LA :GN 1854, POR D. CRISTINO HARTOS, I)OR DON ANSELIIO SANTA COLO~IA. MADRID:...
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:GN 1854,


POR D. CRISTINO HARTOS,


I)OR DON ANSELIIO SANTA COLO~IA.


MADRID:
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--"'\j\,.",! "',:,,\ DlPRENTA DEL COLEGIO DE SORDO-MUDOS Y DE CIEGOS.


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INTRODUCCION.


1.


tJSTAl\IOS en Agosto de 1804: once aI10s van pasados desde la fecha de
funesto recuerdo para la libertad cspaI101a, de 1845, Y al cabo de tan
largo periodo de tiempo han vuelto las cosas del Estado casi al punto mis-
mo donde quedaron entonces, y se ha llamado a dirigirlas al hombre á
quien se lanzó de aqui con escándalo, y se ha (}(lspedido con ignominia á
la muger á quien se trajo precedida de las aclamaciones de la victoria y
cubierta de las vestiduras del triunfo. Hemos tenido, pues, un largo in-
terregno durante el cual ha enmudecido la verdad, ha sido hollada 12 ra-
zon, mofada la libertad y escarnecida la decencia, y se han levantado tro-
nos a la iniquidad, á la fuerza, a la corrupcion, á las liviandades y al sa-
queo.


Por lo demas, ni un solo paso ha dado Espafia en todo este tiempo por
el camino de la vida, ni un principio se ha manteBido, ni una ley se ha
respetado, ni se ha creado un sistema de gobernar, sino es el de vivir
hoy y no pensar en mafiana, mandar, mandar siempre y á toda costa,
desmoralizando primero el ejército, intentando luego corromper el pais y
comprometiendo despues el trono.


La dominacion moderada no ha sido mas que un suefio; ¡ pero un
sueno bien funesto y bien largo 1 dormíamos entre cieno y al despertar




IV
medio asfixiados nos ha sido fuerza renovar entre fuego y sangre el aire
de nuestros pulmones!


Así habian trabajado al pueblo espaüol sus funestos gobernanLes, de
tal suerte le habian oprimido y sacrificado, tanto habian hecho por matar-
le, que ya le miraban cadáver; pero vino la libertad y sopló en el cora-
zon de aquel cadirrer, y le dijo como Jesus á Lúzaro, <<levúntate.)


H.


¿Qué ha sido del pais duranle este interregno reaccionario? ¿ ya que
tanto ha perdido en el órden moral, se ha engrandecido materialmente,
ha ganado algo en riquezas y bienesLar? le ha valido para reponerse de
sus quebrantos, le ha apron~chado para cicatrizar sus llagas, ese alto de
once años que mal su grado, le han forzado ú que haga) en la marcha
que acababa de emprender, por el camino del progreso? ¿Qué se ha hecho
de los principios del partido moderl,Jo? ¿qué ha sido del partido mismo?
Cuando pura de pasiones políticas, desnuda de odios y pren~ncjones, pero
armada de severidad y de justicia, venga maüana la historia Ú Jledirle
cuenta de sus once aüos de manao ante el tribunal de la posteridad, ¿qué
razon dará de sus acLos, qué podrá esponer en descargo de su condueta?


Los que hemos vivido en medio de las miserias pasadas, participa-
mos sin querer de las pasiones presentes y no podemos ha]agarnos con la
idea de ser enteramente imparciales al escribir de cosas que hemos visto
y al juzgar hombres que hemos conocido, que ayer vivian todavía en el
mundo político, que acaso no estan muertos hoy, y que no es imposible que
resuciten maüana. Pero si la juventud que no ha podido mezclarse mucho
al juego de las pasiones políticas, es, si no prenda de acierto, garantía de
buen deseo; si algo aprovecha el tener amor á los principios, pero no
aborrecimiento por los hombres, acaso alcance yo ú no ser del todo injus-
to en estas páginas que ofrezco, y puesto que alguna yez me estravie el ar-
dor de mis convicciones cuando hable de cosas, jamás el odio volun/arlo
presidirá a mis juicios tratándose de personas.


y es justo advertir desde luego, que no se pueden confundir unos con
otros todos los hombres que han servido hasta aquí bajo la enseña del mo-
derantismo: las líneas que escribí mas arriba antes se refieren á ciertos
hombres que no ú todos; mas hacen relacion á los que en estos últimos
meses pertenecian aun al partido moderado, que á los que de hecho,




v


aunque no lo hubiesen dicho, habian ya abandonado sus filas. TocIos, es
cierto, han trabajado en la obra de traer al pais á tan lastimoso estado;
todos son responsables, pero la responsabilidad no puede ser solidaria:
los (Ille son puritanos desde el 46, no pueden confundirse con los que
aceplaron y defendieron por única ley, el sable de Naryaez: Narvaez
mismo nada tiene que ver con Bra\'-o Murillo y sus continuadores: todavía
estos son menos culpables que Sartorius y los polacos.'


Antes de venir al punto donde ha de comenzar mi trabajo, á la últi-
ma y célebre yotacion del Senado, necesito dar mi pobre opinion sobre
ciertos sucesos y sobre ciertos hombres, para esponer los enlaces que
marcan el paso de la idea revolucionaria, que se ha ido elaborando ella sola
desde 1845, hasta manifestarse tan clara, magníficaé irresislible, en. 1854.


nI.


Subió Narraez al poder, y sobre las ruinas del edificio tan trabaJosa-
mente comenzado tÍ le'-antar por el partido progresisla, puso el cimiento á
la nuera siluacion que le reconoció por gefe, gracias ú ciertas cualidades
de car¡'lCter y aun de temperamento, que, en circunslancias como aque-
llas, le hacian muy ú propósito para el mando, y le constituian en algun
modo en el ILOmbre necesario de su partido. Recelaba este y no sin razon,
que habia de durar poco en el mando, porque luego qlie el pais se hu-
biese repuesto do su sorpresa, habia de dar lugar al descontento que ya
sordamente se manifestaba, el cual, ó se lenia que aplacar gobernandit
bien, que era lo mejor, ó sacudiendo recio, que era lo mas fácil: por
esto sill duda acudieron los moderados al segundo espediente, y así fué
lógico que obraran, porque á una situacion de eslricta legalidad, que aca-
so debió su caida ú serlo demasiado, tenia que suceder otra situacion en-
teramente contraria: habian ,'enido los moderados en nombre del órden á
derribar la libertad; esta se apoyaba en el pueblo; aquel, segun ellos lo
entendían, tenia que apoyarse en el (~jército: escarmentados de yer cuán
poco habia durado una siluacion de libertad, pensarón salvarse creando
una situacion de fuerza.


La flter;:;a J pues, sintetiza todo el primer periodo de la domina-
cion Narvaez.


Íbase ya confesando insuficiente esta base para mantener la situacion,
y aunque un movimiento reprimido aquí, una insurrcccion castigada allá




VI


y cierta calma silenciosa engendrada por el miedo, (la ~ual, con harta
vulgaridad pero con sobrada juslicia ha solido compararse á la tranquili-
dad de las tumbas) acreditaban de bueno el sistema de la fuerza, no
pudo desconocerse sin embargo que creciendo el número de los descon-
tentos llegaria á ser peligroso combatirlos de frente, y aun daria lugar el
funestos resultados. lIabia en Francia, por fortuna de nuestros gobernan-
tes y desgracia del pais, un político nombrado Mr. Guizot, y una escuela
llamada doctrinarla: tll"a principio de esta escuela, practicado por aquel
ministro, que no habia fé política que no cediese delante de un destino, ni·
virtud moral que no se dejase corromper por el oro: hallaron bueno Pi
principio nuestros gobernantes, y determinados á ponerlo por obra, ellos
que ya babian trabajado mucho el espíritu público, desarmando la Mili-
cia, enca~lenando la imprenta cada dia con una ligadura nueva, reforman-
do la ley fundamental del Estado, y ahogando muchas yeces la libertad
de la tribuna, diéronle ahora el último golpe, inaugurando aquel famoso
sistema de corrupcion, que ha ido creciendo cada momenlo, hasla pene-
trar en las entral1as de la sociedad y gangrenarla de arriba ú abajo.


Empezó la corrupcion por arriba y no tardó en es tenderse por todas
las clases: el matrimonio de la reina pareció buena ocasion para desbor-
darse, y diéronse entonces hasla la prodigalidad y f'1 csc,'lOdalo, á mi-
nistros, á militares, á diputados y ú funcionarios públicos, y á sus her-
manos, y á sus mugeres y á sus hijos, títulos, cruces, bandas, grados,
fajas, entorchados y empleos. Comenzó á tenerse el pudor por inútil es-
torbo, y al insulto de la fuerza, junlóse el escándalo de la corrupcion.


Pero allí, donde pensó hallar el partido moderado su salvacion en-
contró su pérdida, pues en aquel punto brotó la division en sus filas,
desarrollándose el gérmen de ella, que ya llevaba encerrado en su seno.
Algunos hombres del partido, ó mas preYisores, Ó mas amigos de la de-
cencia, formaron fraccion aparte, aunque sin abjllrar del lodo los prin-
cipios escritos en su bandera: eran estos, si bien pocos en número, res-
petables casi lodos por su carácter y enLcndimienlo, aunr¡lle poco libe-
rales en el fondo, y amigos de gobernar con la Constitllcion de 4·~, Y
aun á veces sin ella, segun se hacia antes, y no se ha dejado nunca de
ejecutar despues ; alguno hubo que se alistó entonces en aquel partido, y
se ha alistado de·spues en otros, siendo siempre una calamidad para la
España, donde dejará. su nombre un recuerdo de horror para todos los
buenos.




YU


Suuió c.stc partido al poder con notables demostraciones de alegría
tic parte del pueblo, que fundaba en él alguna esperanza para lo veni-
dero, y veia por lo menos en lo presente un desahogo de las opresio-
nes pasadas. Turo el pueblo el desahogo, pero no se realizó su esperanza,
porque el ministeriu puri tano, que no dejó de hacer algo malo, no tuvo
tiempo para ejecutar nada bueno: vivió poco, hablándose tanto de las
causas de su muerte como se habia hablado de las de su nacimiento,
aunque á la renlad, sin averiguarse nada cierto, sino es, que ni las Cór-
tes le llevaron al lado de la Reina, ni tampoco le apartaron de él; cosa
que luego ha vuelto á suceder tantas veces que no hay quien se baya es-
traIlado de ella. Dicese que á cierta inOuencia secreta debió su caida y que
á la misma habia debido su ascension: si es n~rdacl, poco honor hace á
aquel ministerio el haber entrado por tales medios en Palacio, y es justo
(lue corrrsponcliese su muerte á su nacimiento.


Yolrió de nuevo la situacion á .\anaez, y esta vez apareció en el ga-
binete, como papel de fuerza, el señor SarLorius, mas adelante Conde de
San Luis. No entra en mi propó~ilo , ni cabe en los límites de esta reseña,
hacer la rclacion detallada de sus actos: su política de ahora fué su polí-
tiea d~ ante,;; eorrupeion y fuerza: solo que ahora la fuerza se vistió de
sangre, y de cieno la corrupcion.


EsLe sistema habia producido sus frulos: trabajado el pais por tantos
y tan inÍcuos modos, subvertido el órden de las ideas y trocada la signifi-
cacion de las palabras, muertos casi los elementos que constituian la eseu-
cia de nuestra vida política, esquilmados los cont.ribuyentes, agotada la
riqueza pública, fabulosamente aumentada la deuda, hartos los ánimos y
postrados, era imposible que conLinuara la silllacion ~arYaez, no porque
el pueblo se levantara contra ella, sino porque su nombre estaba gastado,
y la prisa misma que se habia dado en abatir, el espíritu público, habia
inutilizado á los !wmbres necesarz·~s, haciendo posible en Espafia el gobier-
no de cualquiera que por estos ó los otros medios alcanzara apoderarse
del ánimo de la Reina. Habia sonado la hora de una nueva y mas profun-
da dirision en el seno del partido moderado, y apareció como primer
actor en la escena política D. Juan Bravo-~lurillo.


Babia este sido miembro del gabinete Xarvaez, y se hallaba, al pare-
cer, identificado con tocIos los actos de su administracion; mas compren-
diemlo sin duda que ya tocaba á su término la vida del ministerio, com-
batido como estaba por varias fracciones moderadas, hizo repentinamen-




VIII


te una de esas evoluciones que tan frecuentes son en muchos políticos;
l'ompió con sus compañeros de gabinete, y se salió de él, lomando por
pretesto cierta cuestion económica de escasa importancia. Cayó l\aryaez á
pocos (lias, y fue llamado Brayo-l\furillo á formar el nuevo ministerio: fue
la subida de este hombre una de las mayores calamidades que hubiesen
podido caer sobre España, yeso que el esceso mismo del mal llegó á pro-
ducir mucho bien ú la idea rerolucionaria, consumando la dirision del par-
tido moderado y dando la señal de su próxima destruccion. D. Juan Bra-
vo-Murillo, absolutista por sus antecedentes, por sus principios y hasta·
por su temperamento, subió desde luego al poder con intento de reformar
en sentido reaccionario la Constitucion del 4·5, Y aun de prescindir de loda
Conslitucion haciendo declarar reina absoluta á doüa Isabel de Borbon.


Bien conoció las dificultades de su empresa: habia muchos y muy
poderosos intereses creados, hijos del órden de cosas existente des(Ie 181-.5,
los cuales tenian mucho que perder y nada que ganar en cual(!uier reforma
que se hieiese, por lo que naturalmente habian de oponerse ú ella, no por
amor á los principios liberales, débilmente representados en la ley funda-
mental del año 45, sino por miedo ú lo que yiniera despues: el órden de
cosas existente era el de la mayoría del partido moderado, y todos se en-
contraban muy bien con él; la ConsLilucion no podia tenerse por obstá-
culo para que nadie gobernara, toda vez que de puro infringida, aun ella
misma se hubiera llegado á estrañar de yerse respetada: era manifiesto,
pues, que siendo la reforma cuando menos inútil, habia de lener por ob-
jeto en quien la intentara, cimentar sobre ella un nueyo órden de cosas
que hiciera nacer hombres é intereses nueyos con graye daüo de los
hombres y los intereses viejos.


Consultando entonces Bravo-Murillo consigo mismo acerca del estado
del pais, viendo que los que en honores títulos y empleos habian ya reci-
bido de la administracion anterior, si no cuanto necesitaba su ambicion,
á lo menos cuanto era posible que se les diese, tenian que ser sus ene-
migos naturales; conociendo que á los que querían ser y no eran no podia
contentarse por los medios empleados por el ministerio Narvaez-Sarto-
rius, y haciéndose cargo de la principal causa del descontento que en to-
das partes se advertia, buscó una idea que satisficiese las necesidades mas
apremiantes de la situacion, y escribió en su bandera aquella famosa pa-
labra, esperanza entonces para muchos, sarcasmo luego para todos, men-
tira horrible para el pais, verdad positiva para el ministro y sus cómpli-


lO .




IX


ces, que labraron á su sombra una escandalosa fortuna: aquella palabra
era: Economías.


IV.


Hubo hahilidad en esto, y la hisLoria, (lue ticlle el derecho de acu-
sar ú Bravo-Murillo de ingrato, deslNtl y concllsionario, no podrá Lacharle
de torpe ni de necio: él marchaba á su objeto, solo que viendo lleno de es-
torbos el camino derecho, tomó una vuelta que le llerase al mismo punto:
la cuestion era llegar, aunque se llegase mas tarde.


Estaba el pais profundamente irritado contra los hombres que acaba-
ban de caer; miraba su lujo, sus saraos, sus festines, sus cruces y sus
uniformes, y al comparar todo aquello con su miseria, echaba con razon
la culpa de sus padecimientos ú las locas prodigalidades de sus gobernan-
les. En tales circunstancias mucho tenia adelantado el ministro que pro-
clamaba la economía como la primera de las necesidades, y que afeclaba
en su vesLido, en sus modales y en el menaje de su casa, la llaneza de un
hombre aman le del pueblo y enemigo del fausto y la vanidad ú que tan afi-
cionados se mostraron los de la aclministracion caida; mas como él enten-
día la palabra economías de modo bien diverso de como la comprendía
el país, hubo de acudir á otra suerte de corrupcion para adormecer el es-
píritu público, que de nuero comenzaba á dar sellales de vida. Sagaz como
un discípulo de Loyola, no acudió llravo-Murillo para lograr sus intencio-
nes ú los medios ya gastados por otros hombres; no destruyó en sí mis-
mos aquellos gérmenes de vida que empezaban ú brotar en el pais; sino
que alIado de la pasion política, débil como un moribundo que cOlnale-
ce, creó otra pasion fuerle y Yigorosa, la pasion del bienestar y de la ri-
queza: he dicho que creó esta pasíon, y no he espresado bien mi pensa-
mi~nto; la pasion estaba creada, era una cosa profundamente sentida y
ardientemente deseada; lo que hizo Bravo-:Murillo fue aprovechar este
sentimiento, dar forma á este deseo, abrir caminos que incitasen ú la sa-
tisfaccion de esta necesidad. Y cuando hubo llenado las columnas de la
Gaceta oficial con concesiones ilegítimas y escandalosas de ferro-carriles,
carreteras y puentes, cuando hubo arreglado la deuda, cuando el agio
se hizo oficial y el interés del dinero estuvo á la órden del dia, y circuló la
ponzoña del materialismo por todas las venas del cuerpo social, entonces
creyó el autor de todo aquello que la política habia muerto y que no habia




x


elementos de rt'~isten('ia en el pais, y cmpezó ú pensar sériamente en el
golpe de estado.


Empezóse á trabajar á csIe fin, de público ya y con escándalo, sin que
fuese para nadie un misterio lo que pasaba en aItas rrgiones, donde viles
aduladores lisonjeaban á la lleina con la idea que á todas horas y bajo mil
formas la repetian, de que podia y debia mandar sola, sin Constitucion
ni Córtes, que ellos ¡ los miserables I trataban de inlÍtil estorbo y entorpe-
cimiento irrespetuoso. No fue mucho que no oyendo sino palabras de es-
ta especie, no respirando sino esta atmósfera de mentira, se indinase el
ánimo de la lleina á seguir los torpes consejos del mal espafíol J' rapáz mi-
nistro que entonces regia, por desgracia, los destinos de la nacion; mas
como quiera, el rumor que circuló muy acreditado de que, lejos de oponer
resistencia á la reforma, estaba la Reina muy complacida con ella, disgus-
tó al pueblo ele modo, que ya comenzaron ;i tocar su persona las murmu-
raciones que antes ~olo tenian por objeto á los ministros y á la duquesa ele
IHánsares , causa á la sazon, como siempre, de casi todos los males que
aquejaban al pais.


y era tanto mas racional este clesconteilto , cuanto que estaba fun-
dado en una verdad yulgarísima, que andaba en d entendimiento y en
la boca de todos: si Isabel J( tenia en d trono alguna si3'nificacion era la
de representante vira de la libertad, por cuyos fueros, enearnados en
ella, se habia lidiado sieLe años contra los L~érciLos de D. Cárlos: no ha-
bia sido ciertamenle ]a idea de la legilimidad la que habia llevado al com-
bate a millares de ciudadanos; poco se cuidaba el puehlo de que esta ó la
otra persona le gobernara, pero mucho le importaba mantenerse en la po-
sesion de las preciosas garantías que acababan de darle, míen tras conquis-
taba otras mas ámplias y verdaderas. No se habia, pues, combatido por
Isabel, sino en cuanto era personificacion de la libertad. Por esto el pueblo,
que no concebia sino á Isabel liberal , se irritaba contra Isabel absoluta; y
los carlistas, que no concebian el absolutismo sin D. Cárlos, solo acepta-
ban con gusto la reforma, porque detras de (\lla vcian á Montemolin.


Quedaron, pues, aislados Jos hombres de la siluacion) que recibieron el
apodo de absolutistas de Isabel II.


La pasíon por las riquezas y las comodidades materiales no habia sido
poderosa a apagar del todo la aficion á la vida política: asustado con esto
Bravo-Murillo y con la derrota que sufrió en las Córtes de 1852 con oca-
sion de la constitucion de la mesa, las disolvió apenas reunidas; y no




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ntreyicndosc á dar por dCl:rclo la reforma de la Constitucion) la echó á
volar por medio de la Gacela, dando el pretesto de que queria que el pais
formase su juicio sobre ella, y en realidad con ánimo de ganar tiempo.
Solo así se esplica la prohibicion que se hizo á los periódicos de ocuparse
en el exámen de aquel proyecto liberticida: ¡ audáz cinismo Ú obcecacion
insensata! ¿Cómo habia de manifestarse el juicio público sobre aquel aten-
lado minislerial, si estaba tapiada la tribuna, muda la prensa, cerrados de
real órden los establecimientos científicos para que no se esplicara en la
cátedra, vigilados los cafés para que no se hablara al rededor de los vela-
dores, espiadas las casas para que no se murmurara en el seno de las fa-
milias? ¿ Cómo habia de hablar la opinion si la habian arrancado la len-
gua? ¿Cómo habia de volar el pensamiento por las regiones de la luz, si
le habian cortado las alas para que quedara sepultado en las tinieblas?


y sin embargo, la opinion se manifestó: no se pudo gritar en ]a tribu-
na ni escribir en los periódicos, pero se habló en las casas, en las calles,
en las plazas, en los cafés, á pesar de la policía; y el ministerio de las
economías, que sé jactaba de poseer la confianza de la Reina; que tenia
puesto el pie sobre el cuello de la opinion y que contaba con la fuerza de
las armas, murió de miedo sin que nadie le combatiera; cayó ridícula-
mente entre silbidos y carcajadas, ante las murmuraciones del cafe de la
Iberia.


Mas al caer este gabinete traidor, se llevó consigo algunos pedazos del
trono, que comenzó á flaquear desde entonces: él cabó los primeros golpes
en aquel abismo que se ha ido abriendo lentamente entre la nacion y la
Reina; él con sus proyectos insensatos estrechó las filas de los verdaderos
liberales y dió el primer grito de alerta á la opinion que se dormia; él,
con sus escándalos y con sus agio s , juntó en su daño debajo de una bande-
ra á todos los hombres honrados; él, atentando contra la Constitucion del
Estado, dió la señal de defensa á los amigos de la libertad. i Bravo-Murillo
fue un gran revolucionario!


¡ Gracias al absolutista en nombre de la libertad' i )001' al concusiona-
rio en nombre de la decencia, alabanza al liberticida en nombre de la re~
volucionl


v.


Diré pocas palabras sobre los continuadores de Bravo Murillo: la obra
de la reaccion no se habia abandonado; la reforma era siempre el pensa-




XII


miento secreto de Palacio; pero las oposiciones unidas y compactas en el
seno del comité liberal, la actitud pacífica, pero agitada del pais, y la voz
que habia corrido, de que algunos generales solo esperaban á que se die-
ra el golpe de estado para sublevar el rjército, pusieron miedo á la- reina
madre, principal fautora de tOllo aquello. Esta, para desorientar y
desunir ú las oposiciones enconadas contra Bravo-:\[urillo, hizo una mu-
danza de nombres, y llamó al ministerio Roncali, compuesto de hombres,
ineptos para el gobierno unos, como el presidente del Consejo, cínicamen-
te inmorales otros, como Llorente y llenavides. Juzgar los actos de este
ministerio, fuera largo: jamás gobernantes en el mundo dieron lantos es-
cándalos en tan escaso periodo de tiempo: ellos fueron quienes formaron
aquel Congreso, donde, á vueltas de algunas personas de respeto, vinie-
ron hombres que nunca debieron manchar con su presencia aquel recinto
sagrado, antes templo de las leyes, cloaca entonces de vividores políticos.
Ellos, por si acaso no tenia bastante la prensa con las mordazas que la
apretaban la lengua, la pusieron otra mas dura que ninguna, y la dieron el
golpe de gracia, estableciendo la previa censura. Ellos devolvieron los
bienes ú Godoy, el amigo de Maria Luisa: ellos combatieron el principio
de la inviolabilidad senatorial en la famosa cnestion l\'anaez, y juntaron
sus huestes para ganar la votacion y destituyeron á los senadores, que á
pesar de ocupar puestos oficiales, tuvieron resolucion bastante para votar
lo que les decia su conciencia. Ellos, realistas ciegos, hicieron lIlas daño
al trono constitucional que sus mayores enemigos; porque- sosteniendo el
principio de que el rey reina y gobierna, establecieron delante del país la
responsabilidad de la corona: ellos, en fin, dieron los primeros el
ejemplo de ministros que alarman el pais, gritando que la uancarrota
llamaba á las puertas del tesoro. ¿Qué habia sido en tanto de los proyec-
tos de reforma? el ministerio Alcoy sacó tambien á luz el suyo: proyecto
cobarde, engendro ruin, parodia raquítica de la reforma grande, mereció
el apodo de reforma homeopática, y murió para siempre, sepultada bajo
la losa del ridiculo.


Crecian los agios, los escándalos y los manejos: yoces poderosas ha-
bian aludido claramente en el Senado á cierta influencia oculta, no fallan-
do mas que pronunciar el nombre de Maria Cristina: detrás de a(luellas
iban á levantarse otras que amenazaban ser mas esplicitas. Hubo miedo
á la discusion y se cerraron aquellas Córtes, como nunca se cerraron olras;
declarando terminada de real órden aquella legislatura: y para que lodo




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fuese raro, cayó el ministerio al dja siguiente de haber merecido á la rei-
na esta prueba de confianza.


La opinion, (Iue habia llamado á los hombres de Era ro-Murillo aúso-
lutistas descarados, llamó á Alcoy y á sus compaüeros, absoltetistas t'cr-
fjon:antes.


VI.


Tras de una crÍsis de las mas largas que en estos úllimos tiempos ha-
ya habido en este pais, apareció el minist.erio I..ersundi-Egaüa: su políti-
ca fué la propia de sus antecesores, saho que fué mas hipócrita: á su
subida al poder, dió al pais, por ,ia de programa, un manifiesto, en que
no se hacia promesa ninguna ni se daba garantía cierta, fuera de cuatro
generalidades vagas que nada enseüaban del pensamiento del gobierno.
Habíase aguardado con impaciencia este programa, y lo indeciso, incierto
y semi-velado de sus medias tintas, ocasionó general descontento: todo el
mundo conoció que el golpe de estado era imposible porque se había pues-
to en ridículo; pero se vió reflejada la fisonomía de D. Pedro Egaña en
aquel programa y desde entonces nadie esperó nada bueno, ni hubo quien
no conociera que estaba muy lejos el reinado de la legalidad.


No defraudó el gobierno las esperanzas del pais: ,irió sin córtes y
el único acto notable de su "ida fué el decreto famoso de ferro-carriles:
era fuerza dar el decreto porque habia altas exigencias que reclamaban
este agio; pero era fuerza tambien buscar un modo poco peligroso de ha-
cerle aceptable al pais. Halló este modo el ingenio teológico del seüor
Egaña: díjose que cuando un rey ponia su rúbrica en un decreto era for-
zoso su cumplimiento, aunque atentára á la moralidad y á las leyes: la
razon fué esta; el fundamento de ella, allá se ]e sabrá el ministro que la
dijo.


Hallada la razon del decreto, solo faltaba un ministro que le firmara:
l\Ioyano no servia para el caso, porque era inocente pero no desrergon-
zado: habia subido para poner el reloj de la Trinidad, mas no para fir-
mar el decreto de ferro-carriles. Era otro el hombre de la situacion: se
tralaba del peor de los agios, del último de los escándalos, allí estaba el
señor Esteban Collantes: la situacion se iba poniendo clara. Llorente ha-
bia sido el precursor de Collantes; Collanles vino anunciando á San Luis.


La vida de este ministerio fué corta: duró lo que la jornada de vera-
no: la voluntad de Cristina le habia elevado; derribóle el capricho de otra




\IY


intlurncia palaciega: hablóse de ciertos versos escandalosos que llegaron
ú la cúmara de la Reina misma: cómo y por quii'n, lo sabrá San Luis qm'
lo~ lomó por ariete para derribar el ministerio.


ta política del ministerio Egaña, habia sido hábil: aprovechándose del
cansancio y la faIJa de fé de algunos hombres políticos, halagando las
ambiciones de otros, logró juntar algunos en torno suyo, lisonjeándose
interiormente con la idea de acabar con los partidos, sin los cuales, él co-
nocia muy bien que, no habiendo lucha posible, se hacia muy fácil el go-
bernar tranquilamente y fuera de la Constitucion.


Así D. Clamlio Moyano, que tan rígido se habia manifestado hasta
entonces, aceptó una cartera en un gabinete formado estra-parlamentaria-
mente; así n. Eugenio Moreno Lopez, antiguo progresista, que por su
alta capacidad estaba llamado al ministerio cuando su parlido hubiera
triunfado, no pudo esperar un poco mas habiendo esperado tanto, yacep-
ló un alto puesto en el ministerio de la gobernacion.


Pero este r.1edio, que no era al cabo mas que el eterno sistema de los
moderados, la corrupcz'oil, empleada ahora bajo la forma de la lo/eranda,
no podia lograr jamás su objeto de acabar con los partidos políticos. Ha-
bia, en primer lugar, la dificultad de los hombres: eran algunos incorrup-
tibles por principios, otros por ambicion; otros, en fin, (y eran los mas
temibles) dado que pudieran corromperse, se habian ya hecho personal-
mente incompatibles con la permanencia en Palacio de la Duquesa dé
Riánzares.


Habia además algo mas poderoso que hacia siempre imposible aquel
proyecto, y era la ley de la moral y la fuerza de los principios. Los mo-
derados, ateos insensatos, que porque ellos no tienen fé no creen en la de
ninguno, piensan haber matado la idea cuando han corrompido la mate-
ria; y no saben que la idea tiene una vida tan propia; y entraña una fuerza
tan irresistible, que por mucho que se la bastardee y se la pervierta, se
purifica al cabo dentro de sí misma, sin necesitar de los hombres para
producir sus manifestaciones. Tarda mas, es cierto, porque tiene que
luchar con obstáculos, y por eso es bueno para ella que la encarne algun
hombre, poderoso en entusiasmo y en fé, que la lleve al triunfo, á peli-
gro de su vida; pero de cualquier modo, este triunfo es siempre seguro,
y si fuera dable que todos los hombres políticos de un pais se corrompie-
sen, el principio que vivia, la luz que alumbraba, derramaria su claridad
sobre todos, y se levant~ria imponente el desprecio público á sepultar




xv


hajo su prso ú aquellos hombres, mientras otros aparecian, oscuros é
ignorados antrs, robustos ahora y poderosos, 'como engendrados por la
fllrrza rr('adora de la \crdad.


A su subida al poder, quiso el Conde de San Luis continuar la políti-
ea, iniciada por su antecesor, de conciliacion de los partidos: Sonaron
en su boca palabras de paz y legalidad, y aun llegó el blasfemo á hablar
de moralidad y decencia: lisonjeose de poder ser creido si se rodeaba de
personas de respeto, y fue su primer cuidado el contar con hombres au-
torizados para la formacion del ministerio.


Importaba mucho á su propósito atraerse algun progresista bastante
rorrompido y audaz para atreverse á romper los lazos que le unian á su
pasado, faltar á sus juramentos, ser traidor á su causa y ent.regar atada
su conciencia en manos de los polacos, á cambio de seis mil duros de suel-
do y de la facultad de hacer concesiones con parlicipacion en los benefi-
e,ios: no parecia fácil hallar un traidor tan descarado y tan cínico, y ha-
llósc sin embargo en la persona de un antiguo gefe del partido, abogado,
capitalista, diputado y ministro.


Uniéronse á este el Marqués de Gerona, nuevo en política, pero cono-
cido y respetado en la magistratura, y con opinion de honrado, que por
salirse á tiempo del ministerio, no desmintió del todo; D. Mariano Roca
Mora antes Roca de Togores, que con haber mudado de apellido hubiera
hecho su propio juicio, si antes no le tuviera ya formado todo el mundo;
p~ro que gozaba de cierta autoridad en su partido por haber sido ministro
Ctln N arvaez: D. Anselmo Blasser, insignificancia polí tica, pero militar
decente hasta entonces: D. Angel Calderon de la Barca, diplomático de
antecedentes absolutistas, pero cuya larga permanencia en los Estados-
¡in idos le hacia pasar por demócrata y aun por amigo secreto de Soulé: á
favor de estos nombres, cada uno de los cuales podia representar una
cosa, sin que ninguno estuviese manchado con la nota de inmoralidad,
pensó Sartorius hacerse posible al pais.


Pero el pais no se dejo engañar, y comprendió que para ser aquel un
ministerio decente, sobraban en él dos nombres: Esteban Collantes y Sar-
torius.


El nuevo Presidente del Consejo hallábase en una situacion singular:-
cierta influencia cortesana, casi significante para la nacion hasta entonces,
funésfa y mucho en adelante, le habia llevado al poder; y con todo no
estaba muy asegurado en Palacio: emprendió entonces un doble juego que




XYI


á muchos pasmó por hábil, y que yo tengo por vulgar y grosero. Trató
de hacer creer al Í)ais (Iue él combatia las tendencias reaccionarias de Pa-
lacio, y sostuvo en Palacio que él era el solo que pudiese satisfacer cier-
tas exigencias de la opinion.


La prensa, en los escasos intervalos en que la mano del pouer la aflo-
jaba un poco el dogal que la apretaba la garganta, habia clamauo por la
apertura de las Córtes, como el solo medio de legalizar la situacion: los
dos ministerios anteriores se habian hecho sordos á las reclamaciones de
la opinion. No quiso imitarles Sartorius, y se apresuró á dar un decreto
declarando abierta la legislatura.


¿Fué este un acto de respeto á las formas constitucionales, sin las que
no podia vivir ningun ministerio, toda vez que, por fallar á ellas, habian
acelerado su ruina los tres que le habian antecedido? ¿Fué la esperanza te-
meraria y ridícula de atraerse las oposiciones conservadoras, reconstituir
el partido moderado y proclamarse su sal rador y su gefe? Yo respeto las
intenciones de todos, hasta las de aquellos á quienes desprecio, y no negaré
la posibilidad ele que San Luis abriera las Córtes por uno de esos moti vos;
pero creo que solo le obligó á este hecho la ley de la necesidad: habia en
l}alacio temores ú la opinion, y el él Je convenia alimentarlos: habia lle-
gado hasta aquellas regiones la idea de que era peligroso mantener mas
tiempo cerradas las Córtes y á él le tenia cuenta que esto se creyera; por-
que solo de este modo se hacia necesaria su permanencia en el poder.


Necesitaba, pues, Sartorius correr los riesgos de la discusion en el
l)arlamenlo, porque solo así podia tener en jaque á Palacio y ser el hom-
bre de la situacion.


Al mismo tiempo nombró para puestos importantes á los generales
que habian formado el núcleo de la oposicion; pero nada alcanzó con eso,
pues aunque la obediencia militar les hizo aceptar al cabo lo que habian
rehusado en un principio, no cejaron un punto en su propósito de hacer á
San Luis la misma guerra que habian hecho á los ministerios anteriores.


Brotó en efecto la oposicion, apenas abiertas las sesiones, dura, en-
carnizada y tremenda; y en una cueslion importante en que se tuvo la
imprudencia de arrojar segunda vez á la lucha el Parlamento y el trono,
salió derrotado el' trono en la persona del ministerio y de nuevo se cerra-
ron las Córtese


Pero aquí tiene que acabar esta introduccion y comenzar la narracion
fle los hechos.




CAPITULO PRIMERO. ,- ,'''; ¡ '-'----- _.--


Inútiles esfuerzos de Sall Luis p~ra desarmar las oposiciones.-Reuniones de los se-
nadores progresistas -y de los conservadores.-Declaracion de la grandeza.-El
pueblo en el entierro de Mendizabal.-Apertura de las Córtes.-Derrota del minis-
terio en la eleccion de secretariús.-Actitud de la prensa.-Torpeza dellleraldo.-
Presenta el Gabinete al Congreso su proyecto de ley sobre ferro-carriles.-El
Senado nombra la comi:-iion de dictámen sobre el proyecto de ley de ferro-carriles,
empezado á discutir en la anterior legíslatura.-Comunicacion del Gobierno al Se-
nado para que suspenda la discusion sobre su proyecto de ley.-Baladronadas del
lleraldo.-Nombramicnto de Senadores.-Elígese la comision para que dé su dic-
támen sobre la comunicacion del Gabinete.-Cuestion de prerogativa.-Exámen
de los dos proyectos.-Calígula y el Congreso.-Discurso del marqués de Cáce-
res.-El duque de Rivas.-Tentativa oratoria ele Collantes.-Ros ele OIano.-Dis-
curso de San Luis.-UlLima derrota del Ministerio.-Clausura de las Cámaras.-
Destitucioncs.-Protcsla de los periodislas.-Carta de los escritorcs.-Destier-
ros.-Hojas suell~s.-Parto de la Rcinn.-Situacion política drl país.


1.


Ya hemos dicho en la introdllccion como San Luis se rodeó de algu-
DQS hombres autorizados, creyendo sin duda que á su sombra lograria no
solo desarmar la opinion dispuesta á juzgarle por sus malos antecedentes,
por su vida pasada y por su reciente conducta con los dos últimos mi-
nisterios, sino hasta persuadir al pais que un hombrecillo como él, na-
cido entre las inmundicias de la política y resucitado por una intriga de
alcoba, estaba encargado de la gran mision de reconciliar los partidos y
de enmendar los yerros y desafueros de sus predecesores.


Vamos ahora, antes de entrar en el relato de los sucesos desde el pun-
to que tenemos marcado, á pararnos un momento sobre esos actos con


2




18
que se inauguró el ministerio de 19 de setiembre, tan alabados de hábiles
por algunos, y veremos que no fueron otra cosa que el colmo de la cegue-
dad y de la torpeza.


Cuando un hombre político es llamado á regir los destinos de un pais,
la opinion prejuzga inmediatamente su sistema de gobierno por sus ante-
cedentes, por el partido á que pertenece y por los hombres que asocia á
su adminisLracion: su programa político está escrito en su vida pasada: él
no puede ser mas que lo que ha sido: todo lo que diga en contra de su
conducla anterior nadie lo cree, y ni él mismo puede llevarlo á eabo.


Los principios tienen sus hombres naturales, sus encarnaciones abso-
lutas y el representante de la corrupcion, de la codicia y de la tiranía no
podrá ser nunca mas que corruptor, avaro y tirano, y si alguna vez se le-
vanta en nombre de la moralidad y de la libertad, todo el mundo mirará
estos santos nombres como escarnecidos y le escuchará con desprecio: al-
gunos verán en esto una astuta máscara, y echarán un nudo mas á sus
bolsillos. Hé ahí por qué el imaginar solo el ilustre polaco que él podia
hacer otra cosa que consumar la obra de iniquidad comenzada por D. Juan
Bravo-Murillo, fue la mas cándida de todas sus insensate~es. Si él hubie-
ra tenido conciencia de ~us antecedentes, si hubiese sido capáz de com-
prender que la siluacion le habia resucitado como su hombre necesario,
no hubiera perdido el tiempo en esos conatos de conciliacion que solo sir-
vieron para acreditarle de necio y para levantar mas y mas la indigna-
cion de los hombres á quienes injurió con sus ofertas.


¿Cómo habian de admitir sus nombramientos para los altos puestos de
la milicia, Concha y Ros de Olano, del hombre que habia apoyado al mi-
nisterio Roncali, de aquel ministerio contra el cual habían fulminado todos
los cargos que pesaban contra el de San Luis? Además, ¿no era un grosero
insulto que se les hacia el darles destinos, como si ellos militasen en las
filas de la oposicion, no en amor á los principios, sino por la sed del oro?
y luego, ¿de qué manera iban ellos á entrar en la obra de la regeneracion
y de la legalidad que habian proclamado en las cámaras, bajo un minis-
terio formado por el capricho de Cristina, y cuando eran colocados á un
mismo tiempo en las capitanías generales Sanz, Córdova, Pezuela y los
encarnizados defensores del ministerio Benavides: cuando el duque de Va-
lencia era llamado, no como una reparacion que se daba al Senado cu-
ya prerogativa babia sido violada por el ministerio Roncali, sino como
una gracia que se le concedia al general Narvaez por el mal estado de su




19
salud: rn:1ntlo el ministro eollantes, el representante oficial de los agios
de Cristina, ~eguia en el ministerio de Fomento; cuando D. José Salaman-
ca continuaba ostentando la escandalosa legitimidad de sus concesiones
de ferro-calTiles; cuando el conde de Quinto, en fin, impacientado de
ver los escrúpulos hipócritas de sus compafíeros, empezaba ya á apli-
car por su cuenta planchas de cera, á lag cerraduras del Erario?


y sin embargo, tan obcecado se hallaba el ilustre conde, que llegó á
enojarse cuando supo que Pacheco, Ríos Rosas, Bermudez de Castro y Co-
llantes, habian rechazado con indignacion el ofrecimiento de los destinos
que se les hacia en nombre del ministerio regenerador del gran partido
moderado: pero cuando su cólera subió de punto, fue al ver que los gene-
rales dimitian Lambien en nombre de los principios sustentados en la últi-
ma legislatura.


Los verdaderos polacos clamaban contra la marcha absurda y contra-
dictoria del Gobierno: decian, y con razon, que San Luis no debia gober-
nar mas que con su partido; que la mision de legalizar la situacion estaba
encomendada á otro hombre, y que si el conde persistía en su obra de
conciliacion no haria mas que poner las armas en manos de sus enemigos.
Que la ocasion era de hacerse pontífice máximo; de tapiar las puertas de
las cámaras, ele colonizar á Filipinas con todas las notabilidades del pais,
y de escupir al rostro á todos los pícaros que se atreviesen á conservar su
honra y su vergüenza.


Sartorius, desoyendo sin embargo la voz ele sus camaradas, trató de
hacer el ültimo esfuerzo de-torpeza, y convocó las Córtes, y obligó á Co-
llantes, lacayuelo ministerial dispuesto á toda clase de afrentas, á que fir"
mase la real órden de 31 de octubre, en la que daba por nulas todas las
concesiones que él mismo habia declarado legítimas en la de 7 de Agosto.


El ministerio, empleándose en preparar su propia ruina, y abriendo á
la.s oposiciones las puertas de las cámaras, se convirtió en un espectáculo
risible: San Luis, metido á gran político y representando el Guizot en sai-
nete, acabó de perder hasta su reputacion de travieso, y empezó á inspirar
lástima y desprecio á sus enemigos.


En el entretanto los senadores progresistas celebraban frecuentes reu-
niones en casa del Sr. Collado, para acordar la actitud que habian de guar-
dar en la próxima legislatura: los moderados se reunian en casa del gene-
ral Concha con el mismo objeto, y los hombres honrados de todos los par-
tidos se aprestaban á la gran batalla en que habian de ser batidos los re-




20
presentantes de la corrupcion y de la inmoralidau. Miraba touo el munuo
como un hecho providencial que los que habian escarnecido las institucio-
nes liberales y hollado la ley fundamental, hubiesen abierLo con sus pro-
pias manos las puertas del tribunal donde iban á ser acusados de sus in-
mundos delitos.


El dia 19 de noviembre, señalauo para la apertura de las Cárles, se
acercaba á mas andar: la actitud que las oposiciones tomarian en la pró-
xima legislatura era ya conocida de todo el mundo: las supercherías de
conciliacion y de olvido del ministerio, no ocasionaban ya mas que burlas
á unos y cólera á muchos. La grandeza reunida en casa del duque de Ri-
vas habia declarado «que no transigiria nunca con ningun acto inmoral,
)porque se hallaba persuadida de que la falta de rectitud y pureza en la
))administracion del Estado, socaba y destruye los cimientos del árden so-
)cial, desencadenando las malas pasiones.)


Los senadores moderados habian dicho ya muy alto en sus últimas reu-
niones «que combatirian al ministerio Sartorius bajo la bandera de mora-
»lidau levantada contra el de Roncali: los progresistas hacian el mismo
juramento, acordando pelear unidos con ellos bajo la misma bandera: to-
do el mundo esperaba con ansiedad el dia 19 como el señalado para la cai-
da del último gabinete representante del escándalo, é instrumento ciego de
la codicia insaciable de la muger de la calle de las Rejas.


El Gabinete, entre asustado y colérico, se preparaba á la batalla y
urdia en el ministerio de Fomento su postrer ardid.


En estos días ocurrió un lamentable suceso que, a fuer de buenos libe-
rales, no debemos dejar pasar sin dedicarle algunas palabras, por mas que
esté poco ligado con el objeto de la presente historia: fue este suceso la
muerte del ilustre patricio D. Juan Alvarez y Mendizabal.


El pueblo de Madrid en masa, intérprete sincero de todo el partido li-
beral de España, acudió, con los ojos anegados en lágrimas, á acompañar
el cadáver á la última morada. Sublime espectáculo era el que ofrecían
aquellas pompas fúnebres, que no se verán jamás en el entierro de ningun
monarca. Un pueblo entero pagando el trIbuto de dolor á la pérdida de un
ciudadano que habia contado las horas de su vida por sus heróicos sacri-
ficios en favor de las libertades y de la felicidad de su patria. Sobre el fé-
retro del virtuoso patricio renovaron su juramento todos los hombres hon-
rados del pais, y el ministerio que tuvo la insensatez de profanar con su
presencia tan grande y augusta solemnidad, quedó anonadado bajo el pe-




21
so de la magnífica espansion de unos sentimientos y virtudes que no po-
tiia comprender ni sentir.


lta tumba de l\1endizúbal fue el altar de la patria que reanimó en to-
dos los corazones el fuego santo de la libertad que conduce siempre á un
pueblo á la yictoria!


1I.


Amaneció por fin el dia H): un concurso inmenso aeudió á las tribu-
nas del Senado: nadie ignoraba ya que la alta cúmara iba á ser el palen-
que glorioso, donde los continuadores de la obra de Bravo-Murillo sufririan
su última derrota. Siele meses hacia que no se abrian aquellas puertas,
y sin embargo no parecia sino que acababan de resonar las elocuentes frases
con que Lronó el marclués del Duero contra la influencia de Crislina la vÍs-
pera de la clausura de la cámara. Tal estaban de animados todos los sem-
blantes. Siete meses habian pasado como un instante sin poder enfriar
aquella atmósfera inflamada con el fuego de las antiguas discusiones. Des-
pues de las sesiones preparatorias, procedióse á la eleccion de secretarios)
y el ministerio sufrió su primer golpe saliendo touos ellos elegidos del seno
de la oposicion. Los sello res Ruiz de la Vega, Marqués de San Felices)
Messilla y Cantero fueron los proclamados por una mayoría notabilísima.


Todos los periódicos gritaron al siguiente dia al ministerio: ¡ la eleccion
de ayer ha sido una derrota solemne y completa: retírate, ministerio im-
popular) porque eso es lo que hacen todos los ministros decentes en un pais
representativo I El ministerio no podia oil' estas yoces: estaba presidido por
D. l.uis Sartorius, y se le pecUa que se retirase en nombre de la decencia
y de las prácticas parlamentarias.


Todo el pais temió la disolucion de las Cámaras, pero el gabinete cada
vez mas obcecado pensó en tenlar su último recurso.


El lleraldo, adelantúndose al gabinete, arrojó el antifaz; se colocó en
su terreno, y lanzó al Senado el mas grosero insulto que se haya hecho en
ningun pais á un alto cuerpo del Estado. Indignado al yer la derrota del
ministerio en la eleccion de secretarios, dijo: «que no habia que desani-
mar, porque no era lo mismo votar en público que votar en secreto. Gro-
sería como esta no se ha escrito nunca mas que en las columnas del lIe-
raldo) cuya fundacion fue un acto de escamoteo) como dice el liberal ma-
drileño) y cuya primera pluma fue la de su escamoteador el ilusLre conde
de San Luis.




22
El Senado, al ver el cinismo con que los consejeros de la corona per-


manecian arrellanados en sus poltronas, se dispuso á darles un puntapié
ya que no habian querido retirarse con una silba. Al cerrarse la puertas
de la cámara, habia quedado suspensa la discusion de un proyecto de ley
de ferro-carriles, formulado á consecuencia de una proposicion del señor
Infante y contra los agios escandalosos de los gabinetes de Bravo Morillo
y de Roncali: Collantes y San Luis, en compañía del astuto Domenech y
por indicacion de Cristina, previendo que el senado reanudaria su inter-o
rumpida discusion para darles el golpe de gracia, forjaron un proyecto de o
ley sobre ferro-carriles, proyecto que dejaba a salro lodos los agios y le
presentaron en el Congreso antes de que se abriera el debate soure el
proyecto antiguo en la alta camara. El Senado se burló del ardid y se
reunió en secciones para el nombramiento de la comision que ,hauia de
dar su dictamen en el proyecto de ley de ferro-carriles formulado y medio
debatido en la anterior legislalura. El gabinete se puso á lemular y pasó
una atenta y cortés comunicacion al aIlo cuerpo colcgislador, para que se
sirviese suspender la discusion del espresado proyecto, alendiendo a que
segun un artículo constitucional, pertenece al Congreso la iniciativa de loda
ley en que se impongan cargas pecuniarias al pais. Los seüores senado-
res escucharon la comunicacion con no menos cortesía, y conlinuaron sin
embargo en su comenzada eleccion, resultando elegidos los seüores Duque
de Sotomaror, Infante, D. José de la Concha, el Conde de Torre Marin,
D. Joaquin ~Iaría Lopez, Olivan y D. Antonio Guillermo Moreno, lodos
ellos de la oposicion: la mayor parte salieron votados por unanimidad.


Los periódicos empezaron á hablar de crísis y de suspension: Lodos
decian ó el gabinete ó el Parlamento: la lucha se iba hacicndo cada vez
mas encarnizada y la vida política empezaba á circular por todos los co-
razones. #


El dia 25 se dió cucnta en sesion pública, de la comunicacion del go-
bierno estando llenos los bancos de los senadores y repletas las triuunas
públicas y reseryadas: el banco ministerial soportaba la pesadumbre de
los siete consejeros de la Corona. Lo natural hubiera sido que la comuni-
cacion pasase á la comision de ferro-carriles para que evacuase su dic-
mmen, pero el Senado quiso ser generoso con un ministerio que se pre-
sentaba vergonzante y determinó que se entregara á las secciones para
que nombraran una nueva comisiono


El Heraldo apareció haciendo alarde de la mayoría con que el gabi-




25
nete contaba en la alta Cámara, pero en la Gaceta salieron los decretils
nombrando á toda prisa senadores á los marqueses de l\iolins y de Gerona
y al seI10r Domenech.


El 26 se reunieron las secciones para el nombramiento de la comision,
y despues de un acalarorado debate que duró mas de hora y media duran-
te el cual oyeron los representantes del ministerio sendas y terribles verda-
des, fueron elegidos siete senadores, de los cuales cinco eran de la oposi-
don: fueron estos Concha, Infante, Lopez, Guillermo Moreno y Torre
Marin y el Marqués de Cáceres y Estabanez Calderon, los dos minis-
teriales.


Esta segunda derrota, hizo ya creer á todas las gentes que el ministe-
rio se retiraria sin esperar el resullado de la discusion: el Heraldo vino á
desvanecer tan lisonjeras esperanzas, revelando sin embargo en su tono
amenazador la desesperacion pueril de los ministros.


En la misma ses ion leyó el seI10r Olivan el dictámen de la nueva co-
mision de ferro-carriles, pidiendo en él la aprobacion lisa y llana del pro-
yecto presentado en la anterior legislatura: los senadores ministeriales
que acababan de oir publicar las elecciones de la cornision que habia de
dar su dictámen sobre la comunicacion del Gobierno, devoraron impasi-
bles esta nueva afrenta.


La mayoría de la comision, no hizo esperar su dictamen: al dia siguien-
te de su nombramiento declaró; que debia continuar la discusion del pro-
yecto de ley de ferro-carriles porque el Senado no poclia abdicar ninguna
de sus facultades menoscabadas por el Gobierno de S. l\L desde el mo-
mento en que presentó al Congreso de diputados otro proyecto de ley in-
fringiendo de una manera terminante y evidente el artículo 7. 0 de la ley
de 19 de Julio de 1837, en que se establecen las relaciones entre ambos
cuerpos colegisladores .


. (Dice asi el citado artículo: « jJll"enlras esté pendz'ente en uno de los
cuerpos colegz:~ladores algun proyecto de ley J no puede hacerse en el otro
ninguna propuesta sobre el mismo asunto.)))


La minoría pidio tres días para formular su parecer: tregua inútil y
ridícula, durante la cual pensó el ministerio en tentar todos los medios para
comprar votos y preparar su triunfo: tregua durante la cual cada hora fué
un desengaI10 para los torpes mandarines del 19 de Setiembre, que no co-
nocian que hasta el oro al pasar por sus manos se convertia en cieno, y
que aun los hombres mas débiles, con el gran sentimiento de dignidad




24
nacional que inflamaba la atmósfera de la alta cámara ~ se habían lueIto
incorruptibles.


Durante estos tres dias, los periódicos ministeriales se empeñaron en
defender que los ministros no debian abandonar las carteras aunque salie-
sen derrotados, porque la cuestion no era política ni de gabinete y que tan-
to mas era esto cierto, cuanto que entre el proyecto de ley del Senado yel
de Congreso habia ligerísimas diferencias. Esto fué presentar la ocasion á
la prensa de oposicion y ayudarla á hacer pedazos el andrajoso antifaz con
que todavía se obstinaba en disfrazarse el ministerio.


Entró la prensa en una de esas discusiones preparalorias, que prece-
den á las grandes cuestiones de las cámaras y que tan grande y necesaria
hacen la mision del periodismo en los gobiernos represcntatiYos, y vino á
hacerse patente á los ojos de todo el mundo lo que ya muy pocos ignora-
ban: que el empeI10 del gabinete en que se discutiese con preferencia el
proyecto presentado en el Congreso, nacia de que en aquel proyeclo yohia
á quedar el agio á disposicion del Gobierno y se reconocian por legítimas
todas las concesiones otorgadas hasta entonces con escándalo del pais y en
beneficio de la codicia insaciable de Cristina. Con la simple comparacion
del artículo 1.0 del proyecto del Senado con el 4,.0 del forjado en el minis-
terio de Fomento, y su insislencia en presentarlo al Congreso, se descubria
la voluntad descarada y manifiesta del Gobierno de sancionar la asquerosa
obra de la inmoralidad, con la yotacion de una mayoría comprada por Llo-
rente con el mismo objeto.


El artículo 1. 0 del proyecto del Senado decia: toda construccion de
))cualquier ferro-carril que inmediata ó remotamente grave los intereses
})públicos ó los de las proYincias, será objeto de una ley especiaL»


El artículo 4. o del proyecto del Gobierno, declaraba: «la ejecucion de
))los ferro-carriles se determinará por un real decreto, ya se hagan estos
»por cuenta del estado, ó bien por empresas particulares. Como se ve, en
el proyecto del Senado se exigia el concurso de las Córtes en toda cuestion
de caminos de hierro, como el único modo de arrancar al poder la arbitra-
riedad ruinosa con que habia estado conyirtiendo unas concesiones que
debian haber sido objeto de la libre licitacion de todo el mundo, en medio
únicamente de aumentar el oro de las arcas de Cristina tomando cada mi-
nistro su parte en la ganancia.


Por eso en el proyecto del Gobierno lo primero que se hacia era sentar
el principio insolentemente dilapidador, de negar á las Córtes toda par-




25
licipacion en las conce,siones, declarando que estas se harian siempre' por
reales decretos.


Pero lo que pasma, es hasta qué punto tendria el gabinete confianza en
la bajeza de la mayoría del Congreso, cuando intentaba hacer que esta
misma mayoría yo tase una ley arrebatándose ú sí misma el derecho de
intenenir en los mas grandes objetos de la suerte futura del pais que los
habia mandado á velar por sus intereses.


Así Calígula hizo comer á los sPl1adores con su caballo Incitato y ellos
se dieron por muy satisfechos de tan alto honor.


El gobierno se ~ogió á sí mismo en el grosero lazo en que pensaba
enredar á las oposiciones: los periódicos ministeriales estrecharon con
su habitual torpeza los nudos de la lazada y el gabinete se presentó en el
palcnquc de la cámara con un palmo de lengua fuera.


Llegó pues el dia 2 de diciembre, señalado para la apertura de la mag-
na discusion, y la temperatura del Senado, mas elevada que la de los me-
ses estivos, formaba un singular contraste con la de la eslacion: concurren-
cia tan inmensa no se ha apiI1ado jamás dentro de las paredes del palacio
de Doña )Iaria de Aragon: guardaba proporcion con la grandeza de la lucha
que iba á presenciar: estaba en armonía con la profunda impresion que
venia produciendo en la conciencia pública la gravÍsima cuestion que iba
á resolverse en nombre de la moralidad v de los intereses menoscahados


oJ


del pais.
Muchas personas que no cabian en las tribunas, se quedaban agolpa-


das en las escaleras por el deseo solo de estar cerca del palenque de la lu-
cha y de gozar los reflujos de las emociones de los que tenian la dicha de
escuchar: otras se agolpaban á las puertas cerradas del palacio y un gen-
LÍo inmenso llenaba la plaza, estableciendo todos entre sí una larga cadena
de comuni~aciones para poder estar al corriente al menos de los nombres
de los senadores que hablaban en contra del ministerio.


e rocoIe defender el dictámen de la minoría al marqués de Cáceres y
tan desafortunado estuvo en su largo y desmalzalado discurso, que al con-
cluir hubo de contenerse el público para no aplaudirle por el daño que
con su defensa hizo al ministerio: todo el tema de su difusa peroracion
versó sobre su buen deseo de probar la incompetencia del Senado para
ocuparse de cualquier proyecto de ley que afecte mas ó menos á los im-
puestos y al crédito público.


Segun la teorÍa del orador, eslaba domas la iniciativa de las leyes con-




26
cedida al Senado, porque no habiendo ley que en ultimo término no se re-
suelva en cuesUon metálica, dicha iniciativa es ilusoria ó por mejor de-
cir irrisoria.


El duque de Rivas, le contestó en un enérgico discursó haciendo la
triste historia de las concesiones de ferro-carriles, colocando la cuestion
en su verdadero terreno. «¿Qué hay, dijo entre otras cosas, de asqueroso
y feo en el fondo de esta cuestion que se quiere evitar á toda costa que la
desentraI1emos? ¿Qué significa este Proteo de caminos de h4erro que tan
pronto le yemos bajo la forma ele una elisolucion de Córtcs, como de un
golpe de Estado, que tan pronto derriba la tribuna como rompe la pluma
de los escritores independiertes? I)ues ya que hemos logrado sujeLar este
Proteo, este mónstruo, con el proyecto de ley aceptado antes y ahora por
la cámara, no le soltemos de nuestras manos; no le dejemos marchar: pro-
bemos al pais que estamos resueltos á acabar con todos los monopolios y
todas las inmoralidades cometidas en esta clase de concesiones.»


Los mas estrepitosos aplausos cubrieron las palabras del orador, yaque-
llos acentos magníficos de alegria resonaron en los oidos del minisLerio co-
mo un canto mortuorio.


:Mal parado habia dejado al gabinete la defensa del soI1or Cáceres, pero
se empeI1ó en acabarle de maltratar el SeI10r Collantes y en la sesion si-
guiente se levantó á hacer uso de la palabra. San Luis el hábil político, el
profundo diplomático, estaba condenado á caminar de torpeza en torpeza,
de desacierto en desacierto: elegir á Collantes, el ministro que habi3- to-
mado parte en los agios mas inmundos de las concesiones de ferro-carri-
les, el hombre que habia puesto su rúbrica primero al pie de una real ór-
den en que se declaraban legítimos todos los esc{ll1dalos que en esLa clase
de contratos habia hecho Bravo l\Illrillo, dando por razon de su legítimidad
el respeto que se debia á un decreto emanado de la corona; el hombre que
luego habia anulado con su rúbrica todo lo que decia en esa misma real
órden y que acaba de poner su pluma en un proyecto de ley en que volvia
á incurrir otra vez en cien repugnantes retractaciones, elegir á ese hombre,
era tanto como declarar que el ministerio estaba dispuesto á hundirse el
pUfíal en la garganta, antes de que le segase la cabeza la espada de la di-
cusion.


El impudente orador, no desmintió esta yez sus antecedentes y colocó
la cnesUon en el terreno del sainete destrozando el idioma patrio y los oi-
dos de cuantos tuvieron la desventura de escucharle.




27


Subió á la tribuna el ilustre orador Ros de Olano y levantó la discu-
sion del inmundo lodazal donde la habia sumergido el sefIor eollantes: los
pocos argumentos de que echó mano fueron tan incontrovertibles como
enérgicas y elegantes las frases en que los dijo: volvió á la vez por el idio-
ma patrio tratado por el ministro de fomento como una concesion de ferro-
carriles y por la dignidad del debate. «El Senado, esclamó tiene prejuzga-
da esta cuestion desde el momento en que puso á la órden del clia la con-
tinuacion del dehate del proyecto de ley sobre ferro-carriles, suspenso
desde la auterior legislatura. En ese momento era ya conocida la pr0senLa-
cion inconveniente y cstral1a de otro proyecto de ley de idéntica naturaleza
en la cámara electiva: por lo mismo la resolucion del Senado tomada por
indicacion del señor presidente, es un voLo de censura al Gobierno, es la
vindicacion solemne de la prerogativa de la cámara vitalicia. El derecho
de inicialiva de las leyes corresponde por igual y de una manera absolu-
ta al rey, al congreso de los diputados y á la cámara de los Senadores. Asi
lo declara el artículo 35 de la conslilucion.


Ahi está una prerogativa comun, una poLestad inalienable, un fuero
de que no puede desposeerse ni al poder ejecutivo, ni al legislativo com-
puesto de dos brazos. A esta prerogativa sigue aquella en que se declara
que mientras esté pendiente en uno de los cuerpos colegisladores algun
proyecto de ley no puede hacerse en el otro ninguna propuesta. En virtud
de estos dos santos é inalienables derechos consignados en la constitucion y
en las prácticas parlamentarias, defiende el senado su legítima prerogativa.


Tuvo en seguida la feliz idea de comparar el proyecto del Senado con
el que el Gobierno habia llevado al Congreso, y concluyó suplicando á los
senadores que votasen en aIta voz, muy en alta voz, para que un periódi-
co ministerial no les fuese á reeetir el grosero insulto de que una cosa era
volar en público y otra en secreto.


El Sr. Infante ayudó tambien con su enérgica palabra á la derrota del
Gábinete, y el conde de San Luis, con su insultante petulancia, anunció
magestuosamente que cerraria el debate; los polacos empezaron á apren-
derse de memoria la magnífica improvisacion con que al dia siguiente ha-
bia de tronar desde lo alto de su omnipotencia ministerial el gran Monipo-
dio de la cofradía. Llegó la hora, y el ilustre conde pronunció un dis-
curso inconveniente é incalificable, donde alternaban las súplicas con los
insultos, el tono suave y el amenazador, la ironía y la candidéz; discurso
destemplado, üilto de doctrina y de talento, y que solo sirvió para pinlar




28
la siluacion moral de despecho y de cólera en que se encuentra el hom-
brecillo que cree haber concebido un ya sto plan político únicamente por-
que se halla en el mas alto puesto del Estado, y que al empezar a reali-
zarle se vé saludado por las carcajadas y las silbas de toda una nacion
que se diyierte con su insensatéz y su debilidad.


El hombre, que usa del tono imperativo cuando debe suplicar; que in-
sulta á las personas de quienes ya á recibir merced; que alza con soberbia
la cabeza cuando debiera humillarla hasta el suelo, no conoce ni ha pre-
sentido el arle de la oratoria, ni los mas lririales recursos del ingenio hu-
mano.


Todo el mundo esperaba con ansiedad que el pobre político pronun-
ciara su última palabra, para (Iue empezase la yolacion: llegó por fin tan
deseado momento, y el Presideiüe del Senado levantó la sesion, 'fallan-
do todayia una hora para cumplirse las marcadas por el reglamento y
sin preguntar á los seliores senadores si querian que se prorogase el de-
bate.


El ministerio deseaba ganar un poco de tiempo mas· para apurar las
dádivas y las promesas y para recontar sus huestes de donde desertaban á
cada momento hasta esos tahures políticos que cambian de color á última
hora, y que viendo la creciente agonía del Gabinete no querian perder lo
que ellos llaman su porvenir) en una mala jugada.


, El dia 9 fue el selialado para la votacion, y nunca hemos presenciado
un espectáculo tan augusto y solemne como el que ofrecia en aquellos
momentos el sagrado recinto de la alta cámara. En los escalios de los se-
nadores se yeian todas las eminencias del Estado: allí estaban ostentando
sus augustas cabezas coronadas de blancos cabellos, el ilustre patricio don
Alyaro Gomez Becerra, el gran poeta Quint¿tna) el inspirado cantor de los
albores de nuestra libertad, el patriarca de las letras espaliolas, última re-
liquia de una pléyada de nombres) gloriosos ya en las páginas de la historia;
allí el venerable San Miguel; allí tantos ilustres varones traidos en brazos
de sus compañeros, arrostrando los rigores de la estacion, y deseosos de
cerrar su virtuosa carrera protestando con sus trémulos labios contra la
inmoralidad y el cinismo de una cuadrilla de rateros. Las tribunas llenas
de un concurso inmenso: la nacion entera confiando en la dignidad de sus
patricios, y pendiente del resultado de aquella votacion magnífica y so-
lemne.


Ciento einco votos anonadaron por fin al ministerio, que sin sentir aso-




2U
marse ni un momenLo el ruuor ú sus mejillas, salió lleno de rabia y de des-
pecho á preparar en casa de Cristina su baja y ridícula venganza.


lIt


Al dia siguiente apan'ció en la Gacela el decreto de clausura del Par-
lamento; las columnas del perióLlicó oficial se llenaron con destituciones
de lodos los senadores que habian tenido el valor y la dignidad de pro ....
nunciar un no que nunca olvidará la patria, por mas que algunos de
ellos cuenten en su vida pasada no pocos trisLes y funestos desaciertos.


Aquel dia sonó el primer grito de union entre los dos partidos que tan
encarnizada lucha se habian estado haciendo por espacio de once años: el
partido polaco se quedó solo, engrosando sus filas con los favoritos de cierta
nueva influencia que el pudor no nos permite nombrar. Los viejos y nue-
vos polacos entraron ú saco los caudales públicos, metiéndose con una ma-
no el oro en los uolsillos y firmando con la otra sus propios ascensos y las
destituciones de los empleados prcbos y honrados.


Desalóse su cólera contra la prensa: los periódicos vieron convertirse la
previa censura, en previa recojida; pero aumentándose el patriotismo de
los escritores en razon de las persecuciones caligulianas del Gobierno, pu-
blicaron é hicieron circular el dia 29 de diviembre la sigui~nte hoja, que
acabó de encenuer el enojo que estallaba en todos los corazones.


LOS F:SCnIrORES DE LA PRENSA PERlODICA I~DEPE~DIE~rE) A sus LEcro RES
y AL PUBLICO.


_ Los directores y redactores de los periódicos independientes de la ca-
pital no corresponderian á las obligaciones que tienen contraidas con sus
suscritores, ni llenarian los deberes que les impone para con el público
la mision que han tomado sobre sÍ, de ejercer el derecho consignado en
el artículo segundo de la Constitucion, si en las circunstancias actuales
no tuvieran el valor de declarar bajo su firma la verdad acerca del estado
de la prensa periódica.


La violacion de los contratos que tienen celebrados con sus suscriLores
las empresas periodísticas, violacion á que se las condena forzosamente,




50
Y la apariencia tambien impuesta de que la prensa falta á sus deberes en
ocasion tan crítica como la presente, desentendiéndose d(~ las graves cues-
tiones que se agitan en el campo de la política, bastarian en lodo caso
para justificar esta manifesLacion.


Pero además de estos poderosos motivos, suficientes ya para determi-
nar ú los escritores independientes á salir en defensa de su honor y de sus
intereses comprometidos por la arbitrariedad á que se halla sometida la
prensa, hay otras causas mas graves y que por muy grande que fuese su
resignacion para conllevar el estado á que se la tiene condenada, les obli-
garian á romper su silencio, que observado por mas tiempo seria no solo
criminal bajo el punto de vista político, sino deshonroso é indigno bajo el
punto de vista personal.


Efectivamente, no es posible llevar la moderacion y la prudencia mas
allá, desde el momento en que los órganos que defienden en la prensa la
conducta del gabinete, faltando á todo género de consideraciones, y con
la aquiescencia, al parecer, ,del gobierno, que teniendo en su mano la
censura no lo ha impedido, aunque debia hacerlo por un principio de jus-
ticia, se han atrevido á sostener que el silencio de los periódicos inLlepen-
dientes es la prueba irrecusable de que la situacion actual no ofrece mo-
tivos para suscitar contra sí reclamacion alguna, ni aun de parte de sus
adversarios; ese silencio es imposible desde el momento en que los perió-
dicos ministeriales se han atrevido, sin encontrar obstáculos de ningun
género, á colmar de injurias á la op0sicion, y á desfigurar los móviles de
su conducta, abusando de las condiciones á que estan sujetos los periódi-
cos que desde sus puntos de vista respectivos han sostenido y pugnan
aunque en yano ahora, por sostener su causa; ese silencio es imposible
desde que desembozadamente los diarios que apoyan al gabinete han te-
nido la osadía de dirigir sus tiros contra el voto de un cuerpo político le-
galmente constituido, y contra la mayoría que lo ha dictado; ese silencio,
en fin, es imposible desde el momento en que la prensa estranjera se ha
permitido atacar el principio fundamental de nuestras instituciones, con-
vidando al propio tiempo á nuestro gobierno, que por su parte no ha im-
pedido ni desaprobado las muestras de adhesion con que han acogido aque-
llos ataques y esta invitacion sus órganos en la prensa española, á lanzar-
se en la política de los golpes de Estado; y seria tanto menos posible ca-
llar ante esta última consideracion, cuanto que ofende mas directa y las-
timosamente que ninguna otra nuestro justo orgullo nacional..




3t
Es pues indispensable, es obligatorio y apremiante para los escritores


de la prensa independiente decir cuáles son las causas que han obligado á
callar, en presencia de esos hechos, á los periódicos que redactan, y re-
velar los motivos que en la esfera de otros deberes, aunque de menor im-
portancia no por eso menos formales, han determinado y deLerminan la
irregularidad con que se ven obligadas las empresas á satisfacer los com-
promisos que tienen con sus suscritores.


Este es el deber de honra que cumplen hoy esponiendo senci-
llamente y en los términos mas templados posibles la verdad de los
hechos.


Lo primero sobre que importa llamar la atencion es el abuso que se
hace del derecho de secuestrar los periódicos, atribuido al gobierno por
el decreto vigente de Impreliía.


Segun ese decreto, procede el derecho de secuestro cuando la circula-
cion de los periódicos pneda comprometer la tranqleilidad pública, ó cuan-
do ofenda gravemente la moral; cuando en ellos se deprima la dignidad
de la persona del rey ó de Sle real (amilia; cuando ataquen la religion ó
el sagrado carácter de sus minz·stros; cuando ofendan la moral ó las bue-
nas costwnbres; y por último, cuando aun sin designar personas y sin
cometer injnria ni calwnnia den á IltZ, á no conceder Slt permiso el inte-
resado, hechos relativos á la vida prz·vada y de todo plmto estraños á los


#


intereses y negocios públicos.
Fuera de estos casos consignados en los artículos octavo y décimo del


decreto de Imprenta, no existe la facultad de impedir la circulacion de los
periódicos.


Ahora bien; los que suscriben aseguran bajo su palabra de honor, y á
mayor abundamiento atestiguan con los ejemplares de los números se-
cuestrados, que jamás han incurrido en los casos seI1alados en el decreto
de Imprenta. Y sin embargo, apenas pasa dia sin que el fiscal de Impren-
ta deje de detener bajo los mas fútiles pretestos una, dos ó mas ediciones
de los periódicos que redactan, habiendo en este particular llegado las co-
sas hasta el punto de prohibirse terminantemente el simple anuncio de la
recogida de un periódico, anuncio con el cual acostumbraban las empre-
sas justificar á los ojos de sus suscritores el retraso con que los ejempla-
res llegaban á sus manos.


Por este medio habrá sido acaso posible sorprender la credulidad de
las personas que viven lejos de lUadrid, persuadiéndolas de que el silen-




52
cio de la prensa independiente no tenia otra interpretacion que la que It l
han atribuido los diarios que apoyan al ministerio.


Pero la censura ha ido mas allá toda vía, puesto que se ha negado en
mas de un caso á cumplir la obligacion que impone el decreto de impren-
ta, de denunciar á peticion del interesado los periódicos recojidos. Y no
solo se ha negado este derecho, sino que se ha impedido que el púlJlico
tenga conocimiento de semejante desafuero, toda vez que es imposible dar-
le publicidad, halJiendo de pasar forzosamente por mano del funcionario
que lo perpetra el periódico que lal intente.


Al mismo tiempo se han multiplicado' hasta un punto tal los motivos
por los cuales se cree autorizado el fiscal de imprenta á impedir la cil'cu-
lacion de un periódico, que la simple alteracion en el órden de las seccio-
nes en que habitualmente se dividen basta á dar lugar á ello.


Se ha hecho mas aun: se ha tenido, y se tiene, la pretension de variar
el sentido de los artículos editoriales de los periódicos, suprimiendo pala-
bras ó frases enteras, introduciendo nuevos términos, truncando perio-
dos, por todos los medios, en fin, por que es posible lleg~r á aquel re-
sultado.


Por último, se ha llegado hasta el eslremo inconcebible de indicar es-
presamente á las redacciones de los periódicos que se abstuviesen, so pena
de recojida, ele tratar ni esencial ni incidentalmente estos asuntos:


Cuestion de ferro-carriles.
Ultima discusion y volacion del Senado.
Estadística y clasificacion de los señores senadores que emitieron su


yoto contra el gabinete.
Defensa de la conducta de los mismos señores senadores y de la oposi-


cion en general contra los ataques injuriosos de ciertos diarios nacionales
y estranjeros.


Defensa de nuestras leyes fundamentales contra los ataques de los mis-
mos periódicos.


Noticias sobre destituciones y dimisiones de funcionarios públicos.
Contrata con la casa de Clavé, Girona y compañía para la conslruccion


del puerto de Barcelona.
y en estos últimos dias se ha aumentado el catálogo de los asuntos


vedados al exámen de los periódicos independientes con todas las cuestio-
nes y noticias que próxima ó remotamente tengan relacion con la admi-
nistracion actual, y con el pensamiento de la union de Espaüa y Portugal,




35
aun Lajo el punto de yisla desde que lo ha considerado hasta el dia la
prensa espafiola.


Estos son los hechos; este el estado de la prensa independiente; esta
la esplicacion de la manera con que su conducta aparece ahora á los ojos
del público, y de la irregularidad con que atiende al servicio de sus sus-
criciones. Al hacer esta revelacion h,emos cumplido con un deber de honra
que ninguna persona que abrigue sentimientos de rectitud y dignidad pue-
de desconocer. Si al mismo tiempo hemos contribuido á que se ponga en
claro la verdétdera situacion política de nuestra patria, habremos cum-
plido con otra obligacion igualmente elevada y apremiante.


En uno y otro caso nuestra conciencia queda satisfecha, porque al re-
solvernos á dar al públieo esta manifestacion, hemos cedido á sus mas im-
periosas indicaciones.


Madrid 29 de diciembre de 1853.
Como redactores de El Clamor Público, Fernando Corradi.-José de


Galvez Cañero.-Juan Antonio Rascon.-Felipe Picon,-Angel Barrueta.
Por La Epoca, Diego Coello y Quesada.
Como redactores de La Nacion, José Rua y Figueroa.-Antonio Ro-


mero Ortiz.-Francisco de PauI.a 1\fontemar.
Como redactores de Las iVovedades, Angel Fernandcz de los Rios.-


Vicente Barrantes.-Leon Valentin de Bustamante.
Como redactores del Diario Español, Juan de Lorenzana.-Manuel


Rancés y Villanueva.
Como redactores de El Tribuno, Alejo Galilea.-Augusto Ulloa.-Luis


de Arévalo y Gener.-Vicente Guimerá.
Como redactores de El Or¡'ente, V. 1\1. Cocina. -Luis de Trelles.


Los repartidores de periódicos que circulaban la hoja fueron atropella-
dos. por los agentes de policía y llevados á la carcel: los directores de los
diarios que habian puesto su firma al pie del patriótico documento, mul-
tados en mil reales y el impreso fué denunciado por el fiscal de imprenta.
El gobierno, temeroso sin embargo de que si la denuncia se llevaba ade-
lante, no habia de faltar algun ilustre patricio que tomase á su cargo la
defensa de los escritores y aprovechase la ocasion para clamar contra
los desafueros de los torpes mandarines que componian el gabinete, sus-
pendió la denuncia y suprimió de real órden la circulacion del papel vo-
lante, cuando todo patriota tenia ya un ejemplar en el bolsillo.


5




54
Los senadores y diputados progresistas se apresuraron á reunirse y


acordaron inmediatamente prestar el mas directo y fil'me apoyo á los es-
critores de la oposicion, en todas las consecuencias que pudiera traerles el
manifiesto que habian suscrito.


La prensa, protegida por los hombres de todos los partidos que en
nombre de la moralidad se habian levantado ¡'t combatir el gobierno, y for-
talecida con el apoyo unánime de la opinion pública, comprendió que, des-
pues de cerradas las puertas de las cúmaras, era ella el solo y último ah'in-
cheramiento de los defensores de las instituciones y de la dignidad nac'ó-
nal, y colocándose á la altura de su mision, dejó su actitud parlamentaria
para convertirla en formidablemente revolucionaria,


. Por estos dias, el 5 de Enero, ocurrió el alumbramiento de la reina, y
la prensa que siempre ha saludado el nacimiento de los príncipes con
grandes y exageradas demostraciones de júbilo, guardó esta vez el mas
profundo é indiferente silencio: limitóse á copiar los partes de los mécli-
cos de cámara, y no·á la cabeza del periódico donde se ponen los actos ofi-
ciales de gran interés, sino en el lugar reservado á la publicacion de aque-
llos decretos tomados de la gaceta, que se insertan sin comentarios cuan-
do son del todo insignificantes, La prensa espanola se colocó en esta oca-
·sion al nivel de la prensa mas valiente y revolucionaria que haya existido
en las naciones de Europa, desde que empezó esa lucha encarnizada entre
el poder y la tribuna, lucha sin la cual es una mentira el gobierno repre-
sentativo. Grande ejemplo fue este para los que creen que la prensa no
existe porque la ven cargada de hierros y cadenas: nunca se vió la impren-
ta mas ahogada entre las manos del poder que entonces: la prévia censura,
esa máquina inquisitorial cuyo invento estaba reservado para el inmundo
Benavides, para ese hijo espúreo del periodismo, que lo primero que hizo
al verse empinado hasta las regiones del mando, fué arrancar la lengua á la
madre que le habia levantado hasta allí, la prévia censura, que empezó
por exigir al escritor que su pensamiento no saliera á luz hasta despues de
examinado y registrado por ella, habia tocado ya sus últimos refina-
mientos. La palabra del escritor descolorida, mutilada yencogida, solia dis-
frazarse algunas veces bajo las formas mas delicadas del ingenio y es~­
parse á la penetracion grosera del fiscal: la prensa, balbuceando algunas
frases, podia hacer daño todavía, y la prévia censura acababa de declarar
que la prensa no volveria á desplegar sus labios: callaron los periódicos y
se pusieron á acechar una ocasion en que sus mismas mordazas fuesen




55
el arma mas terrible: presentóse la del alumbramiento real, y aquel mis-
mo silencio á que los habian condenado, fué en estos momentos, tan gran-
des y solemnes, la maza de Fraga con que de un solo golpe hicieron bam-
bolear el trono, lIerados del deseo de aplastar á la camarilla.


lIay mas; este silencio fué lanto mas formidable é imponente, cuanto
que era la espresion del sentimiento público: la nacion se habia penetra-
do de que el trono era responsable °de los grandes males pasados y de los
nuevos que amenazaban, por su funesto empelio en mantener en el mando
á una cuadrilla de bandoleros contra el torrente de la opinion y contra la
voluntad de un pueblo cuya dignidad se trataba de escarnecer despues de
haberle saqueado sus haciendas y arrebatado su soberanía. La nacion la-
mentaba la debilidad de la reina que se habia dejado seducir por una ca-
marilla insolente y soez. Pero veia que esa camarilla tomaba el trono por
escudo ú cada Uro que la asestaban las oposiciones: yeia además que la
necesidad de derribar á los polacos habia dejado de ser, desde la clausura
de las cámaras, una cuestion política para convertirse en cuestion de ver-
güenza nacional; que los hombres de todos los partidos esclamaban: es
necesario llegar hasta el aposento de la reina y echar de allí á latigazos á
esa turba de lacayos y rufianes!


La Nacíon habia visto que la voz del parlamento no habia podido lle-
gar hasta el trono: que los clamores de la Imprenta eran ahogados por el
ruido de las orgías, y por eso esperó una ocasion solemne y magnífica en
que la reina, que no habia podido escuchar las súplicas de sus mas leales
defensores, tuviese que oir el silencio de su pueblo.


Dijo el Heraldo, que la conduela de la prensa en esla ocasion fué un
ataque á la Reina y aun al trono mismo, y llamó la rerolucionaria y estu-
vo á punto de dedararla fuel'a de la ley: natural fué que asi se espresara
el órgano del ministerio, porque era ya costumbre vieja y ordinario recurso
de la pandilla polaca querer persuadir á todo el mundo que la oposicion
no se hacia á los minisLros sino ú la reina, y que los esfuerzos de cuantos
trabajaban contra Sartorius, iban dirigidos no menos que á privar del tro-
no á la reina Isabel, y arrastrar en su ca ida á toda la dinastía. Se ha lla-
mado por muchos hábil á esta maniubra de los polacos; y cierto, que si
faltar como un traidor á su patria y mentir como un villano á su reina
puede llamarse habilidad J hitbil fué el Conde de San Luis, si bien alcanzó
con ello engaliar á muy pocos, pues no hubo quien no viera todos los hilos
de tan grosera urdimbre, ni quien dejara de conocer que, combatido por




36
las Córtes, atacado por la prensa y despreciado por el pais, trato Saffo~
rius de hacer causa comun con el trono, queriendo el menguado ,'¡vir con
él, ó arrastrarle en su vergonzosa caida. Cuanto habia de bajeza, desleal-
tad y traicion en esto, lo pensaron entonces todos: cuanto habia de imbe-
cilidad y torpeza, lo han dicho luego los sucesos.


Como quiera, no tenemos por cierto que fuera el silencio de la prensa
un ataque verdadero y formal al trono; pero era cuando menos una mues-
tra señalada de oposicion. Queria la prensa, y tenia razon en quererlo, dar
á comprender a la reina cuán errada andaba en la eleccion de los hombres-
que gobernaban los negocios públicos y cuanto desagrado iba engendrando en
el pais el obstinado empeño que mostraba en seguir los consejos de quieneg
eran incapaces de otra cosa que no fuera vendeIia y desacreditarla delante
de la opinion. En los momentos aquellos, solemnes y de fiesta en otras oca-'-
~iones, de indiferencia ó pesadumbre en aquella, habia en el silencio de 103
periódicos, una cosa que era algo mas que una advertencia y algo menos
que una amenaza: adrertida estaba desde antes, de que los ministros eran
malos y rechazados por la opinion; amonestada debió quedar desde ahora,
de que lo que habia sido lucha entre el ministerio y las oposiciones, podia
hacerse combate á muerte entre la nacion y el trono.


Solo el Heraldo, cuyo política torpe ha hecho reir tanto á sus mismos
enemigos, se hubiera atrevido á decir que el silencio de los periódicos no
significaba mas que la cólera y el despecho de sus redactores: solo él se
hubiera atrevido á decir esto, cuando la nacion entera recibia con indiferen-
cia la noticia del fausto acontecimiento, cuando muchos miraban con indig-
nacion que hasta ese mismo suceso trataban de esplotarle los Polacos con-
vjrtiéndolo en motivo de ascensos y de gracias que se tenian ya de ante-
mano repartidas; ni aun los curiosos acudieron á la plaza de Palacio, y la
poblacion de Madrid fué la primera en sancionar la conduela de la prensa
con su actitud fria é indiferente.


La gentecilla, que llenaba las c~maras régias, procuró hacer bastante
ruido para que no se notase el silencio del pueblo, y sin duda hubo de con'"
seguirlo, puesto que el Trono no dió señales de haberse apercibido del es-
tado imponente de la opinion, y siguió dispensando su gracia á los viles mi-
nistros que en su nombre se entregaban á los furores de la dictadura y del
libertinaje.
~o parecia sino que cada dja se estrechaba mas y mas la union


entre el trono y el ministerio: esto dábalo á entender la insolencia




57
creciente con que el gabinete se atrevia a prorocar las iras de las oposi-
'Ciones. Nacia sin duda la ciega confianza que San Luis aparentaba tener
en su omnipotencia ministerial, del largo tiempD que venia viendo sufrir á
Ja nacion el saqueo vandálico de los hombres que le habian precedido.


Juzgaba además que los hombres de la oposicion no representaban
mas que sus propias y perSDnales ambiciones, y que eran gente ,'enal y
corrompida, que si no se uejaban corromper CDn el oro, era solamente por
cálculo ue llegar a poseer mas de ID que so les ofrecia, y á los cuales se
pocHa deslerrar impunemente sin que el pais se conmoviera.


No haremos nosotros un cargo al ilustre conde por esta manera de juz-
gar los hombres y las situaciones: antes por el contrario nada nos parece
en él mas lógico que este lillago dc raciücinios: San Luis habia entrado en
el minislerio por la primera vez, cuando su amo l\'arvaez necesitaba soste~
nerse con el funesto a poyo de la fuerza: habia sido buscado como mozuelo
imprudente que por todo atropella para satisfacer su ambicioncilla bastar-
da y ridícula: su primera obra habia sido hacer unas elecciones de dipu-
tados á la bayoneta: habíase empleado despuBs en formar listas de pros-
cripciones; lenia visto que la sangre y la policía podian ser la base de un
ministerio á falta de otra mejor; á su primera caida se habia encontrado
rodeado de una turba de tahures políticos que se hacian lenguas de su
héroe, encaramando hasta las nubes su habilklad para eso de burlarse de
las instituciones fundamentales, legislar de real órden y crear situaciones
-de fuerza: vuelLo al poder, habia tratado de ensayar como recurso ma-
quiavélico una política ,de legalidad para {mgal1ar á las oposiciones consti-
tucionales; los sUCesos acababan de demostrarle que ni aun por cálculo y
juego político podia él hablar en nombre de la ley y de la moralidad: y
ahora bien, ¿qué de estrafial' es que despuBs de este desengaüo volviese con
mas ardor que en su primera época á adoptar por único sistema de gobier-
no la dictadura ministerial, la inmoralidad, la cOl'rupcion y el saqueo como
:Ia sola base legítima de su política y de sus antecedentes?


Conservarse en el poder á mercrd de lodos los desafueros, de todos los
atropellos, de todos los actos vandálicos, de todos los ardides por repro-
bados que fuesen, era el único lema de su pDlítica: consecuente con ese
principio tomaba el trono por pantalla; engañaba á la reina, calumniaba á
la opinion, destituia á los Senadores y amenazaba con grillos y cadenas al
que se alreviera á combatirle en nombre de la moralidad y de la decencia.


ümsecuenle con ese principio, trató de esplotar hasta el suceso del




38
alumbramiento de la reina, convirtiéndole en una ocasion de botin para él
y sus camaradas; corrieron ya rumores de que se haria titular con este
motivo duque de Madrid: los polacos ens2flaban ya las cruces con que pen-
saban adornar sus pechos: todos tenian firmados sus ascensos; cuando he
aqui que la providencia dispuso que la infanta, nacida en tan aciagos mo-
mentos, muriese á las pocas horas sin abrir los ojos a la luz. ¡Cualquiera
diria que los mantuvo cerrados lodo el tiempo que vivió por no ver á
muchos de los desalmados traidores que rodeaban su cuna!


La opinion no perdonaba motivo de protestar contra los actos del gobier- .
no por insignificantes que fuesen: publicóse el acta del nacimiento de la
infanta y por todas parles se oyeron chistes y agudezas, propias del
carácter español, sobre los nuevos apellidos de que aparecieron adornados
los ministros en aquel documento.


El conde, que hasta entonces no se hahia llamado mas que D. Luis
Sartorius, se añadió el sobrenombre de Tapia: el ministro de Gracia y
Justicia, salió con que además de sus tres apellidos habiluales, se llamaba
tambien Cogollos: pero el que acabó de coronar la fiesla fué el de Marina
cuyo nombre apareció de esta manera reformado: D, Mariano llocamora,
antes Roca de Togores.


Por ageno que sea á la gravedad de la hi:-;loria este hecho tan futil, le
consignamos en este lugar porque él da á conocer una de las fases del mi-
nisterio; la vanidad pueril, y la petulancia.


No desalentó este golpe al pobre conde: lejos de eso trató de desaho-
gar la rabia que le ocasionara este contratiempo, redoblando las persecu-
ciones de la imprenta: el silencio de C)lta le habia llegado hasla la médula
de los huesos y las frecuentes reuniones de los progresistas y de los con-
servadores le hacian temer que á pesar de lo bien guardadas que tenia las
avenidas de Palacio, podria suceder que algun patricio leal hiciera llegar la
verdad hasta los oidos de la reina.


De una de estas reuniones, salió la carta que á conlinuacion ponemos:
patriótico escrito lleno de dignidad y de valor, y el primer documento ofi-
cial en que se consignó ya de una manera evidente la alianza entre los
hombres honrados de lodos los partidos. Las firmas de los escritores de-
mócratas alIado de las de los conservadores; las de estos, unidas con las
de los progresistas de todas las fracciones, demostraron á los ojos de todo
el mundo que los mas encontrados en principios, mas separados por
los sucesos y por las doctrinas se unian y se levantaban como un solo




39
hombre para combatir al ministerio, antes que todo, en nombre de la ver-
güenza y del decoro de la nacion.


Hé aquÍ la carta:


SEÑORES REDACTORES DE EL DURlo ESPA~OL, EL CLA~IOn PÚBLICO, LAS No-
VEDADES, LA NACIO~, LA EpOCA, EL TRIBU~O y EL ORIENTE.


Muy seriores nuestros y de loda nuestra consideracion:
Escritores en distintas épocas de periódicos políticos, amantes de la


independencia y del decoro de la imprenta, no hemos podido menos de
aplaudir la noble conducla de Vds., defendiendo las instituciones del pais
en las presentes circunstancias. Y por si ocasiona esa conducta que no pue-
dan Vds. seguir escribiendo con la misma decision que hasta ahora, ofre-
cemos á Vds. el concurso de nuestras fuerzas, á fin que mientras haya pe-
riódicos independientes no deje de sonar en ellos, como suena ahora, la
voz de la verdad.


Madrid 12 de enero de 1854.
Son de Vds. atentos seguros servidores.-Manuel José Quintana.-


Gabriel Tassara.-Andrés Borrego.-Evaristo San Miguel.-José Ordax
de Avecilla.-Pascual Madoz.-Francisco Lujan.-Antonio de los Ríos y
Rosas.-Antonio de la Escosura y Evia.-Luis Gonzalez Bravo.-Ramon
Ceruti.-Facundo lnfante.-Daniel Carballo. -Luis Sagasti. -Eusebio
Asquerino.-Miguel de los Santos Alvarez.-Eduardo Asquerino.-Mau-
ricio Lopez Roberts.-Juan de Ariza.-Vicente Sancho.-Salustiano de
Olózaga.-EI senador Antonio Ros de Olano.-EI duque de Rivas.-José
Alvarez de Zafra.-Manuel de Seijas Lozano.-Facundo GOñy.-Miguel
Pacheco.-Ecluardo Chao.-Antonio Cánovas del CasLillo.-Antonio Gon-
zalez.-José Gonzalez Serrano.-Alfonso de Escalante.-EI marqués de
AÍnion.-Saturnino Calderon Collanles.-Nicolás de Rivero.-Victoriano
de AmetIlel'.-Pedro Gomez de la Serna.-Antonio García Gutierrez.-
Nemesio Fernandez Cuesta.-F. Javier Moya.-Antonio del Riego.-
Aniceto Puig.-Adelardo Lopez de Ayala.-Eulogio Florentino Sanz.-
Manuel Bermudez de Castro.-Francisco Orlando.-Antonio Auset.-Es-
teban Lujan.-Manuel Ruiz de Quevedo.-Enrique de Cisneros.-Luis
Valladares y Garriga.-J. Gutierrez de la Vega.-Fermin Gonzalo Moron.
-Pedro Mata.-N. Pastor Diaz.-Joaquin Francisco Pacheco.




40
Algunos escritores que acudieron tarde el firmar la carta manifestaron


despues su adhesion en los periódicos.
Fueron estos entre otros; D. Julian Santin de Quevedo, Losada, Joa-


quin l\faldonado, Pedro Calvo A8ensio, Manuel Ortiz de Pinedo, Pirala,
Carreras, el autor de las presentes piginas, y otros muchos cuyos nombres
no recordamos, pero que todos ellos habian sielo redactores de diferentes
diarios liberales.


La opinion hacíase de hora en hora mas enérgica y formidable: la
oposicion de la prensa habíase refugiado en la conversacion: hablábase en
alta voz en los cafés y en las plazas de que habia llegado el momento de
apelar al sagrado y legítimo derecho de insurreccion que tiene Ull pueblo
contra el poder, cuando este se sale no solo fuera de la ley, si que ademas
falta á los principios de la moral y del decoro.


En la última reunion de los senadores moderados y progresistas, de
los diputados y de todos los hombres políticos que combatian al gobierno,
trataron estos de hacer todavía una tentativa pacífica dentro del terreno
legal, bien convencidos sin embargo, de que al fin y al cabo tendrian que
apelar á las armas para derribar un gabinete, que estaba dispuesto á no
abandonar las cámaras reales hasta que no fuese echado de alli por
la fuerza.


Dividiéronse en dos comt"tés, de hombres políticos el uno y de perio-
distas el otro. Escribió el primero un manifiesto titulado Al Pais, el cual
solo pudo circular entre algunas personas: no hubiera producido tam PoC()
ningun efecto á haberse repartido libremente, porque no estaba redactado
en el tono que exigian las circunstancias y era además demasiado doctri-
nal y parlamentario; no asi otro papel que salió del mismo comüé con el
título de El partido liberal de España á la 'reina constitucional, lleno de
energía, de dignidad y el cual decia asi:


EL PARTIDO LIBERAL DE ESPA~A Á U REJNA CO~STIT,[;CIONAL DO~A ISABEL "',


«SEÑORA:
«En la árdua crÍsis que hace largo tiempo trabaja á la Nacíon, es ya un deber im-


perioso para vuest.ros fieles súbc!itos usar ele un 'uerecho que la Constitucion les con-
cede, llegando respetuosamente á los pies del trono de V. M. con la sencilla esposí-
cion de sus legítimas quejas, ahora que muda la tribuna y sofocada la voz de la im-
prenta, no les queda otro medio legal de someter á la siempre recta y magnánima
apreciaciOll de V. M. la opinion de sus pueblos.


))Van corridos ya tres años, Señora, desde que Jos ministros de V. M. inaugura-




4i
ron y estún ejeculawlo con una triste perseverancia ~' una pavorosa uniformidad,
en todas circustancias y situaciones, el funesto sistema de no discutir en los cuerpos
legisladores los presupuestos del Estado; de no alcanzar siquiera para plantearlos la
subsidiaria é indispensable autorizacion del parlamento; de no mantener abiertas las
CÓ:les en carla If'gislatura el tiempo preciso para desempeñar este sagrado objeto y
para atender (¡ las demás necesidade!', nunca satisfechas y siempre renacientes, de
la legislacion y la ~obcrnacion del reino.


»ColIsecuencia es prevista, solicitada y'forzosa de tal sistema el que destituido el
Gobierno de V. M. ,id ::¡poyo legal y moral de las Córtes, se sucedan unos á otros sin
causa ostensible y co&n asombrosa rapidez los gabinetes; que se introduzca y crezca
diariamente una movilidad inaudita y una verdadera anarquía, así en el personal
como en el organismo de la admillistracion; que no puedan hacerse en los servicios
de sus respectivos departamentos las prudentes economías que de una parte recla-
man con razonlos cOlltribuyentes, y que de otra exige con manifiesta urgencia el
enorme déficit de la Hacienda pública; que votados por las mismas Córtes, 6 no "0-
tados por ellas los presupuestos, aun des pues de procederse á su planteamiento y
ejecucion, se altere su cifra é infrinja su letra, y se viole en su espíritu y hasta en
sus mas menudos detalles la legislacion rentística vigente, ordenando y realizando
cuantiosos créditos estraordinarios, para gastos tambien estraordinarios, sin mas au-
toridad, sin mas exámen de la posibilidad y de la utilidad que la autoridad y el ex á-
men del ministro de Hacienda; que en la tristemente famosa cuestion de los ferro-
carriles no se haya dictado una ley orgánica que impida la renovacion de los pasados
escándalos y agiotages, ni menos leyes parciales que sacándonos de nuestro lamen-
table atraso en este órden de trabajos, faciliten y aceleren nuestras comunicaciones
con ambos mares y con Europa; que se haya improvisado por el actual ministerio,
apenas posesionado de sus funciones, y sin audiencia de ningun cuerpo consultivo,
una reforma Tundamental en el antiguo y delicado régimen de nuestras provincias
ultramarinas, y otra no menos trascendental é importante en las leyes civiles, pena-
les y de piocedirnientos de la Península; y por último, que en esta situacion tan com-
plicada ya y peligrosa, la imprenta, lejos de estar regida por una ley, como lo manda
la Constitucion y como lo pide la suma importancia de este saludable y necesario ve-
hículo del espíritu público, viva por merced y al arbitrio de los gabinetes, sometida
cada año á un régimen mas insoportable, en que se estrenan cada dia la ceguedad de
la represion y las veleidades del capricho.


»Natural es que al par del forzado silencio de la imprenta oponente y de la tribu-
na parlamentaria, haya subillo de punto, contemplándola impasible y sin duda apro-
bándola el Gobierno, la audacia de algunos diarios que vierten su hiel sobre la ma-
)'oría y sobre la institucion del Senado, porque este alto cuerpo, usando de su dere-
cho y defendiendo su prerogativa en un conflicto gratuitamente empellado, ha pro-
cedido segun los principios cardinales del régimen consti tucional y conforme á las
inspiraciones de su conciencia.


»Mas ¡qué mucho que el Gobierno, dejando ociosa en este solo caso la durísima
rcprcsion que tiene en sus manos, )' de que tan pródigamente abusa, aliente ~. esti-




42
mule la saña de esos periódicos, cuando el mismo Gobierno en la elevada esfera de su
accion mas propia é inmediata, ya amaga, ya descarga los golp~s de su ira contra los
individuos de aquella mayoría y de aquellos cuerpos, sin respeto á las canas, ni á
los servicios, ni á la inmovilidad judicial, ni á la inviolabilidad parlamentaria!


»Si se digna V. M. volver los ojos á considerar el efecto que este fatal conjunto de
ilegalidades, aberraciones y demasias produce en el seno de los pueblos, ¿qué halla-
rá V. M. que no turbe y contriste su magnánimo corazon, al ver al través de la ya
antigua y cada dia mas exacerbada corrupcion electoral, la corrupcion administrativa
en su aspecto mas odioso y en sus manifestaciones mas daiiosas, y la corrupcion so-
cial, fruto y compaiicra de ambas, y ¡.,Íntoma y levadura infalible de la indisciplina,
de la subversion y de la anarquía?


»¿Será acaso parte á conjurar los peligros inminentes de esta crisis preñada de
desventuras, el remedio que desde la cima del poder se está anunciando un año hace
con jactanciosa solemnidad ú la nacion, primero atónita, y abismada tlespues en una
espectacion augustiosa?


»¿Será la reforma de la Constitucion?
»¿Será el golpe de Estado?
)Mas, qué golpe de Estado, ni qué reforma constitucional, como no destruyese


la razon y la médula del mismo trono de S. M., mantenido por la libertad política é
identificado con ella, no impondria límites á la accion del poder ejecutivo? ¿no otor-
garia á la nacion congregada en Córtcs el derecho histórico, perenne, inmortal, de
conceder ó negar, segun su patriotismo y su prudencia, los subsidios á la Corona'!
¡,Y con cuál Constitucion que moderase de algun modo la autoridad real, y que atri-
buyese á la nacion aquella sagrada prerogativa, seria ni podría ser compatible el sis-
tema que antes hemos bosquejado á V. M. y en que persisten y se aferran vuestros
ministros con la ominosa supersticion de aquellos que corren á perderse, arrastrados
por la fatalidad y abandonados por la Providencia.


)No, señora; el remedio á las violencias del poder, á la arbitrariedad del Gobierno,
la gangrena electoral, á la corrupcion administrativa, está y se cifra esclusivamen-
te en una mudanza sincera, franca, leal, fundamental de conducta; está y se cifra en
el mantenimiento de las instituciones, en la integridad y en el libre y pleno ejercicio
de las facultades y prerogativas de las Córtes, en el acatamiento á la legalidad, en el
respeto á los derechos que la nacion poseyó y revindicó siempre, y que ha recon-
quistado y restablecido á la par del trono de V. M., de entre los escombros de la re-
volucíon y de la guerra civil, con torrentes de su sangre en los campos de batalla.


»Fuera de este sendero, abierto y llano, no hay mas que precipicios y abismos;
no hay salvacion fuera de este sistema. No la hay, contemplando el estado evidente
de la opinion pública; no la hay, considerada en sus lóbregas profundidades la crísis
europea.


»Resuélvanse, pues, los ministros de V. M. á entrar por ese camino; den el ejem-
plo á la nacion; cumplan el primero, el mas sagrado, el mas perentorio de sus debe-
res; respeten con sinceridad, observen con religiosidad y con franqueza la Constitu-
cíon del Estado; yen demostracion y en fianza de este su buen propósito, reunan in-




45
mediatamente las C¡'lrtes, {l fin de que e~tas voten los impuestos para el presente
año. Entonces la crisis se Ilesatar(l natural y suavemente; entonces se calmará la opi-
nion, justamente recelosa y hondamente conmovida; entonces, y solo entonces, esta
nacíon desventurada, J¡eróica por sus sacrificios, sublime por su paciencia, abrirá su
corazon á la esperanza, se prometerá dias serenos, y augurará prosperidades bajo el
blando cetro de V. M.


)}Señora, respirando apenas la Europa de la mas súbita y acaso la mas grande
catástrofe que ha padecido en este siglo, en una nacion agitada por la reforma polí-
tica, desgarrada por la discordia uoméstica, herida y azolada por el estranjero, cons-
ternada por UII infortunio público y por un inesperado interregllo, se levantó el nue-
vo monarca en su trollo, y allte sus pueblos en torno congregados pronunció estas
nobles palabras: «(La estabilidad no se logra en nuestros dias sino con la buena fé de
los poderes y con la probidad de los gobiernos.)) Estas palabras, sellora, la Europa
las escuchó ~on respeto; los súbditos de aquel monarca las acogieron con amor y con
a plauso; la paz, el órden , la libertad, la prosperidafllas han consagrado en el éxito.
V. M., en su maternal solicitud por el bien y el sosiego de sus pueblos, podrá dignar-
se meditar COIl su sabi(luría sobre el profundo sentido que en su régia sencillez en-
cierran estas palabras.


»Nosotros, lieles súbditoslle V. M. y vivamente interesados ell la firmeza y en el
esplendor de su trono:


»A V. M. respetuosamente pedimos tenga á bien, en uso de su prerogativa,
TOllllrlar que se abran inmediatamente, confofllle á la Constitucion y á las leyes] las
Córtes actualmente suspendidas.


El Todopoderoso conserve la importante vida de V. M. dilatados altos para bien
de esla monarquía. Madrid 13 de enero de 185·1,. Seltora : A. L. R. P. de V. M.-Si-
guen las firmas de un gran número de senadores, diputados, grandes de España,
títulos del reino, capitalistas, propietarios, hombres políticos, escritores, etc. etc.


Fue este manifiesto, como ven nuestros lectores, una historia impar-
cial y severa, un sumario elocuente de todos los cargos que la opinion pú-
blica venia fulminando contra todos los ministerios desde que entrara en
la gobernacion del estado el inÍcuo desleal y traidor Bravo l\Iurillo: cargos
terribles que en las cámaras habian escuchado imprudentemente esos mis-
mos ministerios, de boca de los oradores de la oposicion el quienes se ha-
bian cerrado las puertas del parlamento para que no siguiesen haciendo
tronar la voz poderosa de la verdad y de las necesidades del pais. Pues
bien, e~e documento dignísimo, en qua todavía se daban consejos al trono,y
con el cual no se hacia otra cosa que ejercitar el sagrado derecho de peti-
cion, concedido por la ley fundamental, ese papel, testimonio de la lealtad
y del patriotismo de los que tuvieron la honra de suscribirle, fué persegui-
do inquisitorialmente por la policía, que no logró sin embargo detener su




44
circulacion, si bien es cierto que los polizontes de Palacio, mas astutos y
mejor pagados, impidieron que llegase á manos de la reina.


La juventud, que camina siempre á la cabeza de la opinion, esa juven-
tud que siente arder en su pensamiento y en su cabeza el poderoso inslin-
to revolucionario, esa juventud en cuyas manos está depositado el por ve-
nir de España, porque ella es la única que no tiene antecedentes políticos
que la hagan retroceder, porque ella es la única que ni ha cometido tor-
pezas y desaciertos como unos, ni se ha manchado con el oro de las ar-
cas públicas como otros, esa juventud cuyo pasado son los padecimientos
y los sacrificios en farol' de la libertad, cuya historia ha empezado en las
cárceles, hizo tambien circular una proclama llena de fuego y de valor, en
la que, en vez de entretenerse en difusos discursos parlamentarios~ daba el
gl'ito santo de insurreccion, presintiendo que el pais no podia ya recobrar
sus perdidas libertades mas que en el terreno de la fuerza.


He aquí la proelama:


ESP:\~OLES:


(Basta ya tic ~ufrilllienlo. La abycccioll del podcr ha Ilegadu á su térmillo. Las
leyes estan rotas. La Constilucion no existe. El ministerio de la reina, es el ministe-
rio de un ravorito imbécil, absurdo, ridículo, de un hombre sin repulaciou, sin glo-
ria, sin talento, sin corazon, sin otros títulos al favor supremo que los que pueele en-
contrar una veleidad libidinosa.


