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'ilste folleto se vende á UD real 'en M adrid en las librerías de don
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,LA REVOLOCION
,y


ESTUOIO POLÍTICO-LEGAL


POR


D. JUAN lOPEZ SERRANO


tOOTOR EN L8YRS y CÁNONES, ABOGADO DBL II,GSTRE C'OLEGIO
DE MADRID, EX-F ISCA.L, BTO., ROT., ETC.


MAbRIC'
Imprenta. de Berenguillo, Huertas, le):


.
1872


-,






l.!A REVOLUCION


y


~A PROPIEDAD .
. --..': :






LA PROPIEDAD


N
J-


ESTUDIO POLÍTICO-LEGAL


POR


O. JUAN LOPEZ SERRANO


V\DOCTOR EN LBYBS y CÁNONBS, ABOGADO DEL ILUSTRE COLBGlO
...... DB MADRID, EX-FISCAL, ETC., BOT., ETC.


~


MADRID
Imprenta de Berenguillo, Huertas, 70


1872






I.


La propiedad, derecho que representa to-
dos los derechos civiles que los hombres re-
cibieran de la naturaleza y que han traido á
la sociedad para robustecerlos, buscando para
ellos garantías y proteccion; la propiedad,
necesaria al estado social, hecho constante y
universal en todos los tiempos yen todos los
paises, y que no es completa sino cuando es
trasmisible conforme á los modos prescritos
por la ciencia del derecho; la propiedad, al
grito de mueran los rz·cos, es el objeto más
codiciado de los sectarios socialistas que, fin-
giéndose legisladores de la humanidad, se
aprestan, con el puñal en una mano y la tea




incendiaria en la otra, á destruir (si pueden)
la reUgion, la familia y la propt·edad.


Hoy, más que nunca, gracias á las con-
quz·stas de la gloriosa revolucion de Setiem-
bre de 1868, y á la omnisciencia de los hé-
roes libertadores y de los gobiernos de la
monarquía democrática, que se desvelan y
sacrifican por la honra de España, la reU-
gion, la famt"lia y la propiedad son escarne-
cidas y vilipendiadas.


,Hoy, en el momento. de escribir estos ar-
tículos, es objeto de acalorado debate la"legi-
timidad de la propiedad, instinto natural
del hombre, del niño y hasta del animal;
objeto único y recompensa indispensable del
trabajo. Quién pretende conducirnos á se-
mejante aberracion, de la cual no recordamos
ejemplo en tiempo,alguno, en ningun pais,
ni en Roma, donde, al disputarse sobre la ley
agraria, se trataba únicamente de repartir
la tierra conquistada al enemigo'? Quién ha
podido crear ese estado de angustia y"de in-
tranquilidad, que nos hace ver por do quiera
masas desenfrenadas blandiendo la tea in-
cendiaria, y proyectar una horrible sombra




7


á través del siniestro resplandor de, aquella?
Los enciclopedistas!!! 1 No nos es permitido,
dentro de los límites de las columnas de
unos artículos, entrar en los detalles de la
filosofía de los enciclopedistas; muchos están
ya olvidados, y solo nos queda de ellos el mo-
numento de la revolucion francesa; ni es más
fácil tratar de sus libros, en los que nos han
expuesto un sistema completo 2. Vemos, ana-
lizando va:rias obras de Diderot, que admitia
el ateismo puro; Voltaire no entendia una
palal)ra de metafísica; reia, componia versos
y fl.uia inmoralidades; Helvecio escribió li-
bros propios para niños, llenos de sofismas,
que el estudiante ménos instruido es capaz
de refutar. No hablamos de Condillac, ni de
Mably, y pasamos en silencio á Juan Jacobo
y á Montesquieu, dos hombres de un temple
superior á los enciclopedistas.


, Comprendo bajo este nombre, no solo á los verdaderos enci-
elopedistas, sino tambien á los filósofos que les han sucedido basta
nuestros dias.


2 En nuestra obra, próxima á publicarse, con el título de Filo-
sofía politica d. la ciencia del derecho, como en un folleto que esta-
mos concluyendo de escribir acerca de La propiedad y La Interna-
cional, tratamos más completamente sobre la filosofía enciclope-
dista.




8


Cuál fué el espíritu de esta secta'? La des-o
truccion. Destruir era su objeto, destruir su
argumento. Qué nos presentaban de nuevo,.
reemplazando lo antiguo'? Nada. Dominába-
los una especie de rabia contra las institu-
ciones de su pais, que á la verdad no eran
muy buenas; pero, en fin, el que destruye
debe reedificar~ y esto es lo difícil y lo que
debieran haber tenido presente los héroes de
la gloriosa revolucion española, y habe~
sido más cautos en materia de innovaciones.
Efecto es de nuestra debilidad el que las.
verdades negativas estén al alcance de todos, .
mientras que solamente los hombres grandes.
descubren las razones positivas. Un neoio os
dará comunmente buenas razones contra un
asunto, jamás en favor.


Deseando limitarnos al objeto que hoy nos
alienta á escribir, cumple á nuestro debe~
preguntar á los hombres imparciales: Qué
han producido los enciclopedistas'? Debe lla-
mar nuestra atencion su ateismo'? Newton,
Locke, Bacon, Gl'otius eran talentos infe-
riores al autor de Jacoóo el Fatalista, al de
los Cuentos de mi primo Vadé? No enten-




9


dian nada de moral, física, metafísica y po-
litica'? Juan Jacobo Rousseau era un alma
pequeña'? Pues bien: todos creian en el Dios
de su patria, todos predicaban religion y
virtud. Por otra parte, era la opinion íntima
de su conciencia la que publicaban los enci-
clopedistas?




n.


Qué es la propiedad? Un escritor 1 que
ha adquirido en nuestros dias triste celebri-
dad por el atrevimiento y crudeza de sus afo-
rismos ha respondido: La proprz"été e' est le
vol, la propiedad es el robo. No es hoy, ni
en la época de M. Proudhon, la primera vez
que se ha suscitado la cuestion de la legiti-
midad, entablándose enfrente de una socie-
dad que se apoya en ella: esa guerra del po-
bre contra el rico parece datar desde el orígen
del mundo, la posesion de la tierra y de la
riqueza fué incesantemente perseguida por
el odio de las razas desheredadas, y que los


t !I[emol'ia d¡";[Jidll "la AC<ld.mia d. Besancon, p1r ~r. Pr'ludhcu.




H


filósofos, desde Pitágoras hasta Mably y Ba-
beuf, se han hecho muchas veces eco de esas
quejas. Platon rehusó dar leyes á una ciudad
que le pedia una Constitucion, á menos que
sus habitantes consintieran E!n poner sus
bienes en comun; esta cuestion de la comu-
nidad de bienes preocupó igualmente á Moi-
sés, Licurgo y Ariatófanes, al mismo tiempo
que se burlaba de las ilusiones de algunos
de sus contemporáneos. En Roma las leyes
agrarias, que no tendian, como se ha creido,
á repartir la riqueza individual con entera
igualdad, sino solamente á prescribir la par-
ticion de las tierras conquistadas al enemigo
entre todos los ciudadanos y á fijar un
máximurp. de fortuna que no sería permitido
traspasar, fueron una inspiracion de ese mis-
mo pensamiento de igualdad social que in-
tenta inscribirse en el Código nacional.
Quién no recuerda á los poetas, celebrando las
delicias de la Edad de oro, hablar con amor
de aquellos tiempos en que no se conocía lo
tuyo y lo mio'?


Los poetas, como los filósofos, son los tra-
ductores, los reveladores de todo 10 que agita




ó desflora el alma humana,. error ó verdad;
instrumentos dúciles, bajo el soplo de la ima-
ginacion, repiten con igual fe, ó mas bien
con igual indiferencia lo vago y lo preciso,
todos esos mn"mullos del pensamiento activo,
que se podrian considerar como los V"apores
del cerebro, y que á veces oimos dentro sin
poder definirlos. Desgraciadameate el error
es tan inherente á la naturaleza del hombre
corno la verdad, y por eso abraza todas las
ideas y todos los caprichos dei pensamiento
humano, como patrimonio unas y otros de
la humanidad 1. Así, pues, nadie duda que
la idea del comtnismo es tan antigua como
el mundo, y que nació en la cabeza del hom-
bre al mismo tiempo que la de pr~iedad, y
aún no existe una verdad sino por la nocion
que se tiene del error, que le es contrario, y
el bien y el mal son contemporáneos, puest<>
que sirven recíprocamente para definirse.


t Si nuestros lectores desean profundizar esta materia, leSe
aconsejamos lean La propriéle, por M. Thier'; B~ntham, Traite
de legisla/ion; Troplo::lg, De la proprieté d'apr&l le Cad. ciuil; Bu-
cher, His/oire parlamentaire d. la relloluNon; Proudhon, Qu'est-C<1
q". la propriéte; Esprit des lois, por Montesquieu, libro XXVI,
capítulo XV.




