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LA DEFENSA
DBL


DERECHO DE PROPIEDAD
yaus


RELACIONES CON EL TRABAJO.




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LA DEFENSA
DEL


DERECHO DE PROPIEDAD
y sus


RELACIONES CON EL TRABAJO,


POR


VICENTE SANTAMARÍA DE PAREDES,
DOCTOR EN DERECHO Y PROFESOR AUXILIAR DE ESTA FACULTAD


EN LA UNIVERSIDAD CENTRAL.


(Los intereses 'regítimos son arm6nicoil).
BASTIAT.


MEMORIA PREMIADA
POR LA ACADEMIA DE CIENCIAS MORALES Y POLÍTICAS


EN EL CONCURSO Il:XTRAORDlNARIO


DE 16 DE MARZO DE 1872.


MADRID:
TlPOGRAFiA DEL COLEGIO NACIONAL DE SORDO-MUDOS Y DE CIEGOS,


Ca.lle de San Mateo, núm. 5.


1874.






TEMA DEL CONCURSO.


Exámen de los fundamentos filosóficos y jurídicos
que justifican el Derecho de Propiedad.


Legitimidad del arrendamiento, de la renta y del
interés de la propiedad considerada como capital.


Relaciones del capital con el trabajo y demos-
tracion de que los derechos y los intereses de capi-
ta.listas y trabajadores son por su naturaleza armó-
nicos.







Articulo 43 de los Estatutos de la Academia de Oiencias
Morales !I Políticas.


En las obras que la Academia autorice 6 publique cada autor
será responsable de sus asertos y opiniones; el Cuerpo lo será úni-
camente de que las obras sean merecedoras de la luz pública.






A LA MEMORIA
DE MI QUERIDÍSIMO É INOLVIDABLE TUTOR


DON PABLO CANALES.


Esta obra llevará siempre para mi el sello del dolor.
Escrita cuando triste y abatido sufríais la mas penosa en-
fermedad J cada página me recordará aquellos solemnes
momentos en que vuestro paternal cariño me impulsaba
á terminarla. Cumpliendo con un sagrado deber, siem-
pre pensé dedicárosla, como pequeña muestra de reco-
nocimiento hacia el que fué para mi un segundo padre.
Desgraciadamente la muerte os ha arrebatado antes de
verla impresa ...


Reciba hoy vuestra memoria el testimonio de mi
acendrado amor y gratitud profunda!




, ,




INDICE.


Páginas.


INTRODUCCION.


OBJETO y PLAN DE ESTA MEMORIA....................... 1


PARTE PRIMERA.


DE LA PROPIEDAD EN GENERAL.


Capítulo I.-FUNDA.MENTO RA.CIONAL DEL DERECHO DE PRO-
PIEDAD •••••••••••••••••••••••••••••••••


l.-Relacion del Hombre con la Naturaleza •••..
2.-Relacion del Hombre con la Naturaleza en la


convivencia social ..•••..•......••.•.•..
Capítulo II.-ExÁMEN DE LAS DOCTRINAS QUE JUSTIFICAN EL


DERECHO DE PROPIEDAD ••••••••••••••••••
l.-Por un acto individuaL ................... .


Teoría de la Ocupaciol!1 .................... .
Teoría del Trabajo ••..•..•.••••••.••..•.•••


2.-Por un acto social. ....................... .
Teoría del Pacto social ••••••.••..•.•••..•••
Teoría de la Ley •••••.••.•••.•.•.•..•.....•


S.-Verdaderos principios que estas teorías con-
tienen y su lugar respectivo en la doc-
trina de la Propiedad .................. .


Capítulo III.-CONTENIDO y LiMITES DEL DER.ECHO DE PRo.-
PIEDAD •••••••••••••••••••••••••••••••••


l.-Sugeto de la Propiedad.-Las personas so-
ciales ..••.•.•.••••••.•••.•..•••.•••.•..


2.-0bjeto de la Propiedad ....•..•••.•.••....•.
Seres no-libres: Propiedad territorial. ...•.•
Actos ó servicios humanos •••••••••••.•••.•


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INTRODUCCION.


OBJETO Y PLAN DE ESTA MEMORIA.


En el estarlo crftico de nuestro de-
sarrollo intelectual, es necesario pre-
venir que los errores estendidos por
moda se arraiguen por principios, 10.
cual Bolo se evita con una instruccion
sólida y bien dirigida.


BALMBS.
(Filosofia fundamentalJ


Voy á examinar, señores académicos, una cuestion 9:ue
sériamente preocupa á la humanidad desde los primeros dias
de su historia: la cuestion de la JJ'J'opiedad !I de sus relaciones
con el trabajo.


Aunque el derecho de propiedad se me presenta como
objeto de sencilla y clara demostracion, por tener en su apo-
yo la voz de la naturaleza y el testimonio de la ineficacia de
los esfuerzos practicados para destruirle en todos los tiem-
pos y en todos los lugares, no obstante, reconozco la difi-
cultad del asunto, despues de la diversidad infinita de
sistemas y teorías que combaten entre sí enérgicamente,


1




-2-
sostenidos por pensadores igualmente ilustres en el cultivo
de la ciencia. Demostrar cúan absurdos son estos sistemas
y teorías, tanto los que atacan la propiedad como los que
la defienden, ya se llamen sus sostenedores, Platon, Owen,
Fourier, Cabet .... ó Puffendorf, Montesquieu, Ben tham,
Laboulaye, etc. , es tarea harto superior á mis fuerzas y
digna de un talento más claro y mejor cultivado. Mas no
he podido permanecer indeciso ante la lucha que conmueve
á todos los espíritus y que agita á todas las clases; se trata-
ba para mí de elegir entre la libertad y la anarquía, entre
la justicia y la violencia, entre la propiedad individual que
hace posible la vida y considera al hombre en su dignidad
de tal, y el socialismo que es la absorcion del indivíduo en
la especie; y me he decidido por la libertad y la justicia, que
en mi concepto residen en la propiedad, sometiendo á vues-
tra distinguida y benévola consideracion este mi. humilde
trabajo, para defender una institucion sin la cual la socie-
dad es imposible, y por lo que ésta, lejos de escluir á nadie,
reclama el concurso de todos.


Cumple á mi deseo antes de penetrar en tan importante
asunto, manifestar á esa Academia cúnl es la disposicion
de mi espíritu para tratar el tema que tan acertadamente
ha propuesto y cúal el método que en su exposicion he
observado.


Cuando desputls de contemplar la sublime armonía que
existe 611 la magnífica obra de la creacion, reconcentro mi
inteIigenciá en los fenómenos de la vida social, creo des-
cubrir una armonía semejante en las relaciones de los
hombres entre si.


Los minerales influidos por las fuerzas físicas y quími-
cas, observan en sus movimientos una regularidad cons-
tan te; los planetas que pueblan la region celeste 1 recorren





-9-
tnagestuosos su órbita sin tropezar en su carrera; las plan-
tas y los animales, aun aquellos apenas perceptibles para el
microscopio, presentan en sus elementos constitutivos un
armonismo completo; en el hombre, síntesis perfecta de
lo espiritual y de lo corpóreo, es aun más perceptible la
idea de órden que resplandece en todo lo creado; causa
asombro contemplar cómo el querer, el pensar y el sentir
se encuentran de tal modo combinados, que aquellos obje-
tos que recrean á nuestro espíritu, deleitan al corazon y
reciben los plácemes de la conciencia; cómo, por el contra-
rio , la infraccion de una ley moral, el pecado, á la vez de
repugnar á la sensibilidad. merece los anatemas de la razon
y los gritos del remordimiento.


Ahora bien; si existe un órden físico que rige á todos los
seres del mundo material y un órden moral que claramente
se muestra en la actividad del hombre; y por otra"parte, si
concebimos la sociabilidad como una cualidad inherente á
la naturaleza humana, ¿acaso es aventurado suponer que
existe tambien un órden social, natural y divino impuesto
por el Supremo Hacedor en las relaciones de los hombres'?
¿Por ventura, ese amor que mútuamente nos atrae á todos
los indivíduos de la especie humana, ese precioso don dé
la palabra que nos relacio~a, esa ley de solidaridad que
nos hace sufrir el dólor que los demás sienten y nos rego-
cija con sus alegrías, y por último, esa imperfeccion de
nuestra personalidad que nos hace buscar en los demás los
medios de satisfacer nuestras necesidades, no revelan sufi-
cientemente la existencia de un órden social'? ¿ Sería posible
la sociedad si el amor se trocase en ódio, la palabra shviese
solo para injuriar y los brazos que debieran ayudar fuesen
un medio de cortar nuestra existencia é impedir el cum-
plimiento de nuestros fines'? ¿No habria entonces motivos
bastantes para dudar de la existenciá de Dios, de su omni-







.... 4-
potencia, de sú sabiduría ó de su voluntad, haciendo aqUé-
llas impías combinaciones de Fourier, ó Dios no ha sabido ó
no ha querido ó no ha podido crear el órden· en la humani-
dad'? Sublime es la idea de Dios en la creacion, rompiendo
el caos al crear la luz, precipitando los átomos para formar
los minerales, dando vida á los seres y haciendo el hombre
á su semejanza; pero admirable es tambien facilitando la
vida social, sin la cual es imposible la existencia, digan lo
que quieran Juan Jacobo Rousseau y sus secuaces.


Las falanges socialistas, cualquiera que sea el móvil que
las impulse,-ya la falsa ct:eencia de que no existe más en-
tidad que la social, de la cual el individuo es simple me-
dio, ya el supuesto exagerado de la imperfeccion humana,
que hace al hombre incapaz de cumplir por sí solo su fin,
sin la intervencion de la fuerza colectiva ,-tienen un punto
comun, un carácter general en medio de sus grandes diver-
gencias y de sus enconadas luchas; lleva,ndo su osadía
hasta el punto de llamarse «reformadores de la humanidad, »
pretenden hallar en la sociedad esas contradicciones que in-
útilmente han buscado en el mundo físico é intentan en su
loca fantasía reformar las leyes de la naturaleza.


La verdadera filosofía es más modesta, porque como de-
cia Bacon, la ciencia verdadera es la que representa la imá-
gen del mundo con la mayor fidelidad posible, la que el
universo dicta y el hombl'e escribe. No pretende alterar la
naturaleza, creyéndola imperfecta, aspira tan solo á que se
cumplan sus leyes; por· eso esclama laisse:v fai?'e, laisse:v
passe?', no pongais obstáculos á la libertad, abrid paso á las
leyes providenciales que rigen al mundo social como al físi-
co y fisiológico. Calificada de inhumana por sus detracto-
res, no considera á la humanidad del mismo modo que estos,
como una multitud inmensa de seres, como una masa inco-
herente de indivíduos que viven sin reglas y sin leyes, su-




-5-
midos en el caos y en el desórden, agitados en fratricida
lucha por el móvil del interés; tiende á demostrar que los
intereses individuales lejos de ser antagónicos se auxilian
mútuamente, y que lejos de ser ciertas las palabras de Mon-
taigne, le pro/U de l' un faít le dommage de l' aut'l'e, cada
familia, cada municipio> cada provincia, cada nacionalidad,
están interesados en la prosperidad de los demás. Solo exi-
ge como condicion precisa para que esta armonía y esta
concordancia tengan lugar, que cada cual obre en la esfera
de su derecho y que la libertad individual no se halle cohi-
bida por obstáculos de ningun género, dejando que natu-
ralmente se cumpla 10 que por tendencia natural de los
hombres ha de cumplirse.


A veces esta armonía admirable se esconde tras de un
antagonismo aparente, y entonces ,-siendo este caso muy
frecuente ,-las personas que solo se pagan de las impre-
siones desconocen la existencia de esas leyes que, con el
auxilio del estudio y de la reflexion, se descubren. Nada al
parecer más antagónico, nada más contradictorio que los
intereses del comprador y vendedor en un cambio que lu-
chan entre sí en beneficio propio cuidándose poco del ageno;
pero si bien se examina, de esta lucha nace la fijacÍon del
precio en armonÍa.con el coste de la produccion del artículo
ofrecido y con las necesidades del mercado. Cohíbase por
medio de reglamentos, con la tasa ó el monopolio, la liber-
tad de una ó de ambas partes contratantes y el equilibrio
nunca podrá mantenerse; pero no se pongan obstáculos á
la libe~tad individual ni á la ley de la oferta y del pedido,
que es el verdadero significado de la fórmula axiomática de
Gournay, y pronto la competencia corregirá las desigual-
dades de posicion, si es que existen, obligando á cada una
de las partes á entrar en los límites de sus legítimas pre-
tensiones.




-6-
Mas es preciso no dejarse llevar irreflexivamente por el


atractivo de una verdad que más ó menos tarde ha de veri-
ficarse, para explicar arbitrariamente por la ley de armonía
todos los fenómenos sociales. «La ciencia, ha dicho el ilus-
tre Bastiat, no puede resolver un problema-con la voluntad
prefijada de encontrar una solucion consoladora.» Y en
efecto, si así fuese incurriría en un optimismo tan ciego
como el peximismo socialista, y en vez de corregir sus er-
rores con una mejor observacion de 19s hechos, se dejaría
arrastrar por las más funestas preocupaciones.


Ahora bien, considerando á la propiedad como un hecho
de imprescindible necesidad para el cumplimiento del fin
humano,-lo cual no ha podido negarse ni aun por sus
más acérrimos enemigos ,-y reconociendo en la sociedad la
existencia de un órden natural y divino, no temo afirmar
desde luego que la propiedad individual es legítima y que
no se halla reñida con los intereses de los demás hombres.


Desgraciadamente, examinando la série de las aberra-
ciones del entendimiento humano, lo mismo en los anti-
guos tiempos como en los siglos medios y en la edad mo-
derna, ora al abrigo de la quietud como manifestaciones
pacíficas de la "inteligencia, ora en tiempo de turbulencias
y de agitaciones como protestas contra la tiranía de los po-
deres ó la perversidad de las costumbres, siempre ha apare-
cido la utopia social con prepotencia extraordinaria, ocu-
pando la imaginacion del escéptico, la fantasía del poeta-
y esto es lo más frecuente (1 )-ó fanatizando á gentes


(1) La República de Platon, la Utopía de Morus, la OivUas so-
lis de Campanella, la Oceana de Harrington, el Naufragio de las
islas flotantes ó la Basiliada de Morelly, el Viaje á [carla de Ca-
bet, etc., prueban suficientemente que los socialistas han preferido
lo fantástico á lo real y positivo.




-7-
ignorantes que han hallado en la realidad el más amargo
desencanto de sus quimeras. El socialismo ha existido siem-
pre á través de las vicisitudes de la historia, cualesquiera
que hayan sido las circunstancias de lugar y de tiempo,
cualesquiera que hayan sido las instituciones de los pueblos,
su religion, desarrollo ó cultura: socialismo hallamos en las
antiguas monarquías del Oriente, como le habia en las re-
públicas griegas, como ha existido en el imperio romano,
como se ha manifestado durante el feudalismo yel absolu-
tismo de los reyes ( 1), como se ha presentado en la edad
contemporánea y tal vez se presentará tambien en épocas
venideras bajo formas más ó menos variables. Yes que
siempre el error ha acompañado á la verdad, la envidia á la
generosidad, la disipacion al ahorro, la pereza al trabajo,
el vicio á la virtud, el fanatismo á la reflexion; y el socia-
lismo saca partido de todos los errores, excita la envidia,
estimula la pereza y mata el ahorro, prefiriendo el ienguaje
de la pasion al de la razon, buscando la armonía por la vio-
lencia y estableciendo la igualdad convirtiendo á los hom-
bres en simples medios sociales, sin libertad y sin familia.


En nuestra época, los adelantos de las ciencias y de las ar-
tes, el desarrollo de los estudios sociales, el crecimiento ex-
traordinario de la industria y del comercio, las agitaciones
producidas en los espíritus cuando los lazos de la ignoran-
cia s~ rompen de pronto con la ilustracion y cuando las ca-
denas de la tiranía ceden al mágico influjo de la libertad,
influyen poderosamente para que las pasiones, manifestán-
dose más impetuosas que nunca y los errores haciéndose


(1) Luis XIV decia que los reyes son dueños de todo y tienen la
plena y libre disposicion de los bienes que únicamente á título de
administradores discretos, poseen tanto la Iglesia como los particu-
lares.




,.


-s-
tanto más temibles ~uanto que se encubren con la presun-
cion del saber, la.propiedad sea el objeto constante de la
atencion de todos, mucho más si se considera que esa insti-
tucion es de imprescindible necesidad para la vida y que
llega á nuestro siglo revestida de ciertos abusos injustifi-
cables. ~,


Nada más frecuente que oir en los Parlamentos como en
las Academias, leer en los libros como en los periódicos estas
ó parecidas declamaciones de los socialistas:


¡Propietarios, dicen, vuestra hora ha llegado, habeis
usurpado los frutos de la tierra que eran comunes, habeis
prestado con usura á vuestros hermanos, habeis abusado
del sudor del pobre para acumular un poco más de oro en
vuestras arcas, dándole un salario inferior al beneficio que
os produce, vuestra posesion exclusiva es un monopolio
inícnoé irritante, pero la justicia divina y humana va á
caer sobre vuestras cabezas para que restituyais lo que ha-
beis robado!


¡Proletarios, añaden, vuestra hora tambien ha sonado,
vuestra miseria llega ya á su término, vosotros que sois
iguales á los demás, debeis tener tambien igual fortuna, el
salario es la última transformacion de la servidumbre y da-
beis emanciparos de ella! i Encended la tea de la destruc-
cion y aniquilad esa propiedad de que habeis carecido!
i Caiga el hacha de vuestra venganza sobre los capitalistas
que os han tiranizado tan duramente! .


Y como los peligros crecen, como los inocentes abundan,
como los débiles tiemblan, como los perversos se aprove-
chan de la inocencia de los unos y de la timidez de los otros
para imponerse con sus profecías á las masas, abriendo más
las llagas sociales, y como el aliento falta en muchos de los
defensores de la propiedad para defenderla segun se merece,
atribuyéndola fundamentos falsos que fácilmente se destl'u-




-9-
yen ó revistiéndola de ropajes que la desfiguran, es menes-
ter traer á juicio todas esas declamaciones, todas esas doc-
trinas, lo mismo las favorables que las adversas y gritar
enérgicamente, sin vacilaciones ni. dudas, que la propiedad
es legítima; que la .moral, el derecho y la economía política
la justifican i que el interés y la renta no son un humillante
tributo pagado por el trabajo á la ociosidad; que el salario
no es la servidumbre; que los trabajadores y capitalistas le-
j os de hallarse relacionados por la enemistad, se encuentran
unidos por el lazo del interés, vínculo tal vez más poderoso
que los demás, aunque no tan elevado, y cuya armonía solo
puede romperse perjudicándose mútuamente.


Pues bien, esa Academia, cuyo fin es descartar el error
y velal' por la conservacion de la verdad en las ciencias mo-
rales 1/ políticas, ha abordado plenamente la cuestion social
de la propiedad, sacando á público concurso el siguiente
tema, á cuya resolucion encamino todos mis esfuerzos no
obstante de hallarme en la creencia de que mi inteligencia,
humilde de autoridad y escasa de conceptos, no acierte á
conseguirlo satisfactoriamente:


Ezámen de los fundamentos filosóficos 1/ jurídicos que
justifican el aereclw de propiedad.


Legitimidad del arrendamiento, de la renta 1/ del interés
de la propiedad considerada como capital.


Relaciones del capital con el trabajo 1/ demostracion de que
los dereChOs 1/ los intereses de capitalistas 1/ trabajadores son
por su naturaleza armónicos.


Hé aquí los puntos que van á ser objeto de mi exámen;
solo me resta hacer ahora algunas indicaciones acerca del
plan que he adoptado para tratarlos debidamente.


Examinando la índole de las preguntas contenidas en
el tema, he creido notar en ellas dos conceptos capitales




-10 -
que han motivado la division de mi trabajo en dos partes.
En la primera trataré de la Propiedad considerada en gene-
1'al; y en la segunda me ocuparé de la Propiedad conside·
rada como oapital, esto es, en sus relaciones con la indus-
tria, examinando entonces la legitimidad.del arrendamiento,
del interés y de la renta, y demostrando la armonía que
existe entre los agentes de la produccion de la riqueza.


Al estudiar la Propiedad en general serán objeto de mi
atencion cuatro puntos de grandísima· trascendencia que
motivarán otros tantos capítulos:


1. FUNDAMENTO RACIONAL DEL DERECHO DE PROPIEDAD.
II. ExÁMEN DE LAS DOCTRINAS QUE LE JUSTIFICA.N.
III. EXÁMEN DE SU CONTENIDO Y LÍMITES SEGUN LA MORAL,


EL DERECHO Y LA ECONOMÍA.
IV. DEMOSTkACION, AD ABSURDUM, DEL DERECHO DB PRO-


PIBDAD Ó REFUT ACION DE LAS DOCTRINAS QUE LE COMBATEN.
La razon del método fácilmente se concibe. Si conside-


ramos la propiedad como un inmenso edificio que es preciso
construir y mantener, será necesario: primero echar. los ci-
mientos sobre los que ha de e~evarse; luego apartar aque-
llos que no siendo suficientemente sólidos pueden contribuir
á que más pronto se derrumbe; despues señalar su extension,
fijando sus límites é interior contenido; por último, velar
por su conservacion contra los peligros que le amenacen.
En efecto, no basta exponer los fundamentos sobre los que,
en mi concepto, la propiedad descansa, sino rechazar enér-
gicamente aquellos otros cuya debilidad ha sido causa de
que aparentemente vacile; tal sucede con las doctrinas fun-
dadas en la ocupacion y el trabajo, así como las que se
apoyan en la convencion ó la ley, que han sido fácil-
mente destruidas por los socialistas. Además es preciso
señalar cuál es la extension y el contenido que en nuestro
concepto ha detener la propiedad para que sea legítima,




-ll-
porque muchos la a~miten pero con limitaciones, oponién-
dose á la libre facultad de usar, de enagenar ó de testar, y
verificándolo de distinto modo segun el criterio moral, ju-
rídico ó económico que acepten. Por último, es menester
examinar los argumentos que contra ella se dirigen, porque
presentándolos despojados de los atractivos con que se ador-
nan, viene á quedar reducido á polvo el maléfico influjo que
pudieran ejercer, siendo este exámen una especie de demos-
tracion negativa que prueba, ad absurdum, la legitimidad
de la propiedad.


Al tratar' en la segunda parte de la Propiedad conside-
rada como capitai, dividiré esta materia en dos secciones.


En la seccion primera trataré de los puntos siguientes:
I. LEGITIMIDAD DEL ARRENDAMIENTO.
JI. LEGITIMIDAD DE LA RENTA Y DEL INTERÉS DEL CAPITAL.
JII. LEGITIMIDAD DE LA RENTA TERRITORIAL.


En la seccion segunda de los siguientes:
I. RELACIONES ENTRE EL CAPITAL Y EL TRABAJO.
II. ARMONÍA. ENTRE LOS DERECHOS É INTERESES DE TRA BA-


JADORES y CAPITALISTAS: CAUSAS QUE LA PERTURBAN Y MEDIOS
DE RESTABLECERLA.


Considerando en esta segunda parte á la propiedad como
capital, segun dejo ya indicado, no tengo para quéocu-
parme de la legitimidad de este, puesto que no es más que
la propiedad destinada á la produccion; sí deberé examinarle
atendiendo á la mision especial que desempeña en la indus-
tria. Yen este concepto unas veces el propietario utiliza
su capital arrendándole y otras le utiliza por su propia cuen-
ta y riesgo, relacionándose inmediatamente con los traba-
jadores. De aquí el haber formado las dos secciones referi-
das. En la primera daré una idea del arrendamiento, ex-
poniendo su fundamento racional y su importancia en la
industria; tratando luego de la renta y del interés como




-12 -
retribuciones del capital arrendado, y examinando despues
las doctrinas, favorables Ó adversas, que consideran á la
renta como un fenómeno especial y exclusivo del capital
tierra. En la segunda expondré las relaciones entre el ca-
pital yel trabajo, manifestando el auxilio que mútuamente
se prestan, indicando los medios de establecer estas rela-
ciones, ya por el salario, ya por el dividendo, presentando
los inconvenientes de una y otra forma de retribucion y
cuál es la preferible para los intereses de ambos: en fin,
concluiré mi tarea manifestando la armonía qu~ existe en-
tre ellos, de qué modo se encuentran enlazados en el cami-
no del progreso, cómo sus luchas les son igualmente funes-
tas y de qué manera sus desacuerdos se terminan, no pOl'
medios violentos, sino por la virtud de las leyes económicas.


Antes de terminar estas indicaciones preliminares debo
manifestar que, considerando la importancia que tiene en la


¡


exposicion de una materia su concepcion sistemática, he
creido conveniente colocar al final de esta obra unos Oua-
dros sinópticos de todos los puntos que son objeto de ella,
para que puedan recordarse rápidamente yen razon de uni-
dad, teniendo á la vista el plan que ha presidido á su
exámen.


Tales son, señores académicos, las indicaciones que he
creido era un deber mio manifestar antes de comenzar mi
trabajo acerca de la interpretacion que he dado al tema del
concurso, quedando colmados mis propósitos y satisfechos
mis deseos si lograse merecer el aprecio de vuestra distin-
guida y benévola consideracion.




PARTE PRIMERA.


DE LA PROPIEDAD EN GENERAL,


,


CAPITULO PRIMERO.
FUNDAMENTO RACIONAL DEL DERECHO


DE PROPIEDAD (1).
La propiedad de lo interior es


la libertad j la propiedad de lo
exterior la libertad en sus mani-
festaciones.


K.lNT.


Descúbrese en la propiedad, cualquiera que sea el con-
cepto que de ella se tenga, la existencia de dos elementos
esenciales, sin los cuales no puede concebirse realizada en
la vida: el elemento individual y el social.


No bastándole al hombre sus facultades para el cum-
plimiento de su destino, busca el auxilio de la naturaleza:
esta le ofrece su utilidad y se somete á su dominio, exi-
giéndole tan solo el ejercicio de su actividad sobre ella.
Pues la propiedad es la fórmula de esa relacion del hombre


(1 ) Véase el cuadro núm. 1.




-14-
sobre la materia, establecida por medio de su trabajo: hé
aquí el elemento individual.


Pero el hombre no vive solo, cumple su fin asociado
con sus semejantes; y en este estado nace una nueva IJ'cla-
cion que así como la anterior era del individuo sobre la
materia, esta se manifiesta entre elindivíduo y la especie,
entre el hombre y la sociedad: hé aquí el elemento social.


No es posible, cuando se estudia la cuestion de la pro-
piedad, prescindir de ninguna de estas dos relaciones: la
claridad en la exposicion obliga sin embargo á separarlas,
pero solo hipotéticamente y sin negar su unidad:


I.-Relacion del hombre con la naturaleza.


No se concibe la existencia de un ser en la creacion sin
que sirva para algo, sin que tenga una mision preconcebida
por el Supremo Hacedor; y este algo para que sirve, y esta
mision que ha de cumplir, es sufin, es su destino. Los mi-
nerales ocultos en las entrañas de la tierra ó sumergidos en
los abismos de los mares; los vegetales brotando rica y es-
pontáneamente de la naturaleza; los animales que pueblan
los bosques, cruzan los aires ó surcan las aguas, todos, ab-
solutamente todos, contribuyen de algun modo al fin uni-
versal de la creacion, cuya existencia presentimos, pero
cuyos arcanos son impenetrables á la razon humana.-A
veces la observacion de ciertos fenómenos de la naturale-
za parece poner en duda lo que la razon revela y la expe-
riencia generalmente nos enseña i pero el progreso de las
ciencias naturales constantemente manifiestan la utilidad
que pueden prestar cosas tenidas antes por inútiles.


El hombre, como formando parte de la creacion, siendo
el compendio de ella, y habiendo sido hecho á imágen y se.-
mejanza de Dios, no podia estar desprovisto de alguna mi-




-15 -
sion que desempenar en el trascurso de su vida. La religion
nos enseña que debemos cumplir el fin para que fuimos
creados. Nuestra propia conciencia aSÍmismo nos dice que
no. hemos aparecido al acaso sobre la superficie del globo
sino para realizar alguna cosa. Y en efecto, la o bservacion
de la naturaleza humana manifiesta que el hombre se siente
conducido por diversas tendencias que ponen en movimien-
to sus facultades: la curiosidad que á todos nos anima é in-
clina al conocimiento de la verdad, el amor al bien, á la
justicia, á la belleza y á la virtud; el hambre, la sed, el
sueño, etc., son otras tantas tendencias ó inclinaciones
-las llamadas necesidades ó ea;igencias dérivadas de ser el
fin necesario-que, naciendo expontáneamente en el hom-
bre, nos revelan que tiene algo que hacer en esta vida para
cumplir su fin.


Este fin, térmip.o de todos sus actos en la série sucesiva
del tiempo, es la realizacion del bien. Vano empeño ha sidp
el de filósofos y moralistas el de definirle con exactitud por
ser un concepto primordial de nuestro espíritu, al cual no
puede alcanzar el análisis que toda definicion exige. Pero
es lo cierto que la idea del bien generalmente se concibe co-
mo una relacion de conformidad entre el objeto calificado y
el ser á quien se refiere. Cuando decimos, por ejemplo, que
el sol es un bien para las plantas, es porque el calórico es
conforme á la naturaleza de estas; y aplicándolo alhom-
bre, será bien todo lo que sea conforme á su naturaleza,
física, intelectual Ó moral. De consiguiente, cuando el
hombre desenvuelva sus facultades, desarrolle los bellos
gérmenes que Dios ha depositado en él y el resultado de su
actividad sea conforme ó esté en armonía con su esencia,
habrá realizado el bien y por tanto su destino.


Ahora bien; si pues el hombre tiene una mision que
cumplir, un fin que alcanzar en la consecucion de su vida,




..... 16 -
á <:luyó élimpllmlento vivamente le impelen sus necesida'"
des, fácilmente se concibe que ha de tener los médios ade-
cuados para satisfacerlas.


En efecto, estos médios existen; unos recibidos directa-
mente de Dios; otros de los hombres. Entre los primeros hay
unos que residen en nuestra propia esencia, en nuestra per-
sonalidad; y otros que se hallan esparcidos en el mundo ex-
terior, en la naturaleza. Los segundos son los ser/)icios que
los hombres en sociedadmútuamente se prestan (1).


En el exámen de cada uno de estos medios necesarios
para. la obtencion del fin humano ,-es decir, en el estudio
de nuestras facultades primero, en el de la naturaleza des-
pues, en el de la relacion que se establece entre aquellas y
estas, y en el de la garantía ó sancion concedida por la socie-
dad para que esta relacion sea de todos respetada ,-hallare-
mos los fundamentos de la propiedad.


El primer punto que debe ser objeto de nuestra atencion,
es demostrar la IMPERFECCION de la natu1'aleza ltumana, que
no se basta á sí propia con sus FACULTADES sino que NECESITA
el concurso del mundo exterior, y la LIBERTAD de que goza
pa'l'a vale'l'se de los MÉOIOS más adecuados á su conservacion y
pe'J'leccionamiento.


La idea de órden y de sublime armonía que por todas
partes resplandece en la magnificencia de la creacion, la
encontramos admirablemente manifestada en la constitu-
cion de nuestra personalidad. El mundo físico 'y el del es-
píritu, lo material y lo inmaterial, lo corpóreo y lo incor-
póreo, forman un perfecto conjunto, una entidad divina-


(1) En el capitulo IU discutiremos sobre si los serf)icios pueden
ser objeto de la. propiedad, limitándonos ahora á la. del hombre so-
bre sus actos y la. naturaleza en la relacion jurídica con los demás.




-1' -
tnente sIntetizada que es la imágen viva de bios. m hombre
tiene un alma como los espíritus puros, y un cuerpo como
los animales, pero el más perfecto en sus funciones y en
su organismo. Por medio de su cuerpo se pone en relacion
con el mundo material; por medio de su espíritu se eleva á
la idea de lo infinito, rinde culto á la Diviuidad, expresa
la belleza y se dedica con ardor al conocimiento de las ver-
dades científicas.


El hombre tiene condiciones propias, inherentes á su
esencia, que le hacen capaz de realizar su destino: inteli-
gencia, voluntad y sensibilidad. Cada una de estas facul-
tades tienen un fin propio, pero todas ellas armónicamente
unidas tienden al fin uno y entero. La inteligencia enseña
que tal acto .es bueno ó malo, y por tanto nos lleva ó nos·
aparta del cumplimiento de nuestro destino. La v~luntad
indic~ que somos libres en la eleccion de aquello que consi-
deramos como más conducente á nuestro bien estar. Y por
último, la sensibilidad nos advierte que hemos acertado en
la manera de llenar nuestra mision en la tierra, sintiendo
un vivo placer cuando hemos obrado bien, experimentando
un vivo 'dolor cuando hemos ejecutado algo que contraría á
nuestro fin. Por último. el cuerpo que concurre con el alma _
á nuestra constitucion sirve, mediante los sentidos, ya para
ejecutar los actos internos, ya para informar al espíritu de
lo que en la vida exterior acaece.


Pues el hombre es dueño de estas facultades y de este
organismo corpóreo, teniendo por tanto una verdadera pro-
piedad sobre sus actos. Verdad es que todos los seres de la
creacion tienen tambien ciertas condiciones inherentes á su
naturaleza para su conservacion y crecimiento; pero pres-
cindiendo de la inferioridad de estas condiciones, i, qué dife-
rencia no existe entre el hombre y la piedra que cae fatal-
mente por la fuerza de la gravedad, la planta que incons-
~




... lS-
cientemente se nutre y alimenta, y el animal queínstintí-
va mente busca los alimentos necesarios para su vida ó' se
une con los de su especie para cumplir el fin de la procreR-
cion'? ¡Ah! Es que el ~ombre es responsable de todos sus
actos, porque es dueño de sus determinaciones, es decir,
porque es lióre, y es libre porque tiene conciencia de sí mis-
mo, de sus necesidades y de los medios de satisfacerlas.


La libertad es el carácter distintivo de la personalidad
humana, y por ella el hombre p.redomina sobre los demás
seres, que se le ofrecen para el cumplimiento de su destino.
La propiedad individual aparece como una manifestacion de
esta libertad que existe en el indivíduo. «La propiedad de
10 interior, dice Kant (1 ), eS,la libertad, la propiedad de lo
exterior, la libertad en sus manifestaciones.»


Si el hombre no fuese dueño de sus actos, esto es, sino
se considerase como causa eficiente de ellos, no atribuyén-
doselos á ningun otro, no seria libre en su ejecucion, no se
le podrian imputar y por tanto no seria de ellos responsaóle.
Hé aquí por qué, desconociendo Owen el más augusto de
los atributos del hombre, que es rm libertad racional, tuvo
que negar la propiedad individual como su consecuencia
inmediata, considerando al indivíduo humano como solo el
producto de circunstancias exteriores que era preciso con-
ceder á todos del mismo modo, degenerando así en el más
repugnante comunismo. Todos los pueblos antiguos y mo-
dernos, cualesquiera que hayan sido sus instituciones y su
cultura, han admitido en su lenguaje las palabras 'l/irtud y
vicio, premio y castigo, recompensa y pena. i, y qué sigui-
ficadan estas palabras si el hombre fuese un instrumento
ciego de accion y no causa voluntaria y por tanto responsa-
ble de sus actos~


(1) Principes metaphyslques du dl'oít.




-19 -
Resulta, pues, de lo dicho, que el hombre tíene una


propiedad incontestable en sus facultades personales, pu-
diendo disponer de ellas como mejor le plazca para el cum-
plimiento de su fin, que para eso es ser racional y libre.


Pero estas facultades, qne tanto embellecen á la natura-
leza humana, no son bastantes para el cumplimiento de su
fin. Dotado el hombre del más perfecto organismo de la
creacion, de una inteligencia admirable para conocer la
verdad en todas sus manifestaciones, de una sensibilidad
esquisita para amar el bien y de una voluntad libre en sus
determinaciones, su vida seria sin embargo imposible si
no tuviese los medios adecuados para poner su capacidad en
movimiento y que convirtiesen su posibilidad de hacer en
un hecho.


El hombre, ya lo hemos indicado, no solo es espíritu,
sino ser corpóreo: su existencia seria imposible, al menos
en esta vida, si únicamente se hallase dotado de facultades
anímicas. Su cuerpo, como in di vid uo físico, se halla su-
jeto á las leyes que rigen al mundo material: nacido
en la naturaleza, crece y muere tambien en su seno.
Necesita una alimentacion cuotidiana, que varía en ma-
yor ó menor grado segun el temperamento y el medio
en que ,vive cada individuo; necesita tambien, un vestido
para cubrir su desnudez y una morada que le proteja con-
tra las inclemencias del cielo; necesita, en fin, medios de
defensa para preservarse de multitud de seres dañinos que
por todas partes amenazan su existencia. De este modo el
hombre se halla íntimamente enlazado con la naturaleza y
en parte sometido á sus leyes, y si faltase á ellas bien pronto
habria dejado de ser. Por esto sus necesidades físicas, si bien
no son las que más le enaltecen, sí son las que exigen una
satisfaccion más imperiosa, tanto que de no verificarlo, ·seria
imposible el cumplimiento de sus fines particulares de vida.




-20-
Ahorá. bieI1! ¿cómo habia el hombre de satisfacer sus ne-


cesidades'? Hé aquí una cuestion que no podia menos de re-
solver la omnipotencia y sabiduría de Dios. Yen efecto, el
GéÍlesis, el libro que tan sencilla y admirablemente describe
10S'Íenómenos de la creacion, refiere que despues de termi-
nada su obra, el Supremo Hacedor bendijo á los primeros pa-
dres dellinage humano, diciéndóles: «Creced y multiplicaos
y poblad la tierra; dominadla y tened señorío sobre los peces
del mar, sobre las aves del cielo y sobre todos los animales
quese mueven en la faz de la tierra (1).» Y qué significan es-
tas palabras de las Sagradas Escrituras, sino la relacion de
dominio del hombre sobre la naturaleza, beudecida por Dios
desde los primeros albores del mundo'?-Y es un hecho o bser-
vado en la historia de los pueblos, que siempre han procura-
do estos revestir á la propiedad de un carácter sagrado, tra-
yendo en su ápoyo á la religion para confirmarla. Además
del pasaje citado del Génesis, hay muchos otros en el L~vi­
tico, ./Jeuterenomw, ,salmos, etc., que prueban que la pro-
piedad tuvo este carácter en el pueblo hebreo, como le halla-
mos tambien en el código de Manú, en el Zend-Avesta y en
casi todas las legislaciones orientales, y como le encontra-
mos además perfectamente marcado en Grecia y Roma, so-
bre todo en esta última, donde se rendia culto al dios Ter-
mino y á la diosa Ceres, castigándose severamente al que
traspasaba los límites de la propiedad agana ó quemaba las
mieses que no le pertenecian, no tanto por ~a índole del
delito cometido cuanto por haber inferido una grave ofensa
á estas divinidades.


Pero lo que á primera vista aparece de la lectura de las
Sagradas Escrituras ó atendiendo al dictado de la razon, es


(1) Cap. I, \Terslculo 29.




- 21-
que esta reZacion de dominio ha sido conferida á la humani-
dad sobre la naturaleza, esto es, á todos los individuos
humanos sobretodos los individuos naturales. ¿Cómo ex-
plicar, pues, la individualizacion de la propiedad ó sea la
relacion de dominio de un indivíduo humano sobre un indi-
viduo natural ~


Hay entre estas dos relaciones-de la humanidad (espe..;
cie) con la naturaleza (especie tambien) y de indivíduo
con indivíduo, -otras dos relaciones que son de un indivi-
duo humano con toda la naturaleza y de un individuo na-
tural con toda la humanidad (1).


Efectivamente, la relacion fundamental es la que existe
entre la humanidad y la naturaleza; más esta relacion así .
concebida, ¿seria practicable~ La humanidad y la naturaleza
son dos entidades abstractas que se muestran y determinan
en individualidades particulares y concretas (seres huma-
nos, seres físicos) y por consiguiente la relacion que pueda
existir entre aquellas, no sería otra cosa que la abstraccion
de las particulares relaciones que existen entre cada uno de
sus individuos.


Pero para que un indivíduo natural pueda ser apropiado
por un individuo humano, es menester que este tenga fa-
cultad de relacionarse con toda la naturaleza, y que aquel
individualmente pueda ser sometido por toda la humanidad.
Más claro: si un hombre no tuviese una facultad sobre todos
los seres de la creacion, no podria apoderarse de uno de es-
tos, un árbol, por ejemplo; y si este árbol no pudiera ser
dominado por los hombres, no podria serlo por uno de ellos.


Es así que el individuo hUIQano tiene una facultad ra-


(1) Véase sobre este punto el breve pero concienzudo discurso
del Sr. Giner. Bases para la teoría de la propiedad.




- 22-
ciona! de obrar sobre todos los seres de la creacion, y un
individuo natural puede ser dominado por la humanidad,
luego un hombre puede dominar sobre un ser físico.


Más esta relacion solo se concibe en cuanto ha sido es-
tablecida por medio del trabaJo. En efecto; si yo no hubiera
trabajado para apoderarme del árbol que existia adherido á
la tierra, de nada me hubiese servido el titulo de dominio
que tengo sobre todos los seres de la naturaleza; yel árbol
no hubiere sido apropiado á pesar del domini? que la huma-
nidad tuviese sobre él, si yo, individuo humano, no hubiese
trabajado. Por esta razon, al afirmar que la humanidad tiene
dominio sobre un ser de la naturaleza, estoy muy lejos del
comunismo, porque este dominio de la humanidad solo le .
admito en cuanto no ha recaido todavía el trabajo del indi-
viduo; pues cuando este trabaja, la cosa adquirida le per.
tenece en virtud de su poder sobre toda la naturaleza y por
formar parte de la humanidad de esta suerte determinada.


El hombre no ha podido gozar de la: utilidad de los seres
naturales, sin apropiárselos, es decir, sin ponerlos en con-
diciones propias, adecuadas á las necesidades que esperi-
menta, sin que recayese sobre ellas la acoion de sus facul-
tades, viniendo á convertir la aptitud de la naturaleza en
un lteclw y transformando de este modo la utilidad en valor.


Aun en ese ideal de felicidad, en ese estado de bien estar,
en esa edad llamada de oro por los poetas, que las tradicio-
nes de todos los pueblos primitivos atribuyen á la huq¡ani-
dad, siempre el hombre tu vo que poner en movimiento sus
músculos, siquiera no fuese,más que para apoderarse de los
fmtos que tan abundantemente se presentaban á su paso.


Segun el Génesis, (cap. 12.-15), el Criador colocó á
Adam en el Paraiso para que le cultivase, ut operaretur et
custodirct illum. Y todos conocemos tambien otro pasaje




- 23-
del mismo (1) en donde se cuenta de qué modo habiendo
desobedecido nuestros primeros padres á Dios, les arrojó
este del delicioso Edem, condenándolos á las más duras pe-
nalidades y á tener que regar la tierra con el sudor de su
rostro para recoger los frutos necesarios á su conservacion
y alimento. Desde entonces, solo á fuerza de trabajo ha po-
dido pro·veer á sus necesidades.


La naturaleza, pues, es útil al hombre, pero exige el
concurso de sus facultades, que para eso le dotó Dios de
ellas y no para entretener su ociosidad.


Hasta aquí hemos visto que el hombre se relaciona con
la naturaleza pára la satisfaccion de sus necesidades por
medio del trabajo; veamos ahora en qué consiste esta re-
lacion.


La sencilla indicacion de que aquel es un ser racional y
libre y esta un ser sin inteligencia ni voluntad, es sufi-
ciente para comprender que la superioridad ha de residir en
el primero y la sumision en la segunda: que el uno será
el sugeto y la otra el o bj eto de la relacion (2).


Mas esta relacion de dominio constituida á favor del
hombre sobre la naturaleza para la consecucion de su fin,
no le autoriza á destruirla inútilmente. La conciencia moral


. reconoce Mcia los seres naturales la existencia de ciertos
deberes, como creaciones de Dios que el hombre debe res-
petar. El Supremo Hacedor confirió al hombre el dominio
sobre los peces del mar, sobre las aves del cielo y sobre to-
dos los animales y plantas que aparecen en la superficie


(1) Cap. 1I1, versículo 9.
(2) Véase sobre esto, Rosmini (Filosofía del derecho) y Broglie


(De la propiedad).




-24-
terrestre, pero jamás le ha otorgado la facultad de mal-
tratarlos cuando no sea necesario al cumplimiento de su
destino.


Salva esta limitacion, la sumision de la naturaleza es
completa cuando ha sido apropiada por el trabajo humano.
y como el trabajo es el ejercicio de la actividad libre del
hombre, y este siendo dueño de sus facultades es dueño
tambien de sns actos, y como la apropiacion de la natura-
leza no es más que el resultado de un acto humano, de aquí
que la propiedad sobre el mundo físico sea como una exten-
sion de la personalidad, ó como dice Lerminier, un desenvol-
vimiento de la libertad del hombre, ó como decia Kant, la
libertad misma en sus manifestaciones (1). y en efecto;
¿quién se atreveria á arrancarme el pedazo de madera que
hubiese transformado por mis manos, el hierro que me hu-
biese servido para construir una máquina, el lienzo sobre
el cual hubiese dibujado un paisaje ó el mármol donde se
hubiera exteriorizado mi concepcion espiritual, sin haber


'dado un rudo golpe á mis músculos y á mi fantasía, á mi
persona y á mi libertad '?


Hemos visto cómo se establece y en qué consiste la re-
lacion del hombre sobre la naturaleza: algunas 'palabras
más darán á conQcer los excelentes efectos que se proáucen'
para ambas entidades relacionadas.


Por el trabajo, que es el medio de adquirir la pl'opiedad,
el hombre se aprovecha cada vez más de las fuerzas de la
naturaleza; por el trabajo la naturaleza se muestra 'más
pródiga y se embellece progresivamente.


(1) Lerminier (Filosofía del derecho); Kant (Principios metafí-
sicos) Fichte, Ahrens, Troplong, etc., tienen una opinion seme-
jante.




- 25-
Con razon dice Coquelin que no hay descubrimiento en


las ciencias, ó al menos en las artes industriales, que no
tenga por objeto, ya poner al servicio del hombre alguna
fuerza natural toda vía ignorada, ya utilizar mejor un agen-
te conocido de antemano. Contínuamente se descubren
nuevas minas y canteras, se estiende el dominio de la tier-
ra cultivable, se esploran los lagos y los rios y se revelan
nuevos mares á los ojos de los navegantes. La fuerza de la
gravitacion que en los tiempos primitivos era casi siempre
un obstáculo para el hombre, se ha convertido, gracias á
los descubrimientos científicos, en uno de sus más podero-
sos auxiliares. La electricidad que era un poder tan miste-
rioso y rebelde ,. nos sirve ya hoy para correspondernos á
grandes distancias. El vapor que antes se perdia en la at-
mósfera, reducido ahora á prision en una caldera, arrastra
con velocidad increible nuestras personas y nuestras rique-
zas. Finalmente, las potencias más secretas de la natura-
leza, lo mismo que las propiedades más íntimas de los
cuerpos, vienen sucesivamente á rendirnos tributo. Es esta
una de las fases del progreso humano, y no ciertamente la
menos digna de interés.


Si el hombre cada vez saca mejor partido de las fuerzas
y seres de la naturaleza, esta se hace más fecunda y se em-
bellece con el trabajo de aquel. Acertadamente decia el
conde de Buffon que la naturaleza es el trono exterior de la
magnificencia divina, yel hombre que la contempla y la
estudia se eleva por grados al trono interior de la Omnipo-
tencia. Yen efecto: las flores) las frutas, los granos per-
feccionados y multiplicados hasta lo infinito: las especies
de animales útiles aumentadas sin número, mientras las
de los dañinos reducidas y ahuyentadas: los minerales
sacados de la'S entrañas de la tierra: los torrentes conteni-
dos y los rios encauzados: la tierra convertida en animada




- 26-
Y fecunda; en las llanuras abundantes pastos y las colinas
cubiertas de vides y frutales: los istmos que separaban ma-
res suspendiendo la navegacion y el comercio, perforados:
los desiertos convertidos en ciudades habitadas por un pue-
blo inmenso: otros mil monumentos de poder y de gloria
demuestran con harta evidencia que el hombre, soberano
de los dominios de la tierra, ha mudado y renovado su su-
perficie con la accion benéfica del progreso de su inteligen-
cia y de sus brazos.


RESUMIENDO todo lo que llevamos dicho en la primera
parte de este capítulo, tenemos:


Que el hombre como todo ser finito, tIene un fin que
cumplir en su vida, que es la realizacion del bien, á cuyo
cumplimiento imperiosamente le estimulan sus necesidades;


. Que teniendo este fin que cumplir y estas necesidades
que satisfacer, ha de tener los médios adecuados para satis-
facerlas;


Que estos medios existen: unos son internos y otros ex-
ternos, residiendo en su propia personalidad ó en los seres
que le rode~n; .


Que los medios internos ó sean sus facultades, sobre los
cuales tiene un dominio como ser racional y libre, le dan
capacidad para obrar; pero esto no basta, necesita· de me-
dios externos que desenvuelvan toda su actividad en sus
múltiples relaciones;


Que en este concepto el concurso de la naturaleza es de
imprescindible necesidad para el hombre, ya que mediante
su cuerpo se halla en parte sometido á sus leyes y que de
no sujtarla á su pode~ es vencido por ella;


Que, en efecto, Dios le ha conferido el dominio sobre
ella, lo cual es un hecho observado en todas las religiones;
y que este dominio se refiere al individuo humano sobre el




- 27-
individuo natural, no á la humanidad sobre la naturaleza,
como pretenden los comunistas;


Que la relacion del hombre sobre la naturaleza se esta-
blece mediante el trabajo de aquel; pues no basta que la na-
turaleza pueda servir sino que en efecto sirva; lo cual no
se consigue sino apropiándosela por el ejercicio de sus fa-
cultades, cambiando de este modo la utilidad en 'Dalor;


Que esta l'elacion así establecida, consiste en una sumi-
sion completa de la naturaleza - ser sin inteligencia ni li-
bertad ,-al hombre-ser inteligente y libre ;-pero que esta
sumision no le autoriza á este, s1(,fleto, á destruir inútil-
mente á aquella ,objeto;


. Finalmente, que esta relacion produce excelentes electos
para ambas entidades relacionadas: que si por el trabajo el
hombre se aprovecha cada ve~ más de la naturaleza, esta
se hace más fecunda y se embellece progresivamente por
la accion de aquel.


Pues bien, en esta superioridad del !tombre sobre un ser
de la naturaleza, necesaria al cumplimiento de su destino,
dependiente de su 'Doluntad y con el trabajo como condicion
indispensable para su existencia, consiste la relacion esencial
de la propiedad.


II . -Relacion del hombre 'con la na.t~a.leza en la
convivencia social.


Hemos examinado hasta ahora la relacion del hombre
con la materia; tratemos ahora de esta misma reIacion en
la con vi vencia social.


Considerando al indi víduo aislado, es innegable, ya se
acepte el criterio de las escuelas llamadas o"jetivas ya el de
las subjetivas, la relacion individual de la propiedad, sope-
na de condenarle á una muerte segura impidiéndole la sa-




- 28-
. tisfaccion de sus imperiosas necesidades, y por tanto de~
jándole sometido á la fatalidad de las leyes físicas.


Más el hombre no puede vivir: aislado: la sociedad se
presenta como una necesidad ineludible para su conserva-
cion y perfeccionamiento. La sociabilidad es una cualidad
inherente á su ser, de la cual no puede prescindir, es, como
dice Ahrens, Un carácter distintivo de la personalidad, del
mismo modo que la igualdad es la espresion de la unidad
del género humano, por tener todos los hombres una mis-
ma naturaleza y unos mismos fines que realizar. Y como
todos los fines de la vida humana se relacionan de tal modo
que el cumplimiento de uno exige la existencia de los de-
más, y como cada uno de estos fines es demasiado estenSo
para ser cumplido por el individuo solo, de aquí la necesi-
dad de que los hombres se asocien á fin de alcanzar por el
concurso de su inteligencia, de su voluntad y de toda su
actividad, resultados que aislada y separadamente no hu-
bieran conseguido. .


Ahora bien; en el estado social, único en que es posible
la vida y al cual el hombre tiende naturalmente, ¿cómo se
esplica que lo apropiado por uno sea Ül,n solo disfrutado por
el que lo adquirió 1/ no por ningun otro, teniendo todos ooli-
gacion de respetarle en su dominio"!


Tal es la cuestion del derecho de la propiedad en la vida
social, objeto de las más vivas controversias y de las opi-
niones más variadas. Unos fundan este derecho en el modo
de la adquisicion, creyendo que el hecho solo de relacio-
narse el hombre con la naturaleza, legitima la propiedad
jurídicamente (teorías de la ocupacion y del traoajo). Otros
por el contrario, dando poca importancia al hecho de la pro-
piedad ,consideran el derecho como una creacion humana,
creyéndole nacido de la voluntad de un legislador ó de las
cláusulas de un pacto que suponen ha precedido á la forma-




- 211-
cion de las sociedades (teoría de la ley y de lá convencwn).
y muy próximos á estos se hallan aquellos que, par-
tiendo de la teoría del dominio eminente del Estado, con-
secuencia que lógicamente se deriva da las anteriores doc-
trinas, sostienen sistemas muy diversos, segun los cuales


. el hecho de la propiedad aparece desfigurado limitándo en
proporciones muy varias las facultades del dueño, hasta el
punto de que en algunos de ellos el indiví~uo desaparece
absorbido por la institucion social, trasformando á la pro-
piedad individual en colectiva: conjunto de sistemas que
reciben el nombre genérico de socialismo. Como de todas
estas doctrinas y sistemas hemos de ocuparnos con exten-
sion separadamente ( 1), prescindiremos ahora de su estu-
dio, pa.sando á exponer las consideraciones que en nuestro
concepto justifican el dereclto de propiedad.


Aunque el hombre sea libre en sus determinaciones y
dueñoesclusivo de sus actos, ha de obrar necesariamente de
cierta manera y con determinadas condiciones si desea cum-
plir el fin para que ~ué creado, si quiere practicar el bien,
si ha de ejecutar todo lo que es conforme á su naturaleza
física, moral é intelectual; esta manera necesaria de obrar
es el DEBER. Mas el hombre se encuentra relacionado con
Dios, consigo mismo , con la naturaleza y con sus seme-
jantes, teniendo que obrar necesariamente de cierta manera
respecto á ellos sino quiere faltar al fin para que fué creado:
de donde se infiere la existencia de deberes para con Dios,
para consigo mismo, para con la naturaleza y para con sus


(1) Véase el cap. II donde examiilo las opiniones de filósofos '11
jurisconsultos que justifican el derecho de propiedad: y el cap. IV,
donde al tratar de los argumentos contra la propiedad rechazo el
socialismo.