«Nuevo Godoy, pretende poner su pié sobre el cuello de esta nacion heróicu, ma-
dre inmortal de las víctimas del 2 de mayo, de los héroes de Zaragoza y Gerona, de
las guerras ele AI·laban, de Mendigorria y de Luchana. ¿Será que aguantemos impu-
nemenle tanta ignominia? ¿No hay ya espadas en la tierra del Cid? ¿No hay chuzos'?
¿No hay piedras? jArriba, arriba, españoles! jA las armas todo el mundo! ¡"~luera el
favorito! jViva la Constitucion! jViva la Libertad!)


Tambien se aseguró por entonces, con muchos visos de verdad, que
el siguiente escrito fue puesto sobre el tocador de la reina: si esta le leyó
y siguió dispensando su confianza á los hombres que la rodeaban, y no
sospechó ni un momen to de su deslealtad y de su vileza, fue por cierto
un fenómeno que no podemos esplicar, ó por mejor decir, sobre el cual
dejamos á nuestros lectores en la libertad de esplicársele á sí mismos co-
mo mejor les parezca.


El escrito decia de esta manera:




SE5íúIU:


ÍlVuestros f1ci(~s súbJitos, amantes de vuestra real persoua y dinastía, han sabido
Con pena que por parte dé algunas personas siniestramente interesadas, se trata de
estraviar el recto juicio de V. M. y los maternales sentimientos que abriga en su
alma. Ellas se atreven á suponer que la opo~icion casi unánime de vuestros grandes
y vuestros altos dignatarios y dé todo el país al actual ministerio, es oposicion y
hostiliclad á vuestra real persona, sagrada para los españoles. Y si esas personas,
Señora, amáran y re~petáran verdaderamen te á Y. M., no osarían hacer s ti posicion
tan irreverente como absurda.


Pero c:; lo cierto, Señora, que en los que combaten al ministerio San Luis está el
amor del trono y de la dinastía, y que los que á aquel defienden y por defenderlo ca-
lumnian vilmente á los mas calificados y leales súbditos de V. M., ni son á V. M. lea-
les, ni aman vuestro trono y dinastía. El conde de San Lllis fué quien por octubre
de 1849 calificó en un periódico suyo de capricho 'necio y veleidad insensata, la li-
bre eleccion que hizo Y. M. de un ministerio bajo la presidencia del conde de Cleo-
nard: palabras, Seriora, que llenaron de dolor á todos vuestros súbditos leales, por-
que en ellas vieron atacada yuestra inviolable persona, y por primera vez quebran-
tado el tradicional respeto de esta nacíon á sus reyes .. Mas tarde, cuando v. ~1.
nombró el n1inislerio Bravo-~íurillo, dió el conde de San Luis con sus amigos aquel
grosero escándalo en el Congreso que hizo la disolucion de este inevitable; y duran-
te el largo periodo en que V. M. distinguió con su confianza al ministerio Bravo-Mu-
rillo, no cesó un momento de hostilizarlo el mismo conde de San Luis, ya en su pe-
riódico 'con destempla'nza inaudita, ya coligándose con los progresi&tas en las elec-
ciones, ya conspirando públicamente y pretendiendo en su despecho queel país ne-
gase á V. M. la debida obediencia y respeto, precipitándose tras él por la funesta
senda de las revoluciones. A nn hombre que habia ya vendido la cOllfianza yel respe-
to de V. M. serialándose por sus tendencias anárquicas en las filas de la oposicion, ni
te quedaba mas que vender á la oposicion misma, y lo hizo con efe e l-I , pasándose al
ministerio Roncali en cuanto este ofreció satisfacciones el su vanidad insolente yem-
pleos á sus codiciosos amigos. Pero ni siquiera supo ser en esta nueva tréticion firme
y consecuente. Fingiéndose amigo del ministerio Roncali, y del que V. :M. llamó luego
1\ sus consejos, estuvo acechando la ocasion de derribarlos, sorprendiendo y estra~
viando vuestro benévolo y justo ánimo. Asombro os 11a de causar, Señora, el saber
que por parte del conde de San Luis y sus parciales se escribieron y publicaron de
horrible y sacrílega injuria contra V. M. atribuyéndolos ILlego á la oposicion, yacu-
sando pérfidamente al ministerio Lersundi de poco eficaz en defender vuestra honra,
que es la honra de los españoles. Nada mas cierto, sin embargo; y cuantas personas
de honor y de verdad y de desinterés consulte V. M. confirmarún los hechos que van
anotados. El conde de San Luis ni ama ni respeta á V. M.; aspira solo á mandar y á
enriquecerse á vuestra augusta sombra. Pobre, ignorante y de baja cuna, ha debido
en pocos años á su inmoralidad el ser mas que ninguno de vuestros grandes en opu-




46
lencia, y tanto en títulos y honores, como los que han sacrificado la propia sangre y
la hacienda de sus mayores por salvar al trono y lÍ. la ilacion en los días difíciles.
Nada era, nada tenia, y el pai5 le contempla hoy ocnpanflo 1I1la posicion que 110 jus-
tifica ninguna cualidad suya, y vuestros súbllitos le ven dueño de cuantiosos bienes
de dia en dia acrecentados con nuevas adquisiciones que no por hacerlas de ordinario
á nombre de sus cómplices son menos notoria:;;.


Solo el conde de San Luis podia por su ineptitud sufrir una derrota como la que
ha sufrido en el Senado: solo él por sn inmoralidad y soberbia puede tener en oposi-
cion á todos los hombres respetables del pais, y descontentos y pesarosos á cuantos
de veras os aman. Parapetando su pequeilez detrás del trono, preferiria, si fuera P9-
sible tamaño infortunio, que V. M. descendiera de su trono á retirarse él de los ne-
gocios. ¿Y es semejante hombre quien osa orrecer su proteccion al trono y acusar á
los grandes, á los altos dignatarios, á la leal nacíon española, de combatir en su ab-
yecta persona la sagrada persona de V. M? Vuestros súbditos, Selíora, desean mora-
lidad y justicia: por no hallarlas en los anteriores ministerios los han combatido: no
querian que burlasen la maternal solicitud de V. M. los especuladores y agiotistas
interesados en los caminos de hierro. Pero si el haber combatido á los ministerios
anteriores fuera una falta, ¿no los ha combatido tarnbien el conde de San Luis?


Basta, Señora, de reflexiones. V. M. alllil tiernamente á sus hijos, y no querrá
que yendo á nacer acaso el heredero de la monarquía esten tan afligidos sus súbditos
bajo la vergonzosa férula del director del Heraldo y de sus cómplices. No desea otra
cosa el país entero que la ocas ion ele ofrecer á V. M. un testimonio del tierno y res-
petuoso cariño que guarda/siempre para su bondadosa y noble reina.


Elija V. M. nuevos consejeros entre los hombres que quedan de independencia,
de moralidad y de justicia, y todo será júbilo en el pais, y el alumbramiento de su
adorada reina será señal para él de una nueva época que le haga olvidar la tristísima
que va atravesando.


Señora: A L. R. P. tIc V. M.-Vuestros súbditos mas leales.


La circulacion furtiva de estos papeles, encendió el amortiguado amor
-pátrio hasta en los ánimos mas indiferentes y descreidos: vióse nacer en-
tonces y crecer de hora en hora, esa vida política subterránea y misterio-
sa, oculta bajo ese silencio tan formidable qne precede al estallido de las
revoluciones en los pueblos largo tiempo oprimidos por una tiranía bár-
bara é insoportable.


El ministerio, lleno de cólera y despecho reforzó sus legiones de poli-
cía y el ilustre conde con los ojos siempre fijos en la política del empera-
dor de Francia, del gran polaco de Europa, empezó á preparar un peque-
ño golpe de Estado.


El Heraldo en un articulejo escrito con la impudencia y la insensatez
que han caracterizado siempre el estilo de ese periódico, verdadera fisio-




47
logia del partido polacJ, anunció enfáticamente: « que á una oposicion á
quien movia la ira no se la podia contestar mas que con la violencia.))


Los ministros empezaron á celebrar frecuentes reuniones en la calle
de las Rejas: los lacayos del favorito real que se habian hecho casi mas
insolentes que los polacos, empezaron á hablarse misteriosamente al oido:
el ilustre conue hacia dias que habíase entregado á aquellas silenciosas
meditaciones que hacian esperar tan grandes sucesos á la turba de pará-
sitos que le rodeaba: lodó el mundo se hallaba, pues, en espectativa de
un gran acontecimiento, de un golpe tan profundamente maquiavélico, que
acabase para siempre con las oposiciones y dejará asegurado de una ma-
nera indestructible el poder del gobierno.


El dia 17 de enero fué el elegido por el gabinete para hacer el supre-
mo esfuerzo de su ridícula omnipotencia, y en ese dia se comunicó al seI10r
Marqués del Duero la órden para marchar de cuartel á Canarias: al general
Infante para las Baleares: para el mismo punto al general D. José de la
Concha: á Armero se le destinaba á Leon y á D. Leopoldo O'Donnell á
Santa Cruz de Tenerife.


Los agentes del gobierno anunciaron tambien que dentro de pocos dias
saldrian de la corte los generales San Miguel, Chacon, Manzano, Serrano
y Zabala.


Los polacos, se presentaron en seguida en todos los sitios públicos á
ver el efecto que los rayos ministeriales habian pr~ducido en la opinion:
creyeron hallar el espanto y el miedo sembrados en todos los ánimos y
se hallaron la sonrisa del desprecio y de la com pasion retratada en todos
los semblantes.


Pero no fué esto lo que mas llenó de sorpresa y de asombro á los laca-
yos del gabinete, sino que cuando fueron á comunicar la órden al general
O'Donnell se hallaron con que habia salido de caza: cosa, que conocido el
carácter del valeroso patricio, les causó no pocos temores y amargos
presentimientos.


Oyeron luego correr de boca en boca voces de que O' Donnell no
se presentaria á cumplir las órdenes del gobierno: vieron á los senadores
y diputados de la oposicion, á una multitud de hombres notables de todos
los partidos y á un gentío númeroso, acudir á la despedida de los demás
generales cuando salieron en las sillas de postas, y los imbéciles que habian
esperado ver anonadarse la opinion y diseminarse con horror todos los
hombres honrados al golpe de fuerza del gabinete, se volvieron al palacio




48
del gran Monipollio sin poder esplicarse como las opo:-;ici(¡!w~ ~lí pl·ll.'llnhl-~
han mas enérgicas y poderosas á medida que el gauiIwle redoblaba su~
ataques de tiranía y despotismo.


La ocultacion del general O'Donnell se presentó como un incidente pre--
nado de un interés verdaderamente cómico: cada dia que pasaba y el ilus~
tre caudillo de nuestra revolucion no regl'esaba sin emhargo de su supuesta
cacería, era un motivo de esperanzas y de alegría para los enemigos del
Gobierno y de susto y de pena para los pobres ministeriales que veian en
esa ocuItacion el síntoma de una conjuracion tan terrible como misteriosa.


La dimision del ministro de Gracia y Justicia, hombre probo é ilustra-
do á quien su vanidad y su impaciencia le arrastraron á tomal' parte en
el ministerio, fué tambien aunque demasiado tardía, una protesta enérgica
contra las últimas disposiciones del gabinete.


Zaragoza, gobernador de Madrid, dejó tambien su puesto, y el conde
indignandose de los escrúpulos de unos hombres que habian venido com-
partiendo con él el mando en todos los ataques que habian recibido ya la
constitucion y el decoro nacional, llamó á D. Javier de Quinto seguro de
que este antiguo tahur político no le abandonaria hasta que no quedase
un real en las arcas del erario.


Encargóle de suceder á Zaragoza; tomó Quinto poses ion del gobierno
civil el dia 18, Y el 19 multó á cada diario de la oposicion en mil reales.
Tal era la prisa que le corria mostrarse consecuente con su vida pasada y
con la justa reputacion que habia adquirido en las diversas ocasiones en
que habia tenido que administrar fondos del estado.


Este rasgo del sefior Quinto, nos escusa de hacer su retrato: toda des-
cripcion pareceria palida alIado de este hecho tan elocuente yespresivo.


Entretanto O' Donnell, no regresaba de su cacería y circulaban rumores
de que D. José de la Concha se habia fugado desde Barcelona y pasado la
frontera de Francia.


La camarilla, trataba de disimular con burlas y groseras chanzonetas el
despecho que le causaban estos dos contratiempos, y la opinion se vengaba
de la camarilla y le devolvia· sus injurias hablando en alta voz y en todas
partes de sus cínicas bacanales.


San Luis, infatuado con la confianza que le dispensaba Cristina, con los
elogios que de él hacian en las camaras reales las gentes á quienes servia
de ciego instrumento, y seguro de la complicidad de algunos gefes del ejér-
cito á quienes daba su parte en el diario saqueo. trato de hacer otro aIar-




49
ele de fuerza, y comunico una circular ú los capitanes generales mandándo-
les arrestar al teniente general D. Leopoldo O' Donnell, si en el término de
ocho dias se presentaba en sus distritos respectivos; y si trascurrido este
plazo no pareeia, avisar al Gobierno para tomar otras disposiciones.


Esta circular hizo asomar la risa á los labios de todo el mundo á pesar
de lo critico de la situacion , pues se le rogaba al valiente general, despues
de haberle buscado la policía por todas partes, que se presentase, con el
único objeto de prenderle y ponerle á disposicion de sus mas encarnizados
enemigos.


Tambicn fueron destituidos de sus altos empleos de ministros del tri-
bunal de guerra y marina, el baron de Meer, presidente del mismo, y los
señores Torre Trasierra, Arteaga y Palafox, Cabrera, Moreno, Martinez,
Baldasano y Ros, Van-Halen conde de Peracamps, Peray, Cabaleiro, Ná-
jera, Armero y PeIiaranda: todos ellos senadores y buenos patricios que
en la sesion postrera del senado habian tenido la honra de votar contra el
gabinete.


Dióse con esto el grito de alarma á la magistratura, anunciando que se
pasaria por cima de todo el que tuviese dignidad y vergüenza, cualesquiera
que fuesen sus largos servicios y altos merecimientos.


Este rué tambien el primer paso con que el traidor Domenech marcó
su entrada interina en el ministerio de Gracia y Justicia: este antiguo trafi-
cante de politica, pretendia sin duda, á juzgar por el repugnante cinismo
con que atropellaba por todo, hacer olvidar á sus camaradas los tiempos
en que hipócritamente habia militado en las filas del liberalismo: era co-
mo aquellos ladrones indultados qu~ se emplean luego en la encarnizada
persecucion de sus compaI1eros para inspirar confianza y hacer olvidar'sus
antiguos crímenes.


Todas estas destituciones aparecian á la par de los ascensos que se
daban á los amigos mas decididos de la situacion, y especialmente á los
de la servidumbre del favorito palaciego, cuya influencia iba haciéndose
cada dia mas creciente y decisiva en los negocios del estado.


La razon de las separaciones habia que buscarla en las listas de la úl-
tima votacion de la alta cámara, en los antecedentes liberales de los se-
parados, en su honradez y probidad: el motivo de los ascensos se hallaba
siempre en los lazos que unian al favorecido con alguno de los ministros,
lazos, la mayor parte de las veces, de deshonra y de complicidad.


El clero, aprovechando tambien la ocasion , empezaba á satisfacer sus
4




nO
antiguos ódios contra la prensa liberal: algunos obhpos, confiados en la
proteccion del gobierno, prohibían la circnlacion de los diarios progl'esis-
tas en sus diócesis. Esta censura dcspues de la ejercida por el fiscal de
imprenta no era mas que una rídicllb Y(mganza: Jos pQriódicos no se ocu-
paban mas que de cosas indiferentes mucho tiempo hacia; de modo qne
la clerecía, al lanzar sobre ellos su anatema, era únicanwnle para \'engnl'se
de las doctrinas cirii¡~~(1tloras y libC'rales filIO habian sostenido COIl tanta
elocuencia como dignidad antes do desencadenarse en contra suya todos
los furores de la camarilla: los perscguian, no por lo que decian sino por
lo que habian dicho: este refinamiento de crueldad estaba reservado para
esos prelados, deshonra de su alto y sublime minislerio, tan acostum-
brados á ocultar bajo su mision pastoral los planes del mas negro .Y feroz
abs0luLismo.


IV.


La situacion se iba poniendo clara: la farsa de la legalidad habiase
desvanecido, y los ridículos histriones que la representaban habian depues-
to sus caretas de ministros constituciOlulcs, y mostraban al público sus
rostros de cortesanos y rufianes: el prcsid~nle del Consejo, rechazado á
silbidos por la opinion pública, arrojóse despechado en brazos de la cama-
rilla, y como ya no podia pasar con esta por hábil político y consumado
parlamentario, se empmló en parecer hombre de ellergía y de fuerza: ha-
bia parodiado á Guizot y ahora intentaba remedar á l\'arYaez; pero, si se
esceptLÍa el de hombre sin Yergüenza, estaua llamado á sacar mal lodos
sus papeles: hizo el legal y le silbaron, hizo el terrible y se le rieron; ar-
rancó silbido3 caando pensaba inspirar rt~spcLo; cuando (luiso poner mie-
do levantó carcajadas.


Fué gran ventaja para el bien del pais y para el logro de la revolu-
cion, que las cosas vinieran á este punto en que ya no habia ni lugar á
la discusion, ni permiso al ruego, ni camino ú la queja, ni podia verse re-
medio en lo legal ú los males que nos anigian, y que de puro acrecentarse,
ó tenian que acaln1' con el p~is ó ponerle en el caso de acabar él con sus
miserables verdugos.


Mucho contribuyó al efecto de arrojar á la oposicion al terreno revo-
lucionario, la circunstancia de ser quienes eran los hombres que estaban
al frenle de los negocios públieos: porque si otra persona que la del Conde




51
de San Luis se hubiese apoderado de aquella situacion de fuerza, no hu-
biera evitado el movimienLo, porque las revoluciones siempre vienen
cuando los pueblos quieren; pero le hubiera aplazado al menos, prolon-
gando algunos meses aquel estado de cosas, á favor de los elementos de
indiferencia, desconfianza y fatiga que tenian abatido el espíritu público y
hacian casi imposible lodo movimiento que no fuese una insurreccion mi-
litar, que hubiera evitado ó reprimido un soldado de temple, pero que
bastó á derribar á un polichinela de estado.


Como acon tece en las situaciones falsas, todos pugnaban por destruir la
que existia entonces, y á este fin se enderezaban los pasos de todos los par--
tidos, y hasta los del mismo ministerio: querian las oposiciones acabar con
los hombres del escúmlalo, de la corrupcion y de la fuerza, para estable-
cer un sistema de legalidad y decencia; y el ministerio, mal satisfecho
con aquella siluacion, que á poder durar siempre le hubiera parecido muy
buena, pretendia ponerla una base !1rme y estable, dando un pequefio golpe
de estado (Iue matase de derecho las instituciones liberales que ya no vi-
vian de hecho. Yes, que tan débiles y tan cobardes se sentian, y tan mi-
serables y tan perlueiíos aquellos famosos hombres de estado, que tenian
miedo de a(lucHa tribuna silenciosa, de aquella prensa muda y de aque.-
lla ConsLiLucion escarnecida: á cada real decreto que daban usurpando las
atribuciones legislativas, á cada agio que hacian, á cada despojo que eje-
cutaban, temian que de aquellas Cortes cerradas saliera una voz robusta,
cuyo eco poderoso resonára en loda la nacion, llevado en alas de aquella •
prensa perseguida, y la moviera á pedir cuenLa á los audaces mandarines,
del estado á que habian traido la nacion y á exigirles la responsabilidad
del desprecio á las leyes, de los ataques á las personas y del saqueo d~ los
caudales públicos. Por esto se conspiraba en el pais á favor de la libertad,
y en palacio á favor del aDsolutismo: los ministros se habian colocado fue-
re de la ley, y era justo que otro tan Lo hicieran las oposiciones: mientras
se' conspirase, era caso de habilidad; prro la conspiracion al cabo habia
de venir á batalla, yen último resultado, lÍ rasolyerse por la fuerza.


No eran para nadie un misterio las tramas que se unlian en el Palacio,
y aunque la reina hubiese ya dado á entender en alguna ocasion cuán an-
cionada era al régimen absoluto, y cuánto la pesaban las trabas puestas por
la Conslilueion á su volunLad soberana, todavía no faltaba quien la disculpa-
se, achacando la culpa de locIos los males á la influencia del favorito y á la
de Maria Cristina, en quien todos veian siempre un objeto de odio, y un




peligro permanente para la libertad; pero el decir verdad, no dejaba de
conocerse qUé la reina estaba muy gustosa con el engafio que la hacian,
y que nunca se desprenderia, sino á la fuerza, de las influencias que la
deshonraban á ella y perjudicaban á la Nacion. Con esto el descontento
iba subiendo de punto, y lejos de hablarse del trono con el respeto acos-
tumbrado en España, públicamente se murmuraba del gefe del estado, y
corrian de boca en boca, con verdad ó sin eUa, hechos y aventuras de
cierto género, que daban ocasion á que los aficionados á la historia re-
cordasen, quienes los tiempos del Bajo Imperio, quienes los de la corte de
Luis XV , Y aun por ventura otros menos apartados en lugar y en tiem-
po. Agradecidos deben estar al Conde de San Luis todos los realistas,
porque su ceguedad y torpeza aceleraron el instante de la revolucion: seis
me'les mas de una siluacion como aquella, y la dinastía estaba perdida
sin remedio.


Estas voces, cada dia mas públicas, y la tenacidad que mostraba Do ...
tia Isabel en sostener á quien el pais rechazaba, hicieron que tomase con-
sistencia una idea magnífica, nacida en el cerebro de algunos ilustres pen ....
sadores intentada realizar varias veces hace ya muchos años, abandonada
luego por imposible, y que recientemente se habia anunciado en algunos
periódicos de Portugal y de España, como un hecho realizable: hablamos
de la Union Ibérica. Un espafiol ilustrado, el Señor D. Sinibaldo de Mas,
habia tratado profundamente esta cuestion en un folleto notabilísimo:
otro eminente escritor y patriota portugués, el sefior Caldheira, habia es ...
crito sobre ella en un libro de viajes y pl'escntádola con grande clari-
dad en varios artículos de periódico, llenos de ciencia y brillantez: las
Novedades y la Nacion se hicieron tambien patronos elocuentes de esta
idea, y en ambos periódicos dos avent.ajados jóvenes escribieron nota-
bles artículos, en que no solo se ocupaban en demostrar la convenien-
cia de la union, 'Sino que llegaban á indicar los medios de ponerla
por obra. Tanto influyeron estos trabajos en la opiniofr, que el gobier-
no, segun se ha visto en el manifiesto de los periodistas, prohihió á la
prensa que se ocupara en este asunto-; pero la idea estaba vertida, y
ffis que miraban en Palacio el orÍgen augusto de todos los desaciertos)
veian en la Union ibérica, no solo un remedio radical á ellos, sino un
modo de levantar y engrandecer esta flaca y empobrecida monarquía.


Llegó esto á punto, que uno de los papeles que circulaban furtivamen-
te, el Recuerdo hist6rico, daba por por fatalmente necesaria la caida de la




dinastia, y casi por realizada la Union de Espafia y Portugal. Este papel
y otros tuvieron nacimiento en todas las oposiciones, principalmente en la
moderada, porque esta fraccion, como mas interesada en el triunfo, era
mas exegerada en la lucha: de todos modos, los hechos dan á conocer que
la opinion de los hombres políticos de importancia era entonces antidinás-
tica y favorable á la union ibérica; ahora parece que no lo es tanto: ya di-
remos en el curso de esta obra, lo que pensamos de tan repentina mu-
danza.


A este estado habian venido las cosas por culpa del ministerio: el go-
bierno, quitando al pais todo medio legal de mostrar su descontento, le
autorizó a manifestarle por medios ilegales; prohibiendo á la prensa emitir
su juicio sobre los asuntos públicos, hizo que sustituyeran al periódico la
hoja furtiva y la caricatura; impidiendo que se hablase, di.ó ocasion á que
se murmurara; por cerrar á la opinion sus dos válvulas de seguridad, la
imprenta y la tribuna, produjo una esplosion en la. máquina· del estado~
por suprimir todos los derechos, desde el de peticion al de queja, hizo aco-
gBrse al pueblo al último y mas sagrado dc todos, que por lo mismo, que
es el mas eficaz, solo debe emplearse cuando son imposibles los otros; al
(jet'echo de insurreccion.


Tal era el estado del pais, cuando llegó á Madrid la nueva de la insul'-
rcccion de Zaragoza.


0·0






CAPITULO SEGUNDO.


Ciega confianza del gobicrno.-B:tcanal en casa ele S. Luis.--Sorpréndelc en medio
de ella la noticia de los :;ucesos de Zaragoza.-·Cólera y dcspecllO del Conde.-AI-
zamiento (~e IJore.-Reselía de los tl\¡JWjIJS p!"(~paralorios (lel al:t,amiento.-Entre-
vista de Conclw con IIor(~.-SIJ:,p('(·has del Gobierno.-DecJaraciones de la poJi-
CÍa.-,\rréslasl' ú un olicialllalllado Federico.-Couclw se dirige ú Barcelolla.-
Respuesta que diú ,,1 comisionado (PlC fIJé ú buscarle.-púil('~e Bore en cOllJunica-
cÍon con varios progresislas.-Confl'I'encias de Dulce C01l los gefes elel partillo li-
Leral de Zaragoza.-LIama el gobierno ú jIadrÍll al general Dulce.-DesüDs de es--
te de bacer el levantamiento antes de su yenicIa.-Causas que lo impidieron.-Re-
gimientos que estaban comproll1ctidos.-Comentarios que se }¡icieroll en Madrid
sobre el mal éxito de la sublevacion.-Helato de la sublcnlcioll.-Pronúnciase el
regillliento de Cónloba en la Aljaferia.-Hefriega de la guardia civil con los paisa-
nos.-Prenden estos á varios oficiales.-lIore ú la cabeza .:Je los sublevados.-
Arenga á la calnllel<a.-EI capit:lll general.-Vacila el f('gimiento.-Inclínase á
favor del gobie!'l1o.-EscóllcIese entre las lilas el primo ele Horc.-Actitud de la
ciudad.-Efecto que llUbiera producido el Himtlo de Hiego -Arrojo de lIore.-
Cambio completo de la Guarnicion.-Hómpese el fucgo.-Los sublendos hacen
retroceder tÍ la arlillería.-Traicion de los gratlalleros.-.\sesinato de Hore.-Vi-
llacampa.-Retirada (le los sllhlevados.-D~tiénellsc á curar los heridos.-Consejo
de Oliciales.-Collcierto y serellÍlla(1 con qlle s:t1ierotl de la cimlad los subleva-
dos.-~luertos y heridos.-Insensata alegria del gobierno.-EI saqueo y la pros-
cripcion en tocIo su desenfreno.-Inyarle las policía las redacciones de los perió-
dicos.-Deporlaciones de algunos escritores.-Ocúltanse otros muchos.-Dc:'itier-
ro de varios hombres politicos.-Atropellos de la policía.-Ascellsos, cruces y ban-
das.-Hetiralla de los sublevados de Zaragoza.-LJ'g:m ú los valles de Hecho y
Auso.-Pasan la frontera ele Framia.-Captura elcl coronel Latorre.-Dúrbaro fu-
silamiento de este gefe.-Fisonomía ele la capital.


1.


Seguia el ilustre conde entregado á su "ida de crapula y saqueo: la
noche del 2'1 de Febrero habíala pasado en una bacanal adonde solo tu-
vieron la honra de asistir sus mas caros cumaraclas; nada hubo en aquel




56
licencioso banquete que no fuera digno del anfltrion y de sus eom'ida-
dos: una muger cuyas gracias gozaba el mozuelo sevill<.lno, habia sido
la reina de la fiesta: á un poeta corrompido, á uno de esos hijos de-
generados del arte que comercian con la adulacion, á un hombrecillo
traficante de lisonjas, mas famoso por su falta de vergüenza que :por
las obras de su ingenio, tocole ser el inspirado cantor del banquete:
diéronle pies forzados para un soneto, y él con singular donaire y tra-
vesura, compuso uno en que burlándose de las bravatas de la oposi-
cion y llenando de denuestos á nuestros mas valientes generales, con:"
cluia profetizándole al conde que mientras él tuviera el mando no habria
quien se atreviera á levantar los ojos: estrepitosos vítores y libaciones
coronaron la profecía del inmundo poeta: levantóse el gran Monipodio de
la polaquería, henchido de vanidad y de confianza, para ocuparse duranle
la digestion en firmar sin duda algunas órdenes de destierro, cuando he
aquí que apenas levantados los manteles del festin, vino á sorprender-
le la noticia de la sublevacion de Zaragoza.


Llenose en los primeros momentos de un súbito panico su embriagado
espíritu, pero discurriendo luego por los términos del parte que el heróico
alzamiento se habia malogrado por la traicion y la vHeza de algunos es-
clavos fieles á su oro, trocose su espanto en valor fanfarron y ridículo y
entregándose al mas feroz y desvergonzado júbilo, desató sus legiones de
policía para que prendiesen á cuantos honrados, periodistas, diputados
y senadores hallasen en la capital. Queria y con razon que la mejor ma-
nifestacion de su alegría fuesen las lágrimas de las familias de sus gene-
rosos enemigos.


I.


Nosotros entraríamos aqui de buen grado á esplicar los motivos, ocul-
tos todavía, que hicieron que el pronunciamiento de Zaragoza se malogra-
ra apenas comenzado: hay sin embargo ciertos hechos en que no han po-
dido ponerse aun de acuerdo muchas de las personas que lomaron parte
en los sucesos y que nos han hablado de su historia Íntima: estos hechos
son adernas de tanta trascendencia para la nonra de algunos, que no nos
atrevemos á dar cuenta de ellos á nuestros lectores llasta que no se hallen
mas depurados.


Sin embargo, en cuanto á los trabajos preparatorios de la conspiracion)




:)7
podemos asegurar por referencias muy fidedignas, que empezaron con la
anuencia de los generales de :Madrid, y que Dulce tomó una gran parte en
ellos. Dícese que cuando Concha se detuvo en la Almunia á pretesto de
su fingida enfermedad, avisó á Zaragoza para que estuviesen preparados á
su paso por la ciudad: la policía que anclaba muy avispada, salió al cami-
no, pero el valiente oficial Vil/acampa logró detener á los polizontes que
espiaban al general, el cual tuvo segun los rumores que entonces corrieron,
una entrevista con el brigadier llore antes de presentarse á las autorida-
des. En esta conferencia le esciló el brigadier á que se pusiera á la cabeza
del pronunciamiento; pero algunos dijeron que Concha le contestó que no
era tiempo todavía; que se esperase al golpe de estado y que entonces se-
cundaria el grito de insurreccion todo el ejército espaI1ol. El general pasó
luego á presentarse á Rivero; los polizontes intimidados por Villacampa y
especialmente uno que era el que seguia mas de cerca á Concha, cuando
fue detenido por Villacampa, no se atrevió á decir todo lo que habia visto;
pero declaró lo bastante para poner en tal cuidado al capitan general, que
este dió parte de lo ocurrido á Madrid, y el gobierno hizo que el espía vi-
niese á la corte en posta para ser interrogado: pero contó únicamente que
le habia detenido un oficial llamado Federico, y á consecuencia de esto se
dieron órdenes para que se averiguara qué oficiales habia en Zaragoza de
este nombre. llore, sospechoso del miedo del gobierno, se presentó á Rive-
ro con quien estaba en muy íntimas relaciones: declaróse culpable de la
detencion del polizonte y para cubrir la responsabilidad que habia contraí-
do esta autoridad con la órden del gobierno, se arrestó por quince dias á
un oficial del regimiento de Córdoba llamado Federico Varela.


Concha entretanto se dirigia á Barcelona, y habiendo sabido los de Za-
ragoza que se habia detenido en el camino, le mandaron un comisionado y
este trajo órden de que se aplazase el movimiento. Hore siguió en comunica-
eion con Madriu: entró ademas en relaciones con Pons y con Garea, liberales
valientes y deciuidos: el segundo de los cuales al saber que se trabajaba en
Zaragoza en una suble\'acion contra el Gobierno, habia venido desde Galicia
para ver si podia ponerse de acuerdo (ion los conspiradores. Dulce llamó
tambien al señor Lasala, gefe del partido progresista y hombre dispuesto
siempre á arriesgarse en defensa de los principios liberales: con este y con
Santa María y Benedicto) patriotas tambien de grande influencia en el pue-
blo, susurrose que tuvo varias conferencias con el objeto de comprome-
terles para que pusiesen en movimiento á las masas. Lo que de aquí re-




58
sultó lo hemos oido contar de tan diversas maneras, que no hemos podido
saber la verdad á punto fijo.


A principios de Enero corria entre los mas iniciados un plan del mo-
vimiento que debia empezar con la prision de Rivero: señalose el teatro
como el lugar señalado para este golpe de mano, y aun hubo alarmas algu-
nas no<.:hes nacidas sin duela de estos rumores. Desisliose por lo tanLo de
esto, y aunque volvió á pensarse en la prision del Capitan general, fue con
poco concierto y decision. Por este tiempo no sabemos si sospechoso el
gobierno del general Dulce, fue cuando creyó dar aquel golpe maestro de
diplomacia trayéndole ú la capital de director del arma de Caballería. Dias
antes de su marcha se asegura que pensó el intrépido y ,aliente general en
pronunciar la ciudad y ponerse á la cabeza de la sublevacion: afirmo se que
tUYO ya el caballo ensillado para salir, pero que se suspendió lodo por<Iue
Hore mandó ú decir que su primo no conlaba con el regimiento que tenia á
su mando. Dulce tuvo que venir por Hn á Madrid y desde entonces empeza-
ron á flaquear muchos de los comprometidos. Conlúbase entre estos con los
regimientos de Bailen y 3Iontesa: estaban además en secundar el movi-
miento el brigadier Huiz COIl las fuerzas de Lérida, Huesca y Jaca) todas
las poblaciones donde habia destacamentos de los regimientos Córdora y
Borbon, y los cazadores de Chiclana que estaban destacados en varios pun-
tos. Se couocia el buen espíritu de los carabineros y habia seguridad de
que el partido de Cinco Villas se adheriria al alzamiento. El18 de }"ebrero
se pensó en llamar al bizarro coronelllucela para que se pusiera al frente
de tres batallones de paisanos que serian armados al efeclo.


Estos son los pormenores que mucho tiempo despues de los aconteci-
mientos hemos oielo referir á personas que tomaron parte en ellos: como
pueden servir para esplicar en parte el funesto desenlace del heróico alza-
miento, los consignamos aquÍ, sintiendo no poder hacer lo mismo con otras
revelaciones, que como hemos dicho antes podrian manchar la fama de
algunos de los que figuraron en aquellas tristes jornadas.


Para dar ú conocer tambien la impresion que en Madrid produjo la
sublevacion ele Zaragoza, vamos á apuntar "aquí los diferentes comentarios
que se hicieron en aquellos dias sobre el aislamiento en que se quedó el
regimiento de Córdova y especialmente sobre la muerte de su bizarro bri-
gadier tan llorada de todos los buenos espaI101es. Corrió entonces muy
acreditado el rumor de que el marqués ele Santiago habia mandado bacer
fuego al valiente llore cuando este estaba exhortándole á que se uniera al




59
movimiento) y esle hecho que despues hemos sabido que circuló muy des-
figurado dió lugar á las siguientes reflexiones.


Decíase que si el brigadier llore no hubiera contado con la palabra
del marqués de Santiago que mandaba los granaderos y con algunos otros
gefes de la guarnicion, no se hubiera atrerid8 el levantarse solo con su re-
gimiento, no porcIne no confiase demasiado en su valor sino por no com-
prometer la vida de sas solda¡los; y que sobre todo no se hubiera diri-
gido únicamente con su asistente el parlamentar con el marqués, sabien-
do que este, fiel al gobierno estaba dispuesto á hacerle fuego: era enton-
ces una temeridad absurda el presentarse delante de él y abandonar á su
regimiento. ¿Qué fue entonces ú decirle con caracter tan pacífico y amis-
toso? ¿Iria á exhorLale á que abandonase la defensa de un gobierno con-
cusionario y liberticida? No era por cierto la mejor ocasion cuando el
marqués de Santiago se hallaba al frenle de su regimiento 7 cuando
sabia contaba con fuerzas superiores á las de llore y cuando veia la ac-
titud indiferente de la poblacion. ¿Fue entonces á reclamarle el cumpli-
miento de su palabra empellada á fa rol' d8 la conspiracion y del alzamien-
to? Esto último fue lo que aseguraron muchos por entonces, y sobre lo cual
nosotros podemos asegurar ahora que segun el testimonio de personas
que tomaron parte en el movimiento) no es cierto que el marqués tuvie-
se empeüada su palabra ni que fuese él quien mando hacer fuego.


Díjose tambien que no debieron de andar los sublevados muy esplíci-
tos en cuanto á los principios de su programa, cuando el pueblo zarago-
zano 7 tan acostumbrado ú derramar su sangre en defensa de las institucio-
nes liberales se manLu ro quieto y no se lerantó á secundar el arrojo de
los valientes que se lanzaron ú derribar un ministerio cuya conservacion
era una afrenta indigna para todos los buenos españoles. El j'uiDio en que
vinieron á quedar todos mas acordes, fué en cuanto á lo primero que toda
la guarnicion estaba dispuesta á levantarse, pero que desde la venida del
general Dulce á la corte empezaron á flaquear algunos: que esta reaccion
á favor del Gobierno fué avanzando de dia en dia y que cuando salió deses-
perado ú las calles el heróico, intrépido y bizarro brigadier llore, los mas
que estaban ya algo reacios no se alreyieron á secundar su movimiento al
ver la actitud de la poblacion: esto se comprende bien en el juego de las
conspiraciones, pero lo (Iue á ser cierto, enciende el alma de indignacion
es, que esos mismos hombres que habian conspirado con él) tratasen de ga-
nar un grado y de especular con su muerte batiendo una conspiracion en




60
que ellos haLian tenido no poca parte. Si hubo traidor, lo que por orgullo
nacional no nos atrevemos á creer, que llevase su vileza hasta ese punto,
que el recuerdo de su crÍmen le persiga hasta lo mas Íntimo de su con-
ciencia y le aniquile y consuma en el remordimiento y la desgracia! En:
cuanto á lo segundo, es decir en cuanto á la actitud pasi va del pueblo de
Zaragoza tratándose de un alzamiento contra un Gobierno tiránico yafren-
toso, convínose en que debió ser á causa de que el partido progresista no
vió en el pronunciamiento mas que una sublevacion militar provocada por
el partido moderado para derribar un gabinete deshonroso y sustituirle
con otro digno y decente pero compuesto solo do hombres de ese mis-
mo partido.


En la narracion que la Gaceta hizo de los sucesos aparecieron estos
desfigurados y ajustados á las miras del gobierno: los corresponsales de
los periódicos no pudieron escribir tampoco con libertad: pero de las noti-
cias de varias cartas particulares y de las que nos han dado aqui los que
fueron espectadores de los hechos, vino á formarse el siguiente relato que
es el que tenem{)s por mas autorizado.


Desde principios del mes se estaba diciendo que iba á haber un movi-
miento en la capital: llore habia recibido órden de marchar á Pamplona
y no podia salir ya sin hacer antes el pronunciamiento; el 20 de febrero,
dia señalado, para su marcha, fue tambien el elegido para la subleyacion.
Bore se habia visto la víspera con su primo, el cual le ofreció apoyarle, se
presentase ó no el general. El regimiento de Córdova estaba en la Aljafe-
ria; llore le pronunció con solo presentarse; dejó en libertad á los oficia-
les y dirigiéndose á los procedentes del convenio de Vergara les dijo que
por su caracter particular quedarian como arrestados.


A las nueve de la mañana sabian ya las autoridades que los tres·
hermanos Artales trataban de reunirse con varios paisanos citados para
las doce en una obra junto al arco de San Roque y la salitrería del
campo del Sepulcro; á este punto se destinaron doce guardias civiles con
un oficial, y presentándose á la hora de la cita echaron de a1li á unos cuan-
tos paisanos, cogiendo ocho de ellos prisioneros: los traian á la ciudad, y
antes de llegar á la puerta del Portillo, fueron acometidos por los paisanos
que huyeron, y ayudados estos de unos cuantos soldados que salieron del
castillo, rescataron los presos é hicieron prisioneros á los guardias civiles
llevándoselos al castillo con uno de ellos mal herido. Los paisanos que
debian reunirse en el arco de San Roque no pudieron hacerlo porque ocu-




61
po el sitio la policIa, y los de la obra de Zacal'ias se atl'incheraron en la
casa de vacas cogiendo en rehenes un ayudante del general y DOS coman-
dantes: Francisco Fort, con ayuda de unos cuantos paisanos arrestó á va-
rios oficiales de granaderos en el paseo de Santa Engracia: la 'casualidad
hizo que mientras mcUan en una casa á un oficial de -los apresados, pasa-
se sin ser visto por la calle de árboles paralela a aquella en que estaban
los paisanos, el capitan general con un solo ayudante; comenzaron las
corridas y á ponerse las tropas sobre las armas, y á la una y media el
brigadier Hore '0 á la cabeza de batallon y medio de Córdova, despues de
dejar otro medio en el castillo con 500 quintos, salió con el oficial Villa-
campa (el único de granaderos que tomó parte el favor de la sublevacion)
y se dirigió al cuartel de Caballería: allí arengó á los oficiales, que estaban
ya de acuerdo, y un escuadron de cazadores de Bailen con el regimiento de
Montesa se puso en marcha háciael campo del Sepulcro donde estaba el
foco de la sublevacion. Villacampa viendo que Borbon se retardaba mu-
cho y creyendo que seria porque ignoraba que las demas fuerzas estaban
ya fuera de sus cuarteles, fué a darle la órden de salida: Borbon se habia
formado entretanto en el campo del Sepulcro en árden de batalla: el ca-
pitan general que habia salido en su busca, confiando en las Íntimas y
antiguas relaciones que le unian con los gefes de este cuerpo, se halló
~errada la puerta del cuartel que da al interior de la ciudad: fuese en-
tonces al cuartel de caballería y como le encontrase ya desocupado, se
metió dentro 'Y empezó á observar los movimientos de los pronunciados:
desde allí mandó tambien varias órdenes al regimiento de granaderos. Hore
desfiló entonces con sus batallones y mandó al resto de las fuerzas que le
siguieran: llegó Villacampa el comunicar esta órden el la caballería y se
encontró con un capitan, hijo del conde de la Rosa, que enviado por Rivero
trataba de inclinar la indecision de este cuerpo á fa yor del Gobierno: llegó
en esto el capitan general dando la voz de alto, yapl'oyechando las vacila-
dones del regimiento logró arrastrarle tras sí: el primo de Hore se apeó
del caballo como avergonzado y se escondió entre las filas; gritó Rivero
el los oficiales subalternos que le siguieran y estos le eontestaron que con-
tase con ellos. Villacampa al ver esto, tomó un caballo y se fué á avisar á
Hore de lo que pasaba y le dió alcance cuand6 este salia ya por la puerta
del Carmen. Entretanto la ciudad permanecia en actitud indiferente por-
que no veia tomar color político á la sublevacion: la música del regimiento
tle Córdova seguia en el mayor silencio cuando todos esperaban que tocase




62
el himno de Riego: esto solo lnhria basLado para que el pueblo inmortal
tIe Zaragoza se hubiera levantado como una tempestad al oir resonar los
ya casi olvidados acentos de sus sagradas libertades.


Hore entró al trote por la calle de la Cuchillería para Lomar la puerta
del Angel: uniéronse á él hasta 500 paisanos, mandados por Santa María
y Pons los cuales estabar; cn la plaza de Aseo. lna compaliía de granade-
ros mandados por el marqués do Santiago subia por la misma calle: hizo
aIto y el marqués envió un mensage ú Bore para que se retirara: el va-
liente brigadier desoyó elmcmsaje y siguió avanzando seguido de Yilla-
campa y de tres ó cuatro persona=" hasta tocar las bocas de los caüones.


El gobernador civil se trasladó ú casa del capitan general, y ú las
tres y media se dirigió este con la artillería ú la casa de vacas de Za-
carÍas y despues de varios parlamentos, sin disparar un tiro, capituló
Artal dejando en liberlad á los que con él estaban y siendo él el LÍnico
prisionero. Entretanto se reunieron los regimientos de granaderos, Bor-
bon, caballería y artillería en Santa Engracia, y despues de colocar varias
compal1ías á tiro de pistola de los pronunciados, permanecieron lodos quie-
tos mientras se publicó ú son ele caja y por una compaüía de granade-
ros el bando declarando la prmincia en estallo cscepcional.


Entonces el gencral marchó contra los sublcrados, y despues de Ya-
rios parlamontos sin frulo se rompió el fuego ú las cinco y media. En los
primeros momcntos los pronunciados á quiencs sc habian unido 300 pai-
sanos, fué tal el arrojo y brayura con que acometieron, que impusieron á los
granaderos introduciendo en ellos no poca confllsion, en medio de la cual
cayeron dos machos al suelo con las piezas de artillería en la plaza de
Ariüo.


La caballería avanzó entonces contra los sublcvados) y recobrado 01 ór-
den, un oficial diú fuego li uno de los callones hacióndolos retroceder,
conteniendo con esto el arrojo de las fuerzas de Bore y obligando á este
á que cambiara su marcha entrándose por la calle del Pilar: adelantóse
por esta calle seguido tan solo de su asistente, y con objeto de esplo-
rar el espíritu de los granaderos que lcnian [oma(10 este punto, llegó
hasta ellos gritándoles ((no hay que tirar que todos somos hermanos))
y entonces, aprovechando la ocas ion de yerle solo y creyendo que ve-
nia derrotado, se cuenta que cierlo oficial con una crueldad tan re-
pugnante como cobarde, mandó hacer fuego li su compaüía, llegando
á valerse hasta de su espada para que los saldados le obedecieran. Enca-




65
britose el caballo de llore y la primera descarga la recibió solo el pobre
animal: cayó llore al suelo ligeramente herido, y el mismo oficial de antes
mandó que le hicieran una segunda descal~ga en la qne el bizarro briga-
dier, el primer múrlir de nuestra reyolucion, recibió diez y siete balazos
que le arrancaron instantúncamcnlc la yida.


La primera púgina de nuestra reyolucion se ha escrito con la sangre
de uno de nuestros mas yalientcs cimIadan03: otros Illuchos han regado
clespues los campos de batalla y las calles de Madrid con su sangre herói-
ca y generosa, y sin embargo esla reyolucion que tan grandes sacrificios
h~ costado á la nacion, que ha arre balado á la patria sus Illas valientes
hijos, que ha dejado lanlas familias sumidas en la llOrfamlad yen el dolor,
ha llegado ú su término ó ha hecho por mejor decir su primer alto, no ya sin
que se derrame ni una sola gota de sangre de los traidores, causa de t:mtos
males, pero sin ({nc encerremos siquiera en las cárceles que han sido nues-
tra morada habitual, el esos criminales políticos que de:,pues de haber sa-
queado nuestros caudales, escupido nuestros rostros y hecho correr rios
de sangre espaüola, so han marchado á gozar en pais::." esLrangeros, en
medio ele la alegria de los placeres y ele las riquezas, el frulo de sus robos
y de nurslra estúpida clemencial


El vaU(mte Villaciunpa, que seguia tambien de cerca al infortunado bri-
gadier, pGnlió su caballo en la dc~carga qU3 quitó la yida ú Hore, y el oficial
de granaderos viendo la ocasion de satisfacer la enyidia que acaso le
causaba el valor de este intrépido jórcn, mandó segunda rez á sus solda-
dos que hicieran fuego: pero estos sicnlicndo leranlarse sus sentimientos
generosos sobre el bárbaro mandato y no alreyióndose ;1 asesinar á un ofi-
cial de su mismo regimiento, hubieron de hacer la punlcria muy alta, pues
de no ser asi habria sido ineritable la muerLe de Villacampa.


Animados los granaderos con el buen suceso de la muerte de Hore,
pensaron que no habria nacIa que dctll \' iese su valor dcspues de aquella
hazaI1a, y trataron de avanzar hasta las posiciones ocupadas por los pro-
nunciados; pero estos, situados en la casa de Ayunlamiento y en las in-
mediatas á ella, rompieron un fuego sostenido, que les obligó á retirarse,
bien convencidos de que no era lo mismo matllr á un bizarro brigadier in-
defenso, que tomar una posicion defendida por hombres resueltos ~ morir
antes que abandonarla.


La artillería de mon taHa h izo bastan tes disparofl, pero con poco resulta-
do, pues lo estrecho de las calles de Zaragoza y lo especial de la cons-




64
trllccion de sus casas, antiguas easi todas, y fabricadas de ladrillo yarga-
masa, las hacen en cierto modo inespugnables, de suerte que, á no haber
muerto lIore en los primeros momentos, cosa que corno es natural, intro-
dujo el desaliento entre los pronunciados, estos se hubiesen sostenido el
tiempo suficiente para que D. Rafael Rore hubiera recordado sus primeras
obligaciones, pasándose con el regimiento de Borbon, ejemplo que imita-
do por la caballería de Montesa y Bailen habria incitado al valiente pueblo
Zaragozano á s€cundar el movimiento, asegurando el triunfo de la libertad.


Los sublevados conservaron sus posiciones hasla las once de la noche
en que convencidos estos de que la ciudad no secundaba su alzamiento,
empezaron su retirada con el mayor órdeo y serenidad: quedaron sin em-
bargo varios paisanos defendiendo sus puestos parapetados en el Semina--
rio, y casas frente de Lasco, hasta las cinco de la maI1ana del siguiente dia.


Replegados unos 400 soldados y mas de 200 paisanos descansaron al-
gunas horas, curaron los heridos y despues de tener un consejo de oficia--.
les en que se resol rió evacuar la ciudad, hicieron su salida con tal con ....
cierto cual si se tratara de una marcha ordinaria.


Resultaron tres granaderos muertos, un sargento, dos artilleros y tres
guardias civiles: dos comandantes de Borbon y unos 27 soldados heridos,
todas estas pérdidas fueron de las tropas que combatieron la sublevacion y
de los pronunciados hubo unos cuatro muertos entre ellos una muger: diez
y siete heridos, algunos paisanos prisioneros y unos 400 entre quintos y
soldados, que capitularon.


Este fué el desenlace del heróico y malogrado alzamiento de lIore:
este fué el prólogo sangriento de nuestra revolucion; prólogo en cuya
historia Íntima hay algunas páginas en las que algun dia leerá acaso con
horror la posteridad los nombres de algunos traidores.


IU.


Volvamos ahora á la capital y vea.mos la actitud que tomó el gobierno-
al saber la noticia de los sucesos de Zaragoza, noticia que recibió y publi-
có como un triunfo poderoso que debia asegurar para siempre su domina-
cion en el mando y dejar escarmentados y llenos de espanto á todos sus
enemigos.


Fué tan insensata la alegría que esta noticia causó al Gobierno, que to-
do el mundo creyó llegada la ocasion del tan anunciado golpe de Estado:




6;)
los polacos, se esforzaban en presentar el mal éxito de la sublevacion
como una prueba de] poco prestigio que los generales desterrados tenian
en el ejército, y algunos de ellos en su ridículo afan de convertir esta trai-
cion en una muestra de fidelidad al gobierno) aseguraban con tono auto-
ritativo como de personas bien enteradas, que á no haber sido trasladado
Dulce de Zaragoza á Madrid, no hubiese habido que lamentar ni aun el
insignificante brantamiento de Hore, porque este general habria desbara-
tado Ja conspiracion antes de que estallara: la camarilla andaba no menos
alborozada desatándose en injurias y burlas contra los gefes de la oposi-
cion: de todo esto nació el rumor que corrió por entonces de que entre
los grandes golpes maquiavélicos que meditaban los hombrecillos que com-
ponian el gabinete, iba á ser uno de ellos la disolucion del Senado: medida
torpe é insensata que si podia servir para algo despues de cerradas las
cámaras, era para aumentar la indignacion de los Senadores y acelerar la
caida de los mandarines.


Lo que habia de verdaderamente singular en lodo esto, es que las ame-
nazas del gobierno, eran hijas únicamente del pánico que se habia apo-
derado de tocIos los ministros al saber la noticia del levantamiento: ellos
no habian creido nunca que las oposiciones tendrian el arrojo suficien-
te para presentar la batalla en el terreno de la fuerza, y la sublevacion de
Zaragoza apareció ú sus ojos como la primera erupcion de un volcan que
tarde ó teml1l'ano estallaría en toda su fuerza. Asi es que al mismo tiempo
que decian en la Gaceta que ellcvantamiento habia sido sofocado apenas
nacido, declaraban la capital en estado de sitio y reforzaban las huestes
de la policía.


Por eso á la par que propalaban por tocIas partes que la rebelion de
Hore era un hecho aislado, despaehaban mandatos de prision contra los
periodistas de la oposicion y contra lodos los hombres políticos del partido
progresista y moderado que los habian combatido en las cámaras.


No hubo quien no conociera el torpe juego del Gobierno y á quien
no inspiraran por lo tanto lástima y grima sus furiosos alardes de despo-
tismo.


En las redacciones del Diario Espaüol, de las Novedades, de la Xacion,
del Tribuno, la Epoca y el Oriente, se presentaron los esbirros de Quinto
en busca de todos los redactores: á los que no pudieron sorprender ocupa-
dos en sus trabajos, fueron entonces á buscarlos á sus casas, pero á la
mayor parte de ellos les habia gustado mucho sin dud~. el ardid del va-


;)




H6
liente general O'Donnell, y fue rarísimo el que se dejó atrapar entre las
garras de la policía.


De 10 que entonces se murmuró mucho en todos los círculos políticos,
fué de q'ue cuando todos los escritores de la prensa liberal que habian tan
bizarramente combatido al Gobierno, eran buscados por la policía, los
redactores del Clamor público, siguiesen paseándose por las calles
con la misma libertad y holgura que los escritores del Heraldo y del Men-
sagerfl.


Entre los personages á quienes se les pusieron los pasaportes en la,
mano para que marcharan al estrangero, fué uno de ellos D. Luis Gonzalez
Bravo: esto causó tambien bastante estrañeza, porque nadie podia esplicarsc
bien por qué este diestro jugador político, hacia la oposicion á un gobierno
en el que debia de habBr desempeñado uno de los primeros ,papeles. Al.;.
gunos vieron en esto un síntoma evidente dB la próxima muerte del gabi-
nete, porque no hay termómetro mas seguro para conocer el alza ó baja en
que se encuentran los ministerios que no tienen mas apoyo que el de la
camarilla, que esas evoluciones que en favor ó en contra suya hacen los
diestros jugadores de la estofa del celebérrimo Gonzalez Bravo.


En la lista que va á continuacion y que publicaron los periódicos por
aquellos clias, estan los nombres de todas las personas buscadas por la
policía y de las que lograron burlar sus pesquisas: hela aquí:


«Personas que han sido detenidas en el Gobierno de pro'dncia:
D. Luis Gonzalez Bravo, que ha recibido pasaporte para el estrangero.
D. Alejandro de Castro, que se halla en igual caso.
D. Manuel Bermudez de Castro, ministro de Hacienda en el ministe-


rio Lersundi-Egaña.
D. Manuel Rancés y Villanueva, director del Diario Español.
D. Alejo Galilea, director del Tribuno.
D. Dionisio Lopez Roberts, redactor del Diario Espafiol.
D. Leon Valentin Bustamente, redactor de las Novedades;)) este y los


tres periodistas anteriores fueron puest?s en camino para Canarias al dia
siguiente de su prision.


«Personas que estaban ausentes cuando se presentó la policía á pren-
derlos:


D. José Rua Figueroa, director de la Nacion.
D. Francisco de Paula Montemar, redactor de la Nacion.
D. Antonio Romero Ortiz, redactor del mismo periódico,




67
D. Vicenle CociI1a, redactor del Oriente.
D. Angel Fernandez de los Rios, director de las Novedades.
D. Antonio Cányoas del Castillo, redactor de las Novedades: este jó-


ven escritor fue uno de los buscados con mas encarnizamiento, porque con
su talento incisivo y su fácil elocuencia habia asaeteado con agudísi-
mos epígl'amas á los prohombres de la polaquería en los discursos histó-
ricos que poco tiempo anles habia pronunciado en las aulas del Aleneo:
bajo los nombres de 1). Rodrigo Calderon y de muchos de los torpes mi-
nistros de Felipe III y de Felipe IV, hizo saladísimos retratos de los
mandarines reinantes, los cuales acudieron presurosos á cerrarle las puer-
tas de la cátedra, antes de que llegara á las liviandades de la reina Doña
Mariana.


D. Vicente Barrantes, redactor del mismo periódico.
D. Diego CoeHo y Quesada, director de la Epoca.
D. Juan Lorenzana, redactúr del Diario español.))
No le cupo tan buena fortuna como á los anteriores á D. Eusebio As ...


querino el cual fue sacado de la cama enfermo y debilitado por sus antiguos
padecimientos y trasladado asi á la cárcel: al dia siguiente lo pusieron en
libertad, sin duda porque juzgaron que despues de su enfermedad no po-
dian hacerle ninguna impresion las persecuciones de la policía. En la pri-
sion del Señor Bermudez de Castro ocurrieron incidentes notables que de-
bemos mencionar aquí: el 23 de Febrero, es decir, al dia siguiente de sa-
berse en la capital los sucesos de Zaragoza, fueron á prenderle en su casa
y el Sr. Castro se negó á salir pretestando que estaba enfermo: mandóse-
le entonces que saliese inmediatamente para Francia, y él con una entere-
za verdaderamente animosa en aquellas circunstancias, contestó que no
cumpliria ninguna órden del gobierno mientras no se le obligase á ello
con la fuerza material, entendiendo por esta las bayonetas y los agentes de
policía.
. Obligado á presentarse en el gobierno político, dió la misma contesta-


cion enérgica y digna á las amonestaciones amistosas del despreciable
Señor Quinto, y á seguida escribió á San Luis la siguiente comunicacion que
es uno de los documentos que mas honran la vida política de este hombre
tan eslimable por sus buenos conocimientos en economía, pero el cual
tuvo sin embargo la debilidad de entrar á desempefíar la cartera de Ha-
cienda con el ministerio Lersundi, si bien es cierto que se retiró por no
mancharse en los agios de Ferro-carriles.




68
El papel decia asi:
«(Excmo. Sr.: á las dos y media de la madrugada de ayer se presenta-


ron en mi casa varios agentes de policía con órden verbal del señor go-
bernador civil, de conducirme á su presencia en calidad de detenido. Una
grave indisposicion me impidió levantarme de la cama en aquel momento,
y desde entonces estuvo ocupada mi casa por la policía hasta las dos de la
tarde en que se me comunicó la órden de quedar en libertad. En el dia de
hoy se presentó nuevamente un comisario intimándome tambien verbal-
mente para qne me presentara al gobernador, el cual me ha comunicado-
la resolucion de S. M., reducida á que salga de España en el dia de hoy ó
de mañana y aI1adiéndome que queclaria arrestado si no me prestaba á pre-
sentarme en el correo á la hora de su salida, en cuyo caso se emplearia la
fuerza material para hacerme partir.


He hecho pre:-;ente al señor gobernador que no reconocia en el gobier-
no el derecho de hacerme abandonar mi casa y mis intereses, y que solo la
fuerza de que el gobierno dispone podia hacerme salir, habiendo conveni-
do el sellor gobernador en que sus órdenes eran emplear todos los medios
que estan á su alcance para hacer cumplir las disposiciones del gobierno
con respecto á mi persona.


Cuando sin ninguna consideracion á mi calidad de diputado á Córtes ni
á la de estar aun abierta la legislatura de 1854: cuando sin ninguna
clase de miramiento á mi categoría como ministro que he sido de la co-
rona: cuando sin ningun respeto á ninguna de estas circunstancias, se
atr0pella mi habitacion illas altas horas de la noche como si fuera un mal-
hechor y se me intima despues la órden terminante de dejar mi casa y la
capital donde tengo fijada mi residencia, debo suponer que sobre mí pesan
acusacione3 que está en mi interes aclarar y desyanecer. Sin estas acusa-
ciones seria inconcebible la conducta que conmigo se ha observado y se
obserra todavía.


Yo pido pues ú V. E. en vista de las observaciones que he hecho, se
proceda el formarme causa, en la cual se formulen los cargos que sobre
mí pesan, seguro, como estoy, de que muy pronto se ver<ln desvanecidos
ante cualquicl' tribunal ya sea civil, ya sea ante la eomision militar que
para ello pueela formarse en vista del estado escepcional en que se encuen-
tra el reino. Pero si contra mí no pesan cargos, si no ha recaido senten-
cia alguna, yo no puedo sin declararme Íílcitamente culpable, obedecer la
órden de destierro.




69
Si el gobierno de S. 1\1. decide que debo partir, y si segun me ha de-


clarado el señor gobernador civil, está dispuesto á emplear la fuerza ma-
terial, en este caso no me queda otro recurso que ceder anle ella, protes-
tando como protesto, contra la violencia de que soy víctima, é insistiendo
como insisto, en mi derecho de que se me forme la correspondiente causa
antes de imponérseme una pena. .


Espero de V. E. Y del alto cargo que ejerce que tomando en cuenta las
observaciones que preceden se sirva elevarlas al soberano conocimiento
de S. M. para la resolucion mas justa.


Dios guarde á V. E. muchos allos. Madrid 24 de Febrero de 1854.
La respuesta que recibió el señor Bermudez de Castro fué ver allanada


su casa á las dos de la madrugada por el gefe de ]a policía secreta, un
comisario, un celador y mas de yeinte esbirros; díjole esta turba de ca-
nallas que la única respuesta que el presidente del consejo daba á su co-
municacion era constituirle inmediatamente en arresto. Púsosele incomu-
nicado sin permitirle siquiera que llevase libros consigo. El 27 se le hizo
salir en un carruaj~ llevando sentado á su lado á un sargento de ]a Guar-
dia civil. Al Ilegal' á Sevilla le manifestó el gobernador de la prorincia
que siguiera adelante en su camino sin detenerse un momento: rogóle el
selior Bermudez que le permitiera al menos pasar por Jerez para abrazar
á su anciana madre y á un hermano moribundo que tenia en aquella po-
blacion, y el Gobernador se negó á acceder á tan nobles y justos deseos, di-
ci(~ndole que tenia órden del Gobierno para que no se le dejara despedirse
de su familia.


Al llegar á Cádiz fué encQrrado en el Castillo de Santa Catalina y el ft.
de Marzo se entregó de su persona bajo recibo el capitan del buque R{an-
zares para trasladarle á Canarias.


¿Y por qué se le perseguia al selior Bermudez de Castro con tal ensalia-
miento cuando era únicamente uno de tantos diputados que habian perte-
necido al comité liberal formado en casa de Sotomayor? ¿Era acaso porque
despues de los destierros de los generales habia -tenido algunas reuniones
en su casa? No; el orígen de los brutales rigores con que fué tratado,
venia de una causa mas baja y miserable: su deportacion era una Yen-
ganza particular: ya no se perseguia solo á los hombres que combatian al
gabinete en nombre de los principios, habia sonado ya la hora en que los
favoritos de la situacion podian satisfacer sus odios y resentimientos per-
sonales; Salamanca, los tenia muy vivos contra Castro porque en la cues-




70
tion de caminos de hierro que se agitó siendo él ministro se opuso á que
el inmoral banquero introdujese las máquinas y dernas efectos, libres
de derechos porque asi convenia á Doña Cristina de Dorbon que pensaba
hacer con esta ocasion por medio de su agente, un buen negocio de contra-
bando. Habíase negado tambien á la devolucion de los bienes de Godoy:
Llorente habia tenido tambien con él una reyerta sobre la conducc-ion de
efectos estancados, y se presentaba una buena ocas ion para que descargase
sobre él todo el enojo de los traficantes de la calle' de las Rejas.


Era ademas muy de notar que al mismo tiempo que se comelian tales·
atropellos y desafueros con todos los hombres honrados que se Imantaban
á protestar contra los bandoleros que ocupaban el poder) lloYian gracias y
ascensos sobre los parientes y amigos de los ministros, al punto de que hubo
empleados que recibieron en una semana dos ascensos: otros fecien saca-
dos de borrador, sentaban plaza de altos funcionarios en los primeros pues-
tos del estado, y á ninguno se le oia hablar de los años de Sel'yicio y de los
méritos que tenia, sino de los grados de parentesco ó de deshonra que le
unian con sus patronos.


Por estos dias se premió escandalosamente al gobernador y capilan
general de Zaragoza con ascensos y cruces: hasta las mugeres de estos
fueron agraciadas con las bandas de María Luisa y á los sargentos y sol-
dados se les recompensó tambien para que se acostumhrasen ú tomar gus-
to á las traiciones.


Apartemos la vista un poco de este cuadro repugnanfe, y volvámosla
á los valientes de Zaragoza: ya dejamos dicho como en un consejo de ca-
pitanes se resolvió la retirada, y conviene esplicar por qué se tomó tal deter-
minacion, que algunos creyeron nacida del espanto producido en los prime-
ros momentos por la muerte ele Hore, y no fué sino hija de la necesidad 7
unánimemente reconocida. La muerte del valiente brigadier Hore fué
en efecto algo mas que un suceso ordinario para el éxito del pronuncia-
miento: no fué solo la direccion material la que faltó desde aquel punto á
los sublevados, sino la direccion moral de que mas que nada necesitaban;
él tenia en su poder los papeles que contenian la clave de la conspiracion,
y la correspondencia con Madrid y con los pueblos de Aragon y Cataluña
que se habian comprometido á secundar el movimiento de Zaragoza; y




71


aunque otros tuviesen algunas noticias, nadie sino ól se habia entendido
con IJuesca, Lérida, Cinco Villas y otros punt05, y ninguno podia por lan-
to ponerse á la cabeza de la revolucion: de otra suerte, la salida de los
pronunciadüs de Zaragoza no hubiera sido una relirada, sino una marcha
sobre los puntos que estaban en combinacion con ellos, marcha cuyo re-
sultado probable hubiera sido el levantamiento inmediato de Aragon, mas
tarde el de Cataluña, y despues el de lo da Espaüa.


Pero muerto con Hore el pensamiento de aquella revolucion, el Te-
niente Coronel del regimiento de Córdoba, D. Salyador Latorre, manifes-
tó que siendo él completamente estraüo á la idea del alzamienlo, opinaba
que era inútil toda tentativa de continuarle y creia que en el trance ú que
habian venido, nada podian hacer mejor que retirarse en buen órden, y
evitando tocIo cho(!ue con las tropas del gobierno, ganar la frontera de
Francia: este consejo fué apoyado en el fondo por todos los oficiales allí
presentes, menos uno, el capitan D. Juan Ortigosa, el cual dijo que no
habiéndose comprometido á tomar parte en el movimiento por ninguna
idea política, sino por amistad al Brigadier, desde aquel momento se de-
claraba paisano, y prometia, bajo palabra de honor, no volrer á 8e1'rir en
el ejércilo. Sin duda quiso decir que no yolreria al servicio mientras du-
rase el Ministerio Sartorius, pues de otro modo no se comprende como
mas tarde, pronunciada segunda rez la hóroica Zaragoza, se presentó al
Capitan general, D. IgnaciD Gurrea, como oficial pronunciado del regi-
miento de Córdoba, y obtuvo colocacion en el ejército, y aun algun as-
censo, si no son errados nuestros informes.


Empremlióse, pues, la relirada con el mayor órden, segun dejamos
dicho, y á las doco do la noche salieron los soldados al mando del Tenien-
te coronel Latorro, seguidos de 96 paisanos á cuyo frente iba el patriota
D. Eduardo Ruiz Pons. Temerosa la columna de que saliese en su perse-
rucion la caballería, dirigióse á la Sierra del Castellar: marchó sobre Val-
dejara y de allí ú Luna, desde donde en rez de encaminarse á Luesia, sa-
bedora de que allí estaba alguna fuerza del ejército, dió un gran rodeo, y
atravesó el sitio llamado del mal paso, el cual es , segun cuentan, tan
digno del apodo que llera, que los pronunciados do Zaragoza tuvieron que
incendiar porcion do ramas y troncos, ya para abrirse una senda, ya para
alumbrarse en aquella espesura que hacia mayor la oscuridad de la noche.


Llegaron al fin de marcha tan penosa, al pueblo de Longas, y allí no
faltó entre los paisanos quien hiciera indicaciones á Latorre sobre la con-




72
veniencia de detenerse en el pais para aprovechar los elementos de que
ya hemos hablado, y promover una insurreccion general en toda aquella
tierra: no era desatentado el consejo, pues segun se supo despues, de las
Cinco Villas salió un comisionado, que detenido y preso en el camino,
no pudo unirse á los pronunciados; en Huesca no aguardaban sino su
aproximacion para pronunciarse; en las montañas de Jaca podia tenerse
por cierto que secundarian la rebelion; en Lérida seguía el Brígadil'r Ruiz
en las mejores disposiciones; y Bucela, que llamado á Zaragoza se habia
detenido en su viaje una jornada antes de llegar á la capital, sabedor de.
la muerte de Hore y de todo el mal suceso de la conspiracion) hubiera
tambien auxiliado poderosamente á la insurreccion; hemos tenido ocasion
de ver una carta do este bravo y entendido militar, y estamos pérsuadi-
dos de que él, con algunos paisanos, hubiera podido) ú la sombra de
aquellas tropas pronunciadas, llm-ar elleyanlamienlo á las prorincias de
Huesca, Navarra, Teruel, Valencia, Cuenca, Albacote, Ciudad-Real y
Soria. De suerte que la revolucion quo se ha hecho en Julio, acaso hubie-
ra podido hacerse en Febrero, si en vez de proseguir su retirada á Fran-
cia, se hubiera dirigido á Huesca el Tenienle coronel Lalone. ~o fllé fal-
la de valor en este infortunado gefe el no determinarse ú lanto: no se im-
provisan las revoluciones, y Latorre, que, como dejamos dicho, era es-
traño á la de Zaragoza, no podia recoger en un dia los elementos reyolu-
cionarios allegados por otros en el espacio de muchos meses, y menos no
siendo él otra cosa que un militar valiente y pundonoroso, capaz de de-
jarse matar en su puesto, pero que no tenia ni con mucho, esas cualida-
des políticas de que han menester los iniciadores de los grandes moyimien-
tos populares.


Otro hombre, que, aunque ageno á aquella conspiracion, hubiese es-
tado dentro de la rida política, habria podido aprovechar aquellos elemen-
tos; Latorre, solo pudo hacer lo que ofreció antes de salir de Zaragoza:
llevar las tropas en buen órden de retirada, hasta ganar la frontera de
Francia: para él como militar, el lance se habia perdido en las calles de
la capital; y creia cumplir con un deber de conciencia, evitando la efusion
de sangre, que en su opinion, no podia ya ofrecer ningun resultado.


Siguió, pues, con la columna en direccion á Martes, pueblo situado en
frente del puente de Verdun: era su ánimo pasar por este puente el
Aragon, operacion tan importante, que una vez al otro lado del rio, po-
dian los pronunciados ganar con alguna seguridad el camino de Francia:




73
este es uno de los sucesos mas notables de aquella retirada, y como no
faltó por entonces quien atribuyera á cobardía en el gefe ó á falta de valor
en los soldados el que no se tomase el puente, vamos á contar el hecho
como le hemos oido á personas que participaron de los peligros de tan
larga y penosísima marcha.


Apenas se supo que la Casa fuerte del puente estaba ocupada por al-
guna fuerza de carabineros, paisanos y soldados manifestaron el mayor
entusiasmo, y dieron bien ú conocer sus deseos de venir el las manos; pero
Lalorre, llevado siempre de su deseo de evitar en lo posible el derrama-
miento de sangre, mandó formar la columna de ataque, pero dió órden
al oficial á quien puso al frente de ella, de que fuese á conferenciar con el
gefe de los carabineros: manifestóle dicho gefe que tenia órdenes termi-
nantes de defender obstinadamente el paso, y le encareció lo mucho que
sentiria verse comprometido á un combate, que era tanto mas inútil cuan-
to que el objeto de pasar el Aragon po(lia cumplirse fúcilmente, por estar
el rio á la sazon vadeable por todos lados. Estas consideraciones, y no el
temor, (que poco podia inspirar á hombres determinados ú la muerte una
fuerza de treinta carabineros), movieron á Lalorre á retirarse sin atacar el
puente: mucho contribuyó tambien á esta dclerminacion la noticia que se
tuvo en la columna de que Calonge, con fuerzils muy superiores, iba á
marchas forzadas sobre ella.


Siguieron los pronunciados rio arriba el lo largo de la orilla izquierda,
y llegados á Bailo, hicieron un alto, despues del cual, no atreviéndose á
vadear el rio, decidieron proseguir su marcha y pasarle por el puente de
Santa CHia. Asi lo ejecutaron dichosamente, no ocurriendo en el paso mas
que un deplorable hecho, que por honra de nuestro ejército fuera mejor
callarle, pero que es fuerza referirle en castigo de quien le ejecutó: el
abanderado del regimiento, seguido de unos cuanlos soldados, yol vió á
repasar el puente, y fué á presentarse á Jaca. Este mismo se presentó mas
farde al general Gurrea, como pronunciado del regimiento de Córdoba.


Aquella noche la anduvieron toda, hasta llegar á Jabierregay de donde
continuaron su marcha á Hecho.


En estos valles, á pesar de caminar como fugitivos, y sin otro pensa-
samiento que el de salvarse, acaso los pronunciados hubieran dado ocasion
á un alzamiento con sola su llegada, el no haberse esta verificado en cir-
cunstancias desfavorables: la gente de accion; los paqueteros, nombre
que reciben en el pais los que se dedican al eonll'abando, aprovechando la




74
ocasion de estal' la fronte¡'a de samparada de los carabineros, habian ido á
Francia, con objeto de hacer sus cargas y entrarlas sin riesgo en EspaIia'.
Estos hombres, muchos en número, robustos, y acostumbrados al peligro,
hubiesen sido un auxiliar po'deroso á los sublevados, y en aquellos dias
se tuvo en Madrid por cierto que se habian levantado en su ayuda: dispu-
so las COS1S de otra Sl1Grte la: casltalidau, ó el 1ll0'tiro que dejamos mencio-
nado,


Es de advertir, por si acaso' la muerte de llore, centro de la conspira-
cion, no es bastante á esplicar la actitud tranquila que guardaron las pro~
vincias aragonesas, que tan luego como D. Sal rador Laton'e llegó con su
columna al otro lado del riO', se cubrió la línea de carabineros', que inter-
ceptaron toda comunicacion con las poblaciones de la orilla izquierda del
rio, y obligaron á volverse á los comisionados de Zaragoza y de O'tros pun-
tos, que habian salido á ponerse de acuerdo con los pronunciados.


Salieron estos aceleradamente de Hecho, con noticia falsa que les die-


'ron de que ya se descubrian las avanzadas de Calonge: á medida queade-
lantaban en su camino, paL'CCia que iban aumentándose las difieullades' y
los peligros de la marcha; era unO' de los meses mas frios de ese invierno
rigoroso que acabamos de 13asar, y aquellos infelices soldados y aquellos
infortunados patricios, atravesaban un pais donde un estrechO' senclero-que
apenas daba paso á un hombre de frente, era el solo terreno en que pudie-
ron poner la planta en mediO', de aquellas inmensas sábanas de nieve que
se estendian á derecha y á izquierda en horizontes infinitos: el frio, les
helaba los pies, el hambre yel cansancio debilitaban sus cuerpos, yel re-
poso qne les aguardaba era acaso un combate con los carabineros situa-
dos en el sitio llamado la Casa-fuerte: asi lo creian al menos, y aunque
estenuados de fatiga, se hallaban resueltos á combatir' hasta el últimO' pun-
to, como hombres que nada podian esperar mas que la muerte, si no 10-
gl'aban ganar la frontera que ya miraban tan vecina: afortunadamente ha-
llaron desamparado aquel puesto, y lo mismo otro caserío nombrado V 8n-
ta de la ~[¡na, distante cuatro ó cinco leguas de la raya de Francia: aquí
hicieron noche, y aunque ni hallaron viveres, ni lefla con que hacer lum-
bre, que tuvieron que ir á buscar al monte, se aprestaron lo mejor que
pudieron para emprender su última jornada á la mañana siguiente.


Antes de pasar adelante, conviene aclarar las circunstancias de un he'-
cho que produjo gran sentimiento en todos los liberales, y <lió enlonces y
aun ha dado despues ocasion á que se inculpase á los pronunciados por el




75
abandono que hiciel'On de su gefe: hablamos de la captura del infortuna-
do Latorre: relaciones recientes, que tenemos por fidedignas, nos han da-
do á conocer que en este desgraciado incidente no anduvieron culpados ni
los oficiales, ni los paisanos, ni los soldados, ni nadie, y que la mala es-
trella de D. Salradol' Latorre fué la que le lleró á su precipicio. Heferire-
mos los hechos como nos los han referido á nosotros.


Marchaba el TenienLe Coronel á retaguardia de la columna para cui-
dar de que no se estra riara ninglln soldado, y le acompañaban varios ofi-
ciales, uno de ellos hermano suyo, y un guia tan de su confianza, que le
habia salvado en 18B: como á cien pasos antes de llegar á la Venta de
la jfina, dijo ú su hermano y á los otros oficiales que se adelantasen, lo
que ellos hicieron creycnJo que su gefe les seguiria, y que solo les eIlYia-
ha delante á fin de que le dispusieran alojamiento. No era este el ánimo de
Latorre; antes, sintiéndose fatigado, ó por otros moti ros que se lleró ú la
tumba consigo, determinó seguir solo la retirada, á larga distancia de la
columna: no dió parte de esto á ningun oHcial ni á su mismo hermano, y
solo se confió al guia de quien hemos hablado, al cual encargó que vol-
viese desde la Venta á buscarle. No tardó en notarse la ausencia del Tenien-
te Coronel, pero se creyó generalmente que vencido por la fatiga, se habria
retirado á descansar á alguna habitacion apartada; mas al cabo, buscán-
dole los oficiales por todas partes sin hallarle en ninguna, resol vieron sa-
lir á buscarle al monte, que recorrieron en diversas direcciones, sin alcan-
zar otro resultado que la triste certeza de haberle perdido. Latorre, á quien
los oficiales, en visLa de lo inútil de sus pesquisas, creian sepultado en al-
gun precipicio cubierto de nieve, habia pasado la noche en una borda, es-
pecie de cabaI1a donde acostumbran albergarse los pastores, y aun dicen
que oyó las yoces, que llamándole, daban sus oficiales cuando recorrian el
monle: asi afirman que lo confesó él mismo en la capilla, pocas horas an-
tes de que lo fllsiláran. En fin, á la mañana siguiente, desconsolados con
la pérdida de su gefe, siguieron su marcha aquellos simpftticos fugitivos,
dejando encendida una gran hoguera á la puerta de la venta, por si tal
vez llegaba alli el desgraciado Latorre: encamináronse hácia el Puerto que
llaman de Agita tuerta, animados en medio de sus quebrantos, por la se-
renidad del dia, que les prometia una jornada menos trabajosa de lo que
se habian temido.


l1ué sin embargo tan penoso el paso del puerto, que el comandante,
varios oficiales y paisanos y aun algunos soldados, que iban huyendo de




76
la muerte y tan cerca miraban su sal racion, se tendieron sobre la nieyc,
desesperados de poder seguir adelante, y pidiendo á sus compaI1eros, con
desfallecidas yeces, que les arrancaran la yida. Grande fué el regocijo de
todos, cuando al llegar á lo alto del Puerto, descubrieron unos cuantos
paql~eteros, que al yerlos, tomándolos sin duda por dependientes del res-
guardo, diéronse á huir en clireccion contraria; pero volviendo el las yoces
que les daban y señas de paz qlle les hacian, les dieron víveres, de que
tenian harta necesidad y lIC\"aron en sus hombros ú los mas cansados. Pa-
saron al fin el Puerto, y poniendo el pié en la raya de Francia, saluda-
ron aquella tierra hospitalaria.


No queremos, al llegar aquí, dejar de referir cierto rasgo, que revela
bien el las claras el orgullo castellano: aquellos raIien tes que por defender
]a libertad de su patria habian empurlado las armas, no quisieron rendir-
las al estrangero, y antes ([UO entregarlas á las autoridades francesas, pre-
firieron dejarlas sepultadas entre la nieve. Acompanados de gendarmes
franceses se dirigieron el Lrdoz, de allí fueron á Bedous, y por último á
Pau, desde donde fueron destinados á los depósitos.


Tenemos que cumplir aqui con el deber de pspaüoles y de liberales,
dando las gracias á los ciudatlanos franceses, que prodigaron todo género'
de cuidados el los infeliees proscriptos; y al mismo tiempo nos vemos en
la necesidad de consignar el hecho, vergonzoso para un pais civilizado,
de que las auloridades del gobierno francés se mostraron bien exigentes y
bien duras con los emigraJos de Zaragoza; y que entre estas autoridades,
mas atentas á contraer méritos para C0n su Gobierno que á sujetarse á
las prescripciones de la humanidad y la justicia, descolló singularmente
:MI'. Chauvin, Comisario central de Policía en Burdeos. Otras autoridades,
en cambio, hicieron 01 "idar con sus atenciones, el mal trato de aquellos
funcionarios: nos han citado el nombl'e de MI'. Manrique, maire de Bur-
deos, y somos aqui con mucho gusto intérpretes para con él de los senti-
mientos de gratitud de varios españoles que se le confiesan obligados.


El siguiente certificado fué espedido por el maire de BcdollS á los pai-
sanos emigrados de Zaragoza.


Nos, maire de Bedous.
Certificamos que los voluntarios de Zaragoza, al mando do Eduardo


Ruiz Pons, se han conducido bien en su paso por Bedous, y que no se
nos ha dado queja ninguna contra ellos.


HclollS á 28 de FebrC'l'o de 1851.-EL ~IAIRE, J. ]lann'r¡ltt'.




......


u


Ya dijimos que el coronel LaLone desapareció sin que cuantas pesqui-
sas hicieron sus companeros pudieran servir para averiguar su paradero.


Fué su ánimo sin duda al separarse de la columna, el permanecer ocul-
to en algun pueblo de aquellas sierras, esperando allí á que internados en
Francia los fugitivos, abandonasen aquellos sitios las fuerzas que iban en
su alcance, para venirse entonces ~l á tomar un camino que le condujese
á la frontera con menos riesgos y penalidades.


Tal se hallaba ya de cansado y desfallecido el dia de su ocultaeion, que
ni aun en hombros de los soldados hubiera podido resistir la marcha
que aun le quedaba que hacer para ponerse en salvo.


La mala ventura quiso que huyendo de la muerte que habria hallado
indudablemente en el hambre y las fatigas, viniese á dar en las manos de
los cobardes traidores que despues de la bizarra y heróica hazana de pren-
der á un hombre moribundo y desarmado, le entregaron á sus venlugos
para que hicieran rodar su cabeza por aquel suelo sagrado donde nació la
sublevacion mas funestamente generosa de nuestra historia contempo-
ránea.


Favorecer su fuga, hubiera sido una accíon humanitaria y digna de
hombres honrados, y los que tuvieron la inolvidable gloria de prenderle
querian mostrarse fieles senidores del ministerio Sartorius.


Despues de sofocada la sublevacion, la reina, en nombre de los senti-
mientos humanitarios y de las prácticas establecidas en todos los paises
'civilizados, debia de haber ejercido el derecho de indulto con el infortu-
nado Latol're, pero los ministros no quisieron aconsejarlo porque el coro-
nel Latol'l'e no era un asesino ni un handido; era un hombre honrado, va-
liente y amante oe su patria, crímenes todos para los que debia mostrarse
inexorable el poder de la justicia.


Conducido á Zaragoza y juzgado por el tribunal miliLar con ese apre-
suramiento que tan estimables hace á los buenos verdugos, fue condena-
do á' ser pasado por las armas, y el dia 6 de Marzo á los dos y media de
la tarde fue fusilado en el campo del Sepulcro. Sufrió la muerte con la
calma de los valientes y con la dulce y tranquila serenidad de los mártires.


La mañana de aquel dia la pasó en la capilla abrazado eon algunos
amigos, que llegado el terrible trance de ponerse en camino para el sitio
de la ejecucien, se despidieron de él despedazados de dolor y de cólera.


El mismo dia que se publi'có en la Gaceta el parte de su muerte salie-
ron las reales órdenes concediendo al gobernador de Zaragoza la llave de




78
gentil-hombre con ejercicio, libre de todo gasto, en recompensa de los SCI'-
vicios prestados para sofocar ellevanlamiento.


Contrastes lan repugnantes como este, no se han ofrecido nunca á los
ojos de la humanidad mas que en los tiempos del bajo imperio, en que era
primer consul el caballo de Calígula, ó en estos en que el primer ministro
era Luis Sartorius el de Sevilla!


V.


Vohamos ahora á la capital y veremos qué actitud presentaba la opi->
nion y cuál era la verdadera fisonomía del ministerio: la opinion prcsen-
tábase cada vez mas alarmantemente silenciosa y retraida: reinaba en la
atmósfera política ese secreto calenturiento, esa calma misteriosa bajo la
que se ocultan siempre la elaboraciones ardientes de una conspiracion:
en todos los rostros dibujábase vagamente cierto cuidado en ocultar algu--
na cosa, que muy pocos sabian de veras, pero que todos presentian
y esperaban: el gran foco de todas es\as secretas esperanzas, la fra-
se que todo el mundo pronunciaba con cierto acento <le inesplica-
ble y cauteloso regocijo, era: HO'Donnell sigue oculto.)) Esta era la fra-
se consoladora que los mas animosos hacian resonar en los oidos de los
desesperanzados: esta la frase mágica que alentaba á los mas tímidos, (lue
daba paciencia á los perseguidos y que mantenia vivo y palpitante en el
corazon de todos los buenos espanoles, ese sentimiento poderoso de indig-
nacion contra los enemigos de nuestras libertades, sentimiento que ellos
juzgaban estinguido porque no le habian dejado medios de manifestarse
ni en la tribuna, ni en la prensa, ni en las conversacion siquiera.


El ministerio se presentaba en público con la máscara de un valor y de
una confianza tan mal fingidos, que á través de su ridícula careta lraspa-
rentábase su fisonomía llena de miedo y de espanto. Hallábanse los
pobres gobernantes en la penosa y crítica situacion de los ladrones, que
despues de haber maniatado á sus víctimas, á cada mirada, á cada gesto
de estas, se estremecen de pies á cabeza y tratan de asustarlas con el apa-
rato de sus armas y la ferocidad de sus rostros, disimulando el miedo que
les hiela el corazon.


A la Nacion teníanla atada de pies y manos: ocupábanse con sus ma-
nos ensangrentadas en saquear las arcas del estado) y á cada ruido volvian
la cabeza llenos de espanto, creyendo sentir ya sobre sus gargantas la ma-




79
ne de hierro de sus poderosos enemigos. La ocultacion del general O' Don-
nell era para ellos una continua alarma, un amago terrible y permanente
del castigo que les esperaba: esta ocultacion, imitada despues de los su-
cesos de Zaragoza, por la mayor parte de los periodistas y de los hombres
políticos á quienes habia intentado prender la policía, era ya un peligro
ciedo; un síntoma evidente de que en el secreto del hogar doméstico se
preparaba la batalla sangrienta que' habia de concluir con la cuadrilla de
bandoleros, que agrupados al rededor del trMo y abrazados con él, creian
(Iue nadie se atrevería á perseguirlos hasta aquel profanado lugar de asilo.
Jamás la policía ha espiado las palabras, las miradas y los gestos con
mas desvergüenza y descaro, y sin embargo jamás esta arma terrible de
los poderes que vivon fuera de la ley y de la diguidad, ha inspirado mas
desprecio. La nacion habia decidido esterminar ú la inmunda canalla que
pisoteaba su noble frente, y cuando un pueblo entero decide recobrar su
libertad y su decoro, no ha y cadenas) ni grillos, ni mordazas, ni ligaduras,
que cuando suena la hora sagrada de la insurreccion, puedan sujetar ni un
momento sus miembros enfurecidos.


La tiranía no ha tenido nunca mas base que la violencia de los pue-
blos, pues no hay pais, por encadenado que esté, que no pueda sacudir su
yugo en el momento que quiera hacerlo.


En el capítulo siguiente marcaremos todos los pasos de esa magnífica
conspiracion que nace subterráneamente con la ocuItacion del bizarro ge-
neral O'Donnell y aparece por primera vez á la luz del dia en todo el es-
plendor de su fuerza gigante el 28 de Junio.


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CAPITULO TERCERO.


L:1 conspÍrariOll.-SlIf: caracléres csprciales.-Leallad de los conspiradores.-Infi-
delidad de la Policía.-EI Ml1rciélago.--Conviértese en la crónir~a de la vida íntima
del Mini:-;trrio.-Aparicioll del primer número.-Repártesc bajo sobres con filetes
lIegros.-Tudos los ministros reciben un ejemplar.-Espanto de los polacos.-
H"gocijll de la Nacion.-Seccion rb anuncios.-Retrato de Quiqto.-Segundo
llúmero.-Desesperacioll de Quinlo.-JÚbilo de la capital.-Alfaro.-Rotalde.-
Salamanru.-Carácter ele este númcro.-Número tercero.-La casa de Zangro-
niz.-Ortega.-Quinto y Domenech.-B1asser.-Vista-IJermosa y San Roma!1.-
El cmpréstito.-Cuarto númcro.-Slls rasgos característicos.-Insultos á Cris-
tina.-Nuevos negocios.-Un patíbulo para los ministros.-rn recuerdo de Meri-
lIo.-Los conspiradorcs.-O'DoIllll'II.-Prirneros oficiales que se comprometie-
ron.-Serrano, Messina y ManZClllO.-Personas que allsiliaban de cerca al ilus-
tre general.-Cánovus.--Traslacion del general á otra casa mas segura.-O'Don-
nell y Dulce.-Regimiento ele Estrem:Hlura.-Enfermedad del general.-EI médico
Seoane.-Casa de la calle de la Ballesta.-Lealtael del hojalatero del cuarto bajo.-
Trasládasc de nucvo.-LcaItael de otro hombre rIel pueLlo.-Fcrnanclez de los
Rios.-La policía.-EI ,13 ele Junio.-Fontall y Yega de Armijo.-Incielentes.--
Ciega confianza del GolJierno.-EI 28 de Junio.-Aspccto de In ci1pital.-La opi-
nion pública.


l.


Vamos ú narrar el periodo mas interesante y dramático de la presen-
te reyolucion: pálida será la pintura que de él hagamos, porque las elabo-
raciones ardientes de una conspiracion, el estado de agiLacion continua de
los conspiradores, su actividad infatigable, el misterio de sus tramas, su
sombría desconfianza, su valor cada vez mas heróico, tienen un movimien-
to tan dramático y exigen un colorido tan luminoso, unas tintas tan vi-


()





82
vas, que no pueden brotar de un pincel tan pobre en colores como el
nuestro. Y luego si añadimos á los caractéres naturales de toda conspira-
cion, los especialísimos que tiene la que vamos á relatar donde los conspi-
radOl'es son los primeros dignatarios del pais, donde el valor raya en he~
roismo, donde las peripecias son contínuas, la fidelidad inaudita, la asLu--
cia maquiavélica, los peligros incalculables, conspiracionque no aparece
de súbito, sino que crece y se desarrolla en medio de los tiranuelos que se
ha puesto á derribar, los cuales la sienten rugir á su alrededor, la palpan en
lodas partes sin poder asirIa, la hallan interpuesta en todos sus pasos, co-~
nocen que crece y se enrosca á sus cuerpos, sin poder sacudirse de ella, y
no se mueven, ni hablan, ni respiran, ni vi ven un s610 instante en que
no se hallen acosados por sus vagos murmullos, como si la nevarán denLro
de su conciencia, como si fuera la voz de sus remordimientos, entonces lo
difícil se convierte en imposible y la pluma se cae de las manos y el ánimo
se desalienta y desespera por no poder trazar una pintura magnífica y gi-
gantesca en la que el estilo estuviese en correspondencia y armonía con la
grandeza de los hechos y la magnificencia del asunto.


Dos rasgos distinguen principalmente la conspiraci(ln de 103 valientes
y bizarros libertadores de la patria, la fidelidad y la prudencia: parece
impusible que en una conspiracion que tenia tan vastas ramHicaciones no
ha ya habido ni un solo traidor: y es que el oro de la cuadrilla de bando-
leros que escamoteaba el pais en nombre tIe la reina, no podia comprar ya
mas que á las gentes de su ralea, y estas gentes no podian tomar parte en
una conspiracion cuyos principales hilos estaban en manos de unos cuantos
;hombres de acrisolada honradez, que combatían al ministerio principalmen-
le en nombre de la moralidad: además, hasLa la policía se creyó con de-
recho á series infiel, porque el ministerio habia llegado á tal grado de pros-
titucion y de deshonra, que ni Jos polizontes pudi0fon dominar el rubor que
les causaba el defenderle: San Luis estaba destinado á inspirar desprecio a
sus mismos lacayos I


,;


La asquerosa y repuguante fisonomía de la pandilla polaca, durante ese
último periodo de domina,cion en que presintiendo sin duda que se acer-
caba su bora postrera, se entregó ~ todos los desenfrenos del mas; brutal
y descarado cinismo, está retratada eón cal'actéres de fueg9 en el Murcié-
lago, periódico que salia furtivamente de vez en cuando á llenar de es ....
panto á los pobres mandarines, y de regocijo y esperanzas á todos los
buenos espafioles.




83
El .~illrciélago es, pues, otro de los rasgos característicos de la conspi-


l'acion: todas las tramas que han preparado los pueblos han crecido siempre
bajo el silencio mas impenetrable: los valientes RspaI10les que prepararon
los sucesos de Vicálvaro, tenlan tanta confianza en su valor y decision, y les
inspiraba tal lústima la camarilla que prelendian derribar) que no con-
tentos con dejar traslucir por todas parles sus maquinaciones, hasta qui-
sieron tener su periódico.


Como los cinco números que" ieron la luz encierran toda la historia
Íntima de ese periodo escandaloso en que ya no se guardaba formula nin-
guna de respeto legal en la publicacion de los ágios, periodo en que la lu-
cha del ministerio con la opinion se presenta ya en toda su desnudez: en que
no hay ya partido político sino hombres _ honrados que se juntan bajo
una misma bandera para combatir una cuadrilla que deshonra la na-
don á los ojos de la Europa, y aun pudiéramos decir al mismo trono que
ha tomado por escudo, vamos á estractar de esas páginas candentes, enro-
jecidas al fuego de la indignacion pública, los párrafos que pinLaron mas al
vivo las liyiandades de la corte y el pillage de los torpes mandarines.


Luego en traremos a narrar los sucesos mas Íntimos de la conspiracion
y especialmente las hondas y contínuas vicisitudes porque tUYO que pa-
sar dnrante su prolongada ocuItacion el bizarro general O'Donnell, al-
ma y centro de aquel puñado de valientes y decididos espaüoles que ju-
raron salvar á su pais de la camarilla que le infamaba, y a través de todos
los peligros lograron llevar á cumplido término su sagrado juramento.


Apareció el primer número el 26 de abril y se repartió bajo unos so-
bres con filetes negros como los de las esquelas en que se convida á los
funerales: todos los ministros recibieron su ejemplar y algunos llegaron á
las manos de la reina: la curiosidad que este papel despertó en los ánimos
fue tan honda que hasta se sacaron copias manuscritas: todo el mundo es-
taba ávido de oposicion, de insultos y de denuestos contra el ministerio:


" habíanse apurado ya todas las imprecaciones de la lengua en las murmu-
raciones ele la conversacion, y por eso cuando esas imprecaciones, el úni-
co recurso de los pueblos encadenados, se multiplicaron con las mil len-
guas de la imprenta, la nacion entera tuvo un momento de espansion y de
júbilo recreándose en el espanto y el miedo de sus cobardes dictadores.
Vamos, pues, á copiar algunos párrafos de este célebre periódico, que
consideramos solo como un documento histórico, acerca del cual nos re-
servamos nuestro juicio, dejando al lector en libertad de formar el suyo.




84
Lo mas notable que hubo en el prinwl' número fue la scocion (le anun-


cios: entre estos los siguientes son saladísimos.
He aqui la forma en que salió esta seccion la mas amena del periódico .


.DesthlOS.


«El (lue desee conseguir un destino, acuda al ministerio de FOlllcll!n
y en el despacho de D. Juan Perez Calvo darán razono Se advierte r¡ur la
cantidad que por él se estipule se dará anticipadamente.»


l\r.egocio.


«El que t{uiera hacer algun negocio de importancia puede acudir al
ministerio de la Gobernacion y en el despacho de D. llafael Peroz Vento
se informara. No se tratara con cor.redores.»


Gracias por Guerra.


((Empleos, grados, cruces y honores.-El que desee conseguir alguna
de estas gracias se avistara con D. Saturnino Parra, comisionado del suu-
secretario de la Guerra para tratar del valor de ellas. Pasando este valor
de 20,000 rs. se bará directamente el negocio con el mismo subsecretario
Señor Fernandez San Roman.»


Este número concluia con una poesía dedicada al pueblo español y en
la cual hacíase el retrato de todos los m inistros ~ la tí lt ima octava es taba
dedicada al conde de Quinto y decia asi:


«Otro polaco de asquerosa historia
y de admision reciente en la cuadrilla,
de quien espera su provecho y gloria
hasta subir á la dorada silla.
¡ Famoso robador! Dejó memoria,
primero en Aragon, luego en Castilla:
conocerás por él que asi te pinto
al mismo D. Javier, conde de Quinto.»


La última línea del periódico era esta:
Editor responsable, D. José Salamanca.-Imprenta del Sr. Conde de


Vilches.




83
El número 2. O, que apareció el dia 8 de Mayo, acabó de introducir el
mil~do hasta en la médula de los huesos de los miserables gobernantes: su
lenguaje era mas duro, es decir mas verdadero; reflejo fiel del estado de la
opinion, anunciaba que lá tempestad se iba condensando cada vez mas en
el horizonte.


Desde la aparicion del número anterior habíanse dedicado todas las
thlanges de la policía, al espionaje de las imprentas; Quinto habia prome-
tido varias yeces dar con los nueros periodistas, y cuando mas confiado se
hílllaba el pobre conde en la aslucia de su lacayo, se encontró con la se-
gunda risita del célebre pújaro, que esta vez, segun se (Hjo entonces, se
le presentó bajo un sobre del ministerio de Gracia y Justicia como recado ó
carta de su amigo Domenech.


ta capital respiró de nuevo: la roz del Murciélago era el grito de ill-
dignacion de la nacion entera; grito que no podian sofocar ya ni las morda-
zas del poder, ni los esfuerzos de la policía: una trama de unos cuantos
ambiciosos puede destruirse, pero cuando todo un pueblo es el <ltIe cons-
pira, un soplo de ese pueblo derriba las mas poderosas tiranías.


He aqui los principales párrafos de este segundo número.


MADIUD 8 DE MAYO DE 1851.


«lIa llegado tí noticia de «El Murciélago» que D. Aguslin Alfaro, Fiscal
de la Deuda con el sueldo de 50,000 reales, anda por la coronada villa
exhalando ayes y lamentos, porque incluimos su nombre en nuestro nú-
mero anterior v entre los de otros beneméritos Polacos .


.,


1)01' Polaco le hemos tenido siempre, pero ahora parece que dendo á
sus amigos próximos á caer para no volver á figurar en la escena políliGa,
dice que ha roto con ellos, en lo cnal, á fuer de hombres imp()rdales, vc-
mos una marcada deslealtad.


¿Cuándo hubiera llegado D. Agustin Alfaro al importan le destino de
Fiscal de la Deuda sin el auxilio de los hombres de quienes hoy quiere di-
vorciarse? Pero su ambicion no esLaba satisfecha porque aspiraba ú la ear-
tera de Ministro, y nada menos que á la de Gracia y Justicia.


En nuesLra opinion es la primera vez que el condesillo ha dado mues-
tras de algun pudor, no queriendo colgar á la magistratura tan humillante
sambenito, obligándola ú ser dirigida por un Alfil ro.




86
Sufra este señor y tenga paciencia. Conténtese con la fortuna adquirida


en tan pocos años y con el producto de los escandalosos negocios que ha
hecho en el destino que hoy desempeña. No pretenda ahora hacerse acep-
table para los que hoy combaten á los actuales gobernantes.


Los hombres de la oposicion deben vivir muy alerta y negarse á recibir
en sus filas á estos merodeadores que llevan en su frenLe la marca de
hierro de la inmoralidad


Tenemos la vanagloria de sostener que á nadie calumniamos; lo que
hasla ahora hemos dicho esta en la conciencia de Lodos. lIace muchos años
que no vemos la verdad en letras de molde, y nosotros hemos arrostrado el
peligro que lleva consigo el cumplimiento de tan sagrado deLer.


Por lo demas no nos llama la atencion el que el seI10r Alfaro y algunos
otros disputen entre sí y se separen con la intencion de hacerse una guer-
ra á muerte.


Esto sucederá á la Polonia, porque esto mismo sucede con frecuencia
entre los bandidos, que aunque muy conformes al dar el golpe, suelen
destrui ('se á pUñaladas cuando tratan de repartir la presa.))


«La aparicion del «Murciélago», su vuelo en elevadas regiones, que na-
die ha podido impedir, y el ódio que inspira la adminisLracion actual, han
obligado al Conde y comparsa á tomar sus medidas; y tanto el gefe como
Collantes, Domenech y demás allegados se apresuran á despachar ciertos
y determinados espedientes que han de ofrecerles recursos muy sobrados
para vivir en la opulencia luego que abandonen el poder. Entre estos se
encuentra el de reclamacion de 80,000 duros, promovido por el brigadier
D. SanLiago Rolalde, el cual pide esta cantidad por sus fechorías en el
teatro de Oriente. El csped¡ente está en el consejo Real, y el Gobierno ha
mandado á los consejeros que lo resuelvan á fayor de Rotalde.


Veremos lo que hacen los consejeros, y á su tiempo publicaremos su
resolucion y sus nombres.»


«(Corren estos dias, y parece que están próximos á imprimirse, algunos
versos contra la Reina, y en los que se habla hasta de su vida privada.


Sabemos, á no dudarlo, que estos versos están escritos y serán publi-
cados por cuenta de los Polacos, con el objeto de hacer ver á S. M. que
la oposicion la trata de una manera violenta. ¡Ay, señores polacos, este es
un recurso muy gastado! De él os servÍsteis para derribar al Ministerio




87
Lersundi-Egaña, y de él quereis serviros ahora para conservaros en el
mando.


Sois ya muy conocidos, y todo el mundo cúmprende vuestras manio-
bras.))


«Parece que el señor Conde de Quinto, reconvenido en Consejo de Mi-
nistros por no haber impedido la publicaciún de nuestra hoja, ha ofrecido
apoderarse de muchos «Murciélagos)) ,,¡vos ó muertos.


Vaya con tiento el conde y no se precipite; pues aunque consiga echar
el guante á algunos murciélagos, no es prudente que paguen justos, por
los que (~l cree pecadores. Los murciélagos que pudieran caer en sus ma-
1l0S, no lienen relacion alguna con El Murciélago presente, que tanto la
incomoda á S. E.


Este «Murciélago)) no podrá ser habido; esta en parte mas segura de
lo que parece y entra hasta donde S. E. no podrá entrar siempre que
quiera. »


«El corrompido y corruptor Salamanca se ha manifestado en estos días
muy gozoso de que en nuestro número anterior solo le tocase figurar como
editor responsable, y esto ha dado motiyo á que se crea que á él nos liga
una estrecha amistad.


Amistad hemos tenido y aun tenemos con él: ¿por qué hemos de ne-
garlo? Pero nos hemos propuesto ser tan estremadamente justos, que hoy
diremos lo que antes callamos.


El hombre que engaña á unos, yende á otros y comercia con todos,
escitándolos á disponer de la fortuna pública por distintos medios, merece
que se fije en él la atencion. A Salamanca se han unido cuan los ministros
ladrones hemos tenido, y por último, se ha unido tambien el duque de
Riánsares, tomándole por representante para los ruidosos negocios de ferro-
carriles, que han de ser causa todavía de grandes desgracias.


Salamanca es el prototipo de la inmoralidad.
No estamos conformes con los que sffiltienen que es preciso hacer gran-


des castigos. Somos enemigos del derramamiento de sangre, y creemos
qué un solo ejemplar puede servil' de correctivo y evitar que la gangrena
se propague.


Salamanca colgado del balcon principal de la casa de correos, seria
una gran leccion de moralidad.})




~8
«Parece que se va á hacer un emprésLiLo forzoso de 180 millones. 1..0


único que en esto nos ha sorprendido, es que los seüores Molins, Ulasscr
y Calderon que hasta ahora habian aparecido mas decentes que sus com-
pañeros, se asocien á la responsabilidad en que ya á incurrir la nueva
compaüía de tomadores del dos.»


En este número se denundaban ágios escandalosos: pero se daban to-
davía consejos á la reina: la indignacion venia mezclada con las súplicas:
los nombres de la oposidon querian seguir creyendo tmb vía en la jno~en­
cia del trono: retardaban todo lo posible el arrojar una duda que podia ser
muy funesta; no apelaban á un medio duro sino dC1spues de haberse
convencido de que era inútil otro mas suayo. Denunciaron primero los
latrocinios de los ministros y no fueron oielos: hablaron d(~spues del
representante do los ágios de Cristina y su voz no halló tampo~o c~o
en las cámaras rcales: era ya pues necesario aludir claramente á la muger
que estaba siendo la ruina del pais, y en el número tcrcero se la clcdi~aron
varios párrafos.


Estos son los que hemos estracfaclo de este mÍmcro que apareció el 2G
de Mayo y fué el primero que llevo á la cabeza pintado un lllurciélago.


«En nuestro número anterior dijimos que los hombres que ocupan el
poder, conociendo que su caida es inevitable, se apresuran á despachar
ciertos espedientes que han de dejarles graneles utilidades. Entre estos es-
pedientes citaremos el de reclamaeion de 80,000 duros de D. Santiago
Rotalde por las obras del teatro de Oriente, pasado al Consejo lleal con la
prevencion he~ha á los consejeros de despacharlo á favor de aquel buen
hijo de la Polonia.


