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MEl\[ORIAS BISTORICAS


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lJFERNANDO VII,
publicadas ,en ingle" y en fl'au~es


POR MICHAEL J. QUJN:
Síguense el


Ecsámen crítico de larevolucion de España de 1820 á 1823~
'.í y Espaiia en el siglo. die:z'Y nueve ~


't .... tomos .en 8.0 moyor.


1'l\.ADV.CID08 AL CASTELLANO


-----~~-----




Esta ubra es propierlad del Edilm', quien demandará an-
te l;J, ley los ejemplares que no lleven la contraseña que
á su tiempo manifestará.


VALENCIA':; Il\IFUEN'l'A DE Gli\lEl~O. 1840.
"




Razones de prudencia, que comprenderá
fácilmente el que atienda al est;ado actual
de Espaiía (1), impiden á su autor poner
el nornbl'e al frente de esta obra. Dester-
rado de la península como m l/chos de sus
compatriotas á causa de los funestos acon·


(1) Puhlicáronse por vez primera estas MEMOUI,,~
en los días aciagos del despotismo, cuando aun ec-
sistía e1 rey Feruaudo.




IV


tecimientos de que ha sido teatro, ha de-
jado en ella parientes y amigos que no
quiere es poner á los rigores del gobierno.


El objeto de estas MEMOI\IAS es pre-
sentar una pintura fiel del carácter de
Fernando VII. No solamente las alterna-
tivas de su vida, sino hasta las propensio-
nes de su corazon y las cualidades de su
espíritu, han ejercido una influencia suma
é inevitable sobre el destino de sus estados
desde su edad viríl hasta el momento pre-
sente. En un pais como la Inglaterra, don-
de el soberano ecsiste Laja el poder de las
leyes, es raro que su carácter personal
tenga consecuencias políticas de importan-
cia: mas no sucede asi,en las monarquías
absolutas como la espailOla. Las pren-
das personales del soberano influyen po-
derosamente sobre todas las ramas del go-
bierno: todo emana de su única volnntad:
y cuanto puede obrar, de cualquier modo
que sea, sobre esta voluntad debe ocupar




v


un lugar en la historia política de la na-
ClOno


Como el cuadro de los seis años que
siguieron á la restauracion del rey l?er-
lIando en 1814, es de los mas deplorables
que puedan presentarse á la vista de un
filósofo y de un historiador, no es muy
fácil al autor usar del lenguaje de la tem-
planza y de la moderacion. Se ha impues-
ta sin embargo sumo respeto en este pun-
to: y ha conocido la necesidad de hacerse
superior á las pasiones del momento y de
referir los hechos de que tratan las ME-
l\lORIAS qlle publica, con la misma impar-
cialidad que usaría al describir la época
de Felipe 11. Si ha cometido algunos er-
rores, sus numerosos compatriotas que ac-
tualmente residen en Inglaterra podrán
fácilmente cQrrejirlos.






ME~IORL\S HISTORICAS
sonRE


REY DE ESPAÑA.


Fernando de Borbon nació en el Escorial el 14
de octuhre de 1784. Desde sus mas tiernos ailOS
fue víctima de dos circumtancitls que influyeron
poderosamente sobre los sucesos ue su vida; su
temperamento débil y deli::!ado, y el odio que le
profesaba su madre María Luisa (1); odio que se


(1) Teresa María Luisa, esposa de Cárlos IV, na ..
ció en ParIrla en 17,),1 y murió en Roma en 1819: era
bija del infante don Felipe. En 1765 se casó con el
príncipe de Astllrias, y apellas se hubo firmado su
contrato matrimollial man,fesló la princesa el caI"ác-
ter imperioso con que se distinguió mas tarde. Ecsijió
que ltl tributasell los hOllores dElhidos á Sll lluevo rall-
go, oeasion~lldo de este modo cOlJtílluas ,'clIciJlas eu.
tre ella y su hermann el duque Fernando. Un di'a arre.
batada ¡Je cólera le tlijo: nYo te ellseií1fé á respetarme
Como debe.>; ponilla llegará el dia en ql1e seré reilla




8
aumentó ~ proporcion del incremento que tomaba
su amor á don Manuel Godoy, principe de la
Paz (1). '
de España, mienhas tu telldrás que contentarte con el
ducado de P arma." S u hermano le respondió; D En ese
caso el duque de Parma tendrá el honor de dar un bo-
feton á la reina de España:" y asi lo hito acto contí-
nuo. Cuan(!o vino á España á reunirse con su esposo,
Carlos III la recibió COIl ulla frialriad mhy notahle; y
dispuso ,,¡jilar sus Jl1S0S cui(ladosamente, sobre todo
desde que des'luhl'ió que daha de incógnito sus paseos
por las calles de Madrid acompañada (le dos da'mas jó-
venes de la córte, y algunas ve~es sola. Gradmdrnente
tomó sobre su marido un ascendiente irresistible que
conservó hasta el fin de sus dia.~. S us re ladones Ínti-
mas con Godo,," tuvleron tamhien dias de borrasca:
y una vet inten'tó perderle en el ánimo del rey; pero el
cariño ele Cárlos IV á su favorito destruyó esta tenta-
ti va de la reina, <j ue en el fondo procedía de un aoceso
de celos. En sus tíltimos arios se hizo devota.


(1) Don Manuel Godoy nació en Badajoz en
1764. Dicen que Sll familia era noble; lo cierto es
que estaha en las pnertas de I~ indijencla. Enviál·on.
]e muy jóVetl á Ma'.lt·id en compañía de su hermano
I,uis, sin otros recursos qllela capa yla espada, muy
h[lena estatU1'a, rostro interesante y una suma habill.
dad en el arte de tañer la guitarra. Vencidas alguna~
dificultades, ambos hermanos entraron en el cuerpo de
guardias de corps, donde tuvieron que atenerse por
mucho tiempo al escaso sueldo que allí gozaban y que
era su línico I'f~curso. J.:<:n esta época (le la vida de Ma-
nue! que tan singularmente contrasta cnn los encum_
brados destinos qúe le.aguardaban, sufrió algunas ve-




9
Confiaron esclusivamente la educacion de Fer-


nando á hombres escojidos por el favorito, y que
le debian toda su fortuna por la proteccioIl que


ces la escasez mas absoluta: Sil hermano Luis fue el
primer escalon de su rápida fortuna. Tenía cierta intriga
amorosa con una dama de la reina, y conociendo Sil
enamol'ada el talp.nto de Luis para I,a n}lísica quiso que
)e oyese su augusta señora. Apld~dió su habilidad la
reina y Luis se a provech6 de este momento para rlecir:
liAr, señora! qué diría vuestra Majestad si oyese á
mi hermano?" Al instante fue llamado Manuel y no
volvió á tr;ltarsc de Luis; sin que por eso se ¡jllmo~ca ..
base la amistad que los unía. Luis murió en 1801 capi-
tan jelleral de Estre~\adura. No tardó la reina en dar
pruebas de la pasion que la dominaba y que la subyugó
todo el resto de 811 vida. Hizo al rey su esposo partíci~
pe del entusiasmo que la poseía por Godoy, quien fue
nombrado luego mayor del cuerpo de que era simple
guardia, y á poco tiempo consejero de Estado. Carecía
de gra"des talentos y de instruccion; pero cspllcábase
con gracia y soltura, ecsistlendo muchos puntos de se-
mejallza entre este favorito y Buckingham, que suce-
sivamente gozó la privanza de Jacobo 1 y de Cárlos 1
de Inglaterra.


Cuando comenz6 la revolucion francesa prcnunci.S-
se contra ella don Manuel Godoy, y el viejo conde de
Aranda que tomó el partido contrario sufl'ió un pronto
destierro. Al dia siguiente recayó en Godoy el nombra-
miento de secretario de Estado, y á Jos pocos dias el
,le primer ministro e,on el título de doque de la Alcu-
dia. En 1795 mUlló de rumbo político y firmó la paz
con Frallcia; porque comenzaba á Conocer que dehía
buscar en el esterior un apoyo contra el descontento
jenel'al que despertaba su adrniuistracion. Veíase en.




10
les había dispensado. Uno solo se distinguía por
sus conocimientos literarios; era este don J uao
E3coiquiz , conónigo de Toledo, que á sus lalen-
tos añadía un carácter em prendedor y osado (l).
tonces el favorito en la cumhre del podar, Creado prín_
cipe dé la .Paz, colmado de dOlles y de ri,]uezas casóse
ell fin con una pari.~¡l1ta del rey, 110 ohstallte sus rela-
ciones Cf!n la señol'it~ Tudó, hija de un jenl.il !Jombre
á quien hahía Ilomb.'ado gobernador del ltetiro, pala-
cio contiguo á Madrid. Con la induljencia que los ca-
racteriza· en todos los paise~ los jellealojistas probaron
que Godoy descendía de Motezllma.


A,lverlencia á la Ilota anterior: Cuando el autor
publicó csta obra aun no hahian visto la luz púhlica las
Memorias del príncipe de la Paz, impresas reciente-
u!ellte en lengua francesa y castellana,


(1) El canónigo Es::oiquiz comellzó su carrera siendo
paje ell la drle de Cárlos IIl, Había re.:ibido una educa.
cioll esmerada, y nunca cesó de cultivar la literatura,
traduciendo algunas obras inglesas de Mílton y de Young,
y publicando varios folletos y escritos sobre la i Ilstruccion
de la juventud. Dedicóse á la educacioll del príncipe
Fernalldo, cuyo preceptor era y fue en las ocasio.lp.S
mas impOl·taÍltes uno de sus con~ejeros mas celosos, y si
se quiere mas {¡eles: pero de siniestro augl1ri'l para
Espaüa causando sus mayores illfortunios. La historia
conservará su couversacion ell Bayona con Napoleon •
.. CanÓn igo, us te« sabe mucho" le dijo el Emperador
COII aire de zumba. Fernando le desterró á Murcia, le
volVIÓ á llamar á la córte y despues le df'sterró segun-
da vez á Andalucia. Es autor de un poema, titulado:
La conquista de Méjico; y trallujo en verso e~railol;
como arriba indicamos, Las noches de Young y el Paraí·
so perdido, del célebre é illmortal poeta juoles Millon.




11
Al plantear el curso de educacion del príncipe


de Asturias, Godoy adoptó principios semejantes
á los que habían seguido en otros paises Mortimer,
Richelieu y Bute. Su interés ecsijía que el herede-
ro de la corona no saliese de la dependencia, de
la sumision y si posible era, de la nulidad: porque
su permanencia en el poder era Íncom palible con
Jas ideas que el príncipe debía naturalmente adqui-
rir: asi que no 01 viló ninguno de los medios pro-
pios para llegar al fin que se proponía. Los pre-
ceptores de Fernando veíanse obligados á seguir
la linea de conducta que les había truzado el prín-
cipe de la Paz, quien había rodeado al augusto
jóven de espias J y había formado su córte con los
hombres m'ls ignorantes que no tenían otro desti-
no que perpetuar su infancia y alejarle de los ne-
gocios plíblicos del reino.


El pdncipe de Asturias vivía pues en la córte
de su padre en una absoluta dependencia. Ni la
mas lijera satisfaccion suavizaba la aspereza de su
suel·te; y ninguno le recordaba la importi:lncia po-
lítica que debía darle el lugar que ocupaba cerca
del trono. En efecto, las consideraciones de esta na-
turaleza cedian al poder absoluto, al lujo oriental
y á la influencia ilimitada (lel príncipe de la Paz.
La reina qrle preveía los infortunios que amenaza-
ban á su favorito, si el príncipe de Asturias abría
una vez los ojos sobre su situacion y procuraba
recobrar el rango y la influencia que le pertene.
cían de derecho, servÍase con actividad de todos




12
los medios que podian suministrarle su carácter
intrigante , sus tesoros y el poderío sin Iírnites
que ejercía en la córte de Cárlos IV I para perse-
guir á su hijo primojénito , para turhary empon-
zoñar el curso de su vida. De aquí se orijinó Una
guerra doméstica de la que los españoles no podian
permanecer espectadores indiferentes. Aunque no
podamos decir con ecsactitud que el pais se divi-
dió en dos partidos políticos, sin embargo ecsis-
tian dos opiniones distintas que se manifestaban
con señales claras: la una era favorable al prín-
cipe de la Paz y la otra al príncipe de Asturia. En
torno del primero habíanse colocado naturalmen-
te el maJor número de los ambiciosos, los jefes
del cjél'cito, y algu~os optimistas políticos que es·
peraban que el ministro obraría en las institucio-
nes de la monarquía el cambio y las reformas ne-
cesarias para la ventura del pais: pero la masa de
la nacíon que por una parte veía el desórden y las
desgracias de que era víctima el Estado drsde que
Godoy empuñaba sus riendas, y por otra parte se
lastimaba con la suerte desventurada de un prín-
cipe destinado á ocupar un dia el trono de Espa-
ña, cobrábale de dia en día mayor afecto, y aglo-
Dlerábanse poco á poco esos elementos de ecsas-
peracion y de odio que debían necesariamente
producir pronto ó tarde una esplosion decisiva.