-90-
semejantes. ~n efecto; reconociéndose criatura de DIOS tíene


. el debel" de amarle y de manifestar por medio del culto su
gratitud y respeto. Contemplando la elevada mision que está
llamado á desempeñar sobre la tierra, al propio tiempo que la
excelencia de sus facultades y de su organismo, comprende
cual es la importancia de los deberes que ha de cumplir para
conservar y desenvolver los bellos gérmenes que el Ser Su-
premo ha depositado, en su espíritu y en su cuerpo. Admi-
rando la magnificencia de la creacion, considera la multitud
de seres que gratuitamente se ofrecen para lasatisfaccion de
sus necesidades; pero comprende tambien que á pesar del
dominio que sobre ellos ejerce, tiene el deber de no destruir:"
los inútilmente. Por último, observando la extension de sus
necesidades y los límites de sus facultades, busca en el
concurso de sus semejantes, impulsado por el instinto de
sociabilidad los medios adecuados para satisfacerlas. Y co-
mo del cumplimiento de todos estos deberes se sigue la rea-
lizacion del fin uno y entero de la humanidad; y siendo el
obje~ de la moral el estudio de las leyes que rigen la acti-
vidad libre para la consecucion del fin uno y entero de la
especie humana, los deberes que ligan recíprocamente á los
hombres en la sociedad, y que por tanto se llaman sociales,
forman parte de la moral.


Preséntanse lós referidos deberes? segun hemos antes
indicado, como otras tantas leyes del mundo moral á seme-
janza de las que rigen al mundo físico, de cumplimiento
necesario para el fin humano, pero con la diferencia de que
aquellas, si bien son necesarias, no son fatales; obligan
más pueden dejar de cumplirse: de otro modo no se com-
prende la libertad del hombre, ni por tanto la re~ponsabili­
dad de los actos que de él se deriven.


Si, pues, es necesario que los deberes se cumplan, y sin
embargo, puedan dejar de cumplirse, fácilmente se com-




- ::11-
prende que ha de exis~ir la facultad de eXIgIr su cumptí-.
miento en el ser, cuyos fines lo pidan de suyo: hé aquí en
esta exigibilidad 6 facultad de exigir el cumplimiento del
deber 6 las condiciones para cumplirle, la idea del DERECHO,
razon por la que son ambos considerados como dos concep-
tos correlativos. Dios, que impone los deberes y los consti-
tuye á favor de sus obras, tiene la facultad de exigirlos;
pero la idea del derecho se aplica especialmente á la exigi-
bilidad de los deberes sociales.


Podemos faltar al cumplimiento de nuestros deberes
para con Dios, para con nosotros mismos y para con la Na-
turaleza: habremos faltado entonces á nuestro fin, y de ello
seremos responsables ante el foro interno, ante el_tribunal
de la conciencia, ante la justicia divina. Más cuando falta-
mos á los deberes que tenemos .respecto de nuestros seme-
jantes. no s610 nos apartamos de ímestro fin, sino que im-
pedimos su cumplimiento á lbs demás, haciendo imposible
la sociedad, de la cual no se puede prescindir; de donde se
infiere que no solamente Dios tendrá 1a facultad de exigir-
nos el cumplimiento de estos deberes sociales, sino tambien
nuestros semejantes, la sociedad misma; pues bien, la fa-
cultad que estos tienen de exigirnos el cumplimiento de
ciertos deberes sociales, es lo que llamamos DERECHO (1).


(1) En la nomenclatura usual de la ciencia, aunque no la más
racional ciertamente, la moral se toma en dos acepciones; la una
propia, como ciencia de la moralidad, cuyo objeto es la realizacion
del bien por el bien con la pureza de motivos en la intencion; la
otra, atribuida, permítasenos la palabra, pal'a designar aquellas
manifestaciones del derecho que no pueden hacerse efectivas por el
Estado. Ambas acepciones se funden en una, significando la esfera
del bien, 4e cuyo cumplimiento s610 respondemos ante Dios, y de-
jando la palabra derecho para expresar las relaciones jurídicas coer-
cibles por la institucion social.




.... M-
¿Si~nifica esto que desconozcamos cualquier otra esferá


de derecho que no sea la que se produce y manifiesta en la
CONVIVENCIA SOCIAL'? No ciertamente. Considerado el derecho
como correlativo del deber, y siendo el deber la obligacion
moral que enlaza al ser racional finito consigo mismo, con
la Naturaleza, con sus semejantes y con Dios mismo, el de-
recho habrá de manifestarse tambien como una relacion
universal que comprenderá á todos los seres.· Por esto toda
clase de deberes, y por consiguiente todas, absolutamente
todas las manifestaciones del derecho entran en la esfera de
la moral, y sólo una parte de ésta (que por tanto no puede
hallarse en contradicion con su todo) la que se refiere á los
deberes y derechos que la sociedad puede hacer efectivos
por la fuerza para su existencia, es á lo que se ha llamado
más especialmente DERECHO. Denominacion impropia en.
nuestro concepto por cuanto no atiende sinó á uno de los
términos de la relacion ,-pretension 6 exigencia-y causa
de que, ó se hayan desconocido las demás relaciones ético-
jurídicas que supone, 6 por una reaccion muy frecuente en
el espíritu humano se haya pretendido hacer efectivo por el
Estado lo que sólo toca á la Suprema Justicia de Dios. Cier-
to que hay un derecho que se manifiesta en la relacion del
hombre consigo mismo-como espíritu y como cuerpo-con
la Naturaleza-lo ya dicho sobre la propiedad en el párrafo
anterior-con sus semejantes-las de respeto S mútuo
auxilio-y finalmente con Dios-en el respecto de la su-
bordinaci?n de lo finito á 10 infinito y supremo. -¿Pero
cuándo por ventura se ha negado este carácter universal
de la Justicia'? ¡,Acaso los moralistas no han tenido siem-
pre presentes estas relaciones desde sus primeros traba-
jos científicos'? Más la sociedad sólo puede hacer efectivas por
la fuerza las prestaciones de derecho relativas á su existen-
cia en que se apoya la coexistencia armónica de sus miem-




-aa-.
bros, y sólo las de mútuo auxilio y ayuda-donacion ó cam·
bio de servicios-cuando estos consienten tácita ó expresa,-
mente en ellas. ¿Pero cómo ni á qué título dada la libertad
racional humana pudiera la sociedad inmiscuirse en las de-
más relaciones del hombre consigo mismo, con la Naturale-
za y con Dios, no causando daño á sus semejantes'? (1).


De consiguiente, sin desconocer la relacion universal
que el derecko supone, «sólo usaremos esta palabra refirién-
donos al que se manifiesta en la convivencia social y puede
hacerse efectivo por la fuerza.» Tenganse muy presentes
estas indicaciones para la debida inteligencia de las con&i-
deraciones precedentes y de las que han de seguir.


El derecho, de esta suerte considerado, aparece desde el
mismo momento de coexistir dos indivíduos naciendo es-
pontáneamente del cumplimiento de las condiciones que uno
á otro se deben, segun la voz íntima de su conciencia, del
mismo modo que nacen espontáneamente los demás deberes,
sin que nadie nos advierta de ellos. Los hombres van unién-
dose naturalmente impulsados por el instinto de sociabili-
dad, y el derecho, siguiendo el mismo impulso, aparece
tambien.naturalmente en el seno de la vida social.


Pero como los deberes sociales son morales, y el criterio
de la moral es el dictado de la razon, el cual varía en ma-
yor Ó menor grado segun los indivíduos, y debiendo la so-
ciedad conocer con seguriaad y fijeza los deberes y derechos


(1) No teman por esto ciertos moralistas, más bien que juriscon 4
sultos, la disolucion social; que haya un poder fuerte para mante-
ner las libertades individuales, fijando un límite entre las esferas
de actividad de cada uno, é inmediatamente vendrá el principio de
unidad á enlazar unos con otros todos los miembros de la sociedad
por el vínculo del deber 6 del interés-no el egoismo,-sin necesidad
de la coaccíon est erna. Tal es el íntimo enlace de la moral, el de-
recho y la economía.


3




-94-
necesarios para su conservacion, mucho más téniendo que
castigar sus infracciones, ha teniJo que establecerlos en
preceptos claros y terminantes que afectando en un princi-
pio la forma consuetudinaria, han sido despues espresamen-
te sancionados por el legislador como leyes. La mision,
pues, que la sociedad y el legislador desempeñan con res-
pecto al derecho, es jor'fltularle; crearle nunca, puesto que
nace del sentido íntimo de la conciencia: he aquí el absur-
do de las teorías de Rousseau y de Bentham, cuyos errores
han trascendido á la propiedad, y serán objeto de nuestro
exámen en el "capítulo siguiente.


Vemos, pues, al derecho sirviendo de medio para el
cumplimiento del fin individual y social; del fin individual,
porque este seria imposible"si el hombre no tuviese la facul-
tad de exigir á los demás el respeto á su libertad como me-
dio de conseguirle; del fin social , porque sin el respeto
mútuo no es posible la sociedad.


De suerte que considerando álos hombres impulsados por
dos principios, uno semejante a la fuerza de atraccion en
los seres físicos, que les conduce á la unidad por el instinto
de sociabilidad, y otro parecido á la fuerza de repulsion en
los mismos seres, que los lleva á la variedad por el senti-
miento de personalidad, es evidente que el derecho es la ley
de armonía que hace posible la unidad en la variedad, la
vida social y la libertad personal. Cuando el indivíduo des-
aparece y no se concibe otra entidad que la. social , como
pretenden las escuelas comunistas, no tiene el derecho ra-
zon de ser: por el contrario, cuando el indivíduo lo es todo,
no existiendo ningun freno exterior á su libre albedrío que
le ~mpida cohibir la libertad de los demás, como sucede en
las épocas de anarquía, el derecho tampoco se manifiesta.


Si la sociedad no existiese 6 el hombre no tuviese un fin
que cumplir individualmente, el derecho seria innecesario:




-35-
por esto anrmo, como resúmen de las consideraciones pre-
cedentes, que reconociendo el derecho por causa la sociabi-
lidad, es su efecto la consagl'acion de la personalidad hu-
mana (1).


Llegados á este punto, no,''.; preguntamos: loes la propie-
dad un derecho'? .


Desde luego se advierte que siendo la propiedad un
bien para el hombre por cuanto es conforme á su natura-
leza corpórea, ha de hallarse en esencial" relacion con el
derecho que es ante todo un principio. de conducta buena.
Consider~do este como la facultad de exigir el cumplimiento
de ciertas condiciones necesarias á nuestro fin racional, es
evidente que no cumplen con tales deberes, aquellos que
faltando á la voz de su conciencia nos impiden esta rela-
cion con la Naturaleza establecida mediante nuestra acti-
vidad y que es de todo punto necesaria á nuestra conserva-
cion y perfeccionamiento.


Donde quiera que existe algo necesario al fin racional de
nuestro ser, allí se presenta el derecho protegiendo nues-
tra libertad externa contra los obstáculos que se opongan
á su consecucion; y por cOD;siguiente, la institucion social
encargada de velar por el cumplimiento del derecho, no
pueda llevar su proteccion hasta tal punto que con ella
cohiba la libertad que trata de defender y sea un verda-
dero obstáculo á la realizacion del fin individual que se
propone facilitar. De aquí por tanto se infiere, que ha-
biendo considerado al hecho de la propiedad como una rela~
cion de superioridad completa del sugeto sobre el objeto, del
hombre sobre la materia apropiada por su trabajo, y siendo
esta relacion de imp1'escindib1e necesidad para el primero, no


,


(1) Entiéndase bien que hablamos del derecho coerciPle.




-36- •
injrin."undo én $U ejercicio ningun derec!to ageno, no habre-
mos de admitir de ningun modo la intervencion del Estado
para imponer obstáculos á esta relacion, creyeudo que su
mision debe limitarse á dar fórmulas ,. preceptos y aun em-
plear la fuerza, si necesario fuese, para proteger la manifes-
tacion exterior de nuestra actividad y hacer posible el cum-
plimiento de dicha relacion, (fijando las condiciones jurídi-
cas de la capacidad, los modos de adquirir, las formas de la
trasmision, &.) Sea suficiente por ahora esta indicacion acer-
ca de la influencia que el Estado ha de tener en el hecho de
la propiedad, que luego explanaremos en el capítulo II al
tratar de su conteniao y límites bajo el puntó de vista de su
sugeto, de su.. objeto, de la relacion y del fin, con el tri pIe
criterio de la moral, del derecho y de la economía.


Despues de haber probado que el derecko en general reco-
noce por causa la sociabilidad y su efecto es la consagracion
de la personalidad humana, diremos .tambien que el derecko
de propiedad reconoce por causa la sociabilidad y es su
electo la consagracion de la libertad personal. Reconoce por
causa la sociabilidad, porque sin la sociedad la propiedad se-
ria sólo un lteclto moralmente justo; el hombre, viviendo ais-
lado, se apropiaría de Íos seres del mundo material, esto es,
los pondria en condiciones propias para la satisfaccion de sus
necesidades sin ser por nadie molestado. Produce el electo
de la consagracion de la personalidad humana, porque como
decia Kant, «la propiedad de lo interior es la libertad; la
propiedad de lo exterior la libertad en sus manifestaciones,»
y en efecto, suprimid la propiedad, y la libertad será pura
ilusion, como veremos en las sociedades comunistas (1) en
que la volnntad individual desaparece bajo el peso del des-


(1) Capítulo IV.




-37.-
potismo de un gobierno absurdo y tiránico; suprimid la li-
bertad, considerad al hombre segun Owen como el resultado
de circunstancias exteriores que carece de iniciativa perso-
nal, y la propiedad no tendrá' razon de ser.


¿Y de qué modo la propiedad aparece como un derecho
realizada en la vida'? La respuesta es bien sencilla: del mis-
mo modo' que cualquiera otro derecho, de lo cual nos hemos
ocupado anteriormente al hablar del derecho en general.
El respeto á la propiedad agena, es un deber moral que te-
nemos en las relaciones con nuestros semejantes, y por con-
siguiente, la propiedad, como todo deber moral, brota es-
pontáneamente de la conciencia humana.


Cuando los pueblos formulan como preceptos obligato-
rios, con mayor 6 menor acierto, los deberes ético-sociales,


prjmero por la costumbre ... luego por la sancjon expresa del
legislador, entonces aparece el derecho constituido, yen""
tonces se presenta la propiedad,-que antes sólo exi;ltia en la
conciencia,-como un precepto jurídico, de obligatoria ob-
servancia: La propiedad es anterior y superior á la ley, y
no puede ser creacion de esta, como sostenia Bentham. Tal
vez la propiedad haya sido la primera causa que ha dado
orígen al derecho positivo, á la co'stumbre jurídica ó á la
ley, porque las primeras colisiones entre los hombres debie-
ron surgir de la envidi~ de los unos á las cosas disfruta-
das por los otros y adquiridas por sus propios esfuerzos: ¡es
tan cómodo gozar del trabajo ageno! Y es tan frecuente en
la sociedad actual observar que la causa de casi todos los
crímenes y de las enemistades reside en huir del trabajo, y
apoderarse del fruto de la actividad de otro, que es de su-
poner sucederia esto mismo con mayor exageracion, aun
en los pueblos salvajes. Faltando el respeto á la propiedad,
se destruia la libertad: hé aquí por qué para garantizar á
ésta, debió comenzarse por formular á aquella y establecer




-38-
su derecho, sin lo cual hubiere sido imposible la vida indi-
vidual y social.


,Por esto las leyes antiguas, que procuraban á toda cos-
ta la conservacion del 6rden en la sociedad, cuidándose
poco de la personalidad de los individuos, castigaban tan
severamente los delitos contra la propiedad: de ello nos
ofrecen triste ejemplo todos nuestros códigos y muy espe-
cialmente la pragmática de Felipe V dada en Madrid año
de 1734, que condenaba el hurto cometido en la córte y sus
contornos con pena de muerte cualquiera que fuese su cuan-
tía, . y en el caso de ser el culpable mayor de quince años y
menor de diez y siete, se le castigaba con doscientos azotes
y diez años de galeras, pasados los cuales no podria salir de
ellas sin expreso conocimiento del monarca.


Antes de terminar el exámen que venimos haciendo del
fundamento racional del derecho de propiedad, debemos ha-
cer algunas indicaciones acerca de la consideracion que me-
rece á la ciencia económica,


La Economía, buscando los principios que presiden á la
formacion y distribucion de la riqueza, descansa toda ella
en la propiedad, cuya legitimidad y justicia corresponde
probar á la ciencia del derecho', No es este el momento
oportuno para indagar metódica y detenidamente cual
sea el concepto de la ciencia económica (mal llamada Polí-
tica, ~porque no toda la Economía es política, sino tan
solo la que hace referencia al Estado), Pero es 10 cierto,
que cualquiera que sea el concepto que de ella se forme,
siempre se refiere á un modo de la actividad (el trabajo)
mediante el cual el hombre busca la satisfaccion de cierto
género de necesidades. Ahora bien, si el resultado de la
accion no perteneciese al que lo ha ejecutado, ¿acaso el




-39-
hombro trabajaría sabiendo que no habia de recojer el
fruto'? Repetidas veces hemos indicado que sin la propie-
dad es imposible el cumplimiento del fin humano, y la
propiedad no se adquiere sino por el trabajo, júzguese,
pues, cuál será su importancia para la ciencia económica.
Sueños vanos, hijos de estravagantes imaginaciones, son
aquellas doctrinas que pretenden impulsar á los hombres al
trabajo por la combinacion más ó ménos caprichosa de sus
pasiones como intentaba Fourier, ó por el estímulo del in-
terés colectivo como dice Louis Blanc, 6 por la idea del de-
ber y el amor pátrio como han afirmado Morus y Campane-
Ha. No seré yo quien niegue que el trabajo sea un deber
impuesto por Dios á la humanidad; más no puede siquiera
ponerse en duda que el trabajo es una pena, y que sin un
estímulo más poderoso que el del deber, aunque no tan ele-
vado, dejaria éste de cumplirse del mismo modo que se fal-
ta al cumplimiento de otros deberes, cuya realizacion no es
tan costosa. El interés personal-no el egoismo que es el
amor esclusivo á nosotros mismos despreciando á los de-
más-ha de marchar unido al deber para que este se cum-
pla más fácilmente, y para que el trabajo, siendo una pena,
tenga la perspectiva de nn goce proporcionado á ella.


ASÍ, pues, con s610 haber indicado que la economía po-
lítica tiene por objeto el estudio de las leyes del trabajo para
la consecucion del fin humano, y habiendo dicho antes que
la propiedad nacida de aquel es un medio necesario para
que este se verifique, basta para comprender que además de
ser legitimada moral y jurídicamente h~ de serlo tambien
por la ciencia económica, bajo cuyo aspecto será considera-
da con más extension en el tercer capítulo, y principal-
mente en la segunda parte de esta memoria.




-40 -
Tales son los fundamentos filosóficos y jurídicos que


justifican el derecho de propiedad. Pero la defensa de
este derecho no seria completa como advertíamos en la
INTRoDuccION, sino rechazásemos más extensamente los
falsos fuudamentos que se le han atribuido á riesgo de
hacerle vacilar; sino definiésemos sus límites, para que no
se confunda con esas otras instituciones raquíticas y desna-
turalizadas, engendro fatal de multitud de doctrinas en ma-
yor Ó menor grado socialistas, que creen encontrar en ella¡¡
la verdadera propiedad; y . finalmente, si:~1O destruyésemos
los argumentos que se le han .dirigido. El exámen de todos
estos puntos será el objeto de los capítulos siguientes ¡




CAPÍTULO lI .


. ExAMEN DE LAS DOCTRINAS QUE JUSTIFICAN EL
DERECHO DE PROPIEDA'n (1).


Agradeced los obsequios de
los amigos que con débiles
esfuerzos quieren socorreros,
pero no confteis en ellos, por-·
que la debilidad de sus fuer-
zas podri~n atraer vuestra
ruina.


Demostrado el fundamento racional del derecho de pro-
piedad, cumple á mi propósito examinar ahora las opinio-
nes que filósofos y jurisconsultos han sostenido p.I;\ra defen-
der esta institucion. .


Este examen, que podria considerarse como comple-
mento del capítulo precedente; no debe tenerse como in-
útil despues de la demostracion algun tanto extensa que
ha precedido, porque además dé las acertadas .considera-
ciones que se descubren en algunos de ellos, la debilidad de
la defensa de muchos ha sido causa de que sus impugnado-
res hayan redoblado sus ataques y se presenten con un as-
pecto más amenazador.


Todas estas ciencias que tratan de las relaciones sociales,
y que por esta razon propone Augusto Comte que se las de-
signe con el nombre genérico de SOCIOLOGíA., se hallan in-


(1) Véase el cuadro núm. 2.




-42 -
teresadas en mayor ó menor grado, con uno ú otro fin, en
la justificacion de la propiedad. Y en efecto, hoy que el so-
cialismo hace alarde de sus fuerzas y amenaza destruir el
órden social, los filósofos, los jurisconsultos y los econo-
mistas se lanzan presurosos á defenderla.


Muchos han sido los argumentos aducidos para la com-
. probacion de un hecho, consecuencia necesaria de la im-
per~eccion humana que necesita del concurso de los seres
naturales para el cumplimiento de su destino, los cuales
somete á su poder mediante sus facultades, y que constan-
temente se ha manifestado en la série sucesiva del tiempo.
Pero en realidad pueden reduci.rse á un número muy limi-
tado, porque apenas han hecho otra cosa que reproducirse
unos á otros con la natural diferencia de formas.


Unos fund"an la propiedad en el modo de la adquisicion,
creyendo que el "hecho solo de relacionarse el hombre con la
naturaleza bastaba para legitimarla jurídicamente; (TEO-
RÍAS DE LA OCUPACION y DEL TRABAJO). Otros, por el contra-
rio, dando poca importancia al hecho de la propiedad, con-
sideran al derecho como de creacion humana, creyéndole
nacido de la voluntad de un legislador ó de las cláusulas
de un pacto, que suponen ha precedido á la formacion de
las sociedades; (TEORíAS DE LA. LEY Y DE LA. CONVENCION).
Los primeros fundan la propiedad en un acto indi/)idual, los
segundos en un acto social. PresCindir de cualquiera de es-
tos elementos, atender tan solo á la cuestion de hecho ó á
la de derecho creyendo que pueden existir separadamente,
es un absurdo de graves consecuencias, segun hemos indi-
cado al comenzar y tendremos ocasion de observar más ade·
lante.


En realidad, aunque las doctrinas fundadas en la ocu-
PACION y EL TRABAJO suelen presentarse como distintas, en




-43-
su esencia no vienen á ser sino una sola. En éfecto; no se
concibe la ocupacion sino va seguida del trabajo, porque el
hombre por el solo acto de haber posado su planta sobre un
territorio no habria de hacerse dueño de él sin haber dejado
impreso el sello que" atestiguase haber ejercitado sus facul-
tades, y no se comprende tampoco pueda verificarse sin el
hecho prévio de la ocupacion.


Ninguna de estas doctrinas tienen en cuenta el el~men­
to social; la cuestion de derecho que acompaña siempre á
la propiedad. Considerando únicamente el hecho de la rela-
cion del hombre sobre la materia y no acertando ~ com-
prender esta relacion en su fundamento, sino en el modo de
constituirse, han tenido que recurrir al sistema de la con-
vencion ó de la ley para explicar por qué razon lo adquirido
por uno ha bia de ser respe tado ""por los demás, siendo así
que la naturaleza ha sido dada á todos los hombres. Así es
que la mayor parte de sus sostenedores han supuesto la exis-
tencia de un convenio tácito,-cuando menos,-en que el
adquirente renunciaba á su dominio universal sobre todos
los objetos de la creacion, con tal de que le fuese respetado
el dominio sobre un objeto determinado.


Si á la ocupacion se atendiese para legitimar la pro-
piedad, sucederia una de estas dos cosas: ó á penas habria
hoy una propiedad que fuese legítima, ó su fundamento
seria el derecho del más fuerte y no el del primer ocupante,
lo cual fácilmente se comprende con el incesante movi-
miento de razas que presenta la historia y que manifiesta
claramente que ningun territorio es poseido por los primeros
que le ocuparon: ó ningun español tendria derecho al ter-
ritorio pátrio ó se veria precisado á reconocer como funda-
mento de su dominio la usurpacion de los romanos y visi-
godos que se apoderaron de 61 por la fuerza. Por esto á
nuestro modo de ver, para legitimar el derecho del primer




- 44-
ocupante sobre un terreno cualquiera, es menester que con-
curran las condiciones siguientes: Primera, que este terl'e-
no no hubiere. sido antes ocupado por nadie, pues si ya lo
fué, aquel derecho latente que existia á fa vor de cualquier
individuo humano, se habria ya hecho ej'ectivo.y cerrado
para todos, salvo el principio de expropiacion por verda-
dera necesidad pública de que en otro lugar tratamos. Yes
la segunda condicion que la ocupacion no sea mera fórmula
sino mediante el trabajo y el cultivo. Porque en efecto,
¿habria de ser suficiente poner el pié sobre un territorio
para hacerse dueño de él'? ¿Bastaría tener la fuerza necesa-
ria para escluir á los demás por un momento para quitarles
el derecho de volver jamás'? No se puede explicar que un
hombre ó un pueblo puedan apoderarse de un territorio in-
menso solo por el hecho de haber sido los primeros en pisar
sobre él.


Parecidas objeciones 'pueden hacerse á la doctrina fun-
dada en el trabajo, á pesar de que esta se presenta con más
visos de verdad. La adquisicion fundada en el trabajo, se-
gun esta teoría, para ser justa tendria que recaer sobre una
cosa nuUius, p'I'évia la ocupacion, porque si trata de una
cosa que ya tuviese dueño, seria legitimar la usurpacion y
el robo, siempre que lo usurpado fuese objeto luego del tra-
bajo del usurpador, á no ser que la adquisicion de lo ageno
se hubiese verificado con el consentimiento de su dueño, en
cuyo caso el fundamento de la propiedad seria la liber-
tad de que este goza en la disposicion de sus cosas y no el
trabajo del adquirente. Además, supuesto que segun esta
doctrina el fundamento de la posesion y del dominio se en-
cuentra en el trabajo individual, personalisimo, por decirlo
así, del hombre, no siendo trasmisible el esfuerzo, tampoco
lo podria ser la propiedad, que es su galardon y recompensa¡




-45-
de 10 cual se ha venido á sacar en consecuencia que ni la
donacion inte1'vivos, ni el testamento mortis causa, ni la he-
rencia aó intestato pueden ser nunca aeciones, no ya mora-
les, pero ni siquiera justas y legítimas: Corolario que sería
cierto, siéndolo el supuesto que se apoya, Y por otra parte,
si la propiedad es legítima, segun esta teoría, solo mientras
represente la remuneracion de un ~sfuerzo personal, como
este, por extraordinario que se le suponga, será perfecta-
mente finito en intensidad y en estension, síguese de una
manera forzosa que la. carga indefinida y perdurable del ré-
dito, del alquiler y de la renta, no tiene de ningun modo ni
título valedero ni lógica justificacion, Corolario irrecusable
perfectamente utilizado por el socialismo para combatir la
legitimidad del beneficio referénte á la retribución del capi-
tal, Pero afortunadamente no es cierto que la propiedad se
legitime en cuanto represente la remuneracion del esfuerzo
personal; se legitima en cuanto ha sido adquirida por medio
del trabajo sobre una cosa que no tenia dueño, que se halla-
ba á la dispo~icion d~l primero que, movido de su necesidad
yen virtud de su lióertad, que por nadie puede ser cohibi-
da, cuando no infringiendo los deberes sociales quiso apo-
derarse de ella para el cumplimiento de sus particulares
fines de vida: precisamente lo que se busca en el progreso
del mundo económico, es obtener ia mayor utilidad con el
menor trabajo, La cosa de este modo adquirida se halla á
la completa disposicion del adquirente, el cual podrá apli-
c~rla directamente á la satisfaccion de sus necesidades,
enagenarla, darla en arrendamiento ó hacer de ella el uso
que mejor le plazca, como demostraremos despues en el ca-
pítulo siguiente, donde examinaremos el CONTENIDO y LÍMI-
TES DEL DERECHO DE PROPIEDAD, Hé aquí por qué al comen-
zar he manifestado que la fragilidad de los cimientos que se
han construido, habia hecho creer que el sólido edificio de




-46-
la propiedad vacilaba sobre su base l La ocupacion yel tra-
bajo no pueden concebirse como fundamento, sino como
medio de adquirir la propiedad, en cuyo concepto lo hemos
aceptad~ anteriormente.


Ha sido tambien por muchos admitida la doctrina de que
la propiedad es una creacion de la voluntad general, expre-
sada mediante una convencion 6 contrato que .Juan Jacobo
Rousseau suponia haberse formado cuando los hombres,
habiéndose multiplicado extraordinariamente, no pudieron
continuar en el estado natural y tuvieron que reunirse en
sociedad.


Puffendorf, que au~que anterior á Rousseau, supone
tambien la existencia de un estado natural, cree que el de-
recho de propiedad nació cuando los hombres co1tvinieron en
renuncia'}' cada uno al dominio del universo á cambio de las
garantías para gozar de una pequeña párte que se adjudi-
caba esclusivamente (1). Montesquieu dice que del mismo
modo que los hombres han renunciado á su independencia
natural para vivir bajo leyes politicas, han renunciado á Z{/,
comunidad natural de bienes para vivir bajo el amparo de
leyes civiles. Por las primeras leyes, añade, adquirieron la
libertad, por las segundas la propiedad (2); lo cual indica
que el célebre escritor participaba tanto de este como del
siguiente sistema. Ka;nt, considerando la ocupacion como
una propiedad provisional, supone que la propiedad no
se apoya en un hecho sino en una idea que existe en
el propietario y en la opinion de los miembros de la .00-
oiedad que la garantizan y han convenido respetarla (3).
En, parecidos términos se espresan Blackstone y MI'. Tou-


(1) De jure na turre et gentium.
(2) L' esprit des lois.-Cap. XXVI.
(3) Príncipes metaphysiques du Droit.




-


- 4'7-
llier uno de los comentaristas más distinguidos del código
francés~


El sistema fundado en el pacto social, presupone la
existencia de un estado natural en el cual era el hombre
dueño de todo lo creado, hasta que formando un contrato
con sus semejantes para vivir en sociedad, se vió precisado
á renunciar á su libertad primitiva, acomodándose á las li-
mitaciones impuestas por ia colectividad.


Es un hecho observado en todos los filósofos del siglo
pasado la tendencia á describir la vida salvage cada cual á
su placer para exponer el fundamento de cualquiera teoría,
lo cual prueba que no la conocian en lo que tiene de real y
verdadera. Sin detenerse á examinar en qué consistia ese
estado natural por ellos tan ensalzado, afirmaban como
Rousseau, que era la imitacion de la naturaleza á lo cual
ha de encaminarse la especie humana. No negaremos cier-
tamente que el ideal de la humanidad sea realizar todo lo
conforme á la naturaleza, porque precisamente en esta 1'e-
lacion de confórmidad consiste el bien, y hemos dicho que
el bien es el fin huma~o, i, pero qué idea tiene Rousseau de
la naturaleza? una idea completamente opuesta á la nues-
tra en este sentido. La naturaleza, á la cual Rousseau hace
referencia ahora, es la de los animales, de 10 cual él deduce
que el progreso del hombre consistirá eh imitar sus instin-
tos. Yo creo, por el contrario, que cuanto más civilizados
estamos más nos conformamos á nuestra naturaleza, y que
precisamente el progreso consistirá en la perfeccion de las
facultades intelectuales y morales recibidas de Dios. De
aquí, por tanto, que solo examinando la naturaleza huma-
na nos convenceremos de que el estado natural, no es el
ideado por Rousseau.


Ahora bien, rechazado ese estado que se llama de natu-
raleza, ¿es admirable la existencia del pacto social? Ante




- 48-
todo pod.ríamos preguntar con Beu tham: ~ dónde se ha cele-
brado ese pacto'? ~cuáles son sus cláusulas'? ¿,en qué idioma
~e ha redactado'? ¿,por qué siempre ha estado oculto'? ~es á
la salida de las selvas ó renunciando á la vida salvage,
cuando los hombres han vislumbrado esas grandes ideas de
moral y de política, sobre las cuales se apoya ese convenio
primitivo'? Y de seguro no obtendríamos respuesta alguna.


La sociabilidad es una cualidad inherente á nuestro ser,
de la cual no podemos prescindir. El hombre al nacer ya
necesita el auxilio de sus padres para su conservacion y
desarrollo, yen la edad adulta reclama el concurso de los
demás, puesto que por sí mismo no podria satisfacer todas
sus necesidades. El lenguaje es una prueba bien marcada
de la sociabilidad humana. Además, la obsel'vacion de los
pueblos salvajes de hoy y ~a historia comprueba en los de la
antigüedad, que nunca el hombre ha existido solo, sino en
sociedad con sus semejantes y que jamás ha aparecido de
repente un cuerpo político, como se desprende del sistema
del pacto, sino que apareciendo primero la familia, de la
reunioR de estas ha nacido la tribu, y-por último, de'varias
tribus unidas por los lazos de la religion, de la comunidad
de lugar, de lenguaje y de necesidades, se han formado las
naciones.


y siendo falsos los supuestos del sistema de la conven-
cion ó del pacto social, :n0 puede~ menos de serlo tam-
bien sus consecuencias. Suponen sus sostenedores que re-
uniéndose los hombres crearon las leyes segun su volun-
tad les dictaba, y establecieron á su antojo el derecho de
propiedad. Pero fácilmente se comprende que presentándose
el derecho como un límite á la voluntad individual, si este
límite no tuviese más razon de ser que la voluntad misma~
desde el momento que nos opusiésemos á su observancia na-
die podria obligarnos á cumplir una cosa que no queríamos.




-40-
Los hombres pueden haberse asociado, segun este sistema,
y pueden tambien haberse impuesto condiciones al celebrar
el contrato social, pero desde el momento en que uno no le
haya aceptado, no quedará sometido á la voluntad de todos,
pues de lo contrario seria fundar el derecho en un acto de
necesidad física, no de voluntad moral como desean los se-
cuaces de Rousseau. De aquí, por tanto, la necesidad de que
este pacto se renovase constantemente puando naciese un
nuevo ciudadano, para evitar que este cuando no le convi-
niesen las condiciones del contrato pudiera desentenderse de
él. y no se diga que el consentimiento sea tácito. Dada la
desigualdad de fortunas, consecuencia necesaria del traba-
jo y del ahorro de los unos y de la vagancia y despilfarro
de los otros, ¿,seria posible, segun este sistema, contestar
al mendigo que nos pide limosna, diciéndole: «i,cómo pre-
tendes de mi que te socorra cuando por tu voluntad te ha-
llas en semejante estado'?» En vano protestaria el mendigo
contra nuestras palabras replicando que gemía en la mise-
ria muy á despecho suyo, pues entonces le diriamos: «¡ver-
dad es que tu no has intervenido en la formacion del pacto
social, pero tácitamente consientes en él!»


Semejante ¡i esta doctrina es la sostenida por Bentham
y Laboulaye er:'-tre otros, porque si la primera no reconoce
en la propiedad un hecho natural y necesario considerándo-
la como dependiente de la vóluntad general, la segunda,
rechazando esas convenciones ó contratos que nunca han
existido, sostiene que es una creacion de la ley, ó 16 que
viene á ser 10 mismo, una arbitrariedad del legislador .


Bentham, ese célebre escritor que con tanto acierto se
ha ocupado de la ciencia del derecho, se expresa del si-
guiente modo. La propiedad, dice en su TRATADO DE LEGIS-
LACION, no es más que la esperanza de poder sacar ciertas


, 4




-50-
utilidades de la cosa que se posee á consecuencia de las re-
laciones preestablecidas respecto á ella: no hay imágen, ni
pintura, ni rasgo visible que pueda expresar esta relacion
que constituye la propiedad. Y esto es debido á que dicha
relacion no es material, sino métafísica, pertenece por com-
pleto á la concepcion del espíritu. La idea de propiedad,
añade, consiste en la esperanza formada por la persuasion
de poder sacar tal ó cual utilidad, segun la naturaleza de
cada caso. Ahora bien, esta persuasion, esta esperanza, no
puede ser más que obra de la ley. Yo no puedo contar sobre
el disfrute de aquello que considero como mio sin la prome-
sa de la ley que me lo garantiza. La propiedad y la ley, se-
gun el jurisconsulto inglés, han nacido juntas y morit'án
del mismo modo. «Antes de las leyes no hay propiedad:
suprimid las leyes, y la propiedad habrá dejado de existir.»


De este modo confunde Bentham la nocion de la propie-
dad con las garantías que las leyes civiles y políticas la
conceden despues de haberla reconocido como legítima.


Con razon dice MI'. Charles Comte (1) que si las nacio-
nes no pueden existir más que por medio de sus propieda-"
des, es imposible suponer que la propiedad natural no exis-
ta, á ménos de reconocer que no sea natural en los hom-
bres su conservacion y perfeccionamiento.:--Verdad es que
no hay imágen , ni pintura, ni rasgo visible que pueda re-
presentar á la propiedad en general; pero de aquí no se de-
duce que la propiedad no sea material sino metafísica, y
que pertenezca por completo á la concepcion del espíritu.
Tampoco existe rasgo visible por e\ que pueda representarse
al hombre en general, porque en la naturaleza al pronto no
vemos más que indivíduos, y aquello que es verdadero re6-


(1) TRAITÉ DE LA P¡¡OPIETÉ.




- 51-
peeto de los hombres, 10 es tambiell.l para las cosas. Los Ín-
di viduos, las familias, los pueblos, existen segun toda su
esencia, y seguro es qu~ no acertarian á vivir alimentados
tan sólo por relaciones metafísicas 6 concepciones del espí-
ritu. Hay en la propiedad algo que es más real y sustan-
cial que una esperanza.,


Prescindiendo d~ ese elemento espiritual 6 metafísico del
que Bentham quiere revestir á la propiedad, y que ya ob-
servábamos en Kant, queda si~mpre como carácter princi-
pal de su sistema la declaracion de ser la propiedad, obra
de la ley y no de la naturaleza, cuya doctrina ha sido sos-
tenida por la mayor parte de los jurisconsultos ingleses y
franceses. Mr. Troucliet ha dicho que s610 la declaracion del
Estado, sólo las leyes, son el verdadero origen del derecho
de propiedad. Y Mr. de Laboulaye, en su laureada obra
HJSTORIA DEL DERECHO DE PROPIEDAD, cpnsidera á esta como
un hecho mantenido por la fuerza, que sólo se eleva á dere-
recho con la sancion del Estado.


Los partidarios de esta escuela, numerosos y notables en
la ciencia del derecho, confunden lo que es un medio, una
garalltia de la propiedad con su fundamento que reside en
la constitucion misma de nuestro ser y en las diversas rela-
ciones que tenemos con los seres que nos rodean. La pro-
piedad, hemos dicho y demostrado repetidas veces, es un
hecho natural y necesario para la satisfaccion de nuestras
necesidades, y por tanto, para el cumplimiento de nuestro
fin: de aquí el deber moral que liga á todos los hombres
para respetarse mútuamente sus propiedades; más como la
sociedad descansa en este apoyo mútuo, y como el hombre,
aunque sometido á las leyes morales puede dejar de cum-
plirlas, es menester que el Estado formule clara y termi-
nantemente los derechos que con anterioridad existen para
velar por su observancia y castigar á sus infractores.




-s~-
Planteada de este modo la cuestion, ¿es de creer que las


leyes civiles hayan dado orígen á la propiedad, ó más bien,
que sea la propiedad la ocasion que haya dado origen á las
leyes civiles'? Por mi parte decididamente me inclino á creer
esto último. No comprendo que los hombres puedan des-
garrarse puramente por placer ea luchas intestinas: no
acepto la m,lxima de la antigüedad homo hominis lupus, ni
la frase de Montaigne, le pro/U de 1, U1Z JaU le dommflge de
l' autre; todos l.)s h/)mbreF¡ se hallan unidos por el fuerte
vínculo de la f¡'aternidad que les liga solidariamente en sus
actos, haciéndoles depende\' unos de otros. Pero es innega-
ble que desde el momento en que median los intereses mate-
riales, cuando el trabajo yel producto de 1as economías de
los un?s son objeto de la ambicion, y lo que es peor, de los
ataques de aquellos que no han trabajado, entonces apal'ece
la lucha y la discor~ia, que se manifiestan con un carácter
feroz y terrible cuando no hay un poder fuel'te que manten-
ga el órden jurídico, y que de existir este podel', toma el
carácter de un debate razonado y tranquilo). Yen este su-
puesto ¡,no es más fácil creer que primero apal'eciese la pro-
piedad como un hecho natural y espontáneo, respetado co-
mo un deber por los demás hombres y elevado luego á la
ley escrita para protejerle más eficazmente, que no fuese el
precepto del legislador quien crease la propiedad'?


Además, si como pretende esta escuela, la propiedad no
existe sino por la ley. y la ley, segun sus defensores, es
toda declaracion del poder político; las personas encargadas
de este poder podrian hacer y deshacer las propiedades á su
'capricho sin el más mínimo remordimiento de conciencia,
erigiendo ue este modo la arbitrariedad en criterio jurídico.
La propiedad lo mismo que libertad son anteriores.Y supe-
riores á toda declaracion legislativa, por más que necesiten
las garantías de la ley á veces más funestas que sino exis-




-53-
tiesen, como cuando las dicta un monarca absoluto, pode-
roso seüor d-e las vidas y haciendas de todos sus súbditos.


Tales son las· doctrinas que más aceptacion han tenido
para justificar la propiedad. y la debilid~d de sus argumen-
tos, fácilmente refutables segun hemos visto, han caido en
descréJito de la institucion que defendemos. t,Pero hemos de
decir por esto que sean completamente erróneas'? De ningun
modo, hay en ellas prudentes y verídicas observaciones, que
presentarlas bajo un aspecto distinto del que en realidad
tienen, han podido parecer falsas.


El derecho de propiedad existe en nosotros mismos, in-
herente á nuestra esencia, íntimamente unido á nuestra
personalidad.


Ellegislarlor no crea el derecho, sino que le Jec1ara, y
esta declaracion expresa del derecho do propiedad es su san-
cion, es la garantía de que será respetado por todos los
miembros de la sociedad, á ménos de incurrir en una pena.
La voluntad general tampoco crea el derecho, sino que de-
clara su utilidad. y el cunsentimiento de todos los pueblos,
no expresado por medio de convenciones ó contrato3, sino
tácitamente manifestado por el trascurso del tiempo sin ha-
berse opuesto á ella, prueban la conveniencia de la propie-
dad, pero no su razon esencial.


El trabajo, es decir, la accion de nuestras facultades,
no puede ser fundamento del derecho de propiedad, sino
partiendo del supuesto de que esta es necesaria para nues-
tro fin y de que somos libres en el ejercicio de nuestra acti-
vidad para conseguirlo, en cuyo supuesto el trabajo no es
el fundamento de la propiedad, sino el medio de adquirirla.


Siendo la ocupacion un acto preparatorio del trabajo,
tampoco puede servir 96 fundamento á la propiedad; pero




-54-
siendo el trabajo medio de adquirirla, tambien lo será la
ocupacion.


En suma, podemos decir que como resultado del exá-
men de las doctrinas que pretenden justificar el derecho
de propiedad, hemos hallado, el medio de adquirirla en el
trabajo precedido de la ocupacion; la !Jarantía de la institu-.
cion social en el precepto legislativo; y el reconocimiento de
su conveniencia y utilidad en el consentimiento tácito de to-
dos los pueblos; sirviendo por tanto este capítulo de com-
plemento á la doctrina expuesta en el precedente.




CAPÍTULO 1II.


Contenido y límites del derecho de propiedad (1).


La propiedad no produce todos
sus efectos, los mejores y de
mb fecundas consecuencias,
sino á. aoudiclon de sor comple-


. ta, personal y hereditaria.
TIJIBRS.


No basta haber defendido la propiedad, es menester
trazar el perfil de sus linderos, señalar al dueño su esfera
de accion, establecer las condiciones que han de concurrir
para que esta sea justa, con" objeto de conocer la línea que
nos separa de esa multitud de sectas que la defienden ó la
atacan presentándola á su manera.


Hemos demostrado que la propiedad no s6lo es un hecho
natural y necesario, sino un derecho reconocido y sanciona-
do por la sociedad para el cumplimiento del destino huma-
no. Ahora bien, todo derecho supone un sugeto en quien
reside la facultad de hacer, un objeto sobre el cual recae la
actividad de éste, y una relacion establecida pal'a un deter-
minado fin. Analicemos, pues, el sugeto, el objoto, la 1'0-
lacíon entre ambos I y el fin de la propiedad, para fijar su


(1) Véase el cuadro núm. 3.




-56-
contenido y señalar los límites dentro de los cuales ha de
existir para que reciba la sancion de la moral, del derecho
y de la economía política.


l. -Sugeto de la propiedad,


Despues de haber plenamente demostrado que la propie-
dad es una relacion de dominio de) hombre sobre la natu-
raleza, una manifestacion de su libertad, reconocida y
sancionada por los hombres reunidos en sociedad, no puede
haber la menor duda de que el sugeto de ella sea el hom-
bre. Y sin embargo, la confusion del individuo con la espe-
cie, la equiparacion del hombre y de la humanidad, la ex-
tension del sugeto de la propiedad á una entiMd colectiva,
ha dado márgen á que esta haya tenido en el comunismo el
más formidable enemigo que talla hubiera hecho ó vacilar
ó no hallarse basada en tan sólidos cimientos. Pierre Le-
mon, ese filósofo que creia en las fórmulas cabalísticas, y
que buscaba en las figuras geométricas la solucion de los
problemas sociales, ha venido 'á considerar en su famosa
obra de L' HUMMANITÉ al hombre como la humanidad mis-
ma, como una manilestacion suya particular y actual, de-
duciendo de aquí la comunidad de bienes.


Ahora bien, es cuestion de pequeña importancia discutir
sobre el sugeto de la propiedad ~ bEs ó no de inmensa tras-
cendencia para el desarrollo de nuestro tema detenernos á
examinar las diferencias que existen entre el individuo y la
especie, entre el hombre y la humanidad'?


Véanse las consecuencias que esta confusion produciria,
si el hombre es la humanidad misma, el fin pal'ticular de
cada indí víduo desaparecería en la unidad del fin social; y
sino existiese más fin que el de la sociedad, los medios pára
llegar á su realizacion serian tambien sociales, y la propie-




- 57-
dad, que no es sino un medio para el cumplimiento del fin
humano, habria perdido' su carácter individual haciéndose
completamente colectiva.


No seré yo quien niegue la solidaridad espresion de la
unidad' esencial humana, seria desconocer la moral cristia-
na y las leyes' providenciales de la historia, pero querer
identificar el individuo con la especie, confundir el átomo
con el cuerpo é igualar la parte con el todo, es el mayor de
los absurdos. Por grande que sea el amor del hombre á sus
semejantes, por vehemente que sea el cariño que profesa
á su familia, no es la fuerza de atraccion tan intensa que
se adhiera su COl'azon al de los estraños, como prende el
acero en-la barra imantada; siempre el indivíduo reconoce
su personalidad, su propia existencia independiente de los
seres que le rodean y con completa libertad de accion, no'
obstante la comunidad de esencia.


Cierto que la humanidad tiene un fin que cumplir,
pero este fin no se cumple transformando á sus indivi-
duos en medios de obrar sino dejándoles en el más completo
ejercicio de su libertad, porqne de la realizacion de los fines
individuales ha de nacer como síntesis el cumplimiento del
destino de todo el género humano. Y si es el indivíduo
-la especie determinada-quien real y verdaderamente
tiene que realizar su fin, él ha de ser quien tenga los me-
dios para conseguirlo, él ha de ser el sugeto de la pro-
piedad y no la humanidad entera como pretendia el céle-,
bre sostenedor de la virtud, de los números y de la me-
tempsicosis del alma.


Las personas llamadas jurídicas, ya prosigan todos los
fines de la vida, ya alguno en particular, y que realmente
no son sino individualidades mayores, en el todo humanidad ,
tienen tambien una propiedad individual dentro de la pro-
piedad comun del género humano, pero segun su carácter




-58-
Y naturaleza, formándose mediante el concurso de sus indi-
viduos y para conseguir algun fin que estos, libremente aso-
ciados, han consentido cumplir juntamente .•


Ahora bien, ¡,todos los 'indivíduos tienen igual aptitud,
igual capacidad para ser sugetos de la propiedad ~ Todos los
códigos han impuesto siempre limitaciones al ejercicio del
derecho de propiedad por razon de las personas, atend.iendo
á móviles distintos, unos fundados en la naturaleza que
siempre han subsistido, otros nacidos y conservados merced
á circunstancias históricas más ó ménos transitorias.


Naturalmente, puede afirmarse que á nadie se le priva
del derecho de ser propietario. Pero como los derechos se
han de ejercer racionalmente y hay personas que por enfer-
medad física ó moral se hallan privados de la luz de la ra-
zon, se trata de suplir su incapacidad con el ejercicio de
los derechos que les pertenecen exigiéndoles la intervencion
de un curador cuya autoridad sea un complemento á la ca-
pacidad que les falta.


AlIado de estas limitaciones, basadas en una necesidad
creada por la naturaleza, han existido y existen otras es-
tablecidas por las legislaciones de los pueblos, atendiendo
al estado de libertad de familia y de nacionalidad.


Los buenos principios de moral y de derecho rechazan
como injustas esas diferencias que existian en la edad anti-
gua entre libres y esclavos y en los siglos medios entre se-
ñores y siervos, y por lo tanto de ningun modo pueden ad-
mitirse con relacion á la propiedad. Se ha dicho que la di-
ferencia subsiste con distinto nombfe y se ha repetido hasta
la saciedad la sonora más que exacta frase de Chateaubriand
de ser el salario la última transformacion de la servidum-
bre. Ya delllostraremos cuan absurdas son estas declamacio-
nes y de qué modo la desigualdad de fortunas es un hecho




-59 -
natural y necesario, limitándonos por ahora á indicar que
las puertas por donde la propiedad se adquiere no se hallan
cerradas á nadie, con tal de que el que desee penetrar por
ellas lo haga mediante su trabajo.


Grandes modificaciones ha introducido el derecho de fa-
milia respecto á la propiedad. Todos conocemos cuán triste
era en Roma la con:dicion civil de la mujer; sometida á una
tutela perpétua, nunca gozaba la libertad y la independen-
cia del hombre. Todos sabemos cuán desgraciada era la
situacion del hijo en que todo lo que adquiria era para el
padre de familias. Las condiciones de la mujer casada y de
lo.s hijos han variado mucho á través de los siglos; hoy
pueden ser propietarios, si bien con ciertas limitaciones en
el ejercicio de sus derechos, nacidas del carácter moral de la
familia, que se opone á la creacion de dos gefaturas en ella
-la del padre y la de la madre,-respecto al buen uso y
administracion que hagan de sus bienes los seres que les
dieron vida. No obstante, como de aquí pudieran nacer
grandes abusos, las leyes han establecido recursos en favor
de las mujeres y de los hijos contra la mala administracion
del marido ó del padre respectivamente.


Grande iilfluencia ha ejercido tambien el hecho de la
ciudadanía en la propiedad. Hoy que las barreras que sepa-
ran á las naciones tienden á abrirse para dar paso á la ilus-
tracion y la cultura., haciendo que circulen p'or todas ellas
el progreso, no deben mantenerse las diferencias por razon
de nacionalidad en la propiedad siempre que los extranjeros
se sometan en el ejercicio de sus derechos reales á la legis-
lacion del país donde residan (estatuto real. )


H.-Objeto de la propiedad.
Pueden ser objeto de la propiedad todo aquello que sirva


de utilidad al hombre y que haya sido adquirido por medio.




-60-
del tra.bajo (1). Yexaminando cuales son los seres que pue-
den prestarnos su utilidad, hallamos que no -pueden ser otros
que aquellos que nos rodean, esto es, los seres no-libres, Ó
nuestros semejantes. Los primeros nos prestan su utilidad
en sí mismos, los segundos solo nos sirven en los actos que
egecutan (2). Así, pues, trataremos separadamente de es-
tos dos objetos de la propiedad; seres no-libres y actos ó ser-
'lJicios humanos.


l. o-Seres no-libres.


No todas las cosas que la naturaleza pródígamente ofre-
ce al hombre para la satisfaccion de sus necesidades pueden
ser objeto de la propiedad individual, es menester que haya
recaido sobre ellas la accion de nuestras facultades, es ne-
cesario que hayan sido puestas en condiciones propias para
que realmente nos sirvan, es preciso que su mera utilidad
se haya trasformado en DaZor por el esfuerzo humano.


Anteriormente hemos manifestado que la relacion esen-
cial y primera de la humanidad con la naturaleza se indivi-
dualiza y determina mediante el trabajo. Por esto los agen-
tes naturales que en un principio son comunes, se hacen de
propiedad de aquel que se toma el trabajo de ponerlos en
condiciones propias para servirse de ellos. Las tierras y las
aguas son comunes, las fuerzas físicas y químicas son co-
munes, pero desde el momento en que unindivíduo desmon-
ta y rotura un terreno, llena una vasija de agua de un rio, se


(1) Esta definicion no rechaza la adquisicion hecha por medio de
la donacion gratuita ú onerosa, porque el donante no hubiera teni-
do la propiedad de la cosa donada sino la hubiese adquirido por mll-
dio de su trabajo.


(2) Inútil parece indicar que nuestros .propios actos son tam-
bien objeto de propiedad porgue de otro modo no se concebiría la
libertad humana, como ya hemos dicho en el cap. I.




- 61-
aprovecha de la elasticidad del aire con uno. máquina de pre-
sion, se utiliza de una corriente eléctrica en una pila voltái-
ca; aquel pedazo de tierra, esa porcion de agua, esta canti-
dad de aire ó esta corriente de electricidad, se hacen suyas,
completamente suyas, teniendo un dominio indisputable
sobre ellas Y'pudiendo escluir con justicia y aun repeler
con la fuerza, si necesario fuese, la agresion de otros que
quieran aprovecharse de ellas sin haberse tomado el trabajo
de adquirirlas.


