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EX.\~fEN CHÍTICO DE LA OnlL\ DE l\l. TlImB~


lTITf.\I,\.


,'on


.


SISTO CA MARA.






UH


Co:-¡ torio I'l relpe/o de un buen hijo dedico á V, esta obrll,
CUI/O ¡5,¡-i/o moral me a/rel'o desde luego á predecir; serlÍ el "i-
{flliel/te:


1'el/llrlÍ ]101' partidario rí torlo hombre qlle l'il'a enlt, houra-
de:;, en la l'irtud, 1'1/ el trabajo , en la sobriedad, rao{¡ido en
SIl misma conciencia: rí todo hombre de fé 1'11 el génio de los si-
g/os, en los progresos sociales, en el porvenir, en la hUlIlani-
dad, en Dios,


1'01' encJlligo tendrlÍ á todo el 'lile ha hecho, hace ú conciba
puerle "((cer SIl fortuila (le muir, lIIflllera, ]101' medios irregula-
res, l,jolen/os, ejerciendo industrias deplorables, ó esplotando
el rico fllol! de la intri!lll y las pasiones,


El primero, hallarfÍ CIl ella la eSfJrl'sion e/l(!r!lica dI' sus in-
tereses, sentimientos !J derechos.


El Uf/II/ldo, IUl'l/érgica pro!f8la de sus manejos, torpezas 11
debilidades.


r; I uno, r/I'i¡e rOl/sultarla COII rlelenimiento, y aprender lo qlle
por f'(Jslwlidad ¡flllor!'_


U 011'0, jlllede u'llarse hagfrL el trabajo de leerla, si ({nle,~
110 ¡Je¡JOrw w e!loislllo, 11 sale dé los eslrechos /imir!s de ~u
personalidad, del )'0 alJsolul.o,


Aquel, me ht/rú 111 justicia de creerme /¡oml¡re de IlIJilrallt';,
de probidad, JÓl'en lleilo de amor luícia todos sus hermallO,~,
que lo svn lodos los húmbres; ami(/D ¡JI' la rectitud, del blll'lI
IÍrr/en, de I,¡ verdadera paz,


Estotro, 11/1' /¡ollrff/"ú COII lo_~ 1,'oJ/,~(J/lido< e)Ji/dos ¡JI' ulopista,




visioll.lrilJ. flll I'e; 11" an.II'.¡:li-;ll. 'fili~:¡ !lIl!Iúi¿1I dI' alen, d,
i:1iTI )nl ,. el! (in, Ifuiéli gf(!J" it '/ :Ia /file; ¡Julllo 81' ¡,,,tenderún
,;¡¡,~ f'(l/'Orés! ...


Ese t',~ el mUlulo.


r sin cmIJII/',Qo. !latll'e mio, 1/1/ lo dél'"i" pl'rsentir; ¡lO I'S
mi objeto def'cliIla l',les ú (',/file" rlf/ses, I'dos (¡ aqudlos ill{¡:-
rese.' , sino lodos los ¡l/lNcse.; !I lol/!IS las elr/8I's; !lIJ1'I/'U' 1/Ii
única pl'elfllsioll rOllsi8!e en 'lile el rico ::('a mas rico, y el po-
bre mnlO.' pobre; 1/ en esto nar/a ('aC/lcn/ro de 1'1'1'olucional'iú, ,¡
dcbemos serlo torios en la buellll aCi'jJcion de lit }JI//abra. T,,,
IJi'OI' es que muchos no me cOl/l.}JI'i'.'Irlerrín , 1/0 1J1lerrríll cOII/[i1'en-
llame, !! aquí está el mal.


Pero, rí Dios gracias, lile siento con valo)' bastante ]Jllra ar-
rostrar todas la.~ resistencias 11 ffliír la palma del ajiostolado,


roy á decir IÍ los hombres 1(1 I'erdad.
rO!! á dirigirles }lalabras úe alllor, de eS¡If/'III1::;a 11 de COI/-
.~uelo.


r01l rí lidiar con un enemigo tUl'ible, mn terrible 11 que 1111'
impone mas qlle el mismo MI'. J'lliers: Las Preocupaciones, El
Egoísmo, La lIipocresía.


Quiere decir, que ú en nte apasionado tri{¡unall'l!,~ullo COI/-
denado, (o¡/rll'ia me l/urlla un recurso; pasar en SI'!JllIula ills-
tancia al lilas sel'ero de la conciencia. AIII es donde es}lel'{(.i/l,~­
tificaNI' 1/ triunf'ar


,1' Ql!EnrnO 1/1,10




A. consecuencia tic estraviarse el genio COll-
tempornneo hasta el grado tle producir el caos
moral mas espantoso; de peligrar los prin-
cipios é intrrcsps eJl que hasta aqui han tlescan-
sado las instituciones humanas, y de marchar
la sociedad moderna á rienda suelta á su disolu-
cion, )11'. Adolfo Thiers, pretendiendo salirle al
paso y contenerla, acaha de escrihir un libro que
ha adll11irido pnhli'eida(1 europea, y cuya lectu-
ra ha recorrido todo el diapasoll de la escala so-
eial. Este libro se titula <dh: LA 1)IWPIEDAD)), y su
ol,jeto mas inmediato, al parecer, es calm;r la
inquietud flue ha 1I(~g-ado á apoderarse de los in-
lercse~ c¡,eauos por la reyolucion , afirmúndolos
1m Sil legitimidad; salvar los diversos materia-
les, restos del pasado, filie se hallan an!enaza-
.Ios por la turhnlcllta cOlTicnle del siglo, y rec-
tificar las irlcilS que una falsa filosofía ha difull-
(liJo entre la pálida multitud hambrienta. ~o pue-
,le ser mas nohle el pensamiento de MI'. Thicl's,




- (¡-
y si es cierto llue lo ha concebido, hecha CODl-
pleta ¡¡bstrac4~ion ue su personalidad, bajo el pun-
to ¡lc vista de la general conveniencia, esté segn-
1'0 el lihísofo oe la gr:ílitud de sus contemporá-
neos. En nombre de estos me creo facultado pa-
ra dal;c desde luego las gracias, una vez que soy
el primero á quiell cabe el honor de analizar su
libro, en cuerpo de obra.


Pero nada tiene que ver lo noble del objeto con
haberlo ó no haberlo conseguido; nada que se
h~ya propuesto despejar los nubarrones que en-
eapotan la region de las ideas, si realmente no
los ha ~]espejado, ó por el contrario, los ha con-
densado mas y mas. Lo que puedo hacer y hago
en semejante ca~o, es tributar respetuoso home-
naje á la humanidad del pensamiento primitivo,
á la escelencia de las intenciones, Ahora, res-
pecto á la índole)' desarrollo de sus principios,
creo que el honorable MI'. Thiers me permitirá
antes someterlos á la doble prueba del análisis
y la síntesis, en el concepto de que, si la resis-
ten, podrá blasonar de haber descubierto Hna
gran verdad, la verdad social, y fijado un pun-
to interesante en el campo de los conocimientos
humanos. Entonces, no digo las generaciones
presentes, sino taIllbien las venideras, le serán
deudoras dc un henciicio inmenso, de un gran
progreso, y bendecirán su nombre.


Voy, pues, á pasar por el tamiz del análisis
el libro «DE I.A }lnOP)¡';DAD.»


-Pero, se me dirá: ¿quién eres tú, pobre pig-
meo, para acometer tamaüa empresa? ¿Acaso ig-
nora5 el valor científico de JI\'. Thiers, sus gran-
des talentos y justa celebridad?-l\"o , responde-
ré; no los ignoro; y tanto no los ignoro, que
para que resalte llIas mi com'iccion sobre este
punto, voy á haceros UDa confianza: escuchad.




i
J1J'. [/¡icl's es un homhre de mucha espcl'ieu-


cia; sus cabellos están emblanquecidos por cin-
cuenta y tantos ailos de edad.


Yo soy un niiiO que empieza á inspirarse de
Jos hechos conlClflporúueos.


Ji/'. Tlác]'s se educó en Marsella con bastan-
te comodidad; cursó el derecho en la universi-
dad de Aix; cultivó las matemáticas, la geogra-
fía, la bella literatura y otros ramos del saber
humano.


Yo he tenido mas inconvenientes para una
educacion completa, y 10 poco que sé lo he apren-
dido como por casual ¡dad.


Ml'. 1'/¡icrs se familiarizó desde muy tempra-
no con los g'randes autores franceses del si-
glo xvr, XVll y XVIII, llegando á comentar
con sumo talento á l\Iontagne, La Rodwfaucauld
y La llrll)'cre.


Yo he sido completamente estraño á estos su-
blimes estudios hasta hace muy \)OCO tiempo.


JI/r. 1';'/I'/'s ha "iv ido siempre en las condicio-
nes del genio; ha contribuido á confeccionar las
leyes de su patria; ha presidido varios ministe-
rios ; levantado su ,'oz en las grandes Asam-
hleas; desarrollado en la prensa fuertes oposicio-
nes; conquistado altos puestos en las Academias;
escrito grandes historias; pronunciado brillantes
discursos.


Yo no be hecho mas que escribir en cuatro
periódicos, y publicar UIlOS libracos, cuya buena
aceptaeion por parte del público no ha basta-
do, sin emhargo, á convencerme de su mérito.


Jllr. Thicrs hace tres años que concibió y ar-
regló el plan do su obra.


Yo necesito escribir la mía, apellas concehi-
da, con suma precipitacion, por entregas.


1111'. TI¡icrs tiene en pro Hl celebridad europea.




-s-
Yo tengo en contra esa misma celehridad y


mi oscuridad completa; pues mi nombre creo que
es poco conocido fuera del estrecho círeulo tic
mis amigos.


Tal es MI'. Thicl's; tal soy )'0.


-Si, pues, lo conoces, se aliadirá, ¿_por qllú
pretendes elevar hasta el suyo tu pensamiellto-!
oponer tus ideas nacientes á sus sublimes teorías
trascenuentales? erigirte en su censor?. jl~s llnil
temeridad !-Sí, sí, voh'eré á responder; lo con-
fieso: lal vez sea una temeridad, y me achique mas
alIado de tan arrogante figura. Pero ... qué que-
reis! Con Darta franqueza protesto la desigual-
.Iad de armas con que acepto el combate! Y si
tomo la pluma, no_es por cierto en la loca espe-
ranza de rectificar, por medio ue un golpe de
genio, ue un esfuerzo de inteligencia, los des-
cuidos que pueda haher cometido tau ilustre per-
sonaje. ~o; la tomo movido por ... ¿si sahréespli-
carme? por un alto sentimiento de caridad cris-
tiana, deconvcniencia social; por un esceso tal
vez de humanidad; por un inslinto superior que
me rije en este momento y promete, como en
secreto, guiarme, elevarme y sostenerme á la
altura de las uifiLultades del siglo. Tratándose de
una cuestion tan suprema, tan de vida ó muer-
te para el homhre , como que se roza con el mis-
terio mismo de su exislencia , y pretende reve-
lal-Io, casi me creo en el deber de contribuir á
esa grande obra, á esa atrevida eonquista, si-
quiera sea con el corazon , y tributar una ofrenda
de amor en el templo de la humanidad. Permi-
tídmelo, pues, con tolerancia.


Otra cosa lHlubieu, si he uc ser framo, ha




-!I-
innuitlo en mi delel'minacion: la idea de (JlII'
MI'. Thiers llarlicipa, acaso sin saberlo, de esos
sentimientos inferiores que generalmente engen-
dra el esclusivismo de toda eseueIa filosófiea ; que
representa en la Hepública francesa los princi-
IJÍos, las pasiones, los d.leulos, los compromi-
sos, los accidentes, la historia de un partido;
que reasume en su individnalidau los intereses,
necesidaues, tenuencias y pretensiones de deter-
minatlas clases; que, en su paslllo~a actividad,
asiste lodos Jos dias á la Asamblea nacional con
su bandera en la mano, á las altas confereneias
polítieas , á la reuaecion de un diario, á las cá-
halas de partido, á los Yaivenes de la política
eSlerior, á las peripeeias de la interior; que ,ive,
en fin, solo de los negoeios públicos, en que tan
fácil {~ insensiblemente suele el amor propio in-
leresal'se y creerse herida la suseeptibilidad dpl
filósofo. Estas condiciones no me parecen las mas
favorahles á estudio,> de órden superior, al frio
exámeIl de la carl" de los dereehos humanos, ó
habrá de resentirse precisamente (le las circuns-
tancias de aclllalidad CIne absorben la "ida del
pensador, y ernpeüan su I'azon en la via de de-
ducciones yiolentas, á fuerz~ de ser parciales.
Pero quieroquenosea asi; quiero quel\]r. Thiers
haya tenido la inconcebible virtud de emancipar-
se completamente de las influencias de la vida
prácliea cada vez que lomaba la pluma para es-
cribir su libro, y de trazarse un nuevo círculo de
especulacion teóric,l. Pues bien; aun en este easo
no hahd podido evitar se le deslicen descuidos
muy graves, teniendo en cuenta sus muchas y
apremiantes atenciones. Y yo que vivo en una
atmósfera templada, lejos de las pasiones que to-
do lo envenenan. contemplando sereno la vasta
('tI'hita t'll (11lC giran (0(105 los partidos, todos los




-- íO --
intereses, tOllas las ambiciones, ludos los siste-
mas, acaso pueua señalar lales descuidus, evitan-
do asi el estravío ue la opillion y la indisciplina
de las iueas.


De todos modos conste que, si por uno de
esos milagros que no son de esperar, saliese ai-
roso de mi empresa aventurera, castigando las
doctrinas de 1\Ir. Thiers, y algunóls ue las que úl-
timamente le ha opuesto lHr. Luis Blanc, de ante-
mano cedo toda esta gloria á mi queriua patria:
y si, por el contrario, me faltasen las fuerzas, ó
el superior instinto que guia en este momento mi
mas Íntima actiridad me dejára burlado, enton-
ces no es justo comparta con nadie la responsa-
hilidad; es mia, y solo mia, y, como tal, la acep-
to en todas sus consecuencias: no IlUedo ha-
cer mas.




LA CUESTION SOCIAL.


DEL DERECHO DE PROPIEDAD.
l.


Ih~ h :-:ol:it'tlatl moJernil.-OríjJ(,TI dd ('olllutli~lllo.


Muy satisfecho se muestra desde luego ¡non-
sieur Thiers de la sociedad nacida á fines del último
siglo, es decir, entre las ruinll.s del órden feudal.
Parece examinarla en la })elleza de su progra-
ma, sin tomarse la molestia de descender de la
altura del teslo ú las realidades de la vida. Y
esto, dispénseme el historiador del Imperio, si
lo califico de primer descuido. Porque creo que
el mayor progreso de nuestros tiempos consista
en examinar las cosas á la luz de la conveniencia
social, en sus relaciones con el individuo.


En efecto; eso á que cllenguage vulgar llama
posilirismo, y que la razon conlemporánea eleva
á la altura de un dogma, hace que el hombre
eche una mirada sobre sí, se examine en sus
necesidades, en sus recursos, y diga: «Soy, para
mí, la primera persona contanle en la humani-
dad, Este cuerpo, esta alma y esta inteligencia




-u-
que constituyen todo mi ser, y por medio de los
cuales me pongo en relacioIl COIl mis semejan-
tes, me manifiestan diferentes exigencias, exi-
gencias á que no puedo menos de atender. El
cuerpo, por ejemplo, me pide un vestido; este
vestido puede ser bueno ó malo: la interven-
cion de los sentidos, retinados con el desar-
rollo social, me prescribe que sea bueno; quie-
ro, pues, un vestido bueno. El alma es mi mo-
triz; es la fuerza viva que agita mi materia y
precede á toda rel1exion ; el tallo de las necesi-
dades; fuerza me es, asi, sal.isfacer estas necesi-
dades, para lo Clltll pongo en juego lit inteli-
gencia, regulador de los movimienlos elel alma.
Voy, pues, á pensar de qné modo viviré en con-
diciones mas favorables á las exigencias de !?i
ser; cómo podré: primero, comer, vestir y alo-
jarme bien, en lo que tengo de material; des-
pues amar, ser amado, dilatar mi espíritu, con-
,{uistar la gloria de Prometeo, Pilágoras, Ar-
quimedes, Copérnico, G<llileo, Colon, Kepler.
N ewton etc., en lo que tengo de moral.»


Este es el hombre de nuestras sociedades:
quien se lo figure de otro modo, tengo para mí
que se equivoca, y es lo f{lle sucede á lUr. Thiers.


En efecto; este ilustre personage, para hallar
la causa de que en nuestro siglo se haya puesto
en duda la propiedad, instinto natural humano,
dice en su primer capítulo que existe un parti-
rlo en Francia que, por distinguirse de los dc-
mas, por hacerse n!as visible, ha dado en desde-




-1:3-
llar las cuestiones políticas, y parece haber he-
cho apuesta de llevar á cabo una revolucion
social; que para reformar IIna sociedad se nece-
sita tenga esta algo de reformable, es decir, se
necesita la materia; que esta materia la agotó
]a revolucion de 89, puesto que destruyó todos
los vicios y gravámenes que bajo el órden feu-
dal existían; que hoy el ciudadano goza ya de
todas las garantías á que tiene derecho; y asi,
que nada hay que tocar. Qué, lo dudais? Pues
oidlo de su misma boca:


,<¿Hay, en efecto, en alguna parte algun
horno ó molino feudal que suprimir? ¿ Hay al-
guna caza que no podais matar cuando viva
de vuestras tierras? ¿lIay mas een50res que la
multitud irritada ó la dictadura que la represen-
ta? ¿Hay Bastilla? ¿Hay impedimentos de reli-
gion ó de nacimiento? ¡, Hay alguno que no pue-
da aspirar á cualquier cmpleJ? ¡, Hay nias des-
igualdaJes que la Je! talento, que no es impu-
table á la ley, ó la de la fortuna, que se deriva
del derecho de propiedad?»


«Buscad, pues, huscad eo esta sociedad des-
hecha y rehecha tantas veces desde 89, y os
desafio á que presenteis otra cosa al sacrificio
lIue la propieJad.»


Ilé aqui la lisonjera idea que JIr. Thiers po-
see sobre la sociedad moderna, y qne está mani-
festando hace cerca de 20 arIOs.




-- 11
Ahora bien; el lector de buen criterio, allle-


gar á este primer punto del libro De la Propie-
dad, con ese instinto de lo real que he dicho
domina al hombre, naturalmente dehe suspen-
der por un momento la lectura, tender la ,i~ta
por la sociedad, descender á su fondo, y escla-
mar bajo la impresion del triste espectáculo 'lile
habrá de ofrecerle: ((j Ah J[I'. Thters! Vuestra
teoría es muy bella, sí, muy belb; pero si no pasa,
al fin, de teoría! Si nada liene de comun COIl los
hechos! Si los hechos eslan ahí, en el mundo,
desmintiéndola á voces! La ~ociedad presenta
á la vista del cristiano la organizacion mas vi-
ciosa y repugnante! en'eis que el homhre po-
see ya todas las garantías á que tiene tlerecho?
Pues bien, decid me : ¿ qué garantías os uehe el
venerable y desvalido anciano que se arrastra
por esas calles, mendigando un pedazo del pan
que echais á vueslr'os perros? (, Qné garan tías
aquella desgracia(1a que oculta detrás de una
esquina y entre los pliegues de un velo lúg'llhre
el rostro que ayer acaso sonriera en la fortu-
na? ¿Aquel hermoso nirlO qU';l villo al mnnuo sin
padres conocidos y vive erranle ó entregarlo á
las venenosas in!1uencias de la plaza pública'? y
en el dominio Je ]a produccion, .1nan que es
jornalero y representa en la sociedad la clase
mas úlil y numerosa, ¿con qué garantías cuenta
el infeliz para asegurar el pan ú su familia y
evitar que en los rigores del in"ierno caiga con
n en una miseria afrentosa'? ¡. para d (~~a rrolla r




- li) --
dignamente sus facultades y salir de una ,ida
embrutecedora? para saborear esos derechos que
por mofa parece que le dais? N o es en verdad
un insulto decir al hombre que pasa un dia y
otro dia, un mes y otro mes, l1ll año y otro
altO, hiele, llueva, nieve, ó el sol del estío
abrase, siempre inclinado hácia la tierra, de-
formando su cuerpo, corrompiendo sus costum-
bres , desgilstando su actividad, y que por cas-
tigo de un trabajo de tanla importancia, lo con-
denais al suplicio de oir los gritos penetrantes
de su esposa y de sus hijos que piden vestido ó
alimento; no es un insulto, repito, decir á este
desgraciado: «Pnedes cocer el pan donde te dé la
gana, malar la caza que '!;ilJa de In, tierras, as-
pirar como 011'0 cualquiera á los altos pnestos
del Estado; ya todos somosignales? .. » Y esos
obreros, bravos peones de la industria huma-
na, que crean las maravillas que os asombran;
que elevan esos palacios que encantan vuestros
sentidos; (Iue doman el hierro, los metales y
las masas calcáreas, hasta el grado de apode-
rarse de vuestra imúgen ¿qué garantías os dehen
para evitar que la semana próxima, tal vez
mallana, por una crisis de las mil que produce
yueslra ralal ol'ganizacian económica, por una
máquina que los sorprenda, por la accian ho-
micida de la concurrencia, por la b¡¡ja sistemá-
tica del salario, por la quiebra de una casa de
LOlltlres Ó Amstt~rdam, por un simple dolor de
caheza que les causen las emanaciones insaln-




-- 10 -
hres del taller, por cllaleSf}uiera motivos, ten-
gan que cruzarse de brazos, asisti., impotentes
á los lloros de sus familias, ó envolver su~ miem-
hros fatigados entre las sáhanas calenturientas
de un hospital? Aqui coucluyen sus derechos'!
aqui su libertad? Pues en!onees decid, y aoda-
reis mas cuerdo, que es el derecho y la libertad
de morir desesperado! ... »


((Pero no se limita tampoco [das numerosas cla-
ses productoras el mal Jc esta sociedad que creeis
irreformable, no; se estiende, por desgracia, Jes-
de la base á la cúpula! Todos piden á voces garan-
tías; garantías pide el pequeño propietario contra
la accion contundente de los grandes; garantías la
propiedad territorial contra las ejecuciones arma-
das del fisco y la invasion de la usura; garantías
la moviliaria contra el finjo y reflujo de los va lores;
la produccion eontra los movimientos varios del
consumo; el consumo contra el desequilibrio de
la produecion; el capital contra el capital y el
trabajo; el lrahajo contra el trahajo y el capi-
tal; cada uno contra todos, todos contra cada
uno. y si tendeis la vist,. ú otros hechos; si
contemplais el cuadro repugnante que ofrecen
las costumbres contemporáneas y el desenfreno
de la actividad individual, ¡, creeis que puedan
remediar tantos males esas quiméricas liberta-
des escritas en el testo de las constituciones mo-
dernas? ¿ Creeis de buena fé que el hombre ha
conquistado ya el reconocimiento práctico de sus
derceho5, la ~alisfaceion real (le sus necesidadns,




-17-
el empleo armónico de sus inclinaciones, que se
ha constituido, en fin . en su destino'? ¿No oís ese
lúgubre y aterrador gemido que sale del seno de
las razas europeas, ese movimiento sordo é im-
ponente que estremece el suelo que pisais, las
instituciones que construís? Nada Jice á vuestra
alta inteligencia y quereis darle el caracter de
una simple apuesta hecha por cuatro cabezas
acaloradas?


No, Mr. Thiers; desgraciadamente no~ lIayuna
gran suma de mal á que es preciso atender, siJa so-
(' iedad moderna ha de salir del peligroso derrotero
.le las crísis políticas, económicas y sociales que
resultan en cada saldo anual! hay que monta'r la
máquina sobre rueuas mas seguras! que acudir
en una palabra, al dique del holandés! ¿Quereis
formar una idea clara de la organizacion actual?
Examinadla , pues, desde el individuo; esto es,
en la escala gcrárquica de sus agregaciones.
Ved al individuo en guerra con cuantas influen-
cias le rodean, en guerra consigo mismo y cun
sus semejantes. Vedlo , ohservadlo bien, seguidl0
de cerca en todos sus movimientos; notad cómo
no sabe qué hacer de sí mismo, de su actividad,
de sus facultaues; se cree capaz de grandes co-
sas, de tomar el pincel de l\Iurillo, la lira de
Dante, el compás de Newlon, la espada de Na-
poleon, y, sin embargo, la sociedad lo condena
á que devore en silencio sus mas nobles ener-
g¡a~, sus mas altafi aRpirar,ionps, El sentimiento
~




-- U~ --
moucrno llamado por los lilósofos ¡lIdi ¡;idttalismo
falseándole el cornon, lo colo¡;a en duras y vio-
lentas condiciones. Cuanto mas daño haga, cuan-
to mas engañe, cuanto mas osado sea, tantas
mas probabilidades tiene de vencer en la lucha
que Sil personalidad empeua contra la masa. El
grupo mas inmediato al individuo cs la familia:
¿no habeis penetrado a¡(~una vez en lo privado
del hogar doméstico? ¡.no lo ha h~is sorpl'cnd i:lo
en SIl5 secretos? Veríais así la lri,le realidad so-
cial ! Veríais cómo el materialismo, desplegan-
410 todos sus bríos, envenena los sentimientos
mas puros y quebranta los mas santos lazos! y¡~­
dais lodo género de intrigas, /le celos, de inqnie-
tildes, de rivalidades .... quizá de cl'Ímenes! La
reunion de las familias forma 108 pueblos, que
cspresan el caráeter y la lueha de las partes: los
pueblos forman las n<lciol1e~, rcsúmcn general
del espíritu que gerárqnicamente les eomunica el
primer elemento. Vedlas, si no, devorándose rn
guerras intestinas; de~;pert1iciando, como el indi-
viduo, la parte mas actíva de sus fuerzas, CO!ll11
el indi~iduo condenando sus facultades y empr-
üándosc en movimientos contrarios á su natura-
leza. Ved tarnbicn cómo la mas fuerte, ó mas
aslllta, ó mas osada, subyuga á la mas débil, 6
mas seneilla, ó mas prudente; y elevando así la
visla á la magestad del conjnlllo, ved ese fles-
asosiego general. esa general lucha en que vive
y !le revl1eh'c el género humano . .v decidme, con-




- EI-
sultando la conciencia. si tono está tan bien que
nada sea preciso reformar; si el movimiento de
ascendencia social halló su término en 89 ; si los
pueblos deben ya renunciar á toda mejora. y el
génio moderno á todo género de especulaciones;
si el destino del hombre, en fin , era conquistar
este gran campo de ruinas, que no otra cosa efl
la sociedad que brotó la tormenta del último
siglo.»


Esto, repito, dirá, si es franco el lector de
huen criterio al comparar la teoría de monsieur
Thiers con la práctica del mundo. Y tendrá ra-
zon; porq11e si bien la primera revolucion frao-
eesa destruyó los vicios del antiguo régimen,
al cabo no hizo mas que destruir. Transportó al
homhre del despotismo mas duro á la anarquía
industrial mas completa; destrozó la antigua
pesada máquina, sin sustituirla con otra bue-
na ni mala; proclamó, sí, grandes principios;
dió la fórmula del porvenir; pero con la vic-
toria en una mano y la espada en la otra pa-
ra acabar de esterminar el pasado, no tavo
tiempo de organizar la grande obra de la de-
mocracia , y se contentó con decir á esta: «he
destruido de un golpe todos los obstáculos que
se oponian á tu hien. Oprimida tanto tiempo el
alma bajo el peso de la feudalidad gótica, pue-
des ya respirar con libertad. Consulta ahora
hi"ll tu~ nr.f'.esi,ladc:;, tus intereses; estudia el




-:W --
modo de satisfacerlos; luyo es el campo; no te
dejes arrebatar el cetro, te he conquistado tres
principios que deben St'l' la hase de todas tus
especulaciones; organú:.alos,»


Esto vino á decir ;a revolucion frllncesa al
rlesbaratar los viejos diques que se oponian al
desarrollo social, al desenvolvimiento regular
de la actividad humana. Los pueblos entonces,
pero en particular el pueblo iniciador, com-
prendió sus nuevos destinos, y celoso oc tan
gran victoria, inquieto y desasosegado con la
idea de que aun pudiera reconstruirse un pasa-
do, muerto para siempre, solo trató ¡le asegurar
la gloriosa conquista que habia de servir de punto
de partida á las demas. Empeilado asi el espíritu
moderno en las vias negativas de la protesta vio-
lenta y de la revolucion, inspirado por el ge-
nio de la guerra, 01"id6 ó descuidó encamar en
la vida de los pueblos los grandes principios de
libertad y justicia proclamados sobre las mismas
ruinas de la vieja sociedad feudal. Pero andando
el tiempo y atendiendo al gran vacío de orga-
nizacion que resultára en los elementos socia-
les de la Francia, necesariamente este pueblo.
con todos sus émulos, habia de ofrecer al mundo
un fenómeno peligroso, un vicio capital, un gran
conflicto.


En efecto; mientras que en la capa esteriol'
de la sociedad se agitaba las cuestiones de for-
mas, y se tocaba y retocaba las piezas del




-- ~ I --
nuevo organismo político, ,'ed el alma indus-
trial y comercial, cual se ceba en]a libertad
anárquica, en la loca cspansion que le propor-
ciona el tránsito de una organizacion injusta é
inhumana á otra mas humana y mas justa. Ved
jos inuividuos que ya se ven libres de] pesado
yugo de los gremios y corporaciones, salir al
campo de la iudustria, entregarse libremente á
sus propias fuerzas y trabar una lid encarniza-
tia. Pero esta lid era muy desigual; pero esta
lid debia dar proJlto vencedores y vencidos,
nuevos señores y siervos nueyos; porque de
un lado militabancl capital, los instrumentos
del trabajo, el talento d~.sarrollado por una
educacÍon anterior, el crédito, los recursos de
la mecúnica, etc., y del otro no hahia mas
que el hamhre, la desnudez, la ignorancia mas
absoluta, y unos simples brazos que nunca po-
dian Juchar con las fuerzas artificiales. Para Jos
unos era cuestion de aumentar su fortuna, de
multiplicar sus goces, de estcl1der su influencia;
para los otros de cubrir sus carnes, de sacar
del dia á sus familias, de no morir en un rincoll
ó en la repugnante cama de un hospital. ¿ Se
puede llamar á esto el derecho de la igualdad'!
¿Para nada mas vino al mundo la revolucion
francesa ? ..


Pero hé aquí que mientras todas las fuerzas
sociales empeñadas en falsos movimientos se




- ~~-
chocan, se absorben y se anulan en el gran
campo de la industria; mientras que caeJa día
se ve salir del taller á millares de infelices es-
cuálidos, amarillentos y gastados, para implo-
rar la pública caridad, en el gabinete del sábin
se elabora el nuevo tipo de organizacíon inte-
gral que habrá de remediar mas tarde tantas
calamidades, y que no es sino la simple fórmu-
la revolucionaria interpretada en su espíritu y
llevada á su desarrollo mas socia1. Bien pronto
la imprenta, instrumento poderoso del genio, se
encarga de propagar bajo todas formas los gran-
des trabajos de especulacíon teórica. Cuanto en
nombre de una libertad anárquica y desenfrena-
da se habia hecho y se seguia haciendo, lo re-
chaza en nombre de una libertad fecunda y or-
ganizada. Claras inteligencias fijan la vista en
las nuevas luces sociales, conoceD sus yerros
pasados, su fatal descuido, se estimulan, se em-
peñan en las vías de armonía, la nueva idea se
estiende pasmosamente, sorprende con agrado
al obrero en el taller, al desgraciado que em-
puña la esteva, al que reclina su cabeza sobre
una piedra, á cuantos se hunden de las altas
clases, á todos acoge en su seno paternal como
á una gran familia de hermanos que ycrran y se
dividen por no pensar ni entenderse, á todos sa-
ca de su abatimiento halagando la necesidad so-
cial y vivificando las esperanzas que solo descan-
saban en las modernas tradiciones democrátici15.




"-- 23
y como la gloria de presidir estc gran mo\, imicn-
to de rehahilitaeion fuera tan seductora, ved cómo
hay tambien qnien en su sed de popularidad use
el mismo lengui'ge de las masas; quien se en-
carne astutamente en sus intereses; quien adop-
te fórmulas violentas, pero adecuadas á su ra-
zon; quien predique en fin el Comunismo.


Si, pues, la propiedad ha llegado á ponerse
en duda en nuestro tiempo, no hay que atribuir-
lo al capricho de un hombre ó de un partido.
No; todo tiene su razon de ser: y á no existir
un gran mal en la soeiedad moderna; á no pre-
sentar esta el espr:"et:\eulo aflictivo de esas legio-
nes farnólicas (lue recorren en desconcierto
vuestras ciudades; á no suceder que por donde
quiera que pasan las nuevas máquinas de guer-
ra que multiplica la mecánica, van dejando mi-
liares de víctimas inocentes, estad seguro de
que nunca hubieran salido á la superficie del
piélago el nombre de un Cabet ó de un Prottd-
hum; ó ue haber saliúo, á un solo soplo de todos
los intereses se huhieran sumergido en la ver-
güenza.


Pero Ulla vez que es cierta la existencia del
Jleligro; una vez que la propiedad se ha llegado
á poner en tela de juicio, y perdido su antiguo
carácter entre la multitud estraviada, ¿creeis de
huena fé, lHr. Thiers, consolidarla y rectificar las
ideas, diciendo al infeliz que sufre: «desengáña-
le; ln suerte no lmede mejorar, harto lo siento,




-:H-
pero no llegan á mas mis fuerzas; quien te diga
olra cosa, ese es un malvado que pretende espe-
cularcon tu desgracia. Ademas que ahora no tie-
nes de qué quejarte; eres libre y gozas todas las
garantías del ciudadano .)) Creeis, repito, que esto
b:lste á convertir por mucho tiempo al órden y
á la resignacion al infeliz que ve morir de ham-
bre á su muger y á sus hijos sin poder evitarlo;
porque la sociedad desprecia su actividad, sus
hrazos, su valor material? ¿al que pone sobre
las barricadas de junio á los hijos de sus entra-
íhs por 110 verlos morir en la desesperacion, en
la agonía horrible del hambriento"? ..


Pensadlo bien, Mr. Thiers! Por la poslclon
flue oeupais, todavía podeis dar á la propiedad
garantías mas seguras; todavía podeis hacer que
sus mismos enemigos la bendigan y la acaten
con fervor: peru no por vuestro método, que es
negativo, sino analizando bien todos los dere-
chos, consultando de buena fé todas las necesi ....
dades, y ayudando á producirse en la práctica
al genio de organizacicn, un tanto arrollado por
las pasiones desencadenadas de los partidos es-
tremoso Despues de haber hecho todo esto, es-
tudiad imparcialmente las exigencias de los
intereses creados y de los intereses que nacen;
proteged su desarrollo; poned unos y otros en
armonía; disponedlos para el bien reeíproco: eso
sí que es digno de un hombre tan ilustrado, de




- :2;;-
UII filósofo tan p,'ofundo, Lo deIllas es muy pe-
queño, sí, muy pequeño; y al sábio que para ha-
blar á su siglo siguiera vulgares inspiracirmes;
que no abarcára en su atrevido cálculo mas que
una parte de la sociedad, cierta cantidad de inte-
reses; que su orgullo se resintiera, como sucede
al mérito falso, de ver encumbrarse una nueva y
lozana generacion de grandes pensamientos; á
ese sábio, repito, no se lo podria perdonar, y
jcuál te achicas! le diria: cómo te olvidas de
quien eres! qué modo de reducirte! qué manera
de eclipsarte! ...


Hasta aqui respecto al espíritu ,lominante del
capítulo que examino. Ahora respecto á la compa-
racion que Mr. Thiers establece entre la antigua
sociedad y la nueva, descendiendo con él á los
mismos detalles, copiando sus mismas palabras,
y adoptando el mismo tono, le diré:


1.0 Que si bien es cierto que bajo el (euda-
lismo la aristocracia (le raza no pagaba el impuesto
territorial, en cambio pagaba el de sangre, pues
todos los nobles servian al Estado en el ejército,
al paso que la aristocracia moderna, la de los ti-
tulos del tres, si bien paga el primero, deja de
pagar el segundo. Porque ¿qué son cuatro ó seis
mil reales que cueste un sustituto, para un alto
industrial, para un gran banquero que emplea
en cualquier capricho una parte de las enormes
ganancias del dia anterior? Nada. Pues bien, ya




-- :W--
leneis el pl'iyilegio reproduciJo. Pero eslo es
poco y dudais elevarlo á la altura de tal priyi-
legio? Añadid entonces que la nueva ari¡;tocraci¡l
da al Estado con una mano lo fIue recibe con la
utra; porque el Estado le concede en casi todos
los paises industriales, y por consiguiente en
l .... rancia, una prima de proteccion por los pro-
ductos de sus propiedades (minas, aceite, pas-
tos, etc.), prima que equivale á la inmunidad del
suelo, y de tanto inl1ujo en la política general,
que ha impedido la union franco-belga, y que
la Francia haya realizado por un tratado co-
mercial con el Zolwerein la alianza de la Europa
central, garantía de la paz del universo. La pri-
ma indirecta de proteccion, acordada á los fa-
bricantes de hierro franceses, que no pueden
sostener la concurrencia con la producciou de
Alemania, Rusia, Suecia, Inglaterra y Belgica,
hace pagar el hierro ú toda la Francia, y nota-
blemente á la a~ricultnra, el doble de lo qne vaJ-
dria sin esta proteccion. Lo mismo sucede con
los aceites, etc.


2. o Que si no todos, por grande qttp fuera su
talento, podian llegar á los destinos públicos, bien
fuese por impedimento de cuna ó religion, hoy
sucede exactamente lo mismo, á ser otros los ·re-
quisilos que se exige; dinero, mucho dinero, ó
gran (avor.


3.° Que si exislia enlonces bajo el tíl'llio de
derechos {cl/d'des Wia 1lIulriulcl tle d,Ol)('ndrnc¡u~




-- '.!.7
cuyo oríyw 1/0 bC (((¡¡([aba ~i /lO fi! la tlSIO}aCWH
del fuerte subre el débil, hoyes el monopolio el
procedimiento fundamental de la industria, la
piedra angular de las naciones.


4. o Que si era preciso cocer el pan en el hor-
110 de un señor, moler el trigo en Stt molino, com-
prar esclu~ivamente sus géneros, abstenerse de
cazar, etc., hoyes preciso comer el pan que se
nos quiera dar, poco ó mucho, malo ó bueno,
á pesar de Jos códigos municipales, que, bien mi-
rada, tienden á favorecer el fraude; es preciso
comprar los génf'ros que quieran vendernos.
Respecto de la caza, es tambien un privilegio
que se hace otorgar en Francia, como en otras
partes, el dinero. Por una ley sohre el particu-
lar discutida en la antigua cámara de los Pares,
se limita este derecho al individuo que pósea
cierta estension de propiedad territorial, es de-
cir, á unos cicn mil ciudadanos.


ti. o Que si no era permitido ejercer las dife-
rentes industrias sino con tales ó cuales condicio-
nes ajustadas al régimen de los gremios, al me-
nos tenia este por correctivo desarrollar y man-
tener en la industria los sentimientos de dignidad,
de lealtad y decoro. La severidad de los estatutos
de las corporaciones garantizaba al público con-
tra el fraude. El mismo comercio francés ha go-
zado bajo el régimen de estos privilegios, que
tambien rechazo, de una al~a reputacion de leal-
tad en el interior como en el esterior. El pueblo,




-- ~8 -
bajo el nuevo sistema, no ha conseguido ma3
que poder ser robado y envenenado impune-
mente. Ademas, que la fabricacion sigue siendo
el privilegió del dinero. El talento y la probidad
laboriosa son todavía menos accesibles á ella que
en tiempo de los gremios, en que eran muy bus-
cados y recompensados los obreros hábiles.


y 6.° Que si exis¡,ian aduanas de provincia á
provincia, nadie como el mismo Mr. Thiers ha
descrito los graves inconvenientes que oponen á
la fusion de todos los intereses de la Francia, los
derechos protectores y prohihitivos de hoy, cuan-
do dijo en las cámaras de la monarquía: «que no
podia hacer la dicha de Uurdeos sin labrar la
desgracia de LiIle.» La legislacion aduanera ae-
tual mata en Francia todas las industrias natu-
rales, para proteger industrias sin vida, y sa-
crifica el Mediodia que produce vino y seda, al
Norte que fabrica tejidos de algodon y lana. Bur-
deos, pues. redama justamente que se restaure
el gran cinturon de aduanas interiores que se ha
destruido. Respecto á las gahelas y zarandajas
que hacian intolerable la ptrccpeion del impuesto,
los arhitrios municipales y las contribuciones in-
directas, sobre haber llegado á hacer de la sal,
del vino y de la carne, artículos de lujo para la
mayoría del pueblo, constituyen una adminis-
tracion , un procedimiento inquisitorial que da
derecho á 1"s agentes del fisco, para registrar
hasta lo mas sagrado. Hó aquí un modo de pcr-




-.:w-
cibir el impuesto, humillante, vejatorio, que
provoca el fraude. y cuyos gastos de percepcion
absorhen mas de la cuarta parte del producto.
Es decir que, con distintos nombres y formas,
se han reproducido todos los vicios de la admi-
nistracion feudal, y mezcládose con los inheren-
tes á una sociedad en embrion , constituida en el
acaso.


Pero concluiré señalando un descuido que tam-
bien se le ha deslizado á :Mr. Thiers en el capí-
tulo 1. 0 , y que debe estar al alcance del talento
Illas vulgar. Ese deseuido consiste en que, para
probar mas y mas que nada puede ofrecerse ho.v
al sacrificio, como no sea la propiedad, derecho
inviolable, añade:


«Asi es que en la noche inmortal del 4 de
agosto, todas las clases de la nacion solemne-
mente representadas en la Asamblea constituyen--
le, podian venir á inmolar alguna cosa sobre el
altar de la patria. En efecto; todas ellas tenian
algo que tributar; las clases privilegiadas, sus
exenciones de impuestos; el clero, sus bienes; la
nobleza, sus derechos feudales y sus títulos; las
provincias, sus constituciones separadas. Todas
las clases, en una palabra, tenian algun sacrificio
que hacer, y lo hacian en medio de una alegria
inaud'ita. Esta alegria no era la a lcgría de al-
gunos, sino la de todos; la alegria del pueblo
emancipado de las vejaciones de todo género; la
alegria del tercer estado levantado de su postra-




cion; la alegl'ia ¡Je la mi~ma nobleza sensible en-
tonces al placer de hacer bien. Era aquella una
embriagnez sin límites, una exaltacían de hnma-
nidad que nos arrastraba á abrazar el munJo en-
tero en nueslro ardiente patriotismo.»


Ahora bien; olvidemos por un momento la be-
lleza de la forma, y reduzcamos á su valor efec-
tiro la historia que se nos cuenta.


En primer lugar: si todas las clases tenían al-
glln socnficio qne hacer, y lo hacían en medio de
ulla alruria inatUlita, ¿se digna MI'. Thicrs espli-
carme qlle ser ideal ó qué ente de razon recogia
psas ofl'mHlas, represen lando la patria?. Porque
no cOilri:w el saeriGcio gel/eral independiente de
la patria, asi como concibo perfectamente el sa-
crificio inJividual 6 de ulla clase, ell hien de lit
generalidad, ó lo que es lo mismo, de la patria,.
l~n segundo: por mucho que JIr. Thíers use


las bellas frases de emúriayttez, exaltacían de
humanidad, placel' de hacer bien etc., los inte-
reses feuuales fueron destruidos por el hacha
sangrienta de una revolucion? Sí, ó no.-Sí.-
Pues entonces segreguemos del párrafo anterior
esas mágicas palabras; porque no se puede
suponer tan gratamente embriagados á los venci-
dos por medio de la guillotina.


y si violentamente se le arrebataron a 1 clero
sus bienes, á la nobleza sus títulos, etc., etc. ,
¡.no es verdau, jUl'. Thiers , q lle esto fue, por mas'
'lile vuestl'a elocuencia lo dc~¡¡g-l1re, nn ataqlle




--- :l!--
hrusco á la propiedad? .. POI'que, segun el prin-
cipio que sentais mas adelante, «lodo el universo
ha reconocido, que cuando un u~jeto había exis-
tido TREI:'íTA AÑOS sin reclamacion , en manos de
1tn individ¿to, ó de una clase, debe acabar porper-
teneccrlr » Y algunos mas de treinta hacia que el
clero poseía sus bienes, la nol}leza sus títu-
]05, ele ... lIé aquí una pregunta que si os la hi-
ciera un comunista, os pondría en confusion.
por no ser franco y tratar de violentar la histo-
ria plegándola á vuestro sistema, en vez de ple-
gar vuestro sistema á la historía, mal baslante
cnrnun, por desg-racia, en nuestros liJ650f05 v
narradores.


1m S-C:\IEiS •


J/r. Thiers cree que la sociedad está perfecta-
mente organizada desde 89.


Yo creo que no está ni bien ni mal organiza-
(]a; sino, lo que es ann peor, que vive como al
azar.


JIr. Thicrs eree que la revolucion social, para
producirse, necesita la materia que (alta.


Yo creo ql1e la materia que sobra, será la que
acabe de completar la revolucion.


jlIr. Th¿ers pretende defender al ['ien, deses-
perando al pobre.


Yo prefcl'iria ¡ ¡cnsar en eómo proli'jer al po-
bre. para aS('Fu!',:!' ('O)! {Hlldamrflfn al rico.




-- 32-
_~fr. Thiers atribuye á toJos los reformadores


modernos doctrinas antipropietarias.
y yo, en nombre de los reformadores sensatos,


que creen de buena fé en la ley del progreso hu-
mano, digo que la revolucion de 89 sí que fue
un verdadero golpe de comunismo dado contra
determinadas clases por los hoy llamados, quizá
por antonomasia, conservadores.




n.


\lc los derechos del hornbn',


La cuestion de los derechos del hombre pue-
de llamarse la cuestion suprema. Si acertáramos
á resolverla desenlazaríamos con la mayor ta-
r.ilidad el nudo de todos los problemas que hoy
nos preocupan, porque seria la fórmula general
orgánica que abrazára las dificultades parciales.
y nos condujera por un método natural y senci-
llo á la esplicacion de todos los fenómenos. En
efecto; ya no hahría mas guerras, ni mas con-
flictos, ni mas coufusion de deheres y dere-
chos, ni mas diversidad social de razas, ni mas
lucha individual, ni mas sufrimientos, ni mas
caos. Una vez apoderados de ese importante ins-
trumento, dr. ese conocimiento superior, de ese
lflisterio; eomo el hombre, tomadas en cuenta sus
diferencias fisiológicas, es el mismo en todas par-
tes; es decir, como todos los hombres entran en
la composicion de la gran familia humana, y
constituyen su unidad viva. no habria mas que
t:'ombinar desde luego el medio, ]a forma social,


')


"




- Ji-
el mecanismo mas conforme con el desarrollo y
salisfaccion de esos derechos, hoy controverti-
bles. De esta inspirada combinacion resultariari
irremisiblemente la regla de los deberes, la uti-
lizacion de todas las fuerzas activas que desper-
dicia la especie, el desarrollo social de todas las
inclinaciones, el empleo armónico de todas las
facultades, el cumplimiento, en fin, del desti-
no individual y colectivo. Porque, sociedad, ten-
go derecho á pensar, por ejemplo; es que entra
en mi destino poder pensar, y en tu deber, per-
mitirme gue piense: tengo derecho á utilizar mis
fuerzas; es que entra en mi destino poder uti-
lizarlas, y en tu deber, facilitarme el medio:
tengo derecho á tu proteccion; es que entra en
mi destino poder ser protegido, y en tu deber,
protegerme. Los derechos no son mas que la
traduccion social del destino; el destino, la sín-
tesis moral de los derechos; los derechos, la re-
gla de los deberes; los deberes, la práctica re-
gular de los derechos. Derechos y deberes, ley ó
destino. Hé aquí cuatro palabras que, insepara-
hles, forman el testo de la vida humana, de la
vida social; la fórmula mas general y precisa del
ser compuesto. Separad me una sola, la que mas
os plazca, y no podreis concebir su existencia
aislada de las demas; no podreis concebir el de-
recho independiente del deber, ni uno ni otro
independientes del destino, como asi tampoco el
destino indellendiente de una lelo




- :35 --
Si, pues, el conocimiento de los derechos nos


llevaría á desenredar la madeja social, debemos
hacer un esfuerzo por obtenerlo, pero un esfuer-
zo constante. En particular los hombres llama-
dos á la gobernacion de los Estados, á presidir
y regular el gran movimiento humanitario, aten-
diendo á las exigencias sociales, deben haber he-
cho un estudio muy sério y concienzudo de esos
derechos; Jlorque si no, mal podrán satisfaeerlos;
y de no satisfacerlos, mal podrán impuner de-
beres; y no imponiendo deberes, ó imponiéndo-
los sin ningun género de indemnizacion, y sí
por la fuerza bruta, no podrá haber justicia;
y no habiendo justicia, no habrn verdadera so-
ciedad; y no habiendo verdadera sociedad , ha-
brá un caos verdadero, un verdadero infierno.
Porque, al fin, el salvaje de la Occeanía, con
aquella traza de mono que tiene, recorre ale-
gre y feliz tuda la estension de la isla en que ha
nacido; observa los movimientos del pescado,
deshila unos juncos, y tejiendo una red grose-
ra, lo saca del agua, lo come, se une á sus com-
pañeros, forma un grupo, y articulando soni-
dos roncos, vaga satisfecho por aquellos vírge-
nes desiertos, atendiendo con libertad á sus exi-
gencias animales. Este ser no piensa, no con-
sulta su razon, auO no ha adquirido la concien-
cia de sus derechos; cuando mas, su leyes el
instinto; goza de cuanto se le proporciona; obe-
.lere á su naturaleza; vive en paz con el medio




- Mi -'
eSleriol', es feliz en modo simple. Y el hijo
de la civilizacion no asi; el hijo de la civiliza-
cion se distingue del bárbaro ó del salvaje. por
nn sentimiento que le han inspirado de digni-
dad, por cierta luz llevada sobre su conciencia,
por una razon que funciona, por unos senti-
do;; refinados, por nn corazon que siente en es-
cala mas elevada. Mientras el salvaje come con-
tento los tubérculos, el civilizado procura siem-
pre mejorar la confeccion de sus viandas, por el
t!esarrollo del paladar; mientras el uno duerme
tranquilo en el fondo de su gruta, el otro en vi-
Jia la muelle cama de un señor; donde aquel
encuentra todo, este nada encuentra, nada; la
vida del uno rueda en un círculo reducido; la
vida del otro abarca la inmensidad; es mas vida.
y á proporcion que la naturaleza se desenvuel-
ve, á medida que 111 ser compuesto se perfec-
ciona, va creando necesidades, y como para sa-
tisfacerlas tenga que recurrí,' á sus derechos, de
aquí el no cesar de reela marlo s ; porque Sil fiel
corazon le dice en secreto que las necesidades
fundamentales que siente, . deben tomar aquel
suhlime nombre. Y si los que estan al frente de
estos seres complicados, no los comprenden; si
110 interpretan bien sus manifestaciones superio-
res, ó si desoyen sus exigencias, es ponerse en
continua escision y desacuerdo con ellos, es de-
clarar guerra abierta á la naturaleza y al desti-
no general, es eIllpeilarse locamente en eclipsar




- ;37-
la estrella humana. Ninguna le)' tendrá la vir--
tud de armonizar elementos que desconoce; y
como los derechos son el elemento de que deben
derivarse lodos los hechos sociales, allí donde
no se conozcan, todo será caos y anarquía.


Profundamente convencido de esta gran ver-
dad, continuaba leyendo el libro de :Mr. Thiers,
cuando llego al capílulo segundo, y tropiezo con
este elocuente epígrafe:


«La observacion de la naturaleza humana es
el único método verdadero que se debe seguir lJa-
ra demostrar los derechos del hombre en socie-
dad.»


(qBravo1 recuerdo que no pude menos de es-
clamar: hé aquí una tésis digna de un grande
hombre de Estado, de un filósofo no vulgar.
Ahora descompondrá á nuestra vista con un ta-
lento admirable el ser humano, para que, vi-
niendo en conocimiento de todos sus resortes,
deduzcamos la ley superior que lo rige, y de
la ley, los derechos. Veremos la base en que
descansan todas sus teorías de gobierno, todo su
sistema filosófico, toda esa ciencia que admira
el mundo, yel mismo libro LJe la Propiedad. Ga-
na tenia de oir á uno de los hombres célebres
(Iue estan á la cabeza de la ciyilizacion, la idea
que tiene formada de los derechos humanos, ó Jo
que es igual, de la naturaleza humana, una vez
que en esta vienen escritos aquellos.»




- :38-
Sigo leyendo con entusiasmo, hasta que á


los pocos renglones encuentro esta doctrina:
{(Si hay, en efecto, verdaderas necesidades,


las hay tambien falsas QUE NACEN DE LAS cos-
TUMBRES FALSAS.»


«] ,as verdaderas necesidades constituyen los
derechos.». . . . . . . . . • . . .....
«Entonces falta saber euáles son las necesidades
verdaderas, y hacer el conveniente deslinde en-
tre estas y las falsas; pero ¿cómo se consigue
esto? Por medio de la observacion de la natura-
leza humana.»


«La exacta observacion de la naturaleza es,
pues, el método que conviene seguir para des-
cubrir y demostrar los derechos del hombre.»)


Acepto con mucho gusto ese método, porque
creo tambien que es el único; pero no la preven-
cion con que Mr. Thiers se prepara al anál.isis
de la naturaleza humana. En efecto; ¿quiere de-
cirme tan ilustre personaje cómo es posible que
encuentre en estalos vicios que aLribuye á la so-
ciedad, á las costumbres falsas? ¿O es que se pro-
pone examinar al hombre en sus resultados so·
ciales, y no en el estado normal? ¿ que preten-
de tomar los efectos por las causas? ¡Oh! no,
no es creible; ese fuera un descuido imperdo-
nable, una especulacion mezquina. l\Ionsieur
Thiers tiene el deber de rayar 'algo mas alto,
de ponerse cuando menos al frente de las es-




-:19 -
cuelas filos6ficas de su tiempo. MI'. Thiers no de-
be contentarse con evitar los efectos, del crí-
men, por ejemplo, sino el crímen en sí mismo,
en sus causas. En el mundo moral no hay hecho
mas conocido que el de la influencia del medio
esterior. Aquel que atenta contra su vida, no
es porque baya venido al mundo sin instinto de
conservacion, sino porque, fuera de su natura-
lcza, hay una causa que lo impele á tan deplora-
ble crímen. Si la. embriaguez y otros vicios que
cita Mr. 'fhiers, se encuentran comunmente en
las clases inferiores, y muy rara vez en las altas,
110 por eso hemos de decir de un modo absolu-
lo que la embriaguez es inherente á la: natura-
leza del pobre; pues si al nacer transportárais
esíe sc'rá un palacio. y le dierais laeducacion
de un príncipe, veríais cuán distinto giro toma-
ban sus necesidades. Si aquel ambicioso de glo-
ria que veis volar al combate, regar de sangre
el campo de batalla, esterminar hasta con entu-
siasmo á sus hermanos, destruir imperios etc.,
hallára por recompensa de todo e:>to el baldon
universal, y la gloria no se le ofreciera sino por
el camino del trabajo, de las altas virtudes so-
ciales, de los actos generosos, veríais la ambi-
cion de ese hombre qué poco reparaba en los
medios por obtener el {tn, la gloria. Lucgo tam-
poco existe en la naturaleza, como dice mon-
sieur Thiers, el vicio del combate, ó usando de su
misma espresion , la necesidad exagerada y cul-




- 4.0-
pabie de los combates. Y si estuviéramos en el se-
creto de las causas que han puesto al hombre en
las sangrientas manos del verdugo, ¡con cuánto
mas motivo Hora riamos su desgracia!...


Pero observo que estas reflexiones pecan de
trivialidad, tratándose. de un talento como el de
MI'. Thiers, y solo una distraccion ha podido ha-
cerle cometer semejante descuido en asunto tan
delicado. Todavía espero que rectifique. Sigá-
moslo en sus especulaciones.


«Montesquieu ha dicho : (elas leyes son las re-
laciones de las cosas.» Perdóneme este grande
hombre; pero creo que hubiera hablado con mas
exactitud, diciendo: «Las leyes son la perma-
nencia de las cosas.»


Vean Vds. qué pequeñez separa á dos inge-
nios tan célebres. Yo soy menos escrupuloso, y
dándoles á ambos la razon, digo: «Las Jeyes
son las relaciones y la permanencia de las cosas.»
Porque si aplicando Newton el hecho de la man-
zana á otro planeta, descubre la ley de gravita-
cion, prueba de un modo evidente la permanencia.
al par que la relacion de las cosas. La perma-
nencia; porque la ley hubiera existido eterna-
mente aunque nunca se descubriera; y las re-
laciones, porque, prescindiendo de los gTandes
datos que en este siglo se ha adquirido sobre la
Analogíauniversal, la misma ley que rige nuestro
sistema planetario, rige todos los cuerpos graves;
lo que implica correlacion sistemático-general.




-41-
Pero sigamos á Mr. Thiers al análisis de la


naturaleza humana, y sabremos nuestros de-
rechos.


(Yo observo al hombre, le comparo con el
animal, y veo que lejos de obedecer á vulgares
instintos, como, por ejemplo, comer, beber, co-
pular y dormir, despertar y volver á hacer lo
mismo, sale de estos estrechos límites. y á este
sistema de vida añade otro mas noble y mas
complicado; tiene un entendimiento penetrante,
y con este entendimiento combina los medios
de satisfacer sus necesidades; entre estos medios
elige los que le parecen mejores, y no se limita
á coger su presa al vaelo como el águila, sino
acechándola como el tigre; cultiva la tierra,
prepara sus alimentos, tege sus n~stidos, cambia
lo que ha producido con lo que ha producido
otro hombre; comercia, se defiende ó ataca, ha-
ce la guerra y la paz, se eleva al gobierno de
Jos Estados, y subiendo mas alto todavía, llega
al conocimiento de Dios. A medida que avanza
en estos diferentes conocimientos, se gobierna
menos por la fuerza bruta y mas por la razon,
es mas digno de participar del gobierno de la
sociedad de que es miembro; y todo esto con-
siderado, despues que ha reconocido en sí esa
sublime inteligencia que se desarrolla ejercitán-
dose; despues de haber visto que, impidiéndole
su ejercicio, se la hago perder, lo rebajo, lo hago
desgraciado y casi digno de su desgracia, como




- 42-
el esclavo, esclamo y digo: «El hombre tiene de-
recho de ser libre, porque su noble naturaleza,
exactamente observada, me revela esa ley de
que el ser que piensa debe ser libre; como la
manzana al caer reveló á Newton que los cuer-
pos graves tendian los unos hácia los otros.))


((Desafio á que se me presente otra manera de
probar los derechos, que no sea la sana y pro-
(unda observacion de los seres. Cuando hemos ob-
servado bien su manera de existir, deducimos la
ley que los rige, y de la ley DEDucmos EL DERE-
CHO.))


Perfectamente: observando bien los seres, su
manera de existir, sorprendemos la ley que los rige,
y de la ley el derecho. Este es un principio que
debe :Mr. Truers sostener cOn consecuencia.
Pero veamos si es mncho el camino que nos lila
hecho andar para la gran conquista á que nos
ha convidado. Veamos si ha arrancado ya á
nuestra vista algun derecho á la naturaleza hu-
mana ...


Si; ya nos ha descrito el ser inteligente y
combinador, y demostradó el derecho que tiene
á pensar con libertad,. á ejercitar sus facultades
intelectuales. Es verdad que con alguna violen-
cia ha obtenido este derecho; porque no se lo
concede sino á los que se hallen en posicion de
instruirse y alimentar su inteligencia; á los de-
mas, él mismo lo confiesa, los rebaja, los hace
desgraciados, como el esclavo, y esta, por de




- 43-
pronto, es una fatalidad. Y como á medida que
se ilustra es mas digno el individua de participar
del gobierno de la sociedad, quiere decir, que
tampoco á este derecho puede aspirar el conde-
nado por la sociedad misma á condiciones
opuestas al desarrollo de la inteligencia, y en-
tonces el derecho general, monopolizado por el
menor número, toma el carácter de privilegio
con todos sus inconvenientes.


Pero contentémonos con el principio, que al
fin es algo, y sigamos, sabremos los dcmas de-
rechos que nos pertenecen; quizá quedemos
contentos.


«Todos los seres tienen leyes en este univer-
so, asi los morales como los físicos; pero las
leyes de los primeros son las que const~tllyell
los derechos. Despues de haber observado al
hombre, veo que piensa, que tiene necesidad de
pensar y de ejercer esta facultad; que, ejerciéndo-
la, se desarrolla y engrandece, y digo que tiene
derecho de pensar y hablar, porque pensar y ha-
blar es una misma cosa. Yo se lo debo, SI SOY
GOBIERNO, como á un ser que sabe lo que es, que
tiene un sentimiento de su derecho, que es igual
mio, á quien doy lo que sé que se le debe, y que
recibe con orgullo lo que sabe que le pertenece.
En una palabra, siempre resulta el mismo mé-
todo, es decir, la observacion de la uaturaleza
humana. Veo que ·el hombre tiene tal facultad,
tal necesidad de ejercerla, y digo que es preciso




darle el MEDW. Y como la lengua humana re-
,'cla, cn sus infinitos matices, los matices infini-
tos de las cosas, cuando se trata de un cuerpo
grave, digo que tiende á gravitar, porque es
impulsado á ello: hablando del perro, digo: no
lo maltrateis, porque siente vuestros malos tra-
tamientos, y su amable naturaleza no los ha
merecido: si hablo del hombre, mi igual ante
Dios, digo: tiene derecho, y su ley toma esta pa-
labra sublime.»


Descansemos un instante para ver si nos
hallamos ya con algun otro derecho.


Sí; hemos, en verdad, adelantado algo y parece
que no. Aunque el párrilfo anterior versa en su
mayor parte solo sobre la libertad del pensamien-
to, hé aquí que su autor formula en derecho cón
suma valentía, toda facultad que requiera ejerci-
cio, ó lo que es enteramente igual, que necesite
ser ejercida. De manera que lo que yo saco de
esto mas cn limpio, cs ver á Mr. Thiers hecho un
socialista consumado; porque los socialistas
franceses fundan en ese principio todas sus teo-
rías de reforma. En efecto, con tal fé profesan
estos filósofos la doctrina que sienta Mr. Thiers,
que sacándola del dominio original de la natu-
raleza humana, la sigucn en todos sus desarro-
llos y relaciones con la naturaleza social, con
el medio esterior, COn la vida económica del ser.
No otra cosa dió nacimiento á esa célebrc fór-
mula de nuestros tiempos: el derechu al 'trabaju·




-1;) -
Es la misma doctrina socializada, si se me per-
mite la frase. «El hombre, dicen sus partidarios,
tiene la facultad del trabajo (1) Y una necesidad
Ilpn!miante de ejercerla, tan apremiante como que
~i no, muere de hambre; es asi que el grado de las
nccesida(les de nuestra existencia constituye los dc-
1'cchos, luego el hombre tiene el DERECHO AL TRAIH-
JO, Y el gobierno se lo debe como áun ser qne
sabe lo que es, QUE TIE:\'E U~ SENTIMIENTO DE SI:
DERECHO, que es igual suyo, á quien DA LO QUE
SABE QUE SE I.I~ DEBE Y QUE RECIBE CON URGU-
LLO LO QUE SAllÉ QUE LE PERTENECE.))


(1) Pongo estc ejemplo por ser el derecho que se dispnta
sobre las barricadas, y por tanto, el qne reclama mas urgente
reconocimiento. M. Bourbeau presentó hace poco á la Asam-
blea nacional un informe acerca del número de jornaleros,
operarios, etc. que existían en Paris sin hallar trabajo, y de
las cantillades que serian necesarias para remr,cliar en lo po-
,ible [aula iudigencia. Casi la tercera part,) de la pohJaciotl
,!stü condenada ti mendigar ó vivir miserablemcnte á espcusas
dnl gobierno! Hé aqui el cálculo del informe:


l\Icses. Númer'o Jealmas.


Octubre.
Noviembre.
Diciembre.
Enero, ..
Febrero ..
Marzo ...
Abril. ..


