomado, y dí noticias por cartel que libré,
ha sido con las mayores felicidades el logro de las Provincias, de
Pancartambo, Urubamba, las ocho parroquias de Curazao, Quipi-
canche, Paruro, Tinta, Velille, Lampa, Asangaro, Puno, Chiquito
y sus contornos, que hoy se hallan á mi cargo, ya libres de tantos
latrocinios, que por primera parte hacian los malvados de los Cor-
regidores, y por otra. la capa de la Aduana, y otras perversas im-
posiciones, y amenazas hechas por el Reyno de Europa, por la que
viviamos ostilizados en sumo grado; y porque mi ánimo no es otro,
sino arruynar los Corregidores y arrasar el mal govierno y tantos
pechos, hasta dejar el comun vecindario dc este mi Reyno libre de
todos cargos, y que puedan vivir con sosiego, les doy esta noticia;
y de tener innumerables gentes con las que evacuadas mis diligen-
cias por acá, pasaré á esa á librarlos del cautiverio en que se ha-
llan; encargándoles por ahol'R que estén con el mayor celo y vigilan-
cia á precaverse de ese ladronazo de Semanat, y ver si le pueden
apresar, y tenerle hasta mi vajada para darle el castigo corres-
pondiente. Por último, lo que les prometo es, que en breve se verán
libres de todo; y assí valor vasallos mios, y á toda voz viva, viva el
dueño principal; muera, muera el Europeo, muera, muera el uso
del mal govierno, v encomendarme á Dios. Tungasuca y Diciembre
23 de 1780. "


Es copia del original que para en poder de D. Ambrosio Cerdan,
alguacil de Córte. Arequipa en 18 de Enero de 178l.


(301 Al instalarse la Real Sociedad Patriótica «advirtió que no
habia ningun papel público en una ciudad tan floreciente como la
Habana,» y proyectó el periódico, cuya publicacion con el nombre de
PAPEL-PERIÓDICO DE LA HAVANA, dió principio en 1790 (1), saliendo á
luz un dia á la semana, los domingos, en medio pliego de papel es-
pañol, dividido en cuatro páginas de una 6 dos columnas indistin-
tamente cada una; y costaba la suscricion catorce reales fuertes al
mes. Al poco tiempo se publicó ya en la misma forma los jueves y
domingos; de 1805 á fines de 1808, sali6 tres veces á la semana con
el título de EL AVISO, papel-periódico de la Havana; en 1809 lo varió
por EL A VISO DE LA HABA:-lA (2), papel periódico literario económico,
y desde 1810, con el nombre de EL DIARIO DE LA HABANA, empezó á
pu blicarse todos los dias en la misma forma y tamaño.


(1) Representacion dirigida á la Rea' Sociedad Patriótica, por don
Tomás Agustin Cervantes, redactor jefe del DIARIO DE LA HABANA,
en la junta ordinaria celebrada el 22 de noviembre de 1811, que se
publicó en el Diario del martes 26 del mismo mes. Sin embargo, en
el libro titulado Lo QUE FUIMOS Y LO QUE SOMOS, Ó LA HABANA ANTI~
GUA. Y MODERNA, por D. Jose María de la 'forre (Habana 1857;, se
dice que en 1782 comenzó á publicarse por D. Diego de la Barrera
LA GACETA., primer periódico de la Habana y de la isla, el cual, aco-
gido bajo la proteccion de D. Luis de las Casas, se convirtió en 1790
en papel literario-económico, variando su título en el de PAPEL-PB~
RIÓDICO.


(2) Primera fech!l. en que empez6 á escribirse con o el nombre
de la capital de Cuba.




NOTAS.-CAPÍTULO III 687


La primera autoridad de la isla dispensó su constante proteccion
al periódico, comunicándole las disposiciones y asuntos de oficio, á
la vez que se insertaban las novedades y ocurrencias de la capital.
Su primer propósito era, publicar los adelantos importantes y noti-
cias de Eurélpa y América, y el segundo, fomentar la biblioteca pú-
blica formada para los suscritores al periódico.


Despues de la revolucion de España, se ocupó EL DIARIO DE LA HA-
BANA de la clase de asuntos y polémicas, que veremos en las si-
guientes notas.


(31) Destinada á la ciudad de Puerto Príncipe, capital del depar-
tamento del Camagüey, por decreto del rey D. Cárlos IV expedido
en Aranjuez, el 22 de mayo de 1797.


(32) Las cenizas de Colon existen desde entónces depositadas
en el presbiterio de la catedral de la Habana.


(:33) Tan reconocido quedó el pueblo cubano á los servicios emi-
nentes y eontínuos desvelos que por su felicidad y bienestar habia
presenciado en el general D. Luis de las Casas, que el cabildo de la
Habana, en sesion del 16 de diciembre de 1796, «deJ6 sign~jicado el
gobierno de aquel ilustrado gobernador de nuestra patrim> en un acta.
muy honrosa, que inserta Valdés en su citada historia.


CAPíTULO UI.


(li . La marcha constante observa a en los descendientes de pe-
ninsulares, enriquecidos por medio del trabajo, dió en América orí-
gen al conocido adagio, muy generalizado en la isla de Cuba: «De
.padre bodeguero, hijo caballero y nieto pordiosero.~


(2) El mayor número de los trastornos y los más antiguos mo-
vimientos sediciosos de la isla, partieron generalmente de la parte
central, poblada en su mayoría de ganaderos y agricultores, como
hemos visto en los sucesos de Santiago de Cuba y Puerto Prínci-
pe, y más adelante observaremos en las sociedades secretas del
Camagüey, en el levantamiento de Agüero y en todos los trabajos
que precedieron al grito dado por Céspedes en Yara.


(3) Como prueba de esto pudiéramos insertar aquí muchas ci-
1oo.s. pero sólo lo haremos, para dar al mismo tiempo á conocer á un
poeta cubano del último tercio del pasado siglo, de unos versos e1l.
que la palabra criollo sirve de consonante. Nos referimos á D. Ma-




688 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


riano José de Alva, que nació en la villa de Santa Clara, en 1'161 (1).
Eran sus padres descendientes de las familias pobladoras y distin-
guidas, y el poeta, naturalmente pobre por las razones que hemos
indicado en el texto, gran improvisador, y como tal, cuanto por su
génio festivo, asistente obligado á todas las reuniones, donde el
buen trato le hacia recordar las comodidades de que su poco des-
ahogada fortuna le privaba, cuyo estado de penuria nos dió á cono-
cer en unos versos, de los cuales entresacamos los siguientes:


No hay 7m s7bjeto en la villa
A quien no le este debiendo,
Las trampas me esüin comiendo
y j~O tengo una cuartilla (2).


No hay francés ni catalan,
Gallego, español, ni criollo,
Que en la traba como el pollo
No le esté comiendo el pan:
Los que me oven pensarán
Que no es lo que estoy diciendo,
Pero yo, que bien me entiendo,
Doy crédito á mi dQlencia,
Pues sé que con evidencia
Las trampas me están comiendo.


(4) Aunque ya perteneciente á este siglo, insertamos la siguien-
te composicion, prefiriéndola á otras más antiguas. por figurar en-
1re las mcSnos amaneradas. En ella, un poeta que ocultaba su nom-
bre en el anágrama de Fresno ~ereyda, cantaba así al monte pin-
toresco, el Capiro, próximo á Santa Clara:


Esmeralda gentil resplandeciente,
Llena de magestad y poesía,
El indiano Capir aiza la frente
En los verjeles de la pátt'ia mía.
y tan rico de galas y primores
Como pobre de orgullo, avergonzado
Muéstrase á nuestros ojos disfrazado
Con sus palmas, sus séibas y sus flores.
i Vana modestia, loma peregrinal
Tú siempre brillarás en la floresta,
Que la beldad se ostenta más divina,
Más seductora cuanto más modesta. Etc.


(5) Véase el PAPEL PERIÓDICO que íntegro trasladamos á conti-
nuaeioni proponiéndonos hacer lo mismo respecto de otros, en di-
ferentes citas, para dar á conocer la forma de los periódicos que á
fines del ¡pasado siglo y primeros años del presente se publicaban
en Cuba:


(1) Véase HISTOIUA DE LA VILLA DE SANTA CLARA y su JUIUSDIC-
CION, por Manuel Dionisio Gonzalez.-Villaclara 1858.


(2) Cuarta parte del real fuerte, moneda que hoy no existe en
Cuba.




NOTAS.-OAPÍTULO III 689


~~~g
LA HAVANA I


Del Domingo 17 de Marzo de 1793.
~~~~~Ii~~~~


Observaciones meteorológicas.
M
~ Termómetro. I Barómetro. Vientos. I
~ 1.1anana I N. Mañana Noch M ITar Meteoros .
-"i ____ 1. __________ ;. ..,... '7 12 10 '7 ¡ 12 10 a. . I


Gra. Gra. Gra·IP· L. P. L. P. L. I I
8/ 21 2:1 121 :27 8/277 278 ISSO' SO !Dia no. 110. á la t.
¡¡ 20 l!) r HJ ¡27 11


1


27 1027 101 N NE ¡Dia nublado.
10 20 22 21 127 1027 9 27 10 E E ¡Dia claro.
n 21 23 22 \27 9 127 8 'l1 9 S S,Dia cIa. con nubl.
12 22 2:3 20 27 8 27 8 2'7 9 SO ODia n. Huv. á la t.
13 19 19 18 27 11127 11 28 1 NE \ NE :Dia cIa. con nubs.
\14 17 18. 17 128 28 28 1 NE NE Dia claro.


SEñOR REDACTOR.


Muy Señor mio: Yo por la gracia de Dios soy uno de aquellos
hombres que nacieron con natural inclinacion á todo genero de be-
llas letras, que es decir amante de la sabiduría. Pero con la des-
gracia de no atreverme, por falta de principios á asomar la cabeza,
ni á tomar la pluma para vertir alguna produccion util á la Patria,
y á la Sociedad ilustrada. Vivo con esta pena, aunque endulzada
en vista de que si yo no lo hago, no faltan patriotas beneméritos
que de quando en quando nos comunican sus luces, talentos, y
doctrina en varios útiles, y divertidos asuntos por el cauce acos-
tumbrado de nuestro papel Periódico.


Bendito sea Dios, dhe, quando lo ví introducido, que:ya se vá á
desterrar de entre nosotros, las tinieblas que empañaban nuestra.




690 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


mente, los dias de la barbárie, haciendo aparecer en el emisferio
havano, como una risueña Aurora, la hermosa luz de la Filosofia.
~o aquella audáz fantástica, que hace á los hombres engreidos
hasta el extremo de arrogarse la nomenclatura de espíritus fuer-
tes, de bellos espíritus, no siendo en realidad otra cosa que unos
miserables desertores del catolisismo, para hablar con libertinage,
y derramar en el corazon de sus hermanos la semilla de la se-
duccion haciéndolos unos infelices proselytos de sus perversas ma-
ximas.


Yo hablo aqui de la Filosofia ilustrada, aquella que nos enseña á
tratar las cosas de Dios religiosamente, y la de los hombres con
justicia: que trata de enseñar al hombre igualmente el movimiento
ordenado de los Planetas, el curso de los Cielos, las calidades de
los elementos, y considerando el compás de los orbes, la herman-
dad que guardan en su carrera, el concierto conque miden los tiem-
pos, y dividen los dias de las noches, repara con atencion en la cor-
respondencia de los astros, en la subordinacion conque las causas
inferiores obedecen á las superiores, en la proporcion que tienen
entre sí, no violando ninguna la ley puesta por su Hacedor: y con
esto alza los ojos al Cielo para verlo todo baxo un aspecto religio-
so como emanaciones de la Divina Providencia á quien se dirigen y
encaminan todas sus miras y todo su estudio, todo su desvelo, con-
fesando rendido, que la Eterna Sabiduría, es quien todo lo gobier-
na, todo lo rige, todo lo hinche, todo lo mueve, á todo dá vida y
espíritu. Et cura una sit omnia potest, et in se permanens omnia inno-
fJans. Sapien. c. 7.


Hermosa luz, vuelvo á decir, que has dicipado la obscuridad de
la preocupacion y la ignorancia, haciendonos conocer el verdadero
merito de las virtudes sociales, de aquellas digo, que ¡'avorecen los
progresos de la humanidad, que alivian, que socorren, que instru-
yen, que hacen á los hombres buenos, religiosos, amables, y ama-
dos mutuamente de sus semejantes ..... ¿A quién sino á tí Moral
Filosofia elebe hoy el suelo havano esa Casa de Beneficencia que se
construye para comun remedio? ¿Esa casa alvergue de la inocen-
cia, y escuela de las virtudes? Ya podemos parangonarnos con las
Ciudades mas cultas del Universo, y sin temor prorrumpir, que to-
do es obra del meritisimo Gefe que nos rige, que á sus influxos de-
bemos este monumento que va á ser el colmo de nuestras felici-
dades.


Todos nos complacemos al ver como campéa la amistad y union
patriótica pues en un eortisimo tiempo se han acopiado 90000 pe-
sos para dar principio á la obra, en cuyos archivos se leerán siem-
pre con gusto los nombres de Casas, de Araóz, de Peñalber, de




NOTAS.-CAPÍTULO III 691


Calvo, de Martinez, y otros. Aqui era lugar apropósito para tribu-
tar debidos elógios á tan insignes bienhechores, y manifestar asi-
mismo, que solos son dignos de alabanza el mérito, y la virtud; pe-
ro ocupa poco papel un Periódico para tanto. Concluyo c:mtrayen-
dome al principio, que es cierto que en ellos se nos dan discursos
útiles interesantes que comprehenden los ramos de Comercio, In-
dustria, Agricultura, etc. Yo querria que asi como se empeñan
tanto, y se ensagrientan las plumas en los discursos crítiCos, hu-
biera quien se dedicase á 'darnos algunos de Filosofia Moral, imi-
tando en esto á los Periódicos de Santafé y Lima, que intentan por
este medio ilustrar el entendimiento, arreglar las pasiones, infun-
dir aborrecimiento al vicio, engendrando sumo deseo de l~.s virtu-
des. La Filosofía Moral, enseña á los hombres como rigiendose en
todos estados por razon, serán virtuosos, guardarán las Leyes, con-
servarán la República, y serán amigos de la Justicia.


Para el exercicio de esta Filosofia, fue llamado Socrates, Justo,
Platon, Divino, y Aristóteles, Principe de los sábios. Mas fama me-
rece Tulio por su obra que llamó de Officiis, y por la otra que inti-
tuló Questiones Tusculanas, que por sus Oraciones eloqüentes.


Señor Redactor, allá vá mi papelito disponga V. de él á su bene-
placito. Del mio lo es que mande en todo lo que sea de su agrado á
su atento servidor Q. B. S. M.


, , , , , , , , , , , , , , , , , , ,
, , , , , , , , , , , , , , , , , , , ,


SEñOR PERIODICO.


M.G.G.


MUy Sr. mio: Como V. habla de todo, comprehendo que de todo
sabe: ¿qué le parece á V.? Así será. Plles Señor mio, yo me hallo
metido en un laberinto mas intrincado, que el de Creta, y temo que
me devore el Minotauro de mi confusion, si V. no me ayuda con el
hilo de su discurso para desembarazarme: es el caso. Cierto hom-
bre que ha muerto, no sé donde, me nombró por su Executor Tes-
tamentario, dexandome la cantidad de tres mil pesos con orden de
distribuirla del modo siguiente: mil pesos á su hijo, mil pesos á su
muger, mil pesos á son hermana, mil pesos al hijo de su hermana,
mil pesos al nieto de su madre, mil pesos á su propio padre, y á su
propia madre, y mil pesos al padre, y á la madre de su muger.


Como no hay fondos suficientes para cumplir la voluntad del
Testador, si cada uno de los Herederos es una persona dL:ltinta, ne-
cesariamente. estas qualidades se deben hallar repartidas en pocos
sugetos, conforme á la quota destinada á cada uno: ¿pero qne or-
den de Genealogía será este? Digamelo V. Senor mio, et erit miki
ma.r;uus Apollo.


B.S. M.
El Executor Testamentario Ingles.


46




692 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


NOTICIAS PARTI(JULARES DE LA HA VANA.


Noticias sueltas Ha fallecido
Jacinta Maria Barroso viuda de
Vicente Barrios, el 9 del corrien-
te de noventa años de edad, en
la ciudad de Santiago, que por
el Pll.dron que mandó hacer de
su familia el Sr. ~Iarqués de di-
cha Ciudad aho1'a seis años, se
le contaron 14 hijos, 120 nie-
tos, 194 visnietos, y 6 tataranie-
tos, cuyo total es 334: advirtien-
do que no todos sus hijos han
sido casados, y que dicha nona-
genaria á pesar de sus muchos
partos vivió muy sana, y con
una vista tal, que todavia cocia
y aun bordaba su poco sin espe-
Juelos. Es de creer, q. de G años
á esta parte se haya multiplica-
do á proporcion su decendencia.


Para el Martes 19 del corrien-
te á las 10 de la mañana, se ve-
rificará en la Iglesia Mayor el
sorteo de la Obra-pia, de los 5
dotes destinados por el Funda-
dor. Se avisa á las que se hallen
sentadas, para que concurran y
se impongan de las que les ha
cabido la suerte.


Ventas. Una Urna de caoba
de cinco quartas, con su puerta
de vidrio enteriso, y la mesa con
talla dorada, y el asiento de
marmol, todo de gusto. Da. Ana
Beque que vive en la calle del
Sol d. r.


Una chiva recien parida, con
dos chivitos, negra, y buena le-
chera, en precio de 16 pesos.
En la calle del Teniente Rey
n. 16 d. r.


Otra, tambien lechera, de co-
lor pardo, en precio cómodo. En
la calle de Compostéla frente á
Bayona n. 21 darán raz. En la
misma existe un páxaro flamen-


ca, que se entregará á quien
acredite ser su dueño.


Una mulata de 18 años, ágil
para todo, con la tacha de facis-
tora, en precio de 250 pesos li-
bres para el vendedor. En la ca-
lle del Sol núm. 20 d. r.


Aberturas de Registros.
Para la Nueoa Orleans. Berg.


Dolores: su Cap. D. Vicente
Fortuniche.


Entrada de Embarcaciones.
De Cartagena de Indias en 13


Berg. Correo de S. M. la Reyna.
Luisa, cond. pliegos, 25679 ps.
lo más en oro, y 44 zurrones ca-
cao de ,Guayaquil: su Oapitan
D. Tomas Oalvo.


De la Granada Gol. inglesa la
Anavella, conduce 11 Negros: su
Oapitan D. Patricio Guien.


De Vera Cruz en 14 Frag. la
Trastamara, cond. 17898 pesos
fuertes, para comprar azucar,
77 arrobo manto 200 tercios ha-
rina, 32 arrobo pimiento negra, 2
churlas canela, 18 guacales de
loza, y varias menudenc: su Ca-
pitan D. Justo de la Puente.


Del Ferrol en 15 Urca de S. M.
Sta. Librada, cond. pertrechos
de Grra. y algunas menuden-
cias: su Oomandante D. Benito
Terue!.


De Xijon Berg. Asis, condu-
ce 937 tercios harina, 1184 doc.
loza de piedra, mucha lenceria,
piedras de amolar, y otras me-
nudencias: sn Oapitan D. Angel
Oifnentes.


De Sta. (Jruz de Tenerife Ber.
J. M. Y J. cond. 420 arrobo vino
vidueño, 1765 de aguardo 60 mi-
llares nueces. piedras de taho-
na, higos, y varios efectos: su
Oapitan D. Oristóbal Garcia.


(Jan permiso del s1~perior (Joli"rno.




NOTAS.-CAPÍTULO III 693


(6) Nueva forma del primer periódico de Cuba:
Núm. 33.


':JI:.1II=fI=:II=.:i!/:=I'J:.$::#J=fI=:II:::lI=. ~fF-:IR~c#-# .. tJ:..:I:
PAPEL PERIODICO DE LA HA V ANA.


