D. ALFONSO DE BORBON
}

D. ALFONSO DE BORBON


A N 210 L OS PAR ,. DOS.


.19


POR


DON FRANCISCO DE P. LLIVI.


ARCELONAO


Ilwaprentea de T,eepeldo Domenech
calle de Basca, número 30, principal.


i872.




D. EL 01'10 DE
D E L


'4.°110E DT •


-)n N


ANTE LOS PAIITIDOS.


«Cuando la patria sufre es de menguados
no eseuadrifiar el remedio.


Si por fin en Espaiia sonára la hora de que la Revolucion encontrase
un buen cauce; si no fuese ya su mision la de debilitar por medio del des-
,crédito el poder ejecutivo, antes al contrario ella le afirmase en sólidas
bases desenvolviendo en la esfera de su actividad las ideas justas y mora-
les de universal aplauso, y que abren vastos horizontes á los pueblos sin
ningun género de sacrificio. Si piadoso el cielo oyese la voz del sinnúme-
ro de Esparioles que desean ardientemente el bien (le la patria, ó cuando
menos el alivio de sus males, por medio de un gobierno justo y poderoso,
que á la sombra del órden moral y material le cupiese la posibilidad de dar
vida á las fuentes de riqueza que entraña el pais: y si todavía mas piadoso
el cielo antes que permitir que á la actual situacion sucediese otra de ca-
rácter inquieta, atrabiliaria, díscola y tenebrosa consintiese que el poder
real recobrase aquella importancia que enaltecia al Rey sin mengua de la
dignidad del pueblo: ó mejor, si hubiese llegado el momento de que por el
interés comun se armonizaran los principios de dos grandes escuelas, y
que al llamar la providencia al sólio de San Fernando á uno de los nietos
del mismo San Fernando, se sintiese la inspiracion. arriba y el aseen timien-
to abajo. Si llegase este caso que Dios sabe si está escrito en el dédalo del
porvenir: si llegase nuestra revolucion á esa etapa cosa, que se halla den-
tro las condiciones de la posibilidad y tal vez, de la probabilidad atendido
el curso de los sucesos y el juicio de los hombres pensadores de nuestra.




—( 4 )—
época; ¿qué principios, que doctrinas políticas imperarían en el nuevo ór-
den de cosas? Es decir: ¿Qué régimen político debiera establecer el jóven
D. Alfonso el dia que tuviera en sus manos los destinos de la nacion es-
panela?


Antes que todo debemos decir una palabra. No estamos autorizados por
nadie para discutir sobre este problema político. Nuestra pluma no perte-
•nece mas que á nosotros mismos. Vivimos aislados y muy lejos de ese
gran circulo en que se agitan los estadistas y aquellos que pretenden ser-.
lo. No somos mercenarios, y no rendimos culto sino á nuestro criterio y
á nuestra conciencia. Pero querernos lo que quiere Espafia, es decir, la
mayoría de los espafioles, y sino la mavoria, la parte mas distinguida por
su sensatez y fortuna. Los males de la patria desgarran nuestra alma, y
abrigamos el convencimiento, tal vez sea una ilusion nuestra, de que estos,
males no pueden hallar un alivio sin una solucion definitiva en el órden
político, y esta solamente existe á nuestros ojos en el advenimiento del
príncipe Alfonso: no vemos en ello el nombre, ni el hombre ni la dinastía;
no vemos mas que 'el bien de la nacion. El Rey que puede darnos una
independencia gloriosa y una libertad discreta. Villanas ingratitudes,
amargos desengafios, el conocimiento verdadero de los hombres políticos
de esta triste época, y sobre todo, los anos que nos han dado la medida
de nuestros yerros, han hecho que cayeran rotos á nuestros pies los lazos
que nos unjan á una de esas fracciones políticas que se llaman partidos.
Hoy, libres como es libre el aire, sin escrúpulos, sin compromisos; sin
recelos, y desde un punto tan elevado corno nos sea posible, pero siempre
con aquella mesura propia del escritor honrado, desenvolveremos las teo-
rías que han-de ser el corolario del objeto de nuestro pensamiento.


Si nuestras palabras, si nuestros esfuerzos, son solo un grano de arena
del edificio que vislumbramos en lontananza , esperimentaremos una ver-
dadera y grata satisfaccion, porque habremos visto realizado uno de los
mas hermosos suefios de nuestra vida.


—(


1.


Hace ario y medio, poco mas G menos, escribíamos:
«Los hombres que en 29 de * Setiembre cogieron el poder, se hicieron.


'Irbitros de la nacion española. La fuerza material del país pasó entera á
sus manos. La Reina y su augusta familia cruzaron la frontera buscando
un asilo en tierra estranjera; la nobleza ; el clero, los ricos propietarios,
es decir, las clases conservadoras, recogieron su aliento temblando ante
un suceso tan inesperado corno nuevo en los fastos espailoles. En cuanto
:al pueblo, ¿á qué negarlo? el pueblo, aquí como en todas partes, vá siem-
pre en pos de los que mas alhagan sus sentidos, sin ver, tanta es su ce-
guedad y candidez, que .su condicion es todavía peor que la de las toscas
piedras que sirven de cimiento á esos ricos palacios, obras de gusto y
.arte que admiran y detienen al pasajero en su camino (1).»


Nadie puede negar que nuestro pensamiento entrarla una gran verdad.
Espíritus osados en alas de una ambicion sin medida, venían desde lejos


-conspirando contra el régimen social y político establecido; pero sus es-
fuerzos se estrellaban ante la actitud digna y seria del pueblo español. Los
hombres graves, las clases conservadoras que no huian de ciertas refor-
mas encaminadas al progreso, que habian visto con aplauso que el siste-
ma representativo habia sucedido á un despotismo mas ó menos ilustrado,
y que miraban hasta con simpatía todas las conquistas que la moderna fi-
losofía iba ingertando en el órden político E de los pueblos; esos hombres,
esas clases, se sentian sobrecogidas:de miedo cuando estudiando el cache-
ter, 'índole y demás circunstancias de los que socavaban el edificio político,
:allá donde habian de aparecer el genio, la grandeza , la abnegacion y la


(1) Situacion política de España; folleto.




—( 6 )-
virtud, no veían mas que la pequeñez, la debilidad, el egoísmo y el vicio..


Desgraciadamente lo que no se pudo con la osadía se consiguió con un
acto que no queremos calificar. Se realizó lo que no era creible que se,
realizara. Nadie pudo contener desde luego el desborde, ni los mismos.
que se pusieron á la cabeza del movimiento revolucionario fueron dueños
de dirigirlo. La nacion se rió huérfana de su Reina, y el principio de au-
toridad hundiose para reaparecer en manos débiles é inexpertas. No apa-
reció un Cromv:ell ni tampoco un Robespierre.


Si la revolucion hubiese abierto paso á. una alma grande y generosa y
que al talento y al valor hubiera reunido ciertas virtudes, que son el don
de los héroes, teniendo en los primeros momentos el destino de la nacion
española en sus manos, hubiera podido dejar una página de agradables
recuerdos llevando á cabo da Revolucion económica, sin la cual es impo-
sible realizar la Política. Pero el cielo en vez de favorecernos con uno de


• esos genios que cambian la faz de las naciones, nos legó tristes medianías
que no supieron elevarse á la altura de las circunstancias, ni siquiera á
altura de sus deseos.


Han transcurrido cuatro años desde el dia que en Cádiz se dió el. grito
de insurreccion. Han transcurrido cuatro años desde el dia enque se ofre-
cieron al Pueblo Español los bienes de la tierra prometida. Esos bie-
nes están todavía vírgenes. Enumerar las promesas para hacer patente la
felonía seria tarea enojosa. Es un hecho ya juzgado por la conciencia pú-
blica. La nacion tiene, es verdad, los derechos individuales, parodia de
los derechos del Hombre de la época de la Revolucion Francesa, pero
los ha pagado á peso de oro, y de esta suerte la cifra del presupuesto de
la nacion , raya hoy mas alta que cuando laEspaña era gobernada por
Isabel H.


A fuer de sínceros y leales debemos sin embargo manifestar que lo que
fue posible en un principio, hubiera sido dificil y quizás imposible des-
pues. Alentados por el fuego de la idea mas ó menos patriótica, los hom-.
bres de Setiembre hubieran encontrado fácil apoyo en las fuerzas vitales
del país, para combatir y barrenar los elementos contrarios al desarrollo,


• de la revolucion. ¿Quién en los primeros momentos se hubiera opuesto
que la contribucion de sangre desapareciese por medio de la reduccion del
ejército á cuerpos de vigilancia sujetos en su mayor parte á la jurisdiccion


7 )'
ci vil? ¿Quien no hubiera visto con buenos ojos la sancion de una ley que,
sin


herir intereses respetabílisimos condujera á rebajar la cifra del clero
en el presupuesto del Estado ? ¿Quien hubiera osado levantar la voz con-
tra disposiciones que limitaran el número de provincias, y por consiguiente
el número de Gobernadores civiles, de Capitanes generales, de Rectores


y de Magistrados? ¿Quién no hubiera aplaudido que esta nacion que no
representa mas que un secundario papel en el concurso de las potencias,
renunciara á sostener en San Petersburgo, Lóndres, Paris, Rerlin, Roma,
Bruselas, Lisboa y otras capitales, plenipotenciarios con escandalosos
sueldos, no llevando otra mision que la de ostentar el buen nombre de
España como un orgullo:de raza? ¿ Quién no hubiera aceptado con cariño
el principio de que las grandes obras, como los puertos, los canales, los
ferro-carriles, las carreteras y puentes deben ser explotados por empre-
sas particulares, reservándose únicamente el Estado la inspeccionSobre
las mismas, con cuya medida habrian dejado de correr á su cargo el per-
sonal numerosisimo de ingenieros, ausiliares y otros empleados, quedando
de esta suerte el Ministerio de Fomento reducido á. una mera direccion del.
de la Gobernacion ?


¿ Pero á que enumerar las reformas que hubieran podido llevarse á
buen término, si son tantas y tales, que su solo nombre podria llenar
mayor número de páginas de las cine contendrá este folleto? Repitá-
moslo : lo que fue factible en un principio .fue casi imposible despues;
¿ porqué ? porque los principios políticos no habían sido mas que el pre-
testo para encontrar el poder. Una vez vencedores ¿ qué les importaban
las heridas de la patria , de esa pobre y gemebunda patria, de aquella
patria tan desolada y hácia la cual desde la emigracion volvian los
ojos llenos (le lágrimas esos mártires de la libertad ? Embriagados.
por la riqueza del botin desapareció á sus ojos la idea bella, generosa y
santa; buscaron, ¡imbéciles! la fuerza, la vida en el elemento personal
1aprichosti - é inconstante como las olas del Occeano. ¿Cómo habian de lle-
var á cabo las economías que incesantemente reclamaban de sus contrarios
si tenían que dar parte del botin á quien les haba ayudado á cogerlo?
¿Como "labial). de cercenar el presupuesto de gastos si este bastaba á du-
ras-penas á satisfacer la ambicion che todos,? ¿Habian de acordarse dé Su-
primir ministerios, direcciones, gobiernos-civiles, embajadas, capitanías




S »—
generales, si se les caía encima una ;aleada _de pretendientes, _une -oleada
de hambrientos que poco menos que-puñal .en mano, exigían un 'cubierto


• en el banquete de.la situacion? 'NO les censuremos. Compadezcámosles,
La Obra,era de !gigantes y eran enanos. El país :esperaba encontrar ánge-
les -y eran hombres.


¡;Qué tristejuiciolormarála historia del período que:-.siguió al
miento revolucionario de •setiembre! Cuandoze estudien.los hechosIsin pa-
sien de partido, cuando serena la cabeza y frio el corazon, se haga un
verdadero análisis de los hechos, »si el llamado ádescribiresteícuadro his-
tórico siente correr por sus verias ' sangre española; ¿cómo )no le ha-de su-
bir rubor la cara frente á frente de tanta pequeñez y miseria?


¡Qué:de-esperanzas no se habiarifundado en ese partido progresista que
contaba entre:sus .patriarcas las, primeras eminencias -de nuestro -siglo.;
preclaros patricios como Arguelles , Calatrava., Lopez y Mendizabar!
-ver lo que ha pasado, .quién no creyera !que .estos


.
varones :se llevaron 'á


la tumba el secreto
Gobierno en que-soñaba la España?