1:5


Al nacer Jesucristo, enmedio de una sociedad
donde la propiedad estaba consagrada, y al
aceptar el principio con estas palabras Dad
al César lo que es del César, traia, sin em-
bargo, al mundo una ley de amor, de igual-
dad y de fraternidad, que aspiraba á crear
fuera de la antigua sociedad una sociedad
nueva, de que pareció ser base la renuncia á
toda propiedad individual, y cuyo primer
resultado fué aquella comunidad de vida y
de bienes de los primeros apóstoles, aumen-
tándose cada dia los nuevos conversos, admi-
tidos á participar de los beneficios de la po-
breza comun. Desde entonces el misticismo
dió cuerpo y fórmula, una sancion á esa
negacíon de la propiedad, y la Edad me-
dia vió levantarse multitud de órdenes
monásticas que la practicaron en todo su
rigor.


Los franciscanos discutieron con calor si
tenian ó no la propiedad de los alimentos que
tomaban y, por lo tanto, debieran haberse
preguntado si tenia n la propiedad de su cuer-
po; porque como todas las ideas se hallan enla
humanidad, hubo en los primeros siglos del




cristianismo herejes para negarlo; pudiendo
deducirse como consecuencia natural que el
cuerpo era un enemigo, la propiedad del
diablo, á quien era preciso vencer y des-
truir, y lo intentaron sumiéndole en el des-
órden de los sentidos, en los excesos de
que apenas darian una idea las priapeas an-
tiguas.


Respecto de nuestra patria, cansa maravilla
la facilidad con que, los bárbaros invadieron
y ocuparon la Galia Narbonense y la mayor
parte de la España Septentrional; rapidez in-
concebible, á no recordar el disgusto é impa-
ciencia con que las provincias romanas sopor-
taban el áspero yugo de los emperadores, el
quebranto de sus fuerzas al golpe terrible de
la invasion de vándalos, alanos y suevos y la
más apacible condicion de los últimos con-
quistadores" Nuestros lectores recordarán las
Memorias de aquel tiempo, que pintan muy
al vivo cómo los ricos vejaban y oprimian á
los pobres bajo el imperio, á título de patro-
nazgo, el cual, segun Salviano, terminaba
con la pérdida de libertad para el protegido
y con el despojo de su hacienda; por cuya




razon desertaban las gentes del bando de los
romanos, mostrándose inclinadas á preferir
el señorío de los visigodos, con quienes mo-
raban los indígenas non quasi subjectl~ sed
cum f1'atribus christianis.Trocóse en el si-
g~o VIII la faz de España con la conquista
de los moros, y empezó el porfiado combate
entre el Oriente y el Occidente. Los moros
distribuian las tierras conquistadas en bene-
ficios militares, á semejanza de los germanos;
pero aq~ellos, fieles al principio de la tradi-
cion, jamás dieron el menor ensanche á los
derechos del poseedor, en tanto que éstos
luego trasformaron el usufructo en dominio;
notable diferencia de condiciones, pues si el
hijo del .desierto se consideraba como pere-
grino en la tierra que regaba con la sangre
y el sudor de su rostro, el hijo de las mon-
tañas miraba con cariño el suelo, de quien
recibia'el sustento, lo defendia como hacien-
da propia ypatrimonio de su familia, yal
cabo, redimir la tierra era redimir al labrador
de su suerte.


Las monarquías cristianas, en el discurso
de la Edad media, oscilaban entre dos prin-




16


cipios' contrarios f, la unidad y la indepen- I
dencia, esto es, la vida comun, fundada en
la participacion de las ideas, afectos é inte-
reses de los pueblos, y la vida propia, soste-
nida por los privilegios de la aristocracia y
las franquezas de las ciudades.


En la vida de las naciones hay movimien-
tos generales, como las conquistas del pueblo
romano, la z'nvasz'on de los bárbaros, el feu-
dalismo, la emancz'pacz'on de las comunida-
des y la revolucz'on filosófico-religiosa, pro-
ducida por la aparicion del protestantisnio,
movimientos que han agitado á todos los
pueblos. El feudalismo fué un sistema ge-
neral bajo el que vivió la Europa .por algu-
nos siglos. La feudalidad (independencia per-
sonal) y los concejos (independencia colec-
tiva) lidiaron entre sÍ, muy particularmente
en Europa, por el afan de obtener mayor
grado de poder, cllyas querellas daban fre-
cuente ocasion á la prosperidad de las coro:-
nas. En España los reyes dejaron de ser elec-


i Véase el artículo ¿Don Alfonso ó Don Cal'los? que publicamos
en las columnas de El Tíempo, números '146-748.




t7


tivos y dispusieron del trono como de cosa
propia, cuando creyeron que constituia una
parte muy principal de su patrimonio: el
noble señor de, la tierra ejercia jurisdiccion
en ella y se consideraba como un reyezuelo;
el hombre de la ínfima clase estaba pegado
al terruño, y de la tierra recibia su conside-
racion, y con la tierra mudaba de señor; por
eso, en las escrituras de aquella época, al
expresar los territorios que se daban, se
decia cum filiis el filiabus suis 1.


La guerra sostenida por nuestros anteceso-
res durante siete siglos contra los mahome-
tanos fué la causa de que en nuestra patria
no se arraigara el feudalismo y fuese más
fácil el levantamiento del estado llano. Esta
revolucion se verificó lentamente: principió
por los fueros, franquicias y libertades que
los reyes daban á los pueblos fronterizos al
enemigo, se robusteció con la creacion de


, Cuál fué el origen del feudalismo, elementos que lo consti-
tuyen, BU influencia en el derecho, puede examinarse en el
Discurso que escribimos para el acto de recibir la investidura de
doctor, el 16 de Noviembre de 1859, y del cual existen varios
ejemplares en la biblioteca de la Universida:l central.


, . 2




t8


cofradías y hermandades, y subió 'á su más
alto punto con la admision en Córtes del
estado llano.


Pero generalmente en la Edad media el
feudalismo se recargó rudamente sobre la
tierraj confundiendo las ideas de propied.ad
y de soberanía, hizo del poseedor de la tierra
el señor de las cosas y de las personas, unió
unas y otras con una multitud de vínculos,
enlazó l~ sociedad en una gran red de ser-
vicios recíprocos i.


La propiedad mobiliaria, largo tiempo es-
clavizada por diversos sistemas, no se dió á


t Entre los godos se conoció el vasallaje; un título entero del
inmortal código (Foero-Juzgo), tít. III, lib. V, tiene por objeto
fijar las relaciones del vasallo con so señor.


El famoso código de las Partidas consagra otro titulo para decir
cómo habian de. pagarse las 'lICh~, enmienda 6 compensación de
las heridas y distribllcion de lo conquistado. En el párrafo final
del tít. XXVI, Parto IV se da una Idea general del feudo.


