BOSQtTBJO DISTÓBleO HE LA POLlTICA DE ESPAÑA E~ TIE~lI'O DE L. DINASTÍA AUSTRIAC,.: ...
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BOSQtTBJO DISTÓBleO
HE LA POLlTICA DE ESPAÑA


E~ TIE~lI'O DE L.\ DINASTÍA AUSTRIAC,\.:


ll'i'lJo en I;";f5tllll pública en la UClll2lClltJflltÍll 'be la t}istllrÍa,


elllia 22 (lC llbril (le 1805,


POR


EL E1UO. 8R. D. FRtl.C'WVI!!!iVO Mtl.RTI~EZ DE L'" BO."',


Académico de número.


~IADRID.
BIPRENTA Á CARGO DE .JOSÉ MONTEGRlFO.


Calle de la Espada núm. 6.
U155.






SEKuRE~


~labiéndorne cabido la honra de ser nombrado para pro-
nunciar 01 discurso do costumbro en este acto solemne, va-
cilé duranto algun tiempo, antes de aceptar tan grave encar-
go; retrayéndome sobre todo, á posar de mi buena voluntad,
pi temor de no hallar (despues de tantos ilustres Académi-
cos, corno me flan precedido en el transcurso de mas de un
siglo) un asunto propio y adecuado.


Resolví desde luego tomarlo de la historia de nuestra
patria, abundante y rica mina, nunca bastante benetlciada;
y comu en los tiempos que alcanzamos, las investigaciOnes
eruditas, por importantes que sean, parecen secas y desa-
hridas, me ha parecido mas acomodado al gusto de la edad
presente y tÍ la tendencia de mis propios estudios, trazar
el lJosf/llejo hútóricu de li~ }Jolíliw de Espatia, en tiempo de


la dútaslÍa i1l1striaca.
La época del engrandc~cim~ento y firmeza de la potestad




j


real en casi todas las monarquías de Europa, que clió ma¡'-
gen á que se entablasen relaciones mas Íntimas y frecuentes
entre los gobiernos, y naciese, por decirlo asi, la política
general, coincide cabalmente con la época mas importantl'
no la historia de España; como que on ella fué cuand () se
formó un gran estado con la reunion de sus varios reinos
bajo el cetro de los Reyes Católicos, y en que puso el sell()
ú su independencia con la conquista de Granada,


El espíritu de descubrimiento y de aventuras, propio <!t.;
aquellos tiempos, los hábitos de guerrear, adquiridos por es-
pacio de ocho siglos, y hasta el celo ¡'eligioso, intlamado en
tan larga lucha contra los infieles, hicieron sumamente difí-
cil, ya que no imposible, que los ímpetus del pueblo espu-
rlol, mal avenido con el ócio, pudiesen encerrarse dentro del
propio territorio; ('1) Y asi nada aparece tan natural como
verle buscar ensanche y desahogo por todos los úmbitos dI'
la tierra, codiciando imperio, riqueza, nombradia.


El descubrimiento y conquista de un N llevo Mundo le
ofreció vasto campo en que desplegar su actividad yesfuer-
zo; no satisfecho aun, buscó otra senda al Oriente; hilO en
la misma Europa mas de una adquisicion importante; (2) Y
fundó establecimientos en Africa, para reprimir {¡ sus eter-
nos enemigos y poner á cubierto de insultos las costas espa-
ñolas.


Empero pOI' el propio tiempo se comenzó {¡ dar ú la polí-
tica del estado un rumbo torcido, á lo ménos en mi concep-
to; empeñándose las reñidas guerras de Italia, pOI' el at'(J!I
(le adquirir y conservar posesiones en aquella península:
(lesconociendo España, desde tan temprano, las Vl~lltajai'
peculiares de su posicion, casi aislada, ú un extremo de Eu-
ropa, en el lazo que forman dos mares, redondeado su ter-
ritorio, con los Pirineos por respaldo, y sin intereses en pll~­
n<t con los de otr<Js naciones.




Es de advertir que, antes de las conquistas de Fernando
el Católico, ya era señora España de dos posesiones precio-
sÍsimas en Italia: la isla de Sicilia y la de Cerdeña; posesio-
nes ambas de suma utilidad para proteger su navegacion,
su comercio, su predominio en el mediterránEO, (al y que
adornas le facilitaban los medios de ejercer en la política de
aquellas regiones un influjo eficaz y saludable.


El partido mas justo, el mas noble, y al mismo tiempo
el mas útil (si es que no me equivoco) no consistia en poseer
estados distantes, costosos, de escasa utilidad durante la
paz, difíciles de defendel' en tiempo de guerra, objeto de
perpét !las disensiones con otras potencias; sino en declarar-
se de una vez para siempre (como nacíon poderosa, maríti-
ma, señora de costas y de islas en el mediterráneo) protec-
tora desinteresada de la independencia de Italia. Con cuya
acertada conducta no solo hubiera podido contribuir pode-
rosamente al equilibrio europeo, refrenando la ambicion de
otras naciones y poniendo á salvo aquellas codiciadas co-
marcas; sino que habría logrado para sí, respecto de influ-
jo político y de "enlajas mercantiles, mas provecho efectivo
que el que pudiera redundarle de su costosa y mal segura
uominaeion.


A seguir esta senda pareció inclinarse al principio la po-
lítica espariola, cuando invadido y ocupado el Heino de Ná-
poles por las armas francesas, en los postreros años del
siglo décimo quinto, la república de Venecia logró formar
tina confederacion poderosa, para arrojar de la península á
Carlos rm, corno en efecto se consiguió, poco antes de su
llIuerte.
~las corno su sucesor volviese á tentar la misma empre-


.,a, no se contentó ya Fernando el Católico con preservar
aqupl Hpino de caer en manos de la Fruncia ; objeto no me-
!lOS útil que honroso: sillo que empleó la asl.l1ciajnntamente




fi


Y la fuerza, para despojar al soberano de aquel estado, es-
pulsar de él á los franceses, y apropiárselo; reuniéndolo á
los dominios de Espaüa.


Asi se verificó que, al principia¡· 01 siglo decimo sesto, y
concertadas al fin las mal seguras paces enlre los dos mo-
narcas, que se habian disputado aquel Beino (4-;, so halla-
ron frente á frento en Italia, á manera de gladiadores en-
cerrados en un circo, dos potencias eX:lranjL'ras, rivales,
apoderada la una del Ducado de .Ylilan, y la otra del Hein(,
de .xápoles y ansiosas ambas de oxpulsar de la península ú
su competidora.


De este principio nacieron las tramas políticas, las alian-
zas contraidas y quebrantadas, los disturhios y guerras que
perturbaron la quietud de Italia por aquellos tiempos; lo-
mando siempre Esparia una parte principalísima en aquellos
sucesos, ya uniéndose con otras naciones para destruir á la
República de Venecia y repartirse sus despojos (;j) , ya
aliándose luego con ella y con el Papa, á fin de arrancar ú
la Francia la POSOSiOIl del lUilanesado.(6)


Consiguiólo en efecto: y por segunda vez tuvo Fernuudo
la satifaccion de ver espulsados á los franceses del territorio
de Italia, reducidos á someterse mal de su grado á tIllaS
paces desventajosas; p8ro cuando ya se creia li¡JI'(~ de elle-
migas, y casi seguro de haber conseguido su ol)jeto , la
murrle puso término á sus emp['esas y esperanzas. No flIé,
sin embargo, tan pro~lto que no supiese la entrada du
Francisco '1. o en el ducado de ~\lilan, de que lomó posesioIl:
quedando asi suhsistente, ú tiempo de espirar el :\lonarca
(~spaiiol, y al cabo de tantas negociaciones y balallas, una
¡',lUsa perenne dü em~mistad y cruelísimas ¡:j'uurras.


La falta de una ley fundamental, ó si se quiere Sil olvi-
do ti inobservancia. dió origen por entonces al suceso mas
fatal para la monarrptia cspaüola: como <flll' rk {~I puede de-




7


cirse que han provenido muchas de sus lástimas y desven-
turas.


A fines del siglo decimo quinto habia fallecido el Prín-
cipe D. Juan, primogénito de los Heyes Católicos y heredero
de sus estados, sin dejar descendencia; pero el dolor, que
dehió causar tamaña pérdida, se templó en parte al ver pa-
5ar los derechos de sucesion ú la Reina de Portugal, que
debia trasmitirlos despues de su muerte á su hijo D.lUiguel,
heredero de una y otra corona. Hubiérase verificado de es-
ta suerte, y de un modo llano, legal, sin oposicion ni vio-
lencia, la reunion de ambos reinos de la Península bajo un
mismo cetro; formando la monarquía mas poderosa de Euro-
pa y con inmensas posesiones en todas las partes del mundo.


No lo quiso asi la mala estrella de España: despues de
muerto el Príncipe D. Juan, fallecieron las esperanzas con-
cebidas de que dejaba sucesion; murió tras él la Reina de
Portugal, murió tambien su hijo, los siguió al sepulcro Isa-
bella (;atólica; y recayeron por lo tanto los derechos al ce-
tro de Castilla en la Princesa Doña Juana, de escasa ca pa-
ciclad y juicio, desposada de antemano con un Principe ex-
tranjero, sin que se hubiesen calculado, cual era justo, las
consecuencias que podrian resultar de seme.iante enlace.


En los paises, como Francia, en que la ley fundamental
prohibe que reinen las hembras, esta esclusion aleja hasta
lo sumo el peligro de que paso el cetro á manos extranjeras;
pero en los estados, como España, en que las mujeres no
están escluidas del trono, es necesario tomar las mayores
precauciones políticas, para evitar aquel caso; aSt como lo
hicieron de muy antiguo [os portugueses en sus famosas Cór-
tes de Lamogo. y despues al elevar al trono ú la Casa de
Braganza. (7).


A falta de iguales precauciones, que tantos males hu-
bieran evitado á España. sus leyes fundamentales, no mp-




8
nos que la antigua práctica y los usos del reino, exigían la
inlervenciolJ de las Córtes en todos los asuntos graves de la
monarquíil, como lo era indudablemente el casamiento de
una Infanta; pues que podia llegar el caso, como llegó en
cfecto, de que recayese en ella la corona; pero no se tuvo
prevision bastante, para pesar las resultas que podian so-
brevenir de tamaña falta; y á la vuelta de muy poco tiempo
se encontró la nacían española regida por Monarcas que
trajeron como primicias la guerra civil y extranjera, y nos
dejaron la guerra civil y extranjera como postrer legado.


Desde la muerte de la Reina Doña Isabel, empezaron
ya los disturbios y parcialidades en Castilla, con motivo de
la incapacidad de su sucesora Doña Juana, de las pretensio-
Hes del Archiduque su esposo, y de la repugnancia que mos-
traba á desasirse del mando D. Fernando el Católico: ocur-
rieron con este motivo graves disensiones; pero como el
.. \rchiduque residió corto tiempo en Castilla y apenas si la
gobernó pocos meses, no se sintió el intlujo de la domina-
(~ion extraña hasta que, por muerte del rey Fernando, aportó
ú las playas españolas el Príncipe D. Cárlos, impaciente
por regir el estado en vida de su madre.


Era el Príncipe de aventajadas partes, de entendimiento
daro y ánimo generoso; pero escaso de años, faIto de expe-
riencia, ignorante de las leyes, de los usos y hasta del ha-
bla de la nacion que iba á gobernar; dando con esto lugar
a que los dañados consejos de la gente de afuera, que le
habia seguido sedienta de mando y de riqueza, le precipi-
tasen en tan desacertados pasos, que una gran parte de la
nacion se alzó en defensa de sus fueros, (8) apeló á las ar-
mas, y quedó vencida; acabando las libertades de Castilla,
á los pocos años de haber ascendido al trono un monarca
extranjero. (9)


Acaeció, pues, que desde los principios de su reinado, fal-




9


taron por una parte las barreras que hubieran poJido conklwl'
los extravios de su ambician; y que, por el extremo opue,;to.
la política de España se complicó extraordinariamenLe:


Primero: con la adquisicion de los Paises Bajos, patri-
monio de aquel Príncipe.


Segundo: con los asuntos de Alemania, así qlle hubo
i'ucedido en la corona imperial Ú SlI abuelo jlaximiliano; (10)
Y por último con los derechos y pretensiones que, como lal
Emperador, reclamaba sobre varios estados de Italia.


La posesion de los Paises Bajos, provincias lejanas, inlÍ-
tiles a la prosperidad de España, y tal vez nocivas al desar-
rollo de su industria, la obligaban necesariamente á contí-
nuos gastos y desembolsos; la condenaba á mantener en pi¡;
('['ecidos ejercitas; la presentaba ('omo vulnerable á los tiros
de otras potencias; y la reducia a una posicion casi hostil
respecto de la Francia, la cual tenia siempre, y á sus mis-
mas puertas, ocasion de distraer poderosamente la atencion
y las fuerzas de Espaiia, en tanto que esta se arruinaba <,on
sus reveses y hasta con sus victorias. ('1 '1)


Tambien tenia que pagar sobrado cara la estéril gloria
de ver á su }!onarca ceñido con la corona imperial: á poco
tiempo. estallaron en Alemania encarnizadas guerras; el
amor á lainrlependcncia y el deseo de libalad se aunaron des-
pues con el anhelo de Te(onna religiosa, que despuntaba ya
por todas partes; y como consecuencia necesaria de su situa-
cíon misma, tuve. Cárlos que oponerse al espíritu que mani-
festaban los Príncipe:;; y los pueblos, aspirando á fundar Sil
propia dominacion f'n una snmision absoluta, así polílÍi~a
('amo religiosa.


Yo tengo para mí (sin que sea ahora ocasion oportuna
de desentrañar este pensamiento) que la situacion en qlH'
se halló el Emp(~rador D. Cárlos, así como despues su hiJo,
respeclo de' los estanos extnmjpros qnc n:giiln, cont.ribn~·ó


2




10


lit' rechazo, tal vez mas de lo que se imagina, á que fOSra·-
hleciesen con tanra dureza en España el despolísmo y la in·
lolel'Hocia: siendo poco probable que linos Monarcas de es-
tirpe española. que no hubiesen pose ido estados fuera del
reino, y sin tener ocasion ni motiyo de entrometerse en las
disensiones políticas y religiosas, que traian desasoseg,l(ia
á la Europa, hubiesen mostraJo tal empeiio en remachar los
grillos de su propia nacíon.


Con solo hallarse el Monarca de Castilla en posesion del
reino de Nápolcs , y el Rey de Francia apoderado Jol duca-
do de l\Iilan, al ascender uno y otro al trono, era difícil qUE'
ambos Príncipes, mancebos, osados, ambiciosos, no vinie-
sen muy pronto á las manos; pero cuando hubo recaido en
Cárlos la corona imperial, se agregó una nueva causa de ene-
mistad, cuyas resultas tenian que ser no menos prontas qno
terribles. El Emperador alegaba, en virtud de este título.
8\15 derechos de supremacia sobre vários estados de Italia, y
principalmente soure el Ducado de Milan, considerado des-
de muy antiguo como féudo del imperio, y ahora en poder
del Hey Jo Francia; siendo imposible que este por su parte
reconociese la suprcmacía de su rival y abandonase en sus
manos el cetro de Italia. De donde nacieron principalmente
las guerras encarnizadas entre uno y otro Soberano, inter-
rumpidas apénas con brevísimas paces, si es que tal nom-
hre merecen las que encen'aban en su seno el gérmen de
otras guerras. (~2)


Asi habia cambiado totalmente la situacion política de la
monarquía española: tenia esta por bases naturales la posi-
cion aislada del territorio, las escasas fronteras, y esas
fúciles de defender, ningun motivo perenne de desavenen-
cia con otras naciones; y ahora se veia España empeñada
por necesidad en las mas de las contiendas européas; to-
cando por mil puntos á distintos estados, dueña de unos,




11


amagando ú otros, afanárHlose por a,,;egur31' ('OH las ¡l!'Ill;Li
su dilatada dominacion.


Complázcase en buen hora la altivez nacional, al con-
templar la magnitud de la empresa, los esfuerzos gigantes
para conseguirla, los triunfos que la coronaron; pero la ra-
IOn y la sana política piden estrecha cuenta de las ventajas
conseguidas, y las comparan con los males ~' pérdidas, an-
tes de pronunciar el fallo.


De los tres fines principales que parece haberse propuesto
Cárlos V, durante su largo y afanoso reinado, quiztí no hubo
mas que uno solo que importase realmente tí España: tal fu6
el contener á los Turcos, en la cumbre entonces de su po-
der, y que antes de cumplirse un siglo de haber penetrado
en Europa, la amenazaban ya con su pesado yugo. Dueños
de Constantinopla, apoderados de la l\Ioldavia y de gran par-
te de la Hungría, y tocando ya con sus huestes á las puertas
mismas de Viena, se hallaban en el corazon del Continente,
en tanto que sus posesiones en i\1oréa, [a reciente conquista
del Egipto y el establecimiento de las Regencias Berberiscas
en las costas de Africa, los hacian casi dueños del J\lediter-
l'áneo. España, pues, tenia el interés COUlun á todas las na"";
ciones civilizadas de atajar esta nueya avenida de pueblo,;
bárbaros, intolerantes, fel'oces ; y adernas el interés propio
y peculiar de no dej ar est.ablecerse en el mediterráneo na-
ciones enemigas, difíciles de avenir con los pueblos cristia-
nos, despreciadoras de las leyes que arreglan el trato recí-
proco entre naciones cultas, y que amenazaban la navega-
cion y el comercio de todas ellas con las plagas que traen
consigo la piratería y la esclavitud.


Mas lo que importa observar es que, aun cuando se propu-
siese el Emperador un fin no menos justo que glorioso, con-
trarestando el poderío de los Turcos y guerreando contra
las Regencias Derbcl'iseas, lo distrajo lastimosamente de tal




12


emprpsu el cuiLlado en que le traían los asuntos de Alemanía
y de Italia; los cuales debilitaron sus fuerzas, obligándole
á repartirlas en vários y apartados puntos; impidieron que
se formase una liga general de las potenci<ls cristianas contra
la Puerta; y hasta dieron ocasion á que hallase esla un apo-
yo en la alianza de la Francia, que buscaba por todas partes
harreras y obtáculos que oponer al engrandecimiento de la
Casa de Austria. (-13)


El desasosiego de los ánimos, y las alteraciones y dis-
turbios á que dió lugar en Alemania el nacimiento de la re-
forma, llamaron tambien muy poderosamente la atencion del
Emperador: ora le estimulase el celo religioso en favor de
la unidad de creencia, ora juzgase de buena fé que con ella
se afianzaha mejor la quietud de los pueblos: ora colum-
brase con esquisita sflgacidad que el espíritu de indepen-
dencia y de cx<Ímen, á que daban márgen las controversias
religiosas, se avcnian mal con las exorbitantes pretensiones
del jefe del Imperio. Impulsado por una ú otra causa, y tal
vez por tOllas eHas jlln tas, á contrarrestar la propagacion de
las nuevas doctrinas, protegidas por varios Príncipes y di-
fundidas en los pueblos, tuvo Cárlos que extraviarse en un
laberinto sin salida, de dietas, de concilios, de negociacio-
nes : siendo muy digno de notar que, si su cualidad de Em-
perador habia complicado en sumo grado los asuntos de
Italia, hasta el punto ele desvanecer toda esperanza de una
paz duradera, Sll anhelo de dominar en aquella península y
de tener para ello á su devocion á la Córte de Roma, enredó
IlIas y mas los asuntos de Alemania, hasla que, cerradas
lodas las vías de reconciliacion, estalló al fin el rompimien-
to cutre el partido protestante yel católico. (14)


Triunfó Cárlos al pronto y á medida de su deseo (15);
pero aconteció lo que suele, cuando pasiones políticas ó re-
li;;.:-io¡;a~. ya muy propagadas, son las que encienden la ho-




13
guera y hacen que se crucen las armas: el partido vence-
dor quiere dictar á su antojo la ley; el partido subyugado,
mas no vencido, vuelve á ten lar fortuna; sin que se esta-
bezca entre ellos ni sosiego ni paz, hasta tanto que se
hagan concesiones mÚluw;, y se den para en adelante pren-
das v fianzas.


A pesar del inmenso poder de un Cárlos V . Y de la co-
operacion de gran parte de la Alemania, tuvo que consentir
en una especie de tregua con los estados protestantEs (IG);
Y <lntes Je la abdicacíon Je aquel príncipe, acostumbrado ú
!lO hallar obstáculo ni cortapisa á su voluntad, y apenas
trascurriJos pocos arios dl~ haher ambos partidos desnuuado
el acero, se celebraba en Ausburgo l<l paz de religion, que
zanjaba ya los cimientos á un sistema futuro de independen-
cia y tolerancia (fi).


Hesulta, pues, examinando imparcialmente los heclJos,
y no dejándose deslumbrar por el reflejo de la gloria, qUll
e[ Emperador D. Cárlos habia llegado al término de su car-
rera, sin preservar el continente ni los mares de la domi-
nacion amenazadora de los pueblos bárbaros, y sin asegu-
rar en Alemania el sistema político y religioso que con tan lo
afan habia sostenido ('18); dejando pendiente una y otra
euestion para que se decidiesen ell lo venidero, tras larga
y reñida contienda.


Mas propicia le fué la fortuna en las cosas de Italia: con-
IÍnuaba en tranquila posesion del Reino de Nápoles; veia ¡Í
[os franceses espulsos del ducado de Milan; daba la inves-
tidura de él, para quitarles toda esperanza, á su propio hijo,
heredero de sus Eslados; tomaba bajo su proteccion á las
repúblicas de Florencia y de Génova, en cuyo nuevo régi-
lUell habia intlllido tanto; inspiraba respeto y temor á la
Code de Homa ; lenia á raya la política inquieta de Vene-
cia ; ejercía, en suma, un influjo ra"i exclut'ivo en aquell;l





pelJínsula, demasiado desunida y dl~bil para opuner:,c Ú su
prepotente voluntad.


Mas no por eso permitió el destino que estuviese tranqui-
lo el ánimo del Emperador respecto de la suerte futura de
Italia, á tiempo que deponia con sus propias manos el peso
de tantas coronas: pues sí había logrado poner término á su
postrera lucha contra la Francia (en que ya se le mostró mc-
nos constante la fortuna) solo habia sido por medio de una
tl'égUlt, (H)) Y á condicion de dejar á Enrique If, con un pié
ya en Italia, sin soltar las posesiones que habia conquistado
en el Piamonte.


Por espacio de cuarenta años habia regido Cárlos V, la
monarquía espaiiola, sin dejar descansar un punto la política
ni las armas; combatiendo casi siempre, triunfando laR mas
n~ces, extendiendo sin límites Sil dominacion, su influjo,
el terror de sus armas: pero j. no será lícito pregllntar al fin:
qllé provecho real y efectivo habia resultado á la nacion de
tan próspero y glorioso reinado? .. (20) Poseia los tesoros
del ~nevo 'fundo, y ya empezaha ü empobrecerse; (21) en-
"iaha ú todas las regiones sus aguerridos tercios, y apAl1as
si podia sustentarlos; la adquisicion del Ducado de ~Iilan
era casi el único fruto que hahia sacado de tantos comhates;
y dejaba á la Francia lo que habia conquistado en ei Piarnon-
te; veía sublevadas contra sí cuantas potencias se sen tia n
oprirllidas ó amenazadas; habia ahogado primero la libertad
doméstica y forct'jeaba por ahogar despues la de otras nacio-
Iles; y lejos de haber afianzado con sus triunfos una paz
sólida y permanente, veia brotar por todas partes las semi-
llas de interminables guerras.


La prepotencia de la Casa de Austria, sus inmensas pose-
siones y sus pretensiones mas grandes todavía, debieron
naturalmente excitar Jos recelos y la enemistad de Europa;
abricndo la valla ¡'¡ una porfiada contienda, que no potlia tt··




t!J
ner término (como efectivamente no lo tuvo) hasta que sc pu-
siese coto ¡'l un poder tan exorbitante.


España, por su posicion geográfica y política, debiera
haber permanecido expectadora imparcial de tan larga lucha
ó mediar como árbitra, para una transaccion útil y honrosa,
ti inclinarse al lado mas debil, para restablecer el equilibrio.
Empero, unida con la Casa de Austria por el entronque de sus
Príncipes, y queriendo extender demasiado su dominaeiou
propia, se vió condcnada á ser el blanco de la enemiga de
un sin número de naciones, y á prodigar sin tasa sus leso-
ros, y oí derramar á rios la sangre de sus hijos, ó po,' defeu-
der intereses agenos, ó por empeüarse en conservar estados
gravosos, que se escaparon despues unos tras otros de sus
manos desfallecidas.


Mas, á pesar de las faltas políticas comelidas en el rei-
nado de Cárlos V, bien puede afirmarse que su sucesor,
Felipe 11 fué el que realmente decidió de la Sllerte de Espa-
ña : el carácter de este Príncipe, su política sesga y caute-
losa, el ódio que profesaba á la libertad, bajo cualquier as-
pecIo que se presentase, y el empeño de entrometerse en
los asustos domésticos de otras naciones, para extender por
todas vías su dominacion ó su influjo, fueron causa de qlle
~e malograsen las esperanzas que ofrecian á España el mas
próspero porvenir; abriéndose en breve los diques ti la
avenida de males que despues la inundaron.


No debe perderse de vista que precisamente en tieIllpo
de Felipe 1I se verificaron varios sucesos importantes, que
hubieran procurado sumos bienes á la monarquía española,
á no haberla arrastrado su gobierno por una senda peligrosa,
que mas tarde ó mas temprano habia de conducirla al pre-
CipiCIO.


Ya era no p(,ca dicha haberse desembarazado, desde
1111 precipicio, de la corona imperial, (2~' carga mas pesada




tti


q lW provechosa, y verse exento el .\loual'ca espaüol de te-
lIl~r que considerar como propios, los asuntos de Alemania;
¡'Ullsum¡endo la fuerzas y el calor vital de su reino en que-
rellas agenas, inútiles, que ni remotamente le atailian. l]nu
vez separadas ambas diademas, y divididas las do,; ramas
de la Casa de Austria, era mas fácil á Felipe II. encerrar su
política dentro de los límites convenientes, no tomar parte
por moti vos livianos en los disturbios ni en las guerras que
eonturbasen á otros paises, y ocuparsl~ en labrar la dicha (h:
sus propios estados; los mas vastos que viera d mundo bajo
el cetro de un hombre.


Si la separDcion de ambas coronas era muy ventajosa ú
España, no menos lo era al equilibrio de Earopa, que ni si-
quiera podia concebirse, cuanto menos asegurarse, mien-
tras subsistiese íntegro un poder tan colosal como el de
Carlos V. , entronizado en el centro del continente y exten-
diendo su dominacÍon á las extremidades mas remotas; pero
lloa vez asentada otra dinastía en el trono imperial, aunque
intimamente enlazada con la que reinaba en Espaua, (23) ya
faltaba la reunion de tantos estados en una sola mano, que
amenazaba juntamente la independencia de monarcas y de
naciones. Los intereses políticos de UIla y otra rama de la
Casa de Austria aparecian distintos; y como el Imperio Gcr-
múnÍco, por su misma posicion central y sus com plicadas
relaciones, tenia que egercer grandísimo influjo en la paz ge-
neral de Europa, podian concebirse desde luego mayore:,;
esperanzas de que aqaeHa se conservase.


Así lo confirmó la experiencia: y á pesar de la reconcÍ-
liaeíon poco segura de los dos partidos en que estaba divi-
dida la Alemania, y de la necesidad casi inevitable de que
viniesen otra vez á las manos, arrastrando ell su lucha á la
Europa, lo cierto es que, en vida de Felipe JI, en medio de
las eontínuas guerras que ensangrentaron aquel reinado, y




ti
a pesar de su prepotencia y de su illt1ujo, no se turbo la paz
general de Alemania, quedando como suspensa la terrible
lucha hasta el siglo siguiente. (24.)