No desdice de nuestro objeto el echar una mi-
rada rápida sohre el estado moral de la nacion es-
pañola en la época de que tratamos. El hOlllhre




13
que dirijía entonces sin opinion ni obstáculos los
destinos de Iberia, habíase encumbrado al puesto
brillante que ocupaba pOI' unOs medios que se 01'0.
ni;¡n á los mas simples deberes del decoro públi-
co y á las obligaciones mas sagradas que impo-
nen á la sociedad las leyes divinas y humanas.
Este funesto gérrnen de corrupcion produjo en
poco tiem po las mas terribles consecuencias; y
las altas clases de la sociedad olvidaron Ó trastor-
naron las ideas de la moral. Arrastrados por el de-
seo desenfrenado de engrandecerse, y por el ansia
de incensar al ídolo del dia, sacrificaban los Cor-
te33nos todos los miramientos: y el soberano que
parecía á los ojos de sus súbditos condenado á esa
especie de desgracia que t.an dificil mente soportan
hasta los hombl'es de la mas Ínfima clase, sancio-
naba con su tolerancia ó su neglljencia los desór-
denes mas incompatibles con el bien del Estado.
1 .. 3 corrupcion caminaba Con pasos rápidos y de-
testa bies , y venia á ser el único medio de satisfa-
cer la ambician, y algunas veces tambien de con-
seguir justicia. El marido vendia á su mujer, el
paJre á su hija, el hermano á su hermana·, Los
empleos públicos, las riquezas del E¡,tado, el fa-
vor del rey todo estaba en manos de un solo hom-
bre, que disponía de ellos segun Jos caprichos de
su imajinacion, ó el impulso de sus pasiones. Los
tribunales no pl'onunciaban sentencia alguna sin
haber consultado antes ó sus intereses Ó sus incli-
naciones, y el clero colocaba en el altar el retra~




14
t~' de Godoy alIado de la imájen del hijo de lJios.
El curso de los negocios públicos y la administra-
cion de todos los ramos que componen el sistema
de gobierno seguían la impulsiOI1 que recibian del
centro de estos desÓrJenes. La confusion que ,"ej-
naba en )a hacienda, los actos arbitrarios de
los que ejercian alguna autoridad, la necesiclad
de sostener un poder ilejítimo por medios violen-
tos y pérfidos, el s¡¡queo del tesoro nacional por
un hombre insaciable de riquezas, y en fin las
persecuciones crueles ejercidas contra las perso-
nas distinguidas que procuraban oponerse á Jos in·
fortunios que abrumaban el reino, eran para un
observador atento otras tantas scüales ciertas que
indicaban la prccsimiJad de una de aquellas crisis
que rejeneran ó destruyen las naciones.


Iba á llegar una época que despertaba nuevas y
consoladoras esperanzas, y que parecia debía der-
rocar sin violencia el poder inmenso levantado so-
bre las ruinas del honor y de los verdaderos inte-
reses de la nacion. El matrimonio entre Fernan-
do y María Antonia de Barbon, hija del rey de
Nápoles, estaba á vísperas de concluirse; y Espa-
ña entera esperaba los mas felices resultados de
esta union, deseándola ardientemente el príncipe
mismo como que le presentaría ocasion favorable
para libertarse de la penosa esclavitud en que je-
mía, y para tomar en fin entre los hombres el ra,n-
go qUe hasla entonces le habian rehusado sus con-
trarios. Celebráronse en Barcelona COn pompa y




15
Con grandes dpmostraciones de a1egria estas ho-
das, y la~ de la hermana de Fernando la prince-
sa Isabel con el heredero presuntivo de la corona
'de Nápoles. No oLstante que un aCOI,lecirnit nto
de tanta importancia esciló naturalmente la alen-
sion jl neral , no baslÓ á eclipsar pOI· un momento
el esplendor de Godoy ni causó el mellar deL ri-
mento á su omnipotente influencia. Llegaron Jos
príncipes á la capital, y cuantos deseaban UlHl mu-
danza en la direccion de los negocios p~,blicos,
fijaron sus observadoras miradas en la princesa de
Asturias.


Hallábase adornada esta belb princesa de un
espíritu brillante .y de un carácter decidido: y la
educacíon que había recibido de su 111aclre era al
propósito para desarrollar y aumentar sus cuali-
dades naturales. Poseía familiarmente las princi-
pales lenguas de Europa, y conocía la literatura
antigua y moderna: ni tampoco ignoraba las teo-
rías lejislativas y políticas que en el discurso de
tantos años han fijallo la atencion de los varones
mas eminentes en ti mundo filof":ófico. La inde-
pendencia natural de su caráctel' habíase fortaleci-
do y acrecentado con UD coraZOD en que Il-JS reglas
despóticas de la etiqueta habian sufrido modifica-
CIOnes muy considerables: y los conocimientos
que ha bía adquirido de la situacíon funesta de su es,..
poso, le inspiraron la noble ambicion de restituirle


. á la dignidad de que hasta entonces le hahian pri-
vado. LéI familia real de Nápoles, educ<lda en la




16
escuela del infortunio, había luchado contra la
suerte, y esperimentado todas las consecuencias de
las vicisitudes humanas. Habíase pues dc!spertado
del letargo en que yacen ordinariamente los prín.
cipes mientras que sUCesos esll'aol'llinarios no vie-
nen á turbar su tranquilidad, y á disipar las ilusio.
nes del poder y del esplendor que los rodean, La
reina Carolina que había gobernado el Estado du-
rante los peligros á que la revolucion francesa y
la invasion de Italia habian espueslo su trono}
preveyó c1arame-nte las humillaciones que amena.
zaban á su hija en una córle en que el !>Ola título
de esposa de Fernando bastaba para suscitarle mu-
chos y poderosos enemig?s: habíale pues dado lo·
dos 108 consejos que creía necesarios para que lo-
grase destruir á sus contrarios y apoderarse de su
caida.


Ningun efecto produjeron sin embargo losdones
de la naturaleza y de la educacioll y las previsiones
de la política: porque la influencia y las intrigas
de Maria Luisa desvanecieron tan lisonjeras y bien
fundadas esperanzas, y Antonia lejos de· ser la li-
hertadora de su esposo fue la corupaflera de su
servidumbre y de su desgracia. Al cabo de algu-
nos años quedó rota esta union desventurada bajo
todos conceptos con la muerte prematura de la
princesa J atribuida jeneralmente alodio de sus
perseguidores. El suicidio cometido algunos meses
despues de este suceso por el boticario de pala-
cio, y el afan conque la policía bizo desaparecer




17
prontamente una carta que habia escrito antes de
qultai'se la vida, fortalecieron las sospechas, ait·
mentaron la ecsa~peracion de los españoles y es"
citaron UI1 deseo ¡cueral dé poner término á 111a'"
les de n~turalezJ tan grave y tan terrible.


El prineipe habta adquirido en la conveI'saciotl
con su esposa algunas ideas que le dieron á Conocer
toda lo estel1sioll del degratl<lJlte estado en que le
h<lLian sumi(lo; y le inspiraron el deseo de salvarse.
Entretenia sus esperanzas la discordia que reinaba
en el real palacio. El cuarto del príncipe era el
punto de l'eunion de Un gran n{¡rmTO dc cortesanos
que aUn no habian perdido el spotimiento de su ho ..
nor y de sU virtud. tscoiquiz no se IOtl1aba el tra"
bajo de o~ullHr su irhlig::wcion, y tl'ubajabil pura en~
cender la de Fernando ¡ de esta eff:'l'vecencia resul.
tó qúe otras muchas personas se deciararon contra
el [¡¡votita. Mezdáronse, en los dos partidos, chis.
m()sos é illU·igalHes j y concibióse con sUllIa impru"
dencia la espf'ranza de un triUnfo que miraban co.
nlO indudable. Así desFel'taron \.1\ atCllcion del bun.
do mas fuerte J y no tardó en quedar completa-
mente aniquil.ado el ma" débil ¡ Escoiquiz rué en·
yiado ~ su cateural de Toledo acompañado d~ una
escolt.a. Desterraron á todos los criaJes del prin.
cipe, y redujeron sü corte á cuatro ó cinco iucH·
viduos 108 mas estÍlpidos; clándoles las instruc:cio ..
ues mas minuciosas y que se estendian á las diver-
siones; que debian permitirse al prínci pe y á LIs
.couversaciones que uo le estaban prohihidas. Por


TOM. t. 2




18
sete tiempo D. Manuel Godoy rué nombrado al-
mirante y general en gefc ud ejército espailOl. No
!;at ¡srecho con el poder inmenso (Iue acumulaba
sobre sus hombros, bizo firmar al rey un decreto
en que concelhéndole menos atribuciones, casi le
igualaba Con el monarca. E~taba á sus órdenes el
ejército entero, y el cuel'po de artillería que siem-
pre se ha mirado como el mas respetable de las
fuerzas militares de España, pintó las armas de Go-
doy en sus banderas.


Así se abusaba de la paciencia de los españoles',
de un pueblo ya irritado, no solo por la ambicion
desnlPsurada de este hombre, sino tambien por la
facilidad con que se violaban y destruinn las jpyes
y las costumbres del reyoo para contener la sed
de honore!l que lo devoraba. Las criaturas del prín:"
cipe de le Paz que ejercian el poder militar y po-
lítico eo l<ls provincias, orgullosas con la prolec;'
cion poJprosa que las sostRnia , oprimian al pueblo
y le escandalizaban COn su insolen Cid , su audacia
y les desórdenes de su conducta. El tesoro estaba
agotado apesar de las sumas inmensas que propor-
cionaban las Colonias: y para recurrir á las nece-
sidades imperiosas del Es!ado y satisfacer la avari-
cia insaciable de Godoy rué preciso recargar al pue-
blo COIl nuevos impuestos, que llegaron á ser tales
que en muchos establecimientos de comercio se
desconocieron abiertamente los derechos de pro-
piedad. Cada uno de estos abusosaumentaba el mí.
melO de los descontentos, que no tardaron en es·




19
presar en alta voz sus quejas á pesar de los esfuer-
zos de una poli ~ía muy activa que se había or·
ganizado tÍnicarnente para asegurar el poder del fa-
vorito. Los amigos del príncipe de Asturias vi~ron
estenJerse de elJa en dia la esfera tle sus esperanzas,
y reunieron sus fuerzas para intentar un nuevo es·
fuerzo.


Escapóse Escoiquiz de Toledo á favor de un
disfraz y regresó á Madrid, donde en medio de ht8
mayores precauciones logró tener al:.;unas entrevis-
tas Con varios personajes que podian ayaJarle tn el
negocio que intentaba en favor de Fel'1lando. El
conde de Beaubarnais, emhajador de F'rilllcia, se
mostró principalmente favorable á los intereses del
heredero de la corOlla de Espafta , y como veremos
mas adelante, se comprometió pt'l'son~llmente pro-
curando ser Mil. EL duque del lufalltal!o á quien
la enemistad de Godoy habia desterrado de la cor-
te y despojado de tojos los cargos que en ella obte-
tlia, ofreció su créJiLo y fortuna. Otros grandes de
España, como Orgaz, Ayerbe y San Carlos entra-
ron en sus miras; y distintas personas de un ran·
go inferior en la servidumbre de Fernando prome.
tieron cooperar á la empresa con tOrjélS sus fuerzas.


Fernando deseaba en estremo que sus amigos
tomasen algunas medidas deci.iivas antes de la ce ..
lebracion de su matrimonio con la hermana de la
princesa de la Paz, hija del infante D. Luis, her-
mano de Carlos IIl. Godoy habia concebido el pro.
yecto de este enlace; y el desventurado Fernando




~o
Jlabia ya prestado su conse"ntimiento. En el instan-
te en que todo estaba dispuesto para llevarlo á efed"
to, Fernanllo dirijió á Nflpo)eon una cartá desue
eL Escorial Con fecha de II de octubre de 1807,
en la que despues de haber espre!lado en los térmi-
nos mas enérjícos 105 sentimientos de respeto, de
estimacioll y de afecto « que profesaba á un héroe
que eclipsaba á todos los que le habian precedido,
y que la Providenci~ habia enviado para libertar la
Europa de.la ;marquia que la amenazaba," pinta-
ba la desagradahle situacion en que se enconl raba,
atrihuyéndola al egoísmo y á la perfidia de los hom-
bres que rodeaban el trono de su padl'e. Concluía
esta carta manifestando el deseo que tenia de unir-
se á la imgusta familia de Napoleon: rogándole que
le concediese este favor, por el que se mostraria hi-
jo reconocido, y declarando que estaba determi-
nado á desechar toda alianza que no obtnviese la
aprobacion de su majestad irllPerial. (Apéndice mÍ-
mero 1 ").


