MEMORIA
}

MEMORIA
DE


D. MIGUEL JOSÉ DE AZANZA


y D. GONZALO O•ÁRRILL.




DEL •


‘ 141/1)1•C DE 100


4




Q,••• MEMORIA
DE


D. MIGUEL JOSÉ DE AZANZA


Y D. GONZALO 0-FÁRRILL


Sobre los hechos que justifican su conducta
política,


Desde marzo de 3.80.8 hasta abril de 1814.


PARIS.
P. N. R OUGEnON , Impresor de S.A. S. la Señora Duquesa


Viuda de Orleans, calle de l'Ilirondelle,
. .


1815.




r • .




...... Ls-1,4+,• n •n Vbs


1VI E INE PI_ I Á
DE


D. MIGUEL JOSÉ DE AZANZA


Y D. GONZALO 0-FA/RIILL ,


Sobre los hechos que justifican su conducta
politica desde marzo de 18o8 hasta abril
de 1814.


...........


• lo ,,,,,, lb .1., , , , , , , , ,,,,,,, vn-n11. ,e1


INTRODUCCION.


I.UNo de los síntomas mas funestos con que
se presentó desde sus principios la revolución
de España, y que hizo formar generalmente
el mas triste pronóstico del, éxito que podía
tener la resistencia al inmenso poder de hue.
se halló invadida, fué el haberse hecho sospe-
chosas en la nacion todas las reputaciones. El
Consejo privado del Rey , sus ministros , los
tribunales superiores, el Consejo Real , en fin
todo hombre público que se hallase á la sazon
en la alta gerarquía del Gobierno , perdieron
la confianza de la nación. Todos trataron de
justificarse, luego que pudieron, de los cargos




( 2 )
que contra ellos se divulgaron en el público :
y puede asegurarse que durante los seis años
de guerra los mas se han quedado y mantenido
con un concepto mas ó ménos dudoso.


2. La revolucion ha terminado , y guando
se ve restituido felizmente el legitimo Soberano
al trono de sus mayores, parecía 'que este era
el momento de acabarse unas dudas tan fu-
nestas, y 'que defiriendo el público al juicio
recto é imparcial del Monarca , cesasen las
vagas y calumniosas acusaciones. La voz del
trono sería reputada la voz imparcial de la
justicia , porque nadie mejor que S. M. mismo
puede apreciar los antecedentes y los hechos
extraordinarios ocurridos en la nacion : y no
cabiendo en su Real corazon las pasiones
que agitaban los partidos , nadie tendría que
temer ni la reaccion de las venganzas , ni las
censuras del público. Pero pues á otros muchos,
que por los empleos de confianza que ocupan
cerca del Señor Don Fernando VII , parecían
estar en quieta y pacífica posesion de su
buena opinion , se les ve todavía dirigirse al
público con sus apologías , tomándole por juez
de su conducta, corno si no hubiese otro_
ante quien justificarse , ó los testimonios pú-
blicos de confianza que les dispensa el So-
berano ningun influxo tuviesen en la opinion
de la nacion ; D. Miguel José de Azanza y
D. Gonzalo O-Fárrill no pueden ya dispensarse


( 3 )
de seguir este mismo exemplo , y se creen en
mas obligacion que los denlas. Hasta aquí
habían creido suficientemente cumplida la suya
para con S. M. dirigiendo á sus Reales manos ,
como lo hicieron inmediatamente que subió
al trono , las mas sinceras felicitaciones y la
ratificacion de su sumision , fidelidad y amor
á su Real Persona. Ahora reclamando á un
mismo tiempo la justificacion de su Soberano,
satisfarán tarnbien, como Españoles, á su patria:
solo exigen que se les oyga sin prevencion
ni parcialidad , estando bien seguros de hacer
patente que jamas han desmerecido ni deshon-
rado el nombre español , tintes bien se han
pronunciado con el mayor zelo por los de-
rechos del Señor D. Fernando VII , guando
los vieron amenazados y no han omitido
ningunos esfuerzos de quantos pendían de sus
funciones , así para estorvar los tristes sucesos
que lo arrancaron de la monarquía y mudaron
la•sucesion del trono , como para impedir des-
pues la ruina de la nacion y minorar los males
que le ha acarreado la revolucion. Presentar
pues al Soberano y al público una exposicion
ingenua y verdadera de su conducta y de los
principios que la han dirigido en todas épocas,
es el objeto de este escrito.


3. Bien conocen Azanza y 0-Fárrili que si la
caída del poder colosal del gefe de la Francia ,
ante quien la Europa continental ha enmude-


.




( 4 )
cido por espacio de diez años, les permite ahora
la libre y franca exposicion de unos hechos que
nadie se atrevería ántes á publicar ; también es
cierto que la total mudanza de las circunstan-
cias cont ribuye á entibiar el interés de su de-
fensa, y que son pocos los que juzgan de las
cosas conforme al valor y fuerza que ellas
tenían y debieron tener sobre la conducta
de los hombres públicos al tiempo en que
acaecieron.


4. No podernos recordar sin dolor los pri-
meros ataques que se hicieron á nuestra repu-
tacion aun en los días mismos en que acabába-
mos de luchar con el mayor zelo contra el poder
que oprimía á la nacion y arrancaba de ella á
su Soberano. La ausencia de S. M. y la del
Señor Infante D. Antonio, que tan de cerca
conocían la lealtad de nuestros sentimientos y
la eficacia de nuestros servicios, nos dexó de
repente sin los mejores testigos que podíamos
oponer á las voces con que se nos empezó á..
señalar en el público corno hombres propensos
al nuevo órden de cosas. Todos los antecedentes
que había para juzgar de nuestras intenciones
y conducta nos eran tan favorables corno fueron
injustas las dudas y sospechas con que se intentó
privarnos del concepto con que nos honraba la
nacion, y se nos miró y trató como desleales
al Rey y á la Patria.


5. Para calificar la conducta de los hombres


( 5 )
públicos de leal ó desleal ¿ quien ha visto tomar
por argumento los sucesos en que ninguna
parte ha tenido su voluntad ? La injusticia de
semejante juicio es todavía mayor, si estossn-
cesos han sido contrarios á sus deseos , bien
acreditados en todo plinto hicieron por estor-
varios. ¿ Quien puede decir que hayamos coo-
perado ni dexado de oponernos con la mayor
energía á los intentos que manifestó el Gobierno
frances en los acontecimientos de Madrid y de
Bayona , en abril y mayo de 18o8, que dexando
sin timon la nave del Estado , la arrojaron al
mar tempestuoso de la revolucion y de la anar-
quía , de la que al cabo de seis años no se ha
salvado sino por milagro ? Los sucesos de
aquella triste época los ha leído toda Europa
compendiados en dos manifiestos que pueden
mirarse como documentos de oficio por el ca-
rácter y representacion de los cuerpos ó perso-
nas que los han publicado. Ninguno de estos
manifiestos acusa abiertamente ni nuestra con-
ducta personal , ní nuestros sentimientos de
fidelidad, en tan críticas y apuradas circuns,
tancias ; hemos obrado , parte en ocasiones en
que e] Rey mismo era testigo del interes que
tomábamos en todo lo que podía contribuir á su
conservacion en el trono; parte en presencia y
union de su Tio el Señor Infante D. Antonio
que presidía la junta de Gobierno ; y- parte en
fin á la vista y con la intervencion de ministros




( 6
)


íntegros , que ni entónces ni ahora pueden dexar
de hacer justicia á nuestras intenciones , bien
manifestadas en quantos dictámenes y provi-
dencias nos vieron tomar.


6. Los que escriban la historia de la revolu-
cion dirán si la célebre causa del Escorial inten-
tada contra d Príncipe heredero de la corona ,
y el tratado de Fornaiuebleau del 2 7


de octubre
de 160 7 , prepararon , como creen muchos , la
revolucion de España ; pero en estos sucesos
no pudieron tener la menor parte Azanza
0-Fárrill , porque se hallaban entónces , el
primero en Granada, y el segundo en Toscana
mandando una division de tropas españolas.
()pando por los nombramientos que merecieron
al Rey de ministros suyos empezaron á interve-
nir en los negocios , se habían verificado ya los
dos grandes antecedentes que , segun se ha
visto, han conducido la monarquía al borde de
su total destruccion : á saber, la internacion de
1.1n exército frances en el Reyno en virtud del
tratado de Fontainebleau , y la fatal protesta
del Se ñor D. Cárlos IV de que se prevalió des-
pues el Emperador Napoleon, para cohonestar
á los ojos de la Europa el injusto proyecto de
despojar á la nacion de sus naturales y legítimos
soberanos. De estos dos principales datos el se-
gundo servía de base á la política insidiosa con
que Napoleon dirigía sus negociaciones ; y el
primero le hacia duelo de ayudarlas y apresu-


( 7 )
radas con la fuerza, Tal era el estado en , que


Azanza y 0-Fárrill hallaron la monarquía al
empezar sus ministerios.


7 . En la exposición que presentan á su So-
berano y á la nacion española de los principios
que han dirigido su conducta , solo intentan
hacer ver que han sido los mas puros y honra-
dos que puede tener un verdadero Español , en
quanto á sus sentimientos y á su intención, y al
mismo tiempo los que les parecieron dictados
por la sana política en las circunstancias tan
difíciles en que se han hallado : y que siempre
han creído que su honor y el bien mismo de su
patria les imponían la obligacion de obrar como
han obrado : que nada hubiera sido para sus
deseos mas glorioso, que el haber podido sal-
var á su Soberano de los peligros y lazos ten-
didos á su inocencia y buena fé , y que traba-
jaron para ello con la lealtad y firmeza mas
notoria : que el no haber creído , en la largari•
época de su cautiverio, moralmente posible el
triunfo de su libertad , no es un delito, ni me-
nos debe serlo el haberse comportado conforme
á esta persuasion : y por último que no desme-
recen su soberana gracia , y la estimacion que
siempre han debido á sus compatriotas.


8. No confundirán Azanza y 0-Fárrill lo que
se ha hecho estos años en la nacion con lo que
haya hecho la nacion. No le liarán á ella la
injusticia de tomar por voto nacional el de una


114


•1.




( 8 )
faccion dominante de las Cortes, que en varias
resoluciones ,y principalmente en su manifiesto
de 1 9


de febrero de este año 18 ' 4 , derramó.,
á manos llenas , sobre todos los Españoles refu-
giados en Francia, las exécraciones mas hor...,41
rondas, y las imputaciones mas falsas é injustas
que pueden inventar el odio y la venganza. Ni
ménos pueden mirar como juicio de la narion
el fallo que tan injustamente fulminó la Junta
central en noviembre de 1808 , contra Azanza
y O-Fárrill y sus compañeros , tratándolos de
traydores á la Religion , al Rey y á la Patria ,
confiscándoles sus bienes y condenándolos á la
pena capital. ‹: Quien ha sido mas acusado de
infidelidad, de flaqueza , de egoismo que el
Consejo supremo de Castilla en tanta multitud
de escritos que con aprobacion de las Juntas de
provincia se publicaron antes y aun despues de
dar á luz su manifiesto ? Aquel grito general ,
que en la nacion se levantó contra su reputacion
y su conducta , seguramente no le tomó el
Consejo por voto nacional , y trató de justifi-
carse con el páblico , que aun no le habia oído
su defensa. Los diferentes gobiernos que se han
sucedido en la nacion se han engañado tantas
veces en sus decretos contra una multitud de
personas que han figurado en esta escena polí-
tica, que sin contar las revocaciones que ellos
mismos han hecho de lo


.
fallado por sus antece-


sores, han dexado á la justicia personal del Rey


( 9 )
muchas reputaciones que reparar, y se ven hoy
cerca de S. M. ministros , magistrados y prelados
llenos de honores, hallándose poco antes de su
llegada al trono ó mal vistos, ó perseguidos,
arrinconados como sospechosos , y aun proscri-
tos. Es pues de toda justicia que Azanza y
O-Fárrill miren su causa personal corno no juz-
gada todavía , pues en realidad no lo ha sido, y


que para ello quieran ser oídos.
9. Los dos ministros unen su defensa , por-


que habiendo entrado en sus ministerios cerca
del Señor D. Fernando Vll casi contemporanea-
mente, han tenido en los sucesos, ó por mejor
decir en las providencias y en el gobierno ,
una intervencion casi en todo igual, y por lo
mismo es igual Cambien su responsabilidad.
Conocen ]a que les impone el concepto que
merecían á la nacion y la confianza con que les
honraba S. M. ; pero la publicidad de sus ope-
raciones , y los testigos que existen todavía y
pueden deponer de la verdad son tales, que el
dexar de exponer aquellas é invocar éstos ser;a
un silencio el mas perjudicial á su honor.


lo. Su justificacion no necesita de culpar á
nadie, y aunque hayan sido provocados, la
moderacion en su defensa hará mas evidente
la ninguna disposicion que su genio y carácter
tienen y han tenido siempre para obrar con ani-
mosidad , ó espíritu de faccion ó de partido.
Creen que cada uno ha procedido de buena fé,




( )
conforme al juicio que formase de los sucesos :
éstos por otra parte han dado tanta latitud á
la perplexidad y divergencia de opiniones, que
si todos quieren ser ingenuos, deben confesar
que nadie ha errado por voluntad. Pero si alguna
vez los autores de esta Memoria pusiéremos en
paralelo nuestra conducta con la de Otros , será
solo para hacer mas sensible la inconseqüencia
con que se nos ha juzgado. Y si tambien rectifi-
camos algunos hechos , oscura ó incompleta n
mente presentados en otros escritos, el honor de
la verdad lo exige así, sin que por eso sea pre-
ciso suponer que una reticencia una inexact itud
que realmente nos perjudica, arguya en sus au-
tores la intencion de ofendernos. Lo diremos
francamente : la mayor queja que puede ofre-
cérsenos desahogar alguna vez se limitará á
decir la falta de ingenuidad que notamos en
algunas narraciones.


I I. Escribiendo en Paris carecemos de mu-
chos papeles y documentos que nos convendría
tener á la vista para fundar nuestra defensa ,
siendo pocos los que por casualidad hemos po-
dido conservar, Con todo cuidado dexamos
desde nuestra primera salida de Madrid en las
secretarías y en sus archivos los papeles que se
causaron en la Junta de Gobierno y que existian
en nuestro poder , de manera que para la vela-
cion de varios hechos tenemos que valernos
principalmente de los manifiestos que publi-


II )
caron el Consejo de Castilla y el Sel'ior D. Pedro
de Cevállos. Los documentos que deben existir
en Madrid podrán ampliar nuestra defensa
siempre que así se juzgue necesario ; pero en-
tretanto podernos asegurar sobre nuestro honor
que esta exposicion no se apartará en nada
esencial de la exactitud y de la mas pura verdad.


2. Desde luego conviene distinguir muy bien
las épocas, porque ellas y las circunstancias que
las acompañaron fueron las que prescribieron
la regla de nuestra conducta. Primera : desde
que el Seiior D. Fernando VII nos nombró por
Sus ministros hasta la salida de S. M. de Ma-
drid. Segunda : de lo que hicimos en la Junta
de Gobierno presidida por el Seiior Infante
1). Antonio. Tercera : del corto intervalo que
medió desde la partida del Seiior Infante hasta
que llegaron á Madrid las renuncias de Rayona
que mudaron la dinastía. Quarta : desde la
mutacion de dinastía hasta que el exército
frances evacuó á Madrid en Julio de 18e8.
Y quinta : desde entónees hasta la restitucion
del Seiior D. Fernando Vil al trono.




(
12 )


PRIMERA ÉPOCA.
De la conducta de dzanzay O-Fdrrillen sus


ministerios presenciada por el Rey hasta
que S. M. salió de Madrid en lo de abril
ele '8o8.


13. mando acaecieron los memorables su-
cesos de Aranjuez en marzo de 18°8 , y el
Señor D. Carlos IV abdicó la corona en su hijo
D. Fernando Príncipe de Asturias, Azanza y i
O-Fárril no exercian empleos ningunos de go-
bierno ni de mando. Azanza estaba retirado
hacía algunos años en Granada ,y O-Flirt-U, que
acababa de llegar de Florencia á Madrid , se
hallaba convaleciente de una grave enfermedad.
Pero ambos tuvieron la honra de ser de los
primeros llamados á servir cerca de la Persona
del Señor D. Fernando VII á los pocos días
de haber sido S. M..reconocido por Rey. Azanza
pasó á Madrid para exercer el ministerio de
Hacienda y llegó á la corte el 28 de marzo; y 4
0-Fá.rril fue nombrado coronel y director ge-,
neral de artillería, y en seguida le confirió
S. M. el ministerio de la Guerra que empezó


exercer en 5 de abril siguiente.
14. En los pocos días que mediaron hasta el


lo de abril en que el Rey salió para Btírgos ,
nadie mejor que S. M. sabe quanta parte é in-
teres tomaron ambos ministros en las amarguras
de que su Real corazon estaba atormentado,


('5)
Corno en virtud del tratado de Fontainebleau


del 2 7 de octubre de 1807 ,
ajustado por su


augusto Padre , se . había ya franqueado á las
tropas francesas su internacion en la península
resultando de esta primera condescendencia
otra mas perjudicial , qual fué la ocupacion de
las principales plazas de la frontera ; conocía
S. M. que para asegurarse en el trono á que
acababa de subir nada había mas importante
ni mas urgente que hacerse reconocer por el
Emperador de los Franceses, y conciliarse su
amistad y alianza. No hubo consideracion que
no se sacrificase á este objeto tan importante
á S. M. como al bien de la monarquía.


15. En las secretarías del despacho de -Ha-
cienda y del de la Guerra que desempeñaban
Azanza y 0-Fárrill , no constaba entónces ni el
referido tratado de Fon taincbleau, ni los motivos
de la internacion de las tropas francesas , ni
las reclamaciones de los generales y goberna-
dores de las plazas entregadas, ni las contesta-
ciones que se les habían dado. En las pocas
veces que S. M. pudo juntar á sus ministros
antes de su salida de Madrid, tampoco se pro-
pusieron ni ventilaron nunca estos puntos : y
en efecto era ya tarde para ventilarlos, y toda
la atencion del Rey y sus ministros se ocupaba
en sacar á favor de S. M. todo el partido po-
sible de lo que ya estaba hecho : y este era el
espíritu de las órdenes que habían precedido.




( )
Así es que existían en la secretaría de la Guerra
las que S. M., luego que subió al trono , mandó
expedir desde Aranjuez por el Señor D. An-
tonio Olaguer Feliu , para que las tropas que
mandaba el general Marques del Socorro sus-
pendiesen su marcha á Talavera, y quedasen
á las órdenes del general frances Junot , como
ya lo estaban tambien las del general Garrafa ,
y que á las tropas francesas ( que ya habían
pasado el Guadarrama ) se les franquease la
entrada en la capital, recibiéndolas con todo
el agasajo de aliadas y amigas.


16. Era notorio que á los gobernadores de
las plazas entregadas y á los capitanes generales
de las provincias en que se habían introducido
las tropas francesas, los Tules solicitaron
reiteradamente instrucciones y órdenes posi-
tivas para arreglar su conducta , no se les
habían communicado, en el reynado anterior,
otras cine las de no dar á los generales franceses
ningun motivo de justa queja ; y de conservar
con las tropas de su mando la mejor armonía,
facilitándoseles todos los medios de subsis-
tencia , hospitalidad, transportes , y guamos
auxilios podían exigir unos buenos aliados.
Es de notar que la internacion de estas tropas
en la península , autorizada por el tratado de
Fontaineblean , debía ser con el objeto de
apoyar las operaciones del exército de Portugal,
y que sín embargo hablan entrado tarnbien por


Cataluña , y ocupado á
Barcelona , su ciuda-


dela y el castillo de Monjuich.
1 7 . Es pues evidente


que los que manejaban
los negocios del reyno áutes de subir al trono


el Rey Fernand o , conocieron ya tarde la
poli-


tica falaz v artificiosa del hombre extraordinario


que en aquella época decidía de la suerte de los
imperios mas poderosos. El trono que S. M.
acababa de heredar carecía en gran parte de
lo que constituye la fuerza y asegura la inde-
pendencia de los Estados. S. M. no podía
creado en pocos días, y convencido de esta ver-
dad lo estaba tambien de la necessidad que
tenia de buscar apoyo, estrechando las rclacio-_
nes que le , unían á la Francia , como Estado
vecino y dominado por un poder que usaba
sin restricción ni límite de todos sus inmen-
sos recursos.


18. O-Fárril tiene-presente que guiado por
esta misma idea propuso á S. M. en una de las
mafianas en que había reunido á sus ministros ,
que solicitase de su augusto Padre una carta
para el Emperador de los Franceses que ase-
gurase-á este Soberano de los sentimientos de
S. M. ácia su persona, y de su deseo de estre-
char los vínculos de amistad que unían ent.ónces
las dos naciones : y se acuerda de que habiendo
escrito S. M. la carta en el mismo acto, se
dignó decirle «De mi Padre podría prometerme


( r5)




)
» una respuesta favorable, pero no de los cono
» sejos que le rodean.


19. Desde la primera visita que el general,
Savary hizo al Rey se aumentó en su Real
ánimo, segun se nos aseguró entónces, la con-
fianza de que las vistas con el Emperador alla-
narían desde luego el reconocimiento de S. M.
en el trono. Era tan fundada la esperanza que
S. M. concibió de la utilidad de este paso , que'
no dudó resolver el viaje, de cuya duraciou.
no se podía formar idea ; pero sí se suponía n
ser mas que hasta BUrgos , donde se afirmab
que encontraría al Emperador (a).


20. La víspera de la salida de S. M. de
Madrid, reunidos los ministros en su Real cá-
mara, se dió conocimiento de la pretension
hecha por escrito, en virtud de órden
Emperador, por el general Savary, para que
se pusiese en libertad al Príncipe de la Paz
D. Manuel Godoy. En aquella junta se opinó
que era de tal naturaleza la pretension , que
debía responderse que en el caso de insistir en
ella no debía S. M. alejarse de su capital, Pero;
leído por segunda vez el oficio de Savary que
era dirigido al Duque del Infamado deter-
minó S. M. que el Duque mismo y O-Fárrill
fuesen á ver á dicho general para decirle de


(a) Véase la nota i
parte


( )
parte del Rey que pues S. AL tenía resuelto
stiviage , trataría con el Emperador de la suerte
del preso, y que en caso necesario mandaría
S. M. suspender la causa hasta entónces.


Verificada la visita y la conferencia, re-


gresaron el Duque y OZárrill á dar cuenta á.
S. M. de que Savary á las primeras razones
del Duque se allanó á desistir inmediatamente
de su pretension. Sin embargo , esta mutación
de voluntad tan repentina en Savary y otros


j ustos motivos de inquietud (a) no fueron su-
ficientes para excitar en el ánimo del Rey sos-
pechas sobre su viage á Burgos , ya por las
sólidas razones que S. M. había tenido para
creerlo utilísimo, ya porque una felonía que
tiene tan pocos exemplares en la historia de los
delitos políticos , no podía concebirla el pecho
noble del Rey.


22. S. M. señaló para su salida la maTiana
del lo de abril , habiendo antes dispuesto que
los ministros (b) presididos por el Serenísimo
Señor Infante D. Antonio formasen una Junta
suprema de Gobierno , para que durante la
ausencia de S. M. entendiese en las materias
gubernativas, resolviendo lo urgente y consul,


(a) Véase la nota 2.n
(b) Eran entónces ministros tos Señores D. Pedro


Cer illas, D. Francisco Gil de Lémus, D. Miguel Joseph
de Azanza, D. Gonzalo 0-Fárrill y D.Sebastian Piáueia.




( 18 )
tándole lo denlas por el conducto del Seilnr,
Cevállos , ministro de Estado, que debía acam-
pafiar á S. M. en el viage.


25. Estos son en resúmen los principales he-
chos acaecidos en los pocos días que mediaron
desde que Azanza y 0.Fárrill empezaron á exer.
cer sus ministerios basta que el Rey salió de
Madrid. No necesitan de mas extensa relacion
con el objeto de manifestar el zelo y fidelidad
que acreditaron en ellos, porque habiéndolos
presenciado S. M. se contentan ambos minis-
tros con el juicio que su soberana rectitud se
digne pronunciar sobre su conducta , por el
íntimo conocimiento que tenía de sus leales'
sentimientos y amor á. su Real Persona.


SEGUNDA ÉPOCA.
De la conducta de A zanzay 0-Fárrill, como


miembros de la.funta suprema de Gobierno
baxo la presidencia del Señor Infante
D. Antonio.


24. Pasarán Azanza y O-Fárrill á exponer otra
serie de hechos que despues se siguieron, y en
que la presencia del Seiior Infante D. Antonio,
como Presidente de la Junta , no les dexa que
desear ningunos otros testimonios de su pro-
ceder y de la eficaz cooperacion con que
yudaron á S. A. R. en las difíciles y espinosas


( iy )


S.


za


A. R.


confian
ocurrencias de aquellos días y la con
que le merecieron. ( de cuya religiosa
veracidad nadie debe dudar ) puede muy bien
decir si trabajaron con el mayor ahinco y em-
peño en sostener la autoridad y derechos del


Rey , y en resistir (manto se quiso intentar
contra ellos por el Gran Duque de I3erg en
virtud de las órdenes del Emperador Napoleon.


25. Veinte y quatro días estuvo la Junta
presidida por el Señor Infante D. Antonio
desde la 'salida del Rey basta la de S. A.
se verificó el 4 de mayo. Al punto que se Las
sentó S. M. todo empeoró de semblante. L
demandas del Gran Duque y sus comunicaciones
con la Junta y su Señor Presidente tomaron
un carácter imperioso y de amenaza ; pero sin
dexar de aparentar que las vistas de S. M. con
el Emperador era lo Anico que se esperaba
para ver estrechada la alianza de ambos So-
beranos, y á S. M. reconocido en el trono. En
tan difíciles circunstancias, bien se conoce quan
arduo y delicado sería para la Junta trazar la
linea de su conducta. Arreglándose en todo ,
para no errar en sus providencias , á la única
instruccion verbal que S. M. la prescribió, á
su partida, y á las órdenes que la dirigió desde
el camino , tomó la Junta por principio , aun
en las resistencias que hizo al Gran Duque de
Beis , el DO echar á perder el fruto que solo
se esperaba de las vistas con el Emperador ;


que




( 2o )
y no frustrar las negociaciones importantes dé
su Soberano. Se siguió constantemente esta
regla hasta el fatal momento en que , recibidas
las renuncias de Sayona , perdió la Junta el
carácter de representante del Seríor D. Fer.
pando VII, y se puso un término harto doloroso,
á nuestras esperanzas.


26. Fueron tantos , tan inesperados y tan
graves los asuntos que de repente se vió preci,
sada á tratar y resolver la Junta, que cada un
de ellos merecía las instrucciones mas tenni'
nantes y- positivas para no comprometer e
éxito. La Junta no tenia ningunas, ni se ha
liará en las secretarías otro papel para arregla•
su conducta , que el conciso decreto de su cree-
cion concebido en pocos. renglones. El único
encargo verbal que S. M. le hizo, fué reco-
mendarle estrechamente la buena armonía con
el general que mandaba las tropas francesas:
y este encargo por sí sólo, y en aquellas cir-
cunstancias , limitaba tanto las facultades de
la Junta , que él fué quien aumentó mas bien
sus apuros y embarazos. Pero un tal estable-
cimiento de Junta suprema de Gobierno nadie
lo extrañará si considera que jamas pasó por la
idea de ninguno , ni aun de S. M. mismo , que
su ausencia de la capital excedería de unos
pocos días, y que de nada estaba entónces su
Real ánimo mas distante que de salir del
reyno. El Rey pues creyendo conservar por


( 21 )
nialocoturivTosppoanra-


deleicicnita"frteigeiliepnotedecosnu al'alseJnucrilat a,u


,que desprenderse del gobierno de la monar-
quía , á la qual por medio de aquella comu-
nicaría sus órdenes desde qualquiera otra
provincia , llevando consigo para este efecto
A su Ministro de Estado.


2 7 . Los que miran toda la serie de los
sucesos pasados corno si hubieran sido pre-
vistos , han culpado en algunas cosas á la Junta
por la equivocada idea que manifiestan tener
de ella y de su institucion. Al ver que un
Soberano á los diez días de salir de su capital
ya se halla fuera de sus dominios, se han
figurado la Junta de Gobierno como una de
aquellas Regencias en que los Soberanos dexan
sustituida la plenitud de sus facultades , con
instrucciones y entera facultad de obrar en
quanto pueda suceder, sin ocurrir á su Persona.
Todo lo contrario sucedía en nuestro caso , ni
el Rey al salir de Madrid tuvo necesidad de
crear una Junta con tal carácter. Pero guando
á los doce ó quince dias de haberse ausentado
el Rey, ya no pudo la Junta comunicarse mas
con S. M. ; guando se vid cambiado todo el
teatro, errados todos los juicios, comprome-
tida la suerte del Rey y de la monarquía , y
todas las autoridades de la capital luchando
contra la violencia y las amenazas ; la Junta
de Gobierno y su Señor Presidente se hallaron




(
22 )


en una posícion enteramente inesperada, for, -
zados á exercer una administracion á que no
estaban preparados , y sin tener en quien des,-
cargar la inmensa responsabilidad que traía
consigo la mayor parte de los negocios e
que se les exigía la mas pronta y terminante,
resolueion. Con todo, si á pesar de la situacion.
de Azanza y 0-Fárrill como miembros de la.
Junta , se quiere desconocer todavía el mérito
de su resistencia , y del zelo con que procu
raron salvar los riesgos que cada día arnena
zaban á la nacion , á la Junta y á su digno,
Presidente , es preciso confesar que se les
quiere juzgar con una prevencion y parcialidad -
que toca en la mas clara injusticia.


28. De esta naturaleza es la iuculpacion de
debilidad que se ha hecho á la Junta de Go,
bierno por haber cedido á las amenazas con
que el Gran Duque de Berg pidió se le entregase
la persona de D. Manuel Godoy. El respeto
sin duda al Se.rior Infante Presidente ha hecho
que esta censura no haya calificado á la Junta
mas que de débil ; pero los que así han discur*
rid.o han ignorado la resistencia que ella opuso
por muchos días á esta entrega, y hasta que
punto la rehusó , ó han querido desentenderse
de los justos y poderosos motivos que media-
ron para verificarla sin mayor dilacion.


29. Desde-la mañana misma de la salida de
S. M. de Madrid, quiso el Grau Duque de Berg


(23)
que la Junta pusiese á su disposicion la persona
de Godoy , diciendo que S. M. se lo había
ofrecido así la víspera en el quarto de la Reyna
de Etruria : la Junta contestó que carecía de


órdenes de S. M.
en el asunto, que daría


parte y que las esperaría
: dos días despues


renovó el Gran Duque su solicitud , y en los
días sucesivos no cesó de repetirla , asegurando
siempre que tenía para el efecto órdenes del
Emperador, basta llegar á decir que enviaría
tropas á que le sacasen de la prision , y que
haría pasar á cuchillo los que le custodiaban ,
si oponían la menor resistencia.


3o. El general Marques de Castelar que
mandaba esta tropa, instruido de todo por
la Junta, y receloso por su parte de algunas
disposiciones que ya le parecían hostiles , so-
licitaba por escrito y por medio del brigadier
D. Joseph Palafox, uno de sus subalternos, ór-
denes precisas para su gobierno : la Junta no
podía mirar con indiferencia la situacion de
esta tropa y de su gefe, y por tanto despachó
un correo extraordinario dando cuenta de todo
á S. M. El Seilor Cevállos, contestando á este
oficio, dixo desde Vitoria : que enterado S. M.
de los disgustos y tropiezos que causaban á la
Junta las repetidas instancias del Príncipe
Murat para la entrega del preso , había escrito
al Emperador ofreciendo tenerlo á su dispo-
sicion , con tal que continuándose la causa , se




hiciese justicia a los que tuviesen que recla,
marla. Prevenido el Gran Duque por el En
perador de este ofrecimiento, pidió á la Juntl
lo cumpliese, por oficio que pasó el gefe de su
estado mayor el general Belliard; (a) ]a Junta-,
no podía ocultar que se hallaba con igual pre,
vencion por parte del Sefior Cevállos , y
aunque hubiera querido para su completo
descargo que S. M. enterado de que el Ein,
perador admitía su oferta, le hubiese ratificado'
la órden para la entrega del preso, discutido


-


detenidamente el asunto , acordó con unanimi-
dad (b) el verificarla desde luego, á cuyo fin
firmó el Sefior Infante lo órden correspon-
diente. (c)


31. Quisieran Azanza y 0-Fárrill tener á la
vista , 1.° el oficio ya citado del Seiior Cevállos
escrito desde Vitoria : 2.° el parle que por
su conducto dió á S. M. el ministro O-Fárrill
por encargo especial de la Junta, refiriendo
por extenso (untos incidentes ocurrieron en;
este asunto : 3.° la contestacion dada á este,
parte por el mismo Señor Cevállos desde
Bayona , y en que se decía que aunque S. M.
hubiera deseado que la-Junta hubiese esperado


órden positiva ó directa para la entrega.'


(a)'Véase la nota 5.a
(b) Véase la nota 4.a
(e) Véase la nota 5,4


( 25 )
del preso , quedaba S. M. satisfecho del zelo
y constancia con que la bahía resistido hasta


entónces.
'S,. Con efecto la Junta llevó su resistencia


hasta e] punto que lo permitieron las circuns-
tancias. S. M. experimentaba ya lo que es
estar rodeado de la fuerza , y una misma era
la que oprimía á S. en Bayona,y violentaba
á la Junta que le representaba en Madrid. Por


otra parte la Junta , que para ningun caso
estaba autorizada á usar de ]a fuerza , debió
recelar y precaver á toda costa qualquiera
ocurrencia capaz de pornerla en tal compromiso,
y mucho mas de presentar nuevos escollos á la
negociacion y vistas determinadas de S. M.
con el Emperador. Tan penetrado estaba de
esto mismo el Señor Infante Presidente, que
guando el general Marques de Castelar fud - á
solicitar que los guardias de corps no entregasen
el preso , y que este encargo recayese en los
granaderos de milicias provinciales, que Cam-
bien le custodiaban, dixo S. (a) que en
esta entrega consistía el que su Sobrino fuese
Rey de España.


33. Todo esto se encaminaba por parte del


(a) Véase la carta del general Marques de Castelar al
Decano del Consejo de Castilla , inserta en una de las
Gazetas y Diarios de Madrid del mes de agosto 6
septiembre de 1808.




( 26 )
Gran Duque á apresurar la declaracion de sus
pretensiones de mas alta importancia , y las
que mas podían perturbar la nacion y ofender:
a la Soberanía.


34. Pero á medida que los sucesos se iban
presentando mas espinosos , mas se vió lo que
Azanza y O-Fárrill trabajaron en la Junta de G o.
bierno,en un ion con su digno Presidente y denlas.
miembros , para sostener los derechos de S. M.
En 16 de abril llamó á O-Eárrill el Gran Duque
de Berg , para reconvenirle de que algunos sol-
dados franceses habían sido asesinados ; que los
habitantesde Madrid manifestaban á las claras
su desafecto á ellos ; que los guardias de corps
tenían en esto mucha parte ; que en Aragon se
habían acopiado hasta cien mil fusiles que el
general Marques del Socorro no tenía las ór-
denes que se decían de obedecer las del general
Trances Junot. A todo le contestó rebatiendo
unas quejas que en la mayor parte eran pre?..
textadas para venir á recaer en decirle al mismo


, que tenía órdenes del Emperador
para no reconocer en España otro Soberano que
el Señor D. Cárlos 117 ,y que se proponía publi-
carlo así en una proclama que tenía preparada
y que le dió á leer manuscrita. En ella decía el
ReyPadre que su abdicacion había sido forzada,
y que así lo había ya participado á su grande -
amigo y aliado el Emperador, con cuyo apoyo
volvería á sentarse en el trono, persuadido de


( 27 )
hallar en sus vasallos la misma obediencia y
fidelidad que le habían acreditado durante su


reynado.
35. Leida la proclama , no se detuvo O-Fárrill


un momento en declarar al -Príncipe Murat ,
que no sería obedecido por ninguna de las au-
toridades , y ménos por la nacion que había ya
reconocido en la forma mas solemne al Seiior
D. Fernando. Replicó el Gran Duque que el
caí-ion y las bayonetas la harían obedecer. Le
contestó inmediatamente 0-Fárrill que bien po-
día ya recurrir á estos medios violentos , pues
entre ellos y la proclama , echadas suertes , el
efecto sería uno mismo. Cortó el Príncipe la
conversacion dexándole solo con el Conde de
Laforest , y volviendo á pocos minutos le pre-
guntó á O-Fárrill si aun permanecía en su pri-
mer concepto ; á lo que replicó que léjos de ► nu-
darlo,aiiadía que si d'Emperador fuese capaz de
querer fundar su gloria en ver la España redu-
cida á cenizas , bien podía optarse indiferente-
mente entre los dos medios , el de la proclama
ó el del caí-►on; pero que tuviese entendido que
la Espaiia no dependía de la suerte de Madrid,
y mucho ménos la monarquía española de la
España sola : y que sería tan impolítico de parte
del Emperador este pensamiento, que los In-
gleses, con quienes se estaba en guerra , se lo
agradecerían infinito. Este razonamiento que
O-Fárrill amplificó y esforzó con la energía del


.) • •




( 28
sentimiento mas puro , hizo terminar la confe
rencia diciendo el Príncipe que trataría est é
asunto con la Junta ; con lo que se despidi
0-Fárrill para dar cuenta á ella , como lo hiz
inmediatamente.


36. Instruida la Junta de Gobierno de ]
acaecido, recibió estando congregada un recado
del Gran Duque para que destinase dos de su
vocales que fuesen aquella noche á verle par
asunto de la mayor importancia. Azanza
0-Fárrill fueron nombrados para esta confere,
cia que duró quatro horas , y á que asistió
Conde de Laforest. No pueden dexar de des
cribirla con alguna individualidad por su int
portancia, y porque en ella se persuaden habe r
sostenido con firmeza los derechos del trono
los principios en que se funda la tranquilida d'
de los pueblos. El Gran Duque y cl Sao
Laforest se propusieron demostrarles que laj
abdicaciou del Sei:or D. Oírlos 1V había sido
forzada , y por .


consiguiente subsistía plenat-1
mente su derecho de reasumir la corona; y qu¿
habiendo manifestado el Rey Padre al Empe,
rador la protesta contra su renuncia y recia.
nudo su proteccion , no podía este mostrarse
indiferente á que un Soberano vecino, amigo
y aliado suyo, se viese obligado á baxar de su
trono por la inobediencia de su guardia , 6 por
un movimiento popular. _Azanza y 0-Fárrill re
batieron estas reflexiones del Gran Duque bie rt


( 29
por extenso , demostrándole que la inquietud
del pueblo y de la guardia solo nacieron del


temor de que el
Rey con toda su Familia Real


los abandonase , intentando pasarse á América,
como ya estaba harto ivulgado que en los
momentos de la mayor


d
efervescencia del pue-


blo no se habían notado ofensas, amenazas ,
ni la menor falta de respeto á la Magestad: que


el
Rey Padre se había explicado sobre su abdi-


cacion aun ántes de los sucesos de Aranjuez ;
que el estado de su salud había podido estimu-
Jade á este paso : que así lo había declarado al
Cuerpo diplomático , á toda la Corte , al Con-
sejo de Castilla, y éste á la nacion ; y última-
mente que las leyes y la práctica en casos de
esta naturaleza no dexaban al arbitrio del So-
berano que había abdicado , el volver á tomar •
las riendas del Gobierno por un simple anuncio
de su voluntad , estando ya reconocido su hijo
y legítimo heredero ; y que esto pedía otras
formalidades de que no se podía prescindir en
la nacion. Concluyeron su largo razonamiento
protestando en nombre de la Junta sobre la
responsabilidad de los males que se seguirían
si se tratase de llevar adelante este pensamiento.


37. Por mas que el Príncipe Murat desen-
tendiéndose de estas reflexiones, les declaró que
como general del exército del Emperador deba
cumplir sus órdenes sin restriccion ninguna, y
que si resultaban algunos'males , la Junta sería




( 3o )
responsable de ellos , no dexó de contenerle eh
la prontitud y extension que quería dar á sus
proyectos la firmeza de las respuestas que se le
fueron dando. Ellas fueron aprobadas por la
Junta , y en (lanto á la contestacion verbal que
ést a acordó dar al Gran Duque ( y de que fueron
encargados los mismos Azanza y O-Fárrill ),
se convino por óitimo en decirle , que
el Señor D. Carlos IV , y no el Gran Duque,
debía comunicar á la Junta su resolucion
volver z,í. tomar las riendas del Gobierno ,
que la Junta ceñiría la respuesta que darla'a
S. M. á decir : que había recibido su carta , y
que la comunicaba desde luego al Seiior D. Fer
nardo VII , cuyas Reales órdenes seguiría obe
deciendo como hasta entónces : 2.° que el Sao


-


D. Cárlos 1V, que estaba ya resuelto á pasar á
Bayona , no exerceria durante su viage níngu
acto de soberanía :3.° que se tendría este asunt
en la mayor reserva por ambas partes , ni se
daría á conocer en la órden del exército , ni de
otro modo alguno. El Gran Duque por su parte
ofreció pasar en persona al Escorial , é instruir«
de todo al Señor D. Cárlos IV, y pedirle lo
reservase en sí solo (a).


58. Lo hizo así el Gran Duque, y por re-
sultas de esta visita dirigió el Rey Padre al
serenísimo Seiior Infante D. Antonio , corno


( )
nuestro Presidente , una carta cuyo objeto era
hacerle saber que su abdicacion había sido
forzada , y que de nuevo tomaba el cetro en
sus manos. (a) La reveren te respuesta de la
Junta se reduxo á decirle que abípasaba su Real
carta al Soberano que le ha confiado el
gobierno de la monarquía , y aguardaría sin
hacer novedad sus órdenes para obrar conforme
á ellas. La Junta lo hizo así remitiendo inme-
diatamente al Seiior D. Fernando VII la carta
de su augusto Padre, ( que salió pocos días
despues para Bayona ) é informándole con ex-
tension de todo lo ocurrido en este gravísimo
asunto. La Junta , que no había oído hasta
aquellos días, con algun fundamento ó verosimi-
litud, ni que la abdicacion del Seiior D. Cárlos
IV hubiese sido forzada , ni que hubiese me-
diado protesta, ni que . hubiese indicado nada
de esto á su augusto Hijo guando estuvo á
visitarle en Aranjuez, ni guando le escribió
la carta de que se ha hablado en la primera
época , pudo sospechar que eran estos pasos
dirigidos por parte del Gran Duque de Berg á
facilitar los planes de la negociacion de Bayona.
Pero no creyó la Junta pertenecerle en ningun
caso otra cosa que participar al Rey estas nove-
dades, para que pudiese obrar y dar sus órde-
nes en el modo que estimase mas conveniente.


(a) Véase la nota 7.a(a) Véase la nota 6.1




(J2 )
Sg. Reflexionando continuamente la Jun


sobre la gravedad de estas y otras ocurrencias.
y sobre la falta de autoridad y de instrucei
con que había quedado para casos tan árdu
y no previstos , acordó que uno de sus vocal
pasase 'a Vitoria á instruir á. S. M. de est
nuevas zozobras y de los pormenores que
habían podido abrazar sus partes diarios. Pe
habiendo sabido en la noche de este acuer
que S. M. había salido de Vitoria para Bayon;
lo esperó todo de las vistas con el Emperado
y las cartas que S. M. dirigió en el día de
salida de Vitoria y en el de su llegada á Bayona
la sostuvieron en esta esperanza. (a)
• 4o. Sin embargo desde entónces tornaron
ya un carácter mas agrio y menos equivoco las
communicaciones del Grau Duque con la Junta.
El menor altercado , ó la desgracia de alguna
muerte originada de laexaltacion en que la con-:
ducta de los Franceses había puesto los ánimos,
qualquiera reunion de gentes excitada solo por
la anxiedad con que el pueblo esperaba y de-
seaba noticias del Rey, eran calificadas de juntas
sediciosas ó de tumultos populares: Estos inci-
dentes dieron motivo ó pretexto á la dura carta
llena de quejas y reconvenciones, que el Gran
Duque dirigió al Señor Infante D. Antonio,


(a) Véase la nota 8.1


( 35 )
abril (a). En la contestacion que dió la


Junta se hallará hasta que punto procuró ella
conservar su dignidad, sostener al Consejo de
Castilla y á las ciernas autoridades que ayuda-


corresponder á la altaban á su desernpeao , y
confianza que S. M. le había hecho (b).


41. Por •este mismo tiempo había manifes-
tado el Gran Dlimie á la Junta que el Empera-
dor deseaba concurriese á -Bayona cierto mí-
mero de personas de entre las Mas notables
del reyno , dando á esta idea el colorido de
que así convenía á la nacion.3liéntras la Junta
de Gobierno deliberaba sobre esta propuesta ,
estaba el Gran Duque llamando á algunos su-
getos que pensaba elegir para llenar las 'inten-
ciones del Emperador ; pero como todos 'res-
pondiesen que sin órdenes de la Junta no po-
dían salir de Madrid, solicitada ésta nuevamente
á explicarse por escrito , defirió á la idea de que
se les franqueasen pasaportes hasta la frontera
dando cuenta á S. M. y previniendo á. los nom:
brados esperasen allí su Real resolucion.


42. Esta solicitud del Gran Duque á que hubo
de condescender la Junta en los Iérminos que
quedan expuestos , no tenía comparacion , ni
en su importancia ni en sus conseqüencias, para


(a) Véase la nota v.
(b) Véase la nota to.1


3




( 54 )
la permanencia del Señor D. Fernando VII en
el trono , con las otras solicitudes á. que la Junta
se opuso con la mayor constancia , aunque pre-,
cisada á no traspasar en ningun caso la regl,.
que se le había prescrito.


43. El idtitno cha de abril ó I.° de rnay
se presentó en palacio el Gran Duque de Ber
para comunicar al Señor Infante D. Antonio
una carta del Señor D. Cárlos IV, en que sé
le pedía hiciese salir para Bayona á. la Reyna:
de Etruria y al Señor Infante D. Francisco a'
Paula. La Junta de Gobierno , que se halla
convocada á la sazon , no pudiendo conveui
en una novedad de esta naturaleza, ofreció dar
parte á S. M. y esperar sus órdenes. Pero el.
Gran Duque insistió diciendo que la Reyna de


-Etruria era dueña de su voluntad y bastaba
consultarla ; y que la menor edad del Infante
le ponía en el caso de conformarse. con la
voluntad de su augusto Padre. El Señor Pre-
sidente y la Junta respondieron que cónsul
tar jan la Reyna de Etruria pero que de
ninguna manera podían acceder d la salida del
Infante.


44. Despues de esta conferencia , explorada.
la voluntad de la Reyna , se. halló que S. 111:-
estaba ya resuelta á este viage :y á pocas horas,
uno ó dos comisionados se presentaron á pedí`
la salida del Infante, dando á entender que el
Gran Duque estaba dispuesto á recurrir á


fuerza en caso necesario. La Junta pidió tiempo
para deliberar, y ionessessusáodnaiasoc
desde aquel día á los Señores gobernadores
y
de


decanos
vocales


los
á


Consejos supremos,
al Gran Duque


tres
las


razones que ella tenía para no deferir al viage
del Señor Infante D. Francisco de Paula : y
habiendo sido inútil quanto se representó,
fueron convocados para aquella noche los mis-
mos Señores gobernadores y decanos y dos
ministros de cada Consejo, que continuaron
asistiendo á las deliberaciones mas importantes
de la Junta.


45. En la que se celebró aquella noche
interrumpida por freqüentes recados del Gran
Duque , con la propuesta de varios puntos se
recibió uno de ellos en que se decía que , de no
deferir la Junta á lo pedido , desde el hsio.nien-
te día proclamaría el Gran Duque al Señor


IV, y tomaría en su Real nombreD. Cárlos
las riendas dd gobierno militar. La Junta ,
todavía sin ceder á estas amenazas , contestó
le era imposible acce:ler á la salida del Señor
Infante sin consultará S. M. Pero despues el
Gran Duque , no contando


,mas con -la con-desce ndencia de la Junta , y dando un nuevogiro á sus in tenciones , le hizo significar que
hecho cargo de sus razones tornaba sobre sílas resultas del asunto, y que en el silenciode la noche enviaría á sacar de palacio al In-




( 36")
(ante v tomaria todas 'sus medidas para vencer.
qualquiera oposicion que se intentase hacerle,


46. La sesion de la Junta de que se habla
fué de las mas agitadas en aquella época:
Ninguna idea ni medida de quantas podían
ocurrir en circunstancias tan apuradas dex.6'
de proponerse y ventilarse por sus vocales ,
que serían como unos veinte, para salvar /a:
nacion del yugo que se la quería imponer:
Se veía á las claras que la conducta de las:
tropas francesas y de sus generales no era
de aliados sino de enemigos ; pero convinieron,
todos en la necesidad de mantener en la mayor..
reserva las medidas de precaucion que se acor,
daron. La Junta creyó que no solo no podia
tornar sobre sí cl executar , pero ni aun el
dexar traslucir ningun proyecto hostil sin
proponerlo antes á S. M., con la mira de no
aumentarle los embarazos en que ya se 1i::-
liaba su Real Persona por el:mal aspecto que
iban tomando las negociaciones. Habiéndose
propuesto por alguno de los vocales que se'
resistiese á mano armada la salida del Seilor',
Infante D. Francisco de Paula , pidió otro á
O-Fárrill , como ministro de la Guerra , una,
noticia de lo que supiese, acerca de las fuerzas.
de los Franceses y de los medios de resistir
las. Hizo sobre esto una extensa exposicion
concluyéndola con decir que en la sitnacioi
en que se hallaba Madrid , una resistenz: i


( 37 )
armada á qualquiera violencia de las tropas
francesas podría comprometer la poblacion á su


ruina y excitar la guerra. Pedido por 0-Fár-
rill que un asunto de tanta gravedad se reduxese
á votacion, y mandándolo asi el Señor Infante
Presidente , fué bien pronta y unánime la
resolucion de desechar todo intento de proyecto
hostil , y de adoptar por principio constante
el calmar los vinimos , precaver por todos me-
dios las inquietudes populares , y contenerlas
en caso necesario con nuestras propias fuerzas.


47 . Este incidente ha podido excitar tan
diversos juicios por los sucesos acaecidos des-
pues, que nos parece requiere un conocimiento
exacto de la situacíon militar y política de la
capital en aquella época. Los Franceses ten-
drían entórices 25,000 hombres en Madrid y
lugares circunvecinos ; en Aranjuez, Toledo
y Escorial , otros diez mil : las alturas de la
casa de campo, y los quarteles del Retiro esta-
ban ocupados por sus tropas , con la artillería
volante competente. La guarnicion de Madrid
se componía 'de unos tres mil hombres ; el
pueblo no estaba armado , no había sido nunca
organizado en cuerpos de milicias , ignoraba
el uso y exercicio de las armas. Intentar,el
dárselas , era sembrar la confusion y la muerte ,
sin pian ni di reccion en el empleo de las fuerzas.
En un pueblo abierto y. de vasto recinto , do,
minado por muchas partes , y donde nada.