Del Domingo 22 de Abril de 1804.
~~~~~~~~
Multaferunt anni venientes commoda secum. El autor del métoda de


vacunar citando á Horado.


SEÑOR EDITOR.


i,Conque se ha proporcionado el feliz descubrimiento de que las
viruelas de las vacas comunicados á los hombres los preserva de las
viruelas naturales ó expontaneas, y de sus estragos'? Asi lo per-
suaden los papeles públicos. ¿Pero que virtud puede tener el hu-
mor de esos animales que á nosotros nos sea tan benéfica? Yo soy
un poco reflexivo, y voy á exponer los pensamientos que me hnn
ocurrido en la materia con el objeto de que si contienen algo útil
pueda surtir cualquier buen efecto, de lo qual tendré suma com-
placencia.


Luego que me persuadí de la verdad en fuerza de lo que atestan
los escritores, inferí inmediatamente ser el humor de las vacas de
mejor condicion ó índole que el de los hombres, porque haciendome
cargo que el humor de las vacas introducIdo en nuestro cuerpo,
debe inducir su misma naturaleza y propiedades en el nuestro, ó
mas claro, que debe poner nuestro humor igual á él, Y que de aquí
precisamente debe provenir el apagarle ó disminuirle la malignidad
al nuestro, considero la inferencin fundada en toda regla. De aqui
me asaltaron de tropel las demas reflexiones siguientes.


¿Conque es preciso embrutecemos, en quanto (1.1 cuerpo, para me-
jorar nuestra constitucion presente'? Si las razones expuestas son
ciertas como yo lo creo, lo es igualmente lo que digo, y segun lo
demuestra la experiencia por el hecho de la vacunacion y sus cir-
cunstancias.


Pero Sr., dirá algun crítico importuno, ¿como no se habia tocado
este beneficio en tantos hombres como hay que desde sus tiernos
años se vacunan, se atorunan, se amulan, y que de rantos modos
y con tanta diligencia se animnlizan ó embrutecen'? De modo que
tambien seria cierto libertarse de las viruelas todos esos estando
por sí mismos animalizados, y por consiguiente vacunados, lo cual
es contrario á la experiencia, de lo que debe inferirse ó ser falso ese
beneficio que se atribuye á la vacunacion, ó debian experimentarlo
igualmente los demás vacunados que he mencionado.


A la verdad, Sr. Editor, que este argumento lo hallo tan fuerte
que me ha dexado aturdido, pero á pesar de mi atolondramiento me
ha ocurrido que puede darsele salida, diciendo que como en todas




694 LA.S INSURRECCIONES EN CUBA.


cosas es un grande inconveniente el exceso, y este es tan manifies-
to en ese otro modo de vacunarse los hombres á sí mismos, debe
por consiguiente atribuirse á esa causa la falta del beneficio que
proporciona la vacunacion hecha con el legítimo humor de las
Yacas.


Ciertamente, si reflexionamos un poco, hallarémos que el método
de vida de muchos individuos vuelve su constitucion fisica, y al-
gunas veces la moral de peor y mas infeliz eondicion que la de las
bestias, y que asi podrian volverla á mejorar tanto quanto se acer-
casen ó igualasen á la de ellas.


Esta verdad la manifiestan en lo fisico, no solo la vacunacion
sino tambien otras diligencias practicadas por grandes médicos y
otros sáblOS, procurando diversos beneficios que se consiguen en el
contacto ó en la atmósfera de los animales,


En lo moral han probado esta misma verdad los sábios mas co-
nocidos con las fábulas de los animales, tomando de sus acciones
documentos con que persuadir y corregir á los hombres.


Si reflexionamos lo expuesto podrá disculparse la locura (asi sue-
len llamar) de algunos que han abandonado la. inmediacion de los
hombres en poblado por la de los animales en el campo.


Dios Nuestro Señor guarde á V. muchos años.
B. L ~L de V.


El Filósofo del Campo.
Noticias particulare~' de la Havana.


Renta de haciendas. Una casa nos tambien parldoras, tres pun-
nueva que hace esquina frente á tas de caña y dos colmenas, un
la de las Sras. Christos, sedacon quarto de legua de lós baños de
partidos ventajosos, y tambien San Juan deContreras, al que le
se alquila á razon de un cinco sirve el río de lindero por un cos-
por ciento de su tasacion. Así- tado, ~ igualmente tiene propor-
mismo se venden esclavos y cion de agregarsele mas tierra,
muebles en la misma casa. de todo lo que impondrán en el


Otra, de mamposteria, azotea hato de dicho San Juan de Con-
y texll todo lo interior, situada treras.
en la calle real del barrio de la Un alambique que su mitad
Salud al n. 73, en un mil pesos pertenece á Antonio Pereyrll, y
menos de su tasllcion, y semilla un bote todo de su propiedad, lo
de Alfalfa á 5 pesos libra, en la que se halla existente en el bar-
Tesoreria de Correos. rio de Regla, se está pregonando


Un alambique de tres pipas, por disposieion de los Sres. Te-
con 64 de baticion, su famoso niente de Gobernador y Alcalde
tanque para el depósito de mie- Ordinario de primera eleccion, y
les, bien aperado de un todo y por ante D. Juan de Dios Ayala.
corriente, situado tres leguas de Las haciendas nombadas Ca-
esta Ciudad, del que impondrán llamas yPamylona, se van á re-
en la barberia que está en el matar en el termino de un mes,
portal de la Virgen del Rosario. poco mas ó menos, por disposi-


Un cafetal en el corral demo- cion del Sr. Presidente, Gober-
lido San Salvador, compuesto nador y Capitan General, y por
de quatro caballerias de tierra ante D. Felipe Alvarez, quien
quadradas, seis mil matas de ca- impondrá de sus tasaciones J
fe parídoras, mil y quinientas demas cosas que sean conve-
nuevas, dos mil cepas de pláta- nientes.




NOTAS.-CAPÍTULO III 695


N 148 EL AVISO.
PAPEL PERIODlCO DE LA HA VANA.-Domingo 11 d~ ilfayo 1806.


VACUNA.


LA Junta Central de la Vacuna establecida en esta Ciudad, no
satisfecha con haber tomado las medidas mas oportunas para con-
servar en ella ese eficaz preservativo de las viruelas, se ha valido
de varios recursos para difundirlo por los lugares interIOres de esta
Isla. No solo ha remitido el virus vacuno en sedas ó en cristales á
los profesores de esos pueblos que han querido exercer la nueva
inoculacion, sino tambien ha proyectado un medio muy seguro
para radicarla en ellos. Este ha sido el establecimiento de unas
juntas subalternas, en las quales reuniendose los vecinos mas dis-
tinguidos por su humanidad y patriotismo, con los facultativos
que hubiesen dado mayores pruebas de su inteligencia y zelo por
la salud pública, sean presididos por las Justicias Ordinarias ó sus
respectivos Xefes, baxo las reglas que les ha prescripto, aprobadas
por este Superior Gobierno. La ciudad de Santa Maria del Rosario
fué la primera que á instancia del Br. D. Joseph Govin, experimentó
las ventajas de ese establecimiento, participando tambien de ellas
los pueblos inmediatos.


La Diputacion de esta Sociedad Económica que reside en lo. villa
de Sallcti Spiritus, habiendo manifestado repetidas veces su inte-
res por el bien publico, no se dudó que fomentaria un proyecto tan
conforme á su instituto. Insinu6sele el siete de Marzo, y propor-
cionando inmediatamente cuanto se juzgó necesario para organi-
zarlo, dió principio á sus sesiones el once del mes anterior. Instrui-
da de sus operaciones esta Junta Central, se complace del bien
que ha proporcionado á ese pueblo, y espera con impaciencia se
realicen las providencias que, autorizadas por el Sr. Presidente Go-
bernador y Capitan General, ha dirigido para el propio objeto á las
ciudades de Cuba y Trinidad: la villa de Puerto Príncipe disfruta-
rá tambien de ese importante beneficio.


No carecen de él los habitadores de la parte occidental de esta
Isla. El ilustrísimo Señor Obispo, Director de la Junta Central, en
cumplimiento de la oferta que hace en su exhortacion al uso de la
'!lacuna, ha enviado á sus expensas un facultativo que deberá lle-
varla hasta los partidos mas distantes. Mientras nos comunica el
resultado de su comision, publicarémos el resumen de las personas
que han sido vacunadas en el mes antecedente en esta Ciudad yen
otros pueblos de la Isla.




696 LA.S INSURRECCIONES EN CUBA.


Por la Comisíon. de la Junta Central.


En las Casas Capitulares. . 251
En los Barracones. . . . . . . • . . . . . 17'7
Hn Guanavacoa por el Bachiller Don Rafael Valdés. 097
Por la Junta subalterna de Santa Maria del Rosario


en los mese¡¡ de Marzo y Abril. . . . . . . . 195
Por la Junta subalterna de Sancti Spiritus desde


veinte v ocho de Febrero hasta veinte de Abril. . 216
Por el Br~Don Estevan Gonezara, en San Joseph de


las Lajas desde veinte y dos de Marzo hasta 15 de
Abril. . . . . . . . . . . . . . . . . 057


Suma ......... 993
Ravana y Mayo 5 de 1806.


DOCTOR TOMAS ROMAY, SBCRBTARIO.


VENTAS.


Libros de oro de In fábrica de Jordan, á 12 rs. Semillas de horta-
liza acabadas de llegar del Reyno, á 3 ps. libra ó 21's. onza, y una
volante nueva y hecha á todo costo en 500 ps., en la casa núm. 61
calle del Sol.


Una negra jóven, ordinaria cocinera, regular lavandera y plan-
chadora, mediana costurera, sana y sin tachas en 300 ps. libres pa-
ra el vendedor, en la casa núm. 90 calle de Compostela de la pInza.
de Belen para el hospital de San Ambrosio.


Una volante muy fuerte y de moda en 400 ps., en la casa núm. 63
calle de la Amargura.


Otra nueva sin estrenar en 300 ps., en la casa núm. 10 calle da
las Damas.


Otra bien acondicionada y fuerte en 250 ps. Un caballo de 6 años
en 60 ps. Una negra criolla de edad de 10 años, sana y sin tachas
en 250 ps., en la casa núm. 50, segunda quadra de la calzada de
Guadalupe.


Una negra de 28 á 30 años, con su cria de 3 meses, propia para.
nodriza, regular lavandera, con principios de cocinera en 350 pese-
tas, en la casa núm. 13 calle de la Amargura.


Plumas superiores, á 9 Y 10 pesos millar, y por menor á 2112 rs.,
en la tienda de polvos esquina de la casa de D. Nicolás Peñalver,
calle de San Ignacio y de la Amargura.


Un negro calesero, y velero de edad como de 20 años en 450 pe-
¡¡os. Una negra de edad como de 16 años en 450 ps. en la casa nú-
mero '13 calle de Jesus Maria.


Una negra lavandera y algo planchadora, sana y sin tacha en 200
pesos libres para el vendedor, en la casa del Presbítero Doctor
D. Agustin Rodríguez, calle del Padre Manrique, extramuros, dos
quadras despues del puente.-R.


Una volante hecha á todo costo en 500 pesos, ó se cambia por
azucar, café ú otro género, en la casa núm. 4 calle cerrada de San-
ta Clara.-R.




NOTAS.-CAPÍTULO III 697


('7) PAPEL PERIÓDICO DE u. HA VAN.~, del domingo 22 de setiembre
de 1'793.


(8) Correspondiente al final de la página 167.-PAPEL PERIÓDICO
DE LA HA V ANA, del domingo 24 de marzo de 1'793.


(9) Idem del 2 de junio de 1'793.
(10) Publicados en el periódico de la Sociedad patriótica.
(U) EL A VISO, papel periódico de la Habana, correspondiente al


domingo 2 de agosto de 1807, insertaba una titulada Cancion con
estas estrofas:


¿Qué decís de esos mónstruos poderosos
que al artesano usurpan su trabajo?
¿Y qué de los capciosos
fraudulentos del dia comerciantes
nunca en Corintho conocidos antes?
¡Oh patria! ¡oh pundonor! ¡oh ciudadanos!
¡Ved el sofista ateo,
al foro destinado,
con réproba y osada altiva frente
trastornando en su empleo,
simoniaco y malvado, .
las leyes que un Solon dICtó prudente!
Vedle ¡qué horror! en fiera convertido
devorando familias y caudales;
y que ya enriquecido
á fuerza de maldades y cohechos,
triunfante en medio de tan malos hechos,
goza en paz los tesoros criminales.
¡Y aun para colmo de desdicha suma
censurarle es delito de la pluma!


(12) EL AVISO DE LA HABANA del 5 de setiembre de 1809.
RESIGNACION ESPAÑOLA.


Aunque me digan bribon,
desvergonzado, atrevido,
insolente, mal nacido,
pícaro, infame, ladron;
que mis procederes son
los de Faraon ó Fines;
que Lutero mi padre es;
y en fin lo que más afrente,
todo me es indiferente
~o llamándome francés.


(13) Hasta fines de 1808 no empezó á escribirse así el nombre de
la capital de la isla; en todos los impresos y documentos anteriorelO
se escribia HAVANA, y aun en la siguiente AURORA EXTRAORDINARIA
vemos seguir la primitiva costumbre.




698 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


la. DE MARZO. Núm. 577.
-------


AURORA EXTRA()RDINA~RIA
HA V ANA-Miércoles 8 de Marzo de 1809.


ESPAÑA.


Sevilla 27 de Enero. El dia 30 de Diciembre falleció en esta ciu-
dad, á los 81 años y dos meses de edad, el Serenísimo Señor D. Jo-
sef Moñino, Conde de Floridablanca, Presidente de la Junta Supre-
ma Gubernativa del Reyno, Decano d~l Consejo de Estado de S. M.,
Caballero de la Insigne Orden del 'rOIson de oro, y Gran-Cruz de hL
Real y Distinguida de Cárlos IU etc. etc. El estudio y el exercicio
de la jurisprudencia, en que manifestó su talento y exquisIta eru-
dicion, le abrieron la carrera á los empleos públicos, y á la mereci-
da fama que el acierto y el desempeño de ellos le adquirieron. "!'\c-
gocios de mucha gravedild cargaron sobre sus hombros por lajusta
confianza que tenia el Gobierno en su prudencia. zelo, y penetra-
cion. La plaza de Fiscal de S. M. en el Consejo Real acabó de con-
firmar á la nacion el alto concepto que anunciaban la rectitud, la
entereza, y los profundos conocimientos del magistrado. Su nom-
bre, acompañado cada dia de nuevos méritos, ganados en delicados
encargos de la corona, le sacó de los estrechos límites del tribuual,
y le conduxo por sábia eleccion de Cárlos III á la Corte de Roma
en calidad de su ministro plenipotenciario, para tratar y concluir
negocios de no ménos importancia y delicadeza, en los cnales mos-
tró quánto alcanzan las prendas del ánimo y del entendimiento en
las negociaciones para triunfar de los obstáculos, y conciliar los
intereses de las partes. En Roma dexó, y allí permanecerá indele-
ble, la memoria de su nombre y de su política. De allí le llamó el
Rey cerca de su persona con el destino de su primer Secretario de
Estado. Lo que le deben las artes, los buenos estudios, las ciencias,
la industria, los sábios, y todos los ramos de la pública felicidad
durante su ministerio, merece una larga y particular historia; ~.
baste decir en su elogio, que veinte años de negligencia, desórden,
y tiranía antinacional no pudieron destruir del todo lo que habia
edificado su benéfica mano. La envidia del hombre que de favorito
subió á déspota, le alexó de su vista y de la Corte, no como á un
rival, sino como á un facineroso: y Moñino manifestó entónces que
á la sabiduría no la desampara la fortaleza. Retirado, mas no olvi-
dado de los buenos, vivia el Conde, hasta que la necesidad de la
monarquía, y una especie rle aclamacion nacional le llamaron ~
Aranjuez para arreglar la Suprema Junta Central, de la cual fue
elegido Presidente. Tan sencillo y modesto en esta elevacion, como
en su soledad pasada, dedicó sus desvelos, su zelo y patriotismo,
que no pudo extinguir el peso de sus años, á consolidar la repre-
sentacion nacional que debe salvar la patria de la invasion del ti-
rallO, y de los efectos de la anarquía, mas poderosos y temibles que




NOTAS.-CAPÍTULO ni 699


sus armas. Trasladada la Junta Suprema á Sevilla, la muerte le
llamó con muy corto plazo, para que tuviese en esta ciudad su se-
pulcro, y quedase en ella la memoria de los tiernos sentimientos
con que se despidió de su afligIda patria, de sus conciudadanos y
del engañoso mundo.


El Rey nuestro Señor D. Fernando VII, -yen su real nombre la
Junta Suprema Gubernativa del Reyno, en consideracion á los dila-
tados y extraordinarios méritos y servicios del Sercnísimo Señor
Conde de Floridablanca, y á su alta y gloriosa dignidad de Presi-
dente de la misma; y para dar á la posteridad una prueba del
apreeio que llace S. M. de los vasallos que le sirven dignamente, y
en quienes se distinguen muestras tan convincentes de amor á su
Real persona, sobresaliendo notoriamente sus talentos, esmero, y
zelo en aplicarlos al bien y felicidad de la monarquía y un verdadero
patriotismo, qual ha acreditado en el momento mas crítico en que
le ha necesitado S. M., la religion y la patria, sacrificando por estos
objetos los últimos dias de vida que le quedaban; ha venido en
conceder á su heredero en el título de Floridablanca, para sí y sus
legítimos sucesores, Grandeza de España, libre de los derechos de
lanzas y media anata. (Gaceta del Gobierno que se publica en Sevilla.)


(14) EL AVISO, papel periódico de la Habana del martes 16 de
fe brero de 1808.


Hablar siempre de cuatro vaga telas,
De las modas del dia, y del peinado,
De si está ó no fulano enamorado;
Contar de los maridos las cautelas:


Despreciar nuestros géneros y telas:
Decir que quanto ha sido fabricado
En Lóndres y en París es delicado,
Sin entender siquiera de cazuelas:


Disputar sobre amor, sobre etiquetas,
Si Fulano se porta qual no debe,
Porque gasta y se entrega á los placeres;


Decir á los muchachos cien chufletas,
y hablar á un tiempo, seis, siete, ocho, nueve,
Esa es una tertulia de mujeres.


A. M. d. 1. S. A.


(15) Llámase así el arrecife y explanada inmediata al castillo de
este nombre, en la parte derecha de la entrada del puerto, donde
áun hoy se reunen muchos holgazanes y pescadores de caña.


(16) EL A VISO DE LA HABANA, papel periódico literario económico
del martes 28 de noviembre de 1809.


(17) EL AVISO DE LA HABANA, papel periódico literario económico
del Z1 de setiembre de 1809.


(18) Entre las que entónces se cantaban insertaremos s6lo la que




700 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


tomándola de los periódicos de la Península publicó EL AVISO DE LA.
HABANA del jueves 2 de noviembre, cuya glosa es esta:


MOTE.
Vivir en cadenas,


¡Cuán triste vivir!
Morir por la patria,
¡Qué bello morir!


(19) Para celebrar en Puerto Príncipe las libertades constitucio-
nales los primeros personajes del Camagüey, entre los que figuraban
Baronas, Mirandas, Agramontes, Betencourts, etc., formaron una
cabalgata en que ginetes y caballos iban adornados con botellas y
-otros atributos báquicos, para ridiculizar al intruso rey José Bona-
parte.-Véase además la nota 36.


(20) DONDE HAY CAMPANAS HAY DE TODO.
Hay hombres muy capaces


Que de serlo presumen,
y hablan sus disparates
En cosas muy comunes.


Así es que hay ignorantes,
Que en extrañas costumbres,
Hablan con tal acierto
Que á los sábios confunden;
Porque el mundo así fué,
y porque ha sido no dudes,
y siempre será así
Mientras .... Dios no lo mude.


RAMIRO NAZITO.
EL AVISO DE LA HABANA del 29 de octubre de 1809.
Anágrama de :-;¡azario Mirto, qul'en en una composicion que publi-


caba EL DIARIO DE LA HABANA del 25 de marzo de 1811 despidiéndo-
Si de las musas decia:


Por eso, como sabes,
Si al público he salido,
Ha sido disfrazando
Mi nombre y apellido.


Así no más Parnaso,
No Apolo, no más Pindo,
Goce yo de quietud
En mi rincon metido,
y mas que sepultado
Sea mi nombre al olvido,
Poco importa, si aquí
Da fin Nazario Mirto.


(21) Entre estos ejemplos podemos citar uno, que hoy distinguQ
todavía á los naturales de Cuba, yes la costumbre de manifestar
la fuerza y poderío ó la-energía individual, sacudiendo fuertemente




NOTAS.-GA.PÍTULO III 701


los brazos para dar mayor expresion á la palabra, sobre cuya cos-
tumbre de orígen indio, dice el historiador cubano Valdés, pág. 50,
refiriéndose á Sepúlveda, al hnblar de los primitivos pobladores de
la grande Antilla, que: «eran muy dados á la lascivia, y cuando al-
.gun caciqut ú hombre poderoso se casaba, habia la costumbre de
.que el dia de la boda franquease la novia á todos los convidados,
.180 que despues de haberlos. recibido sucesivamente en el lecho
,nupcial, salia en público, y sacudia el brazo derecho, con la fuer-
.za, desembarazo y energía posible, dando á entender con esta ce-
:tremonia que se habia portado como buena.»


(22) EL A VISO, papel periódico dt la Habana del domingo 28 de fe-
brero de 1808, decia:


Las damas de Cartago presurosas,
Por defender la patria del Romano,
Se cortaron el pelo generosas,
Como lo preconiza el DUENDE (1) insano:
Pero cual esparciatas valerosas,
Las de este belicoso pueblo havano,
Soldados en sus hijos por defensa
Ofrecen á la patria, no su trenza.


(23) Decia EL A VISO del jueves 3 de marzo de 1808:
Viva, viva, muchachas,


vuestra sencilla moda;
la ilustracion del siglo
ilustre vuestras cholas.


Ya no estareis, amigas,
al tocador tres horas
retocando un ricillo,
poniendo una piocha.


Dexemos entusiasmos
de las matronas godas,
vayan fuera los bucles,
las gasas y las cófias.


El erizon postizo,
la trabajosa rosca,
las trenzas enredadas,
las peinetas costosas,


Todo, todo se acabe,
y la tixera sola
viva, triunfe y trasquile
sin compasion á todas.


La mujer es del hombre
amada en todas formas,
que el natural impulso
no distingue de modas.


Tenga ó no tenga pelo,
maldito lo que importa,
si guarda los recatos


de honesta y virtuosa.
Y pues estais conformes


en que os digan pelonas,
la sencillez del pelo
seguid en todas cosas.


Muera ya el canutillo
la lentejuela y otras
hojarascas, que os hacen
ridículas antorchas.


No acaben los bordados
vuestras vidas preciosas,
ni renuncies al luxo,
comodidades propias.


Interior aseado,
túnico sin bambollas,
un sombrerillo fino
con una cinta sola.


El uso moderado
de las piedras preci osas,
es magnífico adorno
que enriquece y dá honra.


Y asi simplificando
los peinados y ropas,
bien podeis decir bolos
á los que os digan bolas.


No temais esos Zoilos
adustos, que blasonan


(1) Periódico que se publicaba á la sazono




702 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


de escribir papelones
por lo que nada importa.


á espada y capa rota.
y si acaso me dieren


por esto alguna monda,
no me dejeis, muchachas,
defendedme vosotras.


Que yo acá desde el campo
con mi musa ramplona,
prometo defenderos


B. Y. E.G.
Suscrita por Hernando Jouez de Teran, publicó en EL AVISO en 10


de II.bril la siguiente contestacion:
SEÑOR DEFENSOR DE LAS PELONAS.


Muy señor mio,
y apasionado
de las que tienen
al aire el casco.


Sus finos verSoS
me han cautivado
y en estos quiero
solemnizarlos.


No esté creido
que soy de antaño,
soy de estos tiempos,
aunque no sábio.


Mas no por esto
se crea acaso
que á las pelonas
soy inclinado.


Soy de las godas
un partidario
y en defenderlas
muy obstinado.


Los bucles vivan,
viva el rizado,
que á nuestras casas
pasó el Romano.


Pues está visto
que es más doblado
el nuevo estilo
tixereteado.


Ménos sencillo,
ménos aseado,
como ahora mismo
voy á probarlo:


Dos ó tres horas
es necesario
que esté batiendo
la diestra mano,


Para que el pelo
más suavizado
se¡'penton forme
ó cresti-gallo.


Luego de perlas,
cadenas, ramos
en la tal cresta
se van formando.


Francesa gorra,
que por peinado
las veces hace,
tambien miramos.


Pomada, esencias,
vino gomade,
azúcar yagua
son preparados;


Ingredien tillos
tan adeqüados,
que olores forman
muy poco gratos.


Todo esto, amigo,
y aun más que callo,
porque no quiero
parecer lato,


Prueba que Vd.
entusiasmado, juzga sencillo
lo triplicado.


Tocar de historia
rasgos pasados,
es este asunto
muy dilatado.


Ovidio ha escrito
so bre esto largo,
si Vd. lo duda
puede mirarlo.


El bello pelo
materia ha dado
á estancias lindas
y grandes párrafos.


En la estatuaria
tambien notamos,
por ser más noble,
representados


Con pelo á todos
héroes pasados:
si esto no es cierto,
vaya un ochavo.


Dexemos chanzas
Don ilustrado
que á otro puntito
la atencion llamo.


y es lo de Zoilos
que no he tragado,
porque no estaba
condimentado.


Vd. no ha visto
el diccionario;
gustóle Zoilo
y lo ha encaxado.


Mas, ducñl) mio,
dióse gran chasco,
y pues es Zoilo
vístase el sayo.


Porque este nombre
el castellano
dá al que critica,
por ser nombrado,


Orítica justa
de temerario,


t· á quien embona o Zoilo, hermano?
y últimamente,


señor del campo,
estése quieto
sembrando nabos.


y la defensa
que se ha tomado,
deje para otro
que sea más bravo.


Porque me temo
si sigue hablando,
salga de esta
muy trasquilado.


y ustedes niñas,
á quienes amo,
al nuevo Zoilo
no le hagan caso.


Porq ue pretende,
si no me engaño,
con sus consejos
equivocados,


Hacer que todo
hombre sensato
de sus desprecios
os hagan blanco.




NOTAS.-CAPÍTULO III 703


:24) El DIARIO DE LA HABANA, núm. 190, 9 de marzo de 18U.
Es la moda una sultana,


que exije tll.lvasallaje,
que sin rendirle homenaje,
nada de hermoso se gano..


Luego será cosa llana
que pelarnos nos conviene,
pues la dama que hoy mantiene
su tasajo (1) ó su peluca,
algun viejo la machuca
ó algun simple la entretiene.


NICOLASA MERPONVET.


El DIARIO DE LA HABANA del domingo 31 de marzo 1811, publica-
ba la siguiente composicion:


Las que ostentais todavía
la trenza y pelo tamaño,
que allá en tiempo de antaño
la reina Urraca traia;


Por Dios no salgais de dio.
donde las gentes os vean;
pues por prudentes que sean
al ver trenzas ó castañas,
Os tendrán por alimañas
y os silban, os apedrean.


Pero no sólo en las cuestiones del bello sexo se servian aquellos
periodistas de los versos, sino que los usaban tambien para tratar-
se descortésmente, cual lo demuestra el siguiente soneto que en el
patriota SEMANARIO PATRIÓTICO dedicaba á su beatitud v R. EL
FRAILE, el antiquisisionista. •


Apaga, comicastro, ese candil;
Suelta la pluma que destila hiel;
No ensúcies, oh menguado, más papel;
Mira que es mal oficio el de servil.


¿A un escribes, y á guisa de alguacil,
Al sesudo patrióta justo y fiel
Persigues como herege, y de su piel
Quisieras que se hiciese un tamboril?


Sin duda te ha engendrado un canibálj
Sin duda fuiste esclavo del Mogól,
y ya la libertad te sienta mal.


Huye, ó no saques tu doctrina al sol;
Pues, pese á vuestra secta irrncional,
Lo juró 'U será libre el español.


(1) La rueda ó rosca (hoy moña) que usan las mujeres que no se
han pelado, se parece á las ruedas de tasajo de vaca que TCnden las
negras en sus bateas por la calle.




704 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


TOM. 1. l\ÚM. 9.


CORREO DE LAS D.é~MAS
Sábado 13 de abril de 1811.


SEÑORES EDITORES.


Por muy preocupados que Vds. estén á favor del ~exo fuerte,
creo seguramente que Vds. oirán con atencion mis justas quexas
contra cierta pOl'cion de hombres, enemigos declarados de nuestro
pudor. Esta confianza que fundo en el buen juicio y gusto que us-
tedes tienen acreditado, me obliga á tomarlos por mis protectores
y del devoto femíneo sexo.


Bien saben Vds. que el pudor es el constitutivo esencial que nos
hace objetos de la vcneracion, y noS coloca en aquella alta estima-
cion debida á nuestro sexo, sin la cual aun las damas de mayor ca-
rácter descienden lastimosamente á equivocarse con las mas des-
preciables. Si esta máxima es tan recomen lable ¿como se procura
hollar por algunos hombres, queriéndonos obligar á que abandone-
mos tan inestimable adorno de nuestro ser? No hay dio., señores
editores, que no tropezemos con estos entes, que baxo la capa de
amistad y confianza hacen cubrir el semblante con aquellos colori-
dos, que produce la modestia cuando se halla ultrajada.


Si encuentran con una doncella en quien más debe resplandecer
este atractivo, la dicen que los achaques que padece son hijos de
su estado, le suplican que se case, y de aquí forman materia para
mil libertades, couque profanan su candor. Si es, como ellos llaman
doncellota, esto es, de cuarenta años para arriba, aquí de Dios:
desplegan toda su poca crianza. Uno se compromete á regalarla
una palma, otro la corona: éste le pregunta en qué ha pasado la
vida, y por último llevando la malignidad hasta su punto, conclu-
yen con ofrecerle que será desquitada .... Vaya que la modestia me
impone silencio.


Si es casada lamentan su suerte porque tiene un marido que no
aprecia su vcrdadero y sobresaliente mérito, que continuamente
no la acaricia, como ella merece, y pasan á referir menudamente lo
que ellos en igual caso harian con tales ídolos. Quieren imponerse
de las particularidades que legitima el matrimonio. Jesus! ¡,Puede
darse un combate más horroroso contra el pudor y fidelidad con-
yugal?


Si es viuda, le acuerdan las felicidades pasadas, temen que se
conserve en continencia, y dicen maliciosamente que es el mejor
estado del mundo por su independencia. Pobrecitas! siendo como
son la parte más digna de nuestra compasion, y acreedores á nues-
tros sufragios.




NOTAS.-CAPÍTULO III 705


Si es vieja y procura cuidar y educar sus hijas la dicen que es.
una nerona, que recuerde sus debilidades pasadas, y todo lo que
hizo en su tiempo: que la juventud quiere desahogo. Si es abando-
nada la llaman al... etc., etc.


No basta, señores editores, que nuestras mexillas viertan sangre,
que nuestros ojos se claven en el suelo, y que el exterior desagrado
de todo nuestro rostro les corrija tal atrevimiento. Todo es en vano,
yen lugar de cortarse este abuso, juzgo que tan perniciosa secta
ha tomado un aumento espantoso.


En tan lamentable situacion esperamos que Vds. nos yrotejan
para poder vivir con tranquilidad y gusto libres de tales zanganos,
con lo que quedará obligadísima.


Ramona Poncita.


RESPUESTA.


No negarémos á V., señora mia, la justicia que reclama, y halla-
mos su quexa tan juiciosa que nos sentimos penetrados de una
sensible complacencia, viendo la eficacia y energía conque defien-
de V. el mas bello atractivo del sexo amable, digno por tantas
razones de nuestro aprecio. Este rasgo al paso que corrige la desen-
frenada osadía de algunos ociosos, hace ver á las señoras en sus
respectivos estados la manera de comportarse con tales sugetos,
infundiendo un verdadero desprecio de tan insulsos como chocan-
tes razonamientos. Asentado esto, es menester igualmente confe-
sar, que hay cierto pudor afectado que no tiene su trono en las me-
xillas, y que se muestra ridículamente en arrugas de frente yen
ciertos sobrecejos, que más bien provocan que contienen las liber-
tades de los jóvenes. Sin embargo que reprobamos francamente,
baxo cualquier aspecto el procedimiento de los hombres, vemos con
dolor que algunas damas se entregan gustosamente á semejantes
conversaciones, compitiendo en equívocos y sales picantes, y nos
atrevemos á decir que peores enemigos tiene el pudor en esta cla-
se de damas que en los jóvenes ociosos; á lo ménos poco se queda-
rán á deber. El hombre casi involuntariamente cede cuando sin dis-
fraz se le repugna su accion, mucho más si trata de complacer;
mas una mujer se explica con otra y respecto de otra, con un des-
embarazo y con cierto ayre decisivo, que causa unas impresiones
que tal vez no lograría un hombre, como que la muger sobresale en
los asuntos familiares.


En esta virtud, señora, el mal dcbe corregirse donde se halle, J
esperamos que V. hará justicia á los verdaderos sentimientos de


Los editores .




SEÑORES EDITORES.


Muy señores mios: acabo de llegar á esta ciudad desde Lanzarote,
donde soy nacido y criado, y oyendo todo el dia á las mujeres de
mi casa (que no son de las que ménos valen) hablar de este papel,
quedé instruido y prendado de tan loable como interesante ocupa-




706 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


cion, que hace distinguir á un pueblo de otro, y á sus damas de las
demás muge res por prendas tan singulares.


Al tercer dia de mi llegada se presentó á mi puerta una vieja, pi-
diéndome la socorriese con una limosna para su sustento: yo como
curioso y recien llegado le pregunté, que si en un país tan ilustrado
no habia un establecimiento para el caso en que ella se hallaba de
recogerse, curarse y vivir con tal cual comodidad. Sí señor, me res-
pondió esta infeliz: hay un hospital de pobres enfermas de mi sexo,
yen otro tiempo se miraban con tanta caridad y esmero, que como
ahora no hay señorita, que por entrar en la moda no se pele, en-
tánces no quedaba una principalita que no fuese á asistir á las po-
bres de Paula. Eso seria, repuse yo con viveza, á los principios de
publicarse el (forreo de las damas; y que con el tiempo y edad de
este papel habrá decaido el fervor: sus autores debian darles un
recorderis, como se dice en mi tierra.


Señor, me interrumpió, yo no entiendo lo que V. me dice: lo
que sé es que habiéndose aumentado el número por precision de los
ingenios y cafetales, no se reproducen aquellos efectos; muy al
contrario, las señoras nuevas han salido más delicadas y desdeño-
sas. Ya entiendo, pero ¿qué quiere V. decirme con eso de los cafe-
tales y señoras nuevas con la asistencia de las enfermas?


Señor, continuó la pobre, no hace tantos años que ninguna de las
señoras queria ser ménos que otra, y que á competencia se esme-
raban en servir á estas infelices por imitar á cierta alma piadosa;
pero ya todas quiercn ser iguales, teniendo á ménos seguir este
exemplo. Ola, ola, basta. ¿Conque no se debió ese beneficio ni á los
caudales, ni al señorío, ni al Oorreo de las damas, sino á la moda de
imitar é igualarse? Señor, yo no sé que correo es ese: tal vez no
será cosa de mi tiempo, y si tan nueva como las peladas, y las an-
tiguas y modernas señoritas, que no atienden á sus infelices her-
manas. Dice V. bien, madre, y será tan nuevo ese papel que no
deberé imputarle el descuido de no haber exhortado á sus lectoras
con sus discursos y lecciones á tan grande como necesarió exem-
plo. Tome V.: vaya, que estoy impaciente por saludar á los seño-
res sus autores, y referirles este cuentecito para que tengan muy
presente que la caridad es una de las mayores virtudes que deben
recomendar, y que deben exercer y poseer las damas.


Por resultado, señores editores, sírvanse Vds. admitirlo con be-
nevolencia, é insertarlo para que llege á noticia de todas, tal como
ha sucedido, contándome entre sus afectos como el más atento
servidor, Q. S. M. B., M. P.
Deflnicion de la mugel' en partiC'l'- Deflnicion de la muger en comun


lar buena. mala.
Muger, medio para el cielo.


Muger, móvil de virtud.
Muger, causa de salud.
Muger, del hombre consuelo.


Muger, ángel en el suelo.
Muger, pensil que divierte.
Muger, amor que convierte.
Muger, bondad que convida.
Muger, gloria de la vida.
Muger, descanso en la muerte.


Muger, motivo de muerte.
Muger, medio del pecado.
Muger, mal en lo vedado.
Muger, mentira más fUerte.


M uger, mónstruo que pervierte.
Muger, vívora flngida.
Muger, ponsoña florida.
Muger, basilisco ayrado.
Muger, demonio encarnado.
Muger, infierno en la vida.




NOTAS.-CAPÍTULO ur 707


2'5) La vacuna, «este pus maravilloso,» dice Valdés, «se intro-
dujo en la Habana ellO de febrero de 1801, habiéndolo conducido
de la Aguadil1a de Puerto-Rico doña María nl1stamante, en un ni-
ño, su hijo, y dos criadas mulatas q ne traia vacunadas. El doctor
D. Tomás Romay, á quien tanto debió la isla la propagacioIl y exis-
tencia de tal pre,;ervativo, recono~ió los granos del niño y criados,
y hallándolos legítimos y en su silzon, comunicó inmediatamente
la vacuna á sus niüos y otras personas de distintas criarles, veri-
ficándose en algunos la erupcion, que fué bastante para que la
junta económica del consulado adjudicase, á la dicha Dona María,
el premio de trescientos pesos que habia ofrecido á la persona que
introdujese la vacuna.»


.(26) Véase la nota 27 del capítulo IV, correspondiente á la pá-
gllla 242.


(21) Proyecto presentado al marqués de Someruelos en 1808, pa-
ra establecer en la isla de Ouba un gobierno provisional, escrito por
el europeo mariscal de campo D. Agustin de Ibarra, y firmado por 46
peninsulares y 27 eri0110s (1).


«Muy ilustre Ayuntamiento:
Los vecinos hacendados, comerciantes y personas notables de


esta ciudad. que abajo firmamos, reconociendo en V. S. M. 1. una
legítima, ó la má,3 legal represenlacion de este público, decirnos:
que en vista de las actuales circllustancias en que se lialla la ma-
dre pátria; del cautiverio de nuestro amado Re.' y Sr. D. Fernan-
do VII .y de toda la real familia; de hallarse por esta causa suspen-
didas las relacioncs que nos ligan á su soberana autoridad, y los
recursos á la misma que exige el órden del gobierno y economía
general; deseando no carecer de aquel apoyo ni vernos privados de
estos consuelos, quisiéramos que en el modo de suplir la misma
suprema, venerada y necesaria potestad, durante la funesta épo-
ca prfscuü', fliesc esta ciudad un ejemplo de prudencia y sabidu-
ría, tan confo!'me al espíritu de nuestras leyes, como á nuestros
intereses, que consisten principalmente en mantener lü union y la
paz interior, á cuyo efecto hemos creiflo no deberse diferir el esta-
blecimiento de nua Junta superior de gobierno, que, revestida de
igual autoridad á la,; demás de la Península de España, cuide y
provea todo lo conducente á nuestra existencia política y civil, ba-
jo del SlUiYC dominio de nuestro adorado monarca, á quien debe
representar.


y pensarnos fiue el modo más adecuado al logro de tan altos y
saludables fines en nuestras particulares circunstancias, es que
V. S, :NI. 1. proponga, y el señor capitan general, usando de las or-
dinarias y extraordinarias facultadr,s qnc le conceden las leyes,
resuelva á la mayor J;lrevedad, .l?s términos en que deba organizar-
se esta Junta supenor, pareclCndonos que en ella deben reunir-
se las principales antorifladcs establecidas y un número de veci-


(1) A LOS VECl~OS I'ACÍFICOS DE LA HABA:>oIA, folleto de 8 páginas.
escrito por .Jos6 de Arango, y publicado en 1821, Habana, imprenta
fraternal de los Di,,:!' de Cnstro, impresores del Oonsulado nacional.
plazuela de San Juan clr Dio;.;, '


47




708 LAS lNSURRECCIONES EN CUBA


nos respetables, proporcionado á las atenciones de la misma junta.
Esperamos que esta respetuosa manifestacion de nuestra opinion


y deseos, hnllará favorable acogida en el patriotismo de V. S. M. 1.,
que salJrá hacer de todo el uso más conveniente á la causa públi-
ca,-Habana 17 de julio de lS0S.-Siguen 73 firmas.)}


A D. Francisco Arango se le atribuyó entónces, y áun despues,
ser el iniciador de la idea de la Junta, y el que influyó con más em-
peño cerca del ayuntamiento de la Habana y de los principales, pa-
ra que así se exigiese del marqués de Someruelos.


\28) A la circular de Someruelos dió el virey de la Nueva España,
Iturrigaray, la siguiente respuesta publicada en la AlJRORA ESTRA-
ORDINARIA de la Babana del sábado 29 de octubre de 1808.


«Consecuente á lo que ofrecimos en la Al:RORA, núm. 515, de que
iriamos publicando en este papel las respuestas que se fuesen reci-
biendo de los señores jefes, á los a visos que se les dieron por este go-
bierno, sobre las ocurrencias (~e España, lo hacemos con el siguien-
te oficio del Excmo. Sr. D. José de Iturrigaray, que en la nota de
duplicado acaba de remitir por la goleta Ana el señor presidente
gobernador y capitan general, sin que obste para ello lo acaecido
últimamente en México con el mismo Excmo. señor, pues seria fal-
tar á la buena fé, el omitir esta respuesta sólo por haber variado las
circunstancias:


«Aunque nunca podia dudar de la conducta que en las actua-
)les circunstancias seguirian los jefes y los habitantes de esa isla,
»y V. S. mismo como me dice en su carta de 21 de Julio último, al
)acompañarme los impresos que incluye; me ha servido de la maJor
)complacencia ver en ellas la uniformidad de nuestras intenciones
»y deliberaciones, y el espíritu de lealtad que nos anima á la defen-
»sa de estos dominios, para conservarlos á su augusto dueño el Rey
)nuestro Sr. D. Fernando VII y á su real estirpe. Hecha tambicn
:tll.quí la solemne proclamacion de S. M. y tomando las providencias
»connucentes á tan importantes fines, segun se acredita en los rc-
»riódicos y proclamas adjuntas (estos periódicos y proclamas son
»las gacetas de México desde 29 de Julio hasta Z1 de Agosto, ambos
:tinclusives y el periódico de la misma capital del 10 de Agosto) las
Hemito á V. E, para su noticia y efectos convenientes, firmemente
»persuadido de que Dios ha ele proteger nuestra causa y felicitar
:tunas empresas que no Jlev~n otra mira que la de la defensa de la
Heligion, del rey y de la pátria.-Dios guarde á V. S. muchos años.
)-México 25 de Agosto de 1808.-José de Iturrigaray.-Señor mar-
)qués de Someruelos.-Duplicado.»


(29) Doña Carlota Joaquina de Baróon, infanta de España, prince-
sa de Portugal y del Brasi1.-Hago saber á los leales y fieles vasa-
llos del R. C. de las Españas é Indias, á los jefes y tribunales, á
los cauildos seculares y eclesiásticos, y á las demás personas en
cuya fidelid~d se halla depositada toda la autoridad y administra-
cion de la monarquía, y confiados los derechos de mi real casa y
familia: como el emperador de los franceses, despues de haber des-
tituido á España de hombres y de caudales, que baxo el pretesto
de una falsa y capciosa alianza, le exigia de continuo, para susten-
tar las guerras quc promovia su ilimitada ambicion y egoismo, quie-
re por último realizar ei sistema de Iv. monnrqnía universal.-Este
proyecto, grande únicamente por las grandes atrocidades, robos y




NOTAS.-CAPÍTULO III 709


asesinatos que deben precederle, le ha sugerido la idea de asegu-
rar primeramente en sí, y en su familia el trono, que la sanguina-
ria revolucion usurpó á la primera línea de mi real familia, y depo-
sitó en poder de este hombre hasta entónces desconocido. Para eso
pretende exterminar y acabar mi real casa y familia, considerando
que en ella residen los legítimos derechos que tiene usurpados, y
ambiciona justificar su poder.-Intentó primeramente por medio de
la más falsa política apoderarse de nuestra persona, y de las de
nuestros muy caros esposo é hijos, buxo el especioso y seductivo
principio de proteccion contra la nacion británica, de quien hemos
recibido las mayores pruebas de amistad yalianza; pero frustrados
sus designios con nuestra retirada á este continente, mitigó su ira
y sed insaciable con el general saqueo que mandó practicar por
Junot en todo el reyno de Portugal, sin respetar cosa alguna, lle-
gando al caso de manchar sus manos en los vasos del santuario.


Suscitada poco despues una sublevacion ó tumulto popular en la
córte de Madrid contra mi augusto padre y señor el rey D. Carlos IV,
para obligarle á abdicar ó renunciar el trono á favor de mi hermano
el príncipe de Asturias, quiso luego intervenir en estas agitaciones
domésticas, para lograr el fin abominable de convidarlos á pasnr
al territorio de su imperio, pretextando la mayor seguridad de sus
personns, siendo su único objeto tenerlas en aptitud de poder con
ellas realizar el inicuo plan de sus proyectos -Lleva y arrastra á
mi augusto padre con todos los demás individuos de mi real fami-
lia á Bayuna de Francia, y allí los violenta y obliga á firmar un auto
de abdicacion ó renuncia, por sí mismo nulo, baxo los especiosos y
fantásticos motivos de conservar la integridad de la España, que
sólo él quiere violar, y de conservar la religion católica, que sólo él
ultraja y detesta: acto por el cual todos los derechos de mi real
familia á la corona de España é imperio de Indias quedarian cedi-
dos á favor de este jefe ambicioso, si en tiempo no reclamásemos de
la violencia injusta é inicua, concebida y executada contra el dere-
cho natural y positivo, contra el derecho divino y humano, contra el
general de gentes, y desconocido por las naciones más bárbaras.


Estando en esta suerte mis muy amados padres y hermanos, y de-
más individuos de mi real familia de Españn, privados de su na-
tural ltbertnd, sin poder exerccr su autoridad, ni menos atender á
la defensa y con"ervacion de sus derechos, á la direccion y gobierno
de sus fieles y amados vasallos, y considerando por otra parte la
perniciosa influencia que puede tener semejante acto en los ánimos
malos y dispuestos á propagnr el cisma y anarquía, tan perjudicia-
les á la sociedad y á los miembros que la componen: por tanto,
considerándome suficiente autorizada y obligada á exercer las veces
de mi augusto padre y real familia de España existentes en Europa,
como la más próxima representante suya en este continente de
Américn para con sus fieles y amados vasallos, me ha parecido
conveniente y oportuno dirigiros este mi manifiesto, por el que de-
claro por nula la abdicacionó renuncia que mi señor padre el rey
D. Cárlos IV y demás individuos de mi real familia de España tie-
nen hecha á favor del emperador ó .iefe de los franceses, á cuya de-
claracion deben adherirse todos los fieles y leales vasallos de mi au-
gusto padre, en cuanto no se hallen libres é independientes los
representantes de mi real familia, que tienen mejor derecho que yo
de exercerlo, pues que no me considero más que una depositaria J




710 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


defensora de estos derechos, que quiero conservar ilesos é inmunes
de la perversidad de los franceses, para restituirles al legal repre-
sentante de la misma augusta familia, que exista ó pueda existir
independiente en la época de la paz general: igualmente os ruego y
encargo encarecidamente, que prosigais como hasta aquí en la rec-
ta administracion de justicia, con arreglo á las leyes, las que cui-
dareis y celareis se mantengan ilesas y en su vigor y observancia,
cuidundo muy purticularmente de la tranquilidad pública y defen-
sa de estos dominios, hasta que mi muy amudo primo el infante don
Pedro Cárlos ú otra persona llegue entre vosotros, autorizado in-
terinamente para arreglar los asuntos del gobierno de esos domi-
nios, durante la desgraciada situacion de mis muy amados padres,
hermanos y tia, sin que mis nuevas providencias alteren en lo más
mínimo lo dispuesto y previsto por mis augustos antecesores. Esta
deelaracion que va por mí signada y refrendada por quien sirve de
mi secretario, os la remito para que la guardeis, cumplais, y ha-
gais guardar y cumplir á todos los súbditos de vuestra juriscliccion,
circulándola del modo y forma que hasta aquí se han circulado las
órdenes de mi augusto padre, á fin de que conste á todos, no solo
cuáles son mis derechos, sino tambien la firme resolucion en que
me hallo de mantenerlos inviolables, certificando igualmente que
como depositaria, no es, ni será jamás mi real intencion alterar las
leyes funoamentales de España, ni violar privilegios, honras y
exenciones del clero, nobleza y pueblos de la misma mOllarquía, que
todos y todas reconozco aquÍ}' delante del Ser Supremo que bende-
cirá esta solemne y tan justa como fundada protcsta.-Dado enel
palacio de nuestra real habitacion del rio de Janeiro, debaxo de
nuestro real sello á los 19 de agosto de 1808.-La princesa Doña
Carlota Joaquina de Borbon.-Carlota Joaquina.-D. Fernando Jo-
sé de Portugal.


(30) Respuesta. Serenísima señora: Por el bergantín de guer-
ra inglés, nombr:ldo Sapho, procedente de Veracruz, recibió este
ayuntamiento el veintiseis del pasado la carta respetable de vues-
tra alteza real con las proclamas que la acompañan, fechas en Rio
Janeiro á diez y nueve de agosto último.


Despues de haber leido aquellos documentos, y conferenciado dc-
tenidamente sobre su contenido, acordó este avuntamiento contes-
tar á V. A. R., como lo executa, que toda la" monarquía española
ha estimado libre, espontánea y legítima la renuncia que hizo
el 19 de marzo del año próximo pasado el augusto padre de vuestra
alteza real el Sr. D. Carlos IV en favor de su hijo el Sr. D. Fernan-
do VII: q ne el tumulto quc le precedió, no fué contra la sagrada
persona del Rcy, sino contra el ingrato favorito, segun está califica-
do por el mismo tenor de la renuncia, y la misma séric de los he-
chos: que igualmente ha estimado nulas y violentas las que pres-
taron en Bayona el mismo Rey Fernando, sus padres, hermano y tia
por eoaecion en país enemigo, contra las leyes fundamentales de la
sucesion del reyno; circunstancias todas que anulan el acto.


Guiados de estos principios hemos jurado y reconocido con toda
la España, é Indias de su dependencia, por nuestro Rey y señor na-
tural al Sr. ~.Fernando VIl, con el aparato y solemuidad que di s-
lJonen las mIsmas leyes, usos y costumbres, sostener su persona y
derecho"! con nuestras vidas y haciendas, contra cualquier otra au-




~OTAS.-CAPÍTULO III 711


toridad; lo mismo que á la dinastía de la ilustre casa de Borbon, con-
forme al órden establecido por la men~ionada lcgislacion española.


La violencia con que arrebató á nuestro amado monarca el im-
pío emperadr)r de los franceses, dexó un vacío, quc procuró de pron-
to remcdiarse por juntas particulares en los reynos, y despues por
una comun y central, que interinamente exerce la autoridad supre-
ma á nombre del augusto hermano de V. A. R., legítimo rey jura-
do de España é Indias.


Este exercieio interino de la suprema potestad en nada perjudica
los derechos imprescriptibles de V. A. R.; al contrario, los afianza
mas por la representaeion que lleva del augusto hermano mayor
deV. A. R.


Nada, pues, podemos Rlterar de lo establecido tan justamente,
sin ntentnr á los mrís sagmdos derechos de la legislacion funda-
mental, y de lo ncordado en la metrópoli para el gobierno de toda
la nRcion española, de que es una parte constitutiva estR isla de
Cuba, y su capital la Habana.


H,atificfLmos á V. A. l:L todos los homenajes, que inspira á esta
ciudad la sumhüon y fidelidad, con que ha Jurado y reconocido, y
con que reconocerá siempre por su rey y señor al Sr. D. Fernan-
do VII, y en los tiempos y casos prevenidos por nuestras leyes á
toda la dinastía de la casa de V. A. R., cuya vida prospere el cielo
por muchos años, :: con larg'a descendencia, para que nunea falten
herederos de los derechos de V. A. R.


Así lo descn sineeramente este ayuntamiento congregado en su
Sala. capitular de la Habana. }fayo 'de 1809.-Serenísima señora.-
A LL. HR. PP. de V. A. R., ete.


(31) Decia EL AVISO DE LA HABANA del mártes 17 de octubre
de 1809, que D. Ramon Power, teniente de navío, regidorperpétuo,
vice-presidente del ayuntamiento de San Juan de Puerto-Rico y vo-
cal de la junta central gubernativa de las rein')s de España é In-
dias. dirigió una proclama á los emigrados naturales de Santo Do-
mingo y á los puerto-riqueños con fecha 18 de agosto de 1809, en la
cual, despues de llamarlos á todos beneméritos de la pátria, les ma-
nifestaba su gratitud y el reconocimiento del eomand:mte general
de Santo Domingo, D. Juan Sanchez Ramirez, dignísimo patriota
español, por la cooperacion que prestaron para arrancar aquella isla
del férreo yugo de los franceses, á quienes fué cedida por el impolí-
tico tratado de Basiléa. Al hacer Power la historia de los emigran-
tes dominicanos, elogiaba su abnegacion por haber abandonado el
suelo que les vió naeer, ántes que sucumbir á la dominacion ex-
trp.njera, y ensalzaba aquellos que no habiendo podido emigrar por
causas agenas á su voluntad, aunque agobiados durante tantos
años, y viendo profanada su relígion, degollados sus ministros y ul-
trajado á Dios, conservaron puros los sentimientos españoles, y di-
rigieron sus constantes esfuerzos para reintegrar á la pátria la
predilecta Bspañola del inmortal Colon; de aquellos que sin reparar
en peligros fueron agentes y autores de la revolucion que arrancó
á Santo Domingo del dominio de ambiciosos extranjeros, volvién-
dola al seno de la nacionalidad española en América, bajo la sobe-
ranía de Fernando VII, despues de la gloriosa accion de Palo-hin-
cado, donde quedaron vencidas las águilas francesas y obligado á
suicidarse su general Ferrand. •




712 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


«Marina real,» decia Power en aquel documento, «real cuerpo de
artillería, regimiento veterano de milicias de Puerto-Rico, volunta-
rios de todas clases, cualquiera que sea el modo con que habeis
cooperado al logro de tan brillante empresa, ya Santo Domingo está.
unido al imperio español y en sus fortalezas tremola el invicto pa-
bellon del rey; ya sus naturales gozan de una sábia legislacion; ya
en sus templos no se verá más ultrajado nuestro Dios, escarneci-
do y profanado por una nacion imp':a; ya en fin sois felices.»


y terminaba dando las gracias á todas las personas que contri-
buyeron á tan patriótica empresa y se hicieron acreedoras al cariño
y altísima estimacion dcl Sr. D. Juan Sanchez Ramirez, en cuyo
nombre rogaba á todos que se le dirigieran directamente, haciendo
mencion de sus particulares servicios y ofertas, para hacerlo pre-
sente al rey y para que sus nombres aparecieran inscritos en el au-
gusto libro de los beneméritos de la pátria.


En otro A VISO DE LA HABANA, el correspondiente al jueves 19 de
octubre, se referia acerca del mismo Power, que habia acordado
como diputado vocal por la isla de Puerto-Rico para la suprema
junta gubernativa de los reinos de España é Indias, cumplimentar
como visita de despedida, al ilustrísimo y venerable cabildo de
aquella santa iglesia, teniendo efecto la ceremonia en la propia ca-
tedral el16 de agosto de 1809. Consta del acta extendida con tal
motivo, que el obispo Dr. D. Juan Alejo de Arizmendi, recibió al
frente del cabildo á las diez de la mañana de aquel dia al excelen-
tísimo Sr. D. Ramon Power, quien ante una brillante concurrencia
manifestó los deseos que como vocal de la suprema le animaban, y
sus propósitos de desempeñar la comision que se le había enco-
mendado en bien y por la felicidad de su patria.-Su Illma. el obispo
contestó, «que así lo esperaban el pueblo y la isla entera de su buen
»hijo, cuyo espíritu católico, lleno de patriotismo y caridad recono-
»cia y para <J.ue supiese conservarlo en la memoria lo mismo que
»sus obligaCIOnes respecto de la tierra que le vió nacer, le entrega-
» ba su anillo episcopal esverando que le afirmaria en la resolucion
»de proteger y sostener los justos derechos de sus compatriotas,
»como S. 111ma. la tenia de morir entre sns ovejas.»-Power ratifi-
có sus promesas y comprometimientos del amor á su patria y sus
naturaleS.-«Entonces el prelado y cabildo queriendo dar una mues-
tra de honor á la junta suprema identificándose con ella, nombró al
marino Power canónigo de aquella catedral, de cuyo cargo se pose-
sionó en seguida, consignándose el suceso en el acta firmnda por los
presentes. (1)


(32) En aquel tiempo se calculaba en la isla de Cuba una produc-
cion anual de 250.000 cajas de azúcar, 10.000 bocoy es de miloy 80.000
quintales de café, segun Valdés, historia citada, tomo 1, pág. 258.


(1) En la sesion del 14 de junio de 1813, celebrada por las Córtes
de Cádiz, se lee una moeion del diputado mejicano Ramos Arispe,
albacea del difunto diputado de Puerto-Rico D. Ramon Power, pi-
diendo que para que el funeral de este fuese con la mayor decencia
posible, se hiciesen los honores de capitan de fragata de la armada;
á pesar de existir en Cádiz el poder supremo de las Córtes, á la cual
accedieron estas.




NOTAS.-CAPÍTULO III 713


Tom.1. Núm. 184.


GAZETA DIARIA.
Habana: Miércoles 17 de Junio de 1812.


Contestacion del Patriota américano á la observacion del Frayle
inserta en el número 24 de dicho periódico.


Reverendísimo padre:
Creiamos que nuestro silencio, harto significativo, habria dado á


conocer á S. P. el juicio que tenemos formado de su carácter, como
religioso, y el aprecio que hacemos de su periódico; de esa obra.
inimitable en que desviandose enteramente del punto de la qües-
tion que propusimos, no ha hecho S. P. otra cosa para refutar nues-
tro discurso que insertar un farrago indigesto de estractos de la
(r'apsodia) historia del Jacobinismo del abate Barruel (tan despre-
ciable en su empeño de sostener y ponderar la grandeza y útilidad
de las instituciones religiosas, como la secta misma de 103 ilumina-
dos 'iue critíca) y valerse de rodeos miserables y de quantas peque-
nescs despreciables puede emplear quien como S. P. ó no quiere 6
no puede defender su causa. Estabarnos resueltos á no romper
nuestro silencio, á lo menos mientras no variase S. P. el mitodo de
su pretendida refutacion, y á dexarle satisfacer su loquacidad, aun
despues de haber visto la arrogancia con que pretende S. P. en el
número 22 haber causado la muerte al patriota; presuncion dema·
siado conocida y despreciada de los sensatos, para intentar noso-
tros humillarla: pero no hemos podido contenernos al leer el último
número de su inimitable periódico en que, por via de o[;servacion,
toca una materia que por prudencia y delicadeza no quisimos tra-
taren alguno de los números de nuestra obra; bien que resueltos
siempre á hacerlo si se nos presentaba una oportunidad.


Nos causó admiracion ciertamente, al ver en el citado número
el arrojo con que atribuye S. P. la eonmocion del 21 v 22 de marzo
de 1809 á este fidelísimo vecindario, haciendole nn agravio tanto
mas grande é injusto, quanto que dicha conmocion fué suscitada
por quatro miserables de lo mas ínfimo de la canalla, y sostenida
despues por entes de esta clase, con el único objeto de robar y
cometer las mayores atrocidades. Si no fuera este un hecho pú-
blico, si no flleran bien notorios los robos cometidD.3 en aquel dia
yen el subsecuente por una canalla atolondrada, ven cierto modo
autorizada por la irresolucion de nuestro gobierno, ·podriam)S traer
testimonios de ello, y extendernos haciendo ahora una pintura exac-
ta de aquel acontecimiento que los hombres sensatos y amigos del
honor y decoro nacional no pueden recordar sin avergonzarse. Pero
por fortuna todo este vecindario respetable fué testigo de él y pue-
de en esta ocasion formar un acertado jl,licio de la imuarcialidad,
buena fé y veracidad de S. P. al verle sostener un hecho tan con-
trario á la verdad notoria y tan denigrativo al carácter noble y ge-
nerosos sentimientos de los habaneros. .




714 LAS INSURRECCtONES EN CUBA


No contento S. P. con hacer esa injuria, pretende tambien usur~
parle la gloria de haber aquietado el tumulto, insinuando haber
sido S. P. y otro los angeles de !Jl~ardia de S. E.; como si ignorasc-
mos que la noche, mas que otra cosa, fue la que aplacó el espíritu
de desórdcn y de robo que reimlba y qlle al dia siguiente comenzó
con mas furia. Tal aserto de parte de H. P. sirve de testimonio de la
suma humildad, de la seráfica humildad, y modestia tan 'Propias de
la dda casi an!Jelica de que hace profesion :S.P. al mismo tiempo
que nos recuerrla aquel acontecimiento; ru borizandonos el partido
que tomó el gobierno anteponiendo los medios de la supersticion y
la ignorancia para reducir á su deber á unos miserables tumultua-
rios, á los que eran mas compatibles al decoro de la autoridad. No
nos causa admiracion, porque sabemos que era consiguiente en un
gobierno que poco penetrado de sus deberes en semejantes casos;
ignorando los resortes que se deben mover para contener la mul-
titud, porque no conocia el corazon humano; debil é irresuelto en
una emergencia semejante, habia precisamente de abandonarse al
que primero le abriera un camino 1Jara salir de ella, sin reflexionar
si comprometia ó no el decoro de la sliperioridnd.


Sucedió así aquel dia, en que todos miramos con indignacion y
verguenza la irresolucion del gobierno. aterrorizado sin duda por per-
sonas tan cobardes en semejantes casos, como valientes en la tran-
quilidad: dia en que la autoridad hecha el juguete de la miserable
canalla, prostituyó su decoro y su firmeza. Pero ¡que podia esperar-
se en scmcjr.nte caso de los cOIlsejos y avisos eJe los afeminados
parásitos que regularmente rodean esos puestos}' disfrazan á los
gefes la verdad! Que aparentasen á nuestro ecxmo. ex-gobernador
un tumulto decidido, que le hicieran ver una revolucion, un peli-
gro inminente, una desgracia en aquel dia no es extraño, quando
ahora y á la faz de.todo este público que vió el origen despreciable
de aquella conmOCIOn, sus progresos y su fin, pretende S. P. hacer-
lo para atribuirse el mérito de haberla contenido. Así se vió que
arrastrado el gobierno por el maquinal impulso que le dieron, se
valió de les frayles para aplacar una fermentaeion que habria cesa-
do ni menor esfuerzo de la autoridad.


Vergonzoso, por cierto fué este paso, y tanto mas vergonzoso
quanto que despues logró el fin que se proponia, por los medios que
debia haher eml)leado á los principios. Siguió la conmocion y el pi-
llage el dia siguiente, y entonces fué quando nuestro gefe aconseja-
do por el general Montalvo, :segun dicen) restableció la calma con
las bayonetas. Entonces fué quando el vecindario que empezaba ya
á alarmarse descansó seguro.


Si hubiera sido este el medio empleado en los principios, si el gefe
penetrado de su obligacion y caractcr en semejante caso hubiera
dado las ordenes que dio al dia siguiente en que los benemeritos
voluntarios restablecieron la tranquilidad: ¿se habria necesitado de
los frayles para exercer su influencia? ¿Se habria necesitado de las
armas de la supersticion que obran con meno~ fuerza que el temor
en la muchedumbre?


Lo repetimos; fue un paso vergonzoso: porque el gefe que está
encargado de la seguridad. pública tiene para protegerla, no cruci-
fixos, ni frayles, sino bayonetas. Estas son las que debe emplear
contra sus perturbadores, y no otras que exponen el decoro y res-
pecto de la autoridad tan necesarios en estos casos. Debe entonces




NOTAS.-CAPÍTULO III 715


aparecer la justicia en su mas terrible aspecto y hacer un escar-
miento.


Así lo vemos en aquellos gobiernos bien cimentados donde sin
haber frayles hay seguridad y tranquilidad pública, y donde en
acontecimientos de esta naturaleza muestra el gobierno toda su
energia y sus recursos. Preguntese si en Inglaterra ó en los Esta-
dos-Unidos, donde no hay frayles, se valen de otros resortes para
aplacar semejantes movimientos, y si aun entre nosotros mismos
que estamos rodeados por donde quiera de registros de la preocu-
pacion y el fanatismo, se han usado otros cuando un gefe político
y filósofo se ha hallado en tales ocurrencias.


Pero estaba reservado á la Habana el presenciar esta debilidad y
esta prueba convincente de lo que pueden las preocupaciones enve-
jecidas. Nosotros vimos la burla que hizo la turba de los magistra-
dos y de su credulidad; y q uan poco inclinada estaba á acceder á
los dictados mismos de su fanatismo, quando su interés estaba de
por medio. Robó, destrozó quanto halló en su camino, y despues de
haber asegurado sus latrocinios, se arrodillaba, besaba las image-
nes, cedia y engañaba á aquellos mismos que creinn engañarla.
Todo lo prescnciamos y entretanto como los demas ciudadanos,
veiamos con no poca indignacion este desórden: ¿pero que po-
dia influir nuestro zelo y ardor quando la autoridad en lugar de
mostrarse con el aparato que la compete se valin de fTayles y ser-
mones por las calles,


¿Pero ti que extendernos mas sobre un nsunto tan vergonzoso y
consignado ya al olvido? Solo provocados habriamos expuesto estas
ideas, mas pnra volver por el honor de este vecindario á quien atri-
buye S. P. nquella conmocion criminal y á todas luces desprecia-
ble, que por acriminar á nuestro antiguo gefe. Sabemos quan difi-
cil y espinoso es obrar en las conmociones y tumultos populares,
en que las pasioucs todas desenfrenadas ni conocen límites ni opo-
sicion. Ni se nos oculta que en una violenta crísis en que son inú-
tiles los medios que prescribe una política ilustrada con el conoci-
miento del corazon humano, la religion en su noble v sencilla forma
debe empIcarse como el único recurso que queda ya para contener
el impetu furioso de esas pasioues. Pero en una miserable turbu-
lencia producida por quatro miserables, ansiosos del robo, es tan
excusado como vergonzoso.


Si la prensa hubiera estado libre en aquella época, habriamos
hecho una pintura de este acontecimiento para fixnr la opinion de
los extrangero,> que lo han considerado baxo un aspecto bien di-
ferente al que tuvo. Sin embargo ahora nos valemos de esta oportu-
nidad para hacer presente á todo el mundo, que los ciudadanos no
tuvieron la menor parte en él; y que los robos y desórdenes de aque-
llos dias fueron perpetrados por lo maS despreciable de la canalla
baxo el augusto nombre de nuestro amado rey v á la sombra de
patriotismo. Esta es la verdad que en vano procurará S. P. desmen-
tir, y estará siempre pronto á sostener.


El Patriota Américano.


OFICINA DE D. JUAN DE PABLO.




716 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


(34) En 16 de agosto de 1809 publicó Someruelos en EL AVISO
DE LA HABANA las proclamas relativas á los emigrados franceses.-
Véase nota 36 de este capítulo.


(35) EL A VISO DE LA HABANA, papel pel'iódico literario económico
del martes 1.0 de agosto de 1809.


(36) Véase la nota 19 y el siguiente
TOllL 1 •


NUM. 134 .


EL AVISO DE Ll\. HABANA.
f PAPEL PERIODICO LITERARIO-ECONmnCO ~


del martes 15 de Agosto de 1809. ~ ~ ~
~: Sunt óona, sunt qUll!dam· mediocra, sunt mala plura, ~ QUIl! legis ltic; aliter nonfit, A"ite, libero ~ ~ ~~~~~~~~~~J-=-lIL~~~~~~~-1ILiU--~3I1-1IL~~-JJ'


La Asumpcion de Ntra. Sra. Oirc1tlar en S. AgllStin.
Jubileo en Sto . .lJomingo, Jj bendicíon papal en S. Agustin.


Sale el80l á las 5 h. Jj :35 m. Se pone á las 6 Jj 25 .


NOTICIAS DE CASCABEL.


Un oficial de la contaduría de propios y arbitrios que salió de Ma-
drid dice: que poco antes de su salida se anunció por los papeles pú-
blicos, que ya se hallaba tóda España en paz y tranquilidad, des-
pues de ~u'ya época nada han vuelto á publicar de las armas fran-
cesas, ni de las españolas; y que con motivo de haber algunos
anónimos introducido por el correo papeles al Sr. Belliard, gober-
nador de Madrid, manifestándole con el exemplo de las provincias,
que todo era falso, publicó un decreto anunciando al público, que
yá estaba libre la comunicacion de correos para tod:.s partes, lo
que ereido por algunos incautos, trataban de poner sus cartas en el
correo. Pero se contuviéroll al ver una guardia extraordinuia que
fundadamente se cree estaba destinada para pillar á los que á pie-
juntillos dan crédito á quanto nos publican sus embusteros pape-




NOTAS.-CAPÍTULO III 717


les. ¡Cosa dura es que los franceses no respeten siquiera el sagrado
sigilo de correos y correspondencias! El Sr. Belliard fué un dia de
carnestolendas al teatro de la Cruz en un virlocho muy decente, ti-
rado de excelentes mulas (por más señas que eran hurtadas, porque
esta canalla bendita y filantrópica ha entrado en España muy pene-
trada de la máxima que todos los bienes sean comunes, y nada sea
propio) y miéntras su Sría. se estaba divirtiendo, los pacíficos madri-
leños le quitáron el hipo al cochero, y le birláron el virlocho y las
mulas al Sr. gobernador, sin que hasta ahora se haya podido averi-
guar, qué rumbo tomáron estos bienes somoventes, adquiridos por
ellegrtimo derecho de rapio rapis, y perdidos por aquello de lo que
es del diaó 'o, el diablo se lo lleva. Los franceses no quieren creer que
hay bruxas en Madrid, La misma suerte han corrido 4 cañones de á
ocho y dos de á quatro, que tenian nuestros aliados y caros hermanos
en una casa de portazgo, media legua de Madrid, en el camino del
Escorial custodiados por una gran guardia francesa; pues esta es la
hora, en que no se sabe qué camino han llevado los cañones ni los
franceses, que los custodiaban: aunque segun presentes yantece-
dente.~ se cree que habrán baxado á los profundos abismos á pagar
el portazgo en la barca de Aqueronte.


Posteriormente fixó un decreto, para que todos los empleados en
Madrid hiciesen dimision de sus empleos en el término de 24 hOlas;
y verificado esto, fixáron otro, para que el que qui,;iese continuar
pretendiese de nuevo, v en efecto al que lo hizo se le concedió, Mas:
otro decreto en que se dispone y ordena nueva treta para robar, que
los canónigos de Toledo, que en el término perentorio de 8 dias, no
acudan á ocupar sus sillas, quedarán despojados de ellas, y sus
rentas se destinarán para gastos de campaña. Es cosa extraña que
los fr~nceses pa,ra robar las rentas d~ los ca~ónig~s, guarden algu-
na mascara y dIsfraz. El 8r. Marquma esta SufrIéndo los efectos
naturales de su conducta en el desprecio y vilipelldio de los france-
ses, quienes, como todo hombre semejante á ellos, tratan bien á los
traidores, miéntras perciben los frutos de su traicion, En dexando de
serIes necesarios corren la fortuna que merecen. El intruso rey sale
algunas veces á caballo (gran figura para unas sombras chinescas)
por las calles de Madrid, yen oyendo á algun peluquero ó amola-
dor que dice: viva el j'ey Pepe, se le cae la baba, y se hincJm y enva-
nece, dando unas risotadas como un fatuo ó un borracho. Hablamos
del1'fY,filósofo de Morla. Su merced fuÁ un día al hospital, y con
una caridad edificante entregó de limosna á los pobres un poco de
dinero que acababa de robar del fondo de cruzada .



Remito á V. S. de real árden, para su inteligencia y cumplimien-


to en la parte que le toca, el real decreto contra los sugetos que por
partidarios de los franceses Son tenidos v reputados por reos de
alta traicion; y como tales sujetos á las penas que expresa. Dios
guarde á V, S, muchos años. Real Alcázar de Sevilla 3 de junio de
1809=Cornel=Sr, Capitan General de la isla de Cuba.


REAL DECRETO.
«Quando la violencia y la alevosía usadas por el emperador de los


franceses con nuestro amado y cautivo soberano han causado el




718 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


mayor escándalo á la Europa: quando la nncion espnñola toda ente-
ra por un movimiento rápido y simultáneo levnntó el grito de indig-
nacion contra el tirl1no y se armó llena de furor para sostener Sus
legítimos derechos, los de su desgraciado rey, la libertad dc la pa-
tria y la integridad de la monarquía: quando las promesas capcio-
sas con que el usurpador trató de adormecer la lealtad de lo espa-
ñoles y enervar su valor y su constancia, se han convertido en pro-
fanaciones, rapiñas, devastaciones y ruinas: quando sus inhumanos
satélites tienen el bárbaro placer de ensangrentar sus manos ho-
micidas en víctimas inocentes é indefensas: quando la amistad,
la alianza y la hospitalidad con que, por el cspacio de tantos años
v tan á costa de nuestra propia felicidad é intereses, hcmos acredi-
tado á la Francia nuestro carácter noble y franco y nuestra gene-·
rosidad, no han bastado para contener, sino la ambician de un hom-
bre solo que se ha propuesto sobre cadáveres y ruinas erigir tronos
parn su familia, á lo ménos para mitigar el furor y crueldad de sus
soldados, que olvidados de los principios que su nacion proclamó
solemnemente á la faz del mundo, cooperan ahora á las usurpacio-
nes más inauditas; y quando tantas violencias, tantas atrocidades
excitan no sólo el horror de todos los buenos españoles, sino de te-
dos los hombres justos dc todos los paises, parecia que no podia
haber en el seno de una nacían tan noble y leal individuos tan per-
versos ó corrompidos, que separándose escandalosamente del voto
general de sus compatriotas, abrazasen decididamente el partido
del tirano, siendo los instrumentos viles de sus maquinaciones J
perfidias, y contribuyendo á la ruina y esclavitud á que ellos mis-
moS debcrian oponersc aun á costa de sus propias vldns. Sin em-
bargo la publicidad que han dado á sus acciones, aceptando los pri-
meros empleos alIado del rey intruso, escribiendo cartas seducti-
vas para hacer vacilar la fidelidad y patriotismo de várias personas
condecoradas, y haciendo todavía mucho más en daño de la patria
que podrian haber hecho los mismos franceses sin su auxilio y pér-
fidns sugestiones, ha probado á todo el reyno que tal ha sido yes
la conducta abominable de varios españoles, indignos de este nom-
bre, y á quienes debe perseguir por todas partes la opinion pública,
designánrlolos como ingratos á su legítimo soberano de quien mu-
chos de ellos mereeiéron una confianza ilimitada, como traidores á
la patria, y como acreedores á toda la severidad de las leyes. Movi-
do, pues, de estas justas causas y consideraciones el rey nuestro
Sr. D. Fcrunndo vn, yen su real nombre la .Junta suprema guber~
nntiva del reyno, decreta lo siguiente:


1. Seran confiscados todos los bienes, derechos y acciones per-
tenecientes á todas las personas de cualquiera estado, calidad ó
condieion que fueren, que hayan sido y sigan el partido frances, y
señaladamente los de D. Gonzalo O-Farrill, de D. Miguel José de
Azanza, del marqués Caballero; del conde de Campo de Alange, del
duque de Frias, del conde de Cabarrus, de D. José Mazarredo, de
D. Mariano Luis de Urquijo, del conde de Montarco, de D. Francisco
Xavier de Negrete, de los marqueses ne Casa-Oalvo, de Vendaya,
de Onsa-Palncios y de Montehermoso, de D. Manuel Romero, de D.
Pablo de Arribas, de D. José Marquina y Galindo, del marqués de
San Adrian, de D. Tomás de Morla, de D. Manuel Sixto E'lpinosa,
de D. Luis Marcelino Pereyra, de D. Juan Llorente, de D. Pedro de
Estala, de D. Francisco Gallardo Fernandez, del duque de Mahan,




NOTAS.-CAPÍTULO III 719


de D. Francisco Xnvier Duran, de D. Francisco Amorós, y de D.
José Navarro Sangran, cuyos sugetos, por notoriedad, son tenidos
y reputados por reos de alta traiciono


n. Qualquiera de ellos que sea aprehendido será entregado como
tal al tribunal de seguridad pública, para que sufra la pena que me-
recen sus delicos. •


TU. Este decreto se publicará para que llegue á noticia de todos,
y teniéndole entendido, dispondréis lo necesario á su cumplimien-
to. }f. El marqués de Astorga=Presidente=En el Real Alcúzar de
Sevilla 2 dc mayo de 1809=A D. Martin de Garay.({


(La fercera Rl. órden con el Rl. decreto se publicrJrá en el Aviso si-
g'Uiente.)


EL A VISO del 29 de Agosto insertaba esta


ORDEN SUPERIOR.


Con fecha del 10 del corril'nte mes de agosto ha puesto el Sr. pre-
sidente, goberuador y capitan general el decreto siguiente:


El e!3cribano de gobierno intimará á los comisarios de barrio, y
capitanes de los extramuros la omision que se nota en el desempe-
ño de los encargos que tienen á su cuidado prevenidos en los ban-
dos de buen gobIerno con perjuicio del público; y principalmente en
los artículos 82 y 83 del bando de buen gobierno de 1799 que por
muy mteresantes para la tranquilidad:pública se han repetido varias
veces en los papeles Periódicos, y ahora modernamente en el de 2 de
marzo último y de 8 del corriente mes de agosto. Se les repite aho-
rapara su exáeto cumplimiento, y con especial encargo de que á
todo frances que se encuentre sin licencia mia por escrito de fecha
posterior á la de 12 rte marzo último en que se publicó la proclama,
y establecifi"ron las juntas de vigilancia para la expulsion de los fran-
ceses que no tuvieren las circunstancias prevenidas en la misma,
se le ponga desde luego en la cárcel, y se me dé parte, para proce-
der contra él á lo que hubiere lugar; respecto á que el frances que
tuviere licencia mia por escrito posterior á la expresada fecha de 12
de marzo para permanecer en la isla, es en virtud de los favorables
informes dados á la junta de vigilancia, despues de la inspeccion
hecha de las circunstancias de cada sugeto, y cerciorada lajunta de
no ser perjudicial su permanencia en la isla. Y por lo tanto cada
frances, que no tenga este preciso requisito, es ó que no ha salido
de la isla como ha debido hacerlo en virtud de lo mandado, 6 que ha
vuelto á introducirse en ella, quebrantando el mismo procepto: en
cuyos dos casos debe arrestarse, :v averiguar el motivo de su estado
aquí parn imponerle la pena á que se hubiere hecho merecedor.
Esta disposicion gubernativa, se publicará en tres Avisos-Periódi-
cos consecutivos para que llegue á noticia de todos, y puedan los ze-
10sos vecinos avisar al respectivo comisario del barrio de las faltas
que sobre esto notaren; pues que el cumplimiento de lo mandado
resulta en beneficio general.




720 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


(37) EL A VISO DE LA HABANA, del jueves 31 de agosto de 1809.
Remito á V. S. de real órden para su gobierno, los adjuntos


ejemplares del real decreto expedido, á fin de que se restablezca la
representacion legal y conocida de la monarquía en sus antiguas
Córtcs, convocándose las primeras en todo el año próximo ó antes
si las circunstancias lo permitieren.-Dios guarde á V. S. muchos
años.-Real Alcazar de Sevilla, 3 de junio de 1809.-Cornel.-Se-
ñor capitan general de la isla de Cuba.


Real Decreto.
El pueblo español debe salir de esta sangrienta lucha con la cer-


teza de dexar á su posteridad una herencia de prosperidad y de
gloria digna de sus prodigiosos esfuerzos y de la sangre que vierte.
Nunca la Junta suprema ha perdido de vista este objeto que enme-
dio de la agitacion contínua, causada por los sucesos de la guerra,
ha sido siempre su principal deseo. Las ventajas del enemigo, debi-
das menos á su valor que á la superioridad de su número, llama-
ban exclusivamente la atencion del gobierno, pero al mismo tiempo
hacian más amarga v vehemente la refiexion de yue los desastres;
que la nacion padece; han nacido únicamente de hlLber caido en ol-
vido aquellas saludables institucioncs, quc en tiempos más felices,
hicieron la prosperidad y la fuerza del estado.


La ambician usurpadora de los unos, el abandono indolente de los
otros, las fueron re:!uciendo á la nada, y la Junta desde el momen-
to de su instalacion se contituyó solemnemente en la obligacion de
restablecerlas. Llegó ya el tiempo de aplicar la mano á esta grande
obra v de meditar las reformas que deben hacerse en nurstra ad-
ministracion, asegurándolas en las leyes fundamentales de la mo-
narquía que solas pueden consolidarlas; y oyendo para el acierto,
como ya se anunció al público, á los sábios que quieran exponerla
sus opiniones.


Queriendo, pues, el rey nuestro Sr. D. FernandCl VII, y en su
real nombre la Junta suprema gubernativa del reyno, que la nacion
española aparezca á los ojos del mundo con la dignidad debida á Sus
heróicos esfuerzos, resuelta á que los derechos y prerogativas de
los ciudadanos se vean libres de nuevos atentados, y á que las fuen-
tes de la felicidad pública, quitados los estorvos que hasta ahora
las han obstruido, corran libremente luego que cese la guerra y re-
paren quanto la arbitrariedad inveterada ha agostado y la devasta-
cion presente ha destruido, ha decretado lo que sigue:


1.0 Que se restablezca la representacion legal y conocida de la
monarquía en sus antiguas Córtes, convocándose las primeras en
todo el año próximo ó antes si las circunstancias lo permitieren.


2.° Que la Junta se ocupe al instante del modo, número y clase
con que, atendidas las circunstancias del tiempo presente, se ha de
verificar la concurrencia de los diputados á esta augusta asamblea;
á cuyo fin nombrará una comision de cinco de sus vocales, que con
toda la atencion y diligencia que este gran negocio requiere, reco-
nozcan y preparen todos los trabajos y planes, los cuales, examina-
dos y aprobados por la Junta, han de servir para la convocacion y
formacion de las primeras Córtes.


3.° Que además de este punto que por su urgencia llama el pri-
mer cuidado, extienda la Junta sus investigaciones á los ohjetns
siguientes, para irlos proponiendo sucesivamente á la nacían junta




NOTAS.-CAPÍTULQ III 721


en Córtes.-Medios y recursos para sostener la santa guerra en que
con la mayor justicia se halla empeñada la nacion hasta conseguir
el glorioso fin que se ha propuesto.-Medios de asegurar la obser-
vancia de las leyes fundamentales del reyno.-Medios de mejorar
nuestra lcgislacion, desterrando los abusos introducidos y facili-
tando su perfeccion.-Recaudacion, administracion y distribucion
de las rentas del Estado.-Reformas necesarias en el sistema de
instruccion y educacion pública.-Modo de arreglar y sostener un
exército permanente en tiempo de paz y de guerra, conformándose
con las obligaciones y rentas del Estado.-Modo de conservar una
marina proporcionada á las mismas.-Parte que deben tener las
Américas en las juntas de (Jórtes.


4.° Para reunir las luces necesarias á tan importantes discusio-
nes, la Junta consultará á los consejos, juntas superiores de las pro-
vincias, tribunales, ayuntamientos, cabildos, obispos y universida-
des, y oirá á los sábios y personas ilustradas.


5.° Que este decreto se imprima, publique y circule eon las for-
malidades de estilo para que llegue á noticia de toda la nacion.


Tendreislo entendido, y dispondreis lo conveniente para su cum-
plimiento: El Marqués de Astorga, Presidente.-Real Alcázar de
Sevilla, 22 de mayo de 1809.-A D. Martin de Garay.


(38) De otros números del mismo AVISO DE LA HABANA copiamos
lo siguiente:


Mañan(J. hace un año q11e felizmente fne instalada la s'uprema junta
central !Jubernativa de Espaiia é Indias en el real sitio de Aranjuez.


El dia 25 de septiembre será eternamente dia fausto, dia grande
en la memoria de los dignos hijos de la nacíon española, y lo con-
templará la virtuosa posteridad, confesando ser el dia en que se
presentó al mundo el primer y mas precioso modelo de patriotismo.
La nacion española, pérfidamente invadida, acéfala, pobre, sin re-
cursos y minada yá por el iniqüo Godoy sufria apenas el último es-
tremecimiento á impulso del centímano (1) Napoleon; quando una
mano oculta, la mano de Dios la sostiene, le señala á su amable é
inocente soberano, triste y confinado en Francia, le señala las du-
ras cadenas fabricadas por la usurpacion y le determina con el dedo
el único punto á que debía dirigirse para ser inexpugnable ..... GO-
BIERNO ..... Enmudezcan todos los pretendidos sabiosfllantr6picos
franceses, y avergüénzense de ver á los i!Jnorantes y supersticiosos es-
pañoles constituirse pacíficamente un gobierno sabio, dulce, sólido
y respetable. El dia 25 de septiembre de 1808 se verificó la instala-
cion de la suprema junta central gubernativa de España é Indias,
yen ella vió la monarquía, la legítima representacion del Sr. D.
Fernando VII. (Q. D. G.), el depósito de las justas leyes, el conjun-
to de la sabiduría, la columna .-le la iglesia, y por último el antemu-
ral de la existencia española v el terror de Napoleon.


¡O afortunados españoles, "que tuvísteis la inefable felicidad de
reconocer y adorar una religion santa, que uniendo con el mas es-
trecho lazo vuestros diversos genios y caractéres, habeis formado


(1) Por tener las tropas de toda la confederacion del Rhin.




722 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


de repente sin una gota de sangre y tan gloriosamente la verdadera.
obra del genio, de la prudencia, política y del discurso.


Esta fué, Habaneros, la plausible noticia que en 25 c:le noviembre
próximo pasado os anunció el Sr. presidente, gobernador y capitan
general, marqués de Someruelos,dia mismo en que la recibió de ofi-
cio) con las extraordinarias celebraciones que tendreis presente: ésta
fué la que en los dias 26, 27 Y 28 siguientes ensalzásteis con tan
tiernas demostracione'l de lealtad y patriotismo, confirmando el gra-
to juramento, que habiais prestado de obediencia y fidelidad al Sr.
D. Fer~ando VII el 20 de julio, y cuyo aniversario tan dignamente
aplaudImos.


Demos innumerables gracias al Dios de los exércitos por los
grandiosos ¡'esultados con que ha coronado la constancia, incorrup-
tibilidad, paciencia y entereza de estos insignes varones, á quienes
ni las promesas alhagüeñas, ni las fieras amenazas, ni las mas bien
dirigidas seducciones, á quienes ni las mas funestas calamidades y
desastres han hecho vacilar un momento. Siempre virtuosos, siem-
pre integérrimos defensores de la patria han desbaratado qnantos
diferentes planes ha urdido nuestro implacable enemigo para so-
juzgarnos. Sin ellos no hubiera triunfado el Austria en el Danubio,
sin ellos no hubiera invasion en la Calabria, sin ellos no se habrian
proyectado eXIlediciones secretas, sin ellos no hubiéramos celebrado
el 20 del corriente, con tanto regocijo la batalla de 'l'alavera, gana-
da por el inmortal Cuesta, y en fin. sin ellos no hubiera llegado el
din de la retribucion,


Ilustres redentores del mundo civilizado, recibid en este dia las
bendiciones, las alabanzas y la &,ratitud de todos los pueblos, yel
mas sincero homenage de veneracion, respeto y fidelidad de los ha-
bitantes de esta ciudad é isla de Cnba, que os saludan con el pre-
cioso distintivo de PADRES DE LA PATRIA.


EL REDACTOR .




DE ORDEN SUPERIOR.


El aniversario del dia memorable de consuelo y de esperanzas para
todos los leales vasallos de nuestro adorado rey el Sr. D. Fernnndo
VII, que Dios coloque quanto ántes en su trono, por los sagrados
obje~os del instituto de la Junta suprema, que en nombre de S. Rl. M.
gobierna, en todos sus dilatados dominios del mundo descubierto,
de be celebrarse. Al efecto, mañana 25 de septiembre se eantará misa
solemne y Te-Deu,m en In santa iglesia catedral con snlva triple para
pedir á Dios por la snlud del rey nuestro señor, su pronta rcstitu-
cion á España y por el acierto de la junta suprema gubernativa,
hasta el logro de los justos deseos de la namon, y para dar gracias
ii su Divinn Magestad por las victorias de los exércitos español é
ingles, contra el enemigo de ámbas naciones. Por los dichos intere-
santes motivos, será dia de gala, y habrá recibo general despues
de los divinos oficios, por el Sr. presidente, gobernador y capitan
general.




NOTAS.-eAPÍTULO III 723


Seria tambien muy plausible que por dia de tan señalado patrio-
tismo, concurriesen todo;; con algun donativo para auxilio de las
graves atenciones de la naeioll. El Sr. capitan general, <.la mil pesos
con este objeto.




EDICTO DIOOESANO.


NOS DOY JUAN JaSE DUZ DE ESPADA Y LANDA, POR
la 11'acia de J)ios y de la Sta. sede apostó.ica, obispo de la Habana,
del cOltsajo de S. JI. etc.


A nuestro venerable clero secular y regular y á todos los fieles
habitantes en esta ciudad, salud)' gracia en el Señor. Hacemos sa-
ber: que habiéndonos manifestado el Sr. presidente gobernador y
capitan general; que siendo el lúnes 2) del corriente el dia aniver-
sario de la instalacion de la junta central gu bernativa de España é
Indias, en nombre de nuestro soberano Fernando VII, y que habién-
dose tenido noticias recientes de las grandes ventajas de nuestros
exéreitos en España, determinaba que en dicho dia se hiciese salva
triple en esta plaza, y que deseaba hubiese en la igle-;in, cfltedral
misa solemne con Te-Dcu"n, en el mismo dia, con el fin de pedir á
Dios por la prosecueion del acierto de la misma juntn, por la felici-
dad de dicho nuestro soberano, ~. para r}arle gracias por nuestras
victorias contra el CJmun enemigo; hemos convenido por nuestros
mismos f'entirnieutos y deseos, y hemos dispuesto la fuacion de mi-
sa)' l'iJ-J)iJzun en dicho dia. Y para que sea con la mayor solemni-
dad y fruto correspondiente, convocamos ft todos los sobredichos al
expresado fin, tan propio de unos vasallos fieles y religiosos, y á
recibir nuestra bendicion pastoral. Y para que llegando á noticia de
todos, se verifiquen nuestros deseos, mandamos se fixen edicto3
iguales á éste en dicha nuestra Sta. iglesia catedral, en las demas
iglesias de esta ciudad. Habana 22 ele septiembre de 1809.


COSTU1fBRES.


Tranquilo en medio de la sociedad, siempre inmutable en mis
principios, y protegidos éstos hoy por la feliz regeneracion polí-
tica de llu~stras costumbres. escribo contra ciertas especies de
bay!e~, contra unas escenas tan opuestas (t nuestro carácter reli-
gioso y serio. •


En 'todos tiempos nuestro natural ha sido distinguido por su
honrada scucille'l., nada de afectacion, hasta que ellibertinage fran-
ces conqnistó, compatriotas. una gran parte de nuestras antiguas
costumbres con un lamenialJle perjuicio. Ahora que detesbullos de
todo cornzon las máximas de la nacion degradada, )' que tenemo'j
esculpido en mármol la felonía cometida en la augusta pers:ma de
nuestro adornd0 rey y Sr. D. Feru'\lldo el 7. ~Q. D. G.) ¿porqu6
no hemos de extrañar de nosotros la balsa.'/ co¡¡,tradan-a, iuvenciones
S!rlllpre indecentes, que la diabólica Frrmcia nos introclnxo'? Ellas
en su esencia son diametralmente contr:1rias al cl'istinnismo: gestos,
lllcneos lascivos y UIl1l. l"nfianrlnd im11,lflC':ltc son sns cCl:tst.itntivos,
4:~




724 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


que provocan por la fatiga y calor, que padece el cuerpo, á la con-
cupiscencia, y i,á quienes provoca? á aquellos cuya vida existe en
el peso de las lenguas, y cuya honra parece estar colgando de Un
cabello.


Un hombre de unas costumbres no estragadas considerará que
los bayles son siempre indecorosos y los bayladores unos locos: el
rey D. Alonso de Nápoles decia, que de éstos á los que baylan no
hay mas diferl:llcia, sino que los unos son locos mientras baylan, y
los ótros miéntras hacen locuras. Lo mismo casi dixo Marco Tulio
abogando por Murena, que habia sido acusado por Oaton de haber
danzado. Pero oigamos lo que escribe un erudito español: ¿quien,
dice, aprobará estels danzas francesas de cien mil deshonestidades ¡'í-
diculas, yridiculeses detestables? ¿De qué sir've, continúa, si bien mi-
I'amos tanto besal' sino de ..... ?


Nosotros, que' tratamos de arreglar nuestras costumbres, y de
hacernos verdaderos españoles, debemos respetar estas juiciosas
reflexiones, dando á nuestros hijos una educacion racional para que
se hagan merecedores de ser vasallos del mejor de los reyes.


B, J. F. R.O,


SONETO.
No me digas el eeE por variedad.
Despues que le adoptó la eonvcncion
Debe la Europa á Francia su invencion
y fué su primer fruto la ex-piedad.


Siguióse ex-rey, ex-reyna, ex-caridad,
Ex-fe, ex-culto, ex-templo, ex-religion,
Ex-papa, ex-cardenal, ex-devocion,
Ex-frayle, ex-monja, ex-cristiandad.


Mira si el ex hov que tú me llamas
El ex fatal para la Francia fué;
Mns otro ex ménos fatal buscando voy
y de encontrarle tengo viva fe:


Ya me parece que escuchando estoy
Ex-París, ex-nacion, ex-liberté .



CAPíTULO IV.


(1) HISTORIA DEL LEY ANTAMIENTO, GUERRA Y REVOLUClO;<.¡ DE Es-
PAÑA, por el conde de Toreno.-Segunda edicion.·-Tomo III, pági-
na loo.-Madrid, 1848.


(2) Para cuyo cargo fué nombrado en 25 de junio do 1802.




NOTAS.-c\piTULO IV 725


(3) La AURORA EXTHAOHDINAHIA de la Hatana, correspondiente
al sábado 29 de octubre de 1808. Véase la nota 28 del cap. IIl.


:·1) Proclama que el Yirey de Méjico dirigió á los habitantes de la
capital, el 11 dc agosto de 1808:


(,Habitantes de México: la junta general celebrada en 9 del corrien-
te, ha acordado se satisfaga vuestra espectacion, enterándoos de
su resultado como va á hacerse, y era justo; porque los leales sen-
timientos que habcis mostrado por el rey y por la metrópoli, han
sido muy generosos y enérgicos.


Penetrado de los mismos aquel respetable Congreso, que presidí;
por un trasporte el más vivo y noble, rompió en aclamaciones del
jóven monarca de las Españas, el 8r. D. Fernando VII. Las elevó,
sí, al augusto rito de jurarle, prestando desde luego la obedien-
cia á S. M. que aclamó ;·ey de España y de las Indias. Juró nO recono-
cer otro soberano y en su caso á sus legítimos sucesores de la es-
tirpe real de Borbon. Por el mismo sagrado vínculo se obligó á no
prestar obediencia á ninguna de las órdenes de la naeion opresora
de su libertad, por cualesquiera medios y artes que se dirijan: re-
sistir las fuerzas con que se intenten, y los tratados y coaliciones
que concierte, hasta satisfacer vuestro deseo. Habitantes de estos
dominios: será cierta vuestra seguridad. Descansad en el seno de la
patria. Debo velar por ella. El precioso depósito de su defensa, que la
mano misma del monarca confió á las mias, será, desempeFíado con to-
dos mis esfnerzos; aunqne no me es desconocido el horroroso estruendo
del miran en ll( ca/rl,paJia, cl{/,]!lare constailtemente al Dios de los ejérci-
tos arme mi corazon del valor que solo deri-va de su poder para defensa
de sus aras, de la justicia y de la inocencia. El taller de Marte tiene
armas poderosas. Estan acept(¿dos TiUestr08 ofrecimientos y en lajt¡n-
ta genera! todos se han obli.r¡ado á realizarlos. Es ya esta 'una obliga-
cíon social y sagrada, de que solo se usará en la necesidad. Entretanto
la tranquilidad del reyno está asegurada, las aut01·idades constitui-
das son legitimas y subsisten sin variacion en el uso y ejercicio que las
conceden las leyes patrias, sus respectivos despachos y títu'os. De lo
exterior del reyno os he ase//1trado que la fuerza será resistida con la
f/lerza, y obrará entónces vuestro ralor, ordenado el ímpetu noble que
le anima, porque en las operaciones sin organizacion no preside la 1)Ú·-
tud. La ciudad capital de estos 1"eynos, en las primeras noticias de las
des//racias de Esparia y cuando el riesgo se presentaba may01', ocur1'ió
á mí, pidiéndome por gracia dispusiese el sac1·~jicio de cuanto se per-
tmeda pa1·a la consert'acion y defensa de estos dominios á su soberano.
Es constante ya por los papeles públicos, cuales han sido los sen-
timientos y obligaciones de las municipalidades, cuerpos, prelados,
estado noble, comun y llano, y os creo convencidos de que iguales
sentimientos animan á los demás. Concentrados en nosotros mismos,
nada tenemos que esperar de otra potestad que la legitima de nttestro
católico monarca el Sr. D. Ferna.ndo VII, y cualesquiera juntas qu~
en clase de supremas se establezcan para aquellos y estos reynos no
serán obedecidas sino fuesen inauguradas, creadas ó formadas por
s. kf, ó lugar-tenientes legitimas autenticamente, y las que así lo estén
prestaremos la obediencia que se debe á las órdqnes de nuqstro rey 11
señor nat'ural en el modo y forma qtte establecen las leyes, reales 61"delles
y cédulas en la mateJ·'¡a. La sb-íe futura de S1~cesos de la naciM~ eS1Jaño-
la, la Slterte de ellos, ó los intentos 11 maquinaciones del ei~em~r¡f), exigí-


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726 LAS INSURRECCIONES E~ CUBA


rán sin duda otras tanta.s jJ1'Oi'idencias y deliberacirmes, q~te se medita-
rán y ejecutarán con la mayor circunsJieccion y dzgnidad, tocando á la
mia 1JiCe-1'e/jia instruÍ1'os por akora de las presentes, pues amo á U1~
pueblo tan Jid y leal á quien siempre ke jttz!Jado digno y acreedor, como
lo ka visto, de comunicarle todas las noticias qtbC PO?' su calidad no me-
?'ezcan rese?"va. Dado en el palacio real de Méjico á 11 de agosto de
1808.-José de Iturrigaray.»


(5) En la causa seguida despues de la deposicion á Iturrigaray,
se lee lo siguiente:


«Fué uno de los cargos que se hizo al vírey, que porque mudó de
l1ictámen de dexar el mando, no habiéndole dicho que lo mantuvie-
ra mas que D. Agustin del Rivero, procurador general, D. Fran-
cisco Primo Verdad y Ramos, síndico procurador del comun y abo-
gado del municipio, D. Antonio :l\lendez Prieto y Fernandez, decano
de los regidores y D. Antonio Prieto, decano que presdia la ciudad.
quien pidió que se cerrara la puerta del Salon donde estaba la jun-
ta compuesta del virey, arzobispo, audiencia, ciu bd, etc. :r habién-
dose executado dixo al virey: Excmo. Si',: esta notabilisinta ciudad
tiene entendido que V, E. determina dexar el mando del reyno:
V. E. tiene pocos dias k,iCe keclw el /~wamento de defenderlo de o.~
enem.igos, y de no reconocer Ot7'O soóerano que á nuestro nlO1u~1'ca el se-
ñor D, Fernando VII, aanq-ue sea á costa de s·u ¡)ida V la de sufrlmi-
lia .• y así no IJltede hacerlo en las act/?ales circunstancias. En nomb,'e
del ?'eyno dice á V, E. esta ciudad que mnde de rlicMmen, y que lo kace,
Mt caso de no convenirse á e lo, responsable de las re.m/tas. D. Fran-
cisco Primo de Verdad, síndico procurador del comun y abogado de
la ciudad dixo: Excelentísimo Señor: V. E. e1t vista de lo q'¡¡e acaba
de decir el señor decano, espera esta ciudad que V, E, no dercará el
mando de este reyno por las fatales consec'uencias que quizá resulta-
rían; y en esta inteligencia se tranquiliza, pues de lo cont1'ario así co-
rf/.O en Vitoria á nu'srro amado rey le C01'ta1'01b los tirantes de! cocke pa1'a
que no 8e metiera en Francia, se le cortarán ¡os del sayo á V. E. D. Agus-
tin Rivero, procurador general dixo estas precisas palabras. Excmo.
Sr,: digo lo mismo que 'mis compañeros, y qlte serir~ una cosa muy arries-
gada el que V, E. dexara el mando del1'eilno en el dia todo se pond1'ia
en i onfusion. V, E, que kace seis años que lo gobierna tiene tomadas sus
medidas para defenderlo, y me atrevo á decir que quizás podrian 1'esul-
tal' cosas que no sólo se ¡¡ei'diera el reyno, sino tambien la 7'eligion, Esto
que pasó y oyeron más de doscientas personas, servirá para satis-
facer la falsedad con que han puesto en los cargos. que por sólo uno
de la ciudad que habló, dexó el virey de entrcgar el mándo, sin em-
bargo de que la audiencia en la consulta que le hizo dixo que lo po-
dia hacer.»


(6, Este padre Talamantes era tan inquieto, que mucho tiempo
despucs de la deposicion de Iturrigaray permaneció toda vía sujeto á
los tribunales, segun decia al dar cuenta del est'ado de la opinion
en Méjico, una carta escrita en la capital por el canólllgo D. Isidro
Alfaro á D. Manllol Francisco de Jáuregui de Cádiz, cntre cuyos
párrafos hay uno que dice así. «En todo este mes estará el navío Snn
Justo listo, pero no creo que salga hasta bien entrado diciembre,
por lo mismo adelanto esta para que sepa V, de mí: esto está quieto
y sosegado, :';010 el padre Talamantes está inquieto por saber ,;u fin:




~OTAS.-CAPÍTULO IV 727


yo sé de positivo que este sólo es el mal contento, y gracias á mí
(como V. sabe que le eché el guante). En lo demás no se halla cosa
que se le parezca contra el hermano: esto mismo dixe á V. aquella
mañana, y diré siempre segun mi juicio (Este hermano es el virey).
México 23 de noviembre de 1809.»


(7) El mnrqués de Casa-alta decia en una muy larga carta diri-
gida al conde de Floridablanca en 26 de noviembre de 1808 sobre
estos sucesos:


«Las causas del resentimiento de este corto número de gentes
eran: la primera haberse resistido vigorosamente el virey á tener
en Veracrnz cinco 6 seis mil hombres mas de tropas disciplinadas,
durante la guerra para su defensa, aunque siempre tuvo casi tres
mil de los ya aclimatados, y el no querer tener más lo fundaba e,rt
los varios motivos que constan en su plan de defensa, aproba.do por
la corte, y principalmente por evitar la horrorosa mortandad que
hay de continuo con los no aclimatados en Veracruz y todas sus
costas, como se ha experimentado en cuantas ocasiones han bajado
tropas á aquella ciudad; además de que acantonadas estas en Jala-
pa, Córdoba, Orizaba, Perote y otras poblaciones sanas, eran ménos
costosas y podia atender mejor á la defensa del reino todo.


«La segunda causa que daba margen al disgusto de muchos co-
merciantes de Veracruz, y algunos de México fué, las serias, justas
y eficaces providencias que tom6 para evitar el contrabando .
• ,)La tercera causa fué, las apretantcs órdenes que tuvo para esta.-
b!('cer la (:onsotidacion, realizando con toda la posible brevcdad cuan-
tas cantidades pudiese, sosteniendo á los comi'3ionados á este fin,
y remitiéndolas por los conductos que le señalaba el ministerio pa-
ra subvenir á las extremas necesidades de la corona, como así lo
verificaba, aunque 1l,telliliendo tambien á no destruir el inmenso nú-
mero de vasallo~, que habria destruido si hubiera de una vez em-
hargado a cuantos tenían calldale3 de las Obras pias, concediendo
términos para la paga á unos cortos, y otros más largos, segun las
dases de lns cantidades, y la seguridad del cobro.')


En otra parte decia elllluqu3s refil'iéndose á los comisionados
enviados por la Junta:


«y sin q!le esto pare,-:cajuzgar sino referir circunstancias precisas,
para deducir la verdadera ccmsecuencia luego, no estrañe V. E. le
diga que uno de los cmnisionados tiene la circu,nstancia de ser fran:-
cés (Jabat) al serricio de España: que tenia ó habia tenido trato de
lllterés con muchos comerciantes de Veracruz y con algunos de Mé-
xico por haber estado aquí ántes: que este virey lo había hecho ir á
España á servir en su cuerpo, pero con justicia y razon por pleito
que seguia v que perdió en España.»


y refiriéndose por último :ü gobierno que usurp6 la autoridad
tÍ Iturrigaray, decia Casa-alta á Floridablanca:


«Las primeras palabras de este nuevo gobierno fueron la necesidad.
no está Sll.r¡cta á las le'lcs comunes: el pueblo se ha apoderado de la..
persona del virey y pide imperiosamente su separacion etc. ¿y quien
fue este pueblo? Los cajeros ó dependiente des algunos pocos co-
merciantes de 1Iéxico y Veracruz y un cierto Lozano, que ya otra
vez lo envi6 á España bajo partida de registro el virey Revillagige-
do, quienes no han conseguido real y verdaderamente mas que di-
vidir é indisp:mer en su interior á las tres clases de criollos, {/ackupi-




72R LAS INSURRECCIONES EN CUBA


?es é ind'ios; y como los ejecutores del hecho fueron unos pocos de
los gachupines, que es el menor número, no puede ser bueno el re-
sultado de esta accion ni para esta América, ni para la España si
queda consentida.»


(8) D. Manuel Francisco Jáuregui, comlsionado por lajunta de
Sevilla, á quien esta remitió á informe en 15 de agosto de 1809 una
instpncia de D. Hamon Roblejo y Lozano, pidiendo cierta merced,
por lo que contribuyó á la deposicion del virey Iturrigaray, decia
en su contestacion de 20 de agosto del mismo año á aquella junta
suprema:


«Excmo. Sr.-En cumplimiento de la real órden que V. E. se sir-
vió comunicarme en 15 del corriente, para que yo informe lo que
me parezca sobre la adjunta instancia de D. Ramon Hoblejo y Lo-
zano, vecino de la ciudad de México, en la que solicita por lo quc
expone, se le expida el despacho de capitan de los voluntarios de
Ferlll'ndo VII, que es el nombre que se dió á las ocho compañías
de paisanos que se formaron de europeos, para quitar el mando al
virey y depositarlo en el real Acuerdo, debo decir á V. E con la in-
genuidad que me es característica lo siguiente: Entre los hechos
escandalosos que despues de la conquista han acaecido en los vas-
tos dominios que posee la nacion en ambas Américas, no se citará
uno igual al último acaecido en ~féxico sobre el que quiere S. M. que
JO informe. Un virey de ~neva España rodeado de todos los esplen-
dores del trono, verse asaltado de noche y á deshora por una corta
faccion de europeos, entre los que habia alguno que otro hombre de
consideracion, y conducido con dos hijos suyos á la InquisiclOn, de
donde lo removieron, porque los ministros de aquel tribunal no qui-
sieron aherrojarlo en un calabozo de aquellas cárceles; su remocion
de aquel encierro, donde estaba en el cuarto habitacion de D. Ber-
nardo de Prado, uno de los ministros del tribunal, rodeado por to-
das partes de centinelas y guardias, primero al convento de Betle-
mistas de la ciudan de México, y despues á una fortaleza como es el
castillo de San .Tuan de Ulua ..... En la madrugada del dia 16 de se-
tiembre se apoderaron los facciosos de su palacio. Llámolos facciosos
porque no era la comunidad ele los habitantes de aquella ciudad, ni
menos la mavoría, sino 2:32 europeos, ganados ó pagados por un don
Gabriel Yermo. hombre rico y de nueva fortuna, económico.y me7.qui-
no, segun ví cuando se trató de los donativos, quien de acuerdo con
el capitan de la guardia, la que habia ganado ántcs, executaron el
atentado. Así me atrevo á certificarlo, porque un partido extremo,
cual es el que se tomó. solo debió hacerse con causa tan grave, que
apurados los medios legales se encontrasen insuficientes y que no
bastasen á contener un gran mal. Este mal no lo habia, y caso que
se hubiese averiguado, hubiera sido un partido justo el de asegu-
rarse una fuerza fácil de reunir en aquella sazono y requerido el vi-
rey no habiendo enmienda, proceder á su deposicion en forma .... A
mi partida, luego que fuí nombrado á la importante comision de que
fuese á la América, é hiciese reconocer por legítimo soberano á nues-
tro muy deseado Fernando VII, exigí dos cosas ántes de encargar-
me de ella. Fué la primera que se me nombrase un acompañado que
me substituyese en caso de enfermedad, muerte ú otro algun in-
conveniente suscitado por alguna intriga francesa, que me estorvase
llegar á mi destino; la segunda que se me diesen amplias faculta-




NOTAS.-CAPÍTULO IV 729


,des para deponer al virey en caso de negarse á la jura de nuestro
legítimo soberano yal reconocimiento de la junta de Sevilla, que
era la que me comi,;ionaba, y tambien para usar de ellas en el caso
de reynar allí algun disgusto con el mando de S. E. y de poder ser-
vir este de pretexto para algun alboroto ó sedicion que acarrease á.
l~ España la pérdida de aquellos dominios. En efecto, se nombró al
capitan de fragata D. Juan .Jabat, dándoseme por adjunto y se me
extendieron las facultades más allá de mi deseo. Esto no lo ignora-
ban los facciosos, pues mi compañero igualmente impuesto que yo
en nuestras comunes instrucciones, ha blasonado de palabra y por
escrito dándose por autor de la tal hazaña. A pesar de esto tuvie-
ron á bien apartarse de los legales procedimientos y tentar una vía
tan nueva como peligrosa, como es el que un puñado de facciosos
dispongan del gobierno y se atrevan á prorrumpir en doctrinas tan
arriesgadas como las que apunta en su memorial D. Ramon Roble-
jo cuando dice que convocaron al real Acuerdo, señor arzobispo etc. por
kaber recaído el mando en el pueblo ..... En el reyno todo no hubo otro
desórden y anarquía que la suscitada por esa turba mezquina y
despreciable de facciosos, ¿pues porqué habia de recaer el gobierno
en el pueblo? A esto se aspiraba, esto era lo que procuraban infun-
dirle; las intenciones Dios las sabe; pero el fruto de semejante doc-
trina se vió muy luego cuando la noche del 30 al :·n de octubre don
Pedro Garibay, sucesor del antiguo virey, tuvo que tomar sus pre-
cauciones, cuales fueron doblar las guardias, colocar artillería para
que la misma tí. otra fraccion no lo precipitase del puesto á que lo
habia elevado. Si estas hazañas son dignas de galardon, V. E. lo
estimará; pero aunque lo sean, en todas ellas no aparece el D. Ra-
mon Roblejo. Solo sonó al principio D. Gabriel Yermo y luego mi
compañero Jabat. La parte que el D. Ramon Roblejo pudo tener
fué la de un agente menudo y despreciable, de que se valieron Yer-
mo y Jabat, y á quien muvian y.favorecian oC'l~ltamente (se me dixo:
alguno que otro miembro del Acuerdo.»


(9) ; GACET A EXTRAORDINARIA de ~féjico del viernes 16 de setiem-
bre de 1808.-A las doce de la mañana.


Proclama fijada en todas las esquinas de esta capital á las siete
de la mañana de órden superior.


Habitantes de Méjico de todas clases y condiciones:
La necesidad no está sujeta á las leyes comunes.-El pueblo


se ha apoderado de la persona del Excmo. Sr. Virey, y ha pedido im-
periosamente su separacion por razones de utilidad y conveniencia
general: han convocado en la noche precedente á este dia al real
Acuerdo, Ilmo. Sr. Arzobispo y otras autoridades: se ha cedido á la
urgencia, y dando por separado del mando á dicho virey ha recaido
conforme á la real órden de 30 de octubre de 1806 en el mariscal de
campo D. Pedro Garibay, ínterin se procede á la abertura de los
pliegos de providencia; está ya en posesion del mando, sosegaos,
estad tranquilos: os manda por ahora un jefe acreditado y á quien
conoceis por su probidad.-Descansad sobre la vigilancia del real
Acuerdo.-Todo cederá en vuestro beneficio.-Las inquietudes n')
podrán servir. sino de dividir los ánimos v causar daños que acaso
serán irremediables.-Todo os lo asegura 'el expresado jefe interin),
el real Acuerdo y demás autoridades que han concurrido.


México 16 de setiembre de 1803.




730 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


Por mandado uel Excmo. Sr. Presiuente con el real Acuerdo, ilus-
trísimo Sr. arzobispo y demás autoriuades.-Francisco Ximcnez.


A las seis de esta mañana juró el nuevo jefe su p::-cmo dcl rcino en
el real Acuerdo, con todils las ceremonias ue estilo, cumplir en un
todo con lo que previenen las leyes de la materia.


A las once fué reconocido como tal jefe supremo ele la Nueva Es-
paiía por todas las autJridades.


El pueblo se halla en la más satisfactoria tranquilidad.


(10) lTÚRBIDE, por D, Cárlos Navarro y Rodrigo, diputado consti-
tuyente.-Madrid 1869.


(ll) D. Gabriel del Yermo.
Hacia muchos años que existía en M:§jico este personaje, hOlll-


bre sumamente acaudalado que gozaba sobre los europeos el as-
cendiente que dá la riq ueza, yporque con sus usuras les tenia sujetos
á la par que acumulaba mayores capítnles.-Alguna relacion y ar-
monía existiR entre Yermo é lturrigaray, como la hay siempre cntre
los gobernadores y personas pudientes de las provincias, y tuvieron
que tratarse la aiüoridad y el gobernador cuando Yermo, que tenia
contratado con el ayuntamiento de }f6jico el abastecimiento de car-
nes y pI'ctendia, á la sombra de su popularidad é influencia por su
riqueza, que se tomasen por buenas carnes para el abasto las mu-
chas reses muertas por enfermedad que introducia, obligó al virey
á hacerle cumplir con su deber, por lo cual merf'ció las más expre-
sivas gracias del ayuntamiento y el natural resentimiento de Yer-
mo contra el virey.-Tal resentimiento ú ojeriza se aumentó más
por ser Yermo uno de los que tenian en su podel' inmensos de~
p6sitos de caudales, destinados para fundaciones de capellanías,
memorias y otros establecimientos piadosos que se le habían dallo
á réditos, que él aumentaba considerablemente en su provecho con la
circulacion de l()~ fondos. Al establecerse en M2jico la Caja de coJ!-
solidacion, la junta eneargada del objeto compuesta del virey, del ar-
zobispo, del regente de la Audiencia, del fiseal de Hacienda, de los
dos comisionados que fueron de Madrid y de algun otro, se trató d6
que Yermo entregase lo que tenia invertido de estas obras pías, á
lo cual se opuso abiertameute, así como al acomodamiento que se
habia hecho con otros, á cuya solicitud se eoncedieron algunas espe-
ras.-Viendo la junta la decidida negativa de Yermo, tomó lR provi-
dencia de embargarle su hacienda, dando comision á la justicia in-
mediata á la que los dependientes de Yermo atacaron, é hicieron huir
al comisionado, teniendo el virey que vengar aquella desalLtoridad
de un modo duro, pidiendo á la junta que pusiera preso á Yermo"
lo eual no llegó á verificarse porquc éste pagó la mayor parte de lo
que se le pedía. '


Gran parte de los europeos avecindados en Veracruz sometidos á
Yermo, y cómplices de él en los grandes negocios de contrabando,
se declararon como éste adversarios de Iturrigaray, ya por los he-
chos apuntados como por las persecuciones que por la Haeienda
sufrian los contrabandistas, juntándose estos para formar una
union federativa con Yermo, que desde aquel momento no perdonó
(¡casion de atentar contra la persona del virey.


Este D. Gabriel del Yermo fué el principal dilector de la deposi-
don de Iturrigaray.




NOTAS.-CAPÍTULO IV 731


(VlNDICACION LEGAL DE ITURRIGARAY, por el licenciado D. Manuel
de SantllrioGarcía Sala, pág. 148 Y siguientes.-Isla de Leon.-
Agosto de 1812.)


(12) GACETA DE MÉXICO del miércol'fs 21 de Setiemóre de 1808.-
Nt¿eva España.


México 21 de Setiembre.
Disposiciones (lel Neal AClurdo soóre el nombramiento del Sl~premo


jefe de esta Yneva España.
«Por graves fundamentos que ha tenido presentes el Real Almer-


do de esta audiencia ha mandado que, sin embargo de lo que se dijo
en la proclama del 16 de este mes, se suspenda por ahora la apertu-
ra de los pliegos de providencia, y siga el Excmo. Sr. D. Pedrü Ga-
ribayencargado del mando que ha tomado y jurado, haciéndose
manifiesto en la Cl:ACETAy DIABlO de esta capital.»


(1;-3) Consejo amistoso Ó 1I0ta del marqués de lVellesley tÍ D. JI1artilt
Oaray, snfecha en Se'Oilla ú 21 de Oct/¡óre de 1809.


Excmo. Sr.=La situacion á que se ha visto reducido el ejército
inglés por el estado interior de la España, durante la última cam-
paña, me ooHgn, á dirigir á V. E. la representacion contenida en mi
nota de 8 de Setiembre.


V. E. se halla perfectamente instruido de los urgcntes motivos,
que estrechan mi carácter púbhco á solicitar la atencion del gobier-
no español, vistas las circunstancias en que en el estado actual de
la península amenaza destruir la causa comun, y hacer impractica-
ble la cooperacion del ejército británico.


Los peligros á que los intereses de la alianza se hallan expuestos,
exijen de mí una clara exposicion de los males que han ocasionad(}
tal calamidad, y los remedios que pueden aplicll,rse, por medio de
una pronta interposicion de la sabiduría del gobierno español.


Con e"ta mira hago ver la necesidad de consolidar y corregir
la forma del go bierno, concentrando el poder ejecutivo de una ma-
llera más compacta; descansando este poder en el auxilio directo
de la sabiduría colectiva de la nacion, y en la iumediata a'yuda de
la representacion legítima de los varios estados de que se compone.


Al present,u á la consideracion de V. E. estas ideas, estoy muy
lejos de exceder los límites de un consejo amistoso, ó de entremeter-
me á ser jllez d!'l gobierno español. La Suprema Junta Central,
por medio de V. K, ha solicitado repetida y eficazmente que la ayu-
de con mis esfuerzos á promover el bien de la España, recomen-
dándome la cooperacion directa del ejército inglés. En respuesta
á instancias expuse, primeramente las causas que habian impedido
que dicho ejército operase con energía en la última campaña, y se-
gundo, los únicos practicables medios de poner á la España en si-
tuacion de disfrutar de aquella cooperacion que tanto deseaba.


La Suprema Junta Central tuvo recientemente en consideracion
estas importantes ideas, confesando la necesidad de concertar el
poder ejecutivo y reunir las Córtes sin dilacion.


Mucho tiempo ha corrido, y el peligro se hace cada vez más
inminente, mientras que el baluarte de defensa permanece in-
completo.


V. E. me ha informado, que la Suprema Junta Central se halla
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LAS INSURRKCCIONES EN CUBA


ocupada en la eleccion de una junta de varios de sus mieinbros, á.
quien debe subdelegarse el ramo militar del ejecutivo. El nom-
bramiento de tal junta, no puede considerarse como una C8ncentra-
cion del p8der ejecutivo, pues no es otra cosa que una subdivision
de él; que en lugar de activar y vigorizar, ::;010 producirá nuevas
dilaciones, contrariedades y debilidad en las operaciones del go-
bierno. El concentrar en las manos de siete personas el departa-
mento militar, propio del poder ejecutivo, mientras que los otros
departamentos del gobierno deben permanecer en el cuerpo total de
la junta, es separar un ramo esencial del poder ejecutivo del cuer-
po principal del gobierno, y arrancar del todo una parte esencial
de su fuerza combinada. La unidad de consejo y accion (orígen
principal del vigor y actividad) no pueden conseguirse, á ménos que
los ramos diferentes del poder ejecutivo se hallen unidos. La
fuerza de cada ramo depende esencialmente del mútuo auxilio y re-
cíproca conexiono ~o puede un ramo del poder ejecutivo, separa'lo
del resto poseer el mismo grarlo de fuerza, que le es propi,) cuan-
do está bien unido con un general y combinado sistema de gobierno
ejecutivo, en que cada parte contribuye á la fuerza y eficacia del
todo.


Yo no puedo por tanto esperar que, ni aun el departamento mili-
tar pueda adl[ nirir ningun grado de perfeccion ó prontitud por esta
nueva separacian del cuerpo principal del poder ejecutivo; r.i puedo
lisonjeanne que resulte tal concentracion de fuerza por una mera
division del poder, que destruye la fuerza colectiva de la adminis-
tracion completa, sin un beneficio de este departamento, yue ó con-
tinua en manos de la junta ó debe proceder de ella.


La seecion militar actual de la Suprema junta, es el instrumento
tal ver. más útil de la administracion, y tiene la ventaja de una for-
ma más compacta, como que su número es menor que lajunta pro-
yectada.


Por cualquiera lado que se mire la division (le la junta Cil seccio-
nes, para el despacho rle los negocios, es m'ínos peligrosa q 11e la po-
sitiva S0parar.ion de un ramo del poder ejecutivo del g\)l)i~rno. Si
la junta prüpne3ta se considera bajo el aspeetJ de una nueva forma
de poder rjccntiyo, ó de un nuevo consejo executivo de Regencia, el
número de sus miembros presenta una objecion iusuperable á Sll
estructura. El consejo ejecutivo no debe constar de más de cinco
miembros, y si se limitasen á tres, habria mayor esperanza de con-
seguir más etlciencia; pero la nueva junta no es un consejo ejecuti-
vo, sino una mera comision militar con poderes limitarlos. Así
considero de mi obligacion declarar á V. E., que el nombramiento
de tal junta no me promete, ni esperanzas de la correccion ofrecida
de uno ue aquellos males de que me quejo en mi nota de 8 de Se-
tiembre, ni presenta seguridad al ejército inglés para que pueda
operar en el territorio español.


V. E. me ha informado posteriormente qne se trata de convocar
las Córtes en 1.0 de Enero y que la asamblea se reunirá en 1.0 de
Marzo de 1810. V. E. me autoriza con este paso á que me tome en
un punto tan interesante, la libertad de dar un consejo amistoso;
como lo he practicado con respecto á la nominal concentracion del
poder ejecutivo.


La intencion de instalar las Córtes fué anunciada en el mes de
Mayo de 1809. Es muy difícil hacer creer al mundo, que los arre-




NOTAS.-CAPÍTULO IV 733


glos necesarios para que tu viese ofecto tan importante reunion, no
han podido concluirse hasta el mes de marzo de 1810. Estoy bien
persuadido d.'3 la absoluta necesidad de preparar las principales re-
glas y órdenes para dirigir los negocios en las Córtes, ántes de que
diesen principio á sus sesiones; pero tambien j Ilzgo que debió ace-
lerarse eSGO COIl preferencia á todo, para que las Córtes auxiliasen
eficazmente al poder ejecutivo en la grande obra de libertar la nacion
española de la uSllrpncion francesa, y restablecer la mdependencia
de la monarquía, como tambien 111. prosperidad y felicidad del pueblo.


Estos objetos son inseparables de la alianza; y con el más pro-
fundo dolor soy testigo de unos procedimientos, que sólo propenden
á diferir y dilatar las medidas que pueden mejorar la suerte de Es-
pañp, único caso en que debe contarse con el auxilio de los ejércitos
británicos.


V. F.. se halla bien instruido de mis se!ltimientos, respecto á las
exigencias de la presente crísis en España; mi solicitud de estable-
cer unn verdadern alianza, me han puesto en la precision de explicar
francamente por medio de V. E. mis principios y opiniones, que no
pueden satisfacerse por los procedimientos actuales. Me tomo la
libertad de decir á V. E. por escrito, lo que tnve el honor de comu-
nicarle oficinlmente tiempo hace; sobre lo que suplico de nuevo ha-
ga V. K uso por las ventajas que deben producir al servicio público.


En este pnpel no apruebo la separacion de un ramo militar del
cuerpo principal del poder ejecutivo, bajo la direecion de una junta
de siete miemhros; y sí recomiendo á V. E. la gran ventaja que re-
sultará de que todos los ramos del poder ejecutivo se concentren en
las manos de un consejo, que se componga cuando más de cinco
miembros, que se escojerán ó de la suprema junta ó del resto de la
nneion, con referencin exclusivnmente al carácter y cualidades de
las personas que deban elegirse. .


En esta virtud, recomiendo primeramente, que este consejo de
Regencia constituya el poder ejecutivo hasta ln reunion de las
Córtes:


2. o Que las Córtes se instalen lo más pronto posible:
3.° Que la Supremn Junta Central, ó los miembros de ella. mé-


nos el que pueda entrar en la R.egencia, constituyan un consejo de-
liberativo con el objeto de dirigir la eleccion de las Córtes y 1m'parar
á este cuerpo soberano (con acuerdo de la R.egencia) todos los asun-
tos que se juzguen dignos de su consideracion:


4. ° Que en la mismn ncta de la juntn en que se nombre la Regen-
cia, y se convoquen las Córtes, se contengan los principnles artícu-
los de satisfaccion de agravios, correccion de abusos, snspension de
exacciones en España y en las Indias; extendiendo tambien tales con-
cesiones á las posesiones 7~ltrama1'inas, á cuyos habitantes se asegurará
la debida )'epresentacion en el cuerpo soberano del impeJ'io español:


5.° Que el primer neto de la Regencia, deba ser la formacion de
las órdenes neces:lrias para corregir todo el sistema del departa-
mento militar en España.


V. E. pur,de jnzgnr si lo que V. E. me comunicó anoche (con res-
pecto al nombrnmiento de una junta de siete miembros v la asam-
blea de Córtes en 1.0 de Marzo de 1810), se acuerda en a!gun grado
en mis ardientes deseos de mejorar la triste suerte de España: y si
es consecuente con mis ya expuestos sentimientos. el que yo ofrez-
ca á V. E. la cooperacion del ejército inglés en España, mientras




734 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


que los males de que me quejo permanecen sin esperanza de re-
medio.


Con el más sincero respeto y con los sentimientos de mi más al1J&
estimacion y c0nsideracion tengo el honor de ser de V. E. el más.
obediente y afectísimo servidor.-Firmado.-W ellesley .-Excmo.
Sr. D. Martín de Garav.


Publicado en América por el periódico BAHAMA ADVERTISER
de quien lo copió el DIARIO DE LA HABANA del martes 5 de Mano
de 1811.


(14) Toreno, obra citada; tomo n, pág. 325.
(15) Decreto que no llegó á publicar<;e é inserta el conde de To-


reno en el apéndice núm. 2.°, dellibro undécimo de su obra.-Tomo
segundo pág. 32 Y siguientes.


(16) Toreno.-Tomo IlI; apéndice núm. 2.° al libro duodécimo.
(17) Segun manifestó públicamente el regente por Ultramar se-


ñor Lardizabal.-'l'oreno, obra citada.


(18) EX_,(:-'fEN IMPARCIAL DE LAS DISENSIONES DE LA AMÉRICA CON·
ESPAÑA, DE LOS MEDIOS DE RECONCILIACION y DE LA PROSPERIDAD DE
TODAS LAS NACIO'IES, por D. Alvaro Florez Estrada, procurador ge-
neral del Principado de Asturins.-Seg~mda impresion corregida y
aumentada considerablemente por su mismo autor.-Oádiz.-1812.


(19) Toreno.-Tomo IIl, pág. 140.
(20) Ven:'a el ma¡ si de España ka de venir. Adagio aleman.
(21) Exk~1EN, etc., por D. A. F. Estrada, pág. 31 Y siguientes.
(22) La GACETA del gobierno de Méjico del 17 de Octubre de 1811


publicaba la siguiente proclama:


«Pueblos de la Nueva Galicia:
Hoy puntualmente hace el año que Hidalgo Allende, Aldama y


Abasolo tocaron en Dolores y San Miguel el Grande la infame trom-
peta de la rebelion, como sus cabecillas principales. ¡Qué aniversn-
fio tan funesto para ellos, sus familias y toda la América! Pe~o á,
la verdad puede y debe decirse feliz J afortunado como el de los
muchos que habeis visto, y aun vereis pagar en los patíbulos, si-
quiera con las disposiciones cristianas. La desgracia verdadera é
irreparable es la de tantos miserables que á centenares perecen en
los campos de batalla, envueltos en sus mismos crímenes y atroci-
dades, y dando de ellos el espantoso salto á la eternidad.


Guadalaxara 16 de Setiembre de 1811.
S01¡Za.- Velasco.-Que~edo.-Gárate.-Por mandado de la junta.-


Andrés de Arroyo de Auda.
El DTARIO DE LA HABANA insertó lo que precede el sábado 23 de


noviembre de 1811 y en otra parte, al dar noticia del estado de la re-
belion de Méjico, añadia:




NOTAS.-CAPÍTULO IV 735


« GUlldlllaxara 11 de Setiembre.
De orden del M. Y. S. General del ejército de operaciones de re-


serva, D. José de la Cruz, la junta de seguridad publica de esta ca-
pital pone en noticia de ella y su provincia, haber recibido S. S. la
siguiente lista de los principales cabecillas de la insurreccion, pasa-
dos por las armas en Chihuahua, con expresion de los di as en que se
ha ejecutado el suplicio.


En 1.0 de Mayo de 1811.-Ignacio Camargo, mariscal.
Juan Bauti3ta Carrasco, brIgadier.
Agustin Marroquin, verdugo.
11 de Mayo.-Francisco Lanzagorta, mariscal.
Luis Mireles, coronel.
(j de Jnn:o.-Juan Ignacio Ramon, capitan veterano de Lampozos.
Nicolás Zapata, mariscal.
.Tosé Santos Villa, coronel.
Mariano Hidalgo, tesorero hermano del cura.
Pedro Leon, mayor de plaza.
26 Junio.-ignacio Allende, generalísimo.
Mariano Ximenez, capitan general.
Manuel Santa María, mariscal y gobernador de Monterey.
Juan de Aldama, teniente general.
El 27 Jllnio.-José María Chico, abogado.
José Solís, intendente de e}:>rcito de los insurgentes,
Vicente Valencia, director de ingenieros.
Onofrc Portugal, brigadier.
El27 de jnlio.-El cura Hidalgo.


A presidio se't/,tenciados.
Andrés Molano, por toda la vida.-Aranda Encinillas, por 10 años.


-Jacinto, id.-Norina, id.-Cárlos Martinez, id.-Ignacio Maldona-
do, id.-Abasolo á 10 años de presidio, confiscados sus bienes y
afrentarlos sus hijos. .


Villa de Xerez 5 de Setiembre de 1811.
Véase la carta confesion que antes de ir al patíbulo escribió el cura


Hidalgo.
Declaracion del clérigo Hidalgo.


Méjico 2 de Agosto de 1811.-El E xcmo. Sr. Virrey ha recibido por
conducto del Sr. Brigadier D. Felix Maria Oalleja, á quien habia di-
rigido el Sr. gobernador intendente da Nueva Vizcaya D. Bernardo
Bonavia la dcclaracion siguiente:


«El Br. D. Miguel Hidalgo cura de Dolores, á todo el mundo.
¡Quien dará agua á mi cabeza, y fuentes de lagrimas á mis ojos!
¡Quien pudiera verter por todos los poros de mi cuerpo la sangre
que circula por sus venas, no sólo para llorar dia y noche los que
han fallecido de mi pueblo, sinó para bendecir las interminables
misericordias del Señor! Mis clamores debian exceder á los que dió
Jeremias, instruido por el mismo Dios, para que levantando á ma-
nera de clarin sonoro la voz, anuneiara al pueblo escogido sus deli-
tos, y con sentimientos tan penetrantes debia convocar al orbe en-
tero, á que vieran si hay dolor igual á mi dolor. ¡Mas, ay de mí! que
no puedo espiral' hablando, y desengañando al mundo mismo de los
prrores que cometí! ¡Mis dias, con qué dolor lo profiero! pasaron




735 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


veloces: mis pensamientos se disiparon cási en su nacimiento, y
tienen mi corazon en un tormento insoportable.


La noche de las tinieblas que me cegaba, se ha convertido en lu-
minoso dia, yen medio de mis justas prisiones, me presenta como
á Antioco, tan perfectamente los males que he ocasionado á la Amé-
rica, que el sueño se ha retirado de mis ojos y mi arrepentimiento
me ha postrado en cama; aquí veo, no muy lejos, el aparato de mi
sacrificio; exhalo cada momento una porcion de mi alma, y me sien-
to morir del dolor de mis excesos, mil veces ántes que poder morir
una sola vez: distante no más que un paso del tribunal div ino, no
puedo ménos que confesar con los necios de la sabiduria: luego er-
ramos y hemos andado por caminos difíciles que nada nos han apro-
vechado: veo al Juez Supremo que ha escrito contra mis causas que
me llenan de amargura y que quiere consumirme aun por sólo los
pecados de mi juventud.


¿Cuanta será pues mi sorpresa, cuando veo los innumerables que
he cometido como cabeza de la insureccion? ¡Ah! ¡ América querida
patria mia! ¡Ah americanos mis compatriotas, europeos mis proge-
nitores, y sobrc todo insurgentes mis secuaces, compadeceos de mí!
Yo veo la destruccion de este suelo que he ocasionado, las ruinas
de los caudales que se han perdido, la infinidad de viudas y huér-
fanos que he dejado, la sangre que con tanta profusion y temeridad
se ha vertido y lo que no puedo decir sin desfallecer, la multitud de
almas que por seguirme estarán en los abismos. Yo veo que si vos-
otros, engañados insurgentes, quereis seguir en las perversas máxi-
mas de la insurreccion, mis penas se aumentarán y los daños no sólo
para la América sino para vosotros no tendrán fin. La santidad de
nuestra religion que nos manda perdonar y hacer bien á quien nos
hizo mal, me consuela, porque espero que os compadecereis de mí,
perdonándome uno hasta el menor daño que os he inferido, y librán-
dome vosotros, insurgentes, de la imposibilidad horrible de habe-
ros seducido. '


Cierto de las misericordias del Señor, lo que me aflige son estos
perjuicios que he originado, y suplico encarecidamente que no si-
gan: vosotros ya lo sabeis, os habeis de ver ó en un momento súbi-
to que de improviso os trasla e al tribunal de Dios, ó en los que su
magestad me conceda para mi desengaño, y si entónces habcis de
confesar lo que yo os digo, creedme desde estc instante; practicad las
máximas verdaderas de quien se halla desengañndo y convencido:
honrad al rey porque su poder es emanado de Dios: obedeced á
vuestros prepósitos constituidos por la soberanía, porque ellos ve-
lan sobre vosotros, como quienes han de dar cuenta al Señor de
vuestras operaciones. Sabed que el que resiste á las llotestades le-
gítimas, resiste á las órdenes del Señor; dcjad pues las armas,
echaos ii los pies del trono, no temais ni las prisiones, ni la muerte,
temed sí, al que tiene poder despues que quita la vida al cuerpo, de
arrojar el alma á los infiernos. ¡Dichoso yo, felices y venturosos vos-
otros si me daii> este consuelo.


Exterminada la insurreccion, perdonado de mis excesos, con es~
pecialidad de los que haya cometido contra la religion y sus minis-
tros, contra el respeto de sus jefes pastores é inquisidores, como
eficaz y sumisumente lo suplico, ¿con qué satisfaccion mc nrrojaré
en lo,,; brr-zos de un Dios, que si como justo me debe sentenciar,
como padre piadosísimo me llama, y me dá tiempo para que des~m~




NS TAS .-CAPíTULO IV , 737
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gañando al mundo, y arrepintiéndome, se vea en la suave precision
de decidi;' de mi eterna suerte, segun las promesas que nos ha he-
cho, de que en cualquier dia que se convierta ei pecador se echará
en perpétuo olvido todas sus iniquidades? Estas prisiones que me
ligan, y que be~o con reconocimiento, me convencen de que si él no
me hubiera ayudado, ya habitaria mi alma en los infiernos, El hor-
ror con que se me presenta la sangre que por mí se ha derramado
y la devastacion de este florido reyno, no puedo negar son aquellos
auxilios con (iue se ponia á la vista de Israel lo malo y amargo que
es haberle dejado: no, no son los tormentos del abismo los que me
perturban, porque son mayores las culpas con que los merecí. Si un
Dios infinito en sus perfecciones toleró lo que es más que el mismo
infierno. ¿Porque no he de recibir gustoso lo que merezco en satis-
faccion de Su justicia, como no me prive de su aIllor? ¿pero que di-
go? ni aún estos suplicios me aterran á presencia de sus misericor-
dias: sé que el dia que un pecador se arroja á sus piés se regocija
todo el cielo: sé que él es el mismo que á la oveja perdida cuando
la encuentra, no la pone al arbitrio de los lobos, sino que aIlloroso
la coloca sobre sus hombros, y que alllijo que habia sido el oprobio
de su familia lo recibe con ternurus tan singulares, que puede cau-
sar emulacion á sus hijos más sumisos: toda la falta de mis méri-
tos, la suple con superabundancia la sangre que vertió y ofreció
por mí.


Sed pues testigos todos los que habitais el orbe; sed lo cuantos
habeiso coperado :í mis excesos, de que si ingrato y ciego me preci-
pité, injurié al Omnipotente, al Soberano, á los europeos y ameri-
canos, quisiera deshacer mis yerros en otras tantas vidas, cuantas
ha producido y puede producir el brazo del Señor; quiero morir y
muero gustoso porque ofendí á la Magestad Divina, á la humana y
á mis prógimos: deseo y pido que mi muerte ceda para gloria de
Dios y de su justicia, y para testimonio el más convincente de que
debe cesar al momento la insurreccion, concluyendo estas mis últi-
mas y débiles voces con la protesta de que he sido, soy y seré por
toda la eternidad, católico cristiano, que como tal, creo y confieso
cuanto cree y confiesa nuestra Santa Madre Iglesia, que abjuro, de-
testo y rct.racto cualquiera cosa que hubiese dicho en contra de
ella, y que por último, espero que las oraciones de los fieles de todo
el mundo, con especialidad de los de estos dominios, se interpon-
gan para que dándome el Señor y padre de las misericordias una
muerte de amor suyo y dulce de mis pecados, me conceda su bea-
tífica presencia.


Chihuahua, real hospital y Mayo 18 de 181l.-Miguel Hidalgo.-
Señor Oomandante general D. Nemesio Salcedo.-El Br. D. Miguel
Hidalgo, contenido en el anterior, suplica á V. S. que por un efecto
dc sn bondad, reciba y circule por todas partes su precedente satis-
faccion para descargo de su conciencia.-Real hospital de Chi-
huahua, Mayo 18 de 18ll.-Miguel Hidalgo.


(2:'l) El caudillo de los diputados americanos en las Oórtes de
Cádiz, fué en un principio D. José Mejía, representante de Santa Fé
de Bogotá, á quien seguian y apoyaban los se~lares D, Joaquin
Fernandez de Leivn (diputado por Lima), Morales Duarez, Feliu y
Gntiel'rez Teran y los eclesiásticos Alcocer, Ramos Arispe (de Mé-
jico), Lnrdazab!t!, Gordoa y Castillo.




738 LAS INSURRECCIONES EN CUBA.


(24; Lo que veremos confirmado en todas las ocasiones en que la
clemencia ha cubierto sus desvíos.


Aquellos bien intencionados políticos de Cádiz, señalaron á los
reinos ultramarinos los diputados que corre::;pondian á 1ft poblacion
blanca y aún tanta prodigalidad no contentó á los americanos, que
pretendian tener una representacion igual á la de Península, su-
mándose con los individuos de las razas de color, con las que ja-
más quisieron confundirse.


y no tenian ciertamente razon en pedir tal cosa, pues en la épo-
ca de 1810 á 1812, se regulaba la poblacion americana en quince mi-
llones escasos de habitantes, de los cuales ocho pertenecian á la
raza india, cuatro á la negra y el resto á los criollos y europeos;
aquellos sin civilizacion ni capacidad bastante para hacer uso del
derecho de representacion, y los negros todos ó en su mayoría ex-
tranjeros, sobre los cuales el mismo Florez Estrada. arriba citado,
decia que ninguna nacion habia conccdido jamás tal derecho á los
extranjeros ni á sus hijos, y hacerlo el gobierno español fuera un
absurdo. Por esto, participando sus correligionarios políticos de ta-
les ideas, inclinaron á la junta central á que excluyera á los blan-
cos europeos del derecho de elegibles en América, por no ser aquel
el lugar de su naturaleza, siguiéndose la mi sma doctrina estableci-
da en la Península respecto de los que habian nacido fuera de ella.


Siendo así, la clase de criollos, la única idónea para representar
los dominios del Nuevo mundo, parecia que más favorecida no po-
dia ya ser: pero obtuvo sin embargo áun de la Central, el número de
veinte y seis representantes que era cuanto podían apetecer; pues
segun las investigaciones estadísticas hechas en 1797, y basadas
en el censo que de órden del conde de Floridablanca se hicieron
en 1786. la poblacion de la Península española era á fines del si-
glo XVIII de 10.541.221 habitantes, de los cuales 5.220.299 varones y
5.320.922 hembras y la blanca y criolla americana de tre:3 millones
escasos. sobre cm-as cifras debia hacerse la estadística electoral.
Si se cOLtcedia un ¿ipu tado por cada 50.000 almas, ¿podian con razon
quejarse cuando se les daban los 26 diputados á aquellos impacien-
tes hijos de los españoles, cuando á sus padres ni se les conceuia
más, ni se les consentia contarse con los extranjeros, ni con los in-
capacitados legalmente, para aumentar la cifra de los diputados?


(25) La palabm yankee aplicada á los habitantes manufactureros
del Norte de los Estados-Unidos, por los ricos plautndores del Sur
para zaherirles, traducida aproximadamente, quiere decir bárbaro ó
salvage, por habitar aquellos la tierra usurpada á los indios yan-
quis que era la tríbu de los indígenas más groseros y descorteses.


(26) Carta que tenemos á la vista, escrita desde Bourbon l'Ar-
chanbault, por el cabf>.llcro Mauricio Talleyrand al señor almirante
Gravina, embajador de S. M. Católica en Frnncia. el 27 de jn lio de
1804.


(27: Con motivo de la ere:l.cion de los rhbanos r:olunta,ilJs de Fcl'-
"l/anda VII, se puhlicó en la Habana el 27 de mayo de 180R un folle-
to en yerSO que no trnscrihimos por su extensiOll y h,:ccmos ele él
algnnns indiear;iones solamente.


ACJucl escrito estaba dedic:ado á los "Voluntarios españoles pOI"




NOTAS.-CAPÍTULO IV 739


)la bizarría y patriotismo con que los naturales de Castilla é islas
:tCanarias se han presentado á tomar las armas y ejercitarse en el
:tmanejo de ellas y evoluciones militares, formando un cuerpo de
:t Voluntarios españoles .» Estos formaban siete divisiones. La primera
de naturales de Castilla, compuesta de dos compañías, la segunda
de Asturianos depna, la tercera de Catalanes de cuatro, la cuarta
de Navarros y Vizcainos de tres, In quinta de Andaluces de UJliR, la
sexta de Galle.r¡os de dos y la sétima de Canarios de tres, cuyas diez
y seis compañías fueron instruidas por los oficiales y sargentos del
ejército veterano, y tuvieron su primera formacion ante las auto-
ridades superiores políticas, militares, eclesiástieas y económicas
de la isla, siendo su principal jefe el marqués de Someruelos.


(28) La víspera de la ejecucion, publicó el general Somerue10s un
bando en el que se leia: «Pero habitantes de la Habana, la justicia
>>no es incompatible con la compasion y la urbanidad ..... Que el
»concurso ordenado y tranquilo hnga el acto más patético y terri-
)}ble. La coufusion, la algnl-ara, los dicterios y las ncciones incivi-
»les no son propias de un pueblo ilustrado.»


:29) El Sr. Pe zuela en su ENSAYO HISTÓRICO DE LA ISLA DE CUBA,
refiere este hecho en la siguiente formn:


«D. Manuel Rodrignez Aleman, procedente de Norfolk, llegó á la
Habana el 18 de julio de 1810 en el bergantin español San Antonio.
-Conducido á presencia de Someruelos en el acto mismo de desem-
barcar, no pudo toda su cautela, diestramente encubierta bajo un
lenguaje fácil y expresivo, disipar en aquel jefe las sospechas que
desde luego le infundieron varios antecedentes del interrogado.-
Puesto bajo buena guarda y ocupados en seguida por el juez don
Francisco Filomeno sus papeles y equipaje, de pronto no se le ha-
llaron más que unos documentos privados, algunos apuntes de
aventuras particulares y de viajes.-Solo algunos planos y diseños
de fuertes y ciudades haciau recelar algo.


Sonrióse tranquilamente el preso al presenciar el nimio reconoci-
miento que se hacia de sus efectos, ropas y balija, cuando Filome-
no, receloso de alguna ocultacion en la espesura de las tablas de un
cofre en apariencia muy sencillo y sin encondrijo ni secreto, mandó
que las rompiese á un carpintero.-Turbóse tÍ los primeros golpes y
apareció des<3ncajado el rostro de D. Manuel, cuyo súbito temblor j-
palidez anunciaron la emocion de su alma.-Suplicó cntónces con
frases balbueientes que se suspendiese la operaeíon hasta que ha-
blara con el eapitan genernl, manifestaudo que el cofre tenia un se-
creto en donde se ocultaban varios pliegos que el ministro de In-
dias de José, D. Miguel José de Asanza, le habiaentregado para al-
gunas personas de América; que habia admitido tan peligroso en-
cargo sin intencion de cumplirlo, y solamente para fugarse de Ma-
drid y restituirse á Méjico, su pátria.-Revelado momentos des pues
por Rodriguez Aleman el secreto del cofre, aparecieron hasta trein-
ta y tres pliegos destinados á h isla de Cuba, Méjico, Guatemala,
Santa Fé, Mr.rida de Yucatan, Caracas y Puerto-Rico.-El destina-
do á la Audiencia de Puerto-Príncipe contenia los impresos siguien-
tes: La Constitucion de Bayona, dos papeles referentes á sucesos
tan favorables á los franceses como contrarios á la causa de Espa-
ña, una órden de José para que todos los empleados de América.


"-l9




740 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


continuasen ejerciendo sus destinos, y un oficio de remision firma-
do por el mismo Asanza exortando á que todos se adhiriesen á la
causa de aquel supuesto Rey.-Lo propio contenian todos los plie-
gos destinados á los otros puntos, si bien en el del virey de Méjico
habia además una carta órden del citado Asanza para que allí se
emplease con una asignacion de dos mil duros anuales al portador
Rodriguez Aleman.


En vano procuró este desgraciado en las actuaciones de su causa
y bajo el peso de tamañas pruebas cohonestar su funesto cometido
con la necesidad, supuesta ó cierta, en que se habia visto de admi-
tirlo.-Declarado reo de alta traicion fué condenado á muerte y la
sufrió en la horca en la mañana del 30 del mismo mes de julio con
ánimo ¡sereno v resignacion cristiana.»


Dice además Valdés, en su HISTORIA DE LA ISLA DE CUBA, que Ale-
man, natural de Méjieo, era hijo de un sugeto honrado, capitan del
regimiento del Comercio (zaragate sin duda) de aquella capital, y
su madre una buena señora.-Al parecer se hallaba graduado de
comisario ordenador por José Bonaparte.


(30) Valdés en las págs. 261 y 263 copia el acuerdo tomado por el
ayuntamiento de la Habana con este motivo el 18 de enero de 1811,
y el Sr. Pezuela en la pág. 438 la comunicacion que Someruelos
pasó al ministerio ó gobierno de la Regencia en 21 del mismo.


(31) En 17 de mayo de 1810 se expidió á nombre de la Regencia
un real decreto autorizando el comercio directo de todos los puertos
de las Indias con las naciones de Europa y colonias extranjeras.
Tan radical mudanza en la legislacion mercantil, hecha como de una
manera subrepticia, levantó sérias reclamacioues del comercio gadi-
tano, que viendo escapársele sus privilegios, reclamó calurosamen-
te contra la providencia.


Hechas las averiguaciones correspondientes, resultó que sobre un
permiso limitado al renglon de harinas y al sólo puerto de la Haba-
na, habia la secretaría de Hacienda extendido la concesion á todos
los frutos y mercaderías procedentes del extranjero y en favor de
todas las costas de Américp,. Arrestado el ministro de Hacienda,
marqués de las Hormazas, se averiguó que era extraño al asunto y
que, sorprendiéndole, se le habia presentado á la firma el documen-
to por el oficial mayor de la secretaría D. Manuel Albuerne, aten-
diendo las interesadas indicaciones de los agentes del ayuntamiento
y consulado de la Habana D. Esteban Fernandrz de Lean y princi-
pll.lmente D. Claudia Martinez de Pinillos, capitan de milicias, criollo
cubano que acompañado y protegido de D. José Pablo Valiente in-
tendente que fué de Cuba, se habia trasládado á la Península para
gestionar los asuntos de di('hns corporaciones. Temiendo la Regen-
cia que se repitieran hechos de tal naturaleza y para apartarla in-
fluencia de Pinillos de las proximidades de los centros oficiales, le
ascendió á teniente coronel en 28 de julio de 1810, destinándole al
ejército de operaciones.


Véase Toreno, historia citada, tomo IlI, pág. 146.


(32) El di-putado por Puerto-Rico D. Ramon Power apoyó su voto
particular, presentado á las Córtes en 16 de enero de 1811, diciendo
(lue las provincias de Ultramar debian tener representacion legítima




NOTAS.-CAPÍTULO IV 741


en las próximas Córtes generales. Al efecto hizo una apología apa-
sionada de los derechos del hombre constituido en sociedad, dere-
chos que calificó de imprescindibles, así como de usurpacion, aten-
tar contra ellos. Calificó de injusta la política seguida por el gobier-
no con bs provincias americanas, en ningun modo conforme á la
fidelidad generosa de sus pueblos, presentándola como causa,
la más poderosa y principal, de las conmociones de varias de dichas
provincias; asegurando que la negativa ó aplazamiento daria lugar
á complicaciones, ya que no habia justicia ni razon para proscribir
del Congreso á provincias, que con tanto contribuian á la madre pa-
tria, y mucho ménos estando esta empeñada en una lucha gigan-
tesca contra la Francia. Terminó su peroracion con estas significa-
tivas frases: «No nos engañemos, Señor; este es el único arbitrio só-
lido y eficaz para tranquilizar á las Américas; este es el único lazo
para estrechar los efectos recíprocos de la union á que aspiramos.
Si por desgracia no adoptamos esta prudente y equitativa medida,
temo mucho que ántes de conseguirse tan altos fines, se alejen
más de nuestros deseos, y hago votos por que no se realicen los te-
mores que abrigo, respécto al porvenir de las provincias ultrama-
rinas, cuya prosperidad y la del pueblo español todo, deseo ardien-
temente.»


(33) El núm. 143 del DIARIO DE LA HABANA, correspondiente al
lunes 21 de enero de 1811, publicó la indieada Ley de imprenta, que
decia así:


Tomo 1. Núm. 143. Pág. 1.


DIARIO DE LA HABANA
dellúnes 21 de enero de 1811.


Santa Inés, virgen.--Oírcular en Santa Olara.
Sale el Sol á las 6 floras y 35 mín.--Se pone á las 5 horas y 25 mino


CÓRTES.
Don Fernando VII, por la gracia de Dios, rey de España y de las


Indias, y en su ausencia y cautividad el consejo de Regencia, auto-
rizado interinamente, á todos los que las presentes vieren y en-
tendieren sabed, que en las Córtes generales y extraordinarias con-
gregadas en la real isla de Leon se resolvió y decretó lo si-
guiente. (*)


(*) Puede verse el proyecto discutido en las Córtes, en el Diario
n. 122, y se advertirán las modificaciones con claridad.




742 LAS INSURRECCIONES EN CUBA.


»Atendiendo las Córtes generales y extraordinarias á que la fa-
cultad individual de los ciudadanos de publicar sus pensamientos
é ideas políticas, es no sólo un freno de la arbitrariedad de los que
gobiernan, sino tambien un medio de ilustrar á la nacion en gene-
ral, y el único camino para llegar al conocimiento de la verdadera
opinion pública, han veni-io en decretar lo siguiente.


1. Todos los cuerpos y personas particulares de cualquiera con-
dicion y estado que sean, tienen libertad de escribir, imprimir y pu-
blicar sus ideas políticas sin necesidad de licencia, revision y apro-
bacion alguna anteriores á la publicacion, baxo las restricciones J
responsabilidades que se expresarán en el presente decreto.


n. Por tanto quedan abolidos todos los actuales juzgados de
imprentas y la censura de las obras políticas precedente á su im-
presiono


III. Los autores é impresores serán responsables respectiva-
mente del abuso de esta libertad.


IV. Los libelos infamatorios, los escritos calumniosos, los sub-
versivos de las leyes fundamentales de la monarquía, los licencio-
sos y contrarios á la decencia pública y buenas costumbres, serán
castigados con la pena de la ley y las que aquí se señalarán.


V. Los jueces y tribunale3 'respectivos entenderán en la averi-
guacion, calificacion y castigo do los delitos, que se cometan por el
abuso de la libertad de la imprenta, arreglándose á lo dispuesto
por las leyes y en este reglamento.


VI. Todos los escritos sobre materias de religion quedan sujetos
á la prévia censura de los ordinarios eclesiásticos, segun lo esta-
blecido en el concilio de Trento.


VII. Los autores, baxo cuyo nombre quedan comprehendidos el
editor ó el que haya facilitado el mauscrito original, no estarán obli-
gados á poner sus nombres en los escritos que publiquen, aunque no
por eso dexan de quedar sujetos á la misma responsabilidad. Por
tanto, deberá constar al impresor, quien sea el autor ó editor de la
obra; pues de lo contrario sufrirá la pena que se impondria al autor
ó editor si fuesen conocidos.


VIII. Los impresores están obligados á poner sus nombres y
apellidos, y el lugar y año de la impresion en todo impreso, cual-
quiera que sea su volúmen; teniendo entendido que la falsedad en
algunos de estos requisitos se castigará como la olllision absoluta
de ellos.


IX. Los autores ó editores, que abusando de la libertad de la
impreuta coutravinieren á lo dispuesto, no sólo sufrirán la pena se-
ñalada por las leyes seguu la gravedad del delito, sino que éste y
el castigo que se les impongan, se publicarán con sus nombres en
la gazeta del gobierno.


X. Los impresores de obras ó escritos que se declaren inocen-
tes ó no perjudiciales. serán castigados con cincuenta ducados de
multa, en caso de omitir en ellas sus nombres ó algun otro dc los
requisitos indicados en el artículo VIII.


XI. Los impresores de los escritos prohibidos en el artículo IV,
que hubieren omitido su nombre ú otra de las circunstancias yá
expresadas, sufrirán además de la multa, que se estime correspon-
diente, la misma pena que los autores de ellos.


XII. Los impresores de escritos sobre materias de religion sin
la prévia licencia de los ordinarios, deberán sufrir la pena pecunia-




NOTAS.-CAPÍTULO IV 743


ria que se les imponga, sin perjuicio de las que en razon del exceso
en que incurran, tengan yá establecidas las leyes.


XIII. Para asegurar la libertad de la imprenta y contener al
mismo tiempo su abuso, las Córtes nombrarán una iunta suprema
de cenSU1'a, que deberá residir cerca del gobierno, compuesta de
nueve individuos, y á la propuesta de ellos otra semejante en cada
capital de provincia, compuesta de cinco.


XIV. Serán eclesiásticos tres de los nueve individuos de la jun-
ta suprema de censura, 1 dos de los cinco de las juntas de las pro-
vincias, y los demás seran seculares; y unos y otros sugetos ins-
truidos, y que tengan virtud y probi~ad, y el talento necesario pa-
ra el grave encargo que se les encomIenda.


XV. Será de su cargo examinar las obras, que se hayan denun-
ciado al poder executivo ó justicill.s respectivas: y si la junta cen-
soria de provincia juzgase, fundando su dictámen, que deben ser
detenidas, lo harán así los jueces y recogerán los exemplares ven-
didos.


XVI. El autor ó impresor podrá pedir copia de la censura y con-
testar á ella. Si la junta confirmase su pri:mera censura, tendrá ac-
cion el interesado á exigir que pase el expediente á la junta su-
prema.


XVII. El autor ó impresor podrá solicitar de la junta suprema,
que se vea primera y aun segunda vez su expediente, para que se le
entregue cuanto se hubiese actuado. Si la última censura de la
junta suprema fuese contra la obra, será ésta detenida sin mas
exámen; pero si la aprobase, quedará expedito su curso.


XVIII. Cuando la junta censoria de provincia ó la suprema se-
gun lo establecido, declaren que la obra no tiene sino injurias per-
sonales, será detenida, y el agraviado podrá seguir el juicio de in-
jurias en. el tribunal correspondiente con arreglo á las leyes.


XIX. Aunque los libros de religion no puedan imprimirse sin li-
cencia del ordinario, no podrá éste negarla siu prévia censura yau-
diencia del interesado.


XX. Pero si el ordinario insistiese en negar su licencia, podrá
el interesado acudir con copia de la censura á la junta suprema, 111.
cual deberá examinar la obra, y si la hallase digna de aprobacion,
pasará su dictámen al ordinario, para que mas ilustrado sobre 111.
materia conceda la licencia, si le pareciere, á fin de excusar recur-
sos ulteriores.»


y para la debida execucion y cumplimiento del decreto preceden-
te, el consejo de Regencia ordena y manda á todos los tribunales y
justicias, gafes, gobernadores y demás autoridades, así civiles, ca·
mo militares y eclesiásticas de cualquiera clase y dignidad, que le
guarden, hagan guardar, cumplir y executar en todas sus partes.
Tendréislo entendido y dispondréis lo necesario para su cumpli-
miento-Pedro Agar, presidente-Jlfarques del Castelar-José jJ1aria
Puig Samper-En la isla de Lean á 11 de noviembre de 1810-A Don
Nicolas de Sierra. (1)


(Conciso.)
En otro DIARIO se insertaba sobre la libertad de la imprenta la si-


guiente


(1) En este, como en todos los decretos de la Junta, puso mano




744 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


Oircular del emcelentísimo señor presidente, gobernador y capitan
general, con motivo de la providencia interina, que Ita tomado para que
se ponga desde luego en práctica la libertad de la imprenta, de que tra-
ta el real decreto de 10 de noviembre último, que se copi6 en el Diario
número 143 dellúnes 21 de enero de 1811, lo que se manifiesta en éste
para noticia y conocimiento del público.


»El excelentísimo señor secretario de Estado y del despacho de
gracia y justicia me ha comunicado de órden del consejo de Regen-
cia, con fecha de 12 de noviembre último, el real decreto sobre li-
bertad de imprenta, recibido e12 del actual, de que incluyo á V .....
exemplares impresos; y con presencia de su contenido, y que el ar-
tículo 13 no dexa la menor duda de que debe existir cerca de dicho
consejo de Regencia una suprema junta de censura, que asegure la
libertad de la imprenta y contenga los abusos que de ella se hagan;
es de esperar por este incuestionable principio la noticia de su ins-
talacion, y que á su propuesta se nombren los sugetos que deban
componer la de esta capital, sin que entretanto debiera publicarse
el referido real decreto; pues debiendo ;proceder, ó ser contemporá-
nea la ereccion de la junta, y no habiendo se hecho la designacion
indicada en el artículo 14, ni concedido facultades á este gobierno
para que la haga, es claro que no quedaba otro arbitrio sino espe-
rar posteriores órdenes, como debe creerse lleguen en brevc; pero
noticioso de que el público desea que cuanto ántes se ponga en
práctica dicha soberana gracia, y 1mbiendo oido con tal motivo, en
sesioncs ordinarias presididas por mí, al muy ilustre ayuntamiento
de esta ciudad, á la junta cconómica y de gobierno del real consula-
do, y á la real sociedad patriótica, como tambien dictámen de le-
trado sobre el asunto; he determinado se instale desde luego lajun-
ta de que trata el artículo 13, con calidad de interina, hasta que
S. M. otra cosa resuelva: y conforme al 14, he nombrado á los ecle-
siásticos doctores D. Domingo Mendoña y D. José Agustin Caba-
llero, y los seculares, el licenciado D. Luis Hidalgo Gato y los doc-
tores D. José Maria Sanz y D. Rafael Gonzalez, á fin dc que tenga
efecto la libertad de la imprenta en estl1capital y demás pueblos de
la isla. Lo que comunico á V. para su inteligencia y efectos con-
venientes en el distrito de su cargo-Dios guarde cte. Habana 18
de febrero de 1811.»


La senectud disputada.
Erase un viejo, pero tan reviejo,


Como dicen algunos que chocaba,


el laureado poeta D. Manuel José Quintana, quien dice respecto de
la parte que tomó, como director del SEMANARIO PATRIÓTICO, en la
revolucion de España (OBRAS INÉDiTAS, pág. 254, Madrid 1872), que él
no escribió próclamas sino por encargo del gobierno, revisadas án-
tes de imprimirse y publicadas á nombre de ésk, y que «ellas no
'>respiran más sentimientos ni manifiestan otro objeto que mantener
»la union de aquellos paises con la metrópoli, y sacar de ellos abun-
»dantes socorros para la guerra.» Pero es tambien verdad que en su
SEMANARIO se publicaron en cierta época las ideas mas exaltadas J
antimonárquicas, eontribuyendo á la perturbacion de nuestros do-
minios en el Nuevo mundo. (Obra citada, pág. 265.)




NOTAS.-CAPÍTULO IV


Quien con otra revieja disputaba,
Cual seria de los dos el mas añejo:


Agarráron entrámbos un espejo,
Para ver de los dos cl que ganaba,
y como á la sentencia no se estaba,
Apeláron gustosos al consejo.


Su demanda entabláron de porfia,
Por el órden de ley y de derecho,
Alegando al intento cuanto habia:


Los señores que viéron el estrecho,
De dar resolucion á la tal queja,
Por igual eptimáron la pareja.


Nazwrio Mirto.


745


(34) EL HABLADoR.-Jueves 29 de agosto de 1811.-(Gratis para
los SS. suscriptores al MENSAGERo.-Publicábase en ocho páginas;
imprenta de D. Pablo Nolasco Palmer.)


Dcnunciaba en este número como grandes males las loterías, ga-
llerías, billares. juegos clandestinos y la numerosa turba de criados
inútiles que sostenian las casas pudicntcs por especie de un mal
entcndido lujo.


Yadvertia al general de marina y al intendente que despachasen
á todas horas ménos enJas de descanso: al traductor de facturas de
la aduana que asisticra' todos los dias á su mesa de despacho: al
diocesano que cada repique de campanas no pasase de dos minutos:
que los pontones no se perdieran y que limpiase la bahia: que se
dijese al pueblo cuándo se campraba farola para el Morro (pues á
4 pesos que satisfacia la salida de cada buque desdc 1795 en 15
años debia haber cantidad bastante recaudada): que se erigiese un
tribnnal de policía para la tranquilidad y órden; y sobre todo, un
arreglo militar, pues era doloroso ver unos pocos soldados que pa-
recian inválidos sin arreglo, disciplina ni aire militar, y los regi-
mientos en cuadro, cuando tantos vagos habla deseosos de tomar
un fusil y el presto


(35) Véase uno de aquellos artículos que con el título de Cfonsi-
dem,ciones acerca de la ley de imprenta, publicó EL DIARIO DE LA HA-
BANA del miércoles 20 de febrero de 1811.


La libertad civil á que pertenece la libertad de hablar, escribir,
comer, andar, y hacer el hombre un uso libre de todas sus faculta-
des físicas y morales, tiene sus leyes que le son inseparables, y
sin observarlas, ni puede hablar, escribir, comer, etc. ¿Podré yo tan
solo porque tengo lengua decir á un hombre honrado que es un pí-
caro, un ladran? ¿Podré yo porque tengo tintero y papel y ganas de
zaherir decir á un escritor juicioso que es un bestia, un escritor
mercenario vendido al capricho, etc.'? Si decirle á un hombre pri-
vadamente cualquiera injuria, es condenado por la ley, por las bUI;)-
nas costumbres, ¡cuánto no debe serlo con la bocina de la imprenta
en medio de una grande poblacion! ¿Y por quién? Tal vez por d
hombre mas desenfrenado y sin pu lar, y que no se atreveria á fijar
sus ojos en el semblante de la calumnia. Desgracia por cierto que
acO!-~paña cási á todas las cosas de este mundo.


La libertad de la imprenta consiste en que así como el hombr~




746 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


:para hablar no necesita pedir licencia á autoridad ninguna, no ne-
cesita tampoco de licencia para imprimir lo que ha pensado; pero
del mismo modo que no pueden hablarse ó escribirse impunemente
cosas que ofendan á la sOCIedad ó á los particulares, tampoco po-
drán imprimirse, y el que imprima deberá ser todavía más severa-
mente castigado por el ingenio humano. Así jamás se debe confun-
dir esta licencia con el libertinage y el desenfreno, que algunos
creerán gozar considerándose autorizados por esta libertad pam sa-
tisfacer sus pasiones. El más esencial atributo de la libertad es
obedecer á la ley, pero á la ley sola; de otro modo, sucederia que
por vivir todos en la licencia, nadie gozaria en efecto de la liber-
tad. Los escritores deben escribir solamente en utilidad de la pá-
tria; todo lo que pueda perjudicar á esta debe omitirse; lo demás es
ir directamente contra el espíritu del decreto y contra nosotros
mismos. El hombre de talento y probidad debe pensar prudente-
mente lo que escribe, donde lo escribe y para quien lo escribe. No
todo lo que puede leerse en Cádiz puede leerse en Barcelona; lo que
puede ser muy útil en la Habana, puede causar grandes perjuicios
en :Méjico y viceversa. Cada provincia se distingue por el acento
génio, carácter, costumbres y clase de sus moradores; aun en una
misma provincia reinan diversos intereses. Al enfermo que se niega
el alimento, convendria por ejemplo, decirle que se muere, y decír-
selo á otro que no está en este caso, seria quitarle la vid!l de un
solo golpo. Seamos prudentes y reflexivos; volvamos la vista al tea-
tro, que no hace tantos años estremeció algunos pueblos de la tier-
ra; conozcamos nuestros verdaderos intereses, procurando ser feli-
cel'! y servir cada uno del modo que pueda en la grande obra de li-
bertar la nacion del yugo del opresor del género humano. Tl'lste de
aquel que asemejándose al salteador de caminos que con puñal agu-
do saquea y sacrifica al inocente pasagero, abusare de la libertad
de la prensa concedida por la sabiduría del Supremo Oongreso para
salvar el Estado, para mejorar su Oonstitucion, y en fin, para hacer
felices á todos los españoles.


(36) EL REGAÑaN se publicó despues en la córte cerca de dos
años seguidos á principios del siglo; y con el título de EL NUEVO
REGAi::oN, reapareció en la Habana e12 de noviembre de 1830, ma-
nifestando lo que entre comillas decimos en el texto.


Véase en la nota 13 del cap. DI la forma del periódico LA AURORA.


(m) El periódico de la Habana titulado EL LINCE, cuyo publicó
su primer número el viernes 1.0 de febrero de 1811. Aparecia de
ordinario tres veces á la semana: los domingos, martes y viernes,
aunque, como los demás periódicos particulares de aquella época,
no guardaba exacta regularidad en su publicacion.


(38) Véase la nota 34 de este capítulo.-El periódico EL HABLA-
DOR desapareció en octubre de 1811, á poco de ver la luz. y anunció
la segunda época de su publicacion en 16 de febrero de 1812, di-
ciendo en el nuevo prospecto, que á la sazon se publicaban en la.
Habana y tendria por colegas á LA GACETA, EL DIARIO, EL OENSOR,
EL FRAYLE, EL PATRIOTA, LA TERTULIA, RONQUILLO y REPARON.


1l9) Véase la nota 24 del cap. III.




NOTAS.-CAPÍTULO iV 747


(40) CENSOR UNIVERSAL del domingo 3 y jueves 7 de abril
de 1814. - Tros, Triusque miki nullo descrimine agetur.-.,E ueid. lib. 1.


Periódico de ocho á diez y seis páginas en 4.° é impreso en la
Habana, imprenta de D. Pedro Palmer é hijo.


Aunque defensor ya en aquella fecha de la sensatez, del órden y
de las buenas formas en el uso de la libertad de imprenta, publica-
ba un extenso artículo, condenando á los escritores anarquistas,
con este título:


«PRIMER CAPIROTAZO de pluma (por ahora si no se dá lugar á otra,
cosa), que da elleon, como insultado para ello repetidas veces, por
el irreligioso, atrevido é insolente enemigo de la patria y sedicioso
del reino de Goatemala D. Simon Bergaño y Villegas, redactor (tole-
rado indebidamente por el gobierno), de los libelos titulados DIARIO
CIVICO y ESQUIFE, donde los perversos estampan sus malignas
máximas con el depravado fin de desinquietar á este pacífico pue-
blo Habanero.»


(41) :El DIARIO DE LA HABANA núm. 430: correspondiente al domin-
go:1 de noviembre de 1811, publicaba el siguiente anuncio:


«Por auto del ilustrísimo obispo diocesano de 31 de octubre últi-
mo, despues de considerar la ninguna enmienda que ha tenido Don
Simon Bergaño y Vi1legas, autor de los núms. 47 v 48 del CORREO DE
LAS DAMAS, con el suave remedio y paternal correccion do la pasto-
ral de 2 de setiembre, haciendo imprimir el núm. 63 del mismo Cor-
reo lascivo, obceno y contra la pureza de las buenas costumbres, y
llegando esta eontinuacion al extremo que en dicho último número
se mofa de la misma pastoral, que debia respetar y beber en ella la
sana doctrina, y ridiculiza la misma censura de la excomunion, de
la que le advierte su conciencia hacerse reo: y que á este propio
tiempo su sócio en el CORREO DE LAS DAMAS D. J oaquin José García,
ha presentado un escrito sosteniendo disrrazadamente las mismas
depravadas máximas de los dos primeros citados números yape-
lando de dicha pastoral sin ser parte; ha prohibido S. S. I. dichos
papeles como contrarios á la moral cristiana, para que ninguna per-
sona los lea ni retenga, sino que inmediatamente los entregue en su
secretaría de cámara; y ha conminado con excomunion mayor á los
expresados Begaño y García, si volviesen á incurrir en iguales ó
semejantes defectos; yal impresor D. Pedro Nolasco Palmer, si re-
incidiese en otra impresion de papel que trate de la moral cristiana
sin la licencia del ordinario eclesiástico, con que se le cerrará la.
imprenta y con la multa de cien ducados á favor de un estableci-
miento piadoso; y que para satisfaccion en parte de la que se debe
á los fieles ofendidos con dichos papeles, y que los entreguen como
está mandado, se publica esta nota para inteligencia de todos y
cumplimiento de lo prevenido.)


(42) Se podrá conocer lo que eran los potentados del Camagüey
por los hechos ocurridos en aquel tiempo, y los que se referian de
individuos pertenecientes á las principales familias.


Cuéntanse de la de los Betencourt, á que perteneci6 D. Gaspar,
El Lugareño, del que en adelante noS ocuparemos, cuya familia era
de las más antiguas é influyentes, ciertas anécdotas, que prueban
la importancia que siempre tuvieron en el departamento de Puerto-
Príncipe.




748 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


Referia el padre del Lugareño hablando dc los suyos y sobre los
grados de valer que reconocía entre los Recios y los Agramontes, á
quienes se tcnia por bob08, que el general Bucarelly nombró para Puer-
to Príncipe un gobernador, de quien aquellos tenian desfavora-
bles antecedentes, por lo cual algunos individuos de su familia,
el P. Barona, los Agramontes y los Recios, devolvieron estc fun-
cionario á la primera autoridad, diciéndole que no querian admi-
tirlo.


Irritado el general por tal desacato, llamó á la Habana á los que
se habian opuesto á dar posesion al gobernador; y los Bctencourt,
Recios, Barona, etc., que se presentaron, fueron encerrados en el
castillo del Morro, y de allí deportados á Cádiz. El boúo Agra-
monte, en vez de seguir á aquellos y obedecer la órden superior,
reunió la mayor parte de su ganado, sin gran precipitacion, lo con-
dujo á la Habana. donde lo vendió, y haciéndose acompañar hasta
la capitanía general, aparentando las maneras aleladas que tan
bien fingen los gltagiros de los campos de Cuba, se presentó al fin
en la casa de la primera autoridad, (que por estarse construyendo el
palacio del gobierno, era á la sazon la llamada Armona, en la plaza
de San Francisco, donde hoy está instalado el consejo de adminis-
tracion), y allí manifestó á los centinelas yayudantes del general
que tenia necesidad de verle.


Aunque con cierta repugnancia y por lo insistente que el guagiro
estaba, pasaron aviso á Bucarelly, y fué recibido for éste. Al ver
Agramonte al general, representó perfectamente e papel de bobali-
con; admiró á lo sándio y con las formas y tono peculinres del bozal
estúpido y salvaje, «á un hombre tan grande, que mandaba él sólo
»á tanta gente;» y despucs de preguntarle por su familia, insistió
tanto en su deseo de ver á los niños, que Bucarelly los llamó á su
presencia. Entónces Agramonte los atrajo á sí, se sentó en el sue-
lo, sacó los paquetes de onzas de oro, producto de la venta de su
ganado, y una baraja, y dijo á los niños que se acercaran á jugar
con PI. Atraidos éstos por la novedad, y quizás tambien por el oro,
siguieron la corriente de Agramonte, hasta que éste se lo dejó ganar
todo, á cuyo tiempo el general, que se habia enterado ya de la cla-
se de personaje que aquel era, lo despidió para Puerto Príncipe en
calidad de tonto.


Llegó al seno de su familía para hacerla comprender que como
booo no iba á Cádiz, y refiriéndose á aquel hecho, preguntaba Beten-
court: ¿los bobos quienes fueron, los Agramontes ó los Rócios'?


Se cuenta tambien de D. Diego Betencourt, tio de D. Gaspar el
Luga1'eño, que en 1809 tenia un pleito con la familia de los Baronas
y que, la víspera del dia de la vista, se presentó en la casa de un
oidor ó magistrado de la Audiencia de Puerto Príncipe, única entón-
ces en la isla, llamado Ramos, que luego fué mn.rqués, de quien supo
que el decidir el pleito á favor de los Betencourt valia un quitrin
nuevo que D. Diego le ofreció y remitió el mismo día. Al siguiente
tuvo lugar la vista del pleito y fué sentenciado en favor de los Ba-
ronas. Esto exaltó de tal manera á Betencourt que puñal en mano
se presentó ante Ramos exigiéndole una satisfaccion; y éste que
pudo evitar el primer arranque y apaciguarlo al fin le contestó:
«¿Pero compadre, queria Vd. que el qititrin anduviera solo? Si Ba-
rona me regaló una excelente pareja para que lo arrastrara ¿que
habia yo de hacer'?»




NOTAS.-CAPÍTULO IV 749


Enterado del hecho el capitan general, que era á la sazon el mar-
qués de Someruelos, y para librar á Ramos del peligro que corria
su vida, le llamó á la Habana, nombrándole jefe de la comision de se-
cuestros á los.franceses, en donde se casó con una señora muy rica.


(43) EL CENTINELAen la Rabana.-Jl1eves 9 de Setiembre de 1813.
Neq~M aprobo, ne omnia tmproben ... utor 'Dia.
No apruebo todo ni todo lo desapruebo: guardo un término me-


dio.-C. ep. 19.
Papel de ocho páginas en cuarto, dado á luz en la oficina de Ara-


zoza y Soler, impresores del Gobierno.
Referia en esta forma las ocurrencias de la Universidad de la Ha-


bana:
El martes 7 del corriente, dia aniversario en que por los estatutos


de esta universidad se hace la eleccion de los oficios de su cláustro
se ha dado á este público sensato una escena digna de alguna ani-
madversion.-23 maestros ó doctores presentes á la eleccion, pro-
cedieron á ella y la hIcieron canónica á mayoridad de votos, en un
religioso del mismo cláustro, con arreglo á dichos estatutos, decla-
rándose á favor de otro eclesiástico secular la minoridad que, sin du-
da preocupada por un papel maligno que se habia publicado en el
periódico LA CENA la víspera, trató invalidar de este modo la elec-
cion, reproduciendo en el acto la exencion de que ni podia ni debia
obtener el empleo y la jurisdiccion de rector de esta universidad
por no gozar de los derechos de ciudadano. Llegó la contienda á in-
creparse en términos acalorados, concluyendo con nombrar diputa-
cion de dos doctores que pasaron á dar cuenta al E. señor Vicepa-
trono v á recibir sus órdenes sobre el asunto. Y añadia:


«El Papa Inocencio XIII concedió licencia al convento de P. P. en
12 de setiembre de 1721, que se cumplió en 1728, para erigir la uni-
versidad de la Habana.-En cédula de 14 de marzo de 17HZ se les
permitió formar estatutos para su gobierno con asistencia é inter-
vencíon del Vicepatrono, que fueron aprobados en 27 de julio de
1734, por los cuales se rigió la universidad hasta aquella fecha.)


«Porque la Constitucion de 1812 no concedia á los religiosos los
derechos comunes de ciudadano, manifestal a la minoría que no de-
bian ejercerjurisdiccion, replicándole la mayoría ¿no vale ncaso el
mismo argumento contra cl eclesiástico secular que obtuvo votos
para el rectorado'? ¿no consiente el Congreso nacional á los cscula-
píos que corren en España con la educacion gratuita de la juventud
npareada con los religiosos hospitalarios de S. Juan de Dios'?!)


Por tanto, pedia el CENTINELA que se convocara en claustro ex-
traordinario á todos los maestros y doctores de la Universidad, pa-
ra ver si procedia la reforma de alguna parte de los estatutos, y
ahuyentara las ideas de atropellamiento tumultuario que fueron el
error del momento; consiguiéndose esto último merced á la influen-
cia de los hombres sensatos.
(44~ NOTICIOSO de la mañana del 31 de diciembre de 1813.
En este dia, año de 1829, el rey D. Jaime l, llamado el Conquis-


tador, quitó á los moros la isla de Mallorca.
Paper de cuatro páginas en 4.° impreso en la imprenta de D. Pablo


Nolasco Palmer é hijo.
Publicaba noticias de la guerra de-España y dicterios contra N3-


poleon y la Francia. .




748 LAS INSURRECCroNES EN CUBA


Referia el padre del Lugareño hablando de los suyos y sobre los
grados de valer que reconocia entre los Recios y los Agramontes, á
quienes se tenia por b0008, que el general Bucarelly nombró para Puer-
to Príncipe un gobernador, de quien aquellos tenian desfavora-
bles antecedentes, por lo cual algunos individuos de su familia,
el P. Barona, los Agramontes y los Recios, devolvieron este fun-
cionario á la primera autoridad, diciéndole que no querian admi-
tirlo.


Irritado el general por tal desacato, llam6 á la Habana á los que
se habian opuesto á dar posesion al gobernador; y los Betencourt,
Recios, Barona, etc., que se presentaron, fueron encerrados en el
castillo del Morro, y de allí deportados á Cádiz. El bobo Agra-
monte, en vez de seguir á aquellos y obedecer la 6rden superior,
reunió la mayor parte de su ganado, sin gran precipitacion, lo con-
dujo á la Habana, donde lo vendió, y haciéndose acompañar hasta
la capitanía general, aparentando las maneras aleladas que tan
bien fingen los guxgiros de los campos de Cuba, se presentó al fin
en la casa de la primera autoridad, (que por estarse construyendo el
palacio del gobierno, era á la sazon la llamada A"HWiM, en la plaza
de San Franci::>co, donde hoy está instalado el consejo de adminis-
tracion), .Y allí manifestó á los centinelas yayudantes del general
que tenia necesidnd de verle.


Aunque con cierta repugnancia y por lo insistente que el guagiro
estaba, pasaron aviso á Bucarelly, y fué recibido por éste. Al ver
Agrro.monte al general, representó perfectamente el papel de bobali-
con; admiró á lo sándio y con las formas y tono peculiares del bozal
estúpido y salvaje, «á un hombre tan grande, que manrlaha él s610
»á tanta gente;» y despues de preguntarle por su familia, insistió
tanto en su deseo de ver á los niños, que Bucarelly los llamó á su
presencia. Entónces Agramonte los atrajo á sí, se sentó en el sue-
lo, sac6 los paquetes de onzas de oro, producto de la venta de su
ganado, y una baraja, y dijo á los niños que se acercaran á jugar
con PI. Atraidos éstos por la novedad, y quizás tambien por el oro,
siguieron la corriente de Agramonte, hasta que éste se lo dej6 ganar
todo, á cuyo tiempo el general, que se habia enterado ya de la cla-
se de personaje que aquel era, lo despidi6 para Puerto Príncipe en
calidad de tonto.


Llegó al seno de su familía para hacerla comprender que como
bobo no iba á Cádiz, y refiriéndose á aquel hecho, preguntaba Beten-
court: ¿los bobos quienes fueron, los Agramontcs ó los Récios'?


Se cuenta tambien de D. Diego Betencourt, tia de D. Gaspar el
I¡tgareí'ío, que en 1809 tenia un pleito con la familia de los Baronas
y que, la víspera del dia de la vista, se present6 en la casa de un
oidor ó magistrado de la Audiencia de Pnerto Príncipe, única ent6n-
ces en la isla, llamado Ramos, q ne luego fué mnrq ués, de quien supo
que el decidir el pleito á favor de los Betencourt valia un quitrin
nuevo que D. Diego le ofreció y remitió el mismo dia. Al siguiente
tuvo lugar la vista del pleito y fué sentenciado en favor de los Ba-
ronas. Esto exaltó de tal manera á Betencourt que puñal en mano
se presentó ante Ramos exigiéndole una satisfaccion; y éste que
pudo evitar el primer arranque y apaciguarlo al fin le contestó:
«¿Pero compadre, queria Vd. que el qi~itrin anduviera solo'? Si Ba-
rana me regaló una excelente pareja para que lo arrastrara ¿que
habia yo de hacer'?»




NOTAS.-CAPÍTULO IV 749


Enterado del hecho el capitan general, que era á la sazon el mar-
qués de Someruelos, y para librar á Ramos del peligro que corria
su vida, le llamó á la Habana, nombrándolejefe de la comision de se-
cuestros á losfi'anceses, en donde se casó con una señora muy rica.


(43) EL CENTINELA en la lfalJana.-Jueves 9 de Setiembre de 1813.
Neqtu aprolJo, ne omnia ~mproben, .. utor vía.
No apruebo todo ni todo lo desapruebo: guardo un término me-


dio.-C. ep. 19.
Papel de ocho páginas en cuarto, dado á luz en la oficina de Ara-


zoza y Soler, impresores del Gobierno.
Referia en esta forma las ocurrencias de la Universidad de la Ha-


bana:
El martes 7 del corriente, dia aniversario en que por los estatutos


de esta universidad se hace la eleccion de los oficios de su cláustro
se ha dado á este público sensato una escena digna de alguna ani-
madversion.-23 maestros ó doctores presentes á la eleccion, pro-
cedieron á ella y la hIcieron canónica á mayoridad de votos, en un
religioso del mismo cláustro, con arreglo á dichos estatutos, decla-
rándose á favor de otro eclesiástico secular la minoridad que, sin du-
da preocupada por un papel maligno que se habia publicado en el
periódico LA CE)/A la víspera, trató invalidar de este modo la elec-
cion, reproduciendo en el acto la exencion de que ni podia ni debia
obtener el empleo y la jurisdiccion de rector de esta universidad
por no gozar de los derechos de ciudadano. Llegó la contienda á in-
creparse en términos acalorados, concluyendo con nombrar diputa-
cion de dos doctores que pasaron á dar cuenta al E. señor Vicepa-
trono y á recibir sus órdenes sobre el asunto. Yañadia:


«El Papa Inocencia XIII concedió licencia al convento de P. P. en
12 de setiembre de 1121, que se cumplió en 1728, para erigir la uni-
versidad de la Habana.-En cédula de 14 de marzo de 1782 se les
permitió formar estatutos para su gobierno con asistencia é inter-
vencion del Vicepatrono, que fueron aprobados en 27 de julio de
17:34, por los cuales se rigió la universidad hasta aquella fecha,)}


«Porque la Constitucion de 1812 no concedia á los religiosos los
derechos comunes de ciudadano, manifestala la minoría que no de-
bian ejercerjurisdiccion, replicándole la mayoría ¿no vale acaso el
mismo argumento contra el eclesiástico secular que obtuvo votos
para el rectorado? ¿no consiente el Congreso nacional á los c8cula-
píos que corren en España con la educacion gratuita de la juventud
npareada con los religiosos hospitalarios de S. Juan de Dios'?»


Por tanto, pedia el CENTINELA que se convocara en claustro ex-
traordinario á todos los maestros y doctores de la Universidad, pa-
ra ver si procedia la reforma de alguna parte de los estatutos, y
ahuyentara las ideas de atropellamiento tumultuario que fueron el
error del momento,; consiguiéndose esto último merced á la influen-
cia de los hombres sensatos.
(44~ NOTICIOSO de la mañana del 31 de diciembre de 1813.
En este dia, año de 1829, el rey D. Jaime I, llamado el Conquis-


tador, quitó á los moros la isla de Mallorca.
Papel de cuatro páginas en 4.° impreso en la imprenta de D, Pablo


Nolasco Palmer é hijo.
Publicaba noticias de la guerra de' España y dicterios contra Na-


poleon y la Francia. '




750 LAS INSURRECCIONES EN CUBA.


(45) EL FILÓSOFO VERDADERO del lunes 20 de diciembre de 1813.
Vitaiacet pictas ut Virgo ccede madentes ultima ccelestum terras As~


trcea reliquít.-Ovid. 1 Metamorph.
Periódico de cuatro páginas en 4.° publicado dos veces á la sema-


!la é impreso en la oficina de D. Estéban José Boloña.-Daba un
pliego en la semana Ó sean dos impresos.-Debió empezar á publi-
carse en octubre de 1813.


Publicaba artículos científico-religioso-filosóficos, y en los que ti~
tulaba Oañonera en Oo.-so atacaba duramente á los exaltados perió-
dicos EL CIVICO y EL ESQUIFE.


Figuraba viajes desde la Habana á Cayo Puto (islote situado en
el fondo de la bahía), hablaba de derrotas sufridas por el ESQUIFE
ARRANCHADOR, periódico que calificaba de indecente, licencioso, es-
candaloso y obsceno donde Lioerato (el Dr. Piñeres ó sean los libe-
rales) pervertia las costumbres; denunciaba al público y á las auto-
ridades las obscenísimas coplas de la Oachucftita, que publicó en el
número 8; defendia á los frailes de la Merced de calumniosas impu-
taciones, y al Intendente de Hacienda de las imposturas de aque-
llos periódicos, advirtiendo al público que el Intendente hacia nue-
ve meses que no cobraba el sueldo y lo mismo sucedía aloficíalna.
cional D. Melchor Gastón.


(46) D. José María de la Torre en su libro titulado: Lo QUE FUI-
MOS Y LO QUE SOMOS Ó LA HABANA ANTIGUA Y MODERNA, imprimió en
la página 135 y siguientes un ejemplar del ESQUIFE, donde puede
verse.


(47) El periódico GACETA DIARIA decia en su número del mártes
21 de julio de 1812, que fué grande el júbilo con que por los patrio-
tas de la Habana se recibió la Constitucion que acababan de remi-
tir desde Cádiz (que publicaba el mismo dial, pero que no conside-
raba completa la obra, y no veia aún seguras las conquistas sella-
das con la sangre española que se vertió el dos de mayo.


Seguidamente insertaba una oda á la Constitucion firmada por
J. A. O. (Juan Antonio Ossa.)


(48) Los periódicos de la Habana publicaron la alocucion de des-
pedida que ántes d~ morir dirigió á los,Jldelísimos dominicanos don
Juan Sanchez Ramlrez el 7 de febrero de 1811, y la proclama que el
dia 14 dió á luz el inmediato sucesor D. Manuel Caballero, recor-
dando las virtudes del que, «segundo Colon, tan célebre como el
»primero, fué cl reconquistador de Haiti,» segun decia. No las inser-
tamos por su mucha extension.


(49i RÉPLICA Á LA PRIMERA DE LAS DECLAMACIONES CONTRA EL PO-
DER JUDICIAL.-Ha'llana imprenta de Antonio Gíl.-1812.


(50) EL FILÓSOFO VERDADERO del lúnes 17 de enero de 1814, nú~
mero XLV.-Habana: en la oficina de D. Estéban Boloña.




NOTAS.-CAPÍTULO v 751


CAPITULO V.


(1) Guiteras en Su citada HISTORIA DE LA ISLA DE CUBA, tomo n,
página 253.


(2) En testimonio de lo que decimos, véase cn EL DIARIO DEL Go-
BIERNO DE LA HABANA, correspondiente al 22 de agosto de 1819, la
ex.posicion que el Excmo. Ayuntamiento de Lima dirigió al exce~
lentísimo Sr. Virey D. J oaquin de la Pezuela.


(3) La órden que autorizó la creacion de aquellos voluntarios in-
serta en EL DrARIO DEL GoBIERNO DE LA HABANA de 2 de julio de
1819 decia así:


COMPAÑÍAS DE VOLUNTARIOS. - Inspeccion general de la isla dt
Guba.-Por real órden de 2 de Diciembre último y á propuesta del
Excmo. Sr. Capitan general D. José Cienfuegos, ha tenido á bien el
Rey nuestro señor aprobar varias compañías para esta isla, con la
denominacion de Voluntarios de merito. Estas deben componerse de
soldados benémeritos, que habiendo obtenido sus inválidos, ó ha-
llándose propuestos para ellos, quieran continuar sus servicios: el
objeto de dichas compañías es guarnecer y cubrir, con destaca-
mentos fijos, los puntos principales de la costa. S. M. concede á
dichos individuos IQS goces de vivos. El Excmo. Sr. Capitan gene-
ral ha nombrado comandante interino para la organizacion, arreglo
y gobierno de las dos compañías ya creadas y de las que hayan de
crearse en lo sucesivo al Sr. D. Francisco de Velasco, teniente coro-
nel del regimiento infantería de la Habana.


Los individuos de la isla de Cuba y los transeuntes de otros pun-
tos de América que se hallen en el caso indicado, 1 que volunta-
riamente quieran continuar en la carrera, dirigirán a dicho Sr. Co-
mandante interino, sus solicitudes que serán admitidas.-Haba-
na 1.0 de Julio de 1819.-Juan María Echeverri.


(4) El número 193 del citado DIARIO DEL GOBIERNO del 11 de ju-
lio de 1819 daba detalles del suceso.


(5) Buque de 'Vapor.-R. O. comunicada al Sr. Intendente de ejér-
cito Superintendente de Hacienda.


«Conformándose el Rey con el parecer del Contador general de In-
dias sobre el expediente promovido por el establecimiento de bar-
cos de vapor en esa isla que V. S. ha dirigido con carta de 22 de
Octubre último, número 857, se ha servido S. M. aprobar el permiso
que así el Capitan general como V. S. acordaron á D. Juan de 0-1<'ar-
ril, consul de ese Real consulado, de un barco de vapor para em-
plearlo en beneficio del público y el comercio extranjero; é igualmente
se ha Jignado conceder á O-Farril el privilegio exclusivo por quin-
ce años bajo las restricciones siguientes: Primera, que Se obligue




752 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


á admitir accionistas en la empresa en cortas ó gruesas cantidades,
hasta completar la mitad del valor, abriéndose la suscricion por el
término de tres meses, siempre que intente poner algun barco:
Segunda, que en el caso de haber algun pnnto en la isla en que
O-Farril no le ponga, y se presentare otro á hacerlo de su cuenta,
se le dé noticia á aquel, y si no se obliga á verificarlo en el término
de tres meses, se le conceda al nuevo solicitante; y Tercera, tlue en
tiempo de guerra no pueda alzar los fletes sin prévia regulacion
que se apruebe por el Consulado. Lo que de Real órden comunico
á V. S. para su inteligencia y cumplimiento, y noticia del interesa-
do.-Madrid 24 de mayo de lSI9.-José de Ymás. Sr. Intendente
de la Habana.


(6) DIARIO DEL GomERNo.-Número 214.-Habana 3 de agosto
de 1819.


Tratado entre S. M. el rey de España y de las Indias, y S. M. el
rey del Reino Unido de la Gran Bretaña, que no insertamos por su
mucha extension, hecho en Madrid á 23 de setiembre del año de
nuestro Señor de 1817 y firmado (L. S.) José Pizarra (L. S.) Henri
Wellesley.


(7) Pezuela.-ENSAYO HISTÓRICO DE LA ISLA DE CUBA, ya citado.
(8) Los negros importados á la isla de Cuba desde 1521 á 1820 fue-


ron:
Desde 1521 á 1763. 60.000
Desde 1764 á 1790. 33.409


En sola la Habana:
Desde 1791 á 1805. 91.211
Desde 1806 á 1820 . 131.S29


Aumento, tanto por el comercio ilícito como por
la parte oriental de la isla desde 1791 á 1820 ..


316.449


56.000


372.449
cuya cifra hacia el baron de Humbolt ascender á 413.500.


(9) Los aprendices fueron divididos en tres c'.ases (1).
La primera se componia de aprendices trabajadores rurales para


el cultivo de la tierra, en cuya clase iban todos los individuos de
ambos sexos, hasta entónces habitualmente empleados como es-
clavos, en las habitaciones de campo de sus dueños, ya fuera en la
agricultura, en la fabricacion de productos coloniales ó en otra
cualquiera clase de trabajo.


La segunda clase se componia de aprendices trabajadOl'es rurales
no sujetos al cultivo de la tierra, en la cual iban comprendidos to-
dos los individuos de uno y otro sexo, hasta entónces empleados
habitualmente como esclavos en las habitaciones que no perte-


(1) HISTOIRE DES ANTILLES, por Mr. E. Regnault.




NOTAS.-CAPÍTULO V 753


necian á sus dueños, ya fuera en la agricultura, en la fabricacion
de productos coloniales ó en cualquiera otra clase de trabajo.


Finalmente, la tercera clase se componia de aprendices trabaja-
dores no rurales, en la cual iban comprendidos todos los individuos
de ambos sexos que no pertenecian a ninguna de las primeras cla-
ses, es decir, los artesanos, criados, etc.


El tiempo de aprendizaje de los aprendices rurales debia terminar
elLo de agosto de 1840, en cuyo dia entraban en el goce de su com-
pleta libertad, y el de los aprendices urbanos ó no rurales que,'6
fijado para elLo de agosto de 1838.-Estableciéndose esta diferen-
cia porque se suponia á los no rurales más instruidos que á los del
campo por sus frecuentes relaciones con los blancos.-No se podia.
exigir de los aprendices trabajadores más que cuarenta y cinco ho-
ras de trabajo semanalmente (algo más de siete diarias en los seis
dias hábiles de la semana) (1), y quedaron facultados los dueños pa-
ra dar la libert,ld á sus aprendices ántes del tiempo fijado por la
ley: pero si el aprendiz era mayor de cincuenta años ó sufria alguna
enfermedad corporal ó intelectual, que no le permitiera proveerse
por sí mismo á su subsistencia, la persona que lo hubiese emanci-
pado quedaba obligada á atender á sus necesidades durante el
tiempo del aprendizaje, como si estuviera todavía en su poder. Por
su parte el aprendiz podia librarse del aprendizaje sin el consenti-
miento y áun contra la voluntad de su dueño, mediante el pago del
importe de la evaluacion de sus servicios.


(10) M. B. Schoelcher.-Las colonias extranjeras.
(n) El gobernador de Jamáica, Sir Lyonel Smith, publicó en 25


de mayo de 1839 el bando siguiente:
«En vista de que se ha manifestado al gobierno de S. M., que la


poblacion agrícola de esta isla adolece del lamentable error, de con-
siderarse con algun derecho á las habitaciones y jardines que se les
permitia ocupar y cultivar, durante la esclavitud y el aprendizaje,
y visto que semejante error, por do quier que prevalezca, puede ser
perjudicial, tanto á los labradores como á los propietarios, hago sa-
ber; que he recibido instrucciones del Secretario de las Colonias, en
las cuales se me ordena instruya á los labradores cuán errónea es
semejante nocion, y que no pueden continuar ocupando sus casas y
jardines, sino bajo las condiciones estipuladas con los pro.pietarios.


y atendido á la representacion hecha al gobierno de S. M. por los
labradores de algunos puntos de la isla, creyendo que iba á ser dada
una ley por la cual se les concederian dichas casas y jardines, sin
ninguna consideracion á los derechos de los propietarios, declaro
que semejante ley no se promulgará jamás en Inglaterra.»


(12) Los ESTADOS-UNIDOS DE LA AMÉRICA DEL NORTE, por Emilio


(1) Los legisladores ingleses no tendrian sin duda en cuenta al
señalar estas horas de trabajo, las que se exigen á los jornaleros
blancos en Europa, de peor condicion sin duda que la de los mismos
actuales esclavos negros, no refiriéndonos sólo á los segadores que
por docenas perecen asfixiados todos los años en los campos de la
Mancha.




754 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


Jonveaux, con una introduccion de Eduardo Laboulaye, pág. 120.-
Madrid, librería de Leocadio Lopez, 1871.


Vemos en la VIDA DE ABRAHAM LINCOLN, décimosexto presidente de
ws Estados Unidos. Nueva-York 1866, que aquel infortunado pre-
sidente de la Union americana, fundaba sus ideas respecto de la es-
clavitud en aquella carta en que Washington dacia á Lafayette que
abrigaba la esperanza de que algun día tendrian una confederacion de
Estados libres (1); pero no era con todo el leñador de la Indiana, pro-
pagandista filántropo, á pesar de su túrbido color, adquirido sin duda
en la vida de los bosques, y lo demostró en el discurso pronunciado
en Cincinati el año 1853. En aquella peroracion decia á sus partida-
rios, los electores republicanos, para halagarles: «pensamos casarnos
con vuestras hijas (hablo de las blancas), etc .. ".» Es decir, que sus afi-
ciones no estaban por las hijas del cruzamiento con gentes de co 101'.
Ciertamente que en marzo de 1837 habia dicho, que la esclavitud se
fundaba en una injusticia y en una mala política, pero tambien ma-
nifestó que «la proclamacion de doctrinas abolicionistas tendia más
»bienáaumentar que á corregir el mal;» que el Congreso de los Es-
tados Unidos no tenia poder por la Constitucion para ingerirse en la
abolicion de la esclavitud en los diversos Estados, pues su facultad
no podia extenderse á más que á abolir la del distrito de Colombia á
que se referia el acta de emancipacion, y aún en él debia ejercerlo
solo á peticion del pueblo de aquel distrito.


En otro discurso que pronunció en el Instituto de Cooper en New-
York, el 27 de febrero de 1860 .Y en vísperas de la gucrra, deeia
Lincoln, respecto de la esclavitud (que era su constante tema), diri-
giéndose á los Estados del Sur, qUE" «era un mal no para ser pro-
pagado sino para ser tolerado y pretegido sólo por causa de, y hasta
donde su actual existencia entre nosotros la hace una necesidad.
soportable y defendible.» Pero el mismo gran político que el 12 de
enero de 1848 (2) sentaba en el Congreso de Washington que «todo
pueblo cualquiera, que se sintiese dispuesto ó tuviera poder para
ser independiente, poseia el derecho de levantarse y de expulsar al
gobierno existente y darse otro nuevo que más le conviniera;» el
propio Lincoln, condenó despues en el citado discurso del Instituto
Cooper á los plantadores del Sur, porque arrancando de aquella
doctrina sostenian, que «si un hombre quiere esclnvizar á otro hom-
bre, un tercero no tiene derecho á oponerse, fundándose en la sobe-
ranía popular.»


El (j de marzo de 1862, siendo ya Lincoln presidente de los Esta-
dos-Unidos, envió al Parlamento un mensaje en el que proponia lo
siguiente:


«Recomiendo la adopcion por ambas Cámaras de una resolucion,
que en sustancia seria aSÍ:


«Se resuelve: que los Estados-Unidos cooperarán con cualquierft.
Estado que adopte la gradual abolicion de la exclavitud, prestán-
dole auxilio pecuniario, que el E~tado usará á su discrecion, pnra
compensar los inconvenientes públicos ó particulares, que el cam-
bio de sistema produjere.»


Cinco meses despues, el 25 de agosto, contestando á una carta.


(1) VIDA DE A. LINCOL:--r, pág. 67.
(2) VIDA DE LINCOLN, pág. 26.




NOTAS.-CAPÍTULO V 755


publicada por el honorable Horacio Greeley, en el periódico la TRI-
BUNA, decia: «Si hubiese algunos que ~w sa1va?'ian la Uníon si al mismo
tiempo no salvaban la esclavitud, yo no estoy con ellos. Si hubiese al-
gunos que no salvarían la 'nion sin destruir al mismo tiempo la escla-
f!itud, yo no estaria con ellos . .Mí ob;"eto pri-mordial en esta lucha es
sal'Dar la Union y no destrudr la esclavitud. Si pudiese salrar la Union
sin libertar 2tn sólo esclavo, yo lo haria; y si pudiese hacerlo libertando
á todos los esclar)os, yo lo karia; y si pudiese kacerlo libertando á unos
'!/ de;"ando esclar)os á otros, tambien lo karía. Lo que hago por la escla-
'citud y la raza de color, lo kago porque Ci'eo que ayuda á salvar la
Union; y lo que me abstengo de hacer, lo hago porque creo que no ayuda
á salr)ar la Union. Hare MÉNOS siempre que crea que estoy kacil!ndo
mal á la causa, y liare MÁS siemp,'e que crea que ésto servirá me;" or á la
causa.»


El menos lo cumplió al saber el desastre del general Pope en Bull
Run, y la ocasiou del más le llegó á Lincoln cuando recibió la noti-
cia de la batalla ganada en Antíetam, en cuya memoria publicó su
proclama de emancipacion en la ciudad de Washington, el 22 de
setiembre de 1862,


Una favorable coincidencia política le hizo á Lincoln caminar más
de prisa de lo que se proponia; pero ¿ha llegado acaso esa oportu-
nidad á España para que en el santuario, en otro tiempo de' las le-
yes, se den espectáculos como los que hemos presenciado, con tal
motivo? ¿por qué esos pigmeos del abolicionismo no tienen, cuando
ménos, en cuenta las palabras dirigidas al respetable Greeley por
el gran abolicionista? ¡porque son pigmeos sin duda!


(13j Nadie en la isla de Cuba ignora los antecedentes de tales
abolicionistas, que nosotros por decoro nacional no citamos, abste-
niéndonos de insertar ciertos documentos, porque la honra de la
patria la com;i'leramos superior á la satisfaccion de ver humilladas
con la publicidad algunas injustificadas reputaciones. Véase sin
embargo, por los que deseen saber más, la coleccion de EL CRONIS-
TA, periódico español publicado en Nueva-York.


(14: INFORME FISCAL, sobre fomento de la poblacíon blanca en la is-
la de Cuba, y emancipacíon progresiva de la escla'va, con una breve re-
seña de las re.fm·mas y modificaciones que para conseguirlo conr)endria
establecer en la le.r¡islacion y constitucion coloniales: presentado á la
superintendencia general, delegada de Real Hacienda, en diciem-
bre de 1844, por el fiscal de la misma, Sr. D. Vicente Vazquez Quei-
po.-Madrid, 1845.


(15) ESTADÍSTICA DE LA ISLA DE CUBA, por D. Ramon de la Sa-
gra, pág. 63.


(16) En el censo dispuesto por el general Manzano en 1867, re-
sultaron:


Habitantes blancos.
De color ) libres. .


./ esclavos.


764.750
22.5.938
3'19.523


1.3'10.211
50




756 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


(17) La superficie conocida en la isla de Cuba con el nombre de
caballería de tierra, está arreglada á un cuadrado de diez y ocho
cordeles de lado, y como el cordel tiene veinte y cuatro varas, resul-
tan á la caballería 186.624 varas cuadradas ó planas, segun comun-
mente se llaman.


La Sagra, pág. 73.


(18) Véase la Real cédula de 21 de octubre de 1817 sobre aumen-
tar la poblacion blanca en la isla de Cuba, firmada en el Palacio de
Madrid por D. Fernando VII y refrendada por Esteban Varea.


(19) POLíTICA ULTRAMARINA, por D. Mariano Torrente, pág. 3Q,
Madrid 1854.


(20) La misma obra, pág. 32.
(21) Idem, pág. 56.
(22) EL DIARIO EXTRAORDINARIO DEL GOBIERNO DE LA HABANA del


29 de agosto de 1819, decia:
Hoy ha fondeado en este puerto la fragata de S. M. nombrada


Sabina, al mando del capitan dc fragata de la Real armada D. Ra-
fael Santibañez, el bergantin de guerra Ligero, su comandante el
teniente de fragata D. Juan José Martinez con otros doce buques
que componen el convoy que salió de Cádiz á las once de la mañana
del dia 18 de julio próximo pasado. Dicha fragata Sabina ha condu-
cido al Excmo. Sr. D. Juan Manuel Cajigal, teniente general de los
Reales ejércitos, caballero gran cruz de la real y distinguida órden
de Isabel la Católica, y de S. Hermenegildo, etc., etc., á quien por
real decreto de 2 de julio de 1819 se sirvió S. M. nombrar para su-
ceder al Excmo. Sr. D. José Cienfuegosy Jovellanos en el empleo de
Capitan general de la isla de Cuba y dos Floridas, con el gobierno
de esta plaza de la Habana y presidente de la real Audiencia de
Puerto Príncipe, segun se manifiesta en la real órden comunicada
de oficio por el ministerio de la Guerra al referido Excmo. Sr. Don
José Cienfuegos.


(23) Del esclarecido D. Justo Velez fueron discípulos el juris-
consulto D. José Agustin Govantes, el naturalista D. Felipe Poey
y el politico D. José Antonio Saco, que escribieron Memorias pu-
blicadas en 1819, y diseípulos tambien la mayor parte de los hom-
bres distinguidos en el catálogo de los cubanos notables.


(24) Así le nombra en sus escritos el Sr. Bachiller y Morales.
(25) Fué este el presbítero D. Gregorio Diaz del Angel, quien de-


seoso de establecer un buen centro de enseñanza en la isla de Cuba,
instituyó el colegio con destino á los PP. jesuitas, el cual á la ex-
pulsion de estos en 1767, fué reorganizado por el obispo de Cuba,
que en el texto se expresa, y desde entónces se conoce con el nom-
bre de Colegio Seminario de San Cárlos Borromeo.


(26) Véase lo que decia una hoja suelta publicada en aquel tiem-
po que original poseemos:




KOTAS.-:JAPÍTULO y 757


ELECCIONES DEL MUY ILUSTRE AYUNTAMIENTO.


«Muchas cosas buenas han dicho los editores del Censor universal
sobre la representacion del pueblo. Verdaderamente que es muy
sensible que el pueblo se vea representado por un individuo elegi-
do por aquellos que deben ser fiscalizados. ¿Nombraria por ventura
un litigante por asesor ó fiscal en una causa propia, á un letrado
de quien temiera ó dudase que no dictaminara á su gusto? Claro es
que no. Un síndico procurador, además de las cualidades generales
que deben ndornar á los que tien6n un carácter público, ha de ha-
llarse perfectamente instruido en los verdaderos intereses del pue-
blo que representa, yen el modo de defenderlos: debe ser un suge-
to popular muy conocido de este pueblo y merecer su confianza; de-
be ser un individuo arraygado y cuya sihacion esté intrinsecamen-
te unida y comprometida con la felicidad ó desgracia del pueblo. Un
mexicano ó un andaluz que no conozca, ni haya tenido ocasion de
conocer en qué consiste la felicidad de la Habana, ¿cómo puede ser
buen síndico? Si este forastero cási no conoce los individuos del
pueblo, y por consiguiente si el pueblo no tiene conocimiento de él,
¿cómo le ha de merecer confianza, cómo ha de ser buen síndico?
Los intereses personales del síndico nunca deben estar en oposi-
cion con los del pueblo: un agricultor, por exemplo, no debe deci-
dir en asuntos de comercio, ni un comerciante en los de agricultu-
ra; los intereses son diversos. ¿No seria cosa bien rara y extraordi-
naria que un síndico se valiera del nombre sagrado del pueblo para
hacer su negocio y el de sus amigos y paisanos, con detrimento del
mislllo pueblo cuyos derechos finge proteger'? Dios nos libre que
tal nos suceda; pero nadie negará que es muy posible. Sí, señor,
el pueblo debe ser representado por persona que se convierta 6
trasforme en el mismo pueblo; de otro modo una cosa es tener el
título de síndico procurador y otra el serlo.


¿Y cómo se pueden evitar estos inconvenientes, que si ahora no
existen, pueden existir ó habrán existido? Nombrado el pueblo un
representante, escogido de su seno, que le merezca confianza, etcé-
tera, etc., etc. Ya es tiempo que las elecciones de alcaldes, síndico y
demas no senn asuntos de familia é intereses privados. Es muy duro
ver de alcalde de la Habana un sugeto porque solo tiene el apellido
de una de las casas que se han levantado con estos empleos por
haber en ella regidores. ¿Cuándo hemos visto sorprendIdo á un ve-
cino honrado por haber sido electo alcalde ordinario, como no haya
pertenecido a familia de regidores directa 6 indirectamente? Puede
ser que el año que viene veamos unos alcaldes no escogidos por el
apellido, sino por sus virtudes y méritos. No hay cosa mas comun
que oir decir: el año que viene le toca á la casa T. dar alcalde; llega
el dia de año nuevo, y yernos á un alcaldito que apénas sabe salu-
dar, gobernando la Habana, ¡,y por qué? Porque se llama D. Fulano
de Tal. Seguro está que si los regidores fuesen electivos se vieran
estas cosas, y otras muchas que expondré por partes en su opor-
tunidad.


Concluyo por ahora recomendando á los censores que continúen
con igmLl teson, persuadidos de que en nada pueden emplear mejor
su patriotismo é ilustraeion.-Habana 2'l de setiembre de lRll.-
Elll/lbllnel'o de bnen ojo.-En la imprenta del gobiAI'JlO y capitanía.
general.»




758 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


(27) Introduccion á EL BARDO DE GUAMANÍ. Ensayos literarios de
D. Alejandro Tapia y Rivera (de Puerto-Rico).-Habana 1862.


Las MEMORIAS DE LA SOCIEDAD PATRIÓTICA DE LA HABANA, por una
comision permanente de su seno, tomo X, Habana 1840, publicaron en
un artículo titulado Puerto-Rico, su coloniza.:wn, sus progresos, el
verdadero elogio de Ramirez.


(28) Documentos publicados en varios números del DIARIO DEL
GoBIERNO en la Habana durante el mes de agosto de 1819, y copia-
dos de la GACETA EXTRAORDINARIA UEL OORREO DE LIMA del 17, 20..,
21 de abril de 1819.


(29) Publicado el programa en el núm. 207 de EL DIARIO DE LA
HABANA correspondiente al 25 de julio de 1819.


(30) El vapor Neptuno empezó sus viajes el18 de julio de 1819, sa-
liendo de la capital los mIércoles á las seis de la mañana con des-
tino á Matanzas, y de este punto regresaba los domingos á la mis-
ma hora, admitiendo correspondencia, carga y pasajeros.


(31) TRABAJOS ACADÉMICOS del Dr. D. Ramon Zamorana, páginas
243 y siguientes.-Habana 1866.


CAPíTULO VI.


(1) HISTORIA GENERAL DE ESPAÑA, por D. Modesto Lafuente, pági-
na 15 del tomo XIV de la edicion económica. Madrid 1863.


(2) Artículos X y siguientes del decreto de convocatoria.-La-
fuente, historia citada, págs. 76 y 77 del tomo XIV.


(3) Lafuente en su HISTORIA DE ESPAÑA. Toreno en la de la RE-
VOLUcroN ESPAÑOLA, y otros varios autores detallan aquellos su-
cesos.


(4) ENSAYO HISTÓRICO DE LA ISLA DE OUBA, por D. Jacobo de la
Pezuela, y la citada historia de D. Pedro J. Guiteras.


(5) Segun decia EL INDICADOR CONSTITUCIONAL, periódico de la Ha-
bana, en su número 340 correspondiente al 6 de mayo de 1821, cuan-
do en 1820 se organizó la Milicia nacional en la Habana, empezaron
á notarse ciertas rivalidades políticas entre sus individuos, las cuu-




NOTAS.-CAPÍTULO VI 759


les diéronse á conocer con motivo de la formacion del reglamento
provisionnl entre los individuos de In 5.a compañía del 2.° ba-
tallan.


(6) EL IMPARCIAL, papel político, crítico y literario del sábado 28
de julio de 1821.-[n bello mulla sales; pacem te poscimus omnes.-
Virgo En.-La Discordia no ofrece ningun hie1~, todos s'uspiramos
por la pa~.


Periódico de ocho páginas en 4.°, impreso en la oficina de Arazoza
y Soler, impresores del gobierno constitucional.


Denunciaba en este número las infracciones de la Censtitucion
eometidas en las elecciones parroquiales del Santo Angel y del San-
to Oristo, y pedia que la lev fucse una verdad, denunciando á la
vez nominalmente las perso"nas que habian cometido la infraccion y
disertando sobre la inteligencia de las prescripciones electorales.


Esperaba q ne la junta electoral de provincia tomaria en conside-
racion las razones, calificando de viciosa é ilegal la eleccion.


En un impreso suscrito pOl" D. Félix Oastells, injurioso al vecin-
dario de la Habana, atacaba á los jueces que calificaron el discurso
ó artículo sobre SoberanEa, de D. José de Arango, entre ellos á don
Juan Ignacio Rendon, presidente del juicio, en cuyos ataques veínse
la pluma que escribió los papeles titulados JUECES DE LETRAS, Vo-
LUNTARIOS URBA~OS, REPROCHE, DESENGAÑOS Y otros que sólo se
proponian excitar la desobediencia á las leyes, ó menospreciar las
autoridades y perturbar la pública tranquilidad.-El mismo Cas-
tells fué el autor de los escritos que causaron la muerte del inten-
dente Ramirez.


1'7) EL ARGOS, periódico político, científico y literario. del sábado
27 de enero de 1821.


Periódica de ocho á doce páginas en 4.°, impreso en la Imprenta.
Fraternal de los Diaz de Oastro, plazuela de San Juan de Dios, ca-
sa núm. 66.


Oopiaba de los periódicos de la Península artículos contra los
religiosos, principalmente, aunque decia: «el deseo vehemente que
nos anima es despreocupar algunos de nuestros conciudadanos, so-
bre muchas cosas veneradas hasta hoy, mas por la costumbre que
por la ignorancia, sin ofender jamás á los individuos beneméritos y
muy apreciables que forman parte de comunidades ó corporaciones
que alguna vez fueron útiles y que, en nuestro siglo y en nuestra
nacíon, no sólo creemos innecesarias sino perjudiciales.»


Publicaba ó copinbn tnmbien artículos sobre literatura como 1M
cartas á Emilin, sobre la Mitología y algunos versos de mediano
mérito literato.


(8) GACETA OONSTITUCIONAL DE OAYO,PUTO, del viernes 23 de fe-
brero de 1821. '


Periódico de cuatro ú ocho páginas en 4.°, impreso en la Impren-
ta Tormentaria de Herrera y Oro (Extramuros).


Este órgano de los liberales más exagerados, decia en el presenta
número:


«El escritor público, atento observador de las operaciones guber-
nativas, está en el caso de denunciar los actos de las autorida-
des» (y así lo hacia), y añadia que, habiendo corrido rumores des-




760 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


agradables sobre el Congreso, el monarca y la Constitucion, los jó-
Tienes kabaneros debían dar en p:íblieo un testimonio de adhesion al
sistema, portando é invitando á sus conciudadanos y á la nacían á
portar una cinta con este mote dJonstituciun ó vida; libertad ó
muerte.»


(9) GACETA ó AURORA DE CA yO GUINCHOS, del lunes 10 de setiem-
bre de 1821, núm. 19.-Constitucion y vida, pág. lo


NílulfC1Jde, ficte aut intemperanter.-Nada obsceno, exaltado 6 finJi-
do.-Herirá del que me oiga el oido.


Periódico en 4.° de cuatro ú ocho páginas, impreso extramuros en
la imprenta Tormentaria de D. José Miguel de Oro, escrito en muy
dudoso espíritu español, y áun adolecia de los defectos de la época
en las formas y calor de la expresion.


Figuraba en este número, un diálogo entre hijos del país que exi-
gian se les diesen los diputados correspondientes, uno para las Cór-
tes y otro para la provincia, en cuya conversacion decia uno de los
interlocutores: Mis talentos aventajaron á la ed'ucacion que me dieron
mis honrados padres, que yo !te despreciado corM koraóre lióeral, des-
preocupado y sin vergüenza, que es todo lo mismo. (Así pensaban á la
sazon los hijos de españoles peninsulares, y desde entónces acá no
ha mejorado ciertamente la especie.)


Atacaba tambien al Dr. D. Tomás Gutierrez de Piñeres, acusán-
dole de tener estuche de testigos, que pagándolos á dos duros, eran
capaces de declarar cuanto quisiese, y le decia 'que con desvergüen-
zas, con dicterios, con ofensas no se hacia la libertad de la patria,
porque esta más bien se resentia de ver sus hijos atropellados por
uno que no siendo raás que adoptivo «han logrado llegar á donde V. se
ve, donde los rasgos de su ingratitud han de traerle las penalidades
que ya siente.-Por lo cual (decia), yo me tomo la confianza de
aconsejarle que abandone el puesto, dejando que escriban los que
quieran.-Que se conforme con la más que equitativa sentencia que
le condena en la reclusion de S. Francisco: que un añito se pasa
como un soplo, y quc vuelto á su palomar goce como hasta aquí
de los gratos placeres que le proporcionan sus riquezas. Recuerde
V. S11 estado cuando vino á la Habana, compárelo con el presente,
y por resúmen, saque las ventajas de mi consejo.»


y contestaba al Tio Bartola por las acusaciones contra el Dr. Ro-
may diciendo: «Tú no más, asquerosísimo Bartola, te atreverias á
hablar de tan respetable persona ..... Bábaro, idiota, puerco: ¿eres
acaso digno de tomar S11 nombre en tu cochina boca, ni aun 'para
fila barIo como merece? ¿Quién eres, miserable criatura? ¿Quien te
ha conocido jamás? ¿Cuándo pudiste adquirir esa capacidad par!!.
calificar el talento de los hombres? Habaneros: vigilancia contra
esos asesinos, y el cielo os preserve de los males que os preparan.»


Creemos que con estas frases, firmadas con el seudómino de Bar-
barroja, basta para formarse idea del bajo nivel á que ha descendi-
do la prensa durante el mando de los patriotas de todo tiempo.


(10) EL IMPERTÉRRITO CONSTITUCIONAL del viernes 1.0 de marzo
de 1822, núm. 2 (Constitucion ó muerte), pág. 1.


La suscricion á este periódico está abierta en esta imprenta.
Periódico de ocho páginas en 4.°, impreso en la Habana, oficina


del amigo de la Constitucion, de D. P. N. Boloña.




NOTAS.-OAPÍTULO YI 761


En este número re feria el hecho presenciado en 26 de febrero an-
terior, relativo á la subordinacion militar y disciplina entre las cla-
ses de color de los batallones de pardos y morenos y las del ejército,
con el visible propósito de introducir la perturbacion en las colec-
tividades armadas, abogando por que se considerasen iguales en pre-
rogativas los o jiciales de color y los del ejircito.


(U; Guiteras, historia citada, tomo Ir, páginas 271 y siguientes.
(12) Sobre los anilleros, véase á Lafuente, tomo XIV.
Una de las asociaciones políticas de la Habana tenia en aquella


época de 1820 á 1823 sus reuniones en la casa de la Cruz Verde, si-
tuada en la calle de Mercaderes, donde el D. Joaquin Gomez que
tanto papel representó despues en la capital y en la isla, se distin-
guió por sus ideas poco templadas y con el nombre de Arístides el
justo.


:13) Por indicacion del diputado por Venezuela Sr. Paul, para que
en vista del armisticio convenido, acordara el Congreso lo conducen-
te para impedir un nuevo rompimiento de guerra en aquel reino,
con el fin de proteger las armas, personas y propiedades españolas,
yen vista de la proposicion presentada por el diputado D. JOSlé Mi-
guel Ramirez, propuso el conde de Toreno, que se nombrase una
comision compuesta de diputados europeos y de Ultramar, para que
presentaran un proyecto manifestando lo más conveniente á exter-
minar aquel estado de cosas. La comision se formó con los diputa-
dos señores conde de Toreno, Calatrava, Yandiola, Crespo, Cantolla,
Alamán, Ameti, Zavala y Paul. El conde de Toreno leyó su dictá-
men en 21 de junio de 1821, sobre el que se tomaron los siguientes
acuerdos.


PRIMERA CUESTIO~.
PRIMERo.-¿Se formará una ó más secciones de las Córtes en


América?-Aprobado.
SEGuNDo.-Habrá tres secciones de Córtes en América, una en


la septentrional, y dos en la meridional de los diputados de la Nue-
va-España, inclusas las provincias internas y Guatemala. Las dos
secciones de la América meridional compondrán una de ellas, el nue-
vo reino de Granada y las provincias de Tierra-firme y la otra el
Perú, Buenos-Aires y Chile.-Aprobado.


TERcERo.-Las capitales en donde por ahora se reunirán estas
secciones serán las siguientes. La seccion de Nueva-España se jun-
tará en :Méjicoj la del nuevo reino de Granada y Tierra-firme en
Santa Féj y la del Perú, Buenos-Aires y Chile, en Lima. En adelan-
te, si las secciones, de acuerdo con el poder ejecutivo de aquellos
paises, tu viesen por conveniente mudar el asiento del gobierno, po-
drán escoger el punto que les parezca más eonveniente.-Aprobado.


CUARTo.-¿Habrá en cada una de estas tres divisiones una dele-
gacion que ejercerá á nombre del rey el poder ejecutivo?-Aprobado.
QUIRTo.-Esta~ delegaciones se depositarán, cada una de ellas en


una per,;ona nombrada libremente por S. M., entre las personas
más distinguidas por sus relevantes cualidades, sin que se exclu-
yan las personas reales de la familia. Esta persona será removida
á voluntad de S. M. Será inviolable respecto de las secciones de las




762 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


Córtes de aquellos paises, y sólo responderá de su conducta á S. M.
Los ministros de estas delegaciones serán responsables á las sec-
ciones de Córtes respectivas con arreglo á la Constitucion.-Apro-
bado.


SEXTO. -Habrá cuatro ministerios, Gobernacion, de Hacienda,
Gracia y.Justicia, Guerra y Marina, pudiendo reunir alguno de estos
por medIO de una ley.-Aprobado.


SÉPTIMo.-¡,Habrá tres secciones del Tribunal Supremo de Justi-
cia'?-Aprobado.


Estas son hasta ahora las bases aprobadas. (1)
(14) Reclamacion hecha por los representantes de la isla de Cuba


contra la ley de aranceles sobre las restricciones impuestas por es-
tos al comercio de la grande Antilla. Véase el número 456 de EL
INDICADOR CONSTITUCIONAL del 25 de agosto de 182l.


(15) Lafuente.-Tomo XIV de la edicion económica, pág. 93.
(16) Sólo el Canadá, que es la Cuba de Inglaterra, dá hospitalidad


generosa y colocacion anual á más de cuarenta mil ingleses, ade-
más de enviar cinco millones de duros á la madre pátria.-MEHo-
RIAS AL PARLAMENTO BRITÁXICO ¡';OBRE LA EMIGHACION DE 1871.


(l7i Lafuente.-'l'omo XIV, pág. 290.
(18) HISTORIA POLÍTICA Y PARLAMEl\TARIA DE ESPAÑA, por D. Juan


Rico y Amat.-Tomo II, pág. 215. Madrid 1861:


(19) El ayuntamiento de la Habana recibió en 1821 algunas ex-
posiciones contra el intendente D. Alejandro Ramirez, á las que no
eran extraños ciertos individuos de la corporacion, siendo en ellas
de notar los párrafos que ponia de relieve un comunicado inserto
con tal motivo en EL INDICADOR CONSTITUCIONAL de la Habana, del
II de mayo de dicho año. Dedúcese de aquellos párrafos, que las ex-
posiciones abrazaban vários propósitos, y principalmente el de dar
al ayuntamiento una sospechosa importancia, que muy bien pudie-
ra traer graves consecuencias, mencionándose al efecto las frases
pronunciadas por el capitan general presidente, en sesion del 26 de
marzo, en las que consideraba á los concejales como los verdaderos
padres del pueblo y los únicos en quienes debia confiar y tener la
esperanza de recibir los consuelos de la sagrada Constitucion po-
lítica.


A continuacion trascribimos algunas de aquellas frases del pre-
sidente general Mahy, que le acreditaron en verdad de l~n genuino
gobernador patriota, tan perfecto cual otros que en los dms presen-
tes se han dado á conocer.
«Seño~es ~dljO Mahy en la citada sesion), el pueblo de la Habana,


como todos los demás de la Península, es digno de la mayor consi-
deracion; él en sus angustias no tieue á quién volver los ojos más
que á V. S. S., por ser los verdaderos padres jel pueblo, pues los


(1) INDICADOR CONSTITUCIONAL DE LA HABANA del 22 de agosto
'de 1821.




NOTAS.-CAPÍTULO YI 763


han nombrado como á tales, depositando en V. S. S. toda su con-
fianza, y si ellos ocurren á V. S. S. con sus peticiones, implorando
algun remedio, V. S. S. como sus verdaderos padres y represen-
tantes, cuando no estén en sus atribuciones las representaciones
que les hagan, deben dirigirlos y señalarles el camino que deban
seguir .....


A mi salida de Madrid, los mismos paisanos de V. S. S. diputa-
dos en Córtes por esta provincia, me digeron que no sabian cómo
hallaria la isla á mi llegada; pero ¿cuál fué mi sorpresa y alegría al
desembarcar en el muelle de este puerto, y tendiendo la vista dis-
tinguir el lucido y respetable pueblo que me esperaba?


Se me volvió el alma al cuerpo, desengañándome, como efectiva-
mcnte me he desengañado en los cortos di as que hace estoy aquí,
viendo y conociendo que este es un pueblo ilustrado, pacífico, d'ó-
cil, amante á su rey y á la Constitucion.


y contrayéndome de nuevo á la peticion del pueblo sobre el señor
Intendente ú otra que puedan pretender, digo á V. S. S. (y tomando
la Constitucion en la mano continuó) aquí está la Constitucion, mis
facultades cuales son yo lo sé.-V. S. S. deliberen y acuerden para
yo ejecutar; pero que sea todo arreglado á la Constitucion; pero
Cfddado que despues de ejecutado no tengan que decirme al primer tapon
f,urrapas (dispensenme ustedes la confianza de producirme de este
modo por ser este mi natural). Y despues de una breve pausa, sin
que nadie respondiera (decia el comunicante), volvió á decir S. E.
gritando:-«Señores, en virtud de que ninguno de V. S. S. responde,
doy yo mi parecer, y es que el mejor temperamento que se puede
tomar con respecto al Sr. Intendente, en las presentes circunstan-
cias, es el mismo que su señoría ha tomado retirándose al campo,
como lo acredita el oficio que me ha remitido participándomelo, el
cual he mandado á la secretaría para el conocimiento de esta Exma.
Corporacion (1) sin dejar de hacer presente tÍ V. S. S. que yo soy cons-
titucional de nacimiento, por esencia, presencia, potencia, eterno y sem-
piterno, y que si tuviéramos la desgracia de que nuestra sagrada
Constitucion sucumbiera, yo seria el primero que sucumbiria can
ella; pues con la Constitucion nada apetezco porque todo lo tengo, y
sin la Constitucion nada quiero ni la existencia; así la mejor reco-
mendacion que en el dia, para mí pueden tener los ciudadanos, es
que sean constitucionales de corazon, como yo lo soy.»


y despues de un corto intérvaio en que nadie respondió siguió
S. E. diciendo: «Señores: yo esperaba que V. S. S. hubiesen hecho
una pequeña demostracion en obsequio de cuanto he dicho, y en ho-
nor de la Constitncion, aunque no fuera sinó el decir VIVA LA CONS-
TITUCIONj» y levantándose todos los Señores Capitulares, unánimes
repitieron con gran fervor y entusiasmo, ¡VIVA LA CO~STITUCION! á
que igualmente correspondieron los ciudadanos espectadores (sien-
do el que suscribe uno de ellos); á lo que contestó su excelencia con
dQcir «VIVA LA CONSTITUCION para siempre, 11 el q¡~e no la quiera que
la trague y reviente ó se lo lleven los diablos.»


Tomando entónces la palabra los Sres. Castillo y Martelo á nom-


(1) Publicado en el papel titulado EL TIO BARTOLO del sábado 31
de marzo de 1821, núm. 82.




764 LAS lNSURRECCIONES EN CUBA


bre de la Excma. Corporacion, hicieron un pequeño elogio de S. E.
y terminó el acto. (1)


(20) Representacion del comercio dirigida al Excmo. ayunta-
miento de la Habana, inserta en el núm. 423 del INDICADOR CONSTI-
TUCIONAL, correspondiente al 22 de julio de 1821.


(21) Véase la nota de 6 este capítulo. En aquel número de EL
IMPARCIAL se publicó la necrología de Ramirez.


(22) Toreno.-Historia citada.-Tomo IlI, pág. 146.
(23) D. Claudia Martinez de Pinillos, á quien Toreno llama Don


Claudia María Pinillos, nació en la Habana el 30 de octubre de 1782;
siendo hijo de padres nobles, que ocupaban buena posicion, segun
su biógrafo, el Sr. Ovilo y Otero.


(24) Comunicacion que Mahy dirigió al ministro de la Guerra
en 31 je mayo de 1821.-Pezuela, ENSAYO HISTÓRICO citado, pági-
na 480.


"(25) Su padre, D. José Joaquin, era natural de Pamplona, capi-
tal de Navarra.


(26) En su obra titulada ITÚRBlDE, pág. 40.-~fadrid 1869.
(27) El mismo regimiento que presenció la deposicion de Iturri-


garay.


(28) Véase nota 13 de este capítulo.
(29) Con tal motivo decia el INDICAD::lR COXSTITUCIONAL del 6 de


julio de 1821, en un comunicado:
«Súplica á los escritores:


Nada me pareceria más útil, señores, que suspendieran VV. por
un momento sus acalorados discursos, y tratasen de hacer ver á
los mejicanos las falsedades con que mis compañeros los frailes
tienen alucinados los pueblos, trasformándose ellos mismos en ge-
nerales y coroneles, cometiendo todo género de escándalo. Si uste-
des me dan este gusto, les estaré agradecido.-Un fraile constitu-
cional.»


(30) Véase en la citada obra ITURBlDE, pág. 107.
(31) La siguiente real órden circular, que fué una de las secues-


tradas y escondidas en los sótanos de la administracion de correos
de la Habana, lo demuestra patentemente:


«Gobernacion de Ultramar.=Seccion de gobierno.=Negociado po-
lítico.


(1) Véase el documento íntegro en EL INDICADOR CONSTITUCIONAL
-REINADO DE LA LEy-DIARIO DE LA HABANA del viernes 11 de mago
de 1821, núm. 346.




NOTAS.-CAPÍTULO VI 765


El Rey ha entendido que para la extension de un tratado, que se
dice hecho en Nueva España entre el general D. Juan O-donojú
y el disidente D. Agustin Itúrbide, con fecha de 24 de agosto últi-
mo, se ha supuesto que el primero se hallaba facultado para ello
por el gobierno: y S. M., deseando desvanecer esta falsísima supo-
sicion, me manda decir á V. E. que no ha dado á O-donojú, ni á
otro alguno, facultad para transigir ni celebrar convenios en que
pudiera estipularse ó reconocerse la independencia de provincia al-
guna de Ultramar, pues el Rey y las C6rtes se ocupan, en la ac-
tualidad del importante punto de la pacificacion de todas ellas.


Dios guarde á V. E. muchos años. Madrid '7 de diciembre de 182l.
-Pelegrin.-A la diputacion provincial de Guatemala.»


(32) Véase la nota 14 de este capítulo.
(33) Decia una carta fechada en Puerto Príncipe el 1'7 de junio


de 1821 y publicada en el INDICADOR CO~STI1'UCIONAL ellO de julio,
que allí estaban dispuestos 25.000 constitucionales para luchar
con los serviles y pelucones inquisitoriales del partido Vinuesa, (á
quienes llamaban perturbadores del órden social).


(34j El INDICADOR CONSTITUCIONAL del 19 de julio de 1821 inser-
taba el siguiente remitido de Puerto Príncipe:


«Así como el cuerpo humano necesita de remedios para la con-
servacion de su salud, así tambien el cuerpo político necesita de
remedios más eficaces para la consolidacion y firmeza de su siste-
ma de gobierno; hé aquí el instituto de la Cadena eléctrica de Puer-
to Príncille.;Esta sociedad de beneméritos ciudadanos, ésta, que só-
lo tiene por objeto la libertad de hombre civil; ésta, que en todos
tiempos ha seguido y sigue las huellas de sus hermanos los carbo-
neros, ésta, en fin, es h que se ha propuesto ser el baluarte in-
destructible de los tiranos maquiavelos; vá siempre á permanecer
siendo un tribunal tribunicio para contener la arbitrariedad, que ha
reinado en el cuerpo colegiado de los togados, y los de su devocion.
He dicho, y sc continuará siendo necesario. Puerto Príncipe 15 de
junio de 182l.-La Cadena eléctrica.»


135) Decíase en la alocucion patriótica al pueblo cubano, publica-
da por EL INDICADOR del 24 de agosto de 1821:


«Un atentado, beneméritos cubanos, un atentado horroroso se ha
cometido por manos execradas. La lápida de la ConstitucioJ1l; el mo-
numento augusto de nuestra libertad, la señal de reunion de los
buenos patriotas, ha recibido un ultraje digno solamente de la furia
infernal que lo provocara. El bárbaro que la manchó con sus manos
impuras, se esconde de las miradas amenazadoras de la cólera justa,
de un pueblo ofendido en el objeto predilecto de su amor y entu-
siasmo. ¡Pluguiera al cielo que fuese descubierto! ¡Con cuánto pla-
cer mirariamos caer sobre su infame cabeza, el cuchillo aniquilador
con que la ley castiga á los enemigos de la patria! ¡Con qué indeci-
ble júbilo veriamos correr su sangre abominable y expiar con ella el
mayor de cuantos ultrajes ha sufrido la Constitucion en esta isla,
desde que fué tan venturosamente restablecida!»


(:36) José María Heredia, uno de los primeros y más distinguidos




766 LAS INSURRECCIONES E~ CUBA


cantores de las libertades americanas, fué tambien uno de los prime-
ros apóstoles de la independencia de Cuba.


Formado el entendimiento de Heredia en las provincias españolas
de Santo Domingo, donde permaneció de 1803 á 1811; de Caracas, qua
visitó con su padre, comisionado por el gobierno español; y de Mé-
jico, en donde estuvo hasta 1817' que regresó á la Habana, se alimen-
tó de las ideas de independencia que allí germinaban y que luego
extendió en las valientes y exaltadas imágenes de sus composiciones
poética9-.


En la Habana terminó sus estudios, se graduó de abogado en 1"
Audiencia de Puerto Príncipe y con pocas afecciones en Santiago ds
Cuba, donde nació (1), abandonó la ciudad al poco tiempo para tras-
ladarse á Santo Domingo con 'sus padres, y luego á ejercer su profe-
sion de abogado á Matanzas.-Aun no habia trascurrido un año de en-
tónces tÍ cuando tuvo que ausentarse tÍ las heladas regiones de la Uníon
americana, (1820 á 1821) dicen sus biógrafos; pero no expresan si 1051
motivos fueron políticos ó de otra naturaleza.


Las composiciones poéticas de Heredia dicen acerca del particu-
lar en diferentes pasajes de las Poesias amatorias:


¡Adios, amada, adios!. .. llegó el momento
del pavoroso adios ... mi sentimiento
dígate aqueste llanto ... ¡ay! el primero
que me arranca el dolor. ¡Oh Lesbia mia!


.....


En mi destierro
viviré entre dolor, y tú cercada
en fiestas mil de juventud fogosa,
que abrasará de tu beldad el brillo
me venderás perjura,
y en nuevo amor palpitará tu seno,
olvidando del mísero Fileno
la fé costante y el amor sencillo. (2)


('J7) En las poesías de D. José María Heredia, tomo I1, pág. 140,
New-York 1862, se inserta esta composicion:




Á LA ESTRELLA DE VÉNUS.
Estrella de la tarde silenciosa,


luz apacible y pura
de esperanza y amor, salud te digo .
En el mar de occidente ya reposa
la vasta frente el sol, y tú en la altura
del firmamento solitaria reinas.
Ya la noche sombría
quiere tender su diamantlllo velo,
y con pálidas tintas baña el suelo


(1) Heredia nació en la ciudad de Santiago de Cuba el 31 de di-
ciembre de 1803, siendo sus padres el Sr. D. Francisco Heredia y
Mieses v doña Merced Heredia y Campuzano, ambos naturales de la
parte española de la isla de Santo Domingo.


(2) La Partida, fechada en 1819 al abandonar Fileno ó Hcredia á
Matanzas y á su querida Lesbia.




NOTAS.-CAPÍTULO VI 767


la blanda luz del moribundo dia.
¡Hora feliz y plácida cual bella!
Tú la presides, vespertina estrella.


Yo te amo, astro de paz. Siempre tu aspecto
en la callada soledad me inspira
de virtud y de amor meditaciones.
¡Qué delicioso afecto


excita en los sensibles corazones
la dulce y melancólica memoria
de su pasado bien y de su gloria!
¡Tú me la inspiras! ¡Cuántas, cuántas horas
viste brillar serenas
sobre mi faz en Cuba! etc.


(38) EL INDICADOR CONSTITUCIONAL del 20 de mayo de 182l.
(39) El mismo periódico del 2 de julio de 182l.
(40i El mismo correspondiente á esta fecha.
(41) En una felicitacion, dirigida por medio del INDICADOR del 10


de 8.gosto de 1821, al aumentarse el número de los alcaldes y síndi-
cos del ayuntamiento:


«S. F. V.-El pueblo habano, regocijado por vuestra eleccion, se
congratula interiormente y no puede ménos de dar alguna pública
prueba de su contento; y los amantes del órden, los propagadores de
las tuces, los enemigos de la tiranía y acérrimos contrarios de la ig-
norancia, se complacen en extremo, por tener cn vosotros lascolum-
nas en que descansa el augusto templo de las rJir,tudes, y sumamen-
te satisfechos de vuestras operaciones y sentimientos liberales, ele-
van sus votos al Supremo Arquitecto del universo, tributando las de-
bidas gracias á los elector~s que cumpliendo con su encargo, han
llenado los deseos de los constitucionales.


(421 EL INDICADOR CONSTITUCIONAL del 6 de julio de 1821, inser-
taba este:


«AB C del ciudadano ó principios en que se funda la Constitucion
española y todas las Constituciones del mundo.


¿Qué es nacion'? La reunion
De hombres bajo de una ley,
Cuyo jefe ó cuyo rey
CUlda de su ejecucion.


y ¿qué es ley'? La voluntad
De estos hombres expresada,
begun la forma adoptada
Por toda la sociedad.


¿No es legislador lo mismo
Que rey,?-No lo quiera Dios.
Si á unirse llegan los dos,
Cátate ya el despotismo.


Siel que las leyes ordena
Tiene en su mano el poder
Para hacerse obedecer,


¡Dios se la depare buena!
Ya sea el génio más blando


Y más dulce que la miel,
Guárdate siempre de aquel
Que tenga el palo y el mandó.


¿Qué es igualdad'?-El ser una
La ley para el grande y chico,
Para el pobre y para el rico,
Sin diferencia ninguna.


Para todos siempre igual,
Al traidor, al homicida
La ley le quita la vida,
Sea Obispo ó Cardenal.


¿Qué es libertad'?-Es hacer
Cada cuál lo que le place,




768 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


No ofendiendo en lo que hace
Al derecho de tercer.


Porque, siendo manifiesto
Que es ley un bien general,
y para torios igual, ¿Luego puedo segun eso


Contra la ley proceder No es posible que se ofcnd a,
Sin que en ello se comprenda
Del ciudadano algun mal.


No ofendiendo yo á un tercer?
Digo, que niego el supuesto.


C. C.»


(4.'3) Así lo manifestaba en el comunicado que, r.on la firma de Ma-
nuel Vidaurre y contestando á un soneto imprest. <.,n el I:<rDICADOR
CONSTITUCIONAL del 12 de mayo de 1821, publicó en el mismo perió-
dico, en cuyo escrito decia tambien:


«Dos veces mis ojos derramaron torrentes de lágrimas; en Ma-
drid la primera, al persuadirme que la libertad española seria tras-
mitida a las Américas; en la Habana hoy, oyendo elogios, que son
los besos de la esposa de Ulises, que recompensan todos los traba-
jos de Telémaco. Fúrias, pasiones, disponed de nuevo contra mí
vuestros dardos; yo he recuperado mis fuerzas, yo participo de la
vida con que me aman mis ilustres ciudadanos.»


(44) FÁBULA publicada en el citado INDICADOR del 9 de julio de
1821 que empezaba así:


y concluia:


Los lobos hace tres siglos
Se juntaron en Congreso.
Para castigar el crímen
De unos osados corderos.


Diplomáticos lobunos,
Ved que han mudado los tiempos
y á veces tienen más dicha
Que los lobos, los corderos.


M.
(45) Proclama á los milicianos nacionales, publicada, en el INDI-


CADOR por un Milicictno, que aconsejaba la union yel desprecio de
los papeles que provocaban escisiones con sus escritos.


(46) El expresado periódico publicó en 25 de agosto un soneto
que los milicianos del cuarto batallo n dedicaban á doña Jerónima
Mantilla, dándole las gracias por la bandera bordada por sus manos
que les habia regalado.


(47) Universidad de la Habana, 1820 á 23. Cuando el jefe supe-
rior político de la. Habana, á consulta de la diputacion provincial,
se propuso despojar á los frailes del rectorado y demás oficios de la
universidad, cuya fundacion les era debida, presentó el superior
del convento de predicadores un escrito al juez D. Francisco Filo-
meno (agraciado más tarde con un título nobiliario), pidiendo se de-
jase á los religiosos de su órden en la posesion en que se hallaban,
toda vez que para dicha fundacion habian obtenido real cédula y
billa pontificia, que les concedian el derecho de ejercer los oficios
de rector y los demás que le designnban los estatutos. Quejábase
de que una de las causas fundamentales del acuerdo determinando




NOTAS.-CAPÍTULO V1 769


el despojo, era que segun la Oonstitucion, los empleos públicos no
podiau desempeñarse sino por ciudadanos españoles, y los frailes no
lo eran; de que no se tuviese en cuenta lo acordado en 1813 por el
Jefe Supremo político, por S. M. en real cédula de 10 de marzo
de 1815 y por real órden de 2.5 de agosto de 1820, disposiciones to-
das confirmatorias de los derechos de la órden sobre dicha univer-
sidad; y la real órden de 25 de enero de 1821, por la cual, en vis-
ta del fomento que los frailes daban al centro literario, el rey se
manifestó satisfecho del rector por el establecimiento de dos cáte-
dras de Constitucion en él. Culpaba de tal atropello á dos docto-
res, miembros de la diputacion provincial de la Habana, eorpora-
cion á la cual se habia pasado á informe el expediente con tal pro-
pósito formado, cuyos doctores aspiraban á dos cátedras de dicha
universidad, etc.


(48) Varios fueron los periódicos que vieron en aquel tiempo la
luz, de los cuales hemos expresado en el texto los más importan-
tes; y entre los folletos y libelos podemos citar los siguientes que
tenemos en nuestro poder:


«AL PÚBLICO.-EL CIUDADANO JosÉ F. DE MADHID.-Habana 1820.
-Imprenta Fraternal de los Diaz de Oastro, plazuela de San Juan
de Dios, núm. 66.


EXPOSICION FUNDADA QUE PRESENTA Á ESTE SENSATO PÚBLICO DON
JosÉ IGNACIO DE ECHEGOYEN en la cuestion q1M sobre pureza en mane-
jo de intereses le sostiene el Bxcmo. señor conse}ero de Bstado don
Francisco de Arango y Parreiio, v!Í !Í hacer cuatro años, con detrimento
de las respectivas opiniones, y mengua del c(J;I'!Ícter noble y franco de
los contcndientes.-Habana 1821.-Imprenta Imparcial á cargo de
D. Pereira.


FOLLETO PRIMERO.-EL DOCTOR EN GEO~mTRÍA ESPAÑOL AMERICANO
CON PELUCA Y CHANCLETA, firmado por el Dr. Tomin de Vinagrillo.
-Habana 1821.-Imprenta Fraternal de los Diaz de Castro, impre-
sores del Consulado nacional: plazuela de San Juan de Dios.


No HAY TIEMPO MÁS PEHDIDO QUE EL (tUE SE EMPLEA EN CO~TESTAH
Á UN AUTOR DESVEl\GO~ZADO, Ó SEGUNDA RESPUESTA AL DR. D. TmL'\s
GUTTERREZ DE PIÑERES, por el ciudadano T.-Habana 1821.-Im-
prenta Fraternal de los Diaz de Castro, plazuela de San Juan de
Dios, núm. 66.


A LOS VECINOS PAcíFICOS DE LA HABANA, por José de Arango.-Ha-
bnnn lH21.-Imprenta Fraternal de los Diaz de Castro, impresores
del Consulado nacional, plazuela de San Juan de Dios.


AL JUICIO IMPARCIAL DEL ptBLICO HABA:-;-ERO, por el ci·udadano
Tanco.-Hnbana 1821.-Imprenta Fraternal de los Diaz de Oastro,
plazuela de San Juan de Dios, núm. 66.


CARTA PERDIDA, HALLADA Y REMITIDA Á LA PRENSA, por un habane-
ro celoso de la tranquilidad pública, firmada por el Blanco pobre.-Ha-
bana 1821.-Imprenta Fraternal de los Diaz de Oastro, impresores
del Oonsulado nacional, plazuela de San Juan de Dios, casa uúme-
ro 66.


IMPUGNACION Á LA GACETA ANGLO-AMERICANA de 28 de marzo de
182.'3, titulada National A'vocate, firmada por el Patan 3farm}0.-Ha-
bana 1823.-0ficina de Arazona y Soler, impresores del gobierno
constitucional.
REFLEXIO~ES Á LA NOTA DE LAS INTERESANTES OCURRENCIAS DE




770 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


LA PENÍNSULA, comunicadas por el Sr. (Joronel D. Jase de Ovando al
Excmo. Sr. Jefe superior político y publicadas de órden del 'ft/,ismo se-
ñor excelentísimo por un habanero constitucional y no más.-Habana
1823.-Imprenta de la Amistad, encargada á Campe.


(49) D. Félix Varela nació en la Habana en 17'83, y murici en San
Agustin de la Florida (donde habia desde muy niño principiado
su educacion literaria), á los 7'0 años de edad. Donde él desarrolló
sus grandes dotes intelectuales é hizo sus graves estudios, fué en
el colegio seminario de San Cárlos, bajo la proteccion del obispo
Espada, á quien debieron su formacion los primeros hombres ilus-
trados de Cuba. Enseñó Varela filosofía en aquel seminario, é impri-
mió en 1812 una obra, en latin lo referente á Lógica y Metafísi-
ca, y lo relativo á Etica, en castellano, desenvolviendo las cuestio-
nes sostenidas en ellas, eh una porcion de artículos publicados en
varios periódicos de Cuba y del extranjero, con el t[tulo de MIOC:E-
LÁNEA FILOSÓFICA.


En 1820 le obligó el obispo Espada á desempeñar la cátedra de
Constitucion, yen su virtud publicó un libro titulado OBSERVACIO-
NES SOBRE LA CONSTITUCION POLÍTICA DE LA MONARQUÍA ESPAÑOLA.
Más adelante, y léjos de la Habana, en el Sur de los Estados-Unidos,
publicó el periódico EL HABANERO, Y fué colaborador del MENSAJERO
SEMANAL. Varela era sacerdote, pero filósofo, y como tal escribió un
excelente panegírico de Carlos IV, y un conmovedor elogio de Fer-
nando VII, mostrando en ambos trabajos grandes dotes de orador
cristiano. Tambien escribió una obra titulada CARTAS Á ELPIDIO.


(50) ENSAYO HISTÓRICO citado del Sr. Pezuela, págs. 506 y 510.


CAPíTULO vn.


(1) El general Vives dispuso en 2 de agosto de 1823, que D. Juan
Agustin Ferrety, alcalde de la Habana, entendiese como juez en la
causa conocida con el título de (Jonspiracion de los Soles de Bolívar,
cuyo fin era la independencia de la isla.


El descubrimiento de la trama sediciosa se debió á un negro.
Presentóse al capitan general en uno de los dias del mes de julio
D. Bonifacio Duarte, acompañado de un anciano de color que habia
pertenecido á su casa, padrino de bautismo de la novia de un escla-
vo prensista en la imprenta, donde con misterio y precauciones se
imprimian papeles subversivos. El misterio despertó la curiosidad
del esclavo, que tanto por esto cuanto por demostrar á su querida




NOTAS.-CAPÍTULO VII 771


cuál era la ocupacion que le impedia verla á las horas de costum-
bre, se apoderó de un ejemplar de lo que imprimia, entregándoselo
como prueba de sus aseveraciones. Mostró ella el papel á su padri-
no, que sabia leer, y viendo por el contenido que era una proclama
excitando á la independencia de la isla, presuroso consultó con su
antiguo patrono el Sr. Duarte lo que debia hacerse l y ambos se pre-
sentaron al general Vives á referirle lo ocurrido y entregarle el im-
preso.


Cogido así el hilo de la trama, halláronse sin embargo dificulta-
des para descubrirla por completo, usándose mucha prudencia para
no dar un golpe en vago. La imprenta de donde procedia la procla-
ma se titulaba Cubanacan, COn cuyo nombre ninguna existia en la
Habana, sospechándose sin embargo, cuál fuese y quién el director
de la conjuracion.


Procedióse entónces al registro de la casa del que se presentaba
como jefe de la conspiracion, que segun confesó Ferrety era su ami-
go desde la infancia, pero no se le encontró, hallándose sólo dentro
de unos baules muchos recortes de la tela de seda que se habia em-
pleado en las banderas para la insurrecciono


A este tiempo, presentóse voluntariamente al general el que se
decia secretario del jefe que se buscaba, cuyo secretario, en distin-
tas declaraciones, lo denunció torio, hasta la calle y casa de Guana-
bacoa, donde el principal factor del complot estaba oculto.


Tres meses de constante trabajo duró la instruccion del sumario,
que falló una sala de la Audiencia de Puerto Príncipe, llamada al
efecto á la Habana, sin que la sentencia hiciera verter sangre, por
haber logrado. Vives que se fugaran los principales instigadores
de la conjuracion.


Resultó de aquel proceso que era muy extensa la conjuracion de
los Soles de Bolina'l"; que el grito debia darse el 17 de agosto, frus-
trándose el proyecto con el descubrimiento de 10.'-: proclamas, armas
y banderas; y por último, que las disposiciones del gobierno para que
se procediera en Guatao, Guanajay, San Ant(}nio y Matanzas al
mismo tiempo, desorg'mizó por completo todos los trabajos de los
conspiradores, que confundidos y atemorizados huyeron unos al con-
tinente, y otros, hasta el número de 605, fueron sentenciados por la
real sala en comision, é indultados luego.


(2; El periódico titulado el REVISOR, en un artículo atribuido ó es-
crito por el abate Pradt, divulgó e130 dejunio de 1823 por la Habana
la noticia de la venta de Cuba á Inglaterra, la que fué refutada por
D. Francisco de Arango en el escrito REFLEXIONES DE UN HABANERO
SOBRE LA INDEPENDENCIA DE ESTA ISLA, que publicó en setiembre.-
Pezuela, pág. 520.


(3i Guiteras.-Historia citada.
(4; Impresa segun hemos dicho en Nueva-York en el año 1842.
(5} HISTORTA DE ESPAÑA, por Lafnente. tomo XIV, pág. 410.
(6) Véase el artículo que con el título de EL EMPECINADO, publicó


el Excmo. Sr. D. Salustiano de Olózaga en el ALMANAQU¡,; POLÍTICO
y LIT~RARlO DEL PERIÓDICO LA IBERIA PARA EL AÑO DE 186.2, páginas
95 á 105.


51




772 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


Aprovechamos la oportunidad de esta cita, para lamentar que tal
eminencia de la escuela patriota progresista no deje á la posteridad
mayor recuerdo de su nombre, que aquel pequeño trabajo y otro que
con el epígrafe de TORRIJOS y FLORES CALDERON, vió la luz en los alma-
naques tambicn de la misma IBERIA y de LAS :'\'OVEDADES del año
1861.-Ciertamente es de lamentar apatía semejante.


(7) «Yo don Rafael del Riego, preso, y estando en la capilla de la
real cárcel de Córte, hallándome en mi cabal juicio, memoria, enten-
dimiento y voluntad, cual su Divina M.agestad se ha servido dar-
me, crp.yendo como firmemente creo todos los misterios de nuestra
santa fé, propuestos por nuestra madre la Iglesia, en cuyo seno de-
seo morir, movido imperiosamente de los avisos de mi conciencia,
que por espacio de más de quince dias han obrado vivamente en mi
interior; ántes de separarme de mis semejantes, quiero manifestar
á todas las partes donde haya podido llegar mi memoria, que muero
resignado en las disposiciones de la Soberana Providencia, cuya
justicia adoro y venero, pues conozco los delitos que me hacen me-
recedor de la muerte.


Asímismo publico el sentimiento que me asiste, por la parte qu'e
he tenido en el sistema llamado constitucional, en la revolucion y
en sus fatales consecuencias; por todo lo cual, así como he pedido y
pido perdon á Dios de todos mis crímenes, igualmente imploro la
clemencia de mi santa religion, de mi rey y de todos los pueblos é
individuos de la nacion á quienes haya ofendido en vida, lwnra y
hacienda, suplicando, como suplico, á la Iglesia, al trono y á todos
los españoles, no se acuerden tanto de mis exceso,s como de esta
exposicion sucinta y verdadera, que por las circunstancias aún no
corresponde á mis deseos, con los cuales solicito por último los au-
xilios de la caridad española para mi alma.


Esta maniiestacion, que hago de mi libre y espontánea voluntad,
es mi deseo que, por la superioridad de la sala de señores alcaldes
de la real casa y córte de S. M.., se le dé la publicidarl necesaria, yal
efecto la escribo de mi puño y letra, y la firmo ante el presente es-
cribano de S. M. en la real cárcel de Córte y capilla de sentenciados
á las ocho de la noche del dia 6 de Noviembre de 182:3.-llafael del
Riego.-Presente fué rle órden verbal del señor gobernador de la sa-
la, Julian García Huerta.»


Lafuente, HISTORIA GENERAL DE ESPAÑA, tomo XIV, pág. 410.
(8) El ejército veterano de Cuba negó á compcmerse entónces


de 11.526 hombres de infantería distribuidos en doce regimientos:
cuatro de dos batallones, que eran los de la Habana, Cuba, Catalu--
ña v la Corona; siete de un batallan, nombrados de Lean, Galicia,
NájJOles, España, Tarragona, Barcelona, Valencey y el Se.r¡undo pro-
vincial, y además las compañías de Mérito creadas por Cienfllcgos,
que constaban de unos trescientos hombres cada uua. La caballeríft.
constaba del regimiento de Lanceros del Rey, llamhdos ántes Dra-
flanes de America; y la artillería, de siete compañías montadas J
cinco de á pié.


(9) Guiteras.-Tomo II, págs. 298 á 302.-Véase lo que dice re-
:tl.riéndose á los Mss. de Talan y de Betencourt.


(10) ENSAYO HISTÓRICO, págs. 534 y 535.




NOTAS.-CAPÍTULO VII 173


(11) El departamento Oriental se dividió en cuatro distritos, el
de Santiago de Cuba y la~ tenencias de gobierno de Bayámo, Hol-
guin y Baracoa: el del Oentro con la cabecera en Trinidad, se di-
vidió en cinco secciones, la de la capital, Cienfuegos, Villaclara,
Sancti-Espíritus y Puerto Príncipe, y la comandancia del departa-
mento Occidental, con la capitalidad de la Habana, se subdividió en
once distritos, dependientes directamente de la capitanía ge-
neral.


(12) Segun la MEMORIA escrita por D. José María Calvo de 111
Puerta.


(13) ITÚRBIDE, por D. C. Navarro, pág. 78.
(14) Idem, pág. 191.
(15) E¡';;SAYO HISTÓRICO, por el Sr. Pezuela, pág. 546.
(16) Idem, pág. 552.
(17) CUBA.-EsTUDIOS POLíTICOS, por D. Cárlos de Sedano.-Ma-


drid,18'12.


(18) ENSAYO HISTÓRICO, pág. 558.
(19) Guiteras.-Tomo n, pág. :318.
(20) Pezuela, pág. 565.
(211 OBRAS DE D. JosÉ ANTONIO SACO, COMPILADAS POR PRIMERA


VEZ Y PUBLICADAS E:\' DOS TOMOS POR L'~ PAISANO DEL AUTOR, en ene-
ro de 1853.-Nueva-York, librería Americana y Extranjera de Roe
Leckwood é hijo.


(22) Real decreto de 31 de diciembre de 1832.
(23) El ayuntamiento de la Habana, queriendo demostrar su gra-


titud al finado Laborde, por sus distinguidos merecimientos, y par-
ticularmente por los buenos servicios prestados durante la 'inva-
sion del cólera, acordó asistir en corporacion al funeral, y así lo ve-
rificó, autorizados al efecto los capitnlares por el capitan general.




774 LAS iNSURRECCIONES EN CUBA


CAPíTULO VIII.


(1) Guiteras.-Tomo II, págs. 342 y 343.
(2) Impresa en la Habana en 1838.
(3) ME~ORlA del general D. Miguel Tacon.
(4) «Porque dicho marqués era un hombre lleno de vicios, J do,


)tado de un carácter violento y perverso,» segun leemos en el folle-
to titulado BIOGRAFÍA DE D. PEDRO CALVO, DENOMINADO MARQUÉS DE
CASA-CALVO, CONTENIDA EN LOS DOCUMENTOS Y CARTAS QUE FUERON
REMITIDOS DE LA HAVANA PARA SUPUBLICACION.-New-Orleans: Prin-
ted by. W. M. MCKREAN, 1837.


(5) Véase el folleto de 64 páginas titulado EL GENERAL TACON,
MARQUÉS DE LA UNION DE CUBA y EL CONDE DE VILLANUEVA, ósea
contestacion á varios artículos y folletos en favor del primero J
contra el segundo, por D. Miguel Ferrer y Martinez.-Madrid, 1838.


(6) Guiteras.-Tomo lI, pág. 367.
(7) BIOGRAFíA de D. José Antonio Saco, en la de CUBANOS DISTIN-


GUIDOS, por P. de Agüero.-Lóndres, 1858.


(8) Creemos que más bien el ácido seria nítrico ó sulfúrico, pues-
to que el agredido sobrevivió al suceso. Véase la nota 15 del capí-
tulo X.


(9) Circular del 9 de febrero de 1838, dirigida al administrador
general de correos y trasladada á los demás de la isla, en la cual
S6 decia que «EL Eco DEL COMERCIO, periódico de Madrid, donde se
censura y deprime toda autoridad conservadora del órden, al paso
que se alienta á los sediciosos para que delincan y atropellen todos
los principios sociales, se ha dedicado á sembrar en esta isla sus
ideas desorganizadoras, y con tan punible objeto remiten sus re-
dactores crecidos números para extenderlos en ella con profusion.:t
Disponiéndose en aquella órden que quedara prohibida la entrada
J circulacion en Cuba de EL Eco DEL COMERCIO.


(10) Corresponde á la página 464, párrafo primero.-Con el título




NOTAS.-CAPÍTULO IX 775


de PÁGINAS CUBANAS, se introdujeron en Ouba unos folletos de cua-
tro planas ey. cuarto á dos columnas, sin pié de imprenta ni fecha,
aunque estaban escritas en 1836. El número primero de aquellas
PÁGINAS decia: «Donde el magistrado manda y la ley calla, no puede
»esperarse sino ruina y desolacion;» el número segundo, titulado
OARTAS CUBANAS, empezaba: «Hay mnchos ~obiernos cuyo sistema
j)se parece al de Oonstantinopla y que estan expuestos á caer por
»medios constantinopolitanos,» y en ambos se zaheria y atacaba
duramente al gobierno de la nacíon, y particularmente al d8
la isla.


(11) Corresponde al final de la página 46i.-Así llamaba Tacon
á Saco en las comunicaciones dirigidas al gobierno.


(12) MEMORIAS PARA ESCRIBIR LA HISTORIA CONTEMPORÁNEA DE LOS
SIETE PRIMEROS AÑOS DEL REINADO DE DOÑA ISABEL Il, por el marques
de Miraflores.-Madrid, 1843.


(13: ANALES DEL REINADO DE DOÑA ISABEL Il, obra póstuma de
D. Javier de Burgos.-Tomo IU, págs. 294 y siguientes.-Ma-
drid,185O.


(14) PLANES DE LOS DISIDENTES DE SANTIAGO DE OUBA, DISFRAZA-
DOS EN LA PUBLICACION DEL OÓDIGO DE 1812: Ó SEA VERDADERA SU-
BLEVACION DEL GENERAL D. MANUEL LORENZO. Sub-luce lues.-Newll.
Orleans.-En la imprenta de Bayon, calle de Ohartres, núme-
ro 110.-1837.


(15) Documentos Mss. que posee el autor.
(16) EXÁMEN ANALÍTICO DEL INFORME DE LA COMISIO!-! ESPECIAL


NOMBRADA POR LAS OÓRTES, SOBRE LA EXCLUSION DE LOS ACTUALES Y
FUTUROS DIPUTADOS DE ULTRAMAR.-Obras de D. José Antonio Sa-
co citadas.-Bastante amenaza envolvia tambien el decir, que cier-
tos gobiernos estaban expuestos á caer por medios constantinopo-
litanos.


CAPiTULO IX.


(1) EL GENERAL TACON, etc., folleto citado en el cap. VIII, no-
tu 5.a


(2) Corresponde al primer párrafo de la pág. 494.-Esto es lo más
elevado de la más sublime poesía segun Fornáris.-OANTOS DEL 81-




776 LAS INSURRECCIONES EN CUBA.


BONEY.-Cuarta edicion.-Habana, imprenta la Antilla, calle de Cu-
ba, núm. 51, año 1862.


(3) El ingenio Manacas-Armenteros, pertenecia á D. Juan Bautis-
ta Armenteros, regidor de la ciudad de Trinidad. Los seis negros
sublevados se trasladaron la misma noche del 6 de enero, desde
aquella hacienda á la llamada Juan Fernandez, situada á tres leguas
de distancia, cometiendo en el tránsito tres asesinatos ... seduciendo
39 esclavos que allí se encontraban. Fueron luego á 'otro ingenio
cerca de la ermita del OaraC1{Sey, donde mataron al contra-mayo-
ral y á un hijo del mayoral, saquearon la casa, quemaron los caña-
verales y dieron muerte á todos los perros de la finca y á todos los
gallos de pelea, huyendo despues á la montaña y sembrando la
ruina por donde pasaban. Levantados somatenes, y con el apoyo de
las fuerzas del ejército, pudo lograrse pronto la dispersion, captura
y castigo de los criminales.


(4) Diez de los negros sublevados asesinaron alevosamente al
mayoral del potrero Sitio Adentro, de la propiedad de D. José Anto-
nio Ponce; extendiéndose el movimiento hácia Sancti-Spíritus, de-
sertaron 17 negros de la dotacion del ingenio de D. Francisco de la
Luz y siete del cafetal de Doña Luisa Camino; pero pronto fueron
aprehendidos en su mayoría porlos vecinos del campo, á quienes se
les consideró entónces como salvadores de la isla.


(5) Publicadas en los periódicos de la capital.
(6) Figuraba impresa en la imprenta popular á cargo de Agustin


Guimerá.-Hoja en cuarto de la que poseemos un ejemplar, que
empezaba: Habitantes de Ouba y Puerto-Rico, y concluia diciendo:
«Alzaos: ha negado el dia en que podeis gritar impunemente: LI-
BERTAD.»


(7) Uno de los párrafos de la AURORA de Matanzas, decia: (IDon
Francisco Marty, empresario del teatro de Tacon ..... condena las
producciones escritas en la Habana á sufrir la tortura como inqui-
sidor general del Gran teatro ..... Ese homlJre no conoce sus intere-
ses, pues hace con sus medidas que exóticos, indígenas y hetero.r¡é-
neos abandonen el teatro.»


(8) El ministro de Negocios extranjeros en Inglaterra, lord Abc1'-
deen, al suprimir este destino á instnncins de nuestro ministro ple-
nipotenciario Sr. Sancho, manifestó que no podia privar á Mr. Turn-
bull del cargo de Vocal de la comision mixta en Jamáica, para juzgar
los buques negreros portugueses. Oomo aquel ex-cónsul acababa de
regresar á Inglaterra en eftero de 1843, no era de presumir que en
mucho tiempo incomodara; mas no fué así, sino que instigado sin
duda por los abolicionistas se apresuró á encargarse de aquel des-
tino.


(9) El temblor de tierra se sintió en Santiago de Cuba á las cinco
y cuatro minutos de la tarde del 7 de mayo de 1842, teniendo el mo-
vimiento la direccion de Sur á Norte. Duró muy pocos segundos;
pero en este limitado tiempo conmovió de una manera notable el




NOTAS.-C.nÍTULO IX 777


edificio cárcel de aquella ciudad, sacó de madre el río 1Jfacaguanígua,
internándose por su embocadura el mar á grande altura y distancia,
abrió grandes grietas en la tierra, desprendió inmensas moles de
piedras de los montes Yunque de Baracoa y de l,farcos Reyes, y la
conmocion terrestre dejó al pasar en un estado de abatimiento, co-
mo si hubieran recibido una descarga eléctrica, á los habitantes de
las reglOnes que la sintieron.


Mayores fueron los efectos en la inmediata isla de Santo Domin-
go.-En el Guarico ó Cabo Haití, se sintió el terremoto á las cinco
y media de la tarde, y cn los cinco segundos que duró la conmocion
arruinó toda la ciudad, calculándose de cuatro á cinco millas vÍcti-
mas.-A esta catástrofe le siguieron otras igualmente horrorosas,
pues se deelaró un ineendio que duró cineo dias, durante el cual,
desbordada la guarnicion de tro}Jas de color, se entregó al robo y
asesinato de blancos y gente acaudalada, dando muerte á su mismo
gobernador, que ya habia sido estropeado por las ruinas.


(10; MI'. David Tl1rnbull, en vez de dirigirse á Inglaterra, se que-
dó en Nassau, capital de la isla de Providencia en las I3ahamas,
donde preparó unas declaraciones dirigidas á justificar que varios
negros pertenecie ntes á los Sres. Guillermo Enrique, y Juan For-
bes, habian sido trasladados á la isla de Cuba, y permanecían en
ella como esclav os. Formado el expediente y con el fin de reclamar
la libertad, fletó la balandra Lilty, capitanearla y tripulada por ne-
gros, y se dirigió á Cuba con pasaporte expedido e15 de octubre, por
el vice-cónsul de España en i'íassau, en el cual se expresaba que
era «ciudadano in.r¡tés con la comision de proteger los africanos libera-
dos, q'ue habian sido llevados de Nassau al puer'to de Gibara.¡) Desem-
barcando en éste el dia 10, fué preso, segun en el texto se ex-
presa.


(ll) El gobierno de la metrópoli preguntó unos meses despues
nI capitan general, qué funcionarios merecian recompensa por ha-
berse distinguido en la prision de Mr. Turnbull, á lo que el honra-
do Valdés respondió, que nadie habia hecho más que cnmplir con su
deber, y que todos tenian bastante premio con la satisfaccion de su
conciencia. ¡Si siempre se hubies~ hecho lo mismo!


(12) Habiéndose manifestado ántes de aquella ocasion grandes
simpatías entre los negros haitianos y los de Jamáica, Boyer se
acogió en esta isla al ser depuesto, mientras Carricr y otros par-
tidarios se dirigieron á la de Curazao. Allí fué Boyer mimado por
los abolicionistas y requerido por ciertos americanos expulsados de
Guatemala, que llevaban muy adelantado el proyecto de una expe-
dicion contra Cuba, del cual tuvieron que desistir, intimidados por
los formidables preparativos de defensa que Valdés estaba h1L-
ciendo.


(13) V éase la nota 31 del capítulo VI, en que se copia una de las
comunicaciones originales recogidas en la administracion de correos
de la Habana.


(14) LA NUBE, periódico literario de ambos mundos. Figuraban
en él corno colaboradores Doña Gertrudis Gomez de Avellaneda,




778 LAS INSURRECC10NES EN CUBA


D. Juan Martinez Villergas, etc., y D. Fernando O'Reilly, quien lo
desmintió en un comunicado inserto en EL HERALDO de l.0 de no-
viembre de 1842. En aquel periódico que, segun sus redactores, te-
nia por objeto regenerar la literatura de Cuba, se leia en una com-
posicion, Al prir,¡,er sol de mayo de 1842, firmada por V. H de
Ayala:


¡Oh sol de la esperanza!
¡Oh sol de la victoria!
No te ausentes sin darnos libertad.
¡Silencio! ..... ella nos habla.-A tu alabanza
Todo un pueblo se postra ante tu gloria.
Ella viene-¡á las armas! ... levantad.
¡De pié, hijos de Cuba! Etc.


(15) Insertas en los periódicos de la capital y repartidas en ho-
jas sueltas.


CAPíTULO X.


(1) Mss. que poseemos.-Instrucciones que D. Jerónimo Valdés
le dedicó á D. Leopoldo O'Donnell, en 18 de setiembre de 1843. .


(2) Véase en el libro titulado Ap17NTES PARA LA HISTORIA DE DON
LEOPOLDO O'DONNELL, por D. Manuel Ibo Alfara, págs. 792 y si-
guientes.-Madrid 1868.


(3) Documentos Mss. que poseemos.
(4) Los embarcados fueron D. Andrés Lopez de Consuegra, doc-


tor en leyes; D. Francisco Javier Sanchez de Pando (hijo), licenciado
sin bufete; D. Ramon Charum, vago, abolicionista; D. Telesforo
Forrea, militar expulsado del servicio; D. Antonio de los Olivos,
D. Luis Velazquez de la Mar, y D. Marcos Morejon, oficiales retira-
dos; todos eTe malos antecedentes y opiniones.


(5) Mss. que :poseemos.
(6) Mss. correspondientes al 15 de marzo de 1844.
(1) Orden circular para el órden y vigilancia de los ingenios y ha.-


dendas, expedida en 31 de marzo de 1844, publicada en la Habana.


(8) Obra citada del Sr. Iba Alfara.




NOTAS.-CAPiTULO X 779


(9) POESIAS COMPLETAS DE PLÁcIDo.~Tercera edicion. París 1862.
Gabriel de la Concepcion Valdés, que siempre escribió con el seudó-


nimo de Plácido, y sólo así se le conocia, nació en la ciudad de Ma-
tanzas, ignorándose la fecha lo mismo que el nombre de sus padres.
Segun el tomo de poesías impreso en París en 1846, era hijo natu-
ral de un negro y una blanca, yersion bastante admitida en la isla.
de Cuba; y segun otros, fué fruto desgraciado de los clandestinos
amores de una mulata esclava y de un personaje, cuyo nombre se
omite por el noble y sagrado ministerio que ejercia.


El único personaje de sagrado ministerio que visitó á Matanzas á
principios de este siglo, fué el famoso por su ilustracion y altas do-
tes Ilmo. Obispo D. Juan José Diaz de Espada y Landa, quien segun
las MEMORIAS DE UN MATANCERO (1) estuvo en aquella ciudad en 1804
y 1812 Y sólo esta última fecha podia coincidir con la vida del poeta,
que murió en 1844 despues de los treinta años de edad.


(10 ESTUDIOS ITERARIOS por D. Antonio Cánovas del Castilo.-
Tomó II, pág. 121 Y 122.-Madrid 1868.


(n) BOSQUEJO Eco~6MICO POLÍTICO DE LA ISLA de Cuba, por don
Mariano Torrente.-Tomo l.-Madrid 1852.


(12) Solicitud de D. Domingo Goicuria, hacendado y del comercio
de la Habana, presentando un proyecto de colonizacion blanca, fe-
chado en Madrid á 25 de setiembre de 1846.


(13) Véanse los apuntes biográficos de D. Narciso Lopez en la
citada obra de D. Mariano Torrente, págs. 3'2 y siguientes.


(14) EL HERALDO, periódico político, religioso, literario é indus-
trial, número 782, viernes 20 de diciembre.-Madrid 1844.


(15) Díjose cntónces de público, que el médico catalan Verdaguer
habia entregado el fruto de sus economías á la sociedad Rocosa y
compañía, almacenistas de tasajo en la plaza de San Francisco en la
Habana; y habiendo ocurrido desavenencias con los depositarios, en
las que tuvo que intervenir el Tribunal de Comercio, influyó don
Joaquin Gomez para que recayese la resolucion en favor de Rocosa.
Irritado Verdaguer, intentó vengarse del que suponia autor de su
ruina, y enterado de que Gomez oia misa todos los dias festivos en
el presbiterio de la iglesia de San Felipe, á ella fué un domingo del
mes de mayo, se acercó á Gomez, y le rompió en el eráneo un pomo
de ácido corrosivo que llevaba, bebiéndose él inmediatamente el
contenido de otro. Verdaguer murió en el acto, y Gom~z sólo quedó
ciego por el ácido que penetró en sus ojos.


(16) Autor de métodos para aprender inglés, francés, etc., impra-
sos-en New-York y otros puntos de los Estados-Unidos.


(1) MEMORIAS DE UN MATANCERo.-Apuntes para la historia de la
isla de Cuba con relacion á la ciudad de San Cárlos y San Severi-
no de Matanzas etc., etc., por D. Pedro Antonio Alfonso, pág 82.-
Matanzas 1854.




780 LAS INSURRECCIONES EN CUBA.


(17) EL CONDE DE MONTEMOLIN, por D. Leopoldo Augusto de Cen-
turion.-Segunda edicion.-Madrid 1848.


(18) Mss. que poseemos.


CAPÍTULO XI.


(1' Sobre la llegada de ROllcali á la Habann decia el periódico
LA VERDAD (1:, en el mes de marzo, núm. 6: «El general Roncali,
conde de Alcoy, acaba de tomar posesion del empleo de capitan ge-
neral, ó, mejor dicho, acaba de sentarse en el trono del rey absolu-
to de la isla de Onba. Teniendo noticia de los antecedentes de este
gobernante, se r~conocerá si hay motivos para esperar de él una
segunda edicion del odiosísimo Tacon. j Dios tenga piedad de
Cubnl»


El núm. '1 del periódico añadia: «Nuestro nuevo general se es-
tá manejando caballerosamente, y no sabemos de ninguna medida
que hasta la fecha indique perjuicio. Deseamos ver cómo procede
cuando sc presente un negocio de introduccion de negros. Aquí es
donde debe verse al delicado y fino Roncal:, pues p,n este punto el
que no cae resbala. ¡Cuánto honor para él y cuánta gratitud reco-
geria en premio de su honradez!»


Yen el núm. 8 del mismo periódico decíase sobre el asunto:
«El general Roncali rué recibido con tanto boato y ceremonia co-


mo la rcina Victoria requiere para hacer cristianos á sus angeli-
tos. Ningun presidente de los Estados-Unidos inaugura con el apa-
rato y vive con la p lmpa que el gobernador de la colonia de
Cuba.


La llegada de Roncali ha dado lugar á muchas hablillas. Resenti-
do O'Donnell del relevo, ha tratado á Roncali con el mayor des-
precio, hasta el caso de no haberle visto desde que le entregó el
mando, retirándose á la quinta de los capitanes generales (de los
Molinos llamada;, sin que la Sra. O'Donnell visitase á la Sra. Ron-
cnli. La generala O'Donnell extrajo de palacio cuanto habia que
pudiera servirle á la generala Roncali. D. Francisco Marty tuvo


(1) Estc periódico empezó á publicarse en 1'<ueva-York, en el mes
de enero de 1848. Figuraba dirigido por Cora Montí'omery, y pene-
traba fraudulentamente en la isla de Cuba, donrle fné muy leido,
contando allí corresponsales que tenian á su director detalladamen-
te enterado de todos los actos de las autoridades españolas.




NOTAS.-CAPÍTULO XI 781


que llevar camas, porque Roncali y su familia no tenian donde
dormir.»


(2) Nota reservada pedida por la Junta de Instruccion pública á
los directores de los colegios de instruccion primaria.-Mss. que
poseemos.


(3) LA VERDAD.-Nueva-York, abril 27 de 1848.-Volúmen 1.-
Número 8, por Oora Montgomery.


(4) Hoja en cnarto dedicada A LOS HABITANTES DE OUBA. firmada
Unos cubanos, y fechada el 20 de abril de 1848.-Poseemos un ejem-
plar. •


(5) LA VERDAD.-Nueva-York, mayo 1848.-ApELACION AL PUE-
BLO DE OUBA.-Habana, marzo 28 de 1848, sin firma.


(61 Real órden de 3 de julio de 1848.
(7) ESTUDIOS POLÍTICOS, de D. Oárlos Sedano.-l:ladrid, 18'12.-


Correspondencia de Mr. Forsytk, representante en Madrid, á mis-
ter Adams, ministro de Estado en la Union americana.


(8) Correspondencias de los expedicionarios de Lopez apresados
por el vapor Pi?a.rro.-Véase ApUNTES HISTÓRICOS acerca de la ex-
pedicion pirática. que invadió la isla. de Cuba en mayo de 1850, y de-
talles de la causa seguida contra el general Narciso Lopez y sus cóm-
pliccs.-Nueva Orleans, 1850.


(9) BOSQTJEJO ECONÓMICO-POLÍTICO citado; págs. 42 y siguientes, y
véanse los artículos que con el título dc España y sus enemigos pli-
blicó cl periódico literario de la Habana, EL MORO MUZA, en 1871.


(10) ALCAKCES Á LA GACETA DE LA HABANA, del domingo 19 de ma-
yo de 1R50.


(11) V éase en los ApUNTES HISTÓRICOS citados, págs. 6 y 7, la
nómina de los jefes y oficiales de los BaJallones de la lIfiUcia VOl'/Ml-
taria de nobles vecinos.


(12) Insertos en los mismos ApUNTES HISTÓRICOS.
(13) En dichos ApUKTES constan nominalmente todos los altos


funcionarios de la Union americana comprometidos en las expedi-
ciones de Lopez.


(14) O Susana la bulliciosa, le pusieron por nombre á aquel bu-
que pirata.


(15) Era el centro administrativo donde se reunieron los asuntos
coloniales, que estaban distribuidos en los diferentes ministerios,
Guya direecion de Ultramar se suprimió al crearse el ministerio de
este nombre por real decreto de 20 de mayo de 1863.




782 LAS INSURRECCiONES EN CUBA


CAPíTULO xn.


(1) Véanse los artículos que con el epígrafe de España y sus e1f,e~
migos fublicó en la Habana el citado periódico EL MORO Muz A
en 187 .


EL BOLETIN DE LA REVOLUCION, órgano de los laborantes de Nueva~
York, anunciaba en su número del 30 de diciembre de 1868 que el
dia 25 habia fallecido en aquella ciudad doña Ana Josefa Agüero,
viuda de D. Joaquin Agüero, jefe de la partida levantada en Cas~
corro en 1851.


(2) MEMORIAS SOBRE EL ESTADO POLÍTICO, GOBIERNO Y ADMINISTRA.~
ClON DE .LA ISLA. DE CUBA, por el teniente general D. José de la Con~
cha.-Madrid 1853.


(3) Idem.-El mismo día que se les notificó á Agüero y consor~
tes la sentencia de muerte, desembarcó Lopez en los surgidores del
Morrillo y las Playitas inmediatas á Bahia~honda.


! (4) España y sus Imemigos, artículos citados; y carta dirigida por el
prisionero Cárlos N. Horwell á los editores del TRUE DELTA Mrs. Juan
Majiques y compañía en Nueva-York.


(5) Figuraban entre los deportados D. Francisco Perez Angueira,
D. José Antonio Echevarría, D. Cárlos del Castillo, D. Cárlos Co-
llins, D. Agustin Montoro, D. Francisco Candelaria, D. José Gabriel
del Castillo, D. Benigno Gener, D. Alejo Iznaga Miranda, D. Fran-
cisco Perez Zúñiga, D. Francisco Palomino, D. Francisco Perez Del-
gado, D. J. Manuel Vingut y otros muchos de los cuales pocos han
sido los que en la presente insurreccion no han seguido el partido
de Céspedes.


(6) Veinte y seis firmas suscribian aquella exposicion fechada el
26 de setiembre de 1851, yen ellas cási en igual número figuraban
las de peninsulares é hijos del país.


m LA VERDAD (periódico citado), del 30 de marzo de 1852, año 5,
vollimen 111.


(8) Corresponde al párrafo segundo de la pág. 642. Los perió-
dicos norte-americanos publicaron artículos con el epígrafe de Ori~
gen, desarrollo y objeto de la órden titulada LA ESTRELLA SOLITARIA,
que no insertamos por su mucha extension.




NOTAS.-CAPÍTULO XlI 783


(9) De cuyo periódico poseemos un ejemplar.
(10) Así lo Meguraban el NEW-YORK HERALD del 21 de noviembre


de 1854, y el HIERVE ROTTERDAM-SCHE COURANT del 16 de diciem-
bre del mismo año.


(10 dup., pág. 654.) ApUNTES PARA. LA HISTORIA SOBRE LA AD-
MINISTRACION DEL MARQUÉS DE LA PEZUELA EN LA ISLA DE CUBA, des-
de 3 de d'iciembre de 1853 hasta 21 de setiembre de 185:1, por D. M. Es-
torch.-Madrid, 1856.


(U) Segun nota que tenemos á la vista, las consignaciones de
emancipados produjeron hasta el mando del general Pezuela las
cantidades siguientes:


Durante el del príncipe de Anglona, ps. fs.
En el de D. Gerónimo Valdés.. . . . .
En eldel conde de Lucena.. .
En el del conde de Alcoy. . .
En el de D. José de la Concha.
En el de D. Valentin Cañedo ..


54.408
29.210


231.352
87.931
77.942
87.854


(12) ApUNTES PARA LA HISTORIA, etc., del Sr. Estorch, arriba ci-
tados.


(13) Aquellos hijos ingratos han hecho siempre lo mismo, y sin
la organizacion de los voluntarios (li que el general Pezuela desor-
ganizó, «haciéndose digno del aplauso ciboney (2),» y sin los oportu-
nos castigos del general Concha, se hubieran sobrepuesto en aquel
tiempo y áun despues á la autoridad de España.


(14) ApUNTES PARA LA HISTORIA, etc., pág. 109.


FIN DEL TOMO PRIMERO.


(1) La historia de estos beneméritos cuerpos, á quienes España
debió en 1809, en 1851 y 1852.)a salvacion de Cuba, que hoyes es-
pañola por haber sabido ellos contener en 1868 el mayor de los es-
fuerzos hechos por los renegados de la patria, la publicaremos en
el tomo II, como introduccion á los sucesos del levantamiento de
Yara.


(2) Segun dice el folleto titulado TRES CUESTIONES SOBBE LA ISLA
DE CUBA. ¿De dónde venimos ¿Dónde estatnos? ¿A dónde "'amos? por
D. José García de Arboleya, pág. 6.-Marzo de 1869.-Habana.






ÍNDICE.


PAoGINAi.


INTRODUCCION o o o • o o o o o • o o • o •• o •• o •• o o o •• o o •••• o • • IX
(Pág. IX).-Ideas generales sobre el origen y la geografía


de Cuba.


Capitulo lo ••••••• o ••••••••••••••••••••••• o ••••••
1 (pág. l).-La Europa á fines del siglo XV.-Colon, ofre-


ciendo un mundo, es uesahuciado por los sábios
de Salamanca, y obtiene al fin la proteccion de la
reina Doña Isabel la CatÓlica.-Preparativos para
el primer viaje de exploracion.


II (pág. 7).-Primer viaje de Colon.-Sus descubrimientos.
-Las Lucayas.-San Salvador -Cubágua ó la is-
la Juana.-Separacion de la carabela Pinta.-Des-
cubrimiento de la Española ó Haiti.-Naufragio de
la Santa l1faría.-Fundacion del puerto de :Nativi-
dad .-Regreso de Colon á España.-Recepcion del
almirante por los Reyes Católicos.-8egundo y
tercer viaje -Prision de Colon.-Cuarto viaje.-
Naufragio en Jamáica.-Regreso definitivo á Es-
paña.-Muerte del almirante.


II! (pág. 24).-Descubrimiento en el Norte del continente
americano.-Colonizacion de la Española ó Santo
Domingo. -Introduccion de negros africanos.-
Expediciones de forbantes y jilibusteros.-Breve
historia de algunas Antillas hasta fines del si-
glo XVIII.


IV (pág. 37) .-Apuntes históricos acerca de las islas de
. Pllerto-Rico, Jamáica y las pequeñas Antillas de


barlovento.-Grupo de las islas próximas á Vene-
zuela.-Grupo ue las Lucayas.


V (pág. 59).-Revolucion de la parte francesa de la Espa-
ñola ó isla de Santo Domingo.-Insurrecciones de
los colonos, de los mulatos y de los negros fran-
ccses.-Pérdida y conquisto. de la parte española
de Santo Domingo.-Independencia de Haiti.




P .... llIU.


Capitulo n. . . . . . . . . . . . . . .. ........ ............. 83
1 (pág. S3).-Historia antigua de Cuba.-Primera época.-


Reconocimiento de las costas meridionales de la.
isla por Cristóbal Oolon.-Bojeo de Sebastian de
Ocampo y arribo de otros navegantes.


II (pág. 93).-Segunda época.-Conquista de Cuba por Ve·
lazquez.-Exploraciones del territorio v fundacion
de las principales poblaciones.-Pánfllo de Nar-
vaez, el padre Casas y Hernan Oortés.-Expedi-
ciones al continente americano por Córdova y Gri-
jalva.-Conquista de la Nueva España ó Méjico
por Cortés.-Sucesores de Velazquez.-Expedicio-
nes de Hernando de Soto tÍ la Florida y de Mendez
de Avilés á la Carolina.-Oolonizacion.-Invasio-
nes piráticas jilibusteras.-Division de la isla en
dos gobiernos.-Declárase por capital á la Haba-
na.-Invasiones del vómito negro.-El obispo Val-
dés.-Conquista de la Habana por lord Albemarle.


III (pág. 131).-Tercera época ó período civilizador.-Re-
formas del conde de RicIa y de O'Reilly.-Mando
de Bucarelly.-Expedicion á la Luisiana.-Expul-
sion de los jesuitas.-Oontrabando y abusos en la
administracion de justicia.-Guerra é independen-
cia de los Estados-Unidos.-Mando del marqués
de la Torre y de Navarro Valladares.-Guerra con
la Gran Bretaña.-Libertad de comercio.-Oon-
quista de la Florida.-Gobierno de Galvez.-Don
Luis de las Cas8.s.-Mejoras.-Sociedad patriótica
y real consulado.-Guerra con Francift..-Paz de
Basiléa.-Emigrantes de Santo Domingo.-EI con-
de de Santa Clara.-Fin del período civilizador.


Capitulo m....................................... 157
1 (pág. 157).-Historía moderna de Cuba.-Orígen y ten-


dencias de las diferentes clases sociales de la isla.
-Opinion pública nI empezar el siglo XIX.-Epo-
ca de la educacion política.-Manifestaciones civi-
lizadoras y políticas.-Literatura y costumbres.-
Los poetas y las pelonas.


n (pág. 173J.-Gobierno del marqués de Someruelos.-Ad-
ministracion de la Hacienda por Valiente y Vigu-
ri.-Cesion de la Luisiana á los Estados-Unidos.
-Emigrados de Santo Domingo.-Guerra con la
Gran Bretaña.


111 (pág. 177).-Sucesos en España despues del tratado de
Fontainebleau.-Motin de Aranjuez.-El Dos de
Mayo.-Cautiverio de la familia real.-El rey José
Bonaparte.-Instalaeion de la junta de gobierno
en Aranjuez y en Sevilla.


IV (pág. 182).-Efectos en Cuba del levantamiento de Es-
paña.-Reunion de notables.-Actitud de Some-
ruelo<;,-Reclamaciones de la infanta doña Carlo-
ta.-Reconquista de la parte española de Santo




-. .-.
.


DOJ11ingo.~Inconvenientes políticos y económicos
en Cuba.


V (pág. 189).~Moyimientú sedicioso en la Habana en mar-
zo de 1809.-Manifestaciones políticas de la opi-
nion.-Decretos de la Junta suprema gubernativa
del reino.-CJnvocatoria de Córtes.


PAGINAI.


Capítulo IV. _ .. . .......... ,...................... 195
1 (pág. 195).-Efectos en la Nueva España ó Méjico, de la


abdicacion de Cárlos IV y proclamacion de Fer-
nando VIl.-Comisionados de la junta central de
Sevilla.-Deposicion del virey Iturrigaray.-Con-
secuencias de aquel suceso.-InterinidadeS.-Mo-
vimientos sediaiosos.


II (pág. 210).-La Junta central gubernativa del reino ante
la revoluríon dc España.-Sus actos y sus adver-
sarioR.-lnvasion de los franceses en Andalucía.
-La Regencia.-Reunion de las Córtes en la isla
de Leon.


n! (pág. 223).-Levantamiento de algunos Estados..de Amé-
rica.-Cáracas.-Buenos Aires.-Quito y Santa Fé
de Bogotá.-Rebelion del cura Hidalgo en Méjico.
-Acuerdos de las Córtes respecto de las posesio-
nes de Ultramar.


IV (pág. 235).-Orígen de las diferencias entre España y los
Estados-Unidos.-Actiimd de In Union americarut
dUl'fl.ute nuestra guerra con Francia.


V pág. 241).-Emisarios bonapartistas en Cuba.-Castigo
de Aleman.-Próroga del mando de Someruelos.
-Mejoras y desastreS.-Consecuencias de las li-
be-rtades concedidas á la América.-Ley de im-
prenta.-Sus funestos efectos.-Conspiracion del
negro Aponte.-Manifestaciones patrióticas.-Cos-
tumbres públicas y vicios sociales.


Capítulo V ... _. _. __ ..... _ ... _ . . . . . . . .. . ... _ .. _ •. 263
1 pág. 26:3).-Mando del general Ruiz de Apodaca.-Reac-


cion de 1814.-Medidas de gobierno en Cuba.-
Estado de la insurreccion en el continente ameri-
cano.-El general Cienfuegos y el intendente Ra-
mirez.-Sus medidas políticas y económicas.


1I (pág. 214).-La esclavitud.-Abolicion de la trata en las
colonias inglesas.-Tratado de España con Ingla-
terra.-Supresion de la esclavitud en las posesio-
nes de América.-Proyecto de colonizacion de las
Antillas españolas.


III ¡pág. 300).-Colonizacion en Puerto-Rico y Cuba plan-
teada por el intendente Ramirez.-Fin de las pri-
meras diferencias entre España y los Estados-Uni-
dos por el tratado de febrero de 1819.-Juicio so-
bre la pol¡tica norte-americana y la vida social de
aquella república.


IV (pág. 3131.--Mando de D. Manuel Cagigal.-Heformas
52




del intendente Ramil'ez y su influencia en el des-
arrollo de todos los intereses de Cuba.-Fílosofía,
política y literatura.-Maestros, hombres nota-
bles y padres de la civilizacion en la isla.-El pa-
dre Agustin, Velez, Varela.-Introduccion del va-
por.-Monopolio de la enseñanza.-Orígen de las
escuelas políticas.-Sus discípulos.-Resúmen de
las mejoras intentadas por Ramirez.


PAGIIIÜ


Capitulo VI. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 331
1 (pág. 331).-Politica de Fernando VII y actitud de los par-


tidos desde 1814 á 1820.-Sociedades secretas y
sediciones militares.-Mina.-Porlier. - Richard.
-Lacy.-Bertran de Lis.-Rebelion del ejército
destinado á las Américas.-Riego.-El conde de
La Bisbal.-Decretos del rey.-Triunfo de la revo-
lucion.-Reunion de las Córtes.


:n (plig. 347).-Sedicion militar en la Habana.-Autores de
las rebeliones militares.-Restablecimiento de las
corporaciones populares y de la libertad de im-
prenta.-Excesos de ésta.-Milicia nacional.-Mo-
tin militar del 26 de noviembre.-Relevo de Cagi-
gal por Mahy.-Sociedades patrióticas y elemen-
tos perturbadores.-Política de Mahy.


nI (pág. 359).-Las Córtes en la segunda época eonstitu-
cional.-Estado político de la naCÍon.-Partidos.
-Negros y serviles.-Los diputados americanos en
el Congreso . ....,-Movimientos republicanos y realis-
tas.·-Traslaeion del gobierno y del rey á Sevilla.
-Invasion del príncipe de Angulema.


IV (pág. :370).-Efectos en Cuba del gobierno constitucio-
nal.-Muerte de Ramirez. -Contrabando.-Pini-
llos.-Entrega de las Floridas.-Rebelion de Itúr-
bide.-Plan de Iguala.-O'donojú en Córdoba.-
Triunfo de Ttúrbidc.-Estado de Cuba.-Medidas
de Mahy.-La prensa y los revoltosos.-Lógias
.secrctas.-El Dr. Piñeres, Vidaurre y otros.-Per-
turbaciones en el interior de la isla.-Godos, tárta-
ros é indianos; peninsn ares y criollos.-Trastornos
en la universidad.-Muerte de Mahy.


V (pág. 386).-Mando interino de Kindelan. - Sociedades
políticas en el Camagü~:v .-Las corporaciones po-
pulares ante las autorldades.-Luchas entre pe-
ninsulares v cubanos.-Elecciones rle 1822.-Su-
cesos desagradables.-Desprestigio de Kindelan.-
Persecucion de corsarios.-Nombramiento de Vi-
Tes para el gobierno de Cuba.


Capitulo VII. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 3g5
1 (pág. 395).-Mando del general Vives.-Amagos sedicio-


sos.-Conspiracion de los Soles de Bo !iv a;r y de otras
sociedades secrctas.-Cambio de 1 sistema político.
-Suspension de las libertades constituciüllales.-




Muerte de Riego y de otros patj·io!as. - Política
de Vives.-Facultades extraordinariaS.-Los par-
tidos en Cuba.-Primera junta patriótica cubana.
-Fracaso de un congreso en el istmo de Panamá.


II (pág. 4l2).-Plan de Vives para defender á Cuba.-Nues-
tros desastres en el continente.-Tentativas de los
disidentes. - Conspiracion en Puerto-Príncipe.-
Castigo de Agüero.-Division militar de la isla.-
Estadística. - Intendente interino. - Pinillos en
propiedad.-Elmarino D. Angel Laborde.-Fin de
Itúrbide.-Expedicion para reconquistar á Méjico.
-Barradas y 8antana.-Desgracias de la expedi-
cÍon.


III (pág. 422).-Sediciones de negros.-Trabajos y propa-
ganda de la legion del Aguila negra y proceso de
sus cómplices en la isla.-Doctores y bachilleres
conspiradores.-Benignidad de Vives.-Los filóso-
fos, estadistas, literatos y hombres de ciencia en
Cuba.-Mcjoras propuestas por Pinillos.-Mejoras
y política de Vives.-Proyecto de segunda expe-
dicion á Méjico.-Caida de los Borbones en Fran-
cia.-Renuncia y relevo de Vives.


IV (pág. 430).-Mando de Ricafort.-Estado económico y
político de la isla.-Mejoras.-ürígen de las cama-
rillas en Cuba.-Estndo dfl civilizacion y de mora-
lidad.-Cambio político de Fernando VII.-Dero-
gacion de la ley sálica.-Nacimiento de doña Isa-
bel n.-Trabajos de los partidarios de D. Cárlos.
-Invalidacion de la pragmática.-Despacho de los
negocios por doña María Cristina.-Amnistía por
delitos políticos.-8us efectos en Cuba.-Invasion
del cólera morbo.-La guerra civil en España.-
Regencia de doña María Cristina.-El Estatuto
Real.-Reformas políticas.-Relevo de Ricafort.


Capitulo VIII . .................................... .
1 (pág. 443).-Mandodel general Tacon.-Estado político y


social de Cuba.-Administracion y mejoras mora-
les y materiales de Tacon.-Prisioneros carlistas.
-Primer ferro-carril en los dominios españoles.-
Acueducto de Fernando VII.


II {pág.452).-Aplicacion de las concesiones del Estatuto
Real.-Los partidarios de la reforma.-El publi-
cista D. José Antonio 8aco.-La Revista Bimestre.
-Academia cubana de literatura.-Destierro de
Saco.-alub habanero en Madrid.-Escisiones entre
Villanueva y Tacon.-Ideas autonómicas.-Parti-
dos criollo y peninsular.-La camarilla de Tacon.


III (pág.46l).-Acusaciones de los enemigos de Tacon.-
Reclamaciones contra las facultades extraordina-
rins.-Levantamiento de negradas.-Trabajos del
(}tub kabanero.-Impresos subversivos.-Nombra-
miento del general Lorenzo.-Su administracion.-


PAGIlUtI.




Sucesos en la PenÍnsula.-Sedicion de la Granja.
-Acontecimientos en Santiago deCuba.-Excesos
anti-patrióticos del general Lorenzo. - Reaccion
con~ra aquellos sucesos.-Fuga y castigo del ge-
neral Lorenzo.-Premio de Taeon.


IV (pág. 474).-Acusaciones á Tacon del el·uó habanero dlJ
ffIadr-id.-Sus trabajos.-Conspiracion para aSesi-
nar al capitan general de Cuba.-Calumnias in ven-
tadas.-Respuestas de Tacon.-Dec1aracion de las
Oórtes para que las provincias de Ultramar Se ri-
gieran pOI leves cspeciales.-Trabajos en Cuba de
los abolicionistas ingleses.-Actitud de Inglaterra
respecto de España en las Antillas.-Disidencias
entre Tacon y el conde de VilJanueva.-Relevo de
Tacon. ,


PUIlUI.


Capítulo IX....................................... 485
I (pág. 485).-Administracion económica y mejora« del in-


tendente Pinillos. - Obras públicas. -Oorreos.-
Ordenes religiosas. -Ferro-carriles.-Minas.-Re-
cursos remitidos á la metrópoli.-Rentas.


JI (pág. 492).-El Sióoneismo en frente de la política de
Tacon. - Lev11utamientos de esclavos.-Entrega
Tacon el mando á D. Joaquin Ezpeleta.-Vasta
conspiracion de negros en Trinidad.-Trabajos se-
diriosos y anti-esclavistas.-Corta gobernacion del
príncipe de Anglona.


JII (pág. 5(4).-Mando del general Valdés.-Sus medidas
políticas y administrativas.-Manejos separntis-
tas.-Propaganda abolicionista de la esclavitud.
-Trabajos del cónsul :lIfr. Turnbull.-El ponton
Rod-Ney.-Oonatos de sublevaciones negreras.-
Temblores de tierra en el departamento Oriental.
-Prision de Mr. Turnbull y de Mitchel.-Relevo
del conde de Villanueva.


IV (pág. 51Sj.-Acontecimientos de :Méjico y Haiti.-Proyec-
tos de expedicioncs colombianas y de los tizone8
contra O II ba.-Vigi 1 ancia de Valdés .-Oonducta de
la prensa peninsular respecto de Ouba.-Oambio
político de 18~3 en la metrópoli.-Relevo del gene-
ral Valdés y nombramiento de D. Leopoldo O'Don-
nell.-Reposicion del conde de Villanneva.-De-
most.raciones populares.-Entrega de D. Jerónimo
Val dé s y mando interino de "CUoa.


Capítulo X.. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 531
I (pág. 531).-Interinidad de D. Javier Ulloa.-:Mando de don


Leopoldo O'Donnell.-Situacion de la isla al tomar
posesion.- Oonspiraciones separatistas,-Procla.-
macion de doña Isabel II .-Oonatos de sediciones
negreras.-Sucesos en Escaurizll. el 18 de febrero
de 1844.-Batalla de Puncha Zeche.-Prisiones J
destierros.




TI (pág. 543).---Consecuencias de 1M instigaciones de mis-
ter Turn bull.-Conspitacionnegrera'--'--Gabtielde 18.
Concepcion Valdés (a) Plácido el poeti:L-Cl1stigó
de los sediciosos. In (pág. 551).-Proyecto de colonizacion blanca de D. Do-
mingo Goicuria.-Medidas económicas de O'Don-
nell.-Trabajos filibusteros en los Estados-Unidbs;
-Temporal de 1846.


IV (pág. 559).-Conducta de determií1ados periódicos de 18.
Península.-Trabajos de las sociedades abolieio-
nistas.-Emigracion de conspiradores clibll.1ioS.-'-
Proyectada compra de la isla de Cuba.-Opiniones
de MI'. Dallas.-Preparativos para invadir á ChM.
-Propaga nda yankee.-Vigilancia de O'Donnc1l. .......
La prensa norte-americana.-Trabajos separatis-
tas.-Ttist: yen Cataluña.-Mr. Bulwer.-Méjo-
ras realhme,·s por el generalO'Donnell.-Disolu-
cion de los batallohes de pardos.-Alijo de negros.
-Relevo de O'Donnell.


PAGIlIll.


Capitulo Xi ........ ,................... .......... 575
I (pág. 575).-Mando del conde de Alcoy.- Escisiones en


Puerto Príncipe.~La prensa ainericana.-Revolu-
ciun francesa de 184.8.- Las reformas.-Proposi-
cion del inglés Mr. Bentick sobre Cuba. -Los
anexionistas. - Impresos clandestinos. - Beten-
court, el Lupal'eño.-Proyectos de comprar á Cuba.
Temores y alarmas.-Incendios de fincas rurales.
-Quiebras mercantiles.


II (pág. 587).-Emisarios norte-arncricanos.-D. Narciso Lo-
pez, caudillo anexionista.-Tentativas en Trinidad.
-Polémica cntre la prensa americana y la €le Cuba.
-l'ri:l1era expedicion de Lopcz.-Aumento de la
marina de guerra.-Cuerpos de voluntarios.-Ex-
pedicion de la isla Redonda.-Reclamaciones al
gobierno de los Estados-Unidos. - Preparativos
para la tercera expedicion.-Los conspiradores en
Nueva Orleans.


nI (pág. 594.).-Lopez y los piratas en Contoy.-Expedicion
en el vapor Oreole.-Servicios del vapor Pizarro.-
Desembnrco en Cárdenas.-Desongaño de Lopez.
-Su reembarco.-Medidas de Roncali.-Lopcz en
Cayo Hueso.-Reclnmaciones y protestas.-Nue-
vos proyectos de los piratas.-Actitud de las auto-
ridades y pueblo de Cuba.-Proceso de Lopez y los
suyos.-Su absolucion.-Servicio de vapores-cor-
reos con la Península.


IV (pág. 603).-Informes del general Roncali al gobierno.-
Estado de la opinion en Cuba.-FelicitacioheS al
gobierno.-Refuerzos militares.-Relevo del Con-
de de Alcoy.


V (pág. 610).-Mando de D. José de la Concha.-Trábajos
fllibustcros.-Garibaldi y los cubanos;.....:..Impresos




clandestinos.-Estado de los departamentos Cen-
tl'al y Oriental.-Amagos revolucionarios.-Indul-
to decretado por el general Concha.-Prisiones en
la Habana.-Estado de la isla.-Opinion de las
clases sociales.


PUlKU.


Capítulo XII.. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. .......... 619
1 (pág. 619).-Agentes de los anexionistas en Cuba.-Opi-


nion en Puerto Príncipe y Trinidad.-El general
Lemery en el departamento Central. - Levanta-
miento de Agüero en el Camagüey, y de Armente-
ros en Trinidad.-Entrada en las 'l'unas.-Persecu-
cion de los revoltosos, fuga de algunos, y muerte
de Agüero, Armenteros y otros.


n (pág. 627).-Desembarco de la expedicion de Narciso Lo-
pez en el Morrillo de Bahia Honda.-Acertadas
disposiciones del general Concha.-Muerte del ge-
neral Ena.-Dispersion, captura y castigo de los
piratas.-Morales Lemus.-Manifestaciones de los
buenos españoles. - Destierros.-Estado político
de la Península.-Oomites electorales.-Relevo del
general Concha, In (pág. 639).-1fando de D. Valentin Cañedo.-T"'abajos
de los separatistas.-EI periódico La Verdad.-
Propaganda de los cubanos en la república norte-
americana, para la eleccion de prc'iidente.-Con-
ducta de los indultados cómplices de LQpe,z.-Goi-
couría, Talan, Hernandez.-Orden de La Estrella.
Solitaria y otras asociaciones.-Conspiracion del
conde de Pozos Dulces.-Idea de comprar la isla
de Cuba.-Mr. Pierre Soulé.-Continuacion de los
trabajos anexioDis~as.-Relevo de Cañedo.


IV (pág. 653).-Mando del general D. Juan de la Pezuela.-
Mision que llevó á la isla de Cuba.-Emancipados.
-Medidas para la supresion de la trata.-Coloni-
zacion.-Armamento de la gente de color.-Matri-
monios. - Cuestion del Black Warrior.-Mejoras
emprendidas por el general Pezuela.-Su relevo.


NOTAS, ADICIONES É ILUSTRACIONES................... 667
De la introduccion.. . . . .. .. .. .. .. . .. . . . . . . . . . . . . .. .. 669
Del capítulo 1...................................... 676
Del capítulo 11................... ................. 680
Del capitulo nI.................................... 687
Del capítulo IV.,........ ................. ....... 724
Del capítulo V.. ............................•...••• 751
Del capítulo VI..... ........................•••... 758
Del capltulo VIl ..........•.......... '" . .......... 770
Del capítulo VIII.................................. 774
Del capítulo IX.................................... 775
Del capítulo X..................................... 778
Del capítulo XL .........•.....•.. '" .. "' ....... ". .•..• 780
Del capítulo XII... . •.....•...... , .•• :.; " ; ., ':;" .. , 782




LAS INSURRECCIONES EN CUBA


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LAS


INSURRECCIONES
EN


CUBA.


APUNTES


para la historia política de esta isla en el presente siglo
POR


p, yUSTO ~ARAGOZA
SECRETARIO QUE HA SIDO DEL GOBIERNO POLÍTICO DE LA HABANA Y


OFICIAL DE VOLUNTAR~OS EN LA MISMA CAPITAL.


TOMO SEGUNDO


MADRID
IMPRENTA DE MANUEL G. HERNANDEZ


San Miguel, 23, bajo
1873





",' . k'


.~.


\. .1 : Bs'pr~ieda(l'del autor.
,'~




LAS


INSURRECCIONES EN CUBA.


CAPÍTULO X.


1. Causas que produjeron el movimiento político de 185!.-Coali-
ciones de los partidos.-Lospuritanos yla Union lioeral.-Irregu-
laridades cortesanas y políticas generadoras de la revolucion.-
Ministerio Sartórius.-Conspiraciones.-Fracaso de la sedicion
de Hore en Zaragoza.-Persecuciones.-Levantamiento de O'Don-
nell.-Batalla de Vicálvaro, programa de Manzanares, sucesos de
Madrid y triunfo de la revolucion de Julio.-EI partido demo-
crático.


n. Segundo mando del general Concha en Cuba.-Entusiasta re-
cibimiento.-Sus actos de gobierno.-Ideas reformistas.-Dispo-
siciones sobre la servidumbre y la trata.-Movimiento de em-
pleados.-Proyectos económicos .-Manifestaciones políticas.-
Asesinato de Castañeda.-Opinion pública.-Orgailizacion de los
cuerpos de Voluntarios y de las Milicias de color. .


nI. Cuestion Pjntó.-Trabajos de los disidentes en los Estados-
Unidos.-Estrampes.-Pintó infidente.-Su proceso y ejecucion.-
Manifiestos de la junta de Nueva-York y de Goicouria por la deé
feceion de Quitman.-Actitud política y guerrera.-Armamen-
tos, bloqueo y estado de sitio.-El gobierno de Washington.-
Anulacion de Soulé.-Vida política y administrativa de Cuba.-
Bancos y sociedades .-Crísis económica.-Expediciones negreras.
-Bandolerismo.-Somatenes.-Los sobrantes de Ultramar.-Jui-
cio sobre el mando de Concha.-Su relevo.


1.


Figuran entre los más funestos absurdos políticos, que, obe-
deciendo las leyes de la creacion, producen y deben produ-
cir fatalmente otros semejantes, los monstruosos engendros
que bajo el nombre de coaliciones de los partidos han trai-
do á nuestra España los grandes y lamentables conflictos y
la perturbacion social que con grave daño de sus intere-




8 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


ses sufre, desde que, no sabemos aún si para bien ó para
mal de la pátria, se halla regida por el llamado sistema re-
presentativo. Una coalicion, propuesta por El Eco del 00-
mercio, órgano del bando liberal más bullicioso, c~mbió el
órden de cosas en 1843. Aquel pacto inmoral, aquella mo-
mentánea fusion que empezó siendo periodistica para conver-
tirse luego en coalicion política, y dió en el suelo con la re-
gencia de Espartero y del partido que representaba, se apro-
vechó hábilmente por los liberales cqnlllervadores, quienes,
más sagaces y avisados que sus adversarios, convirtieron en
revolucion lo que los progresistas preparaban para uno de sus
conocidos motines, y dirigían á la estrecha mira de recobrar
su perdida influencia. Otra coalicion deshizo once años des-
pues aquella obra, demostrando que c- 1~~ -:'~:~~~"'~A'l de la
moderna sociedad politica entra en mucho el no pararse en
escrúpulos, allnqlle se t.rate de imit~r indignidades, cuando se
tiene la seguridad de obtener ciertos y positivos, siquiera sean
pa.saj~ros, provechos personales.


Triunfante en 1843 la rama. del partido liberal llamada de
10í? moderados ó conservadore¡¡, vencido con ~ regente Espar-
tero el elemento progresista, y convertidos los vencedores,
p()r medio de los siempre inmorales recursos de la coalicion,
en dueños de los destinos del país, cometieron el primer error
rompiendo sus compr.om~sos con los que les ayudaron á esca-
lar el gobierno, al pretender, con un exclusivismo de fraccion
tan exagerado como el que guiaba á sus contrarios, vivir
sólos y elaborar un Código político esencialmente suyo, cual
el de 23 de mayo de 1845, que borraba todas las ideas demo-
cráticas consignadas en el de 1837, hecho por el comun
acuerdo de todos los hombres de la familia liberal. Aunque
no fué ciertamente único este intento, sino otro más interesa-
do y otra aú~ más egoista la idea que condujo á los modera-
dos á variar la Constitucion. Talló demostraron, aprovechan-
do las oca.siones del momento, al explotar la conveniencia de
tener la corona propicia á sus intentos, concediéndola en la
nueva legalidad libertades ámplias para elegir cónyuge vo~




CAPÍTULO 1 9


luntariamente, y sin más requisito que dar conocimiento de
la eleccion á las Córtes. El Senado vitalicio, elegido por el
monarca, se creó para ésto y para que sirviese de contrapeso
al prestigio que á la otra rama pudiera quedarle en las me-
S{1S de los comicios.


El poco meditado y egoista exclusivismo, produjo, cual era
de esperar, un número considerable de descontentos, no sólo
en las filas de los liberales genuinamente progresistas, sino
en aquella parte del elemento jóven del partido triunfante,
más inclinada á la pureza de las. prácticas constitucionales, y
que ménos ventajas positivas habia alcanzado de la victoria.
En la agrupacion que éstos formaron con tal motivo, levantó
entónces la bandera de la disidencia D. Joaquín Francisco
Pacheco, al que siguieron IBturiz, Pastor Diaz y todos-los
que no querian romper el compromiso político de 1837, ni
hacerse solidarios de la revolucion radical que los moderados
provocaban; refugiándose á la sombra de aquella bandera que
ostentaba el lema del puritanismo, los políticos independien-
tes que andando el tiempo dieron vida y forma al partido que
se conoció, y aunque muy dividido y olvidado de su orígen
se conoce todavía, con el nombre de limoN LIBERAL.


Soberbios con el triunfo; los hombres que, despues de enal-
tecerle, se prestaron á ser capitaneados por el general Nar-
vaez. como Donoso Cortés, Pidal, Bravo Murillo, Martinez
de la Rosa, Mon y otros, y más enorgullecido el nuevo jefe
del partido con la fácil represion de los motines que en Ma-
drid, en Valencia y en varios puntos se promovieron, toman-
do por pretexto el planteamiento del sistema tributario decre-
tado por D. Alejandro Mon, acrecieron su arrogancia con la
absoluta confianza de la Reina, que si no obligada, mostrába-
se reconocida por la simplificacion de los trámites para la
eleccion de esposo. Desvanecidos, por tanto, con el indisputa-
ble poderío, y creyéndose omniscientes, desatendieron ya los
gobernantes moderados hasta las mas desinteresadas indi-
caciones, menospreciando las de aquellos puritanos á cuyo
campo hicieron las circunstancias acogerse luego á muchos




10 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


de los desdeñosos y entre ellos hasta el mismo general Nar-
vaez. Confirmándose así que en política no hay idea que no
atraiga partidarios si con perseverancia se la fomenta; y
viéndose en consecuencia la de los disidentes ensanchar su
6rbita de atraccion y adquirir importancia, segun las proba-
bilidades y la rapidez con" que se la consideraba en conclicio-
nes para merecer los honores de la victoria. La de los purita-
nos se consider6 desde ent6nces de pr6ximo efecto. Aquel exí-
gua grupo fué pronto centro de accion de los ambiciosos no
satisfechos, de los descontentos del poder y de los tránsfugas,
que han corrido siempre detrás de motivos para justificar sus
cambios, y como la confianza excesiva, el abandono del que
se cree invencible y la soberbia de los gobernantes dejaran
portillos abiertos con sus descuidos á los adversarios, que
s610 ocasiones esperaban para penetrar en el terreno de la
opinion, invadieron ésta y arrastraron consigo numerosas
huestes al campo disidente.


La plétora de vida hizo á los moderados doblemente confia-
dos y atrevidos para intentar, sobre las ya planteadas, nuevas
'reformas en los principios políticos, dirigidas todas á concen-
trar el poder en un absolutismo imprudente. De aquÍ surgie-
ron, cual debia esperarse, otras divisiones y la provocacion
de mayores conflictos al hacerse cargo de formular aquella
impaciencia de poderío el ministerio de D. Juan Bravo Mari-
no. Otra cosa no podia resultar del decaimiento de los hom-
bres que formaron el gabinete de 1845, que fué indudable-
mente reformador incansable, diestro organizador, y Mmo
constitucional en la apariencia, severo con cruelda:l (1); en
cuyo tiempo se vi6 muy acatado el trono, tenerse gran res-
peto al principio de autoridad, y darse á la vez vida á la ad-
ministracion provincial, crédito á la Hacienda, lustre al ejér-
cito y prestigio á la magistratura. Pero engendrada aquellá
situacion política en la impureza, debia ser víctima de su
antipático orígen.


Consecuencia obligada de éste,' de las complacencias corte-
sanas y del exclusivismo gubernativo fueron la formacion fu-




CAPÍTULO 1 11


nesta de las camarillas; las conspiraciones de salon por éstas
promovidas; los disgustos personales que trasmitidos á la vi-
da política provocaban retraimientos; la languidez del siste-
ma parlamentario, y la necesidad en el poder de atraerse á
los solicitantes más impacientes é inmediatos,cuales eran los
puritanos, cuyo grupo pudo con tal ocas ion revestir de algu-
na forma sus pretensiones y dar ensanche á la base de su sis-
tema. 'Obligada consecuencia tambien de tal perturbacion, en
la vida de las elevadas esferas irresponsables, fueron los fre-
cuentes cambios de ministerios, los triunfos momentáneos de
intrigas palaciegas, las intentadas paródias de golpes de Es-
tado, la coalicion, en fin, de los partidos, yen medio de tal
confusion, el reconocimiento público del programa democrá-
tico, nacido y desarrollado al calor de las imprudencias gu-
bernativas.


Ascendido á la region de los negocios públicos el bando
puritano ó liberal conservador, y lanzado á poco por los mis-
mos misteriosos medios que lo elevaron, vióse desairado como
habia sido favorecido, atribuyéndose su favor, cual su des-
gracia, más bien á la voluntad caprichosa del monarca, que
á las atenciones que parecia deber disfrutar, y á que se creia
con derecho, como representante de la opinion pública consti-
tucional que le aclamaba y le recibió con plácemes. Pero no
debia recibir esto como una novedad, ni culpar de su des-
aire sino á sus propias impaciencias, cuando claramente
contemplaban todos que despeñado el poder real en la pen-
diente de las ánsias absolutistas, sin preparacion, sin criterio
y sin contar con séquito, veíase precisado á buscar hombres
que lo formaran, logrando aproximarse entidades que, cega-
das por la ambicion, realizaran, despues de interpretarlos,
aquellos intentos á la sazon insensatos. Estos fueron causa
del reemplazo del ministerio Narvaez por el de los puritanos,
y de que se llevaran al terreno práctico las teorías políticas
de Bravo Mnrillo, mal interpretadas por su imperfecto des-
arrollo; de ellos fué consecuencia necesaria el ministerio inco-
loro y sin prestigio de Roncali, que dió bastantes motivos de




12 LAS iNSURRECCIONES EN CUBA


censura con la proyectada devolucion de los bienes á la fami-
lia de Godoy, c?mo el mismo Bravo Murillo las provocó con
la concesion de ferro-carriles, tratada de inmoral; y de ta-
les intentos fueron consecuencia tambieri, la indicada coalicion
de 1852, y el nombramiento del ministerio Lersundi-Egaña,
que precedió al del conde de San Luis.


La atraccion de hombres nuevos á las esferas del gobierno,
en un país donde constantemente, desde que rige el sistema
constitucional, han existido con exceso tantos aspirantes de
los que se creen meritorios, y tantos de los conocidos por sus
tendencias á tomar papel en todas las escenas tumultuarias;
y la elevacion á aq ueUas esferas de personas colocadas en
más baja escala de las que se consideraban con derecho á ser
preferidas y hasta indispensables en los primeros puestos, en-
grosó considerablemente el grupo de los que, á la sombra de
la simpática bandera del puritanismo, manifestaron su des-
contento, y al acecho estaban de ocasiones propicias para de-
clararde adversarios de cuantos no figurasen en el credo de su
agrupacion ó se opusieran á sus conveniencias políticas.


El primer podp.r tenia que luchar con aquellos ambiciosos,
hijos todos de los vicios del sistema; deseaba dirigir éste por
caminos más expeditos y armonizarlo, con reformas, á las
aspiraciones del país; pero sin intérpretes rectos y sin más
que servidores elSoistas ó apasionados, se veia envuelto en la
general corrupcion y arrastrado por la insensatez que en los
liberales de todas las escuelas abundaba, precipitándose, por
tanto, rápidamente de tropiezo en tropiezo en el abismo del
absurdo. A nadie le era esto desconocido cuando se acordó el
impremeditado nombramiento de D. Luis José Sartorius para
dirigir los destinos de la nacion.


Salido este político de las filas del periodismo, plantel fu-
nesto para la política española, jóven simpático y de corazon
excesivamente inclinado á la benignidad, fué una esperanza
para el trono que, cansado de la ineficacia de los políticos que
le habian precedido sin fundar nada estable, aspiraba al
planteamiento de un sólido sistema de gobierno, que respon-




CAPÍTULO 1 13"


diendo á las necesidades del país y á las exigencias de la ci~
vilizacion, se asemejase al que existia en Francia, á cuya.
nacion se tomó en mal hora por modelo, cual lo~ resultados
demostraron pronto dolorosamente. Lanzada la política por
este mal camino, ¿podia esperarse nada provechoso de la es-
trechez de miras de los consejeros de un poder sin experien-
cia, que, alucinado por el desarrollo de algunos bienes ma-
teriales y un efímero nombre, no veia en la nacion vecina los
desastres que tras de tanto oropel se ocultaban'? Aquellos con-
sejeros contribuyeron á que la dinastia española, seducida
por el aparente engrandecimiento de Napoleon lII, intentara
imitarle, ganosa de gloria, de prosperidad y de un nombre
que levantara la nacion, grande con la casa de Austria, al
brillo de otros tiempos, sin calcular que los presentes eran
otros, y muy distintas las condiciones del pueblo.


El conde de San Luis se prestó á todo, en lo cual entraban
hasta las exigentes y absurdas pretensiones de ciertas inge-
rencias en la real familia. Para cohonestar sus compromisos
con la legalidad, abrió las Córtes, cerradas por los ministe-
rios que le habian precedido, haciendo público el propósito de
ajustar con su acuerdo las reformas que comprendieran den-
tro de una misma esfera todas las aspiraciones políticas, has-
ta las de los ménos discretos reformadores, y trató de rodearse
de aquellos hombres cuya autori7.ada opinion tenia más deci-
sivo valor en lai! oposiciones. Pero nada logró, porque sus
medios eran equivocados; porque en su persona faltaba mu-
cha dl~ la sagar. experiencia y de la respetabilidad que su alta
posicion req lleria: dotes que intentaba suplirlas con los ar-
ranques de un corazon siempre dispuesto á condolerse; y por-
que resintiéndose de la irregularidad de su encumbramiento,
no podia usar del prestigio y de la enérgica precision que las
circunst:lt1cias le aconsejaban como político español; teniendo
en camhio que limitarse á ser político de partido y á mostrar,
como ministro, su gratitud al poder real que le habia elevado
á un p1li~sto todavía inmerecido.


Aquella rápida elevacion de Sartorius y de algunos otros




14 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


jóvenes avivó las ambiciones de la juventud de talento que
les seguía inmediatamente en edad y aspiraciones y que ya
desde las aulas que acacaba de dejar, donde se inició en los
preceptos de la ciencia administrativa constitucional, soñaba
en el planteamiento de las teorías, que los ensayadores del
sistema ó ignorabap ó no sabian aplicar segun las exi-
gencias de la época. Natural era que aquella juventud,
más generosa que la posesionada de sitios envidiados y más
honrada y pura como más vírgen en política, se lanzara de
tropel en el primer camino simpático que al paso encontrase
expedito, y como á la sazon las simpatías se inclinaban hácia
los fundadores de la escuela puritana, halagados un dia para
sl.lfrir al siguiente las torturas de la oposicion, por aquel ca-
mino se dirigió, penetrando en el campo donde, no solo fué
recibida cariñosamente, sino que trasmitiendo su actividad y
comunicando el brillante fuego de sus ricas imaginaciones á
los más viejos adalides, decidió á éstos á precipitar su marcha
y á subordinar la cautelosa prudencia de los años á la valien-
te viril osadía de los espíritu:,; nuevos.


Falta de experiencia la juventud del poder, no consiguió
acertar ni proseguir en un derrotero que la condujera al fin
de sus propósitos. Vacilaba en la duda de la ignorancia; tejia
y destejia sin concluir ninguna red que envolviese é hiciera
suya la opinion; perdia con frecuencia el rumbo, cual bajel
sin brújula en noche tempestuosa, y á menudo tambien se
aturdia en los escollos hácia donde la otra juventud la empu-
jaba, cuyos peligros solia librar un momento, avitlada por el
instinto de conservacion, para caer luego en otros más temi-
bles y procelosos.


Entablada la lucha intelectual y de amor propio entre la
generacion nueva y la novísima, se hizo la batalla inyvita-
ble; y enconados los ódios, crecieron con tal rapidez, que á
poco, aunque los espiritus conciliadores intentaran aplazarla,
ya no fué posible conservar la templanza ante las provoca-
ciones del poder. Imprudente éste cuando nada pudo conse-
guir con "los medios conciliativos, ó exasperado quizás por




CAPÍTULO 1 15


serIe difícil acceder á cuanto se le exigia., prefirió las armas
del despecho á los suaves lazos, siempre preferibles, de la
atraccion PQlítica; y desarrollándose entónces la guerra de
los entendimientos, la literaria y la de intrigas en la sociedad
escogida, se preparó, por el siempre peligroso sistema de las
conspiraciones, la colision material de la fuerza y la sangrien-
ta de los partidos ensañados.


Sartorius empezó ofreciendo cargos militares á los gene-
rales Concha y Ros de Olano, y destinos políticos á los puri-
tanos Pacheco, H:wmudez de Castro, Calderon Collantes y
Rios Rosas, y vió sus ofrecimientos rechazados con despre-
ciativos alardes, porque, ensoberbecidas tambien las oposi-
ciones, creian desprestigiarse al sólo contacto de los hombres
que accedieron á prestar su consentimiento á las irregula-
ridades cortesanas que habian derribado tantos ministerios.
Sartorius anuló las concesiones de ferro-carriles, que se ha-
bian considerado escandalosas, y convocó las Córtes para el 19
de noviembre de 1853; pero preparadas las fracciones pro-
gresista y conservadora para hacerle cruda guerra, respon-
dieron á los halagos ministeriales haciendo préviamente una
manifestacion contra el gobierno, al verificarse el entierro de
Mendizábal, que murió en aqudlos dias, y derrotando luego
al ministerio en la eleccion de los secretarios del Senado y en
la designacion de personas para la comision del proyecto so-
bre ferro-carriles. Desatentado entónces Sartorius y falto de
la necesaria discrecion al verse juguete de las oposiciones, for-
zó la máquina para dividir su masa, presentando otros pro-
yectos de ley que hicieran suapender los que estaban á la 6r-
den del dia, con objeto de ganar tiempo mientras los aproba-
ba el Congreso, que era enteramente suyo. El hábil político
y diplomático profundo, cual sus adeptos le consideraban, pa-
recia, sin embargo, condenado ya á caminar de torpeza en tor-
peza y de desacierto en desacierto, segun de él dice un escritor
contemporáneo (2) ;refiriéndose á aquellas luchas parlamen-
tarias; y cegado, tanto como el poder que representaba, por
una constante é ineficaz contienda y por el apasionamiento




16 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


engendrado en las contrariedades, se decidió por fin á todó
sin meditacion bastante.


Señalada para el 9 de diciembre la lucha en el Parlamento,
aprestáronse las oposiciones y el gobierno á decidir si el pro-
yecto de ferro-carriles, pendiente de aprobacion en el Senado,
seguiria discutiéndose ó cederia el puesto al presentado por el
gobierno en el Congreso, que aplazaba la discusion de aquel.
Ciento cinco senadores se inclinaron á lo primero, derrotando
en consecuencia al gabinete Sartorius. Haciendo entónces
suya la derrota del ministerio el mal aconsejado poder real,
se decidió como aquel á no dejarse avasallar, y arrastrado por
un insensato espíritu de resistencia y sin prever los peligros á
que se exponia, dictó al dia siguiente un decreto cerrando
las Córtes. Acto imprudente, sin duda, que elevó en muchos
grado~ la exasperacion de las oposiciones é hizo despertar la
atencion de la indolente y adormecida opinio:l pública.


Ya con este propósito, yen vista del acto provocativo que se
tuvo por ridículo y cual baladronaia extemporánea de parte
débil, dirigiéronse el 29 de diciembre en una hoja suelta los
escritores de la jwensa periódica independiente tÍ sus lectores
y al público (3), á la vez que los firmantes pertenecientes á los
periódicos LA EroCA, LA NACION, LAS NOVEDADES, EL DIARIO
ESPAÑOL, EL TRIBUNO Y EL ORIENTE, para aumentar la exci-
tacion denunciaban, como en aquel escrito, el rigor de la cen-
sura de imprenta que á capricho extendia el catálogo de las
prohibiciones, y traspasando la valla de los preceptos lpgales,
impedia la circulacion de todo lo relativo á las cuestiones de
ferro-carriles, á la votacion del Senado y conducta de los se-
nadores coligados, á nombramientos oficiales, á contratos en
las obras públicas y de cuanto pudiera llamar la atencion del
país hácia la conducta anti-constitucional de los ministros.
La hoja fué denunciada y amenazados los firmantes; pero
corno en nuestro carácter naci6nal raros son los escándalos
poEticos de los que no pretendan todos participar, las almas
ardorosas y los corazon~'s juveniles se manif~staron seguida-
mente solidarios de las declaraciones de la prensa, firmadas




CAPÍTULO 1


por Loren~ana, Ranoés, Coello y Quesada, UUoa, Romero
Ortiz, Montemar, Barrantes y otros; viéndose á los escritores
públicos de más nombre dirigir en 12 de enero de 1854 una
carta de adhesion á aq u ellos periodistas, participándoles á la
vez el hecho de haberse verificado la fusion de todas las opo,.
siciones. Suscribieron aquel documento así los viejos publicis-
tas cual Quintana, San Miguel y duque de Rivas, como los
ménos viejos Rios Rosas, Borrego, Gonzalez Brabo, Rivero,
Ros de Olano, García Gutierrez y Olózaga, y los jóvenes Cá-
novas del Castillo, Lopez de Ayala, Martos, Chao, Asqueri-
no, Cisneros, etc. (4)


Hecha la fusion y declarada la guerra, era ya el combate
inminente. El gobierno, con su poder omnímodo, y aquella
reunion de inteligencias subordinadas á una idea y dirigidas
á un mismo propósito, se aprestaron á la lucha; disponiéndose
por un lado de la fuerza y de la habilidad por otro. Los há-
biles formaron comités; dirigieron manifiestos al pais en
nombre del partido liberal español; elevaron el 13 de enero
una larga exposicion ti la reina constitucional doña Isabel I I,
indicándola los peligros de mantener gobiernos desatentados
y señalándola con buen consejo el camino de la salvacion (5);
pero los fuertes persiguieron aquel documento, como otra pro-
clama en que el elemento jóven incitaba al pueblo español á
que se levantase en armas (6) y como lo fué, asimismo, un es-
crito en que se decia á la reina que eligiese ntte1J1JS conseferos
entre los hombres de independencia, de moralidad y de justi-
cia para que todo juera júbilo en el pais ... .. (7); lo cual ma-
nifestado de esta suerte dió motivo á los ofuscados palaciegos
para decir, que la ambicion y las impaciencias de reemplazar
a los que disfrutaban de la confianza del trono, eran los úni-
cos móviles que impelian á los agitadores.


Unos y otros documentos, y las publicaciones clandestinas
que a la vez menudeaban, acrecieron sensiblemente la agita-
cion en el espíritu público y multiplicaron en el gobierno sus
tendencias á resistir; adoptando al efecto una tan poco medita-
da como jmprudente medida, cuando todos convenian en que


TOMO TI 2




18 LA.S INSURRECCIONES EN CUBA


las situaciones militares eran aún indispensables para la acli-
matacion del sistema constitucional. La medida, que bien
pudo calificarse de torpe, fué decretar en 17 de enero el
destierro de los generales D. Manuel de la Concha y D. Leo-
poldo O'DonneU á Canarias, el de D. José de la Concha y don
Facundo Infante á las Baleares, y el de D. Francisco Armero
á Lean. Verdad es que otros gobiernos posteriores, á pesar
de aquella enseñanza, han caido en la misma torpeza, sín te-
ner en cuenta que los militares de la España contemporánea
no pasan jámás por el destierro sino para purificarse y ser
glorificados. Cuando el militar lalta al cumplimiento de sus
deberes, es natural que sea castigado con toda la severidad
de la ordenanza, porque el absurdo dé considerar sus faltas
como políticas, siempre dará ocasion á los conflictos trascen-
dentales que resultan de sujetarlas á las medidas de gobierno
comunmente ineficaces, por lo vacilado ras y contemplativas,
y por ser tan limitada su accion cual fugaz la existencia
oficial de los ministros con.,titucionales que las adoptan.


Aquel impremeditado decreto prueba patentísima fué de
esta aseveracion. Los generales que se prestaron á sufrir
el destierro dispusieron el viaje, no sin afirmar ántes su
acuerdo con los doocontentos, ínterin los más animosos se
escondían para vivir más cerca de la lucha, en la que, ya
empeuada, ninguno retrocedió, estrechando tod.os, por el con-
trario, eleompromiso adquirido de no desmayar hasta lle-
varla al último término. La conspiracion séda se inició en el
ejército, cuando á aquellos destierros siguieron las declara-
ciones de cuartel y de reemplazo de muchos generales y jefes
de los que, por sus simpatías con el elemento descontento, pu-
dieran facilitarles el logro de sus deseos; y esparcida la semi-
lla, en campo á la. sazcm tan bien dispuesto, empezaron los
preparativos para una batalla sangrienta, ya que la pacífica
habia resultado infructuosa. El poder, que no todo lo ignora-
ba, se vió, con el ejemplo de los adversarios, impelido y obli-
gado, no sóloádictar medidas violentas para defenderse, sino
á prescindir en muchos casos de la ley.




C.lPÍTULO 1 19


El carácter valeroso, indepenfliente y un tanto díscolo del
general O'Donnell, no era fácil que cediese ante los políticos
que l~ pers':lguian, á quienes consideraba muy pequeños como
adversarios, y creciéndose á medida que la persecucion arre-
eiaba, su espíritu oposicionista decidióle á la lucha á todo
trance, no pesando siquiera las probabilidades de buen éxi-
to que le ofrecian las circunstancias y la cooperacion de aquel
elemento jóven', tan inteligente y activo, que le acataba
y le requeria. Desobedeciendo entónces la que calificaba de
arbitraria disposicion gubernativa, pretextó un viaje para
ocultarse en Madrid, formando de su escondite el cimtro de
los trabajos revolucionarios y de su nombre la bandera de los
comprometidos y el bálsamo para curar las que los descim-
tentos llamaban heridas de la pátria, sin considerar ó callan-
do intencionadamente si se proponian e110s mejor cosa que
abrir otras más graves y más profundas.


En las imaginaciones excitadas de los ménos sufridos ó más
. impresionados por las.'régia~ veleidades, se alentó ála sazon la


idea de prescindir de la dinastía, proponiendo la union ibérica
en ódio á la reina que no se habia prestarlo á satisfacer sus
exigencias (8); pero convencidos de las dificultades que se
presentaban y de lo remota que seria la ejecucion de semejan-
te proyecto, aceleraron su paso en el fácil camino de las cor-
rupciones políticas, comprometienrlo los jefes del ejército más
obligados á los generales desterrarlos y disiden tes.


La preparacion del primer acto agresivo contra la arbitra-
riedarl, ó, mejor dicho, contra la ineptitud gubernativa del
inexperto ministerio Sartorius, se atribuyó al general D. José
de la Concha, suponiendo que al pasar por Zaragoza, cuan-
do desterrado se dirigia á Barcelona y huyó á Francia ántes
de ir á las Baleares, se puso de acuerdo con D. Domingo Dul-
ce, segundo cabo de la capitanía general de Aragon. Y tanto
lo creyó así el gobierno, aunque ignorase con torla extension
y de una manera evidente, cual era el compromiso adquirido
por Dulce, que para atraer á éste al terreno del deber cuanto


alagar sus ambiciones, si de ellas partia el móvil de fu-




,


20 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


turos irregulares actos, le relevó de aquel puesto secundario
nombrándole director general de caballería, como prueba ~
la mayor confianza. 'Pero era tarde ya, porque la semilla es,..-
taba sembrada, y tan próxima á germinar, que sin espena.r
condiciones á propósito, y anticipándose á la primavera, di9
sus primeros asomos de vida en la IW1ñlma del 20 de t~brero
de 1854.


El gobierno presidido por D. Luis José Sartorius, conde ya
de San Luís, sospechaba de la lealtad del brigadier del re;-
gimiento de Córdoba, D. Juan HON, y usando del sistema
preventivo de su escuela, comunicó órdenes apremiantes
para que con sus tropas se trasladase este jefe á Navarra;
ordenando á la vez al capitan general de aquel distrlto que
fraccionara la fuerza en los destacamentos, para desbaratar de
este modo los compromisos que hubiera contraidos. Pero re-
querido y apremiado aquel militar por los conspiradores. de
Madrid, creyó oportunos para sublevarse los momentos de em-
prender la marcha en cumplimiento de los órdenes superio,--.
res, y contando sin duda con la cooperacion de su primo el
coronel del regimiento de Barbon, D. Rafael Hore, y con. el
apoyo ó neutrali,lad de las otras armas de la guarnicion de
Zaragoza, se decidió á dar el grito de muera el gobierno al
atravesar la ciudad heróica para dirigirse á su destino (9).


Frustrado aquel descabellado movimiento, natural y lógico
era que un g'obíerno, celoso de su autoridad, descoso de ensa-
yar- el mando de los hombres civiles, para inutilizar el mi-
litarismo traido por los patriotas despues de la coronacion
de Fernando VII, y decidido, como el de Sartorius esta-
ba, á hacerse respetar, fundase en la deslealtad de H?re la
adopcion de nuevas y más severas medidas de represion. P~ro
fué tan inhábil en aplicarlas, como desgraciados estuvieron
los hombres que le secundaron en cuantas manifestaciones
políticas habian hecho hasta entónces; quizás porque la hue-
lla del tiempo la borraba en aquellos ministros la incesante
accion de su soberbio optimismo. Pudieron, sin embargo, con-
vencerse, ante las ocurrencias de Zaragoza, de que las cons-




CAPÍTULO 1 21


pit"a.~iones, que ya de lln modo tangible iban agitando la opi-
nton de Madrid y de algunas provincias, tomaban un carác-
ter ostensiblemente militar; y no se convencieron,á pesar de
existir en la situacion entidades que alguna vez habian cons-
pirado y podian saber que los generales en aquella como en
todas las ocasiones, no eran, ni buenamente p(i)d.ian ser, más
<fue el brazo amenazador dirigido por las clas'3s sociales, cu~
yos agravios querian vindicar, que contaban ya en la opinion
por emisarios á los numerosos descontentos de siempre. El go-
bierno sabia qne, indiferente nuestro pueblo á los trabajos en-
caminados á un tranquilo y lógico cambio de personas, ne-
cesitaba fuertes excitaciones para responder, y confiado en
la fuerza que para desbaratarlas disponia, prosiguió sin va-
cilar aplicando su triste política.


Dasde el dia 22 de febrero, emprendió sistemáticamente la.
serie de persecuciones donde habia de estrellarse; haciendo
blanco de su animosidad, no sólo á los hombres p::Jlíticos que
le eran reconocidamente hostiles, sino á los escritores públi-
cos, y manifestando su mayor encono contra los redactores
de periódicos, gente que si no vale mucho en sí, se mueve en
c-ambio no poco. Con tan torpe sistema, acreció rlipida-
mente la cifra de los enemigos del poder, al declararse en su
contra muchos que á poca costa se le hubiesen sometid0;
e'tlagenándose de esta suerte Sartorius la adhesion de la gen-
te susceptible de ser atraida. Consumada la insensatez de
dar importancia Ii ciertaR nulidades, desterrándolas ó llenan-
do de e11as las cárceles, no pudo ya librarse de los absurdos
que suelen acompañar á tales medidas, ni le fué dable evitar
que con los óclios políticos sé confundieran venganzas parti ...
culares, ni atinó Ii prever tampoco que el clamor p::Jr las
víctimas levantado llegase hasta el hogar doméstico, y que
en él pudi~I'an concertar8e repre8alias por los hombres más
indiferente8 y agenos á la política.


A la vista de aquellos sucesos, de semejantes tropelías y de
tanta ceguera, nadie vaciló ya en declarar terminada la re.:..
volucion moral y á tener por seguro el triunfo en un plazo




22 LAS INSURRBCCIONBS EN CUBA


no remoto. Comprendiéndolo así los habilidosos en política ..
esos que no emplean sus fuerzas sino para abrirse paso hasta
las primeras filas, donde mejor se disfrutan los rayos y las
primicias de los nuevos poderes, buscaron medios, ocasiones
y compromisos para hacerse meritorios ante el que en la pri-
mavera del año 1854 era conocido en el palacio de los reyes
con el nombre de Víctor el Oazarlo'r, ó sea el general don
Le6poldo O'Donnell; quien sin embargo del inmenso apoyo
con que podia ya cOntar en la opinion. les admitió en las
filas de sus auxiliares y áun se entendió directamente con
algunos, mientras el gobierno buscaba su paradero sin éxito
á pesar de tener en movimiento continuo su numerosa poli-
cia. A toclo esto, periodistas presos ó escondidos, desahoga-
ban sus rencores, publicando clandestinamente el periódico
EL MURCIÉLAGO, que lograron hacer llegar á manos de los
mismos reyes y de sus ministros, desde el 26 de abril que vi6
la luz el primer número, hasta el 11 de junio, antevíspera de
la rebelion, que apareció por última vez; é Ínterin recorrían
las provincias comisionados del centro revolucionario, tanto
para comprometer jefes de ejército, cuanto para estrechar las
relaciones entre estos y lbs generales que conspiraban'; haci-
nando materiales en todas partes, con tal descaro y tan poca
oposicion, que nadie dudó ya en el inmediato incendio.


Cambiando O'Donnell de uno á otro domicilio, para evitar
una torpeza que pudiera suspender sus trabajos y hacer efi-
caces los de la policía, pero sin verse obligado á interrumpir
las inteligencias con las personas perseguidas como él, cuales
eran Messina, Serrano y Manzano, entre los militares, y Cáno-
vas del Castillo y Ríos Rosas, en el elemento civil; y entera-
do, por emisarios tan eficaces como el marqués de la Vega de
Armijo, Leon y Medina, Fernandez de los Rios y D. José Ro-
bles, de la rapidez y acierto como se conducian los trabajos
de la conspiracion, y de las impaciencias, por creerlos lentos,
que m anifestaban el director de caballería D. Domingo Dulce
y los jefes del ejército comprometidos,pemló O'Donnell en
dar el grito sin perder tiempo, y señaló al efecto el dia 13 de




CAPÍTULO I 23


junio. Circunstancias imprevistas hicieron fracasar aquel dia
el movimiento, por no haberse concertado todos los elementos
de accion reunidos, y en poco estuvo que todo el plan no S9
desbaratase por haber llegado á oidos del gobierno, aunque
vagos é indeterminados, muchos rumores hijos de la impru-
dencia de alguno, que otros gobernantes ménos confiados
hubiesen podido aprovechar con ventaja. Receloso por ellos,
aunq ue ignorante de hechos concretos, dictó el conde de San
Luis muchas medidas preventivas, ineficaces por lo tardías;
acordó el cambio de guarniciones y el relevo de parte de la
de Madrid, que fué motivo de disgusto para las tropas leales
y circunstancia que los más impacientes y decididos conspi-
radores adujeron para aventurarse inmediatamente á todo,
considerando muy peligrosos otros aplazamientos. Acordado
así, lanzár~mse á la lucha, yen la madrugada del 28 de junio,
aprovechando la estancia de la córte en el Escorial, salieron
de sus cuarteles los regimientos de caballería q ne guarnecian
á Madrid y el de infantería del Príncipe, y dirigiéronse al
Campo de Guardias, desde donde por la Castellana y Canille-
jas, se fueron hácia Alcalá de Henares, repartiendo y circu-
lando desde allí á todos los puntos manifiestos y proclamas en
que, á los españoles, á todos los ciudadanos y al ejército, se les
incitaba á rebelarse contra el gobierno inmoral del conde de
San Luis; como si muchos de ellos no lo fuerav. y pudiesiln
justificarse, faltando á los compromisos del honor y de la
lealtad, cual lo hacian (10).


Aturdido el gobierno al saber con certeza aquel suceso,
hizo que la reina regresase á Madrid; comprometió dádivas;
prodigó halagos para confirrnar en su lealtad al ejército fiel,
pasándose al efecto el dia 29 una gran revista de tropas por
la misma doña Isabel II; tomó medidas de represion inconve-
nientes por lo exagerarlas, y combinó los medios de atacar á
los sublevados. Pero era ya tarde, porque empujada la bola
con más energía de la q 11e el gobierno podia usar para con-
tenerla, tendria que rodar hasta consumir el impulso recibido.


Resuelto en tanto el poder á resistir y los sublevados á




24 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


no cejar, se provocó la lucha en los campos de Vicálvaro,
donde nadie conquistó ciertamente la gloria del triunfo; con--
siderándose tan derrotados los unos como los otros, puesto
que las fuerzas del gobierno, desconcertadas yen tropel, se
retiraron á la córte despues de la batalla; y las contrarías,
aunque con más órden, pero decaidas, emprendieron la reti-
rada Mcia Andalucía, que es camino para Portugal. No era
en verdad grande la prisa con que estas marchaban, espe-
rando sin duda que los conspiradores de Madrid respondieran
al movimiento, levantando las masas populares; mas éstas, por
su indolencia y natural apatía, ó porque ningunas ventajas se
prometiesen del triunfo de O'Donnell, mantuviéronse quietas
yen expectacion de los sucesos. Calculando entónces los cons-
piradores de la capital, que por si sólos pretendian llevar
adelante la realizacion de sus propósitos, cuales eran los in-
convenientes d.e la empresa y cuán diflcilllegar á su tér-