263,000
2í13,OOO
280,000
300,000
300,000
300,000
2ilO,OOO


Esta última cifra e~ la mas comun en époeas de paz, aun-
que ya se ve que antes de la revolucion de febrero ascendia ;\
:JOO,OOO. En el citadoinformr, se propone que (¡ cada meneste-
roso se Ir, dI) á razon rl~ 20 mrs. diarios! Es de :.drertir lflll' ell
el rú1eulo (ü: M. Bour]¡cilu 110 entran los hospitalns, hospicios
\' dl'lll¡¡;: rstabl('cilllil'llt<l~ de b('lIrUCrllci:t , atesl.:u[ns ¡JI' infc-
li('e",




- 4.6-
Vean Vds. por dónde nos hallamos á. mon-


eieur Thiers militando en las filas de los llama-
dos, por sentar semejante principio. enemigos·
de la propiedad, del órden público, de la familia,
de la sociedad; nuevos bárbaros que amenazan
invadir la civilizacion, y convertirla á la vida
nómada ó tártara. Porque no creo que la nece-
sidad de trabajar para ganar el mísero sustento
entre en el órdende las que Mr. Thiers calitlca
de exageradas y culpables, mucho mas cuando
en el mismo capítulo la legitima. adhiriéndose
á la opinion de ciertos filósofos, cuando dicen del
hombre: «hay necesidad de moverse libremente,
HE TRABAJAR PARA. VIVIR, de pensar. y cuando
ha pensado. de hablar segun su pensamiento;
resulta. pues, que tiene EL DERECHO de hacer
todas estas cosas.» Semejantes necesidades, re-
pito, las distingue muy bien de las que, á
renglon seguido. llama necesidades falsas; por
consiguiente, no debe quedar duda alguna de
que este célebre personage reconoce en princi-
pio el derecho al trabajo, aunque lo combata en
hecho.


Pero prosigamos. porque esto no puede ser
tampoco sino un descuido propio de un hombre
de tantas y tan graves ateuciones. Ya tengo im-
paciencia por que descorra á nuestra vista todo
el velo de la naturaleza humana, para conocer
mis derechos fundamentales.


«Partamos, pues, del principio de que la pro-




- 47-
piedad, como todo lo que es del hombre, llega
á ser un derecho (1): derecho bien demostrado
si la observacion de la sociedad (2) revela la ne-
cesidadde esta institucion, su utilidad y conve-
niencia, y si pruebo, en fin, que es tan indis-
pensable á la existencia del hombre como la
misma libertad.»


Así concluye el capítulo segundo del libro que
examinamos; y creyendo el lector inteligente
que el autor volverá sobre sí, es decir, sobre las
vias que prescribe el método analítico en cual-
quiera ciencia, y de que se ha salido como por
la tangente, acudirá en seguida al capítulo ter-
cero, y al ver que Mr. Thiers sigue desenten-
diéndose completamente de todo compromiso.
y que no se vale de la naturaleza humana sino
para buscar un dato particular, que necesita,
como yo esclamará defraudado y resentido:


« ¿ Y mis derechos, Jfr. Thiers? y los de-
rechos del hombre? y la naturaleza huma-
na? y la cuestion general? y las cantidades
positivas? ¿Conque despues de tanto ruido con
Jos derechos y la naturaleza, no nos moslrais
ni la naturaleza. ni los derechos, 6 cuando
mas, quereis mostrarnos uno solo de los dere-


(i) Aqui ha debido cstraviársele á Mr. Thiers alguna can-
tidad de manuscrito, porque sin concluir ¡le sentar la cues-
tion general, partkularizarse con un den'clJO es dar un salto
de trampolin.


(2) Yo creí que de la naturaleza.




- 48-
ehos, y un resorte secundario de la naturaleza?
¿Conque huís la dificultad del prohlema '? con-
que nos dejais burlados? Oh! esto es ya muy se~
rio! Vuestros ótros descuidos, aunque tan gra-
ves, se os pueden perdonar. Pero aquí hay algo
mas que un descuido; aquí empieza á falsear
necesariamente toda vuestra obra! ¿No decís en
el prólogo que vais á poner la mano sobre los ci-
mientos de la sociedad? ¿Que el mundo está mina-
do por una falsa ciencia; que es preciso defen-
derlo contra peligrosos séctarios? ¿ Pues cómo Jo
ha beis de salvar venciendo á esos peligrosos sec-
tarios, si no acudís al campo cm Ifue se hallan
colocados, esperando el comhate? ¿ No saheis
que toda esa falsa ciencia deseallsa en el cono-
cimiento verdadero ó erróneo de la naturaleza
humana, que sobre esta hace todas sus especula-
ciones? ¿ Cómo, pues, proharles que se equivo-
clln; cómo vencerlos, digo, si no osais penetrar
en su campo, mucho menos presentarles la bata-
lIa? Eso que haceis, 10 condena la buena es::ra-
tegia. Pretendeis ataear de nn modo innoble,
sorprender astutamente un llaneo .•• no os envi-
dio el laurel de la victoria!»


Esto, repito, dirá el lector de buen criterio al
observar el sesgo que tan súbita como violenta-
mente ha dado Mr. Thiers á la cuestion, deján-
Jonos colgados de la esperanza que nos hiciera
concebir.


Pero ha)' llIas; aunque los sectarios peligrosos




- !jn-
no ueriváran su ciencia de la naturaleza humana,
y aunque por ser h Propiedad el primer ohjeto
del libro de M r. Thiers, se creyera este grande
hombre en el caso de emanciparse de la dilicul-
tad, ¿le parece que obrando asi, llegará á obte-
ner un resultado completo? Seria un erl'Or;
porque no se puede consiuerar una cuestion ais-
lada, independiente de las demas con las cuales
seenlaza de Ulla manera íntima y forma un todo su-
perior. Tal rnútodo es muy vicioso. Si un astróno-
mo afirmase, porque habia resuelto una parte del
problema, tratándose, por ~jemplo, de la atrac-
cÍon sideral, que esta obra en tazon inversa de
los cuadrados de las distancias, y otro, con el
misnlCl motivo, sostuviese que no, que obra en
razon directa de las masas, jamás se entenderian
si no llegára un Newlon y les dijera: «Eso es
disputar en el vacío; cada uno de vosotros ve
una faz de la verdad, pero ninguno en su armo-
nioso conjunto. La atraecian no obra aislada-
mente en razon directa de las masas, ni inversa
de los cuadrados de las distancias, sino que obra
al mismo tiempo en razon directa de las masas é
inversa (le los cuadrados de las distanr,ia,.)) En-
tre Jos políticos, uno sostiene con calor la causa
de la liIJCtlad, porque ha entrevisto la verdad
á medias, y 1'1 otro por la misma razon, es ca-
paz de sacrificarse por la causa del órdeo; yo
estoy seguro de que cuando se descub.'a la ver-
darl política, constará de aqnellos dos principios


í




-:iO --
inseparables. Tratándose de la cuestion social,
sucede 10 mismo; uno aflrmará que la propiedad
es el derecho mas sagrado, y otro dirá que nada
hay tan sagrado como el derecho de vivir con el
fruto de su trabajo.-Sí lo hay.-No lo hay.-
y tendrán razon á cual mas; pero, sin embargo,
disputarán con encarnizamiento; en su esclusi-
vismo jamás podrán entenderse; nos proporcio-
narán cuando menos una revolucion por año y
otras lindezas, hasta que el génio de la Verdad
venga y les diga: «~o seais insensatos; sin de-
recho de propiedad no puede haber derecho de
vi vir, porque la propiedad es la vida; como sin
derecho de vivir, no puede haher derecho de
propiedad. Las dos cosas for'man un cuerpo in-
divisible, como el cuerpo humano, del que no
podeis quitar ni poner un solo miembro. Los in-
tereses creados son el hombre que ya ha desar-
rollado sus formas; los intereses que nacen. son
el niño que empieza á vivir. ¿ Hemos de decir
por eso, que para que el niño se desarrolle no
hay mas remedio que acabar con el hombre ya
formado? ó para que el hombre ya formado pue--
da conservarse, que es preciso combatir la na-
turaleza del niño? Cualquiera de las dos ideas
seria un ahsurdo, una aberracion que degrada-
ria el entendimiento humano. Si el hombre tiene
el derecho de conservarse hast:] que Dios dis-
ponga otra cosa, y el niüo de desarrollarse bajo
el triple aspecto de ser físicn. moral. é inteli-




- ¡il ---


gente, respetad los dos derechos una vez que lo
son; desarrollad sus mútuas facultades; poned
en armonía los intereses nacientes con los inte-
reses creados, y no permanezcais en esa lucha
tan indigna, que os rebaja. Garanlizadle al uno
el derecho de vivir y de crear, al otro el derecho
de conservar lo que ha creado; lo demas es atro-
pellar egoista y antisocialmente uno de esos dere-
chos, en provecho esclusivo del otro; es atacar
la naturaleza del niño ó la del hombre, para que
pueda vivir cualquiera de los dos.»)


En el mismo caso estamos con Mr. Thiers; se
conoce que este célebre personaje, al ponerse á
escribir su libro, ha dicho resueltamente: «Voy
á defender en sí mismo el derecho de propiedad
contra Jos partidarios del derecho de vivir .» Y
esto ya vemos que no resuelve alguna cuestion
y que DO es empresa digna de un grande JWm-
bre que desde I~ego, y con suma arrogancia,
nos ofrece poner la mano sobre los cimientos de la
sociedad. Porque no se necesita ser muy avisado,
para conocer que el terreno que pisa Mr.:. Thiers
está bastante á la superficie . .Muy al contrario fue-
ra si, descendiendo al fondo de la naturaleza hu-
mana, hubiera escrito allí, en lo mas hondo, la
carta general de los derechos del hombre, y su-
hiendo luego despacio y observando todo el mo-
vimiento social con su ley de ascendencia y fe-
nómenos subversivos; comparando, juzgando,




- ~)2 -
demostrando, nos hubiera hecho adquirir la con-
ciencia clara del hombre, de la sociedad, de la
historia, del universo, del destino general, v
dolado á su siglo de un monumento de grandes
ideas fundamentales, de una verdad matriz, de
una fórmula general para resol ver todos los ca-
sos particulares. Pero encerrarse en ese círculo
tan estrecho; no pasar de un bando el límite de
sus especulaciones; contentarse con darle vueltas
y mas vueltas á una verdad vulgar, sin obligar
su génio poderoso al descubrimiento de nuevas
verdades ... oh! eso es tener muy poca ambicion
y no querer títulos á la inmortalidad; es no ha-
cer ningun gran servicio á su pátria ni á la so-
ciedad, en momentos tan de prueba; es confun-
dirse y hacer que lo pedamos de vista entre la
multitud de puhlicistas contemporáneos.


Porque no creo que 1\'1r. Thiers en esos
cuatro rasgos que ha trazado, haya pretendido
describirnos el homhre y sus derech os; y si así
es, digo desde luego que no lo he reconocido:
ese no es el hombre con que hablo todos los
dias, á que me asocio, con quien me entiendo;
no es el homhre que veo cruzar por Jas calles y
paseos, el habitante de todas las zonas y hemis-
fel'jos; no es, en fin, el hijo de Adan, ó subiendo
mas alto, el hijo de Dios. El carácter que en tal
caso nos da por tipo Mr. Thiers, es el de un
simple mecánico, especie de agente de negoeios,
mÚflnina acliva que funciona mucho; en una pa-




- 3:l--
labra, es el hombre por fuera. Y como en cues-
tiones de esta naturaleza se debe preparar antes
bien el terreno sobre que se va á pisar, soy
franco, no me comprometo á conducir á mis
lectores }Jor la insegura senda que abre ante
nosotros M r. Thiers, sin tomar una brújula que
nos sirva de guia, un instrumento que nos faci-
lite el paso, Ulla luz que nos ilumine en las ti-
nieblas en que presiento ,'a á sumirnos este per-
sonaje. Ya que no ha tenido á bien observar el
método obligado que ha propuesto, y arbitra-
riamente quiere resolver la cuestioll de la Pro-
piedad, voy á ensayar llenar semejante vacío,
sujetando este derecho á la fórmula general y
unitaria de que depende; es decir, voy á sentar
la cuestion social en toda su generalidad, á po-
ner á la obra de .Mr. Tbiers los cimielltos de que
carece. Así como así llego á tiempo, y me da
por otra parte grima que, estando tan brillante-
mente escrita, carezca de la unidad de plan y
consistencia que le asegurarían larga vida.


Dispense, lmes, el lector, si antes de llegar
al capítulo tercero, le obligo á que, siguiéndo-
me, asista á la construccion de esos cimientos.
¡Dios quiera que los eche tan buenos como la
obra de Mr. Thiers merece!






BASES PAnA LA CUESTION SOCIAL.


La l'xnclll oLsen'3Clon de la llalura-
leza humana) es el métoJo que cou-


viene sl'euir para demostrar los derechos
dd hombre.


THums.


Se"trata de los derechos del hombre: se trata
de arreglar sus diferencias, de satisfacer sus ne-
cesidades; lo piJe á voees. Sin duda que la so-
ciedad moderna le ha herido el resorte mas esen-
cial y sacádolo de su antiguo modo de ser y de
vivil'; que lo ha elevado en la existencia mo-
ral; que ha ensanchado el horizonte de su com-
prension; que le ha inspirado la conciencia de lo
que vale, y rebajádolo en el órden material,
en los medios de sostenerse á aquella altura. Se-
gun el espectáculo que hoy presenta el mundo;
segun la lucha que bajo toda.s formas y en to-
das esferas se proJuce; segun esa inquietud elo-
cuente del género humano, estamos avocados á
algun gran suceso; no hay que dudarlo. Las na-
ciones, como los individuos, piensan mucho,




- 5(5-
trabajan mucho. En cualquiera parte (lue me co-
loque, veo grandes masas humanas muy ocupa-
das en mejorar su suerte. Parece que la natura-
leza les inspira alguna grande esperanza, que les
ha hecho alguna importante revelacion. Cuanto
lleva el sello del tiempo, no pasa adelante; aqui
perece. Las viejas instituciones son débiles cañas
que se lleva el viento. ó bambolean; las costum-
bres estan descono¡;idas; las ereencias, aniqui-
ladas; los intereses en guerra; los derechos, en
cuestion; las pasiones embravecidas: ¿qué es
esto? ¿Qué significa ese alhoroto infernal de to-
dos contra todos? ¿Qué génio perturbador eon-
mueve asi el alma de los pueblos civilizatlos?
¿Quién falsea todos los resortes en que descansa
un mundo? ..


Aqui el filósofo, es decir, el hombre que con-
sagra su entendimiento y su vida al ~studio de
los fenómenos sociales, debe abstraerse com-
pletamente á todo roce íntimo y esclusivo con las
cosas del momento, acallar sus preocupacio-·
nes. recoger toda la fuerza del pensamiento
embebida en los detalles, y con la razon y la
conciencia libres de todo influjo social, elevar-
se á la altura misma de la creacion y pregnntar
á Dios en sus obras, cuáles son las funciones de
esta inquieta y revoltosa raza en el órden gene-
ral del universo: si entra ó no por algo en la
composicion de esa gran máquina monlada sobre
el tiempo y el espacio, y en que rulan con armo-




¡ji
nía los IIlUlIllos eslabonados, ó es una rama de vi-
da desprendida del árbol universal é indiferente
al principio que rige la escala inmensa de las
creaciones. De lo primero, nos será fácil cons-
truir la ley que regula los movimientos de la vi·
da total, escrita con caractéres naturales y ma-
nifiestos, y ensayando aplicarla á los seres de
nuestro planeta, entrar á formar parte en el con-
cierto de los mundos. De lo contrario; será pre-
eiso convenir en que el género humano es una
cantidad de espíritu y materia, un arroyo, un
golpe de vida escapado del gran cauce de la crea-
cion, y que en su vago y desarreglado curso no
sirve oponerle diques ni tratar de templar sus
efectos, sino dejarlo á su antojo hasta que vuelva
á confundirse en la gran masa del Océano vital.
De lo nno, podemos si queremos resolver el pro-
blema social completamente; es decir, podemos
conquistar la ley de nuestro destino aquí bajo:
de lo otro, ya pueden los sabios renunciar
á todas sus especulaciones, y el resto de Jos
hombres á toda esperanza de progreso. En el
acaso no hay punto fijo donde gire el pensamien-
to; no puede haber mas que inércia ó anarquía,
y la anal'quía y la inércia son la muerte del mun-
do moral.


Para dar, pues, una solucion completa sobre
cualquier cuestion que afecte á la existencia de
las sociedades, como es la de la Propiedad y
la del vivir, tenemos que salir de los límites de




viJa comunes, sacar la cuestiou del terreno vul-
canizado en que se agita, de la atmósfera cor-
rompida de las pasiones, yen alas del raciocinio
y de la buena fé, elevarla á una esfera supe-
rior. La razon nos dice que el análisis de los ele-
mentos es el primer paso de toda indagacion cien-
tífica; pero la síntesis, como que abraza las mas
elevadas generalidades respecto de las leyes del
órden universal, es la sola luz que illlmina en lo
que toca al destino de los seres.


Voy, pues, á ensayar tomar la cuestion so-
cial de alto, de muy alto, pero nada de mas. Voy
á dar una oj ~ada por ese vasto espectáculo del
universo, á ver si acierto á leer siquiera nna
página del gran libro de los destinos, para luego
descender poco á poco y con algunos datos al
tumultuoso golfo de las pasiones é intereses, y
enclavar me en el seno de la opinion.


Pero debo lo primero escoger un punto de
apoyo; y ese punto de apoyo lo tomo en uno de
los principios mas generalmen~e reconocidos. y
aceptados por los genios superiores de todos Jos
siglos, incluso MI'. Thicrs. Es el principio de la
unidad de las leyes divinas, de la unidad uni~
versal. (1)


En efecto; la idea de la unidad del universo


(i) Creo que todos los seres acaban, grandes y peque-
1l0S; pues tengo fé en la unidad de las leyes divinas.


(Tbicrs, De la Propiedad, cap. 11 . .1




- iJU-
es aJecuada á la razoo: J las lllanife:;taciones
superiores de esta idea han constituido en to-
dos tiempos las manifestaciones superiores de la
inteligencia humana. Esos grandes hombres que
han brillado en el mundo, no son sino los que
han participado en mayor escala del sentimiento
de la unidad universal, los que han tenido la
vista mas clara y aspiraciones mas poderosas.
Los nombres de los Aristóteles, de los Platones,
Je los Pitágoras, de los Kepler, de los Leibnitz,
de los Newton, etc., lo prueban en el órderi de
la ciencia, como los de los Alejaodros , de los Cé-
sares, de los Carlomagnos y Napoleones, en el
órden de la política. La medida de este senti-
miento, el grado de claridad de esta vista, la
energía de estas aspiraciones, constituyen la me-
dida del génio de tan ilustres celebridades.


Ahora hien; el órden y la armonía reinan en
todo cuanto nos rodea, en todo cuanto vemos y
tocamos, siempre que no sea subversivamente
influido por la accion humana. Ese órden y esa
armonía no pueden ser concebidos. sino como
espresiones de una sola ley que rige· todas las
ramas del movimiento, todas las fuerzas cosmo-
gónicas, todas las energías de la vida, y que
se reproduce siempre una desde la hase á la
cúpula de la escala infinitamente variada de los
seres. Los descubrimientos sucesivos de las
ciencias han de tal modo confirmado esta ver-
dad a priori, que seria preciso tomarla como




-- GO ---
resultado tle la observacion y tIe la analogía
analítiea.


El principio, pues, necesario de la unidad unj':"
versal establece el lazo gerárquico de todas las
manifestaciones fenomenales, sos dependencias
recíprocas y concordantes, sus relaciones analógi-
cas. Así, las armonías planetarias, estelares, fi-
siológicas, sociales, etc. no pueden ser conce-
bidas bajo un punto de vista elevado, sino como
los desarrollos varios de un solo y mismo prin-
cipio, como los resultados armónicos de una so-
]a y misma ley. El principio de la unidad uni-
versal es la base de todo sistema cosmogónico,
y constituye la primera eondicÍon lógica de to-
da especulacion sobre los fenómenos del mun-
do. El descubrimiento, pues, de esta ley, una y
soberana, que rige las armonías de esos fenóme-
nos y los compone en la armonía total, superior,
una y absoluta, no es otra cosa que la ciencia
absoluta, la solucion del problema del mundo.


El reino hominal forma parte del mundo y
le pertenece, á no suponerlo aislado, lo que se-
ria una aberracion, una abstracci(ln sin realidad
posible .» (Considzrant.)


Lo primero, pues, que debemos hacer, es
estudiar cuál puede ser la funcion especial de
la humanidad en el gran taller de la creacion.
¡, y cómo se coniigue esto? ¿Cómo se consegui-
rá conocer las causas de la vida humanitaria
que no ocupa mas que un punto en la escala




- GI-
gerárquica de los seres? Solo por un método,
por la idea del conjunto de las creaciones; por-
ql1e cada elemento del universo, al paso que
goza de una existencia particular y muy mar-
cada, como nota juiciosamente Mr. Thiers,
participa de la vida general y ejerce una ae-
cion sobrc los otros elementos, recibiendo al
mismo tiempo su influencia.


Ahora bien; si atendemos á ese íntimo lazo
que une entre sí todas las partes de la creacion
desde los últimos átomos hasta los torbellinos
planetarios que vemos formarse y descompo-
nerse en el espacio; si convenimos, porque no
podemos menos de convenir, en que todas las
vidas gerárquica y unitariamente eslabonadas
componen ese armonioso conjunto de la crea-
don, que formulamos en unidad universal, de-
bemos pasar un poco mas adelante y figurarnos
este universo como el ser viviente absoluto, del
que formamos un miembro, digámoslo asi. lle-
ro este mismo planeta, bien considerado, es
ya de por sí un aparato orgánico compuesto de
otros órganos que ejercen su funcion respec-
tiva y forman una nota de la armonía total. No
hay mas que tender la vista por ]os diversos
reinos de la naturaleza, y observar el árden tan
maravilloso en quc viven los diversos seres, y
la economía de resortes que rige el movimien-
to general. Todo en nuestro globo se compone
de los menos elementos posibles. La química




--- 62 -
solo cuenta once, esceptuando los metales, y cada
uno de estos once cumple prodigiosamente con
la ley de su destino, obedeciendo á una sola
fuerza, la atraccion. El oxígeno, por ejemplo,
se ve arrastrado á combinarse con los metales
para formar óxido; con ocho de los restantes
para formar ácidos; y con el noveno, el hidró-
geno, para componer el agua. Este líquido á su
"ez está animado de una atraccion tan apropia-
da á las necesidades de los reinos animal y ve-
getal, que se disuelve en el aire con la mayor
facilidad; el mas ligero resfriamiento de la at-
mósfera basta para que se resuelva en lluvia, en
rocío, etc., y baje á dar vida á los animales y
á las plantas. Estas, por otra parte, descompo-
nen todos los óxidos que con tiene ó engendra
el aire, amparándose del hidrógeno, del carbono
y del azoe; y con estos tres elementos forman
todas las materias orgánicas que ceden á los
animales. A su vez los animales queman los
productos vegetales de que se alillwlllan, para
apropiarse la fuerza en ellos acumulada y re-
componer el agua y los ácidos carbónico y azó-
tico que lanzan á la atmósfera, de donde las
plantas los recogen para utilizarlos de nuevo.
El Criador ha repartido entre las diferentes es-
pecies de vegetales la tarea que les ha confiado.
Cada una está encargada de un detalle. Las nnas
producen flores y frutos, variados hasta lo infi-
nito, y destin,Hlos ¡'l hacer la delicia dpl hombre




__ o U:1 ... -


y demas animales. Estas elaboran la goma, 1/\
resina, el almidon; aquellas, hacen la miel, el
azucar y otros mil productos, que todos, á pesar
de su grande desemejanza, se componen de los
mismos elementos; carbono, hidrógeno, oxíge-
no y azoe en pequeña cantidad.


Este mismo concierto encontramos en cual-
quier punto del universo que fijemos )a vista;
todo está regido con admirable sencillez; que
era dig.no de )a sabiduría infinita producir tal
multitud de efectos con tan poquísimas causas.


Procuremos, pues, averiguar cuál puede ser
)a mision que la especie humana está llamada á
cumplir en el seno de estas grandes armonías.


Consultemos primero la conciencia:


La conciencia nos dice que el hombre no ha
nacido para sostener consigo mismo, y (Jon sus
semejantes, una lucha odiosa. i Porque, Dios mio!
¿esta guerra tan brutal á que viven los hom-
bres entregados, con ese séquito de plagas que
la acompaüan, será el destino invencible, fatal,
eterno, que habeis decretado para el hombre
aquí bajo? La devastacion, la matanza, el ham-
bre, la desnudez, las intemperies, la opresion ,
la guerra de lodos grados y bajo todas formas,
¿tal ha sido vuestro objeto al crear el ser inte-
ligente y elevado? ¿ Por siempre debe fluctuar
en esle gran piélago de lágrimas y sangre el




- (H-
rey de la tierra, y con frecuencia ha de carecer
de lo que habeis concedido al último de los bru-
tos, sustento, vestido, y una humilde morada'?
¿Habeis creado esta parte de vucstra obra para
sangriento palenque, donde se despedacen como
fieras hermanos con hermanos, hijos con pa-
dres, y organizado á vuestras criaturas con tanto
primor para que se entreguen á su mútuo es-
ter minio? ¿ No habeis colocado esta tierra tan
bella en el espacio, no la bañais en los rayos de
oro del sol que nos traen el calor y la vida?
¿No la envolveis como á una gran señora en ese
manto riquísimo de perlas que en la noche en-
canta nuestros sentidos y esdta á la contempla-
cion? ¿No habeis depositado en su seno la fe-
cundidad y otros tesoros inagotables? ¿No ha-
beis embellecido su superficie con corrientes de
agua cristalina y flores de tanto color y aroma?
¿No habeis desarrollado en ella las armonías in-
finitas de todos los géneros y reinos que nos se-
ducen; no habeis Creadl) todo esto ¡oh mi Dios!
sino para que sirva de eterno lea,tro de comba-
tes fratricidas, de sangriento campo de batana
donde deben despedazarse eternamente Jos pue-
blos y las generaciones? ¿Al crear la humanidad,
al crear vuestra imágen, os propusísteis crear
nn espectáculo de I'evolueiones, de sacrificios,
de miserias, de afliccioues, de lágrimas, en el
seno de la armonía de los mundos? ¿ Ninguna
forma de sociedad, entre la~ sociedades posibles,




- 65-
pueJe realizar sobre la tiel'ra la union , la union
santa de los individuos, de los pueb!os y de las
razas"? ¿Porlemos unirnos, amarnos y gozar; po-
demos comunicarnos en gloria y en dicha con
Vos, asociándonos con Vos al gobierno eterno
de la armonía universal; ó bien nos ha beis mal-
decido y condenado ¡ oh Dios nuestro pal! re!
á regar la tierra, no solo con nuestro sudor



sino con nuestras lágrimas y nuestra propia san-
gre; á todo género de sufrimientos, á toda mi-
seria, á toda degradacion? ...


¡Oh! ¡no, no! ¡ Ese decreto odioso que llace
necesario el mal sobre la tierra, no ha sido lan-
zado por mi Dios, que es infinitamente buenu;
por mi Dios que dispensa en abundancia la di-
cha á todos los sé res del universo que obedecen
la ley de su destino! Que el hombre pregunte
á su corazon en el silencio de las preocupacio-
nes, y la voz del corazon, que es la voz del
mismo Dios, le dirá que está hecho para ben-
decir, y no para maIJec.ir; para amar, y no pa-
ra aborrecer; para asociarse en paz y contento
á sus semejantes, no para mirarlo3 como á sus
mayores enemigos! ....


Consultado ya el corazon. sigamos consultan·
do la inteligencia, para ver si formamos idea
clara del destino de la humanidad.


¿Podria esta habitar un globo despojado de
vejetacion, sometIdo á intemperies escesivas, pri-


;)




- 66-
vado de razas animales y de las infinitas riqlltJ~
zas que vemos siembra Dios á nuestros alrede-
dores? La raza humana ¿no está soberanamente
interesada en la armonía de los elementos y rei-
nos que alhajan su morada? ¿Puede satisfacer
una sola de sus necesidades sin modificar la co-
10cacÍon de las cosas que le rodean? ¿Y no se
eoncibe ya que el desarrollo mas completo de
su vida corresponde á la armonía de todo cuan-
to compone s u medio ambiente? ...


Esto nos obliga á considerar el trabajo como
una ley impuesta á la especie, y cuya importan-
cia nos hemos acostumbrado á medir solo por
las ventajas personales que proporciona. Lejos
de ser el castigo de un error, ó de una falta co-
melida en el orígen de la evolocion social, el
trabajo es el lazo natural y sublime que pone al
hombre en comunion con el universo y con Dios.


Pues que el hombre no puede subsistir y es-
tender sus razas sobre la tierra, sino desarro-
llando todos los reinos que sirven á SIlS necesi-
dades y placeres; pues que el desórden, una vez
introducido en los elementos terrestres, se cs-
tiende hasta él y lo lastima en sus propias con-
diciones de existencia; pues que, por el con-
trario, la conservacÍon y mejora del órden na-
tural son los medios de desarrollo de su pro-
pia vida; la humanidad debe ser considerada
como un agente de la creacíon destinado á man-
tener y perfeccionar la armonía preexistente en-




- 67-
tre los elementos esparcidos en la superficie de
la tierra.


y es fácil concebir tambien cómo el trabajo
particular de la humanidad puede concurrir al
ejercicio de las funciones de ese gran cuerpo de
que no es mas que un órgano, el globo. Los
mundos no viven en el aislamiento. Forman en
el espacio grupos de astros apilados al rededor
de un sol ceutral. Los descubrimientos de la as-
tronomía moderna tienden á confirmar lo que
ya estaba indicado por la analogía; que los mis-
mos soles gravitan sobre un centro superior.


Detengámonos, pues, en este punto de la es-
cala indefinida de los seres, y veamos. aunque
de paso. hasta dónde puede estenderse la ac-
cion del hombre.


La razan no admite que los planetas y satéli-
tes agrupados en torno del sol, y con él for-
mando nuestro sistema planetario, sean sé res
entre quienes no exista relacion alguna orgánica.
Aunque estas relaciones no nos estuvieran re-
veladas por la atraccion, el calórico y la luz, se-
ria absurdo suponer que esos séres, aproxi-
mados asi, asi enlazados, carecian de mútuas
influencias. Pues bien:. el trabajo humano cuyo
objéto es, como hemos visto, generalizar el des-
arrollo de los reinos y de la vida en la superfi-
cie del planeta, y que por consecuencia debe un
día modificar su capa sólida esterior, despro-
vista ahora en su mayor parte. como dice mon-




- 68-
sieur Thiers, de vejetacion y vida; este traba-
jo, repito. ¿no tendrá una influencia que cual":'
quiera puede comprender sobre el sistema de las
relaciones, y por consiguiente sobre las funcio-
Iles del planeta? ¡,No prepara la superficie este-
rior para la absorcioll y emanacion de 109 nÍti-
dos imponderables, tales como la luz y el caló-
rico, únicus modos de comunicaciones planeta-
rias que nos sean conocidos1 Si existen otros
núidos, la accion del trabajo humano ejercerá
sobre ellos igualmente su influjo; porque en
física no hay hecho mas vulgar que la influencia
de la superficie de los cuerpos sobre la absorcion
y emanacion de los flúidos impon(lerahles,


Se puede creer, pues, sin escrúpulo, que au-
mentúndose la poblacion; esparciendo la vida
sobre toda la estension de la tierra; convirtiendo
á la vegetacion las tostadas y áridas arenas de
los desiertos; cegando las lagunas y marismas;
repoblando en lo posible de árboles las peladas
cumbres de las montañas; regularizando el ré-
gimen general de las aguas; obrando, en fin,
sobre la atmósfera por una agricultura sabia-
men te dirigida, el hombre, poniendo asi la úl-
tima mano á la armonia de los elementos ter-
restres, está llamado á comunicar gran vigor á
su planeta y contribuir, por medio del tlesan'ollo
de su propia virla, al ejercicio de las funciones
orgánicas del gloho. de cuyo gobierno está
investido por Dios,




- 69-
Ha y toda vía mas; como las fu nciúnes especia-


les del globo en el universo se combinan nece-
sariamente con las de los astros, formando en
su conjunto unitario una funcion superior, esta
misma funcion tiene que reflejar indispensa-
blemente el mayJr Ó menor concierto de las
funciones lllferiores que concurren á su forma-
cion; y ya podemos vislumbrar por este Ínti-
mo enlace de todos los elementos de la crea-
cion, lo importante ue la tarea asignada al hom-
bre sobre la tierra. Asi, pues, desde el momento
en !lue eumpla su destino, procediendo unitaria-
~


mente á la esplotacion de sus reinos, entra en
relaciones íntimas con el universo; es decir, en-
tra á formar parte de la unidad universal.


Reconocido ya, sin necesidad de la historia,
que el destino de la humanidad es el trabajo, po-
demos desde luego sentar el problema de este
modo:


l'unlo de visla especulativo.
Darta la f'speá~ humana con sus


ntccsi{ls,(lcs " rf'rnrsos. v t('oicllllo
por campo Jé trahajo la t¡"rra, ha-
llar el mecanismo que, ya Spu pa-
ra la pl'o,luccion, la cinadacion,
la disll'ihucioll, d ('IIIlStlIIlO y la
nJlIlinislracion) ~ produzca nlas y
mejores dedus, con mayor ccono-
mia de reíiorle!}.


Punto de vi.la po.ilivo.
Batlo un pueblo con sus fnerzar;;


sociales actualmente existent.es, h:\-
1101' las condiciones capaces ele uti-
lizarlal? impl'imiénJolt!s lIn lllO-
vimirnto progresivo, sin yjofar¡ en
prov('(;ho dc la IlIasa, lo~ intereses
<lel indiyiduo, ni ricc-v('r~"-, 10<;
intcl'eses del individuo en pro\,('-
cho de la masa.


lIé aquí una manera de presentar la cuestion,
que creo se parezca poeo á las concepciones
mezquinas de los partidarios del derecho de pro-
piedad y del derecho de "i"ir, de los aholicio-




- 70-
nistas y protectores t de los amigos del órden y
de los amigos de la libertad.


Si, pues, la ley impuesta al género humano
es el trabajo, ó de otro modo, el desarrollo de
las armonías terrestres t como condicion indis-
pensable del desarrollo de su propia ,rida, es
preciso analizar este grande elemento humani-
tario, para ver si la naturaleza de sus órganos
corresponde exactamente á la naturaleza de la
funcion; porque se ha observado siempre que
se ha hecho el análisis de los elementos consti-
tutivos de los cuerpos vi vos, que la índole de las
funciones asignadas á un órgano determin: de
tal modo la forma de este, que el ejercicio de
la {uncion se considera como el ejercicio de la
vida del órgano, y su cumplimiento, como el
cumplimiento del objeto de esta vida.


Pero aqui se tropieza naturalmente con una gran
dificultad, y se me dirá: si la humanidad se com-
pone de tantos caracteres y facultades como in-
dividuos, ¿cómo creeis poder fundirlo todo en
un comun resultado? Es verdad, rcsponderé; y
eso me autoriza á sentar por de pronto, que es
imposible resolver la cuestion social, conside-
rando á todos los hombrcs bajo un mismo aspec-
to y queriendo sujetarlos á una regla uniforme;
porque se deprimiria necesariamente muchas
facultades, y obrar arbitrariamente sobre las fa-
cultades del hombre, es atropellar los derechos
y desperdiciar las fuerzas. Por otra parte, la in-




- 71-
teligencia suprema del Criador se revela has-
ta en ese mismo fenómeno; porque debemos con-
siderar que si á cada hombre no le hubiera asig.
nado funciones especiales; si todos tuvieran ap-
titud para una sola y misma cosa, para tornear
madera, por ejemplo, el mundo seria, en la
hipotesis de que pudiera subsistir, un gran ta-
Jler de torneros, monótono, insoportable. Es.
pues, necesaria esa grau diversidad de caracte-
res y aptitudes; y la gran habilidad consiste en
combinarlos de modo que produzcan un conjun-
to de armonía; pues desde Volf se repite que
la armonía consiste en la variedad. Adcmas, el
espectro ¿no es tambien una unidad compuesta
de doce elementos enteramente distintos entre sí?
El prisma nos da siete de estos colores, y sucom-
binacion parcial produce la inmensidad de mati-
ces Jistintos que, finalmente, reunidos todos,
van á constituir el rayo de luz blanca ó espectro.


El pintor que trabajára sin uno de los colo-
res elementales, no podria copiarnos la natura-
leza; como la escala musical. de una sola nota
que carezca. no es susceptible de combinacion
armónica.


Desafío á que sin la variedad se produzca en
nada la armonía. Pues bien: aplicada esta pa-
labra á la socialidad, debemos tomar en cuen-
ta todas las diversidades naturales; porque
es absurdo suponer que Dios haya hecho nada
en vano, sin UD objeto social, cuando vemos en




- 72-
todos los seres superiores é inferiores á nos-
otros, que no tienen un solo órgano, un solo
miembro de mas, una sola atraccion que no
corresponda al objeto de su vida; los natu-
ralistas y los astrónomos saben esto bien. ¿Ni
cómo era posible que Dios hubiera desplega-
do tan sublime inteligencia en la constitu-
cion material del hombre, donde tampoco hay
un órgano, un miembro, la mas simple fibra
que no concurra á ]a armonía del conjunto, sin
haber coordinado con el mismo primor los re-
sortes, los elementos del hombre moral? Tres
consecuencias á cual mas depresivas de la Di-
vinidad se podria sacar de esto: ó que no ha-
bia podido, ó que no habia sabido, ó que no habia
1uerido; el no haber podido desmentia Sil omnipo-
'encia; el no haber sabido, su inteligencia infinita;
y el no haber querido, su infinita bondad, pues-
to que condenaba al hombre á todos los tor-
mentos de la anarquía moral y social. Hora es,
pues, ya de consultar la ruzon humana sobre
unos puntos que tan de cerca nos interesan, y
de desechar toda preocupacíon, ó mejor dicho,
las cómodas opiniones adoptadas hasta aqui por el
ateismo con el fin de imponer sus teorías capricho-
sas é inconciliables por regla del bien y del mal.
Dudar de la razon, es en definitiva dudar de to-
do, es soplar sobre la única luz que pnede alum-
brarnos, y hacer vayamos á dar en la doctrina
tan ridícula del pirronismo. La Tazon nos dice




- 7;~-
de acuerdo con los hechos que todo ser ha sido
creado con un objeto, y este objeto, revelado en
sus atracciones, no es otro que la felicidad. Pero
¿cuál es esta felicidad? ..


lIé aquí otl'3. cuestion: en tiempos de desór-
den y anarquía no es el idioma lo que pader:e
menos. Todos hablan de felicidad; lodos prome-
ten hacernos felices; la felicidad de los pueblos
es la palabra que figura en todos los progra-
mas, en todas las constitucioues, en todos los
discursos, en touas las banderas. En nombre de
la felicidad quieren unos seguir gobernando;
en nombre de la felicidad quieren otrosderro-
car los poderes constituidos; en nombre de la
felicidad se proclama la paz; en nombre de la
felicidad se declara la guerra. Unos la han mi-
rado como puramente relativa; otros, conside-
rándola como absoluta, la han definido por una
falsa idea de la vida; los mas, ni como abso-
luta ni relativa, sino como una cosa vulgar,
fácil, especie de cuota que se reparte entre los
vecinos de un pueblo.


Así es; todos se creen capaces de hacer felices
á las naciones; el que no hdya estudiado quími-
ca, no tendrá inconveniente en decir que no
la ha estudiado; el que no haya estudiado ma-
temáticas, medicina. etc., tampoco hallará re-
paro en confesar que no ha cultivado ninguna
de estas ciencias; pero habladle de política;
habladle de hacer felices á los hombres; ha-




-14 -
bladle de la ciencia de las ciencias, es decir, de
la ciencia de conducir al género humano á su
destino, y vereis cómo no transige con nadie
y cree poseer los medios mas eficaces de obtener
la felicidad pública. A esto han dado lugar los
graves errores cometidos en el poder por hom-
bres que ni el sentimiento tienen de lo que es
gobierno de todo un pueblo!


Pero yo que no pienso especular con las pa-
labras y las uso de buena fé, no quisiera que
se me deslizára alguna con cuño ambiguo y sin
la correspondiente aclaracion; porque lo prime-
ro es entenderse sobre las palabras y despues
sobre 105 principios.


La palabra felicidad, pues, no significa otra
cosa que la misma vida en su estado normal; es
decir, el ejercicio regular y pleno de las fa-
cultades de un ser, la satisfaccion de las nece-
sidades naturales, el cumplimiento de su desti-
no. Hablando lIel hombre, por ejemplo, su feli-
cidad consiste en desarrollar armónicamente sus
elementos materiales, morales é intelectuales,
en satisfacer las respectivas exigencias de su
naturaleza. Si Juan no ha nacido mas que para
ser pintor, lo matais dedicándolo á la labranza,
J dañareis deeste modo á la sociedad, dándole un
labrador inepto y privándole de un buen pintor.
La vida de esle ser se ve desde aquel momenlo
lastimada en la esfera moral, y por consigl1ien .
te, ya no puede ser feliz aunque se empeñen




73
todos los gobiernos, todas las constituciones y
discursos. Sus dias los pasará en un disgusto
contínuo por verse empeñado en un ejercIciO
repugnante que hubiera tal yez hecho la feli-
cidad de Pedro poco amigo de la pintura, y
que dedica los ratos da ocio al cuidado de su
jardin. Esta es UDa de las verdades que estan al
alcance de la inteligencia mas comun.


Lo mismo sucede en ]0 que respecta á la es-
fera material é intelectual. Del desarrollo ple-
no y regular de sus facultades depende, pues,
que el hombre sea ó no feliz.


Ahora bien; la felicidad de la especie no se
puede concebir sin la de todos los individuos
que la componen; porque uno solo que haya
contrariado en cualquiera de sus facultades, este
uno no puede concurrir á la armonía del con-
junto, sino como una nota falsa, discordante en
)a clave general. ¿Qué hacer, pues, en este ca-
so para que de la felicidad diversa de lodos los
indi~iduos resulte la felicidad del conjunto? ¿pa-
ra que de tanto sonido diferente resulte la ar-
monía? ..


Dos cosas:


1. a Saber el orígen de todas las diferencias
individuales, de las diversas aptitudes.


2." Combinarlas de modo que todas se des-
arrollen con entera libertad.


-¿Y cómo saber en qué consiste tener Juan




-7(¡ -
3.istintas tendencias que Pedro, ni en qué con-
diciones se puede utilizarlas?


De tres modos:
1 . o Queriendo; es decir , convenciéndose


de que fuera de este terreno, todo cuanto se
hable, escriba y proclame, es una mentira, una
fatal ilusion que tiende á estraviar de un modo
deplorable el espíritu humano.


2." Despues de querer, dirigiéndose con reso-
lucion á la naturaleza del hombre y examinán-
dola con un poco mas cuidado que .Mr. Thiers.


3." Despues de bien examinada ... estudiando
un poco, estudiando, que no todo ha de ser
grandes palabras y frases campanudas.


En efecto, el nudo gordiano de todas las di-
ficultades sociales, de todos los problemas so-
bre el destino del hombre, está dentro de no-
sotros mismos, en el fondo de nuestra natura-
leza. Asi nada se puede adelantar, socialmente
hablando, sin tener un conocimiento exacto de
la esencialidad de esa naturaleza, porque sola-
mente asi se logrará plantear como es debido la
ccuacion social, hacer figurar en ella cantida-
des positivas, y por la urdimbre de deduccio-
nes, fijar de un modo eterno los derechos
del hombre en sociedad. Ya han conocido esto
todos los filósofos y moralistas, y habrán es-
crito sobre la materia unos 300,000 volú-
menes; pero ninguna luz han dado por no
proceder con todo el rigor del análiais y haller




-77-
hecho lo mismo que M r. Thiers; tomar los re-
sultados de la actividad humana por esta mis-
ma actividad, los efectos por las causas.


L1alwl, pues, aquí muy particularmente la
atencion de mis lectores, porque ó me engaña el
corazon, ó sin mas ventajas que la de un buen
método, voy á resolver algunas dudas que exis-
ten sobre esta g/'ave cuestion. Voy á estudiar de
buena fé y sin ningun género de prevencion
esa naturaleza humana que ha dado al tras-
te con tanlos hombres, notables por otra
parte. Si conseguimos interpl'etarnos bien, ha-
bremos dado el paso principal para la constüu-
cion natural y armónica de las sociedades hu-
manas; porque el hombre debe estar destinado
á vivir en una sociedad preestablecida, donde
pueda utilizar todos sus recursos, todas sus
fuerzas, tanto en provecho suyo como de sus
semejantes. En la misma naturaleza es proba.....;
hle que encontremos un conjunto de principios
en que deban descansar todas las especulacio-
nes del genio, pues no creo que el hombre sea
el único ser del universo que esté destinado á
cambiar de medio ambiente, esto es, de modos
de sociedad, como cambia de vestidos. No; asi
como la abeja, la hormiga, el castor, cte., han
hallado en la naturaleza el mecanismo social
mas edecuado á sus necesidades, con mayor
razon existirá para el hombre que, como ser
inteligente y elevado, debe entrar y acoplarse




-78 -
con mas motivo en el cuadro general del universo.
Es verdad que Dios le ha dado la tarea de en"';
contrario; mas para eso le ha provisto al mismo
tiempo de los medios mas poderosos, de una
inteligencia sublime, incansable y creadora.


Acerquémonos, pues, lo mas posible á noso-
tros mismos; consultémonos de una vez con
resolucion; analicemos bien todos los resortes de
nuestra actividad, las causas de todos nuestros
movimientos; y si qnedamos satisfechos de esta
operacion, es decir, si conocemos que no he-
mos dejado vacío alguno en nuestro análisis; que
no es un carácter particnlar el que nos resul-
ta, sino el tipo general hnmano, entonces ya
podremos decir sin temor de equivocarnos~
«ese es el hombre» y tendremos la gran fórmu-
la que nos esplique con exactitud todos los fe-
nómenos que presenta la sociedad y la historia.
Consulte, pues, cada uno á la par conmigo su
conciencia, seguro de que el medio mejor de
encontrar la verdad, es pretenderlo de buena fé
J con un corazon sencillo; y aplicando á sn
individualidad mis observaciones, compare y
juzgue.


Yo me veo, me toco, obro. Tengo una cabe-
za, unos pies, unas manos. Sin la cabeza, claro
está qne no podria existir; las manos por su
parte me sirven de instrumentos dóciles á mis
necesidades, y puedo alargarlas al infeliz que




- 79 ~


esté al borde del abismo. Los pies obedecen á
mi voluntad, lle\'ándome, volviendo á traerme,
estando. No se puede negar, pues, que estas
facultades son esencialmente buenas, que no
se debe comprimirlas, sopena de hacerme des-
graciado. Es una necesidad de mi existencia de-
jarlas que obren con entera libertad; entra en
mi destino ejercerlas.


Sin embargo, la cabeza es capaz de causar
mucho daño; porque en un arrebato, en una
alteracion de su organismo, puede producir
efectos muy terribles. Con las manos puedo
tambien coger un cuchillo y ejecutar uo crimen;
y con los pies, estropear algun objeto precioso.
Hay, pues, dualidad de movimientos en estas
facultades. ¿Qué deberemos hacer en semejante
caso? ¿ deberemos condenarlas porqne pueden
causar estragos, y atar al hombre para siem-
pre á una columna?-No.-¿Por qué?-Porque
la razon y la naturaleza nos dicen que el des-
tino de estas facultades es contribnir á la felici-
dad de su dueño y hacer todo el bien posible.
Desde el momento en que se empeñan en movi-
mientos perjudiciales, no llenan realmente el
objeto para que fueron creadas; es un vuelo
falso, no un efecto natural.


Partamos, así, del principio de que el hom-
bre tiene el derecho de ejercer libremente estas
facultades.


Observemos ahora si la misma dualidad de




- 80-
efectos pueden producir nuestros sentidos, y si
tenemos el derecho de usarlos tambien con li-
bertad para nuestro gobierno.


Como ser natural, me pongo en relacion con
el mundo esterior por medio de cinco resortes,
que son: vista, oido, gusto, olfato y tacto. Sin
el uso de estas facultades no se puede concebir
la existencia social, ni la dicha del individuo;
tan necesario es. En efecto, la vista me sirve
para poder calificar las cosas, para poder mo-
dificar su colocacion, para comprender las ma-
ravillas de ]a naturaleza esterior. para ver
ese sol tan magnífico que me anima y vivi-
fica, para contemplar ese firmamento sem-
brado de luces bellas. esas hermosas praderai?
esmaltadas de flores. esos mares imponen-
tes. esas grandes capas de vejelacion; en una
palabm, para gozar. El oiJo, para preservarme
del ímpetn de un caballo desbocado, del edi-
ficio que se desploma y amenaza aplastarme;
para hallar el sabor de una conversacion amis-
tosa, para comprender lo sublime de un con-
cierto, etc. etc. El gusto. para paladear las
viandas delicadas, para calificarlas y gozar en su
variedad. El olfato, para comprender J gus-
tar los perfumes. mas esqui sitos y completar el
sentimiento del placer. Y el lae,to, para rec-
tificar los juicios de la vista, para distinguir
la apariencia de la realidad, y observar mas de
cerea la naturaleza de las cosas, eviwndo así




- R1-
engañarme y que se frustren mis esperanzas.


Tales son las importantes funciones que estos
cinco resorte~ desempeüan en el duminio de mi
propia existencia; debiendo advertir que cuanto
mas desarrollo observo en ellos, como en lodas
mis facultades, mayor lllacer me proporeionan;
porque producen sensaciones mas delicadas y me
elevan. del rango de naturaleza mezquina, ... \
rango de plena naturaleza; y la plenitud á que
tienden todas las naturalezas, no es otra cosa
que la plenitud de la vida , el goce en su apogeo.
Entra, pues, tambicn en el objeto de mi exis-
tencia desarrollar cuanto pueda los sentidos; por-
que, refinando el paladar, obtend:-é de las vian-
das sensaciones mas delicadas; educandu bien
el oido, sacaré mas partido de las armonías;
ejrrcit:lIldo regularmente la vista, veré ~ mas
largas distancias, etc. etc.


Pero estas mismas facultades pueden producir
efectos muy contrarios; pueden causar la 11es-
gracia de un imperio y la mia propia. Con la vis-
ta, puedo sorprender el crímen de un rey y de-
nunciarlo á sus pueblos, produciendo un gran
conflicto; puedo engañarme en las impresiones
que me comunica y deshonrar á una familia vir-
tuosa. Con el oido, puedo escuchar la revelacion
de un secreto de Estado, y publicarlo tambien
en mi indiscrccion. Con el gusto, escederme has-
ta el punto de atentar conl ra mi propia existen-
cia. Coü el tacto, descomponer torpemente la


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- 82-
armonía de un piano. Con el olfato, en fin, pue-
do esrndriñar todas las O'peracionesdel hogar
doméstico, y revelar sagradas intimidades; pue..;
do estimularlo con espíritus fuerles, resentir mi
sistema nervioso. acaso envenenarme.


¿Deduciremos de todo esto que Jos sentidos,
porque pueden causar graves males, no deben
~jercerse con entera ]ibertad? ¿ Quc fueron
creados con un objcto contrario á la felicidad
del individuo y de la especie? ¿, Que es preciso
taparnos la vista para no ver,. el 0«10 para no
oir, la hoca para no comer, condenar el olfato
para DO oler, el tacto para no tocar? .• Sí ó no.
-No.-¿Por qué? Porque la razon, de acuerdo
con la conciencia y con los hechoS', DOS dice que
estas facultades no son malas en su esencia, si-
no, por el contrario, tan huenas, qu~ concurren
á nuestra felicidad y ú las combinaciones sociales.
Si á veces producen malos efectos, no está eo
su naturaleza producirlos; está en circunstan-
cias particulares que se puede modificar. Mas es-
puesto, por ejemplo. se halla á un esceso de
gula el que no come en todo el año s.ino alimen-
tos groseros, y por casualidad llega á sentarse
á una gran mesa provista de abundantes y deli-
cados manjares, que el magnate acostumbrado
á satisfacer diariamente sus caprichos culina-
rios. Así, todos los efectos malos qu~ puedan
causar nuestros sentidos, 1lstán ya fllera de Ja
naturaleza, pertencecn á la so~if'dad, al medio




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en que viven y se desarrollan, á los elementos
modi~cables que les rodean.


Ya vemos, po es , que toda nuestra constitu-
cion material, es libre por esencia; completa-
mente libre; que está creada para nuestro uso,
para nuestra felicidad; y la sociedad cometeria
el atropello mas impío, si tratára de modificar
Ja obra del mismo Dios, tan llena de inteligen-
cia, impidiéndonos el ejercicio de cualquiera de
las facultades analizadas.


Internémonos ahora con mucho cuidado en
nosotros mismos; pasemos lo mas adelante po-
sible en nuestra esfera moral, y observemos los
diversos matices de actividad depositados en
ella.


Como ser social, noto que me pongo en J'ela-
CiOD con mis semejantes por medio de cuatro
móviles ó resorles ddcorazon. No he nacido
para el aislamiento, en el aislamiento me abUl'-
ro. Siento en mí una fllerza superior que me
Heva insensiblemente á mezclarme con otros
hombres, á comunicarme con ellos, á contarles
mis cuitas, si las tengo, ó á que ellos me cuenten
las suyas; deleito el ánimo con su conversacion,
con las confianzas que me hacen me interesan,
yya deseo series útil en alguna cosa. Parece que
mi vida se funde en la de ellos y toma mayores
proporciones, que depende de sus influencias;
y como observo que permaneciendo en la sole-




- Si -
dad me hallo lastimado .en la esfera afecliya:,.
que fallo á mi naturaleza, que echo de menos,
una cosa, que padezco, en una palabra, y gozo
por el contrario, cuando estoy enLrelas personas
que me escitan simpatías, digo desde luego:
«Uno de los resortes del corazon humano, es la
AMISTAD. Debe respetarse si nose quiere aten-
lar contra UD sentimiento tan fundamental y he-
110, que engendra mil virtudes y concurre á mi
felicidad y á la de mis semejantes.)>


Pero la amistad, bien mirado, puede tenel"
tambiensus inconvenientes sociales; puede tomar
un giro muy peligroso, ser para el vicio un ele-
mento de propaganda, comprometer las costtlffi-
hres públicas, estraviar á un grao número de
individuos, declararse una vez traidora y causar
la ruina de un hombre, de mia familia, de un
pueblo, y quién sabe si Je un Estad.o! Cuán los:
ejemplos no BOS presenta la bistoria d~ infideli~
dades de gran trascend'encia! ¡, l)eberemos , por
lo tanto , proscribir del mundo el noMe sen li-
miento de la amistad 'l •. . -~o.-¿Por qué?-
Porque el hombre está 'organizado para la amis-
tad, y prohibiéndole su ejercicio no podria ser
feliz. Adernas, que el sentimienLo de por sí,; SIlU-
ge Ile la naturaleza bello, puro, generoso,.
pero lo falsean la influencias esteriores, es de-
cir, la sociedad. Si la traicion ó la inlidelidad no
tuvieran un interés en producirse, y en vez de
ser recompensadas por quien las toma á su ser-




- Ro-
VICIO no hallúran sino el escarnio y el haldon
de todos los hombres, la naturaleza desenvolve-
ria armónicau1ente todos sus encantos, y enla-
zaria {Xlr el amor los individuos y las clases.


La fuerza, pues, viva que nos impele á la
amistad, es legitima en su origen y en su esen-
cia, aunqu~ por circunstancias variables, produz-
ca malos efectos.


Pero h-é aquí que mi naturaleza no está to-
-davía satisfecha, me exige mas: siento eO mi
interior otra fuerza no menos poderosa. que, sa-
-cándome del grupo de mis amigos. me conduce
alternativamente á.reuniones mas numerosas con
DbjetQ de distinguirme entre mas seres, de rea-
lizar tal vez uo fin gloriof>o. Todo mi anhelo es
llamar laatencion sobre mi individualidad, con-
sumar grandes hechos de cualquier género que
-sean, entrar -en el mayor número posible de
combinaciones sociales, y digo: «Esto es ambi-
cion ,» y por el grado de energía que desplega,
añado: (( LA Al\IBICION forma tambien nn re-
sorte del corazoo humano, y debe respetarse~
porque sin ambicion en el individuo, moriria la
sociedad, ó vegetaria en un mezquino círculo
de ideas, sin hacer progreso alguno. La ambi-
cioo, la tendencia á la gloria, inspira á Fidias
su Júpiter Olímpico; al Taso y al Dante sus
cantos inmortales; á Rafael y Murillo sus lien-
:zos animarlos; á Schmffer y Gutemherg esa ma-
'ravilla que se llama imprenta; oblígale á Colon




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á atravesar en un cascado barco el At]ántico
para ofrecernos un mundo nuevo; eleva á New~
ton hasta los áslros y hace que lea en ellos su ley;
lleva el brazo de Franklin á sujetar el rayo de ]a
tormenta. y opera en What el prodigio del va-
por ... »


Pero no nos alucinemos; si hay ambiciones
nobles, las hay tambien de muy mal género.
Hay ambiciosos que con nada se contentan.
César, Federico, Alejandro, Napoleon, des-
pues de haber trazado su huella con millones
de cadáveres y destruido imperios populosos
aun no estaban satisfechos, todo les parecia
poco, y miraban con osadía al cielo. La ambi-
cion ademas lleva al hombre á odiar á su ri-
val, á tramar conspiraciones, á causar la ruina
de mil familias y á cometer un sin número de
bajezas. ¿Qué hacer entonces de este resorte
esencial de ]a naturaleza humana? ¿Será malo en
sí mismo y no podrá hal1arse un medio social
armónico donde funcione sin producir tantas
calamidades, y. por el contrario, se empeñe en
grandes y generosas empresas? ¿Será preciso
que ahogue dentro de mí estas íntimas y nobles
energías que Dios ha depositado en el fondo de
mi corazon, estas altas aspiraciones que me
elevan á mis mismos ojos mostrándome capaz
de arrancar aplausos y coronas á ]a humanidad
reconocida? ¿Que amanse aqui, en lo interior de
mi alma1 este hervor de actividad creadora que




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me enardece; (Iue pudiendo y queriendo ser
útil en algo á mis semejantes tenga que cru-
zarme de brazos y privarles de mi auxilio;
que desperdicie esta riqueza de facultades, esta
gran cllotidad de fuerza depositada en mi seno,
por no espooerme á la contingencia de que pro-
duzca malos efectos? ¿Que me haga yo infeliz
por toda la vida una vez que se quiere descom-
poner y condenar el muelle capital en que des-
cansa toda esta maravillosa máquina de mi ser?
¿Os habreis descuidado ¡oh Dios mio! al tiempo
de mi formacion, mezclando en una obra tan
prodigiosa y tan digna de vuestra inteligencia
infinita, elementos de desórden y trastorno que
autoricen la illtervencion humana? ¿Todos he-
mos de remlnciar á nuestras facultades en ob-
sequio de cada noo, y cada uno en obsequio
de todos? .•


-No; responden absolntamente el corazon y
la inteligencia. La ambicion es lo mismo que
los demas resortes de la naturaleza humana, con
la diferencia de tener mas valor social. Puede
producir muchos bienes y muchos males, segun
las infivencills esteriores. La ambicion ha se-
guido fielmente el movimiento de las dife-
rentes épocas del mundo, las órdenes, digámos-
lo así, de la sociedad. Esta le marca el camino
del desierto, y la amhiciou va al desierto á ee-
¡-.ir el cilicio del penitente y disciplinarse des-
pues de haber desplegado sus hrios en las su-




- S8 --
turnales de Homa. La encamina i)or el entu-
siasmo de la fé y marcha arrogante á Jerusa-
len con manto blanco y armadura. Le abre las_
puertas del claustro y en el claustro se cobija;
la dirige á Marengo, Gena y Austerlitz. y no
falta un artillero osado que obteng-a los laureles
ofrecidos. La dirige por la política, y el que en
otro tiempo hubiera sido un fraile reverendo,
escala decidido la tribuna popular. Quien ayer
no aspirára á mas gloria que vencer en una
justa para poner el premio en manos de su da-
ma, hoy se entrega con pasion al juego de la
Bolsa para ver si logra hacerse un gran ban-
quero, que es el carril de la ambicion contem-
poránea. Si mañana se le cerrasen todas las
"ias y solo quedára espedita la del trabajo, la
de la gran produccion, la de las ciencias y ar-
tes; si la sociedad garantizase la gloria mayor
al que mas bien hiciera á sus semejantes, al
que mas terrenos convirtiese á la vegetacion, al
que hiciera mas importantes descubrimientos;
los individuos, lo mismo que los pueblos, y los
pueblos lo mismo que las naciones, pondrian
al punto mano á la obra, medirían todas sus
fuerzas en el gran taller de la humanidad; pa-
receria cumplir el hombre su mision de ser in-
teligente y creador, y en efecto, sí, aquel dia
seria el dia primero en que afirmase su planta
productora en la tierra prometida, el primero
en la carrera de sus gloriosos destiuos. l\lien-




- SI) -
tras el hombre no sabe lo que es, lo que vale;
]0 que puede, y cree que es mucho, que 'Vale
mucho, que puede mucho, no ]0 tengais en es-
ta duda horrible que hace su desgracia y ]0
pone en guerra a!.lierta con cuanto le rodea;
siempre tendreis en él un elemento de escision
y trastorno, un enemigo dispuesto á utilizar,
siquiera sea por venganza, cuantos instrumen-
tos destructores se le proporcionen. El torrente
que se precipita de una montaña destruye todo
cuanto se le opone, lleva consigo la desolacion
y la muerte; pero abridle un canal, debilitais
su ímpetu y amen gua la destruccion; dirigid-
lo á las praderas y llevará la fecundidad y la
vida. Lo mismo es la ambicion; si la sociedád la
comprime producirá mil coilictos; si le da mala
direccion los producirá mayores, y si buena,
respondo de los resultados. Poned al hombre á
prueba, colocadlo en un medio social donde
pueda ensayarse, donde pueda medir la energía
de sus fuerzas, que des pues que la haya medido
y se convenza de su valor efectivo, no temais
envidie á su compañero ni lo mire con preven-
cion porque haya rayado un poco mas alto.
An tes de ensayar mis fuerzas materiales con un
semejante mio, acaso sostendré que le aventajo
mientras no llega el momento de la prueba;
pero llega, aprestamos nuestros puños ó nues-
tro cuerpo una y otra vez, en todas soy venci-
do; no creais que insista en mi antigua creen-




- 90-
cia; quedaré, por el contrario, muy satisfecho
con la idea de que en fuerzas soy superior á
otros, yen agilidad, v. gr., al reciente vencedor.
Otro ejemplo no menos material: yo con dos
libras diarias de alimento me satisfago comple-
tamente, porque mi estómago no necesita mas.
¿He de envidiar por eso al que come seis porque
lo necesita? No ; pero si mi estómago requiere
dos, no le deis mas que media, y desde enton-
ces me po neis en el caso de mirar al soslayo al
que come las seis, y esta envidia me conducirá
tal vez á una violencia.


Yo espero, pues, que toda persona de alguna
ilustracion, y como tal, exenta de preocupaciones
(motivadas es cierto), convendrá conmigo en
que la ambicion, como uno de los resortes fun-
damentales de nuestra existencia, es legítima
en su origen, aunque por circunstancias suma-
mente variables sea ilegítima en sus efectos: Que
es tan flexible que se muestra dispuesta á todos
los caprichos de )a sociedad, y que está desti-
nada á grandes cosas, asi que penetre un poco
mas el entendimiento humano y descubra el
modo de utilizar en bien general é individual las
fuerzas vivas de que, en mas ó menos cantidad,
todos estamos dotados.


Pero sigamos escudriñando los secretos de
nuestra naturaleza.


Ademas de la amistad y ]a ambiáon, hay en




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mi otro sentimiento infatigable que me domi-
na; un sentimiento que me saca de casa y me
lleva como por encanto al frente de la helleza
que adoro, que hace me embeba contemplán-
dola, que desee complacerla en todo y p0.r todo.
hacer los mayores sacrificios por obtener siquie-
ra sea una mirada espresiva, UDa sonrisa de
gratitud, UDa palabra de esperanza; un senti-
miento que liga mi existencia á la de este ser que
vivifica mi espiritu, y cuya memoria me distrae
en mis horas de fastidio; de este ser que Uega á
veces á confundirse conmigo mismo, con mi
personalidad; que me inspira un valor que an-
tes no tenia. una conciencia de mí mas elevada,
cierto orgullo de buen género; de este ser con
el que estoy dispuesto á atravesar la vida y par-
tir mis penas y placeres, á unirme para siempre
y perpetutr las gracias de la madre ea el fruto
del amor. Este sentimiento, repito, es á veces
mi misma alma, mi vida misma, toda mi felici-
dad; y bajo impresion de tal órden no puedo
menos de esclamar: «El hombre ha nacido para
amar y ser amado. El amor es una necesidad
respetable de su existencia, y la sociedad seria
altamente despótica é injusta si contuviera estos
grandes movimientos del corazon.»