Olózaga y :17
.1spartero :por miras personales que no :queremos .desentra-


ñar, no disputaron al Marqués de los Castillejos la cabeza -y.direcCion del
partido y de esta manerael que impuso en la halanza de la Revolucion. mas
que ardientes deseos •y empresas temerarias y:sin fruto, se encontró como
per un _azar de la :suerte ducho :de los destinos de la :na-Cion española.


Serrano era Regente- pero reinaba sin .gobernar,
Se ha censurado !mucho á Isabel II que desde su advenimiento al trono


,hubiese manifestado esa insistencia tenaz ;en no dar el poder á.los progre-
sistas:::Se atribuia á antipatía lo que ,era solo prevencion.,Cuando llegue
la hora de /examinar y juzgar sin encono todos.les actos de-esta Reina co-
me 'Reina, tal vezies -Mismos


. que • oy la increpan se 'levanten para vin-
dicarla. ¿Acaso podrá negar nadie que haya tenido por consejeros á Nar-
vaez , O'Donell, Bravo Murillo , Espartero, Arrazola, Isturiz., Armero, "
Pacheco, : Calderon , Collantes, San Luis, llon, Pidal, Posada Herrera
Cánovas? Si estos han dejado un nom:bre:ilustre en la historia como repu-
ta-dos estadistas, si han sido los mas caracterizados, si los ihombres-de4o-
das las opiniones les señalan como lumbreras de la :época, ¿qué responsa-
bilidad alcanza á Isabel II? La responsabilidad no.es--de , es -:si_acaso
del pais quo no los ha tenido mejores.


—( 9 )—
-gabia de llamar en los últimos tiempos á Espartero encerrado en ._>sa


isternático retraimiento? ¿á Olózaga que ya empezaba á pregonar por las
de Europa el trono de España? ¿áPrim alma apasionada pero sin
como hombre de gobierno, aunque simpático por -el recuerdo de


:e(5.urzésles
crédit


proezas en Africa? ¿A Madoz perdiendo -tristemente el tiempo y la for-
u administrando intereses sociales que su impericia 'labia -de -disipar?tuna


Sagasta jó\en ingeniero) de:carácter fuerte é impetuoso, apreciado por
sus artículos en la Iberia, perosintalla política, ni sin condiciones de pro-
fundo orador? ¿A Ruiz Zerüilla, mas jóven todavía que Sagasta, y de quien
no se sabian:otros méritos que los de haber servido el cargo de secretario
del Congreso? !fflabáde llamar á Echegaray. Figuerola, Montero Rios y
Moret, dedicados casi esclusivamente á-la enseñanza; y sin nombre en el
mundo político? ¿O habla de llamar á lbs. apóstoles de la democracia espa-
ñola, Rivero, Figueras, »Orerse, Ordaz Avecilla 'y Sixto 'Cámara que en
la tribuna y en la prensa srenian haciendo la propaganda mas viva, mas
agitada, "mes ardiente contra la monarquía? ¿A quien del partido progre-
sista Labia de llamar la Reina 0. 1 Isabel II , y -de quienes se habia de
comPoner el -Consejo de Ministros?


¡Aspirabais al poder! Y bien, habeis llegado á la cumbre de vuestros
deseos, vuestros sueños se han realizado ¿y -dónde está la bienandanza de
la patria? ¿Dónde están vuestros votos, vuestros juramentos? ¡Qué desen-
canto para aquellos que ciegamente confiaban en vosotros! Ved, lanzad
una mirada al pais y preguntadle si se halla satisfecho de vuestra adrni-
nistracion. Esos ofrecimientos en los que revelabais un porvenir de gloria
y felicidad no han pasado de vuestros labios. ¿A que referirlos? ¿á que re-
latar vuestros errores, vuestros crasos errores, si la relacion seria pálida
ante la realidad del cuadro?


Nada falta para que vuestra obra sea acabada. Ni los puntos negros.
Acusabais á la Reina de pérfida porque os rechazaba. Creiais ver en


sus actos todos los crímenes, y néc,ios no mediais vuestra talla. No halla
esa antipatía de que haciais tanto alarde; habia prevencion ó lástima. La
culpa no es de ella, es vuestra, esclusivamente vuestra. ¿Creeis que si
hoy saliesen de sus sepulcros los venerandos Arguelles, Calatrava, Men-
dizabal y Lopez os re,conocerian por sus adeptos? ¿Creeis que no os arre-
jarian á la cara vuestras faltas? Preguntadle si está con vosotros al Du.-




—( 10 )—
que de la Victoria, ese único que queda de tan ilustre pléyade, y os con-
testará con una sonrisa de indiferencia ó tal vez de desden.


Es verdad que la Reina os habia relegado al olvido. Paro aun ponien-
do una valla insuperable entre ella y vosotros, os daba muestras de mas
aprecio, que aquellos que os levantan para poneros en evidencia, y para
hundiros luego al abismo con la vergüenza en la cara y el remordimiento
en el corazon. No, no era su voluntad la que creaba los obstáculos tradi-
cionales; estos existian, si, pero en vuestra torpeza y en vuestra nulidad.


Sois ambiciosos. Este es vuestro pecado capital. Pero la arnbicion que
á los demás engrandece á vosotros Os lleva al ridículo. Estais dando un
público testimonio de vuestra ceguedad; sois débiles, no teneis amigos,
estais cercados de contrarios, vuestro rey no os quiera,. vuestra reina
quizás os ódia, sois.un grano de arena ante.un mundo, y sin embargo, in-
sensatos! os habeis dividido como si fuerais fuertes ypoderosos, para resis-
tir




cada uno de por si á los embates de la fortuna. ¡No cabeis juntos en
el poder! ¡ó 'será que el poder sea todavía pequeño para vosotros juntos!


Habeis dividido un partido en dos, habeis hecho de una cosa débil dos
mas débiles todavía. No Os envidiamos vuestra dicha, ni vuestra gloria.


La obra es digna de sus autores.
Mario y S,-,y-la dueños de la suerte de España.
¡ Pero qué Mario
¡ Qué Syla


—( 11 )—


Los partidos son contemporáneos al hombre.


II- 'Lo que pasó entre Cain y Abel es una prueba.
.Las naciones son los grandes partidos.
En la diversidad de razas se vé ya la mano de Dios.
Descendamos un poco.
En la antigüedad ciertas agrupaciones obedecen á un • espiritu personal...


El cariño ó admiracion hacia el hombre ó hacia una familia.
La historia de Roma ofrece sin embargo escepciones honrosas.
Tarquino sucumbe á una idea.
Los parciales de los Gracos no se inspiran mas que en el amor•hácia


pueblo ; y en el ódio á las clases opresoras.
Descendamos algo mas.
El Masonismo nace en Italia. Es un partido con caracter universal, con


tendencias á pulverizar todos los cetros del mundo.
Se ramifica en Francia y tal vez produce el 93: es decir la inmensa


hoguera donde en menos de dos años desapareció la mitad de una jenera-
clon.


Nada tenemos que decir de esas pequeñas agrupaciones conocidas con
los nombres de Jirondinos, Jacobinos, Franciscanos, Termopolitas y otras:
destellos de la hoguera, y.que tragó el caos.


Descendamos todavía mas y vengamos á España, , Una chispa de esa
Revolucion Francesa, revive el espíritu liberal adormecido por el mas.
estúpido fanatismo.


Decir que revive es prueba de que ha vivido entre nosotros
¿Quién lo duda?




12 )--
Ha hecho mas que revivir: ha imperado durante siglos.
¿No eran acaso liberales aquellos que corno Pelayo, Favila y Alfonso,


empezaban en un rincon de Asturias una guerra de raza, que habia de
terminar gloriosamente la inmortal Isabel la Católica?


¿A qué aspiraban sino á la libertad, á la integridad y á la independen-
cia de España?


Esos Concilios de Toledo, esas Cértes de : Valladolid, Búrgos, ¡Toro y
-Barcelona, verdaderas asambleas políticas en donde se discutian asuntos
tan importantes como las leyes y el reconocimiento de los monarcas ¿qué
representaban sino la misma soberanía del país?


El Parlamento de Caspe, ese acto de los mas gloriosos que registra la
historia, ¿qué significa sino1a autonomía de la nacion, y el ejercicio por lu
parte de derechos originarios de la escuela liberal?


¿Qué eran sino liberales los Reyes que instituian el justicia de Aragon,
cuyas funciones consistian en moderar el poder de los mismos Reyes, y--
mantener los privilegios de los aragoneses?


¿Y lo eran menos aquellos que concedian cartas puebles . .4 las ciu-
dades, villas y aldeas, emancipando á los -villanos del yugo de los seño-
res, haciéndoles tomar carta de ciudadanos, y devolviéndoles con el pres-
tigio de su poder la libertad y hasta la dignidad que habian perdido?


¿No fué liberal Jovellanos? ¿No lo fueron Campornanes y Floridablan-
ca? Y últimamente ¿no lo fue el mismo Cárlos III que con su célebre de-
creto de espul.sion de los Jesuitas dió un público testimonio de su entereza
y liberalismo?


En el año'1812 se organiza el partido liberal y funda la Constituoion
política; origen y fuente :de donde proceden cuantas • se han sancionado
despues.


Vencido este partido en 1814, reaparece en 1820 para volverá ser
vencido en 1823.


Es el flujo y reflujo: ó sea la revolucion y la reaccion.
La muerte de Fernando VII deja huérfana una niña.
Los liberales, á quienes la viuda de este Rey, Doña María Cristina, ha-


bia abierto las puertas de la pátria, pagan :deuda tan sagrada abrazando
el partido de esta niña.


Los realistas van al campo de D. Cárlos.


—( 13 )—
He aquí dos grandes partidos: el Liberal ó Isabelino y el Realista


Carlista.
Entrambos apelaron á las armas para hacer triunfar su Rey ó sus


creencias.
Es un medio como otro cualquiera.
Es un juicio de Dios en grande escala.
Dios estuvo por parte dejos liberales, por esta vez.
Pero antes del. término de la lucha Babia surgido ya la division en el


campo liberal.
}labia nacido el partido exaltado.
La Constitucion de 1837 coronó sus deseos y sus esfuerzos.
Asoma el Setiembre de 1840. El partido exaltado que abandona este


nombre por el de progresista, se constituye en instrumento de un solda-
do, que ha tenido la fortuna de terminar la guerra civil. Es el escabel pa
ra que este - mismo soldado llegue .á la cumbre del poder.


La idea •debi.6 . absorver al hombre. Pero no sucedió así. Por esto idea y
hombre se desplomaron á la vez.


Espartero abrió paso á Narvaez, organizador del partido moderado.
Fue un reflujo suave, ttuna sensata reaccion.
Hablando de .Narvaez eri otra -ocasion dijimos: «Que estableció el prin-


cipio de autoridad en su mayor vigor, y que contubo las' oleadas de abajo
Con la calma mas serena, no dejando imperar á nadie Por encima de su
cabeza.» (1)


No le faltó talento cuando menos para conocer el caracter de- . los espa-
ñoles, y saberse rodear de las grandes notabilidades de la época.


Sine fue hábil, fué enérgico, y cuando en 1848 se derrumbaban MI 'tro-
nos de Europa, tuvo la firmeza suficiente para'soáéner . 'el) &den en Es-
paña.


Era por lo coman duro, y en muchas ocasiones rayó-én crnél. Pero las
circunstancias obraban poderosamente en su ánhno vivamente impresio-
nable.


La constitucion de 1845 demuestra que supo trazar con mano de hierro
a línea de la reaccion cediendo de ella en 1857 cowlareforrea de la Mis


r
\<>(1) Situacíon PolíticaNe Espafia. Folleto.


11'1




—( 14 )—
ma, sacrificio debido á los esfuerzos de Nocedal ó mejor, hecho en aras
de la coliesion del partido moderado.


Detrás de Narvaez descuella la figura de O'l)onell. En otro libro he-
mos dicho que su alma tenia el genio del marino sin que las tempestades
de arriba ni de abajo hiciesen mella á su carácter de hierro.


Mandar era su pasion y á la que sacrificaba todo lo de este mundo.
Pretendió ser la cabeza de un partido, y la union liberal vino á satisfa-


cer su deseo.
El nombre de la Union Liberal había sonado bien en el corazon de los


Españoles.
Es inútil desentrañar misterios y orígenes. Pero lo que en un principio


fué una coalicion ó alianza para destruir un Gabinete, fué despues una
idea generosa.