mino sin que el tumulto popular tomara parte, comisiona-
ron al jóven D. Antonio Cánovas del Castillo, para que se
avistase con el jefe del que llamaban ejército libertador y le
impusiera del verdadero estado de la opinion de los partidos.


Resultado de la conferencia que el emisario civil de impa-
cientes conspiradores tuvo con el jefe militar del movimiento,
junto al pueblo de Manzanares, fué la redaccion del progra-
ma conocido ,con este nombre (11), sin cuyo manifiesto, la
perezosa gente castellana hubiera permanecido probablemen-
te indecisa, hasta calcular por el conocido triunfo de otras
provincias, si podria ya arriesgarse con leves compromisos á
cumplir el que tenia pactado. Y no es esta una apreciacion
gratuita para zaherir al pueblo de Madrid, que ya en otras
circunstancias y por otros hechos ha merecido censuras más
ó ménos justificadas, sino indicar solamente lo que enaque-
110s momentos presenciaron todos.


La historia consigna que D. Antonio Cánovas, despues de
conferenciar con el general O'Donnell el dia 7 de julio, regre-
só el 9 á ~adrid con un ejemplar del programa, del q'.l8 has-
ta el 14 no empezaron á repartirse ejemplares; y gU'l aquel




CAPÍTULO 1 25


mismo dia, y cuando atendidos los medios de 'Comunicaeion no
pudo haber llegado aún á Aragon y Cataluña, levantaron
Barcelona y Zaragoza el grito de abajo el gobierno; lliItici ....
pándose á las indicacíones de Madrid, y respondiendo q'liiids á.
los trabajos iniciados ántes del fracaso de Hore ó á las pro--
clamas circuladas al levantarse O'Donnell.


Despues de aquellos sucesos ya marchó la 'revolucion por
un camino libre y franco y vivió por sí propia. Tuvo que ce-
der ante las exigencias de los tumultuarios y prestarse á la
colision que ensangrentó las C'alles doe" Madrid, colision alen-
tada por el aturdimiento del gobierno de Sarto'rius, en las pos ...
trimerías de su mando, y por las vacilaciones y falta de acuer-
do en los hombres de aquel ministr3?"io metralla, que ni podia
satisfacer ni respondía á ninguna exigencia del momento, ni
representaba concretamente la opinion vencedora. Triunfante
á poca costa el tumulto, se acentuó definitivamente el m:wi-
miento, que ya desde Manzanares mostraba matices más pro-
gresistas que conservadores, y lanzó el porvenir político en
manos de la parte más egoista y versátil del bando liberal,
que, resentido por su desheredamiento desde 184:3, sediento
de mando y ansioso de venganzas, dió en verdad bien tristes
recuerdos de su exclusivismo imprudente.


Aquel triunfo íncalculado, que pudo haber sido previsto
y contenido á no mostrarse las impaciencias tan veh2men ....
tes, relegó á un lugar secundario al verdadero iniciador del
pronunciamiento. Los intransigentes que empezaron por pre-
sentarle á la reina el memorial de sus exigencias (12), y por
libertar de la cárcel del Saladero á Escosura, Cervera, Sixto
Cámara, Rivera y otros demócratas, al saber que Espartero
se habia trasladado de Logroño á Zaragoza, donde converti-
do en tribuno, enardecia las masas con discursos pronuncia-
dos desde el balcon de su alojamiento, convinieron utili-
zarlo como instrumento de sus fines y le proclamaron dueño
de la situacion. Recelosos, cual siempre, de las habilidades
de los conservadores los progresistas comprometidos en el
movimilmtCl, olvidaron demasiado pronto los compromisos




26 LA!'! INSURR~CCIONES EN CUBA.


que tenían contra.idos, y rindieron exclusiva adoracion á
aquel idolo jamás afortunado en la díreccion de los negocios
públicos .. Esta poco sensata conducta, que vino á saldar las
ingratitudes de 1843, promovió escisiones entre los que veian
un paso muy avanzado en el programa de Manzanares, y los
que sólo le consideraban como punto de partida para di-
rigirse al planteamiento de exageradas teorías, ó sea los
demagogos demócratas, que rápidamente iban estrechando
las relaciones políticas con la parte más bulliciosa del banelo
progresista. Con tal osadía se lanzaron á la palestra aquellos
pocos demócratas, y tan rápido desarrollo adquirieron sus
teorías entre los más ignorantes revolucionarios y en los ene-
migos de la autoridad del Estado como principio social, que
uno de ellos, jóven inquieto y avaro del aplauso de las mu-
chedumbres incultas, decia pocos meses despues de las mu-
danzas verificadas en julio, «que la revolucion, empequeñeci-
»da por los partidos oficiales que intentaban amoldarla á sus
»viejos y carcomidos siatemas, entrañaba fuerza tan radical,
»que algun dia, rompiendo los débiles diques con que se pre-
»tendia contenerla, volveria á presentarse en toda su primi-
»tíva fuerza regeneradora» (13).


Estas manifestaciones, que eran la genuina expresion de las
tendencias y no saciadas aspiraciones democráticas, jamás
hasta entónces h:ochas con tanta claridad. y valentía, di vidie-
ron, cual era de esperar, en dos bandos, lajuventud concerta-
da para derribar á Sartorius. El bando de los exaltados, sin
otra definicion que el de los demagogos, y sin decidirse aún
á ser republicano ó monárquico, constituyó la agrupacion
que más tarde habia de formar los demócratas ó cimbros ac-
tuales; y el otro bando, compuesto de la juventud más racio-
nal, más sensata y conservadora, y de mejor sentido en la in-
terpretacion de los dogmas de buen gobierno, formó en las
Córtes de la revolucion el centro parlamentario, núcleo en-
tónces de la llamada UNÍON LIBERA.L, que como partido se en-
cargó del poaer en julio de 1855 y camo situacion definida
gobernó desde 1858 á 1863.




CaPÍTULO 1 27


Aquellas divisiones, nacidas de la mala distribucion de la
influencia p01ítica, fueron el orígen de nuestras desdichas
presentes. Pero como en 10s propósitos del autor no entra el
seguir paso á paso la marcha revolucionaria del bienio en la
metrópoli, dará por terminados aquí los preliminares de aquel
período histórico, que tanto influyó en la administracion de
nuestras Antillas y principalmente en Cuba; pues tiempo es
ya de enlazar los hechos para dar á conocer los amargos fru-
tos que en nuestras posesiones de Occidente se cosecharon,
despues de haber empezado ~ influir como partido político la
exígua fraccion democrática óradical, que todavía hoy nos
empobrece y nos deshonra con sus torpezas.


Ir.


Cambiada en la metrópoli la situacion política, merced al
arrojo de los generales que siguieron hasta Vicálvaro, yob-
tenido el triunfo de la coalicion, aunque no en la forma ni
tan perfecto como el gran grupo conservador se proponia, lle-
gó la hora de disfrutar cada cual de las conquistas que ofrece
el poder violentamente adquirido.


Los llamados hombres de corazon, iniciadores del movi-
miento, y aun algunos otros que no habian demostrado muy
bien encontrarse en el caso del calificativo, exigieron el pre-
mio de la victoria; siendo en el despilfarro de concesiones más
felices y afortunadas, entre los conservadores, las clases mi-
litares que las civiles; ya porque de las primeras contaban
escaso número de pretendientes los progresistas, que á la pos-
tre vinieron á hacerse dueños de la situacion, ya porque sa-
tisfechos los hombres de las segundas con haber cumplido
sus deberes, corriendo los riesgos de la conspiracion, ni cre-




28 LAS INSURRECClON'ES EN CUBA.


yeron digno, ni tuvieron por conveniente ir á confundir:se con
los héroes de última hora, constrilctores extemporáneos de
barricadas inútiles. Los militares ~cogieron cuanto hallaron
disponible. Cuando sus servicios no se graduaron dBeutidad
bMtante para rl'lerecer asoenSós, recibieron condecoraciones y
cargos importantes; "Siendo en aquella ocasion uno de los re-
compensados con mayor largu~a el teniente general D. José
de la Concha, quien, al regl'esnr de la. emigracion en Francia,
donde permaneció hasta que 'el triunfo fué indudable, obtuvo
por segunda VBZ el mando de la isla de Cuba en 1.0 de agos"
to de 1854, ó sea tan pronto como quedó constituido el go-
bierno revolucionario.


No solo premio, por la opinion esperado, fué aquel nom-
bramiento del general Concha. Con él quiso dar tambien
el gobierno satisfaccion merecida á la gran masa de los bue-
nos españoles y á la mayor parte de las clases principales de
la isla de Cuba, que se pusieron en frente de D. Juan de la
Pezucla, cuando éste, con una tan grande como inesperada
falta de tino político, intentó quebrantar con sus medidas in-
tempestivas los sentimientos de los leales y conmover los in-
tereses de aquella sociedad: cuyas clases exigian una repara-
cion que obtuvieron cumplida de los revolucionarios de julio.


Ansioso el general D. José de la Concha de disfrutar cuanto
ántes la satisfaccion de encontrarse otra vez en el círculo de
sus solicitadores y amigos de la grande Antilla, aproximó la
hora de su embarco, verificándolo en la Coruña la tarde
del 29 de agosto, en el vapor .D. Francisco de Asis, junta-
mente con unas compañías de s01dados destinadas al ejército
de la isla. Llegó al puerto de la Habana á la una de la tarde
del jueves 21 de setiembre, siendo visitado a bordo, alfondear
el buque, por multitud de personas de todas las clases so::iales,
y p0I' comisiones representantes de las corporaciones oficiales
y particulares de la capital.


Dia de júbilo fué aquel y no de menor regocijo los dos que
le siguieron, al decir de los periódicos de entónces, que pú-
blicamente y sin resen'TLS S~ fe~icitahan de ltafJer desaparecido




CAPÍlUI,O, 1


la plancha de plomo que les altogaba, JI de que á lo qtte todas
aborr,ecian 'reemplazas,8 lo que todos amaban; correspondiendo
en mayor grado la satisfaccioná las clases acomodadas de
propietarios y comerciantes que, en la continuacion del man ....
do de Pezuela, creian de un modo más ó ménos justificado"
amenaz~das sus fortunas (14).


Así que pasaron aquellos momentos, de loca alegría y pu-
dieron descansar' die sus 3¡ctivas tareas las comisiones, com-
puestas de insula.res y de peninsulares, encargadas de prepa-
rar los festejos para Concha, y cuando decreció el bullicio que
era á la vez censura ágria y excasiva tal vez contra el gene-
ral relevado, publicó el nuevo gobernante las proclamas cuya
costumbre habia intel'rumpido, sin más razon que un capri.,.
cho de su carácter excéntrico, D. Juan de la Pezuo;la, En
aquellas proclamas, al manifestarse Concha complacidísimo
por las cariñosas demGlstraciones que habia presenciado, acon-
sejábales, á todos sus gobernados la union más estrecha, si
querian que no se defraudasen sus esperanzas y que pudie-
ran realizarse los propósitos y cumplirse los votos en su pri-
mer mando iniciados, y dirigidos á fomentar la prosperidad
de aquel pedazo de España, que era el fin de sus desvelos y
el que le obligaria, para conseguirlo, á emplear toda la con-
fianza con q ne el gobierno de la metrópoli le honraba (15).


Eran aquellos proyectos, segun expresion de sus 171e-
morias, encauzar la política por un aIveo eminentemente es-
pañol; dar á la administracion civil vida propia é indepen-
diente de los tribnnales ordinarios, con los que estaba enla-
zada, armonizando sus principios con los establecidos en la
Península y organizando la administracion del municipio con
cierta independencia tambien en la gestion de los intereses
locales; establecer la administracion militar, que tan fnnesta
ha venido á ser en todos los dominios españoles; encargar el
servicio de hospitales al cuerpo de sanidad militar; extender
los telégrafos; concluir fortificaciones y caminos públicos y
estratégicos; señalar dotacion fija á todos los empleaclos, su-
primiendo cuantos derechos y obvenciones disfrutaban, para




30 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


acabar de una vez con aquel sistema tan ocasionado á ir-
regularidades de todo género, y crear, finalmente, para la
extension y mejora del culto, seminarios conciliares donde
los naturales de la isla pudieran seguir cómodamente la car-
rera eclesiástica. En verdad que no todos estos proyectos lle-
vaban el sello del mejor acierto, ni habian sido inspirados con
el más conveniente sentimiento español (16) ni con el mejor
conocimiento de las necesidades y de los derechos que en las
posesiones alejadas de la metrópoli deben atenderse. Pero fas-
cinados los habitantes de Cuba por las aficiones hácia Con-
cha, á que les impulsaba su rencor á Pezuela, todo 10 creian
aceptable y bueno procediendo de su ídolo, no calculando los
peligros que entrañaban tan imprudentes reformas; peligros
y males que ya durante aquel mando se manifestaron con toda
claridad.


Antes, empero, de desarrollar aquellos proyectos, tuvo
que dirigir sus miras al asunto que se consideraba más pre-
ferente y el que con mayor urgencia y en primer termino re-
clamaba la atenCÍon de la autoridad, cual era el relativo á la
servidumbre; importantísimo por las graves cuestiones que
entrañaba y por ser el principal motivo de la excitaCÍon de
los ánimos contra su antecesor. Para ahuyentar el estado de
alarma en que encontró Concha á los habitantes de la isla,
derlic()se con activa solicitud á calmarles, levantando así los
ab,'1tidos espiritus que todavía estaban bajo la presion y el
mal efecto producido por la ya citada circular que publicó
Pe:.mela el 28 de julio de 1854, cási al mismo tiempo que en
Madrid se constituian los poderes públicos, hijos de la revo-
luCÍon constitucional (17); disposicion que, conocidos los com-
promisos de los hacendados de Cuba para adquirir trabaja-
dores, pudo calificarse en aquella ocasion dü torpeza política,
aunque fuera inspirada por las más sanas y humanitarias
tendencias. El primer deb~w de todo gobernante fué siempre el
de salvar los intereses sociales, y aquel duro mandato que
ofrecia premios por la denuncia de bozales no empadronados,
cuando se sabia bien que los empadronamientos estab~n muy




CAPÍTULO 1 31


lejos de ser una verdad, más que atraccion hacia el respeto
de la ley, era cebo echado á las malas pasiones é incitacion á
los enemigo::; de nuestro prestigio y de nuestra raza, para que
tuvieran en ménos el respeto debido al nombre de España y
de sus hijos.


Ligado estrechamente Concha á los compromisos de la re-
volucion de }ulio por una parte, ~ las exigencias de la amis-
tad y a su~ ansias reformistas por otra, no podia ser tan in-
transigente como su antecesor; y requerido principalmente
á hacer públicos ante el mundo aquellos compromisos, mani-
festó en su circular de 26 de setiembre (18), que era para el
gobierno de S. M. deber ineludible dar cumplimiento á los
tratados y reprimir franca, leal y absolutamente el tráfico de
negros; lo cual constituia además para todas las autoridades
de Cuba una cuestion de honra nacional, porque el tráfico
debia ya desaparecer y desapareceria sin duda. No cre-
yendo, sin embargo, oportuno por el momento desconformarse
con las conveniencias políticas, tuvo que suavizar el cumpli-
miento de su mandato, disponiendo que no se inquietase a los
propietarios en la posesion de sus esclavos, con pretextos de
procedencia, 10 cual establecido en principio, cuando sólo de-
bió ser transitorio acuerdo, produjo á poco los innumerables
desembarcos y hasta la escandalosa osadía de introducir
en el puerto de la Habana, en octubre de 1858, un vapor
con 1.800 africanos que tomaron tierra cási en los mismos
muelles donde se hacia el comercio lícito. Pero á pesar de tan
complaciente tendencia, vióse el general Concha en la nece':"
sidad de cumplimentar los reales decretos de 22 de marzo de
aquel ailo, eX2edidos á propuesta sin duda del marqués de la
Pezuela, sobre registro y capitacion de esclavos, ordenando
al efecto y de conformidad con el voto consultivo de la au-
diencia pretorial, en 19 de diciembre, que se empadronaran y
proveyeran de cédula de vecindad todos los siervos de ámbos
sexos, las cuales deberian renovarse cada semestre, para evi-
tar las introducciones fraudulentas de bozales africanos en
las fincas de campo (19). Si no ociosas en absoluto, fueron en




3')
."


LAS INSURRIi:.CQfONES EN CUBA


verdad bien pocQ, eficaces aquellas disposiciones, dirigida&
COI). preferencia á disipar. políticamente las alarmas extendi-
das can el violento. sistema. empleado por su predecesor, pue¡¡
en purida.d no se cumplieron sino cuando alguna reclamacion
internacional lo exigia.


Fué D. José de la Concha en su primer período de mando,
cual nosotros mismos lo hubiéramos sido, sin variar como él
varió, sino an.rmándollos, por el contrario, en la idea más y
más á medida que. mejor conocemos la vida intertropical, fué,
y se manifestó, ~n be:n¡e}llácito de los sensatos españoles, par.,.,
tid,ario de la concentracion, del poder político en las posesiones
lejanas de la metrópoli, y de que las de Ultramar fuesen re.-
gidas por leyes especiales. Mas careciendo del perfecto dis-
cernimiento que caracteriza á los hombres de Estado, tuvo la
infelicidad de apliyar el lllismo principio á los ramos adminis-
trativo y económico, con grave perjuicio de los intereses de
la isla y de sureputacion gubernativa, que forzosamente ten-
dria que anularse en la lucha entablada con las prácticas de
la antigua costumbre. Sus convicciones acerca de la gober-
nacion colonial las puso de manifiesto en aq lIcUas J1femorias
que dió á luz despues del indicado primer mando. en las que,
decidiéndose por la institucion de los vireyes como los más
genuinos representantes del poder real, paladinamente decla..,
raba que á ellos se debier·}n los grandes hechos y los pro-
gresos que ofrecia la historia en los primeros tiempos de la
dominacion española en América. Pero el mismo g"pneral, al
encargarse por segunda vez de la gobernacion de la grande
Antilla, ora copiándolo de los doctrinarios moderados ante-
riores á 1854, ora impresionado ó sed.ucido por el régimen
administrativo que muy R la ligera estudió en Francia
dlirante su emigracion, ó quizás influido por personas dis~
tintas de las que le rodearon en el primer mando, dió un'
giro complexo á sus ideas y de consiguiente á sus propósitos,
y deslumbrado con el engrandecimiento externo de la Fran~
cia oficial, creyó sin duda que el boato y brillo administra.-
tivos y la aparatosa vida de las numerosas categorías b11-




CAPÍTULO 1 33


rocráticas, aumentaban la vitalidad de los pueblos, cuando
aquellas señales no eran sino consecuencia del estado de
estos.


Dedicóse, partiendo de tan erróneo principio, á crear sin
concierto oficinas que, recargando el presupuesto inútilmen-
te, embarazaban la accion sumaria aconsejada por las leyes
de Indias en la resolucion de los asuntos. Semejantes despro-
pósitos sólo sirvieron para despertar ambiciones·, lógicas
de necesidad, y para fortalecer las protestas que reservada ó
públicamente hacian contra tales innovaciones los hombres
de tendencias anti-españolas, que jamás se habian avenido
con las reformas procedentes de la metrópoli, porque todo lo
que con tal nombre se presentara contrariaba el aumento
d::: simpatías en favor de su bandera disidente. Más que á
cO:lciliar, puede decirse que se mostró entónces Concha deci-
dido á -dividir las opiniones que tanto reclamaban la union y
la concordia, alejando así del camino de la lealtad á los que
con más discreta política le hubiesen seguido seg·uramente.


Ganoso de nombr:e y de ostentacion y sin apartar de su me-
moria la idea de ser virey de las Antillas, acariciándola aún,
por el contrario, celoso quizás del poder omnímodo con que
el gobierno moderado revistió á Pezuela, emprendió apa-
ratosamente la organizacion de los centros oficiales. Cual era
de esperar y es natural, tratándose de reformas radicales,
todo lo trastornó, así en el gobierno superior civil como en la
administracion general, ya fuera económica ó militar, y tan-
to en el organismo de la policía cuanto en las obras públicas,
para cuya direccion creó un centro ineficaz y redujo á la im-
potencia la Junta de Fomento, que tan grandes y desintere-
sados servicios babia prestado. Todo lo alteró, sacando de
quicio lo existente, quizá con el mejor intento, aunque. en
mucho entraba, por desgracia, la afeccion personal, de la
que un buen gobernante debe siempre prescindir, y la mira
egoista de desprenderse de las hechuras de su antecesor y de
adquirirse á la vez las simpatías del goblerno supremo que,
abrumado por las exigencias de los innumerables pretendien-


TOMO JI 3




34 LAS INSURRECC10NES EN CUBA


tes, agradecia mucho que se le facilitaran medios para des-
prenderse de los que esperaban pr~mio, por los servicios su-
puestos ó prestados realmente á los hombres de la revolucion
de julio. Y que alguno de estos móviles fué el de su conducta,
y que de su inspiracion no estuvieran lejos tales propósitos,
se vió prontamente confirmado en el numeroso personal que
se nombró el año á q1le nos referimos, por el ministro de Es-
tado, á cuyo cargo estaba entónces el despacho de esta parte
de los asuntos ultramarinos. Tan inusitado fué el movimien-
to de funcionarios públicos en aquel1a ocasion, que los habi-
tantes todos de la isla, acostumbrados hasta allí á ver res-
petarles por cuantas fracciones políticas se habian sucedido
en el mando de la metrópoli, asombrados, lamentaron en un
principio aquella imprudencia, en la que nadie perdia tanto
como el nombre español, y prorumpieron luego en agrias
censuras contra la autoridad que así se descubria, para que
los enemigos de España usaran de esta arma en descrédito de
nuestro gobierno y de nuestro prestigio ante las naciones. ex-
tranjeras (20).


Al mismo ~iempo que á la organizacion administrativa, se
dedicó el general Concha á la cuestion económica, que era
en verdad muy importante, como era urgente dar fin á las
irregularidades y abusos observados en las aduanas. Para
evitar éstos, dictó una órden en 16 de diciembre de 1854 di-
rigida á reformar la instruccion de 17 de marzo de 1847,
nombrando al efecto una junta de comerciantes de la Ha-
bana, que unidos al administrador general del ramo y al co-
mandante del resguardo, propusieran las bases más eficaces
para impedir el contrabando y amparar el nombre de la Ha-
cienda (21). Mucho contribuyeron ciertamente á corregir el
mal aquellas medidas; pero más aún los dobles derechos es-
tablecidos por aquel gobernante, que no rompieron, con todo,
el acuerdo entre los comerciantes contrabandistas y los em-
pleados de fas aduanas; contribuyendo tambien, y no poco, á
defender por el pronto los intereses del fisco, la ignorancia
de los funcionarios nuevos en elramo, que no habiansido ad-




CAPÍTULO I 35


mitidos aún en las asociaciones que tuvieron el fraude orga-
nizado en aquel tiempo y áun mucho despues.


Un tanto tardía fué tal determinacion, y así lo notaron
no pocos de los habitantes de Cuba, que sabiendo, por ser pú-
blico, el gran contrabando que en las aduanas se hacia, ex-
trañaban que pasaran los dias sin dictarse las correcciones
convenientes para castigar el crímen, acrecer los ingresos
del Tesoro y dar á la honrada opinion pública la satisfaccion
que merecia. ¿Pudiera atribuirse tal retardo, cual algunos
'pretendían explicar, á las circunstancias personales de la
primera autoridad'? Gran número de maliciosos aseguraban
que reconocido el general Concha, á los que tantas muestras
de cariño le habian manifestado y tan entusiasta recibimien-
to le hicieron, y cohibido y embara7.ado por sus continuas
demostraciones de afecto, ni de tiempo podia disponer para-de-
dicarse á fiscalizar los asuntos que á aquella clase de amigos
se referian; pero es de creer que tales explicaciones emanaran
de un fondo malicioso, siendo más fácil suponer que no acudió
aquel general á ese medio de gobierno sino cuando la nece-
sidad se lo indicó. Al tiernpo de tomar posesion del mando
existia en las cajas del Tesoro un efectivo de 2.309.318 pesos
fuertes, hallándose cubiertas todas las obligaciones, inclusa la
que la metrópoli exigía, por haber librado su antecesor al go-
bierno cerca de los dos y medio millones de pesos que satisfa-
cia Cuba como sobrantes. Mientras la desahogada situacion
seguía, nada intentó; pero á mediados de diciembre, y cuando
por el planteamiento de sus costosas medidas administrativas,
vió disminuir aquellos valores á los .cuatrocientos mil pesos
del fondo de reserva, tuvo que decidirse á reconocer y explo-
tar el manantial de los ingresos. Entó!lces, y esto comprueba
la ordinaria falta de prudente tino de aquel gobernante, usó
hasta de facultades que era discutible si co!npetian á los capi-
tanes generales, para aumentar los ingresos ordinarios, y al
encontrarse estos deficientes y con el apremio de atender á
sus aventuras gubernativas, apeló ya á las medidas que se
relacionaban con las aduanas de la isla.




36 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


Dirigido por este camino, dieron pronto á conocer los au-
mentos de las rentas públicas el buen efecto de la accion gu-
bernativa, así en las arancelarias como en todas las demás,
llegando unas y otras a presentar un ingreso nunca visto y
jamás cu~l entónees censurado por los contribuyentes (22).
Verdad es que éstos contuvieron un tanto los arranques de
su disgusto, porque durante los cinco años de aquel mando
disfrutó la isla de completa tranquilidad, interrumpida sólo
con apariencias graves, por la conspiracion de Pintó, de que
lueg.o se hablará, la cual ni aun secundada por las amena-
zas inereidas de los impotentes expedicionarios filibusteros,
hubiera interrumpido la marcha progresiva de los negocios;
pudiéndose en medio de aquella bienandanza fomentar la agri-
cultura con el constante tráfico é introduccion de negros
africanos, que se verificaba á pesar de las medidas restricti-
vas dictadas para impedirla (23). Indudablemente fué ac¡uel
uno de los mejores períodos que cuenta Cuba en la historia
de su prosperidad. La riqueza, en vez de dccaer, siguió sos-
teniéndose, no obstante la defectuosa organizacion que reci-
bieron las dependencias de Hacienda; el haberse renovado
casi en su totalidad el personal que conservaba la tradicion
en los centros directivos; y el levantarse algunos empleados con
fondos (24), y hasta creció á pesar de la falta de iniciativa en
algunos de los intendentes que hubo en aquella época, y de no
haberse corregido del todo los vicios del contrabando, cual lo
demostraba el registro del número de toneladas compara-
do con el importe de los cargamcntos que llevaron los buques
á aquellos pucrtos (25); Pero el tráfico daba tanto y era un
filon, aunque ilegal, tan productivo, que el oro circulaba por
corrientes caudalosas, llevando la riqueza á todas partes; si
bien aquella aparente opulencia no podia ser duradera, reco-
nociendo fundamentos contrarios á los sanos principios de la
legalidad, cual es deleznable siempre lo que no se basa en
los inmutables de la mor~l y de h justicia. Por eso sin duda
aquella pletórica y despilfarrada sociedad, fué condenada á
sufrir la dolencia incurable que aún hoy padece Cuba, agra-




CAPÍTULO 1 37


vada considerablemente en la ocasion que se historia por las
imprudencias y la intemperancia del general Concha.


Los arranques de la inquieta imaginacion de éste y la ten-
dencia reformista que le caracterizaba y acrecia cada vez
más, hicieron conocer luego al público que el gobernante no
estaba aún satisfecho con la perturbacion extendida en todas
las esferas, y que deseaba llevarla á lo que habia tenido has·
ta entónces la fortuna de conservarse intacto. En comionan-
cia con sus proyectos, indicó Concha lá necesidad de dar al
sistema tributario una forma que estuviese en armonía con
los adelantos de Europa y que respondiera á los principios
económicos á la sazon en boga, cua1 si Cuba se encontrase
en las mismas condiciones é iguales grados de latitud que la
soñadora Francia. Muchos de los cubanos, reformistas por
temperamento ó por conveniencia política, secundaron la
idea del general, y aunque no todos conocian á fondo el sis-
tema existente, crearon atmósfera, propalando con aviesos
fines que de realizarse tales propósitos resultarian grandes
ventajas para el país, que así conseguiria la asimilacion
completa con la Península. Pero en el fondo de sus intencio-
nes habia algo más grave y más radical, y era la seguridad
que los reformistas tenian de llegar por semejante camino al
triunfo de sus ideas, sin recurrir al sistema peligroso y caro
y hasta allí infecundo de las expediciones. Descuidada á
todo esto la parte española de la poblacion cubana, más estre-
chamente unida por sus sentimientos á la metrópoli, desco-
nocia en su mayoría el golpe de muerte que por una vana
aspiracion estaba amagando á la integridad nacional. Por
fortuna, la noticia circuló, y despues de decidido, tuvo Con-
cha que entrar en mejor consejo, atendiendo las observaciones
de algunos buenos españoles, quienes le hicieron meditar so-
bre las circunstancias especiales, los hábitos y las necesida-
des de la isla, tan diferentes de las de la Península, é ilus-
trado su juicio, lograron que retrocediera ante los inconve-
nientes de una igualacion que resultaria inaceptable é inefi-
caz. Contuviéronse por tanto las alteraciones ideadas, quizás




38 LAS INSURRECCIOEES EN CUBA.


por algun habilidoso disidente, librándose por entónces á
Cuba de un cataclismo igual al que pocos años despues esta-
lló en Yara por el mismo motivo. La semilla) empero, quedó
sembrada y esperando en terreno ya preparado un tiempo
oportuno para producir los amargos frutos que más tarde se
cogieron. ¿Pondrian tal vez mano en tale!, proyectos los que
con semejante táctica pretendían ganar la batalla empeñada
contra España'{ Todo es creible, conocidos ciertos caractéres;
mas descubiertos á tiempo, procuraron rápidamente hacer
una retirada falsa los que jamás desmayan y esperan siem-


, pre buena ocasion para atacar avanzando.
Suerte fué para la isla aquel momentáneo entorpecimiento


en los planes económicos, con que Concha se proponia dar
completo desarrollo á sus no muy justificadas reformas admi-
nistrativas, y suerte fué tambien, aunque por otro lado tuvie-
ra que lamentarse el avivamiento de las pasiones políticas, la
trégua que proporcionaron el asesinato del aprehensor de N ar-
ciso Lopez y los alarmantes rumores públicos, esp?ntáneos
ó preparados, que sólo pudieron conjurarse con la muerte de
D. Ramon Pintó.


Fenómeno político, como muchos otros que á la sombra
se han preparado, fué el asesinato de Castañeda; no ra-
ro, por desgracia, en los pueblos hispano-americanos, que
no han podido hasta ahora desprenderse de la vehemente
energía y de ciertas instintivas inclinaciones tan propias de
la raza que les dió orígen, cual comun es en otras razas, y
áun en la nuestra á veces, la perpetracion de crímenes miste-
riosos, cuando responden á exigencias de las sociedades se-
cretas que conspiran para influir ó hacer que su iniciativa
prevalezca cerca de los poderes públicos. De alguna asocia-
cion de este género partió, sin duda, el asesinato que por al-
gunos dias atrajo la atencion pública y fué motivo de todas
las conversaciones.


Ya queda dicho en qué forma se verificó la aprehension de
Narciso Lopez por los cabos de ronda Oastañeda y Zea (26).
Por aquel acto, ejercido en el cumplimiento de sus deberes,




CAPiTULO 1 39


se conquista. ron algunas simpatías los aprehensores, pero no
en tanta suma como fueron los ódios y malquerencias entre
los partidarios de Lopez y de los anexionistas á la Union ame-
ricana. A tal grado llegó la animadversion contra Castañeda,
que tres años despues de aquel acontecimiento, siendo ya ca-
pitan de los escuadrones rurales de Fernando VII, y hallán-
dose en el café llamado de Marte y "Detona, de la Habana,
situado en la esquina que forman la calle del Príncipe Alfon-
so ó de Jesús del Monte y el Campo militar, recibió por esta
parte un disparo desde las persianas de una de las puer-
tas, que atravesándole las sienes le dejó muerto al anochecer
del 12 de octubre de 1854. Muchos fueron los presos y dete-
nidos á consecuencia de aquel suceso, y largas, como se acos-
tumbra en nuestro país, las tramitaciones judiciales, que no
terminaron hasta abril de 1856, en que el presunto asesino
Juan Vingo, Ó por otro nombre Nicolás Vinot, fué condenado
á diez años de presidio ultramarino, á la vez que se imponian
varias penas Ó se absolvia á los que en el primer momento re-
sultaron cómplices y se hallaban prófugos Ó ausentes, como
D. Porfirio Valiente, D. Juan Machado y algunos más, entre
los cuales figuraba ya una mujer llamada Doña Rita Balbin.
En la causa instruida apareció claramente comprobado, que
el asesinato de Castañeda, producto del soborno, respondia
á instigaciones filibusteras, y era la inauguracion de otros
que se intentaban llevar á cabo en conocidas personas no-
tables de la isla, inclusa la del general D. José de la Concha.


¿Seria aquella actitud consecuencia del despecho que ani-
maba á los que con la amnistía y los ofrecimientos hechos por
D. Juan de la Pezuela, esperaban realizar á mansalva sus se-
diciosos planes y se veian contrariados con el nombramiento del
otro general, que en vez de atraer con halagos álos revolto-
sos, estaba decidido á usar)os medios represivos'? Cuales fue-
ran las intenciones de los instigadores de aquella venganza,
puede deducirse de la disposicion en que, hácia octubre de
1854, se encontraban los cubanos emigrados en Nueva Or-
leans y los individuos de la junta revolucionaria auxiliados




40 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


por algunos comerciantes tenedores de los bonos expedidos
por Narciso Lopez. Estos excitaban á aquellos para dar á su
papel un valor que no tenia, y los emigrados cooperando á
sus intentos propalaban la proximidad de otras aventuras pi-
ráticas; prometiéndose mucho de las estrechas relaciones con
varios individuos de los que; abusando indignamente de la
generosidad española, habian vuelto á la isla con instruc-
ciones de aquel centro y se disponian á clavar el puñal en
las personas que fueran inconvenientes á la realizacion de sus
propósitos (27). Y no sólo este fin se proponian los perturba-
dores, sino promover en el país la fermentacion que facilitara
organizar expediciones, en la confianza de que el presidente
de los Estados-Unidos, 1fr. Pierce, ménos duro que sus enér-
gicas proclamas, se ablandaria á patrocinar, ó á consentir si-
quiera, los preparativos del golpe de mano contra Cuba en
que estaban interesados Quitman y otros americanos del Sur
de la república.


Ciertamente que no eran los tiempos los más á propósito
para realizar semejantes planes, pues la gran masa de los
habitantes de la isla, satisfechos con obedecer á un general
como Concha, que literalmente manifestaba al gobierno de la
metrópoli ser la esclavitud una institucion que convenía y era
preciso conservar en la isla hasta por sentimiento de huma-
nidad, y conformes con el gobernante que fielmente seguia
las corrientes del momento, no pensaban en anexiones ni en
revueltas cual unos meses ántes, porque poseyendo cuanto
deseaban, en vez de buscar bienes imaginarios bendecian á
España, que por medio de aquel general, reales y efectivos
se los proporcionaba. Tambien es cierto que lo que á la ge-
neralidad satisfacia disgustó á algunas personas del país, no
de los filántropos, que hasta más tarde no se dieron á conocer,
sino de aquellas que habian frecuentado el palacio anterior-
mente y asistido á la tertulia de D. José de la Concha, las que,
al ver á éste escoger otras para formar el círculo de su inti-
midad, adoptaron un retraimiento peligroso. Apasionado el
capitan general, como siempre lo habia sido, miró con desden




CAPÍTULO 41


á los que calificaba de pezuelistas, y con indiferencia los ame-
nazadores proyectos de la gente emigrada, con la que podian
los disgustados ponerse de acuerdo; no previendo que un paso
tan impolitico en aquellas circunstancias pudiese ahondar el
abismo, un tiempo abierto y apénas cegado, de las divisiones
entre el elemento criollo propietario y el peninsular comer-
ciante. Grave mal era éste para la sociedad cubana, que vi-
viendo en familia y siendo tan susceptible, daba á las cues-
tiones de amor propio una importancia tal que á menudo
solia convertirlas en los inconvenientes más sérios para la go-
hernacion; pero la primera autoridad, confiada excesivamente
en el aplanso del mayor número, abandonó á sí propio aquel
gérmen de descontentos que á tan poca costa hubiera podido
destruir.


La prontitud en las primeras medidas gubernativas adop-
tadas con motivo del asesinato de Castañeda, contuvo mucho
las imprudencias de los simpatizadores separatistas, y de esa
clase social que existe en todas partes dispuesta siempre á co-
loearse alIado de los que se complacen en luchar con los re-
presentantes de la autoridad y del órden; contribuyendo tam-
bien, y no poco, en aquella ocasion, para tener á raya á los
díscolos, el armamento de los cuerpos de Voluntarios (28) y
la reunion en batallones de la parte más belicosa en los hom-
bres libres de las razas de color. El general Concha propuso
al gobierno la fOl'macion de estos batallones, inspirándose en
la idea de disponer de una fuerza independiente de la del ejér-
cito, para cuando las circunstancias lo exigieran; pero su pro-
puesta, hecha dos meses despues de la muerte de Castañeda
y dirigida á armar cinco mil negros y mulatos, en una forma
bastante parecida á la adoptada por su antecesor, el marqués
de la Pezuela, que Concha intentando anatematizar copió y
nosotros condenamos, no obtuvo la completa aprobacion del
gobierno de ?\1:adrid, quien más prudente que el capitan ge-
neral de Ouba y procediendo con ménos ligereza que éste, li-
mitó á dos mil hombres el número propuesto, dictando en tal
sentido reglas para su organizacion (29). Procedióse entónces




42 LAS INSURRECCIONES EN CUBA.


tambien á. la de los Voluntarios, formados de peninsulares
en su gran mayoría; bastando el simple anuncio de esta crea-
cion y la de olas cuerpos de color, para contener á los descon-
tentos y revolucionarios del país y para evitar que se realiza-
ran los asesinatos proyectados.


No fué el de Castañeda el único motivo que paralizó un tan-
to los proyectos reformistas de D. José de la Concha, cuyo
planteamiento creyóse á. ~a sazon inconveniente y hoy na-
die duda en calificar de desastroso. Dos hechos, uno que res-
pondia á instigaciones filibusteras y otro omuy ruidoso y no
bien definido ni explicado aún, tuvieron conmovido el pueblo
no sólo de la Habana, sino de la isla de Cuba, en los primeros
meses de 1855. Tales fueron la captura y ejecucion del jóven
Estrampes, condenado como agente de los disidentes de Nue-
va-Orleansé introductor en Cuba de armas para los separatis-
tas (30), y el hecho que produjo la ejecucion, tambien, de don
Ramon Pintó.


III.


Fué Pintó en su juventud fraile jerónimo y uno de los que,
aprovechándose de la perturbacion política en la época de 1820
á 1823 se exclaustraron; demostrando ya entónces cuáles eran
las condiciones de su exaltado carácter, al pasar desde la cel-
da del convento á. las filas de la Milicia nacional. Cuando con
el auxilio de la Francia reivindicó el monarca español sus de-
rechos, suprimiendo la Ccinstitucion, temeroso el ex-fraile de
las venganzas· de los reaccionarios, procuró huir de España,
pasando en aquel tiempo á la grande Antilla con las funciones
de maestro y en calidad de ayo de los hijos del baron de Kes-
sel. Con la proteccion de éste, obtuvo Pintó á. la muerte de




CAPÍTULO 1


Fernando VII el nombramiento de Oontador del Crédito pú-
Mico de la isla de Cuba, de cuyo cargo no lleg6 á posesionar-
se por resistirse el jefe de Hacienda, conde de Villanueva,
quien no queria tener entre sus subordinados un génio tan
levantisco y bullicioso cual el del ex-fraile, el que le era ade-
más antipático al vanidoso intendente, tal vez porque en ta-
lento le superaba. Por tan inesperada contrariedad se vi6 Pin-
tó obligado á agenciar negocios varios, figurando á poco como
director del Liceo de la Habana, á cuya asociacion comunicó
prontamente la fuerza de iniciativa que resaltaba en el fondo
de su carácter.


Durante el primer mando del general Concha en la isla de
Cuba, Pintó, que ya sobresalía allí entre los hombres de ma-
yor ilustracion é influencia, aprovechó cuantos medios se le
ofrecieron de aproximarse á la primera autoridad, consi-
guiendo captarse á poco su benevolencia. Tanto llegó á estre-
char las relaciones con 'el gobernante, que despues de su rele-
vo, y cuando el general conspiraba en connivencia con los que
promovieron el alzamiento de 1854, siguióse una correspon-
dencia activa y animada entre el ex-fraile y éste, emigrado á
la sazon en Francia, en la cual no es aventurado suponer que
el desterrado político hiciera alguna promesa para el dia de
la victoria. Correspondiendo á tal intimidad dirigió Pintó sus
trabajos á inclinar laopinion en contra D. juan de la Pezuela,
y cuando D. José de la Concha obtuvo por segunda vez el
mando de la grande Antilla, contribuyó como el más activo de
los agentes á promover el entusiasmo público y para preparar-
le un recibimiento distinguido y ostentoso. ¿Quién al enterarse
de tales relaciones y de semejantes afanes, no debia presumir
obligados y mútuos compromisos entre el gobernador y el go-
bernado? Vínculos muy estrechos entre uno y otro se figura-
ban, por cuantos conocian el carácter del general Concha y
su fácil propension á soltar prendas; cualidad que comprobó
unos años despues al declarar como suya en el Congreso es-
pañol Ulla carta que, con la firma de ANTONIO, dirigió en
1854 desde Tolouse á uno de sus compañeros de conspiracion,
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44 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


en la cual manifestaba, no con gran prudencia, hasta d6n-
de llegaban sus intentos para conseguir el triunfo. (31.) Y si
en aquella carta dirigida a España, cuando la fiscalizacion
gubernativa era muy estrecha y severa, se puso tan al des-
cubierto, ¿qué no podria imaginarse que escribiese el emigra-
do á la isla de Cuba, donde por la libertad en las comunicacio-
nes solian con frecuencia ser públicos algunos actos que en
Madrid se consideraban todavía secretos de Estado?


A los ojos de la sociedad escogida de la Habana, era Pint6
una de las personas de mayor privanza cerca de D. José de
la Concha. Todas aseguraban que él inclinó el ánimo del go-
bernante á aceptar cierto número de solares en el barrio que
se llamó de CONCHA, y á conceder autorizacion para formar
aquella barriada, en cuya realizacion tuvieron que consen-
tirse censurables inconveniencias, siendo una de ellas la de
llevar hácia allí un caudal de aguas de regadío que debian
ir por otra parte (32); todas decian que el ex-fraile mereció
en cambio, como persona de la confianza del gobernador su-
perior, el nombramiento de secretario de la junta recaudado-
ra de auxilios á favor de las viudas y huérfanos por las
ocurrencias de julio en Madrid; y ninguna ig'noraba que el
agraciado se habia suscrito por una suma respetable para
satisfacer los obsequios dis,pensados á Concha. ¿Era pues ex-
traño que con semejantes muestras dejase de señalar la opi-
nion á Pintó, como una de las primeras y más poderosas in-
fluencias cerca del capitan general·?


Pero esta influencia y tal intimidad vinieron abajo cual
artificio fundado sobre las olas, en uno de los ordinarios
cambios de la inconstante opinion de D. José de la Concha,
ocurrido en el mes de enero de 1855. Para nadie era un se-
creto en aquella época, que Quitman, el antiguo amigo de
Narciso LQpez, y ala sazon principal inspirador, caudillo
militar y persona de la predilecta confianza de la junta cu-
bana de Nueva-York, activaba con más calor que nunca la
form'tCion de expediciones contra Cuba; ni se habian olvida-
do tampoco por nadie, las noticias que en agosto último tras-




CAPÍTULO 1 45


mitió á la isla. el representante de España en Méjico, acerca
de los dep6sitos de armas que los filibusteros iban reuniendo
en las costas de la provincia de Yucatan. De tales trabajos y
de semejantes noticias, parece que partió el decaimiento del
ex-fraile en la gracia que disfrutaba cerca de la primera


. autoridad y el inmediato fin funesto de Pintó.
Repítese diariamente por muchas de las muy respetables


personas que en la capital de la isla presenciaron aquellos
hechos, que disgustado Pintó por cierta indiferencia notada
en su amigo el primer gobernante, y ciego y tan imprudente
cual de la violencia de su carácter podia esperarse, cometió
la ligereza de comunicar su disgusto á alguno de los más
próximos subordinados del general Concha, manifestando
con acritud y suma destemplanza su resentimiento por no
haber recibido, como pretendia, tantas muestras de afecto y
todas las recompensas á que su intimidad con el general y
sus merecimientos parecian hacerle acreedor. Continuando
Pintó desatendido, á pesar de esto, no se limitó ya á exponer
de un m(,do reservado y discreto sus quejas, sino que, conde-
nando públicamente la ingratitud d~ su poderoso amig'o,
amenazó como comprobacion de .las razones que le asis-
tian, con la lectura de algunas cartas en las que aquel, des-
de la emigracion, se jactaba de estar conspirando contra
todo lo existente en España. Tan públicas quejas, si no eran
fundadas, acreditaban á Pintó de muy osado, cuando se atre-
via á lanzarlas con descompuestas amenazas y hasta asegu-
rando que en su poder existian documentos bastantes, para
probar que el capitan general era el primer enemigo de los
intereses de España en Cuba. Aquellas imputaciones, que
bien pudieran ser inventadas por los enemigos del primer go-
bernante, se generalizaron con todo, y se extendieron con esa
velocidad con que suelen propagarse entre nosotros, aficiona-
dos por sistema á acoger sin discusion las censuras contra el
poder; y tanto cundieron por la isla, que no parecia sino que
el general con su silencio autorizaba conscientemente los ru-
mores, ó que, más hábiles los disidentes, pretendian demos-




46 LA.S INSURRECCIONES EN CUBA


tral'lo para hacer á Pintó simpático á su causa y utilizarlo
como instrumento, del desprestigio de Concha. Dudoso fué en
aquella ocasion explicarse aquel fenómeno, y mucho aumen-
taron las dudas al observarse el abandono y la injustificad'3.
torpeza de los delegados del poder, que tenian á su cuidado
dirigir el juicio público por los fáciles y expeditos caminos de
la verdad, en dejarlo pervertir y extraviar de un modo tan
lame~table.


Cuanto hasta aquí queda dicho respecto de las ligerezas
del conspirador de Tolouse, no ignoradas en Cuba, hicieron
sospechar á todos si tendrian algun fundamento las ase-
veraciones de Pintó, que si unos creian sinceras, las consi-
deraban otros producto de una malvada intencion. Mas ya
que para hacer la luz sobre aquel raro suceso no haya traido
aún el tiempo todos los datos necesarios é irrecusables que
el historiador necesita, y mientras la ocasion llega, preciso
será recoger todos los ecos de la opinion pública, confirmados
algunos por escritos no desmentidos, para hablar de un su-
ceso que no puede condenarse al olvido en consideracion al
ruido que hizo en el mundo.


Resulta de la tradicion popular y de los indicados escritos,
que á fines de enero de 1855 presentó un tal Ramos al ge-
neral Concha, á cierto ex-presidiario de Ceuta llamado Gon-
zalez ó Rodriguez, que se decia impuesto en los planes revo-
lucionarios de los conspiradores cubanos existentes en el ve-
cino continente, y que delató, mediante buena recompensa,
los trabajos que sobre la anexion de la isla de Cuba á los Es-
tados-U nidos se estaban practicando por los partidarios que
capitaneaba Quitman, y por los que secretamente extendian
la propaganda en la capital y en otros puntos de la isla.


Aseguróse entónces, y se halla escrito tambien (:33), que el
espontáneo delator Rodriguez ó Gonzalez, sirvió á algunos
presos políticos cubanos que le habian proporcbnado la liber-
tad, y que merecia de los conspiradores toda la confianza, por
cuyo motivo hacia frecuentes viajes á Nueva Orleans llevan-
do y trayendo correspondencia; y estaba tan al cabo de los




CA.PÍTULO r 47


trabajos revolucionarios, que pudo imponer al general Con-
cha de los más minuciosos detalles y darle pruebas. auténti-
cas de la conspiracion que iba á estallar. Reducidos á prision
en los primeros días de febrero, en consecuencia de la denun-
cia, el ex-fraile D. Ramon Pintó, el administrador de la in-
mensa fortuna del conde Peñalver, D. Julian Cadalso, yel
doctor en medicina D. Nicolás Pinelo, se instruyó la causa
de infidencia, que, tramitada rápidamente, se falló el dia 10
de marzo, pidiéndose por el fiscal la pena de muerte para
Pintó y la de diez años de presidio con "retencion y de extra-
ñamiento perpétuo de los dominios de España para Cadalso
y Pinelo respectivamente. Semejante peticion fué revocada
en acuerdo unánime de los vocales del tribunal, por creer
más arreglado á justicia sentenciar á los tres á la última
pena, que por fin sólo sufrió Pintó, á pesar de las vivas ges-
tiones y de las fervorosas súplicas que su familia y numero-
sos amigos pusieron en juego para salvarle.


Mucho se murmuró por el público habanero, desde el mo-
mento en que Pintó fué encerrado en el castillo de la Punta
porel delito de proyecto de conspiracion para hacer la inde-
pendencia de la isla; mucho, y en muy misteriosas iormas,
de los trabajos de investigacion llevados á cabo por el jefe de
policía D. Fructuoso García Muñoz en la casa del reo, donde
recogió de poder de su esposa algunas correspondencias y
documentos que le comprometian y quefuero"¡¿ luego rasga-
dos por mano del general para no conocer los cómplices ni
hacer derramar mas lágrimas, segun sus amigos decian,
enalteciendo sus sentimientos humanitarios: mucho de lo que
dieron que hablar otras correspondencias que se suponian en
poder del defensor Piña, y que no llegaron ciertamente á
producir en la defensa todo el buen éxito que era de esperar
y más tarde en Europa se comentaban como pruebas irrecu-
sables; mucho se dijo tambien de la irritacion que Pintó su-
fria en su calabozo por creerse injustamente acusado; mucho
sobre el cambio de vocales del Consejo que fueran propicios
~ al deseo que parecía existir en el general de acelerar la termi-




48 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


nacían del proceso; mucho de la intervencion que en el asun-
to tuvo sI virtuoso obispo Fleix y Solans, y mucho, finalmen-
te, de los trabajos que para agitar la opinion pública se prac-
ticaron cerca del elemento español más inconsciente y de los
voluntarios recien instituidos, para decidirles en contra del
que se hacia aparecer estrechamente enlazado con los repu-
blicanos, y como agente y principal cómplice de los enemi-
gos de España que en los Estados-Unidos conspiraban para
arrebatarnos á Cuba.


Pero de todo cuanto se hablaba ó escribía con más ó mé-
p.os reserva, acerca de un asunto, en el que nada resaltaba
tanto como el marcado interés en darle ruidosa importancia,
cual se obtuvo haciendo que hasta el asesinato de Castañeda
fuese olvidado; de todo cuanto hizo fijar las miradas del pú-
blico, nada apareció entónces tan perfectamente distinto como
la predilecta inclinacion gubernativa á conducir con toda ce-
leridad á su término el proceso ~ontra Pintó. Convicto éste
de haber conspirado ó de conspirar contra la existencia de la
esclavitud en la isla, fué declarado reo, con gran sorpresa
suya y de cuantos recordaban la política que respecto de las
gentes de .color siguieron los gobernantes anteriores á la re-
volucion de julio; y encerrado en su prision y considerán-
dose víctima de Mios incomprensibles, exclamó varias veces,
desesperado, «que el verdadero conspirador M"a el ,r¡eneral
»Ooncha,» lo cual el gobernante generoso no permitió que
figurara en el proceso, al decir de las gentes, por deberse
atribuir aquellas palabras á desahogos propios de un preso.
Este, á pesar de todo, esperaba que el general, á quien tan
bien conocia, daria en su alma entrada á la conmiseracíon; y
tanto confiaba en esto, que ni áun en la hora postrera creyó
que la sentencia se ejecutaria, esperando del antiguo cariño
de su amigo y confidente el indulto ó conmutacion de la pe-
na fatal.


Equivocóse sin embargo, aquel talento hasta allí tan bri-
llante. El 21 de marzo de 1855 oyó la lectura de su senten-
cia de muerte, y puesto en capilla á las siete de la mañana




CAPÍTULO 1 49


subió al patíbulo á la misma hora del dia siguiente, sufrien-
do por fin la muerte valeroso y resignado al ver que el indul-
to no llegaba. Sus cómplices Pinelo y Cadalso fueron á pre-
sidio, y muchos otros tenidos por simpatizadores de la causa
separatista pasaron á la Península como deportados.


Díjose sin reserva el dia de la ejecucion, que al despedirse
Pintó en ¡;us últimos momentos de algun amigo íntimo, pro-
te"tó de su inocencia diciéndole estas palabras que se repetian
como textuales: «l1fe conduce al pati"bulo el más iJifame ma-
»quiavelismo; la historia me hará justicia y quitará la más-
»cara á mis verdzu¡os, que son los verdaderos traidores y los
»)que me !tan arrebatado villanamente las pruebas de mi ino-
>Jcencia y de su crimen.» Pero tanto se dijo sobre aquel asun-
to, y de tan fantásticas formas y no bien explicados inciden-
tes fué revestido, que todavía hoy, despues de diez y nueve
años, se tiene en Cuba por misterioso y anómalo cuanto en él
pasó. No es pertinente por tanto, y careciendo algunos do-
cumentos de alguna de las condiciones que la historia exige
á los instrumentos irrecusables, apadrinar ciertas afirmacio-
nes relativas á aquel suceso, sino conceder un valor condicio-
nal á la série de imputaciones de que fué blanco el general
Concha por parte de la opinion; y s610 para dar á conocer
cuál era el estado de la de la Habana en aquellas circuns-
tancias, se insertan en la nota (34:), el curioso Piario qne
dejó escrito un observador de las emociones pclr qué pasó el
pueblo de la capital de Cllba en tales días, y lós papeles anó-
nimos é inéditos que al siguiente de la muerte de Pintó circu-
laron allí entre sus adeptos. Quiénes fueran éstos y cnáles
los verdaderos lazos que les unieran, se ignoró por, la gene-
ralidad en aquella ocasion; pues los conspiradores cubanos
que entóncos trabajaban en los Estados-Unidos por la inde-
pendencia y la libertad de su páüia, se abstuvieron de hacer
suya la causa de Pintó, y sólo los posteriores enemigos de
España, desenmascarados despues del levantamiento de Yara,
al tratar de reunir hechos en desprestig-io del nombre es-
pañol, apadrinaron como suyo el de aquel, colocando á la


TOMO Ir 4




50 LAS INSURRHCCIONES E~ CUBA


víctima en el catálogo de los mártires de la libertad de
Ouba (35).


En el manifiesto que la Junta cubana dirigi6 desde Nue-
va-York al pueblo de la isla e125 de agosto de 1855, no ha-
cia aquella agrupacion más que lamentarse de la falta de
cumplimiento de los compromisos adquiridos por el caudillo
expedicionario Quitman, sin atreverse, como se ha dicho, á
contar á Pint6 entre los agentes y principales comprometi-
dos en la revolucion, que estaban allí dispuestos á apoyar á
los invasores (36). Y no se diga que hubiese reparos é incon-
venientes que lo impidieran, cuando la publicidad de aquella
afirmacion hubiera por el contrario sido de gran provecho en
semejantés circunstancias ála causa separatista. El no haberse
probado entónces, ¿patentizaba que Pintó fuera extrañe) á las
maquinaciones filibusteras'? Prueba no hubo sin duJa cuan-
do en el mencionado manifiesto, únicamente yen sentido com-
pasivo, se reconocian sus indudables cualidades dcspucs de
ejecutado, mientras despues de ejecutado tambien, llamábase
her6ico al jóven cuba.no D. Francisco Estramp~::; y se hacia de
él mencion especial en el documento de la Junta, enalteciendo
su patriotismo y confesando paladinamente que fué víctima de
su arrojo al encargarse de introducir un cargamento de armas
en la i::;la, y de levantar á todos los hombres de lajurisdiccion
de BaracCla que pudiese atraer á la causa de la independsn-
cia (31). Si tal recuerdo mereció Estrampes por la contrarie-
dad sufrida en su aventurera empresa, natural y lícito pare-
cia que se hubiese dedicado cuando ménos alguna frase pa-
triótica á la memoria de Pintó; y ni la J unta hizo tanto, ni en
el docllmento dirigido al jJ1/;eblo de Cuba en 20 de setiembre
por D. Domingo Goicouría, se citó su nombre al aludir á Es-
trampes y haci)rle figurar entre lo;; héroes de la independen-
cia de Cllba. ¿,Se hubiera omitido el de Pintó encontrándose en
igual ó en parecido cas)'? (38)


Duramente acusaba Goicouria en aquel escrito á la Junta
Oubana, de la que se declaraba disidente, por su torpe ó con-
fiada gestion en el asunto de las expediciones; y al tratar de




CAPÍTULO 1 51


la conducta del caudillo Quitman y de su moralidad decía,
entre otras cosas, «que no estaban aún en su poder los docu-
»mentos justificativos de los tenebrosos pactos de é'lte, que
»ni la Junta quizá poseia; pero que el hecha del deifalca por
»Quitman era muy notorio y tarde ó temprano las cuentas
»delhanrada caudilla lo sacarian á luz» (3H).


La vituperable conducta del generalluisiano Quitman, sus
indudables prevaricaciones ó mala aplicacion de los fondos
recaudados en la isla por los conspiradores del continente, y
la política preparada 6 casual, pero eficaz, seguida por el ge-
neral Concha, des pues del asesinato de Castañeda y cuando
manifestó creer que su vida y la de muchas personas notables
de Cuba estaban amenazadas; todas estas circunstancias, ro-
bustecidas con las declaraciones patrióticas hechas en el Par-
lamento espauol con motivo de la cuestion del Black IV ar-
riar, como concausas se juntaron para levantar la opinion
nacional en defensa de su decoro, lo cual se consiguió al ha-
cerse públicas las gestiones de Mr. Soulé para anexar Cuba
á los E:; tados-Uni:los , á toda costa y á pesar del compromiso
firmado entre Inglaterra y Francia de no permitir jamás que
la grande Antilla dejase de ser española. Esto, unido á la, ac-
titud guerrera de la primera autoridad de la isla, produjo tal
divísion en las opiniones de los individuos de Junta, que entre
todos de::ltruyeron su obra con la precipitacion que es comun
en tales casos; contribuyendo los propios motivos á que el
gobierno de Washington, hasta entónces benévolo a los di-
sidentes, enfriara su buena disposicion y diera completo
cambio a sus ideas, declarando que no creía conveni:mte fa-
voreC'lr agresiones contra una nacíon amiga, ya que para él
no habia lleg·ado aún la oportunidad de abrir negociaciones
eficaces sobre la cesion de la codiciada presa (,10).


El enfriamiento en el af~cto hasta allí manifestado por el
gobierno de los Estados -U nidos, hácia los que pretendian
aumentar una estrella en la consteJacion de la band2ra ame-
ricana, coincidió con el viaje que, en vista de la marcha de
los sucesos, hizo el citado Quitman á la capital de la Union,




52 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


para conferenciar con el ministro de Estado 1fr. 1farcy, y
áun con el presidente Pierce. Poco tuvieron que agradecer
los conspiradores á la entrevista de su caudillo con aquellos
personajes, que, ó negaron su benevolencia á los planes
de Quitman, ó, pensando ménos caritativamente, porque
todo es posible en la region de los negocios tratándose de
yankees, quizás se entendieron con él á costa de los in-
cautos cubanos. Pero lo cierto fué, que al abandonar á Was-
hington, centro del gobierno, se encerró Quitman en su re-
sidencia de Nueva Orleans, dando motivo con tal retirada y
con la sucesiva frialdad de relaciones con los disidentes, al
citado manifiesto de la Ju,nta Cubana, á las violentas impu-
taciones de Goicouria, y finalmente á la disolucion de aquel
centro revolucionario de N ueva-York, cuyo deshacimiento
no lograron contener las travesuras, ni la incontinencia di-
plomática de aquel 1fr. Soulé, representante de los Estados-
Unidos en Madrid, que tanto se distinguió por su carácter
levantisco en las llamadas conferencias de Ostende (41). Para
inclinar al gobierno español á la venta ó cesion de la isla de
Cuba, gestionó en aquella época Soulé tanto como hoy se
mueve, alIado de los radicales españoles, el representante
1fr. Sickles, y aunque más hábil, si bien tan activo como éste,
se vió obligado ante la nueva actitud que tuvieron que guar-
dar los Estados-Unidos en presencia de la del gobierno es-
pañol y del pueblo leal de Cuba, á dimitir su cargo; no sién-
dale posible hacer otra cosa, al desaprobarse muchas de las
indicaciones en cuyo triunfo fundaba él el prestigio que algun
dia le elevase á la presidencia de la república, á que aspiraba,
por los mismos medios que, violentando un tanto la interpre-
tacion de las leyes federales, le elevaron á los altos puestos
politicos que desempeñó en los Estados-Unidos.


Con la separacion de Soulé, el fracaso de los trabajos de la
Junta C'ubana y las medidas que el general Concha adoptó
despues de la ejecucion de Estrampes, ocurrida á poco de la
de Pintó, perdieron gran impOl·tancia los asuntos políticos y
se abrió paso la nueva vida administrativa iniciada por la




CAPÍTULO 1 53


primera autoridad. A ésta le tocó entónces recoger el fruto
debido á sus medios de gobierno, mereciendo por su acierto
que las Córtes declararan al gtmeral Concha benemérito de la
pátria y que la reina, por aquel y otros servicios posteriores,
le concediera el título de marqués de la Habana (42).


Una de las primeras medidas político-administrativas con
que aquel general inauguró el año 1855 y cuando más temor
le inspiraban los disidentes, fué la del lO de febrero, en la que
al recordar la observancia del bando de buen g0bierno, en
todo lo relativo á la portacion de armas blancas y de fue-
go (43), restringia un tanto la legislacion vigente, y concen-
trando en la primera autoridad el ejercicio de la gracia,
aumentaba robusteciendo la suma de su influencia. tan con-
veniente en circunstancias peligrosas. Pero semejante res-
triccion se hizo innecesaria tan pronto como se apaciguaron
los recelos de la isla, con el decaimiento de los revoltosos de
Nueva-York, mistificados por Quitman y abatidos por la
desgracia de SouIé; sin embargo de que mucho pudo contri-
buir á consolidar la paz pública interior, el presentarse la
cuestion internacional que siguió á aquellos sucesos. Fué
ésta consecuencia de las perturbaciones que á principios de
agosto se promovieron en la república de Méjico, con motivo
de haberse concertado los partidos políticos extremos, contra
la continuacion en el mando del presidente D. Antonio Lopez
de Santa Ana.


Con mucho acierto tambien procedió en aquella ocasion el
general Concha enviando á Veracruz, donde las pasiones se
mostraban muy irritadas, fuerlas marítimas para proteger á
nuestros súbditos y prestar hospitalidad á las personas que,
por haber tomado parte en los acontecimientos, la necesita-
ran. y tan eficaz y oportuna fué indudablemente aquella
proteccion, para los que huyendo de la anarquía buscaban
amparo, que hasta el repudiado presidente de la república,
Santa Ana, pudo utilizar el apoyo que generosa, cual siem-
pre, le ofreció su primera y por él mal reconocida pátria;
salvándose por tanto de las agresiones de aquellos de sus go-




54 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


bernados que tan mal le querian, y que á sus sacrificios
como gobernante se manifestaban tan ingratos, si cabe. cual
ingrato fué él con el pueblo español, á quien debia su posicion
y nombre.


Protegido por el pabellon que un dia dió la ley al mundo,
se trasladó á la Habana aquel general, que tanto daño hizo
á España, su verdadera pátria, cuando las torpezas de O'Do-
nojú nos arrebataron los ricos territorios donde conquistó su
celebridad el gran Cortés. Pero la magnánima nacion que
entre sus mejores timbres de gloria ostenta, con más espíritu
humanitario que conveniencia política, el lema de olvidar los
agravios del ingrato, alargando entónces la mano al desva-
lido, cerró Jos ojos para no ver al adversario, si bien pudo su-
poner que la proteccion en tales circunstancias dispensada á
los enemigos de nuestros intereses en Méjico, influiria direc-
tamente en contra de los españoles residentes en aquel bello
país. Y tanto sucedió esto, que poco despues se vió el gobier-
no de España obligado en defensa de su honra á cometer,
durante el mando del sucesor de Concha en Cuba, la impru-
dencia de gastar lo que no permitia el estado del Tesoro, en-
viando fuerzas navales y un ejército al mando del general
Prim, para pedir satisfaccion y unas reparaciones que éste no
tuvo por conveniente llevar adelante, por fortuna para nos-
otros cuanto por desgracia para la Francia, cuyos mariscales,
encargados de erigir un imperio, tan mal supieron imitar á
los grandes capitanes del siglo de oro de la milicia espa-
ñola (44).


Coetánea á la disposicion sobre el uso de armas, dictó el
general Concha otra en el mismo mes de febrero de 1855 de-
clarando en estado de sitio la isla, y bloqueadas sus costaR y
aguas litorales. Acto de tal naturaleza, siempre importante
y ruidoso en los pueblos mercantiles, lo fué más en aquellas
circunstancias, por no verse síntomas de inmediat::ls graves
trastornos; pues si la primera autoridad de Cuba abultaba la
importancia de los preparativos de la junta de N ueva-York,
16S agentes consulares extranjeros, mejor enterados de ordi-




CAPÍTULO 1 55


nario que nosotros mismos de los asuntos internacionales que
nos atañen, conocian mlly bien la flaqueza en que aquellos
conspiradores se hallaban y lo fácil que al gobernador de
Cuba le seria desbaratar sus planes dentro de la isla, y des-
truir sus expediciones en el caso de presentarse. En conse-
cuencia de tal apreciacion, comunicada pOI' los cónsules á sus
respectivos gobiernos, hubo reclamaciones muy fundadas de
parte de la Inglaterra al gobierno español, durante las cuales,
si el general Concha ganó tiempo para tener la isla en per-
fecto pie de guerra, mientras seguian las actuaciones que
llevaron al suplicio á Pintó y Estrampes, tuvo luego que re-
conocer su ligereza ó excesiva smlpicacia levantando el blo-
queo, tan extemporáneamente decretado, en la misma injus-
tificada forma con que lo acordó (45).


Los disidentes cubanos de los Estados-Unidos, que en las
alocuciones y manifiestos de su Junta proclamaban la libertad
y la independencia de Cuba, tenian ya en la época de que se
trata simpatizadores en la isla, intencionados unos é incons-
cientes otros, que con el hipócrita aspecto y denominacion de
'J'eff)rmistas, se dirigian al mismo fin que aquellos, aunque
con paso más lento y seguro y con menor espontaneidad. Im-
buidos ó acordes con tales reformistas y animados del deseo
de estrechar la union y concordia entre insulares y peninsu-
lares, elevaron éstos exposiciones á la reina y á las Córtes en
diciembre de 1854, en las que, aceptando en todas sus ma-
nifestaciones el sistema de gobierno establecido por el general
Concha y con el propósito de librar á la isla de p~ligros yele-
varla al grado máximo de pr03peridad, encarecian la conve-
niencia de reorganizar la administracion civil y económica,
reformar la municipal y los aranceles, y adoptar m~didas que
levantaran una barrera insuperable, contra los ambici0sos que
tendian á separar aquel rico territorio de la nacionalidad es-
pañola. Aquellas peticiones y otra que en 2.'3 de marzo de 1855
redactaron los cubanos, pidiendo tambien reformas, fueron
apadrinadas por el general Concha. ¿No habían de serlo hala-
gando la intemperante tendencia reformista, que era su fla-






56 LAS INSURRECCIONES EN CUllA


co, y convenciéndole los firmantes de que era aquel el más
político medio para librar á Cuba de peligros y la más acer-
tada forma de quebrantar los ódios y de abrir ancho camino
á la prosperidad futura'? (46) La credulidad del general Con-
cha y lo dócil que se prestó á apadrinar á los que sólo preten-
dian dar el primer paso, seguros de que lQs siguientes les
conducian directamente á la independencia, fué sin duda el
orígen de los males presentes. Consecuencia de ello debian ser
las exigencias cada dia mayores, cual lo fueron; y necesidad
ineludible en los sucesivos gobiernos españoles, el tener que
llegar de concesion en concesion al peligroso punto de reunir
la Junta informativa y al impremeditado propósito de inten-
tar la asimilacion de la colonia á la metrópoli. Si Concha par-
ticipaba de la opinion de los que querian para las posesiones
ultramarinas leyes especiales, ¿,por qué no dirigió sus trabajos
á un fin tan conveniente por camino más directo?


Inhábil estuvo sin duda como autoridad al apadrinar tales
exposiciones, porque si peligrosas habian sido las propuestas
de reformas en otros tiempos, mAs lo eran en aquella ocasion,
en que recientes las notas un tanto amenazadoras de Soulé,
parecia ceder á ellas; á la vez que demostraba no interpretar
con gran acierto las manifestaciones políticas que iba ya in-
dicando el gabinete de Washington, y se tradujeron unos
meses más tarde, en las concesiones que por instigacion del
presidente Mr. Pierce hizo el ministro de Estado Mr. Marcy,
al dirigir la nota que produjo la renuncia de aquel bullicioso
representánte. Pero al general Concha le halagaba tanto lo
que tendia á reforma, lo que le diese nombre y satisficiera su
amor propio; tanto preferia lo que le presentase ante la opi-
nion identificado con los espíritus revolucionarios del bienio,
ó más bien con los funestos reformadores que con el nombre
de economistas empezaban á darse á luz, y tanta fé tenia en
la bondad de su polít.ica, que no quiso meditar en los peli-
gros que entrañaba, no supo prever que su empírico sistema
envolvia la muerte de las grandes libertades coloniales, con-
cedidas por las leyes de Indias, ni conoció que al prohijar




CAPíTULO 1 57


con sus reformas los principios autonómicos modernos, que
directamente conducian á la independencia, prescindia de
aquella autonomía suave y tranquila que la legislacion es-
pañola llevó siempre á sus posesiones alejadas de la m~trópo­
li. ¡Cuánto más acertado y sábio no hubiera sido preparar
la opinion para esta clase de autonomía, que más tarde con-
virtiese á Cuba en un Canadá perfeccionado, ántes que en
una sucursal yankee! El general Concha se equivocó como en
otras muchas cosas, y hoy se lamentará sin duda por lo que
con su política :contribuyó á preparar la situacion triste en
que actualmente se halla nuestra grande Antilla.


Desvanecidos los amagos de alteraciones en la tranquili-
dad, con el lisonjero cambio que en la opinion pública se ha-
bia experimentado, merced á las disposiciones por él toma-
das segun manifestó al ministerio, y deseoso aquel general de
enterarse al pormenor por sí mismo del verdadero estado
de los asuntos en las diferentes jurisdicciones de la isla, salió
de la Habana el 20 de febrero de 1856 con direccion al de-
partamento Oriental, dejando encargado del mando durante
su ausencia al segundo cabo D. Joaquin del Manzano. Los
resultados satisfactorios de aquellaexcursion no se conocie-
ron ciertamente en el momento, pues mal pudieran calificar-
se así, las concesiones de cruces y gracias que á su regreso
se otorgaron á varias personas notables (47); ni debió ser
efecto de la visita el número de expediciones negreras que
aquel año desembarcaron en las costas de la isla (48), ni el
desarrollo del bandolerismo en los campos, que más tarde le
obligó á dictar los famosos bandos sobre somatenes, de que se
hablará á su tiempo. No fué en verdad aquella sino otra de
las muchas é infructuosas visitas que en los tiempos pre-
sentes han girado los capitanes generales, para ser obsequia-
dos con giras de campo y fiestas onerosas á los contribuyen-
tes, y para distraer del trabajo ordinario á los que, movidos
de la curiosidad ó del deseo de holgar, lánzanse sobre las
grandes poblaciones, ansiosos de los goces que jamás se des-
deñan por los habitantes de las zonas cálidas.




58 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


De t'egteso á la Habana, el general Concha, que al decir
de alguno da los que han historiado su mando, no pertene-
cía á la escuela ele los que proclaman respeto á la autoridad
y responsabilidad de las autoridades, sino que tenia por
máxima la infalibilidad del que manda, pretendió que se le
rindiese una verdadera adoracion, cegado quizás por las ova-
ciones de que habia sido objeto en los pueblos del interior, ó
exaltado su amor propio por un deseo de fama y de nombre
histórico, tan exagerado como impertinente (49). Tal lo
demostró al promover ó consentir allí la revolucion económica
cuyas funestas consecuencias todavía hoy entristecen.


Hasta 1857 habia ido la fortuna pública desarrollándose
en la isla en rápido progreso. El alza de sus frutos agrícolas,
la creacion del B:1nco (50) como gérmen de riqueza, y la ac-
tividad de tódos, levantado habia el país á su mayor apogeo
comercial y hasta á la plétora de riqueza. «Fué consecuen-
»cia de esta supsrabundancia,» dice el autor de los NUEVOS
PELIGROS DE CUBl, «el que se pensase por muchos aumen-
»tarla, buscándole canales y salidas en la improvisacion de
»sus individuales proyectos;» y fin funesto de tal aspiracion
fué tambien la tendencia del general Ooncha á alentar la
creacion de nuevos Ba.ncos y de las sociedades (51), que mala-
mente intervenidas, trajeron, cual era de esperar, el ágio y
la desconfianza, desconocida hasta ent6nces en las importan-
tes plazas mercantiles de la grande Antilla. Favoreciendo la
primera autoridad la creacion de tantas sociedades inventa-
das por los agi':lti"tas, fué el mayor estimulante para que el
público se dejai!e engañar de éstos, y tal favor se demostró
más de una vez en la prontitud con que aquellas se autori-
zaban en determinados momentos, segun afirma otro escritor
coetáneo á aquellos hechos (52); si bien al tocarse portados la
gravedad del mal, hubo en aquel gobernante conatos de re-
presion. No fueron estos sin embargo un medio defi nido de go-
bierno, corno se vi6 claramente en el decreto de julio de 1857,
en el que, «con el fin de impedir la inundacion de semejantes
»proyectos, se prohibia abrir listas para la suscricion de ac-




CAPíTULO 1 59


llciones en nuevas sociedades, sin solicitar y obtener del go-
»bierno supremo el prévio competente permiso,» lo cual fuera
una transaccion razonable con lo que las circunstancias
aconsejaban si no se hubiese concedido permiso para la or-
ganizacion de otras (53). Pero de todos modos, pudo consi-
derarse tardía y extemporánea semejante precautoria medi-
da, puesto que el fin del mismo mes estalló ya la catástrofe, y
el caos dominó en aquel mar de riqueza donde se vertieron
más de ciento ochenta y siete millones de pesos de:3embol-
sados.


Tras de tanta confusion, y como obligada consecuencia,
asomaron lUf~go las pavorosas crísis, inclusa la monetaria
que todavía lamenta Cuba; porque complicadas á poco con
las aventureras empresa's de Méjico y de Santo Domingo,
con las torpezas económicas que siguieron, y con la in sur-
reccion de Yara, crearon la lamentable situacion en que hoy
la isla se encuentra. ¿Puede negarse, por tanto, la responsa-
bilidad que sobre el general Concha recae, si no como inicia-
dor directo, por haber provocado con su falta de tacto los
males presentes'? Y no sólo con aquellas imprudencias se
prueba esto, sino con el mal uso que hizo á la vez de los re-
cursos del presupuesto, cual se vió al remitir al Tesoro de la
metr6poli, jamás desahogado, 3.352.145 ti. pesos en 1856,
cuando no pasaban los sobrantes de 1.044.824, habiendo
hecho lo mismo y en igual ó mayor proporcion desde 1855 á
1859, Y con tal exceso, que en este último año elevó la rcmi-
sion á 5.69:3.770 pesos, cuando no estaba aún la crisis con-
jurada, y era altamente impolítico y hasta punible debilitar
los elementos mercantiles en los precisos instantes en que
mayor nutricion necesitaban para no languidecer. Cerca de
veinte millones de duros libró á la Península el g'eneral Con-
cha, de Jos ochenta y dos que desde 1823 Ú 1866 pasaron
del Tesoro de Cuba al de la metrópoli, y mientras, ¡carecia la
isla hasta de una carretera central! (54.)


Paralela á la económica se desarrolló la crísis política, án-
tes apuntada, que en vez de apaciguar pronunció más la opi-




60 LAS· INSURRECCIONES EN CUBA


nion sensata contra el que bien puede llamare.e sistema impo-
lítico del general Concha, quien desatentado mantuvo en
continuo choque los sentimientos de lealtad de los cubanos con
su apasionamiento exclusivista. Por este mal camino llegó al
extremo, no s?lo de deportar á la Península personas de espa-
ñolismo acreditado, sino de presentar al gobierno como sospe-
chosos algunos peninsulares muy dignos, por el grave motivo
de atreverse á emitir censuras por sus torpezas gubernati-
vas (55) ó sus arbitrariedades, así en detalles administrati-
vos, cual el del uso y aplicacion de negros emancipados, como
en todos aquellos actos en que los enemigos de nuestro nom-
bre en América encontraban armas muy poderosas para des-
acreditarnos.


Una de las medidas más ruidosas 'en los últimos tiempos del
segundo mando del general Concha en Cuba, fué el famoso
bando de 4 dejunio de 1858 relativo á los somatenes. Verda-
deramente que si no esta ú otra ménos extraña disposicion, era
ya preciso adoptar alguna sobre asunto tan vital, pues la
primera autoridad, durante el tiempo en que preocupada en
sus funestas reformas á ellas dedicaba toda su atencion, dejó
crecer tanto el bandolerismo, que el escándalo y la inseguridad
en los campos llegó al punto de tener los propietarios que re-
fugiarse en los poblados para librar sus vidas (56); dejando á
ladrones y asesinos que á su antojo dispusieran de las fincas
rurales. Semejante trastorno pudieron conjurarlo los milita-
res en aquellos distritos que recorrian con sus columnas,
donde, como en otros ternpos, no encontraban nunca más que
monturas (57); pero no alcanzaron igual resultado los so-
matenes, que sobre trastornar las costumbres de los campos,
fueron ineficaces, cuando no perjudiciales. Con frecuencia
ocurria que los mismos bandidos daban la voz de alarma en
una hacienda vecina á la que trataban de asaltar; y como, se-
gun la disposicion de la autoridad, debian todas las dotaciones
acudir inmediatamente al punto comprometido, dejaban, al
obedecer tan impremeditado mandato, indefensos sus propios
intereses y á los malhechores en libertad para cometer sus




CAPÍTULO I 61


depredaciones. De aquella órden del general Concha, califica-
da con frases poco suaves por la generalidad de los habitantes
de Cuba, que cuando ménos la trataban de absurda, se ocupó
hasta el f3enado español, y por la prensa peninsular de todos
los matices se condenó tan acerbamente (58), que obligaron al
innovador capitan general de Cuba á suspender su ejecucion,
como ya lo habia verificado en otras disposiciones poco acer-
tadas.


No es el propósito del autor, al resumir el mando del ge-
neral Cmlcha en la grande Antilla, hacérse eco de los que tan
crudamente le han censurado. Basta con lo dicho para probar
que no fué su administracion tan acertada cual sus adeptos
han proclamado en todos los tonos de la lisonja, sino bas-
tante funesta á los intereses de España en América y contra-
ria esencialmente al afianzamiento de los vínculos y al des-
arrollo del cariño á la madre pátria; pues ni en los hechos
apuntados pudieron los españoles tibios encontrar motivos de
aplauso para el representante de la metrópoli, ni les fué po-
sible tampoco mostrar su aquiescencia en los asuntos relati-
vos á las reparaciones del muelle de la Habana, á la cons-
truccion del ferro-carril de Regla y Gllanabacoa á Matan-
zas, inaugurado en junio de 1858 (59), á la formacion del
caserío el Carmelo, al aumento de los impuestos, á los exor-
bitantes gastos hechos en los telégrafos y faros. ni á otras
obras públicas en que la estrechez de miras en el detalle,
oscurecia la bondad de la idea primordial.


Ménos dignas de aplauso fueron las preferencias en su tra-
to con las gentes visibles de la isla, en las que, prescindiendo
á menudo de los deberes del gobernante, dejábase arrastrar
por el carácter del hombre, atrayéndose sin justificacion unas
personas á otras con perjuicio de la fusioll entre peninsulares
y cubanos; eternizando así las reprobadas camarillas, fo-
mentando las desavenencias y hasta los ódios de clase y de
procedencia y dando orígen á divisiones trascendentales. Es-
to. unido á las absurdas disposiciones sobre la cuestion de
snbsistencias, á los enormes gastos de poli<;ía que dieron




62 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


márgen á la terrible acusacion formulada en el Parlamen-
to español por el senador Vazquez Queipo (60) y á los ex-
clusivismos que constituian el fondo de su sistema políti-
co, ¿podia prometer algo satisfactorio para el porvenir'? Es
cierto que algunas mejoras materiales, hijas de la civiliza-
cion más que de su propia iniciativa, como el establecimiento
de sellos de franqueo, señalaron con buen recuerdo el segun-
do mando del general Concha en Cuba; pero en cambio la
contribucion impuesta sobre las costas procesales, la trasla-
cion de las 'escribanías desde el piso bajo del palacio, que
produjo la pérdida de muchos importantes expedientes, y
otras disposiciones debidas al capricho, más que al buen
sentido, dejaron triste memoria, cual la dejó de sus últimos
tiempos y cuando al creerse relevado por los cambios políti-
cos de la Península, consintió con excesiva blandura el ejer-
cicio de su industria á los fraguadores de alarmas y de cons-
piraciones que tan buena cosecha prometian y proporciona-
ron á los que las explotaban. Tambien es cierto que en aquel
período se aumentaron las rentas, aunque á costa de recar-
gos y de contri bllciones debidas á la arbitraria voluntad del
capitan general; pero en cambio los gastos iban al mismo ó
á má" ligero paso que los ingresos, pues no parecia sino que
se evaporaban segun eran absorbidos, desapareciendo rápi-
damente cuando no en cubrir atenciones facticias, en formar
las remesas fabulosas que para saciar la insaciable sed del
Tesc))'o de la metrópoli se remitian indebidarnt:mte.


IncLllsable en innovar aquel reformador sin fortuna, hasta
intentó introuucir en la isla, por consejo de sns amigos ínti-
mos, la momJa de cobre, teniendo que desistir de su propó-
sito en prélsencia de la ad versa actitud de la opinion pública,
que así en este proyecto como en el de aplicar la ley de pa-
p~l s211a10 á los libros del comercio, s~ declaró ostensible-
mente contraria á su autoridad y la contuvo.


Todas aquelJas mudanzas y la apasionada política del ge-
neral Conch'1, trastornaron tanto y en tal situacion pusieron
á la isla de Cuba, que segun decía en 1858 un inteligente




CAPÍTULO 1 63


publicista peninsular, que por residir muchos añoa allí cono-
cia á fondo todos sus asuntos (61), el general que tuviera que
relevar al que ya se titulaba marqués de la Habana, recibiría
la poco agradable herencia siguiente:


1.0 Un presupuesto en el que los gastos eran positivos y
los ingresos imaginarios en parte, cual lo probaba el déficit
de 440.026 peso~ 1 real, que á principios de 1858 arrojaban
los estados de recaudacion, comparados con el presupuesto
respectivo, y un aumento de 5.138.431: pesos 5 t/,., sobre la
suma á que dichos gastos ascendian al tomar posesion del
mando aquel general en 1854.


2.° Exhaustas las cajas del Tesoro, que al ingreso de don
José de la Ooncha contenian 2.309.3 [8 pesos 2 t /2 reales, y
en el mismo estado las de los cuerpos del ejército, ántes bien
repletas.


3.° Oobradas ya algunas obligaciones no vencidas, con
gran detrimento de los ingresos posteriores.


4. o En el último extremo, si no agotado, el fondo de e:nan-
cipados que, al tomar posesion del mando el citado general
en setiembre de 1854, contaba una existencia ,de 79.772 pe-
sos 5 reales.


5.° Agravado el país con vários impuestos nuevos.
6.° Provistos los almacenes de ropas y objetos de lujo por


dos ó tres alías, con gran perjuicio de los ingresos futuros.
7. ° D~preciados los frutos de la isla, que fueron la causa


de la decantada prosperidad durante el mando del general
Concha.


8. 0 Extendida la desconfianza en todas las esferas socia-
les, como cunsecuencia de la ímpremeditacion con que mu-
chos se lanzaron á especulacienes que les eran desconocidas,
y generalizado el retraimiento que habia sucedido al mal in-
terpretado espíritu de asociacion.


9.° Quiebras inminentes y numerosas como consecuencia
de aquellas poco meditadas operaciones, á las que se agre-
garían luego las que la mala fé combinara en tales CIrcuns-
tancias. ~'1io-"'~''"' )~~;;~ ~""y-<o\V- "'"J'


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64 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


y finalmente, encontraría en Cuba, como legado triste, el
sucesor de aquel general, halagados á unos, descontentos á
otros y á todos recelosos.


Con estas condiciones fué á tomar posesion del mando de
la grande Antilla el capitan general de ejército D. Francisco
Serrano y Dominguez, conde de San Antonio.




CAPÍTULO Xl.


1. Mando de D. Francisco Serrano.-Su recibimiento y simpatías
en la opinion.-Enfriamiento del afecto público al presentar su
plan político reformista.-Visita al interior de la isla.-Preferen-
cias concedidas á los criollos.-Respuesta de estos.-El comité
español y los comités reformistas.-Proyectada contribucion di-
recta.-Estado del Tesoro.-Emision de bonos.


n. Reincorporacion de la parte española de la isla de Santo Do-
mingo.-Causas que la precipitaron.-Intervencion del general
Serrano en este asunto.-D. Pedro Santana.-Apresuramiento
del gobierno de la metrópoli y desacertada política.-Cómo recibe
España aquel suceso.-Funestas é inmediatas consecuencias de
la política española en la isla anexada.


lII. Ligera reseña de nuestras diferencias con :M:éjico.-Acuerdo
entre España, Francia é Inglaterra.-Oonvenio de Lóndres.-En-
vio á Méjico de una expedicion.-Posesion de Veracruz.-Prim
general en jefe.-Su llegada á la Habana y á Veracruz.-Desem-
barco de las tropas francesas.-Primera conferencia de los pleni-
potenciarios.-Actitud reservada de Prim.-Comisionados cerca
de Juarez.-Contestacion de éste.-Intérnanse las tropas en el
país.-Viaje á la Habana de Gasset y otros expcdicionar ios.-Mi-
ramon en Veracruz, su prision y reembarco.-Convenio de La
Soledad.-Discordias entre los aliados. - Conferencia del 9 de
abril.-Ruptura de la coalicion europea.-Retirada de los espa-
ñoles é inglcses.-Actitud de los conservadores mejicanos en
Europa.-Mal efecto que en Cuba produce ln conducta de Prim.
-Resolucioll de Serrano.-Regreso de las tropas.-Prim an la
Habana.-Juicio sohre su conducta.


IV. Triunfos dc los reformistas cubanos.-Muerte de Luz Oaba-
llero.-Disgusto que producen en los cspaña les las complacen-
cias de Serrano con tal motivo, y aplauso que la autoridad recibe
de los reformistas.-Principio de la guerra de los Estados-Uni-
dOS.-Relevo de Serrano, y obsequiosa despedida.-Juicio sobre
su mando.


r.


El general D. Francisco Serrano, que con el valor poco co-
mun demostrado en los acontecimientos de julio de 1856, co-
operó en alto g'radoádesbaratar los planes de los más volubles


TOMO II 5




66 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


progresistas del bienio, que, incitados por los, escasos pero
atrevidos demócratas de las Oonstituyentes, se rebelaron con-
tra la régia prerogativa, dando al país el primer ejemplo de
lo que es una Oámara desobediente convertida en Convencion;
aquel general, brazo predilecto de D. Leopoldo O'Donnell, y
uno de sus siete hombres de corazon, obtuvo en premio á los
señalados y eminentes servicios prestados en aquellas jorna-
das, para el pronto y difícil triunfo de la ley y del órdeo, el
empleo de capitan general de ejército, y poco despues el en-
vidiado é importante cargo de embajador de España en Paris.
Pero el valiente militar, aunque representó dignamente á la
nacionespañola en Francia, desde el i5 de setiembre de 1856
al 20 de junio de 1857, no se encontraba allí en su verdadero
elemento. Tanto por esto, cuanto por otras circunstancias, y
entre ellas la muy decisiva de no estar enteramente conforme,
ni poder bien avenirse con las exigencias políticas de aquel
ministerio Narvaez-Nocedal, que subrepticiamente habia
arrebatado el poder á sus amigos, los unionistas, se vió el
general Serrano obligado á renunciar el puesto diplomático y
á pedir su cuartel para la Península.


Llevado de nuevo al gobierno D. Leopoldo O'Donnell,
en 28 de junio de 1858, para contener sin duda la precipita-
da disolucion política, debida al poco acierto y menor fortuna
del elemento moderado, que por torpeza mandó entónces un
año solamente, y conferida tal vez al conde de Lucena la mi-
sion de contener el desprestigio que el poder irresponsable iba
adquiriendo con los continuos cambios y modificaciones mi-
nisteriales, realizó la suya el jefe de la union liberal, con la
base del eminente estadista D. José de Posada Herrera. Ani-
mado del propósito de asegurar á su partido una vida en el
gobierno tan larga como la necesidad aconsejaba que fuese,
para fijar rumbo á las diversas aspiraciones políticas y para
desarrollar principalmente el programa de 1854, ya acepta-
do por la opinion en lo que se referia á la práctica verdadera
del sistema representativo, tuvo preci,lion O'Donnell de apro-
vechar cuantos elementos pudieran contribuir á su objeto, y




CAPÍTULO II 67


de atraerse á la agrupacion vicalvarista todas las personas
importantes que con más brillo sirvieran los cargos de con,...
fianza. Apareciendo entre ellas en primer término D. Fran-
cisco Serrano, Si} acordó concederle desde luego el que le cor~
respondiese, y no siendo ya posible conferirle un puesto diplomá-
tico, despues de haber desempeñado la embajada de París, le
propuso por tanto, el ministerio, destinarle á la capitanía
general de la isla de Cuba, á pesar de su elevada categoría
en el ejército. No pudo sin embargo verificarse esto inmedia-
tamente,porque D. José de la Concha, aunque debia el ejer-
cicio de aquel mando á medios puramente políticos, demos-
tró gran docilidad al adaptarse á los principios y plegarse
á las exigencias de todas las situaciones que en cuatro años
se habian sucedido en España, inclusa la de Narvaez-Noce-
dal, tan parecida á la que él contribuyó á derribar en 1854;
y creyéndose por otro lado indispensable allí, manifestó muy
poca disposicion á abandonar el puesto. Hubo, empero, que
comprender al fin, hasta dónde llegaban los compromisos de
la nueva política nacional, y entónces dirigió al gobierno la
renuncia de aquel mando, al que tanto cariño le tenia.


S610 de esta manera pudo en tal ocasion premiarse al
general Serrano, quien, des pues de un año de mini,sterio unio-
nista, veia ya un tanto desatendida su alta clase, como olvi-
dadas estaban otras personas importantes adheridas á aquel •
órden de cosas, al que á menudo creaban embarazos, por no
disponer el gobierno de todo cuanto necesitaba. Estas necesi-
dades políticas y las noticias que se tenian del estado en que la
intemperancia ó apasionamiento del general Concha habia
puesto á los habitantes de la isla de Cuba, movieron doble-
mente el deseo de O'Donnell de enviar allá al conde de San
Antonio, cuyo carácter conciliador se prestaba como una ver-
dadera garantía y su per~na cual la más dispuesta y á pro-
pósito para desempeñar airosa la mision un tanto dificil de
unir voluntades, cortar diferencias y borrar la línea divisoria
entro el elemento español partidario del statu qua, compuesto
en su mayoría de peninsulares, y el partido reformista 6 libe-




68 LAS INSURRECCIONES EN CUBA
.


ral, en que figuraban los cubanos, ménos buenos españoles.
Aquellas agrupaciones, inspiradas en una intransigencia des-
medida, hacían temer peligros para España en un porvenir
más ó ménos remoto y conflictos que urgiaevitar á toda costa.


El conocido carácter dulce y condescendiente del general
Serrano, animó en tal ocasion á los cubanos que residian en
España, por conveniencia ó como expulsados de Cuba, á acer-
cársele y recomendarle para su país la política expansiva que
ellos deseaban en la grande Antilla. Mucho les facilitó el ca-
mino para llegar á su objeto la misma esposa del general, hija
de allá y unida estrechamente á ciertas familias cubanas, no-
tables entre los que con el nombre de reformistas pretendian
monopolizar el favor de las primeras autoridades, quizás para
disponer los ánimos en pró de la anexion á los Estados-Unidos
ó de la independencia de la isla en que soñaban. Halagado el
electo capitan general de Cuba por aquellos hombres que te-
nian á su disposicion las columnas de ciertos periódicos y la
palabra de conocidos oradores, no pudo mostrarse sordo á sus
indicaciones liberales. ¿Y cómo desdeñarles, si con gran ha-
bilidad le demostraban la conveniencia de ensayar en la
grande Antilla, aquellos principios que habían impulsado á
Serrano en los primeros pasos de su vida política'?


Enviando estaba España sus primeras tropas al Africa, pa-
ra hacer comprender al emperador de Marruecos lo peligroso
que era faltar á la fé de los tratados con una nacion goberna-
da por hombres dignos, como afortunadamente estaba entón-
ces la española, cuando el conde de San Antonio, que de buen
grado hubiese acompañado á nuestro valiente ejército para
compartir con él los laureles que iba á conquistar, tuvo que
despedirse de los soldados que alegremente,cordan á la guer-
ra, y dirigirse al puesto que en América se le habia confiado.


Era el mes de noviembre de 1859 cuando el nuevo capitan
general llegó al puerto de la Habana. Aquellos habitantes,
fanáticos cual siempre en su amor á la patria y seducidos por
las muestras de consideracÍon qué el gobierno de la metrópoli
le,:; dispensaba, enviándoles por primera autoridad una per-




CAPÍTULO II 69


sana de tan honrosos antecedentes, tan brillante historia mi-
litar y tanta influencia en el partido que á la sazon gober-
naba, cual era D. Francisco Serrano, le recibieron no sólo con
la ostentacion allí usada, sino demostrándole el mayor cariño
y consideracione~. Cariño que él supo aumentar desde los pri-
meros momentos prodigando su natural y conocida franqueza
en el trato y sus formas sencillas, tan preferidas por los pue-
blos, cuando la persona que las usa no se violenta ni se ex-
pone á que se la tache de trivial. Los paseos que con frecuen-
cia daba por las calles sólo ó de un ayudante acompañado; la
facilidad de entrar en los salones de su pal~cio sin aquellas
fórmulas autoritarias que tan del agrado fueron de su antecesor ,
y la confianza usual que á primera vista dispensaba, fué mo-
tivo para que las simpatías de los gobernados, manifestadas
desde el momento en que tomó pJsesion, se convirtieran pron-
tamente en verdadero aprecio. Yeso que el general Serrano
tuvo que pasar por la contrariedad de sufrir bastantes dias la
presencia de D. José dela Concha, quien, faltando álas conve-
niencias de la costumbre hasta allí seguida, usó de gran par-
simonia y procuró alargar cuanto pudo los preparativos de su
viaje de regreso; conducta que censuraron muchos periódicos
americanos y condenaron acerbamente aquellos de sus ad ver-
sarios, que no echaban á buena parte las numerosas visitas de
despedida que á lai> personas más notables y acomodadas del
país hizo con su familia. ¡Tal era el apego qUtl al dulce man-
do de Cuba manifestó aquel general y tanto su sentimiento al
abandonar sus dulzuras!


Embarcóse por fin, y libre D. Francisco Serrano del que
era un verdadero estorbo para el desarrollo de su plan de go-
bierno, dió el primer paso en la política que trataba de ensa-
yar, nombrando una comision compuesta de cuatro peninsu-
lares, personas respetabilísimas y de la particular estimacion
de su antecesor, para que le informaran sobre las necesidades
del país. .


El criterio de aquellos comisionadosfué tal, que indica-
ron en su informe la idea, á la sazon absurda, y encare-




70 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


cieron la necesidad de que la isla eligiera cuanto ántes di-
putados que la representaran en el Parlamento español, á
cuya idea se adhirió Serrano y, reconociendola conveniente,
10 manifestó así al gobierno de la metrópoli (1). Pero enterados
oportunamente de cuanto se tramaba contra los intereses co-
loniales, la mayoría de los peninsulares y otros muchos de
los cubanos importantes de la capital, que creian inoportuno
aquel paso de la primera autoridad, se pusieron de acuerdo
para meditar acerca de los ensayos políticos qUé se disponían;
y para prepararse ante las eventualidades que pudieran sur-
gir, formaron, por indicacion de D. Francisco Ventosa, un
comité español, ó más bien se amplió el que de antiguo
existia y un tiempo fué conocido con el nombre de camarilla
del general, ingresando en él, además de Ventosa, D. Fran-
cisco Duran y Cuerbo, D. Juan Atilano Colomé, D. José Ba-
ró, D. Julian Zu1ueb, D. Francisco Feliciano Ibañez, D. Pe-
dro Sotolongo, D. Manuel Calvo, D. Mamerto Pulido, don
Nicolás Martinez Valdivielso, D. Ramon Herrera, D. Manuel
Martinez Rico, y algunos otros. Aquella agrupacion, com-
puesta de insulares y peninsulares, aunque la mayoría era
de éstos, se manifestó desde luego opuesta á las reformas
que las condiciones de la isla no exigieran; veló como centi-
nela avanzado contra las irrupciones de la exageracion polí-
tica que dominaba en ciertos cubanos de la escuela liberal,
escuchados con tan excesiva benevolencia, como buena in-
tencion sin duda, por D. Francisco Serrano, y movió sus in-
fluencias en Madrid para que se acogieran con reserva las
medidas que pudiesen comprometer la tranquilidad de Cuba.


Despues de conformarse con los dictámenes de aquella exí-
gua comision de peninsulares, que no eran ciertamente de los
más conservadores; así que escuchó con toda atencion las
propuestas políticas de los liberales cubanos, que hipócritas,
cual siempre, presentaban sus tendencias separatistas bajo
el risueño aspecto de reformas, y cuando disfrutó halagos
hasta inverosímiles de aquellos poetas liberales tambien, exa-
gerados y un tanto aduladores, quiso el general enterarse




CAPÍTULO II 71


por sí propio de las necesidades y verdaderas aspiraciones del
país y emprendió con este objeto una excursion por el interior
de la isla. Grandes muestras de aprecio recibió sin duda y
correspondida fué con usura la franqueza de su carácter y
'aquel fácil acceso, si bien más comun en el campo que en la
'capital, de acercarse á su autoridad hasta las personas mé-
nos acomodadas; pero lo que por este lado ganó D. Francisco
Serrano en aquel viaje, lo tuvo de pérdida en la demasiada
condescendencia con que se prestó á ser obsequiado por per-
sonas que, ocho años despues de los últimos acontecimientos
poH.ticos en la isla, aparecian todavía con la nota de sospecho-
sas ante los verdaderos buenos españoles.


Muestra de esto fué y acto muy censurado por los penin-
sulares que iban ya recibiendo el nombre de intransigentes,
quizás por conservar más puro su amor á la patria, lo que
ocurrió al llegar el general á Trinidad, donde su esposa con-
servaba ricos parientes. Allí se le obsequió espléndida, prin-
cipal y determinadamente por las muy distinguidas familias
del país, que eran áun las más poderosas de la isla, pues el
comercio, en su mayoría subordinado al de la capital, de quien
dBpendia, no estaba en condiciones para ofrecer á la primera
autoridad de la isla hospedajes, ni banquetes; pero suspicaz
cual las modestas clases que 10 forman, era muy propenso á
resentirse cuando se creia lastimado.


En uno de aquellos banquetes, que ya los peninsulares lla-
maban fiestas criollas, cuando la animacion reimLba y en los
momentos en que se generalizó con motivo de los brindis, di-
rigióse con uno al capitan general, el conocido separatista
D. Fernando Escobar, que más tarde fué deportado á Fer-
Dando Póo por su terquedad en los Mios á España, yen la
peroracion hizo tal panegírico del gobernador reformista, que
éste, agradeciendo aquella favorable interpretacion de sus
ideas de liberalizar la sociedad cubana, le prometió un des-
tino en la secretaría del gobierno, que, si no de los primeros,
fuera bastante para conceder cierta influencia á los .hom bres
de su comunion. Semejante acto, que en otras circunstancias




72 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


hubiera pasado desapercibido, fué en aquellas causa de que
los recelosos peninsulares, que hasta allí habian disfrutado
de la mayor consideracion oficial, empezaran á retirar sus
simpatías á D. Francisco Serrano, y á colocarse en una acti-
tud espectante, poco tranquilizadora por cierto, cuando á
poco fomentaron las desconfianzas los hombres del comité que
se ha mencionado.


De regreso á la Habana, tuvo por precision el general Ser-
rano que cumplir muchas de esas promesas que en el calor
de una conservacion ó en el entusiasmo de un brindis suelen
comprometerse, y empezó á manifestar claramente su tenden-
cia reformista. Accediendo á los deseos de los hombres de
esta escuela, y no hay que olvidar que en su mayoría ocul-
taban bajo este nombre sus ódios á la metrópoli, y procla-
mando un sentimiento de equidad y de justicia, que á juicio
de sus admiradores no habia sido hasta entónces conocido ni
tan bien interpretado, declaró la primera autoridad que era
su deseo atender por igual á todos los habitantes de la isla,
es decir, á los leales defensores de la integridad del territorio,
lo mismo que á los que contra ella atentaban. Consecuen-
cia lógica de tal determinacion debia ser el envalentonarse
los reformistas, quienes fueron desde luego autorizados para
crear otro comité que se pusiera enfrente del de los españoles,
que acostumbraba reunirse en las casas de D. Joaquin Gomez
6 de D. Salvador Samá, para que en él pudieran los cubanos
tratar las cuestiones políticas que suponian tratarse en aquel
y para que acordaran y expusieran sus aspiraciones al gene-
ral y al gobierno supremo. Semejante imprudencia política.
puede señalarse como el principio de los partidos autorizados
oficüllmente en Cuba, y orígen de todos los males políticos
que hoy en la isla se lamentan.


Aquella concesion, que no se limitó linicamente á la. capital,
sino que fué extendida á las principales poblaciones de la
grande Antilla, se estimó por los buenos españoles como un
acto verdaderamente revolucionario y muy peligroso partien- •
do de las regiones del poder. Pero no lo apreciaron así los in-




CAPÍTULO n 73


dividuos del circulo ó club reformista,quepor primera vez se
reunieron en la casa y bajo la presidencia de D. José Ricardo
O'Farril, quienes aseguraban que sólo era su objeto borrar
la línea divisoria y desvanecer las prevenciones que entre
cubanos y peninsulares existian; lo cual no dejaba de ser una
sutileza bien pueril, porque á tener tal intento. ¿con cuánta
mayor facilidad no se hubiera realizado la fusion aproximán-
dose aquellos reformadores á los hombres del comité español
ya establecido, para abrir negociaciones entre uno y otro
elemento y venir á un acuerdo, á nna avenencia que conso-
lidase la union y preparara el tranquilo porvenir y la eterna
concordia, necesaria e~tre los que sólo por cuestiones de con-
ducta, á su decir, estaban separados'?


Aquel círculo se ocupó desde un principio en hacer propa-
ganda y extenderla por España 'y Europa en favor de la idea
reformista (2) , para lo cual subvencionaron periódicos é incli-
naron otros á su causa. LA REVISTA HISPANO-AMERICANA, LA
SOBERANÍA NACIONAL, LA EpOCA, LA POLÍTICA, LAS NOVEDA-
DES, Y los que defendian principalmente en la metrópoli las
ideas liberales prohijaron aquella, suponiendo erróneamente á
Cuba una provincia peninsular; y las plumas de los constitu-
cionales conservadores Ulloa, Coe11o, Estrella, Fab"i.é, Ortiz de
Pinedo y otros periodistas se consagraron al objeto, así como
Asquerino, Bona, Conde de Vegamar y algunos escritores de
las escuelas más avanzadas, que posteriormente han manifes-
tado sus propósitos de llevar las soluciones más allá de donde
los pocos reformistas de buena fé pretendian.


Grande fué la habilidad manifestada en los primeros momen-
tos por aquellos reformistas, para convencer al público de que
eran sinceramente amigos de España y ánn en el dia lo ha
asegurado alguno de ellos (3); pero al poco tiempo demos-
traron con su conducta la mayoría de los afiliados á tal es-
cuela, que habia más de ficcion que de realidad en aquellas
protestas. El primer gobernante, tan confiado como crédulo, es-
taba entónces muy satisfecho con el desarrollo que iban te-
niendo los que creía principios liberales de aquellos dominios,




74 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


mientras los españoles de mejor juicio y conocedores de las
tendencias de los hombres del país, repetian, aunque á menu-
do fuesen tratados de maníacos y lograran pocas veces hacerse
oir, que tal política no era en puridad sino el principio de la
perdicion de Cuba; atentado tanto más lamentable por come-
terlo el delegado del gobierno de la metrópoli. ¿,B ra, pues, ex-
traño que al ver aquellos magnates reformistas la disposicion
del general Serrano á favorecerles, osaran hasta abusar de su
benevolencia, ensayando su preferida politica de halagar con
obsequios ó seducir con dádivas y fiestas, que pudieran coro- ~
placer á los deudos de la primera autoridad, para multiplicar
la série de concesiones'?


Tanto fué su descaro á poco de disfrutar de aquella influen-
cia, que habiéndole hecho á la señora del capitan general un
obsequio de no escaso valor, trataron de dar á conocer el he-
cho á sus correligionarios por medio de su periódico EL SIGLO,
eIt el cual describian con todos sus. pormenores y minuciosi-
dades el objeto, tanto para que el público lo conociera, cuanto
para convertir la hipócrita lisonja en arma de desprestigio
contra la autoridad de España.


Afortunadamente el funcionario encargado de la censura
periódica, español á prueba y de reconocido patriotismo, don
Eduardo Alvarez Mijares, pudo á tiempo evitar aquella in-
conveniencia, negandü el pase al escrito á pesar de las inso-
lentes amenazas de aquellos mimados reformistas que, al ver
defraudados sus intentos de lanzar aquel ponzoñoso y dorado
dardo al corazon del poder, que odiaban y querian adormecer
con adulaciones, acudieron en qUBja al general Serrano y
con la preten:5ion de que separase inmediatamente á aquel
empleado que, defendiendo el honor de la pátria, no se doble-
gaba á sus exigencias. Por fortuna tambien, supo el honrado
funcionario ser bastante elocuente para patentizar á su jefe el
peligro que el caso entrañaba, librándole así de una celada y
de un ridículo trascendental al confirmarse la prohibicion de
~quel escrito, que, sin embargo de esto, circuló de mano en
mano entre los mal llamados reformistas. Podrá argüirse que




CAPÍTULO II 75


entre las personas que formaron los primeros círculosó comi-
tés políticos; habia, aIguna,s de buena intencion que jamás des-
mintieron su amor á la. pátria española; pero eran estas tan
pocas por desgracia y poseidas de una fé tan quebradiza y de
eonvicciones tan superficiales, queáun por las que aparecian
como mejores y ménos sospechosas para- los hijos de España
solia tratarse á estos, y á nosotros mismos se nos ha conside-
rado, como extranjeros en la isla de Cuba, cual si los que
como cosa corriente nos llamaban a,sí en el seno de la amistad


, procedieran de otra nacion ó de otro raza distinta.
Una de las ideas que más bullían en la cabeza liberal re-


formista de D. Francisco Serrano, era la que constituye el
bello ideal de los modernos economistas, es decir, la contri-
bucion directa como principio del impuesto único. Desde que
tomó posesion del mando, tuvo que dedicarse aquel gober-
nante á buscar recursos para el Tesoro, que tan exhausto le
dejó su despilfarrado antecesor D. José de la Concha, y al
efecto dispuso que se estudiara aquella cuestion~ encargando
á D. Antonio Mantilla, gobernador que fué luego de la Ha-
bana, que le propusiera luego un proyecto formulando su
idea, cual si fuese muy fácil de resolver en breve término
asunto tan árduo. Aquel entendido funcionario cnmplió, sin
embargo, con gran prontitud su cometido, y en un bien es-
crito y meditado trabaj{) puso de manillesto los inconvenien-
1ies que se presentaban para realizar el plan de la primera
autoridad (4); salvándose así por segunda vez la isla de Cuba
de la perturbacion y de los conflictos que la fatalidad tenia
aplazados para más tarde.


Tal llegó á ser la penuria de aquellas cajas y tan insufi-
cientes los ingresos, que ántes habian bastado para cubrir
cuando ménos las atenciones urgentes, que tuvo la metrópoli
necesidad de remesar fondos á la isla. Pero estos no fueron
tantos que conjuraran el conflicto, ni pudieran hacer frente
á las necesidades de la gobernacion, y como las aduanas, que
eran y son el preferido ingreso, no producian cuanto podian
dar (5) en aquellos momentos, ó sea en la víspera de las




76 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


aventureras expediciones á Santo Domingo y Méjico, se con-
cibió la tan funesta como necesaria idea de emitir bonos, que,
negociados por el Banco español, facilitaran lo indispensable
para cubrir las cargas de más urgencia. Suspendiéronse con
tal motivo precisamente las remisiones á la Península, que
habian sus antecesores verificado, y como la situacion econó-
mica, en vez de mejorar se agravaba cada vez más, y los ven.
cimientos de los bonos exigían su reembolso, hubo necesidad
de expedir el decreto de 24 de enero de 1861, que disponia su
renovacion á medida que vencian.


Cuando se nevaron á cabo aquellas empresas, hiciéron-
se nuevas emisiones de bonos para atender á los extraor-
dinarios gastos que ocasionaban, pues la de Méjico impor-
tó 67.106.820 reales, y no bajó la ocupacion y guerra de
Santo Domingo de 392.464.380 reales, siendo talla influen-
cia que sobre la riqueza de Cuba ejerció aquel malhadado
papel, que cada día hacia notar más su pesadumbre. Bien se
puede asegurar que el estado aflictivo que hoy experimenta
el Tesoro de Cuba, la carencia de numerario y la fabulosa y
desconsoladora elevacion de los cambios, no reconocen otro
orígen que el de los bonos, como primer motivo de la deuda del
Tesoro al Banco, deuda que la ineptitud de los jefes de Ha-
cienda no logró oportunamente saldar y los acontecimientos
posterbres á 1868 vinieron á acrecer.


Veamos qué suceso fué el de Santo Domingo que tan caro
vino á costarnos.


II.


Deseoso el gobierno presidido por el general O'Donnell, de
levantar la nacion española del abatimiento en que desde
fines del siglo XVIII se encontraba, intentó dedicar á tal ob-
jeto aquel rayo de prosperidad que la aplicacion de la rique-




CA.PÍTULO II 77


za de los bienes nacionales le ofrecia, y despues de recoger
en Africa los laureles que la fortuna y el valor de nuestros
soldados nos proporcionaron, dirigió sus miras á extender el
rádio de su política, aceptando los protectorados que á la re-
juvenecida España pedian los que un dia fueron reinos nues-
tros en el Nuevo Mundo, y reivindicando la honra nacional
donde se hubiera lastimado. Para extender nuestra influencia
en América, preparó, de acuerdo con el capitan general de la
isla de Cuba, la expedicion á Santo Domingo, y para reivin-
dicar la honra y proteger los intereses y derechos de nuestros
hermanos en Méjico, envió el ejército que tan sin gloria tuvo
que retirarse.


Las gestiones para reincorporar á España la república de
Santo Domingo empezaron en 1858 por una nota del minis-
tro de Relaciones exteriores, del presidente y libertador don
Pedro Santana, en la que se solicitaba del gobierno español
el auxilio que le correspondia prestar con arreglo al arto 2.°
del tratado celellrado entre aquella república y el gobierno
de S. M. católica en 1855; pidiéndose en aquella ocasion para
contrarestar las agresiones de los haitianos que pret.;ndian
absorber aquellos restos de nuestra raza en la antigua Espa-
ñola. Haiti demostró claramente sus intenciones cuando al
cónsul francés en el Estado negro, Mr. Máximo Raybaud, le
envió á hacer propaganda en este sentido, por lo cual tuvo
Santana que expulsarle del territorio de su mando, y acelerar
la realizacion de sus proyectos anexionistas.


A aquella nota, dictada por el terror que inspiraba á los do-
minicanos la sola idea de depender otra vez de los semisalva-
jes negros de Haiti, siguieron otras y varías comunicaciones
diplomáticas, hasta que en vista de los sucesos ocurridos en
Santo Domingo en el mes de marzo de 1861, pasó una real
6rden el ministro de Estado español en 24 de ahril al capitan
general de la isla de Cuba, contestándole al despacho de 26
del mes anterior en que daba parte de los sucesos ocurridos y
encaminados á realizar la anexion de aquel territorio á la co-
rona de España. Aprobaba el ministro en aquel documento




78 LAS INSURRECCIONES EN CUilA


las disposiciones adoptadas por el general Serrano, cuando al
ver amenazada la existencia de la república de Santo Domin-
go 'por enemigos exteriores, dispuso acudir á su socorro para
evitar que perdiese su independencia; manifestándQle además
en nombre de la reina, que España limitaria su accion, en
presencia de las circunstancias del momento, á dejar que aquel
pueblo siguiese los deliberados impulsos de su inteligencia y
de su voluntad para qRe, sin coacciones ni consejos extraños,
decidiera sobre su situacion futura. En este concepto pedia
al general Serrano las pruebas de la espontaneidad y unani-
midad con que los dominicanos proclamaron la reincorpora-
cion á la monarquía española, á que aquella raza debia su
orígen y sus principios civilizadores.


En la misma comunicacion, que era al propio tiAmpo un
conjunto de las bases bajo las cuales aceptaria España un acto
de tanta trascendencia, se indicaban las reformas administra-


. tivas, económicas y judiciales que la nueva provincia española
podia esperar, y á que debian sujetarse en todo caso y prestar
su conformidad los habitantes de Santo Domingo, ántes de
consumarse la incorporacion. Ofreciéndose al propio tiempo que
no seria la esclavitud sustituida y que el gobierno español, á
quien debia participársele la cifra que importaba ]a deuda de
aquella república, estudiaría la forma y adoptaria la resolu-
cion más conveniente para enjugarladel modo ménos gravoso
al Tesoro de España.


Deduciase de aquella real órden, q ne todas las gestiones pre-
liminares al acto de la anexion partieron yen principio fue-
ron resueltas por el general Serrano, ántes que de muchas de
ellas tuviera completo conocimiento el gobierno de la metró-
poli; pues si la iniciativa hubiera salido de éste, ni era creible
que presidiéndolo el generalO'Donnell se aceptara la anexion
tan á la ligera, ni que sin poseer aquellos datos se adoptase
una resolucion tan séria como la que comunicó en 25 de abril
nuestro ministro de Estado á los agentes diplomáticos en el
extranjero, participándoles los sucesos del mes de marzo, que·
dieron por resultado la reincorporacion á Espaua de la repú-




CAPiTULO II 79


blica de Santo Domingo. Manifestaba el ministro en aquella
nota que, sin embargo de no poseer aún comunicaciones ofi-
cialessobre tal aoontecimiento, lo denunciaba á las córtes
extranjeras para que no se sorprendiesen del hecho si llegaba
á realizarse, atendiendo á que el gobierno español no podia
mostrarse indiferente á la suerte de una parte de la raza espa-
ñola, á la que ni pretendia violentar en sus manifestaciones
autónómicas de pueblo libre, ni codiciaba absorber desde que
confirmó su independencia en el tratado de 18 de febrero de
1$55. En el caso de reincorporarse la república de Santo Do-
mingo á la monarquía española, sólo seria por la expresion
unánime, espontánea y explícita de la voluntad de los domi-
nicanos, decia la nota; pero si tal acto, no consumado toda-
vía, se verificase, España lo mantendría de una manera firme
é irrevocable.


Poco tardaron en llegar á Madrid las noticias y los docu-
mentos pllblicados por D. Pedro Santana en 18 y 30 de mar-
zo de 1861 (7), por los cuales supo el gobierno que el acto de
los dominicanos habia sido espontáneo y aceptado seguida-
mente por el capitan general de Cuba, quien, una vez enarbo-
lada la bandera nacional y proclamada la autoridad de Es-
paña en Santo Domingo, envió á aquella isla, con gran prisa
por cierto, los recursos de todo género que creyó necesarios,
poniendo las tropas y buques de guerra á las órdenes del
gefe de escuadra D. Joaquin Gutierrez de Rubalcava (8).


El gobierno del general O'Donnell con un optimismo y
un apresuramiento impropio é injustificable, como no se jus-
tificara, lo que no era creíble tampoco, por la ignorancia
que se tuviera de la calidad de los republicanos de la Amé-
rica procedentes de la raza española, y del carácter de
aquellas agrupaciones anárquicas que para figurar en el
mundo se dan el nombre de repúblicas; con una celeridad ex-
cesiva sin duda, algunos días despues de conocer el hecho,
sometió á la firma de la reina Isabel el decreto de 19 de mayo,
en cuya exposicion, tan bien redactada cual las que acos-
tumbramos leer en España, que tan práctica se ha hecho en




80 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


legislar desJe que ninguna ley se cumple, reconocíase como
un fausto acontecimiento la reincorporacion á la monarquía
española del territorio dominicano. En la parte dispositiva
se autorizaba al capitan general de Cuba, para que dictase
las disposiciones conducentes á la ejecucion de lo mandado,
y ofrecia el gobierno dar oportunamente conocimiento. á las
Córtes de aquella importante determinacion (9). Ya entónces
y con ig'ual prontitud se comunicó oficialmente el suceso á
las córtes extranjeras, que se conformaron -sin interponer la
menor protesta. ¿Y cómo hacerlo cuando toda Europa, si no lo
dijo, creyó que era una locura lo que se consideraba impre-
meditadamente un bien; y que la anexion en su más favorable
aspecto, no pJdia mirarse sino como un oneroso cánon que
nos imponiamos por capricho'?


J amas las naciones deben ouscar su engrandecimiento en
la adquisicion de pueblos extraños á las practicas de los bue-
nos principios políticos, o recargados de deudas, pues cuando
se aceptan anexiones de los que se encuentran en.tan poco li-
sonjera situacion, los malos resultados seran siempre iguales
ó parecidos á los que tocó España en aquella república de
Santo Domingo, que ni como territorio debia haberse admiti-
do en nuestra nacionalidad. La gran desconfianza que de ser-
lo tenian los dominicanos, dió motivo bastante al gobierno
español para meditar con gran detenimiento la resolucion
antes de acordarla. Pero aquellos gobernantes se alucinaron
con el buen deseo; prescindiendo de su ordinario criterio y de
la necesaria prudencia, contagiados sin duda por el fácil en-
tusiasmo del general Serrano, que se elevó a su Il).ás alto gra-
do al escuchar las fervientes súplicas de un pueblo hijo nues-
tro y amenazado de ser absorbido por la raza negra; y des-
atendiendo los fueros de la conveniencia, se apresuraron á
complacer al general Serrano con grave daño de los intereses
patrios. En tal aprieto se consideraban los dominicanos y tan
escasas eran sus esperanzas de conseguir lo q lle pretendian,
que recibieron como cosa increible el inconmensurable favor
que les dispensaba España al dignarse acceder á sus súpli-




CAPÍTULO Ir 81


casj creyendo por tanto que sólo á las gestiones del gene-
ral Serrano eran deudores de aquel inesperado bien, segun le
manifestó el ayuntamiento de Santo Domingo al decirle en la
felicitacion de 20 de febrero de 1862, qUe todo lo debian á la
grande y noble como leal, desinteresada y eficaz proteccion
que S. E. les dispensó (10). Al ver D. Francisco Serrano
sancionada por el gobierno de España la anexion, y que nin-
guna protesta exterior se habia opuesto al acto y ningun
disturbio en el interior de la isla que pusiera en duda su le-
gitimidad, fué á complacerse en su obra, tomando personal-
mente posesion de aquel nuevo motivo de desazones para el
jamás tranquilo go~ierno de la metrópoli, siquier lo fuese
de júbilo para el gJncral, que á él debió el título de duque de
la Torre.


Durante el mando de Serrano en Cuba, y mientras el g'a-
binete unionista pre;:;idido por O'Donnell estuvo en el poder,
natural era ql>.e, no habiendo aún empezado la administra-
cion española á descontentar y abrumar á los dominicanos,
se encontraran éstos muy satisfechos y complacidos en lla-
marse otra vez españoles. Mas cuando á Serrano le reempla-
zó Dulce en la capitanía general de la grande Antilla; y al
de los unionistas el ministerio de los hombres de Miraflores-
Concha, y á éstos siguieron otros y otros hasta Narvaez, las
torpezas y las intemperancias gubernativas, que como pro-
ducto de tantas mudanzas empezaron á ensayarse en la nue-
va provincia, y la inconveniencia de intentar asimilarla á las
vecinas islas de Cuba y Puerto-Rico, sin tomar en cuenta los
años que la anexada se habia regido por el sistema republi-
cano, levantaron murmullos de reprobacion y en seguida los
clamores con que tuvieron principio las agresiones, que no
terminaron sino arriándose el pabellon español tan precipita-
damente izado. Correspondiendo ya estos hechos á la época
del general Dulce, en ella se tratará de aquellas tristes so-
luciones que tan mal parado dejaron nuestro nombre en el
mundo de occidente.


Grande fué el aplauso con que, en los momentos de la
TOMO Ir 6




8.2 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


anexion, se recibió tan fausto suceso en la Península y por
muchas personas residentes en las Antillas, y grandes lu's es-
peranzas que se alimentaron por los pretendientes á destinos
y por los soñadores en colonizaciones imposibles. Pero los
hombres más conocedores del carácter del pueblo que acababa
de recibir tan señalada merced del gobierno español, califi-
caron la reincorporacion de la parte latina de la isla de Santo
Domingo como un grande error, y cual lamentable consecuen-
cia de la propcnsion que el general Serrano tenia á dejarse
convencer fácilmente. Así como el abandono despues de perder
allí millares de soldados y cuantiosos intereses, se tuvo por el
paso más impolítico y más funesto que pudo dar España,
desde que Colon llevó á la América el pabellon de Castilla (ll).
y el error fué indisculpable; pues en vez de proceder con
tanta ligereza, el gobierno habia de haber concedido á los
dominicanos, teniendo presentes las exigencias de los tiempos,
un gobierno propio, un gobernador por ellos elegido en el
cuadro del Estado mayor del ejército español, y soldados y
armamento pagados por ellos; exigiéndoles por toda satis-
faccion á nuestro protectorado, que recibieran sin derechos las
harinas, vinos, aceites y demás productos españoles, y que
nos devolvieran en cambio con las mismas franquicias sus
azúcares, cafés, maderas, etc. Si en vez de imponerles leyes
y costumbres desde el primer dia, y una Audiencia cara yab-
surda y un arzobispo que, cual en los tiempos en que la isla se
llamaba la Española, vendia patentes de gracia á cierto precio;
y sí en vez de la tiranía del elemento oficial se hubiera dado
á los dominicanos, desde el primer instante de la anexion, lo
que pedian, y nada más, que no era mucho ciertamente, hoy
Santo Domingo estaria más asegurado á España que las mis-
mas islas de Cuba y de Puerto-Rico.


De la fascinacion que embargó los ánimos de los políticos
españoles, con motivo de las glorias conquistadas en Africa y
por la sofocacion de los imponentes amagos de San Cárlos de
la Rápita, desbaratados con las acertadas disposiciones del
ministro D. José de Posada Herrera; y del engreimiento que




CAPÍTULO il 83


de todos se apoderó al ensancharse el territorio de la monar-
quía, con la fácil anexion de Santo Domingo, no pudo librarse
el general Serrano, quien, en vista de los ::;atisfactorios resul-
tados obtenidos en la vecina Antilla, creyó sin duda que aquel
fuera el principio de otras reincorporaciones que devolviesen
á España su perdido poderío en el continente americano.


Tan propenso era entónces aquel general, y quizá continúe
siéndolo hoy, á dejarse invadir por la seductora enfermedad
de las ilusiones, que tal vez por tal dolencia dominado, contri-
buyó tambien mucho á que el gobierno español acelerase, cer-
ca de los de Francia é Inglaterra, las negociaciones que dieron
por resultado nuestra intervencion en Méjico.


Veamos qué circunstancias obligaron á dar este paso, y
cuáles las ventajas que España se prometía, y las que obtuvo
al emprender nuevas aventuras en América, sin meditar con
suficiente detencion si á los Cortés, Pizarro y Soto de las pa-
sadas edades, podia darles por sucesor un D. Juan Primo


IIl.


Respondiendo los mejicano"! al r1'atado de OÓ1'doba, firma-
do en 24 de agosto de 1821 (12), por el cual los españoles, con
su virey á la cabeza, dieron á Méjico la independencia, mos-
traron su primera ingratitud expulsando del territorio á sus
progenitores. El tratado de reconocimiento y amistad que
pactó la nacion española con Méjico en ~8 de diciembre
de 1836, fué, á pesar de proclamarse en él olvido absoluto de
lo pasado, el punto de partida de una larga y terrible série
de Mios, venganzas y expoliaciones. El de 1853, que se fir-
mó para asegurar á los hijos de España el pago de los crédi-
tos que contra la república mejicana tenian, dió los mismos y




84 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


aún más ineficaces resultados, pues si ántes los acreedores
cobraban alguna vez, despues no cobraron de ningun modo;
siendo por el contrario atropellados con embargos, robos y
asesinatos. Y finalmente, el tratado conocido por el de Mon-
Almonte, firmado en París el 26 de setiembre de 1859, con
el propósito de poner fin á aquella enorme suma de dificulta-
des pendientes entre España y Méjico, sólo sirvió para que se
desencadenaran contra nuestros hermanos, no mayores, sino
todos los males que pueden afligir á quien se le niega hasta
la esperanza en la justicia.


Las causas apuntadas, muy atendibles ya por sí solas
en verdad (13); los atropellos repetidos diariamente contra es-
pañoles, que obligaron al capitan general de Cuba, don
José de la Concha, á enviar en 1858 un comisionado á Vera-
cruz, para reponer al cónsul español é intimidar con su pre-
iencia á los anarquistas mejicanos; y los acontecimientos
posteriores de aquella ciudad, los irritantes robos en Guana-
juato, los asesinatos de San Luis y Cuernavaca, y todo aquel
desbordamiento de malas pasiones, no ya contra el nombre
español únicamente, sino contra todo lo que de Europa pro-
cedia, obligaron al fin á Francia, Inglaterra y España á po-
nerse de acuerdo y aliarse para corregir y poner término á
semejantes desmanes.


Consecuencia de trabajos diplomáticos en este sentido, fué
el convenio que se firmó en Lóndres e131 de octubre de 1861,
por los representantes de las tres naciones monsieur Flahant,
mister Russell y don Javier de Istúriz. En aquel tratado se
comprometieron los aliados á enviar á las costas de Méjico
fuerzas de mar y de tierra, para que combinadas ocupasen las
diferentes fortalezas y posiciones militares del litDral de la
república, si no satisfacia ésta inmediatamente las reclamacio-
nes que cada uno de los gobiernos veia desatendidas; acor-
dándose á la vez por los plenipotenciarios otras medidas,
acerca del buen órden y de todo cuanto conviniera en la inter-
vencíon á cada una de las partes, para el desarrollo de la em-
presa guerrera (14).




CAPÍTULO II 85


Anticipándose á la firma de aquel tratado, yen consonancia
con lo que en él iba á estipularse con Francia é Inglaterra, or-
denóel gobierno español al capitan general de la isla de Cuba,
D. Francisco Serrano, contestando á comunicaciones anterio-
res relativas al apresamiento del buque la Ooncepcion y á otros
actos agresivos contra España, que organizase con toda pre-
mura en la Habana un ejército expedicionario para trasladar-
lo á Méjico. Encargándole, además, que el jefe de aquel ejército
exigiese del gobierno de la república mejicana, reparaciones
por la expulsion del embajador español; D. Joaquin Francisco
Pacheco, en 1860: reconocimiento del tratado Mon-Almonte:
indemnizacion por las asesinatos y vejámenes cometidos en
ciudadanos españoles dentro de la república: abono de los in-
tereses correspondientes ála demora sufrida por los acreedores
españoles con la suspension del tratado de 1853; Y devolucion
ó abono del valor de la fragata Ooncepcion, usurpada violen-
tamente, é indemnizacion de perjuicios á sus propietarios y
cargadores (15).


Revestido el general Serrano con tan ámplias facultades, y
autorizado para la eleccion de las tropas de desembarco y
para disponer cuanto fuera necesario hasta en los menores
detalles, organizó, con actividad digna de aplauso, un ejérci-
tó de 5.839 hombres de todas armas, y dispuso el alistamiento
de los buques de guerra que habian de trasportarlos bajo la
direccion del mismo general de marina D. Joaquin Gutierrez
de Rubalcava, que con su presencia en Santo Domingo auto-
rizó la anexion unos meses ántes. Sin esperar el capitan ge-
neral de Cuba la reunion en las aguas de la Habana de las
escuadras y tropas de las tres naciones, aliadas por el trata-
do de Lóndres, faltando ya con esto al cumplimiento de lo
que acababa de estipularse y era de todos conocido, y dando
libre- interpretacion á las disposiciones del gobierno de la me-
trópoli, ordenó que las tropas españolas se embarcaran y que
se dirigiesen hacia las costas de Méjico, los dias 29 de no-
viembre, 1.0 y 2 de diciembre de 1861, al mando del maris-
cal de campo y comandante general del ejército expediciona-




86 LAS I~SURRECCIONES EN CUBA


río D. Manuel Gasset. El día 10 llegó al fondeadero de Vera-
cruz uno de los buques, al que se reunió el resto de la escua-
dra en pocos dias.


El primer inconveniente que trajo esta precipitacion de la
España fué, segun dice un ilustre historiador mejicano (16)
motivo para que el gobierno de Juarez, sorprendiendo la opi-
nion pública, anunciara que los españoles llevaban el propósi-
to de reconquistar á Méjico. Intentó con esto, entónces, jus-
tificar su política contra nuestra nacion, presentándola como
usurpadora, y justificar tambien el llamamiento para la de-
fensa de la independencia nacional de todos los oficiales del
ejército, quienes á tan simpático grito no se mostraron sor-
dos, respondiendo hasta muchos de los que eran políticamente
adversarios del jefe de la república. Este en tanto previno á
los periódicos del gobierno que tratasen con la mayor conside-
racion á Francia é Inglaterra, en la esperanza de que con tal
conducta lograria malquistarlas con España y detendria ó
impediria la salida de las fuerzas de aquellas dos naciones,
mientras se levantaba la opinion del país en contra de la su-
puesta reyonquista española. Pero tal conducta, en la que
clara.mente demostró J uarez su interés en aparecer ignorante
de cuanto en Europa ocurría, no tuvo los resu'tados que es-
peraba; pues acelerándose la ejecucion del convenio de Lón-
dres, se nombrai'Oll jefes del ejército expedicionario y repre-
sentantes para entablar las reclamaciones cerca de la repú-
blica mejic~ma, por Inglaterra á sir Cárlos Wyke y al como-
doro DUlllop; por Francia al conde de Saligny y al contra-
almirante Jurien de la Graviere, y España revistió con el do-
ble carácter de general en jefe de sus tropas y de ministro
plenipotenciario, áD. Juan Prim, conde de Reus (17). Inten-
ciones tuvo el emperador Napoleon, segun públicamente se
dijo, de conferir al general español el supremo mando de las
fuerzas expedicionarias de las tres naciones; pero desistió de
tal propósito por .el mal efecto que su sólo anuncio produjo en
los generales de los otros ejércitos: disponiéndose en conse-
cuencia que, cual en Crimea se habia hecho, mandara ca-




CAPÍTULO II 87


da jefe independientemente y obraran todos de acuerdo cuan-
do las circunstancias lo exigiesen.


Reunida la escuadra espailola en las aguas mejicanas, di-
rigió el general Rubalcava, primero desde el fondeadero de
Anton Lizardo y luego desde el de Veracruz, varias comu-
nicaciones á las autoridades de esta poblacion, en virtud de
las cuales y del acuerdo tomado por ambas partes, desembar-
caron la;; tropas españolas el dia 17 de diciembre. Posesioná-
ronse seguidamente del castillo d~ San Juan de Ulua y de los
demás puntos fortificados de la poblacion, en los que á las
doce del mismo dia se izó el pabellon nacional porel impolítico
mandato del general Gasset. Mas pocos fueron los mejicanos
que autorizaron con su presencia aquel acto, por hab3r aban-
donado la ciudad los habitantes en su mayoría y con ellos
todos los empleados públicos, excepto los funcionarios del
ayuntamiento, y porque el resto del vecinJario, prevenido por
los agentes juariztas, más dispuesto se hallaba á internarse en
el país que á seguir viviendo al hdo de los españoles; á pe-
sar de hab3rles asegurado Gasset en su primera proclama,
que Espaiía no iba allí ni como conquistadora, ni con otras
miras de intereses políticos.


El general D. Juan Prim, primer marqués de los Castille-
jos por la guerra de Aft'ica, que sin embargo de haberse
opuesto en 1858 al recurso de las armas para exigir satis-
facciones á Méjico (18). fué mmbrado en 13 de noviembre
de 1861 general en jefe de la expedicion, y con fecha 17
ministro plenipotenciario para el arreglo de las cuestiones de
España con aquella república. Salió en el vapor Ulloa de
Cádiz para la Habana, á donde llegó en la mañana del 23 de
diciembre, lleno de satisfaccion por lo obsequiosos que con él
habian estado los habitantes de Puerto-Rico las pocas horas
que allí se detuvo, y anhelante de recibir otras mayores sa-
tisfacciones, en el recibimiento que se prometia, y á su paisa-
no el héroe de los Castillejos tenian preparado los catalanes
de la isla. De continua fiesta fueron para el general Pl'im los
ocho dias que permaneció en la Habana, durante los cuales




88 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


fué requerido por algunos mejicanos, y celebr6 importantes
conferencias con el padre Villalobos y con el doctor D. Fran-
cisco Javier Miranda y Morphy, conocido tambien por el pa-
dre Miranda, en las cuales, manifestando Prim que estaba
decidido á tratar con el gobierno de Juarez, no quiso atender
las sábias observaciones que aquellas ilustradas personas le
hicieron, ni aprovecharse de sus conocimientos sobre las ne-
cesidades de la vecina república. Quizás tal desatencion fué
el motivo que obligó al padre Miranda á embarcarse para
Europa, y el que más predispuso la opinionde las c6rtes euro-
peas en contra del jefe del ejército español, quien deseoso de
ejercer cuanto ántes los altos cargos que el gobierno le habia
confiado, se embarc6 en la Habana, con un numeroso estado
mayor, en el que ni cronista faltaba, el dia 2 de enero de 1862:
llegando á Veracruz seis dias des pues y al siguiente de ha-
ber anclado la escuadra inglesa, los buques franceses y al-
gunos españoles en aquel fondeadero.


Al desembarcar D. Juan Prim en aquella ciudad mejicana,
fué objeto del más entusiasta recibimiento por parte del ejér-
cito español, que en él veia un héroe abultado por la fama, y
del pueblo veraeruzano, que esperaba encontrar en Prím un
defensor de sus intereses; cuyo pueblo acogió con las mayores
muestras de aprecio las seguridades de los buenos prop6sitos
que al general animaban, manifestados á los jefes y oficiales
de las tropas que fueron á felicitarle á su alojamiento cuando
les dijo: «No venimos á Méjico á dominar ni á conquistar; ve-
»nimos á exigir una satisfaccion de injustos agravios pasados,
»y á obtener garantías para el porvenir.» Precediendo esta
declaracion á la conferencia que al dia siguiente 9 de enero
dispensó D. Juan Prim al hijo del general mejicano Santa
Ana, en la cual le preguntó éste si la misionde los aliados te-
nia algo de comun con las aspiraciones de su padre, y tradu-
cidas y enlazadas las tendencias de ambos actos, demostraron
claramente á los habitantes de Méjico que no debian descon-
fiar del general español, cuyos intentos é ideas expuestas al
padre Miranda circulaban públicamente.




CAPÍTULO II 89


¿Podría, pu~s, extrañarse, que extendidas por Europa las
sospechas contra el cond8 deReus, cuando de ellas participaba
una persona del ta18nto, honradez, instruccion y valor del
ilustre Mirandil, q1l3 figuraba además como el j~fe del parti-
do monárquico en Méjico (19), impresionaran de tal modo que
hasta el emperador Nilpo~eon se hiciera eco'? ¿Y em dudoso,
por tanto. que contrariado el monaroo francé" por la precipita-
da marcha de lastropas españolas desde la Hab'lnaá Veracrllz,
displlSi~j'a aumentar su ejército expedicionario hasta que re-
sultara igual ó superior en número al que la España habia
armado'?


Mientras tales sospechas se exparcian por las c6rtcs euro-
peas, desembarcaron las tropas francesas en Veracruz, tenien-
do lugar el mismo dia la primera conferencia entre las p1eni-
potenciaríos y jefes aliados, y verificándose con tal motivo y
para solemnizar aquel acto una revista militar de las tropas
españolas. En cons;~cuencia de ella y para dar al ejército, lo
mismo que á los representantes de las naciones aliadas, co-
nocimiento de los propósitos que le guiaban, comunicó el ge-
neral Prim una árden del dia en la que se leían est()s pár-
rafos: «Si sus discordias intestinas (las de los mejicanos),
»)si sus disensiones los dividen y perturban, no merecen mé-
»)Oos la crmsi(leracion de pueblos que p1r su dicha disfrutan
»paz y sólido gobierno» ..... «Orden, pues, y respeto al país
»en que nos hallamos; vean los que nos juzguen de invasores
»y dominantes que no venim0s aquí por espíritu de conquis-
»ta, ni nos cieg'an ambiciones de ningun género; que sólo
»venimos á selll:lr el buen nombre de nuestra pitl'ia; como
»nobles y caballeros á pedir reparacion de ofensas inferidas,
»y como generosos y leales á contribuir á la paz y desarrollo
»de un pueblo digno de felicidad y de ventura.» Ciertamente
que en las palabras que preceden no desmintió el general Prim
sus simpatías al pueblo mejicano, manifestadas de antiguo, y
ellas pudieron servir á los aliados para hacer deducciones so-
bre el porvenir de la expedicion. .


En la segunda conferencia, celebrada el día 10, acordaron




90 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


los plenipotenciarios que el idioma oficial del Cons~o y para
la redaccion de actas y comunicaciones fuera el francés, y se
trató del gobierno político y militar de Veracruz, de la admi-
nistracion de su aduana, guarnicion de sus fuertes, extraccion
de cierta fuerza de las tres naciones para que marchase tierra
adentro á librarse de las influencias del clima, de la redac-
cion del manifiesto á la nacion mejicana, que se firmó y ch'cu-
ló con la misma fecha, y de dirigir un ultimatwm á Juarez en
nombre de las tres naciones (20).


En esta conferencia como en la anterior y en todos los ac-
tos públicos que se c,elebraron desde la llegada de Prim, y re-
union de las escuadras y fuerzas aliadas, se notó el poco a pre-
cio y hasta el dE'sden con que se miraba todo lo relativo á
España, lo cual, como era de esperar, previno mucho en con-
tra de la conciliacion el ánimo de los españoles. El general
Prim, que, conocidas las intenciones de Napoleon IlI, habia
acariciado la idea de obtener el mando superior de todas
las fuerzas expedicionarias, llegó á resentirse por aquel des-
vío, que atribuia al fracaso de su nombramiento, y, esca-
seando los arranques de sinceridad y sus actos espontáneos,
usó en lo sucesivo de una reserva de todo punto inconveniente
al interés ge~eral de la empresa. Hasta perjudicial fué al
objeto de los aliados semejante meditada conducta, porque el
único de ellos que en el pueblo mejicano disponia de influencia
era el general español, como lo demostraron los hechos in-
mediatamente; mostrándose por tanto recelosos del conde de
Reus lo mismo los ingleses que los franceses, asi que conocie-
ron cuán poco debian esperar de sus actos.


Portadores de los documentos acordados en la segunda con-
ferencia, se dirigieron á la capital de Méjico unos comisiona-
dos de Veracruz, entre los que figuraba el intimo amigo de
don Juan Prim, brigadier Milans del BClsch. Tales comisio-
nados, hasta el 23 de enero y mientras recabaron buena con-
testacion del presidente de la república D. Benito Juarez,
fueron en aquella ciudad espléndidamente obsequiados con
banquetes, en uno de los cuales, ofrecido por el ministro de




CAPÍTULO II 91


Hacienda Gonzalez Echevarría, tio de la condesa de Reus, que
en compañía de su esposo se encontraba ya en Veracruz, asis-
tieron muchas personas de la familia política del. general
Primo Los amigos de éste, que formaron parte de la comision
con el objeto de captarse «las simpatías de los mejicanos
»más exaltados, lo que consiguieron con un lenguaje y unas
»demostraciones que debieron halagar su amor propio» (21),
~umentaron tanto la conocida influencia del general Prim,
que el mismo Juarez le envió, con otras personas notables y
uno de sus ayudantes, la respuesta al ultimatum y la seguri-
dad de sus mejores intenciones para tratar la paz; obsequián-
dose en VeracfLlz, el 29 de enero, á estos enviados, por los jefes
de las tres potencias aliadas.


No satisfechos éstos con la respuesta que en nombre de
Juarez daba su ministro de Relaciones exteriores, D. Manuel
Doblado, á la nota del dia 10, contestaCÍon inesperada de los
buenos oficios de aquellos comisionados y de la influencia in-
dudable del conde de Reus, resolvieron enviar otra; y para
disminuir las considerables bajas de las tropas y no anularlas
con la inamovilidad, internaron algunas en el país, situándo-
las en Jalapa, Córdoba y Orizaba, y anunciándolo así al pre-
sidente de la república en la segunda nota firmada el 2 y
trasmitida el 4 de febrero.


La casualidad, ó las circunstancias quizás, hicieron que á
este tiempo é ínterin el nuevo documento de los aliados se
dirigia á su destino, enfermase el general Gasset y se viera
obligado á pasar á la Habana para restablecerse, lo que fué
ciertamente de notar; pero más lo fué aún que por igual
desagradable motivo tuviese el jefe de la escuadra Rubalcava
que hacer lo mismo seis dias despues, dejando solo á D. Juan
Prim y á su exclusivo cuidado los graves, importantes y nu-
merosos asuntos que ántes podia compartir con aquellos ge-
nerales. La retirada de éstos inauguró eu la segunda quince-
na de euero una especie de desercion del lado del general en
jefe, en la que tomaron parte un sobrino del general Serrano
y otra:! personas vislbles y del aprecio de éste, que dieron á




92 LAS INSURRECCIONES E~ CUBA


conocer cómo iba preparándose la opinion, sin embargo de
asegurar públicl1IU:lllte que se trashdaban á la Hab'1na por
lo perjudici'll que les era la influencia del clima ó quizás te-
miendo al funesto desarrollo de la !'nf~rme:l1rl end¿mic3; si
bien la gente maliciosa creyó que debía atribuirse á la falta
de acuerdo y de armonía entre los exp'ldicio:13,rios españoles.
Por el mismo tiempo, se querró el g.:meral D. Juan Pl'im sin
buques en Veracruz, despidiendo la armada española cuando
parte de la francesa pas6 á las aguas de la Habana, al objeto
de evitar que sus dotaciones fuesen diezmadas por la fiebre
amarilla. ¡Tal confianza tenia en sus proyectoq!


La buena int':)ligencia que debió siempr~ existir y tanto
convenia conservar3e entre 103 aliarlos, estuvo á punto de rom-
perse aquf:lllos días, no sólo por los recelos qU9 quedan apun~
tados, sino por la inesperada presentacion en Veracruz del
ex-presidente mejicano Miramon, que con pasaporte falso y
nombre fingido s'llió de la Habana á boda del vapor mer-
cante ing'és Avon. Reconocido al desemb1.rcar, fué arrestado
por órdea dd c·)moioro Dunlop, quien c0mprendiendo lo in-
conveniente que podía ser la presencia de aquel enemigo de
Juarez en tale.:! momentos, y las complicaciones que de ella
podian surgir, le conden6 á dura reclusion en la fragata
Okallenger. EL conie de Rms, que era amigo del preso, in-
teresó á los franceses en su fa.vor, y j untos consiguieron del
inglhs q'le alejara. á aquel osado político reembarcándole,
cual se ef~ctuó; marchándosll entónc:}s Míramr)ll á Europa
para engrosar las filas de los que, intrigando en las antesalas
de los pa1ar::io;;, tanto dificultaron la;; soluciones que tenían á
su cargo los aliados.


En virtui de la respuesta que dió J uarez en 6 de febrero á
la segunda nota. de éstos, y á pesar de la intempestiva órden
circulada por el general Zaragoza, quien intentaba anular en
parte los prop63it03 de su presidente, verific6se una entrevista
entre los gemrales Prim y Doblad.o en el pueblo La SoLedad,
en la cu'1l convinieron las bases de un tratado que terminase
las difer~ncias entre el pueblo de Majico y las potencias euro-




CAPÍTULO JI 93


peas. En la tercera de aquellas bases se consignó que, duran-
te las negociaciones para el definitivo arregló, ocuparian las
fuerzas de las potencias aliadas, como garantía y para librar-
se de la insalubridad de las tierras calientes, las poblaciones
de Córdoba, de Orizaba y de Tehuacan (22). En consecuencia
de este acuerdo, el general Prim, que habia refrescado su ejér-
cito con los refuerzos que desde Cuba le envió el general Ser-
rano, lo cual hizo decir á Juarez que accediendo el represen-
tante español á sus pretensiones iba reembarcando ya sus
tropas, así que hubo despedido para la Habana la gente in-
válida con la indicada escuadrilla, se dispuso á ocupar los
puntos convenidos y á instalarse en ellos ántes del 15 de
abril, que era el dia señalado para abrirse en Orizaba las
negociaciones.


En tanto que estas tenian lugar, los periódicos de Vera-
cruz, desconformes con la benevolencia que el general Prim
dispensaba al pueblo mejicano, publicaron varios é intencio-
nados escritos denunciando la conducta del representante es-
pañol, y presentándola con un manifiesto carácter de sospe-
cha; mientras otro periódico, que se creia inspirado por el
mismo conde de Reus, respondiendo á tales agresiones, inau-
guró nna política atractiva, semejante á la que los jefes de
fraccion acostumbran usar en los gobiernos populares para


. aumentar sus partidarios. Esto y las diarias entrevistas de
Prim con los parientes y paisanos de su esposa en Veracruz,
aumentaron las desconfianzas de los representantes de Ingla-
terra y Francia, y previnieron sus ánimos en muy mal sen-
tido para los actos sucesivos. De allí resultó que la buena dis-
posicion en que aún se encontraban los aliados al firmarse
los preliminares de convenio en La Soledad, fuera debilitán-
dose rápidamente, é hiciese ya suponer una próxima y ,com-
pleta ruptura, al tenerse noticia de las gestiones que los me-
jicanos emigrados en Europa dirigian cerca de las córtes de
París, Madrid y Roma, al objeto de encontrar un candidato
para el trono de Méjico. Tales nuevas conmovieron, cual era
de esperar, la opinion pública; despertaron la susceptibilidad




94 LAS INSURRECCIONES HN CUBA


de los Estados-Unidos; encendieron las desconfianzas en el
ánimo de Juarez y de los suyos, y levantaron montes de difi-
cultades para las soluciones entabladas.


Por fin llegó, y aún se adelantó por estos motivos, el dia
de las conferencias. Reuniéronse el 9 de abril en Orizaba los
aliarlos, para orillar, si era posible, el desacuerdo que por
aquellas gestiones habia surgido. Los representantes español
é inglés tomaron en la díscusion, por punto de partida, el
Tratado de Lóndres, que sostenía el statu qua en Méjico, y
no autorizaba á las potencias aliadas para romper la amistad
con J uarez; mientras los franceses, falseando el pensamiento
de Europa, defendian lo contrario, obedeciendo las inspiracio-
nes de su emperador, que se veían trasparentemente dirigi-
das á colocar en la antigua Nueva España un soberano de
quien poder disponer. Tan aferrados se mostraron á sus opi-
niones, ó tan cohibidos estaban por los mandatos de Napo-
lean IU los franceses, que hasta menospreciaron el Convenio
ae la !Soleitaa, diciendo que éste fué sólo un armisticio que
terminaba con la exigencia que á los otros aliados atribuían,
de que Francia se declarase protectora de Jllarez, contra los
deseos del partido opuesto, ó sea del conservador hispano-
mejicano; y que, semejante exigencia, equivalía á cualquiera
otra que pudiera surgir de las negociaciones en el caso de
entablarse, y cuya posibilidad estaba prevista en el texto del
mismo convenio (23).


Indudables ya las intenciones de la Francia, y compren-
diendo que por aquel camino ninguna avenencia era posible,
manifestó el conde de Reus, que debiéndose estimar tal acti-
tud como una declaracion de guerra á Méjico, «él estaba re-
»)suelto á retirarse del país con las fuerzas que mandaba,
»porque ni queria oponerse con las armas á la resolucion de
»los franceses, ni ser pasivo espectador de una lucha inmoti-
)vada entre éstos y los mejicanos.» Rota de este modo la
coalicion europea, participaron inmediatamente los expedi-
cionarios al gobierno mejicano cuanto acababa de suceder, y
en aquella nota, fechada el mismo 9 de abril, manifestaron




CAPÍTULO II 95


ademá.s haber resuelto para lo sucesivo una accion separada
é independiente. En consecuencia de semejante acuerdo, dis-
puso Prim el reembarco de sus tropas, al tiempo que las de
Francia, que iban á concentrarse en Paso Ancho, se prepa-
raban para emprender las operaciones, tan pronto como los
españoles hubieran rebasado aquella posicion (24).


En virtud de tal acuerdo, y al recibir el gobierno de la re-
pública noticia oficial de la ruptura del Tratado de Lóndres,
dictó el presidente Juarez las medidas necesarias para poner
al país en estado de defensa; y seguidamente los franceses,
acompañados si no dirigidos por el general mejicano D. Juan
N. Almonte y por otros hombres del partido conservador, di-
rigieron proclamas y alocuciones al pueblo de Méjico lla-
mándole á su causa. En tanto el conde de Reus, falto de bu-
ques por permanecer aún en la Habana la escuadrilla españo-
la, tuvo que aceptar del comodoro Dunlop los suyos, y no
siendo estos bastantes á contener todas las tropas, notició al
general Serrano cuanto ocurria para que le enviase los auxi-
lÍos que necesitaba.


Grande fué la sorpresa del capitan general y de todos los
habitantes de la isla de Cuba al recibir tan inesperada nueva.
Creyendo el general Serrano que hubiera sido aquella una
excentricidad del carácter de D. Juan Prim, reunió en 16 de
abril, en que la noticia le fué comunicada, una junta com-
puesta de generales, autoridades, senadores, ex-diputados y
personas notables, para hacerles presente lo ocurrido y con-
sultarles si creian acertado dirigir algunas observaciones al
conde de Reus, que pudieran aplazar su determinacion mien-
tras el gobierno de la reina Isabel resolvia en el asunto. A ten-
didas por la junta las razones que la expuso el gobernador
superior de la isla, se amoldó unánime á su opinion, dispo-
niéndose en consecuencia que el general Gasset se embarcase
para relevar á Prim, si éste no queria seguir al frente de las
tropas; que esperasen éstas en Méjico la decision de S. M., y
que por la vía norte-americana se dirigiese inmediatamente á
España D. Cipriano del Mazo para enterar al gobierno supre-




96 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


mo y recibir las órdenes que sobre el asunto dictara. Iba ya
á ejecutars9 el acuerdo de la junta, cuando entró en el puerto
de la Habana el dia 171a fragata inglesa Ohallenger, anun-
ciando que parte de la division expedicionaria española esta-
ba ya en la mar,debiendo presentarse ante el Morro de un
mom2nto á otro; lo cual contuvo los propósito:> del general
Serrano obligándole á disponer, por el contrario, el envío de
trasportes á las aguas de Veracruz para trasladar á la Habana
el resto de las tropas.


El primer cuerpo de ejército que regresó á la isla fué el
batallon de Cuba, que maltrecho y extenuado por las enfer-
medades, desembarcó en In, capital el día 24 de abril. Cinco
dias despues llegó la marquesa de los CastJlejos con su hijo
y acompañada de algunos amigos de su esposo el general
Prim, y fina'mente, en 9 de mayo, fué a(~ogido éste por el.
pueblo de la Habana con una frialdad. más pronunciada toda-
vía que caluroso y entusiasta fué el recibimiento con que se
le halagó al desem barcar procedente de la Península (25).
Tales y tan expresivas fueron las muestras de desagrado que
presenció en aquella ocasion el conde de Reus, que siete dias
nada más se atrevió á permanecer en la Habana, dirigiéndo-
se al cabo de este corto período á España por la vía de los
Estados-Unidos. Yes que en la concienc.Í ... de todos estaba
que D . .luan Prim, de quien se esperaba, si no que fundase
una monarquía española en Méjico, que afirm'1ra al menos
los lazos de union entre la isla de Cuba y los hombres de
nuestra raza en el continente americano, tal vez por sus pa-
siones inspirado, atendió más al interés y afc:ccion partkula-
res que al cumplimiento de sus deberes patrióticos; y por sen-
tirlo así el elemento español, que le recibió como una espe-
ranza, le rechazó despues como á irritante decepciono


¿Pudieron los españoles imparciales asegurar en aquellas
circunstancias que el general Prim procediera con el patrio-
tismo que tanto decantaba? Ciertamente que no: como espa-
ñol, como funcioll'1rio diplomático, como general del .ejército
debia haberse sujetado á la autoridad del gobierno de que




CAPíTULO 1I 97


dependia. No lo hizo; y si el guiarse por su único capricho
pudo á la postre considerarse como un verdadero bien para el
tesoro de Cuba y como una conveniencia material para Es-
paña, que sólo sinsabores, pérdidas de hombres y de dinero y
males de todo género se pl'ometia siguiendo el conde de Reus
otra conducta, el obrar éste á su voluntad, tanta como fortuna
pudiera ser para la nacion, fué mancha en el nombre del ge-
neral y del político que, á pesar de haber defendido cuatro
años antes en el Senado español la paz con Méjico, se prestó
á ir allá al frente de un ejército. Sabiéndose esto, ¿era extraño
que se le hiciera blanco de determinadas imputaciones, que
no lo parecieron por cierto desde el momento en que sus de-
tractores las fundaban en la política sospechosa y en la reti-
rada que, segun ellos, indicaba, cuando ménos, que al aceptar
el mando de las fuerzas expedicionarias á Méjico llevaba al-
guna otra intencion que la de servir á su pátria? Ciertamen-
te que la responsabilidad toda de aquellos hechos y de aque-
llos gastos infructuosos, debiera atribuirse exclusivamente al
gobierno que, por apartar de su lado la bulliciosa representa-
cion política del osado marqués de los Castillejos, le confió un
cargo de tanta importancia. ¿Pero qué habian de hacer aque-
llos gobernantes que sólo vivir podian cuando un sable les
amparaba de los amagos de otros sables? Las circunstancias,
hijas de anteriores absurdos, trajeron en aquella ocasion, cual
otras veces, desdicha tan lamentable á nuestra pátria.


IV.


Vueltas las tropas de Méjico, cuando en el reincorporado
territorio de Santo Domingo empezaban á notarse síntomas
de disgusto, por la mala política y desacreditada adminis-
tracion que en vano intentó imponerse á aquellos habitantes,
el general Serrano, que se mostraba orgulloso por los hechos


TOMO II 7




98 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


que vinieron á convertirse en desastres, contiuuó cual era
presumible de su fácil carácter y sin que la experiencia le
hubiese enseñado nada, por el mismo peligroso camiuo que
emprendió al inaugurar su mando.


Un hecho sencillo en la apariencia, pero de desagradables
resultados, irritó al elemento español de la isla, un mes des-
pues de haber sufrido la decepcion- fundada ~ en la conducta
censurable de Prim en Méjico. Tal fué el acuerdo que á ex-
citacion de aquellos reformistas, ó encubiertos enemigos de
España, que es sin duda su sinónimo, tomó el general Ser-
rano con motivo de la muerte del Sócrates cubano, cono-
cido vulgarmente por D. PEPE, Ó sea del gran perturbador y
enemigo de nuestro dominio en las Antillas, D. José de la
Luz Caballero. El fallecimiento del ídolo de los enemigos de
España en Cuba, acaecido el lunes 23 de junio de 1862, qui-
so aprovecharse por los reformistas, envalentonados con la
imponente actitud en que los Estados esclavistas de la Unían
americana, sus aliados, se habian colocado, y quiso explo-
tarse en favor de sus inextinguibles rencores haciendo una
manifestacion contra el nombre español, que á la vez reali-
zara un acto que desprestigiase y pusiera en ridículo la au-
toridad del general que tanto les protegia. Presentósele al
efecto uua comision de los prohombres de la reforma, quienes
enalteciéndole las virtudes y la sabiduría del finado, cási le
exigieron, y favorecidos por las circunstancias del momento,
alcanzaron, que por honra de España se tributasen á D. PEPE
las honras que merecian los grandes hombres.


Fácil Serrano, blando cual siempre, é infortunado gober-
nante como de costumbre, cuando no se trata de asuntos
guerreros, accedió impremeditadamente á aquella pretension,
hasta el punto de confiar á los mismos que trataban de ridi-
culizarle, la redaccion del decreto que al dia siguiente publi-
cólaGAcETA DE LA HABANA (26), en el que, para dar un so-
lemne testimonio de consideracion á los méritos literarios y
á las virtudes públicas y privadas del famoso D. PEPE, se
le decretaron honores cási régios. ¡Y por qué merecimientos!




CAPíTULO II 99


Los méritos literarios se reducian á la publicacion de un tra-
tadito de enseñanza con el nombre de Texto de lectura gra-
duada y del Informe sobre el Instituto cubano (27), y sus
virtudes públicas y privadas consistian en haber pervertido
el corazon de la niñez con sus máximas antipatrióticas y
disolventes, tratándose de la familia peninsular, yen haber
fomentado los Mios contra España en el colegio de El Salva-
dor que dirigía (28).


Ciertamente que al accederse á tan absurda exigencia por
la primera autoridad de la isla, depusieron un momento sus
públicas manifestaciones de rencor aquellos eternos enemigos
del nombre español, haciendo de ello alarde, cual se vió en el
número 18 del periódico que se publicaba en Guanallacoa con
el título de EL PROGRESO, en el que rendian homenaje con
un voto de gracias al general Serrano por haberse asociad. á
ellos (á los cubanos) en el dolor que les causaba la muerte de
de José de la Luz Caballero. Sin embargo, aquellos periodistas,
para no desmentir sus sentimientos de siempre, manifestaron
á la vez q !le, de tal manera correspondian á los que les calum-
niaban de ingratos é indignos de ocupar un puesto en el ban-
quete del progreso y de la moderna civilizacion; aludiendo
trasparentemente á los peninsulares, que por conocerles bien,
jamás creyeron sus protestas.


Complacido Serrano con el que suponia un gran acto políti-
co, y hasta muy satisfecho con aquellos que como pródigo
amigo le adulaban y cual delegado de España le aborrecian
profundamente, siguió consintiéndoles las manifestaciones que
para zaherir á los españoles ideaban. Otra de estas fué la de
abrir públicas colectas para levantar una estátna en el patio
de la Universidad al ilustre D. PEPE, como merecido tributo
que le rendía la patria cubana desconsolada. jY la España,
representada por su delegado, consentia semejante muestra de
gratitud, al que pervirtiendo y envenenando el corazon de
sus hijos y al que acreciendo con su propaganda el número de
los enemigos de nnestra raza y de nuestro nombre, fijó los
cimientos de las desdichas presentesl




100 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


Muchos y muy variados fueron los medios de adulacion
que usaron aquellos reformistas para que el general Serrano
no cambiase el rumbo á su benevolencia. Distinguiéronse
en aquella ocasion los entremetidos poetas sinsontes, como el
difuso y estrambótico Fornaris y Céspedes, de quien se ha
hablado ya, cuyo vate, agradecido al inesperado honor que
el general dispensaba á la memoria del pedagogo-filósofo Luz
Caballero, apartándose momentáneamente de las corrientes de
su pretencioso enmarañado estilo, dedicó á la primera auto-
ridad una composicion alusiva á las honras del maestro de
escuela, en la cual, con toda claridad y grande osadía, procla-
maba, al adular al prócer, su falta de cariño y su antiguo
despego de cuanto á España se referia, en los siguientes
versos:


«Jamás mi lira altiva en tus palacios
Sus ecos dilató. Ni pude nunca
Soñar siquiera que mi voz un dia
Llegase á tí. Poeta infortunado
Canté sólo la raza siboneya
Tan pobre como yo. Pero mi lira
Hoy suena en tu loor. Yo te venero,
Porque eres tú el primero
Que honras los grandes de la pátria mía ... (29)


y no sólo los patriotas reformistas ó enemigos de España
que habia en la Habana y en Guanabacoa, se congregaron
para irritar el sentimiento español con aquel motivo, sino que
tambíen los del pueblo de Guanajay, que fué el iniciad.or en
la idea de erigir una estátua al propagandista maestro de es-
cuela, hicieron calurosas manifestaciones por medio de su
periódico EL DESTELLO: y á todo esto y á aquel claro y per-
sistente insulto á nuestra nacionalidad, quien podia evitarlo
representaba con su inercia el más desairado é inocente de
los papeles. Seria efecto quizás de la poca advertencia; pero
de yualquier modo que fuese, se traducia por todos los buenos
españoles como un acto verdaderamente impropio, si no anti-
patriótico.




CAPÍTULO II 101


En verdad que aquellos p2riodistas y aquellos vates de
Cuba no pudieron quejarse del mando de D. Francisco Ser-
rano. El Fornaris indicado, autor de los Oantos del 8ibo-
ney (30), que á la sazon salieron á luz, trató de extender y de
arraigar la idea del provincionalismo como base de la de inde-
pendencia entre los gua giros de tierra adentro y los vegueros
de Vuelta Abajo; y los demás poetas sus compañeros, de
no tanto mérito por cierto que, á pesar de inscribirse en la
FLORESTA CUBANA., pudieran prescindir del irrisorio título de
sinsontes, propagaron con gran suma de muy malos versos
los mismos sentimientos de ódio á España. Era sin duda por-
que la benevolencia del general Serrano habia puesto ya en
desuso aquella famosa órden, que en marzo de 1854 dictó el
general Pezuela, prohibiendo la publicacion de las composi-
ciones absurdas é insensatas que hasta allí habian atacado
impunemente la santidad del buen sentido (31).


Destinado parecia el futuro duque de la Torre á encontrar
complicaciones, cuando no las buscaba, en todos los momen-
tos de su gobernacion antillana. Antes de la expedicion á Mé-
jico y mientras iba preparando la funesta anexion de la parte
española de Santo Domingo, que tan cara llegó á pagar nues-
tro exclusivismo gubernativo, una complicacioníndependien-
te de su voluntad y que quizás le animaría á precipitar las
otras, le salió al paso en la guerra civil que estalló entre los
Estados confederados del Sur y los federales del Norte de la.
Union americana, con motivo de las exaltadas ambiciones
y discordias añejas entre unos y otros habitantes. No escasa
intervencion le correspondió tener á D. Francisco Serra-
no en aquellos asuntos, que tan de cerca afectaban los intere-
ses del territorio de su mando y en los que la general simpa-
tía se inclinaba hácia los esclavistas del Sur; pero consiguió
con su política de neutralidad evitar conflictos y no enarde-
cer más á los actores de aquellos sucesos, que en conjunto se
tratan en el siguiente capítulo.


De cuanto resulta en todo lo que hasta aquí queda referido,
respecto de la gobernacion de este capitan general en la gran




102 LAS INSURRECCIONES EN CUBA.


Antilla, se deduce, que si fueron bien intencionados sus prop6-
sitos, abrieron al porvenir el camino de tristes cbnsecuencias,
así en lo político como en lo económico y social, si bien en lo
relativo á este último punto no hiciera otra cosa su fácil ca-
rácter que prestarse á las prácticas tan admitidas, y con
descaro vulgarizadas durante el mando de su predecesor. Si
Serrano no alimentó la trata, tampoco supo escogítar medíos
para extinguirla por completo.


Tres años cumplió en el mando, que era el período entónces
señalado al de los capitanes generales en nuestras posesiones
ultramarinas, y al final de éstos, en 14 de diCiembre de 1862
abandon6 la grande Antilla. Despidiéronle aquellos publicistas
que sobre todo habian disfrutado de su benevolencia, quienes
hacian votos públicos por su pr6speroporvenir, para que con-
tinuase favoreciendo sus planes, mientras dirigian votos priva-
dos los reformadores y separatistas, que tanto camino ade-
lantaron con las concesiones impensadas que obtuvieron. Uni-
dos unos y otros á algunos peninsulares, no muchos cierta-
mente, obsequiaron á D. Francisco Serrano en su despedida,
presentándole como recuerdo de la Habana una corona y co-
llar de brillantes para su esposa, y un juego de postres de
plata; acompañando á estos objetos un documento en el que
le prodigaban grandes aplausos, por su acertada administra-
cion (32). Natural era que los reformistas obsequiaran al pro-
tector de sus ideas; no lo era tanto sin embargo que hicieran
coro á éstos algunos de los que pertenecían al comité español,
iU antin6mico, y muy inconveniente á la vez en todos sentidos
que se invirtieran enormes sumas y se comprometiese al re-
presentante de la nacion española hasta el punto de hacerle
aceptar valiosos regalos, cuyo importe hubiera podido em-
plearse con general aceptacion en mejorar las condiciones de
los acogidos en los establecimientos benéficos. ¡Cuánto más
político y digno de aplauso no hubiera sido convertir aquella
censurable manifestacion aduladora en espontáneo acto de ca-
ridad!


Reconocidos los reformistas al duque de la Torre, aprove-




CAPÍTULO II 103


charon en lo sucesivo cuantas ocasiones les fueron propicias
para demostrarlo públicamente. Tal se vió en el juicio que
sobre su gobernacion en Cuba hicieron, al éoleccionar los
trabajos de la Junta informativa, en el que, aplaudiendo
aquella política que para hacerse popular empleó con todas
las personas distinguidas del país, sin detenerse á indagar las
tendencias que representaban, condensaron los reformistas su
opioion y los motivos de su aplauso diciendo: «gue D. Fran-
»cisco Serrano procuró cerrar el abismo que existia entre pe-
»ninsulares y cubanos, formando elgran partido reformista,
»que á él debia cási completamente su existencia; que auto-
»rizó la publicacion del periódico EL SIGLO, ilustrado y va-
»liente órgano de aquel partido; que dejó gran libertad á la
»prensa y obtuvo algunas útiles reformas para el país» (33).


Ciertamente que juicio más imparcial nadie mejor que
aquellos reformÍtitas podian hacerlo; pero ¿fueron los que ellos
aplaudian, bienes positivos para la isla de Cuba'? Los buenos
españoles que figuraban en el bando anti-reformista y juz-
garon siempre funesta la existencia de partidos en las po-
sesiones alejadas de la metrópoli, tuvieron por desastroso, y
en verdad que no se engañaron, lo que sus adversarios
aplaudian; y al juicio que á aquellos les inspiraba su grati- \
tud, opusieron éstos la censura más acerba arrancada á 6US
sentimientos patrióticos lastimados'. Que no fueron injustos
ni pesimistas, se demostró bien pronto; y la triste situacion
por que atraviesa actualmente la grande Antilla, prueba es
que patentiza su acierto y la equivocada política del general
Serrano.


Que la buena fé inspiraba á este general, no admitia, sin
embargo, duda alguna, comprobándose dos años despues, y
cuando al declararse en el Parlamento defensor de los intere-
ses reformistas, demostró que sólo lo hacia partiendo del prin-
cipio del más firme españolismo; pero éste no se acataba sino
por muy escaso número de aquellos de sus defena.idos, que
habian ya eliminado semejante deber de las afirmaciones que
constituian su credo político. La buena fé no se sabe que en
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104 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


el mundo moderno haya servido jamás de base á ninguna ele-
vada política, ni se cree que pueda fundar gobierno alguno,
mientras existan hombres de los que viven en constante ace-
cho para abusar de ella. Y esto no lo tuvo presente el gene-
ral Serrano.


Si sus optimistas sentimientos los hubiera sustituido aquel
gobernante por una más sutí! sagacidad, sin tener que apelar
á maquiavelismos insensatos; si tantas ofertas cumplidas las
hubiese reemplazado eún dádivas escasas, concedidas sola-
mente como premio á servicios efectivos para la política na-
cional; si tanta benevolencia la hubiese promediado con cas-
tigos saludables ó amenazas oportunas, que resultaran en pró
del afianzamiento de los compromisos en favor de España, hu-
biera dejado el general-Serrano enla grande Antilla más gér-
menes de adhesion y algunas ménos ingratas semillas de des-
afecto. Pero Serrano, al descubrirse más de lo que un gober-
nante debe, sin meditar en los inconvenientes de semejante
prueba de buena fé; al dividir el gran elemento rico y conser-
vador, español por interés, aunque no todo lo fuese por con-
vicciones, alentó á los flacos é insignificantes elementos sepa-
ratis~s para que se organizasen, abriendo así la fuente de
lágrimas que hace más de cuatro años está regando los cam-
pos de Cuba.




CAPÍTULO In.


1. Cuestiones que llaman la atencion del general Dulce al tomar
posesion del mando de Cuba.-Guerra civil en los Estados-Uni-
dos y causas que la provocaron.-La esclavitud.-Los :filántro-
pos y el motin de Harper's Ferrg.-Ellibro de Mr. Helper.-Pro-
posicion de Mr. Clark.-Reuniones electorales en Charleston y
en Chicago.-Eleccion de Abraham Lincoln.-Movimientos sepa-
ratistas del Sur.-Formal declarncion de guerra entre confede-
rados y federaleS.-EI general Grant.-·Retirada de Lee.-Ase-
sinato de Lincoln.-Política española ante aquella guerra.-Con-
ducta de Dulce.-Devolucion del ariete Stonemall.


n. Insurreccion de Santo Domingo.-Sus orí~enes.-Torpezas del
gobierno é ingratitudes con Santana.-Mandos de Rivero y Var-
gas.-Vicios gubernativos.-Proceder de Gándara.-Muerte de
Santana.-El gabinete Narvaez propone el abandono de Santo Do-
mingo.-Opinion pública.-Discusiones de las Cámaras.-Des-
honrosa ley de abandono.


IIl. Sistema gubernativo de Dulce.-Cuestiones sobre la trata.-
El gobernador Navascués.-Argüelles, sus atropellos y ruidoso
proceso.-La Sociedad contra la trata.-Proyecto abolicionista.
-Reaccion en la opinion pública.-Actitud provocativa de los
reformistas.-Serrano se declara su defensor en el Parlamellto.-
Cartas y exposiciones de los reformistas y antireformistas.-Co-
mision del comité español en la Península.-Mision del periódico
La Reforma.-O'Donnell en el poder.-Reunion de una junta in-
formativa en Madrid.-El director del periódico La America en
Cuba.-Banquetes reformistas.-Amagos contra Cuba.-Rcbe-
!ion de negros en Jamaica.-Cuestion de.! Pacífico.-Suicidio de
Pareja.-Mendez Nuñez ante el Callao.-Trabajos separatistas.-
Emision de papel moneda.-Optimismo de Dulce.-Elecciones
para la junta de informacion.-Triunfo de los reformistas.-Su-
ceso s del teatro de Tacon.-Los tacos del Louvre.-Dimision de
Dulce.-Un cubano más.-Ruidosa despedida.


I.


Cuatro importantes cuestiones, dos exteriores y dos locales,
llamaron la preferente atencion de,D. Domingo Dulce al ha-
cerse cargo del gobierno y capitania general de la isla de




106 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


Cuba en 14 de diciembre de 1862. Constituian las del exterior
la titánica lucha entre los Estados del Sur y los del Norte de
la Union americana, y la situacion de la isla de Santo Do-
mingo, que pasados los momentos de entusiasmo, fué empeo-
rando, merced á las torpezas gubernativas de la metrópoli
que convirtieron pronto los plácemes en quejas, y los disgus-
tos en las sediciones que precedieron á la guerra de restau-
raciono Eran las dos cuestiones locales de principal interés, la
relativa al tráúco de negros, y la' que' se referia á las refor-
mas políticas y administrativas que, en consonancia con la
conducta gubernativa y las ofertas del general Serrano, iba
pidiendo una parte de la poblacion cubana.


La lucha colosal en que los Estados-Unidos de América.
dieron á conocer al mundo los grados de su vitalidad, al
romperse los lazos· políticos entre los plantadores del Sur y
los industriales del Norte de la gran república, era asunto
ciertamente que debia preocupar el ánimo del delegado de
España en Cuba; por los peligros en que ponia á la isla su
proximidad al punto del combate y por la duracion de aquella
guerra doméstica y civil, tan sangrienta como implacables
eran las pasiones que la promovieron.


Conocido era de antiguo el antag"onismo que entre unos y
otros Estados de la r~pública existia, producto natural de la
diferencia de aspiraciones y de intereses en los habitantes que
los poblaban. Ricos los del Sur por la bondad de su terreno y
por la numerosa esclavitud que de aquel sueloextraia valiosos
productos, excitaban la envidia de los yankees del Norte, que
precisados se veian á consumir dobles fuerzas y tiempo y su-
periores capitales para procurarse las fortunas, la abundancia
y la opulencia que en fastuosas manifestaciones exhibian en
los pueblos del Norte, aquellos hijos de la Luisiana y de los
territorios limítrofes regados por el padre de las aguas, segun
llamaron los indígenas al Mississippí. Tales propietarios no
parecia sino que intencionalmente usaban de aquellos alardes,
para humillar á los que de sus industrias no podian esperar
semejante desahogo ni soñar en tanta riqueza.




CAPÍTULO III 107


Además, y si para aquel antagonismo no hubiera sido esta
suficiente causa, otra habia en la procedencia de unos y otros
habitantes y en las tendencias de raza que les dieron orígen,
para promover y fomentar las desarmonías. Sajones puros los
republicanos del Norte, participaban del carácter peculiar á
los hIjOS de las Islas británicas y de Alemania, y de las ten-
dencias engendradas por aquel y por el puritanismo reli-
gioso que les hizo abandonar Europa: á unos para ir á Che-
sapeake, fundar á Jamestown y desde allí extenderse, y á los
otros para posesionarse de Cabo-Cod y erigir á N ew -Plymouth
con igual objeto, desalojando ambos á los indígenas de los
puntos donde más tarde fundaron Washington y Franklin la
actual república.


De orígeu hispano y franco latino los habitantes del Sur,
y de primitiva religion católica muchos de ellos, no podian
naturalmente avenirse ni á los caractéres, ni á las creencias,
ni al modo de ser de aquellos, con quienes tuvieron que fun-
dirse para establecer y afianzar su nacionalidad, al separarse
de España y de Francia á principios del siglo, y como con-
~ecuencia de los acontecimientos provocados en Europa y en
América por la insaciable sed ambiciosa de Napoleon 1.


Este antagonismo, estas disidencias en dos puntos de una
misma nacionalidad, se revistieron de distintas formas y se
manifestaron bajo diversos aspectos, segun las circunstancias
y las exigencias del tiempo; pero jamás varió en la esencia la
decision de los del Norte á vengarse de las humillaciones que
~u relativa pobreza recibía con el provocativo lujo de los del
Sur. Para saciar su venganza se sirvieron de varios medios, y
resultando ineficaces escogitaron el de la perturbacion social
ó sublevacion de los esclavos, como de éxito indudable. A este
objeto, convirtieron en causa comun la de los filántropos y
abolicionistas, numerosos entre los yankees despues de la
abolicion en las posesiones inglesas; hicieron coro á sus recla-
maciones; se asociaron á sus centros de propaganda y contri-
buyeron con fondos para enviar emisarios al Sur, no sólo al
intento de romper los lazos de la obediencia en la e3clavitud,




108 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


sino con el encargo de seducir, secuestrar y llevarse consigo
todos los negros que quisieran seguirles 6 pudieran arrebatar
á sus dueños y patronos.


Uno de aquellos emisarios, muy conocido en el Norte por
su fanatismo filantrópico, llamado Jhon Brown, promovió
con sus intemperantes predicaciones contra los propietarios
del Sur y en favor de la raza negra, un tumulto en Harper's
Ferry, por el cual le juzg6 el2 de diciembre de l8591a córte
del Estado de Virginia, y aprobada la sentencia por el gober-
nador MI'. Wise, fué ahorcado en Charlestown. Aquel acto,
ejercido dentro de la más perfecta legalidad contra un per-
turbador público, lo explotaron los bulliciosos abolicionistas
del Norte para zaherir y maltratar á sus enemigos del Sur,
llegando al ridículo y fanático extremo de declarar á Brown
mártir santo y de considerar cual otro Poncio Pilatos á Wise,
cual en aquella ocasion le llamó un orador de Boston. La
prensa de los filántropos se desbordaba á medida que la agi-
tacion crecia, y como la moralidad de este elemento social no
se distingue en aquella república por sus virtudes edificantes,
apareció en tales momentos entre los muchos propagandistas
que con sus escritos fomentaban la intranquilidad entre los
habitantes .del Sur, un MI'. Helper que, por conviccion 6 por
hacer negocio, que no dejaba de· ser lucrativo en sem~jantes
circunstancias, publicó un libro pintando con vivos yexagera-
dos colores las penalidades del negro esclavo. Por suerte ó ha-
bilidad pudo Helper conseguir que las Cámaras de Was-
hington se ocuparan de su obra y que presentasen una mocion
recomendando oficialmente la compra del libro.


Tan mal efecto produjo aquel acto en los políticos del Sur,
que al empezar la legislatura de 1860, el representante de los
Estados esclavistas, Mr. Clark, present6 otra proposicion para
que no pudieran ser en lo sucesivo elegibles los representan-
tes que se habian declarado protectores de la obra de mis-
ter Helper. En las discusiones promovidas con este motivo,
presdndiéndose de la consideracion mútua que hasta ent6n-
ces se habia guardado por todos, manifestóse ya sin reservas




CAPÍTULO lIt 109


dentro de las mismas Cámaras, aquel antagonismo y los ren-
cores y hasta los Mios que existian entre unos· y otros repre-
sentantes y entre una y otra parte de la gran república.


Llegaron en esto los trabajos prepa!atorios para la e1ec-
cion de presidente de los Estados-Unidos. En mayo de aquel
año de 1860, se reunieron los demócratas en Charleston, ciu-
dad del Sur, y tuvieron que disolverse sin llegar á un acuer-
do. Citóse luego para Chicago la Convencion nacional de los
republicanos con objeto de designar las candidaturas; en
cuya Asamblea ya se pusieron muy de relieve la diferencia
de aspiraciones y la diversidad de tendencias, al presentar la
fraccion más moderada á Douglas y Jhonson, como candida-
tos para la presidencia y vicepresidencia, en oposicion á las
candidaturas de Breckinridge y Lane, respectivamente para
los mismos cargos. Pero ni unas ni otras prevalecieron, por-
que un tercer partido medio, llamado de la union constitu-
cional y formado con las procedencias de los antiguos mMgs ó
americanos netos, conocidos por el apodo de knolt notMn!Js, ó
nada saben, propusieron á Mr. Bell y al orador Everett. La
desconformidad en las opiniones y la division de los demócra-
tas del Sur. robustecieron naturalmente las fuerzas de los
re'publicanos de Chicago, quienes como bandera de concilia-
cion en su partido, buscaron un nuevo candidato, que fué
Abraham Lincoln, el cual en la definitiva votacion de 18 de
mayo, repetida varias veces hasta que resultó decisiva, fué
designado por una gran mayoría para la presidencia de la
república; cuya eleccion se confirmó luego por 1.866.157 vo-
tos contra 1.375.157 que obtuvo su contrincante Douglas.


Conocido el programa político aceptado por Linco1n al ad-
mitir su candidatura, en el que iba comprendida la reforma
del artículo constitucional relativo á la esclavitud, bastó la
noticia de su triunfo para que los habitantes del Sur de la
Union rompieran los diques de sus mal comprimidos Mios.
Proclamaron públicamente sus propósitos de prescindir del
Norte y de realizar sus ideas de emancipacion de antiguo ha-
lagadas, y contenidas tan sólo por el temor á la responsabili-




110 LAS INS URRECCIONES EN CUBA


dad que recaeria sobre los que provocaran aquella que á su
juicio debia ser sangrienta y terrible lucha. La Carolina del
Sur, más impaciente que ningun otro Estado, enarboló ántes
que nadie la bandera disidente y dió la primera los pasos para
separarse de la confederacion norte-americana.


Tales fueron las dudas que en los primeros momentos se
tenian sobre el derecho que á los habitantes del Sur podia
asistir, despues de admitido por Lincoln aquel prog'rama, que
Mr. Buchanan,. presidente aún de la república, no creyéndose
competente para resolverlas ni para adoptar las enérgicas
disposiciones que en otro caso hubiera tomado, esperó la
reunion de las Cámaras ó más bien el relevo de su alto cargo.
En consecuencia de esto y de la impunidad y libertad que
por tal motivo disfrutaron los Estado:; esclavistas, se hizo in-
dependiente la Carolina del Sur en 20 de diciembre de 1860;
siguieron las declaraciones de la Georgia el 3 de enero
de 1861, de Alabama el 4 de abril y de los Estados de Mis-
sissipí, Florida, Tejas y Luisiana poco despues; cuyos siete
Estados proclamaron una nueva Constitucion, eligieron pre-
sidente á Jefferson Davis y vicepresidente á Alexander Ste-
phens, y en 18 de febrero designaron á Mongomery como
capital y residencia interina del gobierno de la confederacion,
Declarada de este modo la guerra, yrotas las hostilidades con
el primer cañonazo disparado contra un buque del gobierno,
ántes constituido, que llevaba tardíos refuerzos al fuerte
Sumter en Charleston, ya era irremediable la continuacion
de la lucha; comprendiendo una y otra parte de los des-
nnidos Estados que no habia ya otra cosa posible que vencer ó
morir en la contienda, ni otra solucion que sancionar la exis-
tencia de la esclavitud ó borrarla para siempre de la legis-
lacion de la gran república; ni otro fin probable que la ab-
soluta destruccion del Sur ó del Norte.


N o entra en las condiciones de este libro seguir paso á paso
la descripcion de los horrores de aquella guerra, en la que
bien pudiera decirse que pelearon treinta millones de habitan-
tes, pues á todos interesaba igualmente el resultado, yen la




CAPÍTULO III 111


cual ninguno de los Estados permaneció impasible ante la ti-
tánica, lucha en la que como medios dé defensa ó de ataque
se dió vida á la piratería, se autorizó el saqueo y se come-


. tieron todos los absurdos y todos los horrores que jamás
en otro pueblo del mundo se idearon. Basta decir que aquella
hecatombe consumió cientos de miles de séres humanos y le
costó mas de mil quinientos millones de duros al vencedor.


La violencia hecha á la Constitucion federal por los Estados
del Norte, fué sin duda la caUSa ostensible para romper los
vínculos de uníon con los del Sur (1). Pero aquella agresion
á la ley fundamental que, en presencia ,de la actitud franca-
mente revolucionaria manifestada ya en febrero de 1861, hu-
biera podido suavizarse con transacciones de conciliacion,
aprovechándose la oportunidad de posesionarse Mr. Lincoln
de la presidencia de la república en 7 de marzo; no solo qui-
so sostenerse con la misma energía que se inició, sino aumen-
tar mas en grados la tirantez política, suponiendo que era el
medio mas directo para conseguir el triunfo sobre los confe-
derados.


La proclama del nuevo presidente llamando al servicio de
las armas setenta y cinco mil hombres, expedida por el re-
ciente poder ejecutivo, dos dias despues de haberse derra-
mado la primera sangre en las calles de Baltimore, y la del
6 de agosto comprendiendo en el acta de confiscaciOll á los
que alentasen, ayudasen ó promoviesen insurrecciones, prue-
bas eran de la política de resistencia preferida por Lincoln.
y sí la batalla de Bull-Rum le aconsejó publicar su proclama
de rogati vas públicas, impetrando de la Providencia lo que
sus ejércitos no conseguían, y sí con el decreto de 6 de marzo
de 1862 resolvió la abolicion gradual é indemnizada de la
esclavitud (2), en cambio e117 de julio del mismo año ordenó
para los delitos de traicion y rebelion casti~os en la forma
más violenta y ménos usada en los pueblos Civilizados (3); y
en 22 de setiembre, cuando supo que despues de la batalla de
Antietam, habia tenido que retirarse el ejército de Lee al otro
lado del Potomac y que desocupar la Marylandia, dictóaque-




112 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


lla proclama, verdadero ataque á la legítima propiedad de
las provincias sublevadas (4), declarando exentos de la ser-
vidumbre á los negros de los disidentes que no se sometieran
á la Union antes del dia l.0 de enero de 1863, y esclavos á los
que dependiesen de confederados sometidos. Manifestacion
tan extraña de los sentimientos filantrópicos y abolicionistas
atribuidos á Lincoln, hizo decir en aquella ocasion al conde
Russell, en nota de 1'1 de enero, y á otros políticos america-
nos, que debian dudar sobre el orígen de la gígantesca lucha
entre el ~orte y el Sur de los Estados-Unidos; pero nunca
creer que en ella se hallase envuelta la cuestion de la esclavi-
tud, desde que veian que los confederados ó habitantes del
Sur sacrificaban hasta sus esclavos antes que someterse á
los federales del Norte ó sean los yank(1es, mientras que éstos,
allíbertar los esclavos que estaban fuera de sus dominios y
no les pertenecían, brindaban con el cebo de la continuacion
de la esclavitud á los que á cambio le ofrecieran su lealtad.
y en verdad que sólo aparente era aquel motivo, pues el ver-
dadero residia en los viejos y profundos ódíos que dividian á
plantadores é industriales.


Difíciles eran las circunstancias que en medio de tal con-
fusion atravesaba la Union americana, cuando pasados más de
tres años en la lucha, vino á complicarla más la eleccion de
presidente de la república. Lógico parecia á aquellos sajones
que el autor de tales desastres fuera el que restableciese la
perdida tranquilidad, y comprendiéndolo así la mayoría de
aquel pueblo, se inclinó á la reeleccion de Lincoln con su pro-
grama de la abolicion de la esclavitud; recibiendo esta mues-
tra de confianza de 2.223.039 votantes, en 8 de noviembre
de 1864. En el discurso que pronunció el 4 de marzo de 1865
al reinstalarse en la primera magistratura, se lamentó Lincoln
de la contiuuaci9n de aquella sangrienta guerra civil, que
«tanto debilitaba á los que leian la misma Biblia y dirigían
»preces é invocaban á un mismo Dios auxilio contra 103 que
»pedian igual divina gracia en el mismo idioma.» Y unos dias
despues, con fecha del 16, expidió una proclama, tardía en




CAPÍTULO III 113


verdad, concediendo un plazo de dos meses para acogerse á
amnistía á los desafectos y desertores de la Union federal, á la
vez que impulsaba la guerra, confiada entónces á las dotes
militares de Ulises Grant.


La batalla de GettY'3burg, reñida durante los dias 2, 3 Y 4
de julio de 1863, donde fLlé tan horrorosa la matanza, que
tuvo que erigirse allí un cementerio consagrado por Lincolll
en 19 de noviembre, dió á conocer al general Grant, discípu-
lo de la escuela militar de West-Poínt, guerrero en Méjico,
y que vencedOl' en Wicksburg y Petersburg, parecía el des-
tinado á recoger los laureles de la victoria. Tras de ellos iba,
cuando alumbrado por las llamas de Richmond, hizo retirar
á Lee precipitadamente; y seguros cási los tenia el 9 de abril
al intimar la rendicion al ejército de b Virginia del Norte.
Aquel glorioso hecho de armas regocijó tanto á Lincoln, que
á su regreso de City Point, donde fué á restablecerse de una
ligera enfermedad, aseguró á la muchedumbre, que en
Washington le esperaba reunida frente á la \Vhite House
para saber noticias de la guerra, que las cJsas iban bien y
que se regocijaran con tal motivo, á lo que se le respondió
con aclamaciones y vítoras á los a.cordes del yankee doodte,
y con tres aplausos á Grant, á su ejército y á la marina.


Tan cierto era que las cosas iban bien, que pudo ya desde
entónces darse por terminada la sangrienta lucha, y así lo
ccmfirrnó' la proclama del 11 de abril, que declaraba cerrados
al comercio y bloqueados los puertos de los Estados disiden-
tes. En la misma fecha se dirigió ya el gobierno de los Esta-
dos-Unidos con una valentía peligrosa de usar en los cuatro
años anteriores, recordando sus d3b3res á 103 extranjeros,
que con motivo de la guerra esquivaban el cumplimiento de
los tratados; suspendió la quinta y la re~luta en los Estados
leales; limitó la compra de efectos de guerra; redujo el nú-
mero de generales y jefes del ejército'y revocó todas las res-
tricci'mes milital'es que entorpeci'cm el tráfico y el libre co-
mercio. Conocida el dia 14 del mismo abril la rendicion de
Lee, sólo se esperaban ya noticias de Sherman para dar por
Th~ll 8




114 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


completamente terminada la guerra civil; pero la fatalidad
parecia tener dispuesto que jamás se complaceria en su obra
Linco1n, pues en el teatro Ford, donde asistió al siguiente
dia para solemnizar con su presencia los triunfos de las
armas federales, encontró la muerte á manos del cómico
J. Wilkes Booth. Ejemplo no nuevo ni el último que se ha
dado con los que más ó ménos justificadamente han preten-
dido imponerse á los pueblos.


Produjo la muerte de Lincoln el estruendo de la caida del
jigante, y señaló el último estertor de aquella lucha colosal
que sólo ahogando en sangre cientos de miles de guerreros
pudo concluirse; fué la humillacion de la madre agricultura por
su hijo el comercio auxiliado de la industria; y fué la ago-
nía de un gran pueblo y el exterminio de los restos latinos de
la primitiva raza colonizadora en la Uníon norte-americana.
Pero no fué aquella muerte, cual se pretendia, sacrificio pro-
videncial para dar vida á la emancipacion de la sexta parte
de los habitantes, compuesta de negros esclavos, porque para
estos empezó entónces la hora de las desdichas positivas y de
los bienes imaginarios, la libertad. de vivir en la miserÍa, de
acomodarse á la dureza de la esclavitud blanca y de sufrir la
constante amenaza de desaparecer de aquella sociedad tan
exclusiva cual se exterminan los pieles rojas, propiehrios un
tiempo de los territorios'de aquellos grados de latitud; y cual
pudieron deducirlo los ya libertos á quienes en los momentos
del entusiasmo abolicionista, hasta se les negó e"n N ueva-
York asistir á la procesion y á los funerales de Abraham
Lincoln (5).


La desaparicion de la raza negra enlos Estados-Unidos es
sólo cuestion de tiempo, porque la igualacion de derechos y
su continuacion pacífica allado de los sajones no pasarájamás
de una bella teoría.


El papel que á España le tocaba representar durante aque-
lla contienda, fué el del vecino neutral; y para que así se en-
tendiese, comunicó órdenes á sus delegados en América, ins-
pirándose en la santidad del deber, aunque contrariando los




CAPÍTU LO III 115


sentimientos y hasta los propioa intereses de los españoles
ultramarinos. Observó se entre éstos que aquellos disidentes,
que en último término. no eran más que los simpatizadores de
los anexionistas que querían implantar en la bandera confe-
,derada del Sur la estrella solitaria de Cuba, fueron los que
más propicios se manifestaron desde un principio á los Esta-
dos esclavistas; aunque las simpatí.as por el Sur eran genera-
les, y hasta por las mismas autoridades se miraba con mejor
agrado la causa confederada que la federal. El general Ser-
rano, que desde Cuba pudo oir el primer estruendo de la lu-
cha en el próximo continente, comprendia que allí se ventila-
ban á la vez nuestros propios intereses, yen verdad que, sin
embargo de sus simpatías, estuvo acertadísimo, prescindiendo
de ellas en tales circunstancias y usando de intachable con-
ducta política al encerrarse como gobernante en los límites de
la más extricta neutralidad. ¿,Y quién duda, que á pesar de ser
la antigua de los separatistas, debiera considerarse por todos
los españoles y por todos los enropeos más simpática la causa
del Sur que la del Norte'? En el Sur existian nuestras tradi-
ciones y en San Agustin la primera poblacion fundada por
nosotros en el continente americano; allí conservábamos her-
manos de raza y de religion; aHí existia identidad de intere-
ses; y nuestras leyes humanitarias sobre1a esclavitud, las íba-
mos introduciendo allí con el ejemplo de nuestro trato en Cu-
ba, á la vez que podiamos prometernos ensayar favorable
política internacional, atraidos por la semejanza de condicio-
nes, y más fácil por este motivo de realizar con buen éxito,
que la que en todo tiempo podamos proponer á los yankees ó
sajones puros del Norte, refractarios de natural á nuestra ra-
za y jamás sinceros amigos nuestros. Si la Europa, ménos op-
timista y confiada, lo hubiera comprendido así, veria hoy con
provecho suyo dividido en dos el coloso norte-americano,
contra cuya presuntuosa vanidad tendrá que ir preparando su
defensa, si quiere eludir 105 conflictos que han de llegar pre-
cisa y fatalmente en época no remota.


Procedente el general D. Domingo Dulce de la misma es-




116 LAS INSURRIWCIONES EN CUBA


cuela política que su predecesor, y afiliado como él en aquel
partido de la UNION LIBERAL, que animado de los mejores pro-
pósitos soñaba con resolver el dificil problema de armonizar y
hacer compatible el órden con la libertad política, trató, cual
Serrano, de ensayar las soluciones de este sistema, quizás
absurdo en aquellos grados de latitud, sin comprender hasta
dónde llegaban las dificultades y los obstáculos que intenta-
rian vencerse sin conseguirlo. C9mO de la misma escuela y de
iguales tendencias á las manifestadas por D. Francisco Ser-
rano, aunque de ménos instinto político y con dotes intelec-
tuales bastante reducidas, inauguró Dulce los ensayos de su
liberalismo en Cuba, precisamente cuando más implacable
era la lucha en la guerra federal-confederada, en la que si-
guió aquella misma marcha de neutralidad pública y de pri-
vadas simpatías en favor de los combatientes del Sur, como
expresion del sentimiento de sus gobernados.


Pocos fueron los casos graves en que tuvo que ponerse á
prueba la aptitud de D. Domingo Dulce en esta cuestion, en
la cual por fortuna procedió con acierto. Una sola vez y á
consecuencia de haberse refugiado en el puerto de la Habana,
cuando la guerra tocaba á su fin, el formidable ariete confe-
derado 8tonemall, tuvo que demostrar sus dotes como gober-
nante al resolver las reclamaciones que para su entrega hicie-
ron los Estados victoriosos. Inspirándose en aquella ocasion
el capitan general de Cuba en la honradez, que le era propia,
yen los más extrictos principios de la equidad, para no depri-
mir á los confederados, desatendió la peticion de los reclaman-
tes, que exigían hasta con indolencia la inmediata entrega
del buque, y adquiriendo éste con la aq uiescencia de los venci-
dos pDr una insignificante cantidad, que ni llegó á veinte
mil pesos y fué dest,inada á abonar dUS atrasos á los tripu-
lantes, pudo ofrecerlo y entregarlo en nombre del gobierno
de España al de Mr. Lincoln, quien no correspondió por cierto
en aquella ocasion, en la forma del reintegro de tan exiguo
importe, á la galantería usada por Dulce á satisfaccion de
todos.




CAPÍTULO I1I 117


n.


Tantas dificultades, si no mayores, ofrecia el cargo de ca-
pitan general de la isla de Cuba al tomar poscsion D. Do-
mingo Dulce, por las complicaciones siguientes á la guerra
civil de los Estados-Unidos, que tenia que atender, como por
las que iba amontonando la sublevacion de los anexados de
Santo Domingo, que estalló á poco de posesionarse del mando
aquel gobernante. No siendo menores ni ménos graves, ni
ménos dignos de preocupacion los actos de ciertos sujetos
que, prevaliéndose de la gravedad de la situacion, procura-
ban, ya introduciendo expediciones negreras ó desarrollando
planes políticos anti-españoles en las poblaciones y en los
campos de la grande Antilla, multiplicar los obstáculos inte-
riores y embarazar el desarrollo del plan de gobierno que
Dulce se habia propuesto.


Conocidas son ya las causas que durante la gobernacion en
Cuba de D. Francisco Serrano, extendieron el disgusto entre
los reincorporados de la que llamó Colon isla Española, cuyo
disgusto partia, en primer tét'mino, de la impremeditacion del
gobierno de la metrópoli, que al publicar la anexion, declar6
á Santo Domingo parte integrante de la monarquía españo-
la. Las malas consecuencias de aquella ligereza se tocaron
pronto en la práctica, ofreciendo sobre todo en las institucio-
nes políticas, dificultades insuperables á los funcionarios en-
cargados de aplicarlas, quienes, como por otra parte estaban
acostumbrados á interpretar las tan diferentes de las vecinas
islas de Cuba y de Puerto-Rico, donde ántes habian servido,
no podian amoldarse á considerar en iguales condiciones á
unos y otros habitantes; y no atempsrándose á las circuns-
tancias del momento, engendraban antipatías hácia el go-
bierno, en los que creyeron al anexarse encontrar la protec-




118 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


cion que. deseaban. Las antipatías originadas por la mala.
aplicacion del sistema gubernativo (6), promovieron á poco los
primeros conflictos en las localidades más bulliciosas, forma-
lizándose en febrero de 1863 los primeros actos agresivos
que pudo con su prestigio conjurar el general D. Pedro San-
tana. En consecuencia de tales sucesos, y quizás para evitar
su repeticion, se expidió en mayo del mismo año un decreto
de amnistía (7), no sólo para los que en aquellos disturbios
habian tomado parte, sino en beneficio de las personas que
hubieran merecido castigo por delitos políticos anteriores á
la reincorporacion. Aquel dec:reto, emanado del ministerio de
Ultramar siete dias despues de crearse este departamento
para D. José de la Concha (8), no fué en verdad medida que
mereciera aplauso por su buen acierto, en cuanto se referia á
la gente bullidora anterior al acto de la anexion, que perse-
guida principalmente por su complicidad con los instigadores
de la vecina república de Haití, encontraba en el indulto las
puertas franqueadas para entrar de nuevo en el camino de
las revueltas, engrosando desde luego las filas de los que se
habian declarado ya enemigos de España, yatinadamente
juzgaban que jamás los amnistiados llegarían á ser súbditos
leales. ¿Qué podia esperarse de aquellos gobernantes que por
satisfacer su amor propio desatendian las más cil.ras exigen-
cias del interés nacional'?


Pocos meses habian trascurrido, desde aquel acto de cle-
mencia de la reina Isabel, cuando en el Seybo, en Guayubin,
en Santiago y en otros puntos se levantó el grito de rebelion
contra España, excitando si no dirigiendo á los disidentes al-
gunos de aquellos reformistas y separatistas cubanos; que tan
benévola acogida y proteccion merecieron de D. Francisco
Serrano y les dispensaba D. Domingo Dulce (9). A la sombra
de aquella bandera, que por momentos era más difícil de hu-
millar, se acogieron cada vez mayor número de descontentos;
yen tanto el gobierno de la metrópoli, que en las cuestiones
ultramarinas ha tenido siempre el infeliz tacto de elegir el gé-
nio de la torpeza para inspirarse, acudió entónces tambien á




CAPíTULO III 119


este mal génio, á pesar de contener en su seno al marqués de
la Habana. En vez de rc:vesti~ con ámplias atribuciorll's y
rodear de todo el prestigio que las circunstancias aconsejaban
al general D. Pedro Santana, que consumó la obra de la
reincorporacion, envió allá, para constituir un país alborota-
do, no de lo:; generales que tenian hecha su reputacion, sino
de los que la buscaban; contribuyendo esto grandemente á
agravar aquellos asuntos, porque sobre no atraer á los dísco-
los, se disgutaba á los leales, que con tal conducta veian des-
atendidos sus intereses por España.


En confirmacion de esto mismo, dijo al ministro de Ultra-
mar, á principios de octubre de 1863, D. Pedro Santana, des-
de su cuartel general de Guanúma, refiriendo los pormeno-
res de la anexion y la responsabilidad que en el acto le cabia,
que cuando el general D. Felipe Rivero fué á relevarle, se
retiró él á su casi1. á pesar de encontrarse aún la organizacion
del país en un estado incipiente, por exigirlo su quebrantada
sulud, lo cual hizo sin duda desarro1lar con gran rapidez en
aquellos momentos la insurreccion en los distritos de la Vega,
de Santiago y de parte de Santo Domingo, sin dominarlas,
como hubiera podido conseguirse empleando desde un prin-
cipio la energía que se usó en el levantamiento de febrero.
Pero la conclusion de la lucha y el conquistar la tranquili-
dad perdida era imposible mientras no desaparecieran los mo-
tivos que promovieron el conflicto. Eran éstos, segun las tex-
tuales palabras de Santana, <das impremeditadas disposicio-
»lles locales, contrarias á los hábitos y costumbres del país,
»la tirantez con que el comisario régio planteó impuestos
»)aflictivos, el disgusto promovido por una pastoral del arzo-
»)bispo que heria el amor propio de muchos hombres dignos
»de consideracion, la conducta inconveniente por su carácter
»de intransigencia ordenada á los curas párrocos, y el re-
»sultado de ciertos abusos cometidos en la administra~ion de
»la justicia (10). Lo cual unido á los atropellos cometidl9s
»por el brigadier Buceta en la provincia de Santiago y á la
»continuacion de autoridades incapaces de corresponder á los




120 LAS INSURRECCIO~ES E!\" CUIlA


»deseos del gobierno de la metrópoli, hacia más difícil la
»conciliacion entre los que sin aquellas constantes amenazas
»á su reposo aún seria posible traer á un buen acuerdo.»


El gobierno, empero, no respondió cual debia removiendo
las autoridades que tan poco le honraban, ó castigando á los
que no cumplían con su deber; yen tanto crecia rápidamente
el movimiento insurreccional de Santo Domingo, con el apo-
yo cada vez más eficaz de los reformistas de Cuba y Puerto-
Rico, que á mansalva podian muchas veces fomentarlo. Tanto
creció, que hácia el mes de mayo de 1864 estaban ya envuel-
tas todas aquellas provincias en una verdadera y horrorosa
guerra civil, muy difícil si no imposible de sofocar. ¿Y cómo
no aumentar sus proporciones, si los mismos generales llega-
dos allí de España, en vez de plantear una buena política ati-
zaban la hoguera de las discordias y se enagenaban las vo-
luntades que más propicias debian tener'? El relevo de don
Felipe Rivero por D. Cárlos Varga" y el sucesivo nombra-
miento de D. José de la Gándara, fueron respectivamente las


\


causales que nos hicieron perder la isla; pues mientras éste
último general obligaba al- respetable Santana á que pelease
con escasas fuerzas (11) y aceptara como imposicion ciertos
subordinados (12), le provocó á romper los miramientos de
la prudencia y á responderle al poco político general penin-
sular, que en lo sucesivo no emplease con él el degradante
sistema que seguia, porque tenia demasiada dignidad para
sufrirlo (13). Abandonando Gándara por otro lado á los domi-
nicanos leales á España para que los insurrectos los exter-
minasen, figuró como el primer enemigo del dominio español
en aquella isla, y esta conducta obligó á uno de nuestros más
elocuentes oradores á decir en el Parlamento español (14),
«que á Santo Domingo se habian enviado generales españo-
»les dignísimos y capacísimos para conducir sus tropas al
»enemig'o, pero que se empleaban en hacer que los amigos
»cayel'an en poder de los adversarios.» Semejante juicio, uni-
do al que mereció el general Gándara cuando al pedir le el go-
bierno que manifestase las necesidades de aquella provincia,




CAPÍTULO III 121


le respondió enviando un presupuesto de 768 millones de rea-
les para hacer una red de carreteras, sin hacer mencion de
las poblaciones que ni fuertes tenian para guarecerse de las
balas insurrectas, justificaba ciertamente y daba la razon á
los que, en presencia de tantas desatenciones, tenian que ha-
cer el sacrificio de su lealtad para salvar sus vidas, abando-
nadas al capricho de los enemigos de la anexion (15).


No era pues de extrañar que lamentase amargamente tales
inconveniencias el carácter pundonoroso del general San-
tana, y que sufriera muy acerbo dolor «aquel modelo de los
»más valientes españoles, de los más insignes patricios y una
»de las mayorc:, glorias que en este siglo ha tenido España,»
corno el eminente orador arriba indicado, D. Antonio Cánovas
del Castillo, dijo en el Congreso; ni era de extrañar que al
ver aquel ilustre dominicano condenado al valiente espauol á
la impotencia, por mala direccion de su primer jefe; al ver
la marina olviJ.ando á los Churrucas de Trafalgar, consu-
miendo su tiempo en el aburrimiento de los puertos, mientras
los adversarios introducian efectos de guerra; al ver la admi-
nistracion militar dedicada al despilfarro, si no al saqueo de la
Hacienda nacional; á los empleados civiles, ineptos si no cri-
minales, atizando la hoguera insureccÍonal con sus torpezas;
á la justicia sin apariencias de serlo y al clero, intransigente
e ignorante de las necesidades del pueblo, convirtiendo su
mision de paz en ejercicios antievangélicos; al ver tanta per-
tllrbacion, tanta ineptitud, tanto crímen contra la pátria,
aquel corazon noble no pudo resistir por más tiempo tales
desmanes, y víctima del dolor que le causaban y de su impo-
tencia para remediarlos, sucumbió el dia 14 de aquel mismo
mes de mayo de 1864, á consecuencia tambien del ágrio e in-
merecido trato recibido del general Gándara, en una comuni-
cacion que le dirigió con fecha del 9, que fue sin duda el que
aceleró su muerte (16).


Faltando el 18roe de la anexion de Santo Domingo, la
suerte de aquella guerra habia de ser cual fue cada vez más
adversa para las armas españolas. Ocho meses desplles, en 7




122 1.A.S I=",SURRECCIONES EN CUBA.


de enero de 1865, el gobierno moderado presidido por el ge-
neral Narvaez, que no debia tener gran interés en la conser-
vacion de un dominio aceptado por el partido unionista, su
adversario, y hasta dió á conocer desde la oposicion que
dirigia sus propósitos á deshacerse de aq ueUa que creia carga
nacional, se propuso realizados y animado por los más re-
pugnantes ódios de partido, á que en la España constitucional
se ha subordinado siempre todo, inclinó á tan triste solucion á
Narvaez, y éste, sin ruborizarse, presentó el proyecto para el
abandono del territorio reincorporado cuatro años ántes.


Grande fué el disgusto con que el país recibió aquel acto
de debilidad, pues aunque no creía conveniente continuar los
gastos que tal empresa le ocasionaba, juzgab>1 más digno no
abandonar á Santo Domingo sino despues de vencer la in sur-
rece ion y jamás con el carácter de vencidos que Narvaez pre-
tendia. Pero como en España es la opinion del país lo que
ménos se atiende por los mercaderes políticos, el proyecto
siguió adelante en los Cuerpos colegisladores, sin que aq ueIla,
perezosa cual siempre, protestase enérgicamente contra tal
deshonra (17). Vergonzoso era sin duda el abandono de un


. pedazo de la pátria en tales condiciones, é irritante para el
orgulloso carácter español; mas á pesar de la fuerte oposicion
hablada que el proyecto encontró en la opinion pública, en
la prensa y en las Cámaras, el derecho de la fuerza numérica,
la mayoría de votantes, ahogó las aspiraciones de los defen-
sores del sentimiento nacional, y el l. o de mayo, víspera del
dia en que España recuerda á sus hijos las leyes del honor
y los deberes del patriotismo, se promulgó la ley de abando-
no y se sancionó aquella vergüenza (18). Ciertamente que
era onerosa la conservacion de aquel territorio con poca me-
ditacion anexado, y que el interés mercantil, dominando los
más elevados y san tos sen ti mien tos, obligaba y hacia necesal'i a
esta ú otra parecida solucion; pero ántes de tomarla exigía
la honra nacional que fueran á Santo Domingo, á conseguir
la victoria ó morir en la demanda, desde aquel capitan gene-
ral de ejército D. Ramon María Narvaez que tan cobarde-




CAPÍTULO III 123


mente abandonaba el terreno retirándose al frente del enemi-
go, que no otra cosa significaba la presentacion del vergonzoso
proyecto, hasta el último de los generales que figuraban en
la escala del estado mayor del ejército español.


Ni esto hicieron ni tal pensaron, ni procedieron aquellos
hombres más que como apasionados políticos,' sancionándose
en- consecuencia la ley de abandono y retirándose nuestros
soldados del campo de la lucha vencidos y deshonrados (19).


nI.


Admitido está como un axioma, que es la ley de las com-
pensaciones comun á todo lo creado, así en el órden moral
como en el órden físico, y si alguna prueba faltase para la
afirmacion de este principio, patente se encontraria en los he-
chos ocurridos en la isla de Cuba durante el mando de don
Domingo Dulce, época en que, ni la explosion patriótica
'con motivo de la guerra de Santo Domingo, ni las impresio-
nes causadas por la lucha colosal de la Uníon americana,
fueron suficientes para desanimar en la grande Antilla á los
empresarios de' negocios arriesgados, ni para decrecer la codi-
cia del interés particular. Aprovechando los explotadores de
éste la gravedad de las circunstancias y la preocúpacion en
que las autoridades 'se hallaban con motivo de aquellos acon-
tecimientos, prevaliéronse de la ausencia de los buques de
nuestra armada que, anclados en Montecristi y en otros puer-
tos, pasaban los dias inactivos sin vigilar las costas y sin
impedir que á los insurrectos de Santo Domingo les surtieran
de armas, municiones y víveres los habitantes de los próxi-
mos islotes, y atreviéndose á todo, con la valentía que dá la
impunidad probable, introdujeron numerosas expediciones ':';~."




124: LAS INSURRECCIONES EN CUllA


bozales en Cuba, los negreros que, aspirando á.la vez á un
nombre patriótico cual el que los hombres más honrados pu-
dieran merecer, abrian suscriciones y ofrecian valiosos dona-
tivos en efectos yen metálico para auxiliar á los soldados que
peleaban en la vecina isla.


El general Dulce, que desde España llevaba el propósito
de liberalizar á Cuba y de adquirir fama extinguiendo por
completo el tráfico negrero, condenado por la ley, no tuvo
habilidad bastante para conseguir esto sin ruidosos escándalos,
que al fin vinieron á resultar en desprestigio de nuestro nom-
bre en América. La primera víctima del rigor contra los ne-
greros fué el gobernador de la Habana D. Pcrlro Navascués,
y su falta hab3r expedido, por aCuerdo de la primera autori-
dad y con la mejor intencion, pases á negros bozales de la
pertenencia del hacendado D. Julian Zulueta, que se supo-
nian procedentes de una expedicion intro1.ucida á fines de
lR62 y se hallaban en la jurisdiccion de Ci3nfllegos.


Era ciertamente ilegal la concesion de aq llellos documen-
tos, que s610 por condescendencia de D. DJmingo Dulce se
expidieron; pero el gobernador Navascués, leal y franco en
sus actos, y de carácter honrado y noble, al acatar el man-
dato de su jefe, ignoraba ó no podia suponer que las argucias
del interés y el mal consejo del apasionamiento le tejieran
una red de disgustos, de la que no pudo desprenderse más
que rompiendo su antigua amistad con el capitan general.
Cuando vió éste pasar al dominio público aquel hecho que des-
mentia sus severos propósitos; que la opinion comentaba
maliciosamente lo que le inspiró un esceso de bondad, y que
su persona era blanco de la censura de todos, pretendió que
prevaleciera á toda costa la pureza de su nómbre; pero Na-
vascués no podia consentir que fuese en desprestigio del suyo,
y eludiendo la responsabilidad de un acto en el que sólo la
ejecucion material le perfenecia, se puso á la defensa de
cuantas sugestiones fueran dirigidas á empañar el brillo de
su posiciono Dulce no quiso conformarse con el desenfado del
subordinado, y usando de las facultades que su autoridad le




CAPÍTULO III 125


daba, acordó en el verano de 1863 la suspension y el des-
tierro arbitrario á la Península del gobernador de la Habana,
lo que dió motivo á largos escritos en los periódicos, en
los que, durante algunos meses, las polémicas pusieran en
espectacion á aquellas autoridades, con gran perjuicio del
buen crédito español (20).


Otro hecho, tambien sobre la trata y más ruÍfloso todavía
que aquel, puesto que no ha terminado en definitiva hasta
hace muy pocos meses, fué el relativo al teniente gob,:,rnador
de Colon D. José Agustin Argüelles. Sorprendida por éste en
la Agüica, el 6 de noviembre de 1863, una expedicion de
mil setenta y tres negros bozales, recibió el premio de 15.000
pesos que por la aprehension le correspondian, aunque se de-
clararon luego pertenecientes á D. Jlllian Zuluetaj pero sos-
pechando Argüelles que los armadores intentarian algo contra
él por haber desbaratado sus planes, quiso eludir la celada
que se le preparara y pidió una licencia de veinte dias que se
fué á disfrutar á Nueva-York. Las sospechas de Argüelles
no eran infundadas por cierto, pues al siguiente dia de em-
barcarse, fué ya acusado por la Audiencia de haber vendido
ciento cuarenta y un negros de los aprehendidos, que por
otro lado apareeian cedidos á los auxiliares de la aprehension;
hecho aquel que él negó en sus correspondencias públi-
cas (21) y que aseguraban por el Gontrario las comunicacio-
nes oficiales que con tal motivo mediaron entre la isla de Cu-
ba y los Estados- Unidos (22).


Viéndose Argüelles complicado de lleno en un negocio ne-
grero, repugnante á su carácter, segun propia manifestacion,
renunció para poder mejor defenderse su destino y categoría
militar; pero en tales formas, que irritaron á DLIlce mueho
más de lo que ya estaba por los escritos que sobre el asunto
se dieron á luz en los Estados-Unidos; llegando su exas-
peratÜon á tal extremo y enardeciendo tanto sus deseos
de venganza, que propuso al gobierno de la Union la inme-
diata entrega de, Argiielles. Faltando aquellos gobernantes á
todos los principios de equidad y á las leyes hospitalarias




126 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


de que tanto alarde se hace en la gran república, dispusie-
ron que los agentes de policía auxiliaran al emisario que el ca-
pitan general de Cuba comisionó para realizar sus vengati-
vos intentos; dándose entónces el triste espectáculo de que el
marshal Murray, por mandato del presidente Mr. Lincoln,
saltase por encima de aquella legislacion republicana que
teóricamente abre protectora sus brazos y ampara á todos los
que á. ella se acogen, y que sin existir el compromiso de la
extradicion, se arrebatase la libertad al que confiaba poderla
disfrutar en el pueblo que se dice e~ más libre del' mundo. Es
verdad que el gran Jurado de la union dispuso inmediata-
mente que se procesara al marshal Murray por haber obede-
cido las órdenes del presidente, en asunto que este no estaba
autorizado para resolver, por ser cuestion legal é internaCÍo-
nalla que el .caso envolvia (23); pero más dolorosa verdad
fué para Argüelles. al que se arrebató violentamente del pun-
to en donde era inviolable para que le juzgara, si no como
juez, como primera influencia para la justicia la persona que
se habia declarado irreconciliable enemigo suyo.


Aquellos escándalos, que no otra palabra correspondía
aplicar á la arbitraria deportacion de Navascués y á los pro-
cedimientos irregularmente iniciados contra Argüelles, y las
consiguientes reclamaciones de la Inglaterra y de los Esta-
dos-Unidos, presentadas con tal motivo, hicieron ya abrigar
sérios temores á los esclavistas cubanos, denunciados á me-
nudo por los enemigos de la trata, de que el gobierno de la
metrópoli, á donde habian llegado rumores alarmantes sobre
los abusos cometidos en el comercio de carne humana, toma-
ra eficaces disposiciones é hiciese respetar los tratados, cual
había prevenido al general Dulce. Pero el gobierno supremo,
que parecia complacerse en contrariar cuanto era convenien-
te á los intereses ultramarinos, si algo hizo fué negar su
aprobacion á la asociacion que con el título de Sociedad con-
tra la trata se constituyó debidamente autorizada por el
capitan general. Aquella sociedad se formó, de hacendados
insulares y peninsulares, al ver cuán abusiva era la intro-




CAPÍTULO III 127


duccion de expediciones que, á pesar de la vigilancia de la
autoridad, elevaron en algunos miles los esclavos de la gran-
de Antilla durante los años 1863 y 1864 (24).


La benéfica reaccion que se verificó al constituirse provi-
sionalmente aquella sociedad, fué fomentada por la prensa
reformista y por los escritores partidarios de la independen-
cia, que aprovecharon aquel acto como eficaz motivo para
hacer la oposicion á los propietarios conservadores que no
querian secundarles en sus trabajos anti-españoles. Efecto
tambien de semejante reaccion, fué el proyecto que para abo-
lir la esclavitud presentó el coronel D. Francisco Montaos al
general Dulce, en 30 de julio de 1865, y que no mereció ser
aceptado por desgracia, tanto para los siervos como para sus
dueños, que creyendo eterna la institucion reprobada ya por
todo el mundo civilizado, no hicieron con semejante intran-
sigencia más que alargar su propia agonía y la de la causa
que herida estaba de muerte (25).


Aquel proyecto y el desarrollo de dicha sociedad, hubieran
podido servir de principio para la futura organizac.ion del tra-
bajo libre, y para la liberacion de aquellos esclavos que algun
dia habían de manumitirse; pero ahogando en su nacimiento
los benélfieiosos propósitos qu: contenian, se abandonó el abu-
so á la exclusiva volúntad de los gobernadores que en Cuba
mandasen, contrariando así lo mismo á los conspiradores que
como D. Gaspar Betencourt, el L'ugareño, apoyaron entónees
la extirpaeion prudente de aquel vicio social, que á los más
prudentes españoles que veian en la esclavitud una amenaza
y un peligro para" la existencia de Cuba española. Tan buen
efecto produjeron en la opinion los indicados proyectos, que
llegó el caso de denunciar á la autoridad los armadores sus
propias expt>.diciones impetrando grada; cuya benéfica reac-
eion tuvo la mala suerte de desarrolLuse cási paralela á la
revolllcion l'pformista iniciada en el anterior mando, y con-
sentida y fomentada por la equivocada y mala política del
general Dulce.


Env'11entonados estos reformistas, protectores de los insur-




128 LAS, INSURRECCIONES EN CUBA


rectos de la isla de Santo Domingo (26), con la derrota de
nuestras tropas y el abandono de aquella provincia por Espa-
ña, prepararon los movimientos de independencia de las otras
dos Antillas, protegidos inconscientemente por algunos de
los periodistas españoles que ya al ir el general Serrano á Cu-
ba tenia n las columnas de sus periódicos á disposicion de los
cubanos que permanecian en la Península. No fué escasa la
proteccion que aquellos disidentes recibieron entónces del
mismo D. Francisco Serrano, quien contestando al di"curso
de la corona pronunció dos en el Senado los dias 20 y 26 de
enero de 1865, declarándose defensor decidido de los refor-
mistas ó liberales de Cuba.


Ciertamente que el duque de la Torr0 defendió en sus dis-
cursos, á la vez que la pCllítica de su partido, las pretensiones
de los amigos que con tal fausto le despidieron. Pero en
aquella defensa, hecha quizás con la mejor buena fé, no estu-
vo en verdad muy feliz ni conforme con lo que los intereses
pátrios reclamaban, y no fué otro el motivo que el proponerse
hacer la causa ultramarina comun con las aspiraciones del par-
tido en que militaba. Inconveniencia no nueva ni extraña en
nuestro país, donde jamás se han sabido separar las cuestiones
de verdadera conveniencia de los Mios de bandería, que en la
ocasion á que se alude estaban muy excitados contra aquel
ministerio Narvaez-Gonzalez Brabo tan duramente comba-
tido, hasta que sucumbió á consecuencia de los escanda-
losos sucesos del 10 de abril, ó sea de la noche de San Da-
niel. El unionista duque de la Torre no podia perdonar á los
moderados su política en Santo Domingo, ni el proyecto que
acababa de presentarse para el abandono de la provincia
anexada por su intervencion; y al hacerles responsables de
aquella vergüenza nacional, preparaba sin meditarlo otro
acto vergonzoso intentando hacer simpática al país la causa
de los conspiradores contra la integridad de la patria, en me-
noscabo de los verdaderos espaüoL~s que la' defendian y por
ella se sacrificaban.


Agradecidos, cual debian, los reformadores de la política




CAPÍTULO III 129


cubq.na á la valiente actitud del duque de la Torre, le diri-
gieron en 12 de mayo una exposicion con más de veinticua-
tro mil firmas, dándole reiteradas y fervorosas gracias y
ofreciéndole su adhesion, por haberse constituido en defensor
de los intereses de los cubanos (27). De los cubanos solamen-
te, y no en nombre de los buenos españoles, como pudo no-
tarse luego y cuando se vió que en las primeras ciento y tan-
tas firmas de aquella exposicion, aparecian cincuenta y tres
individuos de los más comprometidos en la causa de la inde-
pendencia, y de los que más tarde y despues del grito de
Yara, arrojaron la careta refor·mista para empuñar la ban-
dera de Céspedes, constituir la junta revolucionaria de Nue-
va-York, ó continuar sus hipocresías con el nombre de labo-
'l'antes separatistas.


A los dos meses precisos respondió D. Francisco Serra-
no á aquella ruido'!a manifestacion, alentando á sus admi-
radores en los buenos sentimientos de españolismo, y ofre-
ciéndose en tal sentido á mirar siempre por sus intereses.
Pero los de los manifestantes no estaban ciertamente muy
identificados con lo que á España convenia, cual lo demos-
traron pronto en su tibio cariño á la verdadera pátria; pa-
tentizándose así que el duque de la Torre, no se encontraba
en aquella ocasion ménos equivocado en sus apreciaciones, ni
ménos ageno á las verdaderas tendencias de los reformadores
cubanos, qué cuando les concedió autorizacion para establecer
comités en las poblaciones de la isla (28).


Alarmados los buenos españoles, partidarios de las refor-
mas prudentes, con aquella explosion de provincialismo, y
prevenidos por el comité español, que sin descanso velaba pa-
ra cortar el vuelo á la exageracion política de los cubanos de
la escuela liberal, lamentaron que ofuscado el general Dulce
siguiera prestándoles la misma injustificada benevolencia que
~u antecesor, y que sin acuerdo del gobierno supremo, y sólo
en su liberalismo inspirado. les autorizase para recoger fir-
mas solicitando determinadas soluciones políticas. Persua-
dieron entónces de la necesidad de pelear con las mismas ar-


TOllO JI 9




130 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


mas para no dejarse vencer, y elevaron una exposicion á la
reina Isabel en 28 de junio, pidiendo el aplazamiento de to-
da reforma política, y que, prévio el estudio y preparacion in-
dispensables, se plantearan inmediatamente las mejoras ad-
ministrativas y económicas que fuesen necesarias y creasen
nuevos lazos de union entre la Península y las provincias
ultramarinas (29). Pero los habilidosos cubanos, temerosos
de perder terreno y de no continuar conservando propicia á
sus intentos la autoridad de D. Domingo Dulce, elevaron en
tanto, para halagar á éste, otra exposicion á la reina solici-
tando, que al concluir su término gubernativo el capitan ge-
neral se le prorogara por otros tres años (30).


Requerido en tal forma, aquel gobernante, por los llama-
dos liberales, se prestó dócil al halago á pesar de su carácter
sério. ¡Qué habia de hacer sino corresponderles! Continuó,
pues, dispensándoles su proteccion á tiempo que asegu-
raba al rector de la Universidad de la Habana D. Francisco
Duran y Cuerbo, cuando le presentó el borrador de la exposi-
cion que los españoles anti-reformistas dirigian al gobierno,
que sobre ella no tenia «palabra que enmendar ni tilde que
»añadir.» En vista de esto, los españoles genuinos, que jamás
se separaban de la autoridad en los acuerdos trascendentales,
remitieron su documento á Madrid por medio de una comision
constituida por el rector, por D. Francisco F. Ibañez, y don
José Suarez Argudin, quienes llevaban el encargo de apoyar
cerca del gobierno las pretensiones que en la solicitud se con-
tenian, y de inclinar la opinion del país hácia la conveniencia
de no hacer alteraciones en la legislacion de Cuba ántes de
proveerla de las leyes especiales á que se referia el arto 80 de
la Constituciolt de la monarquía. A este efecto fundaron
aquellos comisionados en Madrid el periódico LA REFORMA, Y
con el carácter de representantes del comité españolultrama-
rino y bajo la presidencia del marqués de Manzanedo, diri-
gieron al cuerpo electoral y á las personas influyentes una
circular, en la que detallaban los trabajos de los que, con la
máscara de reformistas, pretendian conseguir la independe"n-




CAPÍTULO III 131


cia de la grande Antilla. Recomendaban por tanto á los elec-
tores que nombrasen diputados á hombres que,inspirándoseen
los verdaderos sentimientos del patriotismo, ofrecieran en sus
programas y adquirieran el compromiso de interesarse por
nuestras posesiones ultramarinas, defendiendo á toda costa la
integridad nacional (31).


La agitacion promovida con tal motivo, llamó en aque-
llos momentos la atencion hasta del país ménos conocedor de
los asuntos de Ultramar, quien pudo comprender por el vér-
tigo político la gravedad de la causa que se estaba ventilan-
do. Aprovechándose de aquel movimiento reformista y'para
que redundara en favor de sus intereses, preparó á la sazon un
viaje á la Habana el director del periódico LA AMÉRICA, don
Eduardo Asquerino, quien llevaba además, sin duda. el pro-
pósito de darse á conocer y de ofrecerse á aquellos liberales
antillanos, prestándose á todo lo que como suscritores y
correligionarios le exigieran. En su obsequio se dieron ban-
quetes reformistas en la capital y en algunas otras poblacio-
nes de la isla, donde los intentos de los bulliciosos disidentes
se presentaron tan claros, que todos los comprendieron y á
todos los buenos españoles irritaron, ménos al buen D. Do-
mingo Dulce, que tuvo la desgracia de desconocer su impor-
tancia y de no inmutarse por tales provocaciones (32).


Al reemplazar, en junio de 1865, al ministerio Narvaez el
de D. Leopoldo O'Donnell, impelido éste por la necesidad á
cumplir algunas de las pl'omesas hechas en la oposicion, tuvo
que ocuparse desde luego en el estudio de las cuestiones ul-
tramarinas. Y el hacerlo le era indispensable de todo punto,
porque no pudiendo el general Dulce contener, despues de ha-
berlo imprudentemente empujado, el movimiento reformista
que se desarrollaba con gran rapidez, encarecía al gobierno
la necesidad de que fijase en él su atencion, porque los refor-
madores, con las correspondencias á personas notables y las
réplicas que tenian buen cuidado de que se reprodujeran por
todos los periódicos, aumentaban las proporciones de la cues-
tion, que no podia ya aplazarse por más tiempo. Tampoco el'




13'.2 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


ministerio del general O'Donnell, precisado á cumplir el com-
promiso pendiente desde 1837, podia ya hacer ménos que
decidirse á salir de la inaccion en que habian vivido sus pre-
decesores. Pero era tal el número de argumentos que tenia
que estudiar en pró ó en contra de una y otra solucion, en pró
ó en contra de las aspiraciones peninsulares ó de las exigen-
cias criollas, que en verdad estaba confuso, indeciso y sin sa-
ber dónde hallaria el camino del mejor acierto.


Para encontrarlo, trató de explorar la voluntad de aquellos
habitantes, pidiéndoles informes ámpliosrespecto de todos los
asuntos administrativos, económicos y sociales, que convinie-
ra reformarse ó armonizar en su legislacion á las exigencias
presentes. Creyendo que para conseguirlo nada habia más
acertado que reunir en Madrid una junta ó asamblea com-
puesta de las personas que por sus antecedentes ó designadas
por el voto popular, mejor correspondieran á su intento, diri-
gió todos los trabajos á este objeto; y resultado de estos pro-
pósitos fué el decreto de 25 de noviembre de 1865. Autorizóse
por éste al ministro de Ultramar para abrir una informacion
sobre las bases en que debian fundarse las leyes especiales
que, en cumplimiento del arto 80 de la Constitucion, habian
de presentarse á las Córtes sobre el gobierno sucesivo de las
islas de Cuba y Puerto-Rico. Se dispuso á la vez que para
determinar los hechos y aclarar las cuestiones comprendidas
en la informacion, se compusiera aquella de las personas que
nombrase el gobierno y de las veintidos que diputaran los
habitantes de las dos Antillas; á las que se oiria verbalmente
ó por escrito, lo mismo que á los gobernadores superiores ci-
viles, regentes é intendentes en ejercicio ó que lo hubieran
sido, á los senadores naturales de aquellas provincias ó que
en ellas hubiesen residido cinco años, y á todos los hombres
competentes que ofrecieran informes luminosos y facilitaran
los medios de encontrar el mejor acierto en un asunto de tan-
ta importancia (33).


Mala acogida tuvo generalmente aquella disposicion entre
los buenos españoles de las posesiones ultramarinas; y no debia




CAPÍTULO III 133


esperarse otra cosa, conocidas como eran las dos tendencias
que tenian dividida la opinion de los habitantes de la grande
lo mismo que de la pequeña Antilla. Las personas de una y
otra, que conocian con perfeccion aquellos asuntos y la indole
de los pueblos á quienes se referian, consideraban preferible
á las formas escogidas por el gobierno, y más convenien-
te y eficaz, reunir los pareceres aislados de las corp:)faciones
insulares y de las personas notables de Cuba y Puerto-Rico,
sobre las reformas necesarias en la administracion ó en la
politica; porque las elecciones de comisionado:: producirían,
á su juicio, los mismos disgustos que en las anteriores épo-
cas constitucionales produjeron en la familia antillana; pues
dadas las condiciones de aquellos habitantes, no serian sino
algunas familias las que iban á monopolizar el acto. No eran
en verdad desacertadas las opiniones de las personas que
creian más práctico y ménos ocasionado á entorpecimientos,
que las preguntas redactadas para los comisionados (34), las
contestasen por escrito las corporaciones y particulares. En
esta forma se hubieran evacuado los informes con más libertad
y sin la perturbacion prévia del acto electoral; dejando á
la vez al gobierno supremo en gran libertad tambien para
adoptar las medidas más convenientes, en vista de las res-
puestas, y sin las presiones que necesariamente habian de
ejercerse por la parte electiva de la junta, y por las influen-
cias que á los nombrados oficialmente les concediese su po-
sicion.


Pero los funcionarios más caracterizados del ministerio de
Ultramar, y aquellos de sus inspiradores que por un exceso de
pueril soberbia se creian muy impuestos en cuanto con venia
á nuestras posesiones ultramarinas, y muy competentes para
resolver las crísis promovidas por las debilidades ó falta de'
tino político de los generales Serrano y Dulce; aquellos fun-
cionarios, tan llenos quizás de ignorancia como de buen de-
seo, presentaron al nuevo ministro de Ultramar, en momentos
en que su ánimo se hallaba justa y profundamente afectado, los
proyectos reformistas, no con la verdad en toda su pureza, no




134 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


los hechos con toda la exactitud que Jebian ser expuestos, ni
historiados en la forma que por su índole exigian, sino con
las tendencias hijas del apego á sus convicciones y á la par-
ticular inclinacion de sus propósitos. No era ésta, empero,
hija de la deslealtad ó de la mala fé, sino negativo pro-
ducto del no saber. Así se vió en la forma del decreto, pre-
sentado con el más brillante colorido, para que el público,
poco conocedor de lo que en Cuba y Puerto-Rico pasaba, se
deslumbrase á primera vista ante los seductores atractivos de
una eleccion, tan parecida á la de los diputados, en puntos
precisamente doude era la esclavitud aún un elemento social,
y ante resoluciones que tan en armonía estaban con las prác-
ticas constitucionales, no bien comprendidas en España, sin
embargo de su ejercicio de treinta años.


Ciertamente, que semejantes funcionarios no cometian otras
torpezas ni hacian más ni ménos que 10 que la mayoría de los
de España han hecho desde que rige el sistema representati-
vo, y que harán mientras no exista una verdadera adminis-
tracion; como es cierto tambien que aquel celoso é ilustrado
ministro, tocando de cerca los males promovidos á cada mo-
mento por la falta de ilustracion administrativa en los em-
pleados, dictó para corregirlos y evitarlos aquella acertada
organizacion de las carreras de Ultramar, destinada á pro-
ducir tantos beneficios y en mal hora destruida por el espíritu
de favoritismo inseparable de nuestros políticos presentes.


Los peninsulares todos y áun muchos cubanos calificaron
de desastroso y perjudicialísimo á sus intereses aquel paso
poco meditado, no tanto porque les faltasen en los munici-
pios, constituidos en su mayoría por hijos del país, fuerzas
bastantes que les asegurasen la victoria, sino por lo peligrosa
que habia de ser la reunion en Madrid de aquel foco per-
turbador . No produjo el decreto ménos disgusto en los refor-
mistas, que, proponiéndose con aquel solo golpe obtener el
triunfo, vieron que ya no era tan absoluta ni tan completa la
seguridad que pudieran prometerse, por la vaga expresion
del decreto en lo relativo á las elecciones; y por someter á.




los electores municipales la votacion de los comisionados, sin
ampliar ni extender para este efecto el derecho al voto. Ellos
querian luchar aún más de seguro, sabiendo que contra el
comercio y la industria, que en gran mayoría les opondrian
los peninsulares, podian presentar la riqueza rústica y urba-
na, que en cási su totalidad les correspondia, y las profesio-
nes todas pertenecientes al elemento criollo reformista.


Antes de nombrarse el gabinete O'Donnell, y antes de que
estos disgustos trabajaran la opinion en Cuba y se apresta-
sen unos y otros contendientes á la batalla electoral, desar-
rolláronse en la metrópoli y en las nacionalidades pró-
ximas á la isla, sucesos que no dejaron de influir en la solu-
cion de los que estaban elaborando los malamente llamados
reformistas. Los partidos de la Península, halag·ados y sedu-
cidos por el reprobado vicio de las coaliciones, se concertaron
é implícitamente acordes dirigieron sus tiros al ministerio
Narvaez, cuya pesadumbre no podian sufrir. Para derribarlo.
no sólo procuraron enardecer las pasiones políticas, sino en-
marañar las económicas y envenenar las ultramarinas, que
jamás debieron descender á la arena ni usarse como arma de
partid!:> por ninguno de los militantes. Alarmas hubo en Ma-
drid motivadas por supuestas conspiraciones en Cuba, que
hicieron levantar el grito en muchos periódicos contra el go-
bierno en el mes de mayo de 1865. Motivo fué de discusiones
parlamentarias y de polémicas en la prensa, la proposicion
llamada de las harinas en la que, tratándose de favorecer las
de Castilla, se cayó en la injusticia de perjudicar tanto á los
consumidores de aq ueUas islas como á los del propio país pro-
ductor; á éstos con los efectos de una exuberante exporta-
cion y á aquellos obligándoles á consumir hasta en críticos
momentos este artículo, más caro, averiado muchas veces y
no de tan buenas condiciones cual podian adquirirlo en pró-
ximos mercados. Y fueron tambien cuestionables y causa de
discordias provocadas por los catalanes, egoistas cual siempre
en la proteccion de sus industrias, las disposiciones arance-
larias relativas á la importacion en la grande Antilla.




136 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


Repercutian en tanto en la isla los ecos del clamor político
procedentes de la Península, y los del miedo que producian
los imprudentes tiros disparados contra nuestro poderío en
América. El clamor peninsular aumentó, en la ocasion de que
se trata, con el reconocimiento del reino de Italia, sumamen-
te combatido por la opinion católica; con las noticias de las
divisiones políticas y del retraimiento del general Prim, triste
preliminar de sucesos más graves, y con las disidencias sus-
citadas dentro del naciente partido democrático. Los amagos
exteriores contra la tranquilidad de Cuba se manifestaron con
las conspiraciones fraguadas en el próximo continente, por
los emigrados cubanos; sobre los cuales decía el general Dul-
ce, que algunos disidentes nada más intentaban desde los
Estados-Unidos turbar el reposo de la isla (35). Se manifes-
taron tambien en la rebelion de negros ocurrida en Jamáic&;
en las agresiones contra españoles residentes en las repúbli-
cas del Pacífico, y en la perturbacion del inmediato imperio
mejicano, que próximo á perder el apoyo del ejército francés,
por exigencias del gobierno de Washington, empezaba á in-
dicar las conmociones, que tan funestas habian de ser un poco
más tarde al emperador Maximiliano.


Los sucesos de Jamáica, debidos á la falta de prevision del
gobierno inglés y consecuencia lógica de la precipitacion con


-que procedió á resolver la cnestion social, no fueron en últi-
mo término sino una de las muchas sediciones negreras pro-
movidas despues de la emancipacion de la esclavitud, por
aquellos que al obtener la libertad no veian llenadas sus aspi-
raciones y pretendian ir más allá en el camino de las fran-
quicias que disfrutaban. Pero pudieron dominarse á tiempo,
para lo cual ofreció auxilios el general Dulce; mas no sin
derramarse torrentes de sangre etiópica para conseguir la
paz que tranquilizara los agitados ánimos de los habitantes
de Cuba,- que temian se extendiese á sus hogares la hoguera
sediciosa.


La cuestion con las repúblicas del Pacífico no tuvo tan fácil
ni pronta solucion, aunque tampoco en las Antillas ejerció




CAPÍTULO III 137


tan inmediata y decisiva influencia por la distancia que sepa-
ra á uno y otro punto, y por no haberse declarado todavía
solidarias de aquellas las otras repúblicas suramericanas.
Aquel conflicto sabido es que tuvo origen en el Perú, cón
motivo de los asesinatos de españoles verificados en Talambo
el 4 de agosto de 1863; que se complicó con la violenta po-
sesion de las islas Chinchas tomada por el jefe de nuestra es-
cuadra en aquellos mares D; Luis Pinzon, quien amenazó con
retenerlas ínterin no se satisficiera decorosamente á España
por tales agravios, y que se enardeció asimismo con la perse-
cucion del representante español D. Eusebio Salazar y Ma-
zarredo, y con el robo de la correspondencia oficial remitida
por aquel marino al gobierno de la metrópoli.


Siguiendo éste su conocidamente, si no inhábil, descuidada
política en los asuntos exteriores, ó considerando quizás que
la falta de arreglo de tales desacuerdos, las complicacio-
nes ocurridas y la declaracion de guerra á España hecha
por el Congreso de la república peruana, en 9 de setiembre
d~ 1864 (36), debieran atribuirse á la calidad especial del ca-
rácter de Pinzan, decretó su relevo. Y pocos meses despues se
nombró para reemplazarle á D. José Manuel Pareja, que aca-
baba de desempeñar el departamento de Marina en el minis-
terio Mon-Cánovas, yen quien creyeron encontrar los gober-
nantes una garantía de prontos y favorables arreglos, por 103
vínculos de parentesco y relaciones que le unian á los hom-
bres de aquellas repúblicas.


Fué efectivamente Pareja á tomar el mando de nuestros bu-
ques y á exigir las necesarias satisfacciones, revistiéndosele
al efecto, y para enmendar las torpezas de nuestro represen-
tante Tavira, de las facultades de plenipotenciario. Dirigióse
entónces al gobierno del Perú, en 2 de enero de 1865, con un
ultimatwm, en virtud del cual se celebró la conferencia con-
ciliadoray se puso la firma al tratado del 27 del mismo mes
á bordo de la fragata española VILLA DE MADRID, anclada en
la bahía del Callao (37). Pero complicada la cuestion y exten-
dida á Chile por insultos que se supusieron inferidos poste-




138 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


riormente á nuestro pabellon, lo que allí se negaba, atribu-
yendo tales imputaciones á lo:; deseos del gobierno español de
reivindicar su poderío sobre aquellos territorios, el general
Pareja procuró con el mejor propósito llegar á un acuerdo
amistoso. No tuvo la fortuna de conseguirlo, siendo por el
contrario víctima de la mala fé de sus paisanos; y habiendo
sufrido á la vez la desgracia de dejarse arrebatar uno de los
buques de la escuadra, cuando más seguro estaba de aquella
sinceridad, no encontró mejor justificacion, ni supo explicar
tan mala suerte en otro forma, que dando fin á su vida de un
pistoletazo, cual lo verificó en el propio barco que mandaba.


Sucesor del suicida Pareja en el mando de la escuadra del
Pacífico, fué el reputado ma rino y, segun luego manifestó,
consumado diplomático, D. Oasto Mendez Nuñez, á quien se
le destinó para vengar, no >;ólo aquel acto de delicadeza de
Pareja, sino la mala fé y las marrullerías del que se llamaba
gobierno de aquellas repúblicas y tan indignos procederes
usaba. Predestinado parecia aquel marino á trasmitir á la
posteridad su nombre unido al de los héroes, y así lo demos-
tr6 en el ataque del Callao, donde el mismo dia precisamen-
te que en España se conmemoraban los actos heróicos con
que cincuenta y ocho años ántes conquistaron su inmortali-
dad los mártires Daoiz y Velarde, recogió la marina española
eternos laureles para adornar las brillantes páginas de la
gloriosa historia nacional. Tan alto como aquellos valientes
puso Mendcz Nuñez el nombre español, el 2 de mayo de 1866,
en los lejanos territorios que el Pacífico baña, y que retratar
debiera el rubor de nuestros ingratosdescendien tes.


Al tiempo que los sucesos del Perú y de Chile afectaban los
intereses de la isla de Cuba y se pretendian aprovechar en
nuestro daño por los enemigos de España, resentido D. Do-
mingo Dulce con el elemento peninsular, por los ataques que
los comisionados del comité de Madrid publicaron en el perió-
dico LA REFORMA contra su poco acertada gobernacion, tra-
t6 de vengarse; pues aquel general, á pesar de tenerse por
muy caballero, era un tanto vengativo. Abusando ent6nces de




CAPÍTULO !ir 139


esta mala pasion, abrió con el poderío de su autoridad la ma-
no de las concesiones en favor de los reformistas, quienes ya
desde primeros de marzo de 1863 iniciaron su campaña en la
premIa, reorganizando el periódico EL SIGLO, Y continuaron
con tal proteccion sin descanso y por todos los medios al des-
arrollo de una propaganda asaz provocativa.


Efecto lógico de aquella, é inmediata señal de esta fué el
ruidoso banquete con que al director de LA AMÉRICA, don
Eduardo Asquerino, se le obsequió en 9 de diciembre de 1865,
para demostrarle su gratitud por las calurosas defensas que de
las reformas hizo en la revista que dirigia. En aquel banque-
te, al que asistieron comisionados de las más importantes po-
blaciones de la isla, se pronunciaron brindis «á las reformas
»políticas en las provincias ultramarinas, como base y ga-
»rantÍa de union y como punto de partida para todas las con-
»quistas» (38); demostrándose claramente que semejantes re-
formas no las aprovecharian sus solicitantes, sino como punto
de partida para la realizacion de otros proyectos, segun ha
manifestado sin ambajes uno de los que más parte tomaron
en tales sucesos al decir, en un libro publicado recientemente,
que entónces «era preciso usar del pretexto de las r~formas
para preparar el advenimiento de la libertad y de la indepen-
dencia» (39).


Entrañaban además los banquetes reformistas la idea de
hacer una manifestacion esencialmente política que irritase
al elemento español; el propósito de armonizar las aspiracio-
nes de los congregados, estableciendo acuerdos uniformes en
la ejecucion de los actos consiguientes á la publicacion del
decreto, relativo á la eleccion de comisionados para la Junta
informativa, próximo á recibirse segun sus particulares no-
ticias, y la decision de excluir de las candidaturas á los pe-
ninsulares y á todos los elementos que no les fueran perfecta-
mente afines.


Recibiéronse á poco, en efecto, el decreto y las disposiciones
dictadas por el ministerio de Ultramar respecto de aquella
eleccion, y partiendo del acuerdo tomado en los banquetes, no




140 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


sólo prepararon su triunfo completo en Cuba y Puerto-Rico,
sino que contando con la seguridad de la victoria y con el
producto de sus habilidades en la metrópoli, aceleraron su
organizacion para la futura y próxima independencia, emi-
tiendo sumas considerables de papel moneda para el des-
envolvimiento de la república que se formaria con las dos
Antillas españolas (40). Estos trabajos separatistas debian
tener ya un verdadero carácter de seriedad, cuando en 13 de
febrero de 1866 manifestaba el representante de España en
los Estados-Unidos al general Dulce, que los conspiradores
cubanos, con la esperanza de que la guerra del Pacífico y la
sedicion militar capitaneada por Prim, que estalló en la Penín-
sula á primeros de enero, les ofrecerian pronta y propicia
ocasion para llevar adelante sus propósitos, se agitaban mu-
cho; llevando su osadía al punto de presentarse á Mr. Se-
ward, á su regreso de la Habana, donde estuvo á fines del
año 1865, para confirmarle lo que ya él sabia, que en la isla
de Cuba se conspiraba descaradamente contra el dominio de
España (41). El general Dulce no lo ignoraba, pero lo con-
sentia, segun claramente lo expresó al gobierno de la metró-
poli en 29 de marzo, al manifestarle que si en la islade Cuba
existian conspiradores contra la integridad nacional, eran
tan despreciables que no debia perderse el tiempo en ellos (42).
Se engañaba sin embargo D. Domingo Dulce cuando con op-
timismo tan censurable desgarraba la pátria, al seguir dispen-
sando su protector apoyo á los reformadores, con gran per-
juicio de los intereses de los españoles y de los mismos buenos
hijos de Cuba. Merced á tal falta de perspicacia tomó prodi-
gioso vuelo la conspiracion, y las gestiones de los que la
alentaban en los Estados-Unidps crecieron tanto que, hasta
el marqués de Lema, nuestro embajador en París, tuvo que
llamar la atencion del gobierno en el mes de mayo sobre los
públicos trabajos de aquella república dirigidos á apoderarse
de la grande Antilla (43).


Llegó en esto el término señalado á la eleccion de comisio-
nados en las Antillas. En las operaciones preliminares para




CAPÍTULO III 141


las de Cuba ejerció una influencia tan grande como su pO-
sicion social le permitia, aquella misteriosa' entidad nunca
quieta é incansable en agitar los ánimos contra España, cual
era la del poderoso capitalista y propietario D. Miguel Alda-
ma. Tan irreconciliable enemigo era éste de cuanto á la pa-
tria de su padre (no reconocida por él) se referia, que ni acep-
tar honrosos cargos, ni ser título de Castilla quiso, por no
hacer abdicacion de sus rencores, y en aquella ocasion se
puso de acuerdo con Morales Lemus, aunque .sin presentar el
rostro, y con agentes tan eficaces como Fernand,ez BramosiQ
y Mestre, para dirigir aquellos trabajos electorales, con cuyo
resultado se prometia aproximar la satisfaccion del ódiQ
inextinguible que al nombre español tenia (44).


El general Dulce que, intencionalmente ó sin criterio, ha-
bia hecho cuanto le fué posible para disgustar á los penin-
sulares, representantes del partido español conservador, y
para arrastrarles al retraimiento electoral, aparentó en la lu-
cha de los comicios una neutralidad que no pasó de la condi-
cion del fingimiento; y á poco de las elecciones quiso demos-
trar la satisfaccion del gobernante, y que todo se habia veri-
ficado de la mejor manera, usando de una de esas sutilezas
pueriles y tan conocidas que más conquistan el ridículo que
dan nombre de hábil al que de ellas se sirve. Tal fué el viaje
que hizo á la isla de Pinos (45), para demostrar con su ausen-
cia que el órden y la bienandanza política eran envidiables,
aunque mejor habia de haberse ausentado para no presen-
ciar cual les amargaba á los buenos españoles el ingrato
fruto, sazonado con las consentidas predicaciones del periódi-
co reformista EL SIGLO Y producido por la desatentada política
delrepresentantedelos sentimientos de la metrópoli. Ni era en
verdad n~cesaria su presencia despues de haberse verificado
la eleccion en medio de las mayores alarmas, promovidas por
las absurdas invenciones que para conmover circulaban unos
y otros contendientes, ya que los ánimos intranquilos, ausen-
te ó no Dulce, poco bien disfrutarian mientras consintiera
el alarde criollo que cada vez iba haciéndose más insufrible;




142 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


~omo se presenció durante el acto electoral en el colegio de la
Habana, donde se cruzaron palabras de amenaza entre refor-
mistas y conservadores; teniendo éstos que sufrir los insultos
callando. ¿Y cómo no con semejante proteccion oficial, mono-
polizada toda por los envalentonados enemigos de España,
que contaban ya su triunfo cual cosa cierta?


Tanto era asi, que los más fogosos y exaltados hijos del
país,- pertenecientes á las familias mejor acomodadas de la
isla, establecieron aquellos dias algunas escuelas de tiro, y la
más importante en la calle del Prado de la capital, con el ob-
jeto de instruir á los que, segun aseguraban, muy pronto se
encargarian de organizar el ejército de la república cubana.
Aquellos jóvenes, discípulos en su mayoría de la escuela po-
lítica de Luz Caballero, que se conocian por los tacos del
LouMe, si fueron hasta allí osados, insufribles llegaron á ha-
cerse en adelante por lo provocativos; y cuando de su índole
y sus tendencias dieron muestras ciértas, fué la noche del 18
de abril en el gran teatro de Tacon. Celebrábase aquella no-
che una funcion á beneficio de la viuda del patriota cubano
doctor D. Ramon Zambrana, y con tal motivo, todos los
tacos 6 jaques intentaron poner á prueba la mansedumbre de
los peninsulares, que formaban la minoria de los concurrentes,
empleando al efecto irritantes demostraciones de menosprecio
contra el tenor cómico Boix, á quien silbaron en todas las es-
cenas, sin más razon que por ser catalan. Los paisanos de éste
le protegieron, como era natural que sucediera, contra las
sistemáticas é injustas agresiones de los inquietos criollos, lo
'Cual hizo crecer el alboroto, que no terminó con la funcion en
el teatro, sino en la inmediata calle de San Rafael, donde
existia el café del Louvre, en la cual los golpes yel escándalo
hicieron intervenir á los agentes de la autoridad. En aquella
ruid.osa manifestacion no faltaron mútuas acusaciones de pro-
cedencia y de opiniones políticas, y se vió claramente que á
los perturbadores no animaba otra idea, que la de demostrar á
los peninsulares la disposicion en que se hallaban para la
lucha.




CAPÍTULO III 143


Los hombres conocedores del carácter del criollo en el pleno
uso de su natural vanidad, no extrañaron aquel escándalo ni
otros que diariamente se promovian; y ¿,cómo extrañarlos al
ver de tal modo abatido el nombre español en la eleccion de
comisionados para la Junta informativa'? (46) Nadie ignoraba
en Cuba el programa que en cási su unanimidad llevaban
á la metrópoli los reformistas elegidos; de todos eran conocidas
sus tendencias y los compromisos, de defender la autonomía
más ámplia. que tenian contraidoscon sus comitentes,ypúblico
era el propósito de excluir absolutamente al elemento penin-
sular de la participacion en los asuntos de la isla. Sobre todo
pretendían educar para los cargos oficiales, la juventud que se
pusiera al frente de la administracion antillana, el dia que
dirigiesen el ejército de la independencia aquellos tacos que se
ejercitaban en las escuelas de tiro; lo cual sucedería cuando
se realizaran los planes que de antiguo iban desarrollando
D. José Morales Lemusen Cuba y D. Segismundo' Ruiz Belvis
en Puerto-Rico.


El gobierno que regia á la sazon los destinos de España, á
pesar de pertenecer al partido de la UNION LIBERAL, donde don
Domingo Dulce militaba, tuvo que atender los clamores que
contra la política de éste levantaron los hombres del comité
ultramarino de Madrid, irritados por el desamparo oficial que
habia proporcionado tan fácil triunfo al elemento reformista
criollo. En consecuencia de estas reclamaciones, aquel go-
bierno, si no obligó al infortunado gobernante á dejar el
puesto donde bien poco tuvieron que agradecerle los intereses
pátrios, se apresuró á admitirle la dimision que fundada en
motivos de salud, hizo dos meses despues de haber agravado
con su falta de tino en las elecciones y de hacer desesperada
con su insensato optimismo la enfermedad que desde entónces
tiene abatida á Cuba. Enterados los reformistas del relevo
del general, que hasta les habia permitido tener por censor de
imprenta á uno de los redactores del periódico EL SIGLO, qui-
sieron expresarle su reconocimiento en una ruidosa despe-
dida, bien merecida por quien tanto les favoreció; y al efecto,




144 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


prepararon, para cuando relevado Dulce regresara á España,
una manifestacion que de paso zahiriese directamente los
patrióticos sentimientos del elemento español.


Al medio dia del 31 de mayo de 1866 entró en el puerto
de la Habana la fragata de guerra LAS NAVAS DE TOLOSA.,
conduciendo al nuevo capitan general D. Francisco Lersun-
di. Grandes eran los preparativos que para recibirle tenian
hechos los buenos españoles, quienes de alguna manera que-
rian manifestar su desagrado á Dulce ántes de marcharse;
pero el nuevo general no pudo disfrutar entónces de tal ova-
cion, porque despues de haber obtenido los peninsulares per-
miso verbal para preparar las muestras de regocijo, recibieron
una órden por escrito derogando aquel, á la vez que presen-
ciaban el injusto castigo impuesto al comisario de policía, que
acatando el primer mandato, habia permitido levantar algu-
nos adoquines para la colocacion de un arco. No sin falta de
fundamento, creyeron los desairados buenos españoles que
aquel cambio de pareceres oficiales respondia á excita-
ciones de los reformistas, quienes como dueños del favor, pre-
tendieron ahogar el sentimiento pátrio impidiendo toda demos-
tracion anterior á la suya, para la cual tenian ya citados á
sus principales correligionarios del interior de la isla. Si-p. em-
bargo de esto, tan pronto como Lersundi se hizo cargo del
mando, todos los que querian manifestarle simpatías que re-
dundaran en daño del gobernador que cesaba, movieron á
los comerciantes de la plaza Vieja y de las calles de RicIa ó
la Muralla y de Mercaderes, para que no se dejasen preceder
por los criollos; adornando en consecuencia con miles de
banderas españolas los puntos donde ya que no podian le-
vantar arcos, los formaron con el pabellon nacional cruzando
las calles de unas á otras azoteas, para obligar así á los ma-
los y tibios partidarios de España á pasar por debajo de la
enseña que tanto odiaban.


Al acostumbrado banquete de despedida con que obsequió
Dulce á Lersundi, asistieron muchos reformistas J pretendíen-
do tal vez disfrutar con el nuevo gobernante igual influencia.




CAPÍTULO III 145


que con su antecesor; lo cual irritó al elemento español tanto
quizás como la proclama de despedida publicada por Dulce, y
la manifestacion ruidosa que respondiendo á aquel no muy
político documento dispusieron los reformistas. Para hacer el
acto más aparatoso alquilaron éstos todos los vapores de via-
je y remolque que prestaban servicio en la bahía de la Haba-
na, á fin de que en ellos entrasen los comisionados de las po-
blaciones del inter-ior y cuantos hijos del país pretendieran
concurrir á la manifestacion. Con tal rigor se exigió la cir-
cunstancia de ser cubano para tomar parte en la fiesta, que
ninguno de los peninsulares ó gorriones, como ya nos llama-
ban, fué en ella admitido; hallándose en este caso el autor,
que no queriéndolo creer, tuvo (lue cerciorarse de aquel ex-
clusivismo al intentar ir á bodo de uno de los vapJres.


Repletos éstos de gente y cada uno con una música, sa-
lieron del muelle de la ~fachiml, rodeando al ISABEL LA CATÓ-
LICA, que conducia á D. Domingo Dulce, y convoyandole hasta
frente del castillo del Morro; dando al acorde de himnos polí-
ticos muchos vivas á las reformas, á Cuba y á su ídolo, yal-
gunos mueras que distintamente se oyeron desde el muelle de
Caballería y desde aquellos puntos donde la bahía es más
estrecha. ¿Cómo no mostrar su público reconocimiento al que
en la proclama de despeiida se ofrecia á aquellos reformistas
como un caoano más? (47) A esta manifestacion de los cuba-
nos, á las alocuciones de adhesion y simpatía de aquellos li-
berales, que pedian para Cuba «las mismas instituciones que
»fueron el apoyo del trono y la gloria del reinado de Isa-
bel II» (48), Y á los versos que le dedicaron los criollos, res-
pondieron sus deprimidos adversarios con otros en que se za-
heria duramente á Dulce, y se denunciaban las faltas de su
gobernacion, las torpezas de su política, y hasta, para irri-
tarle, se le recordaban aquellos actos de su vida pública que
ménos podian justificarse y más le mortificaran (49).


La despedida de Dulce fué fria y desdeñosa por parte de la
muchedumbre de curiosos españoles, que ocupaban silencio-
sos el muelle, oyendo resignados los vivas ~ Cuba sóla y los
provocativos mueras, y contemplando con dolor aquel despil-


TOMO u 10




146 LA.S INSURRBCCIONBS BN CUBA.


farro de entusiasmo de los criollos, que ni un recuerdo, ni una
frase dedicaban á la madre España. Y es que los verdaderos
a.mantes de la pátria, al ver salir del puerto y cruzar las olas
en direccion á Nueva-York el buque que llevaba el nombre
de la protectora de Colon, comparaban los buenos· y malos
actos administrativos del general que se iba y no deducian
del símil motivos de aplauso, ni actos que satisficiesen la as-
piracion de sus sentimientos españoles.


Si Dulce comprando y devolviendo el ariete 8tonemall me-
reció y obtuvo los plácemes de los amantes de España, por-
que con tal hecho nos conquistaba el aprecio del pueblo de
los Estados-Unidos, con el que la isla de Cuba debia vivir
en armonía, en cambio Dulce, víctima de una equivocada po-
lítica, irritó el sentimiento nacional y ahondó las divisiones
entre peninsulares y cubanos con 'las imprudentes preferen-
cias á los enemigos de la patria, que obligaron á aquellos á
protestar en Madrid, por medio de una comision, contra tales
acuerdos. Dulce, inspirado en los honrados sentimientos que
le distinguian, persiguió la trata; pero las ventajas consegui-
das en bien de la humanidad, casi quedaron eclipsadas por
los ~scándalos que levantaron sus medios poco meditados.
Con la misma falta de meditacion y no bastante perfecdona-
miento en los detalles, alentó la idea de la Junta de inflrma-
cion, no aceptada en la forma por los peninsulares, que eran á
la vez blanco de insultos en las manifestaciones antiespaño-
las que consentia. Descuidó el órden público en todas sus de-
rivaciones; dejóse dominar alguna vez por debilidades im-
propias de un gobernante; no supo, a pesar de su buen deseo,
conducir la Hacienda por el mrjor camino, prestándose dó-
cilmente á las ligerezas y volubilidades del intendente conde
Armildez de Toledo, quien comprometió grandemente su
buen nombre trasladando el depósito mercantil desde la Ha-
bana a los almacenes de Regla; y levantó justas q uej as en la
opinion, disponiendo y librando á la metrópoli algunos mi-
llones de pesos, como sobrantes de aquel Tesoro que apenas
podia con sus naturales atenciones, y tenia descuidados los
compromisos de crédito contraidos por las locuras de Mejico




cnÍTULO I1l 147


y de Santo Domingo, á pesar de las enormes emisiones de
bonos con que aquel poco previsor intendente preparó la afiic-
nva situacion económica y monetaria que hoy tiene abatidos
á los habitantes de la grande y rica Antilla.


Dulce procuró la tranquilidad de Cuba, enviando buques en
auxilio de las legítimas autoridades de la vecina isla de Ja-
máica, cuando contra ellas se levantaron las gentes de color;
pero destruyendo aquel efecto, consentia á la sazon á las de 111,
isla lecturas públicas de periódicos en las tabaquerías y en los
otros centros de manufactura donde los reformistas las esta-
blecieron. Dulce, en suma, no fué un buen gobernador para
Cuba española, sino la providencia protectora de los adora-
dores de Cuba libre; y por sus torpezas, y por su equivocada
política, y por los errores de apreciacion, no pudo consi-
Qerarse su mando en América como la contilluaCÍon del que
desempeñó en Cataluña años ántes, pues si allí supo conquis-
tarse algunas simpatías, en la isla solo adquirió la mayor
responsabilidad de los males que desde su tiempo empezaron
á afligir á la perla de Occidente. i Ya lo recordaria trJS año~
despues sin duda y dolorosamente cuando el mismo 2 de junio,
en que circuló la proclama del cl&bano mis, era depuesto por
el elemento español, como sosp~choso ó traidor inconsciente á
la causa de la integridad nacional!


Lo fatal que para Cuba fué el mando de D. Domingo Dul-
ee, se demostró perfectamente en las apreciaciones que sobre
la bondad y acierto de sus actos emitieron hasta los mismos
periódicos que representaban en la isla los intereses españo-
les, EL DIARIO DE LA MARIN.~, que jamás ha seguido otra po-
lítica que la trazada por los hombres q lll~ constituyen la em- .
presa de que depende, entre los cuales ~e contaban entónces
algunos reformistas, despicHó con calurosos aplausJs al gene-
ral Dulce; y áun LA. PRENSA DE LA HAaANA, que tan indepen-
,liente fué luego como inflexible el carácter de la p3rsona que
la dirigía, abundó en benévolas frases al despedir á quien con
~al solicitud habia fomentado el gérmen de las discordias.
Pero uno y otro periódico, y todos los hombres que tuvieron
la desgracia de ser arrastrados en aquella ocasion por las.~·~:~-~"'"'~
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148 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


ducciones reformistas, no tardaron en medir la profundidad
del abismo hácia donde se les habia atraido, volviendo atrás
medrosos y ruborizados por sus fáciles y poco meditados ar-
ranques.


¿Podrá negarse que una de las mayores responsabilidades
que pesó sobre Dulce desde aquellos tiempos, fué la de ha-
ber contribuido más que nadie á dividir las opiniones, debili-
tando el principio de uniformidad y los lazos de cohesion, que
son las únicas garantias que las metrópolis tienen para con-
servar la dependencia de sus posesiones lejanas'? Los que de-
pusieron á aquel general en su segundo mando, en esto fun-
daron sin duda la ejecucion de un acto tan grave, cuando al
buscar el origen de sus desdichas no distinguieron otro más
visible que el protector de los cómplices de aquellos que,
en los departamentos del Centro y de Oriente, profanaban el
nombre español.




CAPÍTULO IV.


T. Primer mando de D. Francisco Lersundi en Cuba.-Su poUticlt
española.-Disgusto de los reformistas.-Manifiéstase en Puer-
to-Príncipe.-Los conspiradores en la isla y en el continente.-
Combate del Callao y sucesos del 22 de junio en Madrid.-Manejos
de los reformistas contra Lersundi.-Relevo del intendente Wall.
-Medidas sobre árden púbIico.-Expulsion de ñáñigos, ladrones y
asesinos.-Trabajos separatistas.-Fiestas en obsequio de Ler-
sundi.-Desarmonía con el nuevo ministerio.-La instruccion
pública y la prensa periádica.-Universidad de la Habana.-El
periódico EL SIGLO.-SU historia.-Trabajos de Goicouria y de
otros emigrados.-Viajes de Lersundi y su relevo.-Juegos flo-
rales de los disidentes.-Llegada de D. Joaquin del Manzano.-
Ultimos dias de Lersundi en la isIa.-Su despedida.


11. La junta informativa en Madrid.-Memorandum del comité es-
pañol de la Habana á sus representantes.-Tendencias de los co-
misionados.-Trabajos de aquellajunta.-Cuestiones políticas.-
Opiniones de Dulce, Saco y Serrano.-Proyecto para la emanci-
pacion de la esclavitud.-Error económico del ministro Castro.-
Fin de las sesiones.-Ultimas indicaciones de Morales Lemus so-
bre las Antillas.-Consideraciones generales.


llI. Representacion política de Manzano.-Cuestiones que atiende
con preferencia.-Política de los Estados-Unidos y actitud de los
disidentes.-ExpIotan éstos los apuros de la Hacienda.-Bancos
particulares.-Crísis económica y medidas para conjurarla.-Ma-
nejas de los reformistaS.-El Banco Español de la Habana.-Brm-
quete de los separatistas en honor de Sherman y Campbell.-
Muerte de Betancourt, el Lugareño.-Instruccion pública.-Ten-
tativas filibusteras.-Disgusto que produce el establecimiento de
la contribucion directa.-Desaciertos del ministerio de Ultramar.-
Decaimiento del Tesoro público.-Muerte de Manzano.


r.


La esperanza cumplida no causa mayor alborozo, que el
experimentado por los buenos españoles de la isla de Cuba al
tomar posesion D. Francisco Lersundi, del mando superior
y capitanía ganeral de la grande Antilla. Ellos suponian que
como neófito en la escuela de los políticos unionistas, seria




150 LAS INSURRBCCIONHS EN CUBA.


Lersunm atendido en cuantas indicaciones ó propuestas hi-
ciera para salir airoso en su gobernacion; y ellos que cono-
cían además los sentimientos conservadores que durante toda
iU vida pública habia demostrado la nueva autoridad, en la
confianza estaban de poder aprovecharlos para desbaratar,
hasta donde fuera posible, los planes antiespañoles de los re-
formistas, inconscientemente favorecidos por el gobierno de la.
metr6poli. Para formular aquellas patrióticas aspiraciones,
en cuya realizacion estaba su bello ideal presente, dirigiéron-
se animados del mejor deseo á manifestar al general la vel'-
dad de la situacion de la isla, y á pedirle que, amparando los¡
intereses españoles, aplicase los remedios que las circunstan-
cias aconsejaran, Y no fueron los habitantes de la capitallotl
únicos que al felicitar á D. Francisco Lersundi impetraron
iU amparo, sino que de las poblaciones más importantes de la.
isla, unos por escrito y por medio de comi:3Íonados otros, to-
dos los que se preciaban y ya se distinguian con el nombre
de buenos españoles, le expresaron la complacencia con que
Teian al frente de los destinos de la isla una persona que,
entre muchos honrosos títulos, contaba ya el de tener por
adversarios á los enemigos de España.


Lá permanencia del capitan general en el pueblo de Ma-
rianao, donde se trasladó á poco de desembarcar, para librar-
se de las malas influencias tropicales durante los meses má~
peligrosos para la aclimatacion, y el aislamiento de la vida
del campo, fué propicia oportunidad para los hombres que
mejor pudieran aproximársele, y como en aquella ocasion
tuvo el partido español esta fortuna, supo aprovecharla para
ahuyentar á los reformistas de las esferas del poder, cuyas
iimpatías y favores habian hasta allí disfrutado, La perdida
influencia de los que sólo á la sombra de la oficial podian
hacer la suya sufrible al país, disgustó profundamente al
elemento criollo, quien no pudiendo avenirse á semejan I,'~
desagradable mudanza, empezó á manifestar su encono (!ll
ruidosas asonadas, que con habilidad exquisita fueron di~­
pu~tas en algunas poblaciones del interior,


La que más escándalo produjo fué la que se promovió en




CAPÍTULO IT 151


la capital del Camagüey, con motivo de las bromas acostum-
bradas y consentidas durante las fiestas de San Juan. Tanto
se excedieron los habitantes de Puerto-Príncipe en aquellalil
fiestas, y tal se zahirió intencionadamente á los españoles en
sus sentimientos pátrios, que muchos peninsulares, secun-
dados por las tropas de la guarnicion, jamás allí bien mira ...
das desde los acontecimientos de Agüero en 1851, se vieron
precisados á responder de palabra y con obras á las agresio-
nes de aquellos renegados de la España de sus padres. La
gravedad de las provocaciones obligó á las antoridades á to-
mar una intervencion directa en el asunto, lo cual' hizo que
la opinion pública estuviese pendiente del resultado, y que
el capitan general dirigiera, por medio de la GACETA DE LA
HABANA, una alocucion á sus gobernados manifestando, para
tranquilizarles, que los temores de que se turbase el órden
habian desaparecido merced al acierto del gobernador y sin
necesidad de apelar á medidas extraordinarias (1).


'Natural parecia que en vista de aquellas provocaciones, los
penin:mlares y cubanos buenos españoles aumentaran sus
clamores contra los reformistas ante el general Lersundi,
quien reconociendo la justicia que les asistia, se puso de su
parte en todo cuanto condujera á salvar los intereses socia-
les, allíam~mazados con el m~s ligero trastorno. Consecuen-
cia de esta predileccion fué el retraimiento de aquellos refor-
madores; y consecuencia á la vez de esta actitud y de la beli-
cosa en que se colocaron los que pretendian llevar á Cuha,
por medio de sus comisionados en Madrid, las bases de donde
arrancara su soñada independencia, fua el acertadísimo acuer-
do tomado por la primera autorid:ld, por más que los separa-
tistas encubiertos lo condenasen, de disponer la inmediata
clausura de aquellos comités reformistas, en mal hora autori-
zado por D. Francisco Serrano. Con tal motivo cambió el cla-
mor de sitio; pues mientras los buenos españoles se felicitaban
por tan conveniente medida, lamentábanse los criollos de la
paralizacion en sus adelantados trabajos y de verse otra vez
en la necesidad de


6
acudir al in~ficaz y caro y peligroso sis-


tema de lai amenazas, formuladas á poco por los emi-




154 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


Juan Prim, acordada por Napoleon lII, y del cambio de go-
bierno que, .respondiendo á una mal definida reaccion, se ve-
rificó por tales sucesos en la metrópoli, con escaso tino cier-
tamente por parte del poder irresponsable, que sin profundi-
zar la gravedad de las circunstancias ni ver la perturbacion
de los elementos políticos. reemplazó el ministerio unionista
de O'Donnell con el moderado de Narvaez, en formas tan in-
convenientes, que complicando la situacion con los nuevos
descontentos, prepararon las nada satisfactorias soluciones
del porvenir (5). En vista de esto dieron los inquietos criolloi
otro rumbo á sus esperanzas, con esa tenacidad india que á
nada cede, y presentando á Lersundi como tránsfuga del par-
tido moderauo, explotaron esta. circunstancia para hacerle
sospechoso al gobierno de sus antiguos correligionarios, J
especialmente ante D. Alejandro de Castro, que en otra ocs-
sion dejó de formar parte de un gabinete conservador más ó
ménos unionista, por indicacion de este general, y aprove-
charon el hecho en favor de su causa. No fué difícil conse-
guirlo, conocida la desastrosa práctica española que parece
imponer á los' gobiernos nuevos la obligacion de destruir las
obras de sus antecesores; ni faltaron tampoco entónces fun-
damentos para esperar que el de·Narvaez deshiciera todo lo
de O'Donnell que á Lersundi se refiriese.


Antes de aquel cambio de ministerio y mientras el capitan
general permanecia aclimatándose en Marianao, 'recibió el
nombramiento de un nuevo intendente de Hacienda, en reem-
plazo de aquel conde Armildez de Toledo que, á pesar de la
competencia de que hacia alarde en los asuntos económicos,
á tan lamentable estado llevó los de Cuba durante su admi-
nistracion. Por cierto que poco tuvo que agradecer la isla al
que semejante relevo propuso ni al gobierno que lo acordó,
puesto que las pretensiones injustificadas se sustituyeron con
la insuficien~ia reconocida, para aquel importantísimo cargo,
del regente de la audiencia de la Habana, que ni conocia 101il
asuntos de la Hacienda, ni podia dirigir éstos por mejor ca-
mino que condujo los judiciales en Santo Domingo, donde
tanto contribuyó con su infeliz acierto á complicar las cuei-




CAPíTULO IT 155


tiones, que no concluyeron sino con la pérdida de aquella pro-
vincia, segun queda referido. Nada bueno, pues, era fácil es-
perar de la gestion económica de aquel funcionario, cuya
desgracia no sufrió Cuba afortunadamente por mucho tiem-
po, y aún aquel período no puede rtcordarse sin dolor por el
comercio que tantas torpezas presenció y fijo está en la me-
moria de todos los que leyeron á finei! de 1866 los periódicofi
que se ocuparon de aquella administracion.


Si se conformó Lersundi con este desastre, no quiso con-
sentir que otros males continuaran desarrollándose en las es-
feras, donde en el desgraciado mando de su antecesor, habia
penetrado la accion perturbadora. Y ya que en lo político re-
primió las osadías de los peligrosos reformistas, cerrando sus
comités, tuvo que poner mano en 10i! asuntOi! de órden públi-
co para calmar la intranquílidiLd en que los hombres honra-
dos vivian.


S:lmetido el obcecado D. D:lmingo Dulce á su fanatismo
liberal, al permitir crecer y desarrollarse los instintos y las
tendencias á la asociacion de aquel pueblo mercantil, no supo
evitar que se organizaran á la sombra de aquella plausible
condescendencia gubernativa, los ladrones y asesinos perte-
necientes á todas las razas yen especialidad los que en las de
color eran conocidos con el nombre de ñáñigos. Aquellas aso-
ciaciones formadas con la gente más perdida de los barrios
de Jesus María y del puente de Chaves, habitados' por las cla-
ses ménos acomodadas de la Habana, tenian su centro de ac-
cion en las calles más ricas y populosas de la capital, donde
cometian sus depredaciones; y cuando aquellos m'üvados eran
perseguid'os por la policía, escapaban hácia el puerto y se
zambullian en el mar, nadando por debajo del entarimado del
muelle de Caballería hácia las alcantarillas que desaguan en
la bahía, donde encontraban seguro refugio para eludir la
prision. El festivo periódico satírico DON JUNÍPERO bautizó á
aquellos con el nombre de los kabitantes de la Luna; quienes
tanto llamaron la atencion de la primera autoridad, que ésta,
para reconocer sus guaridas y ahuyentarlos de aquel punto,
dispuso que algunos cayucos ó botes con fuerza armada lel!




156 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


batieran en las mismas oscuridades donde libres se creian de
toda molestia. (6.)


Tales fueron los escandalosos hechos cometidos en pocos
dias por aquella gente de mal vivir, aun des pues del recono-
cimiento de sus escondrijos, que el general Lersundi se vió
obligado á adoptar una séria determinacion, cual fué la de
prender a todos los vagos y viciosos apuntados en los regis-
tros de la policía, con la que de c(mtinuo luchaban, y parti-
cularmente de los que se distinguian con la clasificacion de
incorregibles, por haber sufrido más de cinco prisiones.
Acordado el plan de leva y cuando los agentes de la autori-
dad pudieron detener en la cárcel a todos los criminales de
la capital, se dispuso su embarque en la fragata Rosa del
Turia, mandada por D. Francisco Viñes, sobrino del famoso
capitan negrero D. Eugenio y despachada por la casa J. Zu-
lueta; cuyo buque, con ciento sesenta y seis de aquellos mal-
vados, en los que figuraban 66 blancos, 21 pardos ó mulatos
y 79 morenos ó negros, se dirigió en 14 de agosto con rumbo
á Fernando Póo, donde se les relegó (7). No satisfizo por com-
pleto la designacion de aquel capitan, para navegar cerca de
las costas tan frecuentadas por otros buques de la casa con·-
signataria; pero la maliciosa opinion pública se equivocó en
sus gratuitas invenciones, pues Viñes cumplió fielmente la
palabra empeñada y su delicada misiono


Dirigidas por tan buen camino las medidas de gobierno
del general Lersundi, pronto secundó la prensa periódica es-
pañola su propósito de limpiar las poblaciones y los campos
de malhechores; y aun los periodistas, que de ordinario tras-
pasan los límites de la conveniencia, le dieron color político
al asunto, pidiendo que la medida se hiciese extensiva, con
arreglo a la ley de 9 de mayo de 1845, á todos los que no tu-
vieran oficio, profesion, rentas, sueldos, ocupacion ó medio
lícito con qué vivir, con 10 cual se proponian comprender sin
duda la mayor parte de los enemigos de España que se jac-
taban de reformistas é independientes y no tenian mas oficio
conocido que el de vivir de la trampa, explotando á los cán-
didos partidarios de Ouba libre que se dejaban engañar. No




CAPÍTULO IV 157


fué necesaria, sin embargo, la aplicacion de la ley recordada
en los periódicos, porque despues de cerrarse los comités y .
de verse que la deportacion de la mala gente era un hecho,
todos usaron en lo sucesivo de mayor prudencia, temiendo
que la medida pudiera extenderse á otras clases sociales.


Si activo y eficaz estuvo el general Lersundi para reinte-
grar su normalidad al poco asegurado órden público interior,
no demostró ménos eficacia para destruir las causas exterio-
res atentatorias á la tranquilidad de la isla y las maquina-
ciones de los disidentes fabricantes de alarmas, que intenta-
ban con éstas turbarla. Relacionados los conspiradores de la
isla con los inquietos que en la U nion americana tenian el cen-
tro de propaganda, pudieron contar para acrecer aquellas con
la impunidad que en los primeros momentos de paz entre el
Norte y el Sur disfrutaron, porque los naturales y su go-
bierno, ántes que á otra cosa, tenian <lue atender á los asun-
tos relacionados con su tranquilidad doméstica. Y motivos no
les faltaban ciertamente en la poco segura sumision de los
Estados del Sur, hácia donde fijaban su mirada con pl'eferen-
cía á las manifestaciones que, en favor de las repúblicas del
Pacífico, hacian aquellos bulliciosos, que por simpatía, afecto
é interés estaban con ellas relacionados.


Con la facilidad de inteligencias, que la perseverancia de
MI'. Cyrus W. Field proporcionó al tender el cable eléctrico
submarino entre Inglaterra y América, encontraron los disi-
dentes de los Estados-Unidos abierto un nuevo camino para
extender el curso de sus incesantes invenciones (8). En favor
de su idea explotaron ya los acontecimientos ocurrid0s en Ma-
drid el 22 de junio; los cambios políticos que siguieron como
consecuencia, aunque poco lógica, en la metrópJli, y la pertur-
bacion en los partidos y las intransigencias de los vencedores
moderados, que obligaron al duq uc de la Torre á retirarse á
su casa y á D. Leopolclo O'Donnell á que, apartándose de la
política activa, se trasladara el 16 de julio al pueblo francés
de Biarritz donde al siguientél año encontró la muerte. Estos
sucesos por un lado y por otro la natural perturbacion pro-
ducida por los recientes desórdenes de Nueva Orleans, y por




158 LAS INSURRECCfONBS EN CUBA.


el empeño que al cal~o realizaron los yankees de complicar al
presidente de los Estados del Sur Jefferson Davis en el asesi-
nato de Mr. Lincoln, los aprovecharon con tal habilidad aq ue-
llos inquietos enemigos de la paz de Cuba, que hasta nuestro
representante en Washington, D. Gabriel García Tassara, lle-
gó á suponer una gravedad superior á la que existia real-
mente.


En aquella ocasion le hizo al diplomático español revela-
ciones de suma importancia un doctor Lagranja, iniciado en
todos los secretos de los conspiradores, quien puso de mani-
fiesto el prestigio de éstos, superior á medida que iban estre-
chando sus relaciones con los emisarios de las repúblicas del
Pacífico, enviados para entorpecer el desarrollo de nuestros
intereses en América con los estrepitosos ,preparativos que
hacian para abrir las hostilidades contra Cuba. La prevision
y la actividad no se descuidaron entónces, ni en la isla ni en
los Estados-Unidos, para desbaratar unos planes tan amena-
zadores, que lo fueron más desde el momento en que se mezcló
el nombre de Mr. Seward en el asunto y se tuvo por cosa se-
gura é indudable su benevolencia el dia en que empezase la
lucha armada. No era extraño que los hombres políticos de
la Union, de cuya sinceridad jamás han podido persuadirse
ni responder por completo los agentes diplomáticos ante sus
gobiernos, procurasen en aquellos momentos adquirir simpa-
tías en todas partes, preocupados como estaban con la pró-
xima lucha electoral; aunque de todos modos sorprendiera y
se dudara que MI'. S~ward, el sábio de Auburn, como se
le llamaba, que tan partidario de los intereses de España se
había manifestado, diese de pronto un cambio en tan contra-
ria direcciono Del encrespamiento de las pasiones p01íticas,
podia, sin embargo, esperarse todo, y así se demostró en la
reuuion celebrada por los jltonsistas ó conservadores en Fila-
delfia, para ponerse de acuerdo acerca del programa con que
habian de abrir la campañadel próximo otoño; en cuyo pro-
grama resaltaban como esenciales compromil'los la conserva-
cion de la unidad nacional y el reconocimiento de la COllsti-
tucion y de la igualdad en los Estados del Sur. Se demostró




CAPÍTULO IV 159


tambien patentemente en la asamblea de los republicanos,
donde hicieron público su apasionamiento Banks, Sumner,
Tadeo Stevens y otros en los conciertos políticos donde tanto
se distinguieron Federico Douglas, la famosa Anna Dickenson
y el sacerdote radical por antonomasia, Mr. Butler (9).


Tal estado de perturbacion acreció considerablemente la
insolencia de los disidentes cubanos, y no sólo de los que re-
:,lidian en los Estados-Unidos, sino de los que conspiraban en
la misma isla. Esto hizo decir en aquella ocasion á nuestro
representante, que asi como en otro tiempo el elemento fili-
bustero de la república americana era lo principal, y la cons-
piracion interior de la isla lo accesorio, -ya sucedia esencial-
mente lo contrario, pudiendo asegurar que el foco rebelde
existia en Cuba y contaba en aquellos momentos como esen-
cial recurso el enlace con la guerra sur-americana (10). Inútil
parece apuntar que las que se tocaban no eran sino obligadas
consecuencias de la mala política de D. Domingo Dulce,
quien con su optimismo ya censurado, alentó tanto la cono-
cida osadía de los enemigos de España, que éstos, contando
con la impunidad, trasladaron su campo de accion desde el
contiuente al punto donde pretendian desarrollarla.


Lersundi acudió á corregir aquellos errores; pero era tan
grande el disgusto que le dominaba al verse subordinado al
nuevo ministro D. Alejandro de Castro, con quien no creia
poder conservar mucho tiempo templadas relaciones oficiales,
y tanto le contrariaron las desatenciones de todo el ministe-
rio N arvaez, que desaprobando sus medidas ó respondiendo
con el silencio ó sus proyectos se complacia en motificarle,
que al apercibirse aquel general de los comentarios que pú-
blicamente se hacian ya sobre los desaires de que era víctima,
lo cual s610 en desprestigio de su autoridad redundaba, tomó
con ménos calor los asuntos de gobierno, pensando en su próxi-
mo relevo. Y no carecia de fundamento su augurio, pudiendo
ya contarlo por hecho cierto, cuando supo todo lo que influian
para desprestigiarle ante el gobierno de sus antiguos amigos,
los comisionados para la Junta informativa que iban acercán-
dose á Madrid. En tanto, el elemento separatista, que nada




160 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


de esto ignoraba, al conocer la actitud del gobierno de los
Estados-Unidos en la cuestion de Méjico, que obligó al pre-
sidente Jhonson á buscar refugio en la doctrina Monroe para
huir de la impopularidad, y al convencerse de lo mal dispuesto
que el pueblo yankee estaba á mirar con resp~to los asuntos
europeos, redoblaron sus exigencias, para obtener lo que les
prometiera más satisfactorios resultados en sus gestiones re-
lativas á la independencia de Cuba.


A fines de aquel verano de 1866, Lersundi, que permane-
cia en el pueblo de Marianao desde su toma de posesion, to-
cando los inconvenientes de vivir fuera de la capital, regre-
só á la Habana en la tarde del 2 de octubre. Con tal motivo
quisieron los peninsulares y todos los que se conocian con el
no:nbre genérico de buenos españoles, demostrarle al capitan
general sus simpatías y aquel entusiasmo cohibido por la
prohibicion que el dia de su desembarco dictó Dulce, para sa-
tisfacer las exigencias de los reformistas; y decididos á ven-
garse á la vez de éstos, prepararon la manifestacion más
ruidosa que todas las presenciadas hasta entónces por el pue-
blo de la Habana.


En la distancia de una legua próximamente que media
entre el fioal de la calzada del Cerro y la plaza de Armas
donde está el palacio del gobierno, se adornaron las aZQteas y
los escasos balcones de las casas con ricas colgaduras, y levan-
táronse arcos vestidos de verde, donde figuraban patrióticas
inscripciones. Todo en ar¡uel dilatado espacio era animacion
y algazara, llevada al vértigo con incesantes fuegos de artifi-
cio, disparos de armas, toques de aires nacionales por nume-
rosas músicas y continuos y atronadores entusiastas vivas á
España, á su reina y al capitan general. Indescriptible espec-
táculo fu~ aquel, del que queriendo participar para no singu-
larizarse los reformistas de primera fila, relegados al papel
de mudos espectadores, dispusieron con las personas más
visibles del barrio un delicado refresco para la primera auto-
ridad y su comitiva, en el kiosco de D. Francisco Fesser, si-
tuado en el paradero del Tlllipan. Limitado fué entre los invi-
tan tes el número de los que. figurando en el bando de los des-




CAPÍTULO IV 161


afectos á España, asistieron á aquella demostracion purament@
española; observándose además que muchos vecinos del Cerro
y de la calzada del Príncipe Alfonso, por no poner colgadu-
ras en sus casas y para que no se les tachara de inconse-
cuencia en sus opiniones, sólo por presenciar aquella explo-
sion de españolismo, se marcharon al campo con sus familias;
y demostrándose en tales actos lo profunda que era la division
política y lo difícil de restablecer la concordia entre pm'sonas
de aspiraciones tan opuestas. Enloquecidos aquellos buenos
españoles con la gran libertad que para divertirse disfruta-
ban, alargaron el bullicio, que por completo no tuvo término
sino en la revista que en gran parada pasó Lersundi el dia 10,
cumpleauos de doITa Isabel n, á los batallones de voluntarios
de la capital y de los suburbios.


Instalada ya en la Habana la primera autoridad, pudo de-
dicarse con mejor éxito á combatir políticamente los elemen-
tos de propaganda antiespañola, mas difíciles de vencer por
su peculiar carácter, y entre ellos el de la instruccion públi-
ca y el de la prensa periódica.


Con el fin de circunscribir todos los ramos de la instruccion
á los límites de la ley, que á hollarla tanto habia contribui-
do hasta su muerte Luz Caballero, como contribuían sus dis-
cipulos despues para extender la propaganda antiespañola
en Cuba, empezó Lersundi á ejercer en ella una personal y
directa intervencion, si no para cortar, para disminuir al mé-
nos el mal tan arraigado; dando su primer paso en este cami-
no al inaugurarse en la universidad de la Habana el curso
académico de 1866 á 1867.


Invitado, cual de costumbre, para presidir la funcion cien-
tífica, el capitan general asistió á ella, y terminado el discurso
de inauguracion, cnyo tema no era pClr cierto el más agrada-
bJe para un militar, puesto que trataba de filosofía alemana,
y sin atender la respuesta que el decano de la facultad
de medicina llevaba al efecto preparada, manifestó Lersundi
deseos de hablar particularmente al claustro. Con la primera
autoridad se traslad6 éste á un salon inmediato, mientras el
brigadier Ceballos que le acompañaba quedó en el de grados


'fOllO Ir 11




162 LAS INSURRECCIONES EN CUBA.


presidiendo á la numerosa concurrencia allí reunida. Frente
á frente de los hombres de la ciencia, y de los maestros de la
política contraria á los intereses españoles, censuró el gene-
raí tácitamente á unos y á otros las tendencias que en la
educacion científica seguian, y refiriéndose al acto concreto
de la inauguracion del curso académico, les hizo presente su
extrañeza por no hacerse en el discurso mencion alguna de
España, ni de la reina, ni de su gobierno. Uno de los decanos
de facultad replicó que se sirviera leer la contestacion, la
que en efecto adolecia de las mismas omisiones, si bien abun-
daba en aduladoras frases dirigidas al g'obernador superior
de la isla, lo cual irritó doblemente á éste, y mucho más
cuando, pretendiendo apaciguarle, se le manifestó q 11e era cos-
tumbre del claustro terminar siempre aquellos actos con tres
vi\'as á la reina. Disculpa t,an ineficaz, que, como las otras
explicaciones, ni convencieron al general ni suavizaron la
acritud de su arenga (11).


Muestra dió aquel suceso bastante clara para justificar
cualquier medida que se adoptase al objeto de impedir la e~­
tension del mal; pero ántes de dictar las más eficaces creyó
Lersundi conveniente enterarse por sí mismo de éste y de los
demás asuntos, y conocer el verdadero estado de la opinion de
la isla. Los viajes que con tal propósito iba á emprender,
no pudo sin embargo llevarlos á cabo por haberse á este
tiempo acordado su relevo; siguiendo por tanto la instruccion
pública la misma peligrosa marcha que se trataba 'de variar.


De más inmeliato resultado ftlCron las disposiciones que.
las circunstancias le obligaron á expedir respecto de la im-
prenta. Para contsner este agitador elemento dfmtro de los
límites de la conveniencia, se obligó al funcionario encargado
de censurar los periódicos á redoblar sus desvelos, para com-
batír con la ley la táctica que diariamente renovaban los re-
formistas; quienes, sin abandonar su sistem'l siempre agresi-
vo al nombre español, seguian adelant.e su obra revoluciona-
ria, ya valÍl~ndose para ello de actos oficiales que inventaban
para censurarlos, ya promoviendo discusiones puramente es-
peculativas en el terreno de la ciencia, de la agricultura ó de




CAPÍTULO IV 163


la industria para sacar deducciones irritantes álos buenos es-
pañoles, ó ya sirviéndose como medi? de propaganda de tésis
filosóficas, expuestas en los términos más seductores y sim-
ptÍticos, para ocultar mejor el veneno de sus ódios al hacer
atractivo lo que estaba en armonía con su interés político. No
usó, sin embargo, el general Lersundi, de tanto rigor como
aquel de sus antecesores que para destruir el prurito de pu-
blicar malos escritos, exigia á los autores patentes oficiales
de ilustracion; pero encargó al censor que reprimiese con
severidad los abusos pClr medio de la imprenta, exigiendo
mayopes garantías y si fuera necesario, hasta aumento en
el depósito señalado á los editores responsables de los pe-
riódicos (12).


A la vista saltaha la necesidad de dictar alguna medida
que contuviese las cClrrientes políticas, donde se ib1ll precipi-
tando por los numerosos periódicos que á la sazon salían á
luz en las pClblaciones ele la isla. Sólo en la capital se publi-
caban diez y seis, si bien entre ésto::; no tenian vida segura
más que cinco; tres políticos, uno oficial y otro literario (13);
pues los demás, que pudieran llamat'se de ocasion, iban á un
objeto ó caso determinado, y cuando en la censura encontra-
ban tropiezos ú obstáculos invencibles, se suprimían para
aparecer de- nuevo con otros nombres, aunque sin abdicar de
sus primitivas tendencias (14).


El perióllico político que á la sombra de la proteccion re-
formista, concedida por Serrano y Dulce, propagaba con ha-
bilidoso descaro la autonomía de Cuba, ya que para defender
claramente la índepfmdencia ó la anexion no creian sus re-
dactores llegado aún el tiempo oportuno, era EL SIGLO; pe-
riódico cuya historia abraza lade los reformistas, por su ínti-
mo enlace en tolos los actos del partido, desde que obtuvo la
decidida proteccion oficial, hasta que considerándose bastan-
te fuerte, indicó á sus masas que se prepararan para levan-
tar la bandera contra España. Supremos fueron los esfuerzos
de los hombres quc redactaban aquel p2riólico, al p3rder la
indisputlble influencia hasta entjnces disfrutada. Ni la sa-
gacidad, ni su conocida prudencia les fué dable conservar;




164 LAS INSURRECCIONES EN CUBA.


convirtiendo á menudo los problemas filosóficos, hábilmente
expuestos ántes, en desaliñadas predicaciones de principios
a.ntisociales, yen torpe y grosera discusion su refinada ele-
gante polémica. Ya que no podian usar de la política, apro-
vecharon á la sazon los decretos expedidos por el ministro
Castro, relativos á la represion y castigo del tráfico negrero,
y á la suspension por seis meses del cobro de los derechos de
exportacion á los productos de la isla; y cuando les faltaban
temas á propósito para extender su propaganda, se valian
aquellos constantes instigadores de las figuras retóricas que
les ofrecian los trabajos literarios en prosa y en verso; en
los que tampoco adelantaron gran cosa, porque conocedor
ya el general Lersundi de las argucias propias de los disi-
dentes, encargó á sus delegados toda la vigilancia necesaria
para que la prensa no se utilizase más como elemento per~
turbador.


La historia del periódico EL SIGLO, que no será ocioso dar
á conocer por lo que esta publicacion influyó en el desarrollo
de las insurrecciones en Cuba, tuvo orígen en la época de
mando del general Serrano.


Cuando en 1860 habia este general hecho públicas sus
tendeneias reformistas, el conde de Pozos Dulces, cuñado de
D. Narciso Lopez y desterrado por las invasiones y á la muerte
de aquel caudillo, regresó á la isla despues de haber perma-
necido los años de destierro en Francia y Bélgica, donde se
dedicó con preferencia á los estudios de la agricultura y de
la colonizacion. Para ensayarlos en Cuba, pretendió utilitmr-
se del tramvía recientemente establecido entre la Habana y la
Chorrera, aprovechando á la vez unos terrenos que en el trán-
sito de este camino poseia, .en el punto llamado del Oarmelo,
desde el tiempo de Concha y conocido de antiguo con el nom-
bre del Vedado, por haber servido de enterramiento á pro-
testantes. Empezó entónces la construccion de una barriada
en aquellos sitios, y para acre~er el valor de los terrenos, cnan-
to para llamar la gente hácia ella, fundó un pequeuo periódi-
co titulado PORVENIR DEL CARMELO, y dirigido por D. An-
selmo Suarez y Romero, literato cubano, que por sus ideas




CAPiTULO IV 165


políticas sufri6 luego el destierro,' autor de un Ouadro de ltt
Naturaleza, de varias biografías y de algunos libros de edu-
cacion.


Por aquel tiempo fué á la Habana D. José Quintin Susarte,.
periodista de la América del Sur y redactor que habia sido
del CORREO DE LA. TARDE Y de LA. CIVILIZACION, hasta que
Concha le desterr6 (15), el cual llevaba el propósito de ,darse
de nuevo á conocer y de buscar una ocupacíon literaria que
le proporcionase medios de subsistencia. Puesto de acuerdo
con los de EL PORVENIR, propuso y fué aceptada la publicacion
de un periódico en dos ediciones, una de la mañana que con-
servaría este título, y otra de la tarde que tom6 el nombre
de EL SIGLO, en el que se refundieron las dos á poco y cuando
con Susarte se puso á escribir D. José de Armas y Céspedes,
director que fué del DIARIO DE SANCTI SPÍRITÚS, hasta 1861 que
se le oblig5 á abandonar aquella poblacion por cuestiones de
localidad.


Con la fusion de los dos periódicos y al admitirse entre sus
redactores á algunos conocidos literatos de la isla, tomó el
periódico EL SIGLO caracter propio y verdadera importancia.
De las e~trechuras de la calle del Tejadillo pas6 la redaccion
al amplio y extenso local de la plaza de Santa Clara, encar-
gándose ent6nces de presidir la junta directiva de la empresa
D. Silverio Jorrin, j nombrándose administrador á D. Caye-
tano Montara, por recomendacíon de D. Antonio Fernandez
Bramosio; en lo cual se veia cómo iban formando cuerpo en la
prensa y en los comités los llamados públicamente reformistas
y los que la opinion designaba entre los enemigos de la domi-
nacían española.


Para aumentar la importancia del periódico, fué invitado el
conde de Pozos Dulces para que se encargara de su direccion,
al declararse la guerra entre los Estados d~l Norte y del ~ur
de la Union americana; empezando entónces EL SIGLO á for-
mar, bajo el público nombre de reformista, el verdadero partido
cuba no, en el que se afiliaron los ti bias ó desafectos al dominio
de España que se distinguían con los nombres de anexionis-
tas é indiferentes. Figuraban entre los primeros todos los




166 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


dueños de esclavos partidarios por identidad de intereses de
los E"tados del Sur; y el bando de los indiferentes lo consti-
tuian algunos antiguos patriotas y los que ántes de decidirse
esperaban que una mayor ilustracion formase la opinion pú-
blica liberal.


Ilustrando iba EL SIGLO la de los habitantes de la isla y
arrastrándola hácia sus tendencias, cuando hubo desacuerdos
entre el director Pozos Dulces y los redactores Tápia y Ar-
mas, por cuestiones con los del MrsIFUF que dirigía Alcalá.
Galiano, las cuales terminaron en desafíos. Seguidamen-
te y á consecuencia de un artículo de Perez Calvo, pregun-
tando á los de EL SIGLO, que se llamaban reformistas ó con-
cesionistas, si aceptaban ó nó las reformas, contetltaron los
partidarios de Armas negativamente, y no porque estuviesen
conformes con las ideas españolas de EL DIARIO DE LA MARINA
Y de L~ PUENSA, ni con las de sus anteriores amigos y com-
pañeros de redaccion, sino porque su;; exigencias se dirigian
mucho más allá.


A la sazon cási de estas polémicas fué cuando llegó á la
Habana el director de LA AMÉRICA D. Eduardo Asquerino,
encontrando la mina tan preñada de disgustos que á punto
estaba de estallar. En el célebre banquete oficial que celebra-
ron los reformistas en Las Ttdlerias, donde Pozos Dulces
hizo la declaracion que queda expresada, se conoció ya; no
admitiendo duda al proclamar Azcárate su españolismo y
decir con entereza, que jamás negaria la sangre española que
circulaba por sus venas, lo cual le valió el apodo de el go-
dijlcado con que en lo sucesivo le trat.aron los disidentes. A
pesar, sin embargo, de las escisiones patentizadas en el ban-
quete, concertaron tácitamente todos los tibios ó desafectos á
España hacer causa comun en cuanto al exclusivo interés
cubano se refiriera, y siguiendo adelante la division, se forma-
ron tres de las dos indicadas agrupaciones, tomando los nom-
bres de concesionistas ó reformistas, anexionistas é inde-
pendientes, constituyéndose este partido con muchos de los
indiferentes primitivos. En esta desarmonía estaban los po-
líticos cubanos cuando, por haber sido elegido comisionado




CAPÍTULO IV 167


para la Junta informativa el conde de Pozos Dulces, se pusie-
ron al frente del periódico EL SIGLO D. José Manuel Meiltre
y D. Pedro Martin Rivera.


Poco ántes de lo que acaba de referirse, ó sea á la conclu-
sion de la guerra de los Estados-Unidos y al emanciparse la
esclavitud en los del Sur, suponiendo Goicouria y sus com-
paueros de emigracion en N ueva-York, iniciados en los tra-
bajos que hacian los de EL SIGLO, que al triunfo de los yan-
kees seguiria inmediatamente la anexion de Cuba á la gran
república, contrataron así que murió Lincoln los vapores
Mankatan y Veracruz para hacer viajes periódicos entre la
Habana y Nueva-York, en los cuales admitian á todos los
jóvenes cubanos que se prestaban á tmbajar en favor de la
independencia de la isla. Se equivocar~m tambien en aquella
ocasion los impacientes emigrados, pues desang'rada por tan
ruda contienda la Unían americana, más que á emprender
nuevas aventuras, estaba disponiéndose á borrar las huellas
de la lucha y á conseguir la tranquilidad del Sur. Pero si
tales vapores no sirvieron para el objeto des3ado, se apro-
vecharon sin duda con gran eficacia para facilitar, ensan-
char y dar calor á los trabajos que paralelamente se iban
ejecutando en la isla y en lo,; puntos del continente ameri-
cano afectos á las repúblicas del Pacífico, en la guerra que
sostenian con España. M3jor definidas entónces las aspi-
raciones de los que querian desligarse de la dependencia es-
pañola, distinguieron á éstos en anexionistas á los Estados-
Unidos, no ya por el interés de la esclavitud, sino por la ten-
dencia republicana federal; en concesionistas y autónomos,
entre los cu:lles figuraban algunos indiferentes y todos los
partidarios de los comisionados á la Junta informativa, yen
los francamente independientes) que escuchaban las predi-
caciones de la escuela á que pertenecia Armas y Céspedes.


Todo ésto lo sabia el ganeral L3rilundi cuando no ignora-
ba la proximidad dé su relevo, acordado por el ministerio
Narvaez-Castro, á pesar del apoyo y proteccion que la real
familia le dispensaba; y en la desconfianza de disponer del
tiempo necesario para cortar el paso á los futuros males, dejó




168 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


parte del trabajo al que le sucediera, dedicándose en tanto á
recorrer algunos puntos de la isla, empezando por Matanzas,
donde permaneció los dias 20 y 21 de octubre. No hizo allí
otra cosa. que lo acostumbrado por los capitanes generales en
iUS vi.,itas á las poblaciones del interior: recibi!' obs~quios,
paralizar los negocios ordinarios y recargar los presupuestos
locales con los gastos que su presencia ocasionaba. Una cir-
cunstancia no comun se hizo muy notable sin embargo en
aquel viaje, y fué el frenético entusiasmo que expresaron los
matanceros al general que marckaba, lo cual no podia expli-
carse en aquella ocasion, sino traduciéndolo como un desaho-
go contra los .que tan ruidosamente habian despedido a Dul-
ce, ó por la excesiva confianza que tenia n en la temporal
ausencia de Lersundi. Queriendo éste responder dignamente
á los que tales muestras de afecto le manifestaban y habian
manifestado desde que llegó á la isla, dispuso la celebracion
de un suntuoso baile en su palacio de la Habana, el dia 25 del
mismo mes de octubre, al que asistieron muy contados refor-
mistas y escasas señoras del país, á pesar de haberse encar-
gado de hacer los honores de la casa la condesa de San Fer-
nando y otras señoras en ausencia de la del general. Pero el
elemento español y los numerosos empleados que á la fiesta
concurrieron, quedaron muy satisfechos, sin pararse un mo-
mento á lamentar la ausencia de muchas personas impor-
tantes, ni los males consiguientes á tan honda division.


Los desafectos á España, entre los que figuraban cuantoil
quedan clasificados, hacicmd0 en adelante cansa aparte, ma-
nifestaron ya un exclusivismo inflexible en todos sus actos,
respondiendo á los de los españoles con otros especiales. A la
explosion de patriotismo que la visita de Lersundi produjo
en Matanzas, contestaron ellos con un concurso literario en
el liceo de aquella ciudad, al cual fueron invitados los redac-
tores de EL SIGLO Y varios sócios de los liceos de la Habana,
de Guanabacoa, de Cárdenas y del Recreo de Pueblo Nuevo.
En aquellosjuegosjlorales presididos pot el brigadier gober-
nador Estéban en el nombre, y en realidad por el direct0r del
liceo y del periódico que llevaba el mismo nombre, D. Do-




CAPÍTULO IV 169


mingo Delmonte, se concedieron premios precisamente á las
eomposiciones que más en armonía estaban con los senti-
mientos de los concurrentes, siendo en aquella ocasion agra-
ciado D. Casimiro Ddmonte por su oda á la América, que
tan ágria censura mereció del periódico satírico DON JUNÍPE-
RO (16). En verdad que ni las autoridades locales ni la supe-
rior de la isla, se fijaron gran cosa á la sazon en la importan-
cia y trascendencia que estos juegos florales y las sociedades
filarm6nicas tenian, no adivinando que s610 eran motivos para
extender las ideas políticas que por medio de la prensa no les
era tan fácil propagar. Con este aspecto existieron entónces,
y áun despues, verdaderos centros de conspiracion contra la
autoridad de España en la isla. ¿,Y era extraño, cuando siem-
pre aquellos gobernadores se han elegido de la clase mi-
litar'?


Pocos dias habian trascurrido desde aquel baile, y era el
31 de octubre cuando llegó á la Habana el nuevo capitan ge-
neral D. Joaquin del Manzano, quien tuvo la mala suerte de
no participar, ni en mínima parte, de los obsequios que con
tal despilfarro y prodigalidad se habian rendido á Lersundi
durante los cinco meses de su gobernacion. Y esto no era
tampoco de extrañar, porque el elemento español tenia ya su
ídolo en el general que se relevaba, y los disidentes de todas
las nomenclaturas probado habian de más, que no deseaban
nada que procediera y les recordase su dependencia de Es-
paña.


Entregado que hubo el mando á Manzano, se trasladó
Lersundi á la magnífica casa que en la calzada del Cerro
tenia el rico Larrinaga á esperar la salida del vapor que de-
bia dirigirse á la Península el 15 de noviembre. Ofreciéronle
los españoles fletarle un buque si queria salir de la isla desde
luego; pero no lo quiso aceptar, ni servirse de ninguno de los
del Estado, quizás para no hacerse blanco de censuras pare-
cidas á las que los periódicos lanzaron contra el general Dul-
ce cuando, no sólo para regresar á España, sino para devolver
de paso á Mr. Seward en los Estados-Unidos la visita que le
hizo en la Habana, utilizó la fragata ISABEL LA CATÓLICA, la




170 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


cual gastó durante aquella experlicion la enorme suma de
treinta mil duros. En aquel intérvalo viilÍtó Lersundi 10il in-
genios y fincas de Zulueta, de Aldama y de otros grandes
propi ~tariJs, donrla fué espléndidamente obsequiado y entre-
tenitlo ha,;ta q U~ llegaron 10il tri:3teil m)merÜ03 de despedirse
de lo,; buenos amig)s, que tantas pruebas de afi~cto le habian
manifestado corno autoridad y como particular.


Fueron aquellos los de la tarde del 15 de noviembre, en
que del muelle de la Machina zarparon el vapor-correo Es-
PAÑA, que conducia al general relevado, y todos los del ser-
vicio de la bahia que cinco meses ántes convoyaron al que
llevaba á D. Domingo Dulce; sólo que entónces los ocupaban
cubanos reformistas, y en esta ocasion peninsulares en su
mayoría, y otros buenos españoles. Entre vítores y cariñosas
demostraciones despidieron éstos frente al castillo del Morro
á su querido general, que no dejaba ciertamente obras que
perpetuasen su mando, ni más lágrimas que las derramadas
por las familias de la gente de mal vivir que tuvo que depor-
tar; pero en cambio dejó Mios profundos en el bando disi-
dente del pueblo cubano. Quizás por falta de tiempo no
hizo V~rsundi cuanto deseaba; pero á la atraccion de los des-
carriados Dinguno dedicó tampoco, con grave perjuicio de los
intereses nacionales.


II.


En 10il mismos momentos cási que zarpaba de Cádiz el va-
por que conducia el decreto relevando á D. Francisco Ler-
sundi del mando de Cuba, celebraron, el 30 de octubre
de 1866 y en cumplimiento de otro real decreto del 11 de
agosto, su sesion inaugural los comisionados de la Junta de
i11:formaciO'l~, bajo la presidencia del minjstro de Ultramar
D. AlejuI1dro de Oastro.




CAPíTULO IV 171


D~ los veintidos comisionados elegidos. diez y seis por Cuba
y seis por Puerto-Rico, con excepcion de tres Ó cuatro, eran
todos decididos reformistas (17). Sabido esto por el gobierno
moderado, sucesor del de union liberal, nombró, con arreglo al
decreto de convocatoria. las veintidos personas que debian re-
presentarle en aquellos trabajos, señaladamente entre las más
opuestas á las reformas; figurando por tanto en los agraciados,
algunos de los que firmaron la exposicion elevada á. la reina
Isabel, protestando contra las innovaciones que creian peli-
grosas en tales momentos, y algunos vocales de los que for-
maban el comité español de Madrid y de los que en Cuba,
por no po:ler luchar con ventaja en los comicios, retiraron ó
no presentaron sus candidaturas, y Juego influyeron no poco
en la designacion de los comisionados de real nombramien-
to (18).


Ya ántes de publicarse el decreto de 19 de octubre, que
dictaba las djsposiciones relativas á. los trabajoil de la J un-
ta (19), remitió el comité español de la Habana á sus repre-
sentantes en Madrid una especie de memorand1tm ó ámplia
instruccion en que se ponia de manifiesto el pensamiento del
partido peninsular, detallando las mejoras en que el país con-
cretaba sus aspiraciones, y las que sus representante,.; debian
pedir á la Junta informativa como las más convenientes en
tales circunstancias.


Se encarecia en aquel documento la nece:!idad de no adhe-
rirse á ninguna opinion que se dirigiera á llevar á las Anti-
llas más reformas políticas, que las que prudentemente pu-
dieran contenerse en la conserv¡lcion de intereiles respetabilí-
simos, en el mantenimiento del órden yen el aumento de la
proilperidad; proponiendo al efecto que se hiciera desaparecer
la tendencia de los independientes, reemplazándola por el
sentimiento nacional. No creían, en suma, oportuno los anti-
reformistas, que se tratase de innovaciones políticas mientras
esto no se con:;iguiesc; para lo cual exigian tiempo y la pré-
via práctica de otras libertades ó mejoras administrativas y
económicas,


Respecto de éstas, consideraban que la primera y más llr-




172 LA.S iNSURRECCIONES EN CUBA.


gente que debia adoptarse era la supresion del ministerio de
Ultramar, aconsejada por razones de alta política y de conve-
niencia pública, reemplazando aquel departamento por una
seccion en el Consejó de Estado que se ocupara exclusiva-
mente de los asuntos ultramarinos, y se compusiera de perso-
nas que hubiesen residido veinte años en aquellos dominios.
Proponian tamb~en los del comité, que la responsabilidad de
los funcionarios públicos fuera efectiva, y no concretándose
80lamente á la primera autoridad, sino ex.tendiéndola á los
gobernadores politicos ó de provincia, á 105 intendmtes de
Hacienda, regentes de Audiencia y á los secretarios de los
gobernadores superiores, para lo cual apun~aban al gobierno
el medio de comisionar á un ministro del Tribunal Supremo
de Justicia, encargado en cada caso de instruir los juicios de
residencia, girando ántes una visita al territorio ¿onde el re-
sidenciado hubiera ejercido autoridad. EncarClcian además
que se hiciera nueva division administrativa que. estableciese
la armonía entre la militar, la económica, la judicial y la
eclesiástica que no la tenian en la vigente organizacion: que
las elecciones se verificasen por las categorías de c::Jmercian-
tes, industriales, propietarios y capacidades, dando la prime-
ra clase dobles electores que la segunda y tercera, y h cuarta
la mitad que estas dr)s; es decir, concrmtrando el sufragio en
el elemento español peninsular donde los reforrnista'1 eran es-
casos: que se suprimiera el Tribunal Mayor de Cuentas de la
isla, caro é ineficaz á su juicio. lo que á poco consiguieron;
que se modificara la planta de las oficinas, rducienrlo el per-
sonal; que se simplificasen los trámites en el dS::lpacho de los
expedientes, tan complicados por las illjustificalas innovacio-
nes de D. José de la Concha y luego del intenlente D. Isidro
Wall; que se mejorase la administracion de justicia, y que se
suprimieran las circulares de las Audiencias, tan idénticas
á los antiguos autos acordados que parecian sustitllir. Y final-
mente, pedian que se decretase la represion absoluta y eficaz
del tráfico de negros (20).


No dejé¡ de influir en el ánimo del ministro de Ultramar, lo
que los comisionados antireformistas le manifedtaron en vista




CAPÍTULO IV 173


de aquellas instruccione~, como ya influyeron las gestionea
que despues de publicarse el decreto del 25 de noviembre
practicaron los del comité, para que se expidiera la real ór-
den del 28 de diciembre relativa a la eleccion de vocales; que
no dió por cierto todo el buen resultado que era de esperarse,
puesto que el de las elecciones fué completamente favorable
al elemento reformista.


Reunidos en Madrid diez y nueve de los comisionados ele-
gidos en Cuba y Puerto-Rico, y los veintidos nombrados
por el gobierno entre las personas indicadas y en otras que
poseian especiales conocimientos en los asuntos ultramarinos,
y verificada la sesion inaugural del 30 de octubre, empezaron
los trabajos ordinarios el dia 6 de noviembre bajo la presiden-
cia de D. Alejandro Olivan. En esta verdadera inauguracion
se leyó, bajo la forma de interrogatorio, un programa de los
primero::l asuntos que::le debian tratar, el cual fué recibido
con grande::l muestras de disgusto por los reformistas, que,
esperando ocuparse con preferencia de cuanto se refiriera alas
leyes espaciabs, veian que el gobierno, aparentando rehuir la
cuestion política, les presentaba la social. Pero á pesar de
aquella actitud, di3puso el presidente que se subdividiesen los
comisionados en tantas secciones cuantos eran los capítulos
que el interrogatorio comprendia, y que éstas empezaran des-
de luego sus trabajos.


En los de aquella Junta, coleccionados anónimamente en
Nueva-York el año de 1867 con el título de INFORMACION so-
nRE LAS REFORMA.S EN CUBA y PUERTO-RICO, se declararon
muy pronto dos tendencias entre los vocales que ocupaban su


. puesto por la eleccion popular; la de los reformistas genuinos,
que pudieran llamarse de buena fé, como el conde de Pozos
Dulces, Azcárate, Terry y algunos más, y la de los indepen-
dientes encubiertos que pedian la ref)rma como medio que les
condujera á otras soluciones, cuales eran Morales Lemus,
Echeverría y varios otros entre los cubanos y Ruiz Bdvis y
Acosta entre los puerto-riqueños. Pero en cuanto se referia
á franquicias próximas para las Antillas, todos solian estar
de acuerdo, pues~aunque no fueran tan grandes como las de-
i5;~~!J:·~·~~·"
i~:-O!{~'
,~ ~
~ 1




174 LAS INSUUREDCIONES EN CUBA


seadas por los separatistas, representaban siempre un paso
de aproximacion al fin de los proyectos antiespañoles, que
éstos no descuidaban un sólo momento.
D~sde el 6 de noviembre de 1866, en que aquel interroga-


torio se repartió á los comisionados, hasta el 14 de febrero de
1867, que se presentaron las bases en que debian fundarse
las leyes especiales para las Antillas españQlaH que, en cum-
plimiento del arto 80 de la Constitucion se som~terian á las
Córtes, tratáronse ámpliamente y con ilustrado criterio los
cuatro capítulos relativos á negros esclavos, á negros libres,
á pobhcion asiática y á inmigracion, de que aquel se compo-
nia; y extensamente tambien se discutieron las cuestiones
económicas, que tan inmediata resolucion reclamaba el estado
de gravedad de la Hacienda de Cuba y de Puerto-Rico. Y, á
fin de ilustrar los informes con mayores datos, se quisieron
oir los pareceres de los últimos gobernadores y capitanes ge-
nerales de Cuba, más benévolos á los reformistas cubanos y
que á la vez aparecian como de oposicion al gobierno mode-
rado, cuales eran el duque de la Torre y D. Domingo Dul-
ce (21).


Del informe que éste dió con tal motivo, no dr-bieron que-
jarse ciertamente las razas de color, pues en él exponia su
conviccion de «que despues de extinguida la esclavitud por
»la incesante obra civilizadora del progreso, desapareceria sin
»duda el va11a rIar que en Cuba y en Puerto-Rico separaba
»al blanco del negro; sienio por tanto la mision dpllegislador
»en los presentes mO:l1entos, la de remover los obstáculos que
»se opusieran á la tendencia expansiva y fusionadora de la
»raza española, y adoptar cuantas medidas fueran necesarias
»para destruir las que contrariasen est3 prop6sito.» Creia
Dulce que llegado el caso de dictar leyes especiale;:; p:lra el
régimen de los libres de color, no debia privál's3bs de la
igualdad ante la ley que de hecho y de derecho habían dis-
frutado y gozaban con algunas leves diferencias que eran de
revocarsc. Yen verdad. que aquel general, al emitir tal dictá-
men, no hacia más que presentar bajo la form:ct escrita lo que
ya en Cnba habia practicad.o. si bien con detrim(~nb muchas




CAPÍTULO IV 175


veces del derecho de propiedad, y atropellando las leyes y las
costumbres en cuanto aludia á la cuestion doméstica. En
ésta como en las políticas no siguió en su primer mando otra
marcha que la de su propia fiwática inspiracion, la cual res-
pecto de ésto último condensó diciendo, «que la divergencia
»de aspiraciones entre la mayoría de los habitantes de las
»Antillas y una minoría de los peninsulares, desapareceria
»con las reformas que el gobierno intentaba introducir y
»principalmente con las que se referian al órden político» (22).


Las opiniones bien intencionadas del general Dulce se co-
locaron entónces á la altura del grupo más avanzado é insa-
ciable en sus exigencias, que respondierrdo al interrogatorio
sobre leyes especiales, repartido en 14 de febrero, emitió un
informe muy brillante en verdad, pero de un sahor tan libe-
ral como imposible de llevar á la práctica en el estado de la
sociedad antillana. Tanto lo comprendió así el apóstol más
autorizado de los reformadores cubanos, D. José Antonio Saco,
que sin embargo de cuanto le ocurrió en las Córtes españolas
el año 1837, aleccionado por los consejos de la expl'riencia,
se opuso en un voto particular á que la isla Ck Ouba enviase
diputado,; al Parlamento. Pero en cambio, el di:3cípulo per-
severante en la escuela optimista, 'D. Francisco Serrano, con-
testando al informe que se le pidió, expuso que no sólo era de
alta conveniencia nacional el que aquellas provincias fueran
representadas en las Córtes, sino un acto de justicia que tal
representacion se les otorgase, en las mismas proporciones
que la disfrnt:1ban los 'habitantes libres de la Península; pro-
poniendo por tanto resp')cto del censo electoral que, no opo-
niéndose ningun peligro, se adoptara tambien el que en la
metrópoli regia, con la única variante de calcular en reales de
plata Ó fll:~rtes los de vellon que aqní servian de tipo.


Es verdad que en cambio se declaraba el general Serrano,
en su informe, partidario de la concentracion de facultades en
los gob3rnadores superiores civiles, para que en todos los
asuntos de interés local ejercieran sobre los g'obiernos de pro-
vincia, la misma vigilancia que en la metrópoli cJrresponde al
gobierno supremo. Pero desenvolviendo con poco feliz acierto




176 LAS INSURRECCIONES E"S CUBA


un plan que tanto participaba de la autonomía como de 1&
asimilacion, aseguraba que en su concepto ningun inconve-
niente habia en que la legislacion sobre imprenta rigiese la
misma allí que aquÍ; pues no podia concebirse, decia, que
aquellas provincias de Ultramar se resignasen á ser gober-
nadas absoluta y arbitrariamente por la representacion de
las otras provincias sus hermanas. ¿Quién le inspiraria al
duque de la Torre tan peregrina idea'? ¿Cuándo y dónde han
sido las colonias ó dominios lejanos de la metrópoli conside-
rados como provincias? ¿Lo fueron en Grecia, ni en la anti-
gua Roma, ni lo son hoy las de Inglaterra y de las otras na-
ciones europeas que las poseen, ó es que los espl'tlloles tene-
mos el raro privilegio de resolver imposibles'? De aquel equi-
vocado punto de vista han partido todos los errores de mu-
chos de nuestros hombres de gobierno, que cegados por teo-
rías inaceptables, ni han querido estudiar, ni comprender que
las lejanas tierras dependientes de una nacionalidad', jamás
pueden ser parte tan directa de la metrópoli como las que en
ella se encuentran, sin solucion de continuidad ó con muy in-
significantes accidentes geográficos que vencer.


Es ley invariable en la historia humana, que las posesiones
distantes de un centro de gobierno, no puedan considerarse
nunca sino como dependencias provisionales, por su natural
tendencia, como la de todo lo creado, á fundirse é identificar-
se con sus afines. Y estando como debe estar obligada toda
nacíon por los principios de la ciencia política, á sentar sobre
sólidas bases su organizacion permanente, ¿seria racional, ni
lógico, ni provechoso, cambiarla á cada paso y cada vez que
uno de sus territoriw; lejanos se ag\egase á los pueblos veci-
nos donde tiene señalado su porvenir? Además, Cuba y Puer-
to-Rico en las mismas condiciones que Avila y Cuenca, por
ejemplo, pero con los inconvenientes que estas pobres pro-
vincias no tieuen de la navegacion, de la aclimatacion, de la
carestía y de muchos otros, ¿estimularian acaso a DllP.stros
habitantes de las costas, á nuestros comerciantes, industriales
y agricultores, á nuestros empleados, ni aun á los capitanes
generales, que tantos motivos de atrac0ion han encontrado allí?




CAPiTULO IV 177


Las ventajas se han medido siempre en proporcion del pe-
ligro. Si allí se disfrutan las incontestables del desahogo y
del fácil bienestar, y más derechos positivos y ménos deberes
obligat9rios que en la Península; si disfrutan aquellos habi-
tantes de exenciones que les facilitan prosperar, natural es
que sufran la contrariedad de la restriccion política, que en
algo han de aprovecharse las leyes de compensacion. Lo
contrario representaria siempre un motivo de perturbaciones,
cuales las que los r2!presentantes d.e Haiti llevaron á la Con-
vencion francesa á fines del pasado siglo; como las que los
diputados americanos, en su mayor parte opulentos, trajeron
á las Córtes españolas en todas las épocas en que se les con-
cedió la repreilentacion; que tan parecidas fueron á las que
los fastuosos plantadores del Sur de los Estados-Unidos lle-
varon al Norte, provocando la sangrienta guerra civil que
sólo con el asesinato de Lincoln tuvo término. Así debieron
comprenderlo en su mayoría los más intencionados vocales
de la J unta de informacion, que cuando no proponian solucio-
nes más ó ménos directamente encaminadas á la independen-
cia, las iban dirigiendo, tanto los elegidos como los nombra-
dos por el gobierno y las personas consultadas, á una solu-
cion autonómica para las dos Antillas; que no de otra mane-
ra parece que puedan interpretarse las leyes especiales.