Hoy tenemos que hablar de otro negocio: el de la concesion del privi-
legio á la easa de Zangroniz hermanos y compañía de la Habana, para es-
tablecer c()municaciones regulares por medio de ocho buques de vapor en-
tre la misma Habana, el Havre y Liverpool.ú otros puntos de Francia y
de Inglaterra y tocando en Puerto-Rico y Vigo.


El encargado de dicha casa tenia órden de ofrecer 50,000 duros por
la cOIwesion, y esla cantidad ha sido entregada al conde de San Luis, fa-
cilitándola uno de los comerciantes de esta corte que tiene giro en aque-
lla isla.




89
Véanse como nuestras noLiüias sobre cierlos y determinados negocios


'an saliendo exactas.
Iremos publicando otras muchas tan pronto como recaiga resolucion


en los espedientes.))


((Las acciones de caminos de hierro principian á dar sus frutos. No apro-
bado este papel por las Córtes, los especuladores se retraen de tomarlo.
Solo el célebre Salamanca sigue adelante en sus úgios vergonzosos, por-
que con el apoyo de su padrino el duque de Riúnsares, ha conseguido que
el ministerio cuadrilla le cangée las acciones por pagarés del Tesoro que se
negocian con mas facilidad, aunque con mayor grarámen para el Estado.
Esto no importa: el pohre pais paga y la Polonia chupa. ¡Lo que vale un
buen padrino!»


« Corren noticias acerca de los dictadores que el Gobierno ha enviado
últimamente ú las provincias de Ultramar. Todos obran como sultanes;
pero ninguno llega ú lo que se dice del general Ortega. 1\0 contento con
haberse apuderado sin inrenlario y con escándalo de todos los fondos de
las oficinas de Hacienda de la prorincia de Canarias, y haber prohibido por
medio de una órden firmada por el comandante general Sr. Huet, que se
reunan los ayuntamientos de los pueblos á no ser con objeto de felicitarle
por haber sido nombrauo Gobernador interino, se ha entregado á todo
género de escesos y violencias, que con ser tan grandes que deshonrarian
la nacion en que suceden, lal es el general Ortega, que no habrán de
maravillar;Í nadie, ni aI1adir ni quilar nada á la merecida fama y reputa-
cion de S. E.-Dicen que median le algunos pesos, ha puesto en la calle á
unos reos de crímenes atroces, y porque se opuso el auditor de guerra, le
ha destituido de su destino y le ha hecho conducir y encerrar en un cala-
bozo en la isla de Hierro.-A un abogado que nombró despues auditor
interino, y que tambien se negó á autorizar con su firma tan horrible mal-
dad, le amenazó con fusilarle, llevando tan allá las cosas, que hizo for-
mar parte de la guarnicion para t:onyencerle que estaba dispuesto á todo
si se empeñaba en cumplir con su deber.-Ahora no falla mas sino que el
Gobierno le haga teniente general en recompensa.-En una carta que el
~r. Ortega ha enseflado ú rarias personas de aquella isla, le dice el seilor
Jlilli:"frn dr la (;l1prra que es el mejor eapitan general que tiene ('1 (~obier-




90
no en las provincias: por nuestra parte creemos que no podriao tenerlo'
peor los canarios á no mandarlos en persona el Sr. Blasser.»


«Parece que el conde de Quinto ha sido nombrado gcntil-hombre. De
seguro hace de la llave una ganzúa.


Siempre se habian hecho los conventos para las comunidadcs; ahora
se ha hecho una comunidad para un convento. ¿Si pensará ser todavía
fraile el Sr. Domenech? ¡Quién se lo habia de decir cuando aplaudía, y
algo mas, las quemas y los asesinatos de 1836!»


«Cuando Jos hombres políticos que ocupan el poder barrenan las leyes
y se proponen perpetuarse en el mando para acrecen lar su forLuna, pro-
curan ante todo asegurarse la obediencia de la fuerza militar, con el obje-
to de que les sirva de escudo.


Esto sucede precisamenle con los actuales gobernantes.
En todas las órdenes que espiden, y hasta en los artículos del perió-


dico que los defiende, se leen mil lisonjas dirigidas al ejército, poniéndole
por delante el nombI'e de la Reina para es citarle á la disciplina, mientras
que ellos llevan adelante sus planes de saqueo.»


({No parece sino que los militares, por estar sujetos á la ordenanza, es-
tán privados de tener sentido comun y que no comprenden el verdadero.
valor de esas lisonjas.


y despues de esto, ¿quiénes son los gefes militares que están alIado
del Gobierno y que dirigen su voz al ejército recomendándole la subordi-
nacion?


Un Blasser, que en seis años se ha hecho brigadier, mariscal de cam-
po y teniente general, y que luego en el mando ha perseguido de muerte
al que le tendió una mano protectora.


Un Lara, que por pronunciamientos é intrigas llegó tambien á ser te-
niente general; que como Comandante del Campo de Gibraltar se hizo el
gefe del contrabando, y como Ministro vendió con el mayor escándalo los
galones y entorchados.


Un conde de Vista-hermosa, que sin haber oido jamás silbar una bala,
se encuentra al frente del cuerpo de Estado mayor.


Un Fernandez San Roman, enfermo con frecuencia durante la guerra,
y no de enfermedad ocasionada por las penalidades de la campaI1a; que




91
ayer paseaba las calles de Madrid con dos galones, y que conspirando unas
veces contra ;\arraez, apoyándole otras, escribiendo artículos contrarios
á la disciplina é intrigando siempre, ha pasado por los grados mas difí-
ciles de la milicia hasta ceñirse una faja.


Estos son los modelos de subordinacion y de probidad que presenta el
Gobierno á la oficialidad del ejército al recomendarla la disciplina. Estos
son Jos gefes á quienes tienen que respetar y obedecer ciegamente, mien-
tras que otros beneméritos generales que han ganado sus fajas en el campo
de batalla, son perseguidos sin tregua ni descanso porque cometieron el
enorme delilo de alzar su voz en el parlamento y pedir moralidad para es-
te desgraciado pais.


El ejércilo calla avergonzado de que se ]e obligue á obedecer lales ge-
fes; conoce (ILIe las lisonjas que se le dirigen tienen por único objeto yen-
darle Jos ojos para que no vea el inmundo cuadro de desmoralizacion que
tiene delante; pero confia en que su Reina oirá IJor último las quejas de
sus leales servidores, y arrojará de su lacIo á los que trafican con su au-
gusto nombre y la engañan infámemente.))


«Despues de escrito lo que antecede, hemos visto en la Gaceta el de-
creto mandando hacer un empréstito de 180 millones. Confiábamos en que
la Reina no cederia á las sugestiones de los ministros, ni á los consejos
que en daño suyo y á impulsos de una sórdida avaricia se la dan con fre-
cuencia; pero hemos sido defraudados una vez mas en nuestras esperan-
zas. El nuevo impuesto está decretado y no tardará en comenzar su rea-
lizacion.


¿Saben los ministros lo que han hecho? ¿Saben que esta nueva contri-
bucion va á aniquilar al pais, ya miserable, porque sobre él pesa uesde
hace mucho tiempo una carga superior á sus fuerzas? ¿Saben lo que es
exigir de una sola vez la mitad de la contribucion de un aIlo al industrial
y al labrauor?


Es imposible desconocer la gravedad de esta medida.
¿Y van siquiera á emplearse con utilidad del pais esos 180 millonos?


Una parte, no pequeña, se invertirá en esos ágios que con el nombre de
giros, descuentos, etc., enriquecen á los que comercian con la fortuna
pública.


Despues 40 millones servirán para pagar el camino de hierro de Lan-




92
greo, porque hay una familia que desde hace mucllO tiempo es la calamidad
de Espaüa, que no vé jamás satisfecha su sed de oro, y que habiendo per-
dido por completo todo sentimiento de moralidad, presenciará impasible
la ruina general con tal de que le yalga unas cuantas monedas, una fami-
lia que, como las prostitutas, yende hasta su honra por dinero.


Habíamos hecho propósito de callar en todo lo que a las personas alle-
gadas á la Reina se refiriese; pero á la idca de los males que este pobre
pais ya a sufrir, se enciende de ira nuestro rostro y de hoy en adelante no
reconoceremos ninguna prcscripcioll, y la yerdad, por amarga que sea,
tendrá su sitio en las columnas de nuestro periódico.


Concluye el decreto con la frase «so daril cuenta ú las Córles.» !J)L'S-
pues del robo el insulto!))


Las alusiones á Dolla María Cristina no produjeron efecto ningullo y
se creyó con justicia llegado el momenlo de nombrarla claramente; de
denunciar sus negocios en un lenguaje screro, de escrilJir con los caracté-
res reyolucionarios de la imprenla todas las quejas, lodos los clamores,
todas las inculpaciones, que de los cuatro úngulos de la Península se le-
yantaba contra esta muger la mas funesta calamidad que haya caído mll1-
ca sobre nacion alguna del mundo. Creyeron llegada lamlJicn la hora su-
prema de manifesLar á la reina que su trono se iba desprestigiando de dia
en dia; que la nacion empezaba á considerarla como responsable del fu-
nesto empeüo de sostener en el poder á la cuadrilla de desalmados trai-
dores que agarrados con una mano ú las arcas del erario, y con la otra ú
las columnas del trono, desafiaban las iras de lodos los hombres honrados
con la mas inaudita desycrgüenza: la reina oyó, pues, en el número cuarto,
que los ministros eran los ciegos instrumentos de la rapacidad de su ma-
dre y ya habia empezado á rodar por la cabeza de muchas gentes la
idea de un deslronamiento.


Veamos los párrafos mas interesantes del número 4 que salió á luz el
4 de Junio.


MADRID 4 DE JUi\IO DE 1854.


«(Irritados los actuales mandarines al ver que los hombres honrados de
todos los partidos les negaban su apoyo) se lanzaron abiertamente en la
senda de la arbitrariedad.




93
Cerraron la tribuna. Suprimeron la prensa. Declararon á toda España


en estado de sitio. Yiolaron el domicilio de los ciudadanos.
Persiguieron á los Senadores que denunciaron al país sus atentados y


mas tarde los despojaron de sus insignias militares) ganadas en el campo
de balalla á costa de su sangre.


Todas estas medidas satisfacian sus instintos de Yenganza: pero eslo
no bastaba: era preciso pensar en el porvenir y asegurarse una posicion
libre de cuidados para el dia en que dejasen sus puestos.


Entonces rebuscaron en las Secretarías todos aquellos espedientes qur.
podian ofrecerles grandes utilidades, yenc1iendo á buen precio su rcso-
lucion.


Entonces hicieron escandalosas concesiones sin subastas y permitieron
á la prensa quc alzase su débil YOz contra estc ruinoso sistema) para te-
ner el placer dt) mofarse de ella y contestar con desprecio y burla, no á
los ataques, sino ú las tímidas obsenaciones de los diarios de la oposicion.


Temblaron los capitalistas al considerar 10 graye de la situacíon v te-, .
miendo con fundado motiyo comprometer sus fondos, huyeron del Go-




bicrno.
El, lleraldo contestó al momento á los capitalislas con amenazas, di-


ciendo «(que el Gobierno lo tomaria donde lo hubiese)), lo cual era lo
mismo que decir que se les arrancaria el dinero a yiva fuerza.


A esta amenaza ha seguido muy pronto el decreto mandando anticipar
un semestre de contribucion.


Los Ministros necesitaban para sÍ, pero no contaban con que habia de
exigírselos el pago de los derechos que podremos llamar de «(asiento y
proteccion. »


La casa de la calle de las Rejas reclamaba estos derechos, pedia su
parte en el botin, y los vecinos de esta casa no se contentan con unos
cuantos millones; necesitan mucho oro para satisfacer su ambiciono


Era p'reciso buscarlo, y no hallándolo ha sido forzoso robarlo ú los
contribuyentes. Robarlo, sÍ, porque ¿cuándo volverán á ver los contrilm-
yentes el dinero que hoy se les exige?


Si este dinero fuese indispensable para salrar al pais de un gran con-
flicto; si se necesitara este costoso sacrificio para asegurar la felicidad de
nuestra patria, los contribuyentes deberian entonces apresurarse á llevar
su cuota á las arcas del Tesoro; pero no es asÍ.


Esas cuotas servirán para pagar el ferro-carril de Langreo; para sa-




94
tisfacer á Salamanca gruesas sumas por esas conversiones y ágios que no
tienen fin: servirán para enriquecer mucho mas el los Ministros, y sobre
todo para tejer una red impenetrable alrededor de la Reina, comprando ú
los que se consagran á impedir que llegue ]a verdad á sus oidos.


Este es el destino que se dará al dinero de los contribuyentes.
¿Querrán estos hacerse cómplices de tanta infamia, anticipando sus


fondos al Gobierno y arruando asi el brazo que los ha de herir?
El Gobierno caerá el dia en que tenga que arrancar por fuerza la


cuota pedida.
Adopten los contribuyentes el único camino que les queda, en uso de


su derecho.
¡Resistencia pasival La vicIa del Gobierno está en sus ruanos.»


«(Falta un cuadro en el Museo ó en el Escorial: es que la dUfluesa de
Riánsares lo hizo llevar á palacio para copiarlo, y se quedó con él ó la
vendió. En su galería ó en su lihro de caja se encuentran todos los cuadros
y todas las alhajas que 80 han perdido en España desde hace veinte años.)


«(Decíamos en nuestro número anterior que los cuarteles eran vigilados
por la policía.


Despues hemos sabido que el espionaje rel mas lejos; que se vigilan
los cuerpos de guardia J que se vigilan las reuniones de los soldados en los
sitios que estos frecuentan mas, que se vigila el los gefes y á los oficiales.
No se tomarian precauciones mas degradantes para asegurarse de la obe-
diencia de un presidio.»


«(Como EL MURCIELAGO es pájaro que revoloteando revoloteando se mete
por todas partes, y ademas tiene un oido muy fino resguardado por unas
orejas muy grandes, está enlerado de cosas que no todos saben, y que al-
gunos darian la mitad de lo que tienen porque tampoco el nocturno aye-
chucho las supiera. Una de ellas es la no subasla del servicio del correo
entre Cádiz y las Islas Canarias. Cierto ,comerciante de este úllimo punto,
indicó á doña :María Cristina que seria una especulacion lucraliva el esta-
blecimiento del referido correo, y al momento se sacó á subasta bajo el
tipo de 230,000 reales. Pero sin que nadie hiciera postura, sin que hu-
biese acto ninguno legal, y sin que el público tuviese el D1enor conoci-
miento de lo que pasaba, suponiéndose todo por la autoridad, apareció




9!J
aprobado un J'cmale en 500,000 reales, de los cuales lomó la mitad la du-
quesa de Riánsares y la otra mitad el proponente, obligandose ambos á
ha.cer el servicio con un buque cada uno.»


«Despues de escrito nuestro primer artículo hemos sabido que el Pre-
sidente del Consejo ha tenido una conferencia con la Reina, y manifestan-
do S. M. e1 temor de que el anticipo 'forzoso de un semestre de contri-
bucion cause en el pais una profunda alarma, contestó el conde de San
:Luis, que en otras circunstancias no hubiera dudado un momento en pre-
sentar su dimision al oir esta advertencia de los labios de S. M., pero que
en estos momentos la suplicaba que desechara todo temor, y que muy
pronto verja que lejos de obligar á los contribuyenÍl~s al pago, habia la se-
guridad de que estos se prestarian á hacer el anticipo voluntariamente y
sin el menor disgusto.


Ya lo oyen los contribuyentes. El Gobierno espera que han de dejarse
alucinar por el interés que se les ofrece y que ellos mismos han de pre-
sentar el cuello para ser pisoteados por los Ministros. El Gobierno lo es-
pera todo de sus mismas víctimas para sostenerse en el mando y continuar
impunemente en su camino) haciendo mas adelante nuevas exacciones.


Ya lo hemos dicho : esp~l'en los contribuyentes á que se les exija por
fuerza el anticipo y la caida de los Ministros vendrá en seguida.


Esperamos con algun fundamento que no han de tener el placer de
huir á tierra estranjera á gozar del fruto de sus rapiI1as.


No queremos que el pueblo tome la venganza por su mano en un mo-
mento de cólera.


Habrá jueces que los condenen, no solamente por haber infringido las
leyes, sino por haberse enriquecido por medio del robo.


Entonces pediremos, dando nuestros nombres, que los seis miserables
sucumban en un patíbulo, y que este se levante en frenLe del mismo pala-
cio adonde entraron por puertas escusadas y por donde solo entran los la-
drones: delante de ese mismo alcázar donde pusieron su inmunda planta,
sirviéndoles de juguete el cetro de su Soberana.


Este terrible castigo es necesario, y en ese dia terminará en España
el catálogo de los Ministros ladrones.»


«Nuestro último número llegó á manos de S. M. la Reina momentos




-96
antes de circular por :Madl'id. En él híacamos un llamamiento á las perso ....
nas que rodean al Trono, las cuales han correspondido, en parle, á nues-
tra escitacion. Esperamos, sin embargo, de ellas un servicio mas seIiala-
do: esperamos, no solo que S. M. lea lo que muchos han Jlodido leer, sino
que S. M. oiga lo que algunos no quieren que sepa. Deseamos que S. 1\L
comprrnda lo grave de la situacion que atra\'esamos y los peligros que
amenazan al Trono.


Los que sean fieles sel'Yidores de Sil Ileina, deben sentir, Gomo senti-
mos nosotros, que la prensa estranjera pronuncie con desprecio Sil augusto
nombre.


Deben lamentarse de que por calles y plazuelas se hable en términos
nada decorosos de la "ida privada de S. M.


Deben sentir que todo el odio que inspiran los actuales Minislros, ven-
ga el recaer sobre la !leina, que no les retira su confianza.


Esta odiosidad se va estendicndo cada dia mas, y muchos en Sil de-
sesperacion no yacilarian en derribar al Monarca que á tales hombres sos-
tiene.


Observen los hombres imparciales y de nobles sentimientos que están
alIado de su Reina, la agitacion que se ad rierte en todas las clases y el
cambio que han sufrido las ideas monárquicas en la mayoría del pueblo.


Recuerden que el dia en que el regicida Merino asestó un pUllal con-
tra la Reina, el pueblo en el primer momento de indignacion hubiera
despedazado al asesino: á los pocos dias ese mismo pueblo hablaba de
Merino con asombro y le acompañó mas tarde al suplicio casi con vene-
raciono


¿Y por qué ese cambio tan repentino?
Porque el puebl{) fuera del primer impulso de indignacion y pensando


fríamente en su interés y en la situacion reaccionaria que entonces atra-
yesábamos, veia en Merino á un hombre muy superior á todos los demás,
y este hombre estuvo á punto de trastornar los proyectos reaccionarios
de los que mandaban.


Desde el dia en que fué arrojado á lás llamas el cadáver de Merino,
se ha disminuido mucho en España el respeto al Monarca, y hoy el pueblo
yiendo que ha asaltado el poder una cuadrilla de hombres perdidos, y
que la Reina se obstina en sostenerlos, busca su salvacion, no deseando
que se presente otro regicida, sino admitiendo la idca de un cambio do
dinastía.




f)'"
• J


De aquí es que algunos ha yaI1 pensado en D. Pedro Y, otros en el
duque de Montpensier.))


Las quejas, los consejos, las alusiones, los n~mbres descubiertos, las
amenazas desembozadas, no habian labrado huella ninguna en el animo
real: de boca en boca corria el rumor de que la reina habia leido los lllÍ-
meros dellllurcirlago: que "varios hOlnbres honrados se habian atrevido á
decirla la verdad y ella los habia escuchado con indiferencia: nadie creia
ya en la inocencia del trono: las dudas se habian convertido en certidum-
bre: la inviolabilidad del monarca habia dejado de existir moralmente: el
decoro mismo del trono anclaba en lenguas de los murmuradores y en los
periódicos estrangeros se estampaban ya libremente tan terribles murmu-
raciones: nuestra deshonra habia pasado las fronteras: empezábamos á
estar enrilecidos á los ojos de la Europa y era urgente, necesario, inevi-
table, inminente apelar al derecho sagrado de insurreccion, al (Íerecho
santo de salyar á la patria aun á pesar del trono. El quinto numero del
flfurcirlago fué escrito con las armas en la mano: es el último rugido de
los conspiradores que se levantan pidiendo venganza contra una jauría de
miserables hombrecillos.


Este número salió con la letra medio borrada: todo anuncia en él la
premura con que fué impreso y el último grado de indignacion á que ha-
bian llegado los [mimos.


Vió la luz el 11 de Junio: es decir la antevíspera de hacerse aquella
fingida revista en que las tropas volvieron á la capilal por haber fallado
algunas de las fuerzas comprometidas.


Tradújose en este nlÍmero un articulo del Times, dirigido contra la
persona de la Reina, que no creemos conreniente reproducir.


He aqui algunos párrafos notables por la ira vigorosa y terrible con
que estan escritos.


« I~l Consejo Real, que en su mayoría es digno de la eonsidel'acion del
pais, ha fallado contra el Sr. Rotalde el negocio de la indemnizacion de
80,000 duros por el teatro de Oriente. Solo cinco consejeros se declararon
parlidarios del roLo en este inícuo negocio: hé aquí sus nombres: l\Iarti-
nez Almagro, Gallardo, Puche y Bautista, Veluti yel Vice-presidente del
Consejo Sr. Martinez de la Rosa, caballero del Toison de Oro. El Jllur-
ciélago les tenia ofrecido sacarlos á la vergüenza y cumple fielmente cuan-


7






lo promete. En el próximo número oarú Jos nomhrcs de los dignos con--
srjeros qne han votado en pró de ]a moralidad.»


«(Doila María Cristina de Borbon de MUfioz, trae un nuevo negocio entre
manos, por lo que. pueda tronar; la capitalizacion de la pension que saca
á los püeblos: parece que esta vez la cosa no pasa de unos 70 millones:
para tales ope;-aciones hacen lalta los impuestos estraordinarios. A esta
señora la ciega la codicia: ni vé que ha robado tanto que nada queda ya
que robar, ni vé que ha jugado con el pais de tal manera, que no es im-
posible que haga en ella un escarmiento saludable, que deje memoria para
siempre. »


«Mientras que los oficiales que mas ser ricios han prestado á su patria
sufren postergaciones que les hacen encanecer para recibir por viejos su
retiro sin haber pasado de las primeras clases de la milicia, hay mozos
como Pepito Arana que llega en pocos anos desde cadete á teniente coro-
nel, sin haber hecho mas que alguna espedicion á los Sl'tz'OS Reales.


Como el duque de San Cárlos, á quien un dia causó todo el sonrojo
de que S. E. es capaz la imprudente pregunta de un príncipe, que al ver-
le ostentar tan bizarros bigotes: tuvo curiosidad de saber cuantas acciones
habia mandado, obligando al duque á hacer la triste confesion de que
ignoraba teórica y practicamente lo que es una accion de guerra.


No diremos nada de la faja de Riánsares , porque este al fin es príncipe
de la casa de Muñoz.»


«Hay quien teme que á estos Ministros sucedan en el poder otros peo-
res. 1 Imposible, si ya murió Candelas!»)


«Cuando se le dice al conde de San .Luis que corren rumores de crísis,
contesta fingiendo tranquilidad-«que su caida ha de costar mucha san-
gre.» Despues de haber gastado muchos millones en colocar al lado de la
Reina algunos espías encargados de sostenerle, cree el conde de San Luis
que esto basta y que puede desafiar desde su puesto á los hombres honra-
dos de todos los partidos. En su ceguedad no dudaria un momento en der-
ramar sangre; así ]0 creemos. Es un miserable aventurero y nada pierde




99
en probar fortuna. ¿Qué le importa al conde de San Luis que lllueran de-
fendiéndole algunos pobres torpe~nentc engañados?


Si saliera vencido ~ una silla de posta y algunos millones en el estran-
gero le asegurarian una buena retirada. A los desgraciados que pudieran
morir por culpa suya, que los entierren; y el padre, la viuda ó el hijo,
que derramen abundantes lágrimas, rnicntras él se rie en tierra estraña
de sus enemigos v de sus defensores. 1)


L, •


Ir.


Hasta aquí las palabras del Jlfuráélago: ariete de desLruccion elll-
pIcado por quien carecia de medios legales de manifestar su pensamiento,
periódico impreso y redactado en las tinieblas, no es estraño que sus
ignorados redactores, mas atentos á la carnicería del combate que á usar
contemplaciones con sus adyersarios, no parasen mientes en el género de
armas que empleaban ni en la especie de heridas que hacian, y unas veces
exagerasen la verdad, y aun quizás otras muchas acudiesen á la calum-
nia: cumple á nuestra conciencia de escritores, y es debido al respeto que It
se merece la historia, el dejar aquí consignado que, ignorantes como es-
tamos, del grado de verdad que alcancen muchos de los asertos que en
aquel periódico se esponen, no podemos aceptar la responsabilidad de
ellos: hechos denuncia El JJ[urciélago, que de la esfera de crímenes políti-
cos bajan á ser delitos comunes; recordamos ahora los anuncios relativos
á D. Saturnino Parra y al general San Roman, de los cuales, como de
cuantos se refieren á persona determinada, no tenemos motivo ninguno
para creer que sean ciertos.


La publicacion del Murciélago acredita una verdad que ya tuvimos
ocasion de proclamar en uno de nuestros anteriores capítulos: los ataques
Ú l~ libertad de la prensa son un arma ele dos filos, y no es á los escrito-
res, sino á los tiranos, á quienes hacen la herida mas grave; el pensa-
miento rompe las ligaduras, como el sol atraviesa las nubes, y viene al
cabo á derramar su luz sobre la cabeza de los pueblos; solo que así como
es pacífico, decoroso y templado cuando le dejan libre, así es turbulento,
procaz y agresi vo cuando, mirándose oprimido, logra escapar al furor de
sus opresores, porque entonces como el abuso de la autoridad justifica
el estravÍo de la razon, al periódico suslituye la proclama, el libro es
remplazanclo por el libelo.






100
Volvamos ahora un tanto atrás en el orden cronolügieo de los hechos,


y vengamos al orígen de la magnífica conspiracion, digno prólogo de este
sangriento drama, que tiene su principio en 1m campos de Vicúlvaro y su
fin en las jornadas de Julio. Nosotros, que singularmente en los úllimos
meses, participamos de los peligros si no de los secretos de la eOl1spira-
cion, hemos adquirido de quien acaso fué uno de los primeros actores en
aquellos sucesos, datos importantes y curiosos, que ó no tenia ó no ha
querido pllblicar alguno que se dice bien informado, y dan(lo por imposi-
ble que nadie adquiera las noticias de que se supone guardador él solo, se
aclama ú sí mismo como el único iniciado en los misterios de aquellos dias:
exacto y minucioso sin embargo unas veces el historiador de quien habla-
mos, se muestra otras ó poco enterado ó ignorante d~~ los sucesos que re-
fiere. Seguiremos, pues, su narracion en cuanto conienga con lo que
nosotros sabemos, rectificándola y ampliúndola en lodo aquello en (Iue sus
noticias se aparten de las nuestras: y si bien para allquirirlas hemos ha-
blado con mas de una persona, como toda" ía pudiéramos habernos enga-
ñaelo, solo diremos á nuestros lectores que hemos hecho cuanto era dable
para ponernos en lo cierto.


In .


El Conde de Lucena y otros valientes generales habian recibido órdcn
de salir de cuartel á direrentes puntos del reino; pero O' Donnell, ó mas
cauto, ó mas dichoso, ó mas arres Lado que los otros, negóse resuelta-
mente á cumplir semejante mandato, y burlando las pesquisas de la po-
licÍa, salióse de su casa, y se albergó en otra de la Plaza de Bilbao, con
ánimo decidido y constante de no retroceder un punto en su empeño lle
librar al pais ele los menguados tiranuelos que ultrajaban su dignidad, y
hacian mofa y abuso de su prudencia.


Desde oste día, (17 de Enero) hasta el inol yidable 28 de Junio, i cuán-
tas alegrías y angustias, cuántas zozobrás y seguridades, cuúntos temore~
y esperanzas, debieron disputar3c alternativamente "el imperio de aquel
alma consagrada á la realizacion de una ideal ¡ qué valor tuvo que desple-
gar, ú qué serenidad hubo de acudir, qué constancia necesitó mantener, qué
peligros tuvo precision de arrostrar, para salir triunfante de una oculla-
cion de cinco meses, acosado de numerosa policía, que, puesto que se




DTI LE OPOLDO C,DO ELL






101
haya mostrado tan fabulosamente torpe, tenia empeilo en dar con el va-
leroso escondido, y no perdonaba medio de lograrlo!


No tomaron verdrüJero incremento los trabajos ue la conspiracion,
iniciada a]gun tiempo antes, hasta que á consecuencia de los sucesos de
Zaragoza, de que ya dimos cuenta, arreciaron las persecuciones contra
muchas personas notables, algunas de las cuales, hurlando las persecu-
ciones de la policía, permanecieron en Madrid escondidas, y formaron un
centro activo, cuyo núcleo fué el general O'Donnell.


Cómo y por quién comenzasen los trabajos, es cosa qUB no creemos
esló del todo a yeriguada, si bien parece lo mas cierto que en aquellos pri-
mpros instantes en que no era posible el acuerdo, trabajase caela cual por
su lado, y principalmente, segun nuestras noticias, los generales Messi-
na, Serrano y Manzano, y los señores Rios !tosas, Cánoyas y Orlando.
Personas bien enteradas y de veracidad completa nos han referido ciertos
delalles, que por curiosos y por nuevos, vamos á poner en no licia de
nuestros lectores.


D. Antonio Cánovas d~l Castillo, cuyas prendas de orador elocuente y
de escritor elegante y castizo eran ya bien conocidas de muehos, comenzó
á mostrarse desde ahora conspirador valeroso y diestro y habil, yentendi-
do político: determinado á no permanecer ocioso en el cautiverio á que le
tenian reducido las persecuciones de los agentes de Sartorius, comprendió
como torIos los hombres de juicio, que en el punto á que habia venido la
opinion pública en España, no pocHa haber muchas esperanzas de que el
pais depusiera su desconfianza por un lado, y despertase por ot.ro de la
postracion y marasmo en que yacia. Se hacia, pues, preciso aeudir á la
fuerza para derrocar un poder sostenido por la fuerza; era menester ganar
el ejército, para que viniese al suelo una situacion apoyada por el ejército.
No desmayaron los alientos de Cánoyag al mirarse falto de medios para
enlrar en concierto con los gefes y oficiales; ayeriguó por cierto amigo su-
yo, de quien mas adelante habremos de hacer una mencion especial, que
habia en el regimiento de Eslremadura un teniente de ánimo resuelto y
corazon leal y esforzado: con este oficial, llamado D. Andrés l)erez, luyo
Cúnovas una conferencia, de la cual resultó que él y olro oficial nombra-
do D. Augusto Segui, se ofrecieron á trabajar, primero en su compaüía y
despues en lodo el regimiento: de esto dió cuenta al general O' Donnell, y
los nombres de los dos oscuros aunque bra vos subalternos, fueron quizá los
primeros que sonaron en los oidos del que meses adelante habia de mirarse




fO~
á la cabeza de la formidable diyision que leyantó la handera de libertad
para su patria. ¡Quién habia de decir que base tan débil serviria para
tan firmes trabajos, ni quién pudiera imaginarse que tan humildes princi-
cipios llegaran á tan encumbrados fines! Otros generales trabajaban entre
tanto, segun que ya dejamos indicado, y tomando el asunto sérias pro-
porciones, hubo de pensarse en que algunos hombres civiles tomasen ú su
cuidado la direccion de los trabajos políticos: encargáronse de esto D. An-
tonio Rios Rosas y D. Antonio Cánovas, con lo cual se multiplicaron las con-
ferencias que cada dia teniun los generales con los gefes y oficiales de los
cuerpos de la guarnicion.


Por este tiempo, aumentándose los peligros de que se Yoia cercado el
general O' Donnell, por haberse hecho s ospechosa la casa del Munlués de
la Vega de Armijo donde se ocultaba á la sazon, pensaron los seflores Rios
Rosas y Cánovas que seria conveniente se trasladase á la calle del Car-
bon, núm. 1, cto. 2.°, casa de D. Angel Fernanclez de los Rios, director
de las Novedades: consultaron con este sefior, que se prestó con la mrjor
voluntad á recibir al general en su casa, á consecuencia de lo cual se dis-
puso su traslacion á ella, que se hizo con toda felicidad: oigamos aquí al
autor del impreso titulado ánco meses de ocultaáon del general O'Dollllell,
que revela, acerca de este incidente, curiosos y fidedignos pormenores, su-
ministrados por el mismo Señor F ernandez de los llios.


«( Habiendo recaido alguna sospecha sobre el asilo que ocupaba, fué
»preciso buscar un nuevo domicilio, que reuniendo ciertas condiciones de
nseguridad, no participase de los inconvenientes que ~ofrecian los entera-
)mente impenetrables, con que le brindaban personas que tcoian muy al-
nta representacion, pero á cuyo lado se hubiera visto imposibilitado de
»dirigir negocios como el que se trataba. D. Antonio Cánovas del Castillo,
»el señor marqués de la Vega de Armijo y D. Angel Fernandez de los
»Rios con algun otro amigo del general, acordaron la tl'aslacion á casa del
»Selior Fernandez de los Rios y concertaron la manera de llevarla á cabo,
»no sin que la primera vez se interpusiese la policía al intentarlo; era esto
»e123 de Enero y desde aquella feeha, en medio de que arreciaba tanto
)la persecucion y se hacian estraordinarias pesquisas, algunas con ciertos
»visos de fundamento, el general vivió seguro, annque en habitaciones se-
»paradas por un solo tabique de las oficinas de las Novedades, que lindan
ncon el cuarto del señor Rios, y á las cuales concurrian tantas y tan diver-
»sas personas diariamente, sin olvidar la policía, que por marayilla cleja-




103
))ba de visitarla-, todas las mañanas para las recogidas, que no porque
npasaron en silencio eran menos :efectivas; y para que no faltase nin-
»gun medio de averiguacrtm, hasta el fuego prendido en una chimenea hi-
!)lo que se llenaran de gente las habitaciones que comunmcnte ocupaba el
¡)general.


nEI movimiento anticipado que el desgraciado brigadier llore hizo en
nZaragoza el 18 de Febrero, vino á desconcertar los trabajos que habia
)preparado para el alzamiento, y sirvió de pretesto al gobierno para nue-
))vas é inesperadas persecuciones. Una de las personas destinadas á la de-
nporlacion fué el señor Fernandez de los Rios, en union con los demas pe-
\)riodistas independientes, que habian firmado el célebre manifiesto de la
nprensa: el dia 23 de Febrero á las tres de la mañana ocupó la policía la
ncalle del Carbon, en que vivia el señor Fernandez de los Rios, y la de Ja-
»cometrelO en cuyo número 26 está la redaccion de las Novedades, y 10-
»grando abrir silenciosamente ]a puerta de la calle del Carbon, se anunció
ȇ campanillazos en la entrada de la habitacion del cuarto segundo; diez mi-
l>llutos despues registraban minuciosamente la casa sill el menor resultado;
»la persona á quien buscaban y el la que tanto hubieran celebrado encontrar
))sin buscarla, se habia puesto en salvo y oía tranquilamente las conver-
»saciones de la policía, que no abandonó su puesto hasta las siete de la ma-
})fiana. El dia pasó tranquilo, pero por la noche amenazaron nuevos re-
ngistros; y O'Donnell, acompaliado del señor Rios, se trasladó á una casa
nde la calle del Horno de la Mata, que tuvieron que abandonar á los cin..,...
BCO di as para pasar á otra de la travesía de la Ballesta, número 5; en la
)'cual, salvo algunos dias en que hubo motivos para sospecharalgun golpe
llde mano, permaneció O'DonneU hasta que llegó la fecha gloriosa del 28
»de Junio. Si alguna prueba se necesitase de la inutilidad de la policía espa-
)fiola, daríala cumplida la sola reseña de los trabajos que precedieron al
})movimiento; mas de una noche atra vesó las calles el general O'Donnell
»"acompañado del señor Fernandez de los Rios, y pasó por medio de la po-
))licía encargada de apresarle, a pesar de que su marcadísima figura fa-
»vorecia las pesquisas y aumentaba el riesgo; tres meses pasaron asi,
)siempre amenazado por las bravatas oe Sartorius y de Quinto, que para
ndisculpar lo mal servidos que estaban, no cesaban de hacer alarde de ha-
~)lIarse bien informados, anunciando la próxima captura de O' Donnell.
)Durantc los cuatro primeros meses fueron contadísimas las personas que
¡¡vieron alguna vez al general O' Donnetl; el Sellor Fernandez de los Rio~.




104
»en union con el señor Cr'moyas, oculto tambien a la sazon, y el señor mar--
»)qués de la Vega de Armijo, le ponian en relacion con sus amigos.


«( En este círculo de tres hombres nuevos y d~eididos , que no dpjaron
»de trabajar un solo dia, y que no vacilaron un solo momento, que no
»retrocedioron ante ningun peligro, que no han manifestado despues nin-
»guna ambicion, están encerrados todos los secretos de un periodo de
»cinco meses, fecundísimos en incidentes que acaso algun día rean la luz
»pública. Mientras este caso no llegue, la multitud de personas que ahora
)lse atribuyen una parte en los pl'eparatiyos del alzamiento, no podrán
npresentar la única credencial posible de sus trabajos, no podrún dar nin-
»guna esplicacion de lo ocurrido desde enero á julio, no p(}(lrán apreciar
»10 que elebe el pais al gran carácter del general O' Donnell. (n solo in-
»diríduo, el SeIior D. Gabriel Tassara, compartió con aquel PC!}UCÜO
»cÍrclllo las penalidades de sus tareas en el último mes y muy parlicular-
»mente desde la salida del general, en cuya época formó parte del comité
»)liberaL l{uera de estas personas, no hay un solo deposilario dc los rü-
»)cuerdos de aquellos cinco meses, en los cuales hubo ocasion de poner á
»prueba tantos elementos y tantas gentes.))


Las noticias que acabamos de copiar, esactas y completas en lo que se
refieren á la p~rmanencia de O'Donnell en casa del smlor Fernandez de los.
Rios, no lo son tanto en los otros puntos que abrazan: hay en ellas la pl'0-
tension de que á solas cuatro personas es debido cuanto· se hizo, y si bien
no las negamos el papel importante que hicieron en aqllcllo.'l sucesos, es.
lo cierto que otras muchas que nombraremos, eran digna.s de alguna mcn-
cion de parte del autor de las precedenles líneas, que no ignora la (IUO
ellas lomaron en los trabajos anteriores á la rerolucioll.


Una de estas, que corrió los mayores peligros, y que no dejaba de
estar en muchos de los secretos, rué D. José Robles, el cual, amigo desde.
la infancia de D. Antonio CAnoras, y por lo demas, perfectamente desco-
nocido en política, era muy á propósito para desempeflar ciertas comisio-
Iles de confianza: este rué el constante rncnsagero de la actira correspon-
dencia qae manlenia el conde de Lucena co~ el general Messina, y el lazo
de union entre los diferentes conspiradores, en aquellos periodos dc liem-
po en que, arreciando las persecuciones de la policía, se hacian imposibles
hasta las conferencias noclurnas. La decision y la lealtad de este jórefl,
que ageno hasta entonces al morimiento político, tUYO cien veces en su
mano la suerte de b conspiraeion, arriesgando su libertad cada minuto y




105
guardando en su pecho secretos que hubieran pagado los ministros pola-
cos con todo el oro de sus arcas, son prendas estimables, que acreditadas
en menor escala por otros auxiliares de la conspiracion, dan una idea bien
alta de su carácter, y reflejan el profundo espíritu de moralidad que la
guiaba, al dirigir sus tiros contra los representantes de la cOlTupcion y del
saqueo.


Adelantaba en tanto la conspiracion, si bien con alguna lentitud, cuan-
do la venida del General Dulce, nombrado Director de Caballería, hizo
concebir á los conspiradores su famoso proyecto, trabajado con empeüo
por espacio de cuatro meses, y realizado con felicidad el 28 de Junio: co-
nocidos eran los honrosos antecedentes de este bizarro general y sus opi-
niones liberales; sospechábase además por muchos, y se sabia por algu-
nos, que no habia sido estraño á los trabajos que precedieron al desgra-
ciado movimiento de Zaragoza; pero era el caso, que no mediaba amis-
tad, ni conocimiento siquiera entre él y los generales O' Donnell y Messi-
na, únicos que por aquel tiempo permaneciesen en Madrid. Diéronse en-
tonces á l)ll~car un Íntimo amigo suyo, y halláronle en efecto en la perso-
na de D. Estéb:1l1 Leon y MeLlina, que mas adelante fué de Intendente ge-
neral con la diyision libertadora: á este es debido el importante servicio
de haber puesto en relacion al Conde ele Lucena con el yaliente general
Dulc~, quienes, desde su primera entrevista estuvieron de acuerdo, con
lo cual, tomando las cosas un aspecto favorabíe, subió de punto el ánimo
de los conspiradores. Se contaba ya por entonces con la mayor parte de
los oficiales del regimiento de Estremadura, y con el 1. er comandante
del 2. o batallon del regimiento de la Constitucion, D. Cárlos Saenz, que
trabajaba sin descanso, si bien circunstancias agcnas á su voluntad y celo,
malograron el éxito de sus trabajos. Y ahora que de este gefe nos ocupa-
mos, parécenos ocasion oportuna de referir un hecho, que así acredita la
moralidad del general O'DonnelI, como el bajo egoismo de la pandi1la
polaca: el batallon de cuyo mando habia sido separado el comandante
Saenz y que, merced á sus trabajos, estaba en el mejor sentido, se baIla-
ba en Torrelaguna, con destino á la custodia de los presos que trabajaban
en el Canal de Isabel 11; cuando llegó el 28 de Junio, Saenz, que habia
seguido la marcha de las tropas libertadoras, propuso al general O' Don-
Bel! que le diese un escuadro n para caer sobre Torre]aguna, seguro de
que habian ele seguirle tocIos los oficiales y soldados que habian estado
hajo sus órdenes: tentadora era la oferta, y precioso el auxilio clti aquel




106
balallon de infantería, ue que tenian harta necesidad los sublevados, y
cuya falta tanto se dejó sentir mas larde en la batalla de Vieáhllro; pero
O, Donnell, movido de una alta idea de moralidad y justicia, mas quiso
privarse de aquel ausilio, esponiéndose así a perderse en el trance de una
batalla, que no dejar desamparada la custodia de los criminales, que hu-
bieran podido entregarse sin freno alguno á toda suerte de delilos. Ejem-
plo raro en hombres políticos, y que no imitó por cierto el Minist¡~rio,
que mas tarde, envió á Torrelaguna al coronel Srnith, el cual se trajo tres
compañías, dejando casi abandonada la custodia de los trablljadores del
canal.


Hanos apartado un tanto este incidente del rol ato que rcniamos ha-
ciendo de los sucesos de la conspiracion, por lo que, vol viendo a ellos,
referiremos cómo fué el entrar los conspiradores en relaciones con el bri-
gadier Echagüe, coronel dell'egimiento de infantería del Príndpe.


El jóven Marqués de la Voga de Armijo, uno dc los que mas esforza-
damente trabajaron en la conspil'aeiou, rué el primero que luyo con el
Brigadier algunas conferencias, encaminadas á persuadide de que, llegada
la ocasion, se sublevase con el regimiento de su mando: negábase porfia-
damente á hacerlo el bizarro Brigadier, en cuyo ánimo, ciertos escrúpulos
de pundonor militar luchaban con sus ideas progresistas, que le aconseja-
ban desnudar su espada contra los enemigos del decoro nacional. !)ersua-
dido O'Donnell á que aquellos respetables escrúpulos cederian delante del
convencimiento, rogó á Vega de Armijo que le proporcionase una entre-
vista con Echagüe, la cual tuvo lugar en efecto, dando por resultado la
mas perfecta inteligencia entre el Conde de Lucena y el gefe del regi-
miento del Príncipe.


En tal estado las cosas, (á 27 de Abril) y próximo ya el día de esta-
llar la sublevacion, vióse el general O' Donnell acometido de una penosa
enfermedad, que puso en grave riesgo su vida y los intereses de la cons-
piracion. He aquí como refiere este suceso el ya citado impreso, que lleva
por título Cinco meses de ocultacüm del General O' /Jonnell.


«En el mes de Mayo, O'Donnell se vió acometido de uu ataque ner-
»vioso en los órganos respiratorios, producido probablemente por la falta
nde ejercicio y de aire libre; y este mal, que nunca habia padecido, tomó
»de repente proporciones alarmantes; era necesarió llamar un facultativo,
»y el señor Fernandez de los Rios acudió al digní~imo profesor D. Mateo
»Seoane, que asistió al ilustre enfermo con un interés verdaderamente




107
)) inol vidable: en los momentos en que esta enfermedad se agravó seria-
))mente, paralizando tantos cálGulos y tantas combinaciones, la persecu-
)lcion arreció de nuoro y con mas fU3l'z;l que nunca; la casa del Sr. 01'-
»lando fué ocupada por 60 municipales, y registrada minuciosamente con
»Ia esperanza de dar con O' DonnoH; al mismo tiempo eran visitadas con
») igual objeto otra casa de la calle de San ~Hl'cos, y otra de la del Barco
ny otras varias; á 103 registros lloraban un arquiteeto que media el grue-
»80 de las paredes, para dar con cualquier lugar oculto; el Sr. Seoano
»comenzó á ser seguido por la policia, ([ue se dejó tambien ver algunos
»dias por las inmediaciones de la casa en que realmonte vivia O' Donnell
))que se hallaba postrado en cama; por último, para que nada faltase en
nestos quince días de continua alarma, llegó á producir estrañeza en la
))vecindad hasta el movimiento estraonlinario de la casa.))
D('b~mos lnecr aquÍ mC:lCion especial de la casa que entonces ocupaba


el general, y rendir el justo tributo de alabanza al virtuoso artesano que
rué su custodio leal y su servidor desinteresado: se ocultaba O' Donnell en
la Travesía de la Ballesta, núm. 3, cto. 2. 0 , la cual se comunicaba con la
del número 22 de la calle del Desengaño, cuyo cuarto bajo estaba ocupa-
do 1101' D. José María Allear, maestro hojalatero. Son imponderables el
celo y la abnegacion con que este hombre se consagró al serricio del Ge-
neral O' Donnell: siempre leal, siempre vigilante, siempre honrado, ja-
más cometió la mas ligera imprudencia, ni la mas lere indiscrecion. Este
heróico artesano conocía perfectamente el secreto de aquel alto personage;
sabia que á precio de una palabra traidora pocHa comprar el bienestar de
toda su vida, y sin embargo aquella palabra no salió de su~ lúbios, y per-
maneció fiel á la desgracia del ilustre escondido, sin que hasta ahora haya
recibido otro premio, que la dulce satisfaccion de haber cumplido con su
deber, él pobre paria sin enscI1anza y sin derechos, cuando tantos encum-
brados magnates üll1aban villanamente al suyo!


De esta casa pasó el General á la de Crispin de Aguirre, pobre oficial
de sastre, quien vi v ia en la calle de la Puebla, y que en union ele su vir-
tuosa consorte veló sin tregua por la seguridad de su huésped durante los
cuatro dias que permaneció en su casa. Este artesano estaba casi sumido en
la indigencia: tambien fué leal, y tampoco ha recibido recompensa. ¡ Ho-
nor á tí, pueblo valiente y generoso, honrado y pobre, que ganas con tu
sudor el sustento de tus hijos, mantienes pura tu alma en medio de una
atmósfera corrompida, eres leal sin afectacion, hcróico sin orgullo, y prac-




f08
ticas por natural instinto la virtud que tus señores ó desprecian ó temen,
y que han tenido por eso buen cuidado de no ensefiarte I Honor á tí, arte-
sano ilustre, pero ignorado 1 nada te importe no haber obtenido recompen-
sa! ella la tienes en tí mism()) superior á todas las recompensas humanas!
ella estil en la admiracion que te tienen los pocos que saben tu hecho, y son
capaces de comprenderle! honor á tí, artesano! y no se levante tu humil-
dad contra el homenage que te rendimos I que si tienes en tu ignorancia
por cosa natural y poco digna de encomio la que hiciste, quien ha tocado
un tanto las miserias del mundo, aprecia en lo que valen la rectitud de tu
COl'azon, y la alteza de tu conducta I


Hestablecido O' Donnell oe su enfermedad, adelantados los trabajos de
la conspiracion, y resueltos los gefes de ella á que esta no estallase dentro
de Madrid, dispúsose lo conveniente a la salida de las tropas) y sefialóse
para esta operacion el 13 de Junio: como en este punto son interesantes y
verLladeras las noticias del impreso que hemos copiado varias veces, cree-
mos que las verán con gusto nuestros lectores.


«Eran las cuatro y media de la maflana, cuando las fuerzas que dc-
»lüan tom::ll' parle en el movimiento ocupaban puntualmente sus pues-
»tos; el dignísimo general Dulce, al frente de la caballería manda-
Hba varias maniohras en el campo de Guardias: el valiente brigadier
))Echagüe, coronel del regimi~nto de infantería del Príncipe) cuya decision
»y cuya bra vura no son bastante conocidas, ocupaba con su cuerpo las
»)inmediaciones de la puerta de Alcalil, r otras tropas que no eslamos auto-
»)rizados para citar, esperaban hacicmlo el ejercicio en distintos puntos
»)de las afueras.


«A las cinco de la maflana llegó en su coche á la travesía de la Balles-
»ta el Sr. Marqués de la Yega de Al'Illijo, para cumplir el gravísimo en-
»)cargo que habia aceptado de conducir al general O'Donnell á la Venta
»)del Espíritu Santo, donde le esperaba otro carruaje de camino: al llegar el
)}coche á la puerta) y casi sin detenerse, subió el general, y á los poeos
»minulos salia por la puerta de Hecoletos, sin que la policía que la guar-
)}daba se apercibiese de ello; Ü'Donnell cambió de coche mas allá del por-
ntazgo del Espíritu Santo y llegó á Canillejas, donde hizo alto para espe-
»)rar á las tropas.


«Quien haya tenido parte en negocios tan graves como el de que en-
))tonccs se trataba, comprenderá la ansiedad en que se eneonlrarÍan los ge-
»fes militares y los amigos de O'Donnell, al conlar minuto por minuto el




109
¡)tiempo que pasaba sin que la combinacion formada se realizase; a las seis
»debia estar formacla la columna y marchando por el camino de Alcalá;
llá las ocho aun pCl'manecian los cuerpos en los mismos pUlltos sahando
»las apariencias, con morimientos sin objeto: una decrpcion que no esla-
llba pre\isla, era la caW"l dc este retardo tan peligroso. Ilabiendo recibido
llel general n~llcc instrucciones de no empreac1cr la marcha hasta que lle-
llgaran [os elemenlos que debian estar ya allí, persuadido de que no habia
llqUC esperarlos por mas tiempo, y habiendo empleado demasiado en ma-
llniobras, hasta cierto punto injustificadas, dió á la caballería, lleno de des-
))pecho, órden para que se reLirase á sus cuarteles. El brigadier Echagüe
nse hallaba aun en posicioil lllas comprometida; eran las ocho y media, el
nregimienlo . del Príncipe, que se enlrelenia en tan prolongado ejercicio,
»no habia aun asistido ú la misa y debia entrar ele guardia en Palacio; á
»esta hora lormú l'il columna, se reliró ú su cuartel, v salió á mandar la
))parada: muy poco dcspucs todas las tropas estaban en sus cuarteles, y la
»poblaeioll se entregaba ú su rnov imiento ordinario, sin allirinal' la empre-
llsa sal ra(lora que ar¡uellos gefes llenos de valor y patriotismo habian in-
lltentatln momentos antes, para cambiar de todo en Lodo la humillante si-
)tuaciOll en que se hallaba su patria.


«Pero tras de una desgracia quedaba en pie otra, y otra gravísima, r¡ne
llera un torcedor horrible para los valientes que habiéndose sal vado por
»milagro, veian en peligro á otro valiente, cuya posicion se ignoraba: fal-
))taba el general O'Donnell, de quien no habia mas noticia que su cambio
>lde earruage en la venta del Espíritu Santo: los sellores marqués de la Ve-
»ga de Armijo, Fernandcz de los nios y Canóvas disponian los medios de
>lamparar al general, que debia es lar abaI1l1onado en milad del camino, sin
llsaber nada de la..; tropas á caya cabeza esperaba encontrarse ya: el bra ro
» general Dulce estaba resuello á ide á buscar; Echagüe ni aun esto poclia
) hacer, porque mandaba la guardia de palacio: en medio de esta situa-
») cion horrorosa, que tan justamente lenia amargados ú todos los amigos
» del general, un rasgo de resolucion y de audacia le puso á salvo, y
>l deroh ió á todos la tranquilidad y alegria aun en medio del infortunio.


) O' DOllnell llegó á Canillejas y se alojó en un meson cualcJlIiera, sin
)) tomar precauciones de ningun género: poco despues de estar allí fué el
») caballo que le estaba destinado, y con la noLabilísima montura de gcne-
) ral permaneció atado á una reja mas de tres horas: el coronel Ustariz,
)) única persona que acompaüaba ú O' Donnell desde la V cnta del Espíritu




110
» Santo, se hal1aba de obserracion esperando la aprO},imacion de las fUeI'-
,) zas; cada nube de poho que se levantaba en el camino era una esperan-
}) za de que pronto se realizaria el proyecto por el cual comprometia
» O' Donnell su rida en aquel instante. Cuando conoció que no habia que
» aguardar mas, formó la resolucion de volverse á Ma=!rid, aunque fuese á
» caballo; en vano fueron las razones del Sr. Lslariz, que le aconsejaba
)) ser mas prudente; á las cuatro y media de la tarde llamaba á la puerta
»de la casa de la travesía de la Ballesta r entraba el general O-Donnell,
» que desde Canillejas vino sin obstaculo en un carruaje que acertó ú pasar-
» en direccion á Madrid, hasta la calle de la Puebla, y desde esta atraveSf)
» solo y á pié la de la Ballesta hasta la casa en que sus amigos se dispo-
» nian á salir á buscarle.


«Asi terminó aquel día memorable, en el cual, si se malogró el moyi-
nmiento, se demostró la decision y el valor de los gefes, y se ganó no poco
»en confianza y seguridad. Otra circunstancia notabilísima debemos apun-
»tar, porque no tiene ejemplo en ninguna época, porque es otro testimo-
Hnio de lo infiltrada que estaba la revolucion en los (mimos, del deseo de
»salvar al pais en que todos ardian. Pocos saldrian al campo el dia 13 de
»Junio que no supieran ~l objeto de aquella salida; sin embargo, despues
nde malogrado el movimiento, el Gobierno no traslució sino muy vaga-
Hmente y con el carácter de rumor infundado, un secreto repartido entre
»tan considerables masas de soldados. No es posible mayor prueba de pa-
»triotismo. i Tengamos á orgullo encontrarnos en un pais que no produce
»un traidor entre 2000 hombres» 1


Añadiremos, como ampliacion á estas noticias, que el dia 15 de Ju-
nio debió su salvacion el general O'Donnell á su propia serenidad, al se-
ñor Fontan, que le acompaI1Ó y le trajo á Madrid, y á un Comandante
de la Guardia Civil, que desde su salida de la corte, le fué escoltando
con varias parejas del cuerpo, que por cierto no sabian á quien acom-
pallaban: al llegar á Canillejas, viendo que las tropas no llegaban, y con-
siderando el duro trance á que habia venido el general, y el peligro que
corria de ser descubierto por alguno de los guardias, dió en la lraza de
fingirse enfermo, y mandando a sus soldados que siguieran su marcha
camino de Alcalá, tomó él con O'DonneIl la vuelta del de Madrid, y no
le abandonó sino despues que le hubo dejado no lejos de las puertas.


La mañana de aquel dia estaban reunidos desde las siete, en la calle
de Tudescos (casa de D. Enrique Cisneros) vario~ jóvenes, mas ó meno~




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inidados en los secretos de la conspiracion, ent.re los que recordamos los
nombres de los señores Robles, Somoza, Groizar, Pinedo, Daries, y el
autor de estas p~ginas: muchos de ellos estaban unidos entre sí por lazos
de conocimiento antiguo; eran compaüeros de Uniyersidad, habian esta-
do juntos en las contiendas académicas, y ahora ]0 estaban tambien en
est.a lucha formidable contra la gentecilla polaca, y con la sublime con-
fianza de la juventud, tomaban parte sonriendo, en aquel tremendo juego
en que aventuraban sus cqbezas: todos ellos tenian su parte que desem-
peñar; quien pensaba dirigirse a los cuarteles, cargado de alocuciones y
proclamas; quien, con el propio objeto, habia de recorrer las calles y las
easas; quien habia de buscar á sus amigos para que estuviesen dispuestos
á cuanto pudiese ocurrir; quien, en fin, debia marvhar en busca de las
tropas pronunciadas, y enterar á los generales del efecto producido por
su salida y del espíritu de la opinion pública. En tales planes se ocupaban
cuando llegó el Marqués de la Vega de A rmij o, el cual, con la emocion
en la voz y en el rostro, tan natural en aquel caso, dió á los conspiradores
la noticia de que las tropas habian regresado á sus cuarteles. Cuál fuese la.
impresion que nueva tan inesperada produjo en el animo de todos, cuán-
tas y cuán diversas las conjeturas que se hiciesen, podrá conocerlo quien
advierta que en aquel instante se miraban en grave riesgo de perderse
tantos meses de trabajo, tantos (lias de constancia, de decision y de si-
lencio.


Separáronse todos, y por la noche volvió á celebrarse en la misma
casa otra reunion á que asistieron, ademús de los ya nombrados, Cáno-
vas, el comandante Saenz, y el teniente D. Andrés Perez: depusiéronse
allí un tanto las inquietudes con la noticia de que nada sabia el Gobierno,
y que confiado como torpe, no tenia la menor sospecha de la tentativa de
aquel dia. Opinóse sin embargo que en el punto de publicidad á que habia
venido la conspiracion , era peligroso dilatar el golpe, ya por el temor de
que al fin se abriesen los ojos de la polieía, ya porque era posihle que al-
guno de los comprom3tidos faltase, desalentado por la tardanza; mas co-
mo una segunda tentativa frustrada hubiera sido un golpe de muerte, se
convino en que era superior á la cuestion de tiempo, la de juntar todos
los medios que asegurasen la ejecucion del proyecto.


Por este tiempo eran varias las personas que sabian el sitio dsnde se
ocultaba el general O'Donnell: citaremos sus nombres. El general Dulce,
que tenia con él frecuentes entrevistas. El general Messina , que se mostró




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infatigable en el curso de la conspiracion. El brigadier Echagüa, que se
manifestó tan resueIto des pues de empellada su palabra, como se habia
mostrado pundonoroso antes de darla. ]). Antonio Rios Rosas, que dirigía
los trabajos políticos. D. Antonio Cánovas, que trabajó con el brío de la ju-
ventud y la habilidad de la espericncia. El Marqués de ]a Vega de Armijo,
jóren ilustrado y de buen enlcndimieilto, á quien se deben servicios im-
porlantes. D. Angel Fcrnandez de los Rios, compaI1ero de cautiyerío del
general durante largo tiempo. Y D. José de Robles, amigo leal, é infati-
gable mensagero. Despues tUYO algunas conferencias con D. Gabriel Gar- .
cia Tassara, el Conde de la Cimera, el brigadier l\Imloz, D. Cárlos Saenz,
y el seI10r Cuadros J primer comandante del regimiento de infantería Reina
Gobernadora.


Hacemos mencion de todas estas personas, algunas de ellas injusta-
mente omitidas en el impreso ya mencionado) para pagar este tributo de
recuerdo á sus nombres, como lo haremos con otros, que mas adelante .
padecieron por la misma causa, y que, menos dichosos que algunos,
fueron presos por los agentes. del gobierno, y vivieron encerrados hasla
que los sacó la revolucion de las cárceles donde los hahia arrastrado la
tiranía.


Pasáronse doce días entre alternati\"as y dudas, hasla que al cabo,
el 25 de Junio se pensó en dar el grito dentro de la capital, que habia de
ser secundado por rarios hombres del pueblo: conlúbase con la caballería,
y con el regimiento del Príncipe y un batallon de Reina Gobernadora:
daba aquel dia la guardia el regimiento de Estl'cmadura, donde habia
muchos oficiales comprometidos; dióse órden de que estuviesen prepara-
dos al capilan llamos y al teniente Perez, que c.;;tauan en el Princilíal. Este
lÍltimo, que tenia su compaüía en Palacio, corrió á ponerse de acuerdo
con los sargcntos, y en menos de media hora, estuvo todo dispuesto para
ejecutar las órdenes superiores.


Hubiérase dado el golpe afIne! dia, y á nuestro entender, con dichoso
resultado, si el recelo de que los demás c.uerpos de la guarnicion toma-
sen una actitud resuella en fa rol' del Gobierno, ocasionando cn las calles
una lucha espantosa y sangrienta, no hubiese dictado el consejo de sus-
pender todos los preparativos, y de aplazar el golpe) segun se acordó en
la reunion que al efecto tuvieron los generales.


Acaso tal rcsolucion hubiera traido funestas consecuencias, y por eso
y por no estar conformes nosolros con los motiros que (luizús la aconse-




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jaron, vamos á esponer sobre ella nuestro juicio: temian los directores de
la conspiracion dar el grito en la capital de la Monarquía, porque una bata-
lla en sus calles, á que sin duda habria dado lugar la resistencia de algunos
cuerpos de la guarnicion, hubiera sido sangrienta y aun de dudosos resul-
tados, por ser de caballería la fuerza con que principalmente se contaba,
y considerarse este arma, y con razon, poco á propósito para maniobrar
en las calles. Hacemos completa justicia á estas razones, dictada la pri-
mera por un sentimiento de humanidad, hija la segunda de una considera-
cion estratégica; querian los gefes del movimiento mudar el aspecto de las
cosas políticas con el menor peligro posible, no de sus personas, que bar-
tos babian arrostrado; sino de los gefes y soldados que habian abrazado su
causa, y estaban arrestados á morir por ella: por eso, procurando evitar
la efusion de sangre, intentaron con un alarde formidable de dignidad y
de fuerza, hacer ver á la reina lo mal que estaba al pais y lo poco que
con venia al trono, la permanencia en el poder de aquellos escamoteado-
res políticos que, haciéndose reos por conservar el mando, de todo género
de atentados contra la nacion, y de toda suerte de bajezas para con la
reina, habian de venir al cabo á levantar la cólera de la una y á ser cau-
sa de la perdicion de la otra: y como ya la oposicion habia agotado los
medios de manifestar su descontento, queria, antes de venir á las manos,
hacer la última demostracion armada, no dentro de la ciudad, donde la
batalla era inminente, sino á las puertas de ella, donde se bacia posible
el escusarla, por si alcanzaba á llevar basta Palacio un rayo al menos
del espíritu que animaba á la nacion entera.


Pero no sabian los que así pensaban, que rara vez la verdad ilumina el
entendimiento de los poderosos de la tierra; y no recordaban tampoco el
fenómeno, acreditado por la bistoria, de que jamás los reyes que se es-
travian vuelven de buen grado á los caminos del acierto, y que antes bien,
sordos á los clamores de sus pueblos pacíficos, no acostumbran despertar
sino cuando llega basta el pie de las escaleras de su trono la sangre de sus
vasallos indignados 1 Batalla habia que aventurar y babia que verter san-
gre, por mas doloroso que fuese, y tenemos por mal acuerdo y por errado
consejo el dejar así abandonada la capital de la Monarquía, cuando un
trance dichoso dentro de sus muros hubiera podido decidir en un dia el
triunfo de la buena causa, que á no ser por la decision de los pueblos, se
habria visto en peligro de perderse.


No debieron, sobre todo, aquellos valientes generales, dar ocasion á
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que la calumnia polaca se ejercitase en contra suya y en Il'ovecho ue la
sitllacion, haciendo circular la voz de que se intentaba una ~ublevacion
militar, que diese por resultauo un cambio de personas, para el cual an-
tes era dañosa que necesaria la intervencion del pueblo: tales voces, aun
desprovistas de fundamento, tienen siempre su iniluencia en el ánimo de
las gentes, y mas debieron tenerla entonces, que la conducta de los prin-
cipales conspiradores las dió en algun modo cierlas apariencias de ver-
daderas.


Tenemos que mencionar lambien una consideracion que no dejó de
. influir en la medida que combatimos. Los generales miraban al pueblo tan
postrado, que tenian duda de que se levantase á secundar el alzamiento
de las tropas: habia en esta opinion algo de verdatl, y era el creer que
jamás el pueblo en aqudlas circunstancias tomaria la inidativa; habia
algo de exagerado yaun de falso, y era el no juzgarle dispuesto ¡'t tomar
una buena parle en la lucha, una vez empeüada: como quiera, y por mas
que aquella especie de desconfianza hácia el pueblo haya podid6 ser funes-
ta á la rcyolucion, no insistiremos en esto, no sea que alguno nos arguya
de predecir los sucesos despuC's de acontecidos, y nos confunda, con ra-
zon, entre la turba de profetas á posteriori.


No cesaron los trabajos de los conspiradores, y cada dia se hacian
mas frecuentes las comunicaciones, y se redobaba las conferencias: he-
chos ocurrieron, que darian por lo curiosos, agradable solaz á nueslros
lectores; no pudo la memoria conservarlos todos, y estaba el ánimo ocu-
pado en asuntos harto graves, para entregarse pacíHcamenLe á apuntar-
los en el papel: muchos se nos han olvidado, y de otros que recordamos
nada podemos decir, porque no estamos autorizados para hacerlo: referi-
remos solamenLe uno, que mas que suceso de historia, parece invento de
novela.


Las proclamas y manifiestos que habian de repartirse á la salida de la~
tropas pronunciadas, estaban desde ,el dia 13 depositadas en cierta casa,


. donde vivia uno de los auxiliares de la conspiracion: pocos dias antes del
28, húbose de notar que vigilaban la casa algunos hombres de fea ,cala-
dura, lo cual dió á conocer la necesidad ,de poner á buen recaucloel pre-
cioso depósito: ocurriósele al dueño de ella, empleado en cierta dependen-
cia del Estado, que en ninguna parte podian estar tan seguros los papeles
de laconspiracion, como en los estantes de su oficina: 'hallóse buena la in-
vencion, y una maI1ana, a las onoo ó las doce, &lió de su casa el tal, segui-




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do de un mozo de cordel, que debajo del un brazo, y cuidadosamente em-
paquetados á manera de legajos, lleraba los manifiestos, y apretaba en la
otra mano un talego de cluros, destinado á ciertos pagos de la susodicha
oficina. Al llegar á una calle de las mas principales, tropezó en mal hora
el mozo, y rino á dar en el sucIo con talego y papeles; apresllrósc á reco-
jer el talego, como era natural, dejando para des pues el hacerlo con los
papeles; y mirando su apuro un ag'ente, que por allí pasaba, acercóse lle-
no de urbanidad, levantó el paquete del sucIo, y lo puso con iocIo mira-
miento debajo del brazo del asturiano, que siguió impúvido su camino sin
sospechar el drama, medio trágico, medio burlesco, en que acababa de
desempeüar una parte tan importante. Dpjamos a nuestros leclores el con-
siderar cuál seria en aquellos instantes la posicion del conspirador, cuán
grande su susto entonces, y cuúnta su risa despues.


Tantos esfuerzos tuvieron al fin un dichoso término; y á pesar de los
recelos del Gobierno, advertido hasta por cartas anónimas de que des-
confiase del general Dulce, llegóse con felicidad al 28 de Junio. Vean
nuestros leclores los interesantes detalles publicados en la Ilustracion.


((Los quince dias qne mediaron desue el 15 de Junio hasta el 28, fue-
»ron de continuos trabajos para rcp:lrar las contrariedades que creaba el
»ministerio. Eslaba para desmembrarse la fuerza del regimiento infantería
»del Príncipe, reducida ya á un batallon, que debia marchar el Torrela-
»guna el 28 , Y el otro habia salido á guarnecer Toledo y Ciudad-Real.
)Un regimiento de caballería tenia tambien órden de partir á Alcala; exis-
»tió el pensamiento de dar el golpe en Madrid: pero no puuo realizarse.
»y fué preeiso, prescindiendo de otros elementos, disponer el movimiento
»con los existentes para el 28 de Junio, á fin de aprovechar la salida del
))batallon del Príncipe.


»Ya que no nos sea per~itidJ, por ahora, dar detalles sobre el espi-
»ritu de los cuerpos que guarnecian el la sazon á Madrid, y seüalar los
»compromisos que tenian contraídos, haremos mencion al lUenos del re-
ngimiento de Eslremadura, cuyos oficiales estaban prontos á todo, y del
»de la Reina Gobernadora, del cual habia marchado aquel dia un batallon
npara la Granja, donde debia llegar S. M. desde el Escorial: el otro se
»hallaba en el cuartel de San Mateo, con su comandante el Sr. Cuadros
»el la cabeza, y dispuesto el obedecer las órdenes de O'Donnell.


»A la una de la mañana hubo algun indicio de que el gobernador mi-
»litar Quesada tenia ciertas sospechas: tomáronse las precauciones opor-




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»tunas; avisó el Sr. Fernandez de los Ríos á Cuadros, que estaba ya en
»el cuartel, lo que ocurria, aconsejandole que desistiera por entonces de
»formar el balallon de su mando, como lo estaba haciendo, para que en
»caso de presentarse el Gobernador no notase alteracion muy marcada.
»Vigiláronse las casas del Ministro de la Guerra y Capitan general, y nin-
»gun movimiento alarmante se notó en ellas; recorriéronse los cuartele's
»que ocupaban las tropas destinadas á formar la division libertadora; {,
»las tres de la maüana tocaban los clarines diana y bota-sillas; á las tres
»y media resonaba, en medio del silencio mas profundo, la marcha ma-
»gesluosa de la caballería, a cuyos ecos daba no sé qué de grave é impo-
)mente lo solemne de aquella situacion: una nueva aurora aparecia en el
»horizonte, anunciando el sol de libertad que (l<luel dia debia empezar á
»brillar de nuevo para la desgraciada Espaüa, y que ya alumbraba con
»sus primeros rayos las masas de aquellos valientes que acometian la ('111-
»presa santa de redimir á su patria.


»El batallon del Príncipe, con su bravo brigadier a la cabeza, salia
»tambien del cuartel, y esperaba al de la Reina Gob2rnadora, que al fin
»no secundó el movimiento, porque su teniente coronel se presentó de
»improviso y dificultó la salida.


»En aquellos momentos se repetia en la Travesía de la Ballesta la es-
»cena del 13 de Junio: constituida aquella casa en cuartel general desde
)el dia anterior, no había cesado un minuto en toda la noche el movi-
»miento que era consiguiC'nte á los preparativos de la jornada: la policía
»)que mientras tanto vigilaba estrcC'.hísimamenle tres casas de Madrid,
)siempre con la esperanza de dar con Ü'Donncll, no se apercibió de lo que
»llegó á llamar la atencion de algunos vecinos de la calle, y dejó que, ya
»de dia, los amigos del general se despidieran afectuosamenle de él, 1'0-
»deando el carruaje en que habia subido, como podria hacerse en una
»ocasion normal. Es preciso conrenir en que, entre el dinero derrochado
»por la última adminisLracion, debe colocarse el que se empleaba en man-
»tener esa falange de esbirros, que no perdonando ninguna medida veja-
doria y desplegando un lujo de persecucion ridículo, rara vez conseguia
»ul¡¡un resultado. En honor de la verdad, hay que confesar que los espa-
»ñole8 nunca han sido muy diestros en la policía.


»A las cuatro y media de la maüana salió O' Donnell por la puerta de
»Bilbao, que, aunque vigilada como todas, no se cerró á su paso, y si-
»guió en el carruaje del Sr. Marqués de la Vega de Armijo ) que iba en




I




LA REVOLUC10 N JJ¡', dUL:C "SlIJ 11'l54 - - - - - - - - - - -- - - - - - - -_ _ _ ~


Urrabll~L.a ! T I V ' y ]¡L'
1." ~e.l.1 M"rLm~.,., Madrid


El Generdl Dulce arenSéi á las tropas y daa rec onocer al Gener al OJ]one1l.en los campo s de Ca~i~~as el28 de Jumo .




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ncl pescante dirigiendo el Liro, hasta la iglesia de Chambery, donde le
»dejó en otro de camino.


» Ya estaba reunida en el Campo de Guardias toda la caballería y el
»Lalallon del Príncipe; el de la Reina Gobernadora no parecia, y no se le
ncsporó mas. Formóse silenciosamente una eolumna, ú cuya cabeza iba
\>1a infantería, dcspucs el carruaje del general O' Donnell, y luego la ca-
))})alloría: esta brillante dirisioo tomó á paso largo la bajada de la Fuente
nCastellana, desfiló por detras de la ronda á lomar un camino que con-
¡)dnce al de Alcalá, y salió ú este muy cerca de la venta del Espíritu-
)Santo. Eran las cinco y media de la maüana.


))La columna de O'Donnell hizo alto al llegar á Canillejas, y presen-
)tándose el Conde de Lucena acompaflaclo de los generales Dulce, Ros de
»OJano y Messina, arengó brere pero enérgica y francamente á la tropa,
¡)manifestándola la empresa que iban á acometer, el deseo que le animaba,
»que no era satisfacer una Yenganza por los agravios que habia recibido,
»Y (Ine olridaba, sino llenar un deber cuyo cumplimiento reclamaba la
)palria de sus hijos, y concluyó instando á que se volviese á Madrid el
\lque no quisiera seguirle: una sola pc!'sona aceptó este partido, 'el coronel
)Conde de la Cimera, que mandaba el regimiento de Santiago, y que ma-
)nifestó sus deseos de sf'pararse con su hijo, oficial del mismo cuerpo: el
)general Dulce le ofreció cuatro J1anqueacIores para que L: acompañaran
)}y la columna siguió su l'llia ú Torrejoll, cIonde hizo alto para descansar
)algun tiempo.))


De propósito hemos desLal'lado de la precedente narracion la parte
que se refiere ú las ocurrencias del cuartel de San Francisco, arreglada
en el peri¡ídico ú que nos rel'erimos, á la version que corrió por entonces,
pero poco conforme ú la ye!'dad que resulta de informes que nos han cIado,
y por venir de testigos presenciales de aquellos hechos, tenemos por dig-
nos de todo crédito.


A las cuatro de la maüana del dia 28 de Junio, despues que hubieron
salido la caballería y el regimiento del Principe, Robles y D. Miguel So-
lér, teniente graduado de Estremadura, dieron ariso á los oficiales del
propio regimiento, que estaban reunidos y esperando en la fonda de la
plazuela de la Cebada, de que ya era tiempo de sacar las compaüías: ú
este aviso D. Andrés Perez y D. Augusto Seguí, seguidos de sus dcmús
compaüeros, dirigierónse presurosos al cuartel, y luego que hubieron en-
trado, con mucho órdcn y con el sigilo posible, formaron las compaüías




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y ganó la puerta didlOsamente, y sin (llle de ello se aperciLiera el ca-
pitan de la guardia de preyencion, la de cazad0res, formaua por Pe-
rez, y mandada por su capitan ~l(lntero.


El buen suceso de esta primera prueba llenó de contento á los oficia-
les, que ya se disponian á salir con las demás compaüías formadas, cuan-
do con sorpresa de todos, apareció el capitan Fernandcz, que mandaba
la guardia de prevencion: no habia sido posible el entrar en tratos con este
oficial, por lo que, otro de los comprometidos, se habia encargado de
prenderle en su mismo cuarto. No dejó por lanio de producir algun des-
concierto, cuando, saliendo del cuarto lIc banderas, preguntó que adonde
iba el regimiento: repuestos un tanto los oficiales coniestanínle que al
ejercicio; á cuya contcstacion repuso que ignorando él que hubiese tal
orden, que, á ser cierta, se le debía haber comunicado, se opondria te-
nazmente á la salida de las tropas. Entonces D. Auguslo Segui, que era
con quien tenia lugar estü diálogo, mandó salir ú las dos comparlías á
cuyo frente iba, al grito de i "iya Isabel II! pero Yicndo qne HO o0edrcian
la órden los soldados, Perez, que se habia colocado en la ptl~'rta para pro-
teger su salida, disparó un pistoletazo sobre el cllpilan de la guardia, y no
habiéndole acertado, segundóle con otro, que le hirió li::;'eramenie en la
cabeza: manteníase en pié sin embargo, lo cual visLo por Perez, que se
hallaba resuelto á pasar por encima del obstáculo que SÜ oponia á la rje-
cueion de su proyecto, le asestó tal golpe con la culata de la pistola, que
le hizo caer desvanecido.


Trabóse entonces en la puerta una lucha obstinada: Perez y Seguí,
con la ayuda de dos sargentos, nombrados D. Agustin PC'rez y D. Manuel
Segura, pugnaban por abrirla, mientras \'arios soldados (1ue miraban á
su capitan tendido á sus pies y sin seüales de lida hacian desesperados
esfuerzos por cerrarla, mientras otros se preparaban para hacer fuego,
como lo ejecutaron, si bien por di(~ha sin causar ninguna desgraeia.
El tiempo empleado en esta lucha, el ejemplo de aquellos soldados que
no dudaban en luchar cuerpo á cuerpo con sus superiores, y la confusion
que naturalmente se introdujo, fueron can'sa de que las compaIiÍas ya for-
madas desoyesen la voz de los oficiales, y en precipitado dcsórden, se
volvresen á sus cuadras. Peroz y Segui entonces, viemlo malograda su
empresa, hicieron el postrer esfuerzo, y salieron huyendo del cuartel á
unirse con las tropas de la division libertadora, como al cabo lo consiguie-
ron, no sin muchos peligros y dificultades.




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Quedó cerrada la puerta del cuartel, y presos los bravos oficiales si-


guientes:
D. Manuel Callizal.
D. Eugenio Minglws.
D. Luis Viedma.
D. José Alvarez Sotomayor.
]). Miguel Soler. .
D. Bernardo Vallejo,
y el sargento primero D. Ignacio Moreno.


Entre tanlo el capitan Montero, de quien ya dijimos que habia salido
al frente de su compallÍa de cazadores, sospechando algun mal suceso por
la tardanza de sus compaüeros, volvió al cuartel, determinado á proteger
la salida de las demas compañías, si algun obstáculo habia que se lo im-
pidiese; pero no bien hubo llegado) cuando fué desarmada su gente y él
preso, por el coronel del regimiento, brigadier Garrido.


No queremos terminar este relato) sin hacer especial mencion de va-
rios patriotas J que durante todo este tiempo prestaron seI1alados servicios,
y fueron mas tarde á unirse con la di vis ion libertadora: he aquí los nom-
bres que recordamos: Abascal, Margarit, España, Soto, Rererter, Esca-
lante, Losada y Rodriguez Vera.


Dejemos á los valientes generales proseguir su marcha hasta Alcalá,
y vengamos á ocuparnos un poco de los desdichados polacos, que ahora
mas que nunca reposa1>an tranquilos, llenos de una sabrosa confianza en
su omnipotente Monipodio.


Ignoraban estos, como lo ignoraba Madrid entero, la gran mudanza
que acababa de iniciarse en la situacion de las cosas: recibieron poI' fin la
terrible nueva los ministros y las autoridades, y tocIos ellos, deponiendo
sus antel'Íores brios, no pensaron mas que en poblar el aire de lamentos
y quejas, y en llorar la ausencia de su amparador, dueño y cabecilla, el
Presidente del Consejo. Llenos de turbacion y poseidos del mayor descon-
cierto, Lara y Blasser no sabian qué hacer ni qué mandar, y pennanccian
sin dar seiiales de vida. Quinto, siempre previsor y sereno cuando se tra-
ta de ciertas cosas, preparaba sus maletas y ponia bajo la mas severa
custodia los fondos municipales: el Gobernador Quesada fué el único que
en aquella ocasion cumpliese con sus deberes de autoridad, saliendo de su
casa como tÍ las seis de la mafiana: diriiióse desde luego al cuartel de




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San Francisco, donde ya el brigadier Garrido habia restablecido la tran-
quilidad , y despues de dar algunas órdenes, pasó á visitar los cuarteles
de caballería.


Allí tuvo ocasion de convencerse de la horrible exactitud de la noticia
que circulaba de boca en boca: nueve caballos, que por inútiles no habian
querido llevarse los pronunciados, eran los únicos que ocupaban las cua-
dras de los cuarteles: no encontrando, pues, un solo caballo disponible,
hubieron de seguirle á pie varios ordenanzas en los paseos que durante al-
gunas horas, dió por las calles de la poblacion.


He aquí las proclamas y manifiestos.


ESPAÑOLES:


«Despues de los comunes errores y catástrofes de 1848, natural era que todas
las naciones de Europa se entregasen al reposo fructífero que, escepto en especiales,
singularísimas circunstancias, proporciona el órden público. y la España mas que
otra alguna afligida por cincuenta años de revolllcion y de guerras sangrientas, fati-
gada de tantas desdichas como han traido sobre ella la inespericncia de los bandos
políticos, y la fatalidad misma de los sucesos, forzoso era que anhelase por dedicar al
aprovechamiento de sus riquezas desperdiciadas la actividad ú tanta costa adquirida.
Ya el tiempo y los desengaños habian dado lugar á la disolucion de los viejo~ parti-
dos; ya era muerto el espíritu de exacerbacion y de turbulencia que promueve el prin-
cipio, y señala el desenvolvimiento de todas las revoluciones; acercábanse unos á
otros los antiguos enemigos dinásticos y políticos; olvidábanse recíprocos ódios;
confrontúbanse mútuas esperiencias; abríanse por sí propios los cimientos de una
organizacion definitiva, que siendo la última palabra y la fórmula postrera de la re-
volucion que moría, recogiera y cifrára en sí lo pasado y lo presente, las institucio-
nes venerandas de la monarquía y los caros dereehos consignados en la CONSTITU-
CIO~ del Estado. ¿Cómo surgió de repente el recelo que hoy devora vuestros áni-
mos? ¿Dónde nació la lucha, dónde el escándalo, dónde el infortunio, que ora os per-
tuban y contristan y avergüenzan? ¿Por qué hace años que caminais entre dos preci-
picios, el uno de los cuales es la anarquía, el otro no menos aborrecible, la degene-
racion y el en vilecimiento?


Un destino aciago trajo á la esfera del poder la ponzoña mortífera del agiotaje y
de la inmoralidad auministrativa. Para dar alimento al lucro no bastó la hacienda en
ruinosas operaciones deyorada; no los intereses actuales, una y otra vez sacrificados;
hubo que echar mano de la hacienda, de los intereses futuros. Y así vinieron los
arreglos inconsiderados de la deuda; así las compensaciones; así la grande, la inau-
dita inmoralidad de los ferro-carriles. Para acallar la justísima reprobacion de la im-
prenta, un decreto ministerial restableció la prévia censura, suprimiendo la libertad
de escribir, que cOllcede á los españoles el articulo 2.° de la OO.NSTITUCIO~ del




Estado. Para que las Córtes no pudiesen defender la fortuna pública ~e interrumpie~
ron sus funciones esenciales y augustas, haciéndose sin su participacion compras y
concesiones injustas, onerosas, absurdas de ferro-carriles; cobrándose los impuestos
sin ser votados por ellas; legislándose por decretos sobre materias de hacienda, de
administracion y de política; reasumiendo en suma el poder ejecutivo cuantos de-
rechos y deberes señala al legislativo la misma CONSTITUCION del Estado. Y exas-
perados todavía 1m; concusionarios con las dificultades que ofrecian á sus propósitos
las instituciones y garantías de la libertad política, imaginaron despojar de ellas á la
nacíon que tallto habia hecho por conquistarlas, al trono cuyo cimiento eran y son,
cuyo único amparo hahian sido en las tormentas de una larga minoría y de una
guerra de sucesion encarnizada. ,De esta suerte, españoles, visteis surgir de nuevo
)a sombra del despotismo (que grande, tradicional, histórica, habíais ahuyentado
años antes) primero hipócrita y rastrera en la discusion célebre de la inviolabilidad,
despues siniestra y vergonzosa en la amenaza del golpe de Estado.


Desde entonces está planteada la cuestion presente. Un golpe de Estado nacido en
las carteras de los agiotistas, formulado en una conjuracion del poder, cuyo móvil
era la codicia, cuyo fin era el despojo, no traía á la Nacíon un problema político que
resolver, sino un delito comun que castigar. La iniquidad del principio hacia forzosa
]a iniquidad de las consecuencias, y era natural que puestas aparte las opiniones po-
líticas, recelasen todos los intereses legítimos, que las nociones de lo bueno y de lo
justo se creyesen por todos amenazadas, que se alarmasen todos los espíritus y todos
los españoles se aprestasen á la lucha palpitando á un tiempo de dolor y de ira. ¡Lu-
cha infeliz en que los hombres de lii. inmoralidad osan comprometer al trono y á la
reina; al trono, la primera de nuestras instituciones, la mas firme, la mas venerada;
á la reina, que tiene de sus súhditos las mayores muestras de amor que haya alcan-
zado monarca alguno, en cuya cuna depositó tantas esperanzas la honrada nacion de
Isabel la Católica y Berenguela! ¡Lucha hasta aquí estéril, espaflOles , porque el po-
der ha tomado á escarnio vuestro patriotismo, ha dado al desprecio vuestra constan-
cia, y el sufrimiento lo ha tenido por aplauso, y la lealtad por vileza, y el respeto
por cobardía, poniéndoos hoy en trance de empuñar las armas, ó prescindir de vues-
tras propiedades amenazadas, de vuestros derechos políticos desconocidos, de vues-
tra misma dignidad y el nombre honroso de vuestros padres, con triste perseverancia
afrentados!


A nosotros que damos la señal; á nosotros que empuñamos los primeros las ar-
mas, nos toca decir y demostrar cuánta virtud haheis ejercitado hasta aquí en la
obediencia, cuánta iniquidad y cuánto cinismo habeis hallado entre tanto en el po-
der, á fin de que se satisfagan vuestras conciencias, á fin de que se fortifiquen vues-
tros ánimos, á fin de que hoy la Europa engañada, mañana el mundo, y la historia
imparcial y severa, os hagan justicia. No bie"n sonó la amenaza del golpe de Estado,
se estremeció la nacion asombrada; y cuando el ministro Bravo Murillo quiso darle
hipócritas formas de legalidad, las Córtes reunidas le condenaron sin decirlo, siendo
la primera votacion del Congreso un anatema anticipado y solemne. Pero aquel Con-
¡..;reso fué disuelto. Y acudísteis á las urnas y os ap<lrtaron de ellas la fuerza y la cor-
rupcion; y si el poder cambió de agentes responsables, no renunció ú sus malévolas




122
tendencias y propósitos; y cuando el Senado, recordando sus altos deberes, acudió
á defender la legalidaLl y la fortuna pública, fueron cerradas Lle nucvo las Cúrtcs, y
olvidadas en la venganza la ü1Yiolabilidad constitucional de los represclltanles Llc la
nacíon , la inamoyilidad esencial dc los magistrados, las callas y los merecimicntos.
NarIa se hahia logrado con la coudicion estrecIJa de los hombres que lmuían perte-
necido á diversos bandos políticos, así en las urnas electorales COUlO en la imprenta
y en la tribuna; nada se logró en adelallte con retraerse voluntariamente (le los pú-
blicos empleos los hombres mas caracterizados; llada con la baja tremenda de los
efectos públicos, llija llel llescrédito, tle la desconfianza, dcl pánico (Iue engcll(lraban
necesariamente en los ánimos atentados tan peligrosos. l\i faltaron hombres lle COIl-
ciencia qne quisieran delener al poder en la pcmliente del precipcio, tornando en él "
participacion y aceptando carteras ministeriales; pero pellosos desellgallOs dieron
por inútil su tentativa. Y rorzoso rué que lo recogiesen entonces hombres como los
que componen el actual ministerio.


No es fácil que esté olridada su historia, porrIue es la historia de pocos meses to-
davía. Comenzó ellgalwndo y traicionaI}(lo ú su antecesor; procuró cOllsulidarse con
aleves promesas de moralidad y tle j llsticia; trató de destruir la oposiciol1 política de
las Córtes, ganando á precio ele destillos públicos el sus mas importantes campeones;
quiso luego arrancar insidiosamente del Senado la cuestion fundamental de los ferro-
carriles; y cuando vió descubiertos sus amaños, desoidas sus oferlas, llespreciadas
sus amenazas, qllitóso de repente el melltiroso manto que le cubría, y apareció tal
como era en la repugnante desnudez de su inmoralidad.


Ciento cinco votos contra sesenta y nueve; ciento cinco votos donde se cOlltaban
los de los mas ilustres grandes ele Espaiía y títulos del reillo, los de los generales en
gefe de los ejércitos durante la lucha dinústica ,los de los venerables veterallOS de
Trafalgar y de Cúdiz, los primeros de los magistrados, los primeros tle los capitalis-
tas, los mas venerables de nuestros sabios; ciento cinco volos en fin, la flor de la
nacion y la gloria tle la patria, contra sesenta y nueve empleados ó clependientes del
gobierno rallaron que la gran cuestion de moralidad que simbolizaban los ferro-cm'-
riles, no debia salir del Seníltlo; no debia ser resuella ú gusto del poder. Y este res-
pondió al nuevo y solemnísimo anatema cerrando otra vez las Córks, destituyendo á
los veteranos y magistrados, insultando y difamando nI Senado mismo, alllenazando
al país con el golpe de Estado, dándole, en fiu, si no en el lIombre en el hecho, si no
~n la forma, en la realidad de las determinaciones. Ya había osado pOller la mallo en
nuestras leyes civiles, destruyendo la sustancia de nuestros antitluísilllOS cúdigos,
sin autorizacion de las Córtes ; no hay derecho ni facultad judicial ú lt'gislativa que
haya respetado desde entonces. Así el principio social de la legalidad ha desaparecido
de entre nosotros, siendo la voluntad de los minIstros ley única. Así la seguridad in-
dividual ha desaparecido, siendo deportados sin forma ele juicio los ciudadanos mas
respetables; otros desterrados á paises estranjeros; muchos obligados á ocultarse,
abandonando sus intereses y hogares. De este número son los generales, los senado-
res, los diputados que intentaron ejercitar el derecho de peticion concedido por la
ley fundamental á todos los ciudadanos; los escritores que osaron guardar silencio,
á tiempo que la esclavitud hacia vil el aplauso. Y entre tanto se cobran los impuestos




123
sin autorizacíon siquiera de las Córtes ; y para remediar las consecuencias necesa-
rias del descrédito y la alarma, que tan olliosa política ha producido; para atender á
esa deuda flotante con que por tallto tiempo se ha burlado la fé pública; paru encu-
brir los desfalcos pasados y llevar á cabo nuevas compras de ferro-carriles, y para
nuevos ágios y negocios bursátiles, se acaba de imponer un semestre mas ele COl1-
tribucion forzosa tí los pueulos, buscando la ocas ion en que mas fácil seria recaudar-
lo , pero mas funesta. ta m uiell s u reca ullacion , que in tl ndaria pn ra siempre ell ¡úgri-
mas nuestros lllgares y nuestros campos. ·¿Hay modo de negar el pago? ¿Hay medio
de impedir tanta funesta inifluillad, muerta la imprenta, muertas las Córtes , la na-
cion entera en estado de sitio, desterrados, OClIltOS, fugitivos los homures mas im-
portantes, aislados, abandonados, entregados á sí propios los pueblos?


Lo hay; pero es PIl la fuerza, en las armas. Y si quedan en Espaüa españoles, si
vive la nacion de 1808 todavía, si la moralidad y el interés mismo tienen algun influ-
jo sobre vosotros, todos os levantareis tí esta voz, soldados y ciudadallos, confun-
diendo en un in~tante ú los opresores miserables de la patria. 1\'0 son, no, lllH'stros
nOIllbr::s los que han dI' faciliUlr este gran propósito; es la moralidad, la razon , el
derecho que defendemos. Soldados son los que han derramado su sangre por la li-
bertad y por la reina; hombres políticos que hall procurado en diferentes partidos la
gloria y la fortuna ele la patria. Si hoy, unidos en pensamiento comull, acudimos á
las armas, no es porque seamos revoluciollarios ,sino pOl'flue lo es el gobierno; no
es poniéndonos fuera de la ley, que el gobierno está fuera (le ella: no es para atacar
el órden púlJlico , es para defenderlo impidielldo qne se destru~'a en sus bases per-
mallen tes , esenciales, eternas; no es ell fin, por traer la anarquía; es por estorbar
que desde la cilIla del poder desgarre las en trallas de la JlaCinll y elllponzoüe sus ve-
nas generosas, y aniquile su naciente actividad y sus fuerzas. Todos los espaIlOles
caben debajo de esta bandera nacional, social; para ellos todos la gratitud de la pa-
tria, la estimacÍon de" la E uropa y del mundo, la justicia con s tan te de la historia.
De nosotros será solo el honor de lwber dado la seüal , de lJaber comenz,ldo la em-
presa.-LEoPOLDO O'J)OX:'iELL.-Do)[I:'iGO DucE.- A:"iTO:'iIO Hos DE OLA~O.-FúJ:(
MARÍA DE MESSlXA.


CIUDADANOS:


El gobierno corrompido y corruptor que ha ultrajado la magestad lle las leyes y
humillarlo el honor llel ¡lUÍS, estú ú punto ele hundirse bajo el peso de la execracÍoll
nacional.


Los hombres honrados de todos los partidos le condenan: el pueblo indignado de
sus iniquidades, le reserva un ejemplar castigo.


Los dias de su (lominacion vergonzosa no bastan para contar por ellos sus .. críme-
nes. Ha barrenado la Constitucion del Estado, atropellando los derechos de los ciu-
dadanos, faltando á todos los sentimientos de decoro, escarnecido la representacioll
IJacional, cerrado la tribuna, encadenado la prensa, saqueado el Tesoro, corrompi-
do las conciencias, y sembrado en el país una perturhacíon profunda.




124
Los generales que han dado á la reina un trono para que reinara constitucional-


mente, los hombres amaestrados en las luchas políticas, y los escritores independien-
tes estan perseguidos, exonerados ó proscritos. Una chusma (le advenedizos se ha
propuesto convertir la España en patrimonio suyo, y destruir en un dia la conquista
de cincuenta años de acciones heróicas y de sacrificios generosos. Despues de haber
arrancado al pueblo contribuciones enormes, no autorizadas por las Córtes, ha in-
ventado un nuevo impuesto que ha esparcido la miseria y el hambre en ¡as provin-
cias. Su conducLa no tiene ejemplo ni escusa: la revolllcion no brota de las masas,
no sale del pueblo; parte del poder, que se ha colocado fuera (le la ley.


No se trata de un cambio mas de personas, ni de una rcyolucion de partido; se
trata de la union fraternal de todos los liberales, tle todos los hombres de probi(la,!·
que quieran poner un dique al saqueo escandaloso que hemos presenciado hasla
ahora impasibles.


Patriotismo, un ion y confianza: con estos tres elementos, la Nacion, la Liberta~1
y el trono se salvarán, y alejareis para siempre el triste legado de hUlIlillacion qll~
de otro modo deJariais á vuestros hijos.


Solo un acto de energía puede poner fin al reinado de las arbitrariedades y tie In
inmoralidad. La Patria lo espera todo de vosotros. ¡A las armas, ciutl:Hlanos!!! O aho-
ra , Ó nunca.


SOLDADOS:


En medio del dolor que causa á los cilHladanos el ver rasgado hoja por /roja elli-
bro de la CONSTITUCION que todos hemos jurado; en medio de los torpes abusos
y reprobados manejos que emplean los actuales ministros en la gestion !le los negu-
cios públicos, enriqueciéndose ellos y desmoralizando la Nacíon , prel:iso es que os
dirijamos nuestra voz y os recordemos vuestros (leberes. Las armas d!~positadas en
vuestras manos, no son para sostener la innoble pandilla que ha escalado el poder y
que abusando del escelso nombre de la reina, conduce el pais al precipicio.


Sal var al trono y á la Nacíon es vuestro deber, y para cumplirlo teneis que acu-
dir á este honroso llamamiento.


El pueblo nos espera, y ú nuestro lado peleará, si necesario fuese, hasta concluir
con los enemigos del trono y de la reina dorIa Isabel II, ú cuyo augusto nombre se os
rebajan dos arIOS de servicio.


¡Soldados, viva la CONSTITUCIO~ , viva la reina, viva la libertad!


SOLDADOS:


La patria está sirviendo de vil juguete á un gobierno inmoral, unánimemente
maldecido de la opinion pública.


Debiendo ser ejemplo de respeto á las leyes, las ha hollado todas, rasgando con
rrrmo osada, desde las mas antiguas y venerandas, hasta la CONSTlTUCION del Es-
tado, que eonf{uistó eOIl su sangre el ejército.




125
Escarneciendo la Representacion Nacional) obra á su capricho sin intervencion


de las Córles ) para robar á mansalva ü los pueblos, olvidando los derechos mas sa-
grados; tiene puesta una mordaza á la prensa; desprecia los servicios; negocia con
los empleos y los grados, y dispone ú su antojo de las personas y haciendas de los
ciudadanos.


La faccion que roclBn al trono y se sirve del ejército como de un instrumento pa-
sivo de opresion, se ha puesto fuera de la ley: .es preciso libertnr de ella á la Nacion
antes que acabe con todos 'los hombres e.minentes del pais, que son sus enemigos
naturales; antes que desaparezcan de vuestras tilas los gefes que han ganado su
puesto en ellas eon sus servicios, para dar lugar á los intrigantes que, sill valor ni
inteligencia, se valen del favor para obtener grados que deshonran; antes, en fin,
que vuestros padres, abrumados ya de contribuciones monstruosas, tengan que
privar de pan á sus familias para cubrir nuevos impuestos estraordinarios, fIue aca-
ban de exigirse ilegalmente, para servir de pasw á la codicia y al pillaje~


Soldados: lo que exig~n de vosotros los pueblos, lo que os piden vuestros padres,
lo que os dicen todos Jos generales .que han derramado su sangre bajo vuestras ban-
deras para echar los cimientos al Trono Constitucional, no es que os subleveis á la
voz de un partido; no es que falteis á la subordinacion, seducidos para servir de
apoyo á planes revolucionarios: es que sostengais la causa de la JUSTICIA, de la Mo-
RALIDAD , Y de la LIBERTAD, contra un gobierno que tiene por divisa la iniquidad, el
robo y la tiranÍ.a.


Responded luego á I{)s clamores de los pueblos, á !-as súplicas de vuestros pa-
dres, cuyo trabajo no bílsta para cubrir las malversaciones del poder; á la voz de
gefes en quienes conflais justamente, y que os llaman á las armas, como el único
medio de salvar al pais : no desoigais su voz, porque la sangre que Tertiérais , cae-
ria sobre vuestras cabezas. Acudid pronto, y merecereis bien de la ratria. que des-
<le luego os rebajará dos años de vu-estro penoso servicio.


Union , confianza en los que os ha.blan : el triunfo es seguro.


Restablecidos un tanto los ministros del miedo que habia puesto en
ellos la noticia del pronunciamiento y salida de las tropas, intentaron
oeultarla á la poblacion , temeroSDS del efecto que pudiera producir en
ella, y fieles á su viejo sistema de gobernar con la mentira y el fraude;
pero esta vez no les salió bien la traza, porque de la travesía de la Ballesta
y'de la calle de Tudescos salieron varios jóvenes, que recorriendo calles
y plazas, cafés, casas y cuarteles, llevanm la nueva á todos los oidos, y
derramaron manifiestos y proclamas: esta fué una ocasion mas que pro-
porcionó la policía de ser admirada por su torpeza, pues ni por casuali-
dad dió con ninguno de aquellos arrestados conspiradores, entre los cua-
les no faltó quien, oculto desde muchos meses antes, saliese aquel dia, sin
tomarse siquiera el trabajo de disfrazarse.


La reina, y con ella el Conde de San Luis, estaba en el Escorial, para




126
donde habia salido el 27 por la mal1ana: ayisóseles cuanlo ocurría por el
telégrafo, y entre tanto, llenos de zozobras é incertidumbres los ministros,
celebraban frecuentes consejos donde nada se decidia: el Capitan ge-
neral Lara declaró la poblacion en Estado de sitio (yen verdad que harto
sitiada se encontraba), y el Conde de la Custodia manchó tambien con sus
bandos las esquinas de la capi tal.


Cubrióse de tropas el camino que conduce á San Lorenzo, y aquella
misma noche, el sonido de las campanas que mas que repicar ú fiesta pa-
recian tal1er á muerto, y la presencia en pocos balcones de algunas luces
con que quisieron obligar al yecindario á regocijarse de oficio, anunciaron
la entrada en Madrid de la reina de Espaüa, en cuyos oidos debieron so-
nar como sarcasmos de muerte los vÍtores con que algunos infelices paga-
dos, algunos lacayos borrachos y algun polaco "estido de granuja, acom-
pañaron su marcha hasta las puertas de Palacio.


Quiso San Luis al clia siguiente demostrar á la Europa que no era él
hombre cuyo yalor f1aquease por moliyo tan leye como la subleracion de
unos cuantos regimientos, y celebró la fiesLa de San Pedro, invadiendo
las casas de algunos banqueros, y reduciendo á prision á varias personas
entre ellas al sellor Collado, menos dichoso que el sellor Serillano, que
logró sustraerse ú las pesquisas de la policía.


Salieron nuevos bandos de Quinto, tan desvergonzados y procaces,
que aun pudieran parecerlo si se refirieran á él mismo: los redactores
del Heraldo, acostumbrados á mojar sus plumas en cieno para adular
al Gobierno, las mojaron ahora en hiel para insullar ú los pronunciados:
no hubo hecho que no recordasen, ni historia que no fingiesen para indis-
ponerlos con el pueblo; y eligiendo muy singularment.e por blanco de sus
iras al bizarro general Dulce, apuraron en contra suya el diccionario de
las invectivas.


y es que la gentecilla polaca, que se tenia por maestra en materia de
intrigas, no podia disimular su despecho de verse burlada, y ycrtia el
"cneno de su 'impotente odio contra el militar pundonoroso y honrado á
quien calificaba de traidor, cobarde y desagradecido. Tales dialrivas ni
merecieron respuesta entonces, ni menos la necesitan ahora: ya ia dió el
injuriado elocuente y cumplida, y como documento histórico de suma im-
portancia, tendrá su lligar en estas páginas; pero queremos entretanto re-
petir aquí lo que entonces dijimos en todas partes: no fué traicion en el
general Dulce el engañar á los polacos: i el honor es un sarcasmo en bo-




:s


~
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127


ca de quicn no le tiene! es nulo el pacto que se celebre entre el hombre
honrado y los ladrones! no hay compromiso entre los vampiros que chu-
pan la sangre del pueblo, y el soldado que vierte la suya por la patria!


La Gacela puso el sello oficial a aquellos insultos, sacando á luz en sus
columnas los decretos de exoneracion de los generales pronunciados. Don-
de se vé cuanto es varia la suerte de las cosas humanas, y cómo la opi-
nion de los pueblos, puede mudar la yohmtad de los monarcas: quién
pensara que la propia mano que firmó entonces aquellas exoneraciones,
treinta días mas tarde, guiada de mas acertado consejo, habia de firmar
los decretos de gracias y honores para los mismos generales!


La prensa independiente se mostró en cambio patriótica y digna: ella
habia iniciado en el estadio de la discusion el moyimiento revolucionario,
habia auxiliado los trabajos de la conspiracion, y ahora, ya que no podia
aplaudirla, la autorizó á lo menos con su silencio, y no publicó los de-
cretos de la Gaceta. Esta conducta dió lugar á que el Capilan general Lara
prohibiese la publicacion de todos los periódicos independientes.


Entretanto el Presidente del Consejo, como lan aficionado ú los golpes
de teatro, dispuso aquel mismo dia una re,¡sla de tropas, ú que habia de
asistir S. M.: formúronse en el Prado los cuerpos de la guarnicion, y así
que hubo llegado la reina, repartióse con profusion una proclama, diri-
gida al ejército, harto mal escrita por cierto, en que tomando el monarca
como ofensas á su persona y a su trono los al'aqnes dirigidos a los polacos,
declaraua que habia venido á ponerse bajo la proteccion de los soldados.
Algunos insistieron, con tal motivo, en la idea que ya de antes tenian for-
mada, de que la reina se habia hecho polaca: otros tuvieron por mas cier-
to que esta vez como siem pre, fué víclima de los engaI10s tie sus ministros,
que á trueque de mantenerse en el mando, no vacilaban en procurar su
perdicion.


Digamos ahora brevemeute cuál era el estado de la opinion. El pueblo
de Madrid, que por mas cercano a los ministros era el qne mas irritado
estaba contra aquella degradante esclavitud y aquella inmoralidad escan-
dalosa, acogió lleno de júbilo la noticia de este pronunciamiento, el mas
formidable que desde el aI10 43 se hubiese visto en EspaI1a, porque fué
para él la esperanza que amanecia al cabo de tan eterna noche; pero in-
venciblemente desconfiado del ejército, en quien miraba su natural ene-
migo, no viendo allí ni sus principios ni sus hombres, mezclábase á su
alegría cierto sentimiento de duda, y temia que aquel magnífico principio




i28
no tuviese el dichoso fin apewcido ; que a~uella soberbia tormenta se des-
vaneciese en pacífico nublado, que aquello ~ue podia y debia ser una gran
revolucion de cosas, se tradujese en un cambio de personas. Por eso los
votos de su alma eran favorables al ejército pronunciado; pero ansioso
de arrojarse á la lucha, miraba con dolor en torno suyo, y no veia ni sus
gefes, ni su bandera.




CAPITULO CrARTO.


Mas pOl'l11ellOres s(}bre la conspiraciotl.-EI 6 de enero.-Marcha Leon y Medina á
AllllalllcÍa.-Es enviado ú Zaragoza el coronel García.-~arvaez: su conc1ucta.-
COllli~i(JlI de S01l1oza.-Dulcc en ~ladI'id.-Le()1I Meeliua en Alcalá.-Gallardon.-
El dos de jllllio.-Fitor, Plauas y Espiner.-Ccballos.-EI dia del Corpus.-Bus-
can ú l\lessillll y Orlando.-~IiIans del Bosch.-fiivero.- Junta de gel1erales.-
-Esposiriull el la Heitla.-Salen las tropas de Alcalú.-Pronúnciase Torrejon.-
D. Silllon Cal'rÍeclo.-Dulce en Canillejas.-Llegall las tropas ú Vicúlvaro.-Falsas
alarmas.-L1egall lus tropas (lel Gobierno.-Collsejo de O'Donnell.-Entusiasmo
de lus gAes y o!1ciales.-EI coronel Planas.-Tdbase la accion.-Conducta de los
gell(~l'ale~.-Lus paisallos.-Yalor de los oficiales y soldados.-Garrigó, Reina y
Caballl'l'o.-pobil.-Alocllcion de Quinto.-Partes ele los generales.- Hetíransc
los prunllllciatlos á Vicályaro.-Junta de gencrales.-Rctiracla clesonlenada de las
tropas del Gobicrno.-Desgracias.-Longinos victorioso.-Farsas del ministc-
rio.-.\ctittlLl (lel pueblo.-Es plicacioIl de s u conducta.


r.