( 58 )
estaba hecho para su defensa , la guarnicio
hubiera tenido cine rendirse , ó si se buscaba,
salida á viva fuerza, hubiera perecido en ell
la mayor parte, y el resto dispersádose ente
rameilte. lió tambien la casualidad de qu'
aquella misma noche se había presentado u
ministro del Consejo de Navarra ( D. Justo
.diaria de Iban Navarro ) , emisario de confianza
que S. M. envió de Bayona para enterar
Junta de lo acaecido allí , á saber ; la tentativa)
del Emperador para que S. M. renunciase I
corona , que Napoleon quería colocar en unó
de sus hermanos , y la propuesta del reyno d
Etraria en cambio, las respuestas de S. XL
su firme resolucion de no accederá nada gil,
no fuese compatible con la dignidad del trono
y de sus justos derechos; pero que ínterin se.
decidía tan grave asunto , se esmerase la Junte.
de Gobierno en conservar la paz y buena artno.
nía con los Franceses, sin dar lugar á incident'
alguno que pudiese comprometer el estado
tan delicado ae los negocios, y aun su mism
Real Persona,


48. La Junta estaba demasiado penetrada de
la situacion crítica del reyno para que dexasd
de conocer la necesidad de proceder con la
mayor cautela., y preparar con toda reserva
qualesquiera disposiciones que conviniese anti-
cipar para guando el Rey le mandase variar
plan de conducta que le había prescrito. A estP


( 59 )
fin se había convenido y mandado


Ot. cl Seiier


Infante President e en los últimos días de abril
que dos personas de entera confianza (a) y con


diferentes pretextos pasasen á Bayona á
pro-


poner á S. M.quatro puntos esencialísimos para
gobierno de la Junta en los diferentes casos
que podrían presentarse : 1, 0 si convenía auto.
rizar á la Junta á sustituirse en caso necesario
en otras personas , las que S. M, designase, para
que se trasladasen á parase en que pudiesen
obrar con libertad ,siempre que la Junta llegase
á carecer de ella : 2.° si era la voluntad de S. M.
que empezasen las hostilidades, el modo y
tiempo de ponerlo en execucion : 5.° si debía
ya impedirse la entrada de nuevas tropas fran-
cesas en España cerrando los pasos de la fron-
tera : 4.° si S. M. juzgaba conducente que se
convocasen las Cortes dirigiendo su Real de-
creto al Consejo, y- én defecto de éste ( por ser
posible que al llegar la respuesta de S. M. no
estuviese ya en libertad de obrar ), á qual.
quiera Chancillería ó Audiencia del reyno que
estuviese libre de tropas francesas (b).


(a) 1.). Evaristo Pérez de Castro . oficial de la v .a secre-
taria de Estado, y D. José de Záyas, entónces gefe de
bátállóit. ate ftt-é áti,éstatio ca la frontera , y solo aquel
logró comunicar con S. M. el 4 de mayo.


(b) Aunque es cierto que el Señor Cevállos dice en su
exposicion que la Junta fue la que propuso estas medidas ;




/o
4'9: Para ganar tiempo en asunto de tanta


importancia, se anticipó la Junta en dirigir
para je seguro una de las personas que podían
sustituirla (a) , y prevenir á otras dos que se
hallaban . fuera de Madrid lo conveniente para
su reunion en paragc no ocupado por las tropas!
francesas , á fin de formar la nueva Junta luego
que se recibiesen las órdenes del Rey.


5o. En quanto permitía el repetido encargo
que tenía la Junta de mantener la tranquilidad
pública , y de no dar el menor pretexto á un
rompimien lo con la Francia , prepararnos en
silencio los ministros las disposiciones que he-!.
bieran convenido en este caso , á saber , las
órdenes para hacer salir la guarnicion de Madrid, 1
aun guando fuese dispersándola, ó promoviendo:
la desercion ; la destruccion de todos los medios
de transporte en las inmediaciones de las plazas


acantonamientos ocupados por los Franceses;
la reunion de tropas en puntos determinados:
el acopio de víveres y municiones ; el inutilizar
las armas y la artillería que no pudieran con
servarse. Pocas horas de libertad hubieran bas7
lado para circular estas providencias desde
momento en que se hubiese recibido la auto
riza t'ion competente.


da á entender que sin necesidad de esta consulta debiO
ponerlas en práctica.


(a) D. Felipe Gil de Taboada , alcalde de corte.


( 4 1 )
51. Estas y otras eran laA disposiciones y


medidas con que la Junta estaba preparada para
la tempestad á que se veía ya claramente
expuesta la suerte de S. M. y de la monarquía.
Pero nada se temía tanto como un lance que
comprometiese la poblacion de Madrid, ó diese
ocasion á que el pueblo se expusiese á sacrifi-
cios que no podían tener sino un éxito funesto.
Esta ocasion se temía tanto mas , quanto la sa-
lida de S. M. la Reyna de Etruria había aumen-
tado ya la expeclacion del público sobre la del
Seiior Infante D. Francisco , que el Gran Duque
no cesaba de apresurar , y que pareció quererla
llevar á efecto en la imana del dos de mayo.
Desde la madrugada el patio de Palacio se ha-
bía llenado de mugcres atraídas por la novedad
e inquietas con los antecedentes. La llegada á la
sazon de un ayudante del Gran Duque hizo
creer que sería comisionado para pedir la per-
sona del Infante : empezó el alboroto ; el ayu-
dante pide socorro á una patrulla que pasaba
en aquel momento , se extiende mas la alarma,
cunde por las calles inmediatas , y á la media
hora empiezan ya á oirse tiros en las calles de
Madrid. Los oficiales y tropa de ambas naciones
que estaban fuera de sus quarteles , al retirarse
á ellos
pidiese


para estar prontos al auxilio que se les
se


, pareció que acudían á las armas corno
agresores G como atacados , segun los quería




( 4 2 )
cada uno mirar : á poco tiempo se vid Madri
como una ciudad abierta, acometida por ene
Tiros sin haber pensado en defenderse ni 1'0
alado plan para ello. La disposicion de un
ánimos ya irritados , las primeras desgracias
y la facilidad con que se aumentaba la hoguer
donde eran tantos los elementos que la atizaban
iban á reducir á cenizas la villa y sepultar en su
ruinas la poblacion, si no se ocurría al remedi e


52. Azanza y O-Fárrill empezaron por re
correr á pie las calles inmediatas á Palacio
para calmar la inquietud ; pero viendo que el
tumulto crecía por instantes, y que el pueblo
que encontraban se dirigía á Palacio por haber
concebido que estaban atacados los Señores
Infantes, regresaron tambien á Palacio, y re
cibiendo nuevas órdenes del Seilior Infante -
D. Antonio, montaron en los caballos de los
guardias de corps que estaban de servicio
para poder acudir mejor á iodos los puntos.
Ambos fueron á ver al Gran Duque que se
hallaba al frente de sus tropas en lo alto de la
cuesta de S. Vicente; le representaron que e
tumulto popular no nacía de ningun plan con
certado , sino de algunos errores esparcidos,
que sería fácil disipar, si mandaba suspender,
el movimiento y fuego de sus tropas 3 y qu
si les daba alguno de sus generales que les aco
pailas° , se hacían cargo de restablecer el si


( 43 ).
siego. El Gran Duque accedió á ello, y les dió
el general Harispe. (a)


53. Acompañados de él y de unos pocos
oficiales espaiioles y franceses, Azanza y 0-Fár-
rill se presentaron á las puertas del Consejo
de Castilla á pedirle les ayudase á calmar la
agitacion del pueblo. El Consejo Real tenía
ya dispuesta una breve proclama ó bando para
el efecto , y avisó á los demas Consejos para
que todos recorriesen las calles de Madrid ,
como se hizo , distribuyéndose desde la de
Atocha en dos trozos.


54. Al llegar O-Fárrill con el suyo á la calle
de Alcalá, se le hizo notar que entre las filas
de una tropa francesa se hallaban una poreion
de catalanes traficantes acusados de habérseles
encontrado con armas. 0-Fárrill expuso al ge-
neral que mandaba dicha tropa , que aquellos
hombres, por razon del tráfico en que se
empleaban , tenían permiso para usar de armas
de fuego y tenerlas en su posada , y que harto
crecido era ya el número de víctimas inocentes
sacrificadas aquel día, para que no se aumen-
tasen. Estas razones , apoyadas tambien por el
general Harispe, obtuvieron la libertad y vida
de aquellos infelices con aplauso general del
pueblo.


('i) Vease la nota i t




(y4)
55. Despues de recorrida toda la parte


agitada de Madrid y logrado aquietarla ,
Consejos se retiraron, y Azanza y 0-Flírriti,
dando cuenta de todo al Señor Infante D. An,
tonio, pasaron á ver al . Gran Duque de Berl
para pedirle retirase sus tropas de los puntos
ocupados aquel día, que dcxase libres las
comunicaciones interiores para que los vecinos
detenidos se retirasen á sus casas , y que ce.
casen todas las disposiciones hostiles , puesto
que se acababa de publicar una amnistía ge,
peral. Así lo ofrecío el Gran Duque ; pero ya.
fuese retardo en sus órdenes, ó que alguno
de sus oficiales no las recibiese á. tiempo, 6
que corno dueño despótico de la fuerza no
quisiese deponerla sin hacer algunos exem,
piares de escarmiento , aquella noche fuerot
pasados por las armas en el Prado algunos
los habitantes arrestados en el tumulto ,y so
sangre sembró la venganza y el odio que
justamente debía inspirar esta conducta tan
inhumana. (a) El sacrificio de estas víctimas
fué precipitado por una comision militar del
exército frances establecida aquel mismo día,
y cuya supresion pidió y logró la Junta en el
siguiente. El Consejo por su parte solicitó


(a) El Consejo de Castilla dice en su manifiesto que el
total de personas de la pohlacion muertas aquel día
de ► o4 , el de heridos 54 y el de extraviados 35.


( 4 5 )


Gran Duque.


una diputacion alCambien esta supresion por


56. Al capitan general de la provinci
a ,


D. Francisco Xavier Negrete, que fué inme-
diatamente á Palacio á recibir órdenes de la
Junta , se le aprobaron las que ya había dado
para que los oficiales y tropa de la guarnicio ►
se retirasen á sus quarteles , y se le previno
mandase salir por los barrios algunos oficiales
de confianza que estorvasen qualesquiera de-
sórdenes. Varios oficiales de artillería habían
executado lo mismo, oponiéndose con energía
á que el pueblo sacase las armas del parque.
Pero al oir despues una especie ; falsamente
vertida, de que uno de los regimientos españoles
estaba atacado en su mismo quartel , hicieron
abrir las puertas del parque , salieron con su
tropa y dos ó tres cañones , hicieron fuego


'53


contra una columna de tropas francesas que
los cargó , y se originó la desgraciada muerte de
los dos dignos oficiales Daoiz y Velarde. Esto
imprimió en los ánimos de los Franceses una
particular ojeriza contra los artilleros españoles;
pero informado O-Fárrill en aquella misma
noche por el general Negrete de que unos


. quantos soldados de dicho cuerpo estaban pre-
sos en uno de los campamentos franceses , pasó
in mediatamente oficio reclamando su libertad ,
y la obtuvo.


57. En la mañana del 3 de mayo fué sacado




( 46 )
de Madrid el Señor Infante D. Francisco
en aquella misma noche pidieron el sepiot
Conde de Laforest y M. r


Freville una co i,
ferencia secreta al Señor Infante D. Anton¡o
Bien se dexa inferir la consternacion y aba:
timiento en que estaría el ánimo de S. A.
con les escenas de los días anteriores,
soledad á que había quedado reducido por la
ausencia de todas las personas Reales , el peso
y dificultades de un mando que le exponía Con.
linuamente á ser tratado con poco decoro,
la dolorosa impresion que habría hecho en su
Real ánimo el saber ya de positivo que el Em.
perador ( en cuyas manos se había puesto el
Rey) le había declarado su resolucion de tras.
ladar la dinastía de España á Etruria, y poner
en el trono español á uno de sus hermanos.
No es pues de extrañar que S. A. no viendo:
ya ninguna esperanza de remedio, y casi irre-
vocablemente decidida la suerte de la monar-
quía, quisiese unir la suya personal á la de su
augusto Sobrino, y procurarse con su com.
pañía un recíproco consuelo. Ello es que en
aquella misma noche hizo saber á los ministros
su in tencion de partir en la madrugada siguiente
para Bayona.


58. S. M. nada había prevenido á la Junta
despues del mensage de D. Justo María Bar
Navarro , sobre el sistema de conducta que
hubiese de abrazar en una tan nueva posiciont


( 47 ) •
que debía aumentar sus embarazos. La
los hizo presentes al Señor Infante , roá


unta
nJdole


encarecidamente no la privase de la grande
autoridad y consideracion que le daba su pre-
sencia, la que sería.intinitamente mas útil en
España que en Bayona para los derechos mis-
mos de S. M. y para los intereses de la familia
Real. S. A. repitió que ya se había compro-
metido al viage, y que su resolucion estaba
definitivamente tomada; y con esto se despi-
dió de la Junta, déxándola ántes de su salida


( que fué al amanecer del 4 ) un papel diri-
gido al Señor Baylío D. Francisco Gil, ministro
de Marina , como vocal mas antiguo , en que
le participaba su salida , previniéndole que
continuase la Junta en sus funciones guber-
nativas como ántes. Si ella había conservado
hasta entónces algun resto de esperanza de no
perder á sus legítimos Soberanos , las últimas
razones del Señor Infante y el papel de su
despedida la dexaron sumergida en el mas
profundo dolor , y en la. triste idea del ningun
remedio que ya tenía, aun en la persuasion
misma de S. A. , la n alrestitucio de S. M.
trono de sus mayores. ( a )


5g. Tal era el estado en que quedaban los
negocios del reyno á la partida del Señor
Infante D. Antonio , y tales fueron las prin-


(a) Véase la nota i 2.2




( 4 8 )
cipales operaciones de la Junta de Gobiern
durante la Presidencia de S. A. Basta haber..
recorrido rápidamente los sucesos mas rnai,
cados de aquella época , no siendo objeto de
este escrito hacer una historia de la revolucjo u


-con la narracion prolixa de incidentes y por.
menores que todo el mundo sabe , y de que
el público está bastante instruido por los alía,
nifiestos y escritos que completan la parte
histórica de todos los sucesos de Madrid y
de Bayona en aquel tiempo. (a)


6o. No habría necesidad de defender á la
Junta Suprema de Gobierno , mientras la
presidió el Señor Infante D. Antonio, para
justificar la conducta particular dé los dos
ministros que por razon de sus empleos ha.
cian parte de ella. Bastaría para su justificacion
personal el testimonio universal de tantas per-
sonas de carácter que concurrían á las sesiones,
y sobre todo el del Señor Infante Presidente,
S. A. R. recordará sin duda las opiniones y vo.
tos de Azanza y 0-Fárrill en la Junta ; si ellos:
denotaron siempre su fiel adhesion á su Sobe-
rano; si en las reiteradas y á veces acaloradas
conferencias con el Gran Duque de Bergt


(a) El manifiesto del Consejo Real y las exposicionesde
los Señores D. Pedro Cevállos , ministro de Estad o , Y
D. Juan F.scóiquiz, consejero de Estado, son de 03
naturaleza.


dexarOn


( 49 )
dexaron de oponerse con tesos' á quanto podía
ceder en perjeticio de S. M. ; si executaban
con actividad quanto la Junta acordaba y les
mandaba ; y finalmente si acreditaron zelo y
lealtad de sentimientos en todos los casos que
ocurrieron en aquella época. Los yerros que
hubiese tenido la Junta no pueden ser en fin-
gían caso un cargo particular tí ellos sino á
toda ella y á su digno Presidente , pues que
despues de ventilados y exáminados madura-
mente todos los .negocios, jamas dexó S. A.
de tener una perfecta unanimidad de dictamen
MI lo que la pluralidad acordaba y resolvía.
Aunque la Junta empezó sus sesiones con los
quatro ministros, bien pronto creyó necesario
asociarse otras personas de carácter, corno fue-
ron los Señores Príncipe de Castel-Franco y
Conde de Montarco la asistencia del decano
del Consejo Real era freqüentísima; desde que
los negocios del gobierno se hicieron de mas
transcendencia , los gobernadores y decanos
de todos los Consejos y en cierto modo los
Consejos mismos por la diputacion de dos de
sus ministros , compusieron la Junta. En p ira-
gua; caso dexó de recurrirse á votacion siempre
que no había ó absoluta conformidad ó una
pluralidad conocida , ni jamas prevaleció el
dictamen de nadie contra el de la mayoría.


i á ellos pues ni á ningun otro vocal en par-
ticular puede hacerse cargo de qualquiera




( so
omision , ó resolucion , ó providencia en que
se pretenda que la Junta se apartó de la
reglas que le estaban prescritas ,ó del camin


o
que debía seguir para desempeñar la confianza
de S. M.


61. Los puntos principales en que se ha
culpado á la Junta, ademas del de la entrega
del preso D. Manuel de Godoy , son el de no
haberse trasladado á parage seguro y libre.;
el de no haber preparado las hostilidades; y
el de no haber convocado Cortes. A estos tres
cargos diferentes satisfarán Azanza y O-Fárrill
con unas mismas razones que justifican de un
modo concluyente la conducta de la Junta.
Ella , como ya queda dicho , guando el Rey
se ausentó de Madrid, recibió por única ins-
truceion verbal la de observar buena inteli-
gencia y armonía con los Franceses : despues
se le repitió el mismo mandato desde Vitoria
y desde Bayona. El Consejo íntimo del Rey,
que acompaiió á S. M. en el viage , vió y
presenció la combinacion estudiada con que
fué at raído S. M.desde Búrgos á Vitoria y
desde allí á Bayona : tuvo conocimiento de la.
carta del Emperador á S. M. dándole solo el
tratamiento de Alteza , y llena de especies
bien capaces de excitar sus temores basta el
punto de poderse convencer algunos de que
caminaban al precipicio. ¿ Cómo es pues qu e
nadie sugirió á 8. M. la utilísima idea de hacer.


( 5 ' )
salir de Madrid la Junta de Gobierno , 6 lo que
habría sido mejor , erigir una regencia , pues
que la Junta solo fué creada para despachar
lo urgente miéntras el Rey iba á Búrgos , y no
era ya la que convenía y se necesitaba en la
nacion para un caso como el de ausentarse el Rey
de sus dominios ? ¿Y como es que léjos de preve...
Mrse á la Junta que recurriese á medidas ó pre-
parativos hostiles, en la carta de i8 de abril
escrita guando S. M. iba á salir de Vitoria, y en
la de 20 del mismo , en que llegó á Bayona , se
le hizo creer que la negociacion con el Empe-
rador presentaba muy buen aspecto y anunciaba
un feliz éxito para S. M. ?


62. No pertenece á Azanza y 0-Fárrill-entrar
en las razones que tuvieron presentes los que
aconsejaron 'á S. M. que continuase su viage
desde Búrgos á Vitoria , y mucho ménos de
Vitoria á Bayona ; pero es cierto 'que habién-
dose notificado al Rey desde el primer día de
estar en Bayona la resolucion del Emperador
de que cediese por la Toscana el reyno de
España , si S. M. hubiera querido oponerse
desde luego con la fuerza-.á tan extraordinaria
é inesperada proposicion , habría dado sus
órdenes á la Junta para obrar -en este concepto.
Y léjos de dirigírsele
ello hasta fines de abril


prevencion alguna sobre
rd que hubo ocasiones


de .hacer llegar cartas de Bayona á la Junta ,
se le repitió la
den de observar buenaár en


4.




( 52 )
armonía con los Franceses : y aun guando


_ en
alguna ocasion y en tiempo oportuno se
hubiese revestido con las mas amplias facui,
tades , nunca se habría atrevido á creerse ab,
suelta y desembarazada de aquella restric.
cion , á no habérsela alzado y anulado expre„
samente.


63. Asi es que ella misma propuso , segun
se ha dicho mas arriba , sin haber sido excitada
por nadie ,las quatro providencias de cuya inexe
cucion se la ha querido argüir tan injustament
corno se demostrará mas adelante. Podía dexa
de considerar que qualquiera medida hostil qu
hubiese adoptado contra los Franceses, pea.,
diente la negociacion de Bayona , se habr ía`
convertido en un especioso pretexto para qu a
el Emperador llevase al cabo sus intentos ? En.
tónces sí que la nacion habría dicho con funda•
mento que la Junta había comprometido al Rey,
y había sido la causa de que se le hubiese pri-
vado de su corona. Son bien sabidos los cargos
y amenazas que sufrió S. M. por parte de su
augusto Padre en presencia del Emperador,
atribuyéndole haber tal vez promovido por
medio de órdenes secretas los estragos del 2 de
mayo , siendo así que la Junta no tuvo en
aquel suceso mas parte que el haber procurado
con todo ahinco el evitarlo, y atajarlo y sofo-
carlo guando se verificó. Quanto peso no se
habría dado á estas sospechas , si ella en VI'


( 53 )
quiera forma hubiera empezado á tratar descu-
biertamente como enemigos á los Franceses ?


64. No puede dudarse que hubo hasta fines
de abril proporciones de prevenir á la Junta
las intenciones positivas de S. M. Prueba de ello
es una carta confidencial que se conserva aquí,
dirigida á Azanza por el Señor Cevállos con
fecha de 2 7 de aquel mes , la que se copiará
íntegra (a) por el honor que hace á sus leales
sentimientos , que no habría desahogado con
tanta confianza sino con un compaiiero que
participaba de los mismos, y que se interesaba
con igual zelo en la triste situacion de S. M. El
mismo Señor ministro de Estado asegura (b)
haber hallado medios para su correspondencia
con la Junta en las mas críticas circunstancias.
» En ellas , dice , tomé la precaucion de doblar
» las comunicaciones por diferentes conductos:
» con este arbitrio conseguí que la Junta de
» Gobierno no ignorase el estado de opresion y
» de arresto en que se hallaba el Rey. » ¿ Esas
mismas ocasiones no pudieron aprovecharse para
indicar que abandonase el sistema de buena
af rien:7nanía con los Franceses , y se recurriese á la


para repeler sus conocidos intentos , si
tal era la voluntad del Rey (C)? Sin una


(a) Véase la nota 13.a
(b) Exposicion , pag. 33.
(e) Véase la nota 14.2




( 54 )
tiva aprobacion suya , ningun gobierno que
hubiese dexado en Madrid habría tornado por si
solo una resolucion tan arriesgada, tan opu esta: rueste
11, sus órdenes, y de cuyas resultas se le haría:
responsable para con la nacion y con el Rey
mismo , que tan repetidamente significó que
su suerte personal podía aventurarse, Dígalo
sino en honor de la verdad el ya citado D. Justo
María de Iban Navarro, que fué secretamente
de Bayona á Madrid con la comision que hemos
referido. ¿ Que mejor proporcion que la de este
xtensagero de toda confianza, para haberdadoít
la Junta uña órden positiva de que si dentro de
un plazo de tiempo corto y determinado no se le
hacía prevencion contraria y expresa, se sobro.
base en otra regencia, se tornasen medidas de
precaucion vigorosas, se declarase la guerra,
se obrase como si estuviese declarada, si hubie•
rau sido estas las intenciones de S. M. ? Podía
presentarse momento mas oportuno para haber
ampliado las facultades de la Junta, elcváll,
dolas al nivel de las circunstancias , y haberle
comunicado preceptos claros y expresos , en
vez de repetirle por buca del mismo mensagero
que observase la mayor armonía con los Fran-
ceses , y nada hiciese capaz de comprometer el
éxito de las negociaciones pendientes , como
éste lo manifestó delante de una Junta bien4
numerosa presidida por el Señor Infante?


05. A haberse creído la Junta con facult3d5„,


( 55 )
para. obrar con independencia de las órdenes
de S. M. ó contra las que terminantemente
le había comunicado , no necesitaba de mas
estímulos que los que diariamente le ofrecía la
conducta violenta del Gran Duque de Berg.
Sin embargo, excitada solo por las alarmas que
concebía del funesto giro que tomaban los
negocios , puso en execucion las únicas ideas
que se presentaban factibles en aquella crísis
política. Tales fueron, r.° buscar una persona
de confianza que fuese á Bayona y propor-
cionase la fuga del Rey , que se decía ser po-
sible : era un vecino de Soria ó de Cerbera de
Alhama , cuyo nombre no se tiene presente ;
pero debe constar en la tesorería general, pues
se le libró una cantidad para gastos del viage,
del qual se ignora el resultado : 2.° el despachar
( como se dixo arriba ) dos emisarios secretos
que sin conocimiento uno de otro se presen-
tasen en Bayona .


al Rey , y recibiesen sus
órdenes precisas sobre los quatro puntos que
quedan explicados en otro lugar : 3. 0


y el pre-
venir con órdenes á los Señores Conde de
Ezpeleta , capitan general de Cataluña , (a)
D. Antonio Escaño , teniente general de ma-


(a) El brigadier D. José Capeleti tuvo encargo de
pasar por Barcelona con el simulado motivo de su regreso
a Italia , para enterar al Señor Conde de Ezpeleta de la
ptoposicion hecha á S. M. por la Junta.




( 56 )
1


Tina, y D. Felipe Gil de Taboada, alcalde
de casa y corte, para que estuviesen prontos
á reunirse y- sustituir á los vocales de la Junta
de Gobierno en parage libre de tropas frau..
cesas , en caso de que se recibiese órden de
S. M. para obrar en contrario sistema que
hasta allí.


66. Por esta sencilla relacion verá ahora el
Consejo de Castilla que miéntras él deliberaba,
segun dixo en su manifiesto, pag. 33 , sobre los
medios de levantar y armar 3oo,000 hom-
bres , y sobre las denlas disposiciones que el
caso exigía , desistiendo, segun aiiade , del in-
tento, ó reservando en sí sus acuerdos ; la
Junta de Gobierno proponía á S. M. las me-
didas correspondientes á la gravedad del asunto
con el sigilo que tan imperiosamente exigían
las circunstancias. Un retardo de pocos días
en el acaecimiento del 2 de mayo y en la re-
nuncia de S. M., de que se tratará luego,
hubiera hecho conocer al Consejo y A. la nacion
entera hasta que punto había sido digna la
Junta de la confianza de S. M.


67. Si la Junta de Gobierno hubiera tenido
en tiempo órdenes para obrar con otro plan que
el que se le prescribió , ó facultades positivas
para ello; ¿quien podía saberlas mejor, ni tener
mas interes en que la Junta las usase , qu e el
Seijor Infante su Presidente ? Esta reflexion
por sí sola bastaría para justificar á la Junta


( 57 )


S. A. R. que podrá decir si basta la última
tes ti monio Pd°e


na lnotsa s !elle étn] sousr a sd es e
invocar


anl chic cliieos


clen


hora de su presidencia , y al despedirse de la
Junta , le dexó otro encargo la otra regla á
que sujetarse que la que hasta allí había se-
guido, ¿ Que inconveniente podía haber , ni
que mejor ocasion que la de su despedida ,
para prevenir que luego que se ausentase
S. A., se trasladase la Junta á otro punto, que
convocase las Cortes , ó preparase la execucion
de planes de defensa ? Este hecho por sí solo
prueba basta la evidencia que S. A. sabía no
ser esta hasta entónces la voluntad del Rey,
y que á ninguno de los partes 6. oficios diri-
gidos á S. A. ó á la Junta podía dárseles seme-
jante inteligencia , ni S. A. se la dió nunca.


68. Los Sei'iores Príncipe de Castclfranco y
Conde de Montarco, que conocieron los pri-
meros recelos de la Junta , y que asistieron
á algunas de sus deliberaciones, se persua-
dieron tan to de la necesidad de aguardar
órdenes positivas de S. que jamas pro-
movieron que se adoptasen providencias hos-
tiles sin este preciso requisito. Ninguno de
los generales de las provincias ni de los go-
bernadores de las plazas quiso anticiparse á
Promover igual resolucion , sin duda porque
c
onocían todos su transcendencia : y si en ellos


ha de ser-un descargo justo y fundado el




( 5 .8 )
haber carecido de órdenes positivas,
haber tenido otras que las de no provocar un
rompimiento de parte de los Franceses ; no
se alcanza la razon de que este mismo motivo
ne se estime suficiente para que la Junta en
esta parte se considerase sin accion. Y de todos
modos no debe olvidarse que en una Junta
tan numerosa como lo era desde la última
semana de abril , y en la que todas las reso-
luciones se tomaban por lo que acordaba la
pluralidad , Azanza y O-Fárrill , como minis-
tros , debían executar , no su dictámen par,
ticular , sino lo que ella determinaba.


TERCERA ÉPOCA.
Desde la partida del Señor Infante D. dn-


tonio hasta que se recibieron en Madrid
las renuncias que mudaron la dinastía.


69. En esta época, aun que fud de muy pocos
días , ocurrieron sucesos de la mayor gravedad
é importancia. Por la partida del Serior Infante
D. Antonio perdió la Junta la única persona
de respeto á quien tuviese que guardar alguna
consideracion el Gran Duque de Berg , y em-
pezó desde aquel día á ser tratada , no como
una Junta suprema, representante de una
soberanía independiente, sino como executora
pasiva de piamos decretos arrancaba el E01-


( 59 )
pecador de los Franceses á sus Soberanos
congregados en Bayona.


7 o. En la mañana misma en que
partió el


Señor Infante, llamó el Gran Duque de Berg
á


los ministros para decirles que creía con-
veniente al buen órden y á la quietud pública
asociarse á las deliberaciones de la Junta de
Gobierno : le manifestaron desde luego que
esto no se hacía compatible ni con los poderes
de la Junta, ni con la representacion que de-
sempeiiaba : y aunque por entónces pareció de-
sistir de su pensamiento ,en la noche del mismo
día, y sin que precediese el menor anuncio de
su parte , se presentó en la Junta , en cuya
sesion se hallaban tambien los Señores gober-
nadores y decanos de los Consejos , renovando
igual pretension : los ministros Gil , Azanza y
0-Fárril, y otros vocales la impugnaron abier-
tamente; pero la pluralidad receló mayores
inconvenientes de no prestarse á ello, noticiosos
de rinanto pasaba en Bayona , y temerosos de
que qualquiera incidente en que se chocase
d irectamente con el Gran Duque excitase nuevas
convulsiones. Contra este acuerdo que se ex-


tes
Valencia,


t"dió al día • •
-Fárrill. Este


, protestaron Azanza y
O e reclamó en el mismo acto del
secretario de


la Junta, el Conde de Casa-


'medi
,
yata dexó de concurrir á las sesiones


in ediatas, pidiendo


.tifion de su voto
y p


i
e


ndo se le exónerase de su




( 6o )
ministerio ; y Azanza pasó al referido secretario
el oficio que aquí se copia :


Como la Junta de Gobierno se ha cons,
» tituido baxo un sistema contrario á. mis prin.


cipios , manifestados en la sesion misma en
» que S. A. I. y R. el Gran Duque de Berg
» fué admitido por su presidente , y en otras
» varias ocasiones ; me veo en la precision de
» separarme de ella, y pido á V. S. que lo
so- haga presente á la misma Junta , para que se


sirva nombrar desde ahora persona que se en-
» cargue del ministerio de Hacienda que ha es-
» lado á mi cargo. Dios guarde á V. S. rnu-
» dos aiios. Madrid, 6 de mayo de x8o8. "—
II A ZANZ A z.-Selior CONDE de CASA-Y ALENCIA,»


71. Aunque no fueron admitidas las dimi-
siones de Azanza y O-Fárrill , era bien co-
nocida su repugnancia á continuar en sus des.
tinos. Pero el temor de parecer egoistas , y
el de que imitando otros su exemplo quedasen
la capital y el reyno sin autoridades protec-
toras y entregados á la discrecion de un poder
enemigo, les hizo cederá esta consideracion
y sobre todo al cargo que se les podría hacer
con la órden del Señor Infante , de que
la Junta debía seguir en los mismos tér-
minos como si S. A. estuviese en ella. Esto
les obligó á acordar con los demas ministros
una resolucion que les fuese comun , y e".


(6x )
tinuar todos en sus funciones. Si en esta de-
terminacion lo erraron , protestan á la faz del
mundo que en ella creyeron obrar conforme
á las últimas intenciones manifestadas por el
Señor Infante , y á la obligacion con que todos
les reconvenían de que no debían completar
la orfandad en que quedaba la nacion. Guiadas
de estos mismos principios de utilidad general ,
las autoridades superiores , el Consejo Real
y los demas tribunales supremos no dudaron
deber pemanecer en sus puestos sin ausentarse
ni renunciar sus empleos.


7 2. La incertidumbre en que fluctuaba la
Junta de Gobierno duró solamente tres días :
El 7 de mayo recibió el Gran Duque de Berg
el decreto del Señor D. Cárlos IV fecho en
Bayona á 4 del mismo , en que volvía á tomar
las riendas del gobierno , conforme á la pro-
testa que tenía hecha y anunciada contra su
abdicacion. En conseqüencia nombraba al Gran
Duque de Berg su lugar-teniente general del
reyno (a), mandando á la Junta, al Consejo
Real y á los capitanes generales y goberna-
dores de las provincias , que obedeciesen sus
órdenes, con una proclama del mismo Rey
Padre dirigida á la nacion , exhortándola á
calmar las agitaciones y evitar toda divisionp


(a) Véase la nota 15.a


concluyendo con las expresiones




( 62
)


siguientes : « Españoles, creed á. mi experiencia
• y obedeced á la autoridad que tengo de


Dios y de mis Padres ; imitad mi exernplo
y creed que en . 1a situacion en que os liallais


» no hay prosperidad ni salvacion para los
» Espaijoles , sino en la amistad del granele
» Emperador nuestro aliado, »


73. En el citado decreto, por una parte
le daba al Gran Duque la presidencia de la
Junta de Gobierno, y por otra se querían
concentrar en él todas las facultades del mando
supremo con la mira de dar mas unidad á
las providencias. Pero como el Señor D. Fer.
nando VII no había aun revocado sus poderes
á la Junta, para que á estas disposiciones se
pudiese dar una publicidad que no dexase va-
cilar la opinion de la nacion sobre la persona
en quien debía reconocer la soberanía, solo
faltaba la accesion del Sei-lor D. FernandoVII..
Por esta justa consideracion , aunque irme-
diatamente se pasaron estos documentos al
Consejo , juzgó prudente no publicarlos en
aquel día 8, acordando solo su cumplimiento.
Pero en el día siguiente é inmediatos felici-
taron al Gran Duque todos los Consejos su-
premos , todas las autoridades y corporaciones
de la capital , el Nuncio de S. S. y todo el
cuerpo diplomático.


74. No pasaron 24. horas sin que llegase n los
nuevos documentos de Bayona , y eran la acta


( 63 )
del 6 del mismo mes de mayo, por la que el
Señor D. Fernando devolvía pura y simple-


mente la corona á su augusto Padre , y un de-
creto de igual fecha para la Junta, y su Presi-
dente el Señor Infante D. Antonio ( á quien se
suponía aun en Madrid), que decía así:


« En este día he entregado á mi amado Padre
» una carta concebida en los términos si-
» guientes :


» Mi venerado Padre y Señor : Para dar á
» V. M. una prueba de mi amor , de mi obe-


diencia y de mi sumision , y para acceder á
» los deseos que V. M. me ha manifestado rei-
» teradas veces, renuncio mi corona en favor
» de V. M. , deseando que V. M. pueda gozarla
» por muchos arios. Recomiendo á V. M. las
» personas que me han servido desde el rg de
» marzo : confío en las seguridades que V. M.
» me ha dado sobre este particular. Dios guarde
» á V. M. felices y dilatados


Bayona
» 6 de mayo de 18o8.
A los Reales


» pies de V. M. , Su mas humilde hijo. ----
» FERNANDo. »


« En virtud de esta renuncia de la corona
» que he hecho en favor de mi amado Padre ,
» revoco los poderes que había otorgado á la
» Junta de Gobierno , ántes de mi salida de
» Madrid.


, para el despacho de los negocios
g raves y urgentes que pudiesen ocurrir du-




( )
» cante mi ausencia. La Junta obedecerá las
» órdenes y mandatos de nuestro muy amado
» Padre y Soberano, y las hará executar en
» los reynos.


» Debo , antes de concluir , dar gracias
» á los individuos de la Junta , á las autori.
» dades constituidas y á toda la nacion, por
» los servicios que me han prestado , y re.
» comendarles que se reunan de todo corazon
» á. mi Padre amado el Rey D. Cárlos y al Em.
» perador Napoleon , cuyo poder y amistad
» pueden mas que otra cosa alguna conservar el


primer bien de las Españas , á saber su inde.
» pendencia y la:integridad de su territorio. Re.
» comiendo así mismo que no os dexeis seducir
» por las asechanzas de nuestros eternos ene-
» mi os , de vivir unidos entre vosotros y con
A nuestros aliados , y de evitar la efusion de
» sangre y las desgracias, que sin esto serían
» el resultado de las circunstancias actuales,
» si os dexaseis arrastrar por el espíritu de
» alucinamiento y desunion.


» Tendráse entendido en la Junta para los
» efectos convenientes , y se comunicará á
» quien corresponda. En Bayona , á 6 de mayo
» de 18o8. = FERNANDO. »


75. Con la llegada de estos documentos no
podía ya diferirse el publicarlos á la nacion,
para que reconociese en el exercicio de la


soberanía ,


( 65 )-
sobera nía el Señor D. Carlos IV. Y habiéndose
pasado al Consejo el día 10 , acordó inmediata-
n'ente su cumplimiento y la publicacion que
estaba suspendida dos días antes , y se expidie-
ron la provision y circular de 8 y t o de mayo
que son conocidas del público.


76. Basta leer los expresados documentos
para conocer la posícion en que se hallaba el
Señor D. Fernando VII y la necesidad en que
se veía de abrazar este partido , el único que
podía salvar los tropiezos del momento. S. XL
había ya rehusado por muchos días el cambio
de su corona por la de Etruria , y tuvo fuerte
ánimo para todo miéntras pudo oponer á las
asechanzas de una política engañosa las armas
de la razon 'y de la justicia ; pero guando vió á
su augusto Padre envuelto en las mismas ase-
chanzas , y se consideró tan expuesto á ser pri-
vado del trono por la pérdida y anutacien del
derecho con que había subido á él , cedió S. AL
á la tempestad , y para disminuir sus estragos
eligió el medio de volver la corona al Señor
D. Cárlos , contentándose con reynar despues
de los días de su augusto Padre.


77. En el corto periodo de tres días arriba
indicado conviene•fixar la cesacion de la Junta
de Gobierno en el mando, ó lo que es lo mismo,
la espiracion de las facultades y represeniacion
que tenía para gobernar el reyno. Habiéndole
revocado sus poderes el SeñorD. Fernando VII,


5




( 66 )
y conferido los suyos el Señor D. Cárlos al.
Gran Duque de Berg como su lugar-teniente ,
los que eran individuos de la Junta no quedaron
en la que siguió despues , puramente consultiva,
con otro carácter que el de ministros del nuevo
gefe del Gobierno; encabezándose h nombre de
éste las actas y órdenes que se expidieron en
sucesivo.


7 8. Se acercaba por momentos la memorable
transaccion política que en Bayoua quiso poner
fin á la dinastía de nuestros Soberanos , y por
la que una vasta monarquía , de primer órden
en la Europa , transmitida y poseída por dere,
cho hereditario desde el siglo de D. Pelayo , fué
cedida por sus mismos poseedores á un poten-
tado extrangero, que de simple particular había!,,
llegado en pocos años á colocarse á la cabeza
del mas poderoso imperio que despues del ro-
mano se hubiese visto en Europa. En 5de mayo
firmó el Señor D. Carlos IV este tratado qul,
formará la página mas notable de nuestra his-
toria (a). Sin causas ni motivos que alegar pon.
parte del Soberano , para desposeerse á sí mismo
y á toda su Real Familia de rey-nos tan extensos,
se toma por única base de esta cesion, que el
objeto de ella era poner término cí la anar.,
guía en que se hallaba la España, y salvarlit
de facciones; y que solo por este medio podía


(a) Véase la nota 16..a


( 67 )
restablecerse en España el drden, en el es.
lado á que habían llegado las cosas (a). La
Espacia no tenía necesidad de que un poder
extrangero viniese á dictarle las' reformas que
ella conocía serle convenientes y sabía tambien
los medios de executarlas. Pero le era preciso
para esto tener á sus Soberanos á la cabeza , v
que éstos no se hubiesen visto en la precision
de abandonarla. dexánddla por conseqüencia
de su abdicacion esa misma guerra civil , y la
anarquía y la discordia que se pretendía evitar,


7 g. Viendo al Señor D. Cárlos IV tan deci-
dido á desposeerse de la corona en favor del
Emperador , ¿ que extraño es que el PrinCipe
heredero se sometiese á esta disposicion , y
que cediendo ít la dura necesidad se resignase
á una desgracia que veía ya consumada por
la condescendencia de su augusto Padre ? Así
es que el Señor D. Fernando VII , que por la
devolucion de la corona había vuelto á entrar
en sn anterior dignidad y título de Príncipe
de Asturias , renunció en calidad de tal sus
derechos al trono de España y de las Indias ,
firmando su tratado particular en lo de mayo,
por el que adhería á la cesion hecha por su
Padre en el Emperador de los Franceses (b).
Dos días despues prestaron igual adhesion al


(a) Véase la nota i 7.a
(b) Véase la nota z S.1




( 68 )
tratado los Señores Infantes D. Carlos y
D. Antonio, y en union con ambos expidió
S. M. el día 1 2 desde Burdeos una proclama
á la nacion, resumiendo varias razones para
hacerle conocer la necesidad y utilidad de unir
sus intereses con los de la Francia , y que
pues se le conservaba su religion , su indepen-
dencia, la integridad de sus posesiones y las,
denlas ventajas pactadas con el Emperador i;
se aseguraba para largo tiempo y de un'
7720do incontestable el poder y prosperidad
de la nacion española. En conseqüencia
libertaban tí sus naturales de las obligaciones'
que tenían bazo estos respectos , exhor-
tándolos á no considerar sino los intereses
comunes de la patria , conservándose pací-
ficos , y debiendo creer que en esto darían
á su Príncipe y á sus Infantes el mayor
testimonio de su lealtad. Esta proclama ,Itil
cuya mayor parte no era un documento nece-
sario para dar mas valor al tratado de re-
nuncia , se miró como nueva prueba de que
aunque S. M cedía sus derechos á la violencia
6 la necesidad de las circunstancias, no quería
que la nacion , por la remota esperanza de su
restablecimiento se empeñase en una guerra
capaz de destruir su poder y de comprometer
su independencia. En efecto la proclama está
concebida en términos nada equívocos , y
con todas las expresiones que la sinceridad


( )
y buena fé del lenguage pueden emplear para
inspirar la persuasion (a). Los gabinetes de
Europa recogieron en su diplomacia estos de-
cumentos á que nada quisieron oponer, y de
ahí provino que ninguna potencia del continente
se declaró entónces por la causa personal de
nuestros Soberanos.


80. Llegados á Madrid todos estos tra-
tados , y participados por el Gran Duque de
Berg á la Junta de Gobierno , y de órden del
mismo al Consejo por el Señor D. Sebastian
Piiiuela , secretario de Gracia y Justicia, bien
se dexa entender que lo primero que se ofre-
cería discurrir sería sobre el valor legal de
estas renuncias. Es inútil detenerse en referir
las dificultades que al principio nacieron
de esta consideracion tan obvia, ni lo que
ántes de la comunicacion al Consejo habían
propuesto varios individuos de la Junta al Gran
Duque de Berg y al Conde de Laforest para'
dexar á la nacion el libre uso de sus derechos
en Cortes (h). Nada de esto pudo conseguirse
porque la fuerza no respeta los trámites y
formalidades legales, ni los consiente sino en
quanto esté segura de no encontrar un obs-
táculo en ellos. El Consejo por su parte , y
en las sesiones á que asistieron algunos voca-


(o) Véase la nota 19.,
(b) Véasela nota 20.1




( 7° )
les da la Junta , resistió guante) pudo el dar
cumplimiento á lo pactado en los referidos
tratados; pero corno venían acompañados de
órdenes terminantes de los legítimos Sobe,
ranos , y corno ni Ja Junta ni el Consejo po-
dían ser jueces en semejante qüestion , este
supremo tribunal concluyó con manifestar que
estínidole confiada por su instituto la execucion
de las leyes subsistentes , no podía dexar (1 11Ñ $
hacer una protesta reservada de que la execti.,;',
cion de estos tratados se entendiese salvos los'
derechos del Señor D. Cárlos 1T1, de su Hijo
y denlas sucesores (a). No hubo la menor
dificultad de parte del Gran Duque en que el
Consejo acordase así su cumplimiento , y lo
mandase publicar y circular, como en efecto
-se hizo.


8r. Quando la Junta estaba sumergida en el
dolor de haber perdido sus legítimos y amados
Soberanos, y dos ó tres días despues que el
Gran Duque de Berg gobernaba á nombre
del Señor D. Cárlos IV , llegó un propio á
pie, que dixo venir de Guadalaxara , y entregó
á .Azanza un pliego que contenía dos decretos
del Señor Rey D. Fernando VII expedidos
á conseqiieneia de las propuestas de la Junta
comunicadas á S. M. , corno se ha dicho arriba ,
por medio de D. Evaristo Pérez de Castro el


(a) Véase la nota 2t.


( 7 1 )
ara 4 de mayo. Ellos fueron escritos por S. M.
el siguiente día 5; tal vez sin saber las órdenes
y decretos que su Padre había dado la víspera ,
é ignorando seguramente que al Señor In-
fante D. Antonio se le hubiese obligado a salir
de iadrid. El uno era dirigido á la Junta , au-
torizándola á que en cuerpo, ó sustituyéndose
en una ó muchas personas que la representasen ,
se trasladase al parage que creyese mas con-
veniente , y en su nombre y representando su
misma persona , exerciese todas las funciones
de la soberanía : que las hostilidades deberían
empezar desde el momento en que internasen
á S. M. en Francia , lo que no sucedería sino
por la violencia y que en llegando este caso,
tratase la Junta de impedir , del modo que
pareciese mas á. propósito , la entrada de
nuevas tropas en la península. El otro decreto
dirigido al Consejo Real , y en su defecto
imposibilidad, á qualquiera Chancillería ó
Audiencia, mandaba que se convocasen las
Corles en el parage que se tuviese por mas
expedito , que por de pronto se ocupasen
únicamente en proporcionar los arbitrios y
subsidios necesarios para atenderá la defensa
del re:y-no , y que quedasen permanentes para
lo denlas que pudiese ocurrir.


82. Despues de despachados estos decretos
Por C9nducto que hasta ahora ignoran Azanza y


, pero seguramente por rodeos, segun




( 7 )
la tardanza con que llegaron í Madrid, en el
mismo día al anochecer fué llamado el Señor
D. Fernando Vil al palacio donde estaba ah:),
jado el Rey su Padre , y en presencia del Em,\
perador sufrió ( tomándose ocasion del suceso
de Madrid del 2 de mayo ) las amargas recon,
venciones y amenazas que le precisaron á la
abdicacion absoluta que queda referida. Yo.
es de extraiiar que el pliego que contenía los
Reales decretos del día 5, traídos por el mensa-
gero á pie , para la convocacion de Cortes y
empezar lis hostilidades, llegase tres , ó quatro
días despees que el decreto del día 6 en que
S. M. hacía saber su renuncia y revocaba los
poderes de la Junta ; porque en aquel tiempo
los correos franceses , que hacían el servicio de
Rayona á Madrid , caminaron con suma di,
ligencia ., y el pliego que contenía las órdenes
de S. M. del 5 se dirigió ( consultando sin
duda á la seguridad ) por caminos desusados.
Hay motivos de sospechar que rodeó por Ara-
gon , pues llegó por Guadalaxara.


85. Azanza , inmediatamente que lo recibió,
convocó á los denlas ministros para mostrarles
los decretos del Rey , y acordar lo que con-
vendría hacer : y todos opinaron sin vacilar
que las nuevas circunstancias hacían ya su
execucion imposible. En efecto estando ya pu-
Micado en Madrid el Ileal decreto del 6 ,
que se anunciaba á la nacion que el Seiiar


('75 )
13, Fernando VII había devuelto la corona
á su Padre y que á la Junta se le habían re-
vocado los poderes, ¿ como podía ya ésta ( que
no existía ) tomar la voz para promulgar dis-
posiciones contrarias ? ¿ con que títulos podía
exigir la obediencia de las autoridades supe-
riores de la capital y de las provincias? Lejos
de seguirla nadie en un exemplo tan desau-
torizado como peligroso , el Gobierno nuevo,
que estaba ya en pleno exercicio desu autoridad ,
la hubiera declarado rebelde y tratádola como
tal. Esto, que no podía hacer la Junta , como
cuerpo , menos podían ponerlo en práctica los
ministros obrando en particular , bazo cuyo
aspecto áun era mas cierta la nulidad de su
representacion; Su arrojo , si lo hubieran in-
tentado , habría sido atajado á los primeros
pasos y comprometido al Se7ior D. Fer-
nando VII y Señores Infantes , que quedaban
entre las manos del Emperador, á resultas
las mas funestas. La llegada de Pérez de Castro
á Madrid , que se verificó uno ó dos días des-
pues que la del propio de Guadalaxara , con-
firmó el acierto del acuerdo de los ministros ,
pues hablando con Azanza y 0-Fárrill , les
manifestó el sobresalto y grandes zozobras con
que habían estado todos los de la comitiva
Real , mientras no sabían si la Junta en MadriO'
habría intentado dar cumplimiento á aquel:`.'
órdenes de S. M. ó de qualquiera nia;'era$




(4) 1
hubiesen llegado ¿'t noticia del Emperador. Por
este solo recelo , y no por otra causa , se ocuPil
taron estas órdenes en la carpeta de un libro(
y se conservaron así hasta que , sabida la in-
ternacion de S. M. á Valencay , se resolvió
quemadas para evitar toda contingencia per-
judicial á S. M. por la delicada posicion en que
se hallaba constituido en Francia.


84. En vista de esto los ministros no queda$
ron ya en estado de poder resistir ni impedir
la execucion de los Reales decretos que mudaron
la dinastía. Y fuese por el estupor que causó en
lodos un acaecimiento tan inesperado , ó fuese
por la íntima eonviccion de que las fuerzas que
tenía en España el Emperador hacían ya inevi-
table el cumplimiento de los tratados de Rayona,


finalmente por el respeto á los conseos dados
por los Soberanos legítimos, lo cierto es que
no hubo cuerpo ni autoridad alguna que desde
luego rehusase descubiertamente el nuevo arden
de cosas que se quería introducir, contentán-
dose el que mas con algunas protestas y reti-
cencias, que probaban el desagrado general con
que se recibía tamaría novedad, y querían dexar
la puerta abierta á una remota esperanza , ú á:
futuros contingentes, pero sin presentar por de'
pronto ni obstáculos ni una firme oposicion.


85. Así terminaron las funciones de la Junta
de Gob:erno. Azauza y O-Fárrill se envanecen
de haber sido sus miembros , porque están


'3:41


( 7 5 )
seguros de que hasta el momento en que ella
dexó de representar al Señor D. Fernando VI[,
TIO cesó de acreditar su lealtad á S. M. y su zelo
por sus soberanos derechos. Nunca estuvo autori-
zada ádefendedos con las armas, habiendo siem-
pre tenido órdenes é instrucciones contrarias.
Que es pues lo que se pretende que ella debió


hacer y no haya hecho ? Si se quiere decir que
viendo ya sin libertad al Soberano, debió ella
por sí misma arrojar se á tomar un partido
hostil, c se han pesado bien todos los escollos y
riesgos que presentaba semejante determi-
nacion , que exponían la nacion ft perderlo todo
Untes de empezar á tener ningunas ventajas ?
Si en esto pudiese quedar alguna duda , bastaría
hacer una breve reflexion sobre el estado de
nuestras fuerzas y recursos en aquella época
para entrar en una guerra.


86. La. España tenía entónces sobre las ar-
mas, dentro y fuera de la península, un total
de cien mil hombres , inclusos los regimientos
de milicias provinciales. Esta masa de fuerzas
estaba diseminada y repartida del modo si-
guiente : i5,000 se hallaban de auxiliares de
las tropas francesas en Dinamarca: de los 55,0oo
que estaban en Portugal ó su frontera, los
2o,000 se habían puesto á las órdenes del ge-
neral frunces Junot : 15,000 hombres habría en
las plazas de África , Islas Baleares , y Cana-
rias : o,o0o en el campo de S, Roque : 10,000




n


( 7 6 )
en Galicia ; y los t5,000 restantes estaban en las'
guarniciones de las costas, inclusas las de Cata.
luiia y plazas interiores del reyno.