Pasemos á esplicar el plan que habían fOl'mado
los partidarios del príncipe de Asluri:ls. Uno ó dos
días de~pues de escrila la carta de que acabamos
de hablar ... debía Fernando pasar al cuarto del rey
su padre y entregarle una memoria en la que pin-
lase el estado de su 111lcion y los males que la abru-
maban, y que provenian indudablemente del pode-
río sin limites que ejercia el príncipe de la Paz.
Fernando debia leer esta memo¡·ja á su padre'y ha-
blarle con este motivo de una manera firme y de-




2.
cidida. En el caso en que el rey no se rindiese á
íus instancias,lIamaria para atestiguar sus asertos
y apoyar sus ruegos, á las personas distinguidas con
éuyo acuerdo obraba: mas no se presentó ocasl0n
propicia para ejecutar pi plan convenido. HuLialo
descubierto todo Godoy, y habia instruido al rey
del Pl'oyeoto representándoselo como una conspira-
cion contra su vida y la de la reina. Carlos 1 V sor~
prendido dolorosamente con un acontecimiento
tan imprevisto y tan horrible, y fascinado mas que
nunca con la confian~a que dispensaba al enemigo
declarado de su híjo, dejase guiar enteramente por
IlUS consejos. Por sujestion del ministro púsose á la
cabeza de sus guardias, dirijióse al cuarto de su
heredero en el EscOl'jal el 29 de oclubre de !807,
Y le mandó conducir en fin á un aposento que qu~ ..
dó trasformado en verdadera prision. Allí en pre ...
sencia de sus ministros le pidió su espada; le anun ..
ció que quedaba arrestado, y le dejó custodiado
por dos centinelas y cercaJo de personas entera-
mente vendidas á Godoy. Apoderáronse de todos
los papeles del príncipe, y verificárcnse numero ..
sos arrestos en el Escorial y en Madrid.


Entre los papeles que:.e encontraron en el cual'''
to del pdncipe figuraba la memoda cuya lectura
y preselltacio[J habían de servir de odjen á la pre-
tendida conspiracion; y estaba toda entera escrita
de puño de Fernando, conteniel1'Jo verdades amar-
gas, espI'esadas en el lenguaie mas enérjico. A mas
.;\eestc uocQmento )lal'ial'On un pa¡lel C~l el que st.:




2'l
hablaba bajo nombres supuestos de la alianza pro-
yeclada enlre Fernando y su cufHldo el príncipe de
la Paz; una carta escrita por Escoiquiz; la clave
que bahia servido para la cOl'respondcncia de la
princesa de Asturias Maria Antonia Con su madre,
y en fin un despacho de generalísimo en favor del
duque del Infantado, d;ndole amplios poderes pa-
J'a oht'ar en nom ure de Fer11anuo, en el caso en
que muerto Carlos, quisiera alguno oponerse á su
elevacion al tro110.


Al dia siguiente Fernando sabiendo que su pa-
dre habia salido á caza, envió á un individu.o de la
servidurnbre á su madre rogándola que pasara á su
pri,ion, 11 que le permitiese visita('la parJ correr el
velo á muchos secI'elos de la maJar importancia, La
reina mandó responderle que no le era posible ac-
ceder á sus deseos; pero que podia comunicar cuan-
to juzgase oportuno al marques Caballero, minis-
tro de gracia y justicia. Presentóse en seguida Ca-
hallero en el cuarto del heredero del tl'ono, qUIen
e.,cribió y firmó cn su presencia una relacion en
que revelaba espontáneamente todos los detalles
del SUGeso por el que habia perdido su libertad.
Dió cuenta de la carla que habia escrito al empe-
r¡¡dor de los franceses; descubrió la parte que ha-
bia tomado Escoiquiz en la redaccion de la memo-
ria que habla de panel' en manos del rey, y las
olra.,; medidas relativas ;Í \a conspiracion, y espresó'
los nombres de los que hahian servido de confi-
uentes ea la empresa. En virtud de esta declaracion




23
fueron arresta::Ias algunas personas que hasta en-
tone es habian estado al abl'igo de las sospechas.


Carlos IV participó á Napoleon este suceso en
tél'lninos que demostraban fácilrnente el ascend ¡ell-
te que habia lomado sobre su ánimo el príncipe de
la Paz. La cart.a escrita loda de puño del monarca
em:erraba la terrible acusacion contra Fernaudo
de haber intentado destronar á su padre, y haher
tenido el designio de hacerle morir juntamente Con
su madre. A mas declara (Iue la ley de sueesiol1 al
trono debe .s~r revocada, y que debe ocupar ellu-
gal' de Fernando en el sólio y en el corazon de l'US
pat'ientcs un hermano suyo. (Apéndice número :¿O).


Al pl'opio tiempo el rey mamló publicar un
maninesto dirijiJo al pueblo e~paüol, en que decia
que la Providencia acababa de salvarle de un peli-
gro inminente; que su vida servia de obstáculo á
la elevacion de su sucesor, que violando los prin-
cipios de la religion habia formado el proyecto de
deslronárle; que su majestad hahia querido con-
vencerse pOI' sí mismo de la verdad de los hechos;
que habia descubierto la clave de la corresponden-
cia que mantenia Fernando con sus parciales; y fi-
nalmente ... que no quel'ia ocultar;3. sus súbditos una
desgracia t:lI1 cruel, y que le lwrían soportal' mas
fácilmente las seguridades de su amor al monarca.


MaU(}¡¡rol1 cornparecer á Femando en presen-
cia del rey .Y la reina, de los ministros y del pre-
sidente del consejo de Caslilla, y quisieron hacer-
le confesar que había tenido el designio de a:sesi-




24
J'lai"tos y da destronados. Mas fueron vanos tant()s
esfuerzos: el príncipe de Asturias sostuvo con cons-
tancia y fortaleza que lW habia abrigado otros prQ-
Jectos que los contenidos cn los papeles 'lue se ha ..
hian encontrado en su cuarto.


Sin embargo,- luego que volvi6 ~ su pl'ision, al ..
gunos perSO~la ¡es de la corte que habi .. n ido á visi-
tarle, le manifestaron que uo ecsistianotros medios
de libertarse del castigo mas severo, que confesar
franc¡¡n1ente el crimen que le imputab"ll. Siguien.
do sus consejos FcrucmJo lo confesó con I,\s pala-
))ras mismas 'lue le dictaron; y escl'iL~ó dos carlas,
una para su padrc y otta para SU madre, pidiéndo ..
Jes perlion del l1loJo mas sqmiso, decladndose
culpable 110 solo del crÍmell enorme ue que le aeu·
fiaban contra los autores de sus dias, sino tal1lbien
L1e culpabie ohstinacion por haber hasta aquel mo ..
mento persistido en negar la verdad. Concluia fO-
gando á sus padres que le permitiesen an:ojílrse a
MIs pies. (Apéndice Illímcro 3°). Otorgáronle la gra ..
Ciéi solicitada, en presencia del príncipe de la Pa?l~
(lue intercedió con el rey y con la reina para ql.le
le perdQuasen sin restl'iccion : así es que Fernando
<lió á Godoy las mayol"eS regmidades de su estima-
cion y de Sl1 confianza, Cal'los 1 V mandó publ icaf
al otro día las dos cartas en toda Españ¡¡"; decla-
ra[~do al propio tiempo que aunque habia perdona-
do á SU lujo, no por ~so dej3ria de continuar el
C\Jrso de la causa) y gqe lnSI ruiría á la uaciOll d~
sus .. esl.!l~adol! para disipar la ¡.¡lanua que habia ori.




25
linado el peligro del monarca. En su consecuencia
continuóse el proceso; mas los j1,leces á pesar del
terror que les habia inspirado la omnipotencia del
príncipe de la Paz, no ,encontraron motivos sufi~
cientes para inlponer á los acusados el mas lijero
castigo: nO ob!>tante el monarca los desterró gu~
hernativameQle á diferentes puntos del reino.


D. Manuel Godoy envió al gran duqlle de Berg
una relacioQ detallada de estos acontecimientos pa~
fa que la enseñ¡¡se al emperador Napolcon: no es
difícil adivinar la aspere~a y el e.5píritu de parcia-
lidad que caracterizaría su relato. Sin embargo·
apuntó una circunstancia propia para dar pie á im ..
portantes resultados; esto es, la intelijencia que
ecsistia enlre Esoúiquiz y el embajador frances
Beauharnaill, can la promesa que este hahia hecho
á Fernando de la pl'Oteccioll del erpperador. Des""
ilgradó en 31lo gl'ddo á Napoleon el lllLimo cstre-
nlO, y riiló severamente á Beáuharnais, privándole
del conocimiento confidencial y auténtico ue los
planes que forlll3ba su arno sobre España.


Tenian su odjen estos planes en los artículos
secretos del tratado de Tilsit , en el qQe se hablan
concluido estipulaciones pura destronar la l'ap.la de
:Borban que re;lli:1La el) la Península, y para colo·
cal' en el sólio á uno de los hermanos de Napoleon.
})al'a lIeval' á cima semejante empresa, Napolcon
fingia prestarse á los designios que la ambicion de
Godoy habia hecho adoptar al gabinete español;
y en 27 de oclubre de 1807 firmóse en Foulaiue-




26
);,\eau un tratado secreto (Apéndice número 4°),
entre el emperador representado por el mariscal
Duroc y Carlos IV, representado por D. Eugenio
Izquierdo, consejero de Estado (1): tratado que
debe mira"se como el manantial de los espanto-
sos acontecimientos de que no Lardó en ser tea-
tro la nacion espaüola.


En virtud de este convenio el rey de Austria de-
bia ceder á Napoleon sus posesiones en Toscana, y
recibia en cambio la provincia de entre Duero y
Miüo y la ciudad de Oporto en Portugal, ccn el
título de rey de la Lusitauia Septentrional. l .. a pro-
vincia de Alentejo y el reino de los Algarves en
el mismo Portugal, debian pasar al dominio del
principe de la Paz con el título de príncipe de los
Algarves: las otras provincias portuguesas queda-
rian en depósito hasta la paz general, firmada la
cual Carlos IV y Napoleon podrian disponer de
ellas como juzgasen mas coevenicnLe. Contenia
tambien el tratado otros arreglos que tendian todos


. á favorecer el vasto proyecto que habia concebido


(1) D. Eugenio Izquierdo, natural de Zaragoza,
pertenecia á una fdmilia pobre y (]scu .. ~. Encargóse de
los gastos de su t'clucacioll el cOllde de Fuentes, Ijuien
le presentó desrnes en la corte á título de proteclor. N o
tard6 en ser consejero de Estaclo y ajente confidencial
del pt'íncipe de la Paz Despues del tratado de FOlJtai~
nebleau 110 tomó )"a parte en los negocios políticos: pue_
de colocarse á h({uierdo en el catálogo de los españo_
les (lue hall coutribu.ido á lolS desgracias de su pálria.




27
Napoleon para hacerse dueño de la Europa. Mas el
convenio unido á aquel era de mayor imporLancIa
que el tratado mismo (Apéndice nú\Dero 5°). En
efecto, para poner en planta lo estipulado, firma.
ron el mismo día un convenio, en virtud del cual
las tropas francesas y espaflolas habian de ocupar
á Portugal; concediendo á las primeras el paso
por el territorio de la Península; medida que de·
bia considerarse preparatoria para un gran cambio
en la ecsistencia política de Espafla , si se tomaba
en cuenta la ambicion desmesUl'ada de Napoleon
y la ninguna impol'taneia que dab.aála eleccion
de los medios propios para lograr el objeto que se
propol1la.