Terminados los informes sobre la árdua cuestion política y
sobre las bases en que debian fundarse dichas leyes, se empe-
zó á tratar en la expreilada Junta desde el primero de marzo,
de los importantes y difíciles asuntos relativos a la escla vitud.
Luminosos fueron tambien y sumamente apreciables, los tra-
bajos que aquellos comisionados llevaron á cabo, como dignos
de estudio los planes de emancipacion gradual que se propo-
nian, por medio de sorteos ó loterías anuales y por coartaciones
sucesivas otorgadas como actos de gracia ó de beneficen-
cia (23). Concluido aquel asunto, que ocupó á los comisio-
nauos hasta el 27 de abril, se verificó este dia la última se-
sion, leyéndose como despedida el informe sobre la esclavitud,
presentado por el grupo de los reformistas cubanos. y acep-
tado por la gran mayoria de los concurrentes, y dándose uná-


TOMO II 12




178 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


ni me un voto de gracias á D. Alejandro Olivan, por el acierto
con que les habia presidido; otro á los secretarios de la mesa
por sus asíduos trabajos, y otro finalmente al ministro de-Ul-
tramar D. Al 'jandro de Castro, que á última hora se presentó
á formular en un discurso la expresion de sus tendencias.


No terminaron allí, sin embargo, los trabajos de los que
más impClcientes se mostraban por la independencia de las
Antillas. A fin de despejar el camino que se proponian recorrer
para conseguirla, quisieron dejar escrita la última expresion
de sus súplicéts, y de este trabajo de encargó el sagaz y cons-
tante perturbador de los asuntos españoles en Cuba, D. José
Morales Lemus, quien ántes de emprender S11 viaje de regreso,
dejó al sub"ecretario del ministerio una Memoria, en la que
se condensaban todas las aspiraciones del bando reformista
avanzado. Se encarecia en ella al ministro de Ultramar, la
necesidad. de proteger y fomentar el comercio de Cuba con los
Estados-Unidos en los artículos de más consumo, como hari-
nas, consJrvas y salazones; la conveniencia de suprimir en
lo posible el derecho diferencial de bandera, y la de liberalizar
la enseñanza en las Antillas, restableciendo la cátedra de fi-
losofía en la Universidad y disponiendo que pudieran termi-
narse en la isla todas las carreras profesionales, sin la preci-
aion de recurrir á la Península. Es decir, que pedian todo
aquello que les aproximase á la Union americana yaumenta-
ra sus fuerzas en el país, con detrimento de los intereses espa-
fioles. Para esto y para acrecer los ódios contra el gobier-
no de España y hacerse simpáticos á sus correligionarios, ya
habian atacado el decreto del 12 de febrero que establecía las
contribuciones directas, á pesar de haberlo ellos favorecido,
porque el act::J era aislado y no iba unido á la supresion de
las aduanas y del derecho diferencial de bandera, ni á la de-
elaraciun de cabotaje entre las Antillas y la Península, que
era el complemento del sistema con que se proponian debili-
tar el Tesoro, y por consiguiente el prestigio de España en
aquellas islas.


Torpez 1 fué, sin duda, la del ministro Castro al dictar el
funesto decreto que establecía la contribucion directa; pero,




CAPÍTULO IV 179


eonsecuencia obligada de la reunion de la Junta informativa,
á la que, despues de seis meses de trabajos en la opiníon y
en la prensa; despues de haber pervertido una parte del ele-
mento oficial con sus peculiares gestiones, y cuando ya se iba.
haciendo imposible de sufrir la pesadumbre que sobre el go-
bierno ejercía aquella masa perturbadora de la política na-
cional, tuvo el ministro que otorgar algo para ahuyentarla.
Ya que de lo mucho político que exigia, no se le pudo dar
nada por creerlo peligroso, se le hizo aquella concesion eco-
nómica; pero con tan desgraciado criterio, con tal escasez de
tino y tanta precipitacion, que ni contentó á los reformistas
que deseaban emplear aquella arma formidable en pró de SU!!
ideas inlependientes, ni contentó tampoco á los buenos e,;pa-
ñoles que, comprendiend() desde luego la gravedad que el
caso entraiíaba, d~sde Madrid protestaron por medio del pe-
rió:lico LA RBFORMA y en las Antillas censuraron ágriamentt
la medida.


Mas no por esto volvió atrás aquel mini,;tro ni áun despuel!
de comprender, como to:lo el mundo sabia, que dos puntol
únicos se habian puesto de relieve y muy de manifiesto en
sus trabajos por la Junta de informacion; la idea autonómica,
de la que, entl'e la mayoría de los comisionado1\, aparecieron
participar hasta los últimos generales que habian mandado
en Cuba, como Serrano y Dulce, y la pretension separatista
de los más perturbadores, que por estar afortunadamente en
minoria, no la hicieron prevalecer.


Si tales eran las tendencias de los hombres de aquel tiempo,
¿por qué no empezaron á prepararse desde entónces en el de-
partamento ministerial las soluciones que un porvenir no re-
mob exigiria? ¿Para qué aprovechaban si no los trabajos in-
formativos? ¿No existia ya el compromiso ineludible y formal,
una vez oida la Junta y soltadas ciertas promesas, de hacer
entrar en la vida m~derna á nuestras posesiones de Occidente'
El jam3s bastante anatematizarlo d3creto sobre los impuest08
directos, yel que reprimia el tráfico negrero, fueron las úni-
eas manifestaciones del gobierno en respuesta á tan prolijos
trabajos. Lo demás se dejó para mañana; pero para un maña-




180 LA.S INSURRECCIONES EN CUBA.


na que por desgracia nuestra, ni se anticipó al dia en que las
impaciencias arrastraron á muchos á dar el grito de rebelion
en los campos de Puerto-Rico y de Cuba, ni se sabe si po-
drán utilizarlo en provecho de los intereses pátrios los que,
por teorías insostenibles inspirados, quieren hacer precipita-
damente lo que sólo con pausa, meditacion y constancia puede
producir bienes positivos y duraderos.


Encargado de interpretar y plantear aquel malhadado de-
creto fué el general D. Joaquin del Manzano y Manzano.


III.


El nombramiento del general Manzano se recibió en la isla
de Cuba como una transaccion entre las aspiraciones reformis-
tas y las del comité español; sospechándose que el árbitro fuese
D. José Concha, por salir favorecido. Tal sospecha sobre la
intervencion y mano que en el asunto pusiera aquel político, se
convirtió en realidad al conocerse el nombramiento público de
D. Hipólíto Llorente, para un cargo militar, y su designacion
privada para consejero y secretario de Manzano. Y si otras
demostraciones faltaran para poner más de manifiesto la su-
premacía de aquella influencia, bien pronto se presenciaron en
los actos gubernati vos del nuevo general, que, como el relativo
á las sociedades anónimas, hacían recordar el nombre del que
tan receloso hizo en la Antilla al espíritu de asociacion.


Al posesionarse Manzano del mando, tuvo que atender con
preferencia las cuestionesecon6micas, cuyos inconvenientes no
habia su antecesor poli do vencer, y dedicarse á conjurar las
amenazas revolucionarias, fomentadas por los que con el nom-
bre de reformistas sólo á la independenciadirigian sus trabajos.


Decia respecto de éstos aquel general al gobierno supremo,
en 30 de noviembre de 1860, que los afanes para separar á




CAPÍTULO IV 181


Cuba de la monarquía española, cadadia se manifestaban con
mayor publicidad por los emigrados en los Estados-Unidos, y
áun por sus cómplices en la isla; y que sus observaciones
coincidian con las denuncias hechas á nuestro representan-
te en Washington, con la actitud de muchos reformistas y
con la crísis económica por algunos banqueros de esta es-
cuela provocada, como preliminar sin duda de la insurreccion
general que segun aquel representante tenian los disidentes
dispuesta para el próximo é inmediato mes de diciembre (24).
«Nada es imposible enlas actuales circunstancias en materias
»de filibusterismo,» manifestaba Manzano al ministro de Ultra-
mar, «dada la situacion actual de América y la pa¡;ticular de
»la isla, donde las pasiones políticas han tenido demasiada li-
»bertad, principalmente en la prensa periódica, en los últimos
»años, y hasta hace pocos m~ses que la reprimió con gran
»acierto mi antecesor. Pero me estoy ocupando activa y cau-
»telosamente para descubrir y destruir todos los planes de los
»desafectos á España, eyitando al mismo tiempo toda innece-
»saria medida alarmante, que sólo emplearia si á ello me
»obligasen los sucesos, en cuyo caso procederia enérgicamente
»y sin contemplacion.»


Fundado era el temor de Manzano y mayores sus recelo~,
desde que supo por nuestro ministro plenipotenciario, que
Mr. S3ward le habia manifestado en una conversacion los de-
seos que el gobierno de los Estados-Unidos abrigaba, por pro-
pio interés, de que termina,;en las diferencias entre España y
las repúblicas del Pacífico; habién:iose decidido en Washington
respecto de Cuba, entregarse enteramente á las circunstan-
cias y conservar en tanto la neutralidad, que, Manzano tenia.
cada vez por más sosp~chosa. No eran ménos fundados los
temores que aquel honrado general tenia, por la carencia de
los elementos necesarios para resistir una situacion excepcio-
nal; falta debida al angustioso estado en que la Hacienda de
la i"la se encontraba, cuyos apuros llegaron al extremo de
tenerse que retirar de Nu'Wa-York, por no disponer de fon-
dO;3, la comiilion que durante el verano envió Lersundi á la
gran república para comprar unos buques monitores, y acl-




182 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


quirir piezas de grandes calibres para artillar nuestra escua-
ara y los principales fuertes de las costas.


A tanto llegó la carestía de los fondos públicos, que no
pudo desprenderse el Tesoro de cincuenta mil duros para que
la fragata Lealtad saliese á convoyar el vapor que conducia
á Lersundi, ni pudo pagarse una letra de ciento y tantos mi-
les de escudos que el gobierno de la metrópoli acababa de gi-
rar contra las cajas de la isla; porque los bancos particula-
res, dependientes en sus negocios de la voluntad de los cons-
piradores, se negaron á facilitar sumas á la Hacienda si en
cambio no se les concedian algunas franquicias de las que
iOlicitaban para igualar sus privilegios á los del Banco Es-
pa.ñol, que trataban de destruir con el fin de debilitar al go-
bierno. En semejantes apuros tuvo que acudirse al funesto
medio de los bonos, obligando la necesidad á hacer nuevas
emisiones para salvar las angustias del momento.


Grandemente exasperaron estos motivos la opinion política,
ofreciendo extensa materia á los periódicos para censurar todo
aquello á que pudieran atribuir tan aflictivo estado. EL DIA-
RIO DE LA MARINA se lamentó en tal ocasion de la igno-
r~ncia que respecto de los asuntos ultramarinos demostraban
los hombres del gobierno de la metrópoli, aludiendo directa-
mente á trabajos poco sinceros de la Junta de informacion; y
el mismo periódico y LA PRENSA. de la Habana aconsejaban á
los habitantes de la isla que, para sacar al gobierno de sus
errores, desenmascarasen á los comisionados que en Madrid,
con hipocresías y mentida buena intencion, introducian con
fina sutileza su falacia en el ánimo de los gobernantes. «De-
»ber es de los buenos españoles, decia, manifestar con ver-
»dad quiénes son esos reformislas ó vividores partidarios del
»adelante lwy y mañana IJios dirá, que con sus insensateces
»sólo se dirigen á conducir las posesiones ultramarinas á una
»cierta y segura ruina.» Los correligiocarios de aquellos in-
sensatos se congratulaban, en tanto, expresando en la isla su
pública complacencia, al leer el mensaje que el presidente de
la república norte-americana dirigió al Parlamento en di-
ciembre; aplaudian la energía, propia del que impone, con




CAPÍTULO IV 183


que se obligaba al emperador Nap::>leon III á activar la sa.lida
de Méjico del ejército auxiliar de Maximiliano; y aumenta-
ban sus esperanzas y sus bríos los separatistas, que previan
el restablecimiento de la república mejicana, y tras de este
acto, prob'lbililades de obtener algo para Cuba en medio de
la confusion que á tales sucesos acompañara ('2;)).


Asomó en esto y como consecuencia de hs desconfianza!
promovidas por los separatistas, que el gobierno inconscien-
temente protegia.la pavorosa crisis mercantil. :q,~sconociendo
ó no considerando prudente decir aún toda la verdad, atribuyó
entónces el periódico LA. PRENSA. aquel calamit,)so suceso á la
guerra de Santo Domingo, y á las obligaciones cOlltraidas en
otra expedicion que no creia necesario record1,r, por cuyas
aventuras contrajo el Tesoro de Cuba comprornisls con venci-
mientos, fijos, que no podian satisfacerse sin absorber gran
parte del crédito que los hacendados, comerciantes é industria-
les necesitaban para que no desfalleciesen ó se extinguieran
sus intereses. La mala situacion económjca la aprovecharon
los reformistas en favor de sus planes, y para empeorarla
lanzaban al público alarmantes proyectos de so; uciones absur-
das, con los cuales extendian la desconfianza que no lograron
calmar los periódicos españoles demostrandJ en tranq uilizado-
res articulos, cuán fácil le era al Tesoro reponerse en algunos
meses y cuánto hacia, de acuerdo con el Banco Espalí,ol, para
procurar que la normalidad mercantil vol viese pronto á la
isla. Entónces fué cuando el gobernador sup~rior, qlle estaba
enterado al detalle de los manejos de aq uello::l neg)ciante::l, y no
desconocia las maquinaciones que en sus socied,d~::l anónimas
se elab::>raban en contra del crédito español, publicó el decreto
de 7 de diciembre, en el que nombraba unaco uisbn informa-
tiva para que le expusiera el estado de tale,; s::>ci,dades, á la
vez que ofrecia, pq,ra que sirviese de consuelo á los más alar-
mados, dedicar todos sus desvelos y la influencia de su posicion
á la mejora del mal estado presente (26).


En la conciencia de todos estaba que la crísis económica
reconocía pJr orígen los esfuerzos de los rpformi::ltas ag~ntes
de la Junta deinformacion, encargados de anular paulatina-




184 LAS INSURRECCIONES EN CUBA.


mente, ya que de una sola vez era dificil y demasiado visible,
al Banco Español, que negociaba los bonos con el Tesoro;
pues era su objeto privar é, éste de los recursos que necesitara.
el día que los trastornadores se lanzasen al camino donde es-
peraban realizar sus fines. Tan imponente se hizo la situa-
cion á mediados de diciembre, que el alarmado general Man-
zano tuvo que usar, para conjurarla, de toda la energía de
su vigoroso carácter y de todos los medios que su autoridad
le ofrecia. Al efecto convocó ante su presencia el día 16 á
todos los comerciantes, principales hacendados, al tos funciona-
rios y otras personas notables de la capital, para que le pro-
pusieran la forma,de salvar aquella crísis. Poco satisfactorio
fué el primer efecto producido por la actitud clelcapítan gene-
ral, pues más que á calmar contribuyó á acrecer las alarmas
y abultar los peligros; pero comprendiendo los más tímidos y
los más decididos á dejar que el asunto se resolviera por si
propio, la imposibilidad de rehuir las patrióticas exigencias del
gobernador, tuvieron que atender al bien comun, abdicando
de sus particulares propósitos.


Los reformistas mé,s caracterizados y algunos otros nota-
bles á quienes atrajeron á sus ~piniones, intentaron conven-
cer al generar de que no era el estado económico tan adverso
como suponia, pues si por el momento escaseaba en la plaza
el numerario y la abundancia de papel favorecia poco los ne-
gocios, cesaria el desequilibrio pronto y la confianza se resta-
bleceria sin duda é, los pocos meses, y cuando la próxima za-
fra fd.cilitase los cambios y trajera la masa met:Uica suficien-
te para regularizar las transacciones. Manzano, empero, no
se d2jó s~ducir por los que sólo se· proponian adormecerle
mientras llevaban adelante su plan, y en respuesta é, aque-
llos fingidos optimistas, encargó á un peninsular y é, dos in-
sulares que le manifestasen por escrito sus opiniones.


Constituida esta comision, disintió, como era de esperar,
desde un principio, pues los que sabian lo erróneas que eran
lás bases que habían sentado, ni querían desmentirse, ni
confirmar algunas de sus aseveraciones; y al ocuparse de
las causas originarias del mal entraron ya en completo des-




CAPÍTULO lT 185


acuerdo. Los que estudiada tenian la marcha de los negocios
en los últimod años, atribuian las contrariedades que en los
suyos tocaban al exceso en las importaciones, á la guerra
del Pacífico, al estado de las plazas de Europa con motivo de
la reciente guerra entre Prusia, Italia y Austria, á la situa-
cion de Francia y áun de la misma España, que muy inquie-
ta desde los acontecimientos promovidos el 22 de junio en el
cuartel de San Gil, y muy desprestigiada, así por los emigra-
dos comprometidos en aquel suceso, como por el infante don
Enriq ue de Borbon, que iba de córte en córte injuriando á su
prima la reina Isabel y ofreciendo á los folletistas datos para
elaborar calumniosos escritos contra España, por todo esto,
no estaba nuestra nacion nada dispuesta á tener su comercio
floreciente ni el crédito abundante. A1emás de estas causas y
como superior á todas, exigió el dL;;idente Fesser que se coú-
signase en su voto particular, que el gobierno de la metrópo-
li era el mayor responsable de cuanto pasaba, por haber
recargado las obligaciopes del tesoro de Cuba más de lo que
podia soportar, con gran suma de gastos, de empleados y de
exigencias metálicas difíciles si no imposibles de atender con
los ingresos ordinarios; y responsable tambien el gobernador
de la isla, que habia permitido lanzar á la plaza una cantidad
de papel verdaderamente exorbitante. La falta de avenencia
entorpeció la redaccion del informe, pero ántes de las cuarenta
y ocho horas y mientras la alarma iba adquiriend) gradual-
mente proporciones gravísimas con la suspension de pagos
del Banco Industrial y el de Oomercio, dirigidos por los in-
sulares infi)rmantes, se extendió el pánico, acrecido con las
amenazas de que el Banco Español, no pudiendo atender las
numerosas demandas de metálico, iba á seguir el mismo tris-
te camino.


Entónces se conoció ya claramente hácia dónde dirigían
sus trabajos aq llellos reformistas, que viendo la única sal va-
cion del gJbierno en el Banco, le bloqueaban y oprimieron
luego para debilitarlo y hundirlo. Mas prevenidos á tiempo
los peninsulares, que eran sus principales defensores, ni re-
huyeron el rostro á la provocacion ni consintieron dejarse




186 LA.S INSURRECCIONES EN CUBA.


avasallar, ofreciendo por el contrario todo su apoyo al Banco,
que con tanta garantía pudo ya llenar cumplilam~nte sus obli-
gaciones, y con tal exactitud y puntualidad, que de los ocho-
cientos mil pesos demandados el dia 22, satisfizo seiscientos
cuarenta mil en oro y ciento sesenta mil en billetes. Sabiendo
sin embargo el capitan general que todos los refJrmistas, in-
teresados en desprestigiar aquel establecimiento, reunian
cuantos créditos porlian encontrar para acrecer las d~mandas,
á la vez qu~ situaban considerables sumas metálicas en la
Oaja de Ahorros y en otros centros mercantiles, propuso á
una junta de banqueros, comerciantes y propietarios la limi-
tacion del cambio de billetes; el cual se redujo en efecto á la
suma de veinticinco mil pesos diarios y á doscientos el máxi-
mum de cada pedido individual. A esta medida accedie-
ron llenos de patriotismo los buenos españoles, teniendo que
conformarse tambien los que no lo eran tanto, por encontrar-
se allí en minoría y por no querer asumir los ódios de la im-
popularidad q \le llevaba consigo el op~erse pú blicamen te al
restablecimiento de la confianza, que los secretos enemigos de
España creian tener ya alterada p::>r mucho tiempo. A tanto
llegó la abnegacion española, que el cambio sobre Lóndres,
verdadero barómetro mercantil de aquella plaza, se fijó al
tipo de diez y siete por ciento en papel y al quince por ciento
pagándose en oro, con lo cual llegó la crísis á conjurarse.


D. Joaquin del Manzano, uno de los más honrados y caba-
llerosos gobernadores q \le han mandado en la isla de Cuba,
no perdonó en aquella ocasion medio alguno para anticiparse
al conflicto. Es verdad que se vió precisado á llevar al Banco
los sagrados depósitos en metálico que existian en la benefi-
cencia, lo cual produjo por cierto la muerte repentina del di-
rector de aquel establecimiento; pero bqué habia de hacer en
presencia de semejante conjuracion y al enterarse de que Fes-
ser acababa de enviar á Europa letras de gran valor con
buen premio, y por el mismo correo y en metálico la cantidad
necesaria para satisfacer aquellas letras'?


El capitan 'general sabia además, como muchos de los bue-
nos españoles, todo lo que habia ocurrido en el banquete con




CAPÍTULO IV 187


que los separatistas obsequiaron en Matanzas á los generales
norte-americanos Sherman y Campbell, que de paso para
Méjico permanecieron unos dias en la isla. En aquella fiesta
criolla se pronunciaron numerosos brindis, haciendo votos por
la. próxima union del Estado de Ouba á los de la república
a.mericana, á lo cual los yankees respondieron con tono un
tanto burlan, que no era fácil esperar tal cosa de los separa-
tistas cubanos, que ni mucho ni poco podian ofrecer ni dar,
porque ellos sin España, jamás representarian nada en el mun-
do. Más que afligidos, irritados por la inesperada respuesta,
protestaron los separatistas contra aquellas palabras, y ofre-
cieron á los emii;arios darles pronto pruebas de lo que podian
y valían. En consecuencia promovieron la crisis económica,
que indudablemente hubiera sido de gra ves y funestos efectos,
á no comprenderse tan pronto por el gobernador y los españo-
les á dónde querían precipitarles aquellos hipócritas enemi-
gos de nuestra nacionalidad; y provocaron despues las ruido-
sas manifestaciones, que en el Camagüey tuvieron efecto con
motivo de la muerte de D. Gaspar B<~tancourt, el Lw/al'eño.


Este antiguo apóstol de la independencia de Cuba murió
en la Habana, donde se dedicaron á sus restos costosas hon-
ras fúnebres. DJspidi6se el féretro con gran pompa, al em-
barcarlo sus admiradores para el Camagüey; siguieron las
manifestaciones en el tránsito y durante la peregrinacion hasta
su ciudad natal, y allí, en Puerto Príncipe, fué verdadera-
mente solemne la ceremonia de la recepcion, á la que concur-
rieron miles de curiosos que desde muchas leguas de distan-
cia fueron á derramar una lágrima por el defensor de Ouba
libre; verificándolo con tan extremadas é irrespetuosas decla-
raciones contra E,;;paña, que poco faltó para que no aC>.l.base
aqnel fúnebre acto en escenas altamente desagradables.


A pesar de todo esto, no cambiaron sus conviccioneil aquellos
norte-americanos ni acrecieron los grados de su benevolen-
cia; y aunque ya habian salido de laisla, persuadidos de que
la semilla de los enemigos de España daria fruto en época no
lejana, siguieron aún creyendo que sin una decidida protec-
cíon de su gobierno pudiera aquelfruto muy bien malograrse.




188 LA.S INSURRECCIONES EN CUBA


En tanto que las aflicciones metálicas afectaban en todas
sus esferas al comercio peninsular, la citada Oaja de Altor'J'os,
descuentos y depósitos, dirigida por el conoc.ido di::>idente don
Cárlos del Castillo, tan irreconciliable enemigo de los intere-
ses de España cual émulo de los del Banco Espaiíol era el
establecimiento que dirigia, provocando á aquel, para exci-
tar los sentimientos de los hombres que lo representaban,
publicó en los periódicos de la Habana uu estado en el que
resultaban existentes 1.337.308 pesos en metálico, yaparecian
en la quincena considerables entradas procedentes sin duda
del Banco que trataban de desangrar. Manifestacion fué
aquella que irritó profundamente á cuantos no ignoraban su
significado, al demostrarse con toda claridad la intransi-
gencia adoptada como línea de conducta por el partido revolu-
CIOnarlO.


Mucho se ocupó la prensa de una cuestion tan vital para
el crédito de Cuba. Los periódicos de conocidas ideas españo-
las aprovecharon la ocasion para combatir la especie de abo-
lir las aduanas en las Antillas, extendida por los reformistas,
que conocian el programa de los comisionados en la Junta de
informacion; fundando sus razonamientos para combatir este
absurdo, en que los Estados-Unidos, con toda::; sus libertades,
tenian por este concepto un ingreso en su tesoro de ciento se-
tenta millones de pesos anuales, y en que la Inglaterra, con
su libre cambio original, recaudaba nada ménos que veinti-
dos millones y medio de libras esterlinas, ó sean unos ciento
doce millones de pesos. Algunos escritores expusieron en bri-
llantes y muy meditados artículos el estado verd:1dero de la
riqueza del país, haciendo historia sobre la forma en que allí
se sostenia la masa metálica y la marcha que debía seguirse
para no disminuir la que era necesaria en el movimiento or-
dinario de su vida mercantil (27). Ha~ta los periódicos litera-
rios y satíricos, al ocuparse de la falta de dinero, censuraban
á los bancos de la Habana porque consentian sin mejorar
aquella aflictiva situacion.


Empezó en esto el año de 1867, y con él las esperanzas de
que mejoraria el estado económico, con los productos de la




CAPÍTULO IV 189


zafra que se principió unos dias ántes, y con el resultado que
diesen las aduanas al cambiarse el importe de los azúcares
con los efectos que desde Europa alimentaban el consumo de
la isla. Descansando un tanto de aquella necesaria preocupa-
cion y sin perder de vista los manejos de los que con el nom-
bre de reformistas procuraban promover toda clase de con-
flictos, se dedicó Manzano á los otros ramos gubernativos,
enlazados naturalmente con la vida de la Hacienda que les
nutria y de donde derivaban todas sus manifestaciones.


Era uno de éstos el de la instruccion pública, que ya el ge-
neral L'ersundi trató de encauzar por una corriente verdade-
ramente patriótica, y no le fué posible verificarlo por su pre-
cipitado relevo. No ménos llamó la atencion de Manzano este
asunto en tales circunstancias, así por su interés político
como por lo que afectaba al presupuesto, pues más de treinta
y cinco millones de reales, si bien pagados por el gobierno,
los ayuntamientos y particulares, consumian entre todos 10i
establecimientos de enseñanza de la isla, representados por
418 escuela,; públicas, 294: privadas, 24 establecimientos de
segunda enseñanza, 12 escuelas profesionales y una nniver-
sidad, que educaron aquel año á 27.780 niños de todas cla-
ses. No hablaba por cierto muy alto en favor de la instruc-
cion de aquella isla, sólo con Rusia comparable, el tipo pro-
porcional de un educando por cada 48'854 habitantes; pero,
para concretar el juicio debe tenerse presente, que má::; de una
cuarta parte de la p3blacion era esclava, y que la cási una-
nimidad de los inmigrantes, educados ya en su país, no ne-
cesitaban asistir á las escuelas de la isla (28).


Tambien Manzano como Lersundi tuvo que interrumpir
los demás asuntos gubernativos, para volver á los políticos y
económicos que reclamaban la preferente atencion. Respecto
de los primeros, decia en enero el representante de España
en Washington al capitan general, que era necesario comple-
tar cuanto ántes la defensa de Cuba, tanto por mar como por
tierra, para -contener las tentativas filibusteras; pues una sóla
de éstas seria acto muy humillante para nuestro pabellon en
América. Y trasladando al gobierno de la ,metrópoli los te-




190 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


mores del diplomático, añadia Manzano con la ruda franqne-
za del militar honrado, «(que en la opinion se notaba gran
»desvio por la indiferencia ó tibieza ó falta de previsíon y d,
»resolucion que respecto á Cuba se suponia en los ministros
»de la reina, que oian, en tanto, benévolos á los más exage-
»rados reformistas de la Junta informativa.» Ménos que des-
vio no podian sentir,los habitantes de la isla de Cuba, que tan
abandonados se veian de la metrópoli, cuando la actitud y
hasta las locuras de los radicales norte-americanos alentaban
á los conspiradores contra la paz de la isla; aprovechándose
en favor de sus proyectos del disgusto generalizado por la
escasa cosecha de azúcar, de las disidencias entre altos fun-
cionarios, como la del capitan general y su secretario Moraza,
y las que alguna vez alteraron la armonía de la corporacion
municipal de la Habana, y de las polémicas entre los defen-
sores del general Lersundi y los que censuraban su sistema
administrativo, que no terminaron sino con amenazas y de-
safios (29).


No dejaron de utilizar bien aquellos separatistas, y mo-
tivo no faltaba entónces por cierto, el desagradable efec-
to que produjo el decreto de 12 de febrero, relativo al estable-
cimiento de la contribucion directa, requerido pOI' algunos
de los comisionados de la informativa y anatematizado por
los mismos en vísperas de regresar á la isla. Para ejecutar
tan desatentada disposicion, se comisionó por el ministro de
Ultramar un empleado de aquel departamento, lleno quizás
del mejor deseo, pero no tan abundante de las condiciones que
la importancia del caso exigía. Llegó éste á la Habana, y
nnido á un intendente que ni se encontraba á la altura de su
mision, ni con las dotes necesarias de inteligencia en los
asuntos que tenia á su cuidado, empezaron los trabajos para
resolver un imposible: para plantear el impuesto directo don-
de faltaba la estadística. Uno y otro funcionario idearon dis-
posiciones para presentar al público con cierta b~mdad lo que
ninguna tenia, siendo, como era lógico que fuesen, infruc-
tuosos sus esfuerzos é insuficientes para tranquilizar los áni-
mos justamente alarmados por el absurdo acuerdo ministe-




CA.PÍTULO IV 191


rial. Unido esto al resultado de la zafra, cuya escasez cada.
momento se tocaba más de cerca, á la desconfianza mercan-
til no bien restablecida, á la disminucion de ingresos por la
injustificada suspension de los derechos de expGrtacion, y á
la baja llotable que en sus pedidos á Europa hicieron muchas
casas de comercio, todo contribnyó al crecimiento de los
agentes de aquella intranquilidad y á poner má::; de relieve
la flaqueza del Tesoro.


Tal fué esta, que solo la renta de aduanas que en el presu-
puesto de 1866 á 1867 figuraba por 256.517.000 reales no
produjo en el ejercicio de aquel año económico más que
181.0-13.120; resultando en consecuencia un déficit de cer-
ca de CU~ltro millones de pesos. Esto sin duda dió motivo á la
real órden del mes de agosto en la que se pedian á las autori-
dades de Cuba, precisamente cuando se acababa de despedir á
los comisionados, ámplios informes sobre los medios que fueran
más á propósito para consolidar la deuda de la isla, antepro-
yectos ó notas respecto de la posibilidad de levantar un em-
préstito de consideracion, ofreciendo en garantía las rentas y
propiedades del ,Estado en la isla, y pidiendo, por fin, opinio-
nes acerca de la conveniencia de contratar el empréstito con
los Estados-Unidos y de convenir con el Banco Español de la
Habana la cobranza de las malhadadas contribuciones.


Mas de::;acertadas no podian ser las propuestas del centro
mini::;terial, desde donde los economistas teóricos, ó sea los in-
conscientes conspiradores contra los intereses de España, com-
prometian más la existencia política de la isla de Cuba que
todos los recalcitrantes enemigos de nuestra nacionalidad
allí y en las vecinas repúblicas. Si el delegado pertenecia á la
escuela de semejantes teoristas, debió sin duda desviar sus
prácticas ó no ajustar en un todo los remedios que las dolen-
cias de Cuba exigian, á los preceptos dela vana omniscencia
con que aquellos se engalanaban, cual se notó al relevarle
prematuramente así de sus especiales funciones como del
cargo de auministrador principal de rentas que al mismo
tiempo desempeñaba. En verdad que tampoco el delegado tu-
vo la mejor suerte ni las circunstancias favorecieron sus ges-




192 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


tiones, segun se desprendia del estado demostrativo que pu-
blicó en el mes de setiembre; ni pudo satisfacer tampoco la
sed de economías yel ansia de sobrantes de Ultramar que á
los del ministerio preocupaba. ¡,Y cómo si entre lo presupues-
to y lo cobrado con arreglo al nuevo sistema resultaba un dé-
ficit enorme'? (30) En los tres primeros meses de ejercicio de
aquel presupuesto, cuya consignacion ascendia á 61.290.260
reales, no se recaudaron más que 39.753.0:30 resultando un
défici t de 21.536.960, . de lo cual podia deducirse todo lo que
habian comprometido la hacienda cubana aquellos teoristas
del departamento de Ultramar, entre los cuales nadie resul-
taba más responsable que el subsecretario de los ministros
Castro y Marfori, por ser el que más contribuyó con su in-
discreto optimismo á llevar á la grande Antilla los absurdos,
euyas consecuencias todavía hoy está sintiendo dolorosa-
mente.


A este tiempo, que era el principio del otoño, empezaron á
circular en la isla graves rumores de trastornos anunciados
ú ocurridos ya en la metrópoli; pero el general Manzano no
tuvo por su desgracia ocasion de dedicar al asunto aquellos
desvelos que caracterizaron la época de su mando, pues reti-
rándose una noche del pueblo de Las Puentes, inmediato á la
Habana, donde habia cenado, fué invadido de una fiebre pú-
trida qU"l le ocasionó la muerte ántes del 30 de setiembre.
Gran sentimiento produjo entre los buenos ar¡uel infausto su-
ceso; Ilorándose al caballeroso general y al hombre honrado,
que como autoridad dejó imperecederos recuerdos en los que
supieron apreciar sus sentimientos españoles, su actividad y
el tacto que tuvo la fortuna de emplear en los asuntos más
'árduos de la política y de la Hacienda que se atravesaron
en el curso de su g)bernacion; y como particular, supo gran-
jearse el aprecio y la benevolencia pública y la adoracion de
las clases de color, siempre por él protegidas.




CAPÍTULO v.


l. Segundo mando de Lersundi.-Los revolucionarios de la Penín-
sula.-Manifiesto de Prim.-EI cólera en Cuba.-La Hacienda y
el órden público.-Los cQJlSpirndores cubanos.-Reuniones lite-
raril\$.-Las comisiones militares.-Impuestos nuevos.-Proyéc-
tase un empréstito.-Actividad revolucionaria.-Excursiones de
Lersundi por la i;,¡la.-Disidencias con el obispo de la Habana.


n. Permanencia de Lersundi en Gllanabacoa.-Sucesos en la 'Pe-
nÍnsula.-8ituacion del Tesoro en Cuba.-Trabajos sediciosos en
la isla y en la metrópoli.-Destierro del duque de Montpensier y
de los generales.-Los reyes en las Vascongadas.-Sublevacion
de la armada en la bahía de Cádiz.-Proclamas.-Regreso de los
generl\les desterrados.-Manjfiesto á la nacion.-Rénuncia del
ministerio.-Nombramiento de Concha.-Sus medidas. -Batalla
de Alcolea.-Triunfo de la revoluciono


In. Actividad de los reformistas en Cuba.-Trabajos separatistas
de los puerto-riqueños.-Sus movimientos sediciosos.-Terremo-
tos.-Mando de Pavía.-Rebelion separatista de Lares.-Disper-
sion de los sl1blevados.-Amnistía á los sediciosos.


IV. Cuba ante la insurreccion de Lares y los sucesos de la Penín-
suln.-Los conspiradores cubanos.-Trabajos masónicos.-Opti-
mismo de Lersundi.---,El gobierno provisional.-La reina Isabel
en Pau.-Levantamiento de Céspedes.-La Damajagua y Yara.
-Los insurrectos y los defensores de España.-Proclamas, ma-
nifieiltos y bandos.~Toma de Bayamo.-Aspecto general de la
isla.-Negoci\lciones en el Camagüey.-Torpez,as.-Los notables
de la Habana ante Lersnndi.-Los separatistas de Cuba ylos au-
tónomos de la metrÓpoli.-El ministro Ayala.-Medidas de Ler-
sundi.-Cuerpos de voluntarios.-Ejército.-Patriotismo y entu-
siasmo.-Valmaseda en operaciones.-Los Estados-Unidos y los
ernigrados.-Circulares, cartas y telégrarrias.-Dulce releva á
Lersundi.


I.


Caso no nuevo en la historia de la America española , es el que
se ha ob3ervado en los segundos mandos de los capitanes ge-
nerales de la isla de Cllba. Ora por querer demostrar mayor
suficienria y revestir su autoridad con la que dá la posesion de
conocimientos prácticos, ora por los compromisos adquiridos al


TOMO Ir 13




194 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


obtener la reeleccion para aquel elevado puesto, muchos gober-
nadores, requeridos por el agradable recuerdo y por las simpa-
tías que la primera vez con su acierto se conquistaron, salie-
ron la segunda desdeñados cuando no aborrecidos, aunque sn
i3istema político no cambiase, ni la bondad de sus disposiciones
disminuyese. Y es que la opinion pública, insaciable en todas
partes, se manifiesta más exigente y voraz en lus climas donde
el sol con sus abrasadores rayos dá á las imaginaciones mayor
actividad, y exuberante vida á todo lo creado. Sólo así se ex-
plica que aquello, ocurrido á algunos gobernantes, viniese á
sufrirlo tambien en parte D. Francisco Lersundi, á pesar de
las calurosas manifestaciones de adhesion de que fue objeto,
al desembarcar por segunda vez en la isla el dia 21 de di-
ciembre de 1867 (1) ..


Ciertamente que ni las circunstancias eran las mismas, ni
los compromisos políticos iguales, ni la marcha de los sucesos
iba al mismo paso que durante el mando anterior. Salió Ler-
sundi de la Península, cuando el fracaso de Pierrad en Llinás
de Marcuello acababa de debilitar ]a actitud agresiva de los
progresistas obedientes al general Prim, que tanto contribuyó
al desastre con su ausencia ó inoportuna presentacion en los
puntos donde debian sentirse los peligros del movimiento re-
volucionario. Lersundi se decidió á aceptar entónces el man-
do de Cuba, por creer contar con las seguridades del poder
irresponsable y las de aquellos antiguos correligionarios q tIe
le separaron y ahora le nombraban, de los cuales esperaba
le consentirian dirigir la política antillana por las corrientes
más favorables á la salvacion de los intereses sociales amena-
zados, y de los derechos de la dinastía puestos en litigio por
aquellos inquietos progresistas que, ansiosos de mando, no
desdeñaron entencferse el 22 de juuio, desde el cuartel de
San Gil, con el trou? que por otro lado parecia que tra.ta-
ban de derribar (2) .


Cuando el nombramiento de Lersundi se acordó, permane-
cía la córte en el real sitio de la Granja, preparando las fas-
tuosas fiestas con que se trataba de obsequiar al rey D. Luis.
de Portugal, que recien casado con la hija de Víctor Ma-




CAPÍTULO V 195


nuel n, regresaba de Italia; y fué tambien cuando Pierrad,
.creyéndose derrotado, teniaque repasar el Pirineo, maldiciendo
su credulidad en las promesas del general Prim, cuya coopera-
cion esperó entónces tan sin fruto como el 22 de junio del año
anterior.


Obligado á poco este caudillo á justificarse de las imputa-
ciones de sus partidarios, publicó con fecha 25 de setiembre en
Ginebra un manifiesto, refiriendo los desengaños que habia su-
frido en tOJas partes, de los que habiendo empeñado la palabra
de faltar á los deberes de la lealtad, detuvieron su marcha
en el fatal camino, y mejor aconsejados, no llegaron á cum-
plirla; cuyo manifiesto, que no parecia sino respuesta á la
circular del ministro de Estado Arrazola, dirigida al cuerpo
diplomático español en el extranjero (3), produjo una verda-
dera explosion de adhesiones á la dinastía, publicadas en la.
GACETA DE MADRID (4).


El periódico EL IMPARCIAL, que dió á luz el documento sus-
crito por Prim, no pudiendo emitir francos juicios por la es-
trechez en la fiscalizacion de la prensa, decia entónces que su
bandera, como la levantada por aquel caudillo, era la de
coalicion y conciliacion de los partidos liberales para salvar la
libertad y el órden social; debiendo por tanto rechazarse las
imputaciones que á Prim se dirigian de haber intentado abrir
los presidios, para aumentar el número de sus partidarios, y de
tener pactados formales convenios sobre la venta 6 cesion de
la isla de Cuba.


Graneles eran los brios que Prim desplegaba para negar
esta última gravísima acusacion, que no se hacia ciertamen-
te con pruebas concretas, pero la fundaban sus autores en
tan claros indicios, que algo parecia distinguirse á través de
la llamada calumnia. Y en verdad que, si tal ocurria, ma-
nifestaba el conde de Reus ser el más ingrato de los hombres,
pues respondiendo en aquellos mismos momentos á cartas que
habia 'escrito desde Bélgica, haciendo presente su aflictiva si-
tuacion, le remitian sus amigos de la grande Antilla sumas
considerables, producto de suscriciones que en la mi3ma Ha-
bana se abrieron para auxiliar al político aventurero (5). Pero




196 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


como el geMl'ta Prim ~neg&ba tambien implicitamente, al po-
ner de :relieve sus pl'op6g~OS de sa:lvar los intereses naCÍoll3-
les, ¡a scr!iliaridad que pudiera atribuírBele con aquellos de sus
correligionarios que no Be contentaban sin la destruccion de
la dinastía, esto ofrecia motivos bastantes para poner en duda
algunas de sus aseveraciones. En aquel tiempo era ya sabi-
do, aunqne 'con verdádera sorpresa por los que conocian
las connivencias del cuartel de San Gil, que entre los funda-
mentos del credo político de tos revolucionarios, figuraba en
primer término el grito de abajo los Borbones.' Así lo expre-
saba el periódico que clandestinamente veia á la sazon la luz
con el título de EL RELÁMPAGO, el cual, partiendo de aquel
principio y del de la soberanía nacional, en su número 4, cor-
respondiente al 5, de mayo de 1867, atacaba en formas des-
templadísimas á la familia real española y á los partidos
conservadores ó doctrinarios; prometiendo á los hombres del
suyo para el dia del triunfo soluciones radicales, aunque no
republicanas todavía (6).


En tres meses escasos que mediaron desde la muerte de
Manzano á la toma de posesion de Lersundi, desempeñó in-
terinamente aquel importante mando el mariscal de campo
y segundo cabo de la capitanía general don BIas Villate,
conde de Valmaseda, quien ni ocasion para distinguirse ni
tiempo tuvo más que para tranquilizar los ánimos afligidos,
c(}n motivo del rápido desarrollo que el cólera morbo adqui-
rió aquellos meses en la isla y particularmente en la capital.


Disminuyendo estaba aquella calamidad, cuando desem-
bareó Lersundi en laUabana, donde se le recibió por sus
'admiradores con el entusiasmo que queda indicado, al que
correspondió desde luego dedicándose al estudio de las cues-
tiunes que m~s urgia remediar. Eran éstas, en primer térmi-
no, 'la ,de Hacienda, recomendada eficazmente por el gobierno
de la metr6poli, que del nuevo gobernador esperaba, como
muestra de reconocimiento y de conciliacion, que haria
los mayores esfuerzos para aliviar con suficientes recursos el
aflictivo ef3tado del Tesoro nacional; y era 1a otra la de ór-
den público, muy agravada por la actitud de los partidos de




CAPÍTULO V 197


la isla y por los trabajos de los emigrados, que estrechando
cada. vez mas sus compromisos, aumentaban los medios de
accion y hacian mover á sus emisarios en las vecinas repú-
blicas.


Los disidentes, que ya preferian el calificativo de autónomos
al de reformistas, al regresar los comisionados de la Junta
informativa, acrecieron sus pretensiones y su descaro en pro-
porcion de las probabilidades con que creian contar, y me-
nudearon los juegos florales ó certamenes literarios, así para
ponerse de acuerdo y estrechar los vínculos políticos, cuanto
para hacer más patente la division con los peninsulares, y
contarse y conocer el nÚ!llero de los que en las filas de los
cubanos netos formaban. En el mes de setiembre se repartie-
ron numerosos premios en la, Habana á aqnellos predilectos
hijos de las Musas, segun ellos se apellidaban, que habían
presentado las composiciones mas sediciosas y llenas de sabor
antiespañol; y tambien en Puerto Príncipe se citaron Calll
el mismo objeto el dia 27 en la Sociedad Filarmónica, centro
de propaganda de los desafectas del Camagüey , los poetas de
tierra adentro que pretendian recibir premio por sus habiles


. ataques á España, ya dedicando el fruto de su ingenio á la
memoria de Betancourt, el Lugareño, ó á otros temas que
pudieran zaherir el sentimiento patrio (7).


Para hacer eficaces sus medidas sobra el órden público
dictó Lersundi, quince dias despues de su llegada, la censu-
rada, aunque necesaria medida gubernativa de establecer
las comisiones militares; con el buen intento sin duda de
exterminar la ~ent.e de mal vivir, que, aprovechandose del
cólera y de la libertad que por atender á este malla dejó el
gobernador interino, creció y se ex:tendió por todas partes,
olvidando ya la leva del año último y la expedicion á Fer-
nando póo. De los delitos de homicidio. robo é incendio debia
ocuparse solamente aquel tribunal militar; pero como á los
distritos alejados de la Habana no era fácil hacer llegar la
vigilancia de h primera autoridad, se cometiex'on algunas
tropelías que irritaron á aquellos habitantes tanto si no más
que las odiadas contribuciones directas. Así se explica el




198 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


mal efecto que produjo aquella disposicion, cuyos resultados
no correspondieron ciertamente á las esperanzas de los que
más necesitabau ser defeudidos del bandolerismo y del des-
órden.


Paralelo á este sufrimiento crecia el producido por los nue-
VO$ impuestos, cuya pesadumbre no pudo yauadie aguantar
cuaudo en vez de las promesas que lleno de buena intencion
ó como recurso político usó Lersundi, al encargarse de nor-
malizar aquel servicio que tantos lamentos acarreaba, dictó
el gobierno supremo la real órden de 1:3 de diciembre de
1867. Decia en aquella poco meditada disposicion el ministro
de Ultramar, «que no porque se hubiese fijado ellO por 100
»sobre el producto líquido de la reuta, habia de creerse limi-
»tado el impuesto á este tipo, siuo que eu el caso de no alcan-
»zar á cubrir el presupuesto, debia aumentarse en propol'-
»cion á las necesidades del Tesoro.» Mandato á la sazon tan
absurdo, que en la Habana se dudó si podria cumplirse pacífi-
camente; pues aunque se intentara por las vías de la fuerza,
no era posible presumir cómo responderian los habitantes de
la isla, quienes al ver en un principio lo reducida que iba ha-
ciéndose la recaudacion para el fisco, creyeron que debia
atribuirse á la existencia del cólera; p¡lro al disminuir y des-
aparecer este mal, conocieron que otros eran los motivos de
aquella resistenci'l pasiva. Tan escasa llegó á ser la recau-
dacio n del Tesoro en los primeros meses de 1868, que de los
doscientos cuarenta millones de reales que en el antiguo con-
cepto de rentas terrestres debían cobrarse, sólo ingresaron
en las cajas durante los siete primeros meses de ejercicio del
presupuesto unos sesenta millones. Las otras rentas seguian
el mismo lastimoso paso, y á pesar de todo esto, aquellos teo-
ristas del ministerio de Ultramar, siempre alimentados de
ilusiones, euviabau al gobernador superior de Cuba el presu-
puesto de 1868 á 1869, eu cuyo capítulo de sobrantes de Cu-
ba consignaban la cantidad de ciento treinta y tres milloues
novecientos mil reales, mientras nada concedían á aquel Te-
soro abrumado con una deuda de· más de cuatrocientos mi-
lloues.




CAPÍTULO V 199


Sabia el gobierno, sin embargo, al cometerse tales torpe-
zas, que ni los censos ni laR padrones hechos al plantearse los
impuestos directos, eran exactos ni á propósito para la
realizacion de su idea; y tanto era así, que el centro mismo
dA cont6buciones tuvo que rectificarlos, ántes de acudir al
triste y entónces peligroso recurilO de los apremios. No se ig-
noraba tampoco en la metrópoli, que la odiosidad al nuevo
impuesto, era tanta por superar su tipo al que pagaban ante-
riormente aquellos habitantes, como por 10il fraude.:; que al-
gunos de los funcionarios encargados de percibirlo cometian.
Aquellos criminales sostenidos á la sombra del Tesoro pú-
blico, abusando de la sencillez de las gentes del campo que
no conocian otro escudo que el de oro, cuyo valor es de cua-
renta y dos y medio reales de vellon, hacian pagar las cuotas
del impuesto á razon de estos escudos, por no expresarse en
los recibos que aquella unidad monetaria era la de plata 6
de diez reales de la Península. El gobierno atendió poco á
aquellas irregularidades y sólo el tiempo las corrigió; pero
fué cuando el mal no tenia remedio, pues los saqueados ja-
más pudieron ya reintegrarse ni del dinero ni del cariño á
España que aquellos perversos les arrebataron.


Quizás para nivelar el presupuesto de Cuba 6 más bien
para decrecer los ahogos que el Tesoro de la Península pade-
cia, desde que nos propusimos tener un gobierno y una ad-
ministracion tan cara como inútil en gran parte; ó quizás si-
tiado el gobierno supremo por exigencias palaciegas, que no
dejaron de traspirar al público, encargó el ministro D. Cárlos
Marfori al general Lersundi que le manifestase hasta dónde
seria posible contratar un empréstito con los Estados-Unidos,
ofreciéndoles en garantía las rentas y propiedades de la na-
cion en la grande Antilla. Nadie creyó que el general Ler-
sundi diese oidos á tan absurda proposicion, ,que equivalía á
la venta de Cuba; pero aprovechando la oportunidad de lle-
gar á la isla el comisionado de una casa inglesa, que iba á
convenir otro empréstito destinado á las obras del ferro-carril
d:~ Sabanilla, se puso en comunicacion y concertó con el agen-
te comercial un negocio al 1) por 100, amortizable en




200 LAS INSURRECCIONES EN CUBA.


quince anualidades con cuatro años muertos, es decir, en diez
y nueve, con otras condiciones ventajosísimas al Estado é
iguales á las estipuladas para el camino de hierro.


Dos dias despues de sentadas las bases provisionales del
contrato probable se desbarataron, afortunadamente para
la rica Antilla, por combinaciones posteriores de Marfori.
Verdad es que este mini3tro, sin atender al estado de Cuba,
contrató luego otro empréstito por su cuenta; pero por fortu-
na tambien para las posesiones ultramarinas, no llegó á con-
solidarse por faltarle la aprobacion de aq ueHos diputados que
la revolucion de setiembre se encargó de ahuyentar del Par-
lamento.


Al malestar que la situacion económica producia, habia
que añadir el consiguiente al estado político general, así in-
terior como exterior, que directamente afectaba la vida de
Cuba española. Decia respecto de esto el general Lersundi al
ministró de Ultramar, en 15 de febrero, que con la ejecucion
en Méjico del emperador Maximiliano, habia experimentado
fuertes reveses la influencia de Europa en el Nuevo mundo,
porque acariciadas con la victoria de los republicanos las as-
piraciones de la doctrina Monroe, los disidentes, ensoberbe-
cidos por sus alianzas con las repúblicas del Sur, alimentaban
mayores esperanzas que nunca, y creyéndolo todo dispuesto
para realizar sus propósitos, trasmitian sus creencias á los
conspiradores de la isla, cuya arrogancia se veia tambien cre-
cer por instantes (8).


Algo muy grave debian meditar éstos, cuando el órgano de
los primitivos reformistas tan de prisa cambiaba de nombre,
de formas y de directores, figurando en el limitado período de
dos meses con los títulos de EL SIGLO, LA OPIN10N, EL PAís Y
EL OCCIDENTE, Y dirigido el primero por el conde de Pozos
Dulcesy sucesivamente los otros por D. Cristóbal Madan, don
Francisco Javier Cisneros y D. José Huguet (9). Tan precipi-
tados cambios, resultado eran sin duda de la atraccion que há-
cia los separatistas arrastraba á los antiguos sostenedores de
la reforma, que abdicando de sus hipocresías, iba,n concretando
las soluciones y fundiéndolas con las de los que más animados




CAPÍTULO V 201


estaban pa:ra aproximar el momento del triunfo. Así lo demos-
traron en la primaveta de 1868, cuando despues de la muerte
dé} genm-al Narvaez, sufrió el último desengaño la UNION LI-
BEltAL con la formacion del ministerio Gonzalez Brabo, yvie-
ron que este partido, hasta entónces sensato, seducido pOI."
algunos impacientes, publicó en sus periódicos aquellos artícu-
los que cerraban el trato de la coalicion con los progresistas,
que clandestinamente gritaban abajo los BOIJ'bones soñando en
una prematura si no imposible union ibérica, sinconvenirfor-
máltnenteántes el inmediato reemplazo de la: dinastía que se
proponian derribar. Bien que los ansiosos de destinos lo pri-
mero en que pensaban era en apoderarse violentamente del
mando, dejando en lugar muy secundario los interesef1 pátrios
y la salvacion de la sociedad.


Poco ántes de aquella monstruosa coalicion, el general
Lersundi, que en el primer mando sólo visitó oficialmente á
Matanzas, y no pudo extender sus correrías más allá de los
ingenios de Zulueta y Aldama, salió á mediados de febrero
hacia Pinar del Rio en Vuelta-Abajo; dirigiéndose des pues con
algunos intérvalos á Guanajay, Santa Clara y otros puntos,
y proponiéndose visitar las principales poblaciones de la isla.
No se vió libre la primera autoridad en aquellas excursiones
de contrariedades y disgustos; llegando á ser muy sérios y
verdaderamente graves los provocados por el obispo de la
Habana Fr. Jacinto María Martinez y Saez.


Desde que fué por segunda vez á la isla el general Lersun-
di, vivió con él en perfecta armonía el obispo de la capital~
mostrándose completamente identificadas ambas autoridades,
con gran extrañeza de las gentes, que habian visto al prela-
de poco expansivo de ordinario con los anteriores capitanes
generales. Cuando se dirigió el que nos ocupa á recorrer la
Vuelta-Abajo, fué recibido por el clero de todos los pueblos
de la jurisdiccion de Pinar del Río con los honores que cual
vice real patrono le correspondian, incluso el de repicar las
campanas á su entrada y salida de la poblacion. Enterado de
todo el obispo, y de que el general iba á recorrer otras juris-
dicciones, al regresar éste de aquellas le dijo que tambien




202 LAS INSURHECCIONES EN CUBA


él iba á girar su visita eclesiástica hácia los mismos pun-
tos que figuraban en el itinerario de la primera autori-
dad. Con las más expresivas demostraciones de afecto, se
despidió el prelado de Lersundi, pero sin hablarle de una cir-
cular que acababa de dirigir á los párrocos, en la que les
prohibia terminantemente el repique de campanas con que
en otras partes se habia recibido al general; «por ser honor
»ridículo, decia, que ni á sus magestades se dispensaba, y
»debia solo reservarse al diocesano.»


Lersundi, que ignoraba esta disposicion, notó con sorpre-
sa al llegar á San Crist6balla falta del ruido de las campa-
nas, y allí supo por las autoridades locales lo que el obispo
habia dispu~sto. En viata de semejante medida, tan dep¡'esi-
va para su autoridad de vice real patrono, mandó que se re-
picaran las campanas, y lo mismo hizo en Guanajay, donde
la expectacion pública estaba fija en aquel asunto. Con-
sultado inmediatamente el hecho al Consejo de adminis-
tracion, respondió aquel alto cuerpo que el prelado se habia
excedido y que debia por tanto recoger la circular.


Seguidamente pasó Lersundi á visitar las Cinco Villas, y
en Sancti Spiritus encontró ya organizada por el obispo una
resistencia tal, que todos los curas de las parroquias se nega-
ron á disponer el repique de las campanas, áun despues de
habérselo ordenado en nombre de la reina; viéndose obligado
el vicereal patrono á arrestar al de la iglesia de Jesus, que
ante un público numeroso resp)ndió que no obedecia su man-
dato. La cuestion iba complicándose por momentos, y para
evitar mayores escándalos, invitó el general al obispo, que se
encontraba en Ay, pueblo distante dos leguas de Sancti Spi-
ritus, que á este efecto se sirviera pasar á verle; á lo c¡.tal
respondió el prelado con una negativa. S~ le previllQ de ofi-
cio que retirase la circular, y se negó tambien; se le aconse-
jó, finalmente, por escrito, que meditase sobre el hecho y con-
tribuyera á acallar el esc(mdalo, y fué su contestacion ame-
nazar al gobernador superior de la isla y su vicereal patro-
no con los anatemas eclesiásticos.


En consecue~cía de esto, y precisado el capítan general á




CAPÍTULO V 203


proceder, dió cuenta de todo lo ocurrido al gobierno supremo
pJr medio del telégrafo, anunciando á la vez que estaba
disponiendo lo conveniente para extrañar al obispo. En Tri-
nidad, Cienfuegos, Villa-Clara y Sagua la Grande, se notó
la misma curiosidad en las gentes respecto de las campanas;
pero ya no hubJ verdadera resistencia, pues el obispo, aunque
sin ceder oficialmente, encargó á sus súbditos que si el ge-
neral mandaba repicar, obedeciesen el mandato.


Así que Lersundi regresó á la Habana, ofició por última vez
al obispo previniéndole que retirase la circular; y persistien-
do éste en la negativa, se alistó un "barco y se designaron las
personas comi"ionadas para acompañar al obispo en su ex-
trañamiento á Pu~rto-Rico; pero cuando esto iba á ejecutar-
se, recibió el capitan general un telegrama de la metrcípoli
disponienrlo que el prelado se embarcara para España á re-
cibir órdene3 del gobierno. No fué este el único caso en que
aquel obi"po intentó eclipsar con la energía de su carácter las
belleza., de la mansedumbre cristiana, ni el último que se
puso en frente de las primeras autoridades, para hacer pre-
valecer SllS opiniones propias, como más adelante se verá.
Pero indudablemente se habria en lo sucesivo reportado, si
en ocasion oportuna hubiese recibido del gobierno dela metró-
poli la reprension que su impolítica é inconveniente conduc-
ta merecia.


Aquellos gobernantes nadahicieron, y pretendiendo adqui-
rirse con Lt benevolencia un adepto, se conq uistaron por el con-
trario un émulo al permitirle ámplia libertad para buscarse
simpatías entre los hombres de la coalicion, que ostensible-
mente estaban ya preparando los sucesos de setiembre. De
creer es que no dejaron de influir para desacreditar el mando
de Lersundi, hs gestiones que en tanto ocupaban al obispo
en la metrnpóli; las cuales, sin embargo, más que de la per-
sona resultaban en daño del principio de autoridad, nunca
como entónces necesario en la grande Antilla. El ministro
Marfori, su secretario general como hoy se llama, y los de-
más políticos que en vez de justicieros se mostraron condes-
cendientes en extremo con el obispo, favorecieron más que




204 LAS INSURRECCIONES EN CU~A


nadie en aquellas' circunstancias los intereses de los agitado-
res' de Cuba, que con gran prisa desenvolvían sus trabajos
revolucionarios. ¿Podrá en V'ista de esto y de las otras torpe-
zas gubernativas que quedan dichas, negarse la responsabi-
lidi:ld del ministerio de Ultramar en. las desgracias de Cuba?
Desde la rennion de los comisionados para la Junta informa,,;,
tiva en adelante, no parecia sino que la única inspiracion que
en aquel departamento dominaba era la que pocos meses des-
pues condUjo á Yara al cabecilla Céspedes. No en vano se ha
propuesto por muchos, en más de una ocasion, reformar ó
suprimir por poco eficaz aquel centro administrativo.


II.


A poco de embarcarse el obispo y despues da terminar
Lersundi sus excursiones, pasando á la inmediata isla de Pi-
nos, donde permaneció algunos dias del mes de junio resta-
bleciendo su quebrantada salud, se instaló por este mismo
atendible motivo en la populosa villa de Guanabacoa, dis-
tante dos leguas de la capital, y unida á ésta por el ferro-car-
ril de Regla y el servicio de vapores de la bahía que en vein-
te minutos ponen en comunicacion á uno y otro punto.


En aquella salubre residencia, donde tanto como á la go-
bernacion atendió Lersundi á esparcir su ánimo, sin duda
como medio curativo; allí, donde pasaba el tiempo en medio
de los atractivos que la apacibilidad ofrece, fueron estas dul-
zuras interrumpidas por noticias de la metrópoli, que no de-
jaron de preocuparle. La relativa al casamiento de la hija
mayor de la reina Isabel con el conde de Girgenti, hermano
del ex-rey de Nápoles, y la del paso de D. Oárlos Marfori
desde el ministerio de Ultramar al palacio real, pudo, empero,




CAPiTULO V 205


considerarlas como notioias placenteras; pero no~sí cie.r4ia.-
mente, ,las que se referian á la grave marcha de la PellÍnsu-
la, la que le contrariaba quizás tanto como su e~ado des:&-
lud, y una y otra y la pesadumbre de aquellagobernacio.n, .le
hacian ya desear alguna vez el relevo deun,mandoqueempe-
zaba á repugnarle.


Motivos de contrariedad le sobraban sin duda, además de
éstos, en la ningl1lla cooperacion que para seguir adelante le
prestaban los funcionarios que debían ayudarle, y áun en la
ineonsideracion del gobierno supremo y en las zozobras de la
opinion pública, que por momentos ibaescatimándole la con-
fianza. Elintendente de Hacienda, abrumado por la situacíon
del Tesoro y no sintiéndose con fuerzas bastantes para conti-
nuar en tan alto cargo, manifestó el mes de agost.o al general
su propósito de abandonarlo, pidiendo al efecto permiso para
regresar á la Península. Y ménos considerado el gobierno de la
metrópoli, á pesar de saber que durante el quinquenio último
habian sufrido aquellas rentas un déficit de 333 millones de
reales, libraba cincuenta millones contralaangustiada tesore-
ría de Cuba, sin pararse tampoco en la deuda de cuatrocientos
que el Tesoro tenia principalmente con el Banco Español.


Encargado éste de cobrar los impuestos, fué establecien-
do desde el principio de 1868 sucursales en los primeros
pneblos de la isla, las que sin más consideraciones políticas
ni otras miras que las de reintegrarse cuanto ántes de las
deudas del gobierno, ejercian una presion mortificadora sobre
loscontribuY'tntes morosos, aumentando por consecuencia en
mucho los grados del disgusto público, no tanto contra aque-
llos cobradores, sino contra las autoridades españolas. Estas,
á la vez que eran blanco de los tiros de la opinion, agobiada
por las contrariedades de los tiempos, tenian que atender á
desbaratar los trabajos sediciosos de la gente separatista, que
con gran precipitacion se dirigia á un desenlace próximo, y
no ya con su natural reserva, sino públicamente manifestaba
que la dominacion de España se hacia insufrible, desde que
el gobierno les arrastraba sin miramientos á la desesperacion
y á la dura necesidad de oponer á sus imprudentes actos la




206 LAS INSURRECCIONES EN CUilA


resistencia armada, á la que tendrian que recurrir si los pro-
cederes oficiales no cambiaban. Pero L'3rsundi, ménos im-
puesto quizás que los disidentes de lo que en la Península
ocurria, y exageradamente confiado, ni supo graduar la im-
portancia del mal, ni hizo caso de cuanto las hojas de la
Junta de Nueva-York esparcidas por la isla decian, ni creyó
jamás en la amenaza de resistir que aquellos habían formula-
do; consí derando suficientes para contener toda agre~'¡on las
comisiones militares, que er:ln realmente las que más provo-
caban la lucha (9). Semejante optimismo, fué en realidad la
primera· y más poderosa de las contrariedades que Lersundi
tenia que vencer.


A pesar de aquel, pudo empero apreciar ya el general per-
fectamente los pt'ligros que a la metrópoli amagaban, cuando
á mediados de setiembre leyó la circular que el gobernador de
Madrid D. Ignacio Berriz dió al público en 20 de agosto,
para desvanecer los rumores revolucioriarios y las graves
alarmas que tenian los ánimos alterados, desde queel gobier-
no desterró al duque de Montpensier y dispuso la deportacion
de los generales Serrano, Dlllce y Caballero de Rodas á Ca-
narias, y el destierro tambien de los eminentes repúblicos Rios
Rosas, Fernandez de la Hoz y algunos más, temeroso sin
duda de que la revolucion, moralmente verificada, to-
mase con mucha prisa la forma material que todos vislum-
braban (10). Aquellos peligros, para Lersundi motivos del ma-
yor desagrado, cnal salvadora esperi1nza se trad.ucÍi1ll por
los disidentes, que entera(h, p;Jr sus corresponsales y amigos
de los conspiradores de Bagica y de Ginebra, y por los com-
prometidos en Madrid y en toda España, de que se v¡;rifica-
ria el movimiento tan pronto como las circunstancias fueran
propicias, esperaban ansiosos el instante para secundar el acto
é intentar el gúlpe contra. la integridad nacional tantas ve-
ces fracasado.


Cási al mismo tiempo que estas noticias, llegaron á las
Antilla::; juntamente la de las cuestiones suscitarlas por los
capitanes generales de ejército conde de Cheste y marqués
de Novaliches, la del viaje de la familia real á Lequeitio y á.




CAPÍTULO V 207


otros puntos de las Provincias Vascongadas, y la que ponia
de manifiesto la disposicion del gobierno presidido por Gon-
zalez Brabo, á no apartarse de su desastroso camino político,
que como constitucional era imperfecto y como absolutista
ineficaz. Y mientras en Cuba lamentaba el valetudinario ge-
neral el poco acierto de los políticos moderados y la ceguedad
de la córte, y el gobernador de la Habana creia poder reali-
zar su pensamiento de dar á luz una Galeria de poetas cuba-
nos (11), empezaron á representarse en Cádiz las primeras
escenas del drama que al completarse recibió el nombre de
Revolucion de Setiembre.


Principió la ejecucion de aquel suceso, en la tarde del
juevesJ7 de este mes, circulando por Cádiz la noticia de que
en los buques de guerra anclados en el puerto se esperaba la
llegada de varios generales para enarbolar la bandera de la
revoluciono A las once de aquella noche se dijo ya que aca-
baba de entrar á bordo de la fragata ZARAGOZA, el general
D. Juan Prim; bastando la noticia de su presencia y el cre-
cimiento de los rumores, para que las autoridades decla-
raran la ciudad y provincia de Cádiz en estado de sitio.
Todo lo anunciado era cierto, y se demostró al dia siguiente
al ponerse en línea, á las órdenes del brigadier D. Juan Bau-
tista Topete, las fragatas VILLA DE MADRID, ZARAGOZA Y TE-
TUAN; los vapores ISABEL rr, VULCANO y FERROL, y las gole-
tas EDETANA y LIGERA, así como todos los guardacostas; yal
verse subir á la una de la tarde las tripulaciones á las vergas,
desde donde dieron entusiastas vivas, que se contestaron con
salvas de veintiun cañonazos. Respondiendoá semejante alga-
zara los comprometidos de la ciudad, como Sanchez Mira,
Merel0, Cala y otros, corrieron á apoderarse del edificio de la
aduana con la parte del regimiento de Cantabria que habian
pronunciado á su favor; á cuyo edificio se trasladaron al ama-
necer deL dia siguiente 19, Prim y Topete, acompañados de
mncho,; oficiale" de la escuadra, y arengando desde sus bal-
cones á la mnltitui. fácilmente seducida por el alboroto,
proclamaron el triunfo de la revoluciono Las autoridades que
en tanto habian ido á. guarecerse al castillo de Santa Catali-




20 8 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


na, no contando con tropas ni con suficientes llledi,os derM-
fensa, y viendo que toda resistencia era ya inútil, resignaron
sus cargos, así el jefe miLitar Bouligny como el go'bernad.or
civil, que no podían en verdad oír con mucho agrad.o los eqos
de aquel himno de Riego, que tantas veces ha deshonrado á
esta pobre patria y tan pocas ha .servido para traernos Vtu'-
dadera política y prosperidad durable.


Al tiempo que esto sllcediaen el antiguo puerto gaditano,
iban acercándose á él los generales desterrados que desde
las Canarias conducia el vapor BUENAVENTURA fletado al
efecto, los cuales, así que el vigía anunció la prox.imidad
del buque, fueron recibidos por uno de la escuadra que los
convoyó hasta ·Cádiz. En sus muelles desembarcaron se-
guidamente el duque de la Torre, Caballero de Rodas, Nou-
vilas y el coronel Lopez Dominguez con otros hombres polí-
ticos, en medio del entusiasmo de aquella misma gente que
poco ántes habia prasenciado impasible su salida para el des-
tierro. A este tiempo tambien, creció el alborozo con la noti-
cia de haber secundado el movimiento en Sevilla el segundo
<:abo de aquella capitanía general, D. Rafael Izquierdo, y .de
prepararse otras poblaciones para seguirlo. .


La primera proclama revolucionaria que ent6nces apare-
ció, ex.pedída el 17 de setiembre á bordo de la fragata ZARA":
GOZA, fué la del brigadier D. Juan Bautista Topete (12), en la
cual, con el tono acostumbrado en semejantes documentos,
se pedia sobre todo moralidad, como si el levantarse al frente
de la escuadra fuese un acto muy edificante, y se aspiraba al
restablecimiento de la verdadera monarquía constitucional.
Seg¡lidamente Prim escribió dos, una dirigida á los gadita-
nos (13) y otra á los españoles (14), firmadas ambas en Cá-
diz con fecha del 19. En la primera participaba el nombra-
miento de una Junta provisional de gobierno, presidida por el
brigadier Topete y encargada de conservar l~s conquistas re-
volucionarias; respecto de las cuales nada prejuzgaba, reser-
vando al sufragio universal y á las C6rtes Constituyentes la
decision de los destinos del país. En la otra proclama lla-
maba á los españoles á las armas, para curar las enferme-




CAPÍTULO V 209


dades de la pátria con los principios liberales de todos ma-
tices, que unidos debian destruir cuantos obstáculos se opu-
sieran sistemáticamente á la prosperidad de los pueblos; y
aunque sin aventurar por de pronto las soluciones que eran de
la competencia de la soberanía nacional, garantizaba las
promesas con su espada y las de los generales Serrano y Dul-
ce, que próximos á regresar de su destierro, figuraban como
él al frente del movimiento revolucionario.


Tan pronto como los desterrados de Canarias desembarca-
ron en Cádiz, dirigieron con la misma fecha del 19 un mani-
fiesto á los españoles, firmado por el duque de la Torre, don
Juan Prim, D. Domingo Dulce (que á la sazon se encontra-
ba en aquellas islas enfermo), D. Francisco S2rrano Bedoya,
don Ramon Nouvilas, D. Rafael Primo de Rivera, D. Anto-
nio Caballero de Rodas y D. Juan Topete, en cuyo docu-
mento, como obra del eminente literato D. Adelardo Lopez
de Ayala, se describian en brillante y vigoroso estilo los ma-:
les de la patria y ofreciase eficaz remedio para curarlos ra-
dicalmente (15). Al laureado poeta que tanto habia contribui-
do con su gran talento á llevar á feliz término los trabajos
para aquella necesaria revolucion, se le encargó entónces del
gobierno de Cádiz por la junta de la capital, así como por la
de Sevilla se designó luego al activo D. Práxedes Mateo Sa-
gasta para igual cargo en aquella provincia.


La real familia, que estaba en tanto toma:ndo baños en Le-
queitio, se trasladó el 18 de setiembre á San Sebastian, tal
vez por el alzamiento de Cádiz intimidada y cuando el go-
bierno se disponía á reunir las Córtes, y á levantar el estado de
sitio en Cataluña, sin embargo de tener ya conocimiento de los
compromisos del brigadier Topete y del general Izquierdo,
tanto como de la mision que llevaba á Canarias el vapor BUE-
NAVENTURA.,.(16). Acobardado aquel gobierno al saber el des-
embarco de los generales en Cadiz, careció de la abnegacion
necesaria para afrontar los sucesos por sus torpezas provoca-
dos. y rehuyendo el combate cuando se aproximaba el verda-
dero peligro, en vez de sacrificarse cual debia, prefirió la có-
moda solucion de presentar á la reina en 19 de setiembre ,\~,~:::-~ . ";.;'


TOMO Ir 14 ,';". e. . .
i:;l:~"
r,; ~:




210 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


renuncia de sus carteras y retirarse, desprestigiado ante el
público vascuence, que veia y no podia creer semejante re-
probada conducta.


El general D. José de ]a Concha, que veraneaba á la sazon
en la capital de GuipÚzcoa. invitado por la reina Isabel, tuvo
en aq ueUos momentos el valor de asumir todas las responsa-
bilidades del mando. y como presidente del Consejo de minis-
tros, y encargado de todos los ministerios excepto el de Esta-
do, por la imposibilidad de elegir colegas allí, se trasladó de
San Sebastian á Madrid el mismo dia 19. Y ciertamente que
nadie podia atinar á qué y con qué objeto, conocidas como
eran su personalidad y sus afecciones, su filiacion política y su
historia militar, y los vínculos que en otros tiempos le habian
unido á algunos de los generales que figuraban al frente del
movimiento de Andalucía. Cuando al dia sig'uiente llegó á
Madrid y supo que las guarniciones de CMiz y de Sevilla es- .
taban ya con los revolucionarios y cuál era el espíritu de la
opinion, dispuso en elórden administrativo, que se encargaran


. dé! despacho de los ministerios los subsecretarios, vista la re~
sistenCÍa á continuar de aquellos ministros que su mayor de-
cision la manifestaban en acercarse cuanto ántes á la frontera;
yen el órden militar, mandó que el marquésde Novalichesse
pusiera al frente del ejército de Andalucía; que el conde de
Ches te , relevado recientemente del de Cataluña por el gene-
ral Turón, volviese allá, encargándose á la vez del distrito de
Aragon; que D. EnsebioCalonge malldaraen Castilla la Vieja,
Galicia y las Vascongadas, y finalmente, que su hermano el
marqués del Duero se encargase de las capitanías generales
de Castílla la Nueva y Valencia,.


Rápidamente se extendia en tanto el movimiento revolucio-
nario. De Santoña saltaba á Ceuta y Algeciras, y de allí á
Málaga y al Ferrol, cuando el mismo 22, que esto se sabia en
Madrid, anunció la reina Isabel el propósito de dejar á San
Sebastian para volver á su palacio; pero tuvo que suspender
el viaje por un telegrama del general Concha, en que le supli-
caba que continuase allí. Mucha confianza debia tenerel pre-
sidente del Consejo de ministros en dominar el movimiento




CAPÍTULO V 211


revolucionario, cuando tal cosa aconsejó; yen verdad quemo-
tivos no faltaban para tenerla, puesto que de los ciento quince
batallones de infantería, artillería e ingenieros que contaba el
ejercito, sólo disponian los sublevados de ventitres; de diez,
entre los setenta y cuatro escuadrones de caballería, y de
seis, en las treinta y seis baterías de artillería, segun confesion
que en las ACLARA.CIONES SOBRE LOS SUCESOS DE SETIEMBRE DE
1868 publicó el mismo general. Si al estorbar este el regreso
á Madrid de cla real familia, lo hizo con el deseo de evitarla la s
probables interrupciones en los caminos de hierro y los dis-
gustos consiguientes al recibimiento de un pueblo próximo á
sublevarse, de ninguna manera era su conducta censurable;
mas como político estaba en el caso de prever el jefe del go-
bierno cuál seria la gravedad de los sucesos si á la reina y á
eus hijos les encontraba fuera de su casa el triunfo de la revo-
lucion.


Esta, en vez de retroceder, iba adelante; 10 cual decia muy
poco en favor de la confianza si aparentaba demostrarla el
general Concha. En Bejar, Alicante, Aleoy y en las monta-
ñas de Leon se respondia al movimiento; la Coruña veiase
bloqueada por la fragata VITORIA; Santander invadida por
el coronel Chinchilla; los andaluces avanzando, detenian al
marqués de N ovaliches en el Carpio, Montoro y Pedro A:bll.d;
yel general Prim, que salió de Cádiz á bordo de una fragata
y acompañado de otros buques, manifestó frente de Cartage-
na el propósito de apoderarse de aquella plaza y levantarla
juntamente con las inmediatas de Múrcia y Alicante, y ter:'"
minó triunfante su mision en Barcelona.


Así las co,>as y decididos los hombres que capitaneaba el
duque de la Torre á dar una batalla que, conocido el estado
de los ánimos del país, ganada les concederia el completo
triunfo, y perdida podria dar momentáneo aliento al gobier-
no, que duraria lo que necesitase el general Prim para le-
vantar los pueblus de las costas del Mediterráneo, en la per-
suasion de que sólo esto podía pasar. señalaron como campo
de la lucha los terrenos inmediatos al puente de Alcolea,
próximo á Córdoba. Ya el dia 27 estaban observándose los




212 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


dos ejércitos: el que mandaba el duque de la Torre, animado
'COn la noticia del levantamiento de las inmediatas ¡Jro-yincias
'de Granada y Almería, y el del gobierno, poco dispuesto á
cruzar los fuegos con los compañeros que distinguia en la
otra márgen del Guadalquivir, y un tant.o irresoluto, si no
abatido, á pesar del alient:> que procuraba inspirarle el ir-
fante conde de Girgenti, coronel de m ballería.


La reina. que por ignorar de lo que se trataba no enmendó
ninguno de los errores que los revolucionarios le atribuían,
insistía cada vez más en volver á Madrid, temiendo que la es-
cuadra deJ Ferrol se trasladase á las aguas de San SBbastian.
El marqués dp. Roncali, que C0illO ministro dfl Estado no se
apartó dellano de la rflal familia, consu'tabft, á Concha sí en
nn evento desfavorable tendría la ,~órte qu? retirarse á Fran-
cia, y el presidente del Consejo respondiendo con estas pala-
bras: «Si triunfa el marqués de Novaliehf's aún puede salvarse
»la causa de la reina», demostraba con tal falta de confianza
en las fJ.erzas hasta entónces leales, cuánta razon le asistiaal
marqués dfl Sala:ml'nca, cuando al ser detenida la reina en la
'eStllcion del ferro-carril d~ San Sebastian por el blegrama de
Concha, la jndi ró la .conveniencia de abdicar en el prlncipe
de Asturil's. ¡,A. qué conduC'ta tan vacilante y poco clara en
las manifestacioD~s, cuando en las ya públicas proclamas de
los !evolucionarios se pedia moralidad y justicia y decencia y
reunion de Córtes Constituyentes por el í3ufragio universal, y
la destruccion de los obstáculos que se oponían á la prospe-
ridad de los pueblos, sin dar á las pretensiones un carácter
distintamente antidinástico'? Sin duda hubiera sido de gran
peso la opinion del general Concha, si con toda la claridad
que lo grave de las circunstancias exigia, la hubiese mani-
festado á la reina; pues tal vez, y probabilidades no faltaban,
habrian con ello podido desbaratarse algunos compromisos
revolucionarios, ó dirigirse por otro camino las soluciones.
Que el porvenir de la dinastía estaba en la abdicacion, todos
lo comprendian; como en el ánimo de todos estaba que los
generales en su mayoría, viendo más resistencia en los pode-
res públicos, hubiesen aceptado con plácemes la oferta de




CAPÍTULO V 213


enc~rgar al duque de Montpensier la regencia del jóven prín-
cj,pe. D. Alfonso.


Ni el general Concha dió aquel paso, que tanto le hubiese
acreditado como jefe del últÍ1;no gobierno de doña Isabel n,
ni supo ponerse en inteligencia con los revolucionarios, para
salvar lo que le estaba confiado, ni supo tampoco resistir el
empuje de la nacion descontenta por la política de sus prede-
cesores, Pero si de lit franqueza no abu,só este general, no
usaron más que él los de la re'íoluciou, que al solicitar el am-
parqdel dllque de M:ontpel1;Sier y al PQne.r á su disposicion
lILs espada.s que ceñian, le oculta,ron, por descuido sin duda,
lo que sus coligados propalaban en el periódico clande~tino
EL RBLÁMPAGO, en el cual figuraba como primer compromiso
de la revolucion triunfante el grito de jA bajo los B01'bones!
¿No lo era el duque de ~\:1 mtpensier'? Es que aquel movimiento
revolllcionario, como producto de. coalicio'nes mal ajustadas,
no se distinguió por la buena fé de los comprometidos; pu-
diéndose creer, que ni todos los que en él figuraron se dirigian
á un solo propósito, ni todos eran compleú¡.mente agenos ni
estaban desligados de 10 que parecia. que iban á derribar; y
que al j un tarse no hacian otra cosa que medirse para 1 uego
destrozarse mútuamente. Tal se vió despues y aún sus efec-
tos se tocan hoy.


El 28 de setiembre se dió en el puente de Alcolea la bata.-
TIa que habia de decidir la suerte política de España. No el
valor, porque todos eran soldados del ejército español; no la,
habilidad, porque torpezas se cometieron por una y otra par-
te; sólo un mal consejo, ó la desesperacion quizás, que arras-
tró al marqués de Novaliches más allá del puesto que un ge-
neral en jefe debe ocupar, le trajo á éste la desgracia de ser
herido precisamente en la boca, privándole por consecuencia
de la. facultad de comunicar órdenes y del medio de alenta,r á
las tropas. Inutilizado el jefe, se creyó su ejército en derrota.,
aunque en realidad la victoria á nadie le perten~cia; pero des-
moralizado se retiró abatido á Montoro, á Villafranca y á otros
puntos, dejando paso á la revolucion para que se extendiese
pJr la Península. Bien es verdad que quien ganó la batalla ~;::-'~<~:.:~~:~ ..
~::<0l .'\ )':~~.:
I -.: ,'-~ . .
~, 1
\ .




214 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


el único que no estuvo á ella, y no en balde decian las gentes
y se cantaba por las calles al conocerse él triunfo de los revo-
lucionarios de setiembre, que


En el puente de Alcolea
La batalla ganó Primo


Prim y no otro, que ya en Oádiz, abusando con,sus exigen-
cias del blando carácter de D. Francisco Serrano, obtuvo para
él el ministerio de la Guerra y para su correligionario D. Prá-
xedes M,ateo Sagasta el de la Gobernacion, si el éxito corres-
pondia á sus esfuerzos; es decir, el más dulce fruto revolucio-
nario, cual era el disponer de la fuerza en el ejército y de
la influencia en los comicios.


El general Concha como jefe del gobierno, ó su hermano
el capitan general de Madrid, marqués del Duero, si no lo man-
daron, consintieron que, mientras la fiscalía de imprenta se
ensañaba implacable en los periódicos rev olucionarios, se en-
terase la capital de España la noche del 28 de lo que estaba
oClll'riendo, demostrándolo con las idas y venidas de soldados
cargados con camillas y útiles de campaña que cual en pro-
cesion pasearon por las calles principales, como previniendo
al público que se preparase para el dia siguiente.


Conocido que fué aquella noche el desas tre de Alcolea, re-
unió el general Ooncha ante su presencia los generales más
caracterizados de Madrid, para exponerles la gravedad de las
circunstancias y pedirles opinion. «Oida la de todos los ge-
»nerales, manifesté,» dice el marqués de la Habana en su s
Aclaraciones, «que consideraba, como todos, perdida la causa
»de la reina, aunque se hicieran los mayores sacrificios; que
»no creia debia prolongarse una lucha que sólo habia de ser-
l>vir para producir grandes males á la patria; que aunque
»preveia tambien que los sucesos podrian precipitarse, no po-
»dia por mi parte autorizar, siendo ministro de la reina, un
»acuerdo con los generales que habia.n proclamado su desti-
»tucion; y como era posible que este acuerdo se hiciera nece-
»sario para evitar graves conflictos á la capital, me resolve-
»ria á marchar á San Sebastian, para exponer á S. M. el
»estado de la nacion y hacer mi dimision; pero que, como




CAPÍTULO V 215


»ministro de la Guerra, tenia que mirar por la suerte del
~ejército de Andalucía, y que, despues de enterarme de su es-
»tado, iba á dar las órdenes necesarias para que se replega-
~se sobre Madrid.»


i,No hubiera sido más pertinente que semejante resolucion
de última hora. la hubiese adoptado cuatro dias ántes'? El
consejo de generales terminó, segun aseveracion del mismo
general Concha, á las seis de la mañana del dia 29 de setiem-
bre, cuando bien poco era el tiempo que le quedaba disponible
para comunicar aquellas necesarias órdenes, pues á la misma
hora se repartía ya con profusion una proclama con el epi-
grafe de j VI<;TORIA!, en la que se excitaba álos madrileños pa-
ra ::;ecundar inmediatamente el grito de las provincias. Ni
debían aquellas órdenes necesarias serlo tanto, cuando al
participar aquel general al de Cataluña y Aragon, conde de
Cheste, que era el que de más fuerza disponia, su resolucion
{le ir á San Sebastian á presentar la renuncia de un cargo
que no podia defender, le decia al propio tiempo: «V. E. po-
»drá obrar como lo crea conveniente atendiendo al estado ge-
~meral de la nacion y al particular de esos distritos.»)


Un presidente del gobierno y jefe superior del ejército, tenia,
indudablemente muchos medios todavía para proceder de otra
manera. El ganeral Concha no lo creyó así; pero siempre
constará, á pesar de su;; justificaciones, que en aquella oca-
sion abandonó el campo sin luchar bastante, dando un mal
ejemplo, por más que cJmo acto patriótico se le aplaudiera, y
señalando una línea de conducta á los generales q!le, preten-
diendo interpretar la última idea del poder responsable imi-
tándole, abandonaron en distintas formas los mandos que des-
empeñaban.


Ciertamente que la revolucion era ya precisa en España;
que fué acogida por la opinion pública con 'un aplauso uná-
nime y como cosa tan natural y ne~esaria como preciso era
salir del constante estado de vergüenza y de sonrojo en que
los españoles creiamos encontrarnos, y nos confirmaban todos
los dlas las publicaciones clandestinas y las extranjeras, al
acusarnos de consentir en el poder irresponsable veleidades




216 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


que nos ridiculizaban ante la Europa, yen sus consejeros y
hombres de gobierno mal encubiertas torpezas, que parecian
crímenes, é inmoralidades y actos deshonrosos para el nombre
español. Por eso á nadie sorprendió la revolucion, ni nadie
estimó como una desgracia el tener que corregir aquellas ir-
regularidades, cuya violenta enmienda no era sino el princi-
pio de otros mayores confl.ictos para la pátria. Pero nuestro
carácter meridional, impaciente y apasionado, dejó arrastrar-
se hasta el punto de suponer que un mal superior á aquel era
imposible idearlo, y sin meditacion bastante por parte de los
alucinados, y sin buscar préviamente el antídoto, y sin tener
bien dispuesto el reemplazo que necesitaba lo que se iba PJr
la voluntad de los más, creyeron todos muy recompensados
sus esfuerzos con la reivindicacion de la honra nacional. Y
en tanto descuidamos la integridad de ésta, que poco tardó en
enlodarse, no ya por personajes históricos, sino por entidades
desconocidas y no todas de reputacion tan limpia que pudie-
ran presentarse con la frente levantada ante las personas
dignas y los tribunales de justicia.


La revolucion de setiembre en Madrid no fué otra cosa, ni
páreció más, que el acto de entrega de un obsequio ofrecido.
No hubo sa;ngt'e; se dió la batalla en seco, como decian los pe-
riódicos; no hubo .conflictos, ni el desórden, que de ordinario
acompaña á semejantes cambios, se enseñoreó de las calles
de la capital. ¿Y cómo la lucha si todos estaban de acuerdo'?
Se formó con los principales agentes de la conspiracion una
Junta de gobierno, en la que tomaron parte hasta aquellos de-
mócratas que dos dias ántes manifestaban, que sólo abando-
nándoles Madrid á su cuidado durante las primeras vei.nti-
cuatro horas, podrian comprometerse á formar causa comun
con los unionistas y progresistas que dirigian el movimiento.
Pero aquellos demócratas, á quienes desde el primer momento
se les dió más participacion de la que les correspondía y ma-
nifestaron luego que no se conformaban sino con ser dueños
absolutos de la situacion, formaron á la vez, con violencias
hasta allí no presenciadas, otra Junta de gobierno, cuyo vue-
lo solamente con transacciones poco levantadas pudo cortarse,




CAPÍTULO V 217


queda.ndo entónces establecido de hecho el gobierno de la. re-
volucion.


Mientras salían de las masas los poderes públicos, se refu-
giaba en territorio francés el secular de la monarquía, desam-
parado de todos y sin qu~ en los primeros momentos llorase
nadie su ausencia. La última rama de los Borbones destrona-
dos se estableció en Pau, en el mismo palacio de su antecesor
Enrique IV de Francia, al tiempo que los generales vencedo-
res: en Alcolea, únioo8 y verdaderos héroes de la revolucíon de
setiembre, se acercaban á Madrid, donde eu los primeros dias
de octubre, con la base del duque de la Torre, de D. Juan Prim
y de D. Juan B. Topete, se formó el primer ministerio ó go-
bierno provisional con D. Adelardo Lopez de Ayala y don
Práxedes M. Sagasta en representacion de los unionistas y
progresistas que dieron el grito en Cádiz; con D. Juan Alva-
rey; de Lorenzana, por los que en Madrid dirigieron el movi-
miento; D. Laureano Figuerola y D. Antonio Romero Ol'tiZ,
como representantes de los hombres de la un ion liberal y:
del partido progresista que, sin haber tomado parte princi-
pal. en el cambio, lo aceptaban con todas sus consecuencias,
y con D. Manuel Ruiz Zorrilla en representacion de los expa-
triados· voluntarios que habian llegado tarde.


Este fué el gobierno provisional que íntegro se presentó
más tarde á resignar su mandato en las Córtes Constituyentes
y sirvió de base tambien al del poder ejecutivo y al gobierno
de la regencia.


In.


Los habitantes de las Antillas que, con el nombre de refor-
mistas ó con el de independientes, aumentaban con sus predi-
caciones el número de los desafectos á España, sabian al por-




218 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


menor cuanto se intentaba por los revolucionarios de la me-
trópoli para derribar el gobierno de Gonzalez Erabo, y áun
la dinastía de doña Isabel n. Esto les alentó á precipitar los
trabajos, que para emanciparse seguian de tiempo atrás; y á
fin de hacerlos eficaces, los encaminaron al objeto de levantar
su bandera á la vez que' en la Península se diese el grito se-
dicioso. Por tener mejores y seguros datos ó por su más per-
fecta organizacion revolucionaria, fue Puerto-Rico el primero
que dió al viento su pendon rebelde; y Jos 'iJivas á la indepen-
dencia de BO'1'inquen y los mueras contra el dominio español
en las posesiones de Occidente resonaron allí ántes que en
otra parte.


Antiguas eran en la pequeña Antilla las simpatías en fa-
vor de los que proclamaron la independencia en Caracas yen
otros puntos del continente sur-americano; y de antigúo ha-
bían mantenido, por tanto, los puerto-riqueños, relaciones
con los republicanos de Santo Domingo y con los disidentes
de Venezuela, ya directas 6 por medio de los agentes que con-
virtieron á la inmediata isla de Santhomas en centro de ac-
cion de sus trabajos revolucionarios. Desde 1821 á 1835,
como en junio de 1838, en que fracaSó el bárbaro plan que
tenia por objeto una matanza de peninsulares; en 1840, en
que hubo necesidad de ejecutar á, dos sargentos andaluces
comprometidos por el separatista Vizcarrondo, como en todas
ocasiones en que los partidos liberales ascendieron ruidosa-
mente a la cumbre del poder, y siempre que en la Península
fué la anarquía considerada,se intentaron allí movimien-
tos de éxito en verdad no muy favorable, pero bastante
para dar un paso más en el camino de la propaganda y para
extender la idea de independencia á la par que el número de
sus adeptos.


En todo tiempo fueron importantes y p3ligrosas aquellas
incitaciones; pero cuando con mayor carácter de gravedad
empezaron á presentarse, 'fué el año de 1855, y mientras el
gobierno progresista del bienio consentia con sus intempe-
rancias que los lazos de la obediencia se aflojaran. Un motín
promovido en la capital de la pequeña Antilla por los artille-




CAPÍTULO V 219


ros que pedian rebaja de un año de servicio, aunque sin
apariencias de tener color político, demostró en aquella época
que no era extraño á los trabajos de los conspiradores, los
cuales, entre los medios de su sistema perturbador, usaban
con predileccion el de minar la disciplina del ejército. En 1864
crecieron en importancia los trabajos separatistas, y se agi-
taron doblemente los revoltosos, llegando su osadia hasta que-
ter aprovecharse de la ausencia de las tropas y de los vo-
luntarios, ocupados en la guerra de Santo Domingo, para
realizar sus fines. Dirigian entónces el proyecto separatista
el ex-ministro dominicano Del Monte, el doctor Betances y
un tal Paradis, quienes desde los centros de propaganda que
tenian en los pueblos de Mayagüez y de San German, expi-
dieron una proclama contra los españoles, llamando á las
armas á los gibaros ó habitantes del campo para emanci-
parse de nuestro dominio (17).


Estaban tau adelantados los trabajos revolucionarios en la
isla al termiuarse aquella desastrosa guerra· dominicana, y
tan alarmantes anuncios llegaban á la pri mera autoridad , que
esta tuvo por conveniente «embarcar para la Península, bajo
»partida de registro, al comandante graduado capitan don
»Luis Padial y Vizcarrondo, quien á pesar de la resistencia
»que oponía, salió con direccion á la Habana en 19 de di,ciem-
»bre, y desde allí pasó á España». Sospechábase por la opi-
nion pública que este militar era el más comprometido y el que
debia ponerse á la cabeza del movimiento independiente de
Puerto-Rico (18); por lo cual fué aplaudida como acertadísi-
ma la disposicion del general D. Félix M. de Messina, que
ya en otras circunstancias habia dado muestras bastantes del
puro patriotismo que le animaba.


Un año despues del destierro de Padial, se estrecharon
fuertemente las inteligencias entre los disidentes puerto-
riqueños, y los cubanos dela junta de Nueva-York , que tanto
contribuyeron á los reveses de nuestras tropas auxiliando á
los rebeldes de Santo Domingo; y entónces fué cuando por
Goicouria y por el titulado general mejicano Quesada, setrató
de hacer estallar á un mismo tiempo la insurreccion en las




220 LAS INSURRECCIQNES EN CUBA


dos Antillas espaiio.las. Sin descuidar t,aJ.es trabajos y armo-
ni~ándolos en ambas islas, se expidieroI1- por dicho Quesada
proclamas ea 1866 (19), al tiempo que empezó á circularse el
:papel moneda de la república de Cuba y Puerto-Rico, y se
daban treguas á la rebelion armada por acuerdo de los comi-
sionados de la Jun,ta de inforJ;l!l~ion, que ántes de aventurar-
se de aquel modo querían, aparentando, solicitar concesioneli
del gobierno de la metl1ópoli, tr~bl;l.jal' más sobre seguro
y. con mayor provecho. Pero 10,8 más impac\entes puerto~
riqueños no pudiel'OU contenerse a.l encontrarse organizados, y
en '7 de junio del siguiente año. de 1867 se lanzaron á las
e.mpresas. guerreras, promo.viendo la sed:eion milítarquo, fra-
casada como las anteriores, obligó al gener&.J D. Jose María
Marcil.essi á expulsar de la isla á D. Pedro Gerónimo Goico,
D. Ramon Emeterio Batances, D. Julian Eusebio Blasco, don.
Rufino Goenaga, D. Cárlos Elio La Croix y hasta al comisiQ-
l,lado de la Junta informativa D. Seg1111do Ruiz Belvis que
a.cab~ba de regresar de Madrid. Manifes.ta.cion e.l\;terna de estos
~onspirad.ores fue la proclama del 16 de julio publicada IJor el
t:om,ité revolucionario de Nueva-York en 1. o de setiembre, que
terminaba con vivas á Puerto-Rico y Ouba li~res y un mu~ra
.Eapana para siempre en .Á mérica; y en consecuencia. de
aquel fracaso tuvo que lamentarse el fusilaIJliento de un cabo
de artillería y el castigo de algunos soldados.


El comisionado Ruiz Belvis, que figuraba como principa.l
agitador, se trasladó desde Puerto-Rico á Nueva-York~ y
nQmbrado por aquella junta revolucionaria para pasar á laS
repúblicas del Peró y Chile con el carácter de plenipotencia-
rio, desplegó gran actividad pa.ra, decidir á. sus gobiernos en.
favor de la causa antillana, lo que no le fué dificil obtexwr
con la proteccion de Vicunna Mackena y el apoyo del princi-
pal agente cuhaJ;lo Morales Lemue, con quien estaba de aCuel' ...
do y seg'uia. continuada corre$pon,dencia. Antes de terminar:
su cometido murió Ruíz Belvis en Valparaiso, sl,lcediénd.ole
en la direccion del movimiento puerto-riqueño el médico Be.,.
tances, tan irreconciliable enemigo de España como aquel. y.
que como su aIl¡te(X)sor se.\labia servido de la profesio.n que




CAPítULO V 221


ejercia para extender la propaganda antiéspafiola.Poca era
la diferencia ae antecedentes y cvndi~iones entre uno y otro
caudillo. Educado Belvis en Caracas, pasó á la pequeña Anti-
lla, donde al amparo del gobierno español desempeñó el juz-
gado de Faz d3 Mayagüez; mientras Betances, natural de
Cabo Rojo en esta isla, estudiando en Francia desarrolló sus
sentimientos de ódio á Espafia. Uno y otro eran viciosos y de
vida privada poco edificante:ámbos jugadores y aficionados
á las antiguas costumbres borinqueñas; los d:1s prestaron de-
cidido apoyo y grandes servicios á los dominicanos cuando
al grito de restauracion se rebelaron cont'ra la obraanexio-
nista del general Santana, y los dos, finalmente, desobede-
cieron las órdenes de Marchessi, y en VAZ de ir á presentarse
al gob.i3rno de la metrópoli, se embarcaron clannestinamente
para Nueva-York.


Los directores del movimiento puerto-ríqueño, sefialaron
las fi.<>stas de San Juan de 1867 para dar el grito revo-
lucionario fU la i::,h; pero los terremotos que aquel año tan-
t.) '}.med rfDtarún á los conspiradores y afligieron á todos aque-
llos ha bitant:'s, lA obligaron á aplazarlo. Borrada á poco la
impresion de las sacudidas volcánicas, se reunieron los prin-
('.1.pales conspirador~s en Santhomas les dias 9, 11 Y 16 de
diciembre, juntamente con los voc.ales por Cuba en la junta
d .. Nueva-York, D. Juan :Manuel Macias, que propuso ace-
le rar la revoJ J.cion en PU3rto-Rico para que Cuba. le secunda-
SE' luego, y el muy inquieto D. Domingo Goícouría, que
apoyando la idea, ofr'(lió destinar· á las dos Antillas un car-
gamento de armas que tenia dispuesto y sacaría de los puer-
tos de la Union americana, pretextando llevarlo á las repúbli-
cas del Sur. El gobierno espafiol en tanto, condescendiente y
t::lrr ' ~n les asuntos ultramarinos cual siempre, decretó un
indulto para todos los de la pequefia Antilla expulsados por
infidentes, cuya gracia no quiso aceptar Betances, porque es-
wranzado ton el triunfo que le hacían entrever las relaciones
con los cubanos P. Miguel Aldama y Morales Lemus, pre-
}'traba las cosas para que el grito de'l'ebelion se diese enlos
últimos días de setiembre ó primeros de octubre de 1868.




222 LAS iNSURRECCIONES EN CUBA


¿Existiria alguna;inteligenciaentre aq uellos y los conspiradores
de la metrópoli que á la sazon capitaneaba D. Juan Prim'?


En enero del año que se acaba de citar pasó Betances de
Santhomas á Santo Domingo, para ponerse de acuerdo con
Macías y con Cabral. Este conspiraba contra el poder de Baez,
porque jamás se habia. prestado á atentar contra los inte-
reses de España, é hizo eqtónc,es causa comun con Cuba
y Puerto-Rico, pretendiendo proclamar la república fede-
ral antillana. En aquellas conferencias se concertaron, la
forma en que debia realizarse el movimiento y los medios que
para conseguir un triunfo indudable convenia emplear desde
luego, por las nuinerosas sociedades secretas establecidas en
la pequeña Antilla.


La decidida proteccion que durante los mandos de Serrano
y Dulce recibieron los separatistas de Cuba; las concesiones
que bajo el aspecto de reformas otorgadas á cubanos y puerto-
riqueños iban acercándoles la realizacion de sus propósitos;
así como el resultado, adverso á las armas españolas, que con
sus esfuerzos obtuvieron los insurrectos de Santo Domingo,
alentaron tanto el espíritu independiente de los antillanos, q.ue
su provoeativo descaro se hizQ á poco imposible de sufrir. En
sus numerosas proclamas, en las reuniones familiares, en los
liceos y establecimientos científicos y literarios, hacian la
más pública propaganda, sin que ni en una ni en otra Anti-
lla ejercieran las autoridades la atinada vigilancia que se re-
queria, para conocer cómo abusaban aquellos disidentes de
la benevolencia ó de la ceguera oficial,. y qué fin se propo-
nian en aquellas reuniones, donde eran excluidos los peninsu-
lares y se rechazaba.á todo el que se tenia por buen español.
Aquellas autoridades no veían la revolucion que desfilaba por
delante de sus ojos ó ignoraban lo que todo el mundo sabia:
que en tales reuniones se hacia la distribucion de los car-
gos públicos que los concurrentes habian de desempeñar el
dia que la rebeliontriunfase, lo cual se tenia por tan segu-
ro, que así 10 proclamaban ruidosamente en las francachelas á
que tan aficionados son aquellos insulares, celebradas ya por
la próxima realizacion de su independencia.




CAPÍTULO V 223


En el pequeño pueblo puerto-riqueño de Lares, fué donde
primero empezó á conocerse la actividad revolucionaria. Res-
pondiendo hácia mediados de junio de 1867 á la8 indicacio-
nes de los comités, tomó una actitud tan pública y atrevida
que fácilmente pudieron adivinar los españoles leales de lo
que se trataba, y hasta suponer la existencia de algunos de-
pósitos de armas y de municiones en las casas de los ménos
prudentes conspiradores. En.terado de esto el gobernador su-
perior de la isla, comisionó á un coronel para que se impusie-
ra de la verdad; pero la falta de tacto de un militar poco
sagaz y sin bastante experiencia, más que desbaratar, alentó
á aquellós disidentes, quienes hábilmente supieron catequi-
zarle y disponer de él hasta el punto de hacerle asistir á 100
mismos bailes que celebraban como pretexto para conspirar.
La prevenéion y desconfianzas manifestadas desde entónces
por la primera autoridad, les contuvo, sin embargo, y obligó
á aplazar el movimiento; pero como el triunfo lo tenian por
indudable, empezaron á tomar antieipado lo que juzgaban
corresponder de derecho al vencedor, y tal lo practicaron pi-
diendo fiadas muchas mercancías á los comerciantes españo-
les, á quienes intentaban exterminar luego, y valiéndose de los
pérfidos medios que les asegurasen la posesion de un despojo
que no diese despues lugar á controv:ersias.


Relevado á principios de 1868 el general Marchessi, fue á
reemplazarle D. Julian Juan Pavía, quien iba decidido á ha-
cer una pol\tica conciliadora que atrajese hácia España á los
más desafectos; pero su buena intencion no produjo el efecto
que esperaba ni redundó por tanto en bien de los intereses
españoles. Con el objeto de borrar hasta el recuerdo de los.
terremotos, cuyos desastres si bien ménos se lamentaban to-
davía,promovió aquel general fiestas públicas; animó las de
San Juan, y, á los muchos medios de esparcimiento consen-
tidos. permitió que se uniera el del juego. Censurada fué du-
ramente esta medida tan contraria á todas las disposiciones
dictadas en la América española para destruir aquel cáncer
social; mas ni aun suspendiendo de este modo los efectos. de
la ley, y comprometieúdo hasta iU propio nombre pudo




224 LA.S INSURRECCIONES EN CUBA


contener Pavía la marcha. de los desafectos, que solo emplearon
la concesion como arma para desprestigiarle. ¿Yqu~ otra cosa
habian de hacer'? Al verse tan favorecidos por el gobierno su-
premo, qlle á excitacion de la Junta informativa accediaá
matar los ingresos del Tesoropuerto-riqueño, suprimiendo
los derechos de importacion; y al presenciar el disgusto de
los españoles, tanto por las me:Hdas emanadas de la metró-
poli como por las del capitan general, quP, les traia ya las que
creian seguridades para su triunfo, ¿no debian mostrarse or-
gullosos y descontentadizos'!


Consecuencia de las benéyo1as disposiciones de la autoridad
nueva y de su desgraciada aceptacion, de la amnistía para
los desterrados y de aquellas concesiones obtenidas en Madrid
por los comisionados de la Junta informativa, fué el obligado
envalentonamiento de los conspiradores separatistas y la acti-
vidad desplegada al inaugurarse en junio el último San Juan
que pensaban pasar bajo el dominio de España (20), puesto
que se proponian no concluir el año 1868 sin fijar en sólida
base la bandera de su independencia. En Lares, en el Barto-
lo, en Mirasol, Pezuela y demás puntos donde todo estaba or-
ganizado, no daban punto de reposo á los afiliados las confe-
rencias, reuniones y fiestas en las que, alargando las de San
Juan y Santiago, se celebraba ya el triunfo de sus proyectos.


La política de las contemplaciones y de la excesiva pru-
dencia y tolerancia siempre han sido fatales en nuestras An-
tillas. Esta verclad, que han expresado cuantos han visto de
cerca el modo de ser de la sociedad de la América latina, y que
con muy oportuno acierto exponen en su libro los historiado-
res de la INsuRREccroN DE LARES, fué patentemente compro-
bada en aquella ocasion por las complacencias del goberna-
dor, y de aquellos de sus delegados que autorizaron ó no dis-
tinguieron durante las fiestas indicadas cómo se ponian de
acuerdo los conspiradores de Mayagüez, Las Marías, Ca-
muy, y otros pueblos de aquel extremo de la isla, donde pú-
blicamente se contaba el número y se citaba la época del mo-
vimiento revolucionario.


Al dia siguiente de darse en Cádiz el grito de rebelion por




CAPÍTULO V 2:25


el brigadier Topete, ósea el 18 de setiembre, anunciaron lo
que muy pronto iba á pasar, unos negros de la hacienda de
Plumey, que en ademan sedicioso y con ruidosos vivas á la
libertad, promovieron un escándalo que no tuvo consecuencias
por hallarse á este tiempo los comprometidos muy ocupados
en adquirir toda la pólvora que e:x:istiaen los establecimientos
públicos. Cuatro dias dí,;spues circularon los conspiradores por
santo y seña la noticia de que al siguiente hahria fiesta en
casa de un tal Rojas, jefe en Lares de una de las secciones;
cuyo anuncio sirvió para que los despojadores de peninsulares
se diesen gran prisa en tomar á los comerciantes muchos ví ve-
res y efectos al fiarlo. Y el dia 23 se dió ya el grito separatista
en aquel pequeilo pueblo de Lares, anticipándose, por motivos
agenos á la voluntad de los rebeldes, la hora de la revolucion,
que estaba señalada para el dia 29.


El motivo, que se tuvo por providencial, de aquel apresura-
miento, fué el haber sorprendido uno de los leales á España,
que en el camino de Quebradillas el, Camuyestaba descansan-
do al abrigo de unas espesas matas, la conversacion de dos
personfis desconocidas para él que se detuvieron casualmente
en aquel mismo sitio, las cuale~, creyéndose sin testigos, se
confiaron mútuamente el estado delos trabajos revolucionarios,
las fuerzas de que disponian yel punto, dia y hora en que
empezarian las agresiones contra el dominio español. Aque-
lla persona, que durante el largo tiempo de las confianzas
tuvo q ne guardar la mayor circunspeccion para sal var su
vida, que hubiera perdido sin dud,t á ser descubierta, corrió
presurosa á comunicar cuanto sabia al corregidor de Arecí-
bo, que era el más próximo en aquella parte de la Costa aba-
jo designada como punto de operaciones y centro de accion
de los rebeldes.


Con aquel precedente indudable se adoptaron rápidament.e
acertadas medidas en Camuy, mientras en otros puntos se
descubria la pista de los conspiradores, que en la mañana del
2.'3 iban muy confiados á reunirse en la casa que el norte-
americano ~'Ír. Brugman tenia en su cafetal del barrio de
Furnias, en la jurisdicciondeMayagüez. Reunidos allí treinta


'1'o\ro TI 15




226 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


y cuatro caudillos al frente de 250 ó 300 hombres, marcha-
ron á otro cafetal que en el barrio de Pezuela y jurisdiccion
de Lares poseia el indicado D. Manuel Rojas, cometiendo
atropellos, violencias y saqueos en las tiendas de los españo-
les que encontraron al paso, en cuyos actos vandálicos se dis-
tinguieron principalmente los negros que habian sido escla-
vos hasta aquel momento, en que al grito de libertad procla-
maron y adqnirieron por si la suya.


Ya en la finca de Rojas se levantó la bandera encarnada
con la inscripcion de «MUERTE Ó LIBERTAD: VIVA PUERTO-
RICO LIBRE: AÑO DE 1868.» Rojas arengó á los sediciosos,
quienes prestaron juramento de no deponer las armas hasta
conquistar la independencia, y embriagados de entusiasmo,
se dirigieron en algarada al pueblo de Lares, situado en los
cercanos y de los más escarpados montes de la isla. De lo
que aquellos independientes prometian, dieron claras mues-
tras en el corto camino que recorrieron, allanando casas,
atropellando á sus dueños, dedicándose al saqueo y matando
á un hombre de color por no querer seguirles. Y así que se
posesionaron sin ninguna resistencia de aquel pueblo, fueron
á la casa del rey ó del ay¡;tntamiento á constituir los po-
deres públicos, iniciando sus actos de gobierno con la prision
de los buenos españoles, á quienes préviamente robaban, y
con la aparatosa proclamacion de la república y la forma-
cion de un gobierno provisorio. Para presidirlo se aclamó á
D. Francisco Ramirez, de orígen mulato y corto propietario
de una tienda de pulperia, y para ministros se nombraron
personas de no mayor significacion, entre las que figuraban
eljuez de paz de Lares y un escribiente del juzgado.


El incipiente gobierno funcionó desde luego, redactando
los manifiestos de costumbre, cuyos originales se fija-
ron en las paredes de las casas; seguidamente expidió correos
á los propietarios de las fincas inmediatas, pidiéndoles gen-
te para engrosar sus huestes, y caballos para la campaña
y reses para sustentarse; y á la vez que convocaban á todos
los jornaleros para recogerles las libretas, ó documentos ofi-
ciales que les servian para justificar RU laboriosidad y anotar




CAPÍTULO V 227


sus jornales, obligaron al cura párroco á que· dispusiese un
l'e-IJeum por el triunfo de la indep3ndencia, y empezaron los
preliminares de un empréstito fOl:zoso que debia pagarse por
el comercio peninsular (21).


Al amanecer del siguiente dia 24, un grupo de la fuerza
insurrecta como de 700 hombres, mandados por oficiales de
milicias, se dirigió hácia el próximo pueblo de Pepino á re-
petir allí la proclamacion y establecer otro gobierno. En el
tránsito detuvieron á cuantos jornaleros encontraron, obli-
g'ándolos á unirse para aumentar las masas; y á las ocho de
la mañana penetró la columna en las calles de la poblacion,
Jando vivas a Prim, á la libertad y á la independencia de
Puerto-Rico, y mueras á Espai1a y á su gobierno. Los veci-
nos leales de Pepino, rec81osos por los rumores que circula-
ban y alentados pClr el corregidor de Aguadilla, que se habia
trasladado allí, p~rmanecian en sus puestos esperando, y
cuando las turbas invadieron sus calles en confuso tropel y
gTitería, contestaron con vivas á España y con algunos dis-
paros á los de las armas rebeldes. No se necesitó más para
poner en precipitada fuga á aquellos revolucionarios, quienes
tan sin tino huyeron, que atropellaron á su propia gente de
a pie, la cual al verse tan mal tratada, se dispersó al grito
d~ traicion y arrojando las armas que llevaba para batir-
se (22).


Sabido esto por otros de los comprometidos en el movimien-
to, que desde la noche del 22 se hallaban reunidos en el bar-
rio de Hato arriba, esperando el aviso para ponerse en accion,
lo suspendieron torIo. Los que formaban el gobierno de Lares,
á quienes llegó la noticia de la derrota por los dispersos, de-
jaron precipitadamente en libertad a los presos, creyendo per-
dida su causa. Y algunos caudillos fugíti vos, que se reunieron
en la hacienda que tenia RrJjas en la Pczuela, despnes de lar-
gas discusiones sobre si debía continuarse la guerra en las
montañas ó dar por terminados sus trabajos, decidieron, en
vista de las durlas y de la falta de uniformidad en los parece-
res, ocu1tarse en los bosques de las jurisdicciones donde más
nnmer030S c[,;\;llos afiliidos en las sociedades secretas .





228 LAS I"SUI1I1ECCIONES E"l CUBA


La autoridad, que con sus medidas habia procurado hacer
fracasar el plan revolucionario, dispuso que varias columnas
combinadas persiguieran á los rebeldes, los cuales fueron en
su mayor parte capturados en San German, Ponce, Maya-
güez y Arecibo; presentándose los restantes pidiendo gracia
á las autoridades de Lares, Mayagüez, Carnlly y Pepino. Por
decreto de 27 del mismo mes de setiembre puso el capitan
general á disposicion de la jurisdiccion ordinaria á todos los
presos, excepto á los cogidos con las armas en la mano ó ha-
ciendo resistencia á la fuerza pública, qnienes continuaron
sujetos al tribunal militar; yencargó de la sustanciacion
del proceso al alcalde mayor de Ponce, D. Nicasio Navascnés
y Aiza, quien con tal motivo desentrailó todos los trabajos
que de antiguo venian haciemlo las sociedades secretas titu-
ladas LANZADOR DEL NORTE, CENTRO BI1AVO N.O 2, EL POR-
VENIR, CAPA PRIETO N.O 1.0 y otras; pudiendo comprobar las
tendencias sep:tratistas que torlafl ellas tenian.


El gobierno ae la metrópoli, clemento é impolítico como
han sillo de ordinario en tales asuntos los de la nacion espa-
ñola, concedió, despues de la revolncionde setiembre, amnis-
tía á todos aquellos enemigos de la patria, así como á los que
enCuba conservaban todavía las armas enla. mano y sacrifica-
ban á nuestros hermanos saqueándoles su hacienda. y asesi-
nándolos bárbaramente. Estos respondieron á la graciosa. y
extemporánea concesion, extendiendo el movimiento insur-
reccional, mnltiplicando sus crlmenes y ensaiián(losc más en
los buenos españoles. Aquellos amagan desde entónces, y darán
sin duda un golpe sobre seguro cuando todo lo tengan dis-
puesto, si b aventurera política de estos cuatro años no se
reemplaza con una. gobel'llacion s6ria, y las contemplaciones
injustificadas, con actos de verdadera justicia para el delin-
cuente y con premios y recompensas para los q ne sepa.n sa-
crificarse por la nacionalidad española.


..




CAPÍTULO V 2~9


IV.


Los acontecimientos de Puerto-Rico, que someramente
acaban de referirse, no se supieron oficialmente en la grande
Antilla hasta el dia 7 de octubre que llegó á Santiago de Cu-
ba el vapor FRANCE con periódicos de aquella isla (2:3), Y de
10:3 de la Pdninsula, que con ellos coincidian, se tuvo ántes
noticia en la Hab:1l1a por los telegramas de ~íadrid. Dno del
21 de s<3ti~mbre anunció la dimision del gabinete Gonza1ez
Brabo y el nombramiento de D. José de la Concha para re-
emplazarl~, y aunque no muy explícitos, recibió el capitan
general otros sobre la sublevacion iniciada por el briga-
dier Topete en la bahía de Cádiz, y respecto de las disposi-
ciones adoptadas para contener el movimiento revolucionario
a1lí y en los demás puntos de España donde se anunciaba (24).


Pero si la primera autoridad de la isla de Cuba no se en-
teró hasta entónces de lo que en la Antilla hermana habia
suc<3dido catorce días atrás, otra cosa les pasaba á los sepa-
ratistas cub'lnos, quienes oportunamente enterados, organi-
zaron con gran ce13ridad sus trabajos, y calculando, al saber
los sucesos de la metrópoli, que ocasion más propicia á la
realizacion de sus proyiJctos no podia presentarseles, procu-
raron u:)rrar desavenenciCls, unir las opiniones y estrechar
sus filas para dar sin p6rdida de tiempo el grito de rebelion.


L0S conspiradores de Cuba, como los de Puerto-Rico, esta-
ban d<~ antiguo organizados masónicamente, yen esta forma,
ta,n preferida en todo tiempo por los propagandistas america-
nos, llevaron adelante su obra separatista. Al efecto tenian
dividida la isla en diferentes lógias, obedientes á los her-
manos de superior graduacion que trabajaban de acuerdo con




230 LAS INSURRECCIONES EN CUBA.


el comité ó Junta Central, establecirla en la Habana y rela-
cionada con la primitiva Junta revolucionaria rle N ueva-York.


En tales lógias no existia, empero, completa conformidarl
respecto del tiempc> y de la forma en que debia darse el grito
revolucionario, cual se demostró en la reunion que el 4
de agosto de 1868 celebraron los afiliados para decidir los
puntos que motivaban la disidencia. En aquella junta, co-
nocida entre los c::mspiradores con el nombre de Oonvencíon
de Tírsan, á la que asistieron representantes de Puerto Prín-
cipe, Manzanillo, Tunas, Bayamo y Holguin, no se consiguió
una verdadera avenencia, porque mientras unos seualaban
el plazo rle dos meses para -el movimiento, se oponian otros
funJándose en que sus Jistritos no contaban aún con los su-
fbientes medios para emprenderlo; pi,iiendo por tanto que
fuese el termino más largo y el necesario para adquirirlos.
Ademas de esto, habia una trascendental (lesconformidad en-
tre las aspiraciones de unas y otras 16gias, que las dividía
profundamente; pues mientras unas querian á tola costa h,1-
cerse independientes de la metr6poli, otras se inclinaban á la
anexion á los Rotados-Unidos, y muchos de los afiliados
preferian disfrutar, bajo la nacionalidad española, los dere-
chos políticos que su Constitucion concedia. La delegacion de
Puerto Príncipe era la que más se inclinaba á este acomodo
así como al aplazamiento de las operaciones por un año; pe-
ro la de Bayamo pretendia, por el contrario, que la revo-
lucion empezara desde luego con un carácter francamente
separatista, y que sin perrlirla rle tiempo buscaran todos los
distritos que las necesitasen, en .Nassau ó en los Estados-Uni-
dos, las armas precisas para emprender la lucha.


Las conferencias concluyeron sin llegar á un acuerdo, pero
á mediados de setiembre, accerliendo la exaltarla lógia de
Bayamo, á instancias de Manzanillo, anunció á los del Cama-
giiey, que había decidido prorogar por tres meses la hora del
movimiento, con lo cual no se conformó tampoco el comité de
Puerto Príncipe, porque lo mismo allí que en Vuelta-Abajo y
en otros puntos se necesitaba más tiempo para llegar á un
arreglo definitivo y concluir los preparativos revolucionarios.




CAPÍTULO V 231


En otra reunion celebrada á este tiempo, á la que asistieron
Augusto Arango, Ignacio Mora y Rubalcava, se pretendió
alucinar á los discretos con la actitud de muchos inicia-
dos de las Tunas y Bayamo, que sin embargo de la falta de
armas y de la escasez de elementos, querian á toda costa lan-
zarse á la lucha sin esperar el fin de aquel plazo. Y tampoco
esto hizo cambiar la opinion de la mayoría de los convocados,
quienes, confirmando su anterior acuerdo, manifestaron que
no debia contarse con Puerto Príncipe, Holguin, ni Cuba,
mientras no pudiesen disponer de los medios necesarios para
salir airosos en la empresa, eludiendo por consiguiente toda
responsabilidad en los conflictos que por las impaciencias de
los imprudentes pudieran ocurrir. ¿Era extraña, por tanto,
la sorpresa, en los que más sobre seguro querian obrar, al
saber el levantamiento del afiliado D. Cárlos Manuel de Cés-
pedes en su ingenio La Demajaglla'? (25)


Mientras los prohombres de las lógias buscaban en aque-
llos tratos y discusiones una avenencia que uniformase sus
trabajos revolucionarios, crecia rápidamente el malestar en
la opinion pública. La continll<1cion de las comisiones milita-
res y de las contribuciones directas, y el mal efecto que produ-
cían ciertas complacencias dispensadas por el general Ler-
sundi á sus favorecidos, durante su estancia en Guanabacoa,
juntamente con la inquietud aumentada por las alarmas po-
líticas, hacia ya mUl'murar hasta á los que pasaban por me-
jores españoles y agitarse á los jefes de los conspiradores que,
para irritar más los ánimos de sus correligionarios, exten-
dian la especie de que el exclusivismo de la autoridad y
aquellas medidas de gobierno solo tenian por objeto mortifi-
carlos. Entónces se vió á muchos hijos del país, comprometi-
dos en las lógias masónicas, poner de manifiesto sus planes,
é imitando á los sediciosos de Lares, tomar al fiado efectos á
los comerciantes peninsulares, cometer irregularidades en
las oficinas del Estado ó particulares donde servian, exten-
der el ódio al nombre español en cantares públicos, é indicar
con otras demostraciones la pr6ximidad de la completa rup-
tUl'a entre unos y otros habitantes de la isla (26).




232 LAS INSUHRECCIONES EN CUilA


Confusa un tanto la primera autoridad, con los muchos y
á veces contradictorios telegramas que de la metrópoli reci-
bia, ya anunciando el triunfo sobre los sublevados de Santan-
der (27), ya partici pándole haberse contenido el movimiento
en Cádiz (28), ya diciéndole que la revolucion seguia adelan-
te, é indeciso Lersundi sobre la conducta que debia seguir en
presencia de anuncios tan desconformes, no pudo sin duda ob-
servar con provecho lo que á su alrededor pasaba, ni meditar
bastante la carta que escribió al ministro de Ultramar el 30
de setiembre. Manifestaba en ella el capitan general, inspira-
do por su constante optimismo, que el órden en Cuba era inal-
terable, que la sorpresa causada por los acontecimientos dela
Península habia cesado al publicarse los telegramas del go-
bierno, y que nada hacia suponer que la marcha tranquila
de aquel país se perturbase, puesto que los Estados-U ni-
dos, de quienes más debia temerse, se hallaban muy ocupados
en la eleccion presidencial, en la que los radicales se prome-
tian sacar triunfante la candidatura del general Grant, y los
recientes acontecimientos de la vecina república de Haití, no
eran de tal importancia que hiciesen rellentir el órden interior
de la grande Antilla (29). Confiado en extremo aparecia en
aquel documento oficial el general Lersundi, siendo muy de
notar que no viese nada de cuanto tenia tan preocupados á la
mayor parte de aquellos habitantes.


Cási en los mismos momentos en que Lersundi firmaba la
carta para el gobierno, empezaban en Madrid las manifesta-
ciones de la revolucion, constituyéndose una Junta revolucio-
naria con gran mayoría de osados y entremetidos, cual el in-
dispensable en estos asuntos D. Pascual Madoz, quien se
puso á presidirla al grito de abajo los B01'bones, que hasta
entónces nadie habia pronunciado, ni se sabia que figurase en
el programa de los hombres vencedores en Alcolea.


En aquella Junta recibieron muy favorable acogida, desde
los primeros momentos, todas las proposiciones que iban re-
vestidas con el simpático atavío de las libertades públicas;
siendo una de ellas la que los reformistas cubanos utilizando
el desórden circularon e12 de octubre, en un escrito que suscri-




CAPÍTULO V


bian los que pertenecieron á la Junta de informacion, D. ('a-
lixto Bernal y D. Nicolás de Azcárate. En aquel documento
«lamentaban los firmantes los actos del gobierno reaccionario
»anterior al de la caida de doña Isabel n, que estableció, sin
»el consentimiento de los contribuyentes de Cuba, un impnes-
»to directo que causaba verdadera y justa indignacion r:ntre
»todos sus habitantes.» ¡Oomo si el consentimiento dr Jos
electores no fuera implícito en el de los elegidos que propnsif'-
ron la odiosa contribucion! Y decian además aquellos retor-
mistas «que el funesto gobierno caido habia desplegaüo 1m
»insolente lujo de arbitrariedad, revistiendo al general 1,er-
»sundi de facultades dictatoriales que, si estaban escrit,\s en
»las antiguas leyes de Indias, el uso las habia derogado y
»hecho olvidar el noble patriotismo del duque de la Torre .\'
»rlel general Dulce, que en aquellos momentos figuraban pntrr
»los libertadores de la patria.»


Creyendo llegada la hora propicia al logro de todas SlIS
aspiraciones, pidieron tambien los reformistas á la Junta
revolucionaria diputados cubanos para las próximas C'órtf'S
constituyentes, disposiciones sobre la esclavitud, la a"imila-
cion de los habitantes de las Antillas á los de la metrópoli,
derechos de imprenta y de reunion, y áun, pretendiendo so-
breponerse á las otras provincias de la Península, solicitaron
que en cada Antilla se nombrase una Junta presidida [lar el
gobernador, que representara un verdadero poder autonómico:
que se eligiese para rector de aquella universidad á un hi.io
del país, y sobre todo que 5e abstuviera el g'obierno de la 1'P-
volucion de ahondar con exclusivismos el abismo que separa-
ba á los indígenas de los peninsulares en aquellas islas ::m \ .
Mucho querian los reformistas para lo que la Junta podi,)
conceder, la cual tuvo el buen criterio de esperar la organi-
zacion de un gobierno, y no entenderse con las autoridades
ultramarinas hasta que este se constituyera.


Sucedió esto el día 4 de octubre, en que declarada eentrill
la .Tunta revolucionaria de Madrid, nombró al duque de la
Torre general en jefe del ejército español, confiriéndolp el
cneargo de formar un gobierno provisional que rigiera el E;:~,3:'"
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I ,~' . '::;)v'~\\.
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234 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


tado hasta la reunían de las Córtes Constituyentes (31). El
nuevo jefe del gobierno circuló este acuerdo á las juntas y
autoridades de las provincias el mismo dia en que tomó pose-
sion,· trasmitiéndolo al siguiente á las de las posesiones ultra-
marinas (32).


Al mismo tiempo que se trasmitian estos telegramas, llegó
á Cuba otro dirigido desde Pau á Lersundi por la reina Isabel,
en el que le encargaba que resistiera todo pronunciamiento,
defendiese á todo trance las Antillas de la revolucion (33), y
que comunicara sus deseos al capitan general de Puerto-Rico.
Pero el capitan general, español ante todo, respondió al
presidente del gobierno «que comprendia la fuerza de su deber
»en aquellos momentos y lo sabria cumplir con la clevacion,
»desinterés y patriotismo que el caso exigia» (34): y en este
mismo sentido sin duda responderia á la reina expatriada,
puesto que aquella señora en otro despacho del dia 7 sólo le
agradecia su afecto, al manifestarle el interés que tenia en la
tranquilidad de Cuba; lo cual demostraba á la vez, que Ler-
sundi ninguna oferta comprometió de subordinar sus deberes
patrióticos al sacrificio que como súbdito se le exigia.


Las noticias de lo ocurrido en la Península, recibidas en la
Habana con las de los sucesos de Lares, se trasmitieron
rápidamente á los afiliados en las lógias del Camagüey y del
departamento Oriental. Entónces fué cuando los más impa-
cientes de las Tunas y Bayamo, suspensos un tanto por las
observaciones que les habian hecho los que necesitaban de
mayor tiempo para terminar sus preparativos, ilO pudieron
ct;mtenerse más, yel mismo dia 9 de octubre en que se consti-
tuia en Madrid el Gobierno provisional (:35), levantaron los
conspiradores el grito contra España.


Segun la reso1ucion ad.optada por los masones de aquel de-
partamento, reunidos en el ingenio El Rosario en los pri-
meros dias de octubre, debian empezar el movimiento revolu-
cionario, así Céspedes como Aguilera, Mareano, Izaguirre,
Peralta, los García y los Figueredos el dia catorce del mes;
pero habiendo recibido el principal agitador y cauelillo baya-
m,js, D. Cárlos Manuel de Céspedes, una carta de Ag-uilera




CAPÍTULO V 235


anunciándole que, enterado el gobierno de sus planes, habia
dispuesto prenderle, cuyo mandamiento, si existió, más bien
que de la autoridad gubernativa debia proceder de los tribu-
nales de justicia, entónces Oéspedes, temiendo con razon por
sus irregularidades los resultados de una causa criminal, lla-
mó precipitadamente á sus cómplices para rebelarse, no sólo
contra la autoridad de España, que era lo convenido en las
lógias, sino contra estas )llismas y contra la Junta central re-
volucionaria, que recibió con verdadera sorpresa aquel grito
no bien definido en los primeros momentos, por las que le
sustentaban. Oonvocada por Oéspedes la gente á su habitual
vivienda del ingenio la Demajagua, y reunidos allí los prin-
cipales caudillos del departamento Oriental, juraron el dia 9 de
octubre vengar los agravios de la pat1'ia cubana, ó morir en
la contienda ántes que retroceeler en la demanda, y se lanza-
ron al campo. en la mañana del dia 10 para reunirse á las
otras partidas que habian de seguirles (36).


Los treinta y siete iniciadores del movimiento se dirigieron
desde el ingenio al pueblo de Yara (37). Era.su propósito
atacar y apoderarse de Manzanillo así que las filas, que por
instantes iban engrosando, bastaran para la empresa; pero á
pesar del considerable número de sublevados que aquel mis-
mo dia acataron la autoridad de Oéspedes, desistió éste de su
proyecto, respetando la tranquilidad de las familias ele los com-
patriotas que allí residian, ó quizás temiendo mal recibimiento
de los buenos españoles de Manzanillo, que, enterados de lo
ocurrido la noche anterior en la D2majaglla, se pusieron en
estado de defensa, atrincherando las entradas de la poblacion.


El mismo día 10 circuló el caudillo Oéspedes su primera
proclama, que la hizo fechar en Manzanillo para decidir sin
duda en su favor á los irresolutos, que al leerla le considera-
ran ya dueño de aquel pueblo, donde probablemente se impri-
miria. En tal documento, titulado MANIFIESTO DE LA JUNTA
REYOLUCIO~ARIA DE LA ISLA DE CUBA, DIRIGIDO Á sus COMPATUIO-
TAS y A. TODAS LAS NACIONES, atribuyéndose el jefe insurrecto
facultades que las lógias no le habian conferido, exponia
las razones que le animaban á levantarse contra el dominio




236 LAS l~SURRECCIONES EN CUBA


español, f.Jrmulando á la vez el término de sus aspiraciones.
Decía para justificar sus actos, que la dependencia dela me-


trópoli no podian los cubanos sufrirla por más tiempo, tanto
por privarles España de las libertades política, civil y rdig'io-
sa que todos los pueblos civilizados disfrutaban, cuanto por
obligárseles á vivir bajo un poder arbitrario; á ser adminis-
trados por funcionarios público;;; no siempre moclelos de mora-
lidad; á pagar impuestos exorbitar¡,tes, s')stener armadas
caras é inútiles y por otros mil motivo,;;, que eran otras tan-
ta;;; acusaciones, unas supuestas y otras muy acertadas, con
que creían él y los suyos sincerar ante el mundo su actitud.
Respecto de los remedios para aquellos males, ofrecia el re-
generador de Cuba, al recDnquistar para sus hijos los de-
rechos de hombres, declarar la igualdad entre todos, aunque
prometia verificar la emancipacion de los esclavos (/radual-
~nente y bajo iúlemnizacion, proclamar el órden y la justicia
en todas las materias, respetar las vidas y las propiedades de
toJos, establecer el sufragio universal, la represelltacion na-
cional y el libre cambio, constituyéndose así la isla en nacion
illdepen¿iente, ya que b'1jo el cett'o de España aseguraba que
jamás gozarian los cuban')s el f['anco ejercicio de sus derechos.


Céspdes prometia tambien en su manifiesto un braíW ami-
go y un corazon fraternal á todos los pueblos, y áun á la
misma Espflña, si consentia en dej al' á Cuba libre y tranq uila
y la estrechaba en su seno cual buena madre á amante hija,
pues de 10 contrario, amenazaba con el exterminio de todo lo
español. Y formulaba su program1 de gobiern), publicando
el acuerdo de los caudill03 de la insurreccion, el cual se re-
sumia en tener un jefe único (que seria él) encargarlo de diri-
gir las operaciones militares, con plenitud de facultades y au-
torir.ado para nombrar subalternos y designar una comision
gubernativa de cinco miembros, que le auxiliara en la orga-
nizacion de la parte p)lítica y civily en 103 demás ramos gu-
bernativos; yen ab)Ur todos los derechos, impUestos y contri-
buciones que el gJbierno español ex:igia, imp)niendo en cam-
bio, para atender á los gastos de la guerra, una 8)1a contri-
buci')n con el nombre de ?/1'endz patriótica, que equivaldría




CAPÍTULO V :237
.


á un cinco por ciento de la renta vigente calculada en aquel
trimestre, con reserva de aumentar el tipo si las llt:cesidades
de la guerra lo aconsejaban (:38).


Halagador se presentaba sin duda ante los más afligidos
contribuyentes y los soi"íadores en libertades impracticables,
semejante plan de gobierno; mas no era ciertamente Céspedes
el hombre de autoridad para exponerlo y desarrollarlo. Aquel
caudillo estaba muy lejos de ser el carácter que en la procla-
ma queria aparecer, pues más bien que al jefe republicano ni-
velador y popular, debia mirarse en él á uno de aquellos vie-
jos cacirlues del Camagüey, celosos hasta la supersticion del
nombre ilustre de sus antepasados, que á la igualdad de cla-
ses preferian el privilegio y el oropel, á que tanta aficion han
manifestado siempre los criollos y mestizos de nuestras pose-
siones ultramarinas. Pr'uebas de esta tendencia habia dado
muchas en los actos de su vida pública y privada el abogado
Céspedes, que hasta recurria á los autores dellibro titulado LI-
NA.JEfJ NOllLES pam convencerles de que el suyo lo era, y áun
en los momentos en q lle mayor actividad desplegaba en las ló-
gias, para, aproximar la hora de la revolucion, hacia consultas
sobre el escudo de armas que á su linaje correspondia (39).


Esto hace suponer á cnalquiera cuán fácil le hubiese sido á
D. Francisco Lersundi, al iniciarse la rebelion, utilizarlas ten-
dencias aristocráticas del caudillo en favor de los intereses es-
palloles; pero el capitan general, confiado en demasía y poco
cuidadoso de averig'uar quiénes eran los insurrectos, prefirió
á los medios de la atraccion los del desprecio húcia tales ambi-
ciosos' q ne en SIL mayoría no habrif1n ciertamente conquistado
el nombre que despuesde cuatro años de lucha han adquirido,
si el representante de Espai"ía les huhiera halagaclo elltónces
con empleos y condecoraciones, ó concediéndoles la influencia
que pretendian. Lersllncli no tuvo á la sazon presente, que en
política se han reconocido siempre como buenos para curar
las enfermedades de los pueblos, los medicamentos más efica-
ces, y ya que no disponia de soldados bastantes para domi-
nar el movimiento, en el caso estaba de emplear los otros me-
dios gllbernativos para conseguirlo.




'238 LA.S INSURRECCIONES E~ CUBA.


Aq uella omision sin embargo pudo al fin considerarse co-
mo un inmenso bien para España; pues si Céspedes y los
suyos se someten, ó dominando sus impaciencias aplazan las
resoluciones 'hasta conocer la marcha del gobierno de la revo-
lucion española, hubieran sin duda conqnistado en los comi-
cios y sin derramar una sola gota de sangre la independen-
cia en que soñaban. Pero no lo calcularon bien, y lo que con-
siguieron al lanzarse al campo, fué despertar los sentimientos
españoles un tanto dormidos, precipitar la formacion del parti-
do español que apénas se con ocia y hacer más difícil si no im-
p::>sible la realizacion de sus planes. Un verdadero bien á Es-
paña hicieron entónces sin pensarlo, lo mismo Lersundi que
Céspedes, éste ensangrentando su causa y aquel permitiendo
quizás por falta de medios que la insurreccion creciese.


Tan poco le preocupaban á Lersundi los conspiradores é in-
surrectos cubanos, que al publicar en 12 de octubre el BOLE-
TIN DE LA. GACETA relativo á los sucesos de la Península, apa-
rentaba desconocer lo que en el departamento Oriental de la
islaocurria; yal aconsejar á sus gobernados la mayor pruden-
cia, sensatez y patriotismo para atravesar la tremenda crÍsis
que en la naéionhabia inaugurado la revolucion de setiembre,
y al pedir como español y como autoridad al ejército que
continuase siendo leal para conservar incólume y salvar
aquel p':ldazo de la patria, nada decia ni dedicaba una sola
alusion al levantamiento de Céspedes (40). Y raro era en ver-
dad que lo ignorase al tercer dia de la ocurrencia, existiendo
telégrafo hasta Bayamo y cerca del pueblo de Manzanillo,
donde ellO por la mañana trataron de entrar los insurrectos.


Estos cambiaron de itinerario, segun se ha indicado, di-
rigiéndose desde la D3majagua al pueblo de Yara. Allí tu-
vo lugar la primera co1ision la noche del siguiente dia 11.
con tropas enviadas por el gobernador de Bayamo, lo cual
hizo qUJ todos considerasen á Yara como el punto donde se
inició la revolllcion, y allí corrió la primera sangre y se
verificó el primer fusilamiento, en el secretario del j llzgado de
paz que !-)8 soldados hicieron prisionero. Dispersos los insur-
rectos durante la noche, se juntaron á la mañana siguiente




CAPÍTULO V 239


cerca de Manzanillo y voÍvieron luego al camino de Bayamo.
Un jefe de nuestras tropas hubiera podido desbaratar entón-
ces las partidas insurrectas, que sin cohesion todavía re-
llUian librar una batalla; pero por circunstancias que hasta
ahora no se han explicado bien dejó libre el paso á aquellas,
que con fecha del 17 precipitaron el levantamiento de las ju-
risdicciones de Jiguaní, Holguin, Las Tunas y Bayamo, y á
esta ciudad se aproximaron hasta cinco mil hombres en]a ma-
ñana del 18 para atacarla, despues de haber expedido Cés-
pedes su segunda proclama en el pueblo de Barrancas (41).


En este documento, fechado el mismo dia 18, diferia algo
el caudillo insurrecto de lo que habia manifestado el dia 10,
pues ya al dirigirse á los habitantes de Barrancas que ha-
bian huido á la aproximacion de sus bandas insurrectas,
llamándoles para que volvieran á sus casas donde serian res-
petadas sus vidas y guardadas sus haciendas, por los defen-
sores de Ouba libre que iban á redimirles del yugo español,
aconsejábales á todos que se apartaran del lado de nuestros
soldados, y de cuantos les indujeran á defender los intere-
ses de España. Es decir, que Céspedes, al verse rodeado de
tantos partidarios, prescindia ya de atraer á su lado á los pe-
ninsulares, cual pretendió hacerlo en los primeros mo-
mentos; demostrándoloasipatentemente con su grito de ¡mue-
ra España! que fué el primero que por escrito se dió desde el
principio de la insurrecciono


Muy poca prevision, si no escaso celo demostró el teniente
gobernador de Bayamo D. Julian Ud aeta en aquellas cir-
cunstancias. En los ocho dias que mediaron desde el levanta-
miento en la Demajagua, á la entrada do los insurrectos en
la capital de su jurisdiccion, ni alentó el patriotismo de los
huenos españoles, ni se preparó con una defensa formal, ni
tomó medida alguna eficaz para impedir que penetraran en
el poblado los desafectos de afuera, y ni siquiera evitó las in-
teligencias de aquellos con sus gobernados, ni que estos hicie-
ran dentro preparativos para recibir á sus correligionarios
del campo. La reducida fuerza de ciento veinte infantes y
veinte caballos de que podia disponer aquel gobernador, hu-




LAS IN:SUllImCClO:-lES E'\ CeBA
----------


hiera justificado cualquiera medida extraordinaria que en
t;tles momentos tomase; pero Ud aeta no lo hizo así, y con su
censnrable inaccion proporcionó un fácil triunfo álos rebeldes.


\""ltmerosas masas de éstos, protegidos decididamente por
lu,.; bayameses, invadieron la ciudad á las ocho de la ma-
liana c1el18 de octubre. Encerradas en el cuartel aquellas cor-
tisimasi'uerzas españolas, sin provisiones, con municiones es-
casas, sin más defensa que las endebles puertas y paredes del
p,dificio que les servia de cuartel y de fuerte, se defendieron
llno contra cincuenta, no sólo de los disparos, sino del incendio
intentado varias veces por los desalmados que Céspedes capi-
taneaba, hasta que el día 22, rendidos de fatiga y ahogados
por pI eoraje que les inspiraba la conducta de aquel goberna-
dor. I[ ue á una muerte digna prefirió la capitulacion deshon-
rosa, se entregaron, á discrecion sin duda, pues ya de ante-
mano presumian que ninguna de las cláusulas estipuladas
tAl1(lria cumplimiento. Y así fué en efecto; se respetaron las
vidas de aquellos valientes, porque no se les fusiló desde lue-
go; pero encadenados desde la noche de la entrega y conclu-
ódos en tan mortificadora disposicion algunos meses por los
más intrincados bosques y maniguales, sufrieron una agonía
contInua, que les hizo desear mil veces la muerte, que por for-
filM pudieron evitar burlando la vigilancia de aquellos mal-
y,vlos ,'42). Que el gobernador Udaeta no cumplió cual debia,
In ({('mostraron las acusaciones de la opinion en Cuba y el
tTlci'Tro á que se le sujetó; pero embarcado para la Penínt3ula
¡t nwaiados de 1869, nadie supo que el gobierno dela revolu-
("ion hiciera nada en favor de la vindicta pública y para sa-
tisfacer á los que, víctimas de la conducta de aquel jefe,
tanto padecieron por la causa de España.


Con rapidez eléctrica se trasmitió á las principale3 pobla-
(·j'ille.S de la isla la noticia de la primera lucha en Yara y del
trinnto de los insurrectos en Bayamo. El gobernador del de-
pnl'tamento Central, que estaba en Puerto Príncipe desde el
.2:2 de setiembre, decia al anunciar aquel suceso, que cien
11(IlJlOl'eS mal avenidos eran los sediciosos; pero desvirtuaba
~tl ahrmacion declararan do el distrito en estado de sitio, y




CAPÍTULO V 241


anulaba tambien esta medida omitiendo otrail que como conse-
cuencia 'correspondian; encerrándose en una excesiva con-
fianza y en una muy censurada prudencia, que permitió ex-
tender sin obstáculos el fuego insurreccional por todo el
Camagüey (43). En el departamento Oriental no estuvo más
acertado el general Ravenet. En el de Occidente respondieron
los revolucionarios con una proclama publicada por la Bode-
dad republicana de GuiJa y Pu,erto-Rico, en la que, dando
el grito de libertad y de independencia, incitaban los conspi-
radores á todos los habitantes de la isla para que les secun-
dasen en su declaracion de guerra á la metrópoli (44). Y en
tanto el general Lersundi, que á fuerza de pruebas se iba ya
convenciendo de que la insurreccion era una triste verdad,
respondiendo al grito de los sublevados y á las excitaciones
de las proclamas, dió á luz el bando del 20 de octubre que
sometia á las comisiones militares los delitos de traicion, de
rebelion y de sedicion (45).


Así que los insurrectos hicieron de Bayamo el centro de sus
operaciones, se fraccionaron en pequeñas partidls, llevando
cada una de ellas el encargo de adelantar el "movimiento re-
volucionario; y cuando llegó hasta su caudillo el bando de
Lersundi, hizo Céspedes circular otro, fechado en Bayamo el
12 de noviembre. Él imponía tambien severísimas penas,
no sólo á los que sirvieran de espías ó prácticos á los solda-
dos de la tiranía, que era como calificaban á los españoles,
sino áun á los que, perteneci~ndo á las masas independien-
tes, cometi.~ran delitos comunes faltando á los naturales de-
beres y á la legislacion vigente española, que era de la que
por el pronto se servian (46).


No encontrando dique que las contuviera, porque ni el ca-
pitan general habia estudiado todavía un plan de campaña,
ni las tropas de aquel departamento eran bastantes para em-
prenderla, se esparcieron aquellas partidas insurrectas desde
el Oriente hácia el Camagüey, para ponerse en inteligencia
con los conspiradores de Puerto Príncipe, que tenian su cen-
tro de accion en la Bociedadjilarmónica.


Al aproximarse aquellas bandas, que hacian llegar el ru-
TOMQ 1I 16




242 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


mor de su gritería hasta la misma ciudad, se acercaron al
gobernador D. JuJian Mena muchos camagüeyanos notables
para ofrecerle su apoyo. Naturalpareciaqueaprovechase elgo-
bernante tan propicia ocasion para animar el espíritu público
en favor deEspaña; pero inspirándose, por el contrario, en una
inexplicable política, recibió fríamente á los comisionados, y
cuando éstos le preguntaron sobre los propósitos de los hom-
bres de la revolucion española respecto de la isla de Cuba, en
vez de atraerlos con promesas y halagos y de responder cual
correspondía, limitó su contestacion á enseñarles el telegrama
último del capitan general, que era traslado de otro en que el
ministro de la Guerra anunciaba, que por el correo del 30 de
octubre se remitian á los habitantes de la grande Antilla, el
manifiesto del GJbierno provisional y la circular del ministro
de Ultramar, donde aquellos propósitos se determinaban (47).


Tan inconveniente reserva coincidió por desgracia con la
presentacion en Puerto Príncipe de un emisario enviado por
LersundL para enterarse del verdadero estado de las co-
sas, el cual, por su propia cuenta sin duda, decía acerca de la
actitud del capi!an general que, «(en su calidad de represen-
»tante del gobierno supremo, cumplida exactamente las ins-
»trucciones que se la diesen, por más que como particular fue-
»ra abiertamente hostil á la revolucion que se habia operado
»en España» (48). Y esta imprudencia oficial, unida á la con-
ducta del brigadier Mena, que para tranquilizar los afligidoíl
ánimos no encontró mejor medio qua encerrarse en el conven-
to de la Merced, haciéndolo desocupar á la Audiencia del terri-
torio t acopiando allí víveres y rodeándose de los pocos sol-
dados de la guarnicion, de los voluntarios y de algunas pie-
zas de artillería; y reunidas todas estas circunstancias en
un solo cuerpo, decidieron á los tibios á tomar una resolucion
seguidamente. Los que más intranquilos vivian por sus com-
promisos con los del campo y su falta de confianza en la po-
blacion, dejaron á primeros de noviembre sus hogares, creyen-
do encontrar mayores garantías de seguridad entre las ban-
das insurrectas; y los que mejor dispuestos se hallaban á de-.
fenderse de los enemigos de España , empezaron á desanimar




CA.PíTULO V 243


al ver reducirse su número y notar las desconfianzas de todos
en el gobernador, que tan triste ejemplo daba cuidando sola-
mente de su defensa personal (49).


La toma de Guáimaro p01' la gente de Céspedes e16 de di-
cho mes, los ataq lIes al ferro-carril de Nuevitas el dia 9, Y la
situacion angustiosa que desde aquellos momentos empez6
para la capital del Camagüey con la carestía, justificaban la
emigracion. Esta debi6 su mayor aumento, indudablemen-
te, á las gravísimas imprudencias del, delegado de Ler-
sundi que, presentando á la primera autoridad de la isla re-
fractaria á todo acomodo y opuesta á los medios conciliativos,
decidi6 á declararse por el caudillo bayamés á muchos que
esperaban del G:)bierno provisional las libertarles ofrecidas,
desde la convocatoria de la Junta de informacion; los cuales,
desesperanzados por tanto, y dejándose dominar por la des-
esperacion, prepararon ya las armas para engrosar las filas
insurrectas. Los buenos, sin embargo, y los más sufridos y
ménos impresionables camagüeyanos, llenos de un plausible
buen deseo, enviaron embajadas á los del ~ampo, invitán-
doles en una carta firmada por peninsulares y cubanos,
á qu~ depusieran las armas y volviesen á sus hogares (50);
pero era ya tarde; el mal habia interesado partes importan-
tes, y cada momento presentaba caractéres más graves y difí-
ciles de combatir.
D:~sde el 10 de octubre en qu~ se encanzó la revDlucion de


setiembre, con el nombramiento y aceptacion por el país del
Gobierno provisional, no cesaron el ministro ue la Guerra don
Juan Prim y el de Ultramar D. Adelardo Lopez de Ayala de
trasmitir telegramas á Cuba sobre el favorable estado de la
opinion en la Península, ni de recibirlos del capitan general
relativos al levantamiento de Yara. Aquellas comunicaciones
telegráficas, muestras eran indudables del gran patriotismo
que á los ministros allimaba para salvar los inter~ses ultra-
marinos comprometidos, como eran prueba patente de la po-
ca disposicion de Lersundi á seguir en el mando de la gran-
de Antilla; á pesar de las afectuosas manifestaciones que el
Gobierno provi~ional le dirigia, y de las oferta'! de enviarle




244 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


cuantas tropas y medios necesitara para vencer aquella re-
volucion, en la que el confiado general iba ya creyendo (51).
La actitud de Lersundi, tanto como las intemperancias de
los indiscretos amigos del nuevo gobierno, presentando como
sospechoso el indudable patriotismo de aquel; las indecisio-
nes consiguientes á las exigtmcias desmedidas y absurdas de
los que con el carácter de reformistas pretendian acrecer la
perturbacion en Cuba, y la animacion que éstos daban en sus
cartas á los mismos insurrectos, natural era que resultasen
en daño de España, y así resultó en efecto, aumentándose
cada vez más la osadía y los bríos en las cl'ecientes masas de
los rebeldes.


Respecto del levantamiento de éstos, no dió al público el ca-
pitan general ninguna noticia hasta el 18 de octubre, que in-
sertó el parte oficial de los sucesos en la GACETA DE LA HABA-
NA. Sin prescindir en aquel documento de su inagotable
optimismo, aseguraba al anunciar el envio de algunas compa.-


. ñías de infantería y de un escuadron de caballería con destino
á las Tunas y Manzanillo, que podia darse por terminado el
ridículo y criminal intento de los sublevados (52). Ménos con-
fiado, aunque sin persuadirse de toda la gravedad de la si-
tuacion, remitió tambien el regente de la Audiencia de Puerto
Príncipe al ministro de illtramar un oficio dándole cuenta de
lo que sobre la insurreccion sabia hasta la fecha del 24 (53),
que fué preci:mmente el dia, notable p1r la antigua fiesta de
San Rafael (54), en que prévio permiso del capitan general,
solicitado con su acuerdo por varias personas amigas, se pre-
sentaron ante su autoridad las principales de la Habana, in-
vitadas por aquellas, para convenir en la actitud que convi-
niera adoptarse en presencia del movimiento revolucionario
iniciado en la Península.


Profunda sorpresa dominó á Lersundi al ver reunida en los
solones de su" p:.tlacio la más escogida sociedad. habanera, así
en insulares como en peninsulares, y tanto de los que perte-
necian al partido de los buenos españoles como al de los refor-


_ mistas y ánn al de los conocirlos porsudesaticion á España. Para.
sorprenderse era en verdad el caso, atendiendo á que, al acce-




CAPÍTULO V 245


del' el general á los deseos de algunos 'liecinos, creyó que la
reunion se reduciria á media docena de personas, y se vióluego
rodeado de gente política de todos colores y en su mayoría de
la ménos simpática á los que representaban el pabellon nacio-
nal. i,No habia de demostrar estrañeza al encontrarse delante
de Morales Lemus, Mestre, Echevarría y Cisne ros , y confun-
didos con ellos bs peninsulares más reputados? La impresion
que á Lersundi produjo aquella sorpresa, no supo explicársela
bien, sino recordando y queriendo encontrar analogía entre
aquel hecho y los momentos históricos en que Iturrigaray
presidia el ayuntamiento de Méjico, que tanto contribuyó á su
deposicion; ó cuando los notables de la Habana se presentaron
el año de 1808 al marqués de S::>meruelos, exigiéndole la for-
macion de una junta quP. asumiera sus facultades gubernativas
durante la ausencia del rey cautivo D. Fernando VII. No
debía esperarse, por tanto, que el capitan general se mostrara
ya muy propicio al pensamiento de los concurrentes.


Aunque demostrando en los primeros momentos alguna
contrariedad en su semblante, se reprimió sin embargo Ler-
sundi, hasta el punto de consentir tan sospechosf.t· visita; y
preguntando á D. Apolinar del Rato, como mediador que
babia sido para que la autoridad los recibiese, cuál era el
motivo que allí les llevaba, pronunció algunas palabras, y
concediéndola entónces el general á quien quisiese usarla, la
tomó el cubano D. José Manuel Mestre, prévia la vénia su-
perior. lnt entando éste hacerse intérprete de los s:'!ntimientos
de todos los' presentes, indicó al general la conveniencia de
que autorizase en la isla reuniones donde se pudieran tratar los
asuntos públicos que á todos importaban; que se iniciara una
marcha política franca y sinceramente liberal, en consonancia
con las conquistas de la revolucion de setiembre; que se plan-
tease la libertad de imprenta y cuanto correspondiera al nuevo
órden de cosas, pues todos los españoles, en cualquier parte del
mundo donde se encontrasen, debian á su juicio considerarse
en el goce de los derechos concedidos por la revolucion. N o
pretendia más, en suma, el orador, sino que el representante
de España se entregase atado de piés y manos á los compañe-




246 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


ros de los rebeldes, que en el departamento Oriental estaban
asesinando á nuestros hermanos al grito de muera España.


Al concluir Mestre de exponer las aspiraciones de la con-
currencia, que ofrecia ampliar si sobre ellas se abría discu-
sion, habló el coronel D. Juan Modet; quien ad hiriéndose á
cuanto acababa de manifestarse, propuso que se consultara al
Gobierno provisional, por medio del telégrafo, lo que en tales
circunstancia:,; debia hacerse, para dar una perfecta asimila-
cion á las provincias de Cuba y Puerto-Rico con las demás
de la Península. Pero el general Lersundi, que, á pesar de do-
minarse, no pudo extender ya más los límites de su pacien-
cia, interrumpió el acto replicando enérgicamente, que habia
oido bastante á los que hacian manifestacione.:; análoga.:; á las
de los sublevados en Yara, y terminó la conferencia, d ~spi­
diendo á los concurrentes y mostrándos3 en verdad demasiado
benévolo, cuando no hacia sentir á los iniciadores de la re-
union, mudos ante las manifestaciones de Mestre, y á los
amigos de éste, los rigores que merecían por aquella encu-
bierta rebeldía. Sólo Modet fué desterrado.


Sonrojados se retiraron los buenos españoles que hasta
despues de oir á Lersundi no llegaron a conocer que sólo ha-
bian servido de instrumento á los osados disidentes; y mur-
murando se fueron éstos, entre los cuales el hipócrita Mora-
les Lemus, que tan aficionado habia sido siempre á las últi-
mas ltoras, intentó el postrer esfuerzo cerca del general, que
no estaba ciertamente en disposicion de permitir un paso más
por aquel escabroso camino. Al salir de palacio todos los no-
tables, se veia en sus rostros impresa la emocion que á cada
uno dominaba; muchos de los del bando español, no podian
perdonarse el Bngaño de que habian sido víctimas, y los co-
nocidos por separatistas, que en aquel último paso de acata-
miento al poder de España querían justificar su ulterior ac-
titud, manifestaban sin rebozo, que, perdida toda esperanza
de conciliacion con la respuesta de Lersundi, ya sabian á qué
arenerse. ¿,No eran éstos, empero, los que ya privadamente
habian jurado ódio al nombre español y en inteligencias es-
taban con la Junta revolucionaria de Nueva-York y en tra-




CAPÍTULO V 247


tos con el mismo Céspedes'? Los mismos eran, que al ver á
este caudillo sobreponerse á sus voluntades, quisieron sin
duda conseguir la emancipacion por sí y sin necesidad de
apelar á la lucha armada; pero encontrándose contrariados
en sus propósitos, tuvieron que decidirse á ella y obrar de
consuno con 103 bayameses y camagüeyanos que, durante el
estado de agitacion en que la metrópoli se hallaba, creyeron
más fáciles de realizar sus planes (55).


Ocho dias ántes del suceso que se acaba de referir, y cual
si estuvieran de acuerdo con los que tales pretensiones for-
mularon ante el capitan general de Cuba, se reunieron loe
reformistas de Madrid y firmaron unaexposicion pidiendo al
Gobierno provisional libertades para las Antillas, en la forma
autonó~ica ó en la de asimilacion á la metrópoli, prefiriendo
esta última siempre que se confiriese á aquellos habitantes
el derecho de elegir diputados para las próximas Córtes
Constituyentes (56). Pero en los primeros momentos de con-
fusion revolucionaría, que era de lo que los reformistas que-
rian aprovecharse, no consiguieron mejores resultados en
Madrid que en la Habana. Ni las comisiones que de continuo
asediaban al ministro de Ultramar, D. Adelardo Lopez de
Ayala, para que inmediatamente llevase las conquistas polí-
ticas de la revolucion á Cuba y Puerto-Rico; ni la de los más
exigentes abolicionistas, que con ofertas, con amenazas, con
alborotadoras manifestaciones y con todo género de propa-
ganda y de presion querian obligarle á que sin oir á los an-
tillanos, ni la opinion de las Córtes, decretase como acto re-
volucionario la abolicion inmediata de la esclavitud; nada lo-
graron, ni consiguieron desviar de su honrado y recto cami-
no patriótico al ministro que, con su entereza y su prudencia,
supo resi;:¡tir los rudos embates dirigidos por aquellos encu-
biertos enemigos de la integridad nacional, que estaba decidi-
do á salvar á toda costa y salvó pC1ra bien de España.


En aquellos momentos, segun confesion del mismo minis-
tro Lopez de Ayala (57), «todo el mundo queria concesiones;
»todo el mundo pedia la abolicion inmediata de la esclavitud;
»al pobre ministro se le insultaba por su resistencia, se le lla-




248 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


»maba traidor á la revolucion de setiembre, se le rodeaba de
}>una muchedumbre que pedia la libertad de los negros y la
»libertad de Cuba, y se le decia que era justiciable, porque en
»vez de aspirar á una celebridad europea y á los estímulos de
»la gloria, preferia el silencioso y amargo placer de servil' á
»su patria.» Pero aquel estadista, cuya memoria venerarán
todas las generaciones de los que se honren con el nombre de
verdaderos españoles, ántes que concesiones pedia y enviaba
soldados á Cuba, para exterminar á los enemigos de España;
en vez de oir las halagadoras promesas de los que sutilmente
pretendían disfrutar de un derecho, para abusar despues
hasta de sus consecuencias, y ántes de atender los aduladores
ecos de aquellos maestros en la escuela de la falacia, prefirió
la impopularidad á cometer vergonzosas debilidades; y con
su enérgico patriotismo salvó el período más peligroso de la
revoluciony mantuvo incólumes nuestras posesiones antillan as.


Así que los angustiosos momentos pasaron, pudo ya el
Gobierno provisional dirigir la voz á sus gobernados y al
mundo entero, anunciándoles el triunfo y los propósitos de la
revolucion de setiembre. En formas tan escogidas cual po-
dian esperarse de la bien cortada pluma del reputado publi-
cista y ministro de Estado D. Juan Alvarez de Lorenzana,
se pasó la primera circular á los agentes diplomáticos de Es-
paña en los países extranjeros para conocimiento de los go-
biernos cerca de donde estaban acreditados (58).


Seis dias despues y con fecha 25 de octubre, dirigió el Go-
bierno provisional su MANIFIESTO Á LA NACION en otro bien
escrito documento, en el que, al conceder con el sufragio uni-
V'ersal proclamado por las juntas revolucionarias las más ám-
pIias libertades, se indicaban las bases en que debía fundarse
el Código que elaborasen las futuras Córtes Constituyentes.
y el dia 27 expidió el ministro Ayala, de acuerdo con aquel
manifiesto, una circular á las gobernadores superiores civiles
de las islas españolas, en la que, retratándose el buen deseo
del hombre de gobierno, se indicaban las ventajas que de la
revolucion podian esperar los habitantes de aquellas posesio-
nes al considerarlas como provincias.




CAPÍTULO V 249


A las de los mares de Occidente, Cuba y Puerto Rico, se las
concedia desde luego la facultad de elegir diputados, para
que en el Cuerpo legislativo deliberasen con los demás de la
nacion, la organizacion de sus municipios y provincias, sus
sistemas electoral y tributario y sus presupuestos anuales, y
para que intervinieran en aconsejar y decidir el conjunto de
mejoras, así políticas como administrativas y sociales nece-
sarias y convenientes (59). Más generoso que práctico y más
obligado que espontáneo, fué el sentimiento que inspir6 aque-
lla circular; pero el ministro de la revolucion era lo ménos
que podia conceder de lo mucho que no cesaban de exigirle,
y aún debia considerarse demasiado y más que suficiente para
satisfacer á otros que no fueran los rebeldes capitaneados por
Céspedes ó fanatizados por Morales Lemus. Obligado el Go-
bierno provisional á cumplir el programa revol11cionario, no
podia volverse atrás, y conociendo el ministro los peligros
que de precipitarse pudieran surgir, us6 de la mayor pruden-
cia, procediendo con gran acierto al llamar representantes de
las Antillas ántes de recorrer con mucha prisa el camino de
las concesiones.


Enterado el general Lersundi de cuanto en la Península
ocurria, y tocando la imposibilidad de ser relevado tan pronto
cual deseaba y de que se le remitiesen refuerzos con la pre-
mura que las circunstancias exigian, para cortar el creci-
miento rápido de la insurreccion, tuvo que proveer medios
urgentes y eficaces para conseguir este objeto. Fué uno de
ellos, y salvador en tan criticas momentos. la creacion de nue-
vos Ouerpos de Voluntarios en todas las poblaciones de la
isla donde existian elementos sinceramente españoles, y no
fué ménos oportuna la aceptacion de adhesiones y ofertas de
los que interesándose por su verdadera pátria, se prestaban á
combatir á los que habian levantado la bandera separatista.


Ent6nces empezaron á manifestarse los sentímientospatrió-
ticos que hasta el dia de hoy han asombrado al mundo. No
solo cooperacion é importantes cantidades para adquirir ar-
mamento se ofrecieron con gran entusiasmo, sino todo lo
necesario para movilizar cuerpos francos destinados á perse-




250 LAS INSURREOCIONES EN CUBA


guir á los insurrectos, ya qué las tropas regulares que guar-
necian toda la isla, ni de la cifra de siete mil pasaban. ¡Qué
responsabilidad tan grande no debe exigir la historia a aquel
gobierno moderado, que por un lado provocaba la revolucion
en la metrópoli y tenia por otro desamparada la rica Antilla,
mientras hacia figurar en su presupuesto un ejército de más
de veinte mil hombres! (60)


Los teoristas del ministerio de Ultramar anteriores á se-
tiembre de 1868, oyendo con excesiva benevolencia las men-
tidas seguridades de aquellos comisionados de la Junta infor-
mativa, que abusaron de su credulidad hasta el punto de
convencerles de que era innecesaria en Cuba la fuerza arma-
da para con~ervar el órden, siempre que a sus habitantes se
les ofrecieran algunas libertades; y atendiendo tan insidiosas
sugestiones con preferencia al estricto cumplimiento de las
leyes de Indias, contribuyeron más que nadie á que llegara
el caso, apurado para Lersundi, de encontrarse la isla cási
sin ejército y sin cubrir en muchos miles el contingente or-
dinario, al estallar la insurreccion de Yara. Aqu3110s funcio-
narios, torpes ó confiados, serán siempre los responsables de
tanta sangre vertida, de tantas lágrimas derramadas, de los
tesoros consumidos y de las grandes desdichas que á Cuba es-
peran ántes de recobrar su felicidad perdida.


Al conocerse en la Habana la verdadera importancia de la
rebelion, fué cuando las personas más visibles del elemento
peninsular, y entre ellas algunas de las seducilas par los se-
paratistas el dia de San Rafael, se concertaron, y cual en
1808, abrieron suscriciones para movilizar 2.000 voluntarios
y satisfacerles sus haberes durante tres meses, que era. el tér-
mino en su concepto necesario para restablecer la paz. Don
Julian Zulueta, como presidente del comité español, al que
algunas de aquellas pertenecían, pres'~ntó al frente de éstas
los patrióticos ofrecimientos a la primClra autoridad en 23 de
noviembre, al tiempo que las señoras más amantes de su ver-
dadera patria, como doña Virginia Sirvent de Durán, la
marquesa de Villalba y otras muy buenas españolas, adqui-
rian botiquines, recogianhilasy vendajes, y preparando obse-




CAPÍTULO V 251


quios para los heridos en campaña, extendian el entusiasmo
en todas las clases (61).


Grande fué el que desde aquellos momentos distinguió á la
agrupacion que iban formando los defensores del nombre es-
pañol, que inactivos hasta allí, cohibidos y acobardados ante
la osadía y las provocaciones de los que con distintos nombres
hacian alarde de su desaficion á Espaua, n~ habian pensa-
do en defenderse, ni lo intentaron hasta que la gravedad de
las circunstancias les obligó á mirar por sus vidas y hacien-
das amenazadas. Las patrióticas manifestaciones de la capi-
tal se trasmitieron entónces rápidamente al ánimo de las es-
casas fuerzas que se dirigian al combate, demostrándolo de
una manera muy expresiva al presentarse en Puerto Prínci-
pe el conde de Valmaseda con la corta division que mandaba.
Allí, al comuni:;arlas en frases conciliadoras á los habitan-
tes del Camagüey, obtuvo que respondieran estos, en 12 de
noviembre, protestando de su leal adhesion á España, siem-
pre que en el terreno de los principios se ensanchara el cami-
no de las instituciones, y se estableciese un sistema político
más conforme y adecuado á las exigencias de los tiempos é
igual al de la Península, con la que querian asimilarse en
cuanto lo p3rmitieran las diferencias de localidad (62). Pero
aquella protesta era poco sincera, pues si en la junta de la
Clavellina se adhirieron algunos al programa de CMiz, en
la de las ilfinas, celebrada el 20 de novi~mbre, «rechazaron
»los jefC!s camagü~yanos cási unánimemente tola inteligen-
»cia con E,;paiia, decla¡'ándose por 1<1 selnracion de la metró-
»poli y la ab,;oluta independencia como única id3a revolu-
})cionaria» (63); aunque algunos tímidosó acomodaticios pre-
firieran todavía un arreglo pacífico.


No cesaban, á todo esto, las comunicaciones telegráficas
y escritas entre el Gobierno y el capitan general de la isla.
En 26 y 30 de octubre daba cuenta Lersundi del movimiento
de Yara, que á su juicio valía en sí muy poco; del escaso ejér-
cito de quepodiadisponerpara sofocarlo, sin embargo, y dela
falta de dinero y sobra de dificultades que habia para alimen-
tar al exhausto Tesoro, que poco podia prometerse del produc-




252 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


to de las contribuciones, detestadas de todos y motivo explota-
do por los revoltosos para acrecer sus partidarios. A lo cual
replicaba D. Juan Prim, que en el correo del 30 iba el ma-
nifiesto del Gobierno provisional, cuyas declaraciones, siendo
en su concepto satisfactorias á los habitantes de Cuba, con-
tribuirían más que la fuerza á desarmar á los inquietos, que
habían formulado sus' aspiraciones políticas levantando la
bandera separatista (64). ¿Seria expresion ésta de un buen
deseo de aquel ministro 6 muestra de su ignorancia de lo que
en Cuba ocurria, 6 era tal vez acto enlazado con las cábalas
que en contra de Cuba iba tramando?


En los mismos momentos, participaba nuestro representan-
te en Washington al Gobierno, que el de los Estados-Unidos,
«siempre justo ?I amigo de España, de nada estaba más le-
»jos que de crearnos dificultades en las circunstancias pre-
»sentes» (65), y añadia aquel diplomático, que los aventureros
y gente perdida instígada por la Junta de emigrados cuba-
nos establecida en N ueva-York, iban disponiendo allí y en
Nueva Orleans expediciones para engrosar las filas de Cés-
pedes (66). Tambien en aquellos dias daba á conocer el fis-
cal de la Audiencia de Puerto Príncipe al del Tribunal Su-
premo de Justicia, la incomunicacion en que vivia con algu-
nos juzgados del territorio ocupado por los insurrectos; la
alarma yel pánico que dominaba hasta en los naturales del
país, y el espíritu general de éstos tan decididamente contra-
rio á España, que ni de los escribientes podia ya fiarse para
copiar las comunicaciones como aquella en que lo manifesta-
ba (67).


Y al propio tiempo, pues sabido es que en los períodos
revolucionarios, como son importantes todos los sucesos pa-
rece mayor su número, el brigadier Mena hacia política en el
Camagüey, con muy desgraciado tino ciertamente, cerca de
los hipócritas reformistas, que pretendian grandes libertades
sin la emancipacion de-los negros; y comunicaba al capitan
general el estado de los negocios (68), en tanto que el conde
de Valmaseda seguia la ,arriesgada expedicion que no tuvo
término sino en la reconquista para España de los escombros




CAPÍTULO Y 253


yel sitio de lo que fué ciudad de Bayamo, y mientras otra
insurre'Ccion, más temible que la de Ouba y auxiliadora de
aquella, estrechaba sin consideraciones al combatido Gobierno
provisional.


Tal era la fomentada inconscientemente por los más exa-
gerados revolucionarios de varias poblaciones de la PenÍnsu-
la, que fanatizados p::>r una mal interpretada libertad, asedia-
ban al ministro de Ultramar con exigencias absurdas, en h.s
que se veia siempre el patriotismo en último término, cuando
no olvidado. Los abolicionistas de Madrid, que por otra parte
no perdian el tiempo, inventando toda clase de medios para
corresponder debidamente á las excitaciones de sus manda-
tarios ingleses ó de otros puntos, y teniendo en muy poco los
intereses de la nacion, que era despues de todo lo que ménos
les importaba, daban pábulo á aquellas insurrecciones. A
la vez unos catalanes que S8 decian republicanos, y que in-
cautos no representaban otro papel que el de instrumentos de
los enemigos de nuestra nacionalidad, pedian desde Barcelo-
na al abrumado ministro de Ultramar que, desde luego y sin
esperar la terminacion del juicio criminal, indultase á los que
en Lares acabab3.n de rebelarse contra España (69). Y otros
madrileños, qne se llamaban reformistas de buena fé, capita-
neados por D. Nicolás de Azcárate, pretendian que las pro-
mesas de bienes para las Antillas ~e ~ustituyeran con hechos.
aplicando inme:liatamente los proyectos de la Junta de infor-
macion p'lra convirtir á O Iba y Puerto-Rico en el Canadá.
de España (70). En verdael qu~ esto, si no se hubiese temi-
do que fuem aihgaza para facilitar el paso á la indep:nden-
cia, habria sido lo mejor que podia ya resolver el Gobierno
de la revolucion, que por otro lado se conquistaba fervoro-
sos aplausos entre los buenos españoles, por la prudencia
y el valor del ministro Ayala en resistir las instigaciones
dirigidas á comprometer la existencia de nuestras colonias.


En una de las numerosas comunicaciones que entre Madrid
y la Habana mediaron en los meses de octubre y noviembre,
tle vió precisaclo el Gobierno á contestar las incesantes solici-
tudes de Lersundi para que se le relevara de un cargo que




254 LA.S INSURRECCIONES EN CUBA


tan sin satisfaccion desempeñaba, y queria dejar á todo tran-
ce; tanto quizás por su falta de acuerdo con los hombres de la
revolucion, cuanto por ebdir las continuas exigencias, no ya
de la dinastía expatriada y de sus amigos, sino hast.a las que
le habia dirigido el pretendiente al trono D. Cárlos de Bor-
bon (71).


Decíale el ministro al general, en la comunicacion que da-
ba como admitida surenuncia, que el nombrado para suceder-
le se embarcaria pront.o y que iba decidido á interpretar los
deseos del Gobierno provisional, particularmente en todo aque-
llo que se dirigiese á sofocar con vigor las tentativas 6 agita-
ciones que, con el pretexto de secundar los movimientos de la
Península, promoviesen los enemig03 de la patria (72). Y por
cierto que fué muy de notar el telegrama en que los reformis-
tas de MadriJ anunciaron esto á Cuba. Para hacer saber que,
reunidos bajo un mismo pensamiento cubanos ypeninsulares,
se habian presentado al general Dulce, y obtenido que llevara
consigo autorizacion para modificar el impuesto y gobernar
el país con un'criterio liberal, se dirigieron en II de diciembre
á Morales Lemus y á Zulueta, ignorando sin duda las diferen-
cias de apreciacion que entre los dos existian despues del dia
de San Rafael, y las contrarias tendencias demostradas al ini-
ciar Zulueta las suscriciones para movilizar cuerpos de YO-
luntarios. O los de Ma(lrid estaban á la sazon muy equivoca-
dos respecto de 10 que en Cuba pasaba, 6 los reformistas como
Azcárate pretendian contener á Morales Lemus en su camino,
creyendo más fácil el político que el de la lucha para llegar
al término de sus aspiraciones, 6 Morales Lemus continuaba
aun engañando con habilidades é hipocresías hasta á sus pro-
pios correligionarios, Todo esto se desprende de aquel extraño
despacho (73).


Cada dia era mayor el disgusto con que seguia al frente
de la grande Antilla el general Lersundi; pero no por esto
desatendió uno s6l? de los asuntos más urgentes ni dej6 de
animar el espíritu público rebajando un año de contribucion
directa á los camp.esinosy sitiero,f, ni omitió dar cuenta deta-
llada al Gobierno de cuanto ocurria, ni flaqueó su patrio-




CAPÍTULO V 255


tismo á pesar de las contrariedades que le mortificaban. Y
motivos no le faltaban en verdad para desear salir de tan an6-
mala situacion. Los antiguos militantes en el bando de los
reformistas de tierra adentro, á quienes más de una vez ha-
bia tenido que vigilar, pretendian adormecerle con protestas
de adhesion, mientras envalentonados los de la capital, 'des-
enmascarados en la reunion del dia de San Rafael, discutían
ámplía y descaradamente la forma y los detalles con que
debia plantearse el gobierno auton6micoen las Antillas; y
quizás se ocupaban tarubien de otras cosas, cuando á menudo
coineidian sus reuniones con la circulacion de hojas clandesti-
nas, más encaminadas á hacer causa comun con la gente de
Céspedes que á participar de las conquistas de la revolucíon
de setiembre (74). Entre los que todavía pensaban en esto,
habia algunos habitantes del Camagüey que, contestando á
fines de noviembre á las excitaciones de muchos de sus paisa-
nos unidos á los independientes bayameses, aplazaban su defi-
nitiva respuesta hasta saber si el programa del Gobierno
provisional se hacia extensivo á Cuba (75). Pero éstos, seduci-
dos al cabo por los más impacientes y cansados d~ esperar;
creyendo que nad.a obtendrian mientras permaneciese allí el
general que, á pesar de la caida de la dinastía, celebraba en
su obsequio recepciones los dias 4 y 10 de octubre, y perdien-
do toda esperanza, decidieron, al aproximarse las tropas in-
surrectas á Puerto Príncipe, unirile á ellas para engrosar sus
filaR.


Si el sucesor de Lersundi hubiese ido á Cuba á raiz d"e la
revolucion de setiembre, quizás habría sofocado el grito le-
vantado por Céspedes y los suyos; mas habiéndolo impedido
las confu::-:iones primeras del Gobierno provisional, las dudas
flobre las personas que habian de acompañarle y la enfermedad
de D. Domingo Dlllce al acordarse su fllnesto nombramiento, el
fragor de la lucha hizo cada dia más difíciles las inteligencias.
Hasta los tres meses no se intentaron éstas, término en verdad
excesivo para pasarlo en la incertidumbre, durante el cual,
las vacilaciones de Lersllndi, su falta de facultades pCl.ra tomar
ciE'rtos acuerdos, la mala disposicion de su ánimo y la poca




256 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


espontaneidad para alentar con respuestas consoladoras á los
que vivian hostigado~ por sus hermanos de lógia, acrecieron
los brios del movimiento insurrecto, engrosando considerable-
mente las filas de los que querían aprOVeCh!lr las circunstan-
cias, y arrollarlo todo ántes que en la metr6poli existiera el
órden, necesario para permitir al gobierno desprenderse de
tropas y dictar medidas eficaces.


No quiere decir esto que el general Lersundi descuidara
los puntos principales de su gobernacion, ni que á sabiendas
dejase crecer las bandas insurrectas. Lo único de que debe
acusársele es de haber sido víctima de una confianza tan
exagerada, que aún á mediados de noviembre se prometia
que con los ocho dias concedidos á los revoltosos para deponer
las armas, y con el gran prestigio que á Valmaseda con-
sideraba en el departamento Oriental, acabarian aquellos.
Tltmbien creia que lo que por momentos presentaba mayor
gravedad iba mejorando; y tal era su conviccion, que asi lo
manifestó de oficio en aquellos dias, diciendo que el mejor es-
píritu animaba á los demás pueblos de Cuba (76). La prueba
de que el celo no disminuyó en Lersundi se pudo ver en las
disposiciones que en 19 y ;20 de noviembre dictó, algo tardías
ciertamente, sobre el tránsito por el interior de la isla (77), Y
acerca del uso y portacion de armas (78), y en lo referente á
la actitud de los Estados-Unidos y á la expedicion de los mo-
nitores peruanos CATAWllA y ONEOTA que los insurrectos pre-
sentaban como protectores de su causa (79). De ellos se decia,
que puestos al servicio de o.uba libre, estarian á su disposicion
mientras la jóven república antillana adquiriese la armada de
que hablaban en sus escritos, lo mismo C~spedes que la ins-
table cámara de los representantes cubanos; pero esta pre-
suncion resultó al cabo tan ilusoria, como otras muchas que
los disidentes forjaban para aparecer con cierta importancia
en el exterior, y amedrentar á los buenos españoles de laisla.


De cuanto queJa dicho se deduce evidentemente que el le-
vantamiento de Céspedes, consecuencia de su desordenada vi-
da, fué una verdadera rebelion contra sus propios partidarios.
Sin ponerse de acuerdo con las demás lógias que con prolijos




CAPÍTULO V 257


trabajos prepararon el advenimiento de la libertad, ya en la
forma autonómica ó en la separatista; sin contar con los ne-
cesarios elementos, y sin otra ostensible aspiracion que satis-
facer las particulares ambiciones de los más impacientes y
esquivar la accion de la justicia, anticipó el abogado baya-
més los actos que le dieron la celebridad que hoy dist'ruta.
No era extraño, por tanto, que Lersundi prestara tan poca
atencion {tIa que consideraba una insensatez, yque demasia-
do confiado despreciase de aquel modo á los sediciosos, y de-
jara así q~e el fuego de la insureccion se extendies:l.


Por aquella conducta y por la desconformidad que desde
un principio mostró con los hombres de la revolucion de se-
tiembre, se quiso atribuir á este general que subordinaba su
patriotismo á los compromisos que tenia con la dinastía caida.
Pero tal imputacion no era justa, pues si obligado estaba á
doña Isabel II tanto por el acatamiento del súbdito como por
su gratitud á distinguidas deferencia:;, en aquellas circuns-
tancias se portó como verdadero español, y si apareció con
cierta apatía en algunas ocasiones, hija era aquella del injus-
tificado optimismo y de la desmedida confianza que en sus pro-
pios medios tenia.


Leraundi disponia de poca tropa, y creó hasta 35.000 vo-
luntarÍos: Lersundi carecia de recursos, y supo levantar el es-
píritu patriótico para que abriera suscriciones, organizando
con los productos de estas batallones de movilizados, para
combatir la insurreccion: Lersundi, atendiendoántes álosinte-
reses españoles y á la flaq ueza del Tesoro cubano, q U3 al mis-
mo Gobierno de la metrópoli, mostró energ'ía bastante y muy
oportuna ante los hombres de la revoiucion de setiembre, ne-
gándose á librar letras por valor de cincuenta y cinco millo-
nes de reales que en los priuieros momentos se le,pidieron (80).
Lersundi, por fin, contuvo en el órden político á los labo-
1'antes, que con la soberbia del triunfo tuvieron á los penin-
sulares habitantes en la isla medrosos y acobardados, hasta
que aquel general, con la organizacion de los voluntarios, con
sus excitaeiones y por otros medios, logró preparar el camino
al verdader'o partido español que ent6nces no se conocia, ni se


TOMO j[ 17




258 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


formó hasta despues de los crímenes y horrores que, con los;
que defendian el nombre de España, se cometieron por las
sanguinarias hordas del caudillo bayamés.


¿Se podrán recusar jamás estos hechos como pruebas de-
mostrables del patriotismo de aquel general?


Pues á pesar de todo, no pudo librarse Lersundi de que al-
gunos de sus detractores le presentaran como sospechoso á
España, atribuyéndole manejos para organizar en la isla un
partido lersundista, que en casos dados se impusiera al go-
bierno de la metrópoli, y áun acuerdos con españoles partida-
rios del pretendiente D. Cárlos para proclamarle allí (81).
Pero unas y otras imputaciones. careciendo de comprobacion,
nunca tuvieron más valor que el de las especies gratuitas ó
calumniosas. La historia podrá en todo caso hacer responsa-
ble á Lersundi de su falta de habilidad y de su poca suerte
en graduar la importancia de la insurreccion al iniciarse;
podrá condenarle por sus injustificadas confianzas y sus va-
cilaciones; pero jamás poner en cluJa un patriotismo tan
asediado y combatido.


Lersundi no mató ciertamente la insurreccion al nacer, pero
tampoco permitió que la grande Antilla fuera presa de la di-
solucion revolucionaria;. y esto es lo que en todo tiempo tendrá
España que agradecerle.




----_._--~--=-= .. =_. =-=========


CAPÍTULO VI.


1. Personal destinado á las Antillas por el gobierno de la revolu-
cion.-Segundo mando de Dulce en Cuba.-Frio recibimiento en
la Habana.-Estado en que encontró la opinion pública.-Alocu-
ciones de Dulce.~Efecto que producen.-Proclamas labo?·antes.
~Comunicaciones al gobierno.-Tropas de refuerzo.-Actos re-
volucionarios de Céspedes.-Libertades proclamadas por Dulce.
-Cómo se responde á ellas.-Amnistía concedida á los insur-
rectlls.-Acogida que tllVo.-Sucesos de las calles del Cármen y
de las Figuras.-Actitud de los desafectos á España. .


n. Comisionados enviados por Dulce á Céspedes para someter á
los insurrectos.-Conferencias con éstos.~Asesinato de Arango,
negociador de la paz.-Sus consecuencias.-Osadía de los disi-
dentes de la Habana.-Sucesos del teatro de Villanüeva.-Acti-
tud de los voluntarios.~Asesinatos y atropellos.-.\'uevos des-
órdcncs.-E! café del Louvre;. la casa de Aldama.-Tristes re-
sultados de los ódios políticos.-Publicacion de la ley electoral
para la isla.-Consejos políticos !tI general Dulce.


IIl. Alucinaciones de la primera autoridad.-Emigracion de cu-
banos y reorganizacion de la junta de Nueva-York.-Recelos del
elemento español.-Medidas represivas para la prensa periódica.
-Situacion de la isla.-Trabajos de los labora1¡tes.-Proc!amas
de éstos y comunicaciones de Dulce al gobierno.


IV. Operaciones militares del conde de Valmaseda.-Acciones del
Salado y el Cauto.-Incendio de Bayamo por los insurrectos.-
Reconquista Valmasetla aquellas fuinas y reedifica la poblacion.
~F.staelo ele la guerra. -Trabajos de los infi 1urectos dentro J
fuera ele la isla.


1.


Muestra infeliz de sagacidad política dió D. Domingo Dul-
ce, al aceptar por segunda vez el cargo de capitan g2neral de
la isla de Cuba. Nadie tan bien como él, que el año anterior
estuvo en la grande Antilla para verificar Sll matrimonio con
la condesa viuda de Santovénia, podía saber cómo se encon-




260 LAS INSURRECCIONES EN CUBA
--------------------------------------------


traba la opinion pública y cuál era el recuerdo que en el ele-
mento peninsular dejó grabado su imprudente proclama del
cubano más. Pero mucho mejor que él conocia sus intereses
el astuto general D. Juan Prim, quien al insistir tanto yex-
citar en todas formas el patriotismo de Dulce, para obligarle
á que fuese allá á sacrificarse por los intereses de la revolu-
cion, daba á conocer cuánto le importaba tenerle lejo" de su
lado.


Prim, que entre los revolucionarios de setiembre fué el que
mejor comprendió su posicion desde el primer momento, y el
único que sin desviarse siguió las indicaciones de un pre-
concebido plan de conducta, sabia perfectamente que, dado
el terco carácter de D. Domingo Dulce, no tenia más reme-
dio que cumplir todos los compromisos empeilados en la cons-
piracion, ó inutilizar aquel carácter. Y como no ignoraba
ninguno de los detalles del primer mando de Dulce en Amé-
rica, y como estaba persuadido de que en Dulce encontraria
siempre un gran obstáculo para el desarrollo de sus ambi-
ciones, trató de desprestigiade ó anularlo por completo, no
parándose en sacrificar un hombre y hasta un compañero, si
este se oponia á la realizacion de aquel ·plan. Ambas cosas
consiguió, convenciéndole de la necesidad de volver á Cuba.
Sin la a~eptacion de Dulce en aq ueHos momentos, la grande
Antilla se hubiera salvado, como sin ella habria tomado otro
giro la revolucion de setiembre.


D. Domingo Dulce no supo interpret?ll' las intenciones de
Prim, y aunque con r3sistencias, accedió al fin á embarcarse,
á pesar del decaimiento en que su estado de salud le te-
nia; y dejando de ser consecuente con su natural terquedad,
que era, despues de todo, lo único que resaltaba en el fondo
de su carácter, se prestó á todo. Atendiendo ruegos y exi-
gencias, admitió los nombramientos del personal que habia ele
salvarle ó hundirle, y esperó á fortalecerse un poco y á que
Caballero de Rodas sometiese á los revolucionarios republica-
nos de Cadiz, para dirigirse á las costas de Cuba.


V crificóse esto el dia 17 de diciembre de 1868. Cada véríeo,
exánime fué embarcado Dulce en el vapor Comillas; siendl)




CAPÍTULO VI 261


tal su gravedad, que dió motivo á que se pusieran despachos
á Nueva-York anunciando su muerte para ántes de llegar al
término del viaje. Pero á medida. que el vapor ganaba
grados de latitud hácia el Sur, se vivificaba el general y
veíasele adquirir más fuerzas y alguna parte de su antiguo
vigor y de la entereza que tanto iba á necesitar, para hacer
frente á las importantes cuestiones que tenia en Cuba que
resolver. En el mismo buque que Dulce iban el obispo de la
Habana, todos los altos funcionarios que el gobierno de la re-
volucion habia nombrado para las Antillas, así el capitan gene-
ral de Puerto-Rico, D. José Laureano Sanz, como el director
y consejeros de administracÍon de Cuba, el gobernador de
la capital de esta isla y muchos pequeños empleados, especie
de emisarios que llevaban á nuestras posesiones de Occidente
el eSilíritu revolucionario y muestras verdaderas del nuevo
estado político de la Península. No fué aquel pasaje de los
más pacíficos y tranquilos ciertamente (1); pero por fortuna
para los viajeros, terminó bien la expedicion; y despues de
dejar en Puerto-Rico al general Sanz, llegó Dulce á la capi-
tal de Cuba el lunes 4 de enero de 1869.


Ya porque el telegrama sobre la muerte de Dulce se hubie-
se creido en la capital de la isla, ora porque su nombramien-
to no correspondiera ni fuese del mejor agrado para el ele-
mento español, fué lo cierto que á pesar de la órden publicada
por Lersundi en la Gaceta de la Habana del 31 de diciembre,
dictando las reglas acostumbradas para recibir á los nuevos
capitanes generales, ninguna demostracion se notó al fondear
el buque, de aquellas que daban á conocer la llegada de una
primera autoridad (2). Los generales Lersundi y Espinar, la
Audiencia, algunos altos funcionarios y muy pocas personas
notables, fueron los que se acercaron al Oomillas'á darle á
Dulce la bienvenida.


Veraad es que los ánimos no estaban para fiestas. La in-
surreccion triunfante en los departamentos Oriental y del
Centro, habia extendido su espíritu hácia Occidente y pen2-
trado hasta en la misma capital, donde se dió á conocer pr.~­
cisamente aquellos dias, con motivo de la muerte del jóven,d/':>-:
~).~,~;.; ~.~: ~. ,"
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262 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


cubano D. Camilo Cepeda. Pres¿ éste en Sancti Spíritus por
insurrecto ó laborante, fué remitido a la Habana a disposi-
cion de la primera autoridad, y antes de llevar un mes de
encierro en aquella carcel, murió de la tisis que le consumia.
Los patriotas de la capital aprovecharon el acto del entierro
para hacer una imponente manifestacion política, que llenó
de asombro a los buenos españoles, indiferentes al movimien-
to revolucionario, desconocedores de la extension de los tra·-
bajos separatistas y de la decision de sacrificarlo todo por su
independencia que a los enemigos de España ariimaba (:3).
Estas causas y el efecto producido por la proclama que los di-
sidentes acababan de circular, halagando á los peninsulares y
diciéndoles que no se trataba de cuestiones de españoles y
cubanos, ni de reformas más ó ménos amplias, sino de una
lucha entre el opresor y el oprimido, convirtieron el asombro
en desaliento, y la vacilacion y la duda se apoderó de muchos
leales.


De aquí la ·indecision en recibir cariñosamente á Dulce,
que por un lado les era sospechoso y por el otro, segun la
misma proclama. no iba allí'sino para privarles, como sus
antecesores, de gran parte de los productos que con mucha
fatiga conseguian los habitantes de la isla (4), con el objeto
de remitirlos a los que en la Península todo lo perturbaban y
todo lo consumian al satisfacer sus ambiciones.


La vacilacion no debia por tanto sorprender, y era muy na-
tural en aquel pueblo esencialmente agrícola y mercantil,
acostumbrado á la tranquila vida del trabajo, que se veia
desde el levantamiento de Yara requerido por excitaciones de
todo género, no todas dirigidas al mismo fin ni respondiendo
más que á la idea, poco española, de los que las promovian.
Algunos de aquellos abrumados españoles fueron ya com-
prendiendo de lo que se trataba al leer otra proclama, diri-
gida a los laborantes, en la que éstos, suponiendo que no se
componian sino de hijos de Cuba, recibian el encargo de
mantener la unidad, disciplina y reserva necesarias, al pre-
tenderse por los incitadores el gobierno del país por el país, y
garantías para el porvenir, por la pcrsuasion ó por la fuerza.




CAPÍTULO VI 263


Era aquel documento, expresion verdadera de las ten den-
das de los reformistas y de todas sus aspiraciones, reducidas
á disfrutar de una libertad que les facilitase el monopolio del
poder, aunque alconcedérsela se conserváran, para los que no
fuesen de los suyos, las restricciones que de antiguo tenian
disgustados á los ménos favorecidos (5). Lógico parecia que
la incertidumbre yel retraimiento respondieran á aquella ac-
titud de los revoltosos, y que aumentasen al ver sin cumplir-
se las promesas del gobierno de la revolucion, que ni dictaba
eficaces medidas con la prontitud que se pedian, ni habia en-
viado todavía tropas para cubrir los reemplazos· y defender
los intereses españoles comprometidos cada vez mas (6). ¿,No
habian de estar intranquilos los verdaderos amantes de Es-
paña al encontrarse sin una agrupacion que hiciera frente á
la de los conspiradoras'? Entónces empezó á conocerse la ne-
cesidad de formar el partido español, y se emprendieron los
trabajos para constituirlo.


Lersundi, que no ignoraba nada de esto y conocía ya el
verdadero estado de la opinion al embarcarse Dulce, lo tuvo
muy presente para no entregar el mando, en 20 de diciembre,
al general D. Felipe Ginovés Espinar, nombrado segundo
cabo en reemplazo del conde de Valmaseda; pues interino
por interino, creia que él podria responder mejor á lo que la
pátria exigia de la primera autoridad de Cuba. Con esto
quiso desmentir Lersundi á los que le atribuian el propósito
de abandonar aq uel puesto de honor, en el que ofreció conti-
nuar hasta que se le relevara, para ir luego directamente á
responder de sus actos ante el gobierno (7); y quizás se pro-
puso tambien acallar la vocinglería de los periodistas disi-
dentes de los Estados-Unidos que, para presentarle como
sospechoso á los mismos españoles, le achacaban el proyecto
de imitar á Lincoln dando la libertad á los esclavos y de ar-
marlos para destruir la insurreccion, si el gobierno de la me-
trópoli no le enviaba oportunoO'l refuerzos (8). Aquellos perio-
distas eran los mismos que, al anunciar el embarco en Cádiz
del general Dulce, yal discurrir sobre lamision conciliadora
que llevaba, para que depusieran las armas los que las em-


..




264 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


puñaron á las órdenes de Céspedes. decían: «esto no puede
»ser y no será; la independencia es el punto objetivo de nues-
»tras aspiraciones, y la cuestion no es ya de personas simpá-
»ticas ó antipáticas, sino de arrojar un gobierno que nos ha
»privado del puesto ti que tenemos derecho entre las naciones
»del universo» (9): cuyas manifestaciones, dieron á conocer
más que nada á Lersundi la verdadera importancia de la in-
surreccion. ¿La conoció de la misma manera Dulce al llegar
por segunda vez á la i:>la?


Desembarc6 este general en la Habana á las doce de la
mañana de aqueldia 4 de enero, siendo recibido con más cu-
riosidad que entusiasmo, con muy escaso aparato y sin el
bullicio que la poblacion acostumbraba en tales casos. Se po-
sesionó seguidamente del mando, y el día de Reye:> dirigió su
alocucion á los c7tbanos; poniendo de manifiesto el sacrificio
que hacia al admitir aquel cargo, a~onf;ejándoles «union y
»fraternidad, olvido ,de lo pasado y esperanza en el porvenir»,
y ofreciéndoles el inmediato goce de los derechos de reunion y
de imprenta, y la eleccion de diputados que en las futuras
Córtes pudiesen recabar del supremo poder nacional, los demás
derechos políticos y las mejoras administrativas que les asi-
milasen á las otras provineias de la Península (10).


Al tiempo que este documento se imprimia, comunicaron al
gobierno de la metrópoli telegrama:> los generales saliente y
entrante. Manifestaba Lersundi en el suyo, que la tranquili-
dad era perfecta en el departamento Occidental de la isla, y
que en el Oriental estaba la rebelion eircunscrita á los pun-
tos que hasta allí habiaindicado; y contagiado del mismo ?p-
timismo,al participar Dulce su toma de posesion, decia, que
los insurrectos no adelantaban, que el espíritu público habia
mejorado mucho, lo cual era bastante difícil en aquellas po-
cas horas, y que ningun cuidado le inspiraban los rebeldes,
por ser grande su desaliento y cada vez menores los meJios
de accion de que podian disponer (11). ¿Era creible qlH~, al si-
guiente dia de posesionarse del mando, pudiera asegurar esto
con verdadera conviccÍon el nuevo capitan general?


Ni á los insulares ni á los peninsulares les satisfizo la.




CAPÍTULO VI 265


alocucion de Dulce; porque mientras aquellos tenian por es-
caso y vago lo ofrecido, éstos consideraban excesivo y ex-
temporáneo cuanto se les daba. Los primeros publicaron, en
respuesta á aquel documento, una hoja con el epígrafe de
independencia, en la que despues de dar el alerta á sus cor-
religionarios, diciéndoles que se pretendia engañarles con
reformas y concesiones, que despues de todo no pasaban de
cantos de sirena, insertaban un discurso del orador Patrick
Henry titulado La guerra es inevitable, en el que se trataba
de demostrar que la paz era imposible (12). Los segundos,
consecuente;;; como siempre en adorar el principio de autori-
dad, se dispusieron á obedecer al que representaba la de Es-
paña, y ménos impresionables que la gente tropical, ocul-
taron silenciosos los sentimientos que tales propósitos les
causaban, limitanao las muestras de su disgusto á guardar
cuidadosamente el escrito que lo producia. S610 con algunas
murmuraciones hicieron público los españoles su desagrado,
cuando se diilpuso que los voluntarios y militares quitasen de
sus uniformes las señales que recordaban la dinastía proscri-
ta; cuando desaparecieron de los lugares y establecimien-
tos públicos los bustos y retratos de la señora arrojada
del trollo, y particularmente al sabs.rse que, subrepticiamen-
te, el altas horas de la noche y con cautela, habia he-
cho desaparecer la policía del parque llamado de Isabel II
la estátua de esta reina, mientras se dejaba enmedio de la
pla'~a de Armas la de su padre D. Fernando VII (13).


Así que Dulce llenó esta pueril exigencia de los revolucio-
narios de setiembre que le rodeaban, dedicóse á inquirir la
verdad sobre el estado del país, deseoso de confirmar al Go-
bierno lo que le habia dicho respecto del poco cuidado que la
insurreccion le daba. Esto le fué, sin embargo, ménos fácil,
á medida que reunia datos é iba midiendo la profundidad del
abismo que á los descontentos separaba de España. Pronto
conoció los desatinos que entorpecieron la sumision de aque-
llos habitantes del Camag"üey, que solo con reformas politicas
se contentaban: luego se enteró de los pormenores del incen-
dio de Bayamo, de los atropellos que 1ós peninsulares, sin




266 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


más motivo que por serlo, sufrian, y de lo dificil que hacia
esto toda conciliacion; yen seguida averiguó el estado dJ las
gestiones que el llamado general en jefe y presidente de la
república cuhana, D. Cárlos Manuel de Céspedes, s'guia cer-
ca del honorabb Mr. Seward, para que los Estados-Unidos
reconocieran, si no ]a indepandencia, la beligerancia al ménos
de los republicanos de Cuba (14); en cuya ohra le auxiliaban
los periódicos subvencionados en Nueva-York, presentando á
los jefes de nuestro ejército como á unos malvados, y á los de
las bandas insurrectas como modelos de honor y de disciplina.
Supo además el capitan general cuáles eran los medios de
atraccion empleados por Céspedes, para arrastrar á su causa á
los irres:Jlutos hijos de Cuba y de España, que tenían intereses
que conservar (15); y leyó á poco el decreto sobre la esclavi-
tud que, como amenaza á los propietarios que no le siguiesen,
publicó aquel en Bayamo el 27 de diciembre de 1868, en el
cual, manifestándose aún ménos abolicionista que el propio
Dulce, conservaba la servidumbre en los esclavos de sus par-
tidarios, y parodiando lo que hizo Lincoln en la guerra entre
el Norte y el Sur de los Estados-Unidos, declaraba libres
los siervos de los enemigos ó españoles, al decretar la confis-
cacion de los bienes de éstos (16).


El detenido estudio de cuanto acaba de referirse, produjo tal
cambio en las opiniones del general Dulce, que dos dias des-
pues de trasmitir al ministro de Ultramar el telegrama en que
tan fácil presentaba la sumision de los insurrectos, ya le dijo
que la insurreccion de los departamentos Oriental y Central
reclamaba grandes medios para sofocarla, y pidió en conse-
cuencia ooatro mil hombres más que creia indispensables á la
pacificacion de aquel territorio (17). Sin embargo de esto, tan
optimista este general como su antecesor, así como aquel se
empeñó en no dar nunca importancia á la insurreccion, él
estaba fascinado por su sistema político, teniendo tan comple-
ta fé en su bondad, que bastaba á su juicio dar al público
los decretos que sintetizaban las aspiraciones de la revolu-
cion, para conseguir la paz inmediatamente (18).


Así que dirigió a los c1{,banos la indicada proclama y otra




CAPÍTULO VI 267


á los soldados, marinos y voluntarios, en la que les ofrecia en
nontbre del Gobierno provisional las reformas ventajosas que
reservaba á los guardadores de sus glDrias (19); y así que
Lersundi se despidió de los soldados, marinos y voluntarios
espaf¡,oles, sin dedicarles ni una frase á los otros habitantes
de Cuba, lo cual fué motivo de censura por parte de uno de
los periódicos nacidos de la libertad de imprenta (20), lanzó
Dulce á la publicidad aquellas trascendentales y extemporá-
neas clisposiciones, sin fijarse ántes en el poco halagüeño estado
de la política y de la Hacienda, y usando de una precipita-
cion de la que muy pronto tuvo que arrepentirse.


El primero dr aquellos dos decretos, fechado el 9 de enero,
concedía «á todos los ciudadanos de la provincia de Ouba, de-
»recho á emitir libremente sus pensamientos por medio de la
»imprenta, i:lin sujecion á censura ni á ningun otro requisito
»prévio» (21); y el segundo, suprimia las comisiones militares
establecidas en 4 de enero del año anterior (22). Es decir, que
Dulce, al soltar los vientos, rompia las puertas que los tuvie-
ron encerrados.


Las consecuencias de la libertad de imprenta se tocaron
inmediatamente. No hubo literato, ni poeta sinsonte, ni
aprendiz de escritor que no se apresurase á ensayar sus fa-
cultades, para dirigir denuestos y expresar por escrito sus
ódios á España; si bien algunos aunque muy pocos escritores
salieron á la defensa de la madre patria. Más de 60 perió-
dicos se publicaron desde el 10 al 28 de enero, para reclamar
mayores libertades, zaherir en todas formas cuanto represen-
tase nombre ó autoridad española, desatar todos los lazos de
la obediencia, remover recuerdos irritantes, precipitar la in-
mediata destruccion de nuestro poderío en América, é insul-
tarnos descaradamente; cual lo hacia el titulado La Ohamar-
'reta, diciendo q 11e no q ueria nada con España ni por España;
ó como El Negro Bueno, que declaraba á Cuba patria sola-
mente de los que en ella nacían, ó como la Oonvencíon repu-
blicana, que recordando aquellos conocidos versos de Here-
dia, presentaba tan imposible la union entre España y Cuba
como aproximar sus territorios salvando la inmensidad del




268 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


mar. Desboroomiento como aquel ningun país lo presenció
jamás, ni se sufrieron por ningun pueblo insultos semejantes,
ni provocaciones, ni amenazas, ni la salia que aquellos in-
gratos manifestaron, contra los hermanos de sus padres á
quienes debian lo que eran (23).


No dió mejores resultados el decreto que derogaba el de
Lersundi, estableciendo las comisiones militares permanentes
para juzgar los delitos de homicidio, robo é incendio. Some-
tiendo los delincuentes de estas clases á los juzgados ordina-
rios, no solo consiguió Dulce que salieran de las cárceles mu-
chos irreconciliables enemigos de nuestra nacionalidad, cri-
minales á la vez como otros varios, sino que se abandonasen
los procesos á aquellos tribunales de justicia, que eternizan-
do los fallos tanto contribuyeron siempre al desprestigio de
nuestro nombre en América. Sin castigos ejemplares que
los contuvieran, acreció considerablemente el descaro de aque-
llos delincuentes, á algunos de los cuales tuvo que reprimir
más tarde la justicia popular.


Paralela á la explosion de la prensa, tan funesta al brillo
de la literatura patria, otra explosion femenil, no ménos pe-
ligrosa que aquella, vino á perturbar la sociedad cubana,
ahondando la línea divisoria entre peninsulares é hijos del
país. Tal fue la que, interpretando las libertades proclamadas,
dieron á conocer las mujeres insulares. La mujer cubana,
apasionada y valerosa cual ninguna, usando á la sazon la
osadía que dá la impunidad, desafió los poderes públicos, con
manifestaciones que más que nada pudieron demostrar le á
Dulce lo que esperar debia de sus tan imprudentes como bien
intencionados decretos. Cuando ni los hijos del país, ni los pe-
ninsulares se recataban de llamarse públicamente enemigos,
y cuando unos y otros, si no autorizacion, un acto de benevo-
lencia esperaban tan sólo de parte de la autoridad para lan-
zarse sobre sus adversarios; los hábiles cubanos, juzgando
peligroso ó impolítico hacer por sí ciertas demostraciones, las
encargaron á sus mujeres é hijos. Entónccs estas, no solo
cumplieron las misiones más delicadas, sino que, para excitar
á los partidarios de Cuba lib?'e, presentáronse en los paseos




CAPÍTULO VI 269


con el pelo suelto, vestidas de azul y blanco y con los trajes
salpicados de estrellas de cinco puntas, que llamaban de sim-
patía, mientras los adolescentes, irresponsables por la ley,
promovían escándalos políticos en los colegios y otros esta-
blecimientos, donde de ordinario tenia que intervenir la po-
licía (24).


Pero á pesar de todo, Dulce, en vez de corregir aquel pe-
renne é irritante insulto al nombre español, ciego todavía, con-
tinuaba ofreciendo otras libertades. Alas concedidas el dia 9,
respondieron los estudiantes rle la universidad promoviendo
el dia 11 de enero un alboroto escandaloso, tomando por mo-
tivo el haberse nombrado un español para cubrir la va-
cante de un bedel que habia fitllecido, y oponiéndose á que
tomara posesion, sin más razon que por no ser hijo de Cuba.
Al espíritu conciliador que demostró el capitan general, pres-
tándose á autorizar con su presencia en el gran teatro de Ta-
con la fie::ita patriótica, donde se cantaron himnos celebrando
la liberal union entrA España y Cuba (25), respondian los hi-
jos de la Antilla acogidos en los establecimientos ben:' ficos,
dando vivas á la independencia y á Céspedes y mueras á Es-
paña (26), excitados sin duda por las mismas personas, fun-
cionarios del municipio, que dirigian aquellas casas de cari-
dad. Y finalmente, al decreto expedido el 12 de enero, en el
que, recordando su lema «(Olvido de lo pasado y esperanza en
»el porvenir, » concedia Dulce amnistía general por causas po-
líticas, y el dilatadísimo término de cuarenta dias para pre-
sentarse los que estuvieran con las armas en la mano (27),
contestaron en la Habana el mismo dia de su publicacion, re-
cibiendo á tiros en las calles del Cármen y de las Figuras,
próximas al puente de Chavez, á los agentes de policía que
fueron á sorprender un depósito de armas para los insurrec-
tos, que tenia en su casa doña Matilde Rosain.


Sabiendo la autoridad que desde aquella casa iban á tras-
ladarse á otra las armas, para distribuirlas entre los que te-
nían el encargo de llevarlas al campo rebelde, dispuso que un
comi~ario y algunos salvaguardias fuesen á apoderarse de
ellas. Despues de hecha la aprehension y cuando se sacaban




270 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


las cajas que las contenian, para trasladarlas al cuartel de la
policía, fueron lo,:; agentes de ésta atacados con tiros de revól-
ver por muchos cubanos apostados en las puertas y en las
azoteas de las casas para evitarlo. Los salvaguardias, que te-
nian que luchar uno contra ciento, lograron defenderse hasta
que recibieron un pequeño refuerzo de tropa, con el cual saca-
ron adelante el depósito, recobrado momentáneamente por los
conjurados; pero no sin tener que lamentar las heridas de
dos celadores, dos salvaguardias y de algunos paisanos que
pasaban por la calle. Dos de los principales comprometidos,
D. Francisco Leon y D. Agustin Medina, se detuvieron en me-
dio de la refriega y fueron causa, segun luego se verá, de las
numerosas desgracias que ocurrieron tres meses despues.


Aquel suceso, conocido por el qe lct calle de las Figuras,
subió de punto la irritacion de los ya excitados voluntarios,
que poco acostumbrados á que se hiciera resistencia de aquel
modo á los mandatos de la autoridad, estaban dispuestos á
castigar por su cuenta á los agre,:;ores. Pero el general Dulce,
á pesar de verse precisado á contener la justa indignacioll es-
pañola, y sin embargo de ir recibiendo noticias de la agitada
situacion del interior de la isla, no llegó á convencerse de lo
ineficaz que su benevolencia resultaria al cabo, y en vez de
proceder con la energía que las circunstancias aconsejaban,
siguió adelante su sistema contemplativo, sin comprender aún
lo peligrosa qüe era semejante política.


n.


Las conciliaciones suplicadas y los pactos de transaccion so-
licitados por los poderes legítimo:,; á los facciosos y usurpados,
jamás sirvieron para conjurar conflictos en las graves crísis




CAPÍTULO VI 271


políticas. Si al explanar su pensamiento gubernativo hubiera
tenido csto presente el general Dulce, quizás 'habria emplea-
do otros mediotl para restablecer la tranquilidad en la isla de
Cuba; pero partiendo su sistema de un espíritu de conciliacion,
en él se inspiró solamente, así al conceder las libertades que
quedan indicadas, como al enviar algunos comisionados cerca
del caudillo insurrecto Céspedes, para negociar la sumision
de todos los que habian levantado el grito contra España.


Aquel sistema, sin embargo, no era el más perfecto ni opor-
tuno, y así lo conoció el general cuando á pesar de todos sus
buenos intentos, tuvo que expedir, tres dias despues de publi-
cado el decreto sobre imprenta, una órden disponiendo que
los vendedores de periódicos se limitasen á anunciar el título,
y suprimieran las Ínconvenientes y escandalosas apreciacio-
Iles que hacian en voz alta, sobre las publicaciones que pre-
gonaban, con gran disgusto del público decente (28). La
ineficacia del procedimiento se demostró tambien cuando, en
vista de lo poco dispuesta que la opinion se encontraba para
un acuerdo ya tardío, tuvo qne suspenderse la publicacion
de un pel'iódico que con el título de El Oonciliador (29) se
proponia inspirar Dulce, y dirigirlo al objeto de atraer á las
soluciones reformistas, lo mismo á los insurrectos del campo y
laborantes independientes, que á los buenos españoles que no
querian innovaciones de ningun género mientras la paz no
estuviese aS3gurada, ni reformas políticas hasta despues de
ensayar las administrativas y económicas que fueran en la
isla susceptiLles de aclimatacion.


Los comisionados que el capitan general envió para tratar
la sumision de Céspedes y su gente, se dividieron en dos gru-
pos: uno compuesto de D. Ramon Rodriguez CJrrea y don
Hortensia Tamayo, empleados del gobierno, y de D. José de
Armas y C8:specles, que quir.ás prestó sus buenos oficios de
medíauor á cambio de un destino análogo al que sus compa-
ñeros Jisfrutaban; yel ot¡·o grupo lo formaron D. Francisco
Tamayo Ii'leites, D. Joaquin Oro y D . .José Ramirez Vila.
Aquellos se dirigieron por Nuevitas al campo insurrecto, y
éstos, desde "Manzanillo y Santiago de Cuba, pasaron á con-




272 LA.S INSURRECCIONES EN CUBA


ferenciar con e¡ caudillo bayamés, provistos de una carta de
Dulce para Céspedes, en la que le decia que los comisionados
llevaban instrucciones y toda su confianza para acordar una
conciliacion que pllsiera fin á la guerra fratricida; adoptán-
dose una fórmula honrosa para todos, que pusiese término al
derramamiento de sangre y devolviera á aq nella provincia es-
pañola el sosiego que tanto necesitaba (30).


El grupo de los comisionados Correa, Armas y Tamayo,
quienes salieron para Nuevitas ellO de enero, iba taml:lien
provisto de otra carta para eljefe insurrecto. Habiendo enfer-
mado Armas en aquel punto, siguieron los otros dos adelante,
y dcsde el campamento de Imías, donde la noche del 18 cele-
braron úna conferencia con el Oomité del Oama/lüey, dirigie.,.
ron con fecha dell9 una comunicncion á Céspedes, expresán-
dole deseos de obtener una entrevista con él para cnmplir su
mision de embajadores, ya que los vocales del Oomité no
creían poder celebrar acuerdo alguno sin la aquiescencia del
jefe principal (31). Aquella entrevista no pudo verificarse
al cabo por las razones que luego se verán, si bien reci-
bieron contestaCÍ011 del titulado presidente de la república
cubana, en la que les indicaba lo infructuosos que serian
cuantos ofrecimientos se le hicieran en el concepto de que Cuba
continuase bajo el d0minio de España (32).


A este tiempo, con fecha del 23 y prévia una entrevista
preparatoria celebrada el 21 con otros caudillos, ~ecibieron los
comisionados Tamayo Fleites, Oro y Vila aviso" de poder di-
rigirse al ca'mpamento de Céspedes, yel dia 26 conferencia-
ron ya con éste en su cuartel general de El ojo de agua de
los melones; animando tan buen espíritu á unos y otros desde
un principio, que tal vez hubieran podido llegar á una ave-
nencia á no ocurrir el mismo dia el desgraciado fin de Au-
gusto Arango. Como individuo del Oomité camagiieyano se
dirigió éste á Puerto-Príncipe, por su propia cuenta, segun
aseveracion de sus compañeros, y animado del buen deseo de
acelerar las negociaciones de pacificacion. Confiando en un
salvo-conducto que parece le facilitó el gobernador de Nuevi-
tas, iba á hablar con el brigadier Mena, yen el Oasino cam-




CAPÍTULO VI 273


pest-re del Oamagüey, próximo á la ciudad, fué asesinado á la
una de la tarde del dia 26, como el otro parlamentario que
le acompañaba (33).


Aquel misterioso suceso no supieron esplicárselo los habi-
tantes de Puerto-Príncipe, por haber desaparecido de encima
del cadáver de Arango el salvo-conducto que llevaba y los
demás documentos en que debia basarse la reconciliacion;
encontrándose sólo el número del DIARIO DE LA MARINA que
insertaba la amnistía concedida por el ganeral Dulce. Pe-
ro pronto conocieron los tristes resultados de un aconteci-
miento tan adverso para la pacificacion de Cuba. Indignado
el Oomité del Oamagüey, despidió inmedlatamente á los co-
misionados Oorrea y Tamayo, encargándoles que se volvieran
áNllevitas y á la Habana, y dijesen al general que despues de
aquella maldad no cabia transaccion entre los hijos de Cuba y
sus tiranos (34). Céspedes se apresuró tambien, en vista de la
exaltacion de los ánimos, á contestar por medio de los otros
comisionados la carta de Dulce, expresándole que ningun
patriota cubano se prestaria, des pues de aquel incalificable
suceso, á entrar en tratos con el repreilentante del gobierno
español (35). Y los caudillos insurrectos, que al verse solici-
tados y creyéndose con más importancia de la que realmente
tenian, estaban ya poco dispuestos á acceder á los arreglos,
aprovecharon aquella verdadera desgracia para justificar su
negativa.


Quiénes fueran los asesinos de Arango no pudo averiguar-
se de un modo indudable. Los insurrectos atribuian el hecho
á los españoles de Puerto-Príncipe, y así lo aseguraba el
Oomité revolucionario del Oamagi¿ey en un escrito dirigido
álos cubanos el dia27 (36). En cambio aquellos decian que
« Augusto Arango habia sido asesinado por órden del gene-
»ral mejicano, Quesada,» uno de sus compañeros, quien en-
terado de aquellas negociaciones, quería evitar la paz á toda
costa. Tanto podia atribuirse, sin embargo, á los que, toman-
do á los parlamentarios por insurgentes é ignorando la mi-
sion que llevaban, les atacaron, comO á sus propios correli-
gionarios más exaltados ó intransigentes, que, sintiendo


ThMOli ffi




274 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


perder los atractivos de la vida licenciosa de la manigua, y
las probabilidades de adquirir la posicion que de la guerra
se prometian, trataron de oponerse al tranquilo uso de los
derechos políticos con que España les brindaba. Estos sos-
pechaban quizas, que en cualquier aGomodo, sólo los princi-
pales jefes saldrian l)eneficiados, y decidieron continuar ali-
mentando los sueños de independencia, jamas realizable en
las condiciones en que pretendian conseguirla.


Pero fueran cuales fuesen los autores del asesinato de
Arango y de su compañero, las consecuencias no pudieron
ser más funestas. Los hombres del Comité del Crtma(Jiiey que
más propicios se presentaban á la transaccion, demostraron,
justamente enfurecidos, lo mismo que las gentes de Céspedrs,
la imposibilidad de toda avenencia. A las bucnas disposicio-
nes sinceras ó fingidas de dos dias antes, siguieron el dps-
bordamiento de todas las malas pasiones, una explosion de
ódios ateTTadoTa, la desconsideracion y lasaña, áun contra
aquellos buenos españoles que más agenos eran a11amenta-
b1e suceso, yel recrudecimiento, por tanto, de la guerra, que
desde entónces tomó un carácter mas cruel y sanguinario y
hasta salvaje.


Quizás como comprobacíon de que el asesinato de Arango
se cometió por los insurrectos, pudieran presentarse los hcchos
del teatro de Vmanueva y del café del LouvTe, que tuvieron
lugar en la Habana casi en los mismos momentos en que,
despues de oir á los comisionados de Dulce, se dirigia aquel
á Pllerto-Príncipe; pues si los insurgentes y laboTantes de la
capital hubiesen estado en buena disposicion conciliadora, en
vez de provocar tan sangrientos sucesos habrian procurado
disminuir las dificultades y allanar el camino, que el general
se proponia recorrer para llegar á una comun avenencia. Para
que esto pudiera es'perarse, no faltaban ciertamente razones
ni circunstancias en el conocimiento que todos tenian de la
mision de los comisionados, que ya se habia hecho pública;
ni medios faltaban tampoco en las inteligencias que entre los
insurrectos del departamento Oriental y del Centro y el comi-
té de la Habana existian; tan fáciles y continuas, que diaria-




CAPÍTULO VI 275


mente se ponian en comunicacion unos y otros, mucho mejor
que el mismo gobierno con las tropas que operaban contra
las masas rebeldes. ¿Era presumible que á ser sinceras las
negociaciones por parte de los disidentes, se hubieran tratado
de desbaratar con los acontecimientos de Villanueva y del
Louv'I'e'?


Los del teatro de Villanueva ocurrieron las noches del 21 y
22 de enero de 1869; no pasando de una provocacion sin con-
secuencias los de la primera i siendo sangriento el término de
los sucesos de la segunda. .


Con el propósito sin duda de contar sus fuerzas, apreciar
de un modo claro la actitud de las autoridades españolas, y
levantar el espíritu de ll)s afiliados en el bando insurrecto, un
tanto abatido desde que vieron que la persecucÍon en el cam-
po era mas vigorosa, por la llegada de refuerzos de la Penín-
sula; y con el pretexto de auxiliar á unos insolventes, que no
eran sino Céspedes y los suyos, se concertaron los más osa-
dos laborantes de la Habana, en el teatro de Villanucva la
noche del 21 de enero. Obedeciendo alguna consigna de los
individuos del comité, y presididos por el concejal del ayunta-
miento D. Antonio Fernandez Bramosío, que no debia ser ex-
traño al asunto, aunque lo negara mas tarde en un escrito
quc dirigió al periódico LA Voz DE CUBA (37), contaron los
congrcgados que podrian usar de perfecta libertad, é hicieron
una verdadera manífestacion antiespañola. Preparados al
efecto los actores, que pertenecian a la compañía de cétricatos
Ó buft)s habaneros, tmliéronse de los límites del programa,
entonando canciones en que se herian vivamente el nombre y
10.3 sentimientos españoles, á 1as que respondieron los concur-
rentes con vivasá Cuba y mueras á España; produciéndose así
un ruidoso escándalo, no contenido más que por el cansancio
de la satisfaccion de todos ellos. Terminada la funcion, se re-
tiraron los concurrentes muy envalentonados por la impuni-
dad de su exceso, y citáronse para otra noche en que la
funcion se repitiera.


Al enterarse al dia siguiente el gobernador local de lo que
había pasado en la funcion de Villanueva, llamó á su pre-




276 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


sencia al dueño y director de aquel teatro D. José Nin y
Pons, al que le impuso una multa de 200 pesos fuertes por
haber permitido semejante escándalo, y le amenazó con más
duro castigo si con sen tia en lo sucesivo la repeticion de tales
desmanes. Seguidamente hizo acudir ante su autoridad al
actor que entonó las canciones subversivas, quien con toda
clase de súplicas pidió gracia, obteniéndola de la multa él y
sus compañeros, los cuales respondieron á las reprensiones del
góbernador protestando solemnemente, que no fué su idea
promover alborotos y que, dispuestos siempre á acatar las ór-
denes de los gobernantes, estaban prontos á demostrárselo
con su cordura y circunspeccion en las tablas. Al efecto so-
licitaron en aquel mismo instante permiso para repetir la
funcion de la pasada noche, compuesta de piezas que por es-
tar todas aprobadas por la censura no debia suponerse que
dieran orígen á otras desagradables escenas; y con tales segu-
ridades se concedió á los bufos el permiso que pedian.


No ignoraba, sin embargo, el gobernador, que la funcion
de la noche del 22 se habia anunciado en los periódicos á be-
neficio tambien de unos insolventes, aludiendo á Céspedes y á
los demás caudillos de la insurreccion, y sabia igualmente que
á ella estaban citadas las personas de más significacion éim-
portancia entre los laborantes. Pero como el suspender las
funciones en aquellos momentos pudiera atribuirse por los
periódicos disidentes á miedo dela autoridad, no quiso dárseles
~'B\~ 'ID\)\1'V() i1~~\~Ilu.I:), Tll illtt~1'~~ {)t1'a~ -públicas meo.ilias
para conservar el órden en el teatro, despues de la palabra
comprometida por el propietario Nin y Pons. El gobernador
limitó sus precauciones, para evitar censuras que redundaran
en su desprestigio, á prevenir al jefe de policía que destinase
á Villanueva un reten algo superior en fuerza al que de ordi-
nario concurria.


Llegó la noche, y muchas señoras de las invitadas se diri-
gieron al teatro, llevando el pelo suelto y los trajes de azul y
blanco salpicados de estrellas. En el local, donde se osten-
taban alO'unas banderas tambien estrelladas, fueron aquellas


,..,-


hijas del país recibidas con calurosos aplausos por sus jóve-




CAPÍTULO VI 277


nel? pais~nos que las esperaban; pero no pasaron de ahí las
manifestaciones ántes de la hora de las ocho en que empezó
la funciono


Durante la primera parte de ésta, quizás por encontrarse
allJ el jefe de policía, nada ocurrió; mas al representarse en
la segunda parte la pieza titulada EL PERRO HUEVERO .•• y cási
á su final, uno de los actores bufos recitó con entonacion tan
in.sinuante el verso viva la tierra que produce la caña, que
el pú.blico to~o, cual si fuera, la· señal convenida, prorumpió
unanime en vivas atronadores, no sólo contestando al del
actor, sino a la indepe?tdencia, a Ouba lilrre y a Oárlos N.a-;-
nuel, ósea Oéspedes. A aquel vértigo patriótico sucedió el
cansancio y una aparente calma, continuada hasta el entreac-
to inmediato.


Al empezar éste se reunieron, en el pequeño espacio de la
cantina-café del teatro, muchos de los más jóvenes concur-
rentes que, excitados por la fiebre alborotadora, no sólo re-
pitieron aquellos vivas, sino que, al contestarles uno de los
españoles allí presentes con un brioso viva España, añadie-
ron ellos a sus vivas los mueras á España y a los gorriones,
que es como nos llaman a los peninsulares. Tal gritería y la
confusion consiguiente, atrajeron á los salvaguardias del pi-
quete y a algunos voluntarios, los cuales fueron recibidos con
dos tiros de revólver, salidos uno de la cantina y el otro de
un extremo del teatro. Oontestada aquella agresion por la
fuerza pública, replicaron los que la promovieron dispa-
rando otros tiros desde las ventanas altas y bajas del edi-
ficio. A los primeros disparos se concentraron los especta-
dores pasivos en el salon del teatro, y algunos de los que
disparaban que pudieron ganar la calle y subir en sus car-
ruajes, lanzando al galope los caballos, hicieron al paso disPil-
ros sobre los voluntarios y militares que, atraidos por el rUQlor
de la refriega, se dirigian por la ancha calle del Prado, al
teatro que está á su final.


A los pocos momentos ya estaban allí reunidas las au-
toridades locales, y mas de mil voluntarios ocupaban á las
once de la noche los alrededores del edificio. Reconocidos és-




278 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


te y los concurrentes á la funcion, no se encontró en ellos otra
cosa que adornos insurrectos; pero al despedirse la gente J
hacerse un minucioso reconocimiento en el local, se hallaron
en los rincones y debajo de los asientos muchos revólvers, pu-
ñales y estoques, que comprobaban evidentemente la preme-
ditacion del hecho promovido por aquellos osados alborotado-
res (38).


Las agresiones de éstos no terminaban en tanto ni al disper-
sarse se retiraron tranquilos á sus casas, como era de esperar,
sino que, además de disparar sus armas desde los coches don-
de iban, algunos hicieron descargas desde las azoteas de las
calles próximas á la del Prado, hiriendo gravemente á un vo-


.. luntario. Tanto irritó á estos tal vileza que despues de apagar
los fuegos de los conjurados, querian incendiar el teatro; pero
acatando los mandatos de la autoridad, desistieron de seme-
jante intento. Otros conjurados llevaron la alarma á dis-
tintos puntos de la c¡.tpital: y de aquella colision y de los
atropellos en las calles de Villegas y del Principe y en los pla-
ceres de Jesus del Monte, donde repercutió él rumor del teatro,
tuvieron luego que lamentarse dos muertos, ocho heridos gra-
ves y dos leves auxiliados por la policía, sin contar otros que
lo fueron en sus casas (39).


Con la natural agitacion producida pol' aquellos sucesos
se pasó el dia siguiente 23 de enero. Para calmar los ánimos
del excitado elemento español, publicó Dulce una proclama
dirigida á los habaneros, en la que, al encargar á los ciu-
dadanos pacíficos que tuvieran confianza en las autoridades,
prometia aplicar justicia y pronta justicia á los trastornado-
res del órden público que estaban ya en poder de los tribuna-
les (40).


Pero más bien que agitacion, lo que en la Habana se ob-
servaba aquel dia era estupor. Los voluntarios, que á poca
costa habian podido apaciguar aquella atrevida manifesta-
cion, se encontraban como el recluta despues de foguearse;
no podian darse cuenta de lo que habia pasado, y sin embargo,
al vcrs~ venceúores empezaron á reconocer lo que valian y á
medir la importancia de lo que acababan de sofocar. Ellos,




CAPÍTULO VI 279


que hasta entónces ni creyeron ni dieron importancia á los
sucesos de tierra adentro, en los '1113 tanta sangre habian ver-
tido nuestros hermanos del departam:3nto Oriental; ellos que,
nobles y generosos, jamás consideraron practicable que se
contestara con el puñal ó con un tiro de revólver, al que ofre-
cia la mano de amigo á los que ántes la estrecharon con tanta
efusion, vieron que la ruptura era ya una verdad indiscutible;
se persuadieron de que las autoridades, faltas de fuerza, sólo
por ellos apoyadas podian sostener levantada la bandera es-
pañola; y al convencerse de la necesidad de dominar las
agresiones con que amagaban aquellos audaces ad versarios, se
dispusieron á no dejar pasar ni el más pequeño acto en que,
atropellando á sus hijos, se intentase injuriar á la madre Es-
paña: Así se explica lo que en la noche del 24: ocurrió en el
café del LoulJre y en toclos aq uellos barrios próximos al Oam-
po de JIfarte.


Para aquel dia, que era domingo, habia dispu3sto el gene-
ral Dulce pasar revista en gran parada á los cuerpos de vo-
luntariDs de la capital, la que no pudo verificarse por haber
llovido fuertemente desde la mañana; y al comunicarse la
contraórden rompieron filas 10$ batallones reunidos, y en gru-
pos se retiraron sus individuos, esparciéndose por los distintos
barrios de la póblacion. Uno de los grupos que al anochecer
pasaban por la calle de San Rafael, recibió desde las azoteas
de la casa ocupada por el café del LoulJre unos disparos, que
fueron contestados pJr aquellos voluntarios y por los de un
piquete que á la sazon se acercaba, el cual, creyendo que la
agresion procedia del café, hizo varias descargas de las que
resultaron cuatro muertos y algunos heridos dentro ó en las
puertas del mismo ostablecimiento. Aquella precipitacion,
punible en cualquiera otra circunstancia, era aquel dia dis-
culpablfl en parte, porque ya desde la marrana habian sido
atacarlos los voluntarios en las calles de la Maloja, de la Rei-
na, de Peñalver y de la Gloria, por hijos del país y gentes de
color; y recelosos por tanto de que se intentaran repetir las
escenas del teatro de Villanueva, preparaban al menor sínto-
ma las armas para defenderse. Muy natural era esta actitud




280 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


en tales momentos, en que no solamente muchos cubanos hos-
tilizaban á los peninsulares, sino que hasta las mujeres blan~
caa, cual se presenció en la calle del Egido, incitaban á la,
lucha y al exterminio de los gorriones; y áun los niños con
sus mueras á España promovian colisiones, como la que en
la. calle de los Corales tuvo lugar entre salvaguardias é hi-
jos del país, y dió para éstos el triste resultado de dos muer-
tos, y dos heridos de la clase de tabaqueros, uno blanco yotro
de color.


Al ruido de las descargas que se hicieron contra el café del
Louvre, que dista pocos metros del teatro de Tacan, el con-
cejal del ayuntamiento D. José Ramon Bentancourt, que en
este colisoo presidia, dispuso cerrar las puertas y resguardar-
las con salvaguardias; dedicándose con el mayor celo, y se-
cundado por el director de la compañía de zarzuela D. Joa-
quin Gaztambide, á calmar los ánimos de las señoras y niños.
Suspendida la funcion á su mitad, por el pánico que se habia,
apoderado de las damas que representaban la zarzuela CATALI-
NA, Y concluidos los disparos por aquella parte, se retiraron
los concurrentes de todas clases sin que sufrieran molestia al-
guna de la fuerza armada que recorria las calles (41), la cual
á pesar de cuanto se dijo luego para calumniarla, no cometió
atropellos sino en los puntos donde se la hostilizaba ó donde
los más recelosos creyeron encontrar resistencia.


Los disparos desde la azotea del Lottvre fueron sin duda la
señal para la refriega, pues cási al mismo tiempo se oyeron
detonaciones en puntos distintos de la Habana, que comuni-
caron la ansiedad á todas las familias, y originaron escenas
lamentables en muchas calles. En las del barrio de San Feli-·
pe, punto céntrico de la ciudad vieja, fueron detenidos algl:l-
nos jóvenes cubanos, y entre ellos el hijo de la marquesa de
Prado Ameno, por atribuírsele haber disparado desde su casa
de la calle de O-Reilly algunos tiros á los peninsulares y vo-
luntarios; en el barrio del Cristo, se detuvo violentamente á
un moreno ó negro que cuchillo en mano acometia á cuantos
hombres blancos transitaban por aquellas calles; en el del
Angel se recogió gravemente herido de un balazo en la ca-




CAPÍTULO VI 281


dera á D. Emilio Filgueira; en el de Santa Teresa resultaron
tambien varios heridos; en el de Guad¡l1upe, donde se anima-
ba á los conjurados con vivas á Céspedes, penetraron los vo-
luntarios en la casa de donde salían, encontrando allí armas y
n;lUniciones guardadas por un negro que murió <intes de en-
tregarlas; en el del Arsenal ocurrieron, además de las des-
gracias de la calle de los Corrales que quedan apuntadas,
otros sucesos que produjeron la prision de los que Re tenian
por autores de la gra.ve h\.lrid,a de un voluntario del quinto
bM/llU<m; en las calles de la, Factoría y del Príncipe,.en el bar-
rio de la Ceiba, lo mismo que en los de Chf!,vez, Pueblo Nl.J.e-
vo, Atarés y Cerro, hubo disparos y desgracias abundantes,
unas consecuencia de provocaciones, y otras resnltado de los
recelos y de la excitacion que en los voluntarios dominaba.


Pero lo más notable que durante el dia y la noche del 24
de enero ocurrió en la capital, fué el ataque y allanamiento
de la casa del rico propietario D. Miguel Aldama. Unos dis-
paros, que lo mismo pudieron hacerse uesde ésta casa que
de la esquina de la calle de la Estrella ó d\'llos inmediatos
portales del café de Marte y Belona, desde donde recibió la
muerte el aprehensor de Narciso Lopez, llamaron la atencion
de 1&.s fuerzas de voluntarios aposta.d¡¡,s en el Campo de Marte,
para conservar la tranquilidad por <lquel punto, y fueron cau-
sa del ruidoso acontecimiento tan acerbamente censurado.


Decíase de público, desde que se conoció en la Habana el
verdadero carácter de la insurreccion y empezaron á deslindar-
se los campos, y se aseguraba, quizás abultándose la gravedad
de los indicios, por los recelosos y más impresionables pe-
~nsulares, que en la casa de Aldama se celebraban reuniones
antiespañolas; que de allí partian las inteligencias con Cés-
pedes y todas las invenciones, que para alarmar al elemento
español y provocar escándalos en la capital, circulaban con
una exactitud matemática diariamente; y que en la casa
existia un gran depósito de armas para los insurrectos. 1m..,.
presionados por todo esto, y sin tener presente que de aquel
edificio inhabitado mal podian salir los disparos, contest~ron
los voluntarios con algunas descargas, mientras algunos




282 LAS I~SURRECCIONES EN CUBA


hombres armados, sin uniforme y sin jefes, que se llamaban
voluntarios tambien, invadian á la casa, y allanándola por
la parte que habitaba el marqués de Mantelo, buscaban infmc-
tuosamente el depósito de armas que solo existia en la mente
de los que lo inventaron. Sabido lo que allí ocurria, segun
manifestó Dulce al ministro de·Ultramar (42), «los goberna-
»dores militar y p:¡lítico, des pues de grandes esfuerzos, logra-
»ron que el fuego se suspendiera; pero no evitar que un gru-
»po penetrara en las habitaciones ,de la casa de Aldama y
»cometiesc'excesos que ha condenado siempre el buen sentido
»y no disculpa nunca la vehemencia del patriotismo. El go-
»bernador civil puso al fin término á aquella escena vanda-
»lesca. »


Resultado de aquel bautismo de sangre, que los conte!1-
dientes de la capital recibieron desde la noche del 22 á la ma-
ñana del 25, en que murió un jóven cubano que, revólver en
mano, luchaba con un voluntario, fué el que arroja la triste
cifra siguicnte: tres muertos y doce heridos en la noche del
22; diez muertos y catorce heridos entre una y otra parte el
dia y noche del 24; un muerto el 25; cuarenta y cinco dete-
nidos en la fortaleza del Morro; y muchísimos heridos más
de que particularmente dieron noticias los médicos peninsu-
lares á la autoridad local.


Los lamentables sucesos que produjeron estas desgracias,
pudieron señalarse como la ruidosa entrada de la insurreccion
en la misma Habana. Los acontecimientos del departamento
Oriental, levantaron una verdadera valla entre los buenos es-
pañoles y los separatistas ó independientes, y esta fué cre-
ciendo á medida que los compromisos y la fuerza de cohesion


, aumentaban en una y otra parte. Llegó un momento en que
los disgustos que por preferencias oficiales se devoraban ántes
en silencio, se sacaron á la superficie, con el asp2cto de ódios,
por los hijos de la isla, los cuales, provocadores de la lncha
cuando no se atrevian á mantenerla frente á frente, por con-
siderar las fuerzas desiguales y las suyas inferiores á las de
sus adversarios, se valieron de los medios que prod ucen la
intranquili(lad y la alarma. Esto dió orígen al rccelo de 10~




CAPÍTULO VI 283


fuertes ó verdaderos defensores del nombre español, recelo
justificado plenamente al "er contestadas con agresiones in-
sidiosas de todo género y con asesinatos cobardes, las mues-
tras de clemencia expresadas en una amnistía ámplia y com-
pleta; y como las libertades que la pátria concedia eran re-
cibidas con tan enormes abusos de la misma libertad, los
fuertes creyeron llegada la hora de la lucha, aunque en el
uso de la fuerza, de que se sirvieron con más instinto que
prudencia, no calcularan las responsabilidades anejas á los
partidos que han de ser juzgados por la historia .•


Demostracion clara de su impremeditado modo de obrar,
fueron los acontecimientos que acaban de referirse, provoca-
dos por aquellos mentidos reformistas, que así agradecian á
la metrópoli los bienes políticos que por medio de Dulce les
concedia el gobierno de la revoluciono D()mostracion tam-
bien de la insidia de muchos de éstos, fué la doblez de sus
procederes. Ellos sabían que decidido el general á otorgar
tanto como el programa insurrecto pudiera ofrecer, habia
manifestado al ministro de Ultramar el dia 16 que la cuestion
de esclavitud, asunto íntimamente enlazado con el estado
político y base de las reclamaciones extranjeras, lo dejaba á
la resolucion de los propietarios de la isla (43). Pero como no
ignorában tampoco que el gobierno iba á enviar batallones
de cazadores, organizados por jefes á propósito y con arma-
mento nuevo, además del contingente para cubrir las bajas or-
dinarias (41), y como sabían además que revestido el general
de ámplias facultades iba á publicar el decreto electoral, no
quisieron esperar más ni perder el tiempo, y el mismo dia
que éste se firmaba promovieron el escándalo del teatro de
Villanueva.


Aquella ley electoral, publicada en la GACETA DE LA HABA-
NA despues de dichos sucesos, dividia la isla en tres grandes
regiones: la de la capital, que elegiria siete diputados, la de
Matanzas seis, y la de Puerto Príncipe y Cuba cinco, ósea
un total de di:ez Y ocho representantes, y señalaba la cuota de
cincuenta escudos para disfrutar el derecho al voto. En con-
secuencia de su publicacion, empezaron los trabajos prelimi-




284 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


nl;tres para el censo electoral, dictándose al efecto una circu-
lar por el director de administracion, respecto á las reunion~s
que qabrian de celebrar los electores para ponerse de acuerdo
sopre los candidatos, y p¡;t.ra atender á la libertad del sufra-
gio (45). Aunque estas disposiciones no variaban en la esencia.
ni cási en la forma lo que en la Península regia, tampoco
satisficieron á aquellos que desearon hechos y no promesas,
y cuando lo ofrecido se les daba responp.ian con los crímenes
de Villanueva y del Louvre.


Tanto llamaron estos últimos la atencion de los gober-
n,antes y tanto les obligaban á mirar por los dere,chos y
los deberes del principio de autoridad, que precisados á no
~bandonar á su propia iniciativa á los enemigos de España,
que por medio de la imprenta y ElO otras formas atentaban,
no solo contra la tranquilidad pública, sino contra la del ho-
gar doméstico, trataron ya de acudir á los medios gubernati-
vos para corregir los desmanes. A este objeto se dirigió l~
dispasicion de 26 de enero, que declaraba vigente la expedi-
da por el Gobierno provisional de la nacian en 24 de octu-
bre último, y sujetaba á las del código penal los delitos co-
munes que se cometieran por medio de la imprenta (46). Dis-
posicion que se tuvo áun por excesivamente blanda, y mereció
por tanto mala acogida de los hombres sensatos que, en lo
ocurrido veian causa bastante para suspender aquella liber-
tad de escribir, hasta que el reposo que los imprudentes pe-
riodistas alteraron se restableciese por completo.


Aconsejando á Dulce en este sentido, y para empujar á la
autoridad hácia un sistema de rigor, que era el único eficaz en
aquellos momentos, y por el camino de las suaves represiones
propias de los gobiernos sábios y dique de las pasiones d,es-
bordadas, aparecieron aquellos dias en el nuevo periódico ti-
tulado LA Voz DE CUBA, dirigido por Gonzalo Castañon, unas
cartas escritas por éste con la firma de Juan Fernandez.


En la primera de aquellas cartas, lamentándose el autor de
que nadie pudiera ya salir á las calles de la Habana sin ser
asesinado ó asesino, aconsejaba á la primera autoridad que
hiciera desaparecer aquellos mil periodiquines que habia vo-




CAPÍTULO VI 285


mitado la libertad de imprenta, y que castigara sin miramien-
to . á los que resultasen promovedores de los sucesos de la
calle del Carmen, del teatro de Villanueva y del café del Lou-
'V1'e, que tanta sangre habian costado. En la segunda se re-
presentaba á Dulce demasiado influido por el gobierno de
Washington, y se le impelia tambien á que sustituyese la po-
litica de contemplacion con medidas de rigor, si no exagera-
das, bastantes para que las ley'es se cumplieran, y que no
permitiese por más tiempo la existencia activa de elementos
peligrosos, que eran continua amenaza para li integridad
nacional. En la tercera carta se intentaba probar que los es-
pañoles tenian confianza completa en el patriotismo de su ge-
neral; pero no pudiendo el autor presdndir de censurar las
negociaciones entabladas con los rebeldes, le decia á Dulce
que la hora de las vacilaciones habia pasado y quena estaban
ya las cosas para andarse con paños calientes, cuando lo
eficaz y seguro era exterminar al enemigo ántes de estable-
cer en Cuba las necesarias reformas. Inspiradas, en suma,
aquellas cartas en la más perfecta opinion española, expre-
saban fielmente los sentimientos de los hijos de España, que
al desarrollarse la insurreccion separa tÍsta se agruparon, y
emprendieron la plausible obra de formar el partido español,
que empezó á dar sus primeras señales de vida en los sucesos
descritos.


Los que acometieron tan patri6tica empresa, no fueron cier-
tamente los que brillaban á la sazon en los más elevados
puestos de la propiedad, de la industria ó del comercio, sino
que en su mayoría pertenecian á lo que bien pudiera llamar-
se la clase media peninsular de Cuba; y el periódico que pre-
cipitó el perfeccionamiento en la organizacion del partido
español, no fué tampoco, cual debia esperarse, el viejo DIARIO
DE LA MARINA, representante de cierta clase oligárquica, sino
LA Voz DE CUBA, creado para luchar sin contémplaciories y á
brazo partid? con los innumerables periódicos antiespañoles
nacidos de la libertad de imprenta. Los hombres de aquella
clase media, llenos del vigor propio de los partidos nuevos, se
presentaron ent6nces en la arena á reclamar la representacion




286 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


política que les correspondía, y las consideraciones debidas á
toda agrupacion social. Y esto no pudo negárseles de ningun
modo, porque entre ellos formaban todos los hijos del trabajo
alejados ántes de los asuntos públicos, que al ver en peligro
la integridad de la pátria, corrieron á defenderla esponta-
neamente; pero inspiraron recelos desde el primer momento
á los pocos poderosos que, monopolizando la influencia ofi-
cial, se habian atribuido hasta allí el derecho de imponer su
opinion á los demás; y por haber tenido la osaclía de desligarse
de su obediencia en aquel patriótico arranque, estuvieron á
punto aq ueUos españoles de sufrir el peso de la animad version
de los potentados.


Aquella clase media representante del porvenir político de
la grande Antilla, lo fué desde luego de la revolucion espa-
ñola, demostrándolo así LA Voz DE CUBA al apadrinar la
candidatura al trono de España del duque de Montpensier,
que era la preferida por los hombres de setiembre que con
más sinceridad y buena fé procedian. Esto y la falta de cohe-.
sion ell los momentos de agruparse, impidió que su desarrollo
como clase fuera tan rápido cual de su vigor debian todos
presumir; contribuyendo á ello principalmente los privilegia-
dos del antiguo comité español, que nunca pudieron perdonar
á los hombres nuevos la audacia de desprenderse de su tutela.
Decidido este comité á defender los fueros de su influencia y
no atreviéndose á negar paladinamente su legítima represen-
tacion á aquellos hombres, procuraba mortificarles por medio
del DIARIO DE LA }IARIXA, desacreditando su periódico, al que
ya los separatistas llamaban LA Voz DE CASTAÑON, y del que
el órgano del comité decia que nació mal, vivía maly moriría
peor, con el fin de que sus suscritores y adeptos perdieran la
confianza que en él tenian. Pero á pesar ,de todo, si por el
pronto y durante el mando de Dulce no pudieron estos lea-
les y desinteresados defensores de Espaua ocupar el puesto
á que su patriotismo les daba derecho, poco despues de la de-
posicion de aquel general, á la que tanto contribuyeron por
creerle sospechoso á la causa española, conquistaron una
.parte de la representacion á que aspiraban, cual se verá más




CAPÍTULO VI 287


adelante. El tiempo les concederá sin duda la restante, y
¡quiera la suerte que no sea para mal de sus intereses y de
los de la nacionalidad española!


IIl.


No dejaron de producil' efecto en el ánimo del general Dul-
ce las cartas de Juan Fernandez, que tanta aceptacion obtu-
vieron del público peninsular, y las continuas excitaciones
del periódico que las publicaba; aunque más le inclinaron sin
duda á dirigir las corrientes de su política por ménos impru-
dente camino, aquellos innumerables periodiquines que todo lo
envenenaban con su mordacidad. A ninguno de estos se le
habia visto dedicar hasta entónces una sola frase en favor de
España, ni una palabra que diese á conocer su aprobacion á
las medidas que el Gobierno provisional elaboraba, para ar-
monizar las conquistas de la revolucion con las necesidades
de las Antillas. Y sin embargo de esto, la confianza injustifi-
cada, q!le tan funesta ha sido siempre en política, continuó do-
minando al capitan general, que para decidirse por completo
á la enmienda, parecia esperar aún mayores desengaños.


Tal era la terquedad de Dulce, que á un telegrama del mi-
nistro de Ultramar, preguntándole por los desórdenes san-
grientos de la Habana, á que se referian despachos particula-
res llegados á Madrid, contestaba en 29 de enero que «dC?s
»)motines de poca importancia material, de los que no creyó
»necesario dar cuenta por el telégrafo,» habían ocurrido efec-
tivamente; pero que la tranquilidad se habia restablecido á
las pocas horas sin efectos ventajosos para la insurreccion,
que iba por el contrario muy en baja, con gran complacencia
suya (47).




288 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


Que la confianza de aquel gobernante llegaba ya á la
exageracion, y que sus juicios respecto del verdadero estado
de las cosas no eran los más exactos , se demostró en su car-
ta oficial de 30 de enero (48), en la que, al ampliar aquel y
otros telegramas, daba cuenta detallada de los sucesos ocur-
ridos. Atribuia estos á la impetuosidad del sentimiento de in-
dependencia, esparcido por todas las clases sociales, 10 cual
no parecia decirlo Dulce sino inspirándose en aquellas pro-
clamas de Céspedes, en que tan poderoso pretendia presentar-
se ante las naciones cuya benevolencia solicitaba; y los ha-
cia derivar tambien de los recelos de los voluntarios, que He-
vaban hasta el desórden y las venganzas la indignacion
producida por las excitaciones de aquellas clases adversarias.
Ciertamente que no resplandecia con todo su brillo la verdad
en tal escrito, cuya ocultacion,más que intencional, seria
efecto, sin duda, de la falta de aptitud para apreciar los he-
chos de mejor manera, pues no es presumible que al 'ex-
presarse de aquel modo, se hiciera eco de los que tenian inte-
rés en presentár ante el mundo como más criminales á los que
defendian la intégridad nacional, que á los que contra ella
atentaban. ¡Y no daba importancia á los veinte muertos que
en aquella fecha se contaban por tales sucesos!


Y era extraño en verdad que presentando en otro punto
de la carta oficial á aquellos beneméritoR cuerpos como á los
mejores defensores de la patria, mostrase animadversion con-
tra ellos y se complaciese en manifestar su desagrado á los
jefes y oficiales, porque el 24 de enero contuvieron en sus lí-
mites la osadía de los que con agresiones diarias, ya que pa-
ra una batalla formal les faltaba valor, quería!) cansar á los
hijos de España, y mortificarles y vencerles de esta manera.
Entónces demostró Dulce que sólo aceptaba á los voluntarios
porque no podia pasarse sin ellos'. Y si era así, si reconocia
los grandes servicios que prestaban á la patria, ¿por qné los
denostaba? ¿,á qué les reprendia los actos cometidos el 24 en
que ellos, sin jefes acostTimbrados á la lucha, y defendiéndose
por sí propios, sufrian las provocaciones del enemigo y la in-
clemencia de la noche, mientras él permanecía en los salones




CAPÍTULO VI 289


de su palacio escuchando á algunos sujetos, qu~ más tarde
sufrieron el embargo de sus bienes por desleales'? Si como ge-
neral no daba importancia militar á aquella funcion de ar-
mas, ¿por que no dictaba medidas eficaces y encargaba á la
policía el rápido castigo de aquellos desmanes'? Y si la daba,
¿por que no se ponia al frente de los jefes paisanos, que tanto
necesitaban del buen ejemplo, para enseñar á los voluntarios
cómo debian defenderse de los disparos que recibian desde las
ventanas y azoteas de las casas'?


Otra prueba de que el general Dulce no dijo toda la verdad
al gobierno, ó no supo decirla, fue el asegurarle que por tales
sucesos dos que eran causa ó estaban moralmente compro-
»metidos en la insurreccion de Yara, abandonarian voluntaria-
»mente el país, cuyo síntoma y otros datos le hacían suponer
»que no estaba lejana la pacificaciOll de la isla.» Grande era
la equivocacion de aquel gobernador en este punto, pues si
desde el 25 de enero en adelante dejaron sus hogares innu-
merables familias, unas con pasaporte y otras fraudulenta-
mente, debido era esto, no á su espontáneo deseo de abandonar
el campo de la lucha, sino al respeto que les imponian los
voluntarios, quienes persuadidos ya de los~grados de su valer,
comprendieron la conducta que en lo sucesivo debian seguir,
y la inauguraron amedrentando á los insidiosos enemigos de
EspaiIa, y conteniendo así sus osadas provocaciones. La mues-
tra de sus erróneos juicios la vió Dulce bien pronto en la 01'-
ganizacion de la Junta de Nueva-York, con algunas de
aquellas personas que hasta amigas íntimas suyas habian
sido, y á las cuales tuvo el mismo que castigar dos meses
despues (,4,9).


De este y de otros errores políticos, suyos ó de los que le
inspiraban, partió la actitud del elemento español, que fué
retirando su afecto á aquel general por momentos y con tal
celeridad , que en la noc he del l. o y mañana del 2 de junio se
vió obligado al ya inevitable y triste recurso de deponerle
violentamente y embarcarle para la Península, por creer muy
peligrosa su continuacion en la isla. Aquel acto, que propor-
cionó el triunfo á la política personal de D. Juan Prim, con~


TOMO Ir 19




290 LAS I~SURRECCIO~ES EN CUBA


secuencia fué de la ilimitada confianza de Dulce, expresada
en sus comunicaciones; las cuales se encargaron tambien de
desmentir, en los meses de que se trata, nuestros delegados
diplomáticos en las próximas repúblicas, demost.rando al mis-
mo general que aquellos fugitivos, arrojados de la isla por el
miedo, no llevaban otra idea que la de preparar expediciones
filibusteras, cuales las que desde Nassau y de los puertos
de la Union salieron entónces.


Sin embargo de las aficiones reformistas de Dulce y de la
fé que en su sistema tenia, tuvo que ceder ante las circuns-
tancias, cuya fuerza era superior á su voluntad. En presencia,
de las que habia creado el peligroso elemento de la prensa,
incompatible ya por su procacidad con la conservacion del
órden, 'se vió precisado á e:>.::pedir la circular del 29 de enero,
en la que, al encargado de la censura de los periódicos en la
capital y á los tenientes gobernadoreilles prevenía, «que toda
»palabra ofensiva á la dignidad de la nacíon, toda frase que
»directa ó indirectamente atacase la integridad del territorio,
»todo artículo el párrafo que tendiese á favorecer la causa de
»la insurreccion, se tuvieran como otros tantos delitos que
»las leyes castigaban; debiendo los delegados de la autoridad
»considerar como responsables de tales culpas á los autores
»de los escritos, al editor ó impresor respectivamente» (50).
Esta fué la primera muestra de acierto político que el general
Dulce dió .Y de deferencia tÍ los consejos ele los buenos espa-
ñoles que, más previsores que él, vislumbraron todos ague-,-
Uos males al f\imple anuncio de las libertades proyectadas.


Pero el mal uso de estas armas peligrosas, pudo conside-
rarse al cabo cual un verdadero bien por su corta duracion,
y como motivo para justificar cuantas medidas sucesivas
dictase el gobierno, por rigurosas quc fueran. El Gobierno
provisional, que vivia tan equivocado como Dulce respecto de
las necesidades de la grande Antilla, no podia enviar á Cuba
8610 soldarlos, cuando los liberales de la revolucion le mi-
raban ya con sospecha porque no mandaba cClilcesiones, se-
gun aseg'uró dos años despues el ministro de Ultramar Lope;;:
,de Ayala, Tenia en consecuencia que cumplir los compromi ~




CAPÍTULO VI 291


ROS de la revolucion de setiembre y vencer al propio tiempo
la insurreccion separatista; y para ello envió las concesiones
acompañadas de bayonetas, para que, si no bastaba la per-
suasion de la libertad, supliese la fuerza del soldado. Haciendo
aquella prueba, que por fortuna no nos costó tan cara cual
nos hubiera podido salir, el gobierno de la nacion llegó á sa-
ber ya la verdad por completo, y pudo convencerse, y conven-
certambien á los reformistas de bueRa fé que en Madrid pe-
roraban en favor de las libertades antillanas, demostrándoles
palpablemente que no eran éstas lo que allí se pedia, sino sa-
tisfacer sus Mios contra el nombre español y proclamar una
independencia absurda é imposible.


Acobardados los enemigos de España, cuando vieron al
"lemento español decidido á exterminarlos si no desistian de
sus agresiones y del sistema de asesinatos que tenian orga-
nizado, huyeron unos al extranjero; otros pocos, de aque-
llos quc con más desenfado habian exhibido su audacia ante
la opinion pública, fueron á engrosar las filas de Céspedes;
y muchos de los que quedaron en sus casas, siguiendo su pe-
culiar sistema de hipocreslas, hicieron públicas protestas de
adhesion al elemento fuerte vencedor, á la vez que misterio-
samente, y sin que su actividad decayera, continuaron los
trabajos separatistas con el carácter de laborantes (51). To-
cando estos conspiradores la imposibilidad de provocar la
lucha, en los puntos donde los voluntarios estaban organiza-
dos, establecieron centros de accion secreta para mantener
viva la idea antiespañola y proveer de recursos y auxilios á
los insurrectos del campo, con quienes estaban en perfecto
acuerdo. De Céspeues y de sus caudillos recibian las comuni-
caciones sobre la guerra, y las proclamas con que llamaban
á la defensa de su causa á los soldados españoles (52); en
tanto que ellos expedian por sí otras, animando al pueblo cu-
bano para que rechazara las libertades proclamadas por
Dulce (53). Y cuando presenciaron la rapidez con que iba for-
mándose el partido español, aquellos que llenos de soberbia
habian despreciado á los hijos de España, volvieron sus ojos
á los españoles peninsulares residentes en la isla pidiendolei'




292 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


SU neutralidad, en la lucha entablada entre los cubanos y el
gobierno de la metrópoli (54).


Todo esto 10 desconocia el ministro del Ultramar cuando
contagiado por aquella malhadada confianza de Dulce, le
manifestaba en 23 de enero cuánta era la que en él tenia
el Gobierno provisional, y cuán grande su esperanza de que
la rebelion se anulara y desapareciese ante el buen espí-
ritu creado en el país desde su llegada, y debido al incansable
celo que le dictaba su patriotismo (55). Aquel ministro creyó,
cual llegamos á creer tambien muchos de los que á la sazon
residiamos en la capital de la isla, que era cierto todo 10 que
de oficio decia el capitan general; y le ofreció por tanto inves-
tirle, con cuantos medios estimara éste conducentes á la pron-
ta pacificacion del territorio, y para que los habitantes de la
isla pudieran disfrutar de los derechos políticos que la revolu-
cían les concedía.


Pero allí faltaba la exactitud: siendo muy de lamentar que
en tales circunstancias se le ocultase al ministro, del que tan
buen recuerdo se conservará siempre en las Antillas, el ver-
dadero estado de la opinion y de la guerra; privándole así
las torpezas ó las buenas intenciones del optimista general
Dulce, de dictar otras medídas que en tales momentos hubie-
ran sido salvadoras y más tarde habian de resultar inefi-
caces.


IV.


En tanto que Lersundi dejaba. la isla y Dulce recogia
en la capital el fruto de sus revolucionarios ensayos políticos,
el conde de Valmaseda, verdadero héroe de la guerra de Cuba,
a tra yesa ba los despoblados del interior, dirigiendo su reducido




CAPíTULO VI


ejército á los puntos del departamento Oriental donde triun-
fante la insureccion campaba.


Procedente de la Habana llegó este general áNuevitas. En
el inmediato pueblo de San Miguel publicó el 20 de diciem-
bre una alocucion, animando á los' soldados para que en las
próximas operaciones rindiesen con sus bayonetas á los ilu-
sos que, á pesar de los medios conciliativos hasta entónces
empleados, no habian querido someterse al cumplimiento de
sus deberes (56). Y el 23 emprendió sus operaciones, con un ba-
tallon del regimiento de España, los voluntarios movilizados
de Matanzas, dos compañías de cazadores de San Quintin,
una batería de montaña y alguna caballería; encaminando los
primeros pasos de su ruta á Bayamo por los poblados de
Cascorro y Guáimaro.


Enteradas las bandas insurrectas de la presencia de Val-
maseda y de su corto ejército, empezaron á hostilizarle desde
los primeros momentos, guarecidas tras los parapetos levan-
tados.i unto al camino, desde los cuales disparaban contra la
division sus fusiles y revólvers, y los cañones de madera durí-
sima fortalecidos con z?~nchos Ó aros de hierro y cargados de
metralla. Pero venciendo dificultades y allanando cuantos ~
obstáculos oponia el enemigo, llegaron nuestras tropas á Cas-
carl'O el dia 26; de allí y por el potrero Tana se dirigieron el
28 á Guáimaro, que encontraron cási completamente abando-
nado por sus habitantes; emprendieron al dia siguiente la
marcha por la derecha del puente de Tobabo al potrero Los
Dolores, donde acamparon el 30; libraron entre este punto y
Rompe una reñida refriega con el titulado general insurgente
D. Modesto Diaz el 31. y despues de unirse á Valmaseda la
columna del coronel D. Eugenio Laño, entró la expedicion en
el pueblo de las Tunas elLo de enero de 1869; habiendo sos-
tenido una lucha diaria, é incesantes agresiones de los insur-
rectos ocultos y esparcidos por la espesa manigua, en aquella
corta y gloriosa travesía.


Desde las Tunas, hoy ciudad invicta, que guarneció Val-
maseda con el segundo batallan de la Habana, se dirigió la
division, continuando su itinerario, al potrero las Arenas,




294 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


siempre defendiéndose del enemigo y destruyendo las innu-
merables trincheras que interceptaban el camino; y de alli
fué al paso del rio Salado, punto estratégico de gran impor-
tancia, donde los insurrectos esperaban con sus grandes ma-
sas vencer á nuestros pocos soldados. Comprendiendo el ge-
neral español las intenciones de aquellos, simuló un movi-
miento sobre Holguín, yendo por el camino Boajato hácia el
potrero Naranjito, desde donde el 8 por la mañana, dispo-
niendo una acertadísima operacion, descendió por la profun-
da cuenca del río Salado, vadeándolo por un punto donde su
anchura no pasa de siete metros, ni de uno la profundidad
de sus aguas. Los burlados insurrectos acudieron tarde á de-
fender aquel importante paso; y cuando ya la mayor parte
de la division se encontraba en la otra orilla y habia podido
destruir las formidables trincheras que la obstruian, se pre-
sentó el irritado enemigo á disputar el campo con una fuerza
de cuatro mil combatientes.


Rudo fué el ataque de éstos y heróica la defensa de los es-
pañoles, quienes tras larga y sangrienta lucha, en la que la
bayoneta y el machete jugaron tanto como los disparos de
fusil y de cañon, dispersaron ántes de anochecer á las ban-
das del llamado general insurrecto D. Donato Mármol, que
perdieron dos banderas y dejaron sembrado de cadáveres de
blancos y de negros el. campo de batalla, mientras las bajas
de los nuestros, si bien dolorosas, fueron escasísimas.


Al terminar aquella sangrienta jornada, acamparon nues-
tros vencedores soldados en la conquistada ribera del Salado;
y continuando al dia siguiente 9 de enero el camino de Ba-
yamo, llegó la expedicion á la uua de la mañana, á O auto el
paso, donde rehechas las bandas enemigas, esperaban atrin-
cheradas en la opuesta orilla del rio. Para desalojarlas ordenó
Valmaseda el ataque de una á otra orilla; mas ni las guerri-
llas, ni la artillería pudieron conseguirlo, por resguardarse
y buscar su seguridad los insurrectos detrás de formidables
parapetos hechos con grandes troncos de árboles, desde don-
de pretendian defender á toda costa el paso del rio, que es el
más caudaloso de la isla, llave de la ciudad que ocupaban y




CAPÍTULO VI 295


donde concluia el itinerario de nuestro ejército. D3spues de
apagar los fuego;; del enemigo, dispuso Valmaseda que acam-
paran las tropas, buscando en el Ínterin un medio para
atravesar el Cauto.


El tiroteo de unas y otras guerrillas continuó, sin embar-
go, los tres dias que se emplearon nuestros ingenieros en cons-
truir unas chalanas para pasarle; pero impaciente el ge-
neral español, y deseoso de escarmentar aquellas turbas,
mandó levantar el campamento el dia 11, dirigiendo la expe-
dicion al punto llamado Oauto el embarcadero, distante unas
tres leguas de allí. Al llegar se rompió el fuego no á mucha
mayor distancia que en Oauto el paso, donde en algunos
puntos estaban tan próximas nue;;tras avanzadas de las in-
surrectas, que se hablaban sin gran esfuerzo. Viendo que
tampoco el nutrido fuego de fusilería y de cauon ahuyentaba
al enemigo, se ofreció en aquellos momento;; á Val mase da el
valiente Mendiguren, para cruzar el rio y traer;;e una chalana
que en la orilla opuesta estaba atracada. Accedió el general, y
aquel arrojado español, imitando á nuestros tercios de Flandes
en el paso de Zuiderzée, se echó á nado con Presilla, Gomez y
otros que le siguieron, quienes despreciando las balas enemi-
gas y venciendo la corriente una y otra vez, arrastraron á
nuestra orilla aquel aparato flotante, que medio destruido y
todo se aprovechó por las tropas para pasar el caudaloso Cau-
to, y desalojar á los insurrectos, que parapetados en un case-
río y desde sus trincheras lo impedian (57).


Dueños de aquel punto nuestros soldados, pudo ya Val-
masedn contar con la pClsesion de Bayamo, y así lo compren-
dieron tambien los insurrectos que huyeron desalados hácia la
viej a ciudad.


Horrorosas fueron las escenas que, impelidos por el mie-
do, promovieron éstos durante los di as 12, 13 Y 14 en el que
llamaban santuario de la libertad cubana. Mientras Val mase-
da acampaba en Oauto el embarcadero, esperando que atrave-
sara el riotodaladivision por la medio inutilizada chalana, que
no podia contener ni pasar cada vez más de veinte personas; y
cuando solo faltaba incorporarse el batallon de Bailén, se pre-




296 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


sentó en el campamento, la tarde del dia 13, un vecino de
Bayamo noticiando que el enemigo en su huida habia reduci-
do á escombros aquella poblacion por medio del incendio.
Tan inesperada nueva hizo acelerar al general la marcha, y
levantando el campamento al siguiente día 14 dirigió la di-
vision al ingenio Las Mangas, de la propiedad del insurrecto
é incendiario D. Pedro Figueredo, donde pernoctaron las
tropas; yendo de aHí á Bayamo, que distinguieron á gran dis-
tancia por las espesas columnas de humo que se elevaban á
la atmósfera (58).


Al saber los insurrectos residentes en la ciudad el dia 12 de
enero, que habian pasado el caudaloso río las tropas de Val-
maseda y derrotado completamente' á los que defendían la ori-
lla oriental, aceleradamente empezaron, no los trabajos ne-
cesarios para resistir, en el que llamaban templo de la li-
bertad cubana, á los españoles que trataban de exterminar;
no á defenderse como á rebeldes les correspondia, sino á pre-
parar el saqueo y los medios de llevarse el botin y reducir á
cenizas aquel punto, único donde hacia tres meses ondeaba la
bandera de Ouóa libre. Para la realizacÍon de estos crimina-
les intentos hicieron abandonar á los comerciantes, peninau-
lares en su mayoría, sus casas é intereses y los condujeron
entre bayonetas al monte, evitando así que en un arranque de
desesperacion se opusieran á sus vandálicos planes; y cuando
los bandidos se encontraron sólos, dieron principio á las esce-
nas horribles y á la ejecucion de todos los crímenes más es-
pantosos, s610 presenciables en los puntos donde viven en
Mios profundos razas diversas.


«Oomenzó el robo: dice el DIARIO DE UN TESTIGO (59)', las
})carretas empezaron á salir cargadas de ricas telas, de va-
})jiosas prendas y de muebles: los negros se acuchillaban por
})una alhaja, sus jefes registraban ávidos las cajas: el desór-
»den y el pillaje imperaban; se estupraban las mujeres; eran
»)atropellados los ancianos»; todo eran horrores y el crímen
contestaba á las resistencias. Una comision de las señoras
principales de la ciudad, medio desnudas, acudió en aquellos
momentos de angustia á la casa del gobierno á impetrar gra-




CAPÍTULO VI 297


cia de los directores del exterminio, :\'lármol Maceo y Milanés;
pero aquellas atribuladas madres y esposas ni "iquiera alcan-
zaron que estos malvados las oyesen, porque embriagados y
ciegos por el demonio de la anarquía, ni el tiempo les bastaba
para incitar alincendio y al saqueo. No consiguieron tampoco
que se las permitiera salir de la ciudad para ampararse de
las tropas de Valmaseda, obligándolas, por el contrario, á se-
guir á sus violadores y á los asesinos de sus esposos y de
sus hijos, sí no preferían perecer entre las llamas de la inmen-
sa hoguera, levantada por aquellos cobardes para deslumbrar
á lo~ soldados españoles que se aproximaban, mientras ellos
se valian de su ;siniestra luz para ocultarse en las espesuras
de la manigua.


Despues de aquella corta pero peligrosa expedicion de vein-
ticinco dias, que fué una continua refriega y un incesante
asalto de parapetos, fosos, trincheras y hasta de barricadas de
colmenas, con que alguna vez interceptaron los insurrectos el
camino, para distraer en su destruccion á los soldarlos y diri-
gir en tanto seguras punterías los apostados en los bosques
inextricables; despues de aquellos sufrimientos, le esperaba á
Valmaseda el mayor de todos al acercarse á la que fué ciudad
de Bayamo. '


Pavesas y escombros humeantes se ofrecieron á su vista al
recorrer las que fueron calles de la poblacion. Solo la cárcel,
donde hasta última hora permanecieron encerrados muchos
prisioneros espat101es, y la torre llamada de Zarragoitia, resis-
tieron al elemento devastador y se salvaron de las llamas. Lo
demás eran rUInas.


Para descansar de las fatigas de la lucha, el general se
convirtió en obrero y empezó á reedificar la antigua pobla-
cion india. Restaurada la torre de Zarragoitia y convertida
en centro de las nuevas defensas, hizo levantar barracones de
ladrillo para alojar las tropas, y seguidamente dispuso trazar
calles y reconstruir casas, para las numerosas familias que se
iban presentando ó que nuestros soldados recogian en los in-
mediatos bosques.


Grandes fueron las simpatías que con el incendio de Baya-




298 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


mo p~rdió la causa insurrecta, entre aquellos que si no la de-
fendian con las armas, se acomodaban lo mismo á obedecer
á Céspedes,q ue á las autoridades españolas. Los habitantes
del departamento Oriental, seducidos por todo lo poético y
contagiados por los rasgos de imaginacion, tan propios de las
mayoría del pueblo criollo, se conformaron perfectamente en
un principio con aquella comedia republicana y con las farsas
del llamado ejército libertador, en el que todos mandaban y se
complacian en darse los pomposos títulos de las más elevadas
categorías mili tares.


No les disgustaba ciertamente aquella libertad de poderse
divertir hasta el exceso y dedicarse, sin que la autoridad lo
impidiera, á todos los vicios, allí tan fáciles de adquirir por
las condiciones del clima. Pero todo esto les fué muy grato en
tanto que la anarquía no se interrumpió por las exigencias
de la guerra, y mientras creyeron que sin combatir podrían
conservar aquella vida licenciosa. Mas cuando supieron que
todavía era cierta la existencia de soldados españoles en la
isla, que los jefes insurrectos negaron para atraerse parti-
darios; y cuando vieron que estos caudillos se ocultaban en
la espesa manigua á la aproximacion de nuestras tropas, y
que en vez de defender las libertades proclamadas, empleaban
su fiereza en asesinar peninsulares é incendiar las casas de
los mismos cubanos, el júbilo fué á ménos, y se convirtió en
llanto tan pronto como se tocaron de cerca las naturales con-
secuencias del desenfreno de los negros libres y las desdichas
propias de la confusion de razas.


Sin embargo de esto, la mujer cubana, tan valerosa y li-
beral, y sensible y resignada madre y esposa, quizás entónces
más por amor á lo suyos que á la causa que defendían, se
inclinó á seguirles en sus contratiempos y hasta en sus mal-
dades, trocando la comodidad y las dulzuras del hogar" do-
méstico por la azarosa vida de sobresaltos y de miserias, que
vino á ser al fin la ordinaria de la mayoría de los afiliados
en la bandera de Oéspedes. Así se vió á muchas de aque-
llas m!~eres que, desnudas, miserables y hambrientas, reco-
gieron en medio de los bosques nuestros soldados, volver vo-




CAPÍTULO VI 299


luntariamente á las privaciones de la manigua despues de res-
taurar sus fuerzas y reponer sus rasgados vestidos, para cui-
dar á los suyos y alentarles en la lucha, cuando con todas las
muestras de su cariño no podian persuadirles á que abando-
nasen la mala vida.


La noticia del incendio de Bayamo, y del pueblecillo del
Dátil llevado á cabo seguidamente por las hordas insurrec-
tas, llegó al departamento Occidental juntamente con el por-
menor de los atropellos, que aquellos malvados habian come-
tido y hecho sufrir á las gentes honradas de los puntos donde
dominaban. Fué tal el efecto que produjo en la Habana la
triste relacion de aquellas desgracias, que el partido español
apenas formado, agrupó á su alredor á los defensores de Es-
paña, siguió creando nuevos batallones de voluntarios y se
dispuso á repeler de todos modos las agresiones del enemigo.
y áun el mismo eapitan general, que trasmitió la comunica-
eion de Valmaseda á los ministros de la Guerra y de Ultra-
mar el dia 18, y la dió al público el 19 de enero (60), encareció
al gobierno la necesidad de los refuerzos que habia pedido,
comprendiendo ya la verdadera importancia de la insurrec-
cían y la falta de tropas que tenia el reconquistador de
Bayamo.


Las escasas fuerzas de que este general podia dis poner,
apenas bastaban á la defensa y auxilio de las familias que
iban repoblando la incendiada ciudad, precisándole esto á
vivir encerrado y amenudo sin comunicacion con las pobla-
ciones de 'la costa, por impedirlo además las partidas insur-
rectas, cada vez más numerosas, y tan envalentonadas, que á
fines de enero trataron de atacar de nuevo á Bayamo, circu-
lando al efecto el cabecilla bayamés las órdenes oportunas á
los que llamaba sus generales (61). A pesar del aparato des-
plegado por éstos y del reducido número de seiscientos solda-
dos de que Valmaseda disponía, no se llevó á cabo el ataque
insurrecto;, pero en cambio el general español, buscando al
enemigo en la manigua, hizo excursiones por los alrededores
y!'ecogió muchas de las familias que vagaban por los cam-
pos, abandonadas de las gentes de Céspedes, en tanto que este




300 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


caudillo conferenciaba en su campamento de El Ojo de agua
de los Melones con los comisionados que Dulce le envió para
negociar la paz.


Desbaratadas aquellas negociaciones, y ensoberbecidos los
insurgentes con su poderío, confirmado pJr el representante
de España al tratarles de potencia á potencia, ya no vivieron
preocupados por otra idea que la de organizar política y ad-
ministrativamente los dilatados territorios que creian domi-
nar para siempre, suponiendo sin duda que las tropas españo-
las habian de dejarles tranquilos.


Tanto infatuó lo que hizo entónces Céspedes á los sepa-
ratistas residentes en los Estados-Unidos, que el periódico
publicado por la Junta revolucionaria de N ueva-York con el
título de BOLETIN DE LA REYOLUCION, contestando á los escri-
tos del SmmAY N EWS, aseguraba en el mes de enero que la
cuestion de la independencia cubana ganaba terreno en el
ánimo de MI'. Seward; lo cual era dudoso, á pesar de decir
Céspedes en el manifiesto dirigido al gobierno de los Estados-
Unidos que tenia ya quince mil combatientes y cien mil ha-
bitantes que le obedecian, y de calcular el articulista que
despues del incendio de Bayamo debian elevarse aquellas ci-
fras á treinta mil de los primeros y doscientos cuarenta mil
lo ménos de los segundos (62). Dando esto como un hecho, lo
presentaba por fundamento aquel periódico para que los go-
biernos del mundo considerasen al de Cuba bajo la proteccion
del derecho público, con mucha mayor razon desde que, se-
gun sus aseveraciones, las tropas españolas, faltando hasta
á los rudimentos de la humanidad, usaban de todos los me-
dios repr'obados para deshacerse del pueblo cubano cuya ma-
yoría era contraria al dominio de España. Asi difamaban los
incendiarios á los españoles que reconstruían á Bayamo para
recoger las familias que ellos abandonaban.


Extendidas por la~ repúblicas de la América latina y crei-
das en algunas de ellas tan absurdas especies, no era extraño
que dieran motivo á los meetings y á las numerosas reunio-
nes y conciertos públicos dedicados en Méjico yen Venezuela
al auxilio de los que en la próxima Antilla peleaban por su




CAPÍTULO VI 301


independencia. En tanto, el gobierno español, lo mismo que
sus delegados en aquellos paí.ses, apáticos ó p3CO conocedores
de lo que en tales momentos procedia, dejaron sin contestar
semejante::; invenciones, que poco á po~o fueron formando la
opinion que tan contraria nos fué y nos es hoy todavía.


Pero en todo esto, ¿era tanta la responsabilidad del gobier-
no de la metrópoli, como la de sus delegados? En verdad que
los hombres de la revolucion de setiembre, obligados á cum-
plir el compromiso de llevar su programa liberal á las pClse-
siones ultramarinas, no podian dirigir sino á este fin sus pro-
pósitos; pero al enterarse de la insurreccion de Cuba, necesi-
taron proceder con gran prudencia hasta convencerse de las
intenciones y del verdadero color de la bandera disidente, de
la importancia de la guerra y de la aceptacion que tuviese en
la mayoría del país.


El optimismo de D. Francisco Lersundi le privó de gran
parte de estos datos; las confianzas exageradas de D. Domin-
go Dulce, tampoco podian imbuirle sino el error; y como las
comunicaciones de nuestros delegados diplomáticos ó er;¡,n in-
completas ó llevaban tardíamente las noticias á conocimien-
to del gobierno, éste no podia atemperar sus acuerdos más
que á las indicaciones de aquellos delegados.


Ganoso Dulce de la gloria que esperaba adquirir con la
aplicacion de su sistema y con el prestigio de su nombre,
ocultó demasia.do t.iempo á la metrópoli el yerdadero estado
de la opinion y la exacta importancia de la guerra; queriendo
hacer comprender que entre los independientes no figuraba
sino una mlnima parte- y no la mayoría de los hijos de Cuba.
En esta equivocacion vivió el gobierno desde primeros de
enero hasta cerca de mediados de febrero en que, pasados los
acontecimientos de Villanueva y del Louvre y por el levan-
tamiento de las Cinco Villas, pudo persuadirse de la exten-
sion del conflicto. Y así se pasó un mes, desaprovechado como
los tres anteriores; pues en tanto que los ministros creian á
sus medidas políticas de bastante eficacia para terminar la
guerra, aumentaba ésta y adquiria un carácter más sangui-
nario. Si el gobierno hubiese sabido la verdad completa df:'s-




302 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


de un principio, i,no habria tomado desde luego las medidas
guerreras que adoptó despues'?


Tal era el estado de las cosas y tales los sucesos, en los mo-
mentos en que las libertades proclamadas por Dulce se dis-
frutaban en la Habana y en el departamento de Occidente
con toda amplitud, y les servian á los partidarios de Cés-
Wdcs para trabajar á salvamano contra el dominio español en
Cuba.




CAPíTULO VIL


l. Ineficacia de la política de Dulce para extinguir ódios y obtener
la pacificacion.-Fuga de Morales Lemus.-Salvo-conducto con-
cedido á Fernandez Bramosio.-Insidias de los laborantes.-El
carna val de 1869.-Levantamiento de las Cinco Villas.-Los vo-
luntarios guarneciendo las fortalezas de la capital.-Suspension
de garantías.-Captnra del pailebot G'albanie.-Medidas políticas
yeconómicas.-::-listema represivo.-lmprudencias gubernativas.
-Proclamas filibusteras.-Prision de sospechosos.-Amnistía v
abolicion de la esclavitud por Céspedes.-Proclama de Dulce. "


n. Causas de la política dc represion.-Meusaje de Céspedes al
presidente Grant.-Respnesta de éste.-Constitueion del partirlo
español.-Asesinatos de Mayarí é incendios de Jignaní y de Bai-
re.-Ordenes destructoras de los insurrectos.-Refuerzos milita-
res.-Aspiraciones del partido españo1.-Paliativos de Dulce.-
Union entre las tropas y los voluntarios.-Medidas de rig-or.-Ex-
pedicion I:i Puerto Príncipe.- Medidas para restablecer la con-
fianza.


III. Salida de deportados políticos á Fernando PÓo.-Alboroto en
la plaza de Armas.-Proclama de Dulce.-Revista de los batallo-
nes de voluntarios.-Errores de Dulce.-Vigilancia de las cos-
tas.-EI vapor Comanditario.-Captura de la goleta Mal'y Lomell.
-Llegada de tropas.-EI gabinete de Washington.-Entierro
del Gorrion.-Tumultos v atropellos.-Inclínase Dulce al partido
español.-Viaje del trasporte San Francisco de Borja con los de-
portados.-Conspiracion fracasada.-Fuga de algunos contlna-
dos.-Indulto concedido por el gobicrno.-Destierro de rspafío-
les.-Falta de acuerdo entre Dulce y sus gobernados.


1.


Las pruebas indudables de desamo!' á España, y la poca
aceptacion que merecieron á la mayoría de los cubanos las
libertades proclamadas por Dulce, hubieran parecido sufi-
cientes y justificados motivos á otros gobernantes para veri-
ficar Hn cambio de política, reemplazando la benevolencia con




304 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


la saludable severidad que las circunstancias aconsejaban.
Pero Dulce esperaba sin duda otras mayores y mas ruidosas
pruebas, ó de esas que llegan al corazon hiriendo todos los
sentimientos generosos, cual el desafecto en los obligados a
ser agradecidos, ó como la negacion del cariño en los que,
por atender compromisos de bandería, responden a los hala-
gos con públicas demostraciones de ódio,


Tambien esto lo tocó de cerca con la defeccion de Morales
Lemus, en quien como abogado de su esposa y encargado de
sus intel'eses, parecia deber fiar Dulce; pero como aquel, antes
que otra cosa, era director de las maquinaciones del comité
revolucionario y enemigo por tanto del nombre español, todo
lo abandonó pOI' seguir su causa, y cuando el capitan general
quiso verle para tratar de sus asuntos particulares, tuvo por
respuesta la noticia de que su abogado se habia embarcado
clandestinamente el dia 30 de enero, para continuar en los
Estados-Unidos los trabajos antiespañoles que suspendió en
la junta secreta presidida por él el dla 8. Tanto afectó aquel
inesperado acto al g,meral, que le hizo inclinar mucho á las
opiniones de los hombres del partido español; mas no fué
aún bastante para decidirle por completo á cambiar de polí-
tica y esperó otros actos determinantes.


D. Antonio Fernandez Bramosio, concejal del ayuntamiento
de la Habana, era otra de las personas distinguidas por Dul-
ce, que no le dió otro desengaño con los sucesos del teatro de
Villanueva, porque el general no supo apreciar la importan-
cia de éstos; perQ no escaseó mas tarde los motivos para que
10 recibies~, en la conducta rencorosa observada al trasladarse
con la proteccion oficial a los Estados-Unidos.


Para eludir los efectos de la indignacion pública y la res-
ponsabilidad que los tribunales iban á exigirle, por las desgra-
cias ocurridas en aquel teatro, solicitó Bramosio y obtuvo de
Dulce, un salvo-conducto que le permitiera salir de la isla sin
responder á las acusaciones del juez, ante el que habia pres-
tado ya una declaracion. Temiendo además que en las actua-
ciones se descubriera cuanto habia hecho y trabajaba por la
causa s~parati3ta, y persuadido de que el juez de la causa sa-




CAPÍTULO VII 305


bia tan bien como él, que ya el general Lersundi, teniéndolo
por uno de los principales comprometidos, habia procurado
eogerle in fraganti y no lo consiguió PQr vale rile entónces el
concejal de algunas mujeres para mover las mallas de la
cQnspiracion, se escondió, y sup:miendo qUtl si solicitaba pa-
saporte no se le concederia, PQr haberse acordado ya su auto
de prision, acudió al medio del salvo-conducto, que obtuvo, no
sin que se enterase de todo el jefe de policía encargado de
prenderle.


úbligado este funcionario á cumplimentar la órden de 1
juez, comisionó el 26 de enero al subcomisario del reconoci-
miento de buques para que extrajese del vapor norte-ameri-
cano .Beaufo1't, que debia levar anclas el 25 y no lo verificó
hasta el dia siguiente, al concejal Bramosio, que estaba ya
embarcado; encargándole que lo llevase á su presencia con el
documento que poseía para poder viajar. Así se hizo: el
detenido fué desde el muelle de la Machina á l~ jefatura de
policía donde mostró, para que se le dejase en libertad, el
llamado salvo-condllcto, que era un pap:::l con el timbre del
gobierno superior civil y la firma de D. D(Euingo Dulce en
blanco, muy á propósito por su forma para que de él se sirvie-
ran todos los comprometidos en la insurreccion, y los emisa-
rios de la Junta de Nueva-York que se entendian con los
laborantes de la capital. El jefe de policía, obedeciendo el
mandato que implicaba aquel documento que nada decia por
escrito, acompañó á Bramosio hasta el puerto, embarcándolo
en el punto poco concurrido situado entre la Oorlina de Val-
dés y el castillo de la Punta, desde donde volvió el conce-
jal al .Beaufort, media hora des pues de haber bajado de él y
cuando el vapor iba á salir de la bahía. Seguidamente aquel
funcionario que se habia quedado con el salvo-conducto, fué á
llevárselo al g,~neral hecho pedazos, y cuando esperaba que
D. Domingo Dulce se inmutase al recibirlo, por la Suma gra-
vedad que en tales momentos entrañaba el suceso, vió con
asombro que el gobernante lo recogia fria mente y diciendo
que tolo aquello no era sino ccmsecuencia de las torpezas de
su secreta ría (1).


To\!O 11 •




:306 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


Pero si el capitan general de la isla de Cuba fijó poco su
atencion 'en aquel gravísimo asunto, no sucedió lo mismo á los
buenos españoles, que pronto trasmitieron lo ocurrido á to-
dos sus corresponsales, que eran á la vez defensores de lainte-
gridad como voluntarios, en los principales centros de pobla-
cían. Tan desagradable efecto produjo en ellos la proteccion
dispensada de aquel modo á los más encarnizados enemigos
de España, que desde entónces empezaron á mirar con pre-
vencion todas las medidas emanadas de la primera auto-
ridad. Y esto era muy lógico cuando acababa de aprehender-
se por los voluntarios á un negro desarrapado y mis Table,
que en medio de la vía pública disparó su lujoso revólver á
una familia peninimlar, y al ser preso confesó que le habian
entregado el arma y una onza de oro para que matara espa-
ñoles, ofreciéndole aquella cantidad por cada uno que mata-
se. ¿ Eran acaso las circunstancias en qU3 esto ocurria las
más á propósito para que D, Domingo Dulce prodigase su b3-
nevolencia, á los que abusando de la infelicidad de los desdi-
chados negros, los convertian en asesinos de los defensores de
la buena causa'? ¿Eran momentos aquellos para vacilar sobre
la política que convenía seguir'?


E'l caso del negro, que excitó justamente la indignacion
pública, no fué aislado ni el único dispuesto por los que en
tan criminales atentados querian fundar un sistema de ex-
terminio; y que no lo era se vió claramente en los primeros
di as de febrero y con motivo de las fiestas del carnaval. El
recuerdo de los asesinatos que los negrosñáFíigos cometieron
en la Habana en el del año anterior, lo tenian muy vivo en su
memoria los habitantes de la capital; y para que tales desmanes
no se repitieran y para que la pasion política no se manifestase
en aquella fiesta, dispuso el gobernador político, unos dias
ántes, que ninguna máscara llevara careta (2). Pero algunos
hijos del país, que á toda costa querian sacar partido en pró
de su causa, salieron!i la calle con la cara tiznada y disfra-
zados de jIáFíigos, para cometer fechorías en daño del público
peninsular; lo cual no consiguieron afortunadamente, tanto
por faltar la concurrencia en los puntos donde otros alías




CAPÍTULO VII


asistia, cuanto por haberse ahuyentado a los malvados con
la prision de uno de ellos.


Ya que se desbarataron sus siniestros intentos, pudieron
sin embargo complacerse en ver cási suprimido el carnaval
de aquel año, pues este hecho y la inquietud política domi-
nante, desanimaron tanto hasta á las gentes más despreocu-
padas, que nadie se disfrazó sino las p1cas personas que
fueron a los bailes de la noche, y las que componian las
dos ó tres comparsas que pasearon por la ciudad durante al-
gunas horas del dia. A tal extremo llegó aquellos meses el re-
traimiento del pueblo habanero, que a fin de darle alguna ani-
macion, invitó el gobernador local al encargado del teatro de
Tacon, á que proporcionase todas las facilidades compatibles
con sus intereses al maestro de música Gaztambide, cuyacom-
pañía de zarzuela funcionaba allí, para que pudiera atraer 1ft:::
gentes al teatro. Mas ni con eso aumentó la concurrencia en
los centros de diversion, ni se pudo conseguir que asistieran
á las públicas más que las peninsulares, pues los hijos del
país, aunque tan aficionados a los placeres, prefedan privarse
de ellos por no recibirlos de parte de los españoles.


Como si los acontecimientos recientes, las defecciones pre-
senciadas y el estado de la opinion no fueran ya bastantes
para justificar un cambio de política, Dulce esperó todavía
más, y sin duda algo de mayor importancia para decidirse a
emprender el buen camino. Poco tuvo por desgracia 'que es-
perar entónces, pues el mismo dia de carnav'11 que en la
Habana intentaban promover conflictos aquellos disfrazados,
respondieron las Cinco Villas á las libertades concedidas por
España levantando la bandera rebelde. Entre Camarones y
Ranchuelo, de la jurisdiccion de Villaclara, y en los límites
de los departamentos Occidental y del Centro, dieron el grito
separatista tres mil insurrectos, secundados por muchos
antiguos voluntarios hijos del país, que para aumentar el
número obligaron á algunas negradas á que les siguieran, y
para extender el paniao empezaron sus devastaciones, rom-
piendo el ferro-carril de Cienfuegos y todas las líneas tele-
gráficas de aquellos distritos (:3).




308 LA.S INSURRECCIONES EN CUBA.


El capitan general, que al recibir tan triste nueva supo
tambien que al movimiento debia responderse en la Vuelta-
Abajo, dispuso que sin pérdida de tiempo salieran, para batir
á los levantados, las pocas fuerzas que guarnecian las fortale-
zas de la Habana; pidió con urgencia al gobierno que desti-
nase á la isla otros seis mil hombres además de los seis mil
que estaban en camino, y autorizaciones para adquirir recur-
sos pecuniarios; y para dar á los voluntarios en aquellos apu-
rados momentos una prueba de confianza, les encomendó la
guarda de todos los fuertes y defensas de la capital. Acto en
verdad muy imp::llítico, aunque pareciera necesario, que le
conquistó por el momento alguna simpatía entre los que re-
celaban de su política, y vino luego á resultar en daño de su
propia autoridad.


Más alarmado el gobierno de la metrópoli que los mismos
habitantes de la isla, al saber por telégrafo el levantamiento
de las Cinco Villas, ofreció á Dulce cuanto necesitara, orde-
nándole con fecha 10 de febrero que suspendiese todas la ga-
rantías y que resistiera á todo trance. Solo entónces, y no
por su propia voluntad sino obedeciendo el mandato del go-
bierno, camhió Dulce su funesta política, dirigiéndola por
donde un mes ántes le indicaron los buenos españoles, para
evitar los conflictos que ya se lamentaban (4). Ciertamente
que era tiempo de que tal se hiciese, pues aquellos mismos
.dias empezaban á regresar á la Habana, muchos de los taba-
queros que huyeron á Cayo Hueso por estar comprometidos
en los sucesos de Víllanueva, y movidos é incitados por Mora-
les Lemus, Bramosio y otros de los laborantes que, segun El.
CRONISTA de Nueva-York, hacian provision de armas y mu-
niciones para la gente de Céspedes, volvían á la isla para en-
grosar las filas insurrectas. Y era tiempo tamhien porque las
gestiones perturbadoras de aquellos emigrados eran ya ma-
nifiestas. Así se demostró en la prision de veinte jóvenes es-
tudiantes cubanos, que á fines de enero se dirigian' á Cayo
Romano en el pailebot inglés Galvanic, procedente de las is-
las Lucayas inglesas, para desembarcar en aquel punto al-
gunas cajas de municiones y fusiles, que tuvieron que arrojar




CAPíTULO VII 309


al agua por aproximarse el buque de nuestra armada que les
perseguia y apresó.


Haciendo uso aquellos dias el capitan general de las auto-
rizaciones que le fueron concedidas por el ministerio, para
proponer los medios de regularizar la gestion económica y
atender las necesidades del Tesoro, cada dia crecientes con
motivo de la guerra, convocó á todos los propietarios de fin-
cas urbanas residentes en la Habana, para pedirles su coope-
racion en tan apurados momentos. No se mostraron sordos los
concurrentes á la voz del patriotismo, á pesar de los recelos
que les inspiraba la política del representante de España, y
demostrándose por el contrario decididos á defender la inte-
gridad nacional á toda costa, ofrecieron contribuir á tan san-
to objeto con nueve millones de duros, que las ofertas de los
comerciantes hicieron luego ascender á cerca de veinte mi-
llones (5).


Coincidiendo estos actos con la apertura en Madrid de las
Córtes Constituyentes (6), dirigió el general Dulce un tele-
grama al gobierno en 12 de febrero, encareciéndole la nece-
sidad de presentar á la representacion nacional un proyecto
de ley, levantando un empréstito de veinte millones de pesos
fuertes, con interés de seis por ciento, colocacion á la" par con
garantía de la nacion, y con la cláusula de que, en el evento
de no poderse amortizar en Cuba á su vencimiento, tuvieran
los tenedores derecho á cangear los resguardos por títulos
del:3 por 100, al tipo de cotizacion de Bolsa (7). Estas condi-
ciones no fueron escuchadas entónces, ni ninguna de las veces
en que posteriormente han sido propuestas por los habitantes
de Cuba, que pretendian fundir de ei:ia manera los intereses
insulares con los de la metrópoli. ¿Contribuiria tal reserva
quizás á la prolongacion de la guerra, y á crear el estado eco-
nómico que hoy aflige á la grande Antilla'? Más adelante se
verá cuales fueron los resultados de aquel prudente silencio.


Obedeciendo Dulce el mandato del gobierno supremo, co-
municado en despacho telegráfico del 10, derogó con fecha
12 los decretos de enero; quedando por tanto restablecida la.
prévia censura en el ejercicio de la imprenta, al tiempo que




310 LAS INSURREOOIONES EN CUBA


se sometian los delitos de infldencia á los consejos de guerra
ordinarios (8). Al siguiente dia publicó otro decreto compren-
diendo bajo la palabra injidencia los delitos de traicion ó lesa
na.cion, los de insurreccion, sedicion, receptacion de rebeldes
y criminales, las inteligencias con los enemigos, la coalicioll
de jornaleros ó trabajadores y ligas, las expresiones, gritos (¡
voces subversivas ó sediciosas, la propalacion de noticias alar-
mantes, las manifestaciones, alegorías y todo lo demás que
con fines políticos tendiera á perturbar la tranquilirlad y el
órden público, y atacase de algun modo la integridad nacio-
nal (9). La circunstancia de no terminar hasta ocho dias
despues el plazo señalado á los insurrectos para acogerse á la
amnistía, hacia esta disposicion poco oportuna para atraer á
la clemencia á los que, á cambio de la licencio"a vida de la
manigua, se les ofrecian desde los primeros momento;; las a,,-
perezas de una legislacion dura y muy difícil de eludir por
los conversos. Por e;;o sin duda no correspondieron los resul-
tados á la idea que la dictó.


Secundando el ~obernador de la ~-Iabana la nueva política
iniciada el 12 de febrero con estos decretos, expidió con fecha
del 16 una órden anulando todas las licencia" para portal' ar-
mas, que hasta allí habían sido concedidas; disponiendo la
entrega de éstas en las comisarías de policía, 'y que los fabri-
cantes y expendedores pasaran nota á la autoridad de las
que tuvieran en su poder; y previniendo además que cuantos
desearan conservar las permitidas por la ley, lo solicitasen
de nuevo. Todos comprendieron desde luego que el objeto
de esta medida era desarmar á los desafectos á España, el
cual no pudo cons3guirse, pClrque advertidos los poseedores,
las ocultaron con tiempo, prefiriendo enviarlas á sus partida-
rios del campo ántes que obedecer el mandato de la auto-
ridad.


Tambien tuvo el gobernador que desmentir el mismo di a
los rumores circulados por los laborantes, quienes para alar-
mar al público decian que terminado que fuese el plazo de la
amnistía, no se expedirian más pasaportes para salir de la iil-
la. Se dedicó además á ejercer toda la vigllancia política que




3n
el nuevo sistema exigia, y consecuencia de la mayor asidui-
dad y celo desplegado por sus delegados desde entónces, fué
la aprehension inmediata de armas, municiones, equipo l'
banderas insurrectas verificada en la casa-quinta de Rive-
rand (10), y'la que se hizo pocos dias despues, de una prensa
de campaña y de piedras litográficas con el retrato de Luz
Caballero, en la casa del abogado disidente D. Nestor Ponce
de Leon (ll).


Fué tambien efecto de la nueva política, la gran activi-
dad de8plegada por la marina en la persecucion de los bu-
ques sospechosos de hacer el contrabando de g'uerra, y la au-
torizacion pedida por Dulce al gobierno para el armamento
de otros de vapor (12) con destino á la persecucion de los 'lue,
segun las noticias de nuestros cónsules en los Estados-Uni-
dos, se armaban en aquellos puertos con filibusteros engan-
chados para engrosar las filas de Céspedes (13), Se tuvo por
consecuencia obligada del rigor ensayado la detenci~n de per-
sonas sospechosas en las poblaciones y de las que sin motivos
justificados debidamente viajaban por el interior de la is-
la (14), y la mayor energ'ía que se usó con toelos cuantos
aparecían con cierta complicidaLl con los insurrectos, cual la
que hubo de sentir hasta el cónsul interino de los Estados-
Unidos, MI'. H. R. de la Reintrie, ~l pretender inmiscuirse en
asuntos agenos á sus deberes oficiales (15). Y, creyéndolo ne-
cesario al complemento elel sistema represivo, dictó Dulce otro
decreto en 18 de febrel'o, disponiendo que quedaran cerrados
al comercio, tanto de importacion como de exportacion y así
para los buques de altura como para los de cabotaje, todos los
puertos ó embarderos en dondc no hubiere aduana, compren-
rlidos desde la farola de Cayo Bahía de Cádiz por la costa del
Norte, yal Este del pucrto de Cienfuegos por la del Sur; Ó
Sé3a en las dos terceras partes de las costas de la isla, abra-
zando por completo los departamentos Oriental y del Cen-
tro (16).


Al recibirse en Madrid noticias escritas de los aconteci-
mientos de la capital de Cuba, dirigió el ministro de Ultra-
mar un telegrama al general Dulce en 20 de febrero, dicién-




312 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


dole que el gobierno estaba «resuelto á exterminar la insur-
»reccion sin valerse de otro medio que el más alto rigor de las
»leyes de la guerra;» y preguntándole si se conformaba con
semejante política (17), contestó Dulce afirmativamente, ma-
nifestando á la vez que los buenos resultados obtenidos desde
el dia 12 en que suspendió las garantías, le hacían confiar en
el proÍlto término de la insurreccion, si complicaciones exte-
riores no lo estorbaban, yen que el rigor no tendría que em-
plearlo sino en algunos caciques (18). Sin embargo de esta
respuesta, debian ser otras las convicciones del general
cuando al propio tiempo pedia que se le enviasen armas, é in-
sistia en que se le autorizase para levantar el empréstito, que
confiaba colocar inmediatamente; respecto del cual no mos-
traba el gobierno mejor disposicion que en un principio, pre-
firiendo á la operacion de crédito remitirle dinero (19). Esta
medida hubiera sido la más beneficiosa, sin duda; pero no
pudo llevarse á cabo, á causa de los frecuentes cambios políti-
cos que el estado revolucionario de la Península exigia.


Discurriendo Dulce por la esfera política de las represiones,
se vió impelido á recorrer todo el camino hasta su obligado
término. Para circunscribir la imprenta, no ya en los límites
señalados ántes de decretarse su libertad, sino en otros más
estrechos todavía, dictó cop fecha 22 de febrero una órden
para que el fiscal se entendiese con el gobernador político de
la Habana, en todos los asuntos relativos á la prensa (20); cu-
yo gobernador tuvo además que adoptar por sí otras medidas
que sirvieran de garantía al órden, y calmasen la opinion
alarmada áun por las excitaciones filibusteras de aquellos dias.
y al finar en 20 de febrero el plazo de la amnistía, los que
jamás creyeron en la eficacia de aquella medida, esperaban
Con ansia las disposiciones que la primera autoridad dictara
para terminar la guerra, y así lo manifestaban públicamente
produciendo su actitud cierta agitacion en los ánimos. Pero el
ya ménos bien aconsejado gobernante, con una falta de crite··
rio político imperdonable, respondió á la espectacion pública
insertando, en la parte oficial y preferente de la GACETA DE LA
HABANA del día 21, un suelto sin firma en que se expresaba,




CAPÍTULO VII 313


como por indicacion del capitan general, que si nadie podia
aspirar ya desde entónces á los beneficios ofrecidos en el de-
creto del 12 de enero, por haber espirado el plazo; no por eso
se negaria la gracia del indulto, á los que la solicitaran y se
presentasen á las autoridades legítimas con armas ó sin
ellas (21).


Grandes fueron las muestras de disgusto con que se reci-
bió semejante manifestacion por los buenos españoles, quienes
conociendo cuáles eran los medios más eficaces para reducir á
los insurgentes, sabían que aquellas tréguas y tal blandura
solo servirian para aumentar su provocativa audacia. Y en
verdad que razon no les faltaba. Precisamente en los momen-
tos en que la imprudencia gubernativa se imprimia, estaba
ocupándose la policía en recoger numerosos ejemplares de
una proclama sangrienta que algunos negros, provistos de
un organillo para llamar la atencion, repartian por las calles;
en cuyo hediondo papel, dirigido á las gentes de color, decian
los laborantes á los negros «que sólo cuando tomasen la tea
})y el puñal y mancharan con sangre española sus manos,
})tendrian ellos el placer de estrecharlas entre las suyas}) (22).
Con aquel intempestivo suelto coincidió tambien la publica-
cion de un comunicado, que el ex-gobernador de Bayamo,
Udaeta, recien llegado á la Habana y preso en un buque de
guerra para librarle de la indignacion popular, dirigió al
DIARIO DE LA MA lUNA, pidiendo al público que suspendiese su
juicio hasta que el consejo de guerra dictase fallo sobre su
conducta (23). Y reuniéndose tan excitantes circunstancias
en un solo dia, ¿era de extrañarse la alarma y la irritacÍon
del elemento español'?


Tales fueron los rumores y la agitacion de los ánimos, de-
bida á estas coincidencias, que para calmarlos insertó al si-
guiente dia la GACETA otro suelto, tambien sin firma yen
la parte oficial destinada á los acuerdos de la primera auto-
ridad, expresando que carecian de fundamento cuantas alar-
mas circulaban atribuyendo al general otros propósitos de los
que tenia de manifiesto/al mantener en el ejercicio de sus
funciones los tribunales encargados de castigar á los trastor-




3 1~ .l."r LAS INSURRECCIONES EN CUBA


nadares del 6rden público, enemigos de la pátria (24). M uJ
poco satisfizo á los excitados españoles esta declaracion, á
la que quizás ha brian respondido con un conflict0, si no se
hubiesen dictado otras severas y públicas medidas inmedia-
tamente.


En virtud de un oficio que el gobernador de la Habana di-
rigió al g~neral Dulce, participándole la existencia en la ju-
risdiccion de varias personas. ocupadas en agravar el estado
político, con su conducta sospechosa (25), dispuso la primera
au toridad que se prendieran desde luego aq ueUos trastornado-
res que, segun comunicacion pasada al ministro de Ultra-
mar, los componian en su mayoría abogados sin pleitos,
médicos sin enfermos, comerciantes quebrados, hacendados
tramposos y has'ta estafadores condenados á presidio (26). De
personas perteneciente" á estas clases se llenaron en pocos
días las fortalezas de la capital.


Tanta fué la aglomeracion de presos al reunirse á éstos los
q \le procedian del interior de la isla, detenidos por los tenien-
tes gobernadores despues ele los elecretos del dia 12 de febre-
ro, que se vi6 Dulce en la necesidad de pensar en algunas
medidas que hicieran desaparecer aquel que podia conver-
tirse en foco de grandes disgustos. A este fin propuso al go-
bierno el dia 27, por medio elel telégrafo, la deportacion á Fer-
mmdo P60 ó á Ceuta de los doscientos cincuenta detenidos en
el fuerte ele la Cabaña. La inmediata respuesta del ministro
diciendo que fueran á Fernando Póo, á la vez qne le pedia
detalles sobre el empréstito que espemba se aprobara en las
CÚl'tes por unanimidad ('27), contribuyeron tanto corno las
prisiones á contener la accion de los impacientes.


Respondiendo á este tiempo el jefe de los insurrectos á los
decretos sobre infidencia y á la política ele represion adopta-
da, y pretendiendo aprovecharse del mal efecto que suponia
debian producir tales medidas en el elemento liberal cubano,
expidió, el mismo día que Dulce pro po ni a la depürtacion,
una ámplia amnistía desde su campamento de San Hilarío en
la jurisdiccion de Rtyamo. En aquel documento, por el cual
fueron muy pocos los peninsulares á quienes alcan;r,6 la gra-




CAPÍTULO VII :315


cia de los insidentes, se extendia la clemencia de Céspedes
lo mismo á los cubanos que á los extranjeros, ó sea á los es-
pañoles, que en el preciso término de 30 dias se acogieran á
indulto, y á todos los procesados que estuviesen sufriendo
prision ó condena por causas políticas, respecto de los cuales
ordenaba que fueran puestos inmediatamente en libertad (28).


EntlÍnces fué tambien cuando la Asamblea de represen-
tantes del Centro ó del Camagüey, en contraposicion á las dis-
posiciones del delegado de España, publicó sin punto de
fecha su decreto del 26 de febrero, declarando abolida la es-
clavitud en el territorio donde suponia ejercer jurisdiccion,
con la inde mnizacion correspondiente á los dueños de escla-
YOS; obligando 11 los libertos á defender la independencia de
Ou ba, en las mismas condiciones que los demás soldados de la
república cnbana, y anunciando que un reglamento especial
prescribiria los detalles para el cumplimiento de aquel de-
creto (29).


y en estos momentos mismos el capitan general D. Do-
ming'o Dulce empezó á preparar la deportacion de laborantes
á Fernando póo.


n.


Veamos qué circunstancias, además de las apuntadas, de-
cidieron á Dulce á proponer una medida tan opllesta á la po-
lítica inaugurada en enero, y á sus ideas conocidamente li-
berales y reformistas.


En tanto que en la Habana tenia que sujetarse por el ri-
gor á los promovedores de desórdenes y autores de alarmas,
continuaba la insurreccion, en los distritos de que se habia
apoderado, con brios bastantes para reunir la llamada Cámfira




316 LAS INSURRECCIONES EN CUBA.


de representantes, y no tan decaida por consiguiente como el
general Dulce daba á entender al gobierno en sus comunica-
ciones. En las dirigidas á fines de febrero, aseguraba que en
el departamento Oriental, donde expedió á la sazon Céspedes
su decreto de amnistía, no quedaban sino las bandas de la-
drones que hasta entónces habian logrado eludir la persecu-
cion de las tropas; pero que en el del Centro, donde más hon-
das raíces habia tenido la insurreccion, aún podia concedér-
sele alguna importancia (30).


No estaba del todo exacto el general en sus juicios, puesto
que en ambos departamentos dominaban de hecho los insur-
rectos, si bien en los dos podia aplicarse igual calificativo á
los que trataba de ladrones, si para llamarlos así se fundaba
en el modo de hacer la guerra que los partidarios de Céspe-
des tenian. La táctica que estos usaban era presentarse lo
ménos posible en frente de las tropas y de los voluntarios es-
pañoles, quienes cuando salían en su busca nada encontra-
ban de ordinario, y sólo conocian su proximidad cuando eran
recibidos con descargas disparadas desde los parapetos don-
de se emboscaban, de los cuales huian inmediatamente para
no volverlos á visitar en algun tiempo, y desaparecian en la
espesura de los bosques vírgenes donde las tropas no podian
siempre seguirles por desconocer el terreno. Este modo de
guerrear no podía ser más español, pero no lo era tanto la
manía que en los jefes insurrectos dominaba, y principalmen-
te en los que habian hecho la campaña de Santo Domingo ó
peleado en Méjico, como Marmol y Quesada, los cuales al
sistema de sorpresas y emboscadas unian el de la devasta-
cion; quemando las fincas valiosas y las poblaciones peque-
ñas, y atropellando despiadadamente á los peninsulares y á
los que con ellos simpatizaban. Por esto llamaba Dulce y con
fundamento ladrones y foragidos á los de aquellas bandas
poco disciplinadas.


Es verdad que la organizacion de los insurrectos estaba
muy lejos de ser tan perfecta como sus caudillos decian,
probándose su mal estado en muchos documentos recogidos
por nuestro ejercito, que demostraban tambien las hondas




CAPÍTULO VII 317


divisiones que existian entre los que mandaban aquellas tur-
bas. En una carta, por ejemplo, firmada por Luis Figueredo
reclamaba con la mayor sangre fria á su hermano Pedro, que
le remitiese varios sujetos que militaban á su lado, algú-
nos de los cuales llevaban su mismo apellido, para tomarse
el encargo de ej ecu tarlos por creerlos desleales (31): en otra
comunicacion de Céspedes, dirigida á éste mismo Pedro Fi-
gueredo, se expresaban las descol).fianzas que en algunos de
sus caudillos tenia, y los recelos de que se entregasen á las
autoridades españolas (32): y otro escrito del coronel Gordon
retrataba pérfectamente el anárquico estado de aquel ejército,
que los recelos tenian tan dividido, á pesar de lo que en con-
trario aseguraba Céspedes en el mensaje que, con la aproba-
cion de la Junta sttp?'ema de gobierno, dirigió al presidente de
los Estados-Unidos en l. o de marzo.


Aquel coronel encargaba en la órden del cuerpo á los capi-
tanes, para que lo hiciesen comprender á sus respectivas
compañías, que todo individuo del ejército libertador estaba
autorizado para dar muerte á cualquiera que tratase de acon-
sejar la presentacion, 6 el pase al campo enemigo ó sea al es-
pañol; bastando para salvar la responsabilidad del matador
que remitiese á sus jefes nota escrita del nombre del que mu-
riese, y las palabras de que se valiera para la seduccion (33).
Esta órden cruel fué sin embargo imitada por el mismo ge-
neral Dulce, como se verá luego, en su proclama del 12 de
abril.


El indicado mensaje, dirigido por Céspedes al presidente
de la Un ion americana, general Grant, á pesar del poderío con
que intentaba revestir á la insurreccion, no venia á demos-
trar otra cosa que su gran debilidad, al solicitar el caudillo
bayamés, con la aprobacion de la Junta suprema del pueblo
de Ouba, el reconocimiento oficial de la movediza é insegura
repú blica q \le pres irIia.


En este documento aseguraba el presidente Céspedes, al de
los Estados-Unidos, quede cada veinte habitantes de la isla,
diez y n lleve eran partidarios de la república por él· procla-
mada; que disponía de 70.000 hombres en el campo de bat!t- .




318 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


lla prestando servicio, org'anizados y gobernados con tolos
los principios de la guerra civilizada; y contaba con una po-
derosa escuadra, con la posesion de dos terceras partes del
área geográfica de la isla, y con la simpatía uIHlnime de todos
los cubanos, unidos solamente por el miedo a los españoles
mantenedores del statu qua, pero decididos amantes de la jó-
ven república, que declaraba la libertad de conciencia y la
independencia individual.


Con la bella pintura de tal poderío, que lo hubiera sido sin
duda á realizarse tanto idealismo y á convertirse en hechos
los deseos, pretendia Céspedes que la gran república consi-
derase á la suya en el número de los pueblos independient.es.
Pero el general Grant pensó de distinta manera, á pesar de
quererle probar los cubanos cuánta era la analogía entre su
guerra y la guerra última de los Estados-Unidos, de la que
solo diferia á su juicio en que en aquella una pequeña mino-
ría se rebeló contra las leyes, y en la suya estaba resistiendo
la inmensa mayoría del país el dominio opresor de los extran-
jeros españoles (34).


De tal manera pensó en contrario el general Grant, y des-
atendió los mentidos conceptos de la exposicion mensaje, y
las razones que los laborantes de Nueva-York empleaban
para llevar á su ánimo el convencimiento, que en el discurso
presentado ante las Cá.maras, al tom'lr posesion en 4 de llilar-
;>;O, les manifestó oficialmente su desden. Y para evitar sin
duda las complicaciones políticas que pudieran ocurrir, á con-
secuencia de la gestion constante que cerca de su gobierno
hacian aquellos insurrectos, que para trabajar impunemen-
te contra el poder de España adquirian naturalizacion norte-
americana, les hizo entender que jamás esp3rara su protec-
cíon ninguno de los que calificaba con el depresivo nombre
de americanos fraudulentos. Comprendia entre éstos á todos
los que, despues de naturalizarse en los Estados-Unidos, ad-
mitian en su tierra natal el desempeño de cargos de confian-
za ú honoríficos, y sólo cuando ocurria alguna contienda civil
y en casos de conveniencia personal hacían valer su cambio
de ciudadanía (35).




CAPÍTULO YII :319


A los que empleaban estos medios para medrar, les negó
Grant todo derecho á merecer el amparo de las autoridades
norte-americanas; cuya determinacion no parecia dirigir$e
sino á aquellos funcionarios públicos hijos de Cuba y natura-
lizados en la Union, que cuando decretó Dulce las medidas
represivas adujeron, para eludirlas y trabajar á mansalva en.
favor de su independencia, las propias razones expresadas
por Grant. Entónces ordenó éste á sus delegados en el ex-
tranjero, que retirasen su apoyo á los que hasta allí habian
aprovechado tan falsos y fraudulentos pretextos, en favor de
su interés particular.


La actitud demostrada en sus comunicacionas por los jefes
insurrectos, al dar á la lucha un carácter sanguinario, se
confirm<.Í á este tiempo respondiendo á los indultos ofreci-
dos por nuestro.> jefes militares y á la amnistía concedida por
Dulce, con crímenes, que la pluma se resiste á describir,
sólo imaginables por almas perversas. Tales fueron los que,
para mengua de la humanidad, se perpetraron los primeros
días de febrero en el pueblo de Mayarí, situado en el
departamento Oriental, asesinando horrorosamente á diez y
seis peninsulares y tres cubanos indefensos, siendo una de las
víctimas el cura párroco, á quien inmolaron despues de sa-
quearle sin más motivo que por no seguir la bandera insurrec-
ta. Horrendos fueron tambien los atentados contra Jignaní.,
cuya pobJacion entregaron á las llamas las desbandadas hor-
das de la manigua, repelidas por los valeros0s defensores q!le
así consiguieron dominar el incendio; y terrible3 las escenas
de Baire que, mónos afortunado que aquel pueblo, fué redu-
cido á cenizas. Y estos crímenes no eran aislados, sino que res-
pondían al sistema de terror inaugurado y conocido á la sa-
zon por la órden que el g~neral Maximo Gomez comunicó á
Figueredo, encargándole que inmediatamente se incendiaran
las casas de vivienda, trapiches y maquinaria de los ingenios
pertenecientes·á todos los que, .con el producto de sus cosechas,
contribuían á sostener los voluntarios moviliz~dos de Cuba
que les perseguían; riJspetando únicamente las fincfls de los
hac.mJarlos franceses (36). Aquel vandálico mandato destru-
:~'/.-"


""/ ~, .\; .
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320 LAS INSURRBCCIONES EN CUBA


yó en pocos dias propiedades valuadas en cerca de seis millo-
nes de duros.


Estos horrores fueron sin duda de más eficacia que ningu-
no de los otros trabajos de propaganda, para acelerar la cons-
titucion del verdadero partido español que, iniciado en los
últimos momentos del mando de Lersundi, se presentó ya al
público en los acontecimientos del Lou1)re, y adquirió forma
despues de las deportaciones á Fernando póo. Muchocoadyu-
varon á su desarrollo en aquellos momentos el desembarco de
las tropas que diariamente llegaban de la Península, y 1:1 acti-
tud del ministro de Ultramar, cada vez más p'1triótica y más
enérgica contra los enemigos de la integridad nacional. Aquel
ministro, mientras creyó justificada la demanda de derechos
políticos, hecha por los cubanos, se dedicó sin descanso y con
la prudencia y moderacion que la gravedad de las reformas
requeria, á meditar el modo de satisfacer á los reclamantes.
Pero cuando vió cómo respondian éstos á las c:mcesiones, y
que la generosa conducta del gobierno la pagaban con la
más negra ingratitud, é intentando convertir los medios que
para mejorar su condicion é intereses se les concedían, en
arrojar de aquel suelo español á los verdaderos españoles, el
ministro tuvo precisamente que cambiar su actitud y re-
emplazar la benevolencia con el rigor de las crueles leyes de
la guerra, ya que lo que se ventilaba en Cuba con las armas
en la mano no eran los derechos políticos, sino cuál habia de
seguir siendo la nacionalidad de los cubanos (37).


Arrastrarlo por las corrientes de la nueva política, cada
instante más solicitada por los que en los atropellos de Maya-
rí, Jiguaní y Baire conocieron por completo el carácter de
la guerra, no pudo el general Dulce retroceder, y ciñendo
las vacilaciones que más de una vez le hicieron sospechoso,
siguió el camino que la opinion peninsuhr le iba trazamlo.
Para no apartarse de éste, encargó al gobernador de la Ha-
bana que interviniera las líneas telegráficas de los ferro-c:lr-
riles, por las cuales se entendían los insurrectos del campo
Mn los de la capital, con mucha más precision que el mismo
gobierno. Los laborantes, sin embargo, no por privárseles de




CAPÍTULO VII 321


8.quel medio dejaron de conocer los movimientos de la insur-
reccion mejor que la autoridad. Al efecto se valían de negros,
apostados á cortas distancias desde el campo de la lucha á la.
Habana, quienes de viva voz se comunicaban palabras con-
venidas entre los insurrectos y los laborantes y ponian en
perfecta inteligencia á unos y otros. De ahí resultaban los
rumores y las alarmas promovidas por los disidentes, cada
vez que nuestras trop!\s sufrían alguna contrariedad; pues
conociendo ellos el hecho antes que el capitan general, excita-
ban con las noticias al elemento español, que sufria no poco
al ver confirmados todos los sucesos que le anticipaban.


Tras esta y otras medidas que, atendiendo á las exigencias
de los más intransigentes del ya formado partido español,
tuvo Dulce que adoptar, dejóse conducir, como era lógico que
sucediese, por la opinion de los más celosos defensores de Es-
paña, y ofrecióse á usar toda la dureza que las circunstancias
pidiesen. Comprendiendo los de este partido que la guerra
como de raza debia hacerse sin cuartel, cual lo habian pro-
clamado en sus escritos los caudillos insurrectos, y estiman-
do que entre los españoles y los desafectos á España~ en que
figuraban la mayoría de los insulares, era ya toda avenencia
imposible, pretendieron que como consecuencia obligada auto-
rizase Dulce respecto de los cubanos las represalias yel ex-
terminio que aquellos llevaban por donde iban.


Pero el capitan general, que no podia romper de un golpe
el lazo de sus afecciones, ni su tradicional tendencia á las
ideas reformistas, si no se neg'ó á tales exigencias por falta
de medios, quiso ensayar su habilidad templando á los más
fogosos. Hubo momentos en que creyó conseguir su propósi-
to, porque· los impacientes callaban; mas éstos, suponiéndose
los verdaderos defensores de la integridad nacional y los re-
presentantes del órden, si no insistian era por respeto á la
autoridad española, y para no dar públicos espectáculos á los
enemigos siempre vigilantes. Devoraban, sin embargo, en si-
lencio su disgusto, y por el patriotismo inspirados, hacian que
les imitasen hasta los más resentidos voluntarios, que por la
tranquilidad y los intereses que consagraban á la defensa de
~Mon m




3"22 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


Cuba española, con justicia se creian acreedores á mayor ca-
riño del que por el poder se les demostraba.


Por tal motivo, yal tener por indud?lble la falta de since-
ridad en las promesas del capitan g2neral, fué cuando más
se desvelaron los defensores de España en atraerse las sim-
patías de los soldados, que el Gobierno provisional enviaba
diariamente á la isla; pues los buenos españoles hasta llega-
ron á recelar que pudiera Dulce algun dia responder á sns
sacrificios, imponiéndoles su voluntad reformista. Ent6nces
emprendieron un sistema de halagos con los militares, obse-
quiando con largueza á cuantos desembarcaban en los puertos
de la isla, y prodigándoles toda clase de afectuosas demos-
traciones; y haciéndoles comprender que la causa de los volun-
tarios era la de EspaiIa y que con nadie más que con ellos de-
bían entenderse los soldados en cuanto se refiriera á la defensa
de la patria, consiguieron hacer el vaCÍo de la fuerza alrededor
de D. Domingo Dulce.


Pronto demostraron comprenderlo así los batallones pro-
cedentes de la Península que desde la Habana salieron á
campaña el 25 de febrero, precisamente el mismo día en que
la GACETA DE MADRID publicaba los decretos convirtiendo el
Gobierno provisional en Poder ejecutivo, y el discurso que el
duque de la Torre, jefe tambien del nuevo gobierno, pronun-
ció ante las Córtes Constituyentes, manifestando respecto de
las Antillas su propósito antiguo de concederlas las liberta-
des de la revolucion (38). Pero si la identificacion de los je-
fes, oficiales y tropa del ejército con los voluntarios era un
hecho consumado, no podia decirse lo mismo respecto de todos
los generales que las exigencias de la guerra habian llevado
á Cuba, y esto dió orígen tres meses más tarde á los conflic-
tos que terminaron con la deposicion de la primera autoridad.


Mientras las tropas llegadas á la Habana los dias 15, 17 Y
19 de aquel mes de febrero, con los generales Letona y Pe-
laez y otros jefes superiores, se dirigian á los departamentos
insurrectos, siguieron en la capital las prisiones de sospe-
chosos comprendidos en lo prescrito por los decretos del dia
12; cuyas prisiones intimidaron tanto á los insurrectos de sa-




CAPíTULO VII


Ion ó laborantes, y tanto acallaron las impaciencias del ele-
mento peninsular más susceptible, que hicieron entrever la
próxima calma de la vida normal. No contribuyó mimos á
esta buena disposicion de los ánimos, la oferta que á la vez
hizo el general de sujetar á un consejo de guerra al que fué
gobernador de Bayamo, D. Julian Udaeta, contra quien la
multitud estaba tan excitada, desde que llegó á la Habana
el dia 18, que hubo necesidad de detenerle por el pronto en
la fragata GERONA para librarle de un atropello. Y motivo fué
tambien para creer que no estaba lejos el tiempo tranquilo,
por laborantes é impacientes alterado, la promesa que hizo
la autoridad de castigar prontamente á los promovedores del
suceso de la calle de las Figuras, cuya callsa se sustanciaba
mn gran lentitud y se activó por los continuos recuerdos del
periódico LA Voz DE CUBA.


Si necesario el sosiego, no lo era ménos la prudencia en
aquellos momentos, y cuando tan probable hacian un próxi-
mo conflicto las corrientes indisciplinadas que con los recelos
penetraban en las masas de los españoles, disgustados por la
política de Dulce. Y que el conflicto estaba cerca, pudo co-
nocerse en lo ocurrido el domingo 21 de febrero, en que ter-
minó el plazo de la amnistía. Fué aquel día á montar la
guardia en las fortalezas el que hoy se llama primer Bata-
llon de Ligeros de la capital, y al volver de la Cabaña los
voluntarios relevados, rompieron filas en h1 plaza de Armas;
mas al pasar por debajo de la habitacion del general Dulce,
y dar los vivas á España que se acostumbraban, interca-
laron algunos mUM'an los traido)'es que produjeron no esca-
sa confusion y despertaron la curiosidad y la natural alarma,
que se trasmitió rápida á todas las calles de la ciudad, sin
otras consecuencias por el pronto.


Aquel mismo dia presidió la primera autoridad una reunion
de hacendados, comerciantes, propietarios é industriales, pa-
ra tratar de la situacion económica y formalizar los ofreci-
mientos hechos en las juntas anteriores, y al despedIrse los
concurrentes, despues de acordar cuanto se deseaba, anun-
ciaron los ayudantes al general la visita de uno de los capi-




324 LA.S INSURRECCIONES EN CUBA.


tanes de voluntarios de guardia en la Cabaña, que deseaba
hablarle de un asunto interesante. Y lo era en efecto; pues
aquel capitan, en representacion de los demás voluntarios
que montaban el servicio en la fortaleza, y haciéndose intér-
prete de los sentimientos de todos los del batallon de Ligeros,
aunque con carácter oficioso y expresándose con la buena fé
nacida de las convicciones arraigadas, expuso al general,
sin grandes preámbulos, el estado de la opioion, al vencer el
término de la amnistía, y le manifestó, en puridad, que era
ya tiempo de que cambiase de política.


Fácil es de suponer el efecto que producirian tales palabras
en el ánimo entero de D. Domingo Dulce, y todo lo que ten-
dria que dominarse para contestarle con prudencia al capitan
comisionado (39). Empezó larespuesta dándole saludables con-
sejos é imponiéndole de la manera como debía entenderse el
cumplimiento de la ley; en el cual, ledijo, era preciso evitar toda
presion para que las naciones extranjeras, que tenian fija su
mirada en los asuntos de Cuba, hicieran la debida justicia á
los defensores de la integridad nacional, para distinguirlos de
los que la atacaban. Hízole luego entender que ni estaba en
su ánimo, ni habia sido nunca su intencion esquivar el cum-
plimiento de la ley ni el de sus promesas, sino hacerlo todo
sin precipitaciones que pudieran atribuirse á un espíritu de
venganza. y le encargó, finalmente, que él y sus compañeros
tuviesen confianza en la autoridad, cuyo exclusivo propósito
y sus desvelos los dirigia á salvar los intereses de España
en Cuba.


El capitan se retiró al parecer convencido, cuando el ge-
neral dió por terminada la conferencia; pero habiendo comu-
nicado á algunos amigos, antes de regresar á la Cabaña, 10
que acababa de suceder, se extendió el hecho por todas par-
tes, comentándose de diverso modo y despertando la emula-
cían en los otros batallones que pensaban en el mismo senti-
do que el de Ligeros. Motivo fué este para que muchos voluu-
tarios, libres de servicio, pasasen la bahía y fueran á aquella
fortaleza á enterarse detalladamente de lo ocurrido; y causa
fué tambien de que los presos, al observar aquel dia tanto ir y




CAPÍTULO VII 3'25


venir, creyeran que se trataba de algo muy grave y des-
ahogasen más que de ordinario sus rencores, cantando á las
centinelas el trágala que empleaban para excitar ti los volun-
tarios, cada vez que el capitan general decretaba la libertad
de algun cubano. Otros muchos curiosos esperaron al dia
siguiente el desembarco de los Ligeros para ver cuál era su
actitud á la hora de romper filas.


Llegó la del relevo en la mañana del 22, y aunque el ge-
neral segundo cabo D. Felipe G. Espinal' y el gobernador po-
lítico D. Dionisio L. Roberts, fueron al punto del muelle de
Caballería, donde desembarcaba la guardia saliente, para
evitar cualquier escándalo. tuvieron que oir muchas ve-
ces el grito de mueran los traidores, que era el que se
tomaba entónces como manifestacion de desagrado á las
disposiciones de la primera autoridad. La alarma de este
dia superó en mucho á la del anterior, y tales fueron
sus proporciones, que el general Dulce tuvo que publicar pa-
ra calmarla una alocucion, en que decia á los voluntarios que
desoyesen los consejos de los malévolos que procuraban intro-
ducir en sus filas la desconfianza, y ofrecia que las facultades
extraordinarias con que el gobierno de la nacion le habia re-
vestido, las emplearía desde luego para juzgar inexorable-
mente los delitos de infidencia (40). Un tanto restableció la
tranquilidad aquel documento, haciendo cesar los temores de