Rechazo, por consiguiente, esa di vi8ion que se ha hecho
de los agentes naturales en apropiables é inapropiables con-
siderando como tales á las tierras de labor, minas y cante-
ras entre los primeros y á las -aguas del mal', -el aire, la
electricidad y otros entre los segundos. Division absurda
que conduce á suponer que los primeros pueden ser objeto
de propiedad y los segundos no. ¿Qué es lo que entienden
por apropiacion los que esta division hacen'? ¿ Es la ocupa-
cion material de las cosas'? ¿Es la transformacion de las cosas
mediante el esfuerzo humano'? Pues el trabajo del hombre
del mismo modo que fecundiza una tierra, comprime el aire,
une los mares, descompone la luz, aumenta la intensidad
del calor, conduce la electricidad por donde quiere y al
punto que más le place. Que alguien rompa la máquina de
presion donde se halle encerrado el aire atmosférico, que
alguien se empeñe en desalojarnos del punto que ocupamos
en el mar, que alguien se interponga entre los rayos sola-
res y nuestro.s reflectores ó nue~tro prisma de cristal, que
alguien disponga de la corriente eléctrica que hemos pro-
ducido asiendo á nuestros alambres un buen conductor de
ella, y se verá entonces si no rechazamos enérgicamente
estas agresiones como un ataque á nuestra propiedad.


Lo que hay es que cuando se trata de las fuerzas natu-
rales como estas no se ven aparentemente individualizadas,




- e2-
parece que no son susceptibles de apropiacion á diferencie
de los seres naturales que se diferencian entre sí por deter-
minadas individualizaciones: (un árbol no es igual á otro
árbol, ~i una tierra está en igual paraje y condiciones que
otra, mientras que una' corriente de aire ó de electricidad
casi se confunde con otra corriente;) pero tanto en uno co-
mo en otro caso. si bien se examina la propiedad de su uti-
lidad, es posible del mismo modo.


Despues de lo dicho ¿podrá. caber alguna duda de la le-
gitimidad de la propiedad territorial, siendo as! que las
tierras son útiles y apropiables por el trabajo humano'?
Realmente no. Y sin embargo, la mayor manifestacion del
concurso gratuito de la naturaleza en la produccion de los
elementos y de las materias primeras para' la industria, y
la necesaria ocupacion del terreno para la recoleccion de los
frutos, han sido causas de que la propiedad territorial haya
sido la primera en sufrir los ataques del socialismo, y lo
que es aun más triste, de algunos economistas.


Las tierras labrantías no se diferencian en nada de los
demás agentes naturales para poder ser objeto de la propie-
dad. Nada más absurdo que suponer en ellas esa virtud pro-
pia esclusiva que Adam Smith llamaba potencia indestructi-
ble del terreno, J. B. Say capital natural, Víctor Considerant
capital p1'imitivo ó increado ó valor de la tierra bruta, Ri-
cardo facultades productivas é imperecederas de la tierra,
Hi póli to Passy fuerzas ó facultadesnatwralmente p?'oductivas,
lo cual es causa de que la agricultura reporte un beneficio
que no se obtiene en las demás industrias. Pues qué, ¿los
vientos que soplan en el mar á lo largo de las costas, el
flujo y reflujo que prolonga la marea más allá de la embo-
cadura de los rios no hacen nada gratuitamente en benefi-
cio de la navegacion y de las transacciones mercantiles'?




- 63-
¿Pues que la fuerza elástica del vapor comprimido en una.
caldera" al imprimir un rápido movimiento á fardos enormes
y pesados, no hace nada en favor de la industria locomoti-
va? ¿Pues qué el calórico fundiendo los metales, calcinan-
do las materias vege~ales ó animales no hace nada en utili-
dad de las manufacturas? ¿ Pues qué la electricidad reducida
á la pila voltáica poniendo en comunicacion con la rapidez
del rayo á los pueblos más distantes y el magnetismo uti-
lizado en la brújula, llevando á seguro puerto al perdido
navegante no prestan ningun servicio á la humanidad?
Analícense todas las industrias y se verá. que siempre la
naturaleza concurre á la produccion y no es solo en la agri-
cultura donde derrama pródigamente sus dones.


y lo que antes hemos dicho dél concurso de los demás
agentes naturales es aplicable tambien á las tierras. La tier-
ra es fecunda, es útil, pero no produce, no 'l)ale, en tanto
que el esfuerzo humano no haya recaido sobre ella; es me-
nester que el hombre la ponga en condiciones propias para
la satisfaccion de sus necesidades; es necesario que cons-
truya edificios para su explotacion, caminos para llevar sus
productos~ al mercado; desecar los pantanos, limpiarla de
plantas nocivas; romper su superficie con el arado y la aza-
da; en una palabra, ocuparla, 'desmontarla y roturarla,
teniendo además, cuando todo esto se ha verificado, que
sembrarla y trabajar sobre ella contínuamente para recoger
sus frutos. Y si el concurso de la naturaleza en la agricul-
tura solo se obtiene mediante el trabajo, ¿para quién serán
los frutos de la tierra, para el que trabaja ó para el que no
hace nada? (1)


(1) Véase el nI capítulo de la Seccion 1.11 de ia Segunda parte,
en que se demuestra la legitimidad de la renta territorial contra
los fisiócratas, la escuela de Ricardo y los socialistas.




- 64-
Desconociendo Proudhon estas sencillas consideraciones,


no acertaba á comprender que el agricultor pudiese escluir
á los demás en la explotacion de sus terrenos que es de to-
dos. «La tierra, decia el famoso autor de las CONTRADIcroNEs
ECONÓMICAS, del mismo modo que el agua, el aire y la luz,
es un objeto de primera necesidad, del que cada uno puede
usar sin impedir su uso á los demás, i,por qué, pues, ha de
estar la tierra apropiada?»


De este modo rechaza la propiedad territorial, pero como
en otro lugar a.dmite la posesion, añadiendo que la posesion,
sin garantías es el comunismo y con ellas la propiedad;
ciertamente no hay que molestarse en refutarle cuando él
mismo lo hace.


Tal vez aun se persista en considerar como un monopo-
lio la propiedad esclusiva de un terreno porque es una li-
mitacion impuesta al derecho de todos los hombres á cultivar
los campos. Pero, repetimos, las tierras, como los demás
agentes naturales. se hallan á disposicion de todos los hom-
bres. con la condicion de que el individuo se tome el traba-
jo de apropiárselos mediante el ejercicio de sus facultades,
ó el de restituir uu servicio equivalente al que le preste otra
persona que se toma por él este trabajo. Arrebatarle la pro-
piedad de un terreno á nombre de la igualdad humana al
.que ha depositado en él su trabajo y le ha puesto en condi-
ciones propias para la produccion sin indemnizarle de sus
esfuerzos y fatigas, seria la mayor injusticia, al par que la
más inÍcua desigualdad. Por el contrario, el cambio de un
servicio agrícola por un servicio industrial de cualquier gé-
nero que sea, es la base de la sociedad y del progreso. Y no
temais las exigencias del propietario territorial; sus preten-
siones han de . regirse necesariamente por las leyes de la
oferta y del pedido, como sucede en todas industrias; en
vano pretenderá un precio ó un alquiler elevados, la com-




-65-
petencia, nivel admirable del mundo económico, los redu4
cirá á los límites marcados por las circunstancias del lugar
ó tiempo en que· un pueblo se encuentre.


Pero dicen, llegará un día de desolacion y llanto para la
humanidad en que todo estará apropiado, y entonces los
obreros tendrán que sucumbir á las condiciones del arren-
dador ó no tendrán cubierto en el festin de la naturaleza!


¿Es cierta esta terrible profecía que amenaza á la especie
humana con la falta venidera del objeto de la propiedad?
¿Es de temer que la tierra falte alguna vez al hombre'?


Afo;rtunadamente la estadística ofrece el cuadro conso-
lador de que la tierra, á pesar de contar ya más de 4.000
años. de existencia despues del diluvio, sólo contiene una
poblacion relativa de dos ó tres habitantes por kilómetro
cuadrado, cuando hay naciones que en el mismo terreno
mantienen desahogadamente setenta y ochenta. Las nacio-
nes más civilizadas han nacido, se han desenvuelto y se
han hundido para siempre en el olvido de los tiempos que
fueron, sin haber cultivado más que una pequeña parte de
su territorio. La extension superficial, que no ha recibido
aun el sello de la personalidad humana, es muy grande
para que pueda faltar á las generaciones venideras; pero
aun suponiendo que la tierra cultivable llegase á faltar, el
hombre arrancaria el suelo de las garras del mar como ha
arrancado los pantanosos campos de la Holanda, escalaria
el Atlas y el Himalaya, convirtiendo sus pendientes faldas
en llanuras horizontales, fecundaria tal vez las arenas del
Sahara que las caravanas árabes atraviesan con presurosa
planta (1).


La extension nada significa; la intensidad del culti 1'0


(1) V. Thiers. De la propiedad.




-00-
multiplica la superficie. Con razon ha observado Stuart-
Mill que ni hoy ni nunca las naciones mejor dotadas por la
naturaleza han sido las más ricas y poderosas, sino las más
pobres y débiles; la abundancia y la fecundidad de los
agentes naturales, fomentan la ociosidad y la pereza, sien-
do un obstáculo más que una condicion favorable á la pro-
duccion. Atenas, enclavada en el Atica, que era una de
las más estériles regiones de la Grecia, llegó á ser el em-
porio del mundo económico en la antigüedad; del mismo
modo que Holanda lo es en nuestra época por el trabajo de
sus habitantes, mientras que la India y Méjico, tan favore-
cidos por la Naturaleza, viven en la mayor miseria.


Resulta, pues, que el objeto de la propiedad no tiene
límites por la extension ni por la intensidad del cultivo.
Aun pueden los que deseen ser propietarios sin comprar las
tierras ya apropiadas, ir á la América~ á la Austrasia. á los
Archipiélagos del mar del Sur, en busca de terrenos vírge~
nes que roturar por si mismos, para utilizar en provecho
propio eso que llaman los autor~ productividad natural del
suelo: ¡pero cuántos más gastos y cuántas penalidades ten-
drian que sobrellevar en el viaje, en la ocnpacion, en la de-
fensa propia, en el desmonte, en la roturacion, etc., antes
de recojer sus frutos! i.No les seria más fácil y méllos cos-
toso haber empleado parte de su capital en la adquisicion
de un terreno puesto ya en condiciones para el cultivo~ La
esperiencia ha demostrado que todas las colonizaciones de
emigrantes que han ido á explotar esos países incultos con
la Uusion de hacerse propietarios para aprovecharse de los
frutos sin trabajar, han esperimentado las más lamentables
.catástrofes y el más cruel desengaño.


No hay que hacerse ilusiones; ·108 agentes naturales se
hallan á disposicion de todos los hombres, pero es menes·
ter quo se tomen el trabajo de apropiárselos.




2. o -A etos ó sermeios ltumano~.


Es un hecho innegable que el hombre no se basta á
mismo en la consecucion de su destino. Sus necesidades
son considerables y sus facultades limitadas, no. pudiendo
por tanto satisfacerlas completamente. Si el hombre por sí
s610 se empeñase en producir las cosas indispensables para
su vida, 6 no podria verificarlo más que de un número
muy limitado de sus necesidades 6 todas de un modo muy
imperfecto: afortunadamente encuentra en los actos de sus
semejantes, mediante el cambio, el complemento dé su per-
sonalidad (1).


¿Pero puede un hombre ser medio de la actividad de
otroY El derecho antiguo que colocaba la esclavitud en el
cuadro de las instituciones humanas, respondia afirmativa-
mente á esta pregunta considerando al esclavo como cosa
sometida al dominio de su señor. La civilizacion moderna,
inspirándose en los más altos principios de moral y de jus-
ticia, rechaza esta consideracion indigna de un ser racio-
nal y libre. Pero si la persona consideratla en sí misma no
puede servir de utilidad á otra, del mismo modo que los se-
res fisicos, si puede prestarla en los actos que ejecuta
cuando libremente consiente en ~esprenderse de ellos en be-
neficio ageno. Y desde el momento en que este consenti-
miento se ha expresado, el derecho impone la necesidad de


. ejecutarlojá esta necesidad jurídica de prestar un hecho
útil á una persona extraña, es á lo que se denomina oUi-
gacion.


Ahora bien, ¿las obligaciones pueden ser objeto del de-


(t) Véase la 2.11 parte donde nos ocupl1.mo$ et-ténsa.mente del
cambio.




-00-
recho de propiedad? El ejercicio de la propiedad, como ve-
remos más adelante, lleva consigo dos derechos: el de es-
cluir á los demás en el disfrute de la cosa objeto de ella, y
el de reportar todas las utilidades que puedan obtenerse de
la misma. Pues el derecho de exigir el cumplimiento de la
obligacion-jus ad rem-lleva tambien consigo el derecho
de escluir á los demás si se oponen á que se cumpla, y el de-
recho de reportar las utilidades de que sea susceptible dicha
obligacion, ya di~frutándolo por si mismo el acreedor, ya
trasmitiéndolo á título gl'atuito Ú oneroso. Pero si en esto
se parece la propiedad de las obligaciones á la de las cosas,
es preciso tener' muy en cuenta que en 'los derechos r.ealea
como la entidad sometida es un ser del mundo material la
relacion de dominio del sugeto sobre el objeto es completa
como veremos luego, mientras que en los derechos perso-
nales, siendo la entidad sometida un hecho de un ser libre,
JI no pudiendo considerarse este acto aislado de la persona
que ha de r(>ali~arlo, las facultades del sugeto se determi-
nan por las condiciones del contrato, pues de lo contra-
rio, la obligación seria una verdadera esclavitud. Vemos,
pues, que las obligaciones pueden ser objeto del derecho
de propiedad en cuanto este lleva consigo el derecho pose-
sorio y el ae enagenar, pero que en el modo de utilizar es
menester apartarse de la regla general para atenerse á las
condiciones libremente estipuladas.


lII.-Relacion del sugeto con el ohjeto de la.
Propiedad.


La Propiedad es la fórmula de la relacion entre el hóm-
bre y el mundo material, relacion necesaria para el cumpli-
miento del fin humano I bendecida por Dios desde los pri~




- 69-
meros albores del mundo y consagrada por todos los pue ..
blos desde sus mas remotos oríge~es.


Ahora bien, proponiéndonos la defensa de la propiedad,
hemos de analizar con sumo cuidado como nace y en que
consiste esta reIacion, porque muchos de sus adversarios la
atacan mas que en su fuudamento, en los medios de adl{ui-
rirla y en los derechos anejos al dominio, siendo menester
deslindar bien los campos para conocer el terreno que cada
cual defendemos. Y al resol ver las cuestiones á que esto dé
lugar no hemos de olvidar el triple aspecto que presentan
los problemas sociales segun se consideren en el criterio de
la Moral (en el sentido mas restringido de esta palabra) del
Derecho (1) ó de la Economía Política, pues el no haber
marcado las diferencias que distinguen·á estas tres ramas
de la Ética en el estudio de la propiedad, ha dado márgen á
reñidas contro-versias entre teólogos, jurisconsultos y
economistas.


l. o_~De qué modo S8 esta3lece la 'I'elacion1


Para que la propiedad sea justa, para que sea digna de
los argumentos que hemos expuesto en su defensa, es
menester que haya sido adquirida por medio del· trabajo,
por consiguiente la propiedad adquirida por medio del robo,
del fraude, de ventas ilusorias, de subastas fingidas etc.
lejos de merecer nuestros elogios, la combatimos enérgica-
mente, y esto con tanta mas razon, cuanto que fijándose
sus enemigos en estos casos escepcionales, hacen de ellos
el punto de apoyo de sus ataques.


Repetidas veces hemos probado que sin el trabajo la


(1) Tengase presente lo dicho sobre el concepto del Derecho en
el cap. l.0"1 nota de la pág. 31.




-70-
propiedad no puede existir; la aptitud de que se hallau do-
tados los agentes naturales seria estéril sin el ejercicio de
nuestras facultades. No obstante de ser la pasividad y la
inercia las cualidades esenciales del objeto de la propiedad,
y las del sugeto una actividad sosprendente, nunca llega-
rian á relacionarse sin el ejercicio de esta facultad de hacer,
sin la aplicacion de esta fuerza motriz á las cosas útiles.
Pero cuando esta relacion se ha verificado, cuando el hom-
bre ha derramado el sudor de su rostro para la satisfaccion
de sus necesidades, entonces la propiedad de lo adquirido
de este modo no puede menos de recibir la triple sancion de
la Moral, del Derecho y de la Economía Política; de la
Moral que ve en el trabajo el cumplimiento de un deber, del
Derecho que consagra la libertad humana no perjudicando
á nadie, y de la Economía Política que vé en él la primera
fuente de la produccion de la riqueza.


No acierto á comprender que los que se llaman amigos
del trabajo, que los que protejen y tratan de ensalzar como
se merece, la suerte del obrero, cuando este des pues de
duras privaciones y de haber fatigado constantemente sus
miembros para mantener una familia, llega á realizar una
pequeña ganancia que paulatinamente va aumentando, y
que logra formar con ella un capital; entonces, esos mismos
se levanten para denominarle tirano del proletariado y para
disminuir en lo posible los frutos que por su aplicacion ha
obtenido.


Repito que solo por medio del trabajo, la propiedad se
adquiere legítimamente. Y segun que la apropiacion de un
objeto resulte directamente de nuestros propios esfuerzos ó
de los agenos que hayamos recibido á título oneroso ó lucra-
tivo, (1) así los modos de adquirir la propiedad han sido di-


(1) El considerar la donacion lucrativa 6 gratuita corno modo de




-71-
vididos por losjurisconsultos en originarios y derivativos (1).


Para que la adquisicion de la propiedad de un objeto en
virtud de nuestros propios actos sea legítima es ménester
que la cosa baya sido aprehendida del modo que su natu-
raleza lo permita, y que carezca de dueño anterior I 6 si le
ha tenido que haya sido abandonada.


Para la adquisicion de la propiedad de un objeto perte-
neciente á un extraño, es menester que este la haya legí-
timamente adquirido y que haya consentido libremente en
trasmitirla, pues el robo ó sea la adquisicion de lo ageno
contra la voluntad de su dueño, es un ataque á la liber.tad
individual y un quebrantamiento del órden social y eco-
nómico.


Mas ó menos todos se hallan conformes con la justicia
de los modos de adquirir fundados en los principios indica-
dos. Pero no sucede lo mismo cuando so trata de la pres-.
cripcion, como modo de adquirir el dominio de la cosa age-
na, mediante haberla poseido por el tiempo y con los
requisitos marcados por la ley.


Cosa extraiía es lo que sucedo con la prescripcion: para


adquirir. no contrada el principio que he sentado de que solo puede
adquirirse la propiedad por medio del trabajo ; ,porque el donante ha
tenido que trabajar para la adquisicion de la cosa que dona, y esta
donacion se verifica en virtud del derecho de trRsmisibiÍidad que
acompaña al dominio legítimamente adquirido, segun probaremos
en el siguiente párrafo.


(1) Esta bimembre clasificacion jurídica tiene e~ inconveniente'
de considerar como originarios modos que en realidad no lo son:
v. gr. cuando las aguas de un rioagregan á una propiedad parte
de otra. Mejor que esta seria una clasificacion que se fundase en la
naturaleza de los actos en virtud de lo que se adquiere; así esto se
verifica: unas veces por la accion del adquirente (ocupacion}, otras
por hechos de las cosas que nos pertenecen (accesion) y finalmente
otras en virtud del concurso del dueño de la cosa y del que la
adquiere (cambio 6 donacion gratuita.)




-"12-
unos es la base sobre la cual la propiedad descansa, para
otros es la mas expoliadora de las instituciones. Y á la ver-
dad cuando intentamos averiguar cuales son sus funda-
mentos á la luz de la razon y de la justicia, nuestra inteli-
gencia vacila en colocarla en el cuadro de las instituciones
jurídicas.


Se trata de la adquisicion de una cosa perteneciente al
dominio ageno I,cómo pues justificar la propiedad de ella
por la sancion del tiempo cuando reconoce por origen una
posesion llevada á cabo sin el consentimiento expreso de su
legítimo dueño~ Para los que sostienen que el Estado es el
único y verdadero dueño, la explicacion es sencilla porque
si su dominio es eminente, el de los particulares será deri-


'vado y sometido á todas las limitaciones que quieran impo-
nersele. Doctrina es esta que conduce al socialismo y des-
truye la libertad individual, base de la propiedad, y que mas
adelante refutaremos con mas extension. Para otl'os, el
fundamento de la prescripcion es el abandono del dueño, de
la cosa prescripta; más entonces bastaria la ocupacion y no
seria necesaria la sancion del tiempo para legitimar la pro-
piedad. Y aun hay quien cree que es un castigo impuesto á
la negligencia del dueño por no haberla poseido en tanto
tiempo ¡,pero quien es el Estado para castir¡ar el no ejercicio
de un ae1'ecluJ"# y aunque asifuese, sejustificaria la perdi-
da del dominio ¡,pero como explicar la adquisicion en favor
del actual poseedor~ ¡, Cual es entonces el apoyo de esa
institucion admitida en todos los códigos desde los prime-
ros tiempos del Derecho Romano'?


La propiedad de una cosa en dominio ageno no puede
adquirirse sin el consentimiento de su dueño. Ahora bien,
la voluntad de conservar la propiedad de una cosa, solo se
concibe en cuanto el dueño saca alguna utilidad de ella,
Pues si trascurriese uno, dos I tres años... diez, veinte,




- 73 -:"
treinta ... , sin que utilice ninguno de los derechos anejos
al dominio mientras que una persona extraña se esta apro-
vechando de ellos, "¿nó se va lenta y paulatinamente


, aumentando la presuncion de no ser la voluntad del verda-
dero dueño utilizar la propiedad de la cosa'? Y como la so-
ciedad está interesada en que la propiedad se utilice para
que la produccion se desarrolle y aumente el bien estar de
todos y como el dueño despues de pasado tan largo espacio
de tiempo la tiene completamente abandonada hasta tal
punto que se duda de la existencia de su derecho, el Estado
se ha visto en la necesidad de fijar un término llegado el
cual, considera que ha renunciado á sus facultades domi-
nic~lles. Y no debe olvidarse, para que no se nos tache de
socialistas, que en nuestro concepto este plazo le fija el
Estado interpretando la voluntad del dueño y e5tableciendo
una presuncion de las llamadas por los Jurisconsultos de
juris tantum; así es que si antes del término señalado por
otro hecho-la ignorancia probaaa-, se indica la voluntad
contraria la prescripcion no puede justificarse.


De lo expuesto solo sacamos en consecuencia la justa
manera de perder el dominio por la prescripcion ¿pero cómo
esta se convierte en modo de adquirir'?


Cuando el dominio se estingue por momentos mediante
la presunta renuncia del dueño aprordmándose la cosa de
grado en grado por la inaccion del dueño á la categoria de
NULLIUS, y un poseedor de buena fé la ocupa y la cultiva, se
pone en directa relacion con ella y realiza todos los fenóme-
nos sociales de la propiedad durante un lapso de tiempo tan
largo y continuado ¿quién le disputará el dominio de la
cosa de este modo poseida y sellada con la marca respetable
y sagrada de su constante trabajo'?


y al lado de estas razones de equidad y de conveniencia,
podemos colocar una histórica. i, Cuál seria el estado de la




~. . .. ,


-74 -
sociedad pregunta Thiers, qué adquisicion seria segura, si
fuese posible remontarse al siglo XII y XIII Y disputaros
una tierra probando que un señor la arrebató á un vasallo,
la dió á un favorito, el cual la vendió á un individuo del
gremio de comerciantes, el cnal lo trasmitió de mano en
mano á no sé que línea de poseedores mas ó menos respeta-
bles'? No, preciso era poner fin á las reclamaciones que
sembrarian la inquietud sobre toda la superficie del globo:
y este es el grande efecto de la prescripcion, el incompara-
ble beneficio que la debemos. Ella afirma la propiedad reco-
nociendo que la larga jJosesion es una jJ'J'esuncion del t'l'aoajo,
porque nada seria estable sino se fijase un término á las
investigaciones sobre el pasado: ninguna transaccion, nin-
gun cambio podia tener efecto ... y hemos de ser respon-
sables de 10 que algunos siglos atrás hicieran los detenta-
dores de una propiedad que hemos obtenido pagando reli··
giosamente el precio que nos ha costado grandes esfuerzos
poder reunir por nuestra industria y economía'?


Solo me resta tratar de una cuestion de suma importan-
cia 1 mucho mas en actualidad. Si una propiedad hubiere
sido adquirida en una época pasada por los medios estable-
cidos en el derecho de positivo entonces, y luego se consi-
dera este como injusto creándose otro nuevo ¡,puede decla-
rárse nula aquella adquisicion'?


El Derecho es uno en si mismo, pero sus determinacio-
nes en el tiempo son distintas, debiéndose acomodar á las
condiciones históricas de la época en que se realice. Preten-
der juzgar estas determinaciones distintas del mismo modo
equivaldria á igualar el derecho del adulto y el del niño,
siendo así que por la condicion especial de su edad necesi-
tan prestaciones jurídicas de diversa naturaleza, sin que
por eso tal distincion pueda calificarse de injusticia. La vida




- '75-
del Derecho va manifestándose sucesivamente siguiendo
paso á paso el progreso general de las demás esferas de la
actividad humana, y ha de acontecer necesariamente que
lo tenido por justo en una época (y que en éfecto lo sería si
se acomodaba á su modo particular de ser) variando luego
el concepto que se tenga del derecho y las condiciones
temporales que podían justificarlo deje de considerarse
como tal.


Ahora bien, participando de este carácter general del
Derecho, el de Propiedad, puede ilcontecer que una adqui-
sicion hecha segun el derecho positivo de un determinado
tiempo se tenga hoy por injusta; ¡,qué deberá hacerse res-
pecto de aquella propiedad~ ¡,Respetarse porque se.ha verifi-
cado conforme á las leyes de entonces, ó anularse conside- .
rando que arranca, á nuestro juicio, de una injusticia y que
lo inj usto no puede legitimarse por el trascurso del tiem-
po~ Lo primero seria sancionar perpetuamente la iniquidad
solo por haberse hecho en forma legal pero no justa; mien-
tras lo segundo equivaldria á romper con el pasado dejando
al arbitrio de tal ó cual escuela filosófica reinante el desha-
cer lo verificado anteriormente como justo ya que no obs-
tante la unidad del derecho, su concepto es distinto segun
las circunstancias de lugar y tiempo en los indivíduos y
en la humanidad toda.


A nuestro modo de ver, convendria distinguir el hecho
de la adquisicion de la relacion jurídica que mediante él se
establece y subsiste hasta el momento de plantearse la
reforma; el hecho de la adquisicion es innegable que. ha
existido y fuera ilusorio desconocerle y pretender borrarle
de la historia; pero la relacion jurídica desde el instante
que se encuentre en oposicion con los principios del Dere-
cho, por el cambio de opinion 6 de las condiciones históri-
cas que dieron vida á una legislacion positiva, debe cesar,




- '76-
sino se quiere que desaparezca bruscamente á impulso de la
fuerza irresistible de las revoluciones. De esta suerte ni se
perpetua la injusticia, ni se deja al arbitrio de las genera-
ciones posteriores anular la vida jurídica de las que les pre-
cedieron, presumiéndose mejor informadas que estas en sus
condiciones históricas y en los principios del Derecho. Cada
generacion reforme el derecho en lo que le alcance como
trascendiendo de las anteriores y deje á cada una de estas
su modo de entenderle y practicarle que siempre fué una
máxima de los jurisconsultos distingue tempora et concor-
davisjura.


Habiendo examinado anteriormente de que manera se
establece la relacion entre el sugeto y el objeto de la propie-
dad, despues de habernos ocupado separadamente de cada
uno de, ellos, debemos estudiar ahora en que consiste esta
relacion para conocer cuales son los derechos que acompa-
ñan al dominio.


Desde el momento en que la propiedad se adquiere apare-
cen inmediatamente dos relaciones: una del adquirente con
los demás hombres y otra del mismo con la cosa adquirida:
por -la primera tiene el dereclto de excluir á sus semejantes
del disfrute de la cosa que legitimamente le pertenece; por
la segunda tiene la facultad de disponer libremente de ella,
percibiendo todas las utilidades presentes ó futuras de cual-
quier género que sean.


El derecho de excluir llevar consigo : el acto de la
defensa. La conservacion de la propiedad legítimamente
adquirida, siendo condicion precisa para la realizacion del
fin humano, es un deber que el hombre tiene que cumplir




-?~-
en la vida; al propio tiempo que al defenderse contra cual-
quiera que injustamente le acomete intentando privarle de
ella y arrebatarle el fruto de su trabajo, ejerce uno de los
mas sagrados derechos que la razon sanciona, porque el
agresor en el mero hecho del ataque, de romper esa barrera
que marca los límites de los derechos individuales y de
infringir la esfera de accion de un indivíduo, no puede exi-
gir de este que respete la suya. He aquí porque del deber
y del derecho que el hombre tiene de procurar su conser-
vacion y bienestar, se deduce el derecho de rechazar. por la
fuerza las agresiones injustas de que pueda ser objeto (1).


En el estado primitivo, cuando los hombres apenas se
han asociado y casi desconocen por completo el lazo de los
deberes que les liga recíprocamente al cumplimiento de un
mismo fin, las agresiones y las violencias son muy frecuen-
tes, y la propiedad escitando la envidia del que vive en la
holganza y en la miseria hacia las comodidades que otro
disfruta como recompensa de sus esfuerzos, es tal vez el
objeto constante de ellas, porqu~ las enemistades entre los
hombres mas que de la perversidad del instinto nacen del
estímulo del interés. Por esto apenas las leyes aparecen en
la vida de los pueblos con el fin laudable de hacer posible
la vida social y evitar las luchas individuales, lo primero
que formulan es la propiedad y su derecho castigando seve-
ramente los ataques que contra ella se dirigen: esta es la
razon de la severidad con que se castiga en los antig.uos
códigos el robo y la usurpacion, velando siempre por la
conservacion del órden en la sociedad.


Así es que el derecho que el dueño tiene de excluir á los
demás en el disfrute de la cosa legítimamente adquirida y


(1) Véase nuestra obra «PRINCIPIOS DEL DERECHO PENAL CON
~PX.lCAC(ON A~ CÓDIGO ESPAfioI..~




-18-
éltle en el estado salvage se manifiesta por el derecho de
defensa individual, cuando el individuo vive en sociedad,
las fuerzas colectivas le protegen haciendo innecesarias las
luchas privadas. Entonces aparece el derecho llamado pose-
sorio ó sea la exigibilidad del que posee una cosa á ser
mantenido en ella contra las agresiones de que pueda· ser
objeto aunque el agresor sea su legítimo dueño, y de rei-
vindicarla inmediatamente si se ha visto privado de ella,
por mas que despues de haber sido restablecido en su pose-
sion se discuta sobre la legitimidad de su dominio: derecho
sin el cual la sociedad se veria envuelta en los horrores de
la anarqnía. A pesar de esta proteccion del Estado hecha
efectiva, por medio de las leyes penales todavia hay ocasio-
nes en que no hallándose presente la fuerza social ó aun
estándolo siendo ineficaces sus auxilios para defender la
propiedad del individuo, tiene este el incontestable derecho
de recurrir á su fuerza persona], á la defensa privada á falta
de la pública, como el mas espontáneo, el más instintivo, el
primero y mas irresistible 4e los sentimientos que nos ani-
man que es el de nuestra propia conservacion y de nuestros
medios de existencia.


Veamos ahora en que consiste la relacion del sugeto
sobre el objeto de la propiedad. Y desde luego se comprende
despues de lo expuesto en el primer capítulo que es esta
una relacion de superioridad de aquel sobre este. ¡,De qué
manera esta superioridad se manifiesta'l ¡, La Moral, el Dere-
cho y la Economía prestan su sancion del mismo modo'l He
aquí las cuestiones que vamos á tratar brevemente (1).


(1) Tenganse muy presentes las consideraciones que hemos
hecho anteriormente sobre el sentido en que usamos las palabras
Derecho, Moral y Economía (Nota de la pág. 31, la 32 y siguientes.)




-79-
ne dos modos podemos considerar al propietario: disl'l'ú~


tando por si mismo de la cosa que le pertenece ó t'/'asmitién-
dola á una persona estraña ya sea á título gratuito ú one-
roso. Algunas consideraciones además de las que venimos
exponiendo desde el principio, serán suficientes para com-
prender el fundamento del Derecho que tiene el dueño de
usar ó de enagenar la cosa legítimamente adquirida, y
cuales son las limitaciones impuestas en su ejercicio. Co-
mencemos por el Derecho de usa'/'o


Siendo una actividad sorprendente la cualidad distintiva
del sugeto y una pasividad admirable el carácter esencial
del objeto; dotado el primero de una libertad que solo ante
Dios se humilla y sometido el segundo á la fatalidad de las
leyes físicas, la relacion del uno sobre el otro es completa y
no reconoce mas límite que la personalidad agena. El hom-
bre vive en el seno de la Naturaleza naturalmente rodeado
de los seres de la creacion y sirviéndose de ellos para la
satisfaccion de sus necesidades. El Derecho no pone límites
al uso que de ellos se haga, despues de hab~r sido legíti-
mamente adquiridos no perjudicando á nadie.


Será no obstante lícito maltratarlos y destruirlos sin
necesidad y sin medida ¡, Por ven~ura no será el hombre
nunca responsable de los hechos que ejecute sobre los seres
del mundo material y mas especialmente de los animales'?
La Moral cuya esfera de accion es mas vasta qne la del
Derecho coactivo, pone un límite y con razon al ejercicio del
derecho de propiedad en este sentido. El Supremo Hacedor,
al conceder al hombre el pleno poder sobre todos los seres de
la creacion no lo hizo de un modo absoluto, incóndiciona-
do, sino en el sentido de que este los utilizase bien. De aqui
por tanto se infiere que cuando el hombre en vez de usar,
abusa yen vez de emplearlos en la satisfaccion de sus nece-
sidades los maltrata, infringe un deber moral, pero no U11




-80-
derecho, porque solamente los seres libres Son capaces de
relaciones jurídicas. Y la Economía Política de acuerdo con
la moral porque como ya veremos esta ciencia se ocupa
tambien del fin interno de la propiedad, á diferencia de la
del Derecho que trata de sus condiciones exteriores, censu-
ra esta destruccion caprichosa de un objeto útil, como cen-
sura todos los consumos que son improductivos.


Se ve pues que la relacion del sugeto sobre el objeto de
la propiedad es de pleno y perfecto dominio sin mas límite
jurídico que la personalidad agena, y sin que la Moral y la
Economía Política impongan otras restricciones que el no
destruir las cosas por capricho inútilmente.


Mas no se crea que el uso de las cosas que nos pertenece
sea ilimitado y pueda verificarse como mejor nos plazca,
sino que debe oscilar entre un máximun y mÍnimun; el
primero es el límite marcado por lo que permite la renta de
cada uno: el segundo es la cantidad·' necesaria para la
subsistencia indivi9.ual. Cuando estos límites se traspasan,
aparece la disipacion y la avaricia con sus funestos resulta-
dos y con el lamentable cortejo de vicios que suelen acom-
pañarla.


Para nada se ocupa ni debe ocuparse el Derecho de si
estos límites se guardan 6 se infringen, y si acaso lo hace
del pródigo es para nombrarle un curador como comple-
mento de su personalidad suponiéndole privado de la luz de
la razon y de la madurez de juicio que á los demás hombres
ilumina; pero la Moral y la Economía Política censuran
enérgicamente la disipacion y la avaricia como altamente
perjudiciales á los intereses individuales y sociales.


Los principios de Moral vivamente condenan la conducta
repugnante del avaro; que atento solo á enriquecerse, do-
minado por la idea de atesorar, olvida los deberes que le
ligan á sus semejantes y él mismo vive en la ~egradacion




- 81-
Y la miseria sin· satisfacer apenas· sus mas imperiosas nece-
Sidades, del mismo modo que el Rey Midas á quien los Dio-
ses del Olimpo habian conferido el mágico poder de conver-
tir en oro todo cuanto sus manos tocasen. La avaricia con-
duce al hombre á ser desapiadado é insensible con los
pobres; no le mueve el espectáculo de la miseria;. su cora-
zon está endurecido; mira con ojos enjutos y con la mayor
indiferencia y frialdad las angustias de la pobreza. PelO el
rico avariento, miserable y ruin, recibe aun en esta vida las
recompensas de su mezquindad: las riquezas que bien
empleadas debieran proporcionarle comodidades y satisfac-
ciones, guardadas con cerrojos y candados, solo le produ-
cen cuidados y sobresaltos. Los principios de Moral recha-
zan igualmente la prodigalidad que hace desaparecer en
placeres insensatos la riqueza que se hubiera podido emplear
en la satisfaccion moderada de legítimas necesidades, y en
el socorro de los desgraciados' que viven sumidos en la
miseria: y no se crea que la Moral disculpe el desprendi-
miento escesivo de los bienes que nos pertenecen con tal de
emplearlos en laearidad, porque cens~a la limosna impru-
dente que deja al donante en la imposibilidad de atender á
sus mas sagradas obligaciones.


La Economía Política de acuerdo con la Moral reprueba
tambien tanto la avaricia co,mo la disipacion. Ve en la pri--
mera una profunda sima que sepulta en su seno los capi-
tales que debieran ser la sávia fecundante del bienestar
individual y social, y contempla en la segunda la desapari-
cion inútil de los que debieran emplearse en empresas
reproductivas. Ambos consumos son perjudiciales, pero tal
vez sean mas funestos los efectos de la disipacion porque al
menos el avaro aumenta los capitales sin consumirlos y
pueden servir de grande utilidad despues de su muerte.
:Mas .no hay que confundir la avaricia que engendra el


6




-82-
egoismo con el interés personal móvil sin el cual el hombre
DO trabajaria siendo el trabajo una pena, ni ia prodigaiidad
que engendra el vicio y la pérdida de los capitales con el
lujo moderado que es una recompensa del trabajador y un
estímulo del progreso. NédescoIlOcemos ias impugnaciones
que se han dirigido al lujo , pero creamos· que cuando la
cantidad destinada á mantenerle se halla comprendida den-
tro de la renta de cada uno y tiende á fines lícitos, no
debe de ningun modo censurarse porque es una espansion
natural del que constantemente trabaja y porque si así no
fuese y no se satisficiesen mas que las necesidades urgentes
éinmediatas á nada conduciria eleer ricos, ideal qué debe
presentarse á todo trabajador pál'a multiplicar su actividad
y esfuerzos.


En diferentes tiempos los gobiernos guiados por princi-
pios en mayor Ó menor grado socialistas, han puesto limi-
taciones á los modos de usar la propiedad, reglamentando
por medio de las llamadas leyea S'N/Iltutl'l'ias el alimento, el
vestido, la habitacioD, los medios de trasporte etc. etc.
incurriendo en las mas grandes ridiculeces como la de fijar
el número y clase de los botones de las casacas. Estas leyes
que podrian parecer justificadas en los tiempos en que se
dieron, por el predominio del Estado sobre el individuo,
oonsiderando era un dJebe'r suyo la canservacion de las
fortunas particulares 6 tal vez tendiendo á, mantener la
desigualdad de clases por la diferencia de vestidos, han sido
y serán siempre odiosas é insoportables, indignas de pue-
blos libres, rémora constante del p.rogreso industrial y de
estériles resultados por la facilidad con que se eluden.


El hombre es completamente libre en el destino que dé
á sus bienes; si es conforme á la Moral, su recompensa será.
la misma que obtendrá aquel que cumple con sus deberes
siendo probo y virtuoso; y si se opone á ella el castigo le




-88-
llevará pesando constantemente sobre su conciencia, en la
espera de tener otro mayor. Si es conforme á la Economía
Política, su bienestar irá en aumento y satisfará mejor sus
necesidades; mas si no lo fuese esperimentará los sufri-
mientos de la indigencia y de la miseria. Pero repito que la
ciencia del Derecho no puede poner límites de ningun
género al consumo individual en tanto que no haya una
transgresion de los derechos agenos.


Pasemos á ocuparnos de la facultad de t1'asmiti1' que
acompaña al dominio, reservá.ndonos tratar de la legitimi-
dad del arrendamiento en la segunda parte donde nos ocu-
pamo! de la propiedad funcionando en la industria, esto es,
considerándola como capital.


Admitido el derecho de propiedad no puede menos de
admitirse como consecuencia inmediata y como comple-
mento necesario su cualidad de ser trasmisible. En efecto:
produciendo el hombre mas de la cantidad de artículos ne-
QtSaria para la satisfaccion de sus necesidades, y siendo
~bjeto de la propiedad todo aquello que ha sido el producto
del trabajo, fácilmente se concibe que ha de resultar un
sobrante de valor que irá sucesivamente aumentándose y
del cual será legítimo dueño. Ahora bien ¿qué destino se va
á dar á esta. riqueza creada por el tr9:bajo y conservada por
el ahorro '1 LSe obligará 6. su dueño á consumirla forzosa-
mente'! No, porque seria un ataque á la libertad individual.
¿Se le arrebatará por el Estado ó por el primer ocupante?
De ningun modo porque seria un ataque al derecho de pro-
piedad tan sagrado cOmo la libertad misma. Entonces ¿qué
hacer'! Conceder al dueño la facultad de desprenderse de ella
en beneficio de otra persona con la cual se halle ligada por
el vínculo de la sangre, del cariño, del deber 6 simplemen-
te. del interés.




-84 -
y. de 'esta manera lá trasmisibilidad de 'la propiedad,


presenta la tri pie sancion, del Derecho, de la Moral y de la
}!;conomía Política: del Derecho que ve en esta trasmision
un modo de usar la; propiedad legítimamente adquirida que
en nada perjudica á las libertades individuales; de la Moral
que la considera como una manifestacion del libre albedrío
llecesaria para el cumplimiento del deber de la caridad que
todos tenemos; y de la Economía Política que fUJida en ella
su teoria de la circulacion, sin la cual seria imposible el
cambio y por tanto la vida.


Muchas han sido las limitaciones, que se han puesto al
.derecho de trasmitir-parcial ó totalmente-el dominio eh
~l trascurso de los siglos: unas por la voluntad de los indi-
viduos (contratos), otras por la institucion social atendiendo
á distintos fines, ya para impedir la prodigalidad (leyes
suntuarias y prohibitivas de la facultad de donar), ya para
la conservacion de ciertas clases sociales (vinculaciones), ya
.para proteger á determinadas industrias (derechos protecto...;.
;res, tasas, monopolios , privilegios), ya para procurarren-
dimientos al Tesoro (derechos fiscales de aduanas, de trans-
ferencia de dominio, de hipotecas) etc., etc. Dentro de
nuestras doctrinas son en general inadmisibles semejantes
limitaciones que no provengan de un contrato tácita ó ex-
.presamente estipulado por la~ partesó que háyan sido im,,"
,puestas por· el Estado como medio de subvenir á las nece-
sidades públicas.


Si~ndo la propiedad trasmisible, necesariamente ha de
ser kereditaria, porque la Mrencia no es mas que una forma
de la trasmision.


El Derecho q1l;e confiere al dueño, la facultad de donar
en f)icla, no podia negarle que hiciese la donacion en .el




-$5-
tIltimo momento de ella precisamente cuando dena'da le han
de servir los bienes terrenales.


La Moral ha sancionado tambien la legitimidad de la
herencia, considerándola como un medio de cumplir los
deberes para despues de la muerte; tal sucede con el padre
que hallándose por ella sorprendido cuando su hijo no se
halla en condiciones de mantenerse por si solo, le deja sus
bienes para que no le sea tan sensible la falta de su protee-
cíon. Y no se diga como han dicho distinguidos escritores,
que los deberes del hombre concluyen á su muerte pues
entonces se estingue su personalidad, porque siempre queda
una huella de su tránsito en sus obras y en sus adquisicio":
nesque se trasmiten de generacion en generacion. Si así
friese, forzoso seria que á la muerte dé un indivíduo se
anulasen todos los actos que hubiere verificado quedando
las cosas en el mismo estado que cuando él nació y nunca se
sostendria ningun contrato. Cierto que el hombre muerto
no tiene deberes. pero no es menos cierto que tiene la obli"':
gaCÍon de preveer y el derecho :de disponer en vida acerca de
los deberes que no se han de realizar hasta que muera; bno
seria un absurdo privar al padre del derecho de nombrar
tutor á sus hijos, sosteniendo que sus deberes paternales
concluyen con la muerte'? Además el derecho de testar es
un medio de reforzar la autoridad del padre que en el últi-
mo momento de la vida se reviste del caráctér de magistra-
do para juzgar la conducta de sus hijos distribuyendo la
recompensa yel castigo segun los merecimientos de cada
uno: Triste es en verdad este medio de aumentar la autori-
dad paterna, pero es innegable que los deberes morales se
cumplen mucho mejor cuando á ellos va unido el estimulo
del interés personal.


En elórden económico, la herencia es una necesidad
porque siendo el trabajo condicion esencial para el bienestar




-86-
físico y moral al propio tiempo que una pena que el hombre
procura evitar, es necesario un estímulo mayor que el solo
impulso de un deber de conciencia. Y como trabajará mas,
¡gozando de parte de las utilidades de una cosa, 6 comple.-
tamente de todas'? ¡,siendo mero usufructuario, 6 teniendo la
facultad de enagenar'? ¡,pudiendo solo disponer en vida para
atender á sns necesidades actuales, ó permitiéndole procurar
por el bien estar de su prole'? El hombre trabaja no solo
para sí, sino para sus descendientes: si n6 se le permitiese
hacerlo por el temor de la ociosidad de estos, se detendria
en su carrera tan pronto como hubiese adquirido la subsis-
tencia para su vejez y de este modo queriendo evitar la
ociosidad de los hijos-en lo cual no existiria el menor ata-
que al derecho agano puesto que disfrutaban de un trabajo
anterior,-se habria comenzado por matar la actividad del
padre.


Considerada de este modo la herencia, como una de las
facultades anejas al dominio, legitimada por la Moral, el
Derecho y la Economía Política, y siendo la propiedad una
manifestacion de la libertad con relacion á las cosas, recha·
zamos las limitaciones impuestas al derecho de testar. No
desconocemos las poderosas razones de moralidad que han
guiado al legislador en la imposicion de las lelítimas,
observando la conducta de algunos padres que por odio á
sus hijos malgastan su foriuaa ó la trasmiten á personas
extrañas dejándoles desheredados; pero aun prescindiendo
de que son muy pocos los padres que desatienden los lazos
de la sangre y del cariño, el Derecho no sabe, ni puede, ni
debe e~igir el cumplimiento de los deberes puramente mo-
rales: no sabe, porque es muy fácil que la desheredacion
total ó parcial, se funde en otras causalS distintas de las que
el legislador ha supuesto; no puede, porque el padre si
quisiera defraudar á sus hijos, se desprendería en vida de




;- 87-
sus bienes con titulos aparentemente justos; y no debe,
porque de las obligaciones puramente morales, solo son los
hombres responsables ante el tribunal de Dios y su cumpli-
miento forzoso lejos ~e ser meritorio seria altamente repro-
bado. Y no se pretenda siquiera justificar las legitimas
prescindiendo del deber moral del padre é invocando el
derecho del hijo-salvo el de la alimentacion natural que
este tiene-, porque seria la condenacion mas verdadera del
derecho de testar. Tendrian razon los socialistas en recla-
mar la abolicion de la herencia que establece diferencias al
nacer, condenando á unos á las mas duras penalidades y
eximiendo á los otros de la ley del trabajo porque heredaron
lo bastante para no trabajar: diferencia que ya no podria-
mos justificar, como justificaremos mas adelante, la desi-
gualdad de fortunas porque esta solo se funda en la diferente
laboriosidad y economía de los indivíduos. La herencia
es un derecho del padre, no un derecho del hijo, y por esto
si en el momento de nacer hay desigualdades entre los
hombres cuando todavía no han trabajado y no han sido
económicos no es porque ellos sean responsables de esta
diferencia, sino porque sus padres quieren hacerles extensi-
vos los frutos de su laboriosidad y ahorro.


Admitida la sucesion hereditaria cuando se ha manifes-
tado expresa y terminantemente la voluntad del testador,
sea cualquiera el acto mediante el que se verifique (testa-
mento, codicilo etc.) ha de admitirse tambien la sucesion
intestada, en la cual se tiende á cumplir la voluntad pre-
sunta del finado, cuando la muerte le ha sorprendido sin
haber dispuesto de sus bienes. No es necesario recurrir para
justificarla á la suposicion de una comunidad y de una
co-propiedad entre los miembros de la familia como sucedia
en los primeros tiempos de Roma: en los pueblos donde la
facultad de testar existe, es una consecuencia lógica de




-88-
esta, pues de la contrario seria abusar de la imprevision dél
hombre que siempre cree lejano el término de sus dias •. Es
indudable que si el difunto hubiese previsto cual era el
plazo que le restaba de vida hubiera testado: la ley con el
fin de evitar discordias, entre aquellos que se creyesen
dignos del aprecio del muerto y merecederos de sus bienes,
ha intentado interpretar su voluntad. Tarea harto difícil ha
sido y será siempre el acertado desempeño de esta mision,
porque los designios de los hombres son impenetrables á la
mirada de los demás; sin embargo buscando los móviles que
generalmente impulsan al hombre para obrar en momentos
tan solemnes, ha creido el legislador encontrarlos en el
deber,.en el afecto ó en la necesidad, marcando elórden de
suceder, del cual se hubiera podido apartar el difunto, si le
creia injusto, haciendo testamento. Agenas á nuestro asun-
to las variadísimas cuestiones que se suscitan acerca del
órden de prelacion y de la manera de suceder, baste á nues-
tro propósito indicar que la sucesion ab-intestato no debe
terminar en un grado de parentesco, ni muy próximo, ni
muy lejano del difunto, porque lo primero seria corroer el
derecho de propiedad y lo segundo bastardear esta institu-
cion puesto que tratándose de un pariente muy: remoto no
concurren las circunstancias que la esplican satisfacto-
riamente.


Hasta aquí hemos venido defendiendo la facultad de
trasmitir la propiedad, por donacion gratuita 1Í onerosa,
intervivos ó mortis-causa, rechazando las limitaciones de que
ha sido objeto; ahora nos preguntamos ,loesta facultad pue-
de convertirse en obligacion'? loeste derecho puede transfor-.
marsa en deber impuesto por el Estado'? O en otros térmi-
nos: t,Puede la .institucion social compeler al individuo á
eMflCMt' las cosas legítimamente adquiridas'l




-89-
Se ha pretendido justificar la expropiacion forzosa por


el dom~io eminente que el Estado tiene sobre todas laS pró-
piedades, considerándola como creacion suya. Cuanto
tiene de errónea esta teoría ya lo hemos probado, demos_~
trando que la propiedad no se deriva de la ley ni de la con-
vencíon social, sino que la mision del Estado se limita á
garantizarla y protejerla.


Se ha intentado también justificarla, invocando el «dere-
cho» que tiene la mayoría de imponerse á la minoría. Pero
la cantidad no varía la esencia de las cosas; el número no
es mas que una fórmula abreviada de la unidad, y si un
hecho es injusto cuando se realiza por un' indivíduo, ¿por-
qué ha de ser justo cuando se ejecute por diez, ciento, mi11.
La mayoría no tiene el derecho de imponerse 'á la minoría
como sostenia Rousseau, pues podriamos responderle con la
contestacion que él daba á aquella máxima tan corriente
en su siglo de que conviene obedecer á las potestades por":
que solo ellas tienen derecho. Si con esto se quiere dar á
entender decia este filósofo (1), que debemos obedecer á la
fuerza, el precepto es bueno pero inútil porque jamás ser'
violado. Si por el pacto, diremos nosotros, quiere darse á
entender que la mayoría puede imponerse á la minoría, el
precepto es. bueno pero inútil porque jamás será infririgido,
lo cual ni aun dentro de este sistema será derecho, por
cuanto ceder á la fuerza no es mas que un acto de necesidad,
físiéa, no de volúntad moral.


Pero por mas que la espropiacion forzosa por causa.de
utilidad pública, no se apoye ni en el dominio eminente del
Estado, ni en el derecho de la mayoría á imponerse á la mi-
noría, i.puede afirmarse que en último término sea injusta'l


Si se admite que la espropiacion sea verdaderamente


(1) Contrat Social-Lib. l. Cap. I.




-90-
causa de utilidad pública, no puede ser injusta. sopena de
admitir una contradiccion entre la justicia y la utiliru,.d,
principios que se dan absolutamente en unidad esencial.
Desde nuestras primeras páginas hemos sostenido que los
intereses legítimos son armónicos, porque iarazon legitima
el interés personal, pero no cuando se sobr~pone al de los
demás, lo cual seria el egoismo, &ino juntamente con el de
todos. La dificultad se presenta al fijar el justo limite entre
el interés del indivíduo y el de la sociedad, pero esta cuea-
tion pertenece mas bien á la ciencia Filosófico-histórica del
Derecho. Si el límite no se fija 6 al verificarlo se infringe
el derecho individual 6 social, cúlpese al atrasQ del Arte
jurídico, pero no. la l!'ilO$ofía, que no puede lIlenos de
afirmar el principio de unidad en lo absoluto entre la justi-
cia y la utilidad.


Esta armonía de intereses, puede conseguirse variando
la forma de su propiedad el dueño é indemnizándole de
los perjuicios que esto le ocasione. Ahora bien COn los re.qui-
sitos exigidos por nuestras leyes para que pueda tener lugar
la expropiacion forzosa,--esto es: declaracion de ser la obra
de pública utilidad, deeision de Ser necesaria la enajena-
cion de una propiedad determinada para la ejecucion de
ella, justiprecio de lo que ha de enagenarse, pago del pre-


• cio de la indemnizaoion; y el precepto constitucional (1) que
eo.nsigna. etltl'e los derechos iQ.dividu.al~ el de que nadie
podrá ser expropiado sino por causa de utilidad comun y en
vidiud de mandamiento judicial que no se ejecutará sin
previa indemnizacion regulada por el Juez con intervencion
del interesado-,creemos se halla suficientemente garantida
la propiedad privada contra las invasiones del Estado, siem-


(1) Artículo 14 de la Constitucion de 1861L




- 91-
pre que la indemnizacion sea real y efectiva, y la indepen-
dencia judicial una verdad.