87. No siendo posible, durante Ja guerra
con Inglaterra , desguarnecer del todo la linea
de S. Roque , ni las plazas de Africa , ni nuestras
islas y- departamentos marítimos , y deduciendo
del todo de las fuerzas las bazas comunes , no
es aventurado el afirmar que un mes no hubiera
bastado para reunir 20,00o hombres en qual..
quiera punto de la península. Agrégase á esto
el hallarse ya en poder de los Franceseslas
plazas fronterizas , las principales fábricas de
armas y municiones , varios almácenes de pól-
vora, y aun la artillería depositada en Segovia,
pues que sus tropas rodeaban esta ciudad.


88. ¿ Que confianza podía dar la reunion tar-
día de CSIOS.20,000 hombres contra las fuerzas
que tenían los Franceses en Espaiia ? Ademas
de sus guarniciones en las plazas de Cataluiia
habían entrado por I run , desde octubre de 18o7
hasta enero de 184 unos 82,000 hombres ., de
suerte que sin dexar de conservar su comunica-
cion con Francia, les era fácil atacar con 40,000
hombres qualquiera cuerpo de exército que
hubiéramos intentado oponerles.


8g. ¿ Quien habrá pues que sostenga que la
Junta podía haber tomado sobre sí el debilitar
las guarniciones de nuestras islas y departa-
mentos marítimos , corriendo el riesgo de que,


( '77 )
t erminada felizmente la negociacion de Bayona ,
se apoderasen en el intermedio los ingleses de
qualesquiera de estos puntos , y no quisiesen
despues cederlos? ¿ Qual no hubiera sido en-
tónces la responsabilidad de los ministros ? No
sería ella menor si en el caso de frustrarse las
negociaciones de Bayona, y habiéndose entre-
gado dichas plazas á la Inglaterra , la nacion no
hubiera querido arrostrar los sacrificios de la
guerra, ó hubiese cedido despues de princi-
piarla , quedándose por consiguiente (Indios
los Ingleses de estas nuevas barreras ó atalayas
en nuestra península , aiiadiendo este borron
mas al de Gibraltar. El prescindir de todas estas
consideraciones y no cuidarse de las resultas ,
queda bueno para la multitud, que quando se
arroja á obrar en un movimiento popular , es
porque ya parte del principio de que ella es
superior á todas las reglas , y que nadie puede
reconvenirle de su con d.ucta. Pero m los hombres
públicos, á los mandatarios de un Gobierno ,
á los qué han recibido sus empleos para exercer
sus funciones con sujecion á responsabilidad de
la que no pueden eximirse, ¿ quien les ha exi-
gido jamas que obren del mismo modo, y mas
guando ni ellos en sí mismos, ni el público en
ellos reconoce sino unas facultades dudosas?


9o. Y no se diga que este mismo era el estado
de la monarquía guando la Junta escribid á
S. M. consultándole si quería se mudase el plan,




( 7 8 )
y que se trasladase la Junta á parage libre ,
se formase una regencia y se convocasen 1
Cortes. Este plan adoptado en tiempo salvaba
los principales inconvenientes que acabamos de
exponer. Una resolucion terminante del Sobe.
rano mudaba enteramente la situacion de la
Junta, y ella hubiera tomado la actitud de inde-
pendencia que no se podía arrogar. Cesaban
las incertidumbres porque se fixaba de una vez
el objeto á que todo se debía sacrificar. En-
tónces no había renuncias , válidas ó nulas, de
derechos, que hiciesen vacilar u la nacion : en.
tónces no podía haber diversidad de opinio-nes
ni conflicto de autoridades : entónces á la Junta
ó la regencia se la habría respetado y obede-
cido unánimemente como al Rey, sin recelo de
que las provincias quisieran cada una exercer
la soberanía : entónces nadie sino el Rey res-
pondía de las resultas ; y entónces sobre todo
no podía temerse la anarquía , el mayor de.
todos los males. 4


9 1. Creernos haber hecho evidente que la
Junta , corno cuerpo, no pudo ni debió tener
otra conducta que la que tuvo, con arreglo á las
órdenes que se le dieron, y á las facultades
limitadas con que se hallaba. Harta prueba dió
de que estaba dispuesta á poner en práctica
quanto S. M. quisiera que executase , pues que
ya el 4 de mayo consiguió , por la mision de
D. Evaristo Pérez de Castro , poner en su Real


( 79 )
N oticia la propuesta de las medidas que creía
pode r llegar el caso de adoptar. Si desgracia-
damente la contestacion no pudo recibirse en
Madrid á tiempo de llevarla á efecto, por estar
va disuelta la Junta por otro decreto de S. M.
no es culpa de ella.


92. Si por todo lo ocurrido en la última época
de que hablamos nadie puede dexar de conocer
que la Junta estuvo siempre penetrada de los
mas leales sentimientos ácia S. M. , Azanza y
O-Fárrill en su particular dieron tambien en
aquellos dias positivos testimonios que hacen
honor á su conducta personal. Por de contado
dimos pruebas bien claras de que nuestro pro-
ceder no era guiado por la menor inclinacion
ó apego que tuviésemos al gobierno frances
puesto que hicimos dimision de nuestros em-
pleos precisamente en la ocasion en que el gefe
de las armas francesas se arrogó la presidencia
de la Junta. Siempre fué constante nuestra opo-
sicion á quanto podía perjudicar los derechos
de S. M. , y la justicia nos obliga á confesar-que
lo fué igualmente la de nuestros compaiieros
los Seiiores D. Francisco Gil y D. Sebastian
Piriuela : y ni la distancia , ni el abatimiento en
que sabíamos todos se hallaba el Rey en Bayo-
na, durante las negociaciones, entibiaron jamas
nuestra fiel correspondencia á la confianza que
había depositado en la Junta y en cada uno de
nosotros : y miéntras S. M. no se desapropió




( 8o )
sí mismo de sus derechos, y á. nosotros de tod
autoridad y voz para podérselos recobrar , ioe
mamos por ellos en su ausencia el mismo zelo
é interes que guando le teníamos presente eo
Madrid.


QUARTA ÉPOCA.
Desde la mutacion de dinastía hasta que de


resultas de la batalla de Baylen el exercito
frances evacuó á Madrid, y se retiró al
Ebro en fin de julio de 1808.


93. Aun untes de publicarse en Madrid las
renuncias hechas en Bayona , empezaron á no-
tarse sublevaciones populares en varias partes,
que dieron indicios de la horrorosa anarquía
que amenazaba al reyno , y este fué un nuevo
motivo para que la gente sensata se inclinase á
abrazar un gobierno capaz de comprimir con
su fuerza al pueblo, y contenerlo dentro de
los límites de la subordinacion y tranquilidad.
Pero para no anticipar la relacion de sucesos
posteriores , conviene continuar la serie de los
que ocurrieron en Madrid.


94. Nadie se persuadirá que el Emperador
vacilase sobre qual de sus hermanos había de
reynar en Espaila ni que quisiese someter
seriamente á la decision de la Junta de Go-
bierno y del Consejo , y aun de la-villa de
-


Madrid, la designacion de esta persona. Ase-
gurado


( Si )
curado de su nueva adquisicion quiso guardar
las apariencias de eleccion , que no podían
perjudicarle. Con efecto el Gran Duque hizo
manifestar al Consejo que mediante á estar
cedidos todos los derechos de la corona de
Espaiia al Emperador de los Franceses, y de-
biendo recaer ésta en uno de sus hermanos ,
deseaba S. M. I. que el Consejo manifestase el
que le parecía mas á propósito, sin que por
esta designacion se entendiese que el Consejo
se mezclaba en la aprobacion d desaproba-
cion de dicho tratado , ni que los derechos
del Rey Cárlos y su Rijo , y demas sucesores
á la corona segun las leyes del reyno , que-
dasen perjudicados. Tal era la órden del
Gran Duque que en 15 de mayo comunicó el
Seríor Pi7iuela , y se ve bien por ella lo poco que
embarazaban al Gran Duque estas protestas ,
(piando él mismo tenía la franqueza de preve-
nirlas, conociendo el ningun influxo que tienen
en que surtan efecto unos tratados , cuya san-
cien definitiva la han dado en todos los países
y en todos tiempos las armas. Y así acordó el
Consejo su consulta en dicho día 13 , dirigién-
dola al Gran Duque, y manifestando en ella
que bazo las protestas insinuadas le parecía
que en execucion de 10 resuelto por el Em-
perador, podía recaer la eleccion en su her-
mano mayor el Rey de Nápoles (a). En el


(a) "IVIanifiesto del Consejo', pa g, 61.
6




( 82 )
mismo día la Junta de Gobierno puso en manos
del Gran Duque la carta que tambien se le
había exigido para el Emperador sobre el mismo
asunto , yendo firmada por los quatro ministros,
el decano del Consejo de Castilla y los demas
presidentes ó goberindores de los otros Conse-
jos. Lo mismo hizo la villa de Madrid el día i5.


95. Aunque el Gran Duque hizo escribir al
Consejo lo satisfecho que quedaba con el paso
que acababa de dar, quiso todavía que se au-
mentasen estas demostraciones. De su parte se
intimó á la Junta propusiese al Consejo enviar
una diputacion al Emperador, con una Sarta
en que se expusiesen los mismos sentimientos
que había manifestado en la consulta. Siendo
baxo estos términos , no halló en ello incon-
veniente el Consejo, y diputó 'para llevar la
carta á Bayona dos de sus ministros, que fueron
D. José Colon y D. Manuel de Lardizábal. 4


96. Por mucho que se hubiese recelado que
las negociaciones de Bayona no lograran un
éxito feliz, jamas podía pensarse un resultado
tan inopinado como el que tuvieron ; y á cada
paso se tocaba que la nacion y su Gobierno no
estaban preparados á una mudanza de sistema
tan transcendental y repentina. La voluntad
misma de nuestros Soberanos, declarada de
tantos modos y tan terminantemente, para que
nos sometiésemos sin resistencia al nuevo órden
de cosas, constituía á la -Junta en un estado


)
habitual de sufrimiento á que era bien duro el
resignarnos; porque el que exercía como te-
niente las funciones del poder soberano dictaba
con mas imperio sus providencias al Góbierno
nacional , á quien veía sin apoyo y sin que pu;-
diese cubrir qualquicra resistencia con las ór-
denes de su Soberano. Los ministros del des.;»
micho que componían la Junta eran tan pasivos
en el cxercicio de sus funciones , como el Con-
sejo Real y demas cuerpos administrativos en.
las suyas para Iodo lo que el nuevo Gobierno
quería exigir de ellos.


97. Poco despues de la internacion de nuesa,
tros Soberanos en Francia , una órden del Em-
perador , comunicada á Azanza por el Gran
Duque de Berg , le hizo salir de Madrid para
Bayona el a3 de mayo , para informar Í.1 aquel
del estado en que se hallaba la Real Hacienda
de Espaiia. Llevó Azanza consigo para este
efecto al tesorero general D. Vicente Alcalá
Galiano , al consejero de Hacienda D. Antonio
Ranz Romanillos , al oficial mayor de la secre-
taría de Hacienda D, Cristóbal de Góngora ,
D. Juan Orovio , ministro de la Junta de co-
mercio y moneda , y á D. Ramon Bango , em-
pleado en la caxa de consolidaeion. En el camino
prepararon una memoria sobre el objeto de su
comision , y Azanza la presentó al Emperador
á su 'arribo á Bayona el a8. Evacuado este en-
cargo, á los tres días solicitó Azanza permiso


6.




( 84 )
para volverse á su destino de Madrid , y el
Emperador le mandó se detuviese para presidir
la Junta de Notables de Espalia , que por un de.
creto Imperial de 25 de mayo se había convocado
para empezar las sesiones el día x5 de junio.


98. Se habían reunido en Bayona sugetos
visibles del clero , de los Grandes de España,
de la nobleza , de la magistraturay domas clases
del Estado , diputados unos por sus provincias,
ciudades y cuerpos respectivos, y nombrados
otros por el Gran Duque de Berg. Otros muchos
habían sido tambien elegidos , y no pocos se
habían puesto en camino pero por la estrechez
del tiempo , ó por impedimentos que encontra-
ron en el viage , por falta de voluntad, no se
presentaron en aquella ciudad. Y debiendo
llegar á ella el Rey de Nápoles el día 7 de
junio, el Emperador por un decreto del día
anterior le proclamó Rey de España y de las
indias. (a)'


gg. A medida que se veía irrevocable la suerte
de la monarquía, el sentimiento de haber per-
dido á nuestros Soberanos se hacia muy com-
patible, en el corazon de todos los diputados
españoles, con el deseo de que se salvase la
independencia de la nacion , y de que librán-
dose de los horrores de una guerra , empezase
desde luego á ser gobernada con tranquilidad,


(a) Véase la nota 22.1


( 85 )
-sr todos encontraban consuelo en entregarse


esta esperanza.
100. Antes de empezar las sesiones de la


Junta, tuvo el Emperador por conveniente
ganar tiempo ; y previno á los vocales de ella
que se hallaban en Bayona exhortasen á los
habitantes de Zaragoza á que se sometiesen al
nuevo Rey (a) ; y dispuesta una proclama que
firmaron todos, fueroncomisionados el capitan
general Príncipe de Castel-Franco , el consejero
de Castilla D. Ignacio Martínez de Villelá , y el
alcalde de casa y corte D. Luis Marcelino
Pereyra , para que pasasen á. aquella ciudad ,
y no solo hiciesen conocer la proclama, sino
que persuadiesen de viva voz la necesidad y
ventajas de admitir la nueva dinastía. No tuvo
ningun efecto esta comision , porque los encar-
gados de ella no pudieron penetrar hasta Zara-
goza , ni encontraron disposicion de ser escu-
chados por sus vecinos, y volvieron á Bayona.
Azanza tuvo órden de enviar circulares y pro-
clamas á las Indias, enderezadas á comunicar


(a) Como nuestra Memoria se refiere á épocas ante-
riores , designamos históricamente á José Napoleun con
el mismo título de Rey con que en aquel tiempo estaba
reconocido y tratado, en los tronos de Nápoles y do
Espada , por casi todos los Estados de Europa , y con el
que le nombraron todavía los Soberanos aliados en el
tratado de Paris de II de abril de 1814. Por cl mismo
tratado se le señaló el título de Príncipe.




»


( 86 )
la mudanza de dinastía; y á que aquellas Pro,
vincias se mantuviesen unidas á la metrópoli.


Tambien exigió el Emperador que los
vocales de la Junta de Bayona dirigiesen otra
proclama á la nacion con el objeto de inclinarla
á permanecer en tranquilidad y sosiego, sin
dar oídos á las sugestiones de los que quisieran
empeñarla en una guerra que solo podía con.
ducirla á la desolacion y ruina. Lo hicieron así
poniéndole á la vista los males pasados y los
riesgos de una disolucion social y política, pre_
sentándola un Soberano que podía librarla de
una guerra exterior, y elevar la nacion con el
auxilio de sus súbditos al grado de esplendor y
gloria que le era debido. « Espaiioles, dignos de
» mejor suerte , les decían , evitad la temible
» anarquía que os amenaza : mirad por coso-
» tros y por vuestros inocentes hijos y familias,
» ¿ que fruto esperais coger de los movimientos


y turbaciones á. que la inconsideracion 6 la
• malevolencia os han arrastrado?




La anar-
quía es el mayor azote que Dios envía á. los
pueblos : durante ella, la licencia y el desen-
freno saquean , queman , talan , cometen
toda especie de desórdenes : los hombres de
bien son ordinariamente sus mas seguras


» víctimas


No os lisonjeeis con la idea de
3 poder obtener sucesos en esta lid : sino en el


valor , en los medios es muy desigual parA
vosotros : al fin sucurnbireis y todo será per'


( 87 )
» dido. Es preciso no disimuláros lo


: 'la salud


» pública no puede ya depender en este mo-
» mento sino de que todos nos reunamos de
» corazon al nuevo Gobierno , y le ayudemos


o en la regeneracion que está disponiendo para
» la felicidad de nuestra patria. Es cierto que
» hemos llegado á una situacion lastimosa......
» ¿ Que resta pues sino prestarnos sumisos, y
» aun contribuir cada uno por su parte á que
» se organice un Gobierno nuevo sobre bases
» sólidas que sean la salvaguardia de la liber-
o tad , de los derechos y propiedades de cada
» uno ?..... Estos son los sentimientos que han
» procurado inspiraros e] Serenísimo Señor
,» lugar-teniente general del reyno , la su-
» prema Junta de Gobierno y el Consejo de
» Castilla , que son las autoridades primeras
» de la nacion y de los mismos deseamos no-
» sotros que os penetreis, para que restituidos
» á la tranquilidad y al órden , lo espereis todo
» de la mano poderosa y benéfica en que está
» puesta nuestra suerte. ¡ Quiera el cielo que
» esta sincera exhortacion , que nos dicta el
» mas apasionado patriotismo obre en vosotros
» el efecto de contener y reprimir á los díscolos
» que intentan conmoveros y que desde ahora
• reynen entre vosotros la paz y la confianza ! »


r la
¡mil:2


1 en
:s::


s
esta exhortacion , que no pudo pene-


tra
provincias á tiempo de impedir el


que ya se habian entregado algunos




( 88 )
pueblos, dexó' de producir el efecto que se
intentaba , no quedó á lo ménos por par l e d,1


_ os
que la adoptaron y firmaron , creyendo sibee,
ramente que en ello hacían el mayor bien á su-
patria (a). En esta proclama no se afectaron seo_
timientos, pudiendo asegurarse sobre el honor,
probidad y carácter de los vocales , que su modo
de pensar era conforme á. lo que escribían.%
eran capaces siquiera de dudar que guando se
escribe para veinte millones de almas sobre
asuntos de tanta entidad y transcendencia, no
puede ser permitido falsear el idioma del propio
convencimiento y de la buena fé , sopena de
hacerse responsables de todos los errores que
se cometan por el efecto que produzca en otros
su persuasion.


in3. La Junta de Gobierno en Madrid defi-
riendo á los pacíficos consejos de nuestros So-
beranos , y persuadida íntimamente de que toda
resistencia de parte de la nacion le sería funesta
y ruinosa, procuró inspirarla estos mismos sea,
timientos : los principales gefes del Gobierno
y las supremas autoridades no dudaron unir
su voz á la de la Junta en la proclama que se
dispuso en 5 de junio , y fué publicada por el
Consejo, para calmar las agitaciones que na-
cían en las provincias. Todos preferían una
resignacion pacífica á una guerra desoladora


( 89 )


(!uac


Ti
o


do exhortaban á la nacion diciéndola


ompuesta en el día de los primeros magis-
Españoles : la Junta suprema de Gobierno,




trados de la nacion , Os habla para desva-
necer los errores que la malignidady la igno-
rancia se esfuerzan á acreditar y propagar




entre vosotros : errores funestos que podrían
acarrear incalculables Barios, si la suprema




autoridad no se apresurase á destruirlos en
» su origen ; y espera que los que en todos
» tiempos y en todas ocasiones han oído con
» docilidad la voz de sus magistrados , no ma-
» nifestarán ménos sumision guando se trata
» de que ó aseguren para siempre su felicidad,


uniéndose con las primeras autoridades del
• Estado , ci de que ellos mismos labren la


ruina de la patria, entregándose á las agita-
ciones en que quieren precipitarlos los éter-


» nos enemigos de la prosperidad y gloria de
la nacion espai ►ola (a).
io4. Tales eran, por el imperio de las cir-


cunstancias, los sentimientos que generalmente
animaban á todos los hombres públicos en
Madrid y en Bayona. Éstos se pronunciaron


las diputaciones


mas guando tuvieron ocasion de
conocer y tratar de cerca al nuevo Rey, ya en


putaciones que cada clase nombró para
fel icitarle, ya en las presentaciones particulares


(a) ti dase la Ilota 25./ (a) Véase la nota 24..




(90 )
que obtuvieron muchos de ellos. Digan con
ingenuidad las esperanzas que entónces concia
Dieron de la felicidad que podía prometerse la
España bato su gobierno, y quanto deseaban
que se diese principio no á una guerra exter-
minadora , sino á un reynado sosegado y tran-
quilo , que permitiese realizar en la nacion las
saludables reformas á que cada uno se preparaba
y aun se ofrecía á contribuir. ¿ Que otra cosa,
por exemplo podía pensarse guando la dipu-
tacion de la Grandeza decía al nuevo Rey :


Señor : los Grandes de España han sido ce-
» lebres en todos tiempos por la lealtad á sus
• Soberanos : V. M. hallará en ellos la misma
» fidelidad y la misma adhesion. » Del mismo
modo el Consejo de Castilla presentaba á la
nacion la perspectiva lisonjera de su futura
reforma, guando su diputacion se explicaba en
estos términos « Señor : V. M. es la rama


principal de una familia destinada por el
cielo para reynar




1Vo teníais, generosos
» Españoles, que vuestra santa Religion reciba
» la menor mengua : ella será la única domi-


p aute en España en toda su pureza : la legis-
» lacios , los usos y costumbres , los tribunales,
» el clero, los cuerpos nacionales serán con-


servados y mejorados con grande utilidad de
la Iglesia y del Estado....,, Quiera el cielo


• oir nuestros votos , y que V. M. sea el ni*
feliz del Universo, como se lo deseamos er


( )
y, nombre del supremo tribunal de quien somos
„ diputados ! » Los Consejos de Inquisicion , de
Indias, de Hacienda y de Ordenes « se confe-


saban dichosos de ver el Soberano destinado
á gobernar las vastas provincias de España ,


7) deseándole que encontrase en el seno de ella
su felicidad , haciendo tambien la de sus


» vasallos. »
io5. Se dirá tal vez que la urbanidad y aun


la adulacion son como de etiqueta en los dis-
cursos que se pronuncian en tales ocasiones.
No lo miran así los Soberanos, que saben muy
bien quanto influye el exemplo de los primeros
hombres de un reyno para formar la opiuion
de él : y si ésta llega á formarse , poco les im-
porta la falta de ingenuidad de los que contri-
buyeron á acreditarla. ¿Y que necesidad podría
haber de esta ficcion en las comunicaciones
privadas y en la conducta particular de los
diputados ? Ellas tampoco dexaban la menor
duda de su deseo y esperanza de que la nacion
aceptaría con resignacion al nuevo Soberano ,
y que pues era ya forzoso el paso á una nueva
dinastía, se hiciese éste sin efusion de sangre :y
se aseguraba , hablando de sus calidades perso-
nales, que su presencia reuniría todos los ánimos
y calmaría las inquietudes de los pueblos. (a)


(g) -Véase la nota




( 92 )
io(i. Todo esto jamas podrá probar nada


contra la lealtad y patriotismo de los miembros
de la Junta de Bayona : y no puede dudarse
que en la nacion se ha creído así , puesto que
desde.el principio de la guerra , un gran nú-
mero de sus vocales fueron empleados en man.
dos militares y en otros destinos de la mayor
confianza , y los gozan en el día cerca de S. i'L
En efecto, los diputados no habían sido lla-
mados para mudar la dinastía, ni aun para
sancionar siquiera la mudanza que estaba hecha
por los tratados del mes anterior. De esto jamas
se trató ni se permitió tratar en la Junta de
Bayona ; el objeto de su reunion era en sí el
mas patriótico y digno de todos los hombres
bien intencionados. Si el nuevo Soberano bahía
de reynar conforme á los pactos de una consti-
tucion monárquica que asegurase á la nacion
la libertad y representacion convenientes , esta
era la ocasion de hacer á la patria un servicio
de utilidad perdurable. Pero todos los vocales
saben muy bien que no estuvo -en su arbitrio
hacer esta obra del modo que hubieran deseado,
para conciliarle mas confianza y satisfacer me-
jor la expectacion de la nacion.


Azanza, aunque nombrado por el Em
perador solo para presidir la Junta , no dexó
por su parte de representarle quan conveniente
seria que la nacion fuese consultada en Cortes


( 93 )
y dentro de España, pues la Junta no estaba
constituida bazo un órden de representacion
nacional suficiente á sancionar una transaccion
.de tanta importancia. El Emperador partiendo
del principio de que la aceptacion de la nacion
supliría despees qualquiera falta de las for-
malidades y requisitos que las circunstancias
no permitían emplear, entregó á Azanza un
proyecto de constitucion que debía presentarse
á la Junta, encargando se formaran dos comi-
siones que preparasen la materia de las discu-
siones , y propusiesen las alteraciones y modi-
ficaciones que estimasen convenientes (a) . La
Junta no dexó de hacer algunas que le pare-
cieron útiles , á pesar de la precipitacion con
que se la obligó á concluir sus sesiones. Estas
fueron doce , y en ellas, por nombramiento del
Emperador, hizo las funciones de primer se-
cretario el Señor D. Mariano Luis de Urquijo
del Consejo de Estado , y de segundo D. Antonio
Ranz Romanillos , consejero de Hacienda. Go-
zaron plena libertad los vocales para manifestar
sus dictámenes y emitir sus votos, y existen en
estado de poderse mostrar los que varios de
ellosdieron por escrito, acreditándose por estos
documentos quan de buena fé buscaban todos
el bien de su patria , y deseaban fixar las bases


(a) Véase la nota 26.n




( 94 )
de un futuro Gobierno. En la última sesion,
que fué el 7 de julio , fué aceptada (a) y jurada
la constitucion por todos los diputados , y en
seguida se dieron las órdenes para regresar d
España el día g.


-lo& El nuevo Soberano compuso su corte
y-servidumbre de los mismos sugetos que aca-
baban de servir al Seiior D. Fernando VII , y
fueron con él exerciendo sus funciones. De este
número eran los Señores Duques del Infamado,
de Frías , de Híjar , del Parque ; el Marques de
Hariza , el Principe de Casiel-Franco , y los
Condes de Fernan 1\r diiez , Orgaz , Castel-
florido , Santa-Colonia y otros Magnates. En
Burgos se aumentó la servidumbre Real con
los mayordomos de semana Conde


• de Casa-
Tilly y Marques de Cevállos que habían ido
de Madrid. El Seiior Marques de Astorga ,
caballerizo mayor , no pudiendo ir al encuentro
del nuevo Rey por haber caído enfermo en
Arévalo , dirigió desde allí sus atentas discul-
pas y ofreció sus homcnages. El Señor D. Pedro
Cevállos fué confirmado en el ministerio de
Estado; Azanza fué nombrado para el de Indias,
en lugar del de Hacienda que había tenido;
este ministerio fué conferido al Seiior Conde de
Cabarrus , del Consejo de Estado ; el Seiior


(a) Véase la nota 2.7.a


( 9 5 )
pirinela y 0-Fárrill fueron confirmados en los
q ue exercían anteriormente : al Se icor D. José
Mazarredo, teniente-general de la Real armada,
se le confirió el de Marina ; y el Seiiur D. Ma-
riano Luis de Urquijo fué nombrado aministro
secretario de Estado.


1 09. Ya se ha dicho que antes de saberse
las transacciones de Bayona , habían -empezado
algunos pueblos del reyno á manifestar su resis-
tencia á. conformarse con la introduccion del
nuevo gobierno. En Sevilla , Badajoz y Oviedo
se conmovió el pueblo desde que llegó la
noticia de lo acaecido en Madrid el a de mayo,
y era general la inquietud con que se esperaba
la terminacion de tan terrible crisis. Las auto-
ridades locales calmaron el primer movimiento
de Sevilla y Badajoz, y el teniente-general del
rcyno dispuso que el Conde del Pinar , conse-
jero de Castilla , y D. Juan Meléndez Valdes
fiscal que había sido de la sala de Alcaldes de
casa y corte, pasasen á Asturias con el objeto
de apaciguar los ánimos de sus naturales ; pero
como á su llegada se tuviese ya allí la noticia
de la mutacion de dinastía, la conmocion se
'labia hecho general , y lejos de ceder los pue-
blos á los consejos de los comisionados , se
vieron éstos perseguidos , amenazados y en
inminente riesgo de perder la vida , así corno
el gefe militar de aquel principado y el com-




( 96 )
mandante de la tropa de carabineros Reales
que se enviaba de refuerzo.


l ' o. En Valencia había cesado de respetarse
la autoridad del Gobierno desde el 23 de mayo,
y tres días despues el pueblo levantado cortó
toda comunicacion con Madrid ; lo mismo
había sucedido en Sevilla el , y en el reyno
de Aragon el 2 7 , y con sucesion rápida cundió
la agitadon de los ánimos á todos los pueblos
y provincias del reyno , á excepcion de las pla-
zas ocupadas por las tropas francesas y de los
pueblos que podían dominar desde ellas.


1. En los primeros días de esta fermen-
tacion se conservó la esperanza de que podria
desvanecerse muy pronto, al ver que muchos
de los sugetos constituidos en los empleos de
mando la resistían con energía , ó habían sido
víctimas de ella , y que los que se prestaban
á tomar la direccion de los negocios , en situa-
cion tan angustiada para todos, ó eran vio-
lentados á admitir estos cargos, ó aparentaban
serlo.


512. El brigadier D. José de Palafox había
estado con licencia en Bay-ona , de donde salió
para Zaragoza : es probable que recibiese de
boca del Señor Rey D .Fernando iguales órdenes
que las comunicadas á la Junta de Gobierno
para armar la nacion y oponerse á los planes
del Emperador , y que en virtud de esto tra-


tase


( 97 )
t ase de ponerlas en execucion en el reyno de
A ragon.


115. Los ministros que continuaban en la
Junta de Madrid , y que no hahian podido cum-
plir las citadas órdenes por lo que ya va ex-
puesto , comisionaron al Marques de Lazan
para que fuese á Zaragoza á instruir á su her-
mano Palafox de todo lo sucedido, y recomen-
darle que por quantos medios excogitase su
prudencia , tratase de calmar los ánimos de los
Aragoneses. El Marques escribió á 0-Fárrill
desde Zaragoza para decirle que su hermano
no era ya dueño de aunietar al pueblo ni de
variar la direccion que había tomado para fixar
su gobierno y conservar su libertad.


114. Mientras el Rey José preparaba y
verificaba su viage desde Rayona h Madrid ,
novedades de grande entidad acaecían en
varias provincias del reyno. El Gran Duque
había caído enfermo, y la tenacidad de sil
mal le había obligado á. volver á Francia ,
trasladándose el mando militar en Madrid al
general Savary. Las insurrecciones en las pro-
vincias tornaban un aspecto muy serio , y las
tropas francesas trabajaban por disiparlas con
vario suceso. La fuerte resistencia de los Zara-
gozanos prolongaba el sitio que el general Le-
febvre Desnouettes babia puesto á aquella ciu-
dad. El Mariscal Duque de Connegliano tuvo
que retirarse de las puertas de Valencia, porque




( g8)
las fuerzas que mandaba no eran proporcio_
nadas á las que habían reunido los habitantes
para llevar adelante su resolucion de no so-
meterse. El general Dupont fué enviado con
un cuerpo de tropas de unos doce mil hombres
á ocupar las Andalucías , y penetró sin encon.
trar grandes obstáculos hasta Córdoba. El
Mariscal Duque de Istria deshizo y dispersé
en Cabezon el crecido número de paysanos que
el capitan general de Castilla la Vieja D. Gre-
gorio de la Cuesta , forzado por el pueblo de.
Valladolid , tuvo que oponerle ; y de allí á pocos
días atacó al cuerpo de tropas de Galicia , al
que se había reunido el mismo general Cuesta
con las suyas de Castilla. La batalla se dió en
Medina de Rioseco, y desbaratado el exército
de Cuesta , quedó libre el camino para que el
Rey José continuase su marcha á la capital. -*


11,5. Las asonadas y tumultos populares se
multiplicaron por todas partes, y el vulgo des-
enfrenado empezó á cometer los mas horrendos
atentados contra todos los que caprichosamente
sospechaba de favorecer los intentos del Em-
perador Napoleon, encarnizándose principal-
mente contra sus gefes militares y civiles, y
contra aquellos que creia habían gozado de
mas proteccion en el reynado del Seiior D. Cár-
los IV. Víctimas fueron de este insano furor,
entre otros muchos, el capitan general de la
Real armada D. Francisco de Borja, el Mar-


( 99 )
ques del Socorro , capitan general de Anda-
lucía, el Conde de Toriefrezno , gobernador
de Badajoz, 1). Santiago de Guzman y Villoria ,
gobernador de Tortosa el teniente general
y. Antonio Filangicri , los mariscales de
campo D. Miguel de Cevállos y D. Pedro




ruxillo, D. Juan de Toda, gobernador de
Villafranca de Panades; el Conde del Aguila
en Sevilla y el Piaron de Albalat en Valencia,
todos ellos muertos y despedazados cruelmente
en medio de tumultos. Esto infundió un terror
general, y estableció una completa anarquía ,
poniendo á quantos gobernaban en la dura
necesidad de contemporizar con el vulgo y
prestarse á todos sus caprichos.


t 16. Este era el estado en que se hallaba la
España guando el Rey José entró por la pri-
mera vez en Madrid el no de julio : coyuntura
á la verdad poco favorable para que los habi-
tantes de la capital hiciesen demostraciones
de júbilo , guando todos estaban ya sobre-
saltados con el serio aspecto que habían tomado
los movimientos de las provincias, y con el
recelo de hostilidades en alguna de el las. En los
momentos de una crisis que excita tanta expec-
lacio]] , es natural que todos difieran pronun-
ciarse , si no tienen precision de hacerlo , y aun
los que lo han hecho se contienen hasta que
nuevos sucesos les llagan ver mas claro. No
obstante esto , la nobleza y todas las auturi-




( ioo )
dales de Madrid hicieron el reconocimiento
del nuevo Soberano , y se presentaron á feli-
citarle , ménos el Consejo de Castilla que re,
husó hacer previamente el juramento que po:erts:s
cribía la constitucion, como lo habían hecho
ya el Consejo de Estado , el de Indias
cuerpos. La resistencia del Consejo Real y el
desvío que en aquellos días comenzó á notarse
en algunos sugetos, que ántes parecía haberse
conformado de buena fé con el nuevo órden de
cosas , pudieron provenir (y así se creyó gene.
talmente) de las noticias que fueron llegando
de la primera y afortunada accion de guerra
verificada en Andalucía. Allí se había formado
con la mayor actividad por la Junta de Sevilla
un cuerpo de tropas nacionales, que mandado
por el general D. Francisco Xavier Castaños,
batió y obligó á capitular en Baylen todo el
que había llevado el general frances Dupont,
y el que mandaba el general Vedel , que estaba
á sus órdenes y debía auxiliarle.


117. El aviso de este suceso, que no llegó
al Rey José hasta el día 2 7 ó 28 del mismo
mes de julio , le obligó á evacuar la capital y
retirarse al Ebro. Con la larga experiencia que
tenía de lo que son las revoluciones en todo
pais , conocía muy bien la delicada posicioa
de los Españoles, y especialmente la de todos
los hombres públicos y de los mismos Grandes
del rey no que servían á su persona. Y así lél°5


( IoT )
de obligar á nadie á que le siguiese en aquella
retirada , que se presumía de corta duracion ,
dexó á todos, y aun á sus ministros , una entera
libertad de hacer lo que mas les conviniese.
Aunque fueron varias las personas calificadas
que le siguieron , no era posible que su séquito
fuese numeroso, atendidas las circunstancias
de lo repentino de la marcha , en la que la reti-
rada de un exército agota todos los medios de
transporte. Los mas no podían abandonar sus
familias, y á otros detuvieron las incomodi-
dades y los gastos de un viage que no daba
tiempo de tomar medidas ni prevenciones. De
los siete ministros del Despacho , lo siguieron
cinco , á saber : los Señores Mazarredo , Gabar-
ros y Urquijo con Azanza y O-Fárrill : los
Señores Cevállos y Piiiuela expusieron en el
Consejo de ministros motivos personales para
quedarse en Madrid.


118. Estos son los principales hechos ocur-
ridos en los dos meses y medio que abraza esta
guama época , que puede llamarse la de la ins-
talacion de la nueva dinastía en el trono que
se le había cedido por los tratados de Bayona.
Ningun suceso de aquel cómo periodo concierne
pecul iarmente á Azanza y O F¿


- , pues en
t odas las formalidades de esta ínstalacion no
tu


vieron mas intervencion que la que fué comun
alas


sh ombres d
l em a


autoridades de la corte, y á todos
públicos de que á la sazon se com.




( 102 )


ponía el Gobierno español. Un ligero éxámeu
bastará para dexar este punto fuera de toda
duda.


r 19. En efecto, que Azanza concurriese á la
.Tunta de Bayona en que se formó y juró la
constitucion , no puede ser un cargo para él ,
no habiéndolo sido para ninguno de los que
Concurrieron á ella. Azanza 110 fue llamado á.
aquella ciudad para asistir á la Junta de Nota-
bles , sino con otra comision de diferente natu-
raleza , y peculiar de su ministerio de Hacienda,
como queda dicho. No teniendo poderes ni
nombramiento de ninguna corporacion , el Em-
perador le mandó quedarse allí para presidir
la Junta ; y esta qualidad , que de todos modos
había de recaer en algun espaiiol de los convo_' ._
culos , no le daba en aquella asamblea mas vol I 1
ni mas int -luxo que á qualquiera otro vocal. Su
papel en aquel congreso era de la misma repre-
sentacion que el de los tiernas; con la sola dife-
rencia de exercer un cargo que le constituía en
la precision de ser el canal por donde el Empe-
rador y el nuevo Rey hacían saber sus volun-
tades : y está bien cierto de no haberlas acom-
paliado nunca ni de amenazas ni de seducciones.
Todas las deliberaciones fueron comunes ; pues
aun los discursos que Azanza , corno presidente ,
tuvo que hacer á nombre de la Junta al Empe-
rador 6 á su hermano, se presentaban en ella
ánies para su éxámen y Sprobacion. Por último


( 1 03 )
se refiere al testimonio de los mismos vocales ,
personas todas de ingenuidad y de honor , para
que digan si los oficios de Azanza con el Em-
perador atraxeron á alguno de ellos disgustos
6 sinsabores , ó si los dexó de emplear siempre
que pudieran conducir á calmar resentimien-
tos, y evitar sospechas y desavenencias.


Azanza y O-Fárrill aceptaron la confir-
macion que les hizo el Rey José de sus empleos,
no puede tampoco de esto resultarles mas ni
ménos cargo que á los denlas ministros del
Señor D. Fernando VII , que á los Grandes ,
los Consejos , á los magistrados de todas ge-
rarquias que aceptaron los suyos, y los exer-
cieron en Madrid mas ó ménos tiempo , sin que
se vea que por esto hayan incurrido despues
en ninguna nota ni desgracia. Fué esta conducta
tan general en todos, que aun las personas mis-
mas que componían la servidumbre y comitiva
del Señor D.,Fernando VII en ValenÇay, fue-
ron las primeras en prestar el juramento ¿"1 la
constitucion y al nuevo Rey , y solicitaron la
confirmacion de sus respectivos empleos. (a)
Todos estos actos fueron tan libres de parte de
guamos los exercieron, que no nos consta que
el Rey José rehusase admitir la renuncia de
alguno , si hubo quien la hiciese. Azanza y
0


-Fárrill confiesan francamente que ni en aquel


(a) Véase la nota 28.1




( o4 )
tiempo ni en otro alguno, durante la revolucion
experimentaron de parte del Emperador


ni
el Rey su hermano , ni de nadie , la mello;


fuerza ó violencia personal , ni han sido jamas
agentes para inspirarla á otros : hemos obrado
en todo guiados solamente por las razones,
acertadas ó erradas , pero siempre sinceras , de
la conveniencia pública y del bien de la patria,
atendidas las circunstancias en que ella se
hallaba.


121. Estas circunstancias rio las veían todos
de un mismo modo, ni era posible que así
fuese ; pero hubo un tiempo en que unos
mismos principios poli ticos nos persuadieron
á todos una igual conducta de aquiescenciay
sumision. Es un hecho que hasta que el Rey
José trató de evacuar por la primera vez la
capital , pocos fueron, de quantos se hallaban
empleados en ella , los que se escusasen á reco-
nocerle y jurarle fidelidad , y ninguno tare
poco hizo escrúpulo de continuar sirviendo
los empleos públicos cuyo cxercicio supone e,
equivale á este reconocimiento. Tambicu es
cierto que el Consejo de Castilla había rehusado
hacer el juramento de la constitucion ; peo
como en las provincias libres de Franceses yen
sus Juntas se adoptó como un principio , que el
que acepta ó exerce un empleo sirve á la causa
cle aquel á. quien se hace este servicio , no Pd°
tampoco el Consejo evitar los ataques q ue se


( 105 )
i c .í ewcroure d


i ligencias
sásu r eputaci u p


i ar


ao , tuvo pouxhacer ao q e s
dila-


t arlas que aquellos mismos que habían hecho
el juramento expreso. Estos obtuvieron mandos
de confianza y honores mucho ántes que el
Consejo lograse, por la publicacion de un ma-
nifiesto , recobrar en las provincias el concepto
público de que las Juntas habían querido pri-
varle.


12.2. De todos modos es cierto á no poder
dudarse que hasta la batalla de Baylen , la
instalacion del nuevo Soberano recibía en la
corte todos los testimonios de adhesion y reco-
nocimiento que sirven á establecer la autoridad
Real. Pero al llegar á Madrid los primeros
rumores de aquella- batalla , los ánimos em-
pezaron ¿i vacilar. Muchos de los que habían
prestado una absoluta aquiescencia al nuevo
órden de cosas , vieron tambien que dándose
principio á una guerra que no esperaban , les
era preciso tomar medidas para mas largo
tiempo de lo que se habían creído. Muy con-
tados serán los que entónces no estuviesen
luchando con sus sentimientos pacíficos que se
velan precisados á sacrificar , y que no hubiesen
flu ctuado en la incertidumbre de la decision
que debían tomar. Aun despues de tomada ,
liada era tan coman, ni que se viese mas á
l as cl aras, COMO la inquietud, el afan y el ace-cho


con que se indagaban los rumores y aun




( 106 )
los menores datos é indicios que pudiesen
dar nuevas luces á cada uno para confirmar,
mudar ó modificar su resolucion. En una pa..
/abra , el suceso de Baylen por el qual en nada
mudaba de naturaleza el partido politice) que
cada nno había abrazado, pareció á muchos que
hacía mudar á lo menos el estado de las
cosas.


123. Azanza y O-Fárrill confesamos inge-
nuamente que no fué ese nuestro modo de ver ,
ni el de tantos otros que por haber formado el
mismo juicio que nosotros siguieron al Rey
José en la retirada de Madrid á Vitoria. Esto
mismo lo decíamos entónces con la mayor
ingenuidad y franqueza ; y son muchos los que
pueden deponer de habernos oído en aquellos
días decir que el acontecimiento de Baylen lo
veíamos como un suceso aislado del que nin-
guna conseqüencia podía sacarse para juzgar
de lo que vendría á suceder luego que el Em-
perador de los Franceses, viendo ya inevitable
la guerra , desplegase sobre la España todas
las fuerzas de que podía disponer. La misma
persuasion que tuvimos al principio , de que
la Espaiia no podía obtener ventajas en la
guerra contra el Imperio frances , subsistió en
nosotros aun despees de la batalla de Baylen ;
y esta persuasion fué la itnica que decidió en-
tónces y dirigió despues nuestra conducta
política.


( 107
)


124. Los fundamentos que había para juz-
garlo así los expondremos en la siguiente época ;
pero entretanto creemos haber demostrado con
hechos bien notorios , que hasta el momento de
la evacuacion primera de Madrid en fin de julio
de 18o8, nuestra conducta política fué la misma
que la de todas las autoridades, gefes y cor-
poraciones de la capital. Nada hicimos que no
lo hiciesen los denlas : si de la accion ventajosa
de Baylen y de las consecuencias que pro-
duciría formaron otros un juicio diferente del
nuestro , y se separaron del nuevo gefe de la
nacion , ¿ dexaron por eso de haberle reco-
nocido , jurado y servido como nosotros hasta
aquella época y guando esos mismos pasaron
luego en la revolucion á. hacer un papel con-
trarío, ¿ que razones sirvieron para justificar su
conducta que no sean aplicables á la nuestra ,
que fué la misma • hasta aquel tiempo ? ¿ Sus
anteriores juramentos y servicios pasaron como
ii;,,areisj'cliensibles ,
solo como disculpables á


Causa del corto tiempo de su observancia ?
¿Recobraron su opinion como debida ele justicia,
ócomo restituida por una especie de indulto ó
un olvido de lo pasado ? ¿ Alegaron para su
descargo la. necesidad y la fuerza ? Ninguna
hubo ni para jurar, ni para admitir y servir
los empleos. A los que se hallaban en la capital
Yllten. les impedía el renunciar sus destinos ,


:atarse á provincias libres de tropas




1o8 )
francesas ? Porque nadie dexó al Rey Tosl
hasta que llegó la hora de que él los dexase
Si los juramentos nada valían, porque los
resistió el Consejo Real ? Si ligaban ántes de la
batalla de Baylen , porque despues de ella
dexaron de obligar , guando ni los juramentos,
ni las cosas juradas habían mudado de nato.
raleza ?


125. No hacemos estas qüestiones porecelon-s
surar las reglas vagas y arbitrarias con cine
gobernantes de la nacion durante la guerra han
procedido en calificar la conducta de los Espa-
ítoles ; y mucho ménos lo decimos por acusar
la de los sugetos á quienes puedan aplicarse
aquellas qüestiones ; sino para hacer ver que
habiendo todos nosotros obrado con igual
buena fé , y por unos mismos principios , qtie
creíamos ser los únicos convenientes para sal-
var la nacion y conservarle su independencia,
no se ha hecho á nuestros sentimientos y á
nuestra sincera persuasion la misma justicia
que á los denlas, ya sea ántes ó despues de la
batalla de Baylen y evacuacion de Madrid;
como si á cada evento de la guerra debiesen
variar los principios y las bases de la moral
y de la política que sirven para calificar la
conducta de los hombres.


126. Este punto , como el mas esencial de
nuestra justiGcacion y defensa, merece exam i


-narse. detenidamente , y será el objeto de que


( 109 )
t rataremos en la siguiente última parte de esta
Memoria.


QUINTA ÉPOCA.
En la que se exponen los principios políticos


que guiaron á d zarza y O-Fdrrill, y á toda
la parte de la nacion que abrazó el nuevo
órden de cosas , durante la revolucion de
España, desde las renuncias de Rayona
hasta la restitucion del Señor D. Fer-
nando VII al trono.


127. Quando se firmó en Bayona la consti-
tucion y fué jurado y reconocido el nuevo Rey,
y guando las autoridades, cuerpos y ayunta-
mientos del rey-no fueron haciendo lo mismo,
no hubo Espai'ol que pudiese desconocer que
las circunstancias de que fué acompañada la
mutacion de dinastía eran tales, que no podía
ménos que admitirse con disgusto en la nacion
esta novedad. Pero la experiencia de lo que
otras naciones habían sufrido con una guerra
de conquista y los horrores de una guerra ci-
vil, les hacían mirar el nuevo órden de cosas
como uno de aquellos acontecimientos políti-
cos á que es preciso someterse , y mas guando
así lo creyeron y manifestaron tambien nues-
tros legítimos Soberanos.


128. Sus terminantes encargos y preceptos,




IIO )
al entregar el trono de España al Emperador de
los Franceses , no solo mandaban nuestra sunii-
sion, sino que prescribían á la uacion la marcha
que le convenía seguir atendido el interes de su
politica. El exemplo de los anos anteriores
había consagrado para la Espafia , como una
máxima esencial de su politica , la amistad
con la Francia. Desde la paz de Basilea no se
había interrumpido esta amistad , y la nacion
había hecho una larga experiencia de las ven-
tajas de su circunspeccion , no tomando parte
en las coaliciones de las otras potencias del
continente , cuyas relaciones con la Espuria son
demasiado remotas para identificar su política
con la de ellas. Es cierto que un grande au-
mento de poder en qualquiera de los Estados
de la Europa , que destruya el justo equilibrio
de éstos, es perjudicial á todos : el engrande-


, . .cimiento que había tornado la Francia inquie-
taba en gran manera á otras potencias , y prin-
cipalmente á la Inglaterra, porque dependiendo
su existencia de tener siempre abiertos los mer-
cados del continente , jamas podría consentir
que quedase manejado y dirigido por el influxo
de una potencia rival. Pero para la Espafia cl
querer combatir aquella preponderancia , con
riesgo de su existencia, no era la politica que
quadraba con el sistema de su conservacion;
porque su contacto exclusivo por tierra ,y le
continuidad de sus dilatadas costas por ambos


)
mares, forman un todo al que la comunidad
de intereses naturales le hará siempre sentir la
necesidad. de gobernarse por una misma po-
litica.. A la adhesion á este sistema, en el pe-
riodo de que hablarnos , debió la España su
t ranquilidad no alterada en medio del general
trastorno , revoluciones y- sangrientas guerras
que destruían y aniquilaban otros paises de
Europa.


129. ¿Que hicieron pues los vocales de la
Junta de Bayona firmando una constitucion ,
y los denlas Españoles que la aceptaron , sino
procurar sacar todas las ventajas posibles á fa-
vor de la independencia y libertad de , la nacion,
apoyadas en razones de conveniencia politica,
que la experiencia reciente , y aun la de un
siglo entero , habla hecho conocer como la mas
provechosa y aun necesaria entre dos naciones
á quienes su posicion geográfica les dicta la
utilidad de vivir unidas ? Si se consideran las
alternativas ni que pudiera quedar expuesta la
Espaiia de resultas de la abdicacion de sus So-
beranos , es preciso confesar que todas se ha-
cían ménos funestas evitando una revolucion en
el interior•, y una guerra de .conquista que la
hiciese entrar en lucha contra las fuerzas de la
Francia. He aquí lo que los diputados de la
Junta de Bayona se propusieron y desearon
evitar adhiriendo al nuevo Soberano que se daba


nacion, y el partido que juzgaron debía ella




( 112 )
abrazar en aquellas circunstancias , como el
único que podía salvar su existencia política y
conservar en mejor estado todos sus recursos
y sus fuerzas. Para darla el exemplo , hicieron
quanto estuvo de su parte los hombres mas
autorizados de la nacion , y admitieron del nuevo
Monarca la confirmacion de sus empleos. 'y
aun guando se diga que algunos no estuviesen
dispuestos á continuar en el caso de una guerra,
no por eso dexaban de desear y preferir que no
la hubiese , mirando esto como el último de los
males y desgracias que podían venir á la patria.
Este es el lugar de examinar en que se fundaba
entónces esta opinion para hacer que todos tu-
viesen al principio una conducta uniforme, y lo
que influyó despues para que unos la variasen,
y continuasen otros en la que de buena fé habían
abrazado.


15o. No se puede decir que los que ocuparon
y sirvieron sus empleos en el nuevo Gobierno
hasta fin de julio de 1808 , lo hiciesen sin saber
que una parte de la nacion se había ya pronun-
ciado contra él, de suerte que se quiera mirar
disculpada su conducta , porque ignorasen la
existencia de otro partido que poder abrazar.
Era notorio que se habían levantado y se arma-
han algunas provincias : que se iban formando
Juntas provinciales que se arrogaban la autori-
dad suprema ; y que se trataba de hacer una
alianza con la Inglaterra. -Y el haber admitido y


conservado


( 11.3 )
conservado empleos en tales circunstancias es
prueba de que los principales hombres de la
nacion ó á lo sénos todos aquellos que por su
elevada clase, ó por la naturaleza de sus empleos,
pertenecían ya sea á la corte, ya al alto go-
bierno , no dirigieron al principio su proceder
por sola la consideracion de que la causa nacio-
nal fuese en sí tan justa y noble como lo era,
sino por el juicio que entónces se formó cada
uno sobre la posibilidad de llevarla al cabo,
atendido el estado de la nacion , el de la Francia
y el de la Europa entera. Esta es una verdad
que está en las conciencias de todos : ella sola
ha bastado para justificar á los que despues de
algun tiempo de servicio abandonaron el par-
tido del _Rey José. ¿ Y por ventura se fundaron
en otra los que han continuado siempre en él ,
juzgando moralmente imposible que la Espalia
dexase al fin de sucumbir al inmenso poder que
la Francia tenía en todo el continente?