Por lo qun respecta á los asuntos de Italia, que tantos
afanes habían costado al Emperador Cárlos, lambien fué mu-
cho mas favorable la situacion en que se halló su sucesor;
pues ~ra tal el estado de la Francia, durante aquella época,
que harlo hacía con defenderse á sí propia, y mal podia dis-
[Jlllar el imperio de aquellas apartadas regiones. La victoria
de Pavía se habia rello\ado en San Quintin, á poco tiempo
de ascender al Trono Felipe JI; un tratado de paz puso lue-
go término á la tlesiguallucha; (25) y desde entonces pudo
preverse, como sumamente probable, que ell'lIonarca Es-
pailol perrn aneceria poseedor tranquilo de sus Estados de
Italia, sin tener durante su reinado que defenderlos con las
armas.Tambien le favoreció la fortuna en su lucha contra los
Turcos: el poder de estos parecia haber estado pendiente de
la vida de un hombre; y dcspues de la muerte de Solimall II
(que terminü su gloriosa carrera casi al mismo tiempo que el
Emperador Cárlos) la media-luna se miró vencida, asi por
tierra como por mar; cediendo palmo á palmo el terreno que
habia conquistado en Hungría, y recibiendo un golpe mortal
en las aguas de Lepanto. Esta célebre victoria, conseguida
contra las armas infieles en el momento mismo en que aca-
baban de hacer nuevas conquistas en los mares de Levante,
dió aliento y brío á toda la cristiandad; calmó especialmente
los temores de Venecia, amenazada cada dia de mayores
pérdidas; y acrecentó basta 10 SUIIlO el poder y la gloria de
España.


Pero l1il1g11n suceso pudo serie tan favorable, ni influir
lanto en su futura suerte, como la agregacion del vecino
Hoino de p(jrtll~al, qlle yió t~xlillguirse la estirpe de SU"
Prírwipcs, y cuya CO("()II(t [,(~l1nió Felipe 11 {¡ la corona (11-


:\




18
Castilla. E::::ta rcunion era do suyo mas importante que cuan-
tas adquisiciones y cunquislas pudieran haber engrandecido
el reinado de aquel Souerano; (26) pues que ella sola has-
taba para que la monarquía española fuese la mas poderosa
de la tierra. Cerraba su lerritorio, no dejando dentro de la
Península sino una sola nacion; asegurando una dilatada
frontera; y dándole por I"oso no menos que el Océano; acre-
eia notablemente la poblacion del reino; le daba la posesion
completa de caudalosos rios, que con su curso y ramales en-
lazahan unas yotras provincias; le traia en dote la capital mas
magnífica, asentada Ú Ull extremo de Europa, frente por
frente de la América, á la misma ribera del mar, como para
indiear al nuevo imperio cual era su destino; favorecia su
prepotencia, en el Mediterrúneo, teniendo en su mano, como
llaves, á Gibraltar y á Ceuta; aumentaba las posesiones de
España en las costas de Africa, en las islas del Atlántico, en
el ]\" uevo 1I1undo, en las ricas regiones de Oriente; confun-
diendo los derechos de una y otra nacion, cortados los anti-
guos moti \'os de desavenencia, enlazando los inLereses de
una y otra, para contrareslar la envidia y rivalidad de las
demas.


y nótese hien que la union de Portugal y de Castilla
(fuesen mas ó menos legítimos los derechos que hizo valer
Felipe JI,) no era, como la de otros reinos, oura meramen-
te de la violencia, incapaz de subsistir por sí y de perpe-
tuarse; sino que habia subsistido ya en otros siglos, y ofre-
cia vínculos naturales, duraderos, fáciles de estrechar mas y
mas cada dia. El mismo orígen, la misma religion, las mis-
mas costumbres, casi la misma habla, presentaban á en-
trambos pueblos, 110 como extranjeros, sino como herma-
nos; ninguna causa fundada de enemistad subsistia entre
ellos; ningunos inlereses encontrados, ningun ohstáculo in-
superahle á una uniofl ínfima y permanente. Solo era nece-




19
sarío que una política previsora y templada se ahstuviese
d(~ querer fundar la dominacion del uno á costa del otro;
que respetase igualmente los derechos é intereses de en-
trambos; y que dejase al trascurso del tiempo el cuidado de
(;onfundirlos entre sí, cual hijos de una misma familia. (2"7)


Dueño de España y de Portugal, asi como de sus pose-
siones y colonias, señor casi exclusivo del comercio de
América y de Asia; poseedor de los Paises Bajos y de va-
rios estados de Italia; libre ya de recelo por parte de los
Turcos, y viendo á la Francia dividida, desangrada, incapaz
por largo tiempo de tentar nuevas luchas; contando con
la amistad del Austria. y sin ningun rival poderoso en el
continente, hallóse Felipe Il, en la situacion mas favorable
para asentar en bases permanentes la prosperidad y la glo-
ria de España; y él fué, sin embargo, quien preparó su de-
cadencia y ruina.


Las libertades del Heino de Magon habian sobrevivido
á las de Castilla: ó mejor definidas por las leyes ó mas ar-
raigadas en las costumbres, no menos venerables por su
antiguedad que por su espíritu, confirmadas por los Heyes y
acatadas por los pueblos, ni aun asi pudieron preservarse
del rigor de Felipe JI, que aprovechó diestramente una oca-
sion favorable, para quebrantar el vigor de los fueros y
minar sus cimientos. (28)


Una vez sometido el reino á la voluntad absoluta del
Pr[ncipe, sin que la nacion tornase la parte que le corres-
pondia en el arI'eglo de sus propios negocios, era probable
que, mientras manejara las riendas del estado una mano
diestra y vigorosa, la administracÍon del reino presentaría
órden y concierto, ya que no franquicia y libertad; pero que,
si por desgracia llegaba á caer la nacion bajo el poder dl~
~fonarC:l~ débik's, no podria evitarse llllmanalllenle su pos-
!rilcion y 1IIlirluilamil)IlLo. Los que tanto han l'flSalz<ldo el




;~{/


buen régimen de Felip(~ Ir. príncipe realmente hábil y celoM,
han echado en olvido que, acabando de derribar las leyes
fundarnentales de la Illonarl[nía, y arrojúndola atada de pies
y manos ú los pies de los monarcas que le sucedieron, la
condenó á todos los azares de la suerte, caprichosa y ciega;
y que con los abusos de su autoridad desmesurada, con sus
pretensiones de dominaciofl fuera del reino, y con el ódio
que su conducta política ex('itó en toda Europa, él fué quien
allanó el camino:i 10:3 desastrosos reinados de sns suce-
sores. (29)


Hecorrienuo la historia de Felipr n, á cada paso se echa
de ver que su afie ion á un poder sin límites, y su celo re-
ligioso, intolerante y perseguidor , (que puede servir corno
de clave para comprender á fondo aquel reinado) fueron la
eausa principal de todas sus faltas políticas, asi dentro co-
mo fuora del reino; falfas que produjeron en su liempo con-
secuencias funestas, y prepararon otras aun mas lamenlab/ps
para lo venidero.


Por culpa suya estalló en sus dias la rebelion de los ~lo­
risc03, que encendió en España el fuego de la guerra civil
y la puso en el Illas duro trance, cabalmente cuando la ace-
chélban con mayor encono émulos y enemigos. (30) No es
esto decir que no estuvipsen de antemano arrojadas por el
suelo las semillas de (lq licUas rovueltas, ó que fuese fácil
y hacedero amalgamar, por decirlo así, con la nacion espa-
ñola una poblacion extraña, enemiga, sometida á la fuerza,
vengativa por carácter y por resentimiento, irreconciliable
por espíritu de religion, distinta en leyes, en costumbres,
en usos, hasta en habla y en trage ; pero estudiando la his-
toria de aquellos tiempos, aun en las obras de los escrito-
res de Castilla, salta desde Itwgo á la vista qlIe no se siguió
la sonda que aconsE'jaba una sana política; que se violaron
pactos y promesa:,,; y (!l1P en lie¡~po de Felipe JI, lIef!ó ,í tal




21
punto la opresian v violúncia, que (~t'a casliuc'vilalJle un
levantamiento.


Verificado este, ya no cabia medio humano de reconci-
¡¡acion: todas las causas do enemistad y (k odio, que pue-
den intorpotwrse entre dos pueblos, convirtieron aquella
guerra en guerra de exterminio; sin ser dable siquiera con-
cebir la espp,ranza de que pudiesen en Bdelante subsistir en
el mismo suolo. Los desastres que se siguieron al triunfo de
las armas dol Hoy y que tanto empaúaron su lustre, no fue-
ron sino consecuencia forzosa de tan mal principio: resta-
bleciéndose la esclavitud de los vencidos, en el siglo XVI,
en pi seno do una nacion culta, ú nombre de la misma rc-
ligion que habia contribuido el desterrarla de la tierra.
QUl~daron desiertos centenares de pueblos industriosos; rué
preciso trasplantar á otras provincias poblaciones enteras; y
como estas provirlencias, aunque acerbas y dllras, habian
de parecer al cabo paliativos ine/icaces, el rigor de Feli-
pe II contra los :\{oriscos preparó para el reinado siguiente
su total expulsion.
~o era fúcil en tiempo de aquel Príncipe, y cuando la


monarquía (~spañola estaba toda da en tocio su vigor y pu-
janza, que el reducido reino de Portugal rompiese los víncu-
los que le unian con ella; pero uesue el momento en que
Feli;)c n. desdeüó ohservar fielmente el sistema político que
la prudencia aconsejaba, para estrechar la I'eciente union de
ambos reinos, y la encomendó á la violencia, debió prever-
se que, á la primera ocasion favorable, cuando el poderío
de España se hallase quebrantado, r) cuando distrajesen S11
alencion lejanas guerras o disturbios domésticos, se preval-
dría Portugal de las mismas calamidades de España, para
recuperar su independencia. Lo que estriba en la fuerza, la
fuerza 10 destruye.


La misma conducta áspera y desacordada, que causó




~;/


peligt'Osas altel'acioneillh~nll'o de España, y que aplazó la ill'-
paracion de Portugal para una época no m II y distante, dió
oJ'Ígen, aun en vida del mismo Príncipe, allevantamienlo de
los Puises Dajos y á la guerra que rebent.ó al fin. (:3-1) Pue-
blos industriosos, pacíficos, ufanos de sus privilegios y ape-
gados á sus franquicias por hábito y por ¡nteres, no po-
dian someterse de buen grado al régimen arhitrario de una
nacion lejana; siendo necesario, por lo menos, tratarlos con
suma prudencia y miramientos, sobre todo en una época
en que andaban levantados los ánimos con la introduccion
de las nuevas doctrinas, que se difundian mas y mas por la
region del 1'orte. (32)


Testimonios irrefragables de aquellos tiempos muestran
hasta que punto se desvió la conducta de Felipe II de lo
quc dictaba la justicia, no menos que la política, para cal-
lIlar la agitacion de los Paises Bajos; (33) no siendo esta la
ocasion oportuna ni (le examinar las causas de la insurrec-
cion ni de recorrer los sucesos á que dió márgen. Daste de-
cir que el mismo principio de despotismo y de intolerancia,
de que parecia poseido el ánimo de aquel Monarca, fué el
que dió pábulo al descontento de aquellas provincias; el que
provocó luego su levantamiento, y el que cerró al fin todas
las puertas á la reconciliacion y concordia. (:14)


Ya era de suyo sumamente funesto á España, y de ejem-
plo muy pernicioso, ofrecer á la vista de la Europa provincias
sublevadas, osando medir las armas con la madI'e patria, é
implorando en contra suya á las potencias extranjeras; mas
en el caso presente, aun concurria otra circunstancia prin-
r,ipalísima, que agravaba hasta lo sumo el daño. No se tra-
taba meramente de disensiones políticas, sino de querellas
de religion,. la revolucion de los Paises Bajos participó ya,
como era natural, del carácter comun á tantos acontecimien-
tos de aquel siglo; y desde el punto en que se presentó




:B


Felipe Ir, no solo como cmpeilado PII ¡¡onwler ú :;úudilos
rebeldes, sino como resuelto :1 extirpar las nuevas doctri-
nas, excitó la enemistad de muchos Prír\('ipes y estados, mal
dispuestos de antemano contra su poder y prelensionps.


No lejos de los Paises Bajos, en muchos estados de Ale-
mania, dominaba el partido protestante, que ni habia olvi-
dado la conducla que respecto ü él observó Cárlos V, ni po-
dia mirar con indiferencia, y mas en unos tiempos de tanta
exaltacion religiosa, la persecueion que sufr'ian los que pro-
fesaban su misma creencia, asi corno la suerte que les ame-
nazaha, en el caso de quedar vcnciuos. Asi fué que, en el
seno de la Alemania, se suscitó un principio mas de ene-
mistad contra el Monarca espailol; sentimiento que se ex-
tendió rápidamente', y por igual causa, tt vários estados uel
Norte, como Dinamarca y Suecia, en que tambien habian
cundido las nuevas doctrinas, no menos r¡1It~ {¡ otl'OS plH'-
blos de Europa.


Aruia Francia á la sazon en gudras intestinas, que la
afligieron por mas ue treinta años: dejándole tt penas cortí-
simos respiros; y á todas las causas de des(Ínlen, que pue-
den perturbar un estado, se unian las querellas ue religion,
que se habian mezclado con las disensiones civiles; confun-
diéndose entrambas banderas. Mas, como sino bastasen
tantos elementos de confusion y ruina, intervino tambien en
los asuntos de aquel reino la política de Felipe 11, no para
mediar entre los partidos ó proteger á la autoridad Real
amenazada; sino para apadrinar á una faecion usurpadora y
turbulenta, y erigirse despucs en árbitro y uueño de aque-
lla monarquía.


Un Príncipe español, reducido á sus propios estados, y sa-
tisfecho con regirlos en paz, huhiera seguido probablemente
la senda derecha, que dictaban no menos la moral que la
sana política; cuidando rnerameule de defender su propio




:U


territorio contra la perturbacion de un estado vecino, sin dar
pábulo por su parte á la guerra que lo consumia. Mas est(~
sistema, acertado y prudente, no podia avenirse con el áni-
mo enconado ni con las miras políticas de Felipe 1[, que ha-
bía heredado de su padre el odio contra la Francia; mirando
su destruccion como necesaria, para extender la dominacion
española en Europa, y que en el caso actual tenia Lambien el
incentivo de perseguir dentro de Francia á los sectarios de
las nuevas doctrinas, (33) que naturalmente se inclinaban y
favorecían, en cuanto les era dable, á los descontentos de los
Paises Bajos y de las Provincias Unidas.


Por mas extraño que parezca, no por eso es menos cier-
to que un Monarca que extendia su dominacion á tantos)
tan dilatados estados, cuyo peso era capaz de abrumar los
hombros mas robustos, concibió tambien el designio de ce-
ñirse la corona de Francia ó que recayese en su hija predilec-
ta. Propósito de difícil ejecucion, por no decir de todo punto
inasequible; pero que 'por sí solo era suficiente para dar á
la política de España, respecto del reino vecino, un rumbo
torcido y peligroso, el mas opuesto á sus verdaderos inte-
reses.


Lo propio puede decirse, á lo menos hasta cierto punto,
respecto de Inglaterra. El matrimonio de Felipe 11 con la
Reina Doña María, soherana de aquel estado, contribuyó á
que procurase adquil'Ír en él influjo y predominio; y si bien
las condiciones puestas por el Parlamento al contraerse aquel
enlace, impidieron al Monarca Español entrometerse en la
gobernacian de aquel reino, no por eso es menos cierto que,
sin ninglln provecho para España, rué aquel suceso suma-
mente funesto para nuestra nacíon; contribuyendo grande-
mente á acrecentar la enemiga entre uno y otro estado; por
creerse generalmente que el influjo de Felipe II no era ex-
traño á la conducta cruel y perseguidora, que por vía de re-




:!!)


presa lías y como desagravio del partido católico, Oh3Cryaba
su régia consorte.


Hahiendo esta fallecido, no por eso abandonó Felipe II el
mal camino que habia emprendido con escaso acuerdo: es
fama que solicitó la mano de la Reina Isabel; y á la par que
el cadete!' de esta y su celo en favor de la religion refor-
mada opusieron obstáculos insuperables á semejante desig-
nio, contribuyeron de consuno á agriar mas y mas el ánimo
de ambos soheranos; trocando al cabo la mal disimulada
enemistad en guerra abierta.


Asómbrase laimaginacion al contemplar, al cabo de tres
siglos, los portentosos esfuerzos que hizo el Monarca Espa-
ñol para llevar la guerra al corazon de los estados de su po-
derosa rival; esperando quizá, si la fortuna coronaba su
atrevida empresa, apoderarse de aquel reino, á favor del
poder de sus armas y d(~l descontento de los oprimidos ca-
tólicos.


Empero una vez y otra budó la suerte las concebidas
esperanzas; trocando en lamentable desastre las ilusiones
del triunfo. De donde resultó, como no podia menos, que
cn vez de la soñada conquista, vióseJ<l marina de España
obligada á reparar con largos años de constancia y de sao.
crificios sus malgastadas fuarzas; en tanto que la de Ingla-
terra perseguia los buques que venian del Nuevo Mundo,
cargados de riqueza; interrumpia el comercio de España;
amenazaba sus colonias; y hasta llegaha á plantar (¡quó men-
gua!) la bandera británica en los muros de dádiz.


Así, examinando imparcialmente los efectos que resulta-
ron de la política seguida por Felipe n, respecto de las po-
tcncias extranjeras, se cchará de ver que casi siempre fue-
ron diametralmenlt) opuestos á los fines que se propusiera.


Habia deseado destruir el poder marítimo de la Inglater-
ra, y si cra posible, conquistarla y some(rrln :í su domina-


4




26
cion; y la veia mas prepotente que nunca, auxiliando ti las
Provincias Unidas para cimentar su independencia, y en-
sanchando el comercio británico pOI' todas las zonas de la
tierra. Habia prodigado los tesoros y la sangre de España,
auxiliando á la Liga, para enflaquecer á la Francia, cuando
no fuese para someterla á su imperio; y por fruto de tantos
esfuerzos, veía vencida y deshecha la parcialidad que ha-
bia patrocinado; y en el trono de aquella nacion á Enri-
que IV, monarca de aventajadas partes, que prometía acre-
cer el poder y bienestar de aquel estado; asi como la Reina
Isabel se afanaba por elevar al mayor gl'ado de prosperidad
úla Gran Bretaña.


El ódio que uno y otro monarca profesaban á Velipe 11
y el justo resentimiento que abrigaban en su corazon, por
la conducta que este observara respecto de ambos estallos,
fué causa de que procurasen por todos medios favorecer
el descontento de los pueblos que se sublevaban contra la
dominacion española; ya auxiliándolos solapadamente con
promesas y auxilios en tiempo de paz, y ya con las armas
y á cara descubierta, cuando se hallaba declamda la guerra
entre unos y otros r~nos.


Así fué que, antes de expirar Felipe n, ya se podia con·
siderar como emancipada la Holanda, merced á la constan-
cia de sus moradores, á las egrégias dotes de algunos cau-
dillos, y al auxilio que recibieron de potencias extranjeras.
Lástima y desdicha deplorable, á no caber mas: derramarse
tanta sangre española; combatir durante tantos años con el
mayor denuedo y hel'Oismo; y enflaqueciéndose igualmente
con los triunfos y con las derrotas, ver escaparse de la do-
minacíon de España unos estados cuya posesion habia sido
para ella no menos infructífera que costosa.


Pues si escaso fruto, ó por mejor decir, ninguno habia
recogido España de sus extraordinarios csfuer7:0s, para au-




~7
mentar y sostener su poderio respecto de las otras poten-
cias, (:36) conviene noperder de vista á qué subido precio
compró sus victorias, y cuan duraderos fueron los mal es
que le acarreó su desmesurada y transitoria grandeza.


Difícil es reunir mas cualidades sobresalientes que la~
que adornaban á Felipe II : vasta capacidad, firmeza de ca-
rácter' amor al traba.io, ocupándose de contínuo no meno:,;
en los asuntos graves del estado que en los pormenores
mas pequeños de la gobernacion: extendiendo su vista el to-
das las partes de su dilatadísimo imperio ,sin dejarse embria-
gar por sus triunfos ni abatir por los golpes mas rudos de
la suerte; amantísimo de Espaila y celoso de su renombre y
gloria, parecía deslinado aquel Príncipe á labrar la dicha '!
prosperidad de su patria.


Mas desgraciadamente sus defectos oscurecian aque \las
dotes, y convertian en darlo del estado lo que debiera re-
dundar en su bienestar y provecho. Suspicaz, desconfiado.
reconcentrado en sí, celoso de su autoridad hasta el punto
de que todo le hiciet'a sombra, llevando la firmeza hasta la
terquedad y la severidad hasta la venganza, no ostentaba
Felipe 1I ni las generosas dotes de su augusto Padre ni la
aureola de gloria que circundaba las sienes de su hermano.
el vencedor de Lepanto : aparece grande en medio de su
siglo; pero á la par triste y sombrío, como el monumen-
to que levantó á las artes, y que hará eterna su me-
moria.


Dentro del propio reino, se le vé trabajar con ahinco en
destruir los fueros y libertades de los pueblos, arrollando
todos los obstáculos que se oponen á su voluntad; y su vo-
luntad era de hierro; á la par que, creciendo su anhelo d(·
allegar mas estados, al compas mismo que crecian los lími-
tes de su imperio, se afanaba por allanarlo todo bajo su pe-
sado nivpl, sin tener en cuenta la divPl'sidad de naciones, y




28
qucriendo extender su inl1exible autoridad hasta el sagrado
asilo de las conciencias.


Sin desistir de su gigante empresa, por mas estorbos
que en su camino hallase, se le vé perseverar en su propó-
silo con lllas empeño, si cabe, en los últimos años de su rei-
nado que no en los primeros; pero las resultas fueron, co-
mo hahian de ser por necesidad, agotarse las fuerzas del
estado con tan extraordinarios esfuerzos.


Por espacio de casi medio siglo empuñó Felipe 11 el go-
bernalle del estado; y lejos de dejar é España próspera y
floreciente, aparecian ya por todas partes síntomas de su
proxima decadencia.


Un monarca, soberano de ambos f(~inos de la penín-
sula, señor del l\uevo Mundo, y poseedor de innumerables
y riquisimas colonias en todas las regiones :dcl globo, veia
sublevarse con frecuencia sus victoriosos tercios por falta de
paga y de mantenimiento: (37) y se hallaba en la dura pre-
cision de acudir á mercaderes extranjeros ,mendigando re-
cursos con crecidos intereses, é hipotecando para el pago la~
rentas mas píngües del reino; y para que el fin coronase dig-
namente tan desastroso sistema, vemos al monarca español
anular los contratos de propia autoridad, faltando á la fé pú-
blica y abriendo una herida mortal en el crédito de la na-
cion. (38)


Pues si esto acontecia, cuando una mano tan robusta co-
mo la de Felipe JI manejaba las riendas del estado, fácil es
concebir lo que habia de resultar, habiendo recaido el cetro
en un Príncipe que no tenia ninguna de las dotes de su Pa-
dre, sino mas bien las cualidades diametralmente opuestas.
De buen natural, pero de escaso entendimiento. desidioso de
alma y de cuerpo, apocado y supersticioso, sin ninguno de
aquellos nobles estímulos que dan temple al alma y encami-
nan al hombre por la senda de la grandeza y de la gloria.




2U
aun anles de que Felipe III ascendiera al trono, pudo pronos-
ticarse lo que habia de ser su reinado.


Desde luego se le vió abandonar el cetro en manos de
un favorito, que cada dia adquiría mas predominio en el
ánimo del monarca: teniendo escasa cuenta del procolllunal
del reino, y afanándose solo por mantener cierto aparato de
esplendor y grandeza, en tanlo que se aumentaban las ca u-
sas de decadencia que habian de producir con el tiempo
tan funestas resultas.


y no fué poca dicha el no haber de luchar con dos riya-
les tan osados y decididos como la Reina Isabel y Enriqul~ IV.
ú cual mas formidable.


N o sin harta prevision, y como si intentase dejar mas
llano el camino antes de su muerte, habia ajustado Felipe 11
las paces eon el soberano de Francia: devolviendo, PI1
camuio de una sola plaza, todo lo que ha hia conquistado en
aquel reino, y sin sacar ningun provecho de tantos y tan
costosos sacrificios.


Mas, á pesar de la celebrada avenencia, no habia que
fundar grandes esperanzas en las recientes paces; siendo de
temer (corno efectivamente acaeció) que prosiguiese Enri-
que IV en Sil propósito, y con mas afan y perseverancia,
cuando veia ocupado el trono ue España por un Príncipe tan
descuidado y negligente.


El hecho es que el monarca Francés trabajaba ü la sa-
zon por reunir cuantos elementos podia, para formar una
Liga, con objeto de poner coto á la prepotencia de la Casa
de Austria. Para cuyo fin se prevalía diestramente así de las
razones de sana p)litica, que recomendaban estahlecer
cierto eqlliliurio entre las naciones principales de Europa,
como de la poderosa palanca que le ofrecia la reforma reli-
giosa, que tanto habia cundido entre los Príncipes de Ale
mania y en otro::; estado:; del Norte.




JO
Al ouservar el descuido en que yacla el gobierno de


E"paüu, en tanto que arlelantaban mas y mas lo..; planes y
preparativos dirigidos en su daño, no e..; fúcil aventurar
CI¡úb, habrían sido la:> resultas, si hubiesen llegado á grana-
lon aquellos proyectos; pero los atajó de improviso la muer-
te, con el asesinato del Príncipe que los habia con-
ccbido.


Sucodióle Sll hijo, niño de corta edad; siendo el ver-
dadero soberano su :\ladre, bajo el título du Hegento; y
desde aquel punto y hora puede decirse que cambió la po-
lítica de la Francia ('espocto de nuestra nacion.
~Iaria do Jfédicis no tenia el nohlo carácter ni las vastas


miras que abrigaba su malogrado esposo; y lejos de favo-
rl'Ce(' al partido protestante en las naciones extranjeras, lo
miraba con recelo y temor dentro del propio reino; procu-
rando tenerle á raya y sin atreverse á confiar las armas á
sus principales caudillos,


Asi aconteció, por una tendencia natural, que mirase mas
hien con aficion que con ódio á la Córte de España, celosa
defensora de la religion católica; y que, á impulsos de aquel
sentimiento de recíproca benevolencia, se llegase hasta el
punto (increible hubiera parecido algunos arios antes) de
celebrarse dos enlaces entre amuas familias Heales,


Cierto que no llegal'On á cumplido efecto hasta des pues
de pasar algun término; y que, al tiempo mismo tIe ajustar-
se, se cuidó de que una y otra Princesa renunciasen á los
derechos que pudieran tener á la sucosion de sus respecti-
vos reinos; (39) pero no por eso es ruenos evidente que
aquel hecho no podia menos de egercer cierlo influjo ell
las relaciones políticas de ambos estados, CíO)


Durante largos años, estaban acostumbrados á contem-
plarse con rocíproca y justa desconfianza; ya viéndose frente
á fl'ente en los campos de batalla, ya sintiendo la mano rÍ-




31


\' af y enemiga en las maquinaciones y revueltas de los pro-
pios subditos, instrumentos de exlrañas miras.