Tal era la situacioll de los espafloles y la ecsas·
peracion de los e"píl'itus á consecuencia de los des.
órdenes á que se entregaba el gobierno, y del dé-,
ficit que habia en las rentas, cuando los franceses
comenzélron á ocupar la Península Ibera para eje-
cutar el convenio, siendo recibidos como Iiberta~
dores y como amigos. Habíase jeneralruente es~
tendido la instruccion por las c1a!ies elevadas de
la sociedad, no obstante \a poderosa oposicion del
clero y las severas prohibiciones de la inquisicion,
y vagos deseos de grandes reformas poI Íticas ají-
taban poco á poco los espíritus. La perspectiva de
las riquezas y de la preponderancia de la nacion
francesa despertó el orgullo nacional; .Y de allí
emano la opll1ion comun de que sus ejércitos no
podian conJucir sino á circunstancias favorables




28
Y á mudanzas útiles y de importancia Los es-
pañoles instruidos deseaban ardientemente ver es-
tablecida en su pátria la libertad de cultos; desea-
ha~ igualmente una representacion nacional, un
sistema económico y judicial fundado en la sabi-
duria, en una palabra, todas las mejoras del es-
tado social que la cultura de la razon habia pro-
porcionado á los pueblos modernos. Y alimenta-
ban la esperanza de que todos estos bienes serían
una consecQencia necesaria de la presencia de los
soldados franceses.


Los ejércilos imperiales, mucho mas nume-
rosos de lo que se había t!stipulado en el conve-
llío, se derramaron por Castilla la Vieja, Navar-
ra, Vizcaya y Cataluña, y se posesionaron de ellas
sin esperimentar la menor resistencia, apoderán ...
close de las principales ciudades fortilicadas de es-
tas provincias. En todas partes donde se presenta-
han los franceses eran bien recibidos de los habi-
tantes, principalmente de las clases elevadas, que
los trataban magníficamente y vivian con ellos en
)ilS mas perfecta armonía. Al principio el pueblo
110 tuvo motivo para quejarse de violencias ni de
falta de discipli1lct; porque si un soldado frances
cometia el menor esceso , acto continQo le casti-
gaban severamente sus oficiales. Procuraban eslos
}Jor todos los medios posibles captarse el afecto
del pueblo y del ejército español, que lejos de re-
cibir las tropas francesas con animosidad aguarJa-
ha que su organizacicn y su disciplina sel'vil'ia de




29
modelo al ministerio español para arreglar las
fuerzas nacionales bajo el mismo pie.


Al propio tiempo la impaciencia natural de
Napoleon, y el veemente deseo que le ajitaba de
cumplir prontamente sus proyectos sobre la Pe-
nÍnsula, estimuláronse aUn mas con la discordi¡l
que reinaba en la fa milia real y con la sÍluacion
moral en que ésta discordia colocaba el pais. No
ignoraba el Emperador que apesar de la Jmena in~
telijencia que ha~ta entonces habia reinado entré
sus tropa'! y los e~raño)es, la oCllpacion militar
del territorio hispano podria con el tiempo encon-
trar poderosos ob~táculos, Conocia igualmente que
el illterés jeneral que inspiraba el príncipe de As-
turias despertaria un dia el carácter nacional y sa-
caria la ERpaña det profundo letargo en que yacia.
No dudaba que la carta' que el principe le habia
escrito, y la conducta que el mHrques de Beau-
haruais su embajador, babia observado en Madrid,
11acian creer k los españoles y á la Europa f'ntera
que la córte de Francia estaba dispuesta á favore.
cer y patrocinar las ideas y lag esperanzas del he.
r~dero de la corona; y por resultado de todas es·
tas consideraciones preveia las grandes dificult¿¡des
que se opolld rian IÍ su proye?lO de ceüir á un Eo·
naparLe la hnllante diadema de las Españas.


Habíase ya puesto en plauta, en pa¡'te, el trat~.
do de Fontainehleau con la entrada/tie las tropas
fí-ancesas ,c:uando destronada la familia real de
Etruria llegó á Madrid buscando un asilo en el




" 30
'palacio de sus antepasados. NapoJeon nó podia di.
f~ril' por mas largo tiempo la ejecucion de su gran
proyecto, sin esponerse al peligro de que se frustrá4
ra en lodos sus puntos. Sintió vivamente la vio4
lencia de la crisis á que se veia arrastrado; y asi
es que nunca pareció ni mas ajitado ni mas irreso4
luto. Los ministros franceses lIamaban-de continuo
al principe de Masserano, embajador de España,
y á don Eujenio Izquierdo, aiente dt' Godoy, pa-
ra que aclarasen las dudas é incertidumbres de
8U espíritu. En fin no le fue posible ocultar por mas
largo tiempo sus pensamicntos; y sin miramiento
á los tratados ecsistentes que ha bian sido ya san-
cionados por la reunion de la Toscana al imperio
frances, envió á Izquierdo:Í. Madrid en el mcs de
febrero de 1808, para declarar á Cárlos IV que
en el estado actual de Europa, el interés de la
Francia ecsijía imperiosamente la reuDion al im-
pel'Ío fl'ances de las provin~ias situadas entre los
Pirineos y el Ebro. ))El Emperador esperaba, man-
díbale decir, que el gabinete español Se canfor·


'maria con sus deseos, y ofrecia en compensacion
á S. M.C., Portugal entero y todas las ventajas
que le pareciesen compatibles con la seguridad y


"la dignidad del solio imperial."
Napolcon otdenó á Izquierdo partir á Madrid


en posta y traerle la respuesta con toda la cele-
ridad posible: porque de esta respuesta debian de-
pender las medidas ulteriores que irrevocablemen-
te tomaria segun las circunstancias. No contento




31
con esto, despac11ó á la villa y córte madrileÍia
un correo tras 01 ro; y en el intérvalo mandó á
su guardIa imperial que se acercase á los Pirineos.
La Francía entera se puso en movimiento, JlaGien-
uo nuevos sacrificios de hom bres y de dinero.


Antes de la llegada de Izquierdo, el p,'íncipe
de la Paz habia conocido las fatales consecuencias
de su docilidad y preveido los resultados que de-
bian necesariamente seguir á las medidas estraor.
dinarias que se tomaban relativamente á España.
llTengo muy grandes temores, decia escribiendo
á Izquierdo: el trataJo no ecsiste ya; el reino se
ve inundado de tropas; están á punto de ocupar
las fronteras de Pcrtuga); Junot manda en jefe, y
el gabinete fl'ance~ ha ecsijido el cOlltinjeIile de
nuestras tropas que van á unirse á las del empera.
dor Napoleon. Todo es intriga y falsedad. ¿ Cual
ser~ el fin de tanta incertidumble?" ,


No t,mIaron en desvanecerse las tinieblas. El
mensaje de que era portador Izquierdo no dejaba
dudas sobre las verdaderas intenciones de Bona:'
parte. Por otro lalo sus propias observacidnes y
las noticias que habia adquirido en Fraricia de
llombres muy al corriente de los pllblicos'nego-
ocios y de las intenciones del gobierno de 1(15 Tli·
lIerias, eran todavía, si cave, mas alarmantes.
Efectivamente; demostró con todaclclridad que
el Emperador deseaba una respuesta hegati va para
tener un pretesto de tomar medidas fuertes y de-
cisivas; que los comandantes de las tropas france-




32
sQs en España habian recibido in'ltrucciones parti-
culare3 relativamente á la familia real ¡ que el es-
tablecimiento de un príncipe de la familia de Na-
poleon en el trono de Espafla era el único objeto
itilportante que podía deseJr en el estado aClual d.e
Europa, y con el sistema que el Emperador habla
seguidú hasta eutonces ; que los intereses de su po-
litica no podian conformarse Con la ecsistencia de
tina rama de la familia de los Borbones en el con-
tinente; y por fiu que la ~ituacion geográfica de
la Península Ibera J el número y la comodidad de
sus puertos, y los recursos i 11l portantes que podia
ofrecer en una guerra marítima, eran muy propios
para facilitarle la estension Jel bloqueo continen-
tal, primer principio y fundamento de sU po!iti.
ca contra la gran Bretaña. A estos argumentos
811adió Izquierdo algunas observaciones que le su-
ministraba el conocimiento de los negocios po-
liticos y que habia meditado durante su larga per-
manencia en Paris. Aseguró que de la resolucion.
que adoptase el ministerio espailOl en tan dlfici-
les circu~stancias, iba á depender 110 solo la suer-
te d~ la Península, sinó la de todo el continente.
Observó que si el rey resolvia resistir al torrente
y permanecer en su reino, corria el riesgo de ir ..
ritar á Napoleon y arrastrarle á medidas violen-
tas: que si por otra parte tornaba el partiJo de
retirarse á sus estados de América; las tropas
francesas ocuparian el territorio hispano como lo
habian hecho en PorLu~al con UD pretesto senle-




33
jante; que anle todo requeríase necesariamente,
y lo Ola." pronto po~ible, sondear e] espíritu del
pueblo J' del ejército; y que cualquiera que fue-
se el partido que se abrazase debia ser la resolu-
cion pronta '. pOi'que Napoleon era tan activo eu
la ejecucion de sus planes cuanto osado en conce.
birlos. Dc dia en dia aurnentáronse los temores y
nl quedó duda sobre el asunto; en semejante es·
tado .. y po~o despues de la llegada de Izquierdo,
Napoleon envió al rey de Espaila un jentil hombre,
con el presente de catorce caballos normandos y
U:IJ carta en la que le prevenia que habia resuelto
visitar la Península, no solo para tener el placer
de conocer personalmente á su augusto aliado, si·
nó tambien para terminar amigablemente, y sin
el allsilio de las formas diplomáticas, las negocia-
ciones relativas al estado político de Espaüa y de
Portugal.


Ved aqui en sustancia ]0 que contenía la res-
puesta al mensaje de Izquierdo, S. M. C. consen-
tia en la reunion al imperio frances de las provin-
cias situadas entre los Pirineos y el Ebro; y eu
cuanto á la compensacion que ecsijian esta renun-
cia y la del reino de Etruria, la Espaiía se en-
comendaba á la justicia y á la magnanimidad dal
Emperador, y esperaba que no miraria Con ojos
indiferentes los intereses de un gobiel'Do que le
había dado tantas pruebas de fidelidad, de adhe-
sion y de afecto.


La respuesta de Cárlos IV no dió á conocer
TOM. 1. 3




34
al p,íblico el motivo del viaje á España que pro-
yectaba Napo)eon; pero se sabe que regresado lz-
quierdo á Paris comenzaron de nuevo las negocia-
ciones entre este envia,lo y los millistros franceses.
O los últimós ignoraban los verdaderos designios
de Bonaparte sobre la Península, ú obraron con
perfidia continuando en representar el papel de
negociadores. Y positivamente presentaron nuevas
proposiciones sobre la division territorial del rei.
no hispano, sobre una alianza ofensiva y defen-
siva, y entraron en la discusion de pormenores ab.
so!ut~mente incompatibles con la invasion de la
tierra espailola, que se verificaba en aquellos mo-
mentos en que se dis~utian tamailOS intereses.


Tiempo era ya de que Cárlos IV adoptase su
partido; desgraciadamente no podia hacer Una
huena eleccíon y de la que resultasen de algun mO-
do felices con,ecuenci<Js. Godoy apremiado por la
procsillliJau de los franceses, y por el odio del
pueblo madrileüo que se manifestaba ya con de-
masiada claridad y enerjía para que se engañase
sobre sus ideas, pl'OpUSO á la familia real retirar-
se á Sevilla, y de alli darse á la vela para Méjico.
El rey y la reina atloptal'on el plan, y conviniea
ron en mantenerlo secreto hasta el momento de
pOllerlo en planta. Comunicáronlo únicamente á
Soler, ministro de bacienda ,que debla acompa-
ñar al monarca en su viaje: mas Jos cortesanos
no tardaron en penetrar su intento, y el mara
ques Caballero, secretario de gracia y justicia,




35
despues de una larga conferencia con Cárlos IV,
en la que le manifestó los desastro'lOs resultados
que acarrearJa su ausencia necesariamente, legró
la revocacion del decreto del v'iaje que estaba ya
preparado, y acon!lcjó al monarca aguardar con
firmeza la llegada del que debia mirar desde en-
tonces como enemigo, y de confiar en la provi-
dencia y en el amor de la nacion. Este fue un
golpe fun('sto al prÍncipe de la Paz, no sol0 por.
que eclipsaba el ascendiente que hasta aquel dia
habia ejercido sobre el espíritu del mOlJal'Ca, si-
no tambien porque conoció que cualquiera que fue-
Se el .jiro que tomasen las cosas, nunca llegaría
el Caso de que se mostrase la suerte (H'óspera á
sus deseos. Por iguales razones CaUsó sUmo placer
al príncipe de Asturias y á sus pal'tidarios el con-
sejo ciado por Caballero al rey Cárlos j yasi es que
llenaron de repetidos elojias al ministro, y
prometiéronse los mas lisonjeros resultados del
triunfo que acababa de obtener.