131. Fácilmente se podía prever que en el
discurso de una guerra que ya se presentaba de
tan larga duracion , los sucesos de ella , ya prós-
peros , ya adversos , eran los que habían de
influir principalmente en la conducta de casi
todos los Españoles ; y así c orno el suceso de
Baylen hizo que el menor número siguiese al
nuevo Rey en su retirada de Madrid á Vitoria ,
así los progresos y ventajas que luego empe-
zaron á tener sin intermision los exércitos


8




( 11.4 )
franceses en la península, sometiendo mas de
las quatro quintas partes de la nacion , produ.


eron un efecto contrario, haciendo venir innu_
merables individuos . , que viendo perdida toda
esperanza de arrancar la Esparia de manos de la
Francia, buscaban su quietud y el tranquilo
goce de sus bienes é intereses en la sumision al
nuevo Gobierno, al qual ya obedecían millares
de pueblos.


132. En efecto guando á mediados de julio
de 18°8 capituló en Baylen el cuerpo de exér-
cito que mandaba el general Dupont , se exaltó
el entusiasmo nacional , y se deduxo de este
suceso que podía hacerse la guerra con iguales
y aun mayores ventajas. Precisados los Fran-
ceses á concentrar sus fuerzas y á retroceder al
Ebro, tuvo el Rey José que evacuar á Madrid
en fin de julio, y este acontecimiento poniendo
á todos en libertad de elegir y decidirse por el
partido que juzgasen podía prevalecer , cada
uno obró conforme al juicio que formó de las
vicisitudes y conseqüencias ulteriores de esta
guerra. Entónces puede decirse que se forma-
ron los dos partidos , si así quiere llamarse ¿í
dos opiniones abrazadas por unos y otros de
buena fué , y que tenían por objeto lo que mas
convenía al bien de la nacion en el concepto
de cada uno. De ahí provino que los unos,
sobresaltados con las amenazas del pueblo y
sus atroces venganzas, ó consultando su posicion


( 115 )
personal y relaciones é intereses de familia,
6 favorecidos de la circunstancia de no haber
hecho nada que diese á conocer su opinion po-
lítica , se decidieron á quedarse en Madrid
miéntras que otros se resolvieron á salir de la
capital retirándose con el exército del Rey José
á Vitoria.


135. En todo esto no se ve obrar otro prin-
cipio que el de la opinion sobre el éxito pro-
bable de la guerra. z Y que otro principio ha
guiado en todos tiempos y paises á los hombres,
guando han visto conjuradas contra su patria la
política , y una fuerza superior é irresistible ?
Sería un delirio el querer suponer facciones
en un estado y en una guerra en que no se tra-
taba de mudar la forma de gobierno, ni exis-
tían bandos que aspirasen ó se disputasen el
mando supremo : guerra que no presentaba
entónces otro objeto que el derramar arroyos
de sangre para probar á la 'lacio ') si , hallán-
dose privada de sus antiguos Soberanos , le
convenía conservar su independencia, y recibir
un Rey constitucional sostenido por las fuerzas
de un Imperio que daba la ley á la Europa.
Qualquiera otro pais ó nacion donde hubiesen
sucedido los acontecimientos que en España ,
hubiera infaliblemente presentado los mismos
fenómenos, la misma diferencia de opiniones y
de conducta , siendo compatible con una y otra
la mejor intencion : ningun hombre imparcial


8.




( 116 )
hallaría dificultad en reconocer que todos aspi-
raban sinceramente á salvar la patria , los unos
por la surnision y los otros por la guerra.


134. Si el concepto que nuestros Soberanos
tuvieron de las fuerzas del Emperador los de-
cidió abdicar en Bayona antes que exponer
la nacion á su ruina ó á la pérdida de su inde-
pendencia , eso mismo prueba que en su opi-
nion esas fuerzas eran irresistibles. Porque


que agravio no se haría á su justificacion , á
todas sus virtudes , y al amor y confianza que
siempre tuvieron en sus pueblos , si se les su-
pusiese una Opinion contraria y que se sometie-
ron sin necesidad ? Varias de las cartas de nues-
tros Reyes , escritas ántes de salir de España y
publicadas despues , están manifestando esta
persuasion , constando por ellas mismas que el
Sacar D. Fernando VII no creía poder con-
servarse en el trono que su augusto Padre le
había cedido , y que toda la nacion estaba dis-
puesta á mantenerle , sino era reconocido por
el Emperador de los Franceses. La imposibili-
dad de que la España resistiese á las fuerzas del
Imperio frances es un principio tan calificado
por la conducta y explicaciones de nuestros
Soberanos , que parece indudable que los que
han obrado en couseqüencia y sobre el supuesto
de esta imposibilidad , y abrazaron el partido
único que ella presentaba , son los que se con-
duxeron de un modo mas propio para justificar


( 1 1 7
)


la conducta de nuestros Príncipes en él concepto
de todas las naciones y Soberanos de Europa.


135. Y si esta imposibilidad era reconocida
y confesada por nuestros Soberanos hallándose
aun en España, guando su ,presencia sola valía
tanto como duplicar las fuerzas de la nacion ,
¿ quien podrá siquiera dudar que la posibili-
dad de resistir se disminuyó al infinito por la
orfandad en que quedó la nacion , por la anar-
quía que cundió en toda ella, por la insubordi-
nacion de los pueblos , por la subdivision de
la soberanía y las parcialidades de las Juntas
provinciales que reasumieron el mando su-
premo , y finalmente por el desconcepto y
desconfianza en que cayeron todas las autori-
dades superiores que el rcyno estaba acostum-
brado á respetar (a) ?


156. Se dirá tal vez que todo esto lo com-
pensaban otros motivos de confianza , pues q
la Inglaterra se presentaba auxiliadora de la
España. Y como podía dexar de hacerlo así ,
qualquiera que fuese la opinion del gabinete
de Lóndres sobre el éxito de nuestra revo-
lucion ? Aquella potencia , que se hallaba sola
en su lucha contra la Francia , debía en todo
caso y por su propio interes buscar una ayuda


(a) Véase la proclama de la Junta de Sevilla de 29 de
'pavo de t8o8 , y su rnani(esto de 17 de junio del mismo




»


( 118 )
en la EspaTía , con las fuerzas terrestres y
marítimas que ésta podía emplear. La Ingla-
terra abrazó esta diversion , la mas importante
que jamas se le podía presentar , para trasladar
á la península el teatro ,de la guerra , guando
veía su propia isla amenazada. Sus ministros en
el parlamento manifestaban bien aquel año los
apuros en que se hallaban para salvar su nacion.


Es necesario , decía el Lord Castlereagh,
ministro de la Guerra , que nuestro pais no
pierda de vista el inminente riesgo de que
está amenazado , y tome medidas para re.
chazarlo. El enemigo que ántes nos ama.
gaña desde un soló punto, guando reunía
sus tropas en Boloiia , posee en el día una
inmensa extension de costas desde donde
puede caer sobre nosotros. Tiene á su dis-
posicion muchas ciudades marítimas , y entre
otras Flesinga , que le proporcíonan des-
cargar sobre nuestras playas los golpes mas


» terribles. Convengo en el buen efecto que
producirá levantar en masa los habitantes
del campo , y que las milicias de voluntarios


» nos serán de un gran socorro. Pero lo que
mas urge es organizar tropas de linea , y


» mientras esta fuerza no llegue á doscientos


mil hombres , no hay seguridad ninguna
» para la Inglaterra. »


157. Un Gobierno que se halla en tales
apuros , ¿ que empeños no debía hacer con la


(II9 )
Espolia para 'que aceptase sus socorros


. ? Ni
que prueba es esta de que la Inglaterra misma
creyese que la España , ocupadas ya sus prin-
cipales plazas por los Franceses , podía resistir
con éxito feliz ? Quando aquella potencia se
propuso socorrer á Portugal , se dirá por
ventura que creía tambien que la nacion pon=
tuguesa podía medir sus fuerzas con la Francia?
Desengañémonos : en tales casos todo Gobierno
no trata ni se propone por el momento otra
ventaja que la de alejar la guerra de su propio
pais , y que la prueba del éxito se haga siem-
pre en el apeno.


138. Estos eran los datos con que era precisa
juzgar en julio de 18o8 , y con los que había de
tomarse la decision en pro ó en contra de la
guerra , y de consiguiente la de quedarse en
Madrid , ó retirarse con el exército frances
Vitoria.


159. Azanza y O -Fárrill confiesan desde
luego , con la ingenuidad que forma su carác-
ter , que el éxito de la guerra á que vieron
entregada la nacion, se les presentó como fu-
nesto para ella y desgraciado ; y la esperanza
de resistir y de arrojar á los Franceses de Es-
paña como moralmente imposible en el estado
que ofrecía entonces nuestra posicion , la de la
Francia y la actitud, ó de entera sumision ,
de deferencia en que estaban acia ésta las demas
potencias del continente : que si aquella supre-




( 120 )
nacía de la Francia se consolidaba , y si la
Inglaterra modificando las pretensiones de sus
derechos marítimos, ó por algun acontecimiento
que hiciese variar la política de su gabinete ,
-hallaba ocasion de hacer una paz que le convi-
niese , la España seria la sacrificada , su hule-
pendencia expuesta á ser perdida , y su incor-
poracion al Imperio frances hubiera ido á la
par que la de una gran parte de Italia. Con-
fiesan igualmente que en aquella crítica situacion
no se les presentaban mas que dos medios en
que poder optar ; por el uno se ofrecía á la
España la conservacion de su independencia
y de su integridad , un Rey constitucional sos-
tenido por una potencia vecina y preponderante,
la reforma de todo lo que ya la nacion miraba
generalmente como abusos, y la garantía de
los derechos mas apreciables para los hombres
reunidos en sociedad. Por el otro no se podía
nfrecer sino como un sueño la posibilidad de
recobrar por las armas á nuestro Soberano,
y la guerra venía á no tener para la nacion un
objeto de utilidad y conveniencia tal que pu-
diese compensar los inmensos sacrificios , que
exigen una perseverancia y sufrimiento difíciles
de calcular al principio , y aun en el curso de
una revolucion. Por último tuvieron tambien
presente que , retirado el exército á Vitoria,
si el Emperador venía á España con nuevos
refuerzos , y volvía á restablecer á su hermano


( 121 )
en Madrid , podían permaneciendo á su inme-
diaeion evitar alguna parte de los males de la
guerra , y aun hacer servicios útiles á su patria.


i 4o. Una conducta política abrazada en fuerza
de los principios que acabamos de exponer,
es la que se trata de calificar. Nuestro porte
bien conocido de la nacion en el dilatado espacio
de nuestras carreras y servicios , no solo no
puede ofrecer la menor prueba , pero ni aun
siquiera la sospecha de que fuésemos capaces
de obrar por otras consideraciones (5 baxos fi-
nes j y aun los que nos hiciesen .el agravio de
creerlo así , no manifestarían en esta injusticia
sino el intento poco noble de querer empañar
el concepto favorable, que siempre ha merecido
nuestra moralidad privada, pero nunca podrían
fundar un cargo político.


141. Desde luego debemos sentar que no
pondremos aqui en qüestion si una conducta
dirigida por los principios que hemos dicho ha-
ber guiado la nuestra , baya sido un crimen.
Basta saber definir lo que es delito para cono-
cer que semejante qüestion nunca puede ser la
de nuestro caso. Quando nuestros Soberanos
levantaron á la nacion el juramento que la ligaba
asu Real familia, y la aconsejaron y mandaron
evitar la efusion de sangre, anteponer á to-
do la conservacion de su independencia é
in tegridad , y unirse de corazon á la nueva
dinastía, no fué seguramente para tender uu




( 122 )
lazo á la buena fé de sus súbditos , si una parte
de la nacion se sometía á sus disposiciones y
abrazaba el nuevo órden de cosas , por no juz-
garse en estado de poderlo rechazar. Los súb-
ditos eran inocentes de todas las desgracias que
pusieron á nuestros Soberanos en el caso de
desapropiarse de su obediencia y declararlos
absueltos del juramento ; ¿ porque , pues , resi-
gnándose á esta declaracion y obrando en con-
seqüencia de ella , es precisamente como se
harían criminales ? No siéndolo por el tenor de
la declaracion que los absuelve , solo restaría
posible serlo por alguna intencion capciosa que
aquella declaracion encubra. Y puede haber
una doctrina mas ofensiva al Rey que la que
obliga á discurrir así , y á que se diga que los
que han reconocido y servido á aquel en cuyo
favor S. M. les absolvió del juramento , son
delinqüentes , porque era la Real intencion que
así lo fuesen ? Ciertamente los que despees del
feliz regreso de S. M. al trono le han aconsejado
medidas de rigor para con los que han servido
en el Gobierno anterior , ó no han advertido ,
ó no han hecho escrúpulo de cometer esta blas-
femia política.


:11


142. Algunos han recurrido ú otro principio
para calificar de delinqüentes á los que no opi-
naron por la guerra que abrazó una parte de la
nacion , y alegan para ello la justicia de la
causa. Es muy fácil hacer ver lo especioso de


( 125 )
este cargo. Si no hubiera mas informacion que
hacer que la de la justicia de una. causa, sin
atender á otras consideraciones, para empellar
en guerra á una nacion , todas estarían siempre
en guerra. ¿ Qual hay que no tenga derechos
justisimos y aun sagrados que reclamar ? Si los
Soberanos y las naciones hiciesen todas las guer-
ras que dicta el mas puro patriotismo ,y que
podrían hacer con justicia , jamas el mundo
estaría en paz; y no solo á las naciones, pero
ni aun á los mismos Soberanos , les iría siempre
bien con esa regla de política. Aquellas y éstos
tienen un verdadero interes , y por lo mismo
una verdadera obligacion de evitar toda guerra,
en que la justicia de sus motivos no esté soste-
nida por la confianza de un éxito feliz, ó de un
resultado proporcionado á los riesgos y sacri-
ficios á que se van á exponer. Es esto tan cierto,
que si fuese posible calcular con exactitud los
resultados políticos, y cupiese en ellos la misma
evidencia que en las demostraciones geométri-
cas , se podría sentar por principio que nada se
puede hacer tan injusto y antisocial como una
guerra justa, que se emprendiese contra la
evidencia de empeorar' de situacion ó de no
conseguir el intento propuesto. Y esto pro-
viene de que los derechos que se disputan y
reclaman mutuamente los Gobiernos, traen su
O rigen de una justicia puramente convencional;
en lugar que la voz de la naturaleza cs la que




( 124 )
dicta á las sociedades políticas el derecho im-
prescriptible de su propia conservacion. Pero
como los acontecimientos políticos no son sus-
ceptibles de demostraciones , es preciso que los
hombres se decidan y conduzcan por las pro-
babilidades , las quales tampoco deben confun-
dirse C011 el éxito.


145. No se alegue pues que los que no opina-
ron por la guerra de nuestra patria , hayan
desconocido ni agraviado la justicia de aquella
causa. ¿Quien ha pensado negar que el intento
que se propusieron las Juntas y los pueblos
era justísirno, loable, y heroycos los senti mien-
tos que lo Produxeron ? Pero las alternativas
espantosas, á que se expone un Estado por la
suerte de las armas y por el derecho de la
guerra, ¿no impone tambien á los que lo dirigen
una responsabilidad inmensa , si , pesadas las
circunstancias , todas presagian un resultado
funesto ? No anticipemos ahora la qiiestion ,
que se tratará despues, de si le ha faltado mu-
cho para serlo : basta poder sentar como un
hecho de que hay pruebas irrecusables , que
en los quatro años primeros de la guerra aun
los mas confiados llegaron á perder , no la
constancia heroyca y noble entusiasmo que ha
coronado el suceso , pero sí casi del todo la es-
peranza de que ya pudiese llegar á tan feliz
término. En la época pues en que todo nos per-
suadía que nuestra resistencia era inmensamente


( ► 25
)


desproporcionada para obligar al gefe de la
Francia á restituirnos nuestro Soberano , ¿ de-
bíamos por eso ser crueles con la nacion ?
i Quantos exemplos no se han visto de naciones
que por ese rumbo no consiguieron otra cosa
sino perder su independencia ! i Que de veces se
ve en los fastos de la historia que las naciones
han repugnado con obstinacion lo mismo que
su posteridad ha juzgado despues muy condu-
cente á su felicidad ! Se podría subir hasta el
Imperio romano, y citar no uno , sino muchos
Estados del Asia , que por no recibir un Rey
de ruano del Senado , que á titulo de protee-
cion se mezclaba como árbitro en todas las
querellas de las familias reynantes , fueron por
la guerra conquistados y reducidos á provincias.
Cinco siglos de odios , crueldades, venganzas
y perfidias que tanto deshonran á los opresores
corno á los oprimidos, dividieron y separaron
la Irlanda de la Inglaterra , y al fin su posi-
clon natural decidió su destino y preparó su
felicidad para los siglos venideros. Los Esta-
dos mas cuerdos siempre han sido los que han
evitado la pérdida de su existencia política
guando la han visto comprometida. Tenemos
uu exemplo bien reciente en lo que acaba de
hacer el reyno de Noruega. Por conservar su
constitucion y su independencia , aunque fuese
laxo el gobierno de otro Soberano , ha de-
puesto las armas que había tornado por la causa




( 126 )
mas loable y patriótica que ofrece la historia
moderna , pero que no podía medirlas contra
la Rusia y la Suecia, á quienes plugo disponer
de su suerte ; y despues de ser gobernado por
una serie de Reyes dinamarqueses en mas de
quatro siglos , ha visto aquel rey no que para
conservar este titulo v rango con todas las ven-
tajas de un Estado político, ha sido preciso con,*
formarse con que reyne en Noruega la dinastía -
de Cárlos XIII. (a) Así que resulta probado ,
no solo por evidentes razones, sino por la con-,
duela que han observado las naciones y sus'
gefes , que la justicia de una causa no basta
por sí sola para que una guerra sea conveniente
y como tal deba abrazarse ;y que las razones de
su inconveniencia pueden presentarse tan pro-
bables y poderosas, que léjos de ser un crimen,
se haga un servicio á la nacion en evitársela.


144, No estamos pues en el caso ó necesidad
de probar que hemos obrado sin delito. Preten-
demos mas , ó por mejor decir , lo único que la
conservacion de nuestro honor y reputaeion nos
impone obligacion de evidenciar , es que consi-
derado el estado en que se hallaba la nacion
despues de la internacion de las tropas fran-
cesas y entrega de nuestras plazas ; y á vista de
que cada guerra continental, cada coalicion no
había producido otro efecto que agrandar mas


(a) Véase la nota 29.q


( 127 )
y mas la esfera de poder del Imperio frances a
la conducta política que abrazamos era en
aquellas circunstancias la que dictaba el interes
y el bien de la nacion , la conservacion de su
existencia política y el evitar los inminentes
riesgos de perderla , tanto mayores y casi infa-
libles en una guerra contra las fuerzas de la
Francia , quanto mas ambicioso y temerario se
suponga el carácter del gefe que la dominaba.


145. Este es el verdadero punto de vista
bazo el qual ha debido siempre mirarse la
conducta política de los que adhirieron al
nuevo Gobierno , y han seguido de buena fé el
plan que en las transacciones de Bayona se les
prescribía como el único capaz de evitar la
ruina de la patria. Y si para exaltar el entu-
siasmo nacional en todo el tiempo de la guerra
se ha calificado este proceder con los nombres
y dictados mas injuriosos , ¿ porque no hemos
de creer que ha llegado el tiempo en que sin
riesgo ni inconveniente alguno pueda y deba
juzgarse nuestra conducta á la sola luz de una
i mparcial razon ? ¿ Que ventajas ni que fin útil
pueden ya proponerse ni la nacion ni nuestro
Soberano, en que se siga haciendo ahora con
nueva furia la guerra de las pasiones , como si
necesitase ya del apoyo de ellas una causa que
ba triunfado de un modo tan inesperado como
venturoso ? i Perderá algo de su gloria el par-
ti do á quien la divina providencia ha hecho




( 123 )
feliz , porque se pruebe que el que nosotras
habiamos abrazado era el único que entónces
se presentaba fundado en quantas razones po..
liticas pueden tener los hombres para obrar
La confesion de esta verdad, que aun despues
de los recientes sucesos resuella en toda Europa,
y no se desde-fían de hacerla los mismos Go.
biernos y Potentados que habían sucumbido
tantas veces al poder de la Francia , será sola
la España la que no pueda concebirla ni creerla,
y la única donde sea necesario probarla ?


146. La situacion á que nos vemos reducidos
lo exige así , y por fortuna está aun tan fresca
la memoria de los sucesos que vamos á recorrer,
ya de Espafia , ya del resto de la Europa , que
se puede fiar una gran parte de esta prueba á
la conciencia de nuestros lectores, y hacerles
ménos molesta nuestra exposicion.


147. De la noticia que líeles se ha dado del
estado de nuestras fuerzas , habrá podido infe-
rirse las que sería posible reunir para formar
siquiera un cuerpo de exército respetable, capaz
de abrir la campaña con ventajas que diesen
lugar á la nacion de hacer las nuevas levas
y armamentos. Aun guando al empezar la
guerra hubiese habido un gefe supremo de la
nacion, no hubiera podido disponer en toda
ella , inclusa una parte de las tropas que había
en Portugal, mas que de unos quarenta
hombres de infantería, y quatro á cinco


caballos,


( 129
)


caballos , hallándose diseminada esta fuerza por
todo el reyno en las provincias no ocupadas
por los Franceses. Pero ésta reunion , que ha-
bría podido hacer al cabo de algun tiempo un
gefe único del Estado, se hizo imposible por la
subdivision de la soberanía entre tantas Juntas
como provincias había. Cada una de ellas retuvo
para su defensa las tropas que se hallaron en
su distrito : sistema que si no se hubiera variado
despues con la creacion de un Gobierno central,
era el mas propio para facilitar la conquista
pues la Andalucía , donde había mayor número
de tropas, solo pudo al cabo de algunos meses,
por la actividad de la Junta de Sevilla , reunir
56,000 hombres , la mitad compuesta de gente
nueva y no vestida , y de oficiales , excepto un
corto número, sin práctica de guerra.


14.8. Cádiz era la única plaza fuerte de la
península capaz de una defensa , y por consi,
guiente de dar un abrigo á las tropas que se
viesen obligadas á encerrarse en su recinto.
Pero Cádiz por su situacion no protege terri-
torio alguno , ni puede ligarse á operaciones
militares sino de corta ex tension. La Coruña,
el Ferro] y Cartagena podían resistir los ataques
de mar , pero no los de tierra. Alicante tenía
alguna mas ventaja en esta parte, pero tampoco
Protege el pais. Badajoz y Ciudad-Rodrigo no
tenían otra importancia que la de cubrir y ase-
gurar las comunicaciones con Portugal , y en


9




130 )
aquella época se hacía de corto óningun influxo
esta circunstancia, porque la capita' de dicho
reuno y sus principales puertos estaban ocupa-
dos por un exército &anees , y los Portugueses
no daban entónces la menor señal de querer
oponerse á estar baxo su dominio. Sobre la
frontera de Francia no nos habían quedado mas
plazas que Jaca, liosas y Gerona , y esta última
era la única situada en comunicacion esencial4
Tampoco éramos (indios de nuestras princi-
pales fábricas de armas cortas, de fuego y
blancas, ni de las de municiones, ni de otros
almacenes que los que había en Sevilla y Zara-
goza, ciudades abiertas , y esta segunda bien
expuesta por su inmediacion á. la frontera.


149. A vista de este quadro que presentaba
la nacion , que hay que admirarse de la fluc-
tuacion é incertidumbre en que oscilaba la
opinion y conducta de los hombres mas sen-
satos ? La reprobacio n de la guerra estaba
lada en el semblante de todos ellos , y la general
reserva que todos observaban en su porte se
hizo tan notable , que fueron muy contadoslos
hombres de un cierto mérito que pudieron
evitar la nota de sospechosos. Todas las pa-
siones se desencadenaron , y los homicidios se
aplaudían corno actos positivos de patriotismo.
Destituidas todas las autoridades , el mando
supremo se halló de repente depositado en
manos inexpertas ; unas porque á. favor de la


In
confusion y del desórden lo arrebataron : otras
al contrario porque las intimidaron y forzaron


exercer funciones las mas agenas de sus cono-
cimientos y profesion. Libertad de deliberar
ninguna ó precaria , porque las Juntas que se
reconocían mandatarias del pueblo soberano,
nada se atrevían á disponer sin esperar su
iniciativa. En fin si la apariencia de nuestros
recursos , cuya desproporcion no era dado á
todos conocer, mantenía en unos la duda y en
otros la confianza de que se podía combatir sin
temeridad , el desórden y la anarquía , á que
no se veía un término sino remoto, los hi-
cieron á todos desmayar. ¡ Felices .en.. tan deli-
cada crísis los ci ne no teniendo cargo alguno
en el gobierno , podían esperar en silencio y en
sus casas á que se serenase la general tormenta,
y á dexarse conducir al puerto en la nave que
á otros incumbía gobernar ! ¡ Pero desgraciados
y dignos de compasion los que por sus em-
pleos han contraído la obligacion de dirigir y
aconsejar , y cuyo exemplo y conducta se han
de mirar siempre como un fallo y juicio de-
ducido de principios bien calculados, como que
han de servir de guía á los ciernas


i5o. Constituidos en la obligacion de no ver
las cosas á otra luz que la de la mas pura impar-
cialidad , y á no desmentir el testimonio de
n uestras conciencias , que podíamos " pro-
nunciar sobre los resultados mas probables de




( 13a )
la guerra , sino hacer esta sola reflexion ? Una
poblacion de once millones de almas , y un
pie de exército de sesenta mil hombres,
aunque se quadruplique con nuevas levas,
no resisten mucho tiempo á una poblacion
de quarenta millones , y á un exército de
quatrocierztos mil hombres de tropas las mas
aguerridas de la Europa y dirigidos por una
sola cabeza que está en posesion de triunfar
en todas partes. Este juicio se ha frustrado , es
verdad ; pero sin una inspiracion divina ¿ quien
baría entónces la prediccion contraria , y 'la de
todo lo que ha pasado ?


51. No nos olvidamos de que sobre todo se
contaba con el entusiasmo ciertamente grande
que había prendido en la nacion. Pero no pu-
diendo dudarse que la guerra de España era un
acontecimiento muy transcendental , cuyo éxito
se había de hacer dependiente de la actitud que
tomasen acia ella las demas potencias del con-
tinente, ¿ había entónces razones bastantes
para lisonjearse de que ellas imitasen su entu-
siasmo , y lo auxiliasen con el mismo teson?
Tal fué la esperanza que sostuvo á muchos ;
pero sin pretender privarles del mérito de la
prevision, y mucho ménos del de su constancia,
examinemos los fundamentos que había de esta
esperanza, presentando un resUmen de la si-
tuacion de las demas potencias de Europa en
aquella época.


( 135 )
152. La Rusia había concluido el tratado de


paz de Tilsit en 18o 7
, viendo inutilizados sus


esfuerzos por debilitar la preponderancia del
Imperio Trances en el continente ; estrechó con
él sus relaciones de amistad , ofreció cerrar
sus puertos á la Inglaterra , sufriendo el sacri-
ficio de sus derechos marítimos y mercantiles
amenazados y casi destruidos por ella ; y adoptó
una conducta decidida y dispuesta á entrar en
todaslas ideas políticas de la Francia , como lo
hizo despues en Erfurt. Desde la época de
aquel tratado , la amistad de los dos Imperios•
se fué aumentando en términos que aun ántcs
de la conferencia de Erfurt , tenida con el
Emperador iNapolcon en octubre 18o8, ya la
Rusia indignada de la expedicion de los Ingle-
ses contra Copenhague, y de la captura de la
esquadra dinamarquesa , había interrumpido
sus relaciones de comercio con dicha nacion
y declarado á la Suecia que debía cooperar á
cerrarle los puertos del Báltico. ¿ Que podía
pues la Espada esperar del interes que la Rusia
tomase en su causa al ver la estrechez de vín-
culos tan contrarios, y al considerar que este
Imperio con un territorio vastísimo, sin fábrid
cas ni manufacturas , y- abundante en las pri-
meras materias que aquellas necesitaban ,
nunciaba á su comunicacion con la única
Pri ncipal potencia que podía ayudarla en el
consumo de estas materias?




( 154 )
• 153. El Austria debilitada por una sangrien-
ta y desgraciada guerra, rodeada de Estados
que debían su existencia á la Francia , los qua.
les por su posicion no menos que por sus in.
tereses debían tornar su defensa ; el Austria
sin tesoro, sin la confianza pública que solo
puede alimentarlo , observaba con religiosidad
la paz que había concluido en Presburgo , y no
podía quebrantarla sin exponerse áuna com-
pleta ruina.


154. La Prusia se hallaba sin exército , sin
plazas y sin tesoro ; resentida de la Rusia su
aliada natural, porque había convenido en to-
mar parte de su territorio en la paz de Tilsit ,
al mismo tiempo que la Francia la despojaba
por derecho de conquista de otra mayor parte,
déxandola reducida á un esqueleto de potencia,
con poca mas poblacion que la de cinco mi,
llones , mitad de la que tenía anteriormente.


155. El resto de la Alemania, la Holanda ,
la Italia , la Dinamarca y la Suiza estaban
ocupadas por exércitos franceses, ó tan com-
pletamente en el sistema del Emperador Napo-
leon , que no solo obedecían sus órdenes , sino
que se esmeraban en anticiparse á sus deseos.


156. La Suecia se había resistido á cerrar
el Báltico á los Ingleses; pero amenazada por
la Rusia , se prestaba ya á executarlo con tal
que las tropas francesas se alejasen ó no ocupa-,
sen sus mismas costas.


( )
157. El Portugal abandonado por sus Prín-


cipes, y mucho mas por la Inglaterra , dexó á
jos Franceses ocupar impunemente sus plazas
y aun su misma capital , sin haber opuesto
la menor resistencia ; siendo bien notable que
las primeras tropas enemigas que entraron en
Lisboa no llegarían á cinco mil hombres.


158. La Francia presentaba entónces todos
los síntomas de la prosperidad y de la fuerza,
y la ex tension que cada año tomaba su Imperio
iba á la par con el concepto que las damas po-
tencias manifestaban tener de su indestructible
firmeza. Qual de ellas presumía entónces que
Napoleon destruyese su propia obra ? Aun.
guando hacía la guerra á centenares de leguas
del Imperio , y aumentaba progresivamente
sus exércitos, la Francia no había dado hasta
entónces la menor apariencia de inquietud po-
pular. Por el contrario , sin el entusiasmo de
la nacion , no se lo hubiera podido inspirar el
gafe de ella á sus exércitos. En su ausencia
y en la de éstos estaba la nacion tan sumisa y
tranquila corno pudiera estarlo con su presen-
cia. Siempre á la cabeza de sus exércitos , había
hecho de la guerra y de su profesion un objeto
de ambicion de tanto atractivo para una 'lacio')
entusiasta de la gloria, que todas las clases del
Estado querían participar de ella. La repulacion
militar oscureció todas las demas reputaciones;
y las ventajas de los triunfos , el aliciente de




( 136 )
una carrera brillante , y siempre abierta al va-
lor y al saber , identificaban los intereses del
exército con los de su Soberano.


159. Este quadro político dé la Europa en
aquella época , lejos de estar exagerado en
ninguna de sus partes , no llena aun del todo la
idea del poder relativo y del influxo y ascen-
diente que había adquirido la Francia. Dígalo
sino la Inglaterra : su mismo Soberano , en la
abertura del parlamento á principios de 1808,
cree tan temible el poder de la Francia despues
de la paz con la Rusia firmada en Tilsit , que
» no duda que iNapoleon tenga el proyecto de
» formar una confederacion general de todas
» las potencias del continente, para obligar á
» la Inglaterra á una paz poco honrosa y du-
» cadera. Añade que, para precaver estos re-


. 1 celos , la Inglaterra se había apoderado de
» las esquadras de Dinamarca y Portugal ;


anuncia que los ministros de Austria , Rusia
y Prusia se habían retirado de Lóndres que
á la familia de Braganza aumentaría sus
posesiones en América en compensación del
Portugal ; y por último que la Inglaterra
rompiendo la paz de Amiens , había conse-
guido dar un nuevo golpe á la Francia con
el malogro y destruccion de Santo Domingo ,
y ocasionado la pérdida de mas de cien mi-
llones de francos al comercio frunces. »
16o. En este discurso del Soberano de In-


( 13 7 )
alaterra , todos pueden ver como ella dudaba
enteinces de la posibilidad de recuperar el Por-
t „gal para la casa de Braganza su aliada ; y
que su conducta con la Dinamarca , y con el
comerc i o de la isla de Santo Domingo, fueron
unos recursos á que se veía precisada en su
desesperada situacion ; y esto no quiere decir
otra cosa sino que las represalias mas violen-
tas , y la ruina de las propiedades particula-
res, eran las medidas á que había tenido que
recurrir la Inglaterra para asegurar su propia
existencia , abandonando á sucesos remotos,


que estaba bien distante de vaticinar entón-
ces , la libertad de la Europa y la tranquilidad
de los pueblos.


161. Por esta preponderancia de influxo y
de poder del Imperio frances , por las dispo-
siciones




de amistad en que estaban con él las
potencias del continente, y por la apurada si-
tuacion de la Inglaterra, confesada por su propio
Gobierno, en una palabra, por el estado de la
Europa en el año 1808 y no en 1814., es por
donde debe juzgarse de lo que la España podía
p rometerse de entrar en guerra con la Francia.
Azanza y O-Fárrill habrían creído en aque-
Ila scircunstancias sacrificar su patria y compro-
meter su independencia , si hubieran cooperado
á e mpellarla en una lucha que veían ya tentada
si n fruto y aun con escarmiento por los Estados
'l' a s poderosos , y en la que era ya tanto mas




( 158 )
difícil triunfar, quinto ménos podía contarse
con el apoyo y auxilio de ellos. A vista de estos
datos ¿que hombre prudente pudiera tomar otra
decision? Quien podía dexar de consultarla con
la opinion de la Europa ?¿ Y esta opinion podia
estar mas clara en la conducta de sus gabinetes?
A la verdad sería menester ser muy injustos
para calificar la nuestra de infundada y teme-
raria, y para culpar una tan gran parte de la
nacion que en el discurso de la guerra fué
sucesivamente persuadiéndose de la imposibi-
lidad de llevar al cabo la empresa, y se decidió
á aceptar un Rey constitucional antes que ver
la patria sepultada en sus ruinas.


162. No vemos que á esto pueda decirse
otra cosa sino que los resultados que entónces
se miraban como improbables se han verificado:
que el Imperio trances se ha deshecho como
el humo, y que en un solo aiio ha desandado
toda la larga carrera de poder y preponderan-
cia á que había llegado en diez. Pero que se
deduce de aqui contra nuestra conducta politica,
si por esto nada se prueba contra los datos con
que la abrazarnos ? Porque aquel poder colo-
sal ya no exista ¿ será ménos cierto que ha exis•
tido y de , un modo á que era imposible con-
,trarestar y aun muy arriesgado el resistir?
¿ Por ventura ha habido Imperio en el mundo,
ni le hay , que no se pueda venir á tierra ,
su gefe se empeña en cansar á la fortun a ?


( 139 )
1


.1 ay quien no confiese aun hoy día que Napo-;
j ou pudo consolidar su obra , y el poder pre-
ponderante de la Francia en Europa, si hubiera
querido ó sabido detenerse á tiempo en la car-
rera peligrosa de la ambicion ? Y si un poder
como el de la Francia ha podido ser destruido ,
¿que Estado hay á quien una nacion pueda pres-
tar su confianza de que la salvará de su ruina ?
Quando decimos pues que el poder de la Fran-
cia era incontrastable , no pretendemos excluir
toda posibilidad de su abatimiento, de la qual
distaba ménos la Inglaterra por confesion de
su propio Gobierno.


161 Con solo lo dicho hasta aquí bastaba
para justificar la conducta politica que abraza-
mos desde el principio, y todo hombre impar-
cial puede juzgar de los fundamentos en que
ella estribaba. La hemos seguido constante-
mente y con la misma buena fé que ha guiado
nuestros pasos y nuestras intenciones en todos
tiempos. La experiencia nos confirmaba cada
día en el juicio que habíamos formado , y la
prueba que de ella puede tomarse da tanto peso
á la persuasion con que hemos obrado, que no
podemos ménos de pasar á presentarla. Por-
que ¿ quien puede negar que los sucesos ul-
teriores de la guerra han confirmado por muchos
años los recelos que debieron concebirse de
sus funestas resultas ? Pongamos pues á la vista
de nuestros lectores el éxito que fueron teniendo




( 14o )
todas las tentativas de la resistencia desde que
empezó la guerra. Dexaremos á. los que escri.
han la historia de ella el entrar en los porme-
nores á que no podemos descender en este
escrito ; pero recorreremos ligeramente los
pasos que fueron conduciendo la nacion al
borde de su precipicio , de que solo por un
milagro se ha salvado.


164. Los tres meses que mediaron desde la
evacuacion de Madrid y retirada al Ebro hasta
noviembre , en que el Emperador llegó á Es-
paña con refuerzos para dar un impulso general
á las operaciones de sus exércitos, fueron em-
pleados por los Españoles en la formacion de
una Junta central de Gobierno ,y en aumentar
sus exércitos y proveerlos de lo necesario para
campaTia


165. Los 54 miembros que componían esta
junta adoptaron por sistema de su conducta el
obrar como unos representantes ó mandata-
rios de cada . Junta provincial que los había
enviado , para dirigir en aquella asamblea los
negocios conforme á los poderes é instroccion
que cada uno había llevado de su Junta. Las
de provincia que jamas quisieron desapropiarse
de la soberanía, que decían tener inmediata-
mente de los pueblos , no hicieron mas que
transigir sus pretensiones , formando de la cen-
tral una especie de gobierno federativo, en
que ningun miembro debía separarse de las


( 140
instrucciones de su Junta sopena de retirarle
los poderes. Así es como á la falta de unidad
en el mando se añadió y continuó la oposicion
de intereses y la rivalidad del influxo. Este mal
$ e hacia sentir sobre todo en los exércitos , de
modo que los generales españoles é ingleses ,
durante el gobierno de la Junta central , se
convencieron mas que nunca de la imposibi-
lidad de concertar ningunas operaciones para
una campaiia que iba á decidir de la suerte de
la nacion. Los resultados probaron muy luego
quanto se disminuyó el entusiasmo de los pue-
blos, y lo poco que la Junta hizo para con-
servar la disciplina y la subordinacion en los
exércitos , sostener la autoridad de los gene-
rales depositando en ellos su confianza y facul-
tades, y preparar tropas y recursos proporcio-
nados á unas circunstancias tan críticas , y á
los grandes medios y caudales de que podía
disponer.


166. Azanza y 0-Fárrill no pueden omitir
en este lugar el hacer mencionide un paso que
dieron en favor de la nacion desde Buitrago
guando iban caminando para Vitoria , y que
aunque no produxo el efecto que se deseaba,
siempre probará que en la conducta que abra-
zaron jamas entraron otras miras, que las del
mayor bien de su patria en la triste posicion
á 'que se la había reducido. Viendo los males
que la amenazaban si el Emperador reunía sus




( 7. 42 )
fuerzas para conquistarla ó desmembrarla, pre.,
sentaron un escrito ( en union con los demas
ministros sus compañeros ) exponiendo que el
interes de la España exigía no confundir su
buena armonía y amistad para con la Francia ,
con su cooperacion á los fines y planes de mayor
extension en que se hallaba empellado el gefe
de ella : que á. la España no se la debía compro.
meter á tomar parte en sus querellas con las
otras potencias : que al contrario convenía po.
der anunciar á la nacion , que aunque gober-
nada por el hermano del Emperador, conforme
á los tratados de Rayona , fuese libre de ajustar
una paz separada con Inglaterra , bazo el mismo
sistema de neutralidad que la España había
observado hasta entónces : que esto calmaría
nuestras fundadas zozobras sobre la suerte de
las posesiones de América: y aun nos atrevimos
á recordar las exácciones de numerario con que
la España había contribuido durante 15 años
á la Francia manifestando quanto podría influir
para conciliarse unos corazones ya ulcerados
por la miseria y por la desesperacion , el pago
tantas veces ofrecido de los gastos causados por
el exército frances. Una exposicion de este
tenor no es seguramente de hombres vendidos
á otro Gobierno, sino de verdaderos Españoles
que en ningunas circunstancias pierden ocasion
de acreditar tan apreciable qualidad en quanto
éstas permiten.


( 145 )
1 67 . Nuestro escrito (a) se creyó digno de-


present arse al Emperador; los ministros Azanza
y U'rquijo pasaron á Paris con el fin de ampli-
ficar y de apoyar en conferencias verbales los-
puntos que en él se vertían ; pero la política de.
Napoleon no admitía consejos, ni tampoco freno.
su ambiciono Los demas ministros O-Fárrill ,
Nazarredo y Cabarrus, conducidos siempre del
espíritu de reunir la nacion ,y libertarla de los
grandes males que miraban inminentes, pro-
curaron enterar de su modo de pensar á los
Señores D. Francisco Xavier Castaños, D. Fran-
cisco de Saavedra y D. Pedro Cevállos. Entre
otras cosas dixeron al primero (b), que nadie
podía ya dudar de la invariable resolucion del
Emperador de declarar la guerra á la España ,
y de hacerla con medios poderosos harto bien
combinados para superar toda resistencia : que
suponiendo ésta obstinada y aun invencible ,
(porque tal podía esperarse de una nacion
como la nuestra, que posee en su seno millones
de hombres tan enérgicos como esforzados ) el
resultado ménos sensible de tal tenacidad seria
el de quedar la monarquía desmembrada de las
provincias de la orilla izquierda del Ebro, y
gobernada en las demas por un Príncipe que


(a) Es de Buitrago del 2 de agosto de 18o8.
(6) besde Aranda de Duero con fecha del 6 de agosto


de 18°8,




( 1 44 )
tardaría muchos años en curar los terribles
efectos de la guerra , y que carecería siempre
de los medios necesarios para sostener la pri-
mera que se le declarase ; y finalmente que si
el heroismo de la generacion presente no había
de asegurar la felicidad de las venideras, quién
podía abrazar exclusivamente este partido
miéntras que con honor pudiese abrazar otro.?
En la carta al Señor Saayedra , (a) despues de
decirle las fuerzas que Napoleon hacía entrar
en España , se anunciaron como forzosas con-
seqüencias de esta invasion la pérdida de bienes
de las personas sobre quienes pudiese recaer
la confiscacion , las imposiciones mas gravosas
para todos, la desolacion de todo el reyno , la
inversion de las rentas mas pingües fuera del
suelo español, la dependencia absoluta de
nuestro Gobierno del de Francia, la gratitud
del nuevo Rey vinculada á extrangeros , los
primeros empleos de la monarquía confiados á
éstos , en suma los males todos de una con-
quista , y de los abusos y desórdenes que inse-
parablemente la acompañan, y han de continuar
despues de verificada. Al Señor Cevállos (I)) se
repitió esto mismo, concluyendo con decir' que
si por la energía de la nacion no fuese este el
resultado , siempre quedarían aniquiladas las


(a) Desde V itoria en 8 de septiembre de 8oS.
(b¡ Con la misma fecha que al Señor Saavedra.


provincias


( 14.5 )
provincias en que se hiciese la guerra incor-
poradas á la Francia las de la orilla izquierda
del Ebro, irreparables los males que se elperi-
mentasen , con la triste prevision de no :soder
gozar por muchos años una independricia
adquirida á tanta costa. Todas estas comunica-
ciones prueban la franqueza y sinceridad con
que nos dirigíamos á las personas mas respe-
tadas en la .nacion por su autoridad. y virtus
patrióticas , y que por el antiguo conocimien,o
que tenían de nuestro carácter y modo ¿e
pensar. no podían ver en nuestra conducta otros
principios que los de evitar á la nacion los
males que debía acarrear una guerra como
que iba á empeñarse.


168. Nunca se vió el Emperador mas lison-
jeado de la fortuna que en aquella época de
noviembre 1808, en que entró con Jo mas
florido de sus exereitos en España. En el mes
anterior se había verificado la conferencia de
Erfurt, en la que la Rusia adhirió enteramente
á la política de la Francia y formaron los dos
Imperios una liga tan temible., que los otros
Estados beligerantes jamas le hubieran podido
dar la ley. De resultas de la misma conferencia
la Rusia declaró la guerra á la Suecia solo por
obligarla á adherir al sistema continental de
Napoleon. Ambos Emperadores estaban tan
convencidos de que contra las fuerzas aliadas




( 146 )
de los 4os Imperios ninguna potencia podía ya
hacer /con ventaja la guerra del continente,
que ii dudaron asegurarlo así al Rey de Ingla..
terr2 (a). En conseqüencia convidaron d. aquel
Gobierno á que se prestase á entrar en nego.
ciacion de una paz honrosa y enviase sus ple..
nipotenciarios á este efecto. La Inglaterra con-
testó que no podía prescindir de proceder de
acuerdo con sus aliadas la España y la Suecia,
cuyos representantes deberían ser admitidos al
congreso; que Napoleon se negase á admitir
:os del Gobierno español nadie lo extractará,
pero sí es bien notable que el Emperador
Alexandro estuviese tan decidido á cooperar á
todas las ideas de su nuevo aliado , que hiciese
escribir por su ministro el Señor Conde Ro-
manzoff al Gobierno ingles en 28 de noviembre
la nota siguiente : « La admision de los Reyes
» aliados de la Inglaterra al congreso no ofrece


dificultad ; pero esto no puede extenderse á
» los plenipotenciarios de los insurgentes espa-
• Ízales. El Emperador de Rusia no puede con-
» Ha reconocido al Rey José Napo-
» y ha anunciado á S. M. B. y lo repite
» ahora , que se ha unido al Emperador de los
» Franceses así para la paz como para la guerra,


(a) Véase la nota 5o.n.


( )
,


» y está resuelto á no separar sus í nter ses de
» los de este Soberano (a). »


169. El mundo ha visto con aplausó cite si
el Emperador Alexandro pudo entónce, pa-
decer esta ilusion , la depuso luego que 11e0
á conocer que su magnanimidad y valor po¿ían
emplearse con mas gloria en romper las cadewas
en que gemía la Europa, y que podía hacerse un
nombre de eterna memoria y bendicion , dando
la paz y la libertad al continente. La Espaiia
no olvidará jamas los derechos que ha adquirido
á su perpetua gratitud , por deberle en grar
parte el logro de sus esfuerzos y sacrificios , y el
haber recobrado ásu legítimo Soberano. Azanza
y 0-Fárrill se complacen en tributar el mismo
elogio y gratitud al pacificador y libertador de
Europa, porque ni ahora ni nunca han tenido
otro interes que el de su nacion; y si hemos re-
cordado el sistema de política que había abra-
zado la Rusia en 1808, es solo para probar, que
el juicio que formábamos de que la Espaiia no
podía ménos de estrellarse y sucumbir entrIndo
en guerra contra el Imperio frances en aquella
época , era tambien el concepto general de Eu-
ropa y de los Soberanos mismos que mas interes
tenían en no en gaitarse acerca de esto,


P7o. Y si á estas consideraciones se agrega el


(a) Aunnal Register de 1808, y Monitor de 5 diciem-
bre de 181o.


l o.




( 148 )
desconcie rto que se advertía dentro del reyno
la Falta de union y confianza de los generales
entre sí y con el Gobierno central, y la tibieza
y desconfianza con que se conducían los In-
gleses, que conseqüencias no debían temerse
de tantas causas reunidas para el malogro de
quanto se emprendiese? La experiencia no tardó
ea demostrarlo.


1 7 1. Con efecto apénas se hallaron reunidas
principios de noviembre en las fronteras de


Zspaila las tropas de refuerzo que llevó Napo-
leon , le bastaron tres semanas para batir y
dispersar los exércitos de Galicia , Asturias,
Castilla, Aragon y Valencia, y aun para fran-
quearse el paso de la cordillera de Guadarrama,
entrar en Madrid y ocupar las orillas del Tajo.
Ningun obstáculo se presentaba que le pudiese
impedir llegar hasta Cádiz , si no llamase su
atencion la marcha de las tropas inglesas desde
Galicia y Portugal , y sobre todo los recelos
que \ya tenía de los proyectos hostiles del
Auslria. (a)


1#2. La sensacion que esto hizo en la nacion
es imposible pintarla á los que no la presen-
ciaron, pero tampoco es necesario probársela á
quantos estuvieron en España en aquella época.
La dispersion del Gobierno central , y su pre-


( 1 49 )
cipitada fuga desde Aranjuez hasta Sevilla
llenó al reyno de consternacion y de desmayo
tanto mayores quanto se le había hecho con-
sentir en que todas las medidas estaban toma-
das de acuerdo con los Ingleses para contener
al enemigo en el Ebro , y aun hacerle abando-
nar aquella posicion. Las proclamas de la Cen-
tral tranquilizaban á los habitantes de Madrid
sobre la suerte de la capital en los mismos días
en que los Franceses forzaban ya el paso el?,
Somosierra ; así como , despues de tomado
Madrid , se ocultaba á todo el reyno , y aun
á muchos cuerpos de exército , este aconteci-
miento (a). El general ingles Sir John Moore
se quejó altamente de esto, porque con asegu-
rarle lo contrario, le expusieron á comprometer
su exército marchando sobre Madrid guando ya
era tarde , y guando no tenía que perder tiempo
para salvar sus .


tropas y reembarcadas en la
Coma. Y escribiendo despues á su corte sobre
este compromiso en que se había visto , decia :
Y Todo esto es necesario para convencer al
» pueblo ingles, y al resto de la Europa, de que
» los Españoles no tienen ui la facultad ni la
» voluntad de hacer grandes esfuerzos á favor
x de su propia causa. (b) »


1 7 3. La rapidez con que el exército frances


(a) Véase la nota 51.1
(a) Véase la nota 52.a
(6) Annual ReÉister de 184.




( r5o )
se derramó por diferentes direcciones, ocupando
todas las posiciones importantes desde el Ebro
basta el Tajo, no solo cortó la comunicacion de
los exércitos nacionales , sino que infundió en
ellos el desaliento , la murmuracion , y una
tendencia á la insurreceion , que sola ella, bas-
taba para inutilizar el zelo y la pericia de qua-
lesquiera gefes. ( a ) De los diferentes gene-'
roles que se hallaban á la cabeza de las tropas
españolas, que ascendían en todo á 15o ó 14o
mil hombres, el uno en el mismo parte que
daba á la Junta central de estos sucesos , los
calificaba de la mayor importancia por las con-
seqüencias que habían de producir, y declaraba
al Gobierno que ya no debía contar con el
exército de su mando ; otro se vió precisado á
separarse de su exército ya batido , sin esperar
á que llegase el general que se nombró para
sucederle : el tercero se retiró con sus tropas,
ciííéndose á la defensa de la provincia de su
cargo : el quarto se halló derrotado ántes de
saberla superioridad de fuerzas enemigas que
tenía su frente. Todos , excepto el tercero,
fueron destituidos de su mando respectivo.
Finalmente el quinto , que quiso defender el
paso de Somosierra , fué muerto por sus mis-
mos soldados despues de la derrota.