Al rededor de esta bandera se agruparon los descontentos, los díscolos
y los ambiciosos, reforzados por un puñado de jóvenes de valía, que ama-
ban la idea, pero que á través de ella veían su medro personal.


Un autor francés ha dicho que en Alemania se piensa, en Inglaterra se
discute, en Italia se canta y en Francia se charla. ¿Porque no completó
el pensamiento añadiendo, y en España se conspira?


Conspirar contra lo existente es la ocupacion favorita de los españoles,
y en esta parte O'Donell era español y muy español.


Aspiraba al poder, y lo obtuvo por medio del movimiento revoluciona-
rio de 1854, pero el partido progresista le disputó la mitad del botin.


Dos elementos opuestos en el poder no podian existir, era un consorcio
monstruoso.


Fueron dos años de continua lucha, dos años de discusiones vivas, agi-
tadas y ardientes, que terminaron con un golpe de Estado dado habilmen-
to por O'Donell.


Dueño este del poder, la ocasion no pocha ser mas favorable, para que
sin estorbo de ninguna clase pudiese desenvolver el credo político de la
Union Liberal.


La constitucioo de 1845 era obra de los moderados; era un cuerpo de
:doctrina, era la síntesis de sus creencias, el símbolo de su pensamiento,
la fe de su religion.


Obra que fue hecha á pedazos en 1854.


—( 15 )—
¡ Quien lo creyera! en 1856 sus mismos verdugos volvieron á darla vi


da y la prohijaron.
El acta adicional fué algo como un remordimiento ó una concesion sino


á los vencidos á la opinion pública, y sin embargo no habia en ella mas
que el pensamiento de un hombre.


Este hombre era Ries-Rosas.
Alma de fuego, corazon sin tacha, pero arrebatado. Inteligencia privi-


legiada pero sin norte. En sus obras imprime su pensamiento poderoso
cuando se agita, pero no las ,;convicciones porque carece de ellas. Cual
buque sin timon lanzado en el Océano vuela su espíritu sin rumbo fijo.


Los ciegos partidarios de la nueva situacion dijeron que les habia falta-
do tiempo para hacer una obra propia. ¿Pero porque no lo hicieron mas
tarde? Es verdad que O'Donell tuvo una caida pronta é inesperada, pero
cuando recobró el poder en 30 de Junio de 1858 ¿porqué no dió vida á un
código fundamental en el cual hubiese podido escribir con rasgos indele-
bles sus principios, sus teorías y sus doctrinas políticas? •


¡Misterios del corazon! En 1856 trueca en púrpura el sudario que en-
cubría la constitucion de 1845, y dos años despues vuelve á recoger la
herencia del partido moderado, y, ¡oh verguenza! repudia el acta adicio-
nal y admite como Código fundamental del Estado ¿qué? la Reforma de la
Constitucion de 1845, aquel Código que había levantado las iras popula-
res, que el partido Unionista habia combatido en la prensa y en la tribu-
na, aquella obra que sometia los reglamentos de los cuerpos colegislado-
res al voto dél Rey, y en casos determinados destru ya la ley de 1835 sobre
mayorazgos, ley liberal, ley que entraña los mas sanos principios econó-
mico-políticos, que tiende á dividir la propiedad y que arroja al.viento las
últimas cenizas del feudalismo.


¡La Reforma considerada corno un verdadero sacrificio de Narvaez á
Nocedal! La obra de la reacción! ¡La que devolvia el pais á Calomarde!


¿Donde están las doctrinas, el credo político de la Union Liberal?
¿En las leyes orgánicas?
;Qué! acaso estas leves pueden destruir los grandes principios, los ci-


mientos, la base de la Constitucion del Estado? acaso la ley de instruccion
pública, la ley electoral ni la ley de imprenta pueden dar derechos que
rechaza el Código fundamental?




—( 16 )—
No.
Sed confesos ya que mas dichosos que los girondinos franceses vues,


t'os hermanos habeis escapado del martirio. .Confesad que no habeis
do credo político; confesad que vuestros principios son ? los mismos, idén-
ticos, que los del partido moderado; confesad que sois liberales, que amai
la libertad (le losl.pueblos verdaderamente libres , esa libertad querida,
hermosa, santa, caida del cielo, pero que no teneís el valor ni la volun-
tad:de verla traducida en ley, porque. por encima de vosotros, por enci-
ma‘de vuestros sentimientos hay la fria y serena razon.


No hay que dudarlo., la. Union Liberal es el partido moderado ó con-
servador con sus creencias y -sus aspiraciones, con sus virtudes si las
tiene, con sus defectos si no carece de ellos. ¿Qué importa que hasta hoy
le hayan dirigido Narvaez, San Luis, Gonzalez. Bravo/Bravo Murillo,


Arrazola, Pacheco, Mola, O'Donell, Lersundi y Serrano, y que ma-
ñana se pongan á su cabeza R.ios Rosas y Topete ó tal vez Alonso Marti-
nez, Sil-vela y Dlloa?•


—( 17 )—


Claramente se deduce de nuestras palabras que para nosotros no exis-
ten en España mas que cuatro partidos de raiz propia; con su historia y
su filosofía, que han sufrido diversas alternativas en la suerte que les ha •
cabido en el curso de su vida; que tienen su gloria, sus héroes y sus
mártires.


El absolutista 6 carlista, el moderado 6 conservador, el ecsaltado pro-
gresista 6 radical, y el demócrata ó republicano federal ó unitario.


Cada uno tiene sin embargo sus diferentes matices que hace que vistos
bajo cierto punto de vista, podrian contarse los partidos 6 las escuelas por


,;e1 número de españoles. ¿ Aceptan por ejemplo todos los absolutistas el
bsolutismo absoluto, el que supone la renuncia 6 abdicacion á favor del


Rey de los derechos naturales que el hombre recibe de Dios? ¿Acaso Zu-
alatárregui por ciertas tendencias que revelaba contra ese absolutismo


absoluto no era mirado con alguna prevencion 6 desvío por la córte de
(M'ate ? ¿ Acaso no se desconfiaba ya de Cabrera por esto mismo, en los
mismos dias de la guerra civil, y no existe hoy en opiniones políticas un
abismo insondable entre él y el duque de Madrid, no obstante del cariño
'-- adhesion que el primero profesa al último? ¿Es el moderantismo de hoy
el mismo que el de ayer? ¿Hay semejanza entre Narvaez y San Luis, entre
• rayo Murillo y Pacheco? ¿Corren parejas Sagasta y Ruiz Zorrilla, 016-


=zaga y Espartero? ¿Son iguales, idénticos los principios de Rivero y los
'de Castelar, ni siquiera los de Figueras y Pi y Margall?


Pero no hemos de llevar el rigorismo hasta el estremo. No es posible
'descender al estudio de las particularidades., de detalles y municiosidades
''que escapan á, la simple vista. No hemos de acercar tanto el ojo al horca


2




a


—( 18 )H
bre para estudiar todos los movimientos de la sangre en su curso por las
diferentes arterias de su cuerpo : basta que se comprenda que caminando
por diversas partes afluye toda al corazon. -No hemos de elevarnos á
ciertas elocubraciones que son de la esfera de la ciencia sublime, la me-
tafísica. Al contrario nos toca estudiar las cosas por el sentido comun.
Hemos de creer que lo parecido es hermano de la idéntico, hemos de ver
como el aereonauta los grandes picos que descubre á sus pies, sin detener
la mirada en el inmenso número de colinas que esos mismos grandes picos
dominan, ahogan y dejan casi imperceptibles á la vista.


De las cuatro escuelas que acabarnos de nombrar, existen dos que son
incompatibles con D. Alfonso. La absolutista y la republicana.


El partido absolutista no lquiere mas que al titulado Carlos VII, como
no habia deseado otro poder que el de Carlos V, y despues de este el del'
conde' de Montemolin. Todas las esperanzas de sus partidarios debieron
quedar muertas en los campos de Vergara, completamente ahogadas en el
abrazo que dió Espartero á Maroto. Sin embargo , en cuantas ocasiones
han notado debilidad en el país, han intentado hacer' un esfuerzo para
imponerse; pero sus ilusiones se han desvanecido con mas ó menos rapi-
dez; segun el. grado de vigor que ha querido desplegar el gobierno de la
nacion. Sus principios son antipáticos á la casi universalidad de los espa-
ñoles, por oponerse á todo progreso moral, toda vez que ponen la digni-
dad del individuo á los pies de un rey que puede ser un tirano. Los sec-
tarios del absolutismo, en sti mayor número rudos montañeses, llevan
su constancia hasta la temeridad, alentados por una parte del clero que
nada ilustrado, vé, fanático y ciego , en el triunfo de de este partido los
diezmos, las primicias, los conventos, el inmenso patrimonio de la Iglesia
que hoy poseen legítimamente millares de familias, cosas que condena
la conciencia pública y que ha herido la mano de Dios.


Dejando aparte la cuestion de principios, es siempre doloroso que exista
esa division de dos ramas de una familia, por lo mismo que tan cara le
cuesta á la España. ¿Porqué Carlos V antes de encender la guerra fratri-
cida, antes de ver la nacion apenas repuesta de la tiranía francesa, con-
vertida en un lago de sangre, no se acercó á la cuna de su sobrina, que
acababa de quedar huérfana de padre, no la escudó con su manto tutelar,
no la apoyó en su edad infantil, y no la dió los mejores y mas atinados


—( 19 )—
consejos en la edad mas dificil de la vida, la mas llena de escollos, cuando
las pasiones hierven vigorosamente dejando muchas veces mudas á, la ra,
zon y al deber? ¿Porque no prefirió antes que todo un puesto elevadísimo
á su lado, quizás la regencia, cuando menos el de primer consejero del
Consejo real ? ¿ Porque el conde de Montemolin no oyó los avisos y tal
vez amonestaciones de personas de elevadísimo criterio ? ¿ Porque no oyó
al mismo Czar de Rusia cuando este poderoso monarca reconoció los de=
nechos de Isabel II? ¿Porqué tuvo la temeridad inaudita de abrir la cam-
paña de 1.848, tan funesta para sus adictos y en la cual solo por milagro
se salvó el famoso caudillo D. Ramon Cabrera ? ¿ Porqué en hora tan
menguada intentó renovar la lucha comprometiendo al capitan general de
Mallorca, Ortega, que pagó su deslealtad con la vida, y comprometién-
dose él mismo, desembarcando en San Cáelos de la Rápita, representando
á los ojos del mundo un papel triste riel que se avergonzara el mas mise-.
rabie aventurero? Y finalmente, ¿porqué el duque de Madrid, ese titulado
Carlos VII, no mas cauto ni mas prudente que su abuelo y su tio, en vez
de atizar la hoguera de,la guerra civil, en vez de comprometer su fortu-
na y otra que no le pertenece, en vez de ir de córte en córte mendigando
el apoyo que todas le niegan, no abdica de sus pretensiones injustas, ha-
ciendo valer mas tarde esa abdicacion para reivindicar los bienes de al-
guna monta confiscados á su familia, y un puesto de honor en la córte de
su rey y de su primo?


Es el partido republicano, Cambien incompatible con el Príncipe Alfonso
en el trono, tanto como elemento de accion, ó como elemento doctrinario
ó de propaganda.


Ha nacido ayer, y sin embargo tiene habladores como Orense, persa-
dorescomo Pi y Margall, filósofos como Salmeron, oradores como Fi-
gueras, escritores como Barcia, discutidores como García Lopez, críticos
como Robert y oráculos como Castelar. Nada le falta. Ni mártires corno


4ixto Cámara y Guillen.
Almas vírgenes, cabezas de fuego, corazones abiertos y generosos,


erdaderos héroes dispuestos á consagrar su vida en aras de su fé.
Pero ¿porqué Rivero, Martos, Asquerino, Becerra y muchos mas se han


pactado de esta doctrina? ¿Es su apostasía una traicion? ¿Se han vendido
1 becerro de oro?


D E L


CPNDE




—( 20 )-
No lo creemos : lo que creemos sí. es que sus cabezas se han llenado


ya de canas, y las canas por lo comun ponen sesudos, graves y pensado-
res á los hombres.


¿Quién en los verdes dias de la mocedad no se ha sentido republicano,
por lo coman sin decírselo á sí -mismo?