una colision, que tan funesta hubiera sido en semejantes cir-
cunstancias; y para que los recelos terminasen del todo, lla-
mó Dulce á su presencia comisiones de cabos y sargentos de
voluntarios, á quienes exhortó y áun creyó convencerles con
prudentes consejos.


Este acto y gran parte de las declaraciones de la procla-
ma, no presentaron, sin embargo, otro carácter que el de una
imprudencia gubernativa, indispensable si lSe quiere en tales
momentos, y mucho más cuando éstos eran provocados y trai-
dos por el mismo general, con su sistema de gobierno poco
sábio. No acertando ó no queriendo comprender Dulce cuál
era el verdadero estado de la opinion española, mostrábase
eon frecuencia excesivamente blando con los que solicitaban




326 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


la libertad de sus parientes presos; no castigaba con la pre-
mura que los tiempos exigian á los laborantes, que, en la
confianza de recibir en todo caso igual trato y obtener la
misma libertad prontamente, se burlaban envalentonados de
aquellos buenos voluntarios, que sólo desdenes cuando no in-
jurias recibian en premio á sus sacrificios por la pátria. ¿Eran
por tanto injustificados sus recelos'? Afortunadamente para
unos y otros no se verificó aquel dia la completa ruptura de
los voluntarios con la primera autoridad, por haber ésta con-
tenido al elemento español con su proclama; pero aquello no
fué sino un aplazamiento, y en tal acto no se vió otra cosa que
el principio de mayores conflictos, no formalizados hasta más
tarde.


Ciego ante los acontecimientos y no dando á las cosas la
importancia que tenian, decia Dulce al gobierno seis dias
despues de esto, que era completa la tranquilidad en todas las
jurisdicciones de la isla, fieles á España; y confiado con exce-
so cual siempre, pues no debia suponerse que intencional-
mente hablase de mala· fé, daba notiCias al ministro de Ul-
tramar sobre el estado de la insurreccion, en una forma tal y
con tal seguridad de dominarla en breve plazo, que no pa-
recia sino que todo debía ya darse por concluido y la paz
por completamente hecha. ¡Eso decia el último día del mes,
que empezó con el levantamiento en masa de las ricas juris-
dicciones de Cinco Villas! (41)


Algo, aunque no mucho, mejoraron los asuntos con el triunfo
obtenido en Cubitas por el brjgadier D. Juan Lesca, en su
expedicion de Nuevitas á Puerto Príncipe; mas no era motivo
bastante para dar por tan segura la próxima pacificacion
de la isla, pues aquel triunfo de nuestras armas, si consiguió
el bien de levantar el cerco que los rebeldes tenian puesto á
la capital del Camagüey, afectó bien poco al desarrollo del
resto de la insurreecion (42). Lo que contribuyó mucho en-
tónces á tranquilizar á los impacientes y recelosos, fué la
oferta hecha por Dulce y confirmada por el gobierno de Ma-
drid, de embarcar próximamente para Fernando Póo á los
detenidos en las fortalezas; y no produjeron menor buen




CAPíTULO VII 327


efecto las ,disposiciones adoptadas al propio tiempo para cons-
truir treinta lanchas cañoneras, que vigilasen las costas con
mejores resultados que los que se tocaban al presente. Aun-
que el enorme gasto de treinta millones qUf:l iba á hacerse, con
la adquisicion de estos buques, pesara sobre Cuba, lo acepta.-
ban con gusto los buenos españoles, que no median los sacri-
ficios si en cambio se castigaban cual merecian las cruelda-
des cometidas por los insllrrectos, con los desgraciados que
tenian la mala suerte de caer en sus manos.


Pero si por un lado procuraba el capitan general satisfacer
las aspiraciones españolas, por otro dictaba medidas que no
parecia sino que se preparaban á propósito para neutralizar
aquellas, y crear nuevas alarmas alIado de las que desapare-
cian. Tal se vió á la sazon en la órden comunicada al fiscal
de imprenta y al gobernador político de la Habana, prohi-
biendo la circulacion del periódico EL CRONISTA DE NUEVA-
YORK, porque éste, decidido defensor de los intereses de Espa-
ña, animado del verdadero espíritu patriótico, censuraba con
dureza los actos inconvenientes y la série de torpezas con que
D. Domingo Dulce comprometia el reposo público y hasta la
nacionalidad (43). Los buenos españoles murmuraron acerba,..
mente, contra el culto que con tal acto pretendia Dulce que
se rindiese 8, ,su persona, y unieron este dato al capítulo de
cargos, que particularmente iba cada uno formando contra
los acuerdos de la primera autoridád; cuyo capítulo aumentó
al saber de un modo auténtico, pues en aquellas circunstan-
cias nada era reservado para los voluntarios, las seguridades
que Dulce daba al gobierno de la pronta pacificacion de la
isla, cuando las noticias recibidas de la campaña no estaban
nada conformes con esta aseveracion. Y como al tiempo que
así velaba la verdad el capitan general, continuaban los de-
fensores de la patria recibiendo agresiones de la gente de
color pagada por los laborantes (44), y como no ignoraban
que por recomendaciones seguian extrayéndose de las cárce-
les presos por infidencia, á quienes con arreglo á los decretos
del general debía sujetarse á los consejos de guerra, y segun
el gobierno á la deportacíon (45); el capítulo de cargos crecia,




328 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


el malestar no cesaba y la excitacion iba tomando por mo-
mentos mayores proporciones. A pesar de esto, y de la grave-
dad que implicaba la decidida proteccion que la causa insur-
recta recibia en los Estados-Unidos, insistia el general en
asegurar á la metrópoli que nada importante pasaba en la
isla de su mando (46).


Los rumores de aquella conspiracion pública, de todos co-
nocida ménos de la autoridad, y las murmuraciones de la
opinion contra la política vacilante de Dulce, parecieron al fin
llegar hasta éste, y entónces fué cuando para contenerlas
ofreció embarcar inmediatamente á aquellos presos de la Ca.,...
baña, que tanto contribuian á fomentar las desavenencias en-
tre el gobernante y sus gobernados. Señalóse el 15 de marzo
para la salida de los deportados á Fernando Póo, lo cual
no pudo verificarse por dificultades materiales y la oposicion
de la marina á que dejara el puerto uno de sus buques sin
las condiciones que tal viaje exigia. Pero vencidos estos in-
convenientes, se acordó el 20 de marzo que al dia siguiente
domingo de Ramos, á las diez de la mañana, saliera del puer-
to el trasporte SAN FRANCISCO DE BORJA con los doscientos
cincuenta presos políticos que existían en las fortalezas de la
Cabaña y del Morro; dictándose al efecto varias disposiciones,
respecto del registro de equipajes y de todo lo conducente á
la buena navegacion (47).


A pesar de esto, aún se dudaba por el receloso público que
aquello se cumpliese. ¡Tan poca era la confianza que á los
habitantes de la grande Antilla llegó á inspirarles su primera
autoridad, á los dos meses y medio de estarles gobernando!


IIl.


No á completa satisfaccion, sin duda, y más bien obligado
por las circunstancias, agravadas con la falta de tino políti-




CAPÍTULO VII 329


co, tuvo Dulce que cumplir su programa represivo, y ejecu-
tar un acto de dureza que sirviese de escarmiento á los sola-
pados enemigos de España. Tal fué la deportacion á Fernan-
do Póo de los doscientos cincuenta detenidos, por sospechas
de labo'fantismo más ó ménos justificadas.


A las diez de la mañana del 21 de marzo de 1869 salió
del puerto de la Habana la fragata de hélice LEALTAD, des-
tinada á servir de escolta al trasporte SAN FRANCISCO DE
BORJAj á cuya hora iban llenándose los muelles yembarca-
ciones inmediatas al camino de la Cabaña, de curiosos que
deseaban presenciar el embarque de los presos, que de
dos en dos bajaron de la fortaleza, con voluntarios que les
acompañaban, hasta el buque atracado junto á uno de aque-
llos muelles. A la una de la tarde terminó la operacion y se
puso en franquía el trasporte, y los concurrentes al retirarse
acrecieron, desembarcando en el muelle de Caballería, la
muchedumbre que desde allí observaba lo que en la otra ri-
bera del puerto ocurria.


En esto y al tiempo que el SAN FRANCISCO DE BORJA salia
á la mar, se oyeron descomunales gritos levantados junto á
la capitanía de puerto, y en la plazoleta que forma el princi-
pio de aquel muelle y la verja que dá entrada á la calle de
O'Reilly. Aquel alboroto lo produjo un individuo jóven,
amulatado, que segun unos habia dado vivas á Cuba libre,
y segun otros fué sorprendido en el acto de robar el bolsillo á
uno de los que distraidos estaban mirando la salida ele los de-
portados. Pero fuera cual fuese el motivo, empezaron á gol-
pear al jóven, los que más cerca de él estaban, hasta el pun-
to de llenarle la cara de sangre. Atraido por la gritería se
presentó al momento el sub-comisario de policía del distrito,
quien con unos voluntarios pudo llevarse al acusado al inme-
diato cuartel de la FUERZA, para librarle de la multitud que
queria matarlo.


La algazara promovida por tal motivo, que por momentos
iba aumentando, llamó la atencion del gobernador político,
cuya casa estaba contigua al cuartel, quien al ver desde uno
de los balcones la actitud de la muchedumbre, se dirigió cor-




330 LAS INSU:RRECCWNES EN CUBA


riendo, acompañado del secretario :del gobierno, á los grupos
donde era mayor el bullicio, para enterarse de la causlttY
restablecer el órden. Ungentio inmenso, compuesto en su
mayor parte de marinería mercante, patrones y boteq-os, y
de algunos dependientes de los muelles y de las tienaalrin ...
mediatas, apiñado delante de la cerrada verja del cuartel de
la FUERZA, manifestaba con gritos amenazadores su decision
de arrollar la guardia de. voluntarios para matar al preso, si
éstos no le fusilaban inmediatamente.


Penetrando en aquella masa compacta; no sin gr&ndes es ....
fuerzo s , el gobernador y el secretario, cada.uno por su parte
exhortaron calurosamente á los que más alborotaban, ofrecién-
doles que la autoridad castigaria con arreglo á la ley al dete-
nido si resultaba criP.linal. Inútil fué cuanto hicieron para
convencer á aquellas turbas, en las que muchos beodos, que
ni sabían de lo que se trataba, ni era fácil que atendiesetl ra-
zonamientos, no cesaban de incitar á los demás y de pedir la
muerte del preso. A poco se oyeron algunos disparos en la pla-
za, yentónces, por na hallarse en su habitacion, situada en el
mismo edificio del gobierno.¡elgeneral segundocaboD. Felipe
Ginovés Espinar, á quien correspondía proveer con las con-
venientes medidas militares á la· defensa del asediado cuartel,
comisionó el gobernador al secretario para que manifestase
al capitan general, que la autoridad civil habia llenado su mi-
sion sin resultado plausible, y que en el estado de las cosas
solo á la militar y superior de la isla competia satisfacer á
las masas ó disolverlas.


El general Dulce, que se encontraba en aquellos momentos
en su palacio, acompañado del intendente D. Joaquin Esca-
rio, del jefe de estado mayor D. Cárlos Navarro y del coronel
O'Daly, así que oyó al secretario político, se dispuso para
bajar á' la plaza, verificándolo seguidamente sin uniforme y
dirigiéndose con aquellas personas á LA FUERZA, al través de
la masa compacta de alborotadores, que encarándose con el
general, le pedian el preso con gritos y mueras á los traidores
y á los enemigos de España. No sin dificultades llegaron don
Domingo Dulce y sus acompañantes á la verja del cuartel,




CAPÍTULO VII 331


en cuyo' patio penetraron y fueron recibidos por el {lomandan-
te del segundd batallan de voluntarios, D. José A. Cabarga;
á quien le preguntó el general dónde estaba el preso y qué
debía .hacerse con él. Cabarga respondió que encerrado en un
calabózo, y que segun la opinion, debia ser fusilado desde
luego. Insistió el general si opinaban del mismo modo los
oficiales y voluntarios allí. presentes; y habiendo respondido,
los que por más próximos oyeron la pregunta, que estaban
conformes con la respuesta de su jefe, se volvió Dulce á los
alborotadores que, arrimados á la verja, mostraban mayor
ansiedad por saber el resultado de aquella corta ('.onferencü",\
y les dijo que el reo iba á ejecutarse en seguida; á lo cual aña;-
dió uno de los que trasmitieron á los curiosos este acuerdo,
que corrieran en busca de un confesor.


Al oir este encargo y trasmitirse rápidamente por el públi-
co, se dispersaron los de las primeras filas, corriendo en dis~
tintas direcciones hácia las iglesias más cercanas. Esto dió
motivo á que los voluntarios de guardia en el gobierno polí-
tico yen el palacio del general, creyendo que aquellas turbas
fueran en contra suya, hicieran algunos disparos, de los que
resultó un hombre muerto en la misma plaza y frente á la
calle de los Oficios. Apaciguada la falsa alarma, despejados
los grupos por los voluntarios armados que, atraidos por, el
rumor del alboroto, iban llegando á la plaza de Palacio; y
cuando por algunos que habían oido á la primera autol"ídad
se hubo indicado á la fuerza armada la conveniencia de for-
mar un consejo de gnerra verbal, que depurase la verdad de
los hechos y revistiese el juicio del carácter de legalidad que
debía tener, fué adoptado este medio y regresó el general á
su morada, en medio de vítores y de ruidosas aclamaciones.


En los mismos momentos que esto sucedia, se acercó pri-
mero al gobernador y luego al secretario del gobierno el sub-
comisario de policía del distrito D. Juan Bautista Re>mero, á
manifestarles que el desgraciado á quien él habia preso, no
dió tales voces subversivas, ni hecho otra cosa que robar un
bolsillo, que él habia recobrado y enseñaba. El gobernador
como el secretario le aconsejaron que todo lo ocurrido y que




332 LAS INSURRECCIONE~ EN CUBA


hubiera presenciado, lo declarase luego en el consejo de
guerra que se estaba reuniendo, pero que en tftnto fuera pru-
dente y se abstuviese de decirlo á los grupos, excitados en su
mayoría por la pasion de un mal entendido patriotismo, y al-
gunos por la bebida, si queria evitar los daños que hacia pro"-
bables el estado de los ánimos. Por su desgracia no sigui6 el
sub-comisario los consejos de sus superiores, sino que, fatal-
mente inspiradolpor el afecto 6 compasion al preso, que co-
mo él era hijo del país y llevaba su mismo apellido, fué á
repetir á los pocos momentos en medio de uno de los grupos,
reunido en la misma puerta del gobierno político, aquellas
palabras; añadiendo que era infame matar un lwmbre por
kaber robado un bolsillo. En contestacion á tan honrosa im-
prudencia, recibió, sin que pudiera saberse de dónde procedía,
un balazo en la cabeza que le dejó cadáver instantáneamente.
¿Seria el matador el mismo que al presentarse la autoridad,
dijo que el su-bcomisario, para librar al preso, que era su pai-
sano y pariente, habia inventado la superchería del bolsillo'?
Sobre aquel asesinato ninguna averiguacion judicial se hizo
despues.


Apaciguado un tanto el alboroto con las detonaciones de
los disparos, por la presencia de aquellos cadáveres y por la
ausencia de la gente que corria en busca del confesor; y re-
forzada á poco la guardia de LA FUERZA con los grandes gru-
pos de voluntarios que iban presentándose, se constituyó el
consejo de guerra con capitanes de estos cuerpos y empezó el
procedimiento verbal recibiéndose declaraciones. Fueron ad-
mitidos á ellas los sujetos de las turbas que desde las primeras
filas se ofrecian y protestaban de haber presenciado todo el su-
ceso, los cuales depusieron, cual era de esperar, unánimemente
en contra del preso. Convicto éste, por tanto, aunque no con-
feso, porque embargadas sus facultades, cohibido por el terror
desde que recibió el primer atropello, é intimidado hasta la
estupidez, ni tenia conciencia de lo que'á su alrededor pasaba,
ni voz para defenderse, ni aliento para declarar; no pudiendo
siquiera disculparse, ni decir quiénes fueran los cómplices é
instigadores por quienes el tribunal le preguntaba.




CAPÍTULO VII 333


En vista de aquel silencio, que el espanto retratado en el
semblante del desgraciado detenido José Cándido Romero ex-
plicaba claramente; en vista de que ni una pala~ra siquiera
se oyó en favor de aquel infeliz, pues el defensor nombrado
de oficio, sin tener antecedentes, sin una sola declaracion fa-
vorable, y con la presion de las turbas tampoco pudo demostrar
su habilidad atenuando la culpa; por todo esto el consejo uná-
nime, prestándose poco valeroso á las exigencias de los que
pedian la inmediata muerte del reo, tuvo que condenarle á
sufrir la última pena, en.el mismo punto en donde se suponia
haber cometido el delito. Concediósele apénas el tiempo pre-
ciso para reconciliarse y cumplir los deberes religiosos, pues
aprobada la sentencia por el capitan general, con la misma
precipitacion, se ejecutó en seguida; siendo fusilado Romero á
las seis de la tarde, y despues de cinco horas de congoja, por
un piquete de voluntarios, frente á la capitanía del puerto y
en medio de una inmensa concurrencia de curiosos (48).


Aquel hecho, que no fué en resúmen sino una absurda
manifestaCÍon popular, una imposicion á la ley y al primer
encargado de hacerla obedecer y una prueba de cens,lrable
debilidad de éste, no era á la vez sino consecuencia lógica de
la excitacion que en los ánimos dominaba desde por la maña-
na, con motivo del embarque de los deportados. La autoridad
no supo encauzar, para disminuirla, aquella excitacion tan
natural y propia de todos los paises en tiempo de guerra, que
allí se manifestaba doblemente aparatosa por las condiciones
del clima y por el carácter intransigente y de Mios de raza
que la lucha habia tomado. No era extraño, por tanto, que
permaneciendo las pasiones en viva y constante agitacion, es-
tallaran con violencia al más leve motivo, y por causas que
en circunstancias normales no llamarian la atencion ó se con-
siderarian de poca gravedad. Eran además de todos conoci-
dos los rumores que 103 deportados circularon dias ántes por
medio de sus parciales, anunciando graves sucesos para el
día del embarque. Y como era rara la vez en que á los anun-
cios de trastornos no siguiesen estos, todos los buenos espa-
ñoles supusieron, al enterarse de la detencion de Romero, que ,.~~':'~'-. ,;~-- JJ


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3:34 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


fuera éste el instrumento elégido por sus paÍ8an03 para ini-
ciar los conflictos que debian secundarse en otros puntos de la
poblacion. No fué otra la táctica usada en el teatro de Villa--
nueva y la noche de las desgracias del Louvre, no olvidadas
por los voluntarios, quienes sabían que los laborantes no se
proponian otra cosa al promover los trastornos, sino que los
defensores de la integridad nacional se mataran unos á otros
en los primeros momentos de confusion; y de aquí la suscepti-
bilidad de éstos y sus recelos, y su irritacion cuando sospe-
chaban que eiertos actos iban dirigidos á este fin.


Tanto se temió por estos motivos que las escenas desagra-
dables no terminasen aquel dia en la plaza de Armas, que el
gobernador local se apresuró á dictar algunas medidas pre-
ventivas, innecesarias afortunadamente. PerrJ estas medidas
no fueron bastantes á impedir qne los más audaces partida-
rios y amigos de los deportados á Fernando Póo, se reunieran
y celebrasen un banquete en su honor, que sirviese á la vez
de despedida entre los concurrentes que no volvieran á verse
más, por tener que dirigirse á la emigracion ó seguir el cami-
no que aquellos llevaban; en cuyo banqnete se pronunciaron y
leyeron brindis exaltando hasta lo inverosímil la expresion
de irreconciliable Mio á España (49).


No sin l"<1zon se ha dicho que carece de entrañas la políti-
ca, y esto lo demostró D. Domingo Dulce al prescindir ele
ciertas fOl'malidades en la ejecucion del desgraciado Romero.
El capitan general sabia, tan bien como el primero de los
que presenciamos aquel atropellamiento jurídico, que ni el
motivo aconsejaba tanto rigor ni habia razones bastantes
para justificarlo; pero sofocado el ejercicio del poder guber-
nativo y sin merlios éste para hflcer"l~ obedecer, en vez de
servirse del sentimentalismo, no pertinente en verdad é in-
eficaz en aquel caso, quiso, utilizando el suceso, reintegrar
su popularidad perdida. Al efecto publicó el siguiente dia unfl
proclama en la que, recordando las promesas aventuradas
el 23 de enero, despues de los acontecimientos del teatro de Vi-
llanueva, decia á los que con más calor habian exigirlo el fu-
silamiento de RfJmero: «OS he cumplido mi palabra. Os ofre-




CAPíTULO VII 335


»cÍ justicia y pronta.justicia, y la poblacion entera de la Ha-
»bana ha presenciado ayer uno de esos esp3ctáculos terribles,
»que no porque estremezcan á la humanidad, dejan de ser
lluecesarios en momentos dados y cuando la traicion levanta
»u.nabandera de exterminio» (50).


El general Dulce no debia, sin embargo, estar muy per-
suadido de lo que afirmaba, cuando al dirigir su voz a los ha-
bitantes de la isla y particularmente á los voluntarios, no sólo
atribuia á Romero ser el instrumento de los ocultos promovedo-
res de la conmocion popular, sino parecía pretender que fue-
ra su cómplice un detenido apellidado Noy, segun los perió-
dicos, que conceptuamos estraño á todo, ó aquel infeliz mon-
tañés que, quizás por equivocacion, murió de un balazo en la
cabeza al huir de la plaza de Armas y dirigirse a la calle de
los Oficios. Buen cuidado tuvieron dichos periódicos de no
ocuparse mucho de esto, sin duda porque el acto político lo
exigiría así; pero en cambio aplaudieron calurosamente la
alocucion del general, y se felicitaron por la estrecha union en-
tre él y los voluntarios con ella sancionada. Entónces, y para
no perder tan oportunos y propicios momentos, se citó á todod
los batallones de voluntarios á una gran parada; teniendo lu-
gar el 23 de marzo lo que no pudo verificarse en 24 de
enero.


Maravilloso fué el efecto que este acto produjo. Satisfecho
y complaciente Dulce, ofreció á los voluntarios no cader á
nadie la honra de llevarlos al campo de batalla, si las circuns-
tancias y la salvacion de la patria lo exigian; y alborozados
éstos, creyendo haber hecho poco con victorear á su general
durante la parada, y queriendo demostrarle la reconquista
de su cariño, le dedicaron una serenata con las músicas de
los batallones, y al mismo tiempo le hicieron una visita respe-
tuosa de adhesion y de simpatía numerosas comisiones de jefes
y oficiales (51).


El telegrama que Dulce dirigió el mismo 22 al ministro de
Ultramar, participándole el embarque de los destinados á
Fernando Póo, hacia mencion del alboroto ocurrido al ve-
rificarse aquel; pero diciendo únicamente que por haberse




336 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


provocado con gritos subversivos alguna agitacion durante el
acto, habian sido presos dos individuos á quienes se juzgaba
en consejo de guerra, y añadiendo, al ocultar lo demás y para
no desmentir su acostumbrado optimismo, que el departa-
mento Oriental podia considerarse pacificado, y que á sujui-
cio el resto de la isla lo estaria por completo diez ó doce dias
despues de aquella fecha. Aquel despacho se completó con
otro del siguiente dia 23, en el que mostrándose muy satisfe-
cho, comunicaba al gobierno haber pasado revista á doce mil
voluntarios, en presencia de la poblacion toda de la Habana,
que llena de entusiasmo por España le habia dado á conocer
la perfecta reanimacion del espíritu público (52).


Ciertamente que Dulce, ó tenia el propósito de continuar
ocultando la verdad al gobierno de la metrópoli, ó lleno de la
confianza de siempre, creia todavía sencillo lo que tanta gra-
vedad entrañaba. Lo peor del caso era que sus erróneas con-
vicciones queria imponerlas á los que tan bien ó mejor que
él sabian cuanto pasaba, y apreciaban la situacion de otra
manera. Así lo demostró .al publicar el decreto del 24 de
marzo diciendo: «que dominada ya por la fuerza de las armas
»la insurreccion en el interior, era preciso evitar que recibie-
»ra auxilios de fuera;» y al efecto, dictaba órdenes respecto
de los buques apresados en aguas españolas, con cargamento
de gentes, armas, municiones ó de cualquier otro efecto que
pudiera contribuir á promover ó fomentar la insurrec-
cion (53).


Estas disposiciones respondian sin duda al hecho audaz que
acababan los insurrectos de llevar á cabo, por medio del so-
brecargo del vaporcito mercante EL COMANDfTARIO, apode-
rándose de este buque lleno de los pasajeros que hacian el
viaje desde la Habana á Cárdenas, y á otros puntos de la cos-
ta del Norte.


A las seis de la tarde del 23 de marzo, y mientras la pobla-
cion toda presenciaba la gran parada de los voluntarios, zar-
pó del puerto de la Habana aquel vaporcito, en el que á últi-
ma hora penetraron algunos sujetos fraudulentamente. Ya
en alta mar y capitaneados por el sobrecargo D. Juan Bau-




CAPÍTULO VII 337


tista Osorio, sorprendieron al capitan del vapor, asalta-
ron á los sesenta pasajeros en sus literas, cuando estaban
durmiendo, y los encerraron en la cámara hasta la mañana si-
guiente que los desembarcaron en Cayo Palanqueta, Banco de
Cayo Sal, dejándoles provisiones para dos dias. Dirigióse
el buque con el nombre de Yara y á las órdenes de Osorio,
hácia Nassau, para ponerse á disposicicm de los insurrectos
de allá que esperaban trasladarse á Cuba y proteger y acom-
pañar á la goleta Mar;1/ Lorvell, que llevaba materiales de
guerra para Céspedes. Poco tiempo disfrutaron aquellos in-
dependientes de la posesion del vapor usurpado, pues tan
pronto como se tuvo noticia del suceso, salieron varios buques
de la armada en p3rsecucion de los piratas, á los cuales dió
alcance el cañonero LUISA en Cayo Estribo, apoderándose del
COMANDITARIO, aunque no del usurpador, que pudo ganar á
nado la próxima costa inglesa (54). La goleta fué tambien
apresada por otro de nuestros buques, LA ANDALUZA, no mu-
cho tiempo despues; y Osorio, si escapó entónces no tuvo
igual fortuna dos años más tarde, en que, preso con otros
expedicionarios del vapor filibustero SALVADOR, fué fusilado
en Nuevitas el 6 de julio de 1871.


Dias prósperos y como de Páscua fueron los últimos del
mes de marzo para el general Dulce. El 27 , sábado de Gloria,
l1egó un bataHon de tropas, que como á los anteriores se le re-
cibió con el agasajo y las fiestas ya organizadas para cada
uno de los que desembarcaban de la Península. Aquellos dias
tambien, nuestro representante en Washington D. Mauricio
Lopez Roberts, que se posesionó de aquel cargo el dia 15, dijo
al capitan general, para que ninguna impresion fuese desagra-
dable, que el gobierno de los Estados-Unidos daba las seQ,'u-
ridades más completas de neutralidad respecto a la cuestion
cubana, negándose á recibir oficialmente la comision presidi-
da por Morales Lemus, que iba á pedir derachos de b'lligaran-
tes para los rebeldes ó el reconocimiento de la independencia
de la isla (55). En virtud de este despacho se destituyó dos
(lias dcspnes á 'forales Lemus, del cargo de consejero de ad-
ministracion, que, por consideraciones indebidas del general


TOMO Il 22




LAS lNsurumcclONES EN CUBA


Dulce, habia conservado hasta que dió aquel escándalo inci-
tando á una nacion extranjera á declarar la guerra á su
país, Yal propio tiempo tambien se representó en la capital la
farsa, tan pueril como extravagante é intencionada, conocida
por EL ENTIERRO DEL GORlUON, que empezando por una fri-
volidad tomó luego proporciones de suceso político,


Un voluntario de la compañía de tiradores del sétimo bata-
llan, encontró la tarde de jueves Santo debajo de los laureles
de la plaza de Armas un gorriol1 muerto, y recogiendo al
pajarito que llamab:l" su paisano, lo llevó al cuerpo Jc guar-
dia y luego al cuartel de la Fuerza, donde el batallan que es-
taba de reten, para entretener sus ócios, amplió la idea del
iniciador haciéndole al gorrion una mortaja y levantando un
altarcito, para colocarla, Desde aquel momento fué el chiste
tomando carácter de cuestion patriótica, Se habló del suceso
en los periódicos, se circularon invitaciones, para visitar al
f1orrion "volunta}'io, á todas las persona:'\ que se contaban en-
tre los bnenos españoles, y las que quisieron probar que eran
de las primeras amantes de España, como la espo!'\a del ge-
neral, marquesa de Castellfiol'ite, la del gobernador político
y otras varías señoras, fueron al cuartel llevando coronas de
fiares para el g'orrion afortunado, mientras sus acompaiíantes
dejaban cantidades en metálico destinadas á levantarle un
monumento, Invitados los poetas peninsularee ó patones y
f101'riones, seg'un expresion de los hijos del país, para que de-
dicaran una corona poética al pájaro paisano suyo, publica-
ron en el periódico festivo EL MORO )luzA y en el BOLETIN DEL
Eco DE LOS VOLUNTARIOS chistosos artículos necrológicos y
varias composiciones al gorrion cubano, en todas las cuales
aparecia una verdadera intencion política, Tanto ruido hizo
el asunto, que todos los peninsulares ó gorriones de la Haba-
na acudieron al cuartel de la Fuerza, donde sin satisfacer dos
reales de vellon no se les permitia entrar hasta el cuerpo de
guardia, punto de la fiesta. Estas entradas produjeron en un
solo dia más de trescientos duros, que se destinaron luego á
las casas de beneficencia, con las demás cantidades recauda-
das, que vinieron á formar respetables sumas, así en la capi-




CAPÍTULO VII ~339


tal como en Matanzas, Cárdenas y en los otros puntos que
reclamaron al gorrion, para celebrar con tal motivo fiestas
publicas en nombre de España (56).


Poca duracion tuvieron aquellos tranquilos y humorísticos
desahogos. El domingo de Páscua 28 de marzo se promovió
ya otro tumulto en el barrio de Jesús María de la capital, sin
graves consecuencias por fortuna, en el que tomaron parte
algunos individuos del cuerpo de ingenieros y marinos de
los buques de guerra anclados en el puerto (57), y al dia si-
guiente faltó muy poco para tenerse que lamentar escenas
desagradables, á causa de la detencion en el pueblo de Ma-
rianao, inmediato á la Habana, de dos hijas del país, jóvenes
de quince y diez y siete años, á las que se les atribuia haber
dado vivas á Cuba libre, á Céspedes y Aguilera, cuando por
frente de su casa pasaban unos voluntarios. Conducidas ante
el gobernador político, pudo este persuadir á sus conducto-
res del mal efecto que aquellas inconveniencias producian y
de lo que dañaban al nombre español, logrando así poner en
libertad á las amedrentadas mujeres, despues de reprenderlas
delante de los que las habian escoltado, y cortar en su prin-
pio lo que hubiera podido tener escandaloso término (58).


·Estos y los muchos pequeños sucesos que diariamente ocur-
rian, dificultaban cada vez más el mando en aquella isla y
acrecian los compromisos de las autoridades. Excitados de
continuo los voluntarios por las correspondencias del interior,
y. recelosos por las alarmas que extendian los laborantes, que
protestando españoli,,;¡no, no perclian oeasion ni momento para
trabajar en pró de su causa; disgustados por los males que
á sus intereses r,~sultaban con la paralizacion general de los
negocios; convencidos de que toda sincera intelig'encia entre
peninsulares y la mayoría de cubanos era ya imposible; po-
seidos á la vez de que ellos y no otros eran los salvadores de
Cuba y de que sus sacrificios merecian una justa recompen-
sa, quisieron conseguir esta por sí mismos imponiendo su
voluntad exigente. Con tales medios, dirigidos en ocasiones
dadas por la exaltacion con que creian demostrar mejor su
amDr á España, ;:;i algo alcanzaron fué sacrificar á menudo la




340 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


prudencia en detrimento del principio de autoridad que defen-
dian, y de los mismos intereses españoles que estaban encar-
gados de conservar.


Yeso que todos los voluntarios, como todos los peninsula-
res. tenian necesidad de ser en la isla de Cuba muy conserva-
dores y cási absolutistas, áun aquellos que en la Península
habian profesado las ideas más exageradamente liberales.
Tanto era así, que cuantas medidas se dictaban dirigidas á
ejercer presion en nombre de la defensa nacional, merecían la
general aceptacion del elemento voluntario y de todo el
partido español, siquier tendiera éste á que el absolutismo se
ejerciese solamente contra los que no figuraban en sus filas, y
pretendiera, en suma, que el monopolio de la influencia cerca
del poder, concentrado ántes en unos pocos, se usara por to-
dos los que se tenian por buenos españoles, en contra de los
hijos del país, que lo eran ménos; convirtiendo el patriotismo
en interés de bandería, con grave perjuicio de la paz y tran-
quilidad en muchos casos. De todo esto aparecia como primer
responsable el capítan general que no supo ó no quiso, al
encargarse del mando, aplicar los castigos que las circuns-
tancias aconsejaban á los conocidamente desafectos al domi-
nio español, originando los recelos, las desconfianzas y las
justicias populares, siempre absurdas, aunque algunas veces
pareciesen justificadas por la criminal audacia de los disi-
dentes ó laborantes que las provocaban.


Dadas estas condiciones, natural era que le disgustara al
elemento español todo lo que el gobierno de Madrid intentase
para el establecimiento de libertades en las Antillas, á lo cual
manifestaba tal oposicion, que, despues de inclinar á Dulce á
las medidas represivas, hasta pidió que se suprimiese la uni-
versidad de la Habana, para que los jóvenes cubanos, que allí
aprendian á odiar el nombre de España, fuesen á recibir la
enseñanza superior en la Península. Ya en esta pendiente, no
se extrañó tam poco que algunos apasionados por el amor pátrio,
exigiesen que todo se españolizara y que obraran y pensasen
en español y cual ellos mismos pensaban, cuantos defendieran
paladinamente los intereses de la metrópoli.




CAPÍTULO VII


La primera autoridad de la isla, aunque violentándose, tuvo
que atemperarse á estas tendencias, y desechar sus repug-
nancias á medida que tocaba de cerca lo mentirosas que re-
sultaban las protestas de españolismo; hechas por la mayor
parte de los cubanos á quienes dispensó un dia su afecto,
las cuales le hicieron modificar sus opiniones y conocer ya
el abismo abierto entre españoles é independientes; abismo
que necesitaba toda una generacion lo ménos para allanarse.
EnMnces conoci6 tambien, que mientras el espíritu español
viviera y la union estrecha entre los voluntarios no se rom-
piese, la isla de Cuba existia para los españoles, aunque lle-
gase la funesta ocasion de perderse para España, en conse-
cuencia del exclusivismo, de la falta de discrecion 6 de malos
procederes de algunos de los desatentados gobiernos, que pu-
dieran sucederse en la Península, ántes de constituirse el
conmovido país en la forma política preferida por los con-
servadores de la revolucion de setiembre.


Estas corrientes de la opinion, y los aplausos aceptados
por Dulce con motivo de la deportacion á Fernando P60 y por
sus debilidades del domingo de Ramos, hicieron exigir á los
más impacientes una segunda deportacion, en la que mez-
clados con la gente de mal vivir, fueran los demás sospecho-
sos, que en épocas de trastorno sabido es que crecen á medida
que las ambiciones se despiertan. Juzgaban aquellos que así
quedaría asegurada por completo la tranquilidad, y como sa-
bian por los amigos de los deportados que á éstos les indul-
taria prontamente el gobierno, se daban gran prisa en pe-
dir medidas de rigor contra los laborantes, á quienes que-
rian tener muy léjos mientras la guerra no terminase, para
evitar que con su propaganda aumentaran el número de los
irreconciliables enemigos de España.


El indulto se decret6 al cabo, aunque no tuvo efecto tan
pronto como los laborantes y áun los mismos deportados se
figuraban, consistiendo la demora en la dificultad de las co-
municaciones con el golfo de Guinea. Tal era la conviccion
en algunos de los que iban á bordo del SAN FRANCISCO DE
BORJA, de que recibirían inmediatamente el indulto, y tal su




342 LAS I~SURRECCIONES E:-< CUBA


confianza de que el gobierno accederia á las súplicas que en
nombre de todos los deportados, iba á expresarle la señora de
uno de ellos que veinte dias ántes salió de la Habana para
Madrid con este objeto, que, valiéndose de su conocida ha-
bilidad, consiguieron la ruptura ó desaparicíon de uno de los
más importantes tornillos de la máquina del vapor, y que
éste arribase para reponer su avería á la capital de Puerto-
Rico, en cuyas aguas creian aquellos permanecer hasta que
el correo de España pasase, y dejara las cartas y periódicos
que debian ya hablar de su indulto. Pero el general Sanz,
comprendiendo mejor que el capitan del buque cuál era el
intento de los deportados, atendió á cuanto hacia falta con to-
da prontitud y dispuso que sin pérdida de tiempo se dirigiera
la expedicion á su destino.


Sesenta y cinco di as desplles de haber salido ésta de la
Habana, la llevó al puerto de Santa Isabel en Fernando Póo
el SAN FRANCISCO DE BORJA, sin haber perdido en la travesía
ninguno de los navegantes, de los cuales desembarcaron allí
el 26 de mayo, los 250 confinados y 85 voluntarios que para
su custodia se comisionaron. Aquellos deportados consumieron
en la travesía gran parte de los cien mil duros que entre todos
llevaban, porque rehusando en su mayoría el rancho de á
bordo tuvieron que comer por su cuenta; saliéndoles esto su-
mamente caro, tanto por el elevado precio que en los bu-
ques tienen los artículos de consumo, cuanto por desprender-
se prematuramente de las cantidades que tan necesarias ha-
bían de serlesen el destierro (59).


Parecía natural que, á pesar de disponer ya de pocos fondos,
lo primero á que atendiesen los deportados fuera á procurar-
se la libertad ó los medios para salir de aquella mortífera is-
la; pero dominados por el ódio al nombre español, reconcen-
trado y acrecido en tan larga navegacion, en vez de hacer
esto y despues de averiguar con qué fuerza contaba ]a colo-
nia para su defensa, trataron de prender á las autoridades,
proclamar la república en Fernando Póo, nombrar presidente
á uuo de los negros hijos de allí, y apoderarse de un buque
español para volver á Cuba ó trasladarse á los Estados-Uni-




CAPÍTULO VII 343


dos (60). Al efecto, tantearon la adquisicion de doscientas
espingardas; mas como es difícil la avenencia donde hay mu-
chos qu'; pretenden hacer prevalecer su idea, no se llegó á
un acuerdo, y prefirieron escaparse de la isla á medida que
tuviesen oportunidad. Así lo verificaron el 9 de junio, quin-
ce dias despucs de su desembarco, Balmaseda, Lamar y Bro:"
derman; y el 21 Cárlos del Castillo, Miguel Embil y otros
quince, todos los cuales, despues de mil penalidades, se ~ras­
ladaron á Europa y á América. Gran parte de los sinsabDres.
del fugitivo los hubieran aún evitado estos á ser ménos impa-
cientes, pues e14 de ag0sto llegó á Santa Isabel el vapor SAN
ANTONIO, enviado por el gobierno para trasladar á Cádiz
y luego á las Baleares ciento ochenta de los confinados,
y algunos dias despues la PINTA trajo á Europa los res-
tantes.


El destierro de los deportados á Fernando Póo, que no fué
por tanto de los más largos que por causas políticas se acos-
tumbran, pues no llegó á dos meses y medio, aún lo habrian
evitado si el capitan general de Puerto-Rico no se hubiese
opuesto á la permanencia del SAN FRANCISCO DE BORJA en
aquellas aguas; pero el general Sanz no podia hacer otra
cosa sin disgustar al elemento español de la isla. El de la de
Cuba fu') al cabo quien recibió aquel disgusto, al enterarse
del indulto concedido á los deportados por el presidente del
Poder ejecutivo D. Francisco Serrano, quien con tal moti-
vo perdió las pocas simpatías que le quedaban entre los es-
pañoles de la grande Antilla.


Duro estuvo, sin duda, Dulce al proponer la deportacion
de los llamados laborantes, y no fué más blando en verdad
con algunos empleados y españoles peninsulares, á quienes
por su imprudencia en expresar con exageradas manifesta-
ciones su patriotismo, les embarcó para la Península bajo
partida de registro en el correo de 30 de marzn. Pero éstos
no tuvieron la suerte de que se les indultara tan pronto
como á los irreconciliable;; enemigos de España, quienes,
mientras los buenos españoles lamentaban la triste política
que castigab1 el amor á la pitria, tenian entrada en tolos los




344 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


círculos oficiales de Madrid, donde benévolamente se les au-
torizaba hasta para que influyesen en los asuntos relativos-
á la isla de Cuba.


A este tiempo, yen tanto que Dulce convertido en intran-
sigente recorria el camino de la arbitrariedad, siempre de
tristes resultados para los gobernantes, aunque momentánea~
mente sir.va de satisfacciol1 á una parte de la opinion pública,
las bandas insurrectas cometian otras muchas, en los territo-
rios donde no existia número bastante de españoles para ha-
cer frente á sus agresiones. No otra cosa podia esperarse de
los que se habian convertido en adalides de la insurreccion
cubana. Angel del Castillo, por ejemplo, despues de arruina-
do y agobiado por las deudas, no encontró mejor medio para
librarse de sus acreedores que saq uear á éstos sus fincas, ro-
barles sus ganados y levantarles sus dotaciones llGvándose
algunas consigo. Bernabé Varona (a) Bembeta, convicto de
haber tramado en junio del año anterior una conspiracion de
negros, y despues de haberse sometido á todas las humilla-
ciones para librarse del castigo que iba á imponerle el gene-
ral Lersundi, se dedicó á capitanear una horda de salteadores
sin frep.o ni ley, cuyos excesos se resiste, la pluma á detallar
por lo horrorosos. Eduardo é Ignacio Agramonte y Antonio
Zambrana, jóvenes recien salidos de las aulas, llenos de am-
bicion, á todo se prestaban para satisfacerla. El marqués de
Santa Lucía, aristócrata arruinado, buscaba en la insurrec-
cion el único modo de restaurar en parte su fortuna y reco-
brar el prestigio de su nombre, perdido en orgías y COI·tesa-
nas. y otros muchos, unos por inclinacion y otros por seduc-
ciones, fueron á engrosar las filas del no ménos desacreditado
Céspedes, dando la más triste idea de su papel de regenera-
dores, al servirse para. hacer la guerra de medios que hasta
los salvajes del interior de Africa rechazarían (61).


Tambüin á este mismo tiempo, imitábanse en las Cinco Vi-
llas las tropelías de 10il departamentos Oriental y del Cama-
güey, y se circulaba el papel moneda, pagadero des pues del
triunfo de la revolucion con e15 por 100 de interés anual (62),
que era uno de los medios de que se valían los insurrectos




CAPÍTULO VII 345


para abusar de las gentes de buena fé que tenian la debi-
lidad de creer sus afirmaciones.


Con estos hechos coincidian los actos públicos de simpatía
que por el gobierno de los Estados-Unidos se autorizaban
diariamente; ora permitiendo que las mujeres cubanas allí
residentes abrieran suscricioues y recogiesen fondos para
atender á los insurrectos enfermos y heridos (62), y que, en
los meetings y en ciertos periódicos, se hicieran calurosas
manifestaciones anti-españolas, para extraviar la opinion
pública; 6 ya consintiendo que en conciertos musicales se
allegasen tambien recursos para los rebeldes, y que en fun-
ciones religiosas se demandara con oraciones y preces el
auxilio divino en favor de la causa insurrecta. Tan irritante
al sentimiento español llegó entónces á ser la actitud de una
parte del pueblo yankee, que nuestro representante en Was-
hington, D. Mauricio Lopez Roberts, se vió precisad,), pocos
dias despues de posesionarse de aquel cargo, á recordarle al
secretario de Estado, JYIr. Hamilton Fish, la proclama expe-
dida en 1831 por el presidente Willard Fillmore, y á recla-
mar la accion oficial de la gran república contra los agreso-
res de una nadon amiga (63).


AsÍmismo coincidieron con semejante situacion las decla-
raciones hech3s recientemente en favor de la causa cubana
por el Congreso de Méjico, y las autorizaciones que á algu-
nos dueños de ingenio, inclusos á los de la sospechosa fami-
lia de Aldama, concedió el general Dulce, para que pudieran
disponer de determinado número de ~rmas de fuego, para de-
fender sus fincas de los incendiarios, cuyas armas presumie-
ron los más intranquilos hijos de España que llegaran más
bien á emplearse en contra suya. Y por fin contribuyeron á
la vez á acrecer las causas del malestar, las polémicas susci-
tadas entre los periódicos LA Voz DE CUBA Y LA. AURO'RA. DEL
YUMURI, que en sus escritos, especies de pujas de patriotismo,
más que calmar, excitaban la opinion pública; y las sospe-
chas yel general recelo con que el elemento español miraba
á aquellos que, con el carácter de reformistas, celebraron re-
cientemente sus reuniones en la casa del marqués de Campo




346 LAS INSURRRCCIONES EN CUBA


Florido y se declararon sin reservas partidarios de la autono-
mía de Cuba, y al verla impracticable por las intransigencias
de los c::mtendientes, se apresuraron á formar en las filas de
los amantes de la integridad nacional, aunque algunos de
ellos permanecíesen áun en secretas inteligencias con los la-
borantes (64).


Perplejos é irritados á un tiempo por las contrariedades y
tocando de cerca los desagradables frutos de la política de
Dulce y los peligros que envolvia, ¿qué habian de hacer
los buenos españoles'? Sufrir más era difícil; atentar contra
el gobernante que tanto comprometia el porvenir de Cuba,
temerario; desobedecer al gobierno de la metrópoli, funesto
bajo todos conceptos; y como cualquiera de estoil medios era
contrario á los deberes patrióticos que se habian impuesto y
al juramento de conservar por siempre á Cuba española,
adoptaron el sistema de las insinuaciones más ó ménos direc-
tas, ya para librarse de las asechanzas de los inquietos y hábi-
les laborantes, cuanto para tener siempre sobre aviso al gene-
ral que, si no olvidabp. sus compromisos, parecía no recordar
á veces que para salvar aquel pedazo de España, era preciso
no perder de vista á los adversarios, que con capa de amigos
se confundian entre los españoles pam mejor poderles envol-
ver en sus redes.




CAPÍTULO VUL


l. Recelos del elemento español por la política de Dulce.-lnciden-
te promovido por los voluntarios de Matanzas.-Poder decisivo
de los voluntarios de la capital.-Triunfos de las tropas españo-
las.-Aumento de la fuerza de la Guardia civil.-Detencion de
efectos destinados á los insurrectos.-Listas de sospechosos.-
Proclamas y política de Valmaseda en el departamento Oriental.
-Presentadones de familias fugitivas.-Reunion de la Cámara
del Camagüey.-Ejecucion de los reos Leon y Mediua.-Sucesos
desagradables y al:::.rmas.-Imprudente alocucion del 12 de abril.
-Causas que precipitaron el embargo de los bienes á los enemi-
gos de España.


n. Legislacion!española sobre confiscos v secuestros en el presente
siglo.-Discusiones de la prensa de la isla y exigencias de la
opinion para privar de recursos á los separatistas.-Decision de
Dulce.


lII. Decretos de abril mandando proceder al embargo de los bienes
de los insurrectos.-Constitucion del Consejo administrativo de
bienes embargados.-Legislacion establecida.-Torcidas inter-
pretaciones de algunas autoridades gubernativas y sus efectos.-
Emigraciones consiguientes á la política de represion.-Motivo
de algunos embargos.-Su aprobacion por el gobierno.


IV. Símil entre los hechos de la guerra de Cuba y de los Estados-
Unidos.-Legislacion comparada entre uno y otro punto.


l.


Las pendientes políticas que conducen al absurdo recono-
cimiento de las exigencias injustificadas, jamás pudieron
utilizarse como buen camino para buscar un gobierno, sino
para ir al encuentro de las farsas que, con este nombre, en
vez de asegurar, destruyen los vínculos que las sociedades
necesitan para vivir y desarrollarse.


Por aquel mal camino se lanzaron los insurrectos de Cuba,




LAS INSURRECCIONES EN CUBA


desde un principio, sin gran sorpresa de los leales españoles
que les observaban, quienes hubieran recibido lo contrario
como una verdadera novedad; pero lo que nadie podia supo-
ner era que muchos hijos de España, quisieran imitarles ó
les siguiesen. Y sin embargo, sucedió así. En otra opuesta á
la pendiente por donde se despeñaba la gente de Céspedes, se
situaron á poco los hombres que alucinados hacian precipi-
tar á Dulce en parecidos absurdos; y á las intransigencias
censurables de los insurrectos, pretendieron los más ardoro-
sos amantes de España, que respondiese la autoridad legítima
española éon otras iguales si no mayores. Y esto era muy na-
tural, pues obedeciendo los Mios á un móvil no muy deseme-
jante, y siendo cási una misma lasangre que animaba á unos
y otros contendientes, ¿debian esperarse manifestaciones di-
versas?


En el decreto de abolicion de la esclavitud, expedido por
Céspedes tres meses ántes, se implicaba la confiscacion de
los bienes pertenecientes á los defensores de la integridad es~
pañola, é irritados éstos y para contestar con la represalia,
exigieron del capitan general que privase inmediatamente
de sus propiedades á los mantenedores de la lucha, que como
Morales Lemus, aparecian en la junta republicana de Nueva-
York hacinando combustibles para alimentar en Cuba la ho-
guera de las discordias. Tal fué el calor con que se trató este
asunto, no provocado ciertamente por los españoles, y tanto se
discutió de palabra y en los periódicos entónces, que el ge-
neral Dulce, á pesar de que, accediendo á aquellas pretensio-
nes, rompia sus compromisos de consecuencia con la historia
de toda su vida, tuvo necesidad de comprometerse á llevar á
cabo los deseos de sus más irritables gobernados.


Recelosos éstos y no fiándose gran cosa de los ofrecimien-
tos del general, que tantas veces habia esquivado cumplir,
persistieron en sus intentos de obligarle por la presion, apro-
vechándose de los muchos motivoS que la fatalidad ó la mala
suerte y las torpezas de aquel gobernante les ofrecian á cada
paso. El dia 2 de abril se presentó á propósito una de las oca-
siones que tanto perturbaban.




CAPíTULO VlII 349


Habiéndose remitido preso á la Habana, por el gobernador
de Matanzas, un vecino de aquella poblacion enemigo decla-
rado de España, y enterados los matanceros, despue& de la
remision, de ciertos particulares y de los compromisos del
detenido en favor de la causa separ~tista, lamentaron que no
se le hubiese juzgado allí; y temiendo que el general Dulce
procediera como en otros casos, dándole libertad ó concedién-
dole pasaporte para que saliera de la isla y fuese á aumentar el
número de los enemigos exteriores, decidieron presentarse á
la primera autoridad y reclamarla el preso con aquel objeto.
Sin más meditacion y excitados por la desconfianza que el
capitan general les inspiraba, se trasladó una compaiiía de
aquellos voluntarios á la capital, para encargarse del que esta-
ba encerrado ya en la fortaleza de la Cabaña. En vez de acce-
der Dulce á la peticion, confiando en el prestigio que creia
tener en el elemento español desde el domingo de Ramos, lla-
mó á su presencia á los jefes de los comisionados; les afeó su
conducta, hízoles notar lo peligroso que era querer imponerse
á la justicia interrumpiendo la marcha de los procedimientos,
y logró por fin de este modo, y principalmente por la in-
tervencion de los voluntarios de la capital, que desistiesen
los matanceros y regres:1ran á sus casas á esperar el fallo de
los tribunales. Airoso pareció salir en aquel caso el principio
de autoridad; pero como para mostrarse arrogante con los
voluntarios de Matanzas tuvo Dulce que p,:dir la cooperacion
y ayuda de los de la Habana, la energía con aquellos adqui-
rida á cambio de debilidades con éstos, confirmó desde en-
tónces el principio, funestísimo para la continuacion de su
mando, de que los voluntarios de la capital serian en lo su-
cesivo los árbitros en todos los asuntos de interés pátrio, y
que puesto el general á su disposicion, no tendria más reme-
dio que atender sus exigencias ó marcharse. ¡Cuánto más
conveniente no hubiera sido á todos el relevo de Dulce en
aquella\', circunstancias, y ántes de consumarse las primeras
abdicaciones del principio de autoridad! Pero la mala ventura
dirigia los sucesos por otro camino, y por él tuvieron que
seguir en adelante.




350 LAS INSURRECCIONES EN CUHA


A pesar de haberse frustrado las pretensiones de los ma-
tanceros, por los buenos oficios de los españoles influyentes,
no pudo evitarse que los de la clase media murmuraran y
se mostrasen opuestos á aguella solucion, en los cuerpos de
guardia y en todos los centros donde los voluntarios se re-
unian. Mas por fortuna para la autoridad, que en cada acto
de aquellos estaba á punto de dejar de serlo, entró en el puer-
to de la Habana, á los tres dias de este suceso, el apresado va-
por COMANDITARIO, conducido por el trasporte de guerra SAN
QUINTIN; lo cual distrajo la atencion pública tanto como la
llegada á la capital, el mismo dia 5 de abril, de las fuerzas del
batallon de artillería, que despues de derrotar en la Sigua-
ne:! con las tropas mandadas por los generales Pelaez, Leto-
na y Buceta yel brigadier Escalant.e, á los insurrectos de
departamento Occidental, volvian victoriosas trayendo una
bandera tomada al enemigo, que entraron en la poblacion
arrastrandola por el lodo, con grandes exclamaciones de en-
tusiasmo y vítores á España y á sus hijos.


No fueron ménos provechosos, para la conservacion del ór-
den en aquellos momentos, el decreto creando un tercio de la
Guardia civil, que aumentaria en mil hombres la fuerza que
esta tenia en la isla; la creacion de un batallan de negros
para combatir á los enemigos de España, organizado por el
coronel Yoller; los preparativos de fiestas para recibir á los
voluntarios catalanes, por cuya formacion dirigió el ayunta-
miento de la Habana á la diputacion provincial de Barcelona
una carta patriótica expresándole su gratitud (1); la presion
que se iba ejerciendo sobre los laborantes, y finalmente la
aprehension que el dia 6 se verificó en la capital de efectos
destinados á los insurrectos.


En la librería de la calle del Obispo, conocida por la de
ChaI'lain y Fernandez, de la que era sócio D. Nestor Ponce de
Leon, se recibió una voluminosa caja consignada á éste, que se
supuso estar llena de libros. Sin abrir la tenian los depen-
dientes, que eran muy buenos españoles, cuando recibieron
un aviso que les dirigió su consocio desde Nueva-York, en-
cargándoles la entrega á persona determinada de la caja que




CAPÍTULO VllI 351


segun la carta contenia instrumentos de cirujía. Enterados
los dependientes de que Ponce de Lean, por figurar entre
los laborantes y haber sido principal redactor del periódico
LA VERDAD, en el corto tiempo del libre uso de la imprenta,
habia tenido que huir á los Estados-Unidos, donde laboraba
áun con la Junta cubana presidida por Morales Lemus, en
vez de atender las indicaciones que se les hacian, y ántes
de prestarse á servir los intereses de la insurreccion, pusie-
ron el hecho en conocimiento de la autoridad local. Reco-
nocida la caja de órden de ésta, se vió que contenia instru-
mentos quirúrgicos y gran número de aparatos para heridas,.
dislocaciones y fracturas, de los que se utilizan en los hospi-
tales de campaña; cuyos efectos resolvió el gobernador que
se recogiesen y pusieran á disposicion del capitan general,
quien mandó á su vez que se hiciese de ellos cargo la sanidad
militar, para el servicio de aquellos de nuestros soldados que
tuvieran la desgracia de necesitarlos.


Motivo que contribuyó tambien á distraer la atencion de
los que aún la tenian fija en las reclamaciones de los matan-
ceros, y que hizo mejorar la actitud de la opinion española
en la Habana, fue la circular reservada, aunque para los vo-
luntarios no lo fuese, que el gobernador superior civil dirigió
á los gobernadores y tenientes gobernadores de la isla el mis-
mo dia 6 de abril. Fundándose en el carácter de violencia que
la insurreccion habia tomado en el departamento de Oriente,
y en el poco fruto conseguido hasta entónces con las medidas
adoptadas para procurar el arrepentimiento de los extraviados,
se pidieron en aquella órden á las autoridades locales, notas
conceptuadas de todos los que hubiesen tomado una parte ac-
tiva en el movimiento, y de sus cómplices e instigadores pre-
sentes 6 ausentes; con el objeto, sin duda, de poseer datos para
expedir las disposiciones sobre embargo de bienes,. que en
aquellos momentos se estaban elaborando (2).


Ciertamente que no estaba fuera de tiempo tal disposi-
cion, pues ni el departamento Oriental ni el del Centro, cor-
respondian á las numerosas excitaciones diarias que el CQn-
(le de Valmaseda dirigia á aquellos habitantes, para que se




352 LAS INSURRECCIONES E~ CUBA


acogiesen á las tropas leales. En una órden general que ex-
pidió e14 de abril en Bayamo, animaba á éstas para que á las
tecien llegadas de la Península les enseñasen con el ejemplo
la resignacion en los sufrimientos, propios de la guerra y del
clima, y las grandes virtudes del soldado español, impetuoso
en el com.bate, compasivo con los desvalidos y duro en el cas-
tigo á los culpables (3). Y en otra proclama de la misma fe-
cha, dirigida á los habitantes de los campos, tocando aquel ge-
neral de cerca la ineficacia del sistema de blandura, pretendió
terminar á sangre y fuego la insurreccion separatista, imi-
tando, si no con gran prudencia política, impelido por la ne-
cesidad, el de intransigencia y de terror empleado por los di-
sidentes (4).


Esta proclama, que fué acerbamente censurada por la pren-
sa extranjera, por el gobiernd de Washington y áun por el
insurrecto Manuel Quesada, consiguió sin embargo amedren-
tar á los rebeldes, que cada dia daban á la guerra un carácter
más salvaje, y atraer á muchos desviados que hasta se pres-
taron á servir de guias á las tropas españolas (5). A este sa-
tisfactorio resultado, contribuyeron asÍmismo los buenos es-
pañoles hijos del país, dirigiendo á sus paisanos de los parti-
dos de Bayamo, Jiguaní y Manzanillo otras alocuciones,
aconsejándoles que depusieran las armas en vista de lo in-
fructuosa que era ya su insistencia en resistir el poder de Es-
paña (6). Pero ni unos ni otros documentos, ni las demás pro-
clamas dirigidas por el conde de Valmaseda á los habitantes
de la j urisdiccion de las Tunas, á los propios insurrectos del
departamento Oriental y á los hijos todos de la isla ('1), lo-
graron que los cabecillas y principales comprometidos se
sometiesen, ni que cambiaran de sistema, ni que prescindie-
ran de ninguna de sus tendencias independientes.


Sin violencia se comprende que no respondiesen estos in-
surrectos á las excitaciones ni á los halagos de Valmaseda,
cuando tan preocupados les tenia su vida política, concen-
trada á la sazon en la Cámara de representantes de la repú-
blica cnbana, reunida en el pueblo libre de Guáimal'o. Fun-
cionanclo allí la Asamblea Constituyente, hajo la pl'eside'llcia




CAPÍTULO VIII 353


del Cárlos Manuel de Céspedes, eligió á éste para los cargos
de general en jefe del ejército libertador y presidente de la
república de Cuba, y elaboró, dando treguas á la lucha, la
Constitucion que debia regir durante la guerra, cuyo código
fué votado por los quince representantes que la constituian (8).


Al tiempo que esto pasaba en el teatro de la guerra, otro
motivo para contener á los españoles más recelosos de la Ha-
bana, fué la aprobacion por la Audiencia del territorio de la
sentencia dictada por el tribunal inferior, tan exigida por
algun periódico, en la causa que se seguía á los presos Leon
y Medina, como principales instigadores de las resistencias
á la autoridad, que produjeron los asesinatos cometidós el 12
de enero en las calles del Cármen y de las Figueras. En con-
secuencia entraron en capilla el 8 de abril por la mañana, don
Francisco Lean y Nuez y D. Agustin Medina, para ser ejecu-
tados al siguiente dia en la plazoleta contigua á la cárcel de
la capital, conocida de antiguo con el nombre del Placer de
la Punta.


El reo Lean y Nuez, que debia sufrir primero el pos-
trer tormento, recorrió el corto espacio que mediaba entre
la cárcel y el patíbulo, en medio del más profundo silencio y
sin que la muchedumbre de curiosos manifestara la menor
muestra de intentar subvertir el órden. Sllbió con entereza
la escalera del fatal andamio, y mientras el verdugo se pre-
paraba á desempeñar su triste oficio, pidió permiso para
hablar, cometiendo el mayor de plaza la imprudencia, que 10
era grande en aquellos instantes, de pClrmitirle la palabra.
Empezó el reo pidiendo perdon á todos en tono contrito, y
t\uando el público se inclinaba á creer en un sincero arrepen-
timiento, cambió Lean el curso á sus ideas, y diciendo que
maria convencido de que la insurreccion triunfaria al cabo,
terminó su discurso con enérgicos vivas á la independencia
de Cuba y á su caudillo.


Fueron estos contestados con un brioso ¡muera! y vivas á
España, por el piquete de voluntarios y gran parte de la nu-
merosa concurrencia; pero tuvieron eco en algunos labios, y
como si tales gritos hubieran sido la señal que los enemigos


TOOM II 23




354 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


del reposo público, diseminados entre los buenos españoles,
esperaran para realizar sus desconocidos planes, se oyeron á
un mismo tiempo disparos de arma de fuego en distintos
puntos próximos al lugar de la ejecucion. La multitud al
oirlos se movió en tropel para huir; las corridas en todas di-
recciones aumentaron la confusion y el pavor con los atrope-
llos y desgracias; yen tanto los voluntarios, que formaban el
cuadro al rededor del patíbulo, quedaron en su puesto sin
practicar otra evolncion que volver frente á retaguardia las
segundas filas, para contener las agresiones del exterior,
mientras las primeras permanecian. y continuaron firmes
hasta que la justicia fué cumplida. Aunque con algun apre-
suramiento se verificó la del segundo reo, y no sin la falta de
algunos de los asistentes que debian presenciarla, que no pu-
dieron por la confusion y la premura seguir descmpeiíando
todas sus funciones oficiales.


Los primeros tiros que movieron el alboroto se dispararon,
al parecer, desde las ventanas de la botica del hospital si-
tuado en el mismo edificio de la carcel; creyéndose que sus
autores fueran unos practicantes, hijos del país, á quie-
nes no pudiéndoseles probar nada, sólo se les castigó luego
relevándoles de sus cargos con otras personas de reconocido
españolismo. A tales disparos, contestados por los volunta-
rios, debieron replicar desde alguna casa de la inmediata cal-
zada de San Lázaro, porque en las desgracias ocurridas en el
corto tiempo que duró el molote, aparecieron muertos y he-
ridos en aquella calle. Estos ascendieron á siete de los prime-
ros, entre ellos nna mujer, y á nueve de los segundos, tres
blancos y seis de color; pero fué aún mayor el número de in-
fortunios, segun datos confidenciales facilitados por los facul-
tativos á la autoridad local (9).


Al primer anuncio del alboroto se presentó ésta en el sitio
de las ocurrencias, y en medio de la refriega, dispuso, para
evitar nuevos motivos de colision, el inmediato levanta-
miento de los cadáveres de los ajusticiados, ya que los mo-
mentos no eran los más á propósito para llenar todas las for-
malidades de costumbre. Al efecto, mandó á la policía que




CAPÍTULO VIII 355


con algunos presidiarios hiciera aquel servicio; y el inspector
especial lo llevó á cabo, hasta conducirlos al nuevo cemente-
rio de San Antonio el Chiquito, con una escolta de los volun-
tarios y salvaguardias que habian formado el cuadro, pre-
caviéndose así que en el tránsito ocurrieran otros incidentes
desagradables.


Pero no terminaron en aquel gran conflicto los efectos de
la excitacion en que los ánimos se hallaban. Además de
las detenciones, alguna poco justificada, que se llevaron á
cabo al siguiente dia del alboroto (10), y del allanamiento de
casas, verificado por individuos con uniforme sin atribuciones
ni autorizados por mandato de autoridad competente (11), se
circuló el dia 11 la especie, inventada sin duda por los labo-
rantes, de que Céspedes habia sido preso y que debia llegar
de un momento á otro al paradero ó estacíon del ferro-carril
de Villanueva. Sin averiguarse por quién, fueron avisados
algunos voluntarios para que asistieran á aquel punto de
nueve á diez de la noche, que era la hora en que debía lle-
gar el tren que se suponia conducir al caudillo insurrecto.
Cuando las autoridades se enteraron de esta nueva alarma,
una muchedumbre de curiosos de todas clases llenaba ya el
campo de Marte y las calles de la Zanja y otras inmediatas
al paradero; y Comprendiendo que las intenciones de los au-
tores de tal especie, no fueran otras sino que de la aglomera-
cion de gente armada resultase algun conflicto, trataron de
persuadir al público, para que se retirase, de que era inexacto
cuanto respecto de Céspedes se decia; lográndolo al fin en
hora bastante avanzada de la noche y conjurando así desgra-
cias que parecian inevitables.


Mas los alarmistas no desistieron de su propósito, sino que
aprovechando al dia siguiente la excitacion, no bien domina-
da, extendieron entre los más crédulos que Céspedes habia
llegado en efecto á la Habana la noche anterior; pero que es-
tando en el interés de las autoridades ocultarlo para evitar
complicaciones y alborotos, habian dispuesto que bajara del
tren en la quinta de los Molinos, conduciéndole desde allí al
castillo del Príncipe, donde se encontraba. Para desmentir




356 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


esta alarma y contener la efervescencia popular, inclinada ya
en contra de los gobernantes, expidió el general Dulce la alo~
cucion del 12 de abril, dirigida á los vecinos de la Habana,
en la que más que tranquilizar incitaba la saña contra las·
personas dE) sospechoso españolismo, puesto que autorizaba á
los voluntarios para que se apoderasen de todo el que pro-
palara noticias, que pudieran contribuir al desbordamiento de
las pasiones (12).


Durante la noche del domingo 11, observó el gobernador
local que entre los numerosos grupos que esperaban la lle-
gada del tren, los que ménos atendian los razonamientos de
los delegados de la autoridad eran los que llenaban los pues-
tos de bebidas inmediatos á la estacion; y para que en otros
casos, entónces tan frecuentes, no fuera esto orígen de ma-
yores conflictos, expidió al dia siguiente una órdell á la poli-
cía disponiendo q uc los cafés, bodegas y demás estableci-
mientos de esta clase, se cerraran á las diez en punto de la
noche. Este mandato se obedeció en un principio, aunque con
marcadas muestras de disgusto, por los voluntarios que ejer-
cian aquellas industrias; pero cayó pronto en desuso, y fué
motivo bastante para que el prestigio de las autoridades des-
cendiese en muchos gTados.


Todo esto contribuia grandemente á que el estado de los
ánimos fuera poco lisonjero. Para mejorarlo, y tanto para
limitar el número de las alarmas que diariamente inventa-
ban los laborantes, suponiendo hechos graves en el teatro
de la guerra; cuanto para no desatender las exigencias de
la opinion, que pedia el inmediato embargo de los bienes per-
tenecientes á los más comprometidos con los insurrectos, se
dedicó el capitan general i1 este asunto con toda preferencia.
Hizo activar los trabajos que se estaban haciendo, y comuni-
có esto á sus amigos para contener las impaciencias, crecien-
tes por momentos y lógicas de necesidad, de los que veian
cómo el primer gobernante iba cediendo poco á poco á todas
las pretensiones de los más exig~Iltes; y estos al cabo lo-
graron arrastrar al mayor número hasta el mismo absurdo,
que lo era y grande en vedad el ele entorpecer á cada mo-




CAPÍTULO VIII 357


mento el libre ejercicio de la gobernacion al grito de viva
España.


Entónces fué, cuando tomando por fundamento de sus
acuerdos un impreso circulado profusament.e y dirigido á los
habitantes de las Antillas, por la Junta central republicana
de Cuba y Puerto-Rico, en el cual se pedian á todos los sim-
patizadores de la causa cubana recursos para satisfacer los
gastos y acrecer las proporciones de la guerra, expidió el ge-
neral Dulce los decretos del mes de abril, relativos al embar-
go de bienes á los disidentes.


n.


Las confiscaciones de bienes por causas políticas, empeza-
ron este siglo en nuestra pátria, poco despues de la declara-
cion de guerra al primer imperio napoleónico.


El espíritu de la revolucion francesa, extendido rápida-
mente por toda Europa, dividió la opinion política de los pue-
blos, dando creces al fanatismo de bandería; y muchos indi-
viduos, por él inspirados y seducidos por las promesas de la
felicidad, que creian estarles reservada á los hombres libres,
sacrificaron hasta suS"deberes patrióticos, á las simpatías que
aquellos regeneradores buscaban en los países que á poco in-
vadieron, primero con el nombre de huestes republicanas y
más tarde con el de soldados del imperio. Aunque en grado
exíguo, se vió tambien influida España por las modernas cor-
rientes; y aquellas simpatías, ó la repugnancia á cru~r las
armas con los que aseguraban llevar los bienes de semejante
libartad en las puntas de las bayonetas, y no la cobardía in-
comprensible en pechos españoles, dieron márgen, sin duda,




358 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


á las deserciones en nuestro ejército, y al alistamiento de mu-
chos hombres públicos en el partido invasor, á raiz de los
acontecimientos iniciados en Madrid el mes de mayo de 1808.


Considerables y de importancia debieron ser tales desercio-
nes, cuando cuatro meses despues de la disposicion dictada en
6 de junio de aquel-año, por la Junta de gobierno constituida
en Sevilla, declarando la guerra á la Francia y mandando
embargar los buques franceses surtos en nuestros puertos, y
todas las propiedades que poseyeran en España aquel go-
bierno, ó individuos de aquella nacion; expidió en Aranjuez
el conde de Floridablanca, presidente de la Junta suprema
central gubernativa del reino, el decreto de 26 de octubre
del mismo año, que creó el tribunal extraordinario encargado
de entender en las causas y confisco s por delitos de infi-
dencia. En 9 de enero de 1809, se amplió este decreto por di-
cha Junta suprema, establecida ya en Sevilla, «imponiendo
»)la pena de muerte á todo oficial ó individuo de tropa que se
»)separase de las filas, y la confiscacion de sus bienes en bene-
»ficio de los pobres de su pueblo; extendiendo tan duras pe-
)mas de muerte y confiscacion al padre; hermano ó pariente
»que acogiese ú ocultare á cualquier desertor, y á las autori-
»dades que no procurasen su castigo.»)


Fundándose entónces la Junta, en la sin razon del enemigo
al despojar á los españoles de sus bienes y de su libertad, y
de no corresponder á la generosa y noble conducta obser-
vada por nuestro gobierno, tuvo necesidad desde un prin-
cipio de acudir al socorro de los desgraciados que sufrian
daños por la guerra, y confirmó por tanto, con fecha 2 del
siguiente mes de febrero, el embargo y secuestro de todos los
bienes y efectos de los franceses residentes en España. En
consecuencia de esto fué creada la Junta de represalias,
compuesta de cuatro consejeros, un fiscal, un relator y un
secretario, á la que se le cometió como primer cuidado el de
entenderse con las justicias de los pueblos, para que forma-
ran inventarios exactos de todas las fincas, caudales, efectos
y derechos de que fueran incautándose, por pertenecer á na-
turales de la nacion que injustamente nos hacia la guerra.




CAPÍTULOVIII :359


Correspondia á aquella Junta, segun la;:; bases de su orga-
nizacion, disponer la forma de administrar dichos bienes; de-
cidir el destino que debia dárseles; deducir,liquidar y justifi-
car los daños causados por el enemigo á la España y á sus
hijos; instruir los expedientes de indemnizacion á los españo-
les, que probasen haber sufrido perjuicio ó daño de los fran-
ceses, cuyo resarcimiento debia satisfacerse con el producto
de los bienes embargados á éstos; y dar por fin cuenta, á la
Junta suprema de gobierno, de los fondos que sobrasen, co-
mo producto de los confiscas, despues de estas reparaciones,
para aplicarlos en la forma más conveniente.


La legislacion sobre este particular, fué desenvolviéndose
á medida que las di visiones originadas por las ideas revolu-
cionarias crecian. Tales discordias produjeron los diarios al-
borotos, con que se inició la idea liberal en nuestra patria,
que para evitar en los pueblos, ántes tranquilos, la naturali-
zacion del sistema trastornador, recordó dicha J unta suprema,
en 8 de abril de 1809, las prescripciones penales de la prag-
mática de 17 de abl'il de 1774; disponiendo además que les
fueran secuéstrados sus bienes, á todo;:; los amotinados ó per-
turbadores del órden público, que se ausentasen de su pueblo
para eludir el castigo impuesto por las leyes. Con fecha 2 del
siguiente mes de mayo, ordenó la propia Junta que se confis-
casen las propiedades, derechos y acciones de cuantos públi-
camente se declararan ó hubiesen declarado en favor de los
in vasores; y entre estos fueron entónces comprendidos D. Gon-
zalo O'Farril, el marqués de Casa Calvo y otros cubanos y
americanos partidarios del rey intruso José Bonaparte.


. Obligado éste á servirse de todos los medios que le facili-
taran recursos, para permanecer algun tiempo más en su
combatido trono, dispuso á su vez la venta de ciertos bienes
confiscados y de todos los que por otras procedencias pertene-
cían á la naCÍan. Y respondiendo seguidamente á semejante
acuerdo del rey extranjero, el Consejo de regencia de Espa-
ña é Indias, expidió un real decret~· en 15 de julio de 1810,
firmado por D. Javier Castañosypor sus colegas el obispo de
Orense, Sáavedra y Lardizabal, declarando nulas y de nin-




360 LAS INSURRECCIONES EN CUBA.


gun valor las ventas y compras de terrenos ó propiedades
españolas, verificadas en virtud de aquel mandato, y suje-
tando á los compradores, no solo á perder la propiedad y
cantidades entregadas por ella, sino á pagar los daños y per-
juicios que al primitivo y legítimo dueño se le hubieran ir-
rogado.


A este tiempo se extendió á nuestras Antillas la aplica-
cion de esta política, yel capitan general de la isla de Cuba,
marqués de Someruelos, despues de declarar su decision de
sostener á toda costa la autoridad de D. Fernando VII, insti-
tuyó allí la Junta de represalias; la cual, se incautó desde
luego de los bienes pertenecientes á franceses y á los hijos
del país que se habian inclinado á la causa del usurpador, y
dictó varias reglas para su administracion, mientras el go-
bierno supremo resolvía el destino que debía darse á unos y
otros (13).


En la isla de Puerto-Rico no era tanto el número delos ha-
bitantes que se encontraban en este caso, pero grande en
cambio el de los partidarios de los que acababan de convertir-
en república la parte española de Santo Domingo. Puestos
los puerto-riqueños de acuerdo con los dominicanos, preten-
dian proclamar tambien la independencia en la antigua Bo-
rinquen; y para evitarlo y disipar la alarma política promo-
vida por los emancipadores, revistió el Consejo de regencia á
aquel gobernador, en 4 de setiembre de 1810, de las más
ámplias facultades que puede atribuir la soberanía, así para
remover todos los empleados sospechosos de simpatizar con
los disidentes, como para detener y expulsar del territorio de
su mando, confiscándoles sus bienes, á las personas compro-
metidas con los insurrectos de la vecina isla ó de los otros
puntos de la Amél'Íca española. Poco tiempo permaneció en
vigor, por desgracia para la tranquilidad antillana, aquel
decreto, pues por mediacion de los influyentes diputados
americanos en las Córtes de Cádiz, lo revocaron éstas el 15
de febrero del siguiente año, sin considerar que, dejando in-
defensas y desarmadas á las autoridades españolas ante las
sugestiones de aquellos hijos ingratos, contribuian más que




CAPÍTULO VIII 361


nadie á dar poderoso aliento á la causa de la independencia.
Pero si las Córtes se mostraron tan blandas con los que


empezaban á manifestar su ingratitud á la madre España, no
lo fueron tanto, sino muy rígidas por el contrario, cual do-
minadas por el espíritu de partido, con los naturales de la
Península, que como aquellos simpatizaban con el liberalismo
moderno, expresado aquí en las aficiones entónces reprobadas
á las ideas francesas. Para impedir que estas se extendiesen
II:J.ás, emplearon los poderes públicos españoles, contra los
partidarios del extranjero, el rigor de que daba muestra el
decreto expedido por aquellas Córtes en 14 de julio del mismo
año 18Il, en el cual se recomendaba la brevedad en las cau-
sas sobre infidencia, y que se procediera sin que las Audien-
cias tuviesen necesidad de consultar las sentencias de muerte.


Respecto de la incautacion de bienes de estos infidentes se
habia ya dispuesto, en decreto de 2 de abril firmado en Cá-
diz por el Consejo de regencia, que en cada provincia se es-
tableciese una comi,lion ejecutiva de confiscos, encargada de
indagar las fincas pertenecientes á los afiliados en el partido
francés, y de recaudar sus productos. Mas como por algunas
autoridades se consideraran de aquel partido á todos los que
permanecian ausentes de su vecindad, tuvo que dictarse la
órden del 8 de agosto, emanada de las Córtes, y disponerse
que aquella comision de confiscas procurase evitar la confu-
sion propia de las circunstancias, y que se abstuviera de en-
tender en los bienes propios de los españoles aprisionados
por las tropas napoleónicas; acerca de los cuales se encargó
á las justicias de los pueblos, que si los prisioneros no tenian
quien cuidase de ellos, nombraran apoderados legos que los
administrasen.


Dedicando las Córtes de Cádiz á este asunto toda la aten-
cion que por su importancia merecia, dictaron en 17 de junio
de 1812, las reglas que debian regir para la confiscacÍon de
bienes á los enemigos de la patria. Se dispuso en el decreto
de aquella fecha, que los fondos ó capitales en dinero, frutos
ó efectos de pertenencia española, trasladados desde provincias
ocupadas por el enemigo, á plazas que se hallasen libres en la




362 LAS INSURRECCIONES E:\ CUBA


Península, no sufrieran el secuestro ni la retencion por pura
residencia de sus dueños en los pueblos sujetos al gobierno
intruso; y Ciue gozaran de igual seguridad, los fondos y capi-
tales que en las provincias libres estuviesen en giro de co-
mercio ó en depósito confidencial, y los que pertenecieran en
estas provincias á los que residie:;en en las ocupadas; sujetán-
dose todos estos bienes á las contribuciones generales. En
consecuencia se mandaba, que fueran devueltos á sus dueños
los bienes que, hallándose en tales casos, hubiesen sido secues-
trados, ofreciéndose el gobierno á reintegrar el importe de los
vendidos á beneficio del'Estado; y á la vez se disponia, el se-
cuestro de los de aquellas personas que estando comprendidas
en la ley, no se hubieran presentado al alistamiento general
de las de su clase; y los de las que, además de residir en país
ocupado, fueran sentenciadas en rebeldía como partidarias del
enemigo; en cuyo caso debian señalarse las rentas que les
correspondieran por alimentos, á todos los parientes ó deudos
que tuviesen derecho á exigirlos del delincuente.


Para cohonestar las exigencias de la opinion pública con
los preceptos de la Oonstitucion, sancionada recientemente,
dispusieron las Oórtes en el mismo decreto que, con arreglo al
artículo 304 de dicho Oódigo político, cesaran desde el dia de
la sancion de éste los procedimientos llamados confiscas de bie-
nes de los partidarios franceses, y que los que se embargaren
por providencia de los tribunales, fueran entregados á los he-
rederos de los disidentes despues de sufrida por éstos la pena
corporal, y de satisfacer los daños y demás penas pecuniarias
á-que hubiese lugar con arreglo á derecho; no dándose á esta
disposicion efecto alguno retroactivo. Pero deseosos aquellos
honrados liberales de armonizar las penas con las prescripcio-
nes del nuevo Código, no supieron prescindir del rigor en el
castigo de los infidentes, y aunque suavizado en la forma,
conservaron su espíritu de severidad, al someter á las justicias
ordinarias el conocimiento de las causas sobre represalias y
secuestros.


Reintegrado D. Fernando VII en el trono de sus máyores,
decretó en 24 de febrero de 1818, aunque contrariando un




CAPÍTULO VIII 363


tanto la opinion española más intransigente, que se alzara
el secuestro puesto á los bienes de súbditos de la Francia,
excepto el de las propiedades adquiridas en concepto de bienes
nacionales durante la dominacion del gobierno intruso; dis-
poniendo para su cumplimiento, que los intendentes pusie-
ran en posesion de sus bienes á los franceses que lo solicita-
ran. y cuatro años despues, cuando con el ejercicio del
régimen constitucional se amortiguaron bastante los renco-
res contra los partidarios franceses, se ,concedió la amnistía
de 14 de abril de 1822, en la cual se mandó, que á cuantos
hubiesen seguido al gobierno del intruso, se les restituyeran
sus secuestrados bienes en el estado en que se hallasen, y con.
todos los frutos y productos existentes á la publicacion de la
gracia.


Invadida la España por el ejército del príncipe de Angule-
ma en 1823, y usando el rey Fernando del absolutismo que
tanto ansiaba, decretó en 23 de junio el secuestro de los bie-
nes pertenecientes á los diputados á Córtes, y los de todas
aquellas personas que tantas amarguras le hicieron su-
frir, en su traslacion forzosa á Cádiz; declarando á la vez
reos de lesa magestad á los diputados que más intervinieron
en la ejecucion de aquellos hechos, y disponiendo que fueran
sometidos á consejos de guerra los militares que se habian
distinguido en los excesos de la segunda época constitucional.
En consecuencia de estas vengativas medidas se dictaron,
en setiembre y diciembre de aquel año, algunas disposiciones
relativas á la administracion de los bienes confiscados á los
liberales, exceptuándose los que pertenecian á los militares,
y confiándose aquel cometido á la llamada direccion del CRÉ-
DITO PÚBLICO. Estas fueron las últimas trascendentales dispo-
siciones, que sobre secuestros y confiscos se expidieron en el
reinado de Fernando VII.


A la muerte de este rey, su esposa la reina gobernadora,
doña María Cristina de Borbon, dispuso, en22 de octubre de
1834, que se secuestraran los bienes de cuantos hubiesen
abandonado sus domicilios, para incorporarse á las facciones
de D. Cárlos. Seguidamente dictáronse varias reales órdenes




364 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


, acerca de la forma en que los bienes debian administrarse, y
de la aplicacion que á los productos se habia de dar; y partien-
do del principio de las indemnizaciones, por los danos y per-
juicios causados durante la guerra, se destinaron á la extin-
cion de la deuda del Estado los resíduos que resultasen, des-
pues de proporcionar los alimentos á la mujer é hijos de la
persona embargada, y las demás á quienes de derecho corres-
pondiese. Este decreto se ampli6 por el de 17 de setiembre de
1836, haciendo extensiva la misma pena de secuestro á todos
aquellos que sirviesen 6 auxiliaran directa 6 indirectamente
al partido del pretendiente; anulando todas las trasmisiones de
dominio verificadas en los bienes desde la fecha en que sus
dueños se decidieron por D. Oárlos, teniéndose al efecto por
sospechosas cuantas transacciones hubiesen tenido lugar
desde 1.0 de octubre de 1833, en que empezó la guerra civil,
y disponiendo que los productos de aquellas propiedades, se
destinasen á pagar las obligaciones y cargas de justicia, y á
resarcir los daños causados por los partidarios del príncipe
rebelde á los leales al gobierno.


Otros decretos de 29 de setiembre, '1 de noviembre y 10 de
diciembre de 1836 y 14 Y 28 de febrero de 1831, se expidie-
ron en consecuencia de lo dispuesto anteriormente, y en par-
ticular el de 16 de agosto de 1836, mand6 secuestrar des-
de luego los bienes que tuviesen en España cuantas per-
sonas marcharon al extranjero, sin licencia, pasaporte ni au-
torizacion del gobierno, despues de publicada en Madrid la
Con~titucion de 1812, y encomendó la ejecucion de esta me-
dida á los jefes políticos, en union con las diputaciones pro-
vinciales á las que estaban asociadas las juntas de armamen-
to y defensa. .


Dictáronse tambien en aquella profusa legislacion, excep-
ciones respecto del embargo de los bienes que poseyeran las
familias de los facciosos fusilados y de los deportados á Ultra-
mar, y las reglas á que debian sujetarse las autoridades en
la ejecucion de las órdenes sobre secuestros. Yen 30 de abril
del mismo 1837, teniendo en cuenta que el objeto de aquellas
órdenes era contener y reprimir á los carlistas, reparar con




CAPÍTULO VIII 365


sus bienes las consecuencias de su actitud y privar de auxilios
á las facciones, y considerando muy justo y equitativo dejar
expeditos todos los recursos legales, á cualquiera persona que
pudiera creerse lastimada, se previno á los tribunales que ad-
mitieran cuantos recursos se intentasen en la forma debida, y
que los sustanciaran con arreglo á derecho.


Pero conciliador y vacilante cual siempre el gobierno cons-
titucional, viéndose en la necesidad, para no desmentir su li-
beralismo, de atemperar su política á la nueva Constitucion de
1837, mandó en 19 de julio del mismo año, imitando á sus
predecesores de 1812, que se alzaran todos los secuestros, ex-
cepto los relativos á españoles ausentes sin licencia, que en el
término de tres meses no se presentasen al gobierno legítimo
á la sazon, para prestar juramento de fidelidad á la reina.
Esta órden la confirmó el general Espartero, en la de 18 de
setiembre de 18:39, haciendo extensiva la gracia á todos los
convenidos en Vergara que reconocieron el gobierno de los
vencedores.


Lógico parecia que tocados de cerca por los gobiernos li-
berales, los inconvenientes que á la buena gobernacion opo-
nian las incautacion3s por el Estado de los bienes de particu-
lares, se dejase ya' de aplicar esta pena, prohibida además en
el Código fundamental; pero no suce~dió así Ciertamente, pues
quince años más tarde se aplicó aún por los hombres de la es-
cuela política, que con mayor energía la condenaban. Tal hi-
cieron los progresistas triunfantes en la revolucion de julio de
1854, encargando en 28 de agosto á los gobernadores capi-
tanes generales de Ultramar, que hicieran extensiva á aque-
llas provincias la órden de la misma fecha, que mandaba de-
tener ó embargar todos los bienes pertenecientes á la reina
madre doña María Cristina de Barban y á su familia, y dis-
ponia que aquellos bienes quedaran en depósito de personas
de responsabilidad, con las formalidades de estilo, ó sea con
las operaciones prévias de un secuestro. En consecuencia quizás
de tal disposicion, se dictó la del 20 de febrero de 1855, que
reglamentó cuanto debiera hacerse para la buena adminis-
tracion por cuenta del Estado de los bienes de esta clase; y con




366 LA.S INSURRECCIONES EN CUBA


posterioridad á la invalidacion de las órdenes que privaron á
doña María Cristina de sus bienes, no se legisló ya en la
Península respecto de confiscos, sino en lo relativo á los de la
princesa de Beira y de los ex-infantes D. Cárlos y D. Sebas-
tian, cuando se trató de devolver á éste último los que le cor-
respondian.


La legislacion que se acaba de indicar, inserta en su ma-
yor parte en las COLECCIONES DE DECRETOS Y en la LEGISLATI-
VA DE ESPAÑA, la tendrian sin duda muy presente así los altos
funcionarios como los periodistas de la isla de Cuba que, á
fines de marzo de 1869, inclinaron la opinion pública á que
pidiese el castigo, con el confisco, secuestro ó embargo, de
los que formando en las filas de Céspedes ó constituyendo la
junta cubana de Nueva-York, tenian levantada la bandera
rebelde ó proclamaban y protegian públicamente la guerra
contra España.


Extensamente discutieron aquellos periodistas, sobre la
conveniencia política y la legalidad de confiscar en provecho
del Estado, los bienes pertenecientes á los fautores y sus cóm-
plices en la revolucion cubana; ya para subvenir con sus pro-
ductos á los gastos de la guerra, ó para indemnizar á los
partidarios españoles, que hubiesen sufrido en sus fortunas á
consecuencia de los excesos del enemigo.


EL DIARIO DE LA MARINA, periódico el más templado, doc-
trinario y leido en la isla, propuso que el gobierno se apode-
rase de los bienes de los insurrectos y de sus auxiliares ó la-
borantes, é instruyendo luego expedientes de indemnizacion
resarciera con los productos, en lo que les correspondiese,
á los que padecieran por ser leales á España. Teniendo en
cuenta el DIA.RIO, más que la legislacion especial de Cuba las
Constituciones de 1837 y de 1845, que abolían la pena de con-
fiscacion, dudó si en todo caso debia decretarse ésta como
medida gubernativa; pero reconociendo luego que aquellos
Códigos políticos no estaban vigentes en las Antillas, afirmó
su juicio declarándose por la inmediata aplicacion del castigo
á los enemigos de la integridad nacional.


LA PRENSA DE LA HABANA, periódico que por su puro es-




CAPÍTULO VIII 367


pañolismo se expuso á ser tratado alguna vez de intransigen-
te, ampliando en la polémica la idea del confisco, sostuvo que
el gobierno debia incautarse desde luego de todos los frutos
y productos que proporcionaran los bienes, no solo de los des-
enmascarados enemigos del dominio de España, sino hasta
de los sospechosos de laborantismo; fundando sus opiniones
en lo que en otros países se habia hecho en casos semejantes,
y en las prácticas seguidas en la Península durante la última
guerra civil.


y LA Voz DE CUBA, órgano de la más exaltada opinion es-
pañola, presentó la cuestion bajo el doble punto de vista del
derecho constituyente y del constituido. Con arreglo al pri-
mero, declaró que no era partidario de la confiscacion en el
estricto sentido de la palabra, que significa adjudicacion al
fisco; pero que consideraba muy conveniente y creia que de-
bia aplicarse como medida política, por cuanto debilitaba al
enemigo privándole de recursos, y se hallaba justificada por
le derecho internacional y el de la guerra. Bajo el punto de
vista del derecho constituido, procuró demostrar que con ar-
reglo á leyes de la NovíSIMA RECOPILACION, vigentes en la is~
la de Cuba, debian confiscarse los bienes de cuantos cometie-
ran el delito de traicion; deduciendo en sus conclusiones LA
Voz DE CUBA, que aquella pena podia aplicarse por los tribu-
nales de justicia, sin apelar á medidas gubernativas, ó con-
sultarse en otro casO la voluntad de las Córtes Constituyentes,-
que acababan de inaugural' sus trabajos en la metrópoli.


De los demás periódicos que se ocuparon del asunto, pocos
disintieron del comun parecer, mas como todos los otros que
representaban la idea española se pronunciaron terminante-
mente en favor de las confiscaciones, impelieron así á la pri-
mera autoridad para que tomara pronto acuerdo en tan im-
portante asunto.


Entónces fué cuando el general Dulce, en presencia de las
circunstancias creadas por su desgraciada política, y no te-
niendo más remedio que dejarse arrastrar por las exigencias
de la opinion, se prestó á todo; y para que no pareciese que
eran sus actos consecuencia de la presion, esperó un motivo




368 LAS INSURRECCIONES EN CUBA
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que le permitiese ceder sin aparentarlo; el cual le proporcio-
naron, en los primeros dias del mes de abril, los mismos di-
sidentes, con la nueva muestra de su imposible reconciliacion
con España, ántes indicada.


III.


El medio justificativo que el capitan general aprovechó
para d<1r un rudo golpe á 1<1 insurreccion, privando de recur-
sos á sus auxilires, fué la circular que, con fecha 1.0 de abril,
comunicaron á las personas acomodadas de la isla los vocales
de la JUNTA CENTRAL REPUBLICANA DE CUBA y PUERTO-RICO
establecida en Nueva-York.


Aquel documento, autorizado en primer término con la fir-
ma del cubano D. José Morales Lemus, que hasta mediados
del último mes de enero estuvo entendiendo como abogado en
los asuntos particulares del general Dulce, se dirigió á los
habitantes de las dos Antillas españolas, y principalmente á
«aquellos viles adoradores de intereses materiales mal enten-
»didos que, á trueque de no ver perturbadas sus especulacio-
)l1es y goces, aspiraban á conservar la buena gracia de los
»dos bandos, y mientras blasonaban de leales con el gobierno
»español, se jactaban secretamente de patriotas entre los di-
»sidentes hijos de Cuba, con el objeto de quedar en buena ar-
»monía con el victorioso y contar durante la lucha con las
})consideraciones de uno y otro beligerante.)} Tal era el tono en
que, amenazando publicarlos nombres de losquenocontestaran
debidamente, se invitaba a los naturales de la grande Anti-
lla y áun á algunos peninsulares, para qUE' facilitasen y con-
tribuyeran con fondos á la obra de la independencia; mani-




CAPÍTULO VIII 369


festando Morales Lemus, en nombre de aquel centro revolu-
cionario, el disgusto que en él habia producido la falta de
oportunas respuestas á las excitaciones que con anterioridad
se dirigieron á los antillanos, y fijando reglas para recaudar
las cantidades que los buenos patriotas se comprometieran á
donar con destino á la continuacion de la guerra (14).


Retada la autoridad legítima por aquellos renegados espa-
ñoles, que en su circular expresaban «haber llegado ya el mo-
»mento de elegir decididamente entre las banderas de la patria
»y las de sus opresores,» y éomprendiendo el general Dul-
ce que, en presencia de aquellengllaje y detales provocacio-
nes, no podia mostrarse indiferente ni dejar de dar á los leales
la satisfaccion en todas formas reclamada, resolvió, para cum-
plir con éstos y privar á los rebeldes de los recursos con que
nos dañaban, que pasase el asunto al Consejo de administra-
cion de la isla; pues rozándose el grave hecho de los secues-
tros con altas cuestiones del derecho comun, queria rodearse
de todas las garantías de acierto ántes de adoptar trascen-
dentales medidas.


Elevó, al efecto, una consulta á aquella respetable corpora-
cion, á la que hasta hacia poco habia pertenecido el mismo
Morales Lemus, la cual no pudo evacuar su dictámen ántes
del 14 de abril: y habiéndolo emitido en un todo conforme
con lo que la opinion pública pedia y el general deseaba, ex-
pidió éste los decretos correspondientes para el embargo gu-
bernativo de los bienes que pertenecían á los declarados ene-
migos de España.


La primera disposicion que se dictó á este fin, fué una cir-
cular dirigida á los gobernadores y tenientes gobernadores
de la isla, con fecha 15 de abril, é ins~rta en la GA-
CETA DE LA HABANA del dia 16. Participaba en ella el gene-
ral Dulce á sus delegados, refiriéndose al papel firmado por
José Morale>; Lemus, como presidente de la JUNTA CENTRAL
REPUBLICANA DE CUBA y PUERTO-RICO, que existian en la isla,
no sólo enemigos de los que con las armas en la mano procla-
maban la independencia, sino otros entre los que con solapa-
da humildad y rastrera bipocresíá empezaron por demandar


TOMO II 24




370 LAS INSURRECCIONES EN CUBA.


derechos políticos, y se constituyeron despues en agentes de
los insurrectos activos, perturbando en favor de éstos elórden
público; y creyendo ya preciso contener á los que despreciaban
cuantos medios de conciliacion se les ofrecian para separarlos
del camino desleal, recomendaba el gobernador superior civil
la más prudente vigilancia, el cumplimiento exacto de las
órdenes que de su autoridad emanasen, y la aplicacion severa
de las leyes que más contribuyeran á secar los manantiales
de donde extraian sus recursos para perturbar, aquellos encu-
biertos instigadores de la lucha fratricida (15).


Entre las órdenes á que se referia el capitan general, cir-
culaba una que suponia haberse comunicado al gob3rna-
dor político de la Habana ell.o de abril, la cual manda-
ba proceder inmediatamente y sin levantar mano contra
diez y seis individuos que figuraban alIado de aquella Junta,
y efectuar el embargo de todos los bienes que poseyeran ó
hubiesen poseido en la isla, mientras no quedase «justificado,
»respecto de estos últimos, haberse cumplido escrupulosa-
»mente cuantos requisitos establecian las leyes para el tras-
»paso de dominio» (16).


Esta órden, que aparecia expedida con anterioridad á la
fecha en que el Consejo de administracion debió de emitir
el informe que produjo el acuerdo sobre los embargos, se dic-
tó sin duda en tal forma para anular las ventas simuladas;
pues ya de público se decia que el ex-concejal D. Antonio
Fernandez Bramosio habia traspasado á la casa neo-yorkina
de Mosses, Taylor y compaüía todas las fincas, censos
y derechos que poseia en la isla. Y que esta era la idea se
confirmó en otra órden, fechada tambien el dia primero,
y publicada en la GA.CETA del dia 16, dirigida á precaver
que las personas comprendidas en las órdenes de embar-
go de bienes, celebraran con la garantía de éstos parecidos
contratos al que se atribuia á Bramosio (17). Cumpliendo el
gQbernador de la Habana las órdenes de la fmperioridad,
dispuso, con la misma fecha de 1.0 de abril, que cuantos
poseyeran cantidades, efectos ó valores de cualquiera cla-
se pertenecientes á sujetos embargados, dieran inmediata-


".




CAPÍTULO VIII 371


mente cuenta al gobierno político, si querian evitar las res-
ponsabilidades que en caso contrario, y por las ocultaciones ó
medios que usaran para eludir el cumplimiento' del manda-
to, pudieran sobrevenir les. Prohibió terminantemente com-


o prar, vender, pagar, trasferir, ceder y hacer cualquier otra
operacion que afectase ó pudiera referirse á la propiedad de los
bienes intervenidos; y comprendió á los infractores en lo
dispuesto sobre delitos de infidencia en el decreto de 13 de
febrero anterior, que les sujetaba á la accion de los consejos
de guerra (18). '


Desde el momento en que estas disposiciones salieron á luz,
se tocó la necesidad de crear ó designar un centro ó comision
que entendiese en todo lo relativo á los embargos, En conse-
cuencia se acordó el decreto de 16 del mismo que fué firmado
al dia siguiente, creando el Consejo administrativo de los
bienes embargados y nombrando las pen;onas que habian de
constituirlo.


Disponia aquel decreto de creacion que el consejo, esta-
blecido en la Habana bajo la presidencia del gobernador local,
se compondria de tres vocales de la clase de individuos de su
ayuntamiento, tres de la de propietarios y hacendados, tres
de la de comerciantes, de un jefe de Hacienda y un secretario,
que seria el del gobierno político, y sus oficinas de las perso-
nas que el gobernador considerase suficientes: que la corpo-
racíon desempeñaria gratuitamente sus cargos; y que su pre-
sidente dispondria de los fondos que se recaudasen por
consecuencia de los embargos, conservándolos depositados
en la tesorería central de Hacienda, y tendria facultades reso-
lutivas en todos los asuntos de que el consejo se ocupase;
elevando solo á la primera autoridad las cuestiones dudosas,
en la interpretacion del decreto del dia primero, y las de
carácter contencioso y puramente legal que exigieran resol-
verse por los tribunales. Disponia tambien que los tenien-
tes gobernadores acatasen y ejecutaran las órdenes de este
presidente; que le remitieran cuantos datos adquiriesen en
sus respectivas jurisdicciones acerca de los bienes embarga-
dos ó de los que en lo sucesivo se embargaren, y que por su




372 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


conducto hicieran entrega de estos bienes al mismo consejo
con los inventarios, escrituras y todos los documentos públi-
cos que adquirieran ó consideras:m necesarios (19).


En la designacion de las personas que debian constituir el
Consejo de embargos no faltaron dudas y vacilaciones. En-
tre los intransigentes predominaba la idea de que recayeran
los nombramientos solo en individuos del elemento peninsu-
lar; pero despues de meditarlo mejor y de reconocer la con-
veniencia de incluir en la plantilla algunos hijos del país que,
con su presencia é interviniendo en la administracion de las
fortunas de sus paisanos, disiparan las sospechas y murmu-
raciones públicas que pudieran resultar del exclusivismo de
nacimiento, se decidió al fin elegir por mitad entre peninsu-
lare., y cubanos á diez buenos españoles (20).


Hechos los nombramientos y planteados los trabajos pre-
liminares, empezaron los de aplicacion, celebrándose el lunes
19 de abril la primera junta, por el llamado desde entónces
CONSEJO ADMINISTRATIVO DE BIENES EMBARGADOS, Y no de con-
fiscaciones 6 secuestros como una parte de la opinion preten-
dia conseguir.


Al siguiente dia 20, publicó la GACETA otra circular del
general Dulce, a los gobernadores y tenientes gobernadores,
aclarando el decreto del dia 1.0 y disponiendo q ne las mínu tas
de todos los contratos de venta de bienes raíces ó semovientes
se presentasen á la revision de la autoridad gubernativa local
antes de llemrseáefecto, con el fin de impedir que los indivi-
duos comprometidos en la insurreccion, excepto los amnistia-
dos 6 indultados, traspasasen á otras manos sus bienes, accio-
nes 6 derechos. Mandó por lo tanto el general, que en las se-
cretarías de los gobiernos se abriesen registros para anotar
todos los contratos, en la furma que el decreto indicaba, y que
de cuantas autorizaciones de venta se concediesen, así como
de todas las negociaciones que se suspendieran por pertenecer
al bando insurrecto alguna de las partes contratantes, se die-
se noticia al presidente del Consejo administrativo, á quien se
le habia ya encomendado este servicio como autoridad local,
en comunicacion del 17 expedida purla primera de la isla (21).




CAPÍTULO VIII 373


En la misma fecha del 20 de abril se comunicó otra circu-
lar, á los delegados gubernativos en las jurisdicciones, esta-
bleciendo la jurisprudencia que debia seguirse en todos los
asuntos relativos á bienes embargados; en cuyo primer ar-
ticulo, y refiriéndose á lo dispuesto en la del 15, se compren-
dian en la penalidad á todos los que hubiesen tomado parte
en la insurreccion dentro 6 fuera de la isla, 6 que la hubiesen
auxiliado con armas, municiones, dinero y artículos de sub-
sistencia (22).


Esto di6 lugar á varias interpretaciones, que el teniente
gobernador de Sagua la Grande y los de otros puntos descu-
brieron luego, embargando por sí, y sin prévio decreto del go-
bernador superior, los bienes de muchos sujetos ausentes de
sus respectivas localidades, por suponerles en las filas insur-
rectas ó por haber sido deportados á Fernando Póo. Entre
aquellos gobernantes, creyó prudente el de San Cristóbal,
ántes de aplicar una torcida interpretacion, consultar á la
primera autoridad si debían comprenderile en la eircular
los procesados por delitos de infidencia y los deportados al
golfo de Guinea; y ménos discreto el de Sagua la Grande,
expidi6 por el contrario en 23 de abril órdenes de embargo
respecto de los bienes que en Oeja de Pablo, Rando Veloz,
8ier'l'a M"o'l'ena, Oalabaza'l' y 8anto J)omingo tenian dichos
deportados, y empezó por su cuenta á disponer de aquellos
bienes (23).


Al conocer el capitan general tan peregrinas interpreta-
ciones, ordenó á aquellos celosos funcionarios que se abstu-
viesen en lo sucesivo de proceder contra personas distintas de
las que aparecieran en los decretos de embargo, que la GACE-
TA publicase; y con el fin de desvanecer otras dudas, expidió
la circular del 22, manifestándoles. que si las órdenes en que
se mandaba proceder á ciertos embargos, comprendian indivi-
duos del mismo nombre y apellido de otras personas residen-
tes en sus domicilios de la isla, se entendiera que tales órde-
nes solo podian referirse á los que estaban á la sazon ausen-
tes de sus casas. Para mayor claridad, como para prevenir
abusos, determinó Dulce en otra órden del 11 de mayo, que




374 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


cuantas disposiciones habia dictado ó dictare sobre el PaT-
ticular no debian aplicarse á las personas que estuvieran su-
friendo castigo, cual los deportados á Fernando Póo, ni á los
presos gubernativamente ó que se hallasen sujetQs á la ac-
cion de los tribunales (24).


Los motivo:; que dieron lugar á la publicacion de esta.s
aclaraciones, nO fueron otros sino los atropellos ejecutados, por
exceso de celo ó falta de inteligencia, por ciertas autoridades
subalternas encargadas de interpretar las disposiciones su-
periores. Las lamentables indiscrecKmes de tales funcionarios,
fueron á la vez causa de que los más tímidos, entre los muchos
atropellados, se apresuraran á abandonar la isla; presencián-
dos e entónces el espectáculo de una emigracion tan considera-
ble y vertiginosa, que hubo dias en que se disputaron los pasa-
jes con violencias, y se llenaron hasta las bodegas de los nume-
rosos buques que salían de la Habana, con rumbo á los puer-
tos del prúximo continente, ó de las islas vecinas de dominio
extranj ero. De todos los puntos de Cuba acudieron presurosos á
la capital los fugitivos; no siendo aventurado calcula~ que
en aquel puerto se embarcaron mensualmente de dos á tres
mil familias, de más de cinco individuos cada una, en el
tíempo trascurrido desde febrero á setiembre de 1869; y pu-
diendo asegurarse que más de cien mil habitantes, ó sea la
dozava parte de la poblacion, abandonaron en aquel período
sus hogares para vivir fuera de la isla (25).


Aquellos emigrantes desembarcaban generalmente en las
poblaciones de los puertos extranjeros, donde los buques ha-
cían su primera escala. Agrupados allí, inquietos por afini-
dad con los comprometidos en la insurreccion que les habían
precedido, y disgustados por la escasez de recursos y la falta
de comodidades, promovían á menudo conflictos- que hacian
necesaria la intervencÍon de nuestros cónsules. Estos comu-
nicaban en consecuencia al capitan general de Cuba, los su-
cesos á que daba lugar la exasperada situacion de los fugiti-
vos, y la primera autoridad de la isla respondia de ordina-
rio á tales comunicaciones, mandando embargar los bienes
de los que las motivaban. De aquí las reclamaciones que mu-




CAPÍTULO VIII 375


Ch08 de ellos presentaron despues, haciendo protestas de
amor á Espaffa y explicando los pavorosos motivos de su
fuga, y de aquí tambien la necesidad en que se vieron los
gobernadores superiores de anular algunos de los decretos
expedidos.


No fué este el medio único que aquellas autoridades utili-
zaron para aumentar el nomero de los embargados, pues
cuando tuvieron la desgracia de mostrarse débiles en acceder
á las absurdas exigencias de 109 recelosos, hasta se prest!lran
á servir p-J.sionéS vulgares, si no instintós criminales. Cierta-
mente que la responsabilidad no era toda suya, correspon-
diéndoles la mayór parte á los gobernadol'es, tenientes go-
bernadores y otros delegados gubernativos de menor signifi-
caeíon, que iniciaban, si bien con arreglo á las órdenes vi- ~
gentes, numerosos expedientes de embargo. Pero el capitan
general hubiera podido averiguar que los datos en que se
fundaban no siempre eran ciertos, y por el contrario aproba-
ba desde luego las propuestas, por no divorciarse sin duda
de una parte de la opinion, que por medio de ciertos periódicos
le avisaba préviamente las resoluciones que procedían en de-
terminados casos. Mas si -á veces para décretar un embargo
fué suficiente una simple comunicacion elaborada por indica-
ciones perversas, y fundada en hechos imaginarios ó injustifi-
eables; si secretamente se sabia que en ciertas ocasiones una
denuncia de los deudores contra personas acomodadas, un
anónimo dictado por el espíritu de venganza 6 para indispo-
ner á señaladas familias, fueron motivos bastantes para sor-
prender y explotarse la credulidad de los gobernadores, por
aquellos que al propio tiempo querian imponerse á éstos, la
culpa no debia atribuirse al obligado, sino á la fuerza que
oprimia á los que por ley tenian la mision de contenerla. Aun-
que más bien debian imputarse tales irregularidades á la ao-
cion de las circunstancias; que á los defensores de España les
tenian intranquilos y desasosegados por la ruina en sus ha-
ciendas, que cada dia iba en aumento, y á los gobernantes
sujetos á sufrir las consecuencias de semejante situacion (26).


Obligado tambien el poder ejecutivo nacional por las mis-




376 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


mas circunstancias, aprobó las medidas dictadas por Dulce;
pues queriendo la mayoria de sus individuos que éste saliera
airoso en su gobernacion, á ninguna de sus prl)pUestas dejaba
de acceder. En un telégrama del 21 de abril autorizó el gobier-
no á aquel capitan general para secuestrar los bienes de los in-
surrectos y sus cómplices, y aplicar los productos á los gastos
de la guerra. Y ampliando el ministro de Ultramar aquella
autorizacion, y atendiendo á la gravedad de la medida, decia
en carta oficial del dia 28, que el mismo resultado podria obte-
nerse aplicando en vez del secuestro el embargo, como conse-
cuencia de todo procedimiento, á los cómplices de los insur-
rectos; pero que dejaba al capitan general con entera libertad
de accion, y le confirmaba en la absoluta confianza que del
gobierno disponia, para proceder como mejor conviniese á la
defensa de la integridad nacional (27).


Prueba era esta de lo poco explícito que, siguiendo su sis-
tema, estuvo entónces Dulce con la metrópoli, cuando decre-
taba embargos y hacia comprender que se referia á secues-
tros; y señal cierta era tambien de que por aquel camino no
podia dirigirse á buena parte, pues cuando los gobernantes
faltan á la sinceridad en épocas difíciles y de peligro, no sue-
len generalmente recoger otro fruto sino el muy amargo que
los pueblos destinan á los defraudadores de sus esperanzas.
Cercenando Dulce la verdad al gobierno, contribuia más que
nadie á aflojar los lazos de union entre éste y los buenos es-
pañoles de Cuba; quienes si alguna vez tenian ocasion de
agradecer á la primera autoridad que inclinase su política á
las aspiraciones de los buenos, en otras muchas encontraban
éstos motivos, cual se ha visto, para apreciar como sospecho-
sas sus incompletas soluciones gubernativas. Por eso hasta
los tan solicitados embargos dejaron á poco de satisfacer al
público, quizás por emanar de un gobernante cuya continua-
cíon allí se iba ya ha.ciendo imposible.




CAPÍTULO VIII 377


IV.


Agriamente censurados fueron los actos que se acaban de
referir, no solo por los periódicos que 10.3 laborantes é insur-
rectos tenian y aún tienen á su disposicion en los Estados-
Unidos, en la América latina, en Inglaterra, en Francia y
tambien en España (28), sino por varios publicistas que, ha-
ciendo abstraccion en los hechos de Cuba de las circunstan-
cias que los provocaban, ponian únicamente de relieve las
exageraciones de su guerra, por ser quizás las últimas que
les causaban impresion; y á la vez omitian considerarlas
corno accidentes propios de todos los pueblos que sufren igua-
les contratiempos: no parándose á meditar que aunque la
grande Antilla tenia ejemplos recientes de intransigencias
hasta inverosímiles en la vecina Union americana, ni quiso
imitarlos, ni dar al mundo el espectáculo de los absurdos que
mnto abundaron en aquella sangrienta lucha.


A tal número ascendieron éstas, que ni aglomerando á lo
ocurrido en Cuba lo que dispusierón las supremas juntas de
Sevilla y Cádiz en 1808 y 1809, Y la regencia del reino y
las Córtes generales, desde 1810 hasta que terminaron su
mandato; ni añadiendo además lo ordenado por Fernando VII
respecto de los diputados y personas que intervinieron en su
traslacíon á Cádiz, y lo dispuesto por la reina gobernadora
acerca de los facciosos y partidarios del Pretendiente. don
Cárlos; ni aumentando áun en muchos tantos las violencias
que en aquellas ocasiones se cometieron, y todos los atrope-
llos, inseparables de las luchas internacionales y civiles; con
todo esto aún podian considerarse como muy insignificantes
los actos de rigor de los españolas, al lado de los que dieron
á conocer al mundo el carácter anglo-americano, en la última
guerra sostenida entre los federales del Norte y los confede-
rados del Sur de los Estados-Unidos. Y es que al pueblo es-




378 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


pañol, de natural generoso, rara vez las pasiones políticas le
han arrastrado al extremo de ensañarse con los vencidos.


Muy distinta es la condicion de aquellos yankees que, á
semejanza é imitacion de sus padres los ingleses, mientras
predican las más amplias libertades y se entrometen en todas
las naciones hasta para imponerse, si en ello alcanzan prove-
cho, conservan en sus instituciones absurdos é irritantes pri-
vilegios y ma.! encubiertos absolutismos. La diferencia en:tre
la predicacioo y sus prácticas políticas, la demostraron paten~
temen té en los actos legislativos y en los hechos repugnanrtes
que se realizaron durante su sangrienta guerra civil.


Aquellos soberbios republicanos, que con tal dureza han
censurado y censuran las medidas adoptadas por el gobierno
español para someter á los insurrectos de Cuba, no son otros
sino los que en su Parlamento elaboraron la dura ley, no muy
propia de los paises libres, sancionada por el presidente
Abraham Lincoln en 17 de julio de 1862.


Fundado aquel enérgico mandato en el derecho de defensa
que los poderes consti!uidos han usado en todo tiempo, aun-
que prescindiendo en él de las consideracion~s tan propias
entre individuoR de una misma nacionalidad, disponia que
toda persona que cometiere el crímen de traicion contra los
Estados-Unidos fuese castigada, ó con la pena de muerte y
la pérdida de los esclavos que tuviere, los cuales se declara-
rian libres, ó, á juicio de los tribunales, con el encierro
por no ménos de cinco años y la multa que no bajaria de diez
mil duros. Esta debia satisfacerse con otros bienes distintos
de los que representaban los esclavos, que en todo caso se de"-
clararian libres; prohibiéndose al efecto toda venta ó trasmi-
sion de dominio en las propiedades del infidente sujeto á la
ley. ¿Eran estas penas más suaves que las impuestas en Cuba
á los enemigos de nuestra nacionalidad'?


Disponia tambien aquella ley que cuantos auxiliaran yes-
tuviesen en connivencia con los disidentes, fueran condenados
á una prision que no excederia de diez años, y á la liberacÍon
de sus esclavos; que á los que en este caso se encontrasen se
les considerara incapacitados para siempre é inhabilitados




CAPÍTULO VIII 379


para ejercer cargo alguno en los Estados-Unidos; y que el pre-
sidente de la república quedaba autorizado para apoderarse
de los bienes, fondos públicos, créditos y cuanto perteneciera
á los que tomasen parte en la causa de los confederados, ya
como oficiales del ejército y armada, ya en el concepto de
funcionarios de los Estados separatistas y miembros de sus
Cámaras, 6 ya de los que como particulares les auxiliasen; cu-
y@s bienes los aplicaria a.lsostenimiento del ejército federal,
así que los tribunales autorizados al efecto procedieran á su
venta.


y finalmente, establecia aquel decreto las reglas sobre
la liberacion y d-estino de los negros procedentes de los
plantadores del Sllr, autorizando tambien al presidente para
que utilizase de estos los que estimare necesarios en provecho
del bien público, y para que concediera los indultos y amnis-
tías que tuviese por conveniente (29).


Tales prescripciones, usadas como puntos de comparacion,
serian suficientes para demostrar en cuánto excedieron los
grauos del rigor empleado en los Estados-Unidos, al que apli-
caron las autoridarles de la isla de Cuba para contener á los
enemigos de la integridad nacional; y si áun no se creyera
esto bastante, podrian cit-arse algunos actos del ejército fede--
ra.l, en que aparece muy de relieve el ca'l'áoter de intransigen-
cia y hasta de ferocidad que distinguió á aqMella gigantesca
lucha. Basta citar, como ejemplo, el Códigro de instrucciones
para los ejércitos norte-americanos en campaña, en cuyo ar-
tículo 157 se disponia, que á los ciudadanos de los Estados-
Unidos que se opusieran á mano armada, ó sin armas, á los
movimientos legales de las tropas naclonales, se les conside-
rase como en eg,tado de guerra contra el gobierno federal;
declarándoles por consecuencia culpables del delito de traicion
y sujetos á. la pena de muerte. En otros artículos del mismo
Oódigo, se negaba á.losconfedera;dos prisioneros la palabra de
honor, y no se consideraba á. 10s que luchaban comprendidos
en las leyes de la guerra, faltando á todos los principios y á
todas las prácticas de los pueblos civilitados. ¿Se han dicta-
do parecidas disposiciones en la isla de Cuba'?




380 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


Pues si notables fueron estos grandes absurdos autorizados
por los poderes públicos, no llamaron ménos la atencion en-
tónces los excesos cometidos por los habitantes de aquella re-
pública, con los sospechosos de desafeccion al gobierno fede-
ral; excesos jamás comparables con los que se atribuyen al
elemento leal á España en la grande Antilla, y á los volunta-
rios que la prensa yankee ha tratado de denigrar. Con re-
ferir algunos de los muchos hechos que cita el ilustrado es-
critor Mr. Moore, en su obra relativa á la guerra entre el
Norte y el Sur de la Union americana, se comprobarán ple-
namente estas afirmaciones.


Juzga dicho escritor aquella titánica lucha, diciendo «que
>>Duestro siglo no ha presenciado una sola guerra en que los
>msos de los pueblos civilizados, y las leyes más vulgares
»de la humanidad, hayan sido violadas tan por completo y
»con más frecuencia que en la que desoló parte de la gran
»república.» Allí se presenciaron verdaderos extravíos de in-
dignacion popular, disposiciones violentas del poder, confis-
cacion de propiedades para satisfacer la saña política, des-
tierros sin formacion de causa, destruccion de villas y ca-
seríos, supresion de periódicos por mostrar simpatías en fa-
vor de la paz, atropellamiento de ciudadanos por sospecho-
sos, y hasta prision de las mujeres que, creyendo en la impu-
nidad de su sexo, no se recataban de expresar ciertas simpa-
tías que ningun país del mundo, ni ninguna raza humana,
ha considerado jamás como delitos.


Grande es el número de los atropellos de esta clase que re-
fiere aquel publicista y compilador de todo lo ocurrido en
tan sangrienta lucha, algunos de ellos tan repugnantes, que
se prestan á la duda y no serian creidos á no estar compro-
bados por todos los periódicos de la época.


Dice MI'. Moore respecto de la retencion de bienes, que
ya en setiembre de 1861 se confiscaron los de Roberto Taylor,
solo por habérsele acusado de ser enemigo de la república;
y que al siguiente mes de octubre decretó la Convencion del
Estado de Missouri, el secuestro de cuanto perteneciera á los
rebeldes ó á los simpatizadores de éstos; apropiándose el pro-




CAPÍTULO VIII 381


dueto de su hacienda para resarcir á los que sufrieran pér-
didas por sostener la causa nacional. En el mismo octu-
bre una órden expedida por el presidente Linco1n en Was-
hi.ngton, mandaba al marshal apoderarse de los bienes de
William Shields, por mantener correspondencia con los re-
beldes: el 20 de noviembre se incautaba el gobierno del hotel


,de Mr. Miller en Baltimore, con todas sus pertenencias, por
sospecharse que desde aquel establecimiento público, no sus
propietarios, sino los empleados y huéspedes, se correspon-
dían tambien con los separatistas; yen 30 del mismo mes, el
ayudante general Thomas enviaba instrucciones al general
Sherman, que se hallaba en Beaufort (Carolina del Sur), para
que se apoderase de todas las cosechas y las remitiese á
Nueva-York donde se vendieron en provecho del gobierno
federal.


No fueron menores q1le las arbitrariedades sobre la propie-
dad los atropellos que por los del Norte se cometieron. El
general Halleck, por ejemplo, dispuso, en San Luis, que no se
tratara como prisioneros á los que se aprehendieran cerca de
las filas rebeldes, sino que fuesen fusilados sin otra averigua-
cion; y mandó que los Prevast marshals de aquel punto, re-
cogiesen las familias de los partidarios unionistas ó federales
y las alojaseu en las Casas de los confederados ó adeptos de
los rebeldes, obligando á sus dueños á que las mantuviesen.


En todas partes se prendieron como sospechosos, vktimas
de denuncias, ciudadanos á quienes por considerarles simpa-
tizadores de los separatistas, se les sujetaba á las terribles
leyes decretadas por las Cámaras. Tal lo fué WilliamS.
Johnston, sobrino de un general, por habérsele encontrado
en su baul un mapa del confederado Estado de Virginia; y
del mismo modo se trató á los abogados que daban cuenta
de sus negocios á los clientes del Sur, á los periodistas que
en bien de la Union censuraban los movimientos militares ó
predicaban la paz, y á los impresores y editores; entre los
cuales al desdichado Ambrose L. Kimball, habitante en He-
ber Bíll, poblacion del Massachusets, se le sacó de su casa en
21 de ago.sto de 1861, y cubierto de alquitran y plumas se le




382 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


paseó por la villa, montado en una barra de hierro, infi-
riéndole mil ultrajes y obligándole por fin á jurar de rodi-
llas, en medio de la calle, .que jamás admitiria escritos
contra el Norte, aunque fuesen pidiendo la terminaCÍon de la
guerra.


Cuando tal se hacia no debía extrañarse que hubiese im-
prentas saqueadas y destruidas por el pueblo desbordado;
que se suprimiesen los periódicos .J)ay Book, lJaily Nems,
Ohristian Observer, .Tiffersonian y otros; que doctores, ma-
gistrados y miembros de legislatura fuesen presos por sospe-
chas gratuitas; y hasta que abundasen las luchas yasesina-
tos, como los del Connecticut con motivo de haber enarbolado
unos ciudadanos la bandera de la paz, y que se repitiesen en
Indianópolis, Scooba, Massachusets y otros puntos, escanda-
losos excesos producidos por la exaltacion patriótica. Tal fué
el que se usó con el vecino de Saraton en Pensilvania, William
Halsey, á quien por sospecharse que simpatizaba con los di-
sidentes, se le puso en la dura alternativa de abandonar la
poblacion en el término de tres horas, ó salir de ella monta-
do como Kimball en una barra. de hierro.


No fueron las mujeres tratadas con más consideracion que
los hombres, cuando se las acusaba de espionaje ó de sostener
correspondencia con los que militaban en las filas confedera-
das, llegando el general Butler al extremo de considerar co·-
IDO á una mujer pública á toda señora que insultase con pa-
labras, gestos ó de otro modo cualquiera á lo" soldados de la
UnÍon (30). Del pneblo que tan tristes hechos legó á la his-
toria, no podia esperarse otra cosa que lo que hizo con la se-
ñora Surratt, viuda de cuarenta y cinco alios, cat61iea y de
irreprensibles costumbres, la cllal murió en la horca, porque
sorprendidaó fanatizada por el c6mico Booth, permitió a este
que celebrase en su casa conciliábulos y guardase allí las
armas que sirvieron luego para asesinar á Lincoln.


¿Se ha llevado en la isla de Cuba á tal grado de exaltacion
la intransigencia de los partidos~ Digalo la esposa del mismo
jefe insurrecto D. Cárlos Manuel de CéspeJes, á la que, guar-
dándole desde que fué aprisionada todas las consideraciones




CAPÍTULO VIII 383


que su sexo merecia, se la embarcó para los Estados- Unidos,
sin que tuviera que quejarse del trato de los españoles (31).


Tampoco los extranjeros, yankees en su mayoría, que han
tratado de inmiscuirse en los asuntos de la guerra cubana, y
hasta han servido de emisarios á los insurrectos, pueden cali-
ficar de arbitraria la conducta con ellos seguida por los dele-
gados de España, que se cont~ntaron en ocasiones con expul-
sarlos de la isla, y si les sujetaban á la accion de las leyes,
cuando los creían delincuentes, era sin atropellarles injusti-
ficadamente. En cambio, segun el citado Mr. Moore, á un
extranjero, á quien durante la guerra entre el Norte yelSUl',
se le pidió el quie1¿ 'tJive en las líneas avanzadas de los fede-
rales, porque no supo responder y á pesar de haber probado
que no sabia inglés, se le mandó fusilar; diciendo luego con
irritante cinismo los periódicos exagerados, que ya adquiriria
d conocimiento del lenguaje así que se le fusilara.


Las autoridades españolas en Ouba, han escuchado y at~n­
dido siempre cuantas observaciones, aunque imprudentes al-
guna vez, se han permitido los que allí representan oficial-
mente á pueblos amigos; yen la república modelo, al protestar
los cónsules que residian en NuevaOrleans contra las disposi-
done;:; militares yactos, áun en tiempo de guerra poco huma-
nitarios, dictados por el general Butler, recibieron de este la
contestacion del 16 de junio de 1862, en la que les decia que
si á los representantes extranjeros no les gustaban las leyes
norte-americanas, expedito tenia n el camino para marchar-
se; pero que si en el ínterin faltaban á aquellas leyes, no espe-
rasen escapar sin el castigo que su trasgresion mereciera. jY
eso lo manifestaba tambien al cónsul espaITol, al representan-
te de la nacíon que firmó el tratado del mes de octubre de
1795, todavía en vigor, con la república á la que tanto apo-
yó para que afirmase su existencia independiente! Pues los
compañeros de aquel general, constituidos luego en poder, son
los que más se han entrometido y entrometen en los asuntos
de nuestras Antillas.


¿Pueden por tanto censurar decorosamente los Estados-
Unidos la política que emplea 'nos en Ouba para dominar la




384 Lh.S l.NSURRBCCIONBS BN CllBA.


insurreccion? El gobierno español, excediéndose en bene-
volencia, concedió á los insurrectos, para atraerles y apartar-
los del mal camino, toda clase de libertades; y el norte-ame-
ricano puso en accion todos sus violentos recursos, para ex-
terminar á los confederados, desde que estos cometieron sus
primeros actos agresivos. Cuando el gobierno español vió'
que eran ineficaces los medios de persuasion, decretó el embar-
go de los bienes de aquellos que al halago respondían ha-
ciendo declaraciones de ódio eterno á los hijos de España; el
embargo únicamente y no el secuestro ó la confiscacion em-
pleada desde un principio por el gobierno de la Union; pues
al gobierno español no le inspiraron su política vulgares pa-
siones, ni la desarrolló por satisfacer rencores, sino para pri-
var al enemigo del instrumento con que le dañaba, y para
afianzar la lealtad, presentando á los defensores de la patria
aquella garantía para indemnizarles de los perj uicios sufri-
dos por la guerra; indemnizacion que al cabo nadie ha reci-
bido. España, por fin, embargó aquellos bienes ,á la manera
que se retiene el arma del asesino ó las prensas y troqueles
del monedero falso, para impedir que con ellos se cometieran
nuevos crímenes, y no como el que, abusando de su fuerza,
despoja violentamente al indefenso.


¿No eran los bienes y sus productos los instrumentos de
que se valian, los insurrectos en el camp::> y los laborantes en
el extranjero, para hacer armamentos, aumentar las propor-
ciones de la guerra, y tener la isla en constante perturba-
cion? Así lo consideraron los mismos norte-americanos al de-
cretar sus confiscaciones en aquella contienda civil, y así se
ha comprendido recientemente en la misma Europa, al dis-
poner el gobierno prusiano el secuestro de los bienes per-
tenecientes á los habitantes de la anexada Alsacia, que se
mostrasen adictos á la dominacion france::;a. Además, nues-
tro CMigo dispone que todo el que cause daño responda con
sus bienes, y esta responsabilidad no la puede perdonar el
gobierno cuando el mal causado perjudica á terceras perso-
nas; y siendo tantos los particulares que le recibían por los
atropellos de los insurrectos, natural, lógico, indispensable




CAPÍTULO VIII 385


era que la autoridad española defendiese á sus gobernados
de tales adversarios.


En vista de nuestro proceder y del empleado por los que
tan gratuitas censuras nos han dirigido, puede juzgarse de
parte de quién está la razon, y toda la que asiste al represen-
tante de la gran república americana, cuando con un carác-
ter humanitario que tiene poco de sério, reclama en favor de
los asesinos de nuestros hermanos y de los destructores de
sus haciendas, una proteccion que los Estados del Norte estu-
vieron muy lejos de dispensar á los confederados del Sur.
¡Verdad es que tales reclamaciones se oyen por carecer ya
nuestra desquiciada patria de hombres políticos, de aquellos
que tenian energía bastante para disponer que ciertos diplo-
máticos devolviesen, por si mismos, las notas iuconvenientes
á los gobiernos que representaban!


TOMO TI 25






CAPÍTULO IX.


1. Efecto que produjo el embargo de bienes á los disidentes.-Cal-
mil. de la excitacion popular á la llegada de refuerzos militares.-
Recibimiento de los voluntarios catalanes.-Presentaciones de
familias insurrectas.-Trabajos insidiosos de los laborantes.-
Nuevas torpezas gubernativas.-Condueta de Espinar.-Actitud
del segundo batallon de voluntarios.-Otros motivos de exeita-
cion.-Organizacion política de los insurrectos.-Disposiciones
del gobierno de Madrid mal recibidas en Cuba.-Viaje de Dulce á
Matanzas.


11. La opinion ante los actos de la primera autoridad.-Impresos
clandestinos condenando la política de Dulee.-Nuevos motivos
para el disgusto púlJlico.-Extraccion de la Cabaña de los dete-
nidos en el paHebot Galoaníe.-Contlicto consiguiente.-Preli-
minares de la deposicion de DCllce.-Reuniones de los altos fun-
cionarios de la isla.-Sus conferencias con el capitan general.-
Renuncia este su eargo.-Efecto en la opinion.-Internpestivas
medirlas de rigor.-Llegada á la Habana del general Pelaez.-
Conflicto conjurado.-Flaqueza del principio de autoridad.


IIl. Ocurrencias en la Habana la noche dell.° y mañana do12 de
junio de 1869.-EI coronel Modet.-D. Domingo Dulce ante el
peligro.-Conducta oe las autorida1es, jefes militares y volunta-
rios de la capital.-Deposicion de Dulce.-Comparaclnn entre la
de éste y la de Iturrigaray.-Manifiesto de los voluntarios.


IV. Mando interino del general Espinar.-Embarco de Dulce.-
Intervencion de ciertos elementos en el gobierno.-Actitud de la
prensa periÓdica.-Deposicion de autoridades en otras poblacio-
nes.-Trabajos de conciliacion y actos gubernativos.-Llulla.-
Primera manifestac!on pública del CASINO ESPAÑOL DE LA HABA-
NA.-Prision de los miembros de la Junta de Nue.¡a- York.-
Triunfos de nuestras tropas.-El general Buceta.-Los volunta-
rios dejan de prestar servicio en las fortalezas.-Fin de la interi-
nidad.


1.


Grandemente impresionó á la opinion pública el embargo
de bienes á los insurrectos, y debiera haber producido efec-
to bastante para dirimir las cuestiones que existían entre la




388 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


primera autoridad y sus gobernados, y para borrar las des-
confianzas que muchos de ellos tenian en el general Dulce;
pero por las razones ya repetidas, no pudo tal resolucion
considerarse al cabo sino cual pasajero motivo de concordia,
ó como una tregua á las exigencias que en vez de disiparse
tomaron pronto nueva forma y mayores proporciones.


El 19 de abril verificó su primera sesion el CO"SEJO ADMI-
NISTRATIVO DE BIENES EMBARGADOS, Y en ella pudieron ver los
consejeros, lo que el público ya recelaba, que los asuntos de la
mayoría de los comprendidos en aquella pena estaban en
gran confusion y embrollo, y hacían por consiguiente muy
difícil disponer desde el primer momento, cual se esperaba,
de productos líquidos suficí8lltes para aliviar las cargas ex-
traordinarias que los buenos españoles sufrían á causa de la
guerra. Esto dió creces al disgusto público, á pesar de com-
prenderse y explicarse por todos que el embrollo en los nego-
cios de gran parte de los sujetos comprometidos en la insur-
reccion, procedia de los cuantiosos desembolsos hechos en fa-
vor de ésta, para cuyo efecto tuvÍ3ron que empeñarse con la
garantía de sus propiedades y adquirir fondos á onerosos pre-
mios, por proponerse quizás no pagarlos, de los comerciantes
peninsulares, á quienes sedujeron con fabulosas ganancias.


Aunque algo podia utilizarse, no obstante, para atender á
los gastos de la guerra, hizo aquella circunstancia que no
fuese la disposicion tan aplaudida como se esperaba, creyén-
dola poco radical los que para la salvacion de Cuba sólo te-
nian fé en las medidas de rigor, y no consideraban buena
política sino aquella que comprometiese á muchos en pl'Ó de
la cansa de España. Para conseguir esto y hacer más difícil
el triunfo de la insurreccion, proponian los que asi pensaban
que el embargo tomase carácter de secuestro, que los bie-
nes de los disidentes se vendieran en vez de administrarse, y
que se empezara desde luego á indemnizar á los que por de-
fender la integridad nacional sufrieran perjuicios notables
en su hacienda; en cuyo caso se hallaban aquellos comer-
ciantes, que habian adelantado fondos ó efectos de refaccÍon
á los que ya figuraban entre los enemigos de la patria.




CAPÍTULO IX 389


Ciertamente que el elemento español, que si no vencedor lle-
vaba hasta entónces la mejor parte en la contienda, debia
mirar por la seguridad de sus intereses al presente y en el
porvenir; y si se declaraba por la division entre muchos po-
seedores de los bienes del enemigo, era porque sabia bien que
administrándose oficialmente, con dificulta:! se evitaria que
alguna parte de los productos, dejando de ingresar en el Te-
soro, fl1ese á manos de los primitivos dueños, quienes, cada
vez más irreconciliables, los destinarian á la adq uisicion de ar-
mas y pertrechos de toda clase, y á avivar la propaganda en
el continente americano para dirigir expediciones que engro-
saran las filas de Céspedes.


La e~itacion con este motivo acrecida, en la capital prin-
cipalmente donde t0:10S los días se presenciaban acciones y
reacciones, segun el efecto que la última impresion producía,
tomó la forma de entusiasmo á la llegada de un batallo n de
Voluntarios catalanes, enviados á sn costo por la diputacion
provincial de Barcelona, que desembarcaron en la Habana el
mismo dia 19; pero volvió á manifestarse con sns ordinarios
recelos y desconfianzas al pasar el accidente que interrum-
pió su camino.


Festejos y aparato tan solemne, cual el desplegado en el
recibimiento de los catalanes por los buenos españoles de la
capital, no es fácil suponerse aquí, ni lo acostumbran las po-
blacio1l3s de España en sus más distinguidas fiestas naciona-
les. Desde el punto de desembarque hasta el cuartel de Ma-
dera, situado junto á la quinta de los Molinos, estuvieron en-
galanados todos los edificios uel tránsito con profusion de
banderas españolas, formando arcos y vistosos adornos, J
embellecidos por caprichosas combinaciones de luces durante
las noches, en los tres dias que duró la fiesta y la permanen-
cia en la Habana de aquellos gallardos hijos del Principado,
que llenos de amor patrio dejaban sus hogares para extermi-
nar á los fugitivos de la manigna. Gran revii;ta, presenciada
por el general Dulce; espléndidos banquetes á la oficialidad,
con asistencia de comisiones de los principales pueblos de la
isla; serenatas, funciones en el gran teatro de Tacan y en el




390 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


de Albizu, corridas de toros, bailes y reuniones en los salo-
nes del Louvre, paseos, en los que los vítores y aplausos se
sucedian con prodigiosa prontitud; esa fué la carilíosa ova-
cion que el levantado espíritu patriótico del pueblo habanero
dedicó á los que con santa abnegacion iban á sufrir en Cuba
los rigol'es del clima y de la guerra, para conservar íntegro
el territorio de la patria. Los poetas cantaron á los valientes,
las autoridades se desvivieron con obsequios, los voluntarios
todos acariciaron á sus nuevos compañeros, que ya al tercer
dia, ganosos de pelear, dejaron la ciudad dirigiéndose á
Nuevitas para compartir las fatigas de la lucha con aquellos
de sus hermanos que operaban en el departamento Central.


El refnerzo de los catalanes que, unido á los des~mharca­
dos anteriormente, hacia ascender á lInos diez y ocho mil
combatientes el número de los enviados por el gobi(~rno de
la revolucion, desde noviembre del año anterior á fines de
abril (1); y la decision de la metrópoli á no dejarse vencer
por las armas de los insurrectos, amedrentó tanto á muchos
de los que se inclinaron á las filas de é,¡tos, cuando creyeron
indiscutible su triunfo, que bandas numer,)sas de familias
enteras se presentaron á nuestras tropas picliendo hospitali-
dad, al tiempo que los ménos comprometidos solicitaban in-
dulto. De los cabeci11as, unos huían y los q ne cr ~yeron que
para ellos no habiasalvacion, desesp~rados, multiplicaron sus
depredaciones, activando el levantamiento de los ne(Sros de
las fincas, extendiendo los incendios de los campJs da caua,
y mortificando en todas formas á los partiJarios del dominio
español.


Mas á pesar del decaimiento que se notó en las bandas in-
surrectas, al aumentarse rápidamente nuestras tropas con un
número que no podian suponer ni esperar del estado político
de la Península, y sin embargo de saberse todo est0 por los
buenos españoles, continuaban los de la capital siendo víc-
timas de las maquinaciones de los laborantes que, viendo en-
tónces su causa muy decaida, renovaban los motivos de exci-
tacion, dando alieato á los conflictos que siempre venian á
resultar en despr estigio de la autoridad española.




CAPÍTULO IX 391


Todos los medios, que no faltaban por desgracia, sabian
explotarlos con rara habilidad. Por las decisiones del consejo
de guerra reunido el 24 y el 25 de abril, para juzgar á los in-
fidentes Mendive, Cigarroa y D. Rafael Lanza, acusado éste
de haber disparado desde un carruaje su revólver contra el ge-
neral Espinar la noche de los sucesos de Villanueva, se enar-
decieron vivamente los ánimos, porque á Lanza le condenó el
consejo á diez años de cadena con retencion y no á la pena
mayor que creian se le debia aplicar. Afortunadamente
aquella disposicion de los más recelosos, que pudo ser origen
de grandes desgracias y que se relacionaba con lo ocurrido
el anterior dia 23, lograron conjurarla con prudencia y ener-
gía los jefes de voluntarios conteniendo á los más decididos,
que, si por el pronto se dejaron convencer, siguieron alimen-
tando la zozobra y la desconfianza que les inspiraba el pro-
ceder ambiguo de D. Domingo Dulce.


Expidió éste en dicho día 23, una órden para que se pusie-
ra en libertad al detenido político en la Oaóaña D. Beli-
sario Alvarez, que aparecia en su concepto irresponsa-
ble del delito de infidencia de que se le acusaba. Cuando
el jefe de la guardia fué á cumplimentar aquel mandato, un
cabo de voluntarios, instigado por algun malévolo ó por su
propio fanatismo, se opuso á que se diera libertad al preso y
alborotó á sus compañeros, asegurándoles que éste, sobrino de
Céspedes, era uno de los que, desde los primero:; momentos
de la insurreccion, más se habian distinguido en mortificar á
las familias españolas. Creyendo los voluntarios que hubiese
sido el general víctima de una sorpresa, se pusieron de parte
del cabo, y ni sus jefes y oficia.les, ni el goberna.dor de la for-
taleza, ni el mismo general Espinar, á quien comisionó Dul-
ce para que venciera las resistencias de la guardia, pudieron
conseguir nada de aquellos á quienes este mismo general, ex-
cesivamente blando entónces, les ofreció por fin, para calmar-
los y evitar otras demasías, aunque faltando á la obediencia
debida á la primera autoridad, que el preso continuaria en
Sil calabozo á pesar de la órden de excarceracion.


La fuerza que prestaba aquel dia el servicio de plaza, per-




392 . LAS INSURRECCIONES EN CUBA


teneciente al tercer batallon de voluntarios, verificó al in-
mediato su relevo sin oposicion ni alboroto, despues de im-
poner detalladamente á los que montaron la guardia de
cuanto habia ocurrido. Irritado D. Domingo Dulce contra
Espinar por su conducta complaciente, ó más bien por su
desobediencia punible, dejó pasar dos días y fué, vestido de
uniforme, á la fortaleza cuando la guarnecían los voluntarios
del segundo batallon, mandados por D. J ulian Zulueta, quien,
secundando los deseos expresados por el Capitan general en
la alocucion que les dirigió, obtuvo que aquellos consintieran
en que fuese el preso puesto en libertad. Los sistemáticos pro-
movedores de disgustos ó laborantes, que vieron en aquel
acto un triunfo del principio de gobierno, quisieron desvir-
tuarlo. y sirviéndose de su conocida y maquiavélica táctica de
dividir y extender las desconfianzas entre los buenos volunta-
rios y sus jefes, soltaron al efecto la especie de que habiendo
faltado el segundo batallan á los deberes del compañerismo,
contrariando la decision tomada por el tercero, debia disol-
verse y organizarse de nuevo. Consecuencia de estas voces
fueron las muestras de descontento que á la hora del relevo
se manifestaron, principalmente contra. el coronel del bata-
llan D. Julian Zulileta, las cuales consiguió acallar el coman-
dante segundo jefe D. José A. Cabarga, disuadiendo á los
más pertinaces y haciéndoles conocer cuán funesta seria en
aquellas circunstancias la desunion entre nnos y otros. Zu-
lueta, que por este motivo estuvo alejado bastantes dias del
mando de sus voluntarios, volvió á ponerse á su frente des-
pues de lisonjearles con algunas promesas.


Tras de aquella alarma, que pudo ocasionar sérios disgus-
tos, ocurrieron otras sin consecuencias de gran entidad afor-
tunadamente; pues los ánimos, siempre excitados, necesitaban
bien poco para revelar su estado de intranquilidad. La salida
á la mar de un buque, al mando del comandante general
D. José Malcampo, que fué aquellos dias en persecucion de
otro filibustero, que segun confidencias se dirigia desde las
costas de Méjico á las de la isla, se aprovechó como moti-
vo para aumentar la efervescencia; la reorganizacíon de la




CAPÍTULO IX 393


junta directiva de los ferro-carriles de la Habana acordada al
mismo tiempo, quizás con tanto carácter administrativo como
político, dió tambien creces á la agitacion; y hasta los actos
que ménos tenian de extraordinarios y que ménos se rela-
cionaban con la política, utilizáronse entónces para conmo-
ver á los más susceptibles. Esto respondia lógicamente tanto
como á la fatalidad de las circunstancias, á las torpezas gu-
bernativas de Dillce, quien con escaso tino pretendia enmen-
darlas, haciendo concesiones que ya solo servian para aumen-
tar las exigencias y S11 desprestigio como gobernante, y para
reducir el principio de obediencia, cada vez más quebrantado.
Ciertamente que en muchos casos, tan responsables como el
mismo general fueron algunos altos funcionarios, que no sa-
bían aconsejarle lo que convenia, cual se demostró á poco,
y con motivo de la excarceracion de presos políticos, en los
numerosos pasquines que se fijaron en los puntos más públi-
cos de la Habana, acúsando á los empleados que se suponian
más influyentes con el primer gobernante.


Al tiempo que vivia en estas alarmas el elemento español
de la grande Antilla, hacia circular el ~nsurrecto por los
Estados-Unidos, y aquella prensa publicaba, la organizacion
política, administrativa y económica que el titulado gobierno
de Oéspedes habia acordado despues de proclamar la Consti-
tucion de su república. Pero ni esto, ni las notas y escritos
que los insurrectos y la Junta de N ueva-York pasaron al
gobierno de Washington, sirvieron de gran peso á la sazon
para que la benevolencia de los Estados-Unidos se declarase
en favor de los enemigos de España. Solamente en Méjico,
pudieron obtener los agentes insurrectos que los delegados
del gobierno de J uarez, autorizasen en Veracruz una vergon-
zosa fiesta pública, en la que se paseó triunfante la bandera
cubana y se deprimió, arrastrándolo, el glorioso pabellon lle-
vado allí por Oortés con los principios civilizadores de la
Europa del siglo XVI.


Entre los documentos que aquellos dias se interceptaron al
cabecilla Fernando Oallejas, se encontró una comunicacion
emanada del .IJepartamento de la Guer1'a, en la Secretaria




394 LAS INSURRECCIONBS EN CUBA


de Estado del gobierno de Céspedes, la cual era un traslado
de la dirigida por el caudillo insurrecto á la JU:lTA GENERAL
REVOr.UCIONARIA DE LA HABANA, el 12 de marzo, y trascribia
los cambios hechos en la organizacion de la república de Cu-
ba, y varias de las instrucciones que los periódicos america-
nos habian ya dado 11 conocer.


Creyendo el abogado bayamés, en el mes de marzo de 1869
y ántes de ser confirmado en sus cargos por la Cámara del
Camagüey, que podia tomar en consideracion las promesas
que le hacían desde la Habana, los que formaban aquella
Junta revolucionaria, les dirigió dicha comunicacion y las
instrucciones relativas á la organizacion de la parte occiden-
tal de la isla. Segun estas, debia dividirse en tres distritos mi-
litares, cada uno al mando de un general jefe de operaciones,
el territorio comprendido desde los limites del Camagüey con
Sancti Spiritus hasta el cabo de San Antonio: el primero de
Trinidad, extendido hasta las jurisdicciones de Cien fuegos y
Colon; el segundo de la Habana, limitado á Occidente por las
de Guanajay y San Cristóbal, y el tercero de Pinar del Rio, que
tendria por término el expresado cabo de San Antonio. Par-
tiendo de esta organizacion, se designaba para cada uno de
los distritos un intendente de ejército y Hacienda, quien, como
los jefeS de operaciones, se entenderia con el comandante ge-
neral Cárlos Manuel de Céspedes y con la Junta central revo-
lucionaria de la Habana, y nombraria los administradores,
colectores, comisarios de guerra y proveedores con sujecion á
los correspondientes reglamentos. Se encarecía la organiza-
cion del ramo de correos, de la admínistracion judicial y mu-
nicipal y del ramo de policía, «observándose en todo, el siste-
»ma del extinguido gobierno espaííol, aunque interpretándo-
»10 en el sentido más liberal posible.» Y, concediéndole á la
Junta central grandes atribuciones para hacer nombramien-
tos mientras se reunia el Congreso republicano, se la hacia
entender que quedaban de hecho establecidas' todas las li-
bertades, compatibles con el estado de guerra en que la re-
pública se hallaba, y que cuantos empleos confiriera fuesen
meramente provisionales; sin imprimir carácter ní dar dere-




CAPÍTULO IX 385


cho á sueldo, hasta que el Congreso resolviera 10 conveniente.
Al ver Céspedes, mes y medio más tarde, lo ilusorias que


habian resultado las promesas de la Junta de la Habana, que
confiaba y no pudo al cabo sublevar en favor de la indepen-
dencia de Cuba todo su departamento Occidental, y al sentir
por el contrario los descalabros que, á pesar del levantamiento
de las Cinco Villas, sufrian sus adeptos á medida que llegaban
refuerzos de la Península, desistió del propósito de considerar
territorio de la república cubana aquel departamento, yanu-
ló su órden del mes de marzo por otra expedida el 4 de ma-
yo. Prescindiendo en ésta de la intervencion de la Junta de
la Habana, limitó sus instrucciones al distrito militar de
las Villas, para el cual nombró general en jefe de operacio-
nes á Villegas y jefes de division á Castillo Casanova, los
Cavadas, Hernandrz y Callejas, al declarar vi gen teR las demás
prescripciones administrativas dictadas anteriormente (2).


Estos actos de los insurrectos y las recientes órdenes sobre
incendio de fincas azucareras (3), no desconocidas al elemento
leal, irritaron doblemente la opinion española, que tan comba-
tida se encontraba ya por contrarias impresiones; unas naci-
das de su propia actitud, provocadas otras por la torpeza ú
optimismo del capitan general, ante los hechos de la insurrec-
cion y las maquinacicnes de los laóm'antes de dentro y fuera
de la isla, y más de una hija de la inexperiencia ó -de la mala
fé de algunos gobernantes peninsulares. De este último orÍ-
gen fué la causa á que se debió el malestar público de los pri-
meros dias de mayo.


Con ánsia se estaban esperando en la isla noticias de los
deportados á Fernando Póo, cuando el dia 6 llegó al puerto
de la Habana el vapor-correo de España con periódicos y la
numerosa correspondencia que se sigue entre la colonia y la
metrópoli. Por unos y otra se supo que influencias movidas
cerca del Poder ejecutivo, y en particular de su presidente el
general Serrano, habian conseguido que se expidiesen órdenes
disponiendo que el destino de aquellos deportados se traslada-
se á las Canarias ó las Baleares, y áun que fuesen á Madrid
algunos de los que más odiaba el elemento peninsular, por




396 LA.S INSURRECCIONES EN CUBA.


haber hecho público alarde de ser irreconciliables enemigos de
nuestra patria. Tales noticias exaltaron al más alto gra-
do el descontento de los leales, que tan poco corresp:mdi-
dos veian sus pr6positos por el gobierno nacional; pero aquel
gran disgusto vino á redundar al cabo en provecho de la po-
pularidad de Dulce, que con la desautorizacion del ministe-
rio se conquist6 simpatías, aunque pasajeras, hasta entre los
muy recelosos. Ciertamente que cuando más necesitaba forta-
lecerse la autoridad de aquel gobernante, para combatir con
éxito todos los elementos que trataban de debilitarla, debia
considerarse como muy impolítica, y lo era sin duda, la reso-
ludon ministerial que, contrariando la que autorizó las tras-
cendentales medidas de los consejos de guerra y la misma de-
portacion, desairaba al Capitan general, anulando el primer
acto político de importancia ejercido con beneplácito del ele-
mento español.


El mal efecto que produjo aquel indulto concedido á los
deportados, se aument6 notablemente al saberse pJr el mis-
mo correo, que accediendo el Gobierno supremo á las indica-
ciones de los partidos de la Península más simpáticos á los
laborantes, habia acordado la inmediata eleccion de diputa-
dos puerto-riqueños para las C6rtes constituyentes. Los ha-
bitantes de Cuba sabian que los de la inmediata Antilla es-
pañola no se encontraban en mejores condiciones políticas
que ellos, pues si en Puerto-Rico faltaba la guerra por no
haber concurrido las circunstancias que en Cuba la soste-
nian y alentaban, muchos hijos de aquella isla no eran gene-
ralmente mejores amigos de los españoles, ni su opinion res-
pecto de la metr6poli más favorable que la de los disidentes
cubanos. En uno como en otro punto se necesitaba á la sa-
zon robustecer el principio de autoridad, para dar fin con
tantos y tan tenaces enemigos, y en uno CDmo en otro punto
convenia no contrariar ni comprimir las generosas aspiracio-
nes de los que formaban la agrupacion española, ni estorbar
que continuasen haciendo en favor de la integridad nacional
los sacrificios que tanto renombre les han conquistado.


Aprovechando el general Dulce, en pro de su popularidad,




CAPÍTULO IX 397


el mal efecto que aquellas disposiciones del Gobierno central
produjeron en el elemento español, y para identificarse, si
aún le era posible, con los sentimientos de los voluntarios, de
los cuales comprendió aunque demasiado tarde que no podia
separarse si queria hacer en Cuba política española, se tras-
ladó el domingo 9 de mayo á la inmediata ciudad de Matan-
zas, á donde concurrió tambien el primer batallon de volun-
tarios Ligeros de la Habana y la compañía de Guías del
Capitan general, que acompañaba á la primera autoridad á
todos los actos públicos. F~é en la ciudad de los dos ríos re-
cibido el delegado de España con las mayores' muestras de
regocijo, por los tres batallones de voluntarios matanceros,
el escuadron de caballería, las compañías de marina y arti-
llería y el pueblo leal de aquella hermosa ciudad. Fiestas
públicas, bailes en celebridad del Capitan general y de su
acompañamiento, revistas, serenatas, recepciones y gran en-
tusiasmo, hasta con lisonjeras frases expresado en los pe-
riódicos, por las corporaciones oficiales y por las clases to-
das de la poblacion, hicieron muy placentera la corta perma-
nencia de Dulce en la patria de su esposa la condesa de San-
tovenia (4).


Al s~r objeto de tales demostraciones de simpatía y de tan
aparatosos festejos, se alucinó Dulce, y, á pesar de tener mo-
tivos para conocer á sus gobernados, hijos de meridionales é
influidos además por el sol intertropical, creyó en la firmeza de
aquel cariño; olvidando que las impresiones de los pueblos,
como los fenómenos meteóricos, sufren de ordinario por in-
significantes accidentes los cambios más bruscos, convir-
tiendo los albores de una apacible mañana en los horrorosos
de:,;astres de la tormenta vespertina. Dulce He engañó, y ex-
cesivamente confiado, dejóse adormecer por los halagos de la
muchedumbre, qne aprovechaba la visita del Capitan gene-
ral quizás más que por otra cosa para satisfacer su inclina-
cion á los vivos placeres patrióticos. Dulce no previó las
consecuencias de la volubilidad popular; y estando muy lejos
de imaginarse los sufrimientos que los que á la sazon le
obsequiaban pudieran hacerle sentir, no miraba atrás ni




398 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


adelante, que era donde la opinion tenia fijos su recuerdo y
su mirada; y por eso le estaba velado 10 que todos veian, y
por eso no podia presumir lo que la fatalidad le tenia reserva-
do é iba á cumplirse en término breve; y por eso no le fué da-
ble prepararse para caer, como á los primeros poderes cor-
responde: sin menoscabar el principio que representan.


Ir.


Imposible parecia, á cuantos observaban desapasionada-
mente el estado político de la isla de Cuba en la primera
quincena de mayo de 1869, que, despues de todos los suce-
sos ocurridos desde el mes de enero, pudiera sostenerse por
más tiempo una autoridad tan insegura como la de don
Domingo Dulce.


Demostrado queda ya que se posesionó por segunda vez
del mando de la grande Antilla, con tan poca aceptacion
del elemento peninsular como del separat.ista. Puesto á prue-
ba por estos en el teatro de Villanlleva y por aquellos en el
café del Louvre y en el asalto de la casa de Aldama, respon-
dió con censurable inoportunidad en ambos casos; mostrán-
dose blando cuando debió ser enérgico, y desairando ostensi-
vamente á los que la política le aconsejaba halagar. Para
congraciarse con los disidentes envió comisionados á los in-
surrectos, haciéndoles el honor de tratarles de potencia á po-
tencia, á fin de qne se sometiesen; y des pues de ver malogra-
do aquel acto, fué benévolo con los laborantes hasta el punto
de comprometerse á prodigarles los salvoconductos y el uso
de la gracia, estimulando así la justa indignacion del ele-
mento español. Para eonqui.starse las simpatías de éste, más
receloso desde que se vió ofendido por aquellas muestras de




CAPÍTULO rx: 399


deferencia á los enemigos de ia patria, tuvo que consentir la
precipitacion en los procedimientos instruidos contra los pro-
movedores de los desórdenes de la calle de las Figuras; in-
tentó apagar las llamaradas de disgusto, que á cada punto
hacia encender con más viveza su desacertada política, de-
portando á Fernando Póo doscientos cincuenta sospechosos; y
llegó hasta autorizar, con su presencia y con su firma, las ir-
regularidades que el dia del embarco de éstos se presencia-
ron en la plaza de Armas.


Con tal sistema de indecision y de contemplaciones mal
aplicadas, ningun esencial y favorable resultado tocó al cabo,
y de que por tal camino nada bueno podia prometerse en lo
sucesivo, debió persuadirse ántes de perder por completo el
prestigio de su autoridad. No fué, empero, todo lo previsor
que las circunstancias aconsejaban; y descendió de concesion
en concesion al extremo de acceder á las exigencias siem pre
crecientes de los ménos contentadizos, ya firmando la pena
de muerte de los revoltosos Lean y Medina; ya expidiendo la
a10cucion en que autorizaba á los voluntarios para que por
sí se hicieran justicia; ya decretando el embargo de los
bienes á los infidentes; ya satisfaciendo á todo lo que con
violencia se le pedia, aunque fuese absurdo, por los que es-
taban cansado~ ~e sufrir el malestar y los perjuicios que
sobre ellos pesaban desde el principio de la lucha.


Cualq uier otro general, aún con tantas abdicaciones, hu-
biera podido recobrar el aprecio público saliendo á campaña;
pero á Dulce no se lo permitia el estado de su salud. Otro go -
bernante hubiese establecido y hasta sistematizado, guare-
ciéndose tras de la elástica fórmula del salus populi, algunos
de esos actos de gobierno sancionados por el apuro, que lite-
ralmente se llaman desmanes y que en política toman de or-
dinario el nombre de combinaciones; pero Dulce no podia bor-
rar su historia, ni pI'escindir de sus compromisos, ni recoger
la frase del cubano más, soltada al viento como enseña de
partido e12 de junio de 1866. Dulce, por consiguiente, habia
llegado paso á paso á hacerse imposible en Cuba, sin cono-
cerlo bastante, puesto que con tiempo no impidió el creci-




-100 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


miento de aquella imposibilidad; y por eso el término de su
mando, acordado ya por la opinion pública, todos lo espera-
ban de un momento á otro.


Tan poco comprendia aquel general su verdadera situa-
cion, que ni hizo aprecio, ni desmintió cual debia, ni demos-
tró estar al tanto de las comunicaciones que empezaban á
cruzarse, entre el gobierno de Washington y los dolegados ofi-
ciales y oficiosos que la república norte-americana tenia en
las Antillas, y que respondian á las negociaciones entón-
ces secretas, que el general Prim oyó y alentó sin gran re-
pugnancia, relativas á la venta de Cuba: negociaciones que
al entablarse así podian dirigirse á la realizacion del deshon--
roso proyecto, como al desprestigio de Dulce, que, á pesar de
la distancia, continuaba siendo uno de los mayores obstácu-
los que le impedian al conde de Reus llevar á cabo sus planes
ambiciosos. No dándose Dulce por enterado de lo que se pro-
yectaba, que ya por activos emisarios en los Estados-Unidos
y en Madrid sabia detalladamente el elemeuto español de
la isla, los más recelosos hombres de esta agru pacion, cre-
yeron á su primer gobernante cómplice de aquellas maquina-
ciones; lo cual unido á láS muchas sospechas que en él tenían,
por su falta de sinceridad, aumentaron considerablemente
las dificultades para su continuacion allí. Por estos mo-
tivos, aunque alguna vez demostraran los buenos españoles
simpatías momentáneas al Capitan general, no debian consi-
derarse como definitiva expresion de sus sentimientos, pues
las sospechas arraigadas, siempre difíciles de desvanecer, ne-
cesitaban á la sazon para neutralizarse grandes actos que á
Dulce no le era posible ejecutar por sí.


Al regresar este general de su excursion á Matanzas, pudo
conocer tal actitud en algunos desagradables sucesos, que
disiparon por completo las gratas impresiones que traia. A
los dos dias de hallarse en la Habana, un capitan de volunta-
rios del tercer batallan, constituyéndose en autoridad, man-
dó al celador de policía del barrio de Guadalllpe que detuvie-
ra como preso á un voluntario de su compañía. Enterado Dul-
ce de semejante atropello, castigó al capitan como usurpador




CAPÍTULO IX 401


de at,ribuciones, indicándole que dejara la isla y se embarca~e
para la Península en el primer vapor-correo que galiese (5).
Aquel acuerdo, que SI algo tenia de censurable era la blan-
dura, produjo sin embargo un efecto poco lisonjero entre los
voluntarios, que, cegados por el espíritu de cuerpo, en vez
de meditar en la razon qne asistia al general, dirigieron sus
murmuraciones contra él y la autoridad que habia recibido
la queja; la cual intent6 borrar el m~l efecto proponiendo aquel
mismo dia el embargo de los valiosos bisnes de D. Ma~l.lel
José Rojas, que en Nueva-York estaba en tratos para traspa-
sarlos á la casa Mosscs, Taylor y compañía (6).


Otros dos dias habian pasarlo desde que se trató del em-
barco de aquel capitan, y cuando aún parte del público se
ocupaba del asunto, otro motivo de excit.acion puso los ánimos
en sobresalto. Tal fué el acuerdo tomado para que el conde-
nado á cadena perpétua en Melina, Rafael Lanza, saliese para
la Península en el correo del 15 de mayo. En el pasaporte
que al efecto se expidió 111 presidiario, documento igual ~l
q 11e usaban los demás pasajeros, creyeron ver los recelosos
algo misterioso y poco conforme con la deci8ion del consejo de
guerra, y como todos suponian que si iba Lanza á España se
libraria dCll castigo impuesto por el tribunal, la irritacion con-
tra Dulce creció de un modo alarm:mte. Que las suposiciones
no carecian de fundamento, y que eran justifica:los 10s recelos
/:le vi6 veinte días despues cuando, al desembarcar el confinado
en Santander, el gobernador de la provincia, por no tener ór-
denes para considerar á Lanza como ta1presi.liario ó por otras
circunstancias, le dejó que se dirigiesCl á Marlrid tan libre-
mente romo lo verificaron los otros pasajeros (7). Algunos de
estos, que pertenClcian á los cw~rp()s de voluntarios, asombra-
rlos en presencia de semejante absurdo, empezaron á dudar si
los tribunale3 de 1a isla de Cuba dehian considerarse como t1',i-
b\lllales españoles de::;plle~ de la revolucion de setiembre; é
irritados por tal escándalo, dirigieron telégramas y escri-
bieron cartas llenas de justa indignacion, que solo en des-
prestigio del gobierno de la metr6poli debían resultar.


El dia anterior al de la sfllida de aqllf~l correo del pllert o d(~
TOM3 rr 26




402 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


la Habana, otras dos causas de excitacion pública, imprevista
la una y preparada la otra, precipitaron el ruidoso término
gubernativo de D. Domingo Dulce. No de otra manera se tra-
dujeron la prísion infraganti de una Sellara, muy conocida en
la capital, que trataba de negociar por dinero la libertad de
ciertos detenidos políticos, y la circulacion de hojas impresas,
atribuidas al elemento espallol, en las q lle se figuraba q lle los
leales de Cuba daban á sus hermanos de la Península cuenta
del estado de aqu'llos asuntos bajo el desgraciarlo mando lItl
general que los dirigia.


Ulla de esas mujeres que se dedican á recorr~r los centros
oficiales en bu~ca de concesiones, para sí ó para SU8 amigos,
fué sorprendida por el alcaide de la cárcel de la Habana, la
tarde del 14 de mayo, pocos momentos despues de haber acep-
tado de un preso político dos mil duros en billetes de Banco,
com~ anticipacion por el pago de una órden de libertad que
le habia ofrecido. D~cíase de público, por haberlo indica do
la misma neg0ciadora, que ella contaba para alcanzar tales
gracias con la proteccion de altos funcionarios gubernativos,
y así se leyó algunos dias despues en los numerOS(l$ pasqui-
nes fijados en los puntos más céntricos de la capital. La mu-
jer que en tan punibles actos se ocupaba, fué encerrada en la
Casa de recogidas y puesta á disposicion de los tribunales de
justicia; pero el efecto producido por el hecho en la opinion,
que tantas veces habia clamado contra la benevolencia uilada
con algunos enemigos de Espalla, no pudo disiparse, aumen-
tando por el contrario la irritabilidad de los descontentos y
acelerando el inminente momento de las graves soluciones (8).


Las hojas impresas, que con profusion circularon el mismo
dia y remitieron á la Península cuantos escribieron por a1uel
correo, contenían una resella bastante exacta .del e::itado po-
lítico de la isla, y la acusacion más sangrienta al capitan
general y contra muchos de los jefes militares que opera-
ban en los distritos insurreccion,tdos. Con el epígrafe de
jijALEllTA Á NUESTROS HER~IANOS DE LA PENÍNSULA!!! decía
uno de aqu..:lh,; impresos, que si bien la illsurreccíon iba de-
cayendo por el aumento de nuestras tropas y la felicidad con




CA.PÍTULO IX


que habian llevaio á cabo algunas operaciones, era gener¡tl
el disgusto por no habJr ya concluido completamente, atribu-
yéndose esto á la incapacidad, poco acierto ó procederes sos-
pechosos de ciertos gob~rnadores y jefes de columnas, qu,:
alimentaban la insllrreccíon con sus tolerancias, ó cansando
á los suf¡'idos soldados con marchas inútiles y torp~zas in-
comprensibles. La mayor responsabilidad se atribuia en
aquella h3ja al capitan general, quien sabiendo perfectamen-
te lo que pa.saba, permitia que ciertos jefes mandasen colum-
nas; y no dejaba de imputarse alguna al gobierno central,
que levantando el confinamiento á los deportados á Fernando
Póo y con otras benevolencias, fomentaba la osadía de 13s la-
borantes, los cuales, correspondiendo á tal blandura, se mo-
faban de los voluntarios, diciendoles que si la causa separa-
tista no triunfaba en el campo de la lucha, vencería al fin err
Madrid, donde conseguiria cuanto necesitase. Se rogaba por
tanto en la hoja á los buenos españoles de la Península, que
hicieran saber al gobierno lo que en Cuba ocurría y lo que
daüaba á 10s intereses espaüoles la continuacion de D.DJmin-
go Dulce, el q ne hacia tiempo no contaba ninguna afielan
entre los peninsulares, y despues de haber perdido tambien
la de los cubanos simpatizadores, apenas podria señalar' uno
solo que estuviese sati:;fecho de su ma~do (9).


La otra hoja, que llevaba por título SITUACION POLÍTICA
DE LA lSLA rm CUllA EL 15 DE -'lAYO DE 1869, era expresion
verídica, aunque un tanto apashnada por la agitachn del
ánimo de sus autores, y rJlato minucioso de las causas del
malestar y de bs recelos del elemento espau31. Aquel irnpre-'-
so, que p)lia c m"i:bmr.3e como el preliminar' de la deposi-
cion de Dulce, decia que éste, negacion absoluta en lo físico
y lo moral, como en b p3lítíC3 y lo civil, no era ni podia
ser el destinado á salvar la ii>la de Cuba de los peligro:'! que
la a'nenazaban, princ:ipalmente por el profundo ódb que pro-
f~.:;aba y no podia disimular á los cuerpos de voluntarios, á
los que ni en público ni en privado lls habia jamás dirigido
una sincera palabra de satisfaccion, y en cambio muchaf'
ofensivas. «Su politica antiespañola en el primer mando,




4&4 LAS INSURllEO@IONES EN CUBA.


-hdecia aquelimpr.eso, ·.preparó la rebeliQuql,le ~t1\U6 .\~n· 1"a-
»ra,y BU vuelta funesta 'produjo la propagacion de la misma
~n ;toda la isla; no pareciendo sino ,que ·los insurrectos,oon-
:&taran oon el apoyodel:que ya en laprimeraéPQca lanzó al
»:rostro de los verdaderos españoles 'el insulto deooNTAD,CQN
»¡UN .oGUBAlNO KM, cii:rigiénd6Be á los que al presente ,combatian
;»c1l8iDto·de España emanaba.»


Aeusá·base· dll:ramente á Dulce, 'porque,expedida.s ·,con fe-
cha 1 ;°00 ·,abri11~s 'primeras órdenes ,SQbre embargos, no se
publicaron en ,la GAOETA hasta el :dia 15, .«dando así tiempo
'»ásusamigos los 'cubano;; desleales, para que'pu¡:,ieran á
»buen 'recaudo sus !Valo~es y sus bienes raicespor medio de
~ventas 'Y ;1¡raspasossimulados.~ Perohacíasele .á aquelge-
neral parfecta j ustiaia respecto de su reconocida honradez,
aunque diciendo que tal ,virtud la oscurecían sus demás de-
fectos;pu::,s nisu inflexibilidad ,podia resistir .las sugestio-
nes aduladora.s, ni ,su antigua .energía,servia ~a para conte-
inerenloslímites del deber <tÍ aqueUosde ;sus subordinados
milita.res y'civiles, que1ian tristes Imuest~as de patriotismo y
de morlllidad estaban dando; ,mostrándose así, como primer
gobernante, una nulidad que en,circunstancia.s tan graves
solo delmstres podhpl'oducir (10).


Bien se compren1eque si algun prestigio tuvo hasta allí
el nombre de Dulce, bastaban para anularlo, estas acusacio-
nes en su mayoría fundadail, aunque tal vez con exceso im-
prudentes por lo extemporáneas, y los hechos diarios que,
'como,se sucedian 'con tal rapidez, profllnJizitban par momen-
tos las huellas d~l Ilisg'ulito. Como si los ocurridos en aque-
llos días de ma.yo no hubiesen sido bastantes para. que la
irritacion de los ,r~celosos se hiciera ya insoportable, otra
imprudencia, ,oualfué la clandestina ,extraccion de la forta-
leza de >la {i}abaña. de los j1venes aprehendidos el 27 de enero,
con el pailebot GiA.y"yANIEen Cayo Romano, y sentenciados á
presidio, Nino ,á complicar el poco tranquilo 'estado de los
ánimos.


En 22 de mayo ,daba la glIardia en aquella fortale~a el
sextoba:llaJamdevoluntarios de la Habana, daIque er8.'OO-




cAPfrULOI1X


ronel D, Fr~nciseo' F. Ibañez. Con'el objet()c, de.e&tr.aer á
aquellos jóvel1es i para: emba'l'"carlos en la, fl13gata',GÁRMEtifi,
eMargoada de llevarlos al aa'senal; de la.: Oal'rllca\ en, donde
debial\ sufl'ir las condenas, se presentaron por la. nc>che, de
atm.el'd~ cdnlos jefe!:! de la;gua.'l'diai¡ las autol!'idadesd~malliB6
enoargadas de verificarlo;; y para que con, tal motilVo, n6se '
protn'Oviesen, esaftndalost como' los: ya rereridos, se cerraron
los dormitorios de los voluntarios, dejando las, indispensables
centinelas etrsus puestos;


Con el' mayor sigilo se verifiCó el embarco de; los\pres()S;
pe'ro-cnandb' ala' mañana- del siguiente dcnnillgo,2B, supieron
103' voluntarios por los centiriel~s lo que habia' p3Sadb dur.ante
la noche, y asi que se reunió la fuen'a' para el, relevo de,la
guardia, protnmpieron cási tod9s los del: batallon en' mue-
ras' á; los traidores, qua les a\'r~bataban' á los enemigos d-e
Espa}a p:l["J. librarles del castigo, que en su coneepto'd~bian
sufrir en h isla. El alboroto creció durante la' travesía de}
ptlerto, desje la f::tlda de la Cab<tua h3Sta' el muelle de C3ba~
lleria, y cuando la fuerza llegó, á, la plazll' d-e ~rmas, y dis-
tinguió á D; D::mlingoDulce <:>U' unO"dl3 1t')S' balc')nes- del pa-
láCio; la griterht y los muera'S' se dirigierorr-tttuto wl'general
como' al cDrone} que los -ma:ndlab'a, quien intentó en \'ano ha-
cér' el órden entre- sus súbordinad"OS' y nadu· censiguió¡ te-
niendo que-intervenir el gobernador Pblitieo; para'que aque-
llos despejat'an la plaza dé Armas y se e~pal"cieran' por las
calles inmediatas.


Ea consecuencia dé 10 ocurrido, presentó el coronel Ibañez
la renuncia de su cargo á los dosdlffs; y siéndoleadmitida,
n.dmbróse poco despues en su lugar al antiguo coronel!.del
n1ismocuerpo~ D. F'rancisco'Üil.lderon y Kessel, quien'Íué-muy
bien recibido por lbs voluntarios, á pesar de las gestiones y
cábalas puestas en accion por el segundo jefe D: Santiago
A.l~many, quepretendia ascendel"á'aquel puesto.


El rnismo'dilt" que Dulce'oyó'aquellos mueÍ'as, en;ll'lscnales
compraildió', clitrll, aunque tardiamente, que sU' ma.:ndo- en.
Cuba habia conc1uidb', se daba en- la Peninsul~ el primer
paso de descomposicíon entre-Ids hombr-es de setiembre. En~




·-106 LAS IN~URRECCIONES HN CUBA


valentonados los demócratas, así que se consideraron con
fuerzas bastantes para darse á conocer y para rebelarse im-
punemente, emprendieron sus agresiones contra los que tan
generosos se les habian mostrado, dándoles una posicion pI)-
lítica superior á sus servicios y merecimientos, y esto motivó
un discurso del ministro de Ultramar, D. Adelardo L. de
Ayal:t. y la consiguiente crísis del primer ministerio de la re-
volucion.


Excitado el carácter de aquel justificado ministro por las
intempera~cias yexigencias de la fraccion democrática re-
publicana. pues ya el elemento republicano, desconocido casi
el otollO de 1868, empezaba á adquirir la importancia de
partido político, é inspirado en el laudable propósito de seña-
lar á cada cual el lugar que le correspondia segun sus actos,
pronunció ante las Córtes Constituyentes en la sesÍon del 19
de mayo de 1869 el di8cllrso en que negó á las masas, en-
Muces turbulentas y envalentonadas por la impuuidad de sus
excesos, aquel republicauismo generoso y las patrióticas ten-
dencias de que hacian alarde, y que no supieron ó no quisie-
ron demostrar cuando las circunstancias tanto lo exigian.
Para probar sus aseveraciones, citaba aquel orador lo ocurri-
do en Cádiz el dia del embarco de los generales desterrados.
Mientras un gobierno insensa,to atropellaba de ódios ma-
nera á los que defendian los fueros de la legalidad, aquel
pueblo gaditano, indiferente á los dolores de la patria y su-
miso ante las manifestaciones de una vergonzante tiranía,
solo se mostraba enérgico y estaba á punto de llegar á las
manos por una fútil cuestion de competencia entre dos tore-
ros; no enviando otro recuerdo á los que salian para el des-
tierro, sino la gritería y los aplausos ruidosos con que <;ele-
braba las suertes de los diestros en la plaza de toros.


La oportuna peroracion del ministro de Ultramar, primer
grito de alerta dado á los hombres de setiembre que se iban
desviando del camino trazado en los peligrosos momentos de
la conspiracion, produjo aquella crísis y dió motivo á que la
lucha secreta, declarada entre el elemento nuevo de la revo-
lucion y el que constituian la mayoría de sus iniciadores, :;,e




CAPÍTULO IX 407


manif~stara francamente en público. Entónces fué cuando el
presHente de las Córtes, D. Nicolás María Rivero, qUJriendo
aprovecharse de la perturbacion entre bs conservadores, para
descartar á los unionistas de SI] legítima influencia y dar á
la situacion un carácter eminentemente democrático, como
preliminar de otra más acentuada y COnDJrme á sus primi-
tivos compromisos políticos, convocó á los p3riodistas de las
fracciones liberabs más avanzada~, para formar la liga de
propaganda que estrechara y consolidase la fusinn de los dos
elementos que constituyeron luego el bando radical (11).


Enterado DJ.lce por medio del telégrafo, el 23 ue mayo, en
que dió por muerto su prestigio en Cuba, de la marcha que
la polític[1 en la Península iba á empren ler, contraria y ad-
versa á los compromisos de la revolllcion, ebb¡ó ya pensar
sériamente en volver á Europa, donde le s,Jria más fiu:!il des-
baratar ciertas ambicionC's, que vencer las dificultades cada
día creci:mt~s en su gobernacion de la grande Antilla. Asi
debió propollC)rseb cuanrlo tan fácillll':mte/:le prestó á seguir
los consejos, á su juicio sinceros, aunque dcspu,:,s afirmó que
obelccian á planes ménos levantados, qU3 le di~ron los más
altos funcionarios de la i;.;la, el mismo dia 25 en que el coronel
del sexto batallan presentó su renuncia.


Aquel dia, segun la propia version del general Dlllce, fue-
ron á verle por la mauana dos de bs primaros funcionarios
de la i"la, en repr0s3ntacion de toJas las demás autoridades
civiles y militares y da los altos empleados ebl órden admi-
nistrativo y jwlicial, para h'lblarle da la excitacion en que se
encontraban los ánimos y de la intranq uilidad de la pobla-
don. En virtud de aquella entrevista, y por il1dicacion y lla-
mamiento del mi;;:no Dlllce, se reunieron en su p:llacio todol
aquellos altos funcionarios, formando una especie de junta de
autoridades, en la cual, tratánebse t:xtensamente de los asun-
tos políticos, se llevó sin duda la completa convicchn al
ánimo del capitan general cuando éste, despues de la con-
ferencia, ofreció dirigir desde luego á Madrid la renuncia d~
su cargo.


Confirmando este aserto, publicaron rriás tarde vario.




408 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


escritos los periólicos defensorés del elemento espiñoÍ y de
los cuerp IS de voluntarios, manifestando que para la deposi-
cíon dé D.l1ce, ñí prepararon éstos los sucesos ni intervinieron'
eúla conspiracion, que fué obra exclusiva de las autoridades
de la capital, las cuales, inspirándose en sus sentimientos pa.::..
trióticos y ap:d.rinanclo los clamores de los descontentbs, mas
tal vez de lo que sus posiciones onciales les ~rmitian, juz-
garon, clt.tl el publico menos süfrido, que la; mala situacion
por que la isla átraveilaba no podia: mejorarse mientras per-
maneciese a1 frélnte del mando el poco afortunado capitan'
general; y cebbraron, para acordar el remedio, algunas con-
ierencias en la misa del brigadier comandante general del
apostadero D. José Malcampo.


En ellas, s~!jun la;; versiones de la prens3 y del misma
Dulce en su oficio del 18 de jnnio dirigido al miniiltro de la
Guerra, dséi lieron eri conciliábulo secreto las autoridades'
congrega las q In, el gobernador político de la Habana, D. Dio~
IiisiO L. RJb)rts, y el general de illg,~nieros, subinspector de
los voluntarios, D. Rara:el Clavijo, fuesen á. ver al capitan ge-
néra,l y le dem')strúan, para prov()car una entrevista, los l)e-
ligros da la situacÍon política y las dificultades que su mal
estado de salud oponhi al nccésário mejoramiento. Así lle-
varon la cOllviccion al ánimo dé Dillce, quien, cual manifes-
t6 des pues, Í:,snorab,l las intenciones de aq nellos delegados, y
que sus pasos reilponrlieran al plan qué tenia por objtJto obli-
garle á resiónar el mando en cualquiera de los otros ge'nera-
les. Oonseóuida de la primera autoridad la conferencia que
los emisarios des~aban, se verificó esta pocas horas más tar-
d~, asistiendo los generales D. :Felipe Ginoves E$pinat', dori
Antonio Véneric y D. Rafael Clavijo, el brigadier de márimt
.o. Jos~ ÑHlcampo, el intendente de Hacienda D. Joaquin Es-
cario, el g"b3rnidor político de la. Habana D. Dionisia Lo-
pez Roberts, el regente de la audiencla D. Joaquín Calve-
tón y el director de ádministraCiori D. Narciso de la Escosu-
i'a (12).


En aquella importante reunion, que segun Dulce no' tenia
el caráctor oficial de junta ni de éonsejo, estuvieron los con-




CAPÍTULO IX 409


CUfrentes en Un principió muS' remisos en rrianif;;star clara-
mente süs opiniones á la primera autoridad, y ani:nadós
por ésta. el intendente Escario, partrendo de la buena dispo'-
siéion dél general y de lo expresado" por la mañana, amplió
lás indicaélóries de los dos delegádos que, segundadas por los
demás" altos funcionarios, convencieron Ú obrigaron á Dulce,
aLvér la unanimidad de pareceres, á acceder á sus pret.m-
siones y á pedir aquel misn'új" dia por telégrafo su relevo al
presidente dél Poder ejecutivo y ~ 10's minititr"os de la Guerra
y de Ultramar. Ocultando en aquei telegri:l.ma, como eil otras
ocasiones, la verdad y las causás ciertas de su deferminá-
cíon, asegllraba aquel góbernante, para qU:é el Gobierno su-
premo defiriese á su deseo, que podia tenerse por terminada
la insurreccion, puesto que solamente partidas de bandoleros
quedaban, las que con pequeñas columnas de Guardia civil
se ext3rminarian; y encareciendo la urgencia del relevo,
exigido por el estado de su salud, rogaba que el decreto cor-
respondiente se pnblicase al siguiente dia de reCibirse su des-
pacho, pues su resolucion, «(en la que no iba envuelta ningu-
)Snájaez política,» era irrevocable (13).


A pésar de haber ofrecido el éapitá:ri general trasmitir
inmediatamente este telegrámá, la ansiedad tuvo intranqui-
los durante los dias 26 y 27 de mayo, asi á los habitantes de
la Hablina que estaban al tanto de" 10 <icurrido como á las
mismas autoridades que ignorando, pú¡' la reserva que em-
pleó Dulce, si la dimision se habia ya cOIrilrnicado, recelaban
áun en aquel caso de la sincerídad del que tan fácilmente Se
prestó al bu,m éxito de su intriga. Pronto, empero, tuvo tér-
mino aquella desazon, pues en la noche del segundo dia St'
recibió ya. la respuesta, admitiendo dicha renuncia y nom--
braMo en reemplazo del dimitente u:l teniente general don
Ántonio daha.llero de Rodas; cuya notieia, cási al propio
tiempo q úe el gene'ral Dulce, la supo el públicoy fué circula-
da á toda la isla por los periódicos de la rriáñana del siguiente
dia 28 (14}.


Los altos füncionarios prom,mklores de la renuncia 6 del
conciliábnlo, segun le llam6 el general Dulce, no usaron de




410 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


discrecion bastante para ocultar su ansiedad en 1m'! dos dias
de espera, y observándolo la parte del público iniciada en el
asunto, imprimió á la impaciencia aquel peligroso carácter
de agitacion que tan facil era de llevar en momentos dauos
á los ánimos ya intranquilo::!. Así aquella, creciendo rápida,
fué tomando el asp~cto d~ una exigencia, que, aunque 110
se formulaba á voces, todos adivinaban, todus pretendian
que se realizase desde luego, porque en la conviccion de
todos estaba que caJa instante que se dilatara la funesta
permanencia de Dulce al frente de aquel gobierno, era un
nuevo peligro para la patria. Da tan imprude11te manera se
demostró la impaciencia por algunos, que los rumores de las
pú"!.llicas antipatías llegaron á oiJos del capibm general, quien
irritado al verse repelido por la mayoría del elemento espa-
ñol, y dejándose inspirar por pasiones poco gene¡'osas, hizo
víctimas de su ciega iracundia á personas á las que nadie
ignoraba que habia retirado su afp.cto, quizás porque alguna
de ellas le habia demostrado con ruda lealtafl y franqueza los
daños que pudiera producir su equivocada política, á cuyas
personas, tomándolas por incitadores de lo qne era ~spontánea
manifestacion de los buenos españoles, cual si fu-)sen los ma-
yores enemigos de la nacionalidad, ordenó el dia 28 que se dis-
pusi,:sen á dejar la isla y se embarcasen en el corrco del 30
para la Pcníno'mla bajo partida de registro. Comprendidos fue-
ron en aquel violénto mandato el abogado, ofidal de volunta-
rios de artillería y antiguo funcionario en el gobierno superior
civil, D. Eduardo Alvarez Mijares, el cura párroco de la igle-
sia de Nuestra Señora de Monserrat D. Anacleto Redondo, el
director del periódico LA Voz DE CUBA D. Gonzalo Castañon
y el abogado D. Basilio Diaz del Villar (15).


Semejante acto, que todos califklfo'n cnando ménos de im-
prudencia grave en tales circunstancias, fu:} como la gota.
que faltaba para reba;;ar el borde de la copa que contenia re-
vueltos los disgustos, las impaciencias y la agitacion; y no
podia ser otra cosa tratándose de personas que disfrutaban
grandes simpatías en los cuerpos de voluntarios, y distinguían
los llamados buenos españoles y toda la poblacion impre-




CAPíTULO IX 411


sionable, la cual al ver aplicar:>e tan inusitado y duro castigo
al patriotismo ferviente, recibió la medida: como un reto, di-
rigido en particular á los que tan fáciles se habian prestado
el. ahogar la irritaciou que les produjo la clandestina salida
de la fortaleza de la Cabaña, de lo:> veinte presos embarca-
dos en la fragata CÁRMEN.


Cual si tantas circunstancias rennidas no fueran bastantes
para promover un conflicto, inevitabie y necesario á la menor
imprudencia de unos ú otros, vino un nuevo accidente á ha-
cer la situacion insostenible y á acelerar el rompimiento de
la obediencia por todos tan temido. Tal fué la llegada á la.
Habana del general D. Antonio Pelaez en la noche del 30
de mayo.


Operaba aquel general en las jurisdicciones de las Cinco
Villas, y allí como en la Habana era blanco por su conducta
de las acusaciones de los españoles ménos sufridos, quienes,
en la hoja circulada el dia 15, le presentaban ya como sos-
pechoso defensor de los intereses de España en Cuba, y al
dirigirse á la capital empezaron á t)xtender, en voz bastante
alta para qUJ el público lo oyese y se excitara, que durante
su mando se había mostrado excesivamente blando con los
insurrectos, y muy pródigo en la concesion de salvo conduc-
tos.De estos dijo el general Dulce ,que no dió más de diez
y recayeron en personas de recon~cida pobreza: lO::lhabitan-
tes de las Villas creian sin embargo otra cosa, y así lo escri-
bieron y por medio de emisarios lo participaron á los volun-
tarios de la Habana, los cuales, al saber la llegada de Pelaez,
en grupos no muy numerosos y sin uniforme, se pres~mtaron
al anochecer del dia 31 en el Campo de Marte, frente al
hotel Tel~r¡rafo, donde aquel estaba alojado, y promovieron
con una ruidosa cencerrada un grave escándalo, que por for-
tuna no pasó adelante por hallarse ausente el general á quien
se dirigia. Para evitar que se repitiese el acto, en el que se-
gun Dulce pidieron las turbas la cabeza de Pelaez, se refugió
éste en el palacio de gobierno y des pues en uno de los buques
de guerra anclado en el puerto, desde donde se trasbordó lue-
go á. otro para abandonar la isla.




412 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


Etl'ltv éOmunieáéion' dirigida por el capitan general al mi-
nistr(}l de"lál GU8I'1"g,. refiriéndole aquellos sucesos, atribuia la
téaponsabi1i(lal de lo ocurrido con Pelaez á lag gestiones del;
c&rone-l de milichs disciplinadas D. Joaquín Gonzalez Esté-
fmti'; teniente gobcrnauOl' de Cienfuegos nombrado por Dulce
y separado luego por él mismo á causa, segun decia, de Il<)i
recibir ár los insnrrectos que- se pr.esentaban, de, no'dejar vivir
tranquilos'den:wi} de: las p~blaeiones: á ninguno de aq ueUos á¡
quienes la opiniOll pública ~ñalaba como pa,rtidru-ios> de los
rebeldes, y por haberse convertido en instrumento de sus go-
bernádos más' intránsigentes. Irritado Dulce eontra Estéfani,
pbr habBi'ae iUGlirrMo éste más que, á la política íneficaz del
primer gobernante á la aconsejada por el elemento español.
has'lia aseguró en aqu~lla camunicacion que flle el ex-teniente
gobernadbr quien dirigió las turbas que dieron la; cencerrada
á- Pela>ézj mas en esto estuvo poco exacto, pues en tales mo-
mentos se encontraba aquel navegando desde Cienfl!legos á
B8:tabanó de caminO' pWl'tIi 1& Habana, oomoá todos constaba;
puaiendo atestiguar el áUtor de este libro, que Cásualmente
preseooi6 pat·te dgaquel SOOi;íSO r que no le vió ni entre los\ pl'Ó-
movedotteS: ni entre lOSi curiosos que asistieron á: la: rulgazara.
Ciertamente que el infortunado ca-pitan g-erreral rebuscó, para
citarlós en alud documento, todos los nombres propios que
pudieran servirle para j llstificar al elemento español y librar-
le de las respon"abilidades de la historia, en lo cual demos-
tró en verdad loS más loables sentimientos patrióticos; pero
fué poco feliz en hac9r ciertas apreciaciones, y en atribuir
á-las circunstancias, por él preparadas y causa primera de
sus disgtlstas, nrenós intervencion de la QU3 en su desgra.cia.
tuvieron.


En pIlessnda de kl,s. eompHcaciones que al terminar el mes
de mayo tanto dificlfltabo.n el mando de Dulce, y del estado
eu que á éste'le redujeron: despues de lrllbel'se hecho pública
la admrsiUfl de su reuun:oia, el poco vigoroso principio de au-
toridad "flaqueó< ftl<ÍS de' lo qu~ estaiba, cont~ibuyend(} tí su
anulacion el mi3mo general, no mostrando gran interés ni:
mucha pri"a en que se cumplieran algunas de sus órdenes, y




CAPÍTULO IX 413


entre ellas :las que 'respecto de les deportados á la ·Península
elq)idió dosdia~ ·ántes. Estos quedaron .en lacapitalcQD la
poca aficion que era. de suponer áa.pla.ndir la política del
que, si se manif~staba con ellos benigno, les habia ya produ~
cido una mortificacio-n profunda, por lo cual resentidos, debia
.esperarse naturalmente del lógico desarrollo de las pasione.s
humanas, que á la benevolencia obligada respondieran más
.oon actos de ,rencor que degra.titud. El gobr.rnítnte, poc.o
1ltinoAo, no p\1erv:ió .que ·a~l!o\fflc:hando -oircunstanciasopor-
'tunas, pudiesen conv.ertirse todos ó algunos de aquel.losdes-
contentos en motoresp.rincipalesáe su desgrach, y.mén9S há,..
~bil para disimular su falta deaecíon, ;00 supo ni siquiera
vestirla con el atractivo r.Qpaje de la clemencia.


A pesar de la gravedad de las cosas, aún decia Dulce
oficialmFlnte al gobierno sapremo en el correo del 30 de
mayo, qae ningtm acontecimiento·de vedadera importancÍfI
habia ocurrido en la isla desde el dia 15 ,considerando muy
baladí el que produjo la renuncia del coronel del sexto h¡--
tallon de voluntarios. Tambienasegurc,tba bajo s.u fil:¡up.
:que era la tranquilidad inalterable, sin embargo de estar
presenoiando hs que .trató de hechos,graves, en lacomuuica-
c1lion escrita á bordo del GUlPÓZCQA .diez YQchodia,s 4~spues,
y de decir, en .el propio oficio, que se .habia visto .precisado ,á
tomar ciertas medidas de rigor, contra alg.unos ,peninsulares
mal avenido~ con l/:ls doctrinas prDclamadasen Cádiz Y ven-
cedora;;; en Alcolea. ¿Podia con tan doble sistema y,.con tan
frecuentes contradicciones, esperar buenos resultados en .su
.gobernacion D. Domingo Dul;ce'?


Tanto los e,;paJ.oles como los disidentes de la isla de Cuba
,.sabian que nó, yel gobierno mismo, si ántes no llegó á .supo-
nerlo, lo conocería sin duda al leer aquella comunica.cioll :del
30 de maY9 en la que, al ampliar el telégrama desu renuncia,
manifesta.ba que rw.ones especiales le obligaron á pedir .su
relevo, y que en acto y resCllucion tan extrema y ocasionada .á
interpretaciones maliciosas, no habia partido de .ligero, sino
que obedeci6 á causas decisivas, cuales eran el estado de su
salud que cGmenzaba. á resentirse, el ver á lainsur~~cciQn




414 LAS lNSUHRKCCro~HS EN CUBA


vencida ya, y el tocar de cerca la necesídad ds que otro go-
bernante cicatrizase las heridas por él abiertas, que eran con-
secuencia dolorosa pero inevitable de toda situacion violen-
ta (16i.


Digwl de aplauso era ciertamente esta confcsion, sí tardía,
exacta del g~neral Dulce. Si tres meses ántes hubiera habla-
do de tales heridas al gobierno nacional, quizás su cura-
cion habria sído muy fácil. Pero no era tan cierto lo -de la
conclu:-3ion de la guerra. Los insurrectos acababan de perder
en la bahía de Nipe gran parte de las armas y efectos de
gl:lerra, entre ellos algunos cañones, últimamente introduci-
dos en la isla, y se habian visto obligados á refugiarse en las
frag'o~idades de los bos'lues; no vivían muy tranquilos en el
campo ni disponían ya en absoluto, como ántes d] la llegada
de refuerzos, de los inmensos territorios de Oriente y del cen-
tro de la isla; estaban un tanto abatidos por la persecucion in-
cesante, por la falta de comunicaciones y auxilio,;;, y por la
desercion de la manígua de las numerosas familias que se pre-
sentaban á nuestras tropas; y veian á muchos de los presen-
tados prestarse á servir de guías al ejército español y áun
á peiear contra los que acababan de ser sus compañeros (17).
Todo esto era verdad, y sin embargo no podia asegurarse que
la insurreccion concluyera; pues lo que hacia el grueso de
las bandas era moverse de un punto á otro y ganar tiempo,
mientras la estacion adelantaba y llegaba el verano con
sus rigores tan funestos para nuestros soldados. E:3tos actos
de la táctica insurrecta los tradujo Dulce, inconsciente 6
deliberadamente, como pruebas de la conclusion de la guerra,
con gran perjuicio de los asuntos de Cuba y del mismo go-
bierno de la metrópoli, que en tales seguridades fundaba sus
afirmaciones en el Parlamento y en la prensa, la marcha de
su política antillana, y la preparacion de los refuerzos mili-
tares destinados á Cuba. Tan incomprensible pruceder. ¿tenia
justificacion en quien como aquel general habia permane-
cido más de cuatro años en aquella isla? ¿Qué simpatías po-
día esperar de los que sufrian las dolorosas c()nsecnen(~ias de
su optimismo polítieo?




CAPÍTULO IX 415


El estado de las cosas en la mañana del 1.0 de junio
de 1869 le indicaron todas las que debía prometerse; pa-
sando por el dolor de conocerlo en su triste realidad la noche
de aquel dia en que llegó á la capital, procedente de las Cin-
co Villas, el coronel D. Juan Modet, quien teniendo la des-
gracia de participar de la fama que inclinó hácia el general
Pelaez la animadversion pública, fué involuntariamente el
moti'\lO inmediato de la deposicion de D. Domingo Dulce.


IIJ.


El coronel D. Juan Modet que, por el calor con que defen-
dió las reformas políticas para Cuba el día 24 de octubre
de 1838 ante la ~utoridad del capitan general D. Francisco
Lersundi, fub désterrado por éste á la Peninsula, regresó
pronto á la Hlba.na con la autorizacion del Gobierno provi-
sionaly obtuvo despues, de D. Domingo Dulce, mando de tro-
pas en las jurisdiccione!'l de las Cinco Villas. Durante las
operaciones militares no consiguió la fortuna de captarse to-
das las simp:ltías del elemento espallo!', que teniénclole por
reformista, le miraba con prevencion, y tanto por esto, cuan-
to para imponer al capitan general del v~rdadero estado de
la guerr:'1. en el territorio donde operaba, pasó á la capital y
se presentó en el palacio de la primera autoridad la mañana
del LO de junio, en ocasion en que acompañaban á Dulce al-
gun:¡:; jefes y oficiales de los cnerpos de voluntarios.


Con la fmnqueza comun al carácter navarro, quizás indis~
creta en aquello"! momt;lntos, hizo Modet ante la concurrencia
una viva pintura de lo'! que á titulo de buenos espalloles,
ah:1Sando de bs exagerados alardes de lealtad, tanto contri-
buían con SIlS intransigencias á fomentar las ,escisiones y la




. 416 UB INSURRECCIONES EN CUBA


guerra en los puntos que con sus tropas habia recorrido. Los
que con el g~neralle estaban oyendo, no replicaron ni opusie-
·fon otras á aquella.s afi.rmacionesj pero pronto comunicaron á
otras personas, y estas extendieron por el público cuanto Mo-
det habia dicho; y calificando sus bien intencionadas versio-
nes de poco españolas, c.omprendiéronle, los más ardorosos y
ménos pmdentes, en el anatema lanzado contra el gener\lol
Pelaez, y acordaron. dedicarle como tí éste otra cencerrada .en
la noche de aq uel día. .


Enterado el gClbernador local de lo que se proyectaba,
avistóse con los coroneles de voluntarios más influyentes;
conferenció además con otros jefes y oficiales de los bata-
llones que contenian mayor número de gente exaltada, para
que contribuyeran á conjurar el preparado escándalo, é in-
tentó prevenir á Modet, por medio del secretario del gobierno
político, para que procurase evitar todo acto que pudiera
acrecer la irritacion de los fanáticos y la intranquilidad en
los ánimos, lo cual no le fué posible por hallarse aquel (t la
¡¡azon fuera de su casa .. La.s ofertas y seguridades. de media.r,


. comprorp.etidas por los jefes de voluuta,rios, hicieron creer al
gob~rnador q~e la cencerrada no se verificaria; pero se
equivocó por desgracia. Muchos de los invitados para ella
que no habian recibido contra-aviso, y todos los desocupados
y amigos de novedades que durante el dia SCl enteraron de lo
que se proyectaba, dirigiéronse al anochecer hácia el Campo
de Marte, á cuya plaza daba la casa de Modet, y cuando
frente de ella se reunieron ¡1lgunos grupo;, compue::;tos en su
mayoría por dependientes de tienda, industriales y trabaja-
dores dd muelle, prorumpieron en gritos desaforados y mue-
ras. De la aJgazara intentaron algunos pasar más adelante,
convirtiendo en hechos sus amenazadoras palabras y ama-
gando asaltar la Casa, lo que no se verificó .afortunadamente
por la mediacion de las autoridades y consejos "de los jefes de
voluntarios, y.por haberles hecho entender á los alborotadores
que el coronel Modet no estaba allí.


Natural parecia que entónces se disolvieran las m.'1sas, co-
mo lo habian verificado la tarde del día anterior al oír lar;




<:APíTC.O XI


exhortaciones del gobernador político y del general Ginovés
Espinar; pero esto era ya más difícil, por ser muchas veces
superior el numero de los que las constituian; y aunque algu-
nos alborotadores se diseminaron por los inmediatos paseos,
dirigiéron;;e otros turbulentamente hácia la plaza de Armas,
en grupos que fueron acrecentándose con los curiosos encon-
trados al paso.


En tanto el coronel Modet, que al retirarse á su casa pre-
senció parte del tumulto á él dedicado, aunque graduando por
las voces que llegaron a sus oidos la gravedad del suceso, no
retrocedió, y pasando dentro de su carruaje por el lado de
las tnrbas, bgró trasladarse á la maestranza de artillería, don-
de pndo evitar los efectos de aq uella conmocion y disponer de
todos los medios nece8arios para abandonar fácilmente la isla,
cual lo verificó luego (17). -


Los grupos que invadieron la plaza de Armas por la calle
del Obispo, se situaron con preferencia delante de la parte del
palacio inmediata a aquella calle donde el general tenia su
despacho, y desde allí siguieron dando mueras a los traido-
res, dirigiéndolos directamente, no solo al general Pelaez y
al coronel Modet, sino hasta al mismo D. DJmingo Dulce.
Hicieron demostraciones de querer invadir la casa de gobier-
no y no lo realizaron, conteniénclose ante la actitud de los vo-
luntarios de la guardia que, formando en ala frente de la
puerta principal y cruzando las armas, manifestaron su deci-
sion á defender el puesto. Amagaron los mas audaces con dis-
parar al Capitan general, <lile de",de uno de los balcones pr~­
senciaba el alboroto, quien al oir las voces de los que querian
dirigirle las punterías de las armas cortas que llevaban, se
quedó solo en el balcon y encendió tranquilamente un fósforo
y con él un cigarro, para que los que tal crímen ideaban no
equivocasen el blanco. Por hOllor de E8paila aquello no pasó
de una amenaza, pero fné motivo para que to<1os los que pre-
senciaron tal acto conDciesen hasta dónde rayaba el valor y la
serenidad del general Dulce.


Inmediatamente di8puSQ este gobernante, segun manifestó
en su oficio al ministro de la Guerra, «la concentracion de la


TOMO IJ Z7




418 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


IlGuardia civil y del escuadron de la Reina alrededor de la
»casa de gobierno, serian las diez de la noche. No pude, sin
»embargo, dijo en su escrito el general Dulce, lograr la re-
)>union de esas fuerzas en aquel punto hasta las altas horas
«de la noche. ¡,Por qué? No 10 sé, no se sabrá probablemente
»nunca. La Guardia civil estaba al mando del coronel Baile,
»y el escuadron de la Reina á las órdenes del coronel Franch:
»los dos me habian respondido aquel mismo dia de su decision
»y lealtad.


»Durante ese tiempo, las turbas habian crecido, y los gri-
»tos de «mueran los traidores» arreciado.


»Agotada al fin mi paciencia, mandé que el escuadron de
»111. Reina ocupase la plaza. No se me obedeció. El grito en-
»t6nces de «mueran los traidores» se convirtió en el de «mue-
»ru el general Dulce.» Al oirlo me presenté solo en el balcon
»y desde alli increpé al jefe que mandaba el escuadron, y le


, »amenacé con fusilarle al dia siguiente si no cargaba á los re-
»voltosos.»


De lamentar es que la relacion oücial de aquellos sucesos
hecha por D. Domingo Dulce, donde consta lo que acaba de
trascribirse, no contenga toda la exactitud que la historia
tiene derecho á exigir, para contar con un punto de partida
de acertadas deducciones. En prueba de esto, puede citarse lo
relativo á los mueras dirigidos á la persona que desempeñaba
la primera autoridad, que se dieron mucho ántes del momen-
to que en su comunicacion indicó, puesto que al desembo-
car los grupos en la plaza de Ar~as fueron ya ruidosamente
repetidos por varios sugetos; y demostraCÍon tambien, y de que
al hacer el primer relato se o"nitió algo por Dulce, fué la otra
comunicacion en que, contestando á la del 28 de junio del
ministro de la Guerra D. Juan Pl'im, que era respuesta á la
suya del 18 fechada á bordo d,~l vaporGUIPúzcoA, amplió aquel
general sus propios conceptos diciendo: «El coronel Franch
»recibió por dos veces la órden de cargar á los revoltosos; la
»segunda se la intimé yo mismo desde el balcon. Y no satis-
»fecho con esto, le hice subir á mi presencia, y en la de mu-
»c10s que lo oyeron le dije que si no cargaba le haría fusi-




CAPÍTULO IX 419


»la'J' al dio, siguiente.» En aquel oficio añadia tambien Dul-
'ce que entre él y el coronel Baile tuvo lugar el siguiente diá-
logo:-«~De qué fuerza dispone Vd.'?-De doscientos hombres.
)}-~En qué sentido están'?-En mal sentido.-~Ylos oficiales'
»-En peor; me los han ganado.-póngase Vd. al frente, que
»voy á mandar romper el fuego. Y por única respuesta se me
)}encogió de hombros y bajó la cabeza, sin dar un paso. En-
)}tónces le dije á lo que recuerdo: quítese Vd. de mi vista.»


En verdad que ambos coroneles con su resistencia pasiva
-faltaron abiertamente á la obediencia que debian al superior;
pero en tan críticos momentos no podian hacer mejor cosa
que lo que hicieron, sin que esto sea santificar la indisciplina.
Enterados como estaban de lo que el general no sabia, y era
que un tiro que se le disparó casualmente á uno de los guar-
dias apostados fuera del palacio, en la entrada de la calle de
O'Reilly, produjo tal impresion de despecho, que muchos de
los alborotadores desarmados corrieron en busca de sus fusi-
les para resistir las agresiones si á ellas se daba principio, no
creyeron por tanto que estas debieran partir de sus redu-
cidas tropas, y ante la gravedad de las consecuencias prefirie-
ron, arrostrar la indignacion del general Dulce á verter la
sangre de aquellos españoles que á fuer de leales promovian
el conflicto. Extendiendo la alarma por sus barrios los que
fueron á armarse, motivaron la reunion de los pelotones que
de la una á las dos de la madrugada se formaron en el Campo
de Marte, paseo del Prado yen otros puntos de la parte nue-
va de la capital, y se dirigieron luego hácia la plaza de Ar-
mas (18).


Desobedeciendo el coronel llaile á D. Domingo Dulce en
tan apurada ocasion, sacrificaba sin duda á su general; pe-
ro salvaba á Cuba para EspaiIa; pues si en medio de aque-
lla efervescencia en que á nada se atendia, por hallarse im-
presionados hasta los caractéres más fríos, si en tan supre-
mos instantes se hace una Je"carga, que hubiera ocasiona-
do numerosas víctimas, habrÍase dado márgen á lamenta-
bles desgracias, á inclinar el grito de venganza contra tocIos
los habitantes de la Habana que no eran simpáticos al elemen-




420 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


to armado, y á la inmediata pérdida de Cuba españ:)la. El que
escribe estas lineas, que con el espíritu mas conciliador recor-
rió los grup0s didgiendo frases de templanza á los más exal-
tados, así 10 comprendió, y pudo apreciar que en el estado á
que habian llegado las cosas, el remedio único y la forma
más suave para terminar el conflicto era la abJicacion de
D. Domingo Dulce. ¡SU expiacion, sin duda, por los mismos
sediciosos medios que dos veces le proporcionaron la elevacion
al primer puesto de la grande Antilla!


Tal era el convencimiento unanime al oir {t los mismos albo-
rotadores hacer á voces una espscie de ba1ance, de los actos
aceptables y r1310;; inconveniente;; que habian caracterizado la
gobernacion del Capitan general. Aquel rm~blo esencialmente
mercantil, ante la lógica de los hechos y la, evidencia del pe-
ligro que implicaba la continnadon de DlIlce en el mando,
no vaciló en decidirse por los promovedores de la crísis, y
para no comprometer más sus intereses, ni prolongar el su-
frimiento que le causaban los males de la pátrb, se inclinó
seguidamente todo al partido y exigencias de aquellos. Por
esto tenia que dársele la razon; lo cual llegó á comprender
hasta el mismo Dulce, quien uespues de meJitar friamente en
la Penín;;llla sobre aqucl grave i-luceSG, no qui.~o uf&:ndersc
de las acus:lciones púb1icas, f'lI1rlándose en que « para ello te-
»nia q ne menoscabar el prestizio de los voluntarios de Cuba,
»debilitando su fuerza moral: y como era un elemento del
»que no pylia prescindir la pátria" no (l'lC)ria qlW nadie le
»defwdies~ sí su defensa habia de deprimír á un elemento tan
»importante. » Su silencio, empero, procedia má;; bien de ha-
ber ya reconocido los errore;; de su mand) en Cilba, y por ha-
b3r declinado la fuerza de su renC0r contra los primeros fun-
cionari \8 de la i~la, á quienes atribuía «la preparacion del
»pen;;amíento criminal al qU3 los voluntarios no hicieron
»más que darle forma.»


Cuanio m·ls irritado estaba Dulce por la actitllJ. ó neg~tiva
tácita á Sil'; órJene;;, demostrada por el c:wonel D. Pablo Bai-
le, y pOlO la poca disposicion á ob~(bc~l"hs de D. Ramon
Franch, dió la caballería de éste ua amag,) de carga que, se-




CAPÍTULO IX 421


gun el Capitan general, «fué suficiente para que los grupos
abandonaran la ?laza.» En tal afirmacion, sin embargo. no
us6 tampoco de tola la exactitui el general, pu~s la mayoría.
d.e estos no se movieron de los puntos que ocupablll, y s610
los que permanecian pr6ximos á la calle del ObiW) se apre-
suraron á ir á sus casas, para volver inmediatam'~nte arma-
dos, continuando los demás en sus puestos ca-la vez más
conmovidos por aquel acto de desp:3cho de la primera auto-
ridad.


En tanto los generales Clavija y Venenc, á quienes Dulce
habia mandado que se vistieran el unifJrme, y D. Felipe Gi-
novés Espinar, que b·.ijo los arcos de la casa de gJbierno per-
manecia tratando de imp~dil' con su presencia que p3netra-
ran en palacio los mtí,,, exaltados alborotadores, al ver nu-
trÍr:3e 10:3 gwpos con voluntarios armados, y al enterarge de
la conmJcion que ya en tola la capibl domi'laba, S3 convir-
tieron en mediadores de los amotinados que pedian la inme-
diata resignacion del Capitan general, :í la que éste tan mal
se avenia. Ni estos gcln3rale:>, ni el g)b.~rnabr, ni las
otras pers;mas que meliaron para que aquellos desisties:m de
tal prop:'Jsito, nah consiguieron, ni era fácil en el estado de
103 ánimos; por lo cual, y para qm no siguiera mc\.s arlelilnte
el conflicto, subieron á las h'lbitaciones de Dulc'l, Clavija,
Venenc y Espinar ya de uniforme, con algunos c::lmisi::luados
de los grupos, para hacerle presente la pretension do la in-
mlJnsa muchedllmbre que llenaba la plC1za y l~s inme~1iatas
calles del Obispo, M3rcaderes, O'Rúlly y Ofici,);>; pretension
resumida en la exigencia de que resignase el mando en el
general segundo cabo.


D. DomingJ D~llc~, terco cu'tl siemprJ y mfís á la sazon
por la contraridad que le dominaba, no qaiso c2der á las im-
posiciones dd tumulto. Per,) al ver qU3 usabC1n los amotinados
de igu'11 terquedad, aplazó la resalucion unas horas y para
cuando fuese ya de dia, disp:mielldo que en el ínterin se fJr-
masen los batallones de voluntario.> para que manifestaran,
por medio de comisiones, cuál era su voluntad definitiva.


Así se verificó. En las primeras horas de la mañana del




422 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


miércoles 2 ne junio, ~acompaiiado Dulce de aquellos genera-
les y de sus ayudantes, recibió las comisiones ele los cuerpos
armados, mientras los batallones reunidos en varios puntos
de la ciudad :esperaban la resolucion del Capitan general.
Abierta la entrevista, preguntó Dulce á los voluntarios si apro-
baban la actitud demostrada por los grupos la noche ante-
rior, á lo cual le respondió una voz desconocida que su. mando
no era conveniente en la isla de Ouba; y un oficial de los
comisionados, usando de la palabra, apoyó con varias razones
la misma afirmacion y terminó diciendo ((que los vol1"nta-
»rios querian una politica más franca, ?J exigian que para'
»el ifecto, se enca1'!1ase del mando el gene?'al E.spinar.»
Dulce tuvo que ceder entónces, y dirigiéndose á los comisiona-
dos les dijo,¡Iastimado, que era aquel hecho más grave y áun
más criminal que la misma insnrreccion de Yara; pero ya que
se le obligaba por la fuerza de los voluntarios, única existen-
te en la capital para sostener sus disposiciones, desde aquel
momento resignaba el mando en el segundo cabo, cual pre-
tendian.


¿Pero fueron los voluntarios los que obligaron á Dulce á
dejar el mando de un modo tan violento'? Absolutamente, nó.
El Capitan general sufria en aquel doloroso paso, las conse-
cuencias lógicas y obligadas de su desgraciada gobernacion
de cinco meses. Los voluntarios y todo el elemento español
que desde la primera proclama del 6 de enero fueron colec-
cionando cuanbs expedía la primera autoridad, vieron á
pGco en ellas defraudadas sus esperanzas, por la falta de
cumplimiento de las promesas: los voluntarios conocían, si no
en la forma en la esencia, todas las manifestaciones hechas por
el general a.l Gobierno de Madrid, en las que daba á la in-
surreccion una importancia escasa y á la metrópoli grandes
seguridades del próximo térmico de la lucha, cu!:,-ndo preci-
samente sabian que el enemigo era tan numeroso, si no más,
que el dia del levantamiento de Céspedes en Yara: los vo-
luntarios sentian la pesadumbre de sus sacrificios, cada día
crecientes y no recompensados; sufrian los malos efectos de
las torpezas militares, no corregidas, y de la gobernacion




CAPÍTULO IX 423


por momentos más funesta, porque resultaba cada vez mé-
nos eficaz; y con todo y á pesar de motivos tan grave.:;, aho-
gaban su sentimiento en secreto, porque aquellos gobernantes
y aquellos militares procedian de la adorada madre España.
Pero cuando des pues de desairárseles se les provocó con ama-
gos de cargas de caballería y con responder á tiros á las que
conceptuaban justas reclamaciones, y cuando no pudiendo
sufrir más perdieron la prudencia, rompiendo el dique de los
miramientos desahogaron la irritacÍon tanto tiempo compri-
mida, y lanzados en el camino de la pasion desenfrenada, no
tuvieron más remedio que recorrerlo hasta el fin y marchar
muy deprisa, que es lo que han hecho y harán siempre los
pu~blos en iguales ó parecidas circunstancias. Estas, pues,
fueron las que arrojaron más bien á Dulce de su mando; cir-
cunstancias preparadas por él mismo y no por los buenos es-
pañoles, que á todo accedian si era para conservar la integri-
dad nacional; circunstancias agravadas por la terquedad del
primer gobernante, en proseguir una política y rodearse de
unos hombres antipáticros á la mayoría del elemento español,
y aprovechadas por los altos funcionarios que, quizás por dis-
frutar mayor popularidad, halagaron las aspiraciones de las
masas que dieron carácter al ruidoso suceso, calificado por
Dulce de más grave que el mismo grito insurreccional de
Yara.


En verdad que al hacer pública ésta apl'eciacion se dejó
dominar demasiado por su despecho aquel general, que al
sentarla en tales momentos, no s610 irritaba más los ánimos
de los que se tenian por los mejores defensores de la pátria,
sino que facilitaba las acusaciones de nuestros enemigos, que
de allí en adelante proclamaron en todas formas que no una,
sino dos eran las insurrecciones de la isla de Cuba. Y cierta-
mente que no cabia paridad entre uno y otro hecho. En Yara
dijeron ya sin embozo los hasta entónces hipócritas refor-
mistas, á quienes en este concepto habia protegido el mismo
Dulce, que todas aquellas protecciones y aquellos halagos y
toda la influencia obtenida desde 1860, la habian aprovecha-
do para armarse contra España, y reunir las fuerzas q.,~¡¡;~::'


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424 LAS INSURRECCIONES EN CUBA.


un dia dado desposeyeran á los españoles de la hacienda que
habia,n reunido á costa de grandes sacrificios. En la plaza de
Armas 10 que manifestaron cuantos pedian justicia contra los
jefes milita,res, que á su juicio no habian querido ó no habian
sábido cumplir con el deber de buenos españoles, y lo que de-
seaban cuantos se tenian por mejores patriotas, era pureza en
el patriotismo, eran buenos ejemplos en la primera autoridad,
era qne se enmendasen las torpezas qU3 comprometian la
existencia de Cnba española, y que sin vacilaciones se sacri-
ficase todo por la salvacion de la pátria, como tenian obliga-
cion de hacerlo cuantos habian jurado sacar triunfante la
bandera de España de las agresiones de sus renegados hijos.


Tampoco cabia paridad, como algunos han querido encon-
trarla, entre la deposicion de Dulce y la del virey de Méjico
Iturrigaray. La de éste, ya queda dicho que fué principal
resultado de la ambicion de mando y de la codicia de algu-
nos, instigados por los emisarios poco prudentes que enviaron
las juntas formadas en la Península al €'mpezar el cautiverio
de D. Fernando VII. El acto que desposeyó á Tturrigaray del
mando fué meditado con gran anticipacion; preparado con
todas las circunstanciat'l y detalles de una verdadera conjura-
cion, no necesaria por cierto en unos momentos en que, cons-
tituyéndose en la metrópoli los poderes públicos, podian espe-
rarse de ellos todas las soluciones; y favorecido y segundado
por la mayoría de los hijos del país, q ne á poco dieron el
grito de independencia y no cejaron hasta que trece auos
despues la obtuvieron.


En la deposicion de D. Domingo Dulce no mediaron los
enemigos de España, ni intervinieron en otra forma que au-
mentando los grados del malestar con sus invenciones alar-
mantes. No fué aquel acto resultado de una verdadera cons-
piracion, pues si las autoridades celebraron reuniones á es-
paldas del Capitan general, para ocuparse de los asuntos po-
líticos y acordar el modo de mejorar su mal estado, ó conju-
rar los peligros crecientes por momentos, ó prevenir los que
veian acercarse precipitadamente, y para buscar el medio de
contener un arranque violento de la opinion pública excesi-




CAPÍTULO IX 425


'Vamente incitada, no se dirigían aquellos altos funcionarios
á atacar á Dulce por sorpresa, ni cometiendo asesinatos para
conseguirla, cual sucedió en la noche de la deposicion de
Iturrigaray; demostrándose todo lo contrario en la conferen-
cia que el 25 de mayo celebraron con la primera autoridad,
en la que la persuadieron de la conveniencia de presentar su
renuncia. En la plaza de Armas no hubo una sola desgracia
entre los mnchos miles de personas que simularon querer in-
vadir el palacio, defendido por muy pocos compañeros de los
mismos que aparentahan tener tal propósito, que solo en la
apariencia existia, pues á ser verdadero, lo hubieran reali-
zado indudablemente sin gran esfuerzo, cuando tan poco se
necesitaba para arrollar aquella reducida fuerza, no muy dis-
puesta por cierto á resistir.


Dulce d~.ió el mando cuando se le manifestó que este era el
general des~o y la exigencia de cuantos consideraban inco-
veniente á la isla su continuacíon, y de la autoridad hizo
entrega al segundo cabo su sucesor natural. A Iturrig·aray se
le depuso violentamente; arrancáronle de sus habitaciones á
altas horas de la noche, se le aprisionó, fué atropellado, y en
vez de consultar los conjurados su voluntad sobre la persona
que debia sustituirle, le sacaron preso de la capital de Méji-
co. Dulce, por el contrario, permaneció en la casa de gobierno
tres dias desplles del de la deposicion, y en pleno sol y ro-
dearlo de gran muchedumbre, de los generales, altos funcio-
narios y personas principales de la Habana, fué desde pala-
cio al mudlc, donde se embarcó sin que nadie le molestara,
ni le faltase al respeto. Como decia el MANIFIESTO Á LA NACION
POR LOS VOLUNTARIOS DE LA ISLA DE CUBA, publicado para
justificar su actitud en aquellas jornadas, el suceso de la
plaza de Armas no fué un movimiento revolucionario para
nombrar el Plder que rigiera á los voluntarios, ni estos cons-
tituyeron siquiera una situacion nueva (19): se sepa,ró al hom-
bre, dejando incólume á la autoridad; prescindióse de D. Do-
mingo Dulce y no del capitan general de la isla de Cuba.


Cuantos tuvimos el sentimiento de presenci:J.r los sucesos
de aquella triste noche, no oimos en verdad ningun muera al




426 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


Capitan general, entre los muchos á los traidores y á Dul-
ce (20), ni ninguna palabra ofensiva al representante de la
España que al propio tiempo se victoreaba calurosamente.
Pero ¡cuánto no habrían ganado el crédito español y los de-
fensores de su nqmbre si tales hechos no hubiesen ocurrido!
Las intenciones de la asonada iban sin duda dirigidas contra
la persona de D. Domingo Dulce; mas como en él se simboli-
zaba el principio de autoridad, éste fué al cabo el que perdió
el prestigio, quedando tan lastimado, que en mucho tiempo
no pudo reponerse, y hoy tal vez no ha recobrado aún su in-
tegridad perfecta.


IV.


En los primeros momentos, subsiguientes á su deposicion,
pasó el general Dulce indiscretas, aunque verdaderas comu-
nicaciones oficiales á las autoridades superiores y corporacio-
nes de la capital, manifestándolas que obligado por una co-
misio n de los batallones de voluntarios, habia hecho entrega
del mando al general segundo cabo D. Felipe Ginovés de Es-
pinar (21). Mas entrando luego en mejor consejo, recogió
aquellos oficios y publicó en la GACETA DE LA HABANA otro
en el que, sin motivar el acto, anuuciaba al público haber
resignado su cargo en dicho general, quien desde aquella fe-
cha quedaria al frente de los mandos superiores militar y po-
lítico de la isla (22).


Seguidamente y afectado aún por los sucesos de aquella
mañana, dirigió Dulce un despacho telegráfico al Gobierno
de Madrid, participándole que una sublevacion nocturna pre-
parada y no reprimida, por falta de soldados y sobra de jefes
indecisos ó débiles en presencia del peligro, le habia exigido




CAPÍTULO IX 427
---------------------------


resignar el mando precisamente en el general segundo cabo;
urgiendo p::>r tanto el embarque de su sucesor el general Ca-
ballero de Rodas, á quien convenia que acompañasen dos mil
hombres escogidos, con jefes valientes y adictos á su persona,
para que dieran la guarnicion en la Habana (23)


Fiel expresion del estado en que el ánimo del general de-
puesto se hallaba fué aquel alarmante telegrama, disculpa-
ble tan sólo por el apasionamiento que lo inspiró, pues las
circunstancias, aunque muy graves, no eran por cierto del
carácter que Dulc-a queria hacer suponer al gobierno y que
desmintieron aquel mismo dia con sus actos, y demostraron
en su conducta sucesiva, los mal juzgados voluntarios de la
capital y de la isla. La entrega del mando se verificó con las
formalidades oficiales de costumbre, aunque omitiendo al?u-
nos de los usados detalles de cortesía, y la autoridad interina
empezó á funcionar inmediatamente, mientras la depuesta
continuaba en la casa de gobierno recibiendo, sin que nadie se
lo estorbase, visitas de despedida de las personas principales
de la capital. Los vol untarías I en tanto, satisfechos al verse
libres de la gobernacion del que creían un peligro para la
pátria, preparaban una espléndida recepcion lá los volunta-
rios vascongados que llegaron aquel dia en el vapor-correo;
queriendo probar con su cordura y sensatez que ellos eran la
legítima garantía del órden, y los únicos verdaderos defen-
sores de la causa de España (24).


Cohibida la autoridad de Espinar con la presencia de Dul-
ce, hasta dcspues del dia 5 que se embarcó éste para la Pe-
nínsula en el vapor Guipúzcoa, se limitó en el ínterin á dar
cuenta al gobierno de haberse hechn cargo del mando de la
isla, :1 decirle que carecía de tropas y á encarecerle el pronto
viaje del general propietario (25); pudiendo ya el dia 6 comu-
nicarse extensamente por telégrafo con el presidente del Po-
der ejecutivo y con los ministros de la Guerra y de Ultra-
mar. Contestando sin duda en este despacho á las prevencio-
nes del gobierno supremo, dirigidas á que se reconcentra-
ran fuerzas en la capital, manifestaba Espinar que no podria
disponer de un solo soldado sin debilitar en los' parajes de la




428 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


insurreccion el ejército, distribuido en 3.9)0 bguas cuadra-
das de territorio y diseminaio hagta en parti las dl} veinte
hombres; a:1emás de qU3 para verificarlo nec~sitaria quizás
Gn mes de t~rmino. Para tranquíliz'1r, sin embargl, al go-
bierno qUl!, fundado en el alarmante telegrama de Dulce, no
se habia impuesto de la exactitud. de los sucesos, decia tam-
bien Espinar que en las poblaciones reinaba el órden, aunque
no toda la apetecible tranquilidad moral; pero que el ejército
y los voluntarios fraternizaban, y esto hacia difícil y peligro-
so el empleo de la fuerza, aunque tropas enviadas de la Pe-
nínsula llevasen semej'1nte mision, que solo graves complica-
ciones determinaria, cuando más que enérgico,; actos, lo que
se necesitaba allí, para robustecer el quebrantado principio de
gobierno, era mucha habilidad y gran tacto polí tico (26).


Esto, mas (lue rigor, se requería indudable:nente en tales
momentos. El ataque que produjo la depo.~ici:)11 de Dulce,
aunque fuera dirigido á la persona, como decian sus autores,
y no al Capitan general, procedia de todo un pueblo que en
semejantes circunstancias lo representaba el elem,mto espa-
ñol, y habiéndose constituido las masas en pod~r d~cisivo,
sobreponiéndose al principio de autoridad, al interiTlO repre-
sentante de ésta debia faltarle l6gicamente el pr~..:;tigi:) en la
oca::lion en qU3 más n3cesidad tenia de él. El g:~neral Espinar
temia CJn rüZDn, y por eso ss hubiera indindo á Lt bhndura
aunqn3 sns comprJmis~s no le obligilran, qn~ la" hombres
ménos p~nsadores entre lDs que cooperaron á la depoi.;icion
de Dulce, alucinados por el triunfo y sin m~Jit:lr en los pdi-
gros que el h3cho entrañaba, realiZ::1S3n sus proyecto., ambi-
ciosos exigiendo los frutos de la victoria. Temia a los que en
son intimidatorio pretendían imp::mer á su débil aubridacl me-
didas exageradas, que consideraban muy razon:1bles, muy es-
pañolas y muy propias p1ra extirpar ciertas corr1lptelas como
las del personal de determinados ramos de la Admini"tracion
pública, por ejemplo. Pero esto, que hubiera teui:lo todo el
carácter de un completo des:::onocimiento del g,ohierno de la
metr6poli y hubiese desvirtuado, por consiguiente, las aseve-
raciones d3 aqu3110s mismos hombres que jamás intentaron




CAPÍTULO IX 429


prescindir de España al hacer públicos sus propósitos de de-
poner á Dulce, pudo por fortuna evitarse; conjut'ándose los
temores del gDbernador interino, merced á la m~diacion de
personas caracterizadas é influyentes en las masas, y á las
exhortaciones de la prensa.


LA Vo!. DE CUBA, que era entónces el periódico preferido
por la p'tl'te más ardorosa del elemento español, inspirándose
en el patriotismo de las personas que le dirigian y daban vida,
al poner de manifiesto la gravedad de la situacion, gravísima
y más ocasionada á peligros que ninguna otra de las que la
isla habia atravesado, aconsejaba á los voluntarios que conti-
Imasen siendo sensatl)S, que mostraran cordma y buen senti-
do é inm')!tsen ante el sentimiento de la patria sus pasiones;
que siglli~ran unid')s si querian salvar su causa, y respetasen
fÜ sacrificio del general Espinar, que aceptando el gohiel'llo de
Cuba, cOLlsumaba un acto de abn~gacion por lo méllOS tan
grande como el de Dulce al haberlo resignado. Formulaba
aquel peri61icl su pensamiento diciendo: {(si el capitan gen'e-
»ral ha dirnitilo, viva el capitan general;» pues al represen-
tante de Esp:ü'ía, cualquiera que fuese su nombre, debia 1'e-
vestírsele de todo el prestigio, de toda la autoridad, de toda
la fuerz,1. necesaria para sacar á salvo el nombre de la metró-
p:lli, que era el único que no pocHa perd~r"e de vista á través
de los ac'mt.lcimientos. Para ello aconsejüba que todos los
espaiIJb" c::mtribuycran fel'vJrasamente á la conservacion de
la unida'l, sin ]a cual era su ruina cierta; pll:':S con escisiones
é imprll b!lCi·1.3, SJl:.> se c:lnsegllil'ia. propJl'cionar á los adver-
sarius la :mti"flcci0tl de ver debilitarse á los defensores de la
integ¡'i la:1 nacional.


EL DrAlul DE LA ::vI \.RlNA predicab:1 tamhien como conducta
salva'10ra la estrecha union de tolos los espauoles, para forta-
lecersJ y resistir las incesantes y variadas agre:;iones de los
separatistas. L'l patri6tica PRE~SA DE LA HABANA, cr~yenJo
en la imposibilidad uc la desuníon en el elemento leal, se
most¡'aba deci lila á combatir todas las ideas disolventes, más
temiblJs rtlll la mism1 iU311rreccÍ3n arma la. Y 103 j Jfes dE'
volunhtri'):3 y las m,í3 importantes particlarios de Espai1a, 11a-




430 LAS INSURRECCIONES EN CUBA.


ciendo coro á las loables tendencias de los periódicos, procu-
raron con sus consejos evitar indiscretas manifestaciones; im-
pidiendo por el pronto que el domingo 6 de junio, se verificase
en el teatro de Tacan una especie de meeting en el que, algu-
nos de los que se tenian por los mejores españoles, tratando
de constituir el CASINO ESPAÑOL DE LA HABANA, se proponian,
partiendo de los principios fundamentales de aquella asocia-
cion, tomar ciertos acuerdos en asuntos de interés público, y
presentarlos á la débil autoridad interina para que los acepta-
ra y diese forma (27).


En vista de esta actitud y de las tendencias á conservar el
órden manifestadas por los mismos que, imitando los sucesos
de la. capital, habian depuesto á sus autoridades y hecho ma-
nifestaciones contra la política de Dulce, en Matanzas, en
Cárdenas y Güines; disponiendo ya del apoyo que todos le
ofr'ecian para salvar la crísis del momento, y cuando creyó
poder conseguirlo, dictó Espinar, en agradecimiento á los que
apartaban de su camino gubernativo los obstáculos que lo
obstruian, algunas medidas que les fueran simpáticas y cor-
respondiesen en parte á exigencias formuladas.


Ciertamente que aquellas poblaciones, si mucho se apresu-
raron á imitar á los que en la capital depusieron á Dulce, no
se mostraron ménos activas en seguir la marcha patriótica de
reaccion iniciada por los notables y los periódicos de la Haba-
na. Inspirándose Matanzas en el propio espíritu conciliador y
en la discreta tendencia de aquellos, logró imbuir ha8ta en los
menos prudentes la necesiJad de la lmion y del órden. Publi-
có al efecto el COMITÉ NACIONAL CONSERVADOR de la ciudad
y su jurisdiccion una circular-proclama, manifestando que
aunque grave y difícil la situacion, no era desesperada ni im-
posible de vencer, yofreciendo á los delegados de la autori-
dad, toda su fuerza moral y material para mejorarla y salvar
los principios de gobierno, cumpliendo y procurando que por
todos se cu~nplieran las leyes, como el mejor medio para triun-
far del enemigo comun y de los traidorc,;; que int.entaban divi-
dir al elemento ldal y se gozaban con la esperanza d<3 lograrlo.
\( No es tiempo de volver la vÍ,;;ta atrá,;,» decia aquel docu-




CAPÍTULO IX 431


mento, «para mirar los lamentables errores, la torcid1\ mar-
})cha contraria al rápido triunfo de la causa española y la
})práctica de los planes utópicos, opuestos á todo principi0 de
»buen gobierno y de prevision histórica, seguidos por gober-
})nantes faltos de buen consejo ó excesivamente confiados. 01-
»vido, pues, de lo pasado y ocupémonos del presente para su
»remedio; sirviéndonos aquel suceso de leccion y de triste
»ejemplo para el triunfo del porvenir á que aspiramos, y para
»el afianzamiento de la paz y tranquilidad de la isla.» Esto
aconsejaba aquella patriótica corporacion, al persuadir á los
matanceros de la necesidad de evitar las reuniones tumul-
tuarias, las manifestaciones armadas y anárquicas, y el apa-
rato de la fuerza con el carácter de sedicion, y al encarecer
la conveniencia de subordinarlo todo á la razon, al convenci-
miento y á la fiel observancia de la ley (28). Tambien Cárde-
nas y las otras poblaciones de importancia. ofrecieron su apo-
yo para sostener la causa del órden y la autoridarl interina
de Espinar.


Para satisfacer éste «algunas exigencias pacíficas sohre
»remoCÍon de ciertos empleados,» segun manifestó al go-
bierno en un telegrama del dia 8 (29), exigencias hechas por
los mismos partidarios del órden que tanto hablaban de la
necesidad de sostenerlo y ofrecian su influencia para conse-
guirlo, publicó como capitan general interino y cual si se ha-
llase revestido de facultades extraordinarias, un decreto pro-
metiendo empleos civiles á los militares, milicianos moviliza-
dos y voluntarios, inutilizados en campaña ó que se hubiesen
distinguido en señalados servicios contra los insurrectos.
En consecuencia dió colocacion á algunos de los que se en-
contraban en aquel caso y á bastantes dependientes de co-
mercio que, ya porque los asuntos mercantiles decayeran con
motivo de la guerra, ya por la aficion á desempeñar destinos
civiles que se iba despertando entre los defensores de la inte-
gridad nacional, pretendieron reemplazar, así á los hijos del
país que no eran voluntarios y qne habían obtenido empleos
por la intercesion de los reformistas inclinados últimamen-
te al partirlo de la independencia, como á los peninsulares




4:32 LAS INSURRECCIONES EN CUBA.


que debian sus nombramientos á la revolucion de setiembre.
El buen efecto que produjo en el elemento espaüol el acuer-


do de Espinar y los u?lausocl dedicados á éste con tal motivo,
se interrumpieron un tanto por la publicacion en los periódi-
cos espaüoles de la carta que el coronal Modet dirigió á los
voluntarios de la Hab:ma, j ustificalldose de los actos que se
le imputaban como jefe de columna en las jurisdicciones de
las Cinco Villas (30). El coronel Modet, lamentándose de las
ocurrencias de la noche del l.0 de junio, perdonaba á la
parte turbulenta de los voluntarios que, intentando con su
actitud lastimarle en la honra, habían sembrado un eterno
pesar en su alma; pero no podiaperdonarles el daüo que co-
mo autores de aquellas escenas infirie¡'on á la pátria. Esta
afirmacion, inesperada en tales mCHncntos, irritó el ánimo de
los que no se encontraban satisfechos con la victoria, y si no
arrepentidos, recelosos estaban y temiendo el juicio que en la
metrópoli se hiciera sobre la deposicion de Dulce. Tal vez el
pequeño alboroto, promovido el dia en que redactó dícho de-
creto Espinar, del que resultó muerto un negro por desoir la
voz de ataja, fué efecto dd estado de excitacion en que por
aquella carta muchos se encontraban (31).


Por esto y por otras manifestaciones de la opinion, de esas
que no dejan lugar á la duda, aunque Eclpinar relevaba
autoridades militares en los distritos, y funcionarhs civiles
de caracter político. como el fiscal de imprenta, cuyo cargo
confió al poeta D. Francisco Camprolol1; aUl1qlle dió un ver-
dadero empuj0 a la persecllcion de los insurrectos, plr su
propia iniciativa y la de los espaüoles que le aconsejaban;
aunque se excitase aqlle:los dias el sentimiento patri6tico,
favoreciendo la susL:ricion para ob,;;equiar con una caja de ar-
mas al valiente español D. José Llu1la, residente en Nueva
Orleans (q uien para acallar la vocinglería de los emigrados
cubanos publicó un cartel de desafío, retando á lucha personal
á todos los que manifestasen en los Estados Unidos simpatías
por la bandera que sustentab'1 CS3pedes) (32); aunque la
tranquiliJad material fuera tan completa, como aSDguraba la
primera autoridart interina ele Cuba, en sus despachos á los




CAPÍTULO IX 433


ministros de la Guerra y de Ultramar, aquel órden á nadie
satisfacia, y todos le consideraban, si no estudiado fingi-
miento, consigna. secreta circulada entre los vencedores, para
seguir ocultos trabajos que sancionaran y asegurasen sin
contrariedades violentas su conquistada influencia.


Solo en muy reducidos círculos, con voces poco vigoro-
sas, ménos alarmantes y en tono más bajo que el empleado
hasta allí, se hablaba de la poca armonía. y falta de perfecta
un ion entre una parte del pueblo armado y los jefes que lo
mandaban, por la resistencia de éstos á acceder á todas las
pretensiones, no muy sensatas algunas, de los más impacien-
tes. Evitóse sin embargo que durante los primeros dias del
mando de Espinar, se formulase el desacuerdo en manifesta-
ciones públicas, lo cual pudo traducirse por síntoma favorable
y de buen efecto, debido tanto á la intervencion de la prensa
como á la lógica de los sucesos, que á los directores de aquella
les habia. acrecido los halagos del poder y obligado, por gra-
titud, al compromiso de ampararlo. A éste, como á aquellos
y á cuantos habian puesto mano en los trascendentales suce-
sos del l. o y 2 de junio, les pre~cupaba bastante el silencio
del telégrafo, que tuvo unos dias á la isla en el más completo
desconocimiento de los asuntos de la metrópoli, del viaje de
Caballero de Rodas y de la política que llevara el encarg'o de
desarrollar; la cual, conocida la tendencia del gobierno de
Madrid á restablecer el quebl'atando principio de autoridad,
00 podia considerarse para 'todos satisfactoria. Pero ya el 11
de juoiCl se recibieron despachos anunciando la salida de
Cádiz del nuevo Capitan general, sin las tropas que Dulce
habia aconsejado le acompañasen, y esto tranquilizó.y no
poco á los temerosos de que una energía excesiva pudiera to-
marse por motivo de mayores complicaciones (33).


Para aprovechar eutónces la benevolencia,que tenian dere-
cho á exigir de la autoridad interina, redoblaron los impacien-
tes ciertas exigencias, que Espinar tuvo precision de satisfa-
cer, así en lo relativo á los cambios de personal como á otros
varios asuntos. Puede citarse entre estos, la excarceracion de
aquella señora que por prestarse á conseguir el indulto de


TOMO II 2_' .:>




434 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


un preso político, fué encerrada, la cual, merced entre otras
influencias á la activa gestion de una de las personas que
intentó deportar Dulce á la Península en el vapor-correo del
30 de mayo, obtuvo la libertad. Y puede citar::;e tambien por
su trascendencia, el permiso que concedió el primer gober-
nante, á pesar de no permanecer en vigor el derecho de re-
union, para que, los fundadores del CASINO ESPAÑOL DE LA
HABANA, pudieran celebrar en el teatro de Tacan la juutll.
que el dia 6 fué suspendida por la gravedad de las circuns-
tancias.


La existencia de aquella sociedad, que tanta importancia
ha llegado a adquirir, y á la que tanto le toca figurar en la
historia moderna de Cuba, se autorizó oficialmente durante
el mando del general Dulce .. En 11 de marzo de 1869, diri-
gieron una solicitud al gobe~nador político de la capital don
Isidro Gassol, D. José M. Avendaño y D. Simon Sepúlveda,
los tres pertenecientes á la que hemos denominado clase me-
dia, exponiendo que, para salvar la difícil situacion por que
pasaban el comercio y la industria de la isla, desde que esta-
lló la insurreccion de Yara, creian conveniente que los hom-
bres interesados en aquellos importantes ag31ltes de la vida
social, se reunieran para ponerse de acuerdo y dirigir la ac-
cion comun á tan provechoso fin; y pidiendo, para conse-
guirlo, que se les autorizara la fundacion de un casino que
sirviese á la vez de centro de distraccion á los asociados (34).
Aquella solicitud, que envolvia una fuerte censura contra la
autoridad, que tan desgraciada fué para mejorar el aflictivo
estado de los negocios, se atendió sin embargo inmediata-
mente por el gobernador político, á pesar de que, para en-
tretenerse en lecturas y juegos lícitos en las horas de ócio,
existia ya el titulado CASINO DE LA HABANA, donde se reunian
los empleados, militares y bastantes hijos de escogidas fami-
lias del país aficionados á estas distracciones. Pero los solici-
tantes estaban tan lejos de pensar en inscribirse en tal casino
I!omo en aproximarse á aquellas clases sociales, pue::; si entre
los fundamentos de la peticion figuraba el de solazarse, no
(~ra ciertamente el esencial, sino que su propósito iba más bien




CAPÍTULO IX


dirig'ido á convertir en un centro político el que se proponian
establecer.


Concedida la autorizacion el mismo dia que se pidió, dedi-
cáronse los iniciadores á reunir sócios, á procurar que segun-
daran y amparasen su pensamiento los hombres más influ-
yentes de la cIase media y jefes de voluntarios, á disponer lo-
cal á propósito en los altos de las casas de Ariosa y á redac-
tar el reglamento que habia de someterse á la aprobacion de
la autoridad. Preocupados con esto y por,los acontecimientos
de marzo, abril y mayo, no creyeron conveniente los funda-
dores constituir antes el CASINO; pero al presenciar el vario
modo con que se apreciaba por la opinion la actitud política
que adoptaria Caballero de Roda~ al llegar á la isla; y te-
miendo que pudiera revocar la concesion y anularse por con-
siguiente toda su 'obra de propaganda, aprovecharon las fa-
cilidades que les ofrecia el mando interino de Espinar, é im-
primiendo dicho reglamento el 11 de junio, con el objeto de
discutirlo y aprobarlo inmediatamente, citaron para el mis-
mo Jia á los sócios inscritos á lajunta que debia celebrarse en
el gran teatro de Tacan.


Reunidos en aquel local bajo la presidencia, de la que se
presentó con el carácter de comision jJrovisional del CASINO
PENINSULAR, constituida en su mayor parte por los hombres
que definitivamente vinieron á componer la directiva del CA-
SINO ESPAÑOL, se abrió ámplia discusion en la que, tal vez
respondiendo á insinuaciones del COMITÉ presidido por Zulue-
ta, que en aquel centro veia dibujarse un poder émulo que
pudiese anular el suyo, algunos asistentes combatieron el
espíritu de intransigencia que en el reglamento dominaba, y
que tendia á cerrar las puertas del CASINO á determinadas
clases del elemento español. Grande fué el calor con que los
oposicionistas se expresaron para entorpecer la marcha que
hácia su desarrollo emprendia aquella clase media, y muy
vigorosa la defensa que ésta hizo para que sus pretensiones
prevalecieran; mas presentándose aún bastaute débil, por no
haber podido extender cuanto deseaba su movimiento de
atracr-ion, tuvo que flaquear en ciertos puntos, y no habien- ~~:~:~~ ~~ ::':


: : . \ f\:. .~


'.




436 LAS INSURRECCIONES EN CUBA.


do por tanto llegado á un acuerdo los concurrentes, se sus-
pendió el debate, aplazándolo para dos dias despues (35).


Para continuarlos verificó se otra reunion á las doce del
domingo 13 de junio en el mismo teatro; pero en ella no se
dejó ya la entrada libre como en la anterior, sino que fueron
admitidos solamente los verdaderos sócios, con el fin de evi-
tar que oradores intrusos interrumpiesen otra vez las solu-
ciones. Arduo fué el'trabajo, y grandes los esfuerzos de lógi-
ca y de conveniencia empleados aquel dia, para conseguir una
transaccion entre los que sustentaban opuestas aspiraciones;
y permadiéndose al cabo los iniciadores de lo peligroso que
seria el exclusivismo que querian usar, accedieron á admitir
ciertas enmiendas en el reglamento impreso con aquella fe-
cha, y aprobado con la del 26 (.36). Seguidamente se procedió
á la eleccion de las personas que habian de constituir la pri-
mera junta directiva; y en verdad que el resultado de las
votaciones demostró que los socios en su mayoría no en-
traban de buen grado en la reforma introducida en el pro-
yecto de la comision provisional, y que aquella transaccion
adolecia de gran falta de sinceridad, puesto que para consti-
tuir dicha junta fueron elegidos precisamente los hombres de
la clase media mercantil más refractarios á un acomodo, y
se admitió únicamente entre los que pertenecian á otras cla-
ses sociales, aunque figurando en el penúltimo lugar de la
candidatura, al publicista, y director del periódico LA PREN-
SA., D. Gil Gelpí y Ferro (37). Desde el momento en que el
CASINO ESPAÑOL DE LA HABANA se instaló, pudo ya consi-
derársele como el verdadero guion del elemento peninsular de
la isla y cual la primera avanzada de los que con más pro-
piedad que nadie podian llamarse buenos españoles, y así 10
pretendian, por hacer más desinteresados sacrificios y no re-
cibir, en recomp3nsa á sus actos patrióticos, ninguna de las
ventajas que á los privilegiados de la camarilla ó comité les
proporcionaba su influencia oficial.


Esta 'lctitud de la clase ménos atendida y considerada del
partido español y del elemento voluntario, contribuyó en
gran manera á distraer algunos dias la opinion pública y á




CAPÍTULO IX 437


conservar el órden material; influyendo tambiEID mucho para
que este bien se siguiera disfrutando, la dolorosa impresion
que en los verdaderos amantes de España causó la muerte
del honrado intendente de Hacienda D. Joaquin Escario,
quien hondamente impresionado por la parte que, lleno de
los más santos propósitos, tuvo que tomar en la obligada re-
nuncia de D. Domingo Dulce, no pudo resistir los rigores de
la cruel enfermedad que le asaltó cuatro dias despues del
embarco de aquel general, y descendió al sepulcro llorado de
todos los hombres que conocian sus virtudes y Sil patrio-
tismo (38).


Motivo fué tambien para distraer las intenciones inconve-
nientes y contrarias á la tranquilidad, que en algunos poco
discretos españoles pudieran aun existir, la prision de los vo-
cales de la Junta cubana de Nueva-York, comunicada por
nuestro representante en ·Washington D. Mauricio Lopez
Roberts, en telegrama del 17 de junio, y circulada con gran.
prisa al púhlico por el general Espinar en un extraordinario
á la GACETA DE LA HABANA (39). Morales Lémus, Fesser,
Basora, Lamar, Alvarez, Mora, Ryan, y otros hijos de las
Antillas y norte-americanos fueron, por reclamacion de aquel
diplomático, reducidos á prision; acusados de haber infringi-
do las leyes de neutralidad, al organizar el dia l. o de mayo
en territorio de la república, una expedicion militar contra los
dominios de un pueblo amigo cual era el español. Pero ha-
biendo presentado aquellos fianza carcelera, con arreglo á las
leyes del país obtuvieron seguidamente la libertad, desvane-
ciéndose así las esperanzas concebidas en Cuba, por los que
creian que tal detencion sirviera para desbaratar los planes
y contener la audacia de los irreconciliables enemigos de
España.


Sucedió todo lo contrario, pues al cabo no pudo aprovecharse
aquel acto, sino para suspender momentáneamente los áni-
mos, y hacer por unos dias .más fácil el mando de Espinar y
más llevadera la crítica situacion que la isla at.ravesaba. Tan
distinto fué el efecto en los siempre inquietos miembros de
aquella junta, que mientras contra ellos procedian los tribn-




438 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


nales de la Union, tan blandos al fin en su castigo, quisieron
aprovecharse del estado de cosas nacido de la deposicion de
Dulce, y circularon al efecto una proclama entre los peninsu-
lares de la isla llamándoles á su causa, excitándoles á. que les
siguiesen en la obra de la independencia, y en la constitucion
de un gobierno propio, hijo de la soberanía del pueblo y con
la forma de la república federal; por la que, «tal vez,» decia
Morales Lémus, «nos esté reservada la satisfaccion de ofrecer
»en no muy remoto dia un asilo y una nueva patria á los
»hombres honrados y liberales de la misma España» (40). No
faltaban verdades en aquel hábil documento, lanzado con tal
oportunidad y dirigido á dividir, como el mejor medio para
triunfar de los buenos españoles, quienes en aquellas excita-
ciones distinguieron un gran peligro y ante él procuraron
entónces estrechar sus filas para ahuyentarlo.


La misma GACETA que publicó el telégrama relativo á la
detencion de Morales Lémus y consortes, anunció tambien,
como noticia satisfactoria, la eleccion del duque de la Torre
para el cargo de Regente del reino, hecha por las Córtes Cons-
tituyentes españolas (41). Aprovechando Espinar el suceso en
favor del órden, dispuso que se celebrase tan plausible nueva
con salvas de artillería, y con una revista en gran parada
de los cuerpos de voluntarios de la capital. Verificóse esta el
dia 20 de junio con gran brillantez y concurrencia, pudiendo
asegurarse que el acto fué tan ordenado cual otros iguales
efectuados anteriormente, aunque en él no prescindieran al-
gunos, al romper filas los batallones, de la censurable costum-
bre de disparar tiros en los fosos de la muralla, que más servian
para producir alarmas en el vecindario que para limpiar los
fusiles, que era la razon con que trataban de disculparse
aquellos á quienes se les reprendia tal abuso. Se aprovechó
tambien la elevacion del duque de la Torre para que el gene-
ralle felicitara calurosamente en su nombre, en el de las ar-
mas y de la fuerza ciudadana, y en el de todas las clases de la
isla, al tiempo que los voluntarios de Matanzas dirigian otra
felicitacion telegráfica á D. Juan Prim, la víspera de su santo,
y cuantos tenian influencia cerca de los hombres de la revolu-




CAPÍTULO IX 439


cion de setiembre manifestaban en todas formas sus respetos
y adhesion al gobierno. para demostrarles que la deposicion
de las autoridades en Cuba no alteraba en nada su obediencia
á los poderes nacionales, ni disminuia los grados del patrio-
tismo de sus habitantes. Para dar á conocer éste, publicaron
á la sazon los periódicos, precedidas de grandes protestas de
españolismo, las cifras á qLle ascendian los donativos hechos
por los vecinos de la Habana, imposibilitados de empuñar
las armas, en favor de los voluntarios defensores activos de
la integridad nacional (42).


Mucho contribuyeron asimismo á mantener la obediencia,
durante la corta interinidad de Espinar, las noticias oportu-
namente circuladas, relativas á los acertados movimientos
del general Lesca y á los triunfos obtenidos por el brigadier
Ferrer y por otros jefes de nuestras tropas sobre los insurrec-
tos; noticias que el general comunicó á la metrópoli con al-
guna exageracion sin duda (43). Y áun contribuyó al mis-
mo bien el apresamiento hecho aquellos di as de la goleta bri-
tánica LA NAVE, conductora de municiones de guerra que
se suponian destinadas á los insurrectos, y que resultaron
luego ser para las posesiones de los ingleses en las Anti-
llas (44).


Pero tantos esfuerzos y el buen efecto producido por todas
las meditadas disposiciones que tomó Espinar, para atravesar
su gobernacion interina sin ruidosas manifestaciones, fueron
contrariados al fin por la presencia de D. Manuel Buceta, que
llegó á la Habana con el objeto de embarcarse para la Pe-
nínsula. Poco simpático este general á la opinion española,
que censuraba su conducta durante el tiempo que operó contra
los insurrectos, estuvo á punto de recibir una cencerrada co-
mo las de Pelaez y Modet; cuyo escándalo evitó por fortuna
el mismo Buceta, embarcándose despues de publicar un co-
municado en el que se ofrecia dar detalles, á cuantos los
desearen, sobre su comportamiento militar, é insertaba para
justificarse algunos documentos relativos á las operaciones
que habia dirigido en el departamento de Oriente (45).


En esta actitud de los que quisieron tomar á aquel gene-




440 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


ral por motivo para reproducir los conflictos que la gente
sensata trataba de proscribir, vió claramente el gobernante
interino cuál se iba perdiendo su prestigio, y cómo el princi-
pio de autoridad le era cada dia ménos fácil de restablecer; y
tocó más las dificultades que se oponian á asegurar el sosiego
público, en los tiros calumniosos que empezaron á dirigirse
contra el digno y caballeroso general Letona, á quien el ele-
mento ardiente acusaba de no perseguir á los insurrectos del
Camagüey con la eficacia que fuera de desear, y pidió por tan-
to al capitan general que le relevara desde luego. A esto tuvo
Espinar el buen sentido de no acceder, aplazando el acuer-
do hasta la próxima llegada del general propietario.


Espinar fué sintiendo muy pronto los efectos de su bene-
volencia con ciertos ambiciosos, no muchos afortunadamente,
que ni la anarquía desdeñaban si con ella podian propor-
cionarse aumento en su hacienda particular; vió resentirse
los ingresos del Tesoro ya muy apurado; oyó los anuncios
de próximas suspensiones de pagos, en banqueros acredita:'"
dos; conoció la tendencia en determinados y muy conocidos
peninsulares, á dejar la isla así que aquellas circunstan-
cias mejorasen algo, y no pudiera su accion traducirse como
abandono del campo al frente del enemigo; y comprendió por
fin, que algunos iban cansándose ya de cumplir las protestas
que le habian hecho, de sostener el prestigio de su autoridad
á toda costa. Para no dejar un triste legado á su sucesor y
para allanarle por el contrario todo lo posible el camino de su
gobernacion, hizo Espinar á la postre un gran esfuerzo, úni-
co verdaderamente loable durante su interinidad, cual fué re-
levar á los voluntarios que hacia seis meses prestaban el ser-
vicio de guarnicion en las fortalezas del Morro y de la Caba-
ña; reemplazándolos con la marinería de las dotaciones de las
fragatas GERONA y VITORIA, y consiguiendo así que des-
apareciera el gérmen de muchos conflictos (46).


Grandes fueron las contrariedades que sufrió Espinar, en
las muchas abdicaciones de sus facultades de primer gober-
nante á que tuvo que prestarse, y no pocas sus súplicas
con el fin de contener las imprudencias, asegurar la quietud




CAPÍTULO IX 441


de los intransigentes y para dar á s~ mando el carácter de
justificacion que lo hecho con Dulce exigia. Como esto esta-
ba tanto en su interés cuanto en el de los demás altos fun-
cionarios que en aquel acto intervinieron, se logró que en los
veintiseis dias de su gobernacion disfrutase la isla alguna
tranquilidad material, aunque en los ánimos fuese la p3rtur-
bacion mayor que en los cinco meses de permanencia de
Dulce al frente del mando.


Espinar lo hizo en Cuba mejor sin duda que D. Pedro Ga-
ribay en Méjico, porque no le rodearon más hombres que los
de un s)lo partido, dispuestos á desoir toda idea reformista,
que no era por cierto muy fácil comunicarles; Espinar contu-
vo hasta donde le fué posible las exigencias ilógicas y le con-
servó al capitan general propietario toda la autoridad de que
disponia, ya que no toda la que le correspondiera; hizo con
esto cuanto podia hacer; pero no lo snficiente para borrar el
mal ef~cto de ciertos actos imputados por Dulce, y para des-
vanecer las responslbilidades que se adquirió con las vacila-
ciones y conducta poco explícita en momentos de prueba. Con
más decision, energía y buen deseo por parte suya y la
de algunos de sus amigos, se hubiera podido evitar el escán-
dalo de la mañana del 2 de junio, ó darle á aquel lamentable
suceso un aspecto ménos violento y ménos perjudicial al buen
nombre español; y como de tal actitud no dió muestras, tiene
la historia que censurarle la extraña y peligrosa manifesta-
cían de sus sentimientos patrióticos.


Si Espinar tuvo planteado algun cálculo ambicioso, solo
desaires recibió por recompensa, ni era fácil que estando aún
sin premiar los grandes servicios prestados por el conde de
Valmaseda desde el principio de la insurreccion, se le aten-
diese á él por su benevolencia con los deposantes de Dulce.
El mando de Espinar fué una mortificacion sin duda y un
continuo desvelo para conservar el órden que no habia pro-
curado afianzar a tiempo; pero ¿no fué tambien una necesaria
expiacion por su falta de sinceridad, y el fruto obligado de
un proceder poco j u stifi cable en muchas ocasiones? Su ausencia
de la plaza de Armas el domingo de Ramos, su vituperable




442 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


blandura como militar el dia 23 de mayo~ su condescendiente
y sospechosa actitud respecto del primer gobernante siempre,
yen particular la triste noche del 1.0 de junio, no le hacian
por cierto merecedor de que apacibles circunstancias favore-
cieran aún tanto su interina gobernacion. La que se ejerció
entónces no tuvo otro aspecto que el peculiar de los poderes
usurpados, pues producto era de la violencia, y sabido es que
los de este género, si algun momt:lnto satisfactorio propor-
cionan á los ambiciosos, no es sin hacerles sufrir antes la pe-
sadumbre á que está condenado todo el que atropella los eter-
nos principios del deber, cuyo espinoso límite nadie salva im-
punemente y sin recibir alguna dolorosa herida.




CAPÍTULO X,


1. Mando deL general D. Antonio Caballero de Rodas.-Su pro-
grama de gobierno ante la opinion.-Medidas gubernativas y con-
ciliadoras.-Uso de las facultades extraordinarias.-Personal.-
Embargos.-Oomisiones de vigilancia en las aduanas.-Estado
político.-Escrito~ dandcstinos y excitacion pública.


n. Ingerencias de los Estados-Unidos en los asuntos de Cuba.-
Negociaciones entre aquella república y España sobre el parti-
cular.-Efecto en la opinion y en la prensa española, europea y
americana.-Actitud del elemento español de la isla.-Patriotis-
mo de Oaballero de Rodas.-Término de las negociaciones.


HI. Obstáculos á la buena gobernacion de la isla.-:\fejoras em-
prendidas.-Empréstito.-Movilizacion de voluntarios.-La guer-
ra.-Renuncia de Lesca.-Caráctcr que los insurrectos dan á la
lucha.-Incendios y atropellos.-Irritacion en los ánimos.-De-
fensa de las Tunas.-El general en Matanzas.-Efectos de la ex-
citacion en la H abana y otros puntos.-Relevo de Espinar.-Im-
presos clandestinos.-Proyecto de milicia sedentaria.-Medidas
represivas.-Policía en los buques y restricciones en la expedicion
de pasaportes.


IV. Estado político de la metr6poli.-Los demócratas en el go-
bierno.-Recelos de los leales de Cuba., Puerto-Rico.-Efectos
de las facultades extraordinarias.-EnvlO de tropas.-Juntas en
el CASINO ESPAÑOL.-Disidencias.-Excursion de Caballero de
Rodas por las Cinco Villas.-Reorganizacion de \1), JUNTA de
Nueva-York.-Sus activos trabajos.-Las cañoneras españolas.
-Proclamas.-Política de rigor emprendida pJr el general Caba-
llero.-Prisiones y deportados á España.-La insurreccion y
las expediciones filibusteras.-Voluntarios de la capital desta-
cados en Vuelta-Abajo.-Operaciones militares al terminar el
año 1869.


I.


Mucha era la impaciencia con que se esperaba en la capi-
tal de Cuba al teniente general D. Antonio Caballero Fer-
nandez de Rodas, cuya nombradía por los triunfos alcanza-




444 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


dos sobre los republicanos andaluces, la habían traslrlitido á
las Antillas los ecos de la fama, representando al héroe del
partido conservador de la revolucion de setiembre, cual tipo
de valor indomable y de honradez y energía inflexibles.


Unos le requerían, confiados en que fuera á poner órden en-
tre los promovedores de los acontecimientos del l. o y 2 de ju-
nio, cumpliendo los deseos expresados por el gobierno al ge-
neral Dulce en sus últimos telegramas; y otros, si temian,
tambien ansiaban su llegada, para salir de la inquietud en
que les tenia el desconocimiento de las instrucciones que tu-
viese el encargo de cumplir respecto de los que, influyendo en
la cosa publica, no habian demostrado bastante celo en pró
del principio de autoridad al verificarse tan tristes sucesos.
Aquellos pertenecian á los severos amantes de España, age-
nos á. los tumultos, y no repuestos aún de las dolorosas im-
presiones recibida~ al ver desprestigiarse la reprcsentacion
de la patria humillando á su primer delegado; y estos eran
los que por cálculo ó por compromiso cooperaron á la deposi-
cíon de Dulce, y arrepentidos en su mayoría al meditar en
hecho tan vituperable, necesitaban conocer el juicio del go-
bierno para ausentarse de la isla ó para volver el reposo á sus
intranq uilos ánimos.


Para satisfacer su anhelo, no tuvieron que esperar unos y
otros sino el término reglamentario señalado á los viajes de
los vapores-correos españoles, pues en la madrugada del lu-
nes 28 de junio distinguió ya el vigía del castillo del Morro,
próximo á la costa y bordeando en aguas de la Habana, al
vapor ANTONIO LOPEZ, que á la salida del sol surcó las de la
bahía y fué á anclar enfrente de la capitanía del puerto.
Circulada rápidamente la noticia de haber fondeado el buque
que conducia al nuevo capitan general, fueron muchas las
personas notables que se trasladaron á bordo del ANTONIO
LOPEZ con el objeto de adivinar las intenciones que la nueva
autoridad llevaba; y poco en verdad tuvieron que impacien-
tarse los que más deseaban conocerlas. Apenas eran las doce
del dia, cuando desembarcó el general Caballero acompa-
ñado de los altos funcionarios, é inmediatamente despues de




CAPÍTULO X 445


prestar en la sala del municipio el juramento de ley y de ha-
cerse cargo del gobierno superior de la isla, dió ya al público
la acostumbradll. alocucion programa, que sintetizó en las
simpáticas palabras, ESPAÑA, JUSTICIA Y MORALIDAD (1).


Satisfechos quedaron de aquel documento hasta los ménos
eontentadizos del partido español, por dedicar sus m~jores
párrafos á la defensa de la integridad nacional y al plantea-
miento de una buena udministracion, basada en los más puros
principios y la' mej 01' para conseguir y consolidar la felicidad
de los leales habitantes de Cuba. ¿Y cómo no conceder calu-
rosos aplausos á aquellas expresiones oficiales, cuando en ca-
lidad de intérprete de los sentimientos del gobierno de la na-
cion y de los hijos todos de la Península, reconocia el nuevo
capitan general la abnegacion y el patriotismo de los buenos
españoles de la grande Antilla, á quienes en nombre de la
patria les daba las gracias, y particularmente de los que,
«abandonando sus habituales ocupaciones, se habian conver-
»tido en valientes defensores de la honra nacional?»


Estas halagüeñas frases y el silencio sobre los sucesos pa-
sados, bastaban ciertamente para desmentir cuantos rumo-
res se habian circulado con aviesos intentos, acerca de los
proyectos que, para castigar la violenta deposicion de don
Domingo Dulce, llevara allí el nuevo gobernante. Y así fué
en efecto: tan favorable impresion produjeron en los ánimos,
que el recelo se convirtió momentáneamente en fervoroso en-
tusiasmo. Los voluntarios, las clases todas que asistieron al
acto de la recepcion oficial en los salones del palacio y la
muchedumbre de curiosos atraídos por el suceso, victorearon
calurosamente á la nueva autoridad, al presentarse en un
balcon de la plaza de Armas para ver desfilar la milicia vo-
luntaria, é hicieron otras significativas demostraciones para
expresar la satisfaccion que sentian al ver en Caballero al-go-
bernante que no solo cumplia, sino superaba el límite de sus
esperanzas.


En la tarde del dia del desembarco, obsequió Espinar, como
capitan g3neral saliente, á Caballero de Rodas, con el ban-
quete de costumbre, al que asistieron los generales, altos fun-




446 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


cionarios, jefes del ejército y los de voluntarios de la capital.
Al brindar el segundo cabo por la nueva autoridad, aseguró
que en su interino mando habia tenido siempre en los jefes
é individuos de los batallones de voluntarios, el más constante
apoyo para el afianzamiento del órden, sin que en cambio le
hubiesen molestado con ningun género de exigencias; lo cual
si no era estrictamente exacto, daba á conocer el carácter y
los compromisos de Espinar. Y respondiendo el capitan ge-
neral propietario que estaba seguro de que á él le sucederia
lo mismo, manifestó que al aceptar el importante y difícil
cargo de gobernador de la isla, lo habia hecho contando con
el apoyo de tan buenos españoles para mantener el sosiego
público, conservar íntegro el territorio de la patria y comba-
tir sin descanso á los insurrectos hasta aniquilarlos por com-
pleto; para lo cual estaba decidido, como dijo paladinamente
en la recepcion de la mañana, á no separarse jamás de los vo-
luntarios, entre los cuales se le encontraria siempre vivo ó
muerto.


Expresiones tan halagadoras, unidas á las que hizo públi-
cas cuando al siguiente dia devolvió á Espinar su galante
obsequio con otro banquete, elevaron considerablemente los
grados del entusiasmo en el elemento español, cuyos arran-
ques no tuvieron límite al ver pasear aquella noche al capi-
tan general, acompañado de la mayor parte de sus comensa-
les, por las calles de Mercaderes, Muralla y Obispo, engala-
nadas con banderas españolas, é iluminadas con el buen
gusto que aquellos vecinos demuestran en sus manifesta-
ciones patrióticas. Rodeado de muchos voluntarios, que lle-
vaban hachas de viento encendidas, y seguido de numeroso
acompañamiento y por músicas que tocaban himnos na-
cionales, recorrió Caballero aquellas calles, victoreado sin ce-
sar hasta que tuvo fin la serenata que se le dedicó al regre-
sar á su morada. Con ta~ aparatosa ovacion quiso pl'obársele
al capitan general, que no se dirigieron al representante del
poder de España, sino á la personalidad de D. Domingo
Dulce, las ruidosas y tristes escenas de principios de aquel
mes; pero pudo tambien Caballero de Rodas convencerse dt>




CAPÍTULO X 447


la instabilidad en los propósitos de los habitantes intertropi-
cales, y aprovecharse de aquella elocuente leccion para tra-
zar con firmeza el rumbo á la política que iba á emprender.


Los periódicos de la Habana y seguidamente los demás de
la isla, interpretaron con patriotas declaraciones el entusias-
moen favor de la primera autoridad, haciéndole por tanto cre-
cer en vez de entibiarse y presentándolo como sentimiento
unánime del elemento leal. A peSlj,r de haberse sabido aquel
mismo dia, por las correspondencias y pasajeros del vapor
MOCTEZUMÁ, procedente de' Nuevitas, el desastre sufrido por
las tropas del batallon de la Union en el departamento Cen-
tral, no se estimó el suceso como motivo bastante para inter-
rumpir la pública alegría; ni causa fueron tampoco, aunque
pudieran serlo, para amenguar los entusiastas arranques, las
notables alteraciones en el personal de todas clases que em-
pezó desde luego á hacer Caballero de Rodas para dar colo-
cacion á sus no escasos parientes y amigos. Muchas fueron
las muestras de cariño que quisieron darle, y estas no ter-
minaron hasta des pues de la brillante revista en gran parada
que pasó á los doce mil voluntarios de la Habana.


Ciertamente que aquellos voluntarios, orígen y punto de
partida de todas las manifestaciones de la opinion española
en Cuba, no pudieron presentársele más favorables á Caba-
llero de Rodas. Buena prueba fué el haberse posesionado del
mando sin tener que lameri.tar, en medio de la confusion
del acto, ninguno de los disgustos tan frecuentes en las
reuniones públicas de aquel tiempo, y sin que se derramase
sangre en molotes, ni en luchas personales de carácter polí-
tico; y suerte fué tambien para el general poder dar sus pri-
meros pasos en el gobierno, sin que la opinion se le mostrase
ostensiblemente adversa, lo cual podia tomarse como buen
augurio. Pero ya dos dias despues, comprendió hasta dónde
llegaba la intervencion de la gente armada, al llevarle, gru-
pos de ésta, el presnnto autor de las heridas causadas á un
voluntario, para que de su órden se le juzgase (2); y lo vió
luego, con la desagradable realidad que produce la irritacion,
al empezar á expedir las primeras órdenes dirigidas á resta-




448 LAS INSURRECCIONES EN CUBA.


blecer el pri¡1cipio de gobierno, bastante quebrantado, segun
confesion hecha á la metrópoli por Espinar en sus últimos
dias de mando.


E12 de julio admitió, como capitan general, la renuncia
que del cargo de gobernador del departamento del Centro
hizo el mariscal de campo D. Antonio Lopez de Letona; cuyo
acto no se censuró, porque algunos, con el prurito de des-
acreditar á todos los funcionarios civiles y militares nombra-
dos en tiempo de Dulce, habian logrado hacer antipatico
aquyl militar á los voluntarios. El dia 6 confirmó, conside-
rándolos como vigentes, los decretos del 12 y 13 de febrero
sobre infidencia; y la medida satisfizo en cuanto halagaba'el
sentimiento del partido español, que cada vez aumentaba sus
deseos de ver grandes arranques de energía en la autoridad
contra los enemigos de España; pero no sentó de igual modo,
en ciertos elementos mercantiles, la parte dispositiva que so-
metia los delitos de contrabando al juicio sumario de los con-
sejos de guerra (3) I dando esto márgen á ciertas desconfian-
zas en el capitan general. Yel dia 9, por una conciliadora
y loable di~posicion, estuvo ya á punto el general Caba-
llero de abrir la sima donde su prestigio desapareciese. Tal
fué la circular dirigida á los comandantes generales de los
distritos, en la que les dictaba prudentes y acertadas reglas
para corregir los abUilOS que dificultaban la obra de pacifica-
cion, y para que la guerra se hiciese sin recr.udecerla con
venganzas, ni con las arbitrarias prisiones preventivas de
sospechosos (4). Aquel mandato, que por su carácter era re-
servado, tuvo la poca discrecion de publicarlo en los periódi-
cos el gobernador de Matanzas, y se tomó tan á mal por el
elemento español de la Habana, que para anular el p.fecto,
tuvo necesidad el primer gobernante de transigir, enviando á
la Península bajo partida de registro, en el vapor-correo del
dia 15, algunos de los detenidos por laborantes y simpatiza-
dO?'es de la insurrecciono La semilla de la desconfianza que-
dó, sin embargo, sembrada.


Seguidamente á aquel primer tropiezo en su gobernacion,
se dedicó Caballero de Rodas, para cumplimentar los' princi-




CAPÍTULO X 449


pales encargos recibidos del gobierno de la metrópoli, á pro-
curarse los medios de mejorar la situacion económica y nu-
trir al exhausto Tesoro, enflaquecido con excesivas cargas,
y á dictar las medidas más eficaces para la moralizacion ad-
ministrativa; suprimiendo al efecto ciertos de"tinos y remo-
viendo á los empleados que deseaba reemplazar por otros.
Usando entónces de las facultades discrecionales de que se
hallaba revestido, decretó la reforma del cuerpo de poli-
cia (5), la supresion y reorganizacion de la fiscalia de im-
prenta (6) y alteraciones en la planta del personal de algu-
nas oficinas. Dignas de aplauso eran aquellas disposidones, y
así lo demostró la pública aquiescencia; pero no fué igual-
mente aprobada la eleccion de personas para la provision de
vacantes, que hubieran podido amortizarse, para las cuales
se nombraron, con preferencia á beneméritos funcionarios pa-
sivos ó á los inutilizados en la guerra, algunos sugetos de los
que acompañaron al general á 1ft isla.


Con semejante proceder dió el general su segundo tropiezo;
pudiendo ya oir distintamente las murmuraciones de los que
en él veian flaquear uno de los principios de su programa de
gobierno: el principio de la justicia, no interpretado en aquel
caso con verdadero acierto. La mala impresion, empero, lo-
gró atenuarla un tanto disponiendo en 16 de julio, con bene-
plácito del elemento español, el embargo de los bienes de los
ricos propietarios D. Domingo y D. Miguel Aljama. Para
eludir éstos los efectos de la animadversion pública, pidieron
á Dulce en sus últimos dias de mando pasaporte para salir de
la is~a, y cuando recien llegados á N ueva-York apenas tiem-
po habian tenido para instalarse, sufrieron este castigo, que,
de Zaborantes prudentes y quizás convertibles con prévias
amenazas, hizo que se declarasen en furibundos y desenmas-
carados partidarios y protectores de la insurreccion (7).


Aquellas facultades extraordinarias que el capitan gene-
ral empleaba en sus actos gubernativos, le fueron confirma-
das en una cOffinnicacion que á este tiemp~ llevó á la isla el
correo de EspaiIa, en cuyo escrito, deplorándose aún el hecho
que habia motivado la eleccion de Caballero y su precipitada


TOMO II 21)




450 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


marcha para posesionarse del mando de Cuba, se le repetia á
este gobernante que contase con la omnímoda confianza deL
ministerio, y que usara de todas las atribuciones que le fueran
necesarias para salvar los intereses de la patria en la grande
Antilla.


Impresionado, sin duda, el ministro de Ultramar, por los
conceptos del extenso relato que le dirigió el general Dulce á
fines de junio, manifestaba á Caballero de Rodas en aquella,
comunicacion, lo decidido que el gobierno de la Regencia es-
taba á restablecer en todo su vigor el decaido principio de
autoridad, aunque no desconocia las dificultades que la gra-
vedad de las circunstancias pudiera oponer, y la precision
de atender á objeto tan preferente por otros medios que los
propios de situaciones normales. Para que no omitiese ningu-
no de los que se creyeran eficaces, decia el ministro, «atento
»al interés y á la honra de la nacion comprometidas ante una.
»insurreccion incalificable,» que por su parte no tomaria me-
didas sobre cosas ni personas sino á propuesta del capitan
general de la Antilla, y que, sin consideraciones á nada ni á
nadie, propusiera la remocion de los empleados cuya morali-
dad ó aptitud se tuviesen por dudosas. ó que por cualquier:
motivo fuera inconveniente su permanencia en la isla.


No quería decir esto, ciertamente, que la primera autori-
dad de la de Cuba resolviera en todos los asuntos por sí, y
prescindiendo de dirigir consultas al gobierno supremo, en
cuanto condujese «á calmar la exajeracion del sentimiento
»pátrio y á cicatrizar las heridas que la exaltacion y la efer-
»)vescencia del estado de guerra habian abierto;» pero Caba~
llera de Rodas lo tradujo de la manera que estimó más acep-
table, quizás por lo poco explicito que fué aquel ministro. Y
en verdad que esto no era nuevo, ni con tal proceder hacia
éste otra cosa sino seguir los conocidos pasos de 103 gobiernos
de la metrópoli que, por apatía muchas veces y las mas por
ignorancia, no usaron de ordinario gran precision en las ma-
nifestaciones relativas á los asuntos ultramarinos; atentando
de esta suerte contra la bondad y eficacia de las sábias leyes
de Indias, y pervirtiendo los sentimientos patrios en nuestras




CAPÍTULO X 451


posesiones lejanas. No era de extrañar, pues, que de las in-
defiJ'lidas é indeterminadas facultades extraordinarias, resul-
tasen las confusiones é inconvenientes que no tardaron en la-
mentarse (8).


Decidido Caballero de Rodas á usar del poderío ilimitado
de que creia disponer, no solo en la esfera política y en cuan-
tose dirigiese á impedir que se falseara el sentimiento pátrio,
sino en todos los ramos de la administl'acion pública, y su-
peniendo, sin duda, ser este el mejor medio para terminar
prontamente la guerra, que era el objeto con preferencia en-
comendado por el gobierno supremo, no dejó punto alguno
libre de su accion; provocando en muchos casos disgustos,
inconveniencias y conflictos, que en vez de estrechar dividían
los vínculos y la unidad, más que nunca necesaria, entre las
altas entidades gubernativas y sociales. Partiendo aquel ge-
neral de los principios sentados en su alocucion-programa,
quiso llevar las mejoras á todas partes, y, poco conocedor aún
de la sociedad que gobernaba, tuvo que desistir en más de
una ocasion por no corresponder los resultados á sus buenos
propósitos.


Uno de los. asuntos de que primero se ocupó, por ser de los
quemas pábulo daban a ruidosas murmuraciones, fué el re-
lativo á las aduanas. Para extirpar los vicios del contraban-
do y tener á raya á los prevaricadores, cuya triste fama ha-
bia llegado hasta la Península, creÓ como eficaz remedio co-
mh!iones de vigilancia, en las administraciones de todos los
puertos habilitados de la isla, las cuales dispuso que empe-
zaran á prestar sus servicios desde elLO de agosto (9). Se-
IMjante acuerdo, que no era una novedad en Cuba, dictado
quizás por indicaciones de los que habian recibido con poca
aceptacion el decreto que sujetaba á los consejos de guerra los
delitos de contrabando, fué muy bien recibido por el cuerpo
de comerciantes; pero no dió mejores resultados que en las
otras épGcas en que se sometió á igual interesada fiscaliza-
cion á los empleados fiscales. ¿No era facil que' entánces, co-
mo en los pasados tiempos, acabasen los vigilantes por poner-
se de acuerdo con los vigilados, haciendo así ineficaces todas




452 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


las disposiciones, y facilitando la organizacion del prevaricato
sin riesgos y con mayores daños para el Tesoro'? Si por el
pronto no sucedió tal desgracia, deprimióse empero entre fun-
cionarios poco escrupulosos á otros muy dignos, y esto al ca-
bo venia á caer en desprestigio del principio de autoridad que
se trataba de reintegrar.


Aquellas medidas estuvieron á punto de suspenderse por
haber aparecido á la sazon el cólera morbo en los estableci-
mientos de beneficencia de la capital, y no habiéndose des-
arrollado felizmente, trató Caballero de Rodas de decretar
otras; pero en presencia de las dificultades y complicaclones
con que tropezaba, en. cuantos asuntos se proponia recorrer,
tuvo que cruzarse de brazos y diferir la correccion de las
numerosas corruptelas que iba descubriendo en todos los ra-
mos, hasta despues de hacer un perfecto estudio de las cau-
sas que las originaron, para escogitar los remedios que fuesen
más oportunos. Desconsoladoras y nada satisfactorias, áun
para caractéres ménos exigentes, debieron ser las deduccio-
nes sacadas de aquel trabajo.


Caballero de Rodas comprenderia claramente, en conse-
cuencia de sus observaciones sobre la situacion de la isla,
que perdido el principio de autoridad, podia considerarse á
Cuba perdida para España, mientras no lo recuperase, y si
pronto no se corregian los males cuya gravedad aumentaba
por momentos. Estos se anunciaban ya, entre los hechos
tangibles, en el cambio del papel moneda á oro que empezaba
á convertirse en regularizado artículo de comercio (10); en el
premio de los giros, cada dia creciente; en el desarrollo de
aspiraciones políticas en todas las clases sociales; en las in-
temperancias de los que debieran manifestar más interés en
sostener incólume el poder del representante de España, yen
otros síntomas que solo preparar podian acontecimientos ad-
versos. Distintamente veria, como todos cuantos observaban
éstos de tiempo atrás que los españole:!, hablando en pllridad,
solo eran dueños del terreno que pisaban, y que los hijos del
país, no afiliados al elemento leal, únicamente dirigian la
palabra á aquellos por pura precision y cuando los llecesita-




CAPiTULO X 453


ban, en tanto que conducian adelante y sin descanso los tra-
bajos de conspiracion contra todo lo que era español, y apro-
vechaban hasta los más pequeños detalles de la vida social
para manifestar sus sentimientos de ódio inextinguible al do-
minio de España.


Caballero de Rodas veria tambien, si miraba sin pasion el
estado de las cosas, enfrente de aquellos desafectos al ele-
mento español constitui.do alrededor de un importante núcleo
de peninsulares. Observaria que éstos, por haber hecho su
capital y creado su familia en Cuba, tenian muy et;casos y
débiles vínculos que les llamasen á la Península; pues pro-
cediendo en su mayoría de modestísimo orígen, al adquirir
alguna instruccion y riqueza y la consiguiente posicion so-
cial, repugnaban regresar alIado de los que en sus pueblos
les habian conocido sin una ni otra, y les recibian de ordina-
rio con exigencias absurdas, todas dirigidas á explotar el
bolsillo del indiano, y á mortificarle hasta el extremo de abur-
rirle é impelerle á volver agradecido al punto donde la suer-
te le favoreció. Y esto era muy lógico: 'el peninsular, como to-
do hombre agradecido, no reconoce generalmente como mejor
y más positiva pátria sino aquella donde la sociedad le halaga
y la fortuna le sonrie.


Esta fortuna, á costa de asíduos afanes adquirida, la vie-
ron peligrar' los peninsulares al acentuarse las tendencias del
movimiento de Yara; y por eso, hasta los que dudaron en los
primeros instantes de la insurreccion cuál era la actitud que
les convenia adoptar para conservarla, y áun los que en me-
dio de las vacilaciones siguieron, como prohombres del comi-
té 6 directorio del partido peninsular, las indicaciones que los
jefes del movimiento separatista formularou el 24 de octubre
de 1868, comprendiendo ent6nces que aquel camino no les
conduciria á la conservacion de sus intereses, los identifica-
ron con los de la integridad nacional, y se armaron y dispu-
sieron á sacrificarse} á no rehuir el peligro y á españolizarlo
todo, como el mejor medio para la conservacion de sí propios,
de sus bienes y de la nacionalidad española. Si los insurrec-
tos no hubieran cometido la torpeza de ensañarse con ven-




454 LAS INSURRECCroNES EN CUBA


ganzas y de atentar atolondradamente contra las propiedades
.de los peninsulares y cubanos afectos á ,España, tal vez los
sacrificios de estos en defensa del nombre español se habrian
significado mucho ménos; pero convertida en un abismo la
línea divisoria entre disidentes y españoles por los excesos de
unos y de otros, que aquellos con violencias provocaron, se
hizo ya imposible un acuerdo entre ambos partidos; los cua-
les, á mediados de 1869, manifestaban ya la tendencia de ex-
terminar á su contrario como único medio de poner fin á la
sangrienta lucha, y de asegurar un dominio indisputable. O
ellos ó nosotros: fué el dilema que se planteó por las dos partes
contendientes desde aquel momento.


No era otro el estado de las cosas, segun la más desapasio-
nada apreciacion y cual pudo observar Caballero de Rodas en
el primer mes de su mando, al tiempo en que, por no haber
descubierto éste bastante el carácter de su política, ni d8doá
conocer con hechos el pensamiento que el.gobierno abrigaba,
en consecuencia de las gestiones hechas por Dulce en la Pe-
nínsula para vengar el ultraje de que se creía víctima, :an-
daba la gente así española como la desafecta revuelta y agi-
tada, sin saber por qué ni explicarse los motivos de tan in-
quieta situacion. Efecto era indudable de la accion cada vez
más viva que en los ánimos ejercia el espíritu de la revolu-
cion de España, trasportado en abundancia á Cuba por el no
escaso personal que acompañó á Caballero de Rodas y por el
que los demócratas iban enviando; cuyo espíritu lo invadía
todo, y no siéndoles á muchos agradable, le rechazaban como
cosa nueva, no deseada, produciéndose en la expresion de las
repugnancias no poco desasosiego. Esto, las desconfianzas de
todos entre sí, la falta de Verdadera autoridad en el primer
gobernante, el no perfecto conocimiento de este en los asuntos
de la isla y su escasa práctica en el arte de gobernar, hacia n
temer que la menor imprudencia provocara un conflicto, no
extraño cuando todos murmuraban y se calumniaban recí-
procamente, fomentando los recelos, y cuando la mirada del
capitan general no era tan perspicaz que acertase á descifrar
aquellas p1'evenciones y desconfianzas, y á traducir perfecta-




CAPÍTULO X 455


mente cuáles eran los verdaderos motivos de un estado tan
'poco tranquilizador.


Retrato fiel del de la opinion española, dirigido á la autori-
·dad, fué el escrito que con el título de CARTA-MANIFIESTO AL
GENERAL CABALLERO DE RODAS, se circuló en aquellos mo-
-mentos de inquietud (11). En lenguaje llano y hasta trivial,
yen tono poco reverente se le decia al primer gobernante en
aquel escrito, para decidirle á seguir una política aceptable
al partido leal, que tuviese muy en cuenta, para dominar la
insurreccion, lo que ciertos jefes militares habían hecho y lo
que aún pudieran hacer. Que se enterase de las cualidades
de los que nombrara para las operaciones de la guerra ántes
de confiarles el mando de tropas; porque algunos, en vez de
tomar los caminos que directamente conducian al escarmien-
to del enemigo, solían preferir los opuestos, facilitándole de
ese modo la fuga y causando la desesperacion de nuestros su-
fridos soldados; y otros, benévolos en exceso con los insurrec-
tos detenidos, irritaban con su conducta á los leales, que esta-
ban ya cansados de ver expedir salvoconductos á los que de
ellos solo se servían para mantener impunemente relaciones
con las bandas rebeldes y hacer por este medio ineficaces los
movimientos de las tropas. Incitábase tambien en aquel do-
cumento al general, para que se mostrara implacable con los
delincuentes é hiciese sentir el peso del castigú á todo el que
faltara á su deber, fuera quien fuese; porque las contempla-
ciones con unos y otros y los miramientos por afeccion parti-
cular ó por recomendaciones de amigos, no podrian jamás
proJucir los buenos resultados que la España tenia derecho á
esperar de las autoridades que enviaba á la isla.


Al tiempo que ésta, circuló profusamente otra hoja en
verso, denigrando el recuerdo de D. Domingo Dulce y tra-
tándole de traidor, al suponer que durante su último mando
obró en connivencia con los laborantes, para establecer en
Cuba la política proclamada por las gentes de Céspedes. Tan-
to como á ofender al general depuesto, iba aquel papel diri-
gido seguramente á desprestigiar el principio de autoridad,
y por eso al conocerlo la primera de la Habana, ordenó que




456 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


desde luego recogiese la policía todos los ejemplares; mas no
pudo ya impedir que gran número fuesen á parar á manos de
los aficionados á novedades excitantes (12).


En las sugestiones de ambos impresos, se veia marcado el
intento de que sirvieran de gérmen á una opinion dañosa á
Caballero de Rodas, si este no se echaba en brazos de los ele-
mentos más exigentes. Pero más bien que á obtener esto, de
un carácter tan poco dispuesto á dejarse dominar como el de
aquel general, contribuyeron las hojas por el pronto á acrecer
los recursos de que los alarmistas se valian para llevar el de-
sasosiego á los ánimos, no muy tranquilos á la sazon por ha-
berse tenido noticia de la salida de Nueva-York del vapor
Oatherine WJ¿iting, lleno de filibusteros irlandeses y ameri-
canos, al mando del coronel feniano Byron. Por flrtuna aque-
llos expedicionarios no llegaron á causar ningun daño en
Cuba, por falta de direccion y por los desaciertos é indiscre-
ciones de última hora, tan frecuentes en empresas de este
género, que pusieron en movimiento contra ellos á la policía
federal.


Animado Caballero de Rodas de los más patrióticos inten-
tos, y de una entera é inquebrantable decision á restablecer el
principio de autoridad y cumplir los propósitos conciliado-
res del gobierno de la metrópoli, no podia conformarse con el
sistema que los autores de las hojas clandestinas empleaban
para expresar su amor pátrio, porque tales medios solo en
perjuicio del órden público resultaban. Sabiendo que los gran-
des rumores en la opinion obedecen siempre á poderos::1s
causas, trató de averiguar cuál fuera, además de las conoci-
das, ~a de la inquietud que por momentos iba tomando un
carácter más alarmante, y pronto supo que el orígen del
malestar en los alterados españoles, eran las negociaciones
diplomáticas, que acababan de entablarse con la mayor re-
serva entre el presidente del gobierno español D. Juan Prim
y el ministro de Estado de la Union americana, respecto del
porvenir de la isla de Cuba. Causa tan grave, que oficial-
mente le era aún desconocida, y de la que los periódicos em-
pezaban ya á ocuparse, le hizo disculpar la justificada exci-




CAPiTULO X 457


tacion de los más impresionables, á quienes procuró contener
en tanto que inquiria la extension del conflicto.


La noticia del absurdo llegó, ántes que á nadie, á 108
laborantes de la isla y á los de Madrid, relacionados con los
de los Estados-Unidos que habian formulado las bases de la
negociacion, segun afirmaron ellos mismos, y rápidamente
pasó al dominio público por medio de la prensa. Ciertas indi-
caciones y un proceder no muy patriótico de algunos perió-
dicos de la metrópoli, provocaron entónces expresiones amar-
gas en los de la Habana; lamentándose del mal efecto que
en los leales de Cuba causaban y del daño que á la pátria
hacian con su ceguedad, principalmente aquellos periódicos
que defendían partidos con representacion en el poder, como
el democrático-monárquico, que con el nombre de radical
tanto se prestó luego á sacrificar las Antillas y el honor de
España á las complacencias norte-americanas. En presencia
de la actitud de la comedida prensa de la isla, que encauzó
acertadamente aquella explosion patriótica, y de lo sospecho-
sa con que aparecía la política del general Prim, tuvo nece-
sidad Caballero de Rodas de abandonarse confiado á las cor-
rientes españolas, impidiendo asi y con gran oportunidad
que se condensaran y formasen tempestades, las amenazado-
ras nubes que aparecian en el horizonte. No de otro modo
podia conjurarse la tormenta, preparada por el hado maléfico
de los hombres de la revolucion de setiembre, ni de otra ma-
nera interpretar acertadamente el capitan general los senti-
mientos nacionales, ya á la sazon bastante abatidos por las
demasías de la insensatez revolucionaria.


Ir.


Los Estados-Unidos, que desde la hora de su independencia
soñaron en hacer republicana toda la América, y firmes en su




458 LAS INSURRECCIONÉS EN CUBA


lpropbsitoap:rovecharotllas torpezas y las malas artes de Go~
doy, para hacerse dueños del importante Mississippi, de la.
Florida y de las dilatadas costas que baña el norte del Golfo
'de Méjico, extendieron desde entónces sus aspiraciones á la 1\:1111
'de Cuba por un lado y al istmo mejicano de Tehuantepec po-r
otro; moviéndose con este motivo en todos tiempos; yaayw-
dando á los que se rebelarfonen la Nueva España contra la
metrópoli, hasta que \:le oonstituyeron en :república; ya aux.i-
liando tambien á todos los disidentes Cubanos que, unas veees
con el nombre de anexionistas yde independientes otras, trl:\-
taron de emanciparse de la nacionalidad española.


Aquella gran república, que justifica las manif~staciones
de su política exterior en la pretenciosa fórmula, de intentar
hacer felices á todos los pueblos con la bondad de sus princi-
pios liberales, parecia lógico que mostrase simpatías prácti-
cas en cuantas partes se proclamaran doctrinas parecidas
á las suyas; pero no sucede así en verdad, porque en aqne1
inmenso centro de egoismos se subordina todo absolutamente
al interés material. N o otra cosa se vió respecto de España al
verificarse la lamentable revo1ucion de setiembre de 1868. Na-
tural parecía que los Estados-Unidos, viendo en el nuestro
hasta un insensato arranque de liberalismo, se ofrecieran á
ayudar al pueblo español en todo cuanto necesitara para dar
glorioso fin á su movimiento político, en la forma exigida por
los verdaderos sentimientos nacionales; mas en vez de hacer
esto, que todos esperaban y que hubiera sido tan digno como
bien recibido, plantearon sus trabajos para aprovechar en
favor de su engrandecimiento, segun la doctrin:1 de Monroe,
el desconcierto de nuestra pátria, acrecido con la rebelion de
Céspedes en la Demajagua, coetánea á la de la marina espa-
ñola en el apostadero de Cádiz.


A raiz de estos sucesos, y para no perder el tiempo ent6n-
ces tan oportuno, empezaron á cruzarse comunicaciones en-
tre el ministro de Estado y los agentes conslllarc:s d(~ aquella
república en Cuba, relativas á las tendencias y progresos de
la insurreccion y á las simpatías que contara en los distintos
elementos sociales de la isla. Pronto quedó impuesto el go-




CAPÍTULO X 459


biernode la Union de todos estos particulares, pues el cónsul.
de Matanzas, Mr. Han, expuso ya á Mr. Seward en 18 de no-
viembte'de 1868 todo lo que 'en conjunto representaban lAS
aspiraciones del partido insurrecto, las cua:1es resumían sus
principales caudillos, en la completa emancipacion del domi-
nio de España (13).


En aquellas comunicaciones fundó el gobierno norte-ame-
ricano la baBe de su ulterior politica respecto de Cuba; yal
ser'ampliadas en los primeros meses de 1869 y confirmados
'lluS asertos por el mismo cónsul á Mr. Nashburn, sucesor de
Mr. Seward, y al secretario Mr. Hunter, se aprovecharon
pa,ra crear en el pueblo una opinion concreta y fomentar
la del elemento oficial, que, como la mayor parte de los ambi-
ciosos yanltees, era ya partidario de la doctrina Monroe, Tal
creció aqu~lla opinion en favor de los cubanos, que pronto
disfrutaron sus buenos efectos los individuos de la Junta re-
volucionaria de Nueva-York, en la proteccion que se les dis-
pensaba, á pesar de las felicitaciones y protestas de simpatia
que el gobierno de Washington dirigia al de Madrid por los
gigante::;cos pasos que iba dando en el camino de las liber-
tades. A tanto llegó el cinismo en favorecer lostrabajosfilibus-
teros, que nuestro representante, D. Mauricio Lopez Roberts,
se vió obligado á acudir á Mr. Fish, nombrado recientemente
seCTetario de Relaciones exteriores, reclamando contra la be-
nevolencia que los mismos agentes otlcialeo\ dispensaban á los
que, recononociendo en Morales Lemus al delegado del gobier-
no independiente de Cuba, despachaban expediciones arma-
das y surtían de efectos de guerra á aquellos súbditos de Es-
paña rebelados contra la metrópoli.


Mr. Fish, que mantenía antiguo y estrecho trato con al-
gunos cubanos de importancia, sorprendido con semejantes
reclamaciones, quizás por recibirlas ántes del tiempo en que
las esperaba, contestó á LClpez Roberts que, á pesar dela con-
ducta observada con la república durante. su guerra civil por
aquellas naciones europeas que á los dos meses de lucha re-
conocieron ya la beligerancia de los Estados separatistas, el
gobierno de que formaba parte había decidido proceder de




460 LAS INSURRECCIONES EN CUl!.A.


contraria manera, y proclamar solemnemente que conservaria
la neutralidad más estricta respecto de Cuba, sin embargo de
las grandes simpatías que el pueblo norte-americano habia
mostrado siempre á los que luchaban por su indep~ndencia.


No obstante esta declaracion, muy honrosa á s~r sincera,
se notó pronto una gran diferencia entre las promesas y los
hechos. Cansados los políticos yankees de ocultar sus verda-
deras intenciones, empezaron á darlas á conocer claramente
al expedirse por el general Dulce el decreto de l. o de abril
que, para la eficacia de los embargos, mandaba presentar á.
la revision de los gobernadores de la isla, ántes de llevarse á.
efecto, los contratos de venta de bienes raíces y semovientes
que se iniciaran; y al circularse por el conde de Valmaseda la
proclama del 4 del mismo mes de abril, en la que respondien-
do á los actos crueles con f} ue sostenian la guerra las hordas
de Céspedes, reemplazaba con el rigor y el sistema de exter-
minio la benevolencia empleada hasta allí infructuosamente.
Impresionado Mr. Fish con la lectura de estos documentos,
que le fueron remitidos por el citado cónsul Mr. Hall, pas6
una nota á nuestro representante Roberts, exprexándole la
pena con que el presidente Grant habia visto el Mcreto de
Dulce y su esperanza de que fuese modificado en cuanto se
refiriera á las propiedades que los ciudadanos de los Estados-
Unidos tuviesen en la Antilla. Como demostracion patente de
las intenciones de aquel gobierno á inmiscuirse en nuestros
asuntos interiores y tácita prueba de que no era muy comple-
ta su prometida neutralidad, se tuvo aquella nota, puesto que
la disposicion del capitan general solo se referia á los bienes
de los que figuraban entre los enemigos del dominio español
en Cuba, y no á los de los propietarios ajenos á la contienda.


Patriótica y entera, cual el caso requeria, fué la respuesta
de nuestro representante, quien logró con ella tener á raya
por el pronto tan peregrinas aspiraciones y evitar que en al-
gun tiempo expresa,ra de oficio el gobierno de la Union otras
semejantes. Ent6nces fué cuando aquel gobierno, poco satis-
fecho sin duda de algunos de sus agentes consulares, por no
haber protestado ruidosamente contra unas medidas que por




CAPÍTULO X 461


su eficacia pudieran contribuir en gran manera al término de
la insurreccion, hizo ciertas remociones en el personal, nom-
brando para el importante consulado de la Habana á Mr. Ed-
ward Lee Plumb. Además, el secretario Fish, ya que no con-
sidera ba pertinente redamar contra la proclama de Val mase-
da, la condenó en nombre de la humanidad y de los intereses
civilizadores; teniendo buen cuidado de omitir el recuerdo de
los actos inhumanos y numerosos atropellos, sufridos por los
habitantes del Sur en su sangrienta guerra civil, que tan
triste fama dieron á los generales Butler y Sherman. Es ver-
dad que á MI'. Fish, no le convenia en aquella ocasion para el
desarrollo de sus planes servirse de comparaciones históricas,
como lo hizo en lo relativo á la beligerancia de los cubanos,
porque sabia de sobra 10 desventajosas que resultarian á la
Uníon; bastábale reunir capítulos de cargos ciertos ó supues-
tos, contra el dominio español en América, y esto era lo qUf~
estaba haciendo para tener datos en que fundar las sucesivl}s
reclamaciones y notas diplomáticas.


Durante las primeras que mediaron, en consecuencia de los
informes de los cónsules norte-americanos, desarrolláronse
en la isla los acontecimientos que depusieron á D. Domingo
Dulce. MI'. Plumb, que presenció aquel lamentable suceso, lo
atribuia, en el telegrama que el mismo 2 de junio dirigió á
su gobierno, á la actitud de los voluntarios; y al ampliar
dos días despues aquella afirmacion, manifestó á MI'. Fish,
para darle á conocer el estado de los partidos contendientes,
que aunque eran criollos los insurrectos ó enemigos que en la
isla tenía España, los leales ó españoles estaban tambien al-
tamente disgustados con el gobierno de la metrópoli, porque
á su juicio no se esforzaba cuanto debiera para la termina-
cion de la lucha, ni seguia una política tan patriótica como
la que los asuntos de Cuba reclamaban. Conclusiones más
satisfactorias y conformes á los sentimientos de los políticos
de Washington no podia expresarlas, en verdad, mister
Plumb; quien sentó al mismo tiempo como hecho incontro-
vertible, y para perfeccionar la opinion de su gobierno, que
los militares encargados de dar fin á la guerra y los emplea-




462 LAS INSURRBCCIONES EN CUBA


dospúblieos, enviados de la Península, no tenían intereses ó
"VÍnculos en el país, y que los propietarios y negociantes. es-
pañoles que los poseian, y que no dejaron de contribuir á la
deposicion de Dulce, temerosos de lo que por esto les pudiera
suceder, se mostraban muy dispuestos á hacer lo mismo con
el nuevo capitan general sino les satisfacía. No de otra suer-
te quería demostrar Mr. Plumb que, tanto la mayoría de los
cubanos por sus ideas separatistas, como los propietarios y
comerciantes del bando español por su descontento con el go-
bí~l1lO, estaban muy cerca de preferir al que tenian, un es-
tado de cosas que les permitiera mayor independencia polí-
ti~.


En vista de los informes de este género y de otros datos
análogos comunicados por los laborantes cubanos al gobierno
de los Estados-Unidos, éste, que no apartaba jamás de su idea.
la política de Monroe, dió oidos á las gestiones de los sepa.ra-
tiiiltas de la Junta republicana de Nueva-York, J apoyando la
fórmula sintética de sus as.piraciones la tl'asmitió á su repre--
sentante en España, Mr. Sickles, para que intentase cerca·de
los, paderes. constituidos en: la Península un cambio en e1111JO-
dU$ vivendi de los habitantes de la grande Antilla. Así lo
hizo el diplomático norte-americano, segun lo dió á entender
en su nota del 12 de agosto de 1869 dirigida á Mr. Fish,
participando en ella el resultado d~ la conversacion sostenida
sobre el particular con el presidente del Consejo de ministros
D. Juan Prim, que fué quien siguió aquellas negociaciones,
prescindiendo eu muchos casos del ministro de Estado y de
sus demás compañeros. En tal conferencia se manifestó el
jefe del gabinete muy inclinado á conceder á los cubanos el
gobiern0 autonómico, que vino á desbaratar el levantamiento
de Yarlli, 6 la completa emancipacion de la metrópoli si la
creían más aceptable; aunque ni á una ni á otra accederian en
su concepto, la España, mientras resonase el grito de mueran
los españoles, ni los hombres de la revolucion de setiembre,
que no podrian dignamente establecer allí las reformas pro-
yectadas hasta que se apagara el eco de aquel insulto.


Insistente el representante de los Estados-Unidos y apre-




CAPÍT.ULO X 463


mi¡¡.do por la Ilota de MI'. Fish, tanto COtllO los homb~es de
W&.shiIlgton lo e&taban por los laborantes, que no quedan
desaprovechar la. oportuni(l.a.d que el estado de perturbaciOIl
de España y las divisiones é intransigencias de los partidos
l({s. ofrecian, consiguió de D. Juan Prim autorizacion. para.
decir á su gobierno, que el de la Regencia que él presidia..
apepta,ba desde luego los buenos oficios de aq ueUa república
respecto de los asuntos de Cuba, partiendo, por supuesto, co-
rno bases de una cOQYencion de. las mismas, que él ignoraba
estar fOl,'mula,das por los sep,a.ra,tistas, cuyos detalles se arre-
g~ariau opor,tunamente.. La;; proposiciones cardinales que iban
á v:entilarse, y con las que Pl'im se conformó, eran las si-
guientes~


«(1. a Los insurrectos depondrán la.s armas.
»2. a .lf/spaña c.o)lcede.r4 simltltáne,amente ttna amnistia


»absoluta y cor~pleta.
»3.a El pueblo de (Juba votará. por suf1·agio universal.


»8.obre la cuestion de su independencia.
»4.a Si la mayoria opta por la independencia, España


»la conc,ederá, prévio el c.onsentimiento de las a óJ'tes.-
»Ouba pagará un equivalente satisfactorio, garantizado por
)}l~s E stados- [J nidos.


»Así que se concierten los preliminares, se darán salvo
»condu.c.tos para. atra.vesar las líneas españolas ti ,fin de que
»haya comunicacion con los insurrectos.»


Este convenio, que trasmitió Sickles á Washington, enca-
reciendo por encargo de Prim el mayor secreto respecto de él
y de las demás comunicaciones relativas al asunto, demos-
trftcion bien clara era del intento que el desgraciado jefe de
10$ radicales tenia de vender la isla de Cuba ó de acordar su
in¿iependencia. La suma de las condiciones aún no ha llegado
al ,público ni llegará sin duda hasta que á los futuros historiado-
res les sea dable juzgar, con el rigor que sus errores merecen,
á los hombres que por no. saber ó no querer aprovecharse del
fácil triunfo alcanzado en setiembre de 1868, arrastraron la
España á la ruina presente; pero puede sospecharse que no
sean más honro.sos quelospublicado.s, los tratos ocultos todavía.




464 LAS tNSURRECCIONES EN CUBA


Quejos propósitos del conde de Reus se dirigian á des-
prenderse de la isla de Cuba, puede afirmarse además por
cuantos oyeron al general D. Antonio Caballero de Rodas,
en las sesiones celebradas á fines de diciembre de 1872 por
la LIGA NACIONAL, en los salones del Centro kispano-ultra-
marino de ]/fadrid. Allí manifestó paladinamente el ex-capi-
tan general de la grande Antilla, que á poco de entablarse
tales negociaciones recibió del presidente del Consejo de mi-
nistros una carta, relativa á la venta ó cesion de la isla, en
la que le manifestaba si tendria corazon bastante para coad-
yuvar á sus planes, preparando los ánimos y las cosas en
aquel sentido; á lo que Caballero indignado le respondió que
ántes se rebelaria contra el gobierno que consentir tal infa-
mia. Confirmacion tambien de que D. Juan Prim tenia el
decidido empeño de que España pasase por la vergüenza de
vender á sus hijos, quién sabe si rencoroso todavía desde
aquellos tiempos en que no quisieron los españoles prestarse
á sus descabelladas ambiciones, y prueba irrecusable de sus
primitivos intentos se vió luego, en la comunicacion oficial
que el expresado Mr. Sickles dirigió al ministro Mr. Fish
unos dias despues de la primera nota.


Refiriéndose el representante norte-americano en 20 de
agosto de 1869, á un telegrama expedido por su gobierno el
16 en el que se le encarecia la urgente decision sobre los
preliminares del convenio, le manifestó á Mr. Fbh que en
cumplimiento de sus indicaciones habia celebrado otra en-
trevista con el general Prim, en la cual, despues de ente-
rarse éste de la opinion de Washington respecto de las pro-
posiciones primera y tercera, en las que se estipulaba que 108
cubanos depondrian las armas para declarar luego por medio
del voto quiénes eran adeptos de la separacion, confirmó
que estaba dispuesto á acordar las bases de mi arreglo que
preparase la independencia de Cuba; pero que no podia dar
por sí al acto la sancion de un tratado, ni someter la propo-
sicion á las C:'¡rtes españolas interin permaneciesen los insur-
rectos con las armas en la mano. Tambien atribuia Sickles á.
Prim haberle dicho «que los Estados-Unidos podian estar




CA.PÍTULO X 465


»seguros de la buena fé y favorable disposicion de España, y
»de la franqueza. y sinceridad del pre,lidente de su gobierno,
»para tratar con el de Washington, sobre la base de la inde-
})pendencia de Cuba, en el momento en que pudiera hacerse
»de acuerdo con la dignÍllad y el honor de la nacbn ... ,. y
»como por las condiciones de la guerra no era fácil que nada
~)consigl1iesen los cubanos, por carecer de los suficientes
»medias para emanciparse, creia que estaban en el caso de
»aceptar los buenos oficios de la república, pero deponiendo
»las armas, para elegir sus diputados y declarar sus defini-
»tiva¡: aspiraciones políticas por el sufragio popular.» Seme-
jantes declaraciones llenaron de satisfaccion á Sickles, quien
así lo expresó á su gobierno, añadien<lo que en vista de lo
bien displle:;to q tIe se manifestaba Prim á un arreglo con los
Estados-U nilos respecto de Cuba, no seria ({la independencia
»de la i",la un obstáculo sério para la negociacion.»


A pesar de esta creencia de Sicldes, Prim, que fué compren-
diendo parla actividad del diplomático los peligros que el
asunto entrañaba, procuró en sus conversaciones oficiales no
descubrirse ya tanto que le fuera luego imposible volverse
atr;Í:;; pero <lió á entender bastante su pensamiento de enage-
nar 6 despre~derse de la rica Antilla, para reponer áun el
Tesoro público, cada vez más enflaquecido pOI' las torpezas de
los economistas de la revolucion de setiembre, No otra cosa
pudo deducirse de otro desp:lcho de Sickles f'chaclo el 24, en
el que manifJstaba que el ministro de Haciend<1. (D. Laurea-
no Figuerola) estaba asimismo «bien dispuesto respecto de
»nuestras mil'as con ref~rencia á CUb~l;)~ per,)en cambio el de
Ultramar, D. Manuel B~cerra, no podia mostrarse más hostil
á 'todo arreglo que se dirigiese á s,epal'arde Espaiia la h"rmo-
sa Antilla.


Cuando estas comunicaciones y tolas las qlle constituian el
expediente sobre Cllba, reclamado p')r las Cám'lfas <le los
Estados-Unidos é impreso de oficio. por el departamento de
Negocios exteriores de la república, llegi\r~ll á conocimiento de
la prensa, se expal'ci6 rápidamente la alarma entre todos los
qlle en la isla tenian intereres ó conservaban amor á !as Anti-


TOMO n 30




466 LAS INSURUECCIONES EN CUBA


Has españolas (15). El primero que, dando la voz de alerta,
las publicó en la Península, fué el periódico titulado CUBA ES-


. PAÑOLA, dirigido por el cubano D. Mauuel G. Llorente; y de
él lo reprodujeron los demás de la prensa nacÍonallevantan-
do, entre todos los que se tenian por buenos españoles, la pere-
zosa opinion en favor de los asuntos ultramarinos, y dirigien-
do muy ágrias y justificadas acusaciones contra los hombres
de la revolucion de setiembre y en particular contra los que
figuraban en las primeras filas del llamado partido radical,
que por mostrarse tan condescendientes con los insurrectos
sufrieron el mayor peso de la indig'nacion pública. No
fueron menores las protestas contra aq ueIlos deshonrosos
proyectos hechas á poco en el Parlamento, donde hasta se usó
de la palabra dinero para denigrar el móvil á que obedecian,


Al enterarse la prensa europea de las negociaciones de
venta, las afeó igualmente. En varios escritos publicados por
el Times de Lónclres, se atribuyeron tales actos á la limita-
da experiencia diplomática de Mr. Sickles, suponiéndose por
tanto que ya que su nombramiento de ministro plenipoten-
ciario no había merecido aún la sancion del Senado de Was-
hington' aquel alto cuerpo no querria rehusar el aplauso uná-
nime que le resultaria si negaba la confirmacion al nombra-
miento de un hombre que tan poco popular habia sabido ha-
cerse en su primer ensayo diplomático (16). Se equivocaba,
sin embargo, el Times, y si, inspirándose en Sil buenafé, abri-
gaba tal esperanza, era por ignorar q l1e las insinuaciones par-
tieron del mismo gobierno de los Estados-Unido,;, y que Sic-
kles no hizo más que aprovecharse de todas las circunstan-
cias y arrostrar la antipatía general á cambio de los elogios
de sus superiores, de cuyos deseos fué tan fiel intérprete como
á un buen servidor correspondia.


Tambien la prensa de Nueva-York trató extensamente de
la venta de Cuba, aunque en diverso sentido, por dominar allí
las inspiraciones filibusteras; consiguiendo por esto, tanto co-
mo hacer prosélitos, levantar contra la idea el espíritu de in-
dignacion de todos los buenos españoles residente:; en el con-
tinente americano. A pesar de tenerse ya por desechadas las




CAPÍTULO X 467


proposiciones de Mr. Sickles, que segun el periódico LA RE-
PÚBLICA solo se dirigian á tomar en hipoteca á la isla, conti-
nuó discutiéndose en las columnas de los periódicos el asunto,
que unos consideraban perjudicial y gravoso para los Esta-
dos- Unidos, mientras otros opinaban que debia dejarse libre
el curso de los sucesos hasta que la solucion se viniera á la
mano sin violencias, y alguno, como el HERALD, defendia al
gobierno por cuanto intentó ó hiciera en lo sucesivo para
aproximar el momento en que Cuba fuese yankee.


Pero donde el efecto de aquellas negociaciones se hizo im-
ponente fué en la isla á que se referian, y de cuya suerte in-
tentaba Prim disponer sin haber consultado ni sometido pré-
viamente SIlS proyectos á la consideracion de los verdaderos
defensores del nombre español. Al insertar LA Voz DE
CUBA en sus números de fines de setiembre una correspon-
dencia de Nueva-York, y al hacerse cargo de la gravedad é
importancia que tenian las noticias comunicadas desde los
Estados-Unidos á la Habana, manifestó decididamente, con
intencion más plausible por lo patriótica que practicable, que
á la actitud de aquella república no podia ya responderse si-
no con la inmediata y completa pacificacion de la Antilla ó
con la guerra internacional; pues si el gobierno de Washing-
ton llevaba al terreno de los hechos las proposÍciones de
MI'. Sickles, reducidas á declarar beligerantes á los insurrec-
tos en el caso de no aceptarse un arreglo satisfactorio en la
cuestion cubana, á la lucha, que se haria inevitable, no po-
drian mostrarse indiferentes la Francia y la Inglaterra, cuyos
gobiernos, recordando lo que en épocas no remotas habian con-
venido para que Cuba continuase siendo española, no se pres-
tarian sin duda á consentir semejante injusticia. LA Voz DE
CUBA esforzó entónces sus razonamientos y se extendió en
muchas consideraciones para deducir los resultados probables
ele una gUflrra entra España y los Estados-Unidos, que, como
habría de ser precisamente marítima, nos colocaría, á su
juicio, ensituacion muy ventajosa por la inmensidad de las
costas de la república, la importancia de sus puertos y la del
comercio, con Europa por el Atlántico y con la China á través




468 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


del Pacífico, que nuestros atrevidos buques mercantes se
encargarian de estorbar; y áun más favorable á la K,paña,
porque la marina de guerra, tan difícil de improvisar, era su-
perior la nuestra á la norte-americana (17).


En verdad que tan risueños como descabellados cálculos, más
que de otra cosa sirvieron para bvantar el espíritu público y
enardecer los ánimos, hasta con perjuicio de los intereses es-
pañoles; pues si la hora,del conflicto hubiese llegado, no ha-
briamos sido nosotros ciertamente los venceclores en la con-
tienda, á pesar de los antiguos pactos entre Inglaterra y Fran-
cia. Algo contribuyó, sin embargo, la decidida actitud de los
leales habitantes de Cuba, para llamar en aquellos momentos
la atencion de la parte sensata del pueblo norte-americano,
que, engaITado con la falsa opinion producida por los labo-
rantes y los periódicos que subvencionaban, desvió UD tan-
to su buen sentido del centro de realidad; pero, á nadie se le
ocultaba que si las cosas hllbieran ido a1elante, aquella
parte de la p3blacion habria tenido que seguir el camino se-
ñalado por el resto de sus compatriotas.


Tan granQe fué el inmediato efec,to qne causaron en Cuba,
las noticias relativas á las conferencias cebbradas entre Prim
y Sickles y las notas diplomáticas, que bastaron los rumo-
res para que el ayuntamiento de la Habana elevase al capitan
general en son de protesta, y para que lo comunicase al go-
bierr.o supremo, el acuerdo unánime de la municipalidad,
ofreciéndose en todo cuanto fuese necesario, como en otras
ocasiones lo había hecho, para sostener á todo trance la dig-
nidad de la nacion. Incitábase en él á los poJeres nacionales
para que, si pClr ventura otro poder extraño rle3conociese con
actos de directa ó indirecta hostilidad el derecho de Espaiia, y
atentara contra el d~coro de su soberanía, se obrase en la me-
trópoli con entero desembarazo y enérgica decision, en la se-
guridad de que los habitantes de la isl<t de Cuba antepon-
drian siempre á sus p1.rticulares intereses el honor dp.la ban-
dera nacional, que debia continuar ostentánJo.ie limpia y
gloriosa ante todos los pueblos del mundo (18). A la protesta
del de la capital siguieron inmediatamente la,; de los demás




CAPÍTULO X 469


ayuntamientos de la isla; y los leales toios se prestaron, por
medio de calurosas manifestaciones publicadas en los periódi-
cos e.:;pañoles, á perecer ántes que consentir la humillacion de
sujetarse tÍ otro dominio.


Conocido el impre:lionable carácter español, no debian reci-
birse PQr cosa nueva aquellos exaltados arranques de patrio-
tismo, los cuales acrecieron notablemente, en vez de hacerlos
disminuir el abatimiento qne se apoderó de los más sensibles,
al saber con certeza que en aquel grave asunto no se trataba
ya de las ordinarias invenciones de los laborantes y de pe-
riódicos €.libusteros, para excitar á los defensores de la inte-
gridal nacional, sino de hechos oficiales autorizados PQr el
general Prim, en las negociaciones seguidas sobre la base de
cambios arriesgados en la vida política de Cuba. Los leales
habitantes de é"tcl pulieron proporcionarse en el mismo
Wa"b ington, datos auténticos sobre el particular, iguales á
los que la prensa habia dado á conocer; y al cÍl'cularlos por
la grande Antilla, consigui~ron que la indignacion levanta-
da contra los Esta.los-Unid)s, se compartiese con el presi-
dente d~l gobierno español, que, por salir airoso en sus planes
ambiciosos, no vacih1~a en sacrificar á los que tantas pruebas
de abnegacion estaban dando.


Un t·ulto se atenuaron, no obstante, estas malas impresio-
nes respe~to del gobierno de la Península, al recibirse una
correspondencia de Washington fechada el martes 19 de oc-
tubre drJ 1869 y publicada pJr el Nem-York Times, en la
que se clf'cia que los últimos despachos recibidos del general
Sickles, anunciaban haberse retirado por los Estados-Unidos
la of~rta de ;nediacion entre EspaITa y Ouba, y q!le conside-
rando por tal m1tivo las negociaciones concluidas, el depar-
tamento de Estado de la república abandonaba ya su actitud
de reserva y permitia que saliese á luz cuanto habia media-
do en el asunto (19).


Aquel escrito, que corria de mano en mano por la Habana
y entre todos los lcmles de la isla, no dejó de indignar, sin
embargo, así par el lenguaje depresivo que respecto de los
hijos de España usaba, como por los medios y mediadores de




470 LAS INSURRECCIO:-;'ES E:-;' CUBA


que Prim se habia valido para entablar y seguir las nego-
ciaciones con los Estados-Unidos. Lógico y natural era el re-
sentimiento de los habitante" de Cuba contra el conde de
Reus, cuando tenia n la perfecta conviccion de que solo se con·
tuvieron los antipatrióticos propósitos del político por la ame-
nazante actitud de la prensa nacional conservadora, iniciada
por los periódicos CUBA ESPAÑOLA Y LA EpoCA y sostenida
por los otros buenos defensores de los intereses antillanos; y
tan natural y propio como aquel, fué el rencor contra los hom-
bres de los partidos hijos de la revolucion de setiembre que
daban aliento á los malos e::lpañ~)leil, que, por conseguir el triun-
fo de sus ideas demagógicas, no vacilaban en fundirse con
los insurrectos, ni en recibir fondos de éstos para coadyuvar
á sus fines extendiendo la anarquía en la Península, é impi-
diendo que se embarcasen tropas para Cuba. De esta criminal
trama fueron patente prueba los documentos que por rara ca-
sualidad obtuvo aquellos di as el general Caballero de Rodas,
y se publicaron autorizados con la firma del secretario del
gobierno superior, D. Cesáreo Fernandez (20).


Entónces fué cuando en vista del tono despreciativo de
ciertos periódicos yankees. se trató en sério, áun por algunos
españoles de entre los más sensatos de la grande Antilla, del
proyecto que indicó LA Voz DE CUBA de enviar nuestras fra-
g'atas blindadas á las costas de los Estados-Unidos para
bombardear sus puertos más importantes; entónces fué tam-
bien cuando los agiotistas de N ueva-York, aprovechándose
de la actitud belicosa del elemento español de la isla, exten-
dieron el pánico en el mundo mercantil, y haciendo subir el
cambio del oro en su mercado á más de un 30 por 100 el día
de la falsa alarma, arruinaron á numerosas familias é hicie-
ron quebrar bastantes casas' de comercio; y entónc.es fué asi-
mismo cuando para evitar las colisiones, por fortuna no re-
producidas despues de la deposicion del general Dulce, se
dieron á luz aquellos documentos que probaban la complici-
dad de los republicanos de la PenÍnsu1a con los insurrectos de
Cuba, y se activó el despacho de expedientes sobre infiden-
cía que tanto aumentó el número de los embargos y el de los




CAPÍTULO X 471


sujetos á deportaciones á España por lab~)fantes 6 agentes de
los rebeldes.


Dos graves heridas se abrieron de esta suerte, á un mis~
mo tiempo, en los sentimientos patrióticos de los españoles de
Cuba. La producida por las negociaciones de Prim, pan. ven-
derlos como á esclavos, fué profunda; y no menos dolorosa la
que les causaron los mal llamados hijos de España pactando
alianzas, para sacar triunfante su republicanismo anárquico.
con los rebeldes que, á otros hijos de España á quienes de-
bian tener por hermanos, les destruian su hacienda con bár-
baros incendios y les inmolaban con crueldad salvaje. Aque-
llas heridas, que no se curaron, ni se curarán quizás en mu-
cho tiempo, justificaban plenamente la irritacion en el ánimo
de los huenos españoles. i.Y cómo no? ¿Podian mostrarse in-
diferentes á la decepcion los que tantos sacrifi cios hicieron y
los que tantos compromisos arrostraron declarándose defen-
sores ele los intereses de España, al ver como hasta periódicos
tan reputados y sensatos cual el DIARIO DE BARCELONA abo-
gaban por la venta de ]a isla de Cuba? (21) ¿Era posible que
permaneciesen tranquilos al enterarse del estrecho y público
afecto que unia al entónces presidente de las Córtes Constitu-
yentes, D. Nicolás María Riverp, yal representante y actor
principal de la alarma, MI'. Sickles? (22) ¿Y era creíble que
ante la Axplosion de amor pátrio, que aunq ue lenta iba esta-
llando en la Península y se manifestó ya, como protesta
contra los proyectos ele Prim, aplaudiendo á los héroes de
Victoria dA ]118 Tunas, se mostraran insensibles los que por
abun~ar en españolismo snfrian de un año atrás tantos
quebrantos? (23)


Tal situacion, agravada con la suma de complicaciones
nacidas de la guerra y del estado econ6mico, que por mo-
mentos acrecian el malestar, fué la rémora que detuv0 el paso
á los plane~ que en bien de la isla se proponia desarrollar
Caballero de Rodas. Unos y otros motivos fueron los prime-
ros insuperables inconvenientes con que tropez6 en su gober-
nacion, que, oprimida por un lado con las exigencias de la
metrópoli, como la absurda del general Prim, y por otro, con




472 LA.S INSURRECCIONES EN CUBA


las que parecían muy propias del elemento espaiíol de Cuba, le
impidieron de todo punto hacer mejoras; no siéndole posible
en aquen)S momentos más que inclinarse al pasatiempo de
las contemplaciones p:llíticas, para huir de la infructuosa
inaccion.


IlI.


El justificado desasosiego de los españoles de Cuba, produ··
cido por las imprudencias y punibles procederé's p~)líticos del
presidente del Consejo de ministros, D. Juan Prim; la perple-
gidad en que pusieron al general Caballero de Roelas, las in-
calificables proposkiones que aquel ministro, su superior
gerárquico, le hizo para qne se prestara a servir de instru-
mento en sus proyectos, y la inclinacion de las públicas sim-
patías h{lcia el g~neral cOl:de de Valmaseda, en qnie:1 funda-
ban sus espc:r,llu:as a la sazon la mayor parte de los leales de
la isla, torios estos eran graves obstáculos que, unidos á los
propios de un país en revuelta, entorpecian más y más Jos
planes gubernativos que la primera autoridad se proponia
descnvol ver.


Ya se ha visto cómo las gestiones del general Prim tuvie-
ron que paralizarse, así ante la imponente actitud de la opi-
nion pública, que exigió de sus gobernantes el debido amor á
Espalia, corno por la enérgica respuesta que recibió del ge-
neral Cab:lllero, negándose a toda complicidad en cualquiera
gestion desastrosa para la patria (24).


Vencido aquel obstáculo, no pudo Caballero conseguir lo
mismo respecto del que le impedia usar exclusivamente del
apoyo moral, que para salvar las circunstancias del momento




C.\PÍTULO X 473


necesitaba; pues el cariño de la opinion se distribuia, quizás
tocándole á él la menor parte, entre la primera autoridad y el
conde de Valmaseda. Colocado el conde al frente de las tro-
pas que operaban contra los insurrectos de¡:;de el otoño de


• 1868, no habia en un año conocido el descanso; y corno ter-
minada la reerlificacion de Bayamo y desbaratados los mejo-
res planes ue los rebeldeB, acababa de expedir la proclama ue
agosto, dando por terminada la rebelion en aquel distrito y
en las jurisdicciones de Manzanillo y Jiguaní, las españolas
masas populares, de natural positivistas y extremadas, que
ya cantaban sus alabanzas, empezaron entónces á considerar
al conde como su esperanza única. ¿Era extraño, por tanto,
que se le escatimase algun afecto á Caballero de Rodas, cuan-
do se q ueria hacer llegar gran suma al pacificador del depar-
tamento de Oriente'? Al capitan general le era nec,~saria PlW¡J
mayor popularidad; yasí que se hubo restablecido algo de las
dolencias que le molestaron en la aclimatacion, sufridas du-
rante el tiempo empleado en el estudio de las necesidades de
la isla, y así que pudo disponer de momentos oplrtunos se
dedicó otra vez á conquistarla, continllando con el ardor 'lile
las circunstancias le permitían las mejoras de los ramos que
más las reclamaban (25).


La primera que se le presentó ante la vista exigiendo ::iU
preferente solicitud, dicho q neda q ae fué la cncstion econórni-


I
ca, de cuya difícil solucíon dependía el descré,lito ó la gloria
de su mando. Para salir airoso en tan árrlU'l empI'é'Sa y aten-
der 11 los apllros del exhausto Tesoro, decretó un anticipo de
doce millones ele e3CUGOS, sin interés 'j re'0\T\h)\"abl~ "'TI. do\'.
años, y la consigllÍcnte autorizacion para qn ~ p:diera elevar-
se á veintiocho millones de escudos la emisbn (h billetes que
el Banco Español de la Habana tuviera circulando. Este anti-
cipo debia amortizarse con el producto de b cJntribuclon de
guerra, la cual, habiendo producido en los cuatro meS3S des-
de l.0 de marzo á 30 de junio cerca de dos y medio millones
de escudos, se calculaba que daria un ing¡'eso anual de seí8
millones; suma suficiente para reintegrar en dos aibs al Ban·
co ó para retirar de la circulacion cada mes billetes por valor




474 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


de medio millon de escudos. Pero ni el impuesto extraordina-
rio para los gastos de la guerra, ni el producto de los bienes
embargados, que desde entónces empezaron á servir de ga.-
rantía en aquella deuda y sus rentas á destinarse tambien
á cubrir el déficit del presupuesto, ni ninguno de cuantos·
medios se intentaron, sirvieron al cabo para sacar de apuros
al Tesoro; consistiendo quizás la ineficacia, en no prevenirse
con bastante acierto los vicios de que ha adolecido siempre
nuestra administracion (26).


Aquel bien intencionado decreto del 3 de agosto, muy ne-
cesario para sacar adelante los urgentes servicios de la go-
bernacion, irritó más que satisfizo á los buenos españoles
que veian ya en su triste realidad, tan próximo el quebranto
de sus inttweses como lejano el término de la lucha, á pesar
de la prometida pacificacion que nunca llegaba; calculando
muy fundadamente q ne si la guerra duraba algunos años, ni
la garantía de los bienes embargados, ni la riqueza de todos
los leales bastarian para responder á sus enormes gastos. La
excitacion, pues, que podia tenerse por endémica desde los
últimos tiempos del mando de Dulce, se acreció en aquellos
momentos por ésta además de otras varias causas.


Efecto de diferencias entre la primera autoridad y altos
funcionarios, debidas quizás á exorbitantes aspiraciones de
ciertas personas de las que acompañaron á Caballero de Ro-
das á la isla, era una de ellas. Tanto ó más grave que ésta
era la falta de tropas que se iba notando, la que hubo necesi-
dad de subsanar precipitadamente por haber sufrido el ejér-
cito del Camagiiey, durante el mes anterior, una baja de ca-
torce oficiales y unos f'eiscientos soldados, ocasionada por la
guerra y las enfermedades del clima. A este fin, se abrió el
alistamiento entre los voluntarios de la H'1.bana, para movi-
lizar qninientos con destino á Nuevitas y Puerto-Príncipe;
pero los alistados mostraron, como en otros casos ha ocurri-
do, gran resistencia á ser mandados por otros jefes que los
suyos naturales, tan paisanos como ellos, contribuyendo asi
á que las complicaciones aumentaran. Uníase á estas causas
la escasez de jefes hábiles para dirigir las operaciones; pues




CAPÍTULO X 475


entre los oficiales generales, aparte del incansable conde de
Valmaseda, que no podia abandonar el departamento Oriental,
solo existía el brigadier Lesca, quien á poco de ver premia-
dos sus servicios y pericia militar, con el ascenso á mariscal
de campo, tuvo necesidad de dejar la campaña para atender
á la curacion de sus dolencias; confiándose entónces la direc-
cíon de las tropas en las Villas, á jefes no todos bastante co-
nocedores de la táctica de los insurrectos y de los medios más
eficaces para desbaratarla. ¿No podian traducirse todos es-
tos motivos y tenerse por prueba cierta y suficiente para j us-
tificar el mal estado de la opinion, para creer en el no com-
pleto prestigio de la autoridad y para persuadirse de las
miras muy censurables de los que, ante cuestiones de conve-
niencia, no dudaban sacrificar la santa causa de la integrídad
nacional al provecho propio'?
~o era, pues, extraña la cOllviccion de cuantos suponian


que los asuntos de la isla en vez de mejorar empeoraban. Y