1 7 4. Las cartas que las tropas francesas in-


(a) Véase la nota 55.'1


( 151 )
t erceptaron en sus diversas operaciones, todas
concordaban en ponderar la fluctuacion, en que
estaba n los ánimos de los gefes y aun de los
oficiales subalternos , la desconfianza de los
exércitos, el ningun concierto en sus movi-
mientos , las quejas contra el Gobierno de la
Junta, y las continuas especies de traiciones y
traydores tan comunes en la revolucion. Si los
nacionales se desahogaban así en sus cartas
privadas , aun era mayor la claridad con que
de oficio se explicaban los Ingleses, y de que
conviene :1-t nuestro propósito dar tambien una
ligera idea.


175. Un Gobierno que hace la guerra por
sí solo tiene la ventaja de poder encubrir á sus
súbditos todo lo que puede ponerlos en estado
de conocer los riesgos en que se hallan , y de
juzgar de la confianza que deben prestar á sus
conductores. Pero guando se hace la guerra en
union con un aliado extrangero , todas las con-
fianzas se revelan á su tiempo, y el público
llega á poder calificar la capacidad de sil Go-
bierno. El que se dió la España en las ¡untas
provinciales fué preciso mudarlo inmediata-
mente, y le reemplazó la central compuesta de
54 miembros. Si debía esperarse que un tal
Gobierno pudiese ó no salvar á la nacion , pre-
gúntese á. los Ingleses mismos , de quienes no
podernos ménos de citar aquí algunos testimo-




( 152 )
nios en prueba de los tristes presagios que for-
MarOn elel semblante que presentaba nuestra
revolucion.


1 7 6. El Lord Bentinck , embaxador ingles
cerca de la Junta central , escribía á su corte en
principios de octubre de 18o8 en los términos
siguientes : p Cada día estoy mas convencido de
» que este Gobierno ó Junta no hará mas que
» estrellarse, por lo que presume de sus propias
» fuerzas , y por la lentitud que le es innata (a)


1 77 . El general Moore desde Salamanca en
19 de noviembre escribía á M. r Frere, sucesor
del Lord Bentinck en la embaxada de Madrid :
» Ayer he recibido pliegos de Inglaterra del


Lord Castlereagh , en que me anuncia que se
» han enviado dos millones de pesos fuertes á
A la Cornria , añadiendo ser tal la dificultad de
» hallar dinero en Inglaterra , que no debo


contar con mas remesas en algunos meses , y
» que debo procurarme dinero en Espaiia. La
» imbecilidad del Gobierno español es mas de
» lo que se puede pensar. De que sirve la
» buena voluntad de los habitantes , si no hay


(a) Esta carta y las que damos en los párrafos siguientes
se publicaron por el hermano del general Moore en el
Diario ingles que citarnos en la nota 52. Todas se hallan
tambien en el Annual Register de 1808 y en el Monitor
del r5 de enero de 1810.


( 153 )
al frente un hombre de talento que sepa em-
plearla? n'asta ahora no he podido comuni-
carme con uingun general español. Castaños
era el único con quien me correspondía , y


» acaba de ser depuesto. Romana sabe Dios
donde anda, y yo me hallo con los Franceses


» á quatro días de marcha. Si esto sigue así
» la ruina de la Espaiia es inevitable, y no


debo pensar sino en salvar el exército de mí
» mando. »


1 7 8. En otra caria de i4 de noviembre desde
Salamanca dice el mismo general al Lord Cas le-
reagh , ministro de la Guerra: p Si hubiera corio
P cido antes la debilidad del exército espariol ,
» la apatía del pueblo , y la imbecilidad y
» egoisrno de su Gobierno , á buen seguro que
» me hubiese dado priesa á internar-Me en Es-
» palia. Yo no veo aquí exércitos , ni generales,
» ni gobierno : y así ni quiero hacerme rcspon-
• sable ni hacerlos á otros, porq ue nada se puede
» esperar sino desastres. No tengo un shilling
» para subvenir á la subsistencia del exército,
» pues el general Baird ha guardado para sí
» solo los quinientos mil duros que se remi-
» rieron. Todo lo que puedo decir á la qiiestion
» que me haceis sobre la defensa de Portugal ,
» es que sus fronteras no pueden defenderse
» contra fuerzas superiores. Estando los Fran-
i' ceses victoriosos en Espaiia , será en vano
» tentar resistirles en Portugal , porque no se




( 154 )
» puede contar mucho con la cooperacion de
» los Portugueses : y si llega el caso ,'no debe_
» remos perder tiempo en tomar medidas para


evacuar el Portugal. »
1 79 . Finalmente el mismo general Moore


árales de salir de Salamanca escribía á Uno de
sus hermanos en 26 de noviembre. Me hallo
» en la situacion mas apurada y sabe Dios corno


saldré de ella. Las cosas de Espaiia vistas


aquí son bien diferentes de como se las figu_
» van en Inglaterra. Las Juntas españolas des-


confiando de sus generales, les limitan sus


facultades é impiden concertar las opera-
» ciones. Nada han hecho para estorvar que
» los Franceses se hayan reforzado. Castaños
» y Palafox tienen quarenta mil hombres , la
» mayor parte paysanos indisciplinados, y he
» aquí todo lo que se piensa oponer á cien mil
» Franceses. Las provincias no se han armado,
» ni he hallado rastro de ese entusiasmo que se
» les atribuía. Es inevitable que los Franceses


se apoderen de Madrid , pues los Españoles
» no tienen fuerzas con que defenderlo. »


180. Todos estos testimonios no necesitan
de comentarios , y sería menester querer en-
gañarse para sacar otras conseqüencias á vista
del estado que presentaba la nacion. Lo mismo
que los Ingleses hubiera juzgado qualquiera
otro tercero imparcial que hubiese visitado la
Espaiia en aquella época. Azanza y 0-Fárrill


( 155 )
convencidos de que la patria caminaba á su
ruina , veían con- dolor llegado el tiempo de
ve empezase á experimentarlo. Conocían que
haciendo el Emperador la guerra en EspaTia
como en pais enemigo , todos los horrores de
ella iban á descargar sobre los pueblos, espe-
cialmente en aquella campa la que mandaba en
persona Napoleon , de cuyo resentimiento lodo
debía temerse. Temblábamos principalmente
por la suerte de Madrid. Al llegar á Biírgos
habíamos visto destruidos los exércitos de
Galicia, Asturias, Castilla y Extremadura , y
que á los de Andalucía, Aragon y Valencia
reunidos sobre el Ebro , les amenazaba igual
suerte. Veíamos los estragos que le acarreó
á Bárgos la accion de guerra que se concluyó
dentro de sus calles. Conociendo pues que el
exército que mandaba Napoleon no podía en-
contrar obstáculo para apoderarse de Madrid ,
tratamos los ministros , por medio de un es-
crito , de libertar á esta capital de las funestas
conseqüencias que podría tener para con sus
habitantes una resistencia in , ó una defensa
mal preparada, que no sirviese mas que de ir-
ritar al vencedor. Aunque la Junta central
110 quiese ver en este tal escrito la in tencion
noble de hacer un servicio á los moradores de
Madrid, como nosotros lo creíamos , no podía
hallar en él otros sentimientos que los que dicta
la humanidad en tales casos. A pesar de tan




( X56)
justa consideracion , la. Junta le mandó quemar
ignominiosamente , publicando un decreto de
proscripcion contra nosotros y los denlas mi_
nistros. Esta conducta , que la Junta central
tuvo despues para con otros muchos , fué mi-
rada siempre corno impolítica por la parte sen-
sata de la nacion. Y u la verdad lo fué en gran
manera , porque la guerra de España era de
una naturaleza que, qualquiera que fuese su
éxito , era justo terminase por una mutua re-
conciliacion. Las proscripciones solo sirven para
borrar todos los sentimientos fraternales y des-
moralizar una guerra , que aun sin esta odiosa
circunstancia hace hartos desgraciados. Sin em-
bargo la presencia de los riesgos dictó al pueblo
de Madrid y á sus gefes el mismo partido ra-
cional y prudente , que queríamos inspirarle
por medio de nuestro escrito. Y así se vió que
guando el Emperador llegó con su exército á
las puertas de la capital y pudieron calcularse
mas de cerca los resultados probables de su
venganza , la prudencia de algunos geles , las
disposiciones sumisas de la poblacion y la me-
diacion del Rey José salvaron á Madrid de la
ruina y saqueo con que estaba amenazado.


181. Ya se ha visto en lo expuesto anterior-
mente qual fué para los exércitos nacionales el
éxito de la primera campaña : terminemos su
noticia añadiendo dos palabras sobre la suerte
de los Ingleses que vinieron á auxiliarles. NI=


( 15 7 )
decontado 'debe saberse que en el mismo mes
de noviembre de 18o8, en que se concluyeron
operaciones tan decisivas , como lo fueron el
bat ir y dispersar todos los exércitos espaiioles
y extenderse los Franceses hasta el centro del
reyno , no vieron éstos ni encontraron un solo
soldado ingles. El principal exército de esta
nacion había terminado su campaña de Portugal
el 5o de agosto. El general Sir John Moore
que acababa de ser enviado á la península para
tomar el marido en gefe de este exército , salió
de Lisboa para •spaiia el 27


de octubre , y
contaba con el refuerzo que se le envió de
Inglaterra á la Coruña á las órdenes del ge-
neral Baird , que llegó á dicho puerto el r 7


de
octubre; pero que no se unió á Moore hasta
mediados de diciembre. La Junta de Galicia
despues de rehusarle por muchos días el des-
embarco los recibió al (in , pero tan friamen te,
que hasta les negaron los bagages y todos los
socorros de marcha. Al general Moore se le
acusaba de no haber hecho ningun movimiento
para impedir la toma de Madrid (a) ; pero sea
que no quisiese exponerse solo á esta operacion,
por no habérsele nunca unido un piquete si-
quiera de tropas españolas -como esperaba,
porque las noticias equivocadas que tuvo le


(c) Véase la nota 54.A




( 158 )
hicieron creer que las cosas daban tiempo
mantuvo una conducta incierta, sin pasar de
Salamanca , hasta que ya se vio amenazado de
no poder ni aun reembarcarse. Quando resolvió
su retirada, fué tan vivo el alcance de los Fran-
ceses , que ni aun los primeros desfiladeros
de Galicia pudo defender. A las penalidades
de la marcha en 10 mas crudo del invierno se
agregó la falta de víveres, y el abandono que
hacían de sus casas los habitantes , llevándose
quant o tenían , por los desórdenes á que se en-
tregaron las tropas inglesas. En el Ferrol no
quisieron recibirlos , y llegaron el 12 de enero
siguiente á la Coruña , donde tornaron posicion
para esperar los buques que no llegaron hasta
el 14.. El 16 se dió la batalla en que fué muerto
el general Moore , y muchos oficiales de supe-
rior graduacion y á no ser por lo que este
exemplo de bizarría sostuvo el valor de sus
tropas , la suerte de aquel exército hubiera sido
la mas desgraciada. Sin embargo perdió todas
sus municiones , parte de su artillería , y en la
retirada hubo de matar de quatro á cinco mil
caballos para no dexarlos en poder del ene-
migo (a).


182. Tal fué el resultado de esta rápida cam-
paña de 184, en que no llegaron á entrar en


(a) Consta de la relacion del hermano del general
Moore que citamos en la nota 52..1


( 159 )
accion la mitad de las tropas que ya tenían los
Franceses dentro de Espa?ía. En qualquiera di-
•eccion que adoptasen para el progreso de sus
operaciones, estaban ciertos de no encontrar
un cuerpo de exército contrario de quince mil
hombres , y éstos sin artillería ni almacenes , y
en toda la peninsula de Espaila y Portugal no
habían quedado dos mil Ingleses. En esta nar-
racion que hemos hecho de los sucesos de
aquella campaña, estamos muy léjos de querer
presentar la idea de que los esfuerzos patrió-
ticos de nuestra nacion no fuesen correspon-
dientes al justo concepto que merecen su leal-
tad y la bizarría de sus tropas : solo tratamos
de probar que aun así no debían bastar para
repeler las fuerzas que la invadían.


183. Quando á. principios de 1809
se ven-


tilaron en las sesiones del parlamento ingles
las operaciones de esta campaña , se decía.
claramente que la España no había querido
quedarse libre é independiente de la Francia ;
que lo general de los Españoles temía la in-
tervencion de la Inglaterra, y no faltó quien
dixese que ya no había quedado en Europa un
Estado con quien la Inglaterra pudiese formar
una alianza, despues de tanta fiuctuacion en los
planes, de tantos desaciertos, y del abandono
en que la Inglaterra había dexado la península.
Y la Suecia, no habiendo hecho nada en ésta.
P ara evitarle la pérdida de la Finlandia , ni en




( 160 )
aquella para impedir que la ocupasen los Fran.
Ceses.


184. Y á vista de esto, ¿ habrá quien sostenga
imparcialmente y juzgando de las cosas por
todas las conjeturas que están al alcance ha.
mano , que la resistencia de la EspaTia era pro-
dente, era conveniente , y que la guerra podía
salvar á la nacion de ser gobernada por el sis.
tema de la Francia ?¿ Podía entónces juzgarse
posible el recobro de nuestro Soberano , ni que
el resultado de esta lucha fuese otro que el que
la experiencia estaba ya demostrando ; y que
clespues de derramar arroyos de sangre que
llenasen de luto á la nacion , y de arruinar los
pueblos y convertir la España en un desierto,
sería preciso concluir con buscar su reposo y
paz interior en la aceptacion de un Rey- cons-
titucional, que conservando á la nacion su in-
tegridad é independencia la hiciese convalecer
de tantos males como se habían conjurado
contra ella ?


85. El convencimiento de esta situacion del
reyno debía ser muy general guando una dipti-
tacion numerosa de todas las corporaciones de
Madrid pidió al Emperador que esta villa , los
pueblos inmediatos , y á su tiempo la Espaiia
toda disfrutasen de la presencia.de su hermano
el Rey José , y de la tranquilidad y denlas bienes
que esperaban de su gobierno : (piando d ve'
cindario entero de la capital prestó en las par'


fOriuíaS


( t )
roquias (manifiesto el santísimo sacramento )
s u juramento de fidelidad; guando acudían vo-
luntariamente á prestarlo muchos de los eni-,
picados en todos ramos; y- finalmente guando
otros diputados de la misma villa , de los Con-
sejos de Estado , de Indias , de Hacienda , de
Guerra, de Marina, de la sala de Alcaldes , de
la Junta de comercio, del Clero , de la Nobleza
pasaron á Valladolid , donde se hallaba Na-
pleon , á reiterar igual súplica , pidiéndole
entrase luego en Madrid su hermano, para ju-
rarle y reconocerle por Rey (a).


18(3. A su vuelta á Paris, recibió el Empe-
rador las felicitaciones y homenages mas lison-
jeros (le todos los cuerpos que representaban
la nacion , y de las autoridades superiores
quienes ella unas veces daba el exemplo , otras
le seguía con todas las públicas demostraciones
que sirven para manifestar la adhesion. La si-
tuacion del Imperio frances en aquella época
ofrece aquí motivo á una observacion , que la
hacemos expresamente para aquellos que ahora
en Francia pretenden que esta nacion no to-
maba interes, ó repugnaba cooperar al engran-
d ecimiento y extension de poder á que quería
elevarla su gefe. Los que así discurren afectan


ciaron
a) Lse os discursos que todas estas diputaciones pronun-
pueden ver en el Monitor del 25 de enero de




( 162 )
un olvido poco sincero de todo lo que ha pa..
sado , y suponen á la Francia conducida ma-
quinalmente por tantos aiios , corno si fuera un
pueblo indolente y estúpido , con cuya voluntad
y opinion no es menester contar para nada,
Esta hipútesi insultante para un pueblo zeloso
de su reputacion , ademas de no disculpar las
ilusiones que ha padecido en tanto tiempo ,
destruiría el principal mérito de las demostra-
ciones con que en el día ha acreditado su des-
engafio. Pero en aquella época de que hablarnos,
todo nos está probando que el entusiasmo de la
nacion rodeó á su gefe de un prestigio que des-
lumbró á toda Europa , y que el concepto ge-
neral que llegó á formarse de la estabilidad
interior de aquel Gobierno era principalmente
quien le conciliaba la amistad, la alianza y aun
el respeto . de los Estados mas poderosos. La
Francia , esta nacion tan entusiasta de la gloria ,
pregonaba por todo el mundo las ventajas de su
poder exterior y de la prosperidad interior á
que había llegado, y que la hacían creerse la
primera nacion de Europa. Napoleon había con>
segnitto.cimentar su poder sobre la opinion de
lanacion. Léjos de mostrarse ella indiferent e á
la gloria que le resultaba de sus triunfos , le
prodigaba todos los medios de repetirlos y au-


mentarlos. Ella misma ha asegurado que todas
las fuerzas del Imperio se podían emplear fuera
deél , porque ningunas se necesitaban en el in-


( 163 )
terior para mantener su tranquilidad. Se citaba
con admiracion que aun los paises reunidos al
Imperio frances, y que por ser modernos en la
obediencia pudiera creerse que merecían ménos
confianza , se mantenían tranquilos sin tropas.
El Piamonte , la Toscana y Génova no tenían
mas que i5oo hombres guando Napoleon estaba
en Viena , ni había en Paris mas que inoo de
guarnicion (a). En medio de esto, la conscrip-
cion ( tributo tan gravoso en la Francia como lo
es en todas las naciones el modo de levantar en
poco tiempo grandes exércitos ) se hacía con la
misma puntualidad con que se realizaban los
denlas impuestos. A todas estas operaciones no
se veía presidir ni intervenir sino los magis-
trados civiles; nada en el interior de Francia
presentaba el aparato de la fuerza. El espíritu
público llevaba el mismo impulso que la po-
lítica ,y le servía de garante. Las conquistas pu-
ramente militares hubieran sido estériles y muy
precarias , si con la opinion de la Francia no
hubiera conquistado el gefe de ella la de las
naciones y sus Soberanos. Todo lo que una na-
cion puede emplear para fomentar esta opinion,
propagarla y sostenerla, todo estaba en exer-
cicio los soberbios monumentos de arquitec-
tura, el pincel , el buril , la lira , los teatros , y


(a) Véase el Monitor de 16 de septiembre de 1810.
I




( 164 )
todos los talentos de la Francia habían formado
al derredor del trono de su ídolo un muro de
opinion, que solo pudo destruirlo la.insensata
ambicion del mismo para quien sehabia labrado;
En una palabra , todo en Francia era opinion
desde la clase mas ínfima hasta la mas elevada.
Por lo mismo ahora que ella , baxo ekgobierno
paternal de su legítimo Soberano , goza ya las
felicidades de la paz y tranquilidad, que jamas
hubiera logrado baxo otros auspicios, se hace
un honor á sí misma mostrando una indul-
gencia la mas justa con los demas pueblos, á
quienes arrastró á su sistema con el poder ir-
resistible de sus armas igualmente que con su
exemplo.


187. Contrayéndonos á la . guerra de España,
no negaremos á la Francia. la justicia de creer
que la parte sana de la nacion no aprobó la con-
ducta de su Emperador en Bayona , ni los arti-
ficiosos medios con que obtuvo de nuestros
Soberanos las renuncias de la corona. Pero
por eso alguna potencia del continente apoyó
con sus armas la causa de nuestros Reyes ?


Dexaron por eso de inundar la España: exérl
citos franceses ? Dexó de aparecer en Espalía
la guerra corno apoyada con la cooperacion de
la Francia ? Que la causa pues de la guerra , y
aun la guerra misma fuese aprobada ó censu-
rada en Francia, nada disminuia para nosotros


( 165 )
la necesidad de ceder : el resultado siempre es
el mismo para quien solo tiene que calcular si
puede ó no resistir.


188. En guamo á la opinion que una nacion
tiene de su Gobierno y la deferencia que le
presta, ellas no son conocidas en el extrangero
sino por los documentos públicos ; y en estas
cosas el mismo efecto é impresion hace la
lisonja que la verdad. A. veces aquella suele
hacerla mayor, porque da ¿i conocer hasta que
punto el Soberano ha avasallado la opinion , y
la ninguna oposicion que experimenta de parte
de su nacion para disponer de todos sus recur-
sos , pues que ella previene sus deseos y se
anticipa con sus adhesiones y ofertas. (a)


189. La situacion de la España en 180 9
,


aunque favorecida por la poderosa diversion de
la guerra del Austria , lejos de mejorarse, se
hizo todavía mas crítica, no solo por haber sido
destruidos en Ucles y Medellin los únicos cuer-
pos de exército que mantenían la campana , y
haberse entregado Zaragoza por capitulado ') ,
aunque despues de una defensa que la ha inmor-
talizado ; sino tambien por haberse aumentado
todos los elementos del desórden en el gobierno
i nterior del reyno. La Junta central perdiendo
cada día el crédito y confianza de la nacion , se
vió mas de una vez desobedecida y aun amena-


(a) Véase la nota 35.1




( 166 ).
zada por algunas Juntas de provincia , y espe.
cialmente por la de Valencia , hasta el punto de
temerse una guerra civil. Los manifiestos que
se publicaron en aquella época dieron harto á
conocer lo poco que le quedaba de duracion á,
aquel Gobierno , aun guando un suceso impre-
visto no le hubiera derribado. Se le objetaba
á la Junta que ella solo había sido creada para
la comision de convocar las Cortes, y proveer
entre tanto á la defensa del reyno : y que des-
cuidando estos fines de su institucion , solo tra-
taba de perpetuarse en el exercicio de la sobe-
ranía , de que los pueblos no la habían hecho
depositaria en definitiva. En los exércitos mis-
mos se trataba de deponer la Junta central , y
batirse contra el partido que hubiera querido
.defenderla. (a) Por otra parte los pueblos sin-
tiendo cada día mas el peso de los sacrificios
qué se les exigían, y no viendo ningun fruto de
ellos , ántes bien alejarse las esperanzas de su
libertad , se habían hecho sordos á las procla-
mas de la Junta y aun á las amenazas dejos
gefes militares. El entusiasmo de la nacion
cayó hasta el mayor abatimiento, y las tropas
nacionales y las aliadas sufrieron las privaciones
mas crueles como si hiciesen la guerra en un
pais enemigo. (b)


(a) Véase, la nota 56.a
(6) Véase la nota 37.a


( 167 )
190. Los males de la España no podía menos


que agravados la presencia de tantos exércitos
extrangeros , pues en una guerra de aquella
naturaleza tanto arruinan y aniquilan los que
intentan la conquista del pais como los que se
proponen impedirla. Los triunfos de los Fran-
ceses costaban tan caro, que no podían hacerlos
amar. Algunos de sus cuerpos de exército obra-
ban en aquella época aisladamente executando
el plan de campana que el Emperador les dexó
al retirarse de España; y no podían concertar
empresas militares con aquella oportunidad que
las hace decisivas. Aunque Napoleon solo había
sacado para la campaña de Austria las tropas
de su gardia , los cuerpos que allí dexó queda-
ron encargados de operaciones de demasiada
extension. De aquí resultó que no pudieron
sostener la ocupacion de Galicia : que la de
Oporto estuvo para comprometer la suerte del
6.° cuerpo de exército; y que guando éste, el
2:1 y 5.° cuerpo pudieron reunirse sobre Sala-
manca para dirigirse á Plasencia en Extrema-
dura , un exército ingles y otro español habían
ya tomado posicion en Talavera de la Reyna ,
donde los atacó el Rey José el 28 de julio de
1809 , con el i.° y 4° cuerpos de exército y la
reserva de su guardia. El resultado de esta ba-
talla tan reñida como indecisa no produxo á
los exércitos combinados las ventajas que de-
bían ser consiguientes, á causa del movimiento




( 168 )
de las tropas francesas que baxa ron á Plasencia,
y amenazaron cortarles su coruunicacion con,
Portugal. A esto se siguió el haber sido deshe_
cho en .Almonacid el exército español de la
Mancha destinado á cubrir la. Andalucía.


191. Entre tanto el Emperador Napoleon
Conseguía nuevos triunfos en Alemania , y dos
meses le bastaron para deshacer la quinta coa..
licion. En i5 de mayo de 1809 estaba aun Ya-
poleon en Paris , y el 1 9 (lió la primera batalla
á los Austriacos en las orillas del lnn : el 12 de
junio ya era dueño de "Viena. El Austria sin
embargo de haber armado de 5oo á 600 mil
hombres , inclusos 50 batallones de lundivehr
y la leva de Hungría , se vió obligada, de re-
sultas de la batalla de Wagram , á solicitar un
armisticio en julio y á firmar su paz en octubre.
Por este tratado de Viena se obligó el Austria
á renunciar á toda relacion política ó comercial
con la Inglaterra, estipulando por los artículos
2.° y 15.9 que esta paz era coman á los Reyes
de España , Holanda, etc. y que el Emperador
de Austria reconocía todas las mutaciones he-
chas y por hacer en España , en Portugal y en
Italia. El complemento de esta negociacion fuá
el ajuste del matrimonio de Napoleon con la
Archiduquesa Maria Luisa de Austria : y el
Imperio frances , sin rival en el continente,
adquiría por momentos nuevos gracias de soli-
dez. Júzguese si todo esto no hacía respecto da


( 169
)


la España mas indudable cada día , y casi evi-
dente , el juicio de que su resistencia no podía
conducirla sino al término mas ruinoso y


funeí9s2R:.Sin embargo la heroyca defensa de Ge-
rona y los conatos por repeler una fuerza ex i Fan-
gera , mantenían la constancia de los pueblos.
Con cinco meses de trabajo y con la aplicacion
de medios extraordinarios había logrado la
Junta central formar un nuevo exército en la
Mancha y otro en Ciudad - Rodrigo ; mas no
por eso se pudo adelantar un paso para mejorar
de situacion. El primero de aquellos dos exér-
citos, mas completo y mejor equipado que nin-
guno de los anteriores, tuvo la desgracia de
ser batido en Ocaña , dexando 2o,000 prisione-
ros, que cogidos en gran parte por la caballería
francesa habrían podido experimentar peor
suerte , si la presencia del Rey José no hubiera
recordado al soldado frances , que solo comba-
tía para reunir la España hago el dominio de
lin Soberano cuyo único interes era el de paci-
ficarla y conservarla. El segundo exército, des-
pues de alguna ventaja sobre Tannímes y Sala-
manca,ex perimen tó un reves en A Iba derfórmes,
Y hubo de retirarse otra vez á Ciudad-Rodrigo.


193. Los Ingleses, así en los discursos del
Parlamento como en sus diarios , decían en-
Onces que supuesto que los Gobiernos de Eu-
ropa no habían podido resistir ¿t las armas de




( 17 0 )
Francia , era preciso hacer que les pueblos to,..
masca á su cargo su propia defensa ; que los
asuntos de España se hallaban en la situaeiou
mas triste; que la del continente , por el desa-
liento y abatimiento de todas sus potencias,
era peligrosa para la seguridad de la Inglaterra:
que ésta no había sabido ni socorrer y libertar
á sus amigos (como se vid con el Príncipe Re-
gente de Portugal , con el. Stathouder ele Tío-
landa y con los Reyes de Sicilia y de Cerdeña)
ni dañar á sus enemigos. « Abandonemos la
w España , decían otros, ¿ que hemos ganado en
» sostenerla ? Un corto comercio con la penin-
» sula y con sus colonias , y la promesa de
» entregarnos las esquadras de Cádiz, Ferrol y


Cartagena. Pero_¿ guara° no hemos ya per-
» dido? nuestros exércitos y nuestros tesoros,
» haciéndonos odiosos á. las colonias con haber
» sostenido á sus opresores. » Otros finalmente
exclamaban: «Nuestros amigos de España con-
» tincan metiendo ruido y no hacen mas.. Si la
» España y Portugal quedan libres, no será


por nuestros esfuerzos ni por los de sus ha-
» bitantes, sino por alguna feliz casualidad que
» aleje al enemigo : los Españoles están desuni-
» dos entre si y desalentados con los reveses.(a)»


194. Antes y despues de la batalla de °caña,


(a) Véase el Monzing- ronide y otros diarios in-
gleses publicados en los últimos meses de 809 =


( 171 )
no cesaron de venir á Madrid numerosas dipu-
t aciones de todas las ciudades principales de las
dos Castillas, de la Mancha, y otras provincias
para ratificar al Rey José , en nombre de sus
respectivos vecindarios, el juramento de su
adhesion y fidelidad. Las conversaciones parti-
culares de algunos de los obispos , de prelados,
de religiosos y de hacendados que venían con
estas diputaciones , nos confirmaban cada dia
mas de que los pueblos no queríanya mas guerra
y solo deseaban el sosiego y pedían ellos mis-
mos que alguna tropa francesa los protegiese
en sus villas contra las incursiones de las parti-
das españolas.


195. En Sro afirmaron las tropas francesas
su dominacion en Cataluña y Aragon , tomando
á Lérida , Hostalric y Mequinenza , al mismo
tiempo que marchando hasta las puertas de Cá-
diz completaron la ocupacion de los quatro
reynos de Andalucía. El paso de Sierra Morena
fue disputado pocas horas : la tumultuosa resis-
tencia de Málaga no sirvió sino para acarrearle
algunas muertes en su vecindario. Los ministros
españoles que acompañábamos al Rey José
guando entró en And.alucía , no malogramos
ecasion alguna de emplear nuestro influxo en
beneficio de sus habitantes : así fué que las ciu-
dades de Granada , Jaen y otras evitaron los
males de un asedio y ataque que no hubieran
Podido resistir. Sevilla, centro del Gobierno ,




( 17 2 )
conociendo estos mismos riesgos, solo esperó h.
ser intimada para abrir las puertas. La Junta
central, ya dispersa aun ántes de este suceso,.
apénas pudo con dificultad salvarse en Cádiz.
Su presidente y varios de sus miembros fueron
maltratados , insultados y aun arrestados por
los pueblos del tránsito. La Junta provincial de
Sevilla , en los pocos días que tardaron los
Franceses en llegará la Ciudad., volvió á titu
larse suprema del reyno , pues lo veía sin Go-
bierno , y en su proclama del 28 de enero tra-
taba á los de la Central como á unos prófugos
que dexaban entregada al enemigo y arruinada
la patria. (a) En Cádiz se disolvió la Central y
entregó el gobierno á un Consejo de regencia
compuesto de cinco individuos. Este Consejo,
á conseqüencia de lo resuelto por la Junta cen-
tral , reunió é instaló las Córtes extraordinarias,
cuyas sesiones tuvieron principio en la isla de
Leon el 24 de septiembre del mismo año 181o.
A pocos días de su instalacion, las Cortes nom-
braron tres sugetos que compusiesen un Consejo
interino de regencia , el qual exerció sus fun-
ciones hasta 22 de enero de 1812 , en que las
mismas Cortes crearon una regencia de cinco
individuos para exercer el poder executivn,
conforme al principio adoptado en la nueva


(a) "Véase el Diario de Sevilla de fines de enero , en
que se insertó dicha proclama.


( 1 7 3 )
constitucion que ya se estaba formando. Publi-
cada la constitucion en 19 de marzo del mismo
arlo, continuó dicha regencia hasta 8 de marzo


► 8 r5, en que fué reemplazada por otra com-de
puesta de tres miembros, y ésta siguió gober-
nando hasta el regreso de S. M. á. España.


196. El progreso de la opinion de que la
España no podía ya salvarse sino con la su mi-
sion y el sosiego , era aun mas rápido que el de
las armas. El Rey José que atravesó y visitó
toda la Andalucía hasta las orillas de la bahía
de Cádiz, fué recibido en todas las ciudades y
villas del tránsito con las mayores demostra-
ciones de jailo , y protestas del cansancio que
ya tenían de la guerra. Todos los ayuntamientos
y cabildos eclesiásticos le prestaron el jura-
mento de fidelidad y obediencia, y de todas
partes acudían diputaciones. La misma villa de.
Madrid y su ayuntamiento enviaron expresa-
mente una diputacion á Sevilla para felicitarle.
Parte de la nobleza de Granada se ofreció
á servir de guardia á la persona del Rey, y
otra parte se empleó cm) los ciudádanos hon-
rados en los batallones de la milicia cívica:
y esto mismo practicaron los vecindarios de
Sevilla y otras ciudades. Sería mas fácil enu-
merar en España los pueblos cuyos ayunta-
mientos no prestaron juramento á la. nueva
dinastía, que los que lo hicieron á nombre de




( 1 7 4 )
sus respectivos vecindarios. En el archivo dei
ministerio de Gracia y Justicia han debido er.
contrarse testimonios de las sumisiones y jura;
mentos de fidelidad hechos al Rey José por las
ciudades, villas y lugares, por los prelados


,


cuerpos y comunidades de todas clases ; y los
discursos pronunciados por las diputaciones
respectivas á nombre de sus comitentes, al pre..
sentar estas actas , pueden verse en las Gazetas
de Madrid de aquel tiempo. Del mismo modo
se contaban á millares los individuos y familias
que regresaron á las provincias que gobernaba
el Rey José , y de donde habían emigrado.
Habiendo ellos hecho quanto es dado á un
particular , y creyendo haber cumplido con lo
-que les dictó su primera opinion , llegaron
generalmente á convencerse de que el nuevo
orden de cosas no podía ya mudarse ni evi-
tarse. En esta buena fé , que todos los sucesos
contribuían á inspirar , aceptaron los empleos
y destinos que cada uno podía desempeñar, y
aun se multiplicaron las pretensiones tanto como
pudieran en el estado mas tranquilo. Tal era el
progreso que había hecho la opinion , que los
diputados mismos de las ciudades principales
de Andalucía , que fueron á cumplimentar al
Rey José en el puerto de Santa Maria , se brin-
daron á pasar á Cádiz , para persuadir á aquel
Gobierno que no dilatase con su resistencia el


( 1 7 5 )
bien de la pacificacion de la España , y la cesa-
(Jon del gravámen que le causaba la perma-
nencia de tropas extrangeras.


197 . El corto tiempo y la ninguna oposición
ni resistencia con que se ocuparon las Anda-
lucias, la dispersion del gobierno central , y la
controvertida legitimidad del que le sucedió:,
dexaron á la nacion en una crisis la mas apu-
rada en que jamas se vío , y las esperanzas de
todos parecían acabadas. Pero donde la noticia
y el eco de estos sucesos hicieron una impresion
de mas importancia , y produxeron un efecto
mas funesto por sus conseqüencias, fué en nues-
tras provincias de América. Buenos-Ayres no
queriendo reconocer como legítimo el gobierno
de la nueva regencia de Cádiz, se substraxo
de la obediencia de la metrópoli , destituyó al
Virey D. Francisco Cisneros y creó una Junta
suprema y provisional del Vireynato, bien que
1 nombre del Señor D. Fernando VII. Carácas
y toda la provincia de Venezuela se creyó ya
en el caso de hacer mas , y proclamó su inde-
pendencia. La historia de los progresos que ha
seguido aquella revolucion , que por desgracia
aun no está acabada , no pertenece á nuestro
asunto ; pero todo nació del general convenci-
miento y persuasion que llegó á formarse de
qu e la España había ya sucumbido de un modo,
que ninguna esperanza quedaba de evitar su




( 17 6 )
sumision al nuevo Soberano que la tenía casi
toda ocupada.


198. La guerra parecía llevada ya ál un tép_
mino que , aun guando quedase estacionaria la
conquista, podía sin nuevos refuerzos de tropas
sostenerse su conservacion hasta la definitiva
paz de ]a Europa. Pero el falso concepto que
1N•apoleon había siempre formado de la guerra
de España y del carácter nacional , y tambien
la mutacion de su política , le hicieron cometer
los mayores yerros, á los quales y á. la cons-
tancia heroyca de la nacion se ha debido el res-
tablecimiento de la antigua dinastia de sus So-
beranos, por medios que todavía entónces no se
podían vaticinar.


r 99. Por aquel tiempo fueron establecidos
los gobiernos militares baxo la inmediata de-
pendencia del Emperador Napoleon en todas
las provincias del norte de España. El motivo
aparente de esta disposicion era el de reunir el
mando militar y civil de los pueblos en manos
de los generales que mandaban las tropas de
cada Gobierno , y darles de este modo amplias
facultades para sacar de estos paises no solo
quanto necesitasen ellas para su subsistencia,
equipo y sueldos , sino para reponer tarnbien
todos los pertrechos y municiones de guerra,
remontar su caballeria, reparar 'y aumentar su
artillería, etc.'Pero generalmente se creyó que


el


(P77 )
el objeto de esta providencia fué el de pre-
parar la incorporacion d. la Francia de las pro-
vincias de la orilla izquierda del Ebro, y aun de
otras si los sucesos se completaban, y la España
y el Portugal se sometían del todo : ó bien en el
caso de que su resistencia fuese tenaz y apoyada
por otras potencias del continente, dexar
cshausta la península de todos los recursos 'ca-
paces de hacer temible su existencia política ,
convertir la parte asequible en provincias de-
pendientes de la Francia haxo el gobierno de
otros procónsules.


200. Este sistema fué ya tan constante por'
parte del Emperador, que aun en las provincias
donde no estaban declarados 6 establecidos los
gobiernos militares los generales disponían á
su arbitrio, ó sin otra dependencia directa que
la del Emperador , de todos los recursos del
pais. Por conseqüencia de esto las facultades del
Rey José fueron disminuyendo hasta quedarse
en una mera sombra de autoridad.


201. Desde esta época, obligados los gene-
rales franceses á entrar en los pormenores de la
ad ministracion de las provincias , y á fatigar sus
tropas en la recoleccion de frutos y contribu-
ciones que necesitaban para su subsistencia, se
hallaron mas embarazados para ocuparse en las
operaciones de la guerra. Basta hacer una
observacion para dar á conocer que la pro-
longacion de aquella , léjos de facilitar, debía


2




( 1 7 8 )
retardar la sumision de los pueblos. En otras
guerras Diapolcon pagaba sus exércitos , ó los
sostenía con la esperanza de ser pagados des_
pues del corto plazo que las terminaba. Los
pueblos de los paises que eran el teatro de la
guerra , ó no se mostraban enemigos , ó com.:
primidos por la fuerza en los primeros meses
no se entregaban á procedimientos hostiles.
Pero en España han estado muchos cuerpos del
exército frances mal pagados; de que resultaba
que el soldado , para asegurar su subsistencia ;
tenía que trabajar mucho y causar vexaciones
á los habitantes , y así los pueblos á quienes la
fuerza no sujetaba de cerca eran esencialmente
enemigos. La irritacion de los pueblos fue en
aumento , sus esfuerzos para resistir la opresion
se multiplicaron , sus esperanzas de mejores
tiempos se despertaban con el menor feliz su-
ceso. y todo conspiraba á preparar resultados
que la prudencia humana era incapaz de prever,


mucho 1-llenos de precaver.
202. Los sucesos militares fueron alternando,


ya prósperos, ya adversos por unas y otras tro-
pas, sin ser decisivos ni de mayor conseqüencia
durante los dos arios de 1811 y 1312. La rendi-
clon de Tortosa, y la de Tarragona por asalto
después de una bizarra defensa , no bastaron
para que los Franceses señoreasen el pais mon-
tuoso de la Cataluiía. La ventaja de la toma de
Ciudad-Rodrigo y Badajoz quedó desvanecida


( 179 )
con la malograda campaña de Portugal i la ba-
t alla . de la Albuera conservó á Badajoz , dando
tiempo á que se -uniese al exército frances de
Andalucía parte del de Portugal; pero los In-
gleses se mantuvieron sobre la frontera. A la
conquista de Murviedro , de Valencia y -de
Periíscola , -no pudo seguirse la de Alicante por
falta de fuerzas , y así seguían éstas equilibráis-,
dose por todas partes.


203. Los pueblos no pueden resignarse por-
mucho tiempo á ese cruel equilibrio , que ha-'
ciendo de la guerra un mal habitual y crónico,
acaba con su paciencia y sufrimiento , no ménos
que con todos sus medios de subsistir. Las vexa-
ciones sin término que sufrían los habitantes
por parte del soldado , el despotismo y abusos
de una administraciOn puramente militar, ex-
cita la indignacion é irrita los ánimos hasta el
punto de hacerles desear una crísis ó termi-
nacion , que de uno ó de otro modo acabe las
agonías de una situacion tan penosa. Tal era la
que estaba ya destinada á la España por mucho
tiempo:, si la guerra de Rusia y la campaña de
Napoleon en 1812 no hubiera sepultado en los.
hielos de aquella region las principales fuerzas
de la Francia , y empezado preparar la caída
del poder colosal del hombre extraordinario
ií cuya voluntad había estado sometida toda la;-
Europa continental.


2.




( 18o )
20.. La Inglaterra, calculando con prevision


estos sucesos, reforzó sus exércitos de la penín-
sula. Éstos recuperaron las plazas de Ciudad-
Rodrigo y Badajoz, tomándolas por asalto ánies
que les llegasen los socorros. La batalla de los"
Arapiles , cerca de Salamanca, empellada por
el exército frances llamado de Portugal , estando
en marcha para reunírsele el exército del cen-
tro mandado por el Rey José , dexó á Madrid
sin defensa , obligando á los Franceses á eva-
cuarlo , como tambien la Andalucía , con el fin
de reunir fuerzas que fueron bastantes para
precisar á los Ingleses á abandonar nuevamente
el centro de la península, y retirarse á la fron-
tera de Portugal bazo el caTion de Cuidad-
Rodrigo.


2 05. Muy luego se resintieron los exércitos
franceses en Espaiía de la desastrosa campaña
de Moscow. Parte de su fuerza recibió órdenes
para repasar los Pirineos , y un crecido número
de oficiales-, sargentos y cabos fué sacado con
eleccion especial para servir de pie á los nuevos
cuerpos que se formaban en Francia para la
campaña de 1815 en Alemania. Dos ó tres
divisiones del exército frances llamado de Por-
tugal pasaron á Navarra. El resultado de esta
dimínucion de fuerzas hizo indispensable la re-
tirada de las tropas francesas de las Castillas
aria el Ebro, y acarreó con la derrota de Vilo-


( 181 )
ria , y pérdida de todo lo material de los exér-
citos , la necesidad de entrar en Francia , y
ceñirse á la defensa de su territorio.


206. La campana de Rusia había llenado de
hito la Francia , y dado un golpe mortal al as-
cendiente que Napoleon tenía sobre ella. El
descontento y la murmuracion se pronunciaron
sin disimulo desde Paris hasta la poblacion mas
pequeña , y el hombre que había sido el objeto
del entusiasmo , no lo fué ya sino de la mas
justa censura y desaprohacion. Napoleon perdió
la opinion de la Francia , y con ella toda la
consideracion que gozaba fuera. Si los esfuerzos
que esta nacion hizo en 1813 para poner un pie
de exército y todo lo material de él, denotaban
todavía quanta era la fuerza y los recursos de
la Francia, fué todo hecho con tanta violencia


repugnancia , que no dexaba dudar ser ya el
último sacrificio que ella estuviese dispuesta á
hacer para conseguir una paz tantas veces pro-
metida , y que podía aun transigirse con razo-
nables ventajas. Pero la ambicion de Napoleon,
y la vana creencia de que á su genio y fortuna
personal había de estar siempre ligada la suerte
de la Francia, lo empeñaron en dar la última
P rueba de que la divina providencia no le tenia
destinado para terminar su carrera en el puesto
que ocupaba. Lisonjeado de las primeras ven-
tajas con que empezó la campana de Dresde en




( 782 )
1 875 , y sordo á todos los consejos de la pm_
delicia y aun de la justicia , prosiguió en insul-
tar á la fortuna ; hasta que abandonado 'de sus
mismos aliados y experimentando reveses de
mucha. entidad, se vió en la precision de alejarse
de unas plazas en que quedaron encerradas y
sin comunicacion una gran parte de sus fuerzas,
y á retirarse precipitadamente con las demas
dexando para cubrir la frontera de Francia unos
esqueletos de exército , incapaces de obrar uni-
dos, ni de proveer de fuertes guarniciones las
plazas fronterizas.


207. En este estado, cansada y agotada la,
confianza de la nacion francesa los últimos
esfuerzos de sus tropas en el mes de marzo de
este aiio no bastaron para contener los " exér-
ci tos de los aliados, que penetrando en Francia
casi por todas direcciones entraron por capi-
tulacion en Paris , y dieron,apoyo al voto na-
cional que excluyó á Napoleon del trono
y llamó á ocuparlo á su legítimo Soberano
Luis XVIII.


.208. Los mismos acontecimientos que prepa-
raron este memorable suceso , habían obligado
al Emperador Napoleon pocos vieses antes
proponer la paz á nuestro Rey D. Fernando
VII. Los Ministros plenipotenciarios encar-
gadós respectivamente de acordar el tratado,
los Señores Duque de S. Cárlos y Conde de


( 183 )
Laforest, lo firmaron en Valencay el 77 de de-
ciembre de"87, (a) , y S. M. despachó al Duque
de S. Cirios á Madrid para que lo presentase á
la Regencia del reyno , á fin de que en prueba
de la confianza que hacía de ella, extendiese
su ratificacion segun costumbre y lo devol-
viese d S. M. con esta formalidad sin pér
dida de tiempo.


209. Era bien fácil conocer que el verdadero
y mas urgente fin que Napoleon se proponía
eu este tratado, era el de alejar de su frontera
meridional unos exércitos que amenazaban tan
de cerca el territorio de la Francia ,. el poder
concentrar y destinar á la defensa de este mismo
territorio las fuerzas que aun conservaba en la
península, y en caso necesario emplearlas con-
tra los enemigos que le atacaban por Alemania.
Movidas de estas y otras consideraciones , la
Regencia y las Cortes prefirieron esperarlo
todo del éxito que verosimilmente creyeron
tendrían- los esfuerzos de las potencias aliadas ,
y rehusaron la ratificacion del tratado.


2I o. De todos modos resultó de este procedi-
miento de las Cortes , que la suerte del Rey en
su cautividad volvió á quedar expuesta á todas
las contingencias de la guerra y de la polí-
tica. Dichosamente fueron tales y tan bien com.-.


(a) "Véase la nota 38.a




( 184 )
.binadas las medidas con que los exércitos
dos invadieron la Francia , y se dirigían á su
misma capital , que Napoleon consintió, aun
sin estar ratificado- el tratado de Valenray, en
que el SeTior D. Fernando VII se restituyese
libremente á Espaiia con los dos Señores In-
fantes que acompañaban á S. M. A mediados de
marzo salieron de Valengay, y á fines del mismo
mes llegaron felizmente al territorio espaiiol.
Así es como la divina providencia ha confun-
dido los juicios de los hombres, y trastornado
todos los planes de la política : y tal es la re-
fle xion que nadie dexará de hacer al considerar
los sucesos de esta época.


211. Hemos visto con efecto que los pro-
gresos de la dilatada guerra del continente no
han cesado de presentar, hasta la desastrosa
campaña de Rusia , ventajas y seguridades al
poder que sostenía todas las mudanzas hechas
en los tronos de Europa. Casi toda ella llegó á
mostrarse convencida de que lo irrevocable de
estas mudanzas sería al fin la base de toda paz
con el Imperio Trances, y de que este era un sa-
crificio indispensable al reposo y tranquilidad
de los pueblos. La Holanda , que en tiempo de
Luis XIV prefería sepultarse en las olas del
mar á sufrir el dominio de aquel Soberano , na.
solo recibió ahora por su Monarca á un her7
mano de Napoleon, Sino que concluyó por ru.,
signarse á ser parte del Imperio &anees : a


( 185 )
Su ecia había desposeído del trono á su legítimo
Rey Gustavo IV, dando por causal su obsti-
naeion en hacer la guerra á la Francia , y los
males que esta guerra acarreaba al pais : hasta
los Estados Unidos de América , tan libres para
darse un sistema político independiente de qual-
quiera potencia de la Europa , habían adherido
ta nto al de la Francia, que esto les había acar-
reado la guerra con la Inglaterra. Es un hecho
que la Rusia , el Austria , la Prusia , la Suecia ,
la Dinamarca, la Saxonia, la Baviera y el M'ir-
teinberg se habian conformado á reconocer , y
reconocían los nuevos Soberanos que con el
apoyo de la Francia ocupaban diversos tronos.
Todas estas potencias tuvieron nombrados ó se
brindaron á nombrar sus ministros plenipoten-
ciarios , ó encargados de negocios cerca del Rey
José : y guando alguna movió la guerra , jamas
se víó que anunciase por causa de ella el in-
tento de restituir los antiguos Soberanos á sus
dominios , sino el de recuperar la extension de
territorio ó de otros derechos que las campanas
y tratados anteriores le habían hecho ceder.
Cada potencia que ha querido en este periodo
de diez años tentar la suerte de las armas , ha
aislado sus intereses y ha tratado solo de sus
propias indemnizaciones.


212. De resultas pues de este rumbo que la
Política y la guerra habían tomado en Europa ,
V i nieron á cumplirse y verificarse los recelos




( 186 )
y-juicios que desde el principio habíamos for:.
rezado sobre la suerte de nuestra patria. La
conquista no había podido evitarse , y con el
progreso de ella crecía , como es natural , el
de la opinion de ser irremediable la sumision.
Cádiz y Alicante fueron por algun tiempo
las únicas plazas fuertes que daban asilo á
las tropas españolas : hubo tambien una época
en que los exércitos nacionales llegaron á
estar en una completa dispersion ; y los pe-
queños cuerpos que fueron quedando tenían
que ceñirse á operaciones muy parciales , ó que
obrar al abrigo de las plazas , ó del exército
ingles. Todo lo que pudo conseguir el patrio-
tismo mas exaltado fué crear medios que
retardasen la conquista, pero no que pudiesen
frustrarla , y mucho ménos que fuesen capaces
de arrojar fuera de la península á las tropas
francesas. La Inglaterra llegó á tener sobre las
armasen el año de 1812 hasta 80 7 ,000 hom-
bres , comprehendidas su marina y milicias ,
que es decir sobre cada so varones del todo
de su poblacion uno armado (a) ; y á pesar
de estos extraordinarios esfuerzos , y de no
tener en el continente otro enemigo que la
Francia , ni, otro campo en que combatirla


(á)Antztuti Register , aáo 18 2. Discurso de:NI:Tono
sobre el estado de la nacion , pronunciado en el par la -
Int.31LO,


( 18 7 )
sino el de la peninsula , solo pudo lograr en su'
memorable campaña de aquel año la evacua-
eion de las Andalucías pero su cxército se
vió precisado á tomar quart eles de invierno
sobre las fronteras de Portugal y al abrigo del
canon de Ciudad-Rodrigo. Aun se hubiera pro-
longado por muchos años este estado de fluctua-
cion en los sucesos militares de la península , si
las resultas de la campaña de Rusia no hubie-
ran traído las conseqüencias que ya quedan
referidas.


213. En medio de los males que una guerra
como la de España no podía ménos de .causar
á la nacion Azanza y 0-Fárrill hallamos sm
consuelo en el testimonio de nuestras concien-
cias que no nos inquieta de haber omitido nada
para disminuir-tos en todo lo que nos ha sido
posible. En quantas ocasiones creímos que se
ofendía al honor nacional , ó á. los intereses.
de la España


• como nacion, jamas halló en.
nosotros el Emperador de los Franceses con-
descendencia ni baxeza de conducta , sino al
contrario firmeza y oposicion , y en una pala-
bra honor español. En el ministerio de Nego-
cios extrangeros de Francia deben existir
bastantes documentos que prueban esta verdad, .
y las notas que Azanza , como encargado de
igual ministerio en España , pasó en dife-
rentes ocasiones al Señor Conde de Laforest ,
enabaxador de Francia. Una de éstas , y acaso




( 188 )
la mas se7ialada fué quando Napoleon en t8so
manifestó su intencion de agregar á la Francia
las provincias situadas entre el Ebro y los
Pirineos (a). Con igual energía se le resistió
siempre que intentó poner á la España en una
humillante dependencia de la Francia , ó hacer
despóticamente qualesquiera alteraciones esen-
ciales en el sistema gubernativo , que solo
podían acarrear ó el perjuicio , ó el descon-
tento de los naturales. Hubo motivo de resistir
talas novedades respecto de la Navarra y la
Cataluña , y las notas que pasó Azanza en esta
6casion dan una idea del espíritu en que esta.
ban concebidas las ciernas (h).