Antes tic" entrar en la narracion de los sucesos interesantes que si-
guieron ú la, s:llitla de las tropas pronunciadas, tenemos que comunicar á
nuestros lcelores algUl1Ds deLalles curiosos y verdaderos sobre ciertos pun-
tos Llo la conspiracion, que por referirse en parte á secrelos <le cuenta no
hemos dado á luz hasta haber oido la. relacion de ellos á persona muy gra-
ye y caraclerizada, que además de autorizarnos á publicarlos, nos ha
respondido de su certeza. Y aunque no deje de ser contrario á las leyes
del método el escribir de aquellos sucesos despues de habernos ocupado
largamente en otros algo posteriores, el deseo de que no queden ignoradas
cosas que merecen saberse, nos hace prescindir de este escrúpulo ante el
cual quizá nos hubiéramos detenido si fuese una verdadera historia, y no
unos apuntes lo que escribim03.


9




150
El dia 6 (le enero, tuvieron O'Donnell, Messina y Serrano una entre-


vista con D. Esteban Leon y Medina, la cual puede decirse que fuó el
principio de la revolucion, pues de ella resultó el acuerdo de conspirar á
todo tranc9, ya comenzando los trabajos en el ejército, que eran á la Yer-
dad pocos ó ninguno por aquel tiempo, ya poniéndose en comunicacion con
diferentes puntos del reino. ConvÍnose por todos en la necesidad de contar
con una capital importante, que pudiese ser base segura de operaciones, y
como ya se pensase en Zaragoza, creyose oportuno enviar un emisario
que se entendim;e con el general D. Domingo Dulce: ofrecióse á olla Leon
Medina, como quien contaba con ejercer alguna influencia eu su ánimo,
por estar unido á él por lazos de amistad verdadera y antigua: á punto de
aceptarse este ofrecimiento, observóse poI' uno de los generales) que era
de absoluta necesidad la presencia en Andalucía de una persona que pre-
parase allí la opinion y combinase los elementos que hubiese y pudieran
aprorechar:~o alglln cHa: no haHúndose persona de cOFlfianza, y con medios
y relaciones en el pais, qu:~ fuese buena para desempeñar este encargo,
sino el mismo Leon }ledina, hubo de enviarse ú cierto coronel García por
emisario al g8:1era[ Dulce, mientras el Sr. Medina emprendía su ,iaje á
Sevilla, Cúdiz, Málaga y Granada.


Fué 10 mas niJtable de esta espedicion, en que el Sr. Leon y l\ledina
prestó imp;;da:¡tÍsimos serricios, un suceso de bullo, que hubiera sido
gran lastima que qU8(bs~ ignorado: deseando este señor saber lo que
pensaba de la conspiracion el duque de Valencia, deseo que era comull á
O'Donnell y á los d2mús generales, marchó á Loja con tal objeto, y usan-
do de los nuyores mil'amim1tos y precauciones, solicitó y obtuyo de él una
entrevista que so rorificó en las altas horas de la nocho. En ella el genera 1
Narvaez acogió completamente el plan de los conspiradores, les prometió
su ayuda, les indicó medios, dió recomendacion al comisionado para Ya-
rios gefes y onclales que le estaban obligados, y sabedor de que era el
ánimo de los generales tomar el camino de Al'agon, aconsl~jó Ú Lean ~Ic­
dina que se yiniesen por Andalucía. Mas tarde, segun se nos ha referido,
Narvaez so desentendió de sus compromisos, y dijo terminantemente que
no se contase con su ayuda. Su conducta fué esta; los comentarios pueden
hacerlos nuestros lectores, que apreciarán como deben el valor y la con-
secuencia desplegados en este trance por el antiguo caudillo moderado.
Sati~fecho con tales palabras, de cuya escasa firmeza no debia tardar


en convencerse, y con los trabajos que dejaba dispuestos, dió Leon Medi-




151
na la vuelta á Madrid, donde ya le había precedido el coronel García, tra-
yendo las mas completas seguridades del general Dulce. Vino este á poco
á Madrid, segun que ya queda referido, llamado por el Gobierno á encar-
garse de la Direccion de Caballería, y á la hora y media de haher llegado,
sin ver a nadie ni presentarse al ministro, tuvo una secreta conferencia
con su amigo D. Esteban Leon y Medina: enteróle este muy minuciosamente
del estado de las cosas, y recibió de ella palabra solemne de ayudar á los
conspIradorcs, rí3suclto como estaba á abrazar la causa de la revolucion,
cuahluiera que pudiese ser su resultado. El pundonor de este valiente mi-
litar'le aconsejaba, para quedar libre de todo compromiso con el Gobierno,
hacer dimision del cargo de Director de Caballería que acababan de
conferirle: así se lo manifestó á Medina, y solo las instancias de este, y la
prudente ohscrracionde que, renunciando un puesto tan importante, so-
bre prirar á la buena causa del auxilio poderoso que pudiera prestarla,
se es ponia él mismo á caer en sospecha y á ser objeto de las persecucio-
nes de una gcnte que, tomándole por uno de su especie, le habia hecho
la injuria de querer traérsele á su partido, pudieron apartarle de su pro-
pósito. Verificóse una conferencia entre Dulce, Messina, Serrano y Leon
Medina, y en.ella se acordó que este último hiciese un viaje á Alcalá, pa-
ra que hablando con los gefes de los regimientos de caballería que allí es-
taban acuartelados, se pudiera dar un fuerte impulso á la con~piracion:
marchó en efeclo á Alcalá, donde encontró tan escasos elementos, que el
mismo coronel ljitor, uno de los que mas decididos y ardientes se mostra-
ron luego, estaba el la sazon ignoranle de todo lo que se tramaba. Com:e-
nido ya con Fitor, dió la vuelta á Madrid, y habiéndose celebrado una
nueva junta en su casa el 18, fijóse el movimiento para el 22. Era conve-
niente, y aun preciso, contar eon las fuerzas que quedaban aprestadas en
Zaragoza, las cuales, segun dejamos dicho, ardian en deseos de salir á las
calles; y D. Manuel Somoza, patriota honrado y yaliente, que mas tarde
acompaI1Ó al general Ü'Donnell y á sus tropas durante su corta espedi-
cion, rué el encargado de llevar las instrucciones al malogrado Hore. El
plan era, que sacando Dulce de Madrid las fuerzas que pudieran juntarse,
cayese con O'Donnell y los demás generales sobre Alcalá, desde donde
uniéndose á las que estuviesen dispuestas, á cuyo fin habia salido Medina,
marchasen á Zaragoza, que deberia abrirles las puertas y servirles de base
para operar sobre Aragon, Castilla y la Rioja.


Ya dijimos á nuestros lectores qué conjunto de circunstancias desfavo-




f52
rabIes y dé acasos fatales, malograron el movimiento de Zaragoza y fue-
ron causa de la muerte de Hore: poco antes de llegar ti las puertas de la
eiudad supo Somoza el éxito desdichado de la insurreccion, la muerte del
Brigadier y la retirada del regimiento do Córdoba: determinado no obs-
tante á cumplir como buello la comision de que estaba encargado, y sin
temor á los peligros á que daba lugar el estado de las cosas, intentó un
remedio desesperado, y entró en Zaragoza ti tratar con cualquiera de los
gefes comprometidos que hubiese quedado en la poblacion: avistóse al
cabo, no sin muchas dificultades, con D. Rafael Bore, de quien ya dijimo>"
que mandaba el regimien Lo de Borbon, y este, esponiélldole que la vigi-
lancia del Capitan general, las sospechas á que él mismo habia dado lu-
gar con su conducta y 61 desaliento causado por la primera tentativa, ha-
cian casi imposible una segunda, le encargó <lue así se lo manifc:)ll1se el
Dulce y á los demás conspiradores. Vol rió con tal respuesta Somoza, y
esta circunstancia y otras hicieron que se aplazase el movimiento.


Durante todo este tiempo hasta el cIia en que se verificó la salida de
las tropas, hizo Leon y Medina multitud de viajes á Alcahl sin llegar á
esciLar eon esto, ni con la circunstancia de verificarse las reuniones en su
casa, la mas ligera sospecha de la policía: el pretesto de estos viajes, que
obtuvieron el resultado mas satisfactorio y completo, era el de acopiar
granos y comprar caballos de deshecho, logrando con tal artificio deslum-
brar tan completamente á todo el mundo, que el diestro conspirador pasó
siempre por un pacifICO negociante para las gentes de la ciudad.


Siguieron las cosas en tal estado, y en los últimos cHas de mayo se
celebró una reunion de coroncles ea la cual se convino en hacer el pronun-
ciamiento el 2 de junio, dia en qne debia tener lugar una rerisla: una
órclen, dada casualmente por el Capitan general, de que en aquel mismo
dia se hiciesen ejercicios de fuego por fuerzas de infantería que no estaban
comprometidas, desbarató una vez mas el concierto de los conspiradores.


Ya hemos referido lo que aconteció el dia de San Antonio, y soJo te-
nemos que al1adir á las noticias que dejamos apuntadas, que la causa de
lo sucedido aquel dia en que la conspiracion estuvo á punto de perderse,
fué la falta de cierto gefe de artillería, que no acudió con seis piezas que
tenia ofrecidas. Aprovechamos esta ocasion de reparar un olvido injusto é
inyoluntario: el dueiío de la casa de la calle de la Ballesta donde vivió
oculto cuatro meses el general O' Donnell y que tan digno se hizo por su
lealtad y patriotismo de las alabanzas de la fama, se llama D. Josó Ce-




133
hallos, y cumplimos con un deher consignando su nombre en estas pági-
nilS, alIado de los de Albear y Crispin de Aguirl'c.


El dia del Corpus fué de p~ligro y constel'l1acion para los conspiradores:
habíase buscado ú Messina y al Conde de la Romera, y 11 noticia de este
suceso, aumentada y exagerada al circular de boca en boca, puso en no-
table alarma al general Dulce: ayisl~clo por su ayudante de flue la policía
andaba en su busca y que acababa de ser preso D. Uafacl Echagüe, fué ú
verse con Leon y Modina ú quien enteró brevemente elel mal estado de las
cosas: salió este á lomar informes de persona que por su posicion particu-
lar estaba en el caso de suminisfl'árselos muy exactos, y de ellos resultó
(Iue era falsa la prision de Eehagüe, que no se sospechaba de Dulce, y que
Orlando y Messina no habian sido buscados porque se hubiese cogido el
11ilo de la conspiracion, sino porque la astuta é impagable policía de Sar-
torills , iluminada por la destreza de Quinto, llavia llegado al estupendo
descubrimiento de que Orlando imprimia y Messina repartia El Mur-
ciélago.


Desvanecido esle peligro volvieron á ct'lebrarsc las junlas diarias en
casa de MeLlina, ú una de las cuales se dispuso que viniese Gallardon,
que estaba en Alcalá y no se mostraba muy dispuesto a pronunciarse con
la fuerza de su mando. El 2G de junio, anteríspera del elia fijado para la
salida de las tropas, marchó jIec1ina ú Alcalú para acabar de decidir á los
gefes a que se incorporasen ú Dulce: Planas, Filor y Gallardon estaban
conformes, pero fallaba Espinar, que nada sabia y con el cual no habia
llegado á contarse: decididos ú salir ú todo lrance de aquella siluacion in-
cierLa, se encerraron con él los olros coroneles y confiaron touo el secreto
de la conspiracion á su pundonor de caballero, dejándole, como era na-
tural, en libertad complela de aceplar ó de retirarse: él aceptó, y termina-
do así dichosamente este asunto: salieron de Madrid las tropas, conforme
10 referimos en el capítulo ant0rio\' , y viniendo á su encuentro Loon y Me-
dina con ]os regimientos que estaban en Alcalá, se incorporó con los ge-
nerales en Canillejas.


Mencionaremos, para terminar esta resella, los nombres ele los regi-
mientoo que componian la division libertadora. Regimientos que salieron
de Madrid.


Santiago, mandado por el Conde de la Cimera, el cual, aunque se ha-
bia ofrecido á salir la noche antes de :Madrid, ya se ha dicho que se volvió
desde Canillcjas.




l54
Almansa, mandado por D. Eugenio l\'Iufioz.
Farnesio, por D. Antonio Garrigó.
Escuadron de Granada, por el comandante Chacon.
Batallon de infantería del Príncipe, al cual se unieron mas tarde las


compaüías que salieron de Toledo con el capitan Periquet; mandado por
el brigadier Echagüe.


Fuerzas que salieron de Alcalá:
La Escuela Militar, mandada por el coronel D. Ignacio Planas.
Regimiento de Borbon, por su coronel D. Juan Gallardon.
Regimiento de caballería del Príncipe, por D. Joaquin de Fitor.
Unos cuantos caballos del regimiento del Rey, que se hallaban allí


accidentalmente al mando del bravo y malogrado capitan D. Ricardo Pobil:
y media companÍa de Reina Gobernadora. A estas hay que agregar el ba-
tallon provisional que se formó con los quintos de caballería, y los pocos
paisanos que formaron el núcleo del que se llamó mas adelante Batallon
de Voluntarios de Madrid.


lI.


Hicieron las tropas pronunciadas un alto en Torrejun de Ardoz, y a
las tres de la tarde del 28 llegaron á Alcalá donde ya se las aguardaba y
fueron recibidas con grandes demostraciones de contento: armarollse con
carabinas hasta setecientos quintos, y en esta operacion se irnirtió el
día 28 y una parte del 29.


La tarde de este dia llegó el coronel D. Lorenzo ~Iilans del Bosch, el
cual, á nombre del Gobierno manifestó al general O' Donnell que la Reina
le acordaba su perdon á él Y á los demas generale~, y que además le de-
volveria sus grados, honores y condecoraciones, con tal que volviesen á
Madrid y consintiesen en entregar al general Dulce para que fuese puesto
á disposicion de un consejo de guerra: rechazó O· Donnell con indignacion
semejante propuesta. Milans entonces pintó con los mas negros colores la
situacion del Ministerio y el estado de los ánimos, comió con los oficiales,
les ofreció sus servicios, y aun llegó á prometerles que no tardaria en ver-
se a su lado para tomar un puesto de mas peligro que el de simple nego-
ciador.


Celebraron una junta los generales á la que asistió Leon y ~Iedina, á
quien encargaron la redaccion de un manifiesto dirigido á S. M. que fir-




135
ruaron no solo aquellos sino todos los coroneles y oficiales, y en el que la
esponian las causas que les habian moyido á tomar las armas y su firme
resolucion de no dejarlas mientras no fuesen relevados los ministros y se
adoptase una marcha de Gobierno que satisficiese las exigencias de la
opinion y se arreglase á los principios de libertad) moralidad :'~ justicia: de
rsle notable documento que por su importancia histórica y por la luz que
j1u('¡le derram:11' en punto tan oscuro como el de saber hast:l donde llrgase
(\1 pcnSamil\n!o de los generales, procuraremos publicar en estas j1:1ginas,
ruó j)orladtll' rl coronel ?~man~, el cual, segun yoces , de eUyil autenl ¡cidad
no rcspondemo~, porque no qupremos fulminarle un gra\ r cargo carc-
('¡endo de dalo3, no I(~ enirc3ú Ú la I18iní1 hasta 2~ lloras dc:~pul'S de la
{u'cío!) de Yidlraro.


El (;;(1 29 S(~ incorporaron el la dirision libertadora yarios paisanos, la
1ll.1 ~~Ol' Inrte ele\ los cuales halJian salido á pió de Madrid y UC(~';l(¡o pOi' ei1-
millOS cslrayiado:.; hasta TOlTcjon, donde estaba la Ya¡}~;m)i'd:a mandada
pOi' tlIJrigad¡('l' Edlagü(~.


E¡ anlol' de estas pú;-:inas encargado de manifestar al gO:lcr(!l O'Don-
n(']I (d e,::;lado de h opinion, Ia~ disposidonc3 del gobierno, y Y<1¡:¡,B parti-
culill'l:s rclaliros ú la conspíradon salió el d¡a 29 a las seis de' la tarde en
el e:)íTeO de Zarag-oza (que no era justo traL'll1dose de un \injc de conspi-
racion hacerle en otro cill'ru;lje que cn el ctel Gobierno), y dC3pues de hablar
con Echagü(\ en Torrcjün, llegó bien tarde al cuarlel general, donde turo
una bre\(~ CO!1[prencia con el General en gefe: allí supo algunos pormeno-
1'(',"; (¡U8 ya yan apuniados n'lati\()s á la comision de jli!¡U13, y dio entre
olras la nuera, que todo aquel riia habia circulado por Madrid, de que
nlasscr y Lara con las fuerzas de infantería que halJian quedado) las que
entraron con la !leina, el regimiento de caballería de Villa -;ieios:l , algu-
nos tercios d~~ Guardia ciyil, y varias piezas de artillería, se proponia
salir en busca de los pronunciados. Contestó el general ú esto que les
ahorraría la mitad del trabajo, pues pensaba salir para Madrid al L1ia si-
guiente.


Grande era el entusiasmo de los oficiales y soldados, y mucho el de-
seo que tenian de venir á las manos; corrian entre ellos yoces de que las
tropas del Gobierno, especialmente parte de la artillería, no cIarían oca-
sion sino á unas apariencias de combate, y en cuanto á la caballería,
tenÍase por cierto que antes de los primeros encuentros habria de unirse á
sus compaiíeros de armas; tales yoces, aunque fayorablcs el la causa del




t36
pronunciamiento, antes producian disgusto que no placer en el ~lOimo de
1 .... , I. C);1i1S; pues decian que no habían desnudado las espadas para volver-
las ¡implas á la yaina, ni habian salido de Madrid y levantado pendones
por la libertad para concertarse como cortesanos, sino para batirse como
soldados.


111.


Tocóse bola-sillas á la una de la mallana del 30 y á las dos salió ca-
mino de la corte la division libertadora, y llegó bien temprano a 1'orre-
jon de Al'doz, donde se hizo alto, no tanto para dar descanso á las tropas,
poco necesitadas de él en aquellos momentos, cuanto para lomar las dis-
posiciones necesarias á la operacion que se preparaba y al lance de armas
que debia ser su resultado.


No habia desaprovechado el tiempo el ministerio, ni dado tregua ú las
intrigas y manejos, con que á falla de otras armas, intentaLa Y('liccr a los
pronunciados: ya hemos hablado de la comision de ~lilalls, que aunque
injuriosa á los generales á quienes iba dirigida, á lo mellOS, por sus con-
diciones de publicidad oficial, no tuvo carácter de espionagr; pero !,ll1l-
bien á este medio acudieron , (que no haLian de olridar los discípulos dc
Narvaez, el honrado recurso de su maestro) si bien le emplearon eon éxito
desdichado. Ribera, aquel polizonte, famoso por lo despreciable, que el
primer uso que meses antes hizo de su nombramicn!o de illspector (le poli-
cía, fué apalear con tanta saIla como traicion y cobardía ú Camaeho, libe-
ral honrado con quien habia tenido antiguamente cierta insigllitieanle que-
rella; Ribera, que por tal atentado ni los mismos polacos habian podido
dispensarse de ponerlo á disposicion de los tribunales, fuó por embajador
secreto de Sartorius á llevar la discordia y la corrupcion ú los oficiales y sol-
dados. Mas apenas habia el digno enyiado de tal ministro dado comienzo
á sus oficios de espía, cuando fué entregado al General, que con harto
trabajo pudo contener á los que pedian que fuese fusilado al instan le: COIl-
tentóse O'Donnell con reducirle á prision, que fué sobrada lJlandlll'a; por-
que aunque seamos nosotros enemigos de la pena de muerte con aplicacion
á hombres, no tenemos por malo que se ejecute en espías.


Tambien el anónimo fué un arma que trataron de utilizar grandemen-
te aquellos tristes y mal parados gobernantes. En la silla-correo que fué
registrada en Torrejon primero y despues en Alcalá, se hallaron multitud




157
de carlas dirigidas á los oficiales, acompañadas de porcion de proclamas
en que hablando la Reina á las tropas, y lamentándose de que se hubiesen
dejado seducir de un traidor (así se llamaba á Dulce) , que habia incurri-
do en el real desagrado, las decia que hasla aquel punto tenian disculpa
en el cumplimiento de la disciplina; las ofrecia un generoso perdon-que se
nos antoja un tanto parecido al de aquel portugués que perdonaba al
castellano que le habia arrojado en un pozo- y conduia con esta frase,
destinada, como se Yió, á producir un gran efeclo: (Soldados, la Reina os
espera. \)


Dos incidentes recordamos á este propósito, que vamos á referir, aun-
que por su carácter anecdótico desdigan un tanto de la gravedaJ de la
historia. Leia un oficial la proclama, y le escuchúbamos varias personas,
entre ellas el brigadier Echagüe, y al Hegar al ¡;unlo en que el autor po-
nia en boca de la Reina cierta~ palabras relativas al respeto que se merece
el trono, «¿y la Constitucion? ... )) interrumpió el bizarro gefe, acompaiian-
do su frase de una interjecion vigorosa. Acabada la lectura, que no dejó
de dar justa ocasion ú entretenidos comentarios, dijo el mismo Echagüe
como quien reasume todos los juicios en una frase: «SeI1ores, es tan necia
»é inoportuna la proclama, que si yo no estuviese seguro del buen espíri-
))Lu que anima á los soldados, seria de opinion que se les leyese mañana
Hen la ónlen de la plaza.)) La proclama, pues, no hizo sino senil' de bur-
la y de chacota á los oficiales, y demostrar al Gobierno que no eran po-
derosos sus medios de seduccion a librarle del golpe que amenazaba aca-
bar con su miserable vida.


Pero prosigamos en la relacion de la marcha, de que nos habian dis-
traido estos incidentes.


Dada de nueyo á los regimientos la órden de montar á caballo, salió la
division camino de Madrid, á presencia de todos los vecinos que habian
saHdo á las afueras del pueblo a presenciar un espectáculo de que no eran
tesLigos sus campos desde 1843. La mitad de las fuerzas, con O'Donnell
a la cabeza, marchó sobre Vicálvaro, y la otra mitad, a las órdenes de
Dulce, vino á hacer un reconocimiento hasta Canillejas, es decir, casi el las
puertas de Madrid; reuniéronse las dos columnas como á las once de la
mañana, y entraron en Vicálvaro, desfilando por delante de los generales
al son de los acentos guerreros de la banda del regimiento de infantería
del Príncipe, y en medio de entusiastas vivas á la libertad, á sus genera-
les y á la Reina. En el mismo instante entraba tambien un pequefio des--




158
tacamento que se habia segregado de la division, y cuyas operaciones va-
mos á referir breyemente, no porque su escasa imporlaneia lo merezca,
sino porque tuvieron por base el pronunciamiento del primer pueblo que
secundó en EspaI1a el grito del 28 de junio, y que despues hizo serri-
cios importantes á la causa de la revoluciono


Al salir las tropas de Torrejon, quedaron en el pueblo el denodado pa-
triota D. Felipe Abascal, que despues de haber trabajado mucho en Ma-
drid se habia incorporado á la division el dia 2D; D. Manuel Somoza, ele
quirn dejamos hecha mencion honrosa; D. llamon Gal'(~a, de quien habla--
mos al l'C'ferir los sucesos de Zaragoza; el aulor de esins púginas, y como
unos nueve paisanos, los mismos de quien se ha dicho que llegaron la no-
che antes, y que, con los ya nombrados y el Sr. D. Andrés Borrego, dis-
tinguido publicista y diputado de la oposidon consenadora, ('r;m los úni-
cos voluntarios que hasta entonces acompaflaban á la di,¡:úJIl. El C'llcargo
de estos, auxiliados por unos veinte caballos del cselladron de G['anada~
era proteger el pronunciamiento que, segun manifestacion del alcaide, es-
taba decidido a hacer aquel pueblo, y venir desplles por San Fernando y
Coslada recogiendo las armas que pudiesen á los guardas del patrimonio,
á incorporarse con la division. En efecto, como una hora dcspues de la
marcha de los generales, juntáronse espontáneamente multitud de perso-
nas de lodos sexos, edades y condiciones, á las cuales el que esto escribe
dirigió unas cuantas acaloradas palabras, que fueron contestadas por viras
unánimes á la libertad y á sus defensores, y mueras furiosos á 103 minis-
tros ladrones -que tal era el adjetivo, admirable por su propiedaJ, CO;}
que aquellos honrados labriegos caliHcaban á los polacos:- el Alcalde de-
claró pronunciado el pueblo de Torrejon, y en seguida, en medio de gran-
des aclamaciones, marcharon todos á la casa de Ayuntamiento, donde se
estendió un acta que firmaron varios concejales.


Suceso es este bien insignificante y pequeño, y no nos hubiéramos de-
tenido á contarle, si no demostrase como habia llegado hasta los campos
el odio á la dominacion polaca, y cuán yivas eran las simpatías que esci-
taban los pronunciados, cuando á tanto se arrestó este pueblo, á cuatro
leguas de Madrid, y en momentos en que no era sino muy dudoso el triun-
fo de la revoluciono


Tenemos que alabar aquí con el encarecimiento que merece la con-
ducta del alcalde D. Simon CarriedG, que como particular y como autori-
dad estuvo siempre al servicio de la buena causa, y del cual tendremos




;


139
ocasion maSl aoelante de referir un rasgo que le acredita de consecuente y
esforzado. Tambien debemos mencionar á Ruperto Sacristan, antiguo y
perseguido patriota, que se unió á la division aquel dia, y ú un jóren de
este mismo pueblo, llamado Caballero, á quien sus padres parece que
destinaban á la Iglesia, el cual, dejando el breviario por la espada, asistió
á la accion de Vicálvaro, y siguiendo la marcha de las tropas, volvió á
Madrid de subteniente de infantería. Estos, despues de pronunciado Tor-
rejon, lomaron el camino de San Fernando, donde el alcalde se prestó con
la mejor voluntad á remitirles las armas de los guardas del Patrimonio,
como lo hizo algunas horas desplIes.


A penas SJ habian reunido todas las tropas en Vicáharo, cuando llegó
aviso al General de que ya se dirisaban las avanzadas enemigas: rápida-
mente, y nwchos sin necesidad de que se les diese la ónlen) montaron lo-
dos á caballo y S8 formaron los escuadrones en los campos que saliendo
del pueblo dan vista á la capital; mas bien pronto hubo de conocerse que
aun no venian los enemigos esperados con tan buenos deseos, por lo que
se dió la vuelta el Yicálvaro , llevando los generales la convlccion de los
buenos alientos de los soldados: aun no se habian alojado las tropas, cuan-
do de nuevo salieron al campo) engalladas por una falsa alarma. Algunas
horas despues, como á las tres de la tarde, súpose de cierlo que ya se di-
yisaban las fuerzas de Blasser, y llenos de un entusiasmo indecible, salie-
ron á recibirlos los pronunciados. Habian llegado á incorporarse á la divi-
sion varios paisanos, de los cuales no recordamos sino al honrado patriota
D. Ccferino EspaI1a, y algunos oficiales, entre otros el comandante de es-
tado mayor D. Antonio Caballero, y el teniente coronel de Carabineros
D. Ruperlo Zala mero, que luego rué nombrado Aposentador general de
las tropas: tambjen el bravo D. Manuel Buceta, llegado el dia antes á Al-
calá, se habia incorporado al estado mayor del General en gefe.


Avislaronse en efecto las fuerzas que enviaba el Gobierno, bien que
antes de verlas, una bala de cañon que llegó hasta la entrada del pueblo
avisó su presencia a los pronunciados. Dispuesta en órden la caballería, y
colocada á retaguardia la infantería con el brigadier Echagüe, observó
O, Donnellla posicion de los contrarios, y ,'iendo que por haberla elegido
á su gusto y ser ella tal que ofrecia grandes medios de defensa á la arti-
llería, que podia con sus disparos favorecer impunemente las grandes ma-
sas de caballería, núcleo principal de las fuerzas pronunciadas, era casi
imposible tomarla, mucho mas atendidas las condiciones del terreno, de-




i40
terminó operar algunos movimientos que obligasen al enemigo á abando-
nar sus posiciones, ó le pusiesen en el conflicto de verse cerrado en su re-
tirada por un movimiento que amenazase su retaguardia: eran de consejo
contrario todos Jos oficiales, á cuyo valeroso ardimiento repugnaha todo
partido que no fuese el de acometer con cargas de frente á la artillería, que
aguardaba parapetada detras del arroyo. Si el dictámen del General en
gefe se hubiese puesto por obra, de cierto se hub.ieran tomado las piezas
y entrado los prenunciados en Madrid, y no se hubiera puesto el sol de
aquel dia sin alumbrar el desenlace de aquello, que unos han tenido por
revolucion y otros por alzamiento militar,


IV.


Mas de f :'a suerte lo quiso disponer el acaso ó la lógica de los su-
cesos. Salió á hacer un reconocimiento el coronel Planas, y "iniendo a su
encuentro algunos caballos de VillaYiciosa, empeüóse la accion que se
hizo general pocos momentos despues. Espectador el que escribe de aque-
lla lucha, pero ageno á las nociones mas simples del arte de la guerra, no
podria describir los movimientos militares de ambas columnas, aunque sí
decir algo de las sensaciones que esperimentó á la visla de aquel espectá-
culo magnífico; pero no son nuestras sensaciones sino los trances del com-
bate 10 que debemos escribir, y por eso, remitiendo á nuestros lectores
á los partes de los dos generales, y al del Conde de Quinto que á conli-
nuacion insertamos, nos limitaremos á consignar un hecho en rectiticacion
de cierta calumnia que por entonces hicieron circular los polacos. No es
cierto, como falsamente traló de hacerse creer en desdoro del valor espa-
fíol y del pundonor militar, que O' DonneIl y los demús generales presen-
ciasen la accion á larga distancia, mientras se balian las tropas de su
mando: ellos estuvieron siempre donde su eleber los llamaba, y mas ele
una vez tuvimos ocasion de observar la preferencia con que los caI10nes
enemigos apuntaban al sitio en que se encontraba el General en Gefe, que
en una serenidad nunca desmentida, dictó las órdenes mas oportunas en
los momentos en que era mayor el peligro, y en medio de una lluvia de
balas y de metralla, que milagrosamente no causó daI10 alguno en el Esta-
do Mayor: en cuan lo á Dulce y Ros de Olano, no solo mandaron como
generales, sino que se batieron como soldados: Ros cargó dos veces á la
cabeza de los escuadrones, y Dulce siete, dando á un amigo suyo que le




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141
decia: «Dulce, eso no es obrar como general!», esta beróica respuesta:
«eS preciso vencer, ó morir en el campo.))


Tambien debemos hacer mencion de los valientes paisanos, que hicie-
ron aquel día las pruebas, cargando en union con el batallon de quintos y
el del Príncipe, guiados por el bizarro Echagüe, y animados por los soni-
dos armoniosos del himno de Riego, á los cuadros enemigos, que vomita-
fon sobre ellos los estragos de su formidable artillería: Euceta, Abascal,
Somoza, García, D. Andrés Borrego, á cuyos pies vimos estrellarse una
bomba, que por un dichoso accidcnte no causó dallo en su persona; otros
muchos, cuyos nombres quisiéramos rccordar para rendirles el pobre tri-
bulo de nuestro recuerdo, Cllm plicl'on como buenos, rivalizando en ardor
con los soldados y olidales, y dando muestra de cuanto pueden en pechos
esforzados y gPllc/'Osos el amor á la libertad y el entusiasmo por la gloria.


lí'ucl'a jH'cGiso, para ser justos con los soldados, consignar aquí los
nombres de todos, pues no es posible sin haber sido testigos de sus he-
chos, formar una idea de su ardimiento. El número de muertos y heridos
fué escaso si se atiende al fuego que por espacio de cuatro horas, hizo sin
descanso la artillería: fuerza es confesar, en honor <Í algunos oficiales que
mientras les fué posible, mantuvieron muy alta la puntería de las piezas
que mandaban. Los oficiales pronunciados anduvieron dignos de sus sol-
dados, y algunos murieron allí con la muerte de los bravos, y otros como
el bizarro Garrigó, el comandante caballería y el capilan Reina quedaron
peligrosamente heridos. Una bala de fusil privó de la vida al jóven y Ya-
liente capitan D. Hicardo Pobil, que solicitó y obtu ro el honor de cargar en
primera fila; hono!' peligroso que le condujo <Í la muerte! Cnidos á él no-
sotros por lazos de amistad y de parentesco, ni supimos entonces su pre-
sencia en aquel sitio, ni su suerte desdichada hasta despues de muchos
dias. Antes le hemos consagrado nuestro sentimiento) y ahora el recuerdo
de nuestra admiracion y de nuestro aprecio I Reciba este débil aunque sin-
cero homenage, su valor heróico y su j uve n lud malograda!


En cuanto á los pormenores militares de la accion, he aquí los partes
tí que arriba nos referimos.


AL PUEBLO.
,


Los sublevarlos, con el sangriento tlesengalJo que recibieron ayer en los campos
de Yicál\'uro , siguen retirándose desconcertados y sin plan ni pensamiento fijo: Al-
calú de IIrnares ;;;e encuentra completumente aballdollado por ellos: lodos los puntos




t4!
que ocuparon ayer en todas las cercanías de esta corte se hallan en las mismas cir-
cunstancias : esta mañana han cortado el camino de hierro de Aranjucz y su telégra-
fo: han hecho alto en Valdemoro: yiven en una continua alarma) y su fatigada tropa
se emplea únicamente en descubiertas y esploraciones.


No son estos los únicos síntomas de la triste posicion en que por momentos se
ven sumirlos. Los soldados y gefes , que sorprendidos por las órdenes del ex-Director.
de caballería, marcharon obedeciendo á la disciplina militar, se apresurarán á resti-
tuirse á las banderas de su Reina y de su patria, que solo engallados y sin cOlloci ...
miento pudieron abandonar algunas horas: hoy se han presentado un Comandante y
un Teniente de Santiago; mas tarde el Capitan cajero del cuerpo con fondos del mis-
mo, que fiel y honradamente ha entregado en las cajas del Estado: otro suuallerno y
'Varios soldados han venido tlespues.


Todos ellos contestes reclaman el perrlon de la Reina por un error en que no ha
tomarlo parte ni sU corazon ni su entendimiento. Ayer se negaron estos bizarros y
fieles soldados á entrar en una accion que no podian menos de mirar COIIIO un crí-
men y una alevosía: todos sus compañeros de regimiento, segun a~C'gnrall, C'stán
animados de los mismos deseos, y van siguiendo unos tras otros su noble pjetnplo.


Todas las provincias continuan en la mas profunda calma, escitan(ln al Gobierno
para que disponga de las fuerzas que las guarnecen; seguras las Autoridades, asi ci-
viles como militares, de la lealtad y espíritu padticG de los pueblos tle sus respecti-
vos dis tritos.


Estas son las únicas y positivas noticias del dia. Creo de mi deber comunicároslas
para que no logren desasosegaros con invenciones y patrañas los que, II uevos ojala-
teros y sin contemplar á lo que se esponen , siguen empeñados en propalar especies,
ensueño solo de su impotencia y de sus malas pasiones.


Si otra fuese la situaCÍon de Madrid y de sus cercanías, yuestras Autoridades, que
no consienten se os engañe inIcuamente, no os lo ocultarian, porque la causa del
'Trono y de la inmensa mayoría de los españoles no necesita para prevalecer de las
vedadas é innobles armas de la falsedad ni del disimulo.


:Madrid 1. o de Juliu de 1854.~EI Conde de Quillto.


Ministerio de la Guerra,=Capitanía general de Castilla la Nueva.=Eslado ma-
~·or.=Excmo. Sr.=Segun las órdenes que tuvo V. E. á bien comunicarme para
practicar un recollocimi,'nto sobre los sublevados, lo verifiqué en la mañana de hoy
con tres batallones y alguna caballería, estendiéndome hasta la Venta del Espíritu
santo, pero sin observar mas que algunas ayanzadas. Las nuevas imtrucciones que
V. E. me mandó y avisos llegados despues me hicie,ron reunir una division compues-
ta ele siete batallones á las órdenes del general director del cuerpo de Estado mayor
con de de Vistahcrmosa , dos baterías rodadas, dos de mOlltaña, el regimicn lo de ca-
ballería de Villaviciosa, el tercio de la misma arma de Guardia civil de este distrito,
y algunos carabineros, con cuyas fuerzas me adelanté á nuevos conocimientos
hasta las alturas que median entre el pueblo de Vicálvaro y el arroyo Abroñigal cIonde
se presentaron bastantes fuerzas encubiertas, aunque retirándose constantemente.
En estos momentos rué cuando V. E.) como sabe muy bien, se presentó en el campo.




143
l~scalonadas mis fuerzas y marchando siempre de frente hasta las indicadas altu_


fas, mandé romper el fuego sobre las masas enemigas, las cuales siguieron en reti-
rada lwsta las posiciones que dominan el mismo pueblo. El combate estaba presenta-
do y al parecer aceptado, por lo que dispuse la formacion en una línea de masas por
batallones de los regimielltos de Yalencia, y Reina Gobernadora, con una batería ro ...
dada y dos de montarla: seis compañías de cazadores, mandadas por el brigadier
S:llltíago con tres mitades de caballería de la Guardia civil componian la vanguardia
f:nhl'e el camÍno de VÍCÍllvaro: la izquierda se apoyaba en el de Alcalá mandada por
el tenienle general D. José Luciano Campuzano, director general de artillería, com ...
pllPsta de un batallon de Ingenieros, y una batería rodada; la reserva, mandada por
pi mismo general constaba de tres bat(lllones de los regimientos de Cuenca, Valencia
y E:-itremadura, con uIIa batería ele montaña. Durante llls movimientos preparatorios
traló el ellemigo de ellyolver varias veces nuestra izquierda destachlldo alguno s es-
r\1:t(lrolle~, y por último se prcsentó en dos fuertes columnas de cinco á seis escua-
tlnllles ratln UlJa , COll el frcnte de escuadron y amagando toda la estensioll de la lí-
liPa; pcro dirigicndo mas principalmente su ataque á el centro donde se hallaba una
j)a tt)I'Ía rodada.


InmcIliat.amente se rompió el fLlego por las compañías de cazadores, lo cual no
impidi6 el que UIla columna de las dos enemigas cargase á fondo ú la referida batería
lI('galldo Ú ;)0 pasos ele sus bocas donde fllé recibida con una descarga á metralla y
por el furgo COlJJlwcto dc una compañía de cazadores de la Rpillil gobernadora man-
d~lIla por el screno ca pitan Pino y de los batallones de Valencia y Rrina gobernado-
ra; los csctladrOlles fueron deshechos y dispersados, siendo á su vez cargados en
f;eguida por un escu~ldron de Villa viciosa, que adelantándose demasiado y viéndose
envuelto por la segunda columna de caballería enemiga, logró replegarse variando
Ile direccion y colocarse Lletrús de nuestra izquierda, acto contínuo mandé adelantar
compañías de cilziulores para descomponer la reorganizacion que emp~zaball á veri-
ficar los esrll:1I1roncs di~per~os, haciendo entrar en línea al regimiento de Cuenca á
fin de que apoyase con lIla:; vigor esta operacion.


Esto 110 (¡]¡~tallte , los escuadrones se rehicieron y dieron diferentes cargas en
forla la líllea, ¡JI) la que siempre fueron rechazarlos, y cargados dcspurs por las tres
mitades rle la GUilrdia civil. Desesperados Jos sublevados por la imponente y terrible
aetilud de los cuadros de lluestra vigoro:.:a infantería, y por la :-eguridad y sangre
fria (le ll\leslro:- hril vos artilleros, mandados por el distinguido ca pitan Berrucla, se
yiilieron con tOllas sus fuerzas sobre el centro, domle se h;:llaba su codiciada batería ~
y carga~t1o cnn vigor, d(~júndolos llegar hasta veinte pasos ele las piezas, como todas
las tropas de la líllea, fueron entonces nwtrallados y rotos, pasando seguidamente-
por los flancos de la hatería, donde se ¡¡aliaron con el Butrido fuego flr, los cuadros f
qw' no pUllieron r()lllp(~r, y ante sus bayOIIPtas quedaron completamente desJ¡echo~y
(]ejanllo el carnro cubierto de callúveres, armas y cahallos, para huir cn la Illas pro...-
nUllciada derrota.


Emprendieron despues su retirada hasta mas allá de Vicálvaro , tomando aTguno&
escuadrones la direccion de Torrejon, y aun cuando fueron nuevamente retados por




f44
l'l fuego de los cazadores, que hizo retirar 6. sus primeros tiros ti dos compailías del
batallon sublcvado del Príncipe, con su ex-brigadier á la cabeza, no quisieron acep-
tar el combate, y entonces dispuse replegar todas mis fuerzas sobre la capital, cuan-


do ya tenia el encmigo á bastante distancia, como lo verifiqué, retirándome por es-
calones hasta la puerta de Alcalá.


La pérdida de los sublevados ha debido ser muy grande, y sus escuadrones lJan
quedado desorganizados: sobre el campo he vis lo algunos olicia les Illuertos enlre los
de tropa; y el ex-coronel de Farnesio, Garrigó, COIl otros oficiales, algunos herÍllos,
! bastantes soldados y caballos han sido hechos prisioneros.


La nuestra no puedo en este momento decirla con seguridarl ú V. E.; pero la creo
insignificante, y quizá no llegue á 30 heridos. Quedo en dar ú V. E. parte tletallad~,
lo mas pronto posible, para que S. M. pueda apreciar mejor los servicios de cafla uno;
pero sin perjuicio de que así suceda, es mi deber nombr·ar con la mayor distÍncion y
elogio á los generales D. José Luciano Campllzano y conde de Yistaherll10sa , á los
brigadieres D. José Santiago, D. Francisco Garrido, D. José Herrera García; al coro-
nel del regimiento illfantería de Cuenca D. Antonio Marqllez, al de caballería de Yi-
lIaviciosa D. José Rubio Guillen, y al Excmo. Sr. duque de GOl', teniente coronel del
regimiento Reina Gobernadora, que mandaba el batallon de su cuerpo en la línca;
del mérito de todos los cuales en general y de cada uno en particular, nadie puede
ser mejor juez que V. E., que tan inmediatamente presenció esta funcíon de
guerra.


Dios guarde á V. E. rnuclJOs años. ~!adrid 30 de Junio de -185L-Excmo. Sr.-
Juan de Larn.-Excmo. Sr. Ministro de la Guerra.


Puesta en marcha la division desde Alcalá á las tres y media de la mañana, y des-
pues de un pequeño descanso en Torrejon de Ardoz, se dirijió por el puente de Vive-
ros sobre Coslada y Vilcálvaro á la vista de la capital. Las tropas se alojaron en este
último punto hasta medio dia, hora en que habiendo avisado los puestos avanzados la
aproximacion de fuerzas de Madrid, se formó la division en actitud de esperarlas.
Aviso sucesivo de la retirada de dichas fuerzas y su nueva aproxirnacion, repetidos
por tres veces, impulsaron al General en gefe á avanzar en columnas hasta darles
vista para obrar segun aconsejasen las circunslancias.


La guarnicion de Madrid habia salido, en efecto, casa en su totalid,HI, preseutado
su Hnea sobre la carrelera de Alcalá desde el convento de Atoclw, donde apoyaba su
derecha cubierta su espalda por las tapias y alturas del Retiro. Partiendo de esta base
rué adalantándose hasta las posiciones que ocupaban nuestras grandes guardias de
caballería, á cuya proximidad hizo avanzar algunos ginetes y una batería sostenida
por infantería, con objeto de arrollar la fuerza. del escuadron de cazadores de Granada
que constituia nuestra primera observacion. Los cazadores de Granada estendidos
en guerrillas, y con una seccion del regimiellto de Almallsa en reserva, se batieron
en retirada segun las órdenes del E. S. General en gefe, cargando con oportunidad y
bravura para no dejarse envolver. El movimiento de retirada duró sin embargo muy
poco tiempo. Dos escuadrones numerosos del regimiento de Almansa, adelanlándose
á sostener la posicion, amagaron una carga sobre el flanco iUluicnlo rlleuJigo, con




objPlo lit' ouligarlf' ti t'aml,iar su r['('ll!.(', re!.írandn () :nanz ... ntlo I~sta ala presentando III
oportunidad de cargarle ú fondo.


Entre tanto, los demas cuerpos de caballl'ría de la divi~i()1I despli'garoll Iluestra
líllea, a\":1l1zando en column:1s cerradas á la vista del 8lwmigo, que oClljlab:1 ya las al-
tllras al frellte de la venta del Espíritu Santo y <1rroyo AbroiJigal, y desde clotl(k em-
pezarolJ Ú llisparllr sus klterías protegidas por los cuadros llc su infanLerí:1. La caua-
¡Iería contraria se situó en ambas alas de Sll línea.


La accioll S(~ el11pl~IÚ) ~ohre nuestra izquiertla por Ulla carga que la caballería ene-
miga amagó á los escuadrones de Almansa, que fué rechazada por olra mas Yigorosa
(011 que estos repelieron é hicieron retirar clesonlenaclamente al enemigo. En este
mOI11l'nto, y tratanllo !le aprovechar el éxito de las cargas de Almansa, el regimiC'ilto
del Príncipe cargó sucesivamante con sus dos primeros escuadrones á la artillería y
masas (le infantería del ala iZlJuierda de los enemigos, llegando á las bocas de los
rañones, que desptws de haber dirigido sus balas rasas y granadas concertada su PUll-
ll~ría sohre :'1t1estras columnas recibieron ~u metralla ú pocos pasos la acometida de
nuestros carahineros. El Príncipe hubiera tomado sin embargo la artillería á cuyas
pirzas no le impicliü llegar el destrozo ele la metralla, si las masas de infantería que Ills
apoyaban intactas y alentadas con la fuerza de su posicion y mientras faltas de fuego
no hubiesen opuesto á las aclaradas filas de nuestros escuadrones un diluvio de
balas.


La retirarla natural de los dos escuadrones del Príncipe para rehacerse, fup. apro-
yechalla oportunamente por otros dos enemigos de Yillaviciosa y la Guardia civil que
se lanzaron en su srguimiellto. Esta caball~ría, sin embargo, fué rechazada en la mi-
ta(l de su r:1rrera por los dos escuadron{}.'5 del Príncipe 3. o y 4.° que la arrollaron acu-
chillando á su mayor parte y admitiendo en sus filas gran número de soldados de Vi-
llaviciosa con el estandarte, que volvieron sus lanzas llamándose amigos. Una carga
repetida por estos mismos escuadrones díó lugar á que el porta-estandarte de VilIa-
viciosa y algunos intlividuos mas de su cuerpo, que solo se habian unirlo al conside-
rarse prisioneros, volviesen ú marcharse incorporándo~e ú los enemigos.


El sangriento efecto de la artillería, que con la seguridad de no ser otendida por
nuestra f¡lIta de esta arma llabia esturliado y aprovechado impunemente como blallro
los pechos ele nuestros soldados, acalorando la aceion hizo lanzar nuevamellte Ú la
rarga al regimiento tle Farnesio. Su eorollel herido y prisionero, un ofirial muprto y
Yarios oficiales y solllados heridos ú la boea misma de los cañones, atestiguan el ar-
rojo Ilesplega(lo en estas causas donde nllrst.rns gritos de viva la reina y la constitu-
cion han sitio sofocados por las detonaciones y la metralla enemiga.


Repetidas carga" (le este mismo cuerpo, de los de Borbon, Santiago y Escuela de
Caballería, han debido convencer Ú Iluestros enemigos en la accion de Vicálvaro de
que el sentimiento flue inspiraban aquellos yivas no se apagaba sino con la muerte
en el corazoll de nnestros bravos. La infantería, aunque en menor número que la ca-
ballrría, r,1 flia (le la aecion, y entranclo en ella como parte accesorill por las conclicio-
nes rspcciales del combate, no ha rayado mas bajo en bizarría que nuestra caballería.
El regimirnto del Príncipe, con su bravo brigadier puesto á la cabeza, debe estar Sil-


fO




j,4G
tisfecho de la honra que ha conqu¡~tado. LOii suldallo:-i ViSOlIOS, los olicíales rccÍtm
salidos del colegio de ulla y otra arma han recibido aliado de los veterano~ su balltis-
mo de satlgre, no (lejnndo lugar :i hacer (listillcion especial en la parle lle gloria (Iue
á todos ha cabido.


Los generales, los geres y oficiales sin cuerpos, los Illismos rJlW trlliaTl plaza y co~
locacion determinada en los (le la division no contenLúl}(lose con displllar la Jlrilllilcía
en lanzarse al enemigo, se hall reprotlucido en todas partes prescnl.;'1I111ose siempre
á la cabeza de los escuadrones en sus céugas sucesivas.


El teatro de la accion ha sitIo lligno comu la causa es noble. La capital (In la mo-
narquía que ha oido nuestras ac!;:¡maciones, ha presenciarlo cómo se b;1 tpll por la rei-
na y la constitucion los soldallos, á cuyo frente consideraré siempre como Ull IlOIlOí
haberme encontrado.-Leopoldo O·Donnell.»


Tales son las relaciones que por ambas partes se dieron de la accion
de Vicálvaro: podemos asegurar con imparcialidad completa, ahora que
el tiempo pasado sobre aquel suceso se ha llevado consi¡;o el sentimiento
de pasion y de interés que hubiera hecho sospechoso muestro aserto 1 que
hay tanta exactitud y verdad en el parte de O' Donnell, como falsedad y
exageracion en el del general polaco. Achaque constante ha sido este
de la pandilla que por espacio de once meses estu H) siendo la deshonra
del pais; pero aunque a recursos tan ruines y artificios tan groseros nos
tuviesen acostumbrados, todavía no dejó de parecer eslraflo quo; tratúndo-
se de un caso de honor como lo son todos los lances de la guerra, faltase
tan á sabiendas á la verdad un general español, sill tener una palabra ele
consideracion para sus compañeros ni una voz de elogio para los soldados
de CUyO valor habia estado simulu testigo. Que hubiesen ó no ¡¿lItado, que
combatiesen por una causa buena ó mala, es lo cit\rto que desde el gene-
ral en gefe hasta el último soldado, tocIos los illdividuos de la diyision pro-
nunciada cumplieron con su deher aquel dia, yasí hubiera debido consig-
narlo el general Lara, porque por cima de las consideraciones políticas
debian estar para él la del pundonor milítar y el decoro de nuesLro nombre.


No es cierto, como en el parte se asegura, que los pronunciados que-
daron completamente deshechos ante las bayonetas del ejército mandado
por el Señor Lara, ni menos qne, deja/ido el campo cubierto de cadáve-
res, armas y caballos Ituyesen en la mas pronllndada derrota. Si las ba-
yonetas de los soldados de Lara y Vista-hermosa hubieran sido los únicos
valladares opuestos al ardor de la brillanle caballería de Dulce, ú pesar
del valor de la infantería española, los cuadros hubieran sidos rotos y des-




147
hechos, y el inmenso pueblo madrileño que se agolpaba á la puerta de Al-
calá, llllbiera presenciado en vez de la entrada triste, desórdenada y pre-
surosa de las tropas del gobierno, el alegre espectáculo de la vuelta triun ....
fante de los pronunciados.


La verdad es que el General O'Donnell, mirando con dolor que una
batalla que no era de necesidad absoluta y que, á lo menos en el modo de
darla, se habia empeñado contra sU consejo, estaba costando tanta san-
gre y causanclo la muerte á tantos desdichados, que arrojaban un mismo
grito, y llevaban iguales colores en sus banderas, no quiso prolongar mas
tiempo una lucha cuyo probable pero costoso resultado hubiera sido arro-
jar á los enemigos de sus posiciones; y considerando, como capitan es-
forzado y pI'Udente, que el peligro á que esponia su causa, si como no de-
jaba de ser posible, sufria: un verdadero descalabro, era quizás mayor que
la ventaja que le hubiera proporcionado una victoria, ordenó la retirada,
que se verificó tranquilamente por escuadrones, sin que se aventurase á
seguirle en ella el i'l'ctorioso Lara, que por su parte, dió la vuelta á Ma-
drid, por cuyas puertas entró de suerte, que no hubo entre los mas inte-
resados por la causa del polaquismo, quien se atreviese ú creer en su
victoria.


Por lo demás y si hemos de juzgar por los resultados, el triunfo no fué
ni de O' Donnell, ni del Gobierno, puesto que ni aquel logró tomar las ba600
terías, ni la tropas de este ocupar la posicion de Vicálvaro; pero si han de
tenerse en cuenta las circunstancias del combate, la situacion respectiva
de las fuerzas, y sobre todo el juicio de las personas entendidas é impar-
ciales, los honores corresponden de derecho á los pronunciados: porque,
segun las prácticas militares, gana una accion el que conserva sus posicio ...
nes y la picnIc el que se retira: y ya queda refeddo que Lara se yol vió á
Madrid y los pronunciados durmieron en Vicályaro.


Pormenores de la accion, ya hemos dado algunos: pérdidas, resulta ...
ron menos de las que se temieron al principio; rasgos de valor personal,
presenciamos infinitos, y quisiéramos recordarlos: aparte de los genera ...
les, gefes, oficiales y soldados, los paisanos que ya serian como treinta y
tantos en número, se batieron admirablemente, conducidos por D. Felipe
Abascal y D. Francisco Soldevilla, y distinguiéndose entre otros D. Juan
Valcárcel Quiroga.


De todos modos debemos consignar aquí que tenemos por un bien que
en aquella jornada no alcanzasen los pronunciado~ un triunfo definitivo: ni


.




118
f(Ueremos adirinar los tIcseos , ni es nuestro ánimo calumniar la~ intencio-
nes de quien, cualesquiera que fuesen sus antecedentes pasados y pueda
ser su conducta futura, se hizo entonces acreedor al aprecio y al agrade-
cimiento de la patria; pero si es licito llegar de premisas ciertas ú conse-
cuencias yerdaderas, preciso es confesar que el conseguir el triunfo solo y
con sus elementos propios el general O'Donnell , es 11e creer que Sl~ hubie-
ra establecido una situacion de moralidad y decencia, y aun que se ha-
brian hecho algunas economías, pero que hubieran sido muy escasas las
reformas ejecutadas en el orden político. ~o es esto hacer bueno el dichQ
de los que pretendieron qne no tUYO 011'0 carúcter el morimienlo del 28 de
Junio que el de una insurreccion militar; es decir tan solo, que en él no se
entrañaba una verdadera reyolucion. Y somos en esto tan imparciales, que
no decimos mas ni menos de lo que se deduce ele los principios políLicos del
partido a que pertenecia el Conde de Lucena antes (h~ dar el programa de
Manzanares: la oposicion conservadora ni aceptaba laConstitudon de 1837,
ni queria la Alilzúa Nacional, ni miraba como necesaria la reunion de unas
Cortes Constituyentes; á lo menos ninguna idea de estas habia sustentado
en la prensa ni en la tribuna: no hay, pues, trmeridad en dedr que nada
de esto queria el general O' Donnell, y qne su triunfo solo hubiera traido
la reforma en cierto sentido, de la administracion, el arreglo posible de la
Hacienda y la observancia fiel del código fundamental de '1845.


No es mucho en verdad lo que hemos conseguido, y ya se van esteri-
lizando los fruLos de la que prometiendo ser una inmensa rcgeneracioIl,
amenaza convertirse en una reforma liviana; pero aun así, todavía media
mucha distancia del 28 de Junio al 17 de Ju'io, de la política de O'Don-
nell á la política de Espartero.


Otro resultado importante se obtuvo: los oficiales y soldados que en
iontcstacion á su grito de ¡ viya la Heina 1 recibieron el fuego de los sol-
dados de la Reina, hicieron á esta seüora responsable de la sangre que se
"Vertió aquel dia por una causa que no debia ser la del trono constitucional,
puesto que no era ni la de la libertad ni la del pueblo: ¡ lambien en lonces
la hizo responsable la opinion, y lambien mañana la harú rcslJOllsable la
historia 1


Lo es en efecto de haber servido de escuelo ú los hombres funeslos y
descreidos que con lisonjas, adulaciones y complacencias alcanzaban en
Palacio el favor que les negaban los pueblos; lo es de haber cerrado los
oidos a los clamores y el las quejas y á los ayisos de muchos hombres, li-




149
bcralc"" pero monárquicos; lo es tic no haber depuesto sus afecciones de
rnuger delante de sus deberes de reina; lo es de no haber dcspediLlo con
ignominia á sus menguados consejeros, antes de consentir que se yerUese
una gota de sangre de sus soldados.


J para demostrar hasta qué punto anclaro Su jIagestacl obstinada y
ciega y para yer qué calificaciones la merecieron los que ahora, acaso so-
bradamente generosos, se nuestraÍl sus mas ardienles defensores, bueco
será copiar aquí como documentos históricos, algunos reales decretos qne
publicó La Gacela de iJIadrid, en que se calificaba de traidores y deslea-
les á los que hoy son tenidos por espejos de lC'aHad y escudos de la mo-
narquía.


MBnSTERIO DE LA GLEilRA.


REAL DEcnETO.


La inaudita deslraltall del General D. Domingo Dulce, ql1e al¡usallllo ;ngl'lltall1cn-
te 110 solo de su autol'itl;;d sino de la conlianza que Jle habia dignado dispellsarle, ha
cOllllucido ú la insurreccion Ú ulla parte de las fuerzas cuyas direccillt! le estaba COIl-
ferida, üebe ser tratada con todo el rigor de las leyes; Vengo pues nn resolver sea
exonerauo erGenernl Dulce desde ahora de tOllos sus empleos, honores y condecora-
ciones y borrado de b lista de los de su clase, sin perjuicio de ser juzgado con arre-
glo á ordenanza f;i fucre lJalJillo.


narln (~tl Palacio ú veinte y ocho de Junio (le mil ochocientos cincllclIta y cnatro.=
u ,


E~tá rubricado de la Real llJallO.=El Milli~tro llc la Gllarra-A~sELMO fiLASEn..


REAL ORDE::'f.


Excmo. Sr. : Desde el 22 de Febrero último, al tomar medillas excepcionales con
motiro de lo ocurrido en Zaragoza, tiene dicho el Gobierno de S. ~1. que se halla de-
cidido ú sostener (l toda costa pI ól'den y las leyes. Esto lllismo repite ahora que estalb.
otra rebclion militar; y para sofocarla, evitando que nadie la secunde lli auxilie ú los
que la han conwllzac!o Ó ú los qne en ella se mantienen, ha resuelto la IlELH, de aCl1L'j'-
ilo con el parecer ¡]pl COllf;('jl) tIc Ministros, lo siguiente:


J.() 'lanteniél1ilose en estado de ~itio toda la Península é Isla~ adyacente:;;, ];¡ .\u-
torid:ttl militar reasumirá el mancIo de tocIo, y por consigllicnLc lo t{,IllIf'~ :'0111'1' lo~
(]"m;ís .J1~fl~S ele los diferentes rl\lllOS del Estado.




150
2. o Se establecerán comisiones militares permanentes en las provincias donde na


existieren ya.
3. 0 Dichos Tribunales juzgarán á tocIa clase de personas que atentaren, de cual-


quier manera que sea, contra el órden público ó que hablasen mal de las Autoridades
constituidas, ó del Gobierno, ó de lu sagrada persona de la REI~A (que Dios guarde].


De Real órden lo digo á V. E. para su cumplimiento. Dios guarde á V. E. muchos
años. Madrid 28 de Junio de 1854.=BLAsER.=Sr. Capitan general de .....


REALES DECRETOS.


La desercíon cometida en Febrero último por el Teniente General D. Lcopuld'o
ü'Donnell, Conde de Lucena, produjo Mi Real resolucion de 14 del mismo, dÚlldolc
de baja en la lista y nómina de los Generales del ejército cspallOl. Los indicios enton-
ces vehementes de su crímen de conspiracíon cOlltra el Estado son ya un hecho con·-
sumado, y el General Q'Donnell, al levantarse ayer en abierta rebelion, ha probado.
su deslealtad y alevosía.


Doloroso es á Mi Real ánimo ver una y otra vez repetidos tristes ejemplos y casti-
gos de Generales que :Mi magnanimillad engrandeció para que guiaran al ejército por
la senda del honor y no de las sediciones militares; mas por lo repelidos que S01'l. , y
por el escándalo que producen, debe ser tanto mas inexorable la justicia; Vengo pues
en mandar que D. Leopoldo O'Donnell, Conde de Lucena, sea exonerado de todos
sus empleos, honores, títulos y condecoraciones ,. sin perjuicio de ser juzgado GOl]¡
arreglo á ordenanza si fuere habido.


Dado en Palacio á veinte y nueve de Junio de mil ochocientos cincuenta y cua-
tro.=Está rubricado de la Real mano.=EI Ministro de la Guerra-ANsELMO BLASER ..


Habiendo dispuesto por Mi resoludon de 15 del presente mes que ell\1ariscal de
Campo D. Félix María de Messina pasara á la ciudad de la Coruña en situacion de
cuartel, y este General eludido por la fuga la obediencia á mis mandatos para tomar
parte criminal en el dia de ayer con los sublevados; Vengo en resolver sea exonerado
de todos sus empleos, honores y condecoraciones y borrado de la lista de los de su
clase, "in perjuicio de ser juzgado con arreglo á ordenanza si fuere habido.


Dado en Palacio á veinte y nueve de Junio "de mil ochocientos cincuenta y cua-
tro.=Está rubricado de la Real mano .=EI Ministro de la Guerra-ANsELMO BLASER.


Vengo en exonerar al Teniente general D. Antonio Ros de Olano de todos sus
empleos, honores y condecoraciones, y en disponer sea borrado de la lista de los de
su clase, sin perjuicio de ser juzgado con arreglo ú ordenanza, si fnere habido, como




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15t
reo del crímen que ha cometillo al abandonar sus banderas, uniéndose á los suble-
vados.


Dado en Palacio á veinte y nueve de Junio de mil ochocientos cincuenta y cua-
trú.=Está rubricado de la Real mano.=EI Ministro de la Guerra ANSE1UO BLASER.


REALES ORDENES.


Excmo Sr.: Por la cm11lmicacion de V. E. de esta fecha se ha enterado S. M. con
mucha sntisfaccion del leal cflmportamient<l del Capitan graduado Teniente de caba-
Hería de la Guardia civil D. José Palomino, Jefe de la línea de Aragon, situado en Tor-
n'jon de Ardoz, fJl"e ha resi~tidn las enérgicas sugestiones que le han hecho los Je~
fl~s de las tropas (h~ cahallería (lue salieron sublevados de esta corte, y que ha tenido
fa firmeza, sagacida(l y sallgrc fria suficientes desde la prision en que le constituye-
ron, 110 solo para re~i~tir el seguir la bandera de la revuelta, sino avísar ti los puntos
inmediatos para dar ti V. E. conocimiento de lo ocurrido; y S. M., al mismo tiempo
lIuo. ha tenido ú bien promover ti este Oficial al empleo de Capitan de caballería, y qu~
:-:e le inscriba en el tnrno (le eleccion del cuerpo en recompensa de su lealtad, se ha
servi(lo dispDncr se lv:¡gil público este proceder en la GACETA oficial.


De Real órden lo digo ú Y. E. para su conocimiento y efectos consiguientes. Dios
gll;1f(¡í~ á V. E. muchos aiíos. ~Iadrid 29 de Junio de 18.54.=BLA5ER.=Sr. Inspector
general de la Guardia civi!.


La Rw'IA (Q. D. G.) SH ha servi(lo tambien conceder el empleo de segundo Co-
mandante de infantería al Capitan del regimiento de Extremadura D. Miguel Fernan-
dez y Sancha en rpC(lffipenSa de su lealtad y del servicio prestado en la maiiana del
día de ayer, hallálulosc de Jefe de la guardia de prevencion, al eritar que tropas del
indicarlo fl~girnjento fueran saCluhts ú la fuerza para unirse á los sublevados, servicio
del cuallla resulLauo herido.


La Autoridad superíor militar (le esta provincia, publicó ayer los siguientes (10-
cumentos:


AL PUEBLO DE MADRID.


El Director general de caballería D. Domingo Dulce poni.endo pDr obra los planes
de conspiracion con que IlUce tiempo se estaba conmoviendo sordamente la tranqui-


. ¡ilIad pública, y formando bajo pretesto de maniobras tres regimientos del arma, cu-
ya direccion le estaba confiada, ha salido de la capital en la madrugada de hoy, jun-
to con un batallon ele infantería (lile debía marchar tÍ. relevar destacamentos. Al noti-
ciar el Gobierno oficialmente al público esta escandalosa sedicion , tÍ. la que parece se




152
lJa unido algull otro Gem~l'id, le alienta la confia!lza 110 solo en la leaJt.aLI ele las tropas
,le la guaruicioll que han permanecido fieles, ¡;illO en la sensatez del puc!do Ile Ma-
drid estraiio á tan vergonzoso crímen.


En estos momentos y por doloroso que sea presentar en su desnwlez ti los ojos
del pais y de la Europa tan llegro ejemplo de ingratitud y deslealt'lll, no yacila el
(;olJierno en apelar con 11oblo confianza al buen selltillo y pundonor del pueblo de
Madrid: que cada cual como llOlllhre honrado ponga la mallo en su pecho I sentirá
el horror que inspira la cUlltlurta de Ulla Autoridad que cubierta con la cOllfianzt\
lllisma que en ella se <lcpo:>ita y al.lllsantlo del inf1ujo que su posicion le da, mina
cautelosamente y peniel'te el espíritu (le sus subordinados para arrastrarlos con los
ojos vendarlos por la suburdillilcioll al último atelltado contra las leyes mas sl1gradus.


El pueblo espaüul estú. bastante eSperillH'nlado en revoluciones para no COlloccr
. (Jlle un movimiento inuugurado por senwjantes hombres y con semejalltes metIios,
mal puede cOl1llucirlo al de~arrollo progresiyo y al completo afiullzamiento de su li-
bertarl y hienestar.


El Gouiprtlo , apoyatlo en la fi,lelitLtl de las tropas yen la le[1lta!l del pueblo, tiene
completa conlianza, en que esta obra de illiquida ti 110 prcvalecerú } será prolltamen-
te castigada, sin que el yeci!ltlario de ~Iarlrid tellga Illotiyos mas que para felicitarse
(le su juiciosa conduela; pero si algun desgraciado intenta para su pcnlicioll alterar
la pública tranquilidad ell estos momentos, teJlga entendido que el Gubiel'llo 5erÍl
inexorable en este punto .


.Madrid 28 de Juuio de 18Jf.=J'..'illl di! Llra.


'l.T \ .


A lojósc la dirision en YicúlYaro , y aunque no sc creia quc los cnemi-
fIJOS llegascn ú atacarla, tomúrense to(bs las disno',;icio1l8S nece'~arias ú la
e 1...../ .1.


seguridad del campamento. Una circ:msta!lcia recordamos que acredita ]a
DI'(\I'¡')il'lrinl1 c!)n (fllC em J \['nn!lirl'(l'l ('11 "ni ;1':111:> ¡'l'" tI'l))l~¡;; .\;>/'))'/('(,'(1(0 (}(I} 1 ,-v ¡ ('J -J ,-.}i.. '.1' l' \J \.,l.,. ;1 ."1~:... -'-V_L .... "-l .... i ,"- u t)"'~·- t;¡V (. 1'.1" '-
~encl'al Lara: SC~!,'lm se sUl:o dCS11}UeS, dos Ctlflmw:.; ouedaron abandonados L L •
C'l ,,( C'l]11110 ,le l)~lhlila v p~ll·n1:)nil{';nj·OP :,¡¡¡ t(),1:1 1:. '10 r'¡'l" '":"lll'lf) l'[lno-i \':.l Ud j "- ~ . ...,l~t 'O! '-' L¡ .. ~" ...... ,---,,---,~,-./ .... 1 \t .. .l. ..... ll" ," 1 v .... C', ~").lL i. vV
gidos al dia siguiente por fuerzas del Gobierno.


tes generales ceh'braron aqucl!¡l nechc HIn jm~ta, de 1a cual, como
de la espedicion del Sr. BOl'n;~.tO, darC'm,Qs alJ'imm.; pornlenores el! d C(,l-
pilulo inmediato. Acordóse en r!le)" lomar el c;~mi:lO de AraujuC'z, y as! S2
"CI·'l·¡¡'CO' c')n"o á las (los" ,lll,!:i', [L, l.) ]ll"'~')'l" ,,:i';·:ll·C'·1'C
, .1 \. JI.. '- '- .'t _1-1 \ . .s.lt l>..' lt,.\., l:i.. ·\,,!ll~ .. Jo' ~_'¡¡(;"- . .t.J.1.. •


Yohamos ahora á ~bdrid, y ycamos la íbonomia que prc~cntaba la
poblacion (lul'antc el comlntc fIue est~lba resolviendo de] otro lado de la
lla~ir~a de Akal~t la contimnclon Cll clnnndo de los hombres advenedi-
zos y misci'ables que habian organilado cl e:~t~H1dalo , lcl cr:tpuia y la ill-
moral'idad bajo la aparente forma de un gobierno, ó h reconquista dt\ Ilues-




1::;3
lra dignidad na(;!onal ultrajada diariamente en nomhre de la Reina, y de
nuestros derechos y libertades mutilados y csc;J.l'ilccidos. ln público nu-
mm·oso habia bajallo por la mañana temprano a examinar, lleno del mas
"iyo interés, el aspecto de las escasas tropas, quo formadas en el salon
del Prado, esperaban la órden de marcha: ese mismo público, diyidido en
yarios corrillos, hacia á la vista de aquellas trop(l~~, mil yariados comenta-
rios y conjeturas sohre el desenlacü de aquel drama, on cuyo prólogo,
que acababa de terminar, habian hecho los minis!ros burlados, la lleina
con Sil entrada sepulcral y su re\ista silenciosa, eon sn prodama escrita
eh una gcrigonza lan poco parecida al hahla castellana, y con los decretos
de la Gaceta, un largo y ridíl;ulo papel de vaudc/)¡"lle.


Cuando se di \ulgó entre aquellos grupos de buenos espaflolcs, que el
invicto conde de Vis[ahcrmosa se pondria á la cabeza de las tropas, la se-
riedad con qlle habian empezado algunos á mirar el formidable aparato
de los trenes de artillería desapareció repentinamente, y la chunga y el
epígrama, y las pullas y la risa se apoderaron del ánimo de lodos, formán-
dose inmediatamente la opinion general de que, si cliH~rlido habia sido el
prólogo (!lle acababa de pasar, no promctia serlo menos el segundo aclo
de la comedia política, en el cLlal iba á estar encargado del papel de bu-
fon el celclJérrimo conde.


El sitio donde esperaba la dirision libertadora, que se creia fuese el de
Torrejon de Ardoz, yenia á reforzar esta opinion que corria de boca en
hoca formulada en esta frase: «Esas tropJs salen ú recoje!' 10s recuerdos
históricos de los c:lmpos de Torrejon.»


El desaliento que rcn~laban en su somLlante los SOldados) no por falla
de yalor, como mostraron dcspucs , sino porque salian obligados por la
disciplina ú cruzar sus armas con soldados yesUdos con el mismo unifor-
mo, con camaradas con quienes habían comido juntos dos dias antes; era
tambien, á juzgar d(~ los obserradorcs , otro síntoma evidente del desen-
lace pacífico y burlesco con que se pronosticaba terminaria la funciono


«Los caflones sCl'virún para hacer las salras en el momenlo de los abra-
ZOS)) decian los chuscos, y cniretenido aquel concurso en formular sus jui-
cios y pronósi icos con esa gracia picante tan propia del carácter español,
,ió con indifpl'ente desconfianza la marcha de los regimientos ilusos, que
instrumentos de la impudencia de un gobierno rapúz y degradado, iball
sin saberlo ni creerlo (I/los mismos, ú d(lITamar su sangre y la de sus her-
manos.




A"!. 1;)4


Apenas salió la columna por la puerta de Alcalú, se replegaron los
grupos húeia las inmediaciones del Café Suizo, donde los forjadores de
nol iC' ¡as, yendo y viniendo continuamente, sostenian la animacion febril
y la lucha de esperanzas y temores que mantuvieron los espíritus en
una indefinible inquietud hasta que sonaron los primeros estampidos del
caI1on.


La inquietud convirtióse entonces en asombro: la ligereza de las con-
yersaciones tornóse en seriedad; pintóse la admiracion en todos los sem-
blantes, y la impresion en los primeros momentos fué tan honda y profun-
da cuanto inesperada era aquella peripecia.


Pasados los primeros momentos una secreta alegría se apoderó de to-
dos los corazones: dentro del mismo Café Suizo yen presencia de la poli-
cía, rompió todo el mundo en improperios contra el Gobierno. La indigna-
cion y el furor estallaron en todos los pechos; nadie podia comprender
cómo lwbia llegado la ceguedad de las tropas fieles á una cuadrilla de ban-
doleros hasta aquel punto: las manos se crispaban de ira, buscando armas
con que secundar el denodado arrojo de los bravos que presentaban sus
cuerpos ;Í la metralla inÍcua que venia á coronar la obra de los bandidos,
que drspues de haberse revuelto en el cieno del Jibertinaje durante su do-
minaeion, querian caer revolcúndose en la sangre de sus conciudadanos.
Crcye'lse sin embargo, a causa del vivo deseo que devoraba á lodos de que
cayese pronto el miserable ministerio, que la columna que habia salido
de Madrid seria arrollada: tan arraigada estaba esta esperanza, que en los
interralos en que cesaba el fuego del caflon , empinúbanse las gentes si-
tuadas en la parte mas alta de la calle, y levantaban la cabeza imaginún-
dose ya divisar por el camino de Zaragoza los escuadrones vicloriosos
que yenian á recibir los abrazos de un pueblo enlero.


Pero hubo un momento en que el júbilo se apoderó de todos los ¿mi-
mos, la alegría se retrató en todos los semblantes) estrecharon se las ma-
nos, y creyóse por todas las buenas gentes que ocupaban las avenidas del
Café Suizo, que la inÍcua dominacion de los escamoteadores de los dere-
chos del pueblo y de los tesoros de la nacion, se habia hundido para
siempre: fué este cuando ya cerrada la noche aparecieron en la puerta de
Alcalá, en ctmfuso tropel y corriendo en el mayor desórden hácia el cen-
tro de la poblacion, los regimientos de inÜ1l1leria de la columna del Go-
bierno: este desónlen, esta huida precipilada, unida con las últimas deto-
naciones de la artillería, que sonaron casi al mismo tiempo en las illIllC-




itia
úiaciones de la puerta, hizo pensar á la entusiasmada muchedumbre si-
tuada en la calle, que las lanzas de los yalientes de Vidl varo yenian ro-
zando las espaldas de los defensores del Gobierno.


Pero bien pronto se disiparon tan lisonjeras esperanzas, y trocóse el
júbilo en desesperacion, cuando á poco de haber pasado por delante de los
grupos las tropas desordenadas, s~ supo que esta confusion habíala oca-
sionado la presencia de unos cuantos caballos de Villaviciosa, que despues
de haberse pasado á la dirision libertadora en el auge de la pelea, cuando
aquella emprendió la retirada, yolviéronse en busca de la columna de Ma-
drid: llegaba esta á la sazon cerca del edificio de la Plaza de Toros, cuan-
do al ver aparecer los restos del escuadron con los caballos tendidos al ga-
lope y los ginetes con las lanzas enristradas, tan poco segura venia en su
fingida victoria, que sin reparar en el pequeño número, hizo sobre ellos y
azoradamente unos cuantos disparos de caüon.


y ahora que tocamos este punto, haremos una reflexion que nos ocur-
re en este momento; y es, que si bien la actitud en que se presentaron los
caballos de VilIaviciosa, y la oscuridad de la noche, justifican hasta cier-
to punto el fuego que sobre ellos hizo la artillería precipitadamente, esto
no disculpa en moclo alguno el vergonzoso desórden y la repentina desor-
ganizacion que se declaró en la columna defensora del Gobierno; cuando
la sola consideracion de encontrarse en las puertas de la capital yen pre-
sencia de un pueblo entero debiera haberles dado aliento, no para sufrir
con serenidad la presencia de un tercio de escuadron, sino para haber
hecho frente á la division entera, y hah@r emprendido la retirada con dig-
nidad y orgullo.


Lástima causaba, alicer al dia siguiente la Gaceta, el absurdo é inso-
lente descaro del Gobierno, en querer pintar como yictoriosas las tropas
que habian entrado en 1<1 capital en la mas yergonzosa huida, huida que
habia presenciado la poblacion entera, que si no los recibió á silbidos, fué
porque tUYO consideracion á que eran espaI10les Jos que así se presentaban
con las armas en la mano, y ciego y triste instrumento de una disciplina
que intenta convertir el ejército en una máquina obediente á toda::; las tira--
nías. Cualquiera dida que las tropas volYian pesarosas y avergonzadas de
haber derramado la sangre de sus hermanos por defender la causa de la
prostitucion y del robo; tal era el desaliento que se pintaba en sus sem-
blantes, y el influjo que á despecho de los gefes ejercia la opinion pública
en eJ {mimo de los soldados.




156
Pero lo que yerdaderamenle hizo reir á todos, en medio del enojo ~;i­


leucioso que se habia apoderado de los ánimos, fué la entr<1da saindesea,
con una lanza en la mano, el aire triunfante y el gesto de héroe de entre-
més, del invicto cOll¡lc de YisLahcrmosa,


El pueblo inm8dialamenlo, con eso instinto picante de nuestro carúc-
ter, le bautizó con el apodo ele Longinos: los cpígramas mas agudos r los
dichos mas ingeniosos Ilorieron por Lodas partes sohre el hrayo guer-
rero: mitre otros el de una dama ele la aristocracia, tan <.:élebl'o por sus
escándalos como por su hermosura, fuó sa ladisimo y picante, y sentimos·
que el carácter de esta obra no no", permita consignarle a:¡ui; aUI1(luc pa-
ra que nuestros lectores puedan formar una idea de él, indicarrlllos quo
fué con ocasion de murmurar rarios amigos del conde) de la inmrrrcida
recompensa que le habian dallo ú cslc. conec(!;jndoLl el grado de k-
niente general: la dama entonces, con su natmi11 de~('l1\()l1l!r;¿) rc:~()I'(;Ó Ú
los que murmuraban, que aquel hecho de armas Llbia f'ido el primero del
agraciado, y que, en la guerra como en el amor) hlS primicias S~ paga n
SIelllpre lllas caras,


A es lo (l¡i{',"lI) '-:1 Ot'I'O" ('Ii:) Oi>~1'"I")'1 '1"1 '¡"I'l')"I'" 1''1'''1'-:') l;':l;'~" (1,,1°01"10 L L .... i¡, ... { ~ _ .. ' ),--,~" \ í. ( í 1 1 .. ,,-- ({ .li.ttl/.(t.li.(l Jo.l. Jl( ... ~ \.J t; l\..
de Vistahermo~a, ¿Quil'n !labia tlc dec¡rl~ (Fltl b conquis!a de aquella lan-
za, tan trabajosamente alcanzada, habia de ocasionarle el incendio de sus
muebles y de sus alhajas, y, lo que le causó dolor mas acerbo, la pérdida
de sus perg,mlinos de ~10bleza, que es fama que se alrevió ú devorar el in-
cendio, ni mas"ni menos que si hubiesen sido el mas yil de los papeles?


YI.


Paréccnos esta ocasion á punto de entrar de frente en el ()\;1111011 de un
hecho que no dejó ele causal' eslraflcza en a1guEos y aun indignacion en
otros, si bien ú nosotros nos parece lógico y como engendrado por la fuer-
za misma de las cosas; hablamos de la actitud del pueblo tIc Jbdl'id duran-
te el combate de Vicúlraro,


Tiene, en efecto, á primera vis la , cierlas apariencias do raro) que el
pueblo de Madrid, que ya tenia hechas mi ocasiones mcnos propicias y
solemnes; sus prucbas de arrojo y de valentía, permaneciese ahora en esa
actitud espectante de los pueblos enrilecidos por la cOl'mpcion tÍ fatigados
por el cansancio, que miran con indiferencia las luchas que se suscitan por
su causa, sin tomar parte en ellas ú no ser con el deseo, y aguardando d




157
trance dceisiro para obedecer al vencedor, como 8qucl para quien la liber-
tad es bien de tan poco precio que casi prefiere ú su poscsion la tranquili-
dad que le resulta de viyir esclavo. La situacion no poclia ser mas á pro-
púsilo, y pocas veces hubo motiyos mas grandes y fundados para un le-
vantamienlo popular: por espacio de muchos mIOS, y singularmente des-
de el ministerio presidido por Rravo ?tlurillo, se habian venido sucediendo
en el mando hombres funestos ó insignificantes todos en su sentido políti-
co, despreciables la mayor parte en su sentido moral, que diyorciad05
completamente de todos los verdaderos partidos ú quienes habian ido cer-
rando las puertas de la tribuna y ele la prensa, eran una amenaza cons-
ta:1te para las instituciones, como representantes de la política del golpe
de estado y un insulto vivo á la moralidad, como encarnacion del sistema
de los empréstilos, de las concesiones y de los ágios. Sin apoyo en el pais,
combatidos por los partidos que de muy antiguo eran sus enemigos natura-
les, despreciados por el partido consenador , que los rechazaba de su seno
como á hijos prostituidos y malditos, sin otro sosten que el favor que sus
malos medios y el ayuda de la eterna causadora de nuestros males les ha-
bian alcanzado en Palacio, y en medio de todo esto, sin haber intentado
ni una reforma saludable en el órden económico v administrativo, sino
antes bien irritando cada dia con nuevas cargas al pueblo, de suyo abru-
mado bajo el peso de los antiguos impuestos, natural cosa parecia que una
vez que se hubiesen levantado los pendones de la insurreccion, se agitasen
enardecidos los gérmenes ocultos del universal descontento, y estallasen
en toda su yiolencia al amparo de la primera ocasion favorable.


y que ]a presente lo era, no hay motiyo para ponerlo en duda: la
diyision libertadora á dos leguas de las puertas, las tropas de la guar-
nicion harto ocupadas en hacer frente á los pronunciados, para pensar
en la defensa de la ciudad que quedaba así á merced del pueblo, todas
las circunstancias, en fin, incitaban á un movimiento enérgico y po-
déroso.


y sin embargo no hubo este movimiento, y la poblacion, que simpa-
tizaba con los sublevados y deseaba su triunfo, se mantuvo en su actitud
silenciosa aunque agitada, cuando es lo cierto que cien hombres resueltos
que se hubiesen arrojado á las calles habrian podido hacerse dueños de
:Madrid y aun por ventura resoher la cuestion en los primeros momentos:
los motivos de que lal cosa no aconteciese son lógicos y bien conocidos de
todo el mundo. El manifiesto y alocuciones que se repartieron á la salida




158
de las tropas no eran bastante esplícitos, pues si bien en ellos se censura-
ba enérgicamente la situacioll y se condenaba la conducta de los ministros i
no se fijaba ücl todo una nueva marcha de gobierno, ni se hacian tales
promesas y tan esplícitas, que satisfaciesen las exigencias de la opinion y
la alentasen á tomar parte en aquella lucha tan ardorosamente comenzada.
Públicamente se decia, aun por aquellos que mas inclinados se mostraban
en favor del general O' Donnell, que no tenia aquel movimiento las apa-
riencias de una revolacion política, sino los aires de una insurreccion mili-
tar, con tendencias á producir una ligera reforma: muchos, juzgando mas
mezquinamente, llegaban hasla á decir que los generales al salir a] campo
lo habian hecho inducidos de sus intereses privados y de sus odios perso-
nales, y con el objeto, no de ocasionar una mudanza en las cosas de la go-
bernacion del estado, sino de llevar un cambio de personas á las sillas
ministeriales.


Estas yoces, rumores y comentarios, que de buena fé iniciaban mu-
chos, y otros maliciosamente esparcian por todas partes, se infiltraron de
modo en el ánimo de las masas, que en la duda del fin á que se endereza-
ba aquel alzamiento, no queria el pueblo tomar cartas en un juego en que
de cierto aycnturaba mucho, sin tener seguridad de ganar nada.


El estaba necesitado de una administracion decente y moralizadora y
de muchas mejoras materiales, y algo de eso se le ofrecia; pero engañá-
banse grandemente los que imaginaban que solo llevado de estos impulsos
habia de leyantarse y que no era menester recordarle ideas de libertad y
de igualdad políticas) que sin duda por viejas y desusadas debla tener en
olvido: solo á virtud de la idea política se hacen los moyimientos grandes
y generosos, y desdichado del pueblo á quien no lm'anta sino el grito de
interés, y permanece tranquilo ante la voz de la razon y del derecho! Por-
que bien puede decirse entonces que ha muerto para todas las nobles aspi-
raciones y todos los pensamientos lerantados que engrandecen el alma
humanal ¡bien se puede llorar por él, porque ya no vive con la vida del
sentimiento y de la idea, porque ha sacrificado la dignidad en los altares
del egoismo, porque se ha marcado á sí .mismo con el sello de la degra-
dacion, y ha manchado en el fango de los deleites la frente que debia le-
vantarse al cielo purísimo de la inteligencia, y ha querido dormir en paz
el sueño tranquilo del envilecimiento, mejor que fatigarse en seguir la sen-
da por donde progresa la humanidad, arrastrada por la ley inexorable de
su destino!




Hi9
Por dicha suya, aun no se hallaba sujeto el pueblo rspaI101 iÍ lales v


tan miserables condiciones; aun no habia perdido la ideél de su razon de
ser, y conservaba casi vivas las nociones de su conciencia: muchos y muy
grandes esfuerzos habian hecho para matar en ellos gt;nnrl1rs de la acti-
vidad y los elementos de la ,'ida, esos altos politicos que se cle~~oran con
el nombre de moderados; pero no habian ]legado á alcanzar un éxito com-
pleto, porque no fueron poderosas sus malas artes á apagar la llama de la
fé que alienta el corazon de las sociedades, ni la luz di\'ina de la esperanza
que en las noches de lobreguez y de tristeza divisan los pueblos oprimidos
como la aurora del dia de su libertad y su ventura!


y por esto fué por lo que le parecieron pocas las promesas que se le
hacian, y por lo que dió fácil crédito á los que atribuian mezquinas inten-
ciones á los gefes del alzamiento de Junio: estos, por mas que en los últi-
mos meses hubiesen hecho una oposicion esforzada y constante ú la política
reaccionaria, eran hombres todos que habian militado siempre en las filas
del partido conservador, y que no podian ganarse por un acto alrerido de
iniciativa, la confianza del partido liberal, ni hacer olridar, con los he-
chos laudables de un momento, sus antecedentes de muchos años. El Ime-
blo habia sufrido tanto, que tenia un derecho innegable á ser desconfiado:
si en vez de ser O'Donnell, Ros de Olano y Messina (porque Du:ce no te-
nia gran significacion política) los que levantaron la bandera de la insur-
reccion, hubiera sido el Duque de la Victoria, habrian estado demás los
programas, porque eran bastantes el prestigio y la confianza de su nom-
bre; pero ya que en aquellos no concurria tal circunstancia, estaban en el
caso de decir esplícita y públicamente su pensamiento, sin que bastase
que privadamente se lo manifestasen á algunos, y menos con la fórmula
vaga de que se llegaria tan lejos como fuera preciso, porque si esta espli-
cae ion podia sat isfacer á quien la oyese, ni se le dió en un manifiesto al
pais, ni creemos que este se hubiera contentado tampoco. Como quiera,
aquel silencio sobre los puntos mas importanLes del derecho político, la fal-
sa noticia que se tu ro de que ni aun se admitian paisanos en las filas de la
division libertadora, la natural desconfianza elel partido avanzado hácia
hombres á quienes no podian acostumbrarse tan pronto á considerar como
amigos, el deseo de no moverse sino para derrocar todo el sistema de los
onee aIlos, y la conviccion de que en los momentos aquellos solo se pre-
tendia dar en tierra con la fraccion mas reaccionaria del partido mode-
rado, dieron [t aquel suceso el aspecto de una lucha entre diferentes




160
fracciones del partido conservador, en la que nada !Q;¡ia qlIe Yel' el pueblo,
puesto que no habia de ventilarse en ella ninguno de sus mas altos inte-
reses.


La actitud del pueblo estú, pues, justificada: si O'1)onn('11 llUbicra
dado en Alcalá la proclama que publicó en Manzanares) se habrja arroja-
do en Madrid el 30 de Junio el grito formidable qn\' rpsonlí (in la noch~'
del 17 de Julio.




Cr\PITULO VII.


La clivision libertadora despues elel combate de Vicálvaro.-Conferencias de los gene-
rales.-Diversidad de pareceres.-Marcha á Aranjuez.-Actitud de los pronunciados
en dicho punto.-Mision amigable del brigadier Santisteban.-ReveIaciones.--l\Ia-
llifestacion de los gcncrales.-Programa político.-Despedida de Santisteban.-El
parte del administrador (le rentas de Aranjuez.-Rectificaciones.-Comentarios.-
Ofrecimiento posterior de retractarse hecho por el administrador al Sr. Leon y Medi-
na.--Comité de Madriel.-Su objeto.--Comision ele Pineelo.-Su entrevista con el
general O·DonnelI.-Salida de los pronunciados de Aranjuez.-Su llegada á Temble-
que.-Compañías de la guarnicion de Toledo.-Pequeña avanzada destacada sobre
esta ciudac1.-Presentacion de LalIana y otros patriotas.-Marcha de la columna en
direccion á Manzanares.-Fisonomía de la capital.-Situacion artificial creada por
el Gobierno.-Los partes de este y los bandos de Quinto.-Rasgos característico::;
de la agonía del bando polaco.-Trabajos del comité.-EI centro progresista.-
Pónese de acuerdo con el moderado.-Envio de armas.-Esfuerzos unidos de am-
bos comités.-Sígnificacion política de esta union.-Actitud del pueblo.-Balleste-
ros y el Sargento Arias.-Plan de ambos.-Renexiones sobre los trabajos de los
centros cOllspiradores.-Servicios prestados por D. Andrés-Borrego.


1.


Dejamos en el capítulo anterior ú la di vision libertadora alojada en el
pueblo de Vicálvaro y descansando del sangriento combate tenido en sus
campos: pasaron sin embargo los yalientes generales parte de la noche
conferenciando sobre el plan de marcha que debia adoptarse al dia si-
guiente. Unos opinaban por yohor á tomar el camino de Zaragoza
para penetrar en Aragon cuyos pueblos era de esperar que fieles á sus an-
tiguas tradiciones se levantaran en masa á la vista de las tropas que tan
bizarramente habian enarbolado el hollado estandarte de la libertad; lle-
gar en rápidas marchas hasta la invicta Zaragoza y constituir esta ciudad
en base de operaciones. Ocupada Zaragoza, decian, por un f'jército lleno de


H




'162
entusiasmo r ardimiento, cuya causa era la de la nacian entera, cun-
diria la sublevacion fácilmente á Cataluña y el gobierno de Madrid ten-
dria que abandonar espantado las arcas del erario ante el aspecto del
Principado.


Este plan tenia entre otros los inconvenientes de que alejándose la di-
vis ion de la capital al dia siguiente dl~ la batalla, hubiera parecido como
que emprendia la retirada, lo cual habria venido á dar visos de verdadera
á la situacion artificial que el ministerio en su loca obstinacion trataba de
crear, presentando como una victoria completa el desastre de Vicálvaro.


Ademas era altamente imprudente retirarse de la vista de la capital
sin recibir noticias del estado de los ánimos, y sin saber siquiera si durante
la jornada del 30 se habia intentado alguna manifestacion contra la ago-
nizante tiranía, en los barrios sobre todo de la plaza de la Cebada donde se
habian hecho algunos trabajos.


y luego que si la espedicion sobre el principado se malograba y era
necesario emprender la retirada, la que las tropas tenian que buscar por
aquella parte estaba el'izada de dificultades materiales y morales, pues no
habia otra que la de replegarse hácia la frontera de Franciar


Asi pues, que el parecer que desde luego prevaleció por mas acertado
y juicioso fue el de encaminarse á Aranjuez, hacer aIto alli, poner el Tajo
por medio entre las tropas del Gobierno y las de la columna libertadora,
ocupar los puentes y esperar en dicho pueblo noticias de Madrid y adqui-
rirlas en dos ó tres dias de toda España. Las ventajas que este plan lle-
vaba al anterior, saltaban de tal manera ú la vista, que fue desde luego pre-
ferido sin vacilacion de ningun género. Permaneciendo la columna en las
inmediaciones de Madrid, prestaba un apoyo moral incalculable á cualquier
movimiento que se intentara en la capital, se destruia ademas la situa-
cion artificial creada por el gobierno á fuerza de impudencia, y las pro-
vincias al dia siguiente de recibir el parte del ministerio dándoles pompo-
samente cuenta de su soñada victoria, recibirian tambien noticias de la ac-
titud amenazadora de las tropas libertadoras estacionadas con la mayor
calma en Aranjuez.


Con la mayor regularidad y como si se tratase ele una marcha ordi-
naria en tiempo de paz, salió la brillante columna en la madrugada del 1. o
de Julio del pueblo de Vicálvaro, dirigiéndose la caballería por la carretera
de Valdemoro á Aranjuez, y la infantería por el camino de hierro, que fue
inutilizado en seguida. Hicieron alli alto y alojáronse las tropas con la




163
mayor tranquilidad en los cuarteles; la oficialidad en las fondas, yen la de
Perona los generales, el estado mayor y los coroneles y demas gefes su-
penores.


El dia 2 se presentó el brigadier Santisteban comisionado por el gobier-
no para entrar en negociaciones amistosas con los ilustres caudillos del
alzamiento. Manifestóles que les hablaba en nombre de la reina, la cual
estaba, segun aseguró Santisteban, llena de amargura por la sangre que ha-
bia corrido en Vicat varo; que ella habia querido salir antes de que se em-
peñase la accion con el objeto de evitarla, pero que los ministros se habian
opuesto á tan laudable pensamiento. ¡Ellos quisieron en su ciega obceca-
cion, que la sangre de Vicálvaro, al caer sobre sus cabezas, salpicase
tambien al trono I Dljoles por fin, que su objeto era saber el pensa-
miento político y las aspiraciones de los pronunciados. En la larga confe-
rencia que entabló con los generales, manifestáronle estos los nobles senti-
mientos y las causas poderosas que les habian movido á levantar la ban-
dera de la insurreccion, para sal val' las instituciones patrias del abismo
adonde la iban arrastrando los últimos consejeros de la corona.


Entregáronle por fin un programa político cuyas bases, al decir de
personas bien informadas, eran las mismas que las que se fijaron en el ma-
nifiesto de Manzanares. Partió Santisteban á la madrugada del dia siguien-
te, y los generales al despedirse de él le indicaron que ellos á jornadas na-
turales caerian en Manzanares del 7 a18: que iban dispuestos á no com-
batir hasta llegar á aquel pueblo, pero que una vez alli, si se les presentaba
la batalla, no serian ellos quienes la rehusasen; que en Manzanares harian
alto y esperarian la contestacion de la reina.


No debió gustarle mucho á esta ó por mejor decir á los ministros, el
programa que trajo Santisteban, cuando por única contestacion salió en
su seguimiento una columna con el invicto Blasser y eJ bufon de Vista-
hermosa á la cabeza, verdad es, que con encargo sin duda, por lo que
despues se vió, de seguirles la pista sin darles nunca alcance.


y ya que llegamos á este punto, pondremos en claro las falsedades y
absurdas invenciones que en un documento que apareció por aquellos dias
en la Gaceta, y que todo el mundo abandonó al desprecio, se imputaron
al intendente de Ja division y á los generales por un administrador de ren-
tas de Aranjuez al dar cuenta al gobierno de los fondos que habia puesto
en manos del Sr. Leon y Medina.


En el tal documento que á continuacion insertamos, hay tantos de-




HH
nUt'stos, tantas calumnias co mo palabras: el infeliz que ]0 slls<.:!'ibió, <.:reyen-·
do sin duda que la columna Jibertadora iba ya en derrota, trató de ascen-
der quizás en su carrera, lanzando sobre la frenle de los que él suponia
vencidos, unas cuantas cándidas injurias y despreciables acusaciones.


He aqui el manifesto sobre el cual vamos á hacer algunas rectilkacio-
nes por mas que las creamos inútiles.


l\II\IS TERIO D E HA CIE~ DA.


El Director general de Hentas estancadas en oficio fecha 6 tlel actual dice ú este
Mini5terio lo siguiente:


»Excmo. Sr. : El Administrador principal de Hacienda pública lIe esta provincia,
con fecha de ayer, manifiesta ú esta IY{'l'cciort general lo que sigue:


»Ayer ti hora bastante avanzada de la noche recibi lll) oficio del Aclllliuistrador su-
balterno de Aranjuez, de fecha del mismo dia, en que dice lo siguiente:


»Las tropas sublevadas que entraron en este pueblo cldia L° allanaron COII fuer-
za armada esta Aelministracion, á las doce ele la mañana, yen la hora del despadlO; y
apoderándose del libro de la caja, me hicieron entregar el dinero que habia, bnjo la
órden del Sr. f) 1 o:lllell, tí cuya presencia fuí conducido al anochecer del mismo dia:
al siguiente, el 2 ú las seis de la mañana, se presentó un Ayudante y me condujo ante
un tal D. Leon Medina, denominado Intenllente, y me previno que era preciso entre-
gase mas dinero: insistí en que nada podia dar, pues los valores ele Junio los habia
entregado y presenté el finiquito, y esto me salvó; pero hacienrlo comparecer á los
estanqueros, les obligaron con amenazns y violencias á qne llevasen caela UlIO, no
Húndose de mí, 2000 ts., importe de la saca (le tabacos que despues han verificado,
y quc se me obligó á darles.


«En este estado, y en el mismo dia, fuÍ nuevametüe conducido por Ayudantes, y
f;C me exigió el libro para sabar la existencia de tabacos: d!'spues ele verla me lJicieron
un pedido que fue preciso entregar, sin que bastara á impedirlo las reclamaciones
que hice, y el manifestar que los soldados no necesitaban tabaco, puesto que lo traían
de Alcalú y lo estaban vendiendo públicamente en las calles: se me amenazó y contes-
tó que cumpliese lo que se me manrIaba. Se entregó el tabaco que manifiesta la ad-
junta nota, y fué mucha parte vendido por los soldados á los paisanos del pueblo ti.
.menos precio, en términos que los estancos hace tres dias no venden picado, cigarros
mistos ni comunes. En el mismo elia, y cuanclo ya creí habían cesado las exigencias,
á las doce de la noche se presentó un alguacil con órden del referido señor para que
inmediatamente entregase ocho cajones vacios para los regimientos de caballería:
manifesté que no los tenia, y la contestacíon fué vellir doce soldados, un sargento y
cCalguacil para que los entregase, en cuyo caso fué preciso vaciar cajones ele tabaco
y entregarlos: así concluyó el dia 2.


)JEl dia 3 no fuí llamado á pesar de que se me dijo se inlervenelria la vcnta de la




165
~al, y fIlie ;i las u'¡'·s llevase el Jincro rcc;:nlllallo: llndie se ha presentado, ni yo he
llevado el dillero,


»EI1· al amanecer salil, toda la caballería con los cuatro Generales, (1 '.i::lldo tropa
de infantería para cubrir todos los caminos, sin permitir que nadie saliese. Para po-
tIer en algull tanlo poner ú cubierlo los intereses de la Hacienda, se han llevado los
üstalHjl1erOS el tabaco que han podido contener en su casa. En cuanto ú las entregas
que se IJan hecho, tanto de dinero como de tabacos, pude conseguir el que fuesen
presenciadas por el Sr. Alcallle y escribario del Ayuntamiento, que á su tiempo me
darún el oportuno lestimonio para acreditarlo. Hasta este mOlmnto, que no l.ay tro-
pa Cll la poblacioll, no me ha sidu posible mandar tí. V. S. notiüia ninguna, pues toda
la correspondencia la retenian y revisahan escrupulosamente. Es cuanto pueelo ma-
nifestar ú V. S., acompaüando copia de la nota elel dinero y efectos que la tropa su-
blev(l(la ha sacado de csta Administracion.


Dícese en él que fué llamado á presencia de los generales y amenaza-
do para que entregase todas las canlidades que tenia bajo su custodia: ]0
que únicamente pasó, fué que Leon y Medina le mandó llamar y le preguntó
por los fondos que exislian en su poder, y él no contento con manifestárselo
sin violencia ninguna, le dijo además los que podrian facilitarle el admi-
nistrador de loterías y el de la sal, pues aunque esto último se habia fu-
gado hahia dejado sin embargo treinla mill'eales en su casa.


Leon y Medina le dijo entonces que le indicase qué clase de resguar-
do queria; si le bastaba un simple recibo ó si preferia un testimonio de la
entrega ante escribano público: el tan veraz administrador de rentas,
optó por el testimonio, y en efecto se estendió asi cuando le entregó los
fondos.


Hubiérale bastado al bueno del administrador cubrir su responsabili-
dad ante el gobierno presentando el testimonio, pero, acaso la ambi-
eioncilla de medrar á costa de reputaciones que estaban demasiado altas
para que pudieran alcanzarlas las calumnias de un empleado polaco, le
cegó hasta el estremo de inventar tan injurioso y despreciable documento.


Posteriormente hemos sabido por conducto fidedigno que al ser honra-
do justamenLe el Sr. Leon y MeJina con el puesto de Director de estanca-
das, se le presentó el adminislrador de Aranjuez ofreciéndole retractarse
por medio de la prensa, de cuanto había dicho en el famoso documento, y
Bevando ya la retradacíon escrita: el Sr. Leon y Medina no quiso acep-
Lar este aclo incalificable que hace el retrato acabado del ambicioso ad-
ministrador de rentas.
~'Iienlras esto pasaba seguian los ilustres gQnerales esperando con la




166
mayor impaciencia noticias de :Madrid y de las provincias para combinar
sobre ellas su plan de marcha.


En la capital habia quedado un comité compuesto ostensiblemente de
los estimables jóvenes D. Antonio Cánovas del Castillo, D. Gabriel Tassa-
ra, el Marqués de la Vega de Armijo y el Sr. F ernandez de los Rios: su
encargo, al mismo tiempo que organizar un movimiento en union con al-
gunos progresistas, de cuyos trabajos nos ocuparemos mas adelante, mo-
vimiento que no pudo organizarse tan pronto como esperaban los vencedo-
res de Vicalvaro por insuperables dificultades contra las que se estuvieron
estrellando constantemente el arrojo y el patriotismo de dichos señores; era
tambien el de mantener en su ardiente agitacion la opinion pública; com-
batir las mentiras oficiales del Gobierno, que en aquellos dias llevó su ci- .
nismo' hasta el último estremo, y tener á los gefes de la division liberta-
dora al corriente de todas las maniobras secretas del Gabinete; enterades
anticipadamente de las fuerzas que salian en su seguimiento; de los chis-
mes, intrigas y cábalas de la calle de las Rejas, y ejecutar cuantas órdenes
recibieran de los bizarros restauradores de nuestras instituciones.


Uno de los jóvenes que salieron comisionados por esta junta para co-
municar á los generales noticias interesantísimas sobre el estado de la
úpinion y sobre algunas secretas evoluciones del ministerio, fue D. Manuel
Ortiz de Pinedo.


Jóven de probados antecedentes liberales y unido por los lazos de una
antigua y estrecha amistad con Cánovas y con el autor de las presentes
páginas, habia estado desde mucho tiempo antes de que estallara inicia-
do en algunos secretos de la conspiracion; invitado por el comité para de-
sempeñar una comision que no dejaba de ofrecer serios peligros en aque-
llos dias, la aceptó con sumo gusto, yel dia 2 por la noche salió de la cor-
te dirigiéndose a Toledo para marchar desde alli a Villasequilla y bajar
desde este punto á Aranjuez; pues todo este rodeo era necesario en
aquellos momentos para desarmar la suspicacia de la policía.


Llegó el ;) por la noche a Aranjuez: introducido por el Sr. Messina en
la alcoba donde dormia á la sazon el valiente general O' DonneIl, halló a es-
te descansando con la misma tranquilidad con que hubiera podido hacerlo
en su casa en medio del sosiego de su familia y despues de una partida de
caza: esplicó al general los motivos que en concepto del comité y del suyo
habian hecho que no estallara todavia un movimiento en la capital; le
manifestó con franqueza la impaciencia y ]a necesidad, cada momento mas









167
apremiante, que el público tenia de que los ilustres generales revelasen su
pensamiento político con mas claridad que lo habian hecho hasta alli en unos
documentos demasiados parlamentarios, y le pintó por fin la siLuacion artifi-
cial que el gobierno habia llegado á formar, mintiendo descaradamente en la
Gaceta, en las comunicaciones mandadas á las provincias, circulando lodo
linage de patraIlas y fingiendo un valor ridículamente fanfarron, que aunque
provocaba á risa á todo el mundo que sabia el miedo que les helaba los
tuétanos, no dejaba de producir efecto en los indiferentes y en los cándidos.


El bizarro general, clespues de escucharle con la mayor amabilidad y de
conversar con él un largo rato, le dijo que el pensamiento político de los
hombres que habian salido a jugarse sus cabezas en los campos de Vi cal-
varo, era el mismo pensamiento generoso y grande que los habia animado
cuando empezaron Sll combate parlamentario en el Senado; que el pro-
grama político de la division, no tardaría tres dias en presenlarse bajo
formas mas claras y terminanles.


A la mañana siguiente (el dia 4) cuando empezaba apenas a alborear,
salió la caballería por el camino de Ocaña en direccion a Tembleque;
Ü'Donnell y Messina iban á la cabeza á caballo, y Dulce y Ros de Olano en
coche, por hallarse algo indispuestos; hicieron alto en la Guardia, y á la
caída de la tarde cayeron en Tembleque; la infanteria se quedó en Aranjuez
á las órdenes del intrépido brigadier Echagüe, y subió despues de bien en-
trado el dia por el camino de hierro: las compañias de voluntarios hicieron
su marcha por el mismo camino, y poco despues de haber llegado á Tem-
bleque fue volado uno de los puentes que hay antes de llegar á Villase-
qui1la, quedando la ria por aquella parte completamente inutilizada.