Pero el amor, pensándolo bien, puede causar
estragos. Yo sé de muchos que abandonados á
esta afeccion, han ejecutado grandes crímenes,
vendido á su patria, cometido el parricidio, el




- 9~-
suicidio, el adulterio, producido graves escán-
dalos, contribuido á corromper las costumbres,
á quebrar los santos vínculos de familia, á co":'
meter escesos brutales, etc., etc. ¿Qué hacer en
tal apuro? .. Prohibiremos de real órden las re-
laciones de amor'! ¿Me propondré no salir de ca-
sa ni comunicarme con las hermosas para evitar
un fracaso? ¿Renunciaré á esas delieias que dis-
tinguiéndome del bruto elp:van mi espíritu hasta
]a idea del cielo? ¿Tendré tambien que decla-
rarme guerra combatiendo un sentimiento que
tan dulcemente me enlaza con la sociedad'? ..


-No; responden todavía la razon y la con~
ciencia. El hombre está organizado para el
amor, y es que entra en. su destino amar. El
amor, en su esencia, es el sentimiento mas no-
ble, mas fecundo é importante del ser social; la
fuente de los grandes hechos, de l..lB virtud es
heróicas, de los actos generosos. El amor es
además, una ley impuesta á ]a especie para so
reproduccion ; lazo divino que une entre si las
criaturas, y á las criaturas con Dios. Si algunas
veces produce desastres en el seno de vuestras
sociedades absurdas, no es él en realidad quien
los produce, §ino las cosas. ¿Cómo quereis que
]a mujer, llor ejemplo, se liberte de inclinacio-
nes pérfidas, que cometa el adulterio, si por la
educacion la habeis dispuesto desde la inrancia á
ahogar su carader para doblegarse al del pri-
mero qne la casualidad, la intriga Ó la avaricia




- !)3-
le deparan para esposo? ¿Cuando haceis inter-
venir despóticamente en la naturaleza, el espí-
rilu de casla, el fanatismo del sectario, la con-
veniencia de clase ó de posicion social, las preo-
cupaciones locales? La hija de la miseria; que,
inquiela con la idea del mañana, pronuncia un
si glacial á las proposiciones de un señor, ¿será
estraño que, audando el tiempo , falte á la socie-
dad y á la santidad del matrimonio, por entre-
garse á la naturaleza? ¡,Será en este caso el amor
en sí mi3mo quien produzca tales torpezas? ¿No
enlazais lambien con frecuencia á vueslros gala-
nes antes de que se hayan visto y consultado sus
simpatías? El jóven que no 'tenga mas consuelo
en la vida, ni mas esperanza que el amor de su
dama, y encuentra por delante la autoridad pa-
terna que le amenaza, ¿no está á dos dedos del
suicidio ó del parricidio? ¿Y habrá de culparse al
amor de estos crímenes horrendos? ¿No concebis
unascircunslancias en que, generalizando la edu-
eacion, y no necesitando la mujer del hombre
para vivir con independencia social y sí á merced
de un trabajo honroso y bien retribuido, el amor
produjera maravillas? ¿ En que no lo conlami-
nára el viento de la corrupcion y del sórdido
egoísmo ? ...


Convengamos, pues, tambien en que el amor,
ley escrita en el corazon del hombre, es bue-
no, sublime, g¡'anrle en su esencÍa; que pue-
de ser el encanto de la soeiMlad, aunque hoy




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se vea falseado por las in8uencias esleriores.


¿Pero ... se reducen á la amistad, á la ambicion
y al amor. los sentimientos que como ser morál
esperimento? ¿Ningun otro lazo me liga á la so-
ciedad? ..


Sí; otra cosa hay que absorbe gran parte de
mi vida, que me agita constantemente, y me
causa muchos placeres y desvelos. Hay en mí una
fuerza de primer órden que me lleva á disfrutar
los encantos del hogar doméstico, á posar mis
labios sobre los labios de mis queridos hijos y de
mi esposa, á proporcionar á todo trance el sus-
tento á estos amorosos séres que viven en mi
compañía, que me rodean en lo mas privado de
mis actos; que me acarician cada uno á su ma-
nera, mirándome siempre á la cara para conso-
lume, si estoy de!lconsolado; para sonreir, si aca-
so yo sonrío. En ellos se reflejan mis sensacio-
nes, mis esperanzas, mis edades diferentes, mi
misma vida. Entre {'Uos distribuyo todo mi amor;
vivo para ellos y por ellos; y estos sentimientos
elevados que se producen en el seno de la fami-
Iia, que forman mi encanto mayor, los formulo
en esta palabra con que me brinda el idioma; (a-
milismo, y digo: El familismo. ó amor de fami-
lia, es tambien una impulsion enérgica de la na-
turaleza humana, y como tal , un derecho sagra-
do que nadie debe violar, sopena de ejercer una
cruel tiranía.


Mai hé aquí que la familia tiene graves incon-




- 95-
venientes, que puede causar hoy males sin eDen-
too Puede l'iucedtw que el padre, agotado en sus
ilusiones primeras, mire con frialdad á la que
ayer lo conmoviera de una sola mirada; que por
esta razon se desvíe de ella cuando ella sigue
amándolo todavía con entusiasmo, ó si no lo
ama, el orgullo irritado la domina. El esposo
no podrá tal vez evitar un desliz; la suspicaz es-
posa ya ]0 supone de autemano, y ved qué in ....
quietud, qué desasosiego, qué lucha tan horri-
ble empieza á producirse entre estos dos séres,
aun dado caso que se enlazáran por amor sin
ninguna in~ervencion arbitraria. Hé aquí dónde
empieza, prescindieudo de otros mil motivos fa-
tales, una historia de desgracias, como no sea
de crímenes. Esto en cuanto respecta i los pa-
dres. Respecto de los hijos, ¿no habeis observa-
do alguna vez la envidia, los celos que los con-
sumen por creerse perjudicados en ciertas reso-
luciones de su padre? ... ¿No habeis visto otras
con qué impaciencia esperan una herencia de
que puedan disponer á su albedrío, y cómo se
la disputan en los tribunales cuando todavía
está caliente el cadáver paternal? •.. ¿ No han
tampoco llegado á vuestro oido los gritos de
agonía de algun padre que fuera traspasado
por el puñal de su hijo? ¿ No habeis presen-
ciado alguna vez el acto de venir al mundo un
niño y consultado al mismo tiempo el rostro de
cuantos parientes le rodean? .. i Ay! ¡ Acaso




- 9G-
sorprendierais criminales sentimiento5! ¿No te-
neis noticia de hijas sacrificadas á la avaricia de
sus padres? .. ¿No habeis asistido al acto de partir
los intereses? ¿No habeis comprendido las mil
repugnantes intrigas de que es centro el santua-
rio de la familia, y los profundos disgustos que
corroen sus cimientos, sostenidos únicamente por
la débil pantalla de unapreocupacion estraña,
por un simple qué d,irán? ...


¡Ah! ¡Entonces nada habeis visto! ¡No cono-
ceis la sociedad!.... ¿Pero qué hacer entre el
hecho y el derecho? ¿Convendrá aniquilar la fa-
milia y con ella este gran sentimiento que entra
por tanto en mi felicidad, en mi naturaleza?
¿Será preciso tambien que ahogue en mi inte-
rior .esta santa aspiracion que desarrollo dulce-
mente en el hogar doméstico. y que me sujeta
á la vida y á la sociedad? ..


¡No! A la faz de Dios y del mundo se debe
protestar contra pretension tan despótica. El
hombre ha nacido para adorar á sus padres, á
sus hermanos, á SU esposa, á sus hijos, ú sus
nietos; para estrecharlos entre sus brazos y no
consentir los confundan con otros séres; pa ra
saber de fijo dónde están, qué punto determi-
nado é independiente ocupan en la morada co-
mun , donde pueda verlos cuando quiera, vivir
en su compañia, hacerse mútuamente esas con-
fianzas que ensanchan el espíritu; donde se pro-
dnzcan esos sentimientos tan puros y tan subli-




- 97-
mes que mecen dulcemente nuestra vida y ele-
van hasta Dios el pensamiento. Si hoy ]a fami-
lia presenta una fisonomía tan desconsoladora
para toda alma delicada, es por causas del todo
independientes de su naturaleza; vese podero-
samente azotada por el viento secante del indi-
'L'idualismo, de la incoherencia social. Ese jne-
go fatal de toaos los intereses; esa lucha encar-
nizada que el individuo sostiene solo contra toda
la sociedad; ese no poder mejorar yo sin que em-
peores tú, ó ninguno de los dos hemos de progre-
.~ar , ha escalado tambien y profanado el templo
de la familia, falseando su objeto é inoculando
el veneno de la disolucion. Por lo demás, el sen-
timiento que nos lleva al hogar doméstico, es de
los mas legítimos y bellos.


Que¡le sentado asi; conste que el {amilismo es
santo, dulce, sublime, social, en su esencia, aun-
que, por el medio falso en que se desarrolla,
produzca calamidades, como las demas tenden-
cias humanas.


Examinemos ahora al hombre en su aCCIOn
in tclectual:


Como ser intelectual, me observo en iodus
los actos de mi vida y estudio el modo de inter-
venir la inteligencia en el mecanismo de los sen-
timientos. Noto en mí cierta tendencia á la com-
hinacion, ú la int/'iga. ú rivalidades emulativas.


7




-- 98 --


De!!empeño nn trabajo cualquiera entre mis ami-
gos, y quisiera aventajarles, ya en la cantidad, ya
en la pcrfeccion de la obra. Aquí la inleligencia
interviene directamente; me inspira cierta estra-
tegia industrial, cierta manera de eonseguir mi
objeto. Me quedo solo, y todavia estoy traman-
do combinaciones. Allí donde haya rivalidad.
peripecias, alli voy. Me gusta mucho veneer por
medio de este resorte, y hasta llego á hacerme
temible. ¿He logrado inventar el objeto particu-
lar que no se conocia. objeto que tengo en mu-
cho porque es de combinacion dificil? Pues bien;
enseñadme uno igual heeho por otro; tiro ya el
mio, ó lo arrincono; porque ha perdido todo su
mérito. Entonces imagino el modo de sobresalir
de mi rival y no descanso hasta consegllirlo: Si
quereis acometer una empresa cualquiera contra
igual número de hombres y con los mismos ele-
mentos, contad conmigo, porque me dais la
vida. Fuera de combinaciones, de rivalidades,
de situaciones contrastadas, de peripecias, soy
hombre nulo; para nada me busqueis. Y como
conozco que fuera de este elemento no puedo vi-
vir, digo:


{(Hay una tendencia irresistible en el hombre,
que podemos llamar; por ejemplo, cabalista.
y debe desarrollarse con libertad, si nos propo-
nemos conseguir la felicidad eomun.)


-Pero eso es mucho decir, se relllicará; eso e!l
de!\eonocer eomplet:lmente la na\nraleza humana.




- !l9--
¿Pues no sabeis que esa necesidad de intriga,
de rivalidades, de peripecias, etc. , es el ele-
mento de mas desórden que hay en la sociedad?
¿No sabeis que esa tencleneia lleva al hombre á
jugarse su fortuna en un garito inmundo; que
produce en los palacios graves conflictos; que
mina sordamente los poderes; que se alimenta
de clubs tenebr030s que hrotan mil conspira,.-
ciones; que en la Jiplomácia causa la ruina de
muchos pueblos; en las familias disgustos mil
profundos; en los individuos bajezas infinitas;
que allí, en fin, donde se encuentra, se mani-
fIesta de un modo perturbador? •..


-¿Y qué? ¿Hemos por eso de proscribir tam-
bien del mundo, este sentimiento que domina J
rige mi actividad? ¿Que constituye la parte mas
inte¡.rrante de mi vida, mi vida misma? ...


j Seria una locura! nos dice tambien la in-
teligencia. Una de las facultades mas sociales del
hombre, mas fecunda, que puede conducir á re-
sultados mas grandes, es esa que hemos llamado
cabalista. Todo el daño que hoy causa, puede
convertirse mañana en otras tantas prendas de
progreso. No cunsiste en su naturaleza hacer
estragos, sino en la naturaleza de las condicio-
nes en que se desenvuelve. La sociedad no dis~
curre, uo quiere discurrir, y no queriendo dis-
currir, mal podrá comprender los fenómenos que
se contenta con deplorar. Si pensára un mo-
mento, nada ma8 I(U~ un momento, no podria




-too -
menos de dar en la dificultad, y resolrcr en me~
nos tiempo del que emplea en confeccionar urja'
de sus mil constituciones políticas que, nada
constituyen, todos los problemas que, aunque
lo disimule, la agitan hondamente. En efedo;
esa necesidad de intriga, por ejemplo, que hoy
produce tantos estragos, es uno de los instru-
mentos mas útiles de que Dios ha provisto al
hombre para el progreso social, una de las pie-
2as mas importantes del mecanismo humano.
Colocad me al hombre en un gran taller, elegan-
te, con todas las comodidades posihles. Esle
gran centro de trabajo, que abarque en sns an-
chos límites todos los elementos que constituyen
la industria humana (1) combinados, divididos.
subdivididos hasta lo infinito para poder apro-
vechar la actividad del mismo anciano, de la
misma mujer, del mismo niño. El trabajo que
sea la virtud social por escelencia, la senda
única de la gloria, ia única garantía del goce.
Francamente, ¿no vislumbrais ya los prodigios
que obraria esa necesidad de intriga, de rivalida-
des emulativas, de situaciones contrastadas, de
peripecias, de combinaciones? ¿No os fignrais ya
ver aqui un individno que desempeña el dptalt~
que mas le agrada y en el que prelende á todo
trance aventajar á la seccion á que pertenece;


(1) La ~gricultl1ra, mailuLlctura, lllem¡;p, cil:Jlcia o , ül'-
tes, Cllluercio.




- 101
á esta seccion rivalizando productoramenle con
las !lemas secciones encargadas de la misma
fundon'! La série dedicada á un detalle, esfor-
zarse por aventajar á otra série que funciona á la
"ista, descmpeüando una tarea análoga, indivi-
duos, en fin. en emulacion con individuos,
grupos con grupos, séries con séries, todos con
cada uno, cada uno en emulaciou con todos? ¿No
percibís, siquiera sea de un modo confuso, la
gran cantidad y mejora de produccion que resul-
tarian del juego de esta facultad que analizamos?
¿los grandes progresos que se harian en todas
¡as ramas del movimiento creador? ¿Cómo esa
activiflad que nos impele á la intriga, á la rivali-
Jad y á la combinacion, se desarrollaría en pro-
vecho del individuo lo mismo que de la masa,
es decir, de un modo armónico? .. Ahí vereis qué
riqueza tan inmensa desperdicia la sociedad por
IJO conocer al hombre y pretender que sea otra
eosa que lo que es! Porque no ternais que esa
lucha incesante de las fuerzas en condiciones fa-
vorables produgera una escision peligrosa. Todo
menos que eso. En el gran taller de que os he
dado una simple idea, y que mas adelante os
(lescribiré por completo, ni esa lucha, ni las sim.
patías y antipatías I nada puede introducir el
menor desórden. Conozcamos antes bien el hom-
lH'l~ I es decir, las causas, y nos será ya mas fá-
cil juzgar de los efectos. Seamos un poco lógicos.
Entretanto os permito que dudeis; pero yo sé




-102-
bien que Dios no se ha descuidado en nada al
formar un ser tan perfecto, aunque vosotros,
algo mas ateos, querais suponerlo asÍ.


En vuestras sociedades, pues, la que he-
mos llamado cabalista produce muchos efec-
tos malos que tomais tambíen por causas. El
juego, por ejemplo, es un alimento facticio
que recibe la necesidad de cábala, de combi-
nacion. Agrada á todo el que no encuentra otra
manera de desarrollarla, que tiene una vida
pasiva y necesita emociones de esta especie; á
una reunion de etiqueta donde todo es menti-
ra, todo frio, todo glacial, y es preciso crearle
una intriga artificial por medio de naipes (¡ do-
minó. Pero proponedle esta mentira al que vive
en la verdad; proponérsela al que vive en una in-
triga real, en accion; al agiotista que necesita
todo el dia para desleír sus combinaciones; á los
amantes que en galante orgía se reunen cuando
están ausentes sus padres; á conspiradores que
conciertan la manera y el momento de dar el
golpe; al que aspira al premio de un concurso, á
derrocar una camarilla, etc.; proponed á cual-
quiera de estos, repito, jugar á naipes (¡ al aje-
drez, y estad seguros de recibir un desaire. Los
que se entregan con pasion al juego, si se hu-
bieran encontrado desde un principio en grandes
condiciones de estrategia industrial, comercial,
política, parlamentaria, diplomática, científica,
artística, etc.; no concebiria t1 siquiera cómo po-




- 103-
dia haber hombres que pasasen su vida COIl la
baraja en la mano, encerrados entre cuatro pa-
redes. Porque si se dice que la avaricia influye
mas en ellos, á eso diré que tampoco reconoz-
co en la naturaleza semejante resorte, porque
hoy el hombre si tiene aCan incesante de ateso-
rar, si con nada está con ten to, si todo le pare-
ce poco, es que, ó conoce la sociedad en que
vive, que no garantiza su porvenir ni el de sus
hijos, y entonces esto es cálculo, y no un vicio
inherente á la naturaleza humana, ó pretende
hacerse un Rotschild para figurar en el mundo,
~. esto se llama ambician, y la ambician ya hemos
visto como está á las órdenes de la sociedad.


Conste, pues, que la tendencia que nos lleva
á la intriga, á la emulacion , á la rivalidad; que
la cabalista, en fin, puede ser de inmensa utili-
dad social, aunque hoy no produzca sino catás-
trofes.


Varias veces tambien , casi siempre, esperi-
mento en mí otra necesidad que corresponde
igualmente al dominio de la inteligencia. Voy á
unareunionde amigos y al cabo de cierto tiempo me
canso de su compañía. El interés de su conver-
saeion va decreciendo poco á poco para mí, hasta
llegar de un entusiasmo amoroso á un tédio inso-
llortable; cualquiera diria que me habia indispues-
to con esos amigos. Pero no es así; mi amistad
hácia tales séres no habajado un punto; mas yo
siento necesidad de cambiar de impresiones y de




-104-
atmósfera, de presenciar otras cosas, de sentir
emociones de otro órden, y me encamino á donde
creo hallarlas. Tambien me pongo á trabajar; em-
piezo con entusiasmo la tarea que me agrada, á
pintar un cuadro, por ejemplo, á tornear un palo,
á trazar el plan de una obra, y ha de ser opera-
cion la mas deleitosa, que la prefiera á todo,
para que á las dos ó tres horas no principie ya
á fastidiarme. Entonces, y como conozco que este
mismo fastidio influye en que trabaje con me-
nos esmero, dejo aquella tarea por otra que
ofrece renovar mi entusiasmo y llamar mas mi
atencion. Tambien me canso de esta en un mo-
mento dado, y en tal alternativa, hasta me
ocupo de las cosas mas materiales de la casa por
distraerme y recobrar mi antiguo ardor. 1 Cuán-
tas veces he recurrido á juegos pueriles, por
librarme del fastidio que me causaba una ocu-
pacion por mí escogida ~ i Cuántas y cuántas
he echado de menos diversidad de emociones I
y comu conozco que no respondiendo á esta ne-
cesidad apremiante de mi vida, me sumo en un
tédio insoportable; que no variando cuando gus-
te de ocupaLÍon me degrado, condenando mis
diversas aptitudes y mecanizándome hasta el gra-
do de confundirme con la máquina que se repite
sin cesar, sin saber hacer mas que una cosa;
como conozco todo esto, repito, y veo que soy
un ser inteligente, capaz, rico de facultades, no
puedo menos de escIamar :




- 10:;-
rd~sa implllsion aetivu y poderosa, que pode-


mos llamar la incollstante, y que nos induce á
variar con frecuencia de funciones y lugares,
(Jebe tener un grande objeto social; y es injus-
to combatirla sopen a de deprimirme y conde-
narme ú una monotonía intolerable.»


"Mas, si se reflexiona un poco, ¿á dónde iría á
parar la sodedad si el obrero del taller abando-
nase á su antojo la tarea que se le ha asignado,
por la lJue desempeña el compañero, ó si aban-
Jonára el mismo taller? ¿ Si el fuucionario pú-
}Jlico olvidase sus deberes porque lJegáran á
cansarle? ¿Sí el pintor dejase h paleta para cam-
biar de ocupacion? ¿ Ni qué progresos podrían
hacerse en nad,i, si gracias que la constancia con-
siga hacer algunos? ¿qué grandes problemas se
resolverian? ¿No veis el grave perjuicio que cau-
sa el que llll Jia fal ta á su deber por qllfrer es-
playar ei Animo con otros compañeros? ¿El que in-
vierte el tiempo en cosas estraüas á su profesion?
¿el que, siendo militar, se entretiene en cepillar
una tabla y hacer un mueble siquiera sea grose-
ro'! ¿El abogado que está en su estudio pensan-
do ya en concluir el juguete que ha empezado,
ó en el papel que ya á desempeñar en un con-
cierto, con perjuicio de sus clientes? ¿ El poeta
que se dedica ú la música, yel músico que bla-
sona tIe pintor'?.. ¿Cómo pretendeis legitimar
esta tendencia natural pero disol vente? ..


DcsgraciaJos, que ,'ivis en el error! ¿ Acaso




-- lOiJ-
habeis pensado alguna vez en cómo se combina-
rá un medio de que esa tendencia que llamais
disolvente pueda causar ,desarrollándose, mil pro-
digios portentosos? ¿Se ha pasado jamás por vues-
tra viciada imaginacion la idea de que esa impul-
sion desconocida ó despreciada, sea la prenda
mas segura de progreso, de encanto y felicidad'!
¿Habeis pensado en una sola cosa de alguna im-
portancia? ¿Habeis sabido salir de un círculo de vo-
ces campanudas, como libertad, derechos pOlmla-
res, independencia, soberanía nacional, etc. etc.'?
Pues. entonces, ¿qué os sorprende? Oh! si de
buena féy con firme voluntad. os propusiérais
que esas grandes palabras no fueran por mas
tiempo una mentira, pero mentira. ay Dios! que
baña en sangre los estados civilizados! Si os
propusiérais utilizar las mil riquezas que tiene el
hombre como hombre, la sociedad como so-
ciedad 1 ... Ese resorte que noslleva á variar de
empleos y que condenais sin conocerlo, si lo vié-
rais funcionar en una organizacion regular de
todas las fuerzas humanas; si lo viérais desarro-
llar por sí solo todos los poderes del hombre.
toda su actividad creadora, qué diríais? diríais,
ya me lo figuro; diríais al verlo elemento de
creacion y de armonía, hacer el encanto y la fe-
licidad del hombre: «¡Oh, en qué tinieblas he-
mos vivido! qué estraviado caminaba nuestro
entendimiento! qué de errores hemos producido!
!fué catástrofes hemos causado! Dios nos per-




----- 1 O -¡ ---
done!» Esto es lo que diríais al ver utilizado
tanto y tan rico elemento como condenais á la
¡naccion ó á una aceion trastornadora.


En efecto; tambien la razon y la conciencia
DOS dicen que un ser como el hombre, con tan-
ta delicadeza organizado, tan armado de ricas
facullad~s, con un coralOn dispuesto á elevarse
hasta Dios, con un entendimiento capaz de do-
JIlar el fuego, el hierro, el aire, la tierra, el
cielo, el mar, no ha de haber naeido para enter-
rarse en vida en el sepulcro de un taller húme-
do, sombrío, mefítico, malsano; para matar el
hambre en un detalle pueril de industria, que
ejerce un dia y otro dia, un mes y otro mes, un
año y otro año, sin idea de los encantos de la
naturaleza ni del mismo mundo en que vive,
condenando sus facultades, acaso privilegiadas;
sin entusiasmo, sin estímulos, con el frio glacial
del esclavo; identificado con los cuatro hilos que
teje ó con la máquina que tiene delante hace veinte
ó treinta años. En este mecánico, yo no veo al
hombre, al rey de la tierra, al ser inteligente
y creador. Veo solo una cantidad de m ateria con
formas humanas, un autómata que se mueve por
]a fuerza de la costumbre. Y si hubiera alguno
que tratára de convencerme de que tal es su
destino, «mientes»! le diria sin empacho; ó eres
un ignorante, ó un egoísta, ó un malvado de los
que engendra ]a sociedad. Dame ese hombre
que condenas al ilotismo mas degradante, POll-




-- 108-
lo ú mi disro~icion; permíteme que lo Ileye,
aunque sea algo Larde, á una sociedad humana,
inteligente, combinadora, organizada para el
ser humano, combina/lol' é inteligente, para la
riqueza y la felicidad, y verás si en menos de
Jos meses, estimulado hasta el entusiasmo mas
creador por cuantas inlluencias le rodeen, apren-
de los mil fáciles detalles de la industria univer-
sal que mas en armonía eslen con sus inclina-
ciones, cómo progresa en todos en razon de la
aficion que profese á cada uno, cómo en diez años
hago que me dé mas cantidad de produecion
que la que os rinde en cuarenta, en ese pozo de
hielo que apaga lo mejor del homhre, la accion
ardiente del corazon, la vida de los sentidos, la
hermosa luz de la inteligencia. Tiende, tiende
la vista por ese grande espectáculo del universo,
por esa escala gerárqnica é indefinida de los se-
res, y si encuentras uno, uno tan solo <¡Ile para
ser feliz se vea embarazado por su misma natu-
raleza, por el mas simple de sus órganos, que
falte á su ley, que mienta á Sil (lestino , tiro para
siempre la pluma, me echo en los inertes hrazos
del fatalismo, y hasta dndo de mi existencia.
Pero afortunadamente no lo encontrar<Ís; mi
Dios tiene inteligencia inGnita y nada hace siu
un objeto, y el ohjeto á que tiende su grandio-
sa obra no es otro, como dije en otra parte, que
la felicidad, Sí, hácia la felicidad gravita todo;
el sol y demas astros, la tierra, la planta,




- JOD-
el bruto, el hombre, cuanto es y cuan lo fué; es
señal de que tambien en su bondad infinita, quiere
que seamos felices, combinando el modo de utili-
zar nuestras facultades, sin que causen los tras-
tornos que causarian hoy; por el contrario, ha-
ciendo la felicidad individual y colectiva, y con-
curriendo al gran concierto de los mundos y de
las fuerzas en el santuario del taller humano.


Si hubiera un hombre sin aficion ni aptitud
mas que para una cosa, para un empleo, lo que
no se concibe. en horabl1ena que se dedique con
constancia á esp empleo y haga en él los pro-
gresos que pueda; y aun de este mismo hombre
me atrevo yo á sacar mas partido; porque lo co-
loco en conrliciones tales, que el tiempo que
pierde en lo que hoy llamamos distraecion del
ánimo, lo utilizo en provecho suyo y de la so-
ciedad, Ilamúndole por el placer á la senda de
la produccion, solicitan(lo !'IU actividad con el
espectáculo animado de todas las ramas de la
industria general ejercidas con lujo, con pla-
cer, con variedad y entusiasmo por amigos y
parientes. Hasta de este hombre. repito. me
atrevo á utilizélr las fuerzas que frecuentemente
desperdicia en esta sociedad belada por la mise-
ria y el egoismo. ¿Qué serú, pues, de esos séres
privilegiados, de esas naturalezas valientes, que
Jo mismo habitan las regiones de los astros que
las del poder. las del arle como las de la cien-
c;a? ¿,de~esas naturalezas que no ('aben en esta 50-




- 1'10 -
ciedad mezquina, que las confunde con las na-
turalezas vulgares y pretende avasallarlas hasta
ponerlas en el caso de que por vía de desahogo
aneguen el mundo envilecido en la sangre de mi-
llones de hermanos? .. Oh! si tuviérais una idea
siquiera del gran servicio que pueden hacer estos
hombres á sus semejantes! de lo;; prodigios que
se pueden obtener de ellos interpretando hien su
naturaleza l. .. Pero ya veo que estais muy distraí-
dos con vuestros progresos y perfectibilidades
para pensar en cosas sérias, ó, si quereis mas
bien, en vagatelas; no riñamos por las pala-
bras.


Solo quiero por ahora que convengais con-
migo en que si se pudiera hallar un modo de
que el hombre fuera todo lo que puede ser, físi-
ca, moral, intelectual y socialmente; de que es-
tuviera en su interés como en el de la sociedad
utilizar todas sus energías, y el dia meDOS pen-
sado saliera de en medio de este caos que ha-
beis tenido la grande habilidad de formar, un
genio que os diera el problema resuelto; quie-
ro, digo otra vez, que convengais conmigo en
que seria muy cuerdo y provechoso aceptar el


- descubrimiento y ponerlo en práctica, renun-
ciando á la vieja teoría del valle de lágrimas.
Porque no es justo que nos hiciérais llorar por
fuerza, cuando vuestras palabras favoritas son
el porvenir, el progreso, la felicidad de los pue-
plos.




- 111-
Esto me pone, pues. en el caso de formular


así mi princIpIO:
((La tendencia que existe en todos los indi-


viduos á variar de ocupaciones, es muy difícil
combinarla con el actual órden de cosas; pero
si esa dificultad se resolviera, como es legítima
en sí por cuanto ejerce tanta influencia en nues-
tra felicidad, causaria efectos tan buenos, como
hoy los produCé malos.


Todavía, si me estudio con cuidado, observo
en mí cierta propension de que nadie se ha acor-
dado, pero que entra por mucho en la compo-
siciotl de mi dicha y de mi ser. Hablo de esas
frecuentes alianzas que hago del alma y de los
sentidos. de ese combinar cómo los placeres del
espíritu podrán recibir un baño de sensualismo
que los complete. l\Ie esplicaré mas claro.


Hoy he recibido una noticia muy satisfactoria
r¡ue me induce á celebrarla; por consiguiente,
encargo en casa se disponga una comida estraor-
dinaria. ¿Pero acaso me contento con sentarme
á la mesa solo ó con los de costumbre, y gustar
las viandas mas esquisitas? ¿ No pienso desde
luego en cómo completar aquel placer, eonvi-
dando, pOI' ejemplo, á mis amigos y embria-
gándome en suconversacion ? ¿Quién prefiere
tomar en su casa y solo ni aun el té, á tomarlo
en el café entre el círculo animado de la amis-
tad? ¿Quién no va de mejor gana á un espec-
lúculo ,le rerreo , acompañado de su clama, ó de




- j12-
sus amigos, mejor que solo? ¿Quién Ya it gozar
la hermosura de los campos, sin enlazar este
con algun otro placer? No veis en todas par-
tes, cómo el dia de fiesta los trabajadores fa-
tigados con la faena de la semana manifiestan
del modo que les es dado esta tendencia \ salien-
do fuera de la poblacion y reuniéndose en com-
parsasque juegan, beben y bailan á porfia al son
de monótona pandereta?


Ademas, este grupo de amigos que nos con-
templa; csta vastareunionde hombres que aplaude
nuestros esfuerzos, -produce en nosotros un entu-
siasmo ciego, en todo distinto del que inspira la
tendencia á la intriga y á la combinacion. Este
es hijo del ~álcu\o, de la reflexion: aquel prece-
de á toda reflexion, y á todo cálculo; nos lleva
á actos de valor yabnegacion que serian imposi-
bles si obrásemos á sangre fria. Un placer simple
no es capaz de desarrollar este entusiasmo; se
necesita un placer compuesto de mucho5 place-
res. Su dominio sobre todo es el amor; ¿ quién
al frente de su dama no se siente capaz de actos
estraordinarios?


Pues hien; cuando observo detenidamente que
esta propension no es esclusivamente mia, si no
de todos los hombres, sexos, edades y catego-
rías, digo en tesis general:


«Es una nccesidad irresistible del ser huma-
no buscar el entusiasmo ardiente alternando y
componiemlo los placeres; gozar en modo 1:0/11-




-- l1:i -
puesto, no simple, y debe la sociedad respetarla.»


Pero hé aquí que esta necesidad puede causar
graves peligros en el estado actual de cosas. Pue-
de ocasionar la ruina de muchos individuos y
familias. Hombres hay de tal especie, que der-
rochan todo cuanto tienen en orgías y comilo-
nas; que son capaces de convidar durante un
año á sus amigos, por tenerlos siempre á su
lado y no matar el entusiasmo que le inspiran.
Hombres que privan á sus familias de una parte
del jornal pOI' invertirlo el domingo en 105 esce-
sos á que se entregan sus camaradas por via
de placer. Unos que escogen la guerra como me-
dio de crearse el entusiasmo que echan de me-
nos; otros que, por llamar hácia sílaatencion de
los que les rodean, cometen actos de barbarie
comiendo, bebiendo, luchando desordenada-
mente. En fin, esta tendencia, que nos llevaá sub-
yugar la reflexion por medio del entusiasmo.
puede producir grandes calamidades, vicios afren-
tosos.


Esto dice la esperiencia; y sin embargo, cabe
en alguna cabeza, que por los daños que pucda
causar la compuesta (Jlamémosla así) sea preciso
condenarla á la inaccion? ¿ que no me ha de ser
lícito buscar el entusiasmo en la reunion de los
amigos, para aumentar así mis placeres? ¿ que
no he de poder dar una batida con las personas
que estimo, y escederme en mi ejercicio por el
doble gozo de ser el que mas caza realice? ¡, que


8




- 114-
no h~ de hacer UD esfuerzo por apareeer' triun-
fante á los ojos de la que amo? ¿por distinguir-
me en un torneo, en una batalla, en un peligró
al que me lanzo solo por un esfuerzo de entu-
siasmo escita do y sin dar lugar á ninguna refle-
xion? ¿ Qué origen tienen el horoismo, léls
grandes virtudes cívicas y militares? ¿,Se cree
({ue á sangre fria y calculando se haria tan-
las proezas como inspira ]a compuesta? ¿ 1\0
es verdad, buenos soldados, que en el ca-
lor del combate y al tomar una batería, no
reflexionais embriagados del entusiasmo que
05 inspira maniobrar á la vista de aguerridos
batallones que os contemplan? ¿ deberemos en-
tonces condenar este resorte que .n08 conduce Íl
la fama y á los actos mas grandes y generosos? .•


No; vuelve á responder lo voz secreta de la
inteligencia. La compuesta ó el entusiasmo cie-
go es una prenda riquísima de que está dolado
el hombre. En una organizarion adecuada á Sllii
facultades, seria tambien uno de los elementos de
mas creacion y progreso. Todos los trabajo!> socia-
les se desempeñarian á la vista de otros grupos y .
otras séries organizadas en escala compacta, á
lin de que la atencion de un gran número COII-
fluyera sobre los actos de cada uno; se haria
ademas alianza entre los grupos cuyas preten-
siones pudieran acordarse, contra los grupos de
pretensiones análogas y por consiguiente riva-
les. As¡ el trabajador, sintiéndose observado,




1I i)
",o'\\eoil1o, aplaudido por noa masa; sahieJHlo
fJlH~ su parte en la obra comun se distingue y
wbresale por la gran divisÍon del trabajo, se ha-
llará en las condiciones mas favorables al desar-
rollo del entusiasmo ciego, de la compuesta.


·-¿Pues cómo es que hoy causa tantos vicios,
tantos estragos ?-Por la sencilla razon de que
hoy todo está organizado para el vicio y el es-
trago. Lo mejor, no puede producir sino cala-
midades. Un horticultor versado en fisiológia
vegetal sabria proporcionar á la planta un medio
que estuviese en relacion con las exigencias dr,
su naturaleza, si quería obtener buenos frutos.
El hombre es otra planta con mayor número de
órganos, mas complicada, y si no se le estudia.
mal se podrá obtener una esposicion favora-
hle , y sin esposicion favorable no podrá dar re-
snltados satisfactorios. Como la planta, producirá
malos frutos, se ahilará y morirá antes de tiem-
po si se eomprimen sus tendencias fundamentales,
tí se abandonan al acaso, sin intervencion de la
ciencia.


Coloquemos, pues, la compuesta en el númpro
de nucstras facultades primeras. y digamos:


«La tendencia que nos lleva á una satisface ion
múltiple de placeres, hasta la embriaguez d('l
cntusiasmo, es legitima en sí, y puede en cir-
cunstancias (rll'orables prodncir tanto bien, como
mal en las circunslancia~ f:Ol1frarias en qm' hoy
~e desarrolla.»




- l1G -
Todas estas impulsiones poderosas que me do-


minan, proceden de un sentimiento fu[)(lamen-
tal conocido de las almas elevadas, y castrado en
las vulgares por el azote de la corrupcion. Hablo
de esa idea, de esa aspiracion secreta que tengo
y me hace comprender que mi existencia está
ligada á un sistema general de existencias, á un
todo superior: un sentimiento grandioso quP
me hace creer naturalmente en un poder orga-
nizador en virtud del cual soy. No puedo tender
la vista por ese firmamento azulado, hácia ese
sol tan lujoso cuando declina en ocaso, por esa
armonía planetaria tan sorprendente; no puedo
fijarla en la tierra y observar sus mara villas,
traspasar Jos horizontes y perderme en su esten-
sion, estudiar la filosofía de ese otro mundo que
llaman el mar; no puedo hacer nada de esto, re-
pito, sin elevarme á una conccpcion superior,
de primer órden; sin ver de un modo vago, sí.
algo vago, pero muy sublime. cierto lazo de
esta gran máquina con mi vida. cierta relaciono
Me asombro al frente de la inmensidad; me rp-
cojo fervorosamente en mi conciencia; me siento
subyugado por una idea que no sabré esplicar,
pero que se asemeja en )0 grande al mismo Dios;
no soy libre desde aquel instante, me confunde
un pensamiento, y de este juego indeciso y sor-
prendente de impresiones, de este trahajo sordo
pero activo que sicnto en 1:1 conciencia, resulta
una crceneia que el homhre ha fOl'lll\llaou en




- 117-
esta palabra: religion. Y las almas elevadas en-
cuentran la grandeza de la religion en la gran-
deza de la unidad.


De este mismo sentimiento nace en mí el de-
seo de la felicidad gencml, de la grande ar-
monía de los elementos sociales. Quisiera ver
todos los hombres cumplir en paz y en gloria
sus destinos solidarios, y en himno universal
todas las cosas creadas dar gracias á su Creador
l)Or la ley de amor y de atraccion con que go-
hierna las creaciones.


En efecto; existe en todo hombre, á pesar de
los inconvenientes actuales, el deseo de ver con-
tentos y felices á sus semejantes, como padece
al verlos correr un gran peligro ó sepultarse en
la miseria. Y si esta dicha general á que aspira
fuera mañana realizada sobre la tierra, sen tiria
la necesidad de cree.' que jamás habia de volver
¡í un estado mas desgraciado. Aspirando á una
dicha sin fin á través del espacio, querria que la
satisfaccion de este voto estuviera escrito en las
leyes divinas reguladoras de su destino.


Esta tendencia, tallo de todas las demas que
existen en el corazon humano, la ha llamado un
gTan genio uniteismo, ó lo que es igual, ten-
41encia á la unidad. Los mayores hechos de la
humanidad han sido inspirados secretamente
por ella.


Como sentimiento, pues, el mas funda-
mental y bello del hombre, no se puede racio-




-- 11b -
nalmenle reprimir, sin violar la esencialidad
humana.


Pero habrá muchos que digan tambien que ha
causado en el mundo graves males y muchas rui~
nas. Que bajo la inspiracion de ese sentimiento
tan variablemente manifestado, Alejandro, Au-
gusto, Carlomagno, Cárlos V y Napoleon atro-
pellaron brutalmente muchas nacionalidades,
destruyerou grandes imperios y regaron la tier-
ra con s,angre de sus hermanos. Dirán tambien
que el sentimiento de la unidad ha propagado
en el mundo falsas religiones, difundido el cis-
ma etc., y que donde realmente debia manifes-
tarse, que es en contribuir todos los individuos
á hacer su felicidad reciproca, quiebl'a; pues el
yo se antepone á todo.


¿Deduciremos de esto que la tendencia á la
unidad es mala en sí misma? ¿Que no puede pro-
ducir sino catástrofes? ¿ Que es preciso trazar-
se cada individuo un círculo donde no quepa mas
que e1 yo, absolutamente emancipado del tu y
del aquel?


Presérvcnos Dios de semejante aberracion!
Lo mismo la tendencia á la unidad. que al amor,
á la ambicio n etc., será buena ó mala, causará
buenos ó malos efectos, segun el medio social
en que se desarrolle. ¿Decís que bajo el senti-
miento de la unidad perecieron imperios popu-
losos? ¿ Cómo quereis que resulte otra cosa de
uua ol'gamzacJOn social tau violeuta, tlue toda




-119-
naturaleza privilegiada tieue que empeñarse en
la via subversiva y trastornar la forma de sus
mismos sentimientos '? ¿ Con qué elemento con-
lais para que el hombre desenvuelva bella y ar-
mónicamente sus secretos? ¿ No notais que todo
está monlado á la inversa de lo que dicta la ra-
zon? Desde el individuo podeis ver el gran apoyo
social que prestais á esta capital tendencÍa. Ha-
heis conseguido poner al hombre en escision con-
sigo mismo, con sus semejantes y hasta con Dios.
Consigo mismo, porque vive en continua lucha
con sus facultades y aspiraciones. Con sus seme-
jan tes , porque habeis tenido la suma habilidad
de disponer las cosas de tal modl) , que para yo
prosperar algo, tiene que ser á espensas de otro.
Si soy comerciante á espensas de mi vecino; si
funcionario público, á espensas de otro funcio-
nario cuyos derechos monopolizo; si usurero, á
espensas de todo el público; si médico, á espen-
sas de las enfermedades; si cosechero, á espcn-
sas de la carestía; si abogado, á espensas de
los pleitos; si militar, si contratista, á espensas
de la guerra; si fabricante, á espensas del traba-
jador, etc. Y en escision con Dios, porque aun-
que le digan que los bienes de este mundo son
incomparables con los del otro; que se ganan
estos, sacrificando aquellos; que debe amarse la
pobreza, y al prógimo como así mismo, etc.; to-
dos estos sermones no impiden que el individuo
haga una concurrencia encarnizada, ni 105 pro-




- 120-
cesos, ni las guerras, ni los ódios de todas cla-
ses, y no pudiendo seguir los preceptos que se le
dice ser la religion, renuncia á ser religioso. Hé
aquí unos bellos efectos! Pretendeis el fin, sin
tomaros la molestia de buscar los medios.


Si hubiérais pensado en ello alguna vez, sin
duda que en honor de la religion y de la socie-
dad habríais procurado modificar las influencias
de que rodeais al hombre; sin duda que huhié-
mis evitado tantos males como os abruman. P,ero
de todos modos, siempre estais á tiempo de re-
parar f1n cuanto es posible vuestro descuido. Par-
tid del principio de que el mal mayor no consiste
en si hemos de tener una constitucion de esta
ó de la otra especie, en si la accion de los po-
deres funcionará con mayor ó menor armonía,
ó usando de vuestra misma frase, equilibrio. No;
el mal mayor está en el fondo, no en la super-
ficie; en el organismo social, no en el organis-
mo político. Qne adopteis entre estos el que
creais mas conducente á reformar aquel, pase;
pero temo no hagais mas que variar unas for-
mas, para al año siguiente cambiarlas por otras,
sin cuidaros del objeto principal. Como quiera
que sea, sabed que el mal empieza en el indivi-
duo y sigue creciente, sin interrupcion y con los
mismos caractéres, hasta la humanidad entera.
Así, cuando hayais decidido salir de vuestro cír-
culo vicioso y hacer algnna cosa buena, os re-
comiendo muy particularmente al individuo;




-- 1:J1 -
vedlo bien, examinadlo de cerca, desembara-
zadle el paso, ponedlo en consonancia con la
masa, regulad la accion de sus intereses, calmad
su lucha intestina, arrimad lo suavemente á sus
semejantes, sin violencia; organizad gerárqui-
camente todas las funciones y todas las fuerzas
sociales; dejad libres todos los puntosJe la es-
cala, y en alas del amor y del trabajo vereis
cómo se eleva y adquiere la práctica de la uni-
dad. Del individuo resultarán la unidad y los en-
cantos de la familia, rodeada hoy de influencias
tan deletéreas; de la familia, saldrán la unidad y
la dicha de los pueblos; y asi progresivamente es-
tablecereis la unidad de l~s razas y del mundo, y
el bien universal. Entonces vereis cómo todas
las criaturas, conociendo que uada ha interpues-
to Dios de esencialmente hostil entre eHas y la di-
cha, no saben en su estrema gratitud qué hacer,
y entonan himnos de gloria y alabanza al Hace-
dor supremo de los mundos, en cuerpo de hu-
manidad.


Voy á reasumir ahora este cuadro que acabo
de trazar de las facultades humanas.


Como ser natural, el hombre se pone en re-
lacion con el mundo esterior, por medio de
cinco resortes materiales, Hamados sentidos,
que son:


VlSTA, OWO, GUIjTO, OLFATO, TACTO.




- 1:21 ---
Como ser social, se enlaza con sus semejan-


tes por otros cuatro resortes del corazon :


A~IBICION, AIIIISTAD, AMOR, FAMILlSl\lO.


Como ser intelectual combina el concurso de
estos re¡¡rtes, componiendo J alternando, ó des-
componiendo sus funciones respecti vas, en lo
que intervienen estas facultades anímicas:


CABAUSTA, INCONSTANTE, COIlIPUESTA.


y como parte de un gran todo, tiende en su
desarrollo á la unidad, gravita hácia una idea
superior de armonía de los mundos, de asocia-
cion universal.


UNITEISMO.


Hé aquí para mí todo el ser humano.
Tal vez eche de menos JJJr. l'hiers eso que


llama pasion del robo, de la cólera, de la em-
briaguez, de la pereza J etc., etc., pero es una
impropiedad de lenguaje. Ninguno de estos há-
bitos viciosos pertenece esencialmente á la na-
turaleza humana.


El robo, por ejemplo, que nace generalmen-
te de la necesidad de satisfacer los apetitos sen-
suales, del deseo de poseer, de la miseria, no
se encuentra en las altas clases; y si acaso, la
misma escepcion confirma la regla. Tambicn se




- l~;l --
ejecuta por sa ¡isfacer la necesidad de intriga,
de cábala, como vuelo falso y subversivo, pero
todo esto desapareceria en un medio convenien-
temente organizado.


La cólera puede ser efecto de muchas causas
enteramente distintas. Cualquiera de las fuer-
zas motrices del hombre, que se halle contraria·
da por un momento, pl'Oduce este desórden de
actividau. Oponeos á mi amor, seré capaz de co-
meter un esceso; oponeos á mi ambicion, lo
mismo; á mis planes premeditados, ]0 mismo.
Dejadme el paso libre y no aparecerá tal fe-
nómeno.


La embriaauez nace tambien , en general, de
la falta de emociones, de la inércia de nuestra
vida, y de ese reducir todos los placeres del
pobre al círculo de Ulla mísera taberna, donde
se entrega desordenadamente á la bebida pOI' ol-
vidar un momento los rigores de su condiciono
Presenladlc antes de que contraiga este hábito
grosero, otros atractivos, otros placeres mas no-
bies, mas sociables y mas frecuentes, y estad
seguros de evitar que se entregue á uno solo, ]0
que produce la exageracion de los sentidos. El
mismo ejemplo que he puesto antes, os probará
que la embriaguez no procede Je la misma na-
turaleza del hombre. sino del abandono y mu-
chasveces de la injusticia social.


La ppreza seria dd mismo mudo inconcebi·
ble en UIla sociedad organizada inleligcntemen-




- 124-
te. Es el deseo natural de evitar la pena, pero
no la accion; los mas perezosos suelen ser con
frecuencia los mas ardientes por el placer.


La ociosidad es un estado pasivo en que el
hombre no puede permanecer mucho tiempo. El
tedio le impele pronto á obrar, á ocuparse de
algo. Yo me complazco en el ejercicio de mis fa-
cultades, pero quiero ejercerlas agradablemen-
te, por vía de satisfaccion. Si rehuso el traba-
jo, es que el empleo que se me ofrece contraría
mis inclinaciones, me hace padecer, y al estado
de dolor activo, prefiero el estado pasivo, el es-
tado de reposo.


¿Por qué en España, Italia y otros puntos del
Mediodia de Europa, hay tantos bandoleros y
contrabandistas? ¿Por qué prefieren estas rudas
profesiones á las profesiones tranquilas de ]a in-
dustria y la agricultura? .... Ya debe compren-
derlo el que se haya tomado la molestia de se-
guirme hasta aquí.


La cabalista, es decir, la necesidad de lucha
bajo cualquier forma, es la fuente de esta noble
emulacion que lleva los hombres á distinguirse
por e] saber, por el talento, la utilidad, y que
tantos daños causa en nuestras sociedades.


Estos vicios con otros muchos de que se
habla, no proceden de ]a naturaleza humana,
como han pretendido hasta aquí todos los filó-
sofos, sino de las influencias del medio; no son
pasiunes (undamentales del hombre, sino efectos




- 12i}-
subversivos de una ó mas pasiones desarrolladas
con violencia. Pero, ¿qué hemos de estrañar se
atribuyan á la naturaleza del hombre, cuando en
]a corrupcion de nuestras lenguas, se dice la pa-
sion de fumar, siendo asi que esta hoja que que-
mamos no se con ocia entre nosotros hace poco
mas de dos siglos? iPobre naturaleza humana, ó
fatalidad del idioma! ...


Yo no reconozco, pues, en el ser humano
mas fuerzas motrices, mas tendencias radicales,
mas íntimas energías, que las trece esplicadas.
Estas son para mí semejantes á los siete colores
del prisma; se descomponen y forman mil com-
binaciones y matices. No hay mas diferencia
sino que esas impulsiones primitivas que senti-
mos pueden ser falsearlas ó felizmente socializadas.
Lo primero implica el caos, la anal'quía , el do-
101': Jo segundo, el órden. ]a armonía, el goce:
]0 primero lleva de ensayo treinta siglos; y nada
se ha adelantado, ved ]a historia: lo segundo
constituye los votos del espíritu moderno.


Ahora bien; lo primero que necesito para sen-
tar debidamente la eeuacion social, es hacer una


pregunta á mis lectures.
En el cuadro que acabo de desarrollar á vues-


tra vista, ¿habeis reconocido al hombre tal cual
viene al mundo, animado por el soplo de Dios?
¿Os habeis reconocido á vosotros mismos, sin no-
tar vacio alguno'? ¿Podemos con seguridad esco-




-- 1211 -
jerlo por tipo genera'¡ y punto de parti¡la en nues-
tras especulaciones? .. Sí, ó no'!


Porque sintiera que la preeipitaeion con que
lo he trazado fuera causa de no haber disipado
completnmente todas vuestras dudas, ó de haber
omitido alguna eireunstaneia esencial, que no lo
creo. Repito, pues:


¿lIé conseguido apoderarme de todas las facul-
tades fundamentales del hombre en su estado
normal, para poder deducir la ley que lo rige y
de la ley sus derechos? .... Sí, ó no?.... Sí. (1)


Entonces con este hombre flue he descrito po-
demos jI' á donde JIr. Thicrs quiera conducirnos;
podemos dejarlo si le place, en una isla de Oc-
ceania, en el desierto de Arabia, de Sahara, de
Cobi; esto es, meterlo en la tienda del nóma-
da, entre la hordal del salvaje, en la familia
patriarcal, ó llevarlo hasta el período que
llama la ciencia de acuerdo con todas las tra-
diciones, Edenismo, y dejarlo que goce de aque-
llas delicias que nos cantan los 'poetas. A cual-
quier punto y á cualquier época lo sigo de huen
grado con este hombre, y le obligo á que por t~l
1IOS esplique todos los fenómenos del desarrollo
social; es decir, la historia. No acepto el ca-
rácter arbitrario que adopte por tipo general,


(-l) y si acaso no l:ubiera tenido presentes en este mo-
mento todas las objecciones que se pueden hacer, no hallo
incollveuiellte alguno, en ensayill' satisfacerlas en públicll,
si hubiese quirn, eOlJociendc> la graveuad ó import.ancia dl'l
asunto, dese;ira cOlJlribllit' COtl su iluslraeioll á Sil mayo/' es-
clarecillliento.




-1:J7 -
porque entonces todo ten~rá que ser arbitrario.
Si he conseguido dar una idea mas cabal de la
naturaleza humana, tengo derecho:


1. o A decir que la sociedad actual, preten-
diendo hacer del hombre otra cosa que lo que es,
hombre, ó lo que es igual, un ser compuesto de
instintos y ,ltracciones; y reformar, en su or-
gullo, la obra prodigiosa del mismo Dios, com-
primiendo las mas nobles tendencias del corazon
humano, se parece al insensato que proyeda-
se en su quimera evitar que el sol alumbrára,
luchando locamente con sus rayos.


2.° A sentar este principio: Que en una or-
ganizacion tan ininteligente y arbitraria como la
actual, las facultades mas sociales del hombre,
las que á una esposicion conveniente producirian
hiene3 incalculables, no pueden producir sino
l~scándalos y desastres.


3. o A rechazar todos los sofismas y especu-
laciones que no descansen en la misma natura-
leza humana, no en las influencias sociales. El
orígen legítimo de todos los derechos del hom-
bre físico, moral é intelectual, está en aquella;
sobre estas no se puede levantar sólidos edificios;
!lS proceder sin lógica y perderse en la atmósfe-
ra nebulosa del error.


y -í. o A sostener que toda la dificultad del
problema sobre el destino humano, consiste en
combinar una organizacion en que las fuerzas su-
periores del hom bre se empeñen por via de recreo




-128 -
por interés y por gloria en ]a produce ion Su-
cial , y en las grandes empresas de utilidad pú-
blica.


Quede sentado así. Entretanto concluiré de re-
solver algunas dificultades que he dejado pen-
dientes, por la necesidad de examinar ]a esen-
cialidad del hombre.


Una de ellas es ]a de saber en qué consisten
los diversos caraetéres humanos que diariamente
se presentan á nuestra vista, para pensar en cómo
se podria hacer, que de su misma diversidad re-
sultára la armonía; y ]a otra, saber si siendo el
destino de ]a humanidad, el trabajo, los órganos
de todos sus miembros, correspondian á esta ley
de ]a especie.


Resolvamos la primera.


Despues de tener una idea mas ó menos con-
cisa de las facultades esenciales del hombre; esto
es, de los resortes impulsivos que existen en to-
dos los séres humanos, nada mas fácil que com-
prender el origen de l'sas diferencias naturales
que observamos en e] mismo círculo de nuestra
familia.


En efecto: todo hombre se compone de los
mismos motivos, digámoslo asi, de accion; de
las mismas fuerzas fundamentales. Estas fuerzas
se desarrollan con mayor ó menor energía, con
mayor ó menor equilibrio, con mayor ó menor




- 129-
conveniencia. segun el predominio de cada una
sobre las demás, y segun las condiciones en que
se producen. Pondré un ejemplo.


A .... es un jóven completo; es decir, tiene un
organismo muy desarrollado; 'todas sus fuerzas
interiores son muy activas, muy enérgicas. En
la esfera moral siente funcionar el resorte de
Ja ambicion, el del amor, el de la amistad. El
número, pues, yel grado de desarrollo de es-
tas aspiraciones, constituyen el número y el gra-
do de sus necesidades. Cuanta mas ambicion ten-
ga, cuantas mas simpatías halle, cuant::> mas
desee amar, tanta mas necesidad tiene de glo-
ria, de amigos y de amor. Este jóven se ve obli-
gado á obedecer á tales impulsiones, si ha de es-
tar en paz consigo mismo y con la sociedad. Si lo
colocais en condiciones que le permitan desenvol-
ver armónicamente esas facultades ,no tan solo
vivirá contento y feliz, sino que la masa po-
drá aprovecharse de todas estas fuerzas. Si tiene
tal necesidad de gloria, marcada una vez por
la sociedad la senda de la gloria, no haya cui-
dado deje de lanzarse á ella, y lanzándose, ren-
dirá á sus semejantes los beneficios que le im-
pongan como precio de esa gloria. Si tiene
tal necesidad de amistad, como la amistad no
existe sino entre personas de algunas simpa-
tías, sucederá en un medio organizado po-
der satisfacer las dos tendencias á la vez; esto
es, poder en compañia de los amigos acome-


\)




- 130-
ter una empresa gloriosa, distinguirse en un
gran trabajo social, etc. , y la sociedad verá
asi estimuladas entre sí todas las fuerzas y em-
peñadas en movimientos productivos. Si tiene
tal necesidad de amor, sabrá que para obtener-
lo de la hermosa que él adora, necesita pre-
sentar títulos que lo autoricen y lo hagan dig-
no de su pretcnsion. Estos títulos no serán
el oro (1), serán haber conseguido un gran
triunfo; haberse distinguido en una gran con-
quista industrial; convertido á ]a cabeza de un
ejército dc paz y de trabajo algun terreno di-
ficil á la vegetacion; obtenido en el santua-
rio magestuoso del taller los aplausos y acla-
maciones de aquella cohorte organizada y fra-
ternal de trabajadores; descubierto algun se-
creto de importancia, etc., etc., y tambien la
sociedad se hallará indirecta, pero abundante-
mente recompensada por el ejercicio del amor.


Entonces A ... será un jóven amable, amoro-
so, emprendedor, aventurero, vivirá alegre y
feliz viendo siempre delante una carrera sin
fin, donde puede eje'rcer todas sus fuerzas, ob-
tener honores, recompensas, la admiracion de


(i) No; porque la mujer, como antes he indicado, debe
obtener la independencia de su corazoil por medio de un tra-
bajo glorioso, atractivo y ámpliamente recompensado. No ten-
drá uecesidad de venderse á un seilOr comerciando con sus
sentimientos. En una sociadad racional, nada mas que racio-
nal, organizada para la moral verdadera, no rueden produ-
cirsc estos crímenes hoy inevitables.




- 131-
la b~lleza que adora, de los amigos que lo
observan, de la sociedad en que vive.


Hoy el mismo jóven, como la forma social
está en modo inverso de la naturaleza huma-
na, necesariamente ha de ser un carácter esci-
sionario, seco, displicente; querrá gloria y no
sabrá cómo obtenerla, porque todas las vias so-
ciales están cerradas; solo hay abierta la de la
intriga, la del fraude, la del favoritismo, la de
la adulacion, la de la bajeza, y en su noble alti-
vez no podrá ni acaso querrá plegarse á estas
condiciones.


Querrá amistad, y á cada paso tropezará con
un desengaño, con una infidelidad, con una trai-
ClOno


Querrá amor, y uo hallará mas Qledio de al-
canzarlo de la que ama que teniendo una alta
posicion social, riquezas y otras dotes que im-
pone el egoismo reinante; y aun asi no conse-
guirá realmente su objeto, es decir, ser amado
y saber que las caricias que le hacen son puras,
verdaderas, nacidas del corazon.


Esto, repito, lo pone en el caso de ser en su
trato, árido, frio, intolerante, suspicaz, casi in-
sociable.


B ... por el contrario, la tendencia que tiene
mas desarrollada es el familismo; domina á todas
las demas, y el placer mayor lo encuentra en es-
tar rodeado de su esposa y de sus hijos. No
hay que hablarle, ¡mes, de objeto. sin relacion




- 132-
con los objetos que adora. No gusta de comi-
lonas entre amigos, ni de planes de conspira-
cion, ni de intrigas políticas, de nada gusta si ~s
cosa á que no puede acudir alguno de su fami-
lia. De B ... no espereis nunca un Guzmau; y no
es que Guzman no quisiera á su hijo; pero que-
ria mas la gloria de ser fiel á su patria y de
dejar un nombre en la historia. En manos de B ...
no dudeis de la entrega de Tarifa.


C ... es distinto de A... de B ... Y de Guz-
mano Tiene una naturaleza pobre, contentadi-
za, poco exigente; todos los resortes obran en
ella con suma debilidad. Asi no tiene grandes
necesidades; con muy poco se cree feliz. No le
est:itan los trenes y el fauslo de sos amigos. No
correria una aventura de que pudiel'3 resul-
tarle gloria 6 fortuna, por cuanto hay en el
mundo. Es, en fin, de aquellos que el vulgo lla-
ma bonachones. Esto esplica mejor que nada la
inercia de taJes natllralezas, y sin embargo,
constan de los mismos resortes que las mas
enérgicas.


D ... tiene por el contrario, mayor núme-
ro de impulsiones en juego, se ve constante-
mente aguijoneado por la necesidad de gloria,
de intriga, de entusiasmo, de lucha, de grandes
situaciones, de contrastes, todo le parece poco,
todo pequeño, se halla embarazado para desar-
rollar sus fuerzas, no encuentra medios para
ello, todas son resistencias, dificultades. "Este




- 13:3-
ser no cabe en la sociedad, y ó prefiere, segun
las condiciones en que vive, ser un famoso pi-
rata que adquiera gran renombre en )0 mares,
un Viriato, por ejemplo, ó un Napoleon, viendo
cómo á sus órdenes se mueven ejércitos mons-
truosos y se arrasan imperios formidables; es
flecir, sus tendencias se empeñan por falta de or-
ganizar-Íon, en falsas vias. en movimientos fata-
Jes. Estas hermosas naturalezas son muy raras en
las actuales sociedades. Dios nos preserva de
ellas.


Otros no tjenen desarrolladas estas facultades.
y sí una ó mas concernientes á los sentidos. El
que no tenga mas que la del gusto, no será sino
UD gran come(lor; querrá buenas viandas, y no
le exijais ningull sacrificio si no es con este ob-
jeto. Si la del oido , será un músico escelellte , y
no lo lIarneis para nada cuando vaya á un con-
cierto. ó ú una ópera, porque de fijo os desai-
rará. Todas SIl5 necesidades consistlm en tener
un instrumento sonoro con que poder gozar.


Así. pues, poseída una vez la fórmula gene-
ral del organismo humano, tenemos el medio de
esplicar todas las diferencias que existen entre
los individuos y el orígen de sus diversas apti-
tudes, porque la aptitud individual está en ra-
zon directa de las tendencias que sentimos; los
ürganos son siempre adecuados á las funciones
de un ser, las atracciones al ohjeto de su vida.




- 134-


Resolvamos ahora la segunda dificultad.


Siendo el destino del género humano el tra-
bajo, los órganos de todos sus miembros corres-
ponderán tÍ esta ley?


Para salir de la duda echemos una mirada
sobre nosotros mismos, y es el medio mas con-
ducente.


Ignoro si será general lo que en mi observo,
pero creo que sÍ.


Estoy de pié y me pregunto:
¿Podría yo vivir !oi me obligáran á permane-


cer en esta misma actitud, atado de pies y ma-
nos, durante cierto número de años? .... Y dado
caso que pudiera, de ]0 que no me atrevo á res~
pondcr, ¿ no seria el tormento mayor imagina-
ble?.. Sí; porque yo necesito mover Jos pies,
las manos, el cuerpo, trasportarme aquí, allá,
al otro lado, so pena de morir en la desespera-
cion. Pues ya tenemos aqui el trabajo como una
ley de nuestra existencia; porque el trabajo no
es otra cosa que el ejercicio de nuestras facul-
tades, la accion, el movimiento. Ahora, esta ac-
cion, este movimiento. pueden ser un placer ó
un dolor. Cualquiera cosa que yo haga, si es por
el gusto de hacerla, gozaré; si vice versa. por
violencia, por ob]igacion, por necesidad, padece-
ré. ~landadmecuidar el jardin mas delicioso, maS




-- J:IJ --
lleno de encantos ;impolledme recog'er las fl'es-
cas hojas que se desprenden de los rosales, ó
formar ramilletes, que parece no ha de haber
ocupacion mas agradable, y me matais ; voy por
gusto á cazar, y cuanto mas sudo, cuantos mas
riscos trepo, cuanto mas me esfuerzo, tanto
mas lllacer encuentro, tanto mas gozo, tanto



mas soy feliz. Y no es esto solo: Si me obligais á
desempeñar la funcion mas sencilla, la misma
repugnancia que esta me inspira influye en que
no me esmere en su ejecucion ; dejadme, por el
(;ontrario, escoger la que mas me agrade, y, aun
siendo complicada, haré mas progresos y obten-
Jré la perfeccion.