2 14- El mismo objeto de sostener el honor
nacional y la integridad de la monarquía tuvo
la mision de Azanza á Paris en i8 c o , como em-
baxador extraordinario , no solo para felicitar
al Emperador pór su matrimonio con la Archi-
duquesa Maria Luisa de Austria, sino para re-
presentar los graves inconvenientes de los go-.
biernos militares que Napoleon acababa de
establecer en España. Durante .esta corta em-
baxada vino igualmente á Paris el Señor Mar-
ques de Almenara, ministro de lo Interior, para
esforzar •las representaciones de Azanza, y con
la expresa órden del Rey José de anunciar en


(a) Véase la nota 5g.a
(6) Véase la nota 10.1


( 189 )
su nombre la renuncia de la corona de España,
si el Emperador insistía en querer apropiarse
a lguna provincia ó parte del reyno , en cuyo
caso tenía tambien el encargo de sus compañe-
ros los denlas ministros de hacer dirnision de
sus respectivos empleos.


215. Ni como podíamos dexar de sostener


la dignidad de la nacion y defender sus dere-
chos , quando el Soberano mismo de quien
éramos ministros nos daba en esta parte el pri-
mer exemplo , oponiéndose á quanto intentaba
la política ó la ambicion de su hermano , si cono-
cía que podía perjudicar á la felicidad de los
Españoles , ó al decoro de la España (a)? Si
no nos hubiéramos convencido por nuestra pro-
pia experiencia de la sinceridad de sus inten-
dones , habríamos dimitido nuestros empleos,
y sin quebrantar los juramentos que ligaban
nuestro honor y nuestras conciencias , hubié-
ramos preferido el retiro y oscuridad de la vida
privada , al exercicio de ministerios que no
hubiésemos podido hacer benéficos á una patria,
á la qual habíamos sacrificado desde nuestra
juventud toda nuestra existencia y servicios (b),


216. Con esto creemos ya terminado el quadro
general , que nos habíamos propuesto presentar


(a) Véase la nota 41..
(6) Véase la nota 42.,




( 190 )
en esta Memoria, del verdadero estado en que
la España se halló en las diferentes épocas que
acabamos de referir, hasta que los últimos so_
tesos de la guerra del Norte prepararon , y
fin produxeron por un desenlace inesperado la
restitucion de nuestro legítimo Soberano al
trono de sus mayores. Si no pudimos prever
una terminac'ion tan feliz, no por eso ha sido
ella , ni es, ménos plausible y satisfactoria para
nosotros. El partidoque hemos seguido no tenía;
por objeto de nuestra parte el sustituir un Mo-
narca á-otro ni contra otro. Si se tiene presente
quanto hicimos en las primeras épocas, así
para oponernos í.á todo lo que se quiso intentar
contra los derechos del Rey D. Fernando , como
tambien para prevenir á. S. M. de quanto podía
contribuir á evitarle las desgracias que recelába-
mos, seguramente no se dirá que en haber adhe-
rido á la nueva dinastía hayamos pretendido.
trasladar - sus derechos á otro Monarca. S. ALlos
cedió de un modo y•á vista de circunstancias tan
imperiosas , que debimos creer tambien noso-
tros que era forzoso y ménos inconveniente el
ceder á esta necesidad. ,Que lógica puede con-
fundir esta buena •fé de nuestra persuasion y
conducta con la traicion ni con la perfidia ? Al
fin ha recobrado dichosamente su trono el So-
berano que habíamos perdido , á quien había-
mos sentido perder, y por quien hicimos con
el coraza "' mas leal quanto pendió de nosotros


( 1 9 1 )
por no perderle. Los que tuvimos siempre tales
sentimientos, y solo hemos hecho de ellos un
sacrificio it la necesidad y al convencimiento
de ser imposible y aun perjudicial el resistirla


porque no hemos-de regocijarnos de que haya
llegado el día en que S. M. pueda recibir de
nuevo el tributo de nuestros homenages y fide-
lidad ?


217. Tan penetrados hemos estado siempre
de estos sentimientos, que luego que supimos
la llegada de S. M. al territorio español, fuimos
de los primeros en dirigir á sus Reales manos
la ratificacion de nuestro antiguo amor y fide-
lidad á su Real Persona, felicitándonos por tan
venturoso suceso, y ofreciendo á S. M. nues
tros servicios, con el mismo zelo y pura inten-
cion que S. M. se había dignado reconocer
siempre en nosotros (a). Lo mismo hicieron
los demas ministros nuestros compañeros, los
prelados, los Grandes, los títulos, los conse-
jeros; y en una palabra, apénas se contará una
persona de a]gun viso , de quantas por temor
solo de las persecuciones populares se refugia-
ron en varias ciudades de Francia, que no se
dirigiese como por un instinto el mas gustoso
á protestar estos mismos sentimientos á los pies
de nuestro Soberano. Entre los refugiados no
hay ni sombra siquiera de diversidad de opi-


V) Véase la nota. 43.'1




( 192 )
niones : todos piensan en quanto á esto lo mismo
que nosotros ; y un fenómeno tan notable como
general solamente puede tener por causa la
buena fé con que han obrado, y el imperio que
sobre cada uno tuvieron las circunstancias en
que se hallaron.


218. i Que mal conocieron esta verdad las
Cortes del reyno en su Manifiesto de 1 9


de
febrero de este alio , y con quanto agravio de la
justicia zahirieron con los dictados mas deni-
grativos á los Españoles refugiados en Francia!
Un tal Manifiesto , que solo respira sangre y
venganza , y un rencor tan ageno de la grave-
dad de un congreso nacional están justificando
los temores , ó por decirlo mejor , el terror que
se apoderó de este grain número de familias,
que se vieron á pesar suyo, y con tantas in-
comodidades , forzadas á buscar un asilo contra
las persecuciones y atropellamientos de que se
veían amenazadas. Las Cortes son tanto ménos
disculpables en este proceder , quanto debían
conocer . y conocían mejor que nadie la causa
de esta emigracion forzada , y la posicion en que
se veían estos Españoles sus hermanos y com-
patriotas.


¡9. En odio sin duda del tratado de Valencay,
y como un medio ya experimentado de sostener
el entusiasmo de la nacion, exaltando la pasion
que mas ba dominado en ella , que era la de
detestar á los Franceses como instrumentos de


una


( 1 95 )
una pérfida agresion y de las veyaciones que la
1,011-Tarjaban ; quisieron las Cortes en este
Dianifiesto aguzar todas las armas contra este
crecido número de sus compatriotas, como si
hubieran tenido alguna parte en la confeccion
de dicho tratado. ¿ Podía la Francia dexar de
proteger en sus convenios á los pueblos á
quienes su politica ha desquiciado hasta de su
existencia social , guando ahora se la ve defen-
der tan enérgicamente los derechos del virtuoso
bey de Saxonia , á quien habla arrastrado la
misma politica de Napoleo ► en la época de su
ambicion ? Felizmente el Soberano actual de la
Francia conoce mejor que nadie los trastornos
de la violencia y de la fuerza , y sabe hacerlos
olvidar con el exemplo de sus virtudes y con
la sabiduría de sus principios. Nuestros desgra-
ciados compatriotas le han debido un asilo pro-
tector y auxilios para vivir ; y guando la patria
los incorpore en su seno, llevaran en su corazon
la gratitud que inspiran estos beneficios, sin
olvidar la que es debida á la generosa hospi-
talidad que han encontrado en toda la nacion
francesa.


CONCLUSION.


220. Para concluir nuestra exposícion , resu-
miremos aquí en un breve bosquejo los hechos
y • principios generales que le han servido de




( 194 )
base, y qualquiera podrá amplificarlos con las
pruebas y datos que contiene esta Memoria.


221. La nacion entera se resintió altamente
del agravio hecho á su Rey y de la felonía con
que el Emperador de los Franceses correspon.„
dió á la franqueza y noble confianza que S. M.
había acreditado poniéndose en sus manos , per.
suadido de buena fé de hallar en él un media-
dor, un aliado y un protector:


222. La Junta suprema que S. M. dexó esta-
blecida en Madrid , baxo la presidencia del
Señor Infante D. Antonio, para gobernar el
reyno durante su viage , y así mismo todas las
autoridades y personas constituidas en los pri-
meros empleos , defendieron d una los derechos
del Rey con energía y perseverancia. Pero las
renuncias de S. M. publicadas en la nacion , y
acompañadas de sus preceptos para que ella se
sometiese y evitase una guerra desoladora ; el
concepto de no poder obtener ventajas contra
unas fuerzas superiores que ocupaban la capital
y principales plazas ; y los recelos de que la
desunion y la anarquía facilitasen mas segura-
mente la conquista, la hicieron creer corno ine-
vitable á una gran parte de la nacion , y esti-
mularon su sumision á. la nueva dinastía.


223. Todas las autoridades y corporaciones
civiles y eclesiásticas de la capital la recono-
cieron : nadie rehusó continuar en sus an teriores
empleos; ni los mismos personages que sirvie'


( 195 )
I on al Señor D. Fernando VII dudaron aceptar
Ja confirmacion que de ellos les hizo el nuevo
Rey. Si alguna autoridad prestó su conformi-
dad baxo protestas condicionales ó se mantuvo
en estado de deliberacion por lo respectivo al
juramento de la constitucion de Bayona, el
mérito de esta eicépcion no prevaleció contra
la conducta general, ni disminuyó por eso la
marcha y ascendiente del nuevo Gobierno.


224. Los qué se hallaban en la capital ni)
pudierón obrar de otro modo , porque en ella
estaba el centro de 'la fuerza francesa : ningun
gefe ni autoridad había quedado allí ( despues
de publicadas las renuncias y revocados los
poderes de la Junta ) que pudiera tomarse la
voz para con el público , y ménos para con toda
la nacion , ni á quien ésta se reconociese obli-
gada obedecer. Los pueblos no obedecen sino
á. quien tiene medios con qiie protegerlos.


225. Los primeros impulsos de la resistencia
los guiaron las pasiones , único resorte capaz de
dar movimiento á una niáSá popular : esto no
inspire eOrifianza á nadie , y privó á muchos de
su libertad. Ño la tuvieron tampoco para obrar
de otro modo un gran númeró de los que en
las provincias se vieron forzados á apoyar los
movimientos populares , cediendo al terror que
les inspiraron los homicidios cometidos á Manos
del pueblo.


226. Faltaba en el reyno una cabeza que
13.




( 1 96 )
sirviese de punto de reunion , y no había tatn.,
poco en la nacion un cuerpo constituido que
representase su voluntad , y pudiese servir de
áncora al Estado en circunstancias tan críticas,
La fuerza física que dominaba no permitía crear
de repente este recurso tan necesario para diri-
gir la fuerza moral de una nacion.


227. Los primeros movimientos de la resis_
tencia empezaron en provincias distantes sesenta


mas leguas de Madrid. Dentro de la capital
era muy difícil , si no imposible , poder apre-
ciar su naturaleza, su intensidad, su duracion,
Di el giro que tomaría al encontrar grandes
.obstáculos y exigírsele grandes sacrificios. Los
males eran ciertos : las ventajas no se presenta.
Lan siquiera verosímiles.


228. En los momentos críticos de una revo-
lucion que compromete la suerte de todo un
reyno , y donde nadie hay que responda de las
resultas, todo queda fiado á la prudencia indi-
vidual. La ciencia de un hombre de Estado y la
de un militar solo pueden estimar y valuar la
resistencia de las tropas regladas y de las plazas,
porque este cómputo pende de las reglas del
arte ; pero no así el graduar los obstáculos
ni los recursos de un pueblo exáltado por pa-
siones, aun las mas legítimas, porque no están
sujetos á cálculo alguno.


229. Toda la parte de la nacion que por
necesidad prestó sumisiou á la nueva dinastía,


( 197 )
lo hizo pór los mismos vi nculos con que se hu-
biera ligado á la mas legítima , y que forman
un lazo al honor y conciencias de los hombres
que obran de buena fé ; á saber : obediencia á
los preceptos de nuestros Reyes antiguos , y
juramento al nuevo ; á que daba mayor peso la
persuasion de la imposibilidad de recobrar al
Señor D. Fernando VII, y el convencimiento
de ser irresistible la superioridad de las fuerzas
que habían invadido y ocupado la España. Se
podría guando mas obrar contra esta persua•
sion ; pero que aquellos lazos no deban emba-
razar á nadie, no lo acreditan la experiencia
y la opinion de tantos que han rehusado con-
traerlos; ni es doctrina favorable al interes de
los legítimos Soberanos , que no aseguran la
obligacion de obedecérseles sobre otros vín-
culos que estos.


230. Desde el primer .año de nuestra revo-
lucion , el poder de la Francia fué en aumento ,
y se elevó al mas alto grado. La conclusion
extraordinaria de la guerra del Austria, y la
paz aun mas extraordinaria que la siguió ,
dexaron á la Francia sin rival en el continente.
Los que ántes fueran sus enemigos, se convir-
tieron en aliados y partidarios del sistema con-
tinental, y reconocieron todas las mudanzas
hechas y por hacer eu España, Italia y Por-
tugal. Ninguna potencia del continente tomó
parte en la lucha de nuestra patria : la miraron




( 19.8
-como una guerra puramente interior , supo.,
niendo inevitable la surnision y la conquista.


231. Que la Inglaterra continuase en no de-
sistir de la guerra, era un resultado forzoso de
su posicion que la asegura y hace inatacable
por tierra, y de sus intereses marítimos á cuya
pérdida no es fácil hallar una recompensa equi-
valente para ella, En el estado actual de la
Europa , toda guerra con la Inglaterra , en que
se ataquen y comprometan los que llama sus
derechos marítimos , no puede tener fin sino
por la de.struccion de uno de los dos comba-
tientes. Así ha sucedido en esta de 20 años con
la Francia. Pero las potencias continentales no
están en ese caso,


para obstinarse en guerras
prolongadas y ruinosas , que agotarían su po-
blacion y sus escasos tesoros. En la guerra gene-.
ral que acaba de terminarse , ningun Soberano
de Europa tenía dinero con que hacerla , si no
le hubiera prestado sus subsidios la Inglaterra,
que los ha dado, Cambien á la España.


232. La heroyca resistencia de ésta la sos-
tenian los nobles sentimientos del amor de la
libertad y de la gloria ; pero la razon y la his-
toria; prueban que la exaltación de estos sen-
timientos no los coronan siempre el triunfo . y la




felicidad.
233. El Gobierno de la nueva dinastía llegó


á dominar la mayor parte de España. La idea
de que aquel Gobierno no era reconocido sino


99 )
donde la fuerza lo protegía y apoyaba, es exacta,
y aun si se quiere de una verdad muy antigua ;
pero no prueba nada. Los comentarios de Julio
César dirán si no sucedía otro tanto en la misma
España y en las Galias , cuyos pueblos usaron
por largos años la propia táctica, y no evitaron
por eso ser conquistados é incorporados al i m-
perio romano. Poco después esos mismos pue-
blos levantaron estatuas y monumentos á sus
conquistadores : así es el mundo.


234. El estado de deferencia á que llegó á
ponerse la Europa respecto al Imperio frances ,
y la situacíon en que veíamos á nuestra España,
nos hicieron siempre inferir que la suerte de
ésta estaba limitada á uno de estos tres casos :
ó de ser gobernada por un Príncipe de la di•
nastía que reynaba en Francia ; ó ser dominada,
y agregada á esta potencia ; 6 ser desmembrada
en pequeños Estados , por coman acuerdo con
las demas de Europa. Entre estos extremos no
podía ser dudosa la preferencia del primero.


235. Ninguno de los Españoles de este par-
tido ha abandonado á sus legítimos Soberanos :
ninguno se ha mostrado parcial ni deseoso de la
rnutacion que intentó Napoleon , ni concurrió á
su designio en modo alguno. Pero guando las
transacciones de Bayona nos privaron de nues-
tro Rey ; guando no pudo optarse sino entre la
anarquía y una monarquía constitucional , entre
los males de la conquista y un gobierno inde-




200 )
pendiente ; á vista de una guerra heroyca , pero
dilatada y sin probabilidad de un feliz término ;
es bien disculpable que el partido de la sumision
no fuese dudoso para muchos , y jamas será un
delito para ninguno.
' 256. La injusticia de la invasion , y los actos


de rigor y de opresion inseparables de las armas
vencedoras ó vencidas, habían dexado en España
profundas ralees de odio contra los Franceses.
No era de extrañar que miéntras duraba la lu-
cha,partieipasen de esta odiosidad los Españoles
que habían creido que la fuerza había de fixar
al fin la suerte de su patria. Esta situacion cesó.
por fortuna : ahora no nos queda otro deseo
que el de unir nuestros esfuerzos para hacer
olvidar los males de la revolucion. Quanto
ganará la España en este olvido generoso! Todo
buen Español debe abogar en su pecho las quejas:
que tuviese , por justas que sean , y calmar sus
disgustos; sea qual fuese el motivo que los haya
cansado. I Quanto mejor ser¿."1 para todos cortar
las recriminaciones , borrar la memoria de las
desavenencias de opinion , hacer desaparecer
los nombres de Fanáticos, Serviles, Libera-
les, Buonapartistas, Afrancesados, Inglesados ,
Criollos, Europeos, Insurgentes ;y que el nom-
bre de Español sea el único que nos recuerde
nuestras obligaciones á la patria y á nuestro
Soberano !


257. En medio de los obstáculos que la guerra


( 201 )
()ri ja para hacer bien , Azanza y O-Fárrill nos
consolamos con la idea de no haber sido jamas
instrumentos para el mal que experimentaban
vuestros compatriotas, ánt es bien podemos ase-
gurar haber libertado á muchos, aun de aquellas
desgracias que trae consigo la guerra. Nunca.
hicimos diferencia de que opinion G partido era
el hombre á quien su infelicidad ó su mérito
le hacían acreedor á interesarnos , para aliviar
su suerte. En este punto nos referimos al tes-
timonio de quantos nos han tratado ; pero
aquella parte de la nacion que no ha presenciado
nuestra conducta en esta última época , se for-
mará una justa idea de ella, con saber que ha
sido la misma que ha reconocido en nosotros
hasta el fatal trastorno que interrumpió nuestras
comunicaciones. Protestamos pues haber ser-
vido con pureza y desinteres , sin baxeza y sin
wgullo , y con toda la integridad y rectitud
de que somos capaces. Si hemos tenido, yerros ,
no han sido de voluntad : nuestros sentimientos
ha n sido siempre de verdaderos Españoles : en
una palabra riada creemos haber hecho por que
desmerecer ser admitidos á la gracia de nuestro
Soberano , ni que pueda avergonzarnos de al-
ternar y vivir con nuestros conciudadanos.


258. Séanos lícito desahogar una queja, largo
tiempo reprimida , de la inconsideracion, y aun
podremos decir la inconseqüencia , con que
desde los primeros ecos de la revolucion se pro-




( 202 )


curó en varios escritos difamar nuestros nom.,
ores con epítetos que nunca merecimos


• 9 y 10
que nos fué aun mas doloroso, culpando hasta
nuestras intenciones. Azanza y 0-Fárrill , que
habíamos siempre debido á nuestros Soberanos
y á nuestros compatriotas un aprecio y repu_.
tacion sin la menor tacha , una opinion de hon-
radez y amor al bien público , que hacía toda
nuestra felicidad y nuestro mas noble orgullo,
nos vimos de repente injuriados, pintándosenos
como ambiciosos y atribuyéndonos miras hazas
y siniestras, Podían acaso desentenderse de
que hablamos llegado al término de nuestras
carreras , pasando por las comisiones de mas
confianza , y los empleos de mas autoridad,
sin la menor sombra de ambicion ? i que en
nuestros mas elevados empleos jamas nos aban-
donó ni la justificaciou mas escrupulosa, ni el
desinteres mas puro y notorio ? ¿ Que incen-
tivos pudieron suponerse para atribuirnos tan
inconcebible mudanza ? ¿Que podíamos prome-
ternos, ó á que podíamos aspirar en una muta-
cion de Gobierno , que mejorase nuestra suerte
ó la hiciese mas feliz ? A. la verdad que la noto-
riedad de nuestro anterior proceder parecía
fundar una justa persuasion en favor de nues-
tras intenciones , aun guando hubiésemos for-
mado un concepto errado de la crisis política en
que llegó á verse la uacion , y en que todos nos
hallamos precisados á aventurar por decirlo


203 )


así, un juicio que no podía estribar sino en
conjeturas. Las nuestras por mucho tiempo pa-
recieron ser las mas fundadas : nadie puede du-
darlo ; pero miraríamos como la mayor ridiculez
del amor propio el comparar siquiera la vanidad.
del acierto con el sincero interes y júbilo que
nos resulta de que nuestra prevision quedase
fallida , y de que el Rey se haya salvado.


239. Lo mismo que sentimos nosotros sienten
todos los Españoles refugiados en Francia. La
equivocacion mas injusta en que ha podido in-
currirse es suponer que esta porcion de Espaiio-
les no ama y adora á nuestro Rey como el resto
de la nacion , y el creer que se hayan venido en
pos de nadie. Era llegado el arriesgado mo-
mento de las reacciones , y de los odios y ven-
ganzas: sea la culpa de los pueblos , ó de los que
gobernaban y no los reprimían , tal vez por no
sentirse con fuerzas para ello. El espíritu de
licencia y arrojo hacía irreparables los atentados,
una vez cometidos. Nadie ha salido de Espafia
sino con disgusto ; pero no ha tenido libertad
para hacer otra cosa; y es mucho mas cierto que
ninguno ha venido sino para aguardar en un
asilo temporal á que calmasen las pasiones ; y
todos debieron prometerse que si se restituía
el Rey legítimo al trono , los juzgaría , tomando
un pleno conocimiento de la delicada y peligrosa
P osicion en que hubiese hallado cada uno, con
la rectitud y perfecta equidad que no se puede




N HIAS


Y DOCUMENTOS


( o4 )
esperar de otro que de S. M. , como que ha nspe,
jcimentado en su persona las primeras pruebas
de esta adversidad. Esta sola con sideracion basta
para no extractar que se sostenga siempre tan
dulce confianza, aun despues de la Orden dr_
eular de 3o de mayo de este acto, que llenó de
amargura los corazones de tantas familias (a),
Nuestra nacion es demasiado noble y generosa,
para que pueda decirse que solo en su opinion
encuentra obstáculo el exercicio de una de las
virtudes que mas realzan la soberanía, y que
adornan á nuestro Monarca el Seiíor D. Fer-
nando VII.


Paris , 15 de diciembre de 1.814,


(a) Por esta Real Orden del ministerio de Gracia y
Justicia se dispone que los capitanes generales y gober-
nadores de la frontera no permitan que entren en España
las personas comprehendidas en las Clases que al lí se
señalan.




......


,,,,,,,, ,,•0,••nnnn ,,,,,,,,,,,,,,,,,,,


• n•


NOTAS Y DOCUMENTOS.


Alpinos documentos que ponemos en estas Notas
son tomados del Monitor de Paris , por no tener
á mano los originales en español: y es posible que
en la traduccion se eche de ver alguna diferencia
de voces respecto á los que se escribieron en cas-
tellano. Pero respondemos de la autenticidad de
todos , pues no hacemos uso de ninguno cuya
existencia no nos conste.


NOTA L


kCOMPIrtiARON al Señor D. Fernando VII en el
viage , ademas del ministro secretario de Estado, los
Señores Duque del Infantado , Presidente del Consejo
de Castilla ; Duque de S. Cárlos, mayordomo mayor
de S. M. ; Marques de Múzquiz, embaxador que fué
en Paris ; D. Pedro Labrador, ministro plenipoten-
ciario que había sido cerca de los Reyes de Etruria ;


Juan de Eseóiquis , arcediano de Alcaraz , maestro
que había sido del Rey; el Coisde de Villariezo, capi-
tan de guardias de corps; y los gentiles-hombres de
cámara Marqueses de Ayerbc, de Guadalcázar y de
Feria. A esta comitiva Real se agregó en Bayona la
que acompañó al Señor 'Infante D. Cárlos, compuesta
del Señor Duque de lujar ; D. Antonio Correa, gen-
tilhombre de cámara; D. Pedro Macanas y D. Pasqual.
Vallejo 3 en calidad de secretarios; y del gentil-hombre.




( 208 )
D. Ignacio Correa : y tambien se unieron en aquella
ciudad los Señores Duques de Frías y de Medinaceli,
y el Conde de Fernan-Núñez Duque de Montellano
que anteriormente habían sido enviados. á cumplí_
pi imentar al Emperador Napoleon. Aunque el Con_
sejo privado del Rey no se componía de todas estas
personas , sino principalmente de las que le acompa_
fiaban con este objeto al salir de Madrid, sin embargo
todos eran sugetos que gózaban su Real confianza ,
y e};áii capaces de aconsejar en aquellas circunstancias
delicadas.
' Por lo que hace á deliberacion ó consulta que pre-
cediese en Madrid para resolver S. M. este viage , nos
es preciso deshacer una equivocacion, por si ella
existe toda v í a. El Consejo deCast.illa en su Manifiesto ,
página a i , dice que « si tratase de hacer su apología,


describiría la triste situacion en que quedó la corte"
guando partió de ella su amado Monarca : diría


» que no fué consultado acerca de esta determina-
» ni de la salida del Serenísimo Señor Infante
» D. Cárlos, ni sobre ninguno de los delicadísimos
i> pasos que se dieron sucesivamente :- pintaría el
» contraste entre sus ideas y las de la Suprema Junta
>> de Gobierno...»


Este Modo de narrar podía admitir mas claridad.
La salida del Señor Infante D. Cárlos precedió á la
del Bey, , y ni de una ni de otra deliberó la Junta de
Gobierno, que aun no existía. Pero podemos ase-
gurar que de quan tos incidentes ocurrieron despues
en ella estuvo instruido el Consejo á pocas horas de
acaecidos : que freqüentísimamente fué llamado por
la Junta el respetable decano del Consejo D. Arias


Alon


( 2 09 )
Aion y Velarde, y que en su seno se depositaron
constantemente tgdas nuestras cuitas y zozobras : y
que para reunir mas luces en los delicadísimos pasos
que se dieron sucesivainente , mandó el Señor in-
fante Presidente que asistiesen á las sesiones de la
Junta los Señores gobernadores y decanos de todos
los Consejos, y á algunas de ellas con dos ministros
de cada uno. En suma todo el contraste entre la
Junta de Gobierno y el Consejo consistía en que á
aquella le era forzoso tomar un partido decisivo en
los negocios y resolver lo que se había de hacer,
por apurados que fuesen ; y el Consejo podía delibe-
rar perpetuamente sin comprometerse á. nada.


NOTA II.


El capitan general de Castilla la Nueva D. Fran-
cisco Xavier de Negrete en uno de los días que
precedieron á la salida de S. M. de Madrid, dió parte
á 0-Farrill de que el Gi7iin Duque de Berg le había
dicho, que e no reconocía otro Soberano de España
que el Señor D. Cárlos O-Fárrill subió inmedia-
tamente al quart.o del Rey con el general Negrete
quien en presencia de los Señores Duque de S. Cárlos
y D. Juan de Escóiquiz repitió su conversación tenida
Con el Gran 'Duque. Despues que S. M. partió de
Madrid', avisó á 0-Fárrill el mariscal de campo Don
José Joaquin Martí, inspector general de tropas li-
geras, que tenía el mando -militar de Aranjuez, que'
el general frances que estaba allí con un cuerpo de-


14




NOTA III.


Oficio del general Belliard á la Junta de Gobierno.


Habiendo S. M. el Emperador y Rey manifestado
á S. A. I. y R. el Gran Duque de Berg , que S. A. R. el
Príncipe de Asturias acababa de escribirle diciendo,
que le hacía dueño de la euerte del Príncipe ele la
Paz ; S. A. me encarga en conseqüencia que entere
1 la Junta de las intenciones del Emperador que le
reitera la órden de pedir la persona de este Príncipe
y de enviarle á Francia.


Puede ser que esta determinacion de S. A. R. el
Príncipe de Asturias no haya llegado todavía á la
Junta. En este caso se dexa conocer que 8. A. R.
habrá esperado la respuesta de S. M. el Emperador ;
pero la Junta compréhenderá que el responder al


( 21 )
Príncipe de Asturias sería decidir una qiiestion muy
diferente ; y ya es sabido que 8. M. I. no puede
reconocer sino á Cárlos IV.


Ruego pues á la Junta se sirva tornar esta nota en.
consideracion, y tener la bondad de instruirme sobre
este asunto, para dar cuenta á 8. A. 1. el Gran Duque
de la determinacion que tomase.


El Gobierno y la nacion española solo hallarán en
esta resolucion de S. M. I. nuevas pruebas del interes
que toma por la España ; porque alejando al Príncipe
de la Paz, quiere quitar á la malevolencia los medios
de creer posible que Cárlos IV volviese el .poder y su
confianza al que debe haberla perdido para siempre ;
y' otra parte la Junta de Gobierno hace cierta-
tainente justicia á la nobleza de los sentimientos de
S. M. el Emperador , que no quiere abandonar á su
fiel aliado.


Tengo el honor de ofrecer á la Junta las seguridades
de mi alta consideracion. — El general y gefe del
estado ma yor general. AUGUSTO BELLIARD.
Madrid, 20 de abril de 1808.


NOTA IV.


El Señor Cevállos dice en su Exposicion , pag. 85 :
« En honor de la verdad es preciso decir que el
» Señor Baylío Fr. D. Antonio Gil, secretario de
» Estado y del despacho de Marina, y por lo mismo


individuo de la Junta de Gobierno , se opuso ul Ja
entrega del preso, porque el Rey no la auto-
rizaba.


( ir) )
trópas, había declarado hallarse con órden de no re_
conocer otro Rey- de España que el Señor D. cár..,
los IV, y reconvenido de que no hubiese dado parte
de esta novedad ántes que el Señor D. Fernando Vil
se pusiese en viage , respondió que la había parti-
cipado sin tardanza al Marques de Albudeite, y éste.
al Conde de Villariezo. Estas especies se miraron en-
tónces como una mera conseqüencia de no haber
todavía declarado el Emperador de los Franceses que
tenía por Rey de España al Señor D. Fernando VII,
sin que se supiese que el Señor D. Cárlos IV hubiese
pro testado contra su abdicacion.




( 212 )
En honor de la verdad declaran Azan.za y O_Fár


Tul que en la discusion ó deliberados" que se tuvo en
la Junta sobre la entrega de D. Manuel Godoy , todos
los individuos de ella manifestaron bien claro la repug„
nancia:con que accedíais á la peticion intimada. Ei
Señor Baylio Gil se manifestó acaso mas opuesto que
los demás vocales, ó expuso con mas calor las razones
que ocurrían para retardarla y esperar órdenes mas
expresas del Rey; pero convencido como todos de la
necesidad que había de dar á las ya recibidas una in.
teligencia conveniente á la situacion en que se consi-
deraba á S. M. y en que se hallaban los negocios en
Madrid yen BBayona, adoptó como todos, incluso el
Señor Presidente , la resolucion .de proceder á la en.,
trega , sin hacer protesta ni formar voto separado.


NOTA V.


De esta resolucion de la Junta y de los antecedentes
que la motivaban se dió cuenta al Consejo por el Señor
Piñuela , secretario de Gracia y Justicia, en la forma
que puede verse en el Manifiesto del Consejo desde
la página 8 hasta la 11. Pero causa dolor á los mi-
nistros, como vocales de la Junta, que el Consejo
diga en la página g , « que con la tal órden se con-
» firmó en el concepto que había empezado á formar,
» á vista de los embarazos que se oponían sucesiva-
» mente á la administracion de justicia. » Si el Con-.
sejo hubiera aclarado de que parte provenían estos
embarazos , nada tendríamos que observar sobre esta
expresion. Pero en el laconismo de ella puede quedar


< 213 )
alguna duda: deque estos embarazos proviniesen de la
Junta de Gobierno , la qual llevaba entónces diez días
de constante oposicion á las solicitudes y gestiones del
Gran Duque de Berg para la libertad del preso. La
situacion del Consejo y la de la Junta eran bien dife-
rentes. Aquel en todas sus comunicaciones con ésta
se entendía siempre con una autoridad nacional y
amiga, y de intereses identificados con los suyos : mas
la Junta expuesta siempre al choque inmediato de
tina autoridad ext


•angera y hostil, tenía que evitar
el exasperarla , estándole prescrito tratarla ,como
amiga. Todo lo que sobre la entrega del preso D. :Ma-
nuel Godoy al .


Gran Duque de Berg se ha impreso en
otros papeles, se explica con solo notar que fueron pu-
blicados despues de lo acaecido en Bayona , y-quando
bastaba manifestar á la nacion la desaprobados' de la
libertad del presos como si la Junta no lo hubiese
resistido hasta el extremo que queda expuesto. Pero
Si este juicio del Consejo recae solamente sobre las ór-
denes que pasó la Junta para sobreseer en la causa de
D. Manuel Godoy y otras dimanadas de la misma ,
debe tenerse presente que lo primero fml autorizado
por S. M. la víspera de su salida de Madrid, y que ltt
Junta se veía precisada á estas condescendencias para.
evitar otras de mayor importancia.E1 Consejo extraña
1.as:tibien el no saber el resultado de la consulta que
hizo contra el Señor D. Eugenio Izquierdo. Ella se
remitió original por Azanza , y de acuerdo de la Junta,
di Señor Cevállos, para que tomando las órdenes de


M. se practicasen en Bayona las diligencias con-
venientes. El Señor Cevállos la recibió, y no es mucho
que guando se trataban allí amnios de otra gravedad,




( 214
)


éste no se hubiese promovido. Estos dos únicos casos
entre todos los que cita el Manifiesto del Consejo
pueden referirse á la Junta de Gobierno : los denla:
son del tiempo en que gobernaba el lugar-teniente
general del reyno , y los ministros no tuvieron Inas
parte en ellos que la de trasladar sus órdenes al
Consejo.


N O T A. VI.
De esta larga conferencia con el Gran Duque de


Berg , en que se trataron asuntos de tanta gravedad
é interes para los derechos del. Señor D. Fernando VII,
dió cuenta la Junta muy por menor á S. M. despa-
.chando á Rayona dos correos en cm mismo día con
las cartas que


• se copian aquí.


Primera Carta.
Señor


'« Reunida esta noche la Junta de Gobierno en el
-quarto de S. A. se presentó á. corto rato el general
Belliard , diciendo á S. A. que el Gran Duque deseaba
comunicar asuntos importantes á dos sugetos de su
confianza. 'Destinados al intento D. Miguel José de
Azanza y D Gonzalo O-Fárrill se trasladaron ambos
á casa de S. A. I. á. las ocho y media, pasando luego
.11 su gabinete interior en companí a de




Laforest. »
«El Gran Duque tomando la palabra dixo que ha-


blaba como teniente del. Emperador y general de su
exército en Espada; que en virtud de órdenes reite-
radas de S. M. debía restablecer sobre el trono al
&flor D. Cárlos IV, y que án tes . de comunicarlo de
oficio á la junta quería discutir con los comisiona-


( 215 )
dos dos modos 'únicos que tenía de cumplir sus órde.:4
nes: el uno adhiriendo laJunta deGobierno á la expresa
deciaracion del augusto Padre de V. M. reasumiendo
la corona, y el otro por medio de la fuerza. »


« En esta discusion tan escabrosa como penosa para
los dos comisionados, no hubo punto esencial que éstos
no tratasen de rebatir, sentando como principio invio-
lable que jamas reconocerían otra autoridad que la de
'V. M. y que estaban bien persuadidos de que la Junta
los Consejos y todos los estamentos del reyno pensaban
del mismo modo, y serían inflexibles en sostenerlo
pusieron tambien á la vista de A. las funestas
conseqiiencias que tendría para la nacion , para,
las tropas francesas , y para la gloria del Empe-
rador, el uso y empleo de la fuerza en la execu-
don de tan extraordinaria resolucion : por últi-
mo y despues de repetir el Gran Duque la obli-
gacion que tenía de cumplir en el día de mariana las-
órdenes del Emperador, á fuerza de reflexiones y de
óbices irresistibles, se avino S. A. I. á proponer á los
comisionados que el Señor D. Cárlos IV pasaría á la
Junta de Gobierno una declarador). ceñida á decir
que reasumía la corona en virtud de haber abdicado
forzadamente, y que la Junta , contestando mera-.
mente el recibo , diría que la remitía á V. M. como
á su Rey y Señor para su superior conocimiento y
determinacion ; que á esto se seguiría el emprender
los Reyes Padres su viage á esa frontera para abo-
carse con V. M. y el Emperador ; que entre tanto
no haría acto alguno de mando ó autoridad. el Senor


Cárlos IV que no pasaría por esta capital ; que
los Consejos y tribunales no tendrían conocimiento




( 216
de esto, y continuarían en exercer sus fruiciones como
hasta ahora y á. nombre de V. M. ; que la Junta de
Gobierno seguiría sujetándose Unicamente á las ór-
denes de M.; que en la órden del . exército {l'anees
no se diría . cosa alguna sobre este punto, y que los
Reyes Padres, el Gran Duque y la Junta guardarían
sobre todo el mas profundo secreto. »


« Corno la discusion que conduxo •á este resultado
duró hasta las doce , los comisionados se reservan, en
virtud de lo acordado por la Junta de Gobierno,
el amplificar mañana los puntos ménos extendidos
aquí. »•


«Enterada la Junta de Gobierno de todo lo tratado
en esta conferencia y habiendo examinado con pro-
lixa atencion lo propuesto en Ultimo lugar, conven-
cida de los inconvenientes que podría tener el negarse
á ello , ha acordado que los mismos comisionados
volviesen á casa de S. A. I. á manifestarle que aunque.
penetrada de sentimiento suscribía al medio indicado
de pasar á V. M. la citada declaracion de su augusto
Padre, pero con la firme protesta de su adhesion á
los principios adoptados por los comisionados, y
de que se cumplan exactamente las condiciones ya
referidas. »


« Dada esta contestacion al.Gran Duque de Berg ,
dixo S: A: I. que iba á despachar un correo al Empe-
rador, y que mañana pasaba al Escorial para confiar
al Senior D. Carlos IV lo tratado. »


.« La Junta de Gobierno desearía haber podido salir
de tan embarazosa . comunicacion con mucho mejor
éxito, pero V. M. graduará hasta .que punto ha pro-
curado conciliar su deber y religiosa fidelidad á Y. M.


( -217 )
con la necesidad de precaver conmociones y desgra-
cias capaces de producir males incalculables. Madrid,
á las tres y media de la mariana del día 1 7 de abril
de 1808. »


Señor,
A L. R. P. de V. M.


SEBASTIAN PINUELA. = GONZALO O-FARRILL. =
FR. FRANCISCO GIL. =MIGUEL JOSÉ DE AZANZA.


Secunda Carta.


Señor:


«Los dos comisionados de la Junta deGobiern o para
la conferencia tenida anoche con el Gran Duque de
Berg,continuarán manifestando á V. M. las reflexiones
y especies que oyeron en ella, porque siendo el asunto
de tanta gravedad nada debe faltar para el mas cabal
conocimiento de V. M. »


« Punto de la abdicacion.... S. A. 1. la calificó mu-
chas veces de forzada diciendo, que el augusto Padre
de V. M. la había dado en medio de una insurreccion
de una tropa insubordinada , del estrépito y gritos
del pueblo, y por último al tiempo que mas se in-
sultaba al favorito : que esta abdicacion la provoca-
ron algunos de sus ministros : que el Rey Padre tenía
hecha su protesta , dando á entender que la había
enviado al Emperador : M. T Laforest anadió que des-
pues de una abdicacion de esta naturaleza, el Rey
Padre entraba en sus derechos reasumiendo la corona.
Trataron desde luego los comisionados de rectificar
tan equivocado concepto, poniendo á la vista de S. A.T.




( 2 t 8 )
el único objeto que se propusieron quaritos en aquel
día rodeaban. á S.M., que fué precaver su retirada
á Andalucía , y con esto un • rompimiento con la
Francia , y el resultado mas feliz para la Inglaterra,
nuestro comun enemigo si llegaba el caso tan pro_
bable de embarcarse la corte para pasar á América
diximos que el pensamiento de abdicar la corona
existía muchos meses ántes en el ánimo del Rey Pa,
dre : que al comunicarlo á sus ministros los dexó sin
arbitrio para hacer reflexion alguna por la firmeza
que mostró en su espontanea resolucion : que así lo
declaró al cuerpo diplomático, que se hallaba en-
tónces en Aranjuez , y que hablando con S. A. el
Señor Infante D. Antonio su hermano, había dicho
S. M. que jamas bahía firmado resolncion alguna con
mas gusto. Aseguramos á S. A. I. como el hecho .mas
notorio y mas fácil de evidenciar,


, que en los días
y horas que'precedieron esta abdicacion , se oyeron
constantemente los aplausos de Viva el Rey: que
V. M. no se" mostró nunca, ni á la tropa , ni al
pueblo, sino como hijo obediente á su Padre y Señor:
que la misma tropa y pueblo vieron siempre á V. M.
baxo de este mismo aspecto , y que llamado V. 11.1.
a/ quarto de su augusto Padre, oyó de su misma
Real boca la expresion de que renunciaba volunta-
riamente á la corona, y que deseaba á V. M. mas
tranquilidad y felicidades que las que había disfrutado
S. M. durante su reynado : que sin entrar en estos
pormenores, la qüestion estaba reducida á considerar
si la .abdicacion tenía el carácter legal para su reco-
'nocimiento y aceptacion : dixeron los comisionados
que así lo juzgaron todos los secretarios del despacho


( 21 9 )
de S. M. los Consejos, los tribunales, los diputados
de los reynos , en suma todos los cuerpos consti-i,
tuidos para semejantes actos, y notando que al
Gran Duque de Berg se le había dado la falsa idea
de que era requisito indispensable que V. M. hubiese
sido proclamado en todas las ciudades del rey110 5
manifestaron á S. A. I. que esta circunstancia no
añade sino á la publicidad del acto, y nada á su
fuerza y legalidad : que las órdenes para publicar esta
proclamacion estaban dadas con suspension hasta que
se fixase el día : que en todos los dominios de la
España estaba ya reconocido Y. M. como su Dueño
y Senior, y que á los de América se habían remitido
avisos quadruplicados del advenimiento de V. M. al
trono que voluntariamente había abdicado su augusto
Padre ; M. r 1.aforest extendió mas sus reflexiones, sin
contraerse á la verdadera qüestion ; dixo entre otras
cosas que el Emperador no podía mostrarse indife.
rente á una mutacion de Soberano en un pais amigo
y aliado, sabiendo que esta mutacion la habían pro-
vocado el pueblo ó las tropas : que sus principios
entre estados confederados exigian que semejante
exemplo no prevaleciese : que su gloria exigia tam-
bien el restablecimiento de un Soberano amigo, que
no había cesado de mostrarse su fiel aliado , y que
como tal había recibido á sus tropas : las contesta-
ciones á estos puntos , y sobre todo al de abdica:-
cion , hicieron deducir á los comisionados, que para
todo lo que puede convenir á sus adversarios dexaban
éstos al Rey Padre con voluntad propia ó sin ella
segun los casos, culpando únicamente en estos
Mol á D. Manuel de Godoy. »


1




( '220
« Los comisionados han ¿reído conocer en las'ex-


presiones del Gran Duque que se le había aliviado de
un gran peso adoptando el expediente que se propuso
anoche, el qual aunque no realizaba desde luego la
órden que nos comunicaba como positiva del- Etu..,
perador dexa obrar el tiempo y el mutuo acuerdo de
V. M. con su augusto Padre y el Emperador ; S. A. L
repitió muchas veces que la España no perdería uno
solo de sus pueblos, ni variarían los privilegios de las
provincias ; que mejoraría su constitucion , y ( l ile en
el gran sistema de la federacion del mediodía entraría
la España de un modo más eficaz que hasta ahora. »


«Los comisiona dos tienen algunos antecedentes para
creer que este sistema federativo del mediodía es y ha
sido el objeto primario de la entrada y reunion de las
tropas francesas en España, y que tal vez el Empe-
rador está persuadido de que puede realizar mas com-
pletamente este sistema tratando con el augusto Padre
de V. M. »


« La Junta halla dignas de elevarse á noticia de V. M.
las reflexiones que contiene este papel, y llama prin-
cipalmente la superior atencion de V. M. sobre lo que
en él se dice del' sistema federativo del mediodía.
Madrid 1 7 de abril de 18o8. »


Señor,


FR. FRANCISCO GIL. - GONZALO 0-FARRILL.
SEBASTIAN PI.I\TUELA. =MIGUEL JOSÍ ,. DE AZANZA•


( 22I )


NOTA VII.


carta de S. M. el Señor D. Carlos IF al Señor
infante D. Antonio.


(( Muy amado hermano : En )9 del mes pasado he
confiado á mi hijo un decreto de abdicacion. En
el inisnzo día (a) extendí una protesta solemne
contra el decreto dado en medio del tumulto, y
forzado por las críticas circunstancias. Hoy que la
quietud está restablecida ; que mi protesta ha lle-
gado á manos de mi augusto amigo y fiel aliado el
Emperador de los Franceses y Rey de Italia ; que es
notorio que mi hijo no ha podido lograr le reco-
nozca baxo este título ; declaro solemnemente que
el acto de abdicacion que firmé el día 19 del pasado
mes de marzo es nulo en todas sus partes ; y por
eso quiero que hagais conocer á todos mis pueblos
que su buen R.ey amante de sus vasallos quiere con-
sagrar lo que le queda de vida en trabajar para ha-
cerlos dichosos. Confirmo provisionalmente en sus
empleos de la Junta actual de Gobierno á los indi-
viduos que la componen, y á todos los empleados
civiles y militares que han sido nombrados desde
el 19 de marzo último. Pienso en salir luego al


a encuentro de mi augusto aliado el Emperador de
» los Franceses y Rey de Ralla despues de lo qual


(a) Se copia esta ezpresion como está en la carta ,
aunque , como se verá despues , la protesta aparece fir-
mada el u.




( 222 )


» transmitiré mis últimas órdenes á la Junta.
» S. LORENZO, á 17 de de abril de 1808. Yo EL
» REY. »


El documento de protesta de que habla la carta
anterior, pero que no la acompañaba , era el que
copiaremos aquí segun se publicó posteriormente.


Protesta del Señor D. Carlos Ir.


« Protesto y declaro que todo lo que manifesté en
» mi decreto de 19 de marzo abdicando la corona en


mi hijo, fui forzado para precaver mayores males


y la efusion de sangre de mis queridos vasallos, y


por tanto de ningun valor. Aranjuez, á 21 de marzo.


de 1808. Yo EL REY. »
En el mismo día escribió el Señor D. Carlos IV al


Emperador , enviándole esta protesta é implorando
su proteccion por ser ella sola capaz de hacer su
felicidad, la de toda su familia y la de sus fieles
y amados vasallos.


NOTA VIII.


La carta del 18 de abril en que S.M. salió deVitoria
se publicó en una gazeta extraordinaria de Madrid
de 22 del mismo. La que se dirigió á la Junta el día 2o,
en que S. M. llegó á Bayona , decia así :


« Excelentísimos Señores. Hoy al mediodía ha


llegado el Rey felizmente á. esta ciudad, y á muy
poco rato vino á visitarle elEmperador de los Fran • .


ceses y E CV de Italia. S. M. baxó hasta la puerta


de la calle, y al encontrarse se abrazaron ambos


( 225 .)
Soberanos habiendo subido junios la esea-
lera. Estuvo S. M. I. poco rato, y luego que se
volvió á su casa de campo, envió un edecan suyo á
convidar á comer al Rey N. S. que fié á las seis de
la tarde. El Emperador baxó á recibirle hasta el
coche mismo , le abrazó de nuevo, y cogidos por
la mano subieron la escalera. Al despedirse volvió
á bazar y quiso que su mismo coche le traxese hasta
la casa donde S. M. está alojado. Esto es lo ocur-
rido hasta la hora en que escribo, y lo que el Rey
me manda poner en noticia del Serenísimo Señor
Infante D. Antonio, y de la Junta de Gobierno
para que se halle enterada de ello. »
« Como no he recibido aun el parte que debió haber
salido el día 17 , nada me queda que añadir sino
que el Rey y el Señor Intlinte continuan sin la
menor novedad en su importante salud. Dios guarde
á V V. EE. muchos años. Bayona 5 20 de abril de
1808. — PEDRO CEVALLOS.. »


P. D. « Despues de escrita esta ha llegado el parte
del 17 el Rey ha recibido la carta del Señor In-
fante D. Antonio juntamente con la represen-
tacion que incluye S. A. de la qual queda S. M.
enterado de su contenido. »
« Pongo en noticia de la Junta que el Emperador
ha enviado esta noche al Príncipe de Neufehatel
á tomar el santo de S. M. para la plaza , y que á.
pesar de haberse excusado , han sido tales las ins-
tancias , que el Rey ha debido ceder y darlo en.
efecto. rz--. Señores de la junta de Gobierno. »




( 22 4 )
N OTA IX.


Carta del Gran Duque de Berg al Seúur Infante.
D. Antonio.


« Primo y Señor : Acaban de informarme que ha
habido reuniones de pueblo en Búrgos y en Toledo ,
y que el populacho , persuadido por nuestros ene-
migos comunes y por miserables codiciosos de crí-
menes y de pillage , ha pasado á grandes desórdenes.
En Bílrgos el Intendente general de la provincia ha
estado para ser víctima de su zelo : ha debido la vida
á un Francos , que le arrancó todo cubierto de heridas
de las manos de estos malvados. Su crimen á sus ojos
era la probidad con que cumplía sus deberes. El ge-
neral Merle ha tenido que hacer disipar esta reunion
á fusilazos. Los mas débiles han quedado en el campo:
los demas han huido. Esta medida ha restablecido la
calina 5 y detenido el furor popular a que instigaba
el deseo de saquear y abrasar las casas de los pro-
pietarios mas ricos. »


« En Toledo se acaban de cometer pillages : se han
incendiado algunas casas; y por la segunda 'vez la
fuerza armada española ha dexado obrar á la po-
pular. »


« El anuncio de una gazeta extraordinaria para las
diez de la noche ha dado lugar ayer aquí á una reu-
nion. Todos los habitantes de Madrid han declamado
fuertemente contra este anuncio ; y ha sido necesario
que se conociese tan perfectamente la pureza de las
intenciones de todos los miembros de la Junto 'de.
Estado, para no haberme creído autorizado á pensar


que


( 225 )
que ella misma había tratado de hacer saquear la


»


« Lo declaro á V. A: R.: la España no puede estar
mas tiempo entregada á semejante anarquía : el exér-
cito que yo marido no puede sin deshonrarse dexar
cometer desórdenes. Debo seguridad y proteccion
todos los buenos Españoles : las debo sobre todo á la
buena villa de Madrid que ha adquirido eternos de-,
l'echos á nuestro reconocimiento , por d entusiasmo
que ha mostrado , y la buena acogida que nos ha
hecho, desde nuestra entrada eri Sus murallas. Debo
por vuestro órgano hacer cesar sus inquietudes ase-
gurar al propietario , al negociante y al habitante
pacífico de todas las clases. Debo enfin deciros por
la óltima vez, que no puedo permitir reunion alguna.
Yo no veré sino sediciosos , enemigos de la Francia
y de la•Esparla , en los individuos que se atrevieren
todavía á reunirse ó esparcir alarmas. Daos prisa
pues á anunciar á la capital y á las Espanits mi ge-
nerosa resolucion ; y si no os encoritrais con bastante
fuerza para responder de la tranquilidad pública , me
encargaré de ella mas directamente. Me persuado que
V. A. E., la Junta de Estado y la nacion española
aplaudirán esta determinacion , y encontrarán en ella
una nueva prueba de mi estimacion y constante deseo
de contribuir á la felicidad de este reyno.»