IV. -Fines de la propiedad.


De lo expuesto se infiere, que la propiedad tiene un fin
inmediato y otro mediato, un fin próximo y otro lejano: el
primero es la satisfaccion de las necesidades humanas sin lo
que es imposible la vida y el progreso: el segundo es el
cumplimiento del destino del hombre que ha de resultar de
la realizacion de aquel. Por esta razon la Moral que procu-
ra la realizacion del bien, la consel'vacion y el desarrollo
completo y armónico de la naturaleza humana, aprueba la
propiedad como medio necesario para conseguirlo; el Dere-
cho que garantiza las libertades individuales y que presta
las condiciones necesarias para la consecucion del destino
humano evitando las agresiones de los demás, justifica á la
propiedad trazando sus límites y castigando á los que la
perturben; la Economía Política que tiende á multiplicar las
riquezas por medio del trabajo y con el estímulo del interés
personal para mejor satisfaccion de las necesidades, reco-
nocé en la propiedad su base de existencia, sin la cual care-
cería de fin y objeto.


Pero sí las tres ramas de la Ética legitiman la propiedad
por razon del fin, lo hacen con algunas diferencias nacidas
del carácter especial de cada una de ellas.


El Derecho que trata de realizar el fin individual en
armonía con el social, no se ocupa del uso y destino que
haya de darse á la propiedad; no hace mas que señalar las
condiciones de su existencia en la ·sociedad, estableciendo
iUS modos de adquirir y marcando sus linderos, exigiendo
su respeto á los demás hombres y castigando rígidamente
las agresiones de que pueda ser objeto.




-92-
La Moral y la Economía Política partiendo dél· supuesto


de esa condicionalidad externa establecida por el Derecho~
estudian el móvil de la voluntad, marcando el uso y, el
destino que debe darse á las cosas con la sancion del remor-
dimiento ó de la miseria.


La Moral hemos dicho justifica la propiedad como me-
dio' necesario para la realizacion del fin humano: pero la
Moral comprende no solamente el desarrollo completo y
armónico de la naturaleza humana considerada en si misma
sino tambien en sus relacion con Dios, con la Humanidad y
con los seres del mundo físico. En las relaciones del hom-
bre con estos seres materiales, hemos vÍsto á la Morallegi-
timar la propiedad facultándole para ejercer sobre ellos un
dominio pleno y perfecto hasta el punto de poder destruir-
los, siempre que no lo haga.inútilmente y con el depravado
inténto de dañar. En las relaciones del hombre con la
Humanidad, la Moral justifica tambien á la Propiedad, exije
el respeto mútuo á los bienes de cada cual consignando el
principio altcri ne feúris quod tibi jieri non 'Dis, pero recha.,
zaenérgicamente el egoismo, y establece el precepto de la
caridad, condenando la avaricia y la disipacion segun ante-
riormente hemos indicado. Por último en las relaciones del
hombre con Dios, la Moral santifica la propiedad, como se
jmede obServar en Casi todas las religiones positivas segun
hemos manifestlido en el primer capítulo.


Se ha dicho sin embargo que la religion cristiana no ad-
mite la propiedad. Es este un error que no podemos pres-
cindir de refutar brevemente. Reconociendo la sabiduría de
Dios no es fácil suponer que despues de haber creado al hom-
bre con necesidades que "satisfacer y con un fin que cumplir
no le hubiese dotado de medios para conseguirlo; y ya en
efecto hemos manifestado la importancia de los medios ex-
teriores, de los seres del mundo material, sobre los cuales le




-JZ?_


ha cOIlferido un dominio incontestable segun el Génesis. Je-
sucristo en los pasages que se citan del Evangelio, no im-
ponia una obligacion, daba un consejo para llegar á la per-
feccion porque no debiendo dominar al hombre perfecto mas
que el deseo de alcánzar la felicidad en la otra vida, debia
despreciar los placeres mundanos y todo aquello que le liga
á lo material y corpóreo de la presente; pero nunca condenó
la' propiedad puesto que señalaba al NCO el deber .de la
limosna y al pobre la virtud de la resignacion; y si aconse..;.
jaba el menosprecio de los bienes era para evitar que el
hombre deleitándose en los medios se olvidase de su fin; y
,si decia que antes ha de entrar un camello por el ojo de la
aguja.queel rico en el reino de los cielos •.. era p~rque el
goce inmoderado de las riquezas cuando no se comparten
con los que gimen en la miseria y no se emplean en la pr?-
duccion, engendran el vicio, y es mucho mas fácil que el
rico en medio de la ociosidad incurra en el pecado que aquel
otro que trabaja asidua y constantemente: Por lo demás la
vida comun que se dice tuvieron los apóstoles y los prime-
ros cristianos, pudo subsistir mientras duraron las riquezas
,aportadas y producidas individualmente; pero bien pronto
la falta de las leyes económicas trajo su terrible sanmon
cuando los bienes comunes se consumieron. Y si luego
vemos quejas comunidades religiosas hll.n .logradoprescin-
dir de la propiedad individual, era porque fueron y son
.sociedades de consumo y no de produccion teniendo un fin
mas elevado que era su perfeccionamiento moral y prescin-
diendo del fin económico que estaba reservado al resto de la.
.sociedad.


La EconOl:nía Política justifica tambien la propiedad,
pero recibiéndola ya regulada por el Derecho; y prescin-
p.i~ndo de los móviles elevados de la moral-sin que esto
sea decir que se opone á e11os-, trata de los medios de




- 514-
multiplicarla y consumirla procurando siempre la satisfac-
cion mejor y de mayor número de necesidades, estimu-
lando con el interés personal la actividad del hombre, y
sancionando sus leyes con el bienestar 6 la miseria. Por
esta razon la oienoia económica da aouerdo con la Moral,
censura la avaricia y la prodigalidad, como hemos indicado
anteriormente.


En resúmen, podemos afirmar, que las tres cienoias
indicadas, con su propio criterio legitiman la propiedad
como necesaria para el cumplimiento del destino humano
individual y colectivamente considerado: el Derecho tra-
zando los limites que eviten los choques entre las indivi-
dualidades en la realízacion de sus respectivos fines: la
Moral imponiendo el respeto mútuo en nombre del deber, y
la Economía Política facilitando el ejercicio de los deberes y
de los derechos con el estímulo del interés personal ~ m6vil
de poderosa influencia en los actos humanos.


V.-Carácter de la propiedad como consecuencia de
lo expuesto al tratar del sugeto, del objeto, de la
relacion y del fin de la misma.


La. extension dada al presente eapitul(), nos obliga á
resumirle para terminarle. Considerada la propiedft.d como
una relacion del hombre sobre el mundo material, hemos
examinado cuál es el SU fleto y el o1Jjeto de ella, de qué modo
esta 'I'elacion se establece y manifiesta, terminando con un
ligero paralelo sobre la determinacion .de su fin segun el
oriterio de la Moral, del Derecho y de la Ciencia econ6mica;
y ahora nos preguntamos, ¿cuál es el carácter esencial que
en ella se descubre, cuál es la palabra que compendia cada
uno de los párrafos an ter¡ores'




-91>-
Al tratar del SUGBTO hemos probado que es el in~i'Wid~()


yno la especie, el hombre y no la humanidad, confusion
lamentable de los comunistas que los ha arrastrado á las
mas absurdas consecuencias. Al hablar dei OBJETO hemos
demostrado que siendo los dones de'la Naturaleza comunes
mientras no ha recaido sobre ellos la actividad del hombre,
se hacen inmediatamente de propiedad de aquel que me-
diante su esfuerzo les ha puesto en condiciones propias para
la satisfaccion de sus necesidades. Al ocuparnos de la RELA.-
CION, hemos manifestado que solo se establece y legitima
por medio del trabajo del individuo que puede utilizarlo por
si mismo ó trasmitirlo, estableciéndose entonces una acoion
de dominio plena y perfecta que por nadie puede ser cohi-
bida siempre que no sirva de medio para delinquir. Y por
último al examinar eljin de la propiedad hemos dicho que
tiende al cumplimiento del destino humano I puesto que es
necesaria para la conservacion y desarrollo dél indi'Dirluo
en si mismo y en sus relaciones, siendo de este modo legi-
timada moral, jurídica y económicamente.


Despues de estas consideraciones, será aventurado afir-
mar que la propiedad es eminentemente individual? Al tra-
tar del comunismo manifestaremos cuan absurdos son los
argumentos de que ha sido objeto y cuan ridículos 'é impo-
sibles los medios que proponen para transformaria en Colec-
tiva. Solo si diremos en este lugar que destruir la propie-
dad del individuo, es sofocar la libertad humana bajo el
peso insoportable de la tiranía de la comunidad, es destruir
la familia fundamento del órden social derribando el hogar
doméstico, es en :fin, apagar todo estímulo del trabajo
igualando con un nivel monstruoso al hombre laborioso y
probo con el que vive en la holganza y en la disipacion.
Bien pueden los socialistas vanagloriarse de haber intentado
en el delirio de su fantasía, la desaparicion de la libertad




-gG-
individual, la abolicion de la vida familiar y la destrnecion
de todo estímulo para la actividad, creyendo como FO\üier
que el hombre habria de trabajar impulsado solo por la.
pasion aZ "t'l'a'bajo, Ó como Luis Blanc por el amor patrio y el
interés colectivo 1 '




CAPÍTULO IV.


DEMOSTRACION AD-ABSURDUM DEL DERECHO DE
PROPIEDAD ó RBFUTACION DE LAS DOCTRINAS QUE LB HAN


COMBATIDO (I).


Cuando una proposicion ha.
,Ido demostrada por la clase de
pruebas que la. es propia. no
debe oirae contra ella ninguna
objecion, ni aun las que pa-
rezcan insolubles, porque la.
insolubilidad de una. objecion,
aolo prueba faltlL de conoci-
mientos en la peraona que nll'
sabe resolverla.
D~Maillt"e.


Largo tiempo he vacilado en dar cabida en esta Memo-
ria J donde intento demostrar la legitimidad del derecho de
propiedad J á la refutacion de esa multitud de doctrinas que
con más Ó ménos acierto le han combatido; porque recono-
ciendo la debilidad de mis fuerzas para conseguirlo J tendria
un profundo pesar que las objeciones que pudieran hacerse.
á mis argumentos, recayesen en descrédito de esa institu-
cion cuya razon de ser he probado en anteriores capítulos.
Sin embargo, como las palabras de De Maistre que dejo
indicadas libran á la causa que defiendo de las objeciones
que yo no acertase á resolver suficientemente J y eomo por
otra parte, la demostracion del derecho de propiedad no·


(1) Véase el cuadro núm. 4.. o
7




-98-
sería completa si"despues de construir los cimientos en que
descansa, no se rechazasen los argumentos que en contra
suya se aducen y que tienden á destruirle, no vacilo en
esponerlos y combatirlos hasta donde el alcance de mis
fuerzas me lo permitan.


Parece imposible que la propiedad manifestacion de la
libre actividad del hombre en. su relacion con las cosas,
condicion necesaria para la consecucion del destino humano
y fórmula de la superioridad que Dios confirió al hombre
sobre los seres irracionales, pudiera ser desmentida y viva-
mente censurada por sistemas pueriles y ridículos, sosteni-
dos en su mayor parte por personas que pretenden recibir
del Estado los medios de subsistencia del mismo modo que
los israelitas recibian el maná del cielo sin mas trabajo que
recogerlo de la faz de la tierra. Pero aunque pueriles y
ridículos que rara vez resisten la severidad de la lógica, son
estos sistemas de temibles consecuencias, porque abriendo
más la llaga que devora á ciertas clases sociales, cuya
situacion deplorable es digna de lástima y de reforma, y
presentando un ideal de bien estar adornado" con los mas
poderosos atractivos, lanzan sus anatemas contra la propie-
dad individual atribuyéndole todos los males que aflijen á
la sociedad presente, siendo menester por tanto á toda
costa combatirlos. Debemos no obstante marchar en su re-
futacion con no poca cautela, por que suele hallarse en
algunos la descripcion exacta de los males qUé nos aflijen
é indicaciones de política de la propiedad que deben aten-
derse.
~. ¿, Cuáles son estos sistemas'? ¿, Cuáles estas teorías'? N os-
otros que hemos demostrado la legitimidad de la propiedad
y marcado sus límites en la esfera de la Moral, del Derecho
y de la Economía, fácilmente reconoceremos á los enemigos




-99-
de ella cuando no la admitan con igual extension y
contenido. Todos aquellos que no reconozcan en la pro-
piedad una manifestacion de la actividad libre necesaria al
fin humano; todos aquellos que no admitan los modos de
adquirir indicados; todos aquellos que reduzcan fuera del
límite referido, las facultades del dueño, que nieguen
el derecho de donar, cambiar ó trasmitir por herencia; todos
aquellos que por el impuesto progresivo, la desigual reduc-
cion de valores ó por cualquiera otro meclio semejante, se
propongan llegar á la comunidad de bienes; todos estos
no pueden menos de ser considerados como adversarios de
la propiedad tal como nosotros la hemos entendido.


En la imposibilidad de tratar separadamente todas las
doctrinas que han combatido la propiedad, se ha pensadü
en agruparlas por sus caractéres generales' para mayor faci-
lidad en su exámen. La clasificacion mas seguida hasta el
dia consiste en hace! dos grandes grupos de sistemas:
comunistas y socialistas; dividiendo estos últimos segun los
medios de que se valen para ejecutar sus planes de reforma,
la asociacion, la reciprocidad y el derecao al traoajo. Esta
clasificacion esta muy lejos de ser completa porque no con-
sidera al socialismo en su esencia ó fundamento ni com-
prende todos los medios de ejecucion ideados por sus
secuaces.


En mi concepto no existe diferencia esencial entre el
socialismo y el comunismo. En general el socialismo es el
predominio del Estado soóre el individuo que se explica ya
por la exagerada creencia de que este no puede cumplir por


. sí solo sus fines particulares de vida y necesita la ayuda de
aquel, ya por el supuesto de que no hay otra entidad que la
social de la que el indivíduo es simple medio teniendo ella
sola fines que la llaman á la accion y posibilidad de reali-
zarlos. Pues en mi concepto el comunismo es el socialismo




-100 -
lógico y verdadero donde desaparece por completo la acti-
vidad individual absorbida por la sociedad ó en su repre-
sentacion el Estado. Y tanto es así que el mismo Mr. Louis
Reybaud en una obra digna de estudio y que ha merecido
el premio de honor de la Academia de Francia, (1) ha dado
el nombre de socialistas á los mas caracterizados comunis-
tas; y la Sociedad de Economía Política parisiense despues
de una seria controversia no ha acertado á separar verdade-
ramente estos sistemas (2).


Entre el socialismo puro, verdaderamente lógico, que
es el comunismo y el individualismo absoluto en materia
de propiedad, hay multitud de sistemas que clasifico del
siguiente modo en órden gradual atendiendo á las diver_
sas proporciones en que el elemento individual y social en
ellos se combinan: INDIVIDUALISMO-SOCIALISTA, SOCIALISMO-
INDIVIDUALISTA, Y ARMONISMO; segun que en el primer gru-
po predomina el elemento individual, en el segundo el
social y en el tercero se hallan ambos equilibrados, al
menos segun. pretenden sus sostenedores, pues en este punto
todos creen hallar la armonía en su sistema.


SOCIALISMO PURO Ó COMUNISMO.


Comencemos por el exámen del socialismo puro ó comu-
nismo, y una ligera indicacion de las doctrinas de sus sec-
tarios dará á conocer su carácter.


El célebre filósofo griego PIaton, es el primero que ha
enarbolado la bandera del comunismo en su tratado de
República, cuyas doctrinas han sido imitadas en mayor
ó menor grado por los soñadores de la época moderna.


(1) Etudes sur les reformateurs.
(2) Journal des Economistes. Mes de Julio de 1870.




- 101-
T. Morus en su Utopía, trata de dar á la sociedad un movi-
miento artificial y mecánico, haciendo que el Estado des-
pnes de recoger el producto del trabajo de todos, satisfaga
las necesidades de cada uno. El monge Campanella en su
Oi'IJitas solis no contento con l'l-dmitir la comunidad de bie-
nes lleva su estravagancia hasta sostener la promiscuidad
de sexos. Morelly en su Oódigo de la Naturaleza, señala
las leyes y disposiciones bajo las que ha de regirse la socie-
dad comunista, marcando tambien las penas á los que
atenten contra su seguridad; «todo aquel, dice, que defien-
da la odiosa propiedad será encerrado como loco furioso y
enemigo de la humanidad, en una cárcel construida en la
mansion de los muertos; su nombre desaparecerá para siem-
pre de entre su conciudadanos, debiendo su familia buscar
otro.» Juan Jacobo Rousseau á pesar de no ser comunista,
puesto que admitió la propiedad si bien derivándola de una
convencion social, llegó á decir en su .lJiscurso sobre las
desigualdades, que el género humano ha debido gran parte
de sus desastres al primero que cercando un terreno se acor-
dó de decir esto es mio, los cuales se hubieran evitado si al-
guien les hubiese gritado «sois perdidos si olvidais que los
frutos son de todos y la propiedad de nadie.» Graco Babeuf
partiendo del principio de que solo debe existir aquello que
pueda ser comun de todos. suprime ciudades y villas susti-
tuyéndolas por grandes casas construidas bajo un mismo
modelo, quiere uniformar á todos los ciudadanos vistiéndolos
con igual traje; intenta borrar las diferencias que la educa-
cion y el saber producen y coloca á los indivíduos desde la
cuna al sepulcro bajo la inmediata direccion del Estado. -
Owen negando la libertad humana y por tanto las ideas de
mérito y demérito en los actos del hombre, rechazó la pro-
piedad individual defendiendo el comunismo á cuya reali-
zacion dirigió todos sus esfuerzos, coronados al principio de




-102 -
un éxito favorable, pero viniendo á parar despues á la mas
completa catástrofe. Saint-Simon organizando á la Socie-
dad con un régimen gerárquico bajo la suprema direccion
de un Papa-rey, consideraba á la humanidad como una sola
familia con propiedad comun, distribuyendo sin embargo
los productos atendiendo á la capacidad y á las obras de
cada uno. Fourier admite tambien la comunidad de bienes,
dividiendo la sociedad en conjuntos de 1.800 personas que
denomina falanges las cuales habrian de habitar en edificios
construidos al efecto llamados falansterios: cada falange la
subdivide en grupos y cada grupo en series de primero y
segundo órden. Fourier al hacer esta division social, consi-
derando que desapareciendo la propiedad individual, desa-
parecía el móvil principal de la actividad, busca el con-
traste de las pasiones para que el trabajo se verifique por el
entusiasmo ya que no era posible por el estímulo del inte-
rés. En fin el célebre fundador de la escuela llamada socie-
taria se ocupa de repartir los productos dando cuatro partes
al capital tres al talento y cinco al trabajo. Cabet en su Ica-
1'ia conviene en el mismo principio de absorcioll del indivÍ-
duo por el Estado. Louis Blanc, Augusto Compte, Proudhon
y muchos otros, dirigen tambien sus ataques con mayor ó
menor fuerza contra la propiedad individual, pero admi-
tiendo algunas manifestaciones de la actividad del individuo,
bien pueden colocarse en el grupo del sócialismo templado.
Por último no pasaremos en silencio el nombre de Pierre
Leroux porque la estravagancia de sus doctrinas viene á
revelar en sumo grado la ridiculez del comunismo. Aun-
que digno de respeto y elogio por su aplicacion y constan-
cia en el estudio del problema social, las teorías que pro-
clama le hacen acreedol' á las censuras de que ha sido obje-
to. Pi erre Leroux, cree en la metempsicosis, cree en la
cábala, en el poder de los números y en la eficacia de las




-103 -
fórmulas geométricas. Admite la familia, la patria y la
propiedad; pero encuentralos inconvenientes de haber en la
primera padres é hijos, en la seguuda gobernantes y gober-
nados y en la tercera ricos y pobres. Imagina una combina-
cion en que el hombre pueda vivir en esta trinidad social
sin ser oprimido: Bastará, dice, para conseguirlo que la fa-
milia no engendre herederos, la patria súbditos y la propie-
dad propietarios. AI.lado de esta maravillosa invencion,
menciona otra que no 10 es menos: el hombre nacido de la
tierra, dice, no puede vivir mas que en ella; morirá pero
volverá á nacer, diez, veinte ó treinta veces bajo nombres
distintos y en diferentes paises, ya inerte com~ la crisáli-
da, ya brillante como la mariposa buscando el olvido en la
muerte á fin de pasar por las condiciones necesarias para un
nuevo renacimjento. Tales son las doctrinas de Pierre
Leroux ¿no son suficientes para juzgarle'? (1).


Y si hubieramos de analizar las demás obras que se han
escrito con criterio comunista hallariamos siempre los mis-
mos pensamientos de una organizacion comunal tan extra-
ña. Sin embargo, aunque erróneas sus doctrinas son temi-
bles porque se adornan con irresistibles atractivos á los
ojos de la multitud. Cuando las clases sociales yacen en la
ignorancia yen la miseria, ya por la ineptitud de sus per-
sonas, ya por los azares de 10 qúe llamamos fortuna, en-
tonces los comunistas levantando el estandarte de la igual-
dad humana, mal entendida, señalan á la propiedad indi-
vidual como la caus~ única de todos los males; ella, dicen.
mantiene diferencias que la naturaleza nun.ca Ita creado entre
los !tombres; ella es la causa de todos los delitos '11 de todos
los crímenes; ella sustituye el egoísmo al amor que debe


(1) V. L. Reybaud-Etudes sur les reformateurs.




- 104,-
existir entre los que se llaman hijos de Dios. Y de este mo-
do, escitando la envidia y la animadversion contra la pro-
piedad individual y creando sistemas tan absurdos como el
principio capital de que parten, arrastran las masas á co~
meter en los dias de tormentas políticas los mayores atro-
pellos, de los cuales ni siquiera saben darse cuenta y cuyos
resultados suelen ser bien dolorosos para sus mismos provo-
cadores. Es menester decirles á esos que solamente guiados
por el estímulo de la pasion no ven mas que lo primero que
se les presenta y agrada: profundizad bien esas ideas, exa-
minad si tienen una existencia posible y realizable, no os
dejeis arrastrar inconscientemente por los que sin talento
y sin hábitos de trabajo, quieren á favor de vuestra igno-
rancia y de vuestra miseria, abrir mas las lacerías que os
devoran para luego levantarse sobre vosotros á la cumbre
del poder.


La propiedad individual, ya lo hemos dicho, vá tan ínti-
mamente unida á la personalidad humana, cuanto que es
una manifestacion de su libertad. La propiedad individual
no es el egoísmo, es el resultado de la actividad libre esti-
mulada por el interés personal, lo cual no es lo mismo:
este busca el bien propio, sin lastimar por eso el ageno,
aquel lo sacrifica todo á la conveniencia individual: y el
interés personal es necesario porque el trabajo es una pena,
es aun más, es el instinto de conservacion que nos es
comun con los animales revestido por la inteligencia de un
carácter mas superior.


La propiedad individual, se dice, es ocasion de delitos '!I
crímenes; cierto ¿ más hemos de condenarla por eso'l ~Con­
denaremos la libertad del hombre, porque si no la tuviese
no seria responsable de sus actos buenos ó malos, lícitos ó
ilícitos'l i,Condenaremos la religion, porque si sus preceptos
no existiesen, nadie incurriria en pecado'? Se dirá que




- 105-
teniendo todos igual propiedad nadie ro baria, pero además
de no ser posible esta igualdad como vamos á probar ense-
guida, el hombro nunca se contenta con lo que tiene, siem-
pre quiere tener mas t yel Estauo tendría que intervenir
para impedirle que llevase á efecto sus deseos: es decir fun-
cionaria del mismo modo en el régimen comunista que bajo
el individual, impidiendo las 'colisiones de derecho que na-
turalmente habrian de surgir supuesta la libertad humana.


Pero el argumento principal que se hace á la propiedad
individual t la razon en que se apoyan sus impugnadores
para defender el comunismo, es la igualdad natural que
entre los hombres existe y que por consiguiente debe
existir segun ellos en todas las manifestaciones de su vida.
Owen negando la libertad del hombre, sostiene que este no
es mas que el producto de circunstancias exteriores y que
debiendo ser iguales todos los hombres deben serlo tambien
las circunstancias externas que como la propiedad obran
sobre ellos. Leroux sosteniendo que el hombre es idéntico á
la Humanidad, prueba que todos son iguales y por tanto
que deben satisfacer sus idénticas necesidades con iguales
medios: Y si esto dicen, tal vez los mas caracterizados
defensores del comunismo-porque en ellos cuando menos
se vé la tendencia de convencer al entendimiento y no á
seducir con el halago-,bien podemos afirmar que la igual-
dad es el principio capital de las doctrinas que se conocen
con este nombre. Mas adviértase que la comunidad de bie-
nes tal como la conciben los partidarios de esta escuela, se
funda en la privacion do la libertad, considerando á los indi-
víduos de la especie humana como moléculas de iguales
proporciones que ligados por una fuerza de atraccion
inmensa carecen de fin personal y solo sirven de medio para
el cumplimiento del destino social. Por esto decíamos que
si el socialismo en general significa el predominio del Esta-




106
do sobre el individuo, el comunismo es el socialismo en su
ultimo extremo, la absorcion completa del indivíduo por la
sociedad.


Habiendo demostrado en otro lugar (1) que el sugeto de
la propiedad, es el indivíduo ,..y no la especie. que su objeto
siendo comun al principio, se hace individual desde el mo-
mento que experimenta la accion de las facultades huma-
nas, que la 'I'elacion entre el sugeto y el objeto, solo se
concibe ejercida por uno solo escluyendo á los demás, y
finalmente que su fin inmediato es la satisfaccion de las
necesidades individuales y su fin mediato el cumplimiento
del destino que solo en el individuo se concibe; hemos dado
un gran paso en la refutacion del comuniRmo, remitiendo
á nuestros lectores al capítulo precedente y pasando á exa-
minar ahora el principio de igualdad humana que se pre-
senta como argumento principal contra ]a propiedad del
indivíduo.


No seré yo quien niegue la igualdad humana, que equi-
valdria á negar su unidad esencial. Dotados, todos los hom-
bres de propiedades comunes y de homogéneos fines, crea-
dos todos á imágen y semej anza de Dios como dice el Génesis,
estamos fuertemente ligados unos á otros con el sagrado
vínculo de la fL'aternidad. La filología estudiando los oríge-
nes del lenguaje , prueba por los trabajos de Klaproth y
Humboldt una primera concordancia y una separacion suce-
siva de las lenguas. Las relaciones de los viajeros atestiguan
que cuando se estudian los caractéres, las tradiciones y las
costumbres de los pueblos, aparecen cada vez mas impropia
la denominacion de razas humanas que indica una proce-
dencia distinta, siendo así que él hombre en sus diferentes


(1) Capítulo III.




107
especies no ha hecho mas que ponerse en armonía con el
mundo de la materia en que vive pero no porque la especie
humana no sea una en su orígen. Y por consiguiente la
igualdad ha de ser el carácter esencial de sus individuos no
pudiendo a tri bu irse diversidad de procedencia.


Más ¿puede fundarse en esta igualdad de los hombres,
la igualdad de sus bienes'? De llingun modo. Todos tene-
mos un mismo fin, unas mismas facultades para cumplirle,
una misma libertad para seguir 6 apartarnos del camino
del bien. De aquí que todos los hombres considerados en sí
mismos tengan unos mismos derechos primitivos inherentes
á la dignidad de su especie. Igualdad ante el Supremo Tri-
bunal Divino tal es la máxima de Jesucristo; igualdad ante
la ley, tal es el principio qne debe presidir á todas las
legislaciones positivas.


Pero alIado de est~ igualdad primitiva y esencial, nace
inmediatamente una desigualdad entre los hombres deriva-
da del diverso desarrollo de sus facultades y del diferente
ejercicio de su actividad. Todos los hombres somos iguales
ante el tribunal de Dios, pero todos seremos desigualmente
juzgados por la diferente aplicacion que hayamos hecho de
los medios de que nos dotó para cumplir nuestro fin. Todos
los ciudadanos somos iguales ante los tribunales civiles, pero
la sentencia de estos será especial para cada uno segun el
distinto ejercicio que hayamos hecho de los derechos seña-
lados á todos igualmente por el Estado. Todos en fin somos
iguales en el mundo económico-siempre qne exista como
debe existir la libertad del trabajo-pero la riqueza ó la mi-
seria son la natural consecuencia de la distinta manera de
haber empleado nuestra actividad, ya "Viviendo con laborio-
sidad y economía, ya en la holganza y en la disipacioll.


En una palabra, dotados de iguales facultades, tenemos
los mismos derechos para entrar en el palenque de la vida á




- 108-
disputar el premio; pero libres en su ejercicio, podemes mal-
gastar inútilmente nuestra actividad apartándonos del ca-
mino que nos llevaria á conseguirlo; ó en otros términos:
iguales en la esencia, pues nuestra esencia es la misma '!/
1~na en todos, somos distintos en las determinaciones de
nuestro ser, ya que de esta distincion nace nuestro carácter
individual y propio.


i,Por qué, pues, censurar al que á fuerza de trabajo y de
economía, logra alcanzar una fortuna'? ¿Por qué, pues, que-
rerle equiparar al que vive en la holganza encenagado en el
vicio y disipando el fruto de un trabajo anterior'? ¿ Acaso la
moral y la justicia podrian consentir que el primero repar-
tiese forzosamente con el segundo los bienes necesarios
para qu~dar iguales'?


Se dirá, que no siempre los unos han ganado sus rique-
zas por medio de su laboriosidad y ahorro y que no siempre
los otros gimen por su culpa en la miseria sino porque no
encuentran trabajo ya por el esceso de la poblacion, ya por-
que el objeto de la propiedad va disminuyendo. Cierto es
que no siempre la riqueza de un individuo proviene de su .
trabajo pero provendrá de una donacion en cuyo caso se fun-
dará en la libre disposicioIl del dueño, ó se habrá adquirido
por medios ilícitos, en cuyo caso será ilegítima (1). Cierto
tambien que con frecuencia el hombl'c por grande que sea su
voluntad no encuentra empleo para sus aptitudes y fuerzas;
pero este hecho es una consecuencia de la ley de la oferta y
el pedido, nacida de la relacion que existe en el mercado
entre la poblacion y la riqueza, lo cual no puede imputarse


(1) Véase la página 69 y siguientes donde nos hemos ocupado
de los moJos de adquirir y de la facultad de usar y trasmitir interl1i-
vos ó mortis causa, taml;>ien las páginas 59 quo trata del Objeto de la
Propiedad.




- 109-
á la propiedad para censurarla sino mas bien para enaltecer-
la, puesto que cuanto menos capitales haya en el mercado,
mas cundirá la miseria en la clase trabajadora.


La desigualdad de fortunas, repito, es consecuencia de la
desigual laboriosidad y moralidad de los indivíduos á pesar
de tener unos mismos fines que cumplir. Verdad es que
hay hijos pródigos que disipan en pocos meses el tra-
bajo acumulado por sus padres durante muchos años;
pero nadie puede negarles el derecho de hacerlo por más
que la Moral repruebe su conducta y la Economía imponga
la sancion de la miseria á su despilfarro (1).


Aun así QS~as personas no son completamente impro-
ductivas; consumen objetos que las medianas fortunas no
podrian adquirir, y las obras de arte y los mejores artículos
de la industria encuentran de este modo una salida sin la
cual no se producirian. Y no solo así se perfeccionan la üi-
dustria y se desarrollan las artes, sino que por su medio se
ponen los artículos mejores al nivel de las demás clases, por-
que manteniendo el consumo y pagando los productos caros,
la produccion aumenta y más ó ménos tarde bajan los pre-
cios.


Mas no todos los ricos disipan todas sus riquezas en la
satisfaccion de necesidades ficticias. Hay mas que se dedi-
can á la produccion y á estos nada hay qlle impugnarles:
hay otros que aunque no se dedican á ella prestan sus ca-
pitales; y á pesar de que estos son objeto de ataques de cier-
tas escuelas, sin embargo, nada puede decirse con fundamen-
to en contra suya, porque el arrendamiento y el préstamo
á interés son legítimos segun veremos mas adelante. En fin,


(1) Véase la prodigalidad y la avaricia segun la Moral, el Dere-
cho j la EceDomía al tratar de la Relacion ¡Cap. lIl).




- 110-
hay otros que sin ser iudustriales, ni meros capitalistas,
se dedican á las ciencias ó á las artes, que aunque no sean
patrimonio esclusivo de ninguna clase no son compatibles
con el trabajo necesario para ganarse el sustento.


En suma la desigualdad de fortunas no solo es moral y
justa sino que es hasta conveniente para el fomento de las
artes y de la industria.


Por lo demás, los inconvenientes que la acumulacion de
las propiedades en pocas manos tienen, van cesando cada
vez más habiendo desaparecido las vinculaciones, y la his-
toria presenta tambien el consolador cuadro del mejora-
miento de las clases mas ínfimas de la sociedad, pues hoy
el pobre jornalero satisface necesidades que no podia sa-
tisfacer el potentado señor de la Edad Media.


Combatida la doctrina de igualdad de bienes, ¿en qué
pueden fundarse los comnnistas~ ¿á dónde vienen á parar
sus declamaciones contra la propiedad individual que
engendra la desigualdad de fortunas?


Pero prescindamos de la falsedad del supuesto en que
los comunistas se apoyan para defender sus planes de refor-
ma social: ¿la igualdad de bienes es posible? ¿la universali-
zacion de la propiedad es practicable'?


Supongamos que á favor de una de esas revoluciones
político-sociales quedase suprimida la propiedad individual
por un simple decreto ó por medios más ó ménos lejanos,
como el impuesto progresivo ó la abolicion de la herencia.
Los objetos ya apropiados serian cosas de la comunidad:
todos los indivíduos serian dueños de ellas, pero desde el
momento que uno de ellos quisiere ejercitar los derechos de
tal, los demás se lo prohibirian porqúe lo disfrutado por uno
no podia serlo por todos. Habría tierras desmontadas y ro-
turadas, rios encauzados, edificios construidos, animales
amansados, vegetales cultivados, minerales formando mul-




- 111-
titud de objetos diferentes I reminiscencias todas de cuando
la propiedad existia y los cuales seria preciso conservar á
menos de suponer que la revolucion social los volviese al
estado primitivo de donde fueron sacados por el esfuerzo
humano. Es natural que siendo el trabajo una pena y sien-
do una inclinacion del hombre s~tisfacer del modo mejor y
menos costoso sus necesidades I abolida la propiedad indivi-
dual y declarada colectiva, todos los individuos desearian
gozar de la mejor casa, del mejor jardin, de la tierra mas
fertil, de los alimentos mas sabrosos, de los vestidos mas
cómodos y de mayor lucimiento I todo lo cualllevai'ia con-
sigo incesantes luchas para obtener la preferencia en el
goze de una cosa á la cual todos tendrian el mismo derecho.
En estas circunstancias, i,qué hacer'l El gobierno que supo-
nemos le habria, cualquiera que fuese la forma que se le
diese I no podria consentir semejantes luchas sopen a de ca-
recer de objeto. Pero i,cómo impedirlo'? O no reconociendo
el derecho de nadie para escluir á los demás, esto es, que
n~die pudiera disfrutar de una cosa que era de la comuni-
dad, ó señalando á cada uno una parte alícuota de la pro-
piedad comun. Lo primero era lo mas lógico dentro del
comunismo puesto que el derecho de escluir es tal vez el
que mejor caracteriza á la propiedad individual, pero impo-
nía al Estado la obligacion de mantener á los individuos,
en el mero hecho de prohibirles apropiarse de lo que necesi-
tasen para su sustento. Lo segundo era restablecer la pro-
piedad individual concediendo el derecho de escluir á los
poseedores en el goze de la parte que les hubiera corres-
pondido, aparte de las graves y cornplicadisimas dificulta-


. des que surgirian al verificar la reparticion de un modo
igual 11 conforme á la 'lJoluntail ile toilos.


Pero tanto en uno como en otro caso, el trabajo habria
de verificarse en comun: en el primero porque habiéndose




- 112-
impuesto el Estado la obligacion de mantener á los índivÍ-
duos, necesitaba procurarse medios por el trabajo para con-
seguíl'lo; en el segundo, porque no poniendo límites á la ac-
tividad individual, pronto el trabajo libre estableceria desi-
gualdades entre los hombres.


Realizado el tl'abajo en comun y recogiendo el Estado los
productos elaborados por todos los ciudadanos, seria menes-
ter pensar en el modo de atender á sus necesidades. ¡,Qué sis-
tema adoptar? ¿Repartiendo cuotas individualmente para que
cada cual lo verificase conforme á sus deseos, 6 alimentan-
do colectivamente á todos del mismo modo que se alimenta
á los individuos de un regimiento ó de un monasterio? Lo
primero seria inadmisible. Ante todo era menester decidir si
las cuotas que hubieren de repatirse habrían de ser ó no
iguales: si eran iguales, siendo desiguales los esfuerzos he-
chos, vendria á resultar que se iba á remunerar del mismo
modo al que trabajase mucho como al que trabajase poco; si
eran desiguales, ¡,quién habria de computarlas debidamente
en atencion á lo's méritos de cada ciudadano'l Tanto en uno
como en otro caso-aun en el de ser las cuotas iguales-
pronto la desigualdad surgiría en el seno de la vida domés-
tica por las ~conomías de los unos y los despilfarros de los
otros: á no ser que el Estado pretendiese ejercer la odiosa ins-
peccion de averiguar si la cuota se habia consumido por
completo.


Estos y otros inconvenientes que fácilmente se conciben
de la reparticion de cuotas, solo podrian atenuarse hacien-
do vida comua y destruyendo el hogar doméstico. Y en
efecto la sociedad comunista tal como la han soñado sus de-
fensores es un gran convento ó un inmenso cuartel en que
la libertad es nula y la voluntad colectiva anunciada por
medio de la campana ó del clarín, regulariza los actos mas
ín timos de la vida. La comunidad distribuye los alimentos,




-113 -
los vestidos, las celdas etc. para que entre todos se disfrute
lo que ha sido producto del trabajo comun. El individuo no
tiene para que ocuparse de los medios de subvenir á sus
necesidades, pero tampoco tiene para que acordarse de su
libertad, don precioso de la divinidad que le distingue de
los demás séres animados.


Pero aun prescindiendo de la desaparicíon de la libertad
en la vida comun, siempre l'esultaria alguno de los incon-
venientes que hemos advertido en el sistema de reparticion
de cuotas. Se habria evitado el espíritu de ahorro,~ supri-


'miendo el hogar doméstico y por tanto salvado uno de los
mayores obstáculos que se oponen á la igualdad de bienes,
pero permanecerían en pié las dificultades en el modo de re-
tribuir al trabajo: ¿Se darian los mismos alimentos y 108
mismos medios de subsistencia al que se dedicase á los tra-
bajos intelectuales que al que se ocupase en operaciones ma-
teriales'? i,Se retribuiria del mismo modo al asíduo é inteli-
gente trabajador que al torpe y abandonado'? El hombre no
trabaja por trabajar; el trabajo es una pena que solo se ar-
rostra con el móvil del interés personal. Morus y Campane-
11a creian qne bastaba el estímulo del deber y del amor
patrio. Fourier pretendia cambiarle en goce por la com-
binacion de trece pasiones-cinco sensuales, cuatro afec-
tuosas, tres distributivas y el unitismo-, para cuya satis-
facoion se unen los hómbres segun el principio de sim-
patía que les atrae mútuamente, formando falanjes, séries
y grupos, de Índole diversa segun las aspiraciones de los
miembros que le componen. Y Louis Blane creyendo era una
injuria suponer al hombre movido tan sólo por el interés
personal, esclamaba (1): pues qué no será estímulo suficien-
te el interés colectivo que lleva el soldado al combate y el.


(1) Organisation du travail.
8




-114 -
neófito al suplicio'? .•. El mas superficial conocimiento del
corazon huma.no, es el mejor argumento para contestar á
esta concepcion absurda. El hombre rebosando en generosos
sentimientos y entusiasmado por el amor de la patria ó de la
religion, sucumbe en el campo de batalla ó arrostra con va-
lor los horrores del martirio: pero no trabaja constantemen-
te en beneficio de intereses agenos. El trabajo es un deber
que la Moral impone y sin embargo jcuántas veces hubiera
faltado á su cumplimiento sin el aguijon de sus necesidades!
La esperiencia nos autoriza á afirmar que siempre, como re-
gla general, por cuanto vemos que aun de este modo esti-
mulados, viven los hombres en la holganza y sufren los hor-
rores de la miseria, con tal de no ejercitar sus fuerzas y po-
ner en movimiento sus facultades. Y si esto sucede cuando
el hombre no tiene mas fin que la satisfa'ccion de sus propias
necesidades i,qué seria si tuviese que atender á las de una co-
lectividad numerosa'? Retribuir del mismo modo á todos los
miembros de la colmena social como pretenden la mayor
parte de los comunistas, seria introducir el cáncer destruc-
tor en el seno de la comunidad que más ó ménos tarde trae-
ria la miseria, quitando todo estímulo al trabajo. Por esto
el mismo Fourier decia que el producto total se distribuyese
atendiendo á la mal/lO'l' Ó menor influencia de los falansteria-
'M$ en la produccion, y por esto tampien Saint-Simon, for-
mulaba el principio de que á cada uno deoe darse segun su
capacidad, '!I á cada capacidad segun sus ooros. Pero tales
fórmulas, aparte de la imposibilidad de su aplicacion por me-
dios violentos, no son la realizacion del com:unismo puesto
que bien pronto traerian la desigualdad de fortunas, mien-
tras que son un hecho natural que se produce en el mundo


. económico, bajo el régimen de la propiedad individual y
libre.


Además, aun prescindiendo de las cualidades personales




-115 -
de los indivíduos, es evidente que existen unos trabajos mas
penosos que otros, y todos los miembros de la comunidad se
inclinarian á los mas cómodos y sencillos. ¿ Cómo procurar
el desempeño de los mas difíciles y costosos? i,Dando una
recompensa á los que se dedicasen á ellos? De ningun modo
porque seria introducir la desigualdad en una sociedad que
precisamente huye de ella. i,Obligando por medio de la fuer-
za á desempeñarlos? Esto seria el mas rudo ataque á la li-
bertad; mas i,qué importaba si recaia en beneficio del interés
colectivo? Siendo la humanidad la sola entidad dotada de un
fin que cumplir sirviéndose del individuo como medio para
obrar, es lógico que los comunistas partiendo de este su-
puesto consideren la inteligencia y actividad del hombre:del
dominio de la comunidad y no del ser en quien residen; y en
su virtud que el Estado señale á cada cual su mision clasifi-
cando los individuos segun sus aptitudes y fuerzas, del mis-
mo modo que el naturalista clasifica los séres físicos, cui-
dándose poco de si su voluntad se conforma 6 no con la
tarea que se les imponga.


Por último la vida comun, destruyendo el hogar do-
méstico daba un golpe de muerte á la familia, ese centro de
afecciones donde el indivíduo nace, se desarrolla y muere.
Adoptando el sistema de reparticion de cuotas todavía podria
mantenerse aunque fuese con grandes dificultades. Pero ya
se distribuyesen las cuotas en dinero ó en especie siempre
existiria en ella un poderoso foco de desigualdad de bienes
impulsando al padre á trabajar en mayor grado ó á conser-
var lo ya adquirido por medio del ahorro. Los comunistas no
podrian consentir un obstáculo permanente al principio de
igua.ldad y tendrian que ahogar los sentimientos mas sa-
grados del corazon humano procurando introducir la indife-
rencia entre padres é hijos para que el egoismo reemplazase
á este móvil generoso de la actividad. Todas la!!! familias for-




- 116-
marian una aglomeracion monstruosa, tan grande como la
comunidad misma, que confundiera todas las existencias y
todos los corazones. Borradas dellenguajeJas palabras tuyo
y mio, y consignado el principio de la propiedad colectiva
«todo para todos», todos los ciudadanos serian los esposos
de todas las mujeres y los padres de todos los hijos: de este
modo se realizaría el pensamiento de Saint-Simon, la mu-
jer libre y !os hijos emancipados del poder paterno; y de
esta manera se verificaria por completo la vida en comun á
la que se dirigia Campanella con la promiscuidad de sexos
y la comunidad de mujeres. Mas siendo diferentes las ocu-
paciones y distintas las necesidades de los individuos segun
su edad y sexo, se harian divisiones en el falansterio, en
tales conceptos, formando grupos de varones y mujeres,
conforme á su estado de infancia, adolescencia, virilidad 6
vejez. El Estado se ocuparia como en el régimen de esclavi-
tud de aproximar los sexos, cuidando de mantener el equi-
librio entre la produccion y la poblacion. El Estado recoge-
ria despues á los recien nacidos para colocarlos en el grupo
de los hijos de la comunidad y dedicarlos á tal ó cual ramo
de la industria; cuyas aptitudes reconoceria un frenólogo
por la configuracion del cerebro. Los padres visitarian los
departamentos de niños sin saber á quien dar la preferencia
ignorando con cuales se hallaba ligado por el vinculo de la
paternidad; tal vez reconociese á alguno y se estremeciese
de placer al estrecharle en sus brazos, pero ilusiones vanas!
la campana Ó el clarin anunciarian la terminaciou de la ho-
ra de recreo para acudir cada cual á su tarea, vol viéndose
á encerrar en la concha de su egoismo para desvanecer las
reminiscencias de felicidad que en otro tiempo se gozaba
cuando la propiedad y la familia existian, cuando el indivÍ-
duo hallaba en el seno de su hogar un consuelo á sus penas
y un descanso en las tribulaciones de su vida.




-117 -
Imposible parece que los comunistas, esos que agi-


tan la faz de las sociedades enarbolando el lábaro santo de
la libertad, esos que seducen á las masas industriales
elogiando al trabajo, esos que pretenden realizar un ideal
de felicidad en que los indivíduos den rienda suelta á sus
pasiones, destruyan la personalidad humana, quiten todo
estímulo al trabajo, rompan las mas delicadas fibras del
corazon y entreguen los destinos de los hombres al despo-
tismo de uno ó varios gobernantes que intervengan en los
actos mas íntimos de la vida, lo mismo en lo espiritual que
en lo corpóreo, reuniendo el papado y el imperio, la tiara y
el cetro de la dominacion, como pretendia la escuela sansi-
maniana.


Hasta aquí hemos estudiado al comunismo en su funda-
mento yen su realizacion práctica, y si hubiéramos de con-
siderarle históricamente, veríamos con el testimonio irrecu-
sable de los hechos, que sus tentativas han dado siempre
como resultado el mas completo desengaño para sus auto-
res. Las atrocidades de Munzer y Juan de LQyde, la cons-
piracion de Babeuf, los establecimientos de Owen de Orbis-
ton y New Harmony, el falansterio de Condé sur Vegres, y
las colonias de Cabet y Considerant, han dejado en pos de
sí una prueba manifiesta de la impotencia del comunismo.


SOCIALISMO TEMPLADO.


Exagerando el comunismo los males sociales y presen-
tando un ideal de felicidad fundada en un falso principio á
cuya realizacion encamina todos sus esfuerzos aun á costa
de la desaparicion de la libertad, es un' sistema absurdo,
pero marcha bajo un determinado plan obrando de concierto
en todas sus partes. Destruye la personalidad, el trabajo y




-118 -
la familia y aspira á la formacion de una sociedad nueva,
imposible, fantástica si se quiere, pero no deja piedra sobre
piedra de la sociedad antigua y lleva la tea de la destruc-
cion hasta el último rincon de lo existente impulsado por
una lógica inexorable. El comunismo como dice Thiers, es
un mónstruo, pero un mónstruo cuyos miembros se ajustan
unos á otros y se hayan perfectamente coordinados. l,Podre-
mos decir lo mismo respecto de las demás sectas socialistas'?
De ningun modo; precisamente la lógica de los unos y la
inconsecuencia de los otros sirve para distinguirlos.


En general el socialismo, decia al comenzar este capí-
tulo, es el predominio del Estado sobre el individuo que se
explica ya por la exajel'ada creencia de que este no puede
cumplir por si mismo sus fines particulares de vida sin la
intervencion de aquel, ya por el supuesto de que no hay
otra entidad que la social de la cual el individuo es sim-
ple medio, teniendo solo ella fines que la llaman á la accion
y posibilidad de realizarlos. Pues el socialismo puro, el
conjunto de doctrinas que llevan á tantó rigor el predomi-
nio del Estado sobre el individuo hasta el punto de que la
actividad individual desaparezca por completo absorbida
por la sociedad, es el comunismo.


Entre, este que proclama la propiedad colectiva, yel que
defiende la individual, llamado por tanto individualismo,
existe multitud de doctrinas que vagando entre uno y otro
principio, no se deciden por ninguno, desfigurándola con
sus estrañas combinaciones y llevando su inconsecuencia
al último extremo. Dificil es estudiarlas conjuntamente
pues parece que apenas se han ocupado muchos de la cien-
cia social sino tan solo para presentar cada cual una doc-
trina nueva ó al menos considerada por ellos como tal;
tendencia harto funesta para la ciencia que no pide doc-
trinas nuevas sino la verdad sistemática y propiamente




- 119-·
sabida por el sugeto. Pero todas ellas pueden clasificarse
atendiendo á las proporciones mayores ó menores en que se
hallen combinados el elemento individual y el social; por
eso he llamado al conjunto de doctrinas en que predomina
el primero sobre el segundo individualismo-socialista, al
otro en que predomina este sobre aquel socialismo-indi-
vidualista, y finalmente al en que segun afirman sus
partidarios, se hallan ambos elementos combinados en igua-
les proporciones, a'J'monismo.


Individualismo-socialista.


El individualismo socialista considera á la propiedad
como esencialmente individual; y creyendo al indivíduo
incapaz de cumplir por sí mismo su fin sin ~a intervencion
del Estado é invocando el interés del mayor número, limita
las facultades del dueño, marcándole el uso que haya de
hacer de las cosas que legítimamente le pertenecen. El
primer supuesto autoriza al Estado á legislar sobre el mo-
do de consumir cada cual sus rentas (leyes suntuarias) impi-
diendo el lujo y la prodigalidad, á fijar la tasa del interés
del capital dado en arrendamiento, á: imponer á los padres la
oligacion civil de donar á sus hijos con ocasion del matri-
monio (dotes y donaciones p'J'opte'J' nuptias) á limitar la facul-
tad de testar (legítimas), todo con el fin de que cumplan sus
deberes morales.


En el segundo supuesto, el individualismo-socialista,
confiere facultades al Estado para limitar los derechos del
dueño, invocando el interés del mayor número y el derecho
de la mayoría á imponerse á la minoría, y de aquí las tasas
y las leyes protectoras, limitaciones impuestas al derecho de
enagenar en beneficio de la nacion ó de determinadas indus-
trias, y la expropiacion forzosa por causa de utilidad pública




-120 -
más 6 ménos arbitraria sin mediar las condiciones que la
justifican. Como de todos estos puntos nos hemos ocupado
en sus respectivos lugares (principalmente en el capítulo
precedente), creemos inútil estendernos en mas considera-
ciones.


8ocialismo-inai1Jiaualista.


El socialismo-inai1Jiaualista considera á la propiedad
como esencialmente colectiva, valiéndose de los mismos
argumentos que hemos refutado en el comunismo, pero re-
conoce algunas manifestaciones de la actividad individual:
unos solo admiten.la posesion , otros el arrendamiento, otros
la facultad de trasmitir, pero con el derecho de reversion,
esto es, de vol ver á establecerse el estado de las propiedades
en un periodo más 6 ménos largo, como sucedía entre los
hebreos, por ejemplo. El conjunto de doctrinas que he de-
signado con este nombre, tiene muchos puntos de contacto
con el sistema refutado en el segundo capítulo que conside-
ra al derecho de propiedad como una creacion de la ley, del
cual se infiere que el Estado tiene un aominio eminente so-
bre todas las propiedades pudiendo por tanto alterarlas á su
capricho.


A~monismo.


Finalmente el a~monismo ó sea el sistema de los que
creen haber llegado á combinar en idénticas proporciones el
elemento individual y el social, parte de supuestos semejan-
tes á los indicados respecto al individualismo-socialista yal
socialismo-individualista, oscila entre estos incurriendo fre-
cuentemente en los errores de ambos, sin haber conseguido
el objeto que se propone, no creyendo que este armonismo




- 121-
se realiza naturalmente dejando obrar con libertad al suge-
to, como sostemos nosotros, sino buscándole de un modo ar-
tificial y arbitrario.


Lugar oportuno es este de hacer algunas indicaciones so-
bre la escuela de Krause y de Karl Marx seguida por la In-
ternacional, que mas especialmente pretenden reservar para
sí el dictado de armónicas. La doctrina social de Krause, se-
guida portan ilustres filósofos como· Tiberghien y Ahrens y
muy notablemente por Sanz del Rio, en nuestra patria, pre-
senta como ideal de la asociacion humana el de un organis-
mo de esferas Íntimamente ligadas entre sí y que correspon-
den á nuestros fines fundamentales de vida: el Estado se-
gun sus principios viene á ser una confederacion de otros
estados constituidos por los órdenes religioso, científico, ar-
tístico é industrial y cuya mision es mantener las condicio-
nes de derecho en todos ellos (1). Sin entrar á examinar el
valor :de estas afirmaciones, sí indicaremos la necesidad
que existe para que el armonismo krausista se realize de que
tales asociaciones se constituyan libremente por los indivÍ-
duos sin imponerse á nadie que forme parte de ellas, pues de
lo contrario dejaria de ser sociedad-libre término armónico
del socialismo é individualismo.


De acuerdo con estos principios de Krause sobre.el ideal
de la humanidad, se ocupa Ahrens en determinar cuál es el
ideal que dentro del total organismo social corresponde· al
de la propiedad que bien pudiéramos llamar económico. Y
partiendo de que en el régimen actual no hay armonía en la
propiedad sino solo un sistema de abstraccion y de aisla-
miento que carece de vínculos sociales, determina las con-
diciones segun las que pudiera concertarse el principio de
órden y de libertad. Estas son en su concepto dos:. l. a Que


(1) Krause. Ideal de la Humanidad traducido por Sanz del Rio.




- 122-
la adquisicion y distribucion de la propiedad se subordinen
á determinados principios morales, y 2. a Que siempre que
sea posible la asociacion se sustituya á la competencia ili-
mitada, al aislamiento y reparacion de intereses, s~ñalando
como ideal la sociedad y pr()piedad colectiva que fuere uti-
lizada en comun por los trabajadores, sobre la que cada
cual tnviere derecho á una parte ideal, recibiendo una
cuota de los p~oductos del trabajo colectivo proporcional á
sus esfuerzos. Tal es, segun parece, la organizacion de al-
gunos municipios eslavos, y lo que actualmente pretende la
ASDciacion internacional de trabajadores.