El mero hecho de celebrarse 1m tratado de alianza cutre
uno y otro reino, no solo contra los enemigos externos,
sino contra las insurrecciones domésticas, (fuese mas ó me-
nos la confianza que pudiera depositarse en semejante pac-
LO) prueba con su solo anuncio cuanto haLian cambiado los
tiempos. (4 '1 )


Tambicn se habia trocado, aUlHIlle no hasta tal punto,
la situacion polítka de España respecto ele Inglaterra. A la
Heina Isabel, activa, emprencledora, no menos accesible á
la ambician que á la venganza, que habia heredado con
la sangre paterna el celo ardiente en favor ele la religían 1'('-
formada, sucedió un soberano de caráder templado, da-
tIa á las mtes de la paz, sin abrigar en su corazon el re-
sentimiento que alimentaba contra España su predecesora, y
sin sentir el ódio que ella contra la religioú católica. Asi \lO
es maravilla que con tal disposicion de ánimo por una parte,
y no inspirando el sucesor de Felipe JI los temores que este
monarca, se fuese calmando poco á poco la anlígua enemis-
tad; dando naturalmente márgen {¡ relaciones mas benévo-
las entro uno y otro reino. (42)


Asentadas las paces con Francia y con Inglaterra, parc-
eia natural que continuase España con mas esperanza de buen
exito la guerra contra las Provincias Unidas, que cada dja
se mostraban mas firmes en su resolucion; pero en vez do
volverá someterse á la dominacion de España, acrecent¡¡-
ron su potIer marítimo con tan asombrosa rapidez, que se
las vió extender su comercio por totIa Europa y hasta las re-
giones mas distantes; (!~~3) llegando á punto de luchar con
los portllgueses en el Asia; amenazando desde tan temprano
con arrojarlos tIe aquellas comarcas ó compar:ir por lo lle-
1l0S Sil imperio. (!l-4)




32
.'las tan porfiada lucha babia de causar al cabo las fuor·


zas de los contendientes: los Archiduques, que goberna-
han los Paises Bajos á la sombra protectora de España, an-
helaban la paz con las Provincias Unidas; y si bien lwbia en
estas un partido poderoso, que abogaha por la continuacion
de la guerra, diose al cabo oidos á propuestas de concilia-
cíon y avenencia.


Anduvieron solícitos en aquellos tratos los Embajadores
de Francia y de Inglaterra; pero no era fácil por una parte
recabar condiciones razonables de las Provincias Unidas, en-
soberbecidas con su prolongada resistencia y que ya creian
tocar al término ele sus deseos; y por otra, habia de costar
dificullad SUIlla conseguir que la Córte de :\1adrid recono~
ciese la independencia de unas provincias, que habia trata-
do hasta entonces como rebeldes. A lo cual se allegaba que,
ademas de un sacrificio tan costoso ú la altivez de España,
no podia desatenderse l::t consideracion polltica de uo ofro-
Ge!' Ú olros est,,1<los y provincias tan peligroso ejemplo, aun
sin contar los grandes intereses que en la cuestion meJia-
ban; por pretender los Holandeses que se les reconociese ei
derocho do comerciar libremente en los paises del Asia, que
no cstubiesen somotidos al dominio ue Portugal ó de España.


No es por lo tanto extraño que, tl'Opezando la negocia-
cion on obstáculos tan graves, aun fin conlar olros do me-
1l0S monta, no llegase á feliz té"rmino, á posar de la buena
voluntad do las potencias que habian intervenido on calidad
do mediadoras.


Desosperanzadas al cabo de conseguir direeLamente 01
apotecido objeto, resolvieron tentar un medio, quo habia
tonillo 01 mejor éx.ito respecto de los Cantones Helvéticos,
(;uanclo sJcuclioron el y1l30 de la Casa do Austria. J uzguron
aeot'tf\damontc quo, on graves cuestiones políticas, cOIlvie-
tI(' ;\ v(~ers oneomondarIa~ ,Al tiempo, el cual suele- cdloj<ll




3:1
los nudos, y que se desaten por sí mismos, en vez de COI'-
tarlós con la espada.


Desistióse pues del propósito de ajustar las paces entre
España y las Provincias Unidas, por mas que ambas tuvie-
Sl)n necesidad de reposo, despues de una lucha encarnizada
por espacio de cuarenta años: y al cabo se celebró un con-
yenio de gran importancia, no solo por lo que en sus estipu-
laciones con tenia , si no por la esperanza de Una paz dura-
dera, que en su seno encerraba. Para orillar dificultades,
no se exigió del gobierno español que renunciase expresa-
mente á sus derechos de soberania sobre las Provincias Cni-
das: pero en el hecho de tratar con ellas como con un estado
libre, venia á reconocerse su disputada independencia. (4.5)


El punto relativo á la libertad de comercio se arregló
tambien, empleando cierta elasticidad en los términos, pa-
ra que pudieran entenderlos á su sabor entrambas partes
con tratantes: y merced á uno y otro temperamento, consi-
guióse al fin ajustar una tregua de doce alias, que puso tér-
mino á tan prolongada contíenda.


Fúcil es concebir que esta transaccion, aun cuando fuese
temporal y pasagera, no podia menos de lastimar el crédito
político y militar de España: presentándola á los ojos de
propios y de extraños como menos poderosa y altiva; pues
para ella debia ser como pasar por las horcas caudinas el
tralar de igual á igual con provincias rebeldes.


Afortunadamente se le mostraba la SUCI'tc mas propicia
en Italia: reinaba allí un Príncipe inquieto, emprendedor,
señor de un reducido estado; pero de gran corazon y de
ambician mas grande todavia, que no menos imaginó que
resucitar la liga contra la Casa de Austria proyectada por
Enrique IV y enterrada en su tumba; y si bien no pudo con·
seguirlo, disponiendo Victor )lanucl de muy desi3lwles me_
dio:" supo. ;Í fuerza de actividad y audacia, mantener ell


;:;




:H
contínua agitacion aquella península. Mas de una vez con-
templó deshechos sus planes; se vi6 vencido; tuvo que de-
mandar merced á la cÓrle de Madrid; y ú pesar de tantos
reveses y contratiempos, causa asombro ver á un .. Duque de
Saboya luchando brazo á brazo con la suerte: ya emplean-
do las armas, ya las artes de la política; y al cabo de conti-
nuos afanes, guerras y alianzas, asegurar la independencia
de sus estados; recobrando los territorios que le habia con-
quistado España.


Habiendo esta al propio tiempo celebrado paces con la
Hepública de Venecia (salva apenas del golpe que la habia
amenazado de muerte) puede decirse que estaba asegurada
la tranquilidad general de Italia, y que podía la córle de
?tladrid volver la atencion y cuidados a las cosas de Alema-
nia, que bien lo habian menester por su gravedad é impor-
tancia.


Próximo ú quedar vacante el trono imperial, natllral era
que se despertase la ambicion de los varios PrÍnci pes, que
podian aspirar á él: y aun cuando el Hey (h~ Esparlu tu-
viese derechos lllas valederos que ninguu otro, tuvo la t;ór-
le de Madrid la cordura de renunciar á semejante preten-
sion; moviéndola probablemente el deseo de conservar la
paz y no dar mál'gen :el peligrosas complicaciones.


(edió pues al Archiduque Fernando los derechos que
pudiera alegat·; si bien con la claúsula de reversion á la co-
rona de España en determinados casos.


Al propio tiempo se celebró un tratado de alianza ofen-
siva y defensi va entre ambas ramas de la (asa de Austria;
convenio que indicaba á las claras el designio de unirse mas
estrechamente y conservar intacto su poder, sí es que no
se intentaua acrecentarlo.


Fué por lo lanto natural que semejante acto despertas!'
cierto rocelo en las dumas potencias, especialmente en lo~




3tí
(~stados de Alemania, y aun mas todavia en los Príncipes
que profesaban la religion reformada, por reputarla expues-
ta ú nuevas persecuciones y peligros.


Hallóse pues la Alemania en una grave crísis, preñada
de nuevas guerras y calamidades; y en vez de seguir Espa-
iia la prudente conducta de la Inglaterra y de la Francia, que
por causas mas ó menos plausibles, declararon el propósi-
to de mantenerse neutrales en la lucha que amenazaba, se
\Íú lJuestra nacion comprometida en ella, y hasta tal punto
qU(~ mas bien podia considerarse como parte principal, a un
cuando se tratase de intereses agenos, que no propios.


y bien se habia menester toda su poderosa ayuda, para
sacar al Archiduque Feruando, elegido EmperadOl' por la dic-
ta de Francfort, de la angustiosa situacion, en que se halla-
ba. Habíase insurreccionado la Bohemia, llegando hasta el
punto de alzar al Elector Palatino por Rey; andaba inquieta
y (ksasosegada la Hungria; vários Príncipes protestantes
aprestaban las armas pal'él la lucha, que se consideraba in-
minente; y para que nada faltase, haciendo el cuadro mas
sombrío; descubriase en postrer término el poder del Gran
Serlor, que si se prolongaba la lucha, era de temer quisiese
aprovechar ocasion tan propicia, en daño de la cristiandad,
y muy principralmente del Imperio.


Reducido este á sus solas fuerzas, es probable, ó por
mejor decir seguro, que hubiera sucumbido, bajo el peso
de tantos infortunios y acosado de tantos enemigos; pu-
diendo con verdad afirmarse que debió su salud á España.
Acudió esta con sus tesoros, con su influjo en las Córtes de
Europa, con sus aguerridas tropas y la pericia de sus acre-
ditados Generales; y la célebre batalla de Praga aseguró en
las sienes del Archiduque Fernando la triple corona, qlll~
hasta entonces estaha en ellas como mal segura y vacilante.
Someliósc la Bohemia, que en ca::;ligo de su rehelion perdió




36
i;Ui; fucroti y libertades, se apaciguó la Hungría; y conti-
ntlando favorable d viento de la fortuna, en vez de perder
algunos de sus autiguos estados, adquirió el Archiduque el
territorio de la Valtelina, que se suhlevó para ponerse por
su propia voluntad bajo el mando de la Casa de Austria.


El poder á quo llegó esta en aquella época, no puede
menos de causal' admiracion y asombro: «si se reflexiona (di-
ce un juicioso historiador) acerca de la conquista del Palatina-
do, debida al valor de Spínola ; conquista que franqueaba ú
Felipe 11I el paso por medio de la Flandes, para penetrar en
el corazOn d<t Alemania; si desde allí se eeha una atenta
mirada á los estados de aquel monarca en Italia, reunidos ú
los de Fernando por la sumision de la ValLelina; si se consi-
dera en fin la comunicacion recien abierta enlre el ;\1ilanesa-
do y la Espaila, por los puertos de Monaco y de Final, situa-
dos en el .\Iediterráneo ¿ no es natural pensar qU(~ estas es-
pediciones militares parece haber tenido por objeto formar
una cadena, que mantuviese las mas hermosas comarcas de
Europa bajo el yugo de la Casa de Austria? ('f.G)))


Mirada á lo léjos, deslumbra el brillo que circundaba á
la monarquía española: sus Generales eran de los mas afa-
nados del mUlldo, sus Embajadores los mas die8lros en la
ciencia política: su literatura, extendida por toda Europa á
la sombra de 8US victoriosas banderas, campeaba en ella siu
rivales; y hasta la moda, acusada por lo comlln de incons-
tante y caprichosa, se dejaba llevar de la corriente, siguien-
do el curso del podor y de la grandeza.


Empero si en vez de dejarse seducir por las apariencias,
se examina á fondo e\ estado que tenia á la sazon Espaila,
fácilmente s(~ d(~;;;cubrjran síntomas infaliblos do llaquoza y
abatimiento.


Los males causados por las contínuas guerras y por los
Il~soro;;; quo para sustentarlas 80 babian prodigado, so acrc-




('cntaban mas y mas cada día; decayendo la agricultura y la
industria; pasando á manos extrageras , rivales, cuando no
enemigas, el trúfico y comercio, asi como los ricos metales
(PW traian las flotas, y que habia qne dar en cambio de ma-
nufacturas. (1./)


A la emigracion de un gran número de españoles, que
su encaminaban al i\'uevo Mundo, hubo que añadir otra cau-
sa de despoblacion, aun mas considerable y funesta; cual fué
la total expulsion de los Moriscos, verifjcada en tiempo de
Felipe III. (48) La dehilidad y sllpersticion de aquel Prínci-
pe le hicieron llevar ú cabo tan funesto propósito, sin que
fllesen parte á detenerle las reclamaciones de la nobleza tic
Yalencia, (!k9) los ruegos ni las lástimas de tantos infelices,
ni las consideraciones de una sana política. Viéronse de im-
proviso arrancadas de sus hogares millares de familias, y
Iransportatlas al Africa; agregándose á lo duro de la provi-
dencia el angustioso plazo y lo acerbo de la egecucion, Y
cabalmente los proscriptos eran los vecinos mas útiles, acti-
vos, industriosos, que habian hereflado de sus padres las
tradiciones del riego y del cultivo, asi eomo el conocimiento
de algunas artes y oficios, que casi exclusivamente ejer-
cian (JO). Asi fllé que con su espulsion no pudo menos de
resentirse la polJlacion y riqueza del reino bajo mas de un
concepto (J1); y uniéndose á esta causa otras generales,
que contribuyeron al mismo objeto, no es (~xtraño que en
breve se advirtiesen los fatales efertos, y sn tratase de po-
ner el oportuno remedio.


:\Ias en ello se procedió con el mayor desacuerdo; ofre-
ciendo una muestra palpable de los errados principios eco-
nómicos fIliO prevalecian en aquellos ticmpos.


Para impedir la disminucion de la riqueza se apelú al
recurso de las leyes suntuarias; r",curso inpllcaz, que solo
produjo oposicion y descontento




:I~


Se pl'OhilJió la salida de moneda, como si fuera po:;i-
ole impedir que siguiese el curso nalural que le abrian el
Iráfiro y comercio; y se agravó hasta lo sumo el daño, adulo
terando las monedas Y. dando un valOl' excesivo á la de
,"ellon, que quedó casi exclusivamente circulando en el
reino.


Así fué como, empleando remedios empíricos, que agra-
vaban el mal en vez de sanarlo, menguaban los recursos
del estado, á la par que se dismihuian sus fuerzas; en tér-
minos que, al bajar al sepulcro Felipe I1I, se asemejaba
España á un árbol secular, que todavía extiende á lo léjos la
sombra de sus ramas; pero que ha perdido el verdor y lo-
zanía, porque se van secando sus raices.


Para sostener el peso y balumba de la monarquía espa-
ñola en aquellos tiempos, no eran bastantes robustos los
hombros de Felipe IV. Cuando este ascendió al trono, con-
taba apenas diez y seis años; y si bien se hallaba dotado de
claro ingenio y ánimo generoso, habia sido educado en la
escuela de Jos favoritos; carecia de sólida instruccion; y so-
bradamente inclinado al ócio y galanteos, miraba con esca-
sa aflcion, por no decir con tédio, los graves negocios del
Estado. Si es cierto, como comunmente se refiere, que en
las postrimerías de su padre, le manifestó este cuanto le pe-
saba haberse entregado á validos, recomendándole que no
siguiese tan funesta senda, leve mella hubo de haeer seme-
ganle consejo en el ánimo del Príneipe; pues que, dumnte
su largo reinado, aponas se le vió gobemar por voluntad
propia; y la fama del Conde-Duque de Olivares, tan fu-
nesto á España, eclipsó en breve la que habia dejado el Bu·
que de Lerma en tiempo de Felipe IlI.


El estado en que quedó el reino, al fallecimiento de este
Monarca, era el mas lamentable; siendo harto evidente que,
sino se ponia dique á la avenida de males que amenazaba.




~!l


hahian de aumentarse con extraordinaria rHpidl'z. como t'JI
fales casos sucede ~G2).


Mas lejos de poner el oporluno rell1l~dio. ;;e desoyeron
los damores de las Córtes del reino, que únicamente se
congregaban para pedides cuantiosos subsidios, y que llIas
de una vez levantaron la voz, con noble independencia, para
reclmnar contra 10& abusos y pedir importantes reformas (i>:3).
De donde hubo de resultar, eomo conseeuencia precisa, el
descontento de los pueblos, y que se fuesen amontonando
las nubes, que tal fllrlJi(¡n do desdichas trajeron, antes de
fenecer aquel reinado.


Si este hubiera si(lo soscgatlo y paciHco, tal vez se hu-
biera sentido menos la gravedad del daño; pel'O cabalment e
se vió empeiiada España en lejanas y costosas guerras, qlle
llpenlls le dc'jaron alglln breve respiro.


Conclt¡ida la trégua con Holanda, volvió ¡Í encenderse' In
guerra con aqllellas Provincias, auxiliadas, ya á cara des-
cubi(~rta, ya con mano oculta, por todi:ls las polencias ene-
migas ó rivales de España y lejos de sacar esta gloria ó
venl(Jja de tan prolongada contienda, 'lió perseguido su co-
mercio en todos los mares, amenazadas su:; mas ricas colo-
lonias; yen algunas de ellas, como en Méjico y en el Perú,
arrojada abundante semilla de descontento, que no podia
ménos de producir amarguísimo fruto.
~lienlras proseguia la estéril lucha con las Provincias


lJnidas, volviélll los Paises Bajos al dominio de España, por
haber muerto sin sucesion el Archiduque Alberto; y si bien
es cierto que habia sido nuestra nacion la que habia soste-
nido la posesion do aquellos Estados, ahora iba á pare-
cer con mayor claridad lo grave y pesado de semejante
carga (54).


Al propio tiempo nos hallábamos rmpeñados en la guer-
ras de Alemania, sin que en ellas SIC' ventilasen del'c-




40
dIOS é intereses de Espaiia; tomando tan ti pecho aquella
causa extraña, que despues que el Emperador soltó de la
mano las armas, aun proseguimos no~otros la desigual con-
tienda (55).


Tambicn en aquel reinado sostuvo España sangrientas
guerras en Italia; uniéndose en su contra la Francia (ene-
miga tenaz por espacio de un siglo) la república de Vene-
cia, cuya política por lo comun se mostraba poco afecta ,í
España; y valiéndose de las armas del Duque de Saboya.
dispuestas siempre á mostrarse en los campos de batalla,
para satisfacer los conatos de una ambicion inquieta.


Momentos hubo en que por todas partes habia tantos
enemigos unidos y conjurados contra España, que parecía
su perdicion segura; pudiendo únicamente libertarla un fa-
vor especial del ciclo. (56)


Para hacer rostro á tal cúmulo de enemigos, y sustentar
en sosiego la inmensa mole de tan dilatada monarquía, era
preciso, indispensable, estableber dentro del reino un régi-
men firme y robusto, que mantuviese en su vigor el crédito
y las fuerzas del estado. Mas lejos de ser así, continuaba el
cetro en manos de un valido; seguia el P,"íncipe adormecido
y descuidado en el seno de los placeres, sin escuchar el cla-
mor que por todas partes se levantaba; y creciendo el des-
contento como era de temer, rebosó al cabo la medida, y cs-
tallaron insurrecciones, que pusieron en grandísimo apuro la
salvacion del reino.


En el espacio de pocos años y en distantes miembros de
la monarquía (como síntomas que anunciaban la dolencia
del corazon) hubo de lamentarse un levantamiento en Sici-
lia, si bien puJo reprimirse, sin dejar honda huella; y en el
vecino reino de Nápoles se verificó un suceso, el mas pere-
grino y extraño, hijo del mal gobiel'llo y que habia de dar
alas á los pueblos que estuviesen malcontentos con la do-




41


Il1l1weion e~paiíola. La exaccion de algunas gabela;,; y tribu-
los, que pare(~ian pesados al pueblo, dieron lugar ¡Í Sll
inquietud ~. desasosiego: faltó en la autoridad ~lJpprior, Jlr\'·
vision para antever el mal, y firmeza para ('onlcllí'rlo: ('ll
términos (fue tomó c lll'rpO la insurreccion has la el punto d,'
intentar sacudir la dominacion de España. Cierto que al prin-
cipio no pareció sino Ilnas satunales del poblacho; pero t'l1
hreve presentó carácter mas adusto y graY8. Fortuna qtll"
la desuníon de los caudillos y el torcido rumho que tornó lit
rcvolucion quebrantaron sus flwl'zas; y si bien llamó en Si!
auxilio el aoo"o de la Francia (atento SiC'IlI!)re el oido ;ti


1 " ,


mas leve rumor contrario á Espaiía) solo aleanzó el déhil au-
xilio de un Príncipe aventurero, que habia heredndo elUOlll-
bre y la ambicion de sus mayol'c:->, pero no SllS altas prendas
y ID()recirnientos, (37)


Mas graves qll(~ los sueesos de .:\Tápolos, á que pudo
darse feliz cima, fueron las alteraciones dn Calallliía, qUí~
tan fatales consecuencias trageroll. Nada prueba lanto la
ceguedad de! gobierno qlle á la suzon regia los destinos th~
España, como verle descuidado y tranquilo, á pesa!' de lag
llamaradas que de tiempo en tiempo anunciahan la eru[lcion
del volean, ya cercana, inminenl(~.


Ni la presencia del Monarca mismo, tan eficaz y pod(~­
rosa en el {mimo de los pueblos, fué parte á impedir que
'3e manifestase en I3arcclona el ódio contra el privado: mos-
trándose poco dóciles las Córtes que allí se celebraroll; ne-
gándose á otorgar subsidios para empresas extrañas y rui-
nosas: siendo fácil prever que una leve chispa sería has-
lante á que prendiese el mas voraz incendio. (58) En ver.
de quitar hasta el menor pretesto á un pueblo resentido
~ll1imoso. amantísimo de sus fueros y libertades, se le que-
brantaron; dando primero márgen á rcdumaciones y quejas
'[Uf' f'11 bl'pn' SI' trocaron cm desman0s d(~ la inquipta plebe,


ti




4'2
Y terminaron ('11 rwgm' al Monarea el debido homenuJü ~'
ohediencia.


La c¡}rte de Madrid no tuvo en cuenta ('1 carácter dr
a([lwllos natllraJ¡·~. tenaz, hronco, prestoá tomar las armas,
ni la muchedumbre de plazas y fortalezas. ni lo áspero y
quehrado del terreno, ni echó de ver In "ecindad de una
nacíon poderosa, que habia de acoger con los brazos abier-
to'\ el ¡O~ descontentos, si :í t.al extremo se le,-; estrechaba.


Asi aconteció; y para calcular hasta que punto llegó el
desabrimiento de los Catalanes contra el mal gobierno de
España, basta reflexionar que, apesar del 6dio contra los
Franceses (ódio comun entre pueblos fronterizos, y arrai-
gado por espacio de siglos) no vacilaron en ponerse bajo
la proteccion de la Francia; proclamando Conde de Barce-
lona al Soberano de aquel reino.


Aceptó de buen grado la oferta; y concurrió con las ar-
mai' á sostener la insurreccion; calculando sasazmente que
nada podia ser mas nocivo :l España que ver su propio ter-
ritorio ardiendo en discordias civiles; en tanto que tenia que
o¡tender con sus huestes á mas de una guerra extranjera.


Por buena dicha no llegaron las cosas al extremo que
pudo recelarse; y una vez celebradas las paces con Fran-
cia , volvió Cataluña al tlominio de España; pero no pOI' eso
oejó de ser aquella insllrreccion de fatal ejemplo; dejando
enconados los ánimos y cansando á la nacion no pocas pér-
didas y desastres. (39)


Aun mas duradoros fuoron, y debiera España llorarIos
t'on lúgrimas de sangre, los que acarreó, y cahalmente por
la misma época, la insurreccion de Portugal.


Al unirse este reino con el de España en tiempo de Fe-
lipe II, se echó de ver la necesidad de guardar á aquel es-
tado las consideraciones que exigía la justicia, y que reco-
mendahan de consuno la política y la conveniencia,




u


Apesar del caráeter despótico d(~ aquel monarea, tan
roal snfrido en materia do franquicias y libertades; no obs-
tante hallarse España en el apogeo de su pode!' y contar
con canelillos como el Duque de Alba, á quien se levan-
taha el destierro para que fuese a conquistar para su Rey
una nueva corona, (60) se asentaron con equidad y justicia
I;:\s basos en qlte habia de descansar la union de enlrambo;,
reinos.


Túvose present0 (como no podia 111enOSj el carácter dI'
la nacion Portuguesa, allí va, pundonoroso, ensoberbecido
á la sazon, y justísimamente, con los prodigiosos descubri-
mientos y conquistas, que habia vorificado en las regione:;
mas distantes; circunstancias todas que hacian indispensablt-~
guardar los mas esquisitos miramientos, para no lastimar el
orgullo de un pueblo en cuyo corazon se hallaban, mas hien
amortiguados (pIe extinguidos, los sentimientos do rivalidad,
por no decir dc enemiga, que por cspacio de siglos abriga-
ba contra los naturales de Espaiiao


Asi fué que el misll10 Felipe 11 no yaciló en prometer
que S0 observarían religiosamentn las leyes fundamentalef>
de Portugal, que se con vocarian sus Cortes, que ellas otor-
garian los subsidios, y con su concurso se harían las leyes
para aleuder al pro-comunal.


Tomáronse á la par otras pl'ecauciones, para manifestar
que no se sacrificarian los intereses de Portugal á los de
Castilla; y que se encomendarian, para que los mirasen
como propios, ú los naturales de aquel reíno.


Este pacto solemne, aceptado por los monarcas de Casti-
lla bajo la fé del juramento, debia servir de norma para lo
vcnidero; y es harto probable, que si se hubiera observa-
do fielmente, no se habría roto la union cnlre ambos esta-
dos. Con solo haher establecido la córln en Lisboa (verdad e-
ro cenlro de una monarquía, dueña de tantas comarcas en




14


lfi~ cuatro partpf'\ del mundo) es verosímil que se hlll)l(~r,~
dado ú la políti(~a de España la direccion adecuada ¡Í una
nacion C'sl,nciallllente marítima; y tal vez mirando mas do
cerca los intereses de Portugal y enlazándose insensi}¡h~­
mente con los de España, hubieran acabado ambos reinos
por confundirse en uno. el mas poderoso de la lic'ITél.
~o Jo quiso así nuestra fatal estrella: los monarcas d0


Castilla, ó por mejor decir, sus malos consejeros y pI'ivados,
miraron con escaso apego las cosas de Portugal: mientrils
estuvo aquel reino hajo el cetro de nuestros Rey0s , solo filé
allá Felipe 11, recien verificada la conquista y no la ocasion
menos fayorahle para grangear el afecLo de sus nllevos va-
salios; y cuando Felipe III fué tamhien á Lisboa, para qUl'
las Córtes jurasen Ú f'U hijo como sucesor en aquella coro-
na. lejos de ser un paso ventajoso á la union, apareció co-
mo síntoma de rompimiento, mas ó menos cercano. La al-
tivez del Conde-Duque y la adusta seriedad del monarca
¿¡griaron los animos de la nobleza, y descontentaron al pue-
blo : las Córtes rehusaron el suhsidio que se les demanda-
ha; tornando el Príncipe á Madrid poco satisfecho, y dejan-
do en el reino vecino mas y mas arraigadas las semillas dI'
qUé'ja y de resentimiento. (61)


En vez de atajar el daño, subió de punto en tiempo de
Felipe IV, con el mal gobierno del estauo, con las guerras
distantes y costosas, con el escaso cuidado que se daba á las
eosas de Portugal, aun mas desatendidas que las de Casti-
Ita; en términos que apénas se fijó la atencion en los vários
indicios que anunciaban la revolucion, en secreto fragna-
(la, y que no aguardaba para estallar sino una ocasion
oportuna,


Ofrecióse est.a, para desdicha de E~paña, euando princi-
piaron en mal hora las alteraciones de Cataluña: y para
('olmo df' desventura, la C<irte de Madrid estaba tan eiPfrH.




4:)
que pidió auxilio ú los Portugu0SeC'l, para reducir á obedietl-
l:ia la provincia rebelada. J¡:2)
~o era posible que el partido que lrabajaba á las calla-


das en favor del Duque de Braganza, para alzarle al tr'OIlO
Lusitano, desaprovechase tan huena coyuntura: halló á la
('órte de Madrid desapercibida, escaso el presidio que guar-
necia á Lisboa, odiados los que egercian la autoridad á nom-
bre del monarca e~pañol; y fué fúcil que la conspiracioll,
formada por algunos nobles, se hiciese populélr, y se exteu-
diese con rapidez por todo el ámbito del reino hasta las Illas
distantes colollia8.


En vez de tener aliento y hrios para contrarestarlu,
Espaiia se hallaba á la saZOIl en las circuIlstancias mps crft i-
ca:; que imaginarse pueden, distraida su alencion y lla-
madas sus fuerza8 á varios y distantes puntos. Tenia que
sujetar, dentro de la propia casa, al Rosellon y á Calaluria,
au:(iliados en su rebelio[l por las huestes francesas: tenia
que sustentar la guerra al mismo tiempo en los Paisc8 Ba-
jos, en Alemania, en Italia; peleando con buen éxito á veces,
<Í veces con esca8a fortuna, con valor siempre, ú la par que
sin fruto. HolanJa proseguia en su portlada lucha, viendo
cada dia mas cercano el anhelado término; en tan lo que
Inglélterra y Francia, enemigas por espacio de siglos, daban
tregua ti sus ódios, y se unian contra nosotros en eslreclHl
éllianza.