«; Que los agentes de la Inglaterra, que nuestros ene-
migos comunes pierdan la esperanza de armar á dos
naciones amigas, tan esencialmente unidas por inte-
reses recíprocos ! Los buenos Españoles no habrán
dexado de ver en la actitud tranquila que he par-
lado constantemente , quan lé¡os está el exército de


I 5




NOTA X.


liemos hallado casualmente en nuestros pocos pa_
peles la minuta original de esta contestacion. Toda
'su primera parte prueba la firmeza con que la Junta
de Gobierno mantenía su decoro contestando á las
reconvenciones del Gran Duque : y en la última parte
de ella reconocerá el Consejo y todo hombre imparcial
como la Junta, léjos de ponerle embarazos á aquel
supremo tribunal, sostenía su autoridad , hacia la
apología de su conducta, y daba apoyo .t't sus provi-
dencias. i Quantas de estas pruebas podrían dar
Azanza y O-Fárrill , si escribieran á vista de todos
los documentos que han quedado en Madrid !


Carta del Señor- Infante D. Antonio al Gran
Duque de Berg.


« Mi estimado Primo : Ile diferido hasta hoy
contestacion á. la apreciable carta de V. A. L que
recibí ayer de mañana á las once , esperando tener
algunas mas noticias sobre los acaecimientos de


o
Bltrgos y de Toledo , que cita V. A. 1. »


«Del de Bitrgos nada sé todavía de oficio
duda porque habrán dirigido al Rey- las noticias,


( 227 )
estando 8. M. mas inmediato. Solo me han aseo
nado que dió lugar á algun desórden la detencion de
un correo español por una tropa francesa.. Si en este
suceso han ocurrido los incidentes que han infoimado
á V. A. I., ni me sorprende la facilidad con que se
sosegó todo , ni mucho ménos la seguridad y pro-
teccion que parece haber hallado el intendente en la
disciplina y sentimientos humanos del soldado fran-
ces. Pero si la prudencia de sus gefes pudo haber
todo la poca sangre que se ha derramado 5


Gdual no
debe ser su responsabilidad en medio de una nacion
que los ha recibido como amigos y aliados?»


«De lo acaecido en Toledo me hallo bien instruido,
y del motivo que debe haberlo originado. El inten-
dente de dicha ciudad , con citacion de los testigos
mas imparciales y caracterizados , refiere el día y la
ocasion en que el ayudante general frances Marcial
Tomas había manifestado , con muestras de gran
complacencia , que le constaba de oficio que el Em-
perador de los Franceses había resuelto reponer á -
Cárlos IV sobre el trono, y que el Rey reynante ha bí a
declarado que solo lo había ocupado interinamente
para evitar la efusion de sangre : añadiendo á todo
M.E. Tomas que su general en gefe le comunicaba estas
noticias para que las publicase y anunciase á quintos
pudiese.»


« Esto mismo lo confirma con su notoria veracidad
el Cardenal de Borbon , Arzobispo de la propia ciu-
dad , maravillándose de semejante procedimiento : y
á V. A. 1. le consta ya en guamas otras partes de
España han tenido igual lenguage varios de los ,zene-


,,l'ales y oficiales de su exército.»


( 226 )
dexarse arrastrar por pérfidas insinuaciones, y que
jamas hemos confundido la sana parte de los buenos
Españoles con esos miserables intriguistas. »


« Con esto ruego á Dios, Señor. Primo, que os tenga
en su santa y digna guarda. ..._ JQAQ12- Is - . Madrid
23 de abril de 18 o8.» (Exposicion del Señor Cevállos.)




( 228 )
« Aunque el Emperador no haya reconocido á mi


Soberano , y se haya mostrado inclinado y aun re_
suelto á restituir sobre el trono á su augusto Padre ,
no por eso dexará de conocer Y. A. I. que no habiendo
mediado la expresa y pública declaracion de la volun.
tad de S. M. ni directamente, ni tampoco por el
único órgano por quien la podía transmitir á la na-
cion española, que es su diguísimo Teniente en Es-
paña, los procedimientos voluntarios de muchos de
sus generales en divulgar tan inesperada declaracion
son tan subversivos del órden pUblico 5 como contra-
rios á la buena armonía que subsiste entre las dos
naciones ; y á cuya permanencia da tanto precio
la gloria misma del Emperador , y la confianza que
ha inspirado á la nacion entera su deseo de ver
á nuestro Soberano. »


« La segunda gazeta extraordinaria que se dió al
palie° ántes de anoche tuvo por único objeto su
mayor tranquilidad. No se malogró este fin patriótico
á pesar de que suele ser impaciente la esperanza de un
gran bien; y ciertamente no habrá un Español hon-
rado ni un extrangero imparcial, que en esta disposi-
cion haya equivocado ni dudado un solo instante
sobre la pureza de las intenciones de los que gobier-
nan la nacion. »


« Quando tenga los detalles sobre los acaecimientos
de Burgos y Toledo , los apreciaré y juzgaré con seve-
ridad. Entre tanto Y. A. I. conoce menudamente el
cortísimo número de disgustos ó desgracias acaecidas
entre las tropas de su exército y los habitantes del
reyno ( Munero tan corto, que estoy cierto que con la
expel:eneia. de mandar que tiene V. A. L lo graduar


( 229 )
de cosa extraordinaria ); y guando ademas de este co---
nocimiento , S. M. I. y R., con su superior penetra.cion
y exquisito cálculo , apreciando justamente las sub-
sistencias que pueden procurar las provincias mas
pobres de este reyno, la falta de brazos para su au-
mento y la escasez de medios para transportarlas,
sepa la puntalidad y abundancia con que han sido
socorridas sus tropas, y la regularidad y buen órden
que han existido constantemente en este servicio ,
ciertamente no formará S. M. y R. el concepto de.
que la' Espaiía haya estado sin gobierno, y mucho
menos en la anarquía, en las críticas circunstancias
actuales en que un exército de cincuenta mil hom-‘
bres , que se esperaba de paso por esta capital, la
ocupa y circunda mas de un mes ha , sin reconocer
todavía al Soberano y gefe de su Gobierno. »


«V. A. I. es demasiado buen apreciador de la verdad
para no conocer ésta en


• toda su extension , guando
sepa que hace quatro ó cinco años que las Castillas
por las epidemias , esterilidad y efectos de la guerra




con la Inglaterra, perdieron mas de un tercio de su
poblacion , y á proporcion las mulas , bueyes, ca-
ballos y definas animales empleados - para cargas',
acarreo y agricultura ; y que en esta desgraciada y
tan reciente época se registraron en nuestros puertos,


vinieron costa á costa, cerca de diez y ocho -millo-
nes de fanegas de grasos y harinas de todas clases. »


« Sobre todo lo demas de que trata V. A. I. en su
citada carta, Ja Junta de Gobierno confía en la sabi-
duría y benéficas miras que dirigen todas sus opera-
ciones. No habiendo lalunta cesado hasta ahora de
experimentarlo así , tampoco recela ya ninguna




( 230 )
providencia de V. A. I. que sea capaz de destruir la
obra de paz y de conciliacion tan sólidamente
cimentada. »
. «El supremo Consejo de Castilla, por bando publi-
cado ayer, ha renovado las penas que tan sabiamente
establecen nuestras leyes contra los sediciosos, los que
fixeri pasquines y formen libelos , y aun se extiende
su notorio zelo á precaver hasta las reuniones de
pueblo mas inocentes , como lo fué la de ántes de
anoche.»


«El mismo Consejo se lamenta de las inquietudes
y males que han podido ocasionar en la tranquilidad
del pueblo los procedimientos de algunos de los gene-
rales franceses, y protesta y asegura á V. A.I. que
removidas estas causas exteriores, le sobran fuerzas
en la confianza de que goza en la nacion , en el exce-
lente espíritu que actualmente anima á todos los
Españoles, y en las prudentes disposiciones de sus
magistrados, tan puntualmente cumplidas por todos
los honrados vecinos, para afianzar y hacer inaltera-
ble la tranquilidad pública. »


«La Junta de Gobierno se une con igual confianza
á esta expresion del 'Consejo , y tiene ademas á su
favor para su mayor convencimiento el haber cono-
cido mas de cerca las benéficas y rectas intenciones
de V. A. I. y la admirable disciplina de sus tropas. »


« Tengo el honor , etc. Palacio 24 de abril
de 184. »


« El. Señor Infante D. Antonio remitió en el misno
día á S. M. copias de la carta del Príncipe Murat
y de esta contestacion. Quan satisfecho quedó de ella


( 27;
I)


el Rey y por consiguiente del firme zelo con que
le servían los miembros de la Junta, lo manifiesta
la siguiente respuesta de 8. M. fecha en Bayona


28 de abril, y que habiendo sido interceptada
se publicó en el Monitor de Paris del 5 de farero
de 181o.


Carta del Señor D. Fernando 1711: al Señor Infante
Presidente de la Junta.


« Querido Antonio de mi corazon : He recibido la
tuya del 24 , y he visto las copias de las dos cartas, la
de Murat y tu contestacion : está muy bien puesta.
Nunca he dudado de tu prudencia y amor que me
profesas : no sé con que pagártelo. »


NOTA Xl.


Carta de D. Gonzalo 0-Fárrill al Mariscal Moneey
Duque de Connegliano.


Excelentísimo Señor:
« Me veo en la precision de apoyar mi conducta


militar y política en España durante la última
•evo-


lucion con hechos incontestables ó con testimonios
respetables; vengo pues á reclamar el de V. E. sobre
unos hechos que le son particularmente conocidos. »


« En el desgraciado día del 2 de mayo , quando al
oir los primeros tiros dentro de la poblacion de Ma-
drid acudí á S. A. 1. el Gran Duque de Berg , que
estaba á la cabeza de una columna de sus tropas sobre
el camino que sube desde la puerta de S. Vicente á
Palacio ; hice presente á S. A. que el movimiento de




( 252 )
Madrid procedía de la inquietud de las gentes del
pueblo , sin concierto ni plan de ninguna especie , y
que si S. A. mandaba cesar el fuego de sus tropas, me
ofrecía con mi compañero el Señor Azanza á calmar
los. ánimos, y persuadir á los habitantes á que se reti,
rasen á sus casas, para lo qual bastaba nos acom-
pañase uno de los generales del exército y algunos de
sus oficiales. V. E. que estaba á caballo á la imne-
diacion del Gran Duque, se brindó desde luego para
este servicio á la humanidad ; pero S. A. , dando á
V. E. las gracias , le previno destinase al intento al
gefe de su estado mayor el Señor general Harispe,
quien con efecto se dirigió con el Señor Azanza
conmigo, seguidos de mies pocos oficiales franceses y
españoles, á la puerta de la casa del Consejo Real de
Castilla. »


« Despues de haber logrado de este Consejo que sus
magistrados y los del supremo Consejo de guerra se
uniesen á nosotros, nos dividimos en dos secciones,
recorrimos las calles de Madrid, y publicando una
amnistía general y haciendo que cesase el fuego de las
tropas, conseguimos calmarlo todo. »


«El Señor .general Harispe, al dar cuenta á V. E. del
completo y feliz resultado de su comisión, instruiría
quizá á V. E. del apoyo que me prestó para obtener
de un general frances que se hallaba con su tropa en.
la calle de Alcalá 5 la libertad de un crecido número
de paysanos catalanes detenidos y arrestados durante
la conmocion; el mismo citado general, con la noble
franqueza que distingue su carácter, tomó á su cargo
el solicitar la aprobacion del Gran Duque. »


« Qualesquiera que fuesen las causas que habían


( 255 )
irritado los ánimos de los habitantes á punto de preci-
pitarlos á un movimiento tan extraordinario, y sean
tambien las que fueren las conseqüencias y el influxo
que se haya atribuido á este acaecimiento, tanto mi
compañero como yo debemos mirar como una fortuna
el haber estado en el caso de hacer un servicio positivo
á los habitantes de Madrid, v de consiguiente á la
humanidad. V. E. puede juzgar si aun e) mismo exér-.
cito no debió tambien aplaudir el resultado conse-
guido ; teníamos entónces órdenes del Señor D. Fer-
nando VII de recibir y de tratar á las tropas francesas
como aliadas y amigas , y no hay ni puede haber
felicidad alguna sino en quanto se conserven el honor
y la lealtad en los procedimientos.»


«Reciba V. E., Señor Mariscal, la seguridad de
la consideración con que tengo el honor de ser, etc. »


Paris , 28 de agosto de 181.4.


Contestacion del .Mariscal Moncey.


« Señor general : He recibido la carta que V. se
ha servido dirigirme con el objeto de reclamar mi tes-
!nonio sobre unos hechos que son personales á V. en
el acaecimiento del 2 de mayo en Madrid. »


« Recuerda V. que desde el principio del tumulto y
á los primeros tiros en lo interior de la ciudad ,
acudió Y. al Gran Duque de Berg , que estaba á la
cabeza de una columna de sus tropas, sobre el camino
Tle va de la puerta de S. Vicente á Palacio , y que


curaría


l.ofreció


V.


r á S. A. que si mandaba cesar el fuego, pro-
, de acuerdo con el Señor Azanza 3 el cal-


/llar los ánimos y persuadir á los habitantes á que se




( 234 )
recogiesen en sus casas 5 siendo VV. acompa ñadosnlpan
intento por alguno de los generales franceses y Unos
pocos oficiales : que el Señor general Harispe, gefe
mi estado mayor, tuvo órden de acompañar á VV.
que seguidos de algunos oficiales españoles




• .


y frac_
ceses, se dirigieron VV. á la puerta del Consejo de
Castilla : que habiendo logrado del citado Consejo que
sus magistrados se uniesen á VV. con los del supremo
Consejo de guerra , recorrieron_ VV. las calles de
Madrid , donde publicando una amnistía general


, y
habiendo hecho cesar el fuego de la tropa, consi-
guieron VV. contener las desastrosas conseqüencias
de aquel suceso : en fin que á la solicitud de V. mi
general &ames que se hallaba con su tropa en la calle
de Alcalá, consintió en dexar libres un gran número
de pay-sanos catalanes arrestados durante el tumulto.»


« Estos hechos , Señor general siendo totalmente
conformes á los partes dados aquel' mismo día por el
Señor general Harispe , satisfago gustoso á la solicitud
de Y. de que los asegure ; y aun añadiré que en cir-
cunstancias tan difíciles , en que no dexaba de haber
algun riesgo para VV. en manifestar una opinion
que podía excitar la desconfianza de la autoridad fran-
cesa, dieron VV. pruebas de los mas nobles y de-
cididos sentimientos por la conservacion y el interes
de los habitantes de la villa de Madrid. »


Ruego á V., Señor general, que admita la ser-
ridad de mi consideracion. »


Paris , 3 de octubre de 1814.


( 255 )


NOTA XII.


Carta del Señor Infante D. Antonio á la Junta
de Gobierno.


Al Señor Gil.


«A la Junta para su gobierno la pongo en su noticia
como me he marchado á Bayona de órden del Rey ,
v. digo á dicha Junta que ella sigue en los mismos tér-
ininos como si yo estuviese en ella. Dios nos la dé
buena. A Dios , Señores 5 hasta el valle de Josafat. —
ASTONIO—PASQUA,L. »


NOTA XIII.


Carta del Señor D. Pedro Cevállos á D. Miguel
b •


José de Azanza.
Bayona, 27 de abril de ¡8o8.


a Mi estimado Compañero y Amigo : Promesas y
seguridades, á. que jamas dí crédito, han arrastrado.
al Rey hasta esta ciudad , contra mi dictámen. »


« Apénas S. M. se había quitado el polvo, guando
nos sorprendió el general Savary con la proposicion de
que el Emperador tenía resuelto irrevocablemente que
no reynase por mas tiempo la dinastía de Borbon en
/Tafia y sustituir á ella la suya, confiriendo la co-
rona á uno de sus hermanos : ni esta proposicion, ni
dichas promesas se han hecho por mi canal pues
que desde Madrid ya los Franceses manifestaron no
querer tratar conmigo , motivo entre otros porque yo




( 236 )
he renunciado mi destino diferentes veces , sin haber
logrado que en ninguna admitiese S. M. rni renuncia.»


« Queriendo el Rey proceder en un asunto de 141
conseqiiencia con la debida circunspeccion , ha man-
dado que se reunan á su presencia los sugetos
pules de suRe al comitiva. Quiso S.M. que yo hablase
el primero ; lo hice así exponiendo quanto debe ex-
poner un ministro que conoce sus obligaciones, que
ama á su Rey y á su nacion que estima sobre todo
su propia reputacion , y que está resuelto á sacri-
ficiudo todo. á trueque de no manc,harla, y concluí
con el siguiente dictámen. »


« Desea el Emperador que los individuos de la Real
comitiva discutan la siguiente proposicion , á saber;
que el Rey renuncie por sí y por toda su dinastía la
corona de Espada en favor de la dinastía reynante
en Francia , recibiendo en recompensa el reyno de
Toscana.»


«Respuesta que en opinion del que subscribe debe
darse ; en quanto á los individuos de la comitiva, que
carecen de autorizacion para opinar, y aun mas para
decidir sobre una materia de la mayor gravedad y
transcendencia que puede presentarse en la diplo-
macia. »


« En quanto al Rey ; que un asunto de esta natu-
raleza no debe fiarse á conferencias verbales sus-
ceptibles de equivocacion, y que para evitar ésta , es
la Real voluntad que el Emperador haga poner por
escrito sus proposiciones, y que S. M. se persuade que
con esta respuesta lisonjea la característica rectitud
de su íntimo aliado , y no falta á la circunspeccion


1
V formalidad con que S. M. L quiere que se traten


( 23 7 )
negocios de tanta conseqüencia. »


« Fué adoptado Unánimementeen la sesion de ántes
de ayer , sin que hasta ahora haya remitido el Em-
perador sus proposiciones por escrito. »


«Si las remitiese S. M. I. voto está ya pronun-
ciado ; los derechos del Rey de su dinastía y de la
nacion española ,_


- no padecerán el mas leve menos-
cabo si se sigue. Estos son los resultados hasta ahora ;
no entro en pormenores, porque ni tengo tiempo para
ellos, ni Vm. los necesita para comprenderlos.»


« Mi deseo es que Vm. y la Junta lo sepan con la
debida reserva , y que Vin. use de estas noticias
guando juzgue que la nacion y mi reputacion están
interesadas en que no queden ocultas.


« Con este motivo recomiendo ilYm.mi desgraciada
muge): y mis tiernas hijas. Vm. que es padre conocerá
que en el actual momento son los clavos que mas tala-
dran mi corazon. Dios guarde á Vm. muchos años.
Su afectisirno compañero y seguro sevidor Q.


B.
PEDRO CEVALE0s. = Excelentísimo Señor D. Mi-


guel Joseph de Azanza. »


OTA XIV.


El Señor Cevállos dice en su Exposicion , que á la
literza irresistible del representante del Emperador
ea Madrid debe sin duda atribuirse el no haber con-
sultado la Junta . á la °d 'andad .del reyno , ni al
relnedio de sus conseqiiencia4 con la ereccion de una
Junta de regencia en parage seguro y libre de bayo-




( 238 )
netas enemigas , y que el Rey se admiró de que no
escribiese cl correo seguido que había tomado tan
precisa determinacion , lo que le obligó á comun
cada- una Real órden para que executase guante
convenía al servicio del Rey y del reyno , y qu e al
efecto usase de todas las faculdades que 8. .111. desple-
garía si se hallase dentro de sus Estados. Añade el
Señor Cevállos que el correo de gabinete portador
de esta Real órden fué, interceptado , y que en ,su
conseqiiencia despachó un duplicado que fité recibido
por la Junta. Lo que llevarnos ya expuesto en nuestra
Memoria hace conocer lo injusto de este cargo.
Ninguna de las órdenes que recibió la Junta ,


pudo au-
torizarla á convertirse en Junta de regencia. Conven-
cida de esto mismo hizo las propuestas que hemos
referido en el n. <> 48; guando éstas llegaron á manos
de S. M. el 4 de mayo, solo habían mediado catorce
días desde su arribo á Bayona. Si la Junta, estando
fijos de Bayona, pudo conocer y expresar el estado
crítico en que iba á verse el reyno, y consultó y pro-
puso las medidas que juzgaba podrían adoptarse.;


como es que el Consejo que rodeaba al Rey en
Bayona , que conocía mejor y de cerca este estado , y
que debía pesar todos los riesgos, no propuso á S. M.
que tomase esta positiva determinacion, la única
capaz de trazar un camino seguro á toda la nacion?
En la época tercera se dirán las resultas de esta pro-
puesta de la Junta.


( 2 3 9 )
NOTA XV.


Decreto del Señor D. Carlos IP .


Habiendo juzgado conveniente dar una misma di-
reccion á todas las fuerzas de nuestro reyn.o , para
mantener la seguridad de las propiedades y la tran-
quilidad pública contra los enemigos así del interior
como del exterior, hemos tenido á bien nombrar
lugar-teniente general del reyno á nuestro Primo el
Gran Duque de Berg , que al mismo tiempo manda las
tropas de nuestro aliado el Emperador de los Fran-
ceses. Mandamos al Consejo de Castilla, á los capi-
tanes generales y gobernadores de nuestras provincias
que obedezcan sus órdenes : y en calidad de tal pre-
sidirá la Junta de Gobierno. Dado en Bayona, en el
Palacio Imperial llamado del Gobierno , á 4 de mayo
de 1808. = Yo EL REY.


N OTA XVI.


Copia del tratado entre el Señor D. Cárlos IV y el
Emperador de los Franceses.


Cárlos IV , Rey de las Espadas y de las Indias , y
Napoleon , Emperador de los Franceses Rey de
Italia, Protector de la Confederacion del Rin, animados
de igual deseo de poner un pronto -término á la anar-
quía á que está entregada la España, y libertar esta
hacion valerosa de las agitaciones de las ficciones;
queriendo así mismo evitarle todas las convulsiones




24o )
de la guerra civil y extrangera , y colocarla sin saca-
diinientos políticos en la (mica situacion que atendida
la circunstancia extraordinaria en que se halla, Puede
mantener su integridad, afianzarle sus colonias y po_
nula en estado de reunir todos sus recursos con los
de la Francia, á efecto de alcanzar la paz marítima ;
han resuelto unir todos sus esfuerzos y arreglar en un
convenio privado tamaños intereses.


Con este objeto han nombrado, á saber :
S. M. el Rey de las Españas y de las Indias , á


S. A. S. Don Manuel Godoy , Príncipe de la Paz,
Conde de Évora Monti ;


Y. S. M. el Emperador de los Franceses, Rey
de Italia, Protector de la Confederacion del Rin,
al Señor general de division Duroc , Gran Mariscal
de Palacio.


Los quales , despues de cangeados sus plenos po-
deres, se han convenido en lo que sigue.


ART. 1.°


S. M. el Rey Cárlos que no ha tenido en toda su
vida otra mira que la felicidad de sus vasallos, cons-
tante en la idea de que todos los actos de un Soberano
deben únicamente dirigirse á este fin ; no pudiendo
las circunstancias actuales ser sino un manantial de
disensiones tanto mas funestas, quanto las desavenen-
cias han dividido su propia familia; ha resuelto ceder,
como cede por el presente, todos sus derechos al trono
de las Españas y - de las Indias á S. M. el Emperador
Napoleon, como el único que, en el estado á que han
llegado las cosas , puede restablecer el órden : enten-
diéndose que dicha , cesion solo ha de tener efecto para


hacer


( 24 1 )
hacer gozar á sus vasallos de las dos coridicioTiá
siguientes :


J.' La integridad del reyno será mantenida; él
Príncipe. que el Emperador Napoleon juzgue deber
colocar en el trono de España, será independiente,
y los límites de la España no sufrirán alteración
alguna..


2.a La religion católica , apostólica, romana será
la única en España. No se tolerará en su territorio
religion alguna reformada, y mueho ménos infiel,
segun el uso establecido actualmente.


ART. 2.°


Qualesquiera actos contra nuestros fieles súbditos
desde la revolucion de Aranjuez son nulos y de ningun
valor, y sus propiedades les serán restituidas.


ART. 3.°
S. M. el Rey Cárlos habiendo así asegurado la


prosperidad, la integridad y la independencia de sus
vasallos S. M. el Emperador se obliga á dar asilo en
sus Estados al Rey Cárlos, á su fimrilia , al Príncipe
de la Paz, como Cambien á los servidores suyos que
quieran seguirles, los quales gozarán en Francia de
un rango equivalente al que tenían en España.


A R T. 4.°
El palacio imperial de Complegue con los cotos y


bosques de su dependencia, .quedan á la disposicion
del Rey Cárlos miéntras viviere.


A R T. 5.0
S. M. el Emperador da y afianza á S. M. el Rey-


Cárlos una lista civil de treinta millones de reales,




.( 2 4 2 )
que S. M. el Emperador Napoleon le hará pagar
directamente todos los meses por el tesoro de la
corona.


A la muerte del Rey Cárlos dos millones de renta
formarán la viudedad de la Reyna.


ART. 6.°


El Emperador Napoleon se obliga á conceder 11
todos los Infantes de España una renta anual de qua-
trocientos mil francos , para gozar de ella perpetua-
mente así ellos como sus descendientes, y en caso
de extinguirse una rama recaerá dicha renta en
la existente á quien corresponda segun las leyes
civiles.


( 243 )
bienes alodiales y particulares, no pertenecientes á la
corona de España, de su propiedad privada en aquel
reyno.


Los Infantes de Espada seguirán gozando de lasa
rentas de las encomiendas que tuvieren en España.


ART. lo.°
El presente convenio será ratificado , y las re illi-


ciones se cangearán dentro de ocho días, ó lo mas
pronto posible.


Fecho en Bayona, á 5 de mayo de 1808. = El


f
PRÍNCIPE DE LA PAZ. L= DuRoc. ( Monitor de 5 de
ebrero 181 o. )


ART. 7.°


S. M. el Emperador hará con el futuro Rey de
•Espafia el convenio que tenga por acertado para el
pago de la lista civil y rentas comprehendidas en los
artículos antecedentes; pero S. M. el Rey Cárlos no
se entenderá directamente para este objeto sino con
el tesoro de Francia.


ART. 8.°


S. M. el Emperador Napoleon da en cambio á S. M.
el Rey Cárlos el sitio de Chambord , con los cotos,
bosques y haciendas de que se compone, para gozar
de él en toda propiedad y disponer de él como le
parezca.


ART. 9..


En conseqüencia S. M. el Rey Cárlos renuncia, C5


flivor de 5. M. el Emperador Napoleon todos los


N OT A XVI I.


Esta es la única ^causal que se menciona en el tra-
tado. Ella es muy semejante á la que se alega en el
decreto expedido en Bayona por el mismo Soberano
á los Consejos de Castilla y de .


Inquisicion para co-
municarles esta disposicion , y dice así : « En estas


circunstancias extraordinarias hemos creído dar
una nueva prueba de amor á nuestros amados va-
sallos , cuya felicidad ha sido en nuestro rey-nado
el constante objeto de nuestros desvelos. Hemos
pues cedido todos nuestros derechos sobre las Es-
palias á nuestro aliado y amigo el 'Emperador de los
Franceses por un tratado firmado y ratificado ,.
estipulando la integridad é independencia de las
Españas y la conservacion de nuestra santa Reli-


16.




( 244 )
» gion , no solo como dominante, sino como la ¿mica


tolerada en España. — En conseqiiencia hemos
» j nzgado conveniente escribiros la presente para


que, conformánduos á esta disposicion , ' la hagais
conocer, y ayudeis por todos medios al Emperador


» Napoleon. Conservad la mayor union y
con los Franceses y sobre todo cuidad de preservar




el reuno de toda sublevacion ó rebelion. En la nueva
posicion en que vamos á hallarnos, fixaremos fre,-


» qüentemente nuestra vista sobre vosotros, y nos


tendremos por dichosos de veros tranquilos y con-
» tentos. Dado en el Palacio imperial llamado del
» Gobierno, á 8 de mayo de 1808. =YO EL REY.»
( Monitor de 3.6 de mayo de 1808.)


NOTA XVIII.


Copia del tratado entre el Príncipe de Asturias
y el Emperador de los Franceses.


S. M. el Emperador de los Franceses , Rey de
Italia Protector de la Confederacion del Rhin,
y S. A. R. el Príncipe de Asturias, teniendo varios
puntos que arreglar , han nombrado por sus plenipo-
tenciarios, á saber :


S. M. el Emperador de los Franceses, Rey de Italia,
al Señor general de division Duroc 7 Gran Mariscal
de Palacio ;


Y S. A. E. el Príncipe de Asturias á D. Juan- de
Escóiquiz, Consejero de Estado de S. M. C. 7Caballero
Gran. Cruz de Cárlos


( 245 )
Los duales, despues de cangeados sus plenos po-


deres, se han convenido en los artículos siguientes.


ART. 1.°


S. A. R. el Príncipe de Asturias adhiere á la cesion
hecha por el Rey Cárlos de sus derechos al trono
de España y de las Indias , en favor de S. M. eI
Emperador de los Franceses, Rey de Italia, y renun-
cia en quanto sea menester á los derechos que tiene
corno Príncipe de Asturias á la corona de las Españas
y de las Indias.


ART. 2.°


S. M. el Emperador de los Franceses Rey de
Italia 5 concede en Francia á S. A. E. el Príncipe
de Asturias el título de Alteza Real, con todos los
honores y prerogativas de que gozan los Príncipes de
su rango. Los descendientes de S. A. R. el Príncipe
de Asturias conservarán el título de Príncipe , el
de Alteza Serenísima, y tendrán siempre en Francia
el mismo rango que los Príncipes Dignitarios del
Imperio.


A RT. 5.°


8.M. el Emperador de los Franceses, Rey de Italia,
cede y otorga por las presentes en toda propiedad á
S. A. R. el Príncipe de Asturias y sus descendientes los
palacios, cotos, haciendas de Navarre y bosques de
su dependencia hasta la concurrencia de cincuenta
rail arpens , libres de toda hipoteca para gozar de
ellos en plena propiedad desde la fecha del presente
tratado.




( 2 46 )
ART. 4.°


Dicha propiedad pasará á los hijos y herederos de
S. A. R. el Príncipe de Asturias; en defecto de éstos,
á. los hijos y herederos del infante D. Cárlos ; á •dta
de éstos, á los descendientes y herederos del Infante
D. Francisco ; y en fin , si faltasen éstos, á los hijos
y herederos del Infante D. Ailionio. Se expedi41
letras patentes y privadas del Monarca al heredero
en quien dicha propiedad viniese á recaer,


R T. 5.°


S. M. el Emperador de los Franceses , Rey de
Dalia , concede á S. A. R. el Príncipe de Asturias
quatrocientos mil francos de renta sobre el tesoro de
Francia, pagaderos por dozavas partes mensualmente,
para gozar de ella y transmitirla á. sus herederos; y
viniendo á faltar la descendencia directa de S. A. R.
el Príncipe de Asturias, esta renta pasará al Infante
D. Cárlos , á sus hijos y herederos ; y en defecto de
éstos, al Infante D. Francisco , á sus descendientes
y herederos.


ART. 6.°


A mas de lo estipulado en los artículos antece-
dentes , S. M. el Emperador de los Franceses, Rey de
Italia, concede á S. A. R. el Príncipe de Asturias una
renta de . seiscientos mil francos, igualmente sobre el
tesoro de Francia . , para gozar de ella mientras viviere.
La mitad de dicha renta formará la viudedad de la
Princesa su esposa si le sobreviviere.


21.7 )
ART. 7.°


'S. M. el Emperador de los Franceses, Rey de Italia,
concede y afianza á los Infantes D. Antonio , Tio de
S. A. R. él Príncipe de Asturias, y á sus hermanos
D. Cárlos y D. Francisco :


1.° El título de Alteza Real con todos los honores
y prerogativas de que gozan los Príncipes de su rango;
los descendientes de sus Altezas Reales conservarán el
título de Príncipe, con el tratamiento de Alteza Sere-
nísima, y tendrán siempre en Francia el mismo rango
(pie los Príncipes Dignitarios del Imperio.


2.° El goce de las rentas de todas sus encomiendas
en España, mientras vivieren.


3.° Una renta de 400,000 francos para gozar de
ella y transmitirla á. sus herederos perpetuamente,
entendiendo S. M. I. que si los Infantes D. Antonio,
D. Cárlos y D. Francisco muriesen sin dexar here-
deros , ó se extinguiese su posteridad, dichas rentas
pertenecerán á S. A. R. el Príncipe de Asturias,
6 á sus descendientes y herederos : todo esto , baxo
la condicion de que sus Altezas Reales D. Cárlos ,
D. Antonio y D. Francisco adhieran al presente
rata do.


A RT. 8.°


El presente tratado será ratificado y se cangearán
las ratificaciónes dentro de ocho días O ántes si se
pudiere. =-Bayonit io de mayo de 1808..= DUPOC.


JUAN DE ESCOIQUIZ. Véase los Monitores del
18 de junio de 1808 y del 5 de febrero de 1810.)




NOTA XIX.
Proclama dirigida á. los Españoles , conse,


qiiencia del tratado de Bayona, por el Prín i
-cipe de Asturias y loe dos Infiintes D. Cárlos


y D. Antonio.


« Don Fernando Príncipe de Asturias, y los dos
Infantes D. Cárlos y D. Antonio, agradecidos al amor
y á la fidelidad constante que les han manifestado
todos sus Españoles , los ven con el mayor dolor en
el día sumergidos en la confusion , y amenazados , de
resultas de ésta, de las mayores calamidades ; y cono-
ciendo que esto nace en la mayor parte de ellos de la
ignorancia en glte .:están así de las causas de la con-
ducta que SS. AA. han observado hasta ahora , como
de los planes que para la felicidad de su patria están
ya trazados, no pueden ménos de procurar darles el
saludable desengaño de que necesitan, para no estor-
var su execucion , y al mismo tiempo el mas claro
testimonio del afecto que les profesan. »


«No pueden en conseqiiencia dexar de manifestarles
que las circunstancias en que el Príncipe por la abdi-
cacion del Rey su padre tomó las riendas del gobierno,
estando muchas provincias del reyno y todas las plazas
fronterizas ocupadas por un gran numero de tropas
francesas, y mas de sesenta mil hombres de la misma
nacion , situadas en la corte y sus inmediaciones y
como muchos datos, que otras personas no podían
tener , les persuadieron que, rodeados de escollos , no
tenían mas arbitrio que el de escoger entre varios -Lía r-


( 2 49 )
tidos el que produxese ménos males, y eligieron como.
tal el de ir á Bayona. »


« Llegados SS. AA. á dicha ciudad, se encontró im-
pensadamente el Príncipe ( entónces Rey ) con la no-
vedad de que el Rey su Padre había protestado contra
su. abdicacion , pretendiendo no haber sido volun-
taria. No habiendo admitido la corona sino en la buena
fé de que lo hubiese sido, apéalas se aseguró de Ja
existencia de dicha protesta , quando su respeto filial
le hizo devolverla y poco despues el Rey su padre
la renunció en su nombre y en el de toda su dinastía
a favor del Emperador de los Franceses, para que
éste , . atendiendo al bien de la nacion, eligiese la
persona y dinastía que hubiesen de ocuparla en ade-
lante. »


«En este estado de cosas, considerando SS. AA. ER.
Ja si tuac ion en que se hallan, las críticas circunstancias
en que se ve la España, y que en ellas todo esfuerzo de
sus habitantes en favor de sus derechos parece sería
no solo inótil sino funesto , y que solo serviría para
derramar ríos de sangre 5 asegurar la pérdida quando
ménos de una gran parte de sus provincias y la de
todas sus colonias ultramarinas ; haciéndose cargo
tambien de que será un remedio eficacísimo para
evitar estos males el adherir cada uno de SS. AA. de
por sí, en quando esté de su parte ) . á la cesion de sus
derechos á .


aquel trono, hecha ya por el Rey su Padre;
reflexionando igualmente que el expresado Empe-
rador de los Franceses se obliga en este supuesto á
conservar la absoluta independencia y la integridad
de la monarquía española , como de todas sus colo-
nias ultramarinas, sin reservarse ni desmembrar la




( 250 )
menor parte de sus dominios , ;í mantener la unidad
de la religion católica las propiedades , las leyes y'
usos, lo que. asegura para muchos tiempos y de mi
modo incontrastable el poder y la prosperidad de la
nacion española ; creen SS. AA. Rli. darla la mayor
muestra de su generosidad, del amor que la profesan ,
y del agradecimiento con que corresponden al afecto
que la han debido , sacrificando en quanto está de su
parte sus intereses propios y personales en beneficio
suyo , y adhiriendo para esto , como han adherido por
un convenio particular á la cesion de sus derechos
al trono, absolviendo á los Españoles de sus obliga-
ciones en esta parte, y exhortándoles, como lo hacen,
á que miren por los intereses comunes de la patria,
manteniéndose tranquilos , esperando su felicidad de
las sabias disposiciones y del poder del Emperador
Napoleon , y que, prontos á conformarse con ellas,
crean que darán á su Príncipe y á ambos Infantes el
mayor testimonio de su lealtad , así como SS. AA. se
lo dan de su paternal cariño, cediendo todos sus dere-
chos, y olvidando sus propios intereses, por hacerla
dichosa, que es el único objeto de sus deseos. Burdeos,


2 de mayo de 18o8. »
El Señor Escóiquiz, consejero de Estado, ha decla-


rado, en su . Idea sencilla de las razones que inoti-
v arorz el vi age del Rey D. Fernando FU á Bayona,
haber sido redactor de esta proclama, y no piensa como
nosotros acerca del sentido que ella presenta. Sin en-
trar en discusion sobre esto , nos contentamo s con
haberla puesto á la vista de lós lectores. Su autor no
ha podido ántes de ahora declarar la intencio n con
que la escribió, y no dudamos que ésta sería entónces


( 251 ) ,
la misma que ahora nos manifiesta. Solo diremos que
el contexto de ella es el mismo que sin estos misterios
había expresado S. M. en su carta


. del día 6 al Señor
Infante D. Antonio y á la Junta , diciéndoles : « Reco-
a miendo que no os dexeis seducir por las asechanzas


de nuestros enemigos, de vivir unidos entre vos-
otros y con nuestros aliados , y de evitar la efusion


• de sangre y las desgracias que sin esto serían el re-
» sultado de las circunstancias actuales, si os dexaseis
• arrastrar por el espíritu de alucinamiento y des-
» union. » Lo mismo repitió siempre el Señor D. Cár-
los IV en sus decretos á la Junta y al Consejo. Sería
pues preciso decir que tambien ambos Soberanos lo
escribían todo en el sentido que da el Señor Escóiquiz
á la proclama de Burdeos, pues que en ella no se hace
mas de repetir y amplificar los mismos encargos de
paz y sumision que siempre se habían hecho.


NOTA XX.


El Señor Conde de Laforest , enzbaxador que ha
sido en España, en la siguiente carta que nos ha
dirigido testifica lo que acabamos de exponer.


Quinta de Frechines, 1 9
de septiembre de 18x 4.


Excelentísimos Señores : Al volver de una excur-
sion que acabo de hacer, recibo la carta que VV. me
han hecho el honor de escribirme con fecha del 2
da este mes. Nadie participa mas vivamente que yo
de los pesares que experimentan VV. con motivo del




( 252 )
errado concepto que ha formado el público español
acerca de muchos hombres de Estado , en cuyo número
se hallan VV. Pero es necesario considerar que, segun.
costumbre, las pasiones tienen que desahogarse, y
que si á ellas les importa poco la verdad, el tiempo
que las destruye ha de traer al fin el triunfo de la jus-
ticia. Deseo sinceramente que VV. y todos quantos han
mirado haxo el mismo punto de vista unas circuns-
tancias tan criticas y singulares gozen lo mas pronto
posible de este resultado ordinario de las cosas huma-
nas. No hay ocasion que yo no haya aprovechado ,
ni que dexe de aprovechar con ansia para hacer jus-
ticia á la pureza de los principios y á los sentimientos
patrióticos que han manifestado VV. desde el momento
en. que se traslució la crisis de la España. VV. espe-
cialmente han representado en derechura al Príncipe
entánces Gran Duque de Berg, y muchas veces 'me han
rogado que le representase 7 que el único medio y el
mas propio para conocer las disposiciones de la nacion
española era la celebracion de las Cortes del reyno.
He visto ocupados á uno y otro solo en salvar la mo-
narquía, desde que se vió que no podrían VV. influir
ya sobre los destinos de sus legítimos Soberanos. Las
personas que han sido sucesivamente compañeras de
VV. en los cinco años y medio de ministerio que han
tenido VV. la fortaleza de exercer, han adquirido así
mismo mi estimacion por el zelo que igualmente han
acreditado por el bien de su pais , con una constante
oposicion á todo quanto pudiese amenazar la inde-
pendencia y la integridad del territorio, y con con-
tinuos esfuerzos para disminuir en lo posible los males
de la guerra. Que estos recuerdos consuelen á VV. r


( 255 )
Los asuntos de la España podían de muchas maneras
encaminarse al punto en que se hallan, y queda á VV.
la satisfaccion de haberse mantenido en la linea que
habría debido probablemente arrastrar intios convul-
siones en su patria , y por consiguiente conservarle
mas poder relativo. Los que han seguido un camino
diferente han obrado tambien muy honrosamente ;
pero no podían tener esta última esperanza y com-
prometieron mas los intereses locales. Hablemos claro:
el gigantesco edificio de la fuerza debía desmoronarse
tarde ó temprano, y las naciones que han sufrido
ménos destrozos, son las que han esperado para decla-
rarse que hubiese una coalicion y un objeto general-
mente determinados. Por esto la España es el pais de
la Europa que tiene mas llagas que cicatrizar. Véase
aquí lo que VV. quedan evitar, y es á la verdad el
único pesar que sea digno de VV.


Ruego á VV. que admitan las seguridades de mi
alta consideracion. El CONDE DE LAFOREST.


NOTA XXI.


Dice el Consejo en su Manifiesto ( pag. 51 ), que en
el día 22 de mayo se presentaron en 3U., sesion los
Señores 111argzces Caballero, D. Gonzalo 0-Fárrill
y D. Bernardo de Iriarte .... que manifestaron que
el Señor Rey Padre había transmitido la corona de
España al Emperador de los Franceses ,y éste había
determinado cederla d su hermano el Rey de Ná-
poles ; que partiendo de este supuesto peroraron lar-




( 254 )
gamente los dos primeros para persuadir al Consejo
que pues no podía dexar de cunzplirse la voluntad
del Emperador, haría el mayor beneficio á la
nacion , si asociándose á la Junta de Gobierno ,
conforme á lo acordado por ésta , se anticipaba á
pedirle lo que se aseguraba in-evocable.


Añade el Consejo que no es ficil discernir, que fué
lo que le causó mas admiracion despues de los pri-
meros momentos de turbacion : la inesperada especie
de la cesion del Señor Rey Padre , tan distante del
estado en que suponía el asunto , y tan repugnante á
todas las reglas de la justicia y de la razon; ó el que
unos Españoles, y vasallos tanfavorecidos , que aun
guando la viesen realizada y no la pudiesen resistir,
debían d los 711¿77.08 explicar con el dolor su absoluta-
desaprobacion , hubiesen podido concebir ó adoptar
el pensamiento de anticipar un paso que se dirigía
cí prepararla ó cohonestarla.


0-Fárrill y sus compaiieros de Junta , comisiona-
dos por ésta para comunicar al Consejo las renun-
cias de Bayona, no conservan noticia excreta de lo que
dixeron en la sesion que cita el Consejo, pero se
acuerdan muy bien de que jamas entró en su idea el
intento de discutir sobre la legalidad de las transac-
ciones de Bayona , ni mucho ménos el de j ustill-
cartas ni cohonestar los pasos que hubiesen de
preparar ó llevar adelante su execucion. Debieron sí
representar como inevitable ó la sumision á lo pactado
y resuelto en Bayona , ó el destrozo de la monarquía
pedir por Soberano al hermano mayor de Napoleon 9
ó dexar á éste dueño de elegir el que quisiera ó le


( 255 )
conviniese segun su política ó su ambicion. Estos eran
los sentimientos de la Junta á conseqiienci a de lo único
que exigía entónces el Emperador, es á saber, que
se escogiese uno de sus hermanos para Rey de Espaila;
y este fué el objeto con que envió al Consejo sus
comisionados, y del qual ellos no se excedieron.


Si el Consejo hubiera asistido á las deliberaciones
1
de la Junta en que se leyeron por primera vez las


renuncias , habría conocido la impresion que habían
hecho en el ánimo de sus vocales la violencia y la
perfidia que pudieronarrancarlas ; los inconvenientes
que previeron en su admision, y las ideas que propu-
sieron para evitarlos ; pero que viendo desechadas
éstas , temieron mayores males en no llevar al cabo
su resignacion, harto dolorosa para sus corazones,
pero imperiosamente dictada por las circunstancias
en que se hallaba la nacion. No es pues nuestro
ánimo privar al Consejo del mérito de haber repug-
nado siempre la cooperadon que se veía forzado
á dar á cosas que no aprobaba. Pero el Consejo no
podía ignorar, por la parte que su decano y ministros
tomaron tantas veces en las deliberaciones de la
Junta que estos mismos eran los sentimientos de
ella, y seguramente no la envidiaban los embarazos
y escollos que constantemente la rodeaban.


Quantas veces el Consejo 7 despues de haber opi-
nado libremente en sus dictámenes, obligado luego
á obrar, sentía la necesidad de atemperar y modificar
su conducta por algun término medio para no chocar
abiertamente ? Y sino guilles pudieron ser las consi-
deraciones que redaxeron al Consejo á declarar en




( 256 )


la consulta que cita (pag. 58 de su Manifiesto)) , que
le parecía que en execucion de lo resuelto por e/
Emperador, podría recaer la eleccion para el trono
de Espira en su hermano:mayor , Rey de Nápoles?"
¿ Y quales otras, para haber concluido la represen.:.
.tacion que llevaron á Bayona los consejeros D. José
Colon y D. Manuel Lardizábal con decir ( Manifiesto,
pag. 61 ), que habiendo de surtir efecto los tratados
insinuados de renuncia, y la resolucion de S. M.
1, 1?.. de que recayese el trono de las Esparzas en
un Príncipe de la familia imperial, parecía mas
h propósito el Rey de Nápoles José Napoleon?


Las reservas que acompañaron á estas declaraciones
del Consejo debían ser tan inkiles para con el Em-
perador, como propias para excitar la inquietud de
la nacion , y precipitarla en una guerra. interminable
y desastrosa. La Junta, que ya entonces no. era mas
que consultiva , despues de pesarlo todo ,, no pudo
adoptar dos extremos opuestos, el de someterse:y el
de resistir : y con esta consideracion arregló todos sus
pasos. En suma ni la Junta ni el Consejo conocían
todavía la resistencia que opuso despues á la mutacion
de dinastía la voluntad nacional , y aun guando la
hubieran conocido, no podían prometerse el concierto
que tanto se necesitaba para hacerla triunfar , y
mucho mdnos la posibilidad de alcanzar el término
y (mico objeto á que se habrían dirigido los grandes
sacrificios que .eran indispensables.


NOTA XXII-


)
NOTA XXII.


Decreto: imperial.


Napoleon, por la gracia de Dios, Emperador dd
los Franceses, Rey de Italia, Protector de la Cora-
deracion del Rin , á todos los que las presentes vie-
ren, Salud :


Habiéndonos hecho conocer la Junta de Estado,
el Consejo de Castilla, la villa de Madrid, etc. ete.,
por sus representaciones, que el bien de la España
exigía que se pusiese un pronto término al interregno,
hemos resuelto proclamar , como por la presente
proclamarnos, Rey de las Esparías y de las Indias, á
nuestro muy amado hermano José Napoleon, actual
Rey de Nápoles y de Sicilia.


Salimos garante al Rey de las &pailas de la . inde-
pendencia é integridad de sus Estados de Europa ,
Africa Asia y América.


Mandamos al lugar L. teniente general del reyno,
á los ministros y al Consejo de Castilla que hagan
publicarla presente proclamacion segun . las forma-
lidades de estilo , para que nadie pueda alegar igno-
rancia.


Fecho en nuestro Palacio imperial de Bayona
á 6 de junio de i8o8. =NAPOLEON.


Por el Emperador. — El Ministro secretario de
Estado. =H. 13. MAILET. ( Monitor de 22 de junio
de i8o8.)


7




( 258 )


NOTA XXIII.


Esta proclama con fecha del 8 de junio fué firmada
por los Señores Conde de Orgaz , D. Manuel de Lardi-
zábal , D. Vicente Alcalá Galiano 5 D. Sebastian de
Torres, D. Antonio R.omanillos, el Duque de Híjar, „
el Duque del Infantado, el Marques de Santa Cruz,
el Conde de Fernan-Núñez , el Duque de Osuna,
D. José Colon, el Conde de Santa Colorna, D. Ramon
Etenhard , D. Zenon Alonso D. Francisco Amoros ,
D. Pedro de Torres, D. Ignacio de Texada , 1). Pedro
de Porras , D. Andres Herrasti, D. Cristóbal de.
Góngora , D. Luis Idiáquez , el Duque del Parque,,
D. Domingo Cerviño D. Pedro Cevállos y D. Miguel
José de Azanza.


NOTA XXIV.


Firmaban esta proclama de la Junta de Gobierno
los Señores D. Sebastian , D. Gonzalo 0-Fárrill,
el Marques Caballero, el Marques de las Amarillas ,
D. Pedro Mendinueta D. Arias Mon y Velarde, el
Duque de Granada 1 , D. Gonzalo José .de Vilches 7
D. José Navarro Vidal, D. Francisco Xavier Duran,
D. Nicolas de Sierra, D. García Gómez Xara , O. Ma-.
nuel Vicente Torres Cónsul, D. Ignacio de Alava,.
D. Jokquin María Sotelo D. Pablo Arribas y D. Pedro
de Mora y Lomas.


( 2 59 )
NOTA XXV.


Sobre-el modo dé penar de todos los diputados en
l3ayona , se podrían dar infinitas pruebas si escribié-
semos á la vista de la correspondencia y de nuestros.
papeles. Solo daremos aquí un testimonio que vale
por muchos, por la ingenua veracidad que caracteriza
al Señor D. Pedro Cevállos , que acababa de ser mi-
nistro de Estado del Señor D. Fernando VII. En carta


.


particular de Bayona á 8 de junio de í 8o8 , á D. En-.
sebio Bardaxí y Azara , decía S. E. entre otras cosas
lo siguiente : «He tenido el honor de presentarme al.


Rey, que llegó ayer de Nápoles : he formado el.
» concepto de que su presencia , su bondad y la.
» nobleza de su corazon, que se descubre á primera
1) vista, bastarán sin exérci tos á calmar esas pro-
» vincias. »


NOTA XXVI.


Noticia de los ~tos que formaron las dos Juntas
preparatorias en Bayona.


Una de estas comisiones era compuesta de D. Miguel
José de Azanza 5 de los Señores D. Pedro Cevállos ;Du-
que del Parque, D. Vicente Alcalá C allano , D. Antonio
Ranz Romanillos y D. Cristóbal de Góngora. La otra
se componía de los Señores Duque del Infantado ,
D. José Colon, D. Manuel de Lardizábal,D. Sebastian
do Torres, y D. Raymundo Etenhard.


17.




( 260 )


NOTA XXVII.
Aceptacion y firmas de la Constitucion.