Ateniéndonos solo por ahora á la doctrina de Ahrens,
preciso es investigar cual pueda ser la realizacion práctica
de este ideal, algun tanto vago de suyo, y cuya vaguedad
se observa en muchos de los que se llaman partidarios de la
escuela armónica no sé si por falta. de precision en sus
conceptos ó con intencion de agradar á todas las doctrinas
que hablen algo de socialismo é individualismo.


De las palabras del filósofo krausista parece inferirse
que su concepto del Estado ó asociacion industrial, no es
otra cosa que el de una inmensa sociedad de produccion
formada con capital de todos los socios y en la que se susti-
tuya e~ dividend() al salario·: ni más ni ménos; así se com-
prende el que hable de capital colectivo y del derecho de
cada sócio á una 'parte alícuota del mismo, de trabajo comun
y de propiedad personal de la cuota de beneficios proporcio-
nal á sus esfuerzos.


Ahora bien, lo primero que ocurre preguntar, es de qué
modo se iba á formar el capital colectivo de todos. Y aquí
entra en mi concepto la diferencia que existe entre la teoría
krausista, y las doctrinas de Karl Marx y la Internacional.
O se parte de la idea de ser la propiedad esencialmente colec-
tiva, como pretende esta y por tanto debe arrancarse de la




-128 -
propiedad privada, las tierras, fábricas, máquinas, en una
palabra los instrumentos del trabajo, en cuyo caso tal doctri-
na no es armónica sino perteneciente al grupo que yo he
llamado socialismo-individualista; ó se admite que el ca-
pital de la propiedad colectiva se forme por la agrupacion vo-
luntaria de pequeños capitales aportados por los socios, cuya
legitimidad se reconoce,-que tal es en mi ooncepto el senti-
do de la direccion krausista, al exigir como primera condicion
de la sociedad la libertad-, y entonces nada tiene de nuevo y
cabe en el individualismo racional puro que supone como
nosCitros defendemos la armonía natural de los intereses
siempre que estos sean legítimos ante la razon (1).


Cual sea mas conveniente para la clase trabajadora,
si el salario ó el, dividendo ó una forma mi:cta que tal es en
mi concepto la mejor, es punto que examinaremos deteni-
damente en la segunda parte. Pero conste que las doctrinas
de Krause ó de Karl Marx si establecen la asociacion liore,-
cualquiera que sea su modo de pensar sobre un organismo
interior de vigilancia para él cumplimiento de los deberes
morales, ó la institucion de los hombres buenos para diri-
mir sus oontiendas, la enseñanza teórico práctica integral,
Ó los socorros mútuos y aun la produccion en comun-,ca-
ben por completo en nuestas ideas, siempre que no se im-
pongan á la libertad y rij~n solo para los que quieran entrar
en dichas agrupaciones y en tanto que persistan en vivir
bajo tal régimen.


El mal de las afirmaciones de Ahrens está en mi concep-
to, en creer que el régimen de absoluta libertad en la com-
petencia es de abstraccion y de aislamiento. Yo no lo veo así
pues cabalmente el mundo de la propiedad es un mundo


(1) Ellema de Bastiat que va al frente de esta memoriR, asi lo
el!presa.




-124 -
de ralacíon social que se establece ya por el cambio, ya
por la donacion, ya por el móvil del interés material, ya
por el estímulo de la ley moral. Las leyes que rigen el
cambio son el moderador de los intereses personales; la ley
moral es el contrapeso del egoismo. De aquí la importancia
que debe darse á la libertad de las estipulaciones, como
tambien á la enseñanza moral y religiosa que forma á los
hombres en la práctica de la virtud y de. la caridad.


Por lo demás insisto en repetir que la doctrina de Ahrens
rechazando todo medio violento,-tales como la fijacion de un
máximum de fortunas, la abolicion de la sucesion colateral
y aun el impuesto progresivo-, y por otra parte exigiendo
como condicion esencial de todo contrato y por tanto del
de sociedad ellióre consentimiento, cabe en la escuela in-
dividualista más Ó ménos impregnada del socialismo pel'o
muy distinta de aquella que considera á la propiedad como
esencialmente colectiva y á la produccion en comun como
cosa obligatoria. Ahrens funda en efecto como nosotros la
propiedad, precisamente en la individualizacion que se esta-
blece entre el Hombre y la Naturaleza mediante su trabajo,
diciendo que del ser pa1'a sí se deduce el tener para si, y
que la propiedad individual es la manifestacion de la perso-
nalidad humana en el dominio material de las cosas.


La Asociacion internacional de trabajadores, parte de
principios completamente opuestos por mas que en la apa-
riencia se presente con la misma seductora armonia. Esta
asociacion al decir de sus partidarios, constituyendo corpo-
raciones propietarias de los instrumentos de trabajo que
pone gratuitamente á disposicion de todos sus miembros,
realiza la funcion armónica del capital y del trabajo.
Dentro de la asociacion el individuo se mueve libremente
y se aprovecha del producto íntegro de su trabajo; solo




-125 -
ese capital no le pertenece; usa pero no dispone de él por-
que es tolectivo_


Ahora bien si este capital ó propiedad colectiva se fur-
mase libremente, como ya hemos dicho, aportando cada cual
la parte que pudiese, nadie podria opoI1erse á la Internacio-
nal en el terreno de la justicia por mas que hubiese diferen-
cia en su apreciacion económica. Pero es el caso que esta
asociacion se propone la liquidacion social de los capitales
ósea comodecia el célebre socialista ruso Miguel Bakou-
nine en BAle, la espropiacion forzosa de todos los propieta-
NOS actuales para ddlJ'selo d los tlJ'abajadores; cuya tenden-
cia se muestra en las decisiones del congreso de Bruselas
declarando co~unes los instrumentos de trabajo, las tierras,
minas, cuencas, hulleras y ferro-carriles, en los acuerdos
del de Basilea diciendo que la sociedad tiene el dereclto de
abolir la propiedad individual de la tierra juntamente con
la herencia, y que hoyes necesario hacerla colectiva.


Por nuestra parte creemos que el pensamiento de la
Internacional ..puede verificarse y en efecto se realiza, en
el régimen de la plJ'opiedad individual 1/ liblJ'c, reuniéndose
los trabajadores para comprar máquinas costosas 6 tomarlas
prestadas para luego usarlas tambien en comun 6 separa-
damente, pero sin atentar contra el derecho ajeno_


Este cuadro de meras indicaciones acerca de esa multi-
tud de doctrinas que forman la escala gradual cuyos estre-
mos son el individualismo y el socialismo verdadelJ'o (comu-
nismo) creo será suficiente para recordar metódicamente,
muchas de las objeciones que se han dirigido á la propie-
dad del indivíduo, ya se considere en general, ya como ca-
pital y de las cuales nos ocupamos en sus lugares respec-
tivos_




-126 -


EL DERECHO Á LA. ASISTENCIA. Y AL TltABAJO CON RELÁCION
1. LA. PROPIEDA.D.


No terminaré este capítulo sin decir algunas palabras
acerca del derecho' á la asistencia y al trabajo con relacion
á la propiedad, generalmente reconocido por todas las es-
cuelas socialistas y por lo que no ha sido objeto de nuestro
exámen al tratar de cada una de ellas en particular.


Sen tiria engañar la esperanza de los lectores si pensasen
que iba á tratar aquí con la extension que se mercce, esta
cuestion, capital problema de la Filosofia moderna. Para
verificarlo debidamente, debiera comenzar p~rhacer un de-
tenido estudio sobre el concepto del Derecho, marcar la lí-
nea de separacion que hace á unos deberes exigibles y á
otros no en la vida social, y examinar profundamente la
naturaleza y límites del poder del Estado: cuestiones todas
que no han sido todavía resueltas ni aun siquiera bien defi-
nidas en sus términos, y cuyo estudio nos llevaria muy le-
jos del tema propuesto. Por tal razon procuraré reducirme
á los más estrechos límites.


Veamos como la cuestion se plantea, y de qué modo la
resuelven socialistas é individualistas, para formular des-
pues nuestra opinion sin miras de intereses ni de escuelas,
que para nada debieran influir en las resoluciones cientí-
ficas.


Concíbese generalmente el derecho como la facultad de
exigir el respeto á nuestra e:cistenaia, y de cuyo respeto
mútuo ha de resultar la coexistencia de los miembros de la
sociedad.


l,Pero el Derecho no es ma8 que esto1 i, El Estado cumple
su mision con solo hacer respetar la actividad del individuo
y armonizar su esfera de acoion con la de los demás1 ¡,Qué




-127 -
habrá de hacerse con el espósito abandonado por sus padres
y con el huérfano privado del calor de la familia natural'?
¡,Bastará marcarle una esfera de accion muy lata y procurar
-cuidado iuútil-que su actividad no choque con la de los
demás hombres, ó será menester ayudarle, auxiliar sus pe-
queñas fuerzas para que no perezca'?-De igual modo ¡,qué
habrá de hacerse de aquellos que aun siendo adultos, care-
cen totalmente de recursos para vivir ya porque estén en-
fermos, ya porque no encuentren trabajo'? bEs justo que la
sociedad entera contemple impasible su desgracia dejándoles
perecer por un hecho ageno á su voluntad'? He aquí como se
presenta la cuestion del derecho al trabajo y á la asistencia
tan íntimamente ligados y con una trascendencia tan in-
mensa que su simple enunciado hace comprender.


El indiIJidualism()-s()cialista, partiendo de su exagerado
supuesto de ser el indivíduo impotente para el cumplimiento
de su destino sin la constante intervencion del Estado, no
podia meDOS de defender este derecho. Todos los partidarios
de esta escuela han hecho suyas las palabras de Montes-
quieu, que habia dicho: «El Estado no cumple su fin repar-
tiendo algunas limosnas, sino que debe á todos los ciuda-
danos el alimento, un vestido conveniente y un género de
vida que no sea contrario á su salud.)} (1) Tal es el sentido
tambien de nuestro ilustre Campo manes , que se espresaba
en los siguientes térmJnos: «El secreto del Gobierno decia,
consiste en facilitar al pueblo enseñanza y modos de traba-
jar. No basta decir á los hombres desvalidos ú ociosos tra-
lJajad', e.s nooe.sa~\.o <\ue. e.l E¡;tado haga tres c.osas c.on. el
ocioso; enseñarle á buscar quien le ocupe, darle primeras
materias con que ejercer su oficio; y en fin proporcionarle


(1) Esprit des ¡ois.-Lib. 23, cap. 29.




-128 -
salida á sus manufacturas. Lo demás, quedará tan solo en
deseos y especulaciones vanas» (1) .


Por otra parte, la escuela socialista-indiv idualista, par-
tiendo de distinta base ha venido á sostener el mismo prin-
cipio. Victor Considerant, suponiendo la existencia de una
comunidad primitiva de bienes y tendiendo á armonizar el
elemento individual con el social de la propiedad, conside-
raba el derecho al'trabajo como una condicion sine qua non
para legitimarla. El salvaje, dice, (2) goza en medio de las
selvas de cuatro derechos naturales: eaza, pesca, recolec-
cion de frutos y aprovechamiento de pastos, no pudiendo
usar de ellos sino mediante su trabajo; así es que su dere-
cho primitivo no es mas que el derecho á su trabajo. Pero
una sociedad industrial añade, ha tomado posesion de la
tierra impidiendo á los indivíduos el ejercicio de sus cuatro
derechos naturales, esto es, del derecho á su trabajo. Lueg<;l
ó la sociedad les indemniza de la pérdida de sus derechos
naturales dándoles otro derecho al trabajo que sé ejercerá
en ella como equivalente al que pierden, ó la propiedad ad-
quirida es úna usurpacion.


, (1) V. Regalia de amortizacion, lJiscursos sobre la Instruccion 'U
sobre la industria popular. Todas las máximas y remedios de que
se han servido en el presente siglo individualistas y socialistas para
fundar ó defender un órden económico 'distinto del ,existente, las
hallamos anteriormente en las famosas obras del Conde de Campo-
manes: el derecho al trabajo y á la enseñanza, la desamortizacion
eclesiástica, la expropiacion forzosa, la contribucion de pobres, la
agremiacion y socorro mútuo, la reglamentacion del trabajo de los
niños, las escuelas industriales al lado de los talleres, la industria
popular y doméstica, convirtiendo al jornalero en fabricante libre,
la union de la Agricultura con la Industria, la obligacion de los
desvalidos y vagos á aprender un oficio y la del Estado á mantener-
los mientras lo aprendan en los talleres nacionales (escuelas patrió-
ticas l, etc. etc.


(2) Tkeorie tiu tiroí! de proprieté et tiu tiroít au tra'Oail.




-- 1M--
Pasando de la exposicion de estas doctrinas á los argu-


mentos con que se han combatido, ciertamente la de Victor
Considerant es la que menos ha podido resistir los embates
de la crítica. La propiedad se funda en la naturaleza misma
del hombre, segun hemos ya demostI'ado, y no necesita com-
pensaciones de ninguna clase para ser legítima. Mr. Thiers
ridiculizaba esta teoría preguntando si los insurrectos de
Junio que eran deportados á Madagascar y Guyena, donde
aun podrian ejercer sus cuatro derechos naturales, se halla-
ban tan felices en ese estado salvaje que bendijesen al go-
bierno por haberles impuesto tan agradable castigo. La
civilizacion si ha privado á los hombres de estos medios
naturales, les ha facilitado otros medios incomparablemente
mejores para la satisfaccion de sus necesidades. En el ca-
pítulo precedente al considerar las tierras como objeto de la
propiedad y en el tercero de la parte segunda donde se de-
muestra la legitimidad de la renta territorial, se encuentran
otras razones para comprobar mejor la fal~edad de esta
teoría.


. Mayor dificultad han hallado los enemigos del derecho
al trabajo al refutar la primera doctrina no apoyada en ar-
bitrarias hipótesis, sino afirmando un hecho que no puede
ser negado: la impotencia del indivíduo aisladopai.'a el
cumplimiento de su destino y la necesidad en que se halla
de las prestaciones positivas de sus semejantes para vivir.


Ahora bien, ¿esta necesidad que en él se dá, puede con-
vertirse en un derecho respecto á la propiedad de los demás'?
y si esto se admite ¿cómo resolver la contracliccion que in-
mediatamente ha de surgir entre el derecho al trabajo en
los unos y el derecho de propiedad en los otros'? Hé aquí la
cuestion, que sin resolverla, bien puede decirse que nada
se ha hecho en la defensa de la propiedad, pero cuya reso-
lucion fija perfectamente el concepto que de esta se tenga.


9




-130 -
La opinion comunmente seguida por los autores que


se han ocupado de esta materia, consiste en reconocer en el
necesitado un rkreclw moral á la asistencia como correla-
tivo á un deber moral tambien en el que dispone de medios
para socorrerle, pero que de ningun modo puede hacer efec-
tivo el Estado; afiadiendo que si así 10 hiciese quebrantaria
el derecho de propiedad proclamando un derecho contra
derecho, lo cual es insostenible.


Fácilmente se infiere de lo dicho que hay aquí una
confesion esplícita de la conciencia, un dictado cierto de la
razon, que se sobrepone á toda distincion escolástica y. á
toda concepcion científica; el derecho á la asistencia en los
unos, y el deber de la asistencia en otros.


i,Por qué razon se reduce luego este derecho y este de-
ber á la esfera de la moralidad9 Qué principio hay que de-
termine los límites del poder del Estado para hacer exigi-
bles ciertos deberes de conciencia en tanto que otros nó'? y
cuando tales preguntas se hacen, las opiniones crecen, las
teorías se multiplican y nada se resuelve cierto ni deter-
minado.


Vamos á esponer brévemente nuestro modo de pensar
en este punto.


Concebiámos el dereclw como la facultad de exigir el
cumplimiento de los deberes humanos por parte de aquellos
séres cuyos fines lo pidan de suyo: entendiendo por de7Jer
el modo necesario de obrar en la prestacion de los medios
exigidos para la realizacion del bien uno y entero de nues-
tro ser, en si mismo yen todas sus relaciones. (1) Lo que
caracteriza la relacion jurídica es pues, la necesidad de los
medios en el ser de los fines que es aquel en quien se da la


(1) V. Cap. 1 páginas 29, 30 y S1.




-131-
exigihilidad y la necesidad tambien.de prestarlos en aquel
que los tenga á su disposicion. Pero no basta que tal ó
cual ser, tenga necesidad de mis medios para que yo esté
obligado respecto á él, yo lo estaré tan solo en la propor-
cion que me lo permitan los otros fines que he de cumplir.


Haciendo aplicacion al caso presente, tenemos: que exis-
te un de'l'eCM 611. 'nuestros semejantes para que les preste-
mos los medios que ellos necesiten 11 de que podamos dis-
poner, siempre que esta prestacion sea compatible con el
cumplimiento de nuet'l'os demás fines de vida. Tal es el
dictado de la razon que ningun hombre de sana conciencia
podrá negar, tal es el principio de justicia que reconocido
en sus propios límites no puede de ningun modo producir
la colision de Gerechos. Y que EL DERECHO Á LA. ASISTENCIA. en
los demás exigido 'l'especto á mi tan solo en los medios que me
permitan el cumplimiento de todos mis otros fines, no se
opone á MI DERECHO DE PROPIEDA.D, es evidente, por cuanto
mi derecho de propiedad no es mas que la facultad de dis-
poner de medios materiales que yo he conseguido para mis
fines en su armónica combinacion, y nadie negará que entre
estos fines mios figuran los que tengo en relacion con
mis semejantes.


¿Pero este derecho puede hacerle efectivo el Estado?
Reouérdese que si bien hemos dado del Derecho esta


acepcion lata que es en efecto la suya propia, limitábamos
esta palabra, por atenernos al lenguaje usual, á la esfera de
Derecho que puede ser realizada por el Estado; y deciamos
que siendo el derecho necesarÍo de tal modo que de su rea-
lizacion pende la conservacion del fin universal, Dios tiene
la suprema facultad de exigírnosle en todos sus modos y
manifestaciones tanto el nuestro como el de los demás séres
particulares relacionados con nosotros; pero que además de
esta justicia divina existe una justicia social que vela por




-132 -
el cumplimiento del derecho necesal'Ío á la vida de la socie-
dad. El Estado es ante todo y sobre todo, la sociedad misma
en la realizacion del Derecho, dándose en él la facultad de
exigir por la fuerza (poder) las prestaciones jurídicas ne-
cesarias al fin social: tal es el llamado dereclw coactivo.


i,Cuál es el límite de este derecho?
Cuestion es esta imposible de resolver á priori, por lo


que han sido estériles las muchas doctrinas y teorías inven-
tadas para determinarle.


Este límite es de pura relacion histórica, y por tanto va-
riable segun las condiciones de ~ugar y tiempo. La coaccion
ejercida por el Estado solo se justifica en cuanto el derecho
es necesario yel hombre desentendiéndose del dictado de su
razon se opone á l'ealizarle por sí mismo; pero á medida
que la libertad racional vaya imperando en los actos hu-
manos, la coaccion ha de cesar naturalmente, del mismo
modo que la potestad del padre desaparece con el desar-
rollo de la razon en el hijo.


En la cuestion presente, si yo cumpliese con el deber de
ayudar á mis semejantes en la proporcionde sus medios, la
coaccion ejercida por el Estado no tendria razon de ser;
pero como el derecho es de necesario cumplimiento y yo
usando de una libertad arbitraria y caprichosa (que la razon
no legitíma) puedo faltar á él, el Estado obra1'ia con perfecta
justicia si me ercigiese los medios de que 1/0 racionalmente hU-
biese podido disponer en armonfa con mis demás fines. De
donde se infiere que la coaccion se halla en razon inversa
del desarrollo de la cultura intelectual y moral.


De este modo queda resuelta en mi concepto la cuestion
de justicia , pero falta por resolver otra no menos grave que
se refiere á la posibilidad práctica de que la coaccion se
verifique en los térmiRos justos. Solo hemos reconocido el
derecho á la asistencia, en cuanto se limite á los medios que




-133 -
nos permita el cumplimiento de nuestros demás fines. Para
lo cual el Estado debiera conocer exactamente todos los fines
que estoy llamado á desempeñar así comQ los medios que
poseo y la proporcionalidad en la aplicacion de estos para el
logro de aquellos.


Ahora bien, ¡,este conocimiento es posible?
En principio general no; pero cuando menos el Estado


puede saber lo comun humano que en todos se da. Por esto
todas aquellas prestaciones que se refieren al respeto mú-
tuo y que no exigen de nuestra parte sacrificio alguno en-
tran por completo en la esfera de la coaccion del Estado. Lo
que este ignora, es ciertamente, 10 particular de cada indivi-
duo, es decir, sus fines y medios personales. En esta esfera
individual el Estado no debiera penetrar para nada; y así en
principio, debe ser, dada la libertad racional humana, con-
fiando en la propia determinacion del sugeto (1).


Pero cuando la razon falta Ó no se muestra en todo su es-
plendor, como las prestaciones jurídicas necesariamente
han de cumplirse, el Estado ejerce justamente esta tutela,
esta coaccion, que se desenvuelve bajo la ley de la historia
y que tiende á desaparecer con el progreso. Que libremente


eaalplcfo lClS" i?dirld«<1S' S'«'; dó'Jó'l'ó'S; <!«é' .ff«dt?L7 ti ~(f~ ~t?(/f(J­
jantes, que recojan al espósito, que socorran al desvalido,
que den trabajo al pobre valido; pero si no lo hacen que
no estrañen si el Estado debiendo realizar la justicia, se
csceda de los límites debidos, al exigirles los medios que
estan obligados á prestar cada cual segun sus condiciones
peculiares.


En la imposibilidad de conocer con precision lo propio
de cada indivíduo, el Estado debe exigirle lo menos posible,


(1) Capítulo 1. Página 33.




-1M -
fijando un mínimum de ayuda proporcionado en cuanto que-
pa á sus medios (1) y solo para satisfacer necesidades apre-
miantes cuya satisfaccion no haya podido conseguir por sí el
necesitado.


Tal es mi modo de pensar sobre esta cuestion tan trascen-
dente, pero con tanta ligereza tratada hasta ahora. Socialis-
tas é individualistas tienen razon hasta cierto punto en sus
afirmaciones; y. es porque aunque todos invocan la armonía
ninguno se coloca en el punto alm6nico de la cuestion; unos
y otros se complacen en inventar teorías, pero no las razo-
nan ni se detienen á estudiarlas seriamente; unos y otros
reconocen la verdad de un principio, pero los siguen en ab-
soluto y desde el momento que le hallan en oposicion con
otro principio, inmediatamente le niegan no acertando á
comprender como la oposicion de dos principios verdaderos,
puede resolverse en la unidad de un principio superior, que
es en lo que consiste propiamente la ARMONÍA •




(1) La retribucion del trabajo por ejemplo pudiera servir de base
para las prestaciones materiales.




PARTE SEGUNDA.


DE LA PROPIEDAD' CONSIDERADA
COMO CAPITAL.


PRELIMINAR.


¿Qué es el capital de hoy sino
el trauajo de ayer'? ¿Qué es el
trabajo de hoy sino el capital de
mañana'?


(Informe de 10$ tipógrafos en
el congreso de oóreros de París
de 1861.)


En rigor el Trabajo y la Naturaleza, la actividad del
hombre y la utilidad de los seres del mundo material, bas-
tarían para la produccion, serian suficientes para la satis-
faccion de las necesidades humanas. En la vida salvaje, en
ese estado que en vano Rousseau presenta como el ideal de
la felicidad, el indivíduo con el solo auxilio de sus músculos
se conserva y mantiene alimentán<tose con las raices y
frutos silvestres que arranca del suelo, cubriendo la desnu-
dez de su cuerpo con las hojas de los árboles y preservándose
del rigor da las estaciones en las cuevas de las montañas.
Pero bien pronto, aun en ese mismo estado primitivo,




-136 -
cuando las necesidades del hombre crecen y se multiplican,
cuando el salvage quiere apoderarse del gamo que lijero
atraviesa la llanura, del ave que veloz cruza los aires, del
pez que suavemente se desliza entre las olas, no puede
menos de confesar la impotencia de su agilidad y de sus
fuerzas y se dedica á producir un lazo, una flecha, un arco,
una ~aña etc., con cuyo auxilio logra el fin que se propo-
ne. Y si abandonando la caza y la pesca el hombre quiere
hacerse agricultor, entonces la necesidad de estos produc-
tos intermedios aumenta t~niendo que proveerse de animales
de labor, de instrumentos aratorios, de abonos y semillas,
de locales donde conservar el grano y de medios de subsis-
tencia, hasta tanto que la recoleccion se verifique. Pues
todos estos objetos que ha'1/, sido producidos por el trabajo
humano 11 se destinan á una nue'M jJroduccion, reciben el
nombre de CAPITAL; cuya intervencion es cada vez mas
poderosa á medida que la civilizacion avanza; pues cre-
ciendo progresivamente las necesidades humanas, aumenta
los medios de satisfacerlas, perfecciona los productos y dis-
minuye la intensidad del trabajo. (1) Con razon decia el
ilustre Bastiat, que destruir el capital es sujetar el brazo de
la humanidad con la triple cadena de la ignorancia, la ne-
necesidad y el despotismo.


Parece pues inútil que siendo el capital, aquella parte
de la riqueza destinada á la industria, es decir la forma mas
perfecta de la propiedad, puesto que en vez de aplicarse á
á los placeres ó caprichos del dueño se emplea en la pro-
duccion, nos detengamos á examinar cuál sea su legitimi-
dad. Pero los socialistas-esos que vagando entre admitir ó
deshechar la propiedad, esos que sin colocarse francamente


(1) Véase para mayor desarrollo, CA.RRERA.S.-Tratado didáctico
de Economía Política.




-137 -
en frente de ella tratan de desfigurarla cercenand.o l.os dere-
ch.os que lleva consig.o,-lanzan sus anatemas c.ontra l.os
capitalistas, dicen que la naturaleza n.o l.os ha cread.o y los
califican p.or medi.o de un.o de sus mas caracterizad.os órga-
n.os de verdader.os zángan.os de la c.olmena s.ocial. Y c.om.o
tales declamaciones n.o pueden men.os de impresi.onar viva-
mente á las clases ign.orantes y trabajad.oras que sin sufi-
ciente criterio para decidir entre 1.0 verdader.o y lo fals.o, se
dejan arrastrar p.or la primera idea, much.o mas si esta ha-
laga su envidia y promete mej.orar su suerte, es menester
decirles en alta v.oz y con energía: el capital nacid.o del
trabajo, auxiliand.o al trabaj.o, teniend.o p.or fin la felicidad
humana, y siendo la gran palanca que n.os impulsa hacia
el pr.ogreso, es legítim.o; la renta que es la remuneracion del
imp.ortante servici.o que el capital presta á la produccion, es
p.or c.onsiguiente legítima; y vuestr.os intereses lej.os de
estar reñidos con los del capitalista, están de tal m.od.o enla-
zados p.or el estrech.o víncul.o de la s.olidaridad, que si el
trabajador necesita del capital, este seria estéril sin la
c.o.operaci.on de aquel.


Demostrar la legitimidad del arrendamient.o, de la renta
y del interés del capital, es una cuestion de de'l'echo derivada
de la de propiedad; dem.ostrar la arm.onía entre l.os intereses
del capitalista y del trabajad.or es patentizar un MCJio .obser-
vad.o en el mundo ec.onómico y que prueba la certeza del
af.orismo de Bastiat «l.os intereses son armónicos obran-
do cada cual en la esfera de su derecho.») Tales son las
cuestiones que me prop.ongo tratar en esta segunda parte.




\


SECCION PRIMERA.


CAPITULO PRIMERO.


LEGITIMIDAD DEL ARRENDAMIENTO (1).


Aun cuando el derecho de pro-
piedad no existiese, seria mo-
lIester crear el arrendamiento.


Es un hecho observado desde los primeros tiempos de la
humana historia que el hombre no se basta á si mismo en la
satisfaccion de sus 'necesidades, sino que busca en el cambio
el concurso de sus semejantes para la consecucion de su
destino.


Siendo limitada la actividad de los individuos y diversas
sus facultades y aptitudes; y por otra parte hallándose dis-
tribuidos los agentes naturales sobre la superficie del globo
de tal modo que existiendo abundantemente en unas comar-
cas faltan por completo en otras l..qué sucederia si cada cual
se empeñase en producir por si solo, en el rincon de la
tierra que habita, las cosas indispensables para la satis-
faCclon de sus necesidades'? Que no obtendriamos mas que
un corto número de productos, que no podriamos proporcio-
narnos mas que un minimum de satisfacciones.


(l) Véase el cuadro núm. 5.




- 139-
Pero sepárense las operaciones productivas, descompon-


gase el esfuerzo humano en géneros y especies, y se obser-
vará como de esta division del trabajo, resulta el aumento
de la destreza del trabajador, el ahorro del tiempo invertido
en pasar de una industria á otra, la mayor facilidad en la
invencion de las máquinas (1) la aplicacion de todas las
aptitudes y fuerzas (2) y la economía de muchos capita-
les (3).


Tan importantes ventajas serian sin embargo estériles,
si la ley del cambio no viniera á nivelar la desigualdad en
los frutos del trabajo, trocando lo supérfiuo de los unos con
lo supérfiuo de los otros. Con razon ha dicho nuestro ilus-
tre compatriota Florez Estrada (4) que si los individuos no
cambiaran los productos de su recíproco trabajo, no habría
industria propiamente dicha; no habría objeto de mútuas
relaciones entre hombre y hombre; en una palabra no ha-
bria sociedad humana, sin la que el hombre no puede con-
seguir ninguno de los resultados que su constitucion física
y moral reclaman. ¿Cómo seria posible que un individuo se
dedicase á edificar una casa, á construir los muebles de que
en ella se sirve, á cultivar la tierra que produce las primeras
materias con que se alimenta, á fabricar los instrumentos
necesarios para las labores y á manufacturar los innumera-
bles artículos de que hace uso'? Sin cambios el hombre ya'
se dedicára á un trabajo especial, ya á muchos, no seria
capaz de satisfacer sino muy pocas necesidades. Con el
cambio, libremente realizado por supuesto, cuyo triunfo pre-


(1) A. SMITH-In~esti9aciones sobre las causas de la riqueza de las
naciones. Lib. 1. Cap. 1.


(2) C. BABBAGE-Oiencia económica de las manufacturas. Pág. 157.
(3) CARBALLo-Ourso de Economía Política. Leccion XVII.
(4) Curso de Economía Política-Tomo n.




- 140-
sagiar todos los hechos de nuestros dias, se habrá cimenta-
do la solidaridad de todos los pueblos en el órden económico
por la distribucion natural del trabajo segun el suelo y el
clima (1). -


Pues si tan incontestables son las ventajas que el cambio
produce, si sus fundamentos son tan sólidos cuanto que se
apoyan en la naturale7.a humana, el arrendamiento que es
una de sus formas-el cambio del uso de una cosa por otra
cosa ó un servicio-no puede_menos d( merecer nuestros
elogios.


Veamos cual es el orígen racional del arrendamiento,
de esta forma especiaL del cambio, y la importante misio n
que cumple en el mundo económico.


En el estado actual de la industria por la estrema divi-
sion del trabajo-fundada como hemos dicho antes en la
constitucion misma del hombre y del globo que habita-el
individuo dedicado á un solo ramo de la produccion y que
desease emplear sus aptitudes por cuenta propia, se veria
precisado á renunciar á su propósito en la imposibilidad de
obtener por sus esfuerzos todo el capital necesario para lle-
varlo á cabo. Y supuesta la desigualdad de fortunas-legí-
tima y necesaria cuando sea elresultado de la diversa apli-
cacion de las facultades humanas y del ahorro-acontece
con mucha frecuencia que el industrial no es suficiente-
mente rico para poder invertir una parte de su fortuna en
la adquisicion de los elementos productivos {materias pri-
meras, auxiliares, talleres, máquinas etc.) que le sean
necesarios para el buen éxito de su empresa. Pues el arren-
damiento presta el importantísimo servicio de proporcionar


(1) TIBERGBIEN.-Etudes sur la Religion.




-141 ....
e1 «ap1'o?Jechamiento del capital al que lo necesita, sin obIí ..
garle á desprenderse de una parte de riqueza equivalente á
aquel, que seria el precio de su adquisicion.»


Supongamos, por ejemplo, que un tipógrafo desea esta-
blecer una imprenta hallándose con las condiciones de ca-
pacidad y aptitud necesarias para conseguir un éxito favo-
rable en sus operaciones productivas. Mas esto no basta,
necesita tintas diversas, caractéres de diferentes tipos,
máquinas de tirada, prensas, un local espacioso, en una
palabra, capitales fijos y circulantes. El tipógrafo tal vez
sea dueño de un local, tal vez produzca por si mismo la
tinta, pero por ventura; ¿podrá construir con sus propios
esfuerzos todos l~s demás capitales que necesita como las
máquinas y los caracreres de imprimir'? Seria menester que
á sus conocimientos de impresor uniese los de ingeniero
mecánico, tuviese grandes hornos de fundicion etc., etc.


Por fortuna, un vecino suyo se ha dedicado á la cons-
truccion de máquinas y es propietario de una que reune las
condiciones que el tipógrafo desea. Nadie podria oponerse á
"que el maquinista, ejerciendo sus derechos de dueño, rega-
lase la máquina al tipógrafo ó se la vendiese. (1) Pero es el
caso que ni el primero quiere privarse para siempre de la
propiedad de la máquina trasmitiéndola gratuita Ú onerosa-
mente, ni el segundo tiene medios de fortuna para com-
pra1'la.


En esta situacion ¿ qué hacer'? Muy sencillo: los deseos
del tipógrafo se limitan á que la máquina haga la tirada de
los ejemplares que necesita; pues darle el uso, el aprove-
chamiento de ella: los deseos del maquinista son por el con-


(1) Véase la pág. 1ge y siguientes donde se demuestra la legiti-
roiead de la aonacion gratuita y onl;lrosa.




-142 -
trario de conservar su propiedad, no queriendo utilizarla;
pues conservarle el dominio y pri'Darle de su uso durante un
tiempo determinado.


De este modo se concertarian los deseos de ambos sobre
la máquina. Pero iba á resultar que 'su dueño quedaba pri-
vado del uso-derecho anejo al dominio-mientras que el
tipógrafo se utilizaba de ella no perteneciéndole en 10 mas
mínimo. Ahora bien, entregando el impresor al dueño, una
cosa ó un servicio equivalente á la utilidad que él consigue
y á laprivacion que esperimenta este, se habrá resuelto la
dificul tad .


Pues bien: esta convencion por la que uno adquiere tem-
poralmente el uso de una cosa mediante la entrega de otra
cosa 6 la prestacion de un servicio, recibe el nombre de
ARRENDAMIENTO. »


y cualesquiera que hayan sido y sean las formas de esta
institucion, más ó ménos convenientes segun las circuns-
tancias de lugar y de tiempo, es lo cierto que el arrenda-
miento siempre ha tenido una importancia incontestable
en el bienestar individual y social. Teniendo por objeto la
propiedad y la industria, mantiene en circulacion grandes
capitales que de otro modo se hallarian paralizados entre las
manos impotentes y á veces disipadoras de los grandes pro-
pietarios; proporciona máquinas, talleres, almacenes, pro-
visiones, materias primeras y auxiliares á personas que no
son dueñas, ni se hallan en la posibilidad de serlo, de estos
medios de produccion; facilita á la mayor parte de los hom-
bres un asilo y un depósito para sus bienes, y haciendo po-
sible el cambio de cosas por servicios presenta como en
lontananza las ventajas que podrian conseguirse de la ins-
titucion del crédito personal.


Bien se comprende que ofreciendo el arrendamiento tan
considerables ventajas y siendo una limitacion del dominio,




-143 -
impuesta por el mismo dueño, privándose del derecho de
usar en beneficio de una persona estraña, no podía ser cen-
surado ni aun por los enemigos de la propiedad, puesto que
en la renuncia ven una dísminucion de los derechos domi-
nicales.


Pero cuando se ha tratado de fijar cual debe ser la can-
tidad que se entregue en cambio del uso del CAPITAL recibido
(arriendo, l'enta, interés, l'édito, usura . .. ), teólogos, juris-
consultos, economistas y socialistas, han hecho vacilar con
sus declamaciones, la legitimidad del arrendamiento. Por
eso los capítulos que siguen deben considerarse como com-
plemento necesario del presente.




,


CAPITULO 11.


LEGITIMrnAD DE LA RENTA Y DEJ- INTERÉS
DEL CAPITAL (1).


La propiedad es como el dra-
gon que mat6 Hércules: para
destruirla, no hoy que atacarla
por la cabeza, sino por la cola.
es decir. por el¡'nterés 11 la renta.


(PaotrDHON),


Sensible es que, cuando se trata de una materia objeto
de las mas vivas y constantes controversias, no se haya
llegado á establecer un tecnicismo preciso y claramente de-
finido que evite divagar entre multitud de palabras que, re-
presentando las variantes de una misma idea, se usan sin
embargo con significacion idéntica.


Preciso es confesar que tanto en el lenguaje vulgar como
en el científico, no obstante de lo mucho que se ha escrito
sobre la retribucion del capital, generalmente se confunden
bajo un mismo concepto las palabras alquiler, arriendo,'
dividendo, renta, interés, rédito, usura, provecn,o, utilida-
des, beneficios, etc., etc.


Conviene pues antes de hablar de ellas, determinar cual
sea su verdadera significacion 6 cuando menos el sentido
en el que vamos á emplearlas. Y para ello fijemos un mo-


(1) Véase el cuadro núm. 6. o




-145 -
mento nuestra atencion en el fenómeno económico de la
distribuCion de la riqueza.


Es esta distribucion una cuestion de estricta justicia.
Habiéndose verificado el producto por el concurso del
trabajo y del capital combinados en distintas proporciones,
segun las diferentes industrias, es natural que cada uno de
ellos perciba una parte de la riqueza producida proporcio-
nada á la influencia que haya tenido en su formacion.
y existiendo un sobrante de utilidad-despues de cubiertos
los gastos que cada uno de estos elementos haya ocasiona-
do, cuyo sobrante de utilidad recibe el nombre de beneficio
(producto neto de los autores)-es natural que haya de re-
partirse entre el capitalista y el trabajador en proporcion
tambien á la influencia de cada uno de ellos en el éxito de
la produccion.


Pues bien, la cuota que tanto el trabajo como el capi-
tal perciben por los gastos de produccion-de conservacion
y de renovacion (l)-mas una parte proporcional de bene-
ficio , recibe el nombre de ret1'ioucWn.


Con igual significado que damos á la palabra 1'8t1'ioucion,
se usa por los autores las de renta (1'evenu) y provecho (projit)
utilidades y beneficios (beneficio que no debe confundirse con
el sobrante de utilidad, que resulta despues de cubiertos los
gastos de produccion que dejamos indicado); pero' creemos


(1) Los galiltos de conservacion y de !.'enovacion del trabajado!.',
son los necesarios para que este S8 mantenga (alimentos, vestidos,
hogar, etc.) y sea sustituido por o[ro, cuando la vejéz ó las' enfer-
medades corten el hilo de sus dias (gastos de educacion y enseñanza
de la prole).


Los gastos de conservacion y de renovacion del capital, son los
necesarios para reparar el deterioro que haya esperimentado por el
uso (capital fijo) ó sustituirle por otro, cuando haya sido completa-
Plente destruido (capital circulante).




- 146--
preferible valernos de la primera porque teniendo estas úl-
timas otro significado, es muy fácil incurrir en error.


Ahora bien, la retrióucion puede ser de dos modos; even-
tual 6 aleatoria y fija 6 asegurada.


Cuando el propietario utiliza por sí solo su capital 6 aso-
ciado con otros y sufren los 'riesgos de la produccion, entonces
perciben una retribucion eventual, aleatoria, que recibe el
nombre de proveclw 6 dividendo,-p'rovecM (projit) si se tra-
ta de un empresario, dividendo si se trata de una sociedad.
Pero cuando en vez de emplear el capital por su propia
cuenta, le dá en arren~amiento, percibe una retribucion
fija, segura, que recibe el nombre de a'1'rien~o Ó alqui-
ler (1).


Y como el arriendo 6 alquile'1' es retribucion fija, y la
retribucion hemos dicho que se compone de los gastos de
produccion mas una parte proporcional de beneficio, de aquí
se infiere que el alquiler 6 arriendo estarán compuestos
tambien de estos dos elementos; p~es el óeneflcio aferente á
la retribucion del capital arrendado 6 alquilado, recibe el
nombre de renta (en su genuino significado) cuando este
capital es fijo, y los de interés, usura (2) 6 rédito cuando
es circulante.


(1) La retribucion e'Dentual del trabajo recibe tambien como la
del capital, el nombre de pro-Decno Ó di'DUendo segun que el tri!.baja-
dor ejerza su actividad por si solo ó asociado; y la retribucionjlja se
llama salario, el cual puede computarse á tanto por dia, mes ó año
(.jornal, mensualidad, anualidad) ó á tanto por unidad ó tarea (des-
tajo).


(2) Esta palabra se deriva de uso. por cuanto en cada produccion
se usa ó se gasta por completo el capital circulante y en parte el ca-
pital fijo; así es, que pudiera considerarse ya como renta ya como
interés; pero generalmente se aplica. en la acepcion de este. En el
lenguaje vulgar se emplea ta.mbien para designar el premio esce-
sivo de un préstamo.




-147 -
En fin como si de la palabra 1'enta no se hubiera usado


bastante; preséntanse los economistas ingleses y la escuela
fisiocrática denominando así á la ganancia extraordinaria
que suponen queda al propietario de la tierra despues de
cubiertos los gastos de produccion y además del beneficio
que le corresponde como á cualquier otro capitalista. Des-
conociendo nosotros esa ganancia extraordinaria que supo-
nen exclusiva del capital tiM'1'a, segun demostraremos en el
capítulo siguiente, no podemos admitir esta nueva acepcion
de la palabra ren~a.


Resumiendo el tecnicismo es puesto y para huir de sino-
nimias, generalmente mal comprendidas por los autores,
diremos que siempre que hablemos de retrióucion, beneflcio,
jJ1'QVeclto, di'Oidendo, arriendo, alquile1', renta, usura, inte-
rés 1/1'éditos, las entenderemos del modo siguiente:


Por retribucion, la cuota correspondiente del capital en
la distribucion de la riqueza, y que se compone de los gastos
de jJroduccion (de conservacion y renovacion) mas una parte
proporcional de oeneficio (utilidad sobrante).


Por prQVeclto Ó di'Oidendo, las retribuciones eventuales del
capital utilizado por su mismo dueño ya sea solo ó asociado.


Por alquiler ó arriendo, la retribucionfija del capital dado
en arrendamiento.


Por renta, el oeneflcio del capitaljijo arrendado, es decir,
el alquiler menos los gastos de produccion.


Por interés, usura ó rédito, el benejicio del capital circu-
lante arrendado, es decir, el alquiler menos los gastos de
produccion.


En el uso comun las palabras renta ,interés, se hacen
sinónimas de la de alquiler y comprenden el beneficio y los
gastos de produccion; pero en el verdadero lenguaje econó-
mico comprende solo el beneficio.


Por un principio de equidad y de justicia I las retribu-




-148 -
ciones eventuales del capital, el pro1)eclto 1/ el di7Jidendo han
sufrido poco los embates de la crítica porque natural era
que arrostrando el capitalista todos los riesgos de la pro-
duccion y siendo responsable de las pérdidas, lo fuese tam-
bien de la ganancia.


Pero en cambio la retribucionflja ó a.segurada del capi-
talla renta 1/ el interés han sido objeto de los mas rudos
ata.ques, que han hecho vacilar la legitimidad del arrenda-
miento. Y véase por qué al ocuparnos de este, deciamos al
final del capítulo anterior, que se completaría con las doc-
trinas espuestas en el presente.


:e:emos dicho que el alquiler ó arriendo se compone de
los gastos de p'roduccion mas una parte proporcional de oe-
neficio. Ahora bien ¿qué es lo que encuentran en él de cen-
surable los enemigos del arrendamiento del capitan ¿Es por
ventura la parte de retribucion destinada á cubrir los gastos
de p1'odu;:cion'? ¡,es acaso la parte proporcional de beneficio'?
bes en fin ambas cosas'?


Pues si tales afirmaciones hacen, diremos que si la re-
tribucion no cubriera los gastos, resultaria paulatinamente
la muerte de la industria, que si no proporcionase un bene-
ficio, la humanidad no daria un paso en las vías del pro-
greso, y finalmente que si el alquiler no existiese, el
arrendamiento habria dejado de ser y ya hemos visto en el
capítulo anterior los sólidos cimientos en que se apoya.


Hemos dicho que si las retribuciones no cubriesen los
gastos de produccion, resultaría paulatinamente la muerie de
la industria j y en efecto ¿ qué sucedería si el capital se de-
teriorase en la produccion, y no se reparara, si se consu-
miese y no fuera reemplazado por otro'? ¿habría un propiet-
tario tan generoso que se desprendiese de un capital en la
conviccion plena de perderle? ¡,seria posible la armonía en




-149 -
el mundo económico, si uno de los elementos productivos,
del cual es absolutamente imposible prescindir, estuviera
condenado á una muerte lenta pero segura'? Tan poderosas
razones no pueden ser negadas por teólogos ni socialistas,
y ya veremos los esfuerzos que hacen aquellos. para se-
parar esta cuestion de la reférente á la legitimidad de la
'I'cnta y del interés.


Hemos dicho tambien que si las retribuciones no propor-
cionan un oeneficio (interés d 'l'enta) al capitalista, la humani-
dad no daria un paso en las vías del progreso: y fácil es con-
eebirlo. Sometida la especie humana en los primeros dias de
su historia, á las fuerzas y agentes naturales, esclavizada
bajo el pesado yugo de la Naturaleza, solamente consigue
sobreponerse á ella, ronrper las cadenas que la sujetan y
convertir sus obstáculos en dóciles instrumentos, á costa de
grandes esfuerzos y aumentando sucesivamente la produc-
cion. Si esta no aumentase de grado en grado á medida que
la civíIizacíon se desarrolla, nuestra felicidad seria tanta
como la de los primeros hijos de Adam, sin tener mas
sustento que la fruta de los árboles y la caza de los bosques,
sin mas vestido que las pieles de las fieras, ni mas morada
que las cavernas de las montañas, sin mas ilustracion que
el estúpido oscurantismo del salvage. Y si el aumento de la
produccion es. tan necesario cuanto que vá· marcando los
grados del progreso ¿cómo ha de verificarse este si los
elementos productivos permanecen estacionarios'? ,Si la
retribucion no fuese mas que la parte destinada á cubrir
los gastos de conservacion y renovacion, si el capitalista
no percibiese un beneficio ¿cómo podrian aumentarse los
capitales sin cuya intervencion no es posible la existencia
de la industria'? He aquí por qué hemos afirmado que sin el
beneficio, la humauidad no daria un paso en el camino del
progreso. Además, si la utilidad sobrante despues de cu-




- 150-
biertos los gastos de produccion del capital y del trabajo,
no se repartiera p1'opo1'cionalmente entre ambos elementos
productivos, y se adjudicase Íntegramente al trabajador,
aparte de la injustwia notoria de esta distribucion, iba á
resultar lo siguiente: Que percibiendo los trabajadores la
totalidad del'benellcio (producto neto) la aplicarian por com-
pleto á la satisfaccion de sus necesidades, sin cuidarse de


, emplearle en la construccion de máquinas, talleres indus-
triales, materias primeras, materias auxiliares, en uua pa-
labra en la adquisicion de capitales fijos y circulantes, bajo
cuya forma no habian de obtener ningun beneficio; y que
favorecido de este modo el trabajo á expensas del capital, la
oferta de brazos y de inteligencias creciendo de una manera
prodigiosa, causarla la baja de la remuneracion de aquel,
mientras que la escasez de este elevaria su retribucion ex-
traordinariamente, hasta que en fin el equilibrio despues
de haber sido roto se restableciese por la fuerza misma de
las leyes eoonómicas percibiendo cada uno de los elementos
productivos su parte proporcional de beneficio.


Demostrada la legitimidad del arrendamiento (1) proba-
do que todo capital debe obtener una retribucion compuesta
de los gastos del capital mismo, mas una parte proporcio-
nal de beneficio-renta ó interés.:.... hagámonos cargo de los
argumentos que desde los tiempos mas antiguos hasta
nuestros dias, se han presentado lo mismo por teólogos que
por socialistas para anatematizarle.


ESCUELA CATÓLICA.


Antes que la Iglesia Católica fulminase sus anatemas


(1) Véase el capít ulo precedente.




- 151-
contra el préstamo á interés, y antes que la escuela socia-
lista proclamase la gratuidad del crédito, ya el antiguo Tes-
tamento habia dicho non jdJnerabis jratri tuo ad usuram pe-
cU1tiam , 11,e jruges, ne quamlibet, aliam rem, sed alieno-
no prestarás á interés á tu hermano ni dinero, ni frutos, ni
otra cosa alguna, sino al extranjero; precepto que tuvieron
muy en cuenta el rey David y el profeta Ezeqniel, para
censurar enérgicamente á los usureros. Y no solo el pueblo
Hebreo cuyo carácter religioso exclusivista les hacia esta-
blecer estas diferencias, sino que tambien los filósofos del
paganismo como Aristóteles, Plutarco. Ciceron, Séneca y
Caton abrigaban las mismas creencias.


Nace despues una religion en el oscuro rincon de la Ju-
dea, que pobre y perseguida en sus primeros dias llegó á
es tenderse por todos los ámbitos del universo; y Jesu-Cristo,
su di vi no fundador, predicando la fraternidad humana. dice
segun el Evangelio de S. Lúcas «mut1Utm date, niltil inrle
sperantes, prestad sin esperar nada y entonces vuestra re-
compensa será muy grande y sereis los hijos'tlel Altísimo.»


Los Santos Padres, los Doctores de la naciente Iglesia,
cornoS. Ambrosio, S. Basilio, S. Gerónimo, S. Juan Cri-
sóstomo y principalmente Santo Tomás, y los concilios,
consideraroI). el préstamo á interés como contrario al dogma
católico calificándole de usura.


Tales preceptos que venian á negar el alquiler parecian
rechazar no tan solo el beneficio-renta ó interés, sino tam-
bien los gastos de produccion, prohibiendo devolver algo
mas que el principal, es decir, de la suma prestada.


y los teólogos con una estremada sencillez, presentaron
perfectamente la nocion del interés y de la renta, si bien
negándola, diciendo en último extremo que lo que la reli-
gion prohibe «es la parte de beneficio pero no la retribu-
cion destinada á cubrir los gastos del capital.})




-152 -
«Cuando doy en arrendamiento, decían, una casa, una


tierra, un utensilio, un caballo, en una palabra, un objeto
no fungióle (1), puedo separar la cosa misma del uso que
hago de ella, y es justo que exija una recompensa por ceder
este uso: puesto que cuando se me devuelve la casa, la
tierra, el utensilio, ó el caballo están ya más ó ménos
usados más ó ménos deteriorados y por consiguiente se
me debe por este deterioro, una indemnizacion que es el
precio del alquiler. Hay, sin embargo, otros objetos cuyo
uso no puede separarse de la cosa misma porque al servirse
de ellos se consumen ó desaparecen de las manos del que
los usa. Estos objetos son losfungió/es (2) como el dinero.
el trigo, el vino, el aceite, las primeras materias de cada in-
dustria, etc. Ahora bien, cuando os presto Una suma de
dinero t un saco de trigo, un tonel de vino, una tinaja de
aceite, no podeis restituirme estas cosas despues de haberlas
usado I como se restituye un objeto no fungióle, porque está
en la naturaleza de las cosas que se consuman por el uso;
lo que me resttuís es otro dinero, otro trigo, otro vino,
otro aceite equivalentes, que tienen un valor igual á los
prestados y por consiguiente que no han sufrido deterioro
ni depreciacion alguna. ¿Sería justo que me dieseis mas de
lo que habeis recibido'? No: el préstamo de los bienes fun-
gióles debe ser gratuito por su misma naturaleza (3).»


Algo mas atenuaron aun sus doctrinas los adversarios
de la usura observando que en el movimiento social de la
industria podrian seguirse grandes perjuicios al dueño de
un capital prestado. Y los doctores de la Sorbona en el si-
glo XVII (1665 Y 1666) admitieron un interés proporcionado·


(1) Capital fijo.
(2) Capitales circulantes .
.. 3) V. MoJinal'i.-Curso de Economía Política.




-lúa -
allucfo cesante (luc1'1tm cesans) es decir la ganancia cierta,
lucro que cesa, que deja de percibirse por tener empleado
el dinero, ó daño eme'l'gente (damnum eme'l'gens) esto es,
daños y males positivos que resultan de no poder disponer
á tiempo de un capital prestado ó fundado en el temor de
perderle (pe1'iculum s01'tis).


Semejantes argumentos no han sido sin embargo sufi-
cientes para destruir la legitimidad de la renta y del inte-
rés, reconocida por el Derecho y por la Economía política.


El alquiler es la remuneracion de un derecho anejo al
dominio - el de usar - del cual solo puede desprenderse
voluntariamente el dueño y bajo las condiciones que quie-
ra, puesto que es consecuencia de la propiedad, cuyos fun-
damentos hemos expuesto en la primera parte. El beneficio
aferente á la retribucion del capital es necesario para la
existencia del órden económico y para el progreso de la
humanidad segun hemos demostrado anteriormente. No
repetiremos las razones aducidas en su defensa bajo el pun-
to de vistajurídico y económico, tratemos ahora la cuestion
segun los principios de la moral.


El texto del Evangelio de San Lúcas mutuum date nihil
indé spe1'ante, interpretado como un mandato estricto, no
era segun la opinion hoy dominante en la Iglesia misma,
mas que un consejo de caridld. Predicando Jesucristo las
cualidades que deben adornar á un hombre perfecto segun
los principios de su divina doctrina, decia: «Bendecid á los
que os maldicen y orad por los que os calumnian. Y al que
te hiriese en una mejilla, preséntale tambien la otra. Y al
que te quitase la capa, no le impidas llevar tambien la túni-
ca. .. Amad pues á vuestros enemigos: haced bien y dad
prestado, sin esperar por eso nada: y vuestro galardon será
grande y sereis los hijos del Altísimo.» Y en efecto el ideal
de la humanidad es él de vivir bajo una ley de fra.ternidad




- 154-
completa en que todos los indi víduos se auxilien mútua-
mente.