así sucedía, por desgracia. Además de los entorpe~imientos
indicados, los incansables laborantes, los simpatizadores y
los il1surrectos, que no desperdiciaban ninguna oportunidad ni
medio para proseguir la guerra á muerte contra todo lo es-
pañol, creaban muchos otros insuperables con inhumanas
disposiciones, que eran tangible expresion de sus profundos
ódios. Así se demostró en la órden que el titulado general
y jefe de operaciones del distrito de Villac1ara, Ruloff, dirigió
á sus subordinados, autorizándoles para levantar partidas en
el departamento Occidental, para adquirir fondos voluntaria
ó forzosamente, imponiendo exacciones cuando nI) se presta-
ran á pagarlas de buen grado los mismos patriotas, y para
destruir é incendiar fincas, áun las de sus propios partidarios,
si con ello podia perj udicarse á los españoles; concediendo á
los dueños de edificios solo el tiempo necesario é indispensa-
ble para extraer de ellos sus muebles y efectos (27).


Estos provocativos procederes aumentaban la irritacion en
los españoles ménos sufridos, que cegados por el fanatismo
patriótico, respondían con imprudencias sin cuento cuando la
ocasion se les presentaba á la mano, de las cuales si algo se




476 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


conseguia era exasperar las pasiones, ensañar la guerra,
convertir en eternos adversarios áun á muchos que habian
manifestado deseos de ser amigos, y hacer impoBible toda
avenencia con algunos que, si no por amor, por calculo 6 por
miedo, permanecian retraidos y esperaban que se les abrieran
los brazos para decidirse por el partido español. La guerra
no tuvo desde entónces otro carácter que el dc una desespe-
rada y sangrienta apuesta de ruina y desolacion. Cundia el
incendio, no escaseaban los asesinatos, las delaciones se aten-
dian, y todas las malas pasiones andaban sueltas y cebándose
en los ménos p:-ecavidos y en los más débiles. Los hombres
discretos vehn con dolor en tantos absurdos, justificadas en
parte las censuras y la probable intervencion con que nacio-
nes extranjeras amenazaban indirectamente por medio de sus
periódicos, y temian que si la;;, últimas tropas enviadas de
la metrópoli nu daban fin á la lucha ántes de la primavera
próxima, l~ cual no era tan fácil aunque lo asegurasen los
jefes militares, ó si no se llegaba á un acuerdo ántes de me-
diar el año de 1870, las reclamaciones que los Esta(los-Uni-
dos intentaban continuar y que seguirian sin duda con. ma-
yor energía, comprometerian grandemente el porvenir de
Cuba española. Las alarmas que empezaron á circular sobre
la retencion de las treinta lanchas cañoneras qu~, por cuen-
ta del Tesoro cubano, se construian en Nueva-York yesta-
ban destinadas á impedir el desembarco en las costas de la
isla de las expediciones filibusteras, que los mismos yanltees
favorecían, indicaban ya que no eran infuodados los temores,
y que el gobiern0 de Washington, si en la apariencia se
mostraba neutral, no siempre podria ocultar sus simpatías á
la causa insurrecta.


Es indudable que jamás el buen sentido ha abundado en
los momentos de perturbacion social, movida por las revolu-
ciones ó por la guerra civil. El criterio que guiaba á la sa-
zon !os actos de los habitantes de la Antilla, desde los jefes
de uno y otro bando hasta los individuos de las últimas cla-
ses, no podia, por tanto, ser, ni era, en verdad, el más tran-
quilizador. Hasta el mismo general Caballero de Hodas, que




CAPÍTULO X 477


veia contrariados á cada paso sus propósitos de hacer gobier-
no, olvidándose alguna vez de reprimir los arranques de su
enérgico carácter, contribuia tambien inconscientemente á
que el malestar no disminuyera. Tal se vió en la exaltacion,
no muy justificada ni muy propia de una primera autoridad,
que manifestó en ciertos casos, preparados tal vez p:Jr los que
pretendian acrecer los méritos cerca de su persona; y fué
prueba pública el disgusto originado por la visita que á la
cárcel de la capital hizo á mediados de agosto, la cual, por
no haber asistido á ella la Audiencia, como el gobernador
superior esperaba, dió márg'en á un conflicto que pudo ser
grave y se contuvo afortunadamente á tiempo; pero no sin
dar motivo á que del caso se ocupase la espectacion pública
con murmuraciones, en las que nadie perdia tanto como el
nombre espaüol.


El desembarco en la Habana á este tiempo del nuevo in-
tendente de Hacienda D. José Emilio de Santos, mensajero
de las últimas noticias del estado político de la Península; la
curiosidad con tal motivo despertada en aquel pueblo, que
tanta demostraba en el recibimiento de los primeros funcio-
narios, y especialmente de los que debian sostener relacio-
nes directas con el elemento mercantil; y los favorables des-
pachos que á la vez se recibieron sobre la gloriosa defensa
del pueblo de Las Tunas, donde en un brillante hecbo de ar-
mas acababa de recobrar la causa española gran parte del
prestigio que por lastimosas escisiones iba perdiendo, todo
esto distrajo momentáneamente la atencion basta de los más
inquietos, que necesitaban tenerla siempre fija en alglln su-
ceso para p~rturbar con aplausos ó censuras poco discretas,


Eí viernes 13 de agosto de 1869 fueron aproximándose al
pueblo de Las Tunas 1 en el departamento Oriental, las masas
insurrectas de aquella jurisdiccion y de las del Camagüey,
para apoderarse de él, y dar así una prueba dé su poderío á
los simpatizadores yankees de la rebelion cubana que, enga-
ñados tantas veces por las promeeas de los llamadoiJ liberta-
dores de la isla, empezaban á negar su apoyo á estos, amena-
:7.ándoles con retirárselo todo basta que fuesen dueiíos de una




478 LAS INSUlmECCIONES EN CUBA


poblacion, donde funcionase el gobierno de su república y
sirviera de centro de operaciones y de base de otras conquis-
tas. Reunido el grueso de los insurrectos en número de cinco
á seis mil combatientes, y animados y enardecidos con una
proclama d~ Céspedes (28) y con la presencia de éste, de su
gobierno y de lo más escog'ido de la gente de la manig'ua,
aprovecháronse de los momentos en que la guurnicion de las
Tunas habia salido á forrajear y adquirir provisiones duran-
te la noche del 15 al 16 de agosto, y á las órdenes del gene-
ralísimo Manuel Quesada, arremetieron con un ímpetu ho
acostumbrado las flacas defensas de una plaza sin defensores.


Los caudillos principales de la insurreccion, con la gente
mas escogida y mejor armada, invadieron las calles de Las
Tunas no defendibles más que por un vecindario extenuado
por falta de alimentos y víctima de la accion del cólera morbo,
y por soldados convalecientes y enfermos de que estaba lleno
el hospital. Al rudo ataq uc de las hordas insurrectas, aunque
endebles dejaron unos y otros sus camas para empuñar el
fusil ó el machete, y sin temer al número, ni el peligro, ni á
la muerte que sembraba por todas partes la artilleria enemi-
ga, se lanzaron á la defensa de las calles y de las casas, y
contuvieron la avalancha mucho tiempo y hast'1 que, atraida
por el fragor de la pelea la guarnicion, que recogia alimento
para sus hermanos los enfermos, acudió al combate, y envol-
viendo por la retaguardia las masas rebeldes y alargando la
lucha á más de diez horas, logró al fin quedar duena del
campo, ahuyentando á los invasores. Lo mismo Céspedes que
su gobierno, lo mismo los caudillos Quesada, Peralta, Rubal-
caba, Cavada, Bembeta, García y otros, que las numerosas
mujeres vestidas de amazonas que iban á posesionarse de la
que confiaban proclamar capital de la república cubana, hu-
yeron á la desbandada ante aquel puñado de valientes, des-
pues de dejar entre otros trofeos una rica bandera, que con-
quistó histórica fama al sargento Facundo Martin Picado,
arrebatándola. con la vida del caudillo insurrecto que la lle-
vaba, y de abandonar en el campo los cadáveres de muchos
de los suyos (29).




CAPÍTULO X 479


En tanto que la noticia de este glorioso suceso para las
armas españolas llegaba á la Habana, se dirigió con fecha 21
el general Caballero de Rodas á Matanzas, accediendo á los
deseos del partido español de aquella ciudad, donde fué obse-
quiado con una brillante gran parada por las batallones ue
voluntarios, y con las aclamaciones y entusiastas muestra" de
cariño de la poblacion entera. Y á este tiempo tambien, los
laborantes de la capital que mejor y ántes que los españéJles
tuvieron como tenian siempre noticia del desastre de los suyos
en Las Tunas, empezaron á hacer notar los conocidos síntomas
precursores de los molotes, que tan triste recuerdo habian
dejado del manda de D. Domingo Dulce.


Habia ya regresado de Matanzas el capitan general y era
el 24 de agosto, cuando los voluntarios de la' quinta compa-
ñía del primer batallan de artillería, mandada por D. Leon
Martiantu, le manifestaron á éste con tono enérgico, que no
querian consentir por más tiempo continuasen siendo ofi-
ciales de la compañía sus dos hijos, sino que se nombraran
otros y no apareciese vinculado en una familia aquel mando.
Consecuencia de tal actitud fue la queja que el capitan elevó
á su coronel contra los promovedores de la disidencia, yefec-
to inmediato de esto el arresto de los voluntarios en la Maes-
tranza. No conformándose ellos con tal castigo, eligieron una
comision que, levantando por sí el arresto, se presentó á re-
clamar contra la medida ante Caballero de RoJas, quien con
una benevolencia inconveniente en el encargado de conservar
íntegros los fueros de la autoridad, recibió cariñosamente á
la comision y ofreció alzarles el arresto y devolverles las ar-
mas, que el capitan les habia recogido por ser de su propie-
dad. Esto no sucedió al cabo, porque habiendo Martiantu en-
contrado bastantes individuos adeptos á su persona para for-
mar uña nueva compañía, obligó á aquellos á buscar otras
donde servir (30).


Los laborantes que no fueron extraños á aquel disgusto,
cortado por fortuna á tiempo, aunque á costa del principio de
obediencia, viendo que la solucion no correspondió á sus de-
seos, trataron por diferentes medios de promover otros para




480 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


interrumpir la satisfaccion en que el elemento leal se compla-
cia por el triunfo de Las Tunas. A no otro fin parecia dirigir-
se la reunion que la noche del 25 se sorprendió en una casa
de la calle de Estevez ó de la Horqueta, donde con el apa-
rente objeto de celebrar un bautizo, se juntaron varios hijos
del país, hallandose las señoras, á imitacion de las heroi-
nas dJ Las Tunas, con el pelo suelto y ataviadas con ador-
nos y atributos insurrectos, y los hombres con las corbatas
azules sembradas de estrellas de simpatía 6 de cinco puntas.
Terminadas las danzas, indispensables en toda reunion fami-
liar cubana, entonaron unos y otras las canciones de moda,
que concluian con vivas á Cllba libre y á los caudillos de la
manigua; cantando todos con tan poco recato, que las ruidosas
exclamaciones llamaron la atcncion de los delegados de la
autoridad, los cuales se vieron precisados á llevar á ellas á la
casa de R~cogidas y á sus paiilanos á la carcel, sin ocurrir
ninguna desgracia de las que tan frecuentes eran en pa-
recidos casos.


Pero si aquella noche no las hubo merced á la prudencia
de los encargados de conservar el órden, no ocurrió otro tan-
to en la del siguiente dia 26. Por el distrito de Jesús Maria
de la capital, punto abundante en pueblo bullicioso, iban
unos hijos dd país felicitándose por haber sido admitidos en
un cuerpo de voluntarios, y lucían en sus som breros de ji-
pijapa la escarapela correspondiente en formas tan inusitadas
que llamaron la atellcion de los transeuntes. Atraídos algu-
nos voluntario,; de los antiguos por los ademanes de los nova-
tos, se acercaron á estos para negar en tono despreciativo que
hubieran merecido tal honor, lo cual dió margen á expre-
siones duras, el réplicas y polémica acalorada, y á voces que,
aglomerando gente, atrajeron á otros voluntarios armados,
los cuales, mezclándose en la cuestion y poniéndose de parte
de sus vicj)s compa1.i~ros, al pasarse de las palabras á los he-
chos empl~ar()n sus armas contra los nuevos. Tan triste su-
Cl'SO hiz) temer que volviera á continuarse en la Habana la
funesta e¡nca d~ enero á junio, en que ninguna cuestion ter-
minaba sin derramamiento de sangre, y no otra cosa llegó á




CAPÍTULO X 481


creerHe, al adquirir publicidad la frase con que el coronel de
uno de los batallones intransigentes quiso explicar al ge-
neral el motivo de aquellas tropelías, diciéndole que .... los
muckacllOs no estaban contentos.


Otros lamentables sucesos, aunque no tan riudosos como
los de. los meses pasados, pero que demostraban claramente
la excitacion de los ánimos, ocurrieron en los últimos dias
de agosto y primeros de setiembre, coincidiendo con la 11e-
gada del vapor-correo que llevó la órden del relevo del ge-
neral Espinar, y la de su reemplazo como segundo cabo por
D. Buenaventura Carbó. Este suceso, que un mes ántes se
hubiese recibido como una provocacion á los cuerpos de volun-
tarios, dió aún márgen á demostraciones fogosas en favor del
relevado por aquellos que le aseguraron, cuando Dulce fué
depue3to, que jamás consentirian en su relevo; p:ro como el
g'obierno habia ya dado á conocer su prop1sito de echar el
velo del olvido sobre tales sucesos, los caracteres más ardien-
tes se limitaron á demostrarle a E3pinar con cariñosas ex-
presiones la prueba de su afecto y á lamentar la ausencia de
un buen amigo. Tanto afectó á Espinar su Ínesperada sepa-
racion y aquel despego nunca creido, que cayó en cama y
estuvo bastante grave, mas luego, y sin duela para que no
saliese con malas impresiones de la isla, fué á la despedida
obsequiado de todos modos por los que más protestas de ca-
riño le habían hecho.


Los efectos de la pública excitacíon, que si hubieran de
referirse todos darían materia pilra escribir más de un volu-
minoso tomo, se extendieron á todas las partes de la isla. En
Guanajay diéronse á conocer prendi 'ndo, sin mandamiento
prévio de tribunal comp2tente, á algunos vecinos por des-
afectos; en la calle de los Corrales de la Habana, se promovió
á la vez un fuerte escándalo por unos desconocidos que,' des-
de las azoteas de las casas, tenian el criminal entr3tcnimien-
to de lanzar botellas de aguarrás y p3tróleo contra los tran-
seuntes; en el barrio de la Ceiba se daba ruidoso fin á un
baile familiar celebrado en la casa del escribano Pehez, y en
los baños de Romaguera, hasta una señora principal de hL
TO~lO rr :n




482 LAS I~SUaaECCIONES EN CUBA.


i&la. y; otra peninsular, llegaron á las manO,'! por cuestiones
po¡íticas (31). ¿Puede caer más desgracia sobre un país en el
q~e ~un el bello sexo defiende por la fuerza las doctrinas que
los partidos sustentan'?


Cual si faltasen combustibles para alimentar el fuego de
las p~siones, se circuló profusamente á pl'incipios de setiem..,.
hre una hoja dedicada á todos ]os buenos españoles residen-
tes en Cuba, y partÍl.Hl.larmente á los volpntarios, en la cual,
denunci&ndo de¡¡lealtades y dando la voz de alanna, se Mvj",
que todos lo~ leales «eran presa de \1,n dolo premeditado y ~
»:pna traicio.n deliberada,» nacida entre los hombres que, coe-
táneo al movimiento de Yar.a, dieron en la Península el griw
más propio para facilitarles la satisfaccion de sus ambicio,..
nes. Arrancando de tal sllpuesto y sin apartarse de este 61'-
den de ideas, se infundia en el escrito la sospecha en los áni-
~~, respecto de todas las hechuras de la revolucion de se-.
tiembre, y se aconsejaba á cuantos creyeran tenerse por
buen.os españoles., quC;l viviesen muy sobre aviso para, castiga.r
los crímenes contra la patria do quiera que se enoontra-
sen (32). Comprendido Caballero de Roda.s entre los autones
4e la revolucion española, no se libraba de semejantes ame-
nazas, y esto era ya una prueba de que su popularidad des-
cendia rápidamente á los tres meses de mando.


Alguna de las indicaciones que en aquel clandestino escri-
to se hacian, respecto al aumento de los defensores de la iI\-,
tegridad de la patria y sobre el empleo de medidas de rigor
contra los enemigos de España, parecieron oirse y estudiars~
por el capitan general, é inclinarle á satisfacer á la opini¡::m
pública que en aquella forma descubria su peosamient9.


En cuanto á lo prin;I.ero, autorizó Caballero de Rodas, á nn
centro directivo y á las comisiones encargadas de promove,
el alistamiento de los cuerpos de volunt8,rios de las reserva~
de la Habana, par~ que llevasep aMlante los trabajos. Al
verifiCarse éstos, se vió en el Oomité español un interés mar-
cado á fortalecer ~ll influencia, disminuida en las masas
desde la creacioI;l. del CASINO, con la union de personas impor-
ta.ntes de este centro, y con muchos de los que habian figu-




CAPÍTULO X 483


rado ellt~e 108 autónomos de la casa del marqués de Campo
Floridil> en los pl'imeros tiempos del último mando de Dulce,
y cuaudo se hubieron. consignado en UH acta las resolucio-
nea dal centro directivo~ se elev8iJ'on á la aprobacion, que Stt
suponiaimnediata., d~ la primera autoridad. F.sta, que veía en
tal a.Clto fundirse elementos diLScor<rJ¡es y debilitarse la prepon~
c4!ranciadel CUIiNO ESP>A.ÑOL, la hulDiera sin duda concedido
desd.e luego; pero lo mal leoibid1\ con que fué por la inmen-
sa masa de los voluntarios la creacion de la milicia sedentil-
tia, y el ridícu10 en que la puso el periódico LA. GORDA en tIDa
grot~sQlI<carioatara, en que se pl'esentaba organizada aquella
fuer.ft\ oon individuos de todas las razas y de estaturas, eda~
des, trajes y proceaeneias distintas, contuvieron á la primera
autoridad y suspendió por entónc~s la realizacion del proyec-
to para evitar quizás que muriera al nacer (33).


Impelido á las medidas de rigor, necesarias para contenel'
la audacia de los enemigos de España que hábnmente sabian
eludir los castigos impuestos por la ley, dietó dos Caballero
de Rodas, que demostraron muy pronto su eficacia en las cen-
suras que merecieron de los laborantes. Sabido era que los de
la isla tenian activos agentes desde que se les interceptaba la
correspondencia, por medio de los cuales se entendian de pa-
labra con sus correligionarios de los Estados-Unidos, cuando
por escrito no les era posible comunicarse el estado de los asun-
tos y de la guerra. Para evitar esto publicó Caballero de Rodas
un decreto, disponiendo que todo buque de vapor ó de vela que
saliera de cualquier puerto de la isla y admitiese pasaje, fue-
ra. registrado despoos de le.var el wc1a por un funcionar'jo de
policía, encargado de confrontar l{)s. pasapol"tes que le ent'0->
gasa el capitan 000 el número y filiaciones de los pasajer08~
y de; extIraer de á. b<tlldo á todo el que estuviese ind0cam.en~a ..
do, quien pagaría. su falta con oien pe$OS de multa. ó igual
nÚlMro de dias de cárce.l, y con doscientos pesos, el eapÍltan del
buque ó la casa. eonsigm,ataria por cada. tmO de los tlrasgreso ...
res (34).


De 3touerdo CClO aq,uel mandll<to e~pidióse' tambien qna cir-
cular, á. los, goool'na.dores y tenielíÜ$; gobel'uad0i'es, pro~ _"Y"~:.:;:,~
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~.)




484 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


biendo la salida para los Estados-Unidos, Méjico, las Baha-
mas y Jamáica á todo individuo español que contara la edad
de 14 á 40 años, y concediendo el derecho al pasaporte, en-
tre los que se encontraran en estas condiciones y lo solicita-
sen, solamente á los que fueran garantizados por persona de
responsabilidad, que se comprometiese á satisfacer al Teso-
ro cinco mil pesos en el caso de que su abonado se afiliara en
alguna expedicion filibustera ó trabaj ase en favor de los in-
surrectos (35).


Este mandato que, como el anterior, no sirvió al cabo sino
para hacer más precavidos á los agentes de] laborantismo,
fué acerbamente censurado por la prensa extranjera, y moti-
vo de disgusto para los defensores de España que, creyendo
deber librarse de los efectos del precepto legal, acabaron tam-
bien por censurarlo cuando vieron que en las aclaraciones no
se hizo en su favor la excepcion que pretendian (36). ¿Era
fácil gobernar bien con tantos obstáculos y posible la autori-
dad con semejante criterio?


IV.


En tanto que Ca ballero de Rodas dictaba aquellas disposi-
ciones nada conciliadoras, cotno respuesta á las exigencias
de los intransigentes y por creerlas el más acertado medio
para precipitar la terminacion de la lucha armada, dirigían-
se las corrientes de la política peninsular por un camino dia-
metralínente opuesto al que el partido español de las Antillas
intentaba hacer seguir, no solo á su primera autoridad, sino
al mismo gobierno de la metrópoli.


Admitida la dimision al ministro D. Adelardo L. de Aya-
la en consecuencia de su discurso del 19 de mayo, entró á




CAPíTULO X 4%


sustituirle en el departamento de Ultramar el de Marina don
Juan Bau!ista Topete, mientras se resolvía la crÍsis iniciada
con tal motivo y se verificaba la evolucion política, necesaria
y obligada ya desde que progresistas y unionistas hicieron
abdicacion de los principios de sus respectivos credos políti-
cos, aceptando de los demócratas las bases fundamentales
del suyo, al elaborarse la Constitucion de 1869. Entónces se
dió entrada en las esferas del gobierno á los hombres de
aquel grupo, si pequeño, muy audaz, concediéndoles influ-
yente participacion y puestos importantes en el primer minis-
terio de la Regencia.


En éste, presidido por D. Juan Prim, tuvo principio el pe-
ríodo llamado de la interinidad, y le correspondió la cartera
de Ultramar al antiguo revolucionario y demócrata-monár-
quico á la sazon, D. Manuel Becerra, cuyo nombre, por
sus antecedentes reformistas, fué recibido con gran recelo en
la isla por los defensores de la integridad, que temian el imne-
diato planteamiento de los proyectos consignados en °el pro-
grama del bando que le elevó, Jos cuales ni convenientes ni
provechosos, sino muy funestos serian mientras el estado de
guerra continuase en Cuba. No juzgaban sin embargo con
todo acierto al nuevo ministro de Ultramar los que le supo-
nian dispuesto á proceder precipitadamente y desde luego
en asunto tan grave, pues si no le era fácil desligarse de sus
compromisos políticos ni desmentir sus aficiones reformistas,
trató de armonizar las exigencias de los tie¡;npos con las pre-
tensiones de los españoles de las Antillas, dirigiendo á este
fin sus trabajos con más patriotismo y un criterio áun ma-
yor del que todos le concedian.


Para llevar á nuestras provincias ultramarinas el espíritu
de la revolucion de setiembre y cumplir respecto de ellas al-
gunas de las promesa:s en mal hora hechas por los revolucio-
narios, dedicóse Becerra con una actividad vertiginosa á es-
tudiar todos los asuntos de su departamento que en su
concepto debian reformarse, procediendo quizás con más ar-
dor político del conveniente á convertir en hechos sus teorías.
Siguiendo la funesta costumbre de nuestros modernos hom-




4R6 LAS INSURRECCIONES l!:N CUBA.


bres de gobierno, ~mpezó por sustituir el personal, ya prác-
tico en el despacho de los asuntos, con otro idóneo tan solo
en lides revolucionarias; é inmediatamente nombró varia!>
comisiones, unas para preparar las mejoras que exigiera la
organizacion del personal judicial y la legislacion penald:e
todas las posesiones ultramarinas, y otras para proponerle
las bases y proyectos sobre la reforma politico-administativa
y la abolicion de la esclavitud en la isla de Puerto-Rico.


Gano,;o de nombre y de dejar bien sentado el de la demo-
cracia en aquel ministerio, quiso legislarlo todo con el espíritu
de las doctrinas de su partido. Declaró la libertad religiosa
en las Antillas españolas; abolió la informacion de limpieza
de sangre para aspirar á ciertos cargos y ejercer determina-
das profesiones; decretó el establecimiento de una casa de
moneda en la Habana; restableció las contribuciones supri-
midas en 1867, Y dictó órdenes no escasas sobre aduanas,
aranceles, presupuestos, descuento 4e sueldos á los em-
pleados, contabilidad administrativa, clases pasivas, correos,
telégrafos, aplicacion de la ley de enjuiciamiento civil y par-
te del Código relativa á 'sociedades anónimas, y sobre otros
.varios asuntos. Presentó además á las Córtes Constituyentes
proyectos de ley -para declarar de cabotaje la navegacion en-
tre las provincias ultramarinas y la Península; para supri-
mir el derecho diferencial de bandera, explotar cables tele-
gráficos submarinos y plantear los presupuestos en nuestras
colonias; y otros sobre extranjería, órden público, organiza-
cion provincial y municipal, y el relativo á modificar algu-
nos artículos de la Constitucion de 1869 para que pudiera
regir en Puerto-Rico. Y no satisfechas aún las aspiraciolles
reformistas de Becerra, preparó, y no pudo dar á luZ por ha-
ber salido del ministerio, un proyecto de ley declarando li-
bres á los hijos de esclavo nMidos en Cuba desde el 29 de
setiembre de 1868, y á los esclavos qoo sirvieran como sol-
dados en el ejército español; otros abatiendo la esclavitud en
Puerto-Rico y planteando una ley electoral en la isla, y otros
relativos al matrimonio civil y á la supresion de la sala de
Indiflfl en el Tribunal de Cuentas del Reino (37).




CAPÍTULO X 487


Los habitantes de la isla de Cuba y los que en Madrid re-
presentaban sus intereses, temieron que tantas innovaciones
y sbbte todo las muy trascendentales sociales y políticas pro-
yectadas para Puerto-Rico, produjeran con una aplicacion po-
co discreta daños irremediables, de los que algunos estaban
ya indicados desde que los representantes de la pequeña An-
tilla española tomaron asiento en el Parlamento; y temiendo
aún más que tales reformas prejuzgaran y señalasen á Cuba
el camino que luego hubiese de seguir, protestaron no ruido-
saD1ente y sí en varios comedidos escritos dirigidos al go-
bierno y al ministro, manifestándoles lo peligroso que seria
introdudr novedades en las posesiones de Occidente, mien-
tras la isla de Cuba no estuviese pacificada. Pero alucinado
Becerra por sus proyectos y por la gloria que pretendia con"'""
quistar con ellos á su no bien formado ni muy acreditado
partido democrático, desatendió tan justas reclamaciones, é
incitado por los diputados puerto-riqueños principalmente, re-
dobló la actividad para llevar pronto á cabo su pensamiento
reformista; reemplazando así su primera loable prudencia
por un vehemente deseo de nombradía (38).


No debia extrañarse, por tanto, que la respetable minoria
peninsular de la hasta entónces tranquila isla de Puerto-Ri-
co temiese los desastres consiguientes á la proclamacion de
prématUi.'as libertades. Tan natural era este temor, como justi-
ficada la actitui del potente partido español de la isla de Ouba
que, viendo en cada cambio político de la Península ascender á
las esferas del gobierno hombres cada vez más opuestos al ins-
tinto de conservacion y á la de los intereses patrios en América,
se mostraba receloso; estando dispuesto en más de un caso á
áconsejar á la primera autoridad, que escatimara el cúmplase
ó qüé se obedecieran y nI) se cumpliesen muchas de las suici-
das disposiciones, no solo relativas á asuntos generales cuyo
planteamiento pudiera comprometer la paz pública, sino áun
respecto á la remocion de empleados que los ministros de aque-
lla perturbadora fraccion poUtica decretaran.


Por cierto que en los primeros meses del mando de Oaballe-
to de Radas, se vieron anomalías tristísimas en los asuu-




488 LAS INSURRECCIO~ES EN CUBA


tos de personal, por la falta de acuerdo entre el ministro y el
primer gobernante de la isla, ó por la interpretacion excesi-
vamente lata que daba éste á sus facultades extraordinarias.
Parecia lógico que el capitan general, solo debiera disponer
en el territorio de Sil mando de cuantas le conviniese usar,
segun las circunstancias, para concluir la guerra y mantener
el público sos}ego; pero en vez de sujetarse á. esta limitacion,
empezó á ejercerlas indistintamente y en la misma forma eje-
cutiva que en los asuntos políticos, en los administrativos y
económicos, resultando de esto, en cambio del bien que se
esperaba, una muy sensible perturbacion, tan dañosa al
nombre de Espa:ia como lo son todas las que durante las
contiendas civiles contribuyen á aumentar el número de des-
contentos. Así, ppr ejemplo, se vió que mientras el capitan
general reformaba la planta de oficinas y su prímia destinos
para hacer economías ó por el mejor servicio, el ministro de
Ultramar, sin tener presentes las facultades extraordinarias,
firmaba nombramientos y arreglos en el personal; repitién-
dose el caso de llegar algunos empleados á la isla en un va-
por-correo y tener que volverse á la Península en el siguien-
te, ó no poder regresar por falta de medios y acogerse á la
hospitalidad española, por no existir ya á su llegada á la Ha-
bana el destino á que se refería la credencial recibida en el
ministerio (39). ¡No parecia sino que nuestros enemigos eran
los inspü'adores de tales absurdos!


El mal efecto que las disposiciones ministeriales y los pro-
yectos de otras produjeron en la isla, se atenuaron un tanto
con el incesante envío de tropas para combatir la insurrec-
cion. La gloria de este acto patriótico, la atribuyeron los mi-
nisteriales, y a~'í lo manifestaban á los habitantes de Cuba,
al presidente del gobierno de la Regencia D. Juan Prim;
siendo en verdad muy extraño que se prestase á proteger á
los defensores de la integridad nacional el que al propio tiem-
po trataba de venderlos. Pero verdaderamente y más que
á aquel general, debiéronse á la suzon los refuerzos militares
á las activas gestiones de D. Manuel Calvo, representante en
Madrid de los hombres del COMITÉ ESPAÑOL de la Habana,




CAPÍTULO X 489
-- .. ~--_ ..... -. ------------------


co-empresarios en la compañía de vapores de Lopez, el cual,
de acuerdo con el director de infantería D. Fernando Fernan-
dez de Córdova, hizo cuanto le fué posible á fin de que los
banderines de enganche para Cuba permaneciesen abiertos, y
reunieran y enviasen refuerzos áun á espaldas muchas veces
y quizás sin conocimiento del mismo ministro de la Guerra.
A aquel representante, pues, debía corresponderle en primer
término la gloria de haberse aumentado el número de tropas
en el ejército de Cuba.


Tanto se comprendi6 así en la Habana, que para mostrar
los leales su reconocimiento á los patri6ticos servicios de
Calvo, se reunieron en el CASINO ESPAÑOL el 8 de noviembre
de 1869, donde p!'onunciaron discursos Zulueta, Sütolongo,
Argudin, Garda Rizo, Llorente, Víla y otrofl, disponiendo el
ánimo dc los concurrentes para que acordasen una felicitacion
al que tnn bien reprcsentaba en la Península los intereses de
los españoles cllbanos. Aceptada unánimemente la idea, se le
exprcsaron por medio del telégrafo á D. Manuel Calvo los
sentimientos del elemento español, y en una carta firmarla
allí mismo, en rcpresentacion de todos los defensores de la pa-
tria, se le confirmó la gratitud á que se habia hecho acreedor
y le manifestaban cuantos reconocian SllS desvelos en favor de
la causa española (40) .


• La union de to:los los partidarios de ésta, iniciada poco án-
tes en los preparativos para las elecciones municipales (41),
no fllé por desgracia muy completa, aunque parecieran flln-
diJas en una sola las aspiraciones del COMITÉ y del CASINO,
al congregarse unos y otros en las salas de éste; pues aquella
reunion no pudo apreciarse, en suma, sino como una trégua
concedida á las prevenciones que minaban á los dos grupos,
ni tenerse por vínculo bastante para estrechar la concordia
que á todos convenia. Comprendiéndolo así y tocando la ne-
cesidad de hacer indestructible la cohesion en las fuerzas es- .
pañolas, propusieron los hombres más ardorosos del CASINO,
halagados en su vanidad al ver acercársele lo más principal
del elemento español, que se celebrasen periódicamente re-
uniones como aquella para tratar de los asuntos generales de




490 LAS [~SURRECCIONES E~ CUBA


la isla. LbS del COMiTÉ, en inedio de los art-anqlles del entu-
siasmo, no se opusieron á la idea de Íos del CASINO, y estos
presentaron, al efecto, á la aprobacion del gobietho político,
un proyecto de reglamento que ampliaba el vigente en lo re-
lativo á las sesiones públicas y al órden que en ellas debiera
seguirse.


El gobernador de hi H::tbaha vió en tal proyecto la clara
intencion que sus autores tenian de éonvertir aquel centro,
autorizado solo para las diversiones lícitas, en una especie de
cuerpo deliberante, y no otl.'a cosa se deducia de la reforma
pl.'opuesta, en nada distinta, pues parecía un extracto, de los
reglamentos que en los gobiernos constitucionales tienen las
Cámaras para su régimen. No podia por consiguiente apro-
barlo, y lo devolvió á sus autores; los cuales recelaron que la
negativa de la autoridad respondiese á las influencias de los.
potentados del antiguo COllHTÉ, que no estaban en verdad
muy conformes en que la naciente clase media adquiriese
más preponderancia de la que les convenia; y al manifestar
aquellos su disgusto, con la ingenuida.d que caracteriZa á los
políticos jóvenes, aflojái'oÍlse notablemente los la7.0s de union
tan necesarios para asimilar las aspiraciones de influyentes y
recelosos. Rota la confianza y acrecidas las desavenencias,
la division del partido español en dos bandos se dió ya á co-
nocer, así por los impacientes ganoso s de influencia y posi-
cion, como por los egoistas que querian continuar monopoli-
zando la oficial que disfrutaban.


Los disgustos por móviles de este género, y todos los otros
que producian la inquietud y el malestar motivado por la
guerra, repercutian naturalmente en la persona del primer
gobernante, y éste, para librarse de tales molestias y con el
objeto de cambiar las circunstancias que le obligaban á con-
sumirse en la inaccion, proyectó, pocos días antes de la re-
union en el CASINO, un v-iaje al departamento de las Cinco
Villas, donde sí no e::ltÍstian ya grandes masas insurrectas,
consternaban aún á los hacendados numerosas bandas de
merodeadores é incendiatios. Despues de encargar interina-
mente del mando al geneI'aI segundo cabo D. Buenaventura




CAPÍTULO X 491


Carbó, se dirigió Caballero de Rodas en 3 de noviembre al
puerto de Batabanó, y de állí por mar á Cienfuegos, dónde
rué recibido y obsequiado por aque110s buenos españoles con
grandes muestras de patriótico entusiasmo, lo mismo que en
'\'I'illaélara, Trinidad, Sancti Spiritus y en todos los puntos
de las Villas que recorrió en los diez días que estuvo ausente
d-e la Habana.


Muy satisfecho regresó á esta ciudad el capitan general,
ast del patriotismo como del buen espíritu que á los habitan-
tes de aq nellos distritos animaban, lo cual y la relacion del
estado del territorio que habia recorrido, lo dió á conocer al
público oficialmentr por medio de la GACEtA (41). Pero no fue·
ron grandes para el país las ventajas debidas á aquella eXcur-
sion, que nadie pudo al cabo agradecer tanto como los presos
por delitos comunes en las cárceles de las Villas, á los que les
rebajó la quinta parte de sus condenas, concediendo en con-
secuencia la libertad, entre las cuatro jurisdicciones, á unos
ciento veinte indultados (42). Que las ventajas no fueron de
importancia, 10 demostraba la continuacion de la misma in-
séguridad en los puntos visitados, la salida del general Car-
b6 á operar en aquellos distritos (43) y el abatimiento de los
defensores de los intereses españoles que se prometian la paz
de la visita del general á las Villas; los cuales, aunque se
abstuviesen alguna vez de manifestar su disgusto. por la in-
eficacia de todos los medios empleados para concluir la guer-
ra, no estaban satisfechos, y querian que las tendencias con-
ciliadoras de la primera autoridad se sustituyeran inmedia-
tamente por otras de efecto y sensibles para los que más con-
tribuian á mantener el público desasosiego.


Justificado parecia éste aquellos dias, además de los des-
agradables moti vos permanentes, por los otros que á cada paso
se improvisaban. Nuevos fueron á la sazon los que debian
su origen á la accion de la Junta cubana. de Nlleva-York,
tales como las expediciones de filíbusteros recientemente or-
ganizadas, y los trabajos cerca del gobierno de WashingtoIl,
para detener las lanchas cañoneras construidas por cuentá del
Tesoro de la isla para guardar sus costas; lo cual, unido á los




492 LAS JNSURRECCIO)/Rfl EN CUllA.


últimos hechos de los insurrectos, cada dia más refractarios
á las prácticas de la guerra en los pueblos civilizados, exten-
dia la desanimacion y secaba paulatinamente las fuentes de
la prosperidad.


La tantas veces citada Junta de Nueva- York, que contaba
ya un año de existencia, se constituyó allí por algunos pa-
triotas emigrados, con el propósito de arbitrar recur"os para.
auxiliar la insurreccion, á fines de 1868 y cási al propio tiem-
po que en la grande Antilla se formaban otras juntas con
igual objeto. Mientras estas se ponian en inteligencia con la
gente de Céspedes, preparó aquella las expediciones del Gal-
-oanie y de la Mary Lomell, y cuando pasados los aconteci-
mientos del teatro de Villanueva se disolvió la principal de la
Habana por emigrar parte de sus vocales, éstos se unieron á
los de los Estados-Unidos, y fundiendo ámbas juntas, forma-
ron la CENTRAL REPUBLiCANA DE CUBA. y PUERTO-RICO, para
cuya presidencia fué elegido, atendiendo á la nombradía de
buenpatriota que tenia en la isla y por haber presidido la de
la capital, el abogado D. José Morales Lémus; quien asumió
además el cargo de representante de la República cubana que
Céspedes habia conferido á D. José Valiente. Reconstituido
aquel centro revolucionario, pudo Morales Lémus conseguir,
aunque no sin grandes esfuerzos por la escasez de fondos y
falta de habilidad, que se alistaran las expediciones filibus-
teras del Grapes1tot y del Salvador, la fracasada de Goicouria
y la del vapor Perit, que desembarcó en la bahía de Nipe al
titulado general Thomas Jordan (44).


En virtud de las gestiones que al conocer los trabajos de
los disidentes hizo nuestro representante en Washington,
fueron presos en junio los individuos de lajunta por el gobierno
de los Estados-Unidos, como violadores de las leyes de neu-
tralidad, y esto imposibilitó á Morales Lémus de seguir usan-
do de toda la influencia que, por medio de D. Domingo Ruiz,
habia alcanzado cerca de Mr. Fish, y le privó á la par de la
confianza de los cubanos que en el presidente de la junta
veian al partidario reformista, concesionista y conservador,
más bien que al fogoso adalid de la independencia. La causa




CAPÍTULO X 493


que contra ellos se formó, por haber armado el vapor Hor-
net ó Cuba, detenido por la policía en Wilmington, debia
verse en el mes de noviembre; y como ya sin prestigio ni li-
bertad de accion no podian aquellos vocales hacer muy efica-
ces sus trabajos en favor de los insurrectos, se formó otra
junta bajo la presidencia del más influyente de los emigrados,
que se habia resistido hasta entónces á que su nombre figu-
rase en público, cual era D. Miguel Aldama, en tanto que
Morales Lémus áun pretendía reorganizar la suya (45). Uno
de los primeros actos de Aldama, como presidente, fué licen-
ciar en 12 de noviembre á los tripulantes del Hornet ó Ouba,
causa de la prision de los vocales, por no tener á la sazon
buque dispuesto para enviar expediciones á Céspedes (46).


Con tan activo presidente, no era extraño que los agentes
~ la insurreccion cubana estrechasen al gobierno de Was-
hington para que se les mostrara benévolo. Al abrirse en
dicho mes el Congreso de los Estados-Unidos, yen tanto que
el pl'e,:;idente de la Junta filibustera de París D. Miguel Em-
bil movia la opinion francesa por medio del periódico L.\
CONVENTION AMERICAINE, dirigido por el sentenciado á pre-
sidio_D. Rafael Lanza (47), gestionaron en Washington cer-
ca del sucesor del general Rawlins para que se declarase lea-
der de los asuntos cubanos, todos los vocales de la antigua
junta como los de la nueva, y acudieron al gobierno de mis-
ter Grant, para conseguir la ansiada beligerancia.


Rawlins, que era ardiente partidario de la política activa
en favor de Cuba, y á quien atendia mucho el presidente de
la república, inclinó á éste á su opinion, quizá más que
á la de Mr. Fish, cuando mediaron las notas diplomáticas
nacidas de indicaciones de los mismos emigrados cubanos
(segun aseveracÍon del antiguo disidente Cárlos del Castillo),
y sostenidas con tanto celo por MI'. Sickles, mientras desem-
peñaba nuestro ministerio de Ultramar D. Manuel Becerra,
de quien decia el secretario de Morales Lémus, D. Enrique
Piñeyro, que le tocaba simular ménos elasticidad de la que
los ministros habian teniuo cuidado de mostrar. Mas Rawlins
tuvo la desgracia de morir durante estas negociaciones, y




49/:1, LAS INSURRECCIONES EN CUBA


aunque su, colega en el gabinete, Mr. Creswell, en cuyo.s
brazos e~piró, ~ hi30 cargo de sucederle en la misio.n de li-
orar á ?a mart.iri~ada Cuba, no. lo.graron lo.s inquietos hijos
de ésta, despues de aquel triste suceso., que sus pretensiones
fuesen muy atendidas po.r Mr. Grant por no. influir Creswell
so.bre éste co.mo. aquel general, ni prestarse tanto á, favore-
cer las e~igencias de los s~pa,ratistas.


Un antiguo. amig() de Mr. Fish, el cubano D. Domingo.
:.aui3 ya citado." p\ldo, sin emhargo, apro.vechar los trabajoi;!.
de los Cl,lbanos en contra de &p~ña, consiguiendo. que las
treint1'l¡ lanchas caño.neras es;pañolas co.ntinuasen detenidas
en N uev,a-y or 1>;. «La amistad de Ruiz con el ministro. ameri-
»cano. Y: sus relaciones con el co.roJ;l.~ Freyre, encargado de la
»legacion peruana en Washington, le proporcionaron modo
»de logra,r li\ deteocio.n de esa. escuadrilla que difícilmen te 11e.
»gará.. á ho.stilizarnos nunca en las aguas de Cuba,» decia en el
Il\es de setiembre" equivocándose grandemente en su úitimOr
concepto, UlW de los disidentes má~ irre<Xlnciliables cOn Es ...
papa. (4:8). Per() aquel atro.pello, qt¡e dió motivo. á num.ero.slJ.~
y e~pfesivaí;! uo.tas diplomátjcas", se sQ.b.sa.ná al:6.n por la eA. ...
ca¡;il,l. de nuestro. rep.resent.a..nte lopez Roberts, resolviéndoae
en fl,l.vor de la justicia qu,e defendía, y pJ;lra mortificacion de
10.s. inqt¡ietos labo.rantes, las reclamaGiones entabladas (49).


La reorgani¡¡;acion de, la junta cubana la terminó Alda.ma.,
reduciendo el número de sus vocales. á la mitad, quizás escu,-
chando las iudic.aciones. de Carlo.s de~ Caf;!tillo, al que le dió
entrad,a como tesorero, y confiriendo comisiones y cargos á,
J. C. Zenea, J. Valiente, J. Agramonte, J. Armas, Rafael·
Q/J.eMda, Gi;lnzl.tlez Arango y o.tro.s, para que la auxiliaran
aHí, e.J;l, el ex.traujero y Gerc¡¡. del presidente C. M. de Céspe-
des (50). M4s hábil Aldalfia,qll,e, Mo.rales Lémus en lOí;! malle-
jo.s de lo~ COll,.SJ?irad,ores, procuró a,provechar el tiempo. per-
dido po~ su ant~ce!lOr, tanto con el uso de intrigas sutilBS,
como eu el pla.nt~lfiiellto. <le los proyectos más oportmloS
para perturbar á los impresionables españo.les de la grande
Antilla.


Golpe de habilidad fué sin duda el empleado para adorme-




CAPÍTULO X


cer en 1& confiam;¡¡, á. los leales" de Cub¡¡., y fªcilit~r á. los in~
surrectos la ejecucion de algun ltorri1;>le plan de venganz.&, l~
pt~l~ma que como erp,~nada <k 11\ Junta central republic~nQ.
(le Nueva..,.York y fhmada por Al<!aroa, Morales Lémw~, Cis-
:QeN~~ Piñeyro, Fesser y Echev~rría se circuló el 21 de di~
c~emqr:e de 186~ por toda la isla. E+J. aquel escrito ~e acons.e""
jaba, á los insurrectos que, en vistl:¡. de los últimos fracasos, de
lo,$. della,ires del gob,ieJ;no y P~r~amento norte-americanos, de
lla.ber ya s.upr~mi.Qo el gob.ier~o ef?pailol ll).s contribuciones
~irectas que fUEloon el o$tenlrible ulOt,iv0 de la guerra, y d~
no ofrecerse por el momento otro medio más a.ceptable que el
de la. sumisio,n,. d.ebia.n depQner las a,r:qlas cuantos permane-
cieran en el campQ,y volver á. recuperl).r en el trabajo aliado:
de sus familias las grandl;ls pérdidas qu;e h!.\bian sufrido (51).
Pero la primera autorida..d de la isla, que por varías condu;ctos
couocia'los propó(;itos que lo.s laborantes tenían, de promover
en la próxima NOCHE-Bl!ENA un conflicto en la capital, no
Cl,lyó en semejante aÜaga.Za, mostrándose por el contrario di".,.,
puesta á no cejar en la polític!l de rigor, á que le decidieron
al fin las circupstancias y las exigenci'<1s de 10$ que suponian
q1,le solo con energía podi~ S,MVlJ..r$.e CUQa. espa.ñola. ¿Debia. el
gO,bernante ll;lCi)stra1,'~e bla.J,l.d,o~ Guando 1;\.1 dia siguiente d~
aquel eu que se feclw.Qtl¡ 11;\. procla.lD~1 circuló otra por la Ha .....
1,lapfl" ll¡lma.ndo 1\ las a.rnw,~ é. todQ~ los pa,rtidarios de la il;l...,
d,ependen.cia? (52)


Para plante~l' la nueV8¡ política r~ll;l,mad,a por la opinlon
que aquellos dias, con motiviQ de ha¡ber man,dado ell'egente del
reino la traslacion dd coronel Udaeta á la, Peninsula, se
excitó mucho y justamente, Caballero de Rodas, que demos.,..
tJ;l;\bl;\. pr~flilrir aúo allDétodo rigQl'o$o el conciliatorio, vien-
do imposible estllblecer en este la. base de un sistema, tuvo
que e1.pedjr órdenes, limitand,Q la liberta.d de publiclJ.r l~s r~­
so11.lcione¡:¡ del gobierno, a,v,Qca,ndo tí. si el conocimiento de ]~
<;apsaa por delitQ.s de i:nfid.enda, y accediendo á 1a.lÜnitacio:n de
las concesione,s de. p;:¡.ses de tráu,sito p01' 1;;1. isla; y para justi-
ficar debida,lD.ente otr~ medidus en.érg-icas, esperó aún á que
la::;. autoridade~ s.ubl,l.lterna,s le excitaran expresándole oficíal~




496 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


mente los deseos y aspiraciones de sus administrados. Res-
pondiendo el general á una extensa comunicacion que el go-
bernador político de la Habana le dirigió el 9 de diciembre
en la que, des pues de detallarle los medios de que se valieron
y empleaban los laborantes desde el principio de la insurrec-
clon para mantener continua la intranquilidad, le proponia.
el uso inmediato de la política represiva, autorizó Caballero
de Rodas á Lopez Roberts para que la pusiera en práctica,
respecto de las personas significadas por desafectas, y que á
juicio de la opinion debieran ántes sufrir los efectos de su
sospechosa conducta.


En consecuencia, el gobernador, queriendo amedrentar con
un acto sorprendente por lo rápido á los que por ser muy há-
biles conspiradores era más difícil probarles que lo fuesen, y
proponiéndose que cumplieran con aciflrto su encargo los in-
dividuos de aquella policía que por ineptitud, por indolencia
ó por punible blandura, no siempre corresp:mdian con sus
hechos á los deseos de la autoridad, citó á todos los empleados
de vigilancia á las once de la noche del 22 de diciembre, y les
entregó pliegos dirigidos á los significados como laborantes,
que ascendian en la Habana á más de cuarenta, con el man-
dato expreso de que los abriesen una hora despues delante
de las personas cuyos nombres figuraban en los sobres. Los
pliegos contenian órdenes nominales en las que se prevenia á
los comprendidos en cada una de ellas, que preparasen sus
asuntos para embarcarse en el vapor extraordinario 'lue con
rumbo á la Península saldria el 24, ó sea el dia indicado.
por los alarmistas para provocar un conflicto en la ca-
pital (53).


No solo á los laborantes y simpatizadores castigados en
tal forma sorprendió la reserva con que se llevó á cabo aq uel
servicio en la noche del 22 al 23, sino á los mismos partida-
rios de España; algunos de los cuales, y de los que creian
deber ser consultados como en otras ocasiones y en hechos
semejantes lo habian sido, al ver entre los notificados para el
embarque á sujetos con los que les unian vínculos de amis-
tad ó de interés, se apresuraron á pedir gracia, que,· aunque




CAPÍTULO X 497


resistiendo, tuvieron las autoridades que otorgar, como suce-
dió respecto de D. Gonzalo Alfonso y de algun otro. Con
gran daño de la, equidad eludieron estos el castigo, y dejaron
tambien de embarcarse otros á quienes se les encontraron pa-
peles sospechosos y fueron, como responsables de mayor delito,
encerrados en la cárcel. Tanto D. Claudio Vermay, al que,
figurando en un impJrtante puesto entre bs masones, se le
recogieron documentos de aquella sociedad secreta y números
del periódico clandestino EL COMPÁS; como D. Francisco Mes-
tre, al que se le encontró escrito de su letra el borrador de una
composicion poética estimada como una verdadera proclama
subversiva, tuvieron esta que al fin fué ventura, porque no
habiéndoseles considerado merecedores de gran pena se les
dispensó del destierro al ponerles en libertad (54).


No poco satisfizo al elemento intransigente la actitud
adoptada pJr Caballero de Rodas, que la tuvo por doblemente
eficaz en el estado en que se encontraban los insurrectos á la
sazon, abatidos por verse privados de los auxilios de la Junta
de Nueva-York, desde que se apresaron los últimos buques-
con que enviaba refuer:t.os, armas y pertrechos á la gente de
Céspedes. De los buques fletados á este objeto en las vecinas
posesiones, principalmente de dominio norte-americano, con
los nombr,es de Galvanie, Grapeskot, 11fary Lomell, A nna,
Oatke'l'ine Whiting y Perrit, pocos fueron los que con toda
felicidad hllbian desembarcado su cargamento; y como el
Lady 8tc'l'ling, adquirido con el nombre de Hornet por Mi-
guel Aldama y bautizado por éste con el de Ouba, se apresó
con el capitan Higgins y se le sujetó á los tribunaJes de
Wilmington, y como el Lillian ó Oéspedes, mandaio por Do-
mingo GClicouria y conductor de una fuerte expedicion, aca-
baba de sufrir igual suerte en Nassan ante la cañonera in-
glesa Lapming, los insurrectos decayeron en presencia de tan-
tas contrariedades y de la falta de armamento y de pertrechos,
que tenian muy escasos á pesar de asegurarse lo contrario
por los laborantes de N ueva-York (55).


Pronto se demostró el estado de sus ánimos en las bárbaras
disposiciones dictadas para c~nvertir el fuego en primer ele-


TOMO JI :32




498 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


mento de guerra y los crímenes en sus preferidos auxiliares.
Los insurrectos veian disminuir sus fuerzas, y cuando empu-
jados por nuestras tropas tuvieron la precision de buscar
refugio en las guaridas de los mas intrincados bosques,
exagerando los instintos de crueldad, apelaron á todos los
malos recursos para hacer daño á los hombres del partido es-
pañol; lo cual no era ciertamente muy acertado en los mo-
mentos en que más dificil se les presentaba la victoria.


En octubre de 1869 y al contar la insurreccion un año de
existencia, expidió Céspedes una proclama en la que, «auto-
»rizado por el Congreso nacional para emplear todos los me-
»dios y derechos de la guerra, mandaba al general Manuel
»Quesada que dictase órdenes para destruir todos los ca m-
»pos de caña de la isla y la cosecha de tabaco con toda rapi-
»dez y hasta donde fuera posible, para que al mismo paso
»marchara el triunfo de la causa de la libertad .... » (56) Y en
tanto el cabecilla Federico Cavada, indicó nominalmente lÍo sus
subordinados desde la jurisdiccion de Cienfuegos, los ingenios
que debian ser pasto de las llamas y lo fueron pronto en va-
rios puntos de las Villas (57). Efecto tambien de aquellas no
muy cultas disposiciones, fueron los preparados descarrila-
mientos en los ferro-carriles, y otros desmanes poco conformes
ciertamente con aquel carácter de guerra civilizada, que que-
rian hacer comprender los laborautes de Nueva-York al go-
biernode 'Washington, para que clBclarase su beligerancia (58).


Estos actos de intransigencia y de rigor de los insurrectos,
muy anteriores á la fecha en que se decidió el capitan general
por la política enérgica, los usó Céspedes, en gran parte para
contener sin duda las numerosas deserciones de su campo,
del cual muchas familias volvian arrepentidas al amparo de
las autoridades españolas (59); cuyo caudillo y sus cabecillas
decian, para justificar semejante barbarie, que á ello les obli-
gaban los agentes y mandatarios españoles, al poner en juego
medios reprobados por la humanidad en aquella sangrienta
guerra. De la exactitud de esta afirmacíon no debían sin em-
bargo estar muy seguros, cuando tal vez tanto para no verse
desmentidos, como para contener á los que se mostraban




CAPíTULO X 499


cansados de la az~rosa vida de la manigua y la abandonaban
atraidos por las ofertas de pcrdon que constantemente reci-:.
bian de los jefes del ejército español (60), dictaron los insur-
rectos una severa órden prohibiendo la circulacion de periódi-
cos, impresos y manuscritos procedentes de puntos que pres-
taran obediencia á las autoridades españolas, y conminando
con graves penas á los contraventores y á los que violasen el
sagrado de la correspondencia (61).


Seguras pruebas eran estas de que la causa insurrecta iba
decayendo, y no lo eran mé'nos las disidencias y sinsabores en la
Junta de Nueva-York, queparecianresponder á las que en la
manigua obligaron al caudillo Manuel Quesada á entregar el
mando, al jefe de estado mayor general Thomas Jordan, en 15
de diciembre. La poco satisfactoria situacion de los insur-
rectos, la confirmó plenamente el mismo Quesada al asegurar
en su INFORME OFICIAL á la JUNTA CENTRAL REPUBLICANA DE
NUEVA-YORK, «que la falta de auxilios y la frialdad de la
»prensa americana tenia apocados los ánimos de algunos y
»entristecidos é indignados los más; obligándole á él á tomar
»la resolucion de salir de la isla para procurarse los medios
»de mejorar aquel estado» (62).


Los efectos de la nueva política indicada por Caballero de
Rodas á principios de diciembre y desarrollada despues, no
fueron, sin embargo, todos tan plausibles cual debiera espe-
rarse de los buenos r@sultados obtenidos al extender el des-
aliento en la insurreccion; teniéndose que lamentar algunos
muy tristes, y tan desagradables como el fruto amargo de la
intransigente exigencia de las masas. El pueblo fué y será
siempre el mismo cuando se le hace árbitro de la suerte de
las colectividades sociales, pues verdadero mónstruo, jamás
sacia la pasion que una vez le ha sido excitada con impru-
dentes concesiones. Bien se lo demostraron al primer gober-
nante de la isla algunos sucesos de doloroso recuerdo ocurri-
dos aquel mes, de los cuales bastan algunos ejemplos para
indicar las dificultades con que tropezaba el general en su
mando.


El segundo batallon de voluntarios de la Habana, que fué




500 LA.S INSURRECCIONES EN CUBA.


destinado á Vuelta-abajo para guarnecer aquel departamen-
to, prendió á los presuntos autores de dos asesinatos perpe-
trados en Lagunillas la noche del 27 de noviembre anterior,
y formándoles consejo de guerra fusiló á diez de ellos, el
14 de diciembre en el pueblo de San Luis (63). Los volun-
tarios de Matanzas salieron casi al mismo tiempo á campaña,
é inspirados por el más puro patriotismo prestaron muy
buenos servicios en el partido de Bolondron, y formaron par-
tidas armadas en Corral Nuevo, 'Santa Ana, Guacamaro,
Cabezas y Alacranes. para librar las fincas rurales de incen-
dios y de sediciones de negros, como la que acababa de con-
jurarse en el distrito de Sagua la Grande'; pero alucinados
quizás por el fanatismo patriótico, se precipitaron un tanto,
si no al prender, al juzgar á D. Te110 Lamar y Valera, á
quien, acusado de tener depositadas en una finca del partido
de Santa Ana armas, sombreros con escarapela, pólvora,
balas, baleros y banderolas, se le formó consejo de guerra
verbal y fué fusilado en aquella ciudad el 24 de diciem-
bre (64). En Güines se fusiló tambien á un pardo ó mulato
por atribuirle querer sublevar dotaciones de fincas. Y en" la
misma capital continuaron haciéndose prisiones despues de
las de la noche del 22, alguna quizás por exigencias del par-
tido armado que contribuyó á detener en esta fecha unos
hijos del país á quienes se atribuia haber querido seducir,
para que diesen gritos subversivos, á unos soldados del se-
gundo batallon de voluntarios de Madrid que llegaron el día
anterior á la Habana, procedentes de la Península. Los dete-
nidos fueron condenados á muerte (65), debiendo verificarse
la ejecucion en el campo de la Punta; mas para evitar esce-
nas desagrada bIes como las ocurridas el dia fatal para Leon
y Medina, se mandó que los reos fuesen pasados por las ar-
mas en la fortaleza de la Caballa (66).


A pesar de la escision entre los insurrélctos, tampoco da-
ban las op~raciones militares los buenos resultados que debia
exigir la causa española, cuyos defensores no se satisfacian
ya sino con ver terminantemente concluida la insurreccion;
aunque no dejaban de entorpecer este momento por todos de-




CAPÍTULO X 501


seado, con sus demostraciones de excesivo celo, más perjudi-
ciales que oportunas. Limpia la Ciénaga de Zapata de los in-
i1urrectos que alli se refugiaron despues de la fracasada in-
surreccion de Jagüey grande, y pacificado aquel territorio
con la cooperacion de los voluntarios de Matanzas, Cárdenas,
Colon y otros puntos, parecía natural que esto tranquilizase
los ánimos, y con mayor motivo cuando el general D. Juan
Lesca, impedido por una larga dolencia de continuar al frente
de las tropas, se despedia de ellas á principios de diciembre
asegurándolas, que «la pacificacion seguirla su curso y que
muy en breve quedaria terminada» (67).


Pero no sucedia así, ni de tantas seguridade~ resultaba al
cabo sino un buen deseo. No otra cosa se comprendió al des-
tinarse para suceder á Lesca en las Cinco Villas al general
don Benaventura Carbó, quien tuvo necesidad de dictar mu-
chas é importantes medidas, porque aún el estado del país lo
exigia; logrands> con ellas que se acogieran unos á indulto y
que se alejaran otros del teatro de sus hazañas, dirigiéndose
al Camagüey, donde á la sazon tenian los insurrectos su cen-
tro. El general de color, procedente de la funesta anexion de
Santo Domingo, D. Eusebio Puello, que operaba en aquel
departamento, no consiguió abatir la arrogancia de los in-
surrectos camagüeyanos, y estos, por tanto, seguian provo-
cativos á pesar de sus diferencias y del recuerdo triste que
aún conservaban del descalabro de Las Tunas, y de las con-
trariedades recibidas con la muerte de los cabecillas Marca-
nos, el deshacimiento de la junta insurrecta de Puerto Prín-
cipe y las recien tes derrotas así en las Villas como en el de-
partamento Oriental. Los leales habitantes de Cuba sabian
todo esto; no ignoraban que la permanencia del general ne-
gro al frente de las tropas producia, más que ventajas, per-
juicios, contribuyendo quizás á los desastres no ménos que
eu impericia su color; y estaban recelosos y disgustados y
con la consiguiente zozobra (68).


Dificil era, por tanto, que la situacion de los ánimos me-
jorase, pues no obstante las seguridades de los jefes militares,
que no parecia sino que se ponian todos de acuerdo para dar




502 LA.S INSURRECCIONES EN CUBA.


siempre poca importancia á la insurreccion, con perjuicio no-
table de los intereses de España, la guerra seguía en unoó
en otro punto, siendo el único que al parecer alcanzaba en
ella ventajas ciertas el comandante general del departamen-
to de Oriente, conde de Valmaseda. Tanto se consideró así por
todos los buenos españoles de la isla, que sin distincion de
clases abrieron una suscricion para manifestarle á aquel ge-
neral su adhesion y simpatías; acto que tuvo por objeto darle
á conocer el número de sus admiradores más bien que lison-
jearle con el valor del obsequio que se le destinaba. Los par-
ticulares españoles, los voluntarios, el ejército, todos contri-
buyeron con la insignificante suma de un real sencillo (dos
de vellon) para regalar un traje de campaña al conde y á las
tropas que le acompañaron en su expedicion desde San Miguel
de Nuevitas á Bayamo en 1868, á lo cual respondió el general
dando espresivas gracias al elemento español (pues era sin du-
da todo), que de aquel modo le distinguia, y declarando á poco
oficialmente pacificado el departamento Oriental (69).


Las deferencias al conde envolvian tanto como un desaire
una especie de censura á Caballero de Rodas, á quien se le
obsequió luego con otro traje aunqne no con tan ruidosa sus-
cricion, y ellas dieron motivo á que en cierto modo y á juicio
del público, se pusieran en frente uno de otro los dos gene-
rales y se declarase una lucha sorda de rencores por obtener
la exclusiva popularidad que no podria tener término sin la
salida de uno ú otro de la isla. El capitan general, sin em-
bargo, se rehabilitó bastante por las citadas medidas y por
las que de acuerdo con el intendente de Hacienda D. José
Emilio de Santos dictó á la sazon, dirigidas con el mejor in-
tento á moralizar la administracion, organizar la de los bie-
nes embargados y poner en órden los asuntos económicos;
cuyas medidas, aunque no todas correspondieran por sus fi-
nes á los medios empleados (70), como coincidieron con el des-
embargo de las treinta cañoneras construidas en Nueva-
York, que representaban una victoria sobre las intrigas de
los laborantes, proporcionaron á Caballero la satisfaccion de
recibir inequívocas pruebas del aprecio público (71).




CAPÍTULO X 503


Esta era la situacion de las cosas al terminar el año 1869,
que tan tristes recuerdos dejó. En aquel año, que fué el ver-
daderamente revolucionario de la isla de Cuba, se decidieron
sus futuros destinos; deslindáronse en él los campos políticos
hasta entónces confundidos, se iniciaron los partidos en el
elemento peninsular español, nacieron en la mayoría de las
clases de éste las ambiciones que antes se concretaron á li-
mitado círculo, y empezó á tomar la deuda provincial y la
situacion económica de la isla un peligrosísimo carácter. La
gobernacion de aquel año, si no puede censurarse por las in-
tenciones, debe serlo por sus efectos: abundó sin duda en
buenos deseos; pero quizás no tanto como en falta de habili-
dad y de acierto. El poco que tuvieron unos y otros se cono-
ció muy pronto, y la falta de habilidad en dar buena direc-
cion á las aspiraciones políticas españolas se toca hoy en do-
lorosos resultados y quizás antes de mucho se traduzca en
grandes conflictos, que proporcionen á los partidarios de la
destruccion de la sociedad cubana de aquel año el triunfo,
aunque pasajero, que no han sabido conquistar en más de
cuatro de lucha.


Obra de los tiempos 6 consecuencia obligada de su marcha
civilizadora, se llamará sin duda por los discípulos de ciertas
escuelas á todo esto, que en puridad no fué otra cosa sino el
fruto amargo de las torpezas y la expiacion obligada del mal
paso dado por aquellos hombres de la revolucion de setiem-
bre, que al romper todas las legitimidades, no supieron fun-
dar otras para sustituirlas. El absurdo no civiliza.


Pero ¿podian acaso esperarse agradables frutos de proyec-
tos amasados con la hiel de los ódios, púr los reformistas que
querian prevalerse de la superioridad de su inteligencia para
subyugar á los españoles amantes de su pátria y del trabajo
con que procuraban engrandecerla? ¿Debia tampoco aceptar-
::;e como provechosa la actitud de éstos, que, para conservar
su patriotismo, su reposo y su hacienda, tuvieron que acos-
tumbrarse á los atropellos sangrientos que sus adversarios
les enseñaban? ¿Y qué otro nombre sino el de absurdos, aun-
que fueran bien intencionados, merecian las manifestaciones




504 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


de unos políticos y de unos gobiernos que alentaban á aque-
llos con esperanzas reformistas, como incitándoles á que no
cejasen en sus pretensiones, y auxiliaban miéntras á éstos
con numerosas tropas para que ahogasen en sangre los gri-
tos de libertad que ellos mismos adoptaron como enseña y te-
nian por escudo para guarecerse de los ataques de cuantos
reprobaban el mal uso del movimiento de setiembre'?


Aquellos absurdos que, no parecian sino premeditado crÍ-
men ó preconcebido propósito de arruinar á Cuba, obra fue-
ron de la discordancia entre los hombres que habian ofrecido
dignificar ~as altas esferas gubernativas, y al posesionarse
de ellas no acertaron ó se resistieron á cumplir sus promesas.
De todos ellos, pues, debe considerarse responsables á los que
al abrir el dique popular abandonaron las compuertas con que
hubieran podido sujetar aún las corrientes impetuosas.




OAPiTULO XI.


1. Bienes embargados.-Reformas hechas por Caballero de Rodas
en la organizacion del Consejo.-Vicepresidencia de este por el
intendente Santos.-Inventarios.-Resúmen del número y valor
de los embargus.-Productos.-Cantidades destinadas al auxilio
de presentados.-CreaclOn de juntas de vigilancia.-Sus efectos
y los de las reformas en el Consejo.-Inconveniencias adminis-
trativas.


II. Situacion política de Cuba al empezar el año 1870.-Entrada
de las cañonet"as en el puerto de la Habana.-Alocuciun de Caba-
llero de Rodas el dia deReyes.-Aumento de la Guardia civil.-
Patriotismo de lvs lwcendados.-Estado de la opinion española.-
Actitud de los insurrectos y actos dc los laborantes de los Esta-
dos-Unidos. -Permanencia en la isla de Mr. Seward.-Acogida
obsequiosa en la c&.pital.-El periódico LA Voz DE CUBA.-Cues-
tiones de su director con el de el REPUBLICANO de Cavo H ueso.-
Asesinato de Castañon.-Traslacion del cadáver á la Habana y su
entierro.-Manifestaciones públicas.


·HI. Trabajos de la Junta de Nueva-York en América y Europa.-
Asesinato en la Habana de Isaac Greenwald.-Actitud del gene-
ral y de la opinion pública con talmotivo.-Prision de masones.-
La prensa peninsular reformista.-Protestas del C'l.sino español
de la capital y de otros de la isln.-Viaje de Caballero de Rodas
á Puerto-Príncipe.-Actitud del presentado Napoleon Arango y
de otros camagüevauos.-Los laborantes y los il1surrectos.-Re-
celos de los españoles por la entrada de Moret en el ministerio de
Ultramar.-Política de la interinidad.-Comision de Azcárate á
los Est!l(los-Unidos.-Dimision del capitan general.-Simpatías
al conde de Valmaseda.-Fin del mando de Caballero de Rodas.


1.


Constituido en 19 de abril de 1869 el CONSEJO ADMINIS-
TRATIVO DE BIENES EMBARGADOS, é instaladas sus oficinas en
la casa núm. 50 de la calle de O'Reilly que estaba compren-
dida en ellos por pertenecer el ex-concejal D. Antonio Fer-




506 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


nandez Bramosio, se ocupó desde luego aquella corporacion
en vender los azúcares y los frutos de que se habia incauta-
do, y de alquilar las casas para proporcionar recursos al Te-
soro; de poner en depósito los muebles, aclarar los puntos du-
dosos de la legislacion que para su régimen iba dictando el
gobernador capitan general, y preparar todo aquello que
sirviese de base á sus futuros acuerdos y que diera á los del
Consejo la solemnidad necesaria yel acierto que debia espe-
rarse del espíritu equitativo é imparcial en que los consejeros
se inspiraban;


Considerando éstos de preferente atencion establecer un
método sencillo en el despacho de los asuntos de que habian
de ocuparse, resolvieron las consultas que sobre determinados
puntos hicieron los encargados de ejecutar los embargos, acor-
dando que los frutos de toda clase se vendieran inmediata-
mente; que los muebles existentes en casas embargadas, que
pertenecieran al dueño del edificio, fuesen alquilados con
la misma casa; que los que se encontraran en casas alquiladas
cuyos dueños hubiesen sido embargados, se vendieran en
veniluta pública; que lo mismo que con estos muebles se hi-
ciese con los animales y carruajes, para evitar los gastos de
alquiler y entretenimiento, y que las contratas de asiáticos ó
chinos se traspasasen con las formalidades legales y se pro-
cediera á la venta de los esclavos que no tuviesen colocacion.
Este último acuerdo no llegó al fin á ejecutarse y fué invali-
dado al comprenderse su inconveniencia, como lo fueron des-
pues muchos otros, adoptados en un principio y ántes de que
el general Dulce hubiese completado la legislacion que con
sus paulatinas disposiciones formó.


Mientras el Consejo iba organizando los trabajos de admi-
nistracion y reuniendo con las ventas recursos para el Tesoro
y para que no se paralizasen las operaciones en los ingenios,
ni el movimiento en centros industriales y en las fincas de
campo embargadas, pasa.ron los mese$ de abril y mayo, du-
rante los cuales, lanzado ya de lleno el general Dulce en
el camino de la represion á que de continuo se le incitaba,
aplicó la p,ma del embargo á ciento ochenta y tres indivi-




CAPÍTULO XI 507


duos, cuyo número ascendió á la suma de quinientos veinti-
siete, al concluir el interino mando de Espinar y hacerse car-
go del de la grande Antilla D. Antonio Caballero de Rodas.


Presidido estaba á la sazon el Consejo, segun queda dicho,
por el gobernador político de la Habana, quien al mes si-
guiente de posesionarse el nuevo capitan general, viendo el
número de embargados cada dia en aumento, y abrumado
por el trabajo que al asunto tenia que dedicar, precisamente
en los momentos en que los inquietos insurrectos y laborantes
hacian mas necesaria su atencion en los asuntos políticos,
para conceder mas tiempo á estos, tuvo precision de pedir á
la primera autoridarl que le eximiese del deaempeño de aquel
cargo (1). Expidióse en consecuencia por Caballero de Rodas
un decreto, asumiendo las facultades de presidente del Con-
sejo y encargando de la vicepresidencia al intendente de Ha-
cienda D .• Tosé Emilio de Santos. Reconocido éste como tal vi-
cepresidente en 26 de agosto, empezó á dirigir las sesiones y
la administracion de 10 embargado el 31, despues de haber
recibido del gobernador dimisionario una Memoria de las
operaciones practicadas durante su gestion desde el 19 de
abril, y los valores que á nombre de la presidencia existían
despositados en el Banco español de la Habana, y sumaban
181.400 pesos y 83 centavos (2).


Acordado el correspondiente voto de gracias al goberna-
dor y trasladadas las sesiones del Consejo al edificio de la in-
tendencia, propuso el intendente Santos organizar la corpo-
racion y sus oficinas en una forma, á su juicio más conve-
niente y eficaz que la que regia, la cual, obedeciendo á la
tendencia de nuestras costumbres, tan pueril como desastro-
sa de ordinario, se redujo á seguir un camino diametral-
mente opuesto al de su antecesor. Al efecto propuso al capi-
tan general el aumento de vocales del Consejo yel de em-
pleados en sus oficinas, y comunicó á éstas una órden, muy
plausible en verdad, para que se ocupasen con preferencia de
la formacion de los inventarios, sin los cuales no era cierta-
mente fácil ni administrar bien, ni emprender ninguna acer-
tada operacion, ni posible al nuevo- vicepresidente hacerse




508 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


cargo del asunto con las formalidades necesarias, ya emplea-
das al recibir los valores existentes el dia de la entrega.
Correspondia aquel trabajo, que debió haberse empezado en
el momento en que se iniciaron los embargos, al encargado
de las oficinas, que era á la vez su contador; pero como éste
no habia establecido aún un verdadero plan én el despacho
de los asuntos, encontraba grandes dificultades para cumpli-
mentar aquella órden, y con motivo de haber enfermado al
propio tiempo, tuvo que encargarse de desempeñar su co-
metido el secretario de la corporacion, quien no sin gran-
des esfuerzos consiguió darlo por terminado el 8 de no-
viembre.


Resultó de los inventarios que la suma de embargos de-
cretados desde 1.0 de abril, .y puestos en ejecucion desde 16
de aquel mes hasta el 31 de agosto, ascendia á 1.184, de los
cuales fueron acordados 183 en dos meses por D. Domingo
Dulce, 344 en los veintiseis dias de su interino mando por el
general Espinar y 657 por D. Antonió Caballero de Rodas en
julio y agosto. A cuatro mil próximamente llegaba ya el
número cuando á fines de 1870 cesó este general, segun
consta en los DATOS y NOTICIAS OFICIALES REFERENTES Á. LOS
BIENES MANDADOS EMBARGAR EN LA ISLA DE CUBA, impresos de
su órden y no completados por haberse suspendido la publi-
cacion al salir de la isla y dejar su cargo el intendente San-
tos (3).


De los 1.184 embargados hasta fin de agosto, á quienes se
referian los inventarios, resultaron con expedientes instruidos
y remitidos al consejo por las respectivas autoridades locales,
382, y sin antecedentes los restantes; apareciendo de aque-
llos, 194 privados de toda propiedad y 188 que poseian bie-
nes, de cuyo número habia que deducir 11, á quienes se les
levantó el embargo, por Dulce á 6, á 4 por Espinar y á uno
por Caballero de Rodas, dando por consiguiente un total de
177 poseedores. Es tos eran dueños, segun los in ven tarios, de
319 casas en la isla que no importaban ménos de tres millo-
nes de duros; de una riqueza fácil de hacer efectiva, en ac-
ciones, créditos y censos sobre fincas rústicas y urbanas, que




CAPÍTULO XI 509


ascendia á más de otros seis millones, y de 196 fincas rústi-
cas entre ingenios; cafetales, potreros, sitios, estancias y ha-
ciendas, en las que estaban ocupados 4.839 negros esclavos
(3.504 varones y 1.335 hembras) y 2.070 asiáticos, y conte-
nian numeroso ganado de todas clases, valioso material de
industria agrícola, alguno marítimo, y bastante del destina-
do á almacenaje, conservacion y trasporte de los importanti-
simas frutos que rendian.


Segun los más reducidos cálculos, de todo lo que importa-
ba lo embargado á los 177 poseedores, en valores, productos,
dotaciones, ganados, fincas, muebles, propiedades especiales
marítimas é instrumentos agrícolas, resultaba una cifra no
menor en pesos fuertes de 17.433.233 (4); por cuya suma
podía considerarse cuánto seria el importe total de los cuatro
mil, aunque de ellos se rebajara un diez por ciento de pobres
de solemnidad, lo que se tendria ciertamente por muy exce-
sivo atendiendo á que todos los embargados eran blancos ó
negros libres, y sabido es que los individuos de estas clases
sociales, por pobres que sean, no viven en Cuba tan misera-
blemente como en Europa.


Calculando la renta líquida anual capaz de producirse con
los bienes de los 177 individuos expresados, y partiendo des-
de luego del principio de una inteligente y moralizada admi-
nistracion, indudablemente los intereses de todos los sujetos al
embargo hubieran podido dar inmensos ingresos, bastantes
para que en todo ('aso sirvieran al gobierno de base, á opera-
ciones de crédito y como garantía para normalizar las ope-
raciones del Tesoro, cada vez más agobiado por los extraordi-
narios gastos de la guerra. Solo con los 17.433.233 pesos se
obtendría por intereses, á un doce por ciento que era entón-
ces en la i"la el tiré) ordinariamente más bajo de rédito anual,
la suma de 1.091.987 duros; pero como el resultado completo
de las cosechas, en particular la del azúcar, era aún mayor
que el presupuesto, hubiera podido obtenerse, por medio del
arrendamiento en ptiblica subasta de todas las fincas, un
producto quizas doble del que se suponia iba á ingresar en
las arcas de la Hacienda pública.




510 LAS INSURRECCIONES EN CUBA.


Nada, sin embargo, se procuró á la sazon· respecto del ar-
riendo de fincas rústicas que, continuando administradas
oficialmente, fueron disminuyendo en productos hasta el pun-
to de considerarse algunas como una carga al segundo año
de embargadas. Esto obligó á la opinion á valerse de la pren-
sa para estimular al gobierno de la metrópoli, hasta entón-
ces ageno á los embargos, á que pusiera mano en el asunto
á fin de que el país conociese lo que tantos motivos habia da-
do á las murmuraciones, y acordasen los poderes públicos las
medidas convenientes para la conservacion de aquellos bienes
y para sacarles el producto que fuera dable ínterin se resol-
via su ulterior y definitivo destino.


Al tiempo que la obra de los inventarios se concluia, á
cuyo término dimitió el secretario por no permitirle conti-
nuar en este cargo las múltiples atenciones de la secretaría
del gobierno político que á la vez desempeñaba, desarrolló el
intendente Santos en el Consejo su nueva organizacion. En
ella aumentó el número de consejeros, y la iniciativa que á
éstos concedia el primitivo decreto, en virtud del que se les
nombró, lo que pudo tenerse por una garantía ó como una
forma para eludir el vicepresidente responsabilidades, pero
no cual beneficioso resultado 'para los intereses del Tesoro,
que, por torpeza ó por descuido de los numerosos funciona-
rios que se nombraron, fueron á ménos tanto como crecían
los gastos de refaccion, esquifacion y administracion de las
fincas. Y como además del descenso de los productos sufrían
estos debilitantes sangrías, cuales fueron las concesiones de
cantidades procedentes de lo embargado, otorgadas á los te-
nientes gobernadores para auxiliar á las familias de los in-
surrectos que se presentaban ó recogian nuestras tropas en
el campo; y como aquellas concesiones de algunos miles de
duros al mes pasaron á ser perm'1nentes, ni los ingresos pu-
dieron aplicarse á los más legítimos gastos de la guerra, ni
la existencia de ésta debilitarse, por lo bien que supieron
aprovechar aquella especie de indemnizacion los mismos que
incendiando las fincas de los leales veian luego á éstos des-
atendidos y arruina(ios.




CAPÍTULO Xl 511


Aquel poco meditado proceder de la autoridad dió márgen
al abuso que tan fácil de desarrollarse es en tiempo de re-
vueltas, pues seguidamente á la concesion otorgada al go-
bernador de Bayamo en diciembre de 1869, pidieron los te-
nientes gobernadores de otros puntos que se les hiciera á
ellos extensiva, y se accedió á su demanda. De allí resultó
muy pronto, como era de esperar, que en las relaciones ofi-
ciales de presentados, que aun publica la GACETA DE LA HA-
BANA, figurase un número tan exorbitante, que á ser exacto,
no solo haria ciertos aquellos cá:lculos galanos con que inten-
taba persuadir Céspedes al presidente Grant de la importan-
cia de los insurrectos, para que los reconociera beligerantes,
sino que podria asegurarse tambien que todos los habitantes
de la isla comprendidos en las últimas estadísticas, como
pertenecientes á la raza blooca, habian tomado parte en el
levantamiento de Yara (5).


Disposicion que no se prestaba ménos al abuso fué asímis-
mo la que se dictó en 7 de diciembre, á instancia del tenien-
te gobernador de Trinidad y por encarecer éste la necesidad
de repartir carne fresca á las familias pobres que allí exis-
tian, á fin de evitar que el cólera morbo se desarrollara
entre ellas. Autorizó entónces el capitan general al ayun-
tamiento de aquella poblacion, para tomar de los potreros
pertenecientes á las personas cuyos bienes estuviesen em-
bargados por el delito do infidencia, el número de reses que
fuera necesario para atender la que se consideró como ne-
cesidad de conveniencia general. Segun el mandato supe-
rior, debian tasarse oportunamente las reses y considerar su
importe corno un débito del municipio al 90NSEJO ADMINISTRA-
TIVO DE LOS BIENES EMBARGADOS, al que lo abonaria cuando
el estado de sus fondos se lo permitiera; pero sabido el carác-
ter que en todo tiempo han venido á tomar esta clase de
asuntos, hubiera sido preferible, para precaver futuras y des-
agradables diferencias, conceder aquella gracia tan por com-
pleto como la que recibian los tenientes gobernadores, en ]a
cantidad mensual para el auxilio de las familias indigentes
presentadas ó recogidas (6).




512 LAS INSURRECCIONES EN CUBA.


No entra en las condiciones de este libro extenderse en
todos los detalles referentes á los actos administrativos de
aquel Consejo, respecto de la refaccion de las fincas embarga-
das, en lo cual no se procedió siempre con el mayor acierto;
ni es el ánimo del autor expresar aquí las razones que acon-
sejaban que el tiempo perdido en la administracion directa se
aprovechase en hacer, discutir y presentar al gobierno su-
premo proyectos de arrendamientos periódicos, ó de aplica-
cion equitativa de los productos ó de los bienes, que de aquel
modo apenas respondi:m al primitivo propósito de destinarlos
á los gastos de la guerra. Pero puede desde luego asegurar,
que aq uellos no se utilizaban completamente por el vencedor
en la forma á que tenia derecho, segun las prácticas seguidas
por todos los pueblos, para desposeer de recursos al enemigo
por medio de la retencion de los suyos; ni sirvieron al cabo
para evitar nuevos recargos en la contribucion extraordina-
ria, ni ánn para tranquilizar al elemento leal que, habiendo
perdido Sil fortuna por defender la integridad de la pátria, ni
siquiera obtuvo que por indemnizacion se le concediese el
usufructo ó la explotacion temporal de alguna finca.


Las disposiciones de carácter legislativo y los acuerdos to-
mados por aquella corporacion, impresos en la forma que
queda dicha, demuestran claramente la falta de regularidad
en las operaciones del consejo, á la que respGndia cual era de
esperar la de sus delegados en los pueblos del interior de la
isla, que obedeciendo al movimiento de la complicada máqui-
na que les impulsaba. no recibian ni podian imprimir á sus
actos tanta fuerza como les era necesaria. Ejemplos varios
pudieran citarse de la aplicacion que en ciertos distritos se
daba á los bienes embargados, entre los cuales basta decir
como muestra, que respecto del de Puerto Príncipe hubo ne-
cesidad de dictarse una ejecutiva órden superior para que
fueran recogidos los caballos y mulas pertenecientes á aque-
llos bienes, que estaban usapdo por sí y sin autorizacÍon de
nadie los jefes y oficiales'del ejército.


En verdad que habian ya llegado á complicarse en demasía
la organizacion y las operaciones del consejo. Fundaio este




CAPÍTULO XI 51a
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con diez vocales y aumentado con otros tantos al encargarse
de la vicepresidencia el intendente de Hacienda, recibió nuevo
refuerzo de once consejeros en mayo de 1870, y esto acre-
ció tanto la confusion en aquel cuerpo, que fué preciso divi-
dir su trabajo en doce secciones, encargando cada una de
ellas á un consejero con quien el jefe del negociado corres-
pondiente despachaba, lo de trámite como en definitiva y lo
de mayor entidad ántes de dar cuenta al vicepresidente, que
debia someterlo al acuerdo de la corporacion. Esto respondia,
con poca lógica ciertamente, al decreto que se publicó á prin-
cipios de año creando Juntas locales de embargos en cada ju-
risdiccion, lo cual, en v~z de disminuir, aumentó aquellos
abusos cometidos con los bienes embargados, á que se referia
la órden expedida en 28 de marzo de 1870 por el general Ca-
ballero de Rodas; y si el aumento de piezas en la máquina
habia aumentado aquellos abusos, ¿,no era dep.resumir que
añadiendo otras y otras en vez de facilitar entorpeciesen el
movimiento (7)? La prueba de que este se dificultaba con las
complicaciones puede verse patente en las órdenes superklres
dictadas entónces, una de las cuales decia textualmente «que
»la falta de ingresos en el Tesoro de las cantidades proce-
»dentes de remate de reses, mobiliario y otros obj etos perte-
»cientes á los bienes embargados, hacia suponer que los re-
»matantes no entregaban lo que les correspondía en tiempo
»oportllno.») Este abuso era tan natural, como fáciles todos
cuando son muchos los que influyen cerca del poder.


Otros muchos casos pudieran citarse para evidenciar que
no era todo lo perfecta que hubiera podido ser aquella admi-
nistracion, y que la arbitrariedad más que el buen sentido
precedió á la adopcion de ciertas medidas. Basta, sin embar-
go, para que se conozca hasta dónde perjudicaban las com-
plicaciones, citar la árden dictada en 20 de agosto del mismo
1870 disponiendo «que ninguno de los vocales de las juntas
»de vigilancia de bienes embargados pudier", adquirir, al-
»quilar, arrendar, ní contratar como particulares cosa algu-
»na que perteneciera á aquellos bienes encomendados á su
»vigilancia,» lo cual demostraba, cuando ménos, que no fal-


'1'0110 II 30'3




514 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


taron abusos de este género en aquel período administrativo.
No eran insignificantes los que con la libre ocupacion de ca-
.sasembargadas por los jefes, oficiales y tropas se cometían
tambien, privando al TesOTo de ingresos que le correspon-
dian (8), ni los que resultaban de las concesiones de terrenos
baldíos, llevada~ arbitrariamente á cabo y faltando á todo de-
recho, en algunas jurisdicciones dala isla.


LGS efectos de aquella organizacion se sien.ten dolorosa-
mente aún en el día y cuando los bienes están depreciados y
la deuda, que con sus productos hubiera podido, si no extin-
guirse, minorarse mucho, elevada.á una cifra espantosa y
amenazando con la b~carota, hundir á Cuba en todas las
desdichas. Los bienes embargados se creyeron el remedio
más eficaz para terminar la guerra y conservar á Cuba espa-
ñola por una generacion lo ménos, y luego se verá que sir-
vieron mucho más para hacer la guerra interminable y ace-
lerar la ruina de la grande Antilla.


II.


Tranquilos quedaron los ánimos de los más recelosos es-
pañoles á fines de 1869, con la deportacion á España de
aquellos sujetos tenidos por laborantes, Ae quienes se sospe-
chaba que fuesen los incitadores de trastornos y los que
más eficaces noticias y medios facilitaran para la realizacion
de sus trabajos á la Junta de los Estados-Unidos, con la que
seguían algunos íntimamente relacionados y de acuerdo para
dirigir la política' separatista de Cuba. De esperanzas, por
tanto, se consideró en sus principios el año 1870.


El día 1.0 de enero entró en el puerto de la Habana la pri-




CAPÍTULO Xi 515


mer¡:¡, de la,~ l~llcba.s c,añqllera;:¡, construidas en Nuevl1-Yql,'k
y puestas ~n iitigio aún antes d~ concluirse por instigado~~s
de lGt J,unta cub:¡.na de a9.uella ciudad, y en los siete dias
1'l,1,lcesivos del mes siguieron presentándose, hasta el número
de doce, las otras que por malos tiempos habian tenido que
arúbitr á Charl~ston y otros puntos de la república norte-
americana (9). Tambien á principios de enero se r,e,cibierqn
,en la capital notici¡1s satisfactorias 4~ la guerra y de nume-
rosas presenta,cio~es de insurrecto;:;; muchos de los' cual~s ~e
pre::¡t~an desde el primer momento á s,E)rvir de guías á l~s
tropas espailolas (lO); a~egurándose, qúizás par;'1 atenuar~l
triste efecto del reciente descalabro sufrido por nuestro gene-
ral negro D. Eusebio Puello en las Minas de GuailDaró, que
el coronel B(megasi en las Tunas, Bonilla en Limones y Ve-
guitas y otros jefes ep varios puntos del departamento Orien-
tal, ahuyentando las partidas insurrectas, recogian muchas
familias yadmitian á gran número de presentadqs de los que,
habiendo permanecido entre los rebeldeS' por seducciones y
amenazas, se sometian arrepentidos á la clemencia española.


Pero como jamás d!;lj~ba de l1compañar á los sucesos plau-
sibles l¡¡. n1,leva de algun Ae15astr,e, si halagüeño era á la sa-
z.on el l1specto q.e los espaijoles por un lado, m:,pifeí?t~,bá'se
por otro muy ~eceloso. ~p#v~ grave par!1 estarlo h~bo, al
tiempo de recibir las gratas impresio;n~s, en el proyecto pre-
sentado á las Córtes Constituyentes por el ministro Becerra,
en 18 de noviembre del ailo que acababa de terminar, relati-
vo al planteamiento en puerto-Rico, aunque con ciertas re-
formas, de la Cons.titucion española promulgada e~l 1.° de ju-
)',lio. Fundándose en que la más s.agrada obligacion del go-
bierno y de la representacion nacional en la metrópoli rué
«J)l!lntener indisoluble launion en el elemento español de
»Cuha, no aventurando cosa alguna, cambio ni reforma que
}>quebrantase, rompiese ó debilitara los lazos que les m?-nte-
»nia unidos al lado del gobierno y al frente del enemigo,»
elevaron tolos l}s leales de la isla una respetuosa, enérgica y
bien razonada exposicion á las Córtes el 5 de enero, que era
á la vez sentida protesta contra el proyecto, por lo que pu-




516 LAS INSURRECCIONES EN CUBA
I


diese prejuzgar las soluciones que se refirieran á la gl'ande
Antilla (ll). Los buenos españoles temian que en un instante
de cansancio 6 de fingido entusiasmo reformista, se inclina-
ran los diputados, poco conocedores generalmente de los ver-
daderos intereses pátrios, á conceder lo que par8ciendo más
liberal, no fuese en puridad sino sancionar la ruina de Cuba
y Puerto-Rico; y para precaverlo, les llamaron la aten-
cion, haciendoles patentes los peligros que pllJieran seguir
á las concesiones premflturas y á todo cambio de legalidad,
ni deseado por los verdaderos amantes de España, ni necesa-
rio, ni conveniente mientras la situacion política de las An-
tillas no se normalizase. .


y ¿cómo no habian de estar recelosos, cuando á pesar de
la proclama, que ya los laborantes decían ser supuesta y no
emanada de la Junta de los Estados-Unidos, no se disipa-
ban los peligros, ni aún despues de la alocucion publicada el
dia de Reyes por Caballero de Rodas, que mereció tan nume-
rosas fervientes felicitaciones, porque inspiraba confianza y fé
en un porvenir próximo (12)? ¿Cómo tener entónces los buenos
españoles la confianza y la fé, si no podian olvidar las ne-
gociaciones del gobierno presidido por el general Prim con los
Estados-Unidos y por ende con los insurrectos? Y ¿cómo no
estar recelosos cuando sospechaban, y no sin fundamento, que
la proclama de la junta revolucionaria era consecuencia de
aquellos misteriof'os trabajos y de las promesas insensatas y
antipatrióticas del gobierno de la Regencia? Tales promesas
las reconocian los leales en las palabras que los laborantes de
la república norte-americana usaban, al decirles á sus cor-
religionarios los insurrectos que volviesen á sus tareas, que
trabajaran y recuperasen las pérdidas que por la guerra ha-
bian experimentado, y «que se fi)rtalecieran y estuviesen
»dispuestos para mejores tiempos no lejanos.»


Ciertamente que cuantos figuraban entre los leales deCuba,
al enterarse de aquel desastroso proyecto, emularon en pa-
trióticos arranques y se dispusieron á sacrificarlo todo por
la santa causa de la integridad nacional. El ayuntamiento de
la Habana, dando ejemplo el primero, por contar sin duda




CAPÍTULO XI 517


entre sus concejales regidores por derecho propio, y algunos
de aquellos hombres importantes que para hacer comprender
su españolismo necesitaban expresarlo con ostensibles y exa-
geradas demostraciones; aquel ayuntamiento, aprovechán-
dose del efecto producido por la patriótica alocucion del ge-
neral Caballero de Rodas, que era patente protesta contra la
nebulosa política ultramarina de Prim, presentó una mocion
suscrita, entre otros, por los cubanos Cárdenas, Colomé J
marqués de Aguas Claras, y dirigida á manifestar á la prime-
ra autoridad por escrito el beneplacito con que se.habia reci-
bido aquel documento por los amantes de España (13). Caba-
llero de Rodas contestó complacidísimo, á la comision del
municipio encargada de felicitarle, «que era aquel el mejor
:.premío y el que recibía con más placer por sus constantes
»desvelos y su enérgica é inquebrantable decision en llevar
»á cabo el programa con que inauguró su mando en la isla,
:.que era anticipada censura á las negociaciones con Mr. Src-
»kles.» Y en el mismo sent.ido dió las gracias á las calurosas
felicitaciones que de todos los puntos de la Antilla y hasta de
N ueva-York, le fueron dirigidas telegráficamente y en es-
critos oficiales y cartas particulares.


La clase de hacendados, que ya en la reunion celebrada
bajo la presidencia del gobernador político de la Habana en
diciembre anterior, se habia comprometido á cooperar á las
medidas de defensa, iniciadas por la primera autoridad, or-
ganizando auxilios en las fincas rurales y aumentando á sus
expensas la Guardia civil para rechazar las agresiones fili-
busteras (14), se prestó tambien, como el comercio, y la in-
dustria y todas las demás á garantir con sus capitales la sal-
vacion de la Hacienda, agobiada por los enormes gastos que
ocasionaba la guerra y que no podian atender ni mejorarla, los
productos de los bienes embargados, ni el impuesto extraor-
dinario, ni áun el aumento que los ingresos de las aduanas
tuvieron algunos meses.


Mas ni tan patrióticos arranques de la autoridad y de las
personas principales, ni el entusiasmo de tropas y volunta-
rios para combatir á los insurrectos (15), ni la prision verifi-




518 LAS INSURRECCIO'NÉS EN CUBA


c~dá;a:qtlellos días de fa famUI1i dél cabecilla Félix Figneredo'
par G'oIlialez Boet, ni las promesas de próximo sosiego, bas-
tabitn á disipar los rebelo:!! átiri de los ménos susceptibles que;
en l::t pt6Clama desmentida de la Junta de Nueva-York,
creian ver los resultMos de las gestioní:ls de MI'. Sickles; y
eri lal! medidas dé energía ádoptad~s á propuesta del gobern'a;.
dor de la Habana, por el cáPitan generirl y en la misma ala.:.
cucicm de éste, peligros y hl.dtiv8s p!it~ desconfiar hasta de
los que m:ayores protestas dé españolismo hacian. Los que
toca.ban e~l sus pitrticulares intereses cada vez mérios pros-
peridad y ménos esperanzas de conseguirla., no podian estar
tran:quilos mientras se pelease en la isla y se organiiaran ex-
pediciones, si no consentidas, muy toleradas erilos Estados-
Unidos.


El elemento mercantil del departamento Occidental, sóbre
todo, no estaba satisfecho, á pesar de no tener inmediatA la
insurreceion activa y de contar mas garantías de órdim eÍl
las promesas de comervarlo que oficialmente se le dab'an. Pit::.
recia presentir algo desastroso, ó quizá.s era que mas énterado
á mel1úd6' qUe' el mistb.og6biethO, sabi.a por medio de sua
corresponsales en todos los p\intdsde América cuánto Ínce~
ssri.~éi:hi:mte se e~taba trabaJándo por los eriemigo~ de Espa-
ña. Muestra de esto ftié la fioja clandestina, impresa en
Nueva Orleans á fines de enero y circulada luego en Cuba;
titulada PROPAGANDA POLÍTICA Á. LOS CUBANOS REFu'GIA:DOS EN
TObos LOS PAISES, en la que se sentaban cíncoconclusiones
poco tranquilizMoras para lós más ardientes partidarios de
Edp'añlt, puesto que se dirigian á defender la, independenéi.~
de Cnbá, combatir la anexion 'á, los Estados-Unidos, sc\ste~
ne~ la auton'OIn.ia de lá TaZa lathHl. en el continente ariiéfi:.:.
dírro' eolilos princfpios de la te'Puolida, y dedárár la igual-
dad. tinté hl tey'de todos los homb~es (16); ita publicaci6n de
a'qtreHa hoja cdihCidióeon los iÍlsnltds yprovocacrones de ldá
emigrados en Cayo Hue~o, que termináron con el ítseSiúáto
dél 'aitec'tOl- 'dél 'p~riód'Íco LA. VÓ~D:.g CUBA, D. 'Gorizalo Ottsta-
ñon, J fü~ otra detnostré.6ión; imconcepto de los impresiona-
bles, de que In. árrogancra de léls emigrados no 'podia inspirar-




CAPÍTULO xi 519


la: sino lo eonfianza. en el triunfo acreeidar por las lamentables
inconveniencias de nuestros políticos de la revoluciono


Los! pocos,españoles optimistas que había llegaron, pOl'~1
contrario, á. creer á este tiempo 00 el próximo fin de la guer-
ra" porque, y como en respuesta á la proclama- tle la Junta de
Nueva:,.Yor'k, tram:tass veces citada, awnció el comandante
geoollal del departamento Oriental que estaban ya libres de
insurreatos. la.sjurisdicdones d~Ül!lba., Guantánamo y Bara-
CO:J¡, y eom0 ha:bia llISegurado p0Co, áIil.oos lo mismo respecto
de: Manzanillo, Bayama y Jiguani, suporuan que, dándese
por eoncluid& la luch:!li elll ru,5)\ tres cuartas partes lo ménos
de aquel territm-io, amasos esfueroos debían ya necesitarse'
parar pacificM" lo demás (17:). Msculpable era sin duda aque-
lla credulidad, eua;ndo se hacia violento presumir que el'
conde de Valmaseda, conocedor de la guerra y del enemig() á
quien perseguia un año seguido sin descanso, procediera caD'
ligereza¡ y usase de aquel como ardid político Ó ql'l.e quisiese'
alms8r con su afirmacion de la buena fé de' los que estaban
arrninadDs por ser lesIes, y que pUdieran revolverse en.la
desesperaeion contlra los jeros militares si veiMl sus eSflevan .... ·
zas defrauaadas. No era> oon todo tan diseulpable el opbinm-
ID.O> Di! dwha motivos par3.i confiar que la obra, de pacificaeioll> .
fOOS6 mucho máit aJM. del buen deseo de quien la all'1inciaha,
lo que algumos: periódicOSl españoles publicaron- aquellos dias
El DU1tI{) DIf LA MARINA, que por' su antigiiedad iba delante
de: lo& órg-cinos del patriotismo', aseguraba. que de los cin-
cuenta mil habitantes de l8iS jUrÍ'SdiceiClnes á; que Valmaseda
se referia" cmarent& mil e9iaoon en sus casa.s, y que para.
comba,tir en el campo á los Hamados por aquel general:. oi-
ma1r.(JYt¿€S y crimina,les, mnia¡mos mil quinientos soldados, y.
oehocientosvoluntarios. Esto hacia dudar ma;taralmen4le ela'
la desapo,llicion <le la. lucha" y la. duda era. muy lógica iglm-
rÁlldose el destino, d-e ()cho- mil habitantes; y MIuq ue las pmo..
seJltaciones"" de extra.villidos, los anuncios de otras" que sru'Íam
empañar <ron fireeueneia, ~l prisma á. llnvé's d-el clml miraobam
las cosas' algunos jefes;millitares, y 1&8 promesas deproxima.
paz seguian, no se: lograba que la intranquilidad consiguien-




520 LA.S INSURRECCIONES EN CUBA.


te á la vacilacion entre la confianza y el recelo cesara en las
ciudades.


En verdad que en tiempo de la seca, ó sea en los meses
de octubre á mayo, eran numerosos los presentados, pero es-
to no debia considerarse favorable síntoma de fin de guerra,
como no se tiene por tal durante las civiles cuando se refiere
á los naturales de los puntos más requeridos por las partes
contendientes. Por los muchos que se acogieron á indulto en
elprimer mes de 1870, se obtuvo la innegable ventaja de
contar guías prácticos para conducir á nuestros soldados al
interior de los bosques donde se guarecian los cabecillas, y se
satisfizo la curiosidad de conocer muchas de las disposiciones
dictadas por las autoridades insurrectas, sobre el órden político
y administrativo que tenian planteado; pero esto no era decisi-
vo aunque enterase á las tropas de la gran actividad empleada
por los insurrectos en su organizacion como independientes,
y de la laboriosa meditacion que precedia á todos sus actos, á.
la que sujetaron cuantos emprendieron desde ellevantamien-
to de Yara (18). De algunos de aquellos documentos se de-
ducia tambien, y esto les honraba ménos, qne las disidencias
y profundos rencores no eran escasos entre los jefes rebeldes,
de los cuales unos querian, por ejemplo, considerar auténtica
la proclama del 21 de diciembre para retirarse de la lucha, J
otros insistian en no reconocer aquella y proseguir ésta, áun
despues del 15 de enero en que el vapor GORRION les apresó
en el estero de Macuriges, y condujo remolcado á Manzanillo
un pailebot de los que les proveian de pertrechos de guerra,
y á. pesar del asedio continuo en que, despues del ataque de
Holguin, les tenia la persecucion constante de varios jefes de
nuestras tropas, y entre ellos el brigadier Goyeneche (19). Ir-
ritad,os quizás alguna vez por ser víctimas de muchas decep-
ciones ó desesperados por las contrariedades del momento,
intentaron hacer un supremo esfuerzo para no perder la
opinion que se habian encargado de crearles los simpatiza-
dores residentes en el extranjero; mas la momentánea. fal-
ta de cohesion les hizo perder la influencia y los terrenos que
las tropas y la propaganda española iban ganando.




CAPÍTULO XI 521


No obstante esto, seguian desasosegados así los recelosos
como los confiados españoles, quienes no pudieron saber sin
conmoverse el convenio, que los periódicos americanos daban
á este tiempo por indudable, entre el presidente de la repú-
blica de los Estados-Unidos y el de la dominicana para incor-
porarse esta á aquella mediante la indemnizacion de un millon
y medio de pesos; cuyo convenio fué acordado en la ciudad de
Santo Domingo en 29 de noviembre del año anterior, fir-
mado en todos sus detalles por los representantes de las dos
repúblicas, y dispuesto para presentarlo al Senado de Was-
hington (20). Muy justificado motivo de inquietud debia tam-
bien ser este para cuantos consideraran que si la Union fija-
ba su bandera entre las dos Antillas española\l, peligraba
tanto su existencia, que podian darse por perdidas en breve
término; mas por fortuna para los asuntos de España, el Se-
nado norte-americano se negó á ratificar el convenio, apla-
zando sin duda su ejecucion hasta la época en que, desaho-
gada la república de la deuda que aún tenia desde su guerra
civil, y destruida Cuba por la implacable que sostenia y por
las torpezas del gobierno de la metrópoli, pudiera dar su pri-
mer paso en Santo Domingo para alargarlo luego sin dificultad
á derecha é izquierda y sentarlo en Cuba yen Puerto-Rico.


Un tanto se distrajo, despues de mediar enero, la excita-
cion de los ánimos, con la presencia en la Habana del emi-
nente estadista norte-americano y ministro que habia sido de
Lincoln, el honorable Mr. Seward, quien visitó la isla deseoso,
segun de público se anunciaba, de conocer personalmente su
verdadero estado político. Queriendo el elemento español
darle una muestra de afectuosa consideracion y del espíritu
que animaba á los defensores de España, obsequió á Mr. Se-
ward con una brillante serenata, durante la cual fué visita-
do por la oficialidad de todos los cuerpos de voluntarios, y
con una revista en gran parada de los mismos, de la que
quedó agradablemente sorprendido el político republicano por
la organizacion y compostura de los batallones, que noleha-
bian permitido juzgar con exactitud las acusaciones apasio-
nadas de los periódicos de su pais (21). ..j' ••• _~~~.:_,
¡/~!,,\"'r f; .'.'; <: ~ .. ...:>,


,//:/.




522 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


El diR de este sueeso, que á peS31I' del mal tiempo fué de
vera.adé~ fiesta pa,ra< la: Ha.oona., contribuyó mlil:cha {J. au ..
mentiW la S"átisfMcieu pública, la circulacion del decreto'que
el 22 e~pidió el general, flindado en el del ministro Be-
cena. del 30 de set:iemb:t~, que suprimia las contribueioneSt
impuestas á, la- 13répiedaG ttístic'a,. urbs-na y pecuaria, y {¡¡·llll
industria, lag pr'ofési()n~É5 y el ~mercio por el funesto real
deefietdde 12 dé febreilo de 1867, restablecía los impuesto&-
existefites én aqooltt fu'eh11i y derogaba, todas las disposiciones
diétadas e'on pl>'Sterroridttd (22); Creyendo el geooral (Jaba-'
118W>' de Rodas qti6 Cbtl la, ~ri,ta de aduanas tendría ingtilSf98
bastántes' para cumplir con todos los servicias, precisamente
cuándo áCababa· da ha~r un empréstito para poder aten ...
derlos, no determin(j por el pronto la aplicacion de aquellos
impuestos', lo. que né era: en vetdad muy acertado, aunque
luego se asesoró de lOs áyuntatnientos para hacerlo.; pe)l~ le
propól'cioJl'Ól la medida, 10 ~i~ que al intendente de Ha ..
cienEru.., élll'ttl'O'SRS fulicittwidtié'S de varios haeendados." }OOto-
pieta.i'Íos, éüífierei8Jnte~(; iootístlli!tiIes y mOOrnbros dellV.'J aar'lle-... '
ra'Ef prof<*fta>mtleSi !!le t;Od'a.. ki· isla (23).
Pa.M~ ~e fuiétoo: gqü~llo~ momentos de tregua vol'V'ió


la opmÍOh á, n1lUli,fegtálr sus rece:los, @lvidándose ya de las
agrada91~, i'ffiJWesiOIrus del día de Reyes, de la visitllí de
Seward y d.e lit tiftllppesion Iilé los impuestos; zahiriendo al <ea'"
pitan g'eMra!l, e:¡)¡.land& tio 1!e:M.ia á,. quien atribuir su malesta.r,.
y8i por léS asuntos. de' persb~l (24) ó por cualq'uier otro
81Cu81'do;: y éSO' que en áqueHos IttÍSlU.(!)S instantes llegó aJ, do·
minw del público la notrieia de r}t'1e Caballero de Rodas, por
no pl.egarse á las absurdas exigen~ias de Prim relativ818 á ]a¡
venta de Ouba, ha.JJi;.a" pre\sentádo sn l'anum.cia, que el presi-
dente del COnSejo y HiÍ.niétrd de la, Goot'ra M quiS<;l RiCeptar-
le, ql'l:W!\~ pot llÓ aumentar la'S complicllCicmes en sas cáhalas
politiMs, Con la ~esenciat d~ afio' de l~s generales que más
hu biera-n oontrár~d\1 lÍi 1á Bé.Zon ~l desarl1óUo de los pláMS
ambieio&OB' qué' todos le attibttiatr.


M4eIltr8# la opinion de loa éspañúles cubanos fluctuaba en ....
tre la desazon y la confianza, no permanecian quietos los la-




CAPÍTULO XI 523


hól'antes de los Estados...:Unidt'ls. En vista de lo manifestado
en. su últimQ mensaje por Mi'. Grant, publicó la J únta euba-
mi dé' Nueva-York, el 6 de érierd, un illánifiesto dirigido al·
puehl.'Ó americano y suscrito por AMama¡ Cisneros, Fesser,-
Mora y Mestre, réfutarido las que éreian equivocaciones en el
documento del presidente, fléfÍ'que los puntos de apreciacion fa-
vbrecian poco á la cátíBacubanai, y censurando la ignorancia
vencible de MI'. Sumiler,' que en su discuTso les fué igualmente
cóftttario; De aquelr'Uodo trataba la Junta de levantar el jus'-
taméhté decaido espíritu d:e los il\surrectos militantes, y de
eittretener la fé no muy firme á: est~ tiempo de los visionarioS'
~impatizadores, desmintiendo la autenticidad de la proclama
del 21 de diciembre y tratando de calumniadores á los perió-
dicos españoles de la isla de Cuba, al negar que aquel impre-
so hubiese sido recogido en Sancti Spiritus y que debiel'a
atribuirse á ninguna pluma ~tmante de la independencia cu:-
bana; Para seducir al pueblo americano y deslumbrarle con
aiiuellas pinturas de poderío á que apelaban como reCm'BO
de efecto; repitieron otra vez lás descripciones de la sábia 01'-
gánizll.cion política. y administrativa de la; naciente repúbli-
cá, en la que el pr!:lEiidente, ministros; éftttlll.ras, prefectos,
geherales y todQS los agent-es del poder, rnóvíanse y atendÍ/ul.
cáda mio dentro de su Órbita¡ lól'l asuntos con toda la regula-
ridad que en tiempo <'le guel'rapodia espera'rEfe; pero como el
positivista pueblo yanltee sabia, que despues de grandes es-
fuerzos no pudieron cobMguir que pasaran de q'l1ince los di-
putados reunidOl3 para g;atimooaI' la renombrada Oonetitu"-
cion de Guáimaro, empezo á demostrar su incredulidad, htl.-'-
crendo coro á los peri{}tij:<los españoles que trataban de mas:.::.
cara.da aquella Cámahi¡ aquel gobí~rno y aquellá' drgam"-
zacion .
. y. rázon lli) les faltaba ei'éttametlte pata hacer estas apre"-


CiáCiotléS, pues C0mO deúa cotl gran opottunídad el DIARIO DE
LA MARINA analizando aquel manifiesto, los que en el depa!''-
tartiénto OHéntal y ~n: el Camágüey sa le~alÍtaroh Contra' el
dominio dé Etípáña, no tne'1"on entésúnien SlnO algunos can-'-
téria¡'~ de ilusos; mná-tidos, vág'osy ~rdid.os que arrastraron




524 LAS INSU~RECCIONES EN CUBA.


por medio de la seduccion numerosas familias; los que á pesar
de la aparatosa manera con que querían demostrar su poder,
-ni lograron apoderarse de las Tunas,' de Manzanillo, Holguin
El Cobre, Gibara y de otros puntos donde lo habian intenta-
do, ni siquiera defender á Bayamo y Mayarí tÍ pesar de sus
trincheras, ní aprovecharse con fruto del levantamiento en
masa de las Cinco Villas y del estado boyante que esto les
proporcionó en los meses de febrero y marzo de 1869, ni pre-
sentar verdaderas resistencias y defenderse cual correspondia
cuando hasta fin del año fueron tan perseguidos. Sin embar-
go de las negativas de la Junta, se aseguró en Nueva-York
que el mismo orígen reconocia la proclama de diciembre que
el manifiesto de enero, recordando en aquella ocasion, los que
rebatian las afirmaciones delos laborantes, que no era extra-
ña ni nueva tal conducta en los habilidosos disidentes que,
cuando en 1865 se llamaban riformistas, sabian muy bien
recoger firmas para una exposicion aceptab1e y aprovecharlas
luego en otra distinta y que solo á los fines políticos de muy
corto númel'O con venia (25). Grandes fueron los e:;fu8rzos que
los periódicos neo-yorquinos el SUN, el HERALD, la TUlBUNN.B
y otros subvencionados por la Junta hicieron para convencer
al público simpatizador de los insurrectos, que ni esta era
responsable de tal proc:ama, ni participaba de las ideas en
ella expuestas; pero por el pronto no obtuvo su propaganda
los más felices resultados.


Los contradictorios puntos de apreciacion, discutidos por
los periódico:; afiliados en los distintos bandos, pro:novieron
violentas polé~icas, henchidas de ódios y sostenidas con des-
templadas frases y abundantes acriminaciones; distinguién-
dose por su virulencia, entre los españoles, LA Voz DE OUBA,
periódico de verdadero combate, cuyo director, D. Gonzalo
Castañon, no desaprovechaba ninguna de las circunstancias
que podian proporcionarle ardientes defensas de los intereses
españoles.


Queda indicado ya que á poco de llegar á la grande An-
tilla el general Dulce y cuando decretó la desastrosa libertad
de imprenta, dióse á conocer en la Habana aquel periódico




CAPÍTULO XI 525


que debia su vida al deseo de proteger á Castañon, entónces
cesante, de algunos de sus amigos y paisanos, quienes forma-
ron. una sociedad por ,acciones y reunieron fondos bastantes
para que la publicacion pudiera existir algunos meses. El
calor de los escritos y los levantados arranques con que el pe-
riódico se dió á crmocer, aunque contrariando en muchas
ocasiones lo prescrito en el programa y bases de fundacíon, le
hicieron aceptable á gran parte del público más ardoroso;
pero como las exageraciones "políticas sin fundamento ra-
cional y lógico son meteoros que pasan rápidamente, LA Voz
DE CUBA fué decayendo y amenguando su importancia, á
pesar de haber creado en el mes de febrero de 1869 una re-
vista quincenal de noticias, primera en su g{mero, que evi-
taba á los suscritores escribir á la Península extensas cartas
sobre política, puesto que en ella se condensaban todos los
acontecimientos más importantes de la quincena.


Viendo Castañon palpablemente el decaimiento del perió-
dico, debido á su carácter y en gran parte á h1.berse separa-
do del camino que le seüalaron los sócios fundadores, y re-
cordando, al buscar los medios más oportunos para reanimar-
le, las prosperidades que al CRONISTA de Nueva-York repor-
taron el desafio que con el cubano insurrecto Porto tuvo su
director D. José Ferrer de Cauto, entró el de LA Voz DE CUBA
en deseos de imitarle, lo cual manifestó al autor de este libro
~a~\.a~ "V.e..~~~ ~\.\.a\.\.<l.(\ "V.\."V.\.a\.\. ~\.\.\.\."\;n~ ~\.\. ~\. \.\.~~.d. <l.~\. l>\.\.~~\~ <.\~
Marianao. No era censurable sin duda bajo el punto de vista
patriótico el propósito de Castañon y su tendencia á exter-
minar en buena lid; imitando al valiente Lluna, á 105 enemi-
gos de España; más en tan delicado asunto era muy impor-
tante y decisivo saber aprovechar la ocasion para no caer de
la heroicidad en el ridículo, tan frecuente en semejantes ca-
sos y cuando no sr~ escogen buenas circunstancias, y en esto
fué Castaüon poco feliz, porque preocupado en su idea é im-
pelido por la impaciencia de su natural fogoso, aceptó la
primera que la casualidad hubo de presentarle.


Esta y el motivo de su desgracia fué un articulo pu blica-
do en Cayo Hueso porel periódico insurrectD EL REPUBLICANO,




526 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


en el que, con la roor.dacid.a.d q,uea..costl,lmbraba en ~p.nffi~
españoles, se in{eriang,raFe~ oferJ.s~s á los defensores de laino:-
tegridad nacional en C~ba .. CQnte~¡mdo Castañon á aquell(íl~
crito, publicó @ .su perj~dic9 el 21 de énero un cartel de d.e~­
fío, dirigido al directpr de EL REPUDLICA.NO y contestado por
aquel, y encrespadas las paflio~s has1{a un punto en que po
se podia retroceder,dooi~¡;.eCas~añon'~ pasar á Cayo Hueso
con sus padrinos y exigir á D. José María Reyes, sostenedW'
de lo que en aquel periódico ~ habia insertado, las satisfaC!:-
ciones correspondientes (26).


Ma10s eran los presentimientos que Castañon tenia al em-
prender el .28 de enero su viaje para aquella aventura, por
muchos censurada, cual se demo:¡;tró entre otros actos en la
carta escrita el mismo dia á su amigo D. Buenaventura 01a-
varrieta, en la que, dando por funesto el término del asunto
que le hacia embarcar, le encargaba que llevase sus dos pe-
queños hijos á España y los dejara al lado de su hermana
Matilde (27).


Ya en Cayo Hueso, .endon¡le,desembarcó .el sáhado ~,
empezaron los preliminares del4~¡;~fío con el citado Reyes;.y
considerando algunos de los ~a borantes refugiados allí que,
ante el cárácter YCQndiciones de éste, todas la3 ventajas es-
tarian de parte de Castañon, hicieron que el cubano Mateo
Orozco enviase padrinos para batirse con él, á lo cual se negó
el director de LA V ()Z DE CUBA, segun aseveracion escrita de
los mismos emigrados (~8). :En vista de esto y despues .de .
arregladas satisfactoriamente las diferencias con Reyes yex-
tendida el acta de costumbre, ofuscado Orozco por el que
creia desprecio de su persona, al saber que Castañon y Sl1.S
padrinos se disponian á regresar á la Habana en la tarde del
lunes 31, dirigióse á las doce de la mañana del mismo dia al
hotel RUSELL donde aquellos se alojaban, en ocasion en que
de sus tres compañeros no estaba con Castañon más que don
Felipe Alonso, Atraido el director de LA Va'/, DE CUllA por
medio de uno de los criados de la fonda, que le manifastó es-
perarle fuera de su cuarto y hácia el portal de la casa p~rso­
,nas <lile deseaban hablarle, salió solo, cncontrándo;;e con




CAPÍTULO XI 527


Orozco "J varios que le lWo;mpañab¡:¡'ll,quíenes revólver ~n
mano quisieron obligarle ,(¡. la lucha por tntirpi(laci,op, y al


. ne~arserecibi6 bastan~ .disparos, de los cuales un .proyec-
tille penetró en el vientre y le atravesó otro el pulmon, d~­
jándole veinte minutos esca,sos de vida, aunque sip poder a,r-
ticúlar ninguna palabra distinta.


Los asesinos se ocultarQn pr~sl,lr(}Samente para esqui~~r
! laspers~cuciones incitadas PQr la indJgij.acion ·públic~, . y fue-
ron amparados 'por . cieytos norteT~m,ericanos ,4e~~:p.so~(;lS á
,todo trance de la causa iDsurrec~.ELcad¡1.ver fué <,lepOi?itado
en una caja metálica cubierta de hielo, y acom,pañado !le nu-
merosa. concurrencia hasta el.va,por LAVACA, en el que el des-
dichado Castaiion habia yatofllado pasaje, el cual le llevó á
la Habana á las ocho de la mañana del siguiente dia l. o de
'febrero, donde ya por telégrafo se sabia desde la tarde ante-
rior la perpetracion del orimen.


Día de luto y de entusiasmo por la víctima fué aquel. A
pesar de lo lluvioso y desapacible del tiempo, fueron acompa-
ñados los restos del malogriO\do patriota por un gentío inmen-
so desde el muelle de la Machina,á la redaccion de LÁ Voz


'DE CUBA en la calle del Teniente Rey. UD,a hoja que redl¡tctó
el autor de es.te libro y .circuló inmediata y profusamente,
"fué motivo para que el CASINO DE LA HABANA inici~sesl1scri­
ciones en favor de los tiernos niños Rodrigo y Fernando Cas-
tañon, é imitando otras corporaciones y particulares aquel
acto, se segundaron hasta por el capitan general, que, áteu-
diendo quizás las indicaciones del escrito, publicó un decreto
al siguiente dia, declarando hijo::; de la pátria á aquellos ni-
ños, á los que el Banco Español les señaló uníJ. pension men-
sual de venticinco pesos á cada uno, para educarse y h;1sta
que cumplieran la mayor edad (29).


Tal fué el espontáneo reconocimiento de los buenos españo-
les al recuerdo del máFtir de la pátria, como se Hamó á Cas-
tañon, que en poquísimo tiempo ascendieron los donativos
para sus hijos á un millon de reales; Gelebrándose al efecto
funciones en los teatros de Tacon y de Variedades ó Albizu
y bailes en el salon de Federico, y regalando el dueño de la




5'28 LA.S INSURRECCIONES EN CUBA


fotografía Co11ner, donde Castañon se retrató pocas horas an-
tes de marchar á Cayo Hueso, cien retratos para que el pro-
ducto se destinase tambien á los huérfanos. El intendente
Santos invitó á los literatos para formar una corona poética
fúnebre que perpetuase la memoria del glorioso mártir de la
causa española; Camprodon y otros vates le dedicaron desde
luego sentidos versos; Teodoro Guerrero, cumpliendo la pro-
mesa que le hizo á Gonzalo al despedirse, publicó su bioD'rafía


, o


en el periódico literario JUAN PALOMO; el director de la GACE-
TA DE LA HABANA, D. José Toribio de Arazoza se prestó á
costear una lujosa lápida para el sepulcro que depositara los
restos del desgraciado patriota; y todos á porfia emularon en
deseos de manifestar á los enemigos de España cómo honraban
á sus hijos los que por ella sabian sacrificarse (30).


Embalsamado el c'1dáver, que fueron á visitarle la mayor
parte de los habitantes de la Habana en la tarde del l. o y
mañana del 2 de febrero, se citó á todos los buenos españoles
para que asistieran á las honras fúnebres á las doce de este
dia, y (mando aún continuaban fijados en las paredes de mu-
chas casas imprudentes anuncios puestos por encargo de los
redactores de LA Voz DE CUB¡\, más que para que el público
se condoliese, para mover las malas pasiones y excitar las
venganzas (31).


Solemne fué el entierro, cual ninguno de los verificados
hasta allí en la isla, presidido por las autoridades y favoreci-
do con la asistencia de las corporaciones, empleados y de to-
dos los cuerpos de voluntarios; y superiores á cuanto pudiera
suponerse las honras y el tributo rendido á la memoria de
Castañon, no solo en la capital, sino en todas las principales
poblaciones de la isla. Pero como resultado lógico de la exci-
tada indignacion popular y cual si la sangre derramada lla-
mase más sangre humana para borrar el recuerdo del hecho,
se tomó la muerte del español por motivo para oscurecer, con
actos de venganza en los sospechosos de no serlo sinceramen-
te, aquella circunspeccion, generosidad y patriotismo que
aplaudia en los voluntarios el sub-inspector general Clavijo
en la órden general circulada á todos los cuerpos el día 3 (32).




CAPÍTULO XI 529


En la Habana se cometieron aquella noche varios lamenta-
bles atropellos y asesinatos, y á fin de que las otras pClblacio-
nes, imitadoras de la capital, no siguiesen tan fllnesto ejem-
plo, comunicó Caballero de Hadas telegramas recomendando
á los centros españoles la prudencia y la templanza para evi-
tar los censurables arranques del fanatismo político (33).


El acontecimiento de Castañon pudo ser en aquellos mo-
méntos para los gobernantes, un motivo propicio para conte-
ner la rapidez en el desprestigio de su quebrantada autori-
dad, pues ya los recursos y la inventiva para crear medios
con qué satisfacer las ánsias complejas y opuestas de la opi-
nion pública, les iban faltando; y fué efectivamente entónces
tregua y ocasion para inclinar á otro punto las consecuencias
del malestar, cuya pesadumbre tenia que sufrir 'en primer
término el capitan general. Pero esto duró poco, pues los
pueblos cuando sufren dolores crónicos y necesitan desahogar
sus displicencias, si no les es posible hacerlo contra la verda-
dera molesta causa que los origina, suelen dirigir sus tiros á
lo más culminante que cerca de sí distinguen. Por eso no
tardó mucho tiempo en tocar Caballero de Rodas los desagra-
dables efectos de la pública intranquilidad.


III.


Mirados de cerca y con imparcialidad muchClS de los hechos
violentos que á menudo se presenciaban en Let isla, parecian
tener á veces cierta justificaciün en las varias y continua,;
mortificantes formas empleadas, por los lab~.lrantes y simpa-
tizadores, para excitar la irritabilidad de los españoles pro-
pensos á apasionarse; á quienes con inconveniencias diarias y


TOMO II 3·4,




530 LA.S INSURRECCIONES EN CUBA.


hasta en los más sencillos actos de la vida se les provocaba.
El gran número de los que no podian dedicar á sus asuntos
todos los días de la semana, pOI' la frecuencia de las guardias
y de otros actos del s(lrvicio voluntario, y que como resultado
á los desvelos patrióticos veían disminuir rápíuamente su ha-
cienda y áun la salud, no era en verdad extraño que estu-
viesen poco dispuestos á consentir las sátiras y burlas de ciertos
hijos del país, que mientras aquellos se sacrificaban, entrete-
níanse en perturbar. Pero era ciertamente lamentable que los
voluntarios susceptibles no supieran uominar siempre su ca-
rácter, y por vengar unos insultos que en sus personas creían
inferirse al nombre español, creasen motivos para que con
justicia se dirigiesen algunas ágrias censuras á los defenso-
res de España.


N o sólo sufrian éstos la molesta influencia de causas naci-
<las dentro de la isla, y en ocasiones en el propio hogar, que
eran las m:\s sensibles, sino la continua zozobra fomentada
por los trabajos de afuera, que sin interrupcion seguían los
agentes de la Junta para provocar conflictos, y presentarlos
luego como capitulos de acmlacion ante los gobiernos de los
paises donde mantenian sus emisarios viva propaganda (34).
A pesar de la exquisita vigilancia ejercida de órden de la
primera autoridad, para proteger el reposo de los leales, no
podia evitarse que, ya procedentes de los laborantes de los
Estados-U nidos ó de los de la misma isla, recibiesen amo-
nestaciones y anónimos amenazadores, conminándoles con la
pérdida de sus propiedades y de sus vidas, los honrados espa-
ñoles nacidos en Cuba que condenaban las uemasías de los in-
cendiarios y los asesinatos tan cobardes como el de Castañon.


Tampcco pudo precaverse que algunos simpatizadores,
obligados á aquellos laborantes, ingresaran en los cuerpos de
voluntarios para perturbar con más eficacia é impunidad;
cuya zizaua en el campo leal fué la que contribuyó principal-
mente al desasosiego de los españoles im presionables y á la
perpetracion de mayores tropelías. La sospecha de la existen-
cia de este mal gérmen en los batallones armados, coincidió
con la actitud que en las Cámaras de \Vashington tomaron




CAPITULO XI :131


eiertos sen9.dores, prestándose á defender por medios no todos
dignos la causa insurrecta, y con la adoptada por algunos
periódicos de poderosas naciones europeas que, mistificados
por agentes separatistas, en vez de aplausos sólo censuras
muy amargas dirigiari á los que peleando por la integridad
de la pátria creian cumplir un sagrado deber. Entónces estos
se irritaron más de lo que estaban, y acrecidos por tales moti-
vos sus recelos, biciéronse intransigentes. ¿Era de extrañar,
por tanto, que ofuscados en muchos casos no ajustasen todas
IIUS acciones á la verdadera pauta de la conveniencia? A mó-
viles de este género debieron siempre atribuirse los sucesos
tristes, y si no á la irritacion de aqu.:l1ós momentos, al fana-
tismo patriótico ó á la accion directa de los laborantes, el es-
cándalo presenciado en la Habana con el asesinato del ex-
tranjero Mr. Isaac Greenwald.


Pasaba éste á las doce del dia del domingo 6 de febrero
por el .llamado pm"quecito de Isabel II y frente del café del
Louvre de la capital, acompañado de Mr. Hugh Johnson,
Mr. Garc1ner Wells y Thomas R. Foster, conlos cuales iba á
retratarse, cuando se les acercó un hombre armado de revól-
ver y puñal que, «echando mano á la corbata azul, qne 11e-
»vaba el último de los citados, se la arrancó, y profiriendo'
»algunas palabras que los extranjeros no comprendieron,
»disparó sobre ellos matando á Greenwald é biriendo á otros
»dos» (35). El asesino que se llamaba Eugenio Zamora y Bar-
rera, resultó ser isleño y voluntario de la sexta compañía del
quinto batallan mandado por el coronel D. Hamon Herrera.


Esta circunstancia empezó á hacer difícil el castigo de Za-
mora; mas el capitan general consiguió con habilidad y ener-
gía que la justicia procediese con todo desembarazo; pues
tratábase de un extranjero y no queria que quedase impune
un crímen tan asumbroso. Para librar á los voluntarios de la
responsabilidad del hecho cometido por un miserable, publi-
có el general con fecha del 22 una alocucion haciendo paten-
te, cual ya se sospechaba, que en los batallones de los leales
defensores de la pátria, se habian alistado, obedeciendo la
consigna de los laborantes, algunos de sus agentes, para ase-




532 LAS INSURRECCIONES EN CUBA.


sinar el mayor número y clase más visible de extranjeros, J
con el objeto de complicar los asuntos de Cuba con cuestiones
internacionales; dando 1\. entender que el asesino Zamora
pudiera pertenecer á tales emisarios (36). Aquel escrito pre-
dispuso á que se hiciera justicia áun á kls que ántes mani-
festaban oposicion, y mostrándose Caballero de Rodas muy
enérgico ante ciertas exigencias, se aplicó al fin á Zamora la
pena que merecia; siendo fusilado en los fosos de la fortaleza
de la Cabaña el dia 5 de marzo. En consecuencia dirigió el
general otra alocucion á los voluntarios, aplaudiendo su ac-
titud como defensores de la ley y del órden (37).


La entereza de la primera autoridad ante alguno de los je-
fes que trató de imponerse y contra todos los que querian sal-
var al asesino porque vestia aquel uniforme, restableció en
muchos grados el quebrantado principio de gobierno, qne en
algunos meses no habia usado de sus fueros como entónces;
contribuyendo tambien á fortalecerle la reciente presfmtacion
del importante caudillo camagüeyano D. Napoleon Arango,
y la sorpresa infraganti de una logia masónica hecha por el
gobernador político de la Habana. Motivos fueron estos para
que el carnaval del año 1870 no se pareciese en nada á los
días de pánico del de 1869, y prueba evidente de que el ele-
mento español, tímido en aquel tiempo por no estar organi-
zado, podia ya considerarse dueño del triunfo que se estaba
debatiendo desde el levantamiento de Yará, y poseedor del
porvenir de Cuba latina, si la desunion no introducia su fu-
nesto espíritu en las masas leales.


Pero como España en su gobierno y en sus hombres polí-
ticos constitucionales, jamás ha prescindido del desatino de
entregarse en manos del acaso para dirigir los asuntos de
Ultramar, se hacia muy difícil aquella salvadora concordia.
Así lo dieron á comprender levantando montes de calr!m-
nias contra los voluntarios, para que éstos desconfiasen de la
metrópoli, algunos periodistas fáciles al halago y á misera-
bles obsequios obedientes, que no vacilaban, aunque su con-
ciencia les dictase lo contrario, en defender la sinrazon de los
que, ántes que española, preferian ver á Cuba bajo el pesado




CAPÍTULO XI


yugo de hombres de distinta raza. Dando gran calor á la
cuestion de venta de la isla, sobre cuyas negociaciones se
publicaron en Washington aquel mes de marzo los docu-
mentos ya indicados, lograron tales periodistas parte de su
propósito, acreciendo notablemente el malestar en la Antilla
al tiempo que extendian las mismas desconfianzas en la me-
trópoli. Para esto revistieron sus intenciones con el hipócrita
agradable aspecto de saludables, patrióticas y liberales, y
para que los hombres de la rev~ucion de setiembre hostili-
zasen á los que en América defendian la integridad pátria,
les presentaron á éstos como reaccionarios y conspiradores de
la restauracion borbónica. Por fortuna no tardó en compren-
derse el verdadero uso de aquellas dolosas formas, empleadas
solamente para facilitar el triunfo de la causa filibustera y
no el bien ni la independencia de todos los habitantes de la
grande Antilla; mas no fué tan pronto que dejase de empu-
jar hácia el camino de la desesperacion á muchos de los que,
por sostener á Cuba española, sacrificaban sus bienes y su
reposo en la sangrienta lucha.


¡Quién sabe si tanto las negociaciones de Prim como la
propaganda periodística habrian podido ser, en vez de desas-
trosas, sal variaras, esturliá ndose 'detenidamente la cuestion an-
tes de abordarla! Si en vez de haberse escogido el reprobado
sistema del sospechoso disimulo. se hubiera.n iniciado nego-
ciaciones en el sentido d~ concederles á aquellos habitantes,
partiendo de la b'lse de los vencedores y de las personas de
más responsabi1idad, una especie de gobierno propio, una
autonomía más ó ménos definida, una sancion y derecho en
la influencia política que de hecho disfrutaban desde que la
torpe gobernacion de Dulce mató el principio de autoridad; si
los poderes públicos de la metrópoli hubiesen partido, con
más prevision de la que usaron, de tan conveniente base, ni
la lucha se habría recrudecido despues del decaimiento en
que los insurrectos se encontraban, ni hubiese recibido el go-
bierno español sino muestras de gratitud en vez de manifes-
taciones recelosas. No siguiendo los gobernantes la marcha
que las circunstancias les aconsejaban, retrasaron por mucho




534 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


tiempo la realizacion del hecho, que si en otra época fué in-
oportuno por la falta de una verdadera agrupacíon española,
entónces era indispensable, como lo es hoy y tendrá al fin
que aceptarse si ha de continuar Cuba siendo de España.
Esto 'desgraciadamente va dificultándose cada vez más, y en
peligro está de no conseguirse si los gobiernos radicales con-
tinúan abusando tanto de los sentimientos españoles de 108
antillanos, que con el cansancio acaben por ag'otarlos.


De la actitud de los políticos y de los periodistas peninsu-
lares, se dió conocimiento á Cuba el 18 de marzo por medio
de un telegrama en el que, con expresivas frases se indi-
caban, además de la intemperancia gubernativa que do-
minaba ya por completo al ministro Becerra, las inconve-
niencias de la prensa respeéto del elemento leal de la isla.
Asi que se leyó por las personas puestas al frente de éste, re-
uniéronse en el CASINO ESPAÑOL DE LA HABANA Y acordaron,
en 23 del mismo mes, dirigir al pueblo español en nombre de
todos los' leales de la isla un manifiesto protestando contra
aquella actitud. Y se hizo, y en él, despues de tratar con la
mayor dureza á los esc'l'itores obcecados ó mercenarios que
les impelían á inspirarse solo en el deBpecho, les aseguraban
que nada conseguirían porque «LOS ESPAÑOLES QUE ESTÁN EN
CUBA, decian, PODRÁN SER VENCIDOS; CEDIDOS Ó VENDIDOS, JA-
MÁS: CUBA SERÁ ESPAÑOLA, Ó LA ABANDONAREMOS CONVERTIDA
EN CENIZAS. ¿No era esta evidente prueba de que lo único
conseguido por radicales y periodistas con sus imprudentes
excitaciones, fué hacer absolutamente imposible toda eoneilia-
cíon entre las dos partes contendientes? Bien pronto se de-
mostró esto con las adhesiones de los otros casinos de la isla
que elevaron parecidas protestas á los poderes centrales, re-
uniendo entre todas ellas á los pocos dias más de setenta y
siete mil firmas (39). Aquella explosion patriótic~ contuvo
momentáneamente los funestos planes del apasionado Prim
y logró despertar la perezosa indiferencia del pueblo de la
Península, que desde allí en adelante se dedicó ya áenterarse
y á mirar con algun interés la marcha de los asuntos ultra-
marinos. Indignado tambien, por las inconvenientes califica-




CAPíTULO XI 535


eiones lanzadas en el Parlame~to contra los habitantes de la.
Antilla por el ministro de Ultramar D. Manuel Becerra, el
ilustrado y ferviente defensor de los interes cubanos D. Vi-
cente Vazquez Queipo, publicó con su firma un patriótico es-
crito, rechazando calurosamente que estuviesen los volunta-
rios de la isla conspirando para lanzar á Caballero de Rodas
cual habian depuesto á D. Domingo Dulce; cuyo escrito con-
tribuyó mucho para que el país fuera conociendo y juzgando
á los radicales como merecian (40).


La detencion de unos masones, atrás indicada, se verificó
pocos dias des pues del castigo de Zamora. Enterado el go-
bernad:>r de la Habana de que una log'ia masónica. se ocupa-
ba en celebrar ciertos aparatosos funerales, procedió á su pri-
~ion, siendo encerradas más de cincuenta personas que para el
acto se hallaban reunidas. Las d~ligencias sumarias patlaron
con los presos al alcalde mayol', Ó juez eorretipondiente, quien
acordó la inmediata excarcel'acion de los pretios; pero no con-
formándose el capitan general con tal auto, llam6 á sí la cau-
sa, dispuso que se prendiese de nuevo á los acusados y que
el alcalde mayor fuera tambíen encerrado en el castillo del
Morro, enviándole luego á E,;paña bajo partida de registro.
La medida, que influyó notablemente en la opinion, fué muy
aplaudida en la isla, mai:! no así en la Península, donde los
periódicos de la secta, excitados por los masones laborantes,
suponiendo mason á Caballerv lanzaron sobre él duras ame-
nazas, trascribiendo los artículos del reglamento general ma-
sónico que le condenaban por faltar á juramentos prestados
como hermano (41).


Aprovechando Caballero de Rodas el favorable estarlo de la
{lpinion, y tal vez pOI'librarse un tiempo de lar> molestias que
pudieran resultarle de la actitud poco conveniente de aquellos
jefes voluntarios que no habian accedido de buen grad:¡ á la
ejecucion de Zamora, se dispuso á trasladll.rse á Puerto Prín-
cipe para dirigir las operaciones militares del Camagüey,
cuando ya sabia el buen efecto producido por la presentacion
á las autoridades españolas del general insurrecto D. Napo-
leon Araugo, quien con numeroso séquito é individuos de su




536 LA.S INSUlUmccro::ms EN CUBA.


familia, la verificó en las Minas el 26 de febrero. El mismo
20 de marzo en que aquel caudillo llegó á. la Habana para
presentarse al capitan general, salió éste en su compañía, la
del secretario del gobierno superior, del director del CRONIS-
TA de N ueva-York D. José Ferrer de Couto y de otras perso-
nas para Nuevitas, en la esperanza de que Arango podia co-
operar grandemente al restablecimiento de la paz.


Llegado que hubo el 23 á. Puerto Príncipe publicó, para
atraer á los ilusos, una enérgica proclama, en la que manifes-
taba que si la «clemencia de sus antecesores fué interpretada
»como debilidad,» él no se sentia dispuesto á imitarlos, pues si
respetaria «la vida á los que se pl'esentaran con armas, seria
»inexorable con los que persistiesen en no reconocer á las au-
»toridadef! españolas.» Eficacísimos fueron aquel llamamiento
y la presencia de Caballer~ de Rodas en el Camagüey, y no
fué de menor efecto el manifiesto dirigido á sus compatriotas
por el expresado caudillo cubano D. Napoleon Arango, enca-
reciéndoles la; conveniencia de cesar en la sangrienta lucha
contra el gobierno de la metrópoli, y pintándoles las tenden-
cias y aspiraciones ambiciosas de los jefes insurrectos que,
sólo practicando la más irritante tiranía y sirviéndose del
desman, el atropello, la amenaza y el castigo, conseguian
detener en la manigua á todos los que, seducidos, arrastraban
á su causa. Eutónces desmintió Arango las afirmaciones en-
gañosas del titulado generalísimo Quesada en su famoso IN-
FORME, Y los camagüeyanos empezaron á convencerse de que
era cierta la general ruina, y que de ella se harian cómplices
si no se sometian (42).


La inmediata presentacion de numerosas familias demostró
la eficacia de ambos documentos; lo que unido á la activa
persecucion de las partidas pUl' los 16 batallones que opera-
ban en aquel departamento (43), los cuales causaron más de
quinientos muertos á los rebeldes durante la permanencia del
capitan general en Puerto Príncipe, y en la que se llamó la
campaiia de los cien días; y unido tambbn á la p0lítica atrac-
tiva á la par que vigorosa seguida con constancia, introdujo
el decaimiento en las masas separatistas é hizo creer á mu-




CAPÍTULO Xl 537


chos, y áun decir al mismo Caballero de Rodas al regresar
á la Habana el 2 de julio, que el Camagüey podia considerar-
se ya pacificado .•


Debidas á la estancia de la primera autoridad en Puer-
to Príncipe, fueron tambien indudablemente las importantes
capturas de Goicouria y de los dos Agüero. D. Domingo
Goicouria, el antiguo disidente, amigo de Narciso Lopez y el
promovedor de expediciones filibusteras, entre ellas la del
Lillian y la del Herald de Nassau, desembarcó con el pasa-
je de este buque en Punta Rasa á la vista de Gibara el 9 de
febrero de 1870. Cerca de tres meses llevaba de permanencia
en la manigua, cuando recibió del gobierno de Oéspedes el en-
cargo de desempeñar una comísion en Méjico, y al ir á em-
barcarse fué apresado en Oayo Guajaba el 2 de mayo, por dos
soldados de infantería de marina de la dotacion de nuestro
vapor FERNANDO EL OATÓLICO. Trasladado á Nuevitas y pre-
sentado luego á Oaballero de Rodas, se le condujo para juz-
garle a la Habana, donde existia abierta la causa que se le
formó en 1851 corno cómplice de Narciso Lopez, en la cual
fué sentenciado en rebeldía á h pena de muerte. Oonvicto y
confeso ante el consejo de todo cuanto se le atribuia, y mos-
trándose siempre entero y digno sin alardes provocativos,
oyó Goicouria sin inmutarse la fatal sentencia, y trasladado
en la madrugada del 7 de mayo al castillo del PJ'Íncipe, en
cuyo alrededor se habia levantado el patíbulo, sufrió pocas
horas despues la muerte, en garrote á la edad de 66 años, sin
haberle perm!tido hablar al público, como manifestó en su
último deseo. Los cumpañeros de Goicouria, Gaspar y Diego
Agüero, apresados en Cayo Romano al dia siguiente de la
ejecucion de aquel, sufrieron su mismo suplicio el 14 en la
capital de la isla. Y tambien se aplicó la última ppna en el
corto período de marzo á junio, entre los insurr~ctos notables,
al titlllado coronel Luis de la Maza Arredondo, que invadió la
jurisdiccion de Güines próxima á la Habana el 4 de marzo y
fué fusilado el 10 con su compañero Rafael Fernandez; don
Ricardo Oasanova, fusilado asímismo en los fosos de la Oaba-
ña el 19 de mayo, y D. Osear Oéspedes, sobrino del caudillo




538 LAS INSURREOCIONES EN OUBA.


de la insurreccion, que sufrió igual castigo en Puerto Prín-
cipe e131 del mismo me8.


No obstante todos estos que muchos consideraban como
faustos acontecimientos para la pacificacion de Cuba, la opi-
nion cada vez más exigente no estaba satisfecha. Sabia que
Caballero de Rodas habia dicho al gobierno de Madrid el 3 de
abril que, dispersos los rebeldes, formándose con los presen-
tados, como en Cascorro y Sibanicú, compañías voluntarias
para perseguir á sus antiguos compañeros, y habiéndose em-
barcado Thomas Jordan, que era uno de los temibles caudillos
de la insurreccion, esta estaba moralmente terminada (44);
más á pesar de esto seguía el disgusto, que solo se distrajo un
tanto con las ejecuciones de Goicouria, de los dos hermanos
Agüero y de Casanova.


Murmurábase en la capital porque Caballero de Rodas ha-
bia premiado á D. Napoleon Arango, nombrándole adminis-
trador de bienes embargados en Puerto Príncipe; se murmu-
raba igualmente por lo mucho que le distinguía, lo mismo
qUe á su familia y á las de las cinco importantes personas,
que ellO de abril se dirigieron desde la capital del Cama-
güP,y á sus compatriotas, haciendo un llamamiento para que
se presentaran á disfrutar de los bienes ofrecidos por los hom-
bres de la revolucion de setiembre (45); murmuraban los des-
contentos porque el capitan general repartia á los presentados
terrenos en las zonas militares de Puerto Príncipe, B:lyamo y
otros pueblos, librándoles el primer año de todo tributo y exi-
giéndoles el diezmo en los siguientes (46); y murmuraban,
aunque tambien murmuraron al expedirse el primitivo decreto
en setiembre del año anterior, contra la dispJsicion derogatoria
del dep.)sito 6 responsabilidad de cinco mil duros que, para di-
rigir::;c desie la isla á las pJsesioncs próximas, se exigia á loa
espaiioles de 14 á 40 años.


Ciertamente que poderosos motivos de disgusto no falta-
ban para que la opinion permaneciese inquieta. El consti-
tuyente Diaz Quintero, con más fanatismo y deseo de com-
placer á los laborantes que inteligencia en la::; cosas de
Cuba, injuriaba y calumniaba á los voluntarios hasta el pun-




CAPÍTULO XI 539


to de obligar á poco á todos los de la isla, incluso al general
Caballero, á escribir protestas y á que las mismas Córtes la.
recibiesen de los españoles antillanos (47). Cassius Clay y Ho-
raCÍo Greeley, hacían en los Estados-Unidos un llamamiento
filantrópico en demanda de auxilios para Cuba, y aunque
luego el presidente Grant en su mensaje se declaró hostil á la
eausa cubana, los buenos españoles no podian aún desechar la
mala impresion que la actitud de aquellos políticos les pro-
dujo. Javier Cisneros salia de Nueva-York en el vapor GEOR-
GE B. UPTO:-', con una expedicion filibustera mandada por
Gaspar Betancourt y desembarcada en Punta Brava, entre
Manati y Nuevas Grandes, y porque nuestra cañonera MA-
YARÍ no impidió el desembarco, se mnrmnraba tambien; y
áun se hablaba contra los tribunales militares, sin embargo
de que acababan de sentenciar en 15 de marzo á la última
pena tn rebeldía á Bramosio y á la confiscacion de bienes,
como mas tarde se sentenció á 55 de los principales y más
ricos 1aborantes (48); y se hablaba del capitan general á pe-
llar del decreto expedido en 25 de abril, que era tan represivo
eomo conciliadores habian sido los otros. Cual si las causas
apuntadas no fueran bastantes á provocar manifestaciones
de desagradl), otra mucho más grave acreció notablemente
la desaficion de los defensores de Cuba á los partidos y al go-
bierno de la metrópoli.


Los numerosos amantes de la dinastía caida en setiembre
de 1868, que estaban ya resentidos, aunque "in eX\"l-re"a-rlo,
desde que se expulsó de la isla á D. José Glltierrez de la Vega
en enero; los de la candidatnra del duque de Montpensier, que
iban siendo algunos y los 'pocos carlistas, que eran las tres
tendencias políticas que se manifestaban á la sazon cntre los
que constituian la masa, de los defensores de la integridad
nacional, no pudieron ocultar su disgusto al ver la solucion
de la noche de San José en que, agrupándose los progresis-
tas y demócratas al grito de «radicales á defenderse,» para
desllgarse de los conservadores, no hacian más que retardar
el cumplimiento de los deseos sensatos de cuantos espera-
ban como coronamiento de la revolucion una monarquía




540 LAS INSURRECCIONES EN CUBA.


aceptable. El disgusto de unos y otros se convirtió en congo-
ja al saberse el nombramiento para ministro de Ultramar
del político novel D. Segismundo Moret y Prendergast, re-
-dactor que habia sido del periódico LA Voz DEL SIGLO, fun-
dado por el antiguo reformista D. Nicolás Azcarate (49). Su-
cesor Moret de D. Manuel Becerra, á quien lanzó de su ele-
vada posicion un acto altamente inconveniente en todo polí-
tico que se tiene por sério (50), tomó posesion de su cargo en
3 de abril, y de sus conocidas aficiones reformistas, y de su
poca edad para puesto tan importante, aunque sus facultades
imaginativas le hubieran dado cierto nombre en la exigua
fraccion en que militaba, y de sus aspiraciones de gloria, tan
propias de la juventud soñadora, todos temieron ligerezas pe-
ligrosísimas y tra:::lcendentales que comprometieran la exis-
tencia española de nuestras posesiones ultramarinas. Pronto
se tocaron estos peligros en las reformas, no todas muy me-
ditadas que emprendió, yen el camino seguido, qUiZclS con la
mejor buena fé, para hacer la paz en Cuba; para lo cual se
valió, como mediadores, de antiguos disidentes y áun de los
irreconciliables enemigos de España que habian contribuido
á encender la guerra. No otra cosa significaba la peregrina
mision conferida al citado D. Nicolás Azcarate, de que luego
se hablará, para entenderse con los emigrados de Nueva-
York.


Al verificarse aquel bautizo radical, dirigieron los políti-
cos conservadores á los agrupados, para separarles del mal
sendero en los asuntos ultramarinos, patrióticas exhortaciones
como la que en elocuentes palabras puso de manifiesto el
eminente estadista D. Antonio Oánovas del Castillo, en el dis-
curso que el primer dia de abl'ílpronunció combatiendo el
planteamiento de reformas en Puerto-Rico, mientras Cuba,
que debia recibirlas al mismo tiempo, no estuviese pacificada.
Pero en vez de atenderlas los radicales, alucinados por insensa-
tos ódios y ambiciones ciegas, prefirieron inclinarse á los ele-
mentos ardientes y halagar y facilitarle el triunfo á la dema-
gogia, que acabó al fin por absorberlos. Alentados por esto, y
tan ciegos como los demócratas de la Península sus correligio-




CAPÍTULO XI 541


narios, los jefes más recalcitrantes de los insurrectos de la ma-
nigua no atendieron tampoco los consejos de las autoridades
legítimas, ni los de aquellos que, habiendo sido sus compañe-
ros, les llamaban á la sumision para que terminase la infe-
cunda hecatombe de sangre española. La resistencia de estos
á abandonar su licenciosa vida de los bosques, era tanta como
la de los radicales á desprenderse de sus aficiones á las tUI'bu-
lencias demagógicas; yasífué que á pesar de reconocer algu-
nos la verdad de cuanto Arango y los otros camagüeyanos les
decian, no se decidieron á prescindir de ciertos desórdenes
muy atractivos á la gente intertropical; prefiriendo á los
tranquilos placeres de la paz y de la sociedad española, las
desazones de la existencia desordenada, que daban á conocer
los curiosos escritos recogidos á menudo en los campamentos
y palenques insurrectos. Por ellos se comprendió que una de
las causas más influyentes para retener partidarios alIado de
Céspedes, era el uso de una especie de prostitucion legal, fL
que se daba el nombre de matrimonio civil, muy apreciada
por los modernos siboneyes, que parecian proponerse resb-
blecer paulatinamente las costumbres salvajes, aunque poeti-
zadas, del tiempo de Hatuey, en los -dominios de su movediza
república (51).


A pesar de esto pareció creer Caballero de Rodas, cuando
fué en aumento el número de los presep.tados y aloir sus ri-
sueños cálculos sobre un próximo porvernir, que este podia
considerarse ya asegurado para los españoles; pero si tal
presumía se equivocaba taMo como Dulce se equivocó año y
medio antes. La insurreccion estaba bastante abatida, en
verdad, por las continuas persecuciones y las desavenencias
en los laborantes de Nueva-York, mas no tanto que autori-
zase la creencia que demostró el capitan general al regresar
á la Habana en 6 de julio, fundada en la sinceridad de las
protestas de Arango y de los camagüeyanos sus compa-
ñeros. Sin embargo, Caballero de Rodas no contaba, al que-
rer persuadir con sus apreciaciones, en la existencia de
los Mios latentes, cuya intensidad, aunque no conocida, ha-
bia aumentado con la guerra; ni meditaba en lo difícil que




542 LA.S INSURRECCIONES EN CUBA.


era salvar el abismo que aún separaba á unos y otros de
los que, si reconciliados, no podian olvidar que lucharon
como enemigos; ni hacia merito tampoco de los actos del
gobierno de la metrópoli, que, aconsejado con frecuen"cia por
los laborantes de Madrid, ya cómeteria las torpezas necesa-
rias, para anular todas las ventajas con medidas inconve-
nientes ó eficaces sólo para conmover á los leales y debilitar
su patriotismo.


Pronto conoció por desgracia que con los ministros radica.-
les no era posible hacer la paz en Cuba; indicándoselo asi,
además de la comision confer~Ja al citado Azcárate para ne-
gociar arreglos con los insurrectos, otros hechos que demos-
traban el lamentable desconocimiento que de los asuntos ul-
tramarinos tenia el jóven político Moret. Fue uno de estos el
proyecto iniciado pOl' Becerra y convertido en ley tres meses
despue:; de entrar él en el ministerio; declarando libre el
vientre de las esclavas, libres á los nacidos desde el 17 de
setiembre de 1868, á los que hubieran auxiliado á las tropas
españolas durante la guerra y á los emancipados ó siervos
dependientes del Estado; y obligando tambien á ser libres á
los que tuvieran sesenta años cumplidos á la publicacion de
la ley, á quienes negándoseles en ella el amparo que se les
concedia en las leyes de Indias, se les lanzaba al azar cuando
ya no tenian fuerzas para ganarse la subsi..;tencia (52).


Al recibirse aquella ley, que lo fué con g'ran desagrado, no
por su contenido sino' por ser un principio de las reformas
que en Cuba no se querian hasta despues de hacerse la paz,
se dedicó Caballero de Rodas á dictar, previa audiencia. del
consejo de administracion de la isla, los acuerdos que sin
apartarse del cumplimjento legal fueran pasibles en las con-
diciones en que se encontraban sus gobernados. En cuanto á
la mision de Azcárate, Caballero tuvo que sufrir algunos de
los malos efectos de aquella imprudencia gubernativa, aun-
que no todos por haber ántes dimitido su cargo; pues si bien
aquel comisionado del gobierno de la interinidad llegó á los
Estados-Unidos en setiembre de 1870, los resultados de' sus
gestiones no empezaron verdaderamente á sentirse en Cuba




CAPÍTULO XI 543


hasta principios de enero de 1871 y durante el mando en lit
isla del conde de Valmaseda, en cuyo período se tratará de
aquel ruidoso asunto.


Las complicaciones que con esto se anunciaban, la creencia
de que la insurreccion podia darse por concluida, la política
de la P~nínsula inclinada a reconocer po~ rey á un extran-
jero, como el príncipe de HJhenzollern, que si no lo fué, pro-
dujo en cambio la guerra tan funesta para la. Francia, ó
como D. Amadeo de Saboya, que la aceptó al fin por su des-
gracia, y quizás muy principalmente la!'; disidencias con don
Juan Prim, que no se habian borrado á pesar de no haberle
querido admitir la primera renuncia, le decidieron á Ca-
ballero á reiterar esta de una manera irrevocable. Las cir-
cunstancias por que atravesaba la política española, no eran
ciertamente nada satisfactoria3 p:ll'a ninguno de los hombres
que habian entrado de buena fé en la conspiracion que dió
en setiembre sus ingratos frutos. Tambien esto y tal vez el
deseo de influir en su mejora, la no muy regular ni franca
marcha gubernativa de Prim, la fracasada candidatura real
convenida por los hombres de la revolucion, las violentas y
poco nobles agresiones movidas singularmente contra el du-
que de Montpensier por los que más agradecidos debieran
estarle, quienes fomentaron y condujeron al más lamentable
extremo la animosidad de su desdichado primo el infante
D. Enrique de Borbon, al que mortificaron hasta obligarle á
provocar un duelo á. muerte, no tanto para satisfacer aquel
preparado rencor como las exigencias del partido que le ex-
citaba (53), y el triste espectáculo que los revolucionarios esta--
ban dando al mundo, arrastrando por el suelo la dignidad es-
pañola al ofrecer de córte en córte la corona fundida por los
Reyes Cat{)licos al realizar la union nacionaL .. todo esto y los
desastrosos efectos de la política de los primeros hombres del
movimiento de setiembre, que eran suficientes motivos en
verdad para llenar de indignacion un pecho honrado, impe-
lieron ,á Caballero á separarse inmediatamente de aquellos
hombres, é insistió en su renuncia, en los momentos en que
las huestes francesas y prusianas se' preparaban á ifijal' con




544 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


sangre los límites de sus fronteras, y cuando el príncipe ita-
liano, que por dos veces habia rechazado la corona de España,
se disponia a aceptarla y recibirla de manos de los radicales.


Además, el capitan general empezó á observar ciertas
muestras de desconterito en los que, cuando le vieron volver
del Camagii¡¡y, consideraron un hecho el fin de la guerra, y
emprendieron de nuevo el sistema de las murnlllracione;; al sen-
tir desvanecidas sus esperanzas en la contilluacion del des-
embarco de filibusteros, como los del vapor Salvador, de la
goleta Jessiéy de la Guananani que, como aquel, fué apre-
sada en Cayo RQmano con el titulado representante del Oc-
cidente en la Cámara cllbana Luis de Ayestarán, á quien se
le ejecutó en la capital el 24 de setiembre (54). Estas mues-
tras de descontento se las indicaron tambien los periódicos
anunciando la próxima traslacion al Camagiiey del conde de
Valmasedá, del que se esperaba que así que la Península en-
viai'Oe tropas para abrir la campaña de invierno, daria el golpe
de gracia á la insurrecciono Las alabanzas que con tal moti-
vo se dirigieron al pacificador del departamento Oriental, ve-
nían á ser censuras á la primera autoridad, la que, viendo
otra vez decrecer su prestigio en la opinion, quiso evitar, ya
que por el estado político de la metrópoli nada podia conce-
derla, que aquella tendencia tomase cuerpo, y anllllr;ió su pró-
xima salida de la isla. Al enterarse el público de que el indi-
cado para sucederle, era el antiguo y nunca favorecido can-
didato para la capitanía general de Cuba, D. Fernando
Fernanrlez de Córdova, volvió toda su benevolencia hácia Ca-
ballero de Rodas; pero ya aquella renuncia presentada cua-
tro meses ántes, habia sido aceptada con fecha 26 de noviem-
bre, y aunque no pudo complacer á los que tanto empeño te-
nian en que no les abandonase, les dió la grata noticia de
que el sucesor nombrado por el gobirno era D. Bias de Vi-
llate, conde de Valmaseda (55).


Llamado éste p8r el capitan general á la Habana en 3 de
diciembre, llegó el día 6 y fué recibido con gran entusiasmo
y muestras inequívocas de aquel cariño en tantas formas yen
diferentes ocasiones expresado; dedicándole serenatas, ilumi-




CAPÍTULO XI 545


naciones, y todo aquello que usaba el pueblo de la capital
para demostrar sus grandes afectos.


Unidos todos los jefes de voluntarios obsequiaron á 108
dos generales con un suntuosa banquete de sesenta cubiertos,
el cual tuvo efecto el domingo 11 en la casa que D. Julian
Zulueta poseia en la Calzada Vieja del inmediato pueblo de
Marianao, y á él asistieron, además de aquellos jefes, las pri-
meras autoridades y las personas más notables del partido es-
pañol. Aquel banquete, que vino á representar el de despedida
que se acostumbraba en las entregas de mando, puede decirse
que fué el acto de la posesion de Valmaseda, y así lo compren-
dieron todos al leer sus alocuciones fechadas al si guiente dia
de aquella fiesta, en la que pronunciaron patrióticos brindis
ámbos generales. Aludiendo Caballero de Rodas en el suyo,
quizás recordando los ratos de amargura que ciertas intran-
sigencias le habian hecho sufrir, al decaimiento del principio
de autoridad, recomendó eficazmente su conservacion á los
jefes de voluntarios; encal'Bciéndoles la necesidad de respetar
aquel principio, sin el cual era imposible la salvacion de Cuba
española, y demostrando tambien así, que no habia logrado
restablecerlo tan por completo como se propuso al posesionarse
del mando.


A los cuatro días de aquel banquete y despues de dirigir
las últimas proclamas á los habitantes de la isla, al ejército
y á los voluntarios, se embarcó Caballero de Hodas con su
familia, el secretario Fernandez Duro, el int~ndente Santos,
que al efecto obtuvo licencia para la Península, y algunas
otras personas; despidiéndoles cariñosamente la poblacion de
la H bana. En las proclamas agradecía el general á todas
las clases el apoyo y cooperacion que le habian prestado, para
reconstruir sobre las ruinas cansadas por 103 rebeldes en la
hermosa Cuba; pero nada decia de la conclusion de la lucha
que iba siguiendo, aunque con alternativas, sin muestras de
pr6xilll() fin (56). Tambien el intendente publicó en la GACE-
TA datos que honraban mucho su gestion en la Hacienda cu-
bana; mas no decian que á pesar de aqud10s buenos resulta-
dos oficiales, el estado económico, monetario y de la general


Toyo II 35




546 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


l'iq ueza cada dia era peor. Ciertamente que el Banco Es-
pañol daba un cuarenta por ciento de prima á sus accionis-
tas; pero al mismo tiempo tenían los particulares que com-
prar el oro, á cambio de los billetes de aquel mismo Banco,
á un precio ya muy elevado. Plausible era, sin embargo, la.
asiduidad que representaban aquellas cifras, aunque habria.
sido más satisfactoria si los bienes que el jefJ de Hacienda
demostraba haber aportado al Tesoro, hubieran podido apre-
ciarlos asimismo en sus intereses todas las c ases sociales


I


que, agobiadas por los quebrantos que la guerra les produ-
cia, ya desesperaban de ver al Banco mejorar sus operacio-
nes en favor del público y á la guerra acercarse al término
tantas veces prometido.


No es fácil juzgar aún, ni tiempo para hacerlo con acier-
to, el mando de Caballero de Rodas en Cuba, aunque puede
ya definirse llamándole antemural á insensatas exigencias
españolas y rémora para el desarrollo de la insurreccion se-
paratista. Si no pudo do~inar al cabo eompletamente esta,
ni extirpar las fu~estas prácticas de aquella, las contuvo
hasta donde le fué posible; procediendo en todo con el buen
deseo que se exigia para ejercer el mando donde su antece-
sor fué depuesto. Para combatir á los malos elementos de
Cuba y restablecer el principio de autoridad, sin el cual po-
dia considerarse la isla perdida, ensayó Caballero de Rodas
el sistema conciliativo, hizo uso del de represion, procuró no
abdicar ante el absurdo de las imposiciones, y así pudo atra-
vesar sin gran quebranto, que no hubiera sido extrailo, el año
y medio de un mando casi tan difícil como los ocho meses
que le habian precedido. Para combatir la insurreccion visi-
tó la Villas, dirigió cien dias las operaciones de la guerra en
el Camagüey y aumentó en más de dos_ mil el número de los
embargados; para mejorar el estado del Tesoro aj lIstó em-
préstitos garantidos por el patriotismo español, redujo.gastos
y se dedicó á moralizar la administracion; usó de halagos
con los voluntarios para disminuir los inconvenientes arreba-
tos patrióticos; libertó esclavos y emancipados; y annque no
en todo tuvo la fortuna de usar la más perfecta habilidad, ni




CAPÍTULO Xl


de conseguir 10$ mejorei\ resultados; no debió ser ciertamen~
por falta de buena intencion, sino de tiempos propicios al
desavfollo de ésta..


Caballeoode Rodas fué tal vez débil en ciertas complacen~
eias y concesiones al afecto; -no siempre morigerado y conve~
urente en la expresion de los arrebatos del carácter; fácil y
crédulo en demasía a.lgunas V'eces, cual lo demostró al con'-
ceder al bandido, Cár10s García distinciones inoportunas, y
ganoso siempre como gobernante del aura popular, que jus-
tamente se conquistó en más de una ocasiono Por todo esto,
aunque el mando de aquel general no fuese en todo modelo
de buen tino, lo cual era en verdad muy difícil en circuns-
tancias tan graves como las que atravesó, tampoco fué tan
desastroso que justificase los calumniosos tiros que sus ému-
los le dirigieron, por medio de la prensa laborante, ó de la
que se inspiraba en los resentimientos de algull descontento.


Decidido á conciliar, hiz:) Caballero de Rodas un gran bien
cooperando á la fusion de los dos bandos que iban dividiendo
al elemento leal, el del COMITÉ y el del CASINO; y si fracasó
su prosósito cuando las reuniones de 1869, pudo ya ver en
noviembre de 1870 elegido presidente del CASINO ESPAÑOL DE
LA HABANA al miembro del COMITÉ D. Mamerto Pulido, bor-
rándose así las diferencias entre uno y otro elemento. Final--
mente, Caballero de Rodas sufrió alternativas en el afecto de
sus subordinados, como las tienen todos los gobernantes en
tiempos calamitosos; y si alguna vez estuvo á pllnto de ver
traducirse en manifestaciones más graves la murmuracion
pública, como la simpatía y el desafecto de las masas son tan
movedizos como las invenciones que las producen, consiguió
desvanecer aquellas y conjurar las tcmp'?stade<l, formadas de
ordinario por los impresionables españoles, aunque impelidas
por los hábiles laborantes que las preparaban.


En todos sus actos demostró Caballero de Rodas ser un
perfecto y buen español, y por eso entre todos los militares
que tomaron parte directa en la revolucion de setiembre, ha
sido el único que en Cuba ha dejado buen recuerdo. Caballero
de Rodas supo rechazar, con toda la energía de un carácter




548 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


entero é indignado, las indicaciones poco patrióticas que el
general Prim, su superior en gerarquía militar y política co-
mo ministro de la Guerra y presidente del Consejo de mi-
nistros, le hizo, relativas al abandono de Cuba, cuya conser-
Tacion tanta sangre y tan valioso tesoro costaba ya á los
fervientes defensores de la integridad nacional. Caballero de
Rodas mereció bien de la pátria por accion tan levantada y
lo merec.erá sin duda de la posteridad que aún aprecie cuanto
el cumplimiento del deber tiene de santo.




CAPÍTULO XII.


1. Mando del conde de Valmaseda en Ouba.-Política nacional du-
rante la interinidad.-Exigencias para terminarla.-Succsos que
precipitan su fin.-Situacion política de Prim.-Candidaturas ré-
gias.-Oonsecuencias de la del príncipe Hohenzollern.-Abdica-
cion de doña Isabel n.-Oandidatura definitiva del duque de
Aosta.-Su eleccion.-Estado de la opinion pública.-Asesinato
de Prim.-Proclamacion de D. Amadeo 1.


11. Primer ministerio del nuevo rey.-Política de Valmaseda en
Ouba.-Mision del poeta Zenea.-Su captura y la de la esposa de
Oéspedes.-Opinion pública.-Disidencias entre los laborantes.-
Fusilamiento de Zenes.-La Hacienda en Ouba.-Bienes embar-
gados.-Trabajos electorales.


IIl. Resultados del plan de campaña de Valmaseda.-Expedicion
fracasada en Vuelta-abajo.-Defensa de la torre de Oolon.-Los
insurrectos y los labor:mtes.-Presentaciones.-Juramento de
fidelidad al rey Amadeo.-El obispo de la Habana.-Estado de
los ánimos.-Valmaseda en cam.paña.-La trocha.-Expedicion
venezolana.-Reforma de la instruccion pública.-Política del cs-
pitan general.-Motivos para la exaltacion pública.-Incendia-
rios y deportados á la isla de Pinos.


IV. Sucesos provocados por los estudiantes del primer año de me-
dicina de la Universidad de la Habana. .


V. Ventajas de la permanencia de Valmaseda en campaña.-'El
Oamagüey.-Nuevas proclamas del capitan general.-Su renun-
cia del mando de Ouba.-Oandidatos para reemplazarle.-Gober-
nacíon interina del gene¡'al D. Francisco Oeballos.


1.


Procedente de la escuela liberal conservadora era D. Blall
de Villate, conde de Valmaseda. Por haber ejercido diferen-
tes cargos durante los quince años de su permanencia en la
isla, desde la clase de subalterno á la de teniente general




550 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


que obtuvo allí por sus servicios, y por haber estado al frente
de las tropas y en persecucion de insurrectos desde el tiempo
de Lersundi, hasta su nombramiento en reemplazo de Caba-
llero de Rodas, conocia el conde las cosas y las personas de
Cuba quizás más bien que ninguno de los generales que le
habian precedido, y contaba grandes simpatías en todos los
habitantes, así peninsulares como cubanos, sustentadores del
pabellon de la patria (1).


Su constante campaña y la política agena á todo partido
'lue siguió en el departamento de Oriente, donde estuvo desde
l~ toma de Bayamo, aumentáronle muchoaqllel afecto que en
manifestaciones distintas le demostraron los buenos españo-
les, cuando en los momentos de angustia, por las torpezas de
los primeros gobernantes, solían volver á él los ojos conside-
randole como su única esperanza. Arraigado este sentimien-
to, se hizo firmísimo y general cuando á principios de 1870
declaró oficialmente pacificado aquel territorio, lo que le pro-
dujo fervientes plácemes, a'si por el fausto suceso como ,por
que en las Villas iba haciéndose la conquista de la tranquili-
dad, á pesar de que, dirigidas desgraciadamente 'las tropas
~el Oamagüey por el general Puello, llegaran á abatirse y á
desesperarse por ver de ordinario infructuosos sus esfuer-
zos (2). No era extraño por tanto que la eleccion de Val-
maseda para suceder á Oaballero de Rodas, se recibiese con el
~tusiasmo y las ruidosas muestras de regocijo que quedan
indicadas.


No fueron ménos bien recibidas las alocuciones que con
fecha 12 de diciembre ó sea el dia anterior al de su posesion,
aunque circuladas en la capital despues de embarcarse su
predecesor, dirigió á los habitantes de la isla, excitando el
patriotismo de todos para que contribuyeran á darle acierto y
fuerza en la obra de reintegrar á Cuba su prosperidad, y el
órden alterado por la ambicion y el despecho de los promove-
dores del levantamiento de Yara. A estos l~s ofrecia,oomo en
sus precedentes bandos, pe'l'don!l olvido, si desengañados y ar-
repentidos abjuraban sus errores, y guerra y exterminio á los
que, «constituidos en jefes de una inicua rebeldía, insultaban




CAPÍTULO XII 551


»la bandera que dió á Cuba civilizacion y riqueza y un nOffi-
»bre para ser conocida de la pogteridad.» En las otrasprocla-
mas invitaba á los voluntarios á que continuasen deplegan-
do las virtudes que habian admirado al mundo, y que pres-
cindieran de sus intereses y de su sosiego mientras quedaran
enemigos que vencer; y al ejército 'y armada les excitaba
tambien á que siguiesen como hasta allí siendo dignos hijos
de España y sacrificándose con la misma abnegacion por la
gloria de su nombre (3).


En tanto que Caballero de Rodas cruzaba el Océano con
direccion á la Península y que el conde de Valmaseda, desde
el alto puesto de capitan general á tanta cqsta adquirido, se
disponia á desarrollar su plan de gobierno qU3 todos espera-
ban fuese definitivo y funesto para los insurrectos, estaban
los lloliticos españoles dando los últimos pasos con el objeto
de poner término al período constituyente y coronar la obra
revolucionaria de setiembre de 1868.


La disidencia que en los hombres de esta se produjo, con el
citado discurso que pronunció el ministro de Ultramar Lopez
de Ayala en mayo de 1869, aumentó el brío de los demócra-
tas que, imprudentemente halagados y favorecidos por los
generales revolucionarios, se propusieron separar de la in-
fluencia oficial que lee estorbaba á los unionistas del estado
civil que con sus ideas, su propaganda y su opinion pública
habian eontribuido en primer término á crear aquel órden de
cosas. Para conseguirlo trabajaron activamente las cortas
pero bullidoras huestes democráticas, con la aquiescencia y
apoyo de las dos más notables entid:tdes militares del movi-
miento, cuales eran Serrano y Prim; quienes dirigiéndose por
separado á un fin exclusivo, pretendian utilizar para la ejecu-
cion de sus planes cada uno en provecho propio á aquella
gente turbulenta. El brigadier Topete, que hubiera podido
servir de contrapeso á las encontrfidas tendencias ó de dique
para contener las corrientes revolucionarias desviadas de su
curso, prestándose en el ínterin á ejecutar lo contrario, de lo


que se proponía hacer, cooperó más que nadie, por sobra de
buena Íntencíon ó escasez de criterio político, á que sucediese




todo menos lo que él deseaba y debia naturalmente esperarse,
D, Francisco Serrano estaba, ájuiciode la opinionpública,


estrechamente obligado á segundar las tendencias políticas
del duque de Montpensier; pero si era así, ya fuese por duc-
tilidad de carácter, por conveniencia ó por otras circunstan-
cias, prefirió á los sacrificios que el cumplimiento del compro-


,miso exigian, el acto abnegatorio de dejarse encerrar por Prim
en una jaula de oro, como dijo el diputado Castelar al verifi-
carse la eleccion de Regente del reino. Dirigíase D. Juan Prim
al logro de SU8 planes por varios caminos, que todos conver-
gían á un objetivo, y que se guia ó abandonaba segnn el inte-
rés, la oportunidad y las facilidades de recorrerloB, cuyo
propósito, conocidas su ambicio n y sus tendencias, nadie
dudaba que se redujese á. alzarse el primero entre los hom-
bres de la revolucion, para que el coronamiento ó la última
obra de esta le perteneciera exclusivamente. Y haciendo don
Juan Topete ala¡'des de consecuencia, que se tenian por since-
ras manifestaciones de un carácter honrado, intentó resistir,
y cuando quiso ya no pudo, la osada y deci:;¡iva iniciativa de
Prim, y la inerte indiferencia y conformidad con las glorias
del oropel á que Serrano se acomodaba, dañando, por consi-
guiente, más que favoreciendo á sus fines, las impaciencias
que demostró en aquellos alardes poco hábiles, y hacienu.o de
todo punto infructuosas sus activas gestiones para que no se
olvidase el primitivo programa de la {'evolucion,


Prim obtuvo al cabo el completo triunfo, cuando consiguió
la fusion de los progresistas que en él habían delegado sus
poderes en 1864, y de los demócratas cuya vitalidad, demos-
traba 'en las Constituyentes yen la elaboracion del Código re-
volucionario, vió que podia convenirle. Así se hizo dueño de la
situacion política y civil, como habia procurado hacerse de la
militar, lo cual conHiguió formando durante su permanencia
en el ministerio de la Guerra un ejército enteramente suyo,
aunque por desgracia no muy lleno de moralidad, como se pudo
ver con general escándalo al concederse mandos importantes,
á personas á las quo hubo precision de limpiar préviamen-
te de la nota de criminales. Y pudiendo ya disponer del des-




CAPÍTULO XI[


tino de la revolucion, fue Prim tanteando todos los vados que
le facilitasen vencer las corrientes de los partidos, para reali-
zar las soluciones más conformes y propicias á la satisfaccion
de sus ambiciosos deseos.


Para aparecer obligado sólo á la voluntad nacional, aunque
en secreto pudiera conservar algun vínculo extraño, rompió
entónces públicamente todos los compromisos políticos relati-
vos á la instalacion de la monarquía ó de otro gobierno defi-
nitivo. Requerido por sus antiguos amigos los progresistas
partidarios de la union ibérica, y cuando supo que sus planes
estaban libres de entorpecimientos, gestionó ardorosamente
cerca de D. Fernando de Portugal para que aceptase la coro-
na de Espaua. Para tener á su devocion á los demócratas,
monárquicos por conveniencia, fué aplazando el fin de la in-
terinidad y de::lacreditando la monarquía, ofreciendo la corona
española cual cosa baladí por todos los reinos de Europa.
Tuvo entretenidos tambien á los republical}os para utilizarlos
en el caso de serIe posible ó convenirle ponerse al frente de
una república; mas cuando estos adoptaron como dogma el
sistema federativo y, creyéndose bastante fuertes para vencer.
apelaron al violento uso de las armas, no vaciló tampoco, al
tropezar con aquel obstáculo á /lUS ambiciones, en ponerse de
parte de las clases conservadoras que veian peligrar la so-
ciedad en el triunfo de la demagogia, á la que ametralló en
Cádiz, en Málaga y en Valencia con general aplauso. Prim,
finalmente, sólo por la ambicion inspirado fué atrayéndose
todos los elementos muy favorables, sin desligarse por com-
pleto de los que lo eran ménos, para inclinarse en último ca-
so á aquel que más garantías personales le ofreciese; pero en
estas cábalas, aunque hábiles y secretas, trasparentó alguna
vez sus intenciones más de lo que á un ambicioso convenia,
dando así márgen á desconfianzas y á que su prestigio fuese
poco á poco descendiendo del escabel que se habia for¡;nado.
Entónces empezaron las grandes exigencias para que tuvie:;e
fin el período de interinidad y se entrase francamente de
lleno en la última jornada de la revolucion; y sorprendido á la
mitad de sus trabajos ó escaso de medios para ser un Crom-




554 LAS I~SURR1WCIONES EN CUBA


well, no se atrevió Prim á andar el último paso que su in-
mensa ambicion le exigia.


Aquella debia concluirse dando cumplimiento, con la elec-
cion de un rey, al arto 33 del C6digo monárquico-democrático
de 1.0 de junio de 1869. La gran mayoría de la opinion pú-
blica, que en el aplazamiento de este acto tocaba el probable
y funesto desarrollo de los principios disolventes, excitó á los
poderes revolucionarios para que laConstitucion rigiese en
toda su integridad; y Prim que tenia á mano la solucion lógi-
ca desde un principio, fué á buscar otras más difíciles para
ganar tiempo. Despues de fracasar la candidatura del ex-rey
de Portugal, buscó igual resultado en la del duque de Aosta,
hijo del rey de Italia, en la del príncipe Jorge, hijo del rey de
Sajonia, en la del príncipe Federico Cárlos, sobrino del rey
de Prusia, en la del duque de Génova, sobrino del rey Víctor
Manuel, yen la del veterano general D. Baldomcro Espartero.
Durante la peregrinac ion de emisarios diplomáticoR buscando
rey, en la que el nombre español ganó bien p8CO, los legíti-
mos aspirantes por.el derecho consuetudinario á la corona de
España se recordarontamMen á la nacion. Al escribir Doñ~
IsabelII al Pontífice Pio IX, y enviarle al príncipe D. Al-
fonso con el c::mde de Cheste, para que recibiese la primera
comunion, se dió publicidad á la carta sin durra con este ob-
jeto; cuyo documento tuvo poca 'eficacia por ofrecer en él
aquella angusta señora, abdicar en mejor y más provechosa
ocasion y no hacerlo desde luego (4). D, Cirlos de Borbon y
de Austria, en otra carta dirigida por Aparisi y Gllijarro, con
autorizacion del príncipe, á los periódicDS rdigioso-monár-
quicos de España, en la cual confirmaba que en la bandera
carlista «jamás se e3cribiria la palabra liberalismo,}) se recor-
daba tambien, á la vez que respondia y rechazab3. las bases
para una Constitucion atribuidas á D. Ramon Cabrera, y pu-
blicadas poco ántes en los periódicos (5),.


En esta confusion de aspira~iones y de candidaturas, una
sóla y la primitiva del duque de Montpensier permanecia en
pie el mes de febrero de 1870, aunque se creyese por algunos
abandonada cuando fué al extranjero, de donde regres6




CAPÍTULO XII 555


á principios de marzo. Los enemigos del duque, que eran
gran número de ,progresistas y de demócratas y todos los
ca.distas y republicanol>, se incitaban unos á otrosgalva-
nhando aspiraciones muertas y alentando utopias imposibles
á la sazon, para contrarestar los activos trabajos de los unio-
nistas en favor de la candidatura revolucionaria. En aquel
enardecimiento de pasiones .se excitaron al más alto grado
las del infortunado infante D. Enrique de Borbon, al que, víc-
tima inconsciente de tenebrosos manejos políticos, le tocó ser
elobsta.culo .material para el triunfo de su primo D. Antonio
de Orleans. ,


Publicó al efecto D. Enrique en 7 de marzo un impreso, en
el que inferia al duque de Montpensier .insultos de esos que
solo con sangre se lavan (6). Y así sucedió: en la mañana del
sá.bado 12 de aquel mes tuvo lugar en la dehesa de los Cara-
bancheles un lance de honor entre los dos primos, en el que,
á pesar de las ventajas de la situacion, de la habilidad y de
la primacía del duelo, la fortuna abandonó á D. Enrique, á
quien la bala de la pistola contraria hirió en la frente, deján-
dole muerto en el acto. Los partidarios del duque llamaron á
aquel desenlace un verdadero ({juicio de Dios» (7), y sus ému-
los un «asesinato de honor,» por el cual se formó consejo de
guerra inmediatamente, condenando á Montpensier á un mes
de destierro en punto distante diez leguas de Madrid, y á
una indemnizacion de seis mil duros para la familia del in-
fante (8).


Los que confiaban en la fama de gran tirador de pistola
que tenia éste, viendo frustrados sus propósitos al salir ileso
su contrincante, pretendieron por medio de la prensa imponer
al tribunal sentenciador para que se le arlicaran al duque le-
yes generalmente en desuso en asuntos de este género: los ma-
sones, á cuya secta pertenecia D. Enrique, le dedicaron sun-
tuosas honras fúnebres y una ruidosa manifestacion, para que
redundase en contra de la candidatura conservadora de la re-
volucion (9), y toda la prensa adversaria procuró sacar cuan-
to partido el hecho le proporcionaba, para combatir las pro-
babilidades que aún tenia D. Antonio de Orleans de ascender




556 LM~ INSURRECCIONES EN CUBA.


al trono de España. Tanto consiguieron sus émulos, que aque-
lla candidatura pudo considerarse muerta desde entónces;
pero no con ventaja por cierto para el prestigio de Prim, que
velozmente fué decreciendo eu las masas, cual se vió al dia
siguiente del desafío en que, al tropezar con una manifesta-
cion que se celebraba contra las quintas, fué apedreado en
público y con saña por los republicanos, segun los periódicos
aseguraban.


En aquel acto comprendió ya D. Juan Prim que la base
en que se apoyaba iba faltándole, y para fortalecerla sin
duda, al provocar aquella lucha de moralidad que con el
nombre de BANCO DE PARÍS llevó al Parlameuto, vióse preci-
sado á quemar las naves cuando la. noche de Sau José, para
conocer la actitud y estrechar sus obedientes huestes, dió el
grito de ¡radicales, tÍ d~fenderse! como último esfuerzo para
romper los escasos y débiles vínculos con los conservadores,
y rasgar con inusitado ,descaro los pactos y los compromisos
que con ellos tenia. Con tal ejemplo se creyeron todos autori-
zados para prescindir tambien de los de obediencia, y áun
para faltar á la ley, representada por los que de tal modo ho-
llaban los respetos sociales. Entónces fué cuando los carlis-
tas empezaron á concertarse para di:3putar sus derechos con
las armas; los republicanos federales á servirse del sorteo
para la quinta, promoviendo los lamentables sucesos de Gra-
cia (10), y los conservadores á luchar á todo trance en el
Parlamento, en la prensa y en la opinion para combatir la
interinidad; cometiendo en esto una gran imprudencia, pues
10 era y muy grave en la ocasion en que con sus concesiones
habian fortalecido al adversario, y con su descuido disemina-
do las huestes, debilitado sus ímpetus y perdido favorables
posiciones en el terreno donde debia reñirse la batalla.


Estrechado Prim por los republicanos, que se sublevaban
y le dirigian amenazas sangrientas; por los hombres de los
partidos de oposicion, que sacando á luz sus inconsecuencias
le ridiculizaban ante sus propios amigos (11); por estos \
mismos que le impelian á los cambios, para saciar sus im-
pacientes ansias de adquirir posiciones ó mejorar las que




CAPÍTULO XII 557


disfrutaban, y áun por el general Serrano, que hubo de con-
vencerse al fin de lo muy desairado que era el papel -de Re-
gente sin atribuciones, y de que sin menoscabo de su reputa-
cíon no podia continuar representando lo que carecia de rea-
lidad; movido por todas estas instigaciones, Prim, que dispo-
nía á la sazon como verdadero árbitro de los destinos del
país, se vió obligado á abordar decididamente la cuestion de
monarca y satisfacer á los montpensieristas que, en la fórmu-
la de guerra á la interinidad, interpretaban fielmente las as-
piraciones de la mayoría de los españoles, cansados ya de vivir
en la anarquía mansa, confesada por el ministro D. Nicolás-
María Rivera, y producida por él mismo y por la ineptitud
gubernativa de los hombres de setiembre.


La eleccion de un rey la esperaba ansioso el país para me-
jorar sus asuntos y salir del estado aflictivo en que la nacían
se consumia. Así estrechado por la opinion, escribió cartas el
presidente del Consejo de ministros en 28 de mayo á los di-
putados ausentes, para que se presentaran en Madrid e16 del
próximo junio, é hicieron igual cita cían á sus correligio-
narios los diputados montpensieristas (12). Escribió tambien
Prim á D. Baldomero'Espartero, preguntándole si aceptaria
la corona en el caso de que las Córtes Constituyentes le eli-
giesen; y á este tiempo 38 diputados esparteristas, capitanea-
dos por D. Pascual Madoz, dirigieron á la nacíon un mani-
fiesto recomendando la candidatura régia del viejo duque de
la Victoria, retirado en Logrollo, y celebraron manifestaciones
públicas con este obJeto (l3) ..


Los constituyentes monárquicos anti-interinistas, en nú-
mero de 95, se reunieron en el Senado la noche del 7 de junio
y acordaron acercarse al gobierno para expresarle los deseos
de la Cámara, contrarios á la continuacion de la interini-
dad (14), y al siguiente dia se dirigió ya al Regente del reino,
para su promulgacion, la ley sobre eleccion de monarca, mo-
dificada con el voto particular del diputado Rojo Arias, que
fué la verdadera derrota de la candidatura del duque de
Montpensier, y el motivo de completa ruptur.a entre los unio-
nistas de la revolucion y los genuinos constitucionales de la




558 LAS INSURRECCIONES EN CUilA


legitimidad (15). Hasta entónces no empezó el general Prim
sus gestiones sérias para revolver la cuestion régia, empren-
diéndolas al ruido de la manifestacion antimontpensierista:
que celebraron los republicanos la tarde del domingo 12 (16).


Desechada definitivamente por el gobierno la candidatura
del duque de Montpensier, los partidarios de ésta, que iban to~
cando los efectos de sus impaciencias, quizás se hubieran con-
formado con el establecimiento de la república; pero tenian
dispuesta la opinion de tal manera, que ya no les era posible
volver atrás, y como por otro lado tampoco era fácil una re-
pública unitaria, porque los republicanos en su inmensa ma-
yoría se habian declarado federales, tuvieron aquellos que re-
signarse á acatar los acuerdos del general Primo Entónces
éste para desposeer al duque de Montpensier de los apoyos
que contaba en la opinion, fué mermando la influencia á los
que le eran aficionados, y para anticiparse á las nuevas sim-
patías que pudiera adquirir, se dió gran prisa en presentar un
candid~to que satisficiese las aspiraciones de los constituyen.!.
tes radicales.


Estos se ausentaron de Madrid al terminarse las sesiones
de la segunda legislatura, y usando Prim de la tácita autori-
zacion que tenia para buscar candidato, creyó encontrarlo al
dar los oportunos pasos cerca del príncipe aleman Leopoldo
Hohenzollern Sigmaringen, y como talle presentó á la acep-
tacion del Consejo de ministros, en el celebrado en el sitio de
la Granja á principios de julio bajo la presidencia dell~egen­
te del reino.


Si era cierto que el general Prim, al avistarse con Napo-
leon III el año anterior, cuando las probabilidades ·de triunfo
las tenia la candidatura del duque de Montpensier, oyó del em-
perador de los franceses, muy inclinado á la sazon al prínci-
pe D. Alfonso, que todas las candidaturas las respetaria la
Francia ménos la de un Orleans, indudablemente tomó per-
fecta venganza presentando por candidato á Hohenzollern,
que era tanto como un cassus oelli para el imperio francés,
conocidos los resentimientos que desde la batalla de Sadowa
existian con la Prusia, entónces engrandecida. Así que Na-




CAPíTULO XII 559


palean se. enteró ele aquella condidatura, envió á Prusia
enérgicas notas para que la desbaratase; pero el concte de
Bismark, que solo un motivo esperaba para que las fueffias
del rey Guillermo se midiesen eon las del emperador, en vez
de responder satisfactoriamente, se puso de acuerdo con el
gran estratégico Moltke, para que el poderoso ejército pru-
siano se dispusiera á invadir la Francia, cuya exacta situa-
eion conocia mejor el canciller aleman que el mismo monar-
ca francés.


Al comprender éste las intenciones de la Prusia, acudió á
explorar la voluntad de sus gobernados, que tres meses
ántes le habian asegurado en el trono, ratificando sus· refor--
mas liberales y la legitimidad de su derecho. por medio de un
plebiscito; y aquel pueblo. que desconocía sus verdaderas
fuerzas y aún más las del contrario, cegado por las ánsias de
gloria y confiando quizás con exceso en el ;prestigio del nom-
bre francés, se decidió por la guerra; anunciando con estré-
pito que se iba á Berlin á desvanecer los errores de los atrevi-
dos prusianos, que osaban dudar sobre la intensidad del calor
del corazon de la Europa .. Todas las naciones de esta parte del
mundo se conmovieron al rumor que el movimiento de las
huestes producía. Descendieron los fondos públicos; multipli-
cáronse las notas diplomáticas; se armaron todos los pueblos
ménos el nuestro, que, abrumado por tantas desdichas, espe-
raba con la indiferencia del insensato cuanto pudiera ocurrir;
moviérons.e numerosos emisarios de una á otra córte para evitar
la conflagracion general, y algunos se acercaron al gobierno
de D. Juan Prim para que no siguiese adelante la candidatura
Hohenzollern. Así se verificó retirando su palabra aquei prín-
cipe; pero ya no era tiempo, porque Francia y Prusia nece-
sitaban pelear, y aunque el motivo de la contienda desapare-
ciese, los rivales 110 podian volver atrás, ni una vez sacada la
espada envainarla sin deshonrarse. Siguió por tanto con
grandes brios en una y otra parte aquella sangrienta lucba.
cuyos desastres llora aún hoy la Francia republicana, y la
interinidad continuó tambien como era consiguiente entre
nosotros por el fracaso de la candidatura alemana.




560 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


Pero Prim, despues del inmenso conflicto que habia provoca-
do consciente ó inconscientemente, necesitab:l satisfacer á la
Europa acelerando la eleccion de un rey para España. 'Prim
necesitaba vindicarse ante el mundo, que atribuia á su personal
ambicion el fracaso de todas las candidaturas regias intenta-
das,desde que se hizo la Constitucion revolucionaria dell. o de
junio, y dirigió otra ve¡; sus gestiones cerca del duque de
Aosta, hijo del rey Victor Manuel; cuyo príncipe, segun dijo
el mismo presidente del Consejo en las Constituyentes e13 de
noviembre de 1870, si la primera vez no aceptó la corona que
se le ofrecia, fue su negativa tan bondadosa y tan delicada,
la expresó con frases tan dignas y tan honrosas para Espa-
ña, y los motivos en que la fundaba fueron de taluaturaleza,
que aquella puerta al cerrarse hacia confiar que quedaba en
élisposicion de poder volver á llamar oportunamente en ella.


En tanto que se dirigian las negociaciones cerca del prínci-
pe aleman, publicaron los periódicos la abdicacion que de sus
derechos á la corona fi!'mó doña Isabel Ir el 25 de junio en
favor del príncipe D. Alfonso su hijo (17), cuyo documento
fue ciertamente tardío y extemporáneo, pues ya la opinion,
de ta~ varios modos combatida, estaba falta de unidad y de
fuerzas para luchar ventajosamente contra las múltiples as-
piraciones p::>1íticas. Al mismo tiemp::> tambien los clubs, que
se habian declarado en sesion permanente, incitaban los ins-
tintos revolucionarios de los federales, y los partidarios de
D. Carlos de Borbon levantáronse en armas en varias provin-
cias á la vez, mientras los carlistas de Madrid, atropellados
indignamente por la llamada partida de la p01'?'a, excitaban
la saila popular contra Prim, porque además de aquel medio,
empleó para someterlos otros reprobados en buena ley de
guerra (18).


D2clarados en contra de la interinidad tanto como la opi-
nion pública los políticos que, en vista del fraccionamiento de
la C<Ímara, no desesperaban de que sus propósitos aún preva-
lecieran, sigueron una y otres estrechando al gobierno de
Primo Este, que necesitaba presentar, al abrirse las Constitu-
yentes en primeros de noviembre, un candidato definitivo,




LAS INSURRECCIONES EN CUBA. 561


aceleró las negociaciones en Italia por medio de nuestro re-
presentante Montemar, obtuvo la palabra de aceptacion el 31
de octubre, y propuso en consecuencia á la decision del Par-
lamento el dia 3 de noviembre como conveniente, y no del go-
bierno, sino para salir de la interinidad que á todos abruma-
ba, la candidatura de D. Amadeo de Saboya, duque de Aosta.


Oidas por los constituyentes las manif~staciones de Prim,
al defender su obra, firmaron los republicanos y apoyó el di-
putado D. Emilio Oastelar una proposicion de censura al pre-
sidente del Oonsejo, por las facultades que se habia arrogado
ofreciendo la corona de España á varios candidatos extran-
jeros (19). Protestó tambien el montpensierista D. Antonio de
los Rios y Rosas por haberse puesto á la órden del dia aquel
asunto, que debia discutirse prévia y ámpliamente p~ra no
precipitar una solucion de tal gravedad é importancia. Mas
la suma de votos ministeriales ahogó la voz de ambos elo-
cuentes oradores, si bien en la votacion nominal de esta úl-
tima pudo adivinarse ya quiénes se pondrian alIado del go-
bierno el dia de la eleccioD.


El 16 de noviembre filé el señalado para verificarse ésta.
Moviéronse en tanto, por las diferentes aspiraciones, todos
los resortes oportunos para levantar la opinion de los diputa-
dos y la del público contra la candidatura extranjera y se in-
tentó una ,coalicion entre las fracciones oposicionistas. Parl'l.
destruirla circularon abundantes cartas firmadas por el pre-
sidente de1 Oonsej o, los ministros y otras personas de los par-
tidarios del du que de Aosta (20); y así y con otros halagos se
atrajeron al partido de éste los votos de algunos que, viendo
al único salvador posible de la situacion en el general Prim,
siguieron ciegos sus corrientes quizás sin meditarlo bastante,
arrastrados solo p)r la conveniencia del momento, y sin pen-
sar en el m'lñana. Más de un diputado hubo sin duda que por
satisfacer las exigencias de~ jefe de los radicalé:l faltó á la de
sus comitentes, al tiempo que á las de la patria faltaban to-
do s, desoyénclolas en medio de la confusion promovida por SUB
divi::;lones. ¿No podia acaso disponerse de tiempo p3,ra consul-
tar al país sobre un asunto de tal entidad'? '~'~;~i~~~~'::~~


TOWl Ir a6




5~2 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


Aquello no era extraño ciertamente: en todos los tiempos
históricos han procedido las banderías de la misma manera.
Inconscientes unas veces, apasionadas otras, se han plegado á
los ídolos tenidos por semidioses ántes de profundizar su
esencia, ya se llamasen Napoleon III ó Masaniello, ya fuesen
ini-!pirados por insaciable ambician ó por incurable locura. Y
en verdad que es ésta una de las más graves y peligrosas
manifestaciones en que abundan los partidos llamados radi-
cales ó liberales exagerados, por la que rara vez merecerán
la cooperacion de las personas sensatas, y de la que deben
procurar curarse si no quieren que el nombre de sus agrupa-
ciones de.:;aparezca de los diccionarios políticos.


Aunque hasta el presidente de las Córtes D. Manuel Ruiz
Zorrilla abriese propaganda aostina, al frente del Comité del
distrito de Buenavista reunido en el edificio de la,; Salesas
reales de Madrid, y que otros en diferentes formas y por en-
cargo de Prim fabricasen entusiasmo público, segun la frase
entónces de moda (21), no pudo conseguirse que dejara de
demostrarse contraria á tal candidatura la gran mayoría de
la opinion. Eco de la de su provincia, el sincero diputado cata-
lán Puig y Llagostera contestó á las invitaciones de los pre-
sidentes del Consejo y de la Cámara negándose á asistir á la
constitul:ion definitiva del país, que á su juicio era una far-
sa (22). La grandeza, los políticos notables y el partido con-
servador histórico ó moderado, dirigieron á las Constituyentes
exposiciones protestando contra la candidatura radical (:¿;J);
de los 35 periódicos políticos (24) que se publicaban á la
sazon en Madrid, solo 3 la defendian, 4 estaban á la espec~
tativa y 24 la combatian duramente, y por todas, partes se
dió á conocer el desagrado con que se recibia aquella soluciono


Llegó en esto el dia de la eleccíon: «Madrid ofrecia un as-
»pecto singular. Se .eia por las calles mucha ménos gente
»que de costumbre y se tropezaba con ciertas personas en
»('.uyos rostros se leia visiblemente la preocupacion que a
»todos dominaba.» Esto, que asegura el autor de las lIEMO-
RIAS Dg UN CONSTITUYENTE (25),10 explicaban sin ambajes la
actitud de los republicanos y el bando que se leía en las cS-




CAPÍTULO xn 563


quinas de las calles principales de la capital. Los republica-
nos federales, que acababan de tener una concurridísima re-
union en el Oirco de Price para acordar la línea de conducta
que habia de seguir el partido, si resultaba con mayoría el
duque de Aosta, discutiel'On allí dos proposiciones en las que
tomaron principal parte Paul y Angula, Perez (el Enguerino),
Suñer y Capdevila, Serraclara, García Lopez, Pico Domin-
guez, Sorní, Blanc y otros diputados; y decidiendo que la
Asamblea no tenia facultades para elegir monarca, se propuso
que fueran declarados traidores á la patria los que votasen al
rey extranjero (26). En vista de esta actitud y la de las otras
oposiciones, qn3 en el triunfo del candidato de Prim veian ya
sin porvenir las candidaturas tradicional y legitimista, y tc-
!Jliénjose del estado de los ánimo:; que resultara algun con-
flicto, publicó el gobernador de Madrid con fecha del 15 el
bando que estaba fijado en las esquinas, prohibiendo las re-
uniones al aire libre y especialmente en los alrededores del
palacio de las Córtes, y la formacion en las calles de grupos
que impidieran el tránsito á los ciudadanos (27). Las autori-
dades militares por su parte concentraron tropas. tuvieron á
estas sobre las armas y adoptaron otras precauciones para
evitar que las amenazas de aquellos partidos se convirtieran
en hechos;


Con este aparato de fuerza, que no era en verdad muy
tranql1ilizador ni el más oportuno para elegir un rey lih3ral
democrático, que debia depender del voto popular, se abrió la
agitada sesion del 16 de noviembre de 1870. Los republica-
nos presentaron, por médio del diputado D. Estanislao Figue-
ras, exposiciones contra la candidatura del gobierno; los car-
listas intentaron entorpecer el acto protestando con la voz de
D. Ramon Vinader, quien pidió se leyera ]a cédula de exco-
munion expedida por el Pontífice contra el rey de Italia, pa-
dre del candidato; y otros diputados republicanos trataron
tambien de impedir la eleccion por diferentes medios y acu-
sando al gobierno por las precauciones militares tomadas.
Pero la mayoría con su fuerza numérica se sobrepuso á todas
las reclamaciones de sus contrarios, y acordando, por 127 vo-




564 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


tos contra 2 que se entrase en la órden del dia, empezó la
votacion á las cuatro y siete minutos de la tarde.
, Trescientos once fueron los diputados que en ella tomaron
parte, de los cuales 191 dieron su voto al duque de Aos-
ta, 60 á la república federal, 27 al duque de 'Montpen-
sier, 19 diputados de los conservadores y alfonsinos vot~ron
en blanco, 8 á D. Baldomero Espartero, 3 á la república uni-
taria y 2 al príncipe D. Alfonso, resultando algunos votos
perdidos. Habiendo obtenido por consiguiente el candidato
del gobierno trece votos más de los 173 que formaban la mi-
tad más uno de los diputados que constituian á la sazon el
Parlamento, fué proclamado rey D. Amadeo de Sabaya, por
el presidente de la Cámara á las ;,;iete y media de la noche (28).


Entre los diputados montpensieristas que se tenian por
más decididos, fig'uraba el general Izquierdo, quien en el
acto de la votacion dijo que hasta aquel momento habia sido
partidario de la candidatura del duque de Montpensicr:
«ahora declaro que voto al señor duque de Aostaj» fueron sus
palabras. Los esparteristas que el 30 de mayo ofrecieron sus
votos y empezaron tan ardorosa propaganda en favor del
duque de la Victoria, despues de votar en su mayoría al de
Aosta, escribieron al viejo general explicando su conduc-
ta (29). Y la opinion pública recibió generalmente tan mal
aquellas que llamó inconsecuencias, como el triunfo de la can-
didatura del príncipe italiano, y no protestó ruido,aamente,
por los grandes deseos que tenia de salir de la política de
Prim y de la peligrosa inercia de D. Francisco Serrano,
que consideraba aún más funestas.


Lo mal recibido que fué el definitivo resultado de la cues-
tion régia, se patentizó en Madrid, con la ruidosa manifesta-
cion de los estudiantes verificada el dia 20 (30), yen todas
partes, con los clamores del país expresados por periodistas y
literatos; entre los cuales sólo el poeta D. Manuel del Palacio
tuvo valor entónces de dirigir una epístola laudatoria al du-
que de Aosta (31). No creyendo el regente del reino que de-
bia guardar silencio, en presencia dei poco favorable efecto
que el suceso había producido en el pueblo español, comisionó




CAPÍTULO XII 565


á uno de sus ayudantes para ponerlo en conocimiento del rey
Víctor Manuel, quien no se detuvo por ello, ni por la protes-
ta de la reina doña Isabel que acnbaba de publicarse (32);
alucinado quizás por los artículos que el periódico del ccmde
de Bismark publicó en Berlin, aplaudiendo la madnrez políti-
ca, el patriotismo y el desinterés de las Córtes, del regente,
del presidente del Consejo de ministros y de todos los funcio-
narios y hombres políticos españoles, que á los dos años de la
revolucion habian coronado dignamente el edificio constitu-
cional dando un gran ejemplo de civismo. ¿Cómo no habia
de aplaudir el órgano del canciller aleman la eleccion del
hijo del rey cuya ingratitud y olvido de las batallas de Sol-
ferino y de Magenta, habian facilitado á la Prusia el me-
dio de humillar bajo su planta el orgullo del imperio fran-
cés? (33)


El mismo dia de la votacion fueron elegidos 24 diputados
para ir á Florencia, con el presidente y parte de la mesa de las
Constituyentes, á notificar su eleccion al duque de Aosta. Sa-
lieron los comisionados de Madrid el jueves 24 de noviembre
para embarcarse en Cartagena, donde S3 hallaban al efecto
dispuestas las fragatas NmIANcIA, VITORIA y VILLA DE MA-
DRID al manrlo del ministro de Marina D. José María Beran-
ger. En la capitana, que era esta última, se instaló. el presi-
dente de la Cámara D. Manuel Ruiz Zorrilla, quien en el ban-
quete celebrado á bordo el 26, al que asistieron la comision,
gran número de marinos y las autoridades de Cartagena,
pronunció como brindis un discurso, que tanto era solicitud
al nuevo rey como censura amarga á la política de aquel don
Juan Prim á quien debia la posicion que disfrutaba, quizás
no toda muy merecida (34).


Aquel uiscurso-programa, ó acusacion de su protector an-
te el rey futuro, no parecia pronunciado con otro propósito
que con el de dar la razon á los que diariamente condenaban
la inmoralidad de las altas esferas políticas, y á los impug-
nadores de Prim, y áun á los que le habian amenazado con
castigar ejemplarmente sus ambiciones. La prensa toda se
ocupó muchos dias de un acto político tan peregrino é ines-




566 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


perado y que tan dolorosa impresion debió causar en el ánimo
del presidente del Consejo de ministros.


Mientras la comision se dirigia á Florencia, ocupóse Prim
de intimidar á los provocativos partidos extremos para tener
el órden hecho en la capital á la llegada del rey; pero 108
abusos de los sujetos á quienes pareció encomendar ciertos
delicados y muy reprensibles encargos, en vez de conseguir
los propuestos fines, levantaron indignada la opinion en su
contra. Otro resultado no podia esperarse del escandaloso
atropello cometido en el teatro de CALDERON, al representarse
una noche de los primeros dias de diciembre, la comedia de un
escritor federal, titulada MACARRONINI I, que tenia por objeto
ridiculizar al rey italiano. En aquel ultraje a la ley, que era
reproduccion del intentado asalto en el CASINO CARLISTA por
la partida de la pM'l'a, la noche del asesinato de Azcárraga,
una cuadrilla de hombres, que se creía pertenecer á la misma
misteriosa partida, entró en el teatro, invadió el escenario, y
terminando con alboroto y palos la funcion, hizo comprender
á los actores su propósito de que no volviese á representarse
más aquella comedia, como así sucedió (35).


Con las represiones de este género y otras ejercidas singu-
larmente en los republicanos, adquirieron tal intensidad los
Mios de éstos, que EL COMBATE, su periódico de batalla, de-
nunciado con tanta frecuencia como eran perseguidos sus
redactores, en el número 54 correspondiente a125 de diciem-
bre, víspera del embarco de D. Am:ldeo de Saboya en el puer-
to de Spezzia, anunció el término de su- publicacion; y di-
rigiéndose al pueblo eilpauol, le excitaba diciéndole que,
habiendo llegado la hora de repeler la fuerza, no con la plu-
ma, sino con la fuerza, y encontrándose la pátria en peli-
gro, estaban todos en el deber de apresurarse á salvarla y á
no consentir la humillacion de un tirano extranjero. «Los
»hombres de EL COMBATE irán al combate, decia, porque,
»(mmpliendo con un deber político y de honra nacional, han
»jurado morir como viven, con honra, con dignidad y con
»vergüenza» (36).


Cuarenta y ocho horas despues, á las siete y cuarto de la




CAPÍTULO XII 567


noche del mártes 27, salió D. Juan Prim del Congreso con
direccion al palacio de Buenavista, acompañado de dos de
sus ayudantes, y al desembocar el coche que los conducia
desde la calle del Turco á la de Alcalá, le asaltaron algunos
hombres que con las armas de fuego que llevaban hicieron
algunos disparos, hiriendo gravemente al jefe del gabinete y
á un ayudante. Acostumbrados los delegados de la autori-
dad á presenciar excesos de la partida de la ]Jorra, no acu-
dieron al punto de la alarma con gran prisa ni hasta que se
enteraron del suceso, y los asesinos pudiéronse esconder sin
dejar rastro, porque hasta las huellas de sus pasos las cubrió
la copiosa nevada que estaba cayendo (31). ¡Fatal para el
nombrerepublicacano fué la coincidencia de seguir al ar-
tículo de EL OOMBATE el atentado contra Prim!


Suceso de tal gravedad consternrS profundam'~nte. Aturdi-
dos los soberbios radicales, suplicaron á los unionistas y con-
servadores que les sacaran del apuro, confiándoles por tanto
desde luego la direccion de la política y aceptando á don
Juan Bautista Topete como presidente del gobierno. Al dia
siguiente se presentó y quedó aprobado un proyecto de ley
suspendiendo las garantías constitucionales (38). El alcalde
primero del ayuntamiento de Madrid decretó el desarme de
los republicanos (39). Osados estos cual siempre, hablaron,
por medio del directorio federal, para aconsejar á sus corre-
ligionarios que á las provocaciones del poder respondiesen con
prudente silencio (40). Yen tanto el general Prim se ma-
ria (41), yel duque de Aosta, que h,abia aceptado la corona
el 5 de aquel mes, navegaba á bordo de nuestra gloriosa fra-
gata N UMANCIA por aguas españolas; habiendo fondeado en
Cartagena al dia siguiente de la muerte del conde de Reus, á
quien el destino le negó la satisfaccion de conocer al rey
su favorecido (42).


El duque de Aosta dejó nuestro mejor puerto del Medi-
terráneo el último dia de diciembre, mientras las Córtes se
apresuraban á mitigar el duelo de la familia de D. Juan
Prim con profusas gracias y honores (43). Despues de des-
cansar una noche en Albacete y otra en Aranjuez, llegó á




568 LAS INSURRECCIONES EN (jUBA


Madrid D. Amadeo de Saboya en la mañana del 2 de enero
de 1871 (44), acompañado por el interino presiden te delOollsejo
de ministros D. Juan Bautista Topete; el mismo que en la se-
sion celebrada el 23 de diciembre declaró ante las Córtes
Constituyentes) que para. la revolucion se habia trazado
como derrotero el príncipe que era su candidato para el trono
de España, que habia faltado á la ley militar por aquel com-
promiso, y aunque se hubiese elegido al que pudiera absol-
verle, tenia el formal propósito de no volver'á ejercer mando
y de pedir su retiro al dia siguiente, ántes de que se sentara
en el trono el electo duque de Aosta. Tambien en aquella
ocasion hizo D. Juan Topete, aunque lleno de abncgacion é
inspirado por el más puro patriotismo, lo contrario precisa-
mente de lo que se proponia hacer.


El duque de Aosta entró en Madrid sobre una espesa capa
de hielo: juró Y fué proclamado rey con el nombre de Amadeo 1
por las Córtes Constituyentes: rindió el tributo que debia á
los restos del favorecedor de su candidatura: visitó á la des-
consolada familia del infortunado D. Juan Pl'Ím y recibió en
Palacio á las corporaciones y altos funcionarios del Estado.
El recibimiento que le hicieron los habitantes de la restable-
cida córte de Espaiia fué indiferente, aunque concurrido por
muchoR curiosos, y tan frio como helada estaba la atmósfera;
no pareciendo sino que habia penetrado hasta lo más profun-
do del corazon de los madrileños convertido en fria de muerte,
el triste presentimiento de lo funesto que habia de resultar á
la pátria, y para los principios monárquil\os el fugaz reinado
de aquel jóven temerario.


En los momentos en que estos últimos sucesos ocurrian en
la metrópoli, preparaba el conde de Valmaseda, co!uo capitan
general de Cuba, sus planes estratégicos para dar fin á la
guerra que afligía á la rica Antilla dos años ya, y para
restablecer en ella el órden y la prosperidad de sus más feli-
ces tiempos.




CAPÍTULO Xli 569


n.


Dificilísima fué la posicion en que se colocó el conde de
Valmaseda, al encargarse del mando superior civil y militar
de la isla de Cuba. Las distinciones de que era objeto y el
cariño que de tiempo atrás le manifestaba la mayoría del
partido español, obligábanle en mucho, y más que á ningu-
na otra persona puesta en su lugar, á la reciprocidad de tan
afectuosos s:mtimientos, y á emplear todos los medios y á
consagrar constantes desvelos y hasta su vida, para no des-
truir con una decepcion la gran confianza que la opinion pú-
blica en él tenia. El pacificador del departamento de Oriente
era, en concepto de aquella opinion, el destinado y el único
idóneo para tranquilizar la isla y reconstruir la sociedad cu-
bana; y por tanto no podia considerarse sino muy desventa-
josa la situacion del conde, si la suerte no protegia sus pro-
pósitos ó los fines no correspondian á lo que con anhelo sus
admiradores esperaban.


No poca fué su fortuna cuando al elegir su primer minis-
terio el nuevo rey, se ericar~ó de la cartera de Ultramar uno
de los políticos más simpáticos al elemento leal de las Anti-
llas; de quien podria el general obtener con seguridad todos
los medios, todas las facultades y todo el apoyo que necesita-
se, para hacer la paz y estrechar los vínculos de amor á la
madre pátria áun en los tibios habitantes de la hermosa
Cuba.


Instalado el duque de Aosta en el palacio de los reyes de
España, con el nombre de D. Amadeo 1, y no contando ya
con el jefe y director de los políticos que le habían elegido,
tuvo gran dificultad en nombrar el primer ministerio de su
reinado, lo que pl)r cierto le era dé suma urgencia, porque el
existente á la sazon se formó con la prisa que las circuns-




:>70 LAS INSURREOCIONES EN CUBA


tancias reclamaban al ocurrirle la desgracia a D. Juan Prim,
y no tenia por tanto otro carácter que el de un gobierno pro:'"
visional. Al efecto, y para que sus primeros actos apareciesen
inspirad03 por la idea del mejor acierto; conferenció con los
hombres más importantes de los partidos monárquicos, áun
con los que no le habian votado, para designar en vista de
sus opiniones el jefe del gabinete; y despues de oir á los es-
tadistas D. Francisco Santa Cruz, D. Antonio de los Rios y
Rosas, D. Antonio Oánovas del Oastillo, D. José Olózaga,
D. Manuel Ruiz Zorrilla y el duque de la Torre, le dió á este
el encargo de formar ministerio y presentárselo á su aproba-
Clono


Opartunísimos eran los momentos para que el general Ser-
rano recobrase todas aquellas simpatías que conquistó en AI-
colea, y se habia ya enagenado al admitir y prestarse á re-
presentar el desairado papel de regente del reino. Pero des-
graciadamente las lecciones de la experiencia no hicieron en
él mella alguna; y si en el mes de octubre de 1868 entregó
la gobernacion política á manos que solo podian desvirtuar la
obra de setiembre, en enero de 1871 hizo lo mismo, quizás
sin presumir que de aquel modo mataba tambien la nueva
dinastía. Del ministro que formó unas Oonstituyentes con
numerosos progresistas muy dispuestos á convertirse en ra-
dicales, era lógico esperar que hiciese unas elecciones y
constituyera el primer Parlamento del jóven monarca, con
muchos radicales aptísimos para declararse republicanos en
la primera ocasion en que la conveniencia se ]0 aconsejase.
Oiertamente que despues del atentado de Prim y en el pri-
mer gobierno amadeista, parecía indispensable la concordia
entre todos los elementos revolucionarios; mas no era tanta la
nece~idad de dejar de confiarse la gobernacion á un conserva-
dor, ya que al admitir aquellos hombres el pader a(lq llirian el
compromiso de conservar y arraigar la combatida dinas-
tía saboyana. Esta tuvo la desgracia de que el jefe del ga-
binete no tomara aquello en cuenta, pero en cambio nuestras
posesiones ultramarinas consiguieron la fortuna de que se
encargara del departamento de que dependian, el indicado




CAPÍTULO XII 571


D. Adelardo Lopez de Ayala, que tanto partido contaba y aún
tiene en el elemento leal de las provincias de Ultramar (45).


Tan perfecta garantía, para que su política no fuese con-
trariada, no la hubiera encontrado el conde de Valmaseda en
ningun otro nombramiento. Él, que al posesionarse de la ca-
pitanía general habia expresado al gobierno de la nacían,
por conducto del ministro radical D. Segismundo Moret, que
su programa era «(guerra á los que, levantados en armas, in-
»sultaban á nuéstra nacionalidad, y perdon y templanza para
»aquellos que verdaderamente arrepentidos volvieran al seno
»de la madre pátria,» él, que «en los asuntos de la isla no
»pertenecia á ningun partido, ni profesaba otras doctrinas
»que las que aseg-urasen á España sus posesiones de Ultra-
mar,» interpretaba fiel y exactamente y no hacia sino inspi-
rarse en los propios sentimientos del ministro, que en todas
ocasiones habia dirigido sus trabajos al triunfo de e5tos mis-
mos principios.


Con tan decisivo apoyo, que vió luego patente en la rati-
ficacion del mando de Cuba conferido por su antece.;or, y en
la concesion de las más ámplias facultades extraordinarias,
que desde luego le trasmitió Ayala, se apresuró Valmaseda
á enterarse del estado de la política internacional y d~ los
asuntos económicos, de que dependia en gran parte el éxito
de la guerra; y ya que sobre esta nada tenia que estudiar de
nuevo, empezó sin demora el planteamiento de su sistema de
pacificacion y de reconstrnccion del país. Contando con el fa-
vor de todas las clases del partido leal, no tuvo por el pronto
que distraerse en allanar escabrosidades ni en vencer impa-
ciencias, y lanzado de lleno á gobernar y administrar con
toda la prudente actividad que las circunstancias permitian,
pudo obtener fácilmente resultados muy lisonjeros.


Despues de agradecer al gobierno de la monarquía las de-
ferencias con que le honraba y de ofrecerse á reintegrar y
sostener con todo empeño el principio de autoridad (46), y
así que celebró la coronacion de D. Amadeo 1, con salvas de
artillería y besamanos el dia de REYES y con gran parada
por los cuerpos de voluntarios dos dias despues, dedicóse con




572 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


preferente solicitud á. desarrollar su plan de campaña, á. ad-
quirir medios de nutricion para el enflaquecido Tesoro públi-
co, y á resolver la no poco complicada cuestion que se le
presentó con la captura del poeta cubano D. Juan Clemente
Zenea. Este asunto, que tuvo orígen en un buen deseo del
gobiMno de que formaba parte el ministro Moret, alcanzó un
fin tan funesto como el que suele estar destinado á todas las
acciones trascendentales que no arrancan de un maduro cri-
terio y de una meditacion concienzuda.


El antiguo reformista cubano D. Nicolás Azcárate, recibió
en la primavera de 1870, como otros muchos paisan()s suyos,
una carta fechada el 17 de marzo y dirigida por el presidente
de la Junta cubana de Nueva-York, D. Miguel de AlJama,
rogándole que contribuyese con alguna ofrenda para llevar
adelante la obra de la independencia proclamada por Céspe-
des. A tal peticion contestó Azcárate, que la felicidad de Cu-
ba la de"eaba por los medios que siempre habia defendido, y
no eran otros que el planteamiento de todas las reformas y
libertades compatibles con su estado y exigidas por los tiem-


. pos; pero dentro de la ley, y «abrazados á la España liberal é
»ilustrada que hoy empuja vigoro~amente a la madre patria
»por las sendas de la civilizacion y del progreso,» segun de-
cia en aq uella respuesta (47).


El recibo de dicha carta de Aldama por Azcárate, coinci-
dió con el nombramiento para ministro de Ultramar de don
Segismundo ~10ret, amigo suyo y redactor que habia sido del
periódico LA Voz DEL SIGLO, que aquel dirigió en 1869; yel
contenido d~ ella seria tal vez motivo para que el nuevo esta-
dista, animado por la generosa idea de librar á Cuba de las
calamidades que sufría desde el grito de Yua, propusiese al
gobierno interceder con los jefes del movimiento insurreccio-
nal en favor df' la pa~ . Impelido por este ó por otro móvil el
ministro del gobierno, cuyo jefe habia lamenta10 tanto el
fracaso de las negociaciones iniciadas por el general Dulce,
como las suyas propias seguidas con el plenipotenciario nor-
te-americano MI'. Sickles, autorizó á D. Nicolás Azcárate
para que se acercase á sus antiguos amigos refurmistas, y




CAPÍTULO XII 573


actuales miembros de la junta revolucionaria presidida aún á
la sazon por Aldama, é intentara un arregb que volviese á
Cuba la tranquilidad perdida.


Demostracion clara de la escasez de conocimientos que
respecto de los asuntos ultramarinos tenia el ministro, fué
aquel paso que suponemos tan bien intencionado como juz-
gamos inconveniente. Si el jóven político hubiese estudiado
mejor la cuestion de Cuba ántes de tomar un acuerdo de tal
trascendencia, habria sabido que á fines de 1868 se prestaban
los insurrectos á someterse al conde de Valmaseda, siempre
que se les p~rmitiese la libre salida de la isla, lo que el conde
no pudo desde luego resolver por si (48); y hubiera sabido
tambien que aquellas súplicas no se repitieron más, desbara-
tándose todos los convenios anteriores, así que llegó á la isla
el general Dulce y concedió en enero de 1869 la amnistía ám-
plia que, al traducirla los insurrectos por ruego del gobierno
de la revolucion, les hizo ser muy exigentes, convirtiéndo-
les en seguida de humildes solicitadores en soberbios solici-
tados. Si el mini8tro se hubiese fijado en los antecedentes que
existían en su departamento, habria aprendido que aquell:}R
americanos traducen generalmente la benevolencia oficial por
signos de debilidad, y hubiese quizás procedido de otra ma-
nera, apresurándose ménos. Pero exaltada su imaginacion ya
fogosa, y seducido y esperanzado con llevarse la gloria de la
pacificacion de la grande Antilla, ni se impuso, ni pensó en
nada de esto ántes de conferir á Azcárate un encargo que, sa-
liendo mal retardaba en mucho el fin de la guerra, y salien-
do bien, dado el estado de los ánimos y conocido el grado de
los ódios, convertia á Cuba en ruinas.


Competentemente acreditado, y con plena autorizacion y
recomendaciones del ministro para nuestro representante en
Washington, llegó D. Nicolás Azcárate en el otoño de 1870
á los Estados-Unidos, donde ya conocian el objeto de su via-
je, segun aseguraban las correspondencias de aquella repú-
blica, el hijo político de Mr. Fish y abogado de la legacion
de España en Washington Mr. Webster y el titulado agente
de un alto personaje del gobierno de la regencia, Mr. Paul




574 LAS INSURRECCIONES E~ CUBA


S. Forbes (49). Alli se avistó, entre los miembros de la Junta·
revolucionaria, eon el agente del gobierno republicano de
Ouba, D. José Manuel Mestre, quien al reconocer en Azcára-
te un comisionado, semioficial, del gobierno español (50),
le manifestó que aquella delegacion no tenia poder ni ins-
trucciones bastantes del presidente Céspedes, para tratar
asuntos relativos al sometimiento de los que peleaban en los
campos de la isla, ni para hacer arreglos ó seguir negocia-
ciones dirigidas á terminar la lucha (51).


Para obviar esto se buscó persona que quisiera trasladarse
al campamento d)l jefe de la insurreccion, y habiéndose pres-
tado á desempeñar este cometido el poeta D. Juan Clemente
Zenea, recibió de Aldama y de Mestre simples y lacónicas
cartas recomendatorias (52) y se embarcó para Nassau e15
de diciembre, acompañado de otros dos cubanos; trasladándo-
se luego á Cuba y ante Céspedes para tratar con él, á quien
implícitamente se le consideraba así beligerante, de las bases
para hacerse la paz con España. Garantido iba el emisario,
para el buen desempeño de la comision, por un resguardo ó
salvoconducto de nuestro representante en Washington, en
el cual, autorizado por el gobierno del regente y en noml)re
de S. A., ó sea de la nacion española, se mandaba á todas
las autoridades de mar y tierra y á los voluntarios de Cuba
que dejasen libre el paso á D. Juan Clemente Zenea, para
que pudiese entrar y salir de la isla por el punto de su elec-
cion y en la forma que creyese conveniente.


Corto tiempo permaneció Zenea al lado de Céspedes, yen
él, segun aseveracion de éste, «no hizo más que acreditar su
»decision é interés por la independencia de Cuba;» y así que
el flobiM'no de les insurrectos hubo formulado sus instruccio-
nes y las respuestas que debían entregarse á la Junta de
N ueva-York y á los comisionados españoles, se preparó el
emisario para regresar á los Estados-Unidos en compañía de
la tercer esposa de Céspedes, doña Ana Quesada, hermana
del cabecilla de este apellido. En la Guanaja e:->p'raban bu-
que para efectuarlo, cuando una y otro, y algunos insurrec-
tos, fueron apresados por tropas de la division del brigadier




CAPÍTULO XII 575


Chinchilla mandadas por el teniente coronel Bergel, en los
primeros dias de enero de 187l.


Conducido Zenea á Puerto Príncipe, hubiera quizás sufrido
luego la última pena á que estaba condenado desde 1853, á
no habérsele encontrado el salvoconducto de nuestro repre-
sentante en Washington. Y como al propio tiempo se le ha-
llaron las instrucciones de Céspedes para Aldama y Mestre,
«cartas violentas y calumniosas contra España, y despachos
»en blanco para nombramientos de embajadores en las repú-
»blicas de América y Francia;» viéndose que como mensajero
de paz habia faltado á sus sagrados deberes, convirtiéndose
en agente de rebeldes, y que era gravísimo el caso que su
captura representaba, las autoridades del Camagüey remi-
tieron á Zenca á la capital, donde quedó incomunicarlo en la
fortaleza de la Cabaña. Trasladada tambien á la Habana la
esposa de Céspedes, permaneció en la casa de Beneficencia
atendida y considerada hasta el 12 de enero, que se la dis-
puso pasaje para dirigirse á Nueva-York.


Perplejo se encontró el conde de Valmaseda en presencia
de a'luel suceso. Veia en Zenea un comisionado del gobierno
español para gestionar la terminacion de la guerra, que con
tal carácter y escudado con garantías de inviolabilidad, se
prestaba. á desempeñar encargos de los insurrectos contra el
poderdante. «Lo cual es muy comun en la clase de enemigos
»qlle combatimOfoi,» decia el conde al dar cnenta al gobierno
del asunto, «pues con hipócrita sonrisa unas veces, con lá-
»grimas de cocodrilo las otras, se acercan á nosDtros anate-
»matizando las infamias de sus conciudadanos, brindándonos
»SUS servicios para trabajar por la paz que ha de reconstituir
»y devolver la riqueza á este país; se acercan hasta donde
»les es dable á la autoridad para sorprender si es posible al-
»guna disposicion que les atañe ó interesa, y cuando más
»confianza tenemos en ellos, cuando más leales los creernos,
»se quitan la careta mofándose de nuestra nobleza, que ellos
»no saben apreciar y consideran como nuestra creduli-
»dacl» (53). No encontrando el conde en la secretaría del go-
bierno antecedentes sobre la mision de Zenea, acudió á nues-




576 LAS INSURRECCIONES EN CUBA.


tro representante en los Estados-Unidos, de cuyas respuestas
dedujo que debian existir; pero en tanto y para contener á 1&
opinion que, conociendo las creencias del poeta y su marcada
q.eslealtad. á España en todos los movimientos revoluciona-
ríos por que había atravesado la isla, exigía un ejemplar cas-
tigo, sujetó Valmaseda al preso al procedimiento de un fiscal
entendido hasta que el gobierno le ayudase á salir de aquella
dífícil sítuacíon.


Mas este, para que aquella fuese áun más enojosa, en-
cargó entónces á la primera autoridad de Cuba que desmin-
tiese lo que el SUN de Nueva-York y otros periódicos de la
república decian sobre la mision confiada á Azcarate por el
ministro Moret (54), lo cual y la carencia de antecedentes
oficiales, movieron doblemente al conde á procurar adquirir la
más completa y minuciosa averiguacion de la conducta de
Zenea; juzgándola muy necesaria é indispensable, para con-
tener como gobernante la exaltacion del patriotismo, que se
habia ya manifestado imponente despues de la benevolencia
usada cpu la esposa de Céspedes. El capitan general necesi-.
taba, para conservar ileso el principio de autoridad, conven-
cer con sus hechos á la opinion de que se cumpliría la justicia
sin contemplaciones, y á esta pauta adaptó su conducta en
tales circunstancias.


Conocida la detencion de Zenea, regresó Azcárate á Ma-
drid, y el gobierno de la metrópoli, diferente del que le comi-
sionó, aunque en él figuraba aún D. Segismundo Moret,
como ministro de Hacienda, quiso impedir que un tribunal
decidiese de la suerte de aquel emisario; pero se contuvo ante
la actitud de los habitantes de Cuba, y las pruebas de crimi-
nalidad que contra el detenido resultaban y el convencimien-
to moral en todo el mundo de que Zenea había sido doblemen-
te traídor (55); esperando por tanto la terminacion de la cau-
sa y á que el capitangeneral sometiese á su aprobacion la
sentencia, pRra tomar un acuerdo definitivo.


Las negociaciones de Z:mea se atribuyeron por los labo-
rantes de N ueva-York á un acto de traicion de Mestre y Al-
dama, quienes por aquella actitud de sus partidarios y por la




CAPÍTULO XII 577


de la esposa dé) C~spedes en la reunion celebrada por la Liga
de las hijas de (juba e14 de marzo de 1871, se vieron obli-
gados á rlin;itir sus cargos de agentes de la república cubana
qne ejercian (56). El caudillo de los insurrectos rogó á Alda-
ma que d~si"ti'~se de su pensamiento (57); mas nada pudo
conseguir del que veía minar su influencia por los aficionados
á Quesada, que en tolas formas le zaherian y desprestigiaban.
Entónc3il fue cuando entre las asociaciones organizadas en
los Estados U nidos con emigrados de Cuba, la que tenia por
título Sociedad de artesanos cubanos declaró traidores á la
patria á D. José Manuel Mestre, D. José Antonio Echeverria
y D. Miguel Aldama (58), y tambien fué cuando eiltos enco-
mendaron los asuntos de la ex.-agencia á la comision ejecu-
tiva de la Sociedad auxiliadora de la independencia de Ouba
compuesta de los ciudadanos Félix Fuentes. Pedro Martín
Rivero y José María Mayorga (59).


A e"te tiempo terminó la causa formada á Zenea, cuyo fin
se detuvo pOI' lafbmora en despacharse los exhortos remitidos
á Washiw.;ton, y viendo el gobierno en e11a que no podia
prescindIr de castigar la infidelidad del emisario, autorizó la
ejecncion de la sentencia. que Ítlé cumplida en. los fosos de la
Cabaua á las siete de la mañana del 25 de agosto; sufriéndola
el reo entero y resignado, despues de a.3'radec~r el trato que
habia r2cibi lo durante su larga prision (60) y de suplicar y
conseguir qne para el fusilamiento se le dispmsara de arro-
dillarse, por impedírselo, segun dijo, una úlcera que tenia en
la rorlilla.


Mucho se aprovecharon de la ejecucion de Zeuea los pe-
riódicos de Madrirl, poco afectos al gobierno bajo cuyo mando
se le capturó y no m uy amigos del conde de Valmaseda y de
los voluntarios de Cuba, para atacarlos tan dnra como injus-
tamente. LA CONSTITUCION sobre todo, que dirigia Azcárate,
y EL UNIVRRSA.L, que tenia afecciones c::m los labClrantes, 'es-
cl'iLieron más de un artículo condenando el hecho y enalte-
ciend.o al (lue presentaban como víctima inocente; cuyns er-
rores tuvo qne desvanecer LA INTEGRIDAD NACIONAL, dirigido
por el ya citad.o cnbano D. Antonio G. Llorentc, quien de-


'fOMO II :37




578 LAS INSURRECCIONES EN CUB-~


fendiendo á los leales de Cuba, con tal violencia acusados,
puso en su lugar la verdad de las cosas para que la opinion
formase exacto juicio (61).


Para contener las escisiones de los laborantes emigrados
en los Estados-Unidos, acrecidas y agriadas con la renuncia
de Aldama, admitió Céspedes á éste y á Mestre la que hicie-
ron de sus cargos, y para que les reemplazaran y representa-
sen legítimamente los intereses cubanos, de los que se atri-
buia D. Manuel Quesada ser el más celo::lo defensor, envió el
caudillo insurrecto á Nueva-York al que desempeiiaba la
vicepresidencia en su movediza república, D. Francisco Vi-
cente Aguilera, y al secretario de Relaciones extranjeras don
Ramon de Céspedes. A pesar de su alta rcpresentacion en la
causa separati::lta, no pudieron estos por el pronto reducir á
su obediencia á Quesada, quien para eludirla y continuar
perturbando, les respondió «q ne no tenia noticia de que hu-
»biera terminado aún su mision allí,» que no era otra, segun
las apariencias, que la de hacer política propia hasta con
grave daño de sus intereses separatistas. Tampoco pudieron
los delegados restablecer el órden en las filas de los inobe-
dientes laborantes, sujetos en muchas ocasiones á los acuer-
dos de la Liga de las hijas de 01tba, y á la voluntad de su
más bulliciosa partidaria, y comtante bordadora de banderas
para los insurrectos, la ciudadana Emilia Casanova de Villa-
verde" (62).


En tanto que los procedimientos contra Zenea seguian, y
los jefes de los rebeldes y los laborantes preparaban estos es-
pectáculos tan perjudiciales á su causa, dirigióse Valmaseda
á los insurrectos en una alocucÍon fechada en 15 de enero,
concediendo indulto de la vida á todos los que se presentaran
:'L las autoridades españolas ántes del 15 de febrero (63); y se
Ileclicó tambien á acelerar l,as soluciones para el arreglo de la
Hacienda, cuya grave situacion se complicaba por momentos,


/ y á plantear la cuestion electoral con el objeto de que á las
primeras Córtes del nuevo rey a~istieran diputados cubanos.


El intendente Santos, pretendió durante su administracion,
auimado del mejor deseo, aliviar las cargas de aquel Tesoro, y




CAPÍTULO XII 579


no pudo conseguir en premio á sus desvelos que fueran estos
coronados por el éxito tan perfectamente como se proponia.
Formó los presupuestos, haciendo en sus gastos reducciones
importantes en el capítulo del peri30nal S')bre todo; dió á la
gestion administrativa de los bienes embargados la organi-
zacion que tuvo por más acertada: procuró suplir los ingre-
sos que, al suprimirse las contribuciones decretadas en 1867
redujeron en mucho los medios de la HR.cienda, con otros ar-
bitrios difíciles de realizar, como lo eran muchos á la sazon
por el estado general (lel país; y procuró que las aduanas
diesen el completo de la recaudacion que el movimiento mer-
cantil hacia esperar, estableciendo al efecto y para combatir
el fraude las comisiones devigilancia, autorizadas ya en 1822,
en 1825 y posteriormente en 1841, que fueron las épocas en
que la prevaricacion tomó proporciones alarmantes. Pero no
logrando con todo obtener que el déficit disminuyese, tuvo
qlle recurrir al empréstito, cuyas facilidades en usar de este
recurso hicieron, que la deuda de catorce millones de duros
que la Hacienda tenia con el Banco español de la Habana al
empezar la guerra, hubiese duplicado cuando dejó el mando
de Cuba D. Antonio Caballero de Rodas y con él pasó á la
Península aquel intendente. Este jefe de Hacienda hizo'
cuanto pudo para mejorar aquella situacion, para saciar las
exig~ncias de una administracion militar que la agravaba
por momentos y para atender á las múltiples nece:5idades de
la guerra, y apenas le fué dable reducir el desarrollo del
mal y contener las irregularidades nacidas en administra-
ciones anteriores.


El ministro de Ultramar, D. Segismundo :M:oret, que co-
mo buen economista no comprendia la existencia social sin
las reDJrmaS continuas, d2cretó en setiembre y octubre d(~
1870 disposiciones organizando la administracion económica
y la contabilidad de Ultramar; medida que en tiempos nor-
males hubiera tal vez producido algun bien, pero que en el
estado actual de Cuba, donde lo que sobraban eran legisla-
ciones para administrar el poco efdctivo que el Tesoro iba.
¡'ecibiendo, no podia producir sino perturbacioll y entorpeci-
~_'I!::¡'., /~~~ .


. "~~ .... ''\t,.,, ""
. /0T , J;': '.,




580 LAS INSURRECCIONES EN CUBA.


mientos en el sistema á que los jefes de Hacienda habian aco-
modado sus planes. Al intendente Santos no le afect6 mueho
aq uella ref0rma por haber cesado á poco de recibirse en la
isla, pero sí á su sucesor D. Joaquin Manuel de Alba, que se
posesionó á fines de febrero de 1871. No más afortunado éste
que su antecesor, y áun méllOS en muchos casos, tuvo que
aumentar el impuesto destinado á los gastos de guerra y
acudir tambien al empréstito, 6 sea al sistema de autorizar
al Banco á emitir billetes y acrecer las proporciones de su
cuenta corriente con la Hacienda (64).


Para normalizar de una vez la de Cuba y precaver los ma-
les de la desastrosa crÍsis monetaria, quese dibujaba ya dis-
tintamente en el horizonte financiero, presentó el ministro
Moret á las C6rtes Constituyentes un proyecto de empréstito
de cuarenta millones de pesos, que eran los que se necesi-
taban para pagar deudas y cubrir las atenciones corrien-
tes (65). El proyecto no llegó á ser ley, quizás por la oposi-
cion de la prensa que dispuso muy desfavorablemente el áni-
mo de la Cámara, y continuó por tanto la deuda siendo cada
vez mayor y el estado del Tesoro muy comprometido.


Dicho queda que las estrecheces de éste procedian de la
expedici;:¡n á Méjico y de la guerra de Santo Domingo. La
deuda creada por aq uellas aventuras aumentó con el descen-
so en los rendimientos al fisco, y cuando esta baja fué ya
muy considerable obligó al gobierno á arbitrar recursos ex-
traordinarios y á convertir en su cajero al Banco espauol de
la Haballa, que se hizo cargo de los valores de la Hacienda y
áun del pago de ciertas obligaciones, al autorizársele para
emitir billetes por grandes valores y para limitar el cambio
diario. Aunque al darse el grito insurreccional en Yara era ya
el Banco acreedor de la Hacienda, por didl0S catorce millones
próximamente, no se resinti6, sin embargo, la confianza
en los mercados ni se experimentaron los graves conflictos de
una situacion apurada.


A poco empeor6 el estado del Tesoro oon los gastos ex-
orbitantes de la guerra; y como vivian en estrecho enlace
los intereses generales con los particulares y no podian des-




CAPÍTULO XII 581


atenderse aquellos sin que estos padecieran, se reunieron en
juntas los primeros contribuyentes, animados además del ma-
yor patriotismo, y facilitaron la re,tlizacion de nuevos contra-
tos con aquel establecimiento de crédito, ofreciéndole para su
reintegro los productos del subsidio extraordinario de guerra
creado para cubrir las atenciones de esta, y autorizándole
para "que continuase emitiendo billetes por cantidades extra-
ordinarias. Natural era que esto aumentase el valor de las
acciones del Banco.


Al verse que la situacion no presentaba probabilidades de
mejoría ni la guerra indicios de próximo término, fué cuan-
do el ministro de Ultramar trató de consolidar la deuda, ya
por medio de una emision de billetes del Tesoro que amorti-
zase los que el Banco habia emitido por extraordinario, ó ya
contratando un empréstito ú ofreciendo títulos de la deuda
con interés, amortizables en períodos fijos y cantidades deter-
minadas. Pef'O habiéndose resistido el Parlamento español á
convArtir en ley aquel proyecto, como queda indicado, trató
el primar mini:stro de Ultramar del rey D. Amadeo de servirse,
como base de operaciones financieras, del valor y productos de
los bienes embargados. Para desentrañar la verdad sobre asun-
to tan importante y partiendo de las ideas incitadas por su
antecesor en las citadas disposiciones de setiembre y octubre,
expidió los decretos é instruccion de 25 de marzo de 1871,
creando una administracion especial para aquellos bienes y
todos los del Estado, encargada de incautarse de ellos é in-
ventariarlos para proceder á su arrendamiento Ó á lo que más
conviniese (66).


Un dia despues de la fecha de esta legislacion, que mereció
el público aplauso, el capitan general de la grande Antilla,
sin tener conocimiento oficial de aquella, dictó otra en ob~er­
vancia de las disposiciones adrninültrativas de D. Segismun-
do Moret. En ella ordenaba la incautacion por la Hacienda
de los bienes embargados, ~stablecia una administracion
lllUy parecida á la que el consejo creado por D. Domingo
Dulce en 17 de abril de 1869 siguió, se limitaban las faculta-
des de este conspjo y aumentábase el personal para las ofici-




582 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


nas; cuyos gastos se presuponian en .ciento cuarenta y cinco
mil duros anuales. El acuerdo tomado por la primera autori-
dad de Cuba, en uso de las facultades extraordinarias que le
estaban conferidas, no pudo aprobarse por estar ya en camino
las disposiciones del rnini:'\tro; pero fué rémora sin duda que
impidió el desarrollo del plan del gobierno y el cump1imiento
de los decretos de marzo, que no lo tuvieron hasta el 31 de
julio. Ilusorios resultaron por tanto todos los trabajos del mi-
nistro Ayala, para fundar sobre aquel propósito un desahoga-
do porvenir á la Hacienda de Cuba (67).


Tan completamente infructuosos fueron, que el sucesor y
patrocinado de Ayala (68) D. Tomás Mosquera, político nue-
vo, ageno á los conocimientos ultramarinos y poco práctico
en los administrativos, empezó Sil corta vida de ministr0 su-
primiendo el negociado que en el departamento de Ultramar
se creó para los bienes embargados; abandonándolos por con-
siguiente de hecho á su primitiva administracion. No extraño,
sino bastante lógico era esto, y muy conforme en un todo con
el sistema radical en cuyo bando militaba el favorecido polí-
tico. Aquel bando tan desgraciado en todas las manifestacio-
nes de su patriotismo, era simpatizador público de los labo-
rantes cubanos, y no admitia naturalmente en sus principios
la aplicacion de una política tan española como los tiempos
exigian. Abandonó por tanto el importantísimo asunto de los
embargos á sí propio, desvaneciendo las esperanzas del país,
que creia tener derecho á enterarse de la exacta riqueza que
representaban los 3.928 embargados que en agosto de 1871
existian, la cual calculaban algunas publicaciones de la isla
que ascendia á más de' 120 millones de duros.


Segundando tácitamente los pJlíticos radicales, la marcha
que les convenia seguir á los que con pocas ventajas para el
Tesoro habian creado intereses á la sombra de aquellos bienes,
comprometieron en alto grado el porvenir de Cuba, no solo
impidiendo el arreglo de su Hacienda, que ni alivios encon-
traba ya en los recargos sobre importacion y exportacion,
consumo dé carnes, subsidio y otros recientemente impues-
tos, ni en ~l patriotismo español, nunca remiso, sino alentan-




CAPÍTULO XII 583


do á los enemigos de la patria, y promoviendo mayor excita-
cion en los defensores de la integridad, que iban conociendo
las creencias funestas de aquellos monárquicos temporales.


Los expeiientes sobre desembarg0 de bienes, aC,erca de los
cuales habia ya legislaio el conde de Valmaseda (69); los
relativos á indemnizacion que se presentaban plenamente
justificados (70), y la formacion de los in ventaríos "tan pracisos
para resolver futuras reclamaciones, qne tantos conflictos
han de producir, todo se paraliz6 ent6nces, causando esto un
efecto desastroso en Cllantos esperaban de los gobiernos de la
monarquía una política séria, y no veian más que repeticiones
de la algarada funestísima para la patria, con que se des-
prestigiaba á España, en muchos de los hombres nacidos
á la vida pública por la revolucioll de setiembre.


A la vez que á los asuntos económicos, se dedic6 Valmaseda
á preparar los electorales, siguiendo las indicaciones del go-
bierno de la metr6poli, que pretendia ver asistir á los repre-
sentantes de Cuba como á los de Puerto-Rico en el primer
Parlamento del rq D. Amadeo. Dispuso a.l efecto la forma-
cion de las listas y anim6 á los electores para que empezaran
á designar los candidatos, llegando á creer durante los tra-
bajos preliminares que la e~ision del sufragio se verificaria
con órden y sin peligro de disturbios. Como en los primeros
meses del mando de Valmase:ia, prevaleció el buen sentido en
el partido español de la isla y existia en él bastante unidad
de miras, le di6 estas seguridades al gobierno; manifestándole
además que abrigaba la esperanza de obtener una acertada
eleccion, á pesar de los numerosos pretendientes que habia á.
las candidaturas, entre los ctl:11es estaba decidido á recomen-
dar solamente los que, reuniendo honradez, probidad, des-
ahogada posicion y sentimientos conservadores, poseyeran
conocimientos especiales de las necesidades del país.


Aunque el sistema de representarse la colonia en la me-
trópoli no sea un bien reconocido hasta ahora, ni recomenda-
do por sus efectos, quiz~s lo hubiera sirIo ent6ncei para sofo-
car ciertas malas aspiraciones, si prescindiendo los habitan-
tes de Cuba de las flaquezas del amor propio, hubieran envia-




584 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


do á las Cámaras los diputados y senadores no escasos en nú-
mero que les correspondian. Tal vez su presencia habria
evitado soluciones muy perjudiciales á la vida de nuestras
Antillas; pero como vieron, los que lamentaban la abundancia
de lo~ no muy acordes caneliclato:3, que para conseguir aque-
llas ventajas, solo imaginarias, habrian de pasar losespal101es
por los trastornos que precAden á toda eleccion, y exponerse
por tanto á lo:> peiigros de un rompimiento eutr;; los hombres
del elemento leal, que tan funestas consecuencias pudiera
traer, midieron éstos el pro y el contra ele una y otra :>olucion,
y encontrando rmís perdidas que ventajas en un cambio de
sistema tan trascendental, acordaron mantener el stat1~ qlW
mientras la guerra no terminase.


Con ta,l acuerdo perdió sin duda Cuba la oportunidad de
arreglar sns asuntos económicos, y dió por consiguiente vi-
da al monopolio que la crÍsis monetaria estaba despertando,
y que tantoll conflictos provoca ya.


IU.


Al tiempo que se ocupaba de cuanto queda dicllO, dirig'ia
el conde de Valmaseda desde Sil gabinete, con el conoci-
miento práctico que tiene de la topografía de Cuba,. el desar-
rollo de su plan de, campal1a, y recibia á la vez de los Estados-
U nidos felicitaciones y expresivas muestras ele afectuosa con-
sideracion, por haberse encarg'ado del primer mando de la.
isla, las cuales tuvo aquel general el buen sentido de no
creer, ni tener por sinceras y de no darlas g'ran importancia.
Dedicóse tambien á introducir la desunion en el campo ene-
migo, y á fortificar á los débiles ó dudosos en creencias, lo
que usado simultáneamente al activo movimiento de las tro-




CAPÍTULO XII 585


pas, le dió por inmediato fruto la presentacion de insurrectos,
no tan importantes al pronto por el número como por su cali-
dad, cuales fueron los cabecillas que con gente armada pres-
taron obediencia á España en la jurisdiccion de Colon.


A fines de enero de 1871, y cuando estaban nnestras tro-
pas recogiendo los efectos de guerra apresados á los rebeldes
despues ael alijo Lecho por el vapor pirata H01'net, y cuando
se ejercía la mayor vigilancia en las costas para evitar que
hicieran otros el Florida y el Virginius, recientemente
armados como aquel por los laborantes, emp~zó Valmaseda
los operaciones combinadas de la campaña, que prOélujeron la
inmediata pucificacion de dicho territorio y la completa tran-
quilidad en las Villas. Libre quedó tambien la Vuelta-abajo
de la ridícula expedicion que á poco desembarcó en aquellas
costas, al ser rápidamente destruida la banda rebelde y ex-
terminados los diez hombres que la constituian, á quienes se
les ocup:non armas y proclamas de Quesada.


Estos hechos, que estaban muy lejos de ser triunfos nota-
bles, y la dispersion y refugio en los bosques de los princi-
pales caudi1los insurrectos, hicieron sin embargo creer á Val-
maseda que la situacion de la isla iba siendo más satisfacto-
ria, contribuyendo á afirmarle en esta creencia las profundas
y ya publicas divisiones en los laborantes de los Estados-
Unidos que, con los nombres de quesadistas y aldamistas, se
hacian muy ruda guerra, la cual ya queda indicado que fué
al cabo desventajosa y de fin adverso para estos últimos. Pero
los disidentes, 'lunque estuviesen bastaute amedrentados, no
andaban tan dispersos cual se snponia; demostrándose la
existencia de sus gavillas, en el vigoroso ataque dado por
una partida de 500 combatientes, el 20 de febrero, á la Torre
de Pinto ó de Colon, 3ituada en el distrito de Puerto Príncipe,
en tanto que el conde de Valmaseda re~orria las Cinco Villas.


La conocida con el nombre de Torre de Colon, era una dé-
bil defensa de tablas guarnecida entónces por 25 hombres al
mando del valeroso alférez D. Cesáreo Sanchez. Atacados por
aquella numerosa partida se portaron en su desesperada de-
fensa con tal heroismo, que hicieron retroceder en sus avanees




586 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


y huir al fin al enemigo, cuando de tan valientes soldados
unos habian muerto, los otros en su mayoría estaban heridos
y los pocos útiles para el combate se encontraban ya sin mu-
niciones. Enterado el elemento español de tan brillante hecho
de armas, premió á los héroes con largueza, é imitándoles
el gobierno, ascendió al alférez Sanchez al empleo de capi-
tan (71). A pesar de esta acometida de los insurrectos, se te-
nia la seguridad de que estaban tan amedrentados como de-
caidos los laborantes. Prueba de ello dió la carta interceptada
al titulado director de l1acienda F. Sanchez Bustamante y
dirigida al,marqués de Santa Lucía, en la que le decia: <<Dues-
»tra causa perdida: no hay gobierno: no hay Cámara: no hay
»más que mentiras. Es preciso nos entendamos para ver lo
»que se hace en adelante.» Y pruebas fueron tambien las
proclamas que D. José María Céspedes, catedrático que habia
sido de la U ni versidad de la Habana, dirigió para animar los
apocados esphitus Á LOS PATRIOTAS CUBANOS Y Á LOS CUBA-
NOS RESIDENTES EN CUBA ESPAÑOLA (72).


La excursion que el capitan general hizo al territorio de
las Villas, para enterarse delas necesidades de aquellas juris-
dicciones, solo duró del 18 al 25 de febrero en que tuvo nece-
sidad de volver á la Habana, para terminar el desarrollo de
sus planes gubernativo y militar ántes de salir á campaña. El
14 de marzo celebró con una revista en gran parada el jura-
mento de fidelidad al rey D. Amadeo, y el dia 31, impresio-
nado agradablemente por el discurso favorable á España pro-
nunciado por el presidente de los Estados-Unidos MI'. Grant,
aunque contrariado por la órden de relevo del general se-
gundo cabo D. Buenaventura Car16, se dirigió a S3.ncti Spí-
ritus para presenciar las operaciones militares. El elemento
español de la Habana, que tan reconocido estaba á los pá-
trióticos desvelos de Carbó durante su permanencia en la isla,
solicitó la revocacion de la órden de su relevo, y sabiendo
que al gobierno no le era ya posible acceder á sus deseos,
despidió á aquel general con las mayores muestras de cariño
al embarcarse en 30 de abril para la Península.


No era á este tiempo en la capital tan satisfactorio el esta-




CAPÍTULO XII 587


do de los ánimos como á los intereses generales convenia. El
partido español, dirigido por el CASINO, se habia sosegado un
tanto con el nombramiento de Valmaseda y con la reorgani-
zacion reciente de aquella socieda.d, la que, para distraer á
los sócios de su constante preocupacion política, se dividió en
tres secciones, una de intereses morales y materiales, otra de
ornato que ocupó á varios asociados, y otra de instruccion
que, abriendo el 20 de enero sus clases, invitó para que la
recibiesen á cuantos la necesitaran. Pero como la opinion es-
pañola continuaba siendo generalmente intransigente, segun
afirmacíon de las mismas autoridades, al más leve motivo res-
pondía con una conmocion moral, y aunque por fortuna ya no
se manifestaran estas en ruidosas asonadas, da~aban aún mu-
cho alimentando el desasosiego público. Este, que á la sazon
lo lamer.taban más que nadie aquellos que padecian en
sus intereses á consecuencia del resultado de la zafra, que iba
siendo ménos favorable y muy inferiores sus productos á los
de los años precedentes, tomó mayores proporciones á medida
que se conocian los actos políticos, poco gratos á los habitan-
tes de Cuba, del gobernador superior de Puerto-Rico D. Ga-
briel Baldrich; y se hizo ya alarmante al saberse que el
obispo de la Habana, ausente de la isla desde el tiempo de
D. Antonio Caballero de RCldas, quien le encareció la necesi-
dad de que fuese á Europa para evitar allí complicaciones,
acababa de llegar al puerto de la capital el 12 de abril en el
vapor norte-americano MISSOURI, dispuesto á ponerse desde
luego al frente de ilU obispado.


Sin el competente pasaporte para ir á Cllba salió el prelado
de Liverpool con direccion á Bastan; trasladóile de incógnito
á Nueva-York, donde, asegurando á la empresa directora
de los vapores que su elevado carácter sacerdotal le relevaba
de aquel requisito, pudo obtener pasaje en el vapor MISSOURI
y se embarcó e16 de abril por la vía de Nassau, llegando al
puerto de la Habana el 12 del mismo. Excitada la opinion
pública con la presencia del obispo, que no disfrutaba de las
simpatías de todos los fieles es\lat'lales, mauifestél dMa-
mente que se opondria á su desembarco; y no teniendo el Ca-




588 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


pitan general interino, D. Buenaventura Carbó, ninguna ór-
den del gobierno supremo que anulase la disposicion adoptada
por Caballero de Rodas, ni creyéndose autorizado para per-
mitir que el diocesano fuera considerado con todos sus atri-
butos, careciendo de pasaporte visado en forma debida por
autoridad española, le manifestó que siendo imposible su des-
embarco, podria esperar en la fragata de guerra ZARAGOZA
la salida del vapor-correo y emprender el dia 15 su viaje de
regreso á la Península. El obispo respcmdió «que prefería
»quedarse en el MISSOURI tÍ. pasar á la ZARAGOZA» yen aquel
mismo vapor retornó á Nueva-York, donde desembarcó el 21,
y dió motivo con su presencia y con las conversaciones tenidas
con los reporters de algunos periódicos á que el Herald, el
Times, el World y el Sun, publicasen largos artículos co-
mentando aquel suceso (73).


No estaban los ánimos ménos excitados por los manejod de
los incansables laborantes, entre los cuales acababa de des-
cubrirse que hasta lo era el cónsul de Suecia y Noruega en
la Habana, D. Juan Nenninger (7,i); contribuyendo tambien
mucho á mantener viva la agitacion, el proyectado convenio
entre todas las repúblicas hispano-americanas, propuesto á la
sazon en los Estados-Unidos, para que intervinieran en los
asuntos de Cuba, y la actitud de los numerosos carnagüeyallos
acogidos á indulto, que, acostumbrados á la licencia de la ma-
nigua, no podian por el pronto avenirse á las tranquilas y re-
gulares prácticas de la vida social, y convirtieron la ciudad de
Puerto Príncipe en un peligroso foc·) de conspiracion y de pro-
paganda separatista. Las pau:3as que dilataban el término de
las actuaciones contra Zenea y el aplazamiento de su castigo,
tenian al mi::lmo tiempo descontentos á los más impacientes,
que no recibieron tampoco de buen modo la elecci0n por As-
turias del diputado abolicionista D. Rafael Labra, la cual pro-
dujo violentas protestas en los asturianos residentes en Cuba;
y los tenia á la vez poco satisfechos la sobriedau ue palabras
empleadas por el rey Amadeo, al ocuparse de los asuntos ultra-
marinos, en el discurso de la Corona pronunciado al abrirs~
sus primeras Córtes (75).




CAPÍTULO XiI 589


Las patrióticas frases pronunciadas por el ministro de Ul-
tramar en el Parlamento, á que respondieron con calurosas
felicitaciones los habitantes leales de Cuba, yel telegrama
que en el primer tercio de mayo se recibió en la capital de
la isla, anunciando haberse conferido el mando en propiedad
al conde de Valmaseda, ¡;;uavízaron bastante la rigidez en
que la opinion pública se iba colocando. El ayuntamiento y
otras corporaciones de la Habana felicitaron con tan plansible
motivo al conde, quien el 15 de aquel mes, y despues de pa-
sar 40 dias en campaña, reg-resó á su palacio; siendo recibido
con sal vas y grandes muestras del af~cto que aún en gran


. suma conservaba en los elementos de accion y se lo expresa-
ron enviándole comisiones para darle la bienvenida, cubrién-
dose las calles del tránsito con fuerza de voluntarios y obse-
quiándole estos con una brillante serenata.


Correspondiendo el ya capitan general efectivo á. aq ueU!s
cariñosa,; demostraciones, obsequió á su vez con dos ban-
q uetes, celebrados en las noches de los dias 25 y 27, á las
autoridades y altos funcionarios, á los jefes de voluntarios, .'[
los cónsules, y á las personas distinguidas y directores de
los periódicos de la capital. Pero el conde de Valmaseda
conocia muy bien las dificultades que creaban con frecuencia
á la autorid,ul en la Habana los más exigentes y ménos dis-
cretos, y para eludirlas dispuso pronto su regreso á la campa-
ña,' donde su presencia era indudablemente más necesaria que
en la ciuJad,


Con dit'cccion al Júcaro y á Vertientes salió el 15 de junio.
Dirigió á los camagüeyanos una alocucion en la que, dando
por terminada la rc¡;istencia sostenida hasta allí en las juris-
dicciones de Sancti Spíritus y Moron, les llamaba á la obe-
diencia, aconsejáwloles que abandonas~n ya una lucha sin
gloria y unos proyectos sin porvenir favJl'Hble (76). Valma-
seda veia q uc aq nellas jurisdicciones de Bi:lyamo, Manzanillo
y JiguanÍ por él pacificadas, ardian otra vez en guerra, por
haberse eorrido hácia ellas las bandail per3eguidas en el Ca-
magüey, y por haber desembarcado del vapor Virginia.
procedente de Puerto Cabello, doscientos venezolano" al nlan-




590 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


do de Rafael Quesada, batidos luego por las tropas del co-
mandante general de Bayamo D. Ramon Menduiña (77); y
para que los insurrectos no variasen de rumbo, y en vez de
guarecerse en los bosques de aquel departamento se corriesen
al Occidental, activó la terminacion y defensa de la trocha
abierta desde el Júcaro, por Ciego de Avila á Moran, ósea
desde el mar del Sur al del Nortedela isla en una extension de
cuatro á cinco mil metros, con una anchura de quinientos y
de ellos doce transitables, que formaban el camino militar y
una verdadera muralla por los nilmerosos fuertes que la de-
fendian (78). Además del descalabro de los filibusteros vene-
zolanos, consiguió Valmaseda, durante su permanencia en las
operaciones de la guerra, que fueran capturados los cabeci-
l~s Federico Cavada y el aprehensor del vapor Oomandita-
'río Juall Bautista Osorio, á quienes se les fusiló en ?Ir uevitas,
dRspues de sab~rse por el primero el decaimiento de sus par-
tidarios (79).


Las atenciones de la política y la necesidad de comunicar-
se con el gobierno supremo llamaban á menudo al capitan
general á la Habana, donde permanecia los cortos intérvalos
que faltaba en la campaña. En el trascurrido desde el 29 de
julio al 17 de agosto, que salió para Nuevitas. dedicóse al
despacho de los asuntos administrativos, acordando el muy
importante decreto, que resolvia la organizacion de la in s-
truccion pública, prnpuesto por el ilustl-arlo secretario del go-
bierno superior D. Ramon María de Araizteglli. Heclamado
estaba por la opinion española que aq nella poderosa palanca
del or(tanismo s'leial, la manejase el gobierno español como
móvil' de los sentimL~ntos patrióticos, y no la abandonase en
manos de los que la convirtieron hasta allí en ariete para des-
truir la integridad nacional. Fid intérprete el secretario
Araiztegui de esta aspiI'acion, dió forma a la enseñanza so-
bre bases puramente españolas, atendiendo á la vez á la ur-
gente necesidad de proveer con maestros españoles las mu-
chas vacantBs que habian dejado los que, despues de ~ernbrar
en el corazon de la niñez los ódios á España, se habían diri-
gido á empuñar las armas contra la generosa nacion que les




CAPÍTULO XII 591


honró con su confianza ó á conspirar contra la vida de sus
hijos leales (80).


Para satisfacer á la misma opinion activó tambien Valma-
seda el casti,~o de los delitos de infidencia, que no disminuian
apesar del rigor empleado. A ello le obligó en tales momen-
tos la inquietud de ciertos simpatizadores que se descubrieron,
con motivo de la excitacion producida por la hoja que, con el
título de EL GRITO DE LA PÁTRIA, acababa de circular aquel
D. José de Armas y Céspedes, comisionado por Dulce en 1869
cerca de los insurrectos, el cual ahondó con ataques violentos
las divisiones entre los suyos, tratando de traidores á los que
habian oido das proposiciones hechas por Azcárate, á nom-
»bre de Esparra, no de autonomía, sino de que se rindiesen los
~)patriotas volviendo al yugo colonial (81).i) Al propio tiempo
procuró el primer gobernante de la isla templar á los impa-
cientes é impre::;ionables de las medianas clases, que si de-
mostraban estar satisfechos por el deshacimiento reciente de
una expedicion filibustera contra Cuba que se formaba en el
Oanadá (82), y porque en las últimas elecciones verificadas
en el OASINO ESPAÑOL para renovar la Junta directiva, habia
vencido aquella clase media á los hombres del COMITÉ en la
candidatura de D. Julian Zulllcta (83), no parecían estarlo
tanto por bs abusos denunciados en una hoja titulada LAS
COSAS DEL DIA, en la qne se atacaba durament.e á la Adminis-
tracion militar y á ciertos comerciantes, que dejaban perecer
á nuestros soldados mientras acrecian su hacienda utili-
zitndose de lo.~ efectos destinados á su racionamiento t84).
Tampoco podian estar contentos por los trabajos de emisarios
llegados entónces á N ueva-York, que públicamente se consi-
deraban relacionados con un periódico demócrata' de Ma-
drid (85); ni satisfechos ni mucho ménos por la entrada del
partido radical en el ministerio, que si en el primer momento
no hizo mal efecto por la amnistía concJdida y la confianza
manifestada con el viaje que hizo el rey á provincias, pronto
se tu vo plr ::;uceso infausto la elevacion de aquellos políticos
al pode\" (86); ni eran, finalmente, motivos para que la intran-
quilidad disminuyese, el escándalo promovido por los labo-




592 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


rantes de Cayo Hueso apedreando la casa de nuestro cónsul,
ni la conducta de los delegados oficiales yanltees consintiendo
que preparase a11í mismo una expedicion filibustera el ban-
dido Cárlos Garda, indultado por Caballero de Rodas un año
ántes (87).


Aunque el conde de Valmaseda procuraba, al emprender
sus planes guerreros. dejar la capital y las poblacLmes prin-
cipales de manera que durante su ausencia no se menoscabase
el principio de autoridad, cuya guarda estaba encom'lndada
en el departamento de Occidente al general s~gundo cabo,
tenia que dejar á veces la campaña por este constante estado
de la opinion, y siempre que las complicaciones abrumaban
á sus delegados ó se sobreponia la fatalidad al buen deseo de
acierto que estos tenian. Rara era la larga ausencia en que
por aquella tirante situacion no tuviera que lamentarse algun
amago de disgusto, siempre producidos por las impaciencias
de los intransigentes que hábilmente explotaban los activos
laborantes.


El 17 de agosto salió el conde de Valmaseda para Nuevitas
y Puerto Príncipe, donde fué recibido con aparatoso entusias-
mo; y dirigiendo las operaciones milita~es del departamento
y haciendo política de atraccion, en cuya virtud expidió un
indulto y una proclama á los insurrectos de las Tunas, per-
maneció hasta e18 de octubre que regresó á la Habana (88).
Durante su estancia en el Camagüey tuvo lugar la gluriosa
defensa del poblado de Yara, hecha por las tropas de Sil corto
destacamento; pero aunque las persecucion~s eran activas,
no pudo evitar que reuniesen los insurrectos su Oámara de
representantes; cuyo acto coincidió con la derrota elel ministe-
rio radical presicli~o por Ruiz Zorrilla, al elegirse en los pri-
meros dias de octubre presidente para el CongresD , y con la
inmediata elevacion al gobierno de} almirantp D . .J()s'~ "Mal-
campo y del poeta catalan D. Víctor Balaguer al tlepartamen-
to de Ultramar (8!1).


En muy oportuna ocasion llegó ciertamente á la capital
aquella ver. el conde de Valmaseda, para unir la desacorde
opinion y templar y tranquilizar los ánimos de todos. Conmo-




CAPÍTULO XII 593


vidos estaban estos por violentas cuestiones suscitadas entre
periodistas, que llegaron á desviarse más que nunca del ca-
mino de la conveniencia (90); por varios artículos condenan-
do el contrabando y el fraude en las aduanas, que zaherian
fuertemente al comercio en sus comisiones de vigilancia (91);
poi' los acuerdos sobre bienes embargados poco ántes dictados;
por las correspondencias alarmantes sobre el Banco Español
de la Habana, que patentizaban su situacion anómala y pe-
ligrosa mientras no disminuyese la desproporcion entre los
35 millones que llevaba emitidos en billetes y los 5 que tenia
de capital (92) '. Y por la accion constante del laborantismo
perturbador. La presencia del capitan general y su accion
conciliadora contuvieron algo, aunque mucho ménos que otras
veces, la intranquilidad que en la opinion existia, y de la que,
hasta los más optimistas al nombrarse á Valmaseda partici-
paban ya, porque ni la guerra concluía ni los laborantes des-
mayaban; cual se vió en lo ocurrido el 20 de octubre y el mis-
mo dia en que tomó posesion, como segundo cabo de la capita-
nia general, el mariscal de campo D. Romualdo Crespo, nom-
brado para la vacante que dejó D. Antonio Cebollino, muerto
por la fiebre amarilla á principios de julio anterior.


En la tarde de aquel dia supieron las autoridades locales
que habian llegado á la capital tres individuos procedentes
de la cuadrilla del conocido bandido Cárlos García, que á la
sazon reclutaba gente para desembarcar en Vuelta-Abajo
como cabecilla insurrecto; cuyos individuos, pt'ovistos de un
pasaporte expedido en N ueva-York por la sociedad LA AUXI-
I.IADORA ya indicada, se dijo que llevaban á la Habana el pro ....
pósito de incendiar la ciudad por varios puntos á la vez, con
la cooperacion de algunos de sus correligionarios. Descubier-
tos aquellos criminales en una casa de la calle de Neptuno,
situada entre las del Campanario y Perseverancia, fué la po-
licía á prenderlos; y al trasladarse estos huyendo á otra casa
inmediata de la misma calle, hicieron armas contra los agen-
tes de la autoridad; resultando de la refriega con tal motivo
empeñada muerto el insurrecto Antonio Socarrás y heridos
dos salvaguardias. Un hermano del muerto logró escaparse,


TOMO J[ 38




594 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


yel tercer compañero, llamado Perfecto Lopez, que cayó en
poder de la policía, fué sujeto á un consejo de guerra verbal
que le condenó á sufrir al otro dia la última pena en garro-
te (93).


La audacia de aquellos insurrectos, que osaban promover
conflictos en la misma capital, como los conjurados de enero
de 1869, levantó al más alto grado la indignacion pública, y
moviéndose entónces las pasiones un tanto adormecidas, ex-
citáronse determinadamente los ódios contra las personas
siempre sospechosas de laborantismo, que hasta allí no ha-
bian sido juzgadas ni castigadas por su habilidad en elu-
dirlo. Para satisfacel' á la opinion pública, decidida en contra
de éstos, y con el objeto de evitar conflictos irremediables,
procedieron las autoridades locales, de acuerdo con el capitan
general, á la detencion de sesenta y siete sujetos de los que
por sus simpatías á la causa separatista inspiraban ménos
confianza al elemento español; á quienes, para que la marea
política creciente desde el suceso de la calle de Neptuno se
contuviera, se les aplicó un inmediato y visible castigo, de-
portándolos á la próxima isla de Pinos el 2 de noviembre,.
cinco dias despues de haber salido otra vez á campaña el con-
de de Valmaseda (94).


Aquella violenta medida no satisfizo bastante ni calmó
tampo~o por completo la excitacion de los intransigentes,
que la creian aún muy suave, y arrastrando á su opinion
á otros de los ménos discretos, consiguieron q tle, mostrándose
éstos descontentos, acrecieran el malestar, que ya por otras
yarias fat'des circunstancias hacian la situacion muy alar-
mante. Fué una de estas la noticia recibida dos dias despues
por el correo de España, relativa á lo que habia sucedido CaD
un insurrecto condenado en Cuba, que al llegar encadenado á
Santander con destino á un presidio, obtuvo la liberdad (95);
otra circunstancia fué la alarma falsa de que algunos de-
portados á la isla de Pinos, aprovechando la facilidad de tras-
ladarse á Cuba, habian abandonado el punto de su relegacion,
haciendo así el castigo ilusorio, y fué otra la proteccion que
algunos de aquello'! deportados consiguieron del mini;:,terio




CAPÍTULO XII 595


M:alcampo, de quien solicitaron gracia por medio del telégra-
fo, y se les concedió por este mismo medio, al mandarse al
capitan general que levantara el destierro á determinados
protegidos y les permitiese embarcar libremente para el
punto de la Península que eligieran.


Estos motivos, la perturbacion más ó ménos profunda pro-
movída por la eleccion de concejales para los ayuntamientos,
verificada aquellos dias en la Habana, las polémicas de los
periódicos españoles, basadas en la reproduccion de las notas
sobre la cesion de Cuba que se publicaron en los Estados-
Unidos, y los pasos que al mismo tiempo daban los más ar-
dientes jeD~s de voluntarios, para elevar al rey una exposicion


, denunciando los trabajos de los laborantes en varias ciuda-
des de la Península (96), subieron al'punto más culminante
el desasosiego público; bastando un incidente cualquiera, por
pequeño que fuese, para que se tradujera en hechos desagra-
dables la perturhacion moral.


El incidente fatal llegó y fué el que prDdujo el tri,.;te suce-
so conocido por el d~ los estudiantes (lB medicina.


IV.


En el anfibltro anatómico de San Dionisio, situado junto
al cementerio general de la Habana, se encontraban el miér-
coles 22 de noviembre de 1871 los estudiantes del primer
año de medicina, esperando para entrar en clase la lleg·ada
de su profesor, ocupado en aquellos momentos en la Univer-
sidad literaria. Como aquel se demorase, clirigiéronse los estu-
(liantes al inmediato cementerio, donde algunos demostraron
su humor juvenil montándose y arrastrando el carro destina-




596 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


do á la traslacion de cadáveres, otros se entretuvieron en
cortar flores de las que habia en algunas sepulturas, y cierto
número de ellos. queriendo hacer alarde de su cubanismo, se
expresaron en frases poco respetuosas y ofensivas al nombre
español al pasar por delante de los nichos que depositaban los
restos de nombres conocidos como Castañon, Manzano, Cam-
prodon y Guzman el Bueno. Faltando al respeto que se debe
á la muerte, se permitieron, frente de aquellas honradas tum-
bas, actos siempre vituperables, y entre ellos el de menospre-
ciar el recuerdo de Castañon, rayando uno de los estudiantes,
con el brillante de la sortija que llevaba en el dedo, el cristal
que cubria la lápida del nicho.


Al enterarse el capel!an del cementerio del alboroto y de
aquella falta de veneracion á los muertos, ó conato de profa-
nacion de los estudiantes, les amonestó severamantej y ellos,
respetando, con pocas excepciones, la clase y autoridad del
que les reprendia, dieron fin á sus inconveniencias, y última-
mente todos salieron del cementerio y entraron en el aula de
diseccion, sin que las cosas' pasaran adelante.


Aquel suceso, del que ni el primero ni el segundo dia se
ocupó el público, bien fuese porque el capellan lo refiriera á
aiguno de sus amigos, ó porque los vecinos de las casas
próximas al cementerio se enterasen de lo ocurrido, ó porque
los mismos estudiantes lo contaran haciendo de ello alarde,
lleg·ó á oidos del gobernador político, á quien las personas
que se lo comunicaron, lastimadas en su españolismo, le dieron
á entender 10 peligroso que seria dejar impune un acto que
la opinion estaba ya comentando.


Los estudiantes volvieron á su clase los dias siguientes al
de la calaverada sin que nada ocurriese, ni el profesor, que
conocia indudablemente por el capellan todo lo sucedido, les
dirigiera ninguna amonestacion; pero estrechado el goberna-
dor político por los intransigentes que se le acercaron é im-
pelido á que tomase una resolucion enérgica, se presentó el
sábado 25 en aquella aula, despues de haber reconocido el ce-
menterio y empezado las diligencias gubernativas tomándo-
les aeclaracion al capellan y á los demás empleados, é in ter-




CAPÍTULO XII 597


rogó á los escolares para que le manifestaran, quiénes eran
los promovedores del suceso y quién el autor dt: las rayas que
se distinguian en el cristal del nicho de Castañon. Habién-
dose negado todos á responder categóricamente y no apare-
ciendo claridad ni acuerdo en tantas declaraciones, dispuso el
gobernador que, ínterin las diligencias se terminaban, fuesen
los estudiantes á la cárcel en clase 6.e detenidos, y así se hizo,
siendo custodiados hasta la sala de audiencia de aquella por
voluntarios de la próxima BATERÍA DE LA REINA. En alto gra-
do se despertó la curiosidad de los habitantes y transeuntes
de la calzada de San Lázaro, que presenciaron la conduccion
y no se habian aún enterado de los rumores públicos, quienes
con sus comentarios al extender la noticia en alarmantes fOr-
mas, dieron inmensas proporciones al desasosiego que ya rei-
naba en la capital por aquel motivo.


Las diligencias gubernativas, encomendadas á un inspector
de policía, siguieron instruyéndose en la cárcel toda la no-
che del 25, en tanto que la indignacion pública iba creciendo
rápidamente excitada, no sólo por las~voces que los más im-
presionables y los ménos conocedores de la verdad de lo su-
cedido circulaban, sino por las Imprudencias de ciertos pe-
riodistas que redactaron su diario en la noche del 26, pre-
sentando imaginariamente el suceso, que al referirlo sin toda
su exactitud tomaba proporciones que no tenia, y moviendo
las pasiones, en vez de imbuir la templanza en los ánimos,
al pronunciar la palabra profanacion seguida de considera-
ciones muy patrióticas sin duda, pero más impertinentes á
la sazon que oportunas. Como era natural que sucediese, la
indignacion imponente cuando ya un tribunal juzgaba á los
detenidos, aumentó con esto y al ver pedir que se aplicara un
severo castigo á 101[! profanadores de los sepulcros de los már-
tires de la pátría; siendo en consecuencia ineficaces para ate-
nuarla las excitaciones que al propio tiempo dirigian á los
voluntarios, aconsejándoles que dieran ejemplos de abnega-
cion y sensatez, y que evitasen desmanes y tropelías repren-
sibles.


Cohibidas quizás por las circunstancias y por la excitacÍon




598 LAS INSURltECCIONES EN CUBA


pública con que empez6 aquel mes, no tuvieron las autorida-
des en tales momentos la fortuna de poder usar todo el acierto
y la prudencia necesarios. Obligada la civil á verificar la de-
tencion de los escolares en la forma que las mismas circuns-
tancias permitían, di6 á comprender al público ménos pensa-
dor que la gravedad del hecho superaba á sus presunciones;
y no suponiendo la militar que aquella travesura de mal gé-
Dero y siempre vituperable, llevada á cabo por los alumnos de
la escuela de San Dionisio, de la que tuvo noticia confidencial
por el gobernador, pudiese provocar conflictos sérios, llev6
adelante el proyecto de revistar en gran parada á los cuer-
pos de voluntarios el mismo domingo 26, 6 sea al dia si-
guiente de aquel en que la opinion impresionada y mal diri-
gida empez6 á dar proporciones alarmantes al asunto, que
era ya el preferido de todas las conversaciones.


Durante y aún ántes de aquella gran parada, se Dotó al-
guna agitacion en ciertas compañías de voluntarios; y al ter-
minarse y desfilar las fuerzas por delante del capitan general
interino, entre los vivas á España y al general Crespo se die-
ron algunos mueras á los traidores, que eran los que resona-
ban en el principio de todo molote y en cuantas ocasiones se
aproximaba algun conflicto. Verificado el d"sfile de los diez
mil voluntarios que asistieron á la revista, pues los batallo-
nes tercero y cuarto no formaron porque uno salia y'otro en-
traba de servicio, unos trescientos v'oluntarios del quinto y
otros de varias compañías, en vez de retirarse á sus casas hi-
cieron alto en el paseo del Prado, y luego se situaron enfrente
de la cárcel dando voces y pidiendo el castigo inmediato de
los estudiantes.


De núcleo sirvió aquel grupo para atraer curiosos y á otros
voluntarios que, á las dos horas de darse principio á la gri-
tería, eran ya mas de mil y se dirigieron de ocho á nueve
de la noche á la plaza de Armas, para expresar al capitan
general, por medio de comisiones, la necesidad de que fueran
inmediatamente castigados los profanadores; «pues se habia
»despertado la desconfianza de los batallones que creian se
»trataba de salvar los presos y pedian el fusilamiento de los




CAPÍTULO XII 599


»detenidoR, prévia á la vez la formacion de un consejo de
»guerra permanente, al cual someterian los voluntarios las
»personas sospechosas por sus simpatías á la insurreccion.»
Indicaron al propio tiempo aquellos comisionados á la interina
autorirlad «que diese órden para que un buque de guerra sa-
»lie.ra con dirl.~ccion á la isla de Pinos y,trajese á la Habana
»los individuos allí desterrados por el capitan general, para
»someterlos tambien al consejo de guerra» (97).


Apremiado de tal manera el general Crespo, á quien per-
tenece el anterior relato, que estaba ya enterado de cuanto
ocurria en la poblacion y se lo confirmaban los rumores de la
calle y la misma presencia de aquellos comisionados, mandó
á los coroneles tocar llamada para reunir en sus puestos á los
batallones y compañías sueltas; pidió hs diligencias guber-
nativas que no se habian elevado á su autoridad, por no estar
aún evacuadas todas las citas, y en su vista, y oprimido por
la gravedad de las circunstancias y para evitar mayores con-
flictos, contestó á los comisionados que S3 juzgaria desde
luego á los estudiantes por un consejo de guerra. Nombrá-
ronse en efecto para que lo compusieran, seis capitanes de
ejército, que no llegaron,á constituir consejo, porque segui-
damente se acordó que á estos se agregaran nueve de volun-
tarios ó sea un capitan por cada uno de los batallones fran-
cos de servicio; formándose así el tribunal que, presidido por
el coronel Jaqueto, se reunió á las doce y media de la noche
en la sala de audiencia de la cárcel.


Constituido el consejo, empezó á proceder, no con entera
libertad ciertamente, cuando permanecian alrededor de aquel
edificio miles de ho:nbres armados, muchos de ellos im-
buidos y hasta bajo la presion de unos cuantos fanáticos, irri-
tados é impacientes, que, temiendo se defraudaran en aquel
acto sus aspiraciones de intimidar á los enemigos, cual en
otras ocasiones semejantes les habia sucedido, apremiaban
para que el castigo de los presos fuese duro é inmediato. Con
el objeto de calmar los ánimos de éstos en lo que fuera dabÍe,
mientras el consejo decidia, publicó.una alocucion el capitan
general diciendo á los voluntarios, que de su sensatez esperaba




600 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


que aguardarian tranquilos el fallo del tribunal, en la seguri-
dad de que la ley «caeria inexorable sobre los que intentan por
»medios rastreros manchar la inmaculada honra de Espa-
»ña» (98).


Al propio fin se acercó aquella noche á la cárcel por encaro
go de aquel gobernante interino, el gobernador de la Habana,
el cual, en vez de cónseguir que se le escuchara y se respeta-
se su autoridad fué detenido y estuvo á punto de ser atrope-
llado; pudiendo por fin retirarse á su casa á las seis horas de
permanecer allí. Tambien con propósitos conciliadores y para
auxiliar al gobernador, se presentaron en la mañana del 27
el general de artillería y segundo cabo interino D. Antonio
Venenc y el subinspector de ingenieros y de voluntarios don
Rafael Clavija, quienes, al notar se que el gobernador se ha-
bia marchado, fueron igualmente detenidos, pues no se les
permitió abandonar el edificio de la cárcel hasta que hubo
dictado sentencia el consejo.


Tampoco este juzgaba con todo el reposo que exigen los
actos de tal gravedad, ni le era. fácil hacerlo siendo fisca-
lizado por los voluntarios que, con superior autorizacion, iban
entrando en la sala del tribunal, para enterarse de la marcha
del procedimiento. Que la independencia debida no existia,
se demostró en el hecho en que, uno de los capitanes de ejér-
cito que formaban el consejo, mortificado por laH observaciQ-
nes poco templadas de un voluntario, se vió en la precision
de descargar sobre él una enérgica bofetada, que dió motivo
á que so sacaran las armas y á una colision sangrienta, evi-
tada por fortuna á tiempo, eliminando del cargo de vocal á
aquel que, si justificado y pundonoroso militar, debió ser más
sufrido y reprimir en momentos tan solemnes la violencia de
SIl.S a.ttan.~~\;,


A la una de la tarde del lunes 27 de noviembre, dió el tri-
bunal por terminado su cometido, casi al rumor de la nueva
alarma producida por unos disparos de arma de fuego hechos
en los fosos de la muralla inmediata á la cárcel, de los cua-
les re~mltó herido un alférez de voluntarios de artillería, y
muertos un mulato y dos negros que se tuvieron por agreso-




CAPÍTULO XII 601


red. Para impedir cualquier acto violento, que era muy difí-
cil viniese de otro lado, permanecian en tanto los batallones,
formados en las calles más próximas al mar, que conducen
desde la cárcel al palacio del gobierno militar y áun en él
mismo, puesto que hasta las escaleras estaban invadidas.


Dictada la sentencia, se llevó al capitan general interino
para la tramitacion sucesiva; el auditor de guerra emitió su
dictámen favorable á la decision del consejo, y recaida la
aprobacion definitiva, se apresuró su cumplimiento. Al tiempo
que aquello se acordaba, un capitan de volunt~rios, por ofi-
ciosidad, ó deseoso de calmar la agitacion de la numerosa
concurrencÍl:). que llenaba la plaza de Armas, salió á uno
de los balcones del gobierno militar ó morada del general
Crespo, y pidiendo silencio, cual si tuviese el encargo de ha-
blar en nombre del primer gobernante que á la sazon cerra-
ba con su firma el procedimiento, anunció al público el resul-
tado definitivo de la sentencia, que condenaba á los ocho es-
tudiantes considerados como cabecillas ó promovedores de la
llamada profanacion, á sufrir la pena capital; condenando á
la vez á once de los mismos á la pena de seis años de presi-
dio; á diez y nueve á la de cuatro años, y á cuatro á seis me-
ses de reclusion, declarando en libertad á los dos restantes, y
decidiendo tambien que el Estado se incautase de los bienes
pertenecientes á los procesados (99). Publicada de este modo
la sentencia, resonó un viva España, repetido por todos, é in-
mediatamente, y mientras iba á notificarse á los presos, se
retiraron los voluntarios á sus respectivos batallon:es para for-
mar el cuadro que debia presenciar la ejecucion; despejándose
desde aquel momento la plaza de Armas, y quedando la ca-
pital como por ensalmo en la más perfecta tranquilidad.


Media hora habia pasado, y aún estaban en presencia del
general Crespo muchos jefes y oficiales de voluntarios cita-
dos préviamente, para acordar las medidas que fueran nece-
sarias y debieran adoptarse para impedir que tan angustiosa
situacion se prolongara; pero el silencio de la calle les hizo
comprender que ninguna ¡;e necesitaba ya, desde que la pu-
blicidad de la sentencia habia hecho retirar á los recelosos y




602 LAS INSURRECCIO~ES EN CUBA


á los que más habian contribuido á excitar los ánimos. En-
tónces ordenó el general á D. Nicolás Martinez Valdivielso,
coronel del cuarto batallon, como jefe del servicio del dia, y
este al capitan D. Ramon Lopez de Ayala, comandante de la
guardia de la cárcel, que se acompañase al fiscal en el triste
cometido de notificar á los sentenciados el terrible fallo.


Hízose al efecto comparecer ante el fiscal á aquellos infor-
tunados jóvenes, quienes recibieron la triste nueva, si aba-
tidos y confusos, llenos de valor y de desconsoladora ener-
gía. Durante la permanencia de los estudiantes en la capilla
se notó, por cuantos se aproximaron al centro de los sucesos,
una circunstancia que probaba cuánto era el fanatismo polí-
tico en que vivian. «Los ocho tenian sus padres vivos; la
»mayoría de éstos, si po todos, eran pen'insulares y estaban'
»prestando buenos servicios á la causa española: pues nin-
»guna de las cartas que en la capilla se escribieron, ninguna
»de las alhajas y objetos que legaron fueron dirigidas á
»otras personas que á sus hermanos y hermanas; cuando
»más recordaban á sus madres; á sus padres nunca» (100).
¡Tan saturadoS' del veneno, que en todas formas se distribuyó
un tiempo á la juventud en los colegios y en la Universidad de
la Habana, estaban aquellos desgraciados! ¡Ni aun al borde
de la tumba q uerian rendir tributo de reconocimiento á los
autores de sus dias, porque eran hijos de la nacion que los
maestros les habían obligado á odiar! Si motivo no hubiera
habido, y tal vez hasta allí no lo habia bastante, para casti-
gar con semejante dureza á tan mal acons-cjados jóvenes,
más que suficiente era éste, si no para librar á la sociedad
de una semilla cuyos amargos frutos tantos envenenamientos
debian causar, para apartarla al ménos del terreno donde
germinase y produjera los dañosos frutos.


A las cinco de la tarde de aquel tristemente memorable 27
de noviembre, se ejecutó con el mayor órden la sentencia
impuesta á los ocho estudiantes; sufriéndola con entereza la
mayoría de aquellos infelices, más responsables de su aluci-
nacion política que criminales en épocas tranquilas, y vícti-
mas más bien del infortunio que tan peligrosas circunstancias




CAPÍTULO XII 603


les habia presentado como obstáculo en la carrera de su vida.
No poco se abatieron los espíritus de muchos de los que,


pasada la embriaguez del tumulto, comprendieron claramente
que snlo habian contribuido á satisfacer absurdas exigencias
de alucinadas turbas; pero si no la mayoría, todos aque-
llos q ne ménos habian tratado de evitar semejantes violencias,
conocieron tambien que éstas, iniciadas en 1866 al escarne-
cer en la Universidad literaria el retrato de doña Isabel II,
provocadas en el teatro de Villanueva y no reprimidas, era im-
posible olvidarlas en la situacion en que tales circunstancias,
traidas por los rebeldes, habian puesto los ánimos. Tan lamen-
tables actos no eran sino inevitables consecuencias de las tor-
pezas ódescuidos del gobierno de la metrópoli, y lo serán cuan-
tos ocurran parecidos, pues por desgracia no han terminado
aún, ni tendrán fin quizás mientras los directores de la polí-
tica nacional no se propongan y planteen de buena fé y con
perseverancia una para las posesiones ultramarinas qur., su-
jetando el descaro de los laborantes aclmitidos hoy hasta en
los puestos oficiales, dé garantías á los buenos é impida los
rece10s de los españoles honrados,


Gra.ndes fueron los clamot'es que la prensa norte-america-
na y áun la europea levantaron, contra los que habian me-
diado y exigido y los que habian autorizado el fusilamiento
de los efitudiantes de medicina, cuyos periódicos, partiendo
del concepto erróneo de que eran unos niños irresponsables,
cuando el menor de los fusilados tenia más de diez y ocho
años, les consideraban víctimas inocentes de un castigo exce-
sivamente severo. Los partidarios de la reforma y los sepa-
ratistas adujeron en tal ocasion, para tratar de sanguinaria
la política de Cuba, la muerte de Augusto Arango, no bas-
tante averiguada todavía, y los fusilamientos verificados re-
cientemente en El Cobre, en los vendedores de provisiones á
los insurrectos; pero callaban en absoluto todos Jos numerosos
act.os vandalicos y hasta repugnantes á la razon por lo hor-
ribles, cometidos por éstos desde la quema de Bayamo hasta
los incendios de las Villas; a.unque tenian 'buen cuidado de
desmentir las mutilaciones de cadaveres, los inventos para




~04 LA.S INSURRECCIONES EN CUBA.


ha~er los descarrilamientos en los caminos de hierro mM
ho,rrorosos, la mezcla en el carbon de piedra para el servicio de
nuestros vapores, de botes con sustancias explosibles, y otros
muchos que denunciaron los periódicos y fueron debidamen-
te comprobados. Verdad es que en tiempo de guerra es lo ab~
surdo lo normal, yen la de aquella índole, civil y de raza,
lo extraño fuera que abundasen en nuestros adversarios las
acciones nobles- y generosas.


La mayoría de la prensa española, más preocupada en sus
cuestiones de política local que en contestar los insultos y
rebatir las acusaciones de la extranjera, defendió con tibio
ill,terés á los voluntarios que, arrastrados por circunstancias
más poderosas que su voluntad, se vieron impelidos á aquel
terrible castigo. Esta tibieza reflejaba con exa(~titud la de
la opinion peninsular, que, desconocedora de la historia de los
sufrimientos de los españoles de Cuba, perezosa para inveati-
garlos y arrastrada por los que condenaban el hecho, lo con ...
donó tambien sin más meditacioni y lo condenaron implícita ..
mente asimismo los politicos que.} en comisiones de senadores
y diputados de todos los partidos, se acercaron al ministro de
Ultra.mar á pedir gracia, para los que en el presidio de la
Habana sufrian la condena impnesta por el consejo de guerra,
como profanadores. Esto, las exposiciones de individuos de la
familia de los presos, y las excitaciones de todo género de
los cubanos residentes en Madrid, hizo que se concediera al
poco tiempo el indulto (101).


Los indultados salieron de la isla trasladándose en su ma-
yor parte á la Península y á Ma.drid, donde afiliados á los
partidos extremos avanzados, que son los que prefieren ge-
neralmente los enemigos de nuestra nacionalidad por prome-
terles más seguridades de desgarrar la pátria sin remordi ...
mientos, removieron el asunto ya juzgado por la opinion, exi-
giendo responsabilidades á los gobernantes que no lo evitaron
y excitando los ánimos cQntra los defensores del nombre es~
pañol. Nada consiguieron ya, por la rapidez con que corrían
las soluciones políticas en España; y pasada la publicacion, de
limitado efecto, del folleto escrito por uno de los condenados




· . CAPITULO XII 605


á seis años de presidio, se dió al olvido aqo.el siempre la-
mentable suceso (102).


Numerosos y coutra.puestos fueron los comentarios que so-
bre el castigo de los estudiantes se publicaron, y unos y
otros en el pró ó el contra tan apasioD.ados, que ninguno ha-
bló á la opinion con verdadera sinceridad. No eran una ó
más personas ciertamente, no una clase ni una sola cir-
cunstancia las responsables: la culpa de aquel absurdo la
tenian todos, y sobre todos debía caer el anatema. En primer
término, los impacientes cubanos, y de ellos los irreconcilia-
bles enemigos de España, que emprendido el camino de los
ódíos, querían recorrerlo hasta el fin, privando á los españo-
les de su hacienda, quizás aún más deseada que su extermi-.
nio. En segundo lugar, el gobierno de la metrópoli, que la
mayor parte del tiempo trascurrido desde el levantamiento
de setiembre á aquella fecha, habia tenido en el más punible
abandono moral tanto á la isla de Cuba como á todas las po~
sesiones ultramarinas, á cuyos habitantes parecia proponerse
desesperar amenazándolos á menudo con el régimen liberal
ó imponiéndoles unas reformas que ni pedian ni eran conve-
nientes. Entre aquellos gobiernos fueron funestísimos para
las posesiones de Ultramar los radicales ó demócratas, que
de ordinario halagaban á los enemigos de los españoles en
la Península, y pretendian enmendar esta deslealtad pá-
tria, que aumentaba el número de los adversarios, enviando
tropas para que con la extension de la lucha hicieran imposi-
ble toda reconciliacion; que era lo que se proponian los labo-
rantes de Madrid para ganar aqui luego por la astucia, y
mientras en el campo insurrecto se formaban un ejército
aguerrido, lo que entónces no podian conseguir por la fuer-
za. En tercer lugar, las autoridades locales, celosas en dema-
sía unas veces, abundando en buen deseo más que en acierto
otras, y no siempre tan enérgicas como hubieran podido ser-
lo á tener la facilidad de moverse libremente en el círculo de
sus atribuciones. Yen cuarto y último, aunque en importante
lugar, los cuerpos de voluntarios que, recogiendo y conser-
vando reunidos todos lossl1frimientos, todas las decepciones,




606 LAS D1SURRBCCIONES EN CUUA


todos los insultos y todos los desaires con que se respondia á
su abnegacion y á su patriotismo, representaban las cir-
cunstancias con toda su severidad, eran los agentes de lo fa-
tal y ejecutores de los decretos de é;;te, que obedeciendo a las
leyes inmutables de la creacion, tenian que cumplirse en las
prescripciones del tiempo.


Los insurrectos, á pesar de los trabajos de conciliacion, no
cedieron en ninguna de sus exigencias, y el gobierno de la
metrópoli acudió, aunque tardiamente, á cortar el mal produ-
cido por los laborantes de la Península, expidiendo por mellio
del ministro Sagasta la circular sobre órden público, tan da-
ñosa á los perturbadores de España si se hubiese cumpli-
do (103). Pero como esto no sucedió por haber relevado á
aq uel ministro los radicales, que ménos por ignorancia que por
mala fé no exigieron el cumplimiento de aquella órden, y como
estos dictaron por el contrario otras que parecian intencional-
mente dirigidas á deprimir y exasperar al elemento español
de Cuba, aquel documento en favor de éste se convirtió eJl
otra ilusion perdida, y la excitacion de los leales en cólera
reconcentrada, contra los partidos políticos peninsulares que
tan ciega proteccion dispensaban y aún dispensan á los ene-
migos de la patria.


Bastante era esto sin duda para que, unido á todos los mo-
tivos aglomerados desde antes del levantamiento de Yara, se
provocase en aquellos instrumentos de las circunstancias, que
lo eran todos los fervientes defensores de la patria, el despe-
cho más profundo, por el cual inspirados y por el inmenso


'amor que á la España tenian, emp8zaron á maldecir áun de
sus hermanos constituidos en gohierno supremo, porque solo
reservaban la lisonja y la benevolencia para contentar á los
enemigos de la nacionalidad. Y cuando ya se convencieron de
que no se les atendia, y cuando llegaron á creer que áun en
las más altas esferas políticas se conspiraba contra ellos, has-
ta idearon, para enseñar á los mismos gobernantes las leyes
del patriotismo que parecian tener olvidadas, aplicar por sí
propios aquellas leyes, castigando á los audaces renegados
de España.




CAPÍTULO XII 607


De aquí los tristes sucesos referidos, que no serim los últi-
mos, pues otros y varios ocurrirán desgraciadamente en plazo
no lejano, si muy pronto no siguen nuestros desatentados
gobiernos una política española verdadera; si no abandonan
el camino del filibusterismo, tan preferido por los radicales y
demócratas, y si muy pronto el patriotismo, la justicia y la
legalidad no ahogan la absurda aspiracion de plantear teo-
rías insensatas, cuyo solo anuncio ha empezado á matar el
poder español en las Antillas y cuya aplicacion acabará com-
pletamente con nuestra ya exígua influencia en América.


Que es en rigor lo que parecen proponerse. esos partidos.


v.


Enterado por telégrafo el conde de Valmaseda del aconte-
cimiento de los estúdiantes, dirigió á los voluntarios por el
mismo conducto una alocucion desde las Tunas, el 27 de no-
viembre, que ningun efecto produjo ya, por recibirse despues
de consumarse la desgracia. En aquel despacho, que era clara
expresion de sus propósitos, ofrecia la primera autoridad que
al dia siguiente llegaria á la Habana «para hacer que la jus-
»ticia representada por un tribunal mostrase los culpables
»del atentado, y para. que los jueces, apoyados en la ley y en
»su conciencia, marcaran la pena» á que los delincuentes se
hubiesen hecho acreedores (104). Mas cuando cási á la media
noche del otro dia llegó á la ~apital, acompañado del ayudan-
te que por encargo del general Crespo habia ido en tren
e:cpres hasta Güines, para recibirle y enterarle de todo, in-
cluso de los rumores de una anunciada manifestacion contra
el conde, que no llegó á salir cierta, y cuando éste entriÍ en,
#~~::~::.'.,.
~ ¡ .... .,.!~~. '~"


.' ':]"' '. ; .(:r-
" I




608 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


la ciudad decidido á restablecer el sosiego si trataba de alte-
rarse, ni nada pudo remediar ya, ni nada presenció que le
conmoviera ú obligase á tomar ninguna extraordinaria me-
dida. Tan completo encontró el órden y tan regular y per-
fecto el movimiento social, que nadie sin aquellas sangrien-
tas huellas hubiera creído en las terl'ibles escenas represen-
tadas el dia anterior.


Profundamente impresionaron estas al conde de Valmaseda,
quien más que nunca fué desde entónces comprendiendo la
imposibilidad de hacer la paz en la isla, mientras no se adop-
tasen medios definitivos para destruir el gérmen de los labo-
rantes é instigadores que, excitando á los españoles más
impresionables, entorpecian el desarrollo de la política que
habia de traer aquella paz. Pero el gérmen no era facil que
desapareciese en tanto que el gobierno de la metrópoli no de-
jara de mostrarse benévolo con los enemigos encubiertos, y
como esto no lo hacia, segun se vió en la reciente proteccion
dispensada á los deportados en la isla de Pinos, se vió el conde
obligado á no separarse de la capital, para contener cual-
quiera otra manifestacion desagradable que pudiera ocurrir,
y tuvo necesidad tambiende encargar la campaña á los jefes
de columna, con gran perjuicio de sus propósitos y de su
noble ambicion en llamarse el pacificador de Cuba.


Obligábale además á permanecer en la Habana el cambio de
su gobernador político. Relevado D. Dionisia Lopez Roberts,
por órden recibida unos dias ántes de aquellos tristes sucesos,
habia hecho entrega del mando al oidor ó magistrado de la
audiencia nombrado para sucederle, D. Juan .Tosé Moreno,
que si bien reunia á una intachable reputacion el perfecto
conocimiento de la isla, donde llevaba diez y seis años de
permanencia, era al cabo una autoridad nueva, y como pro-
cedente de la carrera ju:licial, tan diversa de la guberna-
tiva, poco práctico y no muy á propósito para afrontar las
graves circunstancias del estado político.


El nuevo gobernador, empero, decidido desde un principio
á hacer el órden y á mejorar las costumbres en cuanto le
fuese posible, s') dedicó en el corto tiempo que con general




LAS INSURRECCIONES EN CUBA 609


beneplácito estuvo al frente de aquel cargo á perseguir los
juegos prohibidos, cuyo cáncer social iba corroyendo hasta
las clases mas honradas y laboriosas, y habia ya servido al-
guna vez de motivo á la prensa para condenarlo y para exci-
tar a las autoridades superiores á que recordaran á sus dele-
garlos todo el celo que debian demostrar en el cumplimiento
de los bandos de buen gobierno (104). Para que la tranquili-
dad no se alterase por ciertas gentes de mal vivir, continuó
los expedientes gubernativos formados a los vagos é incorre-
gibles, a quienes castigó de acuerdo con el gobernador supe-
rior, remitiéndolos a la trocha militar a fin de que con su
trabajo auxiliaran.a nuestras tropas. Estas disposiciones, que
tan dignas de aplauso debian considerarse, no fueron con
todo aceptadas en absoluto, por r~sentirse en sus detalles de
la falta de practica gubernativa del que las dict':1ba; lo cual
dió margen a que cierta clase lastimada int~ntas3 convertir
en político aquel asunto de pura moralidad, y empezara á
dirigir sus tiros contra el gobernante para desprestigiarle. El
castigo de la trocha resultó tambien contrapro1uc¿nteal cabo,
cuando se referia a individuos ya indultados ó a los que solo
una ocasion oportuna esperaban para ir a engrosar las ban-
das insurrectas.


Los favorables efectos de la permanencia de Valmaseda en
el campo se extendieron entónces mucho cntre las gentes,
p:1r las relaciones de las personas de su co:nitiva en el Cuar-
tel general y por las de los presentados que, durante las
campf1ñas del tiempo de :lU mando, no bajaron de cuaren-
ta mil. Estos mismos presentados confesaban paladinamente
las ventajas pacíficas obtenidas por el conde, y en la exposi-
clan firmada por 3.225 camagiieyanos, que ea 1.0 de diciem-
bre de 1871 dirigieron desde Puerto Príncip'l al re'y D. Ama-
deo, aseguraban que merced a los golpes certel"OS del general
Cab·lllero de Rodas en los primeros meses de 1870, y á la
constante actividad y energía del conde, se hallaba la insur-


. reccion á punto de espirar. Tanto lo creian así, q uc fundán-
dose en esto, pedianya los exp:mentes para el dia en que estu-
viese pacificada la isla, que se otorgasen á su;; hahitantes to-


TOMO 11 39




610 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


das las concesiones que cupieran en el círculo de su naciona-
linad española y fuesen compatibles con la especial constitu-
cion del p'ueblo cubano (105).


Tambien los periódicos del departamento de Oriente habla-
ron de las agonías de la immrreccion y de su falta de alientos
para organizarse, singularmente de::lpues de haberse plantea-
do con regularidad el servicio de la trocha. Y persuadidos los
laborantes de que su causa no iba bien, al ver ciertos estos
juicios en la presentacion del cabecilla D. Manuel Agramonte,
verificada á este tiempo con una partida de hombres arma-
dos, yen las manifestaciones del espíritu nacional, excitadas
por el CÍRCULO y por todo el partido conservador de España,
con el patriótico manifiesto publicado en favor de los leales
de Cuba (106), se aprovecharon hábilmente del cambio de
ministerio verificado el 21 de diciembre, que llevó á su presi-
dencia á D. Práxedes Mateo Sagasta y á D. Juan Bautista
Topete al departamento de Ultramar, para esparcir alarmas,
dando por seguro el próximo relevo del conde de V al~aseda
por el capitan general D. José de la Concha. La aceptacion á
este nombramiento no la prestaban allí entónces sino muy li-
mitado número de personas, y por eso las más influyentes del
elemento español, en nombre de los Oasinos de la Habana y
de Matanzas y de otras corporaciones y particulares, se apre-
suraron á dirigir desde Cayo Hueso, por no permitir el capitan
general que se trasmitiesen desde la isla, telegramas al go-
bierno pidiendo la continuacion en el mando del que lo ejer-
cia (107).


Por fortuna para los intereses cubanos, atendió el gobier-
no de la metrópoli en aquella ocasion, más que las intrigas de
los laborantes, el ruego de los verdaderos defensores de Espa-
ña, no llevando á cabo sino el relevo del general Crespo, que es-
taba ya acordado; siendo los rumores completamente desmen-
tidos en otro despacho del presidente del Consejo de minis-
tros, que, respondiendo al de los españoles, reiteraba al conde
de Valmaseda la confianza que en él tenia el ministerio (108).
Mas el capitan general comprendió por tal acto, que si la in-
triga no habia prevalecido, existia la intriga, y que los tena-




CAPÍTULO XII 611


ces americanos sus émulos, procurarian que tuviese éxito en
el momento que pudieran aprovechar una ocasion propIcIa
para sacrificarle en pró de los i~surrectos que en él veian un
obstáculo formidable. A fin de no exponerse por tanto á que
cualquier ministro, de los muchos insensatos que producen
las revoluciones y suelen respetarse despues que los paises se
constituyen, olvidando sus servicios, le midiera por el mismo
nivel que á la más injustificada improvisacion demagógica,
se señaló un plazo para hacer la paz, yen el caso de no con-
seguirlo, aconsejar al gobierno que otra persona de más for-
tuna se encargase de alcanzarla.


Él alejamiento temporal del conde de Valmaseda del cam-
po de la lucha, y las expediciones filibusteras que de Vene-
zuela y de otros puntos llevaban auxilios á los insurrectos,
reanimaron la guerra, y esto hizo aún necesarios los fusila-
mientos, y las alocuciones de atraccion dirigidas á las parti-
das insurrectas; de cuyos documentos pudo considerarse el
últim,o el que en 14 de mayo de 1872 expidió en Cauto del
Embarcadero, ofreciendo el indulto á todos los que se presen-
taran, con excepcion de Céspedes, de los individuos de la
Camara y de los cabecillas promovedores de los males del
país (109). La frecuencia en el desembarco de expediciones,
y la menor eficacia de su última proclama, le hicieron creer
á aquel general que durante el plazo que se habia propuesto
no llegarian á cumplirse sus deseos; pues aunque los Esta-
dos-Unidos ap'l.rentaban perseguir á los buques que en sus
puertos se armaban, 10 cierto era que al Perit, al Lillian,
al Hornet, al Salvador y al Upton, les habian seguido el
Edgard Stemart, el Fannie, el VirginÍ1t8, á la sazon vigi-
lado por nuestro vapor PIzARRa, y otros, además de los pe-
queños barcos raqueros que, aunque de poca importancia
aparente, prcstablln grandes servicios á los insurrectos, y
como aquellos, les animaban á proseguir la lucha (110).


Terminado aquel plazo en 30 de mayo, remitió ell conde de
Valmaseda al gobierno de la metrópoli la renuncia de su
cargo, más condicional que definitiva, y más que por el deseo
de salir de la isla dejando la insurreccion en pié, por un sen-




612 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


timiento de delicadeza y de caballerosidad, excitado al ver
que su oferta no habia podido cumplirla tan en absoluto como
se prometió.


El ministerio Sagasta, que desde su subida al poder habia
tenido que dedicar la mayor parte del tiempo á defenderse de
las intrigas radicaleil, estaba combatido á la sazon por la
coalicion monstruosa pactada, al prepararse las elecciones,
por aquellos, los republicanos y los carlistas; la que dió orí-
gen, por los extraordinarios gastos que para vencerla tuvo el
ministerio que hacer, al ruidoso expediente de trasferencia de
los dos millones. Estaba tambien preocupado aquel gobierno
por la guerra vasco-navarra, para la cual, al pasar el Preten-
diente D. Cárlos el Pirineo, se nombró general en jefe de las
tropas constitucionales, con la intencion, sin duda, de tenerle
alejado de la córte, ya que no de proporcionarle un tropiezo,
al capitan general de ejército duque de la Torre, quien, afor-
tunado, como siempre, logró coronar la derrota de los carlistas
en Oroquieta, con el deshacimiento del grueso de las fac.ciones
en el convenio de Amorevieta (111). y estaba al mismo tiem-
po, y desde que se anunció la renuncia del cond~ de Valma-
seda, hostigado aquel ministerio por los solicitantes á la ca-
pitanía general de Cuba, cuando la opinion y el Parlamento le
lanzaron del poder y fué nombrado presidente del Consejo el
duque de la Torre. Tampoco este nuevo gabinete pudo acor-
dar nada respecto del gobierno de Cuba, porque cuando el
general SArrano acababa de llegar de las Vascongadas y
apénas habia tomado posesion de la presidencia, y cuando
el ministro de Ultramar, Lopez de Ayala, se resistió á tomar:'"
la mientras la situacion no se constituyera en una forma más
conveniente, antiparlamentaria mente y por apreciaciones no
bien justificadas del monarca, en lo relativo á la suspension
de las garantías constitucionales reclamada por la actitud de
los coligados, dejó el poder el partido constitucional, el dia
13 de junio.


Estas fueron las condiciones en que se encontraron los go-
biernos q ne hubieran podido indicar al rey un sucesor acep-
table al capitan general de Cuba, para cuando llegase la re-




CAPÍTULO XII 613


nuncia, q ue;por telégrafo se sabia estar en camino desde el 30
de mayo; y como al llegar aquel documento á España ocu-
paba ya el poder el partido radical, á él le tocó aceptarla y
lo hizo luego con marcado disgusto de la mayoría de los leales
de la Antilla, que esperaban no fuese admitida. En consecuen-
cia y cumpliendo la órden que mandaba al capitan general
hacer entrega del cargo al general segundo cabo D. Francisco
Ceballos, cesó el conde de Valmaseda el 11 de julio de 1872;
despues de dirigir alocuciones al pueblo fiel de la isla de Cuba,
al ejército y la marina, á las milicias disciplinadas y bombe-
rús y á los voluntarios, diciéndoles cuánta era su pena al
marcharse sin recoger el lauro de PACIFICADOR, yen los mo-
mentos que «veia en no lejano plazo la posibilidad de anun-
»ciar al gobierno la terminacion de la guerra,» y expresán-
doles á la vez su creencia de que la insurreccion no viviria
más de cuatro ó cinco meses.


El juicio sobre el mando del conde de Valmaseda, hecho
está en sus mismas proclamas y en la comparacion de las
condiciones en que salió al campo en 1868 con el estado fa-
vorable en que dejaba la isla. Los periódicos publicados el
mismo dia '15 de julio, en que se embarcó para la Penínsu-
la, lo hicieron bastante completo en un resúmen de sus ser-
vicios durante los tres años y medio de guerra (112). El por-
venir, segun ellos, le considerará indudablemente como el pri-
mer capitan general de Cuba, que si no la terminó fué, como
en alguna de aquellas proclamas decía, porque «los aconte-
»cimientos, que son superiores á la voluntad de los hombres,
»fiaban quizás la realizacion del suceso al que habia de rele-
»varle»; en lo cual aludia tal vez á' la esperanza de que la
política española tomase mejor rumbo. Pero más bien consis-
tió el impedimento, en la instabilidad unas veces de los gobier-
nos de la metrópoli, que fueron seis durante sumando de año
y medio, y otras en las torpezas si no mala fé que en las so-
luciones de los asuntos de Ultramar demostraron algunos de
aquellos gobiernos en muchos casos.


Valmaseda no obstante, se equivocó al aparentar creer en el
próximo fin de la lucha; siendo más lamentable en él que en




614 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


otro capitan general un error de tanta trascendencia. Na-
die como él, que desde el principio de la revolucion cubana
permaneció en el centro del territorio insurrecto, sabia el
modo y los medios de que se valian éstos para reponer SUB
huestes despues de sufrir un descalabro; nadie cual él,
que tantos años llevaba en la isla, conocia con más perfeccion
el carácter criollo y el orígen y los grados de sus ódios al
peninsular; y por eso cualquiera menos él podia hacer afir-
maciones tan absolutas y difíciles de cumplirse cuando en el
éxito del asunto tanto influía lo eventual. Valmaseda no
ignoraba las simpatías y áun vínculos estrechos que los disi-
dentes tenían con los elementos radicales de la política espa-
ñola; tampoco desconocia, á pesar de lo alejado que de tiem-
po atrás estaba de la metrópoli, las tendencias demostradas
en más de una ocasion por el rey D. Amadeo, en favor de los
radicales, á quienes no ocultaba sus aficiones y quizás su
gratitud; y por tanto parecía más obligado que otro alguno á
mirar las cosas con un carácter ménos risuei'ío que exacto
J á reprimir los arranques de un optimismo que no desconocia
cuán funesto fué para Cuba, cuando por él halaga,dos se de-
jaron alucinar sus predecesores Dulce y Caballero de Rodas.


Si Valmaseda creyó de buena fé en tan pr6ximo y com-
pleto triunfo, no calculó á la vez lo terrible que pudiera ser
el despertar de aquel agradable suei'ío, al fragor de la lucha
aún vigorosa y al murmullo de la congoja por el poco plau-
sible estado econ6mico y la crísis monetaria, que hacia ya
pagar el cambio del oro á más de un 14 por 100; ni supuso
el gran abatimiento que habria de producir en los españoles
como él confiados. No previ6 aquel general, pues á preverlo
hubiera sido ménos optimista, la pena que los defensores de la
patria sufririan, cuando en presencia del laborantismo insul-
tante y de la insurreccion creciente con el apoyo moral de los
radicales, que pretendian eternizarse en el poder, vieran que
no pasaron de consoladoras palabras aquellas esperanzas, por
la realidad defraudadas. Y esta fatal realidad llegó; y ent6n-
ces fué cuando se sintieron los dolores del triste despertar)
por el natural temor que asalt6 á los desilusionados de que




CAPÍTULO XII 615


el cansancio acabase pronto con los espontáneos sacrificios de
los leales, y con la unidad de pensa:niento y de accion que
constituian la fuerza española, temiéndose tambien con fun-
damento y 'como consecuencia inmediata de esto, la formacion
de bandos políticos que, aunque no se destrozaran por el pron-
to, sirvieran eficazmente para alentar y ensoberbecer á los le-
vantados de la manígua.


Por fortuna, la union, que de allí en adelante combatie-
ron las circunstancias cada vez más, se conservó entre los
leales, aunque la firmeza en sus vínculos se resintiera un tan-
to, y esto se habria podido evitar tambien si el conde de
Valmase'da hubiese continuado en el mando de Cuba todo el
año 1872. Tal VeZ en este tiempo no lograra terminar la lucha
completamente, porque las guerras del género de la que á
Cuba aflije han tenido en todo tiempo la muerte muy lenta;
pero que aquel general la hubiera reducido á los límites es-
trechos de los bosques donde la iba encerrando para privarla
de todo apoyo, es indudable, como lo es que debilitada por la
falta de recursos, su des aparicio n podia contarse por segura
y no remota. Inspirándose los radicales, como acostumbra-
ban, en el absurdo, prefirieron no fijarse en estas considera-
ciones, y abandonaron en gran parte al acaso el término de
la contienda, acordando pI relevo.


No quiere decir esto que el sucesor del conde, el caballeroso
mariscal de campo D. Francisco Ceballos, descuidara la
persecucion de los enemigos de la patria, que continuó con
toda la actividad que su situacion le permitia. Mas como
esta era provisional, y dicho queda lo que significa una pri-
mera autoridad interina en las provincias muy alejadas de la
metrópoli, y como tenia que atender tanto á la guerra cuanto
á tem~lar en la capital las excitaciones de la opinion, movi-
da más de una vez entre otra causas por las imprudencias
peligrosísimas de ciertos empleados que el gobierno radical
enviaba allí, le fué muy difícil salir á campaña para evitar
con su presencia, así el crecimiento de las facciones como las
inconveniencias de ciertos jefes militares; viéndose por' tanto
imposibilitado de precaver que aquellas se envalentonaran y




616 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


que estos sufriesen alguna vez descalabros muy sensibles
á nuestras tropas.


Para contar el gobierno radical como adeptos seguros á los
no escasos candidatos que pret¡:,ndian aquel codiciado man-
do, y quizás tambien con el objeto de reservar el nombra-
miento al ministro de la Guerra, identificado entónces con
aquel partido, D. Fernando Fernandez de Córdova, que de
mucho tiempo atrás lo deseaba, acordó que continuase la inte-
rinidad de D. Francisco Ceballos; confiando sin duda en que,
como interino, no se opondria á plantear los funestos proyectos
que se le comunicaran, cual consecuencia obligada de los
compromisos que los radicales tenian con los abolicionistas y
los simpatizadores de los rebeldes cubanos. Por su bien y el de
la Antilla no llegó tan pronto este caso, ni fueron á Cuba las
reformas con la precipitacion que los laborantes exigian.


Dentro de su autoridad y de sus facultades hizo Ceballos,
siempre inspirado en el mayor patriotismo, todo lo que le fué
posible para que la situacion de la isla no se agravase en su
tiempo; mas no hizo tanto como á la España con venia para
terminar completamente la lucha. La responsabilidad, sin
embargo, no era suya. Lo era del gobierno, que si no escati-
maba mucho los refuerzos de tropa, se excedia en las prome-
sas reformistas á los laborantes, consiguiendo así que los in-
surrectos sus amigos tomaran aliento. El gobierno, queenvian-
do á las Antillas numerosos empleados de patriotismo dudoso,
creaba dificultades á aquel general con la conducta de estos y
su aficion á usar de la influencia oficial para mortificar á los
leales defensores de España, y áun para sembrar en sus filas la
semilla de la desunion, cual se vió patentemente en cierto ban-
quete celebrado poco ántes y en reuniones públicas promovi-
das por ardientes radicales. El gobierno radical, dispensando
decidida proteccion á reconocidos filibusteros en las elecciones
para las últimas C6rtcs del rey D. Amadeo, y otros favores en
nombramientos y gracias á disidentes condenados por la opi-
nion española en Cuba, demostró al país con repugnante ci-
nismo que se habia declarado protector de los enemigos de Es-
paña; arrojando á la frente de la nacion española aquella ver-




CAPÍTULO XII 617


güenza que no fué capaz de comprender el mismo rey, á quien
algunos buenos españoles prescindiendo de todos sus compro-
misos de partido acudieron, para enterarle de la política an-
tinacional de sus consejeros. El general Ceballos no hizo, por
tanto, sino sufrir las amarguras á que le condenaba su obe-
diencia á unos políticos tan funestos.


El gobierno radical presidido por el alucinado D. Manuel
Ruiz Zorrilla, 'que llevó al poder la vulgar y vituperable pa~
sion de vengar un desaire personal destruyendo su propia
obra, con el derribamiento de una dinastía por él traída á Es-
paña, llevó tambien, al parecer, el propósito de destruir la in-
tegridad nacional, revocando leyes sábias solo para saciar
sus malas pasiones, y acelerando la apro bacíon de los proyec-
tos de otras para hundir alevemente la patria, favoreciendo á
los enemigos de nuestro nombre. ¡Y todo á trueque de al-
gunos halagos, no aceptados jamás ni por gobernantes dignos
ni por españoles que se estiman en algo!


Yen tanto la España de 1872, degenerada en su patriotismo,
abatida por sus vicios, prostituida al olvidar y áun escarnecer
los sagrados principios que la dejaron gloriosas tradiciones,
vió cómo se la desgarraba, y calló. Hoy vá sintiendo las do-
lorosas consecuencias de su punible apatía y llora, pero no se
defiende, porque está enervada, porque la debilidad que los
excesos y una insensata indiferencia la produjeron, la tienen
sin fuerzas y sin la energía moral de las conciencias puras.
¡Dios quiera que cuando por medio de la expiacion se forta-
lezca, la sirvan de enseñanza los males de la degradacion
presente, para fundar un porvenir digno, si es que á tiempo
llega y ántes de decretarse su desaparicion del catálogo de las
naciones!




'" I




CONCLUSION,.


Hemos dado fin en el anterior capitulo á los ApUNTES PARA
LA HISTORIA POLÍTICA DE LA iSLA DE CUBA EN EL PRESENTE
SiGLO que nos propusimos presentar á la consideracion de los
buenos españoles al dedicarles la obra. Quizás no hayamos
hecho completo el trabajo, ya que queda sin concluir en su
última parte la pintura de las impaciencias, las inquietudes,
los amaños y las manifestaciones del rencor, que forman el
cuadro de la vida de Cuba, desde que los conspiradores anti-
llanos y los políticos de la. metrópoli, unos por ambicion y
por desidia ó incapacidad los otros, prepararon la rebelion
de Yara, hasta que los insurrectos y las banderías derivadas
de la revolucion de setiembre arrastraron por rápida pen-
diente á un abismo de perdicion y de ruina á la más valiosa
de las islas del Océano occidental. Falta ahora resumir todos
los sucesos apuntados, aunque con ligereza referidos, y poner
de relieve, en limitado e,spacio, las causas de 10'3 males que
hoy se lamentan, para buscar los remedios que la dolencia
crónica y casi incurable pueda aún soportar, ap~icándolos
como paliativo, si no ya como heróico y saludable medica-
mento; y señalarle luego á aquella sociedad enferma un
plan, que al mitigar los dolores, evite la complicacion con
otras nuevas é inmediatas graves enfermedades. Este es el
objeto del presente capítulo.


• x \' ) ¡r




620 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


1.


Sabido es que todo lo creado obedece ordinaria y lógica-
mente, en su desarrollo y destruccion, á la energía del im-
pulso recibido para adquirir la vida, así en el órden moral
como en todas las manifestaciones y fenómenos físicos. Es el
rayo rápida transicion al sér activo del sér latente; en la os-
curidad y en la luz y en el resplandor y en las tinieblas vive
un instante. El viviente alarga su existencia en razon direc-
ta á la lentitud de su desarrollo; y así como el hombre lan-
zado al mundo en familia pacífica, en estacion suave, en épo-
ca tranquila, sigue su crecimiento, su descension y su de-
crepitud al compás de aquellas circunstancias bonancibles,
el guerrero de violenta vida halla de· ordinario ruidosa
muerte. Y los pueblos, como los hombres que los constitu-
yen, y como todo lo que está sujeto á leyes inmutables, se-
gun las condiciones de su desarrollo al salir á la vida social,
así crean las circunstancias, y en sus actos las premisas
que han de traerles obligadas y fatales conclusiones.


La nacion española, herida de muerte por el alfange aga-
reno, necesitó del fragor de la batalla para revivir y alcan-
zar distintiva forma; tuvo que nutrirse para acrecer sus
brios, consumiendo inmensos lagos de sangre; creció con la
devastacion y la ruina de la raza quedespues de asimilársela,
se acomodó á convertirse de vencedora en vencida, y cuando
d) _su adversaria como colectividad no quedaban más que
brillantes páginas en la historia, y cuaudo llena de orgullo
llegó á su edad viril y le faltaron enemigos próximos con
quienes combatir, los buscó en todas partes para satisfacer
sus aficiones y su pasion violenta por la lucha. En el término
de esta se halló formada la nacionalidad ibérica, y tambien,




CONCLUSION 621


cual siniestra herencia de siete siglos de vida en los campos
de batalla, un gran decaimiento en la moralidad, y aquella
disolucion que hicieron necesarios los correctivos aplicados,
para mejorar las costumbres públicas, por los gloriosos Reyes
Católicos, que alcanzaron á sentar las bases del siglo de oro
de la nueva pátria.


De aquellos guerreros, de aquella gente bravía é ignorante
que no acataba más ley que la de la fuerza ni tenia por hon-
rosa otra ocupacion que la de las armas, hubiera resultado
indudablemente al cabounaconstante contienda entre los no-
bles que lo eran por acciones valerosas, y áun los acometimien-
tos no escasos en los tiempos medios contra el poder real,
á no haberse distraido tan turbulentas gentes con las expedi-
ciones á la India Occidental que acababa de descubrir Cris-
tóbal Colon; al Africa, donde el gran Jimenez de Cisneros
señaló el más natural, fácil y seguro porvenir á la nueva Es-
paña; y á la Italia y á los otros puntos de Europa, uonde des-
pues buscó nuestro rey, el emperador Cárlos V de Austria,
los laureles que han hecho imperecedera su memoria.


Al verse 16s Reyes Católicos tan favorecidos por la suerte
con la posesion de un mundo hasta entónces ignorado, se
aturdieron ante aquella inconmensurable grandeza, y no
siéndoles posible M medio de su sobrecogimiento crear ideas
para apreciarla con toda exactitud, ni inventar medios ni va-
lerse para conservarla de otra ciencia que la que en su tiem-
po pasaba por la mejor en la parte del mundo que regian,
no supieron en los primeros momentos hacer otra cosa que
ocultar aquel tesoro á las miradas de las gentes extrañas y
situar en 61 guerreros para custodiarle.


Para conseguir lo primero, prohibieron la traslacion á los
territorios descubiertos de todo habitante que no lo fuera del
reino de Castilla, cerrando en consecuencia los dilatados
horizontes que ofrecia el comercio occidental á los demás hi-
jos de la España nueva que no lograban favor en los puertos
habilitados de Sevilla y Cádiz, sin considerar que los atrevidos
navegantes catalanes, famosos por sus expediciones alOrien-
te y á Italia, no dejarían de intentar recorrer ¡las costas de




622 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


América, con gran daño de los propósitos reales al hacerlo
fraudulentamente.


Sin apartarse tampoco los Reyes Católicos de las tendencia~
de la época y de las prácticas que creian las más eficaces,
enviaron para conservar aquel tesoro y someter las dilatadí-
simas regiones que lo representaban, á los ociosos guerreros
de la conquista de Granada que contribuyeron á la forrnacion
de la nacionalidad española. Embarcáronse, por tanto, para
la América aquellos rayos de la guerra, llevando con todo
su orgullo y todos sus vicios el gérmen de los desmanes, de
los atropellos y de las desdichas que habian de resultar á la
menor resistencia de los hijos de la naturaleza, que asombra-
dos les recibieron como á semidioses. La adoracion rendida á
los españoles por aquellos inocentes, que les creyeron venidos
del cielo al verles disponer del rayo, que no por otra cosa
tenian los disparos de los mosquetes, desvanecieron tanto y á
tal grado elevaron el orgullo de los conquistadores, que se-
gun uno de ellos, testigo de los sucesos ocurridos en el N ue-
vo Mundo el primer siglo de la dominacion española, cual
era el autor de la Araucana, Alonso de Ercilla,


El felice suceso, la victoria,
La fama y posesiones que adquirian,
Los trujo á tal soberbia y vanagloria,
Que en mil leguas diez hombres no cabian ...


Pero esta misma soberbh y los excesos sus derivados,
pronto produjeron las desdichas, nacidas de los ódios que
sembraron en los sencillos corazones indios. Cuando estos
conocieron en las pasiones humanas de los conquistadores su
naturaleza terrenal y el encanto en que habian vivido, se
avergonzaron de haber prestado tan fácil sometimiento á
los que, si eran hombres superiores, no llega.ban á séres divi-
nos, é inspirándose en el génio de la rebelion, fueron ya mé-
nos humildes, protestaron contra la ilegalidad y la injusticia
convertidas en capricho por los guerreros, y hasta los más
sufridos pasaron de admiradores de éstos á irreconciliables
enemigos, y á poco de víctimas en verdugos, donde la oc&.-
sion y la superioridad del número les permitieron vengarse.




CONCLUSION 623


Sobre aquellos guerreros creadores de las circunstancias,
que en vez de bendiciones solo arranques de maldicion pro-
dujeron contra los bien intencionados Reyes Católicos que los
enviaron, pesará siempre, por tanto, en mucha parte la res-
ponsabilidad de nuestras desdichas en América; debiéndose
atribuir á ellos, en primer término, la pérdida de los dominios
que pudieran hacernos figurar aún en el mundo como la pri-
mera naCÍon de la raza latina. El mal ocasionado por los
guerreros dejó profundísima é indeleble huella en el ánimo
de los indígenas americanos, y arrancó tan ruidosos lamentos,
que su eco llegó hasta la misma córte de España. Los reyes
entónces quisieron remediar, aunque tardiamente, los efectos
de la arbitrariedad y enviaron á aquellos paises muchos reli-
giosos, con la mision de dulcificar el trato con los indios y de
obligdrles á que el culto de los astros y de las manifestaciones
naturales que sus padres les enseñaron, le cambiaran por el
dogma, quizás complicado en demasía para las limitadas in-
teligencias indias, que les proporcionara ingresar en la co-
munion cristiana.


Aquellos religiosos eran hijos de su época y del enorgulle-
cido pueblo español, casi tanto como del mismo Evangelio; y
dependiendo de una monarquía soberbia por su suerte, sus
triunfos y su poderío, y acatando á la Roma. que por lo gene-
ral era más potente y fastuosa á la sazon que puro manantial
de virtudes, llevaron á la América estos deberes amasados
con los sentimientos de la democracia, tan propios de las ma-
sas populares de donde singularmente el religioso procedía,
por lo cual, y careciendo de unidad de idea y de propósito, les
fué muy poco fácil presentarse con las mejores condiciones
civilizadoras, y plantear los sistemas que fueran más acep-
tables á unos séres humanos tan diferentes de los de su raza
y tan ajenos á todo comercio ilustrado.


Participaban además aquellos religiosos, y no en pequeña
parte, del desenfado guerrero de la época, y por eso tal vez
no llevaron al Nuevo Mundo todo el bien que era de esperar;
pues si enseñaban los santos principios emanados de una di-
vinidad sumamente buena, sábia y justa, no siempre en to-




624 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


das las prácticas demostraban ser sus más perfectos ministros.
El mismo ya citado Alonso de Ercilla, por no acudir á otras
pruebas, al presentar en su poema á los conquistadores, en-
tre los cuales iba esta clase tan influyente, como motivo de
las discordias con los indígenas, pone en boca del maltratado
Galbarillo el siguiente resúmen de los móviles del ódio arau-
cano contra todos los hijos de España.


y es un color, es apariencia vana
Querer mostrar que el principal intento
Fué el extender la religion cristiana,
Siendo el puro interés su fundamento:
Su pretension de la codicia mana,
Que todo lo demás es fingimiento,
Pues los vemos que son más que otras gentes,
Adúlteros, ladrones, insolentes.


Esos reprobados instintos que el poeta atribuyó á los con-
quistadores españoles, primeros padres de} mestizo america-
no, que eran comunes en su tiempo á todos los conquistado-
res europeos, tal vez no fuesen tan generales como en los de
otros pueblos; pero muy bien puede suponerse que inspirasen
la profecía del eminente Ignacio de Loyola, quien entónces
y dos siglos ántes de que se cumpliese, anunció en el éxtasis
que tuvo en Manresa, sin equivocarse por cierto, el decai-
miento y la anulacion en que vendría á parar la poderosa 61'-
den de los jesuitas, de que fué fundador, por los vicios que los
americanos del tiempo de Ercilla censuraban. Los religiosos
de esta fundacion se apoderaron, más que los de ninguna
otra órden, d:l la inflnencia política y social del continente
sur-americano, pues más hábiles que los individuos de las
otras fundaciones religiosas, supieron adquirir simpatías en
la metrópoli, ofreciendo aplacar la odiosidad contra el guer-
rero espallol y aun contra el primer religioso cristiano, que
habian d..:jado viva y dolorosa impresion en los descendientes
de los indios sacrificados; y simpatías tambien entre estos
mismos indígenas, interesándolos en sus asuntos mundanos,
y estrechando así fuertemente los vínculos entre el pueblo y
f:US directores espirituales.




CONCLUSION 625


n.


Muchos años pasaron ántes que el gobierno de España pen-
sara en plantear un aceptable sistema colonial, y de ello no
se acordó sino al conocer la tendencia á emanciparse de la
presion de los conquistadores, que descubrian los americanos
en actos insurreccionales, á los que no fueron extrañas las ex-
citaciones de los pueblos europeos que atacando el derecho es-
pañol fijaron su planta en América. Por fin los reyes de España