« Los individuos que componen la Junta espafioiá
convocada en esta ciudad de Bayona por S. ALI. y R.
Napoleon l , Emperador de los Franceses y Rey de
Italia , hallándonos reunidos en el palacio llamado el
Obispado viejo , celebrando la duodécima sesion de
las de la mencionada junta habiéndonos sido leída
en ella la Constitucion que precede, que durarite
mismo acto nos ha sido entregada por nuestro augusto
Monarca José I; enterados de su contenido , presta-
mos á ella nuestro asentimiento y aceptacion , indi-
vidualmente por nosotros mismos , y tambien en
calidad de miembros de la Junta, segun la que cada
uno tiene en ella, y segun la extension de nuestras
respectivas facultades ; y nos obligamos á observarla,
y á concurrir en quanto esté de nuestra parte á que
sea guardada y cumplida ; por parecernos que, orga-
nizado el gobierno que en la misma Constitucion se
establece, y hallándose al frente de él un Príncipe tan
justo como el que por dicha nuestra nos ha cabido,
la España y toda's sus posesiones han de ser tan felices
como deseamos : y en fé de que es nuestra opinion
y voluntad , la firmamos en Bayona., á 7 de julio
de 18o8. Miguel José de Azanza. Mariano Luis
de Urquijo. Antonio RanzRomanillos. José Colon.
Manuel de Lardizábal. Sebastian de Torres. Igna-
cio Martínez de Fiada. Domingo Cervino. Luis
Idiáquez. Andres de kle rrasli. Pedro de Porras.


Príncipe de Castelfianco. El Duque del Par-


(
ve. El Arzobispo de Búrg os. Fr. Miguel de Ace-
vedo , vicario general de S. Francisco. Fr. o rge
Rey, vicario general de S. Agustin. Fr. Agustín
Pérez de Valladolid, general de S. Juan de Dios.
F. El Duque de Frías. F. El Duque de II ar . F. El
Conde de ()•az. J. El Marques de Santa Cruz.
y. El Conde de Ferian-Núñez. M. El Conde de
Santa Colonia. El Marques de Castellanos. .El
garques de Bendali a. Miguel Escudero. Luis
Gainza. Juan José María de Yandio/a. José
María de Lardizába.l. El Marques de Monte Her-
moso , conde de Treviana. Vicente del Castillo.
Simorz Pérez de Cevállos. Luis Saiz. DC't771a80
castillo Lar •oy. Cristóbal Cladera. José Joaquin.
del Moral. Francisco Antonio Z ea. José Ramon
Milá de la Roca. Ignacio de Texada. Nicolas de
Herrera. Tomas la Peña. Ramon María de A (Zur-
riaga. Don Manuel de Pelayo. Manuel María de
Upategui. Fermin Ignacio Beunza. Raymundo
Etenhard y Salinas. Manuel Romero. Francisco
dmoros. Zenon Alonso. Luis Meléndez. Fran-
cisco Angulo. - Roque Novella. Eugenio de Sant-
pelayo. Manuel García de la Prada. Juan Soler.
Gabriel Benito de Orbegozo. Pedro de Isla. Fran-
cisco Antonio de Eclzagiie. Pedro Cevállos. El
Duque del ..D2fantado. José Gómez
Vicente Alcalá Galiano. Miguel Ricardo de Alava.
Cristóbal de Cóngora. Pablo Arribas. ¿osé Garrida.
.Mariano Agustin. El Almirante Marques de Ariza
Y Estepa. El Conde de Castelflorido. El Conde de
Nobléjas , mariscal de Joaquin Xavier
Uriz. Luis Marcelino Pereyra. Ignacio Múzquiz.




( 262 )
'Vicente González


Z P72(10. Migueligna cio ele la
_Madrid. El Marques de Espeja. Juan Antonio
Llorente. Julian de Fuentes. Mateo de Nor-7/0.,
José Odoardo y Grandpe. Antonio Soto Premos.
tratense. Juan Nepomuceno de :Rosales. El
ques ele Casa-Calvo. El Conde de Torre-illíezquiz.
El _Marques ele las Hornuízas. Fernando adixto
Núñez. Clemente Antonio Pisador. D. Pedro
Larriva Torres. Antonio Saviñon. José María
Tinco. Juan Mauzi.»


NOTA XXVIII..


Antes de esta época, y 'desde que se recibieron en
Madrid las renuncias de . Bayoria , el Señor Cardenal
de Borbor', _Arzobispo de Toledo, único pariente
de S. M. que había quedado en España, había diri-
gido su adhesión al Emperador por medio des la carta
siguiente.


« Señor : La cesion de la corona de Espala
» hecha á V. M. y R. por el Rey Cárlos IV mi ay.-
» gusto Soberano, y ratificada por SS. AA. el Príncipe
• de Asturias y los Infantes D. Cárlos y D. Antonio,


me' impone , - segun Dios la dulce obligacion de
ofrecer á los pies de V. M. L v R. el hosnenage de


» mi amor , de mi fidelidad y de mi respeto. Dígnese
M. y R. de reconocerme por su mas fiel súb-


dito, y hacerme conocer sus soberanas intenciones,
» para darle pruebas de Mi pronta y cordial sumision.


« Dios guarde dilatados aiiós V. ht. I. y R. para
» bien de la Iglesia y del Estado. Toledo, 22 de ruar


. 263 )
y, de 8o8. Señor : A los pies de V. M. L y R. :=


Su mas fiel shbdi to. = LUIS DE BORBON , Cardenal
-» de Scala , Arzobispo del Toledo. »


NOTA XXIX.


Todos saben que la Rusia en 1812 , para empeñar
á la Suecia en declararse contra la Francia , le ofreció
la Noruega, y se lo cumplió el año siguiente : es
decir, le ofreció un rev no que la Dinamarca poseía
por mas .de T'atto siglos, y esta oferta no podía en-
tonces fundarse en mas que en la seguridad de que la
Dinamarca no podía resistir á la Suecia auxiliada . de la
Rusia. En efecto el Rey de Dinamarca ( á quien un
escritor ingles ha llamado el mártir del Báltico ) en
riesgo de perderlo todo, y viendo su reyno ocupado
en gran parte por los exércitos rusos, firmó la re-
nuncia de la Noruega por el tratado de Kiel en favor
de la Suecia : renuncia que se reclamaría corno la n'Id
forzada , y como un violento despojo , si el Imperio
ruso viniera á sufrir una catástrofe como la del Im-
.perio trances. Los derechos con que la Suecia se ha
apropiado la Noruega no son otros que los de una
abdicacion forzada, hecha dentro de un reyno inva-
.dido y- á. la. vista del canon. Los Noruegos juran no con-
sentir que se trate así á su nacion, declaran nulo el tra-
tado, nombran un gobierno provisional, acuden á la
armas, y el Príncipe heredero de Dinamarca se pone
á la cabeza de ellos, cerrando los oídos á los consejos


órdenes de su Soberano , que aun le amenaza de
desheredado. Cristiano Ir, decía un diputado, no




264 )
puede renunciar en-un extraño esta corona que pa,ee,
por derecho hereditario ; y si nos abandona , la
nacion no cede sus derechos imprescriptibles , y
pondrá de sí misma sin slrfrir un yugo extrangero.
Se empieza la guerra con alguna esperanza de que
la Inglaterra auxiliase •tan noble .causa , que veían
aplaudida en muchos discursos del parlamento. Pero
esta potencia y las denlas de Europa manteniéndose
espectadoras, la Norttega,gue empezaba á ser desolada
y arruinada por unas fuerzas contra las quales no podía
luchar, ha abrazado la dinastía sueca , que no ha po-
dido rehusar, y su propio Soberano ha sido el primero
en aconsejárselo así, calificando esta guerra en aquellas
circunstancias como la mas imprudente y funesta que
pudiera hacer aquella nacion, á pesar de tener tan
justa y noble causa.


Pondremos por muestra un corto trozo de la pro,
clama de los representantes de la Noruega á sus com-
patriotas en 2 de octubre de este arto , porque tambien
pueda verse en su contexto lo forzada que ha sido esta
renuncia.


(< Conciudadanos : Antes de salir de nuestras casas
sabíamos ya la situacion precaria y débil en que se


• halla • el pais después del OltiMo armisticio.


Nuestro Rey Cristiano-Federico en su discurso os ha
hecho ver la dolorosa situacion interior del reyno,


• y la triste incertidumbre de que la causa de la No-
» ruega fuese auxiliada por los Estados preponderantes


de Europa , pues al contrario se les ve aliados con
» la Suecia. Per amor al' pueblo de Noruega , el Rey
a hizo el sacrificio de abdicar la corona, como el. Onico
» medio y condicion que se le ofrecía para salvar por


( 265 )
un armisticio el -exército , y una gran parte de lit
Dinamarca que estaba ya ocupada. La conservacion
de la libertad , del honor y de la independencia de
la Noruega ha sido el objeto de las tareas de la Dieta;
¿ y puede este objeto conseguirse por las armas?


»- Los medios y recursos de la nacion ¿son proporcio-
nados para sostener la guerra y continuarla contra.
un enemigo de fuerzas superiores , que ha obtenido
ya ventajas considerables ¿ Hay alguna esperanza


» fundada de triunfar, que justifique los desastres á que
» la nacion va á quedar expuesta por la guerra? Aun
» despucs de hacerla con ventajas, ¿ puede esperarse
» mantener seguras nuestras fronteras, y obtener una
» paz marítima tan necesaria á la Noruega ? ¿ No
» pueden mas bien asegurarse la libertad é indepen-


dencia de la nacion por una union honrosa con la
» Suecia, bayo una constitucion que la proteja? Estas
» son las qiiestiones importantes que liemos exámi-
» nado y decidido en la Dieta. »


NOTA XXX.


Caria de los Emperadores de Rusia y Francia
al Rey de Inglaterra.


Erfurt, 12 de octubre de 18o8.


Seaor : Las circunstancias actuales de la Europa
nos han reunido en Erfurt. Nuestro primer pensa-
miento es.ceder al voto general y á las necesidades de
todos los pueblos ; procurando por una pronta paci-
licacion Con V. M. el remedio mas eficaz á.las desgracias




a


( 266
que afligen á todas las naciones. Tal es ;nuestro sincero
deseo, y el manifestarlo á V. M. es el objeto de nuestra
carta La larga y


.sangrienta guerra:que destrozaba al
continente 0.9/4 teoninada sin que sea ya posible
el 7'enovai


• a , etc. ( Monitor del i5 de diciembrede st 81 o.)


NOTA XXXI.


Que los Franceses pudieron en aquella ocasion
llegar basta a. Guadalquivir , lo confiesan los mismos
Ingleses. El hermano del general Moore, en la rela-
cion que citáremos en la nota 32. 1


, se explica así.
(c. El general Moore marchaba para atacar al ma-


i> riscal Soult, guando supo que los Franceses aban-
zaban


• á: grandes marchas contra él desde Madrid
.» con el fin de envolverle y cortarle el camino de la
• mw•, y- al punto resolvió retirarse. El enemigo
» hubiera podido ocupar á Sevilla y Cádiz, y el me-
» diodía de la España , si no fuera porque prefirió


dirigirse á cortar la retirada al exéreito »


NOTA XXXII.


En la relacion de la campaña del general Sir Jolni
Moore en España publicada por su hernian é inserta
en Diario . político ingles, n. <> 12, se lee lo siguiente.


« Madrid fue tomado el 3 de diciembre. Los


ii exérei tos franceses en Espada ascendían á 177,000
ir .hombres y las fuerzas inglesas eran de 25,63 7.


ir fintes y 2400 caballos. Moore renunció á strres
o-


(> 26,7 )
lucion de • marchar sobre Madrid; pero toddía..el
8 de diciembre los miembros de la Yunta española
le escribían que Madrid solo había concluido un
armisticio y que los Franceses no habían entrado
en aquella. corte. Aun en 12 de dicierab):'e.Moore
estando en Salamanca no tenía certeza de la toma
de Madrid, cuya noticia supo por una carta intercep-
tada del mariscal Berthier ab. Duque de Dalmacia.»..


NOTA xxxur.


La relación citada en la nota anterior contiene ¿I
siguiente trozo de carta del Duque del Infantado á
M: Frece, embaxador ingles cerca de la Junta central.


Cuenca , 15 de diciembre de 'iSo8.


« pl descontento é insurreccion de los soldados me
a han puesto en la sensible necesidad de aceptar el
» mando de este exéroito, al que he hallado si». víveres,
i> sin zapatos, sin uniformes 5 ni municiones, ni baga-
» ges. Ha quedado reducido á nueve mil infantes


y dos mil caballos ; pero los soldados no tienen
>i ninguna confianza en sus gefes. »


« Si el general Moore (añade el autor ingles) hubiera
ii tenido otros corresponsales tan sinceros como el
» Duque delInfintado, el éxito de la campaña hubiera
» si do bien ddiaente. Piro que ventajas podían espe-
» verse de los diversos exércitos que había en España,.
» guando la Junta hacía un estudio de tenerlos en
» una completa ignorancia del estado de las cosas ? »
4 carta de fríantado la insertó M. r .Frere en la ve




el
11


it


2G8)
escribió desde Sevilla en 22 de diciembre al general
Moore.


El Marques de la Romana escribía al mismo general
ingles desde Leon en 21 de deciembre : « Todos los.


males y desastres que experimen tamos provienen
del ningun plan ni concierto en las operaciones de
nuestros exércitos. »
.« Varios regimientos del de la Romana , ( añade
el autor ) que encontró el general Moore en su
retirada á la Coruña , y le embarazaban el camino,
se hallaban en la mas extrema desnudez. »


NOTA XXXIV.


Carta del general D. Gregorio de la Cuesta al
ministro de la Guerra D. Antonio Cornel.


Monasterio , 3 de mayo de t Sog.


« El sistema de los Ingleses parece ser de no ex-
poner nunca sus tropas, por lo que jamas consiguen
ventajas decisivas en tierra, perdiendo sus exércitos


» en retiradas y precauciones, como sucedió al gene-
» ral Moore , por no haber atacado al enemigo
» en Sahagun y en Plasencia ántes que ,se hubiera


reforzado. »
Esta carta y otras que citaremos despues son parte


de los documentos presentados al parlamento de In-
glaterra, y por este medio han sido iconocdas del
palie°. Se pueden ver en el Diario ingles the Sun,
r en el Monitor de 15 de abril de 1810.


( 269 )


NOTA XXXV.


Toda Europa leyó en aquel tiempo los discursos
que el Archicanciller del Imperio, el Senado y el Con-
sejo de . Estado hicieron al Emperador en 5 de sep-
tiembre de 18o8 , guando á su vuelta de Ray ona á Paris
presentó los tratados de renuncia hechos en su favor,
v pidió nieva conscripcion para sostener la guerra de
Espada. Aquellos discursos no solo la aplauden sino
que pretenden justificarla y apoyarla con nuevas
razones, presentando la . adquisic. ion de la Espada como
el paso mas importante y necesario para consolidar


poder del . Imperio frances.
El Archicanciller dixo entre otras cosas : « que la


» Espada por su posicion geográfica , por sus hábitos
» y su comercio, debe conservar con la Francia unos


intereses comunes , y que esta verdad había pre-
valecidó aun en los tiempos de desorden; pero que
las disposiciones de aquella potencia eran siempre.


» indecisas , y podían hacerse hostiles segun las cir-
» constancias : que el deseo de salir de esta incerti-
» dumbre había inspirado al Emperador las resolu-


ciones generosas que daban á conocer los tratados
de Bayona. »
El presidente del Senado , despues de decir que


todos habían admirado los planes de la prevision del
Monarca añade « que la guerra de España no podía
» estar mas imperiosamente dictada por la política,
» la justicia y la necesidad » (a):


(a) Monitor del r5 de septiembre de 1M,




( 27 0 )


guando en enero de 18og volvió .Napoleon
Nuevas y mayores aprobaciones se reppiatliiets-:


su primera campaña de España. El 24 de aquel mes
recibió las felicitaciones y homenages del Senado, del
Consejo de Estado, del tribunal de casacion , del de
apelacion, del de cuentas , del de justicia criminal,
del cuerpo del departamento y del municipal, del
clero, del consistorio, etc. Copiaremos solo algunos
periodos, para que se forme idea del empeño é interes




con que el Gobierno lances había tomado la guerra
de España.


El Senado se explicaba así : « Habeis vuelto de
» España dexándole los mayores beneficios , creando
» una nueva patria á los Éspañoles, y haciendo triun-
» far la razon. »


El tribunal de apelacion le decía : « que la misma
» prevision que le hizo unir á los intereses de la
» Francia, los de la Italia y la Alemania, le había su-
» gerido la reunion de la España : la propia fuerza
» que todo lo ha sometido leljos del Rin. y de los Alpes,
» lo ha sujetado todo mas allá de los Pirineos : y la
» misma magnanimidad que ha conservado á Berlin
» y á. Viena, salva y realza á Madrid. Ligais todas


las partes para formar un todo indestructible. »
El prefecto del Sena : « Los hombres ilustrados y


» los amigos de la humanidad han debido gemir sobre


la ceguera momentartea del pueblo español; pero
» V. M. ha llevado á ese pueblo las luces conque la
» civilizacion y la filosofía han enriquecido vuestro


imperio. El fanatismo y la ignorancia , y mas que


» todo las combinaciones de una política odiosa
» debían oponer sus obstáculos ; pero todos los haheis


)
,) destruido', y los hombres de bien de. 'todas las


naciones y .. no ménos que los mismos Españoles, os
„ deben estar agradecidos » (a).


Focos días ántes de esto , al concluirse las sesiones
del cuerpo legislativo , había dicho el presidente en
s ti discurso « El Emperador está tan acostumbrado


á vencer , que en su historia no hay ya que notar
» un triunfo mas. Basta decir que despues de pocas'
» marchas se hallaba mas allá del Ebro , adonde
» llegó Carlomagno ; y que superior á los hombres
» grandes que le han precedido , ya no encontrará
» Roncesvalles. (b) »


No se crea que era sola la capital donde se calificaba
así la guerra de España por todas las altas autoridades
y cuerpos representantes de la naden : los mismos
ecos de alvobacion resonaban en los departamentos
de Francia, qué enviaban sus diputaciones al Empe-
rador para congratularse de tan importante adqui-


, y ofrecerle (planto necesitase para consu-
atarla. No tendrían fin nuestras citas, si fuera nece-
sario hacerlas en confirmacion de esto. ¡ Que fiestas
pldlcas no se hicieron en Burdéos por su munici-
palidad, erigiendo arcos triunfales en loor del grande
ex. cito destinado á la península española ! (c) A vista
de esto dígase si podía nadie en Europa inferir que
el Emperador hallase en la opinion y disposiciones de


(a) Monitor del 26 de enero 18og.
(b) Monitor del t.° de enero de 180g.
(c) Monitor del 2 t de octubre de 1808,




( 27 2 )
la Francia ningun estorvo , ántes bien todos los re.
cursos que quisiese exigirla para continuar con teson
la guerra de España.


NOTA XXXVI.


Carta de .111. r
Frere , embaxador de Inglaterra cerca


de la Junta central , al Lord Wellingion , general
en gje del exército ingles en España.


Sevilla, 3 de julio de 18og.


« La opinion coman es que el general Cuesta
» medita algun plan serio de venganza por los


sonrojos y disgustos que de seis Meses á esta parte
» le está causando la Junta central. Ésta cree poder


contar con el exército del general Venégas , pero


es muy inferior en número. La medida mas conve-
» riente sería destacar de él un cuerpo considerable ,
» mandado por algun oficial capaz de ganar la con-
» fianza de las tropas y que pueda así oponerse


á las resoluciones violentas del comandante en gefe.
Venégas no parece gozar de 'una grande reputa-


» cion militar , ni tener un carácter capaz de con-
» trarestar el influxo y energía de un hombre como
» Cuesta. »


Esta carta está entre las piezas presentadas al par-
lamento y pueden verse en el Periódico ingles y


Monitor citados en la Nota 34.


NOTA


( -27 3 5
NOTA XXXVII.


Carta del general Cuesta al ministro de la duerrd
1), Antonio Carnet.


Casas del Puerto ; 18 de julio de 18o9.
« Mi exército ha empezado á marchar sin órd0


» ni mas provisiones que para un día, por mas pro-
» videncias que he dado y diligencias que han hecho
» los comisarios de guerra: »,


Otra del mismo general á dicho ministro en 28 de
julio , día de la batalla de Talavera.


« No tengo tiempo de dar á V. E, nias detalles
habiendo pasado tres días en el campo de batalla,
las tropas sobre las armas, faltas de subsistencias ,
pues los comisarios y' tOdos los empleados en la
administracion se ausentaron y abandonaron el
exército desde la primera descarga. »


Carta del Lord Wellington al ministro de la Guerra
en Lándres,


Truxil I o , 2.1 de agosto de 1809.


» La falta de provisiones me ha obligado á acet--:
carme á las fronteras de Portugal para refrescar
mis tropas. En mis oficios anteriores he informado
á V. S. de esta falta de víveres y de medios de trans-
porte : á esta penuria debe atribuirse la pérdida
de nuestras ventajas; y aunque hace un mes que
lo he informado á la Junta prosigue la escasez en
el estado mas triste. »


18




( 2 74 )
Otra del mismo general á D. Tomas O-Donojú ,


gefe del Estado mayor del general Cuesta.


Plasencia, 16 de julio de 1809.
« Siento decir á V. S. que por falta de transpórtes


» nos vernos obligados á marchar desprovistos de
» diferentes artículos que habíamos pedido : los luz-
.» bitantes ni pueden ni quieren suministrar nada. »


Otra del mismo Lord al citado 112: r Frere , en 24 de
julio de 1809.


« F1 exército español abunda de todo, y nos-
» otros de quienes todo depende, perecemos de
» hambre. »


En 31 de julio Ie escribía al mismo desde Talavera.
» Es un hecho que en siete días el exército ingles




no ha recibido ni un tercio de las provisiones
necesarias, y que actualmente se hallan 400 sol-


» dados heridos pereciendo en los hospitales de esta


ciudad , por falta de socorros de primera necesidad,


que ninguna nacion del mundo niega aun á sus
» enemigos. No puedo tampoco conseguir que los


habitantes acudan á enterrar los muertos que yacen
» én las inmediaciones , y cuya putrefaccion los hará
» perecer á ellos y á nosotros. »


Véanse estos documentos dónde se indica en la Nota.
ánteúior, y en el Annual Registe?' de 1809.


( 2 7 5 )


NOTA XXXVIII.


Tratado de paz y amistad entre el Rey D. Fer-
nando VII y el Emperador Napoleon.


S. M. C. y S. M. el Emperador de los Fran -
ceses etc. etc. igualmente animados del deseo de
hacer cesar las hostilidades y de concluir un tratado
de paz definitivo entre las dos potencias , han nom-
brado plenipotenciarios á este elcto, á saber : el Rey
D. Fernando al Duque de S. Cárlos , y el Emperador
al Conde de Laforest , los quales se han convenido en
los artículos siguientes.


I.°
Habrá en lo sucesivo, y desde la fecha de la ratifi-


cacion de este tratado paz y amistad entre S. M.
Fernando y sus sucesores, y el Emperador y Rey


. y
los suyos.




Cesarán todas las hostilidades por mar y por tierra
entre las dos naciones, á saber : en sus posesiones con-
tinentales de Europa inmediatamente despues .de la
ratificacion de este tratado : 15 días despues, en los
mares que bañan las costas de Europa y Af•ica de
esta parte del equador; y 3 meses despues, en los
paises y mares situados al Este del Cabo de Buena-
Esperanza.


3.°
S. M. el Emperador de los Franceses reconoce
D. Fernando y sus sucesores, Segun el Orden da


38.




( '1 7 6 )
sucesion establecido por leyes fundamentales de Es_
palia corno Rey de España y de las Indias.


4.°
S. M. el Emperador y Rey reconoce la integridad


del territorio de España , tal qual existía ántes de la
auerra actual.


5o
Las provincias y plazas actualmente ocupadas por


las tropas francesas, serán entregadas en el estado en
que se encuentren , á los gobernadores y tropas espa-


.


Bolas que sean enviadas por el Rey.
6.°


S. M. el Rey Fernando se obliga por su parte•
mantener la integridad del reyno de España , islas 5
Plazas y presidios adyacentes, con especialidad Ma-
hon y Ceuta. Se obliga tambien, á hacer evacuar las
provincias , plazas y territorios ocupados por los
gobernadores y exército británico.


Se hará un convenio militar entre un comisario
español y otro frances , para que sea simultanea la
evacuacion de las provincias españolas ocupadas por
los Ingleses ó por los Franceses.


8.°


S. M. C. y S. M. el Emperador se obligan recípro-
camente á mantener la independencia de sus dere-
chos marítimos, tales como han sido estipulados en
el tratado de Utrecht , y como las dos naciones: los
habían -mantenido hasta el año de 1,792


( 277 )
9.0


Todos los Españoles adictos al Rey José que le han
servido en los empleos civiles ó militares y le han
seguido, volverán á los honores, derechos y prero-
gativas deque gozaban. Todos los bienes de que hayan
sido privados les serán restituidos. Los que quieran
permanecer fuera de España tendrán un término de
diez años para vender sus bienes y tomar las me-
didas necesarias á su nuevo domicilio. Les serán con-
servados sus derechos á las sucesiones que puedan
pertenecerles , y podrán disfrutar sus bienes y dispo-
ner de ellos sin estar sujetos al derecho del fisco, ó
de retractacion, cí qualquiera otro derecho.


10°


.Todas las propiedades muebles ó inmuebles per-
tenecientes en España á Franceses ó Italianos , les
serán restituidos en el estado en que las gozaban ántes
de la guerra. Todas las propiedades .


seqüestradas
confiscadas en Francia ó en Italia á los Españoles
ántes de la guerra, les serán tambien restituidas. Se
nombrarán por ambas partes comisarios que arre-
glarán todas las qüestiones contenciosas que puedan
suscitarse ó sobrevenir entre Franceses ó Italianos
y Españoles, ya por discusiones de intereses anterior
res á la guerra , ya por los que haya habido despues
de ella.


1 1. °


Los prisioneros hechos de una y otra parte serán
devueltos, ya se hallen en los depósitos ó en qualquiera
otro garage, ó ya boyan tomado partido á ménos




( 27 8 )
que inmediatamente despues de la paz declaren ante
'un comisario de su nacion que quieren continuar al
servicio de la potencia á quien sirvan.


12.°


guarnicion de Pamplona los prisioneros de
Cádiz, de la Coruña, de las islas del Mediterraneo ,
y los de. qualquieit otro depósito , que hayan sido
entregados ,z't los Ingleses, serán igualmente devuel-
tos , ya esthl. en España ; ó ya hayan sido enviados
á América:


1'5.°


S. M. Fernando VII se obliga igualmente á hacer
pagar al Rey Cárlos IV y á la Reyna su esposa , la
cantidad anual de treinta millones de . reales, que será
satisfecha puntualmente por quartas partes de tres
én tres meses. A la muerte del Rey dos millones de
francos formarán la viudedad de la Reyna. Todos los
Españoles que estén á su servicio tendrán la libertad
,de residir fuera del territorio español todo el tiempo
que SS. MM. j nIgnen. conveniente.


14.0


Se concluirá un tratado de comercio entre ambas
naciones, y entre tanto las relaciones comerciales
quedarán bazo el mismo pie que ántes de la guerra
de )92.


15.°


La ratificacion de este tratado se verificará en
Paris , en el término de un mes ántes si fuere


posible.


( ' 2 79 )
Fecho y firmado en Valencay á vi de diciembre


de 1813. El Duque de S. CARLOS. = El Conde
i4FoREST.


(Suplemento al Redactor general de España del 4 de
febrero de 1814. ) En la Idea Sencilla del Seiior
Escdiquiz este tratado tiene la fecha de 8 de di-.
ciembre.


NOTI-1. XXXIX.


Guando se comunicó al Rey José el decreto de
su hermano el Emperador que establecía los gobier-
nos militares en varias provincias de España , díó
úrdele á Azanza para que pasase al embalador
Francia , corno se hizo desde Málaga con fecha de 8
de marzo de Dho , una nota diciéndole entre ot.ras
cosas : « que considerando el trastorno y los males
que necesariamente acarrea el mando puramente
militar no podía dexar de manifestar que en el
momento que parecía mas propio para organizar
las provincias de la izquierda del Ebro con arreglo
á la Constitucion , á fin de que sirviesen de exemplo
á las demas , era muy doloroso que en lugar de
esto fuesen tratadas con el rigor del gobierno mi-
litar que las medidas adoptadas para Castilla la.
Vieja , Leon. y Asturias ofrecían graves obstáculos
tanto en la parte económica como en la política :
que en quanto á la parte económica, S. M. por
la experiencia que había tenido desde que algunos
generales franceses, sin la facultad expresa que en-
tónces se les confería , habían querido disponer tanto




280 )
de la percepcion como del 'empleo de las rentas
Reales en las provincias donde. mandaban, estaba
persuadido de que sus providencias á cada paso habían
de ofrecer dificultades insuperables y causar la mayor
confusion : que era fácil de comprehender quan
grande sería el disgusto así de los pueblos que debían
contribuir como de los empleados que . debían re-
caudar , guando era una autoridad extrangera la
que , sin sujecion á las formas establecidas , ni aun
conocimiento de ellas , daba las órdenes para las
exacciones ; pudiéndose Cambien considerar el riesgo
que hay de malversaciones, guando el que dis-
pone la aplicacion de los fondos de la Real ha-
cienda no está obligado á dar cuentas de su inversion
á una autoridad que se halle en estado de exa-
minarlas y comprobarlas debidamente : que ademas
de esto, teniendo el manejo de la Real hacienda,
tantas y tan íntimas relaciones con todos los otros
ramos de la administracion pública, parecía impo,
sible que éstos pudiesen ser independientes del ge--
ncral frances, á quien estuviese cíSmetida la facultad_
de reglar los impuestos y scíialar el destino que
hubiese de ' dárseles : que de esto había dimanado
el Tic en algunas provincias , con el abuso de los
recursos que se habían estimado mas prontos , se
habían agotado en ganados y enseres los principios
de la agricultura y la industria, imposibilitando para
los arios venideros la subsistencia de las mismas
tropas francesas y los transportes que ocurriesen en
el exércit o : que no eran menores los inconvenientes
que resultarían en la parte política. ¿Que efecto podría
producir en las demas provincias la noticia de le,


( 281 )
que iba á suceder' en Castilla, Leon y Asturias? ¿ Si
podrían conformarse con la suerte de que otros
generales franceses viniesen á disponer de sus tri-
butos de sus haciendas y de sus haberes , sin que
las autoridades nacionales ni sti propio Soberano
pudiesen protegerlos ? Que se tuviera entendido que
había costado no poco trabajo hacer comprehender
á los pueblos que no se trataba de subyugarlos á la
Francia , sino de hacerlos independientes y dexarlos
Espalioles como eran ; y sin la menor duda la per-
suasion que empezaban á tener de esta verdad había
sido el agente mas eficaz para que hubiesen empe-
zado á tranquilizarse , etc. »


Con motivo de ciertos papeles publicados por el
gobierno militar de Vizcaya , en que se daba á en-
tender que en aquella provincia exercía el Emperador
la soberanía, se pasó desde Granada en 1 7


de marzo
de 1810 una nota en que se decía entre otras cosas :
« que dichos papeles destruían todo el bien que los
discursos y las acciones del Rey habían producido :
que la fuerza de S. M. era solamente moral , y era
visto que todas las prevenciones, todas las preocu-•
paciones cedían á la verdad : que si los hechos des-
mentían el lenguage del . Rey, y si se desmembraba
la monarquía , si los generales franceses imponían
á su ávcdrío contribuciones á las provincias si em
ellas se desconocía la autoridad del Rey , si se en-
vilecía la dignidad nacional , ¿ que resultados se
podían esperar? los que ya empezaban á verificarse :
ineficacia en los esfuerzos de S. M. para obtener la
pacificacion general, menosprecio de su carácter, el
lestrozo de la lucio» la pérdida irremediable de




( 282 )
las Am&icas , una crecida .emigracion. de Españoles..:i
que era tiempo aun de detener el incendio , cuyos
progresos pudieran ser mur 'pronto espantosos-, y
hacer renacer las dificultades, y acabar por devorar
una nacion , que orgullosa de un• nombre esclare-:
cido , y-


con un carácter indomable, preferirá su
total exterminio á una existencia precaria y degra-
dada etc. »


NOTA XL.


En ocasion en que el Emperador dispuso la division
de la Cataluña en. departamentos , y nombró inten-
dentes para ellos , Azanza pasó , con fecha de 12 de
marzo de 1812, una nota en que se decía-al emba xa dor
deFrancia, entre otras cosas: « que nada podía retardar
tanto la pacificacion general de la España como la
idea de la desmembracion de la monarquía , y cabal,.
mente iba á renovarse y fortalecerse ésta con las pro-
videncias relativas á la Cataluña , en un momento en
que el espíritu público parecía prepararse mas que
nunca á la reunion y á la tranquilidad : que no podía
ser la intencion de S. M. I. que el Rey pasase en el
concepto público fuese por pruebas claras, ó fuese
por deducciones naturales y verosímiles, la plaza de
prestar voluntariamente su consentimiento á la des-
membracion de la monarquía española, porque esto,
ademas de ser incompatible con su honor , con los
empeños contraídos con la nacion, y con las solemnes
promesas que le tenía hechas, y en virtud de las quales
había recibido y retenía en su partido un crecido nú-


t a83)
mero y acaso el mayor de los habitantes del rey no
bastaría para que de nuevo se volviesen á encender las
cenizas, mal apagadas hasta entónces , de una obsti-
nada y general resistencia : que el Rey había admitido
la corona sobre la base de la integridad de la España,
y creía-que ni en honor ni en conciencia podía dar su
aquiescencia á ninguna desmembracion ni explícita
ni implícita etc. »


En io de mayo del mismo año, con noticia que se
tuvo de que el general en gefe del exército del norte ,
Conde Dorsenne , había disuelto el consejo y tribunal
de corte de Pamplona y dado otra forma á la junta
criminal creada por el Rey ; pasó Azanza al embaxa-
dor tina nota en que se decía : » que S. - M. había oído
con sorpresa y desagrado esta providencia del Conde
Dorsenne , piando S. M. estaba en el concepto, desde
que volvió de Francia en el año anterior , de que
los generales en los gobiernos militares no debían en-
trometerse en los asuntos judiciales ni en los eclesiás-
ticos : que mucho ménos debía S. M. esperar que se
hiciese en la constitucion de la Navarra una innovacion
tan clásica, que da por el pie á uno de sus principales
fueros ; y esto en el momento Mismo en que por solo
las voces vagas de que aquella provincia debía ser
agregada al Imperio Trances , se habían armado y
reunido en cuerpos organizados mas de 2 2,000
bres del pais, entre los (piales se contaban muchas
personas de alguna consideracion, que hasta entónces
se hablan mostrado sumisas y aun adictas al nuevo
órden de cosas : que S. M, se había visto precisado á
desaprobar las providencias del Conde Dorsenne rela-




Ñ


( P.84 )
tiras á Jos tribunales de Pamplona, y á ordenarle
que volviese á poner-el consejo, el tribunal de corte
y la :Junta criminal de Navarra en su antiguo
estado, etc: »


Todas estas notas quedaron sin efecto; pero no por
eso dexan de probar el zelo que constantemente animó
á los ministros del Rey José , para oponerse á guamo
podía ofender la integridad é independencia de la nio•
narqula. Tambi en vió el público esto mismo en las car-
tas que Azanza escribió desde Paris al Rey y al ministro
de Negocios extrangeros con fechas de 19,2o y 21 de
junio de 18io, y que incerceptadas al correo de gabi-
nete que las conducía por una partida de guerrilla
en las inmediaciones de Madrid , se copiaron en mu-
chas gazetas de Europa. Aquel mismo año se publicó,
primero en un periódico de Badajoz y despues en otros
muchos de Europa, una carta apócrifa, que se su-
ponía escrita por Azanza desde Paris en 29 de sep-
tiembre al ministro secretario de Estado D. Mariano
Luis de Urquijo. No es de creer que las personas dqz
juicio la hubiesen tenido por verdadera , especialmente
desde que Azanza la desconoció y declaró ser falsa en
una gazeta de Madrid; pero aun en aquel papel, hecho
con bastante artificio, no se atrevió su autor, quien
quiera que fuese á atribuirle sentimientos que no
fuesen dignos de un buen Español.


)


.NOTA XLI.


cartas del Rey Josó interceptadas , y publicadas
en Cádiz en la Cazeta de la Regencia de 2 de
junio de 1812.




A su hermano el Emperador Napoleon.


Madrid, 23 de marzo de t 2.


Señor : Quando pronto hará un año pedí á V. M.
su parecer acerca de mi vuelta á España , V. M. quiso
que volviese, y en ella estoy. V. M.


• tuvo la bondad
de decirme que en todo trance siempre estaba -á
tiempo de dexarla si no se realizaban las esperanzas
que se habían concebido , y que en este caso V. M.
me aseguraría un asilo en el mediodía del Imperio ,
donde yo podría repartir mi vida con Morfontaine.


Señor : Los sucesos no han correspondido á •mis
esperanzas : no. he hecho bien -ninguno 1 ni tengo
esperanza de hacerlo. Suplico pues á V. M. que me
permita deponer en sus manos' los derechos que se
dignó transmitirme á la corona de España hace qua-
tro años. Nunca he tenido otro objeto en aceptar la
corona de este pais que la felicidad de esta vasta
monarquía : no está en mi mano el realizarla.


Pido á V. M. que me reciba benignamente en el
número de sus súbditos, y que crea que nunca tendrá
servidor mas fiel que el amigo que le había dado
la naturaleza.
De V. M. I. y Seriar. Afecto


hermano. Jos:1.




1


1


1


( 286 )
2a


A su inuger la Reyna.


Madrid , 23 de marzo de 1812.


Mi querida amiga : Debes entregar la carta que
te envío para el Emperador , si se verifica el decreto
de reunion y se publica en las gazetas. — En qual-
quiera otro caso aguardarás mi respuesta. — Si llega
el caso de que entregues la carta , me enviarás por
un correo la respuesta del Emperador y los pasa-
portes. •


Devuélveme á Romí , ,que me da bastante cuidado.
Si se me envían fondos, G porque tardar tanto con
los convoyes y no servirse de la estafeta para en-
viarme libramientos del tesoro público ? — Te abrazo
á tí y á mis hijas.


:P. D. Si sabes que M. Mollien no me ha enviado
dinero despues de las 5oo,000 libras que ya he re-,
cibido correspondientes á enero , guando tú recibas
esta carta entrega al Emperador mi renuncia. Nadie
está obligado á lo que es absolutamente imposible. He
aquí el estado de mi tesoro.


5.0


A la misma.


Madrid , 23 de marzo de 1812.


Mi querida amiga M. Deslandes , que te entregará
esta carta, te referirá todas las particularidades que
podrás desear acerca de mi situacion3 voy á hablarte


( 287 )
de ella yo mismo para que puedas darla 4.-conocer
al Emperador y que él tome un partido sea el que
fuere : todos me acomodan para salir de mi situacion
actual.


Si el Emperador tiene guerra con Rusia y
me cree útil aquí , me quedo con el mando ge-
neral y la administracion general.


Si tiene guerra y no me da el mando ni me
dexa la administracion del pais deseo volverme á.
Francia.


2.° Si no se verifica la guerra con Rusia 5 y el
Emperador me da el mando ó no me lo da, tem-
bien me quedo , mientras no se exija de mí cosa
alguna que pueda hacer creer que consiento en el
desmembramiento de la monarquía y se me dexen
bastantes tropas y territorio , y se me envíe el millon
de préstamo mensual que se me ha prometido. En
este estado aguardaré miéntras pueda pues consi-
dero mi. honor tan interesado en no dexar la España
con sobrada ligereza como en dexarla luego que
durante la guerra con Inglaterra se exijan de mí
sacrificios que no puedo ni debo hacer sino á la
paz general , para el bien :c,le España de Francia
y de Europa. Un decreto de reunion del Ebro, qué
me llegase de improviso, me haría ponerme en ca-
mino al día siguiente.


Si el Emperador difiere sus proyectos hasta la
paz que me dé los medios de existir durante la
guerra.


Si el Emperador se inclina á que me vaya
á


o una de las medidas que .me liarían irme, me inte-
resa volver á .Francia en paz con él y con su sin-




( 2 88 )
cero y absoluto consentimiento. Confieso que la razon
me dicta este partido tan conforme á la situacion
de este desgraciado pais , si nada puedo' hacer por
él , tan conforme á mis relaciones domésticas , que
no me han dado un hijo va ron , etc. En este caso,
deseo que el Emperador me dé una posesion en Tos=
cana ó en el mediodía, á 3oo leguas de Paris, donde
yo contaría pasar una parte del año, y la otra en
Morfontaine. Los sucesos y una posicion falsa, como
la en que yo me encuentro , tan opuesta á la rec--,
titud y lealtad de mi carácter , han debilitado mucho
mi salud ; voy tambien entrando en edad , y así.
solo el honor y el deber me pueden retener aquí ;
mis gustos me echan , á ménos que el Emperador
no se explique de diferente manera que lo ha hecho
hasta ahora. — Te abrazo á. tí y á mis hijas.


( n8g:)
y de can-Tafia en el Rosellon. Ert 1 7 95 se le con4
cedieron los honores y antigiiedad de consejero de
guerra 5 y el mismo año fué nombrado por el Señor
D. Carlos IV ministro de la Guerra. Fué después virey,
gobernador y capitan general de Nueva España y
presidente de la Real Audiencia de México. En 1799
obtuvo plaza efectiva de consejero de Estado , y en
i 8o8 el Señor Rey D. Fernando VII al subir al trono,
le confió el ministerio de Hacienda. En todos estos.
destinos ha desempeñado muchas é importantes co-
misiones con aplauso del público y á satisfaccion de
la corte, de que puede presentar pruebas irrefragables.
Azanza nunca ha sido rico, ni ha trabajado por serlo,
como es muy notorio, y en el día ve reducida á la
pobreza á su muger , cuyos bienes ha consumido en
el servicio de la patria.


Servicios de D. Gonzalo 0-Fárrill.
NOTA XLII.


Servicios de D. Miguel José de Azanza.


D. Miguel José de Azanza sirve al Rey y á la patria
desde el año de 1 7 68. En su juventud recorrió casi
todas las provincias de la América septentrional es-
pañola , hasta llegar á Californias y Sonora. Abrazó
la carrera militar, é hizo la guerra de oficial su-
balterno , habiéndose hallado en el sitio de Gibraltar
Fué encargado de negocios en las cortes de S. Pe-
tersburgo y de Berlih ; intendente de provincia en
Toro y en -Salamanca, con el corregimiento de su
partido ; intendente de exército en Valencia y Murcia,


D. Gonzalo 0-Fárrill tiene quarenta y ocho año
de servicio en la carrera, militar.


Sirvió en las defensas de las plazas de Melilla y
de Oran en Africa , y en los sitios de Mahon y de
Gibraltar.


En 1 7 80 , solicitó y obtuvo permiso para servir
en. clase de voluntario en el exército frances des-
tinado á la expedicion y desernbarco en Inglaterra
desvanecido este proyecto, vis,itd los establecimientos
y escuelas de la artillería y de los ingenieros de la
Francia.


Ha hecho en los Pirineos y en el exército de Na
narra mandado por los generales D. Ventura Caro y el




( 290 )
Conde de Colomera , las campañas de 1793 y 1794
habiendo sido herido en las acciones de Lecumberri
y de Tolosa.


En la campaña . de' 1795 , sirvió en el exército de
Cataluña, á las órdenes del general D. José de Urrutia
el empleo de quartel maestre general, mandó la ac-


. don de Bafiolas , y concurrió á la del Col' de Oriol
frente . de Báscara,.


Concurrió á la-academia militar de AVila , y tuvo
después a sti cargo la direccion inmediata de la propia
.acadeuiia en el puerto de Santa María ,'y de la escuela
militar de Cadetes.


Ha sido secretario y vocal de las Juntas de oficiales
generales que en su tiempo han tenido el encargo de
proponer algunos reglamentos Militares.


Despues de la paz de Basilea , fue nombrado comi-
sario general para el arreglo de límites con la Francia.


Los ascensos desde el grado de coronel hasta el
de teniente general inclusive le han sido conferidos
por méritos y servicios de guerra. En el ario de 1 7 98 se
le confirió la inspeccion general de toda la infantería,
y en el siguiente salió mandando la division de tropas
españolas que vino á Rochefort para concurrir á una
expedicion reservada entónces.


En seguida á esta comision pasó á servir en calidad
de enviado extraordinario y ministro plenipotenciario
cerca del actual Rey de Prusia.


Viajó • en Alemania Suiza Italia Holanda e
Inglaterra, procurando adquirir conocimientos mi-
litares y políticos , y dando á la superioridad las
noticias que creyó útiles.


( 291 )
Restituido á Madrid, fue destinado á mandar la


division de tropas españolas que pasó á Toscana, y
permaneció allí dos años.


A su regreso de Toscana en marzo (le 18o8, le
confirió el Señor Rey D. 'Fernando VII la direccion
general de Ja artillería , y el 5 de abril del mismo año
el ministerio de la Guerra.


D. Gonzalo 0–Fárrill teniendo nueve hermanos
en la Havana todos propietarios, pero mas ricos
erg virtudes y concepto público que en bienes de
fortuna, hubiera,


hallado en el seno de su familia
quinto puede constituir la felicidad de la vida ;- pero
prefirió dedicar todos, los instantes de la ,


suya al
servicio público ; no ha perdonado ni medios ni
litigas para hacerlo con utilidad ; ha expendido la
mayor parte de su patrimonio y del de su muger
en los gastos de sus comisiones ; jamas ha solicitado
encomiendas ni gracias pecuniarias, ni adquirido en
tiempo _alguno otros bienes que los que heredó. de
sus padres. — En las secretarías de Guerra y de
Estado pueden verse las aprobaciones que se le han
dispensado , y no se hallará en ellas un solo recurso
que le haya acusado de injusticia ó de abuso de
autoridad. — Los Soberanos que .ha servido , desde
el Señor D. Cárlos Ill hasta su nieto el Señor D. Fer-
nando VII, han premiado su zelo con los empleos
y cargos públicos de mayor confianza y le han
honrado con los testimonios mas lisonjeros de su
Real aprobacion.


1 9.




( 292 )


NOTA XLIII.


Carta de D. Miguel José de Azanza á S. III. el
Señor D. Fernando VII.


« Señor : Si yo quisiese explicar los principios
que han dirigido mi conducta todo el tiempo que
V. M. ha estado separado de su trono , sin duda
haría una obra inútil y molesta porque debo
lisonjearme de que V. M. conoce, que he podido
errar , pero que he obrado con la única mira del
bien de mi patria , esto es , su independencia y su
integridad, por los medios que la Europa toda y
las indicaciones de V. M. mismo presentaban como
mas prudentes en las extraordinarias circunstancias
del tiempo. Querido hubiese alguna duda 6 algun
remoto recelo sobre esta verdad, estoy pronto á des-
vanecerlo y seguro de lograrlo ante la justicia de


M. Pero no es este el objeto de la presente carta ,
reducida únicamente á felicitar á V. M., en el primer
momento que me ha sido permitido, por su repo-
sicion en el solio de sus mayores , y á tributarle
el homenage de mi lealtad, renovándole, como lo
hago , el juramento de mi sumision y obediencia ,
y ofreciéndole mis servicios para todo lo que fuere
de su Soberano agrado. Estoy cierto , Señor , de que
todos los Españoles refugiados en Francia , ( y puedo
asegurarlo con mas particularidad de los que perte-
necían á los ministerios que estuvieron á mi cargo ) y
-tienen para con su Rey y su patria los mismos sen-
timientos que yo que los harán conocer á medida


( 2 93 )
que les sea posible ; y que todos desean como yo
,que V. M. sea muy feliz en su reynado. Dios se lo
conceda á V. M. y guarde su augusta persona los
muchos años que la España ha menester y sus va-
sallos deseamos. =Paris, 8 de abril dei814. 7- Señor.


A los Reales pies de Y. M. = MIGUEL Josí- DE
AzINZA..


Carta de D. Gonzalo O—Fdrrill al Rey N. S.
D. Fernando 17 1.


Señor ! Mientras pude hacer algun servicio á
V. M. lo continué con el mismo ó mayor zelo que
creo no había desmentido en mas de 4o años de
carrera. Pero guando unos acontecimientos provo-
cados ,por la ambicion de un Soberano, que ya no
tenia contraresto en la Europa continental, arranca-
ron á V. M. del trono de sus mayores me creí
obligado en tan desgraciada orfandad del Estado
á abrazar el partido que podía salvarlo, y que Y. M.
mismo por un efecto de su amor recomendó á sus
vasallos.


Entre éstos, muchos por su diferente modo de
ver, ó por su mas feliz situacion, trataron de obrar
por si , excitando pasiones que si bien aseguran
á veces la independencia de un pais, tambien suelen
alterar para siempre su tranquilidad interior.


El éxito ha probado que este partido, que yo
recelaba cubriese de llanto y luto durante muchos
años nuestra amada patria y que despues de infi-
nitos sacrificios y pérdidas, sin mejorar la suerte de
V. M. 5 hubiese de hacer sucumbir á la España á




( 29/1 )
leyes mas duras que las que entónces se la dicta-
ban, ha sido tan glorioso para quantos contraxeron
el empeñó de sostenerlo, como feliz parálós Espa-
ñoles, que ven restablecido en su trono al legítimo
heredero de éste y al deseado de sus corazones.


En este momento del júbilo general de la nacion,
séame licito Señor, tributar á. V. M. mis felicita-
ciones, y renovar á sus Reales pies el homenage de
mi lealtad y obediencia dispuestas siempre para (Dimito
fuere de su Soberano Real agrado.


Dígnese V. M. admitir este homenage de quantos
individuos han sido empleados en el ramo que ha
estado á mi cargo y que se hallan en igual situacion
que yo. Interin cada uno llega á renovarlo por si
propio , puedo asegurar á y. que todos son y
han sido siempre Españoles, y que la felicidad coman
ha identificado sus opiniones con las de una nacion
generosa , gobernada por un Soberano •cuya prospe-
ridad y feliz reynado deseamos lodos.
lo de abril de 1814. = Señor. = A los Reales pies
de V. = GONZALO O—FARRILL.


♦ ••n ••••1,1,14,3,t1,1,101.


ÍNDICE


Plígintts
INTRODUCCIONI


PRIMERA ÉPOCA. De la conducta de A zattza
y 0-Farrill en sus ministerios presen-
ciada por el Rey hasta que S. M. salió
de Madrid en lo de abril de 18o8. . . I2


SEGUNDA í. PocA. De la conducta de Jízanza
y 0-F árrill , como miembros de la Junta
suprema de Gobierno , baxo la presi-
dencia del Señor infante D. Antonio. . I S


TERCERA ÉPOCA., Desde la partida del
Señor 'd'ante D. Antonio hasta que se
recibi(-ron en Madrid las renuncias que
mudaron la dinastía........... .8


QuARTA p oc,A. Desde la mutacion de
dinastía hasta que , de resultas de la
batalla de Baylen , el exército frances
evacuó d Madrid ,• y se retird al Ebro
en fin de julio de 1808.


, 80


QUINTA ÉPOCA. En la que se exponen
los principios políticos que guiaron d
A zanza y 0-Fárrill , y d toda la parte


FIN.




( 2 96 )
de la nacion que abrazó el nuevo
órden de cosas, durante la revolucion
de España, desde las renuncias de


ayona hasta la restitucion del Señor


,411, ,00


Pégima.


Vii,<1.0,11.1“.•11,010 VV .,. ,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,


ERRATAS.


Renglon.
Donde dice. Léase.


D. Fernando VII al trono. . . . I 09
24 .


.
............la.


CONCLUSION I>. 5o
• 5 . Junta . . . . Junta.


53.NOTAS Y. DOCUMENTOS. .
• • . 207


.
. . 23 abril . . 23 de abril.


147 • 28 . . . 5 diciembre.. t5 (le diciembre.
155. •


• 26 . • . quiese ..




quisiese.


• 15 . . gardia .. . . guardia.
168 . . 14... So batallones . t5o batallones.
184 .


• 30 . a ,,,,, la.
203. . 2g • . que hubiese.. que se -hubiese,


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