De todos modos yo he de hacer alguna cosa,
porque el reposo absoluto es la misma muerte.
He de moverme, he de andar, he de obrar, he
de pensar', en una palahra, he de ,hacer ejerci-
cio, es decir, he de trabajar. A este trahajo he-
mos visto cómo lo presiden dos únicas leyes, la
voluntad ó la violencia. Si hago una cosa por gus-
to, repito que gozaré; si por violencia, padeceré.


Si, pues, la ley que rije mi ser es el trabaju
atractivo y de la ley, como dice Mr. Thiers, he-
mos de deducir los derechos, el nudo gordiano
del problema social consiste en cómo establecer
condiciones tales de accion y de desarrollo, que
no solo se empeñe el hombre en el ejercicio mas
adecuado á sus fuerzas é inclinaciones, sino
que este ejercicio sea útil, product iro, en una




-136 -
palabra, compuesto. Y no hay que asustarse
porque esto parezca muy Jifícil; sÍ, es ron}'
difícil, dificilísimo; pero no todo ha de ser
redactar constituciones Ó pronunciar un gran
discurso con sus correspondientes cilas his-
tóricas. Andando el tiempo y segun van las
cosas, me parece que todos escalariamos la


• tribuna parlamentaria Ó apuntariamos nuestras
opiniones en una constitucion. Pero es preciso
salir ya de ese círculo, pensar en cosas mas dig-
nas de un hombre de Estado, que no 'Vive al dia,
sino que se preocupa del destino de las socÍe-
dad es , y que puede ser responsable ante el por-
venir de sus eslravíos. Con Bacon, pues, debe-
mos convenir en que {(hay estupidez en pensar
que lo que todavía no se ha hecho pueda hacerse
sino por medios nuevos.» Ademas, ¿ veis si es
difícil conciliar con el buen órden ese derecho
apuntado mas arriba?.. Pues bien; tan difícil
como es, no os podré decir sino que creo está
ya resuelto.-Resuelto!! !--Sí; resuelto, com-
pletamente resuelto; pero ¿por qué os sorpren-
deis? .. Eso fuera bueno si hubiérais pasado to-
da VUestra vida pensando en conseguirlo y nada
hubiérais adelantado. Pero por desgracia es asi?
¿ó quereis encontrar sin tomaros el trabajo de
buscar? No me disgusta el método; al menos es
muy cómodo: pero juro por quien soy, que no
conseguireis con él vuestro objeto. Quwrite et in-
venietis: Buscad y encontrareis; dijo hace diez y




- 137-
ocho siglos el hijo de Dios; pero no: encontra-
reis sin buscar. Y esto me autoriza para deciros
que vi vís en e 1 vacío.


Repito, pues, que creo está resuelto el pro-
blema que os espanta por un hombre que, adop-
tando distinto método, empleó cuarenta y tan-
tos años en buscar.


Pero voy á haceros ver antes, circunscribién-
dome á las clases productoras, cómo ni tirios ni
troyanos conseguireis darles los derechos que
tanto cacareais y que con tanta justicia os piden,
ni realizar I1no solo de los principios abstractos
que proclamais, sino aplicando la fórmula capital
del trabajo atractivo. Pero por Dios os supli-
co me perdoneis la crueldad con que en familiar
estilo voy á despojaros de vuestras mas ricas ilu-
siones, y á haceros descender del mundo de las
utopías al mundo de las realidades. Esr:uchad-
me, pues, con paciencia, y vos en particular
Mr. Thiers, que luego hablaremos de la Propie-
dad y de lo que á bien tengais. Asi como asi,
yo he adoptado un título mas comprometido.




EL CAUDAL POLITICO


ó sea


SIETE VERDADES EN ESTADO DE MENTIlUS.


Libertaa.


Esta es una de las palabras que habreis pro-
nunciado y escrito durante vuestra vida, ¿quién
sabe cuántas ,-eces? Pues bien; estamos todavía
en el caso de tenpr que definir esas palabras si
nos hemos de entender. Porque veo dos clases
de libertad, como no diga tres ... cuatro ... cinco ...
mil. Decis libertad del trabajo, libertad política,
libertad del pensamiento, libertad de comercio,
libertad de asociacion, libertad de cultos I y otra
tanda de libertades, que todas juntas no cons-
tituyen una libertad regular. Yo soy mas conci-
so y creo que mas elocuente al usar esta pala-
bra; á ver si os place: Libertad del hombre. fIé
aquí cómo sin abusar de los diversos matices del
idioma, comprendo en esta síntesis todas esas
ramas de libertad que, como separadas del tron-
co, tienen necesariamente que morir á cualquier




- 139-
esposicion. Ahora, ¿qué deberemos entender por
libertad del hombre?


Por libertad del hombre entiendo yo que el in-
dividuo se halle desembarazado en la vida prácti-
ca para emplear todos los recursos natnralcs en la
conservacion y desarrollo de su propio ser: Que
pueda ocuparse en las funciones sociales mas con-
{armes con sus inclinaciones; obtener la justa re-
compensa de ellas, é -invertirla en lo que tenga
por mas conveniente.


Hé aquí una definicíon que aunque no cuadre
á vuestra poesía es, sin embargo, la real. N o la
cambio al menos por ninguna de las que querais
darme.


Ahora bien; el hombre que desde que tiene
uso de razon se sepulta, por órden de su pa-
dre, 6 por necesidad, bajo las bóvedas sombrías,
húmedas y mefíticas de un taller, á desempeñar
la tarea que le ·imponga un amo esplotador , y si-
gue y sigue trabajando doce ó quince horas por
dia , hasta que el mismo cuerpo se deforme ó con-
traiga algun dolor que le obligue á envolver sus
miembros entre las sábanas de muerte de un
hospital, ¿este hombre, repito, será en vuestra
conciencia libre? ... Respondedme con franque-
za. ¿De qué le sirven todos los derechos políti-
cos que estais empeñados en concederle, si to-
dos juntos los da por un dia de descanso, 6 por
un pedazo de pan? ..


¡Abajo, pues, todas las sandeces dichas y es-




-- tíO -
critas sobre la libertad! La primera condicion
para que un hombre sea libre, si esta no es una
frase poética, consiste en que tenga en sus pro-
pias manos los medios de su existencia! La pri-
mera condicion para que un hombre sea inde-
pendiente, consiste en que los actos formales de
su vida no dependan de la voluntad de otro, no
este n á la merced de tales ó cuales que puedan
hacerlo un objeto de propiedad, como un mue-
ble, un caballo, etc.! Haced revoluciones, for-
mulad decretos, discutidconstitucioues, procla-
mad todo género de repúblicas, nombrad al que
os plazca presidente ó cónsul, nada habreis he-
cho, absolutamente nada, pOI' la libertad séria, ver-
dadera, real de las masas, en tanto que la socie-
dad no garantice un mínimum conveniente de
subsistencia, mientras que cada hombre no esté
asegurado, como del primero de sus derechos de
miembro de la humanidad, de la independencia
social de su personalidad.


Hoy, en estos momentos, seria absurdo pe-
dir que diera la sociedad tales garantias. Ni
}'ODlUA NI CONVEi'lDr,IA A U:"lQUE PUDIERA. Mientras
que el régimen industrial no se organice de mo-
do que apasione á las masas, que las sujete al
trabajo por el poder de la atraccion y del inte-
rés ,no por el de la fuerza y la necesidad, 110
habrá medio de obtener el derecho de la libertad
y de la independencia social. Hoy el trabajo pro-
ductivo presenta un caracler tan repugnante. pOI'




- 111--
lo mal retribllido, por su monotonía y continuidad,
por la insalubridad de los talleres, por el aisla-
miento, por la ausencia de toda emulacion, por
cierta deshonra que se le atribuye, por la preocu-
pacion social etc. , que si el indIviduo lo ejerce,
no hay que dudarlo, es por la necesidad apre-
miante de resistir á la muerte. Y en este estado
naJa mas antisocial, que satisfacer aquellos de-
rechos.


Conste, pues, que no hay LIllERTAD política
ni social para las masas, sin 1II1NIMllM, y no hay
mNIMnl sin ATRACCION INDUSTRIAl.. (1)


Desafio á que se me refute esta tesis eapital,
y a que por la historia se me ni~gllen las con-
cordancias íntimas de las condiciones del traba-
jo y las de la libertad.


Igualdad.


Tambien es esta una inseparable compaüera
de la libertad, marchan unidas, y voy á tener
la osadía de sental' e3te principio con letras
gordas.


LA IGUALDAD ES LA NEGACION ABSO-
LUTA DE LA LlBEHTAD; NO PUEDEN


COEXISTIR.
Me esplicaré, señores; me esplicaré.


(1) No olvi,len mis !eclore~ que sirmpre 11<;0 la palahra
illflll,lrria/ PI1 su urf'pcion mas lata.




- U2-,
Aqui hay dos cuestiones. dos cosas que tie-


nen ustedes buen cuidado de separar. Hablo de
la igualdad politica y de la igualdad ~ocial.


En primer lugar la igualdad política, es mas
bien una política igualdad. el'eo que aun no me
he esplicado bien. Quiero decir que es una igual-
dad concedida con mucha política, con mucha
habilidad, con mucha estrategia, porque se
consigue hacer creer que todos somos iguales
ante la ley, iguales para optar á los destinos
públicos, iguales para la eleccion, iguales para
todo, siendo asi que para nada somos iguales,
para nada. Por eso digo, que es una igualdad
muy política.


En efecto; la igualdad ante la ley se estrella en
el mas fuerte, y el mas fuerte en estos tiempos
ya sabemos por qué signos hemos de recono-
cerlo.


La igualdad para los destinos públicos, se es-
trella en el favoritismo, en la audacia y en agios
inmorales. No hablo de la mayoría de cada na-
cion, que la forman las clases productoras. Es-
tas no son iguales sino en trabajar lo mismo hoy
que mañana y al otro. Con ellas no se cuenta;
porque, segun ciertos filósofos, pertenecen á
otra especie.


La igualdad electoral se estrella tambien en
el mas fuerte; es decir, en los que tienen mas
propiedades y ocupan mayor número de brazos.


La igualdad en el trato se estrella en los que




- 143-
han nacido en condiciones favol'ahle~ á recibir
una instruccion regular, que son el menor
número.


y á este tenor todas vuestras igualdades se
desigualan, permitid me la espresion, cuando se
trata de la vida práctica.


Voy á hablar ahora de]a igualdad social:


Como habeis cometido tan crasos desatinos, ha-
beis tambien autorizado las doctrinas mas desati-
nadas. Habeis con vuestros desaciertos puesto las
cosas de un modo tal; traido la sociedad á tal es-
tado de anarquía. de miseria, de lucha y con-
{usion. que no me admira quieran hasta las
masas ignorantes, imponeros sistemas de go-
bierno confeccionados al compás de la máquina
6 del martillo.


En efecto, viendo que la igualdad política es
ilnsoria, se pide la igualdad social; y esta es la
que yo digo que mata la libertad.


Porque prescindiendo de que creára abundan-
tes riquezas, que no lo creo, ¿podrian coexistir?


Me pongo á hacer contigo una estátua ú otro
objeto cualquiera; empleo el mismo tiempo que
hÍ, Y nos pagan por igual. Ahora bien; si soy
.realmente libre, el primer uso que hago de esta
libertad, es, despues de satisfacer mis primeras
neeesidades, despojarme de una parte de mis
derechos en obsequio de aquellas personas que




-tU-
rne escitan mas simpatías. ¿Y podré ya ser igual
á tí que conservas todas las garantías? No, y
desde entonces no hay igualdad.


¡ Igualdad!... ¡proporcionalidad querreis de·-
cir! j Proporcionalidad es el gran vacío que se
nota en nuestras sociedades! En un medio social
perfecto, el hombre sacará partido de todas Sll.~
facultades para sí y para las personas que ame,
porque sus facultades son proporcionales á sus in-
clinaciones, necesidades y deseos. Asi cada uno,
recibiendo lo que su naturaleza le adquiera, na-
die podrá quejarse.


Juan llevará un traje magnífico, que otro re-
pugnará vestir. Pedro comerá de una vez lo que
bastaria á satisfacer á sus dos vecinos; Antonio
montará un fogoso caballo á que Andrés temerá
aproximarse. El uno ama el brillo del mundo,
el otro lo soledad, aquel el tumulto de las fies-
tas, este la calma de la timidez etc. Dad igual-
mente á todos, y todos sufrirán.
I~a igualdad no puede establecerse sino aho-


gando el entusiasmo. castrando el alma huma-
na, que seria preciso privarle de sus mas nobles
aspiracIOnes.


La verdadera igualdad social consi5te en la
desigualdad. Si trabajo tres veces mas que tú y
con la misma perfeccion, y me dan á razon de
tres y á tí á razon de una, estamos iguales. En
otra funcion sucederá vice versa, porque eres tú
mas apto; pero de todos modos resultará la ignal-




.- 11:¡ --
,lad de la proporcionalidad. ¿Quién disputa so-
bre esto? ..


Fraternidad.


Otra palabra que completa esa célebre trini-
dad, fórmula del espíritu moderno. Y yo pre-
gunto, ¿qué es fraternidad'?-«Fraternidad, se
me dirá, es quet'erse todos los hombres como
hermanos; r.omo tales auxiliarse en sus necesi-
dades, é interesarse en la dicha comun.)) -Per-
fectamente; la definicion me su tisface; pero ¿quie-
ren ustedes decirme de qué modo piensan conse-
guir tan laudable objeto? Porque no basta querer,
es preciso alguna cosa mas.-«Inspirando, se aña-
dirá, á los individuos ese sentimiento que hace
nos consideramos, 10 que realmente somos,
miembros de una misma familia, hijos de un mis-
mopadre que habita en el ciclo.»-l't!tlum~ .. con
ese método mucho dudo que lo cOllsigais ; porque
hace algunos siglos que Jesucristo nos dijo 10
mismo en estas palabras: Vos omnes fratres estis,
ailadiendo San Juan: Ut onlnes unnm sint; y á
pesar de Jesucristo y de San Juan el principio
mas corriente en la vida es: «Al prójimo ... Pero
no quiero incurrir en una vulgaridad. Baste sa·-
her que el egoismo es el soberano absoluto del
mundo, la religion que prepondera. Esto indiea
que se necesita algo mas que buenas intenciones
para conseguir vuestro objeto, y que no basta
encabezar una (~onstitllcion ó adornar una han-


10




- HG-
dera con la sublime palabra fraternidad. Yo eren
(fUe mientras los intereses no fraternicen, menos
habrá que esperar fraternicen los individuos. In
terin esté en mi conveniencia sacrificar á Juan,
no ercais que Juan quiera llamarse hermano mio,
ni yo hermano de Juan. Ahora, si arreglais de
un modo las cosas que cuanto mas prospere Juan,
mas he de prosperar yo tambien, y cuanto mas
él se arruine, mas he de arruinarme, entonces,
no digo que sea dificil establecer la fraternidad;
porel contrario, será muy facíl, el único medio.
Pero pretender que en intereses seamos enemi-
gos, y en sentimientos nos llamemos hermanos,
conoced que no puede ser, que es una de vues-
tras mil ilusiones.


¿Qué fraternidad esperais de las numerosas
clases productoras, cuando os ven lucir y triun-
far, entrar en los cafés, en los teatros, etc.,
ve5tir con tanta elegancia, rodearos de placeres,
sin poder ellas jamás disfrutar nide aquello mis-
mo que sale de sus manos y que va empapado
en su sudor? ¿No os parece que de esto á la fra-
ternidad hay un abismo insondable? ¿No veis esa
Iueha general de intereses en que se precipitan
individuos con individuos, familias con familias,
clases con clases, naciones con naciones? ...


Desengañaos; la fraternidad no constará sino
en la letra muerta de una constitucion, mientras
no os digneis descender de esas regiones olím-
picas del poder, á lo que mas os repugna, á este




-- 14i --
materialismo insoportable de la vida prúctica. Ob-
servando esta bien y estudiando cómo fraterni-
zar los intereses, conseguireis, repito, frater-
nizar á los hombres: de otro modo no os sor-
prenda ver construir nuevas barricadas.


Progreso.


Tampoco hay partido que no use esta palabra,
y sin rubor confieso, que ó no he comprendido lo
que es progreso, ó se pronuncia sin fundamen-
to, como las palabras anteriores.


En efecto; sí el progreso consiste en marchar
la sociedad húcia su perfeceion , siento desde lue-
go, y ya lo probaré, que la sociedad moderna á
donde marcha á rienda suelta, como se le deje, es
á la barbarie.


Si consiste en otra cosa, como en la esplota-
cion de las minorías, en la eorrupcion de las
costumbres, en el egoísmo mas disolvente, en la
ruina de toda religion, en el descrédito de las
instituciones, en el desprecio de la autoridad, en
el fomento de la miseria, en la nulidad de los
derechos, en la repeticíon de bomba rdeos, en
la práctica de las barricadas, es decir, en la ley
del mas fuerte; si consiste en esto, repito, no
se puede dudar que marchamos viento en popa.
Pero como crco de hnena fé que consista en lo
contrario, trazaré en cuatro plumadas el cuadro
de la sociedad y el destino que le espera de nu
rafiar di' rumlw.




liS -
En primer lugar, el mal mayor que ob-


Sel'VO en nuestros grandes hombres de Esta-
do, es ese reducir la vista á este rincon de
Europa, ese hablar á cada momento de la hu-
manidad, cuando realmente creen que, fuera
de nosotros, no hay mas hombres ni mas mun-
do. No sé cómo esta eivilizacion se cree irres-
ponsablemente desentendida del resto del gloho,
¿Pues qué, señores sabios, si por un mila-
gro de los que nos cuentan las historias llegá-
rais á hallar el medio de hacer felices á los llUe-
blos modernos, ¿ creeriais que seiscientos millo-
nes de bárbaros y salvajes no formaban parte


.


del género humano? ¿Que no teniau los mismos
derechos á cumplir su destino de hombres? ¿No
sabeis lo que os espera, ]0 que espera á esta ci-
vilizacion, si no se encuentra pronto, muy pron-
to, en lo que va del siglo, el medio de atraer á
nuestro modo de "ivir, á nuestras costum-
bres etc., esa gran porcion del género humano'?,.


Os lo diré para que vivais sobre aviso.
Pero antes cumpliré mi promesa de trazar las


vias en que está empeñada la sociedad moderna.
En primer lugar, de beis tener en cuenta los


movimientos histól'Ícos de lo que se llama bien
general. Debeis observarlo con mucha atencion
si quereis tener voto en la cuestion del porve-
nir, y analizar con datos el estado presente de
la civilizacion, De todos los indicios que de-
hieran haberos hecho sospechar hace tiempo,




- 149-
de la industria actual, no hay otro que mas sal-
te á los ojos que el de la escala simple de la re-
particion. Yal decir simple quiero espresar una
escala que DO crece sino por un lado, nada por
el olro. Mejor será que copie de un escritor
contemporáneo UD ejemplo adaptado á las cin-
co clases; helo aquí:


PoIJl'c. Mt'Ilns pobl'l'. ~lctlia. AcomOlladi:l.. lIiea.


A. o 2 4 g
n. :! .\ S ~f,
C. :.! ·1 8 ~G 52
D. h 8 l(¡ 52 G·I
E. ~ 16 32 lH 128


La línea horizontal A, representa el orígen de
las sociedades, en el que la diferencia de fortu-
nas era poco Dotahle, y l<l clase l)Obre figul'aba
por cero, no existia.


A medida que la fortuna pública ha ido au-
mentándose, como se ve en las líneas B, e, D, E,
seria preciso que la clase pobre participase de
ella segun la proporcion indicada en cada una
de las líneas; es decir, en un grado de rique-
za E; teniendo el rico 128 pesetas que gastar
por dia, que el pobre tuviera 10.menos 8; de este
modo la escala seria compuesta, creciendo pro-
porcionalmente 11al'a las cinco clases.


Pero en civilizacion , es decir, en el perío-
do que alravesamos, DO creciendo sino de un
lado, resulta que si la riqueza ha llegado al




- 150 --
quinto grado E, la clas~ rica obtiene esactamen-
te su lote de 128, Y la pobre cero tan solo;
porque siempre tiene menos de lo necesario. De
manera que la escala civilizada sigue la línea
transversal 0.2, 8, 32, 128, Y la multitud ó
clase pobre, lejos de participar del progreso hu-
mano en orden de riqnezas, no vive sino del tor-
mento de todas las privaciones, porque ve una
mayor variedad de bienes que le escitan los sen-
tidos y de que no puede gozar, llegando hasta
carecer del trabajo repugnante que forma su su-
plicio, y que no le ofrece mas ventaja que la de
no morir de hambre.


Tambien es muy de notar cuál se endurece el
corazon humano, y cmll los lazos afectivos que
constituyen toda sociedad, van flesapareciendo.
Al ho mbre se le ve caminar montado sobre el
individualismo mas disolvente, al aislamiento,
á la emancipacion completa de sus semejantes.
Hoy ya no siente las miserias y padecimientos
del prójimo si pueden tener alguna relacion, si-
quiera sea lejana, con sus intereses; por el con-
rario, se goza en su esterminio. Con rubor con-
fieso que he oido decir á personas, apreciables
por otra parte, hablando de nuestros desgracia-
dos hermanos que cometen el gran delito de que-
rer trabajar para no morir de hambre, que era
preciso concluir con ellos á caiionazos. ¡ Que cruel-
dad! ! ... Ya ha llegado á ser un axioma que á
los 30 años pierde el hombre el eOl'azon; y es~




-- Hi1-
tas nobles y humanas tendencias que conserVil-
mos en la juventud, para convertirse en un pe-
uazo de hielo! ¡ Qué cargos tan terribles debe·
hacer la conciencia á una sociedad que de tal
modo paraliza los mas grandes movimientos del
alma! que asi apaga el fuego santo de la cari-
dad! que tal guerra declara al cristianismo!


Este deplorable fenómeno va desarrollándose
con la civiIizacion de un modo pasmoso; y ya
es fácil concebir qué vendrá á ser de la sociedad
desue el momento en que el hombre no pueda
hablar sin prevencion á otro hombre, desde el
momento en que las clases se encastillen en sus
respectivos intereses; cuando la industria mul-
tiplique las necesidades á medida que la miseria
reduzca los medios; cuando la instruccion se ge-
neralice; cuando todos quieran gozar y se vean
impedidos por todos.


Asi que la civilizacion moderna está montada
sobre un volean. Todas esas cosas que nos en-
cantan y fascinan, ese aparato deslumbrante que
presenta. á nuestra vista, ese refinamiento que
escita nuestra alma, credme, todo es mentira,
pura mentira. Y tocando y retocando con entu-
siasmo las piezas de esta gran máquina, ¿ sabeis
qué me pareceis? 1\1e pareceis, pues, unos niños
que se entretuvieran en jugar con artificios en-
t re barriles de pólvora.


Sí, no quereis notar que, andando el tiempo y
siguiendo asi las cosas, de en medio de tantas fal-




- 15::!-
sas maravillas vereis alzarse una horda robusta,
aterradora, que con nervudo y ensangrentado
t>razo desbarate y haga trizas este mismo débil
artificio que encanta vuestros sentidos y os co-
loca á la cabeza del género humano. Ya debie-
rais haberlo presentido estudiando la marcha
del pauperismo y del proletariado, comparando
sus cifras y midiendo, por los grados de su de-
sarrollo pasado, los grados y consecuencias de
su desarrollo futuro, puesto que está en crecien-
te. Pero lejos de eso coadyuvais á este fin, abriendo
al pobre las puertas de la ciencia y cerrándole las
de la riqueza; enseiíándole á leer, á pensar, á com-
prender los placeres mas elevados, y sujetándole
con la otra mano á la mas afrentosa y degradante
miseria para que no pueda saborearlos. Tantálica
lucha! Imprudentes por un lado, os mostrais bien
crueles por otro! ¿, Qué quereis que resulte? Al
fin la sociedad feudal dió pruebas de mas cordu-
ra. Creó la 8ervidumbre, pero tuvo buen cuidado
de no ilustrarla, ni enseñarle á leer para que no
tropezára en algun libro con esta idea:


» Solo la injusticia y la tiranía pueden esta-
blecer entre los hombres desigualdades tan mons-
truosas, haciendo que unos, sin trahajar, gocen
todos los placeres del mundo, y otros, trahajan-
do como brutos, vivan como brutos, sin la con-
ciencia de sus derechos de hombre, ni de la dig-
nidad de ser inteligente.))


Esto, repito, lo encuentro mas cuerdo y mas




- 153 -
humano que vuestro sistema de progreso y per-
fectibilidad consistente en sacar al pobre de su fe-
liz ignorancia, en inspirarle el deseo de todos los
goces del alma, de la inteligencia y de los sen-
tidos, sin tener intencion de satisfacerlo ni aun
en sus mas apremiantes necesidades. No respon-
deria yo de una sociedad empeñada en ta-
Jes vias.


¡Hablais mucbo de los progresos de la indus-
tria y confiais en que todo lo remediarán! Es-
tais equivocados; la industria no progresa sino
en modo negativo; en la industria vienen en-
vueltos los elementos de disolucion. ¿Ni qué pro-
gresos generales creeis que haga? ¿No sabeis que
si en Europa adelanta algo, pierde en Asia in-
mensas regiones! ¿Si la eivilizacion ha fundado
en América frágiles colonias siempre amenaza-
das por la insurreccion de los negros, no ha per-
dido á las mismas puertas de Europa vastos im-
perios? .. ¿No veis como las hordas lo invaden
todo, traspasando de mas en mas su barrera na-
tural , la cadena del Ymaüs, que se estiende des-
de Bukaria á China? ¿Ahí mismo, á nuestra vis-
ta, en la Turquía, no observais cómo la horda
surge lozana, y no cesa de hacer progresos en
este imperio?


«Todavía, ba dicho un célebre escritor de
nuestros tiempos, todavía unos años de persecu-
ciones, de anarquía otomana, y se verá esta bella
porcion de territorio reducida á la vida nómada




-- 151 -
ó tártara que hane progresos tan espantosos so-
bre todos los puntos de la dominacion turca.)


«La horda, añade, es un volcan siempre dis-
puesto á tragarse la civilizacion ,un humor in-
veterado, que apenas sofocado, hace una nue-
va irrupeion; que reaparece apenas se cesa de
obrar sobre éL»


«En fin, esta tendencia universal de los asa-
lariados á su emancipacion, que no es otra cosa
que á reformar la horda, si la ciencia social no
interviene pronta y directamente, reduce todos
los cálculos de la política á este solo problema:


«Hallar el medio de asegurar al menor de los in-
dustriales bastante bienestar, para que pre~era
constante y apasionadamente su trabajo al estado
de inercia y vandalismo á que hoy se aspira.


De este modo no solo conseguireis cegar en
Europa el abismo siempre abierto de la revolu-
cion y la barbarie, sino atraer á vuestra civiliza-
cion, á vuestras costumbres y á vuestra industria
esos millones de seres que vagan por el mundo
prefiriendo los derechos naturales al estado de
proletario. Porque ¿qué habeis hecho hasta aho-
ra para conquistarlos? ¿Qué medio habeis em-
pIcado? Uno solo, la compresion! Pucs bien;
antes que aceptar nuestras instituciones, pre-
fieren morir, y mueren sacrificados por noso-
tros! ¡Qué crueldad! ¡Qué infamia! ¡Hombres
tan bellos, tan fuertes, tan bien constituidos! ...
A medida que invadimos sus desiertos, huycn.




-- 155 -
y esquivan nuestro comercio. ¿Por qué? Otro es-
critor contemporáneo os lo dice. Porque, escep-
to el lujo , de que carece el salvaje, y que con
frecuencia n'l es para la mayoría de los civili-
zados, sino una causa de codicia y corrupcion.
la vida del salvaje tiene ventajas sobre las del
proletario. ¿No habeis tenido noticia de marine-
ros que han virado hácia el desierto para ha~er­
se salvajes, mientras que jamás un salvaje ha
aceptado libremente la civilizacion?


Pues esto solo, si pensárais, os convenceria
de que no progresamos tanto como decís. Lo
mismo el bárbal'o que el salvaje, que el civili-
zallo, tiende á ser feliz; gravita hácia el placer.
y la civilizacion no será muy atractiva cuando
sus estraños huyen de ella como de un monstruo.
¿Sabeis cuál es la mayor imprecacion del salvaje
contra un enemigo? esta: j Qtte te veas réducido
á cultivar un campo.» Por aqui podeis formar
una idea de las condiciones en que se ejerce vues-
tra industria.


Interin, pues, no establezcaÍs EL TRABAJO
ATRACTIVO ni conquistareis un palmo de desier-
to, ni podeis hacer ningun progreso efectivo;
ni conjurar las revoluciones, ni cortar el paupe-
rismo, ni echar cuentas galanas con vuestra
civilizacion, que ya sabeis no es la primera que
fiare ce en el mundo.




--- 156 -


Orden.


-¿Qué es órden?-Cuando las naciones están
en paz.-Mcntira.-Cuando nadie atenta con-
tra un gobierno establccido.-Mentira.-Cuan-
do Jos ciudadanos no piensan mas que en sus
negocios privados, y el poder funciona con des-
embarazo.-Mentira tambien. El gobierno pue-
de por nn juego de baterías aterrar al espíritu
público, y el órden que resulta es la resignacion;
aquella paz, la paz de los sepulcros. El verda-
dero órden es el que procede dcl contento y
bienestar de todos los ciudadanos, de la armo-
nizacion de todos los sentimientos, de todos los
intel'cses, de la satisfaccion de todos los derechos,
de todas las necesidades. El verdadero órden de-
be mantenerse sin bayonetas; si no, no hay órden,
lo que hay es desórden organizado, imperio ab-
soluto de osadas minorías, despotismo.


Ahora bien; mientras yo vea los pueblos que
sufren despojados de toda garantía real, juraré
que no hay en ellos órdPn ni puede haberlo has-
ta que se llenen aquellos requisitos. El partido
que se llama de órden y que ha tomado este por
su cuenta, se halla en buen camino de constituir-
lo? ¿Pretende atacar el desórden en su raiz?-
"No; porque escatima los derechos sociales mas
que los otros partidos.-Eutonces es revolucio-
nano.




Me esplicaré :
Todos los que hoy aparecen interesados en el


órden son los que mas poseen y cuyos bienes se
hallan protejidos por la ley. Creen, y no se
equivocan, que en el desórden solo pueden per-
der; así como los que nada poseen solo pueden
ganar, único objeto que los lleva á la revolu-
cion. Esto significa claramente que la sociedad
garantiza unos derechos y otros no; que atiende
á unos intereses y descuida á otros; y eStO es
una parcialidad muy peligrosa. ¿ Por qué no ha
de garantizar, como antes he dicho, á los unos
sus intereoes creados y á los otl'05 su facultad de
crear? ¿ A los unos su propiedad mueble ó in-
mueble, y á los otros su propiedad personal? ..
¿No hemos visto y vemos todos los dias inver-
tir los revolucionarius grandes sumas en conquis-
tar al pueblo hambriento? Entonces, ¿por qué
no lo conquistan los gobiernos par .. sí por medio
de buenas instituciones que abran el eoraZDn
del pobre á la esperanza y le muestren un por-
venir por la senda de la paz? Háganse, pues,
revolucionarios de este modo, y agotarán el ar-
senal de donde sacan las armas los llamados
anarquislas. De lo contrario es hasta ridículo ha-
blar de órden y siempre de órden, cuando no
puede todo estar mas trastornado y cuando lodo
respira desorden.




- 15S--


Justicia.


Escríbanse códigos bajo la inspiracion de este
sentimiento; redáctense artículos de periódico;
discútanse leyes en las asambleas; confecci6nense
programas, hágase lo que se quiera, no puede
haber justicia verdadera mientras en el dominio
de la produccion haya parásitos que absorban
todo el beneficio del taller social; mientras la
mayoría de los hombres esté condenada á traba-
jos penosos, repugnantes y mal retribuidos;
mientras haya quien gane de una plumada mas
dinero que el que puede producir al año todo
un pueblo sóbrio y laborioso. Solo por medio
del trabajo combinado podrá obtenerse la justi-
cia, repartiendo proporcionalmente los beneficios
á los agentes de la produccion capital, trabajo y
talento. Fuera de aquí no hay mas que esplota-
cion y taranÍa.


1tloralidad.


Tampoco puede haberla en la buena acepcion
de la palabra, sin concluir con la miseria, por-
qll~ de ella procede el robo, la crápula, el em-
brutecimiento, el asesinato, casi todas las pIngas
sociales. La miseria nace de la falta de trabajo 6
del trabajo deprimido. Hay, pues, que elevar y
generalizar el trabajo, y este no puede ser ge-
neralizado y ejercido digna y espontnneamen-
te por todos los homhres, mientras no se ob-




--- 159 -
s~rven las condiciones de ]a atraccion. Solo
asi se aprovecharán todas las fuerzas, creando
ahundantes riquezas, y se inaugurará el reinado
de la moralidad.


Las siete palabras analizadas forman todo el
patrimonio de los partidos políticos, y sin embar-
go, no sahen cómo hacer para que sean una ver-
dad, ó, si lo saben, lo disimulan mucho.


Pero, me he estendido mas de lo que pensa-
ha para sentar la cuestion social en toda su ge-
neralidad y disipar tantas preocupaciones mora-
les, políticas y filosóficas, como condensan las
tinieblas en que todavía vive envuelto el mundo
modernu. El lector me dispensará.


Reasumamos:


De la ley que rige todo el escalafon de 'las vi-
das, esto es, de la unidad universal, hemos de-
ducido el objeto de la humanidad, que consis-
te en estender, desarrollar y perfeccionar todos
los reinos que le están subordinados, y servirse
de ellos para sus necesidades y placeres.


Esta misma ley la hemos hallado corroborada
por la nat[]raleza h[]mana, creada para la accion
y el desarrollo armónico de todas sus facultades.


A esta accion hemos visto que la presiden dos
únicas leyes, la voluntad y la violencia.


La ley de la voluntad es la única que puede




- 1tiO --
llevar todas las fllerzas humanas á la produccion
social.


La fórmula que abarque con desembarazo to-
das las diferencias de caracteres y aptitudes para
componerlos en la armonía total, esa es la fór-
mula del destino, la gran verdad social, la cien-
cia absoluta. Fuera de ella la sociedad no puede
avanzar un paso ni practicar uno solo de los
principios abstractos que proclama; por el con-
trario, marcha al precipicio.


Si pues he coriseguido hacer una observacion
mas exacta de la naturaleza humana que mon-
sienr Thiers, J de ella, como dice sábiamente
este célebre personaje, deben deducirse los de-
rechos dpl hombre en sociedad, creo hallarme en
estado de mayor competencia para formular
aquellos al menos que necesito l)ara juzgar su
obra. Voy á reducirlos á doce y á ponerlos bajo
su garantía protectriz, que es muy digno del
defensor de la propiedad abogar con igual hon-
roso celo por otros objetos no menos sagrados,
y que yacen, sin embargo, en el olvido.


Hé aqui esos derechos:




DERECHOS DEL HOMRRE


1. n El hombre tiene, cuando niI1o, rI derecho de ser protejido
1" asistido por la sociedad en todas sus necesidades.


2. o Conforme raya desarrollandose, poder ensayar su naciente
actifidad en los empleos sociales mas conformes con las tendencias
de su naturaleza.


3. o Recibir la instruccion fine mas en armonia esté con cso~
empleos.


4. o Obtener una medida de fortuna 'j gloria que esté en re.lacion
exacta con la medida de todas sus fuerzas desenvueltas y utilizadas,
de los beneficios que haga á la sociedad.


5. o Inm/ir en lo (Iue IIuiera, ruando fluicra y como quiera,
csta fortuna, frulo de su trabajo, resultado de su adilidad.


6. o Conscrvarpor medio de la educacion que haya recibido y del
Ilesarrollo de todas sus facultades, la dignidad humana que desaparece
con el embl'Utecimicnto 'S la groseria generales.


7. o Influir en el gobierno de la sociedad de que es miembro,
en el circulo de su competencia.


8. o Aspirar á tOllos los honores, dignidades y rentajas seilalados
al mérito y á la gran produccion.


9. o Reproducirse y formar la familia.
10. Vivir en el pais que prefiera.
11. El de una parte de la tierra que riegue con el sudor de Sil fren-


te., 11 del techo bajo el cual han vivido y muerto sus antecesores.
\" 12. El de un mínimum de sub;;istencia) en caso de invalidez,


ancianidad, o de dedicarse á harer, con algunas probabilidades de éxito,
nn imp~r\3ntr t1'<,hajo inlrlrrlnal , \In dr-;ruhrimirnlo.


1L




-- 1t)~ -
Todos estos derechos tienen sus límites natu-


rales en los derechos del prójimo: la línea que
los divide no es otra que la del deber.


Voy ahora á comentarlos.


1.0 El hombre tiene, cuando mno, el dere-
cho de ser protegido y asistido por la sociedad 1'11
todas sus necesi(lades.


En efecto; lo primero es vivir, y esta vida,
como en un medio conveniente á la naturaleza
humana, viene á ponerse al servicio de la socie-
dad, á aumentar sus fuerzas productoras, la so-
ciedad, siquiera sea }1or egoismo , tiene el deber
de conservarla y desarrollarla para multiplicar Su
valor industrial; de este modo se evitarán dos
cosas:


1.' Que por tener la desgracia de yacer en
]a cuna de la pobreza, el tierno niño muera ex;!-
nime, ó viva causando el tormento de sus padres
que no pueden darle el sustento material, mucho
menos el moral é intelectual de que depende ladi-
eha del ser humano; pues como juiciosamente
dice lUr. Thiers, ((impidiéndole el ejercicio de la
inteligencia, se le rebaja, se le hace desgraciado.))


2.' Desembarazar el santo afecto paternal
de todo género de inconvenientes, de todo roce
con el helado materialismo que seca el alma.
]~I amor repele los deheres, le pesan.




- 163-
2.° Conforme vaya desarrollándose, poder en-
.~ayar su nacitnte actividad en los empleos sociales
mas conformes con las tendencias de su naturaleza.


Porque en una sociedad organizada para la ac-
cion productora y atractiva, la débil energía del
niño ú del adolescente encontrarán funciones de
utilidad pública, apropiadas á sus inclinacio-
nes, y flue les garanticen cuando menos la sa-
tisfaccion de sus primeras necesidades. Ademas,
sabido el> que en los primeros años, y estando
uno rodeado de lodo cuanto puede solicitar sus
tendencias, hallará la ventaja de ensayarse á su
placer en los diversos empleos y fijarse en el que
mas consiga apasionarle.


Esto evitará:
1. o Que el hombre, aceptando por necesi-


dad y como á ciegas una funcion cualquiera so-
cial, llegue un tiempo en que conozca su error
y no pueda evitar la desgracia de verse empeña-
do en unas vias opuestas á su naturaleza. en las
que, por lo tanto, no puede hacer progreso al-
guno. En la sociedad actual, raya en lo imposible
que el jóven se determine con conocimiento de si
mismo, de sus inclinaciones; pues generalmen-
te está sometido al influjo de las condiciones en
que ha nacido. Además, como el círculo de em-
pleos que se presentan á su vista es tan redue.ido;
como las atracciones individuales existen en el
inmenso campo de la agricultura y de]a indus-
tria, donde se ofrece á la diversidad de aptitudes




- 161-
tanta diyersidad de funciones agradables; y co-
mo hoy estas mismas funciones están altamente
degradadas port~. preocupacion social·, ó me-
jor dicho., antisocial, y por las condiciones
morales y materiales en que se ejercen; como
sucede todo esto, repito, ]a actividad individual
rueda en un cÍl'culoobligado, se consume en el
fastidio, ó se empeña en movimientos disol-
ventes.


2.° Convirtiendo los trabajos de penas en
placeres, y seduciendo todas las fuel'zas del in-
dividuo en el Ilomini0 de]a produccion, resulta-
rá no desperdiciar ni la actividad del rico, ni de
la muger, ni del niño, ni del anciano; todos se-
rán funcionarios activos e inteligentes del uni-
verso. Hoy se tl'ab"ja para no trabajar. Cuando
el hombre ha adquirido algunos bienes, se eman-
cipa de la produccion, se hace parásito, viviendo
á espensas del cuerpo social. Ysi atenuemos á esa
tendencia humana que huye el dolor veremos
cómo el que asi obra está en su derechu. De aquel
modo se consigue tambien la independencia so-
cial del individuo, que, pudiendo desarrollar agra-
dablemente todas sus fuerzas, probar todo su va-
lor, con la garantía de una justa recompensa, Sil
mismo amor propio aparecerá interesado en no
ser gravoso ni á su misma familia, emancipada
cntre sí hasta el punto de no pensar mas que en
amarse y complacerse.




- 1ü;) -
3. o Recibir lainstrtlCcion que mas eH armo-


nía esté con esos empleos.
Repugna, en efecto, que se quiera hacer del


hombre un buen geómetra, un buen químico.
antes de haberle iniciado en funciones propias á
escitar en él el deseo de conocer las matemáti-
cas y la química. La teoría debe siempre com-
binarse con la práctica anterior. En una verda-
dera organizacion social, el mismo niño que es-
tá siempre en relacion con otras personas, sin
cesar en contacto con los objetos que logran
atraerlo; que tiene á la mano todos Jos instru-
mentos del trahajo adecuados á su tierna natu-
raleza; á la vista todas las lecciones prácticas que
pueden escitar sus inclinaciones, lisongear sus
gustos, prQ'.ocar su manía imitativa; que es
observado por nn funcionario social encargado
de interpretar sus tendencias; el mismo niño,
digo, llega natural y necesariamente al desar-
rolio y completa utiliza cían de todas sus aptitu-
des; porque impelido por la curiosidad, por el
deseo de distinguirse y obtener la grande gloria
señalada á los progresos infantiles en todas ra-
mas, conoce la necesidad de oir las lecciones
que tienen reJacion con su empleo particular y de
enterarse de los principios que echa de menos en
los trabajos prácticos. Todo esto. se consigue con
la multiplicacion de los cursos para que el niño
pueda eseoger precisamente la parle de la cien-
cia que desee conocer. Un buen sistema de edu-




- lGo-
cacion, debe Se!' unitario en principio, y flexi-
ble hasta el punto de plegarse á todos los carac-
teres, á todos los detalles de cada indivilluali-
dad: debe buscar todas las facultades del hombre
para desarrollarlas social y armónicamente.


Asi se conseguirá que todos los trabajos, aun
los mas mecánicos, sean ejecutados con digni-
dad é inteligencia.


4. o Obtener una medida de forftma y gloria,
que esté en relacion exacta .;on la medida de I?-
das StlS fuerzas utilizadas, de los beneficios que
haga ú la sociedad,


La justicia fundamental cOllsiste en que el in-
dividuo participe de los productos sociales, en
razon del concurso llevado á su creacíon. Si llO
tengo capital, afecto mis brazos á la produccion;
y segun la mayor ó menor energía corporal que
desplego, el mayor ó menor talento, la mayor
ó menor destreza, asi tengo derecho á la recom-
pensa. Si he hecho un importante descubrimien-
to que ahorra á la sociedad grandes sumas, la
recompensa debe ser proporcionada á mis servi-
cios. Una vez abiertas á la fortuna y á la gloria
las vías sociales del trabajo y de la produccion,
todo hombre, con el auxilio de sus facultades
desarrolladas, es libre de rayar hasta donde
pueda.


t1." Invertir en lu que qniera J cuando quiera




-- Hi7 -
Y comu quiera esla fortuna, {mto tic ~u trabajo,
resultado de su actividad.


Este es el derecho de propiedad. J~o que el hom-
bre ha adquirido con su trabajo, es un sagrado
á que no se puede atentar sin atentar contra la
misma existencia social. La accion de ningmlcl
ley debe entenderse hasta. el empleo oe mis ga-
nancias. ¿Las he obtenido por medios lícitos, con
mi trabajo? En lances puedo hacer de ellas lo que
quiera, siempre que no perj udique á otro; y pa-
ra esta libertad pido garantías, protesto el de-
recho, invoco la ley.


6. o Conservar por medio de la educacion r¡ur
haya recibido y del desarrollo de todas sus faculta-
des, la dignidad humana que desaparece con el em-
brutecimiento y la grosería generales.


Sin que el hombre pueda mezclarse y comu-
nicarse con otro hombre, es tamLien imposible
la unitlad de las clases, la paz, la fraternidad.
Cuantas mas diferencias se establezcan entre los
ciudatlanos, mas elementos de escision y guerra
amontonais. Yo soy franco; no puedo asociar-
me pOI' placer á un desgraciatlo que apenas sepa
hablar, ni contemplar sin repugnancia 10 torpe
y descompuesto de sus maneras. Sin embargo,
al paso que siento esta impresion , conozco q ne
cómo yo, nació criatura inteligente, y qne como
yo lo menos seria, de haber nacido en mis con-
diciones. Ilero esto, digo, no impide que huya




- 168-
de su trato y busque las personas que me com-
prenden. Aqui, por consiguiente, aparece depri-
mida la naturaleza humana, la dignidad del hom-
bre, que, como tal, ha nacido para asociarse en
paz y contento á sus semejantes y saborear los
goces del alma y de la inteligencia. Evitando,
pues, por medio de una educacion social que de-
be nacer naturalmente de una buena organiza-
cion, estas repugnancias que se producen entre
séres igualmente desiguales, serán UDa verdad la
fraternidad cristiana y ]a dignidad del hombre.


7. o Influir en el gobierno de la sociedad de
que es miembro, en el círculo de su competencia.


Este es el sufragio universal inteligente. La jus-
ticia dicta que todo el que trabaja para la socie-
dad, debe ser consultado sobre su direccion; pe-
ro el buen sentido fija exactamente el límite
de este derecho, prescribiendo no peJir á cada
uno su parecer sino sobre las cosas que conoce y
practica. Si siendo jornalero que habito solamen-
te en el campo y vivo cstraño á todo el movi-
miento político, me preguntais qué hombre me
parece mas apropósito para dirigir los negocios
de mi patria, de seguro que no sabré responder,
porque no me he dedicado á estudiar la historia
y capacidad de los candidatos, ni siquiera tengo
idea de las mismas funciones que van á desem-
peñar. Si buscais mi voto, dadlo al que mas os
plazca; no tengo int~rés en que triunfe Juan 6




.- 169 -
Pedro. Ahora, si quereis que ejerza el derecho
electoral en la esfera de mi competencia, de mi
capacidad; que pueda pronunciar en el sentido
de la equidad y de la razon, preguntad me por el
mejor labrador de mi pueblo, por el hombre mas
capáz de dar impulso á la agricultura y de pro-
tejer mis intereses; en eso tendrá tanto ó mas va-
Jor mi voto que el de otro cualquiera, y po-
dreis decir con verdad que el elegido representa
fielmente las necesidades y los intereses, no solo
mios, sino acaso de mi provincia.


Por esto solo se verá la altura de organizacion
á que todavía se encuentra el derecho electoral.


8. o Aspirar á todos los honores, dignidades y
ventaJas, señalados al mérito 'Y á la gran pro-
duccion.


No reconociéndose otros medios de prosperi-
dad y gloria que la accion del trabajo y del ta-
lento, y dejando esta desembarazada, todos po-
drán aspirar á aquellas. IIoy se dice lo mismo;
pero al abrir una puerta se cierran las demas, y
triunfa el privilegio. l\luéstrensele al trabajador
estímulos positivos; ármesele de una instruccion
regular; déjenseJe francas las buenas vías, y ya
vereis el poder del interés privado.


9. o Reproducirse y formar la familia.
Este derecho se funda en la exigencia impe-


riosa de nuestra naturaleza, que, como hemos




- 170-
vislo en otra parte, nos conduce ue un modo ir-
resistible á las uelicias del hogar doméstico. La
familia es la piedra angular de las sociedades
cultas. En vez oe destruirla como pretenuen al-
gunos insensatos, se debe realzarla, purilicarla,
emancipándola de toda influencia disolvente y
deletérea, de toda alianza con el veneno del ma-
terialismo, y dejando que la forme el corazon,
no la cabeza; que la sostenga la influencia del
amor, no la influencia del egoísmo. En el primer
caso será la familia con todos sus encantos; en
el segundo, el infierno con toJos sus borrores.


10. Vivir en el pais que prefiera.
Entra en la libertad humana poder escoger el


individuo por campo de trabajo ó medio de salud,
10s lugares que mas le agraden, y la sociedad
debe recibirlo en cualquier punto como una can-
tidad de fuerza inteligente y productora, dispues-
ta á funcionar en beneficio comun.


Porque repugna ver mil séres humanos unci-
dos por tristes condiciones a1 páramo de su na-
turaleza, y estraños al movimiento del mundo
y á las maravillas de la creaeioll. Esto rehaja al
hombre y Jo pone al nivel de ciertos brutos que
mueren sin conocer de la tierra mas que unas
cuantas aranzadas donde han encontrado satisfe-
chas sus necesidades.


Debe ser libre y disponer como guste de su
individualidad, propiedad primera.




-- 171 --


11. El de UlW parte de la tierra que riegue con
el sudo!' de su frente, ó del techo bajo el CHal han
vivido y muerto sus antecesores.


Esto se roza bastante con el uerecho de pro-
piedad, sin que sea, sin embargo, la propiedad
misma. En efecto; los filósofos del siglo han
complicado]a cuestion y confundido los dere-
chos. El hombre que eu el campo de su amo ha
plantado un árbol, que lo ha visto nacer, cre-
cer, estender sus ramas á favor de sus cuidados
y desvelos, dar ]05 frutos etc., este hombre es-
tá ligado pOI' un sentimiento correspondiente al
amor propio, á la existencia de este árbol. La
propiedad material, sin embargo, no le perte-
nece por el uso establecido; pero despedir á es-
te hombre des pues de 30 Ó !~O años de aquel cam-
po; alejarlo del árbol que ha formado ,de ]05
frutos que ha producido á fuerza de cuidados y
constancia; prohibirle hasta que vuelva á verlo,
es asesinarle. Lo mismo digo del techo bajo que
se nace y en que se contempla la huella inani-
mada de nuestros antepasados. Hemos vivido
muchos años en este lugar que tiene algo de
santo para nosotros, y llega un dia en que
el propietario legal, por capricho, por codi-
cia, ó lo que quiera, nos obliga á abandonar
aquella religiosa rnansion, atravesando nuestra
alma. De esta manera, el sentimiento que nos
liga á los ohjetos esteriores, á la propiedad, se




- 172-
ve cruelmente combatido en ]a sociedad aclual
que tantohab]a de derechos y sentimientos. Y no
debe ser así. El hombre ha de poder vivir don-
de sabe que vivieron sus padres, pisar donde sa-
be que pisaron, velar el árbol que sabe que plan-
taron con sus manos. Esto es imposible en la ac-
tual organizacion; pero una organizacion justa
debe satisfacer igualmente el derecho y los sen-
timientos de todos, si hemos de creer con
Mr. Thiers en los derechos inherentes, no á cier-
los individuos, no á ciertas clases, sino á la na-
turaleza humana.


12. El de un minimum de subsistencia en caso
de invalidez, ancianidad, ó de dedicarse á hacer,
con algunas probabilidade~ de éxito, un importante
trabajo intelectual, un descubrimiento.


Al desgraciado que padece una larga enfer-
medad, ó que se iuhabilita para los trabajo~ pro·
ductivos, la sociedad debe prestarle, en nom-
bre de la humanidad, de la religioIl cristiana,
todos los auxilios necesarios á su existencia. Lo
mismo al que se retira de la produccion ~on la es-
peranza de resolver algun prublema importante,
de hacer una obra de mérito etc. Muchas veces
la intranquilidad de espíritu, la idea inquieta del
porvenir, es un obstáculo para hacer progresos
en cualquiera rama de la actividad creadora. La
sociedad, pues, debe á todo trance y por su
mismo interés, dejar espedita la carrera al gc-
liio de invencion, acudiendo ú las necesidades




- 173-
mas apremiantes, con conocimiento de causa.


Estos doce fundamentales derechos revelados
por la ley de la naturaleza humana, por la con-
ciencia y la razon, y como tales, incontroverti-
bles, forman la base de la cuestion social, y to-
davía se hallan enel estado de teoría, sin recibir
la sancion de los llamatlos hombres de Esta-
do. Me equivoco: El derecho de propiedad yal-
guno que otro se han dignado todas las acade-
mias científicas de ~El1ropa reconocer, pero tam-
hien en teoría ó rebajándolos en la práctica al
rango de privilrgios, es decir, desnaturalizán-
dolos.


Ahora bien; se puede decir que ]a sociedad
moderna, que el siglo XIX, entra en las vías
de organizacion. El instinto parece que ]0 guia;
pero necesita ilustrarlo. La plenitud de su "ida,
el apogeo tle su dicha, el cumplimiento de su des-
tino, consiste en ]a encarnacion social de esos
derechos, en la práctica tle sus presentimientos.
Su gran tarea consiste en combinar el modo de
que todos aquellos puedan, ejerciéndose, com-
poner la armonía social, realizar la condiciou
del órden, y convertirse en elementos de crea-
cion y bien. El primero, pues, que logre pre-
sentar, en concreto para no comprometer nada
.le lo existente, un modelo, un mecanismo, un
tipo de organizacion que llene tales condiciones,
esr. será el sa1vatlor del mundo.




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SIGAMOS CON MR. THIERS.


111.


Despues uc haber auquirido una idea mas ó
mellos clara, mas ó menos general del objetoso-
cial del hombre, de sus derechos, de su natura-
leza, nada tan fácil como reducir á su valor efec-
tivo el libro De la Propiedad.


En efecto; podemos con mayor número de da-
tos justipreciar los principios (le JlIr. Thiers , ora
se hallen científicamente formulados, ora no mas
en el estado de instinto. Quizá suceda que al tra-
vés de especulaciones parciales y apasionadas, se
descubra su adhesion secreta á todas las ideas
en que acabo de iniciar á mis leclores. Porque
al fin el bistoriador del Imperio tiene un talento
envidiable, y aunque le haga á veces maniobrar
hábilmente en falsas condiciones, no siempre
podrá resistir las robustas inspiraciones de la ver-
dad. Yo al menos, tanta es la fé que en ello ten-
go, que it su misma pluma fio los desarrollos de
ciertas ideas que he solamente apuntado; es de-
cir, espero que ;1lr. TII;l'r8 les ponga el se])o de




- nG -
su autoridad. Asi pienso salvar Jos inconvenien-
tes de mi oscuro nombre, y satisfacer á los que
exigen del escritor ciertas garantías.


Pero por Dios que siento tropezar con otro
descuido al recomenz~r el análisis, si bien es
descuido histórico que en nada escluye la identi-
dad de doctrinas.


Anotémoslo:


«Reconocido el método de observacion como
el único bueno así para las ciencias morales co-
mo para las ciencias físicas, examino desde lue-
go la naturaleza humana en torlos los paise.5 , en
todos los tiempos, en lodos los es/atlos dr, cirili::;a-
don, y donde quiera encuentro la propiedad corno
un hecho general, universal, sin escepcion alguna.»


De este modo empieza 1\Ir. Thiers el capí-
tulo 3. o de su obra, y, como se ve, es imposible pa-
ra un sabio cargar con ma yorcom prom iso , con-
fesémoslo. Pero donde está para mí toda la va-
lentía es en lo de encontrar la propiedad como
un hecho g'eneral, universal, sin escepcion alguna;
porque, al fin, la natul'aleza humana siempre es
la misma, y conociéndola hoy, podernos juzgar
lógicamente todos sus actos de ayer, desde el
principio del mundo. Lo peor es que lUr. Thiers
no hace mas que escitarnos el deseo de COlloc.er-
la sin intencion de satisfacerlo; pues en todo el
curso de su libro no se halla una idea luminosa
sobre el particubr. Por eso he preferido llenar




- 177-
de antemano este vacío para poder e"Splicarnos
mejor cuantos hechos importantes nos refiem
Mr. Thiers. La propiedad, por ejemplo, ya que
de propiedad se trata: estoy seguro de que el me-
DOS inteligente de mis lec lores comprenderá al
momento en qué consiste todo su misterio, esa
tendencia que DOS lleva á apropiarnos los ob-
jetos esteriores. Una vez conocidas las impulsio-
Des de nuestra naluraleza, las necesidades de
nuestro ser; como el hombre siempre y en to-
das partes procura mejorar en su condicion, gra-
vita hácia el placer, y la propie.-Jau es el único
instrumento del goce, lo mas regular es que
siempre lo veamos desde los tiempos históricos,
ir en pos de la posesion material y luchar con
quien se la dispute, ya sea individualmente. ya
en cuerpo de nacion. Es decir, que cO-mo el úni-
co medio de satisface¡' nuestras necesidades es la
propiedad, es bien claro que en el deseo de esta
deben formularse aquellas.


Pero volvamos á admirar la valentía de :\lr.
Thiers al pretender hallarla igualmente consti ...
luida en todos los paises, tiemp05Y estados de ci-
vilizacion. ¿ Y todo, por ventura, queda redu-
cido á esto?


«Hay mas; -nos dice á las pocas líneas-en to-
das partes se ha encontrado al hombre con su
morada particular donde cuida de su mujer y sus
hijos, formando esas primeras aglomeraciones
que se llaman familias, las cna!('s, incorporadas


12




- 178-
unas con otras, forman poblaciones, que por un
instinto natural se defienden en comun como vi-
ven en comun.»


Estas dos ideas arbitrariamente desarrolladas
forman gran parte del capítulo tercero del libro
de Mr. Thiel's. Y digo arbitrariamente, porque
el autor parece haber olvidado del todo la histo-
ria del desarrollo de las razas sobre la tierra y
las diversas leyes que lo han presidido. En efecto;
el célebre historiador de la propiedad aparenta
ignorar hasta el influjo social de la constitucion
matemática y económica de los continentes, la
física de los mares, cuando esto es muy eseu-
cial para encontrar la ley varia de las razas.


Quizá podria yo, si no temiera ser demasiado
abstracto, recordarle á .Mr. Thiers cómo segun
la contestura de las tierras. la mayor ó menor
presion de los continentes, la direccion é influjo
de sus bases y puntas, asi ha sido ]a ley que se
ha desarrollado en el seno de los pueblos, y así
la forma que han recibido sus elementos sociales.


Podria recordarle cómo las costas de la India,
por ejemplo, estaban cubiertas de pequeños im-
perios marítimos, entregados tan solo á la de-
predacioo y á la piratería por el estilo de las te-
sallocracias de Grecia y del Ponto Eoxino, ó de
la dominacion ejercida en los paises occidenta-
les de Europa por los normandos al principio
de la edad media. Cómo las razas del septentrion
venidas unas de los desiertos de Tartaria, y otras




- 179-
de las montañas, establecieron, como trinidad
del estado social, un Dios de casta, unos tira-
DOS de conquista y una autoridad familiar arbi-
traria; hasta que poniéndose el famoso Krish-
na al frente de una reaccion moral, introdujo no-
ciones de justicia y cierto espíritu de benevo-
lencia. Cómo la ley de habitacion en el imperio
central de Asia, convida á las razas meridiona-
les á fundar Estados con el atractivo del sue-
lo, de la sociedad y del clima, J cómo una ley
de presion territorial impulsa á las septentrio-
nales á destruirlos. Cómo y por qué para las ra-
zas del desierto es tambien casi nulo el derecho
de propiedad y la fuerza de llSociacion. Cómo
entre los habitantes insolares se modifica la ley
territorial, enemiga de la moral, puesto que im-
pide el establecimiento de la asociacion, sin hallar
al traducirse en actos el obstáculo de la atrac-
cion de la tierra natal. Cómo el juego sub ver si vo
de estas dos leyes combinadas con otras dos, la
marítima y .la del desierto, que así puede lla-
márselas, unido al juego tambien subversivo de
las pasiones humanas. ha decidido de los diver-
sos modos de vivir y de conducirse los pueblos.
Todo esto. repito, y mucho mas podría recor-
darle á :}Ir. Thiers, ya que de un modo tan ab-
soluto ha sentado el principio de hallarse la pro-
piedad igualmente constituirla en todos lospai-
ses, tiempos y estados de civilizacion. Pero no
quiero complicar el asunto, y antes bien haré el




- 180-
sacrificio de algunos recursos históricos en ob-
sequio de la b,'evedad. Asi como asi, pienso sos-
tener la lid con las mismas armas que lUr. Thiers
me proporcione ,siquiera sean de mediana ley.
En este punto soy de mejor avenir que Luis Blane.
quien al oirle decir lo mismo en la Asamblea
lleno de una noble indignacion no puJo menos
de escIamar:


«¿Cree, por ventura, Mr. Thiers que en to-
dos los tiempos, en todos los pai3es, la propie-
dad ha sido entendida, definida y practicada de
la misma manera? Si no 10 cree, ¿qué signifit:a
esa pomposa introduccion? Si Jo cree, el error,
de parte de un hombre de Estado ,apenas es
concebible. »


«¿Es que la propiedad, parte entre nosotros
del mismo órden de ideas y descansa en las mis.
mas bases que entre los antiguos, que entre los
árabes, que entre los orientales? ,¿Es que mOll-
sieur Thiers ignora que han existido y todavia
existen pueblos.pastores, que no admiten la po-
sesion individual del suelo; pueblos que dicen
como Juan Santiago: «Los frutos son de todos,
la tienade nadie?» ¿Es que no hay diferencia al-
guna entre la propiedad que se limita á la pose-
sioo hereditaria del suelo y laque se estiende al
hombre mismo, reducido al estado de esc]a VO?
A los ojos de Quesnay y de los fisiócratas, ha-
ciendo del propietario el distribuidor de los te-
soros de la ¡¡gricultura , el cajero de la industria,




- 18t -
un funcionario, en fin, público; la propiedad ¡te-
nia el mismo carácter que á los ojos de los que
la han considerado tan largo tiempo como llevan-
do en sí misma el derecho de usar y de abusar
(uti et abuti); y estos últimos no hubieran visto
una violacion mortal del principio de propiedad
en nuestras leyes de espropiacion por causa de
utilidad pública? Cuando en 89 fueron aholidos
los diezmos, MI'. Thíers sabc bien que lodos los
miembros del clero gritaron «¡Robo!» ; y lo que
l\iirabeau llamaba una restitucion, el abale Sie7""
yés lo llamaba un despoJo.


"La verdad es quc la nocion de la propiedad
no ha cesado Je variar segun los tiempos y Ju-
gares ..... "


Yo no quiero. pues, digo, hacer de cada pa-
labra una cuestion, porque entonces sería cosa
de nunca acabar. Aun pasando por muchos prin-
cipios de lUr. Thiers, estoy seguro de que este
personaje no podrá menos de echarse en brazos
de sus contrarios. Veámoslo.


Llamándonos la atencion sobre eJ hecho na-
tural de que en todos tiempos el individuo haya
tendido á poseer, que es lo mismo que si dijéra-
mos, á disfrutar mas, 311'. Thiers aduce cn con-
firmallion de su principio, que, aun en los tiem-
pos primitivos, el hombre que poseia el areo,
las flechas y la caza que habia realizarlo; la pesca,
los rebaños, la tienda etc., si acaso se veía llme-
nazado en estos objetos por su vecino, se de-




-182 ~
fendía por sí mismo ó por medio del jefe de la
colonia.


Lógicamente hablando, creo no haya objeccion
alguna que hacer á esto; nada mas natural que el
hombre cuidára celosamente de aquello con que
satisfacia sus necesidades, y hasta arriesgára la vi-
da por defenderlo. Lo mismo sucederia hoy. Pero
esta es cuestion de hechos, y yo he aceptado la de
derechos. Asi, ]0 que importa saber es si el que
poseia tal propiedad, la poseía legítimamente,
porque si no, hasta la misma defensa era ilegíti-
ma. Veamos qué nos dice l\fr. Thiers sobre el
asunto:


"A la propiedad mueble del nómada suce-
de la propiedad inmueble del pueblo agricultor:
verdad es que nace la segunda propiedad y con
ella leyes complicadas que el tiempo hace masjus-
tas, mas previsoras, aunque sin cambiar su princi-
pio, las cuales hay gue aplicar por medio de la
fuerza pública.))


Tan vago está aquí el historiador, que me
obliga á dar sobre estos hechos algunas aclara-
ciones.