Llamamos la atencion de nuestros lectores sobre las donacio-
nes reales en época posterior al feudalismo, y acerca del reinado
de los Reyes Cat6licos y posteriores hasta las leyes de señoríos.
Recllérdense las leyes de 6 de Agosto de 18U, de S de Mayo
de 1823, de 26 de Agosto de 183'7, la ley de Partida sobre mayo-
razgos, las leyes de desvinculacion, la ley de U de Octubre
de 18W, decretos de las Córtes de 111 de Mayo y 19 de Mayo
de 1821, ley de 28 de Junio de 1821, cédula de 11 de Marzo de 1824,
ley de 6 de Jonio de 1835, decreto de SO de Agosto de 1836, ley dlt
10 de Agosto de 1841 y la ley de 10 de Junio de 1847.




f9


conocer sino tímidamente, bajo el amparo
del privilegio, en los gremios de artes y de
oficios: los reglamentos de los príncipes no
la protegieron sino manteniéndola bajo una
tutela muy estrecha; sin embargo, se fué
engrandeciendo poco á poco~ y sus desarro-
llos empezaron á ser muy rápidos cuando los
descubrimientos de Cristóbal Colon y Vasco
de Gama abrieron al comercio marítimo las
grandes vias del Océano. Pero en aquella
época el poder absoluto de los reyes se ele-
vaba sobre las ruinas del feudalismo en los
principales Estados de la -Europa Occidental,
y si la propiedad se desenredaba de hecho
algun tanto de sus ligaduras, de derecho
cambiaba ae señor sin adquirir más inde-
pendencia. Luis XIV, que pudo ser conside-
rado como el representante más ilustrado y
el más convencido del poder absoluto, escri-
bia, al instruir al Delfin, las siguientes pala-
bras: Tout ce qui se trouve dans l'etendue de
nos Etats, de quelque nature qu'il so#, nous
appartient au meme titre. Vous devez etre
bien persuadé que les roz's sont seigneurs
absolus et on naturellement la disposition




20


pleine et libre de tous les biens qui Son! (
possedés, aussi bien pour les gens d' Eglz"se
que par les seC'uliers, pour en user en tout
comme des sages économes. Un siglo des-
pues, en 1809, otro soberano, no ménos ab-
sollito, decia en una sesion del Congreso de
Estado: La propriété est inviolable: N apo-
leon lui meme,' avec les nombreuses armées
qui sont d sa dt'sposUion, ne pourrait s'em-
parer d'un champ ear vz'oler le droz"t de pro-
priété dans un seu'!, e'est la, violer dans
ious.


Sus actos no fueron todos perfectamente
conformes con su teoría; sin embargo, esta
declaracion revela el progreso realizado· en
Francia desde el siglo XVII al siglo XVIII ...
En el siglo XIX se pone en duda la propie-
dad, ¿por qué? Algunos años há los hombres
que atacaban en Francia al gobierno fundado.
en 1830 se dividían en diferentes clases. Los
unos, no queriendo destruirle, sino salvarle,
no colocaban la cuestion en la forma misma
de aquel gobierno, sino en su marcha. Pedian
la libertad verdadera, la que afianza los ne-
gocios del pais, contra la doble influencia de




!t


. la corte y de las calles,· una sabia adminis-
tracion económica, una poderosa organz'za-
don de la fuerza púbUca, una política pru-
dente pero nacional. Otros deseaban la
república, aunque sin atreverse á decirlo.
Los más impacientes tendian á la república
ron ménos disimulo, y para adoptar un len-
guaje hablaban sin cesar de los intereses del
pueblo, olvidados, escarnecidos y sacrifica-
dos. Otros, queriendo hacerse notables de
una manera más visible, afectaban despre-
-ciar todas las discusiones políticas, pedian
1ma revolucion social. Qué analogía de
tiempos!


Una revoludon social! Basta quererla
para realizarla? Y aun cuando se contase con
la fuerza necesaria para tamaña empresa,
fuerza que se puede adquirir agUando al
pueblo que padece, es preciso encontrar ma-
teria. Es preciso tener una sociedad que
l'éf()rmar. Cómo emprender esta obra, si hace
mucho tiempo que está reformada? Ah! Am-
bicionais la gloria de realizar una revolucion
social! Existen hoy las mismas causas'? Hoy,
que la propiedad está desprendida de todos




~~


los elementos políticos y teocráticos, que la'
prop%'edad no pertenece al jefe del Estado,
como vicario de Dios, ni á los señores feuda-
les por derecho de conquista 6 de usurpacionj
que ha pasado á las manos de los que la
cultivan ó la han comprado á costa de un
trabajo anterior, no es un desafío ,lanzado
contra todas las opiniones recibidas venir
repitiendo que la propiedad es un robo? Pero
tranquilicémonos, El autor de esta máxima
no se propuso otra cosa que llamar la aten-
cion del público, por medio de una frase bru-'
tal, por la caricatura de su idea .. , Desde la
batalla de Alcolea, lo mismo que en la me-
morable de Guadalete, desplomóse el trono,
perecieron la verdadera libertad y sus leyes,
y en todos los ámbitos de España resonó un
quejido de dolor; si viviera Alfonso el Sabio
nos recordaria aquel célebre Llanto de Es-
paña en que el ilustre monarca, cinco siglos
despues, deploraba la catástrofe con los tier-
nos y elocnentes rasgos del idioma de su
tiempo, E llantos dolorosos e alaridos Es-
paña lloró", aquí peresció el entendimiento~
e el enseñamiento de las leyes de la santa




25


fe, e los señores e los padres todos perescie-
ron en uno!... 1


Desde la gloriosa revolucz"on de Setiembre
de 1868 no se ha dejado de agitar cuanto se
puede á las masas populares, y por qué'? Hay
en ninguna parte algun horno, algun mo-
lino feudal que suprimir? Hay caza que no
podamos matar cuando viva de nuestras
tierras'? Hay otros censores, como no sea la
multitud irritada, ó la dictadura que la re-
presenta'? Hay incapacidades de religion ó
de nacimiento'? Hay.otra desigualdad que la
.del talento, que no se. puede imputar á la
ley, ó la de la fortuna, que se deriva del de-
recho de propiedad? Ensayad ahora, si. po-
deis, una noche del 4 de Agosto, erigid un
altar de la patria, y decidnos, qué vais á
llevar á él'? Abusos .. Oh! ciertamente no fal,:"
tan, pero algunos abusos sobre un altar de
la patria erigido al aire libre es demasiado
poco; es necesario llevar á él otras ofrendas ...


I C,./1,.ica de España, por D. Alfonso el Sabio, páginaJ 202 y
siguientes.




lIT.


No nos es posible, dentro de l-os estrechos
límites que nos hemos trazado, ocuparnos
del único método verdadero que se debe se-
guir para demostrar los derechos del hombre
en sociedad, ni examinar la universalidad y
derechos fundamentales de la propiedad, ni
euándo es trasmisible, y medios de verificarlo
conforme á las leyes; puntos todos de la
mayor importancia, pero que deben ser tra-
tados en publicaciones especiales, ó en libros
·de derecho. Siguiendo el curso de nuestro
pensamiento y procurando llenar el deb.er
que nos impone el título con que hemos en-
.cabezado estos artículos, continuemos.


Hoy, que nos hallamos en plena revolu-




i5


don, el principio único y salvador de la so-
ciedad, el catolicismo, deja de ser aplicado
al individuo y á la familz'a de una manera
tan completa é Íntima como en épocas pasa-
das, Hace cuatro siglos que la Europa, ex-
ceptuadas algunas regiones septentrionales,
era toda católica; hoy no lo es la mitad de
ella, y la otra mitad solo á medias: hace
cuatro siglos la indisolubilidad del vínculo
{}onyugal era la ley universal de la familz'a;
hoy se halla legalmente establecido el divor-
do en la mitad de Europa: hace cuatro siglos
el suicidio, supremo atentado que revela en
los que de él se hacen culpables la extincion
del sentido moral, era casi desconocido de
las sociedades cristianas; hoy ha llegado á
ser tan comun ese crímen que ya nadie fija
su atencion en semejante delito y tiene has-
ta sus apologistas; bajo este triple aspecto
está hoy aplicado el catolicismo á la socie-
dad, á la familia y al z'ndividuo de una ma-
nera tan completa como en otro tiempo?