Aun sin Ilegar;í tal punto, y sin recordar lo quü habla
acontecido n~specto Je las Provincias Unidas, 110 podia des-
conocer la córte de Madrid que aql1ella8 dos potencias ha-
hian de patrocinar, como lo hicieron, la independencia de
Portl1~al, para dehililélr con tan rudo golpe el poder y las
fuerzas de E:,paña. La separacion de aquel rc'ino equivalía
<Í la amputacion de un brazo en el cuerpo de la monarqui¡l.


\comdida r:~la por fan(()5 f'll('rni~o", él la par qnl'




46
necia el descontento de la nacion J la miseria príblica, :JC
sintió mas que nunca la necesidad de la paz; (63) Y se cele~
Lró al cabo, si bien á costa de uolol'osos sacrificios. L<i.
muerte de Cromwell y la restauracion de Cúrlos 1I facilita-
ron aj listar paces con Inglaterra; cediendo Espaúa á Dun-
kerqlle y la Isla de Jamaica, tan importante por su posicion
en las Antillas.


Lo que mas urgia era terminar la guerra COll Francia;
y no se pudo recabar sino con grandes pérdidas en el famoso
trata,lo de los Pirineos. En su virtud, cedió España el Hose-
llon y parte de la Ce .. daña, ú trueque de conservar á Catalu-
iía; quedando los Pirineos por límite natural entre alllbos
reinos.


,'.


Cedió tambien varios territorios en Flandes- y en otro~
puntos; y se dió por satisfceha con (lile la Francia le de-
vo!viese las conquistas que habia hecho 0n Italia, en los
Paises Bajos y en Cataluña.


Corno prenda de paz y nuevo vínculo de alianza entre
Ulla y otra córte, se celebró el casamiento dlJ Luis Décirno-
cuartt) y la Infauta Doña :'lIaría Teresa; cou escasa voluntad
por parte del jlonarca de Castilla, como si el corazon le
anunciase que aquel enlace habia de contribuir á que pasase
el cetro español a manos de una polencia, ri val etemu de la
Casa de Austria. (64)


:\Ias al cabo, respiró la nacion, una vez asentada la paz
eon Francia, y terminada la prolija lucha entre el EmpDrador
y los Príncip8s de Alemania; en términos que plle(le decirse
que vo: vla á d:~5canSal' Europa, para restao.ar la sangre de
tantas y tan graves heridas.


Aunquo ú duras penas, se resolvió Felipe IV á recono-
cer la independencia de Holanda; imaginando quizá que rc-
concentramlo sus fuerzas pn un solo punto, IR sería mas fa-o
.. i¡ reCOhl'iH' :i Portugal.




47
Mas tal era á la sazon la debilidad de España, que alln


ludiando bl'azo á brazo con tau lf.Jsigu,tl adversario, no pu-
do conseguirlo; si bien es cierto que, lilas 6 menos solapa-
Jamente, le protegian la Inglaterra y la Francia, pOI' mas
que lluviese ofrccido esta lo contrario en pactos reciente", y
solemnes. (65)


Con escasas esperanzas de n~cuperar aquel precioso
reino, y sin hal)cl' recogido, por fruto de tantas y tan cos-
tosas guerras, mas c¡uc pérdidas y dL~sastres, vió Felipe 1 V
acercarse el fin de su largo reinado; que, si bien reflejó :d-
guna gloria por el brillo de la eÓl'te y la protoccion dispen-
sada Ú las ljellas Arte=, y á las Musas, presagiaba como in-
minenle el decaimiento y ruina del estado. (G6)


Al expirar Felipe IV, dejó caer el cell'o de las España"
en manos uo un niiio, enfermizo ,de alma y de cuerpo, con-
denado Ú arrastrar una penosa infancia desde la cuna hasta
el sepulcro.


En calidad de tutora y Hegentc, cncargóse del gobiemo
la Reina Maure, acompaüada de un Consejo ó junta consu!-
tiva, compuesta de altas dignidades del estado. Era aquella
Princesa ignorante, [anúlica, de corta capacidad, pero con
sobrados humos do ambicion; aspintndo {\ ejercer sola y sin
rivales la potestad suprema. Poco querida de la nacíon. se
le imputaban cuantos males y des\'enturas pesaban sobre
ella; aumenlúnuo"e aun mas el descontento y la indígnacion
pública, por creerse que ejercia en su {mimo un absoluto i!ll-
perio, ya su confesor, ya su valido, extranjero arIuél, yele-
vado este con escaso merecimiento á la cumbre del poder
y de la grandeza.


Desabridos los nobles y descontento el pueblo, dt~ {~sta
disposieion de los ánimos nacieron escenas lamentables de
inquietud y desasosiego en la córle: dividí. la esta (COIl]')
pudipl'¿1Il en la eclad media algunas l'f~p(lfdi(,1I5 de lLalia' ('11




48
do,; parcialidades; haciéndose Gruda guerra en mtrigJs j'
Iramas palaciegas, y llegando alguna vez la plebe ú cometer
dt'sórdenes y tropelías.


(;ozaba á la sazon del aura popular (por ser el principal
caudillo del bando opuesto {, la Reina ,'ladre) un hijo de
Felipe IV, fruto de sus amores, Príncipe de aventajadas par-
les, y que habia combatido, no sin gloria, si bien con esca-
sa fortuna, acaudillando las tropas españolas en Flandes y
en Portugal. Fijáronse en él los ojos de la nacíon, como era
natural en semejante desamparo; y concibió grandes eSjlc-
ranzas, si por buena (licha empuñaba algun dia el gobernalle
del estado. Llegó por fin, despues de sinsabores y penalida-
des, al término de sns deseos; pero estuvo lejos de corres-
ponder ú la expectacion pública, bien por lo grave de la si-
tnacion, cuya mejora no estaba al alcance de ninglln hombre,
bien por no haber sabido grangear (~l afecto ele la nobleza,
que le miraba siempre con escasa alicion, ni contentar la
movediza yoluntad del pueblo. Ello es que ejerció el mando
por corto tiempo y con escasa gloria; mostrándose COftlO
<lunlllHldo con el peso dd nombro que llevaba.


\11181'to Don Juan de Austria, mas bien con el torcedol
de las penas que con la carga de los aúos, quedó el campo
tle~¡'IIl]¡arazado y escueto á la Boina }iadre y sus parciales,
qllc volyieron ú apoderarse del mando; habiendo desapare-
cido tambien el débil obstáculo que podia OpOlWrlCS la pri-
mora esposa del }Ionarca, de la familia Real de Francia, que
pasó por la clÍr[e de España como una peregrina, sin dejar
rastro Ó huella; y desapareció del Inundo, siendo poco
sentida.


En H;Z de una rival, lHllS Ú menos temible, buscó la
Beina :\lLldl'e quien sirviese de instrumento ú sus miras; tl'il-
Hnclo al infecundo lodIO del }Ionarea una Prin<:csa alema-
na, Il('rmana (Ir- la Emprralriz: con lo cual juzgó ponc'!' 111\




49
contrapeso al partido que en la eórte se inclinaba ú la
Francia.


Entre tanto las cosas públicas iban de mal en peor; falto
de voluntad el Rey y casi redueido á la triste condícion de
un autómata; entregadas las riendas del estado, ya á un l\Ií-
lIistro, ya ú otro, inhúbiles todos para manejarlas, apesa r
\k la elevada clase ú que por lo comun pertenecían, y de no
carecer algunos de prendas recomendables.


Ademas de los Consejos, creáronse varias j untas, con el
¡in de manejar con mas luces y acierto algunos ramos del
\:stado; pero este remedio ineficaz dejaba subsistir el mal,
si es que no lo acrecentaba; quitando á la adrninistracion
pública la conveniente unidad y concierto. Hallábase Esp a-
i1a , por aquellos tiempos, en la misma situacion que un en-
fermo, postrado largos años en el lecho del dolor, desfalle-
cido y exánime: muda con frecuencia de facultativos, los
rcune y consulta sin hallar remedio á sus dolencias, y vien-
do por instantes acercarse la muerte.


En contraposicion á este cuadro, tan melancólico y som-
brío, parece que la suerte se habia complacido en oft'Ocer
otro, diametralmente opuesto, en la vecina Francia. Ocupaba
aquellrono un Príncipe como Luis Décimocuarto, adornado
do las dotes mas souresalientes, en la fiar de la edad, ac-
tivo, ambicioso, sediento de dominacion y de gloria; cerca-
baule á porfia capitanes famosos, hábiles ministros, estadis-
tas consumados; y la nacion sometida á su omnímoda vo-
luntad (acalladas las discordias civiles y robustecida en la
lucha) mostraha aliento y brios, para secundar las empresas
del nuevo soherano.


Fué, por lo tanto, fúcil de prever, como en breve lo
acreditó la experiencia, que el ?!Ionarca franc(;" no des-
aprovecharía la ocasion q uo la fortuna le deparaba, [la ra
"ati.-;[accr d heredado resentimiellto contra la Ca,.;a d(' :\11~-


7




!)()


tria, y apode['al'~(: de los despojos de la desfallecida E~­
paña, (67)


Este designio. seguido mas ó menos ostensiblemente,
pero jamas abandonado, fué la mira constallU~ de la polí-
lica de la Francia respecto de nuestra nacian, desde el ad-
venimiento de Luis Décimo cuarto, hasta que creyó satisfe-
chos sus deseos, a l expirar Cál'los Segundo ((j i); no siendo el
reinado de este Príncipe sino una continuada lucha, ya en
el terreno de la política. ya en los campos de batalla, contra
las pretensiones de la Fran cia.


Lejos de disminuirlas, mas bien sirvieron para acrecen-
tarlas los vínculo!'> de parentesco que mediaban entre ambas
familias Beales. In\'ocó Luis Décimo cuarto los dcreellOs de
su consorle (no obstante su solemne renuncia) para reclamar
la pertenencia de algunos territorios situados en los Paises
Bajos; alegando para ello una antigua costumbre, incierta
y dudosa. establecida en algunas provincias de Francia, y
empleando cierto aparato de forma jurídica, impropio de
cuestiones entr'e estados independientes.


A tamaña injusticia se agregó el insulto; repitiendo men-
lidas protestas de intencioncs pacíficas, y apreslando las
armas, que en breve so emplearon en los Paises Bajos, OL'U-
pando un territorio mal apercibido ;í la defensa.


llna violacíon tan manifiesta del derecho de gcntes no
pudo menos de causal' extrañeza y escándalo en Europa; en
términos que algunas potencias del Norte, como Inglaterra,
Holanda y Suecia, formaron una triple alianza, para poner
dique á tan ambiciosos designios. Con el nombre y carácter
de mediadoras intervinieron en aquella desigual contienda;
y por lIO atraer sobr(~ "í tantos enemigos, si rehusaba acco··
del' Ú su mediacion, la acoptó Luis Décimo enarto, y modere)
al¡';1l1l tanto sus desmesuradas pretensiones.


En "irlm] (h,1 trafado cclchr;ldo ('n Aqlli,.,sr'lIl 'ano dn




¡Si


1668) recobró España el Franco Condado; pero perdió ulla
cadena de plazas importantes, que abrieron á la Francia la
entrada hasta el cOl'uzon de los Paises Bajos; facilitándole
invadirlos y someterlos en guerras posteriores.


Contenida por de pronto, que no salisfecha, la ambicion
del ¡\[onarca francés, anhelaba otra ocasion en que poder
darle rienda suelta, sin hallar oposicion ni obsl,\culo; y con-
tando con la buena voluntad de Suecia y con la complicidad
(que tal nombre merece) de la Gran Bretaña, invadió de im-
proviso las Proyincias Unidas, y estuvo ú punto de someter-
las, ú no haber acudido ellas al recurso extremo de inunda r
el país y sepultarse hajo las aguas, antes que sujetarse á
tan ignominioso yugo.


Salvóse como de milagro aquella República, que no en-
contró apoyo en ninguna potencia, excepto en España; la
cllal contrajo con ella una alianza defensi va: i tan trocados
estaban los tiempos ~


La irrupcion de la Holanda, sin el menor motivo ni pre-
texto, y lo~ designios que por todas partes se traslucian, 110
dejaban ni asomo de duda respecto de los planes que abrí-
gaba Luis Décimo cuarto, y mejor aconsejados los gobier-
nos, principiaron á coligarse para ponerles coto. Celebróse
un tralado de alianza entre el Emperador, las Provincia s
l]nidas y España: abandonó la Inglaterra á su ambiciosa
aliada, comoigualmentc lo hicieron muchos Príncipes de Ale-
mania; y el Monarca francés, solo con extraordinarios es-
fucrlOs y celeridad suma pudo hacer rostro á tal número de
enemigos.


Mas aconteció con aquella coalicion lo que frecuente-
mente sucede; no siendo fácil mantener unidos por largo
espacio, corno en un haz, muchos y encontrados interpscs.
Holanda fllP la primera qlle desertó de la causa comlln, con-
tCllI;)ndosp ron recolH'ar el territorio que le habían COnfluÍs-




lado las armas de [a FI'ancia, y asintiendo á que conservase
esta el fmnco Condado; verificándose algunos cambios de
plazas y fortalezas, en virtud de conciertos celebrados COIl
el Emperador y otros Príncipes de Alemania,


Por lo que hace á España, sus armas halJian sufrido rc-
veses en los Paises Bajos; una buena parte de aquella <';0-
marca se hallaba ocupada por las tropas francesas; y lo que
cl'a aun mas scnsible, habian penetrado estas en Cataluña,
sembrando nuevas semillas de sedicion en aquella provin<.;ia,
naturalmente inquieta.
~o es por lo tanto extraño, que viéndose la córte de


Madrid ahandonada de los mismos cn cuyo favor habia em-
puñado las armas y expuesto su propio territorio á todos los
males de la gucrra, tuviese á buena dicha acceder al tra-
tado de Nimcga, celebrado entre Francia y Holanda, que
dejaba abierto un plazo á las demas potencias, para que pu-
diesen vel'ificarlo (G8).


Continuando España en su estado de poslracioIl y de-o
caimiento, y sin desistir Luis Décimo cuarto de sus ambicio-
sos designios, Ilingun trafado de paz podia ser mas quc una
tregua, mas Ó lIlonos larga: y así aconteció que, rotas las
hostilidades por los arlOS de ,1 G8.\" y {¡ pesar (k haberse
vuelto á suspender por algun tiempo, era de (emor un nuevo
conflicto, y quizú mas grave entre ambas potencias.


Un importante cambio en la situacíon política de Europa
ofreció á España la ocasion mas favorable, para volver á la
contienda con esperanzas de mejor éxito. El Príncipe de
Orange, digno rival de Luis Décimo cuarto, acababa de
asentarse en el trono de Inglaterra, caliente aun; habién-
dose refugiado en Francia el último de los Estlllmlos. A im-
pulso del antiguo resentimiento, y con la Íntima conviccion
de que era indispensable poner límite al excesivo poderío de
la Franci". só pena de V(,I' desaparecer el equilibrio dp En '.




ij;l
ropa y amcnazaua la independencia de la!'l naCioIlt:S. elnueru
Monarca de la Gran Bretaña las apellidó á I¡¡s armas en de-
fell"a de la causa comun; siendo el caudillo y el alma de~
una coalicion formidable, cm la que entraron Espaüa, Holan-
da. el Imperio de Alemania y el Duque de Saboya (69).


Abandonado á sus propias fuerzas, desplegó Luis Déci-
mo cuarto los inmensos recursos de la Francia, tan venta-
josamente siluada, así como se ostentó la pericia de sus fa-
mosos generales, combatiendo con gloria en los Paises Ba-
jos y en Italia.


Aun mejor éxito obtuvieron sus armas l'i1 Cataluña; ha-
hí(;ndose apoderado de algunas plazas importantes, y 110-
ga¡ll]o á plantar sus banderas en la capilal del Principado.


Por fort una principiaha ya ú columbrarse la aurora de la
lHll: una coaliciotl, formada de tantas potencias, no podia
durar largo tiempo, y mas si la córte de Yl'l'salles empleaba
cliestramen((; las artes de la política , al mismo tiempo que
en el campo las armas. Con esperanzas y proIllC'sas, logró
apartar de la alianza al Duque tIe Sabaya, mas atento ú
sus particulares intereses que á la causa general ellropéa. Po-
co inclinada á la guerra, y pacífica de slIyO, la república de
Holanda se ciió por satisfecha con recobrar los lel'l'ilorios que
hahia perdido, y con ver confirmados sus privilegios comer-
cwles y asegurada su frontera, por e"llado de los Paises Ba-
jos; y hasta el mismo Guillermo III, contento con la gloria
que habia n~c:l!)ado, y conseguido en gran parte el fin
principal de la l'mpresa, celebró paces con el soberano de
Francia; que le ofreció reconocerle por soJwrano del Hei·
no Unido, y no prestar auxilios á la desahuciada callsa de
los Estuardos.


Todas las potencias tenian necesidad de descanso, des-
pues de tan ruda contienda; sin esceptuar á la Francia mis-
ma, que no habia podido meno" que comprar sus triunfog




54
ti c.osta de la miseria de los pueblos. No es pues extraño que
Luis Décimo cuarto se mostrase mas comedido en sus pre-
tensiones, que lo que se habia manifestado otras veees; en
términos que, con respecto á España, no solo abandonó las
recientes conquistas, sino que devolvió algunos de los terri-
torios que habia adquirido, en virtud de anteriores trata-
dos (70).


Mas no po~o se engañaria quien atribuyese seme-
jante proceder á la moderacion de aquel Príncipe (¡ a
la imperiosa ley de la necesidad: sus miras eran mas anti-
guas; y asi en la guerra como en la paz, seguia respecto de
España un plan fijo, profundo, clavada la vista en la corona
de aquel reino, próxima á desprenderse de las sienes del
desventurado Monarca (71).


No habiendo tenido sucesion de ninguna de sus dos consor-
tes, y yéndose consumiendo por instantes su vida, no era di-
ficil prever las gravísimas dificultades que, en un plazo mas ó
menos cercano, habia de ofrecer una herencia tan codiciada;
mediando sobre locIo dos intereses opuestos, sostenidos por
poderosas fuerzas: de una parte la Casa de Austria; de otra
la Francia.


Habia intentado el gabinete de Versalles ver si era dable
entenderse de antemano con la Córte de Viena, para evitar
graves conflictos, que ·pudieran tal vez acarrear una guerra
general en Europa; mas habian sido vanos sus esfuerzos.
aun cuando apareciesen revestidos de pacíficas apariencias.
La Casa de Austria se reputaba con derecho á recoger por
completo la rica herencia de Cárlos Il, como quien entra en
poses ion de unos bienes patrimoniales; y dificil mente podía
avenirse á compartirla con la Francia, su eterna rival, y du-
rante siglos enemiga.


A las pretensiones de esta última se oponia, como ohs-
tár.ulo legal y valedero, la renuncia que hizo la Infanta Doña




511


Ana, al desposarse eOIl l.uis Décimo terdo; asi como la que,
en época mas recienle y con mayor solemnidad, si cabe,
habia hecho la Infanta Doña ¡Haría Teresa, al contraer matri-
monio con Luis Décimo cllarto.


Para dar á est(~ acto toda la validez imaginable, se habia
ratincado por aquella Princesa, despucs dc cntrar en su
nueva patria, con el fin de que apareciese mas libre y espon-
táneo; y al celebrarse en España, se habia convertido en
ley del reino, á peticion expresa de las Córtcs.


Aparece, sin cmbargo, pOI' datos auténticos, no en-
tonces conocidos, que el hábil ministro que por parte de
Francia dirigió aquellos tratos, no crcja de gran valor aquel
ohstáculo; y cuidó con sagacidad suma de que la validez dp
la renuncia de la Infanta quedase como pendiente de cum-
plirse por parte de España algunas condiciones, tal como el
pago de la dote; para tener á mano un cabo slIelto de que
asirse, si la ocasion sn presentaba


Alimentaba las esperanzas de la (órl(' de "crsalle:,> rl
creer que tales renuncias lwbian t ('Ilido por objeto satisfacer
el orgullo de los Espaíloles, é imp(~dir f11Je las coronas de am-
bos reinos se uniesen en la misma cabeza; pero que. una
vez salvado este inconveniente, grave de suyo, no podian
aquellos actos invalidar la ley de l'ucesion, t'slablecida por
costumbre inmemorial en España, sancionada en sus códi-
gos y practicada constantemente por cspaGio de siglos; ley
que admilía úlas hembras de mejor grado, ti faltade varones.


"las, apesar de touo , aparece que la renuncia de Sil es-
posa inquietaba, como una pesadilla, el sueño de Luis Déci-
mo cuarto; y que hizo no pequeños esfuerzos para que ('1
Gobierno español se aviniese á rccuoocerla como nula; lle-
ganuo ú ofrecer en cambio, como remuneracion de aquel
sacrificio, no proteger la causa de Portugal; que tanto de-
bía á sus auxilios, ora públi¡;os, ora encubiertos.




¡¡ti


POI' dcsgl'acia para nuestra nacion, no 80 admilió snnH'-
Janle oferta, que tal vez hubiera impedido ó retardado la se-
paracion de aquel reino; y se aferró la Córle de :\Jadrid el!
sostener la validéz de las renuncias, que habian dp ser, IIl~­
gado el caso, tan débiles barreras.


Entretanto el '\lonarca Francés, fijo en un punto el pnn-
samiento, se esforzaba por ganar en la Córte de Madrid pm"
ciales poderosos, que favoreciesen su causa; si bien tenia qUf'
vencer grandes obstáculos; principiando por el únimo del
débil Monarca. inclinado naturalmente <i Sil propia familia, y
sujeta su flaca voluntad al imperioso influjo de la Heina. Tal
era, sin embargo, el poco afecto que le profesaba el puehlo,
y tal el descontento general, causado por el mal gobierno"
que insensiblemente rué cobrando <ilas el partido favorable tí
la Francia, dirigido con hahilidad suma.


Entre uno y otro influjo, vacilaba el ánimo del Hey, cada
dia mas débil y apocado, atormentado de escrúpulos y de-
seoso de hacer lo que fuese mas ventajoso al reino. Con c5ta
disposicion en su espíritu, y movido probablemente por los
que esperaban que las respuestas fuesen favorables á SIlS
miras, se consultó al Consejo de Estado, cual lo exijia la ín-
dole misma del asunto, de inmensa trascendencia política.
Se consultó igualmente al Consejo de Castilla, reputado como
t:lIs10dio de las leyes y su mas fiel oráculo; y para acallar la
conciencia del Monarca, no contentándose con el dietámen
de jurisconsultos y teólogos dentro del reino, se dirigió una
con511lta reservada al Pontífice Romano ... Solo se olvitkl
Ilna cosa: consultm' á la propia nacion (72).


Nada prueba tanto el grado de abatimiento eu que esta
se hallaba, como ver hasta el punto que se prescindió de
ella en materia tan importante, como que iba á decidir de su
flltura suerte. En vano las leyes fundamentales prescribían
que pn lo~ asuntos graVAS eonsllltase el Rey álas Có!'tps: e/l




57
vallo habia sido esta la costumbre observada en lo.') \'Jrio ..
reinos de la Peninsula por espacio de siglos: destruidos los
flleros y libertades de Castilla y de Aragon, cn tiempo de
Cúrlos 1 y de Felip(; rr, aquella veneranda instilllcion habia
quedado reducida á un vano simulacro, á que solo se apr'-
¡aha para pedir subsidios (7:)), y no para aliviar la suerte d(~
los pl1(~bJos. Así /lO es maravilla' ['01' ma" que cause ver-
;.,uenza y pesadumbre) que hasta el nombre de Córtes se hu-
biese hOl'rach de la memoria de las gentes; y si alguno :le
atrevió ú pronunciarlo, perdiósc su voz en los aires. como
la del que clama en el desierto (74:;.
~o satisfrcho Luis Décimo cuarto con adelantar cada di;~


mas terreno en la Córte de Madrid y hasta en el ánimo d"l
'Jonarca, tanteó celdwar Iwgociaciunüs con otras potencias;
ora temiese no poder ganar <Í su favor la voluntad de Cár-
los Ir .. incierta y Iluctuan tI:', ora quisies(' por aquel medio
asegurar una p" I'le de la herencia de aquel M onarca, y sohre
torIo illlprdir que I'ecayps(~ intngra en poder de la Casa d(:
Austria.


Con euyo lin y ob.i(~t() , celebl'óse en el Haya un tratado
('ntl'(~ Inglaterra, Holanda y Francia; en C'l1ya virtud se divi-
dian los estados de E"paúa, cual i;i fuesen bienes mostren-
cos, que no tu viesrll dlJ(~iio (~onocido, nn cuanto su último
poseedor fa !Iüci esp.


Segun ül tenor de tan extraño convenio, España con su;os
[ndias y los Paises Bajos habian de adjudicarse al Príncipe
Elector de Baviera ; y si despucs de su advenimiento al tro-
no, moría sin hijos. clehia pasar á Sil p;¡dre la corona d(~
Espalla.


Al Delfin " el sus d(~seendientes se les senalaba, cOino
lote , el reino de \'ápoles, la Sicilia y algunos puertos en
Italia; asi como la provincia ele Guipúzeoil dentro del terl'i-,
(orio d(' España, aportillando la muralla de lo~ PirineOi,


8




.'}!'


El Archiduqm' Cárlos, hijo st'gunt!o tl!'l Empt'rndol', f¡a-
IlI'in de contentarse con cll\Iilanesado; cual si la slH'rll' fatal
lit' Italia la condenase siempre ú ahrigar en Sil seno una
y otra dominacíon extraña.


Fácil fué prever que el Emperador mal podia contentar-
se con la escasa parte que se le daha I'n pi repartimiento;
pchúndose de ver que la Francia, al afnctar ciprta generosi-
dad con el Príncipe de Baviera, se habia propuosto como
principal mira privar de la mejor parte de la herencia ¿Í la
Casa de Austria. Motivo por el cual el Emperador se negó
~ aceptar tan desigual convenio; apreslándose ú sustentar
ron las armas los que reputaba sus derechos.


Por lo qua respecta á España, la nueva del tratado,ape-
nas llegó á traslucirse, causó la impresion mas ingrata en
la nacían entera y en el ánimo del monarca. Atribuyóse <Í
insulto, y no sin causa, que unas potencias extranjeras se
arrogasen la facultal de disponer de la corona, sin contar
(',cm la voluntad (le la nacion, y sin noticia siquira del mis-
mo soberano; cual si se contasen con afan los momentos que
le quedaban de vida, para repartir los despojos cnln~ los
varios pretendientes.


Lo que mas lastimaha y ofendía en la ocasion presente,
era que el sentimiento nacional, movido por el propio ins-
tinto y por decoro, se mostraba opuesto á que se dividiesen
los diversos miembros de la monarquía, acostumbrados
como estaban los ánimos ti verlos formar un solo cuerpo,
('uya sombra llenaba tanlo espacio, y que aun en me-
dio de su aniquilamiento, ostentaba cierta magestad y
grandeza.


Participaba de estos sentimientos el monarca, que al fin
sen tia latir en su pecho un corazon espaiiol; y con el fin de
que no se desmembrasen sus reinos, á la par que resentido
con LlliR Décimo cuarto. inventor y fautor l!pl malhadado




;j~J


reparto, otorgo Cúl'los II testamento, instituyendo <11 Prínci-
pe de naviera por su universal heredero.


Parecía aquella r('solucion la mas acertada; pues en S('-
nwjante matcria no era propio ni conveniente pesal' en fipl
balanza (cual pudiera l](lcerlo un tribunal de justicia; los dt'-
rechos que alegaban los varios pretendientes (7G;. Media-
ba un objeto político, grande, capital, de incalculable tras-
cendencia; cual era mantener íntegra la sucesion á la co-
rona; procurando que no recayese en la Casa de Austria
ni en poder de la Francia, con riesgo posible para la inde-
pendencia de España, y con peligro inminente para el cqlli-
librío de Europa.