Sin embargo el ejército, cual si hubiesen que-
rielo arrebatat" esta esperanza, permanecia á las
órdenes inmediatas de Godoy: y como habia da-
do varias disposiciones militares para secundar el
viaje proyectado, los movimientos de las tropas
escitaron la atencion pública é inspiraron los lllas
fundados recelos. Hallábase á la sazon la corte en
Aranjuez, donde comenzaron á llegar, contra la
costumbre que reinaba en tules ocasiones, no so-
lo los rejimientos españoles de la gual'Jia sillo lam-




36
bjen los rejimientos valones y otros muchos cuer-
pos del ejército. Al mismo tiempo fueron llama-
uas las tropas que marchaban á Portugal Con la
órden de que se dirijiesen á Có[Odoba .. Sevilla y
Cádiz.I.a auministracion de la marina en esta úl-
tima ciudad recibió un decreto para que apnsta-
se y tuviese dispuestos mu.::hos barcos de guerra.
El pueblo de Madrid, compuesto en su mayor
parte de personas que viven de los gastos escesi-
vos de la córte, no podia mirar con indiferencia
un suceso que alejando á la familia ['eal cegaba
el manantial de su prosperidad. El descontento
pú blico comenzÓ á manifestarse con mas f~erza
y enerjia de la que naturalmente debia e~perarse
de UH pueblo que pOl' tan lal'gos años yacía en-
corbado bajo el yugo del poder absoluto. Esta
sorda ajitacion,. estendióse de Madrid á la Mancha,
provincia situalla cerca de Araujuez donde residia
)a rejia familia, y que en la época de que se tra-
ta era la mas rica, la mas populosa y la Illas flo-
reciente parte de la Península. Por ott'o lado nu-
merosos ajentes secretos del partido de Fel'[Jando
se haLían derramado por los contornos y villas
inmediatas; dIstribuían dinero á los habitantes
y les piutaban con los mas vivos colores el estado
de opresion á que el prlllcipe de Asturias se veía
condenado .. y la tiranía que Godoy, su mayor ene-
migo, ejercía sobre todos los ramos del gobier.
no. El pueblo de la Mancha que habia most.rado
su carácter ardiente y noble en todos los sacuúi-




37
mientos políticos de su pátria, resintióse viva~
mente con la funesta discordia de la familia real.
Reunióse una inmensa muchedumbre y se euca-
minó á Aranjuez; su presencia y las intenciones
que parecian animarle inspiraron á Godoy y á los
ministros de su partido I¡¡s mayores alarmas, y
re501v-iéronles á persuauil' á la familÍa real la sa-
lida para Sevilla, durante la noche del 17 de mar-
zo de 1808, sin guardia y sin servidumbre. Pre-
tendían evitar de este modo, si era posible, el
que fuesen reconocidos por el pueLlo que ocupa-
ha las avenidas de palacio.


Fernando, informado de esLe proyecto yesti-
mulado con las seiíales de amor que principiaba á
recibir del pueblo, comunicó la rnafJana misma
de este dia á distintos personajes del alcázar, la
noticia de que se habia fijado la partida para aque-
lla noche y que estaba resuelto á no abandonar
Aranjuez. Sus palabras corrieron de boca en boca
entre los guardias y los cortesanos, acrecentando
la conmocion popular, y dieron á entender que el
príncipe de A~lurias contaba con su apoyo. Nume-
rosos grupos annados de palos se formaron yatra-
vesaron en silencio las calles del sitio real y los
jardines del palacio. Poseidos de la idea de que el
monarca queria abandonarlos, los descontentos
convinieron en el acuerdo de oponerse al viaje
proyectado. Las tropas de línea y la mayor parte
de la guardia real purliciparon de este deseo y ma.
nifestárollse animados de los propios sentimientos.




38
A las siete de la'noclle, la guardia del príncipe de
la Paz que se habia hecho odiosa al pueblo y al
ejército á causa de los privilejios que disfrutaba,
se puso en movimiento. Un soldado de este cuer-
po quiso reconocer el semblante de cierta dama que
lulia Uf!1 a\cázu.· del príncipe J y habien(lo opuesto
aquella alguna resistencia disparó un tiro al aire.
El t.rompeta de guardias creyendo que era la seüal
de comerJzar el vJUje J en el que la gu¡¡rdia del
príncipe había de servir de escolta, hizo re~Ollar
sus croos; y los descontenLos persuadidos de que
llabia llegado el momento propicio de oponerse á
un suceso que de5aprohaban altamente, mostraron
intenciones hostiles. Rouearon pues el palacio, se
apoderaron de todos los pasos por donde era posi-
ble salir del sitio y atacal'on la casa de Godoy, que
logró ocultarse y evitó por el momento el furor
de sus enemigos. El rey se presentó en el balcon
y ofreció al pueblo que no se verificaría el viaje;
con esta certidumbre retiráronse todos, persuadi-
dos de que el favorito habia emprendido la fuga al-
gunas boras antes, y que se hallaba ya á larga dis-
tancia de Aranjuez (Apéndices número 6).


Al dia siguiente ¡¡parecieron nuevas seüales de
inquietuJ; el pueblo no estaba satisfecho COl) lo
que hahia logrado hasta entonces, y el ensayo que
I:IcHba de hacel' de su fuerza le inspiró el deseo
de se¡'virse de ella de Ull modo mas decisivo. Ins-
truyeron á C,írlos IV de que no cesaban los prepa-
raLi vos !Jara escilar nuevos tumultos durante la 00·




39
che; Jos ministros intentar'on obligar á los coman·
dantes de las tropas á que se opusiesen á los des-
contentos y lo,; reprimiesen por la fuerza; mas los
jefes militares se negaron todos á encargarse de
Una misioll tan peligrosa, de la manera ma~ po~iti­
va, y declararon que solo el príncipe de Asturias
podia hacerles renunciar á sus de~eo~. Fernando
fue llamado acto contÍnuo á la presencia de sus
padres abrumóldos de pesares y de temores; afirmó
que no tenia el menor conocimiento de los pro·
yectos de la muchedumbre sublevada: no obstan-
te, ofreció enviar algunas personas que ejercian
sobre ella suma influencia J y que les rogaria que
compeliesen al pueblo á entrar en tI camino del
deber. Aüa:lió que estab3 dispuesto á tornar todas
las meJiclas necesarias para asegurar la tranquili.
dad y la dignidad de los autores de sus dias.


Mas mientras trabaiaba Fernando para cum-
plir sus promesas sobrevino un acontecimiento
que aceleró el desenlace del drama: Godoy que se
habia mantenido oculto entre esteras desde el 17 ..
en que fue atacada su casa, se vió precisado á des-
amparar su escondite agoviado por la sed que
le devoraba. Pidió un vaso de agua al primer cen·
tinela que encontró, ofreciéndole en recompensa
Un magnifico reloj de repeticion y algunas mone-
das de oro. El soldado en vez de aceptar la oferta
prol'Umpió en grandes gritos, diciendo que alli es-
taba el tt'aiJor, y en el momento rodeó al príncipe
uua muchedurobre inmeusa que le bajó an'dsLrau-




40
do por la escalera. Mallralároule é hiriéronle re-
petida, vece,~, y bubieranle asesinado infaliblemen-
te, si Fernando á ruego,; de Cárlos IV no se hu-
hiese presentado acompañado de algunos incliví-
duos de la gual·dia. Manifestó á los amotinados
que habia respondido de la persona de Godoy y
qu::) era necesario «eial'le la villa para poder des-
cubrir los cómplices de sus delitos, instruyendo el
conveniente proeeso. El pueblo obedeció con res-
peto y el desventurado favorito fue conducido á la
prision entre dos filas de guardias y all'uvesfllldo
por medio de una multitud de cerca de cuarenta
mil personas que le abrumaban á insultos y á mal-
diciones. Encerrado en la drcel no tardó en pre-
sentarse un juez á dar principio al pl'oceso reci-
hiéndole declaracion.


Fernando regresó á palacio en medio de los
gritos del pueblo que le saludaba con el nombre
de rey, y cercado de muchos indIviduos que el
dia antes eran los aduladores de su enemigo, E.I rey
y la reina, á cuyo rededor solo habian quedado
algunos antiguos y fieles servidores., yacian en el
mas profundo desconsuelo: Fernando procuró sua~
vizar sus penas asegurándoles que na babia resona-
do una sola palabra contra ellos y que no tardaria
Aranjuez en verse libre del inmenso vulgo que
alli se Jubia reunido. Cárlos IV cargado de aiJos
y de enfermedades, y viéudose privado del apo-
yo de un hombre á quien por tanto tiempo habia
enU'egado su coufianza; naturalmente enemigo de




41
Jos negocios , ~ incapaz de tomar medidas enér-
jicas en tan difl·ciles circunstancias, consulr ó á los
ministros y á algunas personas de su córte sobre
la conducta que debía observar en el estado ac-
tual de las cosas. Todos le aconsejaron unánime-
mente ab::licar en favor de su hijo: y Maria Luisa
que habia perdido la esperanza de que Godoy vol~
vie~e á cobrar el poder que habia disfrutado por
tantos años, no alimentaba otro deseo que el de
libertarle de las gal'ras de sus enemigos .Y pasar en
su compañía el resto de sus dias en cualquier rin-
con del mundo: asi es que no se opuso á semejante
resolucion. Cárlos IV , pues, firmó el 19 de mar-
zo el decreto de abdicacion en favor de Fernando
su hijo.


El anciano monarca en una carta dirijida al
Emperador de los franceses dándole cuenta de es-
te importante acontecimiento, (lice q'le como su
salud de dia en dia era mas débil, habia juzgado
oportuno retirarse á un clima mas su"ve y abando-
nar el gubernalle de la nave del Estado: que en
virtud de tal acuerdo habia abdicado la corona en
favor de su amado hijo el príncipe de Asturias; y
que esperaba, que en consideracion á los vínculos
que unían entrambos paises, y del objeto particu.
lar que profesaba á la persona de S. M. 1. , se dig-
naria aprohal' la medida adoptada. Arladia que
al:rigaba esta esperanza tanto mas confiado, cuan-
to mas profunda era la impresion que habian he-
cho en el ánimo de su hijo los senLimientos que




42 ,
habia prl)curado inspirarle á favordeS. M.; y que
no cabia duda en que emplearía todos los medios
po.~ibles para estrechar aun mas los lazos que
unjan las dos naciones.


Fl!rnando fue, pues, proclamaclo rey por un
pueblo éhrio de alegria y colmado de risuefIas es-
peranzas. El propio entusiasmo reinó en Madrid,
donde 105 habitantes !:Jaquearon las casas de Godoy
y de sus prmcipales partidarios. Todavia creció el
gozo hasta el maS alto punto cuando días despues
vieron al jóven monar~a encurnbral' á lo:! prinie-
ros puestos del gobierno á los hombres mas ilus-
trados y mas hbel'ales de España, desterrados Ó
perseguidos á causa de la severidad con que habían
censurauo las medidas y los abusos del poder del
favorito.


Godoy, aunque encerrado en una e~trecha pri-
sion, cubierto de heridas y rodeado de e'!pias nO
se dejó abrumar con el peso de sus infortunios.
No abandonó un instante el hábito de superiori-
dad que mostraba en los dias prósperos de su for-
tuna, y con el que le habian familiarizado tantos
afIos de favor. Sabia que los acontecimientos que
habian sobrevenido en Aranjuez dé!bian acelerar
la marcha ue las tropas francesas á M,¡driJ y tenia
poderosos motivos para funJar sus esperanzas en
b persona de Joaquin Murat , gran duque de Bel'g
Con quien habia mantenido por alguu tiempo ínti-
ma cOI'respondellcía. O bien sea que apesar de la
vijilancia de sus carceleros hallase medio de co-




43
municar sus ideas á )a reina Maria Luisa, ó bien
que la reina misma, que conocía perfectamente
el ¡énero de negociaciones que seguia el príncipe,
concibiese los mismos proyectos, ó bien Hna/men-
te que la reina de Etruria ,enemiga declarada de
Fernando é íntima amiga de Godoy, considerase
el estado de las cosas bajo un punto de vista dIfe-
rente del rey y la reina, y desease sacarlos victo-
riosos de la lucha, lo cierto es que Cárlos IV fir-
mó el 2/ de marzo una solemne protesta contra
su abdicacion. Decldró que. este acto debia mirar-
se como nulo, pues se habia visto forzado :\ adop"-
tar semejante medida para precaver las mayores
desgracias é impedir la efusion de sangre de sus
gobernados.