El salvaje no ejerce ]a agricultura, como di--
ce Mr. Thiers; no conoce mas industria que la
fabricacion de anzuelos groseros para la pesca,
y de flechas para la caza. Cuando algunas hor-
das llegaron á conocer que les seria útil, en vez
de perseguir y matar Jos animales para obte-
ner el sustento, domesticarlos y servir~e de




- 183-
ellos, miraron la tierra con alguna considera-
cion; porque pensaron que podrian hacerle pro-
ducir en sitios determinados los pastos que ne-
cesitaban para sus rebaños, sin tener que va-
gar en busca de otros, cuando se consumian los
del lugar que ocupaban. La horda, pues, abra-
za la agricultura, y el pueblo salvaje entra en
]a vida patriarcal, en que el jefe era el padre
y dominaba despóticamente sobre la familia. Las
familias patriarcales que á la circunstancia de
mayor prole, reunen la de poseer un territorio
mas fértil, sobrepujan á las demas en riqueza, y
esta les proporciona someter á su dominio las mas
pobres, ya por la fuerza, ya por la astucia, re-
duciéndolas al estado de esclavos, y encargándo-
las de todos los trabajos mas repugnantes. Esta
injusticia es la que dió lugar á esa complicacion
de leyes de que habla Mr. Thiers.


Sigamos:
«A medida que el hombre se desarrolla, toma


mas apego á lo que posee; en una palabra, se
hace mas propietario. En el estado bárbaro lo es
apenas, y en el estado civilizado lo es con
pasion. Háse dicho que la idea de la propiedad
se debilita en el mundo; pero este es un error de
hecho, pues se arregla, se determina y afirma,
lejos de debilitarse. ))


Si el lector recnerda mis anteriores observa-
ciones las hallará muy en armonía con este prin-
cipio. Conforme el hombre se desarrolla. he di-




- 184-
cho, va adquiriendo necesidades, y como no pue-
ele satisfacerlas sino por medio de la propiedad,
]a propiedad será, cada vez mas, objeto de su
amor y de sus fatigas. Tan de acuerdo estoy con
~Ir. Thiers en lo que respecta á esto, que casi
temo se apasione demasiado el hombre por la
propiedad, ínterin no se le ofrezca un medio so·
cial de obtenerla.


Adelante:
«La propiedad es, pues, un hecho general,


universal, que crece y no mengua. Al ver los
naturalistas un animal que, como el castor y ]a
abeja, construye habitaciones, declaran sin vaci-
lar que son animales constructores. Con el mismo
-fundamento los filósofos, que son los naturalistas
de la e~pecie humana, ¿no podrán decir que
la propiedad es una ley del hombre, que ha sido
creado para la propiedad y que esta es una ley de
StL especie? Y no basta decir que es una ley de su
especie, sino de todas las especies vivientes. Pues,
por ventura, ¿no tiene el conejo su madriguera,
el castor su cabaña, y la abeja su colmena? ¿Pues
qué, ]a golondrina, alegría de nuestros climas
en ]a primavera, no tiene su nido, que vuelve á
hallar y no piensa ceder, y si tuyiera el don del
pensamiento no se sub le varia contra las teorías
de nuestros sofistas? . . . . . • • . . . • . .


Hé aquí ]0 que dije al principio de este artí-
culo. Apesar de la mas ó menos pasion con que
Mr. Thiers haya escrito su libro, no puede ser




- 183-
infiel á la verdad en los puntos capitales. En efec-
to; aqui reconoce en principio el derecho á la
propiedad, y desde este momento protesta con-
tra el órden establecido. Porque ¿no es verdad,
Mr. Thiers, que la sociedad actual atropella
bruscamente esa ley del hombre, esa propiedad
para que ha sido creado, esa ley inherente á la na-
tttraleza humana?... Porque seis millones de
homhres que en vuestra Francia no tienen que
comer ni dónde reclinar la cabeza están sindu-
da alguna esc1uidos de la propiedad, y, sin em-
bargo, pertenecen á la naturaleza humana. Otra
porcion de millones que no tienen mas propie-
dad que la de sus brazos, propiedad que á cada
paso viola la sociedad, no reconociéndola, tambien
estan fuera de su condicion de hombres, puesto
que carecen de 10 que es esencial á la naturaleza
humana. Viven todavia mas degradados que
esos animales que citais, el conejo, la abeja, el
castor, respetados en su derecho á la propiedad,
garantidos en su alimento, en su morada. Igno-
ro, asi, á quién os referís al usar la palabra
softstas; porque si es á los filósofos reformadores
no pueden ser mas lógicos al hablar de la pro-
piedad, pues se esplican en estos términos:


((La propiedad es tltW ley del hombre, ha sido
creado para la propiedad. La propiedad es una
ley de su especie. Todo hombre, como miembro
de la especie, está llamado á participar de las
,'entajas de la propiedad; SI no, renuncia á su




- 186-
condicion de hombre, de parte de la especie; so
degrada y hace esclavo. La sociedad mas per-
fecta será ]a que mejor consagre este derecho á
la propiedad, la que no lo convierta en privilegio
escIuyendo de él á ]a mayoría de la especie hu-
mana. Es asi que ]a sociedad actual monopoliza
este derecho sagrado, condenando á millones
de séres humanos á la desposesion mas comple-
ta, luego es preciso organizar una sociedad mas
justa que respete en el hombre el derecho in-
herente no á ciertos individuos, no á ciertas cla-
ses, sino á la naturaleza humana.»


Ved cómo en el terreno de Jos princi-
pios militan juntos Mr. Thiers y los socialistas,
es decir, el símbolo del órden y los fautores del
desórden. Pero todavia espero verlo predicar
con menos rebozo el socialismo en los capítulos
siguientes y pasarse en cuerpo y alma á las filas
del enemigo. Eso sí que será curioso.




IV.


De l •• {acultades perwnales del 1lOmbre.


El epígrafe que pone Mr. Thiers al capitulo
cuarto constituye por si solo una protesta enér-
gica contra la sociedad actual, el golpe de so-
cialismo que he indicado. Uno por uno vereis
cómo sanciona en el curso de su libro los prin-
cipios que mas atrás dejo formulados en dere-
chos. Ahora le toca este honor al de que el hom-
bre debe desarrollar libremente todas sus faculta-
des, que tiene DERECHO á desarrollarlas, derecho
sagrado que la sociedad no puede violar so pena
de carecer de toda nocion de lo justo, de in-
currir en la tiranía mas cruel.


Hé aqui el epígrafe que, repito, puede servir
de bastante garantía:


«(El hombre tiene en sus facultades personales
la primera propiedad INCUESTIONABLE 1ue es ori-
gen de todas las demas.»


Se ve, pues, cómo es imposible sentar un
principio de manera mas absoluta. Y en el cur-




- 188 --
50 del capítulo lo confirma mas y mas conforme
lo desarrolla. No creais por tanto que sea un
error de imprenta ó un descuido del autor; na-
da de eso; despUt1s de desleir bien la idea, des-
pues de convencernos de que todo lo que cons-
tituye nuestro ser es nuestro, completamente
nuestro, que nos pertenece de un modo esclu-
sivo, ]0 que yo tal vez no me atreveria á defen-
der, teniendo presente la solidaridad humana y
eso que llamamos destino; despues de esto,
digo, añade:


(lllé aquí, pues, una primera especie de pro-
piedad que no será tachada de usul'pacion: en
primer lugar yo, despues mis facullades físicas
ó intelectuales, mis pies. mis manos, mis ojos,
mi cerebro; en una palabra, mi alma y mi
cuerpo.»


Esto creo que basta para persuadirnos de que
:Mr. Thiers da mas valor á la propiedad de n ues-
tras facultades persona les, que á ]a propiedad
que consiste en los objetos esteriores. Y hace
bien en dárselo; porque la primera debe ser el
origen de todas las demas.


Ahora bien; si la propiedad de todas nuestras
facultades es tan sagrada, será justa una socie-
dad qne la atropella brutalmente? ...


Me esplicaré mas claro.
Yo poseo mas ó menos ricas dotes físicas,


morales.é intelectuales; me consulto á mí mismo
J comprendo que. {Ior meQio de su ejercicio.




-189 -
de su utilizacion, podria hacer cosas grandes, ó,
cuando menos, que mejoráran mi condicion,
produciendo ó acreciendo los elementos de bien-
estar. Y como mis facultades son propiedad mía
reconocida y sagrada, y como la propiedad im-
plica la idea de que el propietario pueda servir-
se libremente de los objetos que pOSE'a, darles
el destino que mas le plazca ,yo propi~tario le-
gítimo de mi actividad, Jigo: (Voy á usar de
un derecho, sirviéndome de mis facultade!'i para
adquirirme los mayores medios de suhsistencia
que pueda; esto es, la propiedad que se deriba
de la propiedad personal.» Quiero poner mano á
la obra y ... yo no sé, lUr. Thiers, qué me su-
cede, de qué manera influye en mí la sociedad,
ello es que á cada paso tropiezo como con una
tapia, las cosas mismas me rechazan, encogen
mis facultades, hielan mi actividad. Alguna que
otra vía observo abierta, la del fraude, por
ejemplo, ]a de la bajeza, la de la venalidad, la
del charlatanismo, y como, sin que lo creais
poca modestia, me estudio y noto que no soy es-
tafador, ni bajo, ni venal, ni charlatan, y como,
por consecuencia, la propiedad sagrada de mis
facultades personales aparece d.eprimida , violada
por el medio eSlerior, confiscada en provecho
de ]a maldad, de la osadía, de la injusticia etc.,
no pnedo menos de esclamar con el mayor re-
sentimien to: ((¿Y es esto sociedad? ¿Y tiene valor
sociedad de tal r<llea para hablar de derechos,




- 190-
de propiedades y sentimientos? Para sentar en
sus libros el principio de que el derecho mas sa-
grado es el de las facultades personales?.. ¡ Fal-
sedad! ¡ Profanadon I


Porque esto es lo que sucede á la mayoría de
los hombres de bien. Aunque hayan tenido la
ventaja de cultivar en colegios y academias sus
facultades, no pueden en la vida servirse de ellas
con libertad y provecho. Y asi como el propieta-
rio que posee cierta eslension de terreno clama-
ria justamente contra el déspota que le impidiera
csplotarlo, lo mismo clama el hombre que po-
see la propiedad de sus facultades contra la so-
cicdacl infractora. Nada digo de los millones de
seres humanos esc1uidos desde la cuna del de-
recho de desarrollarse, para quienes tampoco
existe la propiedad mas esencial que es la de su
naturaleza, ni siquiera la de los simples brazos
que diariamente carecen de garantía.


Hecha esta ligera esplicacion creo hallarme au-
torizado para obligar á Mr. Thiers á que, soste-
niendo su principio de protesta contra el órden
actual de cosas, formule conmigo este silogismo:


El hombre tiene en sus facultades personales la
primera propiedadincueslionable que es orígen de
todas las demas; tiene derecho á usar de ella corno
crea mas conveniente; porql1etoda propiedad debe
ser libre. Una forma social perfecta liene pur
condicion indispensable consagrar prácticamente
el derecho de cualquier espeeic de propiedad. Es




- 191 -
así que la sociedad presente viola despótica el
de la propiedad mas legítima é importante, luego
es preciso tratar de organizarla sobre una base
mas justa que permita el libre ejercicio de estos
derechos naturales.)


Sigamos.




v.


El hombre debe tr.llajar par. sí, no pa!'. olro.-Dos opiniones sobre la
~ocieJad aclu::d


Muy célebre, por no decir otra cosa, es el
capítulo quinto del libro que examinamos. No se
puede auJar que Mr. Thicrs es un gran filósofo,
pero fi16sofo completamente embebido en las re-
giones teóricas. Como dije en el primer capítulo,
parece que en sus largas vigilias ha concebido
el plan de una sociedad perfecta, ó cuando me-
nos de una sociedad [al cual la piden los socia-
listas; con la diferencia de que á estos se lo ha
inspirado la sana conciE'l1cia de los hechos y á
Mr. Thiers el estudio de los principios. Pero su-
cede que este personaje se ha hecho la ilasion
mas completa de que todas sus sabias concepcio-
nes de gabinete son las que rigen el movimiento
general de ]a vida práctica, y, en tal concepto.
no es de parecer se introduzcan grandes refor-
mas. Todas las diferencias, pues, que existan
entre 1\11'. Thiers y los socialistas pertenecen
al solo dominio de los hechos, porque en el de
los derechos estan conformes. Y como los hechos
pasan á nuestra vista, los tocamos, somos sus




- 193-
mismos autores; como todos podemos decir que
ejecutamos estas ó aquellas cosas, es claro que
todos podemos tambien tomar parte en la cues-
tion y juzgar sobre quién tieue razon, si los so-
cialistas ó l\1r. Thiers. No necesitamos para ello
ser talentos privilegiados ni dejarnos fascinar
por los argumentos de ninguno de los conten-
dientes. Se trata de saber lo que hacemos, cómo
lo hacemos, y para qué lo hacemos; y nadie
mas competente para resolver la dificultad que
nosotros mismos. Invoco, pues, el volo genera 1
para que la verdad aparezca y el vencido rinda
para siempre las armas al vencedor.


El capítulo que analizamos empieza así:
«El hombre liene facultades muy desiguales


con relacion á las de este ó el otro miembro de
su especie, pero que son incuestianablemente su-
yas.Ahora, ¿qué uso harádeelJas? ¿Se las ha dado
Dios como la voz al pájaro para cantar inútil-
mente en los bosques, distraer su ociosidad ó lla-
mar la a!encion de los que pasan? Acaso hará de
ellas algun día la voz de Homero ó del Taso, de
Demóstenes ó Bossuet; pero entretanto Dios le
ha impuesto otros cuidados que el de cantar la
naturaleza ó llorar l(t caida de los imperios. Le
ha destinado á trabajar, á trabajar de un sol á
otro sol sin descanso, y regar la tierra con el
sudor de su fren te» .


Piense en vista de esto el lector lo que quie-
ra sobre los muchos que, segun la doctrina de


13




--lLI1 -
l\lr. Tltiers, faltan á su destino de regar la tiel'-
fa ele., que yo paso mas adelante.


«(Al aparecer el hombre sobre la tierra está
desnudo y privado de lodo; pero tiene faculta-
des, facultades desigualmente rapartidas entre los
séres de su especie: las emplea y por medio de
este empleo llega á poseer lo que le faltaba y á
ser dueño de los elementos y casi de la natura-
leza. Por tanto el hombre posee sus facultades para
servirse de ellas, no para jugar con ellas como
el pájaro juega con sus alas, con su pico ó con
su voz. Ya llegará el dja del descanso: entonces
hará de su voz la de un cantor melodioso t y de
sus pies y manos, las manos y pies de un ágil
bailarin: pero ante¡ de llegar á este descanso y
solaz, necesita trabajar asíduamente y durante
mucho tiempo ...................................... .


«Pasemos mas adelan te. Es necesario, abso-
lutamente necesario, que el hombre trabaje, á
fin de HACER SUCEDER A su 1I1ISERLI. NATIVA EL
BIEN ADQUIRIDO DE LA CIVILlZA.CIOX. Pero pal'a
quién quereis que trabaje'? Para él ó para otro?»


Para él, respooue Mr. Thiers; vara él res-
ponden los socialistas; para él respondo yo; para
él responde la conciencia pública, para él la pú-
blica razono Pero ahora me toca hacer otra pre-
gunta: En la soderlad actual se verifica que el
que mas trabaja adquiera mas? ¿Que el hombre
dedicado asíduamente á Jos trabajos mas impor-
tantes de la vida social como son la agricultura,




- 195-
la industria, las ciencias, las bellas artes, etc.,
sea el que obtenga mas recompensa, riqueza
mayor, el que se aproveche religiosamente del
frulo de su trabajo, del sudor de su frente? ••
Aqní, y en defensa de mi opinion pareceria na-
tural que consultára este punto con el infeliz la-
hrador que de lo que menos se acuerda es de
cantar la natt¿raleza y de llorar la caída de los
imperios; harto hará en luchar con las intem-
peries y vi.vir miserablemente por cometer el de-
lito de alimentar el cuerpo social, descuidando
el suyo propio y el dl~ sus hijos! Con el activo
obrero que pOI' lllas que trabaja y confecciona
la púrpura y los tisús que adornan los salones
de la molicie, obtiene por toda recompensa el
pan negro del mendigo, la cama de un hospital!
Con el artista que apaga su génio en la pobreza
y ante el triunfo de la estupidez! con el literato
modesto y pobre que ó no halla quien reconoz-
ca su trabajo, esto es, quien le imprima sus li-
bros, ó va á morir á manos de un hebreo, lla-
mado editor 1 Con el sábio que se dedica con una
constancia heróica á resolver problemns de im-
portancia para obtener por todo premio el epíteto
de loco, 6 si fortuna le asi~te, una cinta ó una
cruz; con el desgraciado que ha servido hon-
rosa mcn te á la patria durante treinta ó cuarenta
años con la pluma en lo civil, ó en el campo
como soldado, para pasar una vejez dolorosa,
,'iendo niños imberbes escalar la!; dignidades!




- 196-
Con la débil mujer cuyo trabajo de doce horas
por dia no le produce para vivir y se echa de-
sesperada en brazos de la prostitucion! Con el pe-
queño propietario que ve siempre pendiente so-
hre el fruto de su trabajo la terrible guadaña de
la usura: con todos estos repito, y con muchos
mas, pareceria natural que consultára si es cierto
que todo el que trabaja puede contar con el fruto
de su trabajo; que todo el que produce puede con-
tar con lo mismo que produce: pero tengo tanta
fe en la conciencia humana que pido su parecer
á los mismos capitalistas, usureros, jugadores
de la bolsa, estafadores, contratistas, agiotis-
tas, editores, etc. etc. ¿ No es verdad, sellores,
que con el trabajo de todos levantan algunos
magníficas fortunas? ¿No es verdad que son unos
pobres hombres, los hombres pobres que traba-
jan como galeotes, en la esperanza de hacer suceder
á su misería nativa el bien adquirido de la civili-
zacíon? .. Responded ... No haya cuidado que lo
hagan en voz alta, pero desde donde yo escribo
estas líneas me parec3 leer en sus gastadas con-
ciencias esta contestacíon:


«Sí! es verdad; pero no escribas sobre esas
materias; deja al público y á los íIIósofos como
Mr. Thiers, que crean lo que quieran. Conviene
pasar por alto ciertas cosas bastante ignoradas.
Entretente en hacer versos ó novelitas románti-
cas, que aunque nosotros no las compremos por
no entender mas que de las cuatro reglas, hay




-107-
todavía gente tan cándida que se ocupa de esas
bagatelas. A tí en particular te decimos que es
verdad lo que opones á Mr. Thiers; que una sim-
ple rúbrica nuestra, absorbe el fruto del traba-
jo de todo un pueblo. Porque si bien es induda-
ble que, durante unos cuantos años, tambien he-
mos trabajado mucho y desplegado una estrategia
maravillosa, nunca hay razon para amontonar
tanto oro, cuando el que pasa toda la vida pro-
duciendo lega á sus descendientes la miseria mas
degradante. Pero hasta ver si la Providencia ar-
regla estas cosas ... calla, sé prudente como
Mr. Thiers: este, estc sí quc lo entiende.»


Que en vista de tal revelacion Mr. Tbiers sien-
te el principio de que el hombre debe trabajar
para sí, no para otro, es una prueba mas de su
complicidad con el socialismo; es predicar abier-
tamente la reforma. Quede asi sentado, y vea-
mos qué mas nos dice despues de citar la gran
miseria que devora á aquellos pueblos en que,
como el Oriente, no está la propiedad suficien-
temente garantida.


«Por el contrario, cuando los progresos del
tiempo y la sabiduría de los dominadores han he-
cho que la propiedad sea respetada (¡vaya un
respetu 1), al instante -renace la confianza, los
capitales recobran su importancia relativa, la
tierra. valiendo cuanto está destinada á valer
(¡pobre tierra!), se convierte de estéril en fecun-
(la. y el oro y la plata no son mas que va{oru




-198 -
incómodos (¡ay, qué incomodidad tan cómoda,
señores del dinero!) y que pierden de su precio
si se les tiene estancados; la clase que los ocul-
taba recobra la dignidad. Con la seguridad, no
sigue ocultando sus riquezas, las muestra con to-
da confianza y las presta á un módico interés
(en España no sucede esto, pero tampoco en
Francia). La actividad es universal y conlínua;
la facilidad en todo es su consecuencia, y ]a so-
ciedad, eslendiéndose y ensanchándose como una
flor con el sol y el rocio, atrae de todas partes
encantadas miradas que la contemplan.»


No se puede describir un trozo de poema mas
bello. Ahí teneis una nueva Atlántida, un se-
gundo paraíso. A los ojos de Mr. Thiers ya
sabeis el espectáculo que ofrece la sociedad ac-
tual; una flor que, estendiéndose y ensanchán-
dose con el sol y el rocío, atrae de (<;das parles en-
cantadas miradas que la contemplan. A los ojos
de los utopistas el de espesas falanges de ham-
brientos que arrojados por la máquina del taller
se dedican á construir barricadas hasta r,on sus
propios hijos; el de hediondos baratillos donde
se ostentan las galas de los antiguos señores; el
de una clase media colocada entre los estímulos
de la opulencia y el ahismo de la miseria; el de
toda privacion individual; el espectáculo del fuer-
te esplotando al débil; el de la corrupcion mas
espantosa hasta en la esfera de los poderes; el
de milllares de desgraciadas que diariamente pe-




-- 19!) --
I'lctran en las filas de la prostitucion; el de cla-
ses enteras entregadas al fraude, al monopolio,
al contrabando; el de robos, procesos y anar-
quía; el de una guerra general y bajo todas for-
mas; guerra del dinero con el dinero, del talen-
to con el talento, del lujo con el lujo y )a mi-
seria, de la miseria con la miseria y el lujo;
del fabricante con el fabricante y el obrero; del
obrero con el obrero y el fabricante; del indi,;..
viduo con el individuo; de familias con familias;
de partidos con partidus; de pueblos con gollier-
nos y de pueblos entre sí; gucrra en el Estado,
guerra en la familia, guerra por todas partes!
"Esto es lo que ven los utopistas donde ~h. Thiers
ve una hermosa flor que l'stendiéndose y ensan-
chándose con el sol y con el rocío, atrae de todas
parles encantad.1s rnira)as que la contemplan.


Entre dos opiniones, pues, tan diamelralmen-
te opuestas, al públic.o toca juzgar sobre cuál es
la verdadera; juzgue.


Entretanto veamos cómo reasume MI'. Thiers:
"El hombre tiene una primera propiedad en


su persona y en sus facultades; una segunda
propiedad, no tan adherente á Slt ser, pero no
por eso menos sagrada, tiene tamLien en el pro-
ducto de estas facultades, que ahraza toJo lo que
se denomina bienes de este mundo, y qlle la so-
ciedad tiene el mas alto interés en garantir, por-
que sin esta garantía perecerá el trabajo, y sin
el trabajo concluirá la civilizacion, dando por




- 200-
resultado la miseria, la vagancia, el latrocinio
y la barbarie.»


Nada creo tengan que añadir á esto los socia-
listas. Con l\Ir. Thiers firman desde luego este
memorial á la sociedad, recomendándole respe-
te sagradamente la propiedad de las facultades,
y la que consiste en el producto de estas facul-
tades, porque sin tal garantía perecerá el traba-
jD. y con el trabajo la civilizacion etc. , etc. ; Ó si
le place mas á l\lr. Thiers, usarán la redaccion
que emplea en otra _ parte del capítulo: «que Ú
el hombre deja de ser estimulado par el atractivo
de la posesion, caerán debilitados sus brazos, y
dormirá al lado de los abandonados instrumentos
del trabaJo.» De cualquier modo que esté espre-
sada, aceptan la idea los socialistas; escoja mOIl-
sieur Thiers.




VI.


Origen de l. deaigualdad d. los bienes.


Por quien soy, lectores mios, que siento de
todas veras DO poder trascribir íntegro el artí-
culo sesto del libro -De la Propiedad ," por te-
mor de estenderme demasiado. Solo asi creeríais
en la candidez y buen fondo de Mr. Thiers. Bas-
teas saber qu~ lo tengo á la vista y al asegurar-
me de ser tan ilustre personaje su autor, me
hago cruces admirado, y llego hasta dudar si
yo estoy loco ó lo estaba Mr. Thiers al escri-
birlo; si veo el mundo por un prisma falso, ó es
que Mr. Thiers se ha propuesto lanzar á la so-
ciedad la sátira mas fina y disolvente. De todos
modos no le perdono á este sabio el mal rato
que me hace pasar para interpretarlo con exac-
titud .


. Es el caso que al imponerse por tarea probar
que de la desigualdad de las facultades del hombre
nace forzosamente la desigualdad de 10$ bienes, em·
pieza en estos términos:




- 202-
«Resulta del ejercicio de las facultades huma-


nas, fuertemente escitadas, que siendo estas fa-
cultades desiguales en cada hombre. uno produ-
cirá mucho, olro poco; uno será rico y otro po-
bre; en una palabra, la igualdad cesará en el
mundo.»


Aqui se puede aplicar oportunamente el dicho
vulgar de á cada golpe un gazapo.


En primer lugar Mr. Thiers n03 habla del ejer-
cicio de las facultades hwnanas, ejercicio ideal, que
no existe. Porque el hombre que desde niño ha
empuñado el báculo del pastor sin conocer mas
sociedad que ]a de sus ovejas, no se puede decir
que ejercita sus facultades, y si la dase pastoril
parece reducida, citaré las masas enormes de
tmbajadores de los campos y ciudades que vi-
ven uncidas, ya á la gastada esteva, ya á la má-
quina monótona, sin hacer mas durante su vida
que mover los brazos ó el cuerpo, es (lec ir , sus
facultades brutas. Y si esto parece todavía poco,
citaré á todos los hombres, porque todos los
hombres, como he dicho en otra parte, se em-
peñan generalmente por necesidad en vi as del
todo estrañas á sus facultades. Por consiguien-
te, empiezo por protestar contra el primer aser-
to de :Mr. Thiers.


Fncrtemente escitadas; tampoco esto es ver-
dau sino en cuanto á las facultades materia-
les del honrado trabajador escitadas por el
amo al amago de matarlo, si no de hambre,




- i03-
arrojándolo del taller. Por lo demás, ya he-
mos visto cómo el hombre no sabe qué ha-
cer de sus facultades, de su actividad, de sus
fuerzas esenciales, en esta sociedad helada por el
egoismo y la corrupcion. Respecto á lo de que
siendo estas facultades desiguales en cada hombre,
uno producirá mucho y otro poco, uno será pobre
JI otro rico, tambien se necesitan esplicaciones.
Convengo desde luego en esa desigualdad de fa-
cultades como que mas atrás la he descrito. Sí,
los hombres son desiguales, tienen diversas ap-
titudes, pero es preciso antes Je sacar la conse-
cuencia de Mr. Thiers, constituir á cada UIlO
en el ejercicio de su aptitud. Una vez constitui-
do claro está que producirá en el dominio mis-
mo de esta aptitud mas que otro de aptitud diver-
sa, pero este á la vez producirá mas en el de la
suya, y asi obtendrán una igualdad relativa.
Cada naturaleza pudiendo desarrollarse libre-
mente, desplegar toda su energía, la medida de
sus necesidades se formula en la medida de sus
productos; y si existe justicia, nadie debe dis-
putarle estos productos porque son la propiedad
que se deriva de las facultades humanas. Esto ha-
blando de una sociedad regular, en que se tengan
en cuenta estas facuItades; que actualmente son lo
que menos influye en la pobreza ó en la riqueza,
es decir, en la producr:ion y en la reparticion.


Pero tratemos de interpretar bien la doctri-
na de l\lr. Thiers.




- 204-
.Aun antes de que el tiempo, los largos tra-


bajos acumulados, las transmisiones de genera-
cion en generacion, hayan añadido á las prime-
ras desigualdades naturales, otras desigualdades
conveneionales, confesareis que en el estado sal-
vaje el hombre dotado de buenas facultades tie-
ne grandes ventajas. ¿Se trata de cazar? Es mas
diestro y tiene dobles medios de alimentarse.
¿Se trata de defenderse? Es mas fuerte y tiene
medios para resistir. La desigualdad se muestra
en el primer período de la existencia social, en
el primer dia, y las desigualdades ulteriores de
la sociedad mas rica no son sino la sombra pro-
lougadade un cuerpo cuya elevacion es ya con-
siderable. »


Hé aquí un parrafito que, bien estudiado, di-
ce mas de lo que parece. En cfecto; MI', Thiers
quiere hacernos confesar que en el estado salvaje
el hombre dotado de buenas facultades materia-
les tiene grandes ventajas. Por mi parte, pues,
lo confieso sin ninguna dificultad, ensanchando
todavía mas la medida de esas ventajas; pues
en lugar de grandes, digo todas. Porque no ha-
biendo mas ley que la del fuerte contra el débil,
es bien claro que aquel esplotará á este, como
se dice ha sucedido en todos tiempos. Pero esto
no es sino la espresion mas fiel de la injusticia
que no se debe aplicar cuando se trata de dere-
chos. Esa desigualdad que cita Mr. Thiers en
apoyo de la desigualdad legítima y social de bie-




- 205-
nes, no me parece del caso. Porque suponed
viviendo bajo la ley despótica del mas fuerte,
un hombre débil, muy débil, inepto para la caza,
para la conquista malerial, impotente para re-
sistir al que venga á usurparle lo poco que tiene;
pero que al mismo tiempo posee grandes dotes
intelectuales y se cree capaz de dar al género
humano un instrumento, una máquina, por me-
dio de la que se pueda cuadruplicar cierta rama
de produccion é introducir grandes mejoras.
Ahora bien; ¿será justo que este hombre de con-
testura débil .pero de grande inteligencia, vi va
en todo y por todo á merced del mas fuerte que
es la ún ica ley? ¿Será legítima la desigualdad de
bienes que resulte de organizacion tan injusta y
opresora? No se lo pregunto á la jurisprudencia
vulgar, sino á la conciencia pública. y si no lo
es, ¿por qué lI[r. Thiers da tal baño decomu-
nisrno á su idea, asegurandu que las desigualda-
des ulteriores de la sociedad mas rica no son sino
la sombra prolongada de un cuerpo cuya elevacion
es ya considerable? ..


Seguramente que yo jamás estudiaré la ver-
dadera desigualdad social en una historia tan
triste.


Pero sigamos, porque aun no hemos llegado
á lo mas interesante.


«Yo que apelo á los hechos visibles para ase-
gurar de la voluntad de Dios, es decir, de las le-
yes de la creacion, declaro que por cuanto el




- 206-
hombre está desigualmente dotado, Dios ha que-
rido sin duda que tuviese goces desiguales, y que
cuando ha dado al uno un oido, una vista ,un
olfato delicados, y al otro sentidos mas imper-
fectos: á unos medios de producir y comer mu-
cho, y á otros brazos y estómago débiles: que
cuando hizo de uno al brillante Alcibiades , do-
tado de todas las facultades, y de otro al idiota
yal salvaje del valle de Aoslo, hizo todo esto
para que resultasen diferencias en el modo de
vivir de estos individuos tan diversamente do-
tados.»


Es verdad, l\fr. Thiers; Dios dotó desigual-
mente al hombre para que tuviese goces desigua-
les. Es la misma idea que he desarrollado al obser-
var la naturaleza humana. Pero no inc1uyais en
el número de los goces el tormento de verun pa-
dre morir de hambre á sus hijos y no salir de la
agonía horrible de pensar si mañana, si al dia
siguiente, si el mes que viene, encon trará quien
por un trabajo esforzado, le garantice unos dias
mas de vida; ni tampoco el dolor de eternas
privaciones que cspcrimcnta la mayoría de los
hombres. Yo al menos no admito esto como tal
goce. Admito, sÍ, ]a Ji versiJad en el oido, en
el olfato, etc. Esto es, concibo muy bien que
el que tiene buen oido goce con las armonías,
el que tiene buen olfato goce con los aromas .
. el que tÍene buen olfato y lJUCll DiJo goce con
ambas cosas. Esto, repito, In concibo muy bien;




- 207-
Y haciendo eslensiva esta aplicacion á toda nues-
tra naluraleza., es como yo encuentro la gran
diversidad de goces, las diferencias en el modo
de gozar (me gusta mas que vivir) de individuos
tan diversamente dotados.


Tampoco acepto la comparacion del célebre
Alcibiades con el sal vaje del valle de Aosto; porque
aquel, si bien es cierto que estaba bien dotado.
nació en Alenas, tuvo por tutor á Pericles y á
Sócrates por maestro, mientras este se halla en
el caso de obedecer las atracciones brutas de la
materia. Respecto del idiota, si no puede gozar,
tampoco puede padecer. Pero ahora no vivimos
ni entre idiotas ni entre salvajes, sino entre hom-
bres que tienen ya la conciencia clara de sus de-
rechos, facultades y goces.


Continuemos:
«Aunque haya razones para atribuir á la mis-


ma creacion el principio de toda desigualdad hu-
mana, sin embargo, es cierto que Dios nos en-
trega algunas veces su obra para que la modi~­
quemos y arreglemos, como un maestro entrega
á su aprendiz un trabajo empezado para que lo
concluya. Asi Dios permitió que hubiese un Cé-
sar, es decir, un ser mas fuerte, capaz de opri-
mir á los demas ; pero nos prescribió que contu-
viéramos á este ser, y que ]e opusiésemos la
fuérza de las leyes. Eo buco hora: pero veamos
si esta inclioacion á trabajar mucho para poseer
mudto es una de esas inclinaciones despóticas




- ~08-
que sea necesario contener y reprimir. En esto
estriba toda la cuestion.»


Permítame l\fr. ThierB que le interrumpa por
un momento, á fin de que nos entendamos.


La conciencia humana, que es la voz del cielo,
nos impone el deber de modificar y arreglar. NO
LA OBRA DE DIOS, cuidado con las palabras, sino
LA OBRA DEL HOMBRE. Porque el error es solo
obra del hombre, y la ralOn que lo corrige, esa
es la obra de Dios. La razon bien consultada pro·
duce la verdad; si no la produce, es que no eS-
tá bien consultada. Por eso el salvaje se forma
ideas tan ridículas sobre la astronomía. La ra-
zon es el único -instrumento que Dios nos ha da-
do para poder medir y comprender lo que nece-
sitamos comprender. Podemos engañarnos, DOS
engañamos, pero el instrumento es perfecto.
Tambien el geómetra puede engañarse á pesar
de la perfeccion de los suyos; es que necesita sa-
ber usarlos, es que el hombre necesita saber ser-
virse de la raZOD. La obra de la razoo es buscar
la verdad. La venlad no tiene ui puede tener
mas que un solo carácter, ser aceplada por la
razono Una cosa es verdadera porque la razon la
proclama tal, y la razon es de derecho divino.
único y soberano juez de lo verdadero y de lo
falso.


Siento que Mr. Thiers me haya obligado á to-
car este punto que requiere lato desarrollo. y
como quiera que venga rodado 3('cidentalmente'




- 209-
me creo en buena ley fuera de todo compromi-
so. Me limitaré, pues, á decir que si Dios por
medio de la razon nos prescribió contener y re·
primir ú César, oponerle la fuerza de las leyes,
ahora nos prescribe tambien reprimir á una fa-
lange de Césares de mal género que oprimen á la
sociedad.


Por lodemás, me estraña mucho que Mr. Thiers
llaga estribar la cuestion en saber si esta inclina-
cion á lralJajar mucho PARA POSEER l\IUCHO es una
de esas inclinaciones despóticas que sea necesario
reprimir.


Nada tiene de despótica, absolutamente nada;
pero todavía tiene menos la detraboJor mucho
para nada poseer, nada; ó en caso el mísero
sustento; y sin embargo, se califica de crimen
de lesa sociedad y se prohibe manifestarla á las
puertas de la Asamblea Nacional de Francia yen
otras partes.


Algo mas despótica encuentran los pícaros de
Jos socialistas esta inclinacion á trabajar poco y
á poseer mucho que ahora desarrolla todos sus
brios en las capas esteriores de la sociedad.


Adelante:
«Este hombre que trabaja activamente y acu-


mula, ¿hace mal á olro?))
-Respondo, todo puede suceder.
-Trabaja con ardor, con constancia ...
-Tambien el usurero.
-Al lado de otro que tal vez cultiva ]a tierra.


11,'




- 210-
-¿Luego este es un holgazan?
-Tiene llenos sus graneros, al paso que su


vecino los tiene vacíos ó á medio llenar. De-
cid: ¿hace daño á este vecino? ¿Lo ha despo-
jado?»
-Cr~o que DO; sin embargo, es mas voto el


vecino.
-Pero el hombre de quien hablamos ha tra-


bajado mas ó mejor que otro.
-Distingo,
-No ha causado daño alguno como el que


usurpa ú oprime.
-Entonces bien.
-«¿Qué interés tendria la sociedad en inter-


rumpir su trabajo?»
-Si no es opresor, ninguno; por el contra-


rio, perderia.
-No hay, pues, en esto ningunmal para vo"'


sotros ó para ella;»
-No.
~ y por lo tanto. la sociedad debe dejar gtM


el hombre ejerza sus facultades como quiera.
-Eso es justamente lo que se solicita.
-«Es verdad, sin embargo, que esta opulen-


cia os causa un mal, el de la comparacion.»
-Niego en primer lugar esa opulencia al tra-


bajo productivo.
- «La comparacion os ofusca y escita vues-


tra envidia.»
-Nos impone, y escita nuestro dolor.




-~11 -
-(Este es un mal cruel, lo confieso;_
-No es tan malo.
-«Pero tiene su compensacíon .... lt
-Entonces ...
-y la sociedad, si examinamos con madurez


las cosas, tija unacompensacion tan grande. _.
-¡Oht
-Quc en todos los tiempos, cn todos los paises,


ha creído oporltmo dejar que la envidia sufra ...
-¡Qué picaruela!
-y crezca la prosperidad de los indh,iduo~


en razon de su habilidad ó de su aplicacion al
trabajo. Por lo demas, hé aquí la compensacíon.


-Esto sí que será curioso.
-Los hombres se procuran la mayor parte de


los objetos que necesitan, por medio del cambio.
Así, no haccn todos todas las cosas. Hacen al-
gunas, á las cuales se aplican esclusivamente,
1Iegando de este modo á hacerlas mejor. Luego
dan una parte de las que han hecho para pro-
curarsc una parte de las quc han hecho otros; re-
sultando de esto que cuando hay mas granos,
por ejemplo, ó mas telas) ambos géneros estan
mas baratos, hay mayor cantidad de ellos para
todos. El que siguiendo las inclinaciones de su
,'oluntad y su habilidad por el tr-abajo se espone
]l3ciéndose mas rico... (luego ya ]0 era de an-
temano), á escitar vuestra envidia (nuestro te...,
mor), ha contábuido á la prosperidad comun y
principalmente á la vuestra (y principalmente




- 212-
:í la suya). Si gracias á sus esfuerzos (hay mu-
cho género de esfuerzos) tiene mas granos, mas
hierro, mas telas, mas utensilio:> ó mas dinero.
es claro que de todo esto hay mas para lodo:>."


Ahí teneis un viejo sofisma económico á
que siempre se recurre para defender la socie-
dad actual. Prescindiendo de que en adelante me
ocuparé con mas estension de todas estas cues-
tiones, no quiero dejar pasar aquel sin su cor-
respondiente correctivo, á fin de evita¡' conta-
gie á alguno de mis lectores.


Como se vé, toda la compensacíon que mon-
sieur Thiers halla para el mal, consiste en el au-
mento de produccion. Y á primera vista seduce
la idea; porque parece lógico que el pueblo mas
rico esté mejor, y sin embargo no es aSÍ; pues
aunque la abundancia sea una condicion del bien
público, existe otra sine qua non. Eu efecto; hay
muchos paises ricos, poderosos, donde ve-
mos, sin embargo, ]a mayoría del pueblo sumi-
da en la mas degradante miseria. La Inglaterra
es uno de ellos: la Inglaterra atormentada de una
plétora que apenas le deja respirar, no sabe qué
hacer de tanta fabricacíon, se esfuerza sobrena-
turalmente por colocarla en todos los mercados
estranjeros; se abre á cañonazos las puertas del
viejo imperio de la China; recorre á mano ar-
mada ]a superficie de los mares, por todas par-
tes pide consumidores, y en su propio seno, des-
de la Cornnalles hilsta el SllthrrJand, 'yen sus




- 213-
inmens¡¡s posesiones del antiguo J nuevo mundo,
masas enormes de trabajadores perecen de bam-
bre ó se rebelan.


¡Qué! j las naciones mas civilizadas se encor-
han bajo el peso mortal de una exuberancia de
productos, y en su mismo seno legiones de obre-
ros no tienen con qué cubrir sus carnes ni con
qué alimentar su cuerpo!


¡Qué! ¡será bueno un régimen industrial que
amenaza ruina por obstruirse y cerrarse á sí
mismo. sobre todos los mercados, los mas anchos
canales del consmr.o!..


Para babl¡¡r con r¡¡ZOIl sobre este punto, fue-
ra necesario decir: El pueblo que eslá mejor eR
aquel en que existe mas riqueza y mejor distri-
buida.


Nos habla Mr. Thiers de esta distribucion por
medio del cambio; mas como el primero y mas
importante cambio se efectúa entre el capital y
el trabajo, y está reconocido que el valor del úl.
timo tiene por base constante la severa necesi-
dad del individuo, no se concibe cómo habrá
equidad en la distribucion de 10 producido, que es
alterable, cuando la necesidad es constante. Si
es equitativo el salario de cuatro cuando el fruto
es ciento, el mismo salario fucra injusto cuando
aquel valga mil. ¿Quién lo duda? ..


Pero, como he dicho, Jugar tendré de tratar
estas cuestiones. Sigamos el lUr. Thiers.


«La abundancia que ha contribuido á crear




-2U-
es provechosa á la humanidad, y la sociedad le
permite aumentarla, aunque resulte una desi-
gualdad respecto de los quP. trabajan menos (¿qué
dirán á esto los que trabajan mas?), y se 10 per~
mite, porque la prosperidad general crece con su
propiedad particular. La sociedad refrena al indi-
viduo que quiere oprimir á sus semejantes (esto es
sátira); pero el que emplea sus facultades en multi-
plicar en la tierra lo" objetos útiles al hombre, ali-
mentos, vestidos, habitaciones, y hace estos ob-
jetos mas abundantes, mejores, mas sanos ... (aquí
espero otra pulla), aunque para él ó para sus hijos
convierta sus alimentos en manjares delicados (¿no
dije?), sus vestidos en púrpura y su casa en pa-
lacio (cáspita!. .. ), este hombre cuenta con la au-
torizacion de la propiedad.))


Por Dios que no se incomoden los que em-
plean sus facultades en multiplicar en la tierm los
objetos útiles al hombre! Es una broma de mon-
sieur Thiers; esto no se puede tomar por lo se-
rio; tal vez se haya propuesto defender de esta
manera ingeniosa la causa del pueblo, porque
sigue diciendo:


«Ella (la sociedad) le estimula (al cultivador),
sin cuidarse del contraste y sin atender á la en-
vidia; porque los mismos envidiosos pagan su
pan, sus vestidos, su habitacion, á un precio
mas barato; y si quieren trabajar y producir.
pagarán mas barato el interés del dinero.))


Si nos atuviéramos á la letra de estos párra-




- 21() -
fos, en lo que haríamos muy poco favor á
Mr. Thiers, sacaríamos la peregdna consecuen-
cia de que todos los banqueros, agiotistas , usu-
reros, jugadores etc., que resultan ser los envi-
diosos, trataban de organizar una cruzada comu-
nista para despojar al cultivador de sus manjares
delicados, ele su púrpura y su palacio: ¡eso ten-
dria que ver!. .. ¡Risum teneatis!


Mas para lo que falta, sigámosle hasta el fin
del capítulo:


«El principio de la igualdad, sábiamente en-
tendida, no destruye en nada el principio de la
propiedad, aunque esta llegue á ser muy desigual
( es cierto), porque unos trabajen mas que otros
{Huuum! .. ), y hasta ahora por lo menos, la série
de nuestros razonamientos se aumenta sin de-
bilitarse. »


Vamos, DO es malo que vos lo creais; pero
falta que el lector lo crea.




VII.


Ah'ibu!u. <le la propiedad,


«Nada hay tan legítimo, dicen los sectarios
que combato, como que el hombre disfrute del
producto de su trabajo y que coma los frutos del
árbol que ha plantado. Estos sectarios conceden
tambien la propiedad personal al que la ha crea-
do con su trabajo.»


Asi empieza l\lr. Thiers el capítulo sétimo, y
no quiero concederle el uso libre de esa palabra
sectarios, porque lleva consigo muchos inconve-
nientes. En efecto; ignoro á quién aludirá el
autor al servirse de ella, pero sea como
quiera la rechazo en nombre de la escuela filo-
sófica que me inspira mas simpatías.


Llámase secta ó sectarios á aquellos que creen
que la humanidad seria feliz desde el momento
en que aceptase sus opiniones, su creencia; á
aquellos que quieren imponer artículos de fé po-
lítica, moral ó religiosa. Pero no puede envol-
verse en una eomun idea á los que no piden á los




- 217--
hombres, ni fé eiega á un dogma, ni obedien-
cia á una regla, á un mandamiento, sino que pro-
ponen, además de una doctrina filosófica, un
mecanismo, el ensayo práctico y local de una
CIENCIA, de la ciencia social. Y las verdades real-
mente científicas, no pueden dar nacimiento á
otra fé que á la fé científica, sienuo esta la que
anima á la yasta escuela que pretendo inter-
pretar.


He creido necesario dar esta esplicacion, por-
que en el caos moral en que nos hallamos, en
la anarquía lengüística (¡ que asistimos, nada
mas fácil que un error.


Siga ahora l\h. Thiers, y dispénseme la m-
terru peion.


«La naturaleza, en efecto, mas fuede que
ellos, los confunde, les obliga á callar en pre-
sencia de este hecho tan sencillo, tan yisible-
mente incuestionable, de llevar el hombre á su
boca el fruto que debe á su cultivo.»


Aquí resulta tambien que no sabemos quiénes
son los confundidos, si Mr. Thiers que significa
la sociedad actual, ó los sectarios que combate.
Yo creo que l\Ir. Thiers, por verse obligado á
proclamar un principio que proclaman los mis-
mos comunistas.


Hé aquí cómo se queja el presbítero Bibiloni,
que pertenece á este partido, de que el hombre




- 218-
no pueda llevar á la boca el fruto que debe á su
cultivo:


«Escrito está: El que ara debe arar con espe-
ranza, y el que trilla, con esperanza de percibir
los frutos (San Pablo).)) ¡Fatalidad! ¡Fatalidad
monstruosa! ¡Tiranía inconcebible! j Injusticia
inaguantable! .. ¡ Solo el homhre trilla y ara sin
ninguna esperanza 1 ¡ Solo el hombre planta vi-
ñas, y jamás come de:.u froto! ¡Solo el bombre
apacienta los ganados, y DO se sustenta de su le-
che! ¡Solo el homhre no puede vivir del trabajo
de sus manos!..»


Que en vista de esto, Mr. Tbiers diga que
]a naturaleza los confunde y les ohliga á callar en
presencia de este hecho, de llevar el hombre á
la hoca el fruto dehido á su cultivo, tiene sus
puntas de gracioso.


Pero sigamos: Despues de enumerar lo que
]os enemigos de ]a propiedad conceden y no con-
ceden, respecto de esta, hé aquí como mon-
lSieur Thiers se espresa:


«Lo que niegan los adversarios de la propie-
dad, yo lo afirmo; lo que combaten, yo lo sos-
tengo Como indispensahle; y hé aquí mis aser-
ciones en parangon con las suyas:»


- «¿La propiedad existe ó no existe?,.
-Sí, Mr. Thiers, existe.
-Si existe, ¿produce la douacion?
-Sí, la produce.
-Si produce la donacion, la produce para




- 219-
los hijos, lo mi8mo que para otras personas.


-Lo mismo.
- «Lejos de favorecer la ociosidad con esta


estension , solo puede ser, por el contrario. un
estímulo poderoso é infinito para el trabajo,»


-Luego hablaremos de esto.
- «En una palabra; la propiedad no produce


sus efectos mejores y mas fecundos, como no
sea completa y se convierta de personal en
hereditaria,»


-Transeat:
- «Estas son las proposiciones que en los ca-


pítulos siguientes trataré de esplicar, hasta des-
truir , como lo espero, cualquiera razon en con-
trario.»


Vamos á ver:




VIII.


He 10 Ilonocioll.


Resúmen:
«La donacion es el modo mas noble de usar


de la propiedad. Es, lo repito, el goce moral
unido al goce físico.-Basta, me dirán mis ad-
versarios: demostrais lo que no es necesario de-
mostrar.-Lo conozco; pero prosigamos y aca-
so se me dirá lo mismo en todo lo restante.»


Prosigamos:


IX.


D. la H,reocia.


Resúmen:
«El don reconocido como una de las maneras


necesarias de usar de la propiedad, es incvjta-
ble sobre todo en provecho de los niños: es in-
evitable en todas las épocas de la existencia del
padre, y es nece!!>ario, si se le concede derecho
pleno de transmision de sus bienes á sus hijos en
la hora final, permitirle que se despoje durante
la vida.»




- 221-
No comento estos capítulos porque nada ten-


go que oponer á ellos, como no tendrá ninguna
persona sensata. Los filósofos reformadores, al
frente de la cuestion de herencia, solo Son de
parecer, que para quitar á esta la parte que en-
cierra de inmoralidad, como por ejemplo, que el
hijo disipado espere con impaciencia la muerte
de su padre, mayormente si este es muy avaro;
que los mismos hermanos se devoren entre sí
cuando se trata de las particiones, y escandalicen
el foro; que se llegue á confundir el amor de la
herencia con el amor de hijo; que engendre la
ociosidad y la pérdida de fuerzas tal vez riquí-
simas; que dude á veces el padre de las caricias
filiales; que escite celos y envidias que aflojen
fatalmente los sautos lazos de familia etc., etc.;
para evitar esto, repito, son de parecer que se
organice el derecho hereditario bajo una base
independiente; quiero decir, bajo una base que
emancipe moralmente al heredero de la idea cons-
tante de la herencia. Porque al fin es hombre do-
tado de facultades que ejerceria con gusto si se
haUára en condiciones idóneas. Ponedlo, pues,
en estas condiciones; seducid su actividad en el
gran dominio de la industria; garantiz-adle exac-
tamente lo que produzca, y una vez honrado el
trabajo, ya vereis si resulta desgastada la idea
terca de la herencia, y cómo vuelve el amor á
apretar los lazos de familia.




x.


L. propiedad hereditaria completa el ~.timulo del trabajo.


Resúmen:
«Instituyendo la propiedad personal, dió la


sociedad al hombre el único estímulo que puede
escitarle á trabajar. Faltábale una cosa; hacer
infinito ese estímulo, y tal fue su objeto al insti-
tuir la propiedad hereditaria.»


Tampoco esto es cuestionable: la sociedad fué
muy cuerda al dictar semejante inslitucion. Pero
tengo una duda de que pueden sacarme mis lec-
tores ; héla aquí:


¿Es en verdad la idea de llegar á ser propieta-
rias lo que estimula á trabajar tan esforzadamente
á las grandes masas prodnctoras, Ó bien no reco-
nocen otro estímulo que el hambre y la de:;nndez?.
¿Es cierto del mismo modo, que los hijos de
cuantos emplean sus facultades en multiplicar so-
bre la tierra los objetos útiles al hombre, alimen-
tos, vestidos, etc. , no heredan de sus desdicha-




- 22:3 -
dos padres sino cuatro harapos y la condicion de
someterse al rigor de las intemperies sin una es-
peranza remota de participar de las ventajas in-
herentes á la propiedad?. Porque nada adelanta-
mos con que la sociedad escriba en sus libros co-
sas muy buenas, si consiente en la práctica cosas
muy malas.


J I1zgue el lector.




XI.


n. las runciones lociBle. Jel rico.


Este capítulo ya merece ]a pena de ser toma~
do en mas consideracion que los precedentes. Se
trata del rico, de las grandes funciones que des-
empeña en la sociedad. Y aunque para mí lo mis-
mo e~ el rico que el pobre cuando gira la cues-
tion sobre los medios mas conducentes al Lien
de la humanidad, al cumplimiento de sus glorio-
sos destinos en que creo firmemente; como á mis
ojos todos los hombres no son mas que una fa-
milia de hermanos mas ó menos estraviados, re-
sulta que nunca me dejaré llevar ])or sentimien-
tos vulgares y mezquinos, ó protesto desde aho-
ra que no estaré en mi centro. La cabeza y el
corazon marchan en mí de acuerdo, jamás se
contradicen, y cito mi edad por garantía; porque
en ]a juventud no !'.abe doblez, no la cabe, no.


Digo esto porque al rozarse con los intereses
materiales de clases determinadas y susceptibles,
nada mas fácil que ser mal inlerpretado ü inler-




- 223-
pretado con mucha suspicacia. De todos modos
me he propuesto oponer la verdad al sofisma,
porque soy, y he sido siempre, muy amigo de
la verdad. Acaso me causará perjuicios, acaso
dañará á mi propio porvenir, porque decir la
verdad siempre ha tenido inconvenientes. ¿Pero
qué le hace? ¡,Qué significa mi sacrificio indivi-
dual si contribuye á evitar el de la mayoría de
mis semejantes, de mis hermanos?. Tambien es
cierto que dificil mente se encontrará un hombre
capaz de tomar la pluma que se balle menos liga-
do que yo {l sectas, ni partidos, ni compromisos
personales, ni cu yos humildes intereses giren con
mas independencia. Pero lo mismo seria; porque,
repito, no he llegado á la triste edad en que el
corazon se hiela.


Hecha esta aclaracion veamos qué nos dice
1\1r. Thiers respecto de las grandes acumulacio-
nes de la propiedad, suponiendo que esta se ha-
lla garantizada.


(De la propiedad garantida al individuo y á sus
hijos resultan acumulaciones de riquezas, mas ó
menos prontas, ir las cuales basta una sola ge-
nel'acion para formal'se, si esta da con un hom ....
bre felizmente dotado, pero á las cuales son pre-
cisas varias en general. . . . . . . . . . . .
.................................


(Es necesario sufrirlas, porque esas partes ma-
yores de la riqueza general no fueron robadas á


15




- :!26 -
nadie, porque al fin todo el munuo saca de ellas
partido, hasta el envidioso; pues si hay mas ali-
mentos, vestidos, habitaciones, todos esos ob-
jetos necesarios para la vida son mas baratos
para todo el mundo.»


Ya que no entre en mis principios atacar nin-
guno de los intereses creados y sí protejer los
nuevos, séame permitido rilpetir á lUr. Thiers,
ya que tan enamorado está de la baratura, que
siendo lo caro ó bLlrato relativo, el mismo objeto
que es barato para el consumidor capitalista, es
caro para el trabajador; puesto que la impor-
tancia del trabajo decrece en razon inversa del
aumento del capital. Si hoy vale tal género una
peseta y por la importacion del estranjero, por
su abundancia etc. , vale mañana dos reales, de
seguro se dirá que abarató; pero si hoy produ-
ce el trabajo una peseta y maiiana un real, es
bien claro que á pesar de la cacareada baratura,
se agrava el malestar público. Otra cosa fuera
si á la baratura se añadieran los dos reales nece-
sarios para comprar el género. Pero esta circuns-
tancia la pasan siempre por alto los amigos solo
de lo barato.


Insistiendo l\lr. Thiers en que las grandes ri-
quezas se derivan del trabajo constante y activo
de las generaciones anteriores, lo que dejo á la
conciencia pública, y manifestando la necesidad
social de que el hombre trabaje con la inteligen-




- 227-
cia y pueda aplicar el compás en el papel para
medir la marcha de los astros y saber cómo se
han de cruzar los mares; recorrer los anales de
las naciones para saber la causa de la prospe-
ridad, decadencia ó caida de los imperios, á fin
de que aprenda á gobernarlos etc., etc. , dice:
~(En general los hijos de los hombres dedica-


dos al trabajo manual, educados en una esfera
superior á la de sus padres, subirán los escalones
de la rueda social, y podrán acaso llegar á los
sublimes trabajos de la inteligencia. ¿Era el pa-
dre labrador, obrero en una fábrica, marinero?
El hijo, si el padre fue laborioso y económico,
el hijo será colono, fabricante, capitan de na vio,
y el nieto banquero, notario, médico, aboga·
do, jefe del Estado quizá.»


Llamo sobre este párrafo muy particularmen-
te la atencion del lector , porque es acaso de los
de mas importancia de la obra de lUr. Tbiers. En
efecto, este debe ser el principio en qne des-
canse todo sn modo de ver y de juzgar los fenó-
menos sociales, la piedra angular de todo su sis-
tema. Y sin embargo, no creo deber hacer so-
bre él largos comentarios, porque no los nece-
sita. Fio en el buen riterio del lector, que si no
se deja fascinar por unas cuantas escepciones que
ofrezca la regla general, comprenderá al punto
que fuera de un número relativamente muy
pequeño de individuos que salen de las gerar-
quías inferiores, y á que circunstancias y apti-




- 2:28 -
tudes muy raras hacen subir sobre ·los escalones
superiores, las clases, en tesis general, se per-
petúan por el nacimiento en su estado de inferio-
ridad ó superioridad relativas: que las genera-
ciones que nacen en el embrutecimiento, en la
fatiga y en la miseria, en la miseria, en la fatiga
y en el embrutecimiento viven, trasmitiendo
esta fatal herencia de padres á hijos, de hijos á
nietos, en fin, de generaciones á generacio-
nes. Que las que nacen en la riqueza, en los
placeres, en el fausto etc. , se reproducen por
el curso de las alianzas sni gcneris, escepto un
número consider<!ble de iodí vid uos que, mer-
c\ld al juego subversivo de todos los intereses,
están cada dia mas espuestos á hundirse en la
miseria. Se citará un Ciceron, un Srorcia, unos
l\Iédicis, un Voltaire, un Franldin, un Pitt, un
Peel. y otros varios que salieron casualmente del
pueblo para deslumbrar al mundo con sus obras.
Pero estas escepciones abonan mas el espíritu de
toda mi refutacion; porque si el acaso, si una re-
volucion, si un suceso estraordinario, rasgando
la superficie de la sociedad y removiendo su fon-
do , proporciona génios qne dan dias de prospe-
ridad y gloria á su patria ¿no debemos suponer
que la sociedad pierde grandes tesoros descar-
gando sobre el pueblo, sobre generaciones en-
teras, todo el peso de su organizacion? ¿Que acaso
vejeta en la miseria y en la mas crasa ignorancia
el génio que resolvería algun importante pro-




- ~:29 -
blema que hoy entrega las naciones al sacrificio?


No hay mas que observar, reduciendo la vis-
ta á nuestra patria y á la generacion presente,
cómo son debidas al hecho mas estraordinario,
á la mas rara casualidad, casi todas nuestras no-
tabilidades científicas y literarias, qne, por medio
de una virtud heróica, de una perseverancia á
toda prueba, tuvieron que vencer las mayo-
res resistencias sociales, para salir del fondo á
la superficie. Y ¡ qué recompensa despues de tan-
tos esfuerzos! La conciencia, pues, se subleva,
contra un ól'den de cosas qlle comprime el génio
de cl'eacion, Ó lo deja desarrollarse al acaso, mien-
tras estimula el de destrucciun, monopolio y
agiotaje, seüalándole por término seguro y pron~
lo la riqueza y los honores.


Quede sentauo, asi, que MI'. Thiers toma la
escepcion por la regla; que la generacion pre-
sente de las clases inferiores, lejos de subir los
escalones de la rueda social, ha desccndido bas-
tante; pues ayer contaba con recursos que hoy
no cuenta: y que la mayor parle de los que han
salido de la oscuridad y hecho espléndidas fortu-
nas, no ha sido por medio de un trabajo asíduo,
constante y productivo, porque estc no dá para
tanto; tampoco por su conducta prova, por una
regla de economía etc., sino por el juego, el
fraudc, el monopolio y la opresion del trabajo.


Pero veamos qué mas nos dice MI'. Thiers des-
pues de citar algunas escepcionc5 de padres hu-




- 230-
mildes que habiendo acumulado grandes fortunas,
elevaron sus hijos á las regiones de la ciencia:


«Es PRECISO QUE EL HOIUBRE, TRABAJANDO~ TEN-
GA LA FACULTAD DE LLEGAR A SER RICO ~ PARA
TENER OBJETO EN sus ESFUERZOS, Y QUE AL PRO-
PIO TIEMPO, AL ACUMULAR UNA FORTUNA CREE A


SUS HIJOS. MEDIOS DE CULTIVAR SU ESPIIUTU.»


No piden tanto los que tremolan la bandera
de la reforma social. Solo quieren los grandísi-
mos tunantes que el trabajo productivo no sig-
nifique siempre miseria, bambre , desnudez, do-
lor y embrutecimiento, y que la ociosidad sien-
do de buen tono, no monopolice todas las ven-
tajas de la riqueza. ¿Qué os parece?


Ahora bien; si hubiese algun moralista seve-
ro que espantado de la idea de que el trabajador
es preciso tenga la facultad de llegar á ser rico,
quisiera combatirla, no se dirija á los socialistas
franceses, no se dirija á mi; entiéndase direc-
tamente con l\'Ir. Thiers el anarquista; porque
es~mas anárquico decir que la sociedad actual
está basada sobre aquel principio, que esta idea
de los reformadores: debe estar. Lo uno puede
hacer dudar á las masas yacurrucarlas en la re-
signacion; pero lo otro debe naturalmente exal-
tarlas ; porque lo creerán una mofa, y la mofa
escita á la venganza.


Queda, pues, declinada sobre MI'. Thiers toda




-231 -
la responsabilidad que lleva consigo prlOCIplo
hoy tan atrevido, y sigamos á fin de conocer
las importantes funciones que el rico desempeña
en la sociedad.


«Enriquecido el hijo por el trabajo de su pa-
dre> no tiene solamente buenos libros, buenos
cuadros, sino tambien palacios con ricos mue-
bIes, mesas opíparas y abundantemente servi-
das, caballos fogosos, elegantes coches. ¡De-
cidnos , mósofos de la envidia! ¿Son necesarias
todas estas cosas en una sociedad? ¿Sois acaso
cnákeros, aborreciendo lodo lo que brilla, aman-
do solo lo negro y lo blanco, quizá tambien 10
pardo, á guisa de variedad permitida, ó no ad·
mitís que sean precisos en los productos de toda
sociedad la variedad en la abundancia, la finura,
la elegancia, y en fin, ]a ~elleza?»


Contestacion:


Sí; los que llamais filósofos de la envidia ad·
miten la refinacion en toda su latitud, son ami-
gos de la abundancia, pero no de la escasez que
prohiba vivir; de la finura, pero no del idiotis-
mo á que está condenada la mayoría de Jos hom-
bres; de la elegancia, pero no de la desnudez;
de la belleza, en fin, pero no de la repugnante
mendicidad.


Los que os parecen cnákeros, no combaten




- 232-
el lujo , sino que quieren desarrollarlo, univer-
salizarlo cuanto se pueda. Lejos de las máximas
fenelónicas, creen que el hombre está llamado
á una condicion mejor y mas EOcial, á elevarse
siquiera á la altura de cuantos séres le rodean.
y en tal idea convenís vos mismo, cuando á las
pocas líneas, dais al pobre esta esperanza:


"Esos alimentos escogidos; esos vestidos her-
mosos y sanos que envidiais al rico, llegará el
dia en que el pobre los tenga; sí, los tendrá, co-
mo la sociedad siga trabajando mucho tiempo.
«¡Promesa vana!» se me dirá. No tan vana, á
juzgar por lo pasado. IIace tres ó cuatros siglos
tenian los reyes paja por alfombra, y hoy el co-
merciante mas modesto anda en lo interior de
su casa sobre tejidos de lana, campo de imita-
das flores. u


Hé aquí, pues, cómo vos tambien creeis que
no es la pobreza el lote eterno de la mayoría hu-
mana. Pero ahora os pregunto yo: ¿Con qué
instrumento medís la distancia que nos separa
de esa época bienaventurada, en que todos ob-
tendrán alimentos escogidos, vestidos hermosos?
¿Cuánto trabajo es preciso que realice la huma-
nidad para rehabilitarse? ¿Qué parle podrá caber
en suceso tan fausto á las generaciones presen-
tes, si es que le cabe alguna? ¿En qnú principio
superior descansa vuestra creencia? ¿O es sim-
plemente una presuncion filosófica, un vago pre-
sentimiento? .




- 233-
Sí; por el modo de esplicaros se conoce bien


que no pasa de ser un cálculo perteneciente á un
porvenir muy remoto. Si hubiérais estudiado
bien la ley del movimiento social, tal vez no ta-
chariais de prematuras las pretensiones del po-
bre. Pero como quiera que hoy no se hable sino
de la regeneracion de las sociedades y mas atrás
haya hecho yo entrever la fórmula de una or-
ganizacion perfecta, estoy obligado á dar sobre
esto algunas esplir,aciones.