Fu('se m<1S Ó menos v('nlajoso aq1lel plan, lo deshizo dl~
un soplo la muerle, que salteó de improviso al Príncipe (/('
Baviera; hundiéndose cm el sepulcro todas sus esperanzas;
y dejando frente á fn!nte, para que fuese la lucha mas pro-
10ngcHla y terrihle, á dos contendientes, ú cual mas tenaz y
formidable. Sin desistir de su propósito, y antes bien si-
guiendo el mismo rumbo que la vez primera, calculó Luis
Décimo cuarto que, si lograba recabar en favor de sus pIa-
nes el asentimiento oc las potencias marítimas, que tanto
podian pesar en la balanzu, lendria el Emperador que aceplar
la parLe que se le asignase, ó seria fácil reducirle por la via
de las armas, si apelaba á ellas.


Para ver si era dable allanar su voluntad, se le adjudi-
có mejor parte en el segundo tratado de repartimiento,
celebrado en Londres (año deI70{)) entre la Gran Bretaña,
Holanda y Francia. Con arreglo á sus disposiciones, en lugar
del Milanesado, que se reservaba como compensarion al
Duque de Lorena, se daha al Archiduque Cádos el dominio
de España con sus Indias, y ademas los Paises Bajos y la
isla de Cerdeña. Por lo qll(~ hace á la Francia, se adjudica-
ban al D('lfln los mismos estados que r:n pi prinwr ronvrnío,




tiO


<I!2TPgnndm:r (¡ dios los DUl'ado.<; fil' [ol't'lla~' tlt' Ha!': con
coya adquisicioll redondeaba la Franei!! ~lt krritorio, ~. fo:,··
t:dcria \lna de Sil" principales frontera,.;.
:-;atisf(~cho. ,11 parecer. con estas ventCljas, pro(:lIr<') Lili~


[)(!.('imo cnarlo qne las demas potencias «,' Europa aC('(~dir~
S('ll al reciente lratado; afanándose con ('specift! ahinco en
íP;e diese su asentimiento (:1 Duque d", SahoYil; ,]ui':!l se
J llzpdha con derecho á la SUCCSiOll del trono de E";pll üa. y
rrhllsó ucceder á la propuesta que le hizo la Franeia, de tro·
car por el reino de Nápoles la Snboya y el Condado de Niza.


Aun menos dócil se manifestó el Emperador, mas resen·
tido. si cabe, con Inglaterra y Holanda qur con pI mismo ";(l-
h~~rano de Francia; con el cual tentó si era posible c:nten-
dnrse secretamente, con el fin de vengar lo que ('stimaha
deslealtad y perfIdia dé' las potcm~ias J11<1ritimas, {¡ I:lS que
imputaba haber faltado ;í solemnes promesas. Mas no ha-
hiendo hallado en Luis Décimo cuarto la ilcogida <¡Uf' espera-
ba, ora no creyl'sc: este Príncipe I('ales las ofertas, ora te-
miera indisponerse con naciones tan poderosas, no vaciló el
Emperador en declarar, del modo mas explícito. que' no
aceptaba ell'8cientc convenio (76).


Pues si el primero habia causado en la ('{¡rte de Madrid
tan justo y general desabrimiento, fácil PS concebir la in-
clignucion que debió ocasionar el segundo: que era una
nueva confirmacion, ann mas otl>nsiva si cahe, de la poca
~llenta en que alguna:.; potencias tenian los derechos de oues-
tra nacíon y la voluntad del soberano.


Crcció la angustia de este, colocado no en un trono, sino
(~n un potro de tormento: y desde aernel punto r hora n'pi-
lió las consultas; mostróse cada cIia mas indeciso: y \Íniea-
mente parecía que su ánimo se fijaba en un solo runto, y ('se
d~ vital importancia: que no se di vidi(~scn sns estados. ,;1fas
~\ qnipn habia de nombrar para sueetler en ellos: ú la Casa




~1


de Austria o a la de Francia'! Los \"ÍnclI!os de la sangre, lo,.;
,;~ntimientos dl~ su corazoll le indinaban ti la primera; m!B
la segunda tenia á su favor los dictúmcncs. de los cuerpos y
Ilt!rsonas que habia consultado el Illonarca, para aliviar el
puso de "u conciencia, no menos que el influjo de persona~
de cuenta, (COIllO el célebre cardenal Portocarrero) que na-
tnralrnente aprovecharian el estado de abatimiento eIl que
~e hallaba el d('sdichado Príncipe, ansioso de salir á cual-
quier costa de tan peno:'io estado.


Ni es difícil que para acabar di! itldinar su ánilUo, 10 lll-
clesen presente ulla refll;sion d(~ gran peso; ú saber: qUl.'
era harto IlWS fúcil que se mantuviese en ulla JUano el do-
minio de tantos estados, instituyendo por heredero univér-
sal á un Príncipe dl' la familia Beal de Francia, cuyo ~lonar­
ca por !a siluacion de su propio reino y el poder de sus ar-
TIlas, podía acudir fúr;ilI11ente i:l su defensa. :\Ia" si se eneu-
mendaba esta ti la proteccion del EI11!)eradol', lejana y tar-
dia, era poco probaL!e conseguir t<in importante objetu;
habiéndose visto recientemente cuún poco airoso hahia qllt:-
dad u luchanuo, y con auxiiio de otras naciones, contra su
prl'potente advcl'sariú :11). Fuese por l'sta Ó pUl' otras razo-
Ill~S, lo cierto es que el Monarca cspallol, hizo su lec;la-
mento, institu~elldo, en primer lugar, por su hl!redl'l'O lIui-
versal a! Duqul' de Anjon, hijo segundo del Delfin, ! al
I)mlue de l3erry, iÍ falla de su hermano.


Por si estos no aceptaban, y tal vez corno IHlUVO eslil1lu-
lo y acicate, para que no vacilase Luis Décimo cuarto, l1u-
Illaba dcspucs cllestamcnto al Príncipe D. Cárlos, de la Ca-
sa de Austria: y en defecto de unos y de otros, al DU(jue
de Saboya: creyendo, tal vez, con ~emejantes disposicio-
nes, hacer la delJidajusticia á sus rcspeclivosderechos (71')).


Fué aquel acto el último esfuerzo (lel dcs\'cnlurado ,\to-
llar',l; :-;C1fl(~.ianf(~ ¡i la llamarada rL' ti::;! Ifll. próxima ;~ apa-




6~


~:¡¡I',.;e; y (~xpirú de allí Ü [locu tiempo, al dl''';¡Hllllar el siglo
do('illlO oc lavo , con tan tl'Ístes y lúguhres auspicios, qlle en
L I'l'v(~ se cumplieron.


El caracter de Luis Décimo tararlo, y lo Iwlagado que
ha,.;la entonces se lluIJia vislo por la fo)'! tilla, dificilmenll)
le hubieran consentido renunciar ¡} la rica herencia, que se
destinaba ú su nieto; cuando no solo tenia á su favor los de-
rechos que reputaha válidos y subsistentes, sino la voltll1-
wd l~xp('esa (101 úllimo soberano de España.


Aceptó pues el testamento, del modo mas públieo y so-
lemne; y dedicó los mayores conatos c't tranquilizar ú las prin-
cipales potencias; ú fin de calmar los recelos que natural-
mente habrian de despertarse, al ver otra vez amenazada la
Europa del mismo peligro que corr1e ra, cuando tantos esta-
dos se llallaban reunidos bajo el dominio de la Casa dc Austria.


-'las por una conlradiccion inconcevible, <Í no salwrse
l~uallto ofusca el humo de la ambicion los mas claros enten-
di/ll¡(mtos, al ellviar <Í su nielo ú reillar en,Espaüa (como
dl'~pLE;s lo hilO :\'apolcon, al enviar el ~ll !wrlllano con
mellOS fortuna) lo rocomenuó que no oh'idasQ nunca (lue
er<l Príllcipe franc0s. Aun no contento con esla advertuncia,
que tal vez pudiera consiuerarse corno llll lllt'rD t'Oll"CjO
amistoso, pnhlicó una pragmútica sancion, en cuya virtud
l'ollservaha al Duque de Anjoll ~ya !ley de la" Espaíl:.ts bajo
el nombre do Felipe V) sus derechos al trono de Francia;
sl'íialándo!e el lugar que le corresponcJia (~ntre los Príncipe~
de la san;:5re (;0).


De esta manera, ciega y desatentada, se hacia re\'i\"ir
la causa principal de las renuncias de una y otra infanta,
que tanto importaba sopultar en 01 olvido, como no necesa-
rias: se invalidaba el mismo testamento de Cúrlos ll, el cual
I'slablecia que cn ningun caso pudieran reunirsc en ulla
mi"rna frputc aJ)}!JlI~ coronas; y como cOllsecllencia de lllllJ




63
Y otro error, se daba armas ú los enemigos de la Francia, al
ver los ambiciosos designios que semejanLe conducta descu-
bría; y uniéndose á esta causa, de suyo poderosa, la polí-
lica que al propio tiempo observaba Luis Décimo cuarto con
Inglaterra y con Holanda, mas bien provocativa que conci-
I iadora, no debió sorprender que aquallas Pot.encias patroei-
liasen la causa del Archiduque Cárlos; agregándose des-
pues otras naciones hasta el punto de que, al cabo de pocos
"üos, se encontró el monarca francés luchando solo, brazo
ti Lrazo, contra casí todas las potencias de Europa.


Sabidos son lo:; wcc:;os de arIueHa prolongada conti(~n­
da, que ensangrentó el continente por espacio de doce arlos;
los sitios y batallas, las victorias y los reveses, que mas de
una vez colocaron en el trono de España á uno y otro
de los pretendientes; sIguiendo el /lujo y reflujo de la vúI'Ía
fortuna.


Asenlóse en él por segunda vez, y para el resto de su
vida, Felipe V; debiéndolo en gran parte (sin lisonja puede
afirmarse) á la ilimitada conJianza que depositó en la nacion
y ú la lealtad de esta, que le sostuvo con mayores brios en
la adversidad, cuando mas desesperada parecia su causa;
hasta el punto que el mismo Luis Décimo cuarlo se mostra-
ba resuelto ü abandonarla (80).


A fuerza de rcsignacion y de constancia, logró aquel :,lO-
lJerano que se aclarase algun tanto el horizonte político, bas-
la entonces tan oscuro y cerrado; contribuyendo grande-
mente á ello el cansancio general de los pueLlos, el cambio
que de improviso recibió la política del Reino Unido, y so-
hre todo, el que debió producir en la política general la
llluerte del Emperador Jose, á quien sucedió su hermano el
Archiduque Cúrlos. La siluacion cambió de todo punto: los
peligros para el equilibrio de Europa, si llegaba á verificar·
se la reUIIlOII de tan Los estados en Uila ::;ola mano l amena-




M


I.aban ya por la parte dd Danubio, IlW:'; biell que por parté'
del Sona; y no era difícil, si se lograba evitar uno y otro ries-
~:ü eOIl equitativas condiciones, ajustar las anheladas paces.


Consigllióse, al eabo, por medio dd célebre lrataLlo dI:
Ufrecbt, que puso término á la guerra de sucesion; acallán-
do el estruendo de las armas, y dejando solo un lejano rumor
durante algun tiempo, como 01 r¡w~ sucle quedar d(~SplH:~:;
de una réeia tormenta.


Oblllviéronse por aquel tratado dos obJotos d(~ impurtan-
cía t'iuma, tanto para España como para el eCjuilibrio gellc--
ral (k~ Europa. Quedó onLerool cuerpo de la monarquia; roeo-
llociéndose á Felipe V como Rey de España y de sus lnJias;
cuidándose con especial esmero (segun las ideas que pre-
valecian en aquellos tiempo:,;) de que llO pudiese ceder ni
enagenar el todo ó parte de sus colonias, ni admitir á co-
merciar con ellas á ninguna otra Potencia; lo (IllO n~dund(J­
na en perjuicio de las demas.


Aun mayor solicitud se puso, y era natural que asi su
hici,~,;e, para asegurar que en ningun caso pudieran reunir-
~e eH el mismo soberano la') coronas de entrambos reinos:
punto de tanta importancia y trascendencia, que puede de-
eirsL' no se ha penlido de vista, dpsde el reinado dl~ Feli-
pe Hl lwsta el tiempo presente.


Al indicado objeto se encaminaron varios aelos solem-
nes; renunciando Felipe V á sus derechos Ú la corona dn
Francia, para satisfacer los deseos de su llueva patria, y
desvanecer, en cuanto era daLle, los recelos que manifes-
taban las Potencias de Europa.


En virtud elel tratado de Utrecht, se adjudicó al Empe-
rador el )Ji!anesado; ob.ieto constante de sus miras; á lLl Casa
de Austria el reino de ;\,ápoles y la isla de Cerdeña, por la
partf' de Italia, y los Paises Bajos, pertenecientes Ú EspaiJa;
-cm cuya f'('SIOB, mas hien quedo esta gananciosa que pcr-




Mi


Judicada. A[ Duque de Saboya se le dió [a Sicília, y tomó ("\
tíLulo de Rey; agregándose al lote, que le cupo en suerte, la
v:;perunza de suceder en el trono de Espana, si el nuevo 80-
i,vrano moría sin dejar suce6ion.


Por lo que hace ú la Gran Bretaña, que tanta parle ha-
bia lomado en la guerra y en el ajuste de las paces, siguió
(.¡ rumho constante de su política; reservándose la posesion
de la isla de jleuorca, tan ventajosamente situada en e[ Me-
di le:Túnco, y la plaza de Gibraltar, una de las llaves d~l
¡':';[I'('cll0, ú que da nomlJre y fama.


COtlcL'rladas asi ¡as co~as, y cOllHmidas las priucipales
pOkncias, no podian menos de ser ,-anos cuantos esfuer-
zos hície~e el Emperador, aun cuando antepusiese correr los
azares de la guerra tí aceptar las condiciones del tratado
d(~ lJlrccht: siendo harto probable (como en breve lo acredi-
tú la experiencia j que lendria <11 fin que someterse ú la d lira
ley de la neee~irlad (8 1).


Hemos recorrido, no sin fatiga y sobrealiento, un vastí-
simo campo, que comprende no menos que el espacio de dos
centurias, en ¡as cuales puede afirmarse que la historia de
la monarqnín cspnñola comprende la historia de la Europa,
(Í por mejor decir del mundo, que abarcaba y ceñia con sus
robustos brazos.


Hemos vislo crecer aquel Imperio, bajo las alas protec-
loras del águila de CúrIos 1, Y regido por el duro cetro de
Felipe 11; pero aspiranrl\) ambos monarcas á darle desme-
surada gra¡¡dc~z;¡, ú la par (Ine destruian los fueros y liber-
tades de la nacio!l, y se conSllmÍan en vanas empresas su vi-
gor y sus fuerzas, rué deeayendo con celeridad suma, que
anunciaba, Ctl un plazo mas ó menos cercano, su aniquila-
miento y su ruina. Bajo el Augústulo de aquella régia estir-
pe, no p,lrecC' sino f!!l(' ('Í la par del desdichado PrírH'i!H'
iÍl:¡ .í ('''pirar la lIlonan¡llia.




ü6


Una nueva era comienza; y ,;e des<:ubre olI'o vasto ho-
rizonte. Con el adn~llimiento de la augusta dinastía de Bor--
hon, puede decirse que España se une mas estrecllélmente
ú la Europa, y que se a}m~Il los obstruidos canales á la civi-
lizacion y cultura del siglo. A la pUl' se reforma la adminis-
tracion del estado; se ml'joJ'a la hacienda: se plantea una
llueva organizacion militar, y renace la marina: tan neeeslI-
ría para nuestra prosperidad: grandeza,


Apenas respira la nacion, desangrada y ex::'tnime con tan
largos padecimientos, vuelve la atencioll al cultivo de las
ciencias, lastimosamente abundonaclas: mcj<)rallsc los estu-
dios; se crean Academius: y la literatura principia;í dar
señales de vida, si bien con sobrada timidez, exenta por 10
IUcnos de la hinchazon y postizos adornos, que C'n su decre-
pitud la habian afeado.


Asórnbrase la Europa, al contemplar la fuerza vital que
encierra UIla nacion, á la que reputaba como 1m cadáver; y
quo en el término de pocos ailos, "e Icyantal'su de la postra-
cion en que yacia, crecer y desarrollarse, hasta (:/ plinto de
pesar grandemente en la balanza política y aspirar ú ex.ten-
del' su dominacioll en la1" apartadas regiones que fuoron en
otros tiempos teatro de sus hazañas. (82)


Al descender al sepulcro Felipo Y. (ú quien debe su fUIl-
dacioneste ilustre Cuerpo, cuyo aniversariD celebramos) co-
mo que se ensancha el corazon y se abre el pecho á la es-
puranza, al contemplar cercanos los prósperos reinados de
Fernando V[ y de Carlos 1II, ambos lIe gloriosa memoria.




:MOTAS"


(1) Sl'ria objeto muy importante, pero que habria meIl\'ster mucho e~­
(lacio, para tratarlo cual corresponde. examinar el influjo moral y pulítico.
que ha [('niúo en España la circunstancia singular de haber estado. por el
término de ocho siglos, en contínua guerra. para recobrar su independen-
ci,l. J precisamente luchando brazo á brazo con pueblos mahometanos.


Desde lUt~go ml' atreveré á indicar. por via de muestra. dos efectos de
suma trascendencia, que me parece haberse derivado de aquella cama: el
primcro. no haber Ilt'gaúo nunca el régimen feudal á mostrarse tan arrai-
gado y tan duro en España como en otras monarquías dc Europa. que se
hallaban en distinta situacion. El segundo, que habiendo estado unidos, por
espacio de tanto,; siglos, los sentimientos dc gloria y de indppcndencia con
(·1 espíritu rrligioso. adquirió necesariamente este, en el pueblo español,
un desarrollo y una c'\altacion extraordinaria, de que tantos rastros ~c ven
I'U los aIlalc~, ('U la~ in5Iituci(}ne~, en las costumbres de la nacioIl.


(2) Tales como las Canarias; islas de tanto precio, por su posicion en el
Atlántico, para una nacion destinada á poseer en América inmensas colo-
nias; y la adqui~icioll de la provincia de Navarra, de que se apoderó 'Fer·
nando el Católico en 15 t 2, Y euya posesion le confirmú la Francia por el
tralado de paz celebrado en el año siguiente.


(:1) Por la utilidad y ventaja~ que saca el poder marítimo de la Inglater-
ra de la poses ion de Gibraltar y de ~lalta, á que se ha agregado en c,tos úl-
timos tiempos el protectorado de las islas Júnicas, puede calcularse la pre-
ponderancia que habria adquirido Espaüa en ell\leditcrráneo, si huhirsc
dedicado á este ob;eto, tan importante para ella. una parte de los e~fuerzol
que ha malgastado para adquirir posesiones en el continente de Italia.


Espaüa contaba bajo su dominio dilatadas costas, desde Gibraltar hasta
d caboú(', Crcus, las islas Baleares, varias posesiones y puntos fortificadol
en la costa septentrional de Africa, las islas de Sicilia y de Ccrdeña ; adqui,
rió luc"o la dl~ ~lalta, que cedió despues. y adema~ la isla de Elha, y tal
vez al~un otro plinto, de mcnos importancia.


(.\) l)aces crlchradas entre Fernando el Católico y T~llis j)lIol\i~t'imo, rn
1,1 año de 1505, en virtud d(' las cuales el Rey de Esparta se drsposó ron la
<nhrillil Iil'! lte)" de Francia, que le trajo en dote la rcnuHci" de 105 dere-
diOS altroue dc :"\il{lolrs.




¡¡


'¡j, l.:.'!!! de Cttlllbray ,afio <le t;,0!'!; enlrl' el Iky ¡j., Francia, el Enpen,,·
uor, l'l Papa y Fernando el Católico; el cual adquirió, á tipmpo de ctisolvcr-
~e la Liga, los Puerlos de la Pulla. (año de 1510)


',6: La Santa Liga, concertada, en el <tilO de 1,111, cntrr; Fernando d
Calóli~o, el Papa y la Uepública de Vl'nl~cia contra d Hey d.- Francia.


(7) Segun lo dispuesto acerca dl,1 derecho de sueerll'r á la corona, as!
en la, famosas Córtcs de Lamego, como en las de Lisboa !,<lilO de 16'!0) que-
daron asentadas como bases fundamclllah~s de la Illonanjuia portuguesa: 1.-
que nunca qudicsc pasar la corona á un príncipe extrangcro; ::! •• que en el
caso de que el rey de Portugal fuese llamado á la llUsesion lic un reino C1-
trallo, su hijo mayor fuese quien le sucediese en di~ha hcrpncia, y su hijo
menor en los dominius hereditarios.


(8) Casi tudos los historiadores de aqu(~lla cpor.a cstall conle,lcs en lo~
abusus de autoridad y en el quebrantamiento lie las leyes, que diere!l már-
grn á las alteraciones de Caslilla, conocidas con el nornurc de guerra de lar
comulIidades. VCilSC, sobre todo, la crúniw del EmJlerador n. Carlos pur
Pl'Clro }\Iexia, ~I. S. y la obra de Sandoval, Vida !I hecho" del Emperadur
Cario .• r.. mas imparcial y completa que otras.


(9) Vencida la liga de las ciudades : plll'blo;. dr Castilla. en el año
ti .. 15:21, ya se mostró la pote,tad Real libre y rl.'s"lTlbarazatla de freno: cs-
pulsó poco desl1llCS de las Córtes á la nobleza y al cl(~rl), para halldr meno,
trahas á su voluntad; y ahrió los cimientos al l'('¡¡;ilw:n ahsoluto , ¡¡ne il.:ab!,
ron la libertad de España y preparó su decaLl.'ncia S ruina.


(10:, Hasta esta circunstancia contribuyu inmclii;¡tament.' ú los males:
desdichas de España; pues no solo, por a'lud moti,,), precijlitú Cal'ius Y.
"U partida fuera del reino, menospreciando las r"c!alllaci')Il<" y súplicas de
los pucblos, sino que permandó ausente, illIrante la glh'ITa Clli!, 'llll~ tal vel
no habria estallado, ó hubiera sido ménos crtll'l y flliH'sta. si huhiera per-
manecido en el seno de su nacion.


(ti) Desde que adquirió España los Paises Jbjlls, hasta quP. renunció
completamente á ellos en virtud del tralado de Ulrccht , es liecir, pOI
espacio de casi dos siglos, es fácil reconocer, estudiando 105 sucesos de
aquella época, cuán incalculables fueron los perj nicios que s(~ originaron <1
esta monarquía, por el empeño de mantener bajo su mando aqlll'1las kj;l-
nas provincias, á que tuvo al fin que r¡'nnllciar.


(12) No menos de cuatro guerras sostnvo el Emperador contra f'! RPY
,ie l?rancia. Francisco l. prin.:ipalmente por los asnnl", de Italia: la primp-
ra s,' terminú por el tratado de :\latlrid (aiio de 1.';'26) ~ qu P 110,.' dió cmTl-
l'limi,'nto. E~t" dit'.llliZar ~ la ',e14l1nrl;¡ lwrrr~. que",' tprmillC! por la p'"




!"


,,\t Call1bray raÍlo de li.i:!9, t'f1 \rt~ld d,~ la cual q ueJarún lambltll lo~ frall-
"I'~~S espulsados de Italia. La tercera tuvo por principal objeto aspirar J~
lluevo el Rpy de Francia al ducado de :\Iilall, una VE'l, extinguida la fami-
lia de los Sforzas: y se slIsp"'lIllió, con una tregua de die; años (1ii38), que
no lIcgt', ni aun iI la mitad de di('ho ti~rmín(); porque estalló otra vez la
guerra con mas fmia que anl~s, y no cc,ó hasta la paz Ile Crespi, en 1514.
J.a muerte de Frall~isclJ 1, aCilC'cida pOCIlS años llcspuf's, puso fin á la luch~
de amllOs competidores; pcro dejó suhsistentes I~s causas de pnemislad e11-
tre uno y otro reino.


(13) Pdra la última guerra que sos tuyo Francisco 1, escarmentado eOIl
el mal éxito de las anteriores, busct', por todas partes alianzas; y se yió un
csprdúculo nucyo, singular, extrallo cn aquel siglo: una lIacion cristiana,
romo lo era la Francia, se unió con el Gran Turco, que amenazaba con Sth
~rmas á la Europa: la Rqlública de Vcneci;1 cntrú tambien ('n la misma
lig'a, en que se hallaba aquel su cncmig'o irreconriliablr; y la Francia hi/,)
que entrasen en lo eonfrrlrracion las naciones del ~ortr, como Dinamarca
y Sur~eia. aunqnr~ no tomaron parte' efectiva en la conticnda. Se ve. pues,
en época tan temprana, 1:1 tentativa r1(~ formar una coaliccion general con-
tra la pot('ncia mas prepon(lPrantc, para restablecer cierto equilibrio ell
Europa; prpscinrlif'lldo para (,110 de la divprsirlarl de intr'r('scs. dr; posicion,
d,' (Tccnci:ls y apartimrlosc dI' la s('nda polítira, seguirla hdsta aquellipmptl.


(U) Allo de 1.')46: no habiéndo qll(~ri¡j() los protr:stántcs reconorer Lt
aulorid;¡rl riel Concilio de Tl'cnto, que tanto:; sinsahores y afanes habia cos-
tado al Emperador (Véanse sobff~ este punto las historias de aquel concilio,
y especialmente la eorrespondmcia importantísima (\,,1 Emhajador de E~,­
parla, el célebre Hurtado d~ 'Ifendoza.,'


(l.~) Año de 1.')17: en que quedó disndta la liga rlt' lo, protcRtantcs,
privada de sus principall's caudillos.


(Hi¡ Preliminares ele la con\'cncion de Pass~u (año de 1522) en cU)'J
'virtud se concf'r1ia á los ('stados protestantes la lihertad de conciencia.


(1,) En la Di,,!a celehrada rn Aushurgo, poco antes de la ahdicaclOlI
de ('arIos V., se r lificú al fin la paz de rel':gion, que aun cuando no CM
tase lodos los rnutiiOs de desavenencia entre los dos partidos opuestos, al
cabo era ya un paso di' reconriliacion y aTcnpnr.in,


(18) "Tal fuú el célebre tl'atarlo dr. P"S"',hC 'fue derribó el gran ediürin
que Cárlos V. se afanaba por levantnr, pf)r espacio de tantos años, ron
todus los recursos que li' suministraban su poder y su política; que anulo
todos los arreglos que hallia heeho aquel :HonJlrca respecto de materias rp-
ligiusa~; quc d¡"l"ani'rió ('uapt~s cspcr~¡;zas hahia roncehirlo dI' hacPI lit




IY


autoridad imperial ;VJsoluta y hereditaria ('n su familia; que e,;lahh~i", 1'11
lin, s()bre una base lilas firme la religion protestante, la cual hasta aquella
época no habia subsistido en Alr,mania, sino por mera tolerimcia y á famr
de medios precarios.,.


(Elisloire du régn/~ dr /' Emprreur fhllrlp$ Quint-par RoIJPrts!)/I-
tnm, 4." pago 194 •.


(19) Tregua de cim>!) aiío". concluida en el de 1556, poen antes de q\l"
abdicase el Emprrador Carlos Y.


(20) «Ya no p()rlia ni administrar dentro del reino ni vencer fuera. Ha
bia enagenado las rentas púhlicas; y debia mas de treinta millones dr du-
cados. Sus enemigos se habían coligado: disponian de los recursos d"
Francia y del entusiasmo de Alemania. Obligado á desbaratar él mism"
~us planes, en el año de 1552, por el convenio de Passau, á volver á le·
vantar á los Alemanes, que habia abalido; á sufrir el engrandecimiento d,~
los franceses, que había de~pojado, abdicó ...