Alojose la columna con la misma tranquilidad y casi descuido que en
Aranjuez: los generales O· Donnell y Messina se hospedaron eil casa del an-
tiguo progresista Fernandez Alejo; á poco de su llegada fueron obsequiados
con una serenata por las chéirangas de los regimientos de caballería; al-
gunos quintos de los armados en Alcalá ocuparon de avanzada las aveni-
das del pueblo por la parte de Madrid, y toda la noche la pasaron las tro-
pas descansando en las posadas, sin prevencion de ninguna género, que no
parecia sino que se baIlaban de guarnicion en una plaza.


Habíanse incorporado á la columna dos compañias de infanteria que iban
destinadas de guarnicion á Toledo, desde cuyo punto vinieron á Villase-
quilla y bajaron á Aranjuez á unirse con los pronunciados: estas com-
pañias, al mando del capitan Periqué, informaron del buen espíritu en que




168
se encontraba el resto de las fuerzas de Toledo v de la impa~¡eneja ton
que esperaban algunos de su s gefes una ocasion favorable para adherirs(~
al alzamiento: en vista de esta noticias, se destacó una pequeña avanzada
de caballería y como dos columnas de infantería para que se aproximasen á
la ciudad con el objeto de que protegiesen el movimiento de la guarnicion si
esta, al saber la aproximacíon de las fuerzas sublevadas, se decidia ú rje-
cutar una salida para incorporarse á ellas.


Este movimiento no produjo resultado ninguno, sin embargo de que la
avanzada llegó hasta dar vista ú la ciudad; pero la falla de concierto y eL
estar las guardias esteriores ocupadas segun se dijo entonces por algunas
fuerzas con que no se contaba, rué causa de que se retrajesen las compa-
liias que se hallaban en buen espíritu.


Creemos que coincidió lambien con la falta de concierto, la prision del
bravo capitan Losada, comisionado por los generales para decidir ú los ge-
fes que mandaban las fuerzas de Toledo, y preso en las afueras de la ciu-
dad cuando apenas habia podido empezar sus trabajos.


A la mañana siguiente, empezaron á hacerse con lentitud los prepara-
tivos de marcha: los generales conferenciaron un largo rato ccm los gefes
de mayor graduacion, recibieron despues con estremada amabilidad al
patriota Sr. Lallana, que acababa de llegar escapado del Quintanar, donde
estaba desterrado, y á algunos otros gefes de los regimientos de caballería
que desde los puntos donde se hallaban con licencia temporal, venian á
cada momento á incorporarse á la columna: tambien se presentaron en
aquella maüana el jóven poeta Sr. SerTa y algunos otros jóvenes liberales
y entusiastas, cuyos nombres no recordamos, entre los cuales si la memo-
ria no nos es infiel fue uno de ellos un sobrino det' General O'Donnell y
otro un jóvcn escritor que acompaI1aba al Sr. Serra.


A las cuatro de la tarde, se puso en marcha la column1 con los gene-
rales al frente: como no se habia desistido todavía del pensamiento de in-
clinar á la guarnicion de Toledo á que evacuase la ciudad ó permaneciese
dispuesta á secundar su movimiento, se entregaron al Sr. Pinedo y al au-
tor de los presentes y desaliiiados apuntes~ varias cartas para que las pusie-
sen en manos de ciertos gefes que inspiraban grande confianza: esta co-
mision delicada les obligó á separarse de la columna que al ostentarse
tan brillante, tan llena de en tusiasmo y de arrogancia marcial, las hizo
presentir que no tardarian muchos clias en saludarla de vuelta ú Madrid
yidoriosa v triunfante.




fO!)


u.


La fisonomia de la capital enLl'cLanto sc presentaba cada vez meno~
yacilanl.c y mas llena de esperanzas: la siluacion artificial que el Gobierno
habia intentado crear por medio de sus imprudentes mentiras, tratando de
presentarse como viclorioso á los ojos dd pais, se iba desyaneciendo á
medida que la columna conservando su organizacion y alcjúnc10se á mar-
chas regulares despues de haber. estado tres dias ú la visla de la capital,
revelaba no solo el entusiasmo y el espíritu de union que animaba á los
pronunciados, si que tamuien lo dispuestos que iban á aceptar la balalla
si las tropas del Gohierno se empeüaban en darles alcance.


Sin embargo, como la absurda especie de que habian sido completa-
mente derrotados, se despreció y cayó en el ridículo momentos despues
del parLe de Vicálraro, el Gobierno empezó á hacer circular la de que el
alejamiento estratégico de la columna, no era otra cosa que una retirada
vergonzosa hácia Portugal.


Pero lo que vcrdadcramente hacia reir en la siluacion cómicamente
angustiosa en que se hallaba la polaquería, eran los bandos de D. Javier
de Quinto, sus alocuciones y sobre todo los anuncios ofreciendo trabajo á
los jornaleros, y que insertamos á conlinuacion como uno de los rasgos
mas característicos de aquella situacion cómico-trágica.


He aqui los partes plagados de mentiras y calumnias y los célebres
anuncios ofreciendo lrahiljo.


GOllIER\O CIYIL DE LA PROYI\CL\.


AL PUBLICO.


Los slllJlevallos llegaron anoche (¡ Aranjucz: hoy han cllYiado con trenes del fer-
ro-carril una parle de sn fuerza, los quintos y la escasa infantería que les acompaña,
á Villaseqnilla. Los (lemús seguian alli esta tarde dispolliendo su retirada y destacan-
do descubiertas en todas direcciones por el temor dü que se hallan poseidos.


El Gobierno ha dispuesto qne una fuerte division de todas armas salga á perse-
guirlos activamente, sin darles treguas ni descanso.


Uno de los cuatro ex-generales que todavía se hallaban reunidos en Pinto en la
tarde de ayer; no existía p entre los sublevados á su lIe~ada á Valdcmoroo




i70
La descreion continúa en sus filas, y afluyen tropas de vario~ puntos para refor-


zar In capital y cortar en su fuga á los facciosos.
Todos los Capitanes generales de los distritos militares de la Península han con-
lf~stado al Gobierno haciéndole presente la indignacion que la deslealtad de que hemos
sido d(~sgraciadamente testigos en Madrid, ha producido en todlls las fuerzas de su
mando, y el ardoroso entusiasmo de las tropas por acudir á la defensa del Trono y
del órden público, donde y por quien quiera que pudieran verse amenazados.


Los Gobernadores civiles han respondido tambien de la tranquilidad inalterable
que en todos los pueblos de sus respectivas provincias reina, y maniliestan la sor-
presa producida en ellos por la repugnante ingratitud y alevosía de los Gefes de la
conspiracion, y la profunda irritacion que contra los agitadores públicos se pronun-
cia en todas partes.


El Alcalde constituciGnal del Escorial, por despacho telegráfico que he recibido á
las 3 y 37 minutos de esta tarde, me dice lo siguiente:


Excmo. Sr.: Ahora que son las dos de esta tarde recibo del Sr. Alcalde de Gua-
clarrama la comunicacion siguiente que me pasa con esta fecha:=Pernoctando por
esta villa en el dia de hoy los regimientos infantería de la Princesa y caballería de}
Rey, núm. 1, se me reclama un crecido número de raciones y bagajes: en su
consecuencia espero me remita V. los auxilios de 30 fanegas de cebada y 10 bagajes
mayores que estarán á las tres de la tarde á mi disposicion.


Lo que comunico á V. E. para su superior conocimiento y el del Gobierno de
S. M., manifestándole que por mi parte se han dado las disposiciones COIl venientes
para cumplir este importante servicio. Dios guarde á V. E. muchos alíos. San Lo-
renzo 2 de Julio de 1854.=Excmo. Sr.=Luciano García de Castro.


Por el Ministerio de Fomento se me ha comunicado la Real órden siguiente:


Excmo. Sr.=Con esta fecha digo al Director general de Obras públicas 10 si-
guiente:


S. M. la REI:-\A (Q. D. G.) se ha dignado mandar que todos los trabajadores que
quieran emplearse en l~ recomposicion del camino que de la corte se dirige á Francia,
sean admilidos al trabajo y se les abone 6 rs. diarios de jornal. Al efecto dispondrá
V. S. 1. que el ingeniero Gefe del distrito se encuentre mañana lunes en la puerta de
Bilbao y admita y distribuya á todos los trabajadores que se presenten, empezando
las obras de reparacion en la legua de Madrid á Fuencarral.


De Real órden lo digo á V. S. T. para que hoy mismo y con toda urgencia adopte
las disposiciones convenientes para que tenga cumplido efecto esta soberana reso-
lucion.


De la propia órden lo traslado á V. E. para su inteligencia y á fin de que publi-
cándola inmediatamente por bando, llegue á noticia de cuantos quieran presentarse
en demanda de trabajo.


Dios guarde á V. E. muchos años. Madrid 2 de Julio de 18r:;4.=EsTEBAN COLLAN-
TEs.=Excmo. Sr. Gobernador de esta provincia.




171
Como medida salvadora para contener la indignacion ardiente que pe-


saba sobre sus cabezas y rugia debajo de sus plantas, como un dique po-
deroso á contener el enojo de una nacion entera saqueada, insultada y
esclavizada, ofrecian los pobres gobernantes, viendo ya cerca el nau-
fragio de sus tesoros, seis reales diarios á unos cuantos jornaleros del hon-
rado y valiente pueblo de Madrid. Y por mano de quié~ se los ofrecian?
Por mano del prestidigitador Quinto; depositario de los fondos y alhajas del
ayuntamiento. El miedo ademas que respiran por todas sus frases los
tales documentos y el contraste dramático que ofrecian en las columnas
de la Gaceta al lado de aquellos deliciosos partes en que los Gobernado-
res decian que las provjncias habian visto con horror el alzamiento de los
valientes de Vicálvaro, y sobre todo « la enseña de moralidad y abajo el an-
ticipo», que habian adoptado, hacian del diario oficial el papel mas di verti-
do y sainetesco de cuantos vieron la luz pública en aquellos dias, contando
entre ellos las sátiras y caricaturas de ciertas escenas palaciegas.


De suerte que podria decirse que desde que los pronunciados salieron
por las puertas de Alcála, la Gac\ta se encargó de cubrir las suscriciones
del Murciélago.


Los siguientes partes y especialmente el último en que se habla de pa-
dres de familias encarcelados en Aranjuez por los division libertadora y
amenazados con ser pasados por las armas; donde se cuentan robos, de-
sastres, exacciones, heridas y desgracias, pintan tan al vivo la andacia, el
cinismo y la imprudencia del gabinete en aquellos dias, que hemos creido
indispensable intercalarlos aquí como el sumario mas elO(~uente y la fiso-
nomía oficial del agonizante bando polaco en sus últimos momentos.


Los documentos mas característicos fueron los siguientes:


GOBIERXO CIVIL DE LA PROVIl\CIA.


AL PUBLICO.


Los sublevados así que han tenido noticia de que iba en su busca la division de
operaciones que está pronta á destruirlos, han volado la mayor parte de las alcanta-
rillas del camino de hierro, levantando los carriles y haciendo los mas violentos es-
fuerzos para retardar la llegada de las decididas y leales tropas de S. M.


A las tres y media de la madrugada de hoy ha salido toda su caballería y tomado
el camino real de Tembleque. A las cuatro de la tarde han montado su infantería en
los trenes con la misma direccion, dejando á Aranjuez completamente evacuado.




172
El paso de esta faceíon va dujltntlo por todas partes boudas y dolorosas 1 llle 1 IlI'':;.


Despues de haber arrebatado los' fondos de las remontas y las cnjas de los regimien-
tos: despues de apoderarse en Alcalá de llenares de todos los cauuales .públicos: (les-
pues de nlligir ú los pueblos que han tenido la desgracia de sufrir su azote con tOllo gé~
nero de exacciones, no abonando ú nadie un solo real por los servicios de raciones y
hagajC's que han impuesto; llegó á Aranjuez donde comenzó su dUf:1 dorninllcion, en-
carcelando, á pretexto de rehenes y horribles repre~alias, con la prlla de ser pas'ldos
por las armas, ú inocentes y pacHicos padres de familia; donde ha contiuulI(lo por
breves dias relajanilo la disciplina del soldado hasta el extremo ele sucederse ú cada
momento encarnizadas reyertas entre los mismos sndiciosos , produciendo herirlas y
desgracias; donde por último ha terminado arrehatando al huir tOllos los fUlldos exis-
tentes en las Administraciones de Salinas, Rentas estancadas, Loterías, y Correos, é
imponiendo al consternado pueblo, y realizalldo su cohro con la lIlas repugnante tira-
nía, un trimestre de las contribuciones territorial y ue sub~i,lio.


Estos hechos no llccC'silan (le comentarios. Los perpetradores sin emLargo se han
atrevido ú escribir Pi! ~llS proclamas los santos !lombres d{~ la mlH\LlO.\D y la JCSTlCIA!!
~ladrjtl 4 ele Julio de -1 S54.=EI Conde de Quillto.


:\l[\!STERIO DE LA GUERRA.


La division (le operaciones alman,lo (lel Teniente general Conlle <le Yistahermosa
estaba reunida ayer 7 en Tembleque, yen el dia de hoy sigue la pista ú los re]¡ellles
que caminan en diferentes grupos por el campo de Calatrava con direccion ú la cuen-
ca del Guadiana.


El Excmo. Sr. ~Iinistro de la Guerra marchó ayer á ponerse al frente de la division.
Los Capitanes generales de los distritos de la Península dan parte sin noverl:ul , y


que las tropas siguen anim,ulas del mejor espíritu y en el mas perfecto eslllllu de dis-
ciplina.


El Capitan genf'ral de Extremadura con fecha;) hahía salido de Ba(!,ljoz para mar~
chal' convenienlemente al ellCllentro de los sublevados.


El de An(1alucía s:llia lambien sobre ellos con fuerzas del di::;lrito de su mallllo.


El Sr. Minislro de la Guerra ha din·gido el los sublevados la siguiente }Jroclama:
SOLDADOS: En los campos de VicálvRro se rompió el lazo con que la traicion ha-


bia vendado vuestros ojos. AIIi dc~perdiciústeis vuestro valor, cubrienllo de lnto ú la
patria y de baldon Ú YllCstras banderas: hoy ya marchais ú saLielHlas Itúeia el fin de-
sastroso que tiene toda causa nacida de la deslealtad y enconada solo por el despecho
y el rencor de los que fueron vuestros gefes.


La llora ele la expiacion se acerca, y sin embargo la REI:\"A, cuyo Trono habeis
combatido, cuyo maternalcorazon habeis quebrantado, no quiere que se horre la
afrenta con el justo castigo, sino que se olvide con el perdono


01iciales y soldados: Desoid la voz de quien os pide firmeza en la illlidelidad , per-




] 73
c:pYrrill1cíil el! cl Ci'lllll'il, y villor liara ulla CfllprCS([ lIgollizanlc , porque solo quieren
'jllC los :1l'OIuparJeis hast.a poner:se en sillro. Heconocer el error no ('s cobardía: aco-
¡.;r:d JlIJl'S l;lS pala1Jrils de penloll que la HEr::\A os dirige.
~I:ldrill 7 de Julio d(' ISJ4.=EI jlinistro Lle la Guerra-A:'1SELl\1O BLASSEfl.


El comité seguia en el interin trabajando con mas ardor cada vez para.
organizar un moyimienlo mi la capital y combatiendo por todos los me-
dios posibles la siluacion artificial creada por el Gobierno; notábasc sin
emhargo que aunque en los cafés y en todos los círculos públicos se ha-
blaba con el mayor desenfado del miedo del Gobierno y de la apurada y
'lamentable situacion en que se encontraba, el pueblo, el verdadero pueblo
y los hombres de lodas las clases de la sociedad capaces de arrojarse á
las calles con las armas en la mano, seguian indecisos y recelosos ya por
falla de organizacion, ya por desconflanza en el pensamiento semirclado
y ambiguo de los pronunciados, ya tambien porque yeian aglomerarse
fuerzas en la capi lal y ocultos ó im pasiLles á tocIos los prohombres del
partido liberal.


El comité formado de jórenes que halJian estado trabajando ardiente-
mente durante el tiempo de la conspiracioll) lejos de desmayar redoblaba
cada yez sus esfuerzos y estendia sus ramillcaciones. Teniendo noticia de
que algunos progresistas entusiastas, de los que habian tomado siempre
parte en todos los movimientos revolucionarios se organizaban y traba-
jaban tambien con el mismo objeto, ~e pusieron inmediatamente de
acuerdo con ellos y juntos concentraron todos sus recursos y trabajos en el
pensamiento de producir un alzamiento vigoroso y decidido en las calles
de la eapil.al.


Este nuera centro estaba tambien en inteligencia con los generales:
el encargado de traer y llerar las comunicaciones era Sacristan, patriota
probado en las persecuciones, comprometido en todas las tentaliras que
ha habido desde 1853 y el primero que tomó la iniciativa en el pronun-
ciamiento de Torrejon de Ardoz.


Compúsose este centro en un principio de los Sellores D. Antonio So-
to y Lemus, un hermano de este, D. Bernardo Iglesias, D. AgustiIJ Algar-
fa, D. Cayetano Cardero, D. Ignacio Solans y otros antiguos liberales.


D. Gabriel Tassara fué el que esturo en inteligencia mas inmediata
con este círculo; proporcionóles varias armas y municiones que se pusie-
ron bajo la custodia de Soto y Lemus: este fue preso el 13 de Junio, con-
ducido ú la Careel elel Saladero y enriado despues a CataluI1a bajo las ór-




f74
denes del capitan general para que desde alli fuese deportado á las Islas
Baleares: en el camino sorprendió á los que le custodiaban, logró escapar-
se, y despues de una marcha penosa se incorporó á la columna libertado-
ra donde se le dió el mando de la compañía franca de Voluntarios de
l\fadrid.


Pero el primer servicio importante que prestó este centro, fue que al
saber por medio del patriota Sacristan que los generales deseaban que se
les uniesen algunos paisanos mas para que el alzamiento no se creyese que
tenia un camcter puramente militar, procuró por cuantos medios estuvie-
ron á su alcance la salida de todos los valientes que estaban dispuestos á
unirse á la dirision libertadora.


Muchos fueron en efecto los que se presentaron en el cuartel general
escitados por el centro progresista, pero quedaron todavía algunos en la
corte á las Ól'denes de Algal'ra para proteger é iniciar un movimiento: los
ciudadanos Hoyos y Gérboles estaban á su cabeza y todos ellos llegarian al
número de ochenta. Mas como cuando salieron los primeros no fue posible
que lo hicieran COIl armas para no llamar la atencion de la policía, discu-
tieron AIgarra, Cordero, Tassara é Iglesias sobre el medio de conducirlas
hasta el cuartel general de donde las reclamaban tambien los paisanos que
estaban á las órdenes de Valle, Somoza, Abascal) Gutierrez y Bray, y se
decidieron por último á proponer al hermano de Soto que las llevase de-
sarmadas y metidas en baules: S9to aceptó la comision, que no dejaba de
ofrecer sérios peligros, y puestas las armas en cinco baules con las muni-
ciones que se pudieron recoger, las condujo hasta l\fadrilejos donde hizo
entrega de ellas á los gefes de los voluntarios.


Unidos con el comité moderado y con el progresista trabajaban Rivero
desde la carcel del Saladero, poniendo en .i uego sus relaciones en las pro-
vincias y en la capital; Portilla, Velo, Atmeller y los periodistas liberales
que habian quedado ocultos en Madrid: esta armonía de los moderados y
progresistas) este acuerdo, esta comunicacion de trabajos, esta union de
esfuerzos para derribar á la cuadrilla de aventureros que se habian apo-
derado de la estampilla real, hacia presentir que los generales que se
hallaban á la cabeza de los pronunciados estaban dispuestos á liberalizar
al pais y á admitir en su administracion algunos principios y algunos hom-
bres del partido progresista.


El pueblo, sin embargo, que no confia en las evoluciones diplomáticas
de los partidos oficiales, el pueblo, que no queria lanzarse en una revolu-




175
cion para reconquistar á medias sus perdidas garantias, y que no habia vis-
to en los difusos documentos parlamentarios que los sublevados hicieron
cÍrcular el dia de su salida, ni una sola promesa sobre sus fueros y sus li-
bertades, seguia no obstante en su actitud recelosa, si bien lleno de hala-
güeñas esperanzas y dispuesto á secundar el alzamiento, con la fiereza in-
domable con que despues lo hizo, tan luego como los valientes de VicaIva-
ro izasen la verdadera enseña de la libertad.


Auxiliaban en sus trabajos á ambos comités, varios jóvenes de antece-
dentes liberales, aunque desconocidos en política, y especialmente entre
otros D. Enrique Cisneros, D. Cárlos Groizart, D. Feliciano Laveron, Da-
ries, Negro, Barrantes, y otros de quienes ya hemos hecho mencion en el
curso de estos apuntes.


No cerraremos sin embargo esta palidísima reseña de los escasos tra-
bajos que precedieron al alzamiento de Julio, sin consagrar unas cuantas
frases al ~odesto valor de D. Lucas Ballesteros, hombre de temple y de
esos que poseen sin hacer alarde de ellas, las buenas cualidades de los
conspiradores: encargado este de organizar la gente que pudiera para ini-
ciar el movimiento en Madrid, se puso en inteligencia con D. Sergio Arias,
sargento de la Guardia municipal, yel cual llegó á prestar en la noche del
17 un servicio altamente importante, del que nos ocuparemos mas larga-
mente: este sargento estaba ya convenido y de acuerdo con el Teniente de
reemplazo Sampedro, liberal trabajado en toda suerte de infortunios,
en el principio de un plan que acabó de madurarse por completo con las
conferencias que empezó á tener frecuentemente con Ballesteros.


Consistia este plan, en que Arias, llegado el diadel movimiento, se com-
prometiese á facilitar al pueblo la entrada en los sótanos del gobierno ci-
vil para que se apoderase de los depósitos de armas que habia allí guar-
dados: era necesario para que el plan pudiera realizarse, que el alzamien-
to se verificara el mismo dia en que Arias entrase de guardia. Asi se ve-
rifico en efecto cuando llegó la ocasion, y Arias al cumplir la palabra em-
peñada con un desinterés y un patriotismo que le honra en es tremo y que
le coloca por cima del nivel de muchos de los que se precian de patrio-
tas, prestó al indefenso pueblo de Madrid en la noche del 17, como vere-
mos mas adelante, un servicio de tanta trascendencia y que tan decisiva-
mente influyó en los primeros momentos en la lucha heróica del pueblo
con el ejército, que el nombre de Arias irá siempre unido al triunfo de
las barricadas.




fi6
Quién habia de decir cuando con tanta dificultad y venciendo insupera-


bles obstáculos, se organizaban tan mezquinos trabajos para el alzamiento
de Madrid, que al sonar ]a frase de Milicia Nacional en los oidos de] va-
liente pueblo del 2 de Mayo, todo el mundo se converliria en conspirador y
las gentes de todas las clases de la sociedad, es decir, el verdadero puc-
blo se lanzaria en masa á la calle pidiendo armas y dispuesto á falta de
ellas, á hacer proyectiles para derribar la tiranía, hasta de las piedras del
pavimento?


Quién habia de decir á aquellos conspiradores que tanto empezaban
á desconfiar de la actitud al parecer indiferente del pueblo de Madrid, que
ese pueblo rugiendo de indignacion esperaba una sola frase, pero una
fnase, emblema de sus glorias, garantía de sus libertades, frase llena de
recuerdos heróicos, para arrojarse en masa á presentar sus pechos inde-
fensos á la metralla y al plomo de sus engaüados hermanos?


y si esta frase no hubiera resonado inflamando todos los corazones
con su sublime significacion, los trabajos de los conspiradores, dado caso
que hubieran podido llegar á su fin, se hubieran convertido quizás en un
motin sobre cuvo dudoso resultado no nos alTeremos á aventurar ni una


"


reflexion si{Iuicra. ,
Una frase bastó para conseguir en un momento 10 que no habian po-


dido hacer ni cinco meses de conspiracion, ni las páginas candentes del
Murciélago, ni los valientes escuadrones de Vicálvaro, ni los trabajos in-
fatigables del c.omité moderado y progresista.


La situacion de Madrid, en resúmen, era: miedo, yacilacion, cinismo,
torpeza y confusion en el gobierno; trabajos ardientes para organizar un
movimiento en los centros moderado y progresista; simpatías y¡yísimas
en todas las clases de la sociedad por la columna libertadora, pero recelo,
indecision y desconfianza en su triunfo y en sus tendencias políticas.


Esta era la fisonomía de la capital, este el estado de los trabajos pre-
paratorios del magnífico alzamiento de Julio, no debido á ellos, sino al gri-
to de Milicia Nacional, lanzado por el ejército libertador: este era el es-
tado de las cosas cuando la brillante columna de Vicúl raro salia de Tem-
bleque en direccion al pueblo de Manzanares, donde en una hoja de papel
iba á ser escrita la frase de fuego sencilla y poderosa que habia de servir
de base á una revolucion, en su nacimiento la mas grande y fecunda de
nuestra historia moderna: revolucion empequeñecida despues por los par-
tidos oficiales que han intentado amoldarla á sus viejos y carcomidos sis-




177
temas, pero que tal es la fuerza radical que entraña, que algun dia rompien'"
uo los débiles diques con que se pretende contenerla, yolverá á presentarse
en toda su primitiva fuerza regeneradflra.


Xo concluiremos el presente capítulo sin hacer mencion de uno de
nuestros mas distinguidos publicistas, hombre de principios conservadores,
pero que consecuente siempre con sus doctrinas, fue de los primeros en se-
pararse del partido moderado cnanclo este cambiando el sable~ por la ley,
convirtió su gobierno en un sistema constante de todo linage de desafueros
y tropelías, y de los primeros tambien en adherirse al alzamiento de Vi-
cúlvaro. D. Andrés Borrego salió en la maüana del 29 de Junio á caballo y
en trage de pasco y se incorporó Ú los generales en Alcalá: vino despues
con el estado mayor ú los campos de Vicálraro, y durante el combate estuvo
alguna vez tÍ punto de ser YÍclima de dos ó tres granadas que caye-
ton ú su lado: arrojado del caballo en una de las cargas de la caballería,
volvió ú monlar impasible y sereno como hubiera podido hacerlo U1l "Vete..;
rano. ~


Despues del combate y creyendo que podria serIes de mas utilidad á
los pronunciados en Madrid, donde seguiria trabajando en union con los
que habian quedando organizando un movimiento, que no siguiéndolos en
su marcha en que ningun servicio pocHa prestarles con sus conocimientos
}mramente civiles, yolvió á la capital y descubierto ú las pocas horas fue
conducido á la casa de Correos en calidad de preso.


Al dia siguiente se le manifestó que habiendo dispuesto el Gobierno
que se le diera pasaporte para el estrangero, poclia elegir el país para don-
de queria que se le cspidiese.


Borrego eligió el vecino reino de Portugal: ú su paso por Badajoz se
puso de acuerdo con los liberales que encontró en la capital; apenas llega-
do á la frontera publicó un manifiesto interesante en que esplicaba el
pensamiento y tendencias del alzamiento de Vic,'tlvaro con esa claritlad y
lógica que distinguen todos sus e:~criios.


Avistóse en Portugal con los ministl'Os y con sus muchos y numerosos
amigos, y lo arregló todo bajo el punto de vista diplomático, para las even-
tualidades de una retirada por aquella parte ó de una emigracion.


Infatigable y activo como pocos, puso en el mejor espíritu á todos los
pueblos de la frontera y logró, que la opinion muy dispuesta ya en Por-
tugal en pró de los valientes de Vicálvaro, acabase de pronunciarse mani-
fiestamente á favor de ellos.


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Sale la division de Tembleqlle.-Cúnovas.-Inlriguillas del Gobierno para mantener
al pueblo en su actitud recelosa.-Desconfianza y silencio de los prohombres del
partido conserva(lor y del progl'esisla.-Yiaje de Cúnovas.-Su llegada á Aranjucz.
-Recibimiento que su poblacion bizo ú las tropas de Blasser.-Conferencia entre
O'Donllell y Cánovas.-Entllsiasmo y entereza de la columna sublevüda.-ProcIa-
ma (le Manzanarrs.-Divcrsas opiniones de sus re(lactores.-Escrúpulos algunos.
-Dnsvilnécense ante la idea (le crear un partirlo racional y de promover una su-
hlf'vacioll populal'.-Heflexiones.--Heconocen los generales al fin el error en que
incllI'rieron al pl'incipio.-Comenlarios ú la proclama.-Consideraciones sobre la
promesa de la milida nacional consignada en ella.-O'Donnell y Salc1aüa.-Fisono-
lllía de M:-ulrid.-La Gaceta.-Agonía del bando polaco.-Cambio obrado en la
ar\.illlll (1el pueblo.-Ballflos de Qninlo.-Trúlase de prohibir la cOllversacion.-
Ellleral(lo.-l\Ie(lidas del Capitan general con la prensa.-Partes del Gobernador
de Ciudad-Hral.-La toma de Cucnca.-Bllccla.-CúndilIa confianza de las auto-
ridades.-Entrada de los sublevados.-Arl'ojo de Abascal.-Espanto del Goberna-
dor.-Su huida y la (11·1 Cnlllanrlanle gencral.-Prollúnciase la ciudad.-Alocucion
de Bucefa.-Fol'macion ele la Junta.-Salida de los sublevados.-Causas que la oca-
sionaron.-Llegada de Cúnovas ú Mallricl.-Imprímese la proclama.-Efecto que
pro(lujo su circulacion.-Auménl.ase el entusiasmo de hora en hora con las noti-
cias de los pronunciamientos (le las proyincias.-Divúlgase el de V¡dladolid.-
Mp¡'rlo de' la r;lpital.-AgoIlÍa del ~linisterio.-El 17 de Julio.-Conclusion.


1.


Ya hemos didlO qne á la caida de la larde del dia 4, salió la brillante
columna de los sublevados del pueblo de Tembleque eM direccion á Man-
zanares: antes de enLrar a juzgar el célebre programa que al llegar a este
sitio acordaron redactar los generales para presentar por fin su pensa-
miento desnudo de lodas las enmaraüadas formas parlamentarias de sus
primeros manifiestos, claro y terminante, reasumido en una sola frase y
espresado en el sencillo, lacónico y revolucionario lenguaje que era me-
nester para llevar el en Lusiasmo á los corazones, la confianza á los ani-
mos, y poner de manifiesto las verdaderas tendencias liberales del alza-
miento, habremos de yol ver ah'as todavÍa para ocuparnos de algunos por-




180
lnenores muy interesantes del "iaje que el animoso é inratigable jóven
D. Antonio Cúnovas del Castillo emprendió d~sde Madrid en busca del fa-
moso documento.


Cánovas, que como ya hemos tenido ocasion de manifestar en el curso
oe estos apuntes, era lIno ele los jóyenes que con mas ardor habian traba-
jado durante la conspiracion, que con su talento incisiro y su eslilo de ha-
blar y de escribir agudamente mordaz, habia combatido con vigorosa dll~
reza primero en la prensa y luego desde las tribunas del Aleneo, (siendo de
los que mas contribuyeron á su gloriosa clausura), la afrentosa dominacion
del bando polaco, era tarnbien ahora ú consecuencia (le la firmeza de su
caracter, de los que coa lIlas aliento y obsLinacioll trabajaban por unir los
esfuerzos de ambos comités para organizar un movimiento en la capital.
Cansado de luchar acaso con las dificultades [pIel esto orrecia y lemcroso del
resultado dudable (IUC podía llegar j't tener en los primeros momentos una
manifestacion armada si el espíritu do la poblacion trabajado por el recelo
y la desconfianza no se pronunciaba abiertamente ú rayar de ella, fue lam-
bien de lo:, mas prontos en penetrarse de la necesidad inminente de que
los sublerados rerebscn su pcnimmienlo hajo la verdadera forma rcyolu-
cionaría,


tas hordas polacas, apurando todos los recursos de su fecunda impu-
dencia y aguzando con el miedo su eseaso ingenio, habían logrado, sino en-
cubrir b. derrota de! gohicrno, sembrar al menos la tlei,ccmfianza y la sos-
pecha sobre las tendencias del alzamien~o inaugurado en Vicúlvaro; apo-
yaban sus mnrmnrac:ionr3 en los documentos amhiguos que habian Ilecho
circular los sl1ob\i1tlos, y decían les ú los incallto~ que los generales aspira-
ban solo ú un c1mbio (le ministeriO; que una oflosicion personal ú Sarto-
rius y su ~cnfe les había obligado ú arrojarse ú la insurrcccioll, y que si
hubieran llegado ú apmlel'arse del podcr habria si(lo para afianzar mas y
mas la conLinuacion en el mamlo dQI partido moderado: estas sospccha~
infiltradas en el pueblo anlientcm(mte liberal que aun consenaba "iyos y
camlenLes los funestos recuerdos de las proscripciones de 1818, servian
cuando menos para mantenerle en una acLilw] recelosa, mucho mas cuan-
do el alejamiento de la columna libertadora y los días que pasaban sin que
se recibieran noticias dc haber secundado el alzamiento las provincias,
empezaban á desalentar á los mas confiados.


Las fuerzas que el Gobierno juulaba, la insistencia con que rncn-
tia diariamente en la Gaceta sobre la completa tranquilidad de las pro-




181
vlncias y el silencio y el ocultamiento en que se mantenian sobre todo los
prohombres del partido cOIBcrrador y del progresista que tan resueltos se
habian moslrado el dia 30 cuando esperaban que h13 huestes del Gobier-
no yolyerian rolas y arrolladas por la dirision que las esperaba en Vicúl-
varo, ó qne en aquellos campos se representaría la farsa que tUYO lugar los
años atrús en los vecinos de Torrejon, eran tambien la causa dell'elrai-
miento que al parecer manifestó en aquellos dias el generoso y valiente
pueblo del 2 de Mayo.


En tal estado, lo necesario) lo urgente, lo indispensable era no proyocm'
una lucha en las calles caanJo no habia armas, ni grandes trabajos or-
ganizados, sino destruir de un solo golpe la sillladon artificial á merced de
la cual prolongaba el ministerio su asquerosa agonía; levantar en masa la
opinion general que empezaba á abatirse, dar el grito de insurreccion al
¡moLlo enLero en nombre de su libertad y de su diguidad escarnecidas, y
convencerle de que e3(~ grito estaba en armonía con las tendencias liberales
y nobles y dignas de los hombros puestos á la cabeza de la columna subIe ...
yada.


Asi lo conoció C:llloras, y despu23 de haber tenido una larga conferen-
cia con algunos hombres de h fraccion conserradora que habian estado
de acuerdo con lo:) g12:lel'ales durante la conspira(.;ion y que se mostraban
ahora complctalllcnLc dcset~pcranzados del triunt'o de la columna liberta-
dora, contando cori ellos, y sin dejarse impresionar por su desaliento y
su dcsl.)onlianza, se decidió á salir en alcance de los caudillos de la suble-
vacion, con el ohjeto que ya hemos indicado.


En la larde del 4, y acompanado del Sr. Fernandez de los Uios y del
simpúlico y distinguido pocla D .• \debnlo Ayala, salió de la corte y se
ocultó en el inlllediato pueblo de Carabanchcl; despidióse alli de sus dos
amigos y durante la noche logró procurarse Ulla tartana en la que se diri-
gió al amanecer del lIia siguiente á Aranjuez, creyendo encontrar alli toda-
lía á los sublevados) pues la incomunicacion que exisUa entre ellDs y la
póblacion de }Iadrid era tan absoluta, fIlIe e] dia 4 se iguoraba todarÍa su
salüh para Tembleque. Al enlrar en Aranjuez hallose Cúnoyas frenle á
frente de la columna del Gobierno que desembocaba al mismo tiempo en la
plaza de San Antonio.


La acogida que el pueblo de las tradiciones palaciegas dispensó á las
tropas leales á la cuadrilla polaca) no dúbió s3rles sin embargo muy grata
ni de ¡nuy buen agüero al inyiclo lllassor y al delicioso Vista-hermosa:




182
el silencio mas profundo, la desanimacion y casi el enojo en los semblan-
tes de los pocos curiosos que habia en la plaza) les hablaban al alma de lo
impopular de su empresa y del odio que su inesplicable subonlinacion ins-
piraba. Su entrada parecia la entrada invasora de un ejército estranjoi'O
en una poblacion desarmada, que se resigna con su h11111illacioll, convenci-
da de su impotencia.


. Pasó la noche en Aranjllez el intrépido viajante, y al amanecer del dia
siguiente tomó el camino de Tembleque al mismo tiempo que las descu-
biertas de las tropas de Blasscr, que no parecia sino que iban empIcadas
en su escolta.


Logró por fin dar alcance á la retaguardia de los sublevados en
Puerto-Iápiche, y en Villarl'ubia tuvo el placer de avistarse con los ga-:-
nerales.


Desde Villarrubia á Manzanares fue conferenciando largamente con el
general O' Donnell: pintóle la situacion de Madrid, esplicóle las causas
que habian hecho que no fuera secundado el alzamiento de Vicálvaro; la
situacion artificial creada por el Gobierno, y en razones parecidas ó seme-
jantes á las que llevamos espuestas, le manifestó la necesidad de que el
pensamiento político de la sublevacion entrase en su última fase, dejase
su caracter puramente militar y se revistiera de formas mas claras, mas
espresivas y terminantes.


Esta conferencia acabó de decidir al general O'Donnell, á quien el as-
pecto de las poblaciones del tránsito teníale ya convencido de qne á pesar
de las vivas simpatías y del entusiasmo que la presencia tIc las tropas
sublevadas despertaba en todos los ánimos, era necesar~o promover un le-
vantamiento general en todas las grandes capitales, no por medio del ejér-
cito que en su mayor parte se presentaba bien obediente al gobierno,
sino concediendo garantías políticas y empujando al pueblo en masa á la
revolucion.


Llegó por fin la columna á Manzanares en el mejor espíritu y con el
mismo entusiasmo por la noble causa que habia abrazado, que el que mos-
tró en los campos de Vicál varo: la organizacion militar, que tan poderosa
se hace cuando los soldados cDmbalen, no' por la ciega obediencia de la
disciplina, sino animados del sentimiento patriótico, que hierve lo mismo
en el corazon del general que en el del soldado, brillaba alli en todo su es-
plendor; el sentimiento de su amor pátrio contrariado en VicaIvaro te-
níalos enardecidos y sedientos de pelea; la conciencia de su mision salva-




t83
tlol'a y la acogitla de los pueblos Henábalos de confianza en el éxito de su
empresa.


Allí se dió la siguiente célebre proclama, que acabó de poner de mani-
fiesto delante de la nacion el pensamiento político de los conjurados.


Parte oficial.-Boletin estraordinario del Ejército Constitucional. El día 7 de julio
se publicó en el cuartel general de Manzanares la siguiente proclama:


ESPAÑOLES:


La entusiasla acogida que vá encontrando en los pueblos el ejército liberal; el es-
fllerzo de los soldados que le componen, tan heróicamente mostrado en los campoR
de Vicálvaro; el aplauso con que en todas partes ha sido recibida la noticia de nues-
tro palriótico alzamiento, aseguran desde ahora el triunfo de la libertad y de las le-
yes que hemos jurado defender. Dentro de pocos dias la mayor parte de las Provin-
cias habrán sacudido el yugo de los tiranos; el ejército entero habrá venido á poner-
se bajo nuestras banderas, que son las leales; la nacion disfrutará los beneficios del
régimen representativo, por el cual ha derramado has~ ahora tanta sangre inútil y
ha soportado tan costosos sacrificios.-Es pues de decir lo que estamos resueltos á
hacer en el dia de la victoria :-Nosotros queremos la conservacion del trono, pero
sin la camarilla que le deshonra; queremos la práctica rigurosa de las leyes funda-
mentales, mejorándolas, sobre todo la electoral y la de imprenta; queremos la rebaja
de los impuestos, fundada en una estricta economía; queremos qua se respeten en
los empleos militares y civiles la antigüedad y los merecimientos; queremos arrancar
los pueblos de la centralizacion que los devora, dándoles )a independencia )oeal nece-
saria para que conserven y aumenten sus intereses propios, y como garantía de todo
esto, queremos y plantearemos bajo sólidas bases la MILICIA NACIONAL. Tales son
nuestros illtentos , qlle espresamos francamente sin imponérselos por eso á la nacían.
-Las Juntas de gobierno que deben irse constituyendo en las Provincias libres; las
cortes generales que luego se reunan; la: misma nacion en fin fijará las bases defini-
tivas de la regeneracion libera) á que aspiramos.--Nosotros tenemos consagradas á
la voluntad nacional nuestras espadas, y no las envainaremos hasta que ella esté
cumplida.


Cuartel General de ?ifanzanarei á 7 de Julio de i854.-EI General en Gefe del
Ejército Constitucional, LEoPoLDo O'DoNlNELL, Conde de Lucena.


Las palabras de Cánovas habian influido no poco en el ánimo de los
generales que iban ya decididos á no continuar su marcha sin p<>pularizar
el alzamiento, presentando bajo su última fase su pensamiento político:
reuniéronse pues á. conferenciar sobre las formas del nuevo programa, yel
punto que desde luego S~ presentó como mas dificil de redactar fue el de




184
la milicia nacional: opinaban algunos, yen esto hablamos solo por reíeren-
cias, que semejante garantía política no poclia consignarse sin incurrir en
una contradiccion con los principios del partido conserrador que nunca la
habia admitido en su dogma político, y del cual po(!ian ellos considerarse
como legítimos representantes: decian además que debiendo mirarse
el tal programa como el último desenvolvimiento de la oposicion comen-
zada en la prensa y en el parlamento por la fraccion conservadora, no po-
dian fijarse en la bandera de la insurreccion otros principios que los que
alli se habian sustentado: CHIC en nombre de la moralidad v de la consti- .


• •


tucion escarnecidas habian desenvainado sus espadas, y que en nombre
solo de tan santos principios debian vencer ó sucumbir en su empresa. Es-
tos escrúpulos se desvanecieron completamcnU~ dc:)de fltW poniendo de un
lado la salvacion del pais encomendada ya ú su yalor, y de otro la rígida
consecuencia con unos prineipios que en aquellas Cil\:llnstancias pudieron
ser bastantes para una oposicion parlamentaria, conocieron sin duda quC'
en las actuales eran insuficientes para subleyar en IlBSa tilla nacion que
anhelaba no el trillnfo de una fmccion, sino la creacion de un gran partido
nacional formado de loJos los hombres honra~b:~ y de lodos los principios
de la comllnion liberal. Ademús no oran eUos, los 11Ombl'(~s del partido con-
servador, los únicos que ea nombre de la moralidad !labian combatido á
los últimos gabinetes que no tenian mas lema que el ágio y el saqueo; ha-
bíanles ayudado en tan honrosa lid los hombres del pnrlido progresista:
la union entre ambas fr:1CcÍoncs habia sido proclamada en la prensa y en
el parlamento; los periodistas conservadores y 103 progresistas habian si-
do objeto de igúales persecuciones: sobre los generales de ambos partidos
cayeron igualmente los furores de la proscripcion; juntos habian trabaja-
do O'Donnell y Serrano, nios Rosas y La Serna, y si la coalicion era un he-
cho antes del combate ele VicáIYaro, si en aquel combate habian tomado
parte no pocos progresistas, la inconsecuencia hubiera estado sin duda algu-
na en no consignar en el programa de Manzanares el principio genuino y
representante de ese parLido. La milicia nacional, esa frase que reasume·
en sí todas las glorias conquistadas en defen'sa del sistema representativo, la
única capáz de producir una subleyacion nacional, significaba en el progra-
ma de Manzanares la coalicion del partido progresista y conservador, la ga-
rantía de la mision liberalizadora del ejército sublevado) el último desen-
volvimiento en fin de la oposicion coalicionista del Senado.


Tales ó semejantes debieron ser las razones de los partidarios del pro~




185
grama para do~rallCCel' los escrúpulos de los que ó por miedo á las con-
secuencias posibles eb un alzamiento hecho en nombro de aquellos prin-
cipios, ó por cariflO ú los que siempre habian profesado, vacilaban en aso-
ciarse á una idea l'erolucion1l'ia, (Ille si bien entonces podia serles de gran
provecho, de lal modo era opuesta á sus antecedentes políticos, que rom-
pian, defendiéndola, con su ,ida pasada, consagrada á la defensa de inte-
reses y de doctrinas bien di versas poi' cierto de las que pública y solem-
nemente iban ú proclamar por buenas delante del pais.


Es lo cierto, sin embargo, que los sucesos habiar. venido á punto en
que una razon mas poderosa que ninguna, la razoo suprema de la sal va-
cion de la patria y del triunfo, harlo dudoso entonces del alzamiento de
Junio, aconsejaba la publicacion del programa: Ulla batalla delanle de los
muros de la capiLal, diez dias transcurridos desde el momento en que se
dió el grito de insurreccion, y una marcha de algunas leguas á través de
pueblos descontentos del órden de cosas existente, y lodo esto sin alcan-
zar un resultado favorable ú su cansa, sino habian llerado el desaliento al
animo de los generales, habíanles convencido al menos de lo que hubie-
ra sido mejor que se penetrasen en los primeros niomentos; de la necesi-
dad inminente de ofrecer al pueblo garantías políticas, y rcrelar su
pensamiento en formas claras y aceptables, que á nadie dejasen duda de
las tendencias del mo\imienlo, y que con\encicsen á todos de que no se
trataba de un motin miserable que llevando otros hombres á las síllas mi-
nisteriales, conservase los principios que habia en la esfera del gobierno,
sino de una revolucion hecha en nombre de doctrinas bien conocidas, y a
favor de las cuales venia n combatiendo hacia muchos a11os, en la prensa
en la tribuna y en las calles, los hombres del antiguo partido pro-
gresista.,


Ya lo hemos dicho olras yeces en el discurso de estos apuntes, y no
creemos fuera de razon el repetirlo de nuero: los gefes del alzamiento de
junio pertenecian al partido conservador, y la nacion rechaza los princi-
pios y desconfia de los hombres de ese partido: por eso no era posible
que se levantase á secundar el grito de 28 de Junio, mientras los hombres
que le lanzaron no mostrasen distintamente el fin á que enderezaban sus,
esfuerzo~; porque harto desconfiado el pueblo con los escarmientos pasa-
dos, no queria verter su sangre sino á condicion de reconquistar sus liber-
lades y aun á decir verdad, debia hallarse muy apurado su sufrimiento
cuando solo pedia promesas para lanzarse á la lucha. Que no acoslum-·




J86
brall ser muy avaros de ellas los que han menester Je la a~rutla del pue-
blo, dado que siempre pongan en su ánimo no pocas reservas para el dia
del cumplimiento.


Estaba ademas en el interés de 103 generales el habor dado este pro-
grama el dia mismo en que salieron de Madrid, porque ni entonces los
amigos del gobierno habrian podido calumniar sas inlenlos, ni mas tarde
hubiera llegado á decirse lo <{ue, con hartas apariencias de razon, se ha
sostenido por muchos.


y en efecto, la poca prisa que se dió el general ()' Donl1cll en formu~
lar terminantemente su programa, el ser tan diverso el de ~Ianzanares de
Jos manifiestos de Madrid y la alocucion ele Aranjucz, y el no haber pu-
blicado aquel documento sino algunos dias des pues de un lance de armas
en que no anduvo muy afortunado, no han podido menos de dar ocasion á
que se diga que los sublevados no tenian otro pensamiento que el de der-
ribar á los ministros polacos, y que solo de la necesidad, y no de sus con-
vicciones tomaron consejo para acogerse en aquel trance á principios que
no eran tos suyos y contra los cllales habian siempre combatido.


Es lo peor, que á tales asertos apenas si puede oponerse una razon
fundada, pups que si en realidad estaba desde luego en el únimo del gene-
ralO' Donnell lleyar al gobierno los principios escritos en el programa ¡Je
Julio, no alcanzamos por qué esperó tantos dias para decírselo él la na-
don, cuando todo aconsejaba por el contrario quo se (liese espontánea-
mente á la salida de Madrid, el manifiesto que tu ro las apariencias de for-
zoso en el cuartel general de Manzanares.


y cuenta que al hacer estas reflexiones no queremos atribuir intenlos
mezquinos a los caudillos de Vicálvaro, sino solo confirmar lo fIue d(:'jamos
dicho en uno de nuestros anteriores capítulos: sin el heroísmo del pueblo
de Madrid, habríamos alcanzado mejoras en la esfera de la admil1'i~tra­
cion, decencia y moralidad en la gobernacion del Estado, y practica res-
petuosa de las leyes; pero no hubiéramos llegado ni aun tÍ. esas escasas
reformas políticas en que ya resolviéndose el magnífico movimiento popu-
lar á que hoy no podemos aplicar denoniinacion conveniente, pero· que en
los dias de esperanza teniamos derecho a llamar Recolucion de Julio.


Verdad es , y esto debemos consignarlo como escritores imparciales,
que jamás miras de esclusivismo ó intereses dB pandilla movieron a le-
vantarse á los gefes de la oposicion conservadora: lo mismo en el Senado)
mientras se hacia guerra enérgica, obitinada y terrible a todas las admi-




187
nislraciones inmorales, que durante los cinco. meses de conspil'l1cion, era
un pensamiento aceptado y que todos estaban determinados á poner por
obra, el de formar un ministel'Ío misto, donde el elemento progresista y
el consel'rador eslu riesen debidamente representados.


Cosa era esta en rerdad harlo rúcil, pues entre los progresistas templa-
dos y los conserradores habia tan escasas diferencias, que ni podian me-
nos de entenderse, ni era dudoso que llegado el caso de la fusion de am-
bos partidos oficiales, habia de dominar en las esferas del mando el siste-
ma de gobierno de los moderados, con leyes modificaciones exigidas por
los progresistas.


Mas un miilisterio así conslilllido no hubiera llegado, (y tambien es
fuerza decir esto) no solo adonde el pueblo de Madrid, pero ni siquiera al
progranu de 3Ianzílnares. Si hay quien dude de la exactitud de nuestro
juicio, que recuerde el programa leido por el señor Lascrna en las Córtes
ConsLiLuyentcs, y en el cual tan a\'aros de ofrecimientos se mostraban los
individuos del ministerio Córdoba, que hubo de ser acogido, &. yeces poI'
la indiferencia, el veces por las risas de los diputado.~ y el público.


Estas apreciaciones, que se refieren al caso en que los sllbleyados hu-
bieran triunfado en los primeros momentos, no tienen aplicacion al ! rance
en que se encontrahan entonces: la Milicia Nacional, principio consig-
nado en el programa, lIió ocasion al pronunciamiento de la península, y
singularmente al del pueblo de Madrid; pero de lodos modos, ahora se
hubiese ó no consignado en aquel documento, ó la insllrreccion sucumbia,
ó el establecimiento de la Milicia era un hecho ineyitable.


Habia de suceder en efecto, ó que las capitales secundaran el alza-
miento, y entonces ellas mismas armarian la Milicia, ó que permaneciesen
indiferentes y tranquilas, y en tal caso O' Donnell, que se encontraba en
una situacion parecida á la en que años antes se habia hallado en el vecino
reino de Portugal el Mariscal Saldaña, habria visto fracasar su patriótica
empresa, y la insurreccion se hubiera podido considerar perdida. Desde
que tuvo que apartarse Ü'Donnell de las inmediaciones de Madrid y fi~r
su triunfo á las armas populares, quedó decretado moralmente el estable-
cimiento de la Milicia: no estaba en él ni impedirla ni establecerla, porque
los sucesos eran mas poderosos que su voluntad.


En suma, el programa de Manzanares, tan diversamente interpretado
y entendido, significa, á nuestro entender, en la esfera de las personas,
la union de los conservadores y los progresistas templados: en el órden de




188
las ideas, la abdicacion franca y esplícila de las doctrinas motlcradas y la
adopcion de los principios progrcsistas.


Partieron dc Manzanarcs Leon y Medina con un ejemplar de la procla-
ma, en direccion á Andalucía, y Cúnoras con otro, camino de Madrid, don~
de llegó el 9 ele julio por la noche.


n.


l.a fisonomía de Madrid había cambiado entretanto notablemente: la'
situacion artifi~ial creada por el gobierno hallábase ya en pleno ridículo~
la Gacela era leida todos los dias con la misma delicia que las sátiras de
Quevedo ó los epígramas de Iglesias; el Diario oncial era una continuadiX
y dirertidísirna jácara con la que el Gobierno celebraba cuolidianamente
los adelantos de su agonía; su desprestigio caminaba al paso de la colum-
na libertadora; el espirante bando polaco sin fuerza moral y con una
osadía histérica parecida á la del portugucs caido en el fondo del pozo que
prometh perdonarle la rida al que le sacara de allí, agitábase con sus
últimas cOllvulsiones acosado por la burla y el desprecio; sofocado bajo el
peso de la opinioIl y vróxirno ya á ser espulsado á silbidos de las gradas
del trono, hacia los últimos y ridículos alardes de su sainetesca impoten-
cia. Este cambio repentino, este movimienlo hervidor que iba ponien-
do en creciente efervescencia el antes receloso, desconfiado y abatido pue-
blo del 2 de Mayo, habíanle obrado la noticia de ellevantamienlo de las
partidas de Valencia, de la toma de Alcira, de la de Cuenca; las nueras
seguras de la en lera organizacion con que caminaba la columna y sobre
todo el pronunciamiento ú las mismas puertas de la capilal del valiente
escuadron de Montesa. Circulúbanse adcmús todos los dias por los forja-
dores de noticias confidenciales, pronunciamientos de todas las prorin-
cias: la entrada de los Conchas; la incorporacion de nuevas fuerzas á la
columna libertadora: y así el espíritu público se animaba y la conycrsa-
cion de los cafés, ese elemento tan revolucionario en la Corte, se hacia
cada vez mas picante y altanera y agr.esiva y murmuradora.


Escondíanse ya los ministros y daban solo seüales de su vida oficial
por medio de aquellos célebres bandos borrajeados y sacados á la ver-
güenza para afrenta de la lengua y del pudor, por el payasuelo Quinto,
el escritor mas satírico que tUYO en aquellos dias la agonizante Polonia.
Todo lo habian ultrajado, todo lo habian cscarnccido, la Constitllcion, el




1SU
~rédito del Lesoro, el trono, el pudor; y por eso en sus últimos momentos
no hallando ya en las arcas del erario sohre qnó hacer presa se cebaron
en el pobre idioma castellano.


De todos estos ramosos docnm~)ntos el que fuera dificil encarecer por
Jo eslraYaganlc y absurdo, es aqucl en que ú. rucHa de unas cuanUts fra-
ses zurcidas sill senLido gramatical ~n odio á la sintaxis y al decoro del
lenguaje, decia el bueno de Quinto con moti\o del pronunciamiento de
los de Mnntesa, que siendo la tal rebclioll producto del ensanche que la
conn~rsacion política hahia lomado en la capital, el gobierno tomaria sus
medidas para que la conrersacion quedase suprimida.


El Heraldo hilcÍalc el coro ¡'t 1~1 Gacela y amontonando insuUD sobre
insnllo y apurando los inmensos tl'soros de su grosería, seguia siniendo
de s()hl'Osísimo entrell'nimicnLo á la mayoría del público y atormentando el
pudor de SIlS agonizantes suscritores.


El Capilan genel'al hacia entre tanto á los dcnüs periódicos la singu-
lar mercc(l de prohibirles qne viesen la luz, conociendo sin duda que
situacion tan asqucrosa como nquclla no dehia ser representada mas
que por el Horaldo y la Gacela. Los partes del Gobernador de Ciudad
Real, de un lal 1I('1'1'(,,1'os, hijo adoptivo de la Polonia, criado ú los pechos
dd gobierno de Bravo Murillo, y de antiguo empleado en vigilar y
perseguir á los liberales de la proyincia que le vió nacer, entraban en
juego con las dia\riyas dellIcralllo y los bandos de Quinto; debemos con-
fesar sin embargo que las comunicaciones elel Gobernador manchego dis-
tinguíanse de las otras por su insubel y faltas de gramática y sentido co-
mUIl y mal encubierto deseo de hacer méritos para ascender en su car-
rera, calumniando ú los que él suponia vencidos, que hien de otra manera
(ttluladora y servil habrÍalos tratado, si él hubiera podido preveer su
cercana yictoria.
~ Pero de todos los documentos oficiales el que llevó el insulto á su ülti-


mo término, la impudencia á su postrer límite y el Polaquismo á su final
desarrollo, el que caracterizó mas gráficamente la vanidad del ministerio
en su agonía, el que daguerreotipó mas al yiyo sus postreros momentos,
fué la circular que á conLinuacion copiamos, sacada á la vergüenza en la
Gaceta el 9 de julio, yen la que el gabinete que habia nacido entre otras
cosas para mostrar hasta donde puede llegar el impudor oncial, dice « que
entre los graneles deberes que liene que cumplir es el primero el de ma-
nifestar que la tranquilidad reina en lacias partes y que el entusiasmo del




(no
pais responde al tl(' las Ir'opas leales para dofe n<10r el gobierno v el ónl0n
que ('11 yano se inlenta combatir, .sin que desde los lamentables aconteci-
mientos del dia 28 haya ocurrido el mas ligero accidente fayorable á los
sublevados. ))


La exageracion degenera ya en ironía; la seriedad truécase en burla, y
la Gacela conviértese en papel de oposicion contra los mismos hombreci-
llos que la escribian.


Hubo un solo dia en que el Heraldo no fué el papel mas impudente
de los que defendian al bando polaco, y ese fué aquel en que apareció en
el Diario oficial la circular á que nos referimos.


La abandonamos íntegra al solaz de nuestros leelores.


S llúsecrclaria .-Circular.


En la marcha sin concierto que llevan las fuerzas sublevadas al manflo ele los
ex-Generales O'Donnell y Dulce, han adoptado el sistema Lle difllflllir las falsedades
mas absurdas, de cortar las comunicaciones, inlerceptar los correos, inutilizar las
líneas telegrúflcas y de ferro-carriles, de valerse en fin de todos los medios mas re-
probados para prolongar una exislcncia que toca ú su término.


La incyitable dctencion en preparar las columnas de operaciones, ya en campaña,
y el apoyo que Yan dando á los sublevados los 1 ~O paisallos desbordados é inquietos
que se les unieron desde el primer momento, les han servido para llevar adelante
estos (lías un plan que honra poco seguramente á los que le dirigen y ejecutan.


De este lOodo, y suponiendo calumniosamente que la mayor parte de las provin-
cias secunda la rebelion; que las tropas de la fiEI~A fraternizan con los suhlcvados;
que los pueblos les aclaman, pretenden conseguir arteramente lo que por la fuerza
<le las armas y de la sedicion no han consegui(lo.


En tal estallo, el Gobierno, qne tiene ante la HEI~A y el pais altos deberes que
cumplir, tiene ademús el de decir á V. S. que reina la tranqllilida{l en tollas partes,
ligera y únicamente alterada en el marquesado de Lombay por una parlida repub)ica-
na, que ú estas horas se l/aliará castigada, y que el entusiasmo de) pais responde al de
las tropas leales para dcfel1ller con el Gobierno la causa de la fiEI:'iA, del Trono y del
órden que en vano se intenta combatir, sin que desde los lamentables acontecimien-
tos del dia 28 haya ocurrillo el mas ligero accidente favorable ú los sublevados.


Deber es á la "ez de V. S. en estas circunstancias aunar ú su buen celo la pru-
dencia, y no alarmarse por la falta ele un correo, que cuatro 6 seis hombres bastan
á interceptar; por noticias de pronunciamientos ó reveses imaginarios, ni por indi-
cacion alguna que no emane del Gobierno mismo, en cuyo interés se halla el decir
siempre la verdad, y cuyo decoro no le consentiria por ningun motivo desfigurarla.


Enterado de ello, se atendrá V. S. única y exclusivamente para arrrglar Sll con-




191
t!l1~\.a (l las romuni~a('innrs olieiah's, ohrando en In ¡lt>mús ron la prudencia que
!.irne ncrcflitacla.


ne Real t'trr!cn lo digo (l V. S. pam. su inteligencia y efectos correspondientes.
Dios gUllrdc á V. S. muchos años. Madrid 9 de Julio de 1804.=SA:'j LtJ!s.=SellOr
Gobernador de la provincia de ....


Yengamos ahora á dar cuenta á nuestros lectores del suceso mas no-
table que aconteció por entonces, y que escitó justamente la admiracion y
(\1 entusiasmo de cuantos le supieron, asi como puso el mayor espanto en
el ánimo de nuestros menguados gobernantes, que mas que nunca cono-
cieron entonces, que si para dejar vacías las arcas del tesoro les bastaba
tener á su frenle al monaguillo dc Sevilla, para combatir una insurreccion
arma(la habian menester del terrible espadon de Loja, el cual, si por su
tosca cducacion, sus modales dc soldado y su cortedad de entendi-
miento no era aproposito para el gobierno, por sus hazañas de la Mancha
y sus proezas del 48 estaba acreditado de muy hábil para la matanza.


Queremos hablar de la toma de Cuenca, y aunque ya en su lugar de-
jamos apuntado el suceso, el dá indicios tan claros del valor de los que le
llcvaron á cabo, y los pormenores de la espedicion son de tal modo inte-
resantes, que no creemos importuno el referirlos, y mas cuando el haber-
los recibido dc testigos presenciales, nos dá algtm derecho a presentarlos
eomo exactos.


Determinado el valienLe D. Manuel Bucela á emprender cosa en que
pudicra ejercitar la actividad de su espíritu y dar muestras de los alientos
de su animo, tuvo una entrevista con el general en gefe, y de acuerdo con
él, separóse de la columna con sesenta voluntarios, llevando de segundo
g-cfc al bizarro patriota D. Felipe Abascal, y de oficiales á D. Ramon Ga-
roa y á un hravo mozo riojano, del cual nos olvidamos hacer mencion al
referir el suceso de Vicálvaro.


Era su objeto dirigirse ú la ciudad de Cuenca, Hegar en dos dias de-
lante' de sus muros, entrar por sorpresa en ella, apoderarse de las auto-
ridades, y si encontraba en huena disposicion al vecindario, formar alli
un centro desde el cual pudiese llevar la agitacion ú la provincia, y que, en
caso de apuro, le ofrecia pronta y segura retirada para el Aragon.


Cuáles fuesen los inCOllYenientcs de esta empresa, cuán grandes sus
dificullades y peligros y cuánta resolucion necesitasen los que habian de
ejecutarla, no hay para que decirlo: lo escaso del número de aquellos va-
lientes espuestos cada instante á encontrarse en su camino con fuerzas in-




192
finitamente snpe¡'iores, ia facilidad de que fuesen élYisadílS las autoridaa
des de Cuenca, la ventajosa posieion de este pueblo, que le hace poco
nlenos que inespugnablc; y aun vencidas por la maila tales dificultades, el
riesgo á que se esponian aquellos inlrópidos arcnLureros de lener que sos-
tener en las calles una lucha des\~enllljosa con las fuerzas que hubiera y
cuyo número no era posible qne supiesen, no teniendo, como no tenian,
inteligencias se0retas en la ciudad; lodos estos lan ciertos y tan inminen-
tes peligros hubieran sido bastantes á poner miedo y yacilacion en {mimos
menos arrestados y firmes que los de Hucrta y sus compafieros, los cuales
estaban resueltos á no ceder un punto en aquel empeüo, que aun despues
de realizado, miró todo el mundo como imposible.


Antes de referir cómo entraron aquellos valientes en ]a ciudad de Cuen-
ca, digamos algo de lo que pasaba en ella, pues en vcrda(l que en este
suceso no sabemos si debe causar mayor admiracíon que el \alor de los
conquistadores la flojedad y torpeza de las auloridades.


El dia 9 de julio recibieron el gobernador llalsalobre y el comandante
general Moreno de las Peüas, ayiso de haber pernoctado el 8 en Sisanlc
una partida de yoluntarios, que al pílrecer se dirigia sobre aquella capi-
tal: no cuidándose mucho las autoridades de tal aviso, ni traiando de uti-
lizar los infinitos medios de defensa con que cuenta aquel pueblo, pensa-
ron que lo único que conyenia en aquel trance era hacer acopio de muni-
ciones, y con tal idea, emplearon en la fabricacion de carLuchos á los peo-
nes camineros, que á causa de las circunstancias políticas, se habian jun-
tado en la ciudad, preparándose así con tan formidables aprestos, ú reci-
bir al valeroso Euceta.


Venia este muy tranquilo (que no parece sino que estaba bien pene-
trado de la insigne torpeza de sus enemigos) por el camino de la Mancha,
y llegando al pueblo de Eelmonte hizo subir á sus sesenta voluntarios,
en diez carros, que presto habian de ser otros tanlos PalIad iones de aque-
lla nueva Troya, en la cual si faltaban bravos Hectores y avisados Pria-
mos, habia débiles Morenos, y tiesos, hinchados é incapaces Ealsalobres.
Prosiguieron así su camino, hasta que al llegar al otro lado de un pueblo
que llaman Arcas, dejaron el camino de la Mancha y fueron á lomar la
carretera de Valencia, para entrar en la ciudad por aquel lado.


Euceta, que conocia aquellos terrenos como quien los habia recorrido
muchas veces, dispuso esta maniobra, porque elevándose de aquel lado
delante de ]a ciudad una pequeüa colina, podian ú su amparo llegar sin




195
srr vislos hasía las puertas y ejecutar felizmente la sor¡)I'csa que medi-
lahan.


Llcgal'Ol1 así ú la ¡merla que llaman (le Yalcnch, y entraron por ella
sin inspirar sospeclHls, ú pesar de que si bien los yolun:arios iban metidos
en los carros, Bucela, Almscal, Garea y Marcos caminaban ú caballo
dando indicios de quienes eran en lo nada pacífico de sus arreos y apostura.


Llrgados que fucron al arrabal llamado Campo de San Francisco, ba-
júse de los carros la mitad de la fuerza, y conducida por el intrépido
A bascal, se encaminó por el Arrabal de los Tiradores, dando los primeros
gritos de ¡ dra la libertad 1 ¡ abajo el gobierno! al pasar por delante del
cuarlel de San Fl'í\l1cisco: no habia en él fuerza ningun~ de tropa de línea,
porque una compaüía que guarnecia la ciudad habia salido el dia antes
para Guadalajara; pero sí estaban encerrados allí los guardas municipales
de la prorincia relInidos en número de doscientos, los cuales, sin duda
por estar, segun dejamos dicho, empleados en la fabricacion de cartuchos,
no pusieron impedimento alguno al paso de los temerarios aventureros.


Siguió Ahascal con su gente por el puente de San Pablo y fué á desem-
hocar en la plaza, OCtl pando sus a renidas, y haeiéndosr así ducHo de una
posicion importante, por dominar este sitio toda la ciudad, y ofrecer á la
pequeHa columna una segura retirada para Aragon , caso de sufrir algun
notable descalabro.


nuceta entre tanlo habia seguido con el reslo de la fuerza pcr la calle
ancha de la Carretería, sin dejar los 'carros hasta la plaza del mismo
nombre, <1on(le apcúndose los yoluntarios, secundaron el grito arrojado
por los de Abascal en el Campo de San Francisco.


Ocurrió -en aquel sitio un incidente, que aunque de ninguna importan-
cia, parécrnos digno de mencionarse, por ser un rasgo de valor, que, aun
allí donde todos lo eran, acreditó al que le luro de temerario: Marcos,
aquel hrayo riojano ú quicn nombramos mas arriba, apar!ósc de la direccion
que pensabíl seguir Bucda, y acompanado de un rolllnlario armado de un
trabuco, se encaminó por toda la calle de la C<1rreterín ~ subió poI' el sitio
llamado Puente de la l'n·m·dad, y pasó por delanle de la casa del Coman-
dante general, donde habia una guardia qne ni siquiera le elió el quién
vire, y por la tesorería, donde habia otra, que se encerró valerosamente
al verle, aprcsLllnelose sin duda ú la defensa, mientras él llegaba tranqui-
]0 al Gobierno civil, donde ya encontró á llucela y los suyos, que se ha-
hian encaminado al mismo punto por la callr del Agua, y tomado las


1;:;




i9,i
bocas-calles, hasta ponerse en comunieacion eon Abaseal y su gente, que
durante este tiempo, se habia apoderado de la plaza.


Dejemos a Bueeta tomando las ayenidas del Gobierno civil, ú Abascal
ocupando la plaza, y á la poblacion contemplando 01 estraI10 cspectúculo
entre asombrada y contenta, y vengamos á referir lo quo hacian enrre
tanto las autoridades.


Estando en misa el Gobernador, llegó apresuradamente y con muestras
de sorpresa y de susto un hombre, que acercándose á él, le comunicó la
nueva de que Buceta, con una columna de voluntarios, se dirigia tí la Cill,...
dad: atónito el confiado Gobernador y sin querer dar crédito a lo que oia,
abrió un parte que le entregó el mensagero, en el cual el alcalde de Arcas
confirmaba la verdad de tan estraíia y poco agradable noticia. Aturdido,
temeroso y confuso salió se al punto de la iglesia y se encaminó á su casa,
acompañado de varios consejeros provinciales.


Conferenciando estaban acerca de las medidas que habian de tomar en
tan apurado trance, cuando la agitacion del pueblo, los gritos y el movi-
miento que en todas partes se senlian les ad vidieron de la entrada de sus
enemigos y de que era ya tardo para precaver, y aun por ventura no muy
temprano para resistir. Contaban, para oponerso á Rucola, con los doscien-
tos guardas de quienes ya hicimos referencia, y ademús COil cien peones ca-
mineros, fuerza bastanle si se atiende ú lo escaso del número de los va-
lientes aventureros, pero insuficiente en este caso, por ignorar las auto-
ridades el verdadero número de sus conlrarios, y mas por el desaliento y
el miedo que en ellas habia puesto lo atrevido de la accion y lo bien eje-
cutado de la sorpresa.


Encaminóse, pues, Balsalobre al Gobierno, donde no tardó en verse
reunido con el Comandante general, llamado por Buceta, y con el Alcalde
que tambien habia acudido a aquel sitio, obedeciendo las órdenes de
Abasca1.


Juntóseles a poco el propio D. Manuel Euceta, que estando en el si-
tio llamado las Zapaterías, bajó hacia lo interior del pueblo, atraillo por
unos tiros, que luego se averiguó haber-sido disparados por ocho peones
camineros, que subiendo desde San Francisco, quisieron llegar al Gobiel'Ilo,
y al desembocar en la calle Real dieron con los cenLinelas de Buceta, hi-
cieron fuego sobre ellos, aunque sin resultado, y sufrieron á su vez una
descarga, con la cual, mas certeros ó mas dichosos los sublevados, logra-
ron causarles la pérdida de un herido. Con esto huyeron cuatro de los




195
peones, y el cabo Martin que los mandaba, diciendo que iba de paz,
pasó con los otros, y llegó al Gobierno civil.


Juntas ya las autoridades, dirigiólas Buceta un breve discurso en que
las manifestó que habia ocupado la ciudad á nombre del general en gefe
del ejército constitucional D. Leopoldo O'Donnell; que deseaba conocer
el espíritu y los sentimientos que animaban á sus habitantes, y que abri-
gaba la esperanza de que por parte de los representantes del Gobierno de
:Madrid no se opondria una inútil resistencia. A estas palabras contesta-
ron las autoridades haciendo entrega formal y solemne de la ciudad, y
despues de firmar un acta espresiva de todo, saliéronse de Cuenca y se
encaminaron á Tarancon los dos compañeros de infortunio Moreno y Bal-
satobre, los cuales, ya que carecieron de fortalBza para defenderse, tu-
viéronla al menos para no adherirse al alzamiento y para permanecer fie-
les al Gobierno que servjan~


En cuanto á los guardas y peones camineros, aquel mismo dia se ad-
hirieron algunos á Euceta y los demás fuerún enyiados á sus pueblos,
dejándose las armas y uniformes.


El siguiente dia convocó Euceta á voz de pregon á los individuos del
Ayuntamiento y á igual número de mayores contribuyentes, los cuales,
afectos á los polacos unos, cobardes é indecisos otros, determinaron no pro-
nunciarse. Buceta, que pudiendo mandar como conquistador, habia pre-
ferido consultar la voluntad del pueblo, andaba dudoso en el partido que
hubiese de tomar, visto que aquella se le manifestaba contraria; pero
unos cuantos animosos liberales, (Iue no eran por cierto ni concejales ni
mayores contribuyentes, llegaron á poner término á su justa incerti-
dumbre, manifestándole que por el miedo de algunos hombres de esos
que jamús arrostran el peli¡:,rro pero que obedecen siempre al que manda,
no habia de juzgarse del espíritu de la ciudad entera; que antes bien, allí
como en todas partes estaban indignados contra los saqueadores públicos
que se decoraban con el nombre de Ministros de la Corona; que lodos los
hombres honrados habian acogido el grito de O' Donnell como una espe-
ranza, y que en cuanto ú los habitantes de Cucnca, podia estar seguro
que no deseaban sino pronunciarse.


Alentado con lales discursos el valeroso Buceta, hizo imprimir y man~
{ló fijar en lodos los sitios públicos de la ciudad, la siguiente proc1amac


e


"




iDo
Ejórcilo monúrquico-constitucional.-Columna dc operaciones dd nor-


te de E:;;paül1.-E. jI.


IL\BITA~TES DE L\ PHO\T\CL\ IlE ClE:\C,\.


El sagradu cstallrlarle de la libert.ad , onika victorioso cntrc y()s()lro~. La refor-
ma iílll11g11rarla COII sangre de raliplltrs Pll 1<1 C:lpilill de la !\íOllilrquÍa (') ;30 !In JUllio
anterior, ha encontra(lo 11n por!rroso ceo cn las principales cilld:llles de E~palla, y
ayer, vosotros cOlllemplús(eis COII <1dmiracion CU(¡II(O p\]('dclI la fl~ y el anlilllil'lIto eri
los corazones libres. i Hombres liOlll'ados de todos los partidos! elllplll][lrl 1;ls :Irmas,
y venillllellos de entusiasmo ú contrihllir ú tan grallde y noble causa. LllÍos, formn-
mos nuevos lazos de fralefllidad y rasguemos e~e illfame sudario (Ill(~ IIa tellido es-
condido en las tinieblas el santo y suhlillln mombre de LlBEI\T.\!l.


1'\0 s¡:amos por mas tiempo ríctimas de rel',(Jon;::,osos a!Jios, !lO prrtllalll'Zl'amos
impasibles ú la vista de tanto vilipendio, ele tantos crímenes c¡'riles ?I1)oZitiros IlI'rpe-
traelos ú la sombra rIel po(ler, y fIue q\leri:m llllllrlir insensiblemente los :':~l grados
derechos del Pueblo.


Alzaos, :::acllrlíd ele una rez ('1 ominoso ~- degratl:ll1tc yugo, qlW, UIl pUllallil (le
hombres sin fé, pero [¡"idos d0, la sangre (le esl,0, generoso jluehlo, lla qurrido illlPO-
nernos, y formemos todos ele comuno con llue::;lros perllOs esa fllerll' ¡mll'<i1ra de
patriotismo, destinarla ú reconst.ruir el trmplo di'. la LmEl\T\Il y de la LEY.


Desaparezcan los anticipos, la odiosa contrihllcion de consumos, el estallro de la
sal, de tabacos, y tantos monolwlios como aniquilan la rique.:;a pública, sin mas ob-
jeto que el engrandecimiento del ]wndillafJe, el favoritismo y la inmoralidad.


Liberales, á las armas, aprestémonos ú la lucha, que llursLra es la victoria. Dó-
mos cima ú nuestra rmpresa y no olyillemns que el pl1cblo uni(lo es illvrncible.


Viva la nEI~.\ constitucional, vin la CO~STIT[(:IO~ , yiya la LIBEHT.\!l.
Cuenca 10 de Julio delS~jL-EI C. G. ~,I. Y Golwl'Ilador Civil illferi!lo di' e:::l(1


Provincia.-MA:'\cEL BrCETA DEL Y/LLAR.


Reunió en seguida el ayuntamiento, conyocó ú voz de pregon al yecin-
dario en la plaza púl?lica, y luego que se hubo allegado una gran multi-
tud, presentóse tí caballo delante de ella y la espl'esó su delerminacion de
permanecer en la ciudad, si como pensaba, no le era hostil el espíritu de
sus habitanles: inmensas aclamaciones 1'espondicron ú estas palabras,
quedando así pronunciada la ciudad, y haciendo en un instante el entu-
siasmo del pueblo lo que nunca hubiera ejecutado el miedo de los con-
cejales.


Eligióse allí mismo una junta, compuesta en su mayor parte dr per-
sonas conocidas por sus ideas lihcralrs, la cual, srgun anduvo de tímida~




107
indecisa y ,acilante, no parece sino que aceptó por compromiso su ell-
cargo, Ó que desesperanzada de que aquella sublevacion alcanzase buen
suceso, no queria Illo:;trarse enérgica y resuelta, temerosa de las conse-
cuencias de su derrota. A lal sospecha ú lo menos da nacimiento en
nuestro ánimo la proclama que publicó al dia siguiente, que para lodo po-
dia senir menos para infundir aliento en los corazones, segun era de
tibia en su espíritu y de ambigua en sus palabras. Y no parezca severo el
juicio que formamos de aquel documento; que harto mas duro le hadan
Iluestros lectores si cayóramos en la mala lenlacion de publicarlo.


Siguieron así las cosas, hasta que al cabo, persuadida la junta de que
O' Donnell no venia por aquel lado , influida de las noticias oficiales, que
mas que nunca ponderaban entonces la derrota y fuga bácia Portugal de la
dirision liherladora, y no queriendo, en siluacion tan dudosa, esponer la
ciudad ú los riesgos y penalidades de un s1tio,se lo manifestó así á Enceta
el dia catorce, y esle que no queria permanecer en Cuenca á disgusto de
sus habitantes, contestó que al dia siguiente eyacuarla la ciudad.


Salió en efecto de ella el dla quince, por el sitio llamado la !lo::. de
Cuenca, y siguiendo la infantería el camino de ~\ragon, salieron Euceta,
Abascal y algullos otros ú caballo ú e:;perar á algunos ,"oluntarios que ha-
bian ido de espedicion ú Carraseosa y tenillo un encuentro desgraciado
con fuerzas muy superiores del gobierno; y ya incorporauos con ellos, yol-
vieron ú entrar por el arrabal de Cuenca y se juntaron al resto de la
fuerza.


IlL


Volramos ahora á la corte y recordemos como ya hemos dicho en el
discurso de este capítulo que Cúnoras despues de haberse separado de los
generales en Manzanares yohió á Madrid trayemlo _ consigo un ejemplar
impreso de la célebre proclama.


Luego que llegó, y despues de conferenciar con algunos de los que
componian el comité moderado, los cuales le encarecieron sobre manera
como era justo, la urgencia con que debia darse ú la estampa y ponerse
en circulacion el deseado documento, rué su único pensamiento adoptar
todos los medios posibles para que la imprenta multiplicase con sus mil
lenguas aquellas frases camlentes, aquel grito lnagníflco de libertad, que
debía poner en inminente conflagracion todos los ánimos. No pudieron sin




198
embargo repartirse hasta el día '14 lo~ primeros ejemplares, y de nolarc.g
aqui en prueba de que nada influyó el manifiesto de Manzanares en el
levantamiento de las primeras ciudades, que Valladolid y Barcelona se pro-
nunciaron el mismo día en que aquel aparecia impreso en la corte y cir-
culaba arrebatado de mano en mano por todo el mundo.


Pintar el efecto que su lectura produjo en los ánimos, describir la ar-
dinnte alegría que súbito se retrató en todos los semblantes, cspresar
aquel secreto y veng~tivo júbilo que empezaba á percibirse en la atmós-
fera moral oculto bajo esa calma angustiosa, bajo ese silencio oprimid(} .
que precede al primer rugido de una tormenta popular; decir con los re-
cursos de un estilo pobre y desaliI1ado, como las iras del pueblo conden-
sándose y enc~ndiéndose con la circulacion de la proclama, iban apre-
surando por momentos en el abrasado pecho de las muchedumbres la es-
plosion del magnífico alzamiento ú cuyo s(}lo aspecto habian de hundirse
en el cieno los miserables hombrecillos que encaramados aun en las gra-
das del trono, se atl'eyian á seguir escarneciendo la nacion con su sainetesca
desvergüenza; pintar todo eso, es empresa que está reservada á los que
con mayore~ dotes y el alma menos impresionada de aquellas supremas
emociones puedan describirlas con la calma del historiador y las galas del
poeta.


La proclama de Manzanares vino á dar el golpe de gracia á la siluacion
artificial de confianza y de triunfo creada primero por el Gobierno con las
menUras de la Gacela y prolongada despues con la desrergüenza oficial de
Jos partes de los Gobernadores y Capitanes generales de las provincias:
situacion que se encontraba ya muy minada y en pleno rídiculo cuando
apareció el manifiesto.


Desde el dia '14 puede decirse que el Gobierno dejo de existir moral-
mente: la opinion pública, oprimida y reconcentrada hasla entonces, cir-
cunscribiendo sus manifestaciones á los cafés y los circulos polilicos, em-
pezó á manifestarse en toda su imponente mageslad: en las calles, en las
plazas, en todas partes se murmuraba y se gritaba y se maldecia con el
mayor desenfado sin miramiento ya ni réspelo á la policía ni á los polacos
que huian despavoridos y dábanse prisa á embalijar el fruto de sus a!torros.
Tan inflamada y candente y rebosando de ira y de hiel circulaba la con-
ycrsacion, que todo el mundo parecia redactor del Murciélago y atacado del
Yérlig~) de la maledicencia.


El dia 16, en que corrió ya por el café de la Iberia muy yaliJa la 1l0-




199
licia del pronunciamiento de Valladolid, la murmllracion dió un punto de
reposo a las lenguas, y Lrocóse en estrepitosa alegría: miróse la abomina-
ble comedia polaca como concluida y pensóse ya solo en preparar los cen-
cerros y cllodo para solemnizar el entierro del moderno Monipodio.


Amaneció el día 17, Y Madrid presentó hasta la caida de la tarde una
fisonomía intleseripliblc. Ya no hay Gobierno! se decian las gentes al en-
contrarse en la calle; ya hemos revindicado nuestra vergüenza! ya pode-
mos sacar nuestras mugeres a la calle 1 ya hemos vuelto á ser españoles 1
Estas frases corrian de boca en boca: el jübilo se retrataba en todos los
semblantes: comentáhase del mil maneras la espulsion de los ministros:
quien decia que al presentarse San Luis en palacio habíasele prohibido la
entrada en la real cúmara: quien, que al preguntarle S. M. por el estado
de las pi'ovincias, el gefe polaco con su natural impudencia la habia cOlltes-
tado que la tranquilitlad continuaba inalterable en todas partes, y la Reina
entonces habíale enseñado los partes de los pronunciamientos de Vallado-
lid y Barcelona. Sin responder de la mayor ó menor verosimililud de
tantos rumores como corrieron por aquellos dias, mas ó menos autorizados,
es lo cierto que el hecho de su espulsion quedó tan cnruelto en las tinie-
blas palaciegas como el de su encumbramiento al poder.


IV.


Tócanos ahora ocuparnos en un punto árduo y escabl'os0 de suyo, y
dificil de ser tratado, como que sobre tener la grande influencia que tuvo
en las cosas que sucedieron despues, no dejó de estar rodeado entonces
de circunstancias desconocidas y oscuras que no se han aclarado mas tar-
de, las cuales pOI' yentura puedan dar ocasion á que no apreciemos con el
acierto que quisióramos los hechos y la conducla de ciertos hombres
notables pertenecientes ú ambas oposiciones, que por el respeto de sus
buenos antecedentes, ponen, aun en medio de sus mayores yerros, te-
mor y duda en quien tiene necesidad de juzgarlos.


Pero dado que nuestra desconfianza sea grande, nuestro deseo de acer-
tar no es pequeño, ni mucho menor la obligacion en que estamos de decir
toda la ver.dad de nuestro pensamiento, que si puede ofender susceptibili-
dades despiertas siempre en el que yerra, quizás alcance á alumbrar un
poco las tinieblas en que la generosidad Ó la flaqueza han querido dejar




200
envueltos sucesos que para bien y enscüanza del pueblo hubiera sillo me-
jor que quedasen esclarecidos.


Nuestros lectores habrán comprendido sin esfuerzo (Iue nos referimos ú
ese Ministerio que en lo breve de su vida ganó mayor celebridad y lllas fu-
nesta que la que hayan alcanzado otros muchos en largo periodo de tiPlll-
po; y que consiguió ú fuerza de torpeza ser por espacio de treinta horas
objeto del aborrecimiento público, y aun ocasion dc que algunos dudasen
si habria ministros peores que los polacos y presidente mas indigno de
serlo que el primer Conde de San Luis.


El 17 de Julio por la tarde, huérfana la reina de sus consejeros Ú COll-
secuencia de la obligada dimision de Sarlorills, llamó ú l)alacio al general
Córdoba y le encargó la formacion del ministerio. Prilllero y grave desa-
cierto de Palacio; pues, si como es de suponer: se pretendía satisfacer
la opinion del pais y acabar con las causas del descontenlo público, no
era modo de conseguirlo poner al frente de los negocios á un hombre
como el general Córdoba J que ni por su aptitud política ni por ninguna
olra calidad notable era llamado á gobernar en circunstancias tan es-
cabrosas como aquellas, cuanto y mas que su nombre antes (Iue ser ga-
rantía para la oposicion y prenda de confIanza para el pueblo, leIlia ú los
ojos de todos un significado funesto, por lo cual forzosamente habria de
mirarse su nombramiento como una continuacion quizá mas hipócrita en
las formas, pero no por eso menos senwjante en la esencia, de la política
de SarLorius.


Bien es verdad que conviene lener en cuenta que aun existian vivas
y permanentes al lado de la reina las influencias üllales qne tan desacoIl-
sejadamente y con tanta deshonra suya y (lario de la nacion \'enian de
mucho tiempo atras sojuzgando su ánimo: estas, como tan interesadas en
que aquel órden de cosas que tan cómodo las era y que de tanlo prore-
cllo las servia no fuese destruido en un punto, habían de resistir natural-
mente la entrada ú toda reforma verdadera, por mas que mirando como
arreciaba la tormenta que Ú lllas andar se vcnia encima de sus cabezas,
tratasen de desvanecerla aparentando entrar en tratos con la oposicion,
y sacrifIcando á su propia cOllserracion la existencia ministerial de los
hombres que mas se habian alraido la indignacion y el desprecio de las
gentes.


Esto es lo que entre los habiles del día se llama desconcertar á las
oposiciones, y lo (IlIe con próspero suceso habia ensayado los aIlOS atrás




201
la DUf}UeSa de Hiúnsares l:lIando Ú resuJ[as del famoso golpe de estado que
intento llra YO Murillo le sacrilico en aras del descontento público, sin em-
bargo de que jamás aquel ministro hubiese dejado de mostrarse compla-
ciente ayudador de los pensamientos l'odiGioso~ de la rapaz, avarienta é
insaciable sellora.


De cual<luier modo, ahora se conociese lo forzoso de ceder á las pú-
blicas exigencias, ahora se tratase un nuero juego de mallOS por la madre
de la Reina, (lue tan justa reputadoll gozaba de diestra cubi"le{el'a, ello es,
que conforme dejamos dicho, fue llamado ú sal Yal' la situacion el general
Córdoba. y ya que la casualidad o el capridlO levantaron á este persona-
ge á un puesto que, singularmente en las circunstancias aquellas, no era
sino muy aproposito para poner de manilieslo la escasez de sus recursos y
la exigüedad de su lalla, bien es que escribamos algo, así de sus calidades
y antecedentes como de la actitud que duranle los últimos meses habia
observado respecto a la situacion caida.


Era de muy antiguo el general Córdoha miembro del partido conser-
"ador, y aunque la celebridad de un nombre cuyas viejas glorias habia re-
frescado su hermano D. Luis Fernandez de Cordoba no permitia que quien
le llcrase viviera oscurecido, nunca brilló entre los primeros ni en política
ni en armas, que eran sus principales y mas conocidas ocupaciones. Méri-
tos de su apellido, que no suyos, le habian traido sin embargo á Sena-
dor del Reino y á Teniente general de los ejércitos nacionales, y en 1847
hallósele bueno para formar parte, como ministro de la guerra, del ga-
binete Goyena.


No hay (luien ignore cuánto rué dc breve y esterilla vida de aquel mi-
nisterio, durante la cual ni aun tiempo luvo Córdoba para acreditarse de
inepto: adherido luego a la política de Narraez, no descuidando sus rela-
ciones en Palacio, nombrado dos veces Director de Infantería, habia lle-
gado el hacerse figura de cierta importancia secundaria, y rara vez pasá-
bamos por un periodo de crisis ministerial sin que su nombre sonase
como candidato para alguna cartera y aun para la misma presidencia del
Consejo.


Desde la lenlali\a del golpe de eslado vcnÍasc mantenicndo en una
actitud dudosa, que ni bien le hacia partidario del Gobierno, ni bien de
tal suerte enemigo suyo, (IlIe indisponiéndolc abiertamente con Palacio,
le inhabilitase para SOl' llamado al poder: con todo sabiase de cierto que
era hoslil á los proyeclos de reforma constitucional, y no era un misterio




202
para algunos, que tenia trabajados varios regimientos de mfanlería para
el caso de que los absolutistas de Isabel 11 se cmpeI1aran en ejecutar el pro-
yecto que meditaban. Eran, pues, los suyos trabajos ocultos y de zapa;
conspiraba con los oficiales de los regimientos) y no hacia causa comun con
la oposicion del Senado.


Por eso, aunque votó con los ministerialcs en aquella famosa ctlcstion
que en tiempo de Sartorius ocasionó la clausura del Senado, no dudaron
los generales que formaban el núcleo de aquella oposicion vigorosa en re-
velarle sus planes y pedirle su ayuda: parece <Iue mediaron tratos, que
Córdoba conspiró algun tiempo con O' Donnell, los Conchas y Hos de
Olano; y que al cabo hubo de separarse de ellos, con la respuesta que les
dió de que solo contasen con él en el caso de que el Gobierno se aventura-
se á dar el golpe de eslado.


Conservó por tanto, entonces como siempre, su posicion dudosa,
mantúvose á dos aguas, y gracias á estas circunstancias, cuando el levan-
tamienlo del 28 de Junio puso en tan grave apuro la existencia de la pan-
dilla polaca, él llego á ser el designado por la opinion como probable y
casi cierto sucesor de Sartorius, pues) suponíase, no con falla de fundamen-
to, que antes de convertir la Reina en ministros el los insurrectos de Vi-
cúl varo, habia de llamar al gobierno á un hombre que ni perteneciese al
bando despreciado y aborrecido, ni tampoco á las oposiciones, para transi-
gir así en el fondo con la insurreccion, dejando á salyo en las formas el
amor propio de la muger y la dignidad del monarca.


l)ero la erró con todo quien aconsejase á la reina que llamara al gene-
ral Córdoba: días atrás, cuando aun no se habia dado la proclama de Man-
zanares ni se habian hecho los pronunciamientos de capilales importantes,
ni en Madrid mismo se habian allegado los combustibles que él la menor
chispa hacian inevilable un incendio, hubiera podido un ministerio Córdo-
ba Ser un medio de transaccion, pues á virtud de algunas concesiones, por
ventura habrían depuesto las armas los sublevados de Vicálraro; pero las
exigencias CI"ecian á medida que transcurria el tiempo; cuando hubiera
bastado Córdoba hubo empeI10 en sostener á Sartorius; llamóse él Córdoba
cuando era menester acudir á O' Donnell; y siendo al cabo insuficien te
este último, fué forzoso pronunciar el nombre de Espartero.


Esto se conoció muy tarde, que fué casi lo propio que no haberse co-
nocido: grande bien para la causa del progreso, pues que de esta suerte la
ola revolucionaria no se miró contenida en el principio de su empuje: Dios




203
quita el jw'cz'o á los que quiere perder, y así el palacio ayudaba á la re-
yolucion sin saberlo, y completaba la obra en que, tambien sin sospe-
charlo ellas mismas, venia n trabajando durante once años todas las ad-
ministraciones moderadas.


y no hay que estraI1ar tal hecho, repetido cien veces en las pagll1as
de la historia: los gobiernos hacen siempre las revoluciones que no los
pueblos; en estos suele estar la prudencia y la temeridad en aquellos; y
es que gobiernan la política leyes contrarias de las que rigen la perspec-
tiva, y en el mumlo moral, al revés de lo que sucede en el fisico, son los
sitios mas elevados los peores puntos de vista.


Mientras el Conde de S. Luis era despedido de palacio y el general
Córdoba tomaba sobre sí la empresa dificil de formar un nuero gabinete,
celebrúbase UIla reunion de hombres notables del partido progresista, en
la cual, partiendo del supuesto probable de que fuesen llamados por la
reina, se acordó acudir á su llamamiento y tomar parte en un ministerio
misto con tal que en él estuviesen representadas las oposiciones del Senado:
y en verdad que tal resolucion tuvo mas do precipitada que no de sábia y
menos de patriótica que no de interesada; pues ni la ambicion personal
del mando ni el provecho material y pasagero del partido debieron ser
poderosos ú conseguir fIuC los progresistas consintieran en subir al gobier-
no sin llevar á él la integridad de su dogma y la pureza de sus doctrinas:
que luchar tantos años y transigir cuando está cercano el instante de la
'victoria, ni gana honra á quien lo hace, ni con viene á los intereses mora-
les de un partido. Menos impaciencia en el partido progn~sista oficial, ma-
yor previ~üm, mas patriotismo ó mas cálculo, y habria comprendido sin
dificultad que la siLuacion forzosamente tenia que venir á sus manos, y no
habria aceptado solidaridad de ninguna esp~cie con el general Córdoba,
del cual y de los hombres que hubieran querido juntársele seria única-
menLe la responsabilidad de las escenas de lucha y de matanza de que
fué teatro la capital de la monarquía, para gloria del pueblo y baldon de
sus opresores.


Córdoba entre tanLo viendo que sin la ayuda de hombres de marcada
significacion política y que se hubiesen ganado las simpatías del pais no era
posible la fonnacion de un ministerio con probabilidad de subsistencia, so-
licitó una entrevista de D. Antonio Rios Hosas por medio de un mensage-
ro que, si mal no recordamos, fué el señor D. José Gutierrez de la Vega:
vióse este primero con Cánovas del Castillo que se prestó gustoso á pro...




201
porcionar la conferencia: vaciló al pronto !tios en aceptar la invilaeion que
el general le hizo de que tomase ¡nrle en el minislerio cuya formacion le
habia encargado la reina; y tO!ll;lI1t!o consejo de alguno que parece le opu-
so cierlas dificultades, delel'llli¡l(')~(\ al cabo ú dar ulla respuesta afirmati\lt
al general Córdoba.


;\0 queremos pecar de pa\,(~¡ill('~ ni dirigir cargos injustos ú personas
cuya vida pública ha sido por Il1lwho tiempo merecedora de n'spolo, y por
eso no haremos ú Hios Hosas un erímen de ha ber acepiado la compaüía de
Córdoba asociando á él su signilicaeion y su nomore: si él hubiese sido de
tal modo una necesidad, que reilllsando el puesto que le ofrecian hu-
biera hecho imposible cualquier combinaeioIl ministerial, su aceplacíoll
apenas si tnndria disculpa; pero ya segun tenemos entendido, conlaba
Córdoba con algunos riejos progresistas, ~c es de presumir que la negativa
de Rios no hubiera sido parle ú q dé dejara de formarse el ministerio. ~o
rué él, fueron los santones progTe~b¡as los culpados en esto) fueron, repe-
timos, su impreyisiun ó su imp;H'!(,l1tia los (~ómplic('s inocentes de las tra-
mas palaciC'gas: porque no es t)();~iblc contradecirlo ni negarlo; sin su
apoyo Córdoba hubiese tenido qu<\ renunciar el encargo que le hizo la rei-
na; habrian sido forzosamente ILlllliHlos IO~3 progresistas, y entonces impo-
niendo ellos condiciones en rez de recibirlas del Palacio, por ventura se
hubiera llegado pacílicanwllle adonde vinimos ú parar mas tarde) despues
de tres días de combate.


No mediaban iguales razones respeeto á D. Antonio Hios llosas, ni te-
nia este que obedecer ú los propios Illó,iles que los progresistas: antes,
como hombre de partido debia procurar que los intereses que defendia es-
tuviesen representados en la siluacion que se creara, y por eso desde el pun-
to de visla de sus doctrinas no era cOlH'eniente ni menos político suscitar
embarazos que empeorando el estado de las cosas, diesen por resultado ó
la reyolucion popular, que pocHa llegar á la república) ó la nmida de Es-
partero que quitase toda inlel'vencion en los negocios públicos al partido
consenador.


Parécenos que esta esplicacion quc· damos de la conducta del Sr. llíos
y esta declal'acion leal que bacemos pondrá á cubierto de toda sospecha
el juicio desfarorable y duro que habremos de emitir sobre el mismo, con
ocasion dc sus actos durante el brere periodo de su vida ministerial.


Mientras tales tratos y arreglos se disponian en las regiones oliciales,
cunclia rápidamente por la capital la nucya ele la caida de Sartorius, y el




205
puehlo, cuya indignadon habia crecido;1 punto de desbordarse, aprestá-
base á resolver la cuestion r á liquidar la afleja cuenla' de sus agrarios
por sí mismo y sin licencia de nadie.


No es nuestro únimo narrar en lodos ~llS detalles los sucesos memora ...
bIes de la noche del 17 de Julio, ni los hechos heróicos de los dos siguien-
tes dias cuyo recuerdo leranla nuestro ¡¡{'cho de entusiasmo y de orgullo,
aun ahora, en medio del desconslill]o qun nos produce la consideracion de
como han sido estériles los sacrificios ejecutados y cuún escasa en frulos
para la libertad la sangre de los denodados maclrilcflos. Escribimos estas
páginas en las horas que podemos robal' Ú ocupaciones de otra especie, lo
cual es causa de que tan lenlamen!c Y(,i111 la luz y de que, apartándonos
con pena de nueslro primer prop{'):;ito, pa~emos de ligero sobre lo ocurri-
do en aquellos dias y dejemos ú otro el cuidado de referirlo; pero apun-
taremos Jos SlIC('SOS de bulto sobre qm' j¡a~'an de recaer nuestros juicios,
para no dejar del lodo incomplelo esLe lluestro desalinado trabajo.


Sabedor el pueblo de la caida vergo:lZosa de los polacos, enterado por
las proclamas que se reparlieron á primeril hora de la noche, del pronun-
ciamiento de Valladolid, Barer,lona y Zaragoza, resuelLo á no sufrir mas y
avergonzado de su paciencia antigua, comenzó á dar seüales de agitaeion
ú la salida de los toros, y encarninúndose por la calle de A lcalú dando vi-
las Ú la libertad, ú la Conslilucion y ú la ~Iilicia, hacia la puerta del Sol,
detúvose delante de la casa de Correos, lomando una aclitud que de vez
en vez se hacia mas formidable y amenazadora por la multilud de gentes
de varias ecIades y condiciones que desembocando por las calles que van
ú parar ú aquel sitio iban allegándose ú los grupos anteriormente reuni-
dos, hasla llenar aquel espacio con una muchedumbre inmensa cuyas mu-
gienles oleadas se estendian de un lado hasta la mitad de la calle de la
Montera, y de olro por la calle Mayor hasta cerca de PlalerÍas.


A los principios de esla escena, antes de que se hubiese manifesta-
do en loda su grandeza esle magnífico prólogo que tan bien anunciaba el
drama soberbio aunque sangriento que poco despues debia representarse,
algunos conspiradores, y entre ellos el que escribe estas páginas, mez-
clúronse a los grupos, y trataron, no sin riesgo de sus personas, de calmar
ú la multitud irritada: porque temian que aquellos gl'llpOS sin organiza-
cion y sin armas que ya se habian aumentado hasta con mugeres y con
niüos, diesen ocasion ú que las autoridades militares hicieran uso de la ,
fuerza y disprl'súndolos ron la sorpresa y confusion de ]o~ primrros mo-




...


206
mentos, malograsen el suceso del movimiento popular organizado que se
tenia dispuesto para aquella noche, y que no podria estallar hasta las diez,
segun aviso de D. Cayetano Cardero, que era el encargado de ponerse á
su frente.


Bien pronto, sin embargo, hubieron de persuadirse estos estraüos pa-
cificadores de lo vano de sus esfuerzos: habia ya tomado la multitud allí
junta ese aspecto magestuoso, imponente y terrible que solo toma el pue-
blo en las raras ocasiones en que penetrado de la verdad de su dcreeho se
levanta á ejercitar su soberanía; brillaba en aquellas frentes levantadas el
sello de la dignidad humana; salia abrasando el soplo de la libertad de
aquellos pechos alterados; rugian ya sobre aquel Océano las tempesta-
des de la revoluciono


En presencia de aquel espectáculo no habia lugar á la reílexion ni al
miedo ni á la duda; devorado quien quiera que lo contemplase de la ardien-
te y general calentura, sen tia grande el alma y vigorizado el cuerpo y
tenia que lanzarse como un frenético en aquel vértigo de locura y dejarse
arrastrar como un átomo por aquel torbellino de ira y perderse como una
gota en aquellos mares de entusiasmo.


Rompióse al cabo aquella muchedumbre compacta diridiéndose en
muchos grupos numerosos, que partieron en diferentes direcciones: unos
se apoderaron del Principal, que imprudentemente abandonaron á poco:
otros entraron en el gobierno político, cuyas puertas les abrió el sargento
Arias, y se apoderaron de cantidad de fusiles, carabinas, pistolas, sables y
cartuchos: otros marcharon á la cárcel del Saladero á poner en libertad á
Rivero, Cervera, Narciso Escosura, Cámara y otros patriotas, liberales to-
dos, demócratas los mas, que unos por conspirar, otros por escribir, al-
guno por hablar, sufrian hacia tiempo los rigores de la prision: entre todos
ellos) D. Nicolás Rivero, demócrata de alta inteligencia y variados cono-
cimientos y de fabulosa tenacidad y constancia para las conspiraciones,
era quien mas tiempo llevaba de preso, y quien mas sin duda pensaba
estarlo, á juzgar por el rasgo original y notable de levantar su casa y ha-
cer almoneda de sus muebles, dicieIHlo que «pues el Estado le propor-
cionaba habitacion, aunque mala, se escusaba él de pagar al casero.))


Los restantes grupos, mayores que los otros en número y entusiasmo,
se derramaron por todas las calles de la capital, y llevados de un comun
instinto que misteriosamente ]es juntaba en un propio é idéntico pensa-
miento, dirigiéronse á las casas de los personages mas notables de la si-




207
tuacion caida, y determinados á satisfacer en algo los ímpetus de su ira,
ya que no dieron con las personas de los odiosos y despreciados manda-
rines, entregáronse con la salvage ferocidad del entusiasmo al destrozo
de cuantas alhajas, muebles, adornos y objetos de toda especie vieron
sus ojos y pudieron tocar sus manos.


Era aquel un espectáculo de horror y de lástima, si bien de justicia y
de escarmiento: las soberbias lunas venecianas que habian reflejado tantas
veces la satisfecha altivez de los latro-magnates y la bajeza de sus adu-
ladores corLesanos, retrataban ahora rostros feroces é indignados, antes
de caer reducidas á polvo por los puños de los sables y las culatas de los
fusiles; las visLosas colgaduras caian hechas girones sobre las destrozadas
alfombras; los muebles de mas ricas maderas y costosas labores, mirában-
se hechos hasLilIas por el suelo ó caian desde los balcones á quebrarse
contra el paYimento de las calles; los objetos de mayor comodidad y lujo
juntos y reyueltos con los de uso mas vulgar y con preciosidades y mara-
villas artísticas, todo fué roto, destrozado y aniquilado: ni se perdonaron
las paredes y techos, vestidos de sedas y de pinturas, que tambien fueron
acuchillados y golpeados cuando se hubo dado fin de las otras cosas. El
pueblo jadeante, enloquecido y furioso parece corno que en el vértigo de
su ira prestaba animacion y vida á todos aquellos objetos inanimados, y
quería vengar en ellos las culpas que cometieron sus dueIios.


y para que nada faltase al aparato de aquel cuadro, horrible y magní-
fico á la vez, encendiéronse grandes hogueras, que alumbraron con sus
tintes rojizos la ferocidad de los rostros y aumentaron la tel'l'ible gran-
deza de aquella escena con los resplandores siniestros del incendio: toca-
ron entonces la furia y la locura los últimos estremos de lo imaginable;
fuego brotaban todos los ojos, gritos inarticulados y roncos salian de todas
las gargantas, objetos de cien especies se escapaban de todas las manos y
venian de todas partes á aIiadir nuevos pastos á la voracidad, de las llamas.
Sobre todo ponia lástima en el alma el mirar aquellos cuadros soberbios
y acabados, que la rapacidad arrebató á los museos y el furor arrojaba á
las llamas; ¡ay! de aquellos lienzos, en muchos de los cuales brillaba el ta-
lento de Murillo, el alma de Rafael y el genio de Miguel Angel, de aque-
llas glorias del arte á que no se habian atrevido las injurias del tiempo,
nada quedó de allí á poco sino negras pavesas, juntas en lastimoso monton
por la noche y dispersas al otro dia por el viento de la mañana! No justi-
ficamos nosotros ni menos aplaudimos aquellos hechos, pues aunque ame-




20B
mos la liberlad, no podemos ser enemigos del arte; pero el vicio, la crá-
pula y los escándalos de todo género habian llegado ú su colmo, y no es
de estrañar que tambien subiera de punlo la indignacion que llenaba el
ánimo de las gentes: los escesos arriba aulorizaron el desenfreno abajo,
y por eso es solo el gobierno el responsable de las dpmasías del pueblo.
Que, como era costumbre lustrar y purificar los templos profanados por
un deWo, así despues de la dominacion polaca fué necesaria esta purifica-
cion de fuego en el suelo sagrado de nuesLra patria.
¿~i quién, aunque deplore que el pueblo se vea obligado ú ejecutar


hcchos de dcsolacion y de esterminio, podrá negar que era esta vez el
escarmiento saludable y preciso y que convcnia que fuese solemnc la jus-
ticia como habia sido público el c~c['lIldalo? ;\i como, por mas que quiera
mostrarse ciego ú las enseflanzas de la historia, habrú nadie que des-
conozca que esa fuerza inrisible pero existente, que se llama lógica ó pro-
"icIencia, lm~antó en el ánimo de las masas las tenLaciones del incendio,
para que siniese de provrchosn rjr'mplo el mirar como en pocas horas de
aquellas magnificencias del lujo por las cuales una cuadrilla de miserables
habia sacrificado los principios, el honor, la probidad y la Yergüenza, no
clrjó sino viles cenizas la YengallZa del pueLlo, de la cual solo fué un ins-
trumento la implacable voracidad de las llamas?