¿Quién no ha soñado en un gobierno libre, justo, patriarcal, reparador
de todas las demasías, amparo de los débiles, sombra de los oprimidos,
antes clemente que severo, .antes previsor que justiciero, lleno de gran-
deza, de amor y de ternura?


¿Quién ante la tiranía y soberbia de Tarquino, el idiotismo de Calígula,
las crueldades de Neron, . las dilapidaciones de Vita() ;


las estravagan-
cias de Dionino de Siracusa, las terribles iniquidades de Severo, Comodo,
Diocleciano,_Heliogábalo y Caracalla no ha sentido bramar en el fondo
de su interior la voz de ódio hácia los reyes confundiéndolos con aquellos
abortos del infierno?


¡Pobre corazon que te dejas llevar tantas veces del ímpetu sin que de
nada sirva el pensamiento!


Raciocinemos.
La República es el gobierno de los ángeles, ha dicho un escritor.
¡Qué bueno seria que el, hombre no necesitase de la férula, que tuviese


el buen juicio, el sano criterio, para conocer y apreciar lo bueno, para
apartarse de lo malo, que de él nunca tuviese que temer la sociedad la
menor desviacion! ¡Qué bueno seria que desapareciesen las penas, los:
castigos, las cárceles, los presidios, el cadalso; que desapareciesen esas
leyes cruentas que el, hombre 6 el juez en nombre de la sociedad se vé
precisado á aplicar! Pero desgraciadamente esto no es posible, desgracia-
damente es una utopia pensar que el hombre pueda vivir sin mácula. Des-
graciadamente el hombre ha nacido cometiendo un pecado, desobedecien-
do la:ley de Dios, y morirá indudablemente faltando á esa misma ley.
¡Condicion del hombre, misterios del alma, arcanos quizá insondables,
para.unos sujetos á una ley moral, para otros obra del fatalismo! Pero
no, no penetremos tan á fondo, no estudiemos las causas, no nos eleve-
mos á una altura en la que la razon se pierde en investigaciones, en pen-
samientos detrás de los cuales solo vé abismos sin fondo. Estudiemos so-
lamente los efectos. El hombre obra mal, esta es la verdad, por pasion,


—( 21 )—
por vicio, por placer, y es preciso castigar esa pasion, ese vicio, ese pla-
cer; es indispensable crear la ley que tienda cuando menos á la correc-
cion y rnejoradel mismo hombre.


No divagamos: nos dirijimos al fondo de la cucstion. - Es precisolimpo-
n.er al hombre: en ello vá la suerte de los demás, es decir la salvacien
cornun; si la sociedad fuera débil , el individuo empezaria por no
temerla, no respetarla y acabaria por reirse de la misma. Es por consi-
guiente forzoso que la sociedad sea poderosa, fuerte, que su alma sea de
acero; lo debe ser para hacerse respetable por los fuertes y para proteger
á los débiles ¿Será de acero su alma siendo el poder de todos para todos 6
cuando resida ese mismo poder en una institucion representada ayer, hoy,
mañana y siempre por una persona permanente, tranquila, serena, fria,
indiferente á los deseos, esperanzas, eiigencias, ambiciones de los de-
más, un hombre cuya fuerza esté en la justicia,. pero en quien se vea algo
más que el sér débil de la criatura humana, algo que le encumbra, que
le haga potente, que la acerque si es posible á Dios?


No escribirnos un tratado de derecho público. Ni el objeto, ni el tiempo.
de que disponemos, nos permite abrir un detenido juicio sobre la forma de
gobierno mas conveniente á apaña. Además, hoy las pasiones políticas
están demasiado agitadas, para que el alma se abra al verdadero y frío
raciocinio. La propaganda no se hace en un libro, sino en la prensa perió-
dica, en la tribuna, en la plaza pública, en las calles, en los cafés y en las
tabernas. Pero apelar nnestro, no podemos resistir al deseo de desvanecer
ciertas ideas que impresionan á los corazones sencillos, dispuestos siem-
pre á todo lo generoso, bello y santo.


Se habla de los crímenes de los Reyes como si no fuesen hombres; como
si cambiando de nombre se cambiara de naturaleza; como si un Cónsul ó
Presidente de la República no estuviese sujeto á las condiciones de -debi-
lidad del hombre. Criminales los hay en todas partes, en toda la escala
social, arriba y abajo. Por ciertas individualidades, por ciertos caracteres
se quiere condenar á una institucion. ¡Teneis fijos los ojos en Lucrecia,
víctima de la brutalidad de Sexto hijo de Tarquino el soberbio, y no veis
á Virginia en tiempo de los Cónsules, en tiempo de la república muerta
poi- su mismo padre por no verla sin honor en brazos del malvado Apio!'
¡Juzgais al hombre sin estudiar la época! ¿Fué en tiempo de la Monarquía:




^r


—( 22 )---
ó . en el período de la República, en tiempo de los Reyes ó en el de los pa-
tricios cuando el pueblo roñiano_ no pudiendo resistir las vejaciones de
estos últimos tuvo que retirarse al monte Aventino ? Acaban los Reyes
y empiezan los patricios, acaban los patricios y vienen los dictadores.
Este es el verdadero circulo de la vida humana. No os deslumbren esos
grandes cuadros históricos sin que antes no estudieis é investiguéis
fondo. La historia de los reyes es como la historia de los pueblos.


A un rey infáme ¿creéis que no se puede oponer un pueblo tambien
infáme ? Aquel que arrojaba de su seno á Camilo despues !de deberle la
conquista de Veyas la Troya de Italia ¿era un pueblo justo, digno, lion
rado, agradecido? ¿No mereció que de los lábios de tan ilustre patricio sa-
liera esta terrible imprecacion «i Oh Nemeris! diosa de las venganzas,
yo te imploro : si me ves injustamente arrojado por la fuerza y la envidia
de mis conciudadanos haz que un día se arrepientan y que echen de
menos al desterrado»? Votos oidos por el cielo, pues apenas pasaba los .
umbrales del destierro, fué llamado por aquella ingrata patria para que
le librase del yugo de los galos. Y ¿era justo, digno, honrado y agrade-
cido aquel pueblo que asesinaba á trabucazos á IN.ilasaniello cuando este
le ponía á sus pies el orgulloso virey de Nápoles? ¿Lo era aquel que cor-
taba la cabeza de Ciceron, de Ciceron mas inmortal que Roma, y quien
con su poderosa oratoria acababa de librarle de una revolucion social ?
Y por último ¿ lo era aquel que desterraba á Scipion el Africano despues
que con sus conquistas le habia devuelto la vida, la honra y la gloria,
convirtiendo en cenizas á su terrible rival Cartago, cuya sentencia de des-
tierro recibió sin decir otras palabras que «patria mia no tendrás tu mis
huesos.» Maldicion cruel, la mas cruel que puede lanzar un hijo á su
patria.


¡ Oh pueblo, pueblo; tu tambien tienes tus crímenes! ¿Y hemos de con-
denar á todos los pueblos del universo porque en ciertos períodos ha exis-
tido alguno que ha ahogado sus grandes sentimientos dejándose estraviar
por pasiones funestas?


¡La justicia que se hace á los pueblos se debe tambien á los reyes! .


—( 23


¿Queréis la República? enhorabuena, fundadla si podeis. ¿Pero dónde
-está vuestro modelo? ¿En Roma?


¿Dónde teneis á vuestro Scevola,? ¿á vuestro Camilo? ¿á vuestro Bru-
to? ¿á Bruto llevando su amor á la idea hasta .el punto de matar á sus
hijos á quienes habia sorprendido en una conspiracion contra la Repúbli-
ca? ¿Dónde teneis á vuestro Valerio, ese Consul que conociendo que las
torres de piedra que construia encima del foro desagradaban al pueblo
las hizo demoler en una noche, y fué á vivir en una habitacion modesta en
el llano de la Ciudad?


¡En vuestro orgullo creeis tal vez tener á esos hombres , pero os
espantará seguramente la idea de que el poder caiga en manos de un Ma-
rio! ¡ Temblais ante sus injusticias y crueldades! Sabeis que en su tiempo
desapareció todo temor á las leyes, y que no quedó el menor rastro de
pudor. Viva teneis la imá.gen de aquel Senado de cuyos fueros hizo este
dictador burla y escarnio, y vuestros ojos se cierran para no ver á los
tribunos, esa majestad del pueblo, apedreados, pisoteados y escupidos por
el mismo pueblo.


¿Pero qué periodo quereis elegir en que no veais Una cosa igual pa-
recida? Citareis Cónsules que sabian sacrificar su vida por la patria, or-
ganizaciones duras como el bronce que resistian á todos los dolores, al-
mas vigorosas, voluntades de hierro -á quienes pingan embate hacia me
Ila ; pero que no abusaran de su autoridad, que no se elevaran sobre los


rimde que no se gozaran en. mortificar al que creíandemás, que no p ieran
poderoso, en una palabra que no se hicieran tiranos, no, no encontrareis


IV.




r


—( 24 )—
uno solo,. por largo que sea el catálago de los Cónsules ó Gefes de Repú-
blica.


Y si paSais de Roma a Venecia, si quereis prescindir por un momento
de la agradable impresion que hace á vuestros oidos el nombre de le
Ciudad de las lagunas, de la antigua soberana del Adriático, si quereis
ahogar la poesía que parece qué ha nacido allí, si os haceis sordos á los
recuerdos dulces de una ciudad creada como un capricho de la naturaleza,
teniendo por calles el mar y por cielo un firmamento puro y sereno; si
haciendo un esfuerzo apartais de ella todo ese encanto seductor en que
habreis sonado tantas veces, esa grandeza que conmueve y deslumbra,
que fascina y-seduce, que atrae el corazon y arrebata el espíritu, con esa
admósfera, con ese aire puro, lleno de balsámica aroma que os hace
sentir ese voluptuoso placer del. mundo oriental; y si haciendo un esfuer-
zo mas supremo todavía, no veis ya esas fiestas, esos bailes, esas orgías,
esas góndolas orladas de luces de mil colores surcando las aguas, lijeras
como las aves ,


llevando y meciendo en su su seno á la hermosa veneciana
con sus atavíos de . perlas y oro, 'embriagada de amor, y cubriendo con
sus largas trenzas á su amante; que rendido á sus pies la declara su pa-
sion al compás de sus cantos sin mas testigos que el mar y el cielo. Y si
á vuestro corazon no habla esa armonía: si os sentís fuertes para no de-
jaros llevar mas que por la razon fria y serena, si buscais la verdad
Como el médico busca el mal en el enfermo, deteneos un momento para
estudiar á este pueblo, para conocer su constntctura y para apartar luego
los ojos y decir con el poeta: «Non Raggionar di lor ma guarda é
passa.


No hablemos de los tres primeros siglos de Venecia. La bruma del
tiempo los encubre poco menos que eón denso velo. Se dice que su siste-
ma político era democrático. No es estrafio. Todas las sociedades en su
infancia han tenido este régimen.


En el año 697, Pablo Lúcas Anafesto inaugura la institucion de los
Dogas. El Doga (5.DuX, es el Jefe del Estado y goza de todos los atribu-
tos de monarca. El nombre de República es quimérico porque en el fondo
existia una monarquía electiva. Loa verdadera monarquía electiva con
sus errores, con sus turbulencias, con sus luchas intestinas.


Desde entonces las familias nobiliarias formando causa coman, empie-


—( 25
san á tener preponderancia en el país. De ellas salen los Dux; á ellas les
cabe hasta cierto punto el derecho de elegir esta alta dignidad y de ellas
se compone la 'asamblea general que tiene una participacion importante
en los asuntos del Estado.


El pueblo.... ¡oh en cuanto al pueblo! es el obrero que trabaja, el
marinero que navega en las flotas del Estado 6 de los particulares, es el
soldado que guerrea, 6 á lo mas el industrial que se consagra al progreso
de las artes, ó bien el comerciante que al enriquecerse da vuelo y vida á
los destinos de su patria: y cuando las rivalidades entre las familias pa-
tricias ensangrientan el suelo veneciano, entonces el,pueblo es el instru-
mento y la víctima (le estas familias.


Hasta el siglo XII los dux luchan temerariamente para convertir en
hereditaria su autoridad; empeñó vano que cuesta á lo que vá desde.úl-
timos del siglo VII á. primeros del citado XII, á trece de ellos la abdica-
cion y el destierro, u. cinco la ceguera y á otros cinco una ignominiosa
muerte:


Este dato histórico habla mas alto y mas elocuentemente que la rela-
eion que pudiéramos trazar con los colores mas subidos sobre los sucesos
:de que fué teatro Venecia en aquella época.