(Negotiations rClatives á la succession d' Espagne. 30tlS Louis XIY. par
Mr. Mignet. - tomo 1.' pago 20.


(21) "La duracion de la guerl3 obligó á Carlos V, á servirse cOllstillltc-
mente de recursos tan onerosos. Caballo calcula que, en el año dc 15~O,
habia empeñados doscientos mil ducados de los novecientos mil de las rpll-
tas ordinHias de Castilln; setecientos mil de los cchocientos mil de las ren-
tas de ~ápoles y de Sicilia; que las rentas de Mi lan, que ascendian á cua-
trocientos mil ducados, estaban igualmente empeñadas; y que tambien
lo estaba una gran partp de las rentas de Flandes. Si, pues, s,- gradua eu
el año de 1567, en treinta y cinco millones de ducados la suma en que
('staban empel1adas las vastas posesiones de Felipe II , la mayor partr rle
!~sta deuda drbe imputarse á Carlos V.H (*)


«En tanto que le amenazan á un tiempo guerras peligrosas en las fron-
teras de los Paises Bajos, del Milanesado y de Nápoles, Felipe JI. halla
:.tgotados todos sus recursos, secas las fuentes de las rentas ordinarias. el
pais con el peso de deudas, acompañadas de intercsrs que lo agobian, y el
erédito anonadado.))


(Histoire des Osmanlis et de la monllrr/¡ic c,~pagnfJle: por Rallkt~: pa-
gina 367 y 379.)


(22) Cárlos V habia concebido el proyecto de reunir en la frente d(' su
hijo todas las coronas; pero el estado en qlH' ~e hallada la Alemania, y otra~
~allsas no le permitirron lIrvar ;i cabo su propósito. pllr mas que lo intl'u-
tasr varias veces .


. +; TifJlolo: F!'lipr TI.




1,',2:\) uA tln de evitar las disputas que ~wmlJl't; nacen de la divislúli dI'
:~)" estados, y con~el objeto de descargarsC:de1lwSo de goLernar pro\'incia~
\¡'janas, Cúrlos despucs de¡haber sido devado al trollo imperial, cedió SIIS
derechos á la sllccsion auslri'aca á su hermano I~ernandu. Ilor cuyo medio,
la Casa de A uslria se 1~lw,lIltró di\idida en dos ramas, la de Espalla y la dI'
Alemania; y 1'1 poder d,~ esta última IlO tardó en aer(,crutarse, COIl la ad-
quisicion de las coronas de Hungría y de Bohemia»


(L' Espafjlll' $IJUS les Rois de /a Maison de Rom'bon, por Coxe: traduc-
cíon francesa, por U. Andres l\1uriel, tomo 1. o pág. 9.)


('24.) Duró la paz ele Alemania por espacio ¡le mas medio siglo; desde
d reinado de (itrio" Y. hasta la famosa !]IW'I'Il de Il'cil/tll Mios.


(25; Tratado de Cateall-Cambresis (aOo de 1559). En su virtud se d,~­
vnhicron múluamenlr l s plazas lomadas, y se restituyó en sus f'staJos al
Duque de Saboya.


(26) Compárense las \'f~lIlaJas que hubieran ft'sultado á España de la
a~regacioJ] de Portugal, y la facilidad que tenia para defender dicho reino
y conservarlo. con bs rrsllltas qnc h.1 traido el tenaz empeño, por espario
de siglos, de mantener SI) dominacion ('n los Paises Bajos y en Italia.


('2i) El dia 15 de noviembre de 15M2, hallándose Felipe I\ en tisbo<l,
confirmó los fueros y libertades de Portugal, que habia orrecido antes de
~('r jurado por Monarr;l; mandando. del modo mas solemne, q\!(~ fIlPS('lI
rumplidos fi('lmentc por sus sucesores


Los artículos principales establecian: que no pudirsen juntarse Córtes
sino en Portugal ni tratarse sino en ellas asuntos elr aquel Reino: que el
cargo de Vircy ú otros de Justicia ó de Haeienda, no pueda darse sino á
Portugueses; que de ellos se formen las guarniciones di' las plazas etc,
Otros artículos versaban acerca del comercio de las Colonias; mandándosf'
abrir los puerlos secos dI' ambos reinos, y permitil'ndosp- igualmente la en-
trada de los buques, para facilitar rl tráfico; asi como habia de darse todo
faw,r á la entrada elel pan de Castilla.


m úllimo arlÍf'lllo es muy notable, por cuanto indica que desde un
principio seconocit'J cuál era uno de los medios mas á prop6silo. para man-
tl'lll'r la union de ambos est¡¡dos.


"Que ['rocmara estar en este Reino lo mas qUl' l'lJ('se püsible; y sino hu-
biese estrobo, quedara el Príncipe en ~1.


Estos privilegios h, otorgó Felipe tI en Almeirin 1'1 día 'lO de marzo
de 11580.


(Historia del R'!!M rI,· pf))'I'~:l('¡, p(Jr ~iallUe! d~ Fnia y 50lh;1
pág. 3,17).




VI


,':l8) ~ada prueba tanto lo peligro5o qle es fiar la lihertad poHtíell U<!
una nacíon á las franquicias particlJlares y á los fLH~ro~ de las varias pro-
'fincias, como lo que sucedió en España en el siglo dócímo S(~sto: cuando en
tiempo de Cárlos V ~e levantaron las Comunidadrs de Castilla, el reino
de Aragon se mantnvo sumiso, indiferente, creyendo quizá que ningnn
peligro le amenazaba; y no mas tarde que al r,'ina,ln siguient.e, vió á su
'fez amenazados sus fueros, sin poder esperar ayuda ni apllyo de uingun;
parte del reino, r antes viendo acudir en su daño las arma, de Castilla.


(29) ,dlna obscrvacion g()neral sohre la política de Espai\.a se presenta
¡\ nuestro pensamiento. Durante los 20 años primeros de su reinarlo, l;'cli-
pe II dirigió todos sus esfuerzos hácia la paz y la conservacion de bs rrIa
eiones existentes; cuando hizo la guerra en Flandes, fué para fI'primir un~
rebelion, que él habia ocasionado sin duda, pero qne al caho era una rp-
helion. La guerra no era entonces para él sino un medio de conservar su
poder y la rcligion católica; pero Felipe no concibi') entone e, vastos planes,
no fomentó disturhios en los paises extranjeros, no pensó en una monH··
quía universal. Al principio no tenía la amhicion y las osadas miras dI'
~1I padre."


«Lo que principalmente ha atraido sobre ~elípe II el ódin del m1lnd"
! las acusaciones qne auu pesan sohre su memoria, sucerli,í en los últimos
veinte años de su reinado. Durante este período conr¡uistó á Portu¡;al. ala-
co á Inglaterra con la armada, intervino en todos los disturbios inlerlores
dp, Francia, é intento reunir este reino á los dominios de su Ca,a; ('11 t~l
intervalo de esos veinte años fué cuando agobió oí los Paises llajos con
guerras, constantemente violentas y dichosas, cuando r1cslrupí l;¡s liberta-
des de Aragon, y arruinó totalmente los recursos de su reino.»


(Ili.l'toil'e drs OSIll({1l1i.~ rl de la :l!o¡¡arrhie ESjJ({(J/lfl/e ; por Rank<': poi
~ina 202.)


nO) Véase la célebr(' hi;;toria I'serita por Hurlado dI' '\fl'1ldoza, y es lit'-
rialmente la de Luis del Marmol, en que se esponcn muy por menor ]¡h
principios y las causas de la rehelion de los '\Ioriscos; asi como las qLWp5
y r ... c1amaci()n~s que dirigieron á las autoridades, anll~s de mbll~var.s".


(31) «A estas guerras se siguieron las de Flandes. ~ingLlna, tII' cuan
tas ha tenido el mundo en muchos siglos, mayores, mas larga" prn··
lIjas y sangrientas; consumiendo su duracion tantos millares de vasallo, It'a·
les y rebeldes, y tantos millares de oro que es tan imposihle crel'rlo ('oml)
'~scribirlo. Comenzaron el año de sesenta y uno por la opusir:ion al Santo
f,onciiio de Trento, estahlecimiento de la inquisir.íon, alll1wnlo di' los Ilhis
pilS y rigl1r de los Placartes: cosas todas opuesta, :í la \'oll1utarl rll' alguno,
deseosos de mas li bertad )1


(Felipe el Prur/"",tll. Scr/tlnrll) di' e"I,~ 1IOIIII)I'~: por Yandpr Hammf'1I J
J.I'OI1: P~K t:l. ,




" l'
',:'\-21 ".\ princl\Jlü<' uel all!) 1.')(;8. rn'(Jlluncl.J Felip.·, .-fon ,jl(:taflll'n ,I,~


\0' Illqui,idorc'i d.: lladrid, una setllencia ¡¡;I'nf'ral (11' pr",rripcion conll\,
íos vasallos de los llaisl's Bajos; declarándollls á todos reos de lesa magc,,-
tall, y prirálldnlcs de sus hi,'nes. ,lerecho, y pririlr'gios, Esta increihle ~"n­
tC¡H·ia. de' imposible ei,~c\l('inn, habia t"nido á aqlld malavcntnriHln p\lf,hlü
I'n una I:onlinuil cuita lll'ro CI)'l1l) d Rev ,le España J" CI','ia "Iltrramrntr
~omt'tido, y tl'mia qlJl: LIS pr'lvillcia, sucllmhi,'sen h3jo ,-1111:50 dI' tanta ca-
lamidad, r,-sohi") cOI1,'Nl,'r una amnistla gi'lll'ral. y cm'i,') al Dnqllc de Al
ba, l!espul:' rll: halll'f hech,) qw: el Papa la confirmas". I.fI' Y ¡', el Duque n"
podl'r concr,I,'1' aqnellwl'Il'lII I:n mas oportnllas circunstancias, y se li501l-
geó ¡J,. qllr 11' e,)ncili'll'ía la Iwnevnlrnria dl'l pl¡¡~blf), r rli,rninuiría la a\'er
~inTl á los nUCV'h im]llll'stu, "


(llis!o!'¡'1 d,'l i'1'iiillll" di' Jil'/'III' lJ l'"t' "',,¡<liD' (r;ld'lI'lI);¡al ca,tell<t!Jo
pOI' el Z. R. tomo 1, :: paij, 2iO.,'


(33) Hl'ebo ,o,,!o. llldnd,', por band" ,,1 1)\](111" '1" .\ Itn )lIlIlí,. ,<1' ,IUS,',j-
Iflse ylos lmidos /lflr<'i'/",;"lI, /''''''1/('' ",'1" '¡" 1111 IJI'o/O)' yl'llI'1'!l1 del Rey.' y
"c,menz,', il h~,','r jlhticiil (',m lJ)1I;]f'I':lt'IIJn: 1'''['l(llr, no ,p psrandalizasen. L,n
('onst'j"fos no lo apro]¡:lr!'!l; parceirndolcs era dar anirnu pa1'a emrlrl~llrler
muy mayures maldades: y fui- ello así: y lll~ que esto, ia quela de los cat"
IÍros. la ¡¡;raYf'dall ¡JI' l,lS f'rÍml'fl"s. liI multiturl de IU5 delinellPuies, Clusa,c
tanta aSlwrl'za ,~II 1"" castigos; flll" murir;sI'n mil y set,'cicnlas personas el1
pocos dias, ron flll'¡l;O, cordel y cHchillo. 0n diversos lugares: causa de Ila-
mal' lo, h~rr'¡:;,'s ar¡uP! !'l'ili1/1I1¡( ,J,. 'la ,"l1m/rl'.


(Drm Fflipl' pi Pl'lIdfllll'; pnr Yanctrr Hamm"Il, pilg. 52,'


(:11) "COIl\":IlI'i,l'lS t,)tI"s ,t" qtH' nadi,' hahia qnr no tuvi,'se algn que
lemN. machas lwrsnnas dI' amhús ,,'XI)'; ahandonaron SIIS ca,,~s y se ret¡
farOll ;1 pai,l''i ~xtranir'ros, Acaso no sprá torlo lo que se dice de estas 1'1ll1-
r;ra('ionps, da,lo "Ul' mucho, hi.tnriarlorps hacen suhir á mas de diez milla,
casas que qll'~Il,¡r()n dcs,)cuparlas; pero lo indudahle es que la poblacion d,'
muchas d" las principal,''; ci'lrlact"s disminuyó sensiblemente. y las prim,'--
ras quedaron casi y,~rma5. ;\ muchos acogir'1 ¡,;ah,'1 de ln:datcrra; ! com"
en ~u reino disfrutaban dellihrr ejercicio d(\ 5U religion, fijáron;;e en él di'
buena gana. llor este medio qnedó bien recompensada de la protrrri'lll
r¡llr di,pensaba á los Flamencos, ~on las manufacturas y las arte, que 011 I'j
ni SI' qhian ni ~,' ('stimaban. y 1,' lleyaron los indmtrioso.; nfugüdo,,),


(lli,<ln/'ia r/c/I'I'inluln de Feli¡1!' TI: por 'Yatson: p~g. 261).
',:\.'í) Es lIna circunstancia nlllah"~ ql1,~ Ids prillll'l'as Irnl'~~ ¡:sjlaiIllLt;


qw' ,'ntraron ~n Franeia I"lilhl auxilia'l". fueron uno Ü l\trn tercío. qll" "11,
' .. íll Fl'lipe JI. para ayudar a Enrique 111 "ti cOlJtra rito¡ partido pr'ltl~,tal!k,
~ t'Jl Id gl¡~rr;, c,mt!'J I'h )fOI'i""h ;<' h.JIl,) PI! \;" ,\lpllj,!lTrl' UI],) dI' IlJ'-'!,,),


10




HIl


l,'r,'IU--, qlle \ "h'l:\ ,L' Fra'l(,¡;\, \ qlle SI' tli,tlnf.(lI\il ,'ti I'! '·,ji'!'elt .. ll.f'ai ,,,"
h" nomhrr


1:16) .<\lnr:wt.' lo, r('¡na<io~ el,' (ilrl"s y el" Fehpe, 1", diferente;; t\,;l!~
de" y tr~n,~('('ionr, '¡tH' ;;"üala\J:m los iotéf\':llo;; de la lur'l,:, ('ntH, Esp;¡'-,a
l' Francia, h:\cI'n ,',,1' que Sil, fllerz", y '11' 10rl\l'-r" ,,,,t'I}¡;¡n ,'",i ('qnihl,ra-
¡j",: pnr :n,", ;.Ull r¡¡:Ill.!o e1 ~llrnont<j de llllC''';)'; r"nrjlli,tas en Arn,"rin :
h "f'rP:~!I(,lnn d..J f'ortng,:l P'll'<'ZCan qlle !I!Jrr'n in:q:(fll:t!,I,·, 111.1:nnti.'¡,., di-
riq1l07;¡ ~. T)(Jtl(·ri.): "'In "TTlharg-lI t la ¡nTTII'n>;.1 r"I"II"':tln y 1:-J r1¡.:;]{)(";)('i,¡l1 di)
,1, pr<l,'illl'ias ,1" 1.1 rn"!l,lrqnia ,"pallo],1, ,'ra p:rr,l ,,11.1 un pr inripic, d,' (L·,
bilidad, El repentino intl.jo dl·1 dinl'1'(J ;¡it<'r" 1'1' rl"turnllrl'" y la f]1nr,11 del
pueblo, en tanto '1m' la adqlli,if'!on d:· !'nrtll~'11 '" ronvlrti,'¡, p"r J~ ~,'Pl '
"on ¡j" n:¡HPllo, l11tm'aj¡:, al yn!l;o 0.;p"no], mn< hi,'n en un ernbar:llo, '!ll~
rn una \'Pntaia rfl,rtiq para la rórte ¡J" )Ja(lrid."


([' .T..'sPllg¡¡C ,«11/" IN Iloi, d,~ 111 ,U"is[JIl de 1I(lllrb(l~ pOI (foxe: toml) 1, o
['~~, 11,\


(37) aSns adqnisieionps en liranciCl !lO vallan 1[\ que le bal,iall r.oslado
no solo no habiln porlill,) indemnizarle ,]" 1:1' p,'nli,]a, qlll' lJ:lbía h'niiln
f'!1 l0' Pai,;e,; Rajos, sino 'iW' 1(' hah¡;¡l) (':III"1IIr, a¡]elTl:h i!:"tos r<lnsidera-
lo"'s, Sno renta" rllmil ya ilijirnn.;, r<;l;d¡an a,z"t.,d",: !lO t,'nia lJIngnna {'s-·
p:"cir di' eL"(lilo: ll'lhial" pC'l'Ilido ¡¡nI" la mala f" ('i,n '11' a('r('rrlores, En
1l1i1chas pb'!.:¡, aeabah:!Il d,' slil,!e:-arS\' b, tropa, qlll' 1:1- I'r"'lrli:,han: y I'r"
Il1I1Y di' temer qur l't'hm;¡srn marchar al ('npmir.;o f'n la rampar¡a pro:xirna,::


(Tl¡,,'orZa tlp/rein(u/o d,' Frlirr 11, por \Yatson: jomo 11, p:q:::. ,í~2,\
:J~) "En el ano d.- 157:; se Pllhlicó un Nlirto, en cuya \'jnnd los acn',


don', ,1"] Est.ado vi('ron snspl'nsos torlos 1'IS títnlns dI' '11 perlenencia. ya
inr;:(' sobre las rentas públicas, ya sobrr las posc,in!1Cs de h corona, Sr
quemt mudar desde luego torios los contratos eXlstent!'.; ,]rstle el oi'lo
rlf' 15(;0; se qUf'ria no solo reducir los intf'rl'ses, sino que pareep que se lIf~­
vaha pilr nhjeto ademas rehajar del capit:tl torlas ]a, cantidades que pa-
rcelan haberse cobrado indchidarnentr, dcspuc3 de la nnrq rt:tluccion ,k
lus illtereses; dando á los aerccdorcs nu('\os títulos, ('n c(lllfonnidad
pon dicha rcdllceion,J)


"Si reflexillnarnos que no hahia quizá u'!a sola plaza importantt en el
lrJi'diodia tÍ en el occidente de Europa, en que no debi('se Fl'li¡w TI grn('-
;,'!S slImas Ú algur:as grandes casas de comeftiD, f{¡eil es im:1¡.!;inar el de~of'
(1('[\ que debió producir en todos los negocios bmsútill's la ('(,qfion repclI-
1.1Jl~1 del pago (le tantos intereses Efectivarnente, apenas hllbo en noma,
en Venecia, en l\Iilan, en l~eon, en RlIan, en Amhl'fCS y en Amhnrgo, case
alguna ¡JI' {'omcrc:io que flO f'stnbiese á piquc dI' harer h:lJIl'arota 1.(1< fjuP
lrl'lS pa,j¡,cieron fueron lo, GenoH'srs, (Iue lrnian C!I manr's del Hey gran
r In(> ,11' ql haclcn,l!l, v quP hahlan ~rl('mas c(tw;umidll sm pr()pio~ r(·rur'ü.




l\


"n )el IllsurrceClIJll Ul' las c1a~es IlIleriores contra la; lamtli:1:i l1ohl(~s; .\ (,1 pe·
¡igr() que hahi,l cOlllcuzadll por ellos se exlcndiú en brel"e a las ulra- plaza';,
y sin cmll:trg') [,)(1" se rCllucia por entonces ú la cesaciull del pago de mll"
H""; i q\ll'~ pedurhaciun [1<) debiú pucs originarse, cuando los capital!'s ,~
Vieron ifillalrnclll (' rl'dllCidos: y cuandll c:¡{]a caS,l ele comercio, segull 1 j
lurisprndent:Í:1 inlrl),lncilh ]I(\r el crlie[" H'al, tralé. á Slh ;llTi'('dol'<'s d0 l;j
propia manera q 11(' el Hcy ;\ I<JS suyn~<,


llislnil'(, ,/,., O,\'/IUlIi!"S ,I ti, 1" .lluilor,),'· .'·;,'!i'I:I""¡" . p,)1 Han];¡': P;\;!I
na :\!).J.


,,:39, En b rf'llllncia d" la 1 1\ (;\l11:¡ n.'\n;\, nlllt¡!a,ia ,'n Hurgos a ~;j
-de Octuhre Ile \(iL" "e 11llilCiln las principal," causas qlle dictaron aqul'¡
aclo: "y por lo que imporla al e.,tildo l'idllico y rOUSl'rI'aClOn dr. ell;"
:amhas Tl1ll1larqnias) rflu·. ,i,'utlo t:¡n gramll", nll se junten, y queden pr,'-
venida, la, 'H~;¡,iiJUCS q(j(~ jlodna haber (j" juuLlr,,'; :' I'n r;lzun ti" la igu,11
dad y con\"(~lli,'nria qu<' se pt<'lrll(]" y otras justas razr¡ncs; s,: asienta p,'!
parttl C01H!:ncillllal, (jUI' S:;;. ;\nI. qUií'f"l1 tenga fllf'[n y vigor di' 1,':',
<'slahlt:ci,la cu 1';1\-111' de: "u.' rt:irw, :' de 1;1 c;msa pidllica dI' ellos, que la "'
renisirna Inf:mta D." Ana \siguclI íos terminus de la rl:llullcia)


Esla ]lasll de'Jllll~s il s,'r jl'y '¡,~I rl'ino. hccha en J:,,; Cúrles di' 16t8, '
puhlicada ('n :\la<lri,1 á :1 ¡J" .i'1ll1') di' 11;1;1; inrl1Jy,:nd,)w despuc< cnTl1') 1.,1
"11 la :\t)l'ísim:l H,'collJlacii\Jl.


A su H:Z la l'CIllCPS;l DOll:! Isabel ¡jI' Borhon hi¡,', "tr.1 rellllllcia s,~m"­
J<llltl~ ':ll la ciur!;uJ d,~ IIllrgos, ;í 19 ¡J" Octubre de lGL,; en cllya "irtn,),
rcnunCitl, ('n ,ulHlmbi'l' :- en el ,it', sn, dI'SCelllliciltt'S, a todos 105 uC\,<)Chl>i
{jI1C pUllil'l'a l"II,'r il 10'i !'slarlos y ser\orio, de su hermano, el ll,'y de FPlll
cia, y aun aq\Jpll'h I'n íju,'. a falt'l ,j,' '-arfln[", i!"llC'n derecho á 5ur,~d,~,
las h¡'mhr,ls.


Iglr:t!lTIentl' r"l1u1"';" ;l h h"II'llC¡;¡ qw' pnrErr;1 locarle por su madre, ,1
por cnalqllil'r;1 Sllt'(-silllJ, ,lirrrta (¡ colateral, nwdialür' el dotr que sr le hJ'
j.ia ,L¡,]o, al t:cl¡·hrar<e el caSamif'lll".


,(o/el'I'¡II!} di' /os T)'¡!lilr/o.\ de ]la:: de ES¡i"Í1(1 : R,:i¡¡w],-, {le Ff/i¡ir l!T
pnr AHI'\l: parl,' sl'fil1n,Ja; pap:o lit, HJOy 19:\


(jO) ('La pn de Yerl'in< l'lí 1ii97. : ('1 dohl~ casamiento de T.llIS De.Cllll"
t,'reio con Alla tic .\nslria, 1- dI' Isahel de Francia con el !ll;rl,dcro de la 1l1,)-
narqnía ,'Sll:I1" >!;], f'l Infante n. F,:lípc, I'll 161'2, seoalaron Hila nUf'l'a illl,;/,-
mil0Jlcia 1'11 J;¡ lucha. El Ih'hil FI'lipc Tercero y PI llll'nor di' rd~d Luis Di'el'
mo lr~l'I'i" lll} plldian ellllli'ñ;¡r la il\1tigua contienda entre las dos nacione~ a


(Sigul/I/I.Í"{/'> rlll/li/'r,' ,i 1,} 8/11'I';."i011 r{ Es)w!lilc ,<011" LrIlÚS XIV. par
I\flgn0t: 10m. 1 pa¡;. '!3


\ I "En 1,1 mi" dr' '¡['.li ,;" I (¡ ¡ 1 l" ¡;"~ d,' E,p¿lúa y lél Reina Ht'f'en·
fJ: di~ Frani'i:1 rj)ll"intIPCllrl f''\prl'~~lnlt'!lt", pOtO nP1:l\o ¡le .,.[1':' Enlhaid(lt)r.~j




1


J/·'pprllru~; ,'11 el dol'],' C3~lmlt'lltu de 'U~ hijn, '! rl .. Hl~ ¡JlJa •. Al m"Il."
tiempo ai\l~l1run llll tratado de liga defensiva, por el cual se obllgao:lIl
;¡ 'lJcurret"H~ mutu8mcntp. ~n el C3~O de discordia9 ci,iles ó de ínva~ioll~\
C'\tl'~nler:{s. Aliemos. aprovechando el momento para e,tl'c('har y con~¡)Ií­
d:Jr mas los \'Íllc"I", que iban a unir á entrarnhas CaS3s rcinantt.'s, hizo Fe-,
llflt' ]p" m;l\'llrrs e~fll('rws. para que 11 liga fu('sp ofensiY3, :¡ la par IjUl' de
leIlSi\;I: pero ;\lari~l, rllya ambicion se limitaba á cunservar y no ~ extClI/!er
"U porler. se negó ;i elIt. en los términos mJS positit'os .,


(Uistuírc de Philippr 111, par Watson: tom, Il pag, 123)
¡-12) « Ajustó la pn con Ingbterra, recuooció la inrlepeurlellcl3 dé lt,


PaIses Bajos, y logró que s,~ e 111 tr3,i(',;e tUI dobl,' enlaci~ entre los Príllciph
Ite E~palia y de Fr.1ncia. Esta llltim:1 CII'CUD~tan('ja hizo ¡¡I mismo tielOp"
ilLle tuviese huen é;ú!o otro proyedo, que,~ ntraba en la política del Vilque
dt Lerma. La aliallZ3 de famih.l, qee basta éntonCe. se habia prc:cridlJ ,(
todas las dem~s ;J\i~nzH, fué tcuida en menos: Españs separó sus Interne,
de lu~ de la Cas~ ¡Ji' Ailslturg), que hasta en\oncl'S habian sido comunt-'l."


(His(uú'e des OSlIlanlis d de la Muna/'c/¡ ir Espllyllole, qar 1\ ,'lll\e: P""-'-
111 21 g)


1.~3) El l'IlITlCrCII) ti .. 1", n"l:tn,lhl" hab¡a a,h¡lllr,du I'H :1"llella t'pÜ~d
. ano de H;07). un ("pll'ndlll' ~ una prepullIlcranL:lél. Hu "ollu,'jdos hJ.sta
~nlúllre'i en 1m; anal,:s de ninguna ulra uacioll."


(lfisluirc ti" rey/él' de P/¡i¡iflz¡e In, par \\':I('IJI1: !"III" L .: pago 315,.'