Hace cuatro siglos no existia la conspira-
,cion general del talento y del genio contra
la fe y las costumbres; hoy la Europa, y




26


particularmente en Pari~, Florencia y Ma- (
drid, millares de espectadores aplauden la
representacion y el triunfo de 'las pasiones
más peligrosas: millares de inteligencias es-
tán inundando la Europa. con obras en verso
y prosa, en que no hay crímen contra Dios,
contra la Iglesia ó contra las públicas potes-
tades que no tenga su disculpa y hasta su
apología, En nuestra España hubo en otra
época jerarquía social, libertades públicas y
conciencia pública tambien; no se turbaba
la paz mas que en la superficie, en el órden
de los hechos, y no en el de los principios,
de modo que las disnastías tenian un maña-
na y los pueblos un pOl'venÍl': hoy ha des-
aparecido toda jerarquía social compuesta de
elementos naturales é históricos; las liberta-
des públicas han sido absorbidas por la cen-
tralizaciofi; la conciencia pública, alterada
ó extinguida, tan solo acrimina á la torpeza
ó á la desgracia, y los fundamentos de la
familia, de la propiedad y del órden social
se hallan minados hasta en lo más hondo,


En los ánimos. y en las calles está perma-
nente la revoluciono La monarquía de Es-




'J7


paña, vacilante en el trono de los Recaredos,
Alfonsos y Felipe II, parécese á los marine-
ros colocados sobre los mástiles de un navío
durante la tempestad. El ruido del trono
que se hundió ayer anuncia casi siempre la
caida del trono que se hundirá mañana. Los
pueblos, llenos de descontento, alimentan en
el fondo de su corazon el odio á toda superio-
ridad; la codicia de todo género de goces, la
impaciencia de todo freno y la única garantía
del órden y de la tranquilidad sociales es el,
redoble del tambor y el clarin de guerra.


Apesar de esa fuerza imponente, un ins-"
tinto secreto le dice á España que, como Bal-'
tasar, enmedio de un festin, con la c<"pa del
deleite en la mano, puede perecer. Heroes
de la revolucion de Setiembre, qué habeis
hecho de la honra de España? Dónde están
las preciosas conquistas con que alucinábais
los pueblos en aquel célebre Manifiesto de
Cádiz?


Hoy imperan el naturalismo en religion,
la centralizacion política, el despotismo de
los procónsules en las provincias, la corrup-
cion en el sufragio, el desprecio de la auto-




i8


ridad, cualquiera que sea su nombre, el robot
o I


el asesinato, el ~'mperio tenebroso de las so-
ciedades secretas, el reinado visible del sen,.
sualismo, la inseguridad indz'vidual, todos
los grandes síntomas de decadencia asaltan
á nuestra vista.


Para decirlo todo de una vez, la emanci-
o pacion progresiva de nuestra patria de la
tutela del catolicismo, su salida del órden
divino y la total sustitucion de la soberanía
del hombre á la de Dios, la deshonra de la
familia, el ataque á la propiedad, la carencia
absoluta de los únicos y salvadores principios
de gobierno: ved aquí el carácter distintivo
de hoy, ved aquí la revolucion, ved aquí
el mal.


Sí: tal es, desgraciadamente, nuestro modo
de ser social; las doctrinas proclamadas por
los enciclopedistas, que, segun. hemos dicho,
su único objeto es la destruccion, ocupan
un lugar preferente en las circunstancias
actuales. Hoy Platon, Tomás Moro y Cam-
panella, tipos que representan los jefes de
las escuelas socialistas, no dejan de ser ad-
mirados, y cualquiera creerá que los utopís-




!9


tas modernos tratan de copiarlos, por más
que no se hayan leido los unos á los otros.


Tendiendo al mismo objeto, la invencion·
de un órden social completamente nuevo,
procediendo por el mismo método, la imagi-
nacion absoluta, y arrastrados, por consi-
guiente, con frecuencia é idénticas visiones,
los utopistas y socialistas difieren, sin em-
bargo, en un rasgo, que marca entre estos
hijos de una misma familia una distincion
profunda. Los utopistas, de los que ya hemos
indicado los más famosos, fueron visionarios
solitarios, más cuidadosos de la idea que de
la práctica, que aspiraban únicamente á esa
propaganda natural é insensible que todo
autor de buena fe desea ejercer publicando
sus pensamientos. Seguramente se puede
señalar en la historia del siglo XVI la in-
fluencia funesta, y muchas veces sangrien-
ta, de las utopias sociales. Los eruditos y
filosófos aplaudieron en un principio los des-
varíos de Tomás Moro, pero retiraron sus
elogios en cuanto vieron á la luz de las ho-
gueras levantada la bandera del comunis-
mo por los campesinos de la Suabia, por los




50


anabaptistas de Zurich y de Munster y por I
~odos los feroces continuadores de los wicle-
fitas, lalardos y husitas que en el siglo an-
terior habian aterrado y asolado la Ingla-
terra y la Bohemia. La historia de la filosofía
no es mas que una serie de proc9sos de ten-
dencia. Tomás Moro, lejos de ambicionar el
papel de jefe de escuela 6 de partido, tuvo
sin embargo la precaucion de declarar t que
sus ideas no eran realizables.


Los modernos utopistas se empeñan, por
el contrario, en llevar adelante sus con-
cepciones. Declarándolas al punto practica-
bles, se muestran impacientes por arrastrar
á las masas: devóralos un proselitismo ar-
diente, y no desprecian medio alguno de
propaganda,' solo que los unos quieren con-o
vencer á los hombres sobre la excelencia de
sus planes, y son los socialistas filósofos, y
los otros apelan á la perfidia y á la violen-
cia, y éstos son los socialistas revoluciona-
rios 6 anárquicos, que segun dicen se llaman


1 ES.Jai sur les utopies contemporaines, por Cleophas Dareste,
Thése, 1843, pág. 40.




5i


hoy internacionalistas. San Simon y Fourier
fundaron, por decirlo así, la primera de estas
escuelas, Baboeuf y su triste raza pertenecen
á ,la segunda.


Rousseau,Mably, Brisot, Linguet, Con-
dorcet y otros cJlestionaron acerca de los
principios del órden social, pero, en general,
los filósofos, aun los más temerarios, se limi-
taron á criticar como de paso la propiedad y
la familia, sin pretender organizar la socie-
dad humana sobre un nuevo plan sistemá-
tico. Silvano Marechal y Anacarsis Clootz
son los primeros que declaran una guerra
funosa á las ideas de Dios y de patria. Dios
es el mal, repite más tarde Proudhon.


Despues que la Asamblea constituyente
satisfizo en parte los deseos emitidos por
M. Lambert, especulando con la miseria pú-
blica, que crecia con la tempestad revolu-
cionaria, el socialismo demagógico levantó
la cabeza. Por mucho tiempo fué atacada la
propiedad en las Asambleas parlamentarias,
en los clubs y por medio de la imprenta.
Despues de Baboeuf, feroz lictor que lleva las
hoces sangrientas, el hacha y la tea de la




5!


demagogia, el socialismo se trasforma en I
oscuridad, y no aparece á la luz hasta la
revolucion de 1830.


San Simon y Fourier son los autores de
esta metamorfosis completa. Tanta cuanta
era la admiracion y simpatía que afectaba
Baboeuf por los foragidos de la demagogia,
así era la adhesion que estos dos jefes de nue-
vas sectas rivales profesaban á los hombres
y á las consecuencias de la revoluciono No
por medio de la violencia, sino por la pro-
paganda persuasiva, pretenden realizar ·1as
teorías de asociacion. Lejos de querer derri-
bar al gobierno, se lisonjean con las quime-
ras de convertirle á sus ideas.


Siempre que leemos á Fourier cruza por
nuestra imaginacion el recuerdo de Sweden-
borg, aquel célebre visionario del último
siglo, que s~ empeñaba en hacer creer á todos
que conversaba con los ángeles, describiendo
al mismo tiempo todas las magnificencias de
la Jerusalen celeste, los palacios de mármol
incrustados de oro y de brillantes, los jardi-
nes encantados, la conferencia que dice pre-
senció en los cielos, y la entrevista á que




33


~bie.nasistió enelrnundo espiritllal,.y ce-
lebrada por Pitágoras, . Sócrates, Lutero,
Calvino, X(lnofonte, Sixto V, Luis XIV y
Newton. Entre el utopista y el visionario,
entre Fourier y Swedenborg hay mucha
semejanza, la misma intrepidez en las afir-
maciones, la misma riqueza en la invencion
y sus detalles.


Fourier ambicionaba no parecerse á nadie;
N-apoleon quiso imitar á César: Fourier no
quiso reconocer á ninguno, mejor dicho,
eüró su gloria en .parecerse á sus dos tipos
(segun él), á Jesucristo y á Newton, por la
condicion de resumirlos y engrandecerlos en
su persona. Comment, decia Fourier, pour-
rai-je outrager mes deux guides? Fourief,
al establecer cierto· paralelo entre la doctrina
proclamada por Jesucristo y la: suya, creia
decir algo nuevo, sin acordarse que en el
siglo segundo del cristianismo el obispo Pa-
pias predioaba la fundacion de una Jerusa-
len celeste sobre la tierra, con todos los goces
que· pudiera crear la más brillante y poética
imaginacion.