En efecto; antes de buscar, entre todas las
formas posibles, esta sociedad derivada de la
naturaleza humana, se presenta una dificultad
que voy á resolver.


«(Si puede existir, se me dirá, una organiza-
cion que esté en armonía con nuestras inclina-
ciones; que realice el bien y la dicha, ¿por qué el
hombre no la ha inaugurado desde los primeros
dias de su vida terrestre? ¿Por qué este retardo
en el destino feliz? ¿Por qué los dolores y mise-
rias que han precedido á los alegres y bellos
días?»


La solucion de esta dificultau pertenece á una
cuestion superior, á esta cuestion misteriosa,
tan vanamente y por tanto tiempo agitada; la
existencia del mal CIl el órden tmiversal; formida-
ble prohlema, del que ensayaré dar la solucion á
priori clara y absoluta, pero que no puedotra-
tar aqui en su elevada generalidad puesto que
seria salir del estudio social para entrar en la




- 234-
teoría cosmogónica. Me contentaré con resol-
ver la dificultad por una consideracion muy sen-
cilla y que está al alcance de todas las inteli-
gencias.


«Sí, dicen los reformadores sensatos; los do-
lores y miserias deben trocarse en riquezas y
alegría; sí, la existencia anterior de las socie-
dades pobres, dolorosas, incoherentes y subver-
sivas, no destruye la posibilidad de una socie-
dad posterior armónica y feliz; yaun es fácil ver
que esta última debia ser precedida y producida
por aquella, y que esta anterioridad es confor-
me á la ley universal del Jesal'rollo de las cosas.


En efecto; la existencia de una sociedad sin
pobres, de una sociedad conveniente á la natu-
raleza humana, capaz de responder á las nume-
rosas exigencias de su organizacion, no se con-
cibe sin una inmensa creacion de riquezas y me-
dios de satisfacer las necesidades físicas, mora-
les é intelectuales de todos los hombres. Esta
forma social que debe invertir á la humanidad
de la administracion general del globo, del im-
perio de la tierra, exige, pues, un desarrollo
anterior de las ciencias, de las artes, de los
procedimientos técnicos de la industria, de los
conocimientos é invenciones de todo género, que
deben ser los instrumentos y los órganos de su
actividad útil y productiva, de su trabajo solll'e la
naturaleza esterior.




- 235-
¿Cómo el hombre, antes de conquistar estos


instrumentos y estos medios, hubiera podido
asentar su dominacion sobre el mundo, domado
y puesto á su servicio los elementos? ¿Cómo hu·
biera fecundado, esplotado, administrado el do-
minio de la creacíon? ¿Cómo, en fin, habia de
desarrollar las riquezas de todo género, cuya
superabundancia es necesaria á la satisfaccion
de las necesidades materiales, afectivas é inte-
lectuales de los individuos y de los pueblos, y
sin la que no pueden acordarse los intereses ni
las pasiones? ..


La organizacion de la sociedad armónica, está,
pues, subordinada á la creacion anterior de los
instrumentos y medios de poder de la humanidad;
al desarrollo de las artes, de las ciencias, de las
fuerzas de la industria. Necesita el hombre pasar
muchas penas y fatigas para aprender á construir
sus máquinas, sus navíos, sus palacios; para
formar legiones de sabios, artistas etc., para
reunir los elementos fundamentales de su pros-
peridad colectiva y de su poder. Mientras no ha
llenado estas condiciones primeras, no está en
el caso de entrar en su verdadero destino, de
realizar ]a organizacíon social apta para satisfa-
cer sus necesidades, para utilizar y armonizar
las fuerzas vivas de todas las partes que com-
ponen el hombre universal, el gran todo huma·
nitario.


Asi, pues, como el planeta, como el animal,




-2a6-
como el mismo ser humano, la humanidad, que
es un ser viviente de un grado superior, tiene
sus épocas embrionales y su infancia. No puede
llegar á la edad de la fuerza, á la plenitud de la
vida, sino atravesando antes edades de igno-
rancia, de debilidad y dolor. Estas primeras
épocas, son precisamente los tiempos de las
sociedades pobres, incoherentes, incapaces de
responder á las exigencias de nuestra natura-
leza, de realizar el bien euyos iostrumentos de·
ben elaborar. La historia nos las presenta di-
vididas en períodos sucesivos, designados con
los nombres de Salvajez, Patriarcado, Barba-
rie, Civilizacion. Estos períodos tienen su ca-
rácter peculiar, su fisonomía propia, y parti-
cularmente se distinguen por los graJos pro-
gresivos del desarrollo de las artes, de las luces,
de la industria, en uoa palabra, por la acumu-
lacion de los instrumentos, del inmenso mate-
rial necesario á la constitucion de ]a armonía so-
cial. Las ideas y los principios figuran en pri-
mer término entre esos instrumentos del por-
vemr.


Asi, la industria, limitada en el período sal-
vaje á la caza, á la pesca, á la fabricacion tle
armas groseras, se es tiende en el patriarcal, al
cuidado de los rebaños. Los pueblos bárbaros
abrazan ya la agricultura y comienzan á fabri-
car. En fin, la ei vilizacion desarrolla las eien-
cias y las artes, perfecciona los procedimientos




- 237-
tecnicos en toda rama, crea los grandes medios
de comunicacion y todos los elementos de la
grande industria. Desde este instante la humani-
dad posee todos los recursos necesarios para
organizar sus fuerzas y sos poderes, y realizar
por medio de la asociacion de los individuos y
de los pueblos, las condiciones generales de su
(licha y de sus gloriosos destinos.»


Animadas de este espiritu casi todas las escue-
las modernas, proponen sus diversas fórmulas
de organizacion , presentan un plan, un meca-
nismo, un modo de sociedad, pOI' medio del que
creen utilizar todos los recursos conquistados,
imprimiéndoles un movimiento de armonía y
produccion, que realice las condiciones del bien
universal. Si todas sehan equivocado en los me-
dios, si ninguna ha resuelto felizmente la difi-
cultad, ya se verá en el curso de esta obra. Por
ahora me contento con observar á ~lr. Thiers
que sonó la hora de pensar en la salud, no solo
del polI re , sino tambien del rico; que es una
prelension lógica, derivada de la misma ley del
movimiento social, inspirada por el progreso
de los tiempos, la de regenerar la sociedad; y
que si cree que la humanidad no ha trabajado
todavía lo bastante para poder destronar la po-
breza, el mas modesto de los reformadores se
compromete con los trabajos realizados, á sacar
la sociedad del barranco de las crisis y revolu-




- 238-
ciones anuales que forman su vergonzosa his-
toria.


Pero sigamos á Mr. Thiers al exámen de las
funciones sociales de la riqueza:


«Además del cometido de comprar los produc-
tos selectos, cuya produccion y consumo son in-
dispeusables, tiene otro la riqueza; solo ella
puede suministrar los capitales al génio in ventor,
genio osado, temerario, sujeto á equivocarse
muchas veces y á arruinar á sus comanditarios.»


¡Pobre genio inventor 1 ¡ Ya estás lucido, si
siempre has de seguir á merced del capitalista!
¡Pobre humanidad si todas tus conquistas las
fias á la simple voluntad de un hombre que, por
avaricia, por ambicion ó capricho guste despren-
derse de cierta suma! ¡No hay duda de que es
una garantía brillante para el genio, hallarse
bajo la salvaguardia del capital privado .. 1


Bien sabido es que el autor de un descubri-
miento debe estar dotado, además del espíritu
inventivo, de una firmeza de carácter no co-
mun, de una perseverancia que raye en herói-
ca. Sobre que una multitud de hombres cuyo es-
píritu especulador se entregaría á indagaciones
ardientes si la carrera de la invencion estuviese
organizada y ofreciera grandes garantías de lu-
cro, el que á fuerza de constancia ha consegui-
do ó cree haber cODseguido la solucion de aI-




- 239-
guo problema capaz de cambiar la faz de la
tierra, no sabe qué hacer del secreto, ~ive ator-
mentado sin hallar un medio regular de prac-
ticar su teoría, temiendo esponerse á los ata-
ques del ridículo.


Pero hay algo tan conocido como ]a historia de
todos los descubrimientos? Acaso poseemos algu-
00 que no haya tropezado para justificarse con los
grandes inconvenientes de una sociedad levanta-
da sobre el agio y la mercadería? No hace mas
de cuarenta años que en Francia se propone al
gobierno y á los capitalistas, el ensayo parcial
de sistemas que prometen la salud del mundo?.


No le concedo, pues, á lUr. Thiers, que una
de las fuociones de la riqueza. privada sea alen-
tar al genio inventor. Podrá haber escepciones,
pero estas confirman la regla.


La beneficencia es otra de esas funciones que
lUr. Thiers atribuye á los capi tales. A sus ojos
presenta el mundo el magnífico espectáculo de
UD gran teatro de beneficencia.


« Suponed, añade, iguales todas las fortunas;
sup.ooed la supresion de toda riqueza y de to-
da miseria: nadie tendria medios de dar; pero
nadie, segun vosotros, tendria necesidad de que
se le diese, lo que es falso. Aun suponiendo que
fuese cierto, habriais suprimido la mas grata,
la mas encantadora, la mas graciosa de las vir-
tudes humanas! Pobre reformador, huhiérais
estropeado la obra del Criador. queriendo re-




- 240-
tocarla. Dejadnos, sí, dejadnos el corazon como
Dios nos lo hizo 1. .»


Ved en 1\'1. Thiers un hombre de caridad!
Cruel, como hay Dios, será el que trala de re-
tocarle el corazon. Lo que es por mi parte me
guardaré muy bien. Pero permítamc que cn vis-
ta de esa uncion de cristiandad que dcstilan las
líneas anteriores, le haga una observacion.


En primer lugar, l\lr. Thiers, rechazo en
nombre de los reformadores de juicio esa idea
absurda que supone igualdad de fortunas. Res-
pecto á que estinguiendo la pobreza se suprimía
la mas grata, la mas encantadora, la mas gra-
ciosa de las virtudes humanas, os diré que la
beneficencia humana no gira solo en los límites
reducidos de la limosna, mas todavia, que acaso
no sean estos sus verdaderos límites; porque
ignoro si al aliviar de algun modo el dolor de
un desgraciado, es pena ó placer lo que siento;
si este hecho me es tan grato, si me encanta como
decís, llegando hasta hacerme gracia, ó despe-
daza mi alma al contemplar la terrible condicion
de mis semejantes, de mis hermanos. Esto su-
poniendo que yo soy rico y que no haga el bien
por vanidad, como suele suceder. Si no lo soy,
y no puedo aliviar al desgraciado, crece mi pe-
na al verlo arrastrarse por las calles é implorar
mi esteril caridad, y en tal caso el encanto de
esa virtud que citais se convierte para la ma-
yoría de los hombres en un tormento constante.




- 241-
Para el ejercicio de la beneficencia, virtud,


es cierto, de grau valor, no creen los reforma-
dores que sea preciso que los hombres carezcan
del pan nuestro de cada dia; todos los huma-
nos, cualquiera que sea por otra parte su po-
sicion social, tienen mil ocasiones de ser bené-
ficos, útiles á sus semejantes. A cada paso en
la vida se ponen á prueba esos nobles senti-
mientas; porque ¿ quién será el afortunado, si
en ello cabe fortuna, que para nada necesite
los auxilios de sus hermanos? quién el que no
pueda hacer otro bien que el de satisfacer al
ambriento? quién no está siempre en el caso de
satvar la vida á un reo desgraciado, al aturdido
que se precipita en un abismo, al enfermo que
requiere grandes cuidados, al errante peregri.
no ql1e busca un albergue en noche tormentosa?


Ya ve, pues, l\Ir. Thiers cómo, sin tocarle el
corazon, la escena varia del mundo le ofrece mil
ocasiones de ejercer esa virtud encantadora sin
la pena de tropezar á cada paso con seres que
espiran si no llega á tiempo un pedazo de pan!


Pero sigamos:


« Sin duda que si para tener la satisfaccion
de ver ricos bienhechores hubiéramos creado
pobres por gusto, os sobraria razon en decir
que valia mas no tener pobres aun cuando no
se tuviesen ricos capaees de dar. Mas DO echeis


16




-2·42 -
en olvido que el rico no hizo pobres á los que
10 son; que si él no hubiese llegado á rico, los
pobres serian mas pobres aun; no echeis en ol-
vido que su adorable beneficencia, para poder
mostrarse generosa con la desgracia, no empe-
zó por quitarle á fin de poderle dar. Eo la mar-
cha incesante hacia un estado mejor, el trabajo
con éxito socorre al trabajo sin éxito. oo.»)


Acabáramos de una vez! Ya estan resueltas
todas las dificultades! Ya sabeis que hay trabajo
con éxito y trabajo sin éxito! En esto por lo vis-
to consisten ladas las de:;igualdades sociales, es
decir, que haya unos muy pohres y olros muy
ricos I Es que estos hao trabajado con éxito y
aquellos sin él.-Entonces, preguntarán mis lec-
tores, cuál es el trabajo de éxilo? porque nos-
otros queremos ser ricos.-No lo sé, les contes-
taré; dirigíos á lJlr. Thiers que podrá mejor
daros noticias. Lo único que JO os puedo decir
es que la agricultura, la industria, las ciencias,
las bellas artes, la ¡nvencion etc. etc., no son
trabajos de éxito, puesto que en general no se ve á
un cultivador en carretela, ni á un industrial, ni
á un hombre científico, niá no artista, ni á un in-
ventor. Ignoro por lo tanto cuáles serán los tra-
bajos de éxito ó por mejor deeir, no lo ignoro
ni vosotros tampoco lo ignorais, ó si lo igno-
rais, tomaos el trabajo de adivinarlo. Harto
hago yo con esponeros las peregrinas ocurren-




-143 -
cias que de vez en cuando tiene Mr. Thiers.


A este célebre personaje es á quien voy á ha-
cerle un cargo, á observarle nn descnido. Si en
el capítulo VI pretendeis probar que de la desi-
gualdad de las facultades del hombre naee FORZO-
SAMENTE la desigualdad de los bienes, no pueden
las facultades mas ricas empeñarse en trabajos
sin éxito como los que acabo de citar. y causar la
ruina del individuo que las posee? Y entonces;
cómo establecer por regla general ]a teoría de
las facultades ... 1 Una de dos: O es la desigual-
dad de estas facultades la que produce la des-
igualdad de bienes, ó es la desigualdad del tra-
bajo mismo. quiero decir. que este trabajo
sea de éxito y aquel no lo sea, que el uno por
su naturaleza haga estériles las facultades y el
11tro las utilice.


Obligo á Mr. Thiers á que esplique este di-
lema.


Adelante:


«Solo una ubservacion y concluiré el exámen
relativo al rico. Estas acumulaciones de rique-
za, tan aparentes á los ojos, no son ni tan nu-
merosas ni tan considerables como se cree; y si
se llevase á cabo el capricho de repartirlas, to-
caria una parte sumamente pequeña á cada uno
de los perceptores. Se destruiria el atractivo
que hace trabajar, el medio de pagar los altos




-,214 -
pro¡}uctos del trabajo; se borraria, en una pala-
bra , el designio del Criador sin enriquecer á
nadie.»


Cualquiera que lea estas líneas creerá que no
existe en la sociedad moderna otro plan de re-
forma que esa reparlicion absurda de que nos
habla Mr. Thiers, en lo que hace muy poco
favor á todos los amigos del progreso. á todos
los grandes hombres que han empleado y em-
plean su vida en estudiar los vicios sociales y la
naturaleza de los remedios. Porque para predi-
car la fórmula de reparticion no se necesita ha-
cer muchas observaciones Di tener gran dósis de
inteligencia. Cese, pues, Mr. Thiers de hacer
el coco á la opinion y diríjase con lealtad á ad-
versarios mas respetables que los tiene en abun-
dancia.


«¿Creeis de buena fé que 105 ricos sean muy
numerosos y muy ricos? Ni uno ni otm: nadie
ha contado las fortunas en una sociedad; pero
en un Estado como la Francia. donde se supo-
nen doce millones de familias, á tres individuos
por familia, se sabe que existen (atencion!) DOS
MILWNES de ellas que tienen apenas lo preciso (en
castellano diríamos que mueren de hambre); SEIS
MILLONES que tienen lo suficiente; tres millones
que vivell en la holgura; cerca de un millon due-
ños de un principio de opulencia. y á lo sumo
doscientas ó treseientas poseedoras de la opulen-




-- 2~.) -
cia propiamente díüha. Suponed Ulla reparticion
igual...»


Basta, basta; eso no va ya con la mayoria de
los reformadores. Analicemos el curioso dato
que exhibe Mr. Thiers y podremos formar idea
de la sociedad actual, puesto que toda la socie-
dad está cortada casi por el mismo patron que
la francesa.


Resulta que son seis millones los individuos
que en Franci,¡ no lienen que comer ó come~
á duras penas; diez y ocho millones quc ya pue-
(~en vivir con nllmos apuros, porque aunque
l\1r. Thiers diga que tienen lo su(!ciente, yo sé
bien que es lo su~ciente para no pedir limosna. Diez
y ocho y seis vein licua tro. Veinticuatro millones
de individuos que apenas pueden resistir los gas-
los de una enfermedad!! Ved si puede formularse
protesta mas elocuente contra una sociedad que,
en medio del lujo mas escitante y de los place-
res mas refinados, en medio de todos los pode-
rosos atractivos de la civilizacion, mantiene en
el tormento de Tántalo veinticuatro millones
de c.riaturas inteligentes, armadas de ricas fa-
eultades ! .. A esto se me dirá que ellas tienen la
culpa. porque debían baber escogiJo trabajos
tle éxito. Y es verdad. respon¡]ere; no han es-
tado felices en la eleccion. Debian haber consul-
tado este punto oon ,tIr. Thiers, que es el que
lo entiende.


Sigamos, sigamo~:




- ~46-
«Es cierto, muy cierto, que el pueblo es hoy


menos indigente que algunos siglos atrás; que
el hambre, por ejemplo, no agosta generacio-
nes enteras (ni hay diluvios universales); que el
pueblo, mejor sustentado, mejor vestido, mejor
albergado, aunque no tanto como deseamos (to-
davía quiere mas Mr. Thiers; luego se diráL .. ) no
se ve espuesto á los contagios hijos de la sucie-
dad, de la miseria, como en Oriente y en la
edad media. TJ


De aquí deberíamos deducir que el pueblo ha
adelantado algo, pero del dato estadístico pre-
sentado arriba, se puede deducir que ha atrasado
mucho. Porque si bien se ha emancipado de la
lepra y de la inmundicia orientales, en cambio
mueren en los cuarteles de Paris ]as SIETE OCTA-
VAS partes de niños recien nacidos que no pue-
den resistir las influencias de aquellas cloacas in.
mundas, de aquellos vapores mefíticos que mar-
chitan la poblacion. Respecto del vestido, ved
los harapos de los seis millones de individuos,
que recorren escuálidos vuestras ciudades. Pero
hay mas, y es que, aunque realmente el pueblo
hubiera mejorado algo en su condicion, ]0 que
DO es exacto, pues ha desaparecido con las an-
tiguas instituciones teoeráticas, que aliviaban en
cierto modo la miseria del pueblo, hasta el espí-
rilu de benignidad y patrocinio que caracteriza-
ba á Jos viejos propietarios; aun siendo realmen-




- 2,17-
te exacto, repito. no ha de olvidar ¡J!r. Thiers
que la mejora nunca seria sino relativa; es
decir, que si ayer un hombre del pueblo sa-
tisfacia sus primeras necesidades con cuatro, hoy
DO le bastan ni seis, pues sus necesidades se han
aumentado en razon de ocho. Porque tambicn
bajo el burdo ropon del campesino ó del prole-
tario, se encubre el corazon humano obrando
con la misma actividad que cuando late bajo los
pliegues de la púrpura; y no puede permanecer
pasivo al frenle de los estímulos de la civiliza-
CiOll. Esto se debe tener muy en cuenta al ha-
hlar de la suerte del pueblo.


Prosigamos:


, «Deuucim05 de lo dicho que el hombre nada
tiene al nacer, pero que está dotado de facul-
tades diversas y poderosas, cuya aplicacion pue-
de proporcionarle cuanto le falta. Fuerza le es
emplearlas; pero cuando lo hace, es de evidente
equidad que el resultado de su trabajo le sea pro-
vechoso á él, no á otro, y que este resultado for-
me su propiedad, y su propiedad esclusiva. Esto
es equitativo, necesario, porque no estando
seguro de recoger el fruto de su trabajo, no
trabajaría; hastaríale pillar lo ageno; su seme-
jánte haria lo mismo, yesos salteauore5, reflu-
yendo unos sobre otros, presto no hallarian
qué pillar como no fuere la naturaleza mis-




- 248-
ma. El mundo permanecería en la barbarie .•


Perfectamente; sirva de aviso, porque temo
que el trabajo SIN EXITO llegue á sublevarse un
dia, y no baya quien 10 aguante.




XII.


n.· la e.len,ion crecienl. de l. propieJ.J.


Resúmen:
~Ir. Thiers insiste con empeño en que el tra-


bajo es el orígen verdadero de la propiedad.
Toma en cuenta la objecion de que todos los


dias vemos acumularse ciertas fortunas mue-
bIes, capitales inmensos debidos al fraude, al
juego, á las mas locas y mas criminales especu-
laciones, y la de que la tierra y los capitales
sean invadidos por un número muy reducido
en perjuicio de la generalidad.


Estas cree que son las dos únicas objeciones
que hacen los filósofos actuales, y confia con-
testarlas de un modo completo en los dos capí-
tulos siguientes.




XIII.


1.. PI'Ul,i,~J¡)J CI\l:anMuJa por MI'. Thiers, Los SflCiillist:Js y la pr0l'it'dad.
#\I'Ü't1m€'l1tos J(,) COlllulii'm~n.


Empieza I\1r. Thiers este capítulo reconocien-
do, como no puede menos de reconocer, que al
lado de hombres que han adquirido sus bienes por
el trabajo, hay otros que deben los suyos al fraude
y á la violencia, pero que en vez de castigar tales
atentados, condenando á todos (poned mucho cui-
dado), «se deben hacer mejores leyes, mas rigofosas,
combinadas de tal manera, que con su ayuda'
sea fácil averiguar la procedencia de las diferen-
tes propiedades de las que desde su origen nacie-
ron del trabajo ó de las debidas EN su PR1NCIPIO
á la usurpacion.»


Rechazando yo en nombre de la jlJs~icia el
principio de condenar a todos, rechazo tambien
en nombre del órden esa idea diabólica de ave-
f'I'guar la lJrocedcncia de las diferentes propieda-
des. Averiguar la procedencia de las diferentes
propiedades!.. Eso es vogar en pleno comunismo!




- 251-
Eso es encausar toda la masa de la propiedad
y sentarla en el banquillo del reo! Es querer
atropellar el hecho en nombre del derecho; lo
que, aunque parezca racional, tiende en el ac-
tual órden de cosas á robustecer la anarquía.
Porque Mr. Thiers nos dice á las pocas líneas:


« En el orígen de toda sociedad tuvo la vio-
lencia mayor parte que la justicia. El sentimien-
to menos desarrollado en el hombre es el de
lo justo y de lo injusto; pues que los hombres
se precipitan sobre la tierra, se apoderan de ella,
se la disputan violentamente, y hasta que se es-
tabl()cen leyes sabias y equitativas se transmi-
ten con mayor ó menor regularidad lo que ad-
quirieron de una manera muy irregular.»


De aqui se deduce claramente que toda la pro-
piedad territorial tuvo su procedencia en Hn prin-
cipio de Hsurpacion, no en el trabajo. Y aunque
Mr. Thiers pretenda legitimarla despues por
medio de la lransmision, no le aleanzan los sa-
cramentos, se los admiuistra tarde. Porque una
de dos: ó MI'. Thiers renuncia arrepentido á
averiguar qué propiedad es debida E N SU PRINCI-
PIO á la usurpacion, ó piensa castigar la pro-
piedad territorial, usurpada EN su PlUNCIPIO.


Me admiro de que un hombre tan de órden
Jance á la sociedad ideas tan disolventes, Porque,
aun concediendo en honor suyo, que no haya
sido su objeto comprometer en lo mas mínimo
la propiedad de la tierra, sino defenderla á capa




-- 232-
Y espada por medio de la transmisiuo, ¿ quier¡>
decirme 1\1r. Thiers qué castigo impondria III
que resultara poseedor de bien¡>s ilegíliows'(
¡Cómo habian de confeccionarse esas leyes rigo·-
'Tosas, y hasta dónde se estemleria su accion?
¡,Podria servir de dato decir: (.Mirad, aquel que
I:ruza la calle en magnífica carretela, hace diez
años que nada poseia, y hoy cuenta un capital
de 10.000,000: aquel otro presumido que mira
con desden á cuantos pasan, estafaba ayer al
público, ('omo simple mercader, y hoy levanta
palacios y aspira al gobierno de la nacioo: el
de mas allá, no tenia industria conocida y es el
gran banquero que preside el crédito del esta-
do etc. etc.; ¿podría, repito, Mr. Thiers, servir
esto de dato? Y una vez averiguado que las
vastas acumulaciones modernas, que la gran
masa de propiedad moviliaria, reasumida en
unos cenlenares de individuos, era debiJa en su
principio al juego, al fraude, al monopolio yal
agiotage, ¿ qué hariais de ella segun vuestro
principio? ¿ Dictaríais la espropiacion por causa
de utilidad pública ó en nombre del buen derecho?
Pero esto produciria en el mundo un gran con-
flicto, porque atacabais intereses inmensos aun-
que (~n pocos interesados. ¿Condenaríais á los in-
teresados perdonando los intereses? Pero el mal
quedaba en pie, quedaba la propiedad de exis-
tencia ilegítima para hacer la guerra á ]a legi-
tima. ¡ Qué haría is. pues. qué haríais de e"a);




- 253-
leyes ·rigorosas por las que quereis procesar toda
la propiedad ? .. ¿ Cuáles son? ..


Ni el mas dese!lperado comunista concibe á
sangre fria la idea de despojar á una clase con
toda la solemnidad de la ley, así como entrevee
la posibilidad de conseguirlo á favor de un ge-
neral trastorno. Y es en Mr. Thiers tanto mas es-
trana la pretension de averiguar legalmente la
procedencia de las diferentes propiedades, ('·uan-
to que en el capítulo tercero, despues de querer
hacernos ver instituirse constantemente yen to-
dos tiempos la propiedad como premio necesario
del trabajo, dice con cierta ironía: «Pero este
animal (el hombre) no es un animal ordinario;
es rey, rey de la creacion , como se hubiera di-
cho en otro tiempo, y le disputan sus títulos;
tienen razon, es preciso examinarlos mas de cerca.
El hecho, dicen, no es el derecho: la tiranía
tambien es un hecho, un hecho muy general. Es,
pues, preciso probar que el hecho de la propie-
dad e$ un derecho, y que merece el titulo de taL»


Ahora bien; yo pregunto si querer establecer
leyes rigorosas pa.ra averiguar el orígen de Zas
diferentes propiccla.des, no es exactamente querer
examinar mas de cerca sus títulos al hombre, sos-
pechar del hecho, y negar que merezca el título
de derecho.


Espero, pues, que Mr. Thiers recoja estas
ideas y nos las dé mas sólidas, mejor ordenadas,
mas en armonía.




- ;2:.;1 -
Por 10 demas tenga entendido que los miftmos


socialistas no son tan escrupulosos respecto de
la propiedad: no quieren pasarla por el crisol de
nuevas y rigorosas leyes, por el temor de dar
muchos malos ratos, y dicen:


«En primer lugar es muy difícil, raya en lo
imposible saber si lo que todos los hombres po-
seen, es ó no de orígen legítimo.


En segundo, aun dado caso que fuera fáeil,
podia sllceder que se descubrieran tales cosas que
la sociedad entera peligrára.


En .nombre, pues, del árden, echamos tierra
sobre todos los hechos. reconocemos lodos los
intereses creados, y una vez que la humanidatl
tiene tantos recursos á su dísposicion, una vez
(fue el globo entero, abandonado en su mayor
parte, no espera mas que la señal del hombre
para desarrollar sus inmensas riquezas, tratemos
de ensanchar las proporciones de este gran ban-
quete de la "ida, construyamos asientos para
todos los miembros de esta dilatada familia, no
nos amontonemos en torno de esta pequeña masa
de valores como si sobrára humanidad en el pla-
neta y no hubiera ya recurso alguno. Acudamos
á esa gran mesa que Dios nos sirve llena ele ricos
manjares y que solo espera recibirnos. Si ver-
dadel'amente existen en la actualidad propieda-
des mil ilegítimas, debidas á jngadas inmorales
y agios escandalosos. remédiese en buen hora






- 255-
mal tan grave que puede nn dia perjudicar ma-
cho á las propiedades legítimas; háganse leyes,
no que condenen, sino que eviten el desarrollo
d~ ese fatal parasitismo que corroe las entrañas
dfll eoerpo soeial; pero cuidado con una espro-
piacion, porque nadie es capaz de calcular el
destino de una sociedad que se empeñára, ann
con justicia , en vias tan peligrosas.»


Esto es, Mr. Thiers, lo que yo llamo defeo':'
der con lealtad y buena fé la propiedad realiza-
da. Sin duda que los que asi se esplican son me-
jores defensores de los intereses creados, que los
que, Ó quieren formar leyes rigorosas para exa-
minar sus títulos, ó defenderlos ciegamente
contra las exigencias de los intereses nnevos.
I~o primero conduce, tal vez á la justicia, por
el camino de la anarquía y la violencia: lo se-
gundo á la muerte soeial por medio de la injus-
ticia. El que quiere lo primero se llama ciego
comunista;


El que quiere lo segundo se llama optimista
ciego;


y lo mas gracioso es que Mr. Thiers por lo
visto, muésLrase á la vez comunista y opti-
mista.


Pero veamos qué nos dice este personaje al
hablar del juego de la Bolsa.


«La sola cuestion es la de saber si en aquel
sitio tan malquistado puede existir un trabajo le-




- 256-
gítimo, al cual la sociedad permita aplicar su
tiempo y sus desve~os. Pero puede esta materia
ofrecer alguna duda formal. ¿No se ven precisa-,
dos los gobiernos á crear empréstitos cuando el lí-
mite de los impuestos queda a.golado? ¿No les es
necesario aumentar las cargas del porvenir, pro-
ductivas para este, y que el presente no podia
ya soportar? ¿No es acaso necesario que la.~ em-
presas vastas, destinadas á cambiar la faz de la
tierra y que exigen inmensos capitales, se dividan
enpartespequei'ias, llamadas acciones, á fin de que
esten al alcance de todos los capitalistas? ¿No es
preciso que las divisiones de 105 empréstitos ó
de las grandes empresas, se vendan y compren
en un mercado público cual otros artículos cua-
lesquiera? ¿No es indispensable que especulado-
res, espiando las variaciones infinitas de los Ya-
lores, acudan á comprarlos cuando bajan, re-
montándolos á mayor crédito? Estas variacio-
nes aumentan en las épocas difíciles y crean un
j.uego; asi como el trigo, materia tan respeta-
ble, se hace en los tiempos de carestía objeto de
locas especulaciones. ¿Se prohibirá por ese mo-
tivo el comercio de granos? ¿ No diferenciais
al que hace un verdadero comercio, útil y
constante, del que solo se entrega á un juego
pasagero? ¿No diferenciais al gran banquero,
que contribuye á fundar el crédito de un Esta-
do, del especulador vulgár, que busca en el
azar efímera opulencia? i. No es este caso el




- 2:51 -
de todo género de industria y de comercio?.»


La cuestion es sumamente delicada y requie-
re ser tratada con alguna estension. Cito, pues,
á l\fr. Thiers para un poco mas adelante. Dejé-
mosle por ahora volver sobre sus pasos:


») ¿Quién sahe de cuántos hechos ha sido tea-
tro la tierra quese considera como obtenida mas
legítimamente? ¿Se es responsable de lo que hi-
cieron algunos siglos há los detentadores de una
propiedad que se obtuvo del primer poseedor, pa-
gándole por ella lo que pidió? A juzgar por las
leyes de las nuevas doctrinas, no se niega en
ellas el cambio, pues los mismos enemigos de la
propiedad que quieren suprimir el numerario, ad-
miten el poder cambiar directamente un objeto
por otro. ¿Cultivé yo la tierra? ¿Criaste tú los
carneros? Yo te doy cierta cantidad de trigo, y
tú me das un carnero, nada mas justo. Adqui-
rí en el comercio una suma de capitales mue-
bIes, te los doy por una tierra; creo que en se-
mejante transacion esa tierra debe pertenecerme
real y verdaderamente, sin que nadie me pue-
da decir que la adquirí mal.»


Siento de todas veras que Mr. Thiers haya dado
tal giro á la cuestion de la propiedad. Y lo sien-
to porque, yo que amo y defiendo esta Gon hon-
radez, conozco que la deja á descnbierto de los
tiros enemigos. En efecto; tratando de legiti-


17




- 258-
marIa Mr. Thiers por medio del cambio, que
dice admiten sus contrarios, y llevado de la idea
de la transmision , ha sin duda cometido mía
impropiedad de lenguaje, que en materias como
esta puede tener fatales consecuencias.


«¿ Cultivé yo la tierra? ¿ Criaste tú los carne-
ros? Yo te doy cierta cantidad de trigo, y tú me
das un carnero. ¿ Adquirí en el comercio una suma
de capitales muebles? te los doy por una tierra ... ))
«No, interrumpe indignado un comunista: yo
no admito mas cambio que el de los productos.
Si el trabajador hace suyos los (ruloS no se sigue
de aquí que deba hacer suya la tierra. Esto
implica contradiccion con la idea del TRABAJO,
pues que es de principio en economía política
que el trabajo no crea sino formas, valores, y
no sustancias.» Por lo que toca, pues al cam-
bio, ya ve jlr. Thiers cómo deja un flanco peli-
groso á Jos enemigos de la propiedad.


Pero observemos qué otras armas empuña
para hacerla invulnerable:


« Sí, añaden los nuevos doctrinarios; pero
el que transmitió ¿pudo transmitir no siendo le-
gítimo poseedor? usurpó y transmitió la usur-
pacion, nada mas.»


«A esa objecion el buen sentido de las nacio-
nes contesta por nosotros, habiendo adoptado la
prescnpctoH. »




- 2:.\9-
Tampoco esto es contestar á lo que dicen los an-
ti~propietarios; y la primera cualidad de un buen
lógico es ir de frente á los argumentos del rival.


Respecto de la prescripcion los comunistas tie-
nen apuntado en sus libros este principio:


« Se habla del consentimiento universal; pero
quien dice consentimiento universal, dice renun-
ciacion recíproca, dice, pOI' consiguiente, ga-
rautía recíproca, lo que tambien conduce á la
igualdad, »


«Se habla de la prescripcion: pero sin contar
que la propiedad es necesariamente, por mil ra-
zones, ó nula para cada uno, ó imprescriptible
é inagenable para todos, es notorio que la pres-
cripcion no ha sido imaginada sino en confir-
macion de la I~y civil sin lo que careceria de
justo títulG. Ahora; ¿ cómo la ley civil ha podi-
do convertir la posesion en propiedad, en oca-
sion en que el aumento de las generaciones le
imponia el deber de convertir la propiedad en po-
sesion? Porque si, como es manifiesto, como se
confiesa, la propiedad ha nacido de la ocupacion
primitiva, no es otra cosa que un hecho que se
ha producido falto de oposicion. y que se con-
tinúa por el gusto de todos los que tienen de-
recho. Apoyado sobre este solo título, la pro-
piedad es necesariamente precaria y siempre re-
vocable: la ley civil no ha podido reconocerla
sino como provisional, de modo alguno como
definitiva. »)




- 260 -
lIé aqui la idea que Mr. Thiers ha debido com-


batir si se ha propuesto no dejar ninguna peli-
grosa en circulacioll. Porque el caso es que los
incautos que son sorprendidos por el sofisma.
conozcan este al leer los verdaderos titulo" de
]a propiedad. De otro modo, eludiendo los ar-
gumentos de ]0" adversarios, es comprometer
mas la causa que se quiere sostener. la verdad
misma. Aconsejo, pues, á 1\'1r. Thiers siga este
método cuando vuelva á lidiar por la pro-
piedad.


En el resto del capítulo hace la historia de las
tierras de varias naciones, enumera los mil cam-
bios de manos y vicisitudes porque han pasado
durante el largo reinado, de la: conquista, para.
hacer ver el caos que resultaria si no se prefi-
jára un término en el cual todo lo que existe, por
el mero hecho de existir, se declare legítimo y po-
seido en buena ley.


Esto quiere decir que aquí ."tIr. Thiers sancio-
na el hech() como sea un poco viejo, como cuente
siquiera treinta años, por injusto que pueda ser.
No me parece mal la iJea aunque forme tan mal
maridaje con la de querer haar leyes l'igorows
con cuya ayuda se pueda ave'riyullf la procedencia
de las diferentes propiedades, de las que en su orí-
gen nacieron del trabajo ó de las debidas E~ su
PRINCIPIO á la usurpacion. Estas dos ideas, repi-
to. se rechazan tamhien mútuamente, y asi es-
pero que MI'. Thiers las reconcilie cuando pien-




- ::Wl-
se hacer olra edicion de su libro. POI' lo de-
más ninguna de ellas acepto por muy distintas
que sean; pues si la segunda la he hallado seve-
ra y disolvente, encuentro la primera demasia-
00 débil Y con sus puntas de injusta. Porque si
un rey, si un gobierno, con la fuerza de sus
ejércitos se apropia todo el terreno nacional y lo
csplota en su provecho como los señores feuda-
les, logrando conservarlo treinta años porque el
pueblo no se atreva á hacel' una reclamacion, ni
á formular de modo alguno sus derechos, no me
parece bien que este hecho tan injusto reciba la
eterna sancion de las generaciones. Lo mismo
puede suceder de clases con clases y hasta de in-
dividuos con individuos. Una revolucion. un
cambio de política en un pueblo, suele trastor-
nar grandes intereses, cometer sendas injusti-
cias, y si estos hechos l1an de recibir el bautis-
mo de la legitimidad, de un período de treinta
arIOS, entonces digamos de una vez que nos ha-
Uamos constituidos en el hecho sin nociones de
lo justo, que no tenemos- mas códigos que el
tiempo y la fuerza material.




XIV.


Hoy .1 capital impone la ley al (rabuio.-Interés rcnl del dinero.-Orrf3níz~­
cíon de la propiedad affrícola.-Mr. 'l'hicr. y un l'folelorio.-Cunaici."
.Iel culti,adol'.


En este eapítulo, último del primer libro de La
Propiedad, Mr. Thiers se propone probar que el
universo, lejos de ser invadido por la; estension
creeiente de esta, como pretenden los economistas
modernos, es mas apropiado á las necesidades del
hombre, mas accesible al trabajo, y que la pro-
piedad civiliza el mundo en vez de usurparle.


Conviene por de pronto en que la mayoría
llega al mundo algo tarde, y aplicando el dicho
de Ciceron, que asemeja la propiedad á un tea-
tro donde todos los asientos estuviesen ocupa-
dos, pregunta: «¿pero seriais mas felices si el
teatro no existiese?» No acepto esta iJea á pesar
de su origen eiceroniano: porque creo que nu-
da prueba en heebo de propiedad. Es un argu-
mento negativo que está muy lejos de las necesi-
dades contemporáneas, y oe muy poco valor en




_.- :!ü3 --
~uestiones de derecho y de conveniencia social.
Un comunista, estoy seguro, Mr. Thiers, que
os heriría con esas mismas armas diciendo que
si los ocupantes de esp. teatro, habian entrado en
él furtivamente ó con billetes falsos, seria muy
injusto y despótico no admitir al que pretendie-
ra entrar de buena ley y con títulos verdaderos.


Pero veamos cómo quiere el estadista justifi-
car ]a comparacion.


"Llegais á una sociedad ya muy civilizada,
<londe la tierra está cubierta, es verdad, de pro-
pietarios; pero donde está muy bien cultivada,
produciendo cien veces de ]0 que producia en su
origen: donde las máquinas, muitiplicadas y va-
riadas á lo infinito, han hecho el trabajo mil
veces mas rápido y los frutos mil veces mas abun-
dantes y menos costosos, donde hay LO SUFICIEN-
TE para sustentar, vestir y albergar á treinta y
seis millones de habitantes en vez de cuatro ó
cinco; confesad que las generaciones que os pre-
cedieron fueron muy culpables para con voso-
tros, porque siete ú ocho siglos alrás lll~biérais
tenido por todo calzado un l)edazo de cuero su-
jeto con cuerdas, y teneis ahora zapatos que po-
nen vuestros pies al abrigo del frio, de la hu-
medau y las piedras. Uubiérais teni(lo para
vestiros una piel de cordero, y aDora tcneis
paño etc., ctc.»


En totIo esto :Ur. Thiers no hace mas (jlIe con-
¡irmar lo ílw~ p dije en otra parte; que los go-




-·264 -
ces se han multiplicado con el refinamiento; so-
lamente que en vez de esprcsarlo de ese modo,
el historiador de la propiedad ha debido decir:


«Hace siete ú ocho siglos que el hombre vi·
via con mucho menos, mas satisfecho. Sus ne-
cesidades eran muy pocas, porque la industria y
las ciencias aun no las habian engendrado. Pero
hoy que por todas partes ve ricos paños, lus-
trosas sedas, finísimos terciopelos; boy que no
puede dar un paso sio oir los cantos mágicos que
salen de los teatros, sin ver los mas delicados
alimentos espuestos al público, vestidos los mas
cómodos y sanos, el brillo fascinador de los ca-
fés; sin tropezar con elegantes carretelas; hoy
que vive en medio de todo género de estímulos
y goces, seria pedir virtudes sobrenaturales exi-
girle, en nombre de la sobriedad y de la relí-
gion , hiciera el sacrificio de su naturaleza, del
corazon humano; que se privára de todo alIado
de los que disfrutan de todo. Si ayer ajustaba á
su pie un duro cuero, hoy necesita zapatos que
le abriguen del frío, de la humedad y de las pie-
dras; si ayer vestia una piel de cordero, hoy
necesita un buen traje de paño, pues no es jus-
to que solo en Francia haya SEIS IIIILLONES de
f.éres condenados á ir descalzos y ostentar cua-
tro harapos repugnantes. Si son positivos los
beneficios de la civilizacion, deben estendersc
gradualmente á todos sus hijos."


De este modo hubiera JIr. Thicrs evitado la




- 265-
flagrante contradiccion que existe entre haber
en Francia LO SUFICIENTE para treinta y seis mi-
llones de habitantes, y carecer seis millones de
LO SUFICIENTE. Porque ó no da valor ninguno á
este último guarismo, que á mí me espanta, ó
ha debido descontarlo del total de poblacion.


Pero será tal vez un descuido, y he de procu-
rar en lo sucesivo pasar por alto estas que para
alguno serán pequeñeces. Voy á concretarme á
los puntos principales.


Al hablar el economista de la que llama ca-
careada invasion del capital, dice que este capi-
tal no hubiera existido sin un trabajo asiduo y
tenaz de las generaciones pasadas y presentes:
Que si estas no lo dan sino muy earo, estan en
su derecho, puesto que lo crearon, y que, mi-
rándolo bien «si necesitais que os lo presten,
si dependeis de ellas (de las generaciones ricas),
por lo mismo dependen ellas á la vez de voso-
tros; porque necesitan que vuestros brazo~ fe-
cunden sus capitales, sin lo cual estos capitales,
sin. empleo, nada valdrian ya en sus manos. La
dependencia es recíproca. Dos necesidades se
hallan una enfrente de otra; la vuestra, que es
trabajar, y la suya que es la de hallar un em-
pleo á sus ca pitales. ¿Cuál de estas dos necesi-
dades impondrá la ley á la otra?"


Conteste por mí el lector que tenga menos
nociones de economía polílica, pues estoy se-
guro de que acertarú. Figúrese un hombre que




- 206 -
sale dc su casa para llevar algo que comer á su
desconsolada familia, y llega á ofrecer sus bra-
zos al primer capitalista que encuentre. Asi verá
cuál se halla en mejor situaclon para imponer la
ley. Sin embargo; Mr. Thiers, algo apegado á
]a antigua escuela, dice que dependerá de la épo-
ca. Yo creo que el capital lleva siempre gran
ventaja al trabajo, una necesidad de ganancias
á una necesidad de existencia. Pero por no es-
tenderme demasiado, quiero concedérselo á
Mr. Thiers J y siga:


«En tiempos tranquilos, cuando los capita-
les abundan, será vuestra necesidad la que im-
ponga la ley. Cuando los capitales se ocultan
será la suya, y vosotros pagareis el dinero mas
·caro.»


Suponed J pues, :MI'. Thiers, una sociedad
atormentada de crisis y revoluciones; una socie-
dad en que la noticia mas infundada, el rumor
mas vago, ahuyenta de repente el capital. Ena
sociedad que vive de los pánicos de Bolsa y en
que hay clases enteras interesadas en estas pe-
ripecias. Una sociedad en que se monopoliza la
circulacion y el instrumento de cambio; una so-
ciedad que se ha dado por última espl'csion , por
fórmula suprema, la bancarrota organizada y
periódica; una sociedad, en fin , de pobres, co-
mo decis en otra parte, que se disputan el tra-
bajo en favor del capital; y decidme si en una
tal sociedad será aquel el que Imponga la ley




- 207-
ni aun siquiera sostenga el equilibrio con la ac-
eion de este.


«Entretanto, ¿sabeis el mal que os han cau-
sado las generaciones usurpadoras?»


«Han hecho que el dinero que valia doce y
quince por ciento en tiempo de los romanos, de
á diez á diez y nueve en la edad media, de seis
á siete en el siglo XVllI, valga hoy de tres á
cuatro en época normal, de cinco á seis en las
difíciles. »


Alto aqui, \Ur. Thiers , alto; es preciso enten-
dernos. No sirve que nos dejemos alucinar por la
perspectiva de las cosas, sino que es preciso es-
tudiar es~as con detenciou, desmenuzarlas, si
me es lícita la frase. En el curso de vuestra obra
echais con frecuencia mano del argumento
del interés, del precio del capital. Es nnade
vuestras principales armas, y quiero inutilizá-
rosla para lo sucesivo. En efecto; se habla mu-
cho de la flexibilidad del dinero, del interés de
tres y cuatro por ciento en épocas normales, y
de cinco y seis en las difíciles. Ahora bien; pres-
cindieudo de que las épocas difíciles, se han
constituido en épocas normales, quiero aceptar
el tipo medio, esto es, el de cinco por ciento;
no riñamos por eso. Pero hacedme el favor de
contestar á una pregunta: ¿ Por qué suma se
presta al cuatro ó al cinco, relativamente al va-
lor tolal del obJelo que se hipoteca? ¿Confundire-
mos al negocian le que sin garantía ninguna, con




- 268-
el haber ficticio de su crt~dito, pues ficticio diceA
que es las quiebras cotidianas; lo confundiremos,
digo, con el propietario territorial, con el po-
seedor de un objeto de valor reconocido? ¿No es
cierto que el primero toma del Banco al cuatro
por ciento sobre papel libre sin ningun agente
intermediario. mientras el segundo jamás toma
sobre primera hipoteca á menos de diez?-¡A
menos de diez! ¡Osequivocais!-Yo os probaré
cómo no me equivoco.


En primer lugar no se presta al cuatro ó al
cinco por ciento sobre primera hipoteca, sino por
la mitad, los dos tercios cuando mas del valor
del inmueble; 50,000 reales 60,000 reales por
un inmueble tasado en 100,000. Cuando sobre
un inmueble de 100,000 reales pesa una hipote-
ca de 50,000, es decir, sobre la mitad de su
valor, es claro como el sol, que el propietario
no podrá tomar prestado por la otra mitad sino
á un interés usurario. Porque es bien sabido que
el que debe DO,OOO reales sobre un inmueble
de 100,000, no solventará esta deuda con su ren-
ta en cinco años, término habitual de las obliga-
ciones hipotecarias, ni tampoco en diez; y como
este inmueble no puede desempeñarse sino por
]a espropiacion, ¿qué capitalista colocará sus
fondos sobre un objeto que está muy espuesto á
ser procesado? ¡Y cómo colocarlos en todo caso?
Sobre una segunda hipoteca, y á un interés leo-
uino. Hé aquí por qué el propietario que lla lo-




- 2G9 -
mado prestado á cinco sobre primera hipoteca,
por la mitad del valor de su tierra, toma á diez
por la otra mitad, y con mas frecuencia á doce
que á diez. Esto en lo que respecta al que no
tiene otras rentas que la de su inmueble. Ahora
bien; yo pregunto: ¿Un préstamo á cinco por
ciento que comien za por reducir á la mitad el va-
lor del inmueble, es realmente un préstamo á
cinco por ciento? ¿Y prestar á diez por ciento
sobre la totalidad del objeto ó á cinco sobre la
mitad solamente, no vieneá ser una misma cosa?.


Pues descendamos á ]a categoría de présta-
mos mas comun; es decir, á los préstamos pe-
queños , que es donde ]a usura desplega todos
sus brioso En Francia, ya que es mi deber re-
f-erirme en todo á Francia, en Francia, digo, se-
gun uno de sus hijos mas notables, hace mucho
tiempo que se ha calculado el interés que paga
el cultivador cuando contrae una ob]igacion hi-
potecaria de 300 francos, delante del notario del
distrito. Este género de obligaciones no se esti-
pulan sino por un año. Poniendo los honorarios
del escribano á diez francos solamente; cinco por
el otorgamiento de la acta, cinco por el recibo,
contando dos días de pérdida para el asunto, ]os
gastos de sumaria, inscripcion, etc., y el inte-
rés á cineo ha sido imposible hallar una cifra
menor de treinta y nueve por ciento para espre-
sar el interés real de un préstamo hipotecario
de 300 francos, contratado al precio legal. Co-




- 270-
nocido es tambien que en los paises ganaderos,
situados lejos de las grandes ciudades. como la
:Marche, el Charolais. el Limousin, la Auverg-
ne, etc., la tasa del interés que se paga es de
quince á veinte por ciento. Así, pues; mientras
el pequeño labrador, que tiene un capital sóli-
do, toma 300 francos á treinta y nueve por
ciento para comprar una vaca ó hacer bene-
ficiar sus campos, el negociante, que no tiene
mas que su crédito, toma al cuatro por ciento
cuanto dinero necesite para jugar.


Por eso no permito á Mr. Thiers que establez-
ca este último tipo como el mas general, so pena
de dar algunas esplicaciones.


Pero sigamos:
«Esto supuesto, siendo el interés la espresion


exácta y única de la dificultad de procurarse los
capitales, es probado que, avanzando todos los
dias en esa usurpacion del universo> las genera-
ciones que os precedieron y que han creado la
masa de las propiedades existentes, os han he-
cho mas accesibles todas las cosas. Convengo en
que ni aun á cinco, seis ó siete por ciento ha-
hrá quien preste á un pobre cultivador sin cré-
dito; no me opongo á que esto se remedie por
medios bien calculados; lJero esto mismo hubie-
ra sido mas difícil todavía algunos siglos atrás.»


Suponed lo , pues, remediado, Mr. Thiers;
suponed que por medios bien calculados se ha con-
seguido que el pobre cultivador baIle á razon de




- 271-
solo cinco por ciento un capitalista que quiera
secundarle. ¿Qué creeis que se habrá logrado?
¡,Qué gran dificultad os parece que se habrá re-
suelto? Ninguna: porque este pobre cultivador
no podrá, el dia en que espire el plazo, cumplir
sus empeños, atendido á que el interés de la
tierra está muy debajo del interés en cuestiono
Con un producto de dos, dos y medio ó tres por
ciento no se llegará á pagar cinco. Esto no pue-
de ser mas claro.-Entonces, esclamareis, ¿qué
se ha de hacer? ¿Cómo pretendeis resolver la difi-
cultad?-De un modo muy sencillo: descubrien-
do y aplicando los medios de que el suelo pro-
duzca siete.-¡Oh! ¡Eso es mucho pedir!-Nada
rebajo.-Es muy dificil.-Bastante.-Casi im-
posible.-Menos que casi.-Yo no sé ... -Otros
lo saben: adelante.


«No hay, pues, usurpacion respecto de las rj~
quezas muebles que no existian antes de las ge-
neraciones acusadas, riquezas que solo merced
á ellas, han existido. Sucede lo contrario con
relacion á la tierra que estas generaciones no
crearon, hallándola puesta ya en el universo, y
en la cual se establecieron, cosa que á vosotros
los que llegasteis los postreros, os hace bramar
porque veis ocupadas las campiñas mas fértiles?
Fácil nos será dilucidarlo.»


Aquí lUr. Thiers se estiende en consideracio-
nes sobre la necesidad que la sociedad ha tenido
de adjudicar terrenos al individuo que se resol-




-272 -
via á trabajarlos, pues de otro modo hubiera este
carecido de todo estímulo. Tratado mas atrás
este punto, seria prolíjo que me detuviera á exa-
minarlo. Siga por lo tanto el historiador de la
Propiedad.


) Existe, en verdad, el recurso de reservar al
Estado la única propiedad de las tierras y no dar-
las sino en arrendamiento, sea por un tiempo
fijo, sea para toda la vida, al que las cultive;
es decir, la mano muerta; la mano muerta,
¡restauracion reciente de nuestros sublimes in-
ventores! .. ¿Será preciso repetir cuanto han di-
cho ya los economistas del siglo pasado, que la
mano muerta es un sistema bárbaro, anti-agrí.
cola; que la tierra debe ser una propiedad pri-
vada; que solo entonces el hombre le consagra
sus cuidados, su tiempo 9 su vida, si es á la vez
arrendador y propietario; y sus capitales por lo
menos cuando no es mas que propietario; que
las tierras del antiguo clero, solo en contribucio-
nes dan lo que antes producian de arrendamien-
to; que ademas alimentan al propietario y al
arrendadol' , y que presentan un espectáculo de
estraordinaria actividad, en vez de Otl'O, cual
antes, de negligencia y de aflictiva languidez?»
y sigue haciendo gratuitas suposiciones y entre-
teniéndose con detalles que imagina.


Ahora bien ; ~Ir. Thiers nos habla de pasar
las tierras ú manos del Estado, de la restaura-
cion de la mano muerta etc., etc., y yo pregunto:




- 273-
Quiénes son, dónde estan los retrógrados que
quieren reconstituir las grandes propiedades
clericales del antiguo régimen? ¿Qué da lugar
á :Mr. Thiers para emplear unas cuantas pági-
nas de su libro en esta infecunda cuestion?
¿Qué enemigos de peligro combate al combatir
la mano muerta? Porque la mayor parte de los
reformadores la rechazan tambien, en nombre
del progreso de la riqueza; y cualquiera que lea
el párrafo anterior estará en su derecho supo-
niendo que no hallan los filósofos contemporá-
neos, otro remedio al mal que la administra-
cion de las tierras, como se ejercia en la edad
media ó bajo el despotismo asiático. Pero por lo
"jsto es Mr. Thiers quien no concibe otra fórmula
que las dos indicadas, y no será demas que le
inicie en el pensamiento moderno ,en lo que toca
al modo de produccion agrícola: escuche.


Los pensadores contemporáneos prefieren tam-
bien la esplotacion individual del suelo, tal co-
mo existe, á aquellos grandes dominios seño-
riales que ha desmembrado la revoluciono La pri-
mera tiene á su vista sobre la segunda la gran
ventaja de interesar un mayor número de bra-
zos en la esplotacion, de estimular la actividad
individual, aumentando la suma de produccion:
es lo mismo que dice Mr. Thiers. ¿Pero signifi-
ca esto, por ventura, que es ya imposible per-
feccionar la organizacion de la propiedad agrí-
cola? ¿Que no resta progreso alguno por hacer


18




- 274-
en el dominio de la agricultura? Que tenga qUf}
renunciar el propietario territorial á toda espe-
ranza de mejorar sus intereses. ¿ Que haya de
quedar ya para siempre escluido de los adelan-
tos del genio humano en órden de descubrimien-
tos de nuevas fórmulas de produccion? I Qué! ¿por
haber remediado en parte los grandes males de
la lánguida propiedad feudal, hemos de decir:
(No mas allá en la senda de las mejora§ agríco-
las; alto aquí, que no es dado al espíritu huma-
no obtener mayores ventajas? .. 1> Los hombres
del progreso, los que tienen la conciencia de esa
gran fuerza creadora que acompaña á la huma-
nidad en su desarrollo, no pueden mirar las co-
sas por un prisma semejante y estudian el mal
donde quiera que se halle con la esperanza de
encontrar remedio. Llevados de este sistema, se
han acercado á observar todos los movimientos,
la vida toda del pequeño cultivo, han estudia-
do sus vicios y ventajas y han tratado de conser-
var estas haciendo desaparecer aquellos. Si lo
han conseguido ó nó, mas adelante lo veremos.
Por ahora me contentaré con enumerar esos vi-
cios y , como poco amigo de teorías abstractas.
apelo al fallo de los labradores que son los mas
competen tes en esta cuestion.


En primer lugar, segun el modo de nsar hoy
de la propiedad de las tierras, es imposible una
buena esplotacion; y buena esplotacion llamo
á la intervenida por la ciencia agronómica. El




- 275-
terreno se halla desigualmente repartido, pose-
yendo unos grandes estensiones, y otros, peda-
zos demasiado pequeños, lo que en ambos casos
merma mucho la produccion. Los grandes pro-
pietarios adernas, no son en general inteligen-
tes en el arte del cultivo, y casi siempre viven
en las ciudades sin haber quizá visitado una sola
vez sus propios campos, entregados á merced de
un administrador que e«;plota al dueño y al jor-
nalero. Un capatáz es el director de las hacien-
das, y el encargado de propor~ionar los peones
necesarios para los trabajos. Estos peones, por
el mezquino jornal que reciben, no tienen mas
interés que salir del dia, sin cuidarse de que el
trabajo esté bien ejecutado, pues njngun lazo los
une á la propiedad, al dueño, al administrador
ni al capatáz. Asi que se haeen mal las labores
y los productos se resienten de ello. Una este n-
sion grande no puede tampoco ser cultivada en
su totalidad, y vastas porciones quedan eriales,
y las que no lo quedan, producen solamente la
mitad, por el necio sistérna que ha introducido
la preocupaciun de que las tierras necesitan des"':
cansar, sembrándose en ellas un año sí y otro
no, y aun dos en muchas comarcas. Como el
cultivo es ininteligente, pues sigue las viejas tra-
diciones del empirismo, y carece por tanto de
combinacion, resulta que la mayoría de las gran-
des propiedades, tampoco Ilroporciona los estiér-
coles necesarios para la parte que se cultiva; y




- 276-
por esta causa los productos tienen que ser mez-
qumos.


Si de la grande propiedad pasamos á]a pe-
queña. todavía hallaremos mas dificultades para
que prospere. Propietario humilde. "iviendo
al dia. no puede disponer de las sumas necesa-
rias para la adquisicion de animales, ni aprove-
char el dBscubrimiento de un instrumento arato-
rio económico; no puedo adquirir ideas facuha-
tivas y me veo precisado á seguir ]a rutina y á
"iolentar la naturaleza de mis terrenos, pidién-
doles, no 10 que me darian bueno y en abun-
dancia, sino aquello qne necesito para mi con-
sumo; 10 que ameDgl1a en alto grado la produc-
cion. Ademas, tengo que dar una vaca á guar-
dar, á quien podria guardar ciento; que multi-
plicar el material y el personal; necesitamos ca-
da p.ropietario tener una bodega, nn granero en
que no siempre se pueden cuidar bien los trigos~
atacados generalmente del gorgojo. Otra de las
causas de pérdida de este complicado órdcn de co-
sas, es el robo. Cada 3110 el merodeo disminuye
sensiblemente nuestras cosechas. La riqueza vege-
tal se halla entregada á la buena fé pública, pero
esta buena fé suele dar tremendos y continuos
chascos. Asi, cuando queremos cultivar un fru-
to costoso y apetecido, no buscamos la mejor
esposicioD, sino. ante todu, el sitio en que es-
tará menos espuesto á los ladrones; lo colo-
camos si podemos en las dependencias de nues-




- 277-
tra habitacion y debajo de las ventanas. A estas
pérdidas directas que produce el robo, se un~n
los gastos que originan nuestras preocupacio-
nes, es decir, de estas tapias que se estien-
den en nuestras campiñas, como acuchilladas
por rejas, puntas de fierro, setos de espinos,
pedazos de botella, en una palabra, todo el ar-
mamento efectivo de nuestra propiedad, que pa-
rece está siempre en guardia y cruzando la ba-
yoneta contra los que pasan, yeso que no es-
tamos en Inglaterra. Allemas de todos estos des-
perdicios, violéntase ti recoleccion de ciertos
frutos. La uva, por ejemplo; si está madura,
no pide mas que ser recogida: pues no se reco-
ge porque los vecinos de derecha é izquierda se
oponen, y la costumbre local ha decidido que
todas las cosechas se hagan eo uo tiempo dado.
Se elegirá el instante medio eo que un tPfcio de
Jos racimos esté maduro, otro tercio ya pasado,
y otro todavía en agraz. Entonces es cuando la
autoridad manda que se haga lo vendimia en to-
dos los puntos: nadie será robado, pero nuestra
aldea pierde los dos tercios de su cosecha.


El pequeño cultivo combate tambien por su
misma esencia, el desarrollo del reino animal, de
mayor importancia que todos los de mas , por
cuanto contiene la vida de la tierrra ; es inconci-
liable con el empleo de grandes capitales y los
progresos de la ciencia; tienJe á sustituir Jos
sembrados á las praderas, el culti\'o del grano,




- 278-
que mata el suelo, á la educacÍon de las bestias
que lo vivifican; la azada que gasta las fuerzas
del hombre, al arado que las ahorra; divide los
propietarios entre si: un límite que se traspase,
una estaca de demarcacion que se quite; un sur-
co que forme ángulo muy pronunciado; un con -
torno hollado por los caballos ó bueyes del con-
finan te; el órden de riego que sufra la menor al-
teracion. cualquier motivo basta á producir
querellas sin cuento, y procesos interminables.
Ademas el pequeño cul ti vo, mostrándonos la ma-
yor parte de las propiedades, dividi~as y sepa-
radas por largas distancias, ocasiona gran pér-
dida de fuerzas y de tiempo. Suponed tambien
que vuestra herencia se halle enclavada en las
tierras estrañas, cultivadas rutinaria mente ; es
claro que si no quieren sus dueños usar nuevos
métodos, teneis que someteros á su voluntad, á
menos de hollar sus suelos sementados y de pagar
gruesas indemnizaciones que no compensarian las
ventajas de vuestro cultivo. Ademas., si no pu-
diendo por vuestra escasez de recursos, procu-
raros el medio de prodllcir lo mas posible y al me-
jor precio posible, os haIlais al frente de una
propiedad grande, sois irremisiblemente sacri-
ficado por la concurrencia. La prueba mayor de
que el pequeño cultivo tiende á la ruina del
propietario, es que la cifra de las hipotecas en
:Francia se eleva, segun unos, á quince mil millo·
nes de francos; segun otros á trece mil; segun Jos




- 27D-
mas á quince mil; lo que quiere decir que los
verdaderos propietarios territoriales no son los
á quienes de derecho pertenecen los terrenos.
Porque admitamos la tasa legal á cinco por cien-
to, es un impuesto de 750 millones que la agri-
cultura paga al capital, despues de haber paga-
do una gran parte de la contribucion que los
nuevos barones imponen al pais, á titulo de inte-
rés de la deuda nacional. Suponiendo que los no-
tarios se contentan con un uno por ciento por
,'ia de honorarios sobre todas las obligaciones
hipotecarias que intervienen; suponiendo que
todas las obligaciones hipotecarias que intervie-
nen no se renueven sino cada cinco años; quin-
ce mil millones de hipotecas nos darán cada año
por tres mil millones de títulos hipotecarios que
renovar, la quinta parte. Que de esta cifra de
tres mil millones, cobre el notario uno por cien-
to por el recibo, uno por ciento por la nueva
acta, es decir, dos por ciento; dos por ciento
sobre tres mil millones, son sesenta millones
Ilor año. Unido á esto los dos mil millones que
se pagan á la usura; los mil por via de prima á
los grandes industriales, y los millones que ab-
sorven la inundacion, el granizo, el incendio
etc. , etc., se llegará á formar idea del estadoJe
la agJ'icullura, y de la debilidad inherente á ese
gran fraccionamiento de la propiedad, ú ese cul-
tivo miserable é impotente que tiene que Juchar
con loda la. fuerza del monopolio y la usura, has-




- 280-
la que estos realicen la espropiacion en masa.