Varias fueron las casas visi!adas por el pueblo durante esta noche me-
moraLle; pero no se ensañó su ira (y es en esto muy de notar lo admi-
rable de su instinto) contea todos los corifeos polacos: Sarlorius, EsleLan
Collan[es, Salamanca y Quinto fueron los oLjetos pririlegiac10s del odio
púLlico; Vista-hermosa, de quien nadie se hubiese acordado un mes antes
ni dos meses despues, tenia irritado el ánimo de los maclrileI10s con el re-
cuerdo, fresco todavía, de su vanidad quijotesa y ridícula, y por eso su
casa y muebles fueron tambien incendiados, sufriendo por sancHo lo que sus
compal1eros por criminales. A propósito de estc incendio, recordamos con
pena que un nino de pocos al1os, hijo del Conde, estuvo ú punto de ser
YÍctima de las llamas, y de pagar con su inocente existencia, la tontería
de su padre: por dicha fué sal vado, probablemenLe por alguno de los in-
cendiarios.
Pl~ro donde cargó mayor golpe de gente, y donde hasta los viejos, las


mugeres y los ninos acudieron ú tomar parle en la obra de destruccion,
fué en el Palacio de la calle de las Rejas, habitacion de DOlÍa María Cris-
tina de Borbon, viuda de Fernando YII y esposa dr! ex-guardia Frrnan-




209
do Mufíoz, al presente Duque de Riánsares: fueron alli mas estremados
que pudiesen serlo en otra parle los furores del pueblo; no pudiendo pene-
trar por las cerradas verjas de hierro, corrieron algunos hombres en busca
de grandes marLillos para forzarlas, mientras unos cuantos jóvenes, por
cierto elegantemenle vestidos, no quisieron dar tantas treguas á su impa-
ciencia, y á fa rol' de prodigiosos esfuerzos de que solo es capáz la gim-
nasia cuando está ayudada por la ira, consiguieron trepar hasta los bal-
eones, romper los cristales y penetrar en la casa.


Renunciamos á describir el espectáculo que ofrecia la plaza del Sena-
do, con sus tres grandes hogueras alimentadas sin cesar con objetos que
caian por los balcones del Palacio, una de cuyas alas era tambien presa
de las llamas; con aquellos incendiarios, de pechos jadeantes y rostros
feroces; con aquella muchedumbre, loca y frenética, de puro gozosa y
entusiasmada.


Dolia María CrisLina habia ya tomado asilo en el Palacio de su hija;
¿pero qué le importaba al pueblo? ¿\o habia entrado como triunfador en la
casa de la muger altiva? no reducia á cenizas parte de sus impudentes ra-
piñas, ¿no estaba tomando úmplia y sabrosa venganza de la cortesana ilustre?
no manifestaba cumplidamente su odio y su desprecio á la gran criminal?


y tenia razon el pueblo, tanta y tan clara como haya podido tenerla el
mas agraviado de la lierra; porque Cristina, su ídolo un dia y sus es-
peranzas, habíalas defraudado cruelmente, comenzando por manchar el
tálamo del monarca, que fué lo propio que mancillar el honor de la na-
don, á la que habia despojado luego, y oprimido, escarnecido y deshon-
rado des pues .


Pero engalióse torpemente el pueblo si ya se creyó soberano por eso, y
pensó que nadie habia de impedirle la ejecucion de su justicia: estaba
Cristina en Palacio, y no era posible que sufriese aquel escarmiento y de-
vorase en silencio aquella injuria: ni los sucesores de Sartorius, que per-
manecieron tranquilos mienlras solo se atacaron las casas (le los ministros
caidos, habian de guardar su actitud cuando se tratase de inferir daüo
ú ofensa á sellora tan ilustre y merecedora de respeto como lo era la Du-
quesa de Riánzares : bueno que la combatiesen anles, cuando ellos estaban
caidos y lejos de los favores reales; pero despues, cuando ya eran minis-
tros, su deber era protejerla, su obligacion impedir que las turbas desen-
frenadas faltasen al decoro de Dolia María Cristina, que si bien se habia
casado con l\fmloz, al fin era madre de la Reina.


14




210
No habia, pues, otro medio sino dar órdenes á la tropa de que hicie-


se fuego contra la insolente muchedumbre; ¿porque no era mejor llevar la
desolacion y el luto á unas cuantas familias; hacer que muriesen tres ó
cuatro mugeres, unos cuantos viejos y algun niüo, que consentir que se
quemasen las cortinas y las alfombras de aquella sellora tan buena, que
tal vez no habia sido mas qne infiel para su esposo, ingrata para su ¡me-
blo, y motivo de perclicion para su hija?


¡Ohl basta de ironía; que se leranla el pecho de indignacion, y rebosa
el alma de amargura. ¡El pueblo fué aquella noche cobanlamcnte fusila-=-
do, y no se ha hecho efectiva contra nadie la responsabilidad de la sangre
vertida 1 ¿Quién dictó las órdenes de asesinato? ¡ G~tI1dara, el ejecutor,
ha hablado para justificarse 1 i vergüenza para los ministros que han
callado 1 ¡ compasion para el pais que los ha elegido luego por sus represen-
tantes t


Pero juzguemos en calma los hechos y las personas, no se diga que son
impresiones pasajeras las que deciden de nuestros juicios. En tanto que el
pueblo, disperso por sorprendido en los primeros momentos, se aprestaba
él la resislencia; mientras la lucha comenzaba á empcI1arse y el estampido
del fusil y el estruendo de la nrtilleria anunciaban un combate fratricida y
sangriento, ¿qué hacian D. Antonio Rios Hosas y los progresistas del mi-
nisterio?


Demos por concedido, (por honra sura queremos creerlo y afirmarlo) que
no salieron de su boca las órdenes de asesinar al pueblo; digamos lambien
que Córdoba, que la autoridad militar las dictó sin noticia de sus compa-
l1eros; lleguemos hasta lo absurdo, y concedamos que en la confusion de
aquellos momentos quizás se mandó pOI' quien no lenia derecho para ha-
cerio, y se obedeció de buena fé por quien no debiera haber obedecido:
por yenlura, ¿es menos cierto á pesar de eso, que el fuego duró toda la no-
che delt 7, Y que siguió por espacio de otros dos cHas, hasta que, en pre-
sencia de la terrible actitud de todo un pueblo, vino á aClldirse al cabo á
la inmensá popularidad de un nombre ilustre, del que nadie se acordó pro-
bahlemente en las regiones oficiales, mientras se creyó que solo habia que
habérselas con una gavl'lla de tunos que úzcendiaban por robar y de los
curtlfs pod¡'a darse {tn con una compafifa?


¿Quién tuvo la culpa de que se prolongase aquel encarnizado combate;
cuya es la responsabilidad de la sangre tan inútilmente vertida? Culpados
son y rrsponsilblrs todos cuantos pudieron impedir ]a continuacion de la




211
lucha y no lo hicieron, sin hallarse asistidos de razon alguna que les jus-
tifique; culpados son y responsables con una culpa y responsabilidad tre-
mendas, Rios Rosas y los progresistas del Ministerio Córdoba, que en
{anlo que se batian en las calles el ejército y el pueblo, en vez de dictar
medidas que pusiesen fin á la pelea, en lugar de salir ellos mismos á con-
tenerla, siquiera fuese con peligro de sus vidas, (que no menos que á eso
debian considerarse obligados) se entretenian en discutir un programa de
gobierno, mezquino, insuficiente y ridículo.


Porque solo una razon suprema, la necesidad de llevar á cabo por este
medio el triunfo de un principio político, podia hacer disculpable la pro-
longacion de la lucha: y desde este punto de vista solo estaban interesados
en ella los que querían pasar sobre el trono para llegar á la república, ó
derribar la dinastía que miraban como el primor obstáculo á la union de
España y Portugal. Pero para los otros, para los que querian la reforma
conscrramlo el trono, la dinastía y la persona de la reina, el problema
era fácil de plantear y sencillo de resol ver; ¿podia llegarse sin las jornadas
de julio donde se llegó despuos do ellas? ¿podía eritarse el derramamiento
de sangre? ¿podía salir espontáneamente (L' Palacio lo qnn impuso luego la
soberanía de las harricadas?


Recordemos algunos antecedentes y yeremos como era esto no solo
probable, sinó forzoso que sucediese.


El puehlo de ~[adrid habLue lLwanlado con ocas ion de la caida de Sar-
torius, y noticioso del programa de Manzanares: es decir) que un gobier-
no que se huhiese declarado franca y lealmente partidario del moyimiento
de Junio hubiera conlentado los deseos de la opinion y puesto fin á la
ansiedad y zozobra de que estaban poseidos los únimos. Solo para hacer
esto, solo para ser consecuente consigo mismo y con los demús, pudo y
debió entrar en el gobierno cualquier hombre político que hubipsc estado
asociado á la conspiracioIl de los cinco meses y se hallase identificado con
las miras y los .intereses de la insurreccion del 28 de .Junio.


Pues D. Antonio Rios Rosas era este hombre, ~- tanto quc con él se
habia contado para lodo, y él quedó en Madrid á la salieb de los generales
como representante del Conde de Lncena: y si entró en el ministerio para
algo mas que para ser poder-como es de presumir en q1Iien habia rehu-
sado entrar en tantas combinaciones ministeriales-si ya conocia el pro-
grama de Manzanares, lo cual casi podemos asegurar, tan fuertes son los
motiyos que tcncmos para ercerlo, no debió renegar el ministro del cons-




21~
pir·ador, debió responder al Rios Rosas de la oposicion, el Rios Rosas del
gobierno. Por eso, y para que no pudiera imaginarse por nadie que fal-
taba al general O'Donnell y á sus otros compañeros de conspiracion, era
un deber imperioso para el personage de quien tratamos el dar por pro-
grama de gobierno la proclama de Manzanares: porque si es que el seI10r
lUos representaba algo mas que una figura para llenar un hueco, eso te-
nia que significar la presencia en el gobierno del apoderado del general
O'Donnell. Junto con él habia conspirado por derrocar un sistema funesto
y dar el triunfo á otro cuyos principios acababa de formular el gefe del
ejército libertador: pues bien; ó estos principios se realizaban, ó debia de-
jar su puesto el señor Rios llosas, sin que fuese poderosa á apartarle de su
propósito ninguna consideracion humana: monárquico y todo como és, y
amante de la Reina, aun entre esta seI10ra misma y la causa de que él era
partidario, la eleccion no podia ser dudosa para un hombre de temple, de
consecuencia y de principios.


Ello quiso de otro modo y para nosolros esta juzgado; pero, por mas
que sea consenador y nosotros demócratas, lamentemos con sinceridad la
caida de un hombre que por moral, por ilustrado y por decente era una
esperanza para la patria 1


Porque su caida ha sido tanto mas grande, cuanto era mas alto el
puesto á que le habian leyanLado su carácter y su constancia: lastimoso
es por cierto que no haya trabajado y sufrido tanto tiempo sino para yenir
á desprestigiarse en un dia; y sensible que su despecho haya llegado á
punto de hacerle enemigo morlal de la siluacion nacida del alzamiento de
Julio, dando así lugar á que se diga que no puede perdonar á la l'eYolu-
cion el haber pasado por encima de su persona y héchole bajar de un
asiento en que intentaba sostenerse á metrallazos!


Casi es del todo aplicable el juicio que hemos espresado sobre el se-
ñor Rios Rosas, á los ministros progresistas companeros suyos en el man-
do: no habian estos tomado una parte activa en la conspiracion, lo cual,
sea dicho de paso, no arguye mucho en fayor suyo; pero aunque no tu-
viesen compromisos personales y recientes con la rC\olucion, ten[anlos
de muy antiguo con las ideas que encarnaba, habíanlas sustentado por
largo espacio de tiempo, y estaban obligados por tanto á realizarlas inme-
diatamente en el poder. Solo á este precio pudiera perdonárseles la culpa
de haberse asociado con el general Córdoba para subir al mando; solo el
triunfo absoluto y esclusiro de los principios hubiera autorizado la transac-




213
cion con las personas. Volvemos á decir, porque jamás tales verdades se
repetiran demasiado, que imponiendo condiciones y no recibiéndolas, es
como podian entrar decorosamente á ser gobierno los señores Cantero,
Gomez de la Serna y Roda: que no tienen disculpa hombres como .ellos en
haber permanecido ni un minuto en sus puestos desde el punto en que se
comenzó el fuego contra el pueblo: que no es bastante la escusa de querer
conservar la situacion á Espartero, porque no podia ocultárseles el papel
importante que tenia que desempeñar este ilustre personaje, sabiéndose
como se sabia, que Zaragoza se habia pronunciado y que estaba al frente
de la junta el bizarro general Gurrea, que era lo propio que estar Espar-
tero mismo: y en fin , que tampoco puede aprovecharles la razon que han
dado del interés del trono y de la persona d@ la Reina.


Ellos menos que nadie pueden j llstificarse con tal escusa: hombres de
progreso, si la reyolucion iba contra el trono, porque el trono se obstina-
ba en defender los abusos y el escándalo, debieron ir contra los abusos y
contra el trono y alIado de la revolucion; pero ellos han dicho lo contra-
rio: ellos sostienen que el pueblo respetó la monarquía y la reina: ¿ cómo
quieren entonces que pueda satisfacernos esa esplicacion de monarquismo?
si la revolucion no iha contra el trono, ¿ cómo ellos, monárquicos pero
progresistas, dejaron que se motrallase á la rerolucion?


Inmensa es su responsabilidad, y pocas y débiles las esplicaciones que
han dado mas tarde delante de las Córtes; y como sentimos que liberales
tan honrados y consecuentes siempre cayesen en error tan funesto, desea-
mos de todas veras que den un manifiesto donde se aclaren bien los hechos
y no quede secreta ninguna de las circunstancias que puedan justificarlos.
y no sabemos como ya no lo han hecho, cuando no solo Gándara, :Mala
y Alos y Córdoba han publicado manifiestos, sino fambien el brigadier
Milans, el cual, sin embargo de ser su mision á Alcalá un suceso infini-
tamente menos importante, ha creido necesario esplicarle en un comuni-
cado que dirigió al periódico La .¡Yacion. Verdad es, que respecto á este
último, los hechos han venido en ayuda de las palabras; y su actitud
el 28 de agosto acredita que es digno de figurflr en las filas de la demo-
cracia.


Tal es el juicio que hacemos de aquellos hombres y de sus actos como
ministros: dignos de respeto hasta entonces por su consecuencia, su mo-
ralidad y servicios, mirarónse al frente de los negocios públicos en situa-
cion que, por lo mismo que era de las mas graves y difíciles, era tam-




2'1-}
bien de las mas ocasionadas á ganarles gloria á ellos y provecho al lmis:
si hubiera sido su conuucta diversa de la que fué, si se hubieran mostrado
ahora consecuentes con los principios que sustentaban cuando no era go-
bierno, no hay duda en que halJrian evitado tanta horas de inútil y en-
carnizado combate entre los hijos uel pueblo y los soldados uel ejército,
que, aunque fuesen los instrumentos de la opresion, tenian el mismo ori-
gen, y eran al cabo sus hermanos. Y como haya sido estéril aquella san-
gre, puesto que no por haberse vertido en abundancia se han alcanzado
mejores frutos, no podemos recordar sino con indignacion y con pena el _
vano sacrificio de tantos mártires que murieron con una muerte gloriosa
peleando por la libertad de su patria: delante de este recuerdo triste, pero
sagrado, ceden las consideraciones que de otro modo tal vez pudieran de-
tener nuestra pluma; algo se debe á la memoria de las víctimas, y no las
negaremos nosotros la verdad que tienen derecho á exijirnos. De que fue-
sen necesarios los estragos de una revolucion para llegar á una reforma
que hubiera podido pacíficamente ejecutarse; de las desdichas yen idas
sobr'j el pueblo; del fuego, de las muertes, de los duelos y de las lágri-
mas, son responsables mas que nadie los hombres que no estuvieron trein-
ta horas en el poder sino para dejar que mctrallasen á ciudadanos que pe-
dian lo que ellos, sin que lo pidiesen estaban obligados á darles; los que
mancharon toda una vida de patriotismo y de constancia con el crÍmen de
un dia-tanto fue de grave y de imperdonable I-los que se han librado
de la responsabilidad legal que hubiera debido alcanzarles delante de las
Córtes, pero que ni escaparán al fallo de la historia, ni m-ilarán , de quien
pretenda juzgarlos blandamente, la calificacion de incapaces, ni lograrán
que jamás el pueblo (inocente hasta en sus yenganzas) ponga en olvido
el apodo de .Jlinistert'o Jletralla.




21J


CONCLUSION.


Dos palabras antes de poner fin á estos desaliI1ados apuntes.
l~l movimiento que triunfó en las barricadas de Madrid, fué uno de los


mas terribles, magestuosos é imponentes de que haya podido dar ejemplo
la grandeza de un pueblo: parecía una corriente poderosa que amenazaba
arrebatar, con lo irresistible de su empuje, todos los abusos inveterados,
todas las viejas instituciones, todos esos gérmenes de debilidad, de diso-
lucion y de muerte que en el lenguaje pomposo de eslos tiempos se lla-
man l·ntereses permanentes de la sociedad y del mundo.


Era una amenaza de esterminio para el interés y una esperanza de
triunfo rara el derecho: prometia ser el reconocimiento ámplio y solemne
sin limitaciones cobardes, sin resenas hipócritas, sin mutilaciones traido-
ras, de la libertad humana, y su ejercicio legítimo en todas las esferas.


Prometia proclamar y realizar todas las libertades: libertad absoluta
de imprenta, que no es sino un modo de manifestacion para la acliYiclacl
de la inteligencia.


Libertad de conciencia, modo de manifestarse el alma en sus relacio-
nes con Dios.


Libertad de enseI1anza; es decir, abolicion del privilegio y del mono-
polio en las relaciones del hombre con la ciencia.


Libertad de asociacion; derecho del hombre para acercarse al hom-
bre, facultad de las individualidades de juntarse en una totalidad colectiva.


Libertad de sufragio; muerte del privilegio del censo, derecho de lodo
mandante a intervenir en la eleccion de sus mandatarios.


Libertad de peticion; revelacion ~lel pensamiento del asociado delante
de la sociedad, derecho del parUcular a dirijir sus pretensiones á la so-
beranía pública.


Libertad de trabajo; derecho del hombre á aprovecharse del resuHado
de sus fuerzas intelectuales y físicas puestas en ejercicio; muerte del mono-
polio de los capitales.


Libertad de comercio; y para llegar a este fin, reduccion progresiva
de los aranceles para no dar muerte, sino antes estímulo a la industria
nacional.


y como sinlcsis de todas estas libertades y de las otras que son su nc-




216
cesaria consecuencia, y que no enumeramos ni clasificamos por ser ageno
tal propósito á la naturaleza de este trabajo, el ejercicio de la autoridad
pública, el cumplimiento verdadero de la voluntad nacional.


Por eso, porque tal fuerza se nos antojaba á nosotros ver entraIlada en
aquel magnífico movimiento, pusimos por nombre ú estos apuntes La Re-
volucion de Julio.


Hoy ha venido el desencanto de la realidad á poner fin á las esperan-
zas del deseo: fuera en verdad dar mucstras de espíritu injusto y dcscon-
tentadizo, decir que nada hemos alcanzado con el movimiento que se ha_
hecho, y que estamos ahora sujetos á las propias y miserables condiciones
que antes de julio de 1804; pues tí fé, que ni la planta de la tiranía nos
oprilne, ni el cáncer de la corl'llpcion nos devora, ni el aliento de la inmo-
ralidad nos apesta, ni rigen facinerosos los destinos de la nacion espaIlola.


Pero no es esto lo que deseábamos, ni lo que podiamos esperar que
aconteciese.


Despues de las largas, frecuentes, y dolorosas convulsiones porque
hemos venido pasando hace veinte años, y que han traido á tan lastimoso
estado esta flaca y aniquilida monarquía; despues de la declarada ineptitud
del partido progresista oficial, que no es bueno porque no se atreve á prac-
ticar sus principios, y de la funesta administracion del moderado, (lue es
malo porque aplica demasiado bien los suyos; al cabo de ensayar tantos
viejos sistem~s que el estado del pais acredita de impotentes y malos, pa-
rece como que era tit'mpo de regenerarse en la atmósfera de nuevas y
buenas y generosas ideas, y de procurar remedio á los males de nuestra
bajeza presente en la ejecucion de algun levanta(10 pensamiento.


Las ideas, conocidas eran y encerradas estaban en el sÍmuolo de la de-
mocracia: el pensamiento salrador, mucho hacia que se venia defendien-
do: era la Union de Espaüa y Portugal, en monarquía constitucional ó en
república fecleratiya.


Por qué no se ha intentado siquiera realizar este pensamiento, el único
sal vador y fecundo, el solo capaz de levantarnos del aualimiento que nos
postra, á la posicion de potencia de primer ónlen á que cst~l llamada la
Península Ibérica por las condiciones de su topografía, la fertilidad y ri-
queza de su suelo, el valor de sus naturales y lo .glorioso de sus recuerdos?
Mengua es que muchos que en la oposicion defendian este pensamiento
por bueno, le abandonen cobardemente ahora, cuando era llegado el caso
de procurar los medios de ejecutarle.




217


Ni se ha intentado esto, ni se ha seguido una marcha revolucionaria,
porque se ha falseado en su principio el movimiento popular; porque no
comprenden, sino antes resisten los ancianos que mueren, las aspiraciones
de la juventud que nace; porque el deslino de la reyolucion ha caido en
las manos de los santones.


Ellos, que tienen ojos y no ven, como ell1ecador de la escritura; ellos,
á quienes el tiempo ha traido canas, pero no avisos ni desengaüos ni
ciencia; ellos que oponen a toda reforma verdadera el encono de la igno-
rancia y la resistencia de la inercia: que han dormido el sueño de la pe-
reza mienlras el mundo proseguia su marcha por el camino del progreso) y
sorprendidos por un triunfo que no esperaban, se han encontrado delante
de una civilizacion que no comprenden: ellos que tienen su ideal en lo
pasado, cuando la humanidad se adelanta á realizarle en lo venidero ; ellos
que imaginaron que impunemente puede reproducirse la historia, y que
solo para mirar repelido un periodo de ella se habia lm-antado el pais 1


Por eso en vez de marchar, han retrocedido; han convertido en una
restauracion la revolucion que se intentaba; debieron arrancar de 1854
y se han parado en 1843.


Pero hemos adelantado mucho sin embargo: este es el ensayo postre-
ro, el último periodo del reinado de los santones: todo es lógico en los
sucesos humanos y esta revolucion tenia que resentirse del vicio de su
orígen. No importa; uno de dos, ha de ser el fin de esta situacion transito-
ria: ó el empuje reformador rompe los diques que le detienen en su curso,
ó en fuerza de desaciertos venimos al suicidio y caemos en la reaccion;
pero de todos modos, pacíficamente en el primer caso, á poder de la vio-
lencia en el segundo, no hay nada posible despues de esto sino la rege-
neracion del cuerpo social por medio de las ideas de razon, de liberlad y
de justicia; la muerte del privilegio á manos de la igualdad, y de la in-
justicia á manos del derecho; la realizacion) en fin, de la libertad, la Igual-
dad, y la fraternidad, esos tres dogmas admirables en que el primer
mártir de la libertad humana compendió su marayilloso eyangelio I


FIN.






LAS JORNADAS DE JULIO.


DE LOS lI~I\ÓICOS HECHOS DEL PUEBLO DE llADRID
DESDE LA NOCHE DEL 17 DE JULIO


hasta la entrada en la capital del ilustre DCQUE DE LA lIC'fORl\.
POR


UN BIJO DEL PUEBLO.


MADRID:-18S5.


1.\II'REl'íTA IJH n. A~SEL~JO SANTA COI. 0.'1 A,
,;'llle de ll/s Dos lIermanas, n. 1!1.


l' ," l .'
I '




,




PROLOGO.


El autor de las paginas tituladas: REVOLUCION DE JULIO ha dado
por terminado su trabajo, segun han visto nuestros lectores. Nos-
otros, respetando el pensamiento del autor, las hemos dado tambien
por concluidas. Pero cúmplenos decir que, nuestro pensamiento al
encargar que escribiese dicha obra al señor Martos, fué siempre
que figurasen en toda su importancia los heróicos hechos del pueblo
de Madn'd en la Revolucion de julio.


Porque se han sucedido inmediatamente dos revoluciones: una
que empieza el dia 28 de junio en el Campo de Guardias, continúa
en Vicálvaro y concluye en Manzanares: esta es la revolucion de
junio, y pertenece á una fraccion moderada: otra que empieza en
la noche del 17 de julio, que ensangrienta las calles de Jfadrid, que
triunfa en nombre de la libertad, de la moralidad y de la justicia;
que conserva las armas para defender su triunfo, y que solo las de-
pone, cuando, armada la Milicia Nacional, y encargado del go-
bierno el duque de la Victoria, cree suficientemente garantidas las
consecuencias indeclinables de su triunfo: esta es la revolucion de
julio, y pertenece al pueblo.




La primera de estas dos revoluciones rué vencida primero J y
salvados despues sus hombres por el triunfo de la segunda: si el
pueblo de Madrid no hubiera tri'unfado en las calles, es muy cues .....
ti01wble que se hubiera podido escribir como se ha escrÚo la revo-
lucion de julio.


Ahora bien, nuestro objeto al publicar el libro que ha conclui-
do, fué consignar los hechos de esa revolucion tr'iunfante, apreciar
su índole, los sacrificios y el valor del pueblo que la hizo, demos ....
trar, en fin, que sin ella no hubiéramos obtenido la libertad que hoy
se ocupa en consolidar la representacíon nacional.


Asi, pues, y habiendo pasado el señor Martas al final de su
obra con suma rapidez sobre los acontecimientos de julio, creemos
complacer á nuestros lectores publicando de una manera indepen-
diente la reseña de los gloriosos hechos del pueblo de jfadrid desde
la noche del 17 de julio hasta la entrada en la capital del ilustre
duque de la Victoria, bajo el título de las JORNADAS DE JULIO.


Por lo ta~to ,nuestros lectores no estrañarán que se toquen de
tlna n/,(lnera mas es tensa , y acaso con distinta apreciaC'Íon, muchos
de los hechos que brevísima1nente ha indicado y juzgado el autor del
antecedente libro, para cuyos hechos se han dibujado y se están di-
bujando láminas especiales.




, ;


SEGUNDA. PA.RTE.


Reseña (le los acontecimientos de las Jornadas de Julio y de los de los
días subsiguientes basta la entrada en Madrid del duque la Victoria.


CAPITULO PRUIERO.


Consideraciones acerca del estado en que se encontraba la opinion el 17 de ju~
lio.-La union liberal.- Su objeto.- Su inestabilidad .. -Aspecto de la córtc
en las primeras horas del 17.-Documento notable.-Caida de los polacos.--.
Conmocion publica.·-Manifestacion en la Plaza de los Toros.-Primeros mo-
vimientos del pueblo.- Invasion por este del gobierno político y de la casa
de la villa.-Ataque y toma del principal por el pueblo.- Junta popular en
la casa de la villa.- Nulidad de dicha junta y su disolucion.-Tiros en la
Plaza Mayor.-Acomete el pueblo al palacio de Cristina y las casas de al-
gunos polacos.-Atentado horrible cometido contra el pueblo delante de la
casa de Cristina.-Gándara desaloja despues de un reñido combate de la
carrera. de San G-erónimo á los que quemaban los muebles de Salamanca.


Debia al fin amanecer un dia en que el pueblo español conde-
nado al silencio por tanto tiempo, sujeto al despotismo ministerial,
reducido á la mas ominosa abyeccion, esplotado por el monopolio,
insultado por la inmoralidad y el cinismo de sus gobernantes, es-
candalizado por una corrupcion que amenazaba disolverlo todo,
ansioso de la posesion de sus derechos y falto de gobierno y de
justicia, levantase indignado la frente, y cayese como una tempes-
tad sobre los que habían provocado su cólera.


El día destinado para tan alto fin por la Providencia fué el 17
de julio de 1854.


Dia terrible y solemne cuyo recuerdo durará en nuestra me-
~oria cuanto dure nuestra vida; dia de justicia y de enseñanza
para aquellos que creen que un pueblo puede mandarse como se




224
manda un rebaño cobarde donde elije el carnicero las víctimas á
su antojo.


Dia en que la justicia de Dios permitió la venganza de los opri-
midos, y la exaltacion de los humillados; en que los soberbios y los
infames cayeron del pedestal de crímenes sobre el cual se habían
elevado; en que debía conocerse de parte de quien estaban el va-
lor y el derecho, y en que este último debia escribirse do una ma-
nera indeleble con sangre de mártires de la libertad.


¿Ni cómo podia ser de otro moJo? Puede sostenerse un parti-
do, ya sea por la fuerza, ya por la conveniencia, ya por el des-
aliento, por la desorganizacion ó el cansancio de los pueblos,
mientras represente una sombra de justicia, de moralidad, de inte-
rés por la prosperidad pública; pero cuando se apodera del mando
una fraccion que no cabe dentro de llingun partido, porque en nin-
gun partido político que pueda considerarse corno tal, caben los
asesinos y los ladrones públicos, esta fraccion desde el momento
en que escala el poder se pone frente á frente de la revolucion, la
provoca, la reta audazmente y acaba, en fin, por caer llena de
infamia delante de la indignacion pública.


No podia caber otra suerte á la pandilla Sartorius: sostenida
unicamenle por la influencia de una alta, ilegítima, criminal y ver-
gonzosa ambicion, su fuerza era ficticia, transitoria, duradera solo
el tiempo que bastase para que, robusteciéndose progresivamente
una oposicion flJerte y compacta por el resentimiento de los unos,
por las ofensas de los otros, por la indignacionde los mas, y so-
bre todo, por la alarma que debian causar á la nacion la continua
ofensa á las leyes, la escandalosa conculracion de todos los dere-
chos, la prevaricazioD y la inmoralidad lanzadas á un punto increi-
ble, con una audacia incalificable, se crease un solo partido contra
rio, resultado de la union de todos los partidos políticos contra el
enemigo comun, y en que solo se oyese un grito unánime: ¡ Abajo
los ladrones! ¡abajo los tiranos! ¡abajo los asesinos!


Este partido gigantesco formado por los miembros de todos los
partidos militantes, era el que debia adoptar para el combate, y
solo para el combate, el lema de Union liberal.


Este partido era una especie de cruzada del momento, organí-




zada contra el opresor uní versal, pero que debía disolverse y ocu-
par de nuevo su respectivo puesto de combate en el estadio políti-
co, desde el momento en que por el esfuerzo comun, la fraccion
odiosa fuese derrocada, pulvel'izada, impo3ibilitada de volver al
poder.


Hé ahí como nosotros hemos considerado la Union Uberal: esta
union se inició en la célebre votacion del Senado, se reveló de
nuevo en la desgraciada tentativa de Zaragoza, volvió á alzarse en
Vicálvaro y triunfó al fin en julio en las calles de Madrid.
P~ro, como era preciso, esta union, esta liga, esta especie de


alianza, se disolvió desde el momento en que estuvo cumplido su
objeto, y volvieron á encontrarse con las armas en la mano los an-
tiguos enemigos políticos.


Hé ahí la causa de que la revolucion de julio haya detenido su
paso, apenas se habia abierto una senda; hé ahí la razon de que
el estado en que nos encontramos sea embrollado y difícil; de que
el pueblo solo haya cogido por fruto de aquella revolucion, los
preliminares de otra: todas las fracciones del partido liberal desde
la mas moderada á la mas estrema, prelenden el mando á título de
vencedoras, y poniéndose las unas al paso· de las olras , conducen
á la nacíon á un estado angustioso, tan deplorahle ('omo el en qUA
se encontraba antes de la revolucion.


II.


Sin saLer cómo, nuestra pluma nos ha lanzado á prejuzgar los
resultados de la revolucion de cuyos hechos culminantes vamos á
ocuparnos: la ansiedad que sentimos por lo presente se pone de-
lante de lo pasado, y nos obliga á mirarlo desde el punto de vista
filosófico de la historia; antes ne enunciar el hecho nos vamos á
sus consecuencias, y es porque el presente nos domina y nos abru-
mJ con los temores del porvenir. .


Deciamos que la fraccion Sartorius no podia sostenerse en el
poder contra el torrente revolucionario que la combalia: ya en el


15




discurso del libro anterior ha demostrado su autor los ocultos resor-
tes oe que se habia servido la revolucion, y hemos llegado al pun-
to de que el puehlo, h asta entonces indiferente, to mara una parte
activa y pI' incipalísima en la lnc ha.


Ll diü ,17 de julío habia presentado en su!'; primer8.s horas el
~mismo aspecto de cuidado y de j¡~ terés público que los otros clias
desde el 28 de junio. El conocido detenia en la calle al conocido,
y le preguntaba el estado ele los negocios pero en voz baja por te-
mJr ti la po]¡ría; las preguntas de: ¿dónde están? ¿qué es de IR di-
vision O'Donnell? ¿qué de la Blascr? estaban en todas las hocas;
veíanse Jos soldados paseando por las calles como una muestra de
la confiaLza del gobierno; la policía ocupaba sus puestos de costum-
bre, y tod0S, á csccpcion de unos pocos conspiradores, iglloraban
que estaLa á punto de resoh8rse aquclla larga y angustiosa crísis.


Sin embargo, las noticias que habían circulado el día anterior,
mmque sin confirmacion, de que la vanguardia de Blaser se habia
pasado á O'Donnell, que en la provincia de Valencia habia movi-
lnienlo en contra del gobierno, que Buceta habia entrado en Cuen-
ca, y por último, que las guarniciones de Barcelona y Valladolid
se habian pronunciado en union con el pueblo, tenian en combus-
lion los ánimos.


Pero se habian desmentido lantas otras noticias favorables á la
causa pública, que las recientemente recibidas no hacian otra cosa
que ~Hlrnelltar la ansiedau general. Por fin, una noticia importan-
tísima penetró en toda;:, partes, causando una agitacion profunda,
y;\ f!;.~ V él vanzaelo el dill.
<' <J


:\ pf_~~(lr de la vi¿¡lnnc¡a que aun dentro de palacio ejercia el
ministerio, este no pudo impedir que llegase á manos de la Reina
una carta, fechada en Mad riel el dia anterior, bastante esplícita,
dara y enérgica, para que la reina pudiera abrir los ojos á la luz
y conocer que los desaciertos de Sartorills podrian arrastrarla á
una caida irrcmediable; no quere'mos privar á nuestros lectores del
cor.testo tole aquella carta, notahle por mas de un concepto, y la
Illsertamos Ú continuacion :
(C~ÑonA : En las crÍsis difíciles que las naciones atraviesan, es


Ul' (teller de 10s ciudadanos honrados clevar su voz al depositario




227
del poder supremo para ilustrar su razon y afil'mar su conciencia,
á fin de que, identificándose con la opinion pública que él perso-
nifica, satisfaga las exigencias de esta, que nunca se pronuncia uni-
forme y compacta, sin que la verdad y la justicia la inspiren y
conmueyan. Impulsados de tan noble deseo, Jos que suscriben se
proponen mostrar á V. M. el cuadro que ofrece la sitnacion actua 1
de Espaiía, ansiosos de que V. :Ji,. lo observe detenidamente, y con-
templándolo, fortalezca su ánimo y dé á su corazon el temple ne-
cesario para tener uno de esos arranques magnánimos que bastan
por sí solos á conjurar una catástrofe.y á salvar un pais entero de
la disolucion que le amenaza.-EI trono de V. ~L y la sociedad
española se encuentran, Señora, en uno de esos momentos solem-
nes en que pueden servir de ejern plo y de modelo, ó desaparecer
de la lista de los demás tronos y sociedades curo peas. Si V. M.,
penetrada de la necesidad Gel pueblo, escucha sus lamentos yaco-
je sus ruegos, verá renacer la alegría en todos los semblantes, es-
parcirse de gozo todos los corazones, y abrazarse como hermanos
los que se hallan hoy desunidos y en campos encontrados. Pero
si V. M. a parta su vista y esqui va los oidos al clamor general; si
guiada mas bien por siniestros consejos que por impulso propio, se
~mpeña á todo trance en eubrir con su manto las pasiones mezqui..,
nas de un pequeño número para sobreponerlas á la eonciencia
pública; si inducida y fascinada se propone hacer buena la temeri-
da de vuestros ministros, entonces, Señora, será el suelo español
el teatro donde la discordia representará al mundo el mas sangriento
drama que ofrezcan sus anales.-Es incomprensible, Señora, que
una persona que debe á la naturaleza dotes tan escelentes y de tan
alto aprecio como los que adornan á V. M. que tanto afan ha ma-
nifestado siempre por el bien de sus súbditos y por la gloria de su
.;einado, y en qttien los sentimientos del corazon marchan á la par
eon la claridad de la inteligencia, haya acordado su confianza de
algun tiempo á esta parte á hombres, que la han ido alejando cada
vez mas del camino que V. M. habria seguido ciertamente por sí
sola, hasta haberla traido al borde del precipicio donde se halla
hoy. Ese contraste que se nota entre las cualidades de V. M. Y la
abyeccion de los que la rodean é influyen en su ánin:o, parece




2~U
que no puede ser sino providoncial, para que V. "L al mirar á
sus pies ese abismo se detenga, y por uno de esos actos instinti vos
del espíritu en los grandes peligros, comprenda la perfidia de Jos
que la conducen, y sepa en adelante distinguir las malas artes del
verdauero mérito.-EI pue~lo ama á V. )1., Señe>ra. El pueblo
que al queuar huérfana V. ~I. en sus primeros años la adoptó como
hija; que derramó luego tesoros de sailgre y de heroismo por de-
fender su trono; que ha deplorado constantemente verla víctima
de ambiciones privadas; el pueblo, en la rectitud y sensatez con
que procede siempre, no hace á V. M. responsal,!le de culpas que
son de otros y no suyas. Pero las vejaciones, las ilegalidades, los
insultos de que lo han abrumado los ministros de V. M. , han
agott\do ya su sufrimiento, y no será. estraño que al descargar
sobre ello., el peso de su enojo, se viese V. M. envuelta por el
torbellino, si lleva su bondad hasta permitirles que se escuden con
el nombre y con el trono de V. M. El pueblo español, paciente y
resignado como ningun otro, es por lo mismo mas temible en el
desbordamiento de sus -iras, y si la pasion llegase á dominarlo, tal
vez atropellaría ciego en Y. M. al objeto que ama.-Los que pre-
tenden que la autoridad y el prestigio del trono exigen que V. M.
sostenga á sus ministros hasta vencer esa rehelion que ha produ-
cido el d~scontento general conll;a los mismos, tergiversan y trun-
can el sentido de las espresiones, y comprometen en todos con-
ceptos á V. M. La autoridad y el prestigio los conserva el trono
consultanuo y satisfaciendo las justas aspiraciones de la opinion
púhlica. Cuando este se manifiesta de un modo irrecusable por
todos sus órganos, en la prensa como en el Parlamento, en las
plaza~ públicas como en el interior de las familias, el obstinarse
en contrastarla y enseñorearse de ella es lo mismo que empeñarse
en disipar el aire comprimiéndolo en un vaso cerrado: él lo des-
haría con estrépito, arrojando los pedazos al rostro del indiscreto
operador. Los reyes, Señora, principalmente los que, por su
corta edad no han tenido tiempo de arlquirir la profunda esperien-
Cid que dá un largo reinado, como sucede á V. M. pueden ser
11ucinados por sus con~ejeros y conducidos en direceion opuesta á
10 qU0 demandan los intereses g8nerales; pero cuando esta con-




229
ducla equÍ vocada, ocasiona en el pais una perturhacion; cuando
se lanza un anatema universal contra un ministro prevaricador;
cuando se ve una guerra civil en perspectiva, y el suelo, arenas
enjuto todavía de la ~;angre que lo enrojeciera en una lucha, es-
puesto á anegarse de nuevo en mas sangre y mas lágrimas, la
dignidad dellrono reclama que el monarca en vez de seguir des-
lumbrado por la errada senda, . se vuelva hácia su pueblo y le
tienda su muno para apaciguarle y para marchar al frente de él,
por donde aconsejan la razon y el bienestar público. El principio
de autoridad es santo: nada que sea injusto, arbitrario, aIlUsiona-
do, puede obl'al'se en su nombre, ni nadie cuya individualidad
esté desautorizada es idóneo para representarlo. ¿ Qué autoridad
puede invocar el primer ministro de V. M. el conde de San Luis,
cuando sus antecedentes públicos y privados le desabonan y le re-
legan á la hez como funcionario y como hombre? Ni militar, ni
magistrado, ni diplomático, ni. jurisconsulto, ni nada de lo que
requiere algun saber y algun estudio, carece de títulos á la consi-
deracion del pais por no haberle prestado ningun servicio positi-
vo. Hábil en disfrazar la lisonja con la máscara del sentimiento,
ha ido gradualmente obteniendo la proteccion de varias personas
que lo han encumbrado, para venderlas y traicionarlas luego
cuando ha dejado de necesitarlas. EL fatal talento y la única au-
reola política que le pertenecen consiste en haber empleado la se-
duccion y lo~ malos manejos para falsear las elecciones que diri-
gió en su primer ministerio y para traer al Congreso una porcion
de adeptos personales, lo cual le hizo erigirsc en gere de partido;
pero así adulteró el sistema ~presen tativo, y semhró en el pais
un gérmen de desmoralizacíon que ha dado frutos deplorables, y
qu~ ha de costar mucho esterminar. ¿ Qué autoridad puede ejer-
cer este hombre funesto en quien la alevosía y la mala fé se dis-
putan la prioridad con la soberbia y la osadía, y á quien sobra de
ambicion y liviandad de miras lo que falta de honradez y de ca-
pacidad 1 No: la autoridad representada por el conde de San Luis
es, Señora, un sarcasmo, y jamás conseguirá imponérsela á la
grandeza de España, á la magistratura, á la milicia, á hombres,
cn tln , que han encanecido en una carrera meritoria, que ('.slún




2;50
cubiertos de cicatrices en defensa de V. :M., qlio son 1as ilustra-
ciones de su patria y la personificacion de todas las glorias na ...
cionales.-Aparte V. M. de su lado' á ese procaz ministro, que
procura ofuscarla persuadiéndola de que tiene enemigos que cons-
piran contra su persona, contra su trono y dinastía. El quiere pOI'
este medio amalgamar su suerte con la de V. M., para que si no
puede salvarse juntamente con V. M; .. se pierda al menos V. M. á
la par con él mismo. Desoiga tambien V. M. los consejos artificio-
sos y parciales de la reina Madre. Esta señora parece que llevó'
á V. ~L en su seno y la dió á luz para complacerse luego en in-
molarla á su capricho y á la insaciable sed de oro de que está de-
vorada. Fuera de la vida nada debe V. M. á la reina Cristina, ni
ella ha otorgado á España benefic~ alguno para que V. M. la
triunte sumision y obediencia en su cond ucta régia. A penas des-
cendido á la tumba el padre de V. M. , la viuda, gobernadora del
reino, daba á V. M. el pernicioso' ejemplo de un amor impuro,
que principió por el escándalo, que concluyó diez años des pues
por un casamiento morgánico, y que ha traido al país males in-
calculables. Poco severa ella misma en los principios de sana mo-
tal que deben ser la base y fundamento de la educacion de los
príncipes, ni supo inculcarlos en el ánimo df'. V. M. mientras fué'
niña, ni se cuidó mas que de acumular oro y de preparar desde
temprano un peculio crecido á su futura prole. El desprendimien-
to, el desinterés, los sentimientos generosos que atesora el cora-:
lon de V. M. , las tendencias elevadas que á veces han brillado en
su espíritu, y que solo sofoca la pequeñez de cuantos la rodean;
son esclusivamente un don del cielo, que cualquiera circunstancia
favorable.. podrá desarrollar, preparando á V. 1\1. un porvenir fe-
cundo en hazañas y glorias. Llegada la época del matrimonio de
V. M. , suceso ~ que tanto debía contribuir á ]a fijacion de su desti-
no, V. M. sabe muy bien las sugestiones que empleó la reina Ma-
dre, para que V. 1\1. aceptase un esposo que no tenia otro mérito
á los ojos de aquella, sino el de creerle hábil para Illenoscabar la
omnímoda influencia que ella quería ejercer en los negocios del
Estado. Jamás nladre alguna obró con mas capciosidad, ni cml
menos solicitud para asegurar la felicidad doméstica de su hija.




Por esle medio continuó siendo, como lo era antes, el alma del
gobierno, dando siempre á V. M. consejos encaminados á su pro-
pio provecho, sin importársele que la realizacion de ellos fuese
mal recibida por el pueblo, ni amenguase el amor que él profesa-
ha á V. ~I. Apenas ha habido contratas lucrosas de buena ó mala
ley, especulaciones onerosas, privilegios monopolizadores á que
no se haya visto asociado el nombl:e de la reina Maure. El ;e~ortc
para que un ministro ó un hombre público bayan obtenido la pl'O-
teccion y a poyo en esa Señora, ó provocado su animad version, ht\.
~ido pactar ó no con ella el servicio de sus inlereses. Esto lo sabe
el pueblo, y aun cuando ha callado tanto tiempo, es muy posible
que en un momento estalle, siendo la erupcion de la cólera tanto
mas violenta cuanto mas comprimida estuviera hasta aquí.-V. M.
está en el c(Jso, Señora, de emanciparse de esas influencias que
la han tenido como prisionera, y que al verse ya justamente exo-
neradas del aprecio público, pugnan por arrastrar á V. M. Y pre-
cipitarla en su caida. Si algunos creen que V. )I. no está del todo
exenta de culpa, no negarán al menos que es muy escnsable por
las circunstancias en que la han colocado y que á muy poca costa
pUDde rehabilitarse con su pueblo, y recobrar multiplicada la ad-
hesion y cariño que le ha inspirado siempre. V. M. ha recordado
alguna vez con entusiasmo fcon anhelo de imitarlos, los hechos
memorables de la augusta predecesora de V. }.!. primera de su
nombre. Un ancho campo se presenta á V. ~I. para reproducirlos
con ventaja. El pueblo español, noble, caballeroso, monárquico
por escelencia , responderá con ardimiento á la voz de su reina si
se dirige á él con confianza. 1~1 conoce muy bien que Y. M. jóven,
bondadosa y de aliento esforzado, es el único centro de donde
puede emanar su prosperidad y Sil engrandecimiento; y aun cuan-
do considera natural que V. ~I. , como todas las gentes, tenga sus
preferencias en la esfera de las simpatías y de las afecciones ínti-
mas, la mira con dolor sacrificada á esa lurba logrera que la ase-
día, y cuyo solo aran es huscar medio á espensas \:c V. ~r. y ele
los inlereses nacionales. A la menor señal de V. JI., él correrú
presuroso á levantar su nombre y su reinado á las mas aItas zonas,
y á hacerlas brillar con el lustre que lei' corresponde. Esas disi-




2j2
dencias que se han suscitado en el ejército y en algunas provin-
cias, y que están sostenidas mas bien que por las armas por el
disgusto público J V. M. puede disiparlas instantáneamente en
cuanto se muestre decidida á restaurar los fueros de la ley que
han hollado imprudentes esos falsos amigos y criminales conseje-
ros. Hable, Señora, V. M.; dirija á su pueblo una sola palabra
de union y de concordia, una mirada que revele su amor, y como
por encanto cesarán lodas las escisiones, se confundirán todos los
partidos, y la España, en lugar de desastres, ofrecerá entonces
uno de esos espectáculos sublimes que el mundo contempla admi-
rado y absorto, y que son patrimonio de esta tierra clásica del
heroismo y de la magnanimidad; pBro ¡ ay de V. M., Señora, si
desoye tan leales ruegos! El suelo de España arderá pronto en la
guerra civil mas asoladora y cruenta, y en él se levantarán, por
desgracia, loda clase de banderas, menos la de V. M., enseña
profanada y envilecida, por un ministerio tan infausto.-Madrid


11 G de julio de 118t>4.) ~
Esta carta, en la que se ve la mano del partido moderado,


es notabilísima, no solo por el espíritu audaz y decidido con que
está escrita sino por encerrar dentro de sí uno de los relratos mas
completos de Sarlorius, y la enunciacion de una de las causas mas
influyentes en el estado en que se encontraha la nacion; esto es:
la avaricia de la reina Madre y sus tendencias monopolizadoras y
esclusivas en su provecho. Ultimamente, el final de aquella carta
es profético, y aun cuando sus autores hubiesen suprimido este
final, y las reticencias de que está nutrido este documento respec-
to á la misma Reina, reticencias que por desgracia son harto com-
prensibles al sentido público; aunque esta carta, repetimos, no se
hubiera referido mas qlle al conde de San Luis y comparsa, hu-
hiera sido bastante para causar una revuluciun en el ánimo de la
Reina.


y la causó. Nunca llegan estos ·avisos á las manos de Jos re-
yes, sin afectarlos profunda mente en todas st1s pasiones. Isahel se
vió, auvertida, aconsejada y aun acusada y amenazada de una
manera dw:a y enérgica, si bien respetu0sa y rica de salvedades.
Sus recuerdos y su conciencia no plHlieron menos de decida que




253
aquella carla no mentia, que los peligros que en ella se avisa-
han eran cierlos é inminentes; que obstinánuose en sostener en el
mando al conde de San Luis, se esponia á caeR. precipitada con él,
y que no la quedaba camino que elegir entre la destitucion del
ministro odiado ó la indignacion pública.


En los momentos en que la Reina debía encontrarse profunda ~
mente preocupada por el contesto de aquella terrible carLa, penetró
en la régia cámara el conde de San Luis, bien ajeno de que la ré-
gia tempestad sombría y pró~ima á estallar, flotaba sobre su cabeza.
Disimuló por el momento la Reina, y pre8unl,ó á su min.slro en que
estado se encontraban los negocios públicos, San Luis f hombre
acostumbrado á la mentira y al disimulo; contestó satisfactoria-
mente f presentó como perdidos á los generales insurreccionados,
en abierta fuga hácia Portugal, ponderó el buen estado del espí-
ritu público, y se esh~ndió en la pintura de un porvenir feliz y
bonancible.


Escuchóle la Reina tranquilamente y cuando huho concluido le
presentó la carta que ella misma ba~a acabado de leer. A las pri-
meras líneas, palideció Sartorius y tembló, y sin acabar de leer
la carta dijo devolviéndola á la Heina.- ¡Quieren perderme, Se-
ñora !-Tú eres quien quiere perderme á mí 1 contestó severamen-
te la Reina.


Por esta vez Isabel II demostró una firmeza propia de su alta
dignidad. En vano fueron las protest.as, las súplicas y las prome-
sas del ministro: su caida estaba resllelta; la misma mano que le
habia elevado al poder le derrocaba, y ó le faltó medios para
revelarse contra aquel poder, ó le faltaba andaeia, porque no po-
demos creer qne le faltase intencion.


El ministerio dimitió en masa.
Esta era la importante noticia que de una manera vaga é in-


forme habia trascendido en el público, segun hemos dicho, y el
horizonte político presentó esa agitacion sord~ y profunda que pre-
cede siempre á las grandes tempestades.


Hasta entonces la revolucion, circunscripta á las altas regio-
nes, solo hahia descendido al ejército; pero habia llegado la hora
de que f(~prescntase en ella su terrible y decisivo papel el pueblo.




254


111.


El 17 de Julio era lunes. Por lo tanto y segun costumbre ha-
hia aquella tarde corrida de toros.


Ya antes de empezar la corrida, habian circuladú rumores do
movimiento, y el pueblo hab;a entrado en la plaza impresionado
y predispuesto. A mitad de}a corrida, algunas voces pidieron que
la música tocase el himno de Riego. A estas yoces suceoió un ver-
dadero hllracan: pedíanse con furor el himno nacional, y mueras
ú determinadas personas, sa muy de anl.emano anatematizadas por
la opinion pública, y frenéticos vivas ú la libertno, se dejaban es~
cuchar en medio del Lumulto.


La corrida ~e habia convertido en una ucmoslracion popular j_
y la autoridad que presidia el espectúcnlo tembló, alwndonó su
puesto, y la música impulsada por el terror, rompió con el entu-
siasta himno, que hacia tanto tiempo que no escuchaban los espa~
üoles, sino enlonándole por sí mismos á media voz, y mm así con
miedo á una tropelía, en lo mas retirado del hoglr doméstico.


Renunciamos á describir el entusiasmo público, el generoso
fuego del amor á la patria y á la libertad impreso en todos 108
semblantes, y el terror de los que comprometidos en la situacion
derrocada, se deslizaban telnblando y cabizbajos para ponerse en
lugar seguro.


Pocos momentos antes ele la salida del público de la pluza do
toros, la noticia definitiva y segura de la dimision del gabinete
Sartorius, babia salido del café Suizo, y babia recorrido con una
velocidad eléctrica los principales puntos de la poblacion, csten-
diénclose desde ellos á los dcmá~. .


Era cerca del oscurecer: los obreros abandonaron sus talleres,
y se lanzaron á la calle al mismo tiempo que penetraban en la po-
hlncion los que habian salido de la plaza de toros.


Numerosos grupos recorrian las calles sín annas, y no se oía




0"'''
_(Ji)


otra Cosa que los gritos de - ¡ Viva la libertad! - ¡ -Muera Cristi-
na !-¡Mueran los polacos !-i~Jueran los ladIones !


Entraba la noche y un gent.ío inmenso se agolpaba en la Puerta
del Sol, delante del principal, cuya guardia se mostraba tranquila,
neutral, inofensiva; y sin tomar otras precauciones qne la de ha-
her cerrado las dos grandes hojas de la puerta del edificio dejando
solo abierlo un postigo.


Por el momento el pueblo congregado allí, engrosado á cada
instante con nuevos grúpos que venia n de los estremos, sin armas,
?in aspecto hostil, se limitaba á lanzar vivas á la lihertad y mue-
r'as á sus aborrecidos enemigos.


:Madrid se habia iluminado espontáneamente: no hahia un
baleon ni una ventana, ni un respiradero de boardilla donde no
hrillase una luz: el miedo habia iluminado las casas de los polacos
y de los absolutistas, y el puehlo ,gozándose en su triunfo, seña-
laba con un adernan de desprecio y de burla ciertas casas ya de-
masiado conocidas, en las cuales la iluminacion era mas profusa quc
en las de los verdaderos pa triolas: los ministerios estaban ilumi .....
nados, iluminado asimismo el edificio del gobierno civil, que pocas
horas antes albergaba al celebérrimo y nunca bien, como se debe,
ponderado conde de Quinto. Parecia que la tierra habia absorbido
á los polizontes y á los municipales; si se hubiese necesitado uno
para un remedio, como vulgarmente suele decirse, hubiera sid0
muy difícil, sino imposible encontrarle. Del mismo modo no se veia
11n solo soldado en las calles: el pueblo era enteramente dueño
del campo y se esparcia á su piacel', como el que habiendo esta-
do amarrado por mucho tiempo estiend~ sus miembros entumeci-
dos: las ligaduras estahan rolas: el tirano temblaba en su escon-
d6jo; pero era necesario procurar que no se rehiciera, que no
prob<.lra á arfojar de nuevo las cadenas sobre el cuello de la na-
cion, y el pueblo que en el primer momento solo habia pensado
en la espansion de su alesría, satisfecha ésta, pensó en su seguri-
dad, y los gritos de-¡Armasi ¡armas! ¡qué se arme la Milicia
l'\acional! ¡ viva la Milicia Nacional !-rctumbaron por Lodas par-
(es., unidos ú los vivas á la libcrtall , á los mucras á Cristina y á
los ladrones.




.236
Al mismo tiempo las mas inofensi,.os, los que no prev(I!ian


que tras aquellos gritos de entusiasmo podia venir el horroroso
estruendo de las descargas y los gritos de dolor de los moribun-
dos; los que en su noble sencillez creian resuclta la situacion con la
caida de Sartorius, los que no sospechaban que los inrames asesi-
nos de la patria pelearian ha:3ta la agonia, gritaban ~ambien:­
¡ A las parroquias l-¡ Qué repiquen por el lriunf() de} pueblo esos
clérigos que tan mal quieren al pueblo !--¡ Despidamos solemne-
mente á los polacos l-¡ Qué salgan del poder como otros entran
en él 1 con repiques de campanas!
~T alegres grupos se dirigian á las iglesias, y los sacristanes se


veian obligados á tepicar gratis por la IibertaJ; y primero una
torre y luego otra y toJas al fin, cubrieron á ~tadrid can el metá-
lico estruendo de sus campanas lanzaJas á vuelo.


Si un estranjero, un eslraño á !os negocios p(iblicos de España
hubiera entrado en Madrid en las primeras horas 'de la noche del 17
de Julio, y hubiera visto Un pueblo de tal manera iluminado.
en que tanto y tan incesantemente repicaban las campanas 1 en que
pululaba por todas partes una multitud delirante de alegría, }a~
mugeres y los niños y los ancianos unidos al general contento1
j qué pueblo tan feliz, hubiese dicho! pero si poco d~spues se hu-
hiera informado de la causa, se hubiera visto precisado á escla-
mar: i cuán desgraciado debe ser ese pueblo á quien tanto
alegra la simple caida de un ministerio! ¡ cuán infame debe de
haber sido ese gobierno á quien todo un pueblo despide con tan
ruidosa alegria!


En efecto, porque era muy desgraciado el puehlo m~pañol,
porque tenia abiertas en su corazon profundas heridas, porque
~cntia aun sobre su rostro los infames insultos de una horda de
cobardes bandidos, se afJJtestaba á asegurar la libertad que Dios
le ofrecia como por milagro, y corria á las armas.


Pero el pueblo conocia en su buen juicio, que si no arrojaba Sil
espada como soberano en la contienda pública, que si no determi-
naba de una vez el camino de progreso y de libertad que debia
seguir el gobierno, todo se reduciria á un cambio de personas en
el poder, ú alguna mas moralidad , p~ro siempre }wjo el dominio




~57
de los moderados, Y el puehlo español, y especialmente el pue-
b~o de Madrid, no quiere el gobierno de los moderados: la culpa
es de este partido: no ha sabido hacerse popubn', ha gobernado
siempre ma ndando, restringiendo, eslerminando á sus enemi-
gos: no se queje, pues, el partido de los ~ombres de paz,
órden y justicia de que la opinion pública los rechace, porque nun-
ca han procurado poner de su parle la opinion; porque ni aun han
sabido transjgi r con eUa.


y como era indudable que si el pueblo n.o apr.ovechaba la .oca-
sl.on que la Pr.ovidencia le presentaba, com.o suele presentarla
alguna vez á l.os .oprimidos, seguiría pesand.o el desp.otism.o mili-
tar y aristocrático del partid.o medi.o s.obre la naci.on; el puebl.o
~.sió con todas sus fuerza!5 á la libertad p.or el estrem.o de su man-
to, qne habia cogido al vuelo, y decidido á abrazarla enteramente,
(Í poseerla, á besarla en la boca, c.orrió en busca de armas.


Numerosos grupos corrieron al gobiern.o civil y al ayunta-
miento: en la primera dependencia los guardias municipales, pre-
parados ya de antemano, p.or el sargento Arias, fraternizaron con
el pueblo y le abrieron las puertas: en los subterráneos de aquel
edificio encontró el pueblo quinientos fusiles y algunas munici.ones,
y otros grup.os que se habian dirigid.o á la casa de la Villa se ap.o-
derar.on de doscientos fu:,iles.


Es de advertir, en pró de la honradez del puebl.o, que aunque
invadió ambas dependencias y lo ocupó t.odo, no se cometió en
ellas tlingun desórden ni se perdió un s.olo document.o. Y en amb.os
lo~ales habia fondos públicos á los cuale3 no se t.ocó; particular-
menle en el ayuntamiento al llegar delante de una puerta cerrada,
com.o dijese un.o que aquella puerta correspondia á un local donde
estaban depositadas las alhajas y los fondos de la villa, el pueblo
se volvió respetand.o aquel recinto sagrad.o.


Esta conducta noble y honrada, era la c.onducta digna de un
pueblo que se levantaba en masa c.ontra los ladrones públicos.


Moment.os desplles la calle de Platerías, la Mayor, la del Are-
nal, la de la Montera, la de Carretas, todas en fin las que confiu-·
yen en la Puerta del Sol, presentaban un aspect.o estrañ.o y amc-
nazo.dor. Entre los grup~s desarmad.os acá y allá se veian gl'l1pOS




250
de hombres arrnados con fusiles, con espaelas, con sables, con
bayonetas, con trabucos, con toda clase de armas, llevando otros
á falta de ellas palos y piedras. Estos hombres armaelos solian ir
capitaneados por otro á caballo y con lanza ó con una bandera im-
provisada, ya de papel, ya del primer lienzo que habian habido ú
las manos, 'Ya con una colgadura ue seua: el pueblo desarmado
pasaba sin recelo entre estos hombres con armas, saludándolos,
mirándolos con placer, con alegría: para la generalielael aquellas
armas en manos del pueblo representaban ya á la Milicia Nacio-
nal, á la que se victoreaba con entusiasmo: otros mas previsores
veian ya en aquellas armas los primeros amagos de una revolucion
sangrienta.


Entre taRto habian tomado un carácter muy serio las demos-
traciones de los grupos que llenaban la Puerta del Sol delante de
la antigua casa de Correos, entonces y ahora ministerio de la Go-
bernacion.


Se pedía COI) furor la libertad de los que por delitos políticos
habian sido presos anteriormente y la de los prisioneros de Vicúl-
varo: un oficial de la guardia dijo al pueblo que aquellos presos
no existian en el edificio sino en la cárcel del Saladero y en el hos..,
pital militar. Una multitud sedienta de poner en libertad á aque-
llos valientes corrió á los lugares mencionados por el oficial; pero
en nada menguó con su ida el gentío que llenaba la Puerta del
Sol: entonces el pueblo, desarmado en su mayor parte, con un va-
valor admirable, pidió la rendicion del Principal, y decimos con
un valor admirable, porque las prescripcionos de la ordenanza que
mandan á un gefe defender á todo trance su puesto, ó una ferocidad
que hubiera sido posible, y mas que posible cierta si hombres ca ...
lilO Gándara ó Pep-deI-Olí hubieran mandado á la tropa, podian
haber lanzado impunemente la muerte sobre un puehlo indefenso,
porque el que tenia armas no tenia municiones, desde las ventanas
de aquel fortísimo edificio.


Por el contrario, un oficial alto y jóven, que segun pudimos
juzgar pertenecia á la Guardia civil, se esforzaba por tranquilizar
á algunos, entre los cuUles se encontraua el que estas páginas es-
cribe, y le preguntamos que órdenes tenia, diciéndonos que no te-




~59
niendo ningunas de llingun modo fusilaría al pueblo; y como le re-
plicásemos que podia tomarse pretesto en la ordenanza general del
ejército, úo ica ley del soldado, pa ra romper el fuego si el pueblo
asaltaba el elliticio como era inminente en vista de let actitud ame-
nazadora de las masas, nos contestó :-La ordenanza no ha pre-
visto el caso de que el pueblo, en nombre de sus derecbos, pre-
tenda ocupar un puesto militar." El pueblo hará con nosotros lo que
quiera, pero bajo palabra de honor, nosotro3 no haremos fuego
contra el pueblo.


Mas adelante veremos que aquel oficial, cuyo nombre sentirnos
no saber, no mintió Thi faltó á la palabra que habia dado á nombre
de sus compañeros.


Entretanto arreciaba el tumulto y empezaban á escucharse ame-
nazas: muchos paisanos habian trepaqo á las rejas del piso hajo,
cuyos aposentos estaban llenos de tropa, y desde allí pedian sus
armas á los soldados; estos hablaban pacíficamente con el pueblo,
y decian, que ellos tamb1'en estaban pronunciados, pero que no en-
tregarian las armas sino se lo ordenahan sus gefes.


tas circunstancias se iban haciendo á cada momento mas críti-
cas: los centinelas del esterior estaban rodeados por el pueblo,
que con una hidalguía admirable, ni tocaba á sus armas ni los in-
sultaba; por el cont.rario, los tranquilizaba protestando que si
ellos no ensangrentaban al pueblo el pueblo no se ensangrentaria
en el soldado, hijQ) tambien del pueblo.


Nunca esperamos ser testigos de tantos rasgos de grandeza;
si nosotros no hubiéramos amado al pueblo, el comportamiento
que el pueblo observó aquella noche no solo nos hubiera obligado
á amarle sino tamhien ú respetarle, como se respela todo lo no-
hle, todo 10 generoso.


PcrmLtasenos que en este lugar consignemos un rasgo que nos
parece notahle del centinela ds la esquina del principal que dá á
la calle de Carrelas.


El inmenso gentío que se habia agolpado á su alrededor le
habia obligado tí revasar su puesto de una manera considerable:
escuchaba de una manera glacial las seguridades que todos le d~­
lJan, y como uno le dijese que no tuviese miedo, contestó sin in-




540
Cuando llegue ese dia, habrá lucido para nosotros el sol de la


liLertad.
VI.


Hemos concluido nuestra tarea: solo nos habiamos comprome-
tido á reseñar los principales sucesos, los rasgos determinativos de
la revolucion de Julio.


Allí donde esa revolucion ha abdicado en poder de las manos
de un hombre, allí hemos concluido nosotros.


La revolucion á la voz de ese hombre, deshizo sus barricadas.
¿Se ha salvado ó se ha perdido la revolucion?
Esto no nos toca á nosotros decirlo en este lugar. Nuestra ta-


rea ha cone! uido.
Pero podemos, sí decir., que tenemos fé como en nosotros mis-


mos, en la valentía y en la independencia del puehlo español.
Si para conquistar la libertad no bastare la revolucion de Julio,


haremos otra, y otra y ciento: por cada uno de nosotros que mnera
sirviendo á la patria, se levantarán cien jóvenes, tan valientes co-
mo nostros lo hayamos sido., y que tendrán á mas de los ejemplos
de heroísmo y amor á la patria que nosotros tenemos, los que nos-
otros les hayamos dado.


¡Fé en el destino de la humanidad, valor en el corazon, y se-
remos libres!


Sí, lo seremos: el pueblo es inmorlal é invulnerable, porque
el espíritu del pueblo es una idea y las ideas nunca mueren.


En el momento que escribimos esto han caido en nuestras ma-
nos dos hojas de un libro que no conocemos: ¿ sabeis lo que hemos
leido eD una de esas hojas?


Escuchad:
« La historia del pueblo es la historia del género humano; el


estado del pueblo representa su v~rdadero estado, y es en todos
tiempos el harómetro verdadero del progreso.


) El pueblo es un árbol que no muere nunca, que subsiste in-
definidamente: los individuos son las hojas, que se renuevan to-
dos los años; y que, alimentadas con su savia, contribuyen,
mientras viven, á conservarlo; y las virtudes eminentes y el genio




54l
son las flores de que el árbol se adorna, y que manifiestan los fe-
cundos manantiales de virilidad que en sí encierra.


»Del estudio profundo de lo pasado resulta claramente que la
condicion general de la humanidad, es decir, del pueblo, ha ido
mejorándose sin cesar desde los primeros tiempos conocidos hasta
el presente, y que este mejoramiento progresivo se ha realizado
conforme á leyes inalterables que desde el principio tienen Sil raíz
en la inmútable naturaleza de las cosas y en la del hombre parti-
cularmente; de donde se deduce esta consoladora é infalible conse-
cuencia: que la condicion del pueblo seguirá mejorándose bajo la
influencia constante de las mismas leyes, de tal modo que cada
progreso proceda de un progreso anterior por medio de un movi-
miento natural, cuyas apariencias pueden variar, pero cuya di-
reccion no cambiará nunca.»




9H~
de a 19l1nas l'nesas que se encontraron colocadas en el centro de las
lwhitnciones debajo de las lámparas, y que para encender estas
se habian colocado allí; pero se encontraron en eHas los papeles que
los oficiales habían dejado por la mañana. Los candeleros, las lám-
paras, todas las luces movibles fueron llevadas á las ventanas, y
la antigua casa de correos apareció iluminada como nunca lo habia
sido: y por las manos (lel pueblo.


v.


y aquel pueblo no lenia geres; obraha por inspiracíon propia:
si hubiera tenido geres, estos hubieran procurado conservar aquel
puesto recomendable por su fort.aleza y por su situacion.


Si el pueblo hubiera ~nido gefes, las barricadas se hubieran
levantado inmediatamente atrineherando el centro de la poblacion,
impidiendo el fácil avalílce de la tropa y poniendo al pueblo en
mejores condiciones de resistencia.


Hubiera habido, en fin, una organizacíon, y los que como
nosotros presenciaron desde el principio, aunque como simples
espectadores, el movimiento, saben bien lo difícil que era reunir y
dar direccion á cuatro hombres armados.


y no faltaban tribunos de todas clases v condiciones; unos
...


f'ntnsiastas y desinteresados que hablaban con calor en nombre de
la libertad y advertían al pueblo que una vez con las armas en la
mal'lO no se dejase arrebatar sus derechos; otros que por causas
menos puras aconsejaban el esterminio de la fraccion polaca der-
rocada; de los labios de estos oradores brotaha sangre y por cima
de ellos asomaba su fatídica cabeza el terror: otro~, por ú.ltimo,
aconse~ban el incendio y el saqueo de 13s casas de los ladrones
públicos; pero estos, cuyas intenciones eran manifiestas, estos hom-
hres, muchos de los cuales pretendian arrojar un mancha sobre la
revolucion; apenas eran escuchados: pulula~H1n ya los agentes de
]a contrarevolucion y procuraban lanzar al pueblo á escosos para
j nslificar una represion armada y sangrienta, á nombre de la
propiedad y del órden público.


Pero por fortuna el puehlo estaha en nno de esos momentos




245
de espansion delirante en que nada se escucha, á nada se atiende:
victoreaba á la libertad, lanzaba mueras á los tirllnos, iba de acá
para allá, se concentraba un momento y lueg0 se d~olvia.


El aspecto del pueblo de ~ladrid en las primeras horas de la
noche del ,17 era el de un puelJlo en fermentacion. Aquello era un
herbor continuo, una agitacion. inmensa: toda organizacion era
impo~ilJle.


Como hemos dicho la casa de Correos habia quedado á merceu
del pueblo, y éste entraba, salia, iba, yonia, pero sin que hubiera
que lamentar un es~eso, ni un choque, ni una desgracia: se creia
por todos, menos por algunos mas previsores, que aquello tendría
una solucion pacífica, y que en vista de la actitud del pueblo, un
manifiesto de la !leina y el nombramiento do un ministerio liberal
vendrian á arreglarlo todo.


Esto era lo que, pensando lógicamente, debia esperarse: pero
los enemigos no habian perdido aun su última esperanza; sabia n
que para ellos era aquel momenlo de vida ó muerte, y estaban re-
sueltos á todo: Córdoba, el reaccionario Córdoba representaba el
gobierno. Cristina estaba en palacio, la camarilla anatematizada
por el pueblo, se agru paba en tenebroso conciliábulo al rededor
de aquel fatal personage, y numerosas haterías y la mayor parle
de la guarnicion, rodeaban la régia vivienda, de la cual no salia
ni un mensagero, ni una manifestacron que calmase la efervescen-
cia pública.


Madrid habia quedado abandonado á sí mismo, sin autorida-
des, sin protecGion de ningun género; en suspenso la ley, la vida
y las haciendas de los ciudauanos espl1estas á las malas pasiones
que siempre brotan en medio de la revolucion mas santa; y entre-
tanto, los (Iue tenian un deher de imprimir una direccion análoga
á las circunstancias á los negocios públicos; los magistrados, las
autoridades, el tremo mismo, se encerraban cobardemente y espe-
raban, como si on tales ca~os el esperar los acontcrih1ientos sin
prevenirlos no flll'Se un crímcn: loda la sangre vertida en las jor-
l1auas de Julio, debe caer gota á gola ~obrc las cabezas de los qne
por cobarJíiJ. , por egoísmo ó por ambicion permitieron ó procura-
ron su derramamiento.




214
Aquellos nlOmenlos no eran de espera ni de contemporizacion:


para las circunstancias estraordinarias se necesitan hombres es-
traoruinarios, hombres de valor espartano, qne s~pan y tengan
yoluntad (lo usponel' su vida por la salud de la patria: ya que no
S8 escuchó la voz del cañon Je Vicál varo J que tronaba en nombre
de la moralidad, debió escucharse la voz del pueblo, qne se levan-
LdHl i:nponente y amenazadora en nombre de la libertad: el lugar
de 103 hombres de valer J de sig-nificacion política, de corazon) es-
taba en las calles: el lugar del, trono en el consejo: los unos de-
hieron ponerse al frente del pueblo; el otro debió lanzar al pais
un manifiesto en armonía con las j llslas aspiraciones del pueblo.


Pero los unos tenian miedo, el otro vacilaba, y los mas, y esto
era 10 mas lamentable, abrigaban una mala intencion.


y no se nos diga que el carácter del movimiento popular era
cslraño, dificil de comprender: el pueblo hablaba bien alto y era
necesario ser sordos para no oirle , estúpidos para no comprender-
e: el pueblo pedia sus derechos, el afianzamiento de su libertad.


el castigo de los bandidos políticos: decir que se procuró reprimit>
la insurreccion porque no tenia bandera J como se ha dicho á la faz
del pais y del mundo civilizado, es querer justificar con una dis-
culpa ahsurda una conducta juzgada y condenada por la opinion,
Hubiérase constituido un gohierno digno de inspinu' confianza al
pueblo, y las aspiracioaes del pueblo se hubieran formnlado de
una manera esplícita y terminante: ¿ por qué no se hizo antes lo
tiue se hizo despues? Porque aun los vicios de la córte alimenlaban
la esperanza de una represion; porque pasiones innobles, impuras,
lwblaban mas alto que la voz del pueblo, porque se queria conser_
val' á todo trance lo que de otro modo debia concluir para siempre.


Si cuando el pueblo se dirigió por primera vez al Principal
hubiese fraternizado con él la tropa; si se hubieran lanzado los ba-
tallones de la guarnicion á las call(js en adernan pacífico, con sus
músicas á la cabeza tocando el himno de niego: si en medio del


<-


contento que esta manifestacion de parte del gobierno hubiera cau-
suJo en el pueblo J si hubiera fijado en las esquinas, se hubiera
!tedw circular con profusion entre las m.asas una suce~ion de decre-
~0S Gx.onerando unos á los ministros y altos funcionarios prevari-




24.:5
caJorc3 é infamos , y reduciéndl;los á prision para que como era
justo respondiesen con sus vidas y sus hacieucIas de sus abusos y
sus crímenes; si se hubiera llamado en otro al ilustre pacificador de
España, si en fin, so hubieran restablecido los ayuntamientos cons-
titucionales di~ucltos en la reaccion del 4·3; si se hubiera llama-
do al alistamiento á la Milicia Nacional; y si, .en Bn, en medio
de la alegría y de la confianza que hubieran causado estos decre-
tos, hubiera aparecido la Reina en medio del pueblo. ¡ Oh t la no-
che del ·17 en vez de ser de .luto y horror como lo fué, hu hiera
sido una noche de júbilo inmenso; la Reina hubiera comprendiJo
cuanto vale el pueblo á .cuyo frente la ha puesto la Providencia; el
pueblo que sostuvo su cuna con sus bayonetas, que ha vertido por
ella con una generosidad sin límites torrentes de sangre pura, qnc
simbolizó en su nombre las libertades patrias, y que para demos-
trarse severo y disgustado con ella, como un padre á quien lasti-
ma la ingratitud de su hijo, ha necesitado mirarla rodeada de
hombres que son el escándalo de nuestra moderna historia; ese
puelJlo, decimos, hubiera .acojido á la Reina, si hubiera obrado
como decimos, á la manera que fué recibido en la casa patorna el
hijo pródigo: con lágrimas de contento; se hubiera firmado de
IIIla manera sólida y estable la alianza del trono con el puehlo so-
bre el ara de la patria, á la sombra del árbol de la libertad; se
hubieran ahC!rrado escesos lamentables y no dormirían el sueño
de la muerte, ni los mártires de Julio, ni los soldados, hijos de
pueblo tarnlJien, que eran lanzados con la ordenanza á su espalda
ante la cólera del pueblo.


y no se diga que aventuramos consejos sobre lo que debió
hacerse despues que todo se ha hecho, aunque demasiado tarde:
cabalmente lo mismo que pensamos ahora pensúbamos entonces, y
algo mas; y como pensamos nosotros pensaban muchos, que como
nosotros sentian correr por sus venas, ardiendo de entusiasmo y
de indignacion , sangre española y altiva; pero desgraciadamente
los que pensaban con abnegacion, sin miras de ulteriores recom-
pensas, los que verdaderamente aman al pueblo, porque amando
al pueblo se aman á sí mismos, ni tenian significacion polítictl, ni re-
presentacion delante del pueblo, ni medios de accüm. Eran irnpo-




246
ten tes de lodo punto: vcian con dolor que se dejaba marchar' la
revolllcion hácia un lago de sangre, hácia un horizonte nebuloso
por un camino llüno de p31igros, y presenciaban, con la amarga
sonrisa del dolor en los labios, ]a alegría de un pueblo gen61'OSO,
que no sospechaha la traicion de que antes de po~o debía ser
bl{'ll1co.


Hubo sin embargo algunos hombres cuyas intenciones en aque-
lla noche resp0tamos, y muchos de los cuales sirven hoy altos
empleos, que se reunieron en la Casa de la Villa, y acordaron en-
viar una comision ,"1 Palacio pa ra que significase á la Reina el es-
tado alarmante de ]a poblacíon y los de5eo~ y las aspiraciones del
pueblo.


Trasladóse esta comision compuesta de tres individuos á Pa-
lacio y solicitó y obtuvo una audiencia de la Beina: espuso esta
comision el objeto político que allí la conducia, y la Reina, to-
mando una esposicion que le rué presentada, ofreció ocu parse con
interés de lo que el pnehlo la' pedía y se mostró, segun se dice, vi-
va mente interesada en que se evitase la efusion de sangre.


y decimos, segun se dice, porque al espresar S. NI. el deseo
de que no corrieso s(}ngreespañola, demostraba su temor de que
hubiese peligro de su efusion, y nosotros creemos, que si la Beina
hubiese abrig<:ldo en aquellos momentos tales temores, hubiese em-
pleado medios mas eficaces que la simple anunciacíon de un deseo
para evitar el derramamiénto de sangre española. Queremos creer,
que mas que la debilidad, illfluyó la fatalidad en la conducta ob-
servada por la Reina en aquellas circunslancias.


Vuelta la comision á ]a Casa de la Villa, y habiendo dado par-
te á sus compañeros de aquella junla cuya vida tuvo una duracion
fosfórica y que de nada sirvió, puesto qne no su po , ó no pudo, ó
no qui80 evitar los males que mns tarde sobrevinieron, habiendo
dado parte, decimos, los pleni potenciaríos Ú sus poderdantes del
resultado de su audiencia con la !leina , determinaron decir, como
dijeron al pueblo congregado en la plélzuela elo la Yilla, que espe-
'((lse sensatamente las determinaciones de Palacio, y que se limitase
ú observar con una actitud flrme y enérgicél, pero sin hostilidad,
la conducta de las tropas.




!47
Una comision popular, que de esta manera cumple su cOtueLi-


do, y dice al pueblo que espere cuando pide sus derechos, que es
lo mIsmo que decirle: tus derechos están en tela de juicio y te se
disputan; es lo mismo que el fuelle qUB introducido en el fuego
sopla y se quema por la punta en que se pone en contacto con el
fuego. Una junta tal, no pasa de ser un instrllmenlo inútil é insu-
ficiente que se arroja con desden por el mismo que le ha USad,,),
esperando de él mejores servicios.


Cabalmente, esta fué la conducla que con aquella junta obser-
YÓ el pueblo: la vol víó las espaldas con desden y se alejó dese~ue.
tento. Pere aquel descontento debía muy pronto producir terribles
resultados.


El pueLlo sabia que sus aspiraciones habían sido oidas por la
Heilla, que habian sido contestadas con una de esas promesas co-
munes que se hacen al que se presenta en audiencia desprovisto
de recomendaciones. El pueblo además sabia que la duquesa de
RiDnzares estaba en Palacio y que no podia esperar ni libertad III
justicia sino se las procuraba por su m'i5m3 mano.


VI.


Ya que hemos nombrado á la DUlluesa de Riánzul'es, á ese' 1'a-
lúl personage á cuya ambicion, á cuyo egoismo, á cuyas malas
pasiones ha debido España males incalculables, cúmplenos decir
la grave influencia que su tenaz empeño en permanecer en Madrid
des pues de las primeras manifestaciones del pueblo, tuvo en los
desastres de Julio.


Desde que la Ueina obligó á hacer su dimision al gabinete Sar-
torius, Cristina, harto esperimentacla para no comprender 10 que
debía necesariamente sobrevenir á aquella dimision, pensó en po-
ner ú cubierto de toda eventualidad, no solo su pe~'SOl}{l y familia,
sino tambien los interesantísimos pa peles y riquezas que tenin en
su p:llacio.


Ya desde las primeras horas de la tarde, los vecinos de la ca-
lle de las Hejas, vieron que en algunos coches de plaza que sin
cesar iban 'Y volvían á Palacio, se Oflrgaban enormes legajos y pc-




24U
sados cajones: esta faena duró hasta Lien oscurecido, hora en que
algunos grupos del pueblo se presentaron delante del palacio,
prorrumpiendo en vivas á la lihertad y mueras á Cristina.


Prevenida la guardia, que montaban aquel día artilleros, de
que no opusiese resistencia al pueblo pa ra no irritarle, cerró la
verja del vestíbulo y se formó delante de ella en actitud pacífica,
pero cubriendo el ingreso.


El pueblo pedia á los soldados las armas, pero el gefe diri-
giéndose á algunas de las personas mas marcadas, les aseguró co-
lno en aquellos momentos aseguraban los otlciales de la guardIa
del Princi pul, que no se haria fuego contra el pueblo, poro que
ne podia sin faltar á su honor militnl' entregar las armas ni aban-
donar el puesto.


Mediaron mútuas seguridades, pero la multitud se engrosaba
cada vez mas, los gritos se hacian mas amenazadores, y estaba
próximo un rompimiento del pueblo contra la tropa, cuando esta
variando de posicion, fué ú colocarse en una de las esquinas de la
calle de las Hojas donde formó pabellones de arma5.


Este movimiento eril hijo de que la seguridad de la reina Ma-
dre, estaba consumada: mientra~ el pueblo se entretenia delante
de la fachada principal del palacio, ella vestida de hombre habia
salido por una de las coeheras que dan á la calle de las Rejas, y
habia ido á ponerse bajo el amparo de las haterías que resguar-
dahan el Palacio nea].


Ignorante de este suceso el puehlo, se abalanzó á las verjas dol
palacio sediento de la sangro ele Cristina, pero las verjas eran
muy fuertes y resistieron: limItáronse, pues, á apedrear la facha-
da , rompieron todos los cristales de la galería semicircular del
vestíbulo, y así, yendo y viniendo grupos contilllJaI'on lanzando
muel'as y piedras hasta muy a vanzada la noche.


La tropa permanecia impasible espectador de todo este tllmul-
to, con las armas en pabellones y m~zclada con el pueblo frater-
nizando con él, hasta el punto que el pueblo llegó á crecer, que
mas que enemigos, tenia en aquellos soldados una salvaguardia.


Entre una y dos (le la mauana, las demostraciones populares
tornaron un aspecto mas imponente; grnpos rcnidos de la Puerta




..


!HH
del Sol y de la plazuela de la Villa, hombres que ya habian sufri-
uo algunos disparos de la guarnicion en la calle Mayor, donde ha-
bia roto el fuego: el ejército contra el pueblo y este contra aquel,
llegaron sedientos de venganza, asaltaron la verja, la superaron,
mientras otros forzaban las puertas cocheras, y al fin el palacio se
abrió él la muchedumbre como antes se hahia abierto la casa de
Correos.


El pueblo lo inundó todo, especialment.e el salon de baile si-
tuado en el piso bajo y el dormitorio de Cristina ('nuy pronto he-
cha una hoguera en medio de la plazuela de los Ministerios adon-
ue corresponde la fachada princi pal de palacio, con las garitas de
los centinelas, fué alimentada aquella hoguera con muehles pre-
ciosísimos, con riquezas, con pinturas, con estátuas, con objetos
ue un valor inestimable, que no habian podido ser puestos á cu-
bierto del furor uel pueblo.


Mientras que en un conUnuo flujo y reflujo subían y bajaban por
las escaleras cubiertas de piedras y fragmentos de cristales, hOffi-"
bres y mugeres cargados de efectos que arrojaban á la hogueras
otra multiLud buscaba por los aposentos y lugares mas retirad0 1
uel palacio á Cristina: solo encontraron algunos criados estreme-
cidos y pálidos de espanto, que se arrodillaban ante el pueblo, pi-
diéndole gracia, como si el pueblo hubiera sido capaz de ·saciar
en aquellos pobres mercenarios el ódio que le inspiraba su señora.


:Mientras el pueblo buscaba inútilmente al principal objeto ue
su óJio uno de los empleados del palacio, logró escapar entre la
multitud Y- trasladarse al Palacio Real, donde ya se tenian noticias
de la ocupacíon de la casa de Cristina por el pueblo.


Coincidió con esto, la llegada á Palacio Jet coronel D. Joaquín
de la Gándara, que furioso porque el pueblo habia invadido la ca-
sa de su antiguo é íntimo amigo D. José de Salamanca, venia á pe-
dir á Córdoba algunas compañías para refrenar á la canalla. Con-
cedióselas aquel general, pero con la condicion de que antes
habia de disolver los grupos que rodeaban la casa de Cristina, y
desalojarla de los bandidos que la ocupaban. Gúndara que iba de
paisano, tomó el sombrero y la espada de un caLa llerizo , se puso
al frente de dos com p::nl.ías del regimiento infantería de Baza, y




250
saliendo con ellas de Palacio, afanzó silenO'ÍosamelÍte' hácia la calle
de Bailen, por la que se entra á la plazuel'a de los Mirüsterios.


En aquellos momentos Córdoba, decidido á Ílnmolar f'i le era
preciso al pueLlo, nombró gobernador de Madrid al brigadier don
José Pons, alias Pep-del-Oli, (Pepe el Aceitero), anliguo guerrille-
ro faccioso, hOlllhre de malísirno~ antecsdenles, y aparejado para
cualquiera infamia, por sangrienta y reprobada que fuera.


Cuando Gándara llegó Á la embocadura de la calle de Bailen,
se presentó á su vista un espectáculo que á otro menos feroz bu-
biera contenido, aconsejándole medidas menos terribles: un nu-
meroso gentío compuesto de personas de todas clases, edades y
sexos, llenaba la plaza; en medio de aquella multitud se levanta-
ba rujien~e una numenosa hoguera, y en los halcones del palacio
se vetan multituti de hombres que arroj.aban IDlllebles á la pla-
zuela.


Sin poderse contener Gándara, escitado por fa impresion que
habia causado en su' ánimo otro espectáculo semejante que habia
visto en la carrera de S. GeTónimo junto á la Iglesia de los Italia-
nos, cerca de la casa de Salamanca, mandó hacer alto á la tropa,
y poco despues algunos de los mas cercanos de ]a multitud oye-
ron estas terribles palabras de mando pronunciadas por Ona voz
convulsa y colérica: --- ¡Cazadores! i por mitades 1 ¡preparen!
japunten! ¡fuego!


Una ,tras otra retumbaron consecutivamente en la plazuela cua-
tro descargas cerradas, cOlTespondiente~ á las cuatro mitades; sil_
vo el plomo mortífero, se oyó un alarido de espanto, un alaridO'
informe y alerrador. el grito de agonía de un pueblo asesinado~
el pavor dió alas á los que no habian caido, y muy pranto la pla-
zuela no presentó mas que un espacio abandonado, cuyo lúgubre
y aterrador silencio 'SoJo interrumpian los ayes lastimeros de 109
heridos y de los moribundos que llenaban de horror al vecindario.


Siete artilleros de los que habian. dado Ja guardia del palacio,
cayeron muertos á la primera descarga; un anciano portero de una
do las casas inmediatas que habia ido á ver la quema y que esta-
ba sentado en la puerta del Senado, habia quedado muerto en la
misma actitud de que se encontraha al romrer~e el fuego: en la




2.JI
embocad'ura de la calle de las Rejas ~e veía el cadáver de un JO-
ven decentemente vestido, los de dos mugeres en el centro junto


, ..


ú la hoguera: los siete infelices ártilleros, algunos de ellos luchan-
do con la agonía se veian aquí y allá cerca de sus pabellones de
armas: y todo esto vist0 á la luz de la hoguera; los heridos que
llenos de eSpé~nto se arrastraban por el suelo Ó' se deslizaban apo...;
yándose en l:as partdes y dejando impresas en ellas las señales de
sus manos ensangrentadas; y sobre las aceras regueros de sangre;,
el pavimento cubierto de pañuelos, de llaves, de zapatos; la tro-
pa liberticida adela ntando en silencio con las armas afianzadas há-
cia el palacio del cual huia per todas las salidas una multitud des-
pa vorida, todo esto era horrible, muy horrible, y aumentaba el
horror si era posible que tanto horror se aumentase, el sepulcral
silencio que habia sucedido á la antes ruidosa algazara, silencio
en medio del cual resonaba fatídicamente el paso de carga de los
soldados asesinos.


Estos penetraron en el palacio e11 el que poco despues entra-
ron algunos altos criados de Cristina, que se dirigieron apresura-
daniente á su dormitorio y sacaron de él muchos legajos de pape-
les de que el pueblo inéí'dvertidamente no habia hecho caso: de
repente una Üam'arad<1 y luego otra, salJó p'OT las ventanas del
dormitorio y se declaró un incendio que á duras pecas fué apaga-
do; pero no sin devorar las tapicerías, el lecho y los muebles que
habia dejado la indignacion pública: la luz de uno de los criados,
prendiendo en una de las colgaduras habia motivado aquel in-
cendio.


Luego la hoguera se fué estinguiendo los gritos de dolor fue-
ron cesando. á medida que los que agonizaban morian. Muy pron-
to solo quedó un silencio y horror.


. Algunos minutos despues oyeron los vecinos dentro del palacio
disparos élislados que continuélron por algun tiempo: díjose que
estos disparos provenian del fusilamiento de algl1~os paisanos que
habian sido procedentes del palacio, pero esta version , si bien pa_
rece verosímil, carece de prueba, y no nos atrevemos por lo mis-
mo {. presentarlo como un hecho confirmado.




Vlf,


V urios casos oe asalLos de casas y (te incendios de muebles se
habian presentado á aquella mi5ma horn en distintos pllntos de
Madrid. Las hahitaciones de Sartorius y oe Collante~, la de Sala-
manca, Domenech, Quinto y Vista-Hermosa, fueron acometidas,
allanadas y entregados sus efectos' al saqueo y á las llamas.


Los enemigos de la situacion creada por la revolncion preten-
den manchar á esta, ponderando y ennegreciendo estos atentados:
y en efecto, atentados fueron, pero atentados en que el pueblo
no tuvo parte, sino como simple espectador, como ayudante sen-
cillo y de buena fé de cierta clase Je gentes, que quisieran hu-
biese t?dos los dias revoluciones de la importancia de la de Julio
para aprovecharse de la suspension de la ley, y disfrazando sus
miserables intentos con un velo político, entregarse á la rapiña y
á los desórdenes.


Donde unicamente fué el pueblo, el verdadero puehlo causa-
dor del incendio, fué en el palacio de Cristina, y llaJa liene esto
de estraño porque el pueblo aborrecia y aborrece Je tal manera á
esta Señora, que si en aquellas circunstancias hubiera tenido en
las manos un Calendario, ]e hubiera arrojado á las llamas por la
sola razon de contener el nombre de Cristina.


Para justificar nuest.ro dicho ue que no fué el pueblo sino
verdaderos bandidos los que iniciaron los incendios de los muebles
en las casas que se incendiaron, era necesario que pudiéramos
presentar á nuestros lectores los rostros, íos carácteres de las
gentes que entraban y salian y presidian el destrozo de Dq uellas
casas .
.


Habia allí semblantes que solo se ven alguna vez en los cami-
nos, en Madrid á media noche en alguna calle escusada y tene-
brosa, en las cárceles y en los presidios; esa especie de sociedad
aparte que nunca se vé cuando impera la ley y á la luz del sol, y
que apenas conoce ]a policía, que tiene obligacion de conocer-
la : Ulla CúJ'le de los Jlfilaqros, valiénllonos Je una creacÍon de
Victor Hugo, desarrapada, feroz, de scmlJlanles duros y ~mgllla-




res, de mil'iJdas rasgddas y do manos gafas, que no sabemos por-
que tenían toda la configuracion de las garras de un ave de rapiña,
verdadora sentina de ladrones y asesinos de todas edades y sexos,
hez de la sociedad que se mezcla con el pueblo cuando estalla una
revolucion, que se aprovecha de ella, y á la que el pueblo castiga
con su justicia ejecutiva cuando ~a coje en a13un crímen.


El pueblo habia pedido y pedia la cabeza de Cristina, la ca-
heza de Sartorius y de sus corifeos, el castigo de los polacos, pero
no habia pensado en otra cosa: cuando vió, empero, arder los
muebles de sus enemigos, se asoció á ]a quema, pero como ayu-
dante; desafiamos á cualquiera á que nos diga si vió dentro de
alguna de aquellas casas un solo hombre conocido por su hon-
radez, sino en los momentos precisos en que entró el verdadero
pueblo, en busca do algun ministro ó persona remarcable de la
situacion derrocada: despues 8010 quedó la gatería como se dice
en Madrid, la canalla, los hombres á quienes siempre anda bus-
cando la policía. El pueblo no se opuso á aquellas hogueras, y esto
era muy natural; debia sentir y sentia un placer inmenso en ver
quemarse el aparato de suntuosidad de aquellos miserables que
habían convertido en fauslo y lujo el sudor del pobre y las lágri-
mas del desvalido; el pueblo .rodeaba aquellas hogueras, tomaba
los muebles, las vajillas, las pinturas y las arrojaba á la hoguera,
destruyendo, ciego por su odio, objetos de un inmenso valor ar-
tístico y cuadros de nuestros primeros pintores: pero los que dicen
que el pueblo se aprovechó de aquellos despojos, no conocen al
pueblo, ó porque le aborrecen le calumnian: aquellos incendios
fueron hijos de las circunstancias; los verdaderos incendiarios
fueron los lJolacos que con sus escesos y sus crímenes de todo gé-
nero habian puesto en combustion la opinion pública, habían en-
cendido la revoluciono


VIII.


Estos incendios produjeron algunas lamentables desgracias á
mas de las acontecidas delante de la casa de Cristina; al acercarse
el pueblo en husca de Sartorius, á su casa calle del Prado, el ser-




2D~
vil é infame celo de uno de 105 municipales que aun guardaban la
casa, produjo por un disparo la muerte de un jóven de buen as-
pecto y decentemente vestido: esto inflamó de furor á las masas
que arrollando á los municipales los desarmaron y entraron se-
dientos de venganza.


No encontrando á Sarlor-ius , que estaha á bnen recaudo, des-
ahogaron en la parte -que pudieron su furor en los muebles del ex.-
ministro, y muy pronto se levantaron tres gigantescas hogueras,
una en la calle del Prado frente de la desembocadura de la del
Leon, y dos en esla última.


Otros grupos habian asallado enla calle de Cedaceros esquina
á la del Sordo, la casa de D. José Salamanca (,1) : los muebles ar-
rojados á la calle, alimentaban una inmensa hoguera en la Carrera
de San Gerónimo, frente á la iglesia de 10s Italianos. Multitud de
curiosos rodenban nquel foco de destrucciun, y algunos hombres
desarrapados y algunos otros del pueblo, arrojaban á las llamas
objetos de sumo va lor y de incontestable mérito.


Para dar una muestra de que el objeto del pueblo al tomar
parte en aquellos incendios era castigar en parte en sus bienes
ya que no podia en sus personas á los prevaricadores, y no el


(1) Al citar entre los incendios el de la casa de D. José Salamanca, cree·
mos de nuestro deber advertir, que aunque no aprobamos de ninguna manera
os escesos que se cometieron en cada una de aquellas casas, escesos que fue-


ron perpetrados, como he mos dicho en el testo, parte por los enemigos de la
revolucíon, parte por gentes de esas que aproyecharán siempre un pretesto pa-
ra entregarse al pillage, debemos añadir que respecto á lo que se hizo en casa
ue Salamanca, no hubo ni siquiera la disculpa de la odiosidad pública: hacia
mucho tiempo que Salamanca habia abandonado el terreno de la política, para
consagrarse solo á sus negocios: es cierto que se encontraba contínuamente en
relaciones con el gobierno, pero solo como concesionario de ferro-carriles: por
otra parte, los negocios en que empleaba y emplea sus capitales Salamanca,
eran y son beneficiosos al pueblo, que por su achYidad y lo colosal de sus em-
presas, encuentra trabajo para centenares de sus iUllivi\luos. Lo (rUe pasó cn
casa de Salamanca aquella noche fué horrible: prescindiendo del saqueo, su
esposa que estaba enferma, estuyo á punto de ser asesinada por algunos mise-
rabIes, y no sabemos lo que hubiera sucedido, si no la hubiera protegido el
pueblo; así pues, al nombrar á Salamanca, téngase en cuenta que no le acu-
samos, porque segun nuestras noticias ninguna parte tUYO en las causas que
produjeron la Revolucion de Julio.




p("\rlc:ncci(mtc~ h las 11<llJll.élclorles de Sé1TtonllS y conélntes




..




255
deseo de aprovecharse de aquellas riquezas, nos bastará referir
un solo hecho. Alejábase un negrü vestido con una especie de ga-
ban de lienzo, y como uno de los muchos patriotas que estaban ar-
mados notase que llevaba un bulto bajo su gaban, le detuvo le re-
couoció y le encontró un labamanos de plala: inmediatamente la
Justicia del pueblo cayó sobre el ladron que fué muerto á palos, y
cllavamanos se fundió en la hoguera.


Estos incendios habian empezado entre doce y una de la no-
che: eran tales las hogueras que su resplandor y su denso humo
sobresalian de la altura de las casas de una manera gigantesca: los
lHlbitantes que ignorantes de estos hechos veian acá y aHá aque-
llos gigantescos ,resplandores y aquellas compactas nubes de hu-
mo, dudahan si algunos furiosos aprovechándose del trastorno del
momento habrian ,incendiado á Madrid para entregarse á escesos:
hasta que se supo la causa de aquellos siniestros resplandores estu-
vo en una ansiedad mortal la parte del vecindario qu e veia aque-
llos resplandores desde su casa.


Entre la una y las dos de la mañana, Gándara, que ya habia
cumplido su compromiso respecto á la casa de Cristina, se presen-
tó con algunas compañías en la Carrera de San Gerónimo y á pe-
nas estuvo á la vista de la hoguera mandó 'hacer fuego. Pero por
fortuna, á causa del declive de la calle, que empieza un poco mas
allá del lugar desde donde la tropa hizo fuego hácia el Prado, la
descarga dió á mucha altura en la fachada de la iglesia de los !La-
lianas, y el pueblo no tuvo que lamentar mas desgracias que algu-
nas roturas de piernas y hrazos, causados por la premura con que
se entregaban á 'la fuga los curiosos.


Pero no huyeron del mismo modo algunos valientes pai~anos
3rm ados que se encontraban en aquel punto: por el contrario con-
tes~aron con un entusiasta viva á la libertad á la descarga que les
babia dado ]a señal del combate, y tomando las calles de Ceda-
ceros y la del Lobo, y amparándose en los dinteles de las puertas
en las aceras, rompieron un vivísimo fuego contra la tropa.


¿ Pero qué podian hacer aquellos pocos valientes contra cuatro
compañías de las mejores tropas del ejército mandadas por Gún-
darn, á quiep. no se puede negar la cualidad do ,,[diente, y ele va-




C)~a -~v


liente arrojado y temerario? La tropa avanzaba por mitades, dis-
parando descargas cerradas que granizaban contra las aceras, poro
adelantaba lentamente contenida por el certero fuego de los
paisanos: durante una hora mortal no se escucharon mas que las
nutridas descargas de los soldados, el fuego á discrecion y los vi-
vas á la libertad de los paisanos, y la rugiente voz de Gándara que
gritaha sin cesar: ¡adelante y fueg-o! ¡adelante!


A medida que avanzaba el tiempo, los vivas del pueblo eran
menos compactos, menos ruidoso y menos intenso el fuego: al fin
los gritos fueron estinglliéndo.~e, los disparos de los paisanos ais-
lándose y luego sucedió un silencio profundo.


«La revolucion ha sucumbido, ») esclamaban con desaliento los
buenos patriotas que desde sus casas y contenidos por la falta
de armas habían escuchado con ansiedad mortal el estruendo del
combate: «la revolucion ha sucumbido como en 1848,»




CAPITULO 11.


Comb~te en la. calle de Jacometrezo.-Aumenta el fUl'or publico 10 honorifico
de los decretos de admision de la dimision de los polacos.-Córdoba.-Com-
paracion de éste con su a5cendiente el Gran Capitan.-Acomete el pueblo
las ~vanzadas de Palacio.-Combatc en la calle de Jacometrezo, y en los
cuarteles de San Francisco y del Soldado.-Aspccto dQ Madrid en la mañana
del 18.-Garrigó.-Habht al pueblo desde el balcon del Principal.-Carácter
de aquella escena.-Garrigó vá con el pueblo á la plazuela de Santo .Domin-
go.-Cesa el fuego.-Se cree terminado el combate.


1.


Pero no Cl'a así, comprimido el pueblo por una parle se clila ...
taba por olra. Arrojados del Principal, de la Puerta del Sol y de
la Carrera de San Gcrónimo, aparecieron en la calle de Jacome-
metrezo y en la Ancha de San Bel'narJo.


A mas del furor que habia causado entre el pueblo la noticia
del bárbaro fusilamiento efectuado por los cazadores de Baza de-
lante de.l palacio de Cristina, habia llegado esle furor al esceso
con la publicacion de una Gaceta eslraordinaria que circularon los
ciegos á las dos de la mañana, en que aparecian 105 decretos de
admision de dimision de la Reina á los ministros, concebido en los
términos mas honoríficos para estos, especialmente el que se refe-
ria al Presidente del Consejo don Luis José Sartorius y en cuya fór ..
mula se espresaba la Reina de la manera mas honorífica y satisfacto ...
riapara aquelladron público á quien algunos malos españoles ven ...
didos á su oro y alimentados con las migajas de su mesa quisieran
"el' de nuevo e11 el mando.


Dícese que la Reina no conocia aquellos decretos; que se habia
fal~ificado la rúbrica, que en fin nquelIos pomposos elogios prodi--
<ligados á ministros á quien arrojaba ignominiosamente del poder
el pueblo, no eran otra cosa que una falsificacion maquiavélica
de~tinada á envolver al trono en las ruinas del bando polaco.


17




258
Nosotros nada podemo3 decir acerca de si estos decretos el'3n


yerdadcros ó falsos, pero creeemos verosímil lo segund'J: el pue-
plo, sin embargo, no estaba entonces en situacion de creer mas
que lo que veía y estas distinciones inconcebibles concedidas á tales
hombres no podian menos de exasperarle. Añádase á las formas
cscándalosas, por decirlo aSÍ, de los decrelos en que se admitia la
~limision de los ministros; otro decreto por el cual quedaba encar-
gado del Gobierno y de la formaL'ion del lluevo gabinete el tenien ..
te general don }-'ernando Fernandez de Córdova. _


En otros tiempos este apellido era pronunciado con veneracÍon
y respeto por los españoles porque les recordaba al Gran Capilan,
al héroe d~l Garilano, al lerror de los turcos y de los franceses,
como se lee en caracléres de piedra en la ápside de la iglesia de
San Gerónimo de Granada que le servia de sepulcro: pero con los
tiempos este respeto se habia entiviado por no haber tenido hue-
nos mantenedores aquel apellido despues del Gran Capitan, que lo
ilustró con hazañas, y ya en nuestros dias se escuchaba con odio
por el pueblo, porque quien en la aclualidad le lleva ha sabido
hacerse tan impopular corno gran de supo hacerse su abuelo .


. El general Córdoba representaba la polaqucl'ia, ni mas ni me ..
nos que el conde de San Luis: el pueblo le acusaba de haher cau.
sado en 184.-8 la muerte del desgraciado Manuel Gil: su nombre
a parería unido á represiones oJiosas, á monopolios irritantes; era
por último compaiiero de glorias y fatigas en la jornada de Vicál-
varo del inolvidable Vista-Hermosa, á quien con esa prontitud y
oportunidad que le caracterizan, habia confirmado el pueblo con
el nombre de Longinos. Nada Lueno podia esperarse de Córdoba,
y necesariamente el pueblo debía apelar con las armas en la ma-
no de su nombramiento.


Habia ademas otro elemento poderoso de a1a1'111a : Cristina es--
taba en Palacio; decíase que en él estaban refugiados ademas, no
so~o el ministerio caido sino tamhien aves de mal agüero para las
libertades públicas: los polizontes, sus gefes y toda la turba multa
de bribones, que tenian mas de un motivo para temer ser deso.
lIados por el pueblo si caian en sus manos, servian de avanzada á
Palacio en la casa de los Con~ejos, fn el lealro de Oriente y en el




259
ministerio de Marina: el pueblo vcia, en fin, reunidos en un mismo
distrito, y puestos en comunicacion y concentrados sus enemigos
altos y bajos, y entre ellos como prisionera, como violentada,
pensando piadosamen~e, la Reina.


Natural era, pues, que el pueblo acometiese aquel foco de
reaecion, y le acometió marchando por cuantos puntos 10 fué posi-
ble: esto es, por la calle de Jacometrezo, la de Preciados, la de
Silva y la Ancha de San Bernardo contra las avanzadas de Palacio.