(4,\) "E,:la r~ la ""rllaut:ra causa (y no, como ,,1., ha 'UIIlIl"'tu .,Ill ral<lll,
el deseo de debilitar á Portugal para hacerl,-' lllas tl,'cil y sumisu) (jlll' jI\] 1,
llió a la córte de E'paila,' !lviar á lo, J>n[lugl1l's~S lo, ,llcor]'(\, 111' que (anl:!
llecpsidau \pnian en la rndia. En r"alilla¡L aqudla ('lIrtl', igllalll1L'lil" para-
lizada por Sll desidia y por 'll inrapacidad, si abandonó a lu' I'l)rlugue"c~,
tampoco l'fotegiú {¡ !<lS CIIIOI](I" y ;1 los romrrriautes 1>]I:lll/>I,'S, que prr-
lllt'!'un en el mar casi tOrl,IS los bUIJues. cargadüs d,' l"sorus que \'ol\'illl1
di' Am¡"l'ira y de Asia. Ademas de cuya inmrma p'.'l'dida, "¡,,ron much:h
·'el'<'S. en una y otra India, llloqueados su" ]luprlo" duran!I' lurla la esL,-
1'10n favorahle á la "licIta élt, sus huques á Europa. En fin, (Jar~ eulrno de
'u, males, los establecimil'lllos que habian furmauo ,'1\ las cOstas d,',
~q\lella parle dd Gloho. fueron lambien saqul'adüs, ya pm lus Huland,·sl's.
,;, lJor lus Ingl~eses »


""las no solu elllas Indias Orientales y en la, I'o,la, dt, América, tmie-
roll ¡us s(¡bditos de España que sufrír depredaciones de sus '·!H'migo,. Du-
1.1iItt' la guerra cou la (~ran BrPlaiül, Espaila "iú in~ultadas ,us propia"
Cl"télS, ~ apre,auos sus hllqUl'S Ú Il('strUldo. i'n 'u;; pUf'rlu, lJur lo. lIobll
dese' ¡, lus Ingles('s, ' •


.TI"I •• !,'t dI' Pl.iliJlp< lIT, par W~hull' t .. mo 1. e, pág, ::I1'i I




\[


,\ E- Ilolalik el arlkuln 1. o del tralado dI! /""~JIW p'¡¡, doce a;ios, rll,
t I'r Felir<! III 'f los ArchidllqlH'~ que golH'rnahau .'ll los Paises Bajos, por
[Ina parlr, '! por otra, las Prol'iucias Cuidas; concluido por la m,~díacion
de los Reye, de Francia y Lit' Inglat,!rra '! otros putentadus, en Ambercs a (}
d,' abril .le t60~L


Ilic/' así: "l'rimerallll:ntc lo~ dichos señores Archiduques drc!arall,
il'I en ~us numhl'I's <:00111 "11 .,1 de dieho seúor Hey. '111(: tirnen por bipn de
I['atar, con los rI'fcridos st~ñ(Jres Estados Groeral,'s de las Provincia, ClIl-
das, como con I,aises, pro"iu('ias '! ('"tados lihres, sohre los cuú\o's no ¡¡r.',
l('III!en nada, ! tl'IlIÓIH.!ol,.ls 1'or \aks, y di! hael'r con ellos en los numhre-
~ calidades ;;I)brcdi~has, CO!110 [l1J!' las pr.:seul[:s hacen, una tregua con
J:¡, condiciulles mas ahajo escritas y d.'clararlas.J>
(Slglll~tI los ,Icmas articulo, ,1" este lr¡¡latln, so!Jre el cual s.' hicieron


nflas (I('/a!'a,'illilr:s, por part l ' de los ArchidllqU'" ~' de los Estado, (;e-
,,:'rales, 1'11 ot\() conveni\), ,<,\¡Ohradu en la Haya, a 2\) d' enero de 1610.)


((",-,Iacio/! tic los l,'({lad"" de l'a; di' Es[!niíw 1"fiIlO¡/" ¡/p Felip" lIJ,
P"!" Aneu: parl[: primcra: pilg, !¡t,2 Y :)28,'


(~6) ll/s(lú¡'1 ¡]Il ¡'('ff"" di' /'hil'/'flf UI, par Walsutl: loml) " c. P;),
" 11<1 ,lUS •.


(:í7) ,(I.;¡ hai'l(,llda ti .. , E,pal'la ,.' h;lllaba. elJ aquella ej'uca , ell UIl tl",-
i)r(\':1l tan munstruoso cumo alltl:rillrml'/lte, La ruina di' 1;[ inlluslri,i, cu-
vas rausas hemos deSi'nYllcltll, hahia cl .• lo(',ld" á aqul'lla monarquia en la
Irnpusihilidarl ti" "llrlirse con Jus productos de sus malE,faeluras y d .. aba',
t('('er a SlIS mlonlas. Apenas "ntrahan ('n los puerto, ¡.j orll y la plata (raI-
d", J •. Anwri('~, desaparl'('ian al momento, par~ pagar las mereaderÍai
Hllpnrtadas tI" Il;Wil)IW, mas indnstriosas. Estr: estadll de cosas ¡.¡ruduju ell
t:I pais [;\1l(;¡ psr.as(>z de los mrl;\!,'" ma, preciosos, que •. J :!IllJ illltes, ,,1 Du··
que dI' 1,':l"Ina !Jahia njado, por un ,'r1i('\ , n',,!, ('] \'alor Ilolllinal de la nw-
lIeda di' cohre (';¡si q~nal al d,' la plata. ~las este ahsurdo arhitrio sini"
lilas bien para a[!;ravar cinE\!, que no para contenerlo ú rurarlu I'adil';d-
nwnl p.)) ( .. )


(Ili.s/oirr ti>!. l"I:gllc dc l'I/I'{/'ppc lI/, par Watsun: ,,,mil 1, ~ ¡.¡;¡¡;, :2:W.
(,18) .,La prim.:ra causa [le la LI['spublaclUll de Espaila hall sido las mu-


('has y numerosas espulsiol1l" de /Ilorus y jUllios, clwmigo,; ¡Jp nUéstra salita
fé c;¡tólica; habiendo sido di' lc15 primeros, tres miIJolH's de 1"'rslIllas, y Jo'
de los 'il'gUllllIlS; prl'cedit'llllo, l'ara hacerlas, el parec!'!" de los Sallli~ill1o'
}lontilices romano,; y de 1,), mas duetos prclad l )< ~. \arl1nes <1(, bt(l~
reinos ... ,';
~r a,i dijo el Sr. Bey n, At'Jl150 'I\l" 1'J< ([·~c' tuvi""'1I :,tr;lIl ,·¡It.'(lta "1




\11


r :n:rI" ¡!Ubio" de b'lf//11 geJlle; porque tos de ddt-rPllll'~ cu~tlllllbre~ y Tel:-
!,",Oll no son vecinos, sinu enemigos dumeslicu~, C(lI!lU [u eran lo:, judius -:'
moriscus: con todo ('SO, m(~ persuado 'jUP si ;;nt,·, tjlJ" ,,,los hu\ I/'seu llega-
do úla ti ~,csperaei()ll que les puso en tan nudus [J"I"amil:ntos .. "" hlllJi~r;1
lJm"i\llu furma d,' ,,,Imitir!u, iI ali'lllla part,· d,' hnIlU!'("" "in ll'lI,:rlüs en ji'
Ilut:t y ,,'¡¡al de infamia , rll('r~ posiLol(' lJIlC I'''r h ]111("[[;1 01,,1 IH'IJor hu-
hH:rall entrado al t"mplo de ];l yirllll! y ,,1 ;:-n'fuin " nl""rqllcia d,' J¡¡
IgleSia ('al'lli,':¡, ,irl ljue lu:' incilélxa '1 srr !Il:i!, 's ,,1 I<'lll'o:j", "Il mah
upini,'n. Jl


(CO/W'/TIl!'ÍOIl (Ir JIoltr¡u¡ilius_ pUl' ei 1¡('('l]/,i:Hlu FPrI,alll!('I. ,'a\"rr"[,"
Di'clIr"J,':: pil"·' 71


'.\9: L." Baroll"< \leí H,'ino (\" ralCIi<'la li'pr,·,.tll;¡lIJ11 :. Fe!¡llI' 1Ir
('('!lIra f:¡ (";pul-iulll\.' 1", ~rl)ri",'o". 'lUt~ ya!" ilu\lIwiaba: pínlandll IlIs tóra-
,es illcllnYc'nicnll's :: JilTJIlICiu;; (1'''' iha a lr:l,~r "·Tll,'j,tn',t· !ll('IIIÜJ; t',;lit,
!u."stí"n'·" h .. d1a, en ,.j "nI) 'It' Ilillí, prndlli"rl,n alSlIl1 1'\'.:1'[11 "11 1·1 ¡'¡"iHit)
dd lh-h¡J mOllarT,,: pero:\I \',)j,,, -' !le\,', ;¡ ,';\1\1) :¡,tul'lh r",,,juclun UI HiOH:
['r:"cilll;UI,lu [1"r !us ~\lurj't'"'' ,le- \':d,'I,cia, \ I·\.i'lldi,·\¡I.I",,' d\"i'Ul" :\ lJ>
<lema" ltruyincias del rÜillO.n


íU¡s/ .. in! de l',,¡liJ/pe ni. par \Y¡,[,OI!' P;\;!. :.1'( y '1~'IlI·¡ill·'.
',~;{) cEntcradp el CUIl~i'j!l d/.'l H(,: dI' t''1t;I''i \"irculI . .;I;!lJ('l;It.;. \IIUI d 1"-


<011",,1' '¡ut: Cuc,,' !>tnzada dI' Esp:.ila I"da aC]\1I'II;¡ ;':"Idt'_ :'1" ,,' lralo de
aH'rinlar ¡a ilDl'urtancia d¡; la IJI'rdida '1\1:' cilll"lri" :1 la agricultura_ in-
dn,tri" y comercio del pais. la \",pulsion d,' h"mhn', que ,'ra': It¡,; mas in-
¡:CIJ'C'SfJS y trab"jatl,)ft'S d" a'{llt'lIas linra-; ,in contar 'l1Jt~, aUll ,I"Hdu de
ordinario yaler, ,';-;\ fuerza qw' sucaba,e la fábrica tI" la púlJliri\ felicidad,
(¡llIlar tantas mallos y tanto capilal al trahajo lIi('n ,', \!'('dad 'lile las \el/-
tajas {lile daban las huenas cua!Hladcs de ¡¡([Uf'Jia genle, cunltl IIldlló,IriUS:l
y actiya. cstab:m [[1:15 que conlr:qll's;¡'¡", pUl' ¡,,, d":IPs causados jlur su
~It\larioll; de mUllo 'fue deshacerse lle ellos habla IIt'nado quiza it St'!' ill-
,l¡"f!I"habl:'. Era pllr ('¡erto de ,1I'se;[r que se ¡"s ill'bc,IS" J;¡ irrilaClUtl; pero
en t-l rstad,) (l<' ([,!sconlianza de los únimos, illCYllablc ('Imser\l{~ncia de 1"
perfidia C')[I t¡1lI' h,,\¡ian "i,lo lrala,!os, de cierlo ]¡,lhri,1ll recihidll con dP5'
ptpci" cu:d'1uicr mudanza de conducta: parcciétJl!"I,'- JIl' halago, :-o:<pc-
eho",,'. El rírJI1 y"rr t ) c,tab~ CI)1l1i'tido; y 'lb U)!l'C'C\ll'lJI:i,1> l'r~1l illlptl:<ible~,
di' r('nll'di;~r.n


Uf;.,'!u,.¡(! d,' E.'prO!I/_ por .. 1 Doclo!' Illlllham. lrarllll'ida (I(,r {l. ,\, A.
(',alJallU: t(llllq ,~,= l'itg. 10"·:)


:jl "Lo' ]1<111:"1), 'l1/'lr')] culpar la 1'[(,yirkIlcia ,',. !;¡ f'\[lll',iuII (¡,.
\1(1[0'. \¡ori,,,,,,:- i¡¡dio,: y allnqu\' me ~'an'('cl' (¡lIC !lO ;.('rí" rlil'ícil ju,'-
¡,fícar "q" '''11;:-1';:1. qUf' d",IÓ al ('lJ"rpu ,¡ .. 1, D1unartju:a, a\ll1(¡lIf~ ¡¡lrí0 de-
hlilatl", ,an" y hht'(' (Ir rnllr:'pin', rlp (II!TlIpr¡On. l!O "rlld" r!r' mI aql¡¡I.;,




XIII


(·lllr,¡r en e,t;¡ e lc,tWll, '010 diré que de una buena prunde!1Clll .01(\ SI'
f,,·adicó lalllíla¡J; JI~oes al mismo tiempo que se echó del Reiuo esa maL!
casta, correspondía haLer Irélido de todJS 115 províneícs de EurOlla bueno,;
I ,tólú'os, para Ilc~nJr el huecu de los expulsos,»


(['¡'''!ledu ECOIIÚ;¡¡icu, por D. Bernardo "'ard: P' g, 61),


.,52) "EsfJaiía ,·¡vía ~n reposo (alio de 1621) recreándo~e cntre lo,
lIlos de la pilZ, llLS JIU ell s .lud lodo su Imperio; que á uu cuer~ú gran-


de y jO¡'llliLi.liJl,~ (autl "i il uolerlc la cJb(~za) nunca le falta altcr~cioll en \)trú,
mil'mbros menos noblcs La prc5cripcioll de 5lb tC50ros , sangre y sllstan-
elJ de sus \,:uas, con tan pt'rp~tuas divcsiolll'S, dl'bilitaban su vigor. Las
"si,teacias J" Ai<'ruJr¡¡a y ntras de i¡;ual lleccsidH!. y el c:.pirar la \3r¡;J
l¡,'gu~ cun SlIS reheU,·, lIul:llldc<I'" la ¡;¡nl'IL1Z .!'élll Il\le\·,,~ g.,err¡,.,."


¡JIísllil'la di. P,'I'/l'e Ir, 1''':' (:"';¡'t'JI!;;: p::f(. ;l.f'.


¡;,:l' "En 1 's I;O¡t." (','/¡'hr'h/¡''; e:1 ,\laurHi ""j¡U d., Hi~l;: se manlle,l,j él
d!~K"U5t() qlll~ r('i!l~b\J ptl!' d lnal gollll'l'no, «(Que lu~ lnbuh.s ~ g .. d.h!L.b ~ lu~
derechos cxccsiyos ,¡ur la postrnlnn y [¡(\¡gi~¡ll. pf'dí 111 ,llllllcnto 3ull" qUI>
¡.lilio. <..!,ue falif!;:lua a todo el HClI10 su gcnen¡J despobl ('i,'n; "Iue se aca·
lJ ,b:lll S'lS t'aJllllt:lS; lu" labraJores se Jllsentab3ll; los niatlur· s se eSI",gui::n,
v llls cüll1f'.rciu,; ", <lgot<Jb,!u; slcudo lerdad q·lt' en es·.\)s sulo cs~á h gtOlv,
;1I:,gest"d y Il fH[UeZ[( de le" Prlnci!H's. QUf' St: tratesl' ruu m,l, \"<:15 de
¡uner lllnile a los bienes que se s,Jcab;Jll del br,;zo segL r al ecl~,i "tlév;
"llfbqueclendo no tel! ;;(¡Io el patrimullio lt<:,.I, HU'''¡ l'UrHUIí; pue, 'Il'udu
ol(!ue!lii,rt, de pechos, rOlltriltuclolw" y gdbe!:I;" a:ftj:IlJlie:Jtu" siSeS, hU(:5-
['ul(', y utros gra\':IUlelles 111:1yores, prc'lflio;., gllt'rra,; y sulda<lo5, era
I'f('ci,o qnr C;lr~dlldo sulo wbrc e;de, 5<' nndiese, v luego h ruina de lu,
dü~ ..... ))


,d!Le J¡!~ f'elip:lotl\.,s ('raH [nu(h:~s. ILls rlledtr'n!}U'~ {'n f''\('('~u. : t'l l'll~l'n
(';J ~r~lnd(' rnult Illj (Ju(, h'jlH~l t:Ll E",pail~i ~tUKS 111Jlla:,;:c'il"'"'1 ;¡ua no C(ltJ-
I:,ndo I·)s de IlW:lj,,, (lue liJan m"llcr:¡I" ¡:Ul' , o, PUC'), .:l;) d ,1I:tI:iollC_,
l'(tfrJdi~J~. eapcll<1IlÍ s (') r(JInprí¡~. (i 1010 el Ht'.ino ¡'n ~.: P~) ~('l'; qU(' ~e ilL:·
J,.se I.(lulo m:l; qi (' IlliLu'se número ro lo:, Ir, tleo;, moderr.l'I"fl ('11 1()'. CiJIl-.
\"(~¡llos y aun en los c'éll¡;'::(,)~ ~('gbreS4})


,,'¡as s¡ohre tJrlllls aflicciones, la que fllly:lr clllll~d(} Jaba era bu,cJr
~¡Jf),lfl rernc!lio con que alaJ 11' la Jllllnd·'cí"n y l'¡¡[¡lhu d" II 1ll111l('(lJ ,"


«!labia aurneriladils(' de SlIc:"tf' 1.1 dcl ,('[lo:J, q!!C IJO se h 1[¡b;l, lIi l,a-
ra el IhO ni el sllsle,d(" pi ,ta SIll [ll'.:!llios ('xcesiros: cun '1"(' l~" ,·",;1, ,,,
sublan t:,:¡!o de iilllll,' y ,ir' Im'cío, qlle 1,), ell rH'rCL!lS '" ::1 ('ralun~· Id t:'a-
to pol<t!rll y C1I'lL Y 3Sl las C!írtr~, dcsn,lldas (',n prorllr:m,,,Ii' de n'l'a"
1, ;(un LUS"dl' y (·,,]trl'; Ir \'arius arbitno .. , qlll' lo [ll('<;CI1, y f'!I 1j1H' mil,tr;,·
ron (lui,;(,lllfhr,s. JI"~ ¡':;-,¡ailOlrs su buen ('do"


\11}$t;¡¡'¡(i Jí' rf·lljw ir, ¡,or C(·,~¡;t~,_:,,~ ... : p;l:"'I '2;,"!




.\t t


".1,' "l'ud05 lu, fllJlllbl't::s d~ e\{Jeri<!lJ(ia. rldllllll l' atl,lliau ljlle est~ .H"
r!l"diu de lus nules de Espaüa , pende de la defeu,a de la mar .. ,¿purr¡ué, "
','mo, por el mar Cm penertido u'lut'ste lI11p,'ri'l: nu tratarelllos se I'rstJure
,,,,li,'od, en él parte siquiera de taotas fuerza,;) puder COIllO gasta Flallde~·"
.Llímo ,~> positJk h"Y I¡Uieil (Te,¡ puede el rOlUl~rcio repararse y I,uestru~
'¡~lilOS redimirse, tomando all! una pobre plazJ, y .. ,:¡ en di,curso 11,\ di",
III,""S, y derralll.];Hlo s<'¡,; Illil:(HleS, ,i el) t~nto mira cun >tIS oJo;, '¡lIC, de~ ..
trll~"Hl,ioJl()' ¡'¡'"llei 1" ti,'anióuti{¡;lOS ciulbdps. y Jl'reh-:\t¡md()Iln~ n;l\í,¡"
<"ulltalllillJlldollO.i el 1l11ll' y pntul"iI;llidoilOS la tierra, ~c I'ce';j¡][ldL'ali pLH'.,
al doLle los pO('[iS Il:¡.!e" qllf' teeiben. y acreeent311r(C¡ su 'Ipillioü, ¡¡;t<'elo
¡'terna Illl~,tr3 injurin" "


11"(",.¡,, ¡fe F..rip, 1 J', por Ct'spedes: p:q.:;, 6~3;,


;)~i En 161\1 principió IJ luch3, no meuos larga que fecunda ~ll W'
\'CWS, ,'oIlocida con el nombre de guen'lI df treintn alios. i:spai\a, dcLi.-
litada y;¡ por los desastres que habia experimentado, se vió conmovida en-
t\lI\(~P8 hélsta en sus cimientos. EXilcciones, que los ese'asos recursos de oU
gobierno empobrecido lwciall indispensables, aCl\lllpatladas de los exceso:,;
qUe trae sie!llpre consigo un poder delegado, eseitaron discordias civiles,
l,03 ¡J!"o!!resos de esta decadellcia se manifestaron por una rehelion en Ca-
(,JIIÜ 1; por el levantamiento Ilue logro \'erificar un sirn-ple pes,;ador de ~á ..
¡Joles, Ijue por un momento ~e hizo dueüp de ~II'.It'lIa capital: una revo-
iucioll ~0Ion¡ tallloien ala Casa de Braganza en el trono de Portugal. El
IPoul,;¡ji) de tan terrible sacudimiunto fué la dehilidad de las dos ramas
.¡, 1" e lq de Austria, asi como cumplirse en. parte lo; rastos rlesi¡:;llios.
'IUf haIJia llleditado la Francia contra el re,to de la her€Iltia de la Cosa
de B:m.!o!J'1 y aun contra la Illisma España, 1.a paz eJe We'phalia, en lli19,
l.' obri,; paso en Al!~lllania y en Italia; introduj o L, aristocracid t'1l el 1111'
"crio. y ;1lt,'r¡'l h 11lIIon del Cuerpo (;'TlllÚIliccl; cl"I',;lIdo IIll tISll¡¿¡ politic':
\. r('li~¡oso.


lL'J:'Sl"Ujll(' ",,11, !!'~ Rr,is de la J/IllWli (/" UOIll'iIilIl, por (;oxe; tomo t."
I';l¡':. 1:1;.


-:':¡W ·,Übra t¡lIprelIIO;; prú,;C':.;uir. 1',1' ljUlen H'relll,)S J}O tan sli10 ralilil;;Hh
t.~ta verdad, mas las tres partes de l~ Europa Illover sus armas y llande,
r8S contra la augusta Casa de Austria; unir sus l\.utas y bajeles en IlllPstril
ofensa y destruccion. El Diuamarco, el ftey de Suecia, el Ca!l'illi,mo de
Alemania, el Turco, el Persa, los Ingleses y el LIo!andes eu ambas Indias
1;1 fomentaron r illducieron. Venecia, Hroncia y aun Saboya con ~u am
hl"ion ¡., ingr<rtitud, en ódio nuestro pertut'baron la trall'lu'ilitlad y pa? (Ir
1r;t1i:1. Toda esta maquina del Orbe, deslabonada de sus quieioF, casi n'~e
.¡ni'l) .. arr ,'\wilJ1a; los Soheranos protedol'fs de esta eOrOIH' la ampar;'r,\f<




XV


J;lIl1d~ hall VIi'lo Ir:s lIIortol~s, con elideD('ia t:1Il llOrona, ,'II,ln 1'( ('(. ~;!lr
~1I potencia con quien asi~te la divina.»


(1I15((I)'i" di' Felipe 1 V, por Céspedes: pago 215.
\57, Y ú;lse la hstoria de aquella sublcvacion, esarita con notable illl-


l);lI'cialidnl !' singlllar aeierto pur el Sr. Duque de Rivas.
SH ,elle 'lIJe indignado brevemente S.H. dejó el lugar (Barcelolla,


y caminó para ~I adrid; donde l'n llegando, abrió el comercio á los Fl'all'
,·~,~s, é iJiw públieo el re,tablecimiellto de la paz. COII que no 5010 refre-
llli L,s pensamientos y discursos de algunos, que tenian librados en la des,
llllion de amhJs C(lruna~ grandes progreS(ls y designios; mas hizo que lo;;
Cltalanes, aconsejándose llH'jor, le remitiesen Diputados, y I'runtalllellti:'
le ofrt'ciesell eOlltellt-1miellto en 5US propuestas."


'/fisl", iu. '/,, F,·/ip" IJ', por Céspedes: (litg.258.:
,,')!); Y(~ilSe la historia de aZlllellos sucesos escrita en lengua castellnll,j


por el Portllgues Don Fran('is(~o ,'lelo, en cuya obra se ostentan no ('0-
,i1UlltS tH'llez;l, de estilo y de ICll;!uage, si bien af¿adas aquellas ('on algu-
nos resaoiJs ,k afectacioll,


~(jO I,Fa!taba CJpitan General para tan gran empresa y grave máquina;
\" part'cióle COlllO á ll1uchos, era el nws apropósito el J)tlque de Alba,
preso en el Castillo de Leeda, sin respeto á su grandeza, canJS, autoridad
\' servicios: sülo p0l'lJlle se enlendió que, por consejo SliyO, fur il despo-
sarse ;Í Alba S:l jll'illliltjl'nitu, psLllldo en prision en Tordesillas; rompien-
do In ¡.!:uarda y pltito homena~e, si bien \'i)lI'ió luego; y asi le nombrl)
en el cargo, El DII'lue, ~ill ver al Rl'Y, pilSÓ á Lerena, plaza de armas del
f'.I('rcito, diciendo Ii' f'l1I.'illlm clU'atlenado S" Jlagcsllul ti ,'ujd'lr rcil/os,"


[Ion Fd,p" cll'l'Ildrillc: por Vallder Illlnmcn: pag.61;.


,61\ ".\Iuchas ve'~es ofr~eilí ;í nuestro reino vrrle en persona; y otras
tantas dejo de h]('rrío !Felipe IW: los primeros deseos suyos; lo segundo
reparo ,le sus privarlo"~ ;\,1tnble eo,a~ que ninguna está tau bien á un Rey y
a snjentecoll1o \'rrl:i y servi,¡o de ella; y que nose velln porque no quit',
rell los validos: ; tan de virlrio es la [lriv(\nza~ Ya de escarmentada no lo prc'
tendia ni lo e'ppr:I!J] p,;la corona. cUiHido arrebatada mente le vió cami-
nar por el 1111', de Abri! iJfil\J;, Itevando en su compañía los PríncipeK
Don Felipe y 1)0111 Isa!lel, y la fnfanta Doüa Maria.


¡,Celebró en [l,d;lI'io los dos actos del juramento del Príncipe y de la~
Cürle9 del reine,) COIl "I'~llde alegría, con grande aplauso y COD grande
esperanza, toldollla!ogradu : primero, por lo poco que los vasallos fueron
,'istos de ~u ¡tey, aunque le vieron á <'1: segundo por la I't'solucion ('(111
r¡llf~ fueron rr,polldirl3s Ins Córtes. Esto fué. porgue d !J;lh<T ido ;d rí'illU
y (·f'lrhrarl,,,. ;IITinn Sil) a h,:hia sido: el responderLls y ]lO llal'prl(>s lllf'r-
'['·!,·s. n'sll!\a de privé'.Uns \ \lillistros.


t t




JJTelJlerosos lus valíLl,is di! qlie se ~,lí,'¡oJlJ,'e a nuc,:tra ,;elltl: y ,1' de'
tm'iese entre ~Jla, nin;;uua grilndew. ni!l~un'l abundalld.l, ni llifl!!UU~'
!'lllllOdidall que liO fuesf, veneno; y p::do tante) coa (',;te Príncipe lo ql!i~ k
decian, éliJenns dio c¡'t'dilo a lo que reia, habiendo de lo violO il jo ~s~u·
(·J¡¡lllo, distancia sin médi::a,


(l1istoria del llci,w de POllllyal, [Jer l'ar;~ J SO:lZa: pil'~, :1;,:3'"


,62) "lgnórase hasta JllOra lo lpe pasó ,'!! la COlll<J'c[wia elltre io,; ~¡[,
n:stros espaiwles y aquel:os Sellüres l'Ot'IUf'Ul'St's: Plro es de "r.'('/' '/lle
se les pidió alguna cosa extraol'dill:,ria, Los l'vrtugll!':ií'S dllll \¡,¡y ,llir'
man que se les exigi,í q!le consintiesen en 'lIle ::1'; ¡:,',rL'3 ,ll; i'urtuc.::,¡1
fuesen unas con las d~ Espaíl1. ó qUe cierto IlÚ'lIerO de di"Ui;!,Jos, tie ¡,,\
tres brazos dpl r~iuo, fuesen con\'ocadmi junUlIllenle ('on los de LlstiJ¡a: fl:,
una palabra, que pasase aqu~i antiguo reino;1 la (')JS,; de pru\:n('i:,; ('úsa
que si bien de indudable utilidad, repu2u:,ha 1'11 ,::llle;)!)s li:'III[H)S y al!!!
ha repugnado en époeas posteri,1res Ú Jlll,'hlu, p!leHos en la mislHa "itn;'"
cion en qlle estaba el pueb'u portu!.(ues: ¡nrf'c:elld0 una dl'"rild¡¡c'inll ;:1'
wfrible, (.2ue en aquplia época se i¡¡te"!:IS!' por la c',r[,' ,ie E,P'lll, 11:>
parece probable; pero no [lI,('dé darse por incierto, f'alt;¡¡l<Jo p:tr,1 idifC);i1I'!c:
Ó negarlo, toda clase de testimonios, Utrns a5f"uran, ('url h~rt;¡ In:;s r:rD'
habilidad de estar el! lo cierto, q1le SJlll s,' ¡¡idi'í Ü I"s l'clrllI'!t!c--:'s 11r:
auxilio PlI dinero, para sostener las guerras que se::ai:\ I':sp:llla I·n Italia
Ale.'lwnia y Flandes; y para sosegar los alborotos 'PIP ya e:llpl'l.aiJ'lll e!l
(atalniia."