San Simon y Fourier se unen por una
3




M


aversion á la escuela revolucionaria, creán-
dose entre ellos un punto de contacto. Apro-
vechándose los sansimonianos de las liber-
tades políticas conquistadas por la revolucion
de 1830, se entregan á una propaganda
activa; escriben libros, periódicos y folletos;
levantan tribunas y cátedra~; revestidos de
un traje simbólico, recorren la Francia, la
Bélgica, la Suiza. Almas generosas, can-
sadas del escepticismo liberal, se dejan lle-
var de la promesa del Nuevo Cristianismo,
anunciado por San Simon. Literatos, poetas,
artistas, jóvenes poseidos de ese vértigo que
acompaña á las revoluciones, son seducidos
por la esperanza de felicidad y de ciencia
que la doctrina nueva prodiga á sus adeptos.
Sin embargo, la relajacion de la moral, la
emancipacion de los ' sentidos y elliberlinaje
dogmático yacen en el fondo de estas teorías
engañosas.


Al mismo tiempo que los sansimonianos
y los falansterianos que les sobrevivieron


. levantaban la bandera política de un socia-
lismo de la clase media, literata y semi-
erudita, ciertos republicanos excitaban el




3l)


descontento de las masas, y daban un co-
mentario violento á la metafísica de los vi-
sionarios. Este republicanismo social nació
despues de la revolucion de 1830 y se pro-
pagó con el auxilio· de las publicaciqnes po-
pulares de la Sociedad de los derechos del
homhre y de la Sociedad de los amigos del
pueblo.


Reanudada la tradicion babouvista, tuvo
lugar el sangriento motin de 1839, y el 1. o de
Julio de 1840 se reunian en un banquete
celebrado en Belleville mil doscientos co-
munistas: el ciudadano Vellieus, sastre, be-:
bió brindando por la real y perfecta igual-
dad sodal; Rosier, peluquero, por la igual
reparticion de los derechos y de los deberes,
es decir, la comunidad de los trabajos y de
los goces; el ciudadano Selnet; botinero, por
el triunfo definitivo de la comunidad, úni-
ca pt'enda de la feliddad de los hombres;
el ciudadano Lallemand,por los montañeses
puros.


Mientras tanto, el táctico y prudente
M. Cabet pretendió separar el comunism9
de las vías de la violencia, yen su V~'aje á




36


Icaria prometiaá sus' discípulos la satisfac-
cion de todas sus aspiraciones. Los progresos
del socialismo anárquioo hubieran sido poco
profundos sin la intervencion de M. Luis
Blanc, quien en su Organizacion del tralJajo
habló el lenguaje popular, y su fórmula fué
considerada como un trabajo positivo de fácil
mejora. Desde entonces, el socialismo revo-
lucionario viene trabajando en Europa, sien-
do descubiertos sus abominables proyectos
y organizacion satánica y denunciados sus
criminales deseos por los' gobiernos deZurich
en 1842 y el de Neufchatel en 1845.


Despues de la revolucion de Febrero, el
. partido socialista es el más ardiente y el más
temible, y los adeptos á la escuela enciclope-
dista y los admiradores de Proudhon no cejan
ni desisten de elevar su soberbia ó su fortuna.
sobre las ruinas de España, arrebatar á sus
hijos su bienestar, y hoy, dadas las circuns-
tancias presentes, segun la opinion pública
murmura, esperan recorrer pronto el cami-
no cuyos términos fatales son la m~'seria y
la'muerte.




IV.


No. podemo.s .méno.s de reco.no.cer"'que, en-
tre lo.s filóso.fos socialistas, uno.s so.lo. han
tratado. de hacerse po.pulares aspirando. á do-
minar las masas, y o.tro.s, co.nmo.vido.s pro.-
fundamente po.r lo.s males que afligen á la
sociedad, han querido. y desean aplicarles un
remedio.; pero. han hallado. la fórmula'?


Sin salir de nuestra pobre España, exis-
ten alguno.s ricos, pero. ménos de lo.s que se
cree generalmente; en la clase media hay
gente aco.mo.dada, pero. no. muy numero.sa, y
po.r último., un número. infinito. de perso.nas
que no. po.seen mas que lo. necesario., y mu-
cho.s que so.lo. tienen el amparo de las bue-
nas almas. To.do.s sabemo.s cómo. vi ve gene-




38


ralmente el pueblo del campo: centeno, pata- I
tas, algunas legumbres, un poco de tocino,'
carne (rara vez la come), y trabaja todo el año'
al sol y á la lluvia, que .nieve ó que hiele,
y todo por cuatro ó seis reales de jornal.


El pueblo de las ciudades, cuyos apuros
son ménos constantes, tiene momentos en
que dúplica sus salarios, y entonces vive con
cierta holgura; pero apenas la imprudente
industri~, que se disputaba sus brazos pa-
gándolos muy caros, descubre el exceso de
produccion, deja de ocuparlo y se ve amena-
zado de una horrible y penosa miseria.


Los fabricantes y comerciantes, colocados
en una clase superior .á la del artesano, se
detienen tambien y ven desaparecer sus ga-
nancias. El rico alguna vez no Tecibe ya los
réditos de los capitale,s, padece como los de-
más; el fabricante, cediendo á una ambicion
imprudente, sufre quiebras espantosas; los
criados y dependientes, artesanos, agentes
de todas clases son víctimas de la suspension
de. pagos; el banquero que ha prestado sus
capitales suele verse confundido en la ruina;
el mismo rico, sin catástrofes mercantiles,




59


entregado á sus propios impulsos, cae de la
cúspide de la opulencia y termina su exis-
tencia en el destierro, en la cárcel, ó tal vez
emplea el rewólver como instrumento para
suicidarse, huyendo de los horrores de una
espantosa miseria.


Se pretende mejorar semejante estado,
segun las leyes vigentes de. la naturaleza
humana? Oh! venid cuanto antes, traednos
vuestras luces, vuestras invenciones, y las
discutiremos. Quereis cambiar las condicio-
nes del universo'? quereis, para que el hombre
no sea pobre ni rico, suprimir el estímulo
que lo hace trabajar'? Para que no padezca,
suprimir la libertad'? Os diremos, si obrais
de buena fe, que no conoceis la naturaleza;
os diremos, si sois facciosos, que intentais
reclutar soldados entre los que padecen con
impaciencia.


El corto número de ricos, ese número no
tan pequeño, pero no muy crecido, de perso-
nas acomodadas, comparadas con el inmenso
número de los que no tienen mas que lo ne-
cesario, ó ménos que lo p.ecesario, aleja la
idea de poder mejorar la suerte de los que




40


tienen poco por medio del repartimiento de I
las propiedades de los que tienen mucho.
Á ninguno se proporcionaria el bienestar,
yse habria conseguido destruir en todos el


. ardor con que se lanzan a producir, ese ardor
que ha sacado á la sociedad del estado en
que se encontraba en la Edad media, para
colocarla en el estado que hoy se halla.