En su consecuencia escribió á Napoleon para
anunciarle la resolucion que habia tomado de ir. á
arrojarse en sus brazos y de ponerse enteramente
á su dispo~iciol1; porque solo el Emperador podia
asegurar su ventura, su tl'anr¡uilidad y la de su fa-
milia y de su reino. Aseguraba que habia firmado
el acto de abdicacion en medio del estruendo de
las armas y de los clamores de una guardia suble-
vada, y con el convencimiento íntimo de que te-
nia que es~ojer eutre la vida y la muerte suya y
de la reina; y que considerándose ahora mas se-
guro habia determinado dejal,lo toJo á la decision
uf'1 Emperador pOI' Jo que tocaba á la reina, al
príncipe de la Paz y al rey mismo.


Mientras que tan estl'aol'dinarios sucesos des-




44
pertaban la atenciou de los españoles y los sacaban
del estado de una obediencia ciega y pasiva, á
que por largo tiempo se habían acostumbrado,
Murat. que mandaba en jefe las tropas francesas en
España aceleraba su mal'cha á Madrid, En Aranda
de Duero habia sabido la insurreccion de Aranjuez,
y Maria Luisa y su hija aguardaban con impacien-
cia su llegarla. Deseaban no solamente sacar á Go·
doy de la funesta situacion en que se pncontraba,
sino tambien hacer que naciese la ,livision entre
los franceses y Fernando, é impedir que el Empe-
rador le reconociese por rey lejitimo de España.


Con este doble objeto, Maria Luísa enl3bló
Con Murat una correspondencia que continuó por
muchos días con actividad J tanto por su parte
como por parle de su hija la reina de Etruria y
quizas tambien po.' la de Cárlos IV. En su prime-
ra carta, fecba de 21 de marzo en Aranjuez, la
reina anunciaba que su esposo no podia escribir á
cau!'a del mal e8tado de su salud; pero que desea-
ba ardientemente sahet' si el gran duque de Berg
se hallaba dispuesto á emplear su influencia con el
Emperador para 3segurar la vida del príncipe de
la Paz. Pedia en seguida que se concediese al prÍn-
cipe el tener en su prision algunos criados y cape-
'Uanes, y que el gran duque le visitase y le con-
solase puesto que eran íntimos amigos, En cuanto
á ella y al rey, de~ia, sob deseaba obtener del
Emperador un honesto retiro y el permiso de
acabar sU villa con el príncipe tie la Paz. Afirma-




45
,ha que no dehian esperar de Sil hijo sino desgra-
cias y persecuciones; que se habian f(·aguado las
mas grost:I'as imposturas para hacer odioso el prín-
cipe de la Paz al Emperador, pero el gran duque
no deb,a dar crédito á tales imposturas. Cone/uÍa
espresando su reconocimiento y el del rey á Bo-
naparte, por las tropas que había enviado; y de.
claraba que se ponian enteramente bajo su protec-
cion, persuadidos que un héroe tan grande y un


· monarca tan jeneroso no les rehusaría el favor que
imploraban.


Otras muchas cartas espresaban ideas y sentí.
mhntos en un lodo semejanles, entre las que se


·distinguian las de la reina de Etruria por la fuerza
de las instancias y por el tono de ternura y de fa-
miliaridad que en ellas reinaba, como tambien por
lo áspero de las acusaciones contra su hermano


· Fernando (Apéndice número 7). Antes de llegar
á Madl'id, Murat despachó á CárJos IV Uno de sus
ayudantes, y des pues le envió un cuerpo de tropas


· francesas que le acompailaron al Escorial. Tiempo
despues pidió que se le entregase la persona del
principe de la Paz, y cuando lo hubo conseguido


.. le hizo parlir en seguida para Francia, bajo la sal-
, vaguardia de una escolLa francesa.


El ¡eueral llegó á Madrid el 23 de marzo á)a
cabeza de numerosas tropas y de un brillante es-
tado may{1r J en medio del cual descollaba por sus
ventajas personajes y por una magnificencia ll.lCdio
asiática y medio eUl'opt:a. Las tropas francesas ocu-




46
paron los cuarteles que les habian sido señalados,
dejando la guardia de la villa en manos de los es-
pañoles -' como si el jenera} mandase las tropas
de am hos paises. Despues de permanecer algunas
horar; en el palacio del Retiro, lo abandonó para
trasladarse al alcázar de Godoy, convertido des-
pues en sa Ion de las Córtes.


Los franceses fueron recibidos en Madrid con
las demostraciones mas sÍnceras y mas ardientes
de amistad y de entusiasmo, no solamente á causa
de la admiracion que escitaban su aire marcial, sU
hrillante aspecto y la perfecta disciplina, sino
tambien porque se creia ¡enera] mente que tan
solo habian venido á ausiliar al nueVo rey y á es-
trechar de este modo los vínculos que hermanaban
las dos naciones. Asi es que todos vivian persua-
didos de que iban á cesar para siempre las desgra-
cias de la Monarquía, y solo hablaban de ]a fideli-
dad y de la gloria que esperaban á la nacion espa-
ñola, cuando bajo los auspicios de Napoleon, re-
cobrase sus riquezas y su antigua preponderancia.


Fernando verificó su entrada al dia siguiente
en medio de una multitud inmensa ébria de ale.
gria, y que proclamaba en altas voces el afecto que
profesaba al nuevo soberano. El rey e'!pidió al ins-
tante varios decretos en los que se traslucían mi-
ras benéficas y patrióticas: y los habitantes de Ma-
driJ no cesaban de admirarle y aplaudirle. Los
varones illstrull\os y virtuosos, desterrados y per-
se'builtQS en. el te\n.a~1) an.\'et\ot ) cot\:\eton. á la ca-




47
pital de todos los puntos del reino, para recibir allí
la recompensa debida á su constancia y á Jos pa-
decimientos que habian pesado sobre ellos. N()
obstante, un acontecimiento estraordinario vino á
oscul'ecer tan brillante perspectiva: el ¡cneral en
jefe de las lropas francesas, cuñado de Napoleon,
y depositario de sus secretos sobre la Península
Ibera, no solo no habia reconocido á Fernando
como rey, sino que ni aun le habia visitado. A los
oios de los que con ocian la politica y el carácter
del Emperador, semejante circunstancia parecia
muy importante y digna de llamar la aLencion, y
presajiaba para lo futuro sucesos que bajo nin~un
aspecto podian ser satisfactorios, Conducta tan es-
traordinaria motivó y dio pie á negociaciones y
esplicaciones entre las personas que gozaban de la
confianza Íntima del rey y de Murat. Finalmente,
el ¡eneral confesó que aguardaba instrucciones del
Emperador para obrar en Caso tan imprevisto;
mas aseguró que debia recibirlas de un dia para
otro, y con ellas amplias facultades para veriticar
el reconocimiento del rey Fernando.


EngaiJado con tal esperanza el hijo de Cárlo5
IV , dirijió al Emperador una carta en )a que le
daba cuenta circunslarciada de los sucesos á que
debía su prematura elevacíon al trono; reiteraba
la firmeza del deseo que tenia de unirse con una
princesa de su familia, y le suplicaba que cum-
pliese tan luego como le fuese posible la promesa
que había hecho á Cárlos IV de verificar su viaJe




48
á Espaila~ Fernando vivia entonces tan persuadido
de la prócsirna llegada de Napoleon, que dió las
órdenes mas terminantes para prepararle magnífi-
cas habitaciones en el palacio, y mandó formar
el programa de las fiestas que debian celebrarse en
Madrid durante su permaneneia.


En la misma época entabló Murat con el an-
ciano rey y con la reina secretas conferen~ias, y
recibió por conducto del ¡enrral Monlhion el acto
de protesta de que hemos hablado y cuantas noti-
cias é instrucciones podian poner en duda la lega-
lidad de la elevacion de Fernando ai trono. El
objeto principal que parecia esLirnularle ahora era
adquirir datos para poder demostrar á la Europa
que la familia real de España, despedazada pOI' la
discordia, se presentaba de todos modos indigna
del rango elevado que ocupaba. Por esta razon,
las cartas y relaciones que pasaron por sus
manos y que se publicaron despues en los perió-
dicos de Europa, hacian tan poco honor á Cárlos
IV , á María Luisa y á Fernando.


Para desvanecer en el corazon del nuevo rey
toda especie de temores, Murat continuó repitien-
do cada dia las seguridades de la prócsima llegada
del Emperador; y Fernando la creyó hasta tal
punto, que envió tres grandes de España á reci-
hirle en la frontera. ToJOS tres personajes ihan igual.
mente autorizados con los poderes necesarios para
hacer formalmente la demanda de una princesa de
la familia imperial. En resolucion, el infante don




49
Cárlos tomó el camino de Francia con la esperan ..
za de encontrar ya al Emperador en territorio his-
pano.


y unos y otros llegaron á la raya sin observar la
menor apariencia de tan importante viaje; y sin que
en la cót'te se recibiese esplicacion Illguna de su
estraño proceder. Solamente Murat podia darlas;
mas uegábase á ver al rey, porque se hubiera vis-
to obligado á tratarI':! con el tÍrulo de majestad que
le el' J debido. En este tiempo llegó á Madr id el ¡e-
neral Savary; encargado de una misio n especial
para visilar al monarca y conferenciar con sus mi-
nistros de árden de Napoleon : y óbtenida por con-
secuencia una audiencia Jel rey, anunció que ha-
bia venido á felicitar al momu'ca en lIombre del
Emperador, quien no tardaría en reconocerle co-
mo rey de España y de las ludias, si S. M. conti-
nuaba mostrando por lo tocante a la Francia los
mismos sentilllicnto'l qUfl habían guiado á su <Jugus-
to pu(lt·e. Fernando respondió en los términos mas
afectuosos y citó en prueba de sus sentimientos y
de la conducta que deseaba seguir, la demanda que
ya habia hecho de su alianza con una sobrina
del Emperador. Savary respondió que S. M. L se
hallaba ya en los contornos de Bayona , y que no
tardaria muchos dias en pisar Madrid.


El astuto enviado, despues de haber lisonjea-
do á Fernando con tan brlllantes esperanzas J re-
novó bU visita y le persuadió que sería convenien-
te salir al encuentro del Emperador) que por la vez


TOM. l. 4




50
primera abandonaba sus estados sin tomar el ade-
man de conquistaJor. Aseguróle que una prueba
t,an terminante de afecto sería muy grata á Napa·
leon, y que facilitaria los medios mas eficaces y
mas favorab!es de terminar las disensiones re!ati·
vas á la f"milia real de Espalla en favol' de un mo-
narca que parecia llamado al trono por el voto ¡e-
neral de la nacioo, en cuyo trono le sostendria sin
duda alguna el regulador de los destinos de Euro-
pa.


Conformábase esta proposicion con los intere';'
ses y los deseos de Fernando y de sus consejeros:
Escoiquiz, San Cárlos é Infantado dijeron á S.1\1.
que era preciso no perder momento y que la oca-
sion que se presentaba era la mas feliz que podia
proporcionarse en las circunstancias criticas en que
se hallaba el reino. Con sumo disgusto del pueblo
de Madrid, ordenaron al instante los preparatívos
para el viaje con la m<lyor precipitacion ; y cunrlió
la opinion de que el llJonarea n o pasaría de Bur-
gas; en cuya creencia estaban S. M. y sus pro.
pios cunsejeros. Savary corroboraba tumbien la
idea esparcida por todas partes en las tertulias que
frecuentaba, que habia recibiJo cartas del Empe.
raJar que no dejaban duda alguna de que eSLaba
ya en camlllo.


Fernando, instruido de las intrigas que se ur-
dian en la córte de su padre, resolvió antes de
partir no dejarle ningun pretesto rara disputarle
la leiiLimidad de sus uerechos al trono. Con este




51
objeto envió á Cárlos IV Una carta muy respetuo-
sa, con fecha 8 ue abril,; en laque le decia que
estaba muy satisfeclJO ue la entrevista que habia
tenido con Sav,lI'y , de la huena fe que manifesta-
ha el enviado imperial, y de la perfecta armonía
que reinaba entre su persona y la de Napoleon.
llepresentábale que le era necesario el que su au-
gUSLO paJre le diese una carta para el Emperador
de los franceses felicitándole sobre sU viaje y ase.
gUl'ándole que su hijo abrigaba respecto á S. 1\1, l.
los mi!lll1os Eentimientos que el padre. Fernando
añadia que deseaba le remitiese esta carta lo llIaS
pronto posible, porque habia decidido partir den-
tro de dos dias, y queuahan dadas las órdenes
oportunas. María Luisa indujo á su esposo á que
respol1diese á esta carla de una nlanera evasiva é
insignificante; y acto contÍouo trasla¿aron al Du-
que de Berg copia de la respuesta, rogándole que
les dictase la conducta que en este a~unto de]Jian
observar. El príncipe Murat respondió que Cárlos
IV no debia, hajo pretesto alguno, acceder á la
peticion de su hila; de este modo fomentaba el
odio que la reina habia tenido siempre á Fernando,
é inspiraba nUevas esperanzas á sUs cortesanos, quie-
nes divulgaron la Voz de que Napoleon venia á res-
tablecer á Cárlos 1 V en el trono y libertar á don
Manuel GoJoy de las garras de sus enemigos. Ta ..
les noticias cundieron rápidamente por Madrid,
y aumenlaron considerablemente la ajltacion que
reinaba ya en la capital.