La trágica muerte del Dux Vital Michieli dió ocasion á que se insti-
tuyera el Gran Consejo compuesto de cuatro cientos setenta individuos
de las familias nobiliarias del país, á cuyo cargo quedaron los asuntos de
mayor importancia de la nacion. El senado, que existia desde mucho
tiempo antes, como consejo facultativo del Dux, pasó á ser una comision
permanente delegada por el Gran Consejo para los asuntos de suma im-
portancia; y al mismo Dux Se le agregó un Consejo particular compuesto
de seis individuos, que fué el verdadero depositario del poder ejecutivo.


A esto siguió muy luego el Consejo de los Diez, que se apoderó comple-
tamente de la direccion superior de la República, y poco mas tarde, del
seno de este mismo Consejo nació el célebre Tribunal de la Inquisicion
del Estado.


Aquello fué una revolucion politica para Venecia: lo que hasta enton-
ces pudo muy bien calificarse como una monarquía electiva, fue de ahí
adelante una verdadera República Oligárquica.


El Dux existia sin embargo; pero sin sombra de poder.




—( 26 )-
Lo que . dá exacta medida de la influencia que ejercia esta autoridad es


el siguiente episodio histórico del Dux Francisco Foscari.
El último hijo que de una numerosa familia le quedaba se llamaba


Jacobo. Acusado éste de haber recibido dinero del Duque Felipe Visconti
que:se hallaba en guerra con Venecia, fue sometido al tormento á pesar
de los esfuerzos que hizo el padre para evitarlo. El tormento le arrancó
una confesion, y fué condenado al destierro. Vivia resignado en su des-
tierro cuando al cabo de cinco años volvió á ser acusado de la muerte
del. Gefe del Consejo de los Diez. Llevado á Venecia fué otra vez puesto
en el tormento pero en esta ocasion estuvo negativo; pero ni sus negativas
ni la carencia de pruebas de su culpabilidad, no impidieron que fuese de
nuevo condenado al destierro. Pasado algun tiempo un hombre, que tenia
notoria fama de bandido, estando en el lecho de muerte se confesó autor
de este crírnen. Habiendo llegado esta circunstancia á conocimiento de
Jacobo Foscari, reclamó contra la última sentencia al Consejo de los Diez
del cual. no pudo obtener respuesta. Entonces no atendiendo mas que á
su desesperacion, y al imperioso anhelo de volver á ver á su familia y
pátria, escribió al Duque de Milan como implorando su proteccion en el
Senado; en seguida reflexionando que su carta se miraria como un crimen
él mismo la depositó en un lugar en donde estaba seguro de que seria
hallada por los espías que le rodeaban. Sucedió en efecto lo que habia
previsto; y llegó la orden de conducirle de nuevo á Venecia. En presen-
cia del Consejo de los Diez declaró Jacobo el objeto con que habia escrito
la carta, y el modo como habia hecho que cayese en manos de sus dela-
tores. La sinceridad de estas declaraciones no fué capaz de ablandar la
dureza de sus jueces. Fue por tercera vez sometido al tormento; recibió
treinta vueltas de cuerda sin alterar en nada sus anteriores deposiciones,
y le sacaron moribundo de la cuerda.


Su padre, madre, su esposa y sus hijos pudieron lograr permiso de
ir á visitarle en la cárcel: apenas los vió que alargando hacia ellos sus
manos suplicantes, desconyuntadas por el tormento, pidióles con las ma-
yores ansias que solicitasen algun alivio de sus males; pero ni sus lágri-
mas, ni sus ruegos, ni la sangre que manaba de sus heridas; nada pudo
cambiar su lamentable situacion. «Respeta tu sentencia, hijo mio, le res-
pondió el anciano Dux con acento conmovido; vuelve á tu destierro, toda.


—( 27 )-
vez que la república lo ordena y sométete á su voluntad.» Al oir estas
.fatales y desgarradoras palabras, Jacobo inclinó la cabeza y guardó si-
lencio, trasladado otra vez al punto de su destierro, murió de dolor al
poner los pies fuera de la embarcacion.


La humillacion del. Dux Francisco Foscari no terminó aquí. Jacobo
Loredan que era del Consejo de los Diez, había escrito en su libro de
cuentas en letras trazadas con sangre: Francisco Foscari debe por la
muerte de Marcos y de Pedro Loredan, mi padre y mi tio; y llevaba
la intencion de no borrar estas terribles palabras hasta haber esterminado
la raza de los Foscari.


No quedaba mas que el Dux que era octogenario, abrumado de dolores
físicos y de s'uf'rimientos morales. Loredan, poniendo en juego la mas vil
intriga, obtuvo que el Consejo de los Diez le exigiese la abdicacion, sa-
crificio que con vivo dolor hizo el anciano. En el mismo din en que fué
elegido su sucesor, y en el mismo momento en que la campana de.San
Marcos daba al pueblo la noticia, difundíose un frio glacial por sus venas
y espiró.


El vengativo Loredan, pudo entonces cerrar la cuenta con esta fúne-
bre palabra: «Saldada.»


A medida que iba debilitándose el poder de los Dux, desaparecia la
última sombra de libertad para el pueblo. En cambio, ó como una triste
compensacion, allí las artes florecian, el comercio prosperaba, la riqueza
pública tomaba un grandioso vuelo y la pujanza y- el valor de sus solda-
dos llevaban las conquistas hasta luengas tierras haciendo tan respetable
el nombre de la República de Venecia, que ninguna racion del inundo
osaba disputarle el dominio y soberanía del Adriático. Era el marco de
oro de un cuadro cuyo fondo no podia mirarse sin repugnancia.


Aquel pueblo que á los ojos estrafios párecia libre y feliz, vivia sub-
yugado, ó mejor envilecido bajo la mas opresora tiranía. El poder, el
verdadero poder del Estado, habia pasado por completo á manos del
Consejo de los Diez y del Tribunal de la Inquisicion, cuyos actos no
pueden estudiarse sin estremecimiento. Los procedimientos de que echaba
mano en sus juicios, eran irregulares, injustos é inquisitoriales. Todo iba
envuelto en el mas terrible secreto. La mano con que heria llegaba á
todas partes. Al proceso seguia la sentencia, y á esta la ejecucion, aun




—( 28 )—
cuando el condenado hubiese huido léjos de su patria: Los Sicarios de
que disponia estaban en todas partes, y si no estaban, iban allí donde se
encontraba la víctima.


Si fuera nuestro objeto describir aquel árdea de cosas, no podríamos
completar el pensamiento sin que antes no arrojáramos la pluma llenos
de ira hácia un pueblo que toleraba tanta abyeccion.


Ante la historia, habrá sido rico, poderoso, industrial, mercantil,
guerrero, conquistador; pero ante la concinncia humana será siempre
uno de los pueblos mas degradados del Universo. El pueblo que tiene
toda la fuerza de su actividad en la materia, 'no corresponde á los altos
fines de la providencia, y por consiguiente debe tener una vida breve.


Venecia cayó como caen los pueblos malditos: perdió hasta su inde-
pendencia.


El descubrimiento del cabo de Buena Esperanza la hirió de muerte
acabando la importancia de los puertos del Adriático. ¿Quién sino Dios
enseiió á Magallanes el nuevo paso para la India?


—( 29 )—


¿No es verdad que al leer la historia de Roma y de, Venecia decís con
nosotros, que no es la República de estos dos pueblos el bello ideal en
que habeis soñado?


¿Quereis ir mas lejos? ¿Quereis levantar el polvo de otras edades que
pasaron para nó volver jamás? ¿Quereis poner en pié aquellos palacios,
aquellos pilares, aquellas columnas de :granito, aquellas torres, aquellos
templos dedicados ..á los Dioses que el tiempo hirió de muerte? ¿Quereis
dar vida aunque no sea mas que por un momento á Tebas, Esparta y
Atenas, con sus instituciones políticas y sociales, con sus patricios, con
sus esclavos, con sus filósofos, con sus demagogos, con sus oradores y
con los príncipes, sacerdotes y guerreros, pero con los vicios de aquellas
sociedades que fueron el cáncer que sorda y lentamente fué minando su
existencia.


Es inútil, Sabemos que vuestro modelo está mas cerca. No es tampoco
la República francesa, la de hoy, porque es un gobieno tan personal
como el de Napolen III; la de ayer, es decir la de 1893 porque lleva un
bautismo de lágrimas y de sangre: quiso cimentar la libertad y no hizo
otra cosa que santificar la tiranía. Nó, la República francesa con sus
Robespierres, sus Marats, sus Dantons, sus Saint Just y sus Camilo
Desmoulins está ya juzgada.


Amais la Suiza, sentís un verdadero carifío hácia esa República fede-
rativa en donde la vida se desliza sosegadamente: os agrada su institu-
cion porque á su sombra se vive libre y feliz; pero teneis criterio para
conocer que no se puede aceptarla como modelo, porque. E.spafia no tiene




—( 30 )-
ninguna de las condiciones que aquella reune,¿ Que comparacion hay
entre los dos pueblos? España posee un vasto territorio y Suiza tiene un
suelo estrecho y peñascoso; España cuenta cerca de diez y seis millones
de habitantes y Suiza escasamente dos millones. Espfi a en su mayor
parte tiene un clima ardiente y la temperatura de Suiza es en todo el año
fria y casi glacial. Los españoles somos por lo carmín vivos, apasionados,
inquietos, amantes de lo nuevo, especialmente en los grandes centros fa7
briles, y los suizos son frior, tranquilos, resignados. Suiza lleva ya cerca
de seis siglos de República federal y durante este largo periodo son con-
tadas sus disensiones intestinas; lo que habla m ' ,- alto en favor de sus
habitantes.


En una palabra, Suiza es un pedazo de tierra que por su posicion geo-
gráfica no es codiciada de los poderosos: es un pequeño rincon de los
Alpes, mansion de probidad, de la moderacion y de todas las virtudes
públicas c privadas: uno de esos milagros que no se reproducen fácil-
mente, porque son obra de Dios y del hombre.


Hablemos . de la República de las Provincias Unidas, aunque tene-
mos la conviceion cte que tampoco es este vuestro bello ideal. Nació
en Utrech en 1579. Mas que República federal, fué aquello una alianza
entre Holanda, Zalandia, Foicia Greninga, sin oiro móvil que la es-
plotacion del comercio: debiéndose á esto la preronderancia que alcanzó
en algunos periodos de su corta existencia. Compuesta esta República
unicamente de los elementos monárquicos y oligárquicos, el partido po-
pular apenas tenia participacion en la gestion de los negocios públicos,
Allí no habia otras miras ni otras aspiraciones que el fomento de los in-
tereses materiales. Mas que un Gobiono, mas que una República federal,
era una sociedad mercantil en que los derechos y privilegios se repartian
á proporcion del capital de los sócios,


Ha dicho un publicista moderno; que la fuerza del. poder es casi incom-
patible con el sistema federativo, hostil por naturaleza


. á delegar sus fa-
cultades á una autoridad central. Tal vez este pensamiento no sea una
verdad en absoluto; pero es lo cierto que, embargada toda la vida de esta
República en. empresas financieras, se olvidó de revestir al Gobierno del
vigor necesario para hacer frente á toda agresion esterior, y de ahí que,
abandonada completamente la defensanacional se viese reducida dos veces


:3 1 ) —
al yugo estrangero, perdiendo en la última su independencia y naciona-
lidad.


Los mismos escritores que no pueden ser sospechosos á los republica-
nos, no vacilan en afirmar que, el periodo de gloria que atravesó la Ho-
landa á mediados del siglo XVII, fué mas bien obra del carácter y cos-
tumbres de sus habitantes, que de sus instituciones políticas, puesto que
estas, antes que á favorecerla tendieron á producir su debilidad y postra-
cion° Por cuyo motivo no puede ser estimada esta República como
modelo, especialmente para los republicanos demócratas.


No puede serlo ella ni ninguna de las de Europa.
Su bello ideal no está aquí: está allende los mares; le tienen en los


Estados-Unidos.
La Union Americana llena los deseos, las aspiraciones mas vivas, mas


ardientes de los que cifran la ventura de la patria en las instituciones
republicanas.