No pretendemos sostener que el mal no
exista; nos falta mucho para llegar al ver-
dadero progreso, pero nadie podrá .nega,r la
mejora debida á la majestuosa marcha del
tiempo. Ahora mismo, hoy, no existen bas-
tantes males, que inundan. de amargura el
corazon de los hombres de bien'? Indudable..
mente. Pues bien, entre los sistemas inven-
tados, el comunismo, suponiendo al género
humano dispuesto á dejarse despojar y en-
cerrar en el falansterio, disminuirá una
mitad ó tres cuartas partes de la suma del
trabajo humano, suponiendo el motivo que
incita al hombre á trabajar'? Será el derecho
al trabajo'? Será suprimiendo lascontribu-
ciones, arruinando el Erario público más de
lo que está, aumentando el precio del pan




"1
para rebajar el del vino, el mejor .medie
para suprimir los padecimientos populares1
Quién ha descubierto el modo de conseguir
que nuestros campesinos coman carne en
vez de patatas, trigo en lugar de centeno'?
que el jornalero de Madrid no carezca nunca
de trabajo'? que los hijos de la clase media
encuentren todos empleos proporcionados á su
talento'? que la suma del jornal ó del sueldo
se duplique'? Nadie, porque semejante secre-
to no lo posee el h.ombre, y hasta ~hora Dios
no ha concedido la felicidad que se busca
por. tan extraños caminos· sino á l~s paises
prudentes, bien gobernados y que respetan
las leyes de la naturaleza y de la razono


Hojeando las páginas de la historia se
observa cómo el bien reemplazó al mal,
cómo el trabajo, emancipado de muchas tra-
bas, iluminado por la ciencia, llega á ser
más activo, más fecundo; bajar el interés de
los capitales, disminuir el precio de los ob-
jetos de consumo, aumentar el jornal del
trabajador é inocularse la aflcion á la eco--
nomía. No se conoce ya· el camino que nos
dirige al bien'? Y cuál es éste'? Un aumento




de actividad en el, trabajo agrícola, mercantil(
é industrial, que proporciona la prosperidad
general y que no puede nacer mas que de la
prudencia del gobierno, del órden en el Estado,
de la paz entre todas las clases de la sociedad.


Hablad á las masas ellenguaje contrario del
que se emplea para atacar el órden social sin
comprenderlo. Nadie duda la existencia del
mal, y es preciso pensar en disminuirlo. Es
preciso convertir el pan negro en pan blan-
CO; esas legumbres impreg,nadas en un poco
de tocino, en carne; esos harapos, en un
buen vestido; esa choza fétida, en una casa
bien edificada; esa ignorancia brutal, en una
apacible inteligencia de las cosas; esa estú-
pida envidia, en una fraternidad sincera;
pero es preciso hacerlo con el tiempo, é in-
tentarlo por medios experimentados y cono-
cidos i. Sin empargo, conviene no dejar ig-
norar á" ese pueblo que, aun despues de
haberse verificado todos estos cambios, su
corazon no estará satisfecho, sino lleno de
dolores á veces insoportables.


t Thíers.




43


No se halla hoy muchísimo mejor que en
la época de la Edad media, que en la época
de la lepra, de los contagios, de las hambres
generales, cien veces mejor que bajo Luis XIV,
Luis XVI y Napoleon? Pues bien! escuchad
esos gritos de dolor que lanza por todas par-
tes, escuchadlos, suprimid esos mismos gri-
tos, y aún quedará un largo y continuo
gemido. Pero qué es ese gemido? Es un ay!
del corazon humano. Penetrad en los siglos
más remotos: pasad del feudalismo al impe-
rio romano, bajo el imperio romano elegid
la felicidad de los Antoninos, el prolongado
reposo de Augusto; pasad á Grecia, visitad
aquellas opulentas ciudades, la brillante
Atenas y la rica Corinto; bajad otra vez por
la corriente de los tiempos, recorred los dos
hemisferios, del indolente indio, del laborioso
chino, que se alimentan con un poco de
arroz; volved á otras naciones, surcad el
Océano, recorred del uno al otro polo esa
América, que se adelanta como. dos grandes
islas entre los dos Océanos; observad, en
una palabra, la universalidad del género hu-
mano, escuchad todo lo que dicen los cora-




44


zones; no existe un dolor comun en el fo.nd~
, de todos ellos'? Entre tantos y diferentes


hombres, cuál es el que posee lo que desea'?
cuál es el que no tiene delante de sí, ó los
dolores de la vida que empieza, que está
sembrada de trabajos, ó los dolores de la vida
que desciende hacia la muerte, como el sol
hacia el horizonte, y á los deseos próximos á
apagarse une los vagos temores del fin que se
aproxima, temores amargos en el hombre
de escasa inteligencia, solamente tristes para
los espíritus superiores, pero mezclados para
éste con otros mil dolores que no conoce el
de escasa inteligencia'? Si queremos conven-
eernos de ello, dejemos al pobre que tiene
frio, hambre y sed; vamos á casa del rico,
que no tiene hambre, que duerme en mullida
seda, que pisa alfombras cubiertas de tercio-
pelo. No tiene hambre, no tiene frio, es ver-
dad, está satisfecho; pero contemplad su
fisonomía agitada: sabeis lo que hace'? Desea
nuevos tesoros, el poder que le disputan,
quizás el honor que le ha arrebatado un in-
sulto, ó está próximo á perder todo lo que
tenía, ó ha perdido una hija, una hija á quien




45


adoraba, una m~jerá quien queria. Se os
figura que ama ménos porque es rico'? La
observacion de la naturaleza humana prueba
que padece con más fuerza', porque su alma,
ménos atraida exteriormente por el padeci-
miento físico,. se halla más concentrada, y
en est\l concentracion se agita y se atormenta
más~ Cuanto ménos padece el cuerpo más
padece el corazon.


Dios ha colocado en todos esa terrible
igualdad en el padecimiento, en todos ese
mismo resorte en el alma humana que, opri-
mida por el mundo, se resiste, se doblega,
vuelve á levantarse, se doblega otra vez, no
cesa de gemir. Y no se diga que Dios es un
tirano: ese dolor que á todos nos ha impuesto
es una prueba inevitable, necesaria y recom-
pensada ampliamente en la eternidad. La
religion, que va más allá que la filosofía, la
religion, único remedio para todos los males
de nuestro espíritu, que de las necesidades
de nuestra alma saca una subHme conjetura,
que es un deseo para el que no cree comple-
tamente, una certidumbre para el que tiene
fe, la religion os dice: padeced, padeced con




46


humildad, pacieÍl.cia y esperanza, mirando á
Dios, que os espera y que os recompensará.
Así convierte todos los dolores en uno de los
percances del gran viaje que debe conducir-
nos á la última felicidad. Y entonces el dolor
no es mas que una de las penalidades de este
viaje inevitable y, si hace padecer, tambien
viene en pos de ella un consuelo inmediato,
que es la esperanza. Así es que esa poderosa
religion que se llama cristianismo ejerce en
el mundo un dominio constante, y se lo debe,
entre otros motivos, á una ventaja que solo
ella posee entre todas las religiones;. sabeis
cuál es'? La de haber sido la única que ha
dado un sentido al dolor. El espíritu humano
ha tenido con ella más de una disputa sobre
sus dogmas, pero ninguna sobre su moral,
es decir, sobre su manera de entender el
corazon humano. El paganismo no pudo re-
sistir la primera mirada de Sócrates ó de
Cieeron, porque, consistiendo esa religion en
leyendas fabulosas, graciosa poesía más bien
que religion, historia de las pasiones, de los
amores, de los placeres y de los pesares de
los dioses, no era mas que una historia de




4.7


reyes colocada en el cielo. Como historia era
una falsa crónica, GOmo moral un escándalo.
Pero la que vino despues y dijo: no hay mas
que un Dios, el mismo que ha padecido y
padecido por vosotros; la que lo enseñó en
una cruz, subyugó á lGS hombres, corres-
pondiendo á su razon por la idea de la unidad
de Dios, y tocando su corazon por medio de
la deificaéion del dolor. Y, cosa admirablel
ese Dios que padece, representado en una
cruz en la agonía de la muerte, ha sido mil
veces más adorado por los hombrss que el
Júpiter tranquilo, sereno y tan majestuosa-
mente hermoso de Fidias.


Hablad al pueblo como le habla la religion.
Sin debilitar en él el justo sentimiento de los
derechos, sin adular la inercia ó mala volun-
tad de los que le gobiernan, decidle, sin em-
bargo, que existe para todos una suma in-
evitable de dolor, que se encuentra en ·la
esencia misma del alma humana, que no es
el rico quien se la ha enviado, sino Dios
quien la puso en él como el resorte que debia
arrancarle á la ina0Cion para precipitarlo en
la accion, es decir, en la vida.




v.