(llistoria di: E,p(/ 'Ia, por Dunham: tOlll'! 't, o , Pi'"", t:b,


,6:l) "Lo (pe mas se apresllraha en este tiemp') I"n la ('nrona de C;¡~ti­
l:a (rligo en las (t'lrte, de 'fJdl'ld) era la Iluera con:'psion de otro "en'jei"
dt' mi[lones; hadenrlrl ti Hn' Cltúlil'o, pOl' b o{':lrrf'lll':;\ d,: las ('O"S y
su m,lyor llrresidad, tan urande instauc,j:] como pi reillo, 1',11' la f'\,jdt'Il'
cia de su ruina, terrible y lal'é(a 0'105i('iol1 ..... I·:;te [;111110 t'onf"rian ho\' di.
versas juntas; pero los puebio;; de C:"tiiI3, :;,¡e ,i~'I))í\re h;\fl ,j,:,¡ y ,on
los solos en abrazar sin dil:ll';o!1 tOc!'IS ::\s edr:, ,,; d<,~ ltWH'l'i", at~lIqlle
hien estu5 se lrs in1pon~!1n t'illl d~"llJ:-;i~ld(J"i ·;·;'.;~l·i¡\[!(-,St (P!'¡'qll? L\" :-Urrf'Ii
(:on la fé y amor que tienei¡ iÍ su Prm"if!e. y ron "f, C'trJ ~a d'llt;:J(j¡,S en
tau ¡¡Ilti:'~,lIa senidullllJff:: 110 ~'a [HU\, gt'allue turklciun t[Ul'r;élIl oir "'.II\t-
¡ante novedad, El 31113r:,;\.('a y el dolur cr:1l (¡:Ie est;¡h:m !l!\l':,lrO:i ¡,¡;ddos,
c-Jesert?eiau tllgo d,.' su ~ln1~;j', IlCJ d:,1 n'''':;Jt~~() d~~ ~;n Pr¡uf'ipt, . (lSI;!::, p les,
ernn ~us quer<::lIa~': lJUt~ el (iÍ01:l tri;;;r,\ y cond(llidit todo t'':; q'it-',!ar!--p en ElJ
nfli('l'lon l C(HIlO la rl1JIlO del lJa¡~ .. t:;1:-t:' ~ r¡~IP S!t'¡npre ("(¡rre ;1 L!~ I~r
ri.las. n


lf;,flJi'/u de FI'/ip/ fr, fl,)( I>~·p·,d~¡ . ..: ft,l~~. 1!"JI




x \' 11
\64, ~COll qUf podl'eil'os bien decir que, de cíen años á esta p¡,rt~,
1lII1:1~;1 ha faltado con l'r¡;ncin ó gmrra injusta Ó paz finjida.~


,Ulsturia de FellJie IV, por Céspedes pág. 138,)
G;i ,<!Jpspues ue la relolucioll de 16'10, que habia restableciuu ci Po/'-


IllC',¡I en ~¡¡ indr[lHldemia y l'olrrado en el tre,no á la Casa de Brilf(an·
l,'. llls Esp;,üol('s babia n intentadc rn Vimo yolyer á entrar en pOH~sio;¡
de :!(!lIella perte de la Peninsula. El Portugal habia hallado uos aliados
I"ldrrosos en la b¡:;laterra y en la Francia. Verdad es que, por el tratado
d, lo" PiriHens, SI: haLia obligado esta á 110 I,restarle auxilio; pues los E,,-
1': úoll's 1:1 halJian r-xigido; pSI·erando ([ue seria mas fácil que recobrasen a
Portugal, ('uando este .,e riese i!h:lndolJario flor Ja Francia.
))l\1~s Luis 1l1;l'Ímoeu1Irto 1I;lb:1I procurado á los l)ortugue,es el ;¡pGyo


de la In¡.:laterl'iI; y 1'01' su int,'rvelleiofl, ,,1 Rey ebrios II babia ('oncer-
tado, el dia :l:\ de Jun;o de lÜÜI, tOllwr por e'[10,a á la Iufanta C<Jtalitlél de
Portué(nl. 1")1' su tratado de ('¡¡;;amiento, fe ¡¡"bia obli¡:;¡do 11 suminis-
tl',11' ,,1 (;()/¡ic!'l1o Portn"up, tr('s mil sold(/dos de infanteri<J, mil enb:rllos,
\ a poner a SIl ¡]lspü,il'io!J OellO fr;'gatus. Los E,pañoles habian procura·
di) 1'<)111)11'1' di('110 \·,as:¡Ill;('lItO. : propusiemll a Lulas 11, pl'illHTallH'lItc tilla
;'I'I!lt'('sa de [',mua,) d(>sputS una hija del Príncipe de Orange, que I fi'l'-
'-:;111 tliltar ; !Jero i\jut'J'a ne¡.:w'i:j('iollllO IdJia tenido buen éxito .


• ' .\1111 lilas I('jos fllt: Lui~ l)('\'itllowarto, ;] prinl'ipim, de 16(10: dio un,\
,,,¡,tl'!ll'id ,,"ereta al l'urlllp;JI. El conde Scholllherp;, allli,.;o y dis('Ijlulo
de! 'dari:il'al di' Tnr(·n;¡, había ido a VsLoa el U de :'\dlÍelllbre lit' HiGO.
,',di Clt'll iJiil'j¡¡les (rJn('eH~, dI' reelllplazo, tim sargentos de arti:lería, y
"ilairo,'il'lltos ¡::illl:trs H.teranos. Luis lln'ill1oellarto, iÍ quien los Portu~ue­
SP Ililhian prdido socorros en dinero, les emió en Enero de Hi():!, PI'!' llll'-
dio t!cl ¡';Ohj"fllO ill¡;lé;, seiscientas JIIil libras, que sinieroIl para le\a!lUir
l'llalro mil hombrf's."


(.Y'·,r/"tlil!i(J)¡g feTatil'"" á lo successiolt d'E.<pagnc, por Mignet: tO!110 1."
pago 1'7).


:(;6\ "De cual file el earad"r de Felipe IY. da testilllonio lo qne se ha
nferirlo de Sil reinad'l; del ([Ul', con no poca raZOIl, dice un historiador
Ijue. de'l'ues d,'! de ll()dri~o el G~do. fue el mas funesto cono('ido en los
;I!lales de E'~r:'ii'; t1C,!:llldo Cltro que en él. tras dp haberse pfl'dido p~ra
la 1l1on,lrquÍ<l t'1 B,,·.ploll, c:r;'1l ¡nrle de los Pa:sps najos, la Provincia de
ArtoÍ'. la A 1 Sill'i:. , e ,t¡¡:\lüa, Purlugal y parte de los Estnuos de Italia, y
de haberse dadú ('\I;·\[('IlLI batalla-, Ls mas de ellas perdidas, en 'lile se
sacritic3ron 1l1iJlarrs Ji' geute, (jueaú el reino sin dinero sin súldados. sin
;1gricultllra, sin fabricas ni eo:n~rrio, sin pohlacion :' sin Ill;!{'ina. C(¡n
todo no l';lrfl'ia el R"y d~ ¡¡¡,mnas huella, [ln'nua,. rlf,;J¡btl'anaS pllr lllla
I~('~idi() irHTt ih!t ,J¡


lll.'/;/I'/(I de l~·.'r,,¡ÍI(I pn, n;IJlh~;)l: 1011',0 :;,", p;If.(. I í,'i,




.\\111


((\7 "Puede dl'cirse que la sucpsion al trMo lil' ES['JiJa fue e i ('le ,,,1>:"
'111') giró casi todo el reillado de LlljS Hecillloellarlo; nl'llpó su í101Itir:1 H
terior y sus ejérr,itos por lilas de cincuenta <Jl10S' l'i1IIS'~' la gl'lInflez;\ de <1:
Pl'illl'ipio y las miserias de SlI En."


(.Yf{/olilllioH' rela/il'I'S ti la ,"U"JSII)I/ d'l\'}J'lfi"'" lllllllJ \.', 1'''''' :¡:j,.


(t38) i'L:. p;UBt'ra elllpel;1tLl para S:l!r;ll' la intl2!Jf>Ilrlea;'¡a dI' ll')hnd.l ,
~lendo JJicn dirigida por los Hulalldef'p" y fila I pOi' lo, Es PÚ¡ i1l.' , , \ id"
il parar en desdicha de estos ultilllns: !:tIVO, aliad::, ;.prc\('elJ:,[Jt;(i~~ ti<'
BU flaqueza increible, hicit'ron la p~z ha"t;; fll .su ]H'llli,re, "ill 'I.! uiltll'lí-
cia. En este apuro y desaire, el gobierno ESp;11101 no se ¡ltrel'ió ;, ra,i[i,';'¡
ni aprobar aquel acto illlpnrtante, que tallto Ip ('()lllprOlllelía. COiltillll;¡!"Il!!
pues, por breve plazo las hostilid:Hles, sirm ¡¡re C011 desH lltajil p;\ca le·,
~rJllas españolas. Al cabo hubo de rOD(~" irse la paz; Sii'llrlO Esp;;it:1 [l"rl.'
f'll el tratado de Nimega, hecho en 1678. fll lJue Luis \)¡>I,inwcuarto i!fC)<:
;11 rna5 alto punto de su poder y gloria. C,'diúsr il Francia pI Fr;IIl(,o Con
dado. ron una buena parte de :Flandes, v aun a 1'lIi!-,('prdá en Calaluí¡¡;
Los Españole;;, cansados de aqu,'lla g\',,'I'I'a dcsdidwda. cplebr¡¡]'oll su
l'ol1l'lllsion, y llevaron muy iI llIal los Icrm:iHl,' de" ('Iltaju,.·, "'JII qUt:
se habia conseguido.»


(Historia de Fspaña, por Dunhalll' torno :í.".I)';!!. liiO.


\6\): .. Durante algun tiempo, la c.,cla\ itl!d des!JnnIT,':' ;¡ que ,e ilaIJl.'
\ isto sujeta la Inglaterra bajo el reinado (k los .;"s Estuardos, ill¡pielic-
que ~e forma~e una co¡¡licion genernl, ;1ll11 "u;llido se ('nllsirl' ra,t' 'J!ií:
era el únieo medio de poder r.sistir iÍ Uil [JOd~r t;in I"J!I)~;JI."
,,~:n 1686, la líga de Ausburgo preparó lil ',Io;'in;a rrml:li'il'll qll\' ;di,


1110 las libertades y la religioll de IIIgliltcl')';r. y 'l:ll' '11'lO di' !;;I),: " 1"
gran ¡¡Iianza. El objeto dr. esta \'Jq;¡ I'o:;:hill:l(':nn era r ¡ID€r lilllitt, <1 id
tirania y agresiunes del :\IonarclI (C"lll"'" y ".hre tildo, ¡llll'~dli' que !l1i·
~lese en práctica su designio de apropiarse 13 ~ul'esion de EspaiJa ...


(l;Esp(l!Jtlc SO!!,< lfs Rr¡is de ll¡ Mai,,,,, rI,' U01 1 ¡f)'i!I, p()r ÜI\.P. trud'll'ld"
en frantes por D. Andrcs :\lllriel: tOlllO L:::, pilg. \(;:.


(i0; "Con gran sor[!req y cuu 110 pOCJ alegrIa de la llélClUn E,pajlola.
abandonó Luis Décimo cuarto, no solo su, rEcientes I'nllljll;stas. sin,:
talllhien una parte de I()~ d:,tritos qlle (looi:1 rp!pnrr, en \ irl 'al del tri,-
tado dr ltatislJOna ('). En llIedio del eontento ~P!le)':¡i. I'al¡q,lo jlO) hah,-,
f'psado la guerra. se oll'id'l pi gran pritlcipi,) de l~ :.Iíal'];:, ql/f ,';." :;,,';;:1'


·.Tr"t~do entre Fraueja \. ~:~pDj¡J. 1írlllado en I\1:i" ',·1,. el ,JI;' '2f¡ do'
",ti ,ubre ,l{' J(;q7: /J/'r)nfullrl'l rlr ,/,"l1t" /1,1'-. , !\'l~ :;11'




\.{\
",'Ir la ~1I",,101! dc!·:,p,lüa J ];, C,I;;;l de Alhtl'lJ; '! .. 1 EllIperadorl.ropoldn.
dei(lUl'; de ulla b~ve ~ illutil re":,tplleia, se liu obligado f¡ cOll~entir !'ll
la p~l, sin (lU" ,~ tntasr. dt" rc(,lalllarion lllguna por parte ¡ji' su ¡:¡-
!lIdia.')


(1.' Lij,agllf "",1.,1($ Ruís di' 1" Jl/lisoll dc RIHJrboll, por Coxe: tomo 1.-
pog.48,.


,!, "El conol'illlienio dr Sll eqado el de Cárlos 11) y la per;;pedila d,'
here.inrlt' no fueron fXtr:lllOs a la moc\eracion que manifestó Luis Décimo
"!ilrto en el t'atnrlo de Ri,\~irL \ (,lIió a cojer los hilos ahan¡jonado-
,¡p la t!'arn~, que tan háhilmente habia urdido desde 16tH á 16(8»


.AC:/otiu.tio/ls l'tlatil'fs ,i la .q¡cNssion d'E.IJlngnr. par 'fignet: tomo L'
[lag. 66.)


(72) "í.\' r¡u.c otro lrdJlln"I, ,ino las "ortes, podia ser eOl1llll'tente en
1'1 ¡¡,Imto de qUl- !'e trataba" lIelte ¡¡¡Jem;j, notarse que mlre los dOI'llJ1lI11-
los Iple Lírlo,: diri;.(., al Papa LjI'l:encio 111. cuando le comllltú sobre eFle
!1l'gurio, (:OIllO propios po!' ;u ll,lut'aleza para ilustrarle, iban los dtl't'dllS
de las C,:orles !JcHr.(I!es sobre l1l sUCfsiou ,! la rarona. ¿Porqué, pues, esl ..
'{onarca se ;,ltstellia de couvocar uua Asalllblea. á la cual recollocia 1'1
poder y el dererh(. de decidir este ::;¡'are negocio'? En vez de pedir dictit~
;mn iÍ un SJbera¡,o ¡,'.¡rilngtl',), i.POl'iJut DO se dir;gia mas bien á la fallli-
lia espallola, represt'DI ada por :as (:,,:·le.'. sobre Ulla materia que tan direc-
tamente le intfresab,¡':


([)E.iThtU¡¡f SIIIJ,< ¡,'"R,)i" 1ft- 1,( J[oisl,i1 dI' ROltl'bon. lomo 1, e, pa-
t'illa101i.


(,:l) "La ,alud de todo fl JlUeblo es la suprema y justa ley, y la del Reiuo
('1 lit' requiere en el p.,ner llll\l)' tributos convocatoria positiva); y solo
para quP los Prinripes adl'iertan il su' Córtes juntas la necllsidad en que
se Yen. y ellas en ([1\8 ('osns podr(¡l, (,on i¡l:lJaldad y llJellOS daño hacer el
sen i"io que se les pide."


(Ilislo¡-i" d.· ],'",:,,1' Tr. [lor r"'perles: pa¡.t. 11:=1).
, I "nos se 10'- rotos ,e 0plls:ei(,n a la Illayoría (del consejo de Estado).


Los Contlt's dr rilen a¡ida y' de F .. i.iilian¡) ~t'onol'ido despues eOIl el nom-
hre de \,1)IHle de '\;;;;I'ar\ ¡'ueroa 11" (:lct;JlnfIl de Ijue se convocasen las
C'-'rt('5 (le CJstilln, ('0;])0 (jlle eran el únifél) cu~rpo nacional J legitimo, a
I.jlli('1I ('o'npelh el dererh() de decid ir e~¡ 1 r.lJestion illlportante; pero no
,e tllro en r.ueata Sil opinion ; yel infol'l11c dI,! Consejo fué prest'ntado al
ttey i'Ji l'ortor3rrcro. Aun dCl[llles rle ",;Ia Je!iheracion, la c6rte y la ('iu-
dnd fsl'lklll di"irli'!;I' en d,', !'"rtidr". , sus di;;lllltas se hJcian oir á 1'ecps
has!;' ~Il la ;lI1t('r"lll~ra d~1 Hel' enfermo.;·


. f.' ](.';',{II'" .ii"" 1,.. /1"" 1/,' Ir¡ .1[", ,.,,' ¡ir fI""i'br.rt. par COx¡' tOIllO J. "
1',,:,,;_ ¡,)'




x'{


75) .Ln5 principal~s prelfudielllaS eran el D,-llla ,1 Príll,i:".' El;",I"I
de Baviera y el Emperador Leopoldo.··


-La pretension del Delfin se fundaba en los d,'l'tL'hos de S\I :\bure, ~"
Infanta :\[aria T('rrsa, hija primogénita de Felipe' IV, :Í p"sar d~ la reUUll'
cia solemne que hizo á !a sucesion; r21luoeia r,Ilifkada por I:·s Cnrtes '!
eOnfil'01ad~ por el t~stal11ellto de su padre, con la, f"rm:didadpq ¡¡IIf' rp,
quieren las leyes de Espaílu para darle yaHdez.·'
~ El Emperador Leopoldo fundaba sus derechos,


1, o Ea que descendia de Felipe y de Juana.
2. o En los dert'chJs de su madre, María An", hija de Fellp~ ([1
y 3. o Para evitar ios recelos que hubiera poddo exritar ('n \;¡s p'
tenci~s européas el que se reuniesen todos los E,tado, y di(\llidadc" ,j"
la Casa de Austria en una sola persona, el y su hijo primo!.;énito J".!.
ahdicaron sus drrpchos en fayor del Archiduque (arIos.


,¡El derechfl del Príncipe de Bariera provenia de Sll madre, hija ,¡,¡i,'.'
de la Infanta Margaritil y del Emperador Leopo!do; \' Dn n cU:I1'do 5e I~
habia arrancado una renuncia. al celebrarse el <:nsamiento, no habia ,id,)
ni confirmada por el R(~y de Esparla, ni ratifi('ada por la, Corte, P"I
t'omiguiente habia fundamento para ('omider~r á dieho PríIll'ip" I~OIllO ,,:
legítimo heredero.


"Habw. adelllDs otros d'JS pretendientes; á saber: Felipe, DU'luC ,i,'
Orl~ans, 'pw repn>st'ulaha los derechos de su madre. h [dallta 1u:',
¡<sposa de Luis Décimo tercero; y Yietor Amedeo, nWI'I" dp S~¡J)[)y:,
~O!llO de"'eIHliclllp de Catalina. hija segunda de Fe:ipf IT; lIlas 1,,, de-
rechos de estos Príncipes desaparecieron en bren, ante 105 deft'f'lllls e:"~
los priueipales pretendientes, ..


(His/"ire el' E,<pag¡¡e $OU,< le$ Rois de III .Uai"t)fI de BOl/rl}!)/(. tOIi.,,) ,. "
l'íI~. ,,:l:~


'jfi; «El Emperador, qtJe IÍpsde la ú tima ¡::uerl'a h~:'la con,idcr.l¡l"
;1 IJ Holanda y it la Inglaterra romo SIIS aliada,. se irrilo extreflladJlIlelllt'
al sa~¡er sus ne¡:ociaciooe, secretas con Ltli~ Dé('Ítllo ("wrtn, para d"pc'" r
~oj¡Cl'anamentc de una su'oesion él la qlle creia tener un d"recho ('x('lll,i\ ",
y que dichas Potenc:as le habían g<lfantido pur el artícttlo ~erreto del
tratado de 1:2 de :\1 :yo de 1689. (*) Semejante proceder le parc(,i., ¡Lía
especie de traicioll; y talto por despique como con la esperama di' P],k
Il~r Illrjr>r p3rte, se diri~ió al mismo Lllis Déeim1 cuarto. "


"Este rehuyó entral' en mgoriacion secret~ ('on Leopoldo, y manil!'sl.)
ll!e si este Principe úeseah~ ohten~r algllna Jll!d:l!~z:I en f'! tr:dad" dI' !,JI




X'd


';i,\On, Na menester que wllvinieseIl en pllo las tres ¡01)h·n .. i3~ 'Itte 11' \.."
¡'inn firmado.


(Negotiatlons l'e/i/tices IÍ la S¡¡cccssion (l'Es])agne. tomo 1. o p;:g. ,'l.,'
(77) "A los ~~ntilllientós d\' {,riio ó de simpatl~, que desplles repreSf~/I­


taron un pappl 1'1/1 prilll'ip:li pn la ¡::lIrrra de sucesioll, se agregaba un:1
adhcsio!l \'{'rilad!'r" ;¡ 1.1 L Y fund:'Inental. y la tlrme ereencia de fJup
uni,'ampllte la Fr,1lleia se h:t!laIJa en e"I'ldo de dc¡'pnder la inte~ridad ¡Ji;
In monarrjllia. La Vr:!n('ia, en credo, estaba cerca de todas sus posesiont's;
mientras qUl' el Au,tr:;¡ S'~ ";]('onlr"I'2 kJiInn: ar¡llella podia, por su fron-
tera del nortl', pl'netrar en los Paises Hijos; por su frontera meridional,
en la i"'I¡ÍIl~IlI;I; por su frontera'¡p Ip",'¿Hile, en el Milanesado; y desde
sus ('o;;tiIS diri"i!'", al reillo dé' las 1,10.:5 Sicilias y a las ludias."


"So);) rOlltrn 1.1 Eurnl'il eníera, rllll'8nte ocho años, la baLla \'eneido;
fll tanto ()Ilé p! \lIstria, ('olif.!::l(!il ('O[] toda la Europa contra la Franc;:~,
JI" babí" I,otlido llo,¡ilizarla en m L'rritorio, Dicho partido creía. pur 1"
tant n , IIIH' si la ¡nonarqlllJ rSpilt'lOla ,e daba al Austria. esta no podria
Impedir quP la Francia la i¡Fadil'sE'_ y "c apropiase alguna parte; J que
el único meJio de fonsenarla íntegra ua colocarla bajo la proteccion de
la Francia,


i.Yc!/o(iuliIíIlS rdotiro JÍ la sllcrt'ssion d'¡;;spnqnc, ¡(¡¡Hu 1. e, pi'
~in.1 7:)',_


(iK¡ "Cúlos Il, sintiendo :Jproximarsp SlI nltima hor:J, Bi'itadn p"r
.. J f::Il'uena] 1'01 tOt'arrf'ro, habiendo consultado al Consr jo de Estado, al (:e
Ca,tilla. ;í Ins principales miembro, del clero, y al Papa, que se pronun-
ciaron todos en el mismo stnl:do,. sin saberlo la (Úl tr 111' Fraucia v sin
contrilJlt:f i\ ello i'on sus "l'qionrs ni cpn sns drsco" tlrlllO el '2 de (k-
tubre de 1iOO ;rim'o meses y ml'rlio despnes del ,pgllndo tratado de p31'-
ticillll':, el f¡¡rnoso testarn?nt0, pGr el Có al insUuía por herf'dero univrrsa!
di DUllIr de A¡¡jo}I, hijo SP;';lInrlo del Delfin; á falta del Duque dp Anjou,
lIami!ha al trono dr ES¡Jéli'ia :: 1 DnCI'lc de Berr)'; á falla del nuque de Ber-
ryal Archiduque Círlos; y á falt:¡ del Arl'hiuurple Cárlos. al Duque de
SaLe ya. Veint:(Ji'ho dias rlp,pues m:¡rió el Rey.


(XegolillliIJilS re la(it'p., {¡ la wcc';,.sion (l' E$pagne, temo 1_ o , Ii!-
gina 761,


(79) "La primera falta fui', rerOllOrf'l' ;í Felipe Y derechos al trono de
Frnnr:iI. I'"I' urderwnn real. ('on fech.l ce; mes de Diciembre de 1700,
Il' ('.onspryó su 11'f;':r ('ntn: ('1 T);([\I(, de Borgoña y el Duque de Berry; j
('11 ¡ l mumenl0 en que iba á ton;:!!' pasesi0n de una coronn. le conl'ediú
;, P""5(H'rtira de otr~, ti) medida que lomó, lJelado de una falsa terlli'ra
\' ti,· 1m n.lcnn::r:n oq::ul1o reél J , no era á propósito para preY8nir StlS ¡Jf',S-




n,li


¡;rJ\,ias. Asi 31l1llnh:l ulla ... LtllslJla del tr,t2mellh d~ Cario> 11; h';.'iendli
posible para lo v~\lidfr() la confusion dp, las dos Illonal'ljuías, quP "(!ll!'!
Prlncipe hahia querido permaneciesen separadas prrpdu31111'l1te. A,i iltrll-
taba, en lo futuro. á la indp¡wlldeni'ia de Espaiia y ~ la SP~I¡ri(\;,d tI(· la
Europa."


(Yegotialion,l' ¡'('/fllic/',' á lo ,~!ICN"sinrl 1l'E.''II'lynr. t01ll1l 1 e', pa
ilina 8:~).


(80) "Tentó en :\hlplarp;upt la suerte de las arlllag: pero UIl I1nn o n'."s
dió márgen á nuevos sacrificios y ;¡ nuevas e,,¡g~n('ias. L1S (·,mlf'l·pnl':aS
de Gertruydembrrg sométitron el orgullo de t!li~ ni",imo cuarto ;, pru e -
hasauo mas rruele~ que los preliminares (]rl llap. 'lo se le p:dio ya Ilnl·
camente la demolicion de algunas fortalezas. el ala r: d 'I!lP'¡ p ;¡ I ~1I n~, plazas,
y la promesa de COIlc,lIrrir con los cl)nf~der~rlos a r!f~posepr a Fellpe V de
la monarquía que habia aeeptado para el: Sp exi:ri(, ad(,lIl.1s quP renut\('I:'
se .í la Alsacia , ljue rrstituyese todas las conijlli,tas qne habia h~"¡1O ,'!)
los Paises Bajos desdi' la paz de los Pirineos; y qlle t'l mismll: d S":fl
destronase á w nieto. El des\'cnturado monan'a. fPducido á escllckll' y
á discutir tales proposiciones, ofreció ceder la A!'.1'·j¡1 '! pagar un milloll
mensual para ayudar á los aliados a e,p!llsar á F~liJle VOl' .E'P:llw, si IW
quería salir de aquel reino. Esta oferta des.'sper¡:da no fll~ Jdmitida aflll"
tUlladamente, ..


:Srgotiatíolli relllti,'"s tÍ la .<lIccr.<8io1! d' ES¡laynr, tomo 1. p3;;\'. XCII'


(R1) "El Emperador, hahiendo el Mariscal de Yillars tomado las p1n;,';
de Landau y Friburg'), se rió en breve obligndo;Í suscribir ;i aquellas eondl-
ciones. Aceptó, en nu, por los tratados de Rartadt y de Baden , se{,!II~:a~
del tratado de {)Irt'tht, el lote q~e sr.lc habia asignado, y rel'ihió la Cerd~­
ña en cambio de la B:lyieru, (Iue restituyó al Elector. Mas si el COl'jlllllo
de las contestaciones relótiras á la sueesioll de España quedó arrrrdar1,)
en Ulrecht y en Restaut, quedaron aun algunos puntos eu litigio, qll~ \'01
vieron á encender la guerra eotre el Rey Catolico y el Emperador."


(Nl,qntiations rélatives á la sucússio)l d' Espaslle: tomo 1 pago 9fi1
(82) "Los Españoles. en los tres reinados de Fernando el Católico. Cal'-


bs V Fel;pe n eran los mas habiles fabrieantes de toda Eurúpa, los lIlfjo-
re,; marinero" los guerreros mas die,tros y mas experimentados; pero p,r
el mal gobierno de los tres reinad05 siguientes se perdió acá todo "sto."


"En este siglo se recuperó lo guerrero; que es el primer cará,ter O~ la
ll;doll; pc'ro ¡¡un falta muchísimo. lo mas p-sl'llcial; y ~crá gloria nüxiJllil.
dí'l prcselltr reinado levant;IT y rest luir la n¡¡eion ;J :;\1 ;Int'l{uo l'splrn,br."


'l'rnll"dr> PNIH{II"i",. por \Y;:r,l: pa\(. :!l:l\