Nosotros no queremos arrebatar una á una todas las ilusiones del re-
publicanismo español, convencidos cte que en los hombres de este partido,
hay buena fé, hay lealtad, nue desean con el deseo que raya en pasion,
la felicidad de sus conciudadanos. Pero tampoco seremos infieles á nues-
tras convicciones; y si al defenderlas herimos sentimientos que son siem-
pre respetables por lo mismo que son generosos, diremos con un gran
poeta español:


¡Hombres: pensad, mas permitid. que. piense!
Es indudable que hay algo de grande en la República de los Estados-


Unidos; algo que abre el corazon, que dilata el espíritu. Hay la grandeza
del poder, hay la magestad de la omnipotencia. Ha nacido ayer, porque
noventa y seis años de vida para un pueblo no es mas que un dia de la
existencia del hombre. Acaba de salir de la cuna, y sin embargo, á su
nombre bajan la cabeza todas las naciones del mundo,


¿De donde dimana tanto poderío? se preguntan todos.
Sus fundadores fueron los puritanos, que huyendo de la intolerancia


religiosa de Inglaterra, dirigieron su planta en busca de un pueblo virgen
en donde pudiesen reproducir las costumbres primitivas y odiar toda
clase de gera • quías, sin mas Vínculos sociales que los que crea la necesi-
dad de : la vida, y sin otro culto que el de la naturaleza y el de la razon;




—( 32 )-
es decir, el de Dios y el del alma. Hé aquí la primera base de ese gran
Estado.


Apenas rotos los lazos que les unjan á su patria, constituyeron un
poder gubernamental para lo cual no se inspiraron en otros sentimientos
que en los propios, haciendo de esta suerte una obra completamente nue-
va. Enemigos de toda tiranía, proclamaron la libertad natural y la igual-
dad, sin gerarquías, sin privilegios, sin prerrogativas, es decir, con de-
rechos iguales. Pero la gran virtud de un pueblo no está solo en la
sabiduría de las leyes, sino en la estricta observancia de las mismas.
Este es, sino el secreto de una nacion poderosa, el de un pueblo ver-
daderamente feliz.


Ellos mismos que al sancionar los derechos del hombre santificaban
los principios de libertad y de igualdad en todas sus relaciones, habian
de ser muy pronto apóstatas y falaces introduciendo en sus estados la
esclavitud. ¡Contradiccion insigne en que tantas veces incurre :la huma-
nidad por interés propio!


Y sin embargo, quizás á este mismo vicio. deba aquella Repúblicael
fabuloso desenvolvimiento de sus elementos vitales: quizás sus riquezas y
preponderancia, no las hubiera obtenido sin el trabajo del esclavo. Si
esto fuese verdad, que no nos atrevemos á afirmarlo de una manera ab-
soluta, la abolicion de la esclavitud, traza •ia la línea divisoria entre su
prosperidad y su decadencia.Es tan reciente esta medida, que no pode-
mos tocar todavía resultados prácticos: el tiempo pronunciará su fallo.
Como quiera, los Americanos han hecho un bien inapreciable devol-
viendo la libertad á unos seres que habian nacido libres porque eran hijos -
de Dios. Y si han medido el valor de ese acto, es este todavía mas meri-
torio, porque reparando una inrnesa contradiccion, han sacrificado á una
idea santa, tal vez la prosperidad del pais, ó cuando menos el mejor por-
venir de sus hijos.


Lejos de nosotros llamar á un juicio de residencia á la constitucion de
la Union Americana para condenarla. El sistema federativo que es su
alma, envuelve una forma de gobierno, que como todas, es digna de es-
tudio y respeto. Tal vez es una verdad que los pueblos tienen el gobierno
que se merecen, y por esto su forma dibuja siempre la época y el grado'
de civilizacion que aquellos alcanzan.


—( 33 )-
El sistema federativo, supone una homogeneidad de caracteres, de


miras, de principios y hasta de costumbres. O mejor, una armonía tal de
pensamientos que convierte si cabe todos los corazones de un pueblo en
uno solo. Exije todavía mas; que todos los actos respiren pureza y des-
prendimiento. Cuando un rayo de egoismo sustituye á la abnegacion,
este sistema pierde completamente todas las virtudes que son su vida.


Si la República Holandesa, mas cuerda, hubiese comprendido mejor
sus verdaderas necesidades, si en vez de ser los lazos que unjan una pro-
vincia á otra, lazos de interés, lo hubiesen sido de amor, de eseamor ver-
dadero que supone la disposicion á los mas grandes sacrificios, si menos
preocupadas las mismas provincias en los negocios particulares, 'hubiesen
fijado su atencion en el bien comun, el 'poder central no hubiese esta-
do desatendido, las luchas intestinas no hubieran tenido elementos para
imponerse y la república hubiera encontrado mejores bríos cada vez que
la Francia la ahogó en su seno. Leccion importantísima que no debe echar
en olvido el pueblo de los Estados-Unidos, y que deben tener presente los
ciegos admiradores de esta república.


Ya no existen los primeros pobladores de aquel gran pedazo del nuevo
mundo: aquellos grandes caractéres que todo les parecía un suelo fuera
de la obra de la naturaleza, descansan ya en sus sepulcros: Pasó la gene-
racion de los Penns, Franklins, Washingtons y _Aclaras. Hoy vive allí el
hombre de negocios, frio, egoista, sin alma y sin corazon constituido eu
esclavo de su codicia; el yankee que quiere los gozes de la vida como si
hubiese nacido en Paris ó en Lóndres, que no envidia la nobleza de estir-.-
pe, pero quiere palacios suntuosos, coches y lacayos, que desdeña los
nones, pero aspira á ser miembro de la cámara y se arrastra á los pies de
los electores, como si se hallara en Espacia, porque sabe que un puesto en
el parlamento abre el camino á una fortuna.


Y si el individuo retrata la localidad, el pueblo, el distrito, la provin-
cia y hasta la nacion. ¿Qué clase de federalismo es el de allí? ¿Dónde es-
tán las virtudes, los arranques generosos, los sentimientos levantados que
son el alma y el orgullo de las repúblicas? No, en los Estados-Unidos lid
hay otro ídolo que el oro, en aras de este metal se hacen todos los sa-
crificios, sin considerar que su egoismo les conducirá mas tarde ó mas
temprano á su ruina y á la muerte de esa libertad que tanto invocan en
todos sus actos. 3




—( 35 )--
division territorial, tomaria luego forma poco tiempo transcurriria sin
que á la federacior n no sucediera la autonomía de las provincias; es decir
la independencia de las mismas, si es que mas desgraciados todavía no
les llevase la envidia y el encono á defender torpes pretensiones con las
armas en la mano, convirtiendo el rico suelo español, en un lago de san-
gre, haciendo retroceder la España al tiempo del feudalismo, y borrando
todas las páginas que desde entonces acá, ha escrito en el gran libro de
la civilizacion Europea.


No envidieis el porvenir de los Estados-Unidos. Esa tranquilidad que
tanto os 'enamora es aparente. Es lo cierto que empieza.


á sufrir sensacio-
nes que son presagios de grandes sacudidas que han de descomponer tarde
ó temprano su organizacion social.


En cuanto al portentoso incremento de la poblacion, -á ese desarrollo
de capitales que allí se nota; ello nada le debe á sus instituciones políti-
cas, es cosa completamente agena á la forma de gobierno. Es la obra de
Dios. El suelo es virgen, la tierra fértil, la ;naturaleza del pais dispuesta
á recibir las grandes mejoras con una facilidad que se ¡alcanza en pocos
paises del mundo. Y si algo se debe al hombre, tanto peor para.vosotros
entonces ese gran progreso no se debe al arden político y si á las cualidades
etnológicas de la raza anglo sajona, á su amor al trabajo, á su actividad
incansable y á su carácter emprendedor. He aquí, que si por espíritu.
de imitacion tratareis de importar aquella república, con todas sus
instituciones políticas; si olvidareis de hacer lo mismo con los hombres
que la habitan, os avergonzariasluego por vosotros mismos, porque cuan-
do creeriais terminado vuestro pensamiento, en vez de mirar á los Esta-
dos-Unidos con su poder y grandeza, veriais á :Méjico, el Perú, Buenos-
Aires y Montevideo, con sus luchas ly su miseria. Creerias encontraros
con la obra de la raza anglo Sajona, y os hallariais con la de la raza la-
tina:


No, ocultad á vuestra pobre patria esta nueva afrenta, despues de tan-
tas que la abruman por la negra conducta de sus hijos.„


\ o T E


—( 34 )-
Hoy el federalismo es el recelo, la duda, la desconfianza sino el odio.


Cesó por completo la armonía de miras é intereses que: es la esencia de
toda república de esta- clase. Hoy los Estados agrícolas claman por el li-
bre cambio, teniendo la conviccion que este sistema.es la muerte de los
Estados industriales: Dejad que aquellos sean mas poderosos que estos
últimos y la razon se la llevará el mas fuerte.


Todavía recuerda el mundo atónito la guerra fratricida que separó por
un tiempo el Norte del Sur. Presente en la memoria de todos está aquel
cuadro desgarrador, que en espectáculo dió al. mundo ese pueblo que tan-
tos alardes habia hecho de humanitario. Se dirá que fué una guerra hija
de una idea santa. ¿Quién os lo ha dicho? Nosotras no queremos hacer
descender de su pedestal. al gran Lincoln: Nosotros respetamos y admira-
mos las virtudes de este patricio. Pero. Lincoln era un hombre solo r para
vencer el Norte al Sur, necesitaba la cooperacion, los esfuerzos, los re-
cursos de muchos. ¿Y creeis que la idea del Presidente de la República era
la misma que animaba á los demás? ¿No podia haber algo ó mucho de en-
cono, de envidia hácia los colonos del Sur que por sus elementos propios,
disfrutaban •de caudales, de riquezas fabulosas de que carecian absoluta-
mente los del. Norte? Sino es hoy la opinion unánime, es muy general de
que la esclavitud, fué solo el pretexto de aquella guerra. El pensamiento
formal de la emancipacion dice un distinguido autor, Bergnes de las Ca-
sas, no fué ciertamente la causa determinante, sino el efecto determinado
del. ardor de la lucha.
• Sea lo que quiera, la República de los 'Estados-Unidos, lleva en sus
entrañas el dardo envenenado. El Sur ha caido á los pies del Norte. Ya
no existen. lazos. de comunidad; lo que hay es el yugo que une el opresor
con el oprimido. El Sur trabajará sordamente para sacudir ese yugo y es.
muy posible que tarde ó temprano logre su objeto. Cuando llegue ,ese dia,
cuando suene esa hora, la , obra de Washington quedará convertida en
cenizas. ¿Y es este el ideal en que habeis soñado? ¿Y es esta ¡oh reimblica-
nos! la República que anhelais para la pobre España? A causas
idénticos efectos. Convertido este país en un pueblo federal, pronto venia
salir á la superficie ciertos sentimientos ahogados hoy, por el respeto que
inspira la autoridad del gefe del Estado. Ese espíritu de provincia que es
.innato en nosotros y que revela claramente el largo período de nuestra




—( 37 )—
ner sino iguales, parecidas tendencias; pero en muchisimas ocasiones lejos
de corresponder á sus altos fines, han convertido en dias de luto aquellos
que habian de ser de gloria para la nación. Con mejor raciocinio por par-
te de los hombres que los han dirigido, con mas cireunspeccion, con ver-
dadero genio previsor y sobre todo con mas amor patrio, las cuestiones
de escuela no se hubieran confundido con las de interés particular, el
so de los acontecimientos se hubiera realizado sin violencia de ningun
género; las contiendas entre ambos no hubieran sido de pugilato, y si
de pacífica discusion; y los demás partidos facciosos se hubieran absteni-
do de cruzarse en la lid, porque no se hubieran visto alhagados por nin-
guna de las partes contendientes.


Pero el dogma político es la creencia, es la fé, es el principio, es la ins-
titucion, y por desgracia el partido es el hombre, el hombre con sus pa-
siones, con sus errores, con sus debilidades y tal vez con sus crímenes.
¿Qué vale que la idea sea santa si la criatura la mancilla con su hálito?