Nada mas digno, nada mas sublime que la donacion
voluntaria y gratuita hecha al desvalido sumido en los
horrores de la miseria. Nada mas admirable, nada mas eleva-
do, que la prestacion de un capital hecha á una persona que
lo recibe para remediar con su uso alguna necesidad, sin
exigirle en el momento de la devoluciQn ningun aumento
de la cantidad prestada. Pero repetimos que esto no pasa de
ser un ideal de perfeccion, un consejo de caridad que en
tanto vale en cuanto se cumple libre y voluntariamente y no
por el rigor de un precepto. No estamos obligados á destruir
nuestra fortuna para ser benéficos, antes bien tenemos el
deber de aumentarla por nuestra moralidad y nuestro traba-
jo. Debemos socorrer las necesidades de nuestros hermanos
en la peregrinacion de la vida para sobrellevar del mejor
modo posible las penalidades de este .corto minuto de la eter-
nidad, pero esto no nos obliga á privarnos de los frutos des-
t~nados á mejorar nuestro bienestar físico y moral sobre la
tierra. Podremos prestar sin interés á nuestro prójimo ¿pero
á que título hemos de recibir mermado el capital por el de-
terioro sufrido durante el tiempo que ha sido usado'? Hé aquí
por qué los teólogos de la Rdad Media haciendo la referida
distincion entre cosas fungibles y no fungibles creyeron
justa la recompensa dada para reparar el uso de estas y no
la de aquellas pues devolviéndose otros nuevos se entrega-
ban sin deterioro de ninguna clase.


Mas esto no bastaba. Si los enemigos de la usura cre-
yeron que recibiendo el prestamista la cosa no fungible que
habia arrendado con el equivalente al deterioro sufrido ú
otra cosa fungible de igual especie y calidad que la presta-
da sin ninguna indemnizacion, no podia considerarse peIju-
dicado, bien prouto echaron de ver que el préstamo gratuito




-155 -
de un capital podría causar al dueño un lucro cesante ó un
daño emergente además del riesgo de la· insolvabilidad del
mutuatario. Y por esta razon sostuvieron que debía permi-
tirse un interés proporcionado con el lucro que cesa, el daño
que resulta ó el peligro que corre el capital, siendo ilegítimo
el que no se verificase mediando estas circunstancias.


Ahora bien, reducidos á estos términos la cuestion, no
vacilariamos en aceptar la doctrina de los teólogos y mora-
listas condenando en nombre de la Moral, el préstamo á
interés cuando no conCurren taleR condiciones. Y en efec-
to; si el propietario no utilizase para nada su capital,
miéntras que era de suma necesidad para otro, si por
prestarle no se le siguiera perjuicios de ninguna clase ni
dejase de percibir ninguna ganancia cierta, ni tuviera que
temer la pérdida por parte del mutuario ~ no seria entónces
contrario á la moral cristiana un interés crecido? Cierto que
si; pero nO divaguemos en el terreno de las suposiciones y
fijemos nuestra atencion en la vida práctica. Es muy raro
el caso, sino digo imposible, en que estas circunstancias que
-legitiman el interés segun los moralistas, dejen de cumplir-
se porque dada la multiplicidad de los cambios y el desar:"
rollo de la industria y el comercio, los capitales encuentran
siempre un empleo más ó ménos lucrativo que ~or pequeño
que sea será mayor que el de un préstamo gratuito.


Por esta razon, colocados los Teólogos de la Sorbona en
la peudiente que naturalmente les habia de conducir á
admitir la legitimidad de la renta y del interés, varios doc-
tores de la Iglesia Católica adheridos á las antiguas creen-
cias clamaron contra sus doctrinas, lo cual motívó una
réplica de aquellos (1672) en que demostraban que nada en
las Escrituras ni en las Sentencias de los Santos Padres, se
oponia á la adopcion del lucro cesante y que era inexacto
que Santo Tomás lo hubiera rechazado.




-156 -
La cuestion ha continuado desde entónces discutiéndo-


se en el seno del Catolicismo y podemos decir ,mucho mas
despues de la resolucion de la Santa Sede de 18 de Agosto
de 1830, que la Iglesia se limita hoy generalmente á conde-
nar como usureros á los prestamistas que exigen un interés
superior al interés corriente.


En resúmen; no puede decirse que la Moral ni la religion
se opongan á la renta ni al interés del capital; el préstamo
gratuito exactamente lo mismo que la limosna será un con-
sejo de caridad pero nunca un precepto de severo cumpli-
miento.


No terminaremos estas ligeras consideraciones sobre las
. doctrinas de la Iglesia referente al préstamo é interés, sin
hacernos cargo de un argumento que algunos de sus docto-
res han aducido en contl'a del beneficio del capital consis-
tente en dinero. San Basilio decía que ni el oro, ni el cobre,
ni los metales preciosos producian frutos de ningun.a clase
en razon de su naturaleza; y San Gregorio (de Niza) hacia
notar que al dar el Creador su bendicion «creced y multipli-
caos y poblad la tierra» solo se habia referido á los seres
animados y de ningun modo á los inanimados, como por
ejemplo el dinero; ¿cómo justificar pues que al devolver una
moneda prestada se devolviese juntamente con otra monedá'?
Tan equivocadas ideas reconocian como precedente la opi-
nion de Aristóteles que consideraba como una cosa contra-
ria á la naturaleza que una moneda produjese otra moneda
siendo así que el dinero es estéril en su esencia.


Ciertamente que si el célebre filósofo estagirita al procla-
mar la esterilidad del dinero aludia á su incapacidad física
para la procreacion no habiendo encontrado en él órganos
generadores, sentó una verdad innegable mas innecesaria,
puesto que se halla al alcance hasta de las mas oscuras inte-
ligencias. Pero el dinero es un producto intermediario de los




- 157-
cambios, es Ull equivalente de todos los demás productos y
el que sea 8sté.,.U físicamente considerado, no es decir que
sea, improductivo en el mundo económico. Esto mismo
acontece, con los edificios, máquinas y todos los demás ca-
pitales; su productividad reside en el concurso que prestan
á la produccion, en el uso que se hace de ellos. Con razon..
ha dicho Bentham (1) que si una moneda, produce otra mo-
neda es porque puede adquirirse con ella un carnero y una
obeja por ejemplo, los cuales ay untándose producen dos
corderos, y aunque se dé uno de ellos al que prestó la mo-
neda todavia le quedará otro al que la tomó á préstamo.-
Es pues falsa económicamente hablando, la sentencia aris-
totélica porque si con el dinero se adquiere todas las cosas,
y estas son productivas y pueden cambiarse en dinero, es
evi.dente que el dinero produce dinero.


ESCUELAS SOCIALISTAS.


En nuestros dias, cuando tan portentosos efectos ha pro-
ducido el préstamo á interés en el desarrollo de la industria
y del comercio, cuando la Iglesia ha mitigado sus censuras
del modo que queda referido, cuando su legitimidad, pare-
cia por tanto asegurada mucho mas con el descenso que
ha sufrido gracias á la oferta de muchos capitales en el mer-
cado, los que se apellidan refo1'mailO1'8S ile la numaniilaille
han condenado en nombre de la igualdad social.


El rentista han dicho, es el que consume sin producir, el
que explota en provecho propio el sudor del trabajador; e~
ese hombre que dueño esclusivo y soberano absoluto de un
iUlitrumento de produccion, pretende utilizarse de él sin


(1) En su magnífico tratado sobre la USURA.




-158 -
ponerle por sí mismo en obra. Y observando el descenso del
precio del alquiler que tantos beneficios reporta á la civili-
zacion, han profetizado que la renta y el interés habían de
desaparecer para siempre en beneficio de la humanidad tra-
bajadora, del mismo modo que la tortura el juicio de Dios, la
esclavitud etc., han desaparecido eternamente como institu-
ciones inícuas y contrarias á la libertad. Máximas y decla-
maciones son estas que hallaron un eco fatal en las masas
revolucionarias de Julio cuando abandonaban los talleres y
levantaban las barricadas en las calles de la capital de Fran-
cia al estribillo de la cancion.


Seme le ckamp, proletai'l'e.
a' ese E' oisif qui recoltera . ..


Sucede en esta ocasion exactamente lo mismo que hemos
advertido siempre que combatimos las ideas socialistas.
Atentos á seducir mas bien que á convencer con sus quime-
ras, y prefiriendo siempre la declamacion al discurso,
amontonan frases ataviadas de los mas seductores atractivos
sin detenerse á examinar la exactitud de sus afirmaciones.
No nos cansaremos nunca en repetir que los escritos socia-
listas deben leerse, para ser bien apreciados, con la frialdad de
ánimo del sabio que despreciando la vehemencia del lengua-
je, se paga tan solo de la verdad de los juicios y de la ló-
gica exposicion de las ideas.


¿En qué razones se apoyan los enemigos de la propiedad
individual, para decir que el interés es un tributo pagado
por el que trabaja al que no hace nada'? ¿qué argumentos
invocan para considerarle como medio de la explotacion del
hombre por el hombre'? ¿por qué le califican de instrumento
de robo yde opresion, y creen llevados de su loca fantasía leer
en el libro del porvenir su desaparicion del cuadro de las




- 159-
instituciones sociales? Vano empeño seria el nuestro sí
intentasemos buscarlo entre la multitud de sus ardientes
disertaciones; la voz del sentimiento, el lenguaje de la pa-
sion, no la tranquilidad del espiritu que investiga la razon
de las cosas, hé aquí lo que hallamos en todos ellos.


No tenemos mas que pronunciar la palabra propiedad y
la balanza de la justicia se habrá inclinado alIado del capi-
talista. Nadie puede privar al dueño de una cosa del goce
de todos los derechos anejos al dominio contra su voluntad:
¿quien podrá pues impedirle que renuncie á uno de ellos-el
de usa'l'-y exija una compensacion á la privacion que sufre
más ó ménos grande segun las circunstancias del mercado'1


. El beneficio aferente á la retribucion del capital es con-
secuencia inmediata del derecho de disfrute que el dueño
tiene sobre la cosa que legítimamente le pertenece y para lo
cual necesita percibir sus frutos. ~Se niega el derecho de
propiedad~ Pues entónces niéguese tambien la legitimidad
del interés y de la renta; pero esta cuestion ha sido estensa-
mente tratada en ~ primera parte y no repetiremos los
argumentos en ella expuestos.


Se censura la ociosidad del dueño; y quién es el indivi-
duo, quién es el Estado para obligar á un ciudadano á que
ejecute lo que no quiere hacer sin detrimento de nadie~ ¿por
ventura hemos de obrar forzosamente siguiendo los capri-
chos de un extraño'? i,qué hacen los socialistas de la libertad'"
cuya palabra tantas veces les sirve de máscara para conse-
guir sus fines'?


Si el dueño de un capital no trabaja, es porque en su
adquisicion ha trabajado ya, y justo es que llegue un
momento en que goce del fruto de su trabajo aumentado á
costa de esfuerzos y privaciones: ha habido un tiempo en
que ha prestado servicios á la sociedad ejerciendo su profe-
sion de médico, abogado, negociante etc. durante el cual




- 160-
no ha hecho uso del derecho que tenia á exigir de aquella
otros servicios en reciprocidad de los suyos, ~ por qué se le
ha de negar que despues los ejercite disfrutando de la re-
compensa debida á sus anteriores trabajos'? Se dirá que el
Capital suele ser obra de los antecesores del que 10 emplea;
i,pero no hemos demostrado en la primera parte de esta
memoria la legitimidad de la herencia'? i,Se negará al suce-
sor, el derecho de gozar del premio debido á la actividad del
que le precedió y cuyo de.recho ha recibido voluntariamente
este en virtud de su facultad de testar? Tal vez aun se
añada que á veces el capital se adquiere por el robo y la es-
tafa, pero esta objeccion podrá referirse á un capital deter-
minado no al capital en general, y tambien hemos marcado
en otro lugar las condiciones que' han de acompañar á la
propiedad para ser legítima en el concepto de la Moral, del
Derecho, y de la Economía (1).


Dicen tambien los socialistas que el interés se obtiene á
espensas del trabajador, que es el instrumento del robo y
de la opresion la explotacion del horpbre por el hombre y
preguntan ¿de qué le sirve trabajar al operario si el capita-
1ista se lleva todos los beneficios?


Esto no es cierto, el capitalista no percibe ni debe per-
cibir en la distribucion de la riqueza, mas que una cuota
p'J'opo'J'cionatla á la parte que. en su formacion haya tenido;


. del mismo modo que el operario no percibe ni debe percibir
mas que la cuota correspondiente á la influencia de su tra-
bajo. Si en unas industrias la retribucion del capital es
mayor, en cambio en otras lo es la del trabajador porque
siendo la cooperacion de ambos elementos productivos dis-
tinta, tambien debe ser diferente la parte de cada uno en el


(1) Véase el copo nI.




- itsl -
resultado de la. produccion. Cuando esta justa reparticÍol1
no se verifica, cuando uno de dichos elementos predomina
sobre el otro sin que su predominio se esplique por las con-
diciones especiales de la industria de que se trata ó por las
circunstancias del mercado, el equilibrio que aparece roto
inmediatamente causando grandes perjuicios á la sociedad,
llega por fin á restablecerse por la fuerza misma de las leyes
económicas segun veremos. mas adelante y en parte ya
hemos probado. Cuando el trabajadór por falta de capi-
tal y de medios de fortuna para comprarle, viéndose por
tanto en la imposibilidad de establecer por su cuenta una
empresa, se encuentra sin embargo con los instrumentos
de produccion que necesita y. puede rQalizar su propósito
obteniendo grandes ventajas, aunque destine una parte de
sus ganancias al pago del alquiler del capital prestado siem-
pre se encontrará con otra gran parte que sin la interven-
cion de este no hubiera conseguido. Así por ejemplo, en el
caso del tipógrafo á que nos referiamos en el capítulo ante-
rior, este hubiera podido ayudado de un solo rodillo á mano
imprimir en cierta unidad de tiempo 100 ejemplares, en tan-
to que con la máquina prestada, podia obtener 100.000 en
el mismo tiempo. Es evidente que aunque el tipógrafo diese
al maquinista el 6 por 100 de la cantidad obtenida con el
auxilio de su máquina, es decir, 6.000 todavía le quedaba
al primero un sobrante de 93.900 (94.000-100) sobre lo
que sin su auxilio hubiera conseguido. De suerte que lejos
de haber percibido el maquinista el 6 por 100 sobre el
trabajo del tipógrafo, era este quienhabria percibido ~194 por
100 sobre el suyo.


Sostienen los socialistas la próxima desaparicion del
interés, por que observando su baja progresiva en el mer-
cado creen que ha terminado su mision sobre la tierra y no
tardará en hundirse para siempre en el olvi~o de los tiempos


11




-lg2 .....
que fueron, a semejanza de otras instituciones, por ejemplo,
la tortura, eljuicio de Dios, la esclavitud etc. las cuales
habiendo prestado antiguamente algunos servicios, se han
desechado después CQmo inicuas y contrarias á la libertad.
Semejante argumento süponé una mala inteligencia de las
leyes históricas y un error económico respecto á la baja del
interés. Hay instituciones en la historia de la humanidad
que han desaparecido con las condiciones sociales á cuyo
abrigo nacieron; hay otras por el contrario que han llegado
incólumes hasta nosotros arrostrando los obstáculos del
tiempo; las 'primeras son contingentes y variables; las se-
gundas son eternas é inmutables; las unas se hunden
para siempre en el olvido dé los tiempos que fueron;
las otras se conservan á través de los siglos y de las
generaciones. La esclavitud, la tortura, el juicio de Dios
etc., soio han nacido á favor de las preocupaciones y de
la ignorancia de una época, pasada esta, no han podido
permanecer en pié. Los principios de justicia íntimamen-
te unidos á la naturaleza humana, tal vez hayan reves-
tido formas diversas pero nunca han dejado de ser ni ce-
sarán de existir cualesquiera que hayan sido y sean las
vicisitudes históricas: por esta razon la recompensa debida
á un trabajo anterior ó sea al capital que es un principio
de justicia, será eternamente consagrado hasta la consu-
m3.cion de los siglos. El suponer pues que ai interés del
capital le está reservada una suerte análoga á la de esas
instituciones injustas que el tiempo se ha encargado de
borrar, revela el mayor desconocimiento de las leyes pro-
videnciales de la historia.


Pero he dicho además que tal suposicion fundada en la
baja del interés es un profundo error económico. Y en efec-
to: si el precio del alquiler disminuye, si del 15 ó 20 ha
d,escendido al 4 Ó 3 por 100, no es porque haya disminuido




..


...... 1Ba .....
el beneficio del capitalista, es por que gracias á los adelan-
tos de la civilizacion moderna habiendo aminorado los gastos
de produccion, ha podido prestarse á mas ínfimo precio; y es
porque habiéndose multiplicado los capitales se ha aumen-
tado la oferta y su descenso ha sido todavía mayor j descen-
so del interés que ha producido el gran desarrollo de la
industria y del comercio. ¿Qué revela esto'? Que léjos de
desaparecer los préstamos á interés con la baja del mismo
como pretenden los socialistas, se multiplican por el con-
trario extraordinariamente. Pero debe tenerse presente que
si bien vá disminuyendo progresivamente el interés del
capital nunca llegará á desaparecer por completo; podrá.
descender á pocos. céntimos pero jamás reducirse á cero.
¡Desgraciado el dia en que esto aconteciese! Triste suerte es-
peraba á la humanidad! Nadie tendria interés en ser capita-
lista; todo el mundo preferiria gastar de un modo improduc-
tivo sus ahorros, mas bien que C3i>italizarlos y esponerlos á
los riesgos que el préstamo supone, sin esperanza de obte ..
ner la mas minima 83.nancial


Tales son los argumentos que principalmente dirijen íos
socialistas al préstamo con interés. Y en rigor bastarian
para comprender la impotencia de ellos para destruirle, pero
no podemos prescindir de presentar en breve resúmen
algunos de los que no han sido objeto de nuestro exámén y
se hallan defendidos y contestados por el famoso Proudhon
y por el eminente Bastiat, es decir,' por los dos mas dis-
tinguidos campeones del Socialismo y del Individua-
lismo.


A'fgume-nto. El que toma á préstamo, decia Proudhon,
una propiedad, un valor, un producto cualquiera, no ha re ...
cibido en realidad mas que un uso puesto que está obligado á
devolver íntegra á su dueño la cosa prestada. Lo que debe
al prestador no es por lo tanto 'una propiedad sino el uso de




-lg4 -
otra propiedad equivalente. Identificar estas dos dases de
servicios sin equivalencia posible es destruir la mutualidad
de los servicios mismos.


Oontestacion. El uso de un valor constituye otro valor
puesto que es susceptible de evaluarse. No hay regla, ni
principio alguno, en virtud de los cuales pueda impedirse á
dos contratantes comparar un uso á una suma de dinero ó
una cantidad de trabajo y hacer sobre estas bases, si les
conviene, un cambio cualquiera. Juan me presta una casa
de 20.000 rs. y me hace de esta manera un servicio: ¿no
podré yo de acuerdo con él, retribuirle sino prestándole otra
casa del mismo valor? Esto es absurdo, por que si todos
poseyeramos casas permaneceriamos cada cual en la nuestra
y no tendria razon de ser el préstamo de ellas. Si la mutua-
lidad.de selJ'vicios implicase que los dos ser.vicios cambiados
hubieran de Ber, no solo iguales en valor sino idénticos en
especie, habria que sup~mir el cambio lo mismo que el
préstamo, y un sombrerero, un zapatero, un sastre etc.
dirian á sus respectivos clientes:-Lo .Que yo os cedo no es
moneda sino sombreros, zapatos, vestidos etc.; cededme
á vuestra vez, vestidos, zapatos, sombreros, y no mo-
neda porque solo así será la mutualidad de servicios per-
fecta.


A IJ'!/umento. El que presta, en las condiciones ordinarias
de todo prestador, no se priva del capital prestado. Al con-
trario le presta precisamente porque posee otros capitales,
porque ni tiene.intencion ni capacidad para hacerlo valer por
sí mismo, porque conservándole en su poder permanecería
estéril miéntras que por medio del préstamo y por el interés
que devenga, le proporciona el medio de vivir sin trabajar
10 cual en Economía política como en moral, es una propo-
sicion contradictoria, una cosa imposible.


Contestacion. ¿,Qué importa que el prestador no se prive




- 165-
del capital prestado, si le ha creado con su trabajo precisa-
mente para pfestarlo~ El argumento de Proudhon ataca
todos los cambios, y para convencerse de ello, no hay mas
que reproducir sus propias frases sustituyendo la palabra
'Denta á la de préstamo y la de 'Vendedor á la de capi-
taUsta.


«El que vende, podriamos decir entónces no se priva del
objeto vendido. Al contrario lo vende porque posee otros
objetos iguales, porque ni tiene intencion, ni capacidad para
hacerle valer por sí mismo, porque conservándole en su
poder permaneceria estéril etc., etc.»


Argumento. La causa de que el interés del capital, excu-
sable, justo si se quiere, en" el de la economía de las socie-
dades se convierte con el desarrollo de las relaciones indus-
triales, en una expoliacion, es que ese interés no tiene otro
fundamento que la necesidad y la fuerza. La necesidad, hé
aquí lo que esplica la exigencia del prestamista, la fuerza,
hé aquí lo que constituye la resignacion del que recibe pres-
tado. Pero á medida que en las relaciones humanas, la
libertad sustituye á la necesidad y el derecho á la fuerza, el
capitalista pierde toda excusa y se hace posible para el tra-
bajador la revindicacion contra el propietario.


Oontestacion. Si reinaba en otro tiempo la fuerza mién-:-
tras que hoy reina el derecho, léjos de deducir de aquí que
el interés ha pasado de la legitimidad á la ilegitimidad,
debe sacarse una consecuencia enteramente contraria; por-
que la usura ha podido ser odiosa cuando el prestamista
adquiria sus capitales por medio de la rapiña, pero hoy que
los ebtiene por el trabajo, el interés lleva en sí mismo el
mejor título de su justicia.


No dilataré por mas tiempo esta polémica entre Bastiat y
Proudhon porque en mi concepto tanto por ella como por
las consideraciones precedentes, resulta probada la legitimi-




-166 -
dad del interés y de la renta y la falsedad de los argumen-
tos que se han aducido en contra suya.


Siendo pues la retribucion del capital, legítima y nece-
saria para el progreso humano, no vaya por esto á creerse
que el precio d-el alquiler haya de ser muy crecido, sino que
por el contrario la sociedad está interesada en que descien-
da. Cuando está bajo, se halla al alcance de muchas
mas personas, es mayor el número de empresas que se
acometen, se satisfacen mas necesidades, mejor y á costa
de menos esfuerzos, y la humanidad avanza rápidamente
en el camino de la civilizacion y de su perfecciona-
miento.


La concurrencia de los capitales á la industria, la facili-
dad en las comunicaciones, la existencia de buenas institu-
ciones civiles que garanticen el pronto y rigoroso cumpli-
miento de las obligaciones contraidas, la creacion de
compañías de seguros, Bancos, establecimientos de crédi-
to etc., etc., son las causas naturales que disminuyen la
retribucion del capital dado en préstamo.


Desgraciadamente, los legisladores desconociendo los
principios de la ciencia económica y abrigando tal vez
algunas de las preocupaciones habidas oontra el interés del
capital. han querido hacerle descender á/ortiori fijando un
mázimum del cual no puede esceder.


Partidarios decididos de la completa libertad del dueño
de una cosa que legítimamente le pertenece, no podemos
menos de condenar en nombre de la filosofía, todas esas inva-
siones del Estado en la esfera de la actividad individual. La
tasa legal del interés es necesaria y debe existir como una
disposicion interpretativa de la voluntad de los contratantes
en el caso de dudal'se cual fuera el tipo que hubiesen esta-




- 16'7 -
blecido, pero de ningun modo como límite á la libre contra~
tacion ni á los derechos dominicales.


y no solo es la tasa del interés un ataque á la libertad y
propiedad del ciudadano, sino altamenté contraria á la equi-
dad que las leyes exigen, igualando todos los préstamos
bajo un mismo tipo, siendo así que naturalmente son dife-
rentes por la diversidad de riesgos que sufren y por la dis~
tinta utilidad que prestan.


La ley señalando la tasa del interés, 'impide que el capi-
tal se distribuya conforme á las necesidades del mercado.
Sin la tasa, la elevacion extraordinaria. anormal del interés
en-ciertas localidades, debida á la faltl:!, de capitales 9.á su
concentracion excesiva, atraeria bien pronto los que fuesen
necesarios. Los que primero acudiesen obtendrian un interés
elevado; pero la elevacion, la exajeracjon misma de 6$te,
atraería nuevos capitales hasta que los beneficios del mOJlO-
polio hubiesen desaparecido, hasta que se hubiese nivelado
el beneficio aferente á la retribucion del capital en estas
localidades como en las otras. Por eso, afirma Molinari que
la limitacion legal de la tasa del interés contribuye á perpe-
tuar los monopolios y los proteje en vez de destruirlos.


Además estas leyes prohibitivas se eluden fácilmente y
sucede con frecuencia que se presta á un interés muy sup~­
rior al marcado por la ley, y sin embtlrgo, aparece haberse
realizado el préstamo dentro del máximum legal. No lo
ignoraba el Papa San Pio V al mandar por medio de un
Brebe que el cánon en los contratos de censo, se pagase en
dinero efectivo, pues pagándole en especie se podian burlar
las leyes prestando á un interés mayor que el legal.


En fin, semejantes disposiciones, lejos de conseguir el
objeto que se proponen aumentan el mal que tratan de
remediar, porque disminuyendo el número de prestamistas
y creciendo los riesgos de aquellos que sin ningun reparo




-168 -
prestan á un tipo mayor que el legal, necesariamente el
interés ha de elevarse; tal sucedió en efecto en la Edad Media,
cuando los judíos á quienes no alcanzaban los anatemas de
la Iglesia Católica, contra el préstamo á interés, se aprove-
chaban del monopolio que ejercian prestando á una tasa
considerable, mucho mas si se agrega el que tenian que
indemnizarse de la prima del seguro, por la eventualidad
que corrian en el reintegro de sus créditos, pues los cristia-
nos se prevalian de la animadversion que habia contra esa
raza inteligente y trabajadora, marcada con la mancha del
deicidio, para no cumplir sus compromisos escitando mu-
chas veces las mas crueles persecuciones contra ellas.


I Efectos consiguientes al desconocimiento de las leyes
que rigen al mundo económico y á las intrusiones del Esta-
do en la esfera de accion de los individuos cuando obran
en el límite de sus derechos!




r


CAPITULO lII.


LEGITIMIDAD DE LA RENTA TERRITORIAL (1).


La renta territorial no es una
wurpacion injurIa como dicen
10B enemigos de la propiedad; ni
un pri'Oilegio nece8ariO como BOij-
tlenel1 algunos economistas.


La legitimidad de la renta territorialó sea del beneficio
del capital dado en arrendamiento, es decir el alquiler
menos los gastos de produccion, (2) parece no debía ser
objeto de nuevas consideraciones por nuestra parte despues
de haber justificado la renta en general en el capítulo pre-
cedente.


Sin embargo los vivos ataques de los socialistas é igua-
litarios al propio tiempo que las vacilaciones, ó lo que es
aun mas triste, los ataques tambien de los mismos econo-
mistas que han defendido el beneficio correspondiente á los


• demás capitales, son causa de que debamos fijar nuestra
atencion mas especialmente en demostrar la legitimidad de
la renta territorial considerada por unos como una espolia-
cían que debe desaparecer, por otros como un monopolio ó
un privilegio necesario que es preciso transformar ó simple-
mente consentir.


(1) Véase el cuadro núm. 7.°
(2) Véase la significa.cion la. ~a.la.bra. renta. da.da en la. página. 147.




-170 -
Prescindiendo de los argumentos aducidos contra el


alquiler del capital en general, las objecciones que se dirijen
cont.ra la renta territorial nacen de la falsa doctrina de con-
siderar á la tierra como un capital distinto de los demás,
atribuyéndola una virtud propia privativa que el propieta-
rio utiliza sin haberla él creado. La escuela fisiocrática es la
primera que formuló su opinion acerca de la renta territo-
rial haciéndola consistir en el escedente que dejan las cose-
chas despues de cubiertos los gastos de produccion, cuyo
escedente p.o se encontraba segun ellos mas que en la agri-
cultura. La escuela inglesa finalmente ha sostenido despues
la teoría proclamada por Ricardo y adoptada por West,
Malthus, Torrens y otros, de que la renta no proviene de la
fertilidad natural que permite á la tierra dar productos su-
periores á sus gastos de explotacion, sino de la desigual
reparticion de aquella cualidad.


Ocupémonos primero de la doctrina sostenida por la es-
cuela fisiocrátiea, apoyada por tan ilustres economistas
como Adam Smith, Florez Estrada, Say, Blanqui, Sennior,
Storch, Rossi, Rau, etc. aunque no pertenecientes á esta
escuela, y que sirve de fundamento principal á los enemi-
gos del beneficio del capital tierra.


Adam Smith dice, en el cultivo de la tierra la Naturale-


za trabaja juntamente con el hombre y la renta. es el pro-
ducto de su poder cooperador', cuyo disfrute presta el pro-
pietario al colono. Mac-Culloch afirma, que la renta es el
precio pagado por el uso de las fuerzas naturales y de la
potencia inherente al suelo, siendo siempre un monopolio.
Scrope, considera tambien la renta como un monopolio que
es preciso modificar, porque es la restriccion del usufructo
de los dones que el Creador ha puesto á disposicion de todos
los hombres, Sennior sostiene que, habiendo sido apropia-




- 171-
dos los agentes naturales, los propietarios se hacen pagar
su uso bajo la forma de renta que no es la recompensa de
ningun sacrificio y que es percibida por aquellos que no tra-
bajan ni han hecho adelantos de ninguna clase. J. B. Say
dice que la Naturaleza ha hecho donacion gratuita al hom-
bre de la tierra, laboratorio admirable de donde nacen exce-
lentes frutos; pero que ciertos hombres se han apropiado de
ella, y han declarado ser de su pertenencia los frutos que
produce: j y cosa estraña! esta u.furpacion añade, este pri-
vilegio, es ventajoso lejos de ser funesto á la comunidad.
G. Garnier cree que la renta viene á ser nn monopolio tolc-
,,«do en el interés de todos.


y despues de semejaliltes calificativos de loseconomis-
tas, i,es de estrañar que el famoso autor de las CQ1I,tradiccioncs
económicas, haya esclamado, aavcrsus n,ostem lit juttijicatio
crimen, y haya dirijido el siguiente apóstrofe á la renta
territorial?


«I.Quién tiene derecho, esclama; de hacerse pagar el
uso del suelo, de esa riqueza que no ha sido producida por
el hÓllIlbre'? Sin duda alguna, contesta, el que la ha produci-
do, Dios. Pues entonces propietario, retirate ... Mas el
Creador de la tierra no la vende, hace donacion gratuita de
ella, y al donarla no hace distincion de personas ¡,por qué
pues,eoncllaye, ha de existir diferencia entre sus hijos que'
Bonigu.ales'h>


Ouanto tienen de absurdas semejantes opiniones, hemos
tenido ooasion de demostrarlo en el capítulo III de la PRIME-
RA PARTE al probar «que la! tierras pueden ser objeto como
cualquiera otra sustancia, de la propiedad»; demostracion
algnn tanto estensa que nooopetiremos y á 1aouabemiti-
mosá nuestros leotores.


Que la tierra sea naturalmente fecunda y que en virtud
de esta fecundidad dejen las coseohas un sobrante despues




-172 -
de cubiertos los gastos de produccion, ¿quién lo duda~ Que
los dones de la Naturaleza sean comunes á todos los hom-
bres ¡,quién se atraverá á negarlo~ ¿Acaso no hemos tan-
tas veces admirado la bondad del Supremo Hacedor .al
dotar á la especie humana del poderoso auxilio de los agen-
tes naturales para el cumplimiento de su destino~ Lo. que sí
negamos, lo que no podemos menos de rechazar en nombre
de la justicia y de los principios económicos, es que esa
fecundidad natural se atribuya esclusivamente á la tierra
desconociéndose en las demás fuerzas y seres del mundo
material y se pretenda hacer comun lo que no es gratuito
sino oneroso, lo que no es solo resultado de la Naturaleza
sino además producto del esfuerzo humano.


Los agentes naturales, deciamos en el lugar referido, se
hallan á disposicion de todos los hombres, mientras no ha
recaido sobre ellos la actividad de nadie, pero desde el mo-
mento que un individuo creando la brújula utiliza el
magnetismo, formando la pila voltáica aprovecha la electri-
cidad, construyendo una caldera aprisiona el vapor del
agna y le emplea en la locomocion, haciendo la rueda ó el
aspa de un molino saca partido del aire ó de un salto de
agua, ocupando, desmontando ó roturando un terreno hace
brotar los frutos; en una palabra desde el momento en que
ha colocado á su disposicion las fuerzas físicas y químicas
mediante el ejercicio de sus facultades, los dones comunes
de la Naturaleza se han convertido en propiedad de aquel
qne se ha tomado el trabajo de ponerlos en condiciones pro-
pias para la satisfacmon de sus necesidades.


¡,Por qué pues, calificar al propietario territorial de pri-
vilegiado y de usurpador~ ¡,Por qué pues arrancarle con la
máscara de la igualdad lo· que solo ha podido adquirir por
medio de sus esfuerzos~ ¡,No es mas injusto, no es mas des-
igual equiparar al trabajador con el que vive en la holganza




-1~-
Y disipacion' No nos cansaremos de repetir 10 qüe tantas
veces hemos dicho, todo lo que es gratuito es comun, todo
lo que es oneroso es propiedad de aquel que se ha tomado el
trabajo de adquirirlo. Cierto que en la agricultura hay algo
que es gratuito, cierto que en el producto agrícola hay algo
que escede de la parte del capital y del trabajo, cierto tam-
bien que en las cosechas resulta un sobrante despues de cu-
biertos los gastos de produccion debido á la Naturaleza;
pero lo mismo sucede en las demás industrias en que el
obrero utiliza gratuitamente el concurso del aire, de la. luz,
del calórico, de la gra vitacion, de la electricidad, en una
palabra, de las fuerzas físicas ó químicas, segun hemos
probado en la primera parte.


Luego si por renta se entiende la parte del producto
sobrante despues de cubiertos 10& gastos, ;esceso debido al
poder cooperador de los agentes naturales-como en efecto
lo hemos entendido nosotros en el capítulo precedente-, ha-
llamos que no es un fenómeno esclusivo de la tierra si no
un hecho observado en todas las industrias. ¡Parece impo-
Bible que economistas tan ilustres como Adam Smith,
J. B. Say, Storéh, Rossi, Rau y otros, se hayan dejado
alucinar en esta cuestion por las erróneas doctrinas de la
escuela fisiocrática que en otras ocasiones han combatidol
Despues de haber admitido la legitimidad del beneficio de
los demás capitales, han calificado sin embargo á la renta
territorial de monopolio y de privilegio, por mas que no
habiéndose atrevido á rechazarla por completo la hayan
conservado á título de la conveniencia! ¿Es pues de extra-
ñar que los socialistas no hayan querido transigir C9n ella
de ningun modo, diciendo aav6rsus n,ostem fit justificatio
crimen'?


La Naturaleza, hemos repetido hasta la saciedad en dife-
rentes ocasiones, concurre gratuitamente á la produccion




-1~4 -
dejando lin remanente sobre los gastos empleados en sti
cultivo, que se llama renta; pero es un absurdo suponer que
este concurso gratuitosea esclusivo de la tierra, puesto que
es una cualidad de todos los agentes naturales.


Ahora bien, t,quién ha de disfrutar del escedente de la
produccion, el que trabaja ó el que no hace nada'? El hom-
bre no trabaja por trabajar; trabaja teniendo la perspectiva
de un goce; el labriego no riega con el sudor de su rostro
el terreno ingrato que solo le produzca abrojos, hiere
uno y otro dia el seno de la tierra con el arado y la haza da
para recoger despues una abundante cosecha; arrancad de
sus manos el dia de la recoleccion sus doradas mieses, y
vereis cuan pronto el suelo se muestra yermo y abandonado,
produciendo tal vez plantas nocivas en vez de escelentes
frutos.


Además si las coseche.s no diesen un sobrante despues de
cubiertos los gastos de produccioll t,cuál seria el progreso
de la.agricultura'? Fácilmente se comprende que no podrian
aumentarse ni perfeccionarse los instrumentos de cultivo,
y entonces la industria agrícola permaneceria estacionaria,
inmóvil contemplando como se elevaba, el nivel de los
demás ramos de la actividad humana. Afortunadamente la
agricultura se ha perfeccionado con el transcurso de los
siglos I las máquinas de vapor han venido á reemplazar en
los paises mas civilizados al trabajo manual y los groseros
aperos de labranza en las operaciones del cultivo, los capi-
tales se han multiplicado y los productos agrícolas se han
hecho mejores y mas baratos. t,Qué prueba esto? que la
Humanidad ha obtenido, ha producido mas de lo que ha
consumido en cubrir los gastos de explotacion, y este esco-
dente le ha empleado en la reproduccion.


No podian negar los adversarios de la renta territorial
hechos semejantes, pero no acertaban á comprender porque




-- l?ó-
razon el propietario se utilizaba de una parte del escedente
de las cosechas, cuando no era él sino el colono quien habia
cul ti vado la tierra ~ Por qué razon decia, Sennior los pro-
pietarios han de hacer pagar el uso de los agentes naturales
bajo la forma de renta, que no es la recompensa de ningun
sacrificio puesto que no han trabajado ni han hecho adelan-
tos de ninguna clase, en perjuicio de la humanidad y del
colono que ha trabajado'l ¿No es pues la renta un verdadero
tributo pagado por el trabajador al que vive en la ociosidad'l


No hay mas que fijarse en la sencilla distribucion del
producto agrícola entre los elementos que han contribuido
á formarle para comprender la razon de ese fenómeno, de tan
difícil esplicacion para los socialistas y que les hace pro-
rumpir en tan absurdas declamaciones.


Las tierras en el estado nativo, son improductivas por
mas que sean fecundas, segun hemos demostrado en otro
lugar: para que la produccion se verifique es menester que
hayan sido descubiertas, ocupadas, acotadas puestas en
comunicacion con los centros de poblacion, limpias de
plantas nocivas, desecadas de las aguas insalubres, des-
montadas, roturadas, en una palabra puestas en condicio-
nes de ser cultivadas y de arrojar sobre ellas la semilla que
luego en virtud de la accion de las fuerzas físicas y quími-
cas de la Naturaleza, se ha de con.vertir en escelentes frutos.


Es indudable que todas estas operaciones han de ocasio-
nar cuantiosos desembolsos y penosos sacrificios, que natu-
ralmentehan de ser reintegrados con los productos agríco-
las; y si no se ocasionan ¡,por qué no se roturan y cultivan
las márgenes del Misisipi, las llanuras del Africa.6 los
archipiélagos del mar del Sur'l Porque la esperiencia ha
venido á desvanecer las ilusiones de los pobres emigrantes
que se han dejado alucinar con la perspectiva de ser propie-
tarios territoriales, sin capitales para poner en cultivo los




- l1a -
terrénos qUé creían que solo les exigida el trabajo de 111
recoleccion. En nuestra culta Europa, la mayor parte de
estos primeros trabajos se han verificado ya en una gran
parte de sus tierras, y el comprador de ellas indemniza con
el precio al que los ha ejecutado; pero en aquellas regiones
donde apenas puede decirse que ha recaido el trabajo huma-
no como sucede en las estensas llanuras de la Rusia, se
observan los mismos fenómenos que en las demás partes del
mundo.


Natural es, repito que el propietario, bien sea él mismo
el roturador del terreno, bien el comprador, se indemnice
de estos gastos de esplotacion cuando haga la recoleccion de
los frutos; y por consiguiente el escedente de la coseclba que
destine á este fin, no es mas si bien se examina que la
'J"ecompensa de un trabajo ante'/'io'J' que debe obtener ya cul-
tive por si mismo el terreno ya lo tenga dado en arrenda-
miento.


Mas no se vaya á creer que en este último caso el pro-
pietario perciba toda la renta y que el colono no vea retri-
buidos sus esfuerzos como corresponde; porque este percibe
la parte de frutos destinada á cubrir los gastos de produccion
del capital que ha invertido (animales, aperos de labranza,
semillas etc.) mas los gastos de manutencion y conserva-
cion de su familia, mas una parte de beneficio proporcional
á sus esfuerzos; y el sobrante es lo que entrega al propieta-
rio por el alquile'/' de la tierra.


t,Qué razon hay pues, para esclamar que la renta es un
tributo pagado por el que trabaja al que no hace nada'?
Acas91a ranta que percibe el propietario, no es la retribu-
cion de su trabajo anterior y la cuota de un capital que si
en vez de haberlo dedicado á la agricultura lo hubiera em-
pleado en cualquiera otra industria, le estaria produciendo
qniza un interés mas elevado? ¿Acaso el colono despues de




..... 1,,, .-
pagado el alquiler al capitalista no percibe ltn 3eneftcio ade-
más de la parte necesaria para cubrir los gastos de remune-
racion de su capital propio, y los de su manutcncion y con-
servacion'? ¿Pues qué sino percibiese este beneficio habia de
seguir el colono usufructuando el suelo y pagando la renta
al propietario '?


En resúmen, á la objeccion de que el propietario territo-
rial percibe el escedente de las cosechas, no dejando al
colono mas que los frutos necesarios para cubrir sus gastos,
contestamos del modo siguieute esplicando la distribucion
del producto agrícola procedente de una tierra dada en
arrendamiento: que el colono, despues de recojida una cose-
cha, destina una parte de ella para renovar ó reparar los
capitales propios que se hayan consumido ó deteriorado y
para indemnizarse de los gastos de manútencion y conser-
vacion de su persona y de su familia durante)a elaboracion
de los frutos; que del sobrante (ese escedente que los fisió-
cratas han creido esclusivo de la tierra) hace dos particio-
nes, una que se reserva como beneficio correspondiente al
empleo de su capital y á su trabajo, y otra que entrega al
propietario por el servicio que le ha prestado dándole en
arrendamiento la tierra, y que este percibirá como cuota
amortizadora del capital empleado en comprarla Ó en ha-
berla ocupado y roturado, y como beneficio de este mismo
capital que hubiéra conseguido destinándole á cualquiera
otra operacion productiva.


Verdad es que en la práctica no aparece la distribucion
del producto agrícola con la sencillez que la hemos aquí
presentado: lo mismo sucede con las demás industrias; las
causas que hacen variar la renta son muy diversas por mas
que siempre se regulen por la ley de la oferta y del pedido
y vengan en definitiva á establecer el precio natural del ,
alquiler del capital tierra.


12




-l~S-
Pero esto nos lleva al exámen de la teoría de Ricardo


donde tendré ocasion de esplanar esta materia> terminando
aquí la refutacion de la doctrina fisiocrática, de cuyos erro-
res tanto partido han sacado los adversarios de la renta
territorial para combatir su legitimidad.


El economista inglés Ricardo (l) siguiendo las indica-
ciones de Anderson (2) ha proclamado una teoría sobre la
renta acojida con entusiasmo por sus contemporáneos y que
participa algun tanto de los errores anteriormente citados,
creyendo exclusivo de la tierra lo que es comun á las varias
formas del capital. Comienza Ricardo por sentar el princi-
pio innegable de la desigual fertilidad_de las tierras, y aña-
de que el grado de fertilidad marca el órden de su cultivo
explotándose preferentemente las de primera calidad, luego
las de segunda y por último las de tercera: porque el hom-
bre busca naturalmente el mayor provecho con el menor
sacrificio. Mientras se cultivan los terrenos de primera ca-
lidad no aparece la renta; mas esta se manifiesta, cuando
agotados aquellos se explotan los de segunda y tercera.
Es evidente que en el mercado, los artículos de unos y otros
siendo de la misma calidad han de venderse á un mismo
precio; pero tambien es cierto que los artículos procedentes
de terrenos de inferior calidad son en menor cantidad y han
ocasionado mas gastos al propietario que los procedentes de
terrenos mas fértiles; luego el dueño de las tierras mas fér-
tiles tiene un exceso de beneficio sobre el obtenido por el
dueño de las menos fértiles á pesar de la igualdad de precio


(1) Principios ~ Economia PollUca, Capítulo n. De la Renta de
la tierra.


(2) Reckerckes sur la nature des loís re/atifle, afia: cirial el.




- l"1g -
en el mercado de sus respectivos productos; pues á este
exceso de beneficio debido á la desigual fertilidad de la tier-
ra, es á lo que denomina Ricardo renta, ya la perciba el
propietario explotándola por sí mismo, ya la reciba del colo-
no que haya preferido cultivar un terreno tertil ageno á
explotar como propio un terreno rugen de inferior calidad.


Ricardo deduce despues 1 de la necesidad de poner en
cultivo tierras cada vez ménos fértiles para atender al sus-
tento de una poblacion mas numerosa, la carestía progre-
siva de los productos agrícolas 1 porque siendo mayores los
gastos de produccion, ha de aumentarse el precio J puesto
que si este no se aumentase no se cultivarian; á cuya ele-
vacion de precio ha de seguir naturalmente un aumento de
renta. Y no se crea, dice el célebre economista, que se a.li-
viaria la suerte del consumidor renunciando el propietario á
ella, porqué la percibiria el colono no disminuyéndose la
cantidad de trabajo necesaria para poner en cultivo los ter-
renos menos fértiles; hace notar sin embargo I que la renta
podria disminuir y el precio de los productos agrícolas no
ser tan elevado, aumentando la intensidad del cultivo y
desarrollando las facultades productivas del suelo, pues de
este modo se evitaria la explotacion de las tierras de inferior
calidad.


Hé aqui redncida á pocos términos la doctrina de la ren-
ta territorial de Ricardo fundada como se habrá podido
observar en la desigual fertilidad de las tierras y en el ór-
den rigoroso segouido en el cultivo, comenzando por las de
primera clase, continuando por las de segunda y tercera:
cuyos argumentos vamos á examinar brevemente.


Preciso es convenir en la desigual fertilidad de las tier-
ras bquién confundirá las estériles llanuras de la Siberia
con las fértiles campiñas de la India, los pantauosos cam-


.


. '




..... lS0 .-
¡Jós de la Holanda con las fecundísimas vegas del MedIodía
de España'?


Pero aparte de que esta desigual fertilidad es puramente
relativa, puesto que un terreno impropio para un determi-
nado género de cultivo puede serlo para otro de ventajosísi-
mos resultados, es evidente que carece de la importancia
que le ha atribuido el economista inglés.


Cierto que en virtud de esta desigualdad el propietario
del terreno mas fértil obtiene una prima, un exceso de bene-
ficio sobre el del terreno menos fértil, dada la igualdad de
precio de sus productos en el mercado; pero tambien es
cierto que este exceso, esta prima la percibe el propietario
territorial, por otras causas muy diferentes de la diversa
fecundidad del suelo, y que no es este un hecho peculiar de
la agricultura sino comun de las demás industrias. En efec-
to la situacion topográfica de una tierra, un canal de riego
que la atraviese, la proximidad á un importante mercado
agrícola, la facilidad de las comunicaciones, la baratura de
los trasportes, la seguridad de la propiedad, etc., etc., son
otras tantas circunstancias que aumentando. ó disminuyen-
do los gastos de produccion, favorecen óperjudican con una
prima más ó ménos considerable á determinado propietario
sin necesidad de atender al grado de fertilidad del terreno.


y esto que sucede en la agricultura, es un hecho obser-
vado en las demás industrias y profesiones; una fábrica sita
en las inmediaciones de una línea férrea, un almacen colo-
cado en el centro de una ciudad populosa ... , obtendrán,
vendiendo al mismo precio sus productos, un exceso de be-
neficio sobre las demás fábricas ó almacenes que no puedan
competir con las mismas condiciones; del mismo modo, un
obrero inteligente y laborioso conseguirá mayor resultado
en la produccion que el que pueda alcanzar otro de mediana
capacidad, y este mas aún que otro ignorante y perezoso I


-




- 181-
Se quiere dar á este exceso de beneficio, á esta prima


el nombre de 'J'enta 1 Pues llámese como se quiera, pero no
no se atribuya exclusi,:,amente á la desigual fertilidad de
las tierras, ni se niegue su existencia en todos los ramos de
la industria humana.


Veamos que hay de cierto en el segundo fundamento de
la teoría de Ricardo. No hemos negado en las precedentes
líneas la desigual fertilidad de las tierras, punto principal
de la doctrina de este economista, mas no podemos admitir
ahora que el cultivo empiece siempre por las de primera
calidad y continúe en órden deséendente. Lejos de comen-
zarse el cultivo por los terrenos mas fértiles, ha observado
muy oportunamente Mr. Carey, se empieza por los mas
flojos y fáciles de cultivar. Y en efecto hasta una época
muy avanzada no se han descuajado los bosques, no s.o han
desecado los pantanos, no se han puesto en cultivo esos
terrenos al parecer estériles y solamente fecundos en enfer-
medades endémicas y que presentando des pues una capa de
tierra vegetal profunda han llevado la riqueza agrícola á
regiones antes desprovistas de cereales, como ha sucedido
en las márgenes ribereñas del Elba y del Oder, en las co-
marcas septentrionales de Alemania y como ha aconteci-
do igualmente en las landas del Mediodía de Francia. Y esto
es natural que así suceda, puesto que cuando se comienza
el cultivo, los capitales son mas excasos y los medios de
explotacion menos poderosos.


i Cuántas causas han influido en el trascurso de los si-
glos para comenzar el cultivo por terrenos de inferior cali-
dad anteponiéndolos á los mas fértiles! Prescindiendo de la
ignorancia del explotador que no haya sabido dar á su cam-
po el destino mas adecuado á sus condiciones naturales, y
en el cual tal vez hubiera producido excelentes resultados
¿quién negará que hubiera preferido el terreno enclavado




-182 -
en nna ciudad populosa al situado á una larga distancia de
aquel centro de consumo? ¿aquel donde existiese mayor se-
guridad y facilidad en los trasportes á otro donde tales
condiciones apenas existiesen'l Y por otra parte,. cuando
la propiedad territorial se hallaba amortizada en manos del
clero y de la nobleza; i,cómo podria comenzar la explota-
cion por los fértiles territorios que estas clases poseian no
siendo su mision la agricultura? i, no es mas fácil suponer
que comenzase por los que pertenecían al estado llano aun-
que fuesen de inferior calidad? Con razon ha dicho el dis-
tinguido economista Wolowski, que se han necesitadorevo-
luciones políticas para modificar sistemas de cultivo perpe-
tuados de edad en edad y para entregar al arado ricos ter-
ritorios incultos. Muchas veces la distancia. de la aldea ó·de
los edificios de explotacion han sido causa de que se aban-
donen los terrenos mas fértiles, al paso que la ventaja de la
proximidad hacía cultivar otros poco productivos, y lo
mismo ha sucedido cuando la falta de recursos impedia al
propietario de un buen terrazgo, sacar partido de él, mien-
tras que con ayuda de un capital considerable, otro terraz-
go estéril era labrado por un propietario rico. Hoy mismo
se encuentran todavía en los paises mejor cultivados vastos
bosques que crecen en las tierras mas ricas, al lado de mi-
serables tierras de labor ó de viñedos poco productivos.
Así pues repetimos que el cultivo no siempre comienza por
las tierras mas fértiles continuando rigorosamente por
las de inferior calidad, sino que la explotacion depende
de multitud de causas topográficas, económicas y aun
políticas que hacen dar la preferencia tal vez á las mas
estériles.


Solo nos resta para terminar esta ligera crítica de la
doctrina de Ricardo, examinar su 'última premisa, conse-
euenciade las anteriores, que establece la elevacion del pre-




-183 -
cio de los productos agrícolas con relacion al aumento de la
poblacion.


Fenómeno es este que fácilmente se concibe aceptando
con el economista inglés la necesidad del cultivo de las
tierras de inferior calidad, cuando las de primera no bastan-
á satisfacer las exigencias crecientes del mercado, porque
siendo mayores los gastos de explotacion de las tierras me-
nos fértiles y fijando estas el precio· de los productos, natu-
ralmente habrá de traducirse en una progresiva carestía.
¿Pero, és cierto que á u.n aumento de poblacion haya de
seguir necesariamente la explotacion de las tierras menos
fértiles'1 Basta añadir á la consideracion anterior de que el
laboreo no sigue el órden de la fertilidad, el.hecho observa-
do en muchos paises de que el aumento de los productos
agrícolas RO depende tanto de la extension como de la in-
tensidad del cultivo gracias al concurso de buenos métodos
agronómicos y al perfeccionamiento gradual de los ins-
trumentos rurales. El empleo de utensilios y máquinas
poderosas, la aplicacion de abonos admirables que la
química constantemente revela, y el descubrimiento de
frutos similares que sustituyen á veces con ventaja á los
vejetales ~nocidos y que contribuyen con eilos á satisfacer
la demanda del mercado, son otros tantos medios de atender
á. las necesidades de una poblacion creciente sin recurrir á
la extension del cultivo.


Verdad es que podrá objetarse ,que la intensidad de la
explotacion ha de exigir el aumento de capital, lo cual lleva
consigo un aumento de gastos y por tanto la elevacion de
precio de los productos agrícolas: pero si esto fuese cierto
i,cuál seria el progreso de la agricultura'1 Semejante razo-
namiento conduciria á suponer que la aplicacion de nuevas
máquinas que perfeccionasen el cultivo, di.sminuyendo la
intensidad del trabajo y aumentando los productos no ha-




-184 -
bian de ser un adelanto para la humanidad puesto que mo-
tivaba la carestía! O no se concibe la aplicacion de nuevos
capitales á la produccion agrícola, ó han de aumentar por
su influencia la cantidad ó perfeccionar la calidad de los
artículos conservando el mismo precio, ó ha de disminuirse
este conservando la cantidad ó calidad en el mismo estado
que antes.


No puede ponerse en duda, que á un aumento de po-
blacion ha de seguirse una elevacion de precio en los ar-
tículos de primera necesidad, pero tampoco puede negarse
que el equilibrio no tardará en restablecerse cuando estimu-
lado el interés del productor con una mayor ganancia se
aumenta la oferta en cantidad suficiente para satisfacer las
necesidades del mercado.