Al amanecer se rompió el fuego, sostenido con un valor ad-
mirable en una de estas calles que hemos citado, por un puñado
de valientes paisanos; en la de Jacometrezo un furgon de artillería
de que se habían apoderado, les servia de barricada y habian
empezado á construir otra en la embocadura de la calle de Cape-
llanes.


Entretanlo, algunos grupos de paisanos habían intentado aco-
meter el cuartel de San Francisco y el del Soldado, pero habian
sido rechazados. El barrio de Toledo, que un papel tan importan-
te debia representar en la revolucion, estaba silencioso y al pa-
recer tranquilo, pero los tiros que habían resonado le sacaron de
su letargo y le pusieron sobre las armas.


Entretanto, la mayor parte de Madrid, que no podia oír el vivo
fuego que ardia en la plazuda de Santo Domingo, creia terminada
la revolucion , cuando solo habían tenido lugar sus preliminares.


Il.


l:n las primeras horas del día siguiente circulaba el vecindario
de Madrid como de costumbre por las calles, como si todo hubie-
rá terminado, aunque las tiendas cerradas ó solo abiertas á me-
dias, representaban la alarma: todo estaba tranquilo fuera de las
inmediaciones de Palacio j -y ni aun se veian por las ca Hes hom-
bres armados.


Al rededor de los lugares que habian dejado las hogueras, y
que estaban marcados por un ancho círculo de negra ceniza, se
veían algunos curiosos, mientras algunos pillastres y lnendigos l'e-


.


.




~{jO
volvian las cenizas y 3raiíahnn con hiorros l~s j unturas de los ado-
quines, esperando encontrar restos de la plata derretida.


A lo largo de la carrera de San Gerónimo y de la calle del
Prado se veian rastros de sangre y las seiíales de las balas en las
pareeles. A medida que se avanzaba háciu el centro, se notaba
luas movimiento, mas actitud hostil, un aspecto, por decirlo así,
mas guerrero.


Al rededor de la casa de Correos, en las calles que confluyen
de la Puerta del Sol habia avanzauillas de tropa, pero descuidada
y amable con el vecindario, al que no perdían la ocasion de de-
cir que todos eran Hnos, Ji que ellos tambien estaban pronunciados.


Siguiendo adelante por la calle del Cármen se veian numero-
sos rastros de sangre, las tiendas herméticamente cerradas, y mas
allá de la esql1Ío'l el cadáver de un soldado de caballería rodeado
de curiosos.


Si se seguia dicha calle, y se torcia por la de San Jacinto hácia
la de la Abada, cerca de la esqllina, en la pequeña cuesla fiue for-
ma allí el terreno se veia un infeliz obrero herido en la frente y
muerto.


Adelantando, y siempre sobre rastros de sangre por la calle
de Jacomet.rezo, á pocos pasos que se anduviesen, se oia el en-
carnizado fuego do la plazuela de Santo Domingo.


111.


A las once de la mañana del dia 18 aconteció ~n la Puerta del
Sol un suceso demasiado notable para que no estrañemos el no
verle consignado en ninguno de los relatos, que ya en forma de
historia, ya como noticias periodísticas, se han ocupado de los
mismos acontecimientos de que nosotros nos ocupamos.


Nos referimos á la escena habida entre gran parte del pueblo
de Madrid, y el brigadier Garrigó, el valiente soldado de Vi-
cálvaro.


Por resultauo del bizarro comportamiento que el hrigadier ha-
bia demostrado en aquel lance de armas, cayendo herido á la bo-
ca de uno de los cañones del gobierno, junto al cual halJia sido'




261
hecho prisionero, el pueblo se hahia interesado sobremanera en
su suerte: súpose primero con general contento que su herida era
leve, y con un indecible placer despues que, aunque sentenciado
á muerte por el Consejo de Guerra, habia sido indultado por la
Reina: Garrigó era el héroe á quien todos admiraban, á quien
todos envidiaban: su nombre causaba un verdadero entusiasmo en
el pueblo, y desde los primeros rúomentos de cspansion pública,
la noche del anterior dia 17, su nombre habia sido victoreado fre-
néticamente en union con los de O'Donnell , Mcssina, Dulce y Ros
de alano; y no se satisfizo el pueblo solo con vidorearle, sino que
corrió á su prision, pidió su libertad, la obtuvo, y le condujo en
triunfo á los brazos de su familia.


Al constituirse á las seis de la mañana del ,18 un nuevo mi-
nisterio, del cual hablaremos dentro de poco, la Reina á quien el
brigadier Garrigó ~e hahia presentado, obedeciendo á los com:c-
jos de los que creían oportuno utilizar la popularidad del valiente
coronel de Farnesio, le habia nombrado gafe de la cahallería exis-
tente en Madrid, en cuyas funciones entró desde el momento.


Ardia entre tanto un fuego mortífero, corno ya hemos dicho,
en la plazuela de Santo Domingo entre un puñado do valientes
paisanos, y las avanzadas que por aquo 1 lado correspondian á
las fuerzas de palacio: pas:lban las horas y el fllego no cesaba: los
paisanos habian rechazado á las tropas por las calles de Jacome-
trezo, de Silva y Ancha de San Bernardo, y se balÍan ~-a por to-
das las avenidas en la plazuela de Santo Domingo: todas esl(ls
avenidas, hasta mucha distancia húcia el centro de la poblacíon,
estaban regadas de sangre, y acá y allá se vcia algun cadúver de
los defensores del pueblo.


- Natural era la ansiedad pública porque aquella carnicería ce-
sase: grupos y grupos so agolpaban en la Puerta del Sol, delante
de la casa de Corroos, donde era de su poner la existencia de al-
guna autoridad, ó por lo menos de gefes militares que pudiesen
comunicar á Palacio las justas peticiones del pueblo, que por en ...
tonces se reducían á que se hiciese cesar el fuego en la plazuela
de Santo Domingo: al fin cerca ya de las once, fuese que on Pa-
lacio se conociesen aquellas aspiraciones, fuese que le llama~cn á




~G2
aquel lugar atenciones del servicio en tan azarosos momellto5,
apareció en la calle Mayor el brigadier Garrigó, escoltado sola-
mente por un sargento segundo de Farnesio, que habia sido hecho
prisionero con él en Vicálvaro, y por dos ordenanzas de la guarni-
ci::m; nosotros, por razones que espondremos mas adelante, cree-
mos que el brigadier hahia sido enviado por el gobierno, para
calmar la efervescencia pública.


Al ver la multitud un gefe de alta graduacion, que á todas
luces venia de Plllacio, se agolparon al rededor de su caballo, y
sin conocerle, le intimar0n de una manera amenazadora que hi-
ciese saber á la Reina, que el pueblo veia con indignacion el hor-
rible combate que tenia lugar en la plazuela de Santo Domin~o
entre el pueblo y la tropa. El brigadier pronunció algunas pala-
hras que no dejó oír la efervescencia y las voces de los grupos,
que á cada momento crecian, y sin conocer á Garrigó, las demos-
traciones se hacian cada vez mas amenazadoras: y nada liene de
esLraño qUQ el pueblo de l\Iadrid no conociese á uno de los gefes
del ejército, cuando en general no conoce tí ]a Reina, y vé pasar
junto á sÍ, sin reparar en ellos, los individuos del gobierno y los
mas altos personages de ]a córte.


Pero entre aquella mullitudhubo al fin algunos que conocieron
al brigadier, y que gritaron:
-i Es Garrigó! ¡ Es el yaliente coronel de Farnesio! ¡ Viva Gar·


rigó! ¡ Viva el héroe de Vicálvaro!
E] disgusto se trocó en entusiasmo, y el recelo en confianza:


se escuchó ya al brigadier y súpose con alegria y con esperanza
que habia sido nombrado gefe de la caballería existente en Madrid.


Garrigó fué acompañado, en medio de vivas y aclamaciones
por una inmensa multitud hasta la casa de Correos donde entró.


El pueblo fijó inmediatamente sus ojos en el gran balcon del
edificio esperando ver en él á Garr"igó;' pero este, no sabemos por-
que causa, tardaba en aparecer. El pueblo esperó un tanto pero al
fin se impacientó. .


-¡ Qué salga! i qué salga! gritaban con una energía que casi
tocaba en furor. i Se están matando en la plazuela de Santo I)Q""'!
,ningo! ¡ es preciso que cese el fueso !




265
y era de ver aquel espectáculo.
Hacia un calor insoportable; el so) inundaba el espacio en que


se agrupaban cuatro ó cinco mil hombres de todas clases y condi-
ciones, todos sin armas, todos enérgicos, todos parll3 de aquel
pueblo que ejercitando su derecho de peticion pedía á voces que se
hiciose cesar el fuego que diezm\l\~a á otra parte del pueblo: na-
die pensaba en resol' varse de los rayos del sol: todos los semhlan-
tes estaban animados, todos los ojos chispeaban, todas las bocas
gritaban, todas las frentes destilaban á mares sudor; algunos mas
enérgicos proponian el que se fuese á sofocar el fuego, envolvien-
do á la tropa, en oleadas de pueblo, interponiendo como un es-
cudo el pueblo desarmado, á la tropa y al plleblo armado: aque ~
lIos eran momentos de fiebre, en medío de los cuales muchos
enronquecidos por el furor pedinn armas para volar al socorro do
sus hermanos.


En medio de esto y mientras se esperaba la aparicion del bri-
gadier Garrigó, surgieron entre la multitud rabiosos gritos de:
j muera la Guardia Civil! 1 qué desarmen á la Guardia Civil!
¡ mueran los asesinos!


Aquellos mueras (Iquellas imprecaciones á la Guardia Civil,
eran hijas de la ferocidad con que los individuos de aquel cuerpo
so habian batido con el pueblo á las inmediaciones de su cuartel,
y en las avenidas de la Plaza Mayor: soldados escogidos en el
ejército, acostumbrados á una 1 ucha continua con bandidos en los
caminos públicos, habian tratado al pueblo que les habia acometi-
do, como hubieran tratado á malhechores, procurando con una
sangre fria horrible la certeza de los disparos, batiéndose con un
valor prodigioso y digno por cierto de mejor causa; mostrándose
implacables J y estremadamente duros con el paisanage.


Lo mismo cabalmente habian hecho los cazadores de Baza;
pero fuese porque era un cuerpo distinguido, que en su uniforme,
en sus fornituras, y en su instituto se diferenciaba esencialmente
de los cuerpos del ejército fuese por otra causa cualquiera el ana-
tema del ptr~blo, terrible é implacable habia caido á plomo sobre
la GucHdia Civil.


En vano queríamos hacer compl'cnuer en todo su valor á nues-




!()4
tros lectores, la rabia, el frenesí, la indignacion con que so pedia
por el pueblo, no solo el desarme, sino el esterminio de aquel
cuerpo. y á vueltas de esto, gritos de impaciencia, porque Garri-
gó no aparecia; una ansiedad mortal, que hacia que cada momento
tuviese la duracion de un siglo; ansiedad que bastaba á demos-
trar que el corazon del pueblo, está lleno de virtud, y de la ma-
yor de las virtudes: la caridad, el amor á sus semejantes.


Porque mientras aquel sacrílego combate duraba, cada momen-
to podia ser el de la de muerte de un honrado pau re de familia:-el
pueblo no pensaba mas que en las desdichadas que en aqlleHo~
momentos podian quedar viudas: en los infelices á quienes el plo-
mo de la reaccion podia dejar huérfanos.


El pueblo se sentia asesinar y no teniendo armas mas que en
una pequeña parte, clamaba porque un poJer cua lquiera hiciese
cesar el combate.


Al fin apareció Garrigó , en el gran halcon, acompañado de un
ayudante, y Je gran número de soldados sin armas que sin duda
por curiosidad le habian tambien 3eguid0; la multitud saludó á Gar-
rigó con un entusiasta viva y con prolongados aplausos. Garrigó-
hizo al pueblo señal de que iba á hablar y se estableció un silen-
cio profundísimo: el espíritu de las primeras palabras de Garrigó
fué el de conciliacion entre el trono y el pueblo; lo que nos indi-
ca que su principal mision era esplorar el espíritu público en lo
relativo á la Monarquía: espresó que la Reina habia sido pérfida-
mente engañada, pero que al fin, abiertos sus ojos á la verdad, se
preparaba una 8ra do felicidad y de libertad á la nacion. El puehlo
victoreó á la Reina. Dospues Garrigó , quiso que el pueblo tt'ansi-
giese con el ejército, y dijo á este propósito algunas palabras,
cuyo espíritu era poco mas ó menos el siguiente:


«Esos soldados han llorado en lo íntimo del COl'azoa, al verse
obligados por la ordenanza, que les prescribe obediencia á sus gefes,
á hacer fuego sobre el pueblo: pero esos soldados aman al pueLlo.


Garrigó fué interrumpido por una esclamacion de disgusto.
-¿ y por qué no se han pasado al pueblo? 1, por qué no han


matado á sus gefes? gritaron muchas voces, entre las cuales re-
tumbaron algunas;




!65
-¡ Muera la Guardia Civil! ¡ que se desarme la Guardia Ci viii


El pueblo obligaba á Garrigó á un diálogo dificilísimo y lleno
de escollos, al que sin duda no iba preparado, y el en que se espo~
nía por una palabra inconveniente ó mal comprendida á perder toda
Sil popularidad. Esforzábase sin embargo, á demostrar la incul-
pabilidad de la tropa, y como por un giro estraño viniese de nue-
vo el diálogo á recaer en la !leina, dijo estas ó semejant.es pa-
labras:


-Quién puede dudar de la magnanimidad del corazon de S. M.
Yo soy una prueba de ello. Dígase lo que se quiera señores: yo se-
gun la ordenanza he dehido ser pasado por las armas, y sin em ...
hargo, S. M. me ha perdonado. Yo debo la vida á S. M.


Volvióse á victorear á la Reina; pero la impaciencia habia lle-
gado á su colmo: todo lo que no fuese acudir á la necesidad del
momento, esto es á la cesacion del fuego entre la tropa y 01 pue-
blo, era inoportuno: un vendatal de voces, en qU8 tanto se oian
mueras á la Guardia Civil como oscilaciones, para que se fuese á
mandar cesar el fllCgO interrumpian á Garrigó J que en muchas
ocasiones se vió obligado tí hacer entende!' por enérgicas señas,
que él mismo iria á hacer cesar el combate. Era imposible todo
discurso; el pueblo no escuchaba: impacientado Garrigó aprove-
chó un momento de calma para decir:


-Creo señores, que se puede tener confianza en mí; quien ha
caido delante de un cañon gritando: ¡viva la libertad! ha dado prue-
has bastantes de su amor al pueblo.


-Sí, sí, todo eso e~tá muy bueno, esclamaron algunas voces,
alternadas con aclamaciones; pero entretanto se están matando.


Aquellas palabras eran solemnes y siempre que se pronuncia-
ban producian un efecto imposible de describir: inmediatamente
se oian los gritos de:


- i Qué desarmen á la Guardia Civil! ¡ qué muera la Guar ...
dia Civil!


Garrigó arrastrado por el tOl'rente de li.\. apinion pública, dijo
no recordamos exactamente qué palabras acerca de desarme y
reorganizacion de la guardia. Poco clespues anunció, que al mo-
mento que tomase a1sun descanso c{ue le era necesario por el esta~




266
do de su herida aun no bien cUI'ada , iria en pel'sona á hacer cesar
el fuego de la plazuela de Santo Domingo, despues de lo cua] ar-
rojó algunos papeles impresos, cuyo contenido no pudimos cono-
cer entonces, ni hemos podido conocer despues , y se retiró.


Hemos dicho que creiamos demasiado trascendental la escena
habida entre el pueblo y el brigadier Garrigó en la Puerta del Sol,
porque en ella se dieron mueras, á la Guardia Civil, y se asintió
por una autoridad emanada del gobierno á la estincion de aquel
cuerpo, predisponiéndole con ello á que se batiese de una manera
desesperada; adelante veremos las innegables consecuencias de
aquel paso, que si fué inconsiderado perteneció escIusivamente á
las circunstancias, y del cual á nadie puede cul parse.


IV.


Al fin d8spues de algunos minutos de espera, salió Ga l'l'igó,
montó á cahallo, y acompañado de un ayudante y otro sugeto á
caballo en trage de paisano, seguido de algunos ordenanzas y de
un inmenso pueblo, se dirigió por la calle del ClÍrmcn, la del Pos-
tigo de San Martin y de Jacometrezo, á la plazuela de Santo Do-
ll11l1go.


A medida que se llegaba al lugar del combate, y se hacian mas
perceptibles los disparos, la mullitud se apiñaba, pero nadie retro-
codia, ni dejaba de adelantar. ToJos cOlllprendian que hahia pe-
ligro y sin embargo, seguian como para sel' testigos del cum-
plinliento de la promesa que se habia hecho al pueblo. Algunos
iban armados con palos, otros con piedras. Todas fas puertas de
las casas y los balcones estahan cerradas; á medida que se pasa-
ba junto á estas puertas el pueblo gritaba, ¡ abrid 1 y las puertas
se abrian espontáneamente, pn ra que e pudiesen servir de refugio
al pueblo en una eventualidad: l'cspctáronse sin embargo, las
puertas de las tiendas en que la aglomeracion de la multitud pu-
diera haber causado algnn daño en los efectos: no se oía otro rui-
do que el de las pisadas, las voces conlinuadas de ¡ abrid las puer-
tas! y los golpes que se daban en ellas con los llamadores ó con
Jas piedras de q:ue, como hemos dicho, muchos ihan prevenidos,




~67
En una fiosta cualquierll no se hubieran visto tan eoncurridas


ni tan animadas las calles que por aquella parte desembocaban en
la plazuela de Santo Domingo, en aquellos momentos de peligro.


Podia decirse que entre aquella multitud no iba un solo co ..
harde, y un pueblo que un solo punto de su poblacion, presenta
tantos hombres arrojados, es u n pueblo de valientes.


¿Quién garantizaba á aquelios hombres de que tras los cer ...
rados balcones no hubiese tropa oculta, que por temor ó por los
instintos sanguinarios de un gefe hiciesen fuego sobre el pueblo?
¿ Qué por un lujo de ferocidad ó por imponer terror, no fuese
asaltada aquella multitud indefensa por cualquiera de los flancos
descubiertos? ¿ Quién que no se viese envuelta por un movimien-
to estratégico de la tropa para tomar las espaldas á los comba-
tientes del pueblo?


Aquella multitud desarmada, no tenia otra garantía que el
prestigio del nombre de Garrigó y la fé de su palabra.


y la cumplió como cahallero.
Llegado al lugar del combate penetró en él agitando un pa-


ñuelo blanco y el fuego cesó: adelantóse hácia el gefe de la tro-
Pll, habló con él algunas palabras y un momento despues los que
poco antes se enviaban la muerte, estaban revueltos fraternizando.


La tropa se ret.iró y se retiraron tambien los paisanos arma-
dos: alejóse Garrigó hácia Palacio y la multitud se dispersó sa-
tisfecha: todos creían terminados los horrores de la lucha; en el
lugar del combate solo quedaban algunos curiosos que examina-
ban con horror los largos regueros de sangre que se veian por las
aceras.




CAPITULO 111.


Insuficiencia de los hombres que estaban al frente del gobierno para dominar
la situacion. - Impopularidad de Córdoba. - Nulidad de los demas minis-
tros.-Desconfianza del pueblo.-La Guardia Civil ocupa la Plaza Mayor.-
Actitud hostil de Pal~cio.-Empiezan á formarse barricadas.-Trabajos d~e
los partidos por volver la revolucion en su provecho.-Energía y sensatez
del pueblo.-Se rompe el fuego de nuevo en la Plaza Mayor.-Mata y Alós
en la calle Mayor.-EI pueblo no sabe si es amigo ó enemigo.-Su estraiía
conducta.-EI combate se encarniza de momento en momento.-Garrigó acu-
de á la Plaza Mayor.-Se suspende por un momento el fuego.-EI pueblo es
fusilado por la Guardia Civil.-EI fuego se generaliza.-Posiciones respecti-
vas del pueblo y de la tropa.-Esfuerzos inútiles para conducir una comuni-
cacion entre el Prado y Palacio.-Combatc en la calle de A tocha.-Gánd::ra
no puede forzar el paso á pesar de la. artillería.-Cesa el fuego al oscure-
cer.-Dia 19.-0pcraciones del dia 19.-Córdoba y el ministerio de las cua-
renta horas hacen dimision.-La Reina llama al general Espartcro.-Se sus-
pende el fuego.


I.


Si en los momentos en que cesó el fuego ell la plazuela de
SanLo Domingo, hubieran estado al frente del gobierno hombres
á propósito para dominar las circunstancias, indudablemente no
hubiera corrido mas sangre, ni se hubieran pue:-ito en. peligro
como se pusieron mas adelante, la libertad, el trono y el pueblo,
ni se hubiera obligado á este á nuevos y sangrientos sacrificios pa""
ra defender sus derechos.


Pero los hombres que componían el ministerio eran insuficien-
tes en aquellas terribles circunstancias: los hombres que tan mal
a~onsejaban á la Reina, creyeron (l1~e LaslfJha presentar al pueblo
ciertos nombres para calmar la agitacion pública: fué un error la-
mentable: lo que necesitaba el pueblo eran hechos, y hechos deci-
sivos: lo que necesitaba el pueblo eran garantías, y los nombres
y las palabras estaban de mas por inútiles. El pueblo estaba ba-
tiéndose en las calles, y veía en contra suya á la tropa en las




269
canes: el pueLlo se batia para lomar posicion y evitar que se
apoderasen del mando los hombres que tan ignominiosamente
habian sido arrojados del poder, y el pueblo veia entre los mi-
nistros encargados del despacho de la Guerra á uno de aquellos
hombres aborrecidos: el Q:eneral D. Fernando Fernandez de


'. ~


Córdoba.
El pueblo veia sobre la frente de aquel hombre la sangre del


desgraciado Manuel Gil, asesinado por un hrutal Consejo de Guer-
ra en i 848, Y la sangre de aquel mártir habia sido refrescada
sobre la frente del general, con la de los valientes que habian
muerto desde las últimas horas del i 7 de julio hastarnedial' las
del i 8: el pueblo no debia, no podia tener confianza eD un go-
bierno de que formaba parte Córdoba, y no la tuvo. Los hom-
hres que se asociaron á CÓrdoba, contrajeron al jurar como mi-
nistros en manos de la Reina, terribles deberes, y no tuvieron
valor ó tino pDra cumplirlos. Aquellos hombres por error, sin du ...
da, contrajeron una responsabilidad inmen~a delante de la histo-
ria, y esta que no puede dejar de ser severa, les acusará siempre
de la sangre vertida desde que se pusieron al frente dijl poder en
los dias 18 y 1~) de julio.


Nosotros, por mas que reconozcamos que, escepto Córdoba.
los demas homhres que constituyeron el ministerio llamado por
unes de las cuarenta horas, por otros el ministerio metralla, eran
en su totalidad hombres incapaces de causar á ~abiendas desgra-
cias al puebb~ no podemos menos de dec13rar que segun nuestra
opinion, aquellDs hombres son 1 esponsables ante el pueblo, que
los ha perdonado, y anto Dios, que sin duda los perdonará tam-
bien, porque Dios no condena á los que obran el mal sin saber-
lo, son responsables, decimos, por cortedad de espiritu y de vista,
no solo de las desgracias ocurridas en los moment.os de su mando,
sino de muchas que han acontecido y pueden acontecer, por re ....
sultado de haber irritado á la revolucion de haberla prolongado
y de haber dado tiempo y ocasion de que se mezclasen en ella
elementos bastardos.


Aquellos hombres, liberales todos, y algunos de ellos pertene·
cientes al partido progresista avanzado, hombres que en otras




270
circunstancias hubieran podido servir eminentemente á la patria,
causaron al pueblo, á la monarquía, y especialmente á la Reina,
mas daño que todos los moderados y todos los polacos juntos.


y en efecto, ¿ cómo creer qlW la Reina no conociese la verda-
dera índole, el verdadero espíritu de la revolucion que con la voz
de los fusiles tronaba en las calles, teniendo á su lado, admitidos á
su confianza, hombres que conocían las necesidades y las aspira-
cione'.; del pueblo? ¿ Cómo creer que aquellos hombres dudasen
de la causa de aquel fuego atronador que debía necesariumen~e,
por su proximidad, retumbar en la cámara de la Reina? ,Cómo
sus dudas y su vacilacion, y si se quiere, aunque parezca duro, su
cobardía, cuando, debian oir distintamente los gritos á la libertad
lanzados por el pueblo? '


Era imposible que se tuviese confianza en hombres que resis ...
lian una revolucion popular, tan necesaria \ tan justa, y si se quie-
re tan santa como la revolucion de julio.


No; el ministerio de las cuarenta horas, no tiene disculpa: ni
en su conducta hubo civismo ni dignidad: durante su mando es-
tuvieron puestos en ridículo: todos le consideraron juguete de la
faccien polaca que aun dominaba en Palacio, y al sentenciarle la
opinion pública á la pena del ridículo, le ha librado de otra pena
mas severa.


De nada sirvió aquel ministerio: ni tuvo bastante influencia en
el pueblo para que, este confiando en él, dejase las armas, ni en
Palacio la significacion necesaria, para que la Reina hubiese
obrado en armonía con la gravedad de las circunstancias.


Córdoba era el ministerIO: los otros ministros eran alIado de
Córdoba .•. no sabemos lo que eran, porque no queremos creer
que en un momento renegasen de su fé política: la opinion públi-
ca es la única que puede decidir lo que fueron aquellos ministros t
en el tiempo en que sus nombres ~guraron al frente del gobierno.


El pueblo sabe tambien sus nombres: nosotros despues de lo
que con arreglo á nuestra conciencia hemos dicho acerca de su
conducta, suplicamos á nuestros lectores nos dispensen de con~
signar sus nombres en estas páginas, nombres que pueden ver en
las Gacetas de entonces.




271


H.


A pesar de haberse suspendido el fuego en la plazuela de San-
to Domingo, nada veia el pueblo que pudiera inspirarle confian~a:
el Principal, ó COmO si dijeramos la casa de Correos, estaba ocupada
por tropas del ejército, y en las avenidas permanecian las avanza-
das: la Plaza Mayor estaba ocúpada pOI' dos compañías de la Guar-
dia Cilvil, y este cuerpo y los demas de la guarnicion estaban en-
castillados en sus cuarteles á escepcion de la artillería que est.aba
emparcada á la subilla de la puerta de Alcalá, entre el cuartel del
Pósito y las verjas del Buen-Retiro.


En cuanto á Palacio, presentaba un aspecto formidable ~ sus
avanzadas ocupaban por la calle de la Almudena, la casa de los
Consejos, y el edificio que fué Museo Naval. Por la parte de
Oriente el teatro, la subida de los Angeles, la plazuela de la En-
carnacion, la de los Ministerios y el cuartel de San Gil.


Por su parte el pueblo empezó tÍ formar barricadas en las pla ...
zuelas del Progreso, y de la Cebada y en la calle de Toledo, y
enlpczaban á verse señales de organizacion, apareciendo algunos
gefes pertenecientes á los partidos mas avanzados.


Entre tanto todos los prohombres de lodos los partidos traba-
jaban públicamente los unos, en secreto los otros, por bastardear
la revolucion estos, por lanzarla á límites peligrosos aquellos, to-
dos en fin, pOI' esplotarla en su provecho.


Pero la energía y la sensatez del pueblo, se sobrepusieron á
todos los manejos á todas hu ambiciones: el pueblo peleaba pOI'
su cuenla, á nombre de sus derechos y estaba resuelto todo: toda
la energía toda la virilidad. estaban de parle del pueblo: los santo-
nes políticos eran insuficientes, no tenian valor alguno: el pueblo
se habia sobrepuesto á todos los pa rtiJos, no era mas que pueblo,
que se unia, so estrechabél, se ponia en comllnicacion consigo mis ..
mo, y preparaba los medios de defensa encaslillándosc en sus
barricadas y constituyendo á Madrid en un campo atrincherado.


IJ ubiera sido dificil, que con tales elementos, no hubieran
so};revcnido nuevos conflÍ(;los ~ sobrevinieron, porque era imposi-




271
ble que el pueblo que ya habia sentido el 0101' do la sangre y de la
pólvora, que se habia irritado en la lucha, no diese suelta á su
cólera al VCI' ante sí en adcman hostil las tropas de la guarnicion:
entre las doce y la una del mismo dia 18, apenas apagado el fue-
ge en la plazuela de Santo Domingo, se rompió de nuevo en la
Plaza Mayor, por algunos valientes paisanos co nlra la Guardia
Civil.


Inmediatamente est.a contestó con horrorosas descargas cerra-
das que se repelian sin intermision. La fuerza de la Guardia CivB,
ocupaba el ángulo que corresponde al arco de Boteros, y los pai-
sanos les disparaban á cubierto de los postes de la calle de Ciudad-
Rodrigo, y de los arcos de Toledo y del Siete de Julio. La Plaza
Mayor volvió á ser teatro de la gloriosa lucha del pueblo contra la
tiranía.


Una multitud de pueblo desarmado se agrllpaba en silencio en
la Puerta del Sol, y en algunas de h~s a venidas de la Plaza: en si-
lencio, porque veian que no podia esperarse ninguna medida con-
ciliadora de Palacio, que el pueblo estaba obligado al combato, y
aquel silencio despues desuce:-3os tan elocuentes no era otra cosa
que la aceptacion del comba le por el pueblo.


Pero aunque el pueblo desarmado se mostraba silencioso, mos-
trábase al mismo t.iempo enérgico y activo: la upinion pública no
podia e5tar mas demostrada: no habia casa en la que no se entre ...
gasen con placer muebles y colchones para levantar las barricadas
en los lugares qL1e se constl'llian y en que no se diese toda clase de
auxilios á los ciudadanos armados.


Algun tiempo despues de haberse roto el fuego en la Plaza M a ... ·
yor, y mientras éste nutrido é incesante continuaba, apareció en
la calle Mayor, á caballo y de grande uniforme, el general Mata y
Alós, al frent.e de una compañía de obreros del cuerpo de Admi-
nistracion l\Iilitar, en formacion de combate: auelanló lentamente,
y al fin se deLuvo ante el inmenso gentío que por la parte de la
Puerta del Sol cerraba la embocadura de la calle Mayor.


El paisanage no sabia, en los primeros momentos, si debía mi ...
rar en aquel gefe y aquellos soldad03 amigos ó enemigos, y en la
duda las primeras filas del pueblo estahan ('ontenidas en línea recta




275
en un punto dado, como si hubic.:en tenido delante una barrera,
aunque nadie les impedía avanzar.


De cuando en cuando salia un hombre enérgico de entre la
multitud' y se dirigia al general, al que apostrofaba ó preguntaba
cuáles eran sus intenciones. El general contestaha de una manera
evasiva y permanecía en la inaccion, á pesal' de que el fuego en
la plaza próxima en .vez de menguar crecia.


No cesaban de pasal' heridos del puehlo, y hombres armados
que entraban y salian en la Plaza: en ella, ni los Guardias ]ogra-
ba~ desalojar al pueblo, ni el pueblo podia avanzar contenido. por
el fuego de los Guardias. La ansiedad pública crecia : el general
Mata y Alós, á pesar de sus soldados, empezaba á ser insuHado
abiertamente; muchos le hacian cargo de que habiendo sido en
otro tiempo Inspector general de la Milicia Nacional, dejase aban-
donados á sí mismos, sin ir á su socorro, á hombres del pueblo,
que por la causa que defendian, dehian considerarse como mili-
cianos nacionales: al fin un eSll'angero, estraordinariamente enér-
gico, . decidido y valienle, qne parecia francés, y que sin cesar,
aunque sin armas, entraba y salw en la Plaza, se acercó al c~ballo
de Mata y Alós, le 'asió por la hrida y pretendió guiar al general
al lugar ~el combate. Mata y Alós se escusó de nuevo con gene-
ralidaues, y el estrangero, con. razon ó sin ella .. exasperado y
fuera de sí, llamó al general traid0r , cobarc~es á los soldados, in-
sultó á todo ser viviente que encontró al alcance de su vista, y se
metió como un rayo en ]a Plaza.


La causa que motivaba los insultos al pueblo desarmado que
nada podia hacel', salvó á aquel estrangero de una catástrofe: al
fin se irritaba á la vista de la sa~gre del pueblo y su furor era en
nombre de la libertad.


Apenas habia entrado. en la Plaza este sugcto , cuando por la
calle de Colore ros apareció el brigadier Garrigó con una escolta de
infantería y de caballería. La infantería tomó la desembocadura
de la calle de Coloreros casi por frente del callejon del Infierno,
que desemboca en la Plaza Mayor, y el bravo coronel de Farnesio
con sus ayudantes y la escolta de caballería, adelantó, y saliéndo-
le al encuentro Mata y Alós, hablaron un monento acalorada-


18




274
mente: á seguida el general, mandó á sus soldados hacer frente á
retaguardia, y marchó hácia Palacio, en tanto que Garrigó con su
escolta y gran númnl'o ele paisanos desarmados penetraba en la
Plaza Mayor. .


A la presencia de Garrigó cesó el fuego como por ensalmo por
una y otra parte, la Guardia Civil se formó, y despues ele haber
hablado un momento con su gcfe el brigadier, éste mandó á los
Guardias que pusiesen culatas arriba. Esto que solo era una señal
de la cesacion del fuego, fué comprendido por algunos paisanos
como una señal' de .rendicion, y por una parle el afan que habia
por adquirir armas, por otra 01 odio que inspiraba la Guardia Ci-
vil, fueron bastantes para que el pueblo se arrojase á desarmar los
Guardias Civiles.


Desgraciadamente, por pronto que el paisanagc so arrojó
sobre las filas, tuvieron lugar lE mayor parte de los Guardias de
rehacerse y descargaron de nueyo sobre el pueblo, causando en él,
por efecto de la confianza con que se habian acercado á la tropa,
algunos muertos y mayor número de heridos. La Plaza, por razon
de la sorpresa que causó aquella desea I'ga inesporada, se despejó
de curiosos, y e~pezó de lluevo un ligcíO combate q~e cesó ente-
ramente con la retirada de los Guardias á su cuartel.


En este suceso se demostró en mas de un hecho no solo la
valentía sino la generosidad del pueblo; un niño de doce á catorce
años luchando por desarmar á un Guardia, recibió un tiro á quema
ropa, y una heroina jóven del pueblo desarmó por sí misma á un
Guardia; ignoramos el nombre de] primero; en cuanto á la se-
gunda, es en estos momentos la dueña de la canti~la de la' guardia
de Palacio, situada junto· al arGO de Ja Armería.


III.


El fuego que hasta entonces se habia reducido á la plazuela de
Santo Domingo y á la Plaza Mayor, empezó á estenderse, á gene-
ralizarse en el centro de la poblacion. La Puerta del Sol, por la
que hasta entonces se habia transitado libremente, empezó· á ha-
~erse peligrosa por la actitud amenazadora que hahia tomado la




~75
tropa que la ocupaba: el general :\lata y Aló3, con parte de la arti-
llería , los ingenieros, algunas compañias de cazadores de Baza y
los obreros de Administracion Militar, ocupaba desde la parte alta
de la· calle ue Alcalá, frente á la antigua iglesia del Cármen, hasta
el cuartel de Ingenieros, y de~tacamentf)s de este cnerpo y del de
Baza cubrian las desembocaduras de las calles que dan al Prado
hasla Atocha.


Por otra parte, la tropa ocupaba la Puerta del Sol y Palacio
con las avanzadas qne ya hemos iniciado: la restante, en e~caso
número, ocupaba el Parque y los cuarteles.


El pueblo estaba mas aislado: por la parte del Norte, ocupaba
el huerto de la U ni versidad, la calle del Alamo, la plazuela de los
Mostenses y las embocaduras de las calles que correspondian al
cuartel de San Gil, en el que habia alguna artillería y caballería:
en el centro ocupaha la Plaza Mayor y sus avenidas, y en el Sur
la plazuela de la Cebada, que est.aha trasformada en un 'campa-
mento, como la no muy distante plazuela del Progreso, completa-
mente rodeada ya de barricadas.


Apenas hahia casado el fuego en la Plaza Mayor por la retira-
da de la Guardia Ci vil y la ocupacion de la Plaza por el pueblo,
cuando se volvió á romper de nuevo el fuego: la Plaza Mayor era
combatida por la parte de Plalerías y calle de Ciudad-Rodrigo,
por artillería, calHlllería, guardia Civil, cazadores de Baza y mu-
nicipales; los patriotas oc·upaban la calle de Ciudad-Rodrigo, y
parapetados en los postes de los soportales, y 'Jn posicion desde
las ventanas y las boardillas, asestaban certeros y nutridos dispa-
ros sobre la tropa. Tronaba incesantemente el cañon, arrojando
con una tenacidad verdaderamente brutal su metralla sobre los
edificios: cargaban los soldados y eran rechazados; á veces se re-
plegaba el pueblo y yolvia á avanzar: las boardillas y los tejados
empeza~an á verse cubiertos de soldados, que se hatian casi á


. quema ropa con paisanos que ocupaban iguales posiciones. Hubo
desastres tan terribles como el de heridos que caian á la ealJe
desde los tejados, conlándose enln~ ellos dos Guardias Civiles, que
cayeron á la calle de C¡udad-Ro~rigo.


Heft)l'zada en fin la tropa, JI despues de repetidas y tenaces




276
cargas, entre ellas algunas de caballería, lograron al fin penetrar
en la Plaza los satélites del Gobierno, pero ocupando solo una par-
te de ella: entonces el pueblo para petado en los postes sostenia el
combate, y por la parte de la calle de Toledo, desde la esquina de
la Concepcion Gerónima, grupos de jóvenes casi niños, pero he-
róicamente bravos, molestaban á la tropa que ocupaha el arco de
Toledo con un contínuo fuego: de la misma manera, y habiendo
avanzado mas la tropa en la Plaza se la comba tia desde la calle de
Atocha.


El objeto de los gefes de laguarnicion, era establecer una co-
municacion entre las tropas de Palacio y las que ocupaban eIPra-
do, comunicacion ql1e debia establecerse por la calle de la Almu-
clena, Platerías J. Plaza Mayor y calle de Atocha en toda su esten-
sion: de esta manera se comunicaba tamhien el distrito del ~ur
con el del Norte se dividia la fuerza del pueblo, y aislándole se lo
debilitaba.


Con este objeto y atendiendo á la tenacidad del pueblo que se
hatia en ]a Plaza, ó en sus atredores, el coronel Gándara, el terriblo
de la Plazuela de los Ministerios y de la Carrera de San Gerónimo,
tJmó bajo su mando en el Prado dos piezas de montaña, una com-
pañía de ingenieros, otra de Cazadores de Baza y dos secciones
de caballería de la Guardia Civil, y por la calle de las Huertas
adelantó hasta la plazuela de :Matuto, e~ aquel punto, una de las
piezas, con alguna fuerza de infantería, siguió adelante, hácia
la plazuela del Angel, y el coronel Gándara mandó armar la otl'a,
y desde la plazuela de Matute disparó una granada que fué á dar
en una carnicería, situada enfrente, en la acera de la calle de Ato-
cha, opuesta al colegio de las niñas de Loreto.


Solo en un hombre como Gündara se concibe la ferocidad de
disparar granadas sobre una puerta trás la. cual deben su po-
nerse seres humanos; Gándara se qisculpó, segun nos han dicho,
con que creyó que no era la puerta de una tienda, sino la de un
portal, y que hahía pretendido abrir aquella puerta para que sir-
viese de refugio á los soldados si la calle de Atocha estaba ocupa--
(la por un número considerable ele paisanos; disculpa antimilitar y
sobre todo insuficiente, puesto que para cubrirse los soldados, en




caso necesario, tenian la desembocadura de la Plazuela: dis-
culpa que los hechos sucesivos vinieron á demostrar falsa, puesto
que poco despues los soldados se batian á cuerpo descubierto con
los paisanos armados que defendian la calle de Atocha desde la
casa nueva, frente á San Sebastian, y desde la esquina de la calle
de Relatores.


Lo cierto del hecho es, que el honrado dueño del estableci-
miento y su familia pasaron algunos amarguísimos momentos arro-
jados en tierra, esperando la esplosion de los tremendos huéspedes
que les hábia metido sin permiso en su casa, la ferocidad de Gán-
dara. Afortunadamente al estallar las granadas no produjeron des-
gracIas.


Al mismo tiempo la fuerza que habia avanzado hácia la plazue-
la del Angel, se habia detenido en la calle de San Sebastian, hahia
8ido armada la pieza, y desde la esquina habia roto el fuego con-
tra la casa nueva fiente de San Sebasti3n: las granadas, las balas
rasas y la metralla batian el edificio, y, ó penetraban por las ma-
deras, como aconteció en el almac~n de aceite del piso bajo, ó por
las ventanas, como aconteció con una granada, que mató á uno "de
los vecinos del entresuelo, que se encontraba descuidado en su
gabinete, ó rechazaban en la construccion que era muy fuerte.


Entretanto, Gándara con la otra pieza y las dos compañías de
Ingenieros y Baza, habian tomado la calle de Atocha, y en la parte
media de su. longitud desde San Sebastian á la Plazuela de Matute,
algunos paisanos colocados, como ya hemos dicho, en la casa
nueva y en la esquina de la calle' de Relatores, hacian fuego los
primeros á los soldados y artilleros de la plazuela del Angel y los
segundos á Gándara y sus sicarios, que enfilaban la calle de
Atocha. '


Empeñado el fuego. á las cuatro de la tarde, duró hasta cerca
del oscurecer sin que la tropa pudiera adelantar un solo pa50, ha-
biendo ocasiones en qué por la certeza de los disparos del pueblo,
y su resistencia, se vieron obligados los artilleros á retirarse de la
pieza de la calla de Atocha.


El combate se prolongaba sin resultado decisivo; indudable-
mente la mejor parte cabia. al pueblo, puesto que á pesar de su al' ...




278
tillería Gándara no pudo forzar el paso hasta Palacio. Durante una
hora el fuego de artillería y fusilería, fué violento y perfecta mente
sostenido por el pueblo, que puso fuera de combate á un capilan
de artillería y á algunos soldados del cuadro de la pieza. Hay
quien afirma que el mismo Gándara salió contuso y -estropeado,
pero de lo que no nos cabe duda es de que quedaron en el lance
mas de doce cadá veres entre soldados y tropa, que fueron depo ..
sitados en las bóvedas de la iglesia de San Sebastian.


Antes del oscurece-r, la pieza que combatia la casa nueva al
frente de San Sebastian, se retiró por la plazuela del Angel, y los
soldados que la conducian se precipitaron á la carrera como ébrios
ó locos por la calle de Carretas. Algu_nos de los mas rezagado~, y
como en guerrilla iban detrás observando los halcones, y allí don-
de veian asomar U!la cabeza ó moverse una cortina disparaban.
Hasta el oscurecer estuvieron corriendo arriba y abajo con la mis-
ma pieza por la calle, disparando alternativamente á los paisa-
nos qne combatian el Principal desde la calle de la Montera, don-
de se estaba formando una barricada.


Poco despues en la calle de Atocha mandó Gándara hacer aIto
el fuego, y éste cesó de Lodo punto: retiróse la pieza y los zapa-
dores y cazadores de Baza, y algunos Guardias civiles ocuparon
las casas y esperaron en ellas, entreteniéndose de tiempo en tiem-
po en soltar disparos que retumbaban huecos y fatídicos, aterran-
do al vecindario en medio del silencio de la noche.


Como el combate era simultáneo en algunos puntos de Ma-
drid, nos vemos obligados á retroceder. Aquella· misma tarde
una compañía de Guardias -Civiles emprendió forzar el paso de
la Carrera ,de San Gerónimo, defendido desde las Cuatro Calles;
el dueño de cuyo café se distinguió bizarramente; defendido, de-
cimos, desde aquel punto y desde la embocadura de la calle
Ancha de Peligros por algunos valientes paisanos. Por algun tiem-
po los Guardias Civiles polea ron á- cuerpo descubierto, pero ha-
biéndoles causado algunas hujas l0S fuegos del pueblo, se pose-
sionaron del Casino. En uno de los balcones de éste, fué herido
peligrosamente el conde de Cuba, hijo del antiguo y célebre fac-
cioso Bessieres, que murió á mano del conde de España. Ocupába-




!79
se el 'conde de Cuba cuando fué herido, segun unos en cargar los
fusiles á los Guardias, segun otros en hacer fuego con Un rifle: la
verdad del caso es que una hala del pueblo le puso casi á punto de
separarse para siempre do sus amigos los polacos.


La Plaza Mayor, entre tanto, era sucesivamente ganada y por-
dida por las tropas y el pueblo; sus a venidas estaban alternati va-
mente combatidas por unas y por otros, y en una de ellas segun
certificado competente que tenemos a la vista se distinguió por su
valor, serenidad y arrojo el jóven Don Antonio Rivero, natural de
Granada, que por casualidad y como transeunte se encontró en
aquellas circunstancias en la córte. Este arrojado jóven, convencido
de que por ·falta de armas' no se multipltcaban los defensores del
pueblo, se dedicó á buscarlas, y sahiendo que las habia en el edi-
ficio destinado á las provisiones del ejército, se trasladó á él con
algunos hombres desarmados, y al llegar notó que la fuerza de la
guardia se retiraba al interior en ademan hóstil. Rivero sin em-
bargo, llegó solo á la puerta, que los soldados habian cerrado, y
les intimó desde ella, con la misma serenidad que si hubiera lle-
vado ,consigo un batallan," que so rindiesen: dominado por tanta
sangre fria, y engañado el gefe del puesto, mandó á los soldados
que abriesen y entregasen las armas y las municiones. Rivero las
distribuyó á su gente, que eran dioz hombres, y cuando el gefe del
puesto, rehecho de la primera sorpresa, notando lo escaso del nú-
mero, se negó á entregar las armas restantes, Rivero mandó prepa-
rar las armas á su gente, con lo que logró que el resto de la guar-
dia que aun estaba armada se entregase á discreccion. Inmediata-
mente distribuyó los fusiles, municiones y correajes, y marchó con
once paisanos armados, que le siguieron hasta la Plaza Mayor,
lanzándose en ella hasta llegar á la velja de la estátua ecuestre
que está situada en el centro, y estimulando con su ejemplo á 'los
uemas paisanos, y logrando con ellos lanzar enteraIl?ente de la
Plaza á la tropa, que se retiró por la calle de Postas; despues COl':-
rió á sostener á los que se batian contra Gándara en la calle de
Atocha, y llegó un momento despues de concluido el cañoneo.


La Plaza Mayor qucdó al fin definitivamei1te ocupada por el
pueblo, cuya organizacioIl iba siendo mejor á medida que por la




~80
duracion, se regularizaba la resistencia, y no se volvió á perder.


Aquella mIsma tarde en meJio del fuego que la tropa hacia
desde el Principal y desde la calle de Carretas; se construyó con
cajones de los tirolese:;, muebles y colchones la barricada de la
calle de la Montera: en otro lugar citaremos los nombres de los
que mas se distir-guieron en su construccion.


IV.


Al oscurecer habia cesado enteramente el fuego, pero la tropa
y el pueblo ocupaban respectivamente sus posiciones, lo que sig-
nificaba que la lucha estaba suspendida durante las tinieblas. pero
no terminada. La opinion pública sostenia á los defensores del
puehlo, y para que est6>S no pudiesen ser sorprendidos, 103 bal-
cones se iluminaron espontáneamente. 1 Terrible iluminacion, des-
tinada esclusivamente á alumbrar un combate fratricida de espa-
ñole's contra españoles, de libres contra esclavos! Era tambien de
notar que á pesar de" ser general la iluminacion las calles ocupadas
por la tropa estaban completamente oscuras, como si el vecinda-
rio no hubiera querido, sel' cómplice ni en la mas pequeña parte
de los asesinatos que se practicaban á pesar de la oscuridad sobre
transeuntes desarmados y descuidados, alumbrando á las víctimas
para que los asesinos pudiesen hacer cómodamente la puntería.


y no se nos diga que exageramos: durante aquella noche de
horror, en medio de cuyo silencio no se oia otra cosa que los aler-
tas de los centinelas del pueblo y el ruido de los picos de los que
desempedraban para construir barricadas, preparándose á la1u-
cha del dia siguiente; en medio de aquel lúgubre silencio repeti-
rnos, se escuchaba de tiempo en tiempo la detonacion de algunos
disparos de fusil, despues de los cuales solian oirse ayes y deses-
perado~ gritos de socorro y de agonía. Durante mucho tiempo los
vecinos de la calle de Santiago qué era una de las mas tenebrosas
estuvieron oyendo los gritos de socorro de un infeliz y las impre-
caciones que la desesperacion le arrancaba al ver que no era so-
~wrrido. ¿ Y cómo habia de socorrérsele, cuando ir á su socorro
era ir á la muerte de una manera inútil?




iSi
Los que sin peligro pudieran haberle socorrido, esto es, los


autores del asesinato, se gozaban sin duda en ~u agonía, aumen-
tando su feroz borrachera de sangre con libaciones de aguardien-
te. La calle de Santiago, estaba enfilada por la avanzada de Pa-
lacio situada en.la casa del duque de Ahumada, y en aquella casa
no habia mas que polizontes y Guardias Civiles. El desdichado
herido no podia, pues, esperar socorro: negábaselo de una part.e
la inminencia del peligro para los vecinos, de otra la ferocidad de
la canalla mercenaria que ocupaba la casa del duque de Ahumada.
La voz que pedia socorro, que Jloraba, que maldecia y que se di-
rigia á Dios á un tiempo mismo, fué apagándose lentamente hasta
que cesó del todo. Los vecinos de la calle habían apurado el hor-
ror de una hora de agonía.


Al dia siguente los vecinos vieron un pedazo de cráneo huma-
no junto á una esquina, y al medio de la calle un lago de sangre
coagulada. ¿ Quién habia recogido los cadáveres, dejando COmO
testimonio de ellos aquellos mismos despojos?


Cada vez que recordamos estos lúgubres detalles, nos conven ..
cemos de que, por mas que queramos ser indulgentes no tiene
discul'pa el ministerio de las cuarenta horas.


El mismo Gándara en Sil manifiesto publicado mucho despues
de aquall-os acontecimientos confiesa que ya en la calle de. Atocha
comprendió que los que se batían con tanto valor no eran hombres
pagados para un motín: confiesa que vió ante sí la revolucion sos-
tenida por el pueblo.


Gándar'a lo conoció, á pesar de su corage y lo mismo debió
conocerlo el ministerio: lo repetimos aquellos hombres no tienen
disculpa ni en la tierra ni en el cielo; ellos aceptaron mucha parte
de aquella sangre que ha caido sobre sus cabezas, .porque una de
dos ó tenian poder para retirar á la tropa, y regularizar la revolu-
cion ó no lo tenian: en el primer caso, aceptaron el combate po-
niéndose de parte de los enemigos de la patria, y son traidores: en
el segundo tuvieron miedo: no supieron salir del compromiso, sin
doblegarse á las circunstancias, y son cobardes. Hombres de co-
razon y. de virtud hubieran obrado con mas energía: hubieran
evitado con todas sus fuerzas el descrédito, y que 1Jegase el caso




!82
de que la opinion pública los hubiese perdonado, por desprecio.


Claro estaba para todo el mundo el objeto de. tan tenaz resis-
tencia por parte de la córLe: Se queria forzar á todo trance la si-
tuacion: todos los que habian medrado ó satisfecho sus vicios y su
impureza bajo el amparo del gobierno arbitrario y ladron de los
polacos, sabian demasiado que solo estos podrian tolerar sus vi-
cios y su ambicion, y que jamás volverian los polacos si eran ar-
rojados. El despotismo, el peor de los despotismos, el de la cor-
rupcion ,.Iuchal~a brazo á brazo con la libertad, con la dignidad
nacional, y todo lo temia de su triunfo. Nunca la Reina ha estado
mas rodeada de traidores y de asesinos:. nunca el trono español se
ha visto mas combatido ni mas vacilante: gracias á la sensaLez y
á la generosidad del pueblo, y de un manifiesto milagro de Dios,
se han librado el trono y el pais de un sacudimientu horroroso.


La opinion pública, como hemos dicho ya, se declaraba á cada
momento mas en favor de la insurreccion : sabíase que si los pola-
cos triunfahan del pueblo de Madrid, ese triunfo les hubiera dado
un gran prestigio de poder en las provincias: acaso les asegu-
raba en el mando: meditábanse con horror las cunsecuencias de
la derrota del pueblo: venganzas monstruosas, represalias infa-
mes, acaso el golpe de estado que tant~s veces se habia medita-
do y que no se habian atreviJo á dar: cuando se pensaba en que
podian triunfar por un momento de debilidad ó do descuido del
pueblo los bandidos públicos, se cerraban los ojos á las conse-
cuencias para no medir su horror: el guante estaba acepLado , ya
habia corrido sangre, era necesario morir ó triunfar, no habia
medio: ó ellos ó nosotros': esto lo comprendia la opinion pública lo
creia irremediable, y el vecindario en masa, por simpatía y por
nterés se apr~suraba á prestar á los combatientes del pueblo
icuantos recursos son imaginable¡; ~ alimento, dinero, Jicores, pól-
vara, plomo: las manos mas bella~ y mas delicadas se ocupaban
en hacer hilas y cartuchos.


Pasó al fin aquella terrible noche, y al amanecer del dia '19 se
reprodujo el fuegQ pero de una manera general: Madrid estaba
cubierto de barricadas que se habian construido durante la noche,
y donde no las habia se construian á toda prisa: rompióse de nue-




~85
vo el fuego en la carrera de San Gerónimo cOfltl'a las barricadas
de las Cuatro Calles y la de Sevilla; retumbaba así mismo en la
calle de Alcalá y en la de la Montera contra el Principal.


Las barricadas de la calle de la Cruz y de la carrera de San
Gerónimo sostenían un. fuego terrible con los Guardias Civiles
que ~cupaban aun su posicion del Casino, distinguiéndose en este
fuego mortífero los dueños de los cafés de las Cuatro Calles y de
las Cuatro Naciones el Sr. García y el Sr. Fornos; ya entrado el dia
el fuego se estendió á la calle del Prado "desde euyo? ba"lcones dos
compañías de Zapadores disparaban sobre la barricada de la calle
del Príncipe: en este punto se distinguieron notablemente tres in-
dividuos del pueLlo, llamados Castillo Gonzalez, el Moro y otro
cuyo nombre no hemos podido averiguar. El Sr. Fornos, mien-
tras se ocupaba en" auxiliar á estos denodados patriotas, fué heri-
do de una bala en el costado derecho, y sin emhargo , despues do
haber sido curado continuó batién dose.


El fuego entre los .defensorüs de aquel punto y ]a tropa se hizo
tan nutrido, quo en algunas descargas caian cuatro ó cinco hom-
bres á la vez de entrambas partes.


Poco despues ~mpczó á escucharse fuego por la calle del Pra-
do, y con el objoto de cubrir el onlile por los enemigos de la calle
de la Cruz", lo que hubiera espuesto á su barricada á fuegos por la
espalda, empezó á construirse otra en la del Prado, en la que
apenas roto el fuego cayó herido José Cortequera, dependiente
de la e'mpresa La Electricidad.


Al medio di~ el fuego so hahia hecho general, en aquel dis-
trito estendiéndose á la calle de las Huertas, en la cual los paisa-
nos se vieron obligados á conslnúr una barricada, con las made-
ras y puertas antiguas de una casa que en la misma calle estaba
construyéndose: en esta barricada los defensores del pueblo tu-
vieron sensibles pérdidas.


Para apagar el fuego de flanco de dos balcones del Casino que
enfilaban la cdlle del Lobo, cortando las del Prado y la de las
Huertas, fué necesario construir en esta última bajo el fuego ene-
migo una barricada en la desembocadura de la calle del Lobo.
Esta barricada se construyó y se defendió casi esclusivamente por




!84
el famoso torero Curro Cúchares y su cuadrilla, que SO!5tllVO un
fuego nutridísimo con el enemigo y le obligó á abandonar su posi-
ClOn apagando sus fuegos.


v .


.Muy dlficil, sino imposible nos seria, el detallar cada una de
las defensas, cada uno de los hechos de valor que tuvieron lugar
en el dia 1"9 , el mas sangriento sin duda, de los tres de la memo-
rable revolucion de Julio: esto se comprende perfectamente por
la necesidad que tenia el gobierno de vencer pronto, porque con-
tando con pocas fuerzas y estando estas mal dirigidas, el desalien-
to de los soldados era inminente con la prolongacion de la lucha;
hicieron, pues, esfuerzos desesperados y á causa de ellos el fuego
se generalizó por todo Madrid.


Sucesivamente yen vista d'3 lo desesperado de las circunstan-
cias á cuyo frente no podian permallecel' hombres que tuviesen
alguna esperiencia y algun decoro, hicieron dimision del cargo de
capitan general de Madrid, los generales Macrohom y conde de
Yumuri.


Por mas que hizo Córdoba no pudo asociar á sí ningun gene-
ral, ninguna persona de significacion política, y sin que esto le
sirviese de saludable desengaño se empeñó en el lance mas y mas
resuelto á no ceder, sino cuando no le quedase ningun medio de
resistencia. Conocía lo esto el pueblo, y firme tambien por su parte
en su propósito de no dejar las armas hasta que estuviese asegu-
rado su triunfo, estrechó mas y mas su circulo de barricadas so-
bre los puestos enemigos y redobló sus ataques con una valentía y
un heroísmo que sus mismos ene~igos no han podido menos de re-
conocer.


Córdoba esperaba que la falta de dinero y de municiones re-
dujera al pueblo: pero el vecindario atendió con suma solicitud á
las necesidades de los combatientes, y en cuanto á municiones al-
gunos valientes paisanos habian tenido la fortuna de encontrar en
el camino de Fuencarral un carro de municiones y la bravura su-
ficiente para apoderarse de él á pesar de su escolta.




~85
Este contratiempo, hizo mas comprometida y dificil la situacion


de la tropa, á quien faltaban además subsistencias. Córdoba rompió
por todo para dar pan al soldado. El general Mala y Alós, direc-
tor del cuerpo de Adminislracion militar y comandante en gefe del
cuartel general de Buena-Vista y Prado, habia- hecho amasar pan
en las tahonas del Pósito y destacado un escuadron provisional for-
mado con los rezagados que habian quedado l~n l\ladrid despues de
la salida de la caballería con el general Dulce en el mes de juuio,
á buscar pan por los pueblos inmediatos y conducirle á la córte.
Estas provisiones se pagaban en el momento y á buen precio por
las cajas de la pagaduría militar; además se ocuparon todos los
comestibles de las tiendas inmediatas á "las posiciones de la tropa,
y de esta manera costosa y abusiva pudo salir Córdoba á medias
del apuro del mantenimiento del soldado.


Olra de las dificultades insuperables que encon(.ró Córdoba fué
la ele concentrar las tropas e"n puntos estratégicos, puesto que
aquellas eran necesarias en los cuarteles de Santa Isabel, San
Francisco, San Martin , el Soldado, San Mateo, Guardias de COl'pS
y el Pósi~o, porque en todos estos cuarteles habia fondos y armas
hasta el número de 4.,000 , y era necesario custodiarlas para que
de ellas no se apoderase el pueblo. Inverliase además considerable
número de soldados en la eustodia de la~ cárceles, del Banco y de
otros establecimientos en que era necesaria la presencia de la fuer-
za. Parecia que la Providencia inlervenia, estableciendo dificulta-
des para que la lucha no se prolongase, y con elía la efusion de
sangre .


. Otro general, otro lJonlbre que "Córdoba, y no queremos citar
de nuevo á los hombres que con ilquel constituian el Gobierno,
porque eran nulos como poder, hubiera al fin cedido y apelado al
único medio que le quedaba para 5uspender "el fuego, dejar el
puesto y aconsl'jar á S. M. como leal y caballero, el nombra-
miento para Preside~}te del Conséjo de Ministros, con encargo de
formar un nuevo gabinete á una persona que fuese á propósito por
su popularidad, para inspirar confianza al pueblo armado. Córdo-
ba, por el contrario, se propuso aprovechar el tiempo hasta donde
le fuese posible, alentado la dudosa esperanza de que llegasen á




~86
tiempo para asesinar al pueblo las tropas que de todas partes ha-
hia mandado se concentrasen sobre la capital.


El temor de qne esto aconteciese, aconsejaba al pueblo apurar
los medios de ataque de una manera enérgica, con una actividad
incansable, con un valor á toda prueba.


i Cuánta sangre derramada pOI' la tenacidad de un sol.o hombre,
ó mejor dicho por la impura ambicion de una mujer!


El ministerio polaco derribado, la reina Cristina, toda la gente
non sancta, en fin, que tenian sobrados motivos para temer las iras
del pueblo, estaban encenados en Palacio; el puehlo lo sabia, y
su propósito era, ya que no atacar al Palacio por respeto á la Hei ...
na, circumbalarle, 'estrecharle, rendirle, apoderarse de las ca-
bezas sentenciadas por la opinion pública y dar al mundo y á la
historia uno de esos terribles ejemplos que no debian dejar de te-
ner presentes siempre en la memori~l, aquellos que 80n llamados á
gobernar un pueblo que sabe serlo.


Por lo tanto el principal cuidado de Córdoba eta, no solo cuhrÍl'
las avenidas de aquel refuglo de traidores, sino de impedir que
sus avanzadas fuesen atacadas por el pueblo: los combates que
en distintos puntos de Madrid so sostenian de una I~anera encar-
nizada no tenian otro ohjeto que entret.ener al pueblo en combates
inútiles, lejos del punto que se túnia mas interés en guardar; por
lo mismo ~e acosaba á los pat.riotas en sus posiciones, se lanzaba
al soldado delante de ellas á la muerte, y todo era sangre del pue-
blo que se vertia para impedir que el castigo do sus crímenos ca-
yese sobre la cabeza de algunos infames.


Hé aquí las posiciones que el dia 19 al amanecer OCll paban las
tropas de Palacio bajo las órdenes inmediatas de Córdoba: Arco de
la Armería, casa de los Consejos, calle de San Nicolás, Cruzada,
Santa Clara, Amnistía é Independencia; Te.atro Real, Biblioteca,
convento de la Encarnacion, Minis~erio de Marina, cuartel de San
Gil y talleres del Parque.


Como avanzadas de la. esLroma derecha de esta línea, hahia
algunas fuerzas en el Gobierno Civil, Casa ele la Villa, y en a]gu-
nas casas de las calle" de Ciudad-Rodrigo y M]yoi' hácia la Puerta
del Sol.




287
La coml1l11~acion del cuartel general de Palacio con el cuartel


general del Prado, estaba espedita por la Montaña del Príncipe
Pío, Chamheri y necoleto~, comunicacíon infinitamente mas larga é
ineficaz que las qlJe inútilmente·se habian querido establecer el día
anterior, ya por la calle de la A1mudena, Plaza Mayor, calle de
Atocha hasta el Prado, ó por las misllus calles de la Almudena,
Mayor, Puerta del Sol, Carrera de San Gerónimo ó calle de Alcalá
hasta el Prado: Gándara no habia podido, á pesar de su artillería,
facilitar la primera comunicacion, la segunda y la tercera estaban
cortadas por las barricadas de las Cuatro Calles, en la Carrera de
San Gerónimo, y por las de la Montera y Carretas, y otras varias
en la Puería del Sol y calle de Alcalá, hasta tal punto, "que un ofi-
cial ue Estado :Mayor que la tarde anterior habia ido á comunicar
una órden desde Palacio á lluena-VistD, hahia perdido el caballo y
recibido dos heridas peligrosas, siendo no escaso el número de
muertos y de herid03 por parte de la t.ropa al atraveSDf la Puerta
del Sol ,cruzando_ tos- fuegos de tlichas barricadas.


Las posiciones uel cuartel general del Prado, se eslendian en
una estensa línea de defensa desde el cuartel del Soldado, calles
de la Libertad, las Infltntas, San Miguel, Caballero oc Gracia, AI-
calú, do Sevilla, Carrera de San Gerónimo y Plaza de las Córtes
hasta el Prado, con puestos particulares en la Plaza· del Rey, calle
del Barquillo y de Cedaceros. Una pieza de artillería de grueso
calibre, situada en la calle de Alcalá junto á la iglesia del Cármen,
enfiiaba las calles de San Miguel y del Caballero de Gracia. conflu ...
yentes en aquel punto, y las tres piezas restantes de la primera
batería de la brigada montada, quedaron de reserva para cubrir las
avenidas del Prado por las calles de las Huertas y de Id. Ala meda.


Ademas una compañía de Ingenieros ocupaba el edificio de la
p1ateríac1e Martinez.


Al -mismo tiempo que el paisanage con un valor maravilloso
se defendia en los puntos que ya hemos indicado, otra parte pro-
curaba forzar la línea de Palacio acometiendo vivamente á la tro-
pa y estrechando sobre ellas sus ha rricadas, casi todas construidas
hajo el fuego del enemigo, por la p:1rte del cuartel de San Gil, por
la del de San Maleo y por In calle l\'fayor.




288
,En la Puerta del Sollas fuerzas del Principal se veian obliga-


das á defender.se de los fuegos de las bal~ricadas de la calle de la
Montera y de Carretas, y las avenidas de Preciados, el Arenal y
Postas.


La posicion lnilitar del Prado se atacaba· por las barricadas de
1as calles del Arco de Santa María, las Infantas, San Marcos, San
Miguel, Caballero de Gracia y Angosta de Peligros, á las que se
unian las que ya hemos citado de las Cuatro Calles.


Las barricadas de las calles de las Huertas, Alameda, San Juan
y Gobernador, combatian la posicion de las tropas cn el Prado, y
la compañía que ocupaba la plateria de Martinez era vivamente
fogueada d8sde las hocas calles y ventanas inmediatas, siendo he-
ridos muchos soldados y muerto un sargento.


La barricada de la calle de la Reina sostuvo un sangriento
combate con una compañía de infanteda que habia avanzado para
proteger la retirada de la guardia de la casa del general Blaser, lo
que consiguió con pérdidas de consideracion.


Entretanto y como á las dos y n18Jia de la tarJe una seccion
de obuses situada en el cerrillo de San Bias empezó á lanzar gra-
nadas contra una barricada de carruages construida contra el co-
legio de San Cárlos , y en ella tuvimos algunas pérdidas sensibles
no pudiendo causarla á los enemigos por la distancia.


De modo que Madrid en su totalidad era un campo de batalla:
en todas partes corria sangre; en todas part'es retumbaban I~s de-
tonaciones de las descargas y el estampido de los cañonazos: los
hospitales de sangre, tanto de los paisanos como los de la tropa,
recibían sin cesar heridos; aquí y allá era frecuente ver un cadá-
ver abandonado ya de la tropa ya de los ,paisanos; el vecindario
estaba pues gratamente entretenido con un t:.spectáculo grandioso,
aquello era una batalla sacrílega, brutal, ti la que se veia obligado
el pueblo para prevenir nuevas y mayores brutalidades por parte
de los enemigos de la libertad ..


Se acercaba la noche; ni uno solo de los refuerzos que el Go-
bierno esperaba del esterior habia llegado: la tropa, dominada por
la tenaz resistencia del pueblo, empez<1ba á desmayar; irritados
los paisanos, lemeroso el vecindario de que la prolongacion de la






1
oL


- -------~----


,




289
lucha diese lugar á la llegada de fuerzas considerables, que po-
dian en último caso sitiar á Madrid y rendirle por hambre ó cuando
menos ponerle en un gran apuro, estaban decididos á hacer los
úllinlos esfuerzos contra un enemigo, que aunque inferior en nú-
mero, tenia sobre el paisanage la superioridad de la organizacion,
de la direccion, y sobre touo el terrible auxilio de la artillería.
Era necesario conduir de una vez, y el fuego en las últimas horas
del dia se hizo mucho mas mortífero; y mucho mas duro el ataque
por parle de los paisanos.


La noche d,el anterior dia 18 habia cesado el fuego al os-
curecer, pero en la del 19 daba indicios de hacerse mas terrible:
las barricadas se multiplicaban, el número de los paisanos arma-
dos crecia , s~bíanse á las casas adoquines y se apilaban junto á los
balcones: Madrid entero estaba resuelto á todo, y su aspecto era
amenazador y terrible.


Todo amenazaba una conflagracion; el sufrimiento se ago-
taba, la conlínua vista de la sangre y de los cadáveres del pue-
blo irritalJa á los mas indiferentes; nunca un pueblo se mostró
mas amenazador, nunca se vió mas valor, mas abnegacion, mas
entusiasmo, mas heroismo en fin: nadie una vez lanzado al com-
bate cejaba, se sostenia en su puesto y defendiéndole moria, niños
en cuyos semblantes aun no apuntaba el bozo, se batian en los
puntos mas peligrosos; caia á su lado su vecino, su amigo, su com-
pañero de la infancia y no se aterraban; lograban tender á un
enemigo y aplaudian y lanzaban frenéticos vivas á la libertad.


Aquellos mortíferos combates fueron para el pueblo dolorosas
pruebas de las que supo salir, auxiliado por su generoso valor,
con honra y con gloria: la historia de aquellos combates, es una
inmarcesible corona de triunfo para el pueblo de Madrid.


Se -batian contra el primer soldado del mundo: contra el sol-
dado español: contra un soldado modelo de disciplina, que sufre
el hambre, la desnudez, el calor, el frio y toda clase de penalida-
des y miserias sin quejarse: que en mil ocasiones se ha batido
contra enemigos formidables y los ha vencido, inmediatamente
desplles de una marcha de muchas leguas, que ha hecho ham-
briento, descalzo y cargado como una acémila: contra ese soldado


19




290
que jamás mide el peligro, y contra una artillería serená, impá-
vida, perfectamente servida: en julio la tropa que se batió contra
el pueblo, podia decirse que estaba en su mayor parte compuesta
de soldados escogidos del bizarrísimo ejército español; aquellos sol ..
dados estaban perfectamente armados, equipados, mantenidos y es-
timulados por el dinero que corría entre ellos á manos llenas: te-
nian gefes y organizacion , unidad en el mando que los dirigía y
cohesion de filas. Cada uno de aquellos "Boldados, para petados, pro~
tegidos por la artilleria, alentados por numerosos gefes, valian por
diez hombres: ¿quiénes eran los que los combatiall? algunos centena-
res de paisanos mal armados y mal municionados, muchos de los
cuales para haoerse servir de los fusiles de piston que habian arre ...
batado sin armas á aquella valiente tropa, se veian oblígados á ser-
virse de cabeza~ de fósforos á falta de pistones, lo que embarazaba
el fuego haciéndole mas tardo; paisanos que se habian visto obli-
gados tí construir sus barricadas aguantando el fuego; que habian
dejado sus familias abandonadas y sin pan, para correr al combate
en defensa de la libertad, y muchos de los cuales hahian invertido
en pólvora la nliserable cantidad que debia alimentar por un día ál
sus hijos; todos los vimos ennegrecidos por el combate, casi ham-'
brientos correr allí donde era mayor el peligro de sus compañeros¡
saltar sobre cadáveres; afirmar sus pies sobre la sangre, y caer al
fin, dejando sin amparo y sin padre una familia. Si los soldados
qUB de una manera tan lamentable obligó á que la sirviesen la
tiranía, fueron valientes en aquellas terribles: circunstancias, por ...
que al fin eran españoles, los paisanos que con débiles elementos
contrarrestaron su valor y los vencieron, fueron héroes.


Mientras el pueblo se batia denodadamente por sus derechos,
una reunion de patriotas congregada en la mañana de aquel mismo
dia tuvo el feliz pensamiento de constituirse en Junta de Salva-
cion y Defensa: eran estas person~s, cuyos nombres creemos de-
IJer consignar en estas páginas, el general Don Evaristo San M'i-
guel, el banquero D. Juan Sevillano, Don Alfonso Escalante, Don
Manuel Crespo, Don Francisco Valdés, Don Martín José Iriarte,
Don Gregorio Lopez Mollinedo, el marqués de Tabuérniga, el mar-
qués de la Vega de Armijo, Don Joaquin Agnirre, Don José Ordax




291
Y Avecilla, Don Antonio Conde Gonzalez y el director de las N 0-
vedades Don Angel Fernandez de los Rios.


Estas personas se habian reunido á las siete y media de la
mañana en la calle de Jacomelrezo casa de Don Juan Sevillano, y
despues de haber meditado maduramenle la dificil situacion en
que se encontraba Ma~rid, determinaron constituirse en Junta de
Salvacion, Armamento y Defensa de Madrid, que inmediatamente
publicó la siguiQnte alocucion :


«MADRILEÑOS: Reunidos en junta patriótica, por el mero impul04
so de salvar el órden público tan comprometido ayer y hoy, falta-
ríamos á nuestros sagtados deberes si nuestra primera operacion
no se contrajese al objeto de impedir la efusion de sangre por una


..


y otra parte.-La Junta ha dado órdenes á todos los puestos don-
de hay ciudadanos armados, para que no disparen un solo liro
no mediando provocacion ó usen de la fuerza.- Esperamos por lo
mismo que todos los gefes militares de los cuarteles y otros puntos
donde haya fuerzas militares, den las mismas órdenes á los suyos,
para que no hostilicen á ninguno que pase por sus inmediaciones
tranquilo y sin demostracion de hostilidad alguna, haciéndoles res-
ponsables á todo 10 que mas importa al honor del hombre de
cualquiera infraccion de una medida tan vital en las actuales cir-
cunstancias.» Seguían las firmas.


La intencion de la Junta, como se vé, no podia ser mejor: pe-
ya hemos visto que esta intencion no bastó para evitar aquel dia
la efusion de sangre: en las revoluciones no hay otro principio de
autoridad sino la fuerza durante el combate, y no son las pala-
bras ni las alocuciones las que pueden hacer cesar ]a lucha, sino
los medios materiales y eficaces para que cese por medio del
triunfo. Una alocucion en circunstancias como las del dia 18 pue-
de servir para escitar las pasiones, para producil' el entusiasmo,
para prolongar la defensa; nunca para hacer cesar el combate,
cuando por una parte lidian el ejército por la tiranía, el pueblo
por la libertad. Los defensores de Madrid eran demasiado valien-
tes y bastante profundo y ardiente su entusiasmo para que fuese
necesario estimularle: si de f1.1go necesitaba, no era ciertamente
de palabras, sino de armas, de víveres, de municiones: así es




292
que la primera alocucion de la Junta, á pesar de los términos con-
ciliadores y humanitarios en que estaba concebida, no produjo re-
sultado alguno.


Ademas en aquella alocucion no se levantaba otra bandera que
la del órden púLlico; esto era insuficiente: el 6rdon público, en
lo relativo á la propiedad, la honra y la vida de los ciudadanos,
estaba garantido por la virtud del pueblo que combatia en las ca ..
Hes y que no cometió un solo esceso, ni permitió que nadie lo co-
lnetiese ni durante el combate ni despues del triunfo.


La Junta creyó, sin duda, que para que se la reconociese, la
era necesario ser mas esplícita, y pul)licó seguidamente el acto de
su instalacion que nosotros creemos debió haher sido el primer
documento que se publicase.


«En la M. H. villa de Madrid, á las siete de la mañana del día
diez y nueve de julio de mil ochocientos cincuenta y cuatro, ren ..
nidos los señores del márgen en -el salon bnjo de la casa del Exce-
lentísimo Sr. Don Juan Sevillano, Marqués de Fuentes de Duero,
en los lnomentos de mas peligro, cuando 01 pueblo regaba con su
sangre las calles de la capital, cOinbatiendo con heróico denuedo
á los enemigos de la liberlad, determinaron constituirse en Junta
de Salvacion, Armamento ~'Defensa de Madrid, con el objeto de
dar una acertada direccion al movimiento popular, economizar
sangre y salvar las instituciones, holladas por la mas bárbara é
inaudita tiranía: despues de haber elegido unúnimemente para
presidente al Excmo. Sr. Don Eyarisío San Miguel, aclamado por
las fuerzas populares para que se pusiera á su frente, y por un
inmenso pueblo que le siguió á la salida de su casa; y para secre-
tario al primer vocal don Juan Antonio Miguel Romero, presente en
el acto, se hicieron sin intermision los acuerdos que se espresi!n=
firman todos los señores concurrentes, de que yo el vocal secreta-
l'io certifico.»-Siguen las firmas.


A esto se redujeron los primeros actos de la Junta de Salva-
cion, Armamento y Defensa, de la cual nos ocuparemos mas
adelante.




293


VL


En vista de la actitud imponente que habian tomado no solo los
paisanos armados, sino tambien todo el vecindario de Madrid; no
llegando los socorros que Córdoba esperaba y estrechado ya en
sus posiciones por el pueblo, conoció aunque, tarde, que no le
quedaba ninguna esperanza de forzar la situacion; pensó, pues,
en tran~igir: comunicó las órdenes oportunas, los cornetas de los
puestos militares tocaron alto el fuego y este cesó por entrambf!s
parles á la caida de la tardo.


¿Pcro qué prenda pouia existir entre Córdoba y el pueblo que
Jliciose creer en la buena fé de aquella transaccion '?


La córle supo encontrarla en el momento que la necesitó, y la
arrojó llena do esperanza al entusiasmo del pueblo: aquella pren ...
da era el nombre del duque de la Victoria.


Al escueharle, al leer el decreto en que la Reina llamaba al in-
victo pacificador do España, nombrándole presidente del Consejo
de Ministros, y cncargúndole de la formacion de un nuevo gabi-
nete, los patriotas descansaron llenos de júbilo sobre las armas,
prorrumpiendo en alegres y entusiastas vivas á la libertad y al
vencedor de Luchana ; pero no abandonaron sus puestos ni sus po-
siciones, porque á pesar de la dimision en masa del ministerio de
las cuarenta horas, el general Córdoba qlle habia presidido aquel
gabinete, que habia mandado en gefe el fuego contra el pueblo,
quedaba interinamente encarg~do del gobierllo como ministro uni-
versal en tanto llegaba á la córte el duque de la VicLoria.


¿, Seria su nombre un lazo que se tendía al pueblo?
Todo era de temer del maquiavelismo do los polacos: el pue-


blo sin emharg0, no se dejó seducir: co.ntinuó ocupando sus pues-
los y observando á la tropa: la exasperacion y el recelo general
crecían y era muy inminente que el pueblo rompiese de nuevo el
fuego, cuando algunos individuos de la Junta, que en vano habian
recorrido los puestos populares procurando cal mar los ánimos, se
presentaron á Córdoba y le aconsejaron que para evitar una nue-




294
va efusion de sangre, aconsejase á S. M. el nombramiento para
capitan general de Madrid de D. Evaristo San Miguel.


Doblegóse Córdoba á la necesidad, espidióse inmediatamente
el decreto y San Miguel, ya ca pitan general, y además ministro
interino de la Guerra, pudo dirigir á los madrilenos, palabras do
paz y de confianza.


A pesar de esto los combatientea del pueblo, si bien ya mas
tranquilos, permanecieron en sus puestos y a provecharon la cesa-
sion del fuego para fortalecer sus barricadas.




CAPl1liLO IV.


Generosidad del pueblo dcspues de la victorb.-Causas que determinan el triun~
fo del pueblo.-Fuerza militar que combatió con él.-Fuerzas del puehlo.-
Espíritu del vecindario de Madrid.-Actitud de la Junta de Salvacion y De-
fensa..-Su situacion precaria y desairada.-El pueblo sitia al Principal.-
Rendicíon de éste.-El pueblo le ocupa.-Alocucion de San Miguel como
capitan general de lVIadrid.-La Junta del Sur.-Competencia de las dos
Juntas.-Su casi refundicion.-Decretos de la Junta superior.-Pérdida del
pueblo y del cjército.-Nucyos actos gubernativos de la. Junta.-Actividad
de la Junta del Sur.-Exámen de la utilidad de la Junta superior.


l.


El pueblo habia triunfado y nada hay tan generoso como el
puebl.o cuando ciñe á su frente el sangriento laurel de su victoria.
Aun antes de triunfar habia sido generoso. Ni uno solo de los Guar-
dias Civiles, de los que fueron hechos prisioneros un momento des-
pues de el enque acababan de fusilaral pueblo fuémaltratado; uno
solo de aquellos oficiales que con tanto encarnizamiento habian
pretendido forzar con sus soldados las posiciones de los patriotas
ni habia sido atropellado; l1ingun esceso se habia cometido; la lu ....
cha habia sido encarnizada, pero el pueblo no se habia ensan-
grentado en sus enemigos una vez vencidos.


La revolucion de Julio no fué un motin de la canalla, como
pretenden con torcida y siniestra intencion los hombres que fueron
derrocados por ella de Jos puestos que ocupaban con escándalo,
sino una verdadera revolucion popular: por eso ~riunfó, Siempre




~96
que los pueblo:; se levantan armados con la profunda conviccion
de la justicia de su causa triunfan. Triunfan porque la. opinion pú ..
hliea los sostiene; tríunfan porque el sentimiento del derecho les
dá unidad, valor, heroismo y les sirve de gefe: triunfan porque
acometen simultáneamente todos Jos obstáculos, porque á medida
que sus individuos caen, e] número de combatientes se aumenta,
y la rabia producida por la resistencia del enemigo aumenta el va-
lor hasta hacerle desesperado: cada hombre del pueblo que cae
herido por el plomo de la tiranía, es una sangrienta bandera que
se levanta para unirse á las ya levantadas; una voz que piJe ven-
ganza; un ejemplo palpitante de que como mejor se consigue la
prez de buen patriota es regando con sangre el altar de la patria.


Se ha dicho con insistencia, se repite aun, se cree por muchos
que si el pueblo de Madrid triunfó en los tres dias de Julio, no fué
sino porque la guarnicion era escasa y estaba mal mandada, mal
dirigida por un general incapaz.


La memoria no há mucho publicada por el general Córdoba,
prueba por el contrario que la superioridad numérica y la organi-
zacíon estaban por parte de la tropa: la guarnicion tenia disponi-
ble para el combate, despue3 de cubierto el, palacio de Cristina,
las Caballerizas, el Principal, el palacio de Buena-Vista, y los
cuarteles incluso el de Artillería del Retiro, 2,391 infantes, 167
caballos, t.res baterías rodadas con doce piezas, y una batería y
una seccion de montaña con ocho. Estas fuerzas estaban perfecta-
mente armadas y municionadas; se contaban entre ellas 278 hom-
bres de la Guardia Civil gente escogida, fuerte, acostumbrada al
peligro, rígidamente disciplinada, brava y perfectamente armada:
habia además algunas compañías d~ escelentes t.iradores; gefes y
oficiales valientes y comprometidos, y además, estas fuerzas, á cuyo
frente estaban el general Mata y Alós, que si no hizo atrocidades,
obró con durísima energía, Gándara y Pep-del-Oli, mas que mi-
litares, caníbales, ocupaban fuertes posiciones, les protegía la ar-
tille ría , y estaban en comunicacion. Además de esta fuerza dispo-
nible d::tndo el servicio de guardia en Jos cuarteles y olros destinos
habia 3,364 hombres, componiendo por lo tanto ]a guarnicion de
Madrid 0,765 hombres de todas armas.




~m7
Estas fuerzas, bueno será quo sepamos cuáles eran; pertene-


cian á los cuerpos siguientes:


Al regimiento del 0. 0 departamento de artillería.
Al de Ingenieros.
Al primer batallon del regi.miento de Granaderos.
Al regimiento infantería de Cuenca.
Al primer batallon de infantería de Mallorca. •
Al batallon de Zaragoza. ,
Al de Estremadnra.
Al regimiento de la Constitucion.
Al batallon de cazadores de Baza.
A la Guardia Civil de infantería.
A )a Guardia l\Iunicipal.
Al escuadron provisional.
A la Guardia Civil de caballería.
A la Municipal de id ..






1 ,000
1,298


562
3i6
290
205
320
361
430
074-
412
70
75
22


0,765


Las fuerzas del pueblo, infinitamente peor armadas, y muni-
cionadas, sin gefes, sin organizacion, sin plan de combate, apenas
contaban al empezarse el fuego en la madrugada del 17 con cien
hombres, y estas fuerzas al oscurecer el 19, cllando el fuego so
suspendió definitivamente, apenas llegaban á 500: porque aunque
es cierto que el distrito del harrio de Toledo tenia ya el dia 19 nu-
merosas barricadas y una fuerza de cerca de 2,000 hombres, mu-
chas ó la mayor parte de estas fuerzas estuvieron guarneciendo
sus posiciones, teniendo rn jaque al cuartel de San Franci~co, y los
demás que contribuyeron á tomar la Plaza y otros puntos, se de-
ben contar embevidas en el número de los quinientos combatientes
que hemos indicado, cuyo número no podemos dar como un dato
oficial, porque respecto á los que se batieron los tres dias de Julio
solo puede juzgarse por apreciacion á falta de otros datos.


Sea como quiera se vió que'la insurreccion fué creciendo y uu-
mentapdo á medida que se prolongaba el combate: que el pueblo,
esceptuando alguno que otro lado en que se vi6 obligado á retirar-
se de este punto y 01 otro, fué constantemente vencedor, arro-




298
lIando á la tropa, haciéndola replegarse hasta sus posiciones,
y aun haciendo prisioneros y desarmando en ellas compañías
enteras.


La superioridad numérica, la superioridad de la fuerza en toda
la acepcion de la palabra estaba de parte de la guarniciono Si la
revolucion de Julio en vez de ser una verdadera revolucion soste-
nida por la opinion pública, hubiera sido un motin, el motin hu-
biera sido deshecho á tiros por la guarnicion, aunque hubiera
contado con doble fuerza que contó la revoluciono Pero en esta la
fuerza del pueblo estaba centuplicada por el amor patrio, por el
entusiasmo de la libertad, por la indignacion que causaban á los
hombres uc bien y venian causando hacia mucho ticmpo las de-
masías de los moderados, sus arbitrariedades, su despotismo, y
sobre todo esto la conducta rapaz é intolerable de la cuadrilla
polaca.


No atribuyan, pues, el triunfo del pueblo los enemigos de la
revolucion á la escasez de tropa ni á la mala direccion del comba-
te por parte de Córdoba y de los generales y gefes polacos; el pue-
blo. triunfó, porque debia necesariamente triunfar, porque su
triunfo era una consecuencia legítima de las circunstancias que ha ..
bian hecho que el pueblo de Madrid se sublevase en masa.


Afortunadamente no hubo necesidad de que esa sublevacion
en masa se demostrase por medio de los hechos: y decimos afor-
tunadamente, porque en tal caso hubiera corrido infinita mento
mas sangre que la que corrió.


Si el paisanage armado se hubiera visto arrollado, la pobla-
cion hubiera tomado inmediatamente parte en su defensa: los.
muebles, los adoquines, las baldosas de los pavimentos hubieran
llovido sobre los soldados: ¿ y sabeis por qué aseguramos esto lo
mismo que pudiéramos asogurarJo si hubiera sucedido? Porque
el vecindario se estremecia solo al" pensar en las horrorosas conse-
cuencias de la reaccion de la pandilla polaca; porque estaba en el
caso, una vez empeñada la lucha de unirse, de estrecharse, de so-
correrse los unos á los otros, del mismo modo que cuando en una
casa suena la voz de ladrones, acuden á ella todos los vecinos af"
mados con lo primero que tienen á mano.




~99
El principal objeto de 1 él. revolucion de Julio fué la espulsion y


el castigo de una cuadrilla de bandidos.
Así es que nosotros creemos que un gobierno que llega en sus


escesos al límite á donde llegó el gabinete Sarlorius, no puede
sostenerse por medio de la fuerza, porque por grande que sea esta
siempre será menor que la de. la indignacion pública.


Quede, pues, sentado, que si Córdoba no logró reducir á la
obediencia al pueblo de Madrid, otro tampoco le hubiera reducido;
e~ verdad que hubiera s.ido muy dificil que otros hombres por ma-
lus que fuesen, hubieran atraido sobre sí tal fuerza de odio po-
pular como el gabinete Sartorius.


n.


La Junta de Salvacion, Armamento y Defensa, habia adoptado
una actitud contemplativa y conciliadora que no satisfacía á nadie,
ni aun á los Illenos exigentes. Aquella Junta no queria ni sabia, ni
podia ser revolucionaria, y puesta en medio de una revolucion no
podia hacer otra cosa que embarazarla, y acaso obligarla á que se
deshiciese de aquel estorbo ó la redujese á la nulidad.


Despues de la suspension del fuego la situacion de la Junta era
precaria y desairada: ni la obedecían las tropas de la guarnicion,
ni la respetaban, mas que con el fria respeto de la indiferencia,
las fuerzas populares: negábansela por unos y otros titulas para
la direccion de la cosa pública; decíase, y con razon que ella mis-
ma se habia erigido, y que la faltaba esa razon suprema en mo-
mentos en que la ley está en suspenso, reconcentrada ~ absorvida
por la revolucion: la aceion revolucionaria. Así es que, aunque su
presidente el general San Miguel habia sido encargado por la Rei-
na del mando militar de Madrid, la guarnicion no le obedecia en
]0 referente á dejar sus posiciones y rendir las armas, ni las bar-
ricadas le obedecian tampoco de cuanto á sus instigaciones de que
las fuerzas populares se disolviesen y se retirasen á sus casas.


La guarnicion sino presentaba una actitud hostil se mostraba
decidida á la defensa, y el pueblo estrechaba sus barricadas sobre




500
los puntos ocupados por la tropa y los sitiaba, resuellos á desar ....
mal' enteramente á sus enemigos.


El Principal habia sido completamente cercado y puesta su in-
comunicion el día 20; se habían cortado las cañerías é impedido
el paso de todo mantenimiento para obligar á la tropa á quo so
rindiese por hamhre, y evitar de esto modo una inútil efusion
de sangre para tomar por asalto un edificio demasiado fuerte
de suyo.


Hacia ya mas de veinticuatro horas que las fuerzas del ejército
de este modo incomunicadas carecian de todo alimento, cuando
parte de la Junta de Sal vacion, se presentó en la barricada de la
calle de la Montera pretendiendo llegar al Principal.


Recelosos los ciudadanos que defendían la barricada dejaron
pasar únicamente á algunos individuos de la Junta á cuya cabeza
iba San Miguel, y en vano este ya en un balcon del Principal,
arengó al pueblo armado, escitando su generosidad hácia aquellos
soldados que desfallecian de sed y de hambre. Los patriotas; con-
testaban. ( Que entreguen las armas, que se rindan al pueblo y les
llevaremos á comer á nuestras casas. )}


En vano fué todo lo que se esforzó San Miguel por disuadirlos
de este propósito: por un momento se creyó que iba á reproducir-
se el fuego: por fortuna los gefes de la fuerza del Principal reco-
nocieron que la resistencia era ya inútil JI hasta criminal, capitu-
laron con el pueblo y se rindieron.


El Principal fué inmediatamente ocupado por el pueblo. Este
en su generosidad abrazó á los soldados como á hermanos, los lle-
vó á comer á las tabernas inmediatas, y sus gcfes llevaron á la
fonda á los oficiales.


Como en vano habia querido San Miguel J ihrar á la tropa de la
vergüenza de las horcas caudinas, ~el mismo modo pretendió en
vano, como ya hemos indicado, que el pueblo armado se retirase á
sus casas, para cuyo objeto habia publicado el siguiente dia 2,t la
aloeucion que á continuacion copiamos. . .


«MADRILEÑOS. Honrado por S. M. con el mando militar de esta
provincia, es casi inútil deciros que desempeñaré este cargo con la
misma lealtad, con igual vivo deseo del acierto que me ha animado




501
ea los muchos que en distintas ocasiones he servido. En personas
que han vi vido largo tiempo, he dado pruebas, sino de habilidad,
de gran consecuencia en acciones y principios; el pasado respon-
de en cierto modo del presente: en uno y otro se apoya el ve-
nidero.


)) El il ustre duque de la Victoria cuyo nombre representa lan-
tas glorias, tan insignes servicios á su patria, va luego á presen-
tarse en medio de nosotros. ¿ Qué pecho verdaderamente español
no se siente alborazado con la idea de que en las manos de tan in-
signe varon van á depositarse las riendas del Estado? De sus nobles
y elevados sentimientos, ¿ quién puede tener duda? ¿ Quién no
espera que en el sistema de gobierno que va á inaugurar están
envueltos cuantos principios de política yadministracion reclaman
]a civilizacion y los intereses morales y físicos de nuestra patria
tan digna de mejor fortuna?


») Madrileños de todas clases y condiciones: aguardemos con
las mas dulces esperanzas un dia que se halla ya tan próximo.
V uelva el ciuda dano al ejercicio pacífico de su profesion; vuelva
todo en esta gran ca pitnl á respirar el aire de tranquilidad y de
confianza. A tan interesante objeto se consagrarán mis cuidados,
desvelos y el celo que ha sido siempre el norte de toda mi
conducta.


» "31ac1rileños lodos: ¡ viva la patria! ¡ viva la nacion! ¡ viva
Isahel IJ, Reina const.itucional de las Españas!


» Madrid 2,1 de Julio de '18t>t .-Evaristo San MigueL»
La intellcion del anciano general habia sido muy buena; pero


el pueblo con no menos mejor intencion se mantuvo en sus barri-
cadas: Espartero habia sido llamado por la Reina; en él solo con-
fiaba el pueblo, y solo en sus manos queria abdical' su poder re-


. volncionario.


tu.


Hahiase creauo en ÑIaurid otra Junta casi al mismo tiempo que
se habia erigido la de Salvacion Armamento y Defensa casa del
banquero Sevillano.




50!
Aquella otl'a Junta habia sido aclamada por una fuerza de mas


de 3,000 hombres del distrito del barrio de Toledo y se deno-
minaba Junta del cuartel del Sur.


Era diamelralmente opuesta en intenciones á la Junta de Sal-
vacion: esla estaba por la union liberal, por la fusion , por los
paliativos: aquella, la del Sur, queria que la revolucion siguiera
adelante todo lo adelante que pudiera ser, no respetando otra cosa
que el trono y la dinastía de doña Isabel II.


Nació ent.re estas Juntas un antagonismo deplorable: la de Sal-:-
vacion compuesta de homhres de sistema, y la mayor parte ma-
chuchos, sent.ía cierto miedo hácia la otra Junta prepotente por la
fuerza que la auxiliaba, Junta compuesta de gente jóven, ganosa de
prez y fama, ardiente y entusiasta como lo es siempre la juventud,
y decidida á touo. ¿ Quién se atreve decian con desdén y con un
tanlo de amenaza los individuos de aquella Junta semi-democráti-
ca, á ponerse al frente de una revolllcion triunfante, por facultad
propia y como qmen dice al 3salto, por sorpres3? ¿ Quiénes son
esos hombres? ¿Qué han hecho? ¿ Cuáles son sus precedentes para
abrogarse el mando del pueblo armado, y calificarse con el pom-
poso título de Junta Salvadora?


Nosotros replicaba la machucha Junta, nos hemos con5lÍtuido
en medio del combate, en momentos en que era muy difícil la
eleccion; hemos encontrauo vacío el puesto uirectivo y con la me-
jor intencion lo hemos ocupado.


Vosotros, insistia la del Sur, ql1crcis bastardear la revolucion
y hacerla inútil atcíndola de piés y manos: entre vosotros hay
h0mbres de todos los colores: vuestro lema de U nion Liberal es
una mentira con qU0 quereis embaucar al pueblo: nosotros no os
reconocemos para nada, ni os obedecen un solo hombre de nuestro
distrito.


Conocieron los de la Junta de ]a .Union Liberal que su situacion
era un tanto precaria, difícil, que nadie la obedecía, y que aC{1·-
hada por representar el papel de un mueble inútil, y se apresuró
á enviar plenipotenciarios á la enérgica Junta del cuartel del Sur,
que al principo recibió ásperamente los mensajes, poro que al fin
transigió, pasando parte de sus individuos mas influyentes á 1'e-




505
fOI'zar la Junta de Salvacion, que se aumentó además con dos in-
dividuos, y mas adelante se enriqueció con tres vocales, inapre-
ciables redactores todos de la antigua prensa de la oposicion.


Con este refuerzo, con la aquiescencia de ]a Junta del cuarlel
del Sur y de las demas juntas secundarias, pudo al fin la de Sal-
vacion Armamento y Defensa dar el santo y seña todas las noches
á las barricadas, y aun se atr~vió á llamarse poco despues {( Junta
Superior de la provincia de Madrid.»)


El pi'imer cuidado fué decretar que se socorriese á los heridos
del pueblo, existent.es tanto en los hospitales ,de sangre corno en
sus casas, que se proveyese á su subsistencia y á la de sus fami ....
lias; y decretó una pansion para las viudas, los huérfanos y los
inútiles.


VI.


y ya que hemos nombrado á los muertos y á los heridos, per ..
mÍtasenos que comparemos las- bajas de la tropa con las de los pai-
sanos, declaram05 que donde est.uvo la mayor pérdida, estuvo
tambien la mayor parle de arrojo y de decision.


Segun un estado oficial que tenemos á la vista, murieron por
parte del ejército 2 oficiales y 21 individuos de tropa, 10 heridos
de los primeros y 82 de los segundos, y 4 oficiales y 29 soldados
contusos.


Por parte del pueblo hubo 70 muertos, sin contar 109 numero-
sos asesinatos qdc se cometieron en personas indefensas, y cerca
de 300 herido~ , segun con8ta aproximadamente de los datos que
poseemos.


De moclo que el pueblo tuvo dos partes mas de pérdida ~ 10
que bien traducido quiere decir que tuvo dos tantos mas de arro-
jo, puesto que iguales eran las condiciones del campo de batalla
para los unos y para los otros.


Diránnos acaso que el ejército contaba con )a superioridad del
armamento y de la artillería: y bien: eso no significa mas sino que
el pueblo supo resistir y vencer aquellos elementos de destruccion.




504


v.


La Junta siguió en sus trabajos gubernativos: ordenó la reu-
nion del Ayuntamiento constitucional disuelto en 1843, y el arma-
mento de la Milicia Nacional, incluyendo los ciudadanos que ya
estaban armados en las barricadas. Decretó una condecoracion ho-
norífica para los valientes que se habian batido en los tres dias de
julio, y concedió un grado á todos los oficiales ó individuos de
cualquier clase del ejército que justificasen que so habian adheri-
do espontáneamente al alzamiento popular; y la rebaja de dos años
de servicio á los soldados que se encontrasen en iguales circuns-
tancias. Decretó la reunion de la Diputacion provincial de 1843 y
suprimió el Consojo provincial y la Guardia municipal. El dia 2~
suspendió á los oficiales de las s~crelarías de Estado y del despa-
cho, y ordenó que pasasen al Banco Español de San Fernando los
fondos públicos existentes en la Dircccion general del Tesoro y
pagadurías pertenecientes al Estado, y los pusiesen á disposicion
de la Junta: en una palabra, ella se erigió en Gobiernó provisio-
nal, por sí misma, como por sí misma se habia erigido en Junta
de Salvacion, Armamento y Defensa: y decimos que se erigió en
Gobierno provisional, porque aun cuando no se dió tal nombre, se
organizó en secciones encargadas de desempeñar las funcioneg de
los respectivos ministerios, cuyos empleados habían sido suspendi-
dos. Cortó, hizo y deshizo; levantó al infante Don Enrique Ma-
ría de Borbon, el destierro que los moderados le habian impuesto;
suprimió las contribuciones de puertas y consumos, y mandó que
fuesen presos donde quiera fuesen hallados los condes de San
Luis y de Quinto._


VI.


Ciertamente que no necesitaba el pueblo que se le diesen esas
órdenes: él habia aclamado la Milicia Nacional, y tras de su triun-
fo debia levantarse la Milicia Nacional: una vez armada la Milicia
Nacional sobre la base de 1843, nada mas lógico que el que se




50t)
reuniese el Ayuntamiento constitucional de 1843, como gefe po-
pular de aquella Milicia.


En una palabra, la Junta superior no hizo otra cosa que for-
mular las mas impr0scindibles exigencias del pueblo, que para
que se cumpliesen no necesitaban absolutamente que fuesen for-
muladas: se erigió en Gobierno, y esto se miró con disgusto por
muchos que veian ya aspiraciones interesadas y hasta candidatu-
ras impuestas por la prioridad para el momento en que, llegado á
Madrid el duque de la Victoria, se constituyese definitivamente el
Gobierno.


Mientras la Junta superior se ocupaha de gobernar, la Junta
del Sur, esto es: la de la plazuela de la Cebada, su antagonista,
mas revolucionaria que ella, se encontraba al frente de verdade-
ras operacioHes militares: contaba con mas de tres mil hombres
decididos, mandados por gefes resueltos y valientes, y estos tres
mil hombres no reposaban: incesantemente estaban ocupados en
recorrer las afueras, en proveer de municiones y de víveres su
distrito, en fortalecer sus barricadas y en prepararse para el caso,
no muy eventual, de que fuese necesario volver á empezar la lu-
lucha ~ mirábase allí todo con desconfianza, con esa legítima des-
confianza del pueblo que ha sido engañado una y cien veces, y no
confiaban mas que en las armas: reconocíase allí á la Junta Su-
perior, pero por sola etiqueta, mientras aquella Junta no contra-
riase el pensamiento y la índole de la rovolucion.


Eran, pues, la Junta Superior y la del Sur, dos ant()gonif~tas
que se miraban frente á frente con recelo, á pesar de que se es-
trechaban las manos: y no podía ser de otro modo: la Junta supe-
rior estaba compuesta de homhres de órden, afectos á hacerlo to-
do por los medios legales y solo dispuestos á recurrir á las armas
cuando no bastasen los medios de conciliacion :.en una palabra, la
Junta Superior levantaba la enseña de la Union Liberal, que era
una mentira, un paliativo, un escudo para ciertos hombres, y la
Junta del Sur, levantaba la bandera de la revolucÍon, que no solo
era una verdad, sino una necesidad. Las demas juntas subalternas
estaban dividas: las unas se entendían directamente para todo con
la de la Plazuela de la Cehada, y dicho está, eran revolucionarias:
~o




506
las otras se entendian directamente con la Superior, y estas, dicho
está tambien, pertenecían á la Union Liberal, esto es, á los hom-
bres que no habiendo puesto sus pechos á las balas en las calles,
creian que era llegado el momento de esplotar en su provecho la
revoluciono


Dicen que la Junta Superior, de Salvacion, ó como queramos
llamarla, fué una rémora de la rovolucion, que la cortó, que la
detuvo: ni aun ese mérito pu~de escribir en su hoja de servicios;
la revolucion no fué cortada ni detenida por nadie: se detuvo élla
misma cuando llegó al punto á que se propuso llegar: una revolll-
cion que triunfa, y que sin embargo se detiene en su marcha, no
es revolucion, y la de Julio lo fué: nadie la detuvo, repetimos:
ella .con un tacto, con una sensatez admirable, no pasó ni una línea
mas adelante del punto en donde debia detenerse: dícese á esto
que la revolucion de Julio ha abortado, yeso infiere una ofensa
á la situacion presente: dícese que han qu~dado en pié elementos
nocivos; pues bien, si mañana es necesario derribar esos elemen-
tos, otra revolucion los derribará: entretanto la revolucion de Ju-
lio ha llenado cumplidamente su m¡sion, y las consecuencias que
ha a portado, son sus consecuenc~as legítimas y necesarias.


¿Creeis que haya algun poder que haga que una revolucion se
detenga como no sea la fuerza de las armas? La revolucion de J ll-
lio triunfó. ¿ eómo, pues, concebir que se detuviese despues Jol
triunfo? No se detuvo. Fué que no quiso seguir adelante; fué que
habia llenado su objeto.


¿ y cuál era su objeto? Hestablecer las antiguas libertades,
matar la inmoralidad, las arbitrariedades y los abusos, entrar en
la senda de las reformas.


VII.


Pero cada fraccion ha querido que la revolucion represente y
realice sus aspiraciones y su sistema, sin tener en cuenta que la
revolucion de Julio no la ha hecho ningun partido, sino el pueblo,
el pueblo soberano. ¿Ql1creis decirme donde estaban los santones
de los partidos cuando el pueblo se batia en las c~lles? ¿ Quereis




507
decirme quien rué el gefe del pueblo durante los tres gloriosos
días de Julio? Si vosotros no me lo decís, yo os lo diré: el gefe
del pueblo durante aquellas gloriosas jornadas rué la Libertad.


Es un absurdo creer que el pueblo pertenece á este ni al olro
partido. Lo que únicamente hace el pueblo es apoyar y datO fuerza
al partido cuyas tendencias representan mas los derechos populares.
Pero el pueblo no es blanco ni negro; no es mas que pueblo. No
es mas que la reunion de millares de hombres honrados que comen
el pan que riegan con el sudor de su frente, ya comoagricult.ores,
ya como obreros tle la inteligencia: esa mayoría de honlbre3 que
hacen las revoluciones, las verdaderas revoluciones, no para os-
tentar des pues pon posos servicios en un memorial pidiendo un em-
pleo, sino para afianzar sus derechos y matar los abusos yel mono-
polio, que son la muerto del pueblo. No, lo repetimos: 01 pueblo no
es ni puede ser un partido, no es ni puede ser blanco ni negro;
pero puede ser y lo es muchas veces rojo. El pueblo no se detuvo en
Julio, no: hizo todo su camino, completó su revolucion, dicta su
ley á montescos y capeletes, y proclamando su soberanía obligó á
que se respetase ]a voluntad nacional.


¿Decis acaso que la revolucion ha abortado? Aun se respetan
sus consecuencias. Si mañana no se respetasen, no importa; hare-
mos otra revolucion, y entonces irá el pueblo, no lo dudeis, allí
donde deba de ir.


VIII.


Se ha querido hacor responsable á la revolucien de cosas que
la revolucion no ha hecho: de cosas que por el contrario se
han levantado á la sombra del triunfo de la revolucion; de cosas
que la revolucion ha visto caer con los brazos cruzados de la mis-
ma manera que las habia visto alzarse. Banderas de todos colores
se han alzado que no eran suyas; escesos se han comet.ido; de que
no es ciertamenti) responsable el pueblo.


IX.


A la sombra de la libertau se desbordó la prensa: los polacos,
los absolutistas y los moderados se dijeron: las armas materiales




508
son inútiles; la revolucion ha vencido y no tenemos fuerza contra
ella: pero nos quedan las armas morales: abusemos de la noble
confianza de] pueblo: llamém0nos sus amigos y procuremos des-
prestigiar la revolucion manchándola.


y aparecieron diarios escritos con mas rabia que se escribia
durante la Convencion el Amigo del Pueblo de Marat: y se preten-
dió estraviar la opinion con hojas volantes, destinadas á promover
la discordia: y los espías de los enemigos de la libertad entraban
en las barricadas, y corria el oro y se ponian en juego cuantos
medios maquiavélicos son posibles para lograr por la division lo
que no hahia podido lograrse por la fuerza.