No llenó su verdadera mision el partido conservador en la época en que
fue duerno de los destinos del pais. Cometió errores ¿á qué ocultarlo? y fue
tal la gravedad de ellos que la públicZ opinion le abrumó en muchishas
ocasiones con su peso. Pero ¿qué mision ha realizado despues el parti-
do progresista? Los hombres que se han afiliado á él, que le han dirigido,
que le han llevado á su antojo ¿pueden envanecerse de sus actos? ¿Qué le
importaba al pais una constitucion mas? ¿qué le importaba que está fuese
mas ó menos lata? ¿qué le importaba que consignase derechos mas ó me-
nos naturales al hombre, mas ó menos ilegislables, si vive desde el dia en
que se encumbró este partido en la agonía que le conduce mansamente á.
la muerte?


¿Porqué no pasa el tiempo como un soplo para que desde otro periodo,
desde otra época se pueda juzgar desapasionadamente la actual situacion?
¿qué decimos juzgarla, para arrojar sobre ella un velo, para no verla?'
¿No merecen acaso esos hombres mas que el desprecio, el olvido? ¿No son
mas ridículos que criminales con ese atan de ser, con esa pasion de gozar,
con ese amor á unas doctrinas que no practican porque no las compren-
den? ¿No inspiran lástima antes que tédio al verlos ayer unidos, hoy sepa-
rados, ayer amigos, hoy enemigos, a yer partiéndose fraternalmente el
botin, y hoy arrojándose á la cara los dicterios mas


VI.


Muy tibia seria nuestra fé en el porvenir de España, sino tuviéramos la
,-;oirViccion de que al órden actual de cosas vá á suceder muy pronto una
nueva era de paz y ventura.


No vendrá la República, ni continuará lo existente. Lo primero seria la
onfusion, el desórden, el caos, en una palabra la commune, y todo esto


so lo quieren 'mas que unos pocos desgraciados. Lo segundo se caé, se
lesmorona, se vá por la base y no hay poder humano que lo sostenga.
?,sto lo conocen propios y extrafíos.


Vayamos á lo que vendrá,: ¿El. Príncipe Alfonso? tal vez sea la mejor
lolucion. A lo menos nosotros no vemos otra.


Ahora bien, con la monarquía de este príncipe ¿qué partidos pueden te-
ner vida 6 tienen razon de ser? No hay mas que dos: el conservador libe-
'al y el liberal progresista. Ya se sabe que para nosotros el primero
lomprende el moderado, y el conocido por el de la union liberal, y el se-
lundo el progresista, el radical y el democrata sin hipocresía.


El conservador liberal quiere sostener las conquistas de la libertad, del
progreso y de la civilizacion; dirige sus ojos hacia adelante pero no se
apresura á dar un paso sin que esté seguro de que pone su pié en tierra
firme. El liberal progresista lleva en su seno el elemento juvenil, y por
esto es impaciente y fogoso, ama la libertad, ama con pasion las institu-
ciones liberales y no pocas veces este mismo amor le conduce á querer
una suma mayor de derechos que no está en relacion con los grados de
cultura de la época.


Estos dos partidos han arrancado de un mismo tronco y han debido te- injuriosos y grose-




_ 38
ros; verlos entrar en el juego de la política corno cosa baladí, pasarse de
republicanos á democratas, de dernocratas á progresistas, y luego emba-
durnarse de conservadores, trocando caracteres, cambiando papeles como
si fueran cómicos de una compañía de á la legua y la España un teatrode villorrio?


¡Tristísima historia! ¿Y para qué tantas recriminaciones contra los go-
biernos pasados? ¿para qué esos discursos en la tribuna, esos artículos en
los periódicos, esas tentativas para corromper la disciplina del ejército?
¿Para aumentar los males de la nacion? ¿para envenenarlos, y al fin para
hacer solamente una víctima, la mas inocente de las víctimas? ¡Mas valie-
ra que hubierais pasado por charcos de sangre, pero que al llegar al po-
der, hubierais levantado enhiesta la bandera de la libertad, del progreso
y de la civilizacion, labrando la ventura de la patria!


La responsabilidad as vuestra y solo vuestra: el fango con que habeis
manchado esa bandera caerá sobre vuestra frente. ¿Tienen algo de comun
-vuestros actos con los principios políticos del credo liberal progresista?


Y sin embargo, preciso es que, suceda lo que quiera, venga lo que vi-
niera, reales desmentidos nuestros vaticinios; con D. ..kmadeo, con la
República, .con D. Alfonso , COD. O. Carlos, en una palabra, con cualquiera
situacion, es de toda necesidad que hombres nuevos. levanten esa misma
bandera, que arrojen de su sombra á los impostores, á los que nunca fue-
ron liberales, ni conservadores, ni nada; esplotadores de política, que ayer
se arrastraban


• á los pies de los mandarines de Gonzalez Bravo, y hoy;
haciéndose los revolucionarios han alcanzado elevadísimos puestos y pin-
gues sueldos. Es indispensable que los verdaderos partidarios de la es-
cuela liberal progresista se animen, se agrupen, formen un partido doc-
trinario, se eleven á las circunstancias de hoy y á las que vendrán mariana
se inspiren en los grandes sentimientos de los preclaros varones que en
1812, dieron, cuando menos, muestras de honradez y abnegacion, é imi-
ten la pureza de Aylon y Mendizabal que, no obstante de haber sido Mi-
nistros de Hacienda mas de una vez, murieron pobres basta el punto que
sus amigos les tuvieron que sufragar los gastos de la última enfermedad
y del entierro.


El partirlo liberal progresista no seria de los desheredados de la nueva
situacion: al contrario, tiene un porvenir quizás brillante, sobre todo si á


— 39 —
él acuden hombres de buena fé, de corazon recto y de claro criterio, quo
no sean una rémora y sí un poderoso auxilio para llevar á cabo las gran-
des reformas que se tienen que intentar en el régimen político, si se quiere
-que la España nunca, jamás vuelva á. hallarse en el borde del abismo.


El deseo de los espafioles no se ha espresado en ninguno de esos actos
públicos tan susceptiblesá la superchería; pero no por esto es menos'-vivo ni
menos ardi'ente porque está grabado en Lodos los corazones, está impreso
en todas las conciencias, es seguramente la aurora de nuestra esperanza,
.porque quizás es el único faro de nuestro porvenir.


La historia registra muchas restauraciones. La hubo en Inglaterra
luego de haber sido decapitado Cárlos I. La hubo en Francia despucs que
el furor popular arrastró al cadalso á Luis XVI y á su esposa Maria An-
tonieta. Pero ni en Inglaterra ni en Francia los Príncipes que recogieron
la herencia de sus antecesores, supieron ponerse á la verdadera altura de
las circunstancias. Y hé aquí por qué el mismo pueblo que los }labia
mado con amor y hasta con entusiasmo, les arrebató el poder con encono.
1..eccion que debe tener muy presente el Príncipe Alfonso, si en realidad,
como creemos, la Providencia le destina á recobrar el trono de España.


Los deberes de un rey son sagrados; pero si este rey es el hijo de una
reina destronada; si á pesar de sus cortos anos ha probado toda la hiel de
la'vida, apreciando en la importancia que tienen los hechos que le hicieron
perder en una hora la mas brillante de las posiciones, si ha leido en las
lágrimas de la madre el dolor, la amargura que entrafia esta pérdida, y




si al recobrar esa posicion ha sabido ver la inmensa grandeza de su pue-
blo y al mismo tiempo el dedo de - .Dios; entonces, ¡ah! entonces, estos de-


.


beres son mas que sagrados, son santos, mil veces santos.
¡Se vengará! dicen algunos ilusos. ¿De quién? ¿De sus enemigos


¿Para que estos se presenten luego con la aureola de mártires y arrojen -
sobre la frente del Príncipe la estigma del ¿dio público? ¡Qué delirio. !


N6. Alfonso XII tiene que venir y Vendrá con el ramo del olivo y no
con la espada del angel esterminador. Aquí no hay culpables: aqui no hay
mas que arrepentidos. Tiene que venir y vendrá, á constituir un gobierno
fuerte y justo; á dar vida al prinei::io de autoridad, hoy débil ó casi nulo,
- debiendo ser este principio la piedra angular del nuevo edificio social.


La Espana no quiere un tirano. No quiere el absolutismo. Desea las




F


—( 40 )—
insti tuciones liberales, pero que estas sean el amparo y proteccion de los
ciudadanos y no el medio para asegurar la impunidad de los criminales.
Quiere un Rey que reine y gobierne, que no sea un autómata, que no se
someta á influencias estrañas, que no sea el frio instrumento de ninguna
córte de Europa por poderosa y altiva que ella sea, que obre por sí y por
el consejo de hombres cónocidos por su sabiduría, sensatez y españolismo.


D. Alfonso no debe ver en el sólio de España el medio de atesorar cau-
dales y hacer una fortuna. Su mision ha de ser mas alta, mas levantada.
Inspirándose en aquellos grandes carácteres que entre sus antecesores
se encuentran algunos modelos, ha .de abrir su pecho á los sentimientos
generosos, empezando por renunciar á la lista civil hasta tanto que no sea
una verdad la nivelacion de los presupuestos. Treinta millones de reales.
anuales al cabo de diez años representan un fabuloso capital; constituyen
una gran potencia en una mano ó en una familia, pero derramados en la
nacion, suponen el sér, la vida y el bienestar de diez mil familias es-
pañolas, ó sea de cincuenta mil de sus individuos. Semejante sacrificio
demostrará á los ojos del mundo que es muy digno de recobrar el trono
perdido.




El estudio de la representacion nacional, debe ser el objeto predilecto
del Rey. El pueblo debe darse á si mismo las leyes: como dueño de sus
intereses, debe ser depositario de' sus fieros. ¿Pero dónde está el sér pri-
vilegiado que conciba el sistema de elecciones que conduzca á estereoti-
par la verdadera, la genuina espresion del pais? La historia de nuestras
elecciones; es una verguenza para España. Nadie ignora que la corrup-'
Cion ha pisado los umbrales de la representacion nacional: nadie ignora
que el ocupár un asiento en el Congreso se ha hecho objeto del mas mise-
rable, del mas escandaloso, del mas repugnante lucro, convirtiendo el
templo de las leyes no pocas veces en asqueroso mercado. Es preciso es-
tirpar este mal que acabaria por herir de muerte á las instituciones libe-
rales. La responsabilidad reside arriba y abajo. Para que los elegidos
sean dignos es necesario que los electores lo sean. ¿Si el comitente vé en
su voto algo relacionado con sus miras particulares, cómo ha de acordarse
de elevar al mas digno., al que mejor pueda favorecer los intereses gene-
rales del país? Pero tampoco habría ningun diputado que pusiese precio á
su voz y á su voto, si no hubiese ministros' que comprasen conciencias.


-- 41
El elector se vende al diputado, el diputado al Ministro y el precio de tan
nefando tráfico, ó es oro, ó son credenciales, ó son títulos de Castilla, ó
son grandes ó pequeñas cruces. Como todo se hace á . la faz del dia, el
pais lo vé, lo toca, se averguenza de sí mismo y acaba por mirar con fria
indiferencia los actos mas sacramentales de las instituciones del sistema
liberal, considerándolos como un escarnio arrojado á su cara.


El medio para poner fin á este tegido de podredumbre está en manos
del Rey. Que eleve al cargo de Ministro al que crea mas digno y le sos-
tenga con entereza, que no fíe su suerte. á las veleidades de una Cámara
que muchas veces está muy por debajo de los verdaderos intereses y de
las justas aspiraciones del pais. El talento del Ministro se refleja siempre'
en el mismo Rey. Sin Floridablanca, Cárlos III tal vez no hubiera dejado
un nombre ilustre en la historia. Sin' Bismark Prusia jamás hubiera sa-
lido de la esfera de una nacion de segundo órden, aunque tuviera los
honores de primer órden.


El pensamiento que hierve en el cerebro de grandes eminencias no es
siempre comprendido ni apreciado. El mismo Floridablanca tuvo enemi-
gos que alcanzaron los medios de levantar tempestades sobre su cabeza y


que conjuró con el apoyo del mismo Rey: y . Bismark hubiera visto todos
sus planes desechos bajo los rayos del Parlamento sin la firme confianza
que supo inspirará, Guillermo, á quien los siglos venideros llamarán
grande por haber estimado y sostenido al hombre á quien el país miraba,
sino con odio, con mucha prevencion.