Segun afirma Hipólito Passy, el valor en cambio del
trigo, era antiguamente, por lo menos igual, al que tiene
en el dia. Así en la Normandía los salarios agrícolas no
equivalian á fines del siglo XII mas que á seis litros de
trigo; desde esta época se les vé subir poco á poco hasta
el valor de siete, y solo en los últimos treinta años es
cuando han excedido de ocho: de donde se deduce que
el precio real del trigo no ha aumentando en aquella pro-
vincia. En Francja la cotizacion de los cereales data de
cincuenta años á esta parte; la poblacion no ha cesado de
crecer desde entonces en número y bienestar, y sin embar-
go el precio del trigo no ha subido, cOl?o lo atestiguan
los cinco términos medios decena les desde 1800 á 1850.
En Inglaterra desde hace treinta años los precios están en
baja; ciertas leyes imprevisoras, las circunstancias mone-
tarias ~ los efectos de la guerra, se habian combinado para
hacerlos exorbitantes y desde 1810 á 1820 el término medio
fué algo mas de 38 francos el hectólitro; pero despues han
bajado primero á 30 francos por término medio decenal,




-185 -
luego á 25 Y finalmente antes de la reforma de las leyes de
cereales, que debia acelerar aun este movimiento, á menos
de 22 francos.


Con razon hace observar el citado economista que es un
grave error el considerar el precio del trigo como la medida


- de la diferencia de los gastos de produccion rural entre los
diversos paises. Lo que debe examinarse es el precio ge-
neral de los artículos de subsistencia y no el de tal ó
cnal artículo que no en todas partes figura por igual can-
tidad en el consumo (1). Cuanto mas se han ilustrado las
poblaciones, mas abundantes y mejores han sido los artícu-
los de subsistencia. bY cómo podria verificarse esto si la
necesidad de agrandar el círculo de los cultivos tuviese por
objeto hacer la produccion cada vez mas difícil, y costosa1


EN RESÚMRN; no negamos á los fisiócratas que la tierra
en virtud de su fecundidad natural deje un excedente en las
cosechas despues de cubiertos los gastos de produccion, al
contrario, decimos que este excedente es necesario para el
mantenimiento y el desarrollo de la industrÍa agrícola; pero
sostenemos qúe no es éste un fenómeno exclusivo del capi-
tal tierra, sinó un hecho observado en todas las industrias
por el concurso gratuito de los agentes naturales: no nega-
mos tampoco á los socialistas que los dones de la. Natura-
leza sean comunes, pero sí defendemos que la comunidad
solo ha de entenderse respecto de aquellos que no han sido
todavía objeto de la actividad humana, porque los que han
sido puestos por el esfuerzo del hombre en condiciones pro-
pias para la satisfaccion de sus necesidades, se han hecho
de pertenencia suya: no negamos en fin á Ricardo ni á sus


(1) V-éase Mr. Fontenay, lJu ret)erlufouci,e,.. .




-186 -
secuaces que la.s tierras sean desigualmente fértiles y que
esta desigual fertilidad ocasione una prima en favor del pro-
pietario de un terreno mas fecundo. pero sostenemos que
esta prima se obtiene aun prescindiendo de la desigual fer-
tilidad de las tierras y sin necesidad de circunscribirse á la
industria agrícola. En una palabra, rechazando la exclusi-
va aplicacion de la palabra renta como el beneficio que solo
se consigue por el capital tierra, la admitimos y defende-
mos segun lo hemos verificado en el capítulo precedente
considerándola como un hecho natural y necesario para el
desarrollo de la industria.




SECCION SEGUNDA.


CAPITULO PRIMERO.


RELACIONES ENTRE EL, CAPITAL Y EL TRABAJO (1).


El Capital y el Trabajo engen-
dran la produccion; de sus lu-
chas, nacen las miserias socia-
les y la disminucion de la rique-
za. Su aparente antimonia se
resuelve en la asociacion, que es
BU verdadera síntesis.


P. J. GBBNIBB.
Prtimi.rB PriflCipes ele SociolQgie.


Demostrada en la primera parte de esta obra la legiti-
midad de la propiedad , de esa institucion que arrancando
desde los primeros tiempos de la humanidad ha venido
constantemente siendo la inseparable compañera de su exis-
tencia y perfeccionamiento, era objetó de nuestra atencion
en esta segunda parte patentizar de un modo mas claro y
evidente la legitimidad del CAPITAL, es decir, de esa propie-
dad que lejos de aplicarse á la satisfaccion de los caprichos
del dueño se destina al fomento de la vida industrial.


Hemos tratado de demostrar en los capítulos preceden-
tes cual es la importante mision del capital en la produccion
de la riqueza y la legitimidad de la cuota que en tal concep-


(l) Véase el cuadro núm. 8.




-188 -
to le corresponde en la distribucion del producto, bien sea
utilizado por el mismo propietario, bien por una persona
estraña mediante el pago del alquiler del capital, fijo ó
circulante, consistente en dinero ó en especie I en una tierra
labrantía ó en cualquiera otra sustancia.


Presentémosle ahora relacionarlo con otro elemento pro-
ductivo: el traoajo; examinemos el mútuo auxilio que ambos
se prestan, observemos como marchan unidos en el camino
de la civilizacion y del.progreso, contemplemos el poderoso
influjo de la ley de solidaridad que les rige haciendo esperi-
mentar al uno los sufrimientos del otro, y veamos en fin de
que modo se restablece el equilibrio,-cuando desconociendo
sus verdaderos intereses se arman en fratricidalucha,-por la
armonía de las leyes económicas: armonía no menos admi-
rable que la observada por el astrónomo en el regular mo-
vimiento de los planetas y por el naturalista en el perfecto
01' ganismo de los séres, que les hace esclamar entusiasma-
dos: rligitus lJei est hic, ¡aquí esta el dedo de Dios!


Abrese la primera página de la humana historia, en
medio de los mas crueles tormentos y de las mas duras pe-
nalidades. El hombre expiando su primera falta, segun
las tradiciones cristianas, se ve castigado por el Altísimo
y se halla en el duro trance de morir ó de regar el suelo
con el sudor de su rostro para lograr los frutos que
hayan de proporcionarle el sustento; in laoorious comedes
ex terra cunctis rlieous ,,#te tute, dice el Génesis. Por todas
partes crecen obstáculos que amenazan cortar el hilo de
sus dias, la Naturaleza le tiene sometido á su imperio;
solo á costa de grandes esfuerzos llega á sobreponerse á ella
y á esclavizarla á su vez. Hombre esclavo de la Naturaleza
al principio, la Naturaleza sometida al hombre despues; hé
aquí la fórmula del progreso en el mundo económico. Pero
el progreso solo se realiza, solo esta sumision de la Natura-




.... HlíJ .-.
leza al poder del hombre se verifica, mediante el concurso
del capital, .de ese elemento productivo que nacido del
esfuerzo humano se muestra á él reconocido, multiplicando
sus efectos y disminuyendo la intensidad de su acciono Ima-
gínese la produccion mas rudimentaria, obsérvese la civili-
zacion humana en sus primitivos orígenes, en ese estado
apenas superior al del bruto en que viven las tribus del
interior del Arrica, del América ó de los archipiélagos del
Océano, y se verá aparecer inmediatamente el capital auxi-
liando poderosamente al trabajo del hombre. Quiere el sal-
vaje decíamos en otro lugar apoderarse del gamo que ligero
atraviesa la llanura f del ave que veloz cruza los aires, del
pez que suavemente se desliza entre las olas y no puede
menos de confesar su impotencia, teniendo que producir .un
lazo, una flecha, un arco, una caña etc., es decir, un ins-
trumento nacido de su trabajo y destinado á una nueva pro-
duccion, un capital. Sigue á la caza y á la pesca, la agri-
cultura, yentónces la necesidad de estos productos inter-
medios aumenta teniendo que proveerse, de animales de la-
bor, de instrumentos aratorios, de abonos y semillas, de
locales donde conservar el grano etc., etc. Sucede á la
industria agrícola las manufacturas y cada vez la influencia
del capital es mas poderosa, porque aumentándose con la
civilizacion las necesidades, multiplica y perfecciona los
medios de satisfacerlas, llegando en" fin una época en que
es absolutamente imposible prescindir de fiU concurso en la
produccion.


Pero se pregunta, cual de los dos elementos producti'Do8
es el mas importante, ¡"el esfuerzo ltumano ó el capital"J
Cuestion es esta ociosa y de nulas consecuencias. Cuando es
necesario el concurso de dos agentes para la obtencion de
un objeto, inútil es discutir cual sea la mayor importancia
del uno ó del otro, porque si los dos son necesarios no puede




-toa -
prescindirsa del concurso de ninguno de ellos; tal sucedería
por ejemplo si se cuestionase sobre la may.or ó menor
cooperacion del diez 6 del cuatro en la formacion del pro-
ducto cuarenta.


Sostienen sin embargo algunos economistas que el tra-
bajo es el único elemento productivo. Si por el pensamien-
to, dice Canard, separo de mi reloj todo el trabajo que suce·
sivamente se empleó en él, no quedarán mas que algunos
granos de mineral colocados en el interior de la tierra, de
donde los sacó el hombre y donde no tenian valor alguno.
Pero si en vez de suprimirse el trabajo, como supone el cita-
do economista, se hiciese abstracion de esos granos de mine-
ral i.existiría acaso el reloj habiendo desaparecido la ma.teria
extraida de la mina y demás capitales invertidos en su cons-
truccion?


Profesando los socialistas una opinionsemejante, han
calificado al capital de intermediario inoficioso (1) preten--
diendo eximirse de él por medio de las asociaciones ooope-
rativas de obreroS, de que ya nos ocuparemos mas adelante,
habiendo tan solo conseguido prescindir del capitalista pero
no del capital puesto que no han podido privarse de las
herramientas, utensilios, máquinas, talleres etc., convirtién-
dose ellos de este modo en verdaderos capitalistas.


Es pues, un absurdo suponer que el trabajo sea el único
elemento influyente en la produccion de la riqueza (por las
razones anteriormente dichas); pero aun si se nos apremiase á
contestar á la cuestion propuesta, nos decidiriamos por dar
la preferencia al trabajo, porque si pocos resultados alcanza-
ria el labrador, sin el ~rado y la azada, el herrero sin el yun-
que y el martillo, el carpintero sin la sierra y el escoplo,


ll) PaotJDl1oN. - Idea general de la Revoluclon en el siglo 111.




-101-
seguro es que estos utensilios por si solos nada conseguirían.


Mas repetimos, que no puede prescindirse del capital en
la produccion ni desconocer la importan.te mision que cum-
ple en el mundo económico auxiliando al trabajo del hom-
bre. El capital multiplica los esfuerzos del trabajador porque
sin él no podrian obtenerse los que mediante s.u intervencion
se alcanzan: es bien sabido que segun Homero se hallaban
constantemente moliendo en casa de Penelope doce mujeres
el grano necesario para la familia, miéntras que hoy el mas
sencillo molino muele tanto como cincuenta hombres en un
solo dia. Y no solo aumenta los productos si no que los perf6-
ciona ¿nadie equiparará ciertamente la finura é igualdad del
hilo obtenido en la máquina de Arkwright con el de las
ruecas de mano' Además: el capital. y estas son sus mas
importantes ventajas para el objeto que nos proponemos,
disminuye la inteR,sidad del trabajo y multiplica los empleos
del trabajador, lo cual fácilmente se comprende por el pode-
roso influjo del capital que se sustituye al esfuerzo humano, y
porque su aumento lleva consigo el de la produccion y esta
exije el concurso de mayor número de obreros; ejemplo bien
patente. de esto nos manifiesta la industria locomotiva que
emplea mas brazos valiéndose del vapor ó de la fuerza animal
que cuando el hombre verificaba los trasportes con el único
auxilio de sus músculo/!! (1).


Y despues de estas consideraciones, será aventurado afir-
mar que las relaciones entre el capital y el trabajo, son de
estrecha amistad, de intimo consorcio1


No han podido negar los socialistas las ventajas delca-
pital; pero sus ataques se han dirigido contra el capitalis-


(1) Florez Estrada, ha tratado perfectamente la importante mi-
sion del ca pital en la industria, en su 0.,.80 de EcO#omia PQWica.
-Parte 1.8 , Cap. V.




= lÍ)~ ""'"
ta-ataqües que hemos rechazado en répetidas ocasiones-,
conden~ndo la retribucion que el trabajador percibe en for-
ma de sa,la1'io como desproporcionada á las utilidades que
este le ocasiona, reclamando el capital para el proletariado y
presentando la asociacioncooperativa como panacea á los
males sociales .
. . Conveniente será para plantear debidamente la cuestion,


recordar en este,lugar, lo que ya dijimos al tratar de la renta
y del interés respecto al modo de verificarse la distribucion
del producto entre los elementos que han concurrido á for-
marle.


Hemos llamado en general retribucion, á la cuota que cor-
responde al trabajo y al capital en la produccion, compuesta
de la cantidad necesaria para cubrir los gastos de cada uno,
mas una parte proporcional de beneficio.


y fijándonos en la retribucion del trabajo hallábamos
que puede ser esta de dos modos: e'lJentual Ó aleatoria y tIJa
ó asegurada. Cuando el trabajador utiliza. p01' si propio sus
aptitudes y fuerzas ya solo ya asociado con otros, entónces
sufre los riesgos de la produce ion y percibe una retribucion,
eventual, aleatoria, que recibe el nombre de provecho Ó divi-
dendo, (provecho si trabaja por sí solo, dividendo si forma
parte de una soci~dad)-Pero cuando en vez de emplear sus
aptitudes y fuerzas por cuenta propia las arrienda á un em-
presario de indust?'ia (1) desentendiéndose de toda participa-


(1) Entendemos por empresario de industria, en este caso, la per-
SODa. que dirije una operacion productiva, contribuyendo á realizar-
la con su propio capital ó tomándole arrendado de un extraño, como
igualmente sosteniendo cierto número de trabajadores mediante un
sa¿af'io, y reportando tanto las utilidades como las pérdidas de ella.
Por esta razon siendo el empresario la persona encargada de com-
binar ambos elementos productivos, al examinar las relaciones del
capital con el trabajo, tenemos que ocuparnos de sus relaciones con
el obrero, considerándole como representante del capital.





-193 -
cion en las pérdidas Óganancias, ent6nces percibe una ?'etri-
oucion lija, segura, que recibe el nombre genérico de salario,
el cual puede computarse á tanto por unidad ó tarea (destajo)
ó tanto por año, mes ó dia (anualidad, mensualidad, jornal).


Ahora bien, CUAL DE LAS DOS FORMAS DE LA RETRIBUCION
ES MM VENTAJOSA PARA LOS INTERESES DEL TRABAJADOR, LA


EVENTUAL Ó LA ASEGURADA, EL DIVIDENDO Ó E~ SALARIO'? He
aquí la cuestion tan debatida por los economistas y que
amenaza alterar las buenas relaciones entre el capital yel
trabajo.


Claman los socialistas contra la tiranía y la rapacidad
del empresario de industria que obteniendo grandes ganan-
cias á costa del trabajo del obrero, solo le entrega un mez-
quino salario, que ni es la recompensa debida á sus esfuerzos
ni siquiera 10 bastante para satisfacer sus mas apremiantes
necesidades: elogian por el contrario las sociedades coope-
rativas de produccion, sosteniendo que en ellas desaparece
la intervencion de ese instrumento oficioso que se llama
capital, y en las cuales el trabajador es retri.buido con-
forme á los beneficios que proporciona; y comparando los
efectos de una y otra forma de retribucion, del salario y del
dividendo, repiten indignados la sonorosa frase de Cha-
teaubriand, el salario es la última t?'ansformacion de la se1'-
vidumlJ'f6.


No se puede negar que semejantes declamaciones preSén-
tan una sombra de verdad. Se vé al empresario de industria
realizar grandes utilidades, mientras el obrero gime en la
miseria; intentándose esplicar este fenómeno por la rapacidad
de aquel, que multiplica sus caudales á espensas de los es-
fuerzos de este. Se vé al trabajador en el duro trance de
perecer ó de someterse al ínfimo jornal que le ofrece el capi·
talista y que apenas cubre el mínimum de subsistencia; y
creen que la fijacion del ~alario depende exclusivamente de


13




-1M -
este que esplota así su miseria. Pero penetremos las verda-
deras causas, y hallaremos cuan distantes son de las que
los socialistas se pintan y cuan aburdas son sus declama-
ciones.


Verdad es que las ganancias de los empresarios suelen
aparecer algun tanto excesivas, pero hay que considerar
tambien la importante mision que en la produccion desem-
peñan y los riesgos considerables á que se hallan constan-
temente espuestos. El empresario de industria, si es capita-
lista, sufre todas las vicisitudes que este por multitud de
causas experimenta, y si no lo es, tiene que pagar un interés
ó renta, más ó ménos elevados, cuyo arrendamiento difícil-
mente conseguirá si no es un hombre inteligente y probo y
que ofrezca garantías suficientes de solvabilidad.


Ha de saber apreciar las necesidades del consumo, conje-
turando sobre el éxito probable de sus artículos para atem-
perar á ellas la produccion: ha de buscar los obreros,
organizar su trabajo del modo mas conveniente, comprar
materias primeras y auxiliares, proporcionar una salida
favorable á sus productos, tener un espíritu de órden y de
economía, en una palabra el talento de administrar: opera-
ciones todas que además de exigir condiciones especiales en
las personas que las realizan, llevan consigo grandes
inquietudes y desvelos por los obstáculos que han de ven-
cer y las desgracias que han de reparar durante la pro-
duccion y despues de ella. ¿Qué hay pues, de injusto, que
hay de inmerecido en las ganancias que el empresario re-
porta, despRes de pagada la renta al capitalista y el salario
al trabajador'? ¿nó es la recompensa debida á sus muchas
vigilias y á su grande influencia en el éxito de la pro-
duccion'?


La incertidumbre y la gran variabilidad de estas ganan-
cias j nstifican además su legitimidad. Las empresas indus-




-195 -
triales van siempre acompañadas de ciertos riesgos que fre-
cuentemente escapan á la prevision humana por grande
que sea su penetracion. El empresario cuando comienza
una operacion productiva ignora cual será su resultado, y
así como puede realizar grandes utilidades, puede compro-
meter en ella su fortuna y encontrar como premio de sus
afanes la mas terrible bancarrota. i Sucede esto con los de-
más partícipes de la produccion'? Cuando las retribuciones
del trabajo reciben el nombre de dividendo evidentemente
sí; pero cuando la del primero se llama alquiler y la del
segundo se denomina salario, poco les importa entonces los
riesgos de la protluccionpuesto que perciben una cantidad
fija debiendo solo asegurarse de la solvllbilidad del empre-
sario; mientras que este se hace responsable de las vicisitu-
des que ambos esperimentan.


Por lo demás, como hace observar Courcelle-Seneuil,
muchas personas exageran la importancia de las ganancias
que realizan los empresarios de industria, porque fijan prin-
cipalmente su atencion en empresas favorecidas por regla-
mentos restrictivos, por monopolios legales ó que se hallan
colocadas en circunstancias escepcionales. La verdad es sin
embargo que en la generalidad de las industrias, el empre-
sario no gana mas que lo estrictamente necesario para
recompensar sus servicios personales y los de los capitales,
y los brazos que tiene ocupados en su empresa.


He aquí la esplicacion clara y sencilla de un hecho que
tanto llama la atencion de los socialistas.


Que el empresario realice grandes utilidades en algunas
ocasiones ¡,quién lo duda? Pero que tambien sufre grandes
pérdidas, y esto es lo mas frecuente, ¡,quién se atreverá á
negarlo? Y en todo caso las ganancias que reporta ¿nó son
la recompensa debida á sus constantes afanes y desvelos, á
los grandes riesgos que esperimenta y á la importante




- 199-
mision que cumple en el mundo industrial siendo el alma
por decirlo así de la produccion'?


No pudiendo desconocer los socialistas semejantes razo-
namientos, han dirijido sns ataques contra los capitalistas
que segun ellos, abusando de la posicion del obrero, explo-
tan su indigencia dándole un salario inferior á sus servicios
de los cuales se utilizan en beneficio propio.


;Fácilmente se comprende que cuando el trabajador es
completamente libre en acudir con la oferta de su inteli-
gencia ó de sus brazos á uno ú otro taller, almacen ó fábri-
ca, es una ridiculez esclamar que obra tiranizado, puesto
que presta sus servicios donde le parece mas conveniente;
el salario libremente se debate entre el empresario y el
obrero pudiendo cada cual aceptar el partido que su volun-
tad le sugiera sin riesgo de ser cohibidos por nadie. Y no
se diga que este goza de menos libertad que el primero por
la urgencia de las necesidades que experimenta, porque
como dice A. Clement, la necesidad que el capitalista tiene
de los servicios del trabajador es por lo menos'tan urgente
como la que el trabajador tiene de la continuidad del sala-
rio. Un empresario que carece de trabajadores, pierde en
efecto, no solo la retribucion de sus servicios personales,
si no tambien el interés de todos los capitales empleados en
la empresa; pierde tambien su clientem y su mercado, con-
dicion que por sí sola bastaria para comunicar á la necesi-
dad qne tiene de la mano de ohra un carácter de urgencia
mas imperioso quizá que el de las necesidades del trabaja-
dor mismo: lo cual se abserva perfectamente cuando por un
accidente cualquiera se suspenden los trabajos y se cierran
las fábricas, por los grandes perjuicios que esperimentan
produciéndose mas de una vez su ruina.




-197 -
Vano empeño será el de un capitalista que pretenda


aprovecharse de los servicios de un operario dándole una
remuneracion ínfima, porque este rechazará sus pretensio-
nes yendo á prestar sus aptitudes y fuerzas en beneficio de
otro empresario que le otorgue un mayor salario. Tal vez
no encuentre una colocacion mas ventajosa, tal vez tenga
que darse por satisfecho con una retribucion módica, mas
entonces no se atribuya la causa al empresario, porque este
tambien experimenta, todavía en mayor escala, una reduc-
cion en sus ganancias y acaso considerables pérdidas en ql
curso de sus negocios. Cuando el nivel de los salarios sube,
es que los empresarios encontrando fácil salida á sus pro-
ductos aumentan la produccion, la cual exige á su vez un
aumento de brazos y una retribucioo. mayor á los obreros;
pero cuando estos se ~golpan á las puertas de los talleres,
y estas permanecen cerradas, es que su número es escesivo
ó que el empresario se halla en la imposibilidad de dar sali-
da á todo el producto elaborado, teniendo que mal venderlo
ó hacinarlo estérilmente en sus almacenes, verdadera plé-
tora del mundo industrial.


La retribucion del trabajo lo mismo que la del capital, se
rigen por la ley reguladora de todos los cambios, hallándose
en razOn directa del pedido é inversa de la oferta, ley de la
cual inútilmente pretenderán evadirse el empresario ó el
obrero con estériles exigencias para disminuir ó aumentar
el precio del salario. Cuando el trabajo sea menos ofrecido
que demandado, la concurrencia elevará su retribucion, y
cuando por el contrario séa mas ofrecido que demandado, la
concurrencia le hará descender.


Así pues, la baja del salario, ya reconozca por causa una
disminucion en el pedido de la mano de obra ó un exceso de
trabajadores que ofrezcan simultáneamente su trabajo, no
podrá de DinguD modo atribuirse al empresario de industria.




-198 -
Mas no se crea que la ley de la oferta y del pedido pue-


de elevar la retribucion fija del trabajo á una altura consi-
derable ó hacerla descender á un grado apenas superior á
cero ; sino que por el contrario oscila entre un máximum y
un mínimum; esto es, que el salario no puede ser tan alto
que no permita al empresario realizar un beneficio, ni tan
bajo que no baste á satisfacer las primeras necesidades del
trabajador; porque fácil es concebir que si aconteciese lo
primero, proIito el empresario abandonaría su empresa, y si
s~ verificase lo segundo nadie trabajaría.


De este modo la ley de la oferta y del pedido limitado
por el máximum de ganancia y por el mmimum de subsis-
tencia, oscila alrededor de lo que seha llamado precionatu-
ral del salario, es decir, de la cantidad de artículos necesa-
ria para cubrir los gastos de conservacion y reparacion de
las fuerzas del trabajador, mas la parte proporcional de
beneficio que le corresponde en el resultado de la produc-
cion: si así no fuera, si la retribucion del trabajo no dejase
un beneficio, el obrero no podria mejorar de condicion per-
maneciendo siempre en el mismo estado; y sino cubriera
siquiera los gastos, su vida iria empeorando necesariamente
y tal vez llegaría á estinguirse por completo.


Mas variando los gastos de produccion del trabajo en
virtud de ciertas causas, es evidente que ha de variar tam-
bien el precio natural del trabajo. Ahora bien, i,dependen
estas causas de la voluntad del empresario de tal modo que
tengan razon los socialistas en esclamar que el asalariado
es explotado por aquel '1 He aquí la razon de tener que ocu-
parnos de ellas, siquiera sea brevemente, para probar que la
jijaci01t del salario no es arbitraria ni nace del capricn,o de
un empresario de industria.


En primer lugar la retribucion del trabajo se halla en
razon directa del precio de los artículos de subsistencia,




-199 -
porque cuanto mas le cueste al trabajador mantenerse él y
su familia, mayor ha de ser necesariamente su retribucion,
por eso el célibe puede prestar sus servicios á un precio mas
bajo que aquel que es esposo ó padre de familias. Preciso es
tener en cuenta cuando se trata de fijar el mínimum de
s\lbsistencia del trabajador, que sus gastos de manútencion
y de renovacion no son iguales en todas las industrias, sino
que varian segun las facultades que en ellas se ejercitan.
No puede equipararse la alimentacion que exije un hombre
dedicado á la ciencia ó á las letras con la que bastaria á
satisfacer las necesidades del artesano ó del labriego , sopena
de enervar su inteligencia y de hacerle incapaz para el des-
empeño de su profesion. Esta influencia de lo físico en lo
moral del hombre que demuestra la fisiología, (1) habia sido
ya comprendida por los antiguos en el diferente tratamiento
que daban á los esclavos: ápesar de que las leyes no esta-
blecian la diferencia entre ellos, los dueños proporcionaban
un alimento, un vestido y una vivienda mejor~s á los que
ejercian la profesion de médicos, ó eran poetas, filósofos Ó
gl'amáticos, que á aquellos otros que daban vueltas á la
piedra de un molino, 6 labraban la tierra 6 3e dedicaban á
otras operaciones que solo exigen la fuerza muscular.


Además el aprendizaje de un maestro, de un sacerdote,
de un médico, de un abogado, de un literato etc. es mucho
mas largo y costoso evidentemente que el que necesita un
bracero cualquiera, y por consiguiente los gastos que este
aprendizaje ocasiona y que realmente son los gastos de pro-
duccion del trabajador, han de venir á aumentar su retribu-
cion natural.


(1) CABANls.-Des rapports du pk1Jsique el du moral de l'homme.
-In.fluenccs du r,¡ime sur tu habitudes moralcs.=Tomo JI 1 pág. 58,




- 200-
Por otra parte la intensidad del esfuerzo que se hace, las


interrupciones de la ocupacion en ciertas industrias y los
riesgos que en otras se experimentan, son causas que hacen
variar tambien el precio del salario; .no será la retribucion
de un segador, expuesto á la accion de los abrasadores
rayos de" un sol canicular igual á la de un cochero ó lacayo:
no será la misma retribucion la que se dé á un obrero que
continuamente se halle ocupado, que la de aquel otro que
por razon de su oficio Ó profesion lo está tan solo periódica-


/ mente; no será idéntica la retribucion de un albañil que está
trabajando en un elevadísimo andamio que la de aquel otro
que se encuentre en el suelo, no puede parecerse la remune-
racion del cultivador del arro7. expuesto á fiebres intermi-
tentes y pútridas, ó la del minero aspirando gases nocivos
ó la del fabricante de productos químicos perjudiciales á la
salud, y las de aquellos otros trabajadores que no sufren
los riesgos de estas producciones insalubres.


Estas y otras causas que pudieramos citar, explican sufi-
cientemente cual es la retribucion del trabajo en las diver-
sas industrias, y manifiestan cuan absurdas son las suposi-
ciones de los socialistas al considerarle hija de la voluntad
de un empresario. Inútil parece añadir que en una misma
profesion ó industria pueden existir tambien diversidad de
salarios, lo cual fácilmente se concibe por la desigualdad de
aptitudes de los trabajadores, por su mayor ó menor mora-
lidad etc., siendo aplicable en este caso el principio de
Sant-Simon que «á cada cual se le debe dar segun su capa-
cidad y á cada capacidad segun sus obras» principio que
efectivamente se realiza en la sociedad actual sin necesidad
de plantear los planes de los (soi-dissant) reformadores del
género humano.


Hemos dicho anteriormente, que la ley de la oferta y el
pedido, limitada por el má¡r¡imum de ganancia y el mínimum




- 201 -'
de subsistencia, oscila alredodor de lo que se ha llamado
precio natu'J'al del salario, es decir, de la cantidad de artícu-
los necesaria para cubrir los gastos de conservacion y repa-
racion de las fuerzas del trabajador, mas la parte propor-
cional de beneficio que le corresponda en el resultado de la
produccion; y habiendo fijado los limit8s y el cent'J'o de la
oscilacion, debemos indicar cual es la causa de la variabili-
dad del salario en el mercado; esto es, la razon de porqué
no siempre la retribucion corriente del trabajo coincide con
la 'J'etrilltecion natu'J'al .


.


El precio corriente del salario depende de la relacion que
hay entre la poblacion y los capitales empleados en la pro·
duccion. Si la clase laboriosa abunda mientras los fondos
destinados á la industria escasean, el trabajo sufrirá una
depreciacion en el mercado, no pudiendo cubrir su retribu-
cion natural. Pero si los indivíduos de la clase trabajadora
apenas pueden satisfacer las necesidades de la produccion,
el precio de la mano de obra se elevará cada vez mas.
Supongamos dice Mac-Culloch (1) que el capital destinado
anualmente en una nacion para pagar el trabajo asciende á
treinta millones de libras esterlinas. Si en esa nacion hu-
biese dos millones de operarios, es evidente que el salario de
cada uno l'emunerándolos á todos el mismo precio, seria de
quince libras, y no lo es menos que este precio no podria
aumentarse sino en el caso de que el número de trabajado-
res se redujese en una proporcion mayor que la suma del
capital. Así pues, mientras el capital y la poblacion sigan
un mismo curso, mientras se aumentan ó disminuyan en
igual grado, la cuota de los salarios permanecerá la misma
y solo cambiando la relacion entre el capital y la poblacion,


(l) Princi:pío~ de Hr;onomío, PQl(tica.-Cap. Salarios.




- 202-
es como el precio del trabajo podrá subir ó bajar propor-
cionalmente .


He aquí porqué la cuestion de si puede la riqueza multi-
plicarse tan rápidamente como la clase trabajadora, ha
preocupado profunda y continuamente la inteligencia de los
hombres que cultivan la ciencia social. Por esta razon,
Malthus que supo.nia que el crecimiento de la especie hu-
mana se verifica en progresion geométrica, mientras que el
desarrollo de la produccion en pl'ogresion aritmética, se
condolia tristemente del mundo social, creye.ndo que el
aumento de poblacion podria detener la marcha del progre-
so. «Dios, decia, parece haberse cuidado mucho del desen-
volvimiento de la especie, y muy poco de la suerte de los
individuos. Cualquiera que sea la Clase de los séres anima-
dos de que se trate, la veremos dotada de una fecundidad
tan grande, de una potencia de multiplicacion tan extra-
ordinaria, de una profusion de gérmenes tan superabun-
dantes, que sin duda se halla asegurado el destino de su
especie; pero en cambio el de los individuos es ciem.mente
bien precario, porque todos estos gérmenes no pudiendo
estar en posesioIf de la vida, es por tanto preciso Ó que na
nazcan, óque mueran prematuramente.»


. No seré yo quien sostenga el cumplimiento fatal é
.inmutable de la ley de progresion geométrica de la pobla-
cion, ni de la aritmética de la riqueza, como ha sostenido el
célebre economista inglés, pero es un hecho innegable que
la poblacion libremente desarrollada supera al fomento de la
riqueza. Mas debe tenerse muy en cuenta que los capitales
empleados en la industria se multiplican con los adelantos
de la civilizacion y aun cou el mis~o incremento de la
especie humana que lleva consigo un fermento de progreso;
y además que el desarrollo físico de la poblacion encuentra
en su camino lo que Bastiat denominaba le,!! ae limitacion,




-203-
lo que Malthus llamaba obstáculos p1'e1)entiv08 11 repre-
sivos: tales como ellibel'tinaje y la prostitucion, el desar-
reglo de las cost~mbres, la falta de vestidos y alimentos
higiénicos, la insalubridad de las habitaciones, las crísis y
las guerras, y la virtud de la continencia (contrainte moral)
que impide al hombre dejarse arrastrar como el bruto por
la pendiente de los placeres sensuales. Esto prueba la armo-
nía del mundo social, puesto que cuando el hombre atiende
en su desenvolvimiento al dictado de la razon, no se pro-
duce este desequilibrio, que aun producido no subsiste,
supliendo la fatalidad de las leyes físicas la falta de la ra-
cionalidad humana. Aunque el hombre se crea-con medios
actuales para sostener la prole, debe sujetar siempre en lo
posible la generacion á la reftexion mas severa, atendiendo
tanto al porvenir como al momento histórico de la sociedad
en que vive. 'tal vez con este sentido ha dicho un autor,
que en un pueblo civilizado no es la necesidad, sino el
temor de la necesidad lo que debe limitar el aumento de la
poblacion (1).


Basten estas breves indicaciones sobre la relacion entre
la poblacion y la riqueza, puesto que saldría de mi objeto si
me detuviese á examinar tan estensamente como se merece,
para comprender cual seria el estado de la humanidad, si
dotada de esa fecundidad tan sorprendente, no se multipli-
case de igual manera que los capitales destinados á la
industria, probándose claramente de este modQ el grandí-
simo interés que los obreros tienen en el crecimiento pro-
gresivo de los capitales.


De todo lo expuesto se infiere, que el salario tiene un
precio corriente en el mercado, que oscila entre un má:ri-


(1) WH .. LIAMS ELLfS.-LepOft' progre8lifíe, de Science $oci4Ie.-
Trad. del ingl. por Albín Ducamp.




- 204-
mum y un mínimum alrededor del precio natural, es decir, de
la cantidad de artículos nec€saria para cubrir los gastos de
produccion mas una parte proporcional de beneficio, si-
guiéndose en sus variaciones la ley de la oferta y del pedido,
que expresa la relacion existente entre el número de indivÍ-·
duos de la clase laboriosa empleados en la industria y el
capital destinado á ella. Las consideraciones que han pre-
cedido nos autorizan por tanto á desmentir rotundamente la
sonora frase de Chateaubriand: el salario es la última trans-
formacion de la servidumbre. Grande es el sentimiento que
tenemos en decirlo, cuando se trata del célebre autor del
Génio ael Of'istianismo y de los Mártires, cuyas obras son
dignas de los aplausos que la posteridad le prodiga; pero
preciso es confesar que los poetas á trueque de pronunciar
una frase de efecto que se halle revestida de cierto aire de
inspiracion y de sentencia, incurren á veces en las mas
grandes inexactitudes en el fondo de sus afirmaciones.


Conveniente será antes de proseguir adelante, fijar la
atencion sobre el camino que llevamos recorrido. Despues
de haber manifestado la importante mision del capital en la
industria auxiliando poderosamente los esfuerzos del traba-
jadol', y de haber examinado la cuestion suscitada por
algunas escuelas sobre cual de los dos agentes económicos
es el mas importante en la produccion, entrabamos á dis-
cutir las declamaciones socialistas que sin desconocer las
ventajas incontestables del capital, condenan la forma de
la retribucion del trabajo, anatematizando el salario como
la explotacion del hombre por el hombre y proponiéndo las
asociaciones cooperativas de obreros como remedio de los
males que afligen á la sociedad presente.


Hemos intentadQ demostrar hasta aquí, que las ganan-




- 205 -
cias del empresario atribuidas por los enemigos del capital
á la usurpacion que este hace del trabajo del obrero, eran
la recompensa de sus esfuerzos y de los riesgos que experi-
menta, haciendo notar de paso, que no son tan grandes
ni tan frecuentes como los socialistas se pintan en las elocu-
braciones de su fantasía; hemos tambien probado que mal
puede decirse que el asalariado sea tiranizado por el capita-
lista, cuando aquel es libre en aceptar ó nó la retribucion
que Ke le ofrece sin que esta libertad se halle cohibida como
se pretende por la mayor urgencia de sus necesidades, y
cuando el precio del salario no depende de la voluntad del
segundo sino de la ley de la oferta y del pedido que tiende
á indemnizar al primero de sus gastos de conservacion y
reproduccion, y á proporcionarle su parte correspondiente
de beneficio.


Cumple á nuestro propósito examinar ahora las preten-
didas ventajas que acompañan á esa otra forma de retribu-
cion percibida de la manera que tanto han elogiado los
socialistas como censurado el salario.


Creyendo estos, que el pobre trabaja mucho y no parti-
cipa de las grandes ganancias que por su medio se producen
y queriendo librar á la clase laboriosa de lo que llaman
tiranía del capital, errores todos que ya· hemós combatido,
han gritado en favor del di1)idendo ponderando los escelentes
resultados ~e las Sociedades (foope",ati1)as de 0"",e.,.08, (1) en
las cuales segun ellos, se prescinde del capital y cada cual
obtiene íntegramente el fruto de su trabajo sin necesidad da
la intervencion oficiosa del empresario. Así Proudhon cita


(1) El adjeti\l'o cooperativas que desde Owen, se ha venido
acompañando á las Sociedade51 de obreros, es en nuestro' concepto
una redundancia ine~plicable, por cuanto Sociedad supone Coope-
raeion y Cooperacíon implica Sociedad, más ó ménos determinada-
JIlente.




-2Od-
el caso de haberse reunido para trabajar por su propia
cuenta cierto número de oficiales de sastre sin la interven-
cíon de ningun maestro obteniendo un éxito favorable en
su empresa: de donde infiere el infatigable adversario del
capital, que lograron suprimir á este representado por el
maestro, y por lo tanto que el capital no es mas que un ofi-
cioso intermediario en la produccion de la riqueza.


La sencilla consideracion de que en el estado actual de
la sociedad no se concibe la existencia de ninguna industria
sin el concurso de un capital mayor ó menor y bajo cual-
quiera de las formas que este puede manifestarse-como
materias primeras, materias auxiliares, máquinas, talleres,
almacenes, provisiones etc., etc.-destruye por su base las
pretendidas ventajas de las' llamadas asociaciones cooperati-
vas de obreros.


Proudhon, al suponer en el ejemplo anteriormente cita-
do, que los oficiales de sastre suprimiendo el maestro habían
logrado suprimir el capital, han caido en un gravísimo
error que fácilmente se alcanza. Pues qué, ¡,estos oficiales
de sastre habian conseguido prescindir del paño para hacer
los vestidos, de las tijeras, de las agujas y de los hijos
para cortarlos y coserlos, de la habitacion que les serviría
de taller, y de la tienda donde expendiesen sus productos?
y todo esto, no constituye un capital, trabajasen por su
cuenta ó por la del maestr01 Lo que habrian realmente
alcanzado seria prescindir del jefe de industria haciéndose
ellos mismos empresarios capitalistas (1).


De aquí se infiere que es un absurdo hablar siquiera, de
las sociedades de meros trabajadores, porque ó la produccion
es imposible que se r~lice ó estos t'/'fl,bajado'/'es kan de se'/' en


(1) Véase sobre esto STUART-MILL.-EconomÍa Política.




-~-
'mayor ó menor f/rado capitalistas 1 lo cual no tiene nada de
nuevo puesto que siempre han existido.


Pero se dirá, que pueden los obreros tomar prestado el
capital que necesiten, del mismo modo que lo verifica el
empresario de industria, pagando despues de obtenido el pro-
ducto el alquiler á la persona que lo haya dado á préstamo.
Semejante razonamiento es en sí mismo un hecho que favo-
rece mucho á la cuestion que defendemos; ¿Nó es ya una
confesion de la legitimidad del interés y de la renta'? ¿Nó es
ya un testimonio claro y manifiesto de la necesidad que el
trabajo expeI'imenta del concurso del capital'? Donde está
sinó la tiranía del capitalista, cuando los obreros le buscan
y le solicitan para que les auxilie en la produccion-'? No es
en fin un reconocimiento implícito de la justicia de las
ganancias del empresario, el que los mismos trabajadore14
quieran serlo á su vez y sufrir todos los riesgos de la
produccion con la esperanza de obtener luego una, mayor
recompensa?


Violentemos sin embargo algo la significacion estricta
de la palabra trabajador ú obrero y considerémosle desem-
peñando la mision económica del empresario de industria.
Y esta mision es mas ventajosa para él que la de simple
asalariado'? V éamoslo:


La primera dificultad que encontramos es en la realiza-
cion misma dol préstamo.


¡,Quién prestará fácilmente á un mero trabajador, que
ofrece casi nulas garantías de solvabilidad, cuando un em-
presario regularmente acomodado, halla tantas dificultades
á veces para obtener los capitales que necesita? ¡,Cómo un
obrero que no tiene otros medios con qua responder. que su
trabajo y su honradez, y estos por desgracia frecuentemente
muy dudosos, vá fácilmente á encontrar capitales en condi-
ciones ventajosas?




- 208-
Mas supongamos que los encuentre, y entonces ¡cuántos
ob~táculos que vencer, cuántas desgracias que superar,
cuántos riesgos que sufrir hasta el último momento de la
produccion! j Cuantas veces el obrero-empresario bendecirá
el dia en que percibia un salario libre de todo riesgo y sin ne-
cesidad de aguardar á la obtencion-del producto, mientras
otra persona sufría todas las eventualidades de la industria!
Es mas, sus temores deben ser aun mayores, sus inquietu-
des deben ser mas grandes, porque caso de ser funesto el
resultado de una operacion productiva, el empresario capita-
lista solo esperimenta la pérdida de lo quele pertenece mien-
tras que el obrero empresario sufre la pérdida de aquello que
habia recibido prestado. Y ¡,qué sucederá entonces? Suce-
derá una de dos cosas; ó el prestador tendrá que perdonar
la deuda ó tendrá que aguardar á que el obrero verifique
una nueva produccion la cual no se realizará sin el con-
curso del nuevo capital que deberá tomar prestado. ¿Y quién
habrá que se le preste en estas circunstancias, presintiendo
un éxito desgraciado, verosímil y mas que probable'? Y aun
que el préstamo tuviese lugar ¿Quién duda que se habría
hecho con grandes ventajas en favor del prestador puesto
que en caso de perderse el capita¡ tenia este que sufrir su
pérdida '#


Es pues un absurdo suponer que la produccion pueda. ve-
rificarse por sociedades de obreros que carezcan de los ca-
pitales necesarios para realizarla, porque si el resultado es
favorable tienen que disminuir el beneficio entregando una
gran parte al capitalista que ademas del alquiler cubra la
prima del seguro y si es desgraciado, 10 cual acon tece con
mucha frecuencia, se hallan en la imposibilidad de conti-
nuarla y de cumplir sus obligaciones anteriores. Y no se
diga que siendo grande el beneficio que obtengan pueden
pagar cómodamente la cuota del capital, porque aparte de




- 2ó9-
ser esto muy. dudoso pronto la competencia vendría á dis-
minuirle. (1).


No hay otro recurso que acudir al Estado, como acuden
siempre los socialistas, en demanda de los capitales que los
obreros necesiten para hacerse empresarios, invocando el de-
ber que aquel tiene de prestar á los ciudadanos las candicio-
nes necesarias para su bienestar y mejoramiento. En otro lu-
gar hemos combatido los fundamentos del socialismo y solo
presentaremos la imposibilidad práctica de esta solucion.
La dificultad que primeramente se concibe, es la falta de
medios en el Estado para suministrar á todas las industrias
los capitales que pudieran necesitar; dificultad que solo po-
dría atenuarse á costa de cuantiosas contriTmciones pagadas
por las clases acomodadas, lo cual además de los grandes in-
convenientes que el abuso de estos medios rentísticos propor-
cionan á las naciones (como el retraimiento de los capitales
y la subida del interés) sería el mas vivo ataque al derecho
de propiedad tan sagrado como lo és la misma libertad hu- .
mana. !demás aun suponiendo que hubiese capitales, habria
de pensarse en los medios de distribuirlos entre las diversas
industrias y en las proporciones en que hubiera de verificarse
la distribucion, operaciones muy difíciles de llevar á cabo
en la práctiCa. En fin, aun suponiendo bien hecha esta dis-
tribucion, sucedería que, especulando con capital ageno se
habria debilitado mucho el móvil del interés personal, de
estrema necesidad para el buen éxito de toda empresa: tira-
nía para los unos, inactividad en los otros, desigualdad en
todos, tal sería el resultado de esta proteccion (2).


(1) BATBBIE.-Le credit populaire. Esta dificultad podrá atenuar-
se con el desarrollo del crédito personal y lIolidario, como empieza á
observarse en Alemania por los esfuerzos de Schulze-Delitzsch.


(2) V. BAUDRILLART.-La liberté du tra'Oail, l'association el la
clemocratie.


14




- 210-
Y si se dice que el Estado había de suministrar el capital


solo á determinadas industrias en la imposibilidad de hacerlo
á todas, ademas de los inconvenientes antes citados, resul-
taría Ia mas odiosa desigualdad, haciendo responsables á
las unas de los riesgos de las otras sin participar de sus
ganancias.


No desconociendo la injusticia y la iRconveniencia de es-
tas soluciones, se ha sostenido por algunos que se form'e el
capital de las sociedades cooperativas con el producto de las
economías de los operarios (1). Nada puede impugnarse á
semejante modo de crear los capitales porque estos naceny
se multiplican con el trabajo y el ahorro, pero á parte de ser
muy raro que los operarios puedan formar grandes capita-
les..:...por lo cual solo sería esto practicable en aquellas indus-
trias en que apenas se necesita el concurso del capital-y de
que es imprudente comprometer en las eventualidades de
una empresa el único recurso que tiene el obrero para aten-
der á sus enfermedades, crísis, etc., debemos decir que en-
tonces ya no serían sociedades de meros trabajadores sino
de VERDADEROS CAPITALISTAS, lo cual repetimos, nada tiene
de est'raño ni, me'recc'ría p'rcsenta'f'se como una novedad por los
socialistas (2).


A estas consideraciones que se refieren á la parte material
de las asociaciones de obreros, esto es, al modo .de propor-
cionarse los capitales, deben agregarse otras de no menor
importancia referentes á la parte moral ó sea á su manera
de funcionar. Estas asociaciones, ó han de gobernarse por


(1) E. LAURENT.-Le pauperisme et les societls de p'l'c'Doyence.
(2) El movimiento cooperativo con que tanto ruido hacen los


socialistas, siendo la asociacion obrera voluntaria y parcial y deri~
vando toda su fuerza de la iniciativa personal y de la libertad, es un
verdadero liberalismo que nada tiene de nuevo.-DA1rIETU. -Le
mou'/)ement socialiste el l'Bconomie Politigue.




- 211-
si mismas, ó han de nombrar un gerente: 10 primero condu-
ciría irremisiblemente ála anarquía haciéndose imposible
la produccion, porque siempre es menester que haya una
cabeza que dirija á los miembros, que ordene los tI·abajos,
que tenga el genio de los negocios, que sea en una palabra
la encarnacion viva de la sociedad; lo segundo, ofrece
grandes ventajas para la industria, como acabamos de indi-
car, pero no pueden compararse las que ofrece un gerente
de una compañía, con las de un empresario que trabaja por
su cuenta y riesgo.


Prescindiendo de las dificultades que surgirian en el
nombramiento del gerente y mas aun al someterse los aso-
ciados á uno de igual condicion que les midiese y tasase
sus trabajos, les fijase sus cuotas correspondientes-por-
que trabajando desigualmente no habian de obtener una
participacion igual en los resultados-y que les repren-
diese 6 tal vez les espulsase si necesario fuese, dificulta-
des todas de enorme trascenaencia en la práctica, se agre-
ga la consideracion de que por grande que fuere la actividad
del director, síempre habría de resentirse de la falta del es-
tímulo del interés personal. Courcelle Seneuil (1) haciendo
grandes elogios de las asociaciones de operarios- muchos
de los cuales no negaremos-, sostiene que en ellas cada
uno está ligado al pensamiento único de la produccion
por los mismos lazos que el empresario de industria que se
vale de trabajadores asalariados; la recompensa y el casti-
go son inmediatos, seguros, inevitables; las operacio-
nes son dirigidas por una sola persona y si hay muchos
vigilantes hay tambien muchos colaboradores. volunta-
rios. Pero como dice muy acertadamente A. Clement, el re-


(1) Bstudios sohre las asociaciones de ohreros.




-- ~12-
snltado en toda operacion productiva depende completamen-
te de quien dirige los trabajos, compra las materias prime-
ras, vende los productos, en una palabra, del que desem-
peña las funciones de empresario gerente ó administrador,
empleo que exige cualidades especiales que estan muy
lejos de ser el patrimonio de todos los hombres, tales son
la habilidad, la audacia, la esperiencia, la reputacion etc.
etc. Ahora bien, cuando las probabilidades de pérdida ó
ganancia recaen sobre él esclusivamente, como sucede en
la empresa, sus facultades están vivamente estimuladas y
desplegan toda la energía de que son capaces: pero cuando
su responsabilidad se comparte con otros, como sucede en
la sociedad, su eficacia se halla muy limitada.


Finalmente, es de advertir que la sociedad de operarios
no es aplicable mas que á cierto número de industrias (1).
Todas aquellas que exigen el consumo de grandes capitales
ó que necesitan el trabajo aislado, no pueden ser objeto de
las asociaciones de obreros: las primeras por falta de capi-
tal, las segundas por su carácter eminentemente individua-
lista ,,<1al sucede con las profesiones llamadas liberales y casi
todas aquellas en que se atiende casi únicamente á la inte-
ligencia y moralidad de los individuos, como la de do-
méstico etc.


La asociacion sobre todo segun afirma Mr. Thiers es
inadmisible en la agricultura, porque la tierra es general-
mente propiedad del cultivador ó está dividida de tal modo
que hace inútil una reunion cualquiera de esplotadores, y
en las heredades un poco considerables donde convendría el
concurso de cierto número de brazos, sería necesario sumi-
nistrar un capital de esplotacion tal vez cuantioso. Hecho


4 (1). Véase,-CERuNsK.r.-llusions des societés cooperatifUs.




- 213-
que reduce en gran manera el límite de las a1:iociaciones de
obreros, porque en Francia de 36 millones de habitantes 24
son agricultores.


Pero aun suponiendo que las sociedades cooperativas de
pl'oduccion fueran posibles en todas las industrias, aun
admitiendo que fácilmente encontrasen capitales y que go-
zasen de un organismo perfecto y de una buena administra-
cion, siempre resultaría que el obrero habia de percibir con
el nombre de dividendo una retribucion aleatoria sujeta á
todas las eventualidades de la produccion; tal vez obtuvie-
ra grandes ganancias, pero tambien podría esperimentar
grandes pérdidas, caso harto frecuente por desgracia.


Ahora bien, que es preferible para el trabajador besta re-
tribucion aleatoria, insegura, que se llama dividendo, que
solo percibe despues de realizado el producto, ú otra re tri-
bucion que sea ~ja, aunque no menor que esta, que percibe
anticipadamente (puesto que ha de deducirse la prima del
seguro y del anticipo) que se denomina salario? Existe en
el hombre dice Bastiat (1) una tendencia natural, tenden-
cia universal y por tanto moral é indestructible, de aspirar
á la fijeza en los medios de vivir y de huir de todo aquello
que es aleatorio ó inseguro. En efecto la incertidumbre, la
eventualidad, la duda, son para él un tormento irresisti-
ble. Se encuentran ciertamente algunas individualidades
inquietas para quienes lo aleatorio es una especie de necesi-
dad. Pero la generalidad de los hombres quiere estar tran-
quila sobre su porvenir, conocel' anticipadamente de que
recursos puede disponer para arreglar á ellos sus necesidades.
No hay mas que contemplar con que ardor se pretenden los
empleos que son esencialmente inamovibles, para compren-


(1). A.rmonías qcon~micas--s~larios.




-214-
der con que deseo aspira el hombre á la fijeza de su destino.


y sin embargo, añade el ilustre autor de las Armonías
Económicas, considerando la naturaleza del hombre, parece
que la fijeza es incompatible con ella. Si por el pensamiento
nos colocamos en el punto de partida de las sociedades hu-
manas, tendríamos gran dificultad en comprender de que
modo los hombres pueden llegar á retirar del fondo social
una cantidad determinada segura y constante para atender
á sus necesidades; si en el estado primitivo dijesemos á un
pueblo cazador, pescador, pastor. agricultor ó guerrero:
«A medida que marcheis por las vias del progreso, conocereis
anticipadamente cada vez en mayor grado, los recursos con
que pooeis contar cada año:" seguro es que no nos cree-
ría respondiéndonos que por grande que sea la prevision
del hombre siempre hay algo que destruye sus cálculos, tal
sucede con la inconstancia de las estaciones.


y en efecto, la fijeza simbolizada en las palabras salario,
interés, renta, etc. y que tienden á alejar de la humanidad
más y más ese penoso sentimiento que se llama terror á 10
desconocido, es un milagro de la civilizacion, un efecto pro-
digioso de esta sociedad tan neciamente calumniada en nues-
tros dias. Llega un momento en que observando los grandes
riesgos que en la produccion esperimentan los dos agen-
tes de ella, el capitalista y el trabajador se conviene~ en
obtener un término medio de sus retribuciones, que perciben
con seguridad '!I anticipadamente, aunque tengan que dedu-
cir la prima del seguro y del anticipo, con lo cual evitan
esas fluctuaciones que continuamente llevan la intranquili-
dad á su ánimo.


Despues de todas las consideraciones que han precedido,
se habrá podido comprender, que teóricamente preferimos
el salario al dividendo, la retribucion fija á la eventual, y




- 21r,-
que al propio tiempo que rechazamos las calumnias inferi-
das al empresario de industria, no creemos en las grandes
ventajas de las asociaciones cooperativas de produccion, con
las cuales tanto ruido han metido los socialistas pretendien-
do que en ella~ el trabajador se emancipa de la tiranía del
capitalista. Y decimos teóricamente, porque tal vez en de-
terminada industria, en cierto tiempo ó localidad, se modifi-
que algun tanto el rigor de los principios que sostenemos.