¡Sin embargo el pueblo con una sensatez difícil de apreciul' se
sostuvo con las armas en la mano, esperando al ilustre patricio, ú
CUyO celo debia confiar las consecuencias de su triunfo!


..


No hastando, pues, estos medios se apeló al terror.


x.


¡ Ahí teneis á Chico! dijeron un dia algunos furiosos; ¡ ahí te-
neis á los infames polizontes que os han metido en la cárcel tantas
veces, y que tantas veces os han tenido á punto de ir á presidio.


La casa de Chico fué asalLada, y este insigne criminal fué en-
contrado por sus buscadores en un sótano.


XI.


Poco despues de suspendido el fuego, habia sonado para Madrid
la hora del terror; la sangre vertida en las calles durante la lucha,
habia conlristado al vecindario, pero no le habia aterrado: al fin
aquella sangre se habia vertido en una lucha abierta hombre contra
hombre, fuerza contra fuerza; era una consecuencia lamentable,
pero precisa de la revolucion : aquella sangre debia ser y fué un
sacrífi~io ofrecido en el ara de la patria~ por una generacion jóven,
entusiasta, ansiosa de libertad: el estampido de las descargas que
produjeron aquella sangre habia desgarrado el corazon de los bue-
nos españoles, pero no les habia helado de espanto, no les hl\bi




509
ohligado á volver la vista despavorida á sus esposi:ls, á sus hijos,
á sus padres, á su::; hermanos temiendo perderlos: nadie habia lle-
gado á creer que la segundad individual del ciudadano pacífico ó
desarmado estuviese amenazada.


Pero un dia corrió por la poblacion uná noticia terrible: Poz1'lo
ha sido fusilado, se decia por todas partes, ¿Quién le ha juzgado?
preguntahan.-Nadie, contestaban, pero era un hribon, un poli-
zonte infame que está muy bien muerto, solian contestar algunos.
-'¿Pero qué tribunal, qué ley le ha sentenciado 1-El pueblo.-
No, mentira, el pueblo no asesina, eScIa mauan muchos; el pueblo
jam,Ís se sobrepone á la ley; cuando una revoll1cion mata arbitrariél
y ejecutiyamente, sin que proceda un juicio solemne y autorizado
por la ley, esa revolucion ha entrado en el período del terror: esa
revolucion ha dejado á sus espaldas la libertad, que es la sin tesis
de todos los derechos, de todas las garantías de los ciudadados:
esa revolucion ~e ha convertido en un despotimo colectivo, en que
algunos pocos hombres feroces y malvados imponen su voluntad á
los demas; el ciudadano no existe porque la libertad ha muerto:
el mas fuerte, el mas salvaje, el mas audaz es el rey absoluto de
ese despotismo inverso: ha llegado el momento de que cada cual se
defienda en su casa, delante de su familia, hm;ta en el último rin-
con de su hogar; no á nombre de la liberlad social, sino por la
propia conservacion : ya no hay leyes: ya no hay garantías: han
empezadJ las visitas domiciliarias: detrás de esos fusilamientos in-
calificables, se levanta una infame convencion.


Esto decian, y no sin fundamento, los que yeian con un profun-
do dolor que la revolucion se estraviaba: la primer sañal fué el fu-
8ilamiento, mejor dicho el asesinato de un tal Pozo, al que siguió
inmediatamente el de otlO polizonte llamado el Cano: el pueblo
aborrecia de muerte á estos miserables que habian servido á cie-
gas por un vil Solario á gobiernos tan miserahles como ellos; ha-
hi<ln cau~ado muchas desgracias, hahian perdido á muchas familias,
habian cometido muchos crímenes, su muerte, segun la opiniou
pública, era just.a; pero de ser justa á ser ejecutada como lo fué,
ha y una distancia inmensa; prendiéralos el pueblo: estaba en su
derecho : acus~hanlos los ofendidos, los parientes de aquellos cuya




510
muerte hullian causado: este derecho está consignado en li,ls leyes:
juzgarlos un tribunal, senlenci:lralos y lleváralos á un patíbulo: la
justicia huhiera autorizado maEestuosa Y severa su ejecucion: na-
die se hubiera aterrado, porque todos hubieran dicho: le ha con-
denado la ley, que no hubiera condenado á un inocente: pero
cuando estas ejecuciones monstruosas proceden de manos impuras;
clwndo se vé al aseEino matando al ase~ino; cuando hasta que una
YOZ cualquiera designo á un Lombre, para que este hombre sea
arrastrado á un cadalso infi:lmc, todos recelan, todos temen que- un
enemigo por saciar una venganza innoble, les delate: todos se es-
tremecen cuando en esos momentos en que la ley está muda, sue-
nan pasos de algunos hombres junto á su pueda y llama á ella una
mano desconocida: todos temen ser arrancados de su casa v con-


" ducidos al matadero: ¿se sabe acaso de que modo puede un bom-
l)ro librarse de esos tribunales de sangre, que matan por una sos-
pecha., por una palabra impremeditada, por un hecho cualquiera?


Poro se nos dirá: téngase en cuenta que aquellos hombres que
fueron fusilados despues de la revolucion de Julio: eran grandes
criminales: yo os concedo su criminalidad, creo en ella, detesto
como el que mas á esos infames que comercian con el honor, con
la libertad, con la vida del ciudadano; creo que seria un bien ina-
preciable el que desapareciesen de entre los hombres esos viles
mercenarios, pero no autorizaré con mi asentimiento que nadie los
mate sino en defensa propia. ¿Acaso las leyes y los tribunales no
existen mas que para los inocentes? ¿ Si no hubiese criminales para
(Iué se necesitaban las leyes?


Poro aun se me pudiera decir: demos de barato el que hayan
muerto de la manera que os hace declamar contra las ejecuciones
arbitrarias i al cabo eran unos grandes bribones que acaso no ha-
Lrian perecido sino los hubiese esterminado la revolucioo. Es cier-
to. ¿ Pero saheis lo que piensa ~l verdadero ciudadano, el hom-
bre que ama á las leyes y las respeta porque las leyes son la vi-
taliJad del cuerpo social? Se ha empezado matando grandes cri-
minales: dospues serán arrastrados á la muerte otros que lo sean
menos: se seguirá descendiendo hasta que ébrios de sangre algu-
1105 poco,s miserables, necesiten cada dia, para saciar su sed nue-




511
vas ejecuciones; llegará un dia en qne un inoctmte y Otl:O, y olro
y ciento sean conduciJos á la lllJerte, por la sola razoa de que es
necesario maLar, porqne se ha contraido el horroroso vicio de ma-
tar ~ y no digais que esta es una exageracion hij a del miedo: vol-
ved los ojos á la historia, á esa eterna maestra: buscad en ella la
Francia de '1793, allí encontrareis la Con vencion, y sobre la Con-
vencion los clubs, y sobre los clubs, el comité de salud pública, y
sobre el comité de salud pública, como un demonio esterminador,
los sanguinarios articulos del Amigo del pueblo, escritos por
Marat, por el hombre fiera: vcreis un foso de sangre alrededor de
la guillotina en la plaza de la Revolucion; os encontrareis, en fin,
frente á frente con el terror, y vereis homhres , mugeres y niñ0s
esterminados en nombre de la loy por el solo delito de haber in-
voca(!o el nombre de Dios, ó por la desgracia de haber nacido
noble.


y el terror nunca emana de los actos del pueblo: el pueblo no
hace las revoluciones para hollar la ley; por el contrario las hace
para restablecer la ley: el terror procede de esa canalla que exis-
te en todos los pueblos, que es su sentina, su lodo, su podre, su
inmundicia: canalla infame acostumbrada al robo, al asesinato, ú
las cárceles, á los presidios: lepra social que aborrece la ley por-
que vi ve del crímen y la ley castiga el crímen: gente feroz que
nada respeta, que nada temo pervertida en su prclctica de vicio y
de bandidaje, sin un solo sentimiento generoso, sin corazon,
sin conciencia, sin ninguna de las dotes necesarias para que un
hombre pueda vivir en sociedad con los demás hombres; gente
que brota de en medio de todas las revoluciones, y que procura
a poclerarse de ellas para mancharlas; pero que jamás lo consigue;
_ porque las revoluciones del pueblo se hacen siempre á impulsos de
una idea, la libertad y el derecho, y esta icIea es grande, iumensíl,
sublime, imperecedera, inmaculada, fuera del alcance de toda
mancha, de totIo crímen, de toda miseria: vive en la eternidad, es
hija de Dios, y por lo tanto no alcanzan á ella ni las miserias ni los
crímenes de los hombres.


Unésc á esa canalla soez, la alienta, la adula, y hasta la rin-
de un homenage servil, esa clase de hombres depravados y ambi-




512
ciosos, que verian sin conmoverse el trastorno de la hu manidad y
la ruptura de los mas sagrados derechos, por Ilegal' á un poder al
que Je otro modo no podrían aspirar: infames asesinos, que á todo
se ~obreponen buscando oro y mando; que gozan en el terror, y
(lue en medio de él se entregan á los mas vergonzosos eseesos.


Hay tambien otra clase de hombres, fanáticos y estúpidos que
croen que no puede llegarse á la libertad, sino matando, matan-
do y siemp:'e matando: por fro[una esta clase de gente acaba por
de\-orarse á sí misma, por debilitarse, y por causar una reaccion,
que á su vez degüella y fusila; pero pasa la tempestad y solo que-
dan primero el horror de los despojos, despues el horror de los
recuerdos.


La opinion pública se reveló de una manera enérgica contra
~Hluellos fusilamientos; sin embargo los hombres que los hicieron,
no supieron apreciarla en los principios. Aun quedaban nuevos fu-
silamientos, que por fortuna recayeron en otros dos polizontes, uno
de los cuales estaba ya hacia mucho tiempo sentenciado por la
opinion pública, y á quien la mano de Dios habia empezado á cas-
tigar afligiéndole con una enfermedad penosa é incurable.


Este hombre era don Francisco Chico.


XII.


Polizon veterano y gefe hacia muchos años de la policía de la
córle, este sugeto habia prestado ina precia bIes servicios allegalí-
sima gobierno de los moderados, y especialmente á sí mismo, en-
riqueciéndose el costa de la honra, de la hacienda, y aun de la
"ida de los demás.


Porque los rasgos característicos de Chico, no podian llamarse
rasgos de Vl1ento; sino tunantadas.


Chico valiéndonos de una espresion vulgar era un 1)illa que se
perdia de vista.


Tenia un olfato singular para cazar conspiradores, y un inge-
nio infinito para hacer una conspil'acion artificial cuando el gobier-
no moralísimo de los moderados necesitaba hacer un alarde de
fuerza.




515
Metia en la cúrcel á los rateros, vagos, tlJnanle~, estafadores,


crelcra que gentiwn, en la proporcion de un diez por cient.o, pues-
t.o que el noventa por ciento de esta gente estaba á sus órdenes y
era uno de sus elementos de lucro.


Chico, en fin , segun la opinion pública era el gefe de los la-
drones de Madrid.


El que conocía eEtas interioridades, este organismo, no se afli-
gia por el robo de un reloj ó de una halaja: se afligía por diez,
doce ó quince duros que era lo que le costaba rescatarla: el modo
de rescatarla era singular.


Se apelaba á don Francisco Chico. Este se informaba minu-
ciosamenle del lugar y la hora en que la alhaja habia 3ído rooa-
da. Al día siguiente la alhaja estaba en vuestro poder, pero os
habíais visto precisado á pagar por su rescate la tercera parte de
su valor.


Esto era escandaloso; sin embargo nadie se quejaba, porque
en 11u, habiendo sido robado, ya era una ventaja rescatar parte
del robo.


Por otra parle habia lenido una gran habilidad no solo para
cuhrir en estos manejos su responsahilidad como gefe de policía,
sino tambien para hacer creer á algunos inocentes que les presta-
ha un servicio desinteresado dev,olviéndoles un objeto perdido,
aunque con una especie de rescate.


SahíaJo esto el gobierno, el escelente gohierno de los modera-
dos, y sin embargo no inquietaba á Chico por estos inocentes abu-
sos: ¿ y cómo? Chico les era sumamente útil, mas que útil nece-
sario para asuntos de sumo interés, de alta política.


Cuéntase de Chico una anccdota que le caracleriza: paseaha
por el Canal ó espiaba (no sabemos cuál de los dos) cuando pasó
ün pobre hombre: detúvole Chico: ¿Me conoce V.? le preguntó.-
Yo no conozco á V. sino para servirle, contestó el preguntado.-
Yo tampoco le conozco á V. lo que quiero decir cuando V. no me
conoee ni yo le conozco, que es V. un hombre de bien.


Con sus manejos y con la alta proteccion del gobierno llegó á
enriquecerse Chico, y no solo á enriquecerse sino á ocupar una
alta posicion : era poseedor de escelentes casas en la córle ; gasta-




514
ba el t.ren de un grande; poseía una escelente galería de pint.uras
y se hombreaba en fin, con los prohombres de la situacíon. Y esto
era preciso. Chico era una de las principales ruedas de aquella
móquina cuya actividad desangraba y desmoralizaba á un tiempo
la nacion. En una palabra, Chico no era dependiente de aquellos
hombres: era su cómplice en el cl'Ímen, su sócio en las ganancias,
su igual en la insolencia.


Por lo dicho se comprlmde perfectamente que Chico me recia
por mas de un concepto el morir á la luz del sol, calzado, en gar-
rote vil.


Hubo un momento, mucho tiempo antes de la revolucion de
Julio, en los huenos é inolvidables tiempos elel señor don Juan
Draba Murillo, el de las economías, en que el pueblo de :Madrid
se hizo la ilnsion de que Chico iba ú pagar sus picardias.


Vino á desempeñar las funciones de Gobernador civil de la
córle, don Melchor Ordoñcz, que lo ha bia sido de otras provincias,
en cuyos mandos habia demostrado una rigidez á toda prueba;
al saber las picardías y los abusos de Chico, le melió en la cárcel.


Al ver á Chico en poder de tal autoridad todos dieron por cierto
un escarmiento; G hico era hombre perdido, enteramente pe rdido:
hombre hubo que crayendo prudente prevenirse con tiempo habia
alquilado un carruage para verle ahorcar. Pero i quiá! Cuando
menos lo pensaba el público, se encontró con que la causa fulmina-
da contra Chico se habia sobreseido y con que el impudente poli-
zúnle se le reia en las barbas.


Chico habia sido puesto en libertad mediando los altos oficios
de una altísima persona.


¿ Cuál. podia ser aquella influencia?
S. M. la reina madre, duquesa Riánsares J doña MiAría Cristina


de Borbon, que Dios guarde.


XIII.


El dia 23 de Julio de 185 í· , entre once y doce de la mañana,
atravesó las calles de Madrid, desde la Plazuela de los Mostenses
hasta la de la Cebada, un singularísimo tropel de gente.




515
AfIlIel tropel, que constaha á lo menos ue 10,000 personas, se


componía de hombres, l1lugeres, niños y viejos de todas clases y
condiciones.


Muchos de ellos lleyahan armas: quien un fusil, quien un chu-
zo, qtúen una escopeta, quien un trabuco, quien un saLle mohoso.


Vamos á intentar la descripcion de aquel tumulto rugiente y
gritador: de aquel her'videro, de aquella tromba que pasaba,
como impulsada por la tempestad, por las calles de Madrid.


Formaban la vanguardia una multitud de pillos desarrapados,
uescalzos, desgreñados, de fisonomías cínicas y teñidas por la intem-
perie: luego, entre un tropel de hombres armados, venían dos gi-
net.es en dos jamelgos no tocando, trompeteando, como podian
con dos viejos clarines; detrás venia un hombre que llevaba col-
gado de un palo alto á manera de estandarte un retrato pintado al
óleo; de tiempo en tiempo los dos trompeteros se detenian, deja-
ban llegar el retrato y le daban de cuchillas con sus sables, empi-
nándose sobre los estrihos: detrás venia otro, que traia colgado.
do la eslremidad de otro palo el cadáver de un pollo desplumado:
no hemos podido darnos razon de por qué los pollos se veian sim-
b:)lizados de una ma nera tan lastimosa y terrible en aquella tre-
menda procesion: sin duda quiso representase la muerte, y se
apeló á un pollo degollado á falla de una calavera. Inmediatamente
uespnos (y aquí entraba 10 terrible) venía un hombre á pie, pálido
consternado, empujado por los hombres armadós que le rodeaban
y con lodo la apariencia de un miserable que carnina al suplicio:
aquel hombre era polizon y se llamaba Mendal, conocido por
el Cano, portero de la casa de Chico: seguia una muger llevan-
do on la mano un plato y una taza al pal'úcol' con chocolate,
que revolvia con un palo: esta muger marchaba junto á cuatro
hombres que llevaban en un colchon sobre una escalera á otro
hombre como de sesenta ailos y al parecer enfermo, en mangas
de camisa, con un gorro griego, y un abanico en la mano con el
que se hacia tranquilamente aire: este hombre iba sereno, como
si fuese el objeto de una ovacion popular, mirando á todas partes,
y silencioso con el silencio del desden.


Sin embargo, aquel hombre se llamaba don Francisco Chico,




316
hahia sido arrancDdo po\' furiosas turbas de su Cél3a, estando en
nI lecho , cuando se preparaba á tomar chocolate; aquel hombre
iha rodeado de bayonetas; á su alrededor no se oia mas que un
ronco grito; un grito horrible, incesante, rabioso, qne esclamaha:
¡muera! cuando alguna vez estos gritos cesahan por un momento
se oía una voz desolada, inrnensa, que gritaba con el acento de
la desesperacion: i No le mateis, nacionales! Aquella muger qué
llamaba nacionales á los hombres que se llevaban á Chico á la
muerLe, era su esposa.


y á lo~ lados y detrá~ de estas mugeres desgreñadas y desto-
cadas, gritando como harpías y amenazando con los puños á Chico
una multitud inmensa, un torrente, en fin, cuyas oleadas repre-
sentaban pasiones ~lTitadas, sed de sangre y de esLerminio: debe-
mos advertir tambien que las nueve décimas partes de aquella
multitud se componia de curiosos, que gritaban muera y mas Tllue-
ra, de miedo, como pOi' salvo conducto para poder asistir á la
. .


eJecuclOn.
Aquella multitud lIl~llanclo calles y plazas avanzaba á paso de


carga: precedía]a su estruendo, como acontece con las avenidas: á
aquel estruendo se abrian los balcones, los vecinos aSllstados aso-
maban la cabeza, y los defensores de las barricadas se ponian so-
bre las armas. Esto importaba poco; los delanteros decian á los
de la barricada:


-Traemos á Chico para fusilarle en la Plazuela de la Cebada.
y al nombre odiado de Chir.o las barricadas cedian; nadie se


atrevia á comprometerse por tan mala causa.
Chico llegó al fin : le internaron en la calle de Toledo .... pri-


mero fusilaron al portero: despues se oyeron multitud de tiros;
una especie de fuego graneado que duró algunos segundu.:;.


Chico habia dejado de existir.
La Junta del Sur á cuya presenci~ se cometió el atentado, no


pudo impedirlo; se encontró impotente; haber pretendido conte-
ner aquel desbordamiento, hubiera sido lo mismo que suicidarse
inútilmente: cuando la Junta Superior lo su po, se a presuró á po-
ner en práctica los medios que esta]Jan á su alcance para evitar
qu~ aquellos sucesos se repitiesen: el general San Miguel montó




A Sh Caloma,edllor


.El Genera: ], E varlsto San Jh gue- ,recorrienQo 1as b arric aGas






5·17
á caballo, y se trasladó á la plazuela de la Cebada, cuando aun
estaban calienles los res los destrozados de Chico y del portero: los
dos mil hombres que formaban la fuerza del dist.rito rodearon al
general y escucharon con entusiasmo su voz conmovida: ellos
protestaron que ninguna parte tenían en aquel hecho y que no
habian podido impedirlo y dijeron la verdad: el general se retiró,
con la esperanza de que tales actos no se repetirian y poco des-
pues apareció en las esquinas de la capital el enérgico bando si-
guiente:


DON EVARISTO SAN MIGUEL, TENIENTE GENERAl., SENADOR DEL
REINO, l\IlNISTRO INTERINO DE LA GUERRA, y CAPITAN GENERAL DE


CASTILLA LA N UEV A, ETC., ETC.
lIa(Jo saber:


Que habiéndose esparcido voces de que se intentan comeler
violencias y atropellos de personas inermes, he tenido á bien de-
cretar lo siguiente:


« 1. o Todo ciudadano armado se concretará estrictamente á
atender sus respec.tivas barricadas, sin que por ningun protesto se
separe sin que llamen asuntos del servicio.


»2,0 De todos los puestos populares armados de la capital sal-
drán partidas que se cruzarán en el terreno de los suyos respecli-
vos, prontas ú castigar y refrenar en el acto, si es posible á lodo
individuo que se propase al menor esceso contra las propiedades ó
las personas.


»3,- Todo aprendido culpable de los escesos dichos será pues-
lo en la cárcel pública y castigado rigorosamente con arreglo á
las leyes,


».i-, o Ciudadanos armados y no armados: Acabais de verme en
medio de vosotros; acabais de jurarme en nomhre de la patria
que no permitireis se empañen los dias de gloria que habeis ad-
quirido en estos di~lS eon crímenes que degradan á la humanidad
y ofenden la justicia: el verdadero amante de la liberlad no es
hajo, ni cobarde, ni asesino; jamús lllancha sus manos en sangre
que solo tienc dc;'ccho á derramar la espada de la justicia. Os re-




518
cuerdo por escrito tan solemne juramento, asi como no olvidareis
las penas, los afanes y los sacrificios que por consignaros un alto
puesto en el cuadro de los hombres libres, está pronto á hacer á
cada instante vuestro amigo, vuestro compañero y si me es lícito
decirlo, vuestro padre.


»Madrid 23 de julio de 18ñL-Evaristo San Miguel.»
Este bando fué el único responso de Chico.
Si no hubiera representado la opinion pública; si á la noticia


del fusilamiento no se hubiera conmovido profundamente Madrid,
que miró con una repugnancia estremada aquella transgresion de
las leyes; si las mismas barricadas no hubiesen adoptado una ap-
titud imponente; si no se hubiera activado el armamento de la
milicia nacional; si eD. fin, no se hubiera impuesto miedo á los afi-
cionados á las escenas de sangre, contrabalanceando su poder, las
ejecuciones hubieran seguido á pesar del bando de San Miguel.


Ya en los días anteriores cuandu fueron fusilados Pozo y el
Cano, siempre activo, siempre dispuesto á correr donde le 11a ma-
ban sus deberes, el anciano general, habia corrido al lugar de ]a
ejecucion, y habia obtenido un juramento semejante: sin embar-
go este juramento no impidió el que Chico y Porlero fuesen fn-
silados.


La opinion pública, mas poderosa que San Miguel fué la úni-
ca que logró cesasen aquellos escesos.


XLV.


Sin embargo se notaba una agitacion sorda: los negocios pú-
blicos se iban embrollando: los ele,mentos bastardos que se habian
mezclado á la revolucion empezaban á delinearse: La Union Lihe-
ral se rompia: solo quedaba el nombre: las barricadas de un dís-·
trito miraban con ceño á las de otro: en el cuartel del Sur se no-
taba una actividad imponente: se hadan prisiones, se trabajaba,
se conspiraba: habia barricadas esencialmente demócratas, mu-
chas monárquicéls-constitucionales, y en algunas de ellas se veian
hacienllo centinela hombres conocidos como moderados rabiosos,
y 10 que es mas estraño, algunos polacos.




519
La prensa se habia deshordado, y no era ya la libertad de


imprenta sino la licencia la que inspiraba las líneas de las hojas YO-
lantes, y el aiubion de periódicos que voceaban por todas parles
los ciegos difundiendo la alarma: las barricadas empezahan ya por
su duracion á alarmar al vecir.dario : las clases obreras empezaban
á sentir la miseria consiguiente á tantos dias de parada; siendo
imposible que los carros de la limpieza circulasen por las calles,
interceptadas por las barricadas, temíase que la falta de policía, el
calor, la aglomeracion de gente en determinados puntos produjese
un contagio ó la aparicion del cólera, del cual ya se habian dado
en Madrid algunos casos, aunque aislados. La situacion no podia
ser mas tirante, y la Junta Superior de Sal vacíon creyó oportuno
publicar la alocucion siguiente:
«MAnRILE~os: El desasosiego de los ánimos, la desconfianza tan


natural en este estado de agitacion, tocan ya á su término. El ge-
nel'al don José Allende Salazar, enviado del duque de la Victoria,
ha vuelto anocho á Zaragoza altamente satisfecho de la entrevista
que tuvo con S. M.


»)l\Iuy pronto vereís en el seno de de la capital al ilustre cau-
dillo á que van á entregarse las riendas del Estado. Muy pronto
vereis inaugurado un sistema de Gobierno, que á los mas amantes
de la libertad deje completamente satisfechos.


»Faltan palabras á la Junta para manifestar debidamente el
gozo que en sus corazones rebosa al contemplar el espectáculo que
esta capital ofrece; imágen ayer de un mar agitado por la mas
terrible tempestad, hoy con tantos síntomas de tornarse en manso
y apacible.


»Ciudadanos armados, fuisteis bravos y arrojados; corristeis
al peligro cuando visteis vuestra libertad amenazada; peleaisteis
como buenos; vencisteis como soldados intrépidos á quiencs la
muerte no arredra: y por premio de tanta fatiga y heroísmo, ve-
reís llegado el dia de asegurar vuestros derechos de un modo fir-
me y establr,; qnc no cié lugar á falsas interpretaciones.


»Madrileños todos: gracias por vuestro comportamiento en es-
tos dias azarosos. La Junta enorgullecida por el puesto de honor y
de peligro que en ol1os ha ocupado, os las tributa desde lo íntimo




5~O
de sus corazones. i Vi va la patria, ]a nacion, la libertad! i Vi va
Isabel II Reina constitucional de las Españas 1 i Viva el ilustre dn-
que de la Victoria, que á los insignes servicios prestados á su país
en todos tiempos, vá á añadir el de restablecer en el pueblo espa-
ñol la tranquilidad y la confianza.


»Madrid 25 de julio de 1851..»


xv


Creyó á su vez la córte que ya era tiem po de que el trono di-
rigiese su voz al pueblo, no podia esperarse mas: nosotros cree-
mos que se esperó demasiado, y que con tanta espera se provoca-
ron grandes conflictos, de los cuales pudo sacarnos solamente la
mano de la Providlmcia.


y no solo se tardó sino que cuando se habló, se habló ma 1 : y
decimos mal, porque un trono no debe suplicar ni mostrar debili-
dad ni miedo: nosotros queremos dignidad en el trono y creemos
que quien redactó el manifiesto de la Reina no comprendió bajo
su verdadero punto de vista la cuestion de dignidad.


Nosotros hubiéramos querido un manifiesto mas firme, mas
valiente, mas esplícito que el que copiamog á continuacion:


ESPAÑOLES:


« Una série de deplorables equivocaciones ha podido separar-
me de vosotros, introduciendo entre el pueblo y el trono absurdas
desconfianzas. Han calumniado mi corazon al suponerle sentimien-
tos contrarios al bienestar y á la libertad de los que son mis hijos:
pero así como la verdad ha llegado ú Jos oidos de vuestra Reina:
espero que el amor y la confianza renacerán y se afirmarán en vues-
tros corazones.


» Los sacrificios del pueblo español para soslener sus libertades
y mis derechos me imponen el deher de no olvidar nunca los prin-
ci pios que he representado, los únicos que puedo representar; 103
principios de la libertad, sin la cual no hay naciones dignas de este
nombre.




521
» Una nueva era fundada en la union del pueblo con el monar-


ca hará desaparecer hasta la mas leve sombra de los tristes acon-
tecimientos que yo la primera deseo borrar de nuestros anales.


»Deploro en lo mas profundo de mi alma las desgracias ocurri-
das~ y procuraré hacerlas olvidar con incansable solicitud.


»Me entrego confiadamente y sin reserva á la lealtad nacional.
Los sentimientos de los valientes son siempre sublimes.


»Que nada turbe en lo sucesivo la armonía que deseo conser-
var con mi pueblo. Y o estoy dispuesta á hacer todo género de sa-
crificios para el bien general del pais; y deseo que este torne á
manifestar su voluntad por el órgano de sus legíLimos represen-
tantes', yacepto y ofrezco desde ahora todas las garantías que
afiancen sus derechos v los de mi trono.


"


» El decoro de este es vuestro decoro, españoles: mi dignidad
de Reina y de madre es la dignidad misma de la nacion que hizo
un d'ia mi nombre símbolo de la libertad. No temo, pues, confiarme á
'Vosotros: no tenw poner en vuestras manos mi persona y la ele mi
hija: no temo colocar mi suerte bajo la éjida de vuestra lealtad, por ...
que creo firmemente que os hago árbitros de vuestra proz)1'a honra
y de la salud de la patria.


»El nombramiento del esforzado duque de la Victoria para pre-
sidente del Consejo de Ministros, y mi completa adhesion á sus
ideas, dirigidas á la felicidad comun , serán la prenda mas segura
al cumplimiento de vuestras nobles aspiraeiones.


»Españoles: podeis hacer la ventura y la gloria de vuestra Rei-
na aceptando lo que ella os desea y os prepara en lo íntimo de su
maternal corazon. La acrisolada lealtad del que vá a dirigir mis
"consejos, el ardiente patriotismo que ha manifestado en tantas
ocasiones, pondrá sus sentimientos en consonaneia con los mios.


»)Dado en Palacio á 26 de julio de -1854.
Yo LA REINA.


El ministro de la Guerra, Evaristo San Miguel.»
Hemos copiado en letra basta rdilla algunas frases del anterior


manifiesto porque unas nos pal'ecen artificio~as, otras inútiles, otras
inoportunas.




522
Este manifiesto fué recibido con suma indiferencia: muchos


vieron en él un memorial al pueblo, otros una transacion, otros
una necesidad imperiosa á la que se cedia de mala gana.


La Reina antes de la revolucion y' durante ella tuvo la des-
gracia de no tener á su lado gentes que la aconsejasen lo que de-
bió haber hecho. Cuando fué preciso, indispensable, dirigir al
pais un manifiesto, no tuvo un homhre que al redactarlo supiese
hablar al eorazon del pueblo. Se iba de torpeza en torpeza. El
manifiesto es frio, artificioso, se a pela en él á la generosidad de
)a nacion y á los recuerdos de otros dias ; á veces incurre en la ha·
jeza, no tiene un solo rasgo notable, un solo arranque de corazon.


El pueblo leyó el manifiesto y dijo: Isabel 11 no puede ser ya
para España mas que una conveniencia.


XVI.


Inmediatamente despucs de este manifiesto espidió la Reina
algunos decretos en que restablecía en sus empleos y honores, de
que habian sido exonerados, á los generales O'Donne1, Serrano,
Dulce, Cóncha, Messina y Ros de Olano. Las barricadas y el pue-
blo aplaudieron este acto de justicia, y en lodos los puestos de de-
fensa se pusieron los retratos de algunos de estos generales junto
:11 de Espartero, y sohre ellos el de la Reina, como una atencion
precisa, como su muda muestra de la aceptacion del manifiesto.
~spidió tambien la Reina un decreto el que espresaba el deseo
de que se sepultasen en un 01 vido profundo las anteriores disiden-
cias políticas, y que respecto á las altas personas y empleados que
hubiesen cometido ah usos se dejase franca la accioD de la justicia.


Bueno y muy fácil de contentar el pueblo español, acogió con
alegría eslas manifestaciones del trono, y en prenda de su alianza
con él pasó un batallon de la rccien alistada Milicia Nacional á
relevar la guardia de Palacio.


ta Reina presenció desde los balcones aquel acto y la Milicia la
,tlctoreó.


A pesar de esto y de que el paso de los carruages mas nece-
sarios para el abasto y la limpieza de la poblacion, estaba intel'cep-




525
tado, las barricadas permanecieron armadas y junto á ellas el ejér-
cito del pueblo.


Sin embargo el alistamiento de la Milicia Nacional, en que es-
pontáneamente se contaban comprendidos desde los primeros
momentos mas de doce mil homhres, eran una garantía para el
órden público y ademas de eso sobre cada barricada se veia escrita
en un enrome cartel: PENA DE lHUERTE AL LADRON.


XVII.


Un secreto instinto decia al pueblo que Espartero no podia tar-
dar; empezaba á renacer la confianza, y desde el mismo dia .26
en que ~e publicó el manifiesto de la Reina, empezaron á ador-
narse las barricadas á costa del pohre arbolado de la Córte.


Era de ver el espectáculo que Madrid presentaba desde el os-
curecer de cada noche: todos los balcones, aun en los barrios mas
apartados se iluminaban, una multitud inmensa recorría las calles
yendo de barricada en barricada; no habia ninguna de estas que
no estuviese magníficamente iluminada y adornada, variando en
iluminacion yen adorno segun que estaban situadas mas al centro
ó mas á los eslremos de la poblacion: notábase á primera vista
quien habia adornado cada una de aquellas barricadas: en el cen-
tro abundahan los pabellones de gasa y de seda; las guirnaldas de
florús las arañas de bronce y de cristal; era lo bello lo simétrico,
lo culto, por decirlo así; en aquellas barricadas se veia la mano de
las señor'itas; habia en ellas coquetería, como si dijéramos afan de
agradar; se habia ocultado cuanlo era posible la forma, ruda del
reducto de defensa, como si se hubiese pretendido velar con flores
la sangre: en los barrios bajos era otra cosa, allí habia tambien
pabellones, y tapicos; pero aquellos pabellones y aquellos tapices
estaban formados por magníficos pañuelos de crespon bordado de
gran precio; sobre estos pañuelos estaban prendidas riquísimas
gargantillas de perlas, sortijas, relicarios, alhajas; pero alhajas
todas antiguas, todas de valor, todas españolas; notábase en el
adorno semi-popular y semi-bravío de aquellas barricadas, la
mano de la manola de Madrid, que con su característico desprendi-






324
miento habia sacado hasta el fonuo del arca para poner, sobre los
baluartes del pueblo, sus mas preciosas galas: allí no se habia cui-
dado de desfigurar el parapeto; por el contrario sobre este y bajo
los pabellones y los arcos de verdura que se apoyaban en él, hasta
la bandera donde se leia: ¡vi va el pueblo soberano! se veian
agrupados trofeos de ~lrmas compuestos de trabucos, fusiles, sa 4
bIes y pistolas: delante de muchas de estas harricadas, las mas
inmediatas á los lugares en que ha habido arbolado, se veia un
jardin improvisado; pero los pobres úrboles estaban marchitos, á
pesar de estender sus ramas sobre los entusiastas defensores de
los derechos del pueblo. Delante de las principaies barricadas del
centro, bandas de música militar tocaban incesantemente himnos
patrióticos, y aires nacionales: Ú medida que se llegaba á los es-
tremos cambiaba el carácter de la fiesta: entre un cuadro de esca-
ños traidos de la iglesia, donde se sentaban las mugeres mas nota-
bles del barrio, vestidas de día grande, se bailaba de una manera
verdademente española al son de una guitarra, generalmente
bien rasgueada y punteada: campeaban allí el garbo la bizarría, y
ese no se qué de las manolas, que tantos puntos de contacto tienen
con el carácter y el aspecto de las andaluzas, de que son dignas
rivales: de tiempo en tiempo andaba el vino y los vizcochos á la
ledonda, y aquellas honradas y laboriosas gent8s que habian de-
jado los talleres y el tráfico, para tomar las armas y jugar su vida
en las calles por la libertad, se divertia despues sohre el mismo
campo de hatalla, celebrando su triunfo con esas fiestas que por
desgracia van cediendo ante el espíritu de estrangerismo que como
una fatal epidemia nos inficiona; con esas fiestas que tan en armo-
nía están con el carácter español.


En todas estas barricadas se veian lemas v versos: unos a1t.i-
"


vos: otros respirando patriotismo, otros en fin, sentenciosos.
En la de la calle de la Montera se leia :
« Esta barricada, aunque fea y desagt'adable, fué construida


en la mañana del '19, bajo el fuego de los soldados del Principal,
por cuya razon es la voluntad de sus defensores que sea la última
que 5e deshaga. »


En otra de la Carrera de SMl Gerónimo mirando tambien al




525
Principal, se veta la frase siguiente, puesta bajo el ret.rato de
Espart.ero:


( i Acuérdate de que el pueblo te ha traído!»
Por último, las músicas, las fiestas ~ los cantares, la concur-


rencia, duraban desde las ocho hasta las doce de la noche: des-
pues de esta hora, cada uno se retiraba á su casa, las calles que-
dabal1 despejadas, se oia el toque de silencio de las cornetas de
las barricadas, y luego de tiemp:J en tiempo el grito de alerta de
los centinelas del pueblo.




CAPITULO V.


El Círculo de la Union. - Su objeto. - Su desarrollo. - Su influencia en la opi-
nion.- Su carácter.- Ansiedad por la yenida de Espartero. - Espíritu de los
hombres de la revolucion acerca de O'Donnell.- Se actiya el alista:niento de
la Milicia de Madrid. -- Se anuncia la salida de la Reina para recorrer la ca-
pital.-Forma la Milicia.-La Reina no sale.-Causas de esto.-Alocucion
de la Junta Superior á los ciudadanos de las barricadas, invitándoles á que
se retiren á sus casas. - Permanecen sobre las armas. - Urgencia de que se
deshiciesen las barricadas. - Llegada de Espartero á Madrid. - Conclusion.


1.


Poco des pues do la inslalacion de la Junta de Salvacion, Arma-
mento y Defensa de la provincia de Madrid, se habia reunido una
sociedad patriótica, bajo el nombre de «Círculo de la Uníon. »


Este CÍrculo hahia nacido de unos pocos jóvenes entusiastas, y
muy pronto contó en su seno un número considerable de pa-
triotas.


El objeto de est.e club, de esta sociedad política de este meeting,
como dirian algunos á quienes placen las frases estranjeras, era
auxiliar á la Junta Superior, dirigió l~revolucion, impulsarla si era
preciso, y velar porque no se estraviase.


El pensamiento fué indudablemente bueno; habíalo inspirado
el celo por la patria y por la libertad: habia tomado por bandera
la union de todos los partidos, pero como no hay pensamiento
bueno que no se convierta en malo y perjudicial al ser aplicado á
la práctica por esos hombres que solo Fiensan en su ambicion, y




527
en su provecho, y como la democrática y lata admision que ha-
bian dado los fund~dores del Círculo á aquella sociedad, hubiese
;;tpartado á ella muchos de esos esplotadores de circunstancias,
aconteció que muy pronto el Círculo de la Union dejó de ser lo que
siempre debiera haber sido, convirtiéndose en el teatro del char-
Jatanismo mas repugnante y ridículo.


Así todo el que tenia algunos pulmones y alguna audacia, se
lanzaba á la palestra buscando una popularidad que le hiciera
hombre preciso para cuando llegasen los nombramientos de em-
pleados y las elecciones de diputados: allí se improvisaban siste-
mas de gobierno, se confeccionaban leyes, se pronunciaban dis-
cursos tribunicios, se enronquecian los de órgano mas robusto, se
aplaudia por una turba de ignorantes al que con mas audacia y
mas fuerza hablaba y si hubiera resucitado y aportado á una de
aquellas ruidosas sesiones un individuo del club de los francisca-
nos, durante la revolucion francesa del 93, hubiera creido por un
momento que se encontraba en medio de atletas de la libertad,
exaltados, furiosos ~ capaces de llegar al último límite á que pue-
den llevarse las revoluciones; pero hubiera instantáneamente co-
nocido su error y que aquello no era mas que un débil remedo,
al notar que los discursos y las peroraciones no tenian mas fuerza
que la de la voz y la del gesto: que faltaban allí, en el aspecto,
las caramañolas, los gorros frigios, las picas, los semblantes fa tí -
dicos, los ojos chispeantes; en el fondo el pensamiento regenera-
dol' y purificador, la conciencia de la fuerza I la altivez de la 50-
berailía, lo dramático y terrible de los discursos, el ánsia de san-
gre impura, la fé en la libertad, la decision de afirmarla ó de mo-
rir y sobre todo el desinterés cívico. Hubiera visto que el Círculo


, de la U nion era una especie de cucaña en cu yo estremo habia un
empleo, un privilegio, un abuso, Ulla diputacion á Córtese Hubie-
ra visto sobre un fondo oscuro, una mano negra que escribia so-
hre todo aquello con caractéres rojos la palabra: « HAMBRE:» hu-
biera sentido hastío y vergüenza y huyendo del ridículo se hubiera
chapuzado de nuevo en su tumba.


En vano los que habian inaugurado aquel eírculo , pretendie-
ron empleando todas sus fuerzas circunscribirle á un punto con-




528
veniente: los fundadores habían sido rodeados, sujetados, como si
dijéramos: borrados por ~n aluvion: el verdadero pueblo con quien
el Círculo al ensancharse, al salir de su verdadero eje, se habia
puesto en pugna, miraba con sobreojo aquella sociedad política:
los que veian mas claro las verdaderas tendencias, las necesida-
des del pueblo -español, contemplaban aquella asociacion con
cuidado v aun con temor.


" y este cuidado y este temor eran fundadísimos: las ondulacio-
nes del Círculo habian llegado á las barricadas, y. habian influido·
en ellas de tal modo, que en vez de corresponder á su pensamien-
to de union , se habia convertidG en elemento de desunion: divi-
dióse la fuerza armada hasta el punto de que podian contarse re-
presentados entre ella los partidos, desde el demócrata puro, has-
ta el absolutista ultramontano: allí estaban todos: nunca hemos
visto tan perfecto retrato en miniatura de la nacion: aquí un dis-
cípulo de Prudhom , se veía con el fusil embrazado y el gesto á la
espartana, dando el servicio de centinela; allá ceñida una espada
sobre un gaban raido , y como comandante de un puesto, se veia
un antiguo oficial de D. Cárlos, procedente del Convenio d~ Ver-
gara : los altos empleados, los banqueros, los monopolistas de to-
do género, habian tenido muy buen cuidado, para cubrir las apa-
riencias, para hacerse héroes del dia despues, de armar una bar-
ricada á la puerta de su casa y poner en ella á sus criados, á sus
dependientes y á todos los desdichados y vagos que habian acudi-
00 como un aluvion á alistarse para recibir cinco reales, 1 pobres
gentes algunos, que esperaban con impaciencia la hora de que se
repartiese aquel prest de campaña, para ir con él á llevar pan á
sus familias!


El eh'culo oe la U nion , con su carácter disolvente, era para
todos estos distintos intereses, lo que la llaga por donde fluyen
del cuerpo humano Jos malos humores; por allí se' exhalaban to-
dos los viciosos elementos que atacan la vitalidad de nuestro cuer-
po social; allí estahan representados lodos los intereses que se agi-
tan y luchan entre nosotros; todo allí, menos el pueblo, porque
nada de lo que aHí se hablaba, nada de lo que allí se proyectaba
era aplicable al pueblo español: si en el Círculo de la Union hubie-




5~9
ra brotado un solo hombre conocedor de las necesidades y de la
índole del pueblo español, ¡oh bien vertida la sangre de Julio, por
ella hubiera producido un hombre que hubiera producido la revo-
lucion, y la hubiera llevado á cabo!


Pero en el Círculo de la Union se cometia el absurdo de querer
hac8r una cosa nueva con elementos viejos: allí no habia mas que
partidos, y partidos cuyos sistemas no sirven ya de viejos y gasta-
dos. Todos los partidos para poder tener voz y voto, so disfrazaban
con una misma careta: esta careta eran las palabras moralidad,
regeneracion, libertad: todos bajo estas santas y magníficas pala-
bras trabajaban por sí mismos: fallaba allí la abnegacion , el en-
tusiasmo desinteresado y ardiente, cuyo único móvil es la des-
ventura de la patria, su único fin su prosperidad y su grandeza:
Ja patria, esto es, el pueblo habia combatido, habia vertido su san-
gre, habia triunfado: al eco del cántico de triunfo, se habian le-
vantado sobre la sangre de la patria las ambiciones de los que se
habian escondido temblando de miedo durante el combate.


¿Dónde estuvieron durante las jornadas de Julio la mayoría de
los que tenian un fusil en las barricadas? ¿ Dónde los que perora-
ban con tanto ardor? Los que se habian batido eran pocos y la
mayor parte de ellos estaban en la tumba y en los hospitales de
sangre: los que habian sobrevivido, los que habian salido del com-
hate ilesos, eran muy pocos; sin embargo eran muchos, muchísi-
mos, los que se vejan armados y que alegaban eminentes servicios:
esto consiste en que todas las revoluciones tienen zánganos; en
que para esplotar su triunfo, siempre hay una multitud de hom-
bres á quienes nosotros lIamam~s héroes elel dia despues.


Volviendo al Círculo ele la Union su existencia, sus acaloradas
discusiones eran una esperanza para todos los partidos: los demó-
cratas se veian representados allí: el partido liberal) vanzado, el
monárquico constitucional, pugnaba en aquellas discusiones, aun-
que con un tanto de miedo y desconfianza: los agentes de la pola-
quería, del moderantismo y del absolutismo, solian tambien dis-
frazarse bajo la forma de un jóven entusiasta comprado de ante-
mano, y procuraban dividir, lanzar la revolucion á un término
espantoso para gastarla, para arrojarse sobre ella cuando:estuviere




550
cansada y desacreditada, y esplotarla en su provecho: lo repeli-
mos el Círculo de la Union, era el circo en donde todos, blancos y
negros, montescos y capeleles, con una misma apariencia y un
mismo disfraz, pretendian sacar EU parte de ganancia.


Aquel Círculo duró muy poco tiempo, habia nacido enfermo y
su vida fué de muy corta duracion: el Círculo de la Union , cayó
herido de muerte por la opin¡on pública.


Sin embargo muchos de sus indi viduos han sacado de él buen
provecho: muchos de ellos ardientes apóstolos de la democracia,
disfrutan hoy un sueldo pagado por un gobierno monárquico-cons-
ti tuciona l.


¿Quién oetuvo la revolucion de Julio? ¿quién la ha hecho infruc-
tuosa? la desgracia del pueblo que ha vertido su sangre, y que no
ha consegllido que de ella salga un solo hombre.


¿A dónde iremos á parar'? No lo sabemos: pero no será esLra-
ño que vayamos á dar en otra revoluciono


H.


El cuidado público aumentaba de dia en día. Esperábase con
ánsia á Espartero, y Espartero no venia. ¿Qué detenia á Esparte-
ro en Zaragoza? El estado angustioso de la capital era notorio; to-
dos preguntaban; ¿ Cuándo viene Espartero?


La venida del Mesías no ha sido nunca tan anhelada por el
pueblo de Israel, como lo era por los madrileños la llegada de Es ..
partero.


Unos han dícho que le detuvieron allá deberes imperio~s, di
ficultades que era necesario dejar allanadas.


Otros que daba tiempo para ver si el puehlo de Madrid le li-
braba de ciertos estorbos.


Nosotros no sabemos otra cosa sino que tardó mucho~ dias, y
que en aquellos días estuvo á punto de com plícarse la revolucion,
y de que lo que habia empezado á nombre de la mOl'alidad y de
la lihertad, concluyese por una colision entre todos los partidos que
tenían las armas en la mano.


Al mismo tiempo que el deseo general radicaba en la venida




551
de Espartero, estaba la opinion di vidida respecto á O'Donnell. El
programa de Manzanares, programa que de tal modo le ha divor-
ciado del partido moderado, era un documento que no habia dado
luz, puesto que ú pesar de él los generales insurreccionados se
habian visto obligados por la indiferencia de las poblaciones á
buscar la salida de salvacion por la frontera de Portugal; ni la opi-
nion general de los liberales de la córle se fiaba de él: O'"Donnell
tenia sobre sí el pecado original de haber pertenecido en cuerpo y
en alma al partido moderado, tan enemigo siempre de la Milicia
Nacional, de la libertad de imprenta, de la independencia de los
electores y de la preponderancia del pU0blo: acordábanse todos
de que en 184·1 habia sido uno de los moderados mas com-
prometidos en la insurreccion que concluyó con el fusilamiento
del general Leon y de otros muchos comprometidos en la inten-
tona del 7 de octubre: se sabia que en aquel tiempo habia
firmado proclamas en que acometia de una manera encarniza-
da y altamente ofensiva á Espartero, negánd(91e hasta la bue-
na fé: acordábanse ademas de la mala jugada que el partido mo-
derado habia hecho en 181·3 al progresista, y los mas confiados
esclamaban al recordar tales anlecedentes: Eres turco y no te
creo.


El pueblo de Madrid se habia interesado por O' Donnell, y por
los demas generales insurreccionados contra el ominoso dominio
de h cuadrilla polaca el 28 de junio: se habia esperado con una
ansiedad mortal el resultado de la jornada de Vicál varo, y sin em-
bargo, Madrid que habia quedado sin u~soldado durante aque-
lla accion, no se insurreccionó, porque no veia en la palestra
mas que moderados, porque sabia qne ayudando tí O'Don-
lleU solo obtendría un cambio de pprsonas en el gobierno, pero
quedando siempre lwjo la férula de los moderados y i allá, allá
ellos! dijo el pueblo. Sin emhargo, el pueblo deseaba que O'Don-
nelllriunfase, porque siempre elegiremos de lo malo lo menos
malo. Dió ya desesperado O¡Donnell en Manzanares su famoso
programa. ¿Y por qué no se pronunció entonces el pueblo de Ma-
drid? porque aquel pl'cgrama estaba firmado por un moderado y
no se se fiaba de aquel programa. El documen tó en cllestion, er~




552
escandaloso y latísimo para la intolerancia de los moderados, y pare
los liberales. era ambiguo, nada esplícito, oscuro. ¿Qué quería de-
cir una Milicia Nacional convenientemente organizada? ¿No podian
tenor los moderados una Milicia Nacional formada de ellos mismos,
una Milicia Nacional de conlribuyentes escogidos, corno habian
tenido CÓl'tes e1egidas esclusivamente por ellos y una carta que no
tenia su constitucion mas que el nOlll hre? El programa de Manza-
nares era para los moJerados mucho, para los liberales poco. Por
eso no dió luz el programa de Manzanares, como no la habia dado
la accion de Vicálvaro. El pueblo, lo repetimos, habia aceptado ~7
deseado el triunfo de la insurreccion moderada contra la faccion
polaca, mientras sin gefes , sin medios do insurreecion no podia
esperar otra cosa; pero se pronunció Valladolid, cayó der-
rumbada la faccion polaca, y el puehlo gritó ospontáneamente:
¡ esta es mi hora! y combatió y triunfó pero pOI' su cuenta, en
nombre de sus derechos y de su libertad.


" La situacion, por lo tanto, se embrolló, á ¿quién pertenecía el
triunfo, á los que habian levantado la bandera de insurreccion en
el Campo de Guardias ó á los que se habian batido en las calles de
Madrid? La contestacion era obvia: lo uno habia producido 10 otro:
los generales insurreccionados habian conmovido el cimiento; el
pueblo habia derribado el edificio.


Era, pues, justo que los que habian empezado tu vieEen parte en
el fruto de la revolucion que el pueblo habia concluido; pero al
pensar en este amalgamamiento de intereses, se encontró que es-
tos intereses eran inaligables, y entonces se inventó la famosa
frase U nion Liberal.


Pero esta union, que realizada seria un bien inmenso, es por
desgracia imposible: hien pronto se vió que O 'donnell y sus com-
pañeros no podian obtener la confianza del pueblo 'sino convir-
tiéndose. ¿Y consentirian en convertirse? Esta era la duda: este el
temor que inquietaba al pueblo de Madrid, esta la razon suprema
de que los patriotas no dejasen las armas. Era necesario impedir
á todo trance que se repitiese la tl'aicion de 1843.


" ..




555
111.


Gentes hubo que creyeron que O'Donnell antes que convertirse
probaria un recurso de fuerza: conocian todos los que así pensa-
ban que el formidable estado de defensa en que se habia consti-
tuido lVladrid ponia de su parte el triunfo en un combate en las
calles.


Pero surgia inmediatamente otro temor: Madrid podia ser
sitiado.


Gentes hubo que abastecieron sus casas para un sitio de quince
dia~.


Naturalmente la llegada de Espartero, la organizacion del ga-
binete y la convocatoria de Córtes Constituyentes, eran deseadas
como la solucion inmediata ue tantas dificultades.


En tal estado estaban los ánimos el mismo dia en que dió la
Reina su manifiesto á los españoles.


IV.


El dia 27 por la mañana apareció en las esquinas de los sit.ios
mas públicos de Madrid el siguiente anuncio:


J unta Su perior de Salvacion, Armamento y Defensa de la pro-
vincia de Madrid.-«S. M. la Reina saldrá esta tarde á las seis
para visilar á su leal pueblo de Madrid. La Junta de Salvacion,
Armamento y Defensa, acompañará á la régia persona en toda la
carrera, que guarnecerán la Milicia Nacional y el ejército. La Reina
recorrerá así la plaza de la Armería, calle Mayor, Puerta del Sol,
calle de Alcalá, Prado, volviendo á Palacio por la Carrera de San
Gerónimo y calle Mayor. Este paseo de S. Ñl. despues del grave
connicto porque ha pasado el pueblo de Madrid, debe ser una
manifestacion de la alianza que felizmente reina entre el pueblo y
el trono constitucional.-)Iadrid 2i de julio de 1854.-Evaristo
San Miguel, presidente.-Angr.l Fernandez de los Rios, vocal se-
cretario.-Francisco Salmeron y Alonso, vocal secretario.


A consecuencia de esto el alistamiento de la Milicia Nacional
que habia empezado algunos dias anles siguió con grande act.i-




554
vidad aquella mañana. Multitud de ciudadanos acudian á las casas
de lús sargentos primeros á tomar el armamento á medida que se
alistaban, se citaba á las cuairo de la tarde en los punt.os de reu-
nion. A las cineo los batallones, los escuadrones y las baterías,
marchaban armados por medio del inmenso concurso que llenaba
las calles, á los puntos que dehian cubrir. Todos los miraban con
entusiasmo; la confianza pública renacia mas y mas á la vista de
las bayonetas de aquella salvadora institucion; la mayor parte de
los ciudadanos de las barricadas formaban en las filas de la Mili'cia,
que sin tambores, sin música, sin banderas, sin uniformes, pre-
sentaba un carácter verdaderamente popular.


Creíase por muchos que lastimado el pueblo por tantos desen-
gaños, presentes aun en su memoria los funestos acontecimientos
del 43, Y la inaudita traicion con que fué desarmada la Milicia,
habria pocos que se alistasen de nuevo; sin embargo Madrid vió
desfilar aquella tarde ocho batallones, dos escuadrones y cuatro
haterías, todos con un número considerable de plazas sobre el nú-
mero de reglamento: vió las chaquetas y las blusas del pueblo,
mezcladas á los fracs negros, y á los guantes amarillos de la clase
media, y contaron en las filas 111a5 de un representante de la Lan-
ca, del alto comercio y de la alta nobleza: todos fraternizaban,
todos eran iguales: aquello era magnífico.


Llovia copiosamente, y sin embargo la multitud compacta que
habia acudido ú ver la Milicia no se dispersaba; ni los milicianos
parecían contrariados por aquel aguacero: se estaba en uno de
esos momentos de entusiasmo, en que nada mas que el entusias-
mo se siente; en que son indiferentes el frio ó el calor: España
acababa de levantarse de su postracíon y el genio de la libertad
flotaba sohre las filas de Milicia Nacional: el órcIen público y los
derechos de los ciudadanos estaban al fin fuertemente garantidos.


Se esperaba con impaciencia 'á la Reina: pero dieron las seis,
las siete y la Reina no apareció; díjose enLonces que se habia de-
terminado que la Reina no se presentase hasta la llegada de Espar-
tero; pero otros mas suspicaces dijeron que no se habia atrevido
'á dejar el Palacio por temor de que el pueblo intentase apoderar-
se durante su ausencia de la Heina Madre.




555
El que no se presentase la Reina causó algun disgusto: poco


despues de las siete la Milicia Nacional recibió la ól'den de ir á la
Plaza Mayor donde estaba la Junta, y una vez allí y formados en
masa los batallones, escuadrones y baterías, desfilaron por de ..
lante de la J unla, retirándose despues á sus casas: aquella misma
tarde se fijó en los parajes de costumbre la alocucion siguiente:


Habitantes de Mlldrid y Milicianos Nacionales: « Han pasado
los dias de luto y de peligro, )7 ha sucedido la calma y el reposo.
Vuestra sensatez y conducta han demostrado á los enemigos de la
libertad cuán dignos sois de gozar los derechos de que pOI' tanto
tiempo se os ha privado. Si la iluslracion y el amor á la patria son
prendas seguras de la estabilidad y firmeza de las instituciones lio.
berales, nadie puede reclamarlas con IDas razon que vosotros.


Los que crean que no las mereceis , recuerden este dia glorio ...
so, en que, entregados á las mas alhagüeñas esperanzas, habeis
visto desfilar vuestra milicia,. ball1u,rte inespugnable del órden y de
la libertad. ¡ Qué tiemblen á su vista los que abriguen la mas re-
mota esperanza de reaccion! ¡ Qué no piensen siquiera en ]a po-
sibilidad de conseguir sus tenebrosos planes 1 lIabeis logrado con
vuestros sacrificios y vuestra sangre que la ley fundamental, en
que han de consignarse los derechos de los españoles, se enco-
miende á unas CÓl'tes que, teniendo en cuenta los defectos y ma-
los resultados de las anteriores instituciones, hagan desaparecer
los medios de que se valía el poder para tiranizaros. Que las le-
~'es orgánicas- aseguren la libre espresion de vuestros sufragios' en
las eleccionos. Quo las administrativas dejen vida propia á las pro-
vincias y á las municipalidades, desi'\pareciendo esa centralizacion
monstruosa que las ha reducido á la nulidad, Que el gobierno sea
responsable en sus actos: que desaparezcan de entre vosotros los
homb¡'cs inmorales que traficaban con vuest.ra fortuna y con vues-
tra honra.


Teneis una Milicia Nacional que defenderá vuestros hogares y
sostendrá "\'uestros derechos; y obtendreis ademas las leyes nece-
sarias para la libre emision del pensamiento y para la seguridad
personal. Estos son los principios de vuestra Junta, que marchan-
do únicamente por el camino del progreso indefinido, ni desea ni




556
quiere otra cosa que dar la posible amplitud á vuestras libertades.


Milicianos Nacionales: la actitud imponente con que se han
presentado vuestros batallones y baterías, y la que han conserva-
do los' ciudadanos de las barricadas, son las mas segura garantía
de que no podrá turbarse la tranquilidad pública.


La Junta os dá las gracias en nombre del pueblo de :Madrid por
el celo que habeis demostrado en acudir á las filas y sostener
vuestros puestos.


Madrid 26 de julio de i 854. -Evaristo San Miguel, presiden-
te.-EI Marqués de Fuentes d~ Duero.-Gregorio Lopez Molline-
do.-Juan de Ranero.-Domingo ViIlasante.-Manuel Becerra.-
Joaquin Aguirre-Baltasar Mata.-Juan A. Rascon.-El Marqués
de Tabuél'niga .-El general Valdés. -Juan Boada y Quijano.-
Antonio Martinez.-Joaquin Fran@isco Pacheco.-Diego CoeHo.-
Matias Angulo.-José Luna .-EI general Crespo.-EI marqués de
Perales.-EI general Iriarte.-Vicente Rodriguez.-Cayetano Car-
dero.-Alfonso Escalal1te.-Manuel Girnenez de Saavellra.-Fran-
cisco SalIlleron y Alonso, vocal secretario.-Angel Fernandez de
los Ríos, vocal secretario.


V.


Despues del triunfo del pueblo y de las barl'icadas la apari-
cion de la Milicia Nacional habia puesto el sello á la revoluciono
Solo faltaba para que esta se consumase la llegada del general Es-
partero y la formacíon definitiva del gabinete, que debia llevar á
cabo y consolidar las aspiraciones de la revoluciono


Esto era urgentísimo: la situacion era demasiado tirante: esta-
ba tan próximo aun el tiempo pasado en que los españoles se ha-
bían visto reducidos á la degradante condicion de ilotas, sin dere-
chos, sin garantías de ningun género, sin participacíon alguna
como ciudadanos en los negocios públicos, que era de temer que
el recelo de perder la libertad con tanta sangre y á costa de tantos
sacrificios adquirida exagerase la revoll.lcion estraviándola; las
barricadas que de tal manera habian sido acogidas y auxiliadas por
la opinion pública, empezaban á pesar sobre el eipíritu del vecin-




557
darío, no por sí mismas, sino porque representaban un estado de
guerra, que todos ansiaban que cesase para ser reemplazado, por
una situacion de órden; pero de órden fuerte lo bastante para ins-
pirar confianza ú todo el mundo y que siendo al par liberal y jus-
to, empezase:i afianzarlas libertades públicas, constituyendo so-
hre una fuertLsima base de mo~aliJau la constitucion definitiva de
esta pohre patria combatida desde hace medio siglo por tantas reo.
voluciones estériles, que solo han servillo paca hacer. la fortuna de
unos pocos y para crear santones sistemáticos y envejecidog en
sistemas absurdos, y para los cuales la palabra progreso no signi-
fica el adelanto gradual de la civizacion de los pueblos, sino la de-
nominacion de un partido.


U rgia, pues, repetimos, la organizacion definitiva de un go-
bienIO que se encargase de llevar á cabo las aspiraciones que la re-
volucion triunfante debia poner en sus manos para que las realizase;
por mas de un concepto era necesario que la revolucion delegase
su poder en sus elegidos: una prueba de esta necesidad eran los
manejos desembozados que se ponian en práctica por los enemi-
gos de la revolucion: las insidiosas sugestiones con que se preten-
día di vidir y embrollar la opinion pública; el desenfreno de la
prensa, que por el conducto de los ciegos, pululaba por las ca-
lles representadd por impresos suhversivos, muchos de los cuales,
encubriendo su traiJora intencion bajo las mas pomposas palabras
de libertad y de regenerarion, proceJian de los enemigos de la
libertad que anhelaban que la revolucion se deshonrase, se inuti-
lizase, Jiese Je través, vencida por sus propios desórdenes.


Pero la sensatez del puehlo de MaJrid impidió que estos des-
órdenes tuviesen lugar: ejercitáhase la mas esquisita vigilancia:
cada ciudadano era un cenlinela de la libertad, y mas de un poli-
zon, mas de un agente de la reaccion, habia sido preso en las mis-
mas barricadas y entregado á la accion de los tribunales.


Por otra parte los intereses generales del cumercio, de la in-
dustria, de la familia y de la salubridad pública, exigían que
aquellos baluartes de la libertad dcsapareclCsen; pero el pueblo
comprendió que no debia destruir sus moJios de defensa, ni rcti-


. rarse al descanso I11ientras la revolucion no tuviese un 1'opro:,:('n-
:2.2




55S
tante legítimo, y en vano fueron las exhortaciones y las alocuciones
de la Junta y las del brigadier AtmeHe .. , comandante general de las
barricadas para que estas se deshiciesen: estas no debian desa pa-
recer sino á la presencia de Espartero.


Al fin llegó el anhelado dia de que este general entrase en la
córte y recibiese la insigne honra de que una revolucion, tan no-
ble, tan valiente, tan justa, t(ln santa como la de Julio, entregase
su omnímodo poder, el poder del pueblo soberano, á su patriotismo
y á la rectitud de sus intenciones. -


El Duque de la Victoria y de Morella, el activo general, que
con tantas hazañas ha ilustrado su nomb~e; el pacificador de Es-
paña; el hijo predilecto de la fortuna; el ídolo de Madrid y de Za-
ragoza; el hombre que ha tenido y tiene en sus manos los envi-
diables medios de hacer su nombre ilustre entre los mas ilustres de
la historia, siendo el restaurador, el libertador de su patria. Don
Baldomero Espartero, entró en Madrid en la mañana del 28 de Ju-
lio en medio de un gentío inmenso que se agolpaba en derredor
ele su carruage, lleno de un júbilo indecible, de un frenético entu-
siasmo, porque todo lo esperaba de aquel hombre, que habia
gastado su juventud en los combates, y encanecido en la pros ~
cripcion; de aquel hombre en quien el partido liberal avanzado
reconoce su gefe y personifica sus aspiraciones; que está obligado
á salvar á su patria sopena de caer á tanta profundidad como la
altura á que se ha elevado.


¡ Qué triunfo tan magnífico 1 Si España engañada, vendida
por los moderados le vió caer de su posicion en Julio de 1843, esa
misma España le indemniza ba once años despues (en Julio de 1854-),
llamándole á constituirla, á salvarla en una palabra.


El general Espartero, lo repelimos, está obligado á mucho, y
cumplirá, no lo dudamos, con lo que debe á su patria como espa-
ñol, y asimismo como caballero.


El general Espartero, no debe olvidar, no puede olvidar nun-
ca el lema escrito en la barricada de la Carrera de San Gerónimo:


1 ACUÉRDATE DE QUE EL PUEBLO TE HA TRAIDO!


• •


• • •






Á Sh Coloma,edllor ~ S. '3 ALIl GMtl't\l 1: Sll hlL Ll',D l\1lC\1l8 ce.la le OT.a




559
En la tarde de aquel mismo día entró en Madrid el valiente


O'Donnell, el pueblo le victoreó tambien; el pueblo le vi6 en el
balcon de la casa de Matheu, enlazando sus brazos con los del
Duque de la Victoria; simbolizando la Un ion liberal.




¿ Pero qué se ha hecho de 'Ia Union liberal? Era un fantasma
de humo y le ha deshecho el viento.


y ha sido lástima por cierto, porque la desaparicion de los
partidos, la creacion de uno solo compuestolÍnicamente de todos
los hombres de honor, es el lÍnico remedio de los males de la
patria.


¿Será una utopia, un sueño del buen deseo, esta anhelada
Cusion?


La necesidad )a viene reconociendo desde hace muchos años;
los partidos que han querido aparecer menos exigentes la han in-
vocado.


¿ Por qué en tantos años no se ha realizado?
Porque en España hace muchos años que el pueblo está sir-


viendo de escala á la miserable ambicion de unos pocos, porque es
necesario que algunos centenares de familias crezcan y medren y
vivan en palacios á costa del sudor y de la sangre del pueblo.


Porque es necesario que el pueblo vea monopolizadas todas
sus revoluciones, y convertidas en sustancia y en su provecho
particular por los traidores.


¡ Pero ay del dia en que el pueblo desengañado, aleccionado
por la desgracia, reuna las cabezas de todos los traidores, de todos
los infames, de todos los ingratos, y las corte de un solo golpe
como si fuera una sola cabeza 1


¿ Acaso no tiene el pueblo la fuerza? ¿ Acaso su fuerza no l~
pone en el seno de su soberanía.


Esperemos.
Puede ser que vayamos adelante, muy adelanle ; pero yo os


juro que no volveremos atrás, y en lodo caso si la traicion nos
aherroja por un momento, habremos ganado mucho, porque los
cscesos de la reaccion habrán irritado á los mas pacientes, y ilega-
rá un dia en que todos los españoles piensen como un solo homhrc.




540
Cuando llegue ese dia, habrá lucido para nosotros el sol de la


libertad.
VI.


Hemos concluido nuestra tarea: solo nos habiamos comprome-
tido á reseñar los principales sucesos, los rasgos determinativos de
la revolucion de Julio.


Allí donde esa revolucion ha abdicado en poder de las manos
de un hombre, allí hemos concluido nosotros.


La revolucion á la voz de ese hombre, deshizo sus barricadas.
¿Se ha salvado ó se ha perdido la revolucion?
Esto no nos toca á nosotros decirlo en este lugar. Nuestra ta-


rea ha concluido.
Pero podemos, sí decir, que tenemos fé como en nosolros mis-


mos, en la valentía y en la independencia del pueblo español.
Si para conquistar la libertad no bastare la revolucion de Julio,


haremos otra, y otra y ciento: por cada uno de nosotros que muera
sirviendo á la pa tria, se levantarán cien jóvenes, tan valientes co-
mo nostros lo hayamos sido, y que tendrán á mas de los ejemplos
de heroísmo y amor á la patria que nosotros tenemos, los que nos-
otros les hayamos dado.


¡Fé en el destino de la humanidad, valor en el corazon, y se-
remos libres!


Sí, lo seremos: el pueblo es inmorlal é invulnerable, porque
el espíritu del puehlo es una idea y las ideas nunca mueren.


En el momento que escribimos esto han caido en nuestras ma-
nos dos hojas de un libro que no conocemos: ¿ sabeis lo que hemos
leido em una de esas hojas?


Escuchad:
« La historia del pueblo es la historia del género humano; el


estado del pueblo representa su verdadero estado, y es en todos
tiempos el i~arómetro verdadero del progreso.


)EI pueblo es un árbol que no muere nunca, que subsiste in-
definidam~nte: los individuos son las hojas, que se renuevan to-
dos los años; y que, alimentadas con su savia, contribuyen,
mientras viven, á conservarlo; y las virtucles eminentes y el genio




541
son las flores de que el árbol se adorna, y que manifiestan los fe-
cundos manantiales de virilidad que en sí encierra.


»Del estudio profundo de lo pasado resulta claramente que la
condicion general de la humanidad, es decir, del pueblo, ha ido
mejorándose sin cesar desde los primeros tiempos conocidos hasta
el presente, y que este mejoramiento progresivo se ha realizado
conforme á leyes inalterables que desde el principio tienen S'l raiz
en la inmutable naturaleza de las cosas y en la del hombre parti-
cularmente; de donde se deduce esta consoladora é infalible conse-
cuencia: que la condic¡on del pueblo seguirá mejorándose bajo la
influencia constante de las mismas leyes, de tal modo que cada
progreso proceda de un progreso anterior por medio de un movi-
miento natural, cuyas apariencias pueden variar, pero cuya di-
reccion no cambiará nunca.»




APENDICE.
La forma que hemos creído conveniente dar á la relacion de


los sucesos de los tres dias de Julio, nos ha impedido citar como
hubiéramos querido los nombres de los valientes defensores del
pueblo que mas se distinguieron.


Tropezamos tambien con otro inconveniente insuperable: la
falta de datos oficiales: no parece sino que las llazañas del pueblo
hayan de quedar sepultadas en el olvido en lo respectivo á sus in-
dividuos, y que ninguna autoridad civil se ocupe despues en re-
coger esos preciosos datos, que arrojarian llenos de gloria algu-
nos humildes nombres, al respeto de la posteridad reconocida.


Sábese solo que el número de muertos del pueblo estuvo en-
tre ochenta y ciento, y que llegaron á trescientos los heridos.


Afortunadamente tenemos los nombres de algunos de estos va-
lientes en un estado clasificado del hospital general.


En cuanto á los demáÉ'" tenemos el disgusto de confesar que
no podemos consignar en este apéndice los nombres de todos Jos
que tomaron una parte activa en la lucha: nosotros sin embargo
hemos abierto francamente nuestras páginas á todos los que se
han distinguido, y hemos hecho una invitacion general para que
de estos servicios se nos den datos.


Sin embargo, hemos obtenido muy pocos.
Por lo mismo nos vemos obligados á declarar que no creemos


que las personas cu~os nombres y servicios vamos á espresar á
continuacion, sean los únicos que se hayan distinguido; creemos
que en la gloriosa hícha , todos han sido iguales, que no ha habi-
do ni mejor ni peor; pero no podemos J porque es imposible, ci-
tar los nombres de todos, no conociéndolos.


Despues de esta franca manifestacion vamos á insertar con
preferencia el estado del hospital general, en la creencia de que
se leerán con a precio los nombres de estos mártires, de estos hé-
roes y de estas heroinas de la libertad.


Entre estos hay algunos heridos de la accion de Vicálvaro.




HOSPITAL GE~ER~L
tl9ala de San Bernardo.


HERIDOS EXISTENTES EN lJIellA SALA, CA:l1A QUE OCUPAN, PUNTO 6 PARAJB
EN QUE FUERO~ USRIDOS, y PRONÓSTICO DE Sl'S LEiIONES.


Ntimcro
de la cama. NO:\lnHES.


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Antonio Yillayilla .... .


Francisl;n Antonio García.
Frandseo Hllllri;.\uez Triles ..


Juan Bernardo tiru¡; ..
José Salo, ....
José HlJlll'i;;uCl. . .


Alonso [leI'L'z ... .
Pelll'll Lopez .... .


Manuel J:IUI'I'gUi. ..
Franl:i'ico C:lIltlH'a, ..


Jíl:ié .'lIaría Aldeguela.
Hamon Bullio ....


Jal'into ZOI'I'illa. . .
IIlanuel !loman. . .


Francisco Alvarez ..
Alld I'('S J)agul~s. .


LOl'I'nzo Valles. .
Juan Yalles, ...


F!':lnci.,,'o Castro.
Jo:;(~ Ile Cora. ..
J()S(~ nO!Ii¡{:1. •••


Al:lIla,io Panloja.
Juan lnoeente ..


AJtojo ltlliz .....
Candillo Casias. .
JIJS(~ Mal'linez ...


l\1:lllUrl M:II'linez ..
JO:ie IlPneejn.


José Gonzalcl.


CALLE.
:llayor ..•.•..•


Palma .••••.•.
IIIontera ....... .


Platería de Martinez.
IIlayor ....


Prt'ciatlos ..
Sall Allton.


C;lI'lllen .. .
Allnana .. .


IllliH'rial. ..
.\!011 ll'ra ...
AI'I~lIal ....•


Jaf"olllctrczo ..
Akal:l. ... .


Atorila ... .
Plali'rías.


Puerta dl'l Sol.
JaI'OIlll'trezo .. .


A!"I'lIa!. .... .
Salitr!' ..... .


PlaZ\H'la lit' lsalwlll.
Ide!l1 (\I~ San ~li¡;ul'!. .


IILI;;tlale!l:I.. . . . .•
J:l('omL'lrczo ...... .


Atocila. . ...... .
CaITI'I'a de San GerÓnimo ..


Plaza ~Ia \ o!' ..
Allleila. ' ..


S:lIIla Cl'llz.
Salitre., ..


SO:¡btlll, .•
II1a¡':'llalella ..


Sala de SmIta Bárbara.
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Juan Garda ..
Agustin El'habalTía.


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Diego Valrntin Perez.


Antonio Torija ...
Cipriano Pel'pz. .


Antonio IIlal'linCl.
Jo,{~ (~3rcía ....


Antonio ~Iartin. .
Antonio Sanl'hez ..•


Manuel de la Cnrtina.
Lau I'C'l.no Espcro .•.


Plazuela tic babel 11.
)I('l;;;I'Os .••...•.


Plall'l'ias. . .... .
]acoll1etrezo ..... .


I'llPrta del Sol. .. .
Campos de Yil':'¡!\':lrO,


Platl'rias. •.
:\Ia)ol' ....•..•.


PI;1/.a IIla\'or ..... .
Ced;ll',t'l'llS ..•.•.•


Prt'l'iados ......•
C.¡¡miJo de Guardias ..


Pronóstico.
Gravc.


Id.
Id.


Id.
!\Iuy gravc.
(;raH~.


Muy ¡ir3\'e.
(;1'3ve.


Ll'lc. (;rayc.
Id .


Id.
Id.


Id.
111.


Id.
!tI.


II!.
Id.


Leye.
t;l'a\e.


Id,
II\'


Id.
Id.


Leve.
(;rave.


Muy grave.
C!'ave.


Id.
Id.


Id.


Muy g¡·avc.
Id.


In.
(;1'3\'e.


I(!.
Id.


Id.
111.


Ir\.
II\. (se amputó).


Grave.
Id.


Númrro
dI' la cam~.


i:i
24


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27
28
29


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32
33


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40


41
42


43
6


3
10


12
13
1S


4
5


21


25
55


58


8


No~mRES.
Manuel Garcia ..••


}<'elieiano Chardí. ••
José Alfonso ....•


l\lanUPI Izlluierdo •.
José Hodriguez .•.
José Siprra. . ••.
José (;onzalez .•••


Antonio Alonso .••.
Guillermo Bazllucz ..•


Gel'tinimo Martin. ..
José María Hodrigucz.


Vicrnte Huertas .•..
Josó Mel1endez. • ..•


José Hibero ..• , . , .
José de Prado .••...


Yie('lIte llodenez. . ..•
duplicado. Matias Arnaiz.


CALLE.
Ccdacrros .•.. , .


Fomrnto. " ..•
Plazuela de Santo Domingo.


Cedaceros.. . • •
Mayor ....••••••
J~con1l'trezo ...•.••.•


Hileras. • ••.•.••••
Tudescos .•..••.•.•


Carrcra de San Gerr'll1imo.
Cedaceros ........•


Plaza de los ~linistcrios ..
COIH'cpcion GerÚnima ...


J'lcOnll'trezo .....••.
Plaza de Santa Cruz. •.


Ancha de San Bernardo ••
San Bartolomé. •


Atucha. . •.••
Sala de la A8unelon.


Manurl Gomez. • Atucha.
Joaquín García. • ••... , Prado ..


Andrl's Serrallo. • • . . Atocha.
Sebastian Ponee. • • . . Id ...•


llernal'do llruno. • . . . Id. . .••


J os{~ ftár!'Ía.
Luis Percz.,


S"la de Dh.¡Unguidos.
. •. Plaza Mayor ...


• " Platerías: ..•.••
Sala de San IIl1arlo.


lldefonso l\Iartincz •..••• " Puerta del Sol. ••••••••
DEP .. l.RT.l.HE~TO DE l'tIlIGERES.


Sala de llladrld.


Pronóstico.
GraY'e.


Id.
LrH'.


Graye.
Id.


Muy gra\'e.
GraH'.


Id.
Id.


Id.
Id.


JA'\'C.
Grave.


Lcve.
Grave.


Leye.
Grave.


Grave.
Muy gr:lVe.


Gra\'e.
Leve.


GraY'e.


Amp. de piCl'n~.
Grave.


Lcye.


Gabina de San José .•. , . .. Sordo............... tevc.
Vicenta Cabanes. • . . . . • .. San Gil. ..••.•• ,.... Grave.


Sala de SRI~ t;árloM.
Antonia García. •• • . . . . .. Rordadores........... Grave.


Sala de J)h.tlnguldaH.
:I\faría Fernandez, • • . . . . .. Cnrr('ra de San GrrÓnimo. Grave.


Drrunciol1rs OI'U rrillas ú consl'wcncia de las hpl'idas, dcspurs de habrrlos traido al
hospital, y algunos al pOI:O tie!l1Jlo de su r('cep('ioJl. - Plúcido Hodriguez. - Domingo


Canano. - Rrnito A vendaDo. - Juan Gonzall'z. - Antonio Orilmela. -llaldomero Escri-
bano. - José Hodl'igo. - Antonio Garcia. - Julian Martin.


])ebe advertirse que la sala de la Asuneion estaba llena de militares, los cuales han
sido traslarlados al hospital de su nombre en los dias 23 y 2-' en númrro de unos 20, se-


gun recordamos; y por último, que se han socorrido algunos llerirlos, sin poder lijar
el númrro por no haber permanecido cn este c¡;tablecimicnto, y tra~l:ldádoie á I!UI e:l1I:li.


Madrid 25 de julio.


~~
~
~




;)44
Uelacion de algunos de· los üH!iYÍlhws (¡ue tomaron una llUrte activa


en la revolucion (le Julio de !85t
Individuos qne t001l1ll'00 parte en la nla,h'lI:;ada del 18 de


Julio en el nlOldlulcnto I,opular de la plaza de~la COlIstl-
tucion y §ostuv»c."on el rue~o con los cazadores de Baza
y la Guurdia ch'iI.


Don Juan Josó Gérvoles, 'don Vicente Parrondo, don Hamon
Peñasco, don Juan de Ranero, don Gre30rio Guerra, don Mateo
Valera, uon Juan Carretero, don J oaqu in Quija no, don José Mu-
ñoz, don Baldomero Moreno v don Francisco Polo.


• v


Individuos que tonu,,'oo parte en el fue3'o de la plazuela
de Santo DODulngo con oh'os, cuyos Ilonlbres no co-
1l0eCDlOS.


Don Miguel Bueno, don J. Maria Seber, don Antonio Urias, don
Lorenzo Segura, Julinn Garda, Juan Mosquera y Faustino Maroto.


Indivhluos que toman'on parte en el rllle~o de la calle .Ie
Atocha, la tarde del :18 de Julio.


Don Salvador Furio, Simon Gandasegui, soldado retirado, Sa-
bas Hurtado, Agustin Hernandez, Salvador Trabado y Francisco
Alvarez Ferrer, sargentos de la Direccion de Caballería, Manuel
Ortega, cabo de id., Francisco García , ordenanza de id., Antonio
Faces, don Manuel Puertas, oneial retirado, y don Antonio Soto,
herido en la esquina de la plazuela de la Leña.


Indl-vhluos que se ~lIcontrai·on en la defensa de la ~alle
de .-t.tocha cou\l'a G¿'llldal'/A la turde del iS de Julio.


r n tal Sotomayor, actor cuyo nom bre se ignora, An lonio Diaz
y Montes, Fermin :Mateo, ~Ianuel Aznar, Teodoro del Campo,
Pedro Perez, Vicente GarCÍa , Juan Allende, Gabriel Cubas y lla-
mon de la Peña. Esta relacion está cerlificada por Fermin Mateo.


En esla defensa hubo muchos mas paisanos, pero sus nombres
no han llegado á nuestra noticia.


En la mañana del dia 18 se presentó en el ex-convento de
Santo Tomús el pDtriota don Salyador Furio al frente de algunos
ciudadanos, la ma~'or pJrte sih armas, y los restantes mal arma-




dos: su actitud y su decision intimidaron á la guardia y ordenan ..
zas de la Capitanía general, que se encerraron en el portal de la
misma, preparándose á la resistencia; en aquellos momentos don
l\Iiguel Dieffebruno, teniente del regimiento de lanceros de Alcán ...
tara, con grado de capitan, y empleado en ]a Dire'ccion general
de Caballería, que se encontraba por acaso en el edificio, bajó,
acompañado del sargento pri~l1erO don francisco Alvarez y Fer-
rer, é hizo que ]a guardia y los ordenanzas entregasen las armas
á los ciudadanos que mandalJa el citado don Salvador Furio, cuyo
valor y energía en aquellos momentos escedieron á toda pondera-
cion. En el momento en que dichos ciudadanos tuvieron las ar-
mas, el citado l,'urio csclamó: En la calle de Jacometrezo se baten
nuestros hcnnanos, correLZ allá los que ya estais armados. Efectuá-
ronlo estos, y el señor fllrio se encaminó con los que quedaron
sin armas, en otra direccion, en busca de ellas.


Esle ciudadano ha merecido bien de la patria.


Don Hamon Peñasco, con algunos paisanos sostuvo el fuego
con las avanzadas de Palacio por la parte del teatro de Oriente en
]a madrugada del 18.


Jndlvhluos (lile d~fcndleron cl día 19 la§ laa.·.·leadas de la
ealle tic la I.una, Olhro nito, Desengañ.o y Ballesta.


Don Manuel Gil Santibañez, comandante del distrito, don Ber-
nardo Gimenez y don José Martinez Calvo, ayudantes: paisanos,
don Eugenio lloman, don Santos Serrano, don Ramon Jorge, Faus-
tino Maroto, José Lumbreras, Francisco Corno, Francisco Doucos,
Manuel Jorge, Tomás ~loreno ~Ielgarejo, Francisco Valero, Anto-
nio Balmoude , Nicolás de ]a Peña, Jlanllel Gonzalez, José Quesa-
da, Juan I\Iaria Casas, Antonio Fuentes, Jesus Sanchez , Juan Es-
tepa, Antonio Bailo, Manuel del Moral, Cándido Romero, Juan
Maestre y Vicente Sierra.


Don Antonio Soto y Lemus, despues de haber convenido con el
sargento de la guardia municipal, don Sergio Arias, la manera de
que cuando fuese necesario pudiese apoderarse el pueblo de las
armas depositadas en los sótanos del Gobierno civil, trabajó ac-




5-iG
tivamente antes y despues de esto en favor de la revoluciono


En la tarde del 17 de Julio acudió Soto á la casa donde se ha-
llaba escondido el señor Cardero, encontrando en ella á los ciu-
dadanos Cuervo, Iglesias, Sampedro, los dos hermanos Salayas,
Solano y don Ricardo Gullon, con los cuales se dirigió á la Puerta
del Sol para animar los grupos, que reunidos con la parte del pue-
blo que a llí se hallaba y que pedia armas, se dirigieron el Gobier-
no civil, en donde encontraron al sargento Arias que en cumpli-
miento de su compromiso, franqueó la entrada en los sótanos,
apoderándose el pueblo de las armas y municiones que en ellos
existian: juntos ya los pronunciados con otros patriotas que se en-
contraban provistos de armas de su propiedad, se aprestaron al
combate dirigiéndose á la casa de la Villa.


Acto contínuo, ayudado Soto de su hermano menor don José
y de dos mozos mas, repartió á varios ciudadanos cuatrocientos
paquetes de cartuchos que á prevencion se habian confeccionado
en la casa núm. 28 de la Carrera de San Gerónimo, donde habi-
taba el patriota don Francisco Fernandez A vello. Hecho esto se
unió al pueblo que se dirigió á la cárcel del Saladero, pidiendo la
libertad de los señores Algarra, Rivero y demás presos políticos
que allí habia, los cuales reunidos con el pueblo se presentaron
en la referida casa de la Villa, .donde estaba el general San Miguel
y otros varios patriotas formando Junta.


En este estado, y habiéndose presentado mayor fuerza armada
del ejército en actitud hostil, sin quererse pronunciür, no obstante
los vivas y entusiasmo del pueblo, este procuró replegarse á la
Plaza Mayor, desde donde se distribuyó en diferentes pllntos para
procurarse armas, los que de ellas carecian , quedando los que
las tenian con el señor Cardero, donde sufrieron algunas des-
cargas.


BECTlrICACION.


El señor don Modesto Reberter nos ruega que insertemos la
siguiente, y nosotros nos apresuramos á complacerle, declarando
sin embargo que si ha habido inexactitudes en nuestro relato,
inexactitudes que serán muy ligeras sin duda, consiste on que tu ...




547
vimos que valernos de los datos que se nos dieron, puesto que
nosotros no nos encontramos en aquella entrada:


El 1.0 de fehrero del 54 fuí hecho preso en Zaragoza por los primeros acon-
tecimientos del brigadier Horc, estuve en un calabozo catorce dias, y fuí dester-
rado á Pamplona; sin obedecer á este destierro, me vine á la córte, donde en
seguida me puse en combinacíon con los señores Rivero , Algarra, Tasara, So-
moza y otros, habiendo desempeüado trabajos de alguna importancia.


El 29 de junio salí de la córte con A bnscal, Somoza y otros á Torrejon de
Ardoz á incorporarme con la divisicJl1' de O'Donncll, cuyo general me hizo en-
trar otra yez en Madrid para sacar las armas y gente que habia dispuesta; ha-
biéndolo efectuado, yohí á reunirme en Aranjuez; siguiendo dicha columna
hasta Madridejos, donde me presenté al general O'Donnell para manifestarle
que si me daba fuerzas para pasar á Aragon , podria hacer serYÍcios de gran-
de importancia, á lo que accedió, dándome todos los paisanos que voluntaria-
mente quisieron venirse conmigo. Entonces le propuse que el comanuante Eu-
ceta queria que con mi fuerza le acompañara hasta Rioja donde tenia algunos
trabajos; convino á esto el general, y lo mismo sucedió á D. Felipe AbascaJ,
que se vino con intencion dé pasar á su pais, 8,mtander. Los tres unidos mar-
chamos desde Puerto la. Piche por la Mancha, entrando en San Clemente y
otros pueblos de los mas crecidos del tránsito. ElLo de julio entramos á las
once de la mañana en Cuenca, sorprendiendo las autoridades y desarmando
unos 300 hombres de todas armas, que fueron desarmados por mi amigo A bas-
cal y por mí, J)ues Euceta, entretenido con el gobernador y comandante gene-
ral, no se cui ó de la fuerza armada. _


Nada pongo de la entrada y demas pormenores, porque estando circulando
las p-ntregas que tratan de dicha entrada de Cuenca, es dificil subsanar los
errores que en ellos pueda haber.


MODESTO REDERTER.


Este individuo el dia 18 se ocupó en repartir municiones á los
paisanos que c0mbatian especialmente en la calle de Aloeha.


El 19 prestó iguales servicios en las barricadas de las Cuatro
Calles, sosteniendo desdp- ellas el fuego con la tropa y desempe-
ñando otros servicios de consideracion. .


Don Alilano Blanco defendió desde los balcones de su casa el
dia 19 la barricada de la calle del Caballero de Gracia, en compa-
ñía de don José Hoffman y don Bartolomé Hanai. Este último ha-
bia sido herido el día anterior en la plazuela de Santo Domingo ..
en que estuvo solo en una esquina durllnle dos horas sosteniendo el
fuego; dRspuesfué á la Plaza Mayor, donde hirióá un guardia civil,
viéndose precisado despues á retirarse á su casa á causa de la herida.


El19 á las dos de la tarde Damian Dominguez , y Juan José
Lopez, apagaron la espoleta de una granada que habian dispara-
do á la plazuela de Anlon Martín los obuscs situados en el Cerrillo
de San Bias.


Estos son cuantos nombres y servicios han llegado á nuestra
noticia y sentimos grandemente no conocer del mismo modo todos
Jos dernas que tan heróicamenlc han figurado y tenido lugar en
aquellos tres dias de gloria.




REVOLUCIOH DE JULIO.


PÁGINAS.


D. Leopoldo O'Donnell. . . . . . . . • . • . . . . •• 100
El general Dulce arenga á las tropas, y dá á reconocer


al general O·Donnell.. . . . . . . . . . . • • .• 117
Entrada de S. M. ]a Reina la noche del 28.. . . . • .. 126
Accion de Vicálvaro. . . . . . . . . . . • . . 140
D. Francisco Serrano y D.· Felix María Messina. . • •. 150
D. Domingo Dulce y D. Antonio Ros de Olano. . . . .. 167
Quema de los efectos pertenecientes á las casas de 8arto-


rius y Collantes. . • . . • . . • . . . . . . . .• 254-
Barricada de la calle de la Montera el dia 19. . . • •• ~88
El general San Miguel recorriendo las barricadas. '" 316
El general Espartero. . . . . . . . . . . • . . . . .• 339 -




IN DICE DE LAS MATERIAS CONTENIDAS EN ESTE TOllO.


I~TRODUCCION. . . . . . . . . . .. .. ... 3
CAPITULO PRLVIERO.-Inútiles esfilerzos de San Luis para desarmar


las oposiciones.-Reuniones de los Senadores progresistas y de los
conservadores.-Declaracion de la grandeza.-El pueblo en el en-
tierro de Mendizabal.-A pertura de las Córtes.-Derrota del minis-
terio en la eleccion de secretarios.-Actitud de b. prensa.-Torpeza
del llemldo.-Presenta el Gabinete al Congreso su proyecto de ley
sobre ferro-carriles.-El Senado nombra la comision de dictamen so-
bre el proyecto de ley de ferro-carriles, empezado á, discutir en la


-.Q.nterior legislatura.-Comunicacion del Gobierno al Senado para
que suspenda 1:1 discusion sobre su proyecto de ley.-Baladronadas
del lIeraldo.-Nombramiento de Senadores.-Elígesc la comision
para que dé su dictámen sobre la comunicacion del Gabinete.-Cues-
tion de prcrogatiya.--Exámen de los dos proyectos.-Calígula y el
Congreso.-Discurso del marqués de Cáceres.-El duque de Rivas.
-Tentatiya oratoria de Collantes.~Ros de Olano.-Discurso de San
Luis.-Ultima derrota del ministerio.-Clausura de las Cámaras.-
Destituciones.-Protesta de los periodistas.-Carta de los escrito-
res_-Destierros.-Hojas sueltas.-Parto de la Reina. -Situacion
politica del pais. . .. . . 17


CAPITULO SEGU~DO.-Cicga confianza del gobierno.-Bacanal en
casa de San Luis.-Sorpréndcle en medio de ella la noticia de los
sucesos de Zaragoza.-Cúlera y despecho del Conde.-Alzamiento de
Hore.-Reseüa de los trabajos preparatorios del alzamiento.-En-
treyista de Concha con Hore.-Sospechas del gobierno.-Declara-
ciones de la policía.-Arréstase á un oficial llamado Federico.-Con-
clla se dirige á Barcelona.-Respuesta que dió al comisionado que
fué á buscarle.-púnese llore en comunicacion con varios progre-
sistas.-Conferencias de Dulce con los gefes del partido liberal de
Zaragoza.-Llama el gobierno á Madrid al general Dulce.-Deseos
de este de hacer el levantamiento antes de su venida.-Causas que
lo impidieron.-Rcgimientos que estaban eomprometidos.-Comen-
tarios que se hicieron en Madrid sobre el mal éxito de la suble-
vacian.-Relato de la sublevacion.-Pronünciase el regimiento de
Córdoba en la Aljafería.-Refriega de la Guardia civil con los
paisanos.-Prenden estos á varios oficiales.-lIore á la cabeza de
los sublevados.-Arenga de la caballería.-El Capitan general.-
Vacila el regimiento.-Inclínase á favor del gobierno.-Escóndese
entre las filas el primo de Hore.-Actitud de la ciudad.-Efecto
que hubiera producido el himno de Ricgo.~Arro.io de Hore.-Cam-
-bio completo de la guarnicion.-Rómpese el fuego.-Los suble-
vados hacen retroceder á la artillería. - Traicion de los grana-
deros.-Asesinato de Hore.-Villacampa.-Retirada de los suble-
vados.-Detiénense á curar los hcridos.-Consejo de oficiales.-
Concierto y serenidad con que salieron de la ciudad los suLlevados.
-Muertos y heridos.-Insensata aiegria del gobiemo.-El S:lquco y
la proscripcion en todo su desenfreno.-Invade la policía Jas redac-
ciones de los periódicos.-Deportaciones de algunos escritores.-
Ocúltanse otros muchos.-Destierro de varios hombres políticos.-




aSO
Atropellos de la policía.-Asccnsos, cruces y bandas.-Retirada de
los sublevados de Zaragoza.-Llegan á los valles de Hecho y Auso.
-Pasan la frontera de Francia.-Captura del coronel Latorre.-
Bárbaro fusilamiento de este gefe.-Fisonomía de la capital. . . 55


CAPITULO TERCERO.-La conspiracion.-Sus caractéres especiales.
-Lealtad de los conspiradores.-Infidelidad de la policía.-El Mur-
ciélago.- Conviértese en la crónica de b vida íntima del ministerio.
-Aparicion del primer número.-Repártese bajo sobres con filetes
negros.-Todos los ministros reciben un ejemplar.-Espanto de los
polacos.-Regocijo de la nacion.-Seccion de anuncios.-Retrato de
Quinto.-Scgundo número.-Desesperacion de Quinto.-JÚbilo de la
capital.-Alfaro.-Rotalde.-Salamanca.-Carácter de este número.
-Número tercero.-La casa de Zangroniz.-Ortega.-Quinto y Do-
menech.-Blasser.-Vista-hermosa y San Roman.-El empréstito.-
Cuarto número.-Sus rasgos caracteríscos.-Insultos á Cristina.-
Nuevos negocios.-Un patíbulo para los ministros.-Un recuerdo de
Merino.-Los conspiradores.-O'Donnell.-Primeros oficiales que ~e
comprometieron.-Serrano, Messina y Manzano.-Personas que au-
xiliaban de cerca al ilustre general.-Cánovas.-Traslacion del ge-
neral á otra casa mas segura.-O'Donnell y Dulce.-Reg\miento de
Estremadura.-Enfermedad del general.-El médico Seoane.-Casa
de la calle de la Ballesta.-Lealtad del hojalatero del cuarto bajo.
-Trasládase de nuevo.-Lealtad de otro hombre del pueblo.-Fer-
nandez de los Rios.-La policía.-El 13 de Junio.-Fontan y Vega
de Armijo.-Incidentes.-Ciega confianz~ del gobierno.-El 28 de
Junio.-Aspecto de la capital.-La opinion pública. . . . . . 81


CAPITULO CUARTO.-Mas pormenores sobre la conspiracion.-El 6
de enero.-Marcha Leon y Medina á Andalucía.-Es enviado á Za-
ragoza el coronel García.-Narvaez: su conducta.-Comision de So-
moza.-Dulce en Madrid.-Leon y Medina en Alcalá.-Gallardon.-
El2 de Junio.-Fitor, PlanaS y Espiner.-Ceballos.-El dia del Cor-
pus.-Buscan á Messina y Orlando.-Milans del Bosch.-Rivero.
-Junta de generales.-·Esposicion á la Reina.-Salen las tropas de
Alcalá.-Pronúnciase Torrejon.-D. Simon Carriedo.-Du1ce en Ca-
nillejas.-Llegan las tropas á Vicálvaro.-Falsas aIarmas.-Llegan
las tropas del gobierno.-Consejo de O'Donnell.-Entusiasmo de los
gefes y oficiales.-El coronel Planas.-Trábase la accion.-Conduc-
ta de los generales.-Los paisanos.-Valor de los oficiales y solda-
dos.- Garrigó, Reina y Cabal1ero.-Pobil.-Alocucion de Quinto.-
Partes de los generales.-Retíranse los pronunciados ti Vicálvaro.-
Junta de generales.-Retirada desordenada de las tropas del gobier- ......
no.-Desgracias.-Longinos victorioso.-Farsas del ministerio.-Ac-
titud del pueblo.-Esplicacion de su conducta. . . . . . . . 129


CAPITULO QUINTO.-La division libertadora despues del combate de
Vicáharo.-Conferencias de los generales.-Diversidad de parece-
res.-Marcha á Aranjuez.-Actitud de los pronunciados en dicho
punto.-Mision amigable del brigadier Santisteban.-Revebciones.
Manifestacion de los generales.-Programa político.-Despedida de
Santisteban.-El parte del administrador de rentas de Aranjuez.-
Rectificaciofies.-Comentarios.-Ofrecimiento posterior de retractar-
se, hecho por el administrador al Sr. Leon y Medina.-Comité de
Madrid.-Su objeto.-Comision de Pinedo.-Su entrevista con el ge-
neral O'Donnell.-Salida de los pronunciados de Ar:mjuez.-Su lle-
gada á Tembleque.-Compañías de la guarnicion de Toledo.-Pe-
queña avanzada destacada sobre esta cindad.-Presentacion de La-
llana y otros patriotas.-~1archa de la columna en dil'eccion á 1\1an-
zanares.-Fisonomía de la capita1.-Situacion artificial creada por el
gobierno.-Los partes de este y los bandos de Quinto.-Rasgos ca-
racterísticos de la agonía del bando polaco.-Trabajos del comité.-




• 551
El centro progre!!ista.-pónese de a.cuerdo con el moderado.-Envio
de armas.-Esfuerzos unidos de ambos comités.-Significacion polí-
tica de esta union.-Actitud. del pueblo.-Ballesteros y el sargento
Arias.-Plan de ambos.-Reflexiones sobre los trabajos de los cen-
tros conspiradores.-Servicios prestados por D. Andrés Borrego. . 161


CAPITULO SESTO.-Sale la division de Tembleque.-Cúnovas.-In-
.triguillas del gobierno para mantener al pueblo en su actitud rece-
losa.-Desconfianza y silencio de los prohombres del partido conser-
vador y del progresista.-Viaje de Cánovas.-Su llegada á Aran-
juez.-Recibimiento que su poblacion hizo á las tropas de Blasser.
-Conferencia entre O'Donnell y Cánovas.-Entusiasmo y entereza
de la columna sublevada.-Proclama de Manzanares.-Diversas opi-
niones de sus redactores.-Escrúpulos algunos.-Desvanécense ante
la idea de crear un partido nacional y de promover una sublevacion
popular.-Reflexiones.-Reconocen los generales al fin el error en
que incurrieron al principio.-Comentarios á la proclama.-Consi-
dera~iones sobre la promesa de la milicia nacional consignada en
ella.-O'Donnell y Saldaña.-Fisonomía de Madrid.-La Gaceta.-
Agonía del bando polaco.-Cambio obrado en la actitud del pueblo.
-Bandos de Quinto.-Trátase de prohibir la conversacion.-El He-
ral{to.-Medidas del Capitan general con la prensa.-Partes del Go-
bernador de Ciudad-Real.-La toma de Cuenca.-Buceta.-Cándida
confianza de las autoridades.-Entrada de los sublevados.-Arrojo
de Abascal.-Espanto del Gobernador.-Su huida y la del Coman-
dante general.-Pronúnciase la ciudad.-Alocucion de Buceta.-For-
macion de la Junta.-Salida de los sublevados.-Causas que la oca-
sionaron.-Llegada de Cánovas á Madrid.-Imprímese la proclama.
-Efecto que produjo su circulacion.-Auméntase el entusiasmo de
hora en hora con las noticias de los pronunciamientos de las provin-
cias.-Divúlgase el de Valladolid.-Aspecto de la capital.-Agonía
del ministerio.-El 17 de Julio.-Conclusion. . . . . . . . 179


SEGUNDA PARTE.


PRÓLOGO.
RESEÑA DE L05 AcoNTEcnnENTos DE LAS JOR:'iADAS DE JULIO Y DE LOS DE LOS


DlAS SUBSIGUlE:-ITES HASTA LA E:-ITRADA EN :MADRlD DEL DUQUE DE LA VIC-
TORIA.


CAPITULO PRI:\IERO.-Consideraciones acerca del estado en que se
encontraba la opinIOn el 17 de Julio.-La Union liberal.-Su objeto.
-Su inestabilidad.-Aspecto de la córte en las primeras horas del
17 .-Documento notable.-Caida de los polacos.-Conmocion públi-
ca.-Manifestacion en la Plaza de los Toros.-Primeros movimientos
del pueblo.-Invasion por este del Gobierno político y de la casa de
la Villa.-Ataque y toma del principal por el pueblo.-Junta popu-
lar en la casa de la Villa.-Nulidad de dicha junta y su disolucion.-
Tiros en la Plaza Mayor.-Acomete el pueblo al palacio de Cristi-
na y las casas de algunos polacos.-Atentado horrible cometido con-
tra el pueblo delante de la casa de Cristina.-Gándara desaloja des-
pues de un reñido combate de la Carrera de San Gerónimo á los
que quemaban los muebles de ~alamanca. . . . . . . . .


CAPITULO SEGUNDO.-Combate de b calle de Jacometrezo.-Au-
menta el furor público 10 honorífico de los decretos de admision de
la dimision de los polacos.-Córdoba.-Comparacion de este con su
ascendiente el Gran Capitan.-Acomete el pueblo las avanzadas de


221


223




Palacio.-Combate de la calle de Jacometrezo, yen los cuarteles de
San Francisco y del Soldado.-Aspecto de l\hdri(l en la mañar,[l.
del 18.-Garrigó.-lIabh al puehlo desde el balcon del Principal.-
Car:tcter de aquelb escena.-Garrigú vú con el pueblo á la plazue-
la de Santo Domingo.-Cesa el fuego.-Se cree terminado el com-
bate.. . . . . . . . . . . . . 237


CAPITULO TERCERO.-Insuficiencia de los hombres que estaban al
frente del gobierno para dominar la situacion.-Impopularidad de
Córdoba.-Nulidad de los demas ministros.-Desconfianza del pue-
blo.-La guardia civil ocupa la Plaza .:\1ayor.-Actitud hostil de Pa-
lacio.-Empiezan á formarse barricadas.-Trabajos de los partidos
por volver la revolucion en su provecho.-Energía y sensatez del
pueblo.-Se rompe el fuego ele nuevo en la Plaza l\1ayor.-:\hta y
Al{¡s en la calle l\layor.-El pueblo no sabe si es amigo ó enemigo.
-Su estraña conducta.-EI combaté se encarniza de momento en
momento.-Garrigó acude á la Plaza IVIayor.-Se suspende por un
momento el fuego. - El pueblo es fusilado por la Guardia civil.-
El fuego se generaliza.-Posiciones respectivas del pueblo y la tro-
pa.--Esfuerzos inútiles para conducir una comunicacion entre el Pra-
do v Palacio.-Combate en b calle de Atocha.-G;í.ndara no pue-
de forzar el paso á pesar de la artilleria.-Cesa el fuego al oscure-
cer.-Dia 19.-0peraciones del dia 19.-Córdoba yel ministerio de
las cuarenta horas hacen dimision.-La Heina llama al general Es-
partero.-Se suspende el fuego. . . . . . . . . . . . . 2GS


CAPITULO CUARTO.-Generosidad del pueblo despues de la victoria.
-Cansas que determinan el triunfo del pueblo.-Fuerza militar que
combatió con él.-Fuerzas del pueblo.-Espíritu del vecindario de
Maclrid.-Actitud de la Junta de Salvacion y Defensa.-Su situacion
precaria y desairada.--El pueblo sitia ",1 I\·incipal.-Rendicion de
este.-El pueblo le ocupa.-Alocucion de San .Miguel como Capi-
tan general de ::\laclrid.-La Junta elel Sur.-Competencia de las
dos Juntas.-Su casi refundicion.-Decretos de la .Tunta superior.
-Pérdida del pueblo y del ('.iército.-~uevos actos guhernativos de
la Junta.-Actividad de la Junta del Sur.-Exctmen de la utilidad de
la .Junta superior. . . . . - . . . . . . . . . . . . 2\);")


CAPITULO QUI~TO.-El Círculo de la Ullion.-Su ohjcto.-Sn desar-
ro11o.-Su influencia en la opinion.-Su cal'Úcter.-Ansiedad por la
venida de Espartero.-Espíritu ele los hombres (le la revo]ucion acer-
ca de 0'Donne11.-8e activa el alista,niento de la ::YIilicia de lVIn.dri(l.
--Se anuncia la salida de la Reina para recorrer la capital.-Forma
la Milicia.-La Reina no sale.-Causas de esto.-Alocucion de la.
.Junta Superior á los ciudadanos de las barricadns, invit:tndoles Ü,
que se retiren á sus casas.-Permanecen sobre las armas.-Urgencia
de que se deshiciesen las barricadas.-Llegacla de Espartero <Í Ma-
drid.-Conclusion. . :l2G


APENDICE. . . .. . :~-12
Relacion de algunos de los individuos que tomaron una parte activa en


la revolucion de Julio de ~51. . . • . . . . . . . . . :l1l
RECTlFlCACION. • 3Hi