Vous ~tes dans ce monde eomme .. des
étrangers. Allez au Nord et au' Midi, ti
l'Orient et ti l'Oeeident, en quelque endroU
que vous vous arr~Nez, vous trouverez un
homme qui vous en ehassera en disant.· Ce
ehamp est a moi ... Certes; e' est la une gran-
de misereo .. Chacun a droit de eonserver ce
qu' il a; ehae'un a droit d' aequert'r, par son
travaz'l, ce qU'il n'a pas .. , Affranehissez
done votre travaz'l, affranehissez vos bras.
Así habla M, de Lamennais en las Paro les
d:un C'i"oyant, el autor de un Essai sur
l'indiferenee en matlere de relig~'on, en la
cual hizo creer por el momento que un U1ie-




49


vo Bossuet iba á conmover el mundo con su
palabra sublime; M. Lamennais, que fué
bajo la restauracion el más hábil defensor
del catolicismo, llegó á ser despues de la re-
volucion de Juliosumás implacable enemigo;
M. Lamennais, anunciándose como profeta


. del cristianismo revolucionario, del nouveau
christianisme, anuncia cómo se va á realizar
la reforma social, pronunciando palabras ex-
trañas en la boca de un sacerdote, yal inten-
tar el profeta revolucionario anunciar á los
pueblos el verdadero código social se expre-
sa con las anteriormente subrayadas: algu-
nas parecen serlafórmula de un llamamiento
dirigido á los obreros contra la sociedad. El
mal, quese consideró aparente á fines de 1829
y principiós de 1830, se manifestó desde lue-


• go en los dramas que se representaban; des-
pues invadió todos los ramos de literatura,
la historia, la poesía, la· novela,la filosofía.
La historia degeneró en la glorificacion de
los hechos cumplidos y de la fatalidad, y se
quiso hacer acomodaticia ante supuestas ne-
cesidades políticas, la ley moral que todo
hombre lleva escrita en el fondo de su con-




50


ciencia; la poesía degeneró en materialista;
la novela deificó las pasiones humanas; de
negacion en negacion, llegó al ateismo.


Aquel amor á la novedad, aquel esprit que
se llamó romanticismo, tuvo una fuerza tan
impulsiva que penetró hasta en la misma
Iglesia. Un periódico religioso y algunos li-
bros de devocion confundieron en cierto modo
el espíritu filosófico con el espíritu de la fe,
llegando á alarmar justamente á los obispos
de Francia. La Iglesia, admirablemente dis-
ciplinada, corrigió iilstantaneamente el mal;·
pero al lado de la Iglesia, y en hostilidad
contra ella, se levantó otra Iglesita, tan pe- <
ligrosa que ocultaba: bajo las <más nobles y
seductoras formas, las ideas antisociales.
Aludimos al cristianismo revolucionario.


Hoy no falta en nuestra España quien se
sirve de Jesucristo y del Evangelio como de
una palanca poderosa para destruir la socie-
dad; en este momento no es raro oir á algu-
nos hombres, que no tienen fe ni religion,
proclamarse los adoradores de Jesucristo, y
pretender que solo ellos poseen el dogma y la
ley sagrada. Si atacan la famüia es en nom-




1st


bre de Jesucrz'sto; si atacan la sociedad, pro-
clamando el comunismo, es tambien en nom-
bre de Jesucristo; si atacan al principio de
autoridad, si se le combate sin descanso en
su .personificacion religiosaó política, es siem-
pre en nombre de Jesucn'sto, Es llegado el
caso de arrancar esa bandera y demostrar el
peligro de las ideas proclamadas por sacerdo-
tes blasfemos é improvisados,


Hoy deben los hombres honrados, cual-
quiera que sea el partido político á que perte-
nezcan, los hombres de verdadera ilustraci~n
y ciencia, las clases conservadoras, todos,
en fin, los que se interesen por el sosten de
la sociedad, deben, repetimos, defender la
religion, la familia y la propz'edad: todos
debemos aunarnos y desilusionar las masas,
á quienes pretende engañarse mostrándoles
ese gran libro, que no está escrito ni en pa-
piro, ni en papel, ni en pergamino, ni en
piedra, ni en bronce, sino en la naturaleza,
y hacerlas ver cómo el hombre de las selvas
es dueño del fruto del árbol bajo el cual ha
fabricado su choza, del pájaro que ha derri-
bado con su flecha y de los peces que ha re-




5!!


cogido con sus redes. Por medio del periódi-
co, del libro, del folleto, en la tribuna, en la
cátedra, propagar el verdadero orígen de la
propiedad; cómo al formarse las sociedades ó
al entrar en ellas el que antes erraba por la
soledad las leyes no han podido ménos de
reconocer los derechos naturales derivados
de las facultades propias del sér humano. La
propiedad no es hechura de la leYi le pre-'
cedió sin duda, yel acto de su reconocimien-
to ha sido su partida de bautismo y la con-
fesion de su anterioridad. La ley no puede
quitar lo que no dió, no puede destruir lo que
no es su obra; no puede desheredar, en uso
de la autoridad paterna, á la que nació antes
que ella, y no puede ser su hija.


Se nos argüirá: el derecho de propiedad
es desigual entre los hombres, y no todos
la tienen. En esta parte se ha dado un gran
paso, y para conocerlo no hay mas que
fijarse en la feudalidad, que ha sido la cuna
de la propiedad en la edad moderna. Todos
sabemos cuál fué la condicion del pueblo
durante aquel régimen, y, sin embargo, en-
tonces se ostentaban más que nunca 1& fide-




53


lidad y el religioso desempeño de las pala-
bras y juramentos. Aquel estado no fué una
organizacion, sino una tras misio n á otro más
civilizado y perfecto.


Vinieron los comunes, que emanciparon" á
'los reyes del poder de los señores, y se eman-
ciparon á sí propios; vinieron las cartas de
municipalidad, y despues la libertad cual la
con~cemos ahora. Todo ha salido de aquella
situacion informe, llena de privilegios y de
abusos, como sale el sol que alumbra la tierra
de las densas sombras de la noche que le ha
precedido.


y enmedio de todo, la noche de la Edad
media tenía astros y armonías, que le daban
cierta belleza. Habia en ella un perfume de
honor, delicadeza y caballerosidad que ele-
vaba las almas al lado de la servidumbre y
del general abatimiento. Habia un no sé· qué
de grande y de heroico, que daba al vasallo
más dignidad que hoy se encuentra tal vez
en el señor. Sentimientos puros del corazon,
qué os habeis hecho'? Adónde habeis huido'?
Por qué la civilizacion y la cultura os han
arrojado de entre nosotros, cuando sois tan




consoladores y tan bellos'? Apenas os com-
preñdemos en esta época de degradacion y
de egoismo.


La legislacion y la sociedad dieron un gran
paso al fijar otros medios de trasmision: y al
revestir al que recibia una tierra de un ca-
rácter sólido é independiente. Á la par del
censo enfitéutico, resto de las antiguas cos-
tumbres, con su tanteo, con su laudemio y
con sus trabas, han nacido otros contratos,
que traspasan la propiedad entera yabsolu-
tamente, y que permiten al que la recibe
decir:


Esto es mio, y solo mio.
Comentando las palabras subrayadas al


empezar este artículo, estamos conformes en
que cada cual tiene derecho á conservar lo
suyo, sin lo cual nadie poseeria lo suyo, y
que cada cual tiene derecho de adquirir
con su trabajo lo que no tiene, sin lo cual la
pobreza serta eterna; las aceptamos de buen
grado, así como rechazamos aquellas en que
formula el autor del Livre du peuple ellla-
mamiento hecho á los obreros contra la so-
ciedad moderna. Qué sería de la sociedad si




55


se permitiera el despojo, y si se concediera á
la fuerza, á la astucia, á la sinrazon apode-
rarse de lo que han adquirido la aplicacion y
la laboriosidad en. largos años de penalidades
y de fatigas? Qué nombre mereceria la legis-
lacion que consagrara esta expoliacionabomi-
nable para establecer un repartimiento y una
igualdad que serian un sueño, y cuya reali.,..
zacion, así como él, no podia durar mas que
una hora?


Si queremos á los pueblos quietos y sose-
gados, démosles pan y hagámosles felices.
Vírgenes están todavía tierras dilatadas, que
solo sirven de habitacion al lobo y á la ser-
piente; caminos, puentes, canales, puertos,
obras, desaguar lagos, poblar soledades, todo
está casi por hacer, en tanto que el honrado
pueblo, á quien se halaga por los discípulos
de los enciclopedistas y por los modernos co-
munistas, cruzado de brazos en señal de un
ocio que detesta y maldice, pide jornal y ocu-
pacion constante, porque no hay dia alguno
Em que él y su familia no necesitan comer.
Qué hace hoy el Gobierno en pro de ese pue-
blo á quien tanto aduló la víspera de arrebatar




i)6


el poder por los medios que la historia publi-
cará al mundo civilizado yal porvenir de las
naciones'? Qué medios emplea en pro de ese
mismo pueblo, qué manantiales de riqueza
ha abierto la revolucion de Setiembre para
que el que es pobre hoy, como hoy, mañana
y siempre, pueda con su trabajo y con sus
ahorros reunir un modesto capital'?