fueron limitando las restricciones mercantiles, para estrechar
y fortalecer así los vínculos de sus súbditos del viejo y del
nuevo mundo, y mientras los ingleses en el Norte extermina-
ban á los naturales para fundar sus colonias, asimilábase la
raza latina poco á poco los habitantes sur-americanos, al am-
paro de leyes que eran muy sábias sin duda, pero que de or-
dinario hacia ineficaces la caprichosa aplicacioD de guerreros
y vireyes.


La reprensible conducta de éstos hizo allí repulsiva á la
metrópoli al estrecharse, por la mancomunidad de intereses,
los compromisos sociales entre el indio y el hijo del europeo
mestizo y criollo, que juntos empezaron á murmurar de las
arbitrariedades de los delegados y áun del p)der supremo, y
juntos á dar calor para desarrollarlo, al gérmen de las anti-
patías sistemáticas contra todos los mandatos, contradicto-
rios muchas veces, que de aquel procedian y lastimaban y
contrariaban sus aspiraciones. D3 esta suerte se crearon las
agrupaciones enemigas de la España oficial y quedó ilusorio
el propósito de fundar en América pueblos españoles; pues
los hijos de estos en su generalidad nunca lo fueron, hacien-
do por el contrario alarde de renegar su procedencia, y de
acaudillar indígenas para constituir un partido emancipador ó
independien te.


TOMO II 40




1526 LA.S INSURRECCIONES EN CUBA.


No reconociendo los descendientes de los indios maltrata-
dos otra patria que el país donde nacieron y tocando cada
dia más en los actos del absorbente absolutismo la limitacion
de las libertades autonómicas ó municipales, planteadas para
si por los primeros conquistadores, se consideraron en cierto
modo dispensados de los miramientos que los hijos de Espa-
ña, que contínuamente se trasladaban á aquellos territorios,
tenian necesidad de guardará la metr"ópo1i; y á ·los abusos
ael mundo oficial respondieron con démostraciones de públi-
eo desagrado y con aquellos movimientos de rebeldía, ya
fundados en el excesivo tributo ó en las exacelones que
creian ilegales, ya en el monopolio y estancamiento del taba-
co, y en otras mortifi·cadoras imposiciones emanadas de sus
gobernantes yde la metrópoli mal prevenida por los mismos.


El desarrollo de la . animad ve'rsion americana habria sidU
quizás muy lento y de resultados remotos si hubiera obedeci-
do á la sola' iniciativa indígena; pero como en consecuencia
del egoistasistema colonial de Españ:a, todas las naciones de


"'Europa,reseritidasaún del exClusivismo de la casa de Ans-
tria,'preténdián derribar al cdIoso ~Spáñol, usaron á este fin,
eomo ~m~da dicho, entre oti'bsmediosel 'de fomentar el gér-
men de las discordias y alentar la rebeldía en los habitantes
de América. Los ingleses contribuyeron á ésto más que nin-
gun otro pueblo con sus hijos los fundadores de las colonias
del Norte, que luego y e'uando se llamaron Estados-Unidos
hicieron públicas sus agresiones cuntra España, al pretender
apropiarse las costas del golfo mejicano donde desagua el
éa.udaloso Mississippi, arteria y principal medio de comuni-
cacion entre el corazon del continente septentrional y el testo
del Nuevo Mundo. ¡Yeso que aquellos habitantesdebian su
independencia á la proteccion de España!


Fruto de las pasiones impropias de un rey, y del que aún
hoy se llama el gran Cárlos III, fué la futidacion de la repú-
blica norte-americana. Protegiendo con imprudente política
aquel acto, infirió la más grave herida á nuestra influencia
en América, herida de muerte por complicarse con la que el
mismo monarca prodnjo poco ántes con la expulsion de los




CONCLUSION 627


jesuitas de, tod~s ws dominios españoles. Deso.ubieda la polí-
t.ica y.Jas item¡leneialis absorhentesde ,estos retigiosos por s.Ji
adversario 'el obispo de laePuebla,delos Angeles, D. J,uan de
Palaf0x,. ~liien . ,decia .de ellos en unll",.~·arta ;alPapa rnocen.;..
cio':X, «qJueno combati8ln 'nilpor la ,verdad ni por la fé,» y sm
pararse Carlos III ,en la conveniencia de sostenerlos para la
conservacion de. aa América española, ,se deshizo de ellos;. ~n­
tregando así: los dominios, que hubieran MaDado por ser de
losjestÚtas, pero de los jesuitas españoles, á los .revoluciona-
Dios que pretenruan desligarse de la :metrópoli y lo oonsi-
gtlieron.cuando faltó ,aquel ver.d.adero dique, que impedia;el
dflsbomamiarrtn· de las ,corrientes separatistas. Los jesuitas
se vengaron 'muy prontooponieudo su gran influencia á 'la
bea;trncacionde Palafox pretendida .por el rey.


Despaes de .aquellos dos ,irremediables males, causados _ á
la dominacionespañola en Occidente por quien mas interés
debía tener en asegurarla, se dedicó el rey con loable solici-
lmd á diotar beneficiosas y liberales medidas,para favorecer el
comercio y mejorar la civilizacion americana; mas. como· Ji)j)
existia ya el regulador de los jesuitas que eran los 'verdt1de-
nos directores de aquella ;política, y como con lau:mrpaCÍ<:inrde
sl!ls,bienes.se habia' dado tan mal ejemplo, ,no')fesultatoná la
postre muchos de los beneficios, sino en nuestro .propio daño.
En las agrupaciones de las clases educadas á la .sombra de
las libertadBs coloniales, penetraron entónces los hombres más
displl'estos á emanciparse de toda tutela, y aunque los ilus-
trados discípulos de los jesuitas, que sirvieron de núcleo al
elemento civilizador de América, conservaran sus sentimien-
tos españoles, al ver á sus maestros perseguidos, si no hicieron
desde luego causa comlln con los nuevos desaficionados á E~­
paña, tampoco se esforzaron mncho en contenerlos ni· en
mantBner como hasta allí el españolismo entre aquellos na-
turales.


Pronto estas clases ilustradas se embebieron, 'cual las eu-
ropeas, en las :ideas que ,prepararon la revolucion francesa de
1789, Y protegidas por Godoy, que no ocultaba sus tenden-
cias enciolopedistas, , adquirieron gran representacion social




628 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


las personas eminentes por su sabiduría á ellas aficionadas.
Así se trasplant6 á España y á sus dominios aquella revolu-
cion que ni Cárlos IV supo comprender, ni Godoy quiso di-
rigir y encauzar; vinieron las exigencias del derecho político
moderno, y, atraido Napoleon Bonaparte por las indiscretas
complacencias de aquel ministro y la concesion de tropas
para que fueran á morir lejos de la. pátria, entr6 su poderoso
ejército en la. Península promoviendo. en pago á las debilida-
des de nuestro rey, la. guerra de la independencia española.


Primeras víctimas de las malas artes de Napoleon fueron
los individuos de la real familia, y motivo tambien éste de la
guerra; durante la cual, huérfana la nacion, que no sabia vi-
vir sin Dios y sin rey, y desacostumbrada á regirse por si
propia, tuvo que aprenderlo apresuradamente. Así lo intentó
formando en los reinos de lllspaña juntas gubernativas de
salvacion y armamento que, al entrar en discreto acuerdo
y reconocer las ventajas de la centralizacion política que la
monarquía les habia enseñado, se redujeron á una sola, la de
Aranjuez, que se traslad6 á Sevilla y Cádiz, donde para tener
un gobierno perfecto en tanto que el cautiverio del rey durase,
sent6las bases á su juicio salvadoras, de aquella que luego
fué la Constitucion de 1812, que por mal comprendida y peor
aplicada se considera orígen de las desdichas que aún hoy
sufre esta desventurada pátria.


Al conocer la perturbacion de la metrópoli las clases ilus-
tradas y ambiciosas de la América, se creyeron tambien con
derecho á intervenir en los asuntos públicos de la nacion, y
muchos de sus individuos declararon ya sin rebozo su ten-
dencia á poseer un gobierno propio, en consonancia á lo que
les inclinaban la práctica y el conocimiento de las leyes de
Indias, aunque sin d'lsprenderse por completo de la depen-
dencia española. D~seaban lo que despues se ha llamado au-
tonomía, y pretendían disfrutarla cuando ménos todo el tiem-
po de la interinidad ó hasta que, de acuerdo con el sentimien-
to nacional, se depositara.n en un poder legitimado los desti-
nos de las E3pa.ñi\s.


El establecido para defender la Península de las armas




CONCLUSION 629


invasoras, se formó de personas con más buena fé y mejor in-
tencion que conocimientos prácticos en los asuntos u1tram'a-
rinos; las que, en vez de empezar relevando á los gobernantes
puestos por Godoy, que en la mayor parte de los reinos eran
odiados, y en vez de sancionar la formacion de juntas presi-
didas por delegados del poder central, enérgicos y activos,
que contuvieran las aspiraciones perjudiciales y dirigiesen el
espíritu público por las corrientes que seguía el peninsular,
enviaron á la América emisarios, no todos sensatos, con el
encargo de ofrecer á los americanos á cambio de dinero para
sostener la guerra contra Bonaparte, darles participacioná
las colonias de las conquistas liberales que hiciese la Penín-
sula y señalarles puesto á sus representantes en el Congreso
nacional que iba á reunirse.


Los españoles occidentales que no consideraron suficientes
las ofertas para calmar su inquietud, ni vieron que las medi-
das de la junta central bastaran á garantizar su porvenir,
consideraron á la vez exiguo el número de diputados que se
les señalaba, aunque era en verdad hasta exorbitante compa-
rado con el concedido á las provincias de la Península. Sintie-
ron los ultramarinos que no pudiesen asistir á aquel Congreso
todas sus capacidades; y como algunas de ellas, por las dis-
tancias y los peligros del viaje, se resistieran á abandonar sus
casas, y como, segun el decreto de convocatoria, no polian re-
presentará la América sino los nacidos en aquellos dominios,
con gran disgusto de los peninsulares que residian allá mu-
chos años, eli)5ieron á gente moza para que fuera á Cádiz.


Dotados de ardiente imaginacion los jóvenes diputados y
más liberales que los de la Península por la calidad de su
educacion, aumentada en el mayor comercio científico con
otros pueblos, se inclinaron en todas las soluciones al bando
que representaba la exageracion radical, por ser tambien el
más fácil en dejarse seducir por la halagüeña frase y suaves
atractivos de los americanos, que tanta sagacidad solían


_ aprender al contacto de la raza india, y juntos fueron siem-
pre en las exigencias políticas, mucho más allá de lo que á la
integridad nacional con venia.




630 LAS INSUImRCCIONBS EN CUBA


rIlo


La isla de Cuba, que comparada con los;r,einos de Méjico,
de Chile, del- Perú y los de las vecindades de los riosOrinoeo y
de la Plata, tenia eseasisima signifi-cacion al-empezlJl" el pre ...
sante siglo. ¡X>l"no haber recogido aún maduros frutos-la, So-
ciedad patriútica fundada por D. Cárlos m, dió ya en la ¡mi;..
mera época constitucional marcadas señales de seg:uir la
oorriente indicada por loS' habitantes' del próximo continenta.
Que estaban los cubanos identificados con sus vecinos, lo de-
mostraron ya ántes y cuando la entereza del marqués de So-
meJuelos y la actitud de los voluntarios de la Habana, en los
tumultuosos días de marzo de 1809, impidieron: que el ele-
mento reformis.ta se sobrepusiera á, la autoridad'española., en
aquel primer aato'politico insurreccional; con que' (¡juba. em-.-
pézó las 'rebeliones de este siglo'.
C~msidemndose débiles pa.ra los actos de fuerza- é impoten-


teS para imitar á Buenos Aires, Venezuelao y Méjico, prepa-
raron-lospatribtas cuballos su porvenir politico,organízando
trabajos á este fin y·extendiendo la propaganda autonómica
ódel exclusivismo regionalj sirviéndose pal'atello hasta de los
espaílioles·emigrados del continente yr de la inmediata isla de
Santo Domingo, y de todos los medios que coadyuvasen al 10-
gro de sus deseos. Su: aotitud y la presencia en la isla. de
aquellos emigrados y de sus sirvientes, contribuyeron ya al
levMltamiento' de la; gente- de color que en 1812 capitaneó el
I1egJ.'o Aponte, si bien ante el peligro J en tanto que destruían
al enemigo comuR', se uni~ron: todas las clases y todos los
hombres blancos de los diferentes-prurtidos, que luego volvie-
ron á separarse·.


La primera época constitu'Cional terminó sin producir nada
perfectamente acertado ni aceptable respecto de Ultramar,
pues los reinos que se declararon: independientes hasta: el re-




CONpLUSION 63~


g-reSQ,de la, f~m,ilia real c.aut,¡vl:\" coI]1o BUl'ln~4ir.e1l y 0hrc;>,s~
no vQlv,iellon 4, !l\>Qle.terse á..l~ Espaj;¡a, y los diputados de, 10&
dominios que aún permanecian ~~les, en vez de. "Volv.el[ a~
lado de sus electores inspirados por ideas españolas, co;utrb
huyeron en gran pllr.te con su, propaganda á romper los. iébi-
les lazos de sumjsiou, cuando no se. convirtieron en caudillo~
de la independencia, como ~amos Ariape en Méjico. Cuba se
libró afortunadamel,lte de estQ por el acierto que tuvo el r~yi
en atraerse, coufiá,nd;ol,es. ca¡gos imp9rt!tnte~, á ~Os<1~e l1¡e.,.,
garou á EfJpajia para, tomar parte elj!. la{! dis,cusi9-nes parl:.l¡;:
~Ij}¡ta.rjas y, se encontj.laroA con I\\), gobiernCl perso~al absoh,l-,
tistl'\.


Al ra.sgaJJD. Fernando VII, con mallo, ppco generosa r4
agradecida, el código formado por los que combatieron deno-
dadamente para conserv.arle el trono, se propuso, y con acier~
to. sin duda, restablecer el órden, en 10 poco verdade,ramen,te
leal q ne en América nos quedaba, án tes de hacer concesiones,
y recon.quistar luego los terútor~, que se habían en;tancipa,,-
d<:\. Obedeciendo á es.ta política S¡:l reunieron en Andalucí~ los
ej~j.1Citos que habían de ir l\ reintegrar. á, E:spaña, s,u bien pe.r,";"
di.do; cuyas tropal?, sedl,lcidas po, a,lgqno~ malos. españ,ole¡;,
eQ~virtiéronse de defensoras. de. la causa naciqual en instru~
mento de pasiones de partido yen ariete cOJ¡ltrael poder d~
rey, al que seis años ántes llama:han el DESEADO. PD,r, restable~
cer un gobierno de problEWlática bond~d, pBr~ que satisfici~ra
sus, ambiciones, inaugurar.on loshom,bres del partido liberal
los pronunciamientos militares, al proclamarse sedicios~ment!!
la Con"titucion de 1812 por el ejército andaluz.


Al a\lven,imi~nto de la ~gunda. época constitucional se de-
bi61a. pérdida de l~ Nueva España ó Méjico, y el comprome~
ter lo poco que nos qJledabaen América, como fué la pri-:-
mera principio de nueS~fo decaiw.i~¡ltA colonial. N o .se adop-
taron por las Córtes. de 1820 á 1823 en los asuntos ultrama-:-
rinos mejores soluciOl,les que durante l;ts. de la guerra de l~
independencia; y á pesa.r de haber.se. prop1,lesto pOl; lo~ polit~;­
cos experimentados plantear la autj)l1pmi~ americana, (¡ cons-
tituir una monarquía pa.ra e.l infa.Jl~ 1). Irl'ancisco de Paula!




632 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


hermano de D. Fernando VII, se convocó otra vez á los dipu~
tados de las Clllonias y asistieron al Parlamento, aunque con
demora por ciertas irregularidades electorales, los de la isla
deCuba.


Fué esta teatro en aquella época de manifestaciones muy
parecidas á las que en los reinos del continente se Ut;aron
para empezar la rebelion. Ya el restablecimiento del sistema
liberal se nevó á cabo en la Habana por medio de una sedi-
cion militar, y al verificarse en la misma ciudad las eleccio-
nes de diputados para la legislatura de 1823, un ruidoso
conflicto puso en gran peligro la existencia de Cuba. No obs-
tante esto, aún los imprudentes y no escarmentados constitu-
cionales de entónces se empeñaron en sostener allí la per-
turbacion, cuando acababan de ver que las libertades verda-
deramente prácticas eran las que el poder real habia empeza-
doá plantear años ántes, con la abolicion del tráfico de negros,
las disposiciones sobre colonizacion, las mejoras en la instruc-
cion públíca y la introduccion de los buques de vapor.


Aunque muy lastimada, pudo por fortuna resistir aquel
período de conmociones la hermosa Cuba, si bien conservando
como restos de aquella dolencia constitucional numerosas so-
ciedades secretas poco españolas, cuyos asociados, viendo que
la reaccion sehabia anticipado al triunfo de sus planes, tra-
taron de asegurarlo en el porvenir, apoderándose de la educa-
cion de la niñez; y dedicando todo su afan á este objeto, lo
consiguieron muy fácilmente, tanto por descuido del gobierno
de la metrópoli, como por incuria del elemento e~pañol de la
isla.


Por fortuna para nuestros intereses en América, tanto
como para desgracia de la política nacional y hasta de la di-
nastía de D. Fernando VII, restableció este rey en 1823 la
integridad de su absolutismo, quizás por haber meditado bas-
tante en las dificultades que la aclimatacÍon del sistema re-
presentativo encontraba en España. Entónces encargó á las
autoridades de las Antillas que desbarataran con hábil polí-
tica los trabajos perturbadores de los Soles de Bolívar, del
Aguíla negra y otras asociaciones masónicas, en que estaban




CONCLUSION 633


afiliados los doctores, bachilleres y todos los discípulos de los
filósofos que al fomentar la civilizacion cubana, en la80ciedad
patriótica, crearon el principio de las discordias con el partido
de los reformistas á que dieron vida.


No por completo estaba cumplido el propósito real de ha-
cer el órden en las islas para reconquistar despues lo que se
habia emancipado, como se intentó en Méjico con suerte muy
adversa, cuando la muerte de D. Fernando VII, el principio
de la guerra civil y los cambios políticos de la Península, de-
jaron limitado espacio á ·10s gobernantes españoles para ocu-
parse de los asuntos ultramarinos; fiándose en consecuencia
al patriotismo de sus respectivos capitanes generales. Para
bien de los intereses españoles, el gobernador que desde me-
diados de 1834 estuvo al frente del mando de la isla de Cuba,
se llamaba D. Miguel Tacon.


IV.


Fué el general Tacon para la isla de Ouba, si no el per-
fecto tipo del buen gobernante en tiempos tranquilos, muy
superior á muchos de los que le habian precedido, y tan bue-
no como el mejor de los que en el dia abundan. Militar orde-
nancista, político severo, ¡)dministrador justificado y fervo-
roso amante de su patria, atendió con preferencia á la tran-
quilidad pública, reprimiendo á los indígenas bulliciosos, y
colocó muy alto el nombre de la España que adoraba. Con
todas estas favorables dotes cometió el desacierto muy cen-
surable de mostrarse por demás intransigente en ciertos ca-
sos, quizás por indicacion de la camarilla de españoles, más
egoistas á veces que atentos á la necesidad de dar participa-




~4 LAS INSURRBOClONES EN CUBA


cioo efr la. l;>eneJloleneia ofh;ial á todm! lo:! habitantes de la.
isla., muchos,de loa cuales, al: desairárseles, fueron labrandtt
el; abisijlO qua tan funesto resultri al cab@ para. unas Y' otl'~a
clases.


Entendiend.o T~COI~ el liberalismo comO' era posible, pr~i­
cario en América, no o6ll1ró. niobstrqy:ó ning,uno de 10li~
D,pSi de la ciV'.ili7iaciQu y del p1egreso, pero contuvo á . los: qlJ;~
~ue;rian revestirlo todo, de un,c8;l'ác,tel' pOOítico y recorrel1rál-.
pidamente con este lema el, qamin.o d1il su époo8l~ pa.·fa¡ 'X>n5~'1'.
guir pc¡r fin el triunfo de la doole.a.lta.d. Protegidos los q).ll} att~
pensaban por los mismos. liberales de la, Pen~nsula, á quieftet.
les unian 108 vínculos de las so(}iedades. secretas, consi~lli~ ..
ron hacer sufrir grandes disgustos al general 'racon,. pllQn
fundizaron la línea divisoria, de los pa.rtidos, y creyendo al.,.
gunos muy adelantado el triunfo de la caus¡l, cuban~, ha.sta
desecharon su prudencia y áun su anterior mentido españo-
lismo, é hicieron públicas sus aspiraciones separatistas. Pero
Tacon hizo frente á todo y por nada torció la marcha que se
habia trazado.


Aquellos liberales ó progresistas incorregibles, y tan apa-
sionados como desconocedore$ g~eralmente de los remedios
que nuestras necesidades exigian así en la Península como
en las colonias, acudieron presurosos al llamamiento que,
despues de la muerte de D. Fernando VII, hizo la reina go-
bernadora doña María Cristina á todos los defensores del tro-
no de su hija la princesa doña Isabel; aunque solo se presta-
ron á cooperar al triunfo de la heredera, bajo la condicíon de
seguir una política que' armonizase: la de buena fé de los cl¡()-
ceáñistas can el sistema de los absllrdos practicado de 182()
á 1823. Otorgado esto por la. premura de las circunsta.ncia.i!1,
abrieron los liberales la. tercera époea conSitituciona1 ci:tand:o
á los habitantes de lro que gn América Dq¡s.querbllla, para que
viniesen al Parlamento á perturbarlo mismo que en las, dos
ocasiones anteriores lo habiaDhecho. Por bien de España y
de las mismas colonias, hiz{) la suerte que inftuY611an á la sa-e
Z('H} en la politíca algunos progresistas con memoria, y con
pel'$Uasiva bastante para haOOl' comprender á sus correligio-




-OONCL USlON 635


narios los inconvenientes quetraeria el admitir otra vez di ...
putados y s~nadores americanos, y 10 perjudicial que seria.
darles participacion en los asuntos nacionales. En, conse-
cuencia se expulsó del Parlamento á los que solú moti-vo.dt)
pel'tllrbaciO'll podian ser; y enténces 00 consignó en la 00ns-
titucioll de 1007, que las posesiones u1trama.rinas- se -regirian
pOI" leyes especiales, es d:ecir, con una legisloacion autonómi-
ca t~n liberall cuando ' ménos como t8i de,los primitivos muni-
cipios en la de- Indias, aunque acomodada. en la forma y en la
expresion á las exigencias de los tiempos presenteS'; y desde
entónoos-empezaron los antillan()s á! esperar el cumplimiento
de la promesa.


Propio es del oarácter de nuestra poUtica; y'muy comUB en
todos los hombres de partido de las naoiones ln..tinas regidas
p!)l' el sistema representativo, presentar pllogramas de go-
bierno muy halagadores cuando sufren las mortificaciones de
la oposicion; y tambien propio y casi exclusivo de la España,
preparar habilisimos y loables proyectos en las esferas del
g-obierno, que, Ó-llQ Hegan nunca á ejecutarse, ó se dejan á
poco sin virtud, si alguna vez logran esta f~I'tuna_ Prueba
~ esto fué aquel artioolo constituciollill que ni el gobierno,
oon cuyo acuerdo se consignó, ni sus sucesores hicieron nada
para cumplirlo; pues ni siquiera prepararon el porvenir d'8
aquellos habitantes con soluciones que á cualquÍer hombre
provisto de algun fondo de honradez política se le podian
ocurrir.


Lógico parecia que, conocida la tendencia á las representa·
ci~l'les oficiales q a8 tienen los hijos de occidente, fueran, no
sola atendidos, sino halagados con cariñosas muestras por el
gobierno de la metrópoli, para fundar en base fil'mÍsima el
pOl"V'enir de las Antillas. Tambien parecia lógico que desaten.
dida aquena juv~mtud, tan española eni6nces ea su mayoría
como la peninsular, y condenada á encerrar las manifestacio-
nes de su espiritu en la estrecha esfura, más agradable que
provechosa, de las lucubraciones- literarias; se entretuviese
muchas veees por pasa.tiempo y como expresion de los d{)lores
de su alma en ridiculizar la ineptitudJ de alg·unos de los dele-.




636 LA.S INSURRECCIONES EN CUBA.


gados que la España les enviaba. Y esto hacia suponer muy
lógico asimismo el deber del gobierno supremo en utilizar
aquellas inteligencias en el servicio nacional, con arreglo á
sus merecimientos, y favoreciendo 'su desarrollo en los bandos
políticos españoles donde se afiliasen, De esta suerte aquellos
entendimientos, que no podian espaciarse por la tortura que
sobre ellos pesaba, en v~z de consumirse fiscalizando los ac-
tos del poder y acreciendo con las conspiraciones el Mio al
pueblo que tan poco caso les hacia, se habrian convertido
en rico manantial de civilizacion, en glorias de la patria y
en eslabones de afecto inquebrantable entre la metrópoli y la
colonia.


Los g:lbiernos no hicieron nada de eso: prefirieron que se
aumentaran las patentes, sangrientas en ocasiones, de los
revoltosos, á utilizarse de las dotes inteledivas de los colonos,
y estos, que encontraban cerrados los caminos de sus aspira-
ciones, se dirigieron por el único abierto, cuyo tránsito no se
les podia negar, cual era el ya indicado de la instruccion pú-
blica, y dedicándose á la de la niñez y la juventud, se apode-
raron de las llaves del porvenir. Si los gobiernos hubiesen
trasladado á la Península aquellas plantas de seguros frutos,
colocándolas en condiciones propicias á su favorable desarro·
no y trocándolas por otras peninsulares de bondad conocida;
si á cambio, y en proporcion de los hijos de España que á las
colonias iban con cargos oficiales, hubieran venido aquí con
destino á la política, á la judicatura, á la administracion, al
ejército, á la ciencia, los nacidos en las posesiones ultramari-
nas, ni habrian aprendido éstos en los colegios de los Estados-
Unidos, de Francia, de Inglaterra ó de Alemania á despreciar
á la decaída España, ni hubieran comunicado luego su saber
y sus impresiones de desafecto al nombre español á los niños
de su país, ni perdido la patria las inteligencias de aquellos
hijos.


Ni una ni otra cosa, ni nada provechoso para las colonia!
hizo la España constitucional. De aquí el que los cubanos
modernos de la clase ilustrada, obligados con frecuencia á
presta! acatamiento á entidades indoctas, elevadas á los más




CONCLUSION 637


altos cargos en premio muchas veces á servicios políticos no
siempre dignos, olvidasen los deberes de su orígen español,
y debilitándose por tanto el amor á la patria, expresaran su
repugnancia á dispensar consideraciones á muchos que poco
las merecian; resistiéndose así á llamarse españoles, traba-
jando seguidamente para no serlo, y demostrándolo por últi-
mo en movimientos sediciosos, en invasiones filibusteras y en
una constante propaga11da por medio de la prensa de los gran-
des pueblos, donde procuraban hacer simpática la idea de su
independencia.


Uno de los más activos propagandistas que durante el
mando de Tacon se coloc6 en frente del dominio de España
en Cllba, un hombre de talento claro y de superior ilustra-
cion y quizás el primer estadista nacido hasta su tiempo en
aquella isla, fué el conocido por sus publicaciones, D. José
Antonio Saco. Como jefe de los reformistas antillanos, mereció
ser elegido diplltado para defender sus principios en el Parb.-
mento español, y al ir á cumplir su cometido, se encontró cer-
radas las puertas de la representacion, por acuerdo de aq 'le-
llos constitucionales de 1812 que, vueltos por fin á un buen
criterio, habian comprendido los peligros que entrañaba la
asimilacion de la colonia á la metr6poli. Indignado Saco al
ver defraudadas SIIS ilusiones de toda la vida, verti6 por su
elocuente pluma todo el veneno que la decepcion habia en-
gendrado, y el gobierno que lo presenció, ménos previsor
que Fernando VII cuando al ilustre Arango, electo diputado
tambien, le resarció en 1814 de la pérdida de un puesto en
las C6rtes con una plaza en el Consejo de Estado, aban-
donó á Saco á su propi8. iniciativa, quien avivando sus renco-
res, inspir6 al Olub habane'ro, que estaba establecido en Ma-
drid, dirigiendo su política sucesiva á la autonomía cubana.
En aras de ésta sacrificó Saco todo su porvenir; cerrándose
entónces hasta las puertas de su país.


Dicho queda cómo influyeron cerca del gobierno de la "me-
trópoli los agentes americanos y los diputados de 1810 á
1823. De:;pues de esta última fecha, y cuando se creyeron
desatendidos, tuvieron en la Peninsulacon el carácter oficioso




638 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


de e..mis8itios:Ó i'epresentantes· de.1ós inter~ses de las Antillas. á
otrosoombooB que, al encrespl1rse laguermt civil y se' concerta'"
ronpaDa R-prov:eohar, la ¡pertarbad<Jíl ea pro de sus fines, die-
ron 'Vida. á dioho Olub habanero de Madrid y pl'ocurauon tener
empleados sayos ·en la.s primeras depandencias oficiales, ;para
gétar al pormenor de tódos los· actos del gobierno, . al tiem,.po
que .slloV'encion~ban peItiMic0S ministe:r.iales OGn ;el fin de faci-
litar laintróduooian dé.SUS ideas en la isla donde Tacon tanto
las ·restringía. AqueLclub fué·el que-oontrihuyó en Jll!ltl'yprin-
cipal parte con sus mortificaciones al relevo de este j,ustificado
gobel'1l3nte, yel que. dió formará las :conspiraciones cubanas
(fíle,deallí erdó sucesivo.ya BO interrllm.pieron su·desarrollo.


v.


Verifieado el ~00hveniode Vergara y en tanto que llegab"n
áun aoueITdo el pÍleblo y;el tITono sobre la práctica del sistema
representátivo, dedicáronse los hombres de gobierno á. po-
ner en' árden . los asuntos ,interiores y á f;ijar su -mirada con
algun irttel'és en los,colbniales. Durante· su tiempo mantuvo
Taconelól'den ¡material. en la isla de Cuba; pero no pudo
conseguir completa la tranquilidad que tanta falta hacia en
los esl)íritus, el~y(}ootado se demostró en vísperas de 'su rele-
vo y regra30, á.la'Península, en ciertos levantamientos de es-
claV'os'quenespondian á las instigaciones de los abolicionis-
tas, ra.ma dellÍrbolde los independientes, quienes se aprove-
charon de la libertad concedida pClr.Inglaterra á la esclavitud
de suspC1sesiEmes americanas, .como motivo para rebelar lt la
de Cuba. Para' aonjurar el peligro se nombró capitan general
de la isla, á principios de 1841, al inteligente, activo y hon-
radísimo D. Jerónimo Valdés, quien con una laboriosidad in-




CONCI'.USION


cansable,unpatriotismo . hasta, la ,supElFsticion y un ,sentido
práctico difícil de 'mejorar, se,dedieó oá fCórregir los abusos"
reformar la legislaei.ou en los puhtos que lo exigia y pél.'se-
guir á toaos los enemigos 'del 'reposo público, ilesoo,ratando
sus planes de perturba'Cion .


. Creye'ndo, los qlle yaeIDpe~a-ban á. tnostra:rse irreconcilia ....
bIes :enemigos del pooer:español, que impanementepodl'ia,n
abusar de aq tlel oa.rácter :élilla áiparien.cía .blando, intentaron
con alarmas y en hojas clán1testinas ¡ganar el tiermpoffiwlo-
grado por la aCtitud de Tacon, i)\,mel'coo. .a1:áP9Yo deloóH5lal
inglés MI' . Turnbúll,'alell>1l3.I'OR !el·e:wíl'itu· insur.I'eccjon.al.
Pera ia'bondad ,oeVald.és 'se odrivirtió bien pIfonto'en 'enérg,i,Gla
dureza, y con ella y con aoel'tadas :medidas-preventivasa}:¡,u'-
yentó la expedicion colombiana que 'se;.prepal'aha, con la'lco-
operacion de los tizones de la vecina Haití,'¡mrainvadir la
isla y desbarató todas las maquinaciones antiespa.ñolas de los
cubanos.


A pesar de aquel' fracaso, persistieron 10:3 conspiradores,
-aTIcionados á las revueltas, algunos de los ctialesno fueron
'extroños á la qileen España se p.reparaba y estalló con el
-pronunoiamiento de 1843. Del cambio político :se prometieron
,los disidenrteg'ungeneral para. 8uba, quesellrestara más al
desarrollo de 'suspToyectos ó 'que 'tuviera rménos habilidad
que Valdés.


El 'elegido en aquella ocasionfué e 1 teniente general don
Leopoldo O'Donnell, al que, viéndole los revoltosos tan jóven,
se propusieron hacerle su víctima, y ee equivocaron com-
pletamente; pues encel escándalo del café de ,Escauriza, que
trataron de ridiculizar llamándole la batana de Punckelecke,
-les 'mostró O' Donnellla entereza de su caráoter, como as~­
mismo, aunque con el ,ánimo afectado, al tener que aplicar
inexoI'ablela ley 'al mulato poeta Flácido, y á las demás gen'-
tes de color comprometidas 8n la sedícien Dtlgrerapromovida
por aquel cónsul.


Los trastornadores cumprendíeronentónces que O'Donnell,
como Tacon, seguía la política del más puro color español, y
desesperando de adquirir ventajas en el terreno de la fuerza,




640 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


continuaron sus trabajos en el de la intriga; procurando pre-
venir á su favor á los poderes de la metrópoli, con protestas
patrióticas, y alarmarles á la vez calumniando á los capita-
nes generales y altos empleados de las Antillas. Su objeto
era menudear los relevos de las primeras autoridades, calcu-
lando que todo el prestigio que con tal sistema perdiera en
América el nombre español, resultaría en provecho de los que
fundaban I:!US aspiraciones independientes en los vicios de la
política y de la admiIiistracion de España. A los Estados del
Sur de la república norte-americana, les hicieron al mismo
tiempo ofertas de anexárseles como Estado esclavista, mo-
viendo al efecto la gente perdida con el armamento de expe-
diciones filibusteras en sus puertos.


Tanto camino recorrieron en uno y en otro sentido duran-
te el mando del conde Alcoy, sucesor de O'Donnell, que la
prensa americana, excitada por el periódico de los emigrados
cubanos que dirigia B3tancourt el Lugareño, discutió con
toda seriedad el proyecto de comprar á Cuba para convertirla
en un Estado de la Union, ya que por la resistencia de Es-
paña era imposible anexarla en la forma usada con Tejas. De
aquellos trabajos, para cuyos gastos se fundaron asociaciones
en los Estados-Unidos y se impuso cierta contribucion á los
afiliados de la isla, resultaron las expediciones piráticas de
Narciso Lopez, durante los mandos de Roncali y de D. José
de la Concha, que no encontrando en el país todo el eco que
se prometian, acabaron por entónces con la muerte del caudi-
llo y de muchos de los expedicionarios.


La idea, sin embargo, permaneció viva, é iba creciendo y
con ella el deseo de la emancipacion, cuando al delegado de
España que acababa de destruir á los filibusteros se le rele-
vó, sin dejarle tiempo para planteár una política acomodada á
las necesidades del país. Su sucesor, D. Juan de la Pezuela,
que llevaba el encargo de restablecer la confianza y la mora-
lidad pública, no logró tampoco nada, así por la resistencia
de ciertas clases, que, al ver cumplirse con exactitud las le-
yes, creyeron sus intereses lastimados, como por lo breve que
fué su mando en la grande Antilla.




CONCLUSION 641


Vuelto otra vez á ella D. José de la Concha, requerido por los
descontentos de Pezuela, y,e.n~ar~ado de coritener con' refor-
mas la corriente separatista dé los cubanos, hubiera podido,
por medio de una polítIca elevada, asegurar la fidelidad de
éstos para mucho tiempo; pero tuvo ladésgracia de no com-
prender la que más convenía, y si bien mantuvo elórden du-
rante su larga y próspera gober'naciÓn, usó de exclusivismos
muy peligrosos para el porvenir, que aceleraron la fermenta-
cíon de la levadura antiespañola,' tan fácil de desvirtuar en-
Mnces empleando mayor prudencía. ,Muchas fueron sus re-
formas, pero más perturbadoras que provechosas. Así ló com-
prendió al cabo el gobierno de la metrópo1i, y' para que
aplicara los medios conciliativos de que Concha no habia sa-
bido utilizarse, nombró en su relevo al capitan g.:meral de
ejército D. Francisco Serrano y Dominguez.


Si su antecesor pecó por defecto, fué benévolo en demasía el
conde de San Antonio con las personas que tenia el encargo
de contentar. Comisionado para cerrar con su carácter dulce
y afable las heridas abiertas por el apasionamiento del que le
habia precedido en el mando, demostró con inconveniente
claridad su procedencia del fácil y confiadobandoliberál á
que habia pertenecido, y como al dedicarse á cumplir las reco-
mendaciones conciliadoras que llevaba. lo hizo con ladesgra-
cia de lisonjear excesivamente á los tibios partidarios del do-
minio español, aquella falta de equidad tan necesaria,en todo
gobernante, y muy de relieve por ser aquel camino el opuesto
al que Concha habia seguido, comprometió mucho los intere-
ses españoles, pues con tal política fueron divorciándose de la
autoridad los más fervientes adoradores de España.


y esto era de esperar. El exclusivismo por los indígenas de
la clase ilustrada lastimó profundamente los sentimÍentos de los
peninsulares, dispuestos siempre á sacrificarse por la pátria,
cual acababan de demostrarlo tanto como sus contrincantes en
valiosas suscriciones para atender á los gastos de la guerra de
Afriea; y como en todas las colonias es el usufructo del cari-
ño oficial la piedra de toque de los caractéres, se produjeron
con las preferencias grandes recelos en los partidarios del


TOMO Ir 41




642 LAS INSURRECCIONES E»/ CUBA


$tatu qua, de aspiraciones contrapuestas á las de los cubanos
reformistas. De aquí el descontento manifestado ~iri rebozo
contra el repre:sentante del gobierno de la metrópoli: de aquí
la inquietud de los DO reformistas, que creció en muchos gra-
dos al ver que el delegado de España autorizaba á sus con-
trarios para que constituyesen comités, que habian con preci-
sion de hacer frente al español; y de áquí el que los hombres
de éste, temiendo por el porvenir de la isla, enviaran entón-
ces á la Pení.nsula emi'sarios para defender la política conve-
niente á Cuba; lo cual equivalia á protestar contra la que el
capitan general seguia. Por tales motivos empezó á hacerse
pública la lucha entre el elemento criollo y el peninsular, ó
sea entre el partido que con el nombre de reformista com-
prendia así á éstos como á los autónomos é independientes, y
el partido español ó de la integridad nacional.


En aque1las condiciones se encontraba la isla al hacerse
cargo del mando D. Domingo Dulce, quien al continuar la
política de su antecesor, no pudo hacerla más aceptable con
su talento y habilidad diplomática; contribuyendo, por el
contrario, con s'us informes y los del general Serrano, á que
los políticos de la metrópoli, poco embebidos en los asuntos
de Ultramar, dictaran las medidas, si loables en el fondo, muy
pertu:badoras en la forma é ineficaces cual tocóse luego, que
creyeron más á propósito para perpetuar la dependencia de
Cuba del dominio español. Pero la inconsecuencia de aque-
llos políticos con los principios de su programa debia dar el
mal resultado que tiene todo lo que se emprende sin verdade-
ra confianza en la bonuau de los móviles. El gran principio
de la política unionista era conceder á cada clase la partici-
pacíon social que le correspondia, con equidad y sin prefe-
rencias irritantes que permitieran traspasar á unas con pe\'-
juicio de otras los límites de la conveniencia general; princi-
pio análogo al que practica Inglaterra, y que ha elevado
aquella nacion al grado de esplendor y de prosperidad que
envidhn los pueblos modernos.
Aqu~lbs poííticos unionistas, tal vez por atender á exigen-


cias de la fraccion que procedia del bando más liberal de la




CONCLUSION 643


union, se inclinaron en Cuba á favorecer las clases reformis-
tas, con daño de las productoras, donde se agrupaban los más
fervientes españoles; como se inclinaron tambien á lo exage-
rado en la Península, probablemente por no ser víctimas del
veleidoso poder real que siempre estuvo conspirando en pro de
lo más conservador al dar aliento á las democracias; en lo cual
obraron con escasa discrecion, pues faltar era tÍ los principios
de su escuela el concederlas más benevolencia de la que les
correspondia, en menoscabo de los privilegiados del talento,
del dinero y de la vinculacion. De este roce con las democracias
resultó, como era lógico, que al aplicar las ideas socialistas
que D. Cárlos III inició usurpando su riqueza á los jesuitas, y
al plantear la desamortizacion en la forma en que lo hizo,
adoptó como suyas, sin intencion quizás, ciertas ideas dema-
gógicas que hicieron desde entónces posible en España la In-
te1'?zacional, indicada ya por otro lado en algunas asociacio-
nes consentidas, que iban robusteciendo y propagando los Mios
contra el privilegio fundado en la historia, y contra las gran-
des propi,~dades amparadas por las leyes y necesarias á la
conservacion del equilibrio social.


Creyendo Dulce que toda la felicidad de un pueblo depen-
día de la apiicacion de las libertades en la forma en qué las
practicaban los hombres de su escuela, trató de plantearlas
en Cuba, sin pararse en la diferencia de grados de latitud, de
ilustracion, de costumbres y de razas, ni en la injusticia de
proteger á unas clases más que á otras. Aplausos mereció por
su vigorosa inicia ti va al exigir la estricta observancia de las
ley2s que suprimian y condenaban la trata de negros, fre-
Ctlcntemente conculcadas; pero no tanto por la proteccion
disponsaia á los que, merced á las complacencias de su ante-
cesor, disponian de gran influencia oficia] y creaban en la.
opinion aspiraciones contrarias á los interefles españoles en
Am31'ica.


Consecu'lncia de esto, y de lo dispuesto que se mostró el go-
biel'llo á cumplir todas las promesas hechas en la oposicion, y
entrJ ellas la de llevar á las colonias las leyes especiales
ofrecidas desde 1837, fué el apresuramiento -en la realizacion




644 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


de este próposito; cuyas prisas despues de treinta años de de-
mora, tauto se debierou á las excitaciones de los antillanos co-
mo á la inseguridad que en su existencia tenian los gobiernos
de aquel tiempo. Por eso sin duda se emprendió con muy es-
casa meditacion un asunto tan grave y peligroso; convocán-'
dóse para formar en Madrid la Junta informativa, á los di-
putados cubanos y puerto-riqueños, que habian de instruir al
poder central sobre las verdaderas necesidades de aquellas
islas para presentar éste luego al Parlamento los proyectos de
dichas leyes.


Expresado queda ya todo lo funesta que fué para Cuba
como para España la permanencia de Dulce al frente del
mando de la grande Antilla en aquella ocasiono Encargado de
interpretar las disposiciones del gobierno, en lo relativo á la
eleccion de los comisionados, en vez de dar una participacion
proporcional á todos los elementos de la isla, inclinó su exclu-
sivismo en favor del reformista, abandonando á los hijos de
España, que por ser ménos necesitaban mayor proteccion en
las elecciones. Verificadas éstas y desde el momento en que se
vieron triunfantes á muchos conocidos perturbadores, ningun
hombre sensato dejó de presumir que los trabajos de la Junta
de informacion solo servirian para encrespar más los Mios de
procedencia, que iban ya apuntando hasta en las clases más
indiferentes á la cosa pública. y así resultó, y no podia suce-
der otra cosa, intentándose un acuerdo entre intereses tan
opuestos, cuales los de los que querian las reformas como me-
dio que les facilitara su independencia y los que deseaban que
Cuba no dejase de ser española.


No pudiendo los reformistas más radicales conseguir en"
Ma.drid todo lo que deseaban, aprovecharon el tiempo y las
influencias que su posicion les daba en el desarrollo de los
trabajo~ separatistas; perfeccionando en Cuba y Puerto-Rico
la organizacion de las sociedades secretas, emitiendo papel
moneda para reunir fondos que les proporcionasen armas,
entendiéndose con los emigrados de los Estados-Unidos para
que dierau calor á mauifestaciones públicas y á escritos que
atrajeran hácia el bando disidente á los peninsulares que, con




CONCLUSION 645


su poslclon, su influencia ó su capital, podian favorecer el
triunfo de su causa, y moviendo todos los elementos revolu-
cionarios que aportaran fuerzas el dia de la lucha. No fué
extraño por tanto que, á pesar de lo poco que los comisionados
habian conseguido en Madrid, se les recibiera en Cuba por sus
correligionarios con festejos y muestras de gratitud, pues con
el decreto sobre impuestos, que en mal hora expidió el minis-
tro Castro, creyeron tener y tenian en verdad bastante para
llevar á su causa toda la masa. productora agrícola, á la que
sabian perfectamente que debia disgustar tal disposicion.


Mientras la Junta informativa permanecia en Madrid, rele-
vó á Dulce D. Francisco Lersundi; quien poniéndose desde
luego al lado del elemento peninsular, contribuyó en gran
parte al desarrollo de los trabajos separatistas. Relevado á
poco este general por cuestiones de partido, su sucesor don
Joaquin del Manzano logró contener un tanto con su honrado
y enérgico carácter aquellos trabajos; pero á su muerte y
durante la interinidad del conde de Valmaseda y en todo el
tiempo del segundo mando de Lersundi, siguieron las socie-
dades secretas acordando en sus reuniones el dia del levan-
tamiento, en el que este gobernante no creia, verificándose
por fin, con sorpresa suya, aquella indudable manifestacion
de los protegidos reformistas.


VI.


Estalló el grito en la Demajágua, dispararon el primer
tiro en Yara y se apoderaron de Bayamo los levantados con-
tra el poder de España, y aún el optimista D. Francisco Ler-
-Bundi tenia aquel alboroto por cosa baladí y de fácil repre-




646 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


sion; pero cuando se encontró sin fuerzas para dominarlo, y
por todas las noticias que le llegaban supo la extension del
movimiento y el número de los insurrectos, empezó ya á creer
en la importancia de la realidad. Presuroso acudi6 ent6nces
á remediar el mal. que hubiera podido prevenir, y á pesar de
ofrecerle la revolucion de setiembre medios políticos eficaces
para contener la marcha de los rebeldes, no supo ó no quiso
usarlos, mostrándose muy poco hábil al decidirse por el sis-
tema de fuerza, que no podia por el pronto emplear contra el
adversario á quien en vez de intimidar le dió motivos para
enfurecerse. Para una transaccion por el halago ó para un
castigo ejemplar que amedrentase á los audaces disidentes,
le dió márgen la junta de notables que el dia de San Rafael
. se le presentó, pidiéndole participacion en el movimiento re-
volucionario de la Península. Desaprovechado aquel momen-
to, tuvo que limitarse á levantar el adormecido 'espíritu es-
pañol, á organizar batallones de defensores de la integridad
y á consumirse en la inaccion á que le condenaban las cir-
cunstancias; no consiguiendo, por tanto, en favor de la paz,
sino que las pocas tropas enviadas -tras de los rebeldes les
hicieran mover de un lado á otro, sin alcanzar sobre ellos
triunfos definitivos.


Su ansia de ser relevado terminó al fin, desplles de dos
meses de lucha, con el desembarco en la Habana de D. Do-
mingo Dulce, á quien le entregó el mando y en manos de los
voluntarios que habia creado para la defensa de las poblacio-
nes importantes. El último gobernante de doña Isabel II en
Cuba fué reemplazado por el único que jamás debió volver
allí con aquel carácter; porque las equivocaciones que tan
triste recuerdo dejaron de su primer mando, todos temian
que en el segundo se continuaran. Y así sucedió, 'para des-
gracia de España, cometiéndolas desde sus primeros actos.


Al presentarse como representante de aquella revolucion
de setiembre, tan mal recibida por los verdaderos españoles de
la grande Antilla, empezó á manifestarles á los insurrectos
su deseo de transigir, y como usó de tan poca habilidad, tu-
TO que pasar por la humillacion de que le desairasen algunos




CONCLUSION 647


hombres de escasa importancia social, sin embargo de ha-
berles concedido préviamente las libertades de imprenta y de
reunion, una ámplia amnistía y más halagos de los que po-
dian imaginarse. De esta suerte y al dispensar tan impor-
tunas deferencias á los enemigos de Esp'lña, lo que se encon-
tró desde luego Dulce fué el descontento en el mayor número
de los que á España defendian, á quienes contándolos por
seguros se 01 vidó de acariciar, mientras á los adversarios tan-
to les prodigaba su afecto. Entónces, como en su primer
mando, desconoció Dulce el estado de la opinion, y cori tal
ignorancia solo tropiezos tuvo necesariamente que dar hasta
acercarse al abismo dónde debia hundirse.


El escándalo del teatro de Villanueva sin castigar, los ase-
sinatos del Lo1t'/)?'e sin reprimir, el recibimiento en su inti-
midad doméstica de conocidos enemigos de todo lo español, la
prodigalidad en proteger y dar salvoconductos á éstos cuando
se veian comprometidos, y las vacilaciones en todos los actos
de su política, le enagenaron las voluntades de los adorado-
res del principio de autoridad, que en este principio veian la
única salvacion de los intereses españoles. Las torpezas de
Dulce hicieron, sin embargo, un bien: el de concretar el parti-
do de los que no creyeron en el verdadero carácter de la
insurreccion, hasta que llegaron á la Habana los lamentos de
los indefensos peninsulares horriblemente atropellados en
Mayarí y en otros puntos del departamento Oriental.


Exclusivista como todos, quizás con cierta justificacion, fué
el partirlo formado entónces y cuando la autoridad parecia
tener más amor al planteamiento de las doctrinas revolucio-
narias que á la enérgica y salvadora política de resistencia ~
Los leales evitaron con todo atacar de frente al general que
representaba á España, por no imitar á los rebeldes; pero al
persuadirse de que no debian fiarse mucho del que patente-
mente comprometia á la patria, trataron de imponerse sin
ostensibles violencias, y lo consiguieron á medida que 'iban
castigando á los enemigos de nuestro nombre.


Crearon y armaron por sí nuevos batallones, á los cuales
no logró Dulce cual pretendia sujetar á una reglamentacion.




648 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


distinta d~ la que tenian, y abrieron suscriciones para aten-
d~t: á la guerra, premiar hechos heróicos y sostener agentes
(~era de la isla; enviándolos á Madrid para demostrar la
v:erdadera situacion de Cuba, á los políticos que en la prensa,:'
e¡;t el Parlamento y en los puestos oficiales podian combatir
l,as predicaciones antiespañolas de los laborantes. De esta
suerte fueron labrando el pedestal de su preponderancia fu-
t:u~a los españoles recelosos que se creian desairados. Insis-
tiendo en que no se usara ya más lenidad con los enemigos,
consiguieron que los numerosos presos por infidencia fueran
deportados á Fernando Póo; lograron asimismo que se les
diese la razon en el conflicto promovido el domingo de Ra-
mos de 1869, que se aplicase el rigor de la ley á los autores
de los sucesos de la calle de las Figuras, y que se autorizara
á los .voluntarios para que por si prendiesen y castigaran a
todo el que circulase noticias alarmantes ó subversivas.


Así pasó la preponderancia política al partido español; quien
~emás arrastró con ella el principio de autoridad, que
".9u1ce, .d~bil f~s\ca y, moralmente por sus dolencias, no supo
c~n,servar; Y co'Illo trás esto y en consecuencia de las medi':
d~s q~e indicaban ~onsejeros poco idóneos, las inconvenlen-
~ias gubernativas no cesaron, el elemento leal, que rehuia las
agre~iones directas, empezó á colocars~ en una actitud suma-
mente peligrosa. Entónces fué cuando las autoridades se con-
certaron para evitar el conflicto, que todos veian aproximarse,
:r p~rsuadieron á D. Domingo Dulce de lo oportuna que seria
fa:' ~enuncia de su cargo. Dulce accedió aunque sin suspender
~i~ntras se le relevaba los actos de su gobernacion, que eran
l~: ,mius,a; ~el general descontento: y el partido español, que,
aÓ.n .vi~ndole en el camino de los desaciertos, estaba dispuesto
á. plvidar el cansancio y toda la fatiga producida en su espí-
~itu por las múltiples emociones del mes de mayo, si al tener
~qí,ici~ ~e la aceptacion de su renuncia dejaba la primera
autoridad su alto cargo, creyéndose provocado por otras im-
~ortuI}as m~dida~ se irritó gr~Ilde.m~nte, Y. ?uando una fatal
~~:rcun~ta.nCl~" 9.isgreg!1da de)as !!lHJ graves que le abruma:-
ban, avivó ~quella irritabilidad, rompió los diques de la con-




CONCLUSION 649


veniencia y resultaron del desbordamiento los tristes sucesos
de la poche del LO y mañana del 2 de junio de 1869. Dulce
no pudo contener la última llamarada del que fué su carácter
enérgico, y despues de encender con ella las pasiones más de
lo que estaban, tuvo que resignar el mando.


Con esto adquirió el triunfo el elemento leal, que al en-
trar en el absoluto é indisputable goce de su preponderancia,
contrarió las esperanzas de stl.s enemigos, usando por el pronto
de toda la sensatez que en críticos momentos le habia falta-
do. Sostuvo la interinidad de Espinar; s~ sometió á Oaballero
de Rodas, aunque de la manera que 10 hace quien se encuen-
tra en condiciones para imponerse, y centraliz6 su accion, nor-
malizándola, en el CASINO ESPAÑOL, que en muchos momentos
fué el árbitro de la politica cubana. Mientras la autoridad le
prometía realizar sus propósitos de concluir la guerra y no
oponerse á ciertas aspiraciones, la autoridad gobernaba, pero
contribuia tambien á que se fuera gastando el prestigio de
los gobernantes. Por eso Caballero de Rodas no pudo alar-
gar su mando á más de año y medio, cuando eran tres los
reglamentarios, aunque mucho contribuyó en verdad á su
renuncia la actitud del gobierno de la: metrópoli, que parecia
complacerse en complicar aquel estado de cosas.


El ídolo del elemento español y su antigua esperanza era
el conde de Valmaseda, que desde el principio de la)nsur-
reccion no habia salido del departamento Oriental, pacificado
por él últimamente. Al nombrárse1e en reemplazo de Caba-
llero de Rodas, todos y él mismo creyeron que el fin de los
insurrectos se acercaba; pero no contaron con lo fatal, que
estaba representado á la sazon por la influencia y el poderío
de los radicales, protectoresde11aborantismo en la Península~
NI) era pues extraño que por cada triunfo con iit~ úinás pe~­
diese Valmaseda una batalla en la opiniotl, excItádli por los
laborantes que, con el apoyo de los hombres del gobierno su~
premo, á todo se atrevian. Con su actividad y él cdnoéimíento
que tenia del territorio que mandaba, evito con todo Valmase-
da muchos conflictos, desbárató tramás, redujo á estrechos tí.:.
mites la insurreccion, y á punto estu~o de creer que cinco me"';




650 LAS INSURRI!:CCIONES EN CUBA


ses más de campaña le conquistarian su ambicionado título
de pacificador de Cuba. Las circunstancias, por desgracia,
ahogaron sus propósitos y le hicieron perder los momentos
preciosos para la guerra que tuvo que dedicar á la política;
y cuando vió que esta le estrechaba y no encontró medios
para resistirla dió en su ánimo entrada al decaimiento.


El fusilamiento de los ocho estudiantes de medicina verifi-
cado durante su ausencia de la Habana, le produjo desagra-
dable impresiono Él oyó á los defensores de Cuba española,
que no exigieron precisamente el castigo de los jóvenes á
quienes les tocó la desventura de sufrirlo; pues lo que querian
era ahogar los espíritus de propaganda y de accion que cau-


. saban incalculables males á la pátria, castigar á los malos
hijos de esta que empezaron profanando el retrato de la re-
presentacion de España y se atrevian ya á escarnecer la me-
moria de españoles ilustres, y librarse del veneno con que po-
dian corromperse corazones puros. Mas á Valmaseda le bas-
taba considerar, para temer por su prestigio personal, que
mientras él perseguia al enemigo en el campo, se verificaban
sin su consentimiento los hechos gravísimo s que tan abatido
dejaban el principio de autoridad; y aunque comprendiese que
aquellas ejecuciones vinieran á ser el pago absurdo de anti-
guas deudas de Mio, y despechada manifestacion del grado
de los sufrimientos que á los españoles mortificaban, no se
encontró ya bien de allí en adelante. Creyó que tras de aque-
lla que se tuvo por desgracia inevitable siguieran otras que
resultasen más directamente en menoscabo de su nombre, y
trató de evitar esto.


Al efecto se señaló un plazo para concluir la insurreccion,
ó presentar su renuncia; y habiéndole sido lo primero imposi-
ble, dimitió y fué relevado por los radicales, siempre funes-
tos en nuestros asuntos ultramarinos, quienes designaron
para su reemplazo un gobernante interino. Era esta la solu-
cion más inconveniente que podia adoptarse para que la in-
tranquilidad de Cuba fuese á ménos y para que el principio
autoritario, tan indispensable en los pueblos agitados, se reco-
brase; pero escatimanJio los radicales de este modo el presti-




CONCLUSION 651


gio á la persona encargada de representarlo, cumplian sus
compromisos de bandería. ¿Qué les importaba á ellos la salud
de la pátria?


Así se encontraba la grande Antilla al terminar el año
1872. Con una autoridad que, dedicando á la guerra sus des-
velos, tenia con frecuencia que suspender su accion para con-
'tener las corri.entes P\)l'l'tlC'dS, J "\ll\~,'C-'l'Cn'O., ., 'l'U.'e 'el\. i,\\\\-¡<0~
casos era de c(mtinuo contrariada por un gobierno supremo,
más dispuesto á favorecer á los enemigos de España que á los
que por ella se sacrificaban. Con un primer gobernante que
tenia en frente asociaciones patrióticas con vida propia diri-
giendo la opinion, con más éxito que él mismo y áun que el
gobierno de la metrópoli en muchas ocasiones. Con una pri-
mera autoridad, por fin, exuberante en facultades extraordi-
narias, pero que en realidad no las tenia ni para imponerse á
los directores de la opinion española.


¿Podia ni puede llamarse aquella gobernacion, por tanto,
colonial, ni provincial, ni autonómica? A ninguno de estos
sistemas ~ertenece \lor cOill\lleto, si bien de los tres ~artic.i~a.
Es el gobierno de una transicion indeterminadá, así en lo po-
lítico como en lo administrativo, sostenida por un órden mi-
litar que se patentiza en la lucha para concluir la guerra
y que vive por sí identificado con la opinion pública que le
alienta. La. situacion de Cuba puede considerarse igual á la
del que se muere sin creerlo, porque con vigor defiende su vi-
da, y que mientras no le falte el vigor automático cree que
no debe morir. Pero aquel pueblo como el que muere por cán-
cer interno, necesita sujetar su dolencia á un plan curativo
pronto y eficaz, si no quiere consumir el vigor que aún con-
serva; y este plan, no intentado contra el conflicto, por la duda
quizás en escoger el más conveniente, no es imposible por
cierto de aplicar. Nosotros le propondriamos, y nos abstene-
mos hasta de exponerlo, prefiriendo las censuras por nuestra
prevision á que se nos culpe de que, en los graves momentos
presentes, tratamos de distraer en discusiones prematuras el
tiempo que nuestrqs hermanos necesitán para rechazar y
vencer al enemigo.




652 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


VII.


De cuanto queda apuntado respecto de las insurrecciones
en la isla de Cuba se infiere, que á los males que allí se su-
fren y á los que precipitaron la emancipacion de nuestras po-
sesiones de América, contribuyeron todos los gobiernos: en
primer término, los de nuestros reyes absolutos con su egois-
mo y los vicios de sus favoritos, y principalmente, los de los
políticos constitucionales que, ciegos por el fanatismo, funda-
do en la pasion como todos los fanatismos. pretendieron, ántes
de conocer lo que por aquellos habitantes podia apetecerse,
hacerlos felices con dádivas no deseadas ni 'convenientes, que
al cabo no pasaron de promesas importunas.


Ni los reyes ni los primeros ministros del gobierno consti-
tucional de España, deIOOstraron haber aprendido con pro-
vecho las lecciones de la historia, en lo relativo á los dominios
existentes á gran distancia de las- metrópolis. Si hubieran
estudiado que aquellos acaban por emanciparse de estas,
cuando estrechan sus relaciones con los pueblos que tienen
más próximos ó cuando adquieren bastante vitalidad para.
gobernarse por sí, habrian empleado, en vez de la inaccion
del absolutismo ó de la impremeditacion liberal, algun dis-
creto sistema prévio para conservar el cariño de los reinos
emancipados. Nada hicieron en este sentido; nada para diri-
gir sin comprimir ni precipitar el desenvolvimiento político de
las colonias, y cuando, sorprendidos por el proceso de los
trabajos separatistas, quisieron contener y encauzar las cor-
rientes, era ya tarde, pues sus acuerdos, revueltos en el torbe-
llino revolucionario, si para algo sirvieron fué para acrecer los
horrores de éste.


Los gobernantes responsables del desastre, más confiados
que perspicaces, no comprendieron que la España poseia más
hacienda de la que sus administradores podian atender, y que




CONCLUSION 653


esta inmensa riqueza iba perdiéndose ya por falta de cuida-
dos. Tan lejos estuvieron de entenderlo así, qU3 en vez de
crear administradores aptos, y de establecer una buena ad-
ministracion, y de usar de los medios que los tiempos acon-
sejaban, fueron sacando á la finca, como el propietario indo-
lente, el producto que buenamente podia dar, y con tan de-
testable sistema entró la ruina en el capital y se perdió la ri-
'ca mina americana. Así se perderán Cuba y Puerto-Rico y
hasta las islas Filipinas si no se administran cual sus condi-
ciones exigen, y no se las atiende muy pronto y ántes que
todos sus moradores se pongan de acuerdo entre sí, ó busquen
remedio á su desesperado estado en las naciones organizadas
en su vecindad.


Pasado el período perturbador, durante el cual se elltable-
ció en España el derecho político moderno y perdimos toda
nuestra hacienda del continente americano, quisieron los go-
bernantes salvar lo poco que nos quedaba, y, recordando las
aspiraciones puestas de manifiesto en la primera y segunda
época constitucional, por algunos diputados de los que luego
cooperaron á la emancipacion de la América española, pro-
pusieron volver á las olvidadas leyes delndias; si bien acomo-
dándolas á las necesidades de su momento político con el
nombre de leyes especiales ó autonomía colonial. Así lo de-
cretaron; y á los treinta años, y cuando apenas podia espe-
rarse que el remedio produjera efecto, imitamos á la Ingla-
terra, que ya se habia aprovechado de nuestra antigua idea,
atemperándola á las condiciones de su raza en el Canadá, y
nos apresuramos á cumplir la oferta y pusimos los medios
para realizar el propósito. Pero era fuera de tiempo, porque
anticipándose en Cuba los trabajos para la insurreccion de
Yara, y complicándose luego esta con el estado revolucionario
de la Península, se hicieron imposibles las meditadas solucio-
nesque en época ménos agitada aún hubieran podido inten-
tarse.


El espíritu de los cubanos rebeldes engendró en 1868 otros
espíritus funestos, que dieron vida á los partidos en los dos


, opuestos bandos; colocando á la grande Antilla en situacion




654 LAS INSUUUECCIONES EN CUBA


más difícil quP. la que perturbaba al Canadá ántes de conse-
guir su autonomía, y cuando la Gran Bretaña, para evitar
que SU:3 posesiones canadienses se perdieran en la anarquía 6
pasaran á ser yankees, sustituyó el régimen colonial por el
autonómico, y concedió á sus súbditos un gobierno propio,
federativo, presidido por un delegado de la metrópoli con fa-
cultades muy parecidas á las que tienen los reyes constitucio-
nales. Esto mismo que hubiera podido hacer España con sus
posesiones de Occidente en 1836, le es ya muy difícil en el dia
por el estado de perturbacion moral en que Cuba se encuen-
tra despues de más de cuatro años de lucha; pero la metró·
poli está obligada á no permitir que á la valiosa Antilla la
devore el desórden, y debe dictar, por tanto, sin pérdida de
momento, medidas que la salven y la libren de horrores pa-
recidos á los que sufrió Haití en la in~nediat:-l. isla de Santo
Domingo que padeceria tan pronto corno el desacuerdo minase
las filas de los leales.


La Francia, como hoy la España, se hallaba en la ocasion
á que nos referimos afligida por los desmanes propios de un
período revolucionario, y poco respetuosos los colonos con los
perturbadores de su metrópoli, cometieron la imprudencia de
manif~starlo con demasiada claridad de palabra y por obra.
Para reprimir á las clases poderosas, halagaron los hombres
de la revolucion á los más turbulentos de la que les seguia,
dando motivo á que los notables se rebelaran contra el go-
bierno nacional y á que la lisonjeada clase media, permane-
ciendo por el pronto fiel, tratase de Quscar alianzas para
constituir una situacion política; y, no pudiendo conseguirlas
en los potentados que la rechazaban, se dirigieron á las in-
feriores, compuestas de razas de color, introduciendo el espí-
ritu de rebelion hasta en las masas esclavas.


Al verse la clase media victorÍosa) con la humillacion de los
ricos, intentó faltar á los compromisos contraidos y oprimir á
los de abajo que habian contribuido á su triunfo. Pero instiga-
dos éstos por los vencidos, de qnienes fueron un tiempo es-
clavos, se sirvieron de la malicia de sus consejos, mas no
para ayudarles en una reaccion cual pretendian, sino para




CONCLUSION 655


concretar sus fuerzas; y como unidos eran los más numerosos
de la isla, persiguieron á los unos y á los otros y á todos
los que pertenecian á la raza blanca ó de ella procedian por
mezcla, y de:;pues de vencerlos, se constituyeron en podúr. En
aquel poder negro tan horrible que sentó por dogma el des-
enfreno de las pasiones, la satisfaccion de las venganzas y
el caos más espantoso, cuya duracion no terminó mientras
hubo blancos que inmolar al ódio de raza. ¡La expiacion fué
aquella de las imprudentes divisiones entre los colonos fran-
ceses y castigo á sus impaciencias por recobrar la influyente
posicion social que les correspondia! No quisieron esperar á
que se restableciese en la metrópoli el órden, que les hubiera
devuelto su legítimo puesto, y por eso perdieron su presente
y su porvenir.


Los habitantes d~ la isla de Cuba deben estudiar las analo-
gías de aquella historia con la suya y deducir lo que les con-
viene para trazar el camino á sus acciones futuras. Ellos sa-
ben que con la proteccion del gobierno español ejercieron en
la Antilla su influencia todos los notables, así peninsulares
como insulares, que por la l'iqu::za, nacimiento ó saber tenian
entrada en el pal~cio de las primeras autoridades; y no igno-
ran que cuando por la benevolencia de éstas resultarou estre-
chos aquellos salones, para contener á todos los que pretendian
disfrutar de tal beneficio, se promovieron cuestiones de prefe-
rencia entre los que eran igualmente hijos de España, que em-
pezaron á dividir en bandos á los hombres que habian for-
mado en un ni.ismo gl'LlpO y dieron luego vida á las cama-
rillas que produjeron las competencias, los disgustos, los
Mios y por fin las luchas políticas. De allí nacieron uo:; par-
tidos: el español, constituido sobre la base del elemJnto pe-
ninsular por los partidarios de la conservacion de lo existen-
te, y el reformista ó criollo, que pretendia asimilar la isla á
la metrópoli ó establecer el gobierno autonómico.


Saben tambien los e::;pañoles de Cuba que, dificultada la
reconciliacion se persuadieron los dos pJ.rtidos, al llevarse las
cuestiones al terreno de la fuerza, que el único medio para
que pudiera vivir uno de ellos era anular á su contrario.




656 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


Que el cubano, .para ganar la partida al español, ideó
la anexion á los Estados-Unidos, y no habiendo podido rea-
lizarla, proclamó la reforma como .base de la indepen-
dencia. Y que el español, para no perder la fortaleza que
BU lealtad le daba, levantó muy alta la bandera nacio-
nal y fué con ella á combatir al enemigo en los campos de
lucha donde este le citó. Indispensable era esto, cuando, so-
berbios los disidentes al creer seguro su triunfo, hasta des-
preciaron el apoyo, que hubieran recibido sin duda, de algu-
nos españoles bastante dispuestos á preferir sus intereses á los
de la patria. ¿No habian de estar soberbios si contaban como
un hecho la expulsion de los peninsulares de la isla y el con-
siguiente uso de sus riquezas'?


Por aquella excesiva confianza y falta de cálculo, perdieron
los disidentes la primera batalla, y empezaron á sufrir sus ló-
gicas y desagradables consecuencias. La que les rAsultó más
fatal fué la union estrechísima del bando español, que al api-
ñarse y fortalecerse, se hizo tan intransigente como su adver-
sario le habia enseñado á ser; pues aunque en él se signi-
ficasen á poco dos tendencias, la del COMITÉ y la del CASINO,
jamás S~ desunió cuando trataba de defenderse ó de atacar
á los que figuraban entre los enemigos de la pátria. Las dos
tendencias dentro del partido español fueron, si naturales en
nuestro carácter, tan impropias como peligrosas.


Estos defensores de la integridad se dejaron dirigir desde
los primeros momentos por las personas influyentes del COMI-
TÉ, mas como algunas de estas no merecian muy completa
confianza, por vieja intimidad con los hombres de la disiden-
cia, resultó de ahí que otras personas de las que habian he-
cho y hacian tan grandes si no mayores sacrificios que los
notables en pró de la causa de España, quisieran aspirar á la
!Ilisma intervencion é influencia que el egoismo de éstos no
quiso hacerles partícipes, y crearon el CASINO ESPAÑOL DE LA
HABANA; desligándose por tanto de la disciplina, que hasta
allí les habia sujetado al COMITÉ, al agrupar por este medio
bajo su direccion á la clase media española.


Esto era imitar la marcha seguida en Haití los últimos




CONCLUSION 657


;afios del pasad() siglo y primeroS del actual, y á. fin de conte-
ner la; corriente qUé se d'irigi'a veloz á un tél'mino funesto
para los intereses pátrios, se procuró una trausaccion, pri-
mero ineficaz, despuéS casi posible y en el dia nada más que
probable; no consiguiéndose completamente, a,sí por el exclu-
sivismo de los poderosos Mmo pOl' las impaciencias de los que
les siguen en posicíon social. En tsuto que esta escision des-
unia los elementos leales, empezó á asornar otro grupo de los
espáñolesque nópertenecianáningunade las dos asociaciones,
pudiendo desde éntónces distinguirse en la isla. tres tenden-
citls dentro del partido español: la de 103 defensores de sits
grandes intereses y de una zafra más, como algunos llaman
á los rico§ propietarÍos que constituyen el COl\HTÉ; la. de los
primitivos fundadores d'el CASINO, que representan la -clase
media superior y caminan á una fusion próxima con aque-
llos, y la de los españoles ménos acomodados de esta misma
clase que, ál comprender des pues de cuatro años de lucha
que tambien ellos han prestado grandes servicios personales
á la pátria, creen merecer al'guna consideracion mayor que
la que disfrutan. Parte de los hombres de este último grupo,
si ménos ricos, tan fuertes si no más que los de las 3upr.rio-
res y hoy muy halagados por los revolucionarios de la Pe-
nínsula, muestran ya su inclinacion á las ideas republicanas
sostenidas por los periódicos que autoridades poco previso-
ras ó excesivamente benéV'olas consienten en Cuba, y están
muy decididos á conquistarse un puesto entre las fra.cciones
d.e la nueV'a política de allí.


Este grupo, que ha obedecid.o en su formacion, tal vez más
que al deseo de disfrutar aquel puesto, á las excitaciones con-
tinuas de los laborantes, que tan decidida proteccion han
merecido últimamente, puede y debe desaparecer, y si se
acude á tiempo se impedirá su funesto crecimiento; como de-
ben borrarse ya las diferencias entre el COMITÉ y el CASINO
para que el partido español aparezca tan compacto como es'-
tuvo al contltituirse en presencia del enemigo.


La existencia de estas tres indicaciones de partidos es gra-
vÍsima no solo para la conservacion de Cuba española, sino


TOMO II 42




638 LA.S INSUiU~ECCIO",~S E~ CUBA.


para la estabilidad del elemento leal. Si absurdas medidas
como la dictada recientemente por el ministro Suñer y Cap-
devila, mandando devolver los bienes embargados á los que
con ellos deben satisfacel' los perj uicios y los gastos de la
guerra que pl'omovieron y sostienen; ó si leyes no ménos in-
convenientes de los atolondrados federales, oprimiesen tanto
los sentimientos de los españoles que les obligasen á estallar,
¿qué sucedería en la grande Antilla'? Que al darse el grito
de viva España, para condenar á los gobiernos que contra
ella conspiran, la parte elevada de la clase media, por ser mits
numerosa que el exiguo comité de notables, se aprestaria á
tener gran participacion en el poder revolucionario que se
constituyese; 10 cual moveria las ambiciones de las clases mé-
nos acomodadas, que, para vencer, no repugnarian fortificar.-;e
con la alianza de libertos y asiáticos, á los que tendrían preci-
sion de hacer partícipes en el mando y entregárselo luego
por completo. Es decir, otI'O Haití ó la pél'didct de la isla, no
solo para Espai'ía y pura los españoles, sino para la civiliza-
cion durante algunos años y hasta que terminasen las rebe-
liones contra los blancos y la lucha y las venganzas entre las
gentes de color. Es d~cir, la ruina de Cuba; pue::; diez años ó
ménos serian bastantes para que todo esto sucediese, si los es~
pañoles rompieran su unidad ó levantasen el grito de desobe-
diencia á la metrópoli.


Ciertamente que las provocaciones de los pDlíticos repnbli-
canos de la metrópoli, imbuidos por laborantes y separatis-
tas, son ya tantas, que en un momento de cansancio Ó enloque-
cidos por la desesperacion pudieran los españoles cometer una
imprudencia de difícil enmienda; y esto hay que evitarlo á
toda costa.


Los defensores de la integridad nacional no deben perder
de vista á los enemigos que tienen enfrente ni olvidar un solo
momento el compromiso contraido de conset'var á Ouba espa-
ñola. Recuerden las predicaciones de los afiliados en la Socie-
dad Fil(t7'1n6nica del Camagüey, á qne p3rtenecian los que,
perseguidos pClr la. justicia y abrumados pOI' sus vicios, tu-
vieron que levantar la bandera de la insurreccion para eludir




CONCLUSION 6~9


el castigo que la. sociedad iba tÍ aplicarles; recuerden que la.s
tendencias de aquellos disolutos asociados, patentizadas des-
pues en sus actos, no se dirigian sino á romper los lazos de
la amistad y de la familia y á plantear las repugnantes doc-
trinas de la demagogia más desenfrenada y del socialismo
más repugnante; comparen su situacion con la que les traeria
el triunfo de los insurrectos, necesario si la desunÍon entre el
elemento español fuese un hecho fatal, y mediten en sus hor-
rorosas consecuencias.


La insurreccion debe morir y morirá, porque el vicio y el
absurdo no pueden prevalecer; pero para conseguirlo se ha de
mantener inquebrantable la disciplina en el partido leal, debe
ahogarse el egoismo del interés particular y subordinarlo
todo á los grandes intereses de la pátria.


Nosotros comprendemos el cansancio de los leales despues
de cinco años de lucha, admiramos su abnegacion y sus su-
frimientos; p[~ro hoy más que nunca les animarnos á que no
desesperen, á que aguarden un punto más, pues poco falta
para que en la madre España se constituya un sensato go-
bierno que termine la lucha y que restañe las heridas por
esta abiertas para que siente luego las bases del porvenir.


Estas bases ibamos á indicarlas, trazadas las tenemos; pero
el patriotismo nos aconseja aplazar su exposicion para cuan-
do las circunstancias sean' más bonancibles. Como nosotros
hacemos este sacrificio en favor del sosiego de los buenos es-
pañoles, sacrifiquen los defensores de la integridad nacional
sus impaciencias; únanse, estréchense, acaben la guerra y
procuren que la presente sea la última de las INSURRECCIONES
BN CUBA.






NOTAS
ADICIONES É ILUSTRACIONES




/




NOTAS
ADICIONES É ILUSTRACIONES


CAPíTULO PRIMERO.


,tI) HISTORIA POLÍTICA Y PARLAMENTARIA DE ESPAÑA, por D. Juan
RIco y Amat.-Tomo rIl.-Madrid 1861.


(2) LA~EVOLUCION DE JULIO EN 1854, escrita por D. Oristino Mar-
tl08~ y publicada por D. Anselmo Santa Coloma, pág. 26.-Madrid


<>4.


(3) La misma obra de D. Cristina Martas.
(41 Idem.
(5) Idem.
(6) Decia así la proclama de los liberales coligados contra el ga-


binete presidido por el conde de San Luis:
«ESPAÑOLES: Basta ya de sufrimiento. La nbyeccion del poder ha


llegado á su término. Las leyes estan rotas. La Constitucion no
existe. El ministerio de la reina es el ministerio de un favorito im-
bécil, absurdo, ridículo, de un hombre sin reputacion, sin gloria, sin
corazou, .sin otros títulos al favor supremo que los que puede encon-
trar una veleidad lividinosa.




664 LAS INSURRECCIONES EN CUBA.


Nuevo Godoy, pretende poner su pie sobre el cuello de esta na-
'Cion heróica, madre inmortal de las víctimas del 2 mayo, de los hé-
roes de Zaragoza y Gerona, de las guerras de Arlaban, de Mcndigor-
ría y de Luchana. ¿Será que aguantemos impunemente tanta igno-
minia? ¿No hay ya espadas en la tierra del Cid~ ¿No hay chuzos~
¿No hay piedras? ¡Arriba, arriba, españoles! ¡A las armas todo el
mundo! ¡Muera el favorito! ¡Viva la Constitucion! ¡Viva la libertad!p


(1) Obra citada de D. Cristina Martas.
(8) Los periódicos llamados progresistas alentaron más que na-


die la idea, desarrollando sus trabajos por medio de las relaciones
liternrias y de la publicacion de correspondencias portuguesas en
sus periódicos.


(9) Avisado á tiempo de lo que se intentaba, el capitan general,
D. Felipe Rivero, pudo impedir que las otras tropas de la guarni-
cion siguiesen el movimiento de las de Córdoba, con las que esta-
ban indudablemente comprometidas, como lo demostraron al pre-
sentarse formadas en traje de media gala ó sea con los chacós y car-
tucheras sin fundl\, para distinguirse de los exiguos pelotones del
regimiento de Granaderos que permanecían leales á la autoridad,
y al mando de su brigadier el marqués de Monreal y de Santiago.
Era mjly escaso el número de los Granaderos por hallarse las com-
pañías diseminadas en los destacamentos' del distrito de Aragon.


Apoyado por estas fuerzas, cogió infraganti el general Rivero á
los indecisos pronunciados de Barban y de caballería, y con estas
fuerzas y la artillería atacó á las de Córdoba, que habian tomado
posiciones en la puerta del Angel, entre la Seo ó la catedral y el
Pilar y en el puente sobre el Ebro, fortificado y defendido por los
pocos liberales aragoneses que secundaron el movimiento. Concen-
trados allí los pronunciados, le fué muy fácil al general Rivero
combinar un ataque, tanto más cuanto que sin el apoyo de los
utros comprometidos, se veia en apurado trance el brigadier de Cór-
doba D. Juan Hore. Decidido, sin embargo, á todo, intentó con va-
lor temerario romper las líneas de ataque, y rechazado en algunos
puntos, hizo su último esfuerzo por In. estrechn. calle del Pilar, inva-
diéndola al frente de algunas compañías. Sin romper el fuego llegó
á. unos veinte pasos del peloton de Granaderos que defendia el paso
para la plaza; les habló palabras halagadoras para atraérselos, y
suspensos y con las armas preparadas estn.ban los soldados, situa-
dos frente de la casa del marqués de Ayerbe, cllando el de Monreal
y de Santiago se presentó en el campo de la accion por una callejA.
que allí desemboca y dió la voz de ¡fuego! Hore y su caballo y los
soldados que le rodeaban cayeron acribillados por muchos proyec-
tiles recibidos á boca de jarro.


La muerte de su jefe y la barricada que formaban los cadáveres
impidieron á los de Córdoba avanZar; y luego se retir~ron, aprove-
chándose' de la oscuridad de la noche, p8;ra dirigirse á Francia.
PQCOS dias despues fué fl.pre~endido el ten,ien.te coronel L.a-Torre
Cerca de la línea francesa y fusilado en el Campo del Sepulcro de
Zaragoza el 6 de marzo. I;..a de éste fué \f!. lÍllica sangre derramada.
pQr la ley; pues á los paü;;anos se lIls ipdultó g~neralIUente, a.\lnqUQ
los que siguieron el iudefinido mov:i.mWnw de Rore fueron en nú~e­
ro muy escaso, porque ni el pueblo eS~aba preparado para revQlu,




NOTAS .-CAPÍTULO 665


eiones, ni 1\1. opinion tan decidida allí en contra del ministerio del
cQnde de San Luis como los cOjlspiradores hacían suponer. El au-
tor que presenció aquellos sucesos muy de cerea, como militar, pu-
do apreciarlos detalladamente.


(lO) Véanse las páginas 120 y sigui3ntes de la obra citada de
D. Cristino Martos.


(U) PROGRA~A DE MANZANARES.
«ESPAÑOLEs.-La entusiasta acogida que va encontrando en los


pueblos el ejército liberal; el esfuerzo de los soldados que le compo-
nen, tan heróicamente mostra<io en los campos de Vicálvaro; el
a.p1llusocon que en todas partes ha sido reciQidala noticia de nues-
tro patriótico alzamiento, aseguran desde I;I.hora el triunfo de In li-
bertad y de las leyes que hemos jurado defender. Dentro de pocos
dias la mayor parte de las provincias habrán sacudido el yugo de
los tiranos; el ejército entero habrá venido tÍ ponerse bajo nuestras
banderas, que son las lea.les; la nacion disfrutará las bencficios del
régimen representativo, por el cual ha derramado hasta ahora tan-
ta sangre inútil y ha soportaJo tan cosiosos sacrificios.-Es, pues,
de decir lo que haremos el dia de la victorill,.-Nosotros queremos
la conserv!\cion del trono, pero sin la camarilla que le deshonra;
queremos la práctica rigorosa de las leyes fundameutales, mejo-
rándolas, sobre todo la electoral y la de imprenta; queremos la re-
baja de los impuestos, fundada. en una. estricta economía; q ue-
remos que se respeten en los empleos militares y civiles la anti-
güedad y los merecimientos; queremos arrancar los pueblos de la
centralizacion que los devora, dándoles la independencia local ne-
cesaria para que conserven y aumenten sus intereses propios, y
como garantía de todo esto, queremos y plantearemos bajo sólidlJ,s
bases la 11ILICIA NACIONAL. Tales son nuestros intentos, que expre-
samos francamente sin imponérselos por eso á la nacion.-Las
Juntas de gobierno que de.ben irse constituyendo en las provincias
libres; las C6rtes generales que luego se reunan; la misma nacion,
en fin, fijará las bases definitivas de la regeneracion liber!!.l á que
aspiramos.-Nosotros tenemoS consagradas á la voluntad nacional
nuestras espadas, y no las envainaremos hasta que ella esté cum-
plida.


Cuartel general de Manzanares á 7 de julio de 185i.-El general
en jefe del ejército constitucional, Leopoldo O'Donnell, conde de
:(,ucena.»


(12) MEMORIAS POLÍTICAS PA~A ESCRIBIR LA HISTORIA DEL REIN.,D.Q
DE ISABEL I1,por el marqués de Mirajlores.-Cuaderno 7.o,pág. 517.-
Madrid 1872.-Véase la exposicion que la comision nombrada tu-
multuariamente en la Casa d,e la Villa el 17 de julio de 1854 pre-
.sentó á la reina.


(13) Martas, obra citada, llág. 176.
(14) ALCANCE ~ LA PRf'!NSA DE LA HAB~l'\A, correspondiente al


jueves 21 de setiembre de 18f>4. De él se repartieron dos ediciones,
una ántes de tomar pQ$esion el galleral Concha, en la cual se omi-
ti~r9n las frases que se inSertan en el ~eX~Q, y otra pocas horas




666 LAS l:'¡SURRECCro:>ES E;,\ CUBA


despues, en la que se dirigia aquella poco generosa é inconvenien-
te censura á D. Juan de la Pezuela de:lpues de haber entregado el
mando.


(15) TOMA DE POSESIO:> DEL GENERAL CONCHA DE SU SEGUNDO MAN-
DO.-«HABITANTES DE CUBA: Desde que por primera vez Visé este
suelo, visiblemente favorecido por la mano de Dios, y pude upre-
ciar las altas dotes que realzan vuestro carácter, ha sido mi mayor
anhelo contribuir. en cuanto de mí dependiera, á asegurar vuestro
bienestar y la prosperidad de esta hermosa isla.


Hoy vuelvo á ella con la esperanza de realizar estos votos. Si
hasta ahora generales dignísimos han tenido que luchar para con-
seguirlo, hasta el punto que ellos tambien deseaban, con los úbstáeu-
los que les ofrecia una administracion poco adecuada al estado de
adelantamiento en que se encuentra la isla, hoy que S. M. la reina,
siempre solícita por el bien de sus pueblos, ha sancionado reformas
importantes en su gobernacion, nada se opone á que deseos tan
justos y constantes se vean cumplidos. Al aceptar, pues, el cargo
de gobernador capitan general y superintendente de real Ha-
cienda con que he sido revestido, he contraído la responsabilida1
inmensa de llenar las benéficas miras de S. M. y su gobierno, res-
ponsabilidad de que he de dar cuenta á mi reina, á mi país v á vos-
otros mismos. Yo la acepto, porque espero que no me "faltarán
vuestro apoyo y vuestra confianza. Creo poderos prescntar para
ello corno garantía de mi nueva administracion los actos de mi ad-
ministracion pasada. Que nadie tema que una ausencia de dos años
haya podido despertar en mí sentimientos indignos de un hombre
público; pero que todos sepan tambien que ningun género de con-
sideracion ha de separarme de lo que me dicte el interés general
del país, porque á todos considero con igual título al apoyo y pro-
teccion de la autoridad, que no ha de separarse del camino de la
ley y de la justicia.


Onion entre vosotros, habitantes de Cuba: confianza en la bon-
dad de la reina, en la ilustracion de su gobierno yen el buen deseo
que por vuestro bienestar anima á su representante en la isla y
csta hermosa parte de la nacion española llegará, como lo espero,
dentro de poco al apogeo de su prosperidad y de su ventura, afian-
zando su constante y perpétua union á la madre pátria, más que
todo por los fuertes vínculos de su interés y de su afecto. Habana,
22 de setiembre de 1854.-.José de la Concha.»


(16) Periodistas eran los que en ellos pusieron mano, como
Arauja de Lira, muerto desgraciadamente en un desafío con Fer-
nandez Vallin, é inspiradores tambien D. Antonio Auset y D. Juan
Sunye.


:1'1) Aquella disposicion decia así: «Considerando que no hay
medida dentro de sus facultades (omnímodas en este país) que el
gobierno de S. M. no esté dispuesto á adoptar para concluir con ese
mercado desmoralizador y funesto que por tanto tiempo ha estado
poniendo en inseguridad y alarma la propiedad particular, que
solo puede garantirse y afirmarse con el cumplimiento leal de los
tratados y la absoluta extirpacion de la trata de Afriea.


Haciéndome cargo de que aunque esta toca ya á su fin con los
empadronamientos de esclavos, que me remitirá V. á la mayor bre-




NOTAS.-C.UÍTULO 667


vedad, no hay que dejarla sin embargo ni un momento de su perju-
diciaiísima existencia.


Y, en fin, habiendo llegado á mi noticia que la activa persecucion
que se hace en diferentes puntos de la isla á la introduccion de los
bozales, da ocasion á que vaguen ahora por los bosques abando-
nados y fugitivos muchos .de esos infelices, rechazados de inge-
nios cuyos honrados propietarios por obedecimiento de las leves no
quieren incurrir en la nota de patrocinadores del crímen, he dis-
puesto:


1.0 Que á todo el que presente á las autoridades bozales de
Africa ll.prehendidos á sus introductores ó cogidos extraviados, se
'e abonen diez pesos por cada hombre formado, seis por cada mujer
y tres por cada niño, satisfaciéndose esas sumas por el fondo de
emancipados, que en 'nada mejor puede emplearse que en la liber-
tad de sus semejantes.


2.° Si los que hagan la presentacion fueren propietariós de co-
nocida moralidad, se les adjudicarán ademas los libertos por el
tiempo de su aprenliizaje, con las condiciones de reglamento.


Lo digo á V. para su puntual cumplimiento.
Dios .guarde á V. muchos años. Habana 28 de julio de 1854;-Ei


marques deJa Pezuela.-Señores gobernadores y tenientes goberna-
dores de la Isla.»


(18) Decia el general Concha en órden de 26 de setiembre
de 1854:


«El tráfico de negros, debe, pues, desaparecer enteramente y des-
:oaparecerá. Asi lo ha procurado eficazmente con sus disposiciones
ltmi dig~o antecesor; y á lo mismo tenderán las que yo dicte para
»conclUlr con aquel inmoral y perjudicialísimo tráfico, sin que para
lello se inquiete á los propietarios en la posesion de sus esclavos con
'tpretexto de su procedencia, como lo previenen las leyes.»


(19) El arto 10 de la órden del J9 de ?icie;nbre dccia: «El d';leño ?
»tencdor de esclavos que no haya provisto a estos de las .ce?-ula"
:tde seguridad necesarias dentro de los meses de enero y Jub? de
:tcada año, pagará una multa dc 10 pesos por cada esclavo o ~s­
»clava que no tenga dicha cédula, y el duplo por cada ~aso de ~elll­
:;cidencia.» Lo cual no demostraba en verdad mucho rigor en tIem-
pos en que se introducian con frecuencia expediciones negreras.


(20) Correspondiente á aquella época poseemos una curiosa co-
leccion de datos biográficos de la mayor parte de los empleados
que entónees se nombraron, cuya coleccion, escrita en prosa y ver-
so con el título de MEMORIAS DEL SACRISTAN DE MADRUGA, por don
Roque de las Verdes Calzíls, es la censura más acerba contra la
administracion de los gobernantes del bienio. No la publicamos
por su extension y en obsequio á aquellos no siempre acertados
políticos.


El arreO"lo de la secretaría del gobierno superior dió á esta de-pen'denci~ toda la importancia de un ~inisterio, no siendo de ex-
trañar por tanto que sus gastos, que antes eran (en 18;)3) de .16.360
pesos, se elevaran en 1856 á 79.730. Es verdad que para qmta;- ~l
vicioso sistema de los derechos al capitan general, q~e en el u~tI­
mo año no vinieron á figurar en el presupuesto de Hlgresos SIllO
por la cantidad de 5.747 pesos, se elevó el sueldo de aquel á 50.000.




668 LAS INSURRECOIONES EN CUBA


-El arreglo judicial produjo ta.mbien un aumento en los ga.stos de
112.500 pesos, haciendo ilusorios los ingresos por derechosjudicia~
les; y no fué esto lo peor, sino que en él se dejaron cesantes algu~
nos áoogados del país tenidos por buenos españoles, que fueron lue-
go á engrosar las filas de lGS disidentas.


(21) La Junta la compusieron D. Antonio de la Puente, D. Juan
N. Fesser, D. Francisco Alvarez, D. Rafael Toca, D. Juan Federi-
co Ibbikén, D. José Solano Alvear y D. José E. Oamira, secretario.


(22) Los NUEVOS PELIGROS DE OUBA ENTRE SUlI CINCO CRisIS AC-
TUALES, por D. Miguel Rodriguez Ferrer, jefe de administracion y
propietario en Ouba.


Madrid 1862; páginas 48, 50, 55 Y 56.


(23) A tal punto llegó la osadía de los traficantes en negros,
que en el mismo puerto de la capital se organizaban expediciones,
como puede verse en cierto llamamiento judicial de 3 de agosto de
1858 del oidor de la audiencia D. Francisco Durán y Cuerbo.


(24) Denunciados por los periódicos de Madrid; debiendo hacer
la justicia de declarar que no se cometieron en aquella. época es-
tos abusos con la frecuencia que en los tiempos posteriores y
áun en los presentes, quizás porque 1& prosperidad y la vulgari-
zacion de la riqueza, de que en el texto se habla, no los provocasen
entónces tanto.


(25) Manuscritos que poseemos y no insertamos por su mucha
extension, los cuales determinan las diferencias entre el número de
buques, el de toneladas y de "derechos fiscales devengados.


(26) Véase la pág. 635 del tomo 1. El Oastañeda, que figura con
el nombre de Santos, aparece luego en documentos oficiales con el
de José Antonio, que debia ser el yerdadero.


(27) Manuscritos.
(28) Sin fuerzas que la defendiesen se encontraba la capital de


la isla de Ouba cuarenta r tres años despues de haber conquistado
ésta los españoles, cuando fué invadida y saqueada la Habana en
1554 por los filibusteros y forbantes15 piratas de las Antillas. Para
evitar otras agresiones envió el virey de Méjico allí una ma.nga de
veinte arcabuceros; pero considerándose á poco iosuficiente aquellf!.
fuerza. para resistir las irrupciones pirátioas y al levantarse forta.-
lezas al efecto, se crearon en la Habana dos compañías de vecinos
armados y una de pardos y morenos que constituyeron el primer
cuerpo de Vo!'!(,ntari08 milicianos de la isla de Ouba. Estas milicias
fueron creciendo á la par que la poblacion de la colonia, y en 1631
se reorganizaron por órden del rey, quedando constituidas seis
compañías en la capital, dos en Santiago de Ouba y una en cada.
una de las ciudades y villas; cuyas milicias se mandó que fuesen
pagadas cuando prestara.n verdaderos servicios militapes.


Cuando en 1656 nos arrebataron los ingleses la isla de Jnmáica,
se aumentaron las milicias en la Habana y Santiago de Cuba, para
evitar un desembal'co de aquellos usurpadores y mientras el gobier-




NOTAS.-CAPÍTULO 1 669


no de la metrópoli auxiliaba á los habitantes de la isla, lo cual ve-
rificó en 1664 envia:ndo un ejército de 300 hombres (lon este ob~eto
y para librarles de las agresiones piráticas de Morgao, el Olones y
Gtammont. No por aquel auxilio suspendieron sus servicios de de-
fénsa los vecinos armados, quienes continuaron vigilando las cos-
tas par!!; evitar las sorpresas de los filibusteros, á los que en más
de una ocasion rechazaron con las armas.


Tanta era la influencia que por sus servicios patrióticos habian
adquirido los milicianos voluntarios á fines del siglo XVII, qu~ su
opinion era decisiva, é inclinando ésta aunque alguna vez en contra
de la autoridad, si bien con el loable propósito de salvar el territo-
rio y sus intereses, dieron á este tiem'~o'á sus descendientes el pri-
mer mal ejemplo, imponiéndose con un movimiento sedicioso.


Aquellas milicias formar~n parte de la expedicion que á princi-
pios del siglo XVIII invadió 1-as islas de Providencia J Siguatey,
para castigar á los piratas que allí se guarecian, despues de la
cual, y siguiendo la corriente de la época, tomaron tambien parte
en las agit!\ciones producidas por el cambio de dinastía y en los
alborotos que ocurrieron en la Habana los años 1711 y 1'112. Como
cierta5 exageraciones no fueron entónces corregidas, se extendió el
funesto espíritu en sus filt\;;;, y de él dieron triste mliestra al aeere-
tarse por el gobierno de la metrópoli el estanco del tabaco, que mo-
tivó la sublevacion de los labr!ldores y vegueros del departamento
Occidental en 1716 y 1717. Aprov~chándose en aquella ocasion los
sediciosos de la esc'lsa fuerza militar que guarnecia á la Habana,
invadieron la ciudad y obligaron á resignar el mando en el teniente
rey al gobernador encargado de cumplir aquella medida, D. Vicen-
te de Raja, quedando como era natural la autoridad intefÍ'1'l1l su-
bordinada á los sublevados.


Preciso le fué nI gobierno de la metrópoli poner mano en el aSlln-
to; y para reintegrar el principio de autoridad, envió de gobernador
ál brigadier Guazo Calderon con fuenas de la. Península, qu'e Sir-
vieran de base para la reorganizacion de las tropas de la ista. (que
entónces usaron por primera vez el fusil con bayoneta¡, y para ha-
cerse respetar durante los seis añol!! de su mando.


Desde entónces, aunque prestaron buenos servicios, varias cir-
cunstancias contribuyeron á que decayesen, y no en muy florecien-
te estado se encontraban cuando se presentó en las aguas de la
Habana la flota inglesa del almirllnte POkOé, conduciendo el formi-
dable ejército de Lord Albemarle. En tan apurados momentos creó
el capitan general Prado cuerpos de milicia ciudadana que, un:ida
á los cortos y diseminados destacamentos de veteranos, si bien ln-
charon con desesperacion, tuvieron que rendirse al número yen-
tregar la plaza al vencedor. Pero la milicia de los otros puntos de
la isln, organizándo~c rápidamente, rechazó á los destaca.mentos
ingleses que pl·etendian penetrar en el territorio y hasta se prepa-
ró para reconquistar la capital; no nevando á ca'bo el propósitl) por
haberh evacua10 los invasores ántes de haberse aquella reunido.


Al dejar los ingleses la isla y nombrarse al conde de RicIa para
reorganizar todos sus servicios y evitar otra invasion, se crearon dos
regimientos de voluntll.rios de caballería de la Habana y de Matan-
za.s! 9ue á su costa se uniformaron y montaron, y dos bátallones de
mlhcIllS blancas; mas como todas las instituciones caen en d-esuso
eon el tiempo cuando no se estimulan, quedaron las milicias en tan
pasiva situacion, que apénas las de las costas prestaban algun ser-




(iI:) LAS I"SlSa¡~ECClO:-¡i,S E:>i CUllA


viciu si las obligaba la necesidad de rechazar alguna invasion pirá-
tica, como sucedió en Baracoa en 1806 respecto de unos corsarios
salidos de Jamáica.


Así se encontraban á principios del presente siglo, cuando al sa-
ber el c!lpitan general marqués de Someruelos en 17 de julio de
1808 el cautiverio de la familia real espafiola, temeroso no sJlo de
que el fuegu insurreccional de Haití se comunicase á Cuba, sino all
que aprovechasen aq uellas circunstancias los ingleses ó los norte-
americanos para comprometer su tranquilidad, creó cun el nombre
dc URflACJOS VOLUNTARIOS DE FERNANDO VII siete divisiones de do:::
ií, cuatro compañías cada una, formadas con vecinos honrados y
fuertes; cuyas divisiones llevaban elllombre de los reillos de Es-
pafia de que eran naturales los que las constituian. Aqlleao,; mili-
cianos fueron el baluarte de la integridad nacional, contuvieroll y
eles bara taron los trabajos separa tidtas alen tados por indc pcndie n te~
del continente americano, y terminaron sus servir;ios al restablecer-
se el a1.'solutismo real cn 1814 (1).


Al tenerse llotir;ia en Cuba uellevantamiento de Riego J del ju-
ramento de la C,mstitucion 1'01' el rey en lS~O, se rcstablcc.:ieron las
corporaciones popularcs, la libertad de nnprenta y la milicia na-
cional, qne á pesar de sus protesta,; y uecisioll á sostener .v prote-
ger á las autoridades, cnusó más de GIl cOllflidoj siendo muy rUl-
doso el de diciembre de 1822 en que, con mo'iyo de las elccr;iones
para diputados ÍL Oórtes, riñó una h,.tdla que puso en gl'r.Yc peli-
gro hasca la seguridad de la isla. La reaecion de 1823 disolvj(j eOil
venbja para el órclen aquella tUl'bu lenta milicia que, á peslll' de ha-
berse rcorganizado despues dc los alborotos, era un gran incollve-
niente á la conservacion del público sosiego.


Momentáneamente volvió á organizarse la milicia en el departa-
mento Oriental de la isla por el general Lorenzo, cuftndo en 1836
proclamó éste la Constituc!on en Santiago de Cuba; poro restable-
cida la tranquilidad, fué disnelta, porqllc D. Miguel Tacon, que con-
taba con ejército bastante numeroso para conservar la paz interior
J' contener cualquiera agresion de afuera, no tuvo necesidad de aCll-
dir IÍ aquel elemento, que consideralJa peligroso mientras no se le
su.ietase á una sevem organizacion.


Pasaron los años y pcrmaneció la isla sin milicia ciudadana y sin
echarla de ménos. hasta que los incansables separatistas, contando
con recursos para tomar la ofensiva y suponiendo cosa fúc!1 arrojar
de Cuba el poder de Espafia, armaron expediciones filihustrms y
las dirigieron á las costas de la isla al mando de D. Narci,;o Lopez.
Cuando el primer desembarco de este, verificado en Cárdenas, el
general Roncali. que aunque contrario á la institucion de la milicia,
habia pedido au torizacion al gobierno su premo para armar30.000 vo-
luntarios peninsula1'es, y «solo peninsulares,,> decia cl conde de Al-
coy, .porque no tengo confianza en los naturales para entregarles
las armas,» formó con 5.000 fusiles que se le habian enviado de la
PenÍnsu la una MILICIA VOLUNTARfA DE NOBLES VECINOS, que disolvió
al dominarse aquel movimiento rebelde.


(1) La orgnnizacion de los URBANOS DE FERNANDO VII dió motivo al poe-
ta A. V. para publicar, en 21 de mayo de 1808, un folleto en verso con 24 octavas
roales, dirigido á los Voluntario,s espaiioles, en el que se aplaudü: el pon~vn1iento
y estimulaha el patriotismo dolos nmantes de E.paña. EL DaRIO DE T,A. MART"'"
de la Habuna lo reimprimió en sus números del 9 y 10 de Agosto de 1811.




NOTAS.-CAPÍTULO ü71


Su sucesor, D. José <le la Concha, que desbarató la segunda expe-
dicion de Lopez, castignndo á los filibusteros desembarcados en el
lIiorrillo, tuvo por conveniente restablecer la milicia y creó en la
Habana los cuatro batallones suprimidos. D. Juau dc"la Pezucla
acordó á su vez la disoluion; y en el segundo manflo de CCHwha se
organizaron en toda la isla por bando dc 12 dc febrero de lS:)5.


Los batallones de infnntcría y la caballería de la Habana, come)
los de Milicia de toda la isla, permanecieron con poca alteracion hasta
que, con motivo de la in"urreccion de Yara, estimuló D. Francisco
Lcrsundi á los defensores de España liara que organizasen nueV1,~
fuerzas que contuvieran el movimiento separatista; y desde fin("~
de 1868 hasta el dia puede dccirse no ha cesado la crencion de cuer-
pos de Volnntarios. En los primeros mcses de insurreecion se f,)t'mn-
ron en la Habana un sétim,) batallo n de infantería, dos de Ligeros,
el regimiento de artillería y la compañía. de Guías del capitan gene-
ral, y al año siguiente compañías dc extranjeros, primero de ale-
mnncs v despues de ot.rns naciones.


Esta es á grandes rasgos la historia de lns Jfi!icias voluntaria.l·
en Cuba.


(29) Renl ónlen expedid~1 por el ministerio de la Guerra. en 2 (le
febrero de 1H55, sobre .organi:mcion de batallones de g'cntes de color.


(30) E,ÁilfEN Al":ALÍ'I'ICO SOBRE LOS ACTOS DEL GOBIERNO DEL G1'.-
;-;¡ERAL D. JrJsÉ DE LA CO,\CIlA, CAPITAN GE:\ERAL DE LA ISLA DE Ce-
BA, por B. S. D.-California 1.0 cnero 1863.


(31) Véase en los DIARIOS DE LAS SESIO:\ES DEL CONGImSO DE Di-
PUTADOS de 186:3, aquella en que el conde de San Luis presentó el
documento al general Concha para que dcclarase su au t.enticidad.


(32) EXÁlI!EN ANALÍTICO CITADO. «La ley de Indias prohibe á los
>}capitanes generales hacer adquisiciones rlc fincas durante su man-
.• do en el país donde lo éjcrc8n.;>


(33) CUIlA.-EsTUD!0S POLÍTICOS, por D. Cárlos Sedano, ex-dipu-
tado á Córtes, pág. Sl.-Madrid, 187a.


P4) El nutor, que no estaba en aquel tiempo eu Cuba, no da á
estos apuntes má importancia que la que merecen los escritos
confidenciales, y los trascribe para que se conozca el carácter de
aquel pueblo y sus impresiones con motivo de la cucstion Pintó.


NOTAS y CORRESPONDENCIAS RELATIVAS f.. LA CAUSA DE PINTÓ ES-
CRITAS POR UNOS VECINOS DE LA HABANA. iEstoJ'ck.)


APU~T.8S PABA LA HISTOltlA.


DOMIRGO 11 DE MA.RZO DE 1835.-So &UP0 que la comision mili~ar habia conde-
nado á muerte á ?I1\T6, CADALSO Y' PlliEr.o, contra la opiniou del asesor, que ha-
bia salvn.lo su responsr.bilida<l. Se habia currido la voz de que B~ habia arrestD(~Ú
al fisCIll ]lor Hojo y venal. Pasó el proce.so al auditor do guerra. Hizo un extracto
ui\ la ccusa con ln~ reminiscencias de Bardají. LO que más perjudica á Pintó s'm
sus propias confesiones y lo que escribió despues de su prision.




672 LAS INSURRECCIONES EN cunA


LUNBS 12.-Se espera con anma el dietámen del se'i!.or auditor. Se ha.bla mucho
y en diversos sentidos. Algunos suponen que ccrrren los mejicanos; otros, inftuen-
ela! mujeriles. Los voluntarios están por la ejecucion de los presos 'Y hasta ha-
blan de ser los ejecutores si no se haDa justicia.


MARTES 13. -Se diee qOe los c6nsules hM hablado al general á favor de los
condenad;,s; que las famlliss de estos han ido en masa á visitar á los comaritZcm-
tes de \Jolunt~rioSi que se están recogiendo firm!ls para una representaciQn que en-
cabezan Cañongo y O'ReillYi que lss monjas han hecho otrs.-Por la noche se
dijo que el auditor habia opinado que era injusta la sentencia, por no estar justi-
ficado el crímen más que por la delacion de uno que se confiesa eo-reo y que tan
pronto se llama GONZ.&.LBZ como RODRIGUBZ, y que debe pasar la causs al consejo
de reviston.


MIÉRCOLES 14.-Se confirma la noticia anterior. Son sorteadoa los oidores para
el consejo de revision.-Resultan Posadillo, Portillo y EscQsura. Se ha publicado
la residencia del general Pezuela por bando. El eapitan general ha ido al CUlPO
DB MARTE: ha hnbido vivas y mueras. Se dijo entre los voluntarios que era pre-
cise pedir la deposicion del comandante del primer batallan, Morales (D. José
María), de la casa de Drake, porque se habia interesado por los presos.-Ys na-
die habla de expediciones, aunque los periódicos no acaban de decir que no hay
que temerlas.


JUEVES 15.-La gente armada está furiosa contra el auditor.-Se dice que ha
puesto en ridículo al general por lo que dijo en la GACETA, Y á los vocales que
firmaron la sent(lDcia. - Rovira (J<'rancisco) ha dicho que la compañía que instru-
ye y las demáS que no estuvieron ayer tarde en el CAMPO DB MARTE van hoy r.
dar Jos mismos vivas y mueralrque se dieron ayer.-Que JOB voluntarios tle\1en
señalados los puntos que deben ocupar caso de olr el toque acordado de antema-
nO.-Ha habido gritos en el Campo de Marte, á pesar de haberse dado árden de
que no se diesen otros' que los que dieran los j~fes. El general se ha quitado el
kepis, y ha manifestado con acritud cuánto le habinn disgustado algunos mueras
que habian salido de las filas.-Al saUr del CUlPO MILITAR, algunos negritos y
gente sooz iban detrás del coche gritando muera.. 10& t,·aidores. El general se 1m
levo.ntado del asiento y ha mandado al cubo de la eseoHa que despejase.


VIERNES 16.-El procurador Sariol me ha dicho que Escosura y Portillo estu-
vieron encerrados viendo la causa todo el dia de ayer, y que hoy lo están tam-
bien; que luego la pasarán á Posadillo.-La posicion de estos señores es árdu'a en
extremo.-Si confirman dirán unos que son cobardes é inf~mes, que por miedo
los gritos y por halagar al general y á los vocales, han sacrificado tres víctlm9.l!;
si revocan dirán o~ros que &on venales y traidores, como lo dicen del auditor.
Se dice de este que almorz6 6 comió el domingo en casa del licenciado Piña, que
S6 supone fué uno de los que trabnjó en In defensa de Pintó, y ngregn n que se puso
al lado una soñorita de la que está apasionado, y que le ofreció ser amable, si él
era humano. Ortembach dijo anoche en ARBILLAGA. (café) que si los oidores ah-
aOlvina, el general se veria en el caso de mandar fuellar á los presos, bajo su
responsabilidad, mand!\ndo luego ti. España ti. los Oidores, bajo partida de registro.
Se encuentran en la más completa coacciono


Aseguran que García Camba le dijo nI general en plena tertulia que si pudiese
saber de fijo quiénes le suponen venal, les arrancaría la leegua y el corazon y




NOTAS.-CAPÍTULO 1 673


se los traería. Parece que trata de hacer dimision de su destino y de pedir po.sa-
porte para la Península.


SiBADO 1 'l.-El ayudante de la PUNTA (fortaleza donde estaba preso Pintó) ha
dicho ú Rovira (Fr,tDcisco) que si condenaban á muerte á Pintó no iria al patí-
hulO, porque habia órden de no privarle de nada. Se asegura que loa señores
están ya de acuerdo y que mandan al patíbulo á Píntó y Cndulso.-Esta u,rde ha
llegado el vapor LEON con 23 dias de navegacion. Han venido los brigadieres
Vargas y Bañuelos. La fnmilia de Pintó ha ido á bordo á ver á Vmgas; pero En-
cina habia esu,do úntes y parece que habia preparado ya el terreno de la amistad,
pues la señora y las niñas de Pintó lloraban á la vuelta.-:;'ada se dice de Es-
paña que ya no 10 supiéramos. Segun 108 periódicos extranjeros, los unos están
disgustados de Espartero porque consiente la venta de los bienes del Estado, cle-
ro y propios, y los otros por el veto y por no habar sancionado la libertad de
~mlt08.


DOMINGO lS.-Costa, el dueño de la DOMINIO A (café) y capitnn de voluntarios,
ha dicho á ESl'e10cin y Bardají que ya se habia bebido cerveza oí. la salud de los
oidores que hallían condenado á muerte á Pint6 y á Cadalso.-EI cnpitan general
anuncia por la GAOETA qu'e sus ocupaciones no le permiten recibir hoy ni maña-
na.-Parece que no ha querido acoptar una serenata que se le preparaba.-Ha
ido con Vargas y con otros á revistar los voluntarios de Hegla y Guanabacoa,


LUNES 19.-Sandiez eN arciso) me ha asegurado que la mujer de Pintó lleva en
el seno dos cartas que contienen alguna cosa importante, pues Pintó la tiene en-
cargado que no l"s suelte por ningun motivo sin expresísima órden suy·a.-El ofi-
cial de guardia de la PUNTA le dijo oí. Bardají que Pintó está más animado qua los
otros dos; que tiene ratos en que está decaido, otros furioso y algunos muy tran-
quilo; que ayer le dijo dán<\ole en la espalda: .Camarada, esto no es más que una
fiebre del general Concha; en cuanto se le pase, que le pasará, me pondrá en li-
bertad.o-Corre muy válida la voz de que mandan dos al palo.-Es preciso que
los señores sean muy indiscretos para qua esta voz tenga fundamento en e1108.-
García :\1.uñoz acaba de decir oí. Bardají en Arrillaga que no sabe nada, que ma-
ñana debian resolver los reviso~es.-La refirió los términos del dictámen d~1 señor
nuditor, los mismos términos con poca diferencia qne quedan indicados el 13.-
Sa v¡ó entrar á Aguirre, que vive con Pos3(1lllo al parecer algo afectado,-Snli6
con Muñoz.


MARTES 20 DE MARZO.-Rovira (Francisco) ha traido una cuarteta manuscrita,
diciendo que anoche se habian echado mucha8.-~stá concehida en estos tér-
mino8:


Pinelo pintó un cadalso
En el que ahorcaron ¡oh cielo!
A tres pícaros llamados
PINTÓ, CADALSO Y PINELO.


Se me asegura que en la AURORA DE M.\.TANZAS se ha pUblicu(!o un extracto in-
completo de la causa.-Nunca se ha permitido en ningun país semejante atenta-
do, que previene la opinion pública y coarta la libertad de los ju:~ces .•


En otros manuscritos que poseemos se refieren más minuciosi-
dades sobre aquel suceso, hasta que Pintó se despidió en el cadal-


TOMO II 43




674 LAS INSURRECCIO'CifES EN CUBA


so de los innumerables espectadores de su muerte. Los omitimoR
por su extension.


(35¡ Véase en las notas de 10R capítulos siguientes al segundo
mando de D. Domingo Dulce en Cuba, la carta de D. Cárlos del
Castillo. En dichos folletos. y en los periódicos publicados en la Ha-
bana durante la época de libertad de imprenta, pueden verse tam-
bien indicaciones del mismo género.


(36) MANIFIESTO DE LA JUNTA CUBANA AL PI'EBLO DE CUBA, firmado
en Nueva-York, agosto 25 de l855.-Nueva-York: imprenta de Ha-
ller, 122 calle Nassau: 1855.


(37) IDEM. Páginas 13 á 15.


(38) AL PUEBLO DE CUBA, firmado por Domingo de Goicouria.-
Nueva- York; setiembre 20 de 1855.


(39) ldem. Página 14.
(40) Comunicacion de Mr. W. L. Marcy, secretario dc Éstado de


los Estados-Cnidos á Mr. Pierre Soulé, representante en Madrid,
fechada en 1~ de noviembre de 1854.


(41) Sobre aquellas conferencias remitimos al lector á la. obrl\
citada de D. Cárlos de Sedano, páginas 125 á 149.


(42) En sesion de 29 de junio de 1855 declararon las Córtes
Constituyentes que el general D. José de la Concha, gobernador y
capitan general de la isla de Cuba, habia merecido bien de la patrm
en las difíciles circunstancias por que acababa de atravesar aque-
lla Antilla. Igual declaracion se hizo respecto de las autoridades,
el ejército, la armada y la milicia voluntaria.


(43) Bando publicado en la GACETA DE LA HABANA el 10 de fe-
brero de 1855 los dias de la prision de Pintó.


(44) En virtud de una comunicacion de nuestro cónsul de Vera-
cruz de 3 de agosto de 1855, dispuso el general Concha con fecha 21
que saliese un buque de guerra y sirviera de a¡::oJo moral y ma-
terial al agente diplomático, tí. los cónsules y tí. los súbditos espa-
ñoles.-En primeros de setiembre estuvo de paso en la Habana el
ex-presidente Santana, contra cuyo sistema opresivo y arbitrario
habia sido el levantamiento mejicano.-La Ilcertadn disposicion del
general Concha, la adoptó en justa correspondencia á ln actitud fa-
vorable á España del gobierno de Méjico, cuando desde Cuba ss
reclamó contra la formacion de las expediciones piráticas, prepa-,
radas en 1854, en las islas próximas tí. la península de Yucatan_


(45) Las reclamaciones de Inglaterra se fundaron en una comn-
nicacion de su cónslll en la Habana, á quien el capitan general tuvo
que dar explicaciones, que no le convencieron, sobre la palaL'a
bloqueo. En verdad que el decreto no era todo lo ajustado quc de: ia
á las formas diplomáticas.




NOT AS. -CAPÍTULO 675


(·'16) La exposicion de 25 de diciembre de 1854, en la que se
pedian reformas, la firmaron Isidro ;3icart, Julian de Zulueta,
Francisco de la Torriente, Isidoro Araujo de Lira, L. de Mariáte-
gui, Francisco de Carricarte, Juan Cruz de AzclÍ.e, José Tomás
Ventosa, José Antonio de Iznarragui, Felipe G. y Gutierrez, Sabino
Ojero, Agustin Phi y Monje, Ricardo VilloldC), Juan Sanchez, Ma-
tías Lacasa, Félix Cns~njares Azara, Pedro C. Bañuelos, Francisco
C. Infante, Mnnuel Caballero Infante, Agustin Bustillo, José García
del Barrio y Pablo Minteguiaga.


(47) A mediados de 1856 fueron condecorados con cruces de
Cárlos IrI, ó con grandes cruces, y con llaves de gentil-hombre
D. Hilario Cisneros y Saco, D. Anastasio Valdés, D. Rafael Toca,
el conde de Cañongo, D. Andrés Duartey Valiente, D .. José Pedroso
y Cárdenas y otros.


(48) Las expediciones negreras que se citan como desembarca-
das en la isla de Cuba durante el mando del general Concha son: las
de isla de Pinos y Nuevitas en 1855; y en 1856 la de San Lázaro de
Granadillos en el mes de enero; la de Sierra Morena, enmayo; y las
de Manzanillo y San Cayetano, en agosto, y algunas otras que por
su número provocaron reclamaciones de la Gran Bretaña.


(49) Los NUEVOS PELIGROS DE CUBA, libro citado.-Págs. 91 y si-
guientes.


(50) Los suscritores para crear el Banco español de la Habana
ofrecieron hasta 6.875.200 duros en cuotas desde 6.200 á 500.000
por suscritor, en los 78 que se presentaron, entre peninsulares é
insulares como sócios fundadores. .


(51) Los Bancos, sociedades y compañías que entónces se for-
maron fueron 136, y su capital desembolsado ascendia á la enorme
suma de 3.750 millones de reales.


(52) D. Dionisio Alcalá Galiano, en el libro titulado CUBA
EN 1858.


(53) Dice el citado Alcalá Galiano que cuatro días despues de la
expedicion de aquel decreto se concedió la licencia pedida para 1>1,
organizacion de las siguientes diez y ocho nuevas sociedades.


UNA FÁBRICA DE POllOELAll ..... ·Y LOZA.-FoMENTO DBL CALAB.!.ZAR.-LA FUNDICION
HABANER.~.-LA Ar.aODONERA.-LA GRAN FUNDIDORA.-Er> FOMENTO DE CONCHA.-
UN HORNO DE CAL.-LA FLOlmCffiNTE llABA)<ERA.-LA FAMILIAR.-LA SoOffiDAD
GENERAL DE .~BON()S, ASEOS y SALT:BRIDAD.-L.~ PR07IDBNCIA EC0K6'úICA.-LA CHO-
COLATERA.-gL FOMENTO PINERO.-UNA SOCIEDAD DE FUNDICION.-EL BANCO ME-


CÁNICO, AGRíCOLA É IN,llUSTmAL.-EL AMPARO.-LA GRAN AORICULTORA y CRB.'-
el iN DE UN MEUCADO EN LA ESQUINA DE TEJAS.


Véase PELIGROS DE CuBA, págs. 98 y 99.


(54) Las cantidades pagadas por reales libranzas y atenciones
(le la Península por las cajas de la isla de Cuba desde 1823 á 1855
ascendieron á 58.140.3340 pesos 7 1/. centavos.


Hasta el año de 18;)* el gobierno de la metrópoli giraba libranZfls




676 LAS INSURRECCIONES EN CUBA.


á cargo del Tesoro de la isla de Cuba, las que se pagaban por órden
de rigorosa antigüedad de vencimiento, segun el estado de las ca-
jas, y cuando los giros eran mayores que la existencia disponible,
se abonaba á los tenedores de ellas el 8 por 100 anual de demora.-
Desde ]856 se comprendieron en los presupuestos las sumas que
debian remitirse á la Península, que resultan ser:


AÑOS. PRESUPUESTO


1856.
1857.
1858.
1859.
1860.


Suma citada . .... .
2.125.000
2.479.070
1.401.059
2.592.843 6


1861. ....... , '.
1862 Y primer semestre 63.
1863 á 1864 ........ .
1864 á 1865 ........ .
1865 á 1866 ........ .


5.364.330
5.078.270 2
3.495.7'/0
3.495.'170


»


»


Total presupuesto. . . . . .. 26.035.113


REMITIDO
Pesos. Oentavos.


58.140.334
3.352.145
3.129.353
4.034.889
5.693.770
3.413.317
1.144.34.6
1.109.039


21.707
1.051


2.1 25.485


7 '1 ! 2
'/


6 1/ 6 2
3
6
:3


24.025.10238


Total remitido de 1823 á 1864 ••........ 82.165.436 45 '1.


(55) Entre ellos D Miguel Rodriguez Ferrer, autor ya citado, y
algunos otros.-Tambien lo fué el distinguido abogado D. Ramon
Just, aunque este tenia ideas bastante avanzadas.


',56) Disposiciones sobre somatenes, dictadas por el gobernador
superior civil de la isla de Cuba en 16 de junio de 1858, y publica-
das en la GACETA DE LA HABANA.


(57) Famosa se hizo esta palabra y su significado, en aquel
tiempo; pues al decir de las gentes, cuando el general Manzano ba-
tia á los bandidos, nunca hacia prisioneras más que las monturas:
los muertos iban á reposar al fondo de los rios segun la opinion pú-
blica.


(58) El periódico titulado EL LEON ESPAÑOL publicó, en 18 de
agosto de 1858, un extenso artículo condenando las medidas adop-
todas últimamente por la primera autoridad de Cuba.


(59) Retratada está la. ligereza de aquella gobernacion en la me':
dalla que para conmemorar la inauguracion de aquel ferro-carril se
fundió, en la cualfalta nada ménos que la fecha del dia en que tal
acto tuvo lugar.




NOTAS.-CAPÍTULO II 677


(00) Discurso pronunciado en el Senado por D. Vicente Vazquez
Queipo en la sesíon del 18 de mayo de 1858.


(61) D. M. Estorh. Manuscritos originales.


CAPíTULO n.


(1) Discurso del duque de la Torre pronunciado en las sesiones
del Senado español de los di as 20 y 26 de enero de 1865, contestando
al de la Corona en el ministerio Narvaez-Gonzalez Brabo.


(2) CUBA.-EsTUDIOS POLíTICOS, por D. Cárlos de Sedano-ex-
diputado á Córtes-página 194.-Madrid 1873.


(3) Idem, página 195.
(4) Véase, en las páginas 198 á 207 de la misma obra, ellumino-


so informe que emitió D. Antonio Mantilla en 9 de marzo de 1860.


(5) La prueba está en la siguiente comparacion:
En 1852, 306.409 toneladas producian al


fisco. . . . . . . . . . . . . 6.057.213 pesos 97 cent.
y durante el mando de D. Francisco Serrano fué este el res !lItado:
En 1860, 597.958 toneladas pagaron por


derechos.. . . . . . . . 7.585.693 pesos 96 cent.
En 1861, 627.918 ídem, id., id. . 7.413.090 » 50»
En 1862,620.786 idem, id., id. ... 7.032.533 » 42»


(6) (Corresponde á la pág. 78, línea 30.) Véase lo que sobre aquel
suceso dice en sus MEMORIAS POLfTICAi PARA ESCRiBIR LA HISTORIA
DEL REINADO DE ISABEL JI el marqués de Miraflores, en la pág. 838:


«Un segundo suceso debido al imperio supremo que ejercianso-
»bre el presidente del Consejo los hombres llamados de corazon
»que le secundaron en el Campo de Guardias y Manzanares, en cu-
»yo número figuraba Serrano muy en primer término, le condujo á.
)}UU nuevo desacierto, cual fué la indiscreta anexion de Santo Dó-
»mingo. El general Serrano, que habia recibido en recompensa de
¡)SU historia en Manzanares en 1854, y la de bien distinta especie en
»las calles de Madrid en 56, la capitanía general de la isla de Cuba.,
»tan de buena fé como se quiera, y con el buen deseo de acrecer el
"dominio de Ultramar á. España, propuso al gobierno la anexion de
»la isla de Santo Domingo á la monarquía española.-Esta anexion
»habia· sido objeto muchos años hacia, y en no pocas ocasio·nes
»causll. de las pl'eocupaciones y deliberaciones de los gobiernos,




678 LAS INSURRECCroNES EN CUBA


»que en las diferentes épocas en que este asunto se removió, se ha-
»l1aron encargados de la gobernacion del Estado; pero en cuantas
»ocasiones se habia agitado esta cuestion, habia sido rechazada la
»anexion como poco útil y aun dañosa, y ocasionada á complicacio-
»nes. Una de estas habia sido durante la época en que desempeña-
»ba el supremo gobierno de Cuba el mismo O'Donnell, despues du-
»que de Tetuan, y este en un informe juicioso y meditado habia re-
»chazado el pensamiento de la anexiono Sin embargo, como la pro-
»ponia ahora un amigo tierno, aquellas razones sensatas aducidas
»prudentemente por el mismo O'Donnell como capitan general de
"la Habana, ó no debia recordarlas ó el asunto habia cambiado dc
,>condiciones: pero acaso se juzgó preciso no desairar al amIgo, y la
»)indiscreta anexion se realizó, quedando al porvenir el encargo de
»fallar acerca del acierto ó desacierto de la anexion, lo que se veriti-
»cÓ sin hacerse esperar mucho tiempo, confirmando el error la im-
»periosa necesidad de su abandono.»


(7) Véanse en el libro titulado SANTO DOMINGO, porD. Gaspar
Nuñez de Arce-Madrid, 1865-los documentos que entónces publi-
có D. Pedro Santanaj entre los cuales figura la siguiente carta di-
rigida á la reina doña Isabel II:


«Señora: El pueblo que con el inmortal Colon levantó en la Espa-
ñola el estandarte de Castilla; el que más tarde reconquistó su an-
tigua nacionalidad y devolvió á la corona de España la perla de que
la habia privado el tratado de Easilea; el que despues fué arrancado,
á su pesar, de los brazos de la patria que siempre habia mirado co-
mo madre amorosa, para ser entregado á un yugo opresor que tomó
á empeño destruirlo; el que con heróico valor sacudió ese yugo y
reconquistó su libertad é independen'Cia; el que, en fin, os debió un
lugar entre las naciones como poder soberano, viene hoy, señora, it
depositar en vuestras manos esa soberanía, y á refundir en las
libertades de vuestro pueblo las suyas propias.


El pueblo dominicano, señora, dando suelta á los sentimien-
tos de amor y lealtad, tanto tiempo há comprimidos, os ha procla-
mado, unánime y espontáneamente, por su reina J soberana, y el
que hoy tiene la insigne é inmerecida honra de ser el órgano de tnn
sinceros sentimientos, pone á vuestros pies las llaves de t~sta pre-
ciosa Antilla.


Recibidlas, señora; haced la felicidad de ese pueblo que tanto lo
merece; obligadle á seguir bendiciéndoos como lo hace, y llenareis
la única ambician del que es, señora, de V. M. el más leal y aman-
te de vuestros súbditos.-Santo Domingo marzo 18 de 1861.-Fir-
mado.-Pedro Santana.»


(8) Obra '.litada de D. Gaspar Nllñez de Arce, pág. 65.
(9) ldem, págs. 70 á 75.
(lO) Felicitacion del ayuntamiento de la capital de Santo Do-


mingo al general D. Francisco Serrano cuando se disponia este pa-
ra regresar á España.-Obra citada de D. Gaspar Nuñez de Arce, -
páginas H3 y 114.


(U) HISTORIA DE LA INSURRECClON DE LARES, por D. José'Perez
~Ioris y D. Luis Cueto y Gonzalez Quijano.-Barcelona, 1872.




NOTAS. -CAPÍTULO JI 679


(12) Véase tomo I, página 317.
(13) ESPAÑA y MÉJICo.-Compendio de historia internacional,


por D. José G. de Arboleva.-Habana 1862.-Tomo I, páginas 266
y siguientes. "


(14) Idem.-Tomo I, páginas 333 á 336.
(15) Idem.-Tomo TI, páginas 63 J siguientes.
:16) El Sr. D. Francisco de PauIa de Arrangoiz en su historia


titulada MÉJJCO DESDE 1808 .oÍ. 1867.-Tomo nI, páginas 12 y si-
gllientes.-Madrid 1872.


,"17; Sobre el nombramiento de D. Juan Prim dice el marqués de
l\liratlores en la página 837 de la obra citada:


«Mucho tiempo ántes de la revolucion de 1854 y mil veces más
desde esta fatal época, venia creciendo iunecesanamente la fatal
supremacía de los intereses personales sobre los públicos, y nadie
puso en duda que la predileceion personal del presidente del Con-
sejo en favor de Prim, fué la única razon de su nombramiento para
mandar la expedicion ¡Je Méjico de 1802, revistiéndole del doble ca-
rácter de general en jefe del ejército español expedicionario á Mé-
jico y de ministro plcmipotenciario, dándole doble reprcsentacion,
poco adecuada tÍ un militar bizarr'o y al objeto de la mision, pues lo
mismo lngllltel'fi¡ que }'runcia la dividieron entre dos distintas
personas. Pero esta predileeeion de O'D,)llnell por Prim tuvo n,
p0ca trascendencia, pues ella le hizo no tener en cuenta la opinion
anterior que le:lÍa Prim respecto á Méjico, y que él mismo habia
ul!1uifesturb algun tiempo ántes en el Senado, sosteniendo sin re-
b,no que en las diferencias habidas entre España y Méjico, toda la
razon estaba en favor del gobierno de Méjico; opinion que, fuese ó
no acertada, ni un solo senador convino con él al encomiar en su
discurso en el Senado tener razon el indio Juarez. Opinion que, á
decil' verdad, hacia de Prim el ménos adecuado para cooperar al
éxito del inolvidable tratado entre Inglaterra, Francia y España.»


J8; Voto particular del senador D. Juan PI'im desechado por la
alta Cámara ell 14 de diciembre de 18;)3.-Véase el folleto titulado
LA CUEST[()N DE :\fÉJICO y EL CONDE DE REUS, por Javier Mendoza.
-:'tfadr,d 18 de enero de 185!).


(19) Arrangoiz, obra citada. Tomo IU, páginas 12 y siguientes.
~20) ESPA:SA y MÉJICO, obra citada, tomo II, páginas 200 á 203.


(21) Idem id., 218.
(22) Idem id., 2:39 y240.
(23) Idem id., 36'3.
(24) Idem id., 369 Y 370.
(25) Idem id., 403.




680 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


(26) GOBIERNO, CAPITANíA GENERAL Y SUPERINTENDENCIA DELEGA
DA DE HACIENDA DE LA SJEMFRE FIEL ISLA DE CUBA.


«Queriendo dar un solemne testimonio de la consideracion que
merecieron siempre al gobierno superior de esta isla los meritog
literarios y las virtudes públicas y privada'S que distinguieron .du~
rante su vida al ::;r. D. José de la Luz y Caballero, vocal que fué
de la Inspeccion de estudios y director del colegio del Salvador del
Cerro, he tenLlo por conveniente disponer lo que sigue:


1.0 A la cOllduccion de su cadáver hasta el cementerio general
que cebe verificarse, segun disposicion de los testamentarios, el
nia de hoy á las cinco de la tarde, concurrirá uno de mis ayudan~
tes en el coche de gala de este gobierno capitanía general.


2.0 Se invitará para que asistan en cuerpo la real universidad
literaria, la real Academia de ciencias médicas, el cuerpo de profe-
sores de la escuela general preparatoria y la Real Sociedad Econó-
mica: todas estas corporaciones asistirán con sus insignias, si es-
tuvieren facultadas para usarlas, ó en rigoroso traje de luto.


3.0 Se prevendrá á los jefes ó directores de los establecimientos
de instruccion pública dependientes del gobierno que suspendan
por tres dias las enseñanzas, en sepal de luto'.


4.° Estas disposiciones se insertarán en la Gaceta ojlcial de esta.
capital.-Habana 23 de junio de lS62.-Francisco Serrano.


y en cumplimiento de lo dispuesto por el Excmo. señor goberna-
dor superior civil, y despues de hechas todas las invitaciones á que
en la presente disposicíon se alude, se inserta en el periólico oficial
parn conocimiento público.-El secretario, Anselmo de Villaes-
cusa.»


(27) TRABAJOS ACADÉMlCOS del doctor D. Ramon Zambrana.-
Habana 1866.-Elogio del Sr. D. José de la Luz Caballero, leido en
la noche del 19 de mayo de 1865, en la sesion solemne de la real
academia de cicncias médicas físicas y naturales.


(28) Don José de la Luz Caballero, el Sócrates cubano, segun le
llama el doctor Zambruna en su citado EL()G!o, nació en la Habana
el año 1800 y fué su madre una hermana del padre José Agustin
Caballero, de quien sus apologistas hacen derivar la inteligencia
del gran hijo de Cuba, más encomiado que conocido por sus pro-
ducciones.


A los veinte años obtuvo Luz el grado de bachiller en derecho
con el propósito de hacerse sacerdote, que lo abandonó por no te-
ner vocacion, y despues de haber sucedido eula cátedra de filosofía
del seminario al ilustre Saco en 14 de setiembre de lSU, salió para
Europa, donde estuvo hasta 1830.-Vuelto á Cuba, asumió pronto
en el carácter de sábio y filósofo que adoptó todo el nombre y todo
el prestigio que habian merecido sus maestros D. Luis' Valdés y
D. Bernardo Riesgo, y los presbíteros D. Justo Velez y su tio don
José Agustin y hasta D. Félix Varela, al que tenia tambien por
maestro, aunque de el no fué discípulo.


No dejó el sábio sin embargo á sus discípulos tantos recuerdos
como ellos y la humanidad tenÍl,1.D derecho á esperar de nombre tan
esclarecido y eucumbrado por sus compatriotas. Dedicado á la en-
señanza, tanto con miras políticas como por sentimientos humani-
tarios, publicó un TEXTO de lectura graduada por el método explica-
tivo y un luminoso INFORME sobre el Instituto cubano.-Verdad es




NOTAS.-CAPÍTULO II mn


que el hábil maestro prefirió la propaganda hablada á la escrita,
porque penetraba más en la opinion cuyo dominio pretendia; y si en
sus poco importantes publicaciones aparece tímido ó anfibológico,
no así en las conferencias que daba á sus correligionarios y discí-
pulos, en las cuales, para preparar un venturoso porvenir á la pátria,
ó sea para conseguir su independencia, decia que el único medio se-
guro de que algun dia se ve(t1~ coronados nuestros deseos y realizados
nuestros ideales, es la educacion y solo la educacion. ¡D . tmm LA EDU-
CACION, y EL MUNDO ES MIO! decia con frecuencia, y á conseguir la.
posesion de la parte del mundo donde nació consagró el trabajo de
toda su vida, viendo premiados sus esfuerzos cuando ántes de mo-
rir pudo ya contemplar una generacion cuba;na, obediente á sus
principios, en la que iba á sucederle.


El maestro D. PEPE, como se le llamaba, murió en la Habana el
22de junio de 1862 por la mañana, y al dia siguiente se honraron
sus restos, por injustificadas condescendencias de la primera au-
toridad, con unos funerales más aparatosos que ninguno de los
que hasta allí se habian presenciado en la isla.


Sobre la indeterminacion de la escuela filosófica de Luz Caballe-
ro y la confusion en sus doctrinas puede verse el ESTUDIO BIOGRÁFI-
CO publicado por su discípulo el cubano D. José María Prellezo en
la revista titulada LA AMÉRICA, año XV, núm. ~l.-Madrid octubre
de 1870.


(29) AgradecidD el poeta Fomaris al impensado honor dispensll-
d? por Serrano al maestro Luz y Caballero, le dedicó esta composi-
ClOn:


«AL EXCMO. SR. CAPITAN GENERAL
D. FRANCISCO SERRANO


con motivo de los decretos eflJpedidospara el 6rden del entierro de don
José de la Luz CaaaUero.


Jamás mi lira altiva en tus palacios
Sus ecos dilató. Ni pude nunca
Soñar siquiera que mi VDZ un dia
Llegase á tí. Poeta infortunado,
Canté solo la raza siboneya,
Tan pobre como yo. Pero mi lira
Hoy suena en tu loor. Yo te venero
Porq ue eres tú el primero
Que honras los grandes de la pátria mia:
Que aunque eres Capitan valiente y diestro
Tu más rico laurel brota en la tumba
Del divino Maestro.
La coroua mejor que tú has ceñido,
y que te aplaude el generoso labio,
Es esa flola flor con que decoras
La pobre tumba del patriota sábio.


En torno de su féretro sagrado
Sus discípulos gimcu;
y cual olas de un mar alborotado,
Así en raudo tropel el pueblo llega




682 LAS !:-{SURRKCCIONF.S BN CUBA


Por ver el Nazareno de mi Cuba:
No tú, señor, no tú, con rábia ciega
Despedazas la túnica que cubre
El glorioso ataud. Con vil trofeo
No quieres adornarte, como siempre
Ejecutó salvaje fariséo.
Esta fiesta sublime en los sepulcros,
Este banquete espiritual, dIvino,
Donde se agrupa un pueblo americano,
Pudieras tú turbar con negra saña;
lfas prefieres, uniéndote al aplauso,
Honrarte á ti Y áun á la misma España.


¡Gracias, señor! En nuestra copa amarga
Esa gota de miel endulza un tanto
El ponzoñoso acíb al'
Que quema el labio y que nos baña en llanto.
No es por Dios este mísero poeta
El que te rinde una ovacion tan pura.
No, es esta Cuba que risueña brota
En mitad de los mares de Occidente;
No es tampoco la América naciente
Quien te rinde loor. A donde quiera
Que lata un corazon ardiente y grande,
Tu accion aplaudirá. Las nobles sombras
De Anacleto. Varcla y Escovedo,
Al llegar tan espléndidos despojos
Al son del grito que en redor retumba,
Claman, dejando su sepulcro helado:
Gracias-¡oh general!-porque has honrado
De este sábio filósofo la tumba.


Yo vi, señor, las tumbas silenciosas
Del filósofo, el sábio y el poeta
Sin un solo laurel sobre sus losas.
Del gran Varela lo,; preciosos restos,
Los de Heredia el divino,
Jamá,; llegaron á la pátria mia,
i\i se les alza rico mausoleo.
¡Pobres patriotas que vivieron siempre
Errantes, sin hogar, sin esperanza,
y ni aun gozaron al dejar la tierra
En los sepulcros paz!-Deja que extrañe
Esta nueva feliz; y que mil veces
Cante esta accion que refulgente brilla
Sin que el pudor sonroje mi mejilla.
El á Cuba adoró, y amar á Cuba,
Ilustrando sus hijos predilectos,
En vez de ser un erímen,
Es título de honor y hermosa idea,
Pues es muy justo que este pueblo mio
Grande y feliz entre los grandes sea.


Oh tú, que honrar supiste
Del gran la Luz las vcnerables cImas.




NOTAS.-CAPÍTULO JI


::;eüor, yo te suplico
Al dejar estas playas de Occidente,
Que esa de tu pasion fruto adorado,
Hermosa hermana mia,
Sepa al crecer que honraste la memoria
De nuestro sábio compatriota un dia,
y q ne pueda, imitando sus virtudes,
Toner un corazon ardiente y noble.
Dile que un bardo que no canta nunca
Corazones cobardes ni perversos
Ha elevado tu accion á las estrellas;
y dile, al fin, que por su pátria triste
Alce al Señor las generosas manos;
Dile que es nuestra hermana y solo aprenda
A amar y á bendecir á los cubanos.


JosÉ FORNARIS.»


683


(30) CANTOS DEL SlBONEY (cuarta edicion).-Habana.-Imprenta
«La Antilla;) calle de Cuba, número 51.-1862.


(31) Y no era extraño cuando en los periódicos de'la Habana so
leian anuncios como el siguiente:


«Toda persona que desee encargar un soneto, ó cualquiera otra
clase de composicion poética, para celebrar dias, bautismos, bodas
ó cualq nier otro fausto suceso, así como para lamentar la pérdida
de algun sér querido ó alguna despedida, puede acercarse á la calle
del Príncipe Alfonso, n.o 159, entre Indio y S. Nicolas. 3 ag.»


Por esto sin dnda y por los absurdos que diariamente insertaban
los periódicos con el nombro de Composiciones poéttcas, dictó el gene-
ral Pezuola durante su mando ésta órden:


«Gobierno y capitanía general de la siempre fiel isla de Cuba.-
Secretaria política.-Seccion sexta.-El Excmo. señor gobernador
capitan general se ha servido dirigir, con fecha de hoy, á los señores
censores r5gios de esta ciudad la comunieacion siguient,e:-Tenien-
do en conslderacion el ros peto que merece pOlO su ilustracion y su
cultura el público de esta importante ciudad, y haciéndome cr.rgo
de la facilidad con qu') se lanzan á escribir para el mismo, individuos
que han dejado los estudios para meterse á escritores, que empiezan
con engañadoras promesas y que acaban por cansarle, cuando me-
nos, con sus enoj osas producciones, monumento triste de la igno-
rancia y de ll~ tontería. y escuela perversa donde se corrompe el
gusto de los domris jóvenes, so anima á la desaplicncion, se acaba
con el habla castellana y se deshonra In literaturn patria; tenien-
do en cuenta asimismo que los censores, que tienen leyes y reglas
establecidas para la censura de escritos irreligiosos, inmorales ó
subversivos, no cuentan con ninguna contra las irrupciones de los
ignorantes, he dispuesto que no se permita la publicacion de nin-
gun nuevo periódico cuyos redactores no justifiquen haber hecho
la competente carrera literaria en las universidades, colegios ó
academias del reino, y que en los que hoy se publican no consien-
tan sus redactores principales la insercion de escrito alguno de in-
dividuo que no hayajnstificndo ante ellos aquellas mismas circuns-
tancias de aptitud literaria.


y de órden de S. E. se publica en la Gaceta, para conocimiento




684 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


y observancia de quienes corresponda.-Habana 21 de marzo de
1854.-José Esté17an»


(32) CUBA.-Estudios políticos, por D. Cárlos de Sedano, ex-dipu-
tado á Córtes.-Obra citada, páginas 209 á. 211.


(33) INli'ORMACION SOBRE: REFORMAS EN CUBA y PUERTO-RICO.-
Tomo I.-Introduccion, páginas XXXIX y XL.-Nueva-York.-Im-
prenta de Hallet y Breen, 58 y 60 calle de Fulton.-186'7_


CAPíTuLo III.


(1) Los NEGROS EN SUS DIVERSOS ESTADOS Y CONDICIONES; TALES
COMO SON, COMO SE SUPONE QUE SON Y COMO DEBEN SER, por D. José
Ferrerde Couto-pág. 236-Nueva-York-imprenta de Hallet, calle
de Fulton, núm. 107.-1864.


(2) VIDA DE ABRAHAM LINCOLN, DÉCIMOSESTO PRESIDENTE DE LOS
ESTADOS-UNIDOS, precedida de uaa introduccion por D. F_ Sarmien-
to-página 175-Nueva-York-D. Appleton y Compañía, libreros
editores-Broadway, números 443 y 445.-1866_


(3) Idem, idem, pág. 179_
(4) Idem, idem, págs. 187 y siguientes.
(5) Véanse los periódicos así americanos como europeos de mar-


zo á mayo de 1865. Entre ellos EL DIARIO ESPAÑOL, al comentar el
hecho, terminaba con esta interrogacion: «¿Qué se habria dicho en
»Europa si en el entierro de un capitan general de la isla de Cuba
»se hubiera adoptado una resolucion semejante?»


(6) Así lo apreciaron los periódicos contemporáneos, entre ellos
EL ESPAÑOL, correspondiente al 4 de noviembre de 1865.
m Decreto de Z7 de mayo de 1863, refrendado por el primer mi-


nistro de Ultramar D. José de la Conchn.


(8) El ministerio de Ultramar se creó en real decreto rubI-icajo
en Aranjuez el 20 de may() de 1863.


(9) Historia de la inaurrcccíon de Lares ya citada.




NOTAS.--GAPÍTULO III 685


(10) Comunicacion del general Santana al ministro de Ultramar:
.Oomandancia general en jefe del ejlircito y ,.oser"as de la isla de .'lamo Domingo en


ope,.aciooes.
Excmo. Sr.: A conocimiento de V. E. deben haber llegado ya las noticias de


los sucesos lamentables que tienen hoy lugar en esta porcion de la isla. La mag-
nitud de estos sucesos y el carácter que ellos han tomado, me ponen en el deber
de referirme d:rectamente á V. E. par~ que las cosas no se desflguren y el go-
bierno tenga un informe exneto que le facilite entrar á considerarlas en el fondo.


Sobre mí, Excmo. señor, pesa una inmensa responsabilidad, las complicaciones
que afectan en este momento á la parte española de Santo Domingo, envuelven
mi nombre por haber sido yo el que asomé y llevé á cabo el pensamiento de la
reincorporacion, y cuando mi nombre se halla comprometido lo está tambien mi
honra ante la España y ante los dominicanos.


El 18 de marzo de 1861, la partll española de la isla de Santo Domingo, en el
goce de BU plena libertad, se despojó esp()ntáneamente de su autonomía y pro-
clamó por su reina á la que lo es hoy, á Isabel II, princesa augusta, universal-
mente q uarida y á quien con la más fervorosa decision venera esté pueblo y tie-
ne por su amparo y soberana.


Despucs da este fausto acontecimiento, que despertó la atencion de toda la
América, los dominicanos con justicia se prometieron un sosegado porvenir pre-
sentando al mundo el espectár.ulo de un pueblo que, si hacia abnegacion de su
independencia, era porque tenia la seguridad de que se echaba en brazos de una
nacion generosa que compadeceria sus miserias, que conservaria incólumes sus
derechos y toleraria BUS sanas costumbres.


Las bases de la reincorporacion fueron escritas: se aceptaron de una y otra
parte, y el hecho del 18 de marzo quedó solemnemente consumado.


R03gia yo entónces los destinos del país, y S. M., teniendo en consideracic.n las
cirllunstancias que concurrian en mí, me nombró capitan general de este nueva
provincia. Yo comprendia desdo luego cuáles eran mis compromisos, y de lleno
entré á ejercer el mando con la patriótica :intencion de realizar las esperanzas de
este pueblo, de hacerle feliz á la sombra del «pabellon español .• Pero en aquellos
momento~ de regocijo vino á perturbar la obra de mis desvelos un puñado de
hombres rezagados qua sin la conciencia de lo que hacian, se confabularon con
el enemigo del pueblo dominicano, con el retr6gado Haití, pura tentar fortuna,
primero en la villa de Moca y des pues por las fronteros del Sur de la isla. Apenas
Mamó esta dificultad, desenvainé mi espada y la tentativa fué instantáneamente
sofocada. Seguí despues ocupado en la reorganizacion qua surgia del nUQvo ór-
den estahlecido en el país, y la opinion pública, siempre en buen sentido, me ser-
via de a~'uda en tan ímproba tarea. Yo hacia esfuerzos por continuar mi obra: mi
voluntad era mucha y mis deseos no tenian lÍmites; sin embargo, por mi lalud
notablemente quebranteda, fatigada por diez y ocho años de campaña, no me era
ya posible continuar, y fué entónees cuando me dirigí á S. M. suplicándole que
me exonerase del mando. De la soberana munificencia obtuve ten señalado favor,
y vino á sucederme el digno veterano D. Felipe Rivera y Lemoine, de quien par-
ticUlarmante tengo expresivas muestras de aprecio y amistad. Me retiré" pues,
del mando cuando la reorganizacion del país se hallaba to1avia en un estado in-
cipient3. Como hombre de experieneia, durante el ,iemp~ que estuvo á mi cargo
la capitanía general, traté de allanar obstáculus, de vencer dificultades y de




686 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


preparar la CQsag de modo que mi sucesor no hallase embarazos al oncargarse del
mando y pudioso entrar, en vias francas y despejadas, á continuar la obra que yo
habia principiado.


Mi plRn ora muy sencillo. 1<:1 país, al efectuar su reincorpllracion ú España,
aparte do las conveniencias de alta política, no deseaba otra cosa que proporcio-
narse una vida sosegarla, conse~vando las libertades que á costa de su sangre
habia conquistada, y prosperar con el trabajo para ser útil á la nacion que lo am-
paraba.


Las miras del gobierno deoS. M. Bon muy elevadas para no (lejar de correspon-
der á un programa de esta naturaleza.


Así lo signifiqué al g,meral Rivera, y en la creencia de que me secundaria, me
retiré á la vida privada.


Yo no lo hago el cargo de que haya tenido In intencion de contrariar aquellos
propósitos: por el contrario, lo considero animado de los mojores deseos para con
el pueblo dominicano, pero dos revoluciones se han sucedido en el país durante
este año: la primera fué sofocada inmediatamente, y la segunda que se halla hoy
en toda eu plenitud, presenta cad~ dia toles proporciones, se desenvuelve con
tales iras, que, exceptuando á Puerto-Plata, se enseñorea en toda la proviucia de
Santiago, en la de la Vega y pisa ya dentro de los lÍmites de la de Santo Domin-
go. Uusco el orígen de estos alz8mientos, y con pena tengo la necesic\ad de con-
fesar que ellos son el rssultado de impremedit~das disposiciones locnles que han
hecho resentir los hábitos y costumbres; de la tirantez con que el comisario ré-
gio ha promovido un régimen de contribuciones aflictivas; del disgusto que pro.
dUjo entre la parte más sobresaliente de esta sociedad una [JUstornl del ilustrísi-
mo señor arzobispo, que sin tener en cnenta que en el paia, por SIlS circunstan-
cias, existian socip.dades consentidas por el gobiernó legítimo, compuestas de
personas respetables y que si en los momentos de la ancxion Be disolvieron fué
con el laudable objeto (le ofrecer los edificios en que las tenian para que sirviesen
de cuarteles y hospitales á las tropas de S. M., expresó conceptos en aquella pas-
toral qne herian el amor propio de mnchos homhres por sus precedentes, dignos
de las mayoras consideraciones, y no conforme con esto, dió órdenes á los curas
párrvcos de wda la diócesis que acrecian el disgusto y daban lugar á diticultade~
é inquietudes en las familias; cosas estas poco provechosas en un pueblo esen-
cialmente católico y dócil á la re!igion; y, finalmente, son tambien 01 resultado
de ciertos abllsos que se han cometido en la adminiBtracion de justicia.


Cuando tuvo lugar el primer :llzamiento de este año, existian todus estas cau-
sales: pam el que se desenvuelve' hoy concurren circunstancias aún más agra.
vantes.


Aquel conato de insurreccion se sofocó en su principio, y aunque el castigo fué
severo, un grandioso y soborano acto de clemencia, digno de la excelsa mano
qU3 lo rubricó, atenuó un tanto las palpitantes impresiones en· quo Clueeló la so-
ciedad, y sin embargo que la amnistía fué un rasgo harto signifir.ativo para las
autoridades de esta iala, no sirvió más que para enjugar el llanto de los descami.
mtdos, y la sociedad continuó soportando el peso de una politica inconveniente y
contraria hajo muchos conceptos á los intereses morales y materiales <lel país.


Así se han conducido las cosas despues del primer alzamiento. Si mnles habia
ánteB de los sucesos de febrero, tambien males se han s~guido sintiendo hasta e'
presente, y por eso he dicho que á este último alzamionto concurren corno causa-
les circnntan~ias muy más agravantes que para el anterior. LOs malea que 1,)




NOI'A;';.-C.\PÍTULO I!I 687


aquejan han continuado, y han continuado en terminos más excitados. A ello~
se agrdgan las vojaciones, los ~bu80s de aut'Jridad, los atropellamientos 'cometi-
(los por el señor brigadier D. ~anuel Buceta, que con el carácter do com~ndanle
do la provincia do Santiago, no ha sido otra cosa para uquella rica y laboriosn
general provincia que un tirano en teda la extension de la pol:!bru, provocando ji,
aquellos honrados habitantes acostumbrados á un trato liborel, precipitándolos
con insultos indignos de la autoridad. Lo que el hrigadier Bucota ha hecho en la
provincia de Si\ntiago no tiene ej~mplo en la historia de los pueblos cristianos.
Ni los ayuntamientos, corporaciones respetables en todos los pueblos eultos y que
entre nosotros han mereeido siempre las mayores atenciones i se han librado del
furor de este jefe inconsiderado y violento.


El de la ciudad de Santiago, compuesto todo de persa Das respetables, tiene
dadas quejas muy fundadas de los desmanes con que el brigadier Buceta le hit
tratado.


Todo este cuadro, Excmo. señor, que no eX'lgero, sino que, por el contrario,
presento con los mús sencillos colores, dará á V. E. u::.a idoa do los sufrimientos
de este pueblo, y aunque yo por ninguu motivo jllstifico la robelion, tengo p!1l'n
mí que el primer alzamiento y el que le ha seguido hoy, no tiell0n otro origen
que la política desgraciadamente seguida por las autoridades suhalternas de
esta isla, contrarias por cierto á las generosas y clevadas miras del gobierno
de S. M.


Colocado aisladamente en mi retiro privado, contemplaba desde allí los males
que afligen á osto desgraciado país, por cuyo bien me he desvelado desdo mis pri-
meros años. Era para mí un tormento, y lo es todavía, lo que pasaha y lo que
está pas8nco. Presentla los sucesos, pero no pOdía remediarlos. Mis consejos hs
he dado en términos reiterados; pero con sentimiento tengo que decir qué 1ros
eonsultas que sobre las COBas del país se me han hecho, han sido las dos veCe"
que se me ha llamado para venir á ponerme al fronte del ejército.


Es el \laso que se unn levantado dos provincias: una de ellas la de Santing'o, la
más interesante de la isla, por su riqueza, por sus homb~es influyentes y por SUR
hist6rlcos an~~cedentes. Los ímpotus del alzamiento han sido terribles. Las fuer-
zas que habia allí y las que han venido de Cllba y Puortu-Rico no han bostado
para contenerla, y la. sangre se ha derramado á torrontes, y l_ob'aciones enteras
han sido traga(las por la voracidad de las llamas; cuantiosos capitales han dos-
aparecido y la insurreecion se desborda ya dentro de los límites de es!.a provin-
cia. En tan grave situRcion, cuando todas estas desgracias Se han consumado, es
euando me han nombrado· comandante general en jefe dol ejército, cuyo oncargo
como era de mi deber he aceptado sin vacilar, segun lo hice cuan,lo el primor
alzamiento que fué instantáneamente sofocado. La fuerza que se ha puesto á mi
disposiclon se compone sólo de un batallan, el de cazadores de Bailén, una sec-
cion ele artillería de montaña, otra de ingenieros, dos compniiíns del batallan de
San Marcial, el escuadron incompleto de Santo Domingo y como mil y quinien-
tos hombres de las reservas que yo mismo he recolectado. Esta fuerza es la úni-
ca que por ahora tengo á mi disposicion rnra emprender las operaciones, y con
ellas he logrado contener al enemigo, habiendo evitado que se posesionase ,l~
este pueb~o, puo.~ en 01 mismo momento que entraba aquí con mis fuerzas, quP ~e
encontraban á dos millas, me puse en marcha para sorprenderlo, mas se ha ro,'-
rada á las posiciones sobre las cuales mo dirijo á batirlo.


Ya vé V. E. el estado á quo han llega(lo las Msns en Santo nom!ngo. \Ii ,ll,- ll~




688 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


es significa.rlas al gobierno pnra que, teniéndolas en consideracion, ponga rem~
dio á los males en que desgraciadamente nos vemos lanzados.


Persuádase el gobierno de que la reincorporacion fué sincera y espontánea, y
que si hoy 8e sienten extravíos, son cauans eficientes de una j'Qlítica local que yo
lamento, por ser de un todo opuesta á las benéficas intenciones del gobierno de S. M.


Como hombre honrado, cumI,liré mis juramentos de lealtad á la reina (q. D. g.)
hasta derramar la última gata de mi sangre, y, por lo tanto. me empeñaré hasta
hacer este supremo sacrificio en obs~quio del restablecimiento del brden; y si es-
ta protesta solemne que sabré cumplir mereciese, como no lo dudo, la aceptacion
de S. M., despu~s d,'l triunfo no aspiro á otra recompensa que la de que á este
pueblo se le doto de autoridades capaces de corresponder á los generosos deseos
de la reina (q. D. g.) mandando hombrea como el entendido general D. Citrloa
vargas, que tantas simpatías se ha sabido captar en todo el país, por sn mesul'ado
comportamianto, y las seguridades qne tengo oe que fácilmente comprendi6 la po-
lítica de Santo Domingo y la índole de los dominicanos. Mucho me alegraria que
fuesen ciertos los rumores que corren en la prensa de que este digno general hA
sido últimamente nombrado capitan general de esta isla, y en tal caso debo sig-
nificar á V. E. cuánto importarla que si aun no se ha puesto en marcha para acá,
se le notWcara la conveniencia de que abrevittse su viaje, puaR estoy seguro de
que su presencia en el pais prod ucirá buenos resultados y a.yullará mucho para
el completo restrrblecimien to del órden, en cuya empresa me hulla empeñado en
estos momentos.


Despues de todo lo escrito, tengo la satisfaccion de anunciar á V. E. que acabo
de obtener dos victorias sobre los insurrectos, que por estos lados marchaban ya
sobre las p:Jertas de la capital. Estas victorias sucesivas, conseguidas con la pe-
queña fuerza que se ha puesto á mi disposicion, dan por resultado impedir que el
enemigo avance, puos me he situado en UBa de las posiciones que ocupaba, y
desde la cual le interrumpo el paso por las dos vías de comunieacion que condu-
cen á la capital. Espero 'lue se manden refuerzos para desplegar l"e operaciones
con la rnpidez que exigen las circunstancias; pero mientras tanto veamos cual es
el remedio inmodiato y más eficaz indicado por los acontecimientos. Hemocion de
autoridades, y entre eltas eomo de absoluta necesidad la eclesinstica, atendidos
los disgustos á que ha dado lugar 01 Ilmo. Sr. Arzobispo, por su intolerancia 00:1-
trarla á la civilizaeion del pnís y á las doctrinas del Salvador, y establecimiento
de una política ospecial para esta nueva provincia.


En fin, gxe.mo. señor: á la vista de los sucesos y en mecHo de ellos he tenido
que dirigirme á V. E. p~ra darle conocimiento del modo con que veo las cosas
que tienen lugar en la isla' de Santo Domingo y porque quiero &1 país en qlle nací
y porque soy español de c~ncienaia, deseo que V. E. se penetre de cuanto dejo di-
cho para que si lo tiene á bien se digne significarlo al gobiorno de S. M., que tan
solícito se ha mostrado siempre por la r"Ucidnd del pueblo dominicano.


Dios guarde á V. E. muchos años. Cnartel general en Guanúma octnbre 10 de
1863.-Excmo. Sr.-Pedro Santana.-EKcmo. Sr. Ministro de Ultramar .•


~ll) Comunicacion del general Santana al capitan general ele
la isla:


.ColumWL ae operaciones del Seybo.-E. M.-Comandancia general en Jefe.-
E. M.-Ha llegado á mi poder.un afielo del 10 en contestacion al mio de 7 de los
corrientes.




NOTÁS.-CAPíTULO III 689


Por fin las circunstancias han obligado á V. E. á retirar las columnas que
guarnecian las líneas de Monte Plata y Ouanúma. A un hecho consumado como
este, no hay que aplicarle otras consideraciones Gue las consecuencias que natu-
ralmente trl!.B consigo.


Despejado el desemboque del Cibao sobre esta provincia, comprendida una gran
parte de la de Santo Domingo, nada valen hoy los sacrificios que se han hecho
para batir en repetidas ocasiones la faccion de la Yerba-Buena, que era el foco
amenazan te de esta parte. El enemigo se ha apercibido de la operacion, y del es-
tado de derrota en que se hallaba por la batida del dia 5, con nctividod se rehace
in~orporándoseles las partidas que en aquella última jornada se les dispersaron .
.\bierto ente~amente el pasaje sobre el Cibao, queo,an por consiguiente para el
enemigo francas sus comunicaciones con aquella parte, que le proporcionará fá-
cilmente la concurrencia de recnrsos; y esto sucede precisamente en momentos
en que se hanaba ya en desconcierto la faccion y cuando la confianza iba resta-
bleciéndose entre la parte honrada de la provincia. En tal condicion, pregunto
yo á V. E.: si con las cortas fuerzas que tengo disponibles e.estacadas entre Hato
Mayor, Los Llanos, Higü.ey, Olinza, Macorís y esta poblncion, distribuidas en es-
tos puntos porque he necesitado haoerlo dnrante las operaciones, teniendo, las
veces que he dispuesto atacar la faccion, que distraer una parte de las situadas
aquí para llevarlas á Hato ~fllyor, á fln de ejecutar mis movimientos con el nú-
mero de hombres estrictamente necesario, ¿hay quien impida hoy al enemigo
desbordarse sobre esta parte y hacerse dneño de ella, sobre todo si las partidas
que obraban en Cabeza de Toro, las de Llamasá y ánn San Cristóbal, juntamen-
te con las fuerzas qne pueden venir del Cibao, se proponen como lo harán aco-
meter á la provincia del Seybo?


Solo Dios, por una de sus providDnciales disposiciones, podrá evitarlo.
Al principio de los acontecimientos establecí las líneas de Monte Plata y Gua-


núma y las sostuve con perseverancia, como V. E. lo sabe, hasta que por un in-
cidente tuve qne regresar á la capital: laego los sucesos de esta parte hicieron
que viniese á tomar la direccion de las cosas, y con la actividad propia de mi
génio he trabajado sin descanso, consiguiendo, á pesar de las numerosas dificul-
tades que se han presentado, contener el desarrollo de las alteraciones que llega-
ron á amenazar la seguridad de Higliey, reprimir las rebeliones de Oüaza y otros
puntos del Seybo, batir en distintas direcciones la faccion de la Yerba-Buena é
inspirar confianza á los habitantes pacíficos que se hallaban llenos de inqaietu-
d3s, porque temlan verse envueltos en la situacion. Pero todas estas ventajas van
á desaparecer hoy: el enemigo se envalentonará viéndose más ensanchado yen li-
bertad de maniobrar sin impedimento sobre el espacio que le franquea el paso
que intercepta.ban las columnas que se acaban de retirar.


En este estado, debo ser franco; ni mi actividad ni mis conocimientos, ni la
fortuna que durante veinte años de guerra he tenido hasta hoy, creo que me
basten á contener la fuerza d e los acontecimientos, y una vez perdina la provin-
eia de Serbo y por consecuencia perdidos tambien los demás pueblos de la parte
del Sur que han permanecido leales, entro en la consideracion de que sí velnti-
dos mil y pico de hombres del ejército, ayudados por nna parte de las reservas
del país, no han bástado pllra despejar la situacion en algunos lugares del Cibao
y de los lados del Sar, donde han operado, otros veintidos mil y pico que se
hagan concurrir serán Insuficientes para conseguir la tranquilidad <1el país, siem-
pre que tengan qne atravesar las mismas circunstancias que los primeros: y por


TOMO Ir 44




690 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


este motivo insisto es creer, como ya antes he dicho á y. E., que realizada 111
coneentracion de fuerzas en la capital, quedará terminada Loda resistencia.


Penetrano, pues, de la gravedad á que han llegado las cosas, escribí á y. E. pi-
diéndole instrucciones á fin de no comprometer la columna bajo mi manno, pues
el enemigo, audaz y esencialmente práctico en el terreno, tratará de interceptar
todas las vías de comunicacion, haciendo imposible 01 trasporte de los recursos
para el sostenimiento de las tropas.


Jamás, Excmo. sañor, ma he visto en situacion tan azarosa, y aunque el oficio
da Y. E. á que contesto está concebido en términos satisfactori05 que me hala-
gan, no puedo hacerme ilusiones creyendo que despuos de la retirada de las co-
lumsas que Y. E. se ha visto obligado fJ. llevar á cabo pueda yo sostener la paei-
fieacion da esLa provincia, á pesar de tenerla ya casi cone.eguida. No me impresio-
no por la suerte que me qu~pa, porque como hombre de conciencia, sabré resig-
narme á la desgracia; pero, ¡tanta& familias y tantos hombres comprometidos
que han seguido y defienden la causa y á quienes no es justo desamparar!


Este es el tranca más ter~ible de mi vida pública, que al significarlo á Y. E.
debe comprender lo intenso de mi dolor, por lo que no vacilo en creer que y. E.,
penetrado de todas estas razones y del estado crítico de las cosas, el cual no he
debido ocultar sino manifestárselo con toda franqueza, ya que con tan sincera
lealtad y buen acuerdo manejamos las atenciones del servicio.


Dios, etc.-Seybo 13 de marzo de 1864.-Pedro Santana.-Excmo. señor capi-
tan general .•


(12) Comunicacion del general Santana al capitan general:
.s. M.- Oolumna de operaciones del Seybo.-E. M.-A las seis de la tarde del


dia de hoy llegaron á este punto el señor brigadier D. Baldomero ae la Calleja y
el coronel D. Vicente Ceballos con el batallon de Nápoles y el resto del de San
Marcial y la Reina, una seccion de caballería y la dotacion de una pieza lisa, cu-
yas tropas, segnn Y. E. me indica e.n su carta parLicular, constituyen el refuerzo
que me tenig anunciauo que me enyiaria.


Al abrir el pliego oficial que me ha entregado el expresado señor brigadier, me
ha extrañado no encontrar en él ninguna comunicacion de Y. E. participándome
el destino de esas nuevas fuerzas ni de los referidos jefes, la cual, si V. E. la.ha
dirigido por otro conducto, no ha llegado tampoco á mi poder hasta la fecha; pero
por las órdenes que de esa capitanía general ha recibido el brigadier Calleja, y
que me ha puesto de manifiesto, me he enterado de que V. E. le ha nombrado se-
g'llldo de mi autoridad en el mando de las fuerzas que operan en esta prOVincia,
y antes de leer este nombramie~to, puedo asegurar á V. E. que hubiera preferidO
dejar de existir.


Cierto es que el señor brigadier Calleja es un jefe dignísimo y de excelentes
dote~ militaros, á quien apreciO, pues le h3 tenido á mis órdenes y he podido co-
nocer su mérito; pero en esta provincia hay generales muy aptos para ocupar el
puesto que á él se le ha s~ñalado, generales dignísimoll que desde la época de la
anexion se vienen sacrificando en pr6 de nuestra causn, que son los que desde
el principio de la revoluclon acLual han salvado todas las difíciles circunstancias
por que ha habido que ntravesar y los que á la cabeza de las columnas han cem-
batiJo á los insurrectos y han sostenido el honor del pabellon español. Los ge-
nerales D. J. R. Herrera y D. Eugenio Michez, principalmente, son jefes de capa-
-eidad y de toda conthnza, como lo han demostrado y 10 están demostrando, ya




NOTAS.-CAPÍTULO III 691


en el desempeño del gobierno y de las comandancias militares, ya en el mando
de las fuerzas destinadas á combatir á los enemigos ó á defender los puntos im-
portantes; lo mismo puede decirse del general D. Antonio Sosa, que ayer mismo
ha derrotado á los rebeldea en sus posiciones de la Yerbabuena á la cabeza de
'lOO hombres.


Estos servicios prueban la idoneidad de esos jefes para ser segundos mios y
reemplazarme en los casos de sucesíon de mando, y por cierto que no hubieran
sido los primeros que hubieran estado al frente de columnas, pues las han man-
dado' ya des:le el principio de la revolucion los generales Suero, Perez y ungría,
como así mismo D. Eusebio Puello ántes de ser nombrado mariscalde campo, y esto
sin que nunca Be haya podido dudar de la competencia de cuaD.tos generales de
esa clase se han empleado en dicho mando, pues los han ejercido siempre con el
mejor éxito al frente de los enemigos, y ya son tres los que han muerto sobre el
campo de batalla, sin que hasta ahora haya cabido la misma suerte ú ninguno
de los brigadieres que han tomado parte en las operaciones de la campaña; y sin
que esto sea tampoco por quitarles el mérito, \ue yo reconozco en ellos y princi-
palmente en el brigadier CaUeja. Esta disposicion que V. E. se ha servido dictar
ele nombrarme Un segundo jefe brigadier del ejército peninsular, existiendo como
dejo dicho otros de igual clase del antiguo ojército dominicano, en quienes con-
curren tan ventajosas circunstancias y que están prestando servicios tan distin-
guidos con la mayor buena fé y entusiasmo, pues abandonan sus intereses por
servir al gobierno con el triste sueldo de gratificacion, da á entender que se des-
confía de ellos, y esta desconfianza es muy infundada, pues no debe nunca abri-
garse respecto de hombres que eitán dando semejantes pruebas de adhesion y pa-
triotismo, y si no es así, si esta desconfianza no existe, como no debe existir, es
un desaire que se hace á esos jefes tan dignos y pundonorosos y que tantas prue-
bas han dado ya de su mérito y de sU9'circunstancias.


Al entregar yo á S. M. la reina Doña Isabel II este país como jefe que era de él
cuando su reincorporacion á la monarquía, celebré con el gobierno español un
pacto por el cual se reconocian Igtlnles consideraciones á los jefes y oficiales del
ejército dominicano que á los de sus respectivas clases del ejército p¡minsular, y
en virtud de esa circunstancia, es un deber para mí el,hacer llegar mi voz hasta
la autoridad superior de la isla, cuando veo menoscabados los derechos de esos
funcionarios, ofendida su dignidad, que es la mia propia, pues no aceptaria yo
gustoso la confianza y las atenciones con que se me distingue si estas habían de
sor en desdoro de jefes que se hallan en iguales condiciones que yo mismo y re-
conocen Igual procedencia.


Repito, puas, á V. E. que he visto con el más prOfundo sentimiento la medidn
á que me refiero respecto al nombramiento de mi segundo jefe, pues creo que de-
biera haberse hecho más aprecio de la lealtad y firme adhesion al i'0bierno de
S. M. de los jefes que dejo citados, así como de su reconocido mérito y capacidad
y dar la importancia que se merece á su categoría, con lo cual se recompensaría
iambien en parte los servicios que con tanto desinterés y tanta constancia están
presta!ldo, no solo en las actuales azarosas circunstancias, sino desde el momen-
to en que al proclamarse la anexion juraron defender la honra del pabellon es-
pañol,! el trono de nuestra augusta soberana.


Dios guarde á V. E. muehoe años.-Hato Mayor 3 de mayo de 1864.-Pedro
SantanR.-Excmo. Sr. eapitan general.-Es copia .•




692 LAS INSURRECCIONES El( CUBA.


(3) Comunicacion del general D. Pedro Santana al capitan ge-
neral de la isla de Santo Domingo lamentándose de las imputacio-
nes de que era objeto:


.Column/J de oper/Jciones del S.ybo.-E. M.-Comandanci/J genet'al en jefe de III
pro1)incía y columna del Seybo.-E. M.-Exomo. señor: Tengo {¡ la vista la comu-
nioaoion de V. E. de 9 del actual en que, al contestar la mla del 3, la oalifica
V. E. con las más durllll expresiones, suponiéndole ideas subversivas y peligrosas
apreoiaciones, y at!ibuyéndllme por ellas faltas de obedienoia y disciplina para
con la autoridad que V. E. ejerce y en las cuales no creo haber incurrido. El
escrito mio á que V. E. se refiere solo contenia observaciones justas, hechas con
toda la buena fá y la lealtad que me es propia en bien del servicio de S. M., que
V. E. invoca, é hijas de la política que creo más conveniente se adopte para obte-
ner los resultados más favorables contra la rebelion que combatimos y apresurar
el triunfo de nuestra causa.


Al hacer yo presente á V. E. la conveniencia de que se hubiera nombrado para
segundo de esta comandancia general {¡ uno de los tres generales á que en mi
citacla comunicacion me referia, con preferencia al brigadier Calleja, y prIncipal-
mente á los generales D. Juan R. Herrera y D. Eugenio Michez, fué porque sin
menoscabar ea nada el mérito de este jefe, considero á dichos generales en ma-
jar aptitud que él para reemplazarme en el mando, pues además de los conoci-
mientos y distillguidas cualidades que poseen en igual grado que el brigadier
Calleja, tienen sobre él la imponderable ventaja del conocimiemo perfecto del
paí~ y en particular de la provincia, lo cual los pone en circunstancias mucho
más favorables que aquel para ejercer el mando que ya han desempeñado oon in-
teligencia y acierto durante mi ausencia en Santo Domingo, y que es justo se
les confie\'a como premio de los muchos y desinteresados servicios que vienen
prestando sin interrupcion desde la rein~orporacion y principalmente desde el
principio de esta sublevacion. Unas reflexiones tan justas, tan razonables como
las que quedan expuestas y encaminadas además al mejor resultado de las opern-
ciones, y el más pronto y seguro éxito de la campaña, no creo pueda juzgarlas co-
mo acto de indisciplina y subversion ni calificarse de extrañas: la extrnñeza,
excelentísimo señor, debe ser la mia al ver tan mal Interpretados mis senti-
mientos.


Cuando en el mes de setiembre se me ordenb por él Excmo. señor capitan ge-
neral D. Felipe Rivero.la evacuacion de "tonte Plata, hallándome yo al frente de
la division que sostenia aquella pllsicion, me negué á llevar á cabo esta medida
por considerarla altamente perjUdicial y de funestos resultados, y lejos de cum-
plirla, ataqué enérgicamente al enemigo, lo batí en Bermejo, lo arrojé de Guanú-
ma y aseguré la posicion de aquellos puntos estratégicos tan importantes, los
Couales conservé hasta que dejé el mando de aquella division á causa de la graví-
alma enfermedad que me atacó y que puso en peligro mi existencia. El resultado
coronó entónces mis esfuerzos y demostró la conveniencia de mi proceder y el
acierto con que evadí el cumplimiento de órdenes cuya ejecucion tenia que pro-
ducir lamentables consecuencias y llevar la revolucion {¡ las puertas de la capi-
tal. Nadie pensó entbnces en calificar mi resistencia como un acto de insubordi-
nacían, y el mismo capltan general aprobó mi conducta haciendo justicia á mi
lealtad, en vista de las poderosas y fundadas razones en que me apoyé para mi
negati va y de 108 buenos resultados que se obtuvieron.


Mi elevada posicion, los conocimientos que tengo de este país y de su manera




NOTAS.-CAPÍTULO íII 693


de regirlo como jefe supremo que de él hé sido, y mi reconocida adhesion y en-
tl1siasmo por el pabellon español y por la persona de nuestra reina, por la cual
he dado tantas pruebas, me ponen en el caso de hacer obse:.-vaciones á la r.utori-
dad superior de la isla, c.¡ando veo que SUB disposiciones se apartan de la mar-
cha que más conviene seguir para restablecer el 6rden y la tranquilidad de esta
provincia española y asegurar la prosperidad futura de este desgraciado suelo,
tan devastado ya por la presente guerra civil.


Así es que el antecesor de V. E., Excmo Sr. D. Cárlos de vargas, siguiendo en
esta parte los deseos del gobierno, me consultaba con frecuencia acerca de las
operaciones que pensaba ó se creia en el caso de ejecutar; -y véanse mis escritos,
véase si las apreciaciones que siempre he hecho yo al evacuar esas consultas han
sido 6 no justlls y eXI,ctas; véase si todas mis predicciones se han verificado, y si
10 que yo he aconsejado siempre no ha sido 10 más justo, lo más conveniente á
nuestra causa; véase, por último, si cuando se han tomado medidas contrarias á
mis opiniones no han producido siempre, por désgracia, los mismos funestos re-
sultados que yo he anunciado al aconsejar que no se adoptaran.


Antes de la retirada de San Cristóbal y habiendo recibido el general Vargas
un oficio de V. E., ent6nces comandante general de la division del Sur, y otro de
BU segundo 6 adjunto el general D. Eusebio Puello, me envió ambas comunica-
ciones á fin de que yo le diese mi opinion sobre el asunto. Cada una de esas co-
municaciones encerraba un plan distinto de operaciones. V. E. proponia la reti-
rada y el general Puello creia que con venia mantenerse en aquel punto para to-
mar la ofensiva y sofocar en su principio la revolueion en aquella comundancie.
Yo me hice cargo detenidamente de la situacion, examinó con madurez todas SUB
circunstancias y las funestas consecuencias de una retirada en aquella ocasion,
y no vacilé e'1 aconsejar al capitan general la permanencia de las tropas en San
Cristóbal, señy.lándole las gravísimas consecuencias que podia tener su evacua-
eion. Sin embargo se llevó esta á cabo precisamente en el momento en que llega-
ban á V. E. refuerzos considerables, y el tiempo ha demostrado y está demostran-
do hoy si mis consejos fueron ó no acertados.


San Cristóbal está aún en poder de los enemigos y es un núcleo fuerte y pe-
renne que la rebelion tiene junto á la capital y con el que cuenta desde BU prin-
cipio para uponerse á nuestros progres~s, distraer una parte considerable de
nuestras fuerzas que pudieran operar sobre otros puntos, y entorpecer nues-
tras comunicaciones terrestres con la provincia de Azua.


Cuando á consecuencia de las continuas representaciones de los jefes de las co-
lumas de Guanúma y Monte-Plata se aconsej6 al general Vargas la evacuacion de
aquellas importantísimas posiciones, se sirvi6 tambien consultarme acerca del re-
sultado que á mi juicio pOLlria traer ese movimiento para el curso futuro de la
campaña.. Yo, aprecia.ndo el inmenso interés que ofrecen aquellos puntos estra-
tégicos, me apresuré á expresarle mi opinion en un extenso y detallado escrito,
en el cual le demostraba de un moda irrecusable la necesidad de conservarlos á
toda costa, aconsejándole que por ningun concepto debia disponer su desocupa-
cion, que habia de dar los más funestos resultados, todos los cuales le indicaba.
Sin embargo, la retirada 8e efectu6 y la experiencia está probando tambien la
exactitud de mis apreciaciones. Esa concentraeion, sin producir ventajas de nin-
gun género para nuestra causa, puso al enemigo en posesion de la mayor parte del
territorio de la provincia de Santo Domingo, cuya capital qued6 desde entónces
y continúa bloqueuda, alent6 á la rebelion cuando estaba á punto de sucumUir,




694 LAS INSURRECCIONES EN CU BA


dejó desculliertll esta provincia y en disposicion de ser invadida nuevamente, co-
mo lo fué de un modo poderoso, y nos dejó cortadas casi por completo lss comu
nicaciones, quedándonos solo las marítimas.


A la perspectiva de semejante situacion, que nunca hulliera llegado si no se
hubieran desoldo mis consejos, no pude ménob de dirigirme al citado capitan ge-
neral antecesor de V. E. poniéndole de manifiesto nuevamente los males que iban
á sobrevenir por consecuencia de la medida que acabada de adoptar y h8ciéndo-
le las ollservaciones que sollre el particular me parecieron justas y me dictallan
mi lluena fé y el interés de la causo. que defendemos. puesllien, estas observacio-
nes fueron recibidas por el expresado co.pitan general y no las calificó de faltas
de subordinacion y disciplina, ni de ideas sullversivns, porque se penetró bien de
lns fatales consecuencias que aquella medida h"bia producido.


V. E. mismo, cuando habiendo ya dispuesto la evacuacion de Sabana de la Mar,
suspendí en b!en del servicio la ejecucion de esta órden, tomando bajo mi respon-
sabilidad las consecuencias de ese paso con el cual salvé aquel interesante punto
y la costa del Javera de 1/\ dominacion enemiga, librando al mismo tiempo á esta
provincia de una nueva invasion por aquella parte y asegurando tambien los
gralldes recursos de súbsistencio. que la plaza de Panamá obtiene de dicho comun
y parte de Costa; V. E. mismo, repito, aprobó mi disposicion en BU escrito
de 28 del mes pasado y no calificó tampoco de desobediencia aquel acto del cual
comprendió sin dudo. la conveniencia en vista de mis fundadas razones y de su
favorable resultado.


Estos repeti(108 ejemplos probarán á V. E., Excmo. Señor, que el general SaD-
tana no trata de oponerse por orgullo á las medidas de los capitanes,generales: el
general Santana no comete actos de indisciplina y respeta cual ninguno las leyes
sociales y militares. Si despues de haber hecho abdicRcion voluntaria del gobier-
no supremo de un Estado independlente por amor y adhesion á la madre pátria,
tuviera la idea de no estar sometido á otra autoridad superior á la mili., no me
hubiera esforzado en separarme de la capitanía general de la isla, que S. M. me
confirió al declararse provincia española la antigua república dominicana, no hu-
biese presentado con insistencia mi dimiSion sometiéndome gustoso á la autori-
dad del capitan general que el gobierno tuviese á bien no:nllrar. Pero por más que
yo Rcate la autoridad y respete las medidas de los capitanes generales, no puedo
ménos de hacerles las observaciones justas, indispensables, cuando veo que co-
meten errores y que siguen un sistema que puede producir resultados perjudicia-
les. Y esto es lo que he hecho con V. E. al dirigirle la comunicacion dol 3 del ac-
tual, respecto á la conveniencia de haber nombrado segundo jefe de esta coman-
dancia general á uno de los expresados generales en vez del brigadier Calleja, di-
rigirle una observaclon justa en la cual me ratifico por ser muy fundada y con-
veniente al servicio de S. M. y al bien de nuestra causa, segun razonadamente he
demostrado al principio del presente oficio.


Me dice V. E. en su oficio que no le es posible hacerse cargo de mi comunica-
cion, que califica', entre otras cosas, de injustificada, y yo á mi vez me veo en el
caso de decir á V. E. qQe me es muy sensible tener que hacerme cargo de la su-
yo.. V. E. me dirige el grave cargo de abrigar ideas subversivas; y esa apreeia-
cion, Excmo. señor, no puedo ménos de rechazarla con toda la. dignidad de mi
honradez y mi lealtad ofendidas. El marqués de las Carreras no puede, no sabe
abrigar ideas subversivas; esa suposicion podrá hacerse de otros generales que
no reunan mis cualidades y antecedentes.




NOTAS.-CAPÍTULO III 695


Yo he estado gobernando 20 años este país, despues de haber sido el principal
caudillo de J!U independencia, cuando sacudió el hominoso yugo de Haití: duran-
te esos veinte años que regí los destinos dal pueblo dominicano, no tuve mns
ambic:on que su bienestar y su gloria, y para este sagrado fin llevé á cabo su
reincorporac!on á la madre pátria, de la que creí no debia nunca haberse separa-
do. Desde aquel momento me consagré eternamente á sOBtener con igual entu-
siasmo y decision el honor del pabellon español y el trono de doña Isabel II que
habia jurado, ejerciendo primeramente 01 cargo de capitan general con tOQa la
rectitud de conciencia y el respeto á las leyes que á ese elevado puesto corres-
ponde. Despuea, y cuando ya me habia alejado del mando, surgió esta funesta re-
volucion. Desde el primer instante me lancé á Bofocarla á la cabeza do un puñado
de soldados que mo confiaron, y desde entónces no he cesado un momento de
combatir, no he omitido sacrificios personales ni de ningun género para exter-
minar por donde quiera á los rebeldes, y en tedas partes en donde he combatido,
cualesquiera que haya sido el número de mis tropas, he obtenido siempre sol:re el
enemigo v,mtajas de<lisivns, lo he batido cUflntaa veces lo he atacado, mis tropas
han estado siempre llenas de gloria y he dejado nuestro pabellon t{ln alto comn
corresponde, sin que jamás se me haya visto abandonar las posiciones que he
guarnecido, por escusas que hayan sido mis fuerzas y recursos.


Estos hechos son bien públicos, y no dudGl, por lo tanto, que V. E. los conoce
perfectamente; si los recuerdo aquí, es solamente para hacerlo ver que un gene-
ral cuya vida entera es una continua de honradez, de consecuencia y de desinte-
rés por la causa que defiende, no merece que se le achaquen idoas subversivas,
que podrán sentar bien á un revolucionarlo, pero no ~l marqués de las Carreras,
cuyo lema ha sido siempre el órden, la lealtad y la obediencia á las leyes.
~o es este por cierto el modo, Excmo. señor, de demostrarme la cons!deracion


de que dic<J qUiere darme la última prueba y que por más que V. E. ·no me la tri-
buta, como tampoco los capitanes generales que le han precedi lo á V. E. en ese
puesto, me creo merecedor á ella por muchos títulos y me basta con que me la
dispense nuestra grande y bondadosa reina, que á pesar de hallarse á tanta altu-
ra, no cesa de darme continuas pruebas de su confianza y de su aprecio.


Me dice tambien V. B. en su cQmunicacion que mi conducta merece ser so-
metida á los tribunales y que no tolerará la repeticion de los hechos á que
se refiere. Debo <1ecir á V. E. en primer lugar que no temo las amenazas de
V. B.-V. E. con la autoridad que ejerce podrá tomar desde luego la determi-
nacion que crea oportuna; pero yo, tran'luilo con mi inocencia y la ccnviccion
de mi leal proceder, esperaré sereno el fallo competente, seguro de que en BU dia
resplandecerán la justicia y la verdad. Si he faltado, que S6 me someta á un juicio,
pero que no se U3en conmigo amenazas que no creo del caso, pues clonde existe
111 falta debe corregirse, y ciertamente que no se corrige amenazando.


Ruego, pues á V. B., que en lo sucesivo no emplee conmigo ese sistema, pUefl
tengo demasiada dignidad para aceptarlo. Al general Santananose le amenaza, se
lejuzga. Si he incurrido en las gravísimas faltas que V. E. me atribuye, V. E. no
debe dejarlas impunes, y está en el caso de hacer que se me someta á los tribu-
nales. De todos modos, como quiera que V. E. califica mis observaciones de sub-
versivas y las aprecia como actos de insubordinacion y yo he de seguir hacién-
doselas á V. E. siempre que adopte medidas iuconvenientes, semejantes á la que
ha motivado estos escritos, entrego Clon esta fecha el mando de esta comandancia
general al señor brigadier D. Baldomero dela Calleja, nombrado por V. E. segundQ


a~~¡;tl-_~~ .~fo;" _ l'¡;; :\l ti~4'~ -~~,.. \, ,,~.~,




696 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


jefe de la misma, y marcho á Santo Domingo, donde mo tiene V. E. á dlsposiclon
de su autoridad, pora que desde luego disponga se proceda á juzgarme de las fal-
tas que V. E. me atribuye. Si aparezco culpable ante la imparcialidad y justicia
de tribunal competente, yo sufriró gustoso el castigo que se me imponga, el cUIII
servirá tambien de ejemplo á los demá.~ generales, para que no incurran en las
mismas faltas: pero hubiese sido preferible, Excmo. Sr., que V. E. me hubiese
reemplazado en el mando que ejerzo, desde el momento en que se hizo cargo de
la capitanía general, pues de ese mallo se habria evitado este suceso tan desagra-
dable para mí y que no me ha sorprendido, porque desde la conferencia que tuve
con V. E. en Santo Domingo á principios del mes pasado, comprendí que abrigaba
contra mí una prevencion injusta. .


Al dar eete paso, al que me veo obliga<l.o por la comunicacion de V. E. al entre-
gar á mi segundo el mando que he ejercido con tantos desvelos y tanta abnega-
cion, mo queda la satisfaccion de haber cumplido bien y lealmente con mis debe-
res donde quiera que se han utilizado mis servicios en la presente campaña, pues
he sostenido siempre con mareadas veutajas los puestos q'le se me haa encomen-
dado todo el tiempo que he permanecido en ellos, y he obtenido en todas partes
sobre los enemigos continuas y señaladas victorias que han cubierto de gloria y
de orgullo á las tropas de mi mando. Dejo tambien á mi sucesor casi pt.cificada
la provincia del Seybo, á pesar de ~o amenazadora que en ella se presentó la re-
volucion, y si bien no puede darse esta por concluida todavía, lo cual tompoco
es posible totalmente mientras que no se acaba con la de las comunes de Baya-
guana, Monte-Plata, Santo Domingo y San Cristóbal, está ya aniquilada la re-
belion y el enemigo sin fuerza ni aliento para oponer una resistencia séria en
ninguna posicion importante.


Dios guarde á V. E. muchos años.-Seyho 23 de mayo de l864.-Pedro Santa-
na.-Excmo. señor capitan general.-Es copia.-El teniente coronel graduado
jefe de E. M .•


(14) El Sr. D. Antonio Cánovas del Castillo, en cl discurso pro-
nunciado en el Congreso de los diputados el 29 de marzo de 1865
contra el proyecto de abandono de Santo Domingo.


(15) En los centros oficiales pueden encontro.rse documentos
justificativos del poco acierto con que se distribuyeron los recursos
del Tesoro en aquella ocasiono


(16) El capitan general de la isla de Cuba en 30 de junio de 1864
decia al gobierno lo siguiente: «El general Gándara seguia en Mon-
tecristi el 26 con las fuerzas de su mando. El 14 falleció de un ata-
que cerebral en la capital de Santo Domingo el general D. Pedro
Santana.»


(17) El proyecto de abandono del territorio anexado de la isla de
Santo Domingo se presentó y fué leido en el Congreso de los dipu-
tados la tarde del sábado 7 de enero de 1865 por el presidente del
Consejo de ministros, duque de Valencia.


(18) PRESIDENCIA DEL CONSEJO DE MINISTROS.
Doña Isabel JI, por la gracia de Dios y la Constitucion, reino. de


las Españas. A todos los que las presentes vieren y entendieren,




NOTAS.-CAPÍTULO III 697


sabed: que las Córtes han decretado y nos sancionado lo siguiente:
Artículo 1.0 Queda derogado el real decreto de 19 de mayo de


1861, por el cual se declaró reincorporado á la monarquía el territo-
rio de la república dominicana.


Art. 2.0 Se autoriza al gobierno de S. M. para dictar las medi-
das que conduzcan á la mejor ejecucion de esta ley, y á la garantía y
seguridad que deben conseguir las personas y los intereses de los
dominicanos que han permanecido fieles á la causa de España,
dando cuenta de todas ellas á las Córtes en tiempo oportuno.


Por tanto: -
Mandamos á todos los tribunales, justicias, jefes, gobernadores


y demás autoridades, así civiles como militares y eclesiásticas, de
cualquiera clase y dignidad, que guarden y hagan guardar, cumplir
y ejecutar la presente ley en todas partes.


Palacio á primero de mayo de mil ochocientos sesenta y cinco.-
Yo la reina.-El presidente del Consejo de ministros, Ramon Ma-
ría Nal"Vaez.


(19) Los periódicos de Madrid publicaron en los primeros días de
agosto de 1865 el siguiente documento:


«Animado el gobierno de S. M. (Q. D. G.) del laudable deseo de po-
ner término á las calamidades y horrores consiguientes á una con-
tienda, que si bien justa y necesaria por su parte, habia llegado á.
tomar ya el cnrácter de una guerra de conquista, muy agena de la
intencion de España al aceptar la espontánea reincorporacion de la
antigua república dominicana; y accediendo además á las fervien-
tes súplicas del gobierno de la revolucion, consignadas en la expo-
sicion que elevara á S. M. en enero del año actual, resolvió, con
acuerdo y autorizacion de los-Cuervos colegisladores, el abandono
de esta isla, en la creencia de que los dominicanos, movidos por nn
sentimiento de gratitud á tan alta prueba de magnanimidad, y po-
niendo en práctica las protestas de amistad y simpatías hácia el
pueblo español, de que se hace l\lnrde en aquel oficial documento,
corresponderian digna y lealmente á la noble conducta del gobierno
de S. M. Mas por desgracia no ha sido así, y el simple relato de los
hechos que han tenido lugar últimamente pone de relieve el dis-
tinto proceder de una y otra parte.


Las Córtes del reino, al decretar por la ley de 1.0 de mayo últi-
mo el abandono de Santo Domingo, subordinaron este acto á las
condiciones que se establecen en el arto 2.°, acerca de cuya ejecucion
me han sido comunicadas las correspondientes instrucciones.


Instruido oportunamente el gobierno de la revolucion de las be-
néficas miras del pueblo y del gobierno español, nombró tres comi-
sionados, á quienes invistió de plenos poderes para convenir y
pactar conmigo cuanto se relacionara con-la terminacion de la guer-
ra, desocupacion del territorio por parte de las fuerzas españolas
y una paz definitiva entre Santo Domingo y la monarquía, apro-
bando de antemano, por sí y á nombre de la república, todo cuanto
aquellos hicieran y convinieran en virtud de dicho ilimitado manda-
to, sin mencionar siquiera cláusula ó reserva alguna de ratificacion,
en prueba de que, á snjnicio, el proyectado convenio debia de ser de-
finitivo y obligatoriQ para las partes contratantes y recibir su inme-
diata ejecucion sin aquella formalidad: así lo exigian su principal y
humanitario objeto, lo apremiante de las circunstancias del país, y
más que todo, los inconvenientes que para la pronta ratificacion por




698 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


parte del gobierno de España ofrece la distancia en que se halla la
Península del teatro de los acontecimientos.


En esta virtud, se entablaron las negociaciones entre los antedi-
chos comisionados y yo, y el 6 de junio último quedó ajustado y
firmado un convenio que ha sido posteriormente desaprobado por
el gobierno dc la revolucion; negándose por consiguiente las garan-
tías que en virtud del arto 2.° de la citada ley y las instrucciones
del gobierno de S. M. estoy encargado de exigir, como condicion in-
dispensable de todo pacto, en favor de las personas y de los intere-
ses de los dominicanos y de los derechos de España y de sus súb-
ditos, aumentando con este inhumano é inconcebible procedimiento
los males inherentes á la guerra, cuyas consecuencias pesarán ante
Dios y los hombres sobre los que no han tenido la virtud ni el pa~
triotismo de evitarlas.


En consecuencia, y cumpliendo con las instrucciones que me han
sido comunicadas por el gobierno de S. M., es de mi deber protes-
tar, como protesto solemnemente, contra la injustificable conducta
del gobierno de la revolucion, y declarar como declaro:


1. o Qlle al abandonar España la parte de esta isla que consti-
tuia la antigua república dominicana, reincorporada espóntanea-
mente á la monarquía en marzo de 1861, se reserva todos los dere-
chos que la asisten, en virtud de dicha reincorporacion, y que hará
valer oportunamente por cuantos medios estime convenientes y es-
tén á su alcance.


2.° Que mientras el gobicrno de S. M. ótra cosa determine, con-
tinuará la presente guerra entre España y Santo Domingo.


y 3. o Que a parte de las medidas que crea necesario dictar para
llevar á cabo lo contenido en el precedente artículo, continuarán
en estado de bloqueo todos los puertos y eostas del territorio domi-
nicano, conforme á las disposiciones contenidas en los bandos de 5
de octubre y 7 de noviembre de 1863, las cuales se hacen extensivas
desde esta fecha á todos los puertos y costas del expresado territo-
riode santo Domingo que no fueron comprendidos en el segundo
de los referidos bandos.-Santo Domingo, 5 de julio de 1865.-JosÉ
DE LA GÁNDARA.») ,


(20) :Al periódico LA EpOCA se le dirigió á mediados de enero de
1864 un largo comunicado en que D. Pedro Navascüés daba cuenta
detallada de aquellos sucesos. LA DISCUSION publicó tambien en
julio de 1863 correspondencias de la Habana sobre el mismo asunto.


(21) Con el titulo de EL GE~ERAL DULCE y LOS NEGREROS circuló
profusamente una hoja documentada, escrita por D. José Agustín
Argüelles vindicándose y fechada en Nueva-York el 18 de abril
de 1864.


(22) CUBA. ESTUDIOS POLíTICOS, por D. Cárlos de Sedano, ex-di-
putado á Oórtes, páginas 224 á 228.


(23) Idem id., páginas 228 'y 229.
(24) El consulado inglés reclamó durante el primer mando de


DúIc'e en Ouba contra el desembarco de las expediciones negreras
verificadas en 1863 y 1864, que aportaron á la isla más de 4.000
bozales.




NOTAS.-CAPÍTULO III 699


(25) CUBA, obra citada, páginas 269 y siguientes.
(26) HISTORIA DE LA INSURRECCION DE LARES, ya citada. Cap. 1.
(2'7) ApUNTES SOBRE LA CUESTION DE LA REFORMA POLíTICA Y DE


LA INTRODUCCION DE AFRICANOS EN LAS ISLAS DE CUBA y PUERTO-
RICO, Madrid, 1866. Este libro de 350 páginas fué impreso por cuen-
ta de los reformistas cubanos.


(28) Libro citado de D. Cárlos de Sedano, páginas 243 y si-
guientes.


(29) !dem, páginas 246 y siguientes.
(30) Idem, páginas 274 á 276.
(31) Circular firmada por D. Francisco Durán y Cuerbo, D. José


Argudin y D. Francisco F. Ibañez, como representantes del COMITÉ
ESPAÑOL de la Habana, y dirigida á los electores peninsulares.


(32) Con motivo del viaje de D. Eduardo Asquerino á la isla de
Cuba y de los banquetes con que fué obsequiado, circularon los
enemigos de las reformas composiciones en verso ridiculizándole y
excitando, como era natural, los ánimos ya inquietos desde que se
habian hecho públicas las negociaciones de los cubanos pa.ra que
el gobierno les concedier'a las libertades que pedian.


(33) INFORMACION SOBRE REFORMAS EN CUBA y PUERTo-Rreo, to-
mo 1, pág. La y siguientes.


(34) Once eran las bases en que los comisionados por Cuba v
Puerto-Rico fundaban la seguridad y tranquilidad futuras de las
Antillas; las cuales ni se dirigian á establecer allí la autonomía, ni
á convertir á Cuba en provincia española, pues de las dos tenden-
cias participaban. Véanse en las págs. 300 y 301 del libro citado de
Sedano.


(35) Carta oficial del general Dulce al ministro de Ultramar
de 10 de junio de 1865.


(36) Ley decretada en Lima por el Congreso de la república pe-
ruana en 9 de setiembre de 1864 y publicada un mes despues por
todos los periódicos de Madrid.


(37) Tambien puede verse el ultimatum del general Pareja y el
protocolo de la conferencia celebrada con el plenipotenciario de la
república del Perú en los periódicos de principios de aquel año.


(38) BAS.-CARTAS AL REY (AMADEO) ACERCA DE LA ISLA DE
CUBA.-Habana 1871-págs. 139 á 141.


(39; MORALES LEMUS Y LA. REVOLUCION DE CUBA.-EsTUDIO HISTÓ-
RICO, por Enrique Piñeyro, pág. 33.-Nueva-York M. M. Zarzamen-
di, impresor, 40-42, Broadway, 18'71.




700 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


(40) Con tal descaro se ofrecia aquel papel hasta ti los peninsu-
lares, que al mismo autor de este libro y á otros empleados del go-
bierno se les invitó en 1866 á que lo tomasen. En la causa que se
formó en 1869 por trasferencia ilegal de unas acciones pertenecien-
tes á D. José Antonio de Echevarría, figuran valores de esta clase y
una copia de la proclama revolucionaria que se circuló al propio
tiempo con la firma de Manuel Quesada.


(41) Comunicacion del representante de España en los Estados-
Unidos al capitan general de la isla de Cuba de 13 de febrero
de 1866.


(42) Carta oficial del general Dulce al ministro de Ultramar de
29 de marzo de 1866.


(43) Despacho del embajador de España en París al ministro de
Estado de 31 de mayo de 1866.


:44) Carta de D. Antonio Fernandez Bramosio á D. José Manuel
Mestre.


(45) Regresó ti la Habana de su expedicion á la inmediata isla
de Pinos el miércoles 18 de abril de 1866.


(46) Solo dos peninsulares resultaron elegidos en ella y un na-
tural de Canarias entre los diez y seis que correspondian ti la isla
de Cuba. Véase INFORMACION SOBRE REFORMAS EN CUBA y PUERTO-
RICO, tomo I, páginas 30 y 3I.


(47) La despedida del general Dulce en su primer mando de-
cia aSÍ: «HABITANTES DE CUBA.-Alta honra alcancé cuando S. M.
»111. reina (Q. D. G.) se dignó confiarme el gobierno de esta preciosa
»Antilla. La recomendacion que me hizo de esta noble y siempre
»leal provincia española era, y es, prueba del grande afecto que pro-
»fasaba á los cubanos, y la distincion acrece Clunto más apreciada
»es la joya que se confia.


»Al presentarme ti S. M. ahora podré decir:
«Señora, la isla de Cuba es cada 'Vez más digna de la predileccion de


» V. M. Su blason de leal es más brillante cada día; situaciones díjí~i­
»l~s he atral:csado sin que las dificultades hayan sido siquiera aperci-
»bidas, gracias á su cordura y á su fidelidad. Lr¡, honra que recilJi de
» V. ¡lE. confiándome el gobierno de tan hermosa provÍ1¿cia, se ha enalte-
»cido, porque he gobernado uno de los pueblos más cultos de los domi-
)>nios de V. M.»


»Me separo de vosotros profundamente agradecido por lo fácil
»que me habeis hecho mi mando. Mi norte ha sido no apartarme
»jamás de la más estricta imparcialidad y justicia. Aquí no he vis-
»to en todos sus habitantes sino españoles amados de la mejor de
»las reinas, teniendo siempre presente la recomendacion soberana
»y la del gobierno supremo en armonía con mis propios senti-
bmientos.


»Doy las gracias á las celosas autoridades que me han ayudado
~á. gobernar.


»Deseo haber acertado, vosotros me juzgareis; mi conciencia está
})satisfecha. Culpad si acaso mi insuficiencia, pero no á mis rectas
»y leales intenciones.




NOTAS.-CAPfTULO IV 701


»Al esclarecido gobernador ca.pita.n general, Excmo. Sr. D. Fran-
»cisco de Lersundi, á quien hoy he entregado el mando, he enume-
Hado vuestras virtudes; esperad de S. E. que contribuirá á vues-
»tra dicha.


»¡Cubanos y habitantes de toda. la isla de Cuba! me despido de
~vosotros con los más gratos recuerdos.


»Donde quiera que la. suerte me conduzca tendreis UN CUBANO
»MÁS EN-DOMINGO DULCE.-Habana 30 de mayo de 1866.»


(48) CUBA.-ESTUDlOS POLíTICOS citados, págs. 288 y 289, carta
de D. José Ricardo O'Farril al general Dulce.


(49) Respondiendo los anti-reformistas á la profusion de muy
malos versos que dirigieron á Dulce en su despedida, publicaron
un soneto lleno de saña, tratando duramente á la primera autori-
dad que acababa de cesar, cuyo escrito fué sin duda' el principio de
la animadversion que en su segundo mando se le demostró.


CAPíTULO IV.


(1) Véase la disposicion que con tal motivo publicó en la GACETA
DE LA HABANA el capitan general.
~(Jobíerno superior cüU de la siempre jlel isla de (Juba.-Secretaría.


-A consecuencia de las fiestas que se celebran en Puerto Príncipe
anualmente por esta época, ha tenido lugar una ocurrencia de poca
importancia, aunque desagradable. A las siete de la tarde del 2 del
mes actual se creyó que podria turbarse la tranquilidad pública en
aquella poblacion; pero la prudente energía y acertadas disposicio-
nes del señor teniente gobernador de la misma fueron suficientes á
evitarlo sin apelar á ninguna medida extraordinaria. El vecindario
ha dado pruebas de la mayor cordura, lo mismo que los cuerpos de
la guarniciono y el órden sigue inalterable.


Lo que por disposicion de S. E. se inserta en la Gaceta ojlcial para
conocimiento general.


Habana, 3 de julio de 1866.-El secretario interino, Manuel POf'-
tillo .. ~


(2) Comunicacion del representante de España en Washington al
capitan general de la isla de Cuba fechada en 7 de junio de 1866.


(3) Los periódicos de San JuanBautista (Puerto-Rico) publicaron
la carta-felicitacion que en 20 de junio de 1866 dirigió el general don
José María Varchesi á D. Casto Mendez N1!I.ñez, haciéndose intér-
prete de los sentimientos de sus gobernados.




702 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


(4) Por decreto expedido en Aranjuez, en 10 de junio de 1866, y
refrendado por el ministro de Marina D. Juan Zabala.


(5) Extrañado el general Prim de Francia, Bélgica é Italia, se
refugió en Suiza, desde donde se prepararon los acontecimientos
del 22 de junio en Madrid, para los cuales se dijo que habian los
progresistas recibido dinero de los peruanos y chilenos, con quienes
estábamos en guerra, lo cual es dudoso, aunque sí podemos ase-
gurar que en la isla de Cuba se abrieron suscriciones, y de allá
se mandaron cantidades de consideracion á D. Juan Primo


EllO de julio, despues de conseguir el ministerio O'Donnell, que
habia sofocado el movimiento de junio, la votacion de las autoriza~
ciones para establecer una situacion de fuerza, y aunque en el Se-
nado obtuvo la aprobacion por 114 votos contra 96, propuso á la
reina una promocion de 30 sen:tdol'es más, y habiéndosela negado,
se produjo la crísis que proporcionó la entrada en el gobierno al
partido moderado.


(6) Tan organizadas estaban las sociedades de rateros, ladrones
y ñáñigos en la Habana, durante los últimos meses de mando del
general Dulce, que á poco de tomar posesioil Lersundi, se presencia-
ron dentro de la capital hechos tan escandalosos como los que fue-
ron frecuentes en tiempo del general Vives. Uno de ellos ocurrió el
14 de julio á las once y media de la mañana en la calle de Ena,
centro mercantil de la capital, donde un dependiente dc casa de co-
mercio fué asaltado por dos ladrones, uno de los cuales le asió por
la garganta, amenazándole el otro con un puñal; robaron el saco de
dinero, apoderándose de 5.200 pesos fuertes, y echando á correr
atravesaron el muelle y se lanzaron al agua, ocultándose debajo
del entar¡mado del mismo.


La vida especial de aquella clase de anfibios, denominados por
los periódicos satíricos los habitantes de la luna, obligó á la autori-
dad á emplear medios tambien ei'lpeciales para perseguirles, y al
efecto entró una compañía de soldados con lanchas debajo del
mnelle, que despues de un largo registro en la oscuridad, nada con-
siguió, porqu~ por las alcantarillas que desaguaban en la bahía
buscaron los ladrones sus salidas, que estaban muy lejos del
puerto.


(7) La órden en que Se dispuso el embarco decia así:
{<Gobierno superior civil de la siempre fiel isla de Cuba.-Desde


que me encargué del gobierno de esta isla, ha venido llamando
mi atencion la frecuencia con que se cometian en ella toda clase
de delitos, y especialmente robos y homicidios, sin que hasta aho-
ra haya sido suficiente para extirparlos el reconocido celo y cons-
tante accion de las autoridades y de la policía: he considerado de
mi deber investigar la causa de este mal, y encontrándola en la
presencia de un número considerable de individuos que, entre~
gados á la vagancia, ejercian toda clase de depredaciones, á pesar
de las repetidas veces que habian sido condenados por los tribu-
nales y sufrido prisiones gubernativas, he dispuesto, para el debido
reposo y seguridad de los honrados habitantes de este culto terri-
torio, extrañar de él por incorregibles á los individuos que compren-
de la adjunta relacion, cuya salida ha tenido lugar en la mañana de
hoy para la isla de Fernando póo.-Habana 14 de agosto de 1866.-
Francisco Lersundi.»




NOTAS.-CAPÍTULO IV 703


(8) Vista la felicidad con que se habia llevado á cabo aquella obra,
todos quisieron servirse de sus ventajas, y entónces el emperador
de Méjico, Maximiliano, concedió (8 de setiembre 1806) autorizacion
á los Sres. Ricardo Maury y Compañía, para establecer cables sub-
marinos destinados á la comunicacion eléctrica entre el imperio
mejicano y la isla de Cuba por una parte, y por la otra con los
países de la América central y meridional.


(9) Respecto de éste, famoso ya por sus absurdos radicales en
Nueva Orleans, decia el periódico NEW-YORK HERALD lo siguiente:


«Este (Bntler) que posee la insolencia y la cobardía de Marat, la
sed de sangre, pero no la magnanimidad de Robespierre, y toda la
audacia de Danton .... en donde no hay peligros. Excusado es decir
que si no en persona, en espíritu se hallaba presente el Rev Bee-
cher, gemelo de Eutler, cuyos ojos, estáticamente vueltos hácia
el cielo, no podian ver las cucharas de plata que á Eutler le salian
por los bolsillos, ni los muebles agenos que á guisa de mochila so
llevaba al hombro.»


(10) Comunicaciones del representante español en los Estados-
Unidos del mes de setiembre de 1866.


(11; Los estudiantes de la Universidad de la Habana, dando una
cuchillada al retrato de Doña Isabel II, demostraron entónces hasta
dónde llegaba el amor pátrio, que de sus maestros aprendieron, y
justificaban la actitud severa del general Lersundi.


(12) Informe del fiscal de imprenta D. Eduardo Alvarez Mijares
emitIdo en octubre de 1866, en el que se expresaban los medios de
que se valian los enemigos de España para desprestigiar á las pri-
meras autoridades y dar creces á la perturbacion. Manuscritos.


(13) La GACETA DE LA HABANA, diario oficial que empezó á pu-
blicarse en 1847, se dedicaba, como hoy, á insertar todas las dispo-
ciones y anuncios de carácter oficial.


El DIARIO DE LA MARINA, periódico político, español y órgano ofi-
cial del apostadero de la Habana, se publica desde 1844, época en
que nació de los restos de EL NOTICIOSO Y LUCERO, fundidos el
año 1835 en EL NOTICIOSO, que empezó á publicarse en 1813.


LA PRENSA DE LA HABANA, diario político español, empezó á ver
la luz pública en 184l.


DON JUNÍPERO, periódico semanal, literario, jocoso, español, al
que sucedió EL MORO MUZA, se publicaba desde 1864.


EL SIGLO, diario pofítico criollo: se lanzó á la arena en 1862, y
con alteraciones de nombres vivió hasta la revolucion de 1868.


14) Periódicos publicados en la isla de Cuba desde el primer
mando del general Lersundi en 1866 á 1868.


HABANA.
NOMBRES DE LOS PERIÓDICOS.


Diario de la Marina .......•...•..
Prensa de la Habana ...........•.
Siglo •.............•...........


C:.\RÁCTER DE LOS MISMOS.
Político (español).
Idem (id.)
Idem (criollo) (ya se publicaba


cn 1862).




704 LA.S INSURRECCIONES EN CUBA.


Gaceta de la Habana ............•
Don Junfpero ............•......
La Serenata .................... .
El GBvilan ..................... .
La Revista del Pueblo .......... .
El Mencey ...................... .
El Amigo de las Mujeres ........ .
La Revista Militar .............. .
El Arlequin .................... .
La Idea ....................... .
Boletin comercial. ........•......
El Papalote .................... .
La Aurora ........•.............
El Liceo de la Habana .... , ..... .
El Fígaro ...................... .
El Ajiaco ...................... .
El Espectador .................. .
La Milicia ..................... .
El Pincel Habanero. . . • .. . ..... .
LaVerdad Católica ........... .
La Revista de Jurisprudencia ... .
El Enano ....................•.


Oficial.
Literario jocoso (español).
Satírico-económico.
Literario-crítico-satírico.
Literario.
ldem.
ldem.
Literario y económico.
Literario crítico.
Científico literario.
Anuncios y operaciones.
Literario satírico.
Literario.
Literatura, ciencias.
Literario.
Crítico, satírico, burlesco.


»


~
)}
»


~
»


MATANZAS.
La Aurora del Yumurí.... . .. .. . . Político.
Boletin del Recreo.. . . . . . . . . . . . .. Litm'al'Ío y económico.
El Cartel. . .. .. .. • .. . . . .. .. .. ... Espectá.culos y anuncios.
El Liceo de Matanzas.. . • . . . • • • . . Literario.
Las Variedades... ...• .....•..•. »


CÁRDENAS.
Boletin Mercantil.. . . . . . . . . . . . . . • Mercantil económico.


VILLA-CLARA.
El Alba.. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. Literario, artístico yeconómiM.
La Epoca. . . . . . . . . .. .. .. . .. .. ... Político literario.
La Esquila... ................... Literario económico.


SANTIAGO DE CUBA.
El Redactor de Santiago de Cuba. Político.
Diario de Santiago de Cuba... . . • . Político.


PUERTO PRINCIPE.
El Fanal. . . . . . . . . . . . . . . . • • . . . . .. Político.


REMEDIOS.
La Atalaya. . . . . • .. • . . . . . . . . . . . . Literario y mercantil.
El Heraldo.. . . . . .. . .. .. . . . .• .. . . ldero.


HOLGUIN.
El Oriental. . . . . . . . . . . . . . . .•.. . . Literario agrícola.




NOTAS.-CAPÍTULO· IV 705


MANZANILLO.
El Comercio .......... ;...... . . .. Literario económico.


SAGUA.
El Sagua....................... Literario económico.
La Colmena ................... '. Idem.


PINAR DEL lirO.
El Ómnibus.. . . .. . .. • . .. .. . . . ... Político.


BAYAMO.
La Regeneracion ...........•... , Económico agrícola.


LAS TUNAS.
El Hórmigo. . . . . . • . . . . . . . . . . . • . . Económico mercantil.


COLON.
El Progreso. ...............•.... Literario mercantil.


GÜINES.
La Antilla ................. '" .. Literario comercial.


TRINIDAD.
El ImparciaL... . . . . . . . . . . ...... Mercantil literario.
El Correo................... ...• »


CIENFUEGOS.
El Telégrafo. ..•.......•.•..•.. Literario agrícola.
El Fomento ..........•... " . .. . Literario, mercantil y econó-


mico.
SAN ANTONIO.


La Sociedad de los Cinco. . . . . . • . . Literario económico.


SANCTI-SPÍRITUS.
El Fénix.... . . . . . . . . . . . . . . . . . . . • Literario, mercantil, econó-


mico.
GUANABACOA.


El Occidente ................... .
(En 1862 El Progreso) ........... .


Científico, literario,. económico.
Literario, económico y mercan-


til.
Gl'ANAJÁY.


La Crónica ..................... . »
(En 1862 se publicaba El Destello.;


(1;',; Este Susartc con Fornaris, Luaces, Mendive, Uriñas y Le-
ves, Zenea y Milanés publicaron la CUBA POÉTICA, 'el periódico LA.
COTORRA Y otras obras literarias.


Tmw II 45




'106 LAS INSURRECCIONES EN CUM


(16) El citado periódico DON JUNíPERO publicó en su número
de 25 de setiembre de lS66 un artículo firmado por Mefistófeles y
acompañado de varias caricaturas ridiculizando la oda de Delmon,
te, tan aplaudida por sus paisanos ó correligionarios.


(n) INFORMACtoN SOBRE REFORMAS EN CUBA y PUERTO-Rrco. To-
mo 1. Nueva-York, 1867, págs. 29, 30 y3l.


(18) Idem, págs. 32y sigllientes.
(19) Idero, id. 34 Y 85.
(20) El Comité Español de la Habana dirigió las siguientes INS-


TRUCCIONES á sus correligionarios los comisionados españoles en
la Junt(f. de informacion:


.Al tratarse del establecimiento de leyes especiales para las provincias ultra-
marinas esplÍñolas, es preciso, no solo tener presentes sus condiciones, croadas
en gran parte por la legislacion que en ellas ha venido rigiendo desde la época
del descubrimiento, sino tambien su historia, la experiencia qua en su aplicacion
nos of~ece, los resultados que ha producido y los mejoramientos que conviene
introducir, siempre dentro cel principio de In nacion~lidad, que no cabe siquiera
poner en duda, y subordinando á él todo otro interés, cualquiern r¡ue sen,


La obra, pues, que hay que realizar, es de reconstitucion, do mejora, no de
destruccioll, y de sustituir á todo lo existente, cuya bondnd está nquilatada en
la práctica, un régimen nuevo, copiaclo en gran parto de extrnñas legi8~aclones
é ideal y hasta utópico en lo que' se pretende buscar la 'orlgIMllda..1. SI'nueátrus
leyes de Indias, apm·te de los errores económicos propios <le en épocn, están hn-
lJIldas en principios de justicia, equidad y conveniencia; si á elllls es debida 111
prosperidad r¡ue Cuba y Puerto-Rico han alcanzado, si, proclamada la doctrina
de la aRimilacion posible cou las provincias peninsulares, en cuanto las condi-
ciones de aquellas 10 permiten, se han ido aplicando en ellas las reformas cuya
bonoao. babia allí demostrado la práctica; si se han gobern8do siempre bajo un
régimen mucho más suave y liberal, hasta el punto de disCrutarso, en suma, de
libertad civil curel en ningun otro país del munllo; y si los mnles que' en su n<l-
millistrncion se hp,n sentido, proceden, mós bien r¡ue de vicios del sistema en
g,meral, de baher ca ido en desuso é inobservancia en gran parte, y sufrido alte-
rnciones parciales que no guardan armonía ClJn su conjunto, es indu,lable que
una parte y muy esencial de las reformas corsiste en restituir á su antiguo vi-
gor cierws leyes que consignan principios radlcnles, en que .. quel desC>\llsa, sin
descuidar por eso de amol<lar á él, modifiCándolas, las de órden más secundnrio


'que se ball'ido'estllbleci'endo en la mndre pátrjn.
babido 'es t¡ue deSde'que se comenzó á conspirar por la independencia de lllS


Áméricas españolas se orgt:nizó en ellas un y.artido que trabajó con persistencia
basta conseguirlo.


En Cuba, pur virtud de lns excitaciones de los emisarios de Méjico, nnció tam-
bien este ¡,artido, compuesto, como era natural, de la gente másJesnuda de pro-
pie,lad y de ¡nteré~ por el país, y más rica de ambician y deseos de medro perso-


'nal.-EI primer ensáyo de reformas políticRS di6elementos de c,on>rlstencia y ocn-
sron pa-ra renUzar sus plnnos al partido iudependiente y dividió al español en dog
bandos: liberal y roalista.-El establecimiento de 'n Constltuclon da lB12 y su




NOTAS.-CAPÍTULO IV 707


jl1Ta, á la que forzó el comercio de V€'rncruz, peninsular noen mayQrparte, al go-
bernador Dávila, di61ugnr á la consurnacbn de la Independencia, cumpliéndose
de este mndo el vaticinio de Dáviln, cuando so prest6 á las exigencias. del co-
mercio á que se ha nludido.-Mientras esto ocurria en el continente, e,n C;upa,$e
constituian sociedades secretas y se trabajaba en el propio sentido que en los
territorios de las hoy repúblicas hi!lpano-americanas.-r.a intervencion de los
españoles en los sociedades masónicas; la falta de,ptleblo con que hacer la revo-
lucion, porque aquí no existen indiadas como en el continente; hl existencia de
la raza negra que pesaba como una amenaza constante sobre los conspirador~s, la
hábil política del general Vives, tan desacertada por otra parte en su administra-
eionj el enérgico gobierno do Taconj la unidad de miras de los españoles, y el ha-
ber quedado en proyecto la expedicion de BOlivar, hicieron fracasar los planes de
los malos hijos de España que veni:m formando el partido que se apellidó criO¡~o
y que con rr.ás propiedad pudiera llamarse i .... ur' ... t •• -EmPero, lIo por eso dejó
de agitarse y de trabajar por la consumacion de sus fines; prueban. esta ,,~rdad
las frecuentes conspiraciones que abortaron; empezando por la pri!llera. ('.()nspi-
racion de Loprz, á que siguieron luego las expediciones armadas, y por último,
la orgnnizacion de las banderías que tenian BU comité cent 'aló juntas revolucio-
narias en Nueva Orleans y sus sucursales en la Habvna y otros puntos de la islo.


ConvenciJo3 los insurgentes rle su impotencia para hac -rse independientes y
dotar á la isla de autonomía propia, variaron de propósito y comenzaron á traba-
jar en sentido de anexion ñ los Estados del Sur de la Union americana, cuyo in-
tento favorecia el rensaII\iento político allí predominante de cantor con cuatro
Estados esclavistn~ más, para ejercer preponderancia en el gobierno y adminis-
tracion de aquel país.


Ya á la sazon habia sucumbido Lopez y elegido la Junta para jefll militar de la
expedicion que babia de . caer sobre Cuba al aventurero Qui~man.-Las hábiles
medlc¡as· que tomó el capitan general que gobernaba la isl~ hicieron frRcRsar por
Ilompleto el plan: des~ubierta la conRpiracion .de Pintó, y hec~a impcsib'e .10 ex-
pedicion, la Junta se disolvió perdiendo las gruesas cnntidades quetenlun inver-
tidas en armamento, y sus propóiitos vino á darlos á luz el manifiesto qUA publi-
c6 en ~ueva-York, el contra-manifiesto de Goicouria y el célebre folleto. C .. es/io ..
•• Cuba, publicado en París porpersona bien conocida y que hoy figura nI fren,te
de unn frnccion cuyas aspiraciones no son tampoco un mi8terio.-Suce~oB recien-
tes y que tO('OS hemos presenciado, las manifestaciones del periódico La Vo" .. d~ la
América, las publicaciones de la Sociedad d. los Amigos deA.méric( y algunr.s otras,
demuestran de una manera que no admite duda, que hay una frac~ion reducida
ciertamente, pero á la que sin conocor sus planes se agregan muchos incautos
que trabajan por la autonomía del pa:s como él más seguro de preparar S;J inde-
pendencia; y no há muchos me~es que en los periódicos do la isla se han presen-
tfIdo á discusion ideas al Lamente autónomas, cuyas tendencias .. son bi~n mani-
fiestas.


Hoy eomo en 1820 empieznn los independientes á tener órganos en la prensa;
boy como ent6nr.\ls se piden reformas políticas, fundándose en las mismas razo-
:nes y presentflndn á aqu~lla!l como el lazo mlÍs fuerte .de union entro la madre
pátria y sus provincias do ffitramarj hoy, más desembozBJomente que el nyunta-
mien~o de Méjico ¡::edia la convocncion de un Congreso ameriCllno, se proclama
1& creaehm de un cuorpo que con d.istinto nombre ejerza los atributos de la tole-
rancia, con absoluta independencia de los Cuerpos eoleglsladoresj hoy como en-




708 LAS INSURRECCIONE1l EN CUBA


t6nces se publican y circulan escritos incondiarios; hoy como entóncas se procura
presentar como intransigentes á 108 que tienen muy probada su adhesion y fide-
liñad á la madre p~tria; hoy como entónces las circunstancias son difíciles y la
situacion preñada de pel'gros.


Del relato que precede se desprende la existencia organizada de una faccion
que se agita y trabaja por la independencia ño Cuba y su consiguiente segrega-
cion del territorio nacional, y este antecedente es muy di~no de que se le tenga
en cuenta al tratarse de reformas en sentido político. En EspRña las tendencias
de los distintos partidos podrán ser más 6 ménos radicalmente liberales y hasta
revolucionarias, podrá aspirarse á la destruccion de instituciones seculares, y
pretenderse la inversion do cuanto existe; pero todos reconocon como un princi-
pio indiscutible, como un dogma de sus respectivas escuelas, la integridad na-
cional.


Así y todo las reformas políticas no pueden traspasar ciertos límites, porque á
que lo verifiquen se oponon intereses respetabilísimos, la conservacion oel 6rden
y la prosperidad del reino, pero puede rcalizarze un mejoramiento político que
no afecte á lo que respetarse debe.


Para hacer lo mismo en esta provincia es preciso ponerla en las condicionéa en
que están las peninsulares, esto es, hacer que desaparezca esa tendencia á la in-
dependencia, inculcar el sentimiento nacional en la palabra; sin esto toda refor-
ma política será peligrosa porque su resultado será legalizar la situacien de los
partidos extremos, cuyo fin ha de ser siempre la segregncion de Cuba y Puerto-
Rico del resto del reino, preparando modificaciones que, conduciendo á la autono-
mía, terminen en aquella soñada independencia.


No puede, pues, tratarse siquiera de reformas políticas sin obtener primero
aquel resultado, sino de los medios por lo' que sea dado consegulrto.-Son estos
medios, en primer lugar, las reformas económicas en sentido liberal, obteniendo,
por lo que al extranjero beneficien, prudentes concesiones y ventajas para nues-
tro comercio.-Como consecuencia de este sistema, el cabotaje entre las provin-
cias insulares y peninsulares; el desestanco del tabaco y el mejoramiento del sis-
tema tributario. Estas reformas han de producir notable desarrollo en el pals,
crear intereses afinos con los de España y fomentar los de los habi~antos de Cu-
ha, destruyendo en ellos todo antDgonismo por razon de su procedencia.


Las ventajns polÍticas de este régimen son bien obvias.-Debe reclamarse del
gobierno de los Estados-Unidos que nuestra bandera sea ndmitida en SUS puertos
bajo las mismas condiciones que la suya lo es en 10B nuestros, observándose el
principio de reciprocidad.


ALTA ADMINISTRACION.


[.a descentrnlizaclon administrativa porque abogamos, y razones de alta políti-
ca y conveniencia, ni pnr qne de órden, exigen la supresion del ministerio de Ul-
tramar, cuyas secciones debarán pasnr á los respectivos departamentos.-Parn
suplir su faltn debe organiZ'lfSe convenientemente la seccion de Ultramar en el
Consojo de Est~.do, no elevnndo á ella á hombres políticos de servicios prestados
en situuci0nes determinadas, sino á hombres de ciencia y experiencia que, re-
nniendo las condiciones expreSad\1B, prescritas por la ley orgánica del Consejo,
hayan residido veinte años en las provincias de América ó Asia, circunstancia sin
la <, "D no fleberán ser provistos en estas plazas.


Estos consejeros deben estar ajenos á los embates <le la pOlÍtica, porque en di-




NOTA.S.--CAPÍTULO IV 709


Lhas provincias importa y dalle importar muy poco que gobierne uno ú otro par
tido 6 bandería, y solo preponderar el principio español como principio de nacio-
nalidad.


Esta seceion d.ebe proponer los empleados en torna, enumerando sus antece-
dentes y servicios, como lo hacia el Consejo de Indias; y no podrá ningun gobiernó
hacer giro con tra aquellas cajas fuera de presupuesto y sin embargo de haber fon-
dOIl sobrantes, á no mediar consulta conforme de la soocion.


GOBIERNO SUPERIOR.


En el régimen (hoy vigente) administrativo de las provincias de mtramar,
existe la necesidad de establecer una autoridad super:or con las condiciones
mismas prescritas por la ley de Indias y exigirse á las personas que lo desempe-
hen las circunstanciail mismas que por aquellas reales órdenes se exigen.


RESPONSABILIDAD.


Atendida la extension de facultades que se confieren á estos altos ÍI\Ilciona-
ríos, Be restablecerá la garantía del veto que deberá ejercer el TribudaJ superior
de la isla, ya por Ber el custodio de las leyes, ya por rodear la ley á sus ministr08
de inmunidades y privilegios (¡ue no tienen lo~ demás; ~ si debIendo interponer-
le no lo verificasan, calificado que sea por el Consojo de Estado, se anotará en 1011
expedientes de los ministros para que lea obsto para ulterior ascenso, si no se
procediere desde luego á su separacion del mllIJleo.


REFORMA


de los }uicios de 1'esirlencia, en el sentirlo enunciado por el Sr. Mojar-
rieta en su apreciable opúsculo, si bien adoptando áun disposiNones
más restrictivas y eficaces.
Serán residenciados los gobernadores,de pOlline¡as, intendentes y .. egenIJJ3, osi


eomo tambien loa gobernú,dores superiores civiles y sus sec .. eturios.-J,aa de los go-
bernadores superiores hahrá de instruirlns personalmente un ministro del Tribu-
nal Supremo que al venir á verificarlo girará uua visita de inspeccion á la
audienc18 y demár, tribunales de la isln.-Las residencias de Jos demás funciona-
rios se sustanciarán por un magistrado de la audiencia en delegacion del Supre-
mO.-Las sentencias ejecutivas corresponde al Supremo pronunciarlas.-Al lado
del gobernador superior civil actuará un consejo de administ.r,'cion.-Sus voca-
les serán de real llombramiento.-Su cargo temporal durante cuatro años y ro-
novándose por bienios, será gratuito'y honorífico.-Habrá cinco ponentes retri-
buidos por el gobierno.-A la sala del Consejo concurrirán cinco vocales por tur-
no, y -entrando á sustituir al que falte el primero del turno siguiente, sin que por
a usen~ia de un vocal haya de suspenderse la vista de los negocios, pues debe av!-
carae sin demora al que le toque reemplazarle.-Los penen tes turnarán en el des-
¡ acho de 10B negocios y asistirán á las vistas de sus respectivos ramos y no vota-
rán con los demás consejeros.


Las atribuciones del Supremo serán consultivas en el órden dispuesto por la
ley vigente.-Las condi~iones lss Que establece ésta.


Presidente, lo será el consejero más antiguo.
Fiscales, los ponen tes.
Para consejero hay que reunir las condiciones que marca la ley.




710 LAS INSURRECCIONES ENCUBA


RÉülMEN PROVINCIAL.
La diversidad de intereSGs locales no hace aquí necesario como en España


la organi~acion de la provincia, porque no existe tal diversidad, pero conviene
para h~cer que la division territorial y cire.unscripcion de territorio expe-
dita el servieio.-La divislon administratha debe guardar COnformidad con la
milit~r, económica, judicial y eclesiáatica.-Pnra consejo de cnda jefe ne los que
se hRl!~n al frente de la provincia deberá estrblecerse una diputaciun, sin ningu-
na atrlbucion polítllla, con las tidministrativas indispensables y con frcultadell
eeon6micas suficientes en sus respectivas localidades.-En una palabra: esto.
euerpos habrán de montarse, en su orgnnizacion, como en su régimen, á seme-
janzn de la antigua Junta de Fomento, que tan gratos recuerdos dej6 en la isla
de éuba.


RÉGIMEN MUNICIPAL.
Ayunlamíento8.-SU presidencia será de las autoridades lOCAles, debiendo ele-


girse por los categor'as: comllt"cio, industria, propiedad y capacidades; dando la pri-
mElrn dobles electores que la segunda y tercera, y la cnarta, la mitad que los dos.


No hay tampoco inconveniente, una vez que se reintegre el sistema electoraf á'
li1 primitivo estado de buena organizacion, en que se conceda á los municipill'
el derecho de peticion que les otorga la ley de Indias y de cuyo uso jamáS han
~u:rgido inconvenientes.


REFORMAS ADMINISTRATIVAS.


Supresion del Tribunal territorial de cuentas, pudiendo en BU lugar establecer
una comision liqui<!adora que las examine en cuanto á la forma, redacte 108 repa-
ros y admita los deBlÍargos remitiendo las notas al superior del r~ino.


MOdificncion de la planta de las oficinas, reduciendo BU personnl' al estricta.-
mente necesario, suprimiendo en gobierno y hacienda la multitud de empleados
inútiles.


Simplificacion de los trámites ele los expedientes facilitando así el déspacho y
el servicio del público.


Mejorar la administracion de justicia.
Suprimir las f3cultades de las AUdiencias de dictar circulares que han venido


á susti~\!ir á los antiguos autos acordados y merced á las que se modifica el dere-
cho y cambia la leg;slacion y Ildministraeion y criterio de justicia.


Se excusa proponer más medidns, toda vez que han do ser rebultado de la vi-
lita de inspeceion que practique el ministro del Supremo que venga á la ¡.rlmer
resid encia, vistta que ha de extenderse al exámen de los fallos sin alterarlos en
lo más mínimo, y con el solo objeto da imponerse de la jurisprudencia que viene
fOrmándose y de la capacidad y suficiencia de los magistrados.


Répreslon absoluta y eficaz de la I"ata.


(21) El de D. Domingo Dulce se publicó en el mes de enero y el
de D. Francisco Serrano en 10 de mayo de 186'7. Véase INFORMACION
íiOBRE REFORMAS EN CUBA y PUERTO-RICO, tomo II, págs. 187 y si-
guientes. ~,


(22) INFORMACION citada, tomo 1, págs. 215 y siguientes.




NOTAS.-CAPÍTULO IV 711


(23) Idem, tomo n, págs. 288 y siguientes.
(24) Cartas oficiales del general D. Joaquin del Manzano al mi-


nistro de Ultramar, de noviembre y diciembre de 1866.


\25) Mensaje del presidente Mr. Ulises Grant al abrir las Cáma-
ras en 1866.


(26) Hablaba el periódico LA PRENSA de la crísis mercantil, la
cual atribuia á la guerra de Santo Domingo y á las obligaciones
contrair.\as en ot.ra expedicion que no era necesario recordar, por las
cuales el Tesoro contrajo obligaciones cuyos plazos cumplió; pero
el crédIto del Tesoro absorbió gran parte del que necesitaban los
hacendados, comerciantes é industriales. De tal situacion se aproo
vechaban los reformistas y trataban de empeorarla lanzando al pú-
blico. proyectos de soluciones destinadas á alarmar y á extender la
desconnanza. Los periódicos espllñoles, para tranquilizar los áni-
mos, prometían que dentro de breves meses, repuesto el Tesoro y
puestos de acuerdo el Banco y el gobierno, volveria la normalidad
á la isla.


La primera autoridad, con el fin de atender á la crÍsis para mejo-
rar el estado económico, nombró, en decreto de '1 de diciembre de
1866, una comision informativa sobre varios' puntos referentes á so-
ciedades anónimas, cuya medida valió muchas felicitaciones al ge-
neral Manzano.


(27) Véase el periódico titulado La Prensa de la Haóana del vier-
nes 14 de diciembre de 1866.


(28) Datos estadísticós sobre el estado de instruccion pública,
que no publicamos por su mucha extension.


(29) Carta oficial del general Manzano al ministro de Ultramar, de
enero de 1867.


(30) En el Estado demostrativo de la importancia parcial y general
de las contribuciones directas creada~ por E'l real decreto de 12 de
febreroliUimo (de 18(7) con vista de las matrículas industriales de
los pueblos y padrones municipales de la riqueza territorial, se
daba un ingreso
por subsidio de. . . . .
por riqueza territorial .


3.910.547 escudos
11.132.510


15.043.087


En los pres.upuestos aparecia un déficit de dos millones de es-
eudos.




712 LAS INSURRECCIO~ES EN CUBA


CAPÍTULO V.


(1) Para conmemorar la llegada del general Lersundi á la Haba-
na, además de las descripciones y de los versos que se publicaron,
se acuñó una medalla para perpetuar la memoria de aquel arran-
que patriótico.


(2) CONTINUACION DE LAS MEMORIAS POLÍTICAS PARA ESCRIBIR LA
HISTORIA DEL REINADO DE DOÑA ISABEL II, por el marqués de Mira-
flores. Cuaderno 12, págs. 1008 y 1009.-Madrid, 1873.


(3) MANIFIESTO DE D. JUAN PRIM.
Cuando los partidos políticos se encuentran en una situacion


parecida á la que los liberales españoles atraviesan en estos mo-
mentos, deber es del que ha merecido su confianza durante tres
años, decirles lo que piensa y lo que siente sobre los sucesos que
acaban de ocurrir. t3i hubiera podido tomar parte en el combate, y
hubiéramos sido vencidos, os hubiera dicho al pisar el suelo ex-
tranjero lo que dije á los valientes regimientos de Bailén y Calatra-
va cuando entré con ellos en Portugal. Si hubierais sabido de ante-
mano que no habia de conduciros á la batalla, como lo sabian en
junio los valientes artilleros y el bizarro pueblo de Madrid, me hu-
biera concretado á escribiros particularmente COIUO lo hice entónces,
manifestando mi admiracion por tanto heroismo desplegado, mi
sentimiento por tanta generosa sangre vertida. Mi situacion de hoy
es tan diferente como distinta era la vuestra de l:l. de aquellos,
teniendo que combatir sin armas y sin recursos contra todas las
fuerzas del gobierno, que debieron haberse dividido para acudir á
otros puntos, donde la cobardía yel egoismo han hecho estériles
nuestros esfuerzos.


No esperen los enemigos de la libertad queyo haya de seguir en
estos momentos una conducta distinta de la que he seguido ante-
riormente cuando acabo de verme defraudado en mis esperanzas,
engañado en mis cálculos, vencido una vez más. Ni las calumnias
de que mis compañeros habian abierto las puertas de los presidios,
ni la imperdonable injuria de que habia pactado con el extranjero
para venderles la isla de Cuba, ni la falsa aseveracion de que los
regimientos sublevados se habian vendido á un oro que nunca he-
mos tenido, pudieron alterar mi tranquilidad, ni debilitar mi ánimo;
ni hoy lo conseguirán tampoco los diversos juicios que, con distintos
móviles, se hacen en la prensa española y se reproducen ó comen-
tan en la que en el extranjero está siempre á las órdenes de la reac-
eion de nuestro país.


No diré una palabra más que las que crea que convienen á las
circunstancias. No citaré más hechos que los que convengan al
porvenir del partido liberal. No pronunciaré un solo nombre de los
que han tenido la culpa de que hoy, como otras veces, no se hayan




NOTAS.-CAPÍTULO V i13


cambiado los destinos de nuestra desgraciada pátria. A 19un dia se
escribirá la historia de estos tres últimos años. Algun dia la publi-
carán la prensa y la tribuna españolas; y entónces verá la nncion,
y entónces conocerá el mundo los generosos móviles que impulsaron
mi conducta, los inmensos sacrificios que en union de un corto nú-
mero de amigos he tenido que hacer, la seguridad con que debia
contar, dentro de los cálculos humanos, en todos los movimientos
que he querido llevar á cabo. Entónces conocerá la Europa los in-
dignos medios á que se ha acudido para vencernos. Entónces sabrá
la España los nombres de los egoistas que han neutralizado nues-
tros esfuerzos, los nombrps de los desertores que han abandonado á
sus compañeros, los nombres de los cobardes que han faltado, en
los momentos supremos, á sus compromisos.


Me basta hoy consignar mi admiracion á los valientes que han
hecho esfuerzos heróicos para conquistar la libertad de su pátria ..
Me basta manifestar mi sentimiento, mi profunda pena, por no ha-
ber podido tomar parte en el último combate.


No me importa que crean mis enemigos que me ha abandonado
el valor que he desplegado en toda mi vida militar, la paciencia de
que he dado pruebas en mi larga carrera política, ni la resolucion
revolucionaria que procuré tener en Valencia y Pamplona primero;
en Aranjuez y Villarejo despues. Lo que hice en Castillejos por IR
pátria lo hubiera hecho en Cataluña por la libertad. Lo que hice en
Méjico por sal var la honra de España, lo hubiera repetido en ~fa­
drid por levantarla del estado de postracion y abatimiento en que
se encuentra.


No tengo yo la culpa de que habiendo sn.lido el dia i de Bruselas,
estando fijado el del movimiento para el 15, y habiendo atravesado
la Francia para embarcarme en uno de sus puertos, y tocado en las
costas del Africa, y estado á las puertas de una de nuestras más
importantes ciudades, durante cuarenta y ocho horas, faltaran á
su palabra 103 hombres del ejército comprometidos, suficientes en
número, y colocados en posicion para haber decidido del movimiento
en el resto de España. No tengo yo la culpade que habiendo tenido
que retroceder á Marsella el dia 20, y habiendo llegado á la frontera
catalana el 22, me encont.rara con las fuerzas del gobierno, en vez
de hallar las que allí me tenian que esperar. No tengo yo la culpa
de que á los nmigos del campo de Tarragona, Barcelona y Lé"rida
les fuera imposible subir á buscarme, como teníamos convenido,
en la hipótesis de que pudiera suceder lo que sucedió.


No tengo yo la culpa de que, á pesar de mis esfuerzos y los de los
dignos amigos que me acompañaron, durante doce dias (hasta el 4
de setiembre), no nos fuera posible haeernos con un pequeño nú-
mero de hombres que pudieran acompañarnos para intentar nuestra
reunion cou los valientes de Barcelona y Tarragona, atravesando
las cuarenta leguas de distancia que nos separaban de ellos. Quede
consignado esto para honra de los que, entrnndo en España, se en-
contraron con que lo prometido en las provincias de Gerona y Lérida
no se cumpliera. Quede consignado esto para gloria de los valientes
á quienes hubiera agradado más salir á buscar á su geueral, que
resistir á las numerosísimas fuerzas que lús acosaban. Quede con-
signado tambien, para vergüenza de los militares que faltaron á su
palabra, para oprobio de los hombres que prometieron en la fron-
tera lo que luego no cumplieron,


No t.engo necesidad de decir que mi salida de Bruselas fué acor-




714 LAS INSURltli:CCIOCoIES EN CUBA


dada con mis amigos más íntimos, y con ellos se acordó tambien 1ft.
eleccion del punto á dónde debia dirigirme. No tengo que decir que
estaba bien combinado el modo de entrar en Cataluña. No tengo
que añadir que durante el tiempo que estuve esperando en la fron-
tera, no omitieron mis amigos medio alguno, ni escasearon sacrifi-
cios para buscar la manera de pisar el territorio español. No nos re-
tiramos de la vista de nuestra pátria hasta que vimos que habia
disminuido el número de tal modo, que era imposible la doble com-
binacion de entretener las fuerzas que perseguian y facilitar la en-
trada de las que esperábamos.


Falta todavía algo que añadir á esta ligera reseña. Los sacrificios
que he tenido L¡ue hacer, los disfraces á que he debirlo acudir, los
medios que he tenido que emplear para burlar la policía del gobier-
no español primero, y la franc>Jsa despues, débenseles á los dignos
a.migos que han compartido mis esperanzas y mis penas. El partido
liberal los conoce, y yo me complazco en manifestarles, una vez
más, mi gratitud y mi cariño.


Nunca hubiera descendido á dar estas sencillas explicaciones, si no
lo hubieran exigido los que han estado á mi lado desde que empezó el
último período revolucionario en nuest.r.J país. A la injuria hubiera
tontestarlo, como siempre, con el desden; á la mentira con el tiempo,
y á la calumnia con el desprecio. Querian los catalanes que hablara,
porque no pueden tolerar que se ofenda al paisano. Querian que
hablara los aragoneses, que no sufren con paciencin que se insulte
al liberal. Querian que contara lo sucedido los emigrados todos, los
buenos liberales, que no quieren que se injurie sin motivo y se dis-
cutu sin datos al amigo, al general y al hombre político.


¡Ah! ¡Si supieran amigos y enemigos las penas y los sinsabores
que he sufrido, las humilla,ciones por que he pasado dunmte los
dias en que miS paisanos y mis amig,ls han estado combatiendo! ..
Nunca se borrará de mi alma el recuerdo de este cortísimo per~odo
que tantas amarguras me ha hecho devorar, y 'lue tanto ha hecho
sufrir á los amigos que me acompañaban.


Nada tengo que decir sobre mi situacion para el porveni1'. Mien-
tras siga mereciendo la confianza del gran partido liberal español,
y de ello he recibldo y estoy recibiendo hoy repetidas pruebas. se-
guiré consagrando mis esfuerzos, dedicando mis desvelos, haciendo
tod:J género de sacrificios para alcanzar el triunfo de la libertad,
que es el sueño de toda mi vida. Mi fortuna, mi espada, mi inteli-
gencia, todo lo que soy y todo lo que valga, estarán al servicio de
nuestra causa.


No sé lo que el porvenir tiene reservada!Í. nuestra pátria. No sé
el rumbo que tomarán, despues de los últimos sucesos, las cosas y
las personas que allí se disputan los honores de la vida política.
No s~ tampoco si los últimos acontecimientos, y la parte que cada
uno de los homhres importantes del partido liberal ha tomado en
ellos, podrán modificar la situacion y llevarla á otro terreno. Suceda
lo que quiera.


Tome carla uno la nctitud que crea conveniente, yo me encon-
traré donde se encuentre la mayoría de los partid'ls liberales. Yo
estaré al Indo de aquellos á quienes no ha afligido la persecucion,
ni ha entibiado la derrota, ni ha abatido la desgracia, para comba-
tir en el terreno que nuestros enemigos presenten la batalla, para
luchar donde quiera que la idea liberal lo exija, para pelear hasta.
que nuestra pátria tenga el gobierno que se merece.




NOl'AS.-CAPÍTULO V 715


Si hay liberales que crean que España' puede vivir sin gobierno
constitucional, les compadezco. Si los hay á quienes guian el ódio
y l!LS malas pasiones en la continuacion de la obra comenzaoa, los
olvido. Si los hubiera que quisieran sobreponer su voluntad á la
del gran partidLl liberal, los combatiré con todas mis fuerzas.


Nada sin el partido liberal. Todo con él. Y cualquiera que sea el
sacrificio que yo tenga que hacer, cuenten con él de antemano los
que saben que no me anima otro deseo, ni me mueve otra ambicion
que la de ver á nuestra pátria respetada en el extranjero y libre y
floreciente en el interior.


Si esto lo consiguen hombres que no estén afiliados á nuestro
partido, admiraré y aplaudiré su obra. Si lo consigue alguno de los
liberales sin necesidad de mis débiles esfuerzos, le ayudaré á con-
solidarla. Si lo consiguen los partidos liberales unidos, me retiraré
á la vida privada cuando vea la obra concluida y asegurada.


No me llUbiera colocado en situacion revolucionaria si los clamores
de la opinion pública hubieran sido escuchados en España; y ni un
solo dia abandonaré esta actitud, mientras los gobiernos espnñoles
sigan siendo los verdugos de su pátria y el escándalo de la civili-
zada Europa.


Ginebra, 25 de setiembre de 1867.-JuAN PRIM.»


(4) Circular al cnerpo diplomático español:
"Muy señor mlo: La reciente tentativa revolucionaria y su rápida


terminacion constituyen en nuestro órden político uno de aquellos
hechos culmiUfllltes, cuyn fuerza irresistible no es posible descono-
cer, sino cerrando los ojos á la evidencia.


Una parte de la prensa extranjera, sin embargo, despue51 de haber
fomentado la rebeGon con sus apasionadas y persistentes excitacio-
nes, hoy, desfignrnndo y falseando los hechos, se dcdíca á justificar-
la, proclamando sin reserva su repetieion, sin detenerse en medios,
ni aun los más vituperables, para herir y desprestigiar cosas y peT-
Bonas.


Pero la verdad subsiste ilesa y predomina en el fondo de los he-
chos y es en el pre~ente caso incontrastable.


Porque ¿qué ha sucedido aquí'? Despues de frustradas rebeliones
y tentntivas revolucionarias, se en'laya todavía una más. La Euro-
pa entera conoce los esfuerzos empleados durante un,año para or-
gnnizarla. Nada se ha omitido para asegurar su éxito: enganches
numero,;os de prosélitos decididos; amenazns v promesas; ardorosas
proclamas; caudillos conocidos; una prensa- resuelta y violenta; y
hasta el desacato y la calumnia lanzados contra altí"imas institu-
ciones, objeto siempre, como siempre lo serán, de amor y veneracion
profunda para la inmensa mayoria de los españoles.


Con tale3 antecedentes, creíase y anunci6se la rcvolucion como
irresistible y decisiva. Lanzó al fin su sangriento bramido sobre el
territorio español. Eligió para su t3atro las provincias que repu tó
sin duda más favorables. No faltaron ilusos que, mal aconsejados,
respondieron tomando las arm>\s. Y sin embargo, desde el primer
momento, al grito entusiasta de viva la Reina, las fuerzas del va-
liente ejército, sin contar el número del enemigo, acometian y ven-
cian; á pocos dias más, á la voz mágica de real clemencia los insur-
rectos dejaban caer las armas de las manos; á los diez, los que no
se habian acogido al indulto, buscaban su salvacion, refugiándose
en país extranjero, y la rebelion estaba reprimida. ,




716 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


El hecho es innegable, y la razon más preocupada no hallará
cumplida explicacion, sino reconociendo como innegable tambien
que la revolucion ha preparado su suicidio y su destruccion inevi-
table, atacando sin grito ni bandera, temiendo al parecer el espanto
que habian de producir, siendo el resultado que asimi'lmo lo pro-
ducen.


Pero no es eso todo. Si la revolucion armada reserva en sus reite-
radas tentativas su bandera y su grito, no así sus sectarios y sos-
tenedores la tendencia y propósitos de la misma, aun á riesgo de
constituirla, como ya lo justifican los hechos, honda é irreparable-
mente impopular. ,


¿Y cómo no serlo una rebelion que, por manifestacion de sus
propios adeptos, proclama el sacr~jicio de la nacionalidad española,
soñando uniones ibéricas que, inspiradas de un recto instinto, recha-
zan para su bien y con igual energía España y Portugal? El sacri-
ficio tambien de la integridad t~1'1'itol'ial, anunciando su prensa sin
que nadie lo desmienta (1) anexiones y áun venta de ricas porcio-
nes del territorio español? ¿Que proclama, en fin, y esto solo basta-
ria, la dest1'uccion radical del actual ó/'den social y polftico, reempla.
zándolo con el terrorismo, con repúblicas niveladoras, y todavía con
utopias no ménos pavorosas, cuyo tipo y alcance se han ostentado
sin rebozo; y que con elevado criterio y buen sentido acaba de re-
chazar indignada la liberal y democrática Ginebra? ¡La destruccion
del órden social y político actual, que encierra, con sus derivacio-
nes sociales, el principio constÜltciona l , el principio monárqltico, el
principio católico, y como símbolo y práctica aplicacion de todos
ellos, la dinastía! ¿Qué hay en España, de lo que es amado de los
españoles, que no penda indispensablemente de estos principios1 El
carácter nacional, las glorias históricas, la propiedad, la seguridad
individual, la familia, todo deriva su forma y existencia radical de
ese consolador y magnífico conjunto.


¿Cómo extrañar, por tanto, y cómo no reconocer que revoluciones
de ese género han de ser y son impopulares en este país reflexi vo,
y que, como la reciente, son y serán rechazadas por el instinto pú-
blico, que, descendiendo á las clases, inspira la inquietud y el ter-
ror á todas ellas, y hace necesariamente que el propietario, el agri-
cultor, el industrial, el empleado, el militar, el sacerdote, todos, sin
distincion, teman, y teman con indisputable prevision y fundamen-
to, por su presente, y más aún por su porvenir?


Yeso es, señor ... (N), lo que significan en la ocasion presente la
indiferencia y recto espíritu de los pueblos, la noble decision del
pundonoroso y valiente ejército, el aliento J' celos a eooperacion de
las p.utoridades, la confianza que, ni por un momento, ha dejado de
sentir y procurado inspirar el gobierno de S. M.


El inculcar y hacer prevalecer contra hdo género de invenciones
la verdad de los hechos es hoy de una influencia salvadora; es por
tanto un deber político y moral de todo buen patricio, muy señala-
damente de los que, honrados con cargos oficiales, tienen la doble
obligacion de servir con celo y lealtad á su patria.


Hállanse muy principalmente en este caso los agentes diplomáti-
cos, desempeñando, como desempeñan su importante mision, en al-


(1) D. Juan Prim desmintil», en cuanto á sí, el segundo concepto en su m:l-
nifiesto, pero en hechos posteriores demostr6 que el ministro Arrazola decia la
verdad.




NOTAS.-CAl'ÍTULO V 717


tos centros políticos. Allí la revolucion, teniendo por más trascen-
dental el alcance de sus tiros, esfuerza sus medios de invencion v
diJamacion, y de depresion hasta de la verdad; y allí por tanto es
más necesario combatirla.


Haciéndolo v ..... así, señor (N); inculcando la verdad y rebatiendo
:!!in descanso el error y las suposiciones; dando lectura y copia de
este despacho, si le fueran pedidas, y desarrollando las considera-
ciones que contiene, por todos los medios que le facilita su posicion,
habrá V ... respondido á lo que S. M., y á su vez el gobierno, espe-
ran de su celo y lealtad.


Madrid 21 de setiembre de 1867.-Lorenzo Arrazola.~


(5) En aquellas suscriciones, cuyo encargado principal entre los
peninsulares era un zapatero, tomaron principal parte y dieron las
cantidades de más consicteracion los que estaban afiliados en el
bando reformista.


(6) Aquel periódico apareció con el siguiente encabezamiento:
«EL RELAMPAGO. ¡Abajo los Borbones.' ¡Viva!a soberanía nacional!


»Este periódico es completamente g1·atuito. Nadie, por consi-
»guiente, podrá exigir precio por su expedicion y circulacion.


»Se recomienda muy encarecidamente á todas las personas afec-
»tas á los dos lemas indicados, la circulacion de este periódico y la
»propagacion de sus doctrinas.»


(7) En aquellos certámenes, además de D. José Fornaris y don
Felipe L. de Briñas, fueron premiados D. Isaac Carrillo y otros que
posteriormente se han distinguido entre los enemigos de Esr"ña.
Por su mucha extension no insertamos la nota de los laureados J
de sus obras.


(8) Carta oficial del' capitan general. de la isla de Cuba al minis-
tro de Ultramar de 15 de febrero de 1868.


(9) EL SIGLO ceSó el 9 de marzo de 1868. Nació aquel dia LA OPI-
NION, que vivió 'hasta e117 de abril pal'll. dar vida en la misma fe-
cha á EL PAís, que dejó su puesto á EL OCCIDENTE en mayo del
mismo año.


Tambien circulaba entónces con profusion, con el título de Los
LABOHANTES, una hoja clandestina.


(10) Circular publicada en el BOLETIN OFICIAL de la provincia
de Madrid, correspondiente al 26 de agosto de 1868.


(11) En tanto que los enemigos de España aprovechaban todos
Jos momentos en favor de sus planes, se ocupó el gobernador de la
Habana, D .• José Gutierrez de la Vega, en preparar ia publicacion
de una GALERÍA r,E PORTAS CUBANOS, para la cual habia ofrecido el
disidente Aldama contribuir con algunos miles de duros.


(12) GADITAKOS: Un marino que os debe señaladas distinciones;
y entre ella::; la de haber llevadovnestra l'epresentacion al Parlamen-
to. os dirige su voz para explicaros un gravísimo suceso.-Este es
la netitucl de la marina para con el malhadado gobierno que riooe los
destinos de la nacíon. . b




118 LAS INSUHRECCIONES EN CUBA


No espereis de mi pluma bellezas. Preparaos solo á oir verdades.
Nuestro rlesventurado país yace sometido años háá la más hor-


rible dictadura; nuestra ley fundamental rasgada; los derechos del
ciudadano escarnecidos; la representacion nacional ficticiamente
creada; los lazos que deben ligar al pueblo con el trono y formar la
monarquía constitucional completamente rotos.


No es preciso proclnmar estas verdades; están en la conciencia
de todos.


En otro caso os record aria el derecho de legislar, ,que el gobierno
por sí solo ha ejercido, agravándolo con el cinismo de pretender
aprobaciones posteriores de las mal llamadas Córtcs, sin permitir-
les siquiera discusion sobre cada uno de los decretos flue en con-
junto les presentaba; pues hasta del servilismo de sus secu,aces
desconfiaba en el exámen. de sus actos.


Que mis palabras no son exageradas, lo dicen las leyes aQ.,¡ninís-
trativas, la de órdea público v la de imprenta.


Con otro fin, el de presentaros una que sea 111. absoluta negacion
de toda idea liberal, os cito la de instruccion pública.


Pasando del órden político 11.1 económico, recientes están las ,emi-
siones, los empréstitos, la agravaeio!l de todas las contribuciones.
¿Cuál ha sido su inversion'? La conoceis, y la dep!Jra como vosotros
la marina de guerra, apoyo de la mercante y segllridad del comercio.
Cuerpo proclamado poco há gloria del país, y que ahora mira sus
arsenales desiertot>, la miseritL de sus operarios, la postergncion de
sus individuos todos, y en tan triste cuadro un vivo retrato de
moralidad del gobierno.


Males de tantn. gravedad exigen remedios análogos: desgraciada-
mente los legales están vedados:torzoso es por tanto apelar á los
supremos, á 10sherÓicos.


Hé aquí la razon de la marina en su nueva actitud; una de las
dos partes de RU juramento está violada con mengua de la otra.
Salir á la defensa de ambas, no solo es licito, sino obligatorio.


Expuestos los motivos de mi proceder y del de mis compañeros,
os diré nuestras aspIraciones.


Aspiramos á que 1·,)3 pldcres legí'.im)s, pueblo y trono, funcio-
nen en la órbita que la Con"ltitucion les señale, restableciendo la
armonía ya extinguida el lazo ya roto entre ellos.


Aspiramos á que Córtes Constituyentes, aplicando su leal SILber
y aprovcchando lccciones. hart(} repetid.ts de una funesta experien-
cia, acuerden cuanto conduzca al restablecimiento ,de la vcrdadera
monarquía constitucional.


Aspiramos á que los derechos del ciudadano sean profundap¡en-
te respetados por los gobiernos, reconociéndoles las cualidac,les .de
sagrados (Jue en sí tirnen.


Aspiramos á que la Hacienda se rija MORAL é ilust.radamente;
modificando. gravámenes, extinguiendo restricciones, dando ampli-
tud al e,jprcicio de toda industria lícita y ancho cam,po á la. activi-
dad individual y al talento.


Estas son, concretamente expuestas, mis aspiraciones y las de
mis compañeros. ¿Os asociais á ellas sin distincion de partidos, ol-
vidando pequeñas diferencias, que son dañosas para el país? Obran-
do así. labrareis la felicidad ,de la patria.


¿No hay posibilidad de obtc[l.er cl concurso de todos'? Pues haga
el bien el que para. ello tenga fuerza.


Nuestros propósitos no se derivan de afeccion eSllecial á partido




NOTAS.-CAPÍTULO V 719


determina.do: á ninguno pertenecemos, les reconocemos á todos
buen deseo, puesto q ne á todos les suponemos impulsados por el
bien de la pátria, y esta es precisamente la bandera que la marina
enarbola.


Nadie rceele que este hecho signifique alejamiento pll.ra con otros
cuerpos, ni deseos de vent.aja; si mode:;tos marinos nos lanzll.mos
hoy coloc'ándonos en puesto que á otro más autorizado correspon-
dia, lo hacemos obedeciendo á aprtmiantes motivos; vengan en
nuestro auxilio, tomen en sus manos la bandera izada 10$ demás
cuerpos militares, los hombres de Estll.do, el pueblo: á todos pedi-
mos una sola COSft: ~plll.za de honor en el combate» pura defender
el pabelloll hasta «fijlLrlo;,> esta y la satisfaccion de nuestras con-
cieneias sou las únicas recompensas á que aspiramos.


Como á los grandes sacudimientos suelen acompañar catástrofes
que empañan su brillo, con ventaja cierta de los enemigos, creo,
con mis compañeros, hacer un servicio á la causa liberal presen-
tándolllls á defenderla conteniendo todo exccso. Libertad sin órden,
sin respeto tÍ. las personas y á las cosas, no se concibe.


,Corrl'spondo, gaditanos, á vuestro afecto, colocándome á van~
gua\"(.lia en la lucha que hoy empieza y sostendreis con vuestro re-
conocido denuedo.


Os pago explicándoos mi conducta, su rll.zon y su fin; á vosotros
me dIrIjo únicamente; hablen al país 108 que para ello tengan ti-
tulos.


Bahía de Cádiz á bordo de la Zaragoza 17 de setiembre de 186S.-
JUAN n. TOPETE.


(13) GADITANOS: iViva la libertad! ¡Viva la Soberanía Nacional!
Ayer gemíais bajo la presion de un gobierno despótico. Hoy ondea


sobre vuestros muros el pendon de la libertad.
La escuadra nacional, primero, conducida por el brigadier Tope-


te; la guarnicion y el pueblo fraternizando despues, han proclama-
do la revolucion, y Cádiz está en armas. El pueblo que fué cuna de
nuestras libertades, el albergue de los defensores de nuestra inde-
pendencia, y el último asilo de los que pNte,;taron contra la invasion
extranjera, ha dado el ejemplo q ne ya ha imitado la provincia, y que
secundará mañana el resto de los buenos españoles.


i Pueblo del año 12, del 20 y 23! ¡Pueblo de Mnñoz Torrero, de Rie-
go y de Argüelles! Yo te felicito portu iniciativa y por tu resolu-
c~n. ,


La escuadra, la gunrnicion y el pueblo de Cádiz resuelven el pro-
blema revolucionnrio. Carla hora sabremos la sublevacion de un
pueblo, cada dia el alzamiento de una guarniciono


'Mientrl\s llega el momento de que la España, libremente convoca-
da, decida de sus de"tinGS, es necesario organizarse para continuar
la lucha y no dejar las poblaciones huérfanas de toda au toridad.


Esta es la ramn que me ha obligado á elegir una jlinta provisio-
nal que atienda á los servicios más urgentes; que administre la lo-
calidad; que organice, de acuerdo con las juntas del distrito, la pro-
vincia. Hombre" encanecidos' en el servicio de la libertad; jóvenes
llenos de fé y de entusiasmo por las ideas que constituyen la civi-
lizacion moderna; ciudadanos independientes ,que han prestado to-
da clase de servicios á la revolucion en los momentos críticos; re-
presentantes' en fin, de todog los matices de la opinion liberal y de
todas las afecciones locales forman la junta que ha de gohernaros.




720 LAS I:\'SURRECCIONES EN CUB;\


El brigadier D. Juan Topete la preside: su solo nombre, aparte de
la. respetabilidad y merecimientos de los individuos que la forman,
es una garantía del acierto.


Si hubicra algun pequeño resentimiento contra alguno de sus
miembros, yo os ruego que le 01 videis: si hubiera alguna prevcn-
cion, yo os suplico que desaparezca. Acabemos el movimiento revo··
lucionario: despertemos el entusiasmo y conservemos al sufragio
universal, primero, y á las Córtes Constitu:ycntes, despues, que
decidan de nuestros destinos.


Hoy somos todos revolucionarios. Mañana seremos buenos y dig-
nos ciudadanos que acatan el fallo supremo de la soberanía na-
cional.


Hé aquí los nombres de los individuos que constituyen la junta
provisional:


D. Juan Topete, presidente.-D. Pedro Lopez y D. Pedro Victor y
Pico, vicepresidentes.-D. Manuel Francisco Paul.-D. José de So-
la.-D. Juan Valverde.-Señor conde de casa Brunet.-D. Pablo
'l'osso.-D. Ramon Cula.-D. Joaquin Pastor.-D. Rafael Guillen.
-D. Antonio Perez de la Riva.-D. Julian Lopez.-D. Antonio Au-
gusto Lerdo de Tejada.-D. Eduardo Benot.-D. Manuel lvIac-Cro-
hon.-D. Horacio Halcon.-D. Francisco Lisaur.


Cádiz 19 de setiembre de lS68.-Jup.N PRIM.


(14) Á LOS ESPA"ÑOLES.
¡A las armas, ciudadanos, á las armas!
¡Basta ya de sufrimiento!
La paciencia de los puebl::Js tielle su límite en la degradacion, y lit


nacion española, la que si á veces ha sido infortunada no ha dejado
nunca de ser grande, no puede continuar llorando resignadamente
sus prolongados males sin caer enel envilecimiento.


Ha sonado, pues, la hora de la revolucion, remedio heróico, en
verdad, pero inevitable y urgente cuando la salud de la patria lo re-
clama. .


Principios bastante liberales pam satisfacer las necesidades del
presente y hombres b¡¡~tante sensatJs para presentir y respetar
las aspiraciones del porvenir hubieran podido conseguir fácilmente,
sin sacudidas violentas, la tmsformacion de nuestro país; pero la
persi~tencia en la arbitrariedad, la obstinacion eu el mal y el ahin-
co en la inmoralidad que, descendiendo desde la cumbre, empieza á
infiltrarse ya ell la organizacion de la sociedad, despue!:l de haber
empollzoñ¡tdo ht gobernacion del Estado, C'Jl1 virtiendo la adminis-
tracion en granjería, la política en mercado y la justicia en escabe 1
de a::i'JmbrosJ3 eucuillbramiento:i, han hecho desgraciadament~ tar-
días é imposibles tan saludables concesiones, y han acumnlado lu.
tempclstad que al desgajar5e hoy arrastrará en su c.orriente los di-
ques que han !:lido hasta aquí obstácnlo insuperable á la marcha
lenta, pero progresiva que constituye la vida de los pueblos y que
han aislado á la España en el movimiento general de las naciones
civilizadas del globo.


¡ A las armas, ciudadanos, á las armas!
¡Que el grito de guerra sea hoy el solo grito de todos los buenos


españoles!
¡Quc los liberales tod')s borren durante la batalla sus antiguas


ifcrencias, haciendo en aras de la patria el sacrificio de dolorosos
ecuerdos!




NOTAS.-CAPÍTULO V 721


¡Que no haya, en fin, dentro de la gran comunion liberal, más que
un solo propósito, la lucha; un solo objetó, la victoria; una sola
bandera, la regeneracion de la patria!


Destruir en medio del estruendo los obstáculos que sistemática-
mente se oponen á. la prosperidad de los pueblos, es la mision de las
revoluciones armadas; edificar en medio de la calma y la reflexion
es el fin que deben proponerse las naciones que cl uieren conquistar
con su valor su soberanía, y saben hacerse dignas de ella conser-
vándola con su prudencia. Destruyamos, pues, súbitamente lo que
el tiempo y el progreso debieron paso á paso trasformar; pero sin
aventurar por lo pronto soluciones que eventuales circunstancias
pueden hacer irrealizables en el porvenir, y sin prejuzgar cuestio-
nes que debilitando la accion del combate, menoscabarian la Sobe-
ranía de la Nacion. Y cuando la calma renazca y la reflexion susti-
tuya á la fuerza, los partidos podrán desplegar sin peligro sus ban-
deras, y el pueblo, en uso de su soberanía, podra constituirse como
lo juzgue conveniente, buscando para ello en el sufragio universal
todas las garantías que á la conquista de sus libertades y el goce
de sus derechos crea necesarias.


Los generales Serrano y Dulce debian hallarse como yo entre los
ilustres marinos que, impulsados por el bien de la patria, han ini-
ciado el movimiento al frente de la escuadra nacional; pero un inci-
dente de mar sin duda ha retrasado, á pesar suyo y con sentimiento
mio, su llegada. Os hablo, pues, no solo en mi nombre, sino tam-
bien en nombre de tan distinguidos generales.


¡Españoles, militares y paisanos! ¡La patria necesita de nuestros
esfuerzos! No desoigamos el grito de la patria, voz doliente del su-
frimiento de nuestros padres, de nuestras esposas, de nuestros hi-
jos y de nuestros hermanos. Corramos presurosos al combate, sin
reparar en las armas de que podamos disponer, que todas son bue-
nas cuando la honra de la patria las impulsa; y conquistemos de
nuevo nuestras escarnecidas libertades; recuperemos la proverbial
altivez de nuestro antiguo carácter; alcancemos otra vez la estima-
cion y el respeto de las naciones extranjeras, y volvamos, en fin,
á ser dignos hijos de la noble España.


Españoles: ¡Viva la libertad! ¡Viva la Soberanía Nacional!-JuAN
PRIM.


(Esta proclama fué dada por el general Prim ántes de entrar en
Cádiz.)


Españoles: Escrita la anterior manifestacion, ha sido secundado
el movimiento por San Fernando, la Carraca y la ciudad de Cádiz,
ayudadas por el regimiento de Cantabria, la infantería de Marina y
lafuerza de carabineros. .


La provincin de Cádiz con todas sus fuerzas militares de mar y
tierra están ya en armas, ¡Viva el Pueblo! ¡Viva el ejército! ¡Viva la
escuadra Nacional!


Cádiz, 19 de setiembre de 1868.-PRIM.


(15) Los manifiestos que ántes de salir de Cádiz dirigier.n á Es-
paña los caudillos del alzamiento, dicen aSÍ:


"ESPAÑOLES: La ciudad de Cádiz puesta en armas, con toda su
provincia, con la armada ancláQ.a en su puerto y todo el departa-
mento marítimo de la Carraca, declara solemnemente que niega su
obediencia al gobierno de Madrid, segura de que es leal intérprete de
todos los ciudadanos que en el dilatado ejercicio de la paciencia no


TOMO II 46




722 LAS I~SURRECCIONES E~ CUBá


hayan perdido el sentimiento de la dignidad, y resuelta á no depo-
ner las armas hasta que la nacion recobre su soberanía, manifieste
su voluntad y se cumpla. '


¿Habrá algun español tan ajeno á las desventuras de su país
que nos pregunte las causas de tan grave acontecimiento'?


Si hiciéramos un exámen prolijo de nuestros agravios, más difí-
cil seria justificar á los ojos del mundo y de la historia la manse-
dumbre conque los hemos sufrido, que la extrema resoIucion con
que procuramos evitarlos.


Que cada uno repase su memoria, y todos acudireis á las armas.
Hollada la ley fundamental; convertida siempre ántes en celada


que en defensa del ciudadano; corrompido el sufragio por la ame-
naza y el soborno; dependiente la seguridad individual, no del de-
recho propio, sino de la irresponsable voluntad de cualquiera de
las autoridades; muerto el municipio; pasto la administracion y la
hacienda de la inmoralidad y del agio; tiranizada la enseñanza;
mnda la prensa y solo interrumpido el universal silencio por las
frecuentes noticias de las nuevas fortunas improvisadas; del nuevo
negocio, de la nueva real órden encaminada á defraudar el Tesoro
público; de títulos de Castilla vilmente prodigados; del alto precio,
en fin, á que logran su venta la deshonra y el vicio. Tal es la Es-
paña de hoy. Españoles, ¿quién la aborrece tanto, que se atreva á
esclamar: <<¡así ha de ser siempre'?>}


No: no será. Ya basta de escándalos.
Desde estas murallas, siempre fieles á nuestra libertad é indepen-


dencia; depuesto todo interés de partido, atentos solo al bien general,
os llamamos á todos á que seais partícipes de la gloria de realizarlo.


Nuestra heróica marina, que siempre ha permanecido extraña á
nuestras diferencias interiores al lanzar la pi-imera el grito de
protesta, bien claramente demuestra que no es un partido el que
se queja, sino que los clamores salen de las entrañas mismas de 1 ..
patria.


No tratamos de deslindar los campos políticos. Nuestra empresa
es más alta y más sencilla. Peleamos por la existencia y el decoro.


Queremos que una legalidad comun por todos creada, tenga im-
plícito y constante el respeto de todos. Queremos que el encarg'ado
de observar la Constitucion no sea su enemigo irreconciliable.


Queremos que las causas que influyan en las supremas resolu-
ciones las podamos decir en alta voz delante de nuestras madres,
de nuestras esposas y de nuestras hijas; queremos vivir la vida de
la honra y de la libertad.


Queremos que un gobierno provisionalquc represente todas las
fuerzas vivas del país asegure el órden, en tanto que el sufragio
universal echa los cimientos de nuestra regeneracion social y polí-
tica. .


Contamos para realizar nuestro inquebrantable propósito con el
concurso de todos los liberales, unánimes y compactos ante el co-
muo peligro: con el apoyo de las clases acomodadas, que no quer-
rán que el fruto de sus sudores siga enriqueciendo la intermillll.ble
série de agiotistas y favoritos; con los amantes del órden, si quie-
ren verlo establecido sobre las firmísimas bases de la moralidad y
del derecho; con los ardientes partidarios de las libertades indivi-
duales, cuyas aspiraciones pondremos bajo el amparo de la ley;
con el l\PO.YO de los ministros del altar, interesados ántes que na-
die en cegar en su orígen las fuentes del vicio y del mal ejemplo;




NOTAS.-CAPÍTULO V . 723


eon el pueblo todo, y con la aprobacion, en fin, de la Europa entera.;
pues no es posible que en el consejo de las naciones se haya decre-
tado ni se decrete que España ha de vivir envilecida.


Rechazamos el nombre que ya nos dan nuestros enemigos: re-
beldes son, cualquiera que sea el puesto en que se encuentren, los
constantes violadores de todas las leyes, y fieles servidores de su
patria los que á despecho de todo linaje de inconvenientes la de-
vuelven su respeto perdido.


Españoles: Acudid todos á las armas, único medio de economizar
la efusion de sangre; y no olvideis que en estas circunstancias en
que las poblaciones van sucesivamente ejerciendo el gobierno de sí
mismas, dejan escritos en la historia todos sus instintos y cualida-
dades con caractéres indelebles. Sed, como siempre, valientes y
generosos. La única esperanza de nuestros enemigos consiste ya en
los excesos á que desean vernos entregados. Desesperémoslos des-
de el primer momento, manifestando con nuestra conducta que
siempre fuimos dignos de la libertad, que tan inícuamente nos han
arrebatado. .


Acudid á las armas, no con el impulso del encono, siempre fu-
nesto; no con la furill. de la ira, siempre débil, sino con la solemne J'
poderosa serenidad con que la justicia empuña su espada.


¡Viva España con honra!
Oádiz, 19 de setiembre de 186S.-Duque de la Torre.-Juan Primo


-Domingo Dulce.-Francisco Serrano Bedoya.-Ramon Nouvilas.
-Rafael Primo de Rivera.-Antonio Oaballero de Rodas.-Juan
Topete.»


(16) ACLARACIONES SOBRE LOS SUCESOS DE SETIEMBRE DE 1868, por
el capitan general de ejército marqués de la Habana, publicadas en
todos los periódicos de Madrid.


¡ABAJO LOS ESPAÑOLES!
PUEItTO-RIQUEÑOS: Por más de tres siglos nos ha estado opri-


miendo el DESPO,TISMO ESPAÑOL, sin que hasta ahora ningun hijo
del país se haya visto llamado á ocupar un puesto de distincion,
sino, al revés, perseguidos, desterrados y arruinados cuantos se
han atrevido á manifestar el deseo de hacer algo por el bien de sus
paisanos. Por más de tres siglos hemos estado pagando inmensas
contribuciones, y todavía no t'"nem03 caminos, ferro-carriles, telé-
grafos ni vapores. La morralla de España, compuesta de SOLD .... DOS
y EMPLEADOS, viene á la isla sin una peseta, y despuc.~ que nos sa-
ca el jugo se vuelve á su tierra á gozar de los millones que nos per-
tenecen á nosotros, porque no~()tros somos los que trabajamos. Los
GÍBAROS son pobres é ignorantes por culpa del GOBIERNO que prohi-
be las ESCUELAS, los PERIÓDICOS y los Ll3ROS, y hace poco acaba de
negar llue se fUlldc una UNlVEHSmAD para que los POBRES que no
pueden mandar á sus hijos fuera de Puorto-Rico no consigan nune
ca verlos con el titulo de médico, abogado, etc. El GOBIERNO está
empeñado en que los GíBAROS no sean más que JORNALERO~ con LI-
BRETA. Y últimamente, pnra explobrnos más, trata dc hacernos
Ddiar por nuestros hermanos los hijos de SANTO DOMINGO, obligán-
donos á tomar las armas para ir á pelear en contra de ellos, no s\-
tisfecbo con haber destruido la república, valié'1dose del pícaro
SANTANA y sus compinches.


PUimTo-RIQUEÑOS: ?>io SBamoS tontos, no nos dejemos engañar con




724 LAS INSURRECCIONES EN, CUBA


:promesas y falacias que vengan de boca del gobierno: sabemos por
experiencia que ESPAÑA nunca cumple lo que ofrece. No nos durma-
mos: la ocasion es magnífica: no hay SOLDADOS en la isla, y aunque
los hubiera, la guerra de SANTO DOMINGO debe habernos convencido
que un gibara con su MACHETE en la mano vale por cien ESPAÑOLES.


¡ARRIBA, PUERTO-RIQUEÑOS! Hagámosle ver á esa canalla que nos
roba y nos insulta que los GÍBAROS de Borinquen no son ni c')bar~
des con sus verdugos, ni asesinos con sus hermanos.


UNÁMOSNOS, alzémosnos en masa contra los OPRESORES de nuestra
tierra, de nuestras mujeres y de nuestros hijos. Nuestro grito de
INDEPENDENCIA será oido y apoyado por los amigos de la LIBERTAD;
y no nos faltarán auxilios de armas y dinero para hundir en el pol-
vo á los DÉSPOTAS DE CUBA, PUERTO-RICO y SANTO DOMINGO!


(18) HISTORIA DE LA INSURRECCIüN DJi: LARES ya citada, páginas
41 á 4.3.


(19) En las que ya se titulaba general.
(20) Obra citada.
(21) En los manifiestos y proclamas decian, entre otras cosas,


«Los patriotas borinqueños están resueltos á morir ántcs que con-
tinuar bajo el dominio español. ..... será obligacion ineludible
de todos los hijos del país tomar las armas para defender la inde-
pendencia de Puerto-Rico ...... los extranjeros que quieran to-
marlas serán considerados como patriotas ...•.. los esclavos
que las tomaren se declararán libres, lo mismo que los que estu-
vieran imposibilitados ....•. >} Lo cual prueba patentemente que
aquellos buenos patriotas querian todo lo que afectase los intereses
ajenos, pero nada de lo que se refiriese á los propios.


Véase la obra citada.


(22) Idem.
(-¿3) El parte de aquellos sucesos, que se comunicó á la isla de


Cuba y se publicó en la Gaceta de la Habana decia aSÍ:
<,Gobierno superior civil de la siemprejiet isla de auba.-Secreta~


Na.-El Excmo. señor gobernador superior civil ha recibido del
Excmo. señor gobernador de Santiago de Cuba el siguiente tele-
grama:


«Acaba de llegar el vapor France con periódicos de Puerlo-Rico.
El Boletin.de127 dice: <,El 23 por la noche se levantó en Lat"es una
partida de 10 más abyecto, compuesta de unos 200 hombres, que
saquearon las casas de comercio, y pasando la mitad al pueblo Pe-
pino, se encontraron con el corregidor de Aguadilla, quien con solos
catorce hombres los batió completamente, causándoles dos muertos,
cuatro heridos, siete presos y cogido varios caballos y armas, hu-
yendo los restantes para los montes.»


El Boletin del 30 dice: «Que saliendo diferentes columnas en su
persecucioD, é internándose detrás de ellos en los montes, los van
capturando J se designan ya por sus nombres más de sesenta. Los
pueblos todos han rccibido á las tropas con el mayor entusiasmo,
dispensándolas mil obsequios.>)




NOTAS.-CAPÍTULO V 725


El Boletin del 2 da por terminada la intentona criminal, y todos
los pueblos, incluso Lares, disfrutaban completa tranquilidad.


Lo que de órden de S. E. se publica para general conocimiento.
Habana 7 de octubre de 186S.-El secretario interino, José de Za-


harte.
Uapitanía general de la siempre .fiel ísla de Cuoa.-Estado mayor.


-El capitan general de Puerto-Rico me encarga trasmita á V. E. el
siguiente telegrama: «Puerto-Rico 3 de octubre de 1868.-Disper-
sados los revoltosos de Lares, la mayor parte volvieron á sus hoga-
res. El resto se internó en los montes, donde las tropas cogieron
ochenta y dos. Escasamente quedan doce, que son perseguidos por
las tropas. Ouestion concluida. Hay completa tranquilidad.-Julian
J. Po. via.»-El capitan del vapor correo me ha dicho verbalmente que
Hojas y otros varios cabecillas habian sido presos ántes de su sa-
lida. Octubre 8.-Joaquin Ravenet. .


Lo que de órden del Excmo. señor capitan general se publica en
la Uaceta para general conocimiento. El coronel jefe de E. M. 1., José
de Ohessa.»


(24) Aquellos telegramas contribuyeron, por su falta de publici-
dad, á aumentnr el desasos:ego en los habitantes de la capital y de
ll1 isla de Ouba, pues oficialmente no In tenian más que los favora-
bles al gobierno.


(25) LA VERDAD HISTÓRICA SOBRE SUCESOS DE OUBA, por Javier
Oisneros: folleto núm. 1.0, Nueva-York, 1871.


(26) A un empleado del gobierno político de la Habana se le
tuvo que dejar sin destino por este motivo; otros, des pues de come-
ter algunas defraudaciones, se marcharon á la insurrecciono
- No insertamos los cantares por ser insulsos y groseros.


(27) Telegrama del 25 de setiembre de 1868.
(28) Idem del Z1 id. id.
(29) Oorrespondencia entre el capitan general y el ministro de


Ultramar.


30) Hoja dirigida AL GOBIERNO PROVISIONAL en 2 de octubre
de 1868.


(31) El gobierno puede decirse que venia ya hecho de Andalucía.
(32) La isla de Cuba recibió oportunamente este telegrama, pero


Puerto-Rico no supo su contenido hasta el 29 de octubre, que llevó
allí la noticia el vapor-correo.


(33) La reina de España al capitan general de la isla de Cuba.
Francia.-Oable.-Habana.
«Lersundi: Oomo española y como reina ruego y mando resista.s


todo pronunciamiento y defiendas á todo trance esas provincias de
la revolucion: mi residencia. actual explica la razon: comunica ha)"'
mismo á Pavía á Puerto-Rico.-Oontesta aquÍ.-Isabel. .. , .•. "."


Pau 4 de octubre de 1868.» ",:».;iCA'~~
,¡" " ,€P ·!.l ,~.
s/\' .A . i/~' >,


J/..... --". I~' I IJ;¡ " \ ~ j,' 1 M.:!.~,')'".:C ~¡, ~JI
.. ~ ·~~";';,f ;:-:Jft
't o, ... ~-:: ,ti: ~ i/, ,~ >




726 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


La misma al mismo.
(Pau 7 ue octubre de 1868.
Lersundi: Gracias por tu afecto y adhesion.-Dime si ese país


está tranquilo; si no lo está, cuenta siempre con mi afecto.-Isa~
bel n.)}


(34) Telegrama del capitan general al presidente del gobierno
provisional de 8 de octubre de 1868.


(35) El 10 de octubre de 1863 decia el ministro de Ultramar al
gobernador capitan general de Cuba.


\lEI gobierno provisional se, ha constituid.o bajo la presidencia del
duque de la Torre, de la manera siguiente:


Ministros: Guerra.-D. Juan Primo
Estado.-D. Juan Alvarez de Lorenzana.
Gracia y Justicia.-D. Antonio Romero Ortiz.
Marina.-D. Juan Topete.
Hacienda.-D. Laureano Figuerola.
Gobernacion.-D. Práxedes }Iateo Sagasta.
Fomento.-D. Manuel Ruiz Zorrilla.
y Cltramar.-D. Arlelardo Lopez de Ayala.
Sírvase V. E. trasmitir este telegrama al gobernador de Puerto-


Rico.)}
(36) LEVANTAMIENTO DE CESPEDES.
El periódico publicado en Nueva-York con el título de El Pueblo


en su número correspondiente al 28 de diciembre de 1871, y bajo el
epígrafe de EllO de octubre de 1868, decia:


«El dia 10 de octubre del año de 1868 estalló en Manzanillo el
movimiento revolucionario que fué prepar¡l.do por las' iogilLs masó-
nicas de aquella villa, de Bayamo y de Holguin. Su jefe fué Cárlos
~Ianucl de Céspedes, en virtud de nombramiento que se le hizo en
la junta que tuvo lugar en el ingenio El Rosario á principio:; dc oc-
tubre, y fné ayudado por los patriotas Aguilera, Calvar, Hall, Mar-
cano, Codina, Izaguirre, Maceo, los Figueredo, Peralta y otros. En
la mencionada junta se convino en que cl movimiento estallaria el
14 de octubre, pero este convenio no pudo tener lugar, porque á
consecuencia de una carta enviada á Céspedes por Manuel A.
Aguilera en que le anunciaba que el gobierno español trataba de
apoderarse de él y de los otros jefes de la conspiracion, Céspedes
hubo de anticipar el pronunciamiento que tuvo lugar ellO de oc-
tubre va citado. Y aparece que no faltó razon para ello, pues en
virtud' de denuncia hecha por la esposa de un mal cu bano, llamado.
Trinidad Ramirez, negado á tomar parte en el movimiento, el go-
bernador de Manzanillo Francisco Fernandez de la Reguera, acom-
pañado del fiscal Emilio Vare la, del teniente mason Pedro Gonzalo
y de varios comerciantes peninsulares, asaltaron el 9 en la noche la
finca Santa Isabel del cubano Agustin Va1erino, donde suponian
que se hallaba Cárlos Manuel con otros jefes celebrando una re-
union secreta.-Este asalto salió fallido, y no atreviéndose los asal-
tantes á ir á buscar al leon en su guarida, desistieron del pensa-
miento de continuar hácia la Demajagua, donde se hallaba Céspe-
des, y volvieron para Manzanillo llenos de terror y de terrible~
presentimientos. Toda la noche hubo guardias y patrullas por las
ealles, y la Plaza Real se atrincheró con palos y bnrretas. ¿Qué




NOTAS.-CAPÍTULO V 727


hacia entre tanto Cárlos Manuel'? Sabedor de todo lo que ocurria,
manda correos á media noche en todas direcciones á llamar su gen-
te, y en la madrugada de la misma, tenia ya reunidos en su finca
más de quinientos hombres. Entónces les dirigió una elocuente
y enérgica arenga, en que les manifestó la barbarie del gobierno
español, su inj usticia para con nosotros y el deber en que todos
estábamos contra un gobierno que nos injuriaba y nos oprimía. El
pueblo le escuchaba con entusiasmo, y Céspedes le tomó el signien-
te juramento: «¿Jurais vengar los agravios de la pátria'? «Juramos,.
respondieron todos.-«¿Jurais perecer en la contienda ántes que re-
troceder en la demanda'?,> «Juramos,» repitieron aq uellos.-«Enhora-
»buena-añadió C:~spedes,-sois unos patriotas, valientes y dignos.
»Yo por mi parte, juro que os acompañaré hasta el fin de mi vida,
»y que si luego tengo la gloria de sucumbir ántes que vosotros, sal-
»dré de la tumba para recordaros vuestros deberes patrios y el ódio
.que todos debemos al gobierno espnñoi. Venganza, pues, y confie-
limos en que el cielo prot@gerá nuestra causa.»-Atronadores vivas
contestaron al héroe. Entónees se procedió á la organizacion de su
fuerza: nombró jefes, colocó á cada cual en su puesto, dictó dispo-
siciones para la marcha y procedió á registrar el armamento. Este
se componia de algunas escopetas deterioradas, trabucos, revol-
vers, machetes y una especie de lanzas formadas de pedazos de
machetes afilados y puestos en astas de haya.


El ejército se puso en marcha.-Era la mañana del 10 de octubre
de 1868. El primer pensamiento de Cárlos Manuel fué el de ataear
á Manzanillo y apoderarse del armamento que existia en el fuerte
de esa villa, pero respetando la tranquilidad de las familias de
los patriotas que se hallaban en ella, por una parte, y queriendo
por otra testificar al mundo que su movimiento era contra el go-
bierno y no contra los españoles, aunque sabia que estos se habian
armado contra él, desistió de aquel pensamiento y se dirigió á las
sierras de Naguas con el objeto de reunir toda su fuerza y dar for-
ma al mOVImiento.


Uno. de las partidas qne debia reunírsele era la de Yaribacoa,
compuesta de cuatrocientos hombres y dirigida por los hermanos


-lIassó y los Suástegni. Esta partida se habia puesto en mal'ch&
l)afa reunirse al caudillo cubano, y encontrando en el camino al
correo que iba para Bayamo, trató de apoderarse de él. El correo
pudo escaparse y volvió para Manzanillo, poniendo en conocimiento
del gobernador lo que habia pasado.


El jefe español palideció, é inmediatamente se dirigió al cuartel J
mandó tocar generala, A este toque, el pueblo se alarma, los vo-
luntarios peninsulares y algunos cn banos degradados acuden ar-
mados al llamamiento, los establecimientos públicos se cierran y
la poblacion es declarada en estado de sitio. Todo es susto y confu-
sion: el rostro de los cubanos expresa la curiosidad, quizás un mal
reprimido entnsiasmo: el rostro de los españoles el espanto y el
terror.


Desde aquel momento quedó profundamente abierto el abismo
de ódio y de venganza que separa á españoles y cubanos.


(37) Los patriotas de Yara que el dia 10 de octubre de 1868 pro-
clamaron la independencia de Cuba, fueron:


D. Cárlos Manuel de Céspedes.
» Manuel Calvar.




728 LAS INSURRHCCIONES EN CUBA


» Bartolomé Masó.
tt Isaías Masó (muerto de enfermedad).
l} Rafael Masó (id.)
» Manuel Socarrás.
» Angel Maestre.
" Juan Ruz.
» Emiliano García Pabon.
» Emilio Tamayo.
» Juan Hall.
» Luis Marcano (murió batiéndose).
» ManuelOodina.
» Jaime Santisteban.
i> Rafael T6rnes Garcini.
» José Rafael Izaguirre.
» Francisco Marcano (prisionero, fusilado por el enemigo).
» Félix Marcano.
» Ignacio Martinez Roque (muerto de enfermedad).
» Agustin Valerino.
» Francisco Vicente Aguilera.
» José Perez (muerto de enfermedad).
» Rafael Gaymarí.
» Manuel Santisteban (muerto de enfermedad).
» Aurelio Tornes.
» Bartolomé Labrada.
» Miguel García Pabon.
» Pedro Oespedes Oastillo.
» Francisco J. Oéspedes Castillo.
» Francisco Céspedes Oastillo (murió batiéndose).
» Enrique Oéspedes. '
» Francisco Estrada Céspedes.
» Enrique del Castillo (muerto de enfermedad).
» Juan Rafael Polanco ,prisionero, fusilado por el enemigo).
» Amador Castillo.
» José Rafael Cedeño.
» Francisco Cancino.
Hoja impresa en los Estados-Unidos commemorando el tercer


aniversario de la insurrecciono


(38) MANIFIESTO DE LA JUNTA REVOLUCIONARIA DE LA ISLA DE CUBA
DIRIGIDO Á sus COMPATRIOTAS y Á TODAS LAS NACIONES.


«Al levantarnos armados contra la opresion del tiránico gobierno
español, siguiendo la costumbre establecida en todos los paises ci-
vilizados, manifestamos al mundo las causas que nos han obligado
á dar este paso, que en demanda de mayores bienes, siempre pro-
duce trastornos inevitables, J los principios que queremos cimentar
sobre las ruinas de lo presente para felicidad del porvenir.


Nadie ignora que España gobierna á la isla de Cuba con un brazo
de hierro ensangrentado; no solo no la deja seguridad en sus pro-
piedades, arrogándose la facultad de.imponerla tributos y contribu-
ciones á su antojo, sino que, teniéndola privada de toda libertad
política, civil y religiosa, sus desgraciados hijos se ven expulsados
de su suelo á remotos climas ó ejecutados sin forma. de proceso,
por comisiones militares establecidas en plena paz, con mengua del
poder civil. La tiene privada del derecho de reunion, como no Séa
bajo la presidencia de un jefe militar: no puede pedir él remedio á




NOT AS. -CAPÍTULO V 729


sus males, sin que se la trate como rebelde, y no se le concede otro
recurso que callar yobedecer.


La plaga infinita de empleados hambrientos que de España nos
inunda, nos devora el producto de nuestros bienes y de nuestro
trabajo; al amparo de la despótica autoridad que el gobierno espa-
ñol pone en sus manos y priva tÍ nuestros mejores compatriotas de
los empleos públicos, que requiere un buen gobierno, el arte de co-
nocer cómo se dirigen los destinos de una nacion; porque auxiliada
del sistema restrictivo de enseñanza que adopta, desea España que
seamos tan ignorantes que no conozcamos nuestros más sagrados
derechos, y que si los conocemos no podamos reclamar su obser-
vancia en ningun terreno.


Amada y considerada esta isla por todas las naciones que la ro-
dean, que ninguno. es enemiga suya, no necesita de un ejército ni
de una marina permanente, que agotan con sus enormes gastos
hasta las fuentes de la riqueza pública y privada; y, sin embargo,
España nos impone en nuestro territorio una fuerza armada que
no lleva otro objeto que hacernos doblar el cuello al yugo férreo
que nos degrada.


Nuestros valiosos productos, mirados con ojerizá por las repúbli-
cas de los pueblos mercantiles extranjeros que provoca el sistema
aduanero de España para coartarles su comercio, si bien se venden
á grandes precios con los puertos de otras naciones, aquí, para el
infeliz productor, no alcanzan siquiera para cubrir sus gastos; de
modo que sin la feracidad de nuestros terrenos pereceriamos en la
miseria.


En suma, la isla de Cuba no puede prosperar, porque la inmigra-
cíon blanca, única que en la actualidad nos conviene, se ve alejada
de nuestras playas por las innumerables trabas con que se la en-
reda y la prevencion y ojeriza con que se la mira.


Así, pues, los cubanos no pueden hablo.r, no pueden escribir, no
pueden ni siquiero. pensar y recibir con agasajo á los huéspedes
que sus hermanos de otros puntos les envian.


Innumerables han sido las veces que Españo. ha ofrecido respe-
tarle sus derechos; pero hasta ahora no ha visto el cumplimiento
de su palabra, á ménos que por tal no se tenga la mofa de asomarle
un vestigio de representacion, para disimular el impuesto único en
el nombre y tan crecido que arruina nuestras propiedades al abrigo
de todas la,s demás cargas que le acompañan.


Viéndonos expuestos á perder nuestras haciendas, nuestras vi-
das y hasta nuestras honras, me obliga á exponer esas mismas
adoradas prendas, para reconquistar nuestros derechos de hom-
bres, ya que no podamos con la fuerza de la palabra en la dis-
cusion, con la fuerzá de nuestros brazos ·en los campos de ba-
talla.


Cuando un pueblo llega al extremo de degradacion y miseria en
que nosotros nos vemos, nadie puede reprobarle que eche mano á las
armas para Salir de un estado tan lleno de oprobio. El ejemplo de
las más grandes naciones autoriza ese último recurso. La isla de
Cuba no puede estar privada de los derechos que gozan otros pue-
blos, y no puede consentir que se diga que DO s~be más que' sufrir.
A los demás pueblos civilizados toca interponer su influencia para
sacar de las garras de un bárbaro opresor á un pueblo inocente,
ilustrado, sensible y generoso. A ellas apelamos y al Dios de nues tra
conciencia, con la mano puesta sobre el corazon. No nos extravian




730 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


rencores, no nos halagan ambiciones, sólo queremos ser libres é
iguales, como hizo el Greador á tortos los hombres.


Nosotros consagramos estos dos venerables principios: nosotros
creemos que torios los hombres somos iguales; amamos la toleran-
cia, el órden y la justicia en todas las materias; respetamos las vi-
das y propiedades de todos los ciudadanos pacíficos, aunque sean
los mismos españole3, residentes en este territorio; admiramos el
sufragio universal, que asegura la soberanía del pueblo; deseamos
la emancipacion, gradual y bajo indemnizacion, de la esclavitud, el
libre cambio con las naciones amigas que usen de reciprocidad, la
representacion nacional para decretar las leyes é impuestos, y, en
general, demandamos la religiosa observancia de los derechos im-
prescriptibles del hombre, constituyéndonos en nacion indepen-
diente, porque así cumple á la grandeza de nuestros futuros desti-
nos, y porque estamos seguros de que bajo el cetro de España nunca
gozaremos del franco ejercicio de nuestros derechos.


En vista de nuestra moderacion, de nuestra miseria y de la razon
que nos asiste, ¿qué pecho noble habrá que no lata con el deseo de
que obtengamos el objeto sacrosanto que nos proponemos? ¿Qué
pueblo civilizado no reprobará la conducta de España, que se hor-
rorizará á la simple consideracion de que para pisotear estos dos
derechos de Cuba á cada momento tiene que derramar la sangre de
sus más valientes hijos? No, ya Cuba no puede pertenecer más á
una potencia que, como Cain. mata á sus hermanos, y, como Sa-
turno, devora á sus hijos. Cuba aspira á ser una nacion grande y
civilizada, para tender un brazo amigo y un corazon fraternal á
todos los demás pueblos, y si la misma España con::;iente en de-
jarla libre y tranquila, la estr6chará en su seno como una hija
amante de una buena madre; pero si persiste en su sistema de do-
minacion y exterminio, segará todos nuestros cuellos, y lo~ cuellos
de los que en pos de nosotros vengan, ántes de conseguir hacer de
Cuba para siempre un vil rebaño de esclavos.


En consecuencia, hemos acordado unánimemente nombrar un
jefe único que dirija las operaciones con plenitud de facultades, y
bajo su responsabilidad, autorizado especialmente para designar
un segundo y los demás subalternos que necesite en todos los ra-
mos de administracion mientras dure el estado de guerra, que, co-
nocido como lo está el carácter de los gobernantes españoles, forzo-
samente ha de seguirse á la proclamacion de 1'1 libertad de Cuha.
Tambien hemos nombrado una comision gubernativa de cinco miem-
bros para auxiliar al general en jefe en la pa:te política, civil y de-
más ramJS de que se ocupa un país bien reglamentado. Asimismo
decretamos que desde e::;te momento quedan abolídos todos los de-
rechos, impuestos, contribuciones y otras exacciones que hasta
ahora ha cobrado el gobierno de E::;paña, cualquiera que sea la for-
ma y el pretesto con que lo ha .hecho, y que sólo se pague con el
nombre de Qfrenda patrMtica, para los gastos que ocurran durante
la guerra, el5 por 100 de la renta conocida en la actualidad, calcu-
lada desde este trimestre, con reserva de que si no fuese suficiente
pueda aumentarse en lo sucesivo ó adoptarse alguna operacion de
crédito, segun lo estimen más con I'eniente las juntas de ciudadanos
<lue al efecto deben celebrarse.


Declaramos que todos los servicios prestados á la patria serán
debidamente remunerados; que en los negocios, en general, se ob-
serve la legislacion vigente interpretada en sentido liberal, hasta




NOTAS.-CAPÍTULO V 731


que otra cosa se determine, y, .por último, que todas las disposicio-
nes adoptadas sean puramente transitorias mientras que la nacion,
ya libre de sus enemigos y más ámpliamente representada, se cons-
tituya en el modo y forma que juzgue más acertado.


Manzanillo 10 de octubre de 1868.-El general en jefe, Cárlos
Manuel de Céspedes.»


(39) Ingenio Demajagua, 23 de marzo de 1868.
Muy señor mio: Recibí el primer cuaderno de los Linajes nobles,


que llega hasta el apellido Ayesa, quedando en duda si le faltarian
algunas fojas, porque me parece que en el correo lo abrieron.


Tambien extraño que siendo yo suscritor al tomo completo, que
he pagado, me llegue la obra por entregas.


Tendré mucho gusto en recomendar la obra por la prensa y á los
amigos.


Yo quisiera tener mi escudo de armas, conforme á la cuarta ad-
vertencia, por el mismo precio señalado allí; pero desearia que com-
prendiera mis cuatro apellidos, que son: CÉSPEDES (Osuna), LOPEZ
DEL CASTILLO ,Islas Canarias), LUQUE (Córdoba) y RAMIREZ DE AGU!-
LAR (Castilla) ..... »


Concluia esta carta dando á los heráldicos minuciosos detalles
genealógicos sobre los cuatro apellidos para demostrar su ilustre
procedencia, que no copiamos por su extension.


(40) Boletin de la Gaceta de la Habana, correspondiente al lunes
12 de octubre de 1868.


(41) SEGUNDA PROCLAMA DE CÉSPEDES.
«HABlTANTES DE BARRANCAS: Ya habeis visto lucir el sol de


nuestra libertad; ya conoceis tambien á nuestros libertadores:
os habl'eis convencido de que no son ladrones ni asesinos, como
el extinguido gobierno español os tenia persuadidos. Vuestras
vidas han sido respetadas, vuestras hnciendas guardadas y
vuestra 40nra elevada á un punto tal que jamás habia al-
canzado. Amad, pues, y respetad á vuestros hermanos, que han
venido á libertaros del yugo ignominioso del tiránico gobierno
español.


Habitantes pacíficos de Barrancas: volved á vuestras casas, ben-
decid el nombre de Cuba libre, servid con todas vuestras fuerz as á
sus defensores, y si por los movimientos de la guerra el enemigo,
que no solo son los soldados del gobierno español, sino todo el
que os indujera á tomar las armas contra vuestros hermanos,
los hijos de Cuba, apartaos con horror de su lado, que encuen-
tren solas vuestras casas, que nadie preste servicios de ninguna
clase, y ostigándolos por todas partes con las armas y el ham-
bre, que no sea dueño sino del territorio que pise. .


Habitantes de Barrancas: os digo adios, hermanos mios, pero os
llevo en el corazon y confiad en vuestro general que ántes de aban-
donar vuestra causa, que todos defendemos, perecerá diciendo: ¡vi-
'Va Cuba! ¡Muera España!


Patria y libertad.-Barrancas, 18, octubre de 1868.-El capitan
general del gobierno libertador, Cárlos Manuel de Céspedes.»


(42) Detallada relacion de un testigo ocular, que poseemos y no
insertamos por su mucha extension.




732 LAS INSURRECCIONES EN CUBA.


(43) Bando del comandante general del departamento del Cen-
tro, D. Julian Mena, de 11 de octubre de 1868.


(44) Decíase en aquella proclama:
«Queremos ser libres é independientes; queremos gobernarnos


por nosotros mismos; queremos elegir á nuestros legisladores, á
nuestros gobernantes y á nuestros jueces; queremos que se nos
juzgue civil y no militarmente; queremos imponernos las contri-
buciones que tengamos por conveniente; queremos que el soldado
deje de ser el esclavo de la ordenanza y pase al rango de ciu-
dadano; queremos que el gU,ajiro pueda ir y venir á Cuba sin
licencia del capitan de partido; queremos que el blanco, el negro y
el chino seau iguales ante la ley como lo son ante Dios; queremos
ser lo que unidos á España es imposible que seamos: americanos;
sí, queremos separar nuestro destino del de España como están
separados los intereses, la política y la situacion geográfica de am-
bos paises.»


(45) Publicado en la GACETA DE LA HABANA. En él disponia que
las comisiones militares establecidas por su decreto de 4 de enero
último entendieran en el juicio y fallo de los delitos contra la inte-
gridad nacional en todas sus manifestaciones y que en la tramita-
cion de las causas se observara los términos breves y perentorios
marcados en las ordenanzas del ejército.


(46) El articulado de la proclama de Céspedes decia así:
«Artículo}.o Todo el que sirva de espía 6 práctico á los solda-


dos de la tiranía, así como los que facilitasen cualquiera clase de
recursos, serán juzgados por un consejo de guerra verbal y ejecu-
tados militarmente.


Art. 2.° Serán juzgados y castigados en la misma forma los
soldados y jefes de las fuerzas republicanas que, faltando á su sa-
grada mision, incendiasen, robasen ó estafasen á los ciudadanos
pacíficos, así como los que introdujesen en las finca;:;, ya"sea para
sublevar ó ya para cxtraer, sus dotaciones de esclavos.


Art. 3.° Todos los cubanos y peninsulares establecidos en este
territorio que forzados ó voluntariamente estén sirviendo al enemi-
go, serán amplia y generosamente indultados si se presentasen es-
pontáneamente á cualquiera de las autoridades republicanas.


Art. 4.° Serán asimismo perdonados los soldados del ejército
que se presenten voluntariamente á los comandantes y jefes de
nuestras fuerzas, á los cuales, terminada la guerra, se les dará la
propiedad de un lote de terreno para que se dediquen á las faenas
agrícolas.


Art. 5.° Todo cubano ó peninsular residente en cste territorio
que no pertenezca á las fuerzas organizadas de la repúbli.ca y co-
metiese los delitos de robo, incendio ú otro de semejante gravedad,
será entregado á las autoridades civiles, que lo juzgarán y castiga-
rán con arr~glo á la legislacion vigente.»


(4'1) CUBA CONTRA ESPA~A, por D. Vicente García Verdugo.-
Madrid, 1869.-Páginas 52 y siguientes.


(48) Idem.-Páginas 60 y 61.




NOTAS.-CAPÍTULO V 733


(49) Idem.-Páginas 62 y siguientes.
(50) Carta que se inserta en la misma obra.
(51) Telégramas entre los ministros de la Guerra y de Ultramar


y el capitan general de la isla de Cuba del 10 al 30 de octubre de
1868.


(52) «(Japitarlía general de la S. F. isla de (Juba.-B. M.-S.:c-
cíon 5. a-Las noticias sobre la partida levantada en la jurisdiccion
de Manzanillo están todas contestes en que se ha dividido en pe-
queñas fracciones para eludir mejor el encuentro de las fuerzas
que la persiguen, siendo las Tunas el punto hácia el cual se han
dirigido los corifeos de ese escandaloso y desdichado movimiento
con los pocos que por fanatismo ó por otras causas ménos inocen-
tes se han adherido con más calor á la deplorable calaverada.


El capitall gencral, en su anhelo de quitar pronto ese pretexto á
los que se dedican á invenciones alarmantes, aunque absurdas, ha
dispuesto se ocupe militarmente todo el territorio perturbado, y á
este fin ha hecho salir unas compañías de infantería con un escua-
dron de caballería con destino.á las Tunas y Manzanillo, con lo
cual puede darse por terminado ese ridículo y criminal intento en
el cual llevan arrastrados por la fuerza IÍ varios paisanos que han
empezado á presentarse.


El resto de la isla está en perfecta tranquilidad.
y de órden de S. E. sC hace insertar en la GACETA para que el


público sepa á que atenerse.
Habana, 18 de octubre de 1868.-P. O. del coronel jefe de


E. M. interino, el teniente coronel 2.° jefe interino, Antonio Ortiz.»)
(53) En aquella comunicacion del regente de la Audiencia de


Puerto-Príncipe D. José María de Villanueva, se decia que los in-
surrectos proclamaban á Cuba libre y. que, unidos blancos y negros,
recorrian las jurisdicciones de Manzanillo, Bayamo, Tunas y Hol-
gUillo


(54) Sobre esta fiesta public6 la revista literaria titulada la
CARTERA CUBANA (tomo 1, correspondiente al segundo semestre de
1838) un curioso artículo á las tortillas de San Rr¡fael, atribuido á
D. José Victoriano Betancourt.


(55) CUBA, ESTUDIOS POLíTICOS, por D. Cárlos de Sedano ya cita-
dos, páginas 3,57 á 363.


(56i Hoja repartida profusamente en Madrid como procedente <le
LA JUNTA CUBANA, firmada por D. José Joaquin de Arrieta, como
presidente, y por varios otros cubanos y peninsulares.


(57) Discurso pronunciado en el Senado por el ministro de Ul-
trltmar el miércoles 12 de julio de 1871.


(58) Publicadas en la Gaceta de Madrid con fecha 19 y 25 de oc-
tubre ele 1868. .


(f>9) Circular del ministro de Ultramar, D. Adelarao Lopez de




734 LAS I~SURRECCIONBS EN CUBA


Ayala, á los gobernadores capitanes generales de las provincias ul-
tramarinas:


«Excmo. Sr.: El alzamiento nacional, propagado con espontánea
rapidez desde la bahía de Cádiz hasta las playas de San Scbastian,
no se ha llevado á cabo en beneficio exclusivo de los habitantes de
la Península, sino tambien de nuestros leales hermanos de Ultra-
mar, que, al escuchar el eco de nuestra victoria, sienten próximo
el momento de ver realizadas legítimas esperanzas y nobles aspi-
raciones, en nada opuestas á su íntima union con la metrópoli,
antes bien engendradas por el deReo de renovar, fortalecer y estre-
char los antiguos vínculos entre los apartados territorios que cons-
tituyen la nacion española.


Oomprendiendo el gobierno provisional que la extension de 10i!!
principios proclamados por la revolucion debe ser proporcionada á
su intensidad, no ha vacilado en declarar en su manifiesto de an-
teayer que las provincias ultramarinas gozarán las ventajas de la
nueva situacion é intervendrán eon su inteligente criterio y con su
voto en la resolucion de las árduas cuestiones políticas, adminis-
trativas y sociales, que tanto interesan á la poblacion antillana.
En el documento citado, que recibirá V. E. al mismo tiempo que
esta circular, ha condensado el gobierno los más culminantes dog-
mas de la revolucion consumada, y entre ellos ha dado con leal fran-
queza el debido lug~r á la reforma del régimen de las islas de Cuba
y Puerto-Rico, dignas por su numer-osa, rica é ilustrada poblacion
de adquirir y ejercitar derechos políticos.


La asistencia de los representantes de esos territorios á las se-
siones de la Asaml,Jlea constituyente, con las mismas atribuciones
que los diputados de las demás provincias españolas, no es un he-
cho que carece de preparacion, ni de precedentes en la historia
contemporánea de nuestras vicisitudes políticas. La revolucion de
1808 aceptó este principio: los legisladores de Cádiz lo consignaron
en su generoso Código, y los representantes de Ultramar lo pusieron
en práctica, dando fehacientes pruebas de su capacidad parlamen-
taria.


Desde aquel "tiempo, cada vez que la libertad constitucional
ha reaparecido en nuestro horizonte, la idea ha vuelto á agitarse,
ganando cada dia más terreno, hasta el punto de haber sido convo-
cada en noviembre de 1805 una junta consultiva, elegida en parte
por los ayuntamientos de Ouba y Puerto-Rico, la cual habia de dis-
cutir todos los extremos que abraza la reforma política, ~dminis­
trativa y social de aquellas provincias.


En la exposicion de motivos del real decreto citado, se dá la pre-
ferencia á la reunion de la junta, y no á la admision de los dipnta-
dos de Ultramar en el seno de la representaeion nacional simple-
mente. por una cuestion de método tan arraigado estaba ya en el
espíritu de los hombres de Estado el convencimiento de q ne no
podía tardar el dia en que tornasen asiento en la Oámara popular
los representantes de esas extensas y florecientes comarcas.


Cierto es que, á pesar de estos esfuerzos patrióticos, los pro-
yectos de reformas más trascendentales en el modo de ser de las
Antillas, se estrellaban en un obstáculo insuperable. Era este el
mt. 80 de la Constitucion de 1845, copiado de la' de 1837, que exi-
giendo leyes especiales para los dominios de U1tramnr, los dejaba
fuera de nuestra comunion política y suscitaba una cllestion prévía,
no resuelta en el largo período de 23 años, siempre que se lJreten-




NOTÁS.-CAPíTULO V 735


dio, colocar á Cuba y Puerto-Rico bajo la égida de las garantías
constitucionales.


Hé aquÍ, pues, el ajigantado paso de la revolucion en la vía de
las reformas ultramarinas; destruido aquel obstáculo, seria lógico
retardar el cumplimiento de las promesas y la saíisfaecíon de los
compromisos que los hombres y los partidos liberales de España
han contraído con nuestros hermanos de América. La representa-
cion directa de estos en el cuerpo legislativo y constituyente surge
del alzamiento de setiembre con igual fuerza que los demás dere-
chos: el edificio, cuyos cimientos labró el entusiasmo en 1808, que-
dará coronado en 1868 por la experiencia, la ilustracion y el progreso.


El gobierno estudia la forma electoral más adecuada á las diver-
sidad del estado social en las provincias ultramarinas, y al definirla
tendrá muy en cuenta las naturales diferencias y condiciones de los
habitantes de nuestras Antillas. Dentro de los límites prácticos,
que no le es dado traspasar, el gobierno adoptará un sistema de
eleccion tan ámplio como sea posible; y una vez confundidos en el
seno de la reprcsent,acion nacional los diputados del continente y
dc las i;;las, todos con igual derecho, todos espiLñoles, todos adictos
á la madre pátriiL, unirá aquel cuerpo al magestuoso carácter de una
Asamblea soberana, el venerable aspecto de un consejo de familia.


Creería el gobierno extralimitar los poderes que ha recibido de la
nacíon, y que ejerce durante un breve interregno si dictase por sí
solo cualquier providencia sobre organizacion política, condicion
de la poblacion de color y asiática, y otros árduos problemas plan-
teados en las Antillas españolas, que la representacion del país
está llamada á resolver con el concurso de los diputados de Ultra-
mar. Ilusorio seria el mandato de estos representantes si al llegar
á España y ocupar su puesto en las Córtes encontrasen decididas,
por un poder discrecional y arbitrario, las cuestiones que más afec-
tan á sus comitentes. El gobierno ha podido adoptar y ha adoptado
medidas decisivas en asuntos graves que solo interesan á la Penín-
sula, porgue siendo hijo de la revolucion, sintiendo sus palpita-
ciones y oyendo el clamor de las juntas revolucionarias, ha debido
satisfacer deseos universalmente expresados, pero no puede obrar
de igual manera respecto á esos habitantes que, guiados por su
proverbial cordura y acrisolado patiotismo, saludan la aurora de la
libertad y esperan en actitud serena y reposada el momento de en-
viar á la Asamblea Constituyente los intérpretes de sus esperanzas
v los nalltenedores de sus derechos .
.. Unieamente me considero autorizado para emitir sobre estos pun-
tos una idea general, que V. E. debe inculcar en el ánimo de los
habitantes de esas regiones. La revolncion actual, que se ha captado
las simpatías de propios y extraños por su templanza y su espí-
ritu justiciero, no aplicará á las provincias de Ultramar medida al-
guna violenta ni atropellará derechos adquiridos al amparo de las
leyes; no dará tampoco nueva sancion á inveterados abusos ni á
manifiestas trasgresiones de la ley natural. Acepta en el órden
político todo 10 que tienda á aumentar las in~unidades de las pro-
vincias ultramarinas, sin rebajar los lazos que las unen al centro
de la pátria: admite en el órden social todo lo que conspire á un fin
humanitario y civilizador, pero sin alterar de un modo brusco y oca-
siunado ::i gravísimos conflictos para ella misma la condicion de la
po')laciou agrícola de nuestras Antillas.


Dentro de estas fórmulas tienen nuestros hermanos de allende




73t3 LAS INSUHRECCIONES EN CUBA


el mar una vasta esfera de accion don,ie ensayar tranquila pero
asiduamente sus facultades en la vía del progreso político y social.
La organizacion de sus municipos y provincias, sus sistemas elec-
toral y tributario, sus presupuestos anuales, sus grandes obras
públicas, todo el conjunto de su administracion, se someterá á la.
deliberacion del cuerpo legislativo, del cual serán parte integran te
los diputados cubanos y puerto-riqueños. El gobierno, además,
tiene la ventaja de poseer los importantes datos que suministró á
este ministerio la junta de informacion creada en 1865, y los llevará
á la Asamblea para que puedan servir de guía en la discusion de
las reformas.


Por este medio, y aplicando siempre su criterio previsor y liberal
á todas las cuestiones, no es dudoso que, aun los más difíciles y
trascendentales, se resolverán satisfactoriamente para todos los in-
tereses, cesando un estado excepcional que entraña muchos peligros,
y alcanzando al fin esas islas el grado de prosperidad y grandeza
que por tantos títulos merecen.


Madrid 27 de octubre de 1868.-Adelardo Lopez de Aynla.-Señor
gobernador superior civil de la isla de ... »


(60) En los presupuestos generales de la isla de Cuba pnra el
año económico de 1867 á 1868 figuraban:


Ocho regimientos infantería veterana, á razon de 1.272 pla-
zas de iefes, oficiales y tropa ....................•....


Cuatro batallones de cazadores, á 790 plazas ............ .
Plana mayor de milicias disciplinadas .................. .
Guardia civil infantería .......................... , .. " ..
Dos regimientos caballería, á 537 plazas ....•............
Milicias disciplinadas de Cuba ......................... .
Guardia. civil de id ..............................•.....
Dos batallones artillería de á pie ....................... .
Id. de montaña ....................................... .
Ingenieros. . .................................... , .... .


Hombres.


12.712
3.160


76
626


1.0'14
28


264
1.218


79\)
852


Total. . . . . . . . . . .. 20.809


(61) La exposicion al capitan general, ofreciendo satisfacer los
haberes de 2.000 voluntarios en campaña, la firmaban D. Julian de
Zulueta, D. Camilo Feijóo Sotomayor, D. Francisco Duran y Cuer-
bo, D. Ni~olás Martinez de Valdivielso, D. Ramon Herrera y don
Francisco F. Ibañez.


(62) Demostraban los camagüeyanos en aquella carta al conde
de Valmaseda su disidencia con los que estaban en el campo, por-
que mientras aquellos pedian la separacion de España, estos se
contentaban con obtener reformas liberales. ¿Seria para adormecer
al general que iba á combatirlos?


(63) MORALES LEMus y LA. INSURRECCION DE CUBA.. Estudio histó-
rico, por Enrique Pineyro, pág. 69.-Nueva-York, 1871.


(64) Telegramas entre el capitan general de la isla y el ministro
de la Guerra, de 26 y 30 de octubre y 1.0 de noviembre de 1868.




NOTAS.-CAPÍTULO V 737


(65) Despachos de nuestro representante en los Estados-Unidos
á los ministros de Estado y de Ultramar de octubre y noviembre de
1868.


(66) Idem del 7 de noviembre de id.
(67) Comunicacion de 10 de noviembre del mismo año.
(68) Comunicacioll del comandante general del departamento


del Centro al capitan general de la isla, fechada el 2 de noviembre
de 1868.


(69) Telegramas del gobernador de Barcelona al presidente del
Gobierno provisional, relativos al indulto de los insurrectos en las
Antillas.


(0) Hoja que, con el título de LAS PROVINCIAS DE ULTRAMAR,
publicó D. Nicolás Azcárate en 21 de octubre de 1868.


(71) Carta de D. Cárlos de Borbon que calcada y autografiada se
publicó por Enrique Piñeyro en su libro titulado MORALES LEMUS y
LA REVOLucrON DE CUBA.
~Estimado Aldama: Con esta fecha he tenido á bien nombrarte go-


bernador civil de la isla de Cuba. Es mi ánimo que este nombra-
miento sea la garantía para esos pueblos, de mis buenos deseos há-
cia ellos.


Si yo hiciera un manifiesto á los españoles, seria. un memorial á.
los hombres de Alcolea; mi dignidad y mi corazon me lo prohiben.


Llevar los principios proclamados por la civilizacion á las Anti-
llas españolas, está más en armonía con miS sentimientos, que ha-
cer programas d3 libertad á los que cn la Península, á nombre de
todas ellas, ejercen todas las tiranías.


Nombrado por mí, vircy de las Antillas españolas el ilustrado ge-
neral Lersundi, ayúdale con tus influencias, con tus relaciones y tu
decision á llevar á cabo los dos pensamientos que deben desarrollar
las riquezas y el bienestar moral de ese país, con gran contento J'
provecho rle la metrópoli.


La abolicíon de la esclavitud en un plazo y forma, que no perju-
dique á los intereses creados, y de acuerdo con los notables del país.


La administraeion auton6mica más conveniente al buen órden y
régimen de ese vireinato.


Recibe la epxresionde afecto con que te distingue tu rey.-Cárlos
de Borbon.


París, 31 de octubre de 1868.»
Contestacion de Aldama.
~Señor: Ha llegado á mis manos la carta que ha beis tenidó á bien


dirigirme, en que, para determinado caso, me conferís un destino pú-
blico de import.ancia, asociándome al efecto á un ilustre general,
ti quien respeto y considero entre mis amigos personales, por más
que difieran uuestras opiniones políticas y nllest~a .ma.nera. de apre-
ciar en el presonte y para el futuro los aconteCimientos que se su-
ceden en esta isla y en España.


Sorprendido por In. distincion que habeis querido hacerme, y que
no podia esperar yo, en la oscuridad de mi nombre y de mi vida mo-
desta, no he dudado, sin embargo, presentarme á la persona desig-


TOMO II 47




738 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


nada (general Lersundi), antes para cumplir con el caballero yel
amigo, que con el deseo de posesionarme de datos, ó de penetrar
secretos que mi conciencia rechazar pudiera.


El general reconoció la autenticidad del pliego; pero absteniéndose
con franqueza y cortf!sÍa de abrir discusion sobre el asunto, me re-
dujo á la imposibilidad de apreciar los proyectos, que puuieran lle-
var esta isla, con cuyo porvenir estoy tan profundamente identifica-
do, al goce de las libertades y derechos de que hace tiempo se en-
cuentra despojada.


La oferta que haceis de ellos á Cuba, en la carta que tengo la hon-
ra de contestar, hubiera hallado acogida ántes de ahora en una po·
blacion que siempre ha aspirado á la autonomía del país, como me-
dio de armonizar la uníon y la metrópoli con su propia eonservaeion
y prosperidad. Desgraciadamente las circ¡¡nstancias kan cambiado, y
fatigados los unos, desengañados los otros, exasperados muchos y
descontentos todos, una parte considerable de los habitantes se ha
lanzado á la pelea y busca en el éxito de las armas la libertad y las
garnntías que no ha podido obtener á fuerza de resignacion, en
treinta años de sufrimientos, bajo el poder de los diferentes partidos
que hau dominado en España.


Cuál sea el resultado tinal ue las luchas, aquí y en la metrópoli,
no es dable á la impcrfcccion del hombre prever. Vos J!odreis llegar
1Í. ocupar el trono de vuestros antepasados, y C.ul¡a puede continua?·
siendo el mas bello floran de la corona de Castilla; si así sucediera,
mis deseos serán que la madre pátria recobre su antigua grandeza,
y que tan pronto como subais al trono, cumplais vuestros espon-
táneos propósitos respecto de esta isla, en lo cual hareis un acto
glorioso.


Perdonad, señor, que al amparo de la misma deferencia con que
habeis querido distinguirme, sea eco de los sentimientos de su país
un hombre sin ambicion personal, pero que, invitado á servir á su
pátria, cumple el deber de no disimular la veruad, en momentos en
que la pátria misma espera que todos sus hijos la proclamen.-Nli-
guel de Aldama.-Habana 7 de diciembre de 1868.»


(72) Comunicacion uel mi nistro de Ultramar al capitan general
de 13 de noviembre de 1868.


(73) TELEGRAMA.-~fadrid.-Dated-Cable, 11 diciembre 1868.-
Reccived at Hayana :-l,:10.-Sres. Jos6 Morales Lemus y Julian
Zulueta.-13aneo de San José.-J\Iercarleres 28.-Habana.-Parn
publicarse en toda la isla.-Cubrtnos y peninsulares se han reuni-
do aquí bajo un pensamiento comun de Cuba liberal españo-
1a.-8e han presentauo al general Dulce, y han salido muy satis·
fecho::;.--El general Dulce va autorizado á modificar el impuesto
y á gobernar con el país y con un criterio liberal, reservando cons-
titucion definitiva á las Córtes.-Dará una amnistía general, si se
deponen las armr.s.-¡Viva España con honra!-¡Viva Cuba libe-
ral española!


Por la reunion.-Arrieta.-Emilio Brabo.-Calisto Bemal.-Mar-
qués Yamyabo.-Mignel Rodriguez Vera.-J os6 Espelius.-Benavi-
des.-Nicolás Azdirnte.- Freyre.- Andrade.- ~foDtellegro.- Del
Valle.-Pastor y Polo.-Izarraga.


nfadrid.-El jefe del servicio, Arantave.




NOTAS.-CAPíTULO VI 739


(14) Una de ellas, dirigida á los ESPAÑOLES PENINSULARES RESI-
DE:NTES EN LA ISLA DE CUBA, se recogió el18 de noviembre, atribuyén-
dose su orígen á los autónomos.


(75) Solicitud ó protesta de adhesion de los camagüeyanos al
Gobierno provisional de 13 de noviembre de 1868.


\16) Comunicaciones del capitan general de la isla de Cuba al
ministro de Ultramar del mes de noviembre de 1868.


(77) Orden de 19 de noviembre del mismo año, publicada en ht
GACETA DE L'A HABANA.


(78) Idem de 20 de noviembre, id. id.
(79) Comunicacion de la misma fecha.
:80) Idem del capitan general al ministro de Ultramar de no-


viembre del mismo año.


(81) MORALES LEMus y LA REVOLUClON DE CUBA, estudio' histórico
citado, por Enrique Piñeyro, págs. 72 y 73.


CAPITULO VI.


(1) Figuraban en el pastl.je el capitan general de Cuba, D. Do-
mingo Dulce; el eapitan gen!!ral de Puerto-Rico, D. José Laureano
Sanz, COIl dos hijos y ayudantes; el obispo de la Habana, D. Fray
Jacinto ;yL Martinez y Sacz; el director de administrncion, D. Nar-
ciso de la Escosur:J.; el gobernador político de la Habana, D. Dioni-
sio Lopez Roberts; los cO.!1sejeros de administracion, D. Juan Perez
Calvo, D. Antonio Ruiz Pastor y D. Ramon Rodriguez Correa; el
jefe de seccion del gobierno superior, D. José Valls y Puig; el ad-
ministrador principal de correos, D. Ramon Lopez de Ayala; los bri-
gadieres Lesca, Campos y Ruiz, gobernadores estos dos últimos de
Matanzas y Pinar del Rio respectivamente, y muchos otros emplea-
dos, entre ellos el autor de este libro.


(2) A pesar del anuncio publicado en la Gaceta, fué muy reducido
el número dc las personas que se presentaron á bordo á darle la
bienvenida á Dulce, escasísimo el entusiasmo por su llegada, y ge-
neralmente fria la recepcion.




'liO LAS INSURRECCIONES EN CUBA


(3) EL BOLETIN DE LA REVOLUCION de 6 de enero de 1869, gue
veia la luz en Nueva-York, publicó con tal motivo artículos dunsi-
mos contra las autoridades españolas de Cuba.


(4) Aquella proclama, fechada en diciembre de 1868, decia: «Un
gobierno republicano debe ser el de Cuba; sus bases, la soberania
del pueblo, la division de poderes, la libertad civil, la abolicion de los
privilegios,» etc., y terminaba con un ¡Viva Cuba independiente!


(5) La proclama dirigida á los LABORANTES figuraba impresa en
N ueva-York; pero procedia de una imprenta clandestina que los di-
sidentes tenian en la Habana.


(6) En un telegrama del 4 de diciembre de 1868 prometia el go-
bierno de la metrópoli enviar inmediatamente cinco mil hombres de
refuerzo, y preguntaba si hacian falta más; pero de ellos apenas
llegaron dos mil á la isla ántes de desembarcar el general Dulce.


r,7) Comunicaciones entre el capitan general y el ministro de Ul-
tramar ds 21 y 30 de diciembre de 1868.


(8) Así lo decia. el BOLETIN DE LA REVOLUCION del 22 de diciembre
de aquel año.


(91 Idem en la misma fecha.
(10) CUBANOS: El Gobierno provisional de la nacíon, en uso de


sus legítimas facultades, ha dispuesto que me encargue, por se-
gunda vez, del mando superior político de esta Antilla, porcion
integrante de la nacionalidad española. Celoso yo del cumplimiento
de mis deberes, he obedecido, sin hacer presen~e siquiera que, por
lo quebrantado de mi salud, era grande el sacrificio que se me
exigia.


Ya me conoceis, no hay peligro quc me intimide, ni obstáculo
q ne me arredre, cuando se trata de vuestro bienestar: no hay res-
ponsabilidad que yo no acepte, por grande que ella sea, si consigo
de ese modo asentar el principio de autoridad sobre la base firme
de la equidad y la justicia.


Cubanos: la revolucion ha barrido una dinastía, y arrancando
de raiz la planta venenosa que emponzoñaba hasta el aire que res-
pirábamos, ha devuelto al hombre su dignidad y al ciudadano sus
derechos. La revolucion, en el ejercicio de su indisputable sobera-
nía, no quiso que, sobre la voluntad de los pueblos, prevalecieran
las imaginarias prcrogativas hereditarias )' tradicionales, y quiere
que la legalidad política y administrativa que ha de fijar para lo
futuro los destinos del país, arranque de las entrañas más hondas
de la sociedad por medio del sufragio electoral. Dentro de poco acu-
direis á los coJmicios y elegireis los diputados que os han de repre-
sentar en las Córtes Constituyentes. Ellos allí recabarán de ese
poder supremo y nacional las reformas que vuestra legislacion exi-
ge, las mejoras que vucstm administracion reclama, los derechos
en el órden moral y político que la civilizacion ha conquistado.
Insulares y peninsulares. todos somos hermanos: reconocemoS un
solo Dios y nos une el lazo de la misma religion. hablamos un
mismo idioma y una misma es la bandera que nos dá sombra. Des-




NOTAS.--CAPÍTULO VI 741


de hoy la isla de Cuba se cuenta ya en el número de las provincias
españolas.


Sin embargo, esta variacion tan radical en vuestra organizacion
, política seria estéril y hasta peligrosa en sus resultados prácticos,
si no la precediera el exámcn público, llera tranquilo, de todo aque-
llo que pueda ser para vosotros remedio de lo presente y esperanza
de mayor engrandecimiento en un porvenir no lejano. De ahí la ne-
cesidad de' esas grandes reuniones electorales que aconseja el buen
sentido y sanciona la costumbre; de ahí tambien la conveniencia
de que los hombres de imaginacion y de saber se consagren á esa
discusion prudente, razonada y fria, que ha hecho de la imprenta
un elemento de vida para las sociedades modernas, Lástima es que
vuestra razon de ser y el respeto á los intereses creados, no per-
mitan el exámen de ciertos sistemas y doctrinas en que tanto se
interesan el progreso y la humanidad. No extrañeis que tan embo-
zadamente os diga mi sentir; hay palabras que manchan el papel
en que se escriben y escaldan l,a lengua que las pronuncia.


La posesiou de esos tres derechos, únicos que os puede otorgar
la prudencia y sabiduría del gobierno provisional, ya constituyen
por sí solos la verdadera libertad política de un país; pero si las
malas nrtes convierten esta noble aspiracion de nuestro siglo en una
bandera de insurreccion ó en un grito de independencia, inflexible
he de ser y duro en el castigo. No hay libertad sin órden y sin res-
peto á las leyes. Quien voluntariamente abandona el terreno legal
con que, por vez primera, se le brinda, es un malvado á quien deben
juzgar los tribunales de justicia.


Insulares y peninsulares, os hablo en nombre de España, en
nombre de nuestra madre. ¡Union y fraternidad! Olvido de lo pasa-
do y esperanza en el porvenir!


¡Viva España con honra!-Habana 6 de enero de 1869.-Domin-
go Dulce.


(11) El telegrama dirigido por Dulce al gobierno en 4 de enero
decia así: «:\1e he encargado del gobierno, capitanía general de esta
>}isla. La insurreccion no adelanta y el espíritu público ha mejora-
»do mucho.>}


(12) Esta hoja circuló dos dias despues de la toma de posesion
de Dulce, y en ella se pedía patria y lióertad.


(13; La estátua de doña Isabel lI, colocada en el centro' del par-
que de su nombre, desapareció en la madrugada. del 6 de enero dll
1869. En su pedestal se colocó luego la de Cristóbal Colon, que es-
taba en el patio del palacio de la primera autoridad de la isla.


(14) La peticio.n se hizo en una carta que Céspedes dirigió tÍ
MI'. W. H. Seward, secretario de los Estados-Unidos de América,
en su nombre, como general en jefe del ejército libertador, y en el
de los miembros de la Junta consultiva de su gobierno. Publicada
en el BOLETIN DE LA REVOLUCION de 26 de diciembre de 1863.


(15) Lo cual pretendió conseguir el caudillo insurrecto con la
siguiente


«MANIFESTACION.
Al aceptar los empleos que los pueblos libres de este departe.-




742 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


mento se han dignado conferimos en el ejército libertador y en to-
dos los ramos del gobierno, no hemos tenido otro objeto que servir
á la causa de la libertad de nuestra patria, sin que por un solo mo-
mento se nos haya ocurrido envanecernos con distinciones y califi-
cativos de ninguna espccie.)\'osotros no somos más que unos sol-
dados decididos á morir defendiendo el estandarte que hemos le-
vantll.do, y solo la necesidad de regularizar nuestro ejército y de
atender á todos los ramos de la administracion públicn. que hemos
instalado, nos hubiera obligado á aparecer ante los ojos de nues-
tros compatriotas con distintivos y empleos que no cuadran á
nuestro carácter ni se ajustan á nuestras aspiraciones.


Por tanto, declaramos con la mano puesta en el corazon que no
queremos imponer nuestro gobierno á ninguno de los demás pue-
blos de la isla, y que estamos dispuestos á sujetarnos á lo que
decida la mayoría de sus habitantes tan luego como puedan re-
unirse libremente para entrar en el goce de su autonomía. Mientras
tanto suceda, seguiremos por el camino de moderacion y de órden
que nos hemos trazado, atendiendo á todas las indicaciones que se
sirven hacernos los partidarios de nuestras ideas y los amantes de
la inuependencia de los pueblos.-Patria y libertad.-Bayamo 30
de octubre de 1868.-El jenerll.l en jefe, Cárlos M. de Céspedes.»


\16) CÁRLOS MANUF:L DE CÉSPEDES, capitan general del ejercito li-
bertador de Cuba y enca1'gado de su gobierno prodsional.


La revolucion de Ouba, al proclamar la independencia de la pá-
tria, ha procln.mado con ella todas las libertades, y mal podria
aceptar la grande inconsecuencia de limitar aquellas á una sola
parte de la poblacion del país. Ouba libre es incompatible con Ouba
esclavista; y la abolicion de las instituciones españolas debe com-
prender y comprende por necesidad y por razon de la más alta jus-
ticia la de la esclavitud como la más inícua de todas. Oomo tal se
halla consignada esa abolicion entre los principios proclamados en
el primer manifiesto dado por la revoluciono Resuelta en la mente
de todos los cubanos verdaderamente liberales, su realizacion en
absoluto ha de ser el primero de los actos q ne el país efectúe en
11S0 de sus conquistados derechos. Pero solo al país cumple esa
realizacion, como medida general, cuando en pleno uso de aq uellos
lierechos pueda por medio del libre sufragio acordar la mejor ma-
nera de llevarla á cabo con verdadero provecho, así para los anti-
g'uos como para los nuevos ciudadanos.


El objeto de las presentes medidas no es, por lo tanto, ni podrá
ser la arrogacion de un derecho de que están lejos de considerarse
investidos los que se hallan hoy al frente de las operaciones de la
revolucion precipitando el desenlace de euestion tan trascendental.
Pero no pudiendo á su vez oponerse el gobierno provisional al uso
del derecho que por nuestras leyes tienen y quieren ejercer nume-
rosos poseedores de esclavos, de emancipar á estos desde luego: v
concurriendo, por otra parte, con ia conciencia de utilizar por ahora
en servicio de la patria comun á esos libertos, la necesidad de acu-
dir á conjurar los males que á ellos y al país podrian resultar de la
falta de empleo inmediato, urge la adopcion de disposiciones provi-
sionales que sirvan ~e regla á los jefes militares que operan en los
diversos distritos de este departamento para resolver los casos que
vienen presentándose en la materia.


Por tanto, y en uso de las facultades de que estoy investido, he




NOTAS.-CAPÍTULO VI 743


resuelto que por ahora, y mientras otra cosa no se acuerde por el
país, se observen los siguientes artículos:


l.0 Qlledau declarados libres los esclavos que sus dueños pre-
senten desde luego con este objeto á losjcfes militares, reservándo-
Sr' lÍ los propietarios que así lo deseen el derecho á la indcmniza-
ejJlJ que la nacion decrete y con opcion á un tipo mayor al que se
fije para los que emancipen más tarde.


Con este fin se expedirán á los propietari::Js los respectivos com-
probantes.


2.° Estos libertos serán por ahora utilizados en servicio de la
patria de la manera que se resuelva.


3.° A este objeto se nombrará una eomision que se haga cargo
dQ darles empleo conveniente conforme á un reglamento que se
formará.


4.° Fuem del caso previsto, se seguirá obrando eon los esclavos
de los cubanos leales á la causa de los españoles y extmnjeros
neutrales de acuerdo con el principio de respeto á la propiedad
proclamado por la revoluciono


5.° Los esclavos de los que fueren convictos de ser enemigos
de la pátria y abiertamente contrarios á la revolucion, serán confis-
cados con sus demás bienes y declarades libres, sin derecho á in-
demnizacion, utilizándolos en servicio de la patria en los mismos
términos ya prescritos.


0. 0 Para resolver respecto á las confiscaciones de que trata el
urtículo anterior se formará el respectivo expediente en cada caso.


7.° Los propietarios que faciliten sus esclavos para el servicio
de la revolucion sin darlos libres por ahora, conservarán su propie-
dao. mientras no se resuelva sobre la esclavitud en general.


8.° Serán declarados libres desde luego los esclavos de los pa-
lenques que se presentaren á las autoridades cubanas, con derecho,
bien á vivir entre nosotros ó á continuar en sus poblaciones del
monte, reconociendo y acatando el gobierno de la revoluciono


9.° Los prófugos aislados que se capturen ó los que sin consen-
timiento de sus dueños se presenten á las antoridades ó jefes mili-
tares, no serán aceptados sin prévia consulta con dichos dueños,
ó resolucion aceptada por este gobierno, seglln está dispuesto en
anterior decreto.


Pátrift y libertad.-Bayamo diciembre 27 de 1813:3.-Cárlos Ma-
nuel de Céspedes.


(17, Telegmma del general Dulce al ministro de la Guerra de 8
de enero de 18139.


(18) Así lo manifestó al ministro de Gltramar en \) de enero.
(19) Orden fjerleral del ejel'cito de 7 de enel'O de 1809.-S01dados,


marinos y voluntarios.-A.l tomar de nuevo el mando de esta isla,
os dirijo mi voz lleno de satisfaccion y complacencia, como se debe
hacer á hombres animados de valor, patriotismo y grande abnega-
cion. Tiempo hace que conozco las relevantes cllalidades q ne os
adorllan. El nuevo sistema de gClbierno que una gran revolucion
ha establecido en nuestra patria introducirá reformas ventajosas
que han de alcanzar á todos, y por consiguiente á vosotros que sois
10:3 guarrladores de sus glorias. Seguid como hasta aquí alIado de
la autoridad, la cual no tiene otra mira que la felicidad de esta pri-




744 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


vilegiada provincia y se desvela por el bien de los que tiene el ho~
nor de mandar.


¡Viva España!-Vuestro capitan general, Domingo Dulce.


(20) EL NEGRO BUENO, periódico semanal festivo político, y lite~
rario, en'su segundo número, correspondiente 11.131 de enero de 1869,
censuraba aquella despedida con ésta redondilla:


«Para un estudio analítico
de la tierra ... el mapa-mundi;
y para ser impolítico
con los cubanos ... Lersundi.»


(21) Publicado en la GACETA DE LA. HABANA de19 de enero de 1869.
(22) Idem con la misma ~cha.
(23) VOTOS DE UN ESPAÑOL, por D. Raman Marta de Araíztegui.


Madrid 1869.-En el apéndice núm. 1.0, págs. 121 y siguientes, se
expresan los nombres y tendencias de aquellos periódicos.


(24) Pocos dias despues de haberse posesionado del mando el
general Dulce, ocurrieron, como consecuencia del descaro que los
ya osados disidentes demostraron al concedérseles las libertades de
la revolúcion, conflictos graves entre los partidarios de España y
los que no se recataban de llamarse sus enemigos. Se acentuaron
los ódios cntre las familias, se pusieron de relieve las enemistades
y hubo públicas disputas de tristes resultados, como la de dos jó-
venes antiguos amigos que, por la política divididos, derramaron
su sangre en medio de las calles de la Habana y provocaron mani-
festaciones alarmantes. La verdadera determinacion de los partidos
se verificó ent6nces.


(25) En aquella funcion, verificada la noche del 9 de enero, cuy!\. '
'concurrencia se compuso en su mayor parte de empleados, no
asistiendo sino muy contadas personas del país, se cantaron al son
del himno de Riego éstos versos que impresos se repartieron pro-
fusamante:


España y Ouba, henchidas
De fraternal amor,
Han de jurarse libres
Eterna y santa union.


Que de la España el triunfo
Oruz6 el inmenso mar,
y dió en la hermosa Ouba
La voz de libertad.


OORO.
Vivan los héroes toaos


De la revolucion,
Vivan los pueblos libres
Qut tienen p'.tz y honor.




NOTAS.-CAPíTULO VI


De libertad querida
Brilló el divino sol,
y nuestra amante Cub!l.
Respira con su amor.


Porque españoles todos
Su fé saben guardar,
Yen el altar se abrazan
De paz y libertad.


CORO.
Vivan los héroes todol


De la revolucion,
Vivan los pueblos libru
Que tienen paz 11 honor.


745


(26) El escándalo promovido en la casa de beneficencia y comu-
nicado á todo el barrio de San Lázaro, obligó al gobernador polí-
tico de la capital á adoptar algunas medidas para restablecer la
tranquilidad y evitar que los desmanes se repitieran.


(27) DECRETO DE AMNISTIA.-«Ol vido de lo pasado y esperanza en