5'1
Estos acontecimientos, cuya importancia se


ecsajeraba en el interior del real palacio á Causa
de la diverjencia de opiniol}es que allí reinaba ...
no dejaron de despertar la utencion de Fernando
y de los que le aconsejaban que emprendiese el
malogrado viaje. Las circunstancias se presenta-
han tanto mas graves, cuanto cada dia se recibian
nuevos detalles de la conducta casi hostil de las
tropas fl'ancesas que ocupaban el norte de España.
Femando llamó por consiguiente á Savary y le
representó francamente sus temores, no solamen-
te sobre el viaje del Ernperador, sino tambien
sobre las intenciones de este soberano pata reco-
nocerle ó no por rey de Espalla. Savary replicó
que respondia con su cabeza si S. M. 1. no cum.,
plia su:> promesas; y ailadió que si en la primera
entrevista que el rey le hubia concedido le habia
dado solo el tratamiento de alteza, habia sido á
causa de la etiqueta, pero que no tardaria en pro-
digarle el título de m:1jestad.


Seguridades tan positivas no destruyeron, sin
embargo, las sospechas enjendradas en el ánimo
de Fernando, na obstante que parllo para Burgos
el f O de abril despues de haber confiado el gobier-
no de sus estado., á una junta presidida por su tio
el ¡;lfante don Antonio. El pueblo madrileüo vió
la partida de su idolatrado pl'Íncipe con el silen-
cio que manifiesta el temor y la sospecha; y aun-
que su presencia en los lugat'es por donde pasaba
esciLase las aclamaciones mas ardientes, fácil era




53
conocer que estas demostraciones de alegria iban
mezcladas con el sentimiento de compasion que
escitaha el jóven monarca, destinado probable-
mente á sel' la víctima de la mala fe del mas ambi-
cioso de los conquistadores.


Savary acompaiwba á Fernando en uno de los
coches de la comitiva, y no le perdía de vista·
sino en los instantes precisos. A su llegada á BUI'.
gos admirado en estremo el rey de 110 encontrar
allí al Emperador ~ ó al menos una carta que des-
marañase el misterio ó diese señales del punto don.
de se hallaba, titubeó en su acuel'do, El doloso
¡eneral persistió con veemencia en sus últimos
asertos, y aseguró que el Emperador Bonapart6
se encontraba en aquel momento el). la ciudad de
Vitol'ia: rogó á Fel'l1ando que siguiese el camino
y se acercase al punto indicado. Consintió el prín-
cipe Con repugnancia, aunque sus obstinados cor-
tesanos le alentaban en tan funesta empresa, por-
que no preveian los infortunios que acarreaban.
Jamás concibieron el mas mínimo temor de las in-
tenciones del Emperador de los franceses, y por
el conlrario alimentaron las esperanzas mas lisOl}"
jeras, y juzgaron que Fernando nO tardaría en
estar de vuelta en Madrid enteramente afirmado en
su trono, y enlazado por los vínculos del matri~
monio, con una dinastía que progl'esivamente se
apoderaba de todos los cetros de Europa.


ElÍ Vitoria el negocio comenzÓ á tomar un
fUlUbo distinto, porque no ecsistia en la CiUUíld




54
el menor indicio del vi'l}e del Emperador. Detú·
vose Fernando para deliberar la conducta que de-
bia tener en lan difíci\es circunstancias, {mes
no le pareeia licito pasar adelante sin recibir dalos
positivos sobre el estado real de las cosas, y sin
obtener esplicaciones claras sobre los sucesos os·
euros y contradictorios que hasla enlonces habian
sobrevenido. No halló mejor medio de salir de la
inCtlrlidllmbre en que estaba, que entrar franca-
mente en correspondencia con el Emperador de
Jos franceses.


Con este intento dirijió el f 4 de abril una car-
ta á Napoleon, en la que le decia que habiendo
sido encumbrado al solio por la abdicacion libre
y espontánea de su augusto padre, habia observa-
do con el mayor sentimiento, que ni el gran du-
que de Berg ni el Embajauor frances, )e habian
felicitado por su ascenSO al trono. Semejante con-
ducta no podia atribuirla sino á la falta de instruc-
ciones; y sin embargo podia aseguI'ar en alta voz
que desde el principio de su reinado no habia dejado
escapar ocasion alguna de dar al Emperador los testi-
nlOnios mas sínceros de su fidelidad y de su "feclo.
Uno de los objetosdequesehabia ocupado desue lue-
go, habia sido el suministrar á las tropas frallcel'as
alolal1lienlos y provisiones, apesar de la cstrema-
da penuria del tesoro. Eu todas sus carlas al Em-
perador habia manifestado el mas vivo deseo de


,esf rechar y de hacer indisolubles los lazos que
unian á su augusto padre y á S. M. 1. Con esta




55
mira habia enviado al Emperador una diputacion
de tres grandes de Espaüa, y en seguida al iufan-
te don Cárlos, su hermano. Rogaba que le per-
mitiese espresar su pesar por no haber recibido
todavía resl>u~sta alguna de S. M. l.; Y su pesar,
decía, era tallto mas vivo) cuanto el ¡eueral Su-
vary le habia ¡H'eguntado si su advenimiento al
trono ocasionaria alguna mudanza en las relaciones
amigables de entrambos paises J y que le habia
contestado en los mismos términos de que se ha-
hia servido siempre en sus cartas. Con la propia
confianza habia aceptado voluntariamente la invi-
tacion de salir al encuentro de S. M. l. para an-
ticiparse el placer de conocerlo personalmente.
Concluia suplicando al Emperador le sacase del
penoso estado en que le habia sumido su silencio,
y ascgul'~mlole que una respuesta favorable de su
parte, disiparía sin duda alguna todos los temores
que no podía menos de ori ¡inar entre sus súLditos
una incertidumbre por tanto tiempo prolongacla.


Savary se encargó de poner esta carta en ma-
DOS del Emoerador, que aquel mismo dia habia
llegado á Bayopa. Al despedme de Fernando le
reiteró sus protestas, ordinarias y al propio tiempo
dejó las órJenes secretas que creyó oportunas pa.
ra impedir el regreso á Madrid, ó que tomase el
príncipe otro camino que el de Bayona. En la épo-
ca de la llegada de Savary á l\bdrid dos perso-
nas, Macanaz y Vallejo, gozaban de la amistad y
de la confianza ue Fernando y de Escoiquiz. Pe-




56
netraron estos las intenciones del Emperador fran ...
ces y de su córte can respecto á Fernando, y pre.
vf'yeron la procsimidad de la borra$ca que por to~
das partes le amenazaba. En su virtud escribieron
á Vitoria , y advirtieron á sus amigos que se pre ...
parasen á sufl'ir los mayores infortunios, y la rui.
na total del partido que hahian abrazado.


A tan funestos augurios uniéronse otros de Ola·
yor impol'tancia en tan críticas cil'cunstancias. Don
Mariano Luis de U rquijo (1), ministro de Jlego~
eios estranjeros bajo el gobierno del príncipe de
la Paz J .Y que despues habia sido perbeguido pOI'


(1) Don Mariano Luis de Urquijo er,1 nativo de
Castilla~ y hahíase educado en hlglaterra, por la qu\')
conservó Illempre Sllma aficiono D~ vuelta de sus via ..
jes fue elevado al ministerio on 1798, Y no tardó en
dar á conooer la marcha política que intentaha se.
l!lJir. Puso trahas á la inquisicioll; y sus inm'ln50S
J;¡ienes dobian contribuir á crear establecimientos dlJ
~tilidad ptíhlica. Los fanáticos ah::¡ron su voz contra
'Urquijo; )' algunas agudezas intempestivas le priva.
ron de la proteocion de don Malluel Godoy, y fue
encerrado en un castillo por espacio de dos años, y
despues desterrado. O rr¡ u ijo fue secretario de Esta ..
00 en tiempo del rey José BOllaparte, y le siguió á
)<'rallpi;¡, donde permaneció duralJte la reslaUl'acioq
de FerQalldo. A sus gqnde$ talentos, ~ 5US profuH.
dos y variados conocimientos, ur-¡ia un arrojo á to-
da prueba y suma sencillez en sus modales. Mudó en
Paris el! 1817. Algunos segandos antes de espirar di.
jI) á su c;:riado. ~,V a!l á ver como ¡nuere un hombre. ~~




57
el favorito y desterrado á la provincia de Guipllz"
coa, supo con pesar durante su corta permanen.
cia en Vitoria , la ilusion en que vivia el rey y sus
consejeros sobre la suerte que les esperaba. En una
larga conferencia que tuvo á este propósito con el
duclue del Infanta Jo, Escoiquiz y algunos otros
personajes que disfrutaban de la confianza dd mo-
narca, pintó con viveza los peligros de la falsa po-
sicion en que se habian colocado. Urquijo estaba
muy versado en la política estranjera, y no partici-
pub,l del optimismo político de los demas españo-
les. Llamó principalmente su atencion sobre la
manera conque el Monitor habia dado cuenta del
levantamiento de Aranjuez, y sostuvo que el len-
guaje de este periódico oficial indicaba claramt:n-
te los designios del Emperador. La inlencioo de
Napoleon, decía, desde /805 era arrebatar el ce-
tro hispano de manos de la dinastía aClual, como
incompatible con la estabilidad de su poder. Aña-
dió que tales proyectos esplicaban la ocupacion de
la Península por lag tropas francesas, y que no du·
daba que en el sitio mismo en que se encontraba,
allí, en la ciudad de Vitoria , el rey y 108 que le
acompañaban debían considerarse prisioneros, y
que estando los puntos de parada ocupados por
lds tropas y las personas que las mandaban, no de·
jaban duéla alguna sobre el asunto. Urquijo dis-
cutió en seguida cual podia ser el ohjeto del via-
ie de Fernando: preguotó corno era po~ible tole-
rar semejante atentado público contra su dignidad,




58
Y permitIr que le condujesen á un reino estranje-
ro, no soio sin las formalidades de costumbre,
sino tambien sin haber sido reconocido por rey
de España.


Los consejeros de Fernando replicaron que el
viaje no tenia mas objeto que sati~facer la ambi·
cion de Napoleon Con algunas concesiones mercan-
tiles y territoriales. Si el Emperador abrigaba in-
tenciones hostiles, la guerra seria eterna t'l1tre am-
bas naciones, porque la EspaiJa podia levantar en
los Pirineos fornlldables fortificaciones y mantener
siempre sobre las armas ciento y cincuenta mil
hombres. Facilmente destruyó Urquijo ideas tan
quiméricas, y sus ob.servaciones causaron una im-
presion mas profunda en el duque del Infantado
que en las demas personas; así es que espresó con
señales de abatimiento su sorpresa de que cómo era
posible creer que un héroe tal como NapoJeon fue-
se capaz de eclipsar su nom bre con un acto de pero
fidia. En respuesta Urquijo le dijo que abriendo
las obras de Plutarco encontraria que todos los hé-
roes de Grecia y de noma habian adquirido su glo-
ria pasando por encima de miles de cadáveres; que
no debia ponerse en olvido cuántos reyes habia
destronado Carlos V, Y la violencia que habia em-
pleado contra los monarcas que cayeron en ~u
poder, lo que no habia impedido sin embargo que
se le prodigase el título de héroe. Los espailOles,
continuó, han tratado del mismo mOllo á los iu.
dios, á los emperadores y reyes; y lo que en aque-




59
Uos tiempos se habia hecho bajo el preteslo de re-
liiion, podia repetirse ahora por motivos de políti.
ca. La hisl(.ria de España abunda en ejempl(Is de
reyes asesinados por los usurpadores de su trono:
y mucha.i dinastías de Europa deben su oríjen á
iguales acontecimicntos, Bajo cualquier punto de
vista que considerase las circunstancias presentes,
preveia la procsimiJdJ de una crisis terrihle, que
probablcmente destl'onaria para siempre Ja familia
real de Iberia.