Unámonos todos los que formamos parte
del pueblo, pues la union es el remedio he-
roico para todos los males: únanse todas las
clases conServadoras para realizar el bien
del pueblo mismo y poder contrarestar los
efectos terribles de la incansable propaganda
socialista revolucionaria, de esa secta que en
en su dia proclamó: La propriété c' est le
vol,. lt mariage ou la famz'lle c'est la pros-
titution,' Dieu c' est le mal: únanse todos los
hombres independientes que se encuentran
sumidos en una punible indiferencia y satá-
nico egoismo. Veis la fuerza que lleva un
buque de gran porte cuap.do surca veloz-
mente las rizadas olas del Océano, recibiendo
el fuerte soplo que arroja un recio viento so-
bre sus velas desplegadas'? Veis la fuerza que




57


manda una máquina montada al vapor
, cuando toma todo el impulso posible de este
po?-eroso agente'? Veis la fuerza de un caba~
110 en su desbocada carrera, 6 la de la bala
que arroja el cañon hacia lejanos horizontes'?
Veis la fuerza con que corre un tren sobre
la superficie tersa de un camino de hierro'?
Plles todas esas fuerzas son nada si se las
compara con el poder vuestro, clases conser~
varioras! Haya por parte de todos abnega~
cion heroica para rechazar la inmoralidad
política, venga de donde venga, ciérrese el
córazon á todo estímulo hostil ó desdeñoso, é
impere solo el ardiente afan de salvar á todo
trance la religz"on, la familia y la pr~piedad,
verd'aderos fundamentos de la idea patr~·a.


Una palabra más antes de conclllir: En los
gobiernos despóticos se manda por el terror
á los libres, por el amor á las leyes, que ha-
cen, el bien de todos, ha di9ho Montesquieu.
Hé aquí una máxima antigua que da el sín-
toma y el carácter distintivo de la situacion
presente. Para mandar por el miedo es nece-
sario romper todos los vínculos sociales y
hollar los principios más santos de la huma-




nidad y de la justicia. Frecuentemente con-
funden los gobiernos la energía con la bru-
talidad, y olvidan que .esta última se vuelve
siempre contra el mismo que la ensaya.
Perseguir las ideas es ennoblecerlas; sacrifi-
car á los hombres es abrir una página san-
grienta en que el odio imprime sus recuerdos,
remitiéndolos el dia de la venganza. Hombres
que regís á España, no olvideis el consejo
que encierran las palabras de Montesquieu.
Recordad todos los que de políticos os enor-
gulleceis que para gobernar conviene tener
presente la alegoría del dios Jano, á quien la
mitología pinta con dos caras: una mirando
atrás, para ver en lo pasado provechosas lec-
ciones y útiles escarmientos; otra hacia ade-
lante, para asegurar con la prudencia y el
acierto los caminos del porvenir. Para ad-
quirir el poder se necesita la union. como
primera circunstancia entre los que profesan
las mismas ideas, y la union se hace impo-
sible en tanto que se vuelve la vista hacia
donde no debemos, atizando con la memoria
rencillas y odios que deben.extinguirse para
siempre; la queja no es el remedio. Todos 110-




:i9


ramos las consecuencias de errores comunes,
que ninguno sin injusticia pudiera atribuir
á un partido solo. Si nos envolvemos en re-
criminaciones y cargos, cualquiera podria
decir, con el Autor del cristianismo, para aca-
llar el enojoso rencor de los adversarios: El
que se crea sin falta arroje la primera pie-
dra. No 01 videmos la historia, ni las amargas
burlas que repiten las sociedades; recordemos
todos que Arístides fué desterrado,-y uno de
sus conciudadanos votó el destierro solo por-
que estaba cansado de oirle llamar justo; que
Focion es condenado á beber la cicuta, y tie-
ne que pedir prestado á un amigo el dinero
para pagarla; la misma suerte tiene Sócrates,
y Jesucristo muere en una cruz. Entretanto
Sila acabó sus dias contento y feliz, rodeado
de placeres, aunque manchadas las manos
con la sangre de millares de víctimas.


y por qué hoy la voz del débil no ha de
ser escuchada? Por qué para- el pobre no ha
de haber leyes protectoras, y sí solo indife-
rencia y desden'? El justo mendigando su
pan ... Porque, qué balanza tienen los hom!..
bres para pesar la virtud'? El malvado lleno




60


de honores y nadando en riquezas ... Y qué
diremos de los hop.ores'? Cuántos de los que
los ostentan los han merecido'? Pero no Con-
tinuemos, porque no faltará quien diga que
vamos á causar un efecto contraproducente
al que nos hemos propuesto. Y por qué'? El
que llaJIla la tempestad no es el que da el
aviso y el consejo para que se conjure: se
teme que en la tormenta que se cierne sobre
nuestras cabezas se hunda el buque en que
se encierra la injusticia; pues hojea4 las pá-
ginas de la filosofia, de la historia, y recor-
dareis que existe una Divinidad que hiere
con su vara al opresor y que co~ otra levanta
los pueblos del polvo en que aquel los piso~
teaba; esa Divinidad va recorriendo las na-
ciones: pued~ t:1rdar, pero llegará al fin.


A los hombres de patriotismo y buena fe
toca calcular el peso del actual infortunio y
las ventajas de la union, que pudiera librar-
nos del justo temor que se apodere de los
que verdaderamente amamos la relz'gion, la
familia y la propiedad. Ninguna situacion
hay desesperada, y las situaciones políticas
cambian muy fácilmente cuando se obra con




6i


una completa abnegacion y con plena con-
fianza en el triunfo de la justicia. Trabajad
y esperad: tales son las palabras que encier-
ra la suerte del hombre, y de cuyo cumpli-
miento depende el porvenir. Fijos nuestros
ójos en ese porvenir, nuestro COl'azon en lo
presente y nuestra memoria en lo pasado,
aspiremos á contrarestar los incansables es-
fuerzos de la demagogia, y en vez de irritar
los instintos de la plebe sembrando entre sus
incautas y sencillas masas la ambicio n de
una rápida fortuna y el odio á las altas cla-
ses, .enseñadlas con el ejemplo la obediencia
al principio de autoridad, el amor al trabajo,
la práctica de las virtudes cristianas, la mo-
rigeracion de las costumbres, el estudio de
las artes y de las ciencias. Predicad al pueblo
sus .deberes cuando proclameis sus ·derechos,
porque el pueblo, que se cree soberano, con la
pretension de mandar y de no obedecer, dice
el profundo filósofo y eminente publicista
Donoso Cortés, si al hacer uso de esa sobera..;
nía escrioe hoy la tabla de sus derechos con
tinta, la borrará mañana con sangre. Per~
ded los que hoy' nos gobernais la manía de




62


creer que solo vosotros quereis y buscais la
libertad y el progreso. Nadie que sea cris-
tiano deja de desear para sí y sus semejan-
tes el progreso y la libertad, porque el cris-
tianismo es desde su aparicion en el mundo
ley de libertad y de progreso, y la civiliza-
cion no es otra cosa que el progreso y la li-
bertad. No olvideis que todas las clases con-
servadoras, el pueblo que paga y sufre,
aspiran al establecimiento de un gobierno
pacífico, en que se premie el mérito y no la
osadía, en que el principio de autoridad sea
un dogma y la revolucion un imposible, en
que se progrese sin destruir y se ilustre sin
desmoralizar, en que se combata la impiedad
y se enaltezca la religion, y, por último,
terminaremos con el consejo de nuestro res-
petable y querido amigo el Sr. D. Ramon
Campoamor, que da en su ingeniosísima obra
titulada El personalismo, cuando dice: Es
menester no dar un derecho á quien nece-
sita un bozal, ni dar un bozal á quien ne-
cesüa un derecho.


pUAN J.0PEZ ~ERRANO.


Madrid 26 de Octubre de lB72.