Nosotros no queremos que el Parlamento sea una institucion vana, que
sea juguete en manos del Rey; pero ó es necesario hacer bajar á este de
su pedestal, es decir anularle por completo, ó es preciso, indispensable,
concederle todos los atributos de gran poder, á fin de que dentro de los
usos del constitucionalismo pueda elevarse como Autoridad Suprema y
hacer valer su criterio por encima de ciertas mayorías, producto muchas
veces de monstruosas coaliciones ó alianzas, nacidas de la ambicionó de
la envidia, ó de otras pasiones aun mas miserables y bastardas. Si el Rey
obra mal, el Rey será responsable ante el país, ante la historia, y ante
Dios.




— 42 -


VII.


Otra cuestion hay tan árdua, tan espinosa, tan erizada de dificultades
como la cuestion Política y esta es la Económica. Que España desde mu-
chos años no ha tenido buenos administradores, lo justifica el estado de
su Hacienda. Los Gobiernos han apelado á todos los medios para levantar
recursos sin miramiento, consideracion ni tarden. Cuando no los han ha-
llado en el país los han buscado fuera de el. Las exigencias de los usu-
reros no han sido para ellos ninguna traba. Esta conducta les ha llevado
al descrédito y el descrédito les ha ido conduciendo como por la mano á
los mas tristes y vergonzosos sacrificios. Cuando el modesto negociante de
la Cite encontraba dinero al cuatro por ciento, la España con sus podero-
sos elementos de vida y de riqueza tenia que pagarlo al quince por ciento.


lié aquí porque la deuda nacional, hoy tan múltiple á pesar d. e las ten-
dencias que han revelado algunos estadistas en unificarla, haya crecido
en proporciones tan espantosas, que despues de haber devorado un inmen-
so capital en Bienes Nacionales, amenazo hacer lo propio con la fortuna
.privada, si pronto, muy pronto no llega un eficaz remedio. Cual sea este,
difícil es decirlo, tan difícil que raya en audacia formular un pensamien-
to serio sobre ello.


Seguramente que crédito seria nuestra salvacion porque nos arran-
caria de manos de los usureros que nos ahogan y acabarán ya que no con
nuestra vida, con nuestra honra. El crédito está herido de muerte para
España. Con pena hemos de decirlo, la salvacion ha de buscarse en un
principio absoluto y cruel. No hay otro camino que sepamos nosotros. Pa.-
ra tener un crédito á medias, un crédito dudoso lleno de recelos, de des-
confianza, mil veces mas es preferible carecer de él, completamente, abso-


— 43 —
lutamente. Mas honra hay en decir al país, á la Europa, al mundo entero
nuestra verdadera situacion, que no_esponer á nuev os acreedores á ser vícti-
ma de nuestra falacia..Es preciso para asegurar los grandesjintereses com-
prometidos en la ciencia levantar el velo que encubre nuestro Tesoro, mejor
que el velo la beoda que tapa la llaga llena de podredumbre que nos cor-
roe, consume y nos mata lentamente. Es preciso decir, revelar la verdad
desnuda. No mas misterios, no mas palabras engañosas, no mas prome-
sas que han de ser desmentidas. El remedio no es mas que uno á nuestros-
ojos: un sacrificio por parte de los acreedores del Estado y otro sacrificio
por parte del país. Esto matará nuestro crédito, perú talvez sea una
muerte pasajera, tal vez cual el ave fénix vuelva á la vida dentro de po-
co, sobre todo si hay alma y corazon en el jefe del Estado, si éste sabe
imprimir su autoridad en los actos gubernamentales y si revela el genio


':de un Alfonso el Sabio, de un Carlos I, de lin Felipe II y de un Cár-
Ios III. Entonces el crédito desenvolverá los. poderosos elementos que


osee nuestra patria, dándola nueva vida y nuevo lustre.
Pero para preparar el periodo de nuestra regeneracion, no basta cica-


. trizar las heridas del mal, es indispensable descender al estudio. de las
causas para aplicar el remedio en la raiz. La corrupcion está dentro de
la médula de la sociedad: escandalosas fortunas se señalan con el dedo
debidas al cohecho y el inmenso capital que representan lid sido arreba-
tado al tesoro público. A nadie admira, antes al contrario, se vé como
una cosa natural que un Ministro gaste el doble de lo que cobra: Ni sor-
prende de ningún funcionario público que despues de cortos años de de-
sempeñar su cargo ostente una fortuna de príncipe. La víctima de todo
esto es el país, el país que lleno de horror, pero que con 'los brazos cru-
zados ve á los criminales y no se atreve siquiera á nombrarlos. Para que
desaparezca el mal y no vuelva á retoñar, para que la sávia,.la vida de


la nacion no se pierda entre las mallas del sistema administrativo aplica-
do farisaicamente, para que, en una palabra, cese tanta inmoralidad, tan-
to fraude, tanta espoliacion, es necesario que haya el castigo y que este
hiera lo mismo á los de arriba que á los de abajo. El país tiene sed de


.justicia, pero ha visto tantas veces el crimen sin castigo, ha visto tantas
veces al delincuente impune, que ha llegado á dudar de que suene la ho-


en que la ley sea igual para todos en España. Es fuerza desvanecer




—( 44 )— — 45
esta duda; y si el Príncipe Alfonso inaugurara su reinado con uno de
esos actos que admiran por lo nuevos y grandes, pero que entrañan una
gran leccion; si trasluciese el crimen á. través de las bandas, cruces y
entorchados, si á la falta siguiera inmediatamente el castigo, si este fuera
uno de aquellos que imprimen la mancha de la infamia sobre la frente
del criminal y se aplicara á. la luz del dia y á la faz de Madrid, de Espa- VIII.
ña, de Europa, del mundo entero; los prevaricadores no encontrarian ya
cómplices, el miedo al principio y el buen ejemplo y los buenos hábitos
despues inculcarian en el funcionario público la honradez y el celo, y
desapareciendo los, ágios en las elevadas esferas, desaparecerian igual-
mente en las demás, y entonces los sacrificios del pueblo no serian esté- Condensemos nuestro pensamiento en cuatro palabras.
riles; el importe de las contribuciones, y las rentas do las Aduanas no de- Lo existente es efímero y tiene que desaparecer. por la fuerza de las
saparecerian en una gran parte para pasar á manos nefandas: los Espa-circunstancias ireunstancias mas poderosas que la voluntad del hombre, de los reyes y
ñolas podrian abrir su pecho á la esperanza, y á un Presente penoso su-hasta de los pueblos. Si nos equivocáramos, si lo existente ha de vivir, si
cedería bien pronto un porvenir lisonjero y feliz. ha de echar hondas raices en nuestro suelo, .si tiene que producir Opimos


frutos, si puede desemvolver las fuentes de nuestras riquezas naturales y
larnos paz y ventura; tanto mejor. Al cielo plugiera tal milagro.


¿Si lo existente se vá, puede venir la República? Si esto aconteciera no
faltarían Bias de luto para la pátria: dial cortos, brevísimos, pero tal vez
iorrorosos. Los republicanos mas discretos serian víctimas de los mas ar-
dientes y al sacrificar á sus compañeros en.volverian, á la nacion entre
ruinas, 6 bien la República produciria un Dictador como la República de
1893 en Francia produjo un Napoleon 1 y ese dictador ahogaría en san-
gre y fuego el Orden; la libertad y tal vez la dignidad de los Españoles.
y esto no lo quieren ni lo pueden querer los Republicanos.


¿Puede triunfar el carlismo? Imposible. La nacion quiere una solucion
definitiva pero media: por lo mismo que rechaza la República rechaza el
carlismo. Este nos traeria el año 1823 con sus odios y sus venganzas, es
decir, con el esterminio de los liberales. Una página mas en la negra his-
toria del fanatismo religioso.


No somos partidarios ciegos de ninguna escuela, de ningun principio
Mítico. Amamos lo justo, lo conveniente, lo que puede conducirnos al
4-!:e.d.',np Nmgun lazo nossi une hoy'y á, nlada noe luploalritiocia:i elsfoomn(cro tnd,aenluiebesrtrs tano, eto


l'azon como Rey de España á D. Alfonso no hacemos ara cosa que ren-




;11


--- 46 --
dir culto á nuestra conciencia. D. Alfonso es el nieto de nuestros Augus-
tos reyes ¿y si ha .de haber un Rey en . .España quien con mas derecho que
él? Si la Revolucion fue lejítima, si Doña Isabel II cometió errores, si es-
tos llevaron al pueblo á combatirla y derribarla del. trono, ¿es responsa-


. ble el hijo de los desaciertos de la madre? Creemos que las coronas no
deben ser objeto de herencias, de legados; pero hay un sentimiento
que se levanta sobre todos los sentimientos y que dice que la corona de
España pertenece al. hijo de D.' Isabel II.


¿Pero á quien puede infundir recelos la solucion de D. Alfonso? ¿A los
Republicanos-que no podrian aspirar á su bello ideal? ¿A los Carlistas que
tendrian que renunciar para siempre á su Carlos


-VII con quien por otra
parte empiezan á, estar tibios, porque la conducta de éste en la época pre-
sente ha desvanecido las esperanzas que hablan concebido de ver en él á
un rey guerrero?, -


Fuera de estos dos partidos* estremos que podrian llamarse con mas
razon que ningun otro radicales, los demás, ó sean el conservador dentro
de las instituciones liberales, y el progresista, que busca en el progreso
la reforma de sus principios de gobierno, lejos de quedar escluidos, están
llamados en la situacion de 1). Alfonso, á. vivir y á prestar grandes servi-
cios á la paria. A estos dos últimos partidos pertenecen las grandes emi-
nencias del país: la misma nobleza.que se puso al lado de D.' Isabel II
en la cuestion dinástica, el clero alto y parroquial, pero juicioso, que no
es hostil á las reformas relacionadas con el progreso de la época, y que
no estén 'fuera de la ortodoxia católica, el ejército, que casi en su totali-
dad no es Carlista ni Republicano, los poderosos capitalistas y ricos ha-
cendados que tienen horror á los partidos estremos, la clase media que
ama con singular cariño las instiuciones liberales porque vé en ellas siE
propia existencia, y hasta aquellos proletarios que obran por convicciones
propias y que no forman parte de esa inmensa masa sin pensamiento al-
guno, que rueda ligeramente á merced del mas osado, y que, oon la misma
facilidad arrastraría hacia la demagogia el partido republicano feroz, que
llevada al esterminio de los liberales, esos curas fanáticos, locos que
mienten á su Dios para adorarle.


No hemos hecho rofesion de profetas, pero vivimos en la fé de que la
Monarquía del Pil.ficipe Alfonso, sera el albor de chas de ventura para


—( 47 )-
España, imperando el principio de autoridad que .-afianzará el órden sin
menoscabo de los derechos razonables de todos los ciudadanos. Las pasio-
nes políticas vivirán encerradas dentro de los justos límites que no debie-
ran haber salvado nunca; y el manto tutelar del gobierno, lo mismo cu-
brirá al débil que al fuerte, apareciendo entre los poderes públicos la
gran figura del Rey inspirando. el respeto y la estimacion A la vez.


No serán temibles esos ágios de arriba ni esas Miserias de abajo que
tanto han conspirado contra el Tesoro . Público. Allí donde aparezca el
el crimen, aparecerá el castigo. No se repetirán hechos que averguenza
siquiera nombrarlos, y que forman una gran parte de la historia de la
desgraciada época que estamos atravesando; hechos que felizmente ha
traducido uno de los mas caracterizados sectarios de la revolucion con el
nombre de puntos negros.


Pero si nos equivocamos en el juicio de los hechos que están todavía'
en los arcanos de los tiempos venideros, al añadir á los- desengaños pasa-
dos otro desengaño mas, creeríamos Ver desvanecida la última esperanza
para España. Las grandes oportunidades pasan, y la dificultad consiste
en saberlas aprovechar. La historia de los Estuardos en Inglaterra, y de
los Borbones en Francia, revela que la Providencia, abre muchas veces
á los Príncipes el camino de recobrar el trono perdido. ¡Ay de ellos si no
saben realizar los grandes fines, para que los ha llamado la misma Pro-
videncial


Si el Príncipe D. Alfonso, siendo el elegido por el decid de Dios, sabe
hacerse grande, el país no 'le arrebatará el sólio y podrá arraigar su di-
nastía en España; pero do lo contrario, oirá sobre su cabeza bramar la
tormenta popular que se rie de la inviolabilidad de los Reyes.


De la patria al destierro no hay mas que un paso, como no ha y mas
que un paso del Capitolio á la roca Tarpeya.


70,?,I O reN,
-1'- ti


,