el porvenir:» Estas palabras, por mí escritas y firmadas, envolvian
una promesa, á cuyo cumplimiento me obligaban el respeto á la
autoridad y la rectitud de mi conciencia. Era prudente, sin embar-
go, ántes de realizarla, el exámen de todas y de cada una de las cir-
cunstancias que produjeron esta situacion difícil por que atraviesa
hoy la provincia de Cuba. El exámen hecho y eljuicio formado, na-
tural es que entre yo el primero en una senda que amalgame todos
los intereses, que concilie todas las ambiciones legitimas, que abra
un ancho y despejado horizonte al patriotismo de todos.


Si á impulsos de un sentimiento que calificará la historia en su dia,
y aguijoneados por una de esas resoluciones poco meditadas, en
que la paslOn usurpa su puesto á la prudencia; si por el descrei-
miento de los ménos y la impaciencia de los más, estalló la insur-
reccion en Yara, y se 'turbó, con agresiones violentas, el sosiego y
la tranquilidad de esta provincia española, tiempo es ya de emplear
todos los remedios que pongan término á tanta y tan lamentable
desventura. No importa que en la parte Oriental y Central d~
esta porcion integrante de la nacionalidad española, se tremole to-
davía el estandarte de la rebelion: yo he venido aquí á resolver di-
ficultades de administracion y de gobierno por el criterio liberal, y
seguiré por este camino, hasta el desarrollo completo de la libertad
en sus más necesarias manifestaciones, hasta que se fije sobre un
eimiento sólido el gobierno del país por el país.


Con franqueza lo digo. No será culpa del Gobierno provisional da
18 nacion, ni de la autoridad que en su nombre os ha devuelto ya
importantes derechos políticos, si desgraciadamente continúa por
más tiempo esta lucha fratricida.


En uso, pues, de las facultades extraordinarias de que me ha re-
vestido el Gobierno provisional de la nacíon, decreto lo.siguiente:


Artículo 1.0 Se concede amnistía á todos los que por causa~
políticas se hallen sufriendo condena ó estén procesados y en pri-
sion, los cuales serán puestos inmediatamente en libertad y podrán




746 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


regresar á su domicilio sin que se les moleste por sus hechos
y opiniones anteriores á la publicacion de este decreto.


Art. 2. 0 Disfrutarán de igual beneficio TODOS los que depusieren
las armas en el término de cuarenta dias.


Art. 3. 0 Las causas por delitos políticos, cualquiera que sea el
estado en que se encuentren, se considerarán terminadas v se re-
mitirán á la secretaría de este gobierno superior. v


Art. 4.° Los gobernadores y tenientes gobernadores darán cuen-
ta á mí autoridad del cumplimiento de este decreto.


Habana 12 de enero de 1869.-Domingo Dulce.»
Los resultados de la agresion en la calle de las Figurn.s cuyos


detalles publicaron los periódicos, se verán en el curso del libro.


(28 Orden del gobernador político de la Habana de 12 de enero
de 1869.


(29) El prospecto del periódico se circuló profusamente el 14 de
enero é iba firmado por BIas Suarez Candanosa.


(301 «Gqbierno superior político.-Secretaría.-Sr. D. Cárlos Ma-
nuel de Cespedes.-Habana, 14 de enero de 1869.


Muy señor mio: Deseoso yo de que cese una guerra que destruye
todos los elementos de riqueza en esta privilegiada Antilla, he au-
torizado tÍ D. Francisco Tamayo Fleites, que lleva mis instruccio-
nes y toda f. .. i confianza, para que celebre una conferencia con Vd.
Pena da Ip. sangre que se derrama en esta lucha fratricida, ojalá se
encuentre una solucion honrosa para. todos. que devuelva á esta
provincia española el sosiego que tanto necesita.


Sa:uda á Vd. con 111. may.or considera.cion su ~fectísimo seguro
servidor Q. B. S. M., Domingo Dulce.») ,


(31) LA VERDAD HISTÓBICASOBRE SUCESOS DE CUBA.-Folleto ci-
tado,-página 46.


132) «Gl~artel general m la Punta so~"e las riberas del Cauto.-Se-
ñores D. Hortensia Tamayo, D. José de Armas y Céspedes y don
Ramon llodriguez Correa.


Muy señores mios: Es en mi poder la carta que Vds. han tenido
á bien dirigirme con fecha 19 del que cursa, en la cual me mani-
fiestan haber llegado hasta el campamento de lmias en el Cama-
güey, comisionados por el general Dulce para celebrar una confe-
rencia conmigo y entregarme además una carta de di(!ho señor.
Estoy ya en camino para la finca nombrada Ojo de Agua de los
Melones, dondc me propongo efectuar una entrevista con el gene-
ral Manuel Quesada; de modo que pueden Vds. venir hastft ese
punto para tener el gusto de verlos y que cumplan la mision que
se les ha encargado. Me congratulo de que tan dignos patriotas
sean los escogidos por el gobierno de España para hacer la paz con
los libertadores de Cuba; sin embargo de que yo creo que serán in-
fructllOSOS todos los ofrecimientos que nos hagan en el concepto de
que la isla quede bajo el dominio de Es¡>añ1l, porque no hay uno
solo de los soldados del E. ·L. que no esté decidido á morir ántes
que deponer las armas 'y sujetftrse de nuevo á sufrir el yu go de los
españoles. El incendio de Bayamo y del pueblo del Dátil, por los
mismos bayameses, la guerra que estamos sosteniendo con las tro 4




NOTAS.-OAPÍTULO VI 747


pas de Valmaseda, que no nos tratan sinJ como trataban los con-
quistadores de España á los primitivos hijos de este país, la muer-
te de muchos patricios distinguidos, todos los sacrificios que he-
mos hecho para dar al mundo una prueba de que no somos tan
sufridos y tan cobardes como hasta aquí se vino diciendo, son su-
ficientes pruebas para que España se convenza de que no hay po-
der alguno que ahogue nuestras aspiraciones, ni contenga el im-
pulso de un pueblo que solo desea ser libre para entrar de lleno y
con ansia en el pleno goce de sus derechos. Yo tendré el gusto de
dar á conocer á Vds. la ventajosa situacion en que nos encontra-
mos, y mientras tanto se realiza nuestra entrevista, reciban Vds.
las seguridades del aprecio y la más distinguida consideracion de
su afectísimo S. S. Q. B. S. M., Cárlos Manuel de Céspedes.»


(33) LA VERDAD HISTÓRICA SOBRE SUCESOS DE CUBA.-Folleto ci-
tado.-Páginas 47 y 48. Véase tambien CUBA CONTRA ESPAÑA, por
D. Vicente García Verdugo.-Páginas 161 y 162.


(34) LA VERDAD HISTÓRICA.-Citado.-Página 48.
(35) «Capitanía general del E. L. de Cuba.-Excmo. señor don


Domingo Dulce.-Cuartel general en el Ojo de Agua de los Melo-
nes, 28 de elle ro de 1869.


Excmo. Sr.: Es en mi poder la carta que V. E. ha tenido á bien
remitirme por conducto del Ldo. D. Francisco Tainayo Fleites, que
en union del otro Ldo. D. Joaquin Oro y D. José Ramirez Vila, han
llegado aquí encargados por V. E. para celebrar una conferencia
privada conmigo.


Deploro tanto como V. E. que la guerra que los libertadores de
Cuba estamos sosteniendo dé lugar á que se destruyan todos los
elementos de riqueza de que dispone esta privilegiada Antilla; pero
no es culpa mia, Excmo. señor, que en los tiempos presentes ha-
yamos enarbolado en nuestra patria la bandera de la 'la libertad.
Todos los medios los he apurado ya para no usar de represalias;
pero los jefes españoles que han operado y están operando en este
departamento y en el Central, haciendo uso de un vano é incalifi-
cable orgullo, no han atendido absolutamente mis comunicaciones
y han persistido en incendiarlo todo á su paso, destruycndo fincas,
matando animales domésticos para dejarlos en el camino y apodc-
rándose hasta de nuestras mujeres y de nuestros hijos. A esto he-
mos respondido poniendo fuego á nuestros hogares con nuestl'as
propias manos, para hacerles comprender á los que en nada tienen
las prácticas más reconocidas de la guerra entre hombres civiliza-
dos, que no hay sacrificio alguno que nos amedrente para llevar á
debido término la campaña que hemos emprendido.


Repito, pues, que no tengo yo la culpa, ni el ejército que mando,
de que la revolucion cubana concluya con los elementos de riqueza
de este país.


He conferenciado ya con los señores arriba citados; me he hecho
cargo de las instrucciones que V. E. les dió; pero en los momentos
mismos de estarlos oyendo se me comunicó desde Guáimaro haber
sido asesinado por unos voluntarios movilizados, en el Casino cam-
pestre del Camagüey, el distinguido y valiente camagüeyano .
C. general Augusto Arango, que fué allí con un parlamento. Es~.e ;," "~""""""'''',.
hecho escandaloso produjo, como era natural, gran excitacion :\~CA {JJ\,'


,0 "
. ,.


1 .~ ....,
~' Ir; . ~~ \ ,'}f;~W




748 LA.S INSURRIWCIONES EN CUBA


entre nosotros y ha dado lugar á que ningun patriota se preste á
entrar en tratados con el gobierno que V. E. representa.


Sin embargo, reuniré los principales jefes, así militares como
civiles, de esta república á fin de dar á V. E. una respuesta deci-
siva despues de oir la opinion de todos sobre el particular.


Soy de V. E. con la más distinguida consideracion, su afectísi-
mo, Cárlos Manuel de Céspedes.»


(36) Se publicó aquel manifiesto en el periódico LAS DOS REPÚ-
BLICAS, que veia la luz en los Estados-Unidos.


(37) Véase la nota primera del capítulo VII.
(38) Comunicacion del comisario de policía al gobernador políti.


ca de la Habana. Los periódicos nacidos de 1!J, libertad de imprenta,
y más detalladamente EL ESPECTADOR LIBERAL del 23 de enero,
publicaron descripciones del motin.


(39) Segun datos oficiales, los acontecimientos de la noche del
22 de enero produjeron cuatro muertos y varios heridos.


(40) HABANEROS: Anoche se ha c<9metido un grande escándalo,
que será castigado con todo el rigor de las leyes.


Algunos de los trastornadores del órden público están en poder
de los tribunales.


Ciud.;:Ldanos pacíficos, confianza en vuestras autoridades: defen-
sores todos de la integridad del territorio y de la honra nacional, se
hará justicia, y pronta justicia.


Habana 23 de enero de 1869.-Domingo Dulce.


(41) Oficio del concejal del ayuntamiento de la Habana D, José
Ramon Betancourt, que presidia la funcion del teatro, al goberna-
dor político de la Habana, fechado el 25 de enero de 1869.


(42) Comunicacion del 30 de enero de 1869.
(43) El gobierno se conformó con este acuerdo mientras la guer-


ra no terminase.


~44) La oferta de mayores refuerzos se hizo por el gobierno en 15
de enero.


(45) La circular se publicó en la GACETA DE LA HABANA con fechft.
30 de enero.


(46) Publicada en el mismo periódico oficial.
(47) Tal era el optimismo de aquel gobernante ó la tenacidft.d en


querer persuadir de que su política era buena.


(48) Citada ya en la nota 42 de este capítulo.
(49) El presidente de la junta revolucionaria de Cuba estable.


cid!!. en Nueva-York, D. José Morales Lemus, sabido es que er!!. el
&bogado de la condesa de Santovénia, esposa del general Dulce; J




NOTAS. -CAPÍTULO VI 749


otros de los principales .conspiradores, asistentes constantes á su
tertulia.


(50) Publicada en la GACETA DE LA HABANA de aquella fecha.
(51) Varias versiones se han dado á la palabra laborante yexpli-


caciones distintas en diferentes circunstancias; pero la más cerca-
na de la verdad es, en nuestro concepto, la que vamos á exponer.
Durante el mando del general Serrano se publicaba en la Habaha
LA REVISTA HABANERA, inspirada por el constante reformista don
Nicolás de Azcárate, en la cual D. Juan Clemente Zenea, ejecutado
en 1871 por insurrecto, publicó un artículo con el título de Labore-
mus, dirigido á estimular á sus compatriotas á que trabajaran en
favor de la ilustracion, como principio de la emancipacion política.
Cuando el periódico EL PAIS continuaba en 1868 la propaganda re-
formista é independiente de EL SIGLO, se publicó por el redactor
Merchan otro artículo con aquel mismo epígrafe, el cual sirvió á la
Junta de Nueva-York. presidida entónces por Macías, para dar nom-
bre á una junta revolucionaria titulada Los LABORANTES, que por
encontrar dificultades para su entrada en la isla se envió algunas
veces como paquete de corres~ondenci!l. oficial á las oficinas de la
Habana, donde un empleado, a espaldas de las autoridades, recogía
los ejemplares y procura ba que llegasen á su destino.


Desde aquella fecha se aplicó el nombre de laborantes á todos los
que conspiraban ó hacian en las familias opinion favorable á los di-
sidentes, y así es como se entiende en el dia esta palabra en las An-
tillas españolas.


(52) Una de aquellas fué la circulada en 30 de enero, que el titu-
lado brigadier insurrecto Luis Figueredo dirigió A LOS SOLDADOS
ESPAt'fOLES llamándoles á su causa.


153) Proclll.ma¡¡ recogidas á fines de enero, una con el epígrafe de
¡ALERTA, CUBANOS! autorizada por EL DEPARTAMENTO OCCIDENTAL,
Y otra dirigida AL PUEBLO, Y firmada por Los CUBANOS, que recha-
zaba toda conciliacion y declaraba guerra á muerte á España.


(54) Proclama circulada el mes de febrero, dirigida por E L DE-
PARTAMENTO OCCIDENTAL Á LOS ESP.A.t'fOLES PENINSULARES RESIDEN-
TES EN LA ISLA DE CUBA.


(55) Muy natural erli que el ministro de Intramar creye::;e las
ILfirmaciones del general Dulce yasí se lo manifestara, como lo hizo
en 23 de enero de 1869.


(56) Orden general del dia 20 de diciembre de 1868, dirigida á sus
!IOldados por el conde de Valmaseda. Publicada en los periódicos.


(57) En esto seguimos la narracion del DIARIO DE UN TESTIGO DE
LAS OPERACIONES SOBRE LOS INSURRECTOS DE LA ISLA DE CUBA, lleva-
das á cabo por la columna á las órdenes del Excmo. señor conde de
Valmaseda, escrito por D. Teodorico Feijóo y de Mendoza. Habana,
imprenta militar, 1869.


(58) Idem, páginas 49 y siguientes, y la del periódico EL MORO
MUZA en una hoja circulada en enero de 1869.




750 LAS INSURREOCIONES EN CUBA


(59) DIARIO DE t:N TESTIGO, etc .• pág. 60.
(60) En la GAGETA DE LA HABANA de aquella fecha.
(61) Comunicacion de Cárlos Manuel de Céspedes al ciudadano


general Pedro Figueredo, fechada en su cuartel general de El Ojo
de agua de los Melones, de 30 de enero de 1869.


(62) EL BOLETIN DE LA REVOLUCION, ya citado como órgano de
los disidentes cubanos, trascribia en 13 de enero de 1869 el mani-
fiesto que, sin duda por encargo, publicó el periódico ST.iNDAY NEWS.


CAPíTULO VII.


(1) El concejal D. Antonio Fernandez Bramosio, en una hoja fir-
mada por él, impresa y fechada en ~ueva-York el13 de febrero de
1869, negó terminantemente «que el salvo-conducto se le concediera
»merced á importantísimas revelaciones que hizo de los planes de
»los perturbadores,» y dijo respecto de él: «Habiendo llegado á mi
»noticia que me hallaba en peligro de ser reducido á prision, la que
»ejecutada en aquella circunstancia en que no imperaba la justicia,
»sino las pasiones, me hubiera conducido irremisiblemente al sacri-
»rlcio, decidí ausentarme de la isla, y algunos amigos íntimos, per-
»sonas de la mayor consideracion y respeto, convencidos de mi ino-
I)cencia, entendieron que debia hacerlo con pasaporte y fueron á so-
»licitarlo, habiéndoseles dado dos salvo-conductos, uno para mí y
»otro para un individuo que, tan inocente como yo, corria mi misma
»suerte.»


Confirmando la lealtad de Bramosio á la cattsa insw'I'ecta, publicó
el Dr. J. G. Havá, en elperi6dico LAS Dos REPÚBLICAS, un comuni-
cado fechado en Nueva-Orleans el 28 del mismo mes de febrero.


(2) Bando del gobernador político de la Habana publicado en la
GACETA de14 de febrero de 1869.


(3; Así lo particip6 el capitan general de la isla al gobierno de
Madrid en 8 de febrero.


(4) El:gobierno contestó al capitan general que creia necesaria la
suspension de las garantías y que la resistencia fuese á todo trance.


(5) Las citaciones para aquellas juntas se publicaron en la GA-
CET A de la capital.




NOTAS.-CAPÍTCLO VII 7~1


(6) El ministro de Ultramar notició el acto al capitan general en
11 de febrero, manifestándole que habia sido calurosamente victo-
reada la monarquía.


(7) En el mismo telegrama pidió material para un regimiento de
artillería de montana que hacia necesaria la permanencia de las
partidlls insurrectas en las jurisdicciones de Villaclara, Cienfuegos
y Colon.


(8) Gobierno superior político de la siempre .fiel isla de Cuoa.-El
plazo fijado por mi decreto de 12 de enero espira el dia 20 de es-
te mes.


El Gobierno provisional de la nacion quiso dar ejemplo de tole-
rancia y de concordia, y fué cl primero en proclamar, con los prin-
cipios salvadores de la revolucion de setiembre, una nueva era de
reconciliacion y de olvido. yo así lo dije en su nombre, y á mis pa-
labras fueron muchos los Insulares, que comprendiendo el verda-
dero y legítimo interés dc la patria, aceptaron el honroso beneficio
de una medida, que á más de proporcionarles bienestar y reposo en
el seno de sus familias, auguraba el término de una lucha, para
ellos desesperada y estéril.


Los trastornadores, sin embargo, del órden público; aquellos que
fian su importancia presente y su medro futuro en la inevitable
destruccion y aniquilamiento necesario de la tierra en que nacie-
ron, y otros que procuran retardar de esa manera la accion de los
tribunnlns (le, jllsticia, ¡ojos de cesar en ellas, redoblaron sus astu·
tas mallllinaciones con el criminal propósito y deliberado fin de co-
locarme en la dolorosa alternativa, ó de permanecer indiferente y
tibio en presencia de los proyectos insensatos que fraguaban, ó de
recurrir á medidas violentas, de viciosa interpretacion siempre, y
que, sohe haber repugnado á mi carácter, hubieran contribuido á
poner en dnda la estabilidad de las concesiones políticas de la revo-
lucion, y el noble deseo y regeneradores impulsos del Gobierno
provisional.


Dcsgraciadamente para ellos han conseguido lo segundo.
Abierto, empero, tienen el camino 'trazado en mi decreto de am-


nistía los insurrectos de Yara y cuantos se encontraban con las
armas CIlla ma[lO el dia 12 de enero; abierto le tienen hasta el dia
20 del presente mes. No así los que hoy, alucinados sin duda por
la imaginaria)' quimérica posibilidad del triunfo, se levantan en
son de guerra, al grito de indcpendencla, incendiando fincas, y des-
truyendo el porvenir de un número infinito de familias. No cuen-
ten esos, ni los que ':e ellos se sirven, como de dóciles instrumen-
tos, con 1ft generosidad del gobierno. Las cuestiones sociales recla-
man eficaces rcmedios y terribles sacrificios. Se han equivocado
grandemente al interpretar como flaqueza lo que ha sido toleran-
cia del gobierno.


La opinion pública en el resto de la naeion española se manifiesta
unánime: la integridad del territorio á todo trance, y el sosiego pú-
blico, corno el mejor cimiento de la libertad política de un país, El
Gobierno provisional contrajo el solemne compromiso de conservar
aquella y el de salvar el sagrado depósito que le encomendó la re-
volncion espanola.


El Gobierno provisional cumplirá tan ineludible obligacion.
Dr:plora, sin embargo, verse compelido, por la mala voluntn,j (;e




752 LA.S INSURRECCIONES EN CUBA


los ménos y la absurda ingratitud de los más, á la adopcion de me-
didas, que no porque las autorice la legalidad de la revolucion, de-
jan de ser contrarias al espíritu de progreso y á la esencia de las
instituciones modernas.


Así, pues, y en uso de las facultades extraordinarias de que me
ha revestido el Gobierno provisional de la nacion, decreto lo si-
guiente:


Artículo 1.0 Cesan por ahora J mientras duren las actuales cir-
cunstancias, los efectos de mi decreto de 9 de enero, sobre libertad
de imprenta.


Art. 2.° Queda restablecida la prévia censura.
Art. 3.° Las causas incoadas ya, seguirán los trámites que


marcan las leyes, con arreglo á las prescripciones del decreto de 9
de enero.


Art. 4.° No se repartirán los periódicos sin el permiso escrito
del fiscal.


Art. 5. 0 No podrá publicarse ningun periódico sin licencia del
gobierno superior político.


Art. 6.° La contravencion á cualquiera de estas disposiciones
será considerada como delito de infidencia y sus autores entrega-
dos á lo~ consejos de guerra.


Habana 12 de febrero de 1869.-Domingo Dulce.
En uso de las facultades extraordinarias de que me ha revestido


el Gobierno provisional de la nacion, decreto lo siguiente:
Artículo 1.° Los delitos de infidencia serán juzgados por conse-


jos de guerra ordinarios.
Art. 2.° Las causas incoadas ya, seguirán los trámites que mar-


can las leyes para los tribunales de justicia.
Art.3.0 Toda agresion de obra ó de palabra contra cualquiera


de los delegados del gobierno será considerada como delito atenta-
torio á la autoridad y quedará sujeto su autor á los consejos de
guerra.


Habana 12 de febrero de 1869.-Domingo Dulce.


(9:1 Para mejor inteligencia del decreto publicado el dia de ayer
(12 de febrero), se hace saber, que bajo la palabra infidencia de
que se hizo uso en el artículo l.0 están comprendidos los delitos
siguientes:


Traicion á lesa nacion.
Rebelion.
Insurrecion.
Conspiracion.
Sedicion.
Receptacion de rebeldes y criminales.
Inteligencia con los enemigos.
Coalicion de jornaleros ó trabajadores y ligas.
Expresiones, gritos, ó voces subversivas ó sediciosas.
Propalacion de noticias alarmantes.
Manifestaciones, alegorías y todo lo demás que con fines políticos


tienda á perturbar la tranquilidad y el órden público, ó que de a1-
gun modo ataque la integridad nacional.


Tambien se hace saber que los robós en despoblado, sea cual-
quiera el número de los ladrones, y en poblado pasando estos de
tres, serán juzgados por los consejos de guerra, lo mismo que los
portadores de armas prohibidas.




NOTAS.-CAPÍTULO VII 753


Lo que de órden del Excmo. señor gobernador superior político
~e inserta en la GACETA para conocimiento general.


Habana 13 de febrero de 1869.-El secretario, José María Diaz,


(10) El celador del barrio del Pilar instruy6 las correspondientes
diligencias el 11 de febrero despues de reconocer el cofre y el saco
de noche que contenialos objetos destinados á los insurrectos, en-
tre los cuales figuraban cuatro carabinas y tres cartucheras con
correajes, procedentes del •. o batallan de voluntarios de la capital.


(11) De la prensa q~e sirvi6 para imprimir proclamas, y de los
demás efectos detenidos, se hicieron cargo los delegados de la auto-
ridad en 21 de febrero.


(12) En tanto, y por carecer de buques menores de guerra paro. la
vigilancia de las costas, autoriz6 Dulce al comandante general de
Marina para que armase los buques de vapor que necesitara, segun
manifest6 al gobierno en 14 de febrero.


(13) Los periódicos de Nueva-York y de Nueva-Orleans excitaban
á los indecisos á hostilizar á España invcntando telcgramas falsos,
desnaturalizando 6 exagerando los hechos y viciando la opinion pú-
blica, que continuaba enviando armas y municiones á los puntos
cercanos á la isla, como Nassau, de donde con frecuencia salian bu-
ques par;lo las costas de Cuba. .


(14) Ell8 de febrero fueron detenidos en el paradero del ferro-clU'-
ril de Jaruco unos j6venes de la familia Armenteros, cuyo apellido
era sospechoso para los leales.


(15) El dia 15 se hizo entender en una enérgica carta á aquel cón-
sul, por el gobernador de la Habana, que limitara sus facultades á
las de un agente comercial y se abstuviese de toda ingerencia po-
lítica.


(16) Gobierno superior político de la siempre fiel isla de Cuóa.-Co-
IDO continuacion del decreto de este gobierno de 9 ele noviembre del
año próximo pasado, he tenido por conveniente disponer queden
cerrados al comcrcio de importacion y exportacion, tanto para los
buques de altura como para los de cabotaje, todos los puertos ó
embarcaderos en que no haya aduana y que se hallen comprendidos
al Este de la farola de Cayo-Bahía de Cádiz por la costa. del Norte J
al Este del puerto de Cienfuegos por la costa del Sur. Los coman-
dantes de los buques de guerra serán encargados de notificar esta
medida á los capitanes 6 patrones de las embarcaciones que actual-
mente se encuentren en camino con direccion á alguno de aquello~
puntos para que puedan dirigirse á los puertos más inmediatos al
de su destino en donde haya aduana.


HabaIla 18 de febrero de 1869.-Domingo Dulce.


(17) En aquel telegrama se le encarg6 tambien al capitan general
que diese al gobierno parte diario de los sucesos de la isla.


ilS Manifestacion hecha por el capitan general á los ministro"
de la Guerra y de Ultramar en 21 de febrero.


TOMO Ir




754 LAS INSURRECCIONES El( CUBil.


(19) Idem del ministro al general en 22 del mismo febrero.
(20) La fisealizacion de la prensa local y de la exterior puede de-


cirse que se sometió entónces al gobernador político.


(21) Aquel suelto decia así:
«Espiró ya el plazo que se señaló en el decreto de 12 de enero á


los que estaban con las armas en la mano.
Nadie puede aspirar ya á los beneficios de la amnistía, pero los


del indulto alcanzun siempre á todo aquel que abandona las bande-
rQS de una insurreccion y se presenta á las autoridades legítimas
con armas ó sin ellas. La razon y la justicia exceptúan siempre en
tales casos á los cabecillas, á los ladrones, á los incendiarios y á los
asesinos .»


(22) La incalificable proclama dirigida A LA GENTE DE COLOR ter-
miuaba así:


«Concluyamos: ¡,quereis ser libres y gozar los encantos de esta
mágica palabra'? poneos de acuerdo, y á la hora convenida tomad
un puñal en vue"tra mano, el cual no arrojareis hasta haber casti-
gado á los tiranos; nada de compasion, nada de tem(!)r; demostrad-
les quesois hombres por medio de la sangre y del incendio, supues-
to que á «desesperado mal, desesperado remedio,» y entónces
tendremos el mayor placer en estrechar vuestras manos entre las
nuestras con indecible plaeer.-¡¡Guerra, guerra á los tiranos!!»


(23) Sr. Director del DIARIO DE LA MARINA.
Ruego á Vd. se sirva dar cabida en su apreciable periódico al sí-


guiente comunicado. .
El 20 de octubre próximo pasado capitulé en Bayamo, quedando


prisionero de guerra con la guarniciono Durante los tres meses que
me hallé en tan triste situacion se han dicho de mí cosas bien con-
trarias á mi honfl1, bien sea como comandante militar ó ya como
gobernador de aquella jurisdiccion. Muy extraviada está la opinion
pública, y á esta me dirijo á fin de que suspenda todo juicio sobre
mi conducta en Bnyamo, todo cago que me hallo sujeto á un proce-
dimiento militar, cuyo fallo se ha de juzgar en un consejo de guerra
de oficiales generales. Con la conciencia muy tranqmla espero COI!
impaciencia el dia en que se ha de ver que llené cumplidamente mis
deberes como militar, gobernador y buen español.


Solo tengo un gran sentimiento, yes que mientras dure la causa
he de estar con mi espada envainada, cuando tantos deseos tengo
de esgrimirla contra los enemigos de mi querida patria.


Soy de Vd., Sr. Director, con 1!1. consideracion debida, su afectí-
simo S. b. Q. B. S. M.-Juliau de Udaeta y Areehavala.


(24) No tienen fundamento ninguno los rumores que circulan en
esta ciudad, sin otro fin que el de alarmar á las familias. Despues del
dia 20 sucederá lo que hoy sucede. Los tribunales continuarán en
el ejercicio de sus funciones, y únicamente los trastornadores ['el
órden público y los enemigos de la patria estarán expuestos á la
inmediata y severa aplicacion de las leyes, guardadoras y protecto-
ras siempre del hombre honrado y pacílico, cualesquiera que se[tll
sus opiniones. Toda noticia en contrario que circule ofende á la au-
toridad y es una mancha en la proverbial hidalguía española, y 11!.




NOTAS.-CAPiTULO VII 755


autoridad está resuelta á que' se apliquen sin contemplaeion nin-
guna las prescripciones del Código, si, lo que no cree ni espera, hay
insensatos que promuevan trastornos, bajo este ó el otro pretexto,
en la capital de la provincia de Cuba ó en cualquier otro punto, de
la misma. .


(25) Diariamente daba cuenta la policía á la autoridad local de
actos dirigidos á excitar á los españoles armados para promover
conflictos.


(26) En esta forma lo manifestó al gobierno en 15 de febrero
de 1869.


(27) La contestacion se recibió al dia siguiente, 28 de febrero.
(28) El indulto concedido por el caudillo insurrecto decia así:
«Cárlos Manuel de Céspedes, general en jefe del ejército liberta-


uor de Cuba y encargado del gobierno provisional de la misma.
Llega á tal extremo el terror que inspira el despotismo en los


ánimos débiles, que no obstante haber levantado todos los hijos de
este departamento el grito de independencia y derramado ya su
sangre por sostener su grito, no han faltado algunos que, presu-
miendo que la revolucion habia sido sofocada por el solo hecho de
haber entrado el conde de Valmaseda en la incendiada ciudad de
Bayamo, y arrastrados por las astucias y engañosos halagos de
aquel jefe español que los llamaba para que volviesen de nuevo al
seno de la opresion y del oscurantismo, cedieran á sus persuasio-
nes y se acogieran al indulto que el general español Domingo Dulce
ha concedido á todos los libertadores que depongan las armas y se
presenten á las autoridades de su gobierno.


Considerando que la naciente república cubana no debe ser into-
lerante con los que por error ó por debilidad abandonaron un mo-
mento la bandera republicana para acogerse á la del enemigo; con-
siderando que no puede haber un solo hijo de Cuba que se olvide
de que es cubano hasta el extremo de ponerse al lado de nues-
tros opresores para traicionar la causa de la libertad de su patria;
considerando que al abrir sus brazos el gobierno que represento á
esos hijos descarriados para que vuelvan á entrar en la comunion
de los hombres libres, á gozar de los derechos de que no pueden
disfrutar nunca al abrigo de la bandera española, no hace otra cosa
que dem05trar la nobleza de las ideas que lo comunican, en uso de
las facultades que se me tienen concedidas, decreto lo siguiente:


Artículo 1.0 Concedo amnistía á todos los cubanos y extranjeros
residentes en el territorio de la república (lue por cualquier motivo
se hayan acogido al indulto que concediera el gobierno enemigo en
12 de" enero último, COjl tal que se presenten en el preciso término
de treinta dias, á las autoridades y jefes militares de la misma,
bien entendido que los que se presentasen eon armas adquirirán un
mérito para lo sucesivo.


Art. 2.° Todos los pr.ocesados que están sufriendo prision ó con-
denas por causas políticas, scrán puestos inmediatamente enliber-
tr.d, y podrán regresar á sus domicilios sin que se le,~ moleste por
sus hcchos ú opiniones anteriores á In publicacion de esta amnis-
tía, considerándose desde luego como sobreseidas las causas pen-




756 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


dientes que no sean por delitos comunes, las cuales se archivarán
en sus oficinas correspondientes.


Art. 3.° Las autoridades de la república harán cumplimentar
este decreto.


Patria y libertad.
San Hilario, jurisdiccion de Bayamo 27 de febrero de 1869 y se-


gundo de la independencia.-C. M. de Céspedes.


(29) La institucion de la esclavitud, traída de Cuba por la domi-
nacion española, debe extinguirse con ella.


La Asamblea de representantes del centro, teniendo en conside-
racion los principios de eterna justicia, en nombre de la libertad J
del pueblo que representa, decreta.


1.0 Queda abolida la csclavitud.
2.° Oportunamente serán indeinnizados los dueños de los que


hasta hoy han sido esclavos.
B.O Contribuirán con sus esfuerzos á la independencia de Cuba


todos los individuos que por virtud de este decreto le deben su li-
bertad.


4.° Para este efecto, los que sean considerados aptos y necesll.-
rios para el servicio militar, engrosarán nuestras filas, gozando del
mismo haber y de las propias consideraciones que los demás solda-
dos del ejército libertador.


5.° Los que no lo sean continuarán, mientras dure la guerra,
dedicados á los mismos trabajos que hoy desempeñan, para con-
servar en producion las propiedades, y subvenir así al sustento de
los que ofrecen su sangre por la libertad comun, obligacion que cor~
responde de la misma manera á todos los ciudadanos hoy libres,
exentos del servicio militar, cualquiera que sea su raza.


6.° Un reglamento especial prescribirá los detalles de cumpli-
miento de este decreto.


Pátria y libertad.-Camagüey, febrero, 26 de 1869.-La Asam-
blea, Salvador Cisneros Betancourt.-Eduarrlo Agramonte.-Igna-
cio Agramonte Loynáz.-Francisco Sanchez y Betancourt.-Antonio
Zambrana.)}


(30) Así lo manifestaba al ministro de Ultramar en 25 de febrero.
(31) Carta de Luis Figueredo á su querido Perucko de 16 de fe-


brero de 1869 en la cual le pedia para tomarse él mismo el encarflo
de hacer la ejecucion, que le enviase las nueve personas que nom-
braba en la carta y se encontraban en su partida. .


(32) Carta escrita desde el cuartel general de Larga á 20 de fe-
brero de 1869, al tiempo que celebró una conferencia con el cabecill ..
Napoleon Arango.


(33) Orden expedida en el campamento de Nipe á 9 de marzo fir-
mada por el coronel gobernador de Maya Eduardo Cordon.


(34) LA Voz DE CUBA en su número de 29 de marzo de 1869 in-
sertaba aquel documento, que decia así:


«MENSAJE DEL GENERAL CÉSPEDES PIDIENDO SER RECONOCIDO POR
EL PRESIDENTE DE LOS ESTADOS-UNIDOS.


El coronel Stockton, de Pensilvania, ha negado últimamente á




NOTA.S.--CA.PÍTULO VII 757


s~. Mark (Florida), siendo 1?ortador del mensaje en que el general
C~spedes, c?mandante en Jefe de la~ fuerzas insurrectas en Cuba,
pIde al presIdente de los Estados-Umdos, otorgue á su partido los
dereehos de beligerante y reconozca la independencia de Ouba.


Hé aquí el mensaje:
«A S. B. el presidente de los Bstados-Unídos.-Señor: El pueblo


de Cuba, por medio de su gran suprema junta civil, y por conduc-
to de su general en jefe Sr. Oéspedes, desea someter á V. E. las
siguientes, entre otras razones, por las que V. E., como presidente
de los Estados-Unidos, debe acordarle los derechos de beligerante
y el reconocimiento de su independencia;


Porq'ue de los corazones de diez y nueve en cada ve~nte de los ha-
bitantes de la isla de Cuba, se elevan fervientes votos por la victo-
ria del ejercito de la república, y por la sola y exclusiva falta de
armas y municiones este paciente pueblo está sujeto al tiránico
yugo de España. Las masas del pueblo desean unánimemente la
república.


Porque la república tiene ejércitos que cuentan 70.000 hombres,
en el campo de batalla, prestando servicio. Estos hombres están
organizados y gobernados con todos los principios de, la guerra ci-
vilizada. Los prisioneros que hacen-y que hasta hoy ascienden al
triple de los que les ha tomado el enemigo-son tratados bajo to-
dos conceptos como prisioneros de guerra, segun se usa en las na-
ciones más civilizadas del mundo. Esperando ser reconocidos por
los Estados-Unidos, ni en una sola vez han usado la ley del Talion
dando muerte por muerte, aun en los casos más provocativos.


Porque las autoridades españolas, casi invariablemente, han ase-
sinado con crueldad á los soldados del ejército de la república que
se han rendido á ellas, y han publicado recientemente una 6rden
oficial, mandando á las fuerzas militares que en lo sucesivo maten
y asesinen á todo prisionero de la república que se rinda. «Esto de-
be hacerse, dice jovialmente, para evitar incomodidades y vejacio-
nes á las autoridades civiles españolas.» Esto es una afrenta que
las naciones civilizadas del mundo no deben permitir.
Porqu~ los Estados-Unidos es la nacíon civilizada más cercana á.


Cuba, cuyas instituciones encuentran un eco simpático en el cora-
zon de todos los cubanos. Los intereses comerciales y financieros
de ámbos pueblos, siendo casi idénticos y recíprocos en su natura-
leza, Cuba ardientemente apela á su incuestionable derecho para
ser reconocida.


Porque el ejército y la autoridad de la república de Oubo. se ex-
tiende sobre las dos terceras partes del área geográfica de la isla,
abarcando una gran mayoría de la poblacion en todas las partes
de ella.


Porque tiene en construccion una escuadra que escederá en nú-
mero y fuerza á las que hasta aquí han mantenido las autoridades
españolas en estas aguas.


Porque estos hechos plenamente muestran al mundo que este
movimiento no es el de unos cuantos descontentos, sino el grande
y sublime levantamiento de un pueblo, sediento de libertad, y de-
terminado á asegurar con este último esfuerzo estos incuestiona-
bles derechos:-Libertad de conciencia é independencia individua.l.


Permítasenos añadir, con la mayor timidez y sentimiento, que la.
diferencia entre la rebelion en los Estados-Unidos y la presente re-
volucion en Cuba es simplemente que en la primera una pequeña




758 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


minoría se rebeló contra las leyes en cuya confeccion tenia 'Voto y
privilegio de revocarlas, mientras que en Cuba estamos resistiendo
á un poder extranjero que nos oprime, como nos ha oprimido hace
siglos, sin otro recurso abierto á nuestros males que el de las ar-
mas;y nombl'ándosenos sin nuestro conocimiento, voz, ni consejo,
ciudadanos tiránicos de su propio país para mandarnos y comer
nuestro trabajo.


<,Pátria y libertad.»
Aprobado por la Junta. suprema y ordenada su promulgacion


por el señor general Céspedes, comandante en jefe de las fuerzas
republicanas de Cuba.


Cuartel general en el campamento.
Marzo 1.0 de 1869.»


(35) El párrafo á que nos referimos deeia así:
«AMERICANOS FRAUDULENTOS: La instable condicion política de


otros países, ménos af()rtunad()s que el lIuestr(), induce muchas
veces a sus ciudadanos á venir á los Estad()s-Unid()s con el único
propósito de naturalizarse. Obtenid() este, vuelven á su tierra natal
y residen en ella sin manifestar su cambio de ciudadanía. Allí acep-
tan y desempeñan cargos de confianza y h()n()ríficos que s()lo pue-
den confiarse á ciudadanos de la propia nacion. Allí viajan con pa-
saportes que los acreditan de tales ciudadanos, y sol() cuando ocur-
re alguna contienda civil, despues de muchos años de paz, y ven
algun peligro para sus persanas ó sus bienes ó cuand(), por las le-
yes del mismo país, se les obliga al servicio militar, s()lo entónces
hacen públic() su cambio de ciudadanía. Ellos residen de continuo
fuera del territorio de los Estados-Unidos; no contribuyen en ma-
nera alguná á soportar 18,s cargas públicas; rehuyen el cumpli-
miento de todas sus obligaciones como tales ciudadanos, y solo
alegan esc carácter y hacen alarde de él para pedir amparo y pro-
teccion. Por eso he encargado á los agentes diplomáticos y consu-
lares que examinen escrupulosamente tales peticiones de amparo.
El ciudadano de los Estados-Unidos, nacido ó adoptivo, tiene dere-
cho á su decidida proteccion; pero mientras yo tenga que interve-
nir en los negocios públicos, no consentiré que se comprometa ese
sagrad() derecho, c()nfiriéndolo á quien lo solicite con falsos y frau-
dulentos pretestos.»


(36) CUBA CONTRA ESPAÑA, obra citada, páginas 176 y 177, inser-
ta la órden de Figueredo comunicada por Máximo Gomez.


(3'1) Palabras del ministro de ffitramar D. A. L. de Ayala.
(38) Dijo entónces el presidente del poder ejecutivo: «Señores, la


circunstancia triste de haber nacido poco ántes que el alzamiento
glorioso de Cádiz el principio de la insurreccion en Cuba, ha privado
al gobierno de la gloria y de la satisfaccion de dar á las Antillas to-
das las libertades compatibles con su estado social, y de tener aquí
ya á los diputados de ellas para que, ilustrándonos sobre sus aspi-
raciones, pudiéramos todos de consuno dar cuanto necesitaran para
su porvenir, para su bienestar, para su progreso, para su libertad.
Pero el gobierno se propone, cuanto ántes sea posible, hacer que
'Vengan aquí los diputados antillanos, y dotar aquellas ricas pro-




NOTAS.-CAPÍTULO VII 759


vincias de todas las libertades que sean compatibles con la triste
situacion que hoy atraviesa la isla de Cuba. .


Se ha hecho, sin embargo, una prueba. El capitan general fwHa-
cultado por el gobierno para dar una ley de imprenta, para permitir
asociaciones y reuniones, para dar. en fin, otras libertades y fran-
quicias que ya en España existen ámpliamente desde la revolucioD;
pero desgraciadamente aquella digna autoridad ha tenido neeesid1l.d
de suspender estas disposiciones; sin embargo, esto no impfOO'ta;
nosotros queremos la libertad para aquel país, á pesar de que con
t'll acuerdo de las Córtes puedan suspenderse las ga1'antías iáilivi-
duales cuando el interés y el órden público lo exijan.~


(39) El eapitan pertenecía al mismo batallan 1.0 de ligeros.
(40) Aquella alocucíon decia así:
«VOLUNTARIOS: Desoid los consej,:¡s de los malévolos que al con-


templar ya perdida la causa de la insurreccíon, buscan en el des-
contento, en la alarma yen la desconfianza que procuran introducir
en vuestras filas, el medio de hacer estériles los esfuerzos con que
vuestro valor y patriotismo viene eficazmente contribuyendo á ese
gran resultado.


No lo lograrán, porque conozco vuestra ilustracion y vuestras
virtudes; pero deber mio es precaveros á tiempo contra sus insidio-
sos manejos.


El plazo de la amnistía está cumplido; la accion de la autoridad,
ensanchada y fortalecida con las facultades extraordinarias de que
le ha revestido el.gobierno de la nacion. .


Mi decreto de 12 del actual, emanacion de estas, en que se esta-
blecen los consejos de guerra para juzgar los delitos de infidencia,
será inexorablemente ejecutado, así como las penas que ellos im-
pongan á sus autores. Lo Sll'rán del mismo modo las que lGS tribu-
nales ordinarios apliquen por los delitos de que conocen, anteriores
á su publicacion.


Voluntarios: descansad en la rectitud de sus fallos, y no os hagais
eco de los que pretendan manchar la santa causa que todos defen-
demos, con excesos indignos de vnestra cultura y de la fama de no-
hles y e;forzados que habeis sabido conquistaros. Mantened. con la
admirable disciplina que venís observando. el órden y las leyes.


Vamos á empezar una campaña activa y vigorosa contra las tur-
bas que aun asolan los campos y devastan el territorio que no pisan
las tropas, ó no gnardais vosotros.


Union, pues, y disciplina, que es la ley de la fuerza, y fiad en la
autoridad con que representa las patrióticas aspiraciones de todos
vosotros, vuestro general, D?lningo Dulce.-Habana 22 de febrero
de 1869.»


(41) En 28 de febrero decia el capitan general: «La rebelion, con-
»centrándose toda en el departamento del Centro, cuenta con más
»elemel'ltos por la.s condiciones especiales del terreno y el carácter
»duro de sus pobladores. No me inspira, sin embargo, ningun cui-
»dado; tengo la seguridad de dominarla en un breve plazo.~


(42) Cerco y no otra cosa podia llamarse el interceptar frecuen-
temente los caminos las masas insurrectas, impidiendo entrar pro-
visiones en Puerto Príncipe. El autor de CUBA CONTRA ESPAÑA se.




760 LA.S INSURRECCIONES EN CUBA.


lamenta (págs. 290 y 291), de aquel optimismo de Dulce exclaman·,
do: «¡Qué lastima que no fuese cierto lo que con tanta seguridad se
anunciaba!»


(43) EL CRONISTA de Nueva-York se habia presentado siempre
eual se presenta hoy como el primer adalid en la defensa de los in-
tereses españoles, y en tal concepto mereció decidida proteccion de
todos los leales.


(44) El 3 de marzo se prendió un negro por tirar piedras á los
voluntarios y proferir palabras subversivas al pasar por la Calzada
de la Reina el cuarto batallo n de la Habana, que regresaba de
acompañar al sexto de marina, que llegó procedente de la Penín-
sula.


(45) Dos se pusieron en libertad el 6 de marzo.
(46) Es decir, nada importante por lo nuevo, no considerando así


el creciente malestar de la opinion.


(47) Se mandó tambien que fuesen dados de alta uno de los des-
tinados á Fernando Póo que se encontraba en el hospital militar de
la Habana, y cuatro que estaban en el hospital civil, los cuales
compleiaron el número de los 250 deportados.


(48) Aquel dia se temieron algunos otros desagradables sucesos,
dictándose por la autoridad local, como medida preventiva, que á
pesar de estar mandado y acostumbrarse no encender el gas las
noches de luna, se encendiese aquella á primera hora en todos los
puntos de la poblacion.


Los periódicos del dia siguiente al del embarco de los confinados
refirieron los hechos de la plaza de Armas, aunque omitiendo mu-
chos de los detalles que van en el texto.


(49) EL BANQUETE DEL DESTIERRO.
FERNANDO PÓO.


Destino amargo y severo
A tierra extraña nos lanza;
¡Ved el cielo qué sombrío!
No hay un rayo de esperanza.


Mas riamos de las penas;
La espumosa ~opa alzad;
¡Un bríndis por los que han muerto!
¡Un hurra á la libertad!


Tras noche de insomnio fiero
Está la megilla hundida;
Mas pronto el brill!mte vino
Ha de tornarla encendida.


¡Atrás el esplín amargo!
Diáfana la copa alzad:
¡Un bríndis por los que han muerto!
¡Un hurra á la libertad!


Que no haya ..... ni un gemido,
Ni una lágrima siquiera,




NOTAS.-CAPÍTULO VII


Por los héroes que hallaron
Un sudario en su bandera.


¡Oh, cuántas memorias tristes .... !
Mas vuestras copas llennd~
¡Un brindis por los que han muerto!
¡Un hurra á la libertad!


¡Dejad que á la triste madre
Recuerde el alma sombría!
¡Ja, ja, ja, quien aquí espera
Volverla á ver algun dial


La copa alzad: nuestra orquesta
Es la horrible tempestad.
¡Un brindis por los que han muerto!
¡Un hurra á lo. libertad!


Mirad, mirad el pasado:
Fuerza es que la fe sucumba:
¿No veis? ¡Es un cementerio!
¡Cada esperanza una tumba!


Mas nuestras frentes se encienden,
Otra vez la copa alzad:
¡Un bríndis por los que han muerto!
¡Un hurra á la libertad!


Léjos de la pátria el alma
Las emociones destierra:
Muramos sin un gemido
Al emigrar de la tierra.


¡Un brindis para el primero
Que se hunda en la eternidad! .
¡Hurra por los que murieron!
¡Hurrá por la libertad!


761


(50) «Habitantes de la isla de Ouba: Os he cumplido mi palabra.
Os ofrecí justicia y pronta justicia, y la poblacion entera de la Ha-
bana ha presenciado ayer uno de esos espectáculos terribles, que
no porque estremezcan á la humanidad, dejan de ser necesarios en
momentos dados y cuando la traicion levanta una bandera de ex-
terminio.


Dos desgraciados, instrumento tal vez de la perversidad de ocul-
tos promovedores de la rebelion, se atrevieron á prorumpir en
gritos sediciosos, contraviniendo descaradamente, y á la luz del di a,
las disposiciones que rigen. El uno de ellos, contra el que las prue-
bas eran palmarias, ha pagado con su vida su loca temeridad.


¡Y qué momento fué el escogido para tan grande escándalo!
Aquel justamente en que la generosidad del gobierno supremo


de la nacion, por medio de una resolucion violenta, y cuya respon-
sabilidad acepto, ponia en seguridad la existencia de otros mu-
chos, no ménos culpables acaso, pero más astutos, como más
acostumbrados á no soltar prendas que sobre ellos atraigan la
severidad de las leves. .
i~otable ejemplo de criminal ingratitud!
Voluntarios. - Vuestra prudencia ha. sido en el dia de ayer


sólido cimiento del órden público; vuestra disciplina será de hoy
más un vigoroso elemento que robústezca el prestigio nunca menos-
cabado de la autoridad. Al mérito de los SQrvicios militares, que
sin vestir el uniforme del soldado, estais prestando á nuestra pá-




'762 LAS INSURRECCIONES EN CUBA.


tria, añadid desde luego con orgullo el timbre honroso de buenos
ciudadanos, sostenedores de la propiedad y la familia.


España, nuestra madre España, en el difícil y peligroso trance
de una regeneracion inevitable, os lo agradece.


VoluntlHios: Creed en la palabra de un soldado, cuya san-
gre ha corrido muchas veces en defensa de nuestra pátria: todo
por la ley.


No me falte vuestra confianza, y la bandera española, terminada
{lue sea esta lucha de hijos ingratos contra una madre generosa,
tremolará más brillante y esclarecida.


Españoles todos ..... ¡Viva España!
Habana, 22 de marzo de 1869.-Domingo Dulcu


(51) Véase á continuacion la proclama que con motivo de la pa-
rada dirigió S. E. á los voluntarios:


<<VOLUNTARIOS: Las circunstancias difíciles por que atravesaba.
tlsta provincia; amenazadora, si na triunfante, una rebelion inícua;
y la atencion preferente que de mí reclamaba el esta-io de la admi-
nistrncion pública, no me habian permitido, hasta h ¡y, pasar re-
vista á vuestros batallones.


Voluntarios: Mi sorpresa ha sido grande; os felicitü por vuestra
brillante organizacion y felicito á nucstra pátria. porque cuenta en
el número de sus defensores armados á hombres como vosotros
que, si careceis de esos hábitos rudos, que solo se adquierf'n en la
vida de los campamentos, teneis en cambio la costumbre de la dig-
nidad nacional y la conciencia del deber como españoles.


No peligra, no peligrará nunca la integridad del territorio. El
morado pendon de Castilla no se verá jamás atropellado por esas
bandas que buscan, en el pillaje y el incendio, su seguridad pre-
sente y su medro futuro.


Voluntarios: Si algun dio. las circunstancias, ó las necesidades
del momento, os obligaran á abandonar vuestros hogares y á pre-
sentar vuestro pecho descubierto á las balas de los enemigos de
nuestra pátria., os lo prometo desde ahora, á nadie cederá la. honra
de mandaros vuestro capitan general Domingo Dulce.-Habana,23
de marzo de 1869.»


(52) Despachos al ministro de Ultramar de 22 y 23 de marzo
de 1869.


\531 Decreto de 21 de marzo publicado en la GACETA DE LA
HABANA.


(5<1) Los perió~icos de aquellos dias publicaron relaciones con-
formes en un todo con nuestra narracion.


(55) Idem el contenido del despacho de nuestro representante
en Washington respecto de la neutralidad de aquella república.


El decreto destituyendo á Morales Lemus del cargo de consejero
de administracion se public6 en la GACETA. DE LA. HABANA..


(56) En una hoja dedicada al objeto por el periódico EL MORO
Muz A y publicada e14 de abril, se insertaron sonetos al gorrion, es-
critos por los poetas Arizo, Camprodon y Estrella; unas quintillas




NOTAS.-CAPÍTULO VI[ 763


de Manuel del Palacio, y otras composiciones de Muñoz Go.rcía,
Juan de la Viña, José J. Verges y otros.


(57) Con motivo de aquel alboroto se enviaron IÍ. la Península
bajo partida de registro unos pcninsulares.


(58) Las detenidas se restituyeron IÍ. sus rasas con los mayores
miramientos.


(59) Los CONFINADOS Á FERNANDO Póo É IMPRESIONES DE UN VIAJE
Á GUINEA, por Francisco Javier Balmaseda. Nueva-York, imprenta
de la Revolucion, 40 y 42, Broadway, 1869.


(60) Idem, páginas 155 y 156.
(61) EL NOTICIERO DE LA HABANA del 30 de enero de 1869.
(62) Aquellos billetes decian así: INDEPENDENCIA DE CUBA.-JUN-


TA REVOLUCIONARIA DE VILLA CLARA.-Bono. núm ..... série núme-
ro ..... El TeRoro del Estado abonará al tenedor despues del triunfo
de la revolucion (aqui se expresaba su valor en pesos de cinco en ade-
lante) con el cinco por ciento anual. Pátria y libertad.- de


de 1869.-El Tesorero, A. S. García.-El Presidente,
M. G. Gutierrez.-Série ,en la cabeza de los márgenes se ex-
presaba en número el valor'd.el billete yen el márgen izquierdo de-
cia: BONO PROVISIONAL.


(62) Las comunicaciones de Nueva-York de 5 de abril publicadas
en los periódicos de la Habana así lo manifestaban.


(63) Tambien en aquella nota le r~cordaba nuestro representan-
te al ministro de los Estados-Unidos la política de neutralidad pre-
dicada por sus hombres de Estado, y al efecto le trascribia las pa-
labras siguientes de Mr. Charles Francis Adams:


«Siempre que estalle una revolucion, escribia e118 de setiembre
»de 1865 á Lord John Russell, contra el gobierno establecido en el
»país, el deber de los gobiernos que se hallen bajo la obligacion de
1tmantener sus relaciones amistosas y pacíficas con aquel, debe ser
)en primer lugar, abstenerse cuidadosamente de dar ning~m paso que
»pueda eje1·cet· la men()r influencia sobre los resultados de la lucha .
• Siempre que ocurran hechos en los cuales sea necesario interve-
.nir, porque de ellos se desprenda la necesidad de proteger inte-
~reses individuales comprometidos, entónces parece justo y le-
»gal dictar las disposiciones especiales que el caso requiera; pero
»sin que estas vayan más allá de lo que sea necesario. Así, pues, he-
"'chos únicamente, '!I no meras apariencias ni presunciones, son los que
»justifican la acciono Empero aun estos mismos no deben tomarse en
",cuenta más allá de lo que el caso eXija, y se entiende naturalmente
'IIque ka de observarse una ríqida neutralidad en todo lo que se haga .....
»Tal me parece haber sido la política estrictamente observada por
»el gobierno que tengo la honra de representar en la larga lucha
.sostenida entre España y sus colonias en la América del Sur. No
»queda duda alguna hácia que lado se inclinaban las simpatías del
»pueblo americano, y sin embargo, las fechas respectivas que V. E.
»ha tenido la bondad de buscar y de recordar en su nota establecen




764 LAS INSURRECCIONES EN· CUBA


»suficientemente el hecho, de cuán cuidadosamente se evitó toda
»precipitacion al juzgar el resultado de la lucha de los americanos
»del Sur contra la madre patria.»


No trascribimos toda la nota por su extension.


(64) CUBA. ESTUDIOS pOLíTICOS de D. Cárlos Sedano ya citados.
En las páginas 372 y siguientes se refiere lo sucedido en las juntas
celebradas en casa del marqués de Campo Florido.


CAPíTULO vm.


(1) Además se dedicó á la diputacion provincial de Barcelona, y
á todas las que enviaron á Cuba batallones de voluntarios, una
plancha de oro y plata de una vara en cuadro próximamente. En la
dedicada á la iniciadora, que fué Barcelona, se leia esta inscripcion:


«El ayuntamiento de la siempre fidelísima ciudad de San Cristó-
bal de la Habana, compuesto de los señores (aquÍ los nombres del
presidente, veinte alcaldes y concejales.y el secretario), cree de su
deber consignar de la manera más solemne su profundo agradeci.
miento á la Excma. Díputacion provincial de Barcelona y dignos
patricios que más directamente han realizado la organizacion del
BATALLON DE VOLUNTARIOS CATALANES, CAZADORES DE BARCELONA,
que el 25 de marzo del corriente año salió de la ciudad condal y des·
embarcó en esta el dio. 18 de abril, con destiuo á combatir la insur-
reccion y mantener la integridad nacional.


Un acto de tan elevado patriotismo debe grabarse en la memoria
de todos los buenos españoles, como lo está en la gratitud del ayun-
tamiento de la Habana, y trasmitirse á las generaciones venideras
para que las sirva de ejemplo. Intima y eterna ha de ser la union
entre la Península y la Antilla que guarda las cenizas del inmortal
Colon, descubridor del Nuevo Mundo. El pueblo catalan, enviand5>
süs valientes hijos á través del Océano, ha trazado el camino qua
debe seguirse en circunstancias difíciles para que Cuba continúe
Iillendo parte integrante de la heróica nacion española. Habana, oc·
tubre 8 de 1869.


A la Excma. Diputacion provincial de Barcelona, compuesta de
los señores (los nombres del présidente y de veintiseis diputados
provinciales).»


(2) En aquella circular se pedia tambien á los tenientes goberna.
dores nota detallada de todos los que en la insurreccion se hubie-
sen distinguido 80mo principales jefes en el terreno de la accion ó




NOTAS.-CAPÍTULO TIlI 765


como instigadores ó auxiliadores, pues el objeto era empezar por
ellos el castigo.


(3) Orden general de14 de abril de 1869 en Bayamo, circulada en
hojas impresas por el conde de Valmaseda, como comandante gene-
ral de las tropas en operaciones.


(4) Habitantes de los campos: Los refuerzos de tropa que yo es-
peraba han llegado ya; con ellos voy á dar proteccion á los buenos
y castigar prontamente tí: los que aún permanecen rebeldes al,go-
bierno de la Metrópoli.


Sabeis que he perdonado á los que nos han combatido con las ar-
mas: sabeis que vuestras esposas, madres y hermanas han encono
trado en mí una proteccion' negada por vosotros y admirada por
ellas: sabeis tambien que muchos de los perdonados se han vuelto
contra mí. Ante esos desafueros, ante tanta ingratitud, ante tanta
villanía ya no es posible que yo sea el hombre de ayer; ya no cabe
la neutralidad mentida; el que no está conmigo está contra mí, y
para que mis soldados sepan distinguiros, oid las órdenes que
llevan.


Todo hombre, desde la edad de quince años en adelante, que se
encuentre fuera de su finca, como no acredite un motivo justificado
para haberlo hecho, será pasado parlas armas.


Todo caserío que no esté habitado será incendiado por las tropas,
Todo caserío donde no campee un lienzo blanco en forma de ban-


dera para acreditar que sus dueños desean la paz, será reducido á
cenizas.


Las mujeres que no estén en sus respectivas fincas ó viviendas
ó en casas de sus parientes, se reconcentrarán en los pueblos de Ji-
guaní ó Bayamo, donde se proveerá á su manutencion: las que así
no lo hicieren serán conducidas por la fuerza.


Estas determinaciones empezarán á tener lugar desde el 14 del
corriente mes.


Bayamo 4 de abril de 1869.-Firmado.-El conde de Valmaseda. t


(5) La pr9clama de Quesada, poco conforme con la verdad, la pn-
blicó en Guáimaro á 13 de abril de 1869. Puede verse en la obra ci-
tada, CUBA CONTRA ESPAÑA, páginas 262 á 264.


El desaliento de los rebeldes y las presentaciones están confir-
madas en cartas de Luis Figueredo, de 7, 14 Y 19 de abril, que po-
seemos.


(6) Oon el título de A NUESTROS PAISANOS DE LAS JURISDICCIONES
DE BA YAMO, JIGUANf y MANZANILLO, Y con otros epígrafes, se circu-
laron por personas importantes de aquellos puntos numerosas ho-
jas impresas atrayendo á los ilusos al campo leal.


(7) Entre las hojas que entonces circuló el conde de Valmaseda.
poseemos las dirigidas á los HABITANTES DEL DEPARTAMENTO ORIEN-
TAL Y JURISDICCION DE LAS TUNAS, A LOS INSURRECTOS DEL DEPAR-
TAMENTO ORIENTAL Y Á LOS DE LA JURISDICCION DE LAS TUNAS, á los
HABITANTES DE LA ISLA DE CUBA, Y la titulada VERDADES PARA LOS
QUE CREEN MENTIRAS. Todas ellas tenian por objeto atraer al campo
leal á los extraviados.




766 LAS lNSURRECCIO~BS EN CUBA


(8) REPÚBLICA CUBANA.-Constitucion política que regirá lo que
dure la guerra.


Artículo 1.0 El poder legislativo residirá en una Cámara de re-
presentantes.


Art.2.0 A esta Cámara concurrirá igual representacion por ca,..
da uno de los cuatro Estados en que queda desde este instante di-
vidida la isla.


Art.3.0 Estos Estados son; Oriente, Camagüey, Las Villas y
Occidente.


Art.4.0 Solo pueden ser representantes los ciudadanos de la
república mayores de 2ú años.


Art.5.0 El cargo de representante es incompatible con todos
los demás de la republica.


Art.6.0 Cuando ocurran vacantes en la. representacion de algun
estado, el ejecutivo del mismo dictará las medidas necesarias para
la. nueva eleccion.


Art.7.0 La Cámara de representantes nombrará el Presidente
encargado del Poder ejecutivo, el general en jefe, el presidente de
las sesiones y demás empleados suyos. El general en jefe está su-
bordinado al ejecutivo y debe darle cuenta de sus operaciones.


Art. 8.° Ant\:l la Cámara de representantes deben ser acusados,
cuando hubiere lugar, el Presidente de la república, el general en
jefe y., los miembros de la Cámara. Esta acusacion puede hacerse
por cualquier ciudadano: si la Cámara la encuentra atendible, so-
meterá el acusado al poder judicial.


Art. 9.° La Cámara de representantes puede deponer libremen-
te á los funcionarios cuyo nombramiento le corresponde.


Art. 10. Las decisiones legislativas de la Cámara, necesitan pa-
ra ser obligatorias, la sancion del presidente.


Art. n. Si no la obtuvieren, volverá inmediatamente á la Cá-
mara para nueva deliberacion, en la que se tendrán en cuenta las
objeciones que el presidente presentare. '


Art. 12. El presidente está obligado, en el término de diez dias,
á impartir su aprobacion á los proyectos de ley ó á negarla.
• Art. 13. Acordada por segunda vez una resolucion de la Cáma-
ra, la sancion será forzosa para el presidente.


Art. 14. Deben ser objetos indispensablemente de ley: las con-
tribuciones, los empréstito:> púb!icos, la ratificacion de los tratados,
la declaracion y conclusion de la guerra, la autorizacion al presiden-
te para conceder patentes de corSJ, levantar tropas y mantenerlas,
proveer y sostener una armada, y la declaracion de represalias con
respecto al enemigo.


Art. 15. La Cámara de representantes se constituye en sesion
permanente desde el momento en que los representantes del pue-
blo ratifiquen esta ley fundamental, hasta que termine la guerra.


Art. 16. El poder ejecutivo residirá en el presidente de la repú-
blica.


Art. 17. Para ser presidente se requiere la edad de treinta años
y haber nacido en la isla de Cllba.


Art. 18, El presidente puede celebrar tratados con la ratifica-
cion de la Cámara.


Art. 19. Designará los embajadores, ministros plenipotenciarios
y cónsules de la república en los paises extranjeros.


A rt. 20. Recibirá los embajadores, cuidará de que se ejecuten




NOTAS.-CAPÍTULO VIII 767


fielmente las leyes y expedirá sus despachos á todos los emplea-
dos de la república.


Art. 21. Los secretarios del despacho serán nombrados por la
Cámara á propuesta del presidente.


Art. 22. El poder judicial es independiente; su organizacion se-
rá objeto de una ley especial.


Art. 2::1. Para ser elector se requieren las mismas condiciones
que para ser elegido.


Art.24. Todos los habitantes de la república son enteramente
libres.


Art. 25. Todos los ciudadanos de la república se consideran sol-
dados del ejétcito libertador.


Art. :26. La república no reconoce dignidades, honores especia-
les, ni privilegio alguno. '


Art.2'1. Los ciudadanos de la república no podrán admitir ho-
nores ni distinciones de un país extranjero.


Art. 28. La Oámara no podrá atacar las libertades de culto, im-
prenta, reuníon pacífica, enseñanza y peticion, ni derecho alguno
inalienable del pueblo.


Art.29. Esta Constitucion podrá enmendarse cuando la Cáma-
ra unánimemente lo determine.


Esta Constitucion fué votada en el pueblo libre de Guáimaro el
10 de abril de 1869, por el ciudadano Cárlos Manuel de Oéspedes,
presidente de la Asamblea Constituyente, y los ciudadanos dipu-
tados Salvador Cisneros Betancourt.-Francisco Sanchez.-Miguel
Betancourt Guerra.-Ignacio Agramonte Loinaz.-Antonio Zam-
branR.-Jesus Rodriguez.-Antonio Alcalá.-José Izaguirre.-Ho-
norato Castillo.-Miguel Gerónimo Gutierrez.-Arca'lio García.-
Tranquilino Valdés.-Antonio Larda y Eduardo Machado Gomez.


(9) Sin embargo, de los partes de la policía qne recibió el autor,
corno secretario del gobierno político, no resultaban más desgracias
que las expresadas.


(10) Cual la detencion de D. Gabriel Míllet, verificada la mañana
del 10 de abril por uno que se decia teniente de voluntarios de Pi-
nar del Río, cuya arbitrariedad censuró dUl'amente el gobernador
político de la Habana.


(11) El mismo dia 10 faé allanada la 'casa núm. ,83 de la calle
de la Estrella por unos asistentes y ordenanzas de la Sanidad
militar.


(12) HABITANTES DE LA HAB~NA: Es cierto que las comunicacio-
nes que se reciben del teatro de la insurreccion son sumamente sa-
tisfactorias; que los rebeldes huyen á la desbandada, y que la si-
tuacion de los mismos es comprometida y difícil en el departamen-
to Central; pero la lloticia que circula de Céspedes, el incendiario de
vuestras propiedades, el asesino de vuestras familias y de vuestros
amigos se encuentra en el castillo del Príncipe, es una insigne fal-
sedad, inventada por guien tendrá interés en mantener viva In an-
siedad y la Ilgitacion aquí, pl\1'a explotarla en el extranjero en sen-
tido calumnioso y ofensivo á vuestra dignidad, como españoles, y
á la honra de nuestra querida pátria.


El triunfo definitivo de la causa española en Cuba es inevitable,




768 LAS INSURRECClONES El'( CUBA.


es seguro, es inminente. La insurreccion está dominada, está. ven-
cida. \


¡Ay de aquellos que intenten reanimarla!
VOLUNTARIOS: Procurad con la persuasion convencer á los dema-


siado erédulos y á los impacientes. Apoderaos vosotros mismos da
todo el que propale noticias, que por agradables que os sean, pue-
den contribuir á la excitacion y al desbordamiento de las pasiones.


Tened confianza en mí, como la tiene en vosotros completa vues-
tro gobernador, Domingo Dulce.-Habana 12 de abril dE, 1869.


(13) Seguidamente se formaron juntas subalternas obedientes á
las disposiciones de la Central presidida por el gobernador y capi-
tan general de la isla. Para las fincas embargadas se nombraron
inspectores que por órden de 17 de octubre de 1810 fueron subro-
gados por los capitanes de partido con quienes se entendian las
juntas respectivas.


(14) Junta central republicana de Cuóa '!I Puerto-Rico.-Nueva-
York, abril 1.0 de 1869.-Tenicndo en eonsideracion la Junta en una
de sus últimas sesiones que desgraciadamente en medio de la in-
mens"a mayoría patriota y entusiasta de cubanos y puerto-riqueños
existen hombres sin corazon ni conciencia que, sordos á la voz de
la patria, indiferentes al peligro y á los sacrificios de sus hermanos,
y viles adoradores de intereses materiales mal entendidos, sacrifi-
carian tranquilos y satisfechos su propia dignidad y los destin03
del país en que vieron la luz, y presenciarian impávidos y quizá con
alegría la destruccion de todos los patriotas á trueq ue de no ver
perturbados sus especulaciones y goces, ni disminuida la riqueza
que creen disfrutar y de que en realidad dispone y se aprovecha el
tiránico gobierno á que rinden religioso culto: no siendo lo mas cen-
surable que así olviden lo que ásu patria deben, sino que ni siquie-
ra tienen la varonil franqueza de afiliarsc abiertamente entre los
enemigos de Cuba y Puerto-Rico, en cuyo caso, si bien deploraria-
mos su desercion, respetariamos la sinceridad de su conducta; pero
al contrario aspiran á conservar la buena gracia de los dos partidos,
y mientras blasonan de leales con el gobierno español, se jactan
secreta mente de patriotas cuando están entre nosotros, cuidando
mucho de no dar prendas de ninguna especie, porque su objeto es
quedar en bnena armonía con el que triunfe y contar durante la lu-
cha con las consideraciones dc uno y otro beligerante;


se adoptaron por unanimidad las resoluciones siguientes:
1. o Que se vaya formando un registro ó padron por órden alfa-


bético de todos los cubanos y puerto-riq ueños que se encuentran en
circunstancias de prestar auxilios pecuniarios á la causa de la revo-
lucion.


2. o Que sin perjuicio se dirijan esquelas de invitacion para que
contribuyan á tan santo objeto á todos los que se conocen ya como
capaces por sus recursos de prestar esa aylldl\. tan necesaria hoy.


3.° Que se mantenga en el mayor secreto el nombre de los con-
tribuyentes que así lo deseen, si bien se anotará la suma en los li-
bros, dándoles alguna referencia ó contraseña que les permita jus-
tificar en su dia que han hecho ese servicio á la patria, á cuyo efec-
to llevará., además, el presidente de la junta un cuaderno reserTado
v para todos secreto de esas referencias ó contraseñas .
. ' 4.° Que las invitaciones comprendan:




NOTAS.-CAPÍ'i'ULO VIII 769


A. LRS donaciones que se quieran hacer para la causa, ya de
contado, ya á piazos por una sola vez ó por varias.


B. La~ promesas de entregar periódicamente alguna cantidad
para el mismo objeto durante la guerra, ó por el término que seña-
le el donante.


O. Préstamos reembolsables por los primeros fondos que se reR-
licen por medio del empréstito nacional en que se está entendiendo.


D. Anticipaciones por cuenta de dicho empréstito, recibiendo
bonos prOVIsionales para canjearlos despues con los permanentes.


E. Préstamos reembolsables con cualesquiera otros fondos que
vaya recibiendo la junta.


F. Armas, municiones y otros efectos para el ejército libertador.
Oualquiera de estos medios que pueda adoptar el contribuyente


será aceptado como una prueba de patriotismo; pero se preferirian
los cuatro primeros, porque las actuales circunstancias de la guer-
ra hacen deseable el que se dejen expeditos los fondos con que vayan
contribuyendo los patriotas de Cuba.


5. o Los que no correspondan de alguna manera á la invitacion,
ó dejt'lD de contestar las cartas, ó falten á las promesas que hagan, ó
de cualquier modo dejen comprender que desatienden la voz de sus
compatriotas sin aducir motivos fundados de excusa, quedarán su-
jetos á que se publiquen sus nombres y además se eleve la lista de
ellos al gobierno provisional de Ouba para su debido conocimiento
y correspondientes efectos, entre los cuales está el que se circule á
todos los jefes del ejército libertador, para que tengan entendido
que esas personas, aunque nacidas en Ouba y Puerto-Rico, están
afiliadas en el opuesto bando.


6.° En las esquelas de invitacion se insertará este acuerdo en lo
referente, para que los que la reciban queden enterados de que es
llegado el momento de elegir decididamente entre las banderas de
la patria y de sus opresores.


Siéndonos bien conocido el patriotismo de Vd., le invitamos á que
contribuya con la cantidad que juzge oportuno á la causa de la
patria, pudiendo dirigirse á este efecto á cualquiera de los miembros
de la junta, y le suplicamos haga conocer el anterior acuerdo á las'
personas que, aunque nacidas eu Cuba y Puerto-Rico, quieren pa-
sar por verdaderos patriotas, siendo en realidad nuestros peores
enemigos.


Con la mayor consideracion, somos de Vd. atentos y seguros ser-
vidores.-El Presidente, José Morales Lemus.-El Secretario,
J. Basora.-Un escudo que decia: Patria J Libertad.-Junta c~nt.
rep. de {Juba y Puer¿o-Rico. Nueva- York.-Dficina de la j unta:-71
Broadway, cuarto 36. .


(15) Gobierno superior politico de la provincia de Cuba.-Circular.-
Se ha recibirlo por el correo y circula con profusion un papel impreso
firmado por José Morales Lemus, presidente de la junta central re-
publicana de Cuba y Puerto-Rico.


De la lectura de ese documento se desprenden importantes consi-
deraciones que yo, primera y superior autoridad de esta provincia
española, y rm;;ponsable á mi país de la integridad de su territorio,
no puedo ménos de tomar en cuenta.


Deslindados están los campos y desplegada la bandera. De los
enemigos de nuestra patria no son los más temibles aquellos que
de monte en monte y de sierra en sierra, esquivan el encuentro de


TOMO II 49




770 LAS INSURRBCCIONES EN CUBA


nuestros soldados, porque áun así hay algo de nobleza en su cobar-
día. A su modo luchan y las más veces riegan el campo con su san-
gre; desde un principio dijeron á dónde iban y proclamaron la inde-
pendencia del país en que nacieron, olvidándose, es verdad, de que
españoles son y serán, contra su misma voluntad, porque el idio-
ma, la religion, las costumbres y la sangre de que se vive, consti-
tuyen para el hombre la patria verdadera.


Más culpables del crímen de traicion son aquellos que con sola-
pada humildad y rastrera hipocresía, demandaron derechos políticos
como el único remedio á nuestras discordias, y respondieron, cuan-
do les fueron concedidos, con providencial ingratitud.


Desde ese dia sus maquinaciones han sido el único y exclusivo
objeto de mi vigilancia. Desde ese dia he seguido sus pasos y hast ..
espiado sus intenciones. Con medidas preventivas les hice ver en
una ocasion solemne que no me eran dcsconocidos sus proyectos.
Desapoderados y ciegos, sin embargo, no se han mantenido en los
límites de su habitual prudencia, y ellos mismos con ese documen-
to se apresuran á justificar las medidas tomadas va, los acuerdos
para cuya inmediata aplicacion habrá recibido ó recibirá V. S. ins-
trucciones de carácter reservado, y el sistema de inquebrantable ri-
gor que me he propuesto seguir, más neecsario hoy <Lue la rebelion
armada ha entrado en su lleríodo de agonía, que cuando en la parta
oriental y occidental de esta provincia y en su departamento Cen-
tral, se ostentaba con alardes de vigor.


En ese documento, que á realizarse lo que en él se recomienda se
eneontrarian sus autores con una mina de oro para sus vicios y
provechos individuales, se intenta amedrentar á los tímidos, se li-
sonjea y se halaga el instinto de los codiciosos, y se a¡nenaza á los
que, fieles á la tradicion española, no serán nunca pérfidos y trai-
dores_


Como V. S. comprenderá, ni el respeto á las doctrinas, ni el culto·
á los principios, hoy precisamente que la legalidA.d política yadmi-
nistrátiva de nuestra pátria es un secreto del porvenir, me deten-
drán, por áspero que fuere, en el camino que la tranquilidad de las
familias y la salvacion de la propiedad me A.cons<'jan.


Dominada y vencida la insurreccion armada, fuerza es, porque así
lo reclaman la conveniencia de todos, la equidad y la opinion, qUII
la aplicacion severa de ciertas leyes seque el manantial en donde
buscan y encuentran sus recursos los encubiertos instigadóres d.
esa lucha fratricida. .


Encargo á V. S., pues, una prudente vigilancia; no comprometa
un bullicioso exceso de patriotismo el cumplimiento de las órdenes
que haya V. S. recibido y reciba en adelante.


Cualquiera omision ó descuido, por insignificante que sea, me im-
pondria el penoso deber de castigarle con todo el rigor de la ley.


Dios guarde á V. S. muchos años.-Habana 15 de abril de 1869.-
Domingo Dulce.-Señor gobernador de .....


(l6) Circular.-Con fecha l.0 del actual dije al Ilmo. señor gober-
nador político de esta capital lo que sigue:


«Ilmo. Sr.-Procederá V. S. inmediatamente y sin levantar mano
al embargo de todos los bienes y demás propiedades que los señores
D. José Morales Lemus, D. Nestor Ponce de Leon, D. Manuel Casa-
nova, D. José Mestre, D. José M. Rassora, D. José FermlUdez Cria-
do, D. Antonio Fernandez Bramosio, D. José María Mora, D. Ramo».




NOTAS.-CAPÍTULO VlII 771


Aguirre, D. Javier Cisneros, D. Tomás Mora, D. Federico Mora,don
Federico Galvez, D. Francisco Izquierdo, D. Plutarco Gonzalez y
D. Joaquin Delgado posean 6 hayan poseido en esta isla mientras
no quede justificado respecto á estos últimos haberse cumplido es-
crupulosamente cuantos requisitos tienen establecidas las leyes
para el traspaso de dominio.»


Lo que traslado á V. S. para su cON.ocimiento y á fin de que pro-
ceda desde luego al embargo de todas las fincas y bienes que posean
en esa jnrisdiccion los individuos comprendidos en la relacion pre-
inserta.


Dios guarde á V. S. muchos años.-Habana 15 de abril de 1869.
-Domingo Dulce.-Señor teniente gobernador de .....


(17) Gobierno superior político de la provincia de G1¡ba.-Obliga-
cion es de todo gobernante proveer á la seguridad del territorio cu-
yo mando se le confia. Oombatido el de esta provincia por una in-
surreccion incalificable, á cuyo grito se despueblan y arruinan al-
gunas ricas comarcas de esta isla, se hace indispensable adoptar
cuantas providencias sean eficaces para aniquilar á los enemigos de
nuestra nacionalidad, privándoles principalmente de todos los re-
cursos con que puedan contar para sostener su agresion.


En tal concepto, y pudiendo suceder que algunas ventas de pro-
piedades se verifiquen con fines ilícitos, en cuyo caso esos contratos
son nulos conforme lo disponen nuestras leyes, en uso de las facul-
tades extraordinarias y discrecionales de que me ha investido el
gobiern0 supremo de la nacion, vengo en decretar lo siguiente:


Artículo 1.0 Los contratos de venta de bienes raices ó semo-
vientes, ántes de llevarse á efecto, se presentarán desde esta fecha
á la revision del gobierno. '


Art.2.0 Par n cumplir con esta disposicion, los contratos que se
celebren en el distrito de la Habana se presentnrán en la secretaría
de este gobierno superior político, y á los gobernadores y tenientes
gobernadores los que se efectúen en las demás jurisdicciones de
la isla.


Art. 3. ° La referida presentacion se verificará por los interesa-
dos, cuando el contrato sea privado, y por el escribano, cuando se
eleve á escritura pública, ántes de su otorgamiento, exhibiéndose
en el primer caso el documento original, y en el segundo la minuta
de la escritura.


Art. 4.° Una vez visado por el gobierno, no podrá ser alterado
ni modificado en manera alguna el contrnto, sin que preceda nueva
revision por aq nel, bajo pena de nulidad de la reforma en caso de
infraccion.


Art. 5.° Las ventas de frutos y demás artículos de comercio de
exportacion, así .como el traspnso de acciones de sociedRdes an6ni-
mas y comanditarias, quedan sujetas á la re vis ion prevenida.


Art. 6.° En los casos en que las ventas á que se refiere el ante-
rior artículo se celebren por medio de corredor de número, este de-
berá presentar pnra su revision el contrato en la forma mercantil
en que se extiendan. Si DO interviniere corredor, la participacion 6
presentacion se hará por las partes contratantes.


Art. 7. o Los funcionarios de las sociedades anónimas y comaD-
ditarias que con sujecion á lo dispuesto en los respectivos regla-
mentos deben autorizar los traspasos de acciones en los libros de
la empresa, no lo verificarán hasta qne por el gobierno se les auto-




772 LAS INSURRECCIONES EN CUBA.


rice á cuyo fin darán cuenta de las transferencias que los interc-
Sád~straten de afectuar, expresando en la comunieacion ? par~e
que dirijan al gobierno el nombre de los contratantes, resldencul.
de estos, y el número y valor de las acCiones que hayan de trans-
ferirse.


Art. 8.° Para no entorpecer en manera alguna .las ventas de
bienes raices y semovientes, y más !l'un, las tra~SaC?lOneS ~ercan­
tiles, el gobierno concederá ó negara su aprobaClon a las primeras
en el termino de cuatro dias, yen la venta de frutos de exporta-
cion y ncciones en el de veinte y cuatro horas, contadas desde la
presenrocion del documento.


Art. 9. o Serán nulos los contratos de venta de toda clas.e de
propiedades que se verifiquen sin la ~révia revision por el g?blCrno
y los individuos particulares, comerclantes, corre~ores, presl~entes
6 directores de sociedades anónimas y comll;nditar.Ia.s, y escrlbano~
que faltar'en á lo dispuesto en este decreto lllCUrrlran en las p~na:;
establecidas por el Código penal á los comprendidos en el capitulo
5.0, título 8.0 a'el'libro 2.°


Habana 1.0 de abril de 1869.-Domingo Dulce.


(18) Gobierno político de la Habana.-Habiendo b!d~ embarg~dos,
de órden del Excmo. señor g'Obernador superior polít;,co, 1003 blenes
pertenecientes á los Sres. D. José Morales Lemus, D. Nc.,'tor, p~nce
de Leon, D. Manuel Casanova, D. JostÍ Mestre, D. José Mllrl~'l, ~s­
sora, D.José Fernandez Criado, D. Antonio Fernandez BramOl~:'0,
D. José María Mora, D. Ramon Aguirre, D. Javier Cisneros, D. To-
más Mora, D. Federico Galvez, D. Francisco Izquierdo, D. Plutarco
Gonzalez, D. Joaquin Delgado y D. Federico Mora, las personas que
posean' cantidades, efectos ó valores de cualquier clase, pertene-
cientes á los espresados sujetos, darán cuenta á este gobierno
político inmediatamente, siendo responsables. de toda ocultacion ó
medio de eludir el cumplimiento de aquella disposicion, prohibién-
-doles terminantemente el comprar, vender, pagar, trasferir, ceder y
hll.Cer por sí cualquiera operacion que afecte ó pueda referirse á la
propiedad de los bienes embargados; en la inteligencia de que los
infractores están comprendidos en lo dispuesto sobre delito de infi-
dencia, en el decreto del Excmo. señor gobernador superior político
de 13 de febrero último, y serán sometidos, en su consecuencia, al
consejo de guerra.-Habana 1.° (1) de abril de 1869.-Dionisw Lopc'&
Roberts.


(19) Goaierno superior político de la provincia de Cuba.-En uso de
las facultades extraordinarias y discrecionales de que me hallo
investido por el gobierno supremo de la nacion, y atendiendo á la
necesidad y m:gencia de llevar á cabo con todo el carácter legal,
solemne y público necesarios, las operaciones consiguientes á los
embargos de los bienes de todas clases pertenecientes á los diez y
seis individuos comprendidos en la comunicacion dirigida al gober-
nador político de este distrito con fecha 1.0 del actual, y de cuantos
puedan encontrarse en su caso, vengo en decretar lo siguiente:


Artículo 1.0 Se crea un consejo administrativo de los bienes per-


(1) Irreglllaridad de fecha,




NOTAS.-CAPÍTULO VIII 773


tenecientes á. los diez y seis individuos á que se refiere mi decreto
de 1.° del actual, mandados embargar en la misma fecha.


Art. ~.o Este consejo administrativo se compondrá del goberna-
dor político de la Habana, presid,mte; de tres vocales de la clase de
individuos del ayuntamiento de la capital; tres de la clase de pro-
pietarios y hacendados; tres de la de comerciantes; de un jefe de
Hacienda, de un secretario, que será el del gobierno político, y del
personal que me proponga el presidente del mismo consejo.


Art. 3.° Los cargos de presidente, vocales y secretario del conse-jo serán gratuitos.
Art. 4.° Todos los fondos que se recauden por consecuencia de


los embnrgos, se depositarán en la tesorería general de Hacienda, la
cual dará recibos, que servirán de resguardo al presidente del con-
sejo administrativo, á cuya disposicion quedarán dichos fondos.


Art.5.0 El presidente de esta corporacion tendrá facultades re-
solutivas en todos bs asuntos, y solo se elevarán á mi superioridad
aquellas cuestiones dudosas en la interpretacion de mi decreto de
l,o .. del actual, y las de cará~ter contencioso y purll:mente legal que
eXijan resolverse por los tribunales establecidos.


Art. 6.° Será de la competencia del mismo presidente el nombra-
miento y separacion de los individuos que compongan las oficinas
del consejo administrativo. La cantidad á que a.,ciendan los sueldos
de estos funcionarios y los gastos de material se satisfarán de los
fondos que se recauden.


Art.7.0 Los tenientes gobernadores de esta provincia remitirán
al presidellte del consejo administrativo todos los datos que adquie-
ran en sus respectivas jurisdicciones acerca de los bienes embarga-
dos ó que en lo sucesivo se embarguen; harán entrega de es10GS
bienes al mismo consejo, con los inventarios, escrituras y demás
documentos públicos que adquieran ó consideren nec.esarios; yeje-
cutarán las órdenes que sobre el particular reciban de dicho presi~
dentc.


Art.8.0 Toda variacion que, así en la organizacion como en el
personal del consejo administrativo, se crea conveniente hacer, la
propondrá á mi autoridad el presidente de esta corporacion.-Haba-
na 17 de abril de 1869.-Domingo Dulce.


(20) Con arreglo á lo prevenido en mi decreto de esta fecha, y en
uso de las facultades estruordinarias de que me hallo investido por
el gobierno supremo de la nacion, vengo en nombrar presidente del
consejo administrativo de los bienes mandados embargar á los diez
y seis individuos á que se refiere mi disposicion de 1.0 del actual, y
de cuantos puedan encontrarse en su caso, á D. Dionisio Lopez Ro-
berts, g()bernador político de la Habana; vocales á D. Juan Atilano
Colom~, D. Mamerto Pulido y conde de Pozos Dulces, como indivi-
duos del ayuntamiento de la capital; á D. José A. CabargA., don
Juan Poey y D. Joaquin Pedroso, como propietarios y hacendados;
D. Fernando Illas, D. Bonifacio Biesa Jimenez y D. Segundo Rigal,
como comerciantes; D. Agustín Genon, como jefe de la seccion cen-
tral de contribuciones y estadística, y secretario á D. Justo Zarago-
za, secretario del gobierno político de la Haba.na.-Habana 17 de
abril de 1869.-Domiu]o Dulce.


(21) Publicada en la GACETA DE LA HABANA durante algunos
dias.




774 LA.S INSURRECCIONES EN CUJl.A


(22) Publicada en' la GACETA DE LA HABANA durante algunos
dias.


(23) Veintiseis fueron los individuos comprendidos en la disposi-
eion del teniente gobernador de Ságua, que no llegó á tener efecto;
pero produjo en las familias el disgusto consiguiente.


(24) Orden comunicada á los gobernadores y tenientes goberna-
dores en 11 de mayo.


(25) Con pasaportes firmados por el autor de este libro, como se-
cretario del gobierno político de la Habana, salieron de aquel puerto
del 26 a130.de enero de 1869 doscientas noventa y nueve familias,
pudiéndose calcular en esta proporcion el número de emigrantes
desde aquel mes hasta que el general Caballero de Rodas se pose-
sionó del mando de la isla. Las familias cubanas son generalmente
muy numerosas.


(26) Mientras los leales defensores de España adelantaban fon-
dos, formaban batallones que armaban á su cuenta y ofrecian sus
propiedades como garantía del papel-moneda que por cuantiosos
valores se emitia frecuentemente por el Banco Español, la mayor
parte de los periódicos avanzados de la Península hacian coro á los
de los disidentes y mortificaban á los buenos españoles, cuya abne-
gacion y sacrificios no reconocian, declarándose defensores de los
rebeldes. Otro tanto hacian los periódicos que en América y en las
capitales de Europa subvencionaban los laborantes. Caido esto ti la
amenaza pendiente de que concluida la guerra se daria la razon tÍ
los insurrectos concediéndoles las libertades de la revolucion de se-
tiembre, mantenianaturalmente una excitacion continua en los par-
tidarios de la integridad nacional, que recaia en daño del delegado
de la metrópoli, que no acertaba á seguir la política enérgica y fuer-
temente represiva que el ministro de Ultramar encargó ti fines da
marzo de 1869.


(27) Los periódicos de la Habana hablaron de aquellas comunica-
ciones. La GACETA del 24 publicó lo. siguiente:


«GOBIERNO SIiPERlOR POLíTICO DE LA PROVINCIA DE CUBA.-El poder
ejecutivo de la nacion ha resuelto que el producto de los bienes se-
cuestrados ó que en adelante se secuestren á los insurrectos y sus
cómplices, se aplique ti los gastos de la guerra.


Lo que de órden de S. E. se publica en la GACE'l'A OFICIAL para
que llegue á conocimiento de los interesados.


Habano. 23 de abril de 1869.-El secretario, José Jfaría Díaz .•
(28) Los periódicos donde los separatistas y los reformist!l.s en-


contraron apoyo ó proteccion desde 1869 ti 1872, fueron los si-
guientes:


EL CUBANO LIBRE, órgano ofichtl de los insurrectos, publicado en
el campamento insurrecto.


EN LOS ESTADOS-UNIDOS: The Nerv-Yorlt Rerald, TM Sun, Tite
Tribune, etc., en inglés, y Las Dos repúblicas, El Nue'IJO ?lSundo, El
Boletín de la re"olucion y El Republicano, en español.


EN MÉJrco: El Cuba y El Pro!/reso.




NOTAS.-CAPÍTULO IX 775


EN INGLATERRA: Tke Anglo-americlln times, The Cosmopolitan, TAe
Nortken eco, etc.


EN PARÍS: La Re",olution americaine.
EN MADRIu: La Constitucíon, .El Sufragio gni'Oersal, Bl Uni'Oersal


1 algunos otros.
EN SEVILLA: La Cuestion cuoana.


(29) Proclama del presidente de los Estados-Unidos de América,
Abraham Lincoln, publicada en 17 de julio de 1862, para castigar In.
iraicion y rebelion, confiscar las propiedades de los rebeldes de los
Estados del Sur, etc., que no insertamos por constar de doce lar-
~&s secciones ó artículos.


(30) Aquel absurdo decreto decilt así:
«Nueva-Orlean::l, 15 de mayo de 1862.-He ~esuelto que cuando


tlna mujer insulte á cualquiera oficial ó soldado de la Union con
palabra::l Ó GEST0S, Ó de otro modo cualquiera, sea tratada y conside-
rada como una mujer p'liólica.-Butler.-STRONG, jefe de estado
"'ayor.»


(.U) Véase el capítulo XII, páginas 574 y 575 1 la revista LA
QUINCENA de la Habana de 15 de enero de 1871.


CAPíTULO IX.


(1) Las tropas que procedentes de la Península llegaron á la Ha-
bana de;;de noviembre de 1868 á fines de abril de 1869, fueron:


Fechas.
---------


1858 Nbre ..... 20
» Dbre ..... 4
) 1> 15
) ii 18
) ii 22


1869 Enero .... 3
"


» 12
"


» 17
~ Febrero .. 1.0
1> ) 14
~ ~ 17


Vapo,..


Canarias ................... .
P uerto-Rico. . . . . . .. . ........ .
Santa.nder ......... ' ........... .
Antonio Lopez ................ .
Isla de Cuba ..•......... " .. .
Comillas ..............•.......
Canarias .....................•
Guipúzcoa .................... .
Puerto-Rico .......•.... , ..... .
España ..................... .
Anionio Lopcz .............. .


S.mll 11 ligue . .......... .


Indi",iduos.


55
360
735
598
818
407


1012
491
403


1021
617


6517




776


Fechas.


» »


» »


» »


» Marzo ...
» »


» »


» »


» »


» »


» »


» Abril ....
» »


» »


» »


» »


LAS INSURRECCIONES EjN CUBA.


Vllpor.
S¡¿ma anterior-. ........ .


19 Isla de Cuba ................ ..
20 Santander .................... .
22 San Francisco de Borja ..... , .. .
2 Ciudad de Cádiz: ............. .
4 Comillas .................... .


15 Canarias ..................... .
17 Guipúzcoa ................... .
·20 Madrid ....................... .
23 San Quintin .................. .
26 Alicante .............. .
1.° Pizarro ....................... .


9 Antonio Lopez .............. ..
18 España ...................... .
21 Isla do Cuba ................ .
24 Comillas ..................... .


Fines de abril. .... TotaL .......... .


IndividfWS.
651'7
1104
1108


632
842
381


U95
526
452
812
476
214
664


1053
996


1024


18056


(2) En aquella órden, expedida en Berrocal el 4 de mayo de 1869,
'S firmada, en ausencia del secretario, por el de Hacienda, Eligio
Izaguirre, se nombró general en jefe de operaciones en las Cinco
Villas al C. Juan Villegas; jefe de division de Moron y Sancti-Spíri-
tus á Honorato Castillo; df) Remedios á Mateo Casanova; de Cien-
fuegos á Adolfo Cavada; de Trinidad á Federico Cavada; de Villa-
clara á Salomé Hernandez, y de Ságua á Fernando Callejas, á quien
se le ascendia á coronel.


(3) Comunicacion interceptada á los insurrectos:
«Ejército de las Villas.-Informado de los importantes serVlClOS


prestados por Vd. á la revolucion, he creido justo nombrar á usted
comandante del ejército, sirviéndole este oficio de diploma interino.


Los CC. Pedro Monteagudo y Emilio Corcho pasan á esa á des-
empeñar una comision de importancia, para la cual les facilitará
Vd. todos los auxilios necesarios.


Sosténgase Vd. en esajurisdiccion, subleve dotaciones, queme caña-
verales y de todos modos moleste al enemigo.


P. y L.-Candelaria, abril de 1869.-El general G. de O. de las
Villas.-Cárlos Ruloff.-Al C. comandante Fernando Callejas .•


(4) Los periódicos todos de la isla, áun los ménos aficionndos al
general Dulce, llenaron aquellos dias sus columnas con descripcio-
nes y versos alusivos á la permanencia de Dulce en Matanzas.


(5) En el vapor-correo de115 de mayo, pues el acto punible tuvo
lugar el dia 12.


(6) En comunicacion del12 de mayo, que luego se resolvió publi-
cándose el decreto de embargo en la GACETA.


(7) Lanza permaneció en Madrid unos dia~, y ?uandCJ supo. que
algunos vol~ntarios de la Hab,anl,\ que le hablan VlstO pasear hbre-




NOTAS.-CAPÍTULO IX 777


mente iban á acudir al gobierno reclamando contra aquel acto, se
dirigi6 á Francia, uniéndose en París al grupo de laborantes que
allí existia.


(8) En la sumaria que instruy6 el inspector de vigilancia del se-
gundo distrito de ia capital, remitida al gobernador político al si-
guiente dia 15, quedó plenamente comprobado el hecho.


,9) iijALERTA!!!-A NUESTROS HERMANOS DE LA PENÍNSULA.-La
insurreccion ha seguido decayendo á consecuencia de fas acciones
favorables que ha habido, de las numerosas tropas que se encuen-
tran extendidas en los campos, en pequeñas partidas en el ueparta-
mento Occidental, y en fuertes compañías por el Centro y por la
parte Oriental. Sin embargo, el disgusto que reina por no haber
terminado ya es general, atribuyéndose al parecer con sobrado fun-
damento al mal proceder de no pocos tenientes gobernadores. que á
trueque de un puñado de oro están vendiendo á la patria, alimen-
tando la insurreccion con su tolerancia, y á la vez haciendo hacer á
la tropa exprofeso marchas inútiles. El capitan general sabe per-
fectamente lo que pasa, y sin embargo no pocos gobernadores y
jefes de columnas continúan en sus puestos, contándose entre ellos
el coronel Modet, mandado á España por insurgente por el general
Lersundi bajo partida de registro. Es, pues, necesario que se influya
con el gobierno para que ponga remellio á este mal, pues de otro
modo la terminacion completa de la insurreccion vá muy larga, por
más esfuerzos que hagan los entendidos y valientes jefes y gober-
nadores, como el mismo. y bien ponderado Valmaseda, Latorre,
Puello, Mena, Lesca, Escalante, Ferrer, Trillo y otros.


Con igual disgusto se ha sabido aquí que los confinados á Fernan-
do P60 han sido destinados á Canarias, y que entre ellos, Embil y
Ca.stillo y otros enemigos irreconciliables de Espaíia y de los espa-
ñoles, seguirán á Madrid, donde harán mucho más daño que si ja-
más se les hubiese prendido. Esa incomprensible determil1acion ha
alentado terriblemente á los simpatizadores, quienes, no solamente
se mofan de los voluntarios, que tanto trabajaron por quitar tan vil
semilla del país, sino que dieen muy alto que si no triunfan ·en el
campo está visto que en Madrid conseguirán todo lo que apetezcan
para los fines de su independencia, debiendo tenerse presente que
todos los laborantes son hombres que, aun prescindiendo de sus
opiniones políticas, no tienen corl\zou ni conciencia, y que para el
logro de sus deseos se fingian escolentes españoles.


Actualmente los rebeldes del campo, despues de batidos en todas
direcciones, se han entregado al bandolerismo más cruel, quemando
pueblos enteros, y para ellos ninguna piedad dcbe haber, pucs su
idea es hoy triunfar á costa de la ruina de todos los habitantes del
país, y COIl la impotencia á que podria quedar reducido por falta de
recursos el partido peninsular. Por eso indigna saber que ciertos
gobernadores y jefes dc columna venden los salvo-conductos, con
los cuales se pasean libremente los más encarnizados enemigos de
España.


El general Dulce no tenia ninguna simpatía entre los peninsula-
res, y ahora ha perdido la de los cubanos simpatizadores, de modo
que muy pocos están satisfecho,> con él.


Lo expuesto es la pura verdad. y excitamos á todos los buenos
españoles para que hagan saber á sus amigos y al gobierno lo qnll




778 LA.S INSURRRCCIONHS EN CUBA.


aquí ocurre. Oiudadanos que vivimos de nuest~o trnbajo, no quere-
mos aquí ninguna libertad, pero sí que no nos envíen tantos em-
pleados de malas notas; los más de ellos vienen con sus sueldos
embargados, desprestigian á la autoridad y eon su proceder suble-
van la opiníon de los naturales contra España.-Habnna y maJO ~5
de 1869.


(10) Decia tambien aquella hoja:
«A medida que iban llegando los refuerzos de la Península, la in-


surreccion se extendía más y más por casi todo el ámbito de la isla,
debido á la plllítica de conciliacion y de inaccion de 11\ autoridad; J
lejos de escuchar á las comisiones que de la capital y del interior
se le acercaban para enterarle de lo grave de la sitnacion, así como
del medio más eficaz para atenuar de pronto el mal y acabar des-
pues con la rebelion, el general Dulce les contestaba dando salvo-
conductos á los más furibundos laborantes, á los cuales, no obs-
tante, ha embargado despues sus bienes para cubrir un expediente
en el cual nadb ve otra cosa que una repugnante farsa, far"a tan-
to más evidentemente insultante, cuanto que, dada la órden de
embargo con fecha 1.0 de abril, no se publicó en la GACETA hasta
el 15 del propio mes, dando así tiempo sufieiente y de sobra á sus
amigos los cubanos desleales para que pusieran tÍ buen recaudo
sus valores y sus bienes raices por medio de ventas y traspasos si-
mulados que hay que respetar hoy por estar hechos car! las forma-
lidades debidas, y por consiguiente, dentro de la legalidad de la
ley, que, en este caso, no tiene efecto retroactivo. En cambio no
tomó jamás por sí ni ante sí ninguna determinacion enérgica con-
tra la rebelion: si algo se ha hecho ha sido tÍ. impulso de la milicia.
ciudadana, no sin demostraciones graves y sensibles, pero necesa-
rias, indispensables, y sobre todo, urgentlsimas.


Mucho n')s duele el tener que hablar así de un general que, por
otro Indo, nos merece el eoncepto de ser honrado; al ménos no ha
llegado á nuestra noticia hecho alguno en contrario; pero si en cir-
cunstancill.'l normales oscureceria esa virtud todos sus dE'fectos, en
las'presentes debe la autoridad superior corresponder en todo y por
todo tÍ. lo que la salnd de la patria exige.


Se ha conceptuado siempre tÍ. Dulce de hombre de caráyter in-
1l.exible, y no han faltado ocasiones en que lo han prúbado más ó
ménos convenientemente; pero no nos merece á nosotros entera-
mente ese mi-:mo concepto al ver la facilidad con que obedece á las
sugestiones aduladoras.


Si el señor ministro de Ultramar hubiera tenido en el nombra-
miento de empleados de Hacienda el mismo acierto que tuvo al
mandarnos de intendente al Sr. Escario, las cajas de la isla de
Ouba no serian suficientes á contener los capitales que por todos
conceptos recauda el Erario; y el comercio, la industria y todas las
clases sin escepcion estarian inmensamente ménos recargadas de
contribuciones que lo es-tán hoy. Oonociamos ya la conducta sin
mancha del Sr. Escario, y cuando vimos publicado su nombra-
miento para esta intendencia, no pudimos ménos de aprobar ese
acto del ministro tan sinceramente como hemos reprobado con in-
dignacion sus funestos desaciertos en los nombramientos de em-
pleadds subalternos.


Prescindlt el ministro de Ultramar de cuestiones de partido, tan-
to el actual como el que le suceda, y conserve al Sr. Escario en el




NOTAS.-CAPÍTULO IX 779


alto puesto que dignamente ocupa; podemos asegurar que en bre-
ve ticmpo moralizará completamente todas sus dependencias, in-
mortalizando así su nombre en los fastos de la Hacienda pública da
la isla de Cuba.


No podemos decir, desgraciadamente, otro tanto de la adminis-
tracion militar donde, lejos de poner coto á la corrupcion ya histó-
rica de esa institncion, parece que no sació bastante en la guerra
de Santo Domingo, durante la cual se enriquecieron fabulosamente
cuantos directa ó indirectamente intervinieron en aquellos manejos
odiosos y repugnantes, los mismos que se están verificando en la
actualidad con motivo de la insurreccion y á costa del infeliz sol-
dado, que carece de todo, así en el cuartel como en el campo de ope-
raciones.)}


(JI) Desde aquella reunion empezaron los periódicos de la nue-
Ta liga á disparar con bala rasa contra los unionistas, segun de-
cian los diarios conservadores, los cuales publicaron los siguientes
acuerdos tomados en dicha reunion:


«l.o Continuacion del presidente de la Cámara en su puesto.
2.° Considerar como un hecho consumado la fusion de progre-


sistas y demócratas, adoptando una denominacion comun que de-
muestre haber cesado las disidencias, hallándose fundidos en una
sola parcialidad.


3. ° Que se cite siempre la Constitucion con el nombre de mo-
nárquico-democrática, insistiendo en que el partido liberal no des-
cansará hasta aplicar los principios en ella consignados en toda su
extcnsion y pureza.


4.° Aprovechar todas las ocasiones para manifestar al presidente
del Consejo que el ministerio actual no reune las condiciones par-
lamentarias y necesita modificarse bajo su presidencia.


5.° Consignar, siempre que se presente ocasion oportuna, la
union íntima é indisoluble de los presidentes de las Córtes y del
Consejo de ministros.


6.° Combatir las tendencias manifestadas en la Cámara por el
Sr. Rios Rosas, y salir siempre al encuentro de toda interpretacion
restrictiva que pueda lJacerse de los principios democráticos con-
ilignados en el Código fundamental.»


(12; Comunicacion dirigida por el general Dulce á los ministros
de la Guerra y de Ultramar y firmada á bordo del (:'uipúzcoa e1I8
de junio de 1869. (Sedano, obra citada, páginas 396 á 406.)


(l3) Telegrama del capitan general de Cuba al presidente del
poder ejecutivo y á los ministros de la Guerra y de Ultramar:


"Por terminada la insurreccion; quedan solamente partidas d!!
• bandoleros que exterminarán pequeñas columnlls, milicia y Guar-
.dia civil.-Urge mi relevo.-Mi salud exige salga el decreto al dia
.siguiente de recibir este despacho, en la Gczccta.-Mi sucesor in-
.mediatamente.-En esta resolucion irrevocable mia no va envuel-
.ta ninguna jaez política.-DoMINGO DULCE.»


(14) El gobierno lamentaba en la contestacion el motil'O que le
privaba de los importantes servicios que en Cuba podia aún pres-
tar el general Dulce y le decia á éste gue su sucesor, el geueral
Caballero de Rodas, se embarcaria elli>del próximo jnniG.




780 LA.S INSURRECCIONES EN CUBA


(15) El mismo dia.28 se expidió pasaporte á Mijares y á Casta-
¡¡on. Este se trasladó á la quinta de Belot, donde estaban sus hijos
para despedirse de ellos, y allí fueron bastantes amigos á ofrecerl~
su apoyo para oponerse al mandato superior, lo cual hizo que la
exci~acion pública ya muy temible acreciese considerablemente.


(16) Decia textualmente en aquella comunicacion del 30 de mayo:
.Razones especiales me decidieron á pedir mi relevo. V. E. IlUl


conoce y estará convencido en la rectitud de su juicio que no habré
partido de ligero en resolucion tan extrema y tan ocasionada á in-
terpretaciones maliciosas.-Causa he tenido para ello y dcscans/)
en la tranquilidad de mi conciencia, que no me acusa de atropella-
do.-Mi salud comienza á resentirse de nuevo, la insurreccion
está vencida, y otra autoridad debe cicatrizar las heridas que _yo
dejo abiertas: consecuencia dolorosa, pero inevitable, de toda si-
tllacion violenta.»


(17) Carta de Z1 de mayo interceptada á Luis Figueredo, que Se
publicó en la GACETA DE LA HABANA poco despues de aquella fecha.


(17 dup.) El coronel Modet estuvo en casa del autor despues dl;l
anochecido, y juntos se dirigieron á la maestranza de artillería.


(18) CUBA, ESTUDIOS POLíTICOS, por D. Cárlos de Sedano, obra ci-
tada, páginas 406 á 413.


(19) MANIFIESTO A LA NACION
POR LOS VOLUNTARIds DE LA ISLA DE CUBA.


Los españoles residentes en la isla de Cuba se creen en el deber
de dirigirse á sus hermanos de Ultramar á fin de que puedan apre-
ciar su conducta en los sucesos que acaban de consumarse. No vie-
nen á presentar disculpa, que no han menester producirla los que
ajustan sus actos á la razon y á las exigencias del interés y la hon-
ra de la patria. •


Acontecimientos que no tenemos para qué reseñar, determinaron
en la Península cambios radicales en su gobernacion y régimen.
Al movimiento revolucionario que allí se manifestó se anticipó el
que en esta isla tuvo lugar más ó ménos relacionado CJn él.


Este fenómeno no carece de explicacion. No es de este llgar. Es-
ta isla tiene su manera de ser especial, sus usos, sus costumbres,
sus tradiciones, que cl}nstituyen su organizacion social y política.
Toda reforma que se int.ente ha de ajustarse al pasado, que no es
posible desntender la razon histórica de las leyes al legislar para
un pueblo. Por esto, los españoles insulares y europeos que habi-
tan'en e."ta proviñcia han clamado siempre por que no se introduz-
CRn sin detenido estudio y el convencimiento de su conveniencia
las reforma>: que en la madre patria se hubieran ensayado. Aquí,
donde hay diversidad de razaS y derechos fundados en esta diver-
gencia, y donde existia há largo tiempo una faccion que trabajaba
Bordameute por la independencia, es ocasionado y peligroso el esta-
blecimiento de libertades políticas que faciliten los medios de ac-
cion y concierto á los que se interesan en arrancar este territorio
del nacional. No se oponen á ellas en principio los españoles que




NOTAS.-CAPÍTULO IX 781


lo habitan; pero han sostenido constantemente que su aplicacion
práctica no puede llegar hasta que el· sentimiento nacional esté
unificado.


No hablarán, en comprobacion de esta verdad, de las diversas
conspiraciones que se han estrellado en la enérgica actitud del
pueblo español de esta provincia. Tampoco recordarán la aciaga ad-
millistracion del general Dulce en su anterior mando, ni la organi-
zacion que durante él adquirieron los clubs revolucionarios, ni el
pernicioso fruto de las lecturas políticas en las tabaquerías, ni la
licencia que alcanzó la prensa de la independencia. Los buenos la-
mentaban el error del gobernante, error que le proporcionaba, sin
embargo, adeptos en el grupo que á sí propio se llamaba. hipócrita-
mente liberal avanzado. Engañado p<?r sus demostraciones el in-
cauto general, llevó la expresion de sus simpatías hasta el punto de
proclamarse en una ocasion solemne un cubano más.


Llegada la hora de la revolucion española, en la que tuvo el mar-
qués de Castell Florite tan eficaz intervencion, y levantada aquí la
bandera separatista, todos creyeron que era el más á propósito pa-
ra concluir con la rebelion, porque personificado con el nuevo gobier-
no, y teniendo al propio tiempo por su matrimonio con una cubana,
intereses materiales que defender en el país, habia de aportar el
principio liberal de la revolucion hasta donde la causa del órden y
de la pública conveniencia permitieran que se implantase. Fué, pues,
acogido como un salvador.


Muy luego demostró que no estaba á la altura de las circunstan-
cias. En su primer proclama se declaró paladin de la autonollila
expresando que había 'Venido á establecer el gobierno del país por el
país. En otra alocucion anunció que la bandera separatista ondrn,ba
en el departamento Occidental, del que jamás se enseñoreó, error
que no fué rectificado y que produjo funesto efecto moral pata
nuestra causa. Otorgó ámplia licencia á la prensa periódica y per-
mitió que en su ejercicio se prodigaran insultos procaces y san-
grientos á nuestra patria, y que se santificase la rebelion, y que se
abogase francamente por la independencia, y que se excitase á los
jóvenes á abrazar su bandera, y que se dividieran los ánimos, y que
se preparasen escenas de asesinato como las de las calles del Cár-
men, Figuras, el Louvre y Villanueva, donde se celebró una orgía
de sedicion presidida por el regidor Bramosio y tremolando en lo
alto dcl edificio la baI,ldera insurrecta. Nada hizo la primera autori-
dad para prevenir ni castigar este escándalo. Fué preciso que le re-
primieran los voluntarios de la patria.


La conducta débil del gobernante dió ocasion á la anarquía; su
amnistía de cuarenta dias, limitando la accion de nuestras fuerzas,
preparó medios de organizacion al enemigo. Desatendido entretanto
nuestro ejército, pasaron meses sin que se contestase comunicacion
alguna al comandante general en operaciones, ni se le notificase si-
quiera la toma de mando por el marqués de Castell Florite, y faltos
nuestros soldados de víveres, municiones, ropa, y hasta de boti-
quin, llegó el caso de que careciesen de los elementos necesario,;; pa-
ra defenderse y hasta para curar á los heridos.


A pesar de tan desacertada y negligente conducta, se otorgo
apoyo incon dicional al delegado del gobierno, y se le dieron sin li-
mitacion, hombres, armas, dinero, cuantos recursos eran necesa-
rios para luchar y vencer. Cumplió el plazo de la amnistía, llegaron
refuerzos de España, se paralizaron cuerpos de voluntarios, se es-




782 LAS INSURR~CCIONES EN CUBA


tablecieron columnas de operaciones, y cuando todos esperaban
que se emprendiese la campaña con energía, se inició el sistema
funesto de salvo-conductos, merced á los que, lograban la exencion
de pena los asesinos, los violadores, los incendiarios que venian
con su impunidad á insultar á sus víctimas. La opinion pública se-
ñala á los que habian puesto precio á la venta de estos documentos,
y los hechos daban motivos para sospechar la certe?a del rumor.
Hubo jefe de departamento que espidió órdenes para que las co-
lumnas no se movieran de sus acantonamientos sin su expreso pre-
cepto, á pesar de la distancia y difícil comunicacion entre unos J
otros, y hasta de que no se hiciera fuego por los centinelas, sino en
el caso de agresion armada. Merced á este sistema, las filas de la
insurreceion engrosaron, haciéndose inútiles los esfuerzos y sacri-
ficios hechos para aniquilarlas. Bien pronto hubo que lamentar lft,
retirada del departamento Central de la columna de artillería al
mando del coronel Morales de los Rios, que en pocos dias habia
dado once batidas á los insurrectos, sin perder un solo hombre. El
laurel que ceñia las sienes de este bizarro jefe inspiraba celos al
comandante general Pelaez. Honda impresion causó la torpeza con
que por este general se dejó abierto el caruino de Arimno á la 1'ac-
cion de la Siguanea á pesar de los consejos que para cubrirle se le
dieran, facilitándose de este modo su fuga sin sufrir bajas. El, ex-
cluyó el testimonio de los perjudicados en las causas que se for-
maran á los insurrectos, asegurándoles de este modo la impunidad.
Estos actos abusivos, conocidos eran del capitan general Dulce. Se
le habian denunciado por personas de la más alta respetabilidad y
por comisÍ:)nes de los pueblos, que venian á producirle sus quejas,
y á las que oia con deslltencion, 6 no hacia caso alguno. No tardó
en conocerse que las órdenes dirigidas oficialmente á los jefes de
columnas y tenientes de gobernador recomendándoles la energía J
el rigor, eran anuladas por otras secretas encargándoles la lenidad.
Esto, la existencia en la rebelion de parientes inmediatos de la ge-
nerala, la dilacion en el proceso de rTdaeta, el salvo-conducto dado
al regidor Bramosio, mandado prender por infidencia, y sustraido
de este mO,do á la accion de las leyes y de los tribunales; la fuga de
Morales Lemus, abogado consultor y apoderado del general Dulce,
la del regidor Mestre y la de otros que hoy están al frente de la
Junta revolucionaria cubana de New-York, ó la auxilian; la pro-
teccion dada á jefes notados de venderse al oro del enemigo; la
sancion que prestó con su asentimiento á la célebre órden del ejér-
cito del general Letona, determinaron sentidas y respetuosas ma-
nifestaciones, que no fueron escuchadas.


Entretanto, y á ppsar de las repetidas afirmaciones del jefe su-
perior expresivas de que la insurreccion estaba deshecha, se reei-
pian dolorosas noticias del aban.iono de nuestros hermanos del in·
terior, de las mutilaciones v martirios que ejercian' en ellos enemi-
gos cobardes. amputándoles en vida los miembros, ó arrancándoles
el corazon.-Mayarí, Nipe, Turquino, la jurisdiceion de las Cinco
Villas, guardan el recuerdo oc este canibalismo que nunca hubiera
podido llevarse á cabo si no se hubiesen abandonad') los campos,
en el departamento Central especialmente, á los foragidos que los
han consumado, reduciéndose al propio tiempo á forzosa inaccion
á las fuerzas dél ejército y milicia ciudadana.


Subia de punto el recelo, crecia el descontento, y á tal estado
habian llegado las cosas, que el mismo Dulce, comprendiendo la




NOTAS.-CAPÍTULO IX 783
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desconfianza que inspiraba, hizo dimision del mando, des pues di
oir tÍ. la junta de autoridades.


En estas circunstancias abandonaron sus puestos y se presenta-
ron en la Habana el general Pelaez y el coronel Modet. El primero,
tÍ. quien precedió la fama que adquirió en la guerra de Santo Do-
mingo confirmada por sus actos en el departamento Central de es-
ta provincia, no se habia atrevido tÍ. entrar en Cienfuegos. Corria
muy válida la voz de que habia expedido salvo conductos tÍ. los je-
fes de la insurreccion Malibran, Espoturno, los Palacios, Sarría y
otros, y de ser el autor del indulto de D. Isidro Hcrnandez, conde-
nado tÍ. muerte y convicto de violacion, incendio y traiciono El se-
gundo jamás habia visto tÍ. los insurrectos, aunque durmieron una
noche en la Esperanza con su columna, y se habia negado tÍ. sor-
prender á Villegas y su gávilla. No podio. proceder de otro modo
quien por sus ideas disolventes habia sido expulsado del país y
mostrádose afecto tÍ. la autonomía, que es la bandera de los insur-
rectos de las Cinco Villas.


Una demostracion popular contra ~l general Pelaez hizo com-
prender a la primera autoridad el disgusto con que se veia la con-
ducta de aquellos jefes, de cuyos actos se le habia dado queja más
de una vez. De esperar era que los hubiera sometido á un consejo
de guerra en que se depurara su responsabilidnd ó inocencia. No
sucedió así, empero; lejos de eso, se complació en contrariar el sen-
timiento público, demostrando, con las distinciones que di~pensó al
general Pelaez, cuánto le honraba, y cuán satisfecho estilba de su
proceder. Una nueva manifestacion tuvo lugar al dia contra el co-
ronel Modet. Los grupos bajaron á la plaza de Armas en demanda
de satisfaccion. NadIe hasta entónces habia pensado en la resigna-
cían del general; pero muy luego la opinion se pronunció en este
sentido, y falto aquel de tacto y prudencia necesaria para domi-
nar las circunstancias, mandó á la fuerza veterana hacer fuego so-
bre las masas inermes. La órden no fué obedecida. Esparcióse la
noticia con la rapidez del rayo. La indignacion llegó tÍ. csu colmo.
El que ejercia la primera autoridad en la provincia de Cuba, el que
tan benigno era con los enemigos de la pátria, trataba de fusilar á
unoS cuantos españoles que cedian tÍ. un momento de exaltacion;
de sembrar la division entre el ejé~cito y el pueblo; de provocar
una lucha estéril, cuyo resultado forzoso era abril' un foso de san-
gre entre hijos de una misma pátria; y reunida entónces la milicia
ciudadana, unánimes jefes y voluntarios, como lo estaban los del
ejército, se convino en la necesidad de evitar el conflicto, y se
nombraron comisiones que significasen respetuosamente al capi-
tan general D. Domingo Dulce la conveniencia de que resignara el
mando en el jefe tÍ. quien por ordenanza tocara reemplazarle, como
lo verificó.


No ha habido una prote.,;ta contra este acto. Todos le han secun-
dado espontáneamente: todos comprendieron que para salvar el
principio de autoridad era preciso impetrar del que la tenia en de-
pósito que la pasase tÍ. otras manos.


Nadie ha comblJ.tido la solicitud de las comisiones, nadie ha roto
su espada ó devuelto el fusil que la ptÍ.tria le entregara para defen-
derla. Tod03 los españoles, aquí residentes, abrigan el Íntimo con-
vencimiento de haberla servido bien evitando la escision y la efn-
sion de sangre que en las actuales circunstancias hubiera puesto
en peligro la conservacion de esta provincia. No ha habido hoy que




784 LAS INSURREOCIONES EN CUBA


lamentar siquiera desacuerdos como los que precedieron en 23 de
agosto de 1717 á la destitucion por el pueblo del capitan general
de esta provincia D. Vicente Raja.


Notadlo bien; no es un movimiento revolucionario la demostra-
cion á que aludimos, no hemos nombrado el poder que ha de regir-
nos, no hemos constituido siquiera una situacion nueva. El hom-
bre se ha separado cediendo á la opinion unánime del público. La
autoridad de que era depositario ha pasado íntegra al funcionario
designado por la ley, al nombrado en segundo término para ejer-
cerla por el gobierno supremo de la nacion, y despues los aconte-
cimientos han seguido su marcha normal, y no ha habido que la-
mentar la menor desgracia ni el más pequeño tumulto, y se ha
recibido con ferviente entusiasmo á los hermanos que las provin-
cias vascongadas nos envian para pelear por la pátria, y el general
Dulce ha dejado nuestras playas sin recibir la más insignificante
muestra de simpatía, ni desagrado. No podian obrar de otra suerte
el pueblo y los voluntarios, que constantes sostenedores del órden,
han conservado esta provincia para la madre pátria. Dispuestos
están á sacrificar por tan sagrados objetos, como hasta ahora lo
han venido haciendo, sus vidas y sus intereses. En medio del con-
flicto mismo, han conservado la subordinacion y la obediencia á sus
jefes, fraternizado con sus hermanos del ejército y prestado res-
petuoso y sincero apoyo al que por sucesion de mando, y por la
nacion española ha entradó á regir esta provincia. Con él puede
contar tambien quien quiera que en su nombre venga á gobernarla.


Hechos de la naturaleza del presente no se reproducen, y la his-
toria no registra'rá en lo futuro en sus anales, gobernante::; como el
general Dulce, que á antecedentes que no son de ()lvidarse, reuna
los motivos de desconfianza que coneurren en su persona, y pro-
voquen escenas de division y muerte como las que han pódido
ocurrir. Todas estas circunstancias y el trascurso de 152 años se
han necesitado para que se reproduzca el mismo acontecimiento,
aunq ne con caractéres muy distintos. Cuba, agena á las convulsio-
nes políticas de la Península, no está habituada á ver derramar
sangre española más que en defensa de la nacionalidad comun,
porque aquí no hay partidos políticos que dividan á los españoles,
y no tienen otro sentimiento que el del amor á la pátria, ni otra
bandera que la de Castilla, ni otro interés que el de la conservacion
de la integridad del territorio.»


(20) Los primeros mueras fueron á los traidores y á Oantua. Se
da este nombre en la Habana á un dulce elaborado y muy preferido
por los negros.


(21\ Gobierno superior politico.-Secretaría.-Excmo. Sr.: Ha-
biendoseme presentado una comision de los batallones de volunta-
rios, y exigídome en nombre de los mismos que resignara el gobier-
no superior político en el segundo cabo de esta provincia D. Felipe
Ginovés de Espinar, pongo en conocimiento de V. E. que así lo
he hecho.


Lo que participo á V. E. para su inteligencia y gobierno.
Dios guarde á V. E. muchos años.-Habana 2 dejunio de 1869.-


Domingo Dulce.-Ex.cmo. señor presidente del Excmo. a.yunta-
miento.




NOTAS. -CA.PÍTULO IX 785


(22) A ÚLTIMA. HORA.-GoÓierno superior político de laprovincia de
Cnba.-Habiendo resignado el mando de esta provincia en el se-
gundo cabo de la misma D. Felipe Ginovés Espinar, queda desde
hoy encargado, de la capitanía general y del gobierno superior polí-
tico de la misma.


Habana 2 de junio de 1869.-Domingo Dulce.
(23) CUBA. ESTUDIOS POLÍTICOS citados, pág. 396.
(21) La revista LA. QUINCENA, correspondiente al 15 de junio de


1869, publicó una descripcion detallada de la llegada, festejos J
partida de los voluntarios vascongados.


(25) Comunicacion telegráfica del 4 de junio.
(26) ldem del 6 de junio.
(27) No insertamos por su éxtension las excitaciones patrióticas


para que el órden se conservara, hechas aquellos (;l.ias por todos los
periódicos españoles de la isla.


(28) Circular del COMITÉ NACIONAL DE MATANZAS y SU JURISDlC-
CION de 5 de junio de 1869 que reprodujeron muchos pcriódicos.


(29) Telegrama dirigido al ministerio de Ultramar en aquelll\
fecha.


(30) A LOS VOLUNTARIOS DE LA HABANA: Víctima de una incalifi-
cable asonada, os diré algunas palabras por si quereis escucharlas.


Siempre he deseado que se hicieran reformas en la administra-
cion de la isla de Cuba, pero á CIlndicion de ser Cuba española; no
siéndolo, á mí que me habia de importar que estuviera bien ó mal
gobernada.


Salido á campaña fuÍ, como, soldado obediente y leal, á donde me
roa ndaron, por roi carrera de ingeniero creo que fué acertada la
eleccion del digno general de quien yo dependia, de que con mi co-
lumna custodiara los ferro-carriles y telégrafos de Sagua, Villacla-
ra y Cienfuegos. .


Repartida en la guarnicion de todos los paraderos la fuerza de mi
mando, yo re.corria con una locomotora de servicio y una pequeña
escolta diariamente la línea. Si cumplí ó nó con mi encargo, con
exactitud y celo, lo atestigua el que ni un solo dia han dejado de
circuhr los trenes y de estar expedito el telégrafo, y que varias ve-
ces que los enemigos cortaron la línea, quedaron reparadas las
averías en dos ó tres horas.


Modesta ha sido mi tarea, sin ninguna gloria, que por desgrac in
escasea bastante en esta campaña, pero he trabajado con tantn leal-
tad como el que más y he sufrido las penalidades que todos.


Todo el mundo en el país que yo operaba sabe que'yo no he dado
salvo-conductos. A los que se presentaban de las filns enemigns los
remitia á Villaclarn para que allí se decidiera de su suerte.


No sé, aunq ue me horroriza In suposicion, si se habrá podido ata-
car mi pureza en algun concepto, pero muchos de vosotros me co-
nocen y os podrán decir que las zafras todas de la isla de Cuba en


'1'0:\10 Ir




786 LAS I:-lSUHHECCro:-lES EN CUBA.


un siglo no alcanzan á comprar el acto más insignificante de mi
vida.


Al retirarme á la Península á vivir entre los españoles de Espa~
ña, os perdono de buen grado á los turbulentos de entre vosotros
que fuisteis actores en las escenRS del día 1.0 de junio, el gérmen
de pesar eterno que habeis sembrado en mi alma. ¡Ojalá os pudiera
perdonar el mal que con ellas hatleis hecho á nuestra patria!


Habana 4 de junio de 1869.-Juan 2Jfodet.
(31) La voz de ataja usada en la isla desde tiempo de Tacon para


que el público detuviera por cualquier medio de fuerza á los delin-
cuentes fugitivos en las calles, no ha dejado de usarse, producien-
do siempre los mejores resultados.


(32) Al valiente español José Llulla, residente en ~ueva 01'-
leans, se le dirigieron por telégrafo calurosas felicitapiones por S11
actitud patriótica; y la suscricion abierta para regalarle una caja
de armas produjo algunos centenares de pesos. '


(33) En despacho de 9 de junio se le dijo á Espinar por telégrafo
que al dia siguiente salia de Cádiz el general Caballero de Rodas
directamente y sin tocar en la isla de Puerto-Rico.


(34) La exposicion dirigida al gobernador político de la Habana
decia así:


«Senor: Los acontecimientos políticos que tienen lugar en esta
provincia desde octubre último han producido ya una situacion di-
fícil para el comercio y para la industria de la isla, y mlly especial-
mente en esta plaza, en donde, por su importancia comercial, están
concentrados aquellos ramos de la riqueza pública.


Ha, pues, llegado el caso de que pensemos sériamente en nues-
tros intereses, que son los de todos, salvándolos, por medio de
nuestra propia accion comun, del tenebroso porvenir que los ame-
naza. Yen la imposibilidad de que esa accion tenga efecto y sea
tan eficaz y salvadora como aquellos exigen, sin tener un punto de
reunion para los acuerdos consiguientes, y deseando que ese centro
de reunÍon sirva á la vez para nuestras distracciones con agrada-
bles lecturas y juegos lícitos y absolutamente desinteresados .....
los que suscribimos, comerciantes en general de esta plaza, con el
debido respeto acudimos á V. S. suplicándole se digne conceder-
nos permiso para establecer un OASINO con el objeto indicado, á rc-
serva de formar el reg¡'amento que oportunamentc s,)meteremos á
la aprobacion de V. S.-Habana 13 de marzo de 1869.-Isidro Gas-
soL-J. "NI. Avendaño.-Simon Sepúlveda.l>


(35) EL DIARIO DE LA MARINA del sábado 12 de junio de 1869
decia:


«La Comision provisional de Casino Peninsular, hoy llamado Ca-
sino Español de la Habana, nos participa, que la junta verificada y
suspendida en la noche del 11, continuará mañana domingo á las
doce del día en el mismo Teatro de Tacon; advirtiendo que solo ten-
drán entrada los sócios que se presenten con su correspondiente tí-
tulo.»


(36) El primer artículo del reglamento aprobado el 26 de junio,
que era el fundamental, estaba redactado en estos términos:




NOTAS.-CAPÍTULO IX 787


«Est~ .Casino tiene :por objeto la reunion de todos los españoles,
prometlendose armOUlzar algunas horas de recreo y tratar á la vez
entre sí sobre las cuestiones que tengan re lacio n con los intereses
de los asociados y de los del pais en general.»


(31) La junta directiva del CASINO ESFA510L DE LA HABANA que-
dó constituida en esta forma: presidente, por unanimIdad, D. Se-
g"llUdo Higal; vocales para la Junta directiva, D. José María Aven-
daño, D. Antonio de Tellería, D. Lorenzo Pedro, D. Justo Artíz,
D. Juan Tor~ya, D. Isidro Gassol, D. 'l'iburcio V. Cuesta. Para la
comision consultiva fueron elegidos diez y nueve vocales, entre los
que ocupaba el primer lugar D. José Gener y el penúltimo el expre-
sado D. Gil Gelpé.


(:38) El intendente D. Joaquin Escario, falleció á las seis y
cuarto de la tarde del 14 de junio y al siguiente, dia 15, se le hicieron
unas honrM suntuosas presididas por la primera autoridad, con
asistencia del elemento oficial y de lo más escogido del público de
la Habana, que quiso demostrar de aquel modo cuánto sentia la
pérdida del honrado jefe de Hacienda.


1:39) LA QUINCENA de LA Voz DE CUBA decia sobre aquellas pri-
siones lo siguiente:


«Nuestro celoso y enérgico ministro en "Washington. Sr. Lopez
Hoberts, y el cónsul español en New-York, Sr. Satrustegui, infor-
mados perfectamente de los insidio::los manejos de los individuos
de la llamada junta cubana, pidieron con pruebas que el de-
partamento de E'.;tado halló suticíentes, la prision de D. José Mo-
rales Lemus, José M. Basara, Juan A. Lamar, José Mora, ,coro-
nel Wm. P. C. Ryan, Francisco Fésser y Mariano Alvarez, por ha-
ber el día 1.0 de mayo comenzado á organizar una expedicion mili-
tar contra una porcion de los dominios de España. nacion con la
cual los Estados-Unidos conservan relaciones de paz y amistad, l'io-
land'l por lo tanto las leyes de neutralidad de la vecina república.»


(40) Aquella excitacion de la junta cubana de Nueva-York iba
dirigida á los PENINSULARES y la firmaban José Morales Lemus co-
mo presidente y J. Basora como secretario.


(41) En telegrama de 18 de junio dijo el ministro de la Guerra al
capitan general:


«Las Córtes Constituyentes !:tan nombrado en 16 del corriente
»(por 145 votos contra 45) regente del reino al presidente del poder
»ejecutivo D. Francisco Serrano y Dominguez, con tratamiento de
()alteza y con todas las atribuciones que la Constitucion concede á
»la regencia, excepto la de sancionar las leyes y suspender y disol-
()ver las Córtes Constituyentes.-La ceremonia del juramento se
»celebrará en el dia de hoy.--Comuníquelo V. E. á Puerto-Rico.»


(42) La nota publicada el 20 de junio de lo recaudado hasta ellO
del mismo ascendía, segun el DIARIO DE LA MARINA, á 72.782 pesos
14 centavos.


(.rJ) PJr medio del tel,>grafo en 17 de junio.




788 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


(44) Nuestro vapor FERNANDO EL CATÓLlCO remolcó seguidamen-
te la goleta á Kingstown (Jamáica).


(45) Publicados en el DIARIO DE LA MARINA el 23 de junio, que no
trasladamos por sus grandes dimensiones.


(46) En el despacho al gobierno de 27 de junio decia Espinar:
«He accedido á peticion de voluntarios para reemplazar las guarni-
ciones del ¡}forro y Cabaña por las dotaciones de fragatas GERONA y
VITORIA.»


CAPiTULO X.


1,1) Capitanía general de la isla de Cuba.-Ha bitantes d e la isla de
Cuba: Hace nueve meses que pesa sobre esta isla el azote más
terrIble que puede afligir á la humanidad: la guerra civil. Desde
que en mal hora principió ese período funesto, veis languidecer el
comercio, arruinarse la industria, desaparecer las propiedades más
pingües al impulso del viento de la insurreccion y de la tea incen-
diaria que, hijos espúreos de Duba ó fanáticos alucinados por uto-
pias Irrealizables, atizan, procurando en su insensatez, por to:los
los medios, anicl uilar á la madre, haciéndola descender desde el im-
perio de la riqueza y del bienestar en que se hallaba, á ser un país
yermo cubierto de ruinas y cenizas. .


Veis además una emigracion progresiva que disminuye rápida-
mente los elementos de riqueza, y, lo que es peor, diezmarse los her-
manos por el plomo fratricida ó por el puñal alevoso de los asesinos.


No descenderé en este momento á ocuparme de las causas que
han podido conduciros á la situacion actual. Dado el presente es-
tado de cosas, mi mision es restablecer la calma y la confianza,
acabar con la guerra civil á todo trance, y estudiar despues vues-
tras necesidades y cuanto conduzca al bien del país, para proponer
al gobierno de la nacion todas las reformas que puedan influir para
que esta perla de las Antillas alcance el grado de cultura, riqueza,
ilustracion y felicidad á que sin duda la llama su destino.


Comprendo todas las dificultades con que tengo que luchar al
encargarme del espinoso mando con que el poder ejecutivo se ha
servido honrarme; pero me alienta la esperanza de que me ayu-
darán en mi empresa, además de este ejército valeroso y disciplina-
do, los voluntarios armados, á cuya decision y esfuerzo se debe en
gran pnrte la salvacion de la isla, y todos los hombres sensatos y
honrados.


Natural es que desceis saber cuál será mi línea de conducta: se




NOTAS.-CAPÍTULO X 789


cncierra en tres palabras: España, justicia y moralidad. España,
que sacará de su inmenso patriotismo recursos inagotables para
conservar la integridad de su territorio dentro y fuera de la Penín-
sula. Moralidad y estricta economía en todos los ramos de la admi-
nistracion. Justicia para todos, lo mismo para el hombre acaudala-
do, para el alto funcionario, que para el modesto bracero.


Con este sencillo programa, que adopto con fé inquebrantable y
con voluntad firme, espero borrar las huellas de exterminio y des-
truccion que deja tras sí la guerra civil, apagar los enconos, cica-
trizar las heridas y enjugar tantas lágrimas. Os reclamo generosi-
dad digna de la noble sangre española para olvidar las ofensas, y si
llegamos ni fin que me propongo, sea para vosotros la gloria y la
felicidad; la satisfaccion de haber contribuido á ella para vuestro
gobernador capitan general-Caballero de Rodas.


Voluntarios: Con vuestra actitud, enérgica y decidida, habeis
prestado eminente servicio á la causa del órden, de la justicia y del
derecho. Por ello mereceis bien de la patria; y en toda su extension
resuena un grito unánime de alabanza para los que, abandonando
sus habituales ocupaciones, se han convertido en soldados, defen-
diendo la honra nacional.


Orgullosos debeis estar por vuestro proceder; tambien JO lo es-
toy, tanto por encontrarme á vuestro frente para sostener la buena
causa, como por tener la fortuna de daros las gracias, siendo fiel
intérprete de los sentimientos del gobierno de la nacíon y de vlies-
tros conciudadanos.


Voluntarios, ¡Viva España! ¡Viva Cuba, la más bella provincia
española!-Vuestro capitan general, CabaUe?'o de Rodas.


(2) Los pormenorlls de aquel suceso se refirieron por los periódi-
cos de la capital en un suelto con el epígrafe de Suceso lamentabll!
por haber resultado herido el voluntario D. Manuel Notario.


(3) Gobierno superior político de la provincia de Ouba.-Reducida
la insurreccion, en su importancia, á sostener partidas sueltas que
obedecen á una consigna de exterminio, perpetrando diariamente
crímenes sin ejemplo en los paises civilizados, la seguridad indivi-
dual, los fueros mismos de la justicia, como primera garantía de
la persona y de la propiedad, demandan imperiosamente que aque-
lla sea expeditiva y sin contemplacion para los que se han colocado
fuera de toda ley.


No faltarán al reo garantías tambien de recta imparcialidad en
el esclarecimiento y pruebas de su delito, mas sin que una dila-
cion, conveniente en épocas normales, detenga ni entorpezca, por
ahora, el fallo de la misma ley y su cumplimiento inexorable.


Custodio de la integridad de nuestro territorio, protector del
hombre honrado 'y del ciudadano pacífico, cumpliendo los deberes
de mi cargo y haciendo uso de las facultades que me están conce-
didas por el gobierno de la nacion, decreto:


Artículo 1.0 Se cumplirán con vigor los circulados por este go-
bierno superior político con fecha 12 y 13 de febrero del presen-
te año.


Art. 2.° Los delitos de incendio intencional, asesinato y robo á
mano armada y contrabando serán juzgados en consejo de guerra.


Art. 3.° Los tribunales de justicia continuarán en el ejercicio




790 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


d~ sus funciones, sin perjuicio de llamo.r á mí las causas que por
especiales circunstancias lo requieran.


Habana, 6 de julio de l809.-Caballero de Rodas.
(4) Puede verse en el libro ya citado del Sr. Verdugo, CUBA CON-


TRA ESPAÑA, páginas 345 y 346.
(5) Orden publicada en la GACETA DE LA HABANA con fecho. 7 de julio de 1869.
(6) Idem de 5 de julio.
(7) El decreto del embargo de los bienes se publicó con fecha 16


de julio, pero ya el dio. 10 se comunicaron órdenes para que no se
permitiera hacer ninguna operacion que se refiriese á las valiosas
propiedades de los Aldama; los cuo.les, ante la amenaza de perder
Su rica hacier¡da, tal vez hubiesen contenido sus manifestaciones
separa tistas. Ni la advertencia ni la amenaza precedió, y, accedien-
do á las exigencias de lu opinion española, fué acordada la medida
con aquella precipitacion.


(8, Las facultades extraordinarias del general Caballero de Ro-
das se le confirmaron en 28 de junio por el ministro de Ultramar en
esta forma: «Contando V. E. con la omnímoda confianza del gobier-
)¡fiO, se halla investido con cuantas facultades le sean necesarias
»para atender á los graves intereses de la pátria en esa Antilla.-
»V. E. indicará sin consideraciones á nada ni á nadie la remocion
»de aquellos cmpleados, cuva moralidad y cuya aptitud fuese te-
)nida por dudosa, ó que por cualquier motivo fuese inconven¡ente
»su permanencia en la isla.»


(9) Disposicion del 21 de julio publicada en la GACETA DE LA
HABAl'iA.


(lO) El intendente de Hacienda D. José Emilio dc Santos tuvo ya
que expedir órdenes sobre la forma en que debian hacerse los pagos
y mandar que se publicaran en la GACETA la clase de estos y la
factura de la especie en que se verificasen. Se dispuso talÍlbien á la
sazon que se cargase al fondo de entretenimiento de los cuerpos el
coste que originase la reduccion á metálico de los billetes del Banco,
y que en los batallones que no tuvieran aquel fondo se distribuyera
ti. prornteo entre los individuos del mismo cl importe del cnll1bio.


(11) Aquella hoja la firmaba Un vol¡tntajOio, y procedia indudable-
mente de la fmccion más ardorosa del elemento español.


(12) La hoja llevaba este epígrnfe: «¡Vrv A CUBA ESPAÑOLA! ¡VIVA
ESPAÑAl ¡Vrv:.N LOS ESPAÑOLES! ... i Mueran los ene·migos! Corrió el
diablo las cortinas 11 se desc'ubrieron los pasteles.»


!l3) C orrcspondence betlVeen the department 0./ state and the united
sta ,tes rniilistcj· at .Madrid, and the cons'utar representati-ües 0./ the uni-
ted states ín the [stand 01 Cuba, and other papers relating to cuban af-
fail's, transmitted to tite house of rCJJy·escn{atives in obedience to á y·c-




NOTAS.-CAPÍTULO X 791


8olution.-Was4ington: Government printing offlce .-1870.-Páginas
70 á 72.


(14) (Corresponde á la página 463.) Idem, pág. 22.
(15) Además ue los documentos que vieron la lnz en el libro arri-


ba citado con el título de Corresjlondence betiVeen, etc., se publicar0n
algunos de aquellos y otros, en el que llevaba por título Uorresjlon-
dei~ce relatiJi{j to the jI¡'ogres8 of the recolution in Cuba, transrt¿itied to
the seNate 'ilt obed¡ence to a resotution.- Washington: govemment pl'in-
tii&g oj)ice,-Hl69.-Algunas de las notas pueden leerse traducidas
~n la obra d.e D. Cárlos de Sedano ya citada, páginas 415 á 432.


(16) El Times de Lóndres, correspondiente al 25 de setiembre de
1869.


(17) Correspondencia fechada en Nueva-York el 23 de setiembre,
firmada por el corresponsal de LA Voz DE CUBA, F. Mérides.


(18) Un dia despues del acuerdo patriótico tomado por el ayun-
tamiento de la Habana, que se insertó en la GACETA y en los perió-
dicos, vió la luz Id siguiente hoja, remitida profusamente á la Pe-
nínsula:


«A LA NACION ESPAÑOLA: Si los españoles hubieran degenerado, si
los habitantes de la isla de Cuba, si los voluntarios, en tin, no fue-
ran dignos hijos de los Pizarras y Corteses, de los Gravinas y Chur-
rucas, de esa brillante pléyade de campe0ues, q uc gloritica cada
página de nuestra historia, entonces, al leer proyectos como los de
Mañé y Flaquer, conceptos como los de Blasco, Castelar y algunos
otros, pocos en verdad, entónces, decimos, tal vez nuestra decision
y nuestra entereza se hubieran abatido, porque es doloroso y sen-
sible pensar que hay un solo españ01 siq utera que consienta vender
ó des prenderse de la isla que habitamos.


¡Vender el país que hemos descubierto, poblado J civilizado, un
país que nos debe desde la humilde cabaña hasta la capital de
215.000 habitantes, un país fecundado por nuestro sudor, e1ll'ique-
cido por nuestro trabajo, elevado al mngo de com.ercial por excelen-
cia, merced á la constancia y espíritu emprendedor de la continua
iumigracion de la Peninsula!


¡Y venderse porque lo pidell infames y perdidos renegados, como
el bígamo Céspedes, el presidiario Quesaua, el jugador Santa Lucía,
el quebrarlo Aguilcra, el traidor "llorales Lelllus y otr0i> mil acólitos
del pillnje y del asesinato, que han enurbalado la tea del incendio
para sumir eu la mi:wria al país que los vió nacer; hombres que ha n
seducido al simple campesino y pagado horJas de aventureros, para
legar á la posteridad herencia igual á la que hoy disfruta Santo
Domingo!


Vol ved la vista á ese país, no há mucho rico, próspero, y hoy mí-
sero, corro ido par la ambician y por la guerra civil, casi eu el sal-
vagismo y tan desprestigiado que su papel por 1.000 pesos fuertes
solo obtietle 1 peso enoro.


Pero queremos prescindir de las consideraciones que envuelve la
pérdida de este emporio de riqueza, centro de un inmenso comercio,
y las cuantiosas pérdidas que á la Península acarre aria la venta de
esta provincia puramente española, y en la cual no se encuentra




792 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


siquiera una sola familia que descienda de los primitivos habitantes
de esta isla al ser descubierta. Sí, hagamos abstraccion completa
de estas consideraciones, y consultemos solo la vergonzante púr-
pura que sube al ro:;;tro, solo al pensar que pudiera suceder lo que
tan hacedero creen hombres como los ya citados. Afortunadamente
no hay un solo español en Ouba por cuyas venas no bulla la sangre
de los numantinos ... A la púrpura sucede la palidez, á la vergüen-
za el coraje y la ira ... ¡Guay del que ose comprar la isla de Ouba! el
que la compre comprará rlOS de sangre y montones de ruinas, y áun
así es difícil logre comprar con sangre lo que pague en buen di-
nero.


Por su parte, los voluntarios, los españoles todos juran por cuan-
to mas sagrado haya en el mundo que mientras aliente úno solo de
ellos no lograrán su deseo comprador ni vendedor. De tan solemne
juramento y de su cumplimiento responden con su cabeza, Los espa-
ñoles de la isla de Guba.-Habana, setiembre 25 de 1869.)


(19) Aquella correspondencia decia así:
«Washington, martes 19 octubre de 1869.-Los últimos despa-


chos recibidos del general Sickles anuncian haberse retirado la
oferta de mediacion entre España y Cuba que hicieron los Estados-
Unidos hace unos dos meses. .


Habiendo terminado así las negociaciones, el departamento de
Estado ha abandonado su actitud de reserva, y habiéndose verifi-
cado las debidas investigaciones, han salido á luz los siguentes he-
chos respecto á este asunto:


La oferta de mediacion se fundaba en haberSe recibido en Was-
hington una intimacion extraoficial del mismo general Prim de que
dicha oferta seria aceptable para España.-Ml·. Panl Forbes, de Nue-
va-York, amigo antiguo é íntimo del conde de Reus, sirvió de me-
diador para que esta intimacion llegase á conocimiento del general
Grant. Instruido Mr. Forbes acerca de los propósitos de este gobier-
no, regresó á Madrid á fin de arreglar los detalles de las bases que
debian acordarse entre los dos gobiernos. Poco despues de su par-
tida el general Sickles fué nombrado ministro y provisto de plenos
poderes. Sus primeras instrucciones comprendian una exposicion
razonada de lo que opinaba el gobierno de los Estados-Unido,; res-
pecto de la guerra de Cuba y las siguientes condiciones, bajo las
cuales ofrecia su mediacion:


l.a La independencia de Cuba.
2.a Una indemnizacion pagadera al gobierno español por los cu-


banos asegurada por un derecho de retencion sobre su renta, ga-
rantizando los Estados-Unidos el pago de esta cantidad en calidad
de fideicomisario.


3.a Un armisticio durante el arreglo de estos detalles.
Dichas condiciones se hallaban incorporadas en un despacho que


el general Bickles debia leer al ministro de Estado y del que debia
entregarle copia. Sin embargo, ántes de emprender su viaje recibió
instrucciones ulteriores autorizándole para consultar con Mr. For-
bes en llegando á Madrid y á dejarse gobernar por la situacion re-
ciente del momento respecto del modo de presentar los propósitos
del gobierno.


MI'. Forbes habia pasado algunos dias en Madrid ántes de llJ. lle-
gada de Mr. Sickles; habia visitado y conferenciado con Prim y ha-
lló mucho ménos abierto y franco que ántes á este distinguido sol-




.NOTAS.-CAPÍTULO X 793


dado y diplomático. En fin, Prim habia llegado probablemente á la
conclusion, que los términos que él mismo habia propuesto eran tales
que jamás serian aceptados por el sentimiento popular, en España
tan celoso, ignorante y del todo desprovisto de razono El resu ltado
ha demostrado cuán exacta era esta sospecha. Declaró que las ba-
ses propuestas por Mr. Forbes, que eran las mismas contenidas en
las instrucciones de Sickles, eran imposibles de aceptar.


Informado Sickles de este estado de cosas, y usando de las fa-
cultades de que se hallaba revestido, no presentó inmediatamente
la nota, del secretario Fish, pero ofreció los buenos oficios de los
Estados-Unidos para conseguir la terminacion de la guerra, impe-
dir la efusion de sangre y dar un aspecto más civilizado á la con-
tienda; y gestionó cerca del gobierno español á fin de que se con,
sintiese en un armisticio inmediato para decidir en que términos
habia de procederse á un arreglo final. Tuvo repetidas entrevistas,
largas y cordiales coñ el ministro de Estado Sr. Silvela y con el
general Prim, presidente del Consejo y ministro de la Guerra. Es-
tos señores mientras aceptaban formalmente los buenos oficios de
los Estados-Unidos bajo el pUlfto de vista humanitario, no se ha-
llaban dispuestos á consentir la mediacion diplomática oficial de
una potencia extranjera en un asunto puramente doméstico, como
calificaban á la cuestion de Cuba. El ministerio de Estado de Madrid
se limitó á considerar el asunto en este sentido, pero el general Sic-
kles continuó sus negociaciones confidenciales con el general Prim,
cuya voluntad á la sazon era en honor de la verdad casi absoluta
en el go bierno, yal fin consiguió que le expusiese las condiciones
bajo las cuales el gabinete de Madrid aceptaria la mediacion de los
Estados-Unidos.


Estas condiciones fueron las siguientes:
l.a El deponer las armas los insurgentes en vista de los conse-


jos del gobierno americano.
2.a Una amnistía general inmediata y el desarme de los volun-


tarios.
a.a La eleccion de diputados para las Córtes españolas.
4.a Decidir la cuestion de independencia por medio de un ple-


biscito fundado en el sufragio libre.
5.a En el caso de desear los cubanos la independencia, el abono


de una indemnizacion á España bajo la garantía de los Estados-
Unidos.


El general Sickles comunicó estas bases á los Estados-Unidos
por el telégrafo. El secretario Fish contestó en seguida, recha-
zándolas como del todo impracticables y encargando al general
Sickles que insistiese en los términos propuestos originalmente
por los Estados-Unidos. Al mismo tiempo, hácia principios de se-
tiembre, Mr. Fish llamó á Mr. Roberts, enviado de España, y le
manifestó que á ménos de aceptar España inmediatamente la pro-
puesta por el gobierno americano, seguiria el pronto reconocimien-
to de los insurgentes de Cuba como beligerantes.


Este anuncio inesperado fIlé trasmitido inmediatamente á Ma-
drid y llegó hácia el mismo tiempo en que el general Sickles pre~
ientó su nota.


Habiéndose traslucido en Madrid la sustancia de estas comuni-
caciones, la prensa libre del país llegó al colmo de la furia sobre lo
ocurrido. D. Quijote se montó otra vez sobre Rocinante y desafió á
combate mortal al mundo entero y á todos los molinos de viento.




794 LAS INSURRECCIONES EN CUllA


El ministerio de la Guerra empezó á moverse para enviar refuerzos
grandes y abrumadores á Cuba y unos :J.OOO hombres realmente
salieron, que en breve harán mucha falta en casa. El gobierno,
que queria de veras deshacerse de Cuba, si fuese posible, se encon-
tró consternado por el clamor popular, y durante algun tiempo mal'-
chó con la corriente. Se mandó á Roberts que hiciese demostracio-
nes amenazadoras en Washington para el caso en que no se dejasen
en libertad las cañoneras españolas en Nueva-York ó se reconociese
como beligerantes á los insurgentes. Mientras reinaba esta tem-
pestad, el ministro de Negocios Extranjeros llamó al general Sic-
kles y le manifestó que el gobierno no tenia parte en este clamor,
que deseaban los buenos oficios de los Estados-Unidos para termi-
nar la cuestion de Cuba, pero que en el actual estado del senti-
miento popular en España, las bases propuestas por el gobierno
americano no podian ser aceptadas por las Córtes ó por el pueblo.


En vista de lo ocurrido, y despues de cousultarlo con el presi-
dente Grant, el secretario de Estado autorizó al general Sickles á
retirar la oferta de mediaeion presentada por los Estados-Unidos;
lo que parece haberse verificado ..... »


(20) Con profusion se circularon tambien en una hoja titulada
«Los INSURm~CTOS DE ESPAÑA y LOS DECUBA. Documentos importan-
tes qne probaban la complicidad de los republicanos españoles con
los insurrflctos cubanos.» No los trascribimos por ser muy largos;
se publicaron por los periódicos de la Habana.


(21) El historiador de la expedicion á Méjico, D. José García Ar-
boleya, contestó á fines de octubre de 1869 en una carta á D. Fran-
cisco .Mañé y Flaquer, como director de EL DIARIO DE BA.RCRLONA, á
los escritos que habia este periódico publicado sobre el particular.


(22) "Hasta telegramas mediaron sobre aquella intimidad, comen-
tados á mediados de noviembre por todos los periódicos de la
Habana.


(2:3) La diputacion provincial y el ayuntamiento de Madrid feli-
c¡taron con tal motivo en un telegrama del 8 de octubre al ejérdto
y valientes voluntarios que habian llevado á cabo aquel glorioso
hecho de armas.


:2!\ Los periódicos españoles, y particularmente uno de Valla-
dolid, hablaron de la contestacion del general Caballero de Rojas,
que esperamos se publique algun dia.


(25) Además de las alocuciones dirigidas á los HA.BITANTES DE
L{'S CAMPOS, dando por pacificado aquel territorio, publicó el conde
de Valmaseda la :,¡iguiente


«ORDEN GENERAL del 28 de julio de 1869, en Bayamo.-Soldados:
He dado cuenta al Excmo. señor eapitan general de que habeis paci-
ficado por completo las jurisdicciones de Bayamo, Jiguaní y :'\Ianza-
nilio; q ne en ellas funcionan con completa libertad las autorida-
des loeaIe3 y que en los camin03 transitan los comerciantes y mer-
catlercJS siu escolta alguna.


Su exeeleucia me manda daros las gracias por vuestros esfuer-
z.)", eJnstancia y bravura y os enaltece por vuestros servicios; y






NOTAS .-CAPíTULO X 795


yo al cumplir su mandato os recuerdo mis prescripciones de siem-
pre: respeto y cariño eon el vencido, moralidad en vuestras cos-
tumbres, ciega disciplina con vuestros jefes, inexorables con los
enemigos armados; que con estas virtudes conseguireis acrecentar
el prestigio de que os rodean todos los que os conocen y el cariñu
con que siempre os mira vuestro general, El conde de Valmaseda.»


(26) El decreto ampliando el contrato del gobierno con el Banco
Español de la Habana para que este emitiera por cuenta de aquel
hasta la suma de 16 millones de escudos, se publicó con fecha del
3 de agosto de 1869, en la GACETA del dia 4.


(27) «República cubana.-Distrito de Villaclara.-Al ciudadano
coronel :Manuel Torres.-Autorizo á usted para recorrer todo el
territorio que juzgue conyeniente con direccion á Occidente, levan-
te partidas, las provea de jefes subalternos y las comande en jefe
para hostilizar al enemigo.


»Para levantar fondos en la forma siguiente:
»Si los patriotas desean contribuir con sus bienes al logrü del


deseo comun del país, recibirá usted bajo recibo cualq uiera entrega
que se le haga, significará el agradecimiento de este y dejará una
constancia de este hecho para que cualquiera que les encuentre les
respete y proteja.


»Si encuentra enemigos reconocidos de nuestra causa, les im-
pondrá empréstito forzoso en proporcion al capital y familia que
tengan, dejando documentos que prueben haber recibido el présta-
mo; pero de aquellos que hagan armas cüntra el ejército libertador
tomará cuanto posean bajo inventario y sin dejarles comprobante
alguno.


»Para destruir 6 incendiar edificios, siempre que su destruccion
perjudique notoriamente al enemigo, prefiriendo quemar lo de los
enemigos y desbaratar lo de los patriotas, dándoles el tiempo ne-
cesario á estos últimos para la extraccion de muebles ect., etc.. .


»Con la seguridad de que el desempeño de esta comision no de-
jará que desear, le anticipo la gratitud de que será á usted acree-
dora la patria por tan importantes sefYicios.


»Patria y libertad.-Arroyo blanco, agosto 11 de 1869.-EI gene-
ral, jefe de operaciones de Villaclara, CáTlos Ruloff.»


F.s copia, Jor,r¡e Garrick.


(28) La proclama de Céspedes decia aSÍ:
«SOLDADOS DEL CAMAGÜEY y DE LAS TUNAS.-A vosotros se ha


confiado una de las uperaciones más importantes de esta campaña.
Seguro de que aún excedereis al cumplimiento de vuestro deber,
e l gobierno supremo viene á contemplaros.


¡Soldados! Teneis un general entendido y valient.e. A vosotros
toca asegurarla con vuestro valor, vuestra constancIa, vuestra su-
bordinacion y disciplina.


¡Soldados de Cuba! Vuestro enemigo cobarde tiembla detrás de
sus trincheras. Solo confia, para sostenerse, en vuestra inexperien-
cia y falta de recursos. Poseedores hoy con exceso de práctIca mi-
litar y de material de guerra, hacedle ver que, tras de diez Illfises
de campnñr., sabreis poner inmensa distancia entre este dia y el de
13 de octu bre de 1,368. Entónces erais los bisoños, hoy sois los ve-




796 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


teranos de la libertad. ¡Viva el ejército cubano! ¡Viva el general en
jefeL¡Viva la república!-EI presidente, O. M. Oéspedes.»


(29) Los periódicos todos publicaron extensas descripciones del
glorioso suceso y composiciones poéticas en alabanza del sargento
Picado.


(30) Varios fueron los buenos españoles que como Martiantu
crearon compañías. Entre ellos citaremos al asturiano, que siem-
pre figuró á la cabeza de los defensores de la integridad nacional,
D. Antonio Alvarez, conocido más principalmente por EL Tocc:'Ü,
quien formó la numerosa compañía de Ckapelgorris, y al Sr. Goiri,
hijo del que fue director del Banco Español, que á su cuenta orga-
nizó una seceion de ca balleríll. '


(31) Oon motivo de la escena femenil en los baños de Romague-
ro, dispuso la superioridad en 7 de setiembre que se trasladasen tÍ.
la Península en el vapor extraordinario del dia 8 D. Francisco
Juan Manuel Poey y su esposa.


(32) La hoja, dirigida. Á TODOS LOS BUENOS ESPA5l'OLES RESIDENTES
EN OUBA y EN PARTICULAR Á LOS VOLUNTARIOS, manifestándoles el
modo y manera de concluir la guerra, la firmaba un cbUs en la Habana
á 2 dias de Librack de 1869, y era muy extensa y poco culta.


(33) Los trabajos del centro directivo para la creacion y organi-
zacion de los OUERPOS DE VOLUNTARIOS DE LAS RESERVAS DE LA HA-
BANA se publicaron en el Diario de la Marina dell3 de setiembre,
y si no sirvieron entónces por la poca aceptacion del público, se
aprovecharon un año despues.


(34) Decreto del 23 de setiembre publicado en la GACETA m: LA
HABANA Y por todos los periódieos de la capital.


(35) Gobierno superior político.-8ecretaria.- Círcular.- Es un
hecho, fue!'a de toda duda, que los enemigos de España no han
dejado aun de ejercer una perniciosa influencia entre ciertas gen-
tes y consiguen seducirlas para que vayan á los Estados-Unidos
á formar parte de esas descabelladas intentonas filibusteras que si
logran escapar tÍ. la vigilancia de las autoridades americanas ó la
de nuestros cruceros, llegan á sufrir la misma suerte que los des-
graciados de Nipe y Baitiquirí.


El gobierno está en el imprescindible deber rle velar por la vida
de los incautos, y de atender á la defensa de los intereses genera-
les de la nacion, v para conseguirlo he tenido por conveniente de-
cretar lo siguiente: I


1.0 Queda prohibida la salida de esta isla para cualquier punto
de los Estados-Unidos, Méjico, las Bahamas y Jamáica de todo in-
dividuo desde la edad de 14 tÍ. 40 años.


2.0 Los que dentro de ambas edades desearen salir para cual-
quiera de dichos países har!Í.n instancia pidiendo pllsaporte, expre-
sando que van á asulltos propios 6 á ejercitarse en su oficio y pre-
sentarán una persona que los garantice.-Esta será de reconocida
responsabilidad y firmará. al pie de la instancia á preseneia del go-
bernador ó teniente gobernador lo siguiente:




NOTAS.-CAPÍTULO X 797


~Respondo que la persona que suscribe esta instnncia no se afi-
»liará en ninguna expedicion filibustera, ni trabajará en favor de la
binsurreccion, comprometiéndome en caso de probarse cualquiera
»de los dos extremos, á satisfacer nI Estado cinco mil pesos como
.indemnizacion de daños y perjuicios.»


Los gobernadores y tenientes gobernadores llevarán un registro
especial por órden alfabético para sentar en él los nombres de las
personas á quienes expidan pasaporte y se encuentren en el caso
que va referido, archivando las instancias, J cuando los periódicos
de la isla ó del extranjero publicaren el nombre de alguno de ellos,
como comprendidos en alguna expedicion filibustera ó trabajando
en favor de la insurreccion, darán inmediatamente cuenta á este
gobierno.


Lo digo á V ... para su conocimiento y exacto cumplimiento. Dios
guarde á V. muchos años.-Habana 28 de setiembre de l869.-An-
tonio Caballero. .


(36) En decreto del 13 de octubre, publicado en la GACETA, se
dictaron aclaraciones al del 28 de setiembre, y en otro del 19 de no-
viembre se expresó de nuevo que el cumplimiento de aquel solo
obligaba á los pasajeros que se embarcasen en los puerto.:; de la isla,
y no á los q 'le llegasen de tránsito.


(37) Todas las resoluciones adoptadas y las proyectadas fueron
reunidas por Becerra en un libro titulado LA DEMOCRACIA EN EL MI-
NISTERIO DE ULTRAMAR.-1869-l870.-Coleccion de leyes, decretos,
órdenes, circulares y otros documentos emanados del ministerio de
Ultramar durante la administracion del Excmo. Sr. D. Manuel Be-
cerra, precedida de una introduccion, por D. J. C. L.-Madrid. 'J', ¡l0-
grafía de Gregorio Estrada.-Hiedra, 7.-1870.


(38) Un patriótico escrito dirigió en aquella ocasion al ministro
de Ultramar, en nombre de respetable número de compatriotas resi-
dentes en las Antillas, el Sr. D. Francisco Durán y Cuerbo, rogán-
dole que suspendiera la presentacion en las Córtes de un proyecto
de Constitucion para Puerto-Rico hasta que Cuba enviase sus di-
putados al Parlamento.


(39) Entre varios hechos puede citarse el de un oficial nombrado
para la secretaría del gobierno político que se presentó á tomar po-
sesion de uno de los puestos suprimidos por el capitan general;
cuyo empleado, ni pudo verificarlo, ni percibir por consiguiente los
haberes de navegacion, ni tampoco regresar á la Península, porque,
con arreglo á las órdenes vigentes, que concedian el pasaje gratuito
á los empleados cesantes, no podia disfrutar de este beneficio por
carecer de tal carácter.


(40) El alcance al DIARIO DE LA MARINA de19 de noviembre de 1869
se ocupó extensamente de aquella reunion, verificada en consecuen-
cia ~~~!1 sigui.ente contestacion que dió Calvo al telegrama que se
remltlO al gobIerno para que se aplazaran las reformas político-so-
ciales en las Antillas:


«Madrid :¿5 de octubre de 1869.-Nada grave resolverá el señor
ministro de Ultramar sin oír á los interesados. Me autoriza para co-
municarlo así. Pronto saldrán muchos refuerzos.-2J{anuel Calco.»




7U8 LAS INSURRECCIONES EN CUBA.


(41) El domingo 17 de octubre se reunieron las personas notables
de la capital en la morada del gobernador político, y acordaron diri-
gir una circular á los electores y la candidatura que debia recomen-
darse, compuesta por mitad de peninsulares é insulares.


(41 dup.O) Yen una comunicacion que el secretl1rio del gobiern)
superior D. Cesáreo Fernandez dirigió á los periódicos en 13 de no-
viembre.


(42) La gracia v la relacion de los indultados se publicaron en la
GACETA DE LA HABANA el 15 de noviembre.


(43) E17 de diciembre se hizo cargo el general Carbó del mando
político y militar del distrito de las Villas, segun telegrama trasmi-
tido desde Santa Clara y publicado en la GACETA.


(44) Atacado Jordan á poco de desembarcar en la casa del Ramon,
se dispersó con su gente y perdIó gran parte del material de guerra.
Los detalles de aquel hecho los publicó el periódico LA BANDERA
ESPAÑOLA con la firma del prisionero D. Juan de Dios Palma, quien
ántes de sufrir la última pena, impuesta por el consejo de guerra,
quiso darlos á conocer, como acusacion contra los que le habian in-
d ucido á abandonar los Estados- Unidos para trasladarse á la fan-
tástica república cubana.


(45) Oomunicaciones de los Estados-Unidos á los periódicos de
la Habana publicadas por estos.


(46) Carta de Miguel Aldama al llamado comodoro Higgins, de
12 de nov:embre de 1869, publicada en el DIARIO DE LA MARINA.


(47) El mismo periódico, correspondiente al 25 de noviembre, pu-
blicó detalles de los trabajos que en Francia hacian los laborantes.


(48) New-York 17 de setiembre de 1869.-Al ciudadano Cárlos
Manuel de Céspedes, primer presidente de Cuba:


Oiudadano: A mediados del mes de febrero próximo pasado tuve
la desgracia de verme preso en la Habana por órden del general
Dulce, y encerrado en el castillo de la Oabaña, de donde me llevaron
al presidio de Fernando póo. Allí aproveché la primera ocasion de
evadirme, y he venido á esta ciudad á ponerme á las órdenes de us-
ted y al servicio de la patria.


Desde e117 de agosto, que llegu¿ á "N. Y., me he ocupado ince-
santemente de averiguar el eiltado de los asuntos cubanos, y hoy
que creo estar bien al cabo de todo, voy á tomarme la libertad de
someter al buen criterio de Vd. algunas observaciones. Sírvanmc de
disculpa para tamaño atrevimiento mi sana intencion, el temor de
que no siempre haya llegado hasta Vd. la verdad y la urgentisima
necesidad en que estamos de que se arreglen las cosas de manera
que pueda Vd. recibir armas, municiones, víveres y pertrechos de
guerra en abundancia. Además de que, en días de tribulacion, y
tratando materias de pública utilidad, es lícito á cualquier ciuda-
dano dirigir la palabra aljefe del Estado para sugerirle aquello que
su patriotismo y su buen deseo le dicten. . . . . . . . . .


Dejando á un lado toda afectacion de modestia, diré á Vd. que no




NOTA's.-CAPiTULO X 799


soy hombre de letras ni de estudios, sino pura y simplemente hom-
bre práctico y de negocios, por\[ ue á ellos me he dedicado constante-
mente por más de 40 años, sin otra distraccion que conspirar con-
tra la dominacion española siempre que ha habido ocasiono Estuve
asociado á los planes del malogrado Narciso Lopez desde 1848 has-
ta 1851. Amigo de Ramon Pintó, de Domingo Ruiz y de Gaspar Bc-
tancourt y Cisneros, fuí de los q ne merecieron su entera confianza,
y de los que tomaron parte activa en todos sus trabajos. Persegui-
do y preso des pues de la muerte de Pin tó, permanecí recalcitrante
en la desgracia, sin participar de las ilusiones de los concesionistr&s
ni querer unirme al partido refor'fltista, y cuando me prendieron, en
febrero, pertcnecia á la Junta revolucionaria de la Habana. Me pa-
rece que con tales antecedentes, con 45 año" de manejo de nego-
cios, y con más de 20 años de conspiraciones, y con la experiencia
de los hombres y de las cosas que he debido adquirir durante ese
tiempo, bien puedo creer que algo entiendo de asuntos de revolu-
cion, y que comprendo las combinaciones que proporcionan dinero:
que dinero, á mi ver, es lo que más falta hace hoy para conducir tÍ.
buen término la empresa que acometió Vd. en Yara y que ha sabido
llevar adelante con denuedo y perseverancia heróicas .....


Recordaré algunos antecedentes para venir tÍ. parar á lo que hoy
existe.


A fincs de octubre se cQnstituyeron en junta, en N. Y., algunos
patriotas con el buen deseo de arbitrar recursos y proporcionar ma-
terial de guerra á la insurrecciono Por ese tiempo empezaron á for-
marse en la Habana diversas asociaciones, al principio dispersas,
que gradualmente fueron enlazándose y colocándose bajo una ins-
piracion comun, de la cual nació el Centro ó Junta que pronto se
ramificó á otras poblaciones, y que llegó á influir poderosamente
en todo el departamento Occic\enta1. No es esta ocasion oportuna
para calificar el mayor ó menor acierto con que procedieron ambas
juntas. La de N. Y. rodeada de unreducidísimo número de hombres
generosos y desprendidos, logró equipar y despachar la expedicion
de la goleta Gat¡;anie, cuya suerte no hay para qué recordar. La de
la Habana, despues de modIficada y reconstituida, remitió á esta
ciudad algunos miles de pesos que, agregados á la cantidad que
aquí se ha bia reco lectado, sirvieron para costear el armamento y
municiones perdidas en el bergantin Mary Loroelt.


Ya para entónces se habian desencadenado los voluntarios, ya
habia eomenzado el reinado del terror, con las proscripciones y tro-
pelías del gobierno de Dulce; y fueron reuniéndose, prófugos, en
los E. D., casi todos los que habian constituido la junta de la Ha-
bana, con muchos de sus allegados. De la fusion de aquella con la
de N. Y. resultó la «Central republicana de Cuba y Puerto-Rico,»
presidida por Morales Lémus, en la cllal entró José Valiente, que
habia traido autorizacion de Vd. para representarlo en Washington.
y cuando Valiente se desprendió de la representacion de que usted
lo habia encargado, y In trasfirió á Morales Lemus, asumió este
los cargos que hoy conserva, de representante de la república cu-
bana, agente de Vd. y presidente de la .Junta.


Llegó esta á reunir 12 vocales, y pronto se echó de ver que cra
una máq uinn demasiado com pUcada y sobre todo muy ruidosa pura
hacer cosa de provecho. Componíanla hombres de muy buenos de-
seos, pero punto ménos que inútiles para lo que tenian que hacer,
que no era ni más ni ménos que reunir dinero, y mandar á Cuba




800 LAS INSURRECCIONES EN CUllA


armas, municiones J pertrechos, con oficiales capaces de organizar
á los patriotas é instruirlos en el arte de la guerra. Así sucedió que
perdiendo lastimosamente sobre dos meses en arreglos interiores,
yen divisiones y subdivisiones de comisiones y departamentos, sin
mandar á Cuba un fusil, y sin tener crédito ni dinero, porque na-
die se lo daba; pues si algo tuvieron, y no mucho, lo debieron á
unas cuantas señoras que con riTas, bazares, conciertos v otros ar-
bitrios, levantaron algunos miles de pesos que pusieron en mano!!
de Morales Lemus.


Oorria la voz en Cuba de que aquí se preparaban expediciones,
y llegaron á reunirse en N. Y. centenares de jóvenes que venian á
incorporarse á ellas, y que se quejaban amargamente al encontrar
que no habia nada. Todos clamaban porque se enviase auxilio á
los insurrectos; y en estas circunstancias se propuso José María
Mora servir á la causa comun, y salvar á la Junta de la mala nota
de inútil que se iba grangeando. Emprendió reunir lo necesario para
despachar una expedicion; se le asoció Antonio Fernandez Bramo-
sio (miembro entónces de la Junta), y pusieron mano á la obra, con
tal fervor, que en pocos di as recolectaron entre sus amigos lo bas-
tante para equipar la expedicion que á las órdenes del general Jor-
dan desembarcó en la bahía de Nipe. La Junta la despachó, aunque
no la costeó ni la organizó, y Vd. no puede ignorar por qué perdió
Jordan parte del armamento, y por qué regresó á N. Y. el vapor
Perit con muchas armas y municiones á bordo.


Recordados ya estos antecedentes, paso por alto las expediciones
de la Grape Skot y del Sahador, y la fracasada de Goicouría, para
tratar de lo que más interesa-de lo que hoy teuemos.


La revolucion cubana la representan en este país: Morales Le-
mus, enviado oficial del gobierno republicano de Cuba; Domingo
Ruiz, agente oficial de ese mismo gobierno; la «Junta Central de
Ouba y Puerto-Rico», presidida por Morales Lemus; la junta 6 so-
ciedad anónima para armar corsarios, que preside Pedro Martir Ri-
bero; "Miguel Aldama, que asociado á Morales Lemus juega muy
principal papel en todo lo que ocurre, sin pertenecer á la Jun-
ta; el periódico la Re'Dolucion, y varios cubanos que individual-
mente quieren servir, y que no han dejado de prestar servicios de
importancia .. " ..


Morales Lemus salió de la Habana precedido de cierta nombradía
que indujo á los de N. Y. á colocarlo en la presidencia de la Junta,
creyendo que con eso habrian de lograr que del departamento Occi-
dental les enviasen grandes cantidades de dinero; y ese nombre
que le daban sus compañeros decidió á José Valiente á traspasarle
la representacion que Vd. le habia confiado. Pero desgraciadamen-
te ni el nombre de Morales Lemus le proporcionó á la Junta el di-
nero que esperaban, ni nada ha hecho en Washington nuestro re-
presentante, que corresponda á lo que su reputacion prometia. Y
no hay por qué extrañarlo, pues ni todos los hombres sirven para
todo .....


Morales Lemus se formó en el foro y para el foro de la Habana.
Ejerciendo esa profesion reunió candal y ganó fama de honrado, y
de hábil para transigir pleitos viejos, á lo cual dflbió ser director y
abogado de mucha gente rica; desde 1856 ha figurado en las juntas
directivas de casi todas las sociedades anónimas de la Habana; fué
de los comisionados para ir á España cuando los informes para las
ma'kadadas reformas; manejó las comisiones que dirigieron la re-




NOTAS.-CAPÍTULO X 801


dacc!on de EL SIGLO, LA OPINION y EL PAÍS; Y ha sido regidor de
aquel ayuntamiento y consejero real de administracionj cosas que
loradearon de prestigio, y muy buenas todas para darle importan-
cia. é inftuencia en la Habana, entónces; pero no lo h!I.Cen á propó-
sito ni para presidir juntas revolucionarias, ni para desempeñar
misiones diplomáticas, y mucho ménos en Washington y en las
actuales circunstancias.


De las deficiencias de ~forales Lemus, como pres'idente de la Jun-
ta me ocuparé nI tratar de esa eorporaclon. Para representante ó
agente diplomático, no sirve; porque ignora dc un todo las reglas
y costumbres sancionadas de la diplomacia; porque desconoce la
índole de este pueblo y In manera de tratar á estos hombres; por-
que no está familiarizado con laR instituciones ni con el modo de
manejar los asuntos públicos de este país; porque si su compren-
sion no es muy limitada, es por lo ménos muy trabajosa; porque
hay mucho de puerilidad en su carácter; porque le faltan resolu-
cion y energía; porque carece de la reserva necesaria en el manejo
de asuntos en que la más leve indiscrecion puede traer consecuen-
cias fatales; porque connaturalizado con el sistema de dilaciones y
subterfugios de la curia habanefll., desperdicia por indecision las
mejores oportunidades, euando no las echa á perder por exagerada
suspicacia, como ha sucedido más de una vez. Y tan es así, que si
la sucrte no acierta á deparamos á Do:ningo Ruiz, en los momen-
tos de mayor necesidad. tal vez á estas horas no hubiésemos ade-
lantado un solo paso de' los muchos que ya hemos dado en el cami-
no de granjearnos la buena voluntad y la coopemcion del gobierno
de los Estados-Unidos.


Domingo Ruiz, que habia estado más ó ménos complicado en to-
dos nuestros antiguos proyectos de revoluciones, mantuvo desde
muy atrás estrechas relaciones de amistad con Ramon Pintó, que
hacia tal aprecio de su inteligencia, y, sobre todo, de su «capacidad
para organizar», que depositó en él toda su confianza y lo asoció,
desde el principio, á sus trabajos más impnrtantes; y aunque á mí
me consta, hace años, el patriotismo nunca desmentido de Ruiz,
no me atreveria á celebrar tan á boca llena su capacidad, si no hu-
biese oido, en repetidas ocasiones, de boca de juez tan competente
como Pintó, elogios extraordinarios de su sagacidad y de su pulso
para la dircccion de negocios difíciles y delicados. Ruiz estaba
aquí, como otros muchos, dcseando una oportunidad de prestar
servicios, cuando le pidieron que pusiese á Morales Lémus en con-
tacto con el gobierno americano. Nadie más á propósito por sus
relaciones con miembros influyentes del Congreso y del Senarlo, y,
sobre todo, por su intimidad con el ministro de Estado Mr. Hamil-
ton Fish, intimidad que data de más de 20 años, y que es tanta,
que la familia de Fish ha pasado temporadas en casa de Ruiz, y
la de éste suele pasarlas en casa de Mr. Fish. Fué á Washington
con Morales Lémus y le proporcionó una entrevista con el minis-
tro, en quien parece que no hizo buena impresion nuestro repre-
sentante, porque despues de la visita con Ruiz, no ha querido vol-
ver á recibirlo solo, y punto ménos sucedió con el presidente
Urant, de qnien tambicn consiguió Ruiz para Morales Lémus una
lludiencia, á la cual lo acompañó. Sabe Vd. las razones en que
se ha apoyado este gobierno para no reconocer hasta ahora la beli-
gerancia de los cubanos, y para que hayan sido infructuosos todos ,,,'_~.
los esfuerzos empIcados para lograr que se admitan Oficialment.e~;.'f;?7iLf~ .~~:


TOMO II 51 :." ".0* '
'"1 ...... ::-~ .
! ~" .. ~




802 LAS INSURRECClONES EN CUBA


nuestro representante. Perdida la esperanza de adelantar por ese
lado, determinó Ruiz utilizar sus relaciones en Washington, y su
amistad con Fish, á quien veia casi diariamente, y á quien ponio.
al corriente de los progresos de la insurreccion, del estado de lo.
opinion pública en Cuba y de los elementos, adversos y favorables,
que allí existen, insistiendo siempre en las ventajas que reportarán
los E. U. de que nos emancipemos de España; y comprobándóle
con datos estadísticos, que las relaciones comerciales con Cuba li-
bre han de ser mucho más provechosas á este país que las que
hasta ahora ha mantenido con Cuba española. De esa, y de otras
maneras, trabajó en el ánimo de Fish hasta que de éste salió, es-
pontáneamente, provocar en su propia 0asa una reunion privada de
miembros del gabinete, á quienes Ruiz presentó bajo diversos
pnntos de vista la cuestion cubana: reunion que dió por resultado
las cuatro proposiCIOnes que vu. conoce, formuladas por Ruiz, y
que pocos dias des pues presentó Fish al consejo de ministros: las
mismas que adoptaron como base de la mediacion para que España
reconozca la independencia de Cuba.


y ya que he mencionado á Ruiz como iniciador de esta ncgocia~
cion, de cuyos trámites posteriores lo supongo á Vd. bien informa-
do, no quiero pasar 'por alto otro servicio importantísimo que le
debemos: la detencion de las treinta cañoncras españolas, que
equivale á otras tantas victorias en batalla campal. Su amistad
eon el ministro de Estado americano, y sus relaciones con el coro-
nel Freyre, encargado de la legacion peruana en Washington, pro-
porcionaron á Ruiz modo de lograr la detencion do esa escuadrilla,
que difícilmente llegará á hostilizarnos nunca en las aguas de
Cuba.


Volviendo á Morales Lémus: para considerarlo como presidente
de la Junta no me ocuparé de su persona. Esa corporacion es una
entidad colectiva y su presidente es parte inseparable de ella; tan-
to más cuanto que ~demás de presidIrla, la dirige, des pues de ha-
berla organizado y modificado de la manera que le ha parecido
mejor.


Veamos, pues, lo que ha hecho y lo que ha dejado de hacer esta
Junta durante los siete meses que van trascurridos desdo que se
constituyó.


Lo primero, lo que ha hecho: ha puesto en Cuba al servicio de
la revolucion cosa de 400 hombres armados, y una docena de ca-
ñones con 6 ó 7.000 fusiles y las municiones correspondientes. Esto
es, ha autorizado el envio de dos expediciones con esos recursos,
pues fueron otras personas las que concibieron, organizaron y cos-
tearon las expediciones.


Lo segundo, lo que no ha hecho: no ha logrado recolectar dinero
en cantidad proporcionada á las exigencias de la guerra, y á lo que
necesita el ejército libertador para poder pelear con ventaja; no ha
aprovechado oportunidades que se le han presentado para realizar
empréstitos de gruesas SUIllas; no acertó á emplear medios adfl-
euados para la adquisicion de dos monitores, otros dos vapores ar-
mados que le proporcionaron; no ha mandado al ejército libertador
las armas, municiones y pertrechos q uc necesita; no le ha propor-
cionado al departamento Occidental el armRmouto por que está cla-
mando, hace más de nueve me5es. para sublevarse; no ha echa-
~o al mar corsarios que arruinen al comercio español, y que difi-




NOTAS.-CAPÍTULO X 803


culten la navegacion de esos vapores costeros -que conducen tropas
de un punto á otro.


Lo que ha hecho la Junta es muy poco, lo que ha dejado de ha-
cer es mucho. -


De no haber recibido diner,) en cantidad considerable n!} debe-
mos culparla, mientras no averigüemos los mo~ivos por qué de
Cuba no han querido mandárselo.


En cuanto á no haber realizado emprSstitos, puede má;:; bien ha-
cC,rsele algun cargo, n) de negligencia, sino de poco acierto. Tres
veces han podido hacerlo, y una de ellas tuvieron en la mano rea-
lizar seis millones de pesos. con la circunstancia importantísima
de que las personas que aprontaban esa SUIlla estaban taa íntima-
mente ligadas al gobierno de los E. U., que podiamos contar, con
toda la confianza, con que este gobierno habia de propender eficaz-
meute al triunfo de nuestras armas, aunq Lle no fuese más que por
asegurar la especulacion dB esos señores, que por 20 millones en
bonos daban 6 '/2 en dinero; y en esta negociaClOn, J en las otras
dos que se han desperdiciado intervino Domingo Ruiz.


Por lo que hace á los monit'wes, tampoco fuera justo condenar
como falta de buen deseo lo que no pasó, en realidad, ne falta de
comprension de las ventajas qne se hubieran podido conseguir. En
febrero se le presentó á esta Junta la primera ocasion opJrtuna
para habcr puesto al servicio de Cuba esos buques; y perdida
aquella, ocurrió otra á fines de marZJ cuando el ministro, que era
eutónces del Perú, explicó detalladamente á Ruiz los paso,; que
deuian darse para lograr los cuatro bLlgues, cuyo precio pagaria
Cuba, despues de haber obtenido su indepeadencia , y Rui;\ lo pro-
puso á la .Tunta, y pClrfió porque hicieran lo qnc aconsejaba el mi-
nistro peruano, y otros representantes de repúblicas sud-america-
nas que intervinieron en el asunto. La Junta creyó más acertado
seguir su;:; propias inspiraciones, .y ya deben estar los monitores
cerca del Cabo de Hornos, encaminarlos á las aguas del mar Pacífi-
co, cuando bien hubieran podido estar en Cuba demJliendo fortale-
zas españolas y haciendo huir sus cacareadas fragatas, des pues de
habernos dada á Nuevitas y á Santjago de Cuba, que estarian hoy
habilitados como puertos de la republica y servirian para saen.r frn-
tos é introducir cuanto hiciere falta.


y prueba evidente de las disposiciones favJrables hácia nosotros,
que existian en el pueblo y en el gobierno del Perú, son el reconoci-
miento de independencia y la acogida que hicieron á A'nbrosio Va-
liente.


De no haber mandado grande;:; cantidades de armas, municiones
y pertrechos, está disculpada la Junta cubana con no haber tenido
nunca en su poder grandes cantidades de dinero. Y si ha fracasado
en varias tentativns dc enviar remesas de ménos consideracion, hay
que hacerlo más á exceso que á carencia de celo por el buen servicio.
Repetirlas veces se han presentado especuladores americanos brin-
dándose á poncr en tierra de Cuba cualquier cantidad de armas y
municiones siempre que les diesen seguridad de que al presentar
comprobante de haber entrega<'lo su mflrcancía á alglln jefe de la
insllrreccion, habria de pagárseles aquÍ, por ella, rín precio, no
hl'lto como el doble de su valor, pero sí superior al que en realidad
tuviere en el comercio regnlar. Los señores de la Junta, con la loa-
ble intcncion de ahorrar recargos en los precios, y por gozar de la
legítima satisfaccion de ser ellos los que todo lo hagan, han prefe-




804 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


rido siempre manipularlo todo por sí ó por medio de sus agentes; y
no ha sido culpa suya, sino desgracia ó falta de experiencia en el
manejo de empresas tan arriesgadas, lo que ha originado algunas
pérdidas y descalabros.


Esas han sido las causas de que todavía no hayan ido á la Vuel-
ta de Abaj o los fusiles, la pólvora y las balas que pide á gritos,
hace tantos meses, la poblacion de aquella parte de la isla, que
quiere moverse, pero que no se mueve, porque allí es de absoluta
IWcesidad el buen armamento, para iniciar la insurreccion con pro-
babilidad de éxito.


Otro tanto ha sucedido con las expediciones de gente armada;
fa.lta de experiencia y de conocimientos especiales, y eXllgeracion
tal vez del plausible deseo de hacerlo todo por sí, sin fiarse de nadie
más qne de sus propios agentes y allegados. Esa fué, sin duda, la
razon de que no llegara á tener efecto la salida de dos expediciones
de mil veteranos cada una, con armamento para 10.000 hombres,
indicadas por un general americano á Domingo Huiz y propuestas
por este á la Junta: expediciones y armamento que no exigian, por lo
pronto, desembolso de dinero. Eran parte del empr6stito, pues solo
parte de él habia (le recibirse en dinero, y el resto en buques, armas
y municiones, sacados de los arsenales de los Estados-Unidos.


Motivos análogos han tenido reducidos á la inaccion á Eloy Ca-
macho, á Mestre y á otros marinos que han solicitado buques con
que echarse al mal' á perseguir la bandera española en las costas
de Cuba.


Resulta, pues, que esta Junta (incluso su presidente, como presi-
dente de la Junta), lejos de haber sido útil, ha sido perjudicial á la
causa de la independencia cubana. No por mala intencion, sino por
ineptitud, aunque la palabra parezca un poco dura; por ineptitud
relativa para el manejo de negocios, de que no tienen motivo para
entender los individuos que constituyen y han constituido esa cor-
poracion; hombres de bufete unos, y de bufete de la Habana, y cir-
cunscritos otros hnsta ayer al estrecho círculo de la administracion
de sus fincas, ó á la asistencia de algunos enfermos. Además, para
cosas que piden rapidez de accion y secreto, no sirven asociaciones
numerosas donde son frecuentes las discordias de pareceres, donde
cuesta trabajo aunar las voluntades, y donde es difícil, si no impo-
¡:;ible, evitar la publicidad de los actos, y la prueba la tenemos en el
hecho de que de todos los mas recónditos secretos de la Junta han
sido partícipes los esp ías del ministro español, los empleados de la
capitanía general de la Habana y gran parte del público de Nueva-
York. Por eso desde el mes de mayo, que saliu de este puerto á bor-
do del vapor Perit la expedicion de Jordan, no se le ha mandado al
ejército libertador ni un fusil, ni una libra de pólv01'a.


Ahora, contra yéndome al presidente de la Junta, que es al mismo
tiempo representante acreditado del gobierno republicano de Cuba,
encuentro que no son compatibles en una misma persona los dos
cargos. El agente diplomático, por lo mismo que ha de gozar de las
inmunidades de tal, desde el m omento que obtenga el reconocimien-
to á que aspira; por lo mismo que se coloca bajo el amparo y la sal-
vaguardia de las leyes del país en que reside, contrae tácitamente
el compromiso sagrado de respe tar esas leyes; al paso que el presi-
dente de una Junta revolucionari a, cuyos trabajos tienden á quitarle
á España la posesion de Cuba, es un violador sistemático de las le-
yes de neutralidad de los Estados-Uni dos. Más aún: la persona que




bWTAS.-CAPÍTULO X 805


ocupa hoy la presidencia está incapacitada moral y legalmente para
que el gobierno de Washington lo acepte como representante de la.
república cubana; porque está encausado, sujeto á juicio y suelto
bajo fianza, por haber violado las leyes del país. Por fortuna nues-
tra, los agentes de España tienen más de perversos que de avis1l.dos,
que si no fuera así, ya hubieran sacado partido de estas circuns-
tancias para hacernos la guerra con el público y con el gobierno
!lmericano, poniendo de manifiesto esa incompatibilidad y esa inha-
bilitacion. Mientras no estamos reconocidos, bien pueden entenderse
extraqflcia!mente el presidente ó los ministros americanos con Mora-
les Lémus, porque sabell que está en corrrespondencia directa con
eljefe de la insurreccion cubana y merece su confianza. Ahora pue-
den extraojicialmente oirlo y tratar con él, como uno de tantos cu-
banos de influencia y de prestigio en su país; pero el dia que Cuba
sea para los Estados-Unidos nacion independiente, no podrá aceptar
como su representante diplomático á un individuo, por meritorio y
respetable que sea, que fué reducido á prision y que está en la ac-
tualidad encausado bajo el peso de una acusacion de haber violad~
las deyes de neutralidad» de estos Estados.


Esto es en cuanto al gobierno americano, que por lo que hace á
una gran parte del pueblo cubano, se presentan consideraciones que,
á mi juicio, deben tencrl'le en cuenta. Lo mismo Morales Lémus que
un número crecido de personas que lo rodean, pertenecieron en la
Habana á lo que allí se llam6 partido reformista, concesionísta ó con.-
servador. Muchos de ellos se sabe que han medrado á la sombra de
ese mismo gobierno á quien hoy le hacemos la guerra; casi todos
han ocupado destinos y desempeñado cargos, con sueldos algunos
bajo el gobierno español, y esto hace que muchos se retraigan de
asociárseles y que no estén dispuestos á depositar en ellos entera
confianza. De ahí viene, á mi ver, la carencia de recursos pecunia~
rios en que siempre se han encontrado.


Como creo que no debiJ callar la verdad, por poco lisonjera que
sea, le diré á Vd. que entre los cubanos residentes en Nueva-York
es muy general el descontento que reina respecto á la Junta, á la
cual acusan de que no auxilia eficazmente á la revolucion, y hasta
se han proyectado más de una vez meetings para acusarlos pública-
mente, de lo cual se ha logrado disuadirlos, haciéndoles ver las
malas consecuencias del escándalo y del descrédito que acarrearia.


De la Sociedad An6nima que maneja Pedro Martin Rivera, lo úni-
co que puede decirse es que hasta ahora nada ha hecho. Tenia re-
unidos ya algunos fondos cuando Rivero puso parte de ellos á dis-
posicion del presidente de la Junta cubana, y esta ha comprado el
yacht Ana, cuya salida al mar es probable que se retarde algunos
meses.


Miguel Aldama no pertenece oficialmente á la Junta., pero es, á.
pesar de eso, el vocal más importante de ella. Su gran caudal le dá
gran influencia, y es de esperarse que en lo futuro preste servicios
de consideracion, ya que hasta el dia no los ha prestado, pues á ello
se vé obligado por la situacion en que lo ha colocado el gobierno
español.


El periódico LA.REVOLUCION es empresa particular de Nestor Pon-
ce. Creóse bajo los auspicios de Morales Lémus, y con sus esca-
sos fondos ha. contribuido la Junta á. sostenerlo.


Mucho cuento con la paciencia de Vd. cuando me atrevo á dirigir-
le esta larguísimo. carta, y mucho confío en su indulgencia cuando




, . 806 LAS INSURRECCIONES EN CUBA.


me arriesgo á dar aviso sin que me lo pidan, y á manifestar tan sin
rebozo mis opiniones y mi modo de pensar. Ruego á Vd. que no des-
perdicie mis indicaciones sin haber indagado ántes la certeza de los
hechos que refiero, y sin haber considerado detenidamente su conse-


·cuencia.
Nada de lo que he escrito me lo dictan ni la pasion ni el interés.


He sido y he vivido siempre independiente, y ni he tenido nUllca, ni
~ t~ngo hoy, otra ambician que la de ver libre á Cuba de la domina-


ClOn española.
Concluiré rogando á Vd. que considere esta carta (como de natura-


leza fstrictamlmte conjidencial) y que pese en su maduro juicio lo si-
guiente:


La conveniencia de tener en Washington una persona apta é idó-
nea bajo todos conceptos para desempeñar la representacion diplo-
mática de la república de Cuba, sin carácter de agente revolucio-
nario.


La necesidad de tener en este país un agente revolucionario, so-
metido directamente al gobierno de Cuba, del cual deba recibir ins-
trucciones, y que solo en aquello que se roce con la política exterior
tenga que consultar al representante diplomático y sujetarse á sus
indicaciones.


La importancia suma de tener en el mar uno ó mas buques arma-
dos que hostilicen al comercio español y distraigan la atencion de
su marina de guerra.


Entendiendo que el agente revolucionario ha de estar autorizado
competentemente para contratar empréstitos, ó de otro modo, le-
vantar fondos, y que ha de tener facultnd para emplear:, sin publici-
dad, los agentes subalternos que ctea necesarios, y merezcan su
confianza, para mandar con premura, al ejército libertador armas,
municiones y pertrechos de guerra.-Soy, ciudadano presidente,
vuestro admirador .-a 61" os del a astillo .»


(49) Nuestro representante tuvo que luchar denodadamente con-
tra la opinion hecha por los periódicos exagerados de Nueva-York y
en particular por EL HERALD; teniendo al fin la fortuna de que el
derecho de España prevaleciera.


(50) DIARIO DE LA MARINA del 11 de diciembre de 1869. En él se
insertó una correspondencia de Nueva-York del 11 de noviembre,
dándose pormenores de aquella reorganizacion.


(51) Junta central republicana de auba 'U Puerto-Rico.-¡Cubanos!
-No el cobarde desaliento, que no puede caber en varoniles pechos,
sino una no interrumpida série de desgracias con que 1m querido
agobiarnos la Providencia, el completo agotamiento de recursos, la
culpable indiferencia de los más, la desunian, la vil intriga y la am-
bician desenfrenada que se ha apoderado de muchos otros; los gran-
des refuerzos que en estos momentos envia España á Cuba, y el
deseo consiguiente de evitar un ya inútil derramamiento de sangre
y librar á nuestro adorado suelo de su completa ruina; todas estas
causas aunadas nos obligan á dirigiros nuestra voz para que cesen
sin demora tantos nobles sacrificios inútiles por ahora.


¡Cubanos! No atribuid á infame traicion ó cobardía este lenguaje.
Si dudaseis, traed á la memoria uno á uno los contratiempos que
hemos experimentado: el bergantin 21lar-¡¡ LoweU, apresado en abril




NOTAS.-CAPÍTULO X 807


con un valiosísimo cargamento de armas, mnniciones y demás
pertrechos de gnerra; la goleta La Nave, con otro,3 costosos carga-
mentos, confiscada des pues en J amáica, la prision de la mayor par-
te de los miembros de nuestra anterior Junta, verificada en jun.io,
¡quién lo creyera! por las autoridades de este país, á instancia de
los agentes españoles, bajo el frívolo pretexto de que perturbába-
mos la paz; el apresamiento tambien, más tarde, por este mismo
gobierno de la expedicion que debia salir en el vapor Cat/¡,el'ine Wi-
ting; la traicion cometida vor el comodoro norte-americano á cnyo
cnidado se habia puesto nuestro primer buque de guerra el Cuba;
la aprehension, seguidamente por las autoridades de ~assau del
Littian que os llevaba, con dos valientes batallones, 3.000 rifles
perfeccionados, 8 cañones, 200 quintales de pólvora, millon y me-
dio de cartuchos, calzado, vestuario, medicinas, etc., es deCir,
nuestros últimos recursos; y fiualmente, la falaz conducta del
presidente de esta nacían que, !In su reciente mensaje, no solo ha
inferido á la revolucion cubana un golpe moral de fatales conse-
cuencias, sino originado el increible menosprecio con que ambas
Cámaras han rechazado nuestras justas pretensiones de beligeran-
cia, junto con la entrega subsecuente de las cañoneras españolas,
que han de servir para impedirnos totalmente llevaros ningun otro
auxilio, son hechos más que suficientes para justificar ante el mun-
do entero esta medida.


Por otra parte, el gobierno español, al decretar recientemente la
supresion de la contribucion directa en Cuba, ha obrado sagazmen-
te quitando al país el motivo principal que tuvieron muchós de
nuestros soldados para empuñar las armas. No queda, pues, otro
camino hoy que deponerlas.


¡Cubanos! Volved á vuestras tareas: trabajad, recuperad las
grandes pérdidas que habeis experimentado; fortaleceos, en fin, y
estad dispuestos para mejores tiempos, no lejanos. A vosotros os
quedará siempre la inmarcesible gloria de haber combatido CA-
TORCE )IESES Y los beneficios de la paz que, por su propia con-
veniencia, os otorgarán nuestros contrarios; á nosotros la decep-
cían, la miseria y acaso el abandono de nuestros mismos parti-
darios.


Nueva- York 21 diciembre 1839. -Miguel Aldama.-José Morales
Lémus.-Hilario Cisueros.-Enriq ue Piñeiro.-Fraucisco Fesser.-
A. Echevarría.


(52)
_Siempre vence qlllen saba morir .•


HM"e!Ua.


«Habaneros: El despótico y sanguinario gobierno español reune
.sns huestes para lanzarlas contra nuestros heróicos hermanos de
.Orieute. Cuarenta mil sicarios del despotismo marchan contra
te11os. ¡,Y permaneceremos impasibles'?-No.-Corramos en su
.fl.yuda.-Volemos al combate.-Y al mágico grito de libertad ó
.muerte, probémosle al mundo entero que nos admira, de cuánto
tes capaz un pueblo que pelea por Stl independencia .


• Habaneros: pronto, pronto, acudamos con nuestros brazos á sal-
)yar de las garras del tirano á nuestra querida Cuba.-Arrostre-
tmos con ánimo seren0 toda clase de peligros.-La justicia y la ra-
)'Lon están de nuestra parte, y el Dios de las victorias colmará.
.vurstra titáuica lucha,»




808 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


(53) Tres ó cuatro de los comprendidos en la disposicio.n supe,io.l'
dejaron de embarcarse, pero los reputado.s como más temibles la~
borantes lo verificaron el dia 24, unas horas ántes de la señalada.
para promover el trastorno con que se pretendia cns&ngrentar la
Noche-buena.


(54) D. Francisco Mestre aparecia más sospechoso por ser her,
mano de D. José Manuel, vocal de la junta de Nueva York; pero
sus protestas de españolismo .Y su conducta inmediata le consi-
guieron aquella condescendencia gubernativa.


(55) Segun las publicaciones de los lo.borantes del año siguiente,
el armamento destinado porla Junta de Kueva York á Céspedes,no.
bajaba de 24.148 armas de fuego., de las cuales solo 5.500 dejarQ):).
de llegar á Cuba, y no pudieron utilizarse por los insurrectos má.s
que 8.000.


Véase LA VERDAD HISTÓRICA SOBRE LOS SUCESOS DE CUBA., por
F. Javier Cisneros, páginas 23 y siguientes.


(56) Decia Céspedes en aquella proclama:
4Creyendo que el día de mvestro triunfo puede acelerarse dedicándo-


nos de nuevo á la causa de la liber·tad y aceptando más onerosos debe-
res y sacrificios, nuestro Congreso nacional me ka antorizado para cm-
plear todos los medios y dereckos de guerra. Investido de este poder, !Le,
creido deber autorizar al comandante en jefe de nuestros ejércitos, ge-
ner'al ~fanuel Quesada, á fin de qne expida órdenes para la destruccioA
de todos los campos de caña de la isla. La naciente cosecha de ta6l1co
será, tambien destruida hasta donde sea posibie, ya en los campos:ó des.
pues de "ecolectado para curarlo. llfientras más eficazmente se lteve á
calJo esta o6ra de destruccion, con mayor rapidez marchará nuestra
SANTA causa hácia la libertad ..... No hay motivo para dudar que des-
truiremos cuatro quintas partes de la cosecha de azúcar en la isl~
y la mitad de la de tabaco. por lo ménos ..... Los detalles de la obra
serán comunicados por los comandantes de los departamentos. Las
llamas que destruyan las fortunas y señalen las regiones azucare-
ras con su surco'de fuego y ruinas serán los faros de nuestra liber-
tad ..... Si la -destruccion de los campos de caña no bastare, lleva-
remos la antorcha á los poblados, á las villas y á las ciudades. Me-
jor para la causa de la libertad humll.na, mejor para la causa de los
derechos humanos, mejor para los hijos de nuestros hijos; que Ou-
ba sea libre, aun cuando tengamos que quemar todo vestigio de
civíli?lacion desde la punta de Maisí hasta el cabo de San Antonio,
con tal q¡ue l,l0 sea tolerada la autoridad española_);


(57) Véabse las órdenes que entónccs se comunicaron: «El O. Fe~
derico Cavada, general en. jefe del cuerpo de ejército. de este Es-
tado., me partidpa diga á Vds. que es probable que los dueños
de ingenios anticipen en todo lo posible las molien.das con obj.e~
to de sacar cllacnto. ántes partido de los campos de caña y que esp,e-
ra de la autoridad y vigilancia de Vds. dispongan, tan pronto COIJY)
la condicion de la caña lo permita, la destruccion total de dichos
campos, por individuos cogidos al efecto.-Dios, pátria y liber.tad,
octubre 12 de 1869.-P. O. S. José Trujillo y Armas.-C. Gelle\"~l
del distrito Sancti Spíritns.-Cristóbal Acosta.)}
• «Ouartel general.-Division de Cienfllegos.-Octubre 5 de 1869.-




NOTAS.-0APÍTULO X 809


C. Capitan José Gonzalez.-En mi poder su comunicacion fecha 26'
del próximo pasado quedo enterado de su contenido y que confor-
me con las instrucciones del gobierno superior ha destruido Vd. el
ingenio Divertido y sustraido su dotacion: de éstos han sido pre-
sentados en este cuartel general 14 asiáticos y 5 negros. Su oficio
arriba referido no me informa del número ni clasificacion de los in-
dividuos que formaban la dotacion del' ingenio Divertido.-Sírvase
darme este informe para mi gobierno.-Es preciso que sin pérdida
de tiempo destruya Vd. el ingenio de Marsillan, ántes que sea ocu-
pado por guarniciono Esto es perentorio. Para su auxilio en dicha
Qperacion hoy oficio al capitan Acevedo si necesitare Vd. su ayuda.
Las fincas cuya destruccion urge son las siguientes, algunas no es-
tán á su. alcance; pero contra aquellas que lo están dirigirá Vd. sus
esfuerzos.


Ingenios: Santa Isabel, de Marsillanj Santa Teresa, de Galdosj
Negrito, de Lay; Conchita, de Iznagaj Santa Rosalía, de Quesada;
Rosario, de Sarriáj Flora, de Dorticos; lJfuerto, de Sarriá; Hormi-
guero, de Ponvertj Vista Alegre, de Vergaraj Vista Hermosa, de Vi-
v.es; Caridad, de Jaltabuloj San Nicolás, del conde Brunetj San An-
tonio, de TrujillOj San José, de Veguer; Manuelitas, de Acer; San
L'uis, de Montalvoj Santa lrfarta, de Riballoj Califm'nia, de Campi-
lloj Santa Rosa, de Lombaj Angelita, de Argudinj San Antonio, de
Lomba, y Torriente de Pasalodos.


Los ingenios pertenecientes á cubanos de cuya conducta respecto
á nuestra causa no merece castigo deben dejarse para la época, si
llegara, en que sea una nccesidad perentoria su destruccion.-Es-
pero que observará Vd. esta indicacion y que su buen criterio hará
lo demás.»


Decia un periódico de la isla en·, 18 de noviembre: «Los ingenios
que los latro-faccioiSoS han quemado en la jurisdiccion de Cienfue-
gos en lo que va de mes son los siguientes:


La Soledad, de D. Antonio M. Cabrera; Flora, de D. Pedro E. Dor-
ticosj Horrttiguero, de Ponvert; Divertido y Rioja, de D. Pedro
A. Grau; Santa Isabel, de la Viuda é hijos de Marsillan; La Rosita,
de D. Félix'Torresj La Gloria, de D. José Ignacio Hernandez; El
Negrito, de D. Alfonso Layj Sant'~ Teresa, del Sr. Galdosj1].ue ha-
cen un total de diez, sin contar los incendiados en las j urisdiccio-
nes de Trinidad y Remedios.»


Otra órden tan absurda como las precedentes, comunicada poco
ántes, decia así:


«Cuartel general.-C. Comandante de arm!l,S de Guáimaro, José
Manuel de la Torre.-Inmediatamente, y bajo su más estrecha res-
ponsabilidad, pondrá Vd. fuego al pueblo que se halla bajo su go-
bierno, de manera que no quede piedra sobre piedra. El C. Coronel
Chicho Valdés, vá con una partida de cien ciudadanos libertos tra-
bajadores para ayudar á Vd. en la comple1;fL destruccion de ese po-
blado.


Supongo que en él no faltará alquitran y aguardiente, combusti-
bles que le auxiliarán á Vd. bastante. .


Avise V:d. con dos horas de anticipacion á las familias que se ha-
llen en él. .


Espero que dé Vd. á esta superior disposicion el más exacto
cumplimiento.


Pátria y libertad.
El general en jefe.-M. Quesada.1!




810 LAS INSURREOCrONES EN CUBA.


(58) Uno de los hechos salvajes fué el siguiente, perpetrado en el
ferro-carril de Cienfuegos á Santa Clara:


«Levantar un carril d~ la ví(j férrea, dejarle aparentelJ~ente en S!~
lugar para que el maquinista d~l tr~n, á larga distancia, no le pudiera
echar de menos, y evitar el peligro; y suj~tindole una cuerda, tirar por
eUa las que en la mani,r¡ua se oC//,6taóan c//,ando el tren ya no se podia
detener, dando por resultado esta operacion el descarrilamiento inme-
diato.)}


(59) En el mes de diciembre de 1869 fueron muchísimos los pre-
sentados, algunos de los cuales, para hacerse más meritorios, pu-
blicaron en los periódicos excitaciones á sus amigos del campo para
que imitasen su conducta.


(0) Entre otras puede citarse la clemente proclama del conde de
Valmaseda del 12 de noviembre.


(61) La regla 3.a de aquella órden, expedida por el SECRETARIO
DE ESTADO de los rebeldes en 30 de setiembre de 1869, decia así:
«El que ocultare periódicos ó los papeles comprendidos en la regla
La (proclamas de los jefes españoles concediendo indulto), ó los hi-
ciera circular, será juzgado como traidor y COllO agente del gobier-
no español.»


(62) Segun aquel INFORME, el ejército libertador se componia en
enero de 1870 de un jefe de estado mayor general, 3 lugares tenien-
tes generales, 9 m!\yores generales, 21 coroneles, 4.2 tenientes coro-
neles, 148 comandantes, 2.466 oficiales y 59.000 soldados, que forma-
ban un total entre infantería, caballería, artillería é ingenieros, de
61.689 plazas. Además se suponían un jefe superior de sanidad, 3
jefes locales. 2.2 médicos mayores, 59 de segunda clase y 226 entre
practic;antes y enfermeros en los 19 hospitales que decian tener es-
tablecidos. Fignraban asímismo en el cuadro de aquel ejército un
cuartel maestre general de administracion militar, 3 comisarios pro-
veedores y 36 subcomisarios; un administrador general de comuni-
caciones, a inspectores y 135 maestros de postas.


Lo que callaba el informe era la existencia y el número de los
CIUdadanos de la república, como no considerase al resto de los ha-
bitantes de la isla, que sin descanso perseguian á aquel brillante
ejército que la civilizacion distinguia con otro nombre despues de
los incendios organizados en las Cinco Villas. Como trabajo de ima-
ginacion, no podia negársele mérito al del titulado general Manuel
<.Juesada.


(63) Deseando el cap~tan general que uno de los batallones de
voluntarios de la Habana saliese á donde lo exigieran las necesida-
des de la campaña, lo propuso á los coroneles, y queriendo todos es-
tos que el de su mando fuera el preferido, hicieron preciso un sor-
teo, que se verificó el 15 de noviembre, designándolos la suerte por


'este órden: 2.° batallon, al mando de D. Julian Zulueta; primer ba-
tallan, al de D. José M. Morales; 3.°, al de D. Miguel Antonio Her-
rera, 2.° de ligeros, al de D. Francisco Ampudia; 7.° batallon, al de
D. Manuel Martinez Rico; artillería, al de D. Miguel Suarez Vigil;
1.0 de ligeros, al de D. Bonifacio B. Jimenez; 4.° batallan, al de don
Nicolás Martinez Valdivielsoj 5.°, al de D. Ramon Herrera, y 6.°, al




NOTAS.-CAPÍTULO X 811


de D. Francisco Calderon y Kessel. El servicio debia prestarse en
Vuelta-Abajo por el término de un mes. En consecuencia, salió de
la Habana el segundo batallon la tarde del 19 de noviembre y regre-
só el 18 de diciembre, des pues de releyarle elLO En lo sucesivo se·
redujo el servicio á unas compañías.


(64) Los voluntarios de Matanzas, imitando á los de la capital,
salieron á fines de noviembre, empezando por el primer batallont
que mandaba D. Juan Soler. Lamar fué fusilado al dia siguiente de
ser preso en una fin(!a del partido de Santa Ana.


(6fí) Cuatro de los detenidos por proferir palabras subversivas lo
fueron en la calle de Obra Pía, esquina á la de la Habana, y otro,
llamado D. José Valdés, en una bodega de la calle de la Bomba.


(66) Los condenados á muerte en garrote fueron D. José Valdés
Rubio y D. José Ramon Crespillo, por soborno y tratar de sublevar
á tres volulltarios catalanes. Debian sufrirla en el sitio de costum-
bre, y para evitar conflictos, se dispuso que se trasladaran los reos
á la fortaleza de la Cabaña J fuesen pasados por las armas á las
ocho de la mañana del 2S de diciembre.


(67) Orden general del 3 de diciembre de 1869 del comandante
general de operaciones de Cinco Villas D. Juan Lesca.


(68) El general de color D. Eusebio Puello abrió las operaciones
en 13 de diciembre, segun anunció en su proclama expedida en'
Puerto Príncipe. Mucho se proponia hacer, pero la. fortuna le fué
poco propicia, á pesar de su buen deseo y gran valor.


(69) El periódico LA BANDERA ESPAÑOLA, que veia la luz en San-
tiago de Cuba, publicó en 19 de octubre la manifestacion dirigida
por el conde de Va lmaseda á los comisionados por los cuerpos de
voluntarios que le entregaron el uniforme de campaña. Tambien
publicaron los periódicos la declaracion de estar pacificadas, además
de las jurisdicciones de Manzanillo, Jiguaní y Bavamo, la mayor
parte del territorio del departamento Oriental. "


(70) Loable actividad dedicó el intendente D. José Emilio de
Santos á la moralizncion J mejoramiento del importantísimo ramo
de la Hacienda, y aunque las circunstancias no le favorecian mu-
cho, formalizó los presupuestos con notables economías, suprimió
la comision de Cuentas de Santo Domingo, que era una carga gra-
'fosa, nombró una comision para examinar las ordenanzas é ins-
trucciones de aduanas, normalizó el servicio de las comisiones rle
vigilancia en estos centros de ingreso, corrigió abusos en el cuerpo
d~ aduaneros, niveló los pagos de los acreedores del Tesoro, arregló
las taras de azÍlcar, organizó las oficinas y tambien lo relativo á los
bienes embargados á los insurrec~os; demostrando en sus desvelos
un gran deseo de mejorar cuanto en el ramo que le estl\ba enco-
mendado lo requeria. El estado de guerra y el tener que luchar con
hábitos inveterados le impidieron más de una vez salir airoso en
sus propósitos.


('11) La noticia se comunicó al público e111 de diciembre de 1869,
en la siguiente forma:




812 LA.S INSUR:aECCIONES EN CUBA.


«Goóierno superior político.-Secretaría.-El excelentísimo señor
gobernador superior político ha recibido el telegrama sigúiente del
señor ministro español en Washington:


«Tengo la satisfaccion de anunciar á V. E. :que en virtud de con-
venio con el ministro del Perú, se ha dado la órde!l para que el tri-
bunallevnnte el embargo de las cañoneras y pueda marchar á esa
isla, lo que espero que verificarán á fines de esta semana.-El se-
cretario, Oesáreo Fernandez.»


Tambien publicaron los periódicos este despacho particular:
~Nueva·York, diciembre 10.-Recibido en la Habana el 11 á las


diez de la mañanll.-Señor director del DIARIO DE LA MARINA, Ha-
bana.-Las cañoneras libres; saldrán la próxima semana.-Ruü de
Leo •. '


CAPiTULO XI.


(1) En la comunicacion fechada el 7 de agosto de 1870, manifes-
tó el gobernador político al superior de la isla que á su juicio debia
depender directamente de la primera autoridad el importante
asunto de los bienes embargados; suplicando, por tanto, y por no
permitirle sus ocupacil)nes gubernativas continuar el desempeño de
aquel cargo, que se le admitiese su renuncia de la presidencia del
Consejo. La dimis'ion fué admitida en decreto de 24 de agosto.


(2) Aquella Memoria puede leerse en la compilacion publicada
por el intendente Santos con el título de DATOS y NOTICIAS OFICIALES
REFERENTES Á LOS BIENES MANDADOS EMBARGAR EN LA ISLA DE CUBA
POR DISPOSICION DEL GOBIERNO SUPERIOR POLÍTICO, lláginas 12 á 27.-
Habana. Imprenta del gobierno y capitanía general, 1870.


(a) Páginas 109 á 161 de la misma compilacion.-En 30 de se-
tiembre de 1870 ascendian los embargados á 3.331.


(4) Cálculo hecho sobre los datos de la Memoria del gobernador
presidente. Además, los terrenos realengos en las jurisdicciones de
la. Habana, Matanzas, Trinidad, Puerto Príncipe, Santa Clara y
Santiago de Cuba, estaban fLpreciados en 377.352 escudos, los ter-
renos ribereños, no clasificados todavía, y extensísimos en toda la
isla, tienen un gran valor, como lo tienen los solares de las murallas
y de la capital y otras pertenencias del Estado no beneficiadas con-
venientemente.


(5) Segun los periódicos de la Habana de 1870, los insurreeto8




NOTAS.-GAPÍTULO XI 813


tuvieron, desde el grito de Yara hasta fin de 1869, 44.706 bajas cla-
sificadas en esta forma: muertos, 16.980; heridos, 9.133; prisione-
ros, 2.092; rendidos y presentados, 16.501, cuyo cálculo es exage-
rado á nuestro juicio. Tambien nos lo parece el que el periódico de
los laborantes de Nueva York, el DIARIO CUBANO, publicó en 24 de
mayo de 1870; cuyo periódico, refiriéndose á datos facilitados en la
Habana al agente de lord Clarendon, consignaba las bajas ocurri-
das desde octubre de 186~ hasta abril de 1869 sn esta forma: De
españoles: por enfermedades, 10.500; por balas enemigas, 6.050; he-
ridos, 7.050, ó sea un total de 23.600. De cubanos: por enfermeda-
des, 3.000, por balas enemigas, 4.000; por ejecuciones, 5.500; heri-
dos, 3.000; total, 15.500. Pero si en el ejército español no resultan
oficialmente tantas bajas, Ron muy superiores en las gavillas insur-
rectas, segun los datos publicados por el estado mayor de la isla.
Los que resultan de las revistas quincenales dadas á luz por la
GACETA DR LA HABANA en 1871, presentan estos datos: Bajas de es-
pañoles en 1871: muertos, 301; heridos, 769; contusos, 163; total,
1.233. De insurrectos: muertos, 4.733; prisioneros, 962; presenta-
dos, 35.948; total, 41.643. Si en 1871 en que la insurrecciou dismi-
nuyó notablemente resulta esta suma, hay que suponer uua de do-
ble importancia cuando ménos eu 1869 y 18'10, lo cual haria subir
el total de las bajas al enemigo á más de doscientas mil. Dando
esto por cierto, y teuiendo á la vista los datos estadísticos que ele-
vaban la poblacion de Cuba á 1.359.238 habitantes, los cálculo¡¡ del
Sr. Arboleya en su folleto ¿De dónde venimos? ¿Dónde estamos? ¿A
dónde ramos? que conceden á la isla 90.155 cubanos y 106.080 pe-
ninsulares y canarios útiles para la guerra, ósea 196.235 comba-
tientes, y las cifras de la numerosísima emigracion al extranjero,
debían deducirse grandes alteraciones en la poblacion de la isla;
mas comó el movimiento de la riqueza no aparece en su des~enso
proporcional !Í aquellas afirmaciones, hay que atribuir á estas bas-
tante exageracion. Ya hemos dicho que ésta se hizo muy notable
desde que las autoridades jurisdiccionales disponian de cantidades
fijas para familias preseutadas. La verdad, por tauto, es hoy desco-
nocida.


(6) Compilacion citada, página 48.
ro La GACETA DE LA HAnANA publicó el decreto de 4 de febrero


de 1870 creando las juntas jurisdiccionales de bienes eombargados
presididas por los respectivos gobernadores ó tenientes gobernado-
res y formadas con individuos de los cuerpos de voluntarios, con-
tribuyentes, sujetos que hubieren sufrido pérdidas con motivo de
la insurreccion y representantes de la administracion económica.


~8) DATOS y NOTICIAS OFICIALES, etc.; compilacion citada, pág. 86.


(9) Decia El Army ana Navy Jowrnal de Nueva-York correspon-
diente al 20 de noviembre de 1869:
~Cañoneras españolas.-Con dificultad ofrecerán los anales de la


eonstruccion naval un ejemplo de mayor diligencia y actividad que
la desplegada en la construccion de las treinta cañoneras españo-
las que hoy flotan en el Hudson. Habiéndose confiado al capitan
Ericson los planos para la construccion, se celebró el contrato parn
la de toda la flota con 4a factoría de Delatamer de esta ciudad,




814 LAS INSURUlWCIONES EN CUBA


el dia 3 de mayo de 1869. Púsose la primera quilla e119 del mismo
mes, y el 23 de junio siguiente, ó sean :34 dias de traba.j o d6spues de
puesta la quilln, cayó al agua el primer cañQnero en el astillero de
Pouillons. El a de setiembre, esto es, 4 meses despues de firmado
el contrato y á los :3 meses 16 di as de sentada la primera quilla, se
botó al agua el último de los 30 cañoneros, teniendo va á bordo 11>
de lo.s primeros sus máquinas y calderas. El capitan de fragata de
ll1arllla española D. Rafael de Aragon, bajo las instrucciones del
almirante Malcampo, jefe superior de las fllerzas navales de España
eu Cuba, ha sido el inspector de las obras y habilitacion total de
los buques, siendo el eapitan Aragon favorablemente conocido en
los círculos hidrográficos por sus exactos é importantes trabajos
en las costas de Cuba.


Las cañoneras españ(}las son buques marineros, con dos hélices
gemelas, de 107 piés de eslora en la línea de agua 1:115 piés 11 pul-
ganas españolas), 22 piés 6 pulgadas de mang:l. ex~re:n;t (21 piés 4-
pulgadas españolas), 8 piés de puntal (8 piés8 pnlgarlas eSl1;l.ñolas),
y calarán solo 4 piés 11 pulgadas (5 piés 4 pulgadas españo las) al es-
tar completamente armadas para el servicio con carbon, víveres,
pertrechos y proyéctiles para 100 disparos. .»


(10) Los periódicos publicaron á primeros de enero de 1870 varias
correspondencias de insurrectos presentarlos que se ofrecian á ser-
vir de guias al ejército español.


(U) Aquella exposicion de ;) de enero de 1870, repartida pl'ofu~
samente en hojas sueltas, se insertó en la mayor parte de los pe-
riódicos.


(12) HABITANTE::! DE LA ISLA DE CUBA: Al empezar el año, en
estos di as de plácemes y felicitaciones, es grande la satisfaccion de
vuestra primera autoridad que puede felicitaros, como lo hace, por
el notable CiLmbio operado en todo cuanto tiene relncion con este
territorio.


Hondamente perturbada la tranquilidad de que disfrutaba por
una parte de sus hijos que, si al principio cubrieron la bastarda am-
bician que los guiaba con programas halagüeños, han arrojado al
fin la máscara, declarándose apóstoles de incendio y exterminio,
cesó el peligro que mientras pudieron ser creidos existia.


Oon presencia de los fecundos sucesos, todos pró"peros á la cau-
sa del órden, de la justicia y del derecho, que es In de Espaila, con
la evidencia de esos acontecimientos con que ha cerra,lo el año 69,
era preciso el desengaño de los ilusos arrastrados {L la rebelion.


El estío, estacion mortífera para el europeo en estas latitudes,
ha pasado sin q ne registremos un solo quebranto en nuestro ejérci-
to, y las fiebres con el sol y las aguas no han sido óbice para que
ocupara el territorio en que tenia destino, dando constantes y se-
veras lecciones á los rebeldes y ganando siempre más crédito en al-
canzarlos que en batidos. En dos ocasiones se atrevieron aL! uellos
á tomar la inictativa reuniendo todos sus recursos para atacar á
Victoria de las Tunas y á Santa Cruz del Sur, y sabeis cuán rudo
escarmiento recibieron de un puñado de convalecientos que guar-
necian aquellos puntos.


Entónces fué cuando el despecho, mal consejero, cegó á los direc-
tores de la insurreccion hasta el punto de ensalzar como santo y




NOTAS.-CAPÍTULO XI 815


bueno el uso del puñal y de la tea, y de fundar la felicidad de la
patria en reducirla á cenizas, y tambien de este momento data la
sumision de miles de personas que diariamente escapan á la vida
nómada y la horrible miseria á que fueron llevadas por la violencia
6 el engaño, para cobijarse de nuevo bajo la égida tutelar del gobier-
no, bajo la bandera que significa en Ouba el progreso continuado y
cierto.


Quedaba reducida la insurreccion á las partidas que vagan por la
parte montuosa y despoblada de la isla: los elementos disponibles
eran sobrados para juzgarla, y, no obstante, han venido numerosas
fuerzas de mar y tierra, ¡,sabeis por qué? Porque nuestrGS herma-
nos de la Península, que conocen y aplauden vuestros sacrirlcios,
han querido compartirlos y que es~én aquí representadas todas las
provincias y todas las armas, dando prueba de la unanimidad de
sus sentimientos con relacion á Ouba, aunque anden divididos en
otras cuestiones. Han venido principalmente, porque al grito sal va-
je de la rebelion debia contestar España, como lo hacen las naciones
civilizadas, dando completa proteccion á la familia y á la propiedad
y allegando medios de economizar la sangre estéril y sensiblemente
derramada.


Por eso, aunque sc halla militarmente ocupado el país, no se ha
declarado el estado de guerra, y funcionan libremente los tribuna-
les ordinarios y las autoridades civiles. Por eso han quedado va-
cías las prisiones. Po~ eso sin que se haya concedido indlllto se
presentan y son acogidos como hermanos los que estaban en armas
en Oinco Villas, en tanto número, que dejan sin ocupacion á las co-
lumnas de aquel rico distrito.


Esa escuadra que rodea las costas y conserva núcleo formidable
en los puertos, está destinada á matar las esperanzas de los que
fian aún en expediciones de filibusteros asalariados, en In hez de la
sociedad universal, aunque las importantes declaraciones del jefe
y del gobierno de una nacion amiga, tan sensata como fuerte, las
hayan amenguado mucho.


Esos euerpos que han sido distribuidos en los ingcnios y otras
fincas valiosas, van á ser gUt\rdianes de la riqueza con tanto traba-
jo adquirida


Juntas esas fuerzas con las anteriores, hacen impotente, como
veis, hasta el propósito de destrucciones, y han de realizar el de-
seo de nuestra noble pátria, que es el de todo cmuzon humanitario,
limitnndo y abreviaudo los horrores de la guerra, para que alcan-
cen solo, sin remedio, á los que resisten el acatamiento á la ley.


Voluntarios: vuestro patriotismo sin medida, vuestras nobles
condiciones, la abnegacion con que habeis venido á ser apoyo firme
de la autoridad y del órden, os hacen bien acreedores á mi afectuo-
sa fe licitacion.


Vosotros, soLlados y marinos, habels una vez más acreditado el
concepto de las armas españolas: la perseverancia en los trabajos,
el sufrimiento en las privaciones, la disciplina siempre; la genero-
sidad CDn que hnbeis auxiliado la desgracia compartiendo el vesti-
do y la racion con el huérfano y el desvalido sin indagar sn pro-
cedencia, y aún sabiéndola enemiga, son virtudes que no han que-
dado ocultas para mí, y que me enorgullecen con vuestro mando
y con el de vuestros hermanos los voluntarios de armas. A todos
doy albricias y muy señaladamente á esas milicias cubanas que,




816 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


participando de vuestras acciones y vuestras glorias, tanto han
enaltecido el timbre de su lealtad y su valor.


iY cómo no felicitaros ardientemente á vosotros, individuos del
comercio, de la industria, de la agricultura, á todos, en fin, los
que componeis este pueblo digno y levantado? Obreros silenciosos
de la paz, habeis hecho la ofrenda desinteresada de vuestros bienes,
de la inteligencia y de la vida, si necesario fuese, pam acabar la
guerra. Ciudadanos honraldos, habeis prestado unidos, como un so-
lo hombre, la más eficaz cooperacion á la obra regeneradora del
gobierno allanando obstáculos y buscando recursos inagotables.
Amantes de vuestro país, habeis elevado su crédito con resultados
que no tienen ejemplar en la historia de las querellas humanas.


Conservad esa preciosa union, que es vuestra verdadera fuerza, y
nada temais del porvenir. Contando con Dios, de que solo prescin-
den los insensatos, y con los hombres honrados, espera daros
pronto pacificada la isla, v felicitaros de nuevo con tal motivo
vuestro gobernador capitan"general-Caballero de Rodas.-Habana,
6 de enero de 1879.


(13) A la exposicion del ayuntamiento de la Habana fcchada el 7
de enero siguieron luego muchas felicitaciones de los del resto de
la isla.


(14) Publicadas en la GACEú DE LA HABANA de los días 29 y 31
de diciembre de 1869.


(15) Manifestado en alto grado en aquella ocasion p/)r los volun-
tarios catalane!", puestos á las órdenes del comandante general del
departamento Oriental, conde de Valmaseda.


(16) En aquel escrito se veia ya una tendencia marcada en los
insurrectos á formar causa comun con las repúblicas de orígen es-
pañol del Centro y Sur de América, quizás por la escasa bonevolen-
cia que en los meses inmediatos al fracaso de las negociaciones con
Prim recibieron de los Estados-Unidos.


(17) No otra cosa parecia desprenderse de la alocuciún del conde
de Valmaseda fechada el 21 de enero de 1870.


(18) La actividad de los insurrectos se demostró en las comuni-
caciones que les fueron interceptadas por nuestras tropa.s en enero
y que el capitan general mandó publicar en la GACETA DE LA
HABANA.


(19) En una hábil expedicion emprendida por el brigadier Goye-
neche el 20 de enero logró ahuyentar á los insurrectos de la parte
del Camagüey, donde en absolutó habian dominado largo tiempo.


(20) Representante de los Estados-Unidos en aquellas conferen-
cias fué MI'. Raymond H. Perry, su agente comercial en la ciudad
de Santo Domingo, y de los dominicanos D. Manuel María Gauticr,
ministro de Estado de la república.


(21) Los periódicos de la Habana publicaron con tal motivo el
discurso que el coronel del segundo batallan de voluntarios D. Ju-




NOTAS.-CAPÍTULO XI 81'1


lian de Zulueta, dirigió felicitando á. MI'. Seward y el de contesta-
cion del eminente estadista, en el que resaltaban estos ,párrafos:


«Señores: la isla de Cuba es una parte esencial de los grandes
sis.temas modernos del comercio y de la civilizacion, y todas las na-
ciones están interesadas en su paz permanente y en su continua
prosperidad. Os felicito de todo corazon por lo~ grandcs adelantos y
mejoras que se han realizado desde mi anterior visita; y rnego á
Dios que este progreso pueda continuar, y que no solo se devuelva
á la isla de Cuba la paz y la concordia, sino que tambien la situa-
cion política en la misma España, la aliada más antigua de los Es-
tados-Unidos, logre salir tranquila y felizmente de todas sus ac-
tuales complicaciones.


Señores: estoy seguro de que mis compatriotas agradccerán de
nna mauera más adecuada de lo que á mí me ha sido dable hacer,
la generosa hospitalidad que me habeis dispensado.»


(22) Publicado en la GACETA y periódicos de la Habana. Véase
tambien la DEMOCRACIA EN EL MINISTERIO DE ULTRAMAR, obra cita-
da, páginas 39 y 40.


(23) Felicitaron al gobernador superior político y al intendente
de Hacienda con tal motivo las comisiones de aduanas, el ayunta-
miento de la capital, el comité nacional conservador de Matanzas y
otras varias corporaciones en escritos publicados por los periódicos
de aquellos mismos dias.


En primero de febrero se encargó á los ayuntamientos que pro-
pusieran á la autoridad las supresiones ó modificaciones que de-
bieran hacerse en los impuestos, con el objeto de someter los datos
a una junta que en presencia de la situncion económica y de las
exigencias municipales fijara las bases de la reformas.
(2~) La opinion pública censuró más de una vez la prcfC"rente


proteccion dispensada por el capitan general á las personas que le
acompañaron desde España, tomándose entónces por motivo el re-
levo del administrador de correos de la capital por una de aquellas,
parienta suya.


(2'5' Decia una correspondencia de Nueva-York, publicada en los
periódicos de la Habana:


«¿No ernn ellos mismos los que c::Jmponian el conciliábulo de El
Siglo, cuando con la máscara de reformistas prodigaban mentiras y
multiplicaban invenciones parecidas á esta que ahora se les atri-
buye'? ¿No fueron ellos mismos los que, para neutralizar el efecto
de atjuella exposicion que en 186:) hicieron los españoles cubanos y
peninsulares de la isla con el fin de combatir sus bastardos planes,
ide.aron imprimir otra del mismo tamaño y forma en igual papel,
con idéntico carácter de letra, con iguales palabras al principiO y
al fin, y hacerla copiar, suplantando á la primera, por algunos pe-
riódicos de Madrid y atribuyendo la a pócrit'a á las mismas respeta-
bles personas que firmabañ aquella'? En aclarar aquel enredo se
tardaron más de dos meses por causa de la distancia; este se acla-
rará más pronto; pero una y otra invencion se parecen mucho y son
muy propias rle esas personas á quienes conocemos perfectam'ente,
y de quienes estamos autorizados para pensar mal sin incurrir en jllicio temerario.»


TOMO Ir 52




818 LAS INSURRECCIONES EN CUBA.


(26) La carta decia lo siguiente:
«Habana 21 de enero de 1870.


>}Señor director de El Republicano. Muy señor mio: Como perio-
»dista, ni aun desprecio me merecen las injurias que Vd. dirige á
:tLA Voz DE CUBA, porque únicamente se demuestra en ellas la co-
:tbarde agonía de una causa que no dejó de ser nunca causa de mi-
»serables y traidores.-Como particular, deseo tdn solo conocer su
» nombre, y preguntarle si está Vd. dispuesto á sostener de cerca
í>los insultos y mentiras que prodiga desde léjos, y á rogarle que
»en este caso me lo comunique autorizando su firma la de cnal-
»quiera de los cónsules ó agentes consulares extranjeros que resi·
»dan en esa poblacion.


»Queda esperando su respuesta, y empeña desde ahora palabra
bde honor de llevarle personalmente la suya S. S. Q. B. S. M., Gon-
:tzalo Castañon.»


Segun el libelo á que nos referimos (1), la carta de desafío fué
leida en Cayo Hueso por Juan María ReyC's, director que habia sido
de El Republicano hasta el dia 15 inclusive, quien con fecha 24 res-
pondió por e 1 telégrafo:
~Sr. D. Gonzalo Castañon.-Habana.
)} Voz 21, recibida domingo nl!lñana, carta no.-Ratificada, ar-


»tículo !lutor firma este, que debe publicarse.-Detalles correo.-
»Espera.-Juun María.'}


Este esperó la llegada de un va po r q ne fné el Atliance, por el cu al
remitió á la Habana la siguiente carta:


«Key-West enero 2(j de 1870.
"Sr. D. Gonzalo Castañon, director de LA Voz DE CUBA.


)}"Muy señor mio: La carta que Vd. dice haberme remitido con fey
»cha 21 del actual, no ha llegado á mis manos, sí el periódico en
»que está pu blicilda.


)}Res:pecto á los deseos que se sirve V. manifestarme en la ante·
»dicha carta, debo contestarle que hasta hace poco :e115 del mes
>}actual), he sido director del periódico El Republicano, q ne vé la
»luz semanalmente en esta ciudad, y, por lo tanto, sin distincion


»de lugar, sostenedor de todo lo que en este se ha insertado.
)}Espero que V. se servirá publicar esta C!lrta, como supongo lo


»habrá hecho con el telegrama que le dirigí el lunes 24.-B. S. M.-
»Juan María Reyes:»


(27) Habana enero 2~ de 1810.-Mi querido Ventura: Dentro de
media hora salgo de la Habana; ya sabes dónde voy. Nada necesito
decirte: confío en tu amistad, como tú fías en la mia, y sé que si no
vuelvo serás el padre de mis hijos.


Cuando regreses á España llévalos contigo y dejáselos á mi que.
rida llermana, á ~fatilde, que con Tarsila, tu inimitable esposa, cui-
darán dc ellos. De este modo habrán ganado con mi muerte: en lu-
gar de un padre tendrán otro y dos madres. La pequeña fortuna
que les queda, y que proviene de su pobre madre, el ángel que
desde el cielo continuará protegiéndolos, servirá para darles carreru
conforme á su vocacion y á sns disposiciones. Ahora están ya en el


(1) ne doce p:íginns en 8.', tilulado Mw,¡, de Ca."Íion, é impre,o en NaBS~"
el 11 de fóbNfO d~ 18~O.




l!OTAS.-CAPÍTULO XI 819


colegio de Belen, donde reciben la educacion moral y religiosa, que
yo quisiera se arraigftl'a en ellos, porque no creo que haya mayor
felicidad para el hombre que la de tener fé, y sobre todo fé cristia-
na: ¡desgracindos los que la han perdido!


Si mis hijos no pueden ser sábios, que sean simples obreros. Con
tal que sean honrados; todo lo dermis me importa poco. En cual-
quiera posicion que ocupe el hombre puede ser estimado de sus
conciudndanos, y ser útil, sobre todo, á su pátria, por la (~ual voy
á medirme con séres que, en circunstancias normales, no merece-
rian de mí más que desprecio. Es por España, y marcho satisfecho.


. ... ................................ ..


Otra vez adios. Esta carta no tiene los requisitos ni las formas
legales, pero es la expresion, la manifestacion, la declaracion últi-
ma de un hombre que jamás ha mentido, y como aquellos para
quienes In escribo me conocen, tengo la conviccion de que no la
pondrán en duda y te reconocerán como mi verdndero fid.eicomi-
sario.


Toao lo que tú hagns estará bien hecho; los que en el mundo
me han querido, y á quienes yo quiero con todo mi corazon, asenti-
rán á ello como si personalmente se lo pidiera-Uonzalo Castañon.»


La tarde del 23, pocas horas ántes de embarcnrse pua Cayo-
Hueso en el vapor Atlianee, estuvo Oastañon en el salon fotográfico
de Cohner, donde se retrató, pensando dejar aliuella última memo-
ria ÍL sus I1migos, entre los cuales estaba Teodoro Guerrero, á quien
le dijo: «Si me matan quiero que escribas mi bi'lgrafía,,) lo cual
cumplió el poeta ocho dias desplles. El presentimiento de que Cas-
tañan no volveria le tcuia tarnLJien el autor de este libro, y así se lo
manifestó la noche de12i en el teatro de Tacan al aconsejarle, como
buen amigo, que desistiese de ir á tratar con los bandidos que se
refugiaban en aquel Cayo. Pero todo fué inútil: ,Castañon, presa de
la fatalidad, iba á cumplir su destino.


(28) Despue'; de lo ocurrido con Reyes se presentó á aceptar el
lance el cubano Mateo Orozco, quien escribió á dos paisanos suyos
la siguiente carta:


«Ciudadanos N. N. y ... Insultadas nuestras queridas hermanas y
nuestra idolatrada pfttria por el Sr. D. Gonzalo Castañon, director
del periódico La Voz de C'l~óa, que se redacta en la Habanl1, y que se
encuentra hoy entre nosotros. suplico á Vds, tengan la bondad de
pasar á verle y retarle á mi nombre para un duelo á muerte, ca,o
de no retractarse de las expresadas ofensas, Inútil creo recomen-
dar á Vds. acierto en el asunto v que procedan en él con las más
ámplias facultades. "


Soy de Vds. afectísimo amigo y eompatriota.-Jlat6o Orozeo.-
Key-West 29 de enero de 1870, á las ocho y media de la noche.»)


(29) «El CASINO DE LA HABANA, así que tuvo conocimiento de 1
horrible asesinato, del hecho sin nombre, del crímen pe.Ipetrado en
la persona de nuestro buen amigo GO~ZALO CASTANO~, presu-
roso acudió á ocnparse de un acontecimiento que más que de amis-
tad es de amor pátrio, que más qne de españolismo es de.humani·
dad; á ocuparse de SllS pequeños hijos, víctimas inocentes del.
amor ti la pátria, victimas de quien todo español, ,!odo hombre de
corazon debe ocuparse, porque la causa de CASTANON es la cansa,
de una raza, y la causa de la nacionalidad.




820 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


La fiera lucha con su enemigo, le reta, le vence ó perece en la
contienda; los enemigos de la raza latina pura, los de la sangre in-
noble y de corazon podrido, necesitan asociarse, necesitan enten-
derse con el crímen; necesitan ser capciosos, ser hipócritas cobar-
des, ser asesinos, para sorprender, para sofocar con el número la
nobleza del valor.


CASTAÑON ha muerto, CASTAÑON ha sido asesinado cobarde-
mente por los enemigos de España, CASTAÑON deja hijos, y estos
hijos, huérfanos de un defensor de In pátria, deben considerarse hi-jos de la pátria tambien.»


El decreto declarando amparados por la pátria á los hijos de
Castañon se publicó en In GACETA DE LA HABANA. Las Córtes Cons-
tituyentes señalaron despues á aquellos niños una pension igual
á la del Banco Español de ta Habana, cuyo proyecto fué decididamen-
te apoyado por el diputado D. Cárlos Navarro y Rodrigo.


(30) Entre las composiciones poéticas que cntónces se publica-
ron por la muerte de Castañon figuraba esta de su amigo Tebdoro
Guerrero.


LOS LAZOS DE LA PATRIA.
Qué es la pátria'? No es la historia'?


Sí: la pátrin. no es la cuna;
es algo más: es la gloria,
la tradicion, la memoria .....
¡La pátria no es más que una!


Si esta no es tierra extranjera,
ofensa grave nos hace
quien juzga de otra manera,
pues la pátria es la bandera
á cuya sombra se nace.


¡~o! ¡Cuba no es tierra extraña!
Hijo de Cuba, leal,
Ilnhelo verla, sin saña,
confundida con España
en a brazo fraternal.


¡No puedo aceptar la guerra
con la pátria de mi padre!
¡España! ¡querida tierra
de mis recuerdos, que encierra
Ins cenizas de mi madre!


Allí en España reposa;
allí están mis ojos fijos;
y adoro á mi Cuba hermosa,


(31) Aquel anuncio decía así:


que es la pátria de mi esposa,
que es la cuna de mis hijos.


¡España y Cuba! Ellas son
un lazo de amor sincero
que estrecha mi corazon.
¡No! ¡yo no puedo, no quiero
romper con la tradicion!


Al que un crímen cometió,
al asesino maldito
que á Castañon muerte dió,
pátria el mundo le negó.
¡No tiene pátria el dclito!


j Página triste la historia
dará á esta lucha tenaz!
Yo quiero cambiar, con gloria,
el laurel de la victoria
por la oliva de la paz.


Mas, despues de la pelea,
el pendon que aquí tremola
quiero que en Cuba se vea.
¡ Yo quiero, hermanos, que sea
siempre mi Cuba española!


<<Habana, lunes 31 de enero de 1870.-Gonzalo Oastañon ka sido
ltcobarderaente asesinado en Oayo-Hueso.-Estnndo solo en el salaD
»del hotel á las doce de la mañana, le asaltaron cinco cubanos, con
»revólver en mano.


,,¡ChlCO contra un hombre solo!




NOTAS.-CAPÍTULO Xl 821


»Quince individuos más están complicados en el asesinato y pre-
»80S.»


(32) Trascribiendo la órden general dc Caballero de Rodas, expe-
dida al dia siguiente del entierro de los restos de Castañon.


(33) Telegrama del capitan general de 2 de febrero de i8l0.-«Al
gobernador de Matanzas.-La ley de represalia, sobre injusta, da tris-
te idea de quien la emplea. Recomiendo á los voluntarios el cumpli-
miento de su alta mision, que es ser el apoyo más firme de la auto-
ridad y del órden. La muerte de Castañon es en vidiablej su nombre
pasará á la historia, y ha sido de inmenso servicio para la pátria;
demostrando á todo el mundo la diferencia que existe entre la causa
española y la que sostienen incendiarios y asesinos contra la civili-
zacion. Así lo ha comprendido el pueblo sensato de la Habana.-
Caballero.»


(34) Muchas simpatías perdió en la opinion de los Estados-U nidos
la causa cubana por el asesinato de Oastañon, condenado hasta por
los periódicos el Tribune. el Herald y otros que defendian á los in-
surrectosj pero los incansables laborantes, qne no sllpieron atenulli'
el hecho y se hicieron solidarios de los patriotas asesinos, para re-
cobrar en otro punto el terreno que iban perdi~lldo, enviaron emi-
sarios donde creian poder encontrar adhesiones ó apoyo. Entónces
se movió mucho en Lima, como representante de la junta de Nueva-
York, D. Ambrosio Valiente, quien fué al Perú para decidir á aque-
lla república á que tomase parte ma.terial en la cuestion cubana, ya
que oficialmente habia declarado su beligerancia.. D. Miguel .l!;mbil
se movia tambien á la sazon en París, y no dejaban loslaborautes de
Madrid momento de reposo á. sus trabajos de intriga.


(35) Declaracion del gobierno superior civil de 111. isla publieada
en la GACETA DE LA HABANA del 7 de febrero. En ella ofrecia el gene-
ral Caballero de Rodas una recompensa de mil pesos al que entre-
gase al desconocido agresor, cuyas señas se especificaban. La pri-
sion del asesino fué inmediata.


(36) En aquel escrito, publicado en la GACETA, se decia textual-
mente:


«Estos (los insurrectos), desde la sombra de sus guaridas, circu-
laron consigna para que se inscribieran y alistasen en los batallones
de voluntarios agentes laborantes, y para el asesinato del mayor mÍ-
Irulro posible y clase más visible de extranjeros. que debian llevar á
cabo, si no voluntarios, al ménos individuos que ostentaran prendas
de su uniforme.


A. este plan obedece la desagradable ocurrencia del domingo 6
del corriente, y otras que las autoridades, hábil y. fielmente secun-
dadas, lograron hacer fracasar.»


(37) Oapitan.ía general ds la isla de Ouba.-Esto,do .ma1lor.-Sec-
éÍ/m 5.a-Volllntarios: Hace dias que en esta capital tuvo lugar lUl
suceso horrible, un atentado contra la seguridad personal, que dió
por resultado la muerte die un extranjero y las grav~s heridas de
otros dos. Estos extranjeros, con otro q1l8 por fortuna salió ileso,
transitaban pacífica.mente por uno de los sitios má.s públicos y con




822 LA.S INSURRECCIONES EN CUBA


curridos de la poblacion, cuando se vieron acometidos, sin saber por
qué, por un hombre que, armado de revólver y puñal, y seguido de
otros, les asestaba golpes de muerte. Esos extranjeros se hallaban
bajo el amparo de la bandera española y garantidos por las leyes
del país: el asesino ultrajó las leyes y manchó nuestro pabellonj
por eso acaba de sufrir la pena de muerte ell justo desagravio.


El desgraciado Zamora, que cometió y purgó su delito, cr~ volun-
tario, y aunque cada hombre tiene su honra particular, la hay tam-
bien colectiva, y la honra colectiva de todo el instituto se afectó con
el delito, como ha vuelto á brillar sin mancilla despues del escar-
miento.


Voluntarios: desde la perpetracion del delito teniais formado
vuestro juicio, y reprobándolo esperábais, alIado de la autoridad,
como siempre, el fallo de la ley; la ley se ha cumplido. Sepa la isla,
sepa España y el mundo que sois los mejores apoyos del órden y la
justicia, como lo sabe vuestro capitan generaL-Caballero !le 'Ro-
das.»


'38) (Corresponde á la pág. 534, línea 25.)-Casino español de la
Habana.-¡Al pueblo español/-No repuestos aún de la amarga sor-
presa que ha causado en los que suscribimos, insulares y peninsu-
lares residentes en Cuba, el telegrama del dia 18 del corriente que
da cuenta de la infamante proposlCion estampada por una parte de
la prensa de Madrid, sobre la conveniencia de Ir. cesÍon ó yenta de
esta isla á una nacion extraña, lcvantamos nucstra voz ante el pue-
blo español y ante él protestamos solemne y enérgicamente contra
tan vil y humillante proposicion. .


Si esos escritores obcecados ó mercenarios, hollando los sagrados
derechos otorgados poI' el triunfo de la revoluciQn, se creen impu-
nes para secundar los infames manejos de los que hnn convertido
esta próspera y pacífica isla en campos de desolacÍon y exterminio;
nosotros, que no reconocemos en poder alguno el derecho de segre-
gamo" de la familia española, apelamos al tribunal de nuesti'O pue-
Llo, siempre grande y siempre sensato, y los acusamos de traido-
res á la pátria y de culpables del crimen de lesa nacion.


Así lo demandan la grandeza y porvenir de nuestro pueblo. Así
10 demandan los inviolables derechos de nue::;tro territorio. Y así
lo demanda finalmente el firme propósito que tenemos hecho, de
ántes sucumbir que renunciar á la nacionalidad de nuestra natura-
leza ó de nuestro orígen.


Si nada valen para esos hombres, faltos de pudor y patriotismo,
los recuerdos imperecederos de nuestra historia, de nuestra gran-
deza y de nuestro poderj si nada les enseñan las elocuentes leccio-
nes de los pueblos que en titánicos combates defienden sus COll-


.quistas y sus derechos, mostradles la sangre de vuestros hermanos
derramada en las playas de Cuba en detensa de esa honra que con
tanta impudencia se atreven á pisotear. Y si ni aún esto fuera su-
ficiente para que esos perjuros desistan de su audaz empeño de
rasgar la enseña de nuestra nacionalidad, ¡acá con nosotros, y al
par que protesteis de su inícuo proceder, arrancadles la máscara, y
de seguro que, bajo la hipócrita cubierta de fementido patriotismo,
hallareis, ó su mano manchada con la snngre ae vuestros herma-
nos, ú oculta entre sus dedos la moneda infame con que han ven-
dido sus doctrinas, su conciencia y su lealtad!


No cabe, no, en pechos españoles dar por premio á largos dias de




NOTAS.-CAPÍTULO XI 823


luchas, de afanes y fatigas, la usurpacion deshonrosa á los leales
de sus derecho::; de pátria y nacionalidad, y la criminal entrega, sin
miramiento alguno, de sus buenos hijos á extranjera dominacion.


Pero si alguno hubiese que, ambicioso ú obcecado, abrigando esa.
esperanza, desoyera la voz de nuestros clamores, recclrdadle que
cercano está el dla de nuestra victoria; recordadle que su conquista
será la página gloriosa que aparecerá brillante en la difbl yaza·
rosa époc:a por que atraviesa nuestra nacion; II!as recordadle tam-
bien que si tal erímen se consiente, el padron de ign~lIItinia q ne se
imprimirá en la honra española será mancha indeleble que jamás
nos perdonará la hist'Jria, y que hará doblegar la altivez y dignidad
de nuestra pátria ante la severa mirada de las naciones.


y dejamos hecha promesa, con juramento 'inquebrantable, que
afrontaremos impasibles la nota de inobedientes ántes que permi-
tir que esta tierra sea arrancada del mapa de nuestra nacían. Y en
la fé de nuestra conciencia y en la conviccion de nuestro valer, re-
petimos ahornlo que al gobierno y á las Cortes ya hemos dicho:


«LOS ESPANOLES QUE ESTAN EN CUBA POD!tAN SER VEN-
CIDOS; CEDIDO:::; O VENDIDOS, JAMAS: CUBA SEH,A ESPAÑO-
LA O LA ABANDO;\lAREMOS CONVERTIDA E:-r CE~IZAS.


Habana, marzo 23 de 1870.-(Sigllen las firmas.1
(39) En la protesta del CASINO DE CÁRDENAS se leja este pár-


rafo:
(,Somos de una raza demasiado altiva para ser vendido;;;. ¡Vender


á Cuba! ¿Pero cómo? preguntamos. ¿Ven ler el país sin nosotros?
Seria preciso para ello robarnos ántes nuestras propiedades. ¡,Ven-
derlo con nosotros'? Estamos en Cuba cerca de 10r).oOO peninsula.-
res, todos hombres, porque á este país no vienen niño.s, y 4/4,.500
cubanos, de los qu~ separadas 265.700 hembras, quedan 2HO.800
varones; segregando por los niños un diez por ciento, aún <q uedan
18i.920: separemos de éstos 108 mallls hijos que han renegado de
la pátria; de f"eguro que no snman hoy las cuatro últimas ciJras;
pero áun admitiendo como ciertas las patrañas de los laborantes,
que quieren hacer creer en los Estados-Unidos que a:3cleuden á.
50.000, aún quedarian 137.920 de los buenos: ahora bien: ¿cuánto
dinero creen esos escritores, apóstoles de la infamia, q ne valen
100.000 prminsulares y 137.900 cubanos leales?,>


(40) Se publicó fiquel importante escrito por varios periódicos,
con el epígrafe de Los voluntarios de CuOx y el Sr. Becerra, con fecha
27 de marzo de 1870.


(41) En el SUFRAGIO m¡¡VERSAL y otros periódicos del ;) y 8 de
abril. Excluyendo los extranjeros, fueron 42 los masones de la Ha-
bana que el 30 de abril continuaban encerrados en la eáce!.


(42; Manifiesto dirigido lÍo los cuoa/ws J publicado en el FANAL
de Puerto-Príncipe del 29 de marzo de 18'10.


(43) Las fuerzas que componian el ejército de Cuba eran:
Injantería.-Regimiento del Rey, núm. 1, 2 batallones.-Id. de


la Reina, núm.;¿, 2 id.-Id. de la Corona, núm. 3, 2 id.-Id. de
Nápolos, núm. 4, 2 id.-Id. de España, núm. 5, 2 id.-Id. de la.




824 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


Habana, núm. 6, 2 id.-Id. de Cuba, núm. 7, 2 id.-Id. de Tarra-
gona, núm. 8, 2 id.


Batallones de cazadores.-Bailén, l.-Union, l.-Colon, l.-San
Quintin,2.-Chiclana, l.-Baza, l.-Simancas, l.-Antequera, l.
-Reus, l.-Andalucía, l.-Leon, l.-Aragon, l.-Pizarro, 1.-
Heman-Cortés, l.-Covadonga, l.-Santander, l.-Cádiz, l.--Vo-
luntaríos de Madrid, 2.-Voluntarios de Barcelona, 3.-Tercios vas-
congados, 2.


Guardia civil, 2 batallones.-Artillería, 2 id.-Ingenieros, 1 idem.
-Marina, 4 id.-Milicias, 2 id.


iJ'fo'Dilizados en Cuba.-Orden, 1 batallon.-España, 1 id.-Val.
maseda, 1 id.-Ligero color, 1 id.-Rodas, 1 id.-Matanzas, 1 idem.
-Cuarto, 1 id.-Quinto, 1 id.-Sesto, 1 id.-Dos compañías de co-
lor, primera y segunda guerrilla volante, compañía de Holguin,
bomberos de las Tunas, id.-Total de batallones, 62.


Caballería.-Lanceros del Rey, 4 escuadrones.-Id. de la Reina,
4 idem.


llfilicias.-Habana,4 escuadrones.-Matanzas, 4 id.-GÜines, 4
iclem.-San Antonio, 4 id.-Voluntarios, 1 id.-Total de escuadro-
nes, 25.


Un regimiento completo de artillería de montaña.
Otro de artillería rodada, organizándose.


(44) El cupitan general de Cuba á los ministros de la Guerra y
Ultramar:


«Mi plan ha dado excelentes resultados.-Los rebeldes comple-
tamente dispersos.-Presentados en todas partes; con ellos se for·
man compañías de voluntarios en Cascorro y Sibanicú. Reconocida.
la sierra de Najaza y muertos tres cabecilla.s.-El general america.-
no Jorclan se ha embarcado para: los Estados-Unidos.-La insur-
reccion está moralmente terminada. Creo que pronto lo estará por
complcto.-Puerto Príncipe 3 de abril.-Caballero.»


Sobre la muerte de D. Domingo Goicuria publicó en Madrid el
periódico El Tiempo del 5 de junio una larga y exacta correspon-
dencia fechada en la Habana el 15 de mayo.


(45) La carta del 10 de abril la firmaban los camagüeyanos Cár-
los Varona y de la Torre, Melchor Batista y Caballero, Pedro de
Agüero, Martin Castillo y Francisco de Quesada Guerra. La publi-
carón los periódicos de Madrid copiándola de los dc la isla.


(46) Medida que no mereció la aprobacion del ministro de Ultra-
mar D. Segismundo Moret, quien en 27 de setiembre de 1870 devol-
vió á la primera autoridad de la isla el expediente que trato.ba del
asunto para que se ampliase su instruccion.


(47) Las protestas se publicaron en una hoja suelta yen los
periódicos del 30 de julio de 1870: algunas se dirigieron directa-
mente al diputado Diaz Quintero.


(48) La quincena de EL MORO MUZA, correspondiente a112 de no-
viembre, insertó la siguiynte


«Sentencia.-Visto el proceso instruido por el coronel de caballería
D. Francisco Montllos y Rovillarq, en virtud de decreto del exce-
lentísimo señor clI.pitan general de 2 de setiembre de mil oehocien-




NOTÁS.-CAPíTULO XI 8'25


tos sesenta y nueve, contra los sugetos que apareciesen haber com-
puesto ó componer el titulado gobierno republicano de Ouba y la.
Junta Oentral republicana de Ouba y Pllerto-Rico establecida en
Nueva-York, para sostener con toda clase de recursos la rebelion
que estalló en el departamento Oriental contra España ellO de oc-
tubre de 1868, y, habiendo hecho rclacion de todo al consejo, que
presidió el 8r. D. J lllian Pueyo, con asistencia del fiscal del juzgado
de la capitanía general D. Elias de Zúñiga, en calidad de asesor, IÍ.
que no concurrieron los reos por hallarse ausentes; todo bien exa-
minado, así corno la conclusion fiscal, ha condenado el consejo y
condena. por unanimidad de votos, como reos de traicion y rebeliou,
con arreglo á lo prescrito en las leyes primera y segunda, título se ..
gundo, de la partida séptima, y en la ley segllnda, título séptimo,
libro doce de la novísima recopilacion, y, como doctrina, los artícu-
los ciento treinta y nueve y ciento sesenta y siete del Oódigo pe-
nl/.t, á la pena en garrote vil á Oárlos Manuel Oéspedes (y 54 más)
siu perjuicio de que seun oidos si se presentaren o fuesen habidos,
adjudicándose sns bienes de cualquier clase al Estado, para indem-
nízacion de los gastos y perjuicios ocasionados por la insurreccion,
incautándose de ellos la hacieuda pública tÍ los fines que corres-
pondan; así como los que pertenecieron á José Morales Lémus, Ho-
norato del Oastillo, Luis Ayestarán y Pedro Figueredo, respecto de
los cuales se sobresee por constar su fallecimiento: absuelve la
ip,stancia por falta de prueba suficiente á Mariano Alvarez y José
Trujillo, y sobresee tambien definitivamente en lo que pertenece á
Antonio Alcalá, el cual continuará en libertad como indultado que
ha sido por el Excmo. señor capitan general durante el curso de la
causa, por haberse presentado á prestar su sumision al gobierno.
Habal).a siete de noviembre de mil ochocientos setenta.-Julian Plle-
yo.-Eduardo Tassier.-Felipe Saez de Tejada.-Jllan. Nieto Mújica.
- Valentin Gornez Sepúlveda.- Faustino Cistaé.- Fernando Do-
minicis.!}


Entre todos los sentenciados poseian más de 70 casas, 16 inge-
nios, varios potreros y haciendas y créditos d{l consideracion.


(49) No era extraña aquella situacion de los ánimos al saberse
por LA INTEGRIDAD NACIONAL, periódico defensor de los intereses de
los buenos e,;pañoles de Ouba en Madrid, que el nuevo ministro iba
tÍ nombrar subsecretario del departamento< de Ultramar á D. Nico-
lás Azcárate, y que intentaba acelerar el planteamiento de las re-
formas en las Antillas.


(50) Véase en las sesionell de las Oórtes Oonstituyentes yen los
periódicos de los últimos dias de marzo de 1870 el incidente Becer-
ra-Romero Robledo.


(51) Oontrato matrimonial entre los insurrectos, c«yo original
poseemos.


«En la prefectura de Urabo, á veintisiete de octu.bre de mil ocho-
cientos setenta, año terooro de ltt. independencia de Cuba, ante el
O. prefecto Fernando Quiñones y de mí el iafrascrito secretario,
eompa.recieron los OO. Pedro Oonde y Carlota A.lvarez,. el primero
mayor de edad y la segunda. menor de 16 años, vecinos de San Je-
rónimo, jurisdiccion del Oamagüey, domiciliados en esta prefectu-
ra, hijo legítimo el primero delO. Antonio Conde y Angela Beua-




826 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


vides, naturales de San Jerónimo, y la contrayente hija legítima del
C. Francisco Alvarez y María Olazabal, residentes en este punto,
á cuyos comparecientes conoce el C. prefecto y yo el secretario,
presentando en calidad de testigos á los CC. José Gomez y Jesús
Agüero para con su afirmacion declaren que los conocen segun lo
declararon y afirmaron dichos testigos ...


Acto continuo rlijeron los contrayentes á presencia de aquellos
testigos qüe fueron llamados al efecto, q ue motl~ propio, y sin ni n-
gun género de violencia, hicieron mútuamente la promesa de ca-
sarse civilmente, cuyo matrimonio lo hacen de presente y se obli-
gan á vivir en completo consorcio y uníon conyugal, y á no sopae
rarse jamás mientras no sea por mútuo consentimiento ó en cual-
quiera de los otros casos que permiten las leyes: declarando las
partes que contraen este enlace para bien y decoro de ambJs y de la
prole que tu vieren y para es~ar en sociedad como lo exigen las leyes
y las buenas costumbres que están conformes. Y presentes los
CC. Pedro OOlllie v Carlota Alvarez manifestaron entera conformi-
dad en este enlace firmando. Y para que conste esta union conyu-
gal y tenga en todos tiempos y casos sus legales efectos, dispuso
el prefecto levantar acta de su celebracion en los términos expresa-
dos, firmando con los testigos de que yo el secretario certifico, fir-
mando su padre, que se encontraba presente, por ser menor de edad
la contrayente .. -El prefecto, Fernando Quiñones.-El secretario,
Fernando Varona.-Testigos, José Gomez, y Jesús Agüero.-Los
contrayentes, á ruego del contrayente; .Tcsus Agüero.-Por la des-
posada, su padee, Francisco Alvarez.»


Véase otro documento sobre el mismo asunto publicado en los
periódicos de la Habana:


«PrefeCtura de Santa Cruz.-Número 16o.-Contesto su apreciable
comuuicacion fecha de hoy. El certificado que V. me incluye y que
reunirá al contrato matrimonial, es suficiente á mis ojos para le-
galizar el enlace de su hija con el C. Peralta. Yo cumplo con la ley
que expresamente dispone que averigüe por medio de dos testigos
ei esbtdo de la mujer, pero no así el del hombre, que es cuidado de
los padres y de la misma iutere5ada.-Su desvelo es muy natural
y muy laudable, mas debe desaparecer, porque no creo á los CC. Pe-
ralta y tÍ los que firman el certificfldo capaces de bajeia igual á la
que d:J.ria lugar un engaño de su parte.


P. y L. marzo 9 de 1870.-Faclmdo Aqitero.-Cdna. Caridad Diaz.»


~52J Artículos 4, 14 y 15 de la ley decretada y sanciollnda por
la::; Córtes Constituyentes y publicada por el regente del reino don
Francisco ;Serrano en 4 de jnlio de 1870.


(53) Véase la nota 6.a del capítulo XII.
(54) LA. QUINCENA., fundada por Gonzalo Castañon, correspon-


diente al 30 de setiembre de 1870, decia sobre la captura y ejecu-
cíon de Ayestarán:


«Luis Ayestarán de Moliner,j6ven de 21 años de edad, perte-
neciente á una de las principales familias de la Habana, se dlrigi6
en noviembre de 1868 al campo rebelde en union de otros j6venes
de la capital. Ejerciendo distintos cargos, y entre ellos el de miem-
bro de la Cámara de representantcsde la república de Céspedes,
permaneció con los insurrectos hasta la primavera de 1810 que se




NOTAS.-CAPÍTULO XII 827


trasladó á Nassau y Nueva-York.-EI17 de setiembre se embarcó
en Nas:mu á bordo del balandro insurrecto Guanakani, y al distin-
guir el 18 uno de nuestros buques de guerra, cuando navegaba el
filibustero cei'ca de las costas de Cuba, abordaron los insurrectos
á. Cayo Romano, abandonando su embarcacion.


Preso Avestarán, fué conducido á la Habana en el cañonero Cen-
tinela el dla 23, donde desembarcó por la mañana, fué puesto en
capilla á las doce de la noche y ejecutado al dia siguiente.-En un
principio se resistió a que los ministros del catolicismo le auxilia-
ran, porque él era protestante, segun dijo; pero exhortado por indi-
yiduos de la familia, volvió al seno de la religion en que habia naci-
.b. Ayestarán fué al cadalso con completa resignacion y confor-
midad y sufrió el irrevocable fallo de la ley con valor, mas sin
ridícula jactancia.»


(55) Los decretos admitiendo la dimision al general Caballero de
Rodas y disponiendo que el coude de Valmaseda se encargase inte-
rinamente del mando de la isla de Cuba se firmaron el 213 de no-
Tiembre de 1870 por el Regente del reino.


(513¡ La descripcion de aquel banquete se publicó en los peri6di-
lOS de la isla y en las revistas quincenales del 15 de diciembre. Las
alocuciones de despedida del general Caballero de Rodas pueden
Terse en los mismos periódicos y en la GACETA DE LA HABANA.


CAPIT[lLO XII.


(1) Las simpatías al conde de Valmaseda se demostraron paten-
temente en la mocion presentada en el ayuntamiento de Santiago
de Cuba el 21 de enero de 1870, y comunicada á todas las municipa-
lidades de la isla el 27, proponiendo é invitando á estas corporacio-
nes á abrir una suscriciou nacional en favor del pacificador del de-
partamento de Oriente. La comunicacion de aquel ayuntamiento
la publicó el DIARIO ESPAÑOL en los primeros dias de marzo.


(2) La pacificacion del departamento Oriental se celebró en San-
tiago de Cuba con fiestas en los tres dias siguientes a121 de enero.
En 4 de febrero salió de aquella ciudad el conde de Valmaseda para
emprender las operaciones contra los insurrectos del Camagüey.


(3) «A los habitantes de esta isla.-Honrado por S. A. el serenísi-
mo señor Regente del reino con el nombramiento de capitan gene-
ral de la isla de Cuba, cump-le á mi deber, al aceptar un cargo do




828 LAS INSURRECCIONES EN CUBA.


ta.nta gravedad y en tan anormales circunstancias, dirigir mi voz
á los habitantes de esta provincia para pedir á todos su coopera-
cían, á fin de que me sea ménos difícil el mando que se me ha con-
tiado.


Los graves sucesos que tienen lugar en esta rica Antilla, desde
la malhadada insUl'reccion de Yara, han perturbado su importantí-
simo comercio, han alejado de sus fincas á muchos agricultores y
han detenido el desarrollo de la industria. Están enrojecidas mu-
chas jurisdicciones con la sangre de los que ántes se llamaban her-
manos, yen constante luto muchas familias en esta y en las de-
más provincias españolas.


El mal causado por la ambician y el despecho de los promovedo-
res de la rebelion, ha sido muy grande en las Cinco Villas y en los
departamentos Central y Oriental. Para remediarlo y devolver á
esos distritos su antigua prosperidad, llamo á todos los buenos,
insulares ó peninsulares, á fin de que unidos en un pensamiento
comun, contribuyan á darme acierto y fuerza en el cumplimiento
de mis deberes y á que logre la pacifica-cion de esta tierra, en otro
tiempo tan opulenta y tan feliz.


Los que olvidados todavía de los sllyos continúan en armas con-
tra la madre pátria, ya saben lo que tienen que esperar de mí, y
está bien explicado en mis bandos como comandante general de
operaciones en el departamento Oriental: Perdon y olvido para los
que reconociéndose engañados quieran arrepentirse; Guerra para
los que constituidos en jefes y prosélitos de una insurreccion iní-
cua, insultan aún la bandera que dió á Cuba civilizacion, riqueza
y un nombre para ser conocida de la posteridad.


¡Union, pues, entre todos los buenos! Y ya que somos los más y
tenemos el derecho, hagamos un esfuerzo para restituir la paz á la
perla de nuestras provincias y proporcionar un dia de júbilo á
nuestra pátria comun.


Habana, 12 de c.iciembre de 18'70.-El conde de Valmaseda.»
A continua cion se publicaban las alocuciones á los voluntarios


y al ejército y armada.


(4) Beatísimo padre: Ha llegado el dia, tan grato para mí, de
cumplir uno de los más vehementes deseos de mi alma, y que ha
sido tambien tan bondadosamente acogido por Vuestra Santidad:
mi hijo el príncipe de Astúrias vá á recibir el prometido sacramento
de. la Eucaristía de las manos au-gustas de su venerado Plldre y pa-
drmo.


¡El cielo quiera que el niño, que bajo tales auspicios entra en 18.
pubertad, herede la piedad religiosa que sintió siempre su madre,
ya que no puedo pedirle á Dios que herede mi fortuna!


El príncipe viaja bajo el título de marqués de Covadonga; le con-
duce el capitan general conde de Ches te, siempre buen católico y
leal súbdito, y le acompañan en su comision, como personas tambien
de toda mi confianza, el conde de Hered,in Spínola y el general don
D. José de Reina, con los demás de su. muy corta servidumbre or-
dinaria.


Por Cheste, á quien así se lo prevengo, se enterará Vuestra San-
tidad de los motivos que nos han impedido á mí y 111 rey, mi esposo,
otro de esos deseos de que hablo á Vuestra Santidad. Tenemos los
d()s la esperanza de cumplirle en cuanto las circunstancias nos lo
permitan; pues mi corazon atribulado, que tanto ha sufrido, está




NOTAS.--'CAPÍTULO XII 829


ansioso de recibir de Vuestra Santidad la bendicion para la hija de
la Iglesia y el consuelo para la reina destronada.


No fué poco, Padre Beatísimo, el que recibí ya con la primera ear-
ta, tan dulce y compasiva, en que me manifestaba Vuestra Santidad
«que dir(r¡ia sus preces al AltisifM por mi salud y porque Dios me
volviera al trono que de DERECHO me pertenecía.»


Hoy no aspiro, señor, á conservar para mí ese derecho, recordado
ya en mi desgracia por el soberano más sábio de la tierra, sino para
trasmitirlo, como se lo digo á todos los que fueron mis súbditos, en
la mejor y más provechosa ocasion, al príncipe mi hijo; y por eso es
tan vehemente mi empeño por que vaya á tomar las primeras fuer-
zas que para ejercerlo necesitaria, empapándose en el santo espíritu
católico, el único en que asociarse pueden el gran principio de la au-
toridad con la libertad, la igualdad y la fraternidad verdaderas que
sean indispensables para hacer felices á los hombres. Por eso he
formulado asímismo el propósito de que el príncipe se eduque de
modo que, si algun dio. su nacion lo necesita y Dios lo quiere, pue-
da ir á labrar su dicha sin llevar el ódio ni las prevenciones de nin-
guna de las muchas fracciones en que por desgracia está dividida la
pátria, porque habrá aprendido que el buen rey para España no de-
be serlo de ningun partido, sino de todos los españoles, y que Dios
ha hecho los reyes para los pueblos y no los pueblos para los reyes.


No permita su divinajusticia que por culpa de él se derrame una
sola gota de sangre, ni se perturben un solo dio. la paz y el sosiego
de nuestros amados compatricios. ¡Ojalá no se hubiera vertido tan-
ta por su madre, inocente de ella! Si me hubiera hallado durante
nuestra última guerra civil en el estado de razon de que me privaba
mi infancia, ni aun hubiera querido reinar á tanta costa; y no quiero
hoy que mi hijo suba á un trono erigido sobre lágrimas y desdiehas;
yo no lo deseo para él si no lo levantan el general amor y la legítima
esperanza. ,


Dios conserve todavía largos años la vida de Vuestra Santidad,
tan necesaria hayal mundo, y me permita recibir muy pronto per-
sonalmente su bendicion, que ahora le pido para mí y para mi espo-
so y mis hijos, con el fervor con que soy-humildísima, agradecida
y amantísima hija-de Vuestra Santidad,-Isabel.-París 20 de fe-
brero de 1870.)}


(5) En aquella carta, firmada en La Tour (Francia) por Antonio
Aparisi y Guijarro, se decia: «El partido carlista solo intenta supri-
»mir esas dos cosas que se llaman «liberalismo y pnrlamentaris-
limo ... » En su bandera (en la carlistaijamás se escribirá la palabra
»liberalismo, que es la libertad del bien y del mal, segun algunos
})i~ocentes; y segun los avisados la !.ibertad del mal oprimiendo al
»blCn ... »


El proyecto de Oonstitucion atribuido á D. Ramon Cabrera se pu-
blicó por varios periódicos, entre ellos LA CORRESPOSDENCIA DE Es-
PAÑA, á fines de marzo de 1870. Muchos liberales conservadores,
cansados de la interinidad y temerosos del triste porvenir que se
anunciaba, lo hubieran quizá aceptado, por ser muy parecido al Có-
digo de 1845, aunque el nombre de carlista les repugnaba tanto que
fué y será siempre el primer obstáculo para unir los hombres del
bando liberal con los reaccionarios del gobierno personal.


(6) A los molttpeltsieristas .-Cumple á mi honor romper el silencio




830 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


cuando desde la llegada á Madrid del duque de Montpensier se
hace correr la especie de hallarme acobardado ó en tratos sumisos
con aquel, cual si fuera un héroe conquistador que á todos debe
atar á su carro.


La especie es tan malévola mente calumniosa y tan inícua, coma
la que hace depender la coronacion de Antonio 1 por el distinguido
general Prim en un depósito de millones como pago del servicio.


Del ilustre presidente del Consejo de ministros no es necesario
proclamar lo qtie en honra suya nadie ignora y prueban sus termi-
nantes palabras, así como yo no necesitaria repetir, á no haber in-
terés montpensierista en olvidarlo:


1. o Que soy y seré mientras viva el más decidirlo ene1nigo politico
del duque fra11cés. 2.0 Qu,e no hay causa, d~ficultad, intripa ni violen-
cia, que entibie el hondo desprecio que me inspira Sit persona, senti-
miento j ustísimo q~te por su truhanería política experimenta todo hom-
7)1'e digno en general, y todo hIten español en particular,


Nada me importa provocar iras y sordos propósitos vengativos
de los que se han envilecido besando, al pesarlo, el dinero montpen-
sierista.


Emigrado yo, y trabajador liberal en París, cuando Narvaez J
Gonzalez Brabo, hablo con conocimiento de causa rcferente á la
cuestion Montpensier.


E!:ite príncipe tan taimado, con el jesuitismo de sus abuelos,
cuya conducta infame tan claramente dcscribe la historia de Fran-
cia, habria silla proclamado rey en las aguas de Cádiz, si un ilustre
compaltero mio de Marina no se negara á manchar Sll uniforme,
indisciplinándose por Montpensier, y no rechazara con tanta ener-
gía cumo dignidad la mayor traicion que conocen los tiempos mo-
demos.


Dicen los I1l"ercenarios ¡que Montpensier es un sér perfecto, el
iris de paz y:Dios de bondad! ... Por eso, cuanta sangre se ha derra-
mado y tal vez se derramc ántes de su complcta desaparicion, CI\e
sobre su cabeza de pretendiente. ¡Mala manera de levantar una
corona caida por tierra!


El liberalismo de Montpensicr, conducido por la fiebre de hacerse
rey, es tan interesado, que se merece la terrible leecion que d~
cuando en cuando impone la justicia de las naciones indignadas.


Soy espaltol, y experimento las nobles impresiones de mi país.
Siempre que navegando pasaba por delante de Gibraltar, he es-


clamado: ¡('windo seremos completamente españoles! Y siempre que
paso por dehmte del augusto monumento del Dos de Mayo, repito:
¡Cuándo seremos del todo españoles!


En 1808, cuando mi padre provocaba el levantamiento de 1 valien-
te pueblo de Madrid, era la invasion armada contra nuestra pátria¡
hoyes la invasion bipócrita, jesuítica y sobornadora de los orlea-
nistas contra nuestro país, tan cansado, tan desilusionado y tan
ametrallado por sus gobiernos.


Por fortuna, las sombras gloriosas de Daoiz y Velarde y de los
mártires del Carral no han desaparecido aún, y aún están presen-
tes para todo buen espaltol.


Montpensier representa el nudo de la conspiracion orleaaista
contrn el emperador Napolcon lII, conspiracion en la que entraron
ciertos españoles de señalada clase. Pero que sepan esos conspim-
dores de Francia y España, que, caida la dinastía imperial, no la




'NOTAS.-CAPÍTULO XII 831


heredarian los Orleanes, sino RoclteJod, ó, lo que es lcI mismo, ¡L. ...
REPÚBLICA FRANCESA!


Que sepan tambien que en España el esclarecido Espartero es
el hombre de prestigio y el objeto de veneracion nacional, y de
ninguna manera el hinchado pastelero francés.-Madrid i de marzo
de 1SiO.-Enrique de Barban.


(7) Con el título de El Juicio de Dios publicó el periódico de
Oviedo, EL FARO ASTURIANO, un nJtable artículo relativo al duelo.


(8) El consejo falló en 12 de abril.-Los periódicos del 13 y días
siguientes se ocuparon mucho del asunto.


19) El15 de marzo se dió sepultura al cadáver de D. Enrique de
Barban en la sacramental de San Isidro, aprovechándose el acto
por los masones y republicnnos para dar al entierro el carácter de¡
una manifestacion antimontpensierista.


(10) Reprimidos por el gene:al Gaminde e17 de abril. En otras pro-
vincias hubo tambien ruidosas manifestaciones contra las quintas.


(11) Como en una hoja titulada Oausa y sentencia del general
Prim que circuló el 30 de marzo, en la que, despues de poner de
relieve todas las inconsecuencias de su vida; se le condenaba al
jefe responsable del gobierno á ser presidente perpétuo de la Tertu-
lia progresista que á la suzan representaba el absurdo político.


(12) Cartas de D. Juan Prim y del mayor de las Córtes é invita-
cion firmada por las diputados monárquico-democráticos Izquier-
do, Becerra, Topete, L. de Ayala. Alvarez (D. O.), Pellon, Lopez
Ruiz, Romero Giran, Cantero, Valera, Sardoal, Peralta, Albareda,
Carrascoa, Gomis y Alcalá Zamora. Publicadas en los poriódicos
de Hnes de mayo.


(13) El periódico EL Eco DEL PnOGRESO publicó en 30 uc mayo
un extenso documento con esta dedicatClria: A LA NAClON. Jfani¡Zes-
to de los diputados constituyentes adictos á la regia candidatura' del
duque de la Victoria.


(14) De aquella reunion dieron pormenores los periódicos del H
de junio.


(15) El voto particular del diputado Rojo Arias vino á ser el ar·
tículo 7.° de la <dey para la eleccioIl del rey,>} que decia: «Para que
resulte eleccion en favor de un candidato se necesita que obtenga
un número de votos igual, por lo ménos, á la mitad más uno de los
diputados que estuviesen proclamados ..... el dia en que se haga el
señalamiento para la eleccion.»


(16) La invitacion para aq uel acto se circuló el 7 de junio por lU15
eomisionados D. Miguel Mathet, D. Luis Blane y D. Manuel Soria-
no y Asuero.


(17) A LOS ESPAlSOLES.-Azaroso y triste en muchas ocasiones ha
sido el largo período de mi reinado; azaroso y triste, más pal'a mí




832 LAS INSURRECCIONES EN CUllA


que para nadie, porque la gloria de ciertos hechos, el progreso ·de
los adelantos realizados mientras he regido los destinos de nuestra
querida pátria, no han conseguido hacerme olvidar que, amante de
la paz y de la creciente ventura pública, ví siempre contrariados,
por actos independientes de mi voluntad, mis sentimientos más ca-
ros, más profundos, mis aspiraciones las más nobles, mis más vehe-
mentes deseos por la felicidad de la amada España.


Niña, miles de héroes proclamaron mi nombre; pero los estragos
de la guerra rodearon mi cuna: adolescente, no pensé más que en
secundar los propósitos, que me parecieron buenos, de quienes me
ofrecian vuestra dichá.; pero la calorosa lucha de los partidos no
dejó espacio para que !l.rraigaran en las costumbres el respeto á las
leyes y el amor á las prudentes reformas: en la edad en que la razon
se fortalece con la propia y la ajena experiencia, las tumultuosas
pasiones de los hombres, que no he quel'ido combatir á costa de
'Vuestra sangre, para mí más preciada que mi vida misma, me han
traido á tierra extranjera, lejos del trono de mis mayores, á estA.
tierra, que amiga, hospitalaria é ilustre, no es, sin embargo, la pá-
tria mia, ni tampoco la pátria de mis hijos.


Tal es, en compendio, la historia política de los treinta y clnco
años, en que con mi derecho tradicional he ejercido la suprema re-
presentaciony poder de los pueblos, que Dios, la ley, el propio de-
recho yel voto nacional encomendaron á mi cuidado. Al recorrerla,
no hallo camino para acusarme de haber contribuido con deliberada
intencion, ni á los males que se me inculpan, ni á las desventuras
que no he podido conjurnr. Reina constitucional, he respetado sin-
ceramente las leyes fundamentales: española ántes que todo, y ma-
dre amorosa de los hijos de España, he confundido tÍ. todos en un
afecto igualmente cariñoso. Las desgracias que no alcanzó á impe-
dir mi tantas veces quebrantado ánimo, dulcificadas fueron por mí
en la mavor medida posible. Nada ha sido más grato á mi corazon
que perdonar y premiar, y no he omitido nunca medio alguno para
impeiir que por mi causa derramaran lágrimas mis súbditos. De-
seos y sentimientos que han sido, no obstante. vanos para apartar
de mí en el sólio y fuera de él, las pruebas amargas que acibaran
mi vida. Resignada á sufrirlas acatando los designios de la Divina
Providencia, creo que todavía puedo hacer lihre y espontáneamente
el último acto de quien encaminó los suyos, sin excepcion, á labrar
vuestra prosperidad y á garantir vuestro reposo.


Veinte meses han trascurrido desde que pisé el suelo extranjero
temerosa de los males que en su ceguedad no vacilan en querer re-
producir los tenaces sostenedores de una aspiracion ilegítima que
condenaron las leyes del reino, el voto de tantas Asambleas, la ra-
zon de la victoria v las declaraciones de los gobiernos de la culta
Europa. En estos 'veinte meses no ha cesado mi afligido espíritu de
recoger con anhelante afan los ecos producidos por el doliente cla-
mor de mi inolvidable España. Llena de fé en su porvenir, ansio-
sa de su grandeza, de su integridad, de su independencia; agra-
decida á los votos de los que me fueron y me son adictos; olvida-
da de los agravios inferidos por los que me desconocen ó me inju-
rian, para mí á nada aspiro; pero sí quiero corresponrler á los
impulsos de mi corazon, y á lo que habrán de aceptar C:1ll regocijo
los leales españoles, fiando á su hidalguía, y á la nobleza de sus
levantados sentimientos, la snerte de la dinastía tradicional y del
heredero de cien reyes. Este es ese acto de que os hablo, ésta la




NOTAS.-CAPÍTULO XIl 833


"Última prueba que puedo y ,quiero ,daros del afecto que ~ij;lmpre
os he tenido.


SABED, pues, que en virtud de un acta solemne, extendida en
:¡ni ,residencia de París y en presencia de los miembros de mi real
familia, de los grandes, dignidades, generales y hombres públicos
,de;España, que enumera el acta misma, HE ABDICADO de mi
,real autoridad y de todos mis derechos políticos, sin género alguno
de violencia, y solo por mi espontánea y libérrima voluntad, tras-
mitiéndose, con todos los que correspondan á la corona de España,
á mi muy amado hijo D. Alfonso, príncipe de Astúrias. Oon arreglo
á las leyes patrias, me reservo todos los derechos civiles, y el elO-
tatuto y dignidad personales que ellas me conceden, singularmen-
tQ la ley de 12 de mayo de 1865, y por lo tanto, conservaré bajo mi
guarda y custodia á D. Alfonso, mientras resida fuera de su pa-
tria, y hasta que proclamado por un gobierno y unas Córtes, que
representen el voto legítimo de la nacion, os 10 entregue como
anhelo y como alienta mi esperanza, que fuerzas siento para ello,
aun cuando se desgarra mi nlma de madre al prometerlo.


Entretanto, habré procurado infundir en su inteligente pensa-
miento las ideas generosas y elevadas, que tan bien se acuerdan
con sus natuf''l,lcs inclinaciones, y que lo harán digno, en ello con-
fro, de ,ceilir la corona de San Fernando, y de suceder á los Alfon-
sos, sus predecesores, de quienes la pátria recibi6, y él recibe, el
legado de glorias imperecederas.


ALFONSO XII habrá de ser, pues, desde hoy, vuestro verdadero
rey; un rey español y el rey de los españoles, no el rey de un par-
tido. Amadle con la misma sinceridad con que él os ama; respetad
y proteged su juventud con la. inquebrantable fortaleza. de .vuestros
hiaalgos corazones, mientras que yo con fervoroso ruego pido al
Todopoderoso luengos dias de paz y prosperidad para España, J
que á la vez conceda á mi inocente hijo, que bendigo, sabiduría,
prudencia, rectitud en el gobierno y mayor fortuna en el trono que
la alcanzada por su desventurada madre, que fué vuestra reina-
Isabel.»


(18) Como tal citaron los periódicos el medio usado por el militar
D. José Escoda, que al decir de los carlistas se prestó á secundar su
causa para asegurar mejor la emboscada que les tenia preparada.


(19) Véase el DIARIO DE SESIONES DE LAS CÓRTES CONSTITUYENTES
del 3 de noviembre de 18'10.


(20) Segun aquellas cnrtas, la eoalicion se fraguaba entre el par-
tido demagógico, el carlista '1 una exigua fraccion de los más in-
transigentes, que hasta entonces habian defendido la candidatura
del duque de Montpensier.


(21) Tall poca era la confianza en la bondad de la candidatura y
€ll la nceptacion pública, que el presidente de la Cámnra D. Manuel
Ruiz Zorrilla, en la carta circulada á sus amigos, les excitaba á que
promoviesen exposiciones de adhesioll; y en otra, dirigida á los di-
¡mtados el 21 de noviembre, despucs de la eleccion, les encargaba
que continuaran excitandD el espíritu público y crertndo atm6.~fera.


(22) Carta á D. Manuel Ruiz Zorrilla de D. José Puig y Llagoste~
To;,!o n 53




834 LAS, I?\SURRECCIONES EN CUBA


'ra, fechada en Barcelona el 14 de noviembre y publicada en los pe-
riódicos.


(23) La protesta de la grandeza y de muchos políticos notables
del banelo conservador contra la eleccion de un rey extranjero, se
dirigió á las Córtes Constituyentes e113 de noviembre. En ella se
preferia el mal grave de la interinidad al establecimiento de una di-
nastía sin apoyo ni base en el derecho, sin fuerza en la opinion pú-
blica y sin el prestigio de la victoria.


(24) Reunidos los representantes de la prensa de todas las opi-
niones políticas, acordaron seguir combatiendo la candidatura del
duque de Aosta. De los periódicos de Madrid se declararon en con-
tra del príncipe italiano La República Ibérica, La Ig7batdad, La lJis-
cusion, Bl Pueólo, La Opinion Nacional, Bl Resúmen, Las Novedades,
El Tiempo, El Correo extraordinario, El Popular, El Cencerro, La
Independencia Española, La Correspondencia Universal, Bl Eco det
Progreso, Las Noticias, El Pensamiento Español, El Cascabel, La Pu-
lítica, El Voluntario de Cuba, El Rigoleto, La Esperanza, El Anti-in-
terinista, Altar y Trono, La Regeneracion, Bl País, El Criterio de la
Nacían, La República Federal, El Eco de España: la apoyaron decidi-
damente La Ibe;ia, El Imparcial, El Universal y con su benevolen-
cia La Nacíon, El Diario Español, El Puente de Alcolea, La Revist,>
de España y algull otro.


(25) D. Víctor Balaguer.-MEMORIAS DE UN CONS'l'I'l'UYEN'l'E.-E,f-
ludios históricos y polítícos.-Páginas 91 y siguientes.-Madrid,
1872.


(26) Se decidió tambien por los federales no acatnr y procurar
que el pueblo español no acatase á un rey esencialmente ilegítimo.


(27) Era gobernador de ~fadrid D. Servando Ruiz Gomez, que con
los radicales fué luego ministro de Hacienda del rey D. Amadeo.


(28) Véase el DIARIO DE LAS SESIONES DE LAS CÓHTES CONSTI'l'I'-
YEN'l'ES correspondiente al 16 de noviembre de 1870.


(29) Carta del 20 de noviembre publicada en los periódicos de la
capital cun las firmas de 28 diputados de los 38 que ántes habian
recomendado la candidatura del duque de la Victoria.


(30) D. Cristina Martos, que como vicepresidente de la diputacion
provincial se encargó interinamente del gobierno civil de Madrid
aquel dia, publicó un bando y adoptó medidas extraordinarias para
contener á los estudiantes, lo cual consiguió, aunque despues de
haber sido atropellados algunos profesores de la Gniversidad.


(31) Publicada en EL IMPARCIAL del 2 de diciembre.
(32) Fechada en Ginebra el 21 de noviembre.
(33) Telegrama del ministro de España en Berlín al ministro de


Estado, publicado en los periódicos de Madrid del 21 de noviembre.




NOTAS.-CAPíTULO XII 835


(34) La publicar.m la mn.yor parte de los periódicos de Madrid, y
puede verse en la obra citada de D. Víctor Balaguer, MEMORIAS nit
UN CONSTITUYENTE, páginas 109 á 120.


(35) Grandes fueron los lamentos de la prensa con motivo de
:J.quel escáudalo.


(36) Aquel periódico aparecia con este epígrafe· y con la redacciou
siguiente: EL COMBATE. ¡Viv~ la república democrática federa:! Di-
rector, José Paul y Angulo. Redactores: Ramon Cala, José Guisa-
s?la, :t:'rancisco Córdoba y Lopez, Francisco Rispa Perpiñá y Fede-
rIco Carlos Beltran.


:.37) Todos los periódicos del 28 de diciembre de 1870 refirieron el
suceso.


(38) DIARIO DE LAS SESlO¡;ES DE LAS CÓRTES correspondiente al
28 de diciembre.


(39) En bando publicado e130 del mismo.
(40) El manifiesto iba dirigido por El directorio republicano fede-


ra? á sus correligionarios, y lo firmaban Francisco Pí y Margall, Es-
tanislao Figuoras y Emilio Castelar.


;41) Murió á las 8 y 45 minutos de la noche del 30 de diciembre.


1.12) La escuadra que conducia al duque de Aosta fondeó en el
puerto de Cartagena á las once de la mañana del mismo dia en quc
murió Prim, y no al siguiente, cCJmo se dice en el texto, pues al si-
guiente fué cuando el rey electo se dirigió á Madrid, sabiendo ya
desde la noche anterior aquella desgracia.


(43) Los decretos se publicaron con fecha 31 de diciembre, y pue-
den verse en la GACETA DE MADRID.


(44) Los periódicos de aquellos dias se llenaron con descripciones
del viaje y de la entrada del rey en Madrid.


(45) El primer ministerio del rey D. Amadeo se constituyó en la
forma siguiente: Presidente y Guerra, duque de la Torre; Gracia y
Justicia, DlIoa; Estado, Martos; Hacienda, Moret; Marina, Berfln-
ger; Gobernacion, Sagasta; Fomento, Ruiz Zorrilla, y Ultramr.r,
L. de Ayala.


(46) Comunicaciones de 5 de enero de 1871.
(47) Documentos que con el título de Ultima vindicacion perso-


nal public6 el J.eriódico LA CONSTITUCION del mártes 13 de julio
de 1871.


(48) Cuyos antecedentes hubiera podido ver en el departamento
de su cargo, 6 conocerlos inmediatamente si los hubiera pedido por
telégrafo á Cuba.




836 LAS INSURRECCIONES EN' CUB.<\.


(49) Cartas de _Nueva-York ~el22 de octubre de 1870 al perióJico
LA INTEGRIDAD NAOlONAL publicado en Madrid.


(50 y 51) Carta de Céspedes á Aldama:
«Febrero 16 de 1871.-0. Delegado general de la república de Cu-


ba en los Est-ados-Unidos de América .


. Mi gobi~r;o ka ;isto l~s ~es~lu~io~e8'qu~ e~a del~ga~io;t ,q~ne'rai kd
dado ti los preliminarcs de paz propucstos por el Sr. Azctiratc como co-
misionado del go{¡úrno español; queda enterado de que, despues de !ta-
ofJr desmentido ese señor el encargo que habia aceptado, lo presentó 'U
dió ti conocer formalmente desde principios del mes de noviembre, tra-
tando de tener cM~ferencias con varios cubanos 'U queriendo por último
que el C. Jose Manuel .I.Westrl' los convocase pa1'a saber si eran ó no
aprobadas susproposiciQnes; quedamos tambien enterados de que fue-
ron aprobadas por casi todos tos pat1"iotas que concurrieron ti la Junta
las resoluciones con que fueron rechazadas aq1wllas. Mi gobierno se ha
complacido al pesar el mérito de cada una de las clállsulas de ese
notable documento, á que tengo el honor en su nombre de expre-
sar un voto de aprobacion, el cual comprenderá Vd. es tanto más
sincero, cuanto que las resoluciones están ajustadas á la instruc-
cion que habia remitido nuestro gobierno á los comisionados espe-
ciales, sin embargo de que no la habian recibido, «pues era porta-
»dor de cse y otros pliegos el O. Juan C. Zenea que como debe us-
»tel saber fué aprehendido por una tropa enemiga, ignorando toda-
»vía la suerte que le haya cabido, aunque se nos ha asegurado que
»del Camagüey fué enviado á la Habana en libertad.-Respecto á la
»acusacion que algunos de ahí hacen al patriota Zenea, la conside-
»ramos tanto más calumniosa é injusta, cuanto que en el corto
»tiempo que estuvo cerca del gobierno no hizo más que acreditar-
>mos su decision é interés por la independencia de (Juba, partici-
»pándonos la cooperacion de ciertos individuos y corpol'aciones
»:¡;ara que se les diese el voto de gratitud que merecian á fin de
»alentarlos en favor de nuestra revolucion para lo porvenir. Tras-
»mitió y satisfizo cuantos informes se le pidieron con muestras de
»sinceridad y de una noble adhesion á nuestra causa, áun respecto
»de la comision del Sr. A7:cárate. Por manera que, con la mano en
»nuestra conciencia, podemos aseverar que la imputacion hecha al
»0. Juan C. Zen6a es completamente falsa y de que ántes de ahora
~es testimonio fiel el contexto de nuestras anteriores eomunicacio-
»nes.-Nos duele mucho la ligereza y alevosía con que parece pro-
»ceden algunos de nuestros compatriotas residentes ahí, ora por lo
,>que Vd. ha informado en cuanto á Zeneay ora por lo que Vd. nos
»anl1ncia acerca de los sinie,~tros comentarios emitidos contra esa
»delegacion general en periódicos y correspondencias relativamente
»á las proposiciones del comisionado español, sin embargo de que
>>uo cabe torcer su interpretacion á las resoluciones con que clara y
»categóricamente fueron rechazadas. Pero sin querer exagerar el
»valor de la aprobacion de nuestro gobierno, á Vd. le bastan este
»título y su alta reputacion para condenar al desprecio las diatri-
»vas de sus émulos.-Si el Sr. Azcárate, no obstante la negativa de
»su mision, publicada al principio, la ha presentado despllcs en for-
»ma ante nuestra representacion, creo que este hecho significa lo
»bastante en política para deducir de él que España ha reconocido
¡)nuestra beligerancia. Y aunque no puedo dudar que nuestro re-
»presentante hará ó habrá hecho valer tal acontecimiento en la




NOTAS.-CAPÍTULO XII 837


»consideracion del gabinete de la Union, se me disimulará que s&-
,)bre este punto haya fijado mi atencion ..... » .


«Entretanto, deduciendo por la carta del delegado general que
»Vd. se referia.en la suya á cicrta acusacion que algunos cubanos
,)residentes allí han asestado contra la buena reputacion del C. Juan
»Clemente Zenea, es un deber de mi gobierno desmentirla y despre-
»ciar la maligna intencion de sus autores, mediante las inequívocas
»prucbas que dió el C. Zenea de su adhesion y votos en favor de
»nuestra independencia, con hechos que habiamos recomendado á la
»consideracion de Vd. ántes de que llcgara á nuestra noticia la ca-
i.>lumniosa imputacion lanzada por algunos individuos envidiosos
»quizás del mérito de ese patriota.-En tal concepto, si Vd. consi-
,de rase oportuno aducir una pública manifestacion de la calumnia
»imputada a\ C. Zenea, no titubeará en verificarlo bajo el sincero
»aserto de cste gobierno.-Tengo el honor de repetirme de Vd. con
:tIa más alta consideracion.-P. y L.»


(52) En carta dirigida por D. Miguel Aldamn nI C. Cál'los Má-
nuel de Céspedes desde Nueva-York á 8 de marzo de'18'71 se decia
que Zenea habia cometido una premeditada y villana traicion (á la
causa insurrecta) sirviéndose de las simples y lacónicas cartas de
j'ecorlfJeudacion que consiguió de la honradez de Mestl'e y de la suya
(de Aldama). Publicada en LA QUINCENA del 30 de abril de 1871.


(53) Documentos del 13 de enero de 1871.
(54: El encargo lo recibi6 mientras este polftico estaba al frente


del departamento de Ultramar.


(55) Documentos insertos en las notas 50, 51 y 52.


(56) Manifiesto de Aldama Á LOS CUBANOS fechado en Nueva-
York á 18 de marzo de 1871. -


(57) Comunicacion de Céspedes á Aldama, fechada en. el cuartel
general de la Perrera e16 de junio de 1871.


(581 Aquel documento, publicado en EL DIARIO DE LA MARINA de
la Habana, lo copiaron los periódicos de, Madrid á principios de
mayo.


(59) QUINCENA, fundada por Oastañon, correspondiente al 15 de
agosto de 1871, en el artículo titulado: Mora es cierto.


(60) Idem. Durante su prision escribi6 algunas poesías publica-
das en Madrid á fines del mismo año con el título de POEsíAS pós-
TUMAS del malogrado poeta .Juan Clemente Zenea, y entre ellas la
siguiente muy tierna, pero que no revela ciertamente mucha fé
cristiana en el poeta:


La despedida.-Noviembre, 3 de 1870.
-¿Te despides, al partir,


De la niña?-No, por Dios,
Que por no hacerla sufrir
Me iré sin decirla adios.


-Si llama al padre al tornar
De la escuela, ¿qué diré?
-Que por no verla llorar,
Sin verla el padre se fué.




838 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


-Se fué mi padre, ¡ay de mí!
¿Por qué nos abandonó?
¿Volverá muy pronto'?-Sí.
-¿ Volveré muy pronto'?-No.


-¿Y he de abrazarlo al volver?
-Sí, niña, lo abrazarás.
-Si hay un cielo, podrá ser;
¿Abrazarme aquí. ... ? ¡Jamás!


(61) Polémicas sostenidos por este periódico en agosto, setiem-
bre y octubre oe 1871.


(62) Las QUINCENAS de agosto, setiembre y octubre se ocuparon
extensamente de aquella mision y de las escisiones promovidas
entre los laborantes. Para terminar estas habia ya publicado en
Nueva-York D. Juan Bellido de Luna el escrito titulado Una salu-
dan posible, dirigido á los emigrados cubanos, en el que aconsejaba
á todos los patriotas que por medio del sufragio eligiesen siete
candidatos para constituir allí un Gomite ejecutivo.


(63) Dirigida á las partidas insurrectas, desde la Habana, y re-
partida profusamente en hojas sueltas.


(64) En comunicaciones y periódicos de aquella fecha puede
verse; sin embargo de que es asunto conocido por todos los habi-
tantes de la isla.


(65) Sobre él se emitió dictámen por el general Izquierdo en di-
ciembre de 1870, que no llegó á discutirse por impedirlo los aconte-
cimientos políticos subsiguientes á la eleccion del rey.


(66) Decretos publicados en la GACETA DE MADRID ellO de abril
de 1871.


(6/) Decreto del 31 de ju lio propuesto por el secretario D. Ra-
mon María de Ariztegui y publicado en la GACETA DE LA HAB \NA.


(68) Telegrama publicado por los periódicos de la isla de Cuba á
fines 'de julio de 1871:
~Señor conde de Valmascda.-Causas independientes de la cucs-


tion de Ultramar han motivado mi salida del ministerio. Mi polític¡:"
que afortunadamente es ya la polít.ica de España, será cGntinuada
por mi digno sucesor. Aconsejo á todos mis amigos que no descon-
fien de la madre patria. Esta es la esperanza de los illilJUstel'<l::;,
que juzgan más fácil engañarnos que vencernos. Toda la confanza
que me haynn grangeado mis servicios suplico á todos qne la de-
positen en el actual ministro de Ultramar. Españoles sobre todo.


Puede V. dar á este parte la publicidad que juzgue conveniente.
-A. Lopez de Al/ala.»


(69) En marzo de 1871.
('70) Cuyas consultas pasaron al Consejo de Est~do y no llegaron


¡\ resolverse definitivamente.


(71) QUI~CENAS y periódicos de mediados de marzo de 1871.
(12: Fechada en ~ueYa-York á 12 de marzo de 1871, y publicadn




NOl'AS.-CAPÍl'ULO XI[ 839


despues por los periódicos de Madrid. La carta de Sanchez Busta-
mante la insertó LA QUINCENA del 30 de marzo.


(73) Todos los periódicos de la isla de Cuba y de los Estados-
Unidos de aquel mes se ocuparon del particular.


(74) Su complicidad con los enemigos de España se descubrió en
la segunda quinccna de marzo, remitiéndose al gobierno las prue-
bas de su culpa.


(75) Las primeras Córtes del reinado de D. Amadeo 1 fueron abier-
tas el 5 de abril. En el discurso de la corona dijo el rey, respecto de
Ultramar: (,Abrigo la lisongera esperanza de la pronta paciticacion
de la isla de Cuba. Allí, como en todas partes, el ejSrcito,la mari-
na y los voluntarios defienden los altos intereses de la patria.>}


(76) Proclama fechada en la Habana el 15 de junio, en la que otra
vez se llamaba á los extraviados para que volvieran á la obediencia
de las autoridades legítimas.


(77) Los venezolanos fueron batidos el 9 de julio. En los periódI-
cos de la primera quincena de aquel mes se publicaron los detalles
del suceso.


(78) LA QUINCEN! .. del 15 de agosto publicó la descripcion de la
trocha y una vista litográfica tomada, desde su entrada en la parte
del Júcaro, por el subinspector de sanidad militar, D. Galo Gil.


(79) Osorio fué fusilado en el vapor de guerra Neptl~no, por se-
guirle causa la marina desde que sorprendió y se apJclcró del Co-
manditario. El titulado general Federico Cavada, inaugurador de
los incendios como medio estratégico, por lo cual su,; e >mpañeros
en la insurreccion le llamaban el general Candela, fué preso al
mismo tiempo que Osario y fusilado en Nuevitas ell.O de julio.


(80) La exposicion del decreto reformando el plan de enseñanza,
fechada el 2'> de agosto, se publicó con las resoluciones en la GA-
CETA DE LA HABANA del 15 de setiembre de 1871.


,:81) Aquella hoja, fechada en Nueva-York el 11 de junio de 1871,
llevó la perturbaciou al campo de los laborantes, prOlllJviendo ar-
dientes polémicas en sus periódicos del contincnte americano.


(82) Anunciado por nuestro representante en \Vashington en te-
legrama del 29 de julio .
. (83) En las can4idll;turas presentadas e16 de agosto quedó ven-


Cida la que propJUla a D. Julian Zulueta y D. Manuel Calvo para
los cargos de presidente y vicepresidente del Casino, por la de don
Lorenzo Periro y D. Juan Toraya.


(8i) La hoja que llevaba por título LAS COSAS DEL DIA, A la auto-
"idad,-la firmnba EL PUEBLO, Y se introdujo subrepticiamentc una.
noche en todas las casas de la>:; prinC'ip¡ües calles de la Habana.




840 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


(85) Así lo manifestaba la revista LA 'QUINCENA del 30 de junio.
en un artículo titulado Laóorantismo.


(86) El único nombramiento bien recibido por los españoles de
Cuba fué el del general Córdoba para ministro de la Guerra; pues
recordando lo que habia hecho mientras estuvo al frente de la di-
reccion de infantería para enviar refuerzos á la isla, todos espe-
raban q'ue en S,U .nueva posicion seguiria favoreciendo al elemento
leal. El del mIlllstro de Ultramar se aceptó por la recomendacion
de su predecesor.


(87) El consulado español en Cayo Hueso fué apedreado el do-
mingo 10 de setiembre, siéndolo al mismo tiempo algunos marine~
ros espnñoles. El hecho no se castigó cual debiera por las autorida-
des americanas.


(88) Aquella proclama, fechada en Puerto Príncipe elLo de se-
tiembre, se publicó (ln los periódicos de la isla. Con la misma fecha
vió la luz en la capital del Camagüey un bando sobreseyendo las
causas en aclaracion de delitos de hurto y robo en casos y artícu-
los que fueron para el sustento de los autores de la falta y de sus
familias.


~89) La reunion de la Cámara insurrecta se pidió por el llamado
ministro del Interior, Ignacio Mora, en comunicacion de 2 de octu-
bre de 1871, dirigida al presidente de la corporacion, ciudadano Sal-
vador Cisneros.-El ministro de Ultramar D. Víctor Balaguer,Jué
el autor del decreto de 10 de noviembre instituyendo una medalla
especial para los voluntarios de la isla de Cuba.


(90) Aquellas polémicas entre la redaccion del periódico literario
JUAN PALOMO Y el director de EL MORO MUZA hicieron desaparecer
á este periódico en la primera quincena de octubre.


(91) Publicados en:EL MORO MUZA y LA Voz DE CUBA.
(92) Los periódicos EL PUENTE DE AL COLEA Y LA ErOCA y en un


escrito del Sr. D. Vicente Vazquez Queipo, se publicaron lumino-
sos datos relativos á la situacion del Tesoro de Cuba y á la del Banco
español de la Haóana.


(98) Los periódicos de la Habana de fines de octubre se ocuparon
extensamente de aquel suceso, y publicaron el documento que á
Perfecto Lopez y á los .$ocarrás les expidió la Aua:iliadora en Nue-
va-York el 27 de julio de 1871.


(9i) Sesenta y siete fueron las personas que por órden de la pri-
mera autoridad remitió el gobernador de la Habana á la isla de Pi-
nos cuando aquella habia salido otra vez á campaña.


(95) Uno de los Baronas, subprefecto que habia sido en el Cama-
güer, á quien se atribuia haber entregado el ferro-carril de Nue-
vitas á los insurrectos.


(96) En la revista LA QUINCENA, correspondiente á la primera de




NOTAS.-CAPÍTULO XII 841:


n-oviembre de 1871, so noticiaba que el coronel del segundo batallo n
de Ligeros habia redactado una exposicion dirigida al rey, poniendo
de relieve los trabajos de los laborantes en las ciudades de 111. Pe-
nínsula para que á ellos se pusient coto.


(97') Hoja publicada en Madrid por'el general Crespo con el títu-
lo de SUCESOS DE LA HABANA LOS DIAS 26 y 27 DE NOVIEMBRE DE 1871.


A las doce de la mañana del dia de la revista dirigió el goberoo-
dor político de la Habana al capitan general propietario, que S6' ha~
lIaba de operaciones en Las Tunas, el siguiente telegrama:
«,Ex~mo. señor (londede' Valmaseda: El jU'eves por la tarde (6,sea


el 23 y no et 22, como dicte en,la pág. 8 'el folleto titulado Los Volt!'n~
tarios d~ la Habana en el acontecimiento de los estudiantes de medici-
na) algunos estudiantes del primer año de medicina, cuya cátedra
está situa.da al lado del cementerio, saltando las tapias se dirigie-
ron al nicho en donde está sepultado el Sr. Castañon, cometiendo
varios excesos. Esta noticia no llegó á mi conocimiento hasta la.
noche del viernes, porque el capellan del cementerio tcmi6 el dar
parte'. Por más que me' pareciese inverosímil lo ocurrido, creí de
mi deber presentarme en' el cementerio á las seis deJa mañana de
ayer (25) para enterarme de la verdad de lo ocurrido. Con harto
sentimiento ví y supe que las noticias que de público se decian: te-
nian fundamento, comprendiendo al mismo tiempo que era necesa-
rio qu-e la: autoridad se anticipase á: tomar ciertas medidas á fin de
evitar otros males. En su consecuencia, á las dos de la tarde de
ayer, hora en que estaba reunida la cátedra, me presenté en ella
hlteiendo ver á los alumnos lo incalificable de su conducta v la ne-
cesidad en que se encontrab& el gobierno de averiguar los·hechos
é imponer á los culpables el castigo correspondiente. Todas mis
exhortaciones fueron inútiles, manifestándome, sin negar los he-
chos, que todos eran inocentes. En su vista, procedí en el acto á la
formaeion de las diligencias correspondientes, cuyo resultado hasta,
ah'Ú'ra ha: sido el encontrarse seis de ellos comprometidos, los c.ua-
les se encuentran incomunicados en la cárcel, y los restantes, hasta,
cuarenta y ocho, detenidos en el mismo punto, esperando el l'esul~
tado de las diligencias. Concluidas que senIl las remitiré inmedia-
tamente al gobierno superior.


Este hecho, exagerado pl'>J.\ algunos, pero gravísimo en sí, 'ha cau-
sado grande excitacion y creo que si no me hubiera anticipado á.
los sucesos hubiéramos tenido que lamentar muy graves disgustos,
cuyas consecuencias comprende V. E. Mas no por esto se hat cal-
mado la opinion, ní mucho ménos, esperando todos con impacien-
cia su solucion, que no puede ser muy breve púr el número de de-
claraeiones y citas que hay que evacuar, ofreciendo, sin embargo,
que por mi parte estarán terminadas brevemente.


Se ha trabajado con motivo de la gran parada de hoy, que pasa el
general Crespo, para dar algunos gritos pidiendo se fusile f͡. los
culpables. He llamado á algunos capitanes de voluntarios para
c&lmarj y aunque ofrecieron hacer todo lo posible para evitarlo, pu-
diera sin embargo algun exagerado dar voces inconveníentes.» '


(98r «Capitanía gen~al ile la isla de Cuba.-Voluntarios: El suce-
so ocurrido en el cementerio de es,tn plaza y que vosotros conoceis.
ha producido un efecto que todos lamentamos.


La sensatez de la gran mayoría.. de vosotros hace que la autori-




842 LAS INSURJ.tECCIONES EN CUBA


dad descanse en que cumplireis con vuestro deber como ella cum-
plirá con el suyo. Aguardad tranquilos el fallo del tribunal que
está funcionando para castigo de los culpables, seguros de que la
ley caerá inexorable sobre los que intentan por medios rastreros
manchar la inmaculada honra de España.


Voluntarios: No olvideis que sois el más firme sosten del órden
y la tranquilidad pública.


Habana, 27 de noviembre de 18il.-El general segundo cabo,
Romualdo e resjJo.»


(99) Los voluntarios de la Habana en el acontecimiento de los I!stu~
diantes de medicina, por uno de ellos condenado á seis años de pre-
sidio. Páginas 57 á 60.-Madrid, 1873.


(100) Manuscritos originales de una de las pel'sonas que asistie-
ron en la cl'.pilla á aquellos desgraciados.


(101) Los voluntarios de la Habana, etc., folleto citado, pági-
nas 104 á 112.-EI periódico titulado EL ANUNCIADOR DE SEVILLA,
correspondiente al sábado 18 de mayo de 1872, publicó la misma
exposicion al rey D. Amadeo, que no llegó á presentarse.


(102) Folleto citado que publicó uno de los condenados á seis
años de presidio.


(lU3) Oircular del ministro de la Gobernacion expedida el 16 de
enero de 1872 y publicada en la GACETA DE MADRID.


(104) El telegrama del capitan general decia así:
« Voluntarios: La mano dellaborautism o nos ha lanza,lo una nue-


va provocacion, profanando la tumba de nuestro malogrado compa-
ñero D. Gonzalo Gastañon. Mañana á las seis de la ta.rde estaré en-
tre vosotros parA, hacer que la justicia, repre:lentada por un tribu-
nal, nos muestre los culpables de semejante atentado, y cuando
éste, apoyado en la ley y en su conciencia, marque la pona ú que los
delincuentes se hayan heoho aoreedores, ln hará cumplir CQn toda
brevedad vuestro capitan general Conde de Va[.¡n~seda.-Tunas, no-
viembre 27 de 1871.»


(104 dup.) Periódicos de la isla, de octubre de 1871 á enero
de 1872.


(105) Exposicion publicada en la GACETA DE LA HABANA Y en los
periódicos de la isla y de Madrid.


(106) Manifiesto del C[rct~lo conservado;' A LOS DEFENSORES DE LA
INTEGRIDAD NACIONAL EN CUBA y PUERTO-RICO, publicado el 1:3 de di-
ciembre de 1871 en EL Eco DE ESPAÑ.-\. yen otros periódicos de aquel
partido.


(107) LA QUI:-lCENA del 15 de enero de 1872.-Pocos meses despues
publicó el periódico republicano LA IGUALDAD una carta á D. Manuel
Ruiz Zorrilla firmada por varios radicales, oponiéndose al nombra-
miento del marqués de la Habana.




)jOTAS.-CAPÍTULO XII 843


(108) El recibo de aquel despacho se celebró por los cuerpos de
'Voluntarios de la capital, obsequiando al conde de Valmaseda con
una brillante serenata.-LA QUINCENA del 30 de enero de 1872.


(109) , Alocucion dirigida A las partidas insurrectas, publicada en
los periódic0s de la isla de fines de mayo.


(nO) Las expfdiciones filibusteras armadas por los laborantes
desde diciembre de 1868 á junio de 1872, fueron 21, además de 5 pe-
queñas embarcaciones de Nassau y 4 de Jamaica, segun nota publi-
cada por el periódico JUAN PALOMO el 6 de octubre de este último
uno.


(Ul) Celebrado en Amorevieta (Zornoza) el24 de mayo de 1812 J
publicado prematuramente por los periódicos de Madrid.


(112) LA QUINCENA del 15 de julio de 1872 publicó con el título de
Gobierno del conde de Valmaseda (13 diciembre 1870-11 julio 1872)
un elogio del mando de aquel general, y entre otras la siguiente
alocucion:


dl pueblo .fiel de la isla de Cuba.-El gobierno de S. M. el rey
(Q. D. G.) ha tenido por'conveniente aceptar mi dimision del cargo
de capitan general de esta isla que le remití el 30 de mayo último.
Poderosas razones han movido mi ánimo para pedir esta separacion,
que me aleja de poder recoger el lauro de «Pacificador,» precisa-
mente en los momentos en que veia en no lejano plazo la posibilidad
de anunciar al gobierno la terminacion de la guerra iniciada en
Yara ellO de octubre de 1868. Pero los acontecimientos, que son su-
periores á la voluntad de los hombres, fian, sin duda, la realizacion
de este suceso al que ha de relevarme; pues no creo sea posible que
la revolucion viva cuatro ó cinco me>les más, abatida como se halla,
sin recursos, muertos ó dispersos sus corifeos y apresadas última-
mente las expedieiones que les haeian sostener sus quiméricas es-
peranzas.


En cumplimiento de mi deber y mi cariño á este país, me han he-
cho pensar en su futuro porvenir, en medio de las graves operacio-
nes de la guerra. Las líneas telegráficas q ne fueron hechas ántes
de la revolucion, todas están al corriente y he aumentado nuevas
líneas en una extension de 1.100 kilómetros, 61 estaciones y puesto
al corriente 83 telegrafistas que ha habido necesidad de enseñar.


Para evitar la discminacion de los hombres por los campos desde
la trocha hasta la jurisdiccion de Cnba, se han establecido poblados
cada cuatro ó seis leguas en el camino Central de la isla protegidos
por cortos destacamentos que les dan la debida seguridad. Desde
esta línea general salen tambien otras parciales en busca de los
puertos del N. y del S., yen ellos hay tambien poblados colocados
en la misma forma y distancia. De este modo conseguirán sus ha-
bitantes tener alIado á su autoridad local para que vigile al malo
y dé proteccion á los buenos; tendrán escuela donde educar á sus
hijos, botica donde encuentren remedio á sus males, médico que los
asista y sacerdote que los reconcilie y aconseje en sus horas supre-
mas. El espíritu comercial se desarrollará entre los poblados limí-
trofes, y ese mismo comercio mejorará las líneas de comunicacion.
Tal vez más adelante, esas mismas poblaciones vengan á resolver
el problema de un centro fabrill'odeado por elementos agricultores




844 LAS INSURRECCIONES EN CUBA


que aumente la produccion·de los azúcares. Dejo expedita la nave-
gMion: por ·vapor del rio Oauto en 23 leguas de extension; ria en
donde lús'agricultores deben fijar sus miradas para el porvenir, por
el aumento que allí pueden tener las grandes fincas azucareras y
donde aun encierran sus bosques limítrofes esquisitas maderas que
extraer.


Envio mi despedida amistosa á las infinitas personas que en to-
dos los pueblos de esta isla me han honrado con el nombre de ami-
go y á sus habitantes todos les deseo pronta y cumpleta paz y con
ella. un engrandecimiento y prosperidad para su país que en lo su-
cesi-vo ningun acontecimiento pueda interrumpirlo.


Siempre y donde quiera que esté, mi corazon elevará fervientes
votos al cielo por la felicidad de Ouba bajo la bandera de España.»


CONCLUSION.


Non. La. necesidad de. aj ustar esta obra á.los com promi-
sos del prospecto y la consideracion, sobre todo, al grave es-
tado político de la grande Antilla, nos han obligado á cir-
cunscribir el trabajo á determinadas dimensiones; callando,
por tantb, mucho de lo que aún pudiéramos decir é indicando
solamente ciertos puntos que exigian campo más extenso en
la narracion y en los comprobantes. A pesar de estas dificul-
tades, que se presentan á cuantos escriben sobre sucesos con-
temporáneos, no desistimos de dar á luz en ocasion oportuna
lo que hemos omitido y conduzca á perfeccionar, con los nu-
merosos materiales que en el libro no han tenido cabida, el
conocimiento de todo lo que se refiere á la época moderna, y
sirva para señalar á cada cual de los hombres y de las colec-
tividades que han creado las circunstancias presentes, el sitio
que legitimamente les corresponde en las páginas de lahisto-
ría de América, historia que está aún por hacer.


Este es nuestro propósito, que cumpliremo&sÍ el tiempo nos
ayuda. -




ÍNDICE.


Páginas.


Capitulo l.. . . . . . . . . . . . . . • . .. .................•... 7
I (pág. 7J.-Causas que produjeron el movimiento político


de 1854.-Coaliciones de los partidos.-Los puri-
tanos y la Unían liheral.-Irregularidades cortes a-
-nas y políticas generadoras de la revolucion.-Mi-
·nisterio de Sartorius.-Conspiraciones.-Fracllso
de la sedicion de Hore en Zaragoza.-Persecucio-
nes.-Levantamiento de O'Donnell. - Batalla de
Vicálvaro, programa de Manzanares, sucesos de
Madrid y triunfo de la revolucion de julio.-El par-
tido democrático.


1I (pág .. 27).-Segundo mando del generfJ,l Cúncha en Cuba.
Entusiasta reeibimiento.-Sus actos de gobierno.
-Ideas reformistas.-Disposiciones sobre la servi-
dumbre y la trata.~Movimiento de empleados.-
Proyectos económieos.-Manifestaciones políticas.
-Asesinato de Castañeda.-Opinion pública.-
Organizllcion de los'cuerpos de Voluntarios y de
las Milicias de color.


IU {pág. 42).-Cuestion Pintó.-Trabajos de los disidentes
en los Estados-Unidos.-Estrampes.-Pintó infi-
dente.-Su proceso y ejecucion.-Manifiestos de la
junta de Nueva-York y de Goieouria por la defec-
cion de .Quitman.-Actitud política y guerrera.-
Armamentos, bloqueos y estado de sitio.-El go-
bierno de Washington.-Anulacion de Soulé.-
Vida política y administrativa de Cuba.-Bancos
y sociedades.- Crísis económica.- Expediciones
negreras.-Bandolerismo.- Somatenes.- Los so-
brantes de Ultramar.-Juicio sobre el mando de
Concha.-Su relevo.




Páginas.


Capítulo n. . . . . . . . . . .. ............. ............. 65
1 (pág. 65;.-Mahdo de D. Francisco Serrano.-Su recibi-


miento y simpatías en la opinioll.-Enfriamiento
del afecto público al presentar su plan político re-
formista.-Visita al interiúr de la isla.-Prefuren-
cias concedidas á los criollo3.-Respllesta de es-
tos.-El comité español y los comités reformistas.
-Proyectada contribucion directa.-Estado del
Tcsoro.-Emision de bonos.


II (pág. 76 .. -Reincorporacion de la parte española de la
isla de Santo Domingo.-Causas que la precipita-
ron.-Intervencion del general Serrano en este
asunto.-D. Pedro Santana.-ApresuramientCl del
gobierno de la metrópoli y desacertada política.-
Cómo recibe España aquel suceso.-Funestas é in-
mediatas consecuencias de la política española en
la isla anexada.


IU (pág. (83).-Ligera reseña de nuestras diferencias con
Méjico.-Acuerdo entre España, Francia é Ingla-
terra.-Convenio de Lóndres.-Envio á Méjico de
una expedicion.-Posesion de Veracruz.-Prim
general en jefe.-Su llegada á la Habana y á Ve-
racruz.-Desembarco de las tropas francesas.-
Primera conferencia de los plenipotenciarios.-
Actitud reservada de Prim.-Comisicmados cerca
de Juarez.-Contestacion Lle éste.-Intérnanse las
tropas en el pais.-Viaje á la Habana de Gasset
y otros expedicionarios.-Mirainon en Veracruz,
su prision y reembarco.-Convenio de La Sole-
dad.-Discordias entre los aliados .-Conferencia
del 9 de abril.-Ruptura de la coalicion enropea.
-Retirada.ele los españoles é ingleses.-Actitud
de los cúnservadores mejicanos en Europa.-Mal
efecto que en Cuba produce la conducta de Primo
-Resolucion de Serrano.-Regreso de las tropas.
-Prim en la Habana.-Juieio sobre su conducta.


IV (pág. 97}.-Triunfos de los reformistas cubanos.-Muer-
te de Luz Caballero.-Disgusto que producen en
los españoles las complacencias de Serrano con tal
motivo y aplauso que la autoridad recibe de los re-
formistas.-Principio de la guerra de los Estados-
Unidos.-Relevo de Serrano y obsequiosa despedi-
da.-Juicio sobre su mando.


Capítulo nI. . . . . . .. .......................... 105
1 (pág. l05).-Cuestiones que llaman la atencion del gene-


ral Dulce al tomar posesion del mando de Cuba.-
Guerra civil en los Estados-Unidos y c&usas que
la provocaron.-La esclavitud.-Los filántropos
y el motin de Harper'8 Ferry.-Ellibro de Mr. Hel-
per.-Proposicion de MI'. Clark.-Reuniones elec-
torales en Charleston y en Ohicago.-Eleccion de
Abraham Lincoln.-Movimientos separatistas del
Sur.-Formal declaracion de guerra entre confe-
derados y fcderales.-Elgeneral Grant.-Retirada




de Lee.-Asesinato de Liu(!oln.-PJlítica española
ante aquella guerra.-Oonducta de Dulce.-Devo-
lucion del ariete StoneroaU.


II (pág. 117).-Insurreccion de Santo Domingo.-Sus orí-
genes.-Torpezas del gobierno é ingratitudes con
Santana.-Mandos de Rivero y Vargas.-Vicios
gubernativos.-Proceder de Gándara.-Muerte de
Salltana.-El gabinete Narvaez propone el abando-
no de Santo Domingo.-Opinion pública.-Discu-
siones de las Oámaras.-Deshonrosa ley de aban-
dono.


III (pág. 123).-Sistema gubernativo de Dulce.-Ouestiones
sobre la trata.-EI gobernador Navascués.-Ar-
güelles, sus atropellos y ruidoso proceso.-La So-
ciedad contra la tl'ata.-Proyecto abolicionista.-
Reaccion en la opinion pública.-Actitud provoca-
tiva de los reformistas.-Serrano se declara su de-
fensor en el Parlamento.-Cartas y exposiciones
de los reformistas y antireformistas.-Collllsion
del comité español en la Peníllsula.-Mision del
periódico La Rejol'ma.-O'DonneU en el poder.-
Reunion de una junta informativa en Madrid.-El
director del periódico La América en Cuba.--Ban-
quetes reformistas.-Amagos contra Ouha.-Re-
beJion de negros en Jamáica.-Cuestion del Pacífl-
eo.-Suicidio de Pareja.-:.1endez Nnñez ante el
Oallao.-Traba.ios separatistas.-Emision (le pa-
pel moneda.-Optimismo de Dulcc.-Elccciones
para la junta de informacion.~Triunfo de los re-
formistaS.-Sucesos del teatro de Tacon.-Los ta-
cos del Louvre.-Dimision de Dulce.-Un cubano
más.-Ruidosa despedida.


Páginas.


Capitulo IV. . . .. . ....... _ . . .. . . . . . . . . . . . . . . . . 149
1 (pág. 149j.-Primer mando de D. Francisco Lersundi en


Ouba.-Su política cspañola.-Disgusto de los re-
formistas.-~anifiéstase en Puerto Príncipe.-Los
con"piradores en lo. isla y en el contincnte.-Com-
bo.te del Oallao y sucesos del 22 de junio en Nra-
drid.-Manejos de los reformistas contra Ler5un
dL-Relevo del intendente '\Vall.-Medidas sobre
órden público.-Expulsion de ñúñi:,os, ladrones y
asesinos.-Trabajos separatistas.-Fiestas en ob-
sequio de Lersllndi.-Desarmonía con el nuevo
ministerio.-La instruccion pública y b prensa pe-
riódica.-Universidad de la Habana.-El periódico
EL SlGLO.-Sll historia.-Trabajos de Goicouria y
de otros emigradlls.-Viajes de Lersundi y su re-
levo.-Juegos florales de los disidentes.-Llegada
de D. Joaquin del Manzano.-Ultimos dias de Ler-
sundi en la isla.~SIl despedida.


Ir :pág. 170;.-Lo. junta informativa en Mndrid.-Mcmoran-
dum del comité español de la Habana á sus repre-
sentantes. - Tendencias de los comisionados.-
Trabajos de aquella junta.-Cuestiones políticas.




-Opiniones de Dulce, Saco y Se'I.'Tauo.-Proyecto
para la.emancipacion de la -esclavitud.-Error eco-
nómico del ministro Castro.-Fin de las sesiones.
-Ultim-as indicaciones de M@rales Lému:s s.obre las
An tillas.-Consideraciones generales.


III (pág. 180).-Representa~ionpolítica de Mal1zano.-Cues-
tioncs que atiendeclim.preferencia.-Política de los
Estados-Unidos y.actitud de los disidentes.-Ex-
plotan éstos los .apllfos de la Hacienda.-Hancos
particulares.-Orísis económica y medidas para
conjurarla.-Manejos de los reformistas.-ElBaooo
Español de la Habana.-Banquete de los separa-
tistas en honor de Sherman y Campbell.-Muer.te
de Hetancourt, el Lugareño.-Instruccio.n pública.
-Tentativasfilibusteras.-Disgusto que produce
el establecimiento de la contribucion directa.-Des-
aciertos del ministerio de Ultramar.-Decaimien-
to del Tesoro público.-Muerte de Manzano.


Páginas.


CAPÍTULO V. . . . . . . . . .. ......................... 193
1 (pág. 19:3).-Segundo mando de Lersundi.-Los revolu-


cionarios de la PenÍnsula.-Manifiesto de Prim.-El
cólera en Cuba.-La Hacienda y el órden público.-
Los conspiradores cubanos.-Reuniones literarias.
-Las comisiones militares.-Impllcstos nuevos.-
Proyéctase un empréstito.-Actividad revolucio-
naria.-Excursiones de Lcrsundi por la isla.-Di-
sidencias con el obispo de la Habana.


n (pág. ;¿04j.-Permanencia de Lersundi en Guanabacoa.-
Sucesos en la PenÍnsula.-Situacion del Tesoro en
Cuba.-Trabajos sediciosos en la isla yen la me-
trópoli.-Destierro del duque de Montpensier y de
los gencrales.-Los reves en las Vascongadas.-
Sublevacion de la Armada en la bahía de Cádiz.-
Proclamas.-Regreso de los generales desterrados.
-Manifiesto á la nacion.-Renuncia del ministe-
rio.-Nombramiento de Concha.-Sus medidas.-
Batalla de Alcolea.-Triunfo de la revoluciono


III (pág. 217).-Actividad de los reformistas en Cuba.-
Trabajos separatistas de los puerto-riqueños.-Sus
movimientos sediciosoS.-Terremotos.-Mando de
Pavía.-Rebelion separatista de Lares.-Disper-
sion de los sublevados. - Amnistía á los se di-
cio~os.


IV (pág. 2:29).-Cuba ante la insurreccion de Lares y los
sucesos de la PenÍnsula.-Los conspiradores cllba-
nos.-Trabajos masónicos.-Optimismo de Lersun-
di.-El Gobierno provisional.-La reina Isabel en
Pau.-Levantamiento de Céspedes.-La Damaja-
gua y Yara.-Los insurrectos y los defensore~ de
España.-Proclamas, manifiestos y bandos.-To-
ma de Bayaillo.-Aspecto general de la isla.-Xe-
gociaciones en el Camagüey.-Torpezas.-Los no-
tables de la Habana ante Lersundi.-Los separa-
tistas de Cuba y los autónomos de la metrópoli.-




Ellllinistro Ayaln.-Medidas de Lersundi.-Cuer-
pos de voluntarios. - Ejército. - Patriotismo y
entusiasmo. - Valmascda en operaciones. - Los
Estados-Unidos y los ellligrados.-Circulares, car-
tas y telegralllas.-Dlllce releva á Lersundi.


p¡jgin~s.


Capítulo VI. . . . . . . . . . . . . .. . ..................... 2;)~
pág. 259).-Personal destinado á las Antillas por el go-


bierno de la revolncion.-Segundo mando de Dulce
en Cuba.-Frio recibimiento en la Habana.-Esta-
do en que encontró la opinion pública.-Alocucio-
nes de Dulce.-Efcctos que pl'oducen.-Proclalllas
laborantes.-Colllunicaciones al gobierno.-Tropas
de refuerzo.-Actos revolucionaríos de Céspedes.
-Libertades proclamadas por Dlüce. -Cómo se
responde á eUas.-Amnistía concenidaá los in-
surreetos.-Acogida que tuvo.-Sucesos de las
calles del Cármf!n y de las Figums.-Actitud de
los desafectos á España.


II (pág. 270).-Comisionados enviados por Dulce á Céspe-
des para someter á los insurrectos.-Conferencias
con éstos.-Asesinnto de Arango, negociador de
la pa7..-Sus consecuencias.-Osadía de los disi-
dentes de la Habana.-Sucesos del teatro de Vi··
llanueva.-Actitud ele los voluntarios.-Asesina-
tos y atropellos.-:'-iuevos desórdenes.-EI café del
Louvrej la casa de Aldama.-Tristes resultados
de los ódios políticos.-Publicacion 'de la ley elec-
toral para la isla.-Consejos políticos al general
Dulce. "


1Il (pág. 2Ri).-AlucinaciO!les de In primera autoridad.-
Emigracion de cubanos y reorganizacion de la
junta de Nueva-York.-Recelos del elemento es-
pañol.-Medirlas represivas para la prensa perió-
dica.-·Situacion de la isla.-Trabajos de los labo-
¡·antes.-Proclamas de éstos v comunicaciones de
Dulce al gobierno. "


1 V (pág-. 2fl2).-Operaciones militares del conde de Valtlla-
seda.-Acciones del Salado v el Oauto.-Ineendio
de Bayamo por los insurrectos .-Reconquista
VaImaseda aquellas ruiilas y reedifica la pobla-
cion.-Estndo de la guerra.-Trabnjos de los insur-
rectos dentro y fuera de la isla.


Capit~lo VD. .... ................. " .... ". . . . . . . . . . . . RO
'1-ll'<g. ;J03).-Inefi~acia dr, la política de Dulce para extin-


guir ódios y obtener In pacificacion.-Fuga de Mo-
rales Lelllus.-Salvo-conducto concedido á Fer- .
nandez BrRmosio.-Insidias de los laborantes.-
El ~arnaval de 1869.-Levantamiento de las Cinco
VilIas.-Los voluntarios guarneciendo las fortale-
zas (le la capital.-Suspen~ion de garantías.-Cap-
tnra del pailebot Galbanie.-Medidas políticas y
económicas. -Sistema represivo. -Imprudencias
g·lIbemativRs.- Proclamas filibusteras. - Prision


TUMO Jl 54




de sospechosos.-Amnistía y abolicion de la escla-
. vitud por Céspedes.-Proclama de Dulce.
II (pág. 313).-Causas de la política de represion.-Mensaje


de Céspedes al presidente Grant.-Respuesta de
éste .-Constitucion del partido español.-Asesina-
tos de Mayarí é incendios de Jiguaní y de Baire.-
O~denes destructoras de los insurrectos.-Refuer-
zos milítares.-Aspiracíones del partido español.
-Paliativos de Dulce.-Uníon entre las tropas y
los voluntarios.-Medidas de rigor.-Expedicion á
PuertoPríncipe.-Medidas para restablecer la con-
fian.za.


III (pág. 328).-Salida de deportados políticos á Fernando
P60.-Alboroto en la plaza de Armas.-Proclama
de Dulce.-Revista de los batallones de Volunta-
rios.-Errores de Dulce.-Vigilancia de las costas.
-El vapor Comanditario.-Uaptura de la goleta
jlfary Lomell.-Llegada de tropas.-El gabinete de
Washington.-Entierro del Gorrion.-'l'umultos y
atropellús.-Inclínase Dulce al partido español.-
Viaje del trasporte San Francisco de Borja con los
deportados.- Conspiracion fracasada. - Fuga de
algunos confinados.-Indulto concedido por el go-
bierno.-Destierro de españoles.-Falta de acuer-
do entre Dulce y sus gobernados.


Péginu.


Capitulo VIn. .. .. . . ...... . ...... .......... ..... ... 34'7
1 (pág. 347).-Recelos del elemento español por la política


de Dulce.-Incidente promovido por los volunta-
rios de Matanzas.-Poder decisivo de los volunta-
rios de la capital.-Triunfos de las tropas españo-
laS.-Aumento de la fuerza de la Guardia civil.-
Detencion de efectos destinados á los insurrectos.
Listas de sospechosos.-Proclamas y política de
Valmaseda en el departamento Oriental.-Presen-
taciones de familias fugitivas.-Reunlon de la Cá-
mara del Camagüey.-Ejecucion de los reos Leon
y Medina.-Sucesos desagradables y alarmas.-
Imprudente alocucion del 12 de abril.-Causas que
precipitaron el embargo de los bienes á los enemi-
gos de España.


11 (pág. 357).-Legislacion española sobre confiscos y se-
cuestros en el presente siglo.-Discusiones de la
prensa de la isla y exigencias de la opinion para
privar de recursos á los separatistas.-Decision de
Dulce. In (pág. 368).-Decretos de abril mandando proceder al em-
bargo de los bienes de los insurrectos.-Constitu-
cion del consejo administrativo de bienes embar-
gados.-Legislacion estableeida.-Torcidas inter-
pretaciones de algunas autoridades gubernativas
y sus efectos.-Emigraciones consiguientes á la
política de represion.-Motivo de algunos embar-
gos.-Su aprobacion por el gobierno.


IV (pág. 377).-Símil entre los hechos de la guerra de Cuba




y de los Estados-Unidos.-Legislacion comparada
entre uno y otro punto.


Págintl.8.


Ca.pitulo IX . . . . . . . . . . . .. ......................... 387
1 (pág. 331).-Efecto que produjo el embargo de bienes á


los disidentes.-Oalma de la excitacion popular á
la llegada de refuerzos militares.-RecilJimiento
de los voluntarios catalanes.-Presentaciones de
familias insurrectas.-Trabajos insidíosos de los
laborantes.-Nuevas torpezas gubernativas.-Con-
ducta de Espinar.-Actitud del segundo batallon
de voluntario s.-Otros motivos de excitacion.-Or-
ganizacion política de los insurrectos.-Disposi-
cÍones del gobierno de Madrid mal recibidas en
Cuba.-Viaje de Dulce á Matanzas.


II (pág. 3(8).-La opinion ante los actos de la primera au-
toridad.-Impresos clandestinos condenando la po-
lítica de Dulce.-:s'uevos motivos para el disgusto
público.-Extraccion de la Cabaña de los deteni-
dos en el pailebot Ualbanie.-Conflicto consiguien-
te.-Preliminares de la deposicion de Dulce.-Re-
uniones de los altos funcionarios de la isln.-Sus
conferencias con el capitan general.-Renuncia
este su cargo.-Efecto en la opinion.-Intempesti-
vas medidas de rígor.-Llegada á la Habana del
general Pelaez.-Conflicto conjurado.-Flaqueza
del principio de autoridad.


IU (pág. 415).-Ocurrencias en la Habana en la noche de)
1.° y mañana del2 de junio de 1869.-El coronel
Modet.-D. Domingo Dulce ante el peligro.-Con-
ducta de las autoridades, jefes militares y volun-
tarios de la capital.-Deposicion de Dulce.-Com-
paracion entre la de éste y la de Iturrigaray.-Ma-
nifiesto de los voluntários.


IV (pág. 426).-Mando interino del general Espinar.-Em-
barco de Dulce.-Intervencion de ciertos elemen-
tos en el gobierno.-Actitud de la prensa periódi-
ca.-Deposicion de autoridades en otras poLlacio-
nes.-Trabajos de conciliacion y actos guberna-
tivos.-Llulln.-Primera manifestacion pública del
CASINO ESPA~OL DE LA HABANA.-Prision de los
miembros de la Junta de Nuevn-York.-Triunfos
de nuestras tropas.-EI general Buceta.-Los vo-
luntarios dejl\ll de prestar servicio en las fortale-
zas.-Fin de la interinidad.


Capitulo X .......... , . . . .. . . . . .. .... ...... . . ... . . . 443
I ¡pág. 443).-:Mando del general D. Antonio Caballero de


Rodas.-Su programa de gobierno ante la opinion.
-Medidas gubernativas y conciliadoras.-Uso de
las facultades extraordinarias. -Personal.-Em-
bargos.-Comisiones de vigilancia en las aduanas.
-Estado político.-Escritos clandestinos y exci-
tacion pú blica.


Il (pág. 451).-Ingerencias de los Estados-Unidos en los




asuntos de Cuba.-~egociaciones entre alluella re-
pública y España sobre el particular.-Efecto en
h opinion y en la prensa española, europea y ame-
ricana.-Actitud del elemento español de la isla.-
Patriotismo de Caballero de Hodas.-Térmillo de
las negociaciones.


1II ,pág. 472).-Obstáculos á la buenn gobernacion de la is-
ln.-Mejoras cmprendidas.-EmjJréstito. - Movili-
zacion de voluntarios.-La guerra.-Relluncia de
Lesca.-Carácter que los insurrectos d!tn á la ln-
cha.-Incendios y atropellos. -Irritacion crr los áni-
IlloS.-Defensn de Ins Tnnas.-El genern.l en Ma-
tanzas.-Efcctos de la excitacion en la Habana y
otros puntos. - Relevo de Espinar. - Impresos
c landestinos.-ProJeeto de mihcia sedentaria.-
Medidas represivas.-Policín en los buques y res-
tricciones l'Il la expedicion de pasaportes.


IV (pág. 484).-Estado polltico de la mctl'ópoli.-Los demó-
cmtas en el gobierno.-Hecelos de los leales de
Cuba v Puerto-Rico.-Efectos de las facultades
extraordinarias.-Euvío de tropas.-Juntas en el
CASINO ESPA5:0L.-DistdenciaS.-Excursion de Ca-
ballero de Rodas por las Cinco Villas.-Heorgani-
zacion de la JUNTA de Nneva-York.-Sus activos
trabajos.-Las cañonems españolas.-Proclamas.
-Política de rigor emprendida por el general Ca-
ballero.-Prisiones y deportados á España.-La
insurreccion y las expediciones filibustcras.-Vo-
¡untarios de la capital destacados en Vuelta-Abajo.
-Operaciones militares al terminar el año 1869.


Páginas.


Capitulo XL ...... , ........ , . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . ;)!)~)
1 (pág. 5[);)).-Bienes embargados.-·-Reformas hechas por


Cahallcn de Roelas en la organizaeion del Consejo.
- Vic:eprcsidcnciu de este por el intendente Santos.
-InvenbU'ios.-Resúmen del número v valor de
los emhargos.-Pl'odnct:Js.-Cantidades destina-
das al auxilio de presentados.-Creacion de juntas
de vigi\ancia.-Sus efeetos y los de las reformas
en el C:onsejo.-Inconvclliencias administrativas.


n (pág. :í141.-Situacion política de Cuba nI empezar el año
lSiO.-Entrada de las cañonel'G.S en el puerto de
la Habana.-Alocueion de Cl1bnllero de Rodas el
dia de Reves.-Aumento de la Guardia civil.-Pa-
triotismo· de los hacendados.-Estado de la opi-
nion española.-Actitnd de los insurrectos y actos
de los laborantes de los Estndos-UniclOS.--Perma-
nellcia en la isla de Mr. Seward.-Acogidn obse·
q ¡iosa en la capital.-El periódico LA Voz DE
CUBA..-Cuestiones de su director con el de EL Rg-
PUBLICANO de Cayo Hueso.-Asesiuato de Casta-
ñou.-Traslacion del cadáver lÍ la Habana y su en-
tierro .-~fanifestacjones pú blicas. .


UI. (pág. 529).-Trabajos de la .Junta de NuevP.-York en
América y Europn.-Asesinatú en In Habana df'




Isaac Greenwald .-Actitud del general y de la
opinion pública con tal motivo.-Prision de maso-
nes.-La prensa peninsular reformista.-Protestas
del Casino E;:;pañol de la capital y de otros de la
isla.-Viaje de Caballero de Rodas á Puerto Prín-
cipc.-Actitud del presentado Napoleon Arango y
de otros camagüeyanos.·-Los laborantes y los in-
surrectos.-Recelos de los españoles por la entra-
da de ~Ioret eu el ministerio de Ultramar.-Políti-
ca de la interinidad.-Comision de Azcárate á los
Estados-Unidos.-Dimision del capitan general.-
Simpatías al conde de Valmaseda.-Fin delman-
do de Caballero de Rodas.


Páginas.


Capitulo XH. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. .............. 549
J ¡pág. 549,.--Mando del conde de Valmas3da en Cuba.-


Política nacional durante la interinidad.-Exigen··
cias para terrninarla.-Sucesos que precipitan Sll
fill.-Situacion política de Prim.-Candidaturas ré-
gias.-Consecucncias de la del príncipe Hohcnzo-
llern.-Abdicacion de doila Isabel IL-Oandidatu-
ra definitiva del duque de Aosta.-Su eleccion.-
Estado de la opinion pública.-Asesinato de Primo
-Proclamacion de D. Allladeo 1.


II J)¡ig. 569';-Primer ministerio del nuevo rey.-Política
de Valmascda en Cuba.-Mision del poeta Zenea.
-Su captura y la de la esposa de Céspedes.-Opi-
nion pública.-Disidencias entre los laborantes.-
Fusilamiento de Zenea.-La Hacienda en Cuba.-
Bienes embargados.-Trabajos dectorales.


rn {pág. 58i).-Resultados del plan de campaña de Valma-
seda.-Expedicion fracasada en Vuelta-abajo.-
Defensa de la torre' de Colon.-Los insurrectos y
los laborantes .-Presentaciones.-Juramento de
fidelidad al rey Amadeo.-El obispo de la Habana.
-Estado de los ánimos.-Valmaseda en campaña.
-La trocha.-Expedicion vell'ezolana.-Reforma
dc la instruccion públiea.-Política del capitan !l'(',-
neral.-Motivos para la exaltacion públiea.-In-
cendiarios y deportados á la isla de Pinos.


rv {pág. 595,i.-Sucesos provocados por los estudiantes del
primer año de medicina de la Universidad de la
Habana.


V (pág. GO/;.-Ventajas de la permanencia de Valmaseda
, en campaña.-El Camagüc'y,-Nnevas proclamas


del capitan genera l.-Su renuncia del mando dc
Cuba.-Calldidatos para reemplazarle.-Gobel'lla-
cion interina del general D. Francisco Ceballos.


Conclusion. .. .................................... 619
NOTAS, ADICIONES É ILUSTRACIONES. . . • . . • • . . • . .•.••• • 6tH
Del eapítulo 1. ................ , . , ................. : 668
Del capítulo 11. ................. ,................. 677
Del capítlllo nI.. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. . . .. . .... 684
Del capítulo IV......... ................. . ...... 701




PiIl ... ·
Del eapítulo ~ ................ '" ..... ............ '112
Del capítulo VI. . . • • . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 739
Del capítulo VII .. . . .. . . .. .. . .. . . . . . .. .. . . .. .. ... . . '150
Del capítulo VIII ................................. , 764
Del capítulo IX. . . . . . . . . . . .. . . . . . .. ............ " 775
Del capítulo X.. • • . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . • .. . . . . . . • 788
Del capítulo XI. .. . . • . . . . . . .. . .. . . . . .. .. . . . . . . . . . . . 812
Del capítulo XII . . . . . . . . . . .. ...................... 821
De la conclusion... • . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . ... 843




pagina.


406
4&l


466
581


. Línea.


23
26
3


22


ERRATAS


DIce.


ódios ..
(D. Laureano Figuerola).
D. Manuel G. Llorente.
incitadas ..... '.' .


Debe decir.


tal.
(el sucesor de D. Laurel\-


no Figueroll1.).
D. Antonio G. Llorente.
iniciadas.