De la gran lucha, pues, entre la usura y el
código civil, resultará la muerte de la agricul-
tura. La cantidad de subsistencias crece mucho
menos que la poblacion. Una parte del pueblo,
como dice un economista moderno, obtiene á
duras penas su alimento; otra parte del pueblo
pasa del alimento de la carne, al del grano;
despues. del alimento del grano al de las pala-
tas; y la sociedad camina hácia el reinado de
esta plaga, resumen de todas las demas, el
hambre!


Por lo dicho comprenderá l\1r. Thiers que si
el cultivo individual tiene algunas ventajas so-
bre ]a mano muerta, no por eso carece de gra-
vísimos inconvenientes, que se oponen al de-
senvolvimiento posible de la riqueza.


Ahora bien; yo pequeño propietario, abru-
mado por los grandes gastos que me origina
la esplotacion individual de mis terrenos; im-
posibilitado para aprovecharme de los progre-
sos de la ciencia, sometido por la voluntad de
mis vecinos á la rutina, sin hacer producir á
mis tierras mas que el 2 Ó 2 y 112 por 100
cuando acaso podria combinar el modo de que
me rindiesen 6, tal vez 8 por 100 devorado por
el fisco y por la usura, y con tantas y tan gra-
ves dificultades para vivir con alguna comodi-
dad, me hago esta reflexion:


« Doscientos somos los Ilropictario5 de esla




- 281-
aldea. Cada uno de los doscientos gastamos en
material y en personal para el cultivo de nues-
tras tierras, sumas crecidas que, sin embargo,
no evitan que vivamos en conlínua lucha, y
todos en una condicion precaria. Vastos terre-
nos quedan con frecuencia eriales, por falta de
recursos para esplotarlos, lo que hiere mortal-
mente la produccion, en perjuicio general. Cada
uno se ve precisado á comprar los mismos
instrumentos que los demás; es decir, la aldea
necesita doscientas yuntas, doscientos arados,
doscientes trillos, doscientos carros; necesita
doscientas cuadras para los animales, doscien-
tas bodegas, doscientos graneros, doscientos
corrales: En una palabra, necesita gastar dos-
cientas veces en un objeto por 10 general malo,
pudiendo acaso gastar en ese objeto bueno, una
sola vez. ¿ Por qué. pues, no podriamos un dia
reunirnos todos los propietarios y movidos por
un mismo interés decir:


« Se trata de aprovechar todos nuestros es-
fuerzos, que aislados son impotentes. Se trata
de dar un gran paso en la senda de la agricul-
tura J en que estan directamente vinculados
nuestros intereses, La union hace la fuerza, se-
gun un antiguo adagio, y segun lo demuestra
la esperiencia. La union constiluye el poder de
los capitales; á la union de los intereses y de
las fuerzas se deben las grandes empresas del
siglo, los beneticios mayores. Cuando dos cm-




- 282-
presas rivales se funden en una sola por un tra-
tado de sociedad; cuando capitales que se com-
baten, se reunen en una gran compañía accio-
narÍa, son intereses hostiles que firman un tra-
tado de paz y se desarrollan desde luego en ple-
na coneiliacion convergente, en plena unidad
de acciono Antes se dañaban recíprocamente,
se arruinaban en su impotencia individual;
ahora se ayudan, se robustecen y prosperan; y
esto sin mas diferencia que la de haber llegado
á entenderse y armonizar sus esfuerzos. Por qué,
pues, esta gran ventaja ha de quedar limitada
á los capitales muebles? por qué no pedir á este
principio de acuerdo, de union, de armonía,
el acuerdo, la union y la armonía de los capi-
tales inmuebles, y lo que es mas, del capital y
del trabajo? Por qué no buscar y determinar
las condiciones prácticas del contrato de union
del capital y del trabajo en el vasto taller de la
produccion? Cuántas economías positi\as y ne-
gativas resultarian, no solo en nuestra aldea,
sino en todo el dominio del trabajo. de UDa
acertada combinacion de los elementos genera-
dores de la riqueza, de un armonioso enlace
de las facultades productivas? ¿No se concibe,
siquiera sea de un modo vago, lo mucho que
ganariamos, volviendo á concretarme á los pro-
pietarios de esta aldea, si lográsemos descubrir
un procedimiento sencillo y productor, por me-
dio del cual en vez de doscientos malos grane-




- 283-
ros, tuviéramos uno grande, hermoso, coloca-
do á una esposicion conveniente; en vez de dos-
cientos corrales tuviéramos uno capaz; en vez
de doscientos malos arados, el mas ventajoso
método que la ciencia descubriera, y llevando
mas adelante la reforma, en vez de doscientas
malas casas, que tanto absorben en su cons-
truccion y reparacion continua, un gran edifi-
cio unitario cuyas formas correspondiesen á
todas las necesidades de la poblacion y del de-
sarrollo social? Y una vez asociado el trabajo
al capital; una vez interesado directamente el
cultivador en el aumento y mejora de ]a pro-
duccion, no se concibe del mismo modo cómo
la actividad individual desplegaria todo su vigor?
¡, cómo siendo uno mismo el interés de todos,
el aumento de riqueza, y cómo estando en su
centro todas las aptitudes, se conseguia intro-
ducir la verdadera concordia fraternal entre to-
dos los asociados é imprimir al gran movimien-
to de creacion, la armonía, la unidad de ob-
jeto, de accion y direccion, condiciones prima-
rias de toda economía, de toda regularidad?.
Es, pues, preeiso que empecemos á pensar, que
salgamos de este estado de apatía é inmobilidad
en que permanecemos, contentándonos con de-
plorar individualmente nuestros males en el
hogar doméstico. Nos arruinamos á poco que
nos descuidemos; lo que nos ha costado mu-
chos aÜ05 de trahajo y de fatigas, está caJa dia




- 284-
mas espuesto á pasar á manos del fisco y de la
usura. Tratemos, pues, de imprimir á nuestros
intereses un movimiento salvador y progresi-
vo; busquemos el modo de aumentar nuestros
productos disminuyendo los gastos; la esplota-
cion individual de pequeñas porciones de terreno
emplea cien brazos por uno y produce cuatro
veces menos gastando ocho veces mas. Corrija-
mos, asi, pronto vicio tan capital,»


Hé aquí el socialismo, l\'Ir. Thiers; el socia-
lismo en embrion, sin ciencia, pero con aspi-
raciones. Todo propietario es ó debe ser por
instinto socialista, aunque no acepte este nom-
bre. Porque el socialismo formulado por los
grandes filósofos contemporáneos, no es otra
cosa que la determinacion de las condiciones de
tse pacto social que el propietario concibe de una
manera 'vaga, inspirado por su malestar cre-
ciente.


Ahora bien; aparece en esta concepcion, en
esta tendencia reparadora y fecunda algo que
se parezca á la mano muerta?


Veamos:
Cuáles son las ventajas de las grandes pro-


piedades territoriales?
Hacer posible y fácil la simplificacion de las


ruedas, la aplicacion de la ciencia y de los
grandes capitales, y por tanto una notable eco-
nomía.


Cuáles sus vicios '?




- 285-
Retraer de la produccion la actividad indi-


vidual.
Cuáles son las ventajas del cultivo fraccio-


nado?
Interesar en esa produccion un mayor núme-


ro de brazos; acercando á la propiedad al mero
asalariado.


Cuále:s sus vicios?
Debilitar esta propiedad hasta el punto de ser


arruinada por la accion del capital mueble.
Pues entonces conservemos, desarrollemos


mas y mas los estímulos de la actividad indivi-
dual, interesándola cuanto sea posible en el éxi-
to de la propiedad, en el aumento de produc-
cion, y, por medio del cultivo en grande escala,
respondamos á la apremiante necesidad de eco-
nomÍas, porque él solo puede satisfacerla. Con-
ciliemos la ventaja del pequeño cultivo con las
ventajas del grande, y corrijamos los vicios
que ambos prodl1cen en su esclusivismo.


Hé aquí una nueva fórmula en que no ha pen-
sado Mr. Thiers, y que, sin restaurar la mano
muerta ni atentar contra la actividad producto-
ra, por el contrario, desarrollándola hasta lo
infinito. es la mas ajustada á las necesidades
agrícolas de casi todas las naciones, al pensa-
miento de progreso, y á las exigencias del ca-
pital y del trabajo. Luego la daré a conocer en
sus detalles.


Pasemos á otro punto.




- 286-
Despnes de combatir minuciosamente el fan-


tasma de la mano muerta, l\Ir. Thiers parece
haber tomado la pluma de un socialista para
probar que no debemos apurarnos por mucho
que se estienda la propiedad, pues que la milé-
sima parte del globo está por cultivar.


«Ah!-esclama,-ya que nos hallamos en el
mundo quimérico, en pos de utopias contempo-
ráneas, dejadme decir á cuantos puedan estar
inquietos sobre el día mas ó meuos próximo en
que la tierra invadida no dará ya sitio para nue-
vos agricultores, dejadme decir que la especie
humana, portándose en el planeta que habita
como los griegos en el Archipiélago, los romanos
en el Mediterráneo, la especie humana acabará
helada ó rota, no habiendo cultivado mas que
la menor parte del globo, y tambien ella abando-
nará el fruto despues de haberlo tocado apenas.)}


Advertencia: con lo primero no pueden me-
nos, como he indicado, de estar de acuerdo Jos
socialistas; porque saben tambien que las dos
Américas desde el polo Norte al polo Sur; la In-
dia desde el IIimalaya al cabo Comorín; la
China desde la inmensa muralla al canal de For-
mosa; el Africa desde el Atlas á las montañas de
la Tabla; Madagascar , la Australia, la Nueva-
Zelandia, la Nueva-Guinea, las Molucas, las
Filipinas, etc. etc., estan casi por habitar. Pero
en lo que no pueden conveni!o es en eso de que
el Criador haya formado nuestro globo sin oh-




- 2R7-
jeto alguno, y por el solo gusto de verlo un día
cualquiera rodar en desconcierto por los espa-
cio:; del infinito. Con esto, digo, no pueden es-
tar conformes los socialistas: y en lo que toca
á puntos tan superiores dispénseme Mr. Thiers
que le diga tiene las ideas muy desarregladas,
manifiesta haber estudiado bastante á la ligera
las ramas del movimiento universal, la ley as-
censional de todas las vidas, y el desarrollo de
la especie humana sobee su jóveu planeta. Por-
que en este caso sabria, sin necesidad de que el
Evangelio se lo dijera, que el hombre está lla-
mado á habitar toda la tierra y someterla; á es-
tenderse y multiplicarse; á esplotar todos los te:-
soros que Dios ha puesto á su disposicion sin
hallar dificultades; pues imaginando como decis
á las pocas líneas: «que llegue el dia en que todas
las partes del globo estuvieran habitadas, el hom-
bre obtendría de igual cantidad de superficie, diez,
ciento, mil veces mas de lo que en el dia cOJe."
Porque «¿de qué se puede en efecto, desesperar,
cuando se le ve crear tierra vegetal sobre los arena-
les de Holanda? Si se viese reducido á faltarle es-
pacio, las arenas de los desiertos de Sahara, Ara-
bia y Cobi llegarían á tener la fecundidad que en
todas partes le sigue. Arreglaría terraplenes en los
flancos del Atlas y del Himalaya, de las cordille-
ras, y veriais llegar el cultivo hasta las cúspides
mas elevadas del globo y no detenerse sino en las
alturas donde cesa toda vegetacion.»




- 288-
Esto es lo mismo que creen los nuevos bár-


baros sin mas diferencia que la de haber dedu-
cido de la historia, de la unidad del universo, y
del aumento progresivo é incesante de la pobla-
cion; que la humanidad está llamada por su des-
tino á tomar posesion absoluta de todos sus do-
minios, á investirse de todo su poder.


Nunca se les ha pasado por la mente la idea de
que, faltando á la ley de su desarrollo, violen-
tando el órden natural de los elementos univer-
sales, la raza humana acabe helada ó rota el dia
menos pensado; porque este principio correspon-
de á la doctrina del acaso, y la doctrina del aca-
so no reconoce como Mr. Thiers la unidad de las
leyes divinas.


Pero este punto es muy abstracto, y el temor
de hacerme enojoso me retrae de consagrarle las
páginas que requiere. Limitémonos á lo mas
esencial de la cuestion, y dirijamos á Mr. Thiers
una pregunta parecida á la de la mano muerta.
¿Quiénes sonlos utopistas que se inquietan con
la idea de que el globo sea invadido por la pro-
piedad? Ningunú: porque ninguno ha dado ese
caracter á sus argumentos; lejos de eso, el com-
pleto abandono actual del globo forma el objeto
de sus mayores esperanzas, el fundamento de
casi todas las especulaciones del genio moderno.
Lo que qU,ieren significar cuando dicen que todos
los asientos estan tomados, es que donde el civi-
lizado nace no puede sembrar la tierra por su




- 289 --
propia cucnta ; coger los frutos que la mano de
Dios ha hecho madurar, durante el tránsito del
hombre por este mundo; entregarse á la caza ó
á la pesca, reducidas á privilegio; beber agua
de una fuente enclavada en un campo; pedir li-
mo~.:na, porque hay leyes contra. la mendicidad;
uormir sobre el empedrado de las calles, porque
tambien hay leyes contra la vagancia; huir de la
patria homicida en busca de medios de vivir.
porque no es permitido cambiar de lugares sino
con ciet'tas fórmulas y condiciones. que el pobre
no puede llenar etc. , etc. Esto es lo que quieren
significar los reformadores al hablar de la esten-
sion de la propiedad, añadiendo que es preciso
modificar un tanto las influencias de que se ve
rodeado el infeliz que no tiene mas que sus bra-
zos.- Que trabaje, direis.-No hay inconve-
niente. replicará el proletario: Aqui teneis
mis brazos, mi inteligencia, mi fuerza, mi ro-
bustez • mi juventud ... todo os lo doy si vos me
dais en cambio un pedazo de pan, si quereis sos-
tener mi vida l .. -Ahora no tengo trabajo.-En-
tonces! .. - Pero el globo está desierto casi en su
totalidad. En todas partes se ofrecen tierras á. los
hombres: la Rusia las ofrece en las orillas del
Borystenes , del Don y del Volga; la América
en las orillas del Misisipi, del Orenoco y de las
Amazonas; la Francia en las costas de Africa.
Teneis, en fin. vastos arenales que no esperan
mas que la mano del hombre.-¡,Nada mas que


HI




- 290-
la mano? Porque entonces iré aunque sea des-
calzo y hambriento á trabajarlos por vivir, por
habitar en este mundo á que Dios me ha envia-
do, sin duda para disfrutar de las maravillas de
la naturaleza, al solo precio del trabajo. - Algo
mas se necesitará, pero .... -¿Pero si no tengo
lo que se necesite?-En ese caso ... ¿qué quereis
que yo haga? robad, matad, alzad barricadas ...
mas ved que hay leyes severas que condenan á la
muerte al criminal. -Venga, pues, venga cien ve-
ces esa muerte antes de ver semanas, meses ente-
ros desfallecer de hambre á los hijos de mis entra-
ñas, á mi querida esposa!!!-Y roba y mata y
construye barricadas.


Esto es lo que sucede al esclavo moderno;
esto es lo que dicen los reformadores, y esto lo
que no quiere comprender el historiador del im-
peno.


Sigamos:
«Mientras que por la baja sucesiva del inte-


rés, hijo de la abundancia creciente de las cosas,
los capitales muebles son todos los dias mas ac-
cesibles al trabajo (no sin embargo hasta darse
por nada), se esperimenta respecto de las tier-
ras un fenómeno exactamente igual. La parte
reservada al cultivador va en continuo aumento,
siendo asi que la reservada al propietario dis-
minuye; esto por una razon muy natural, y es
que la superficie de la tierra, siendo mucho me-
nor que los capitales acumulados en ella, dismi-




~ :191--
nuye su alquiler á medida que los capitales mis-
mos producen menor interés.»


No ignoro, Mr. Thies, que tiene lugar ese
fenómeno, ¿ pero dónde? ya ]0 decís: donae
abundan los capitales. ¿ Y dónde abundan los ca-
pitales, donde son mas que la superficie esplo-
table? En las cercanías de Jos grandes centros
de poblacion, no en otra parte. Porque si citais
algunas provincias en que rentando la tierra
mucho menos, gane el trabajador mucho mas,
es justamente porque en ella valdrán mas caras
las subsistencids, pues Jos valores tienden á ni-
velarse. La regla general es que allí donde hay
mas produccion, mas fatal es la suerte del pro-
ductor, lo que forma un contrasentido deplo-
rable.


«El ca pital inmueble ha seguido por consiguien-
te el mismo destino del capital mueble, y la
condicion del hombre que no tiene mas que sus
brazos, ha mejorado en vez de empeorar.»


Que lUI'. Thiers diga que el propietario va
perdiendo mucho terreno, nada tengo que ob-
jetar; 10 sé; y tanto lo sé, como que por eso lo
creo mas interesado que nadie en la reforma~
Ahora, respecto de que el hombre que tiene solo
sus brazos haya ganado, creo que me bastará
citar estas líneas de un célebre economista mo-
derno, paisano de :Mr. Thiers :


«No perdámos de vista esta verdad muy des-
deñada, que el trabajador agrícola, por sufrir




- :?92 -
su miseria con mas resignacion que el industrial
de las ciudades, no por eso está menos conde-
nado á terribles privaciones. Los diarios de los
ministros perezosos que nada quieren hacer por
aliviar esta miseria, tienen sin duda interés en
negarla; pero no por eso existe menos; es tam-
bien como el sol, qu ~ obliga á verla á cuantos
tienen ojos.


«La condicion del cultivador francés es la del
cultivador de todos los paises en que el capital
reina sin remora, y donde ha penetrado el frac-
cionamiento de los terrenos. La miseria está en
razon directa del progreso de esta subdivision.
Es mas espantosa en Irlanda que en Francia,
porque en Irlanda la concurrencia de los traba-
jadores se disputa cada vara (le terreno ú las
pujas del hambre (aux cnchéres de la faim) y la
poblacion está mas condensada todavía que en
Francia. La última publicacion del catastro nos
muestra que la superficie del territorio francés.
que es de 52 millones de hectaras (1), está divi-
dida en 11 millones de partijas, de las cuales
cinco millones han costado muy pocos francos.
Este desmembramiento desenfrenado escluye
todo mejora agrícola, porque obliga á la agri"
cultura á retrogradar del arado á la azada; su-
prime igualmente el trabajo de la bestia de car-
ga, para hacerlo recaer sobre el hombre. H~


(~) Carla heptara con,ta de unos WI) mp,fro,.




- :~9;1 ---


visto un ¡Jia en el llano de Clamarl, en compa-
ñía de un grave funcionario, una pobre niña
de 15 años uncida por el cuello á un rastrillo y
trabajando su campo. El honorable fUllcionario,
cuyas hijas jamás han estado uncidas al rastrillo,
encontró muy disolventes y rc\olucionarias las
palabras de indignacion que la vista de este ps-
pectáculo me arrancúr:l Era un discurso muy
revolucionario, en efecto: decia 'lile l,lS nilla:;
no podian haber sido destinadas pOI' Dios ú su-
plir á las bestias de carga, y que su delica-
do cuello lIO habia sido hecho para llevar la
argolla.)'


.. En Francia LAS TIlES CUAIrfAS P.\HTES DE LOS
CULTiVADORES DEL SUELO no pueden hacer uso
frecuente del vino, del pan de trigo, ni de car-
ne del mataLlero. El alimento del pueblo de los
campos se compone, segun 1as zonas, de pan
negro, de galleta de un trigo muy malo de Afri-
ca, 6 de maiz; de castañas y queso blanco. Hé
aquí la situacion agrícola; se ve que hay campo
para las mejoras.))


y si añadimos lo malo del vestido y lo inmun-
do y caro de su alojamipnto; que cada diez años,
segun un sabio estadista, Mr. nuhicbon , el nú.
mero de consumidores aumenta un seis por cien-
to mientras que los objetos de consumo, parti-
cularmente en carne, disminuyen ocho por cien-
to, formaremos iclea clara del presente y pOfl'e-
nir del cultivador .:'\0 se canse, pues , ~Ir. Thiers




- :t!H --
en citarnos algunos casos particulares que con-
firman la regla general.


Todo el resto del capítulo ]0 dedica á tres
cosas:


Primera. A deducir que ]a supuesta invasion
del mundo se reduce á haberlo hechu mas habi-
table, productivo y accesible á las necesidades
de los que vayan llegando.


(A esto nada tengo que decir sino que es una
accesibilidad bastante inaccesible, si bien convie-
ne en ello tácitamente al limitarla á los que va-
yan llegando).


Segunda. A sacar la consecuencia de que si
no se pudo conceder legítimamente la tierra á los
individuos para establecerse en ella, tampoco se
pudo conceder á las naciones; lo que cree un
absurdo.


y tercera. A probar que si las naciones se
han apropiado la tierra, al hacerlo han pagado
el tributo de la civilizacion , pues que á existir la
propiedad mueble sin inmueble, jamás el mundo
hubiera salido de la barbarie.




RESUMEN DEL LIBRO PRIMERO.


Dejando de señalar los varios descuidos ó con-
tradicciones en que Mr. Thiers incurre, me li-
mitaré á reducir á su valor real y efectivo los
principios que culminan en la historia de la pro-
piedad. Ellos son el fundamento de toda la doc-
trina social de aquel personaje, y como tales,
muy dignos de ser presentados en globo. Asi po-
dremos medir mejor la distancia que hay de
M!'. Thiers al socialismo.


Los socialistas creen que se deben estudiar los
derechos del hombre en la misma naturaleza hu-
mana. ¿Se equivocan, lUr. Thiers? Sí, ó no.


jfr. Thiers.-~o; «la exacta observacion de
la naturaleza humana, es el método que con-
viene seguir para demostrar los derechos del hom-
bre en sociedad.» (Cap. 2.°)


En esto, pues, sois lambien socialista.




- :296 -
Creen ademas que las oec€sidades fundamen-


tales de nuestro ser, constituyen esos derechos.
¡,Hay en ello exageracion?


JIr, Thiers.-No; «porque veo que el hom-
bre tiene tal facultad, tal necesidad de ejercerla,
y digo: es preciso dar los medios de ejercerla.
y como) la lengua humana revela en sus infini-
tos matices, lo~ matices infioitos de las cosas,
cuando se trala de uo cuerpo grave, digo que
tiende á gravitar, porque es impulsado á ello.
Si hablo del perro, digo: no lo maltrateis, por-
que siente vuestros malos tratamientos, y su no-
ble naturaleza no los ha mereeillo. Al llegar al
hombre, mi igual ante Dios, digo: (<tiene DE.-
RECHO;») y su ley toma este nombre sublime.))
(Cap. 2.°)


En esto, pues, sois tambien socialista.
Creen ademas que el hombre está llamado á


ejercer todas sus facultades, á oc'sa rrollar todas
sus fuerzas. ¿Debe ser asi, 1\11'. Thiers?


JIr. Thiers.-Sí; «el hombre posee sus facul-
tades para servirse de ellas; no llara jugar con
ellas, como el pájaro juega con sus alas, con su
pico ó con su ,oz.» (Cap. 4.°)


En esto, pues, sois tambien socialista.
Creen ademas 'lue no sirviéndose de ellas se


degrada y e~vilece. ¿Es esto cierto?
JUro Thiers.-Sí; porque, por ejemplo, «re-


conozco en él esa sublime inteligencia, que se
desarrolla ejerciéndola; y yeo que impidiéndole




- 2!:II -
su ejercicio, se la bago perder, le envilezco, lo.
hago desgraciado.» (Cap. 2.°)


En esto, pues, sois tamoieu socialista.
Creen que en hecho de propiedad la que con-


siste en nuestros brazos, en nuestro talento, etc.,
es la mas sagrada y debe la sociedad respetarla,
garantirla. ¡Puede darse á nuestras facultades el
cal'acler de lal propiedad?


Ur. l'hiers.-Sí; ((el hombre tiene en sus fa-
cultades personales la primera propiedad que es
origen de todas las demas. (Cap. 4.°)


En esto, pues, sois tambien socialista.
Creeo ademas que es injusto que la mayoría


<le los hombres carezca de las dulzuras de la pro-
piedad; que 1\0 se pueda decir con satisfaccion y
como resultado de un trabajo de toda la vida,
((ved t'sta casa es mia, 6 tengo derecho so-
bre ella; este árbol que he plantado con mis
manos, tambien es mio; el campo que he
enriquecido me pertenece; los tisús que he
fabricado , di~fruto una parte de ellos, etc. ¿Pen-
sais vos del mismo modo? ¿Creeis tambien que
todo hombre debe gozar las "en tajas de la pro-
piedad?


Jfr. Thiers.-Sí; porque «la propiedad es una
ley del hombre que ha sido creado para la propie-
dad, y es I1na ley de su especie. Y no basta decir
lIue es una ley de SI1 especie, sino de todas las
r"pecies r;irienles.)) (Cap. 3.°;


En esto, pues, sois lambipn socialista.




- :!vs -
Creen ademas que aunqu(~ el hombre nazca


en humildes eondiciones, si la sociedad le per-
mite servirse de sus dotes naturales, desarro-
liándolas, debe poder llegar por medio del tra-
bajo, á mejorar de situacíon. ¿Será esto justo.
necesario?


JIr. Thiers .-Sí; «es preciso que el hombre,
trabajando, tenga la facultad, no solo de mejorar
de situacion, sino de lIegai' á ser rico, para tener
objeto en sus esfuerzos, y que al propio tiempo,
al acumular su fortuna, cree á los hijos medios
de cultivar su espíritu.») (Cap. j 1.)


En esto, pues, sois tambien socialista.
Creenademas que todo trabajo que no con-


duzca á la propiedad es opresivo, é ilegitima toda
propiedad que no descienda del trabajo. ¿Se equi-
vocan?
.~fr. Thiers.-No; porque "eltl'abajo ese! ver-


dadero fundamento del derecho de propiedad."
(Cap. 12.)


En esto, pues, sois tambien socialista.
Creen ademas que el hombre debe trabajar


para sí, no para otro; que los frutos producidos
con el sudor de su frente, no es justo pasen á
manos de un usurero, ó especulador parásito.
¿Qué os parece?


.tlr. Thiers.-Que «el hombre nada tiene al
nacer, pero está dotado de facultades diversas y
poderosas. cuya aplicacíon puede proporcionarJe
cuanto lefalta: que le es fuerza emplcarlas; pero




- 299-
cuando lo hace es de evidente equidad que el resul-
tado de su trabajo le sea provechoso á él, no á
olro, y que este resultado forme su propiedad, y
su propiedad esclusiva.») (Cap. 11.)


En esto, pues, sois tambien socialista.
Creen ademas que]a sociedad actual no ocur-


re á ningnna de estas necesidades; que en las
naciones mas cultas se esperimenta mas mise-
ria. ¿Exageran algo en esto? ¿Se imaginan fan-
tasmas?


Afr. Thiers.-Noj porque «solo en Francia hay
seis millones de séres humanos que apenas tienen
]0 preciso.» (Cap. 11.)


En esto, pues, sois tambien socialista.
Creen ademas que la reforma debe hacerse


respetando todos los intereses creados, sin me-
noscabar ninguno: qne toda la propiedad reali-
zada se debe consagrar. ¿Qué opinais sobre esto?


1II1'. Thiers. -Que «se deben hacer mejores le-
yes, ma" rigorosas, combinadas de modo que con
su ayuda sea fácil averiguarla procedencia de las
diferentes propiedades; de las que desde su ORIGEN
nacieron del trabajo, ó de las debidas EN su PRIN-
CIPIO tÍ la usurpacion.» (Cap. 13.)


En esto, pues, sois ya mas que socialista,
sois anarquüla.


Creen adema s que el pobre no está por siem-
pre condenado á ser pobre, y prometen realizar
lo contrario. Pero j vana promesa! ¿\\o es verdad"!


JI/". l'hiers.-(No tan valla, á juzg'ar por lo




-- 300 --
pasado. Hará tres ó cuatro siglos <tue los reyes
tenian paja por alf0ll!bra, y hoy el comerciante
mas modesto anda en lo interior de su casa so-
bre tejidos de lana) campo de imitadas flores.
(Cap. 11.)


En esto, pues, sois tambien socialista.
Creen ademas que el hombre es el rey de su


planeta, que puede el dia que quiera llevar la
vida y la vejetacion hasta donde le plazca, ven-
ciendo con facilidad todas las resistencias. Esto
es una utopia, ¿no es verdad?


.tIr. Thiers.-No; «si el hombre se viese redu-
cido á faltarle espacio, las arenas de los desiertos
de Sahara , Arabia y Cobí lIegarian á tener la fe-
cundidad que en todas partes le signe. Arregla-
ria terraplenes en los flancos del Atlas y del Hi-
malaya, de las Cordilleras, y "eriais llegar el
cultivu hasta las cúspides mas elevadas del globo
y no detenerse sino en las alturas donde cesa
toda vejetacion.» (Cap. B.)


Entonces pensais en todo como 105 socialistas,
porque los socialistas hace 4-0 años que no pre-
dican mas que estos principios y sus consiguien-
tes desarrollos. Solo en una cosa disentís; en lo
que toca á la propiedad creada. Ellos son de pa-
recer que se respete como medida de órden y pro-
greso, y vos pretendeis examinar de cerca sus
túulos, hacer leyes rigorosas para averiguar su
procedencia, envolverla en un proceso terrible.
¡Quióndiria! ¡El defensor acél'l'imo de la pro-




-- 301 -
piedad armarle tal celada! ¿Qué decis á esto,
Mr. Proudhom? Estareis muy satisfecho del nue-
vo prosélito? No es para menos. Pero teneis ]a
desgracia de que unos mismos principios son en
vuestra boca blasfemias, anarquía; y en la de
lUr. Thiers ódcn y religion. ;Cosas del mundo!


Otra diferenda separa á MI'. Thicrs de los so-
cialistas y es la capital. La de que estos creen ]a
sociedad atacada de una miseria y un malestar
espantosos, y aquel «una ~or que es tendiéndose y
ensanchándose con el sol y con el rocío atrae de to-
das parles encantadas miradas que la conte'lnplan.»
Quiere decir que apenas MI'. Thiers se conven-
za de ]0 primero se alistará resueltamente bajo
el pendon de los nuevos bárbaros. Y no debe es-
tar muy lejos de esu, porque ya confiesa que solo
en Francia hay seis millones de personas en ]a
mas degradante miseria., y esto, es bien poco
por cierto lo que tiene de hermosa ~or ele.


De todo el primer libro, pues, De la Propiedad,
no puede deducirse otra cosa sino que 1\Ir. Thiers
es socialista en teoría y ciego optimista en la prác-
tica. O puede no estar conforme con los medios
que el socialismo propone. Mas adelante lo ve·
remos. Por ahora me limitaré á hacer esta pre-
gunta á la conciencia pública.


Si un dia, que Dios no lo permita! aparecie-
se una turba de obreros despechados al pie de
una harricada proclamando estos principios:


"La primera propiedad es la de tw.psh"O$ brazos




- ;Wi-
y todas nuestras facultades personales; pedimos
para ellas garantías.


El trabajo es el verdadero orígen de la propie-
dad, y debe. conducir á la riqueza; nosotros que
pasamos toda la vida trabaJando pedirnos salir de
la miseria y llegar á la propiedad para educar á
nuestros hijos.


Ademas que la propiedad es una ley del horn-
bre, que ha sido creado para la propiedad y esta
es una ley de su especie, no de ciertos miembros de
la especie.


Queremos que nadie monopolice el fnlio de rIIUS-
tro sudor; el hombre debe trabajar para si, no
para olro.


No siempre hemos de ser pobres.
Prog res o relativo para todos.
O haremos leyes severas pm'a averiguar la pro-


cedencia de las diferentes propiedades.
Si un dia, repito, apareciese esta bandera on-


deando sobre una barricada, ¿qué se (lirja'! ¿Qué
diria el Diario de los Debates, qué nuestro famo-
so Heraldo? ¡ Pronto usarian sus palabras favori-
tas de asesinos, descamisados, perdidos, nuevos
vándalos, etc., etc, , etc. , etc., y sin embargo,
como veis, es nada menos que !Ur. Thiers
quien les dicta ese programa! .. ¡Oh fuerza de la
verdad! ¡Confusiones del error! .. Falsea la vie-
ja ciencia, falsea .....




LIBRO SEGUNDO.


nf;L SECRETO DE I,A ÉPOC .... -EL CO:\lUNISMO.


Al examen esclusivo del Comunismo en su
principio general, dedica }[r. Thiers el libro se-
gundo; yo tambien lo seguiré gustoso á ese ter-
reno. Pero séame permitido cumplir antes una
palabra empeñada, y hacer algunas revelaciones.


En efecto; he dejado aplazada la cuestion de
la conveniencia ú desconveniencia de que las vas-
tas empresas se dividan en partes pequel1as llama-
das acciones; de la necesidad 6 no necesidad que
los gobiernos tienen de crear grandes emprésti-
los; de los grandes banqueros que contribuyen á
fundar el crédito de un Estado, etc. , etc., he de-
jado. repito, aplazada f~sta cuestion , y creo lle-




- :HH --


gada la hora oe tratarla, si no COn toda la esten·
sioo que merece; al menos con la suficiente para
que el lector pueda comprender algo de los fe-
nómenos sociales de su tiempo. Es verdad que
habré de rozarme con grandes inlereses , que he·
rir muchas susceptibilidades; pero ... cómo ha
de ser! Desde el momento en que he puesto mi
humilde pluma al servicio de la sociedad, he con-
traido el deber de emilir mis opiniones con en-
tera independencia. Lo que en lodo caso haré,
en prueba de mi buen deseo, será separarme un
poco de todos aquellos que me rodean y pudieran
darse por aludidos. Asi como asi, Mr. Thiers
es francés; se refiere á Francia en la mayor par-
te de su obra; Francia es el pueblo iniciador por
escelencia, y donde debe estudiarse la indole de
]a sociedad moderna; en Francia está cerrada la
tumba del pasado, y abierta la del presente;
porque en Francia se organiza el porvenir. Vá-
monos, pues, á Francia; ¿qué nos cuesta'] Pa-
rezcámonos á esos cómicos ambulantf's que van
á donde los llaman y en cualquiera parte colo-
can su sencilla maquinaria. Pasemos Jos Piri-
neus y abramos tambien la escena en medio de
esos locos que se han empeñado en trastornar el
mundo. De este modo, repito, 110 turharemos
la susceptibilidad de nuestros M ... Y R ... de nues .
tros S ... y C ... etc. , etc" y el lerlor po¡lrá . pn
su buen sentido, hacer las aplicaciones qll~ ten-
ga por convf'nif'nte.




- 305-
Vamos al caso:
Dificilmente habrá una persona que no haya


notado, por someramente que observe el movi-
miento de las ideas é intereses, cierto desasosie-
go general, cierta inquietud, inherente á la so-
ciedad contemporánea) cierto disgusto indivi-
dual y colectivo á la vez. Hecha abstraccion de
ese pequeño número de hombres que saborea
muellemente los placeres de la civilizacion, que
brilla en medio de la general miseria, en vano.
buscaremos un individuo, una familia, una cla-
se, que no sienta constantemente el aguijon de
las privaciones, que no viva agitada por la idea
del mañana, que DO lleve en su corazon escrita
una protesta secreta, pero solemne, contra esta
organizacion fluctuante que algunos en su opti-
mismo han llegado á llamar perfectibilidad.


Adernas, todas las soniedades que nos han
precedido, se distinguen de la nuestra por cier-
ta estabilidad, por cierto círculo determiuado y
tranquilo que se trazaba al hombre desde su ad-
venimiento al mundo. y del que rara vez esfor-
%ábase en salir. Yo no diré si esto era bueno ó
era malo, si era mejor ó peor que lo presente;
so]o digo que sucedia. Tambien esas mismas so-
ciedades predecesoras, tenian instituciones de
carácter, una fisonomía particular y muy mar-
cada que todos conservamos perfectamente en la
memoria. En efecto; vemos aHá, al traves de los
iiglos. sociedades en que preponderaban estos


20




- :1O[¡ -
6 aquellos intereses, tales Ó cuales sistemas,
sentimientos de este ó del otro género; y aun vi-
niendo á tiempos mas avanzados, vemos tambien
predominando durante un largo período, ya él
despotismo monárquico, ya el despotismo feu-
dal, ya el teocrático ... casi siempre, por des-
gracia. despotismos. Pero al fin, repito. esla~
mismas instituciones revelan una época, un si-
glo, una sociedad. ¿Y qué diremos de nuestros
tiempos? ¿ Cómo determinaremos la índole de
esta socil'dad de medias tintas. de esta nueva
Bahel? ¿Por qué signos podremos reconocerla?.
Hora e.;. pues. ya de ponerle una vez el sello
para legar/a con algun carácter á nuestros des-
cendientes.


Atended:


Hace sobre 4·6 aflOS que un hombre oscuro, pero
de genio poderoso, viviendo en compañía de un
negociante de Leon de Francia, anunci6 el des-
tino que estaba reservado á la Europa de nues-
tros dias. ¡ Oestino, por Dios. fatal! Sin entre-
garse á las ilusiones reinantes del consulado, el
ignorado mago predijo que habria nuevas hosti-
lidades. guerras nuevas, en cuya comparacion
las pasadas serian juegos inocentes de niños: que
á consecuencia de esto, la Europa caería bajo el
imperio de una raza cien veces mas despótica que
la raza feudal: que los pueblos, los tronos y go-




- 307-
híernos, habian de verse duramente avasallados
por ella sin que los gobiernos j los tronos ni los
pueblos se avisasen del peligro.


Esto, repito auguró el bueno del profeta, y
muy pronto vinieron en su apoyo los sucesos.
El incendio realumbró, y sus estragos se este n-
dieron y duraron lo bastante para que una nue-
va plaga israelita invadiera simultáneamente
casi todos los Estados de Europa.


En efecto; á consecuencia de tantos ejércitos
y millones como absorbieran las guerras del im-
perio, la mayoría de las naciones tuvo que re-
currir á los empréstitos nacionales, y echarse en
brazos de la anunciada raza. Aquí empieza la
verdadera historia moderna, la historia de los
grandes monopolios.


La era del nuevo poder, debe fijarse en 1815-,
aunque antes de esta época ya hiciera fraca-
sar una coalicion de banqueros la empresa de
.Moscou.


Pero condenada la Francia á pagar, por la
mala suerte de sus armas, una indemnizacion de
1,000 millones de francos, necesariamente y
con mas motivo habia de ser presa de los tra-
tantes cosmopolitas que se ligaron para esplo-
tarIa.


Asi sucedió.
Empezaron estos por organizarse en comité;


comité que mas tarde se llamó el consejo de los
diez, siendo terribles sus primeras operaciones,




~ 308 -~
pue!! consistieron en adjudicarse el monopolio
presente y futuro de los empréstitos nacionales.
Sin embargo, la .opiniun pública si no aplaudiá
esto en nombre de la bella teoría elaborada
allende del Támesis, se mostraba indiferente;
de todos modos la influencia banqueril ganaba
cada dia mas terreno y tomaba nuevas posicio-
nes para bloquear estratégicamente la sociedad.


La política interior de la Restauracion vino á
apoyar sin pretenderlo, los proyectos de esplo-
tacion y aun trató de fundar con sus autores una
nueva aristocracia. Testigos la ley electoral de
aquel tiempo y la famosa de at1ll<lIlilS de 1821-
22. Por la primera se fijó el censo de elegibili-
dad en 1,000 fraocos, y aun se concedió á los
electores que pagaban este censo, el derceho de
votar dos veces. Por la segunda se prohibieron
casi todas las provenencias del estrangero á fin
de protejer la industria de los grandes propie-
tarios territoriales, de los grandes ganaderos,
fabricantes de hierro, altos manufactureros,
hulleros; en fin , todos aquellos cuya industria
exigia la posesion de vastos capitales, fueron
llamados á gozar privilegios análogos. A este
principio de proteccion de la industria nacional
fueron por consiguiente sacrificadas las demas
industrias que, aunque tambíen eran nacionales.
cometian el gran delito de ser egercidas por
pequeños propietarios y pequeños industriales.
Los vinos, las sedas etc., se hallaban en este




- 309-
eaSo. El pueblo, al fin, se vió precisado á re-
nunciar á la carne y otros artículos de primera
necesidad cuyos precios violentaban á su antojo
los dueños soberanos de todo el 1l}ercado inte-
rior. De esta manera fue poco á poco asentando
su dOlllinacion la falange de los escudos, yapo-
derándose de la accion del gobierno por medio
de las cámaras y la prensa. En el mismo perío-
do de 182 f - 22 fue presentada otra ley, la ley
sobre canales de que tanto se ha hablado, con-
siderándola como ventajosa á los intereses del
tesoro y por consiguiente del pueblo, y que, sin
embargo, da á conocer bastante lo postrado que
estaba ya el gobierno de la Restauracion por to-
dos los que agraciaba, y el estravío de la opi-
DIon.


En efecto, todo ese famoso proyecto con-
sistió en llamar el gobierno á los héroes del di-
nero y decirles:


«Necesito 128 millones para construir cana-
les, tratad de procurármelos, que recompensaré
generosamente vuestro servicio.»


«Desde luego os pagaré el interés á cinco y
medio y á seis»


Ademas os reembolsaré en 45 años por me-
dio de una prima de amortizacion ó anualidad
de 1[2 por 100 sobre el capital de 128 millo-
nes; tma prima que será siempre la misma hasta
d dia dol completo reembolso, si bien repre&sn-




- 310-
tará en el último año, .un interés de 50 pór 100
del capital que quede por reintegrar. Todo
esto, prima é interés, á 5 Y i 12 por 100 Y
á 6, calculad? de modo que equivalga á un in-
terés neto de 8 por 100.


l> Os concederé ademas, á título de suplemento
de amortizacion, el escedenle de los productos
de mis canales sobre el pago de la anualídad, si
sllcede alguna vez que estos productos me den
un interés de mas de 8 por 100 de mi capita1.»


«Me comprometo á entregaros los canales en
época determinada; si no cumplo fielmente mi
promesa I os aumentaré en 2 por 100 el interés,
PQT via de indemnizacíon, hasta que se verifi·
qu~ la entrega.»


«y vosotros, capitalistas y especuladores,
judios, holandeses, ginebreses, vosotros sereís
los. dueños de fijar á vuestro placer, las tarifas de
los derechos de navegacíon soore MIS canales; y
yo el Estado, yo el representante y defensor de
los intereses· generales del país, yo no tendré
este derecho, no podré alterar estas tarifas sin
vuestro permiso. »


«No es esto todo; cuando os haya reintegra-
do de vuestros 128 millones, capital, interés,
prima, sobre-prima; cuando hayais perdido
todo derecho en el asunto... os daré el goee de
la mitad de la renta de todos estos canales; de
los unos, y los mejores, durante NOVENTA años;
de los otros durante cuarenta .)




- 311-
He sacauo este dato de una obra que el céle-


bre Toussenel publicó hace pocos años cou el tí-
tulo de Historia financiera, y que recomiendo
eficazmente á mis lectores, ya que no me sea
posible ni aun estractar todos los dato!! y nota-
Lles reOexiones que contiene.


Los judíos, pues, de la. Restauracion, segun
la frase del autor citado, que tenian el carácter
acomodaticio como los de nuestra época, acepta-
ron con gusto la proposicion del gobierno; co-
menzaron tomando á 5 el dinero que prestaron
á 8. por medio de la creacion de 128,000 ac-
ciones de 1000 francos, que representaban
los 128 millones que se habia de procurar al
Estado.


Consecuencias:
Todavía no se han concluido los canales.
Han costado 300 millones al Estado. Siguen


siendo los banqueros dueños absolutos de las ta-
rifas que se les fiára en prenda.


Los canales no han producido bien alguno á
la industria nacional.


Por el contrario, muchas industrias han sido
víctimas de este monopolio. Hoy la hulla de San
Esteban no llega á París donde es reemplazada
por la de Anzin y Mons. Los vinos, los frutos de
Auvergne están ya igualmente privados de este
recurso. Los productos metalúrgicos de Imphi
no pueden servirse de los canales para ir á la
(apita!. La real órden del 17 de abril de 18 'i3




- 312-·
sobre las compañías accionarias de los canales,
suprimió el comercio de la madera de <:ons-
truccion de la Alemania con el Este y el Medio-
,Ji.a de la Francia. La misma órden cerró tam-
bien los mercados de Mulhusc y del Este á la
hulla de San Esle!lan y de Saone-y-Loira. La
mala fortuna que ha perseguido en estos últimos
años á las minas de San Esteban, les habia JlOCO
tiempo antes suscitado la concurrencia de la
hulla de Alesia (AJais) , perteneciente ;i la casa
Rothschild, para el abasto de los barcos de va-
por de Marsella y (;e Tolon. El baran de Rofhs-
child se hizo adjudicar UD camino de hierro que
conduce los productos de su establecimiento oe
Alais sobre el Ródano y sobre los puertos del
Mediodia. Del mismo modo que las manufactu-
ras del Este y el mercado de Paris han sido per-
didos para las minas de San Esteban, las mas
ricas de todas las de Francia, y que produ-
cen carbon de mejor calidad, así tambien los
vinos del :Maconés y del Leonés han abando-
nado la via del canal del centro, propiedad del
Estado, que conducia otras veces los vinos de la
Saone al Loira, para tornar la via del canal de
Borgoña. Los vinos oe Borgoña, propiamente
dicho, los vinos de la costa de Oro, que se es-
portan casi todos, siguen aun ]a antigua yia.


En una palabra, ]a citada órdcn del 43 su-
primió un comercio de grande utilidad entre
la Alemania, Suiza y Francia; cerró el mer-




- 313 -
cado de Mal usa á la hulla de Saone y Loira
y de San Esteban, ya escluida del de Paris por
]a elevacion de las tarifa:. del canal de Loing,
})ropiedad del dominio priyado, y puesto á la
mayoria de los departamentos I bajo la ley de un
monopolio escandaloso,


Porque hay mas: Los portadores de las ac-
ciones de goce, que, en su mayor parte son capita-
listas ginebreses, viendo que la renta de los ca-
nales no subia de dos millones por año (de francos)
espantados de la perspectiva del porvenir, exi-
gieron que el gobierno les comprára inmediata-
mente su derecho de futura participacion en los
canales de 1821-22, derecho cuyo valor es del
todo problemático, y cuyo ejercicio no empieza
á correr sino en veintitantosarlOS.


Il10destas como siempre sus pretensiones, pi-
dieron 40 millones por estos 168,000 pedazos
de papel que, al curso actual de la bolsa, ape-
nas valdrían la mitad, y es de advertir que este
curso era sostenido por el agiotage.


Repelidas con pérdida en 1842, añade Tous-
senel, las compañías financieras, volvieron á
la carga en 43, y l}ara vencer 'la resistencia
del gobierno, pusieron en juego su formidable
derecho de modificar las tarifas.


Lo consiguieron.
Los ministros de aquella época, ~intiéDdos9


débiles para luchar con la terrible falange gi-
nebresa, tuvieron ,'alor }lara })roponer á la'l




- 3H, -:-
cámaras en 1843 la compra de Jas aceiones de
goce al precio impuesto de 40 millones. ¿ Qué
Je hacia que el tesoro estuviese exhausto, qué
tenia que ver la causa de los contribuyentes
con la de los tratantes cosmopolitas ... ? Qué
importaba que de nada sirvieran los 2,100
quilómetros de una navegacion artificial, que
esta no pudiese aprovechar á mil industrias de
importancia. y sí, pOI' el contrario, matar-
las, cuando se helbia conseguido el principal ob-
jeto que era dar á los altos banqueros la direcion
suprema de la navegacion interior del reino y
del comercio de la Francia central, crear para
estos señores una multitud de valores de Bolsa
que se llaman acciones de tal ó cual canal, de
tres canales, de cuatro canales , acciones cuyo
valor es el que mas ha pesado siempre sobre las
operaciones bursátiles? Qué importaba que el
pueblo se privára de comer carne, etc., si el go-
bierno conseguia tener de su parle á Jos amos
del pais. á los héroes de las elecciones, de la
prensa y del parlamento, íntimamente ligados á
sus hermanos de Holanda, de Ginebra y de la
puritana Albion, cerberos del continente y del
111ar? .•


Pero volvamos á la época de 22 y veremos
los bríos con que se desarrollan el poder de los
escudos, la miseria pública, y la postracion de la
autoridad.


He indicado antes que el gobierno de la rcs-




- :l1:i-
tanracion pretendia reconstituir una aristocracia
y la ocasion no podia ser mas oportuna, para
intentar la fusion de la nobleza de raza y la
nobleza del dinero. El gobierno sabia perfec-
tamente que el liberalismo se dejaria enriquecer
sin mucha resistencia, y que los mas feroces pu-
ritanos del partido irian hasta tolerar que se les
adjudicára una corona de baron ó de conde que
poder lucir en sus mismas carretelas. En esto
dió 1\Ir. de Villele pruebas inequívocas de cono
cer el corazon de los enriquecidos, eminente-
mente accesible á la ambicion de los honores y
de los títulos. Lo importante era halagar á los
amigos del poder.


Con este objeto, segun el historiador de los
banqueros, se prodigaban los favores del tesoro
á las compañías financieras de los canales, ilus-
tradas con los mas bellos nombres de la financia;
se abandonaban al mismo tiempo los canales de
San Quintín y San Martin etc., propiedad del
Estado, á grandes especuladores que hicieron elÍ
pocos años una fortuna decente.


Entonces se hacia ·tambien á Mr. Ternaux
baron como á Mr. de Rothschild y otros muchos.


Sin embargo; respecto de las cuestiones po-
líticas, era mas difícil sacar partido de la finan-
cia liberal, que· respecto de las cuestiones de
aduanas ó canales. En aquellas temia compro-
meterse al frente del público; en estas, ya era
otra cosa, y podía lwmanizarsl', puesto que no




- 316-
las comprendia el pueblo. Asi que. insistiendo
la restauracÍon en sus planes contrarevoluciona-
rios • y queriendo hacer marchar sus leyes finan-
cieras paralelamente con leyes políticas anima-
das de las mismas tendencias. hubo de hallar
oposicion en el liberalismo, que en esta ocasion
permaneció fiel al pueblo. El empréstito de 400
millones para la guerra de nuestro pais, guerra
emprendida por el gobierno francés contra las
libertades de una nacion constitucional, tampoco
se votó por las cámaras sin una viva oposicion
de parte de los liberales.


Asi siguieron las cosas hasta que los hombres
del partido de la emigracion ó del antiguo ré-
gimen manifestaron de un modo exagerado sus
pretensiones, momentáneamente refrenadas por
]a táctica del ministerio Martignac. La no-
bleza de raza que habia perdido en esta fase de
vértigo, las lecciones y el ejemplo de Mr. de
Villele cometió el craso hierro de calificar de
indignas las caricias y mercedes que el gran mi-
nistro prodigára á los altos barones de la bolsa.
¡Bien caro le costó el error! Resentida la aris-
tocracia bursátil en su orgullo y en sus intere-
ses, juró no perdonársela. Porque ella hubiera
aceptado la CUSiOD, hubiera tolerado todas las
infracciones de la Carla, á todo se hubiera aco-
modado, con todo hubiera transigido, con tal
ele ser llamada á gozar de los honores y carte-
ras. Pero no 1ener con ella esa cotlsideracion;




- 317-
pretenc.ler restahlecer antiguas diferencias ... oh!
fue un crimen de lesa-financia que merecia se-
vero castigo.


Asi fue; una vez declarada la lucha entra los
.los orgullos, la casa de los Borbones de la rama
mayor vino á estrellarse contra la casa de los
señores tales y lales, fabricantes de azúcar ne-
gra y otros I apoyados por los obreros que es-
pulsaban de los talleres.


Larevolucion de julio fue el triunfo completo
del dinero; c.lesde aquella fecha la fcudalidad
moderna se apoderó de todas las posiciones; la
antigua feudaJidad perdió sus últimos privile-
gios y sus últimas esperanzas ; el trono, su
prestigio y su iniciativa; el gobierno, su accion
y su carácter; el pueblo productor, el vino, la
carne etc.; la Francia sus tradiciones y su in-
fluencia esterior ; las alianzas aduaneras :tus ven~
tajas; su sentido la virtud; las letras sus estí-
mulos ... todo se perdió desde el reinado fatal
de los judíos! La revolucion de juli~ obligó á
todas las potencias á armarse y recurrir de nuevo
á los hijos de Israel. Cuando los empréstitos fue-
ron contratados á 80, el comité de los diez, que
se los habia adjudicado todos, decidió que no
habria guerra, que no daria dinero á los que
quisiesen guerrear. Entonces subieron los fondos
hasta 120, y los beneficios realizados en algunos
años, con frecuencia en algunos meses por Jos
preglamistas as('{~ndíeron á cifras f(lbulosa!'l. El




- 318-
ministerio Laffite y el de 1. u de marzo, los dos
peores ministerios del gobierno de julio, son
tambien las dos épocas que los jugadores comm'il
(ata recuerdan con mas enternecimiento. En este
tiempo se dieron, á lo que parece, admirables
golpes de bolsa. La pesca de los escudos, añade
)Ir. de Toussenel, se parece baslante á la del
pescado, que se hace mas fácil á rio revuelto.


Ninguna cuestion de importancia se ha resuel-
to durante el reinado de Luis Felipe que no haya
sido de un modo opresor para el pueblo, y de-
presivo del carácter de la Francia; porqUé la po-
lítica del dinero no transige con los sentimientos
de gloria y nacionalidad, ni concibe que el pue-
blo tenga derecho á mejorar de condicion.


En efecto, la cuestion de los canales, la de
azúcares y la de los caminos de hierro, son las
tres grandes cuestiones que han preocupado en
estos últimos tiempos á todos los hombres de
Estado, á los mas célebres economistas, á las
cámaras y á la prensa. Por sí solas han consti-
tuido los altos temas de economía política, y
gastado todas las fuerzas intelectuales de la Fran-
cia. Parece ser, pnes, que, por estas circuns-
tancias, se ha debido resolverlas de un modo sa-
tisfactorio para los intereses públicos. ¿Pero y
los banqueros? ¿y los tratantes de especies'? ¿y
los hijos de. Ginebra, y los .ludios? ¿ Acaso estos
seiiores transigen con las soluciones científicas,
con los buenos prceelltos de economía social"!




- ::\19-
¿No hahrán los escudos indinado á favor suyo la
balanza? ¿ no habrán humanizado al tirano que
de buena fé prentendiera resolver cualquiera de
aquellas cuestioncs? ..


Vamos á verlo.
En el asunto de los canales ya hemos visto ]0


nacional de la política financiera. Veamos en las
otras Jos cuestiones.


EmpQcemos por la de azúcares.


La cuestion de azúcares es la mas sencilla de
resolver; no se necesita para ello mas que un
poco de buen sentido, y no hallarse contagiado
por el espiritu banqueril.


La Francia estipuló un contrato con sus islas
azucareras, contrato en que se dice que las co-
lonias no podrán proveersc sino en los puertos
de Francia, y por navíos franceses, de todos
los productos naturales ó manufaeturados que
necesiten, y que en cambio la metrópoli com-
prará todos los artículos de sus colonias, azúcar,
café, cacao.


Pues bien; la Franeia que smcribi6 e~te trata_
do, 10 viola con la mayor impudencia. La re-
molacha metropolitana cuyo cultivo no ocupa ]a
milésima parte del territorio francés, ha recibido
dé la munificcncia del tesoro nacional una prima
de 700 francos por hectara. Pero esta prima
inicua. con('cdüla á ]a remolacha en detrimento




-- 320 -
de ]a caña de azocar y con menosprecio oe la eé
jurada, no ha bastado para asegurar ]a prospe-
ridad de aquella sino para retardar su caida_
JAa raiz indígena muere como la caña de los tró-
picos; y el tesoro ha sufrido en quince años una
pérdida de 200 millones (entiéndase que siempre
se habla de francos) sobre la renta del impuesto
de la azucaro


Esto es muy llotable: durante quince años el
consumo de la alOcar ha casi doblado en Fran-
cia; la tarifa del impuesto no ha bajauo, y la
renta de csle impuesto ha permanecido cstacio-
naria, como no haya decrecido.


-Qué! ¡la renta del implteSlo permanecer siem-
pre 11na, cuando el consumo del objeto impuesto
dobla, y cuando la tarifa de ese mismo impuesto
no ha disminuido!.. No puede ser!-Vaya si
puede ser! Es que no estais al cabo de lo mara-
villosas que son las combinaciones financieras.
Para conseguir este gran resultado, esta situa-
cion mortal para las colonias y el tesoro, no 01-
videis que ha sido preciso atropellar desatenta-
damente la carta colonial. Y no es esto solo. Lo
mas interesan te consiste en que la metrópoli si-
gue obligando á las colonias á que le compren
cuanto necesiten, sin que ella compre todos los
artículos coloniales.-¿Pcro no hay quien pro-
teste contra tal estado de cosas, contra tal desór-
den administr'ativo? ¿Qué hace el gobierno? ¿Qué
bacen los gobiernos, la prensa, el Parlamen~




- 321-
to? .-¿Pero acaso pueden hacer algo? ¿N o os
he dicho que Jos judíos (1) son el verdadero Par-
lamento, la verdadera prensa, el verdadero go-
bierno? ¿Que estos no hacen mas que servir de
instrumentos ciegos á sus altas voluntades?.
Harto hicieron en sus respectivas épocas Mr. Du-
chatel y Mr. Lacave-Laplagne. Cada uno daestos
propuso un medio de salir de vías tan ruino~as,
y al fin vino á adoptarse el mas peligroso para
la indo.slria indígena y colonial. En esta dis-
cusion se vió á un ministro del ex-rey defender
ardientemente en el palacio del Luxemburgo el
mismo sistema que ocho dias antes habia com-
batido con todas sus fuerzas en el palacio-Borbon.
¿Por qué, se volverá á preguntar, por qué es-
tas tergiversaciones legislativas, este desprecio
de la fé jurada y de los intereses nacionales? Hé
aquí la respuesta que da el autor de los reyes de


(n No estrañe el lector la frecuenda COQ que uso esta
palabra. Generalmente está aquí tomada en suacepcion po-
pular. ludio, banquera, usnrero en grande, alto manufactu-
rero. Demasiado conocidas son las grandes cualidades del
pueblo judío y el lugar tan distinguido que ocupa en la his-
toria de la humanidad para que no se le trate con cierto res-
peto. Mas pOI' desgracia la esperiencin ha demostrado tambitlu
que todos los pueblos que han leido mucho la Biblia, judíos'
ó ginebreses, holandeses, ingleses I americanos, son los pue-
blos mas dados al monopolio y la usura. Diríase habian ha-
llado en su libro de rezos, que Dios concedia á los servidores
de su ley, el monopolio y la csplotacion del globo, pues to-
dos estos pueblos aplican su mismo fanatismo religi¡'so al
arte de sacrificar al género humano.


21




- :322 -
lit época: «Porque todos los intereses naciona-
les estan en oposicion abierta con los intereses
de la sociedad de refinadores (coterie de raffi-
D8urs), que pertenecen al alto Banco, y porque
las Cámaras y el poder no pueden preocuparse
mas que de una cosa: merecer bien de los pode-
res financieros.»


Examinemos ahora la cuestion de los cami-
nos de hierro, y todavía espero quedará elleelor
mas escandalizado. Trascribiré tambien para ma-
yor exactitud las mismas palabras de monsicur
Toussenel, qne en todo lo que sigue se refiere
al testo del proyecto de concesion del camino de
hierro del Norte, del proyecto de hace seis años.


El gobierno dijo á una compailía Rothschild:


«Tengo gran necesidad de que vengais en
mi ayuda para la construccion del camino del
Norte. El tesoro está exhausto j estas malditas
fortificaciones me arruinan y me impiden pensar
en empresa alguna de utilidad pública. Si compa-
deceis mis penas, yo os concederé todos los pro-
-vechos y guardaré para mí, es decir, para el
contribuyente, para la nacion , todos los gastos
y todas las cargas.


Hé aqui las condiciones:
«1\Ie encargo desde luego de todos los terra-


plenes y de todos los tral)ajos de arte, en una




- 323-
palabra, yo construyo toda la via á mis espen-
sas. Compro los terrenos, indemnizo á los pro-
pietarios. Todos estos gastos han sido avaluados
en globo en 87 millones, pero seguramente pa-
sarán de 105 100. Entretanto, escuchad ....
Cuando la via esté perfectamente allanada, pre-
parada; cuando yo haya desembolaado CIEN
MILLONES para ponerla en tal estado (yo que
hace un momento no tenia un cuarto que con-
sagrar á las empresas de utilidad pública), os la
daré gratis. Vosotros la abastecereis de todo el
moví/jaría, cuyo costo es de antemano conocido,
y que podrá ascender á una sesentena de millo-
nes. Es un adelanto lo que yo os pido, nada mas
que un simple adelanto; un dia os reintegraré
por completo.


«Mientras tanto, y para yo pagaros este
adelanlo de 60 millones que me costarían
2.400,000 francos si yo los tomase, os aban-
dono durante CUARENTA altOs todos los bene-
ficios de la esplotacion del camino de hierro del
Norte, del gran camino de la Inglaterra y la Ho-
landa para la ludia, del gran camino entre el
Norte y el Mediodía de Europa, la línea mas
fructuosa del globo, uu producto neto anual ava-


• luado por vosotros mismos eu 14 millones el
mínimuu. »


-Catorce millones de producLo neto por año,
durante 40 años, por interés de un préstamo de
sesenta millones! ...




-- :12'l. -
«El negoeio no es malo, eh? Sin embargo,


para no comprometeros á la ligera, meditad,
pesad bien todos los términos de mi proposieion.
Lo repito: gasto 100 millones para construir la
via y vosotros GO por el abasto del malf'rial:
renuneio en vuestro favor durante cuarenta mlos
á todos los beneficios de la línea; os los concedo
integralmente; y despues, al fin de la contrata,
cuando os haya pagado cuarenta veces j1. mi-
llones, ó si os plaee mas, D60 millones por el
interés de los 60 vuestros durante cuarenta
años; cuando Calais, Dunkerque, Rolonia, os
hayan reembolsado por sí solos la suma de este·
primer adelanto, yo os la reembolsar.é una se-
gunda vez! Os pagaré generosamente el importe
de vuestro material.))


La casa Rosthchild que hizo ú este gobierno
tantos servicios, no podia dejarlo en semejante
embarazo. por tan poco, por una sesentena de
millones, una miseria. Ella que posee perfec-
tamente sus cuatro reglas y que conoce muy
bien sus intereses, debió rellexionar que le se·
l'ia fácil, con las condieiones impuestas, emitir
ventajosamente sus promesas de acciones, y que
imitando los provechos á un simple hendieio
de 100 á 200 por 100 sobre estas promesas, se
hallaria totalmente dispensada de desembolsar
un cuarto para la operacion. En consecuencia
iba á arreglarse el asunto y la compañía se




habia dignado aceptar la proposicion del go-
biel'llo ~ cuando la Cámara de los diputados se
avisó de proponer algunas modificaciones. El
banquero, habiendo dejado entrever que con-
sentiria en pasar por estas impías exigencias, el
diario de los Debates vertió abun(lantes lágrimas
por la imprudencia y la generosidad del tal ban-
quero. Escribió que NIr. de Rosthchild solicitaba
visiblemente el privilegio de arruinarse (testual,
diario de los Debates, julio de 184.3.)


«Nada exagero aqui, añade el autor citado;
lomo las cifras de avaluacion Je la misma com-
pauta En el principio, el ingeniero de esta,
U1l inglés, habia lijado en 10 millones la cifra
del producto neto de la línea del Norte. Esta
cifra era ya suficientemente razonable para el
interés de un adelanto de sesentarnillones;
pe/'O las discusiones que tuvieron lugar en la
prensa y en las Cámaras, las comparaciones he-
chas con los productos de las líneas menos faYo-
rabies y los datos de la estadística, hicieron des-
pues revelaciones instructivas que llevaron á
una infinidad de malas lenguas á deducir que el
iuglés se habia equivocado en menos en sus ava-
I naciones, y tIue la compañía habia seguido la
anligua práctica del comercio, pidiendo enorme-
mente á lin de que se le corrceJiera mucho. El i 11-
geniero inglés calculó el produclo bruto de la lí-
nea Jel Norte en 28 mmones. Ahora, como la




- ;320 -
esperiencia habia demostrado que los gastos ge-
nerales y costo de reparacion absorbian la mitad
con poca diferencia de los productos brutos del
camino de hierro, el ingeniero de la compañía
Rothschild avaluó en 14 millones el producto
neto anual del camino de hierro del Norte. 1\11'. el
baron Dupin demostró perfectamente que esta
cifra era muy inferior á la que daba el re-
sultado de todas las comparaciones con las lí-
neas esplotadas despues de diez años; fijó el pro-
ducto neto de la línea del Norte en 15 millones
el mínimun. Esta es una cifra que podemos to-
mar con toda seguridad. tanto mas cuanto que la
esperiencia ha demostrado ya (camino de Rouen
y de Orleans) que los gastos de reparacion y el
precio de las máquinas disminuian cada año,
mientras que aumentaba el número de viajeros,
es decir, el producto normal.