Antes de terminar este estudio sobre las relaciones entre
el capital y el trabajo. debo manifestar que, en mi concepto,
estas relaciones serian mas sólidas y fraternales, adoptando
un SISTEMA. A.RMÓNICO entre el dividendo y el salario, gue
'l'euniese las 'Dentajas de ambas formas de 'l'et'l'ióuGÍon sal-
vando sus incon'fJenientes. No aludo á la opinion, sostenida
por algunos, de formar una sociedad de capitalistas yopera-
rios en que todos percibiesen el correspondiente dividendo:
porque el mero trabajador asociado, aun prescindiendo de
que carecería de subsistencia hasta el momento de hacerse
la reparticion, iba á resultar partícipe de las ganancias sin
poder sufragar las pérdidas. Me refiero al sistema planteado
en algunas grandes empresas en que se da á los obreros
una participacion en las ganancias, como aumento de su
salario. De este modo se evita el grande inconveniente del
di videndo ó sea el riesgo de la. pérdida, aceptando la princi-
pal ventaja del salario que es la fijeza; y se salva el incon-
veniente de este que mata el estímulo del interés individual
del trabajador, proporcionando una recompensa á su mayor
aplicacion y celo: temperamento que además de ser muy
provechoso para los mismos trabajadores, ha producido esce-
lentes resultados en favor de los empresarios de industria.


Un efecto parecido ofrece el trabajo llamado á destajo,
aunque afectando mas bien la forma del dividendo se apro-
xima mas al inconveniente de la eventualidad. El destajo




- 216-
puede computarse á tanto por dia ó á tanto por unidad ó
tarea; y tanto en uno como en otro caso es preciso que el
trabajador antes de cerrar el trato con el empresario ó capi-
talista, mida bien sus esfuerzos y calcule los obstáculos
que ha de vencer para que la retribucio~ que obtenga sea
mayor que su salario ordinario, dejándole un beneficio en
recompeRsa de sus mayores esfuerzos.


La mision del obrero, dice Mr. Thiers, (1) en el destajo,
es la de un pequeño empresario que no teniendo otros recur-
sos que su aptitud y su ánimo de trabajar, recibe el capital
de su principal y obtiene los beneficios de una verdadera
especúlacion. Es mas, menospreciadas, en los talleres las
medianas capacidades y la juventud inesperimentada, cuan-
do el jefe de industria no puede vigilarles con todo el cui-
dodo que se merecen, el trabajador á destajo las emplea en
su tarea dándoles una mayor retribucion lo cual aun así le
produce una disminucion del coste de mano de obra, porque
bajo su vigilancia inmediata producen resultados admira-
bles. ¡Socialistas 1 ¡,quereis que el obrero se eleve segun su
méríto y especule como un empresario'? Pues he aquí un
medio sencillo que no compromete á los particulares, al
Estado ni á sus pequeñas economías, como hemos visto su-
cedía en las Sociedades Ooope'l'ati'Das. ¡,Quereis que se asocie
á los beneficios del capital'? Pues he aquí un medio por el
cual gana y no experimenta riesgos. ¡,Quereis en fin una
organiz~cion del trabajo'? Pues he aquí una semilla ya en-
contrada, que combina los esfuerzos del obrero hábil con los
del mediano y con los del inesperto jóven; que es á la vez un
sistema de educacion, de vigilancia y de remuneracion exac-
tamente proporcional al trabajo producido.


(1) ])e la proprietl.




-217 -
Sin embargo debe tenerse presente que para el feliz éxi-


to de la produccion, el destajo debe emplearse cuando se
atienda mas bien á la cantidad que á la calidad de los pro-
duetos, porque la celeridad conque se verifica impide á
veces la perfeccion en el trabajo.


Hemos examinado las relaciones entre el capital y él
trab;¿jo, observando la importancia de uno y otro eu la
produccion, estudiando cual de las fórmulas que marcan
estas relaciones, el salario ó el dividendo, la retribucion
fija ó la aleatoria, es la mas conveniente. Demostrar con
mas estension la armonia que entre ambos elementos pro-
ductores existe, probando, que las ventajas del uno reflu-
yen naturalmente en beneficio del otro, que sufren juntos
las perturbaciones del mercado, que sus enemistades les
son igualmente funestas, y que sus desacuerdos solo pue-
den restablecerse por la virtud misma de las leyes económi-
cas, será el objeto del capítulo siguiente.




CAPÍTULO H.


ARMONÍA DE INTERESES DE TRABAJADORES
y CAPITALISTAS (1).


Los intereses son armónicos
siempre que caua cual obre en la
e.;fera de su derecho.


B.lSTIAT.
(Armonías económicas.)


La utilidad, constituye un
principio esencial de la vida, tan
Iacional y puro como cualquiera
otro. El divorcio solo cRbe entre
el Derecho y la utilidad parcial
é incompleta, pretendidos irra-
cionalmente.


GINRR.
(Principios del Derecho).


Descú brese en los tratados escritos sobre la ciencia econó-
mica, prescindiendo de la divergencia de opiniones en cues-
tiones particulares de ella, un principio general, un carácter
comun en todos, que imprime un sello especial á la llama-
da Escuela economista. Laissez faire, Zaissez passe1', es-
clamaba el negociante Gournay cuando la ciencia se hallaba
en los albores de su existencia; laissez faire, laissez passer,
dejad hacer, dejad pasar no pongais obstáculos á la libertad
racional ni en el trabajo ni en el cambio, tal ha sido el lema
con que se ha adornado constantemente hasta nuestros dias.
Se ha tachado, por esto, á la ciencia de inhumana porque
entrega á los individuos, bajo el peso de la fatalidad, á los
horrores de la miseria y la anarquía; pero en vano, si la Eco-
nomía política se adorna con el lema que simboliza el princi-


(1) Véase el cuadro núm. 9.




- 219-
pio de libertad humana, es porque parte de un supuesto
eminentemente religioso, es porque tiene una fé viva en las
leyes providenciales que rigen al universo, es porque á seme-
janza de lo que acontece en el mundo físico y fisiológico,
reconoce la existencia de un órden natural en el social,-
observando por todas partes una armonía admirable como
resultante de las tendencias racionales de los hombres (1) .


Si todo en la naturaleza es armónico, si lo son las mag-
níficas cristalizaciones de los minerales, el movimiento de
los astros, el organismo de los vegetales, el desenvolvi-
miento vital de los animales, la naturaleza misma del hom-
bre, ¡, por qué hemos de su poner que la Providencia haya
abandonado la especie humana_ á los ciegos impulsos de la


. casualidad'? ¿Pues qué las leyes estudiadas por Smith y
Bastiat en el mundo social, habian de atestiguar menos la
omnipotencia divina que las observadas por Keplero y
Newton en los espacios celestes'? ¿Pues qué, los serés del
mundo material, destinados por el creador para el cumpli-
miento del destino humano, habian de ser de superior con-
dicion que este'? De niugun modo. El hombre ha dicho
KRAUSE, siendo el compuesto armónico mas intimo de la
Naturaleza y del Espíritu, realiza esta armonía y la de si
mismo con la humanidad en forma de voluntad racional y
por el puro motivo de esta su naturaleza en Dios (2). La
union de la variedad y de la unidad, añade uno de sus mas
distinguidos discípulos, es el carácter principal de la vida
humana, hasta el punto de que solo por esto es persona,
es decir individualidad compleja que vuelve sobre sí misma
en la conciencia y se comprende en la razon (3) .


(1) Introduccion.
(2) Ideal de la Humanidad para la "ida.
(3) TlBERGHIBN.-Teoría de lo infinito.




- 220-
Infiérese de aquí que aunque la armonía es ley que


igualmente rige á todos los séres en su desenvolvimiento,
hay sin embargo, una diferencia en el modo de su realiza-
cion: producese fatalmente en los séres naturales, y libre-
mente en los séres de espíritu, pero en forma de voluntad
racional, como dice el citado filósofo; por esto la Economía
ha exigido siempre para que esta armonía y concordancia
tengan lugar, la verdadera libertad en el obrar, removiendo
todos los obstáculos que pudieran cohibirla para qne natu-
ralmente se cumpla lo que por tendencia natural de los
hombres debe cumplirse (1).


y ciertamente, en ninguna clase de relaciones que se


(1) La naturaleza. armónica del interés, buen puede afirmarse
qlle es hoy un principio admitido por todos los economistas. Desde
q ne Bastiat escribió sus célebres Armonías econdmicas, esta verdad
no solo ha sido expuesta en los mas autorizados tratados generales
de Economía Política, si no que ha sido objeto de trabajos especiales
como los de Chalmens en Inglaterra, Dameth en Ginebra, Schaeffle
en Alemania I Rondolet, Baudrillart y Rivet en Francia I Minghetti
y Sbarbaro en Italia, Gomes en Portugal, Carreras, Ml\drazo y
Azcárate en España etc., etc. Sin embargo I se ha sostenido por
algunos que toda la direccion científica en la Economía iniciada por
Bastiat, reconoce en efecto la armonía de intereses, pero conside-
rándolos mas que propiamente armónicos de por si como en un es-
tado de equilibrio resultado de su mútua. destruccion en el régi-
men de la libre concurrencia.


Ahora bien, al sostener Bastiat que los intereses legítimos "Son
armónicos y considerando como legítimo no lo que es conforme á tal
ó cJlalley positiva sino á la ley natural, sentaba el principio de la
armonía esencial del interés, y si proclamaba su equilibrio en la
libre concurrencia, es porque en el régimen de la libertad, contenida
en sus justos límites, los móViles egoistas y subjetivos encuen-
tran su merecida correccion al luchar con el interés racional de
los demás. He aquí lo que á este propósito dice Dameth en su obra
cLo j'Usto 1/10 útih: La Economía sostiene que el interés siendo por
8'U Mturaleza armónico encuentra mejor su satisfaccion en la justi-
cia que en la iuj usticia; bastando para que la armonía entra 10 justo
y lo útil se determine que el interés se recono:¡¡Ca á sí mismo y obre
libremellte.




-~1-
observan en el mundo económico, se manifiesta con mas
evidencia la suprema ley de armonía, como en la que existe
entre el trabajo y el capital, entre el esfuerzo humano y los
medios de disminuide multiplicando su productibilidad.


Concíbese la armonía como la perfecta concordancia,
de la variedad y la unidad mediante la cual se unen sin
confundirse las diversas partes de un todo, hallándose de
tal modo subordinadas, que faltando cualquiera de ellas se
destruiría la unidad "total.


Ahora bien; i,los intereses del trabajador y los del capi-
talista son de tal manera armónicos ,que se hallen en recí-
proca dependencia, coordenados y concurriendo á un fin
comun, ó por el contrario rigiéndose por las leyes de la
casualidad son antagónicos y contradictorios~ siendo el
resultado de su amalgama una discordancia completa '1


He aquí la cuestion que nos proponemos tratar en el
presente capítulo; y si demostramos que no puede el uno
prescindir del concurso del otro, que ambos se hallan liga-
dos por la misma ley del progreso creciendo del mismo
modo, que cuando sus relaciones se pertu~ban prodúcense
funestos resultados para ambos, y que el "desequilibrio
roto, solo se restablece dejando obrar por sí solas á las leyes
económicas sin vonerlas obstáculos de ningun género, creo
habré consegnido probar que los intereses de trabajadol' y
capitalista son esencialmente armónicos.


Desde luego deberé advertir que muchas de las cuestio-
nes que este punto comprende, han sido ya desenvueltas en
el capítulo precedente, puesto que al hablar de las relacio-
nes que existen entre el capitalista yel trabajador estable-
cidas por medio del salario 6 el dividendo, se habrá podido
observar que son de estrecha amistad y de Íntimo consorcio,
demostrando que no son hijas del capricho de ninguBo,"tk-
como han sostenido los socialistas al decir que el salario es




-222-
«la última transformacion de la servidumbre» y probando
que las tentativas de suprimir la intervencion del capital
en la produccion por medio de las ,sociedades de operarios,
han sido inútiles y aun perjudiciales para estos, puesto que
solo han logrado convertirles en empresarios de industria,
con todas sus desventajas. Así pues dando por supuesta la
doctrina del anterior capítulo del cual puede deducirse ya la
armonía entre ambos elementos productivos, vamos á ocu-
parnos en el presente de manifestar que se hallan sujetos á
las mismas leyes, estando su suerte de tal modo unida, quo
la mejora Ó perjuicio de uno se traduce en mejora ó perjuicio
del otro, siendo sus enemistades de funestisimos resultados
para ambos, que solo .se remedian volviendo libre y volun-
tariamente á la concordia.


Repetidas veces hemos indicado, que para que la distri-
bucion del producto sea justa y reciba la sancion de la Eco-
nomía Política, es necesario que el beneficio (ó sea la utili-
dad sobrante despues de cubiertos los gastos de produccion),
se reparta proporcionalmente entre los elementos que han
concurrido á formarle, y tambien hemos frecuentemente
manifestado que en definitiva viene á obtenorse la retribu-
cion natural por la ley de la oferta y del pedido.


Tambien hemos demostrado que el salario ó sea la retri-
bucion fija que el trabajo percibe, viene á ser equivalente
al dividendo ó sea la retribucion aleatoria, deducido el pre-
mio del'se!luro que en aquella forma obtiene por no respon-
der como en esta de las eventualidades de la produccion y
el premio del anticipo que goza el asalariado recibiendo
cuotidiana, mensual ó anualmente, la parte que le corres-
ponde en el producto sin necesidad de aguardar á que este
se verifique y se expen~a en el mercado.


y estas consideraciones deben tenerse muy presentes,.
porque cuando hablemos ahora de la retribucion del trabajo




-228-
nos referiremos tanto al salario como al dividendo, conside-
rándoles, como equivalentes toda vez que se considere aquel
recargado con la prima del seguro y del anticipo; y porque
cuando hablemos de la reiribucion de ambos (capital y tra-
baj@P) nos referiremos á la lJ'etlJ'ióucion natwral compuesta de
la cantidad necesaria, para cubrir los gastos de produccion
mas una parte propolJ'cional de beneficio, la cual es la real-
mente justa y que ha de obtenerse en definitiva cuando las
circunstancias más ó ménos transitorias que lo impidan
desaparezcan en virtud de las leyes económicas.


Con estas observaciones vamos á probar que todo aumen-
to ó disminucion de la retribucion del capital se traduce en
aumento ó disminucion de la del trabajo; y vice versa que
todo aumento ó disminucion en la retribucion de este reflu-
ye en un aumento ó disminucion en la de aquel.


Supongamos, para mayor claridad que se trata de un
empresario de industria, un zapatéro por ejemplo, que utiliza
de su cuenta y riesgo su capital y su trabajo. Figurémonos
que ha invertido 50 rs. en comprar los materiales necesa-
rios para construir cierto número de pares de zapatos y en
pagar el alquiler de la tienda, en el tiempo empleado en su
construccion; que ha necesitado 40 rs. para mantenerse él y
su familia durante el mismo tiempo; y que el producto ela-
borado le ha producido en venta 126 rs. dejándole por tanto
un beneficio de 36.


La distribucion del producto elaborado se verificaria
del modo siguiente:


Retribucion del capital ... ~ Por gastos ..... . Por beneficio ... .
Retribucion del trabajo. ,. {


Por gastos ..... .


Por beneficio ....


50 l 70
20t
401 56
16 ~


126


Pero el citado industrial vendiendo alof11ismo precio su




-~-
producto consigue sin embargo reducir los gastos del capi-
tal á 40, bien porque ha obtenido una baja en el alquiler de
su tienda, bien por haber alcanzado una reduccion en el pre-
cio de los materiales. De consiguiente obtendrá un benefi-
cio de 46 rs. (36+10) que habrá de rep~rtirse proporciOllal-
mente entre los elementos que han contribuido á formarle;
y como estos han concurrido á partes iguales, deberá repar-
tirse por mitad haciendo la distribucion como sigue:


Retribucion del capital .•• í
Por gastos •...•.


Por beneficio .•..


Retribucion del trabajo.. • . t
Por gastos ..••.•


Por beneficio ...•


Si en vez de disminuir el costo del capital se aumentase,
10 rs. mas por ejemplo, por cualquier circunstancia y tuviese
que vender al mismo precio su producto, el trabajo en lugar
de obtener una retribucion mayor como se observa en el
caso anterior, evidentemente obtendria una disminucion
proporcionada, como puede observarse por la distribucion
siguiente.


t
Por gastos ..•.


Retribucion del capital.
. Por beneficio .•


t
Por gastos ••••


Retrihucion del trabajo.
Por beneficio .•


60 I 75'60~ 15'60 f
40 \ 50'40
10'40


126


Se vé pues que el trabajador experimenta la misma suerte
que el capital ha.ciéndose partícipe de sus alternativas; é
igual pudieramos decir de este respecto de aquel porque sus
retribuciones se hallan ligadas por un estrecho vinculo que
solo puede romperse en perjuicio de ambos. Como se habrá
observado hemos partido del supuesto de que el precio en
venta de los productos permanezca constante, y por si acaso
se me impugnase diciendo que cuando el costo de alguno




-225-
de los elementos productivos aumenta ó disminuye, tambien
aumenta Ó disminuye el precio del producto en el mercado,
debo manifestar que además de que este aumento ó dismi-
nucion solo se produce cuando las causas que lo motivan
son generales, las retribuciones continuan en la misma
armonía permaneciendo constante el 'ben~cio. Así en el
caAO en que suponiamos haberse disminuido el costo del ca-
pital, refluyendo la diferencia en beneficio proporcional de
los dos agentes de produccion, podemos modificarle consi-
derando disminuido en la misma proporcion el precio del
artículo en el mercado, á pesar de cuya modificacion las
retribuciones serian idénticas.


La distribucion que considerábamos hecha del modo
siguiente:


[
Por gastos .....•


Retríbucion del capital. ..
Por beneficio .•.. 20 I 70


50


1 1
{


Por gastos...... 40} 56
Retribucion del trabajo ...


Por beneficio. .. . 16


126


Y en la cual hemos visto que la retribucion. del trabajo
ascendia á siete reales mas por haber disminuido en 10 rs.
el costo del capital, permanecería sin embargo constante
rebajándose en el precio de) producto otros 10 rs. esto es
siendo 116.


f Por gastos ..... . Retribucion del capital. •. /
Por beneficio ....


~ Por gastos .•••.• Retribucion del trabajo ... Por beneficio ..••
Luego se vé que la objecion en nada destruye el princi-


pio de armonía al afirmar que el aumento ó disminucion de
un elemento productivo trae consigo el aumento ó disminu-
cion del otro: si el trabajo en este caso no ha aumentado de
beneficio con la baja de los gastos de produccion del capi-


15




-226-
tal, tampoco el beneficio del capital se ha aumentado, pues-
to que la importancia de las retribuciones se mide «por la del
beneficio y no por la de los. gastos que se han de sufragar. »


Sostiene sin embargo Bastiat, que las retribuciones del
capital y del trabajo no crecen al'mónicamente unidas, sino
que la segunda se desarrolla en mayor grado que la prime-
ra sentando la siguiente proposicion que él considera como
axioma inquebrantable: «á medida que, los capitales cre-
cen, la parte aosoluta de los capitalistas en los productos
totales atlmenta y su parte relativa disminuye, mientras que
la parte correspondiente de los trabajadores se aumenta en
ambos sentidos.»


Para mayor claridad en la demostracion de este teore-
ma, Bastiat le formula numéricamente. Representando,
dice (1), los productos totales de la Sociedad, en épocas
sucesivas, P?r 1. 000, 2.000, 3.00 O, 4.000 etc., la cuota
del capital sucesivamente descenderá de 50 por 100, á 40,
35, 30 por lOO y la del,trabajo se elevará por consiguiente
50 por 100 á 60, 65, 70 por 100; de tal modo que la parte
absoluta del capital. sea siempre mayor en cada período y
su parte relativa cada vez mas pequeña. Así que el reparto
se haria de la manera siguiente:


Produeto Parte Parte
total. del capital. del trabajo.


Primer período ..•.•.•...•. 1.000 500 500
Segundo período .......... 2.000 800 1.200
Tercer período ............ 3.000 1.050 1.950


Cuarto período ............ 4.000 1.200 2.800


Di vide la demostracion del teorema en dos partes:


(1) Armonías económicas .-Cap. "VIL




-Wl-
En la primera prueba que la parte relativa del capital


vá disminuyendo sin cesar, apoyándose en la baja sucesiva
del interés. Es innegable, dice, que el interés desciende
cuan.to mas los capitales abundan; ¡,y qué significa que
descienda de 20 por 100 á 15 por 100, á 10, á 8, á 6, á 5,
á 41/" á 4, á 31/ S' á 3, por lOO'? Significa que el capital al
concurrir á la produccion se contenta ó si se quiere tiene
que contentarse con una parte cada vez mas pequeña á me-
dida que aumenta. Si antes entraba por un tercio en el valor
del trigo, de las casas, de los linos, de los navíos, de los
canales etc. ó en otros términos, si cuando estos artículos
se vendian, dejaban una tercera parte de beneficio á los ca-
pitalistas y dos á los trabajadores, poco á poco los capita-
listas, no reciben mas que un cuarto, un quinto, un sexto;
su parte relati'lJa va decreciendo, mientras que la de los
trabajadores, aumenta en la misma proporcion.


Pero es muy posible, continua diciendo Bastiat entran-
do en la demostracion de la segunda parte, que el pro-
ducto total aumente al mismo tiempo que las retribuciones
parciales disminuyan. Un hombre tiene mas renta con
200.000 francos á 4 por 100 que con 100.000 á 5 por 100;
lo mismo sucede á una nacion , á la Humanidad entera. Aho-
ra, bien, las retribuciones parciales del capital, en su ten-
dencia á la baja, no deben ni pueden seguir una progresion
tan rápida que la suma ~otal de los intereses sea menor
cuando el capital abunda que cuando escasea, porque si así
fuese el capitalista que tuvo 5.000 francos de renta con
100.000 de capital, no tendria mas que 4.000 francos de
renta con 200.000 de capital: resultado funesto, anomalía
extraña que encontraria el mas' sencillo y el mas agradable
de todos los remedios, porque entonces para aumentar uno
sus rentas bastaria comerse la mitad de su capital.


Hé aquí la demostracion de Bastiat. ¡,Por ventura ha.




-~-
llegado aprobar que la parte absoluta del capital crece
mientras que su parte 'l'elativa disminuye, 6 en otros tér-
minos, que la retribucion natural aumenta disminuyendo
su parte de beneficio'? No obstante de haber probado repeti-
das veces que el beneficio se reparte p'l'opO'l'CÍfJnalmente entre
los elementos que han contribuido á formarle, lo cual hace
que las variaciones del uno se hagan sentir en la suerte del
otro, insistiremos de nuevo sobre esta materia examinando
las consideraciones del citado economista.


Aceptando la division que él hace en la demostracion de
su teorema, nada tenemos que oponer á su segunda parte,
reducida á probar que la parte absoluta del capital acrece
sin cesar, limitándonos tan solo.á criticar su primera parte.


Cierto que es un hecho innegable la ba;ja del interés á
medida que los capitales se multiplican, tanto que sirve
esto de base á sus detractores para profetizar su· próxima
desaparicion, ignorando que si tal aconteciese los préstamos
serian nulos y cada capitalista preferiria consumir en pro-
vecho propio sus capitales, ~pero cuál es la causa de este
fenómeno'? Acaso, como pretende Bastiat es debido á la
disminucion de la parte de beneficio que refluye en favor
del capital'? Si el interés desciende con el progreso, no es
porque disminuya la parte del beneficio, sino _porque dis-
minuyen los gastos de produccion, de tal modo .que deja
una mayor utilidad sobrante repartible entre el capital y
el trabajo, segun hemos manifestado anteriormente. Ver-
dad es que desde la antigüedad, en que el interés pasaba de
12 por 100 tasa marcada por J ustiniano, ha venido dis-
minuyendo hasta nuestros dias verificándose los préstamos
al4 y al3 por 100, pero i,cuánto costaba adquirir entonces
un capital'? i,cuántos gastos habia que sufragar siendo tan
imperfectos los medios de produccion'? i,quién se dedicaba á
la industria y al comercio, únicos manantiales de riqueza?




- 229-
¿qué seguridad existia, ba.se sin la cual es imposible la vida


, económica, cuando por todas partes dominaba la violencia
y el robo siendo la guerra el estado normal de las socieda-
des'? Hoy por el contrario la seguridad es grande, la indus-
tria es la sabia vivificante de los pueblos, los medios de
producir son de fecundísimos resultados, el desarrollo del
crédito multiplica prodigiosamente los capitales; en una
palabra, multitud de causas disminuyendo el costo del ca-.
pital, esplican la baja de su retribucion sin necesidad de
que el beneficio descienda. Si así fuese nadie tendria interés
en ser capitalista pudiendo ponerse en práctica el sencillo y
agradable remedio, que criticaba el mismo Bastiat, de co-
merse cada cual sus capitales para aumentar sus rentas.


Pero admitamos que el beneficio del capital disminuya,
¿por qué razon habria de aumentarse el correspondiente al
trabajo'? Veamos como se verificaria la distribucion del pro-
ducto segun los ejemplos numéricos propuestos por Bastiat.


En el primer período, el reparto se haria de la manera
siguiente:


f
Por gastos.. . ... 400 ( ~ Retribucion del capital. . • í 500
Por beneficio. .•. 100 l


1.000


{
Por gastos. . . . . . 400 !


Retribucion del trabajo. . • 500
Por beneficio. . • . 100


En el segundo período el citado economista haciendo
subir el producto á 2.000 Y las retribuciones del capital y
del trabajo á 800 Y 1.200 respectivamente. es de suponer
que no seria su intencion haber variado el total de gastos
porque si así fuese nada tendria de extraño la movilidad del.
producto, ni conduciria al fin que en su demostracion se
proponia alcanzar. Ahora bien, en el mismo supuesto de
Bastiat puede concebirse el descenso de retribucion del ca-
pital, pero sin que disminuya su beneficio, ni se aumeute el




-230-
del trabajo, ni se altere la proporcionalidad entre ellos,
verificándose la distribucion del siguiente modo: •


Producto total .................. .


t
Gastos del capital. . . . . . . 320 t


Costo .•
Gastos del trabajo.. . . . .• 480


Beneficio para ambos ...•.........


2.000


800


1.200


Correspondiendo á cada cual las siguientes retribuciones:


1
Por gastos. • .. . . • .. . .. .. 320} 1 Al capital. . . 800
Por benficio............. 480


. 2.000


t
Por gastos...... . ....... 480 I


Al trabajo... 1.200
Por beneficio.. . .. . .. .. .. 720 .


De suerte que con el mismo supuesto se producirla el
mismo resultado que Bastiat presumía, pero correspon-
diendo proporcionalmente el mismo beneficio (150 por 100) á
ambos elementos productivos, que es lo que nos proponia-
mos demostrar afirmando que todo aumento en la retribu-
don del uno trae consigo un aumento igual en la retribu-
cion del otro.


Tal es el estrecho vínculo que une los intereses del tra-
bajador y los del capitalista haciéndoles partícipes de sus
respectivas alternativas. .


Veamos ahora cuan perjudiciales son para ambos sus lu-
chas intestinas.


Las buenas relaciones que existen entre ambos factores
de la produccion, puede acontecer que se rompan por parte
de cualquiera de ellos. Puede suceder que el capitalista
quiera disminuir el salario del obrero ó intente recargarle
con un trabajo mayor; puede acaecer que el obrero pretenda
la elevacion del salario ó se empeñe en disminuir la inten-
sidad ó la duracion de su trabajo. Tanto en uno como en




- 231-
otro caso, si la parte contraria no accede, su resultado ine-
vitable es la paralizacion de la industria con todos los ma-
les que lleva consigo, despidiendo los empresarios á los
obreros de sus talleres ó declarándose estos en huelga no
volviendo mas á ellos hasta que sus deseos se realicen.


y no es necesario insistir mucho para comprender que
si las coli:¡iones entre el capital y el t~abajo son en estremo
perjudiciales á los obreros lo son tambien á los empresarios.
Cuando aquellos, sosteniendo pretensiones inmoderadas,
dan lugar á que estos cierren las puertas de los talleres de-
jándoles sin empleos, su condicion es bien desgraciada,
teniendo que consumir sus ahorros ó vivir en la miseria
hasta que logren emplearse en otra parte. Cuando por el
contrario los empresarios dan lugar co·n sus exigencias á
que los trabajadores le~ abandonen, la fabricacion se de-
tiene, pierden el interés de los capitales empleados en su
empresa, pierden su clientela y su mercado, y sufren per-
juicios tan considerables que mas de una vez ocasionan su
ruina.


Pero aun así debe tenerse muy en cuenta que las nece-
sidades del obrero exigen llna satisfaccion mas inmediata,
(mucho mas si la oferta de brazos es grande), que :las del
empresario, lo cual es causa de que aquel, individualmente
considerado, sea de peor condicion que éste en el debate
que haya de establecerse para fijar la retribllcion de su
trabajo.


Este inconveniente se remedia sustituyendo la fuerza co-
lectiva á la individual agrupándose los obreros bajo un mis-
mo pensamiento, y sosteniéndose recíprocamente para hacer
valer sus pretensiones, que de seguro pr.evalecerán si son
justas; así se explican las kuelgas y las sociedades d6 resis-
tencia cuya legitimidad no puede desconocerse jurídica ni
económicamente. El Estado . cuya misivn es gafan tizar la




..... 232-
libertad del individuo siempre que no se oponga á la de los
demás, no puede prohibir á los obreros que estipulen libre-
mente las condiciones del arrendamiento de sus servicios
con un empresario que es libre en la estipulacion, ni tam-
poco impedirles que se reunan pacíficamente para tomar
acuerdos y nombrar comisionados que establezcan las bases
de arreglo con los fabricantes; porque todo esto no pasa de
ser el ejercicio pacifico del derecho de asociacion y de la
facultad de contratar. La Economía Política, vé en las coa-
liciones de obreros, el medio natural de contrarestar la
superioridad de los capitalistas en la regulacion del salario,
cuando estos h~cen alarde de ella para que la retribucion del
trabajo descienda inmotivadamente.


Pero las coaliciones, como todas las manifestaciones de la
libertad humana, tienen un límitt} que es el derecho ageno
cuya infraccion dá origen á un delito. La facultad que
tienen los obreros de concertarse entre ellos y adoptar las
resoluciones que crean convenientes á sus intereses, no su-
pone la facultad de imponerlas por la fuerza á los que no
quieran aceptarlas. Cuando los huelguistas, individual ó
colectivamente, por medio de la intimidacion ó de la fuerza,
impidan á uno ó mas trabajadores, no pertenecientes á la
coalicion, que acudan á los talleres abandonados ofreciendo
sus aptitudes bajo condiciones distintas de las acordadas por
ellos, ó al empresario que acepte la oferta de sn trabajo,
entonces infringen los límites de los derechos individuales,
quebrantando el principio de libertad que debe existir en
las transacciones humanas.


Así, pues las coaliciones de obreros son legítimas, como
es legítima la facultad de asociarse para todos los fines
de la vida, pero dejan de serlo desde el momento que sirven
de medio para delinquir, en cuyo caso debe caer sobre ellos
todo el rigor de la ley debiendo tener muy presente que no




-233 -
se les impone entonces la pena por el hecho de su reunion,
sino por los actos que han ejecutado considerados por la
ley como delitos.


He dicho anteriormente que las coaliciones de obrerof{
son un medio natural y legítimo de contrabalancear la su-
perioridad del capital cuando este pretende alterar el precio
del salario: ¿pero acaso será tan grande su influencia que
puedan dominarle ásu vez y modificar el precio corriente
en perjuicio de los empresarios'?


De ningun modo. Cuando las discordias entre ambos
elementos productores, surgen de la voluntad de un capi-
talista que movido únicamente por su interés personal pre-
te~de alterar las leyes de la oferta y del pedido disminu-
yendo las retribuciones de sus obreros, las coaliciones de
estos, producen el saludable efecto de mantener el precio
corriente y arrancar al empresario sus tendencias egois-
tas. Pero cuando la reduccion de los salarios depende de
causas independientes de la voluntad de los capitalistas,
siendo estos mismos los primeros en esperimentar una
disminucion notable en sus haberes, las coaliciones de
obreros por grandes y terribles que sean, se estrellan contra
la inflexibilidad de las leyes económicas que no pueden al-
terarse por las pretensiones arbitrarias de cualquiera de las
partes interesadas. Cuando la oferta de brazos, del mismo
modo que la oferta de cualquiera objeto, aumenta sin que la
demanda disminuya en igual proporcion, el precio desciende
sucesivamente; y del mismo modo cuando la oferta dismi-
nuye, el precio se eleva, sin que ninguna coalicion de
obreros ni de capitalistas sea suficiente para impedirlo.


Verdad es, como observa Coquelin que las coaliciones
perturban á veces el efecto de las leyes naturales, pero tam-
bien es cierto que estas perturbaciones solo se limitan á ca-
sos escepcionales, ó tienen una duracion muy corta. Se 000-




-234-
cibe por ejemplo, cuando una iJldustria se halla monopoli-
zada por un pequeño número de empresarios, que puedan
estos concertarse y elevar el precio de sus mercancías mas
allá del precio regular; pero en este caso la elevacion del
precio, más bien es una consecuencia del monopolio que
disfrutan que un efecto de su convenio, porque si su indus-
tria estuviera libre de todo privilegio, pronto la concurren-
cia vendria á establecer el precio justo. Igualmente se con-
cibe que en circunstancias particulares, tales como en un
dia de mercado Ó en una venta pública puedan los vende-
dores ó compradores concertándose, suspender por un mo-
mento el curso natural de las cosas; pero no será esto más
que una duracion accIdental, efecto pasagero de una espe-
cie de sorpresa, que cesará tan pronto como intervengan
otros nuevos compradores ó vendedores de este modo alec-
cionados. Y esto que es evidente respecto al precio de las
mercancías, no lo es menos cuando se trata de la retribu-
cion del trabajo. En las relaciones de empresarios y capita-
listas, apenas puede decirse que exista monopolio para unos
ú para otros. Así como los obreros pueden siempre cuando
estan descontentos de sus salarios pasar de un estableci-
miento á otro ó de una industria á otra, así tambien los em-
presarios pueden reemplazar unos obreros con otros. Verdad
es, que hay en cada industria cierto número de trabajadores
de tal modo apegados, por sus antecedentes, aptitudes es-
peciales, ó por su posicion misma, á los establecimientos
donde trabajan que apenas pueden de ellos alejarse sin
grandes perj uicios; pero no todos se hallan en el mismo
caso, y los maestros que intentasen aprovecharse de estas
circunstancias particulares para reducir el precio de los sa-
larios no tardarian en ver los desertar de sus talleres.


A pesar de ser estos los principios profesados por casi
todos los economistas, hay no obstante algunos que han te-




-235-
nido poca confianza en la inflexibilidad de la ley de la ofer-
ta y el pedido, creyendo que la presion ejercida por las coa-
liciones de obreros, podria alterar la retribucion natural
del trabajo, y otros por el contrario, han creido que son es-
tériles, realizándose en último término la voluntad de los
empresarios que pueden coaligarse tambien entre ellos.


Es muy frecuente oír hablar, dice Adam Smith, de las
coaliciones de obreros, y nada se oye de las formadas por
los empresarios; pero seria preciso desconocer el mundo
económico, para ignorar que los empresarios se hallan
constante y uniformemente ligados por el pensamiento tá-
cito de no elevar los salarios más allá de la tasa natural.
Algunos hacen entre ellos convenciones, empresas, para
hacer descender la retribucion del trabajo; pero lo ejecutan
con el mayor sigilo sin que nadie ·se aperciba hasta el mo-
mento de realizarse; y cuando los obr~ros ceden sin resis-
tencia pasa ignorado para toda la generalidad de las gen-
tes. Sin embargo, los obreros suelen oponer á estas coali-
ciones particulares una liga defensiva, y á veces tambien
sin provocaciones de ninguna especie se coaligan para ele-
var la remuneracion de su trabajo. Pero en el deseo de lle-
var á próximo fin su intento se suelen entregar á los ma-
yores excesos y violencias; es raro que los obreros saquen
partido de estas tentativas violentas y tumultuosas que, por
la intervencion del magistrado civil, por la constancia de
los empresarios. y por la necesidad que tienen de subvenir
á sus necesidades; no suelen tener más efectos que el casti-
go de los que las promueven.


No carece de verdad el cuadro que Mam Smith pre-
senta de las coaliciones de obreros. Sin embargo, despues
de las consideraciones espuestas anteriormente en que he-
mos justificado las coaliciones de obreros mientras no de-
linean, fácilmente se comprenderá cuál es nuestro juiciQ




- 236-
sobre la opinion del economista inglés. No negamos que
las coaliciones de los empresarios puedan neutralizar en
gran parte los efectos de las de los obreros, pero repetimos
que ni unas ni otras pueden romper los efectos de las leyes
económicas. Los trabajadores que obtengan un salario in-
ferior al precio natural, que ni siquiera cubra los gastos de
manutencion continuarán coaligados--mucho más si han
sido previsores, y han ahorrado para semejantes casos-
hasta que el precio natural se restablezca. El mismo Adam
Smith ha dicho despues, que cuando cada año el empresa-
rio necesita aumentar el número de sus obreros, no tienen
estos necesidad de coaligarse para que los salarios suban; la
ley natural establecida entre los capitalistas contra la ele-
vacion de los salarios, se rompe cuando los trabajadores es-
casean. ¿Y qué es esto más que un resultado de la ley de la
oferta y del pedido'? Generalmente se toma á los trabaja-
dores como corderos que se dejan trasq uilar impunemente
por los empresarios, como dice con mucha gracia un escri-
tor; y si asi fuese, pronto la concurrencia de los capitales
para esplotar la lana de tan mansos corderos, haria subir el
precio de este artículo, equilibrándose como siempre la ofer-
ta con la demanda y pagándose á su precio natural.


Si Adam Smith hubiese contemplado las asociaciones
de obreros (trade-unions) que' pósteriormente han tenido
lugar en su país, tal vez se hubiera alarmado menos por su
suerte que por la de los empresarios. Los trabajadores for-
mando coaliciones inmensas, con poderosos recursos, va-
liéndose muchas veces de la imperfeccion de las leyes para
cometer grande¡¡atentados, han logrado sobreponerse á los
empresarios causando la ruina de muchos establecimientos.
¿Y qué han adelantado con esto'? ¿Acaso su posicion se ha
mejorado cuando los gefes de industria no tenian la culpa
de la dismiuucioD de los salarios?




- 237-
La historia de las coaliciones en Inglaterra ha dicho


MI'. Theodore Fix, en una obra sobre las clases obreras, no es
mas que una serie de dolorosas decepciones para los trabaja-
dores. O los obreros se han visto obligados á volver á lós
talleres despues de huelgas más ó ménos largas bajo las
condiciones que les ofrecian los empresarios, ó han hecho
disminuir el número de las empresas industriales que podian
haberles dado ocupacion, Ó han esperimentado, en fin, la
accion de la justicia por haber turbado el órden, atacado á
las personas ó ~estruido las propiedades. En los casos raro s
de haber impuesto por la fuerza las condiciones á los
empresarios, casi siempre han sido los primeros en renun-
ciar á ellas. Iguales hechos manifiestan, Mr. Leon Faucher
en sus Estudios so3'J'e 1 nglater'l'a , Mr. Wolowski en su
Tratado de Legislacion inglesa so3'J'e las coaliciones, y lo mis-
mo ha resultado de los informes parlamentarios sobre la
clase obrera que se han practicado en aquel pais.


Siempre la historia ha demostrado con la evidencia de
los hechos, que las tentativas verificadas-á pesar de la
diversidad de medios empleados ,-han sido inútiles para
alterar la ley de la oferta y del pedido,-que es la ley regu-
ladora de todos los cambios-ya se trate de cosas ó de servi-
cios, y que mantiene las relaciones entre trabajadores y
capitalistas con el poderoso vínculo del interés person~l.


y si estas relaciones se rigen por un .principio superior á
la voluntad de las partes interesadas, fácihnente se com-
prende que el Estado ha de ser tambien impotente para re-
gularizarla, á no ser que se le atribuya el poder sobrenatu-
ral de modificar este principio á su antojo, haciendo variar
las leyes que rigen la produccion, el consumo, 'el creci-
miento de la riqueza y el desenvolvimiento de la especie
humana. El Estado debe proteger la libertad de ambas
partes contratantes y no entrometerse en las colisiones de




-2a8-
los obreros y de los capitalistas, confiando en que la fuerza
misma de los hechos restablecerá la armonía mejor que to-
dos sus esfuerzos para conseguirlo; pero desde el momento
en que los derechos individuales se infrinjan, desde el ins-
tante Qn que la asociacion sirva de medio para cometer los
mas grandes atropellos y violaciones respecto de las perso-
nas y de las cosas, debe inmediatamente castigar con todo
el rigor de la ley semejantes atentados, porque su mision es
ante todo y sobre todo mantener el órden jurídico.


El Estado no debe intervenir tampoco en marcar la in-
tensidád del trabajo, porque se supone que nadie mejor que
el individuo sabe lo que le conviene; ni en fijar la dura-
cion del trabajo, porque el reducirle equivaldria á una re-
duccion en el precio del salario. Su intervencion sin em-
bargo puede justificarse, cuando en circunstancias especia-
les se abuse de la debilidad, ignoranéia ó miseria de los
obreros, protejiendo entonces su incapacidad, ya que no son
verdaderamente libres en el consentimiento. La institucion
de los jurados mistos de patronos '!/ o~reros, es la llamada
propiamente á resolver estas y parecidas cuestiones, en vis-
ta de las condiciones particulares de las industrias en cada
localidad y de las personales de cada trabajador (1).


(1) En Francia desde 1806 se ha venido desarrollando la institu-
cion de los JURADOS MISTOS (conseils de prud' hommes) compuestos de
capitalistas y trabajadores para facilitar sus transacciones, los cua-
les han producido escelentes resultados en pro de la armonía indus-
trial, tanto en dicho país, como en donde afortunadamente se han
estendido. Su mision más bien que la d~ jueces, es la de conciliar los
intereses de ambos agentes de la produccion. Segun Paillotet se
calcula en un 95 por 100 los litigios que en Francia han evitado,
consiguiendo la avenencia de las partes interesadas.


En 1870 existian 109 de estos consejos, no habiendo actuado
más que 96 conociendo de los asuntos siguientes. En despacho




-239-
Sismondi, animado del laudable deseo de mejorar la


suerte de estos, ~a querido que se obligase á los propieta-
rios territoriales y á los fabricantes á mantener constante-
mente á sus obreros, llegando hasta el punto de concederles
el derecho de intervenir en los matrimonios de estos, para
evitar que su multiplicacion escesiva aumente exagerada-
mente la obligacion de alimentarles. 'Estos y otros medios
legislativos propuestos por el citado economista, partiendo
del supuesto de que siendo los empresarios quienes se utili-
zan de los trabajadores, deben ser tambien los que cuiden
de ellos cuando se vean sumidos en la miseria, son comple-
tamente inadmisibles. Sería violar el derecho de propiedad
de una clase social, imponerla el mantenimiento de otra, y
el mas rudo ataque á los derechos de la personalidad huma-
na, facultar á unos individuos para intervenir en los matri-
monios de sus semejantes ;-ademas de la falsedad del prin-
cipio de que parte, considerando que de los salarios bajos
solo -participa el empresario y no la sociedad, que obtiene
una disminucion del precio de los artículos.


Sensibles son los males que aflijen á la sociedad traba-
jadora. El mal existe y fuera ocioso el negarlo, teniendo
como todo su 'I'azon de ser en el plan providencial del mun-


particular se han ocupado de 90.429 cuestiones, referentes:
19.848 (es decir 108 dos tercios) á salarios, 3.862 á huelgas, y el resto
á diferentes _asuntos. Mediante su intervencion so han arreglado
17.828 de estas cuestiones (próximamente los 8/4 ó sea -un 74 porlOO)
las partes han desistido en 6.122 j su resultado ha sido infructuoso
tan solo en un 26 por 100.


En despacho general han fallado 2.932 negocios, de los cuales
solo 734 han sido susceptibles de apelacion, pero sin que se haya
apelado más que de 72 y siendo confirmado el fallo. (V. MAURICE
BLOClt-J'Ustice ci'DU et commerciaZ-1870) Inútil es hacer comen-
tarios. ¡Ojalá recibiesen su aplicacion debida en Españ.a!




- 240-
do. Los que quieren que Dios, dice un ilustre filósofo (1),
borre en nuestro estado actual de cultura el mal de la Tier-
ra, desconocen las necesidades de la vida y los intereses
mismos de la naturaleza humana. La posibilidad del mal es
útil el hombre, siendo una condicioIi de su mérito y de su
egoismo; posibilidad qne no dejará de ser, hasta tanto que
la voluntad humana, siguiendo la inspiracion de la razon,
sea conforme á la voluntad divina.


Infiérese de tlquí que el mal en la Humanidad debe ser
remediado por la Humanidad misma, cuidando cada indivÍ-


- duo de la esfera particular, que como fin especial suyo de
vida, le está encomendada. Ah!, si todos y cada uno estu-
viesen persuadidos de su importaute mision en el mundo,
si todos y cada üno usaren como deben de los medios que
Dios les ha dado para ser cooperadores suyos en la obra del
bien absoluto, otra fuera la suerte de esta sociedadegoista,
tan solo agitada por mezquinos móviles de intereses momen-
táneos y puramente subjetivos.


En nuestra Sociedad los individuos nada hacen para
acabar con tanto mal acumulado por los siglos; y sin em-
bargo se estremecen de horror al suponer que el Estado
queriendo hacer algo para el mejoramiento social, infrinja
sus respectivos derechos. El. socialismo tiene por esto una
disculpa, ya que no una justificacion en sus desvarios.
He aquí porque yo que busco la a'rmonia social desde el
individuo en su propia determinacion, - como el fisiólogo
estudia el organismo corpóreo desde la célula en su inma-
nencia-, tengo que afirmar que si bien en el régimen de la


(1) .TtBERGHiEN.-Les Oommendenttnts dé llHtlmanitl o'U la Víe
morale, d' apres Krause.




-241-
li'be'l'taa 'I'acional para nada absolutamente debe intervenir
el Estado, cuando la libertad decae en licencia, la accion
de este debe ser tanto mayor cuanto menor racionalidad
haya, aunque sin llegar jamás á la esfera meramente indi-
vidual.


Así, en el presente caso, el Estado podrá fomentar la en-
señanza para evitar la miseria, que por su ignorancia aflige
con harta frecuencia á las ínfimas clases de la sociedad;
podrá favorecer los Establecimientos de Beneficencia, para
que los obreros encuentren un consuelo á sus aflicciones;
podrá distribuir los terrenos baldíos en lotes entre los tra-
bajadores mediante el pago de una cuota amortizadora para
que al cabo de cierto tiempo se hagan propietarios territo-
riales y tengan un hogar y un coto donde vivir y mante-
nerse (1); podrá en fin utilizar los medios que se han pro-
puesto en las muchas obras que se han escrito con el fin de
atenuar el pauperismo (2) y cuyo exámen nos haria salir de
nuestro objeto.


Pero los mismos obreros deben ser los primeros en re-
mediar los males que en realidad sean corregibles, p'l'o'Deyen-
do cuando esten ocupados para los casos en que se eBcuen-
tren sin trabajo, organizando compañias de socorrosmútuos,
sociedades cooperativas de consumo etc., etc.


(1) Véase la laureada obra de D. FBRMIN CABA.l.t.Bao.-Fomento
de la poblacion rural.


(2) Son dignas de detenido estudio en este concepto las obras del
BARON DBGBRANOO (De la Bienfaisance Publique) y la de MOREAU-
CRISTOPHB. (Du P'I'obUme de la misl'l'e et de sa solution che'/, les
peuples anciens et moae'l'nes). Además de estas y algunas otras, que
son realmente fundamentales, hay infinidad de memorias y folletos
con títulos á cual mas pomposos, cuyos autores como los alquimis-
tas de la Edad Media pretenden haber hallado la piedra filosofal, sin
conseguir otra cosa que distraer durante algun tiempo con su char-
latanismo la atencion de las gentes.


16




-!U2-
En cuanto á los capitalistas, debemos decir, que por 10


mismo que tienen más medios económjcos y generalmente
mas ilustracion-por más que esto no siempre suceda-estaR
obligados en mayor grado que los pobres trabajadores. Los
empresarios deben iniciar la reforma del taller y de la fá-
brica, fomentando su instruccion, estimulando su morali-
dad l protegiéndoles en sus enfermedades y desgracias, in-
teresándoles en fin en el éxito de la produccion : todo lo cual
puede conseguirse con la asociacion libre bien entendida
y realizada.


Si esto se verificase la paz social seria una verdad en el
mundo.


RESUMIENDO, hemos visto: que es un absurdo suponer que
el trabaj o pue~ prescindir del concurso del capital y que
éste exista sin el auxilio de aquel; que las vicisitudes del uno
se reflejan necesariamente en la suerte del otro, de tal modo,
que un au mento ó disminucion en la retribucion del capital
l1eva consigo otro aumento ó disminucion en la del trabajo,
y vice-versa, refutando el teorema numérico de Bastiat que
creia que la parte absoluta de los capitales cr~ y la rela-
tiva disminuye mientras que las del trabajo tanto absoluta
como relativa aumentan; que las colisiones entre capitalis-
tas y trabajadores les son igualmente funestas, restable-
ciéndose la armonía por la ley de la oferta y del pedido;
que las coaliciones de obreros y las sociedades de resisten-
cia, son los medios de contrarestar la superioridad del
capitalista sobre un obrero aislado, fundándose en la libre
facultad de contratar y en el derecho de asociacion ¡que
estas coaliciones producen el efecto de mantener en vigor
la ley de la oferta y del pedido, sin poder sobreponerse á




- 243-
ella; finalmente, hemos examinado cual debe ser la inter-
vencion del Estado en semejantes casos, sosteniendo que
debe mantener la armonía de derechos, protegiendo la
libertad de ambas partes contratantes y no poniendo obs-
táculos á las leyes económicas, que traerán naturalmente la
armonía de intereses.






CONCLUSION .
.. -


He terminado mi tarea si bien con el sentimiento de no
haber hecho un trabajo tan importante como la cuestion se
merece ni tan extenso como el tema exige, siendo cada uno
de Íos puntos que abraza susceptible de un gran desarrollo;
pero he debido atenerme á los límites de una MEMOR!!., exa-
minando las cuestiones que principalmente se relacionan con
el tema del concurso é indicando tan solo aquellas otras que
solo guardan alguna relacion.


Al concluirla, conocedor de sus imperfecciones, abrigo,
sin embargo, el consuelo de haber encaminado mis esfuerzos
al estudio de la cuestion que tan seriamente preocupa á la
sociedad y cuya solucion exige el concurso de todos. ilustres
pensadores temen que una pavorosa catástrofe venga á re-
solver el problema continuamente debatido y hoy mas que
nunca agitado. Por mi parte, sin entregarme á melancólicas
lamentaciones, n~cidas de un pesimismo exagerado, ni con-
fiar demasiado en teóricas afirmaciones de felicidad futura,
no pretendo leer en el libro del porvenir la suerte que esté
reservada á la humanidad en los tiempos venideros; oigo sí,
la voz de la conciencia, atiendo al dictado de la razon y no
vacilo en esclamar, que por grandes y terribles que sean
las vicisitudes que esperimente, la propiedad subsistirá
siempre como no puede menos de subsistir todo lo que es




- 246-
esencial, todo lo que es de imprescindible necesidad para
la vida. Habrá luchas y revoluciones, tormentas políticas
y borrascas sociales que tal vez amenacen sepultar á la
propiedad en el abismo, pero esta volverá á aparecer sobre
la superficie, tranquila, IIiagestuosa, acaso cleput'acla de las
fatales n,uellas fue en ella 4ejó mArcadtu la accion. clel tiem-
po. Esto ha sucedido siempre y esto mismo nos autorizan á
creer sucederá en lo futuro las leyes providenciales de la
historia: todas aquellas instituciones nacidas á favor de de-
terminadas condiciones de lugar y tiempo, son transitorias
como pasajeras son las condiciones que les dieron vida,
mientras que aquellas otras que tienen un fundamento esen-
cial, permanecen constantemente á través de los siglos: y
nada mas esencial que la propiedad en cuanto es una ma-
nifestacion de la libertad, la cual nunca dejará de ser,
sopena de renunciar al mas augusto de los atributos de
que Dios dotó al hombre. (1) Fundada la propiedad en los
sólidos cimientos que hemos indicado y hallándose ligada
con la suerte del trabajador por el estrecho lazo del interés,
no necesita mas que el ser bien conocida en sí misma y
en sus relaciones con el trabajo, para ser justificada. En
tanto que la ilustracion no se infiltre en las clases sumidas
en la ignorancia, el órden social se halla profundamente


(1) PaouoaoN. el infatigable adversario de la Propiedad y de la
Renta, ha dejado escrita en una obra póstuma, la siguiente declara-
cion, que es la mejor adjuracion de sus errores pasados. «La Propie-
dad dice, es un hecho universal, un hecho invencible. que más ó
ménos tarde recibe la sancion del legislador ; que renace de sus pro-
pias cenizas, como el fénix, cuando ha sido destruida por las revo-
luciones; que el mundo, en fin, ha visto afirmarse en todas las épo-
cas, como la antítesis de la casta, la gar4ntla de la libertad 11 la enear-
nacion de la j"ulticüu ... cEsa propiedad que antes condenaba como
contradictoria é injusta, hoy la acepto por completo .-' Tl/,eorie de
la Proprielé (Pág. 75 Y 242).




- 24'7-
amenazado con una perturbacion inmensa. Es menester á
toda costa procurar la instruccion de esas clases y poner
á los individuos en aptitud de desentrañar por si mismos
la verdad del error, para que no se dejen alucinar por esas
teorías cubiertas de irresistibles atractivos que escitan su
envidia é insultan su miseria. Es menester que nosotros
que hemos recibido los favores de la educacion, tendamos
nuestros brazos para hacerles subirá nuestro nivel,-no para
descender nosotros al suyo-, sino se quiere que la mentira
apoyada en la fuerza triunfe y que su vencimiento se en-
cubra con las apariencias de la justicia. En tan críticas
circunstancias, me tendría yo por muy dichoso si en algo
hubiese contribuido al cumplimiento de tan laudable pro-
pósitol


--




" ,




CUADROS SINOPTICOS
DE LAS


MATERIAS CONTENIDAS EN ESTA


MEMORIA.