Recapitulemos. El gobierno desembolsa:


1. o Para la construccion de
la via, indemnizaciones etc...... 100.000,000


2.° Por la pérdida de inte-
rés de su capital desembolsado,
el interés de 100 millones á cua-
tro por cienlo durante cuarenta
años, hecha abstraccion de los
intereses compuestos...... ..... .•. 160.000,000


3: Por el abandono de los
pl'O~uctos de la línea del Norte,




- 32i-
á 15 millones por arlO, durante
cuarenta años............ ...... ... 600.000,000


4.· Porel reembolso, en fin,
del material, segun declaracion
de los peritos, al fin de la con-
trata........................... ..... 40.000,000


Tota1................ 900.000,000


Un pequeño capital de NOVECIENTOS l\H-
l..LONES de fi·ancos sacrificado por el Estado,
¿con qué objeto, para qué resultado grandioso'?
I Para venir á ser poseedor y administrador es-
elusivo de la línea del Norte al cabo de 40 años!


Novecientos millones que no serán represen-
tados al fin de estos 40 años sino por la propie-
dad misma del camino de hierro, que vale 140
millones incluso el material; además, por la eco-
nomía de los intereses que no se habrán pagado
durante '¡O años por los 60 millones adelantados
por la compañía, esto es, una suma de 96 mi-
llones á razon de 2.400,000 francos anuales.


23G millones por HOO!!
El gobierno abandona un producto neto anual


de i 5 millones por no imponerse un aumento
tie gasto de ~.400.000 {'rancos, un beneficio que
le Jaba el medio de cubrir inmcdiatamcnte los




- 328 -"
gastos de construccion, de adquisicion y terra-
plenes.


y todo esto sopretesto de que el tesoro estaba
exhausto. ¡ Admirable receta para lienar el vacío,
privarle d<l un ingreso de mas de 600 millones!


Para probar el despilfarro del gobierno y su
completo olvido de los intereses del pueblo, bas-
tará saber que llegó el caso de que compadeci-
dos los judios de la dehilidad dp.I poder, y comú
ruborizados de su propio abuso, consintieron en
reducciones de doce años en ]a duracíon de la
contrata (28 aliaS por 40, línea de Burdeos).
Doce veces 15 millODPs, seria para la línea del
Norte una pequeña rebaja tie 180 millones! Ade-
más renunciaron á la cláusula del reembolso del
material, espirado qge hubiese la contrata. Aqui,
para el camino de hierro del Korle, una segun-
da rehaja de lW millonr,s, si no mas.


Es decir (lue la compañía HolschilJ podria,
sin comprometerse y contentiÍndose con 105 mis-
mos beneficios que las compaüías de Burdeos,
Vierzon y A vignon, que hacen brillantes nego-
cios ... reducir la friolera de tres á cuatrocien-
tos millones de la cifra primitiva.


Es cuanto se puede oir; ¡conducir el gobierno
una cuestion de modo que (,1 generoso adjudica-
tario, pueda sin compromiso renunciar á esperall-
zas de beneticios de tres á cuatrocientos millo-
nes! A qué tiempos hemos llegado! ..


El tesoro está exhausto y el gobierno paga á




- 329 -
(ln interés usurario el dinero que huhiera hallado
en la caja de ahorros Ú olros estahlecimientos,
al tres 6 al cuatro por ciento.


El tesoro está exhausto, y el gohierno esco-
ge en la ejecucion de 103 c\lminos de hierro, los
solos trabajos gravosos, renunciando á los traba-
jos productivos!


El tesoro está exhausto, yel gohierno pro-
pone hacer un regalo de CUarl'.llta millones á es-
peculadores estranjeros, por comprarles Uíl de-
recho de que estos especuladores no pueden gozar
sino en 22 años, y cuyo valor es del todo pro-
hlemático!


El gobierno está exhausto, y consiente per-
der 200 millones sohre el impuesto del azúcar,
con tal de faltar á la palahra de proveerse esclu-
si va mente de sus colonias!


El gobierno, en fin, está exhausto, y pone
tÍ saco la fortuna públical ..


Porque, ¿quién pierde en que el gobierno, en
vez de arrogarse los inmensos heneficios de la
esplotacion presente y futura de los caminos de
hierro, derroche de tal manera tantos centena-
res de millones que van á sepultarse en las cajas
de la familia cosmopolita'? .-El trabajador, el
pueblo.


¿Quién paga al agiotaje todas estas enormes
primas?-El trabajador, el pueblo.
¿Quit~n es el verdadero esclavo de los hijos de


Israel'?-EI trabajador, el pueb~o.




-- 330 -
¿Quién la víctima de la ignorancia y de la co-


bardía del poJel''!-i El trabajador, el pueblo! (1)
Por lo solo dicho hasta aqui, se puede com-


prender el estado de las cosas, la omnipotencia
de los judíos y la postracion de los gobiernos.


Sigamos, pues, escuchando á MI'. de Tous·
senel, y todavía espero que 'nos haga algunas
revelaciones. Se trata de saber á qUl~ amos obe-
dece la Francia.


«La última ley sobre los azúcares, mortal á
la azúcar indígena, y funesta al azúcar colo-
nial, al poder marítimo y al comercio de los
puertos franceses, no podía tener o! ro efecto que
favorecer esclusivalllente los intereses de los re-
finadores. La refinacion del azúcar es una alta
industria parásita que cuen ta entre sus gcfes


(1) Sin embargo, este desórden administrativo de la
Francia no i¡¡¡pide que IJasta nuestros han<:ó-crata;; lo toml'I1
por una regla fecunda de la ciencia económica. Y tienen ra -
ZOll; mirada la cuestion por el prisma de sus intereses parti-
culares, estas prácticas linancieras son las mejores, las mas
convenientes, aunque tengan la ligera falta de ser las menos
justas. Digo esto ,\ propósito de la discusion que en el mes pa-
sado (i6 de mayo), tuvo lugar en la Cámara de diputados so-
bre el proyecto de ley relativo al ferro-carril d~ Madrid iÍ Aran-
juez. En dicha discu;;ion oí al señor Bahey, óq.;aul) de la (JO-
mision, justilicar la proteccion que el gobierno duLía dar, J
lo muchu que debía mimar á empresas ue esta índfll(~, fuu··
dáuuose en I'l cjcll1plo de Francia y otras partes. l'\ac1a estra-
jla se hailará esta te'olÍa ,Ji se atiende á que los mismos accio-
nistas eran lllie!)lbl"Os lit) la eomi,ion. Pero me he propucst(i
no hablar de las cosas dc E~palJa.




- 331-
hombres notables: Perier, Delessel't y tantos
otros. Mr. de Argout, ministro de Hacienda,
llevó un dia á ]a tribuna el detalle de los sacri-
ficios que ]a prosperidad de los señores refinado-
res imponia á la Francia. Era cuestion {le una
prima de veinte millones que se les habia paga-
do en un solo año á título de drawach, es decir,
de reembolso del impuesto percibido á la entra-
da sobre la azúcar bruta. . . . . • . . • • .


"La última ley sobre azúcares ha sido hecha bajo
]a influencia secreta de un banquero refinador, y
suizo de orígen, un conservador generoso, un
filántropo que hace escribir, en los periódicos
que paga, que la jtIiseria es el lote fatal de las ma-
sas y que los escritores que piden para todos los
trnbajadores una remuneracion suficiente, tielílen
el cerebro trastornado. El interés del poder ma-
rítimo y colonial de la Fr'allcia ha cedido ante
el interés de los refinadores en]a cucstion de
azúcares, como el interés del poder contipcntal
ha cedido ante el de los amos de fraguas y de los
propietarios de hulla, en la cuestion de ]a union
Belga.


El empresario del camino de hierro del Norte
se llama el baron de Rotschild, el rey de la finan-
cia, un judío baronizado por un rey muy cris-
timo.


La vía dc Avignotl á Marsella, Rotschild; -de
Alais á Nimcs , Rotschild ;-Versallcs, ribera dc-




- 3:32 -
recha, Rotschild ; ,-San German, Rotschild;-
Versalles , ribera izquierda, Fould; -de Houen
á París, anglo-francés ;-Tour:. á Burdeos, in-
glés ;-Orleans á París; Orleans á Vierzon, coa-
ligados de todas las naciones, judíos y ginebre-
ses en mayoría.


El tercio de la renta cinco por ciento está en
Ginebra, y hé aquí la causa de que sea inviola-
ble y sagraua.


Así el alto banco, el banco cosmopolita do-
mina todo; por todas partes sobresalen los inte-
reses de los judíos. Asi los enormes beneficios
obtenidos sobre la riqueza francesa, sohre el tra-
bajo del labrador y del artesano, son absorbidos
casi esclusivamente l)or especuladores estran-
Jeros.»


y esto que sucede en la nacion vecina, suce-
de en todas las naciones, con poca diferencia.


La nueva plaga ha embargado el presente y
porvenir de los Estados.


Es su elemento la miseria pública y las cala-
midades de todo género.


Cuando los pueblos esten bien, será prueba de
que estará mal la falange del monopolio.


Ambos intereses son totalmente opuestos.
Es imposible su reinado simultáneo.
Hoy las ganancias estan en razon directa de


la masa del capital.
La miseria, en razon directa del trabajo.




333 -
Estado Yiolento~ ..
y esto en lo que toca solamente á la aeClOII


material de la nueva aristocracia.
Falta que examinarla en su aecion moral yen


su aeeion política.


Hagámoslo:


En su accion mora1 la nueva aristocracia, re·
chaza las buenas prácticas de la. antigua.


Comparacion:


La 1. a (la nueva) no reconoce mas Dios que el
oro, y es su divisa: Cada uno para sí.


La 2. a (la antigna) estaba animada de senti-
mientos hidalgos. y era su lema: Nobleza obliga.


La 1. a imprime á las costumbres su carác-
ter egoista, frio, disolvente; su materialismo
mortal.


La 2." les imprimia su espíritu galante y
caballeresco, y las elevaba á la altura de la re-
ligion, de la patria y del rey.


La 1. a mira con el mayor desden las obras de
arte y los artistas; DO hay para ello mas letras,
que las letras de cambio: un literato. es el ente
mas ridículo y despreciable.


La 2.' hizo florecer las letras y las artes
. .




- 331-
La La N O cree siquiera en Dios; es atea é


inhumana; remite á la caridad pública á un fiel
y laborioso industrial, despues de haberlo es-
plotado.


La 2.a Era cristiana y concedia un retiro al
antiguo servidor.


La 1. a Es materialista hasta en sus juegos r
diversiones; el Hipódromo es su centro; en él luce
sus caballos y jokeys; el resto del tiempo lo pasa
en la crápula y la seduccion.


En los juegos de la 2." se lucian los caballeros
á la vista de su dama, y todo era cuestion de
honor, de nobleza é hidalguía.


La 1. a Todo Jo fia al dinero.
La 2.a Todo lo fiaba á la espada.


La 1/ Escita al fraude, provoea el desen-
freno individual, estimula el vicio.


La 2.a Viceversa, solo exaltaba los senti-
mientos de gloria y honor.


La La No saLemas que sumar, restar, mul-
tiplicar y partir; no entra en el estrecho cere-
bro de un tratante por mayor, que se necesiten
otras cosas en la sociedad; raro es por tanto el
que se haya distinguido por algull hecho gran-
de, por alguna virtud social, por algun rasgo
de genio. Ninguno recuerdo.




- 335-
La 2. a Dió grandes hombres á la ciencia y


á las artes, produjo bravos soldados, célebre.;
trovadores.


Para la 1." una cosa es cara ó barata.
Para la 2." noble ó innoble.


En una palabra, la aristocracia antigua tenia
corazon y cabeza.


y la nueva solo tiene ca·beza, ó tendrá por
carazon, valiéndome de una espresion vulgar,
alguna moneda del tiempo de Cárlos nI.


Examinémosla ahora en su accion política in-
terior y eslerior.


La política interior de los tratantes tiene su
carácter peculiar, su fisonomía propia.


Es la inmovilidad sistemática.
Es la resistencia á la reforma.
Es la corrupcion en el poder.
Es la esplotacion nacional.
Es el monopolio de la prensa.
Es el monopolio de los empleos lucrativos.
Es la servidumbre colectiva de los indus-


triales.
Es el juego y la usura.
Política y Juego, todo es uno en el lenguaje


aritmético de los hijos de Mercurio.
Una política es buena ó mala segun se presta


á las combinaciones y al agio.




- 336 -
Sus buenas leyes han de ser concebidas en


este sentido.
Las que tiendan á protejer la propiedad de esos


pobres diablos llamados poetas, literatos, artis-
tas, es perder el ticm po.


Las que tengan por objeto remediar la mise-
ria pública, utopia.
I~as que se proponen para corregir los abusos


finanderos, el despilfarro de la fortuna pública
yel fraude, esas son leyes de mal género, co-
munistas, trastornadoras del órden social, mor-
tales para la familia y para la propiedad; des-
tructoras de ESE SANTO SENTI~IIENTO QUE NOS LLE-
VA A POSEER Y CO~SEllVAR LO POSElDO.


Es su alma la alza ó baja.
Su carácter la impudencia.
Su sistema la opresion.
Sus efectos la miseria.


Veámosla ahora en la política esterior.


Respecto del esterior, es todavía mas terrible
la política de 105 nuevos fariseos.


Con nada transige.
El judío no tiene patria, y donde él reina es


imposible política nacional.
Porque no cuenta con el apoyo de la opioion.
Testigo tambien la Francia.
La Francia, segun el historiador financiero,


no es dueña de sí misma.




- 337-
Sus alianzas naturales son la Alemania, la


Bélgica, la Holanda, la Suiza, el Piamonte y
España.


Todos estos paises, en efecto, simpatizan por
sus intereses mercantiles y por su política de paz.


Todos ellos tienen que temer igualmente las
tendencias helicosas y usurpadoras de la Uusia y
la Inglaterra.


La Francia por consiguiente está Hamada á
ser el centro háciu que gravite la gran familia de
paz y de progreso.


Asi podrá contener á la Rusia en el camino
del Bósforo y á la Inglaterra en el del Istmo de
Suez.


Podrá neutralizar la accion subversiva de
amhas.


Ensaya, pues, varias veces hacerlo:
Pero ha habido siempre para ello uná peque-


ña dificultad; y es que los altos barones de la fá-
brica francesa no pueden dar la mano á esta dis-
posicion ni firmar un tratado, y son estos se-
ñures los legisladores ahsolutos.


Porque para concluir un tratado con el Zol-
werein , con la Bélgica, el Piamontc y la Suiza,
es preciso empezar por destruir la gran harrera
de aduanas que liene á la Francia aislada de sus
vecinos, y proceder á la reforma de las tari-
fas de 1822.


Esto evitaría el monopolio del mercado inle-
rior, y los judíos son muertos con el monopolio.


22




- :338-
No quieren, pues, morir; que primero mue-


ra la Francia.
Nada importa que la Bélgica necesite los vi-


nos, el aguardiente, los jabones, los aceites, las
sedas, los artículos de modas y novedades fran-
ceses.


Ni tampoco que ofrezca en cambio á la Fran-
cia, su hulla, cuya concurrencia abarataria el
combustible, muy caro para el pobre, y daria
algun plazo á la devas~acion de sus bosql1es.


Ni que sus hierros produjeran una mejora im-
portante en la condicion del cultivador y del cons-
tructor, relativamente á los caminos de hierro.


Ni el interés de los siete millones de hombres
que viven del cultivo de la viüa.


Ni que Leon, ni París, ni Burdeos, ni Mar-
sella, ni millones de obreros de ciudades popu-
losas reclamen á gritos este tratado.


Ni que contribuyera á aumentar la influencia
de la Francia, convirtiendo en amigas á Anve-
res y todas las ciudadelas que el enemigo cons-
truyera en 1815.


Nada importa lodo esto, con tal que los altos
manufactureros esploten el sistema protector y
no se rebaje un octavo el producto de la hu lla
de Anzin, de las minas de Forchambault, de las
fábricas de Elbmuf, Roubais , etc.


Asi fue; no lo consintieron.
y los diarios encargados de transmitir al go-


bierno las órdenes de los altos hurones de la in-




- 339-
dustria nacional, le significaron la necesidad de
retirar inmediatamente el maldito proyecto de
alianza belga.


y el gobierno, viendo formarse contra él una
pequeña convencion industrial, lo retiró.


Que se presente un proyecto de tI'atado con la
Prusia rhiniana, la Uabicra, Baden, la Suiza, el
Piamontc; los mismos intereses fulminarán el
mismo anatema,


Porque todos estos paises proveen en abun-
dancia el ganado que hace falta á la agricultura
francesa, como consecuencia del desmembra-
miento de la propiedad, y se ven obligados á
ofrecerlo á la FraDcia, en cambio de sus espor-
tacioDes, de sus vinos, de sus bronces etc.


Pero seguD diceD los héroes de la proteccioD,
la invasion de las bestias de AlemaDia, seria
una calamidad tan fUDesta para la l.<'rancia como
una nueva invasion de cosacos.


Sin embargo, las tres cuartas partes de la po-
blacion de los campos y ciudades en FraDcia, es-
taD condenadas á no comer carne, por la manía
de que ha de ser nacioDal toda la que se consuma.


Para eso seria muy del caso, que la carne na-
cional fuese abordable al estómago nacional.


Pero la Dueva feudalidad no quiere conven·
cerse de esto.


Porque la D ueva feudalidad de Dada quiere
convencerse como pueda salir perjudicada eD un
cuarto.




- :3W-
De aqui esa heterogeneidad que siempre ha


presidido á las discusiones de las Cámaras fran-
cesas.


Pues es sabido que la aristocracia del dinero
se apodera de todas las posiciones, yeomnnica
su espíritu á todos los podercs.


El fabricarite de cachemires franceses, pide
la prohibicion de los cachemires (le la India y la
reuuccion dc los derechos de entrada sohre las
lanas del Thibet.


El ganadero espresa el concepto de los cosa-
cos, no quiere mas carne que la nacional.


Los manufactureros de Sedan y de I~lbmuf,
piden la prohibicion de los paños estranjeros, y
la reduccion de los derechos sobre las lanas de
Sajonia é Inglaterra.


Los que crian ovejas merinas se oponen, vice·.
verS:1 , á esta reduce ion .


Los que cultivan el lino son hostiles á la in-
troduccion de los linos y de las hilazas de Bél-
gica y Rusia.


El que fabrica telas de lino, reclama á gritos
la rednccion de los derechos de entrada sobre
los hilos de lino de Bélgica y de Inglaterra, pide
ademas la prohibicion de las lelas de lino belgas
é inglesas.


El que hila el lino á la mecánica, no siente
los dolores del que lo hila á mano, y reclama la
libre entralla de las hilazas de Courlrai y de
Higa, pero con la condicioa de que se prohibi-




- :311 -
rún los hilos de lino de Manchester y Leeds.


El que prepara los cueros, vota por la libre
entrada de 10& cueros brutos de Africa, del Bra-
sil y Buenos-Aires.


Es impío con los cueros curtidos de Rusia.
El productor de hierro> que construye al mis-


mo tiempo máqninas , pide laprohihicion de los
hierros y de las máquinas de Bélgiea é Inglaterra.


Leon tiene la superioridad en la fabricacion
de ricas telas de seda.


Burdeos no teme la concurrencia de los vinos.
Marsella vive del comercio marítimo.
Leon , pues, Burdeos y Marsella, votan por


la libertad de comercio.
Rouen, Malhuse, San Quintin y Amiens , que


fahrican }laños Ó telas, y que lemen la concnr-
rencia estranjera , votan por la conservacion del
sistema protector.


París está por la libertad, en cuanto á sus
llronces, sus perfumerias , sus modas.


París está por la prohibidon , en cuanto á los
ehah~s de cachemir.


Leon rechaza las sedas de la China ...
¿Qucreis decirme qu{~ reforma conveniente al


pueblo, qué paso en la senda del progreso pue-
de darse en este caos de los intereses industria-
les'! ¿Qué buen pensamiento eeonúmieo ó polili-
eo podrá obtener la aprobacion de los granrles
capitalistas'! '. ¿Qué alianza continental pacífica
podrá establecenc con tales elemenlos'!




-342-
Hay todavía mas:


La política del dinero es incapáz de concebir
soluciones de órden superior.


A so vista no son pueblos de importancia sino
los que venden y compran mucho.


A este principio ha sacrificado la Francia su
influencia en el mundo.


A este principio es debida la dominacion ma-
rítima y continental de la Inglaterra, so despo-
tismo mercanti1.


Pondré un ejemplo:


La Inglaterra quiere Suez.
No puede conseguirlo sin antes arruinar el po-


der de Mehemet-Alí , que habia llegado á esta-
blecer un poco de órden y seguridad en los pa-
rages del mar Rojo.


Ha quemado con este objeto las Cartas en
Oriente, y provocado una ruptura entre el Sul-
tan y el Pachá de Egipto, á fin de intervenir en-
tre el sober~TIo y el vasallo, práctica suya muy
antigua.


Al mismo tiempo tiende un lazo á la Francia
para neutralizar su accion , protectora del Pachá.


y lleva á cabo la ejecucion de Mehemet-Alí.
Aprovecha la ocasion en que la Francia es es·


cluida del Congreso europeo, bombardeando á
Deyrrouth y San Juan de Acre.


Alejandría no ha escapado á la destroccion




- 343-
sino por la sumision absoluta al vencedor y la
restitucion á la Inglaterra de la flota del Gran
Señor.


El prestigio de l\Iehemet-Alí está aniquilado.
La Francia, que habia personificado la cris-


tiandad y la Europa durante seis siglos en los
parages de Levante, pierde su autoridad.


Las poblaciones de la Siria son reemplazadas
por el yugo de los albaneses.


La anarquía reflorece en todos los parages
del Asia Menor bajo la influencia del triunfo bri-
tánico.


Yel ministerio francés de 1.° de marzocnsa-
yando lavar la mancha, cae bajo el ridículo.


La cuestion de Oriente es una gran cuestiono
Todavía no se ha terminado y está llamada


á producir tarde ó temprano grandes conflictos.
No tiene mas que una solucion pacífica po-


sible.
Es la neutralizacion del Bósforo, la neutrali-


zacion y canalizacion del Istmo de Suez, por la
decision de un Congreso europeo, que coloque
la inviolabilidad Je Constantinopla y del golfo
arábigo, bajo la garantía protectora de las po-
tencias continentales, la Francia, la Alemania,
Nápoles, Espaiía, la Prusia, la Babiera etc.,
y prevenga asi toda tentativa de usurpacion es-
elusiva de parte de la Rusia y la Inglaterra.


Pues Lien ; la faccion del dinero que dirige los




- 341-
negocio5 de Francia, ve las cosas de muy dis-
tinto modo.


«¿Qué nos im porta, dicen los altos señores del
Banco, que los ingleses se apoderen del paso
para la India, puesto que nada vendemos á ]a
India? ¿Y estos drusos y estos maronitas de Si-
ria , de que tanto se nos habla, qué es lo que
compran, qué es lo que ,enden? ¿Qué pesan las
importaciones y esportaciones de la Siria en la
balanza general del comercio?"


-Muy poco, ScIlOres mercaderes, muy poco
ciertamente.


-Pues bien; entonces ¿por qué qucrcis que
perdamos el tiempo en ocuparnos de las miserias
de estas poblaciones que nada venden ni com-
pran, cuando hay tan huenas jugadas que hacer
sobre las variaciones de los cursos de la Bolsa
de París?


-Poco á poco, señores; la cuestion de Orien-
te es Ulla cuestion de órden político superior,
una cuestion en que se hallan c.ompromctidoslos
intereses de la influencia francesa, de la huma-
nidad, de la religion católica.


-A otros, á otros con vuestros intereses hu-
manitarios y católicos. Xosotros no estamos ya
en el tiempo de Pedro el Ermitaño para alistar-
nos en una nueva cruzada. Suplicad si quercis
á l\Ir. Lamartine qae os escriba una meditacíon ...


y la Inglaterra ha consumado la ruina del po-
der egipcio, á favor de la inercia banqueril.




- 345-
Tal es el carácter de la dominacion del juego.
Tal es el carácter de la sociedad moderna.
Porque en la sociedad moderna no preponde-


ra el elemento monárquico puro, ni monárqui-
co-constitucional, ni democrático; que prepon-
dera sulo el elemento del monopolio, de la es-
plotacion de los individuos, de las clases y de
los pueblos pur una minoría solapada.


El judío ha hecho presa de todos lus Estados
y con dificultad se salvarán de sus garras.


La Europa está entregada á la dominacion de
Israel.


El Dios de Judá ha dado la victoria á los hi-
jqs de Macabeo.


Jerusaien ha impuesto el tributo á todos los
imperios.


La primera parte de la renta pública de to-
dos los Estados, el producto mas neto Jel ira-
bajo del puehlo, pasa á las cajas de Jos judíus
Lajo el nombre de illtereses de la deuda na-
cional.


Convénzase de esto Mr. Tbiers, y no haLle
mas Je la ulilidaJ de que las vastas empresas se
dividan en partes pequeñas llamadas acciones,
ni de los altos banqueros que contribuyen ú fun-
dar el crédito de un Estado ele. , ele.


Diga que es la calamidad mayor que puede
acollleccr á un Estado, á una sociedad.


Diga que esa calamidad es la que precipita la
revoluciono




- 346-
Diga que, sin saberlo, obedece las inspiracio-


nes banco-cráticas y se halla dominado por la
raza del monopolio.


Diga esto con franqueza si se atreve, y ha-
brá dicho la verdad.




DEL COMUNISMO.


Hénos aquí ya con Mr. Thiers frente por fren-
te del mónstruo contemporáneo, de ese cervero
horrible que, al mas mínimo de sus movimien-
tos, á la menor de sus insinuaciones, estremece
los cimientos de un mundo y alarma todas las
clases y poderes; de ese espectro ensangrentado
y fatídico que amenaza con su hacha descomunal
y niveladora atravesar las gargantas de los Pi-
rineos, destruir de un golpe nuestra propia casa,
despojarnos de nuestros bienes, posar su mano
de hielo sobre nuestro corazon, esclavizar nues-
tra inteligencia, fundirnos, por fin, en una gran
masa comunitaria, donde vuestros hijos se con-
fundirán con los mios de modo que no acerte-
mos á distinguirlos ¡ donde todos llevaremos un
trage tosco y uniforme á guisa de franciscanos;
donde no oiremos mas sonidos que el monótono




- 3ii8 -
martilleo dellaller y el de alguna l'ampana frai-
luna que nos llame á comer, á trabajar, á dormir;
á dormir, á trabajar y comer; donde lo tuyo y lo
mio desapart>eerán completamente; donde, es-
eepto el rezo y la abstinencia, que alli no se co-
nocerán, "i"iremos hechos unos reverendos Pa-
dres con barba luenga 1a 1 ,ez y las insignias de
la órden, siguiendo dócilmente los preceptos del
guardian; donde el crímen, en fin, de economía
será considerado como crímen de lrsaigualdad.


Asi al menos nos lo han pintado hasta aqui
los hombres de sensatez, incluso l\Jr. TlJiers. Ello
es que el rico siente t'riz:íl'sdc el cabello al oi"
esta terrible y faHdifa palabr·a: cOllltmismo! Has-
ta en sus su ellOS se le presenta el descarnado
fantasma del hambre proyectando sobre sus
velos de púrpura una sombra colosal y llevando
la mano despojadora sobre el secreto de sus te ..
soros. El hombre llonrado y sencillo tambien
condena imtinti"amenle las pretensIOnes del
monstruo. Por último, la conciencia pública se
declara de un modo esplícito contra el que tenga
la osadía de afiliarse al comunismo.


y bien hecho; porque el sistema en cuestion,
aun descargándolo de ese color tan subido que le
da, ya el espíritu de partido, ya el instinto de
conservacion; de ese cará(:ter tan ridículo por lo
exagerado con que se nos pinta, constituye en
su ciencia la especl1lacion mas ruinosa.


No creo por tanto tjlle lllcrezca la. pcna de




- 319-
derlicar como Mr. Thiers t.odo un libro á sn
mas minucioso examen. Pocas palabras basta-
rán para edificar al lector sobre el doble carác-
ter del comunismo, sus progrew8 y su acciono


El comunismo en realidad tiene dos faces,
una teórica y otra re\'olueionaria.


Considerado bajo su faz teórica nos presenta
la filosofía de la igualdad social mas absoluta.
Pero esta es en mi concepto una falsa interpre-
tacion de la naturaleza humana, porque á la na-
turaleza humana es inherente el principio de la
gerarquía, como mas atrás he indicado. Hé aqui
tambien lo que á propósito Je esto se lee en una
obrita mia:


"La naturaleza ha puesto enlre los hombres
una flagrante (lesigualdad; me sois superior ó
inferior, no podeis ser mi igual. Existe 4lesigual-
dad ell los cuerpos, en las inteligencias, en el
saber: hay desigualdad (J11e separa la ociosidad
del trabajo, la indol~ncia de la actividad, el
valor de la cobardía. Estas diferencias son ua-
turales, eternas; ley comun de la humanidad
que formará siempre y sin intcrrupcion el ele-
mento de una verdadera aristocracia. N o es con-
vencional, ni ficticia; por todas partes y siem-
pre, en todas las condiciones de la vida, en la
prosperidad como en la desgracia, lleva consigo
SI1 poder, su fuerza, su autoridad, el ascen-
diente de su propia virtud; y ni las revolueiones
humanas ni los caprichos de los homhres podrán
echarla por tierra. Tan fuerte es en la na tura-
leza la tendencia á la gerarquía que es el único




-- 350 -
principIO verdadero de justicia social (1) .»


Como se ve, esto solo constituye, por mi par-
te, una protesta solemne contra la doctrina ni·
veladora que no descansa en mas principio que
en el de una igualdad cruel, universal y depre-
siva de las facultades humanas.


V eámosla ahora bajo su faz revolucionaria.
Bajo su faz revolucionaria, la teOl'ía comu-


nista es la teoría de los pobres contra los ricos,
es el último recurso de la desesperacion, el
gran monstruo de que hemos hablado.


En efecto; el comunismo, á pesar de sus gran-
des errores, revela en su fundamento cierto
trabajo intelectual, cierto instinto de organiza-
cion: consigue cuando menos reunir y combi-
nar grandes medios de esplotacion y de econo-
mía material y acrecer la masa de produccion
siquiera la distribuya violentamente. Pero qué
diremos del sesgo que ha veniJo á darle el au-
mento de la miseria pública exaltada con la im-
pudencia del gran monopolio? Qué diremos de
ese comunismo de mala ley que conspira en los
conciliábulos del hamhre y de la desesperacion
contra todos los intereses creados, contra todos
los principios reconocidos? De ese comunismo
representado, sostenido y propagado por millo-
nes de seres que reniegan de la sociedad qua no


(t) Espíritu moderno, pág. 61.




- :351 -
les garantiza ni el derecho siquiera de existen-
cia? De ese comunismo que se distingue por la
terrible fórmula de vivir trabajando ú morir com-
batiendo? ..


Hé aqui el punto sobre que deben conver-
ger todas las especulaciones del hombre que,
preocupado por los peligros que amenazan á la
sociedad, procure conjurarlos. interesando en
el órden y enla práctica de lo bueno y de lo justo
á todos los que por una necesidad de existen-
cia material se ven en el caso de empeñarse en
las opuestas vías.


Hasta aquí todos los medios empleados con
este fin han sido completamente negativos.


"El comunismo, han dicho unos, es un mons-
truo; se necesita estermínarlo á cañonazos; todo
peligra de otra manera, hasta lo mas sagrado.»


-«No señores, hancontestadootros; lasideas
no mueren con los cañones. por el contral'io,
se exaltan mas y mas. Lo necesario es escribir
buenos libros de moral y propagarlos entre las
masas, para que conozcan su fatal estravío.»


-(<¡Disparates! replican otros; la moral no
prende en el hambriento. La teoría del comu-
nismo es una teoría inepta que ni merece los
honores de la l'efutacion. Despreciarla. ridicu-
lizarla, eso es lo mas c.onveniente. Demasiado
comprenderá el pobre con el tiempo que no tiene
mas remedio que resignarse y atravesar con do-
lores este valle de lágrimas.»




- 3:U-
-«No, no, afladen los mas prudentes; por


inepta que sea la teoría tiene muchos adeptos y
no estamos libres de un golpe de mano. El he-
cho nada tiene que ver con el derecho. Si ma-
ñana fortuna le hiciera triunfar sobre las bar-
ricadas, nada le importaria á la víctima que el
comunismo fuese un delirio, si este delirio ]a
habia sacrificado. Lo mas conducente seria pro-
mover una guerra en el esterior, y llevar á mo-
rir á tantos hambrientos.})


- «Esa es una crueldad, esclaman los mas hu-
manos; la c0nciencia se subleva contra seme-
jante idea. Lo mas natural y scncillo es que los
gobiernos ocupen en empresas de utilidad pú-
blica á todos los que no tengan trabajo.»


- «¡No seria m~lla carga! replican los filántro-
pos; organicemos bien la beneficencia y todo se
remediará.»


Hé aquí los medios propuestos para aca-
bar con el monstruo, y muy impotcntes han
debido ser, puesto que el monstruo ha ido desen-
volviendo las formas y agigantándose, á medida
se pretendia combatirlo. (1) Es verdad que la
miseria pública, que es su pasto, se ha desarro-
llado en la misma proporcion; que las crisis
políticas y económicas se han mnltiplicado; pero
la teoría comunista es muy inepta, pero tene-


(1) Por r\lspeto á la raZlln pública IiO hablo Je los medios
que han propuesto los maltusianos y otra secta repllguallte de
economistas.




- :J~):1 -
mos el recurso (le f'.'\crihir bUl~nos libritos de
moral para )0.'1 talleres \ pero poseemos grandes
p<lrques de artillería para el pobre que se ih:s-
euide ... ete. ete.


A risa moveria semejante modo de discur-
rir si no se tratara de un asunto que mas bien
inspira por su gravedad severo sobrecejo.


y al fin, esa prregrina lógica podría perdo-
narse á publicistas vulgares, que no ven mas
allá del dia presente. Pero qué diremos de un
hombre, jigante de su siglo, que escribe un li-
llro sin mas objeto que el de destruir ideas tan
disolventes y que las ataca por la sola parte que
tienen de defendible para las masas?-De defen-
(lillle !-Sí, de defendible. Voy á probároslo.
Seis son los capítulos que Mr. Thiers consagra
,,1 exámen del comunismo, y entre los seis ..
t,(l'lt~ os parece viene á decirnos?. No lo adivi-


. ? WIIS,


Nos dice, pues, lo que ya estamos cansados
ele oir y de saber: que el comuni.smo, ataca la
propiedad, la familia, la libertad persom,l, ladig-
nidad humana, las desigu31dades naturales, que
es, en fin, un monstruo. Esto es touo lo que nos
dice.-Y oS parece poco?-Yo quisiera toda-
,'ia un poco mas, s1, un poco mas; porque si no,
millones d.e seres humanos estarán en Sil Jere-
rho al replicar:


{(Nos hahlais, MI'. Thiers, depropirdad! Y qué
tenemos que ver nosotros ('on 1a propiedad?


2:3




- :154-
qué lazo nos une á esa instilucion! No veis es-
tos harapos? No veis estos rostros desencajados
por el hambre?. La comunidad al menos ofre-
ce vestirnos y alimentarnos! Ofreeednos otro
tanto y no querremos comunidad 1»


«Nos hablais de familia I a~aso nosotros co-
nocemos la familia I No sabeis que nos vemos
reducidos á dormir y confundirnos en una mis-
ma hedionda habitacion padres. madres. her-
manos y hermanas. espuestos siempre á la im-
pureza y á la corrupcion? No sabeis que toda
Duestra familia consiste en un padre que traba-
ja doce horas por dia al pie de una máquina mor-
tífera, para ir á descansar al hospital; en una
madre desconsolada que mendiga clandestina-
mente cuando falta trabajo; en un hijo que ar-
rebata la patria cuando podia ser mas útil; en
una hija que se lleva la prostitucion?. Os pare-
ce que yale tanto csta familia, que sufriremos
mas en la comunidad?.»


«Nos hablais de fibertad personal! Ah! es cosa
preciosa, sí; pero y la nuestra? Qué libertad per-
sooal creeis que tengamos, cuando todn nos está
prohibido, hasta implorar la caridad pública?
Qué fuerza prelendeis nos haga vuestro argu-
mento si no podemos, ay Dios! salir de la escla-
vitU!l de la miseria, que es la mas terrible de las
ciidavitudes? Si el dia de una revolucion, el dia
que alzamos barricadas, es tal vez el dia que
tenemos de mas libertad, porque al menos nos




- 355-
dan de comer y vivimos emancipados del despo-
tismo del hambre? .. »)


«Nos hablais de dignidad humana! Pluguiera
al cielo fuese fundada la objecioD! Pero ay que
carece de toda fuerza para nosotros! Dignidad!
dónde, en qué la tenemos? No desdeñais nuestro
trato, nuestra conversacion, nuestro saludo? No
nos Ilamais vosotros mismos canalla, gente per-
dida, vándalos etc. No nos enterrais desde niños
en el fondo del taller hasta lograr confundirnos
con la máquina? No DOS condenais á todos los
actos de miseria y degraoacion? .. Oh! venga,
venga la comunidad! AlIi al menos todos vivire-
mos iguales, y no seremos insultados por la in-
justicia y el privilegio.))


«Nos hablais de desigualdades naturales! Pues
qué! tánto las respeta vuestra sociedad tiránica?
Acaso entran por algo en las venlajas sociales?
No tencis aqui millones de seres humanos, que
estamos reducidos desde la infancia al estado
de idiotas? Cómo pues, podeis juzgar de nues-
tras aptitudes sin conocerlas? Cómo pretendeis
justipreciarlas si todavia no ban pasado por otra
prueba que la de retorcer cuatro hilos ó dar
vueltas y mas vueltas á una rueda? ..


En la comunidad al menos, si es condicion
suya como decis nivelar las aptiluces, tOC!Oi
viviremos bajo una ley por injusta que sea y
no aparecerá perjudicado ni postergado el in-
dividuo ante el privilegio qne vosotros CODce-




- :15(; -
(Icis al acaso de naccr en lales (, ruall's rool1.-
ciollcs; y allí sobre touo ... comeremos y nM
vestirán en cambio de nuestro trabajo!!»


Esto, repito, tendrán derecho á decir á Mr.
Thiers seis millones de franceses, tres millones
de cartistas ingleses, siete millones de irlande-
ses etc. etc. , y nada mas dificil que apearlos de
esta creencia por el sistema negativo; nada mas
,1¡lIcil que convertirlos al óruen é interesarlos
pn los gustos de la civilizacion, protestando que
en' la comunidad se pierue lo que ellos no
pueden perder, porque no lo poseen.


Que el comunismo es ruinoso; ya lo sabe-
mos: que el comunismo disuelve la familia y la
propiedad; tambien lo sab;emos. Que el t:omu-
lIismo es la vuelta á la barbarie; todo lo que
querais: sí; es muy malo el comunismo; pero
no basta decir que es malo, que es ruinoso. E~
preciso comprender que tan ruiDOSO y tan malo
como es, 10 ha producido vuestra sociedad ,v
vuestra sociedad lo alimenta, en los pechos dI"
vuestra sociedad se amamanta, y á influjo de
vuestra sociedad se desarrolla. El comunismo
no es mas que la espresion latente del gran
vicio de esa misma sociedad, la fórmula viva
de sus miserias, el padlon de su ignominia. Y
como el desorden y la lucha, la opresion y la
hancarola. el monopolio y la usura, la inmo-
ralidad y el materialismo, las necesidades y la
miseria pública aumentan á medida que escribís




- ;357-
mayor número de volúmenes de moral y á me.-
dida que la civilizacion aumenta el lujo y el
refinamiento, desenvolviendo los goces y mul .
tiplicando los estímulos, nada mas natural quc
el comunismo progrese, si vosotros los que ha-
blais de orden, no ofreceis á la mayoría de los
hombres siquiera las garantías que les hace en-
trever la comunidad, y os contentais con ridi-
culizar y escarnecer el fatal sistema.


No se trata, pues. ya de saber si el comu-
nismo es malo ni de pintarlo con colores tan
iombríos; Jo que importa es traer pronto un
remedio á esta anarquía social que lo autoriza á
esta incoherencia de intereses que le dió origen.
y ese remedio no estará probablemente en nin-
guno de los sistemas políticos y económicos que
hoy nos preocupan; yo al menos no lo creo.
~éame permitido concluir este capítulo, trascri-
biendo las palabras de un célebre publicista con-
temporáneo que se sienta en los bancos de la
asamblea francesa, y que deben quedar graba-
das en el corazon de todos los hombres hon-
rados.


lié aqui las palabras á que me reliero y que
van dirigidas á los filósofos y políticos:
••••••••••••••• a •• tI ••••••••••••••••••••••••••••••••••••..


«Vuestros últimos ensayos han acabado de
poner el sello á vuestra profunda ignorancia de
las cosas sociales; vosotros sois los que habeis




- 358-
producido el aumento del mál, y es tendido las
plagas; y los progresos que han podido cum-
plirse, no es á vosotros á quienes se deben; es
á la marcha de las ciencias, de las arles y de la
industria, no á vuestra altisonante ideologia.


Vuestras obras, helas aqui :
Tres millones de jóvenes degollados sobre el


campo de balalla, doce mil millones tomados á
la nobleza y absorbidos por la revolucion; trein-
ta y cinco mil cabezas cortadas, la Europa tras-
tornada de arriba á abajo, 1a Francia vencida,
reducida y siempre dominante; la guerra siem-
pre inminente, mentiras constitucionales en vez
de libertad y de fraternidad ........................ .


y por resultado de estas catástrofes sangrien-
tas, por resultado de estas acciones y reaccio-
nes terribles, despues de lodos estos movimien-
tos revolucronarios, despues de todas estas mar-
chas militares á través de la Europa, despllcs
de haber hecho en treinta años 10 que Iloma
hizo en diez siglos, y gastado, como ella, reyes,
tribunos, senadores, guerras ci,'iles y pros-
cripciones, cónsules y emperadores; dónde es-
tamos?


Estamos donde esluvo Roma cuando dejan-
do el cetro del mundo, comenzó la era de Bajo-
Imperio y abrió de par en par las puertas de
sus ciudades á la invasioD bárbara. Y la posi-
cioD es todavia mas terrible, porque hoy la bar-
barie os amenaza dentro y fuera, porque hoy la




- 359--
destruccion de la civilizacion francesa puede lle-
var consigo la destruccion de todas las socieda-
des europeas y sepultar el mundo en un pone-
llir fatal y desconocido.


Los signos generales que han señalado la cai-
da del imperio romano, se reproducen entre no-
sotros con terrible semejanza. La disolucion .se
siente en todas las partes del cuerpo social; las
leyes no tienen ya poder; sc las insulta y des-
precia, como se desprecia é insulta á Jos que
las hacen. Las revoluciones se suceden con es-
pantosa rólpidez, sin que nadie pueda cerrar el
abismo; las naciones se empeñan y se inclinan
cada vez mas bajo el peso dc las deudas públi-
cas. Las constituciones, las cartas, los gobier-
nos no lienen uno con otro diez años de dura-
cion; los llUchlos estan atacados del espíritu de
vértigo y de error que les hace tomar, por me-
dios de mejora, tópicos que no pueaen sino
perpetuar vanas y crueles agitaciones y acrece¡'
sus tormentos. Ya no hay respeto hácia poder
alguno social; toda creencia está abolida, toda
magestaJ vilipendiada, la de las naciones corno
la de los reyes, y las necesidades se multipli-
can con el lujo de los ricos y la miseria de lOi
pobres.


No hay tampoco grandes afecciones ni peusa-




.- afiO -
mientos sociales. El amor de la patria no es mas
que uu nombre que sirve para decorar intrigas
de partido, y rotular cábalas ambicfo-sas. La re-
volucioll del imperio ha absorbido casi todo el es-
pírit u nacional; la lucha de la restauracíon y la
de J 830 han gastado el resto. No hay ya facultad.
actividad, poder, sino para conquistar dinero.
Dinero!!! Dinero!!! Todo se vende, los hombres
y las conciencias como artículos de lonja ..... es
verdaderamente el trato de los blancos: es la
wnversion universal de los pueblos al dios di-
nero, el catolicismo del vellocino de oro.


El matrimonio, cuya leyes la hase de todo
el edificio civilizado; el matrimonio. que nUD-
ca ha sido respetado de hecho por los hombres,
es hoy atacado, no ya solamente por el adulte-
rio, es atacado como ley y como inslitucioD.
N uestra literatura y nuestras costumbres le abren
brecha. . . . . . . . . • . . . . .


Agiotistas, jugadores de Bolsa bao venido á
ser los árbitros de las naciones; acumulan fortu-
nas monstl'llosas formadas con los sudores y la
sangre de los pueblos, en menos tiempo del que
necesitaban los procónsules romanos para des-
pojar á sus provincias; y estos cohechos son re-
putados bueuos y legales. En la capital del mun-
do civilizado no hallareis templo donde se aloje
á Dios, ni palacio que proteja un poder respeta-
do: no hay mas que cuarteles, una Bolsa, un
centro de policía y prisiones.




- 361-
Todo ha llegado á ser venal; el espíritu mer-


cantil. que es elespiritu dominante, ha sucedi-
do al espiritu liberal, como este habia sucedido
al espíritu caballeresco. Por todas partes reina
el egoismo. Jamás este se ha mostrado bajo
todos sus aspectos, dueño tan absoluto de la so-
ciedad. Lejos de causar rubor, c;¡da uno s(\ hon-
ra con él y enseñorea. Se le saca á luz, se le
muestra sobre el pecho como una decoracion.
Es en el egoísmo en lo que se hace consistir toda
virtud, toda sabiduría. «No os ocupeis de la hu-
manidad: dejad los grandes sentimientos y las
grandes palabras; procurad casaros y haced vues-
tra fortuna.»


Hé aquí el consejo que el jóven recibe de to-
das parles; es juzgado con arreglo á esta máxi-·
roa, y si, llevado de una generosidad natural en
su e(lad desprecia esto que se !la ma su carrera.
por especulaciones de órden noble, elevado y
social, vése acusado de locura y despreciado por
todos los hombres de muntlo~ .. »


Aqui el autor d~scribe con pincel de fuego la
anarquía de todas las facultades productoras, la
incoherencia de todos los elementos sociales,
ailadiendo :


«¿Quién, pues, hará frente á esta descomposi-
cion? ¿Quién nos salvará? .. Ciertamente no será
]a metafísica, tan vana, tan hueca, con sus di-
sertaciones sobre las idells innatas ó no, y sus
disputas sobre ]a percepcion de ]a sensacion del




-362-
olorde la rosa! ¡Con su conciencia, su yo huma-
no, sus triplicidad es fenomenales; con sus siste-
mas sensualistas ó espiritualistas, sus indaga-
ciones inglesas, escocesas, alemanas, indias,
chinas, y qué se yo cuanto mas! No será la po-
lítica con sus sables, sus cañones, sus barricadas.
sus revoluciones, sus cadalsos, sus trastornos y
sus victorias sangrientas, sus constituciones que
nada constituyen, sus legitimidades, sus se-
mi-legitimidades, sus impuestos, sus emprésti-
tos y sus deudas á millares, sus leyes y protoco-
los, sus disputas sin fin y sus miserias.


No será la moral con sus predicaciones añe-
jas; la moral que ignora sobre qué base descan-
sar, y que, despnes de tres mil años de sermo·-
nes y de pretender establecer el reino de ]a vir-
tud, no ha Begado sino á hacer befar y perseguir
la virtud misma!


No será la economía política, este último
hijo de la filosofia ; hijo bastardo, caduco. ape-
nas dado á luz, y tan falso como su madre: la
economía política, esta ciencia de la riqueza de
las naciones ....• que mueren de hambre! Esta
ciencia, en fin, reducida á confesar públicamen-
te su ignorancia y su impotencia.


¡Nada será de todo esto; nada será de lo que
estravÍa, de 10 que turba, de lo que destruye,
de lo que agoniza, de lo que está enterrado!


¡Nada será del pasado!
Será un medio nueyo , porque lodo lo ellsa~




- 363-
yado es malo é impotente: será un medio nuevo
que es preciso buscar por sendas no trilladas,
si no está descubierto, y si lo está, ponerlo á
prueba.


y esto quiere decir que ninguno debe pro-
nunciarse contra una idea nueva por el mero
hecho de ser nueva; porque solo una idea nue-
va puede salvarnosl!. ..... »






CONCLUSION.


El presenleexámen refutacion de los libros
1. o y 2. o DE LA PROPIEDAD debe considerarse
~omo puramente crítico de los defectos que mas
resallan, no tanto en la citada oLra, como en la
organizacion actual de los elementos sociales.
Nada contiene de orgánico, nada de esposicion
sistemática. Su objeto principal es llamar la
atencioD de los hombres pensadores sobre los
tremendos problemas de la época, á cuya pron-
ta y pacífica solucion deben concurrir, no solo
todas las inteligencias, sino tambien todos los in-
tereses y voluntades. Porque no es ya un prin-




- 366-
cipio subalterno ó una institucion viciosa 10 que
se pone en cuestion; es la sociedad misma la que
se discute. la sociedad en el conjunto de sus
principios. de sus instituciones é intereses.


Por lo demás. ignoro si he logrado poner de
manifiesto la parcialidad con que .Mr. Thiers ha
escrito su libro. y lo injusto de la preocupacion
que desde 103 primeros tiempos viene formándo-
se contra toda idea nueva. sin mas que por ser
nueva. como si la novedad no fuera una de las
manifestaciones mas lógicas del progreso. y uno
de sus caracteres determinantes. En la hipótesis
de que lo haya conseguido, no reclamo para mi
gloria de ninguna especie. porque creo que el
libro DE LA PIWPIEDAD es un trabajo bastante
débil para que pueda atribuirse mérito alguno
á su refutacion, siquiera vaya á buscarse en mis
pocos años. El simple buen sentido basta por si
solo para apreciarlo con exactitud. Y si á esto se
añade que es muy poco ó nada lo que he dicho
de nuevo, que las armas para el combate las he
templado en el gran crisol de la ciencia societa-
ria, resultará ser hasta escasa la originalidad de
mi libro, y nulo su valor. No se me atribuyan.
pues, pretensiones que no tengo. Contentaría-




- 367-
me ¡Dios lo sabe! con haber revindicado la ver-
dad y el derecho, que eso bastaria á satisfa-
cer en mí, si no cierto amor propio del escritor,
del que me hallo por fortuna exento, al menos
el sentimiento de lo verdadero y de lo justo, que
reside principalmente en la conciencia del sen-
cilIo ciudadano.


Hubiera seguido analizando capítulo por ca-
pítulo el resto del libro DE u. PROPIEDAD, pero
despues de pensarlo bien me ha parecido que se-
ria tarca algo estéril y enojosa, atendiendo á
que, con la pretension de criticar juiciosamente
las principales teorías modernas, ji!". Thiers
hace un trabajo tan indigno de su alta fama y ta-
lento eselarecido, que no es de estrañar haya
gentes suspicaces que piensen que este persona-
je desconoc~ de un modo absoluto todos los sis-
temas sociales que en pocos años han transfor-
mado la Opinion y conquistado á su bandera in-
tereses tan respetables. Parece no juzgarlos mas
que por sus diversas fórmulas, y aun esto con
tal ligereza y nimiedad, desnaturalizando y con·
fundiendo todo de una manera tan lastimosa,
que me ha hecho dudar mil veces de aquello
mismo que yo habia leido y estudiado. Asi qUg
me parece preferible y de mas resultados consa-




- :168 -
grar un volumen esclnsivamcnle á la esposicion
y eomentarios de las diver¡,as escnelas modernai
que se dividen la opinion, porque van tomando
grandes proporcioBes matt'riales para que unas
por mas, otras por menos, todas ellas dejen de
entrar en la organizacion del porvenir. (1)


No quiero decir con esto que pretenda hacer
un buen libro, esto es, un libro en que escoja
la verdad absoluta por punto de apoyo. En épo-
cas tan estraordinarias como la nuestra, en que
se reasumen con tan espantosa energía todas las
guerras, conmociones y dolores que han desgar-
rado el seno de la humanidad; en épocas de tal
elaborar ion intelectual, de luchas tan profun-
das; entre las comenzadas ruinas de un mundo
que de viejo se disuelve, y sobre los andamios,
digámoslo asi, de otro nuevo í4ue se construye;
ante ideas tan opuestas, ante tantos y tan di-
versos sistemas, ante pasiones tan exaltadas,
ante intereses tan alarmados, ante peligros
tan inminentes, no puede srr mas crítica la si-
tuacion de un jóven que se presenta con no-
bleza á unir 511 vida intelectual á to(las la~ vi-


(1) E~te volumen, que c!lnstituirá la sP~ullda rarte de la
Cueaim Social, se repartirá ya encuadernvdo, y lo antes po-
sihie, á loe seilOres mccritf'res.




- 369-
das inlelecluale!\ de su época, sus huenas in-
tenciones á todas las huenas intenciones del mo-
mento. Su razon tiene que pasar por grandes lu-
chas internas y estemas, por grandes castigos.
por modificaciones notables, hasta llegar á dis-
ciplinar sus juicios r sistematizar sus ideas. Ne·
cio por lo tanto, y sobre necio ridículo, seria el
engañarme á mí mismo y engañar á los demás,
pretendiendo formular como apotegmas mis pri-
meras inspiraciones. Lejos de eso, ya: sea por mi
corla eJad, ya por la índole de mi época. ya
por lo humilde de mis facultades, ó á la vez
por las tres cosas, ello es que tengo la concien-
cia dara de que Mda sé, acaso porque no deba
ni pueda silber mas. En las horas de solitaria
concentracion, yo me niego y me afirmo á mí
mismo. conmigo mismo estoy en paz y en
guerra. dudo y dejo de dudar para volver á la
dnda y devorarme~en ella .... A la idea de la lm-
manidad late con violencia el coralOn, mi razon
se agita, vuela mi pensamiento, mi aspiracíon
se eleva ... Siento, picnso, comparo, lucho, es-
pero, (huI o , veo, veo todavía, y de repente ...
¡nada veo de repente sino el caos! ¡Estado hor-
rihlel ¡Anarquía interior del hombre: ¡Tremen-
das luchas de la razon! Es el medio esterior re-


24




-·370 -
flejado en nosotros mismos; e~ el individno rea-
sumiendo su época. ¡Oh! ¡Y quién será el osado
flue marche con pie firme sobre un suelo conmo-
vido! .. Yo no puedo, yo no puedo .. ! A la altu-
ra en que mi razon se encuentra, solo me es dado
comprender, pero esto perfectamente, con suma
claridad, que el mundo está levantado sobre la
injusticia y el error, y que es preciso le,'antarlo
fiobre la verdad y la justicia.


Comprendo asimismo:


Que la ley de la humanidad es el progreso.
Que este progreso se manifiesta varia pero


constantemente. .


Que ll.! aspiracion contemporánea hácia un
estado mejor es la consecuencia de ese progreso.


Que esta aspiracion universal, inmensa, de~­
de el momento que es lógica, está de acuerdo
eon la tradicion.


Que en este sentido representa nO siglo~ de
grandes esfuerzos y rudos padecimientos; 25 si-
glos de filosofía, 18 de eristianismo, tres de
ciencia y de alta industria, y las atracciones de
la humanidad vivienle que graYita poderosa há-
cia tiempos mejores.




- 3i!-
Que pretendt'r ahogar este gran desideratum


del siglo, este sentimiento arcl ¡rnte clr emanci-
pacion social que á la hora en que estamos y bajo
.listinlas formas se desprende de la conciencia de
todos Jos pueblos civilizados, es un delirio.


Porque delirio fuera tratar de impedir el cam-
llio orgánico impuesto por la naturaleza en ]a
época de ]a pubertad de los séres.


Porque delirio fuera tratar de contener el cur-
'0 de los grandes rios.


y delirio es tratar de detener el curso de la
11 ¡storia;


y delirio es querer contener el desarrollo de
};I villa universal.


Que la hora de la descomposicion ha sonado.
Que la hora de la recomposicion va á sonat',
Que en este momento de la historia, la na-


turaleza pesa sobre las sociedades humanas.
Que es una presion superior, poderosa, trans-


formadora, una ley invencible, fatal, la que lIe-
,a al mundo á su recoostruccion.


Que es la accioo omnipotente y decisiva de
sus fuerzas moleculares.


Que el hombre no es dueño de comprimü' el
movimiento impulsivo de estas fuerzas;


O que seria comprimir la pólvora en la mina
.
.




- :i72-
para alinwnlar su esplosion y SU!; t~!;lrago~.


Qne 110 pueue lilas que arreglar, dirigir {'se
movimiento.


Que en el primer caso, el torrente devastará.
(lue en el segundo, rio vivificante y tranqui-


lo fecundará las tierras del porvenir.
Que en uno y otro caso se verificará el fenó-


meno palingenésico de la renovacion.
Porque es una necesidad de la especie, enér-


gica, apremiante, natural ó providencial;
y una necesidad de un modo ó de otro hay


que satisfacerla.
Porque es ley de toda vida ascensional pro"";


gresar, desenvolverse y transformarse;
y no hay fuerzas humanas 'loe resistan á eíl-


tale,v.
Porque toda grande crea~ion es precedida del


caos;


y del caos universal de nuestros días habrán
de surgir los elementos del órden universal.


Porque la rehabilitacion, en fin, del Hombre-
humanidad está escrita de antemano por el dedo
de Dios en el libro de los destinos, y señalada
para nuestros tiempos en el cuadrante de la his-
toria.




-- 373 -
Esto, digo, es lo único qUf~ creo que sé; esto


10 único que sé que creo; esto lo que, SI Ole es-
tuviera bien, atreveríame á asegurar.


Colocado en la confluencia de un mundo qlle
1!e vá y de otro mundo que viene; ('nlre estas
dos vertientes de la historia humanitaria, mi
escasa inteligencia no alcanza á ver de un modo
claro, ni girar puede segura en los dominios del
porvenir. Mas allá del dia presente todo lo en-
cuentro confuso, en estado germinal. En los
grandes esfuerzos del genio contemporáneo creo,
sí, distinguir grandes cosas, ver acumular
preciosos materi,lles para la reconstrnccion del
edificio. Creo lilas: en medio de lallta con-
fusion de sistemas y de ideas, de es le conflicto
general tIe tmlos los elementos sociales, de este
(',hoque violento de intereses comunes, paréceme
ver la verdad pura como la antigua Venus; al
través de ese espeso muro de pasiones, de inte-
reses y de errores en que la razon corre peligro
de, estrellarse, creo ver venir un mundo rico,
libre, feliz, liberal, de atraccion, de armonía,
de justitlia, de ,'irlud •.• en contraposicion del
viejo mundo, es decir, del mundo de la miscria,
de la esclavitud, tIc los dolores, dc la f"llena ,., ,




- 371 ~
de la anarquía, de la injusticia, del monopolio,
del egoismo, de la eorrupcion y del crímen.
Creo, repito, vislumbrar este magnífico efecto
de movimiento; mi raZOll, sin embargo, necesi-
ta pasar por otras pruebas y recorrer ciertas es-
feras, antes de producirse en obras absolulas.
Pero entre tanto, y si el buen sentido y la bue-
na fé son ya de por si dos grandes elementos para
buscar ]a Verdad, dejadme, yo quiero ir en
busca de la Verdad 1 Quiero dedicarme al exá-
men detenido de las concepciones modernas, y
feliz de mí si acierto á distinguir una verdad
cualquiera de un error, un buen principio de
otro perjudicial, que por nada en el mundo cam-
biaré esta satisfaccion.


Ageno á las preocupaciones de mis dias no me
hallo dispuesto á transigir con ellas, las trata-
ré severo; porque todos sabemos la triste histo-
ria de las preocupaciones. Aquellos que ignoran
lo que es el trabajo de las ideas en la humani-
dad ó en un celebro activo, pueden hallar estra-
ños algunos eslravíos del genio de la Innovacion;
pero eleven su inteligencia sobre el horizonte
vu]gar, salgan de la esfera en que la razon ordi-
narÍa se agita y comprenderán que esos eSll'avíos,
por mas que sean deplorables, no forman menu:;




- 375-
uno de los mil accidentes que presentalllos perío-
dos de evolucion social. La humanidad en este
punto de su carrera redobla sus esfuerzos para
fonquistar el Bien, oeúpase activamente de 511
,uerte, trabaja mucho. Obreros atrevidos del ge-
nio, intérpretes secretos de la totalidad, tallau á
porfia sus piedras, trazan sus líneas, levantan sus
planos, los planos del porvenir. ¿Qué importa.
pues. que algunos de estos se resientan de arbi-
trariedad y desproporcion? .. No faltará algun
ingeniero maestro que, familiar á la ciencia, per-
feccione el edificio, determinando cop exactitud
su plan, forma y dimensiones. Lo importante es
que la humanidad trabaje, que trabaje y per-
.evere ....


SISTO CA.MAIlA.






lnlroduccion.
LIBRO PRIMERO.


l~DTCE.


Del (l(lrecho de propiedad.
De la Sociedad Moderna.-Orígen del Comunismo. H
De los Derechos del hombre. 3:l
Rases para la cuestion social.. . !SI)
Idea histórica de la propiedad, la propiedad es una ley


del homhre. • 171)
De las facultades personales dd hombre.
El hombre debe trabajar para sí, no para


opiniones sobre la sociedad actual.
Orígen de la desigualdad de los bienes.
A.tributos de la Propiedad.
De la Donacion.
De la Herencia. . .


. . 187
otro.--Dos


· 192
· 201
· 214;
.22()
· id.


t3 propiedad heredit ar ia cümplel a el estimulo del
trabajo. . . . . 222


Oe las funciones sociales del rico. . . 22t
De la estension creciente de la propiedad. . 2~\1
La propiedad encausada por .lIr. 7'hie,"s.-Los socia-


listas y la propiedad.-Argumentns del Comunismo. 21S0
Hoy el capital i mponc la ley al trabajo.-Interés real


deldinero.-Organiz8cion de la propiedad agrícola.
-Mr. Thiers y un proletario.- Condicion del culti-
"ador. . . . . . 262


Resúmen del libro primcro.
LIBRO SEGUNDO. Del secreto de la
munismo.


Conclusion.


. ..• 290
época.-Et Co-


• 30:{
• 360






FE DE ERRAT.\S.


Pllfl. Un. Donde dice.


alanoa cuestlon ..
entre la hordal del salvag •.


:;\ n
126 ~7
IH 2. todas las garantías.
H5
~57


\67 7


~ 5 que hace nos consideramos.
10 que atiende á unos intereses y


descuida á otros. . . . . .
la acci01l de ninguna ley debe


entenderse hasta el empleo
(le mis uanancios. . ...


al .marro de matarlo, si no de 202 50


227 2~
25.4 21


250 10


25
29
23


hambre,
Fio en el buen l'iterio.
Esta forma social que ,Iehe


invertir., ., . •
Sea fácil ovcriguar la proce-


dencia de las diferen!es
propiedades de las que des-
de su origen. ..


imitando loo provecbos.
constit.uye en su ciencia.
desenvolviendo las formas V


• ¡¡ir."nlándose, " modid. se
pretendia eomhatirh .


Léllsr.


ninguna cuestiono
En!re la borda del ,alvago.
todas las ganaDcias.
que hace nos consid~r.mos.
que atiende á unos interes •• y


descuida otros;
la aeeion de ninguna ley dehe


estenderse basta el empleo
de mis ganancias.


.1 amargo de matarlo sino de
hambre,


Fio en el huen criterio.
Esta forma social que debA


invi':stir.
Se. facil averiguar la prOCl!-


,Irneia de las diferentes
propiedades, de las que d •• -
llc su origen... .


limitando los provecbos.
('onstituye en su esencia.
,1rsenvolvieDJo sus rurfll8s 'f


ar,iGantándose, á me,lid. ,¡" •
se pretendia ~oDlbotirlo.