El diestro político pasó en seguida á olro obje-
to que en el momento actual merecía la mas pro-
funda atencion; á saber, la abJicacion de Carlos IV
en A,'anjuez, abdicacion que debia nlirarse como
nula é ilegal, tanto mas cuanto se habia verifica-
do en medio de la ajitacion y del desórdell de un
levantamiento popular. Citó el ejemplo de las ab.
dicaciones de Carlos V y de Feli pe V, verificadas
remando la mas completa tranquilidad, y manifes-
tó en seguida el temor de que Bayona no fuese el
teatro de las quejas del padre contra el hilO, y que
resultase de ellas la pérdida del ceLro de sus ante-
pasados para ambos.


A t:m sólidos y convincentes argumentos, los
que habian acol1sejaJo el viaje juzgaban responder
de una manera victoriosa diciendo que si Napoleon
comelia semejantes atropellos, la Europa en/era y
la misma Francia se levantarian simultáneamente
contra el tirano, y que EsparJa podria hacerse for-
midable al usurpadol' uniéndose á Inglaterra.




80
Urquijo respondió á tales objeciones manifes·


tando que la Europa estaba pobre y sin medios pa-
ra emprenuer nuevas guerras, y que I-:s diferentes
naciones se hallaban separad¡ls unas de otras por
las miras ambit:iosas y aisladas de sus monarcas.
La oposicion de los gabinetes del continente á los
proyectos de Napoleon no habían producido hasta
entonces sino planes mal combinados y vergonzo-
sas derrotas, resultado necesario del aumento de
poder del enemigo comuo. Unicamente el Austl'ia
se hallaba en estado de oponerse á las empresas de
BOnJpal·te sobre España j IllU& esta \>ctellma uo sig-
nificaba mucho en comparacioll de la Rmia y de
los estados de Alemania que parecian estl'echamen-
te ligados COIl la FI'élncia, y resueltos á ausiliarla
en todos sus proyectos y á seguir enteramente la
conducta que se dignase prescribirles. Demostró
'en seguida que 110 debia esperarse cosa alguna de
los franceses, nacion entusiasta por la novedad y la
gloria, y cuyo espíritu público depende enlera-
mente del irnpulso que recibe del goLierno. Me-
diaba por otra parte el interés de los franceses de
que ambas diademas perteneciesen á dos soberanos
de la misma familia á causa de las mútuas venta-
jas que las dos potencias reportarian para su co-
mercio. Habíanse arraigado en Francia nuevos in-
tereses ya consolidados, y enteramente opuestos á
la dinastía de los Borbones. La jeneracion actual
debia contemplar con regocijo la caida de la rama
española de esta casa, y así venia á ser á cada puna




61
to mas probable que un miemhro de la familia im-
perial la succediese en el trouo.


En cuanto á los meclios con que contaba Espa-
ña para .'iostener una guerra con la Francia, Ur ..
quijo ohservó que la naclon española habia desgra-
ciadameftte dejado de ccsistir desde Carlos V, por·
que carecia de un cuerpo representativo para discu-
tir y coordinar los intereses comunes. Debia consi.
derarse la península como un edificio gÓLico forrna.
do de partes incoherentes y heterojéneas, tales por
ejemplo, como Jos derechos, Jos privilejios, las
leye~ y las costumbres de diversas provincias, No
tenia espíritu público j y el gobierno no contaba
con bastante solidez, ni fuerza. La ajitacion y el le-
vantamiento del pueblo debían ser de corta clura-
cion; y los desórdenes de las provincias produci-
rian los mas funestos resultados en las colonias es-
paüolas, porque el gabinete de Sainl-James se apro-
vecharía de las desgracias de España para separar
de la metrópoli sus posesiones de Ultramar. En fin
Urquijo concluyó proponiendo se le enviase de em-
ha jador á N a poleo n pa~a proclirar poner fin con la
menOl' desvent.aja posible á las negociaciones, cu·
yo principio habia sido tan mal dirijido. Insistió
principalmente en la necesidad en que se hallaba
el monarca de escaparse de Vitoria, aunque fue-
se di~frazddó" y se obligaba á proporcionar los
medios de ejecutarlo. Estaba, decia, pel'suadido
que si Napoleon veia á Fernando en libertad, se
encontraria precisado á mudar de política y á con-




62
sentir en medidas :msiliadoras y definitivas.


Sus esfucl'ZOS fueron infructuosos porque los
cortesanos que cercaban á Fcrnan:1o no quisieron
escuchar sus conseios tan esaclos como prudentes.
Solo aguardaban para continuar el viaje la respuf's-
la de Ndpoleoll á la carta de que habia sido porla-
dor el general Savary. El artificioso uiplomático
no la hizo esperar largo tiempo, y puso en manos
de Fernando la siguieute carta que lh:be colocarse
entre los documentos mas importantes de la histo-
ria moderna; por esta razon la copiamos á la letra.


«Hermano mio~ he reciLido la car'ta de V. A. R.:
ya se habrá convencido V. A. por los papeles que
habrá visto del rey su padre, del interés que
siempre le he manifestado: V. A. me permitirá
que en las circunstancias actuales le hable con fnm-
queza y lealtad. Yo espera ha, en lIt'gar.uo á Ma-
d.id, inclinar á mi augusto amigo á que hiciese en
sus dominios algunas reformas necesarias, y que
diese alguna satisfaccion á la opinion pública. La
separacion del prínci pe de la 11~IZ me parecia una
cosa precisa para su felicidad y la de sus vasallos.
Los sucesos del Norte han retardado mi viaje: las
ocurrencias de Aranju<:!z han sobrevenido. No me
constituyo juez de lo que ha sucedido, ni de la
conducta del príncipe de la Paz; pero lo que sé
muy bien es que es lIIuy peligroso para los reyes
acostumbrar sus pueblos á derramar la sangre ha-
ciéndose justicia por sí mismos. Huego á DJOs que
V. A. no lo esperimente un dia. No sel'ia confol'"




63
me al intprés de la EspaÍla que se persiguiese á un
príncipe que se ha casado con UDa princesa de la
fanlllia real, y que tanto tiempo ha gobernrdo el
reino. Ya no tiene mas amigos: V. A. no los ten-
drá tampoco si algun (lía llega á ser desgraciado.
Los pueblos se vengan gust0.50S de los respetos que
nos tributan. Ademas, ¿ cómo se podria formar
caustl al príncipe de la Paz sin hacerla tam bien al
rey y á la reina vuestros padres? Esta causa fOl1len~
taría el odio y las pasiones sediciosas; el resultado
seria funesto para vuestra corona. V. A. R. no tie-
11e á ella otros derechos sino los que su madre le
ha transmitido: si la cnusa mancha su honor, V. A.
destruye sus dcreclws. No preste V. A. oídos ~
consejos débiles y pérfidos. No liene V. A. derecho
p:Jra juzgar al príncipe de la Paz; sus delitos, si
se le imputau, desaparecen en los derechos del tro-
lla, Muchas veces he manifestado mi deseo de que
se sepal'ase de los negocios al príncipe de la Paz:
sino be hecho mas insl ancias ha sido por un cfecto
de mi amistad por. el rey -Carlos, apartando la vis-
ta de las flaqllezas de su afeccion, ¡Oh misel'able Im-
manitlad! Det..i1idatl y errOl', tal es nuestra divisa.
Mas todo esto se puc¡[e conc~)ial': que el príncipe
de la Paz sea desterrado de Espaüa , y yo le ofrez
co un asilo en Francia.


En cuanto á la abdicacion (le Carlos IV, ella
11a tenido efecto en el momento en que mis e¡érci-
tos ocuraban á Espaüa , y á los ojos de la Europa
y de la posteridad podria parecer que yo he envia-




64
do todas esas tropas Con el solo objeto de derribar
del trono á mi aliado y mi amigo. Como soberano
vecino debo enlel'arme de lo ocurrido antes de
reconocer esta abdicacion. Lo dIgo á Y. A. R. , á
los espaüoles, al universo entero; si la abdicacion
del rey Cárlos es espontánea, y no ha sido forzado
á ella por la insurreccion y motin sucedido en Aran4
juez, yo no tengo di{ic.ultad en admitil'la, y en re-
conocer á V. A. H. como rey de Espufw. Deseo
pues conferenciar con V. A. R. sobre este parti ..
cular.


La circunspeccion que de un mes á esta parte
he guardado en este asunto, debe Convencer á V. A.
del apoyo que hallará en lOí, si jamás sucediese
que facciones de cualquiera especie viniesen á in-
quietarle en su trono. Cuando el rey Cárlos me
participó los sucesos del mes de octubre prócsimo
pasado, me causaron el maJor sentimiento, y me
lisonjeo de haber contribuido por mis instancias
al buen écsito del asunto del Escorial. V. A. no
está esento' de faltas: basta para pl'ueba la carta que
me escribió, y que siempre he (Iuericlo olvidar.
Siendo rey sabrá cuán sagrados son los derechos
del trono: cualquier paso de un prÍncipe heredita-
rio cerca de un soberano estranjero es criminal.
El matrimonio de una princesa francesa con V.
A. R. le juzgo conforme á los intereses de mis
pueblos, y sobre todo como una ei.'cunstancia que
Dle uniria con nuevos vínculos á una casa, tÍ quien
no tengo sino motivos de alabar desde que subí al




65
trono. V. A. R. df'be recelarse de Jas' consecuen-
cias de las emociones populares: se . podrá com~
ter algun asesinato sobre mis soldados esparcides;
pero no conducirán sino á la ruina de E8paiJa~ He
visto con sentimiento que se han hecho circular
en Madrid unas cartas del capitan general de Ca ..
taluña , y que se ha procurado ecsasperar los áni ..
mas. V. A. R. conoce todo lo interior de mi cq.,
razon : observará que n,1e hallo cónlpatirlo, .porva~
rias ideas que necesitan fijár56; pero pueJej'eslíH'
seguro de que en todo caso me. conduciré con. SJJ.
persona del mismo modo que lo he hecho .con/el
rey su padre. ESlé V. A. persuadido de mi,deseo'
de conciliado todo, ; y de el1contrar ocasiones de
darle pruebas de mi afecto y perfecta estimacion.
Con lo que ruego á Dios 08 tenga, hermano- mio,
en SI1 sanLa y digna guarda. En Bayond 16 d~ abrid:
de 1808.=Napo!eon." ~;#<


Si la maS estraña ilúsi'on no hubiese cegtldo IÍ,-
Fernando y á sus consejel'os, lo anlerior carta de-
bió bastar para desengailar)o", y demostrarles el ~r.
ror en que se lJabian precipitado. Considerando el
caracter de Napoleol1; recordando que sus tropa~
ocupaban la mayor parte de EspoiJa, y que su itlt~':"
rés estribaba en derrocar de los tronos de Eür()p~
á cuantos príncipes Ilevahan c1nombre de Dorbo",
era facil conocer que la corta equivalia á UI1 mani··
fiesta contra Fernando. Las Judas y las oscilacion(s
que en ella manifestaba eran evidentemente los pre ..
cursol't:s del golpe decisivo que queria descargar


TOM. 1




66
sé~rel3 casa reinante, para el engrandecimiento d~
tüiJ'¡\ familia que habia dado ya tan ajigantados pasos
:hácia el podedJ¡}strado. Fernando sin embargo in-
sis~ió"en' su aé;Mrdo) 'i lé jos de preveerlas funes ...
ffi{ 'cOnsecuencIas dé su !:'!'for escrihió á su t io y á
la junta participálldóles que estaba muy satisfecho
de'lacoDducla del Ernperador por 10 tocante á su
persélna. ;; .' ,i"; ¡ • ,
. ,: TarÜjhi'énesbribi'Ó'¿~sdBVitoriaá Napoleon anun"
ciáindole qn'e '}Ydbia recibiJo 'la carta que S. M. I.
SI;! ha'bia ,dignado enviarle por conducto de Savary, jo espres'ando la confiunzaque le inspir~ba y el de~
~eó que tenia de conVencer al Emperador de que
la: abdicación del réy su padre habia sido enlera ..
niente voluntaria .. y que por lo mismo habia re-
suelto seguír el comenzado camino hasta Eayona.
Añ~dia que est:¡ba á punto de salir de la ciudad pa oe


.rjl llegar dentro de tres dias á Marac donde resi ..
itia' entonces S. M. 1.
-~: Los habitantes de Vitoria veian acercarse la
partida cón general disgu~lo, y empleaban todos los
hleJios pOSibles para eslorbada. Llevados de su en-
tusiasmo llegaron á corlar los tirantes de las mulas
pteparadas para el coche de Fernando: muchos
vecinos, los mas I'espetables y íos mas illfluyentes


. de la· provincia ofrecieron á todo trance y en va-
rlÚS 'proyectos sus servicios para proporcionar la
fuga' del rey, no obstante la estrema vijdancia de
las tropas francesas y los movimientos sospechosos
que habian verificado los tres dias anteriores. Fer ..




67
nando de9de el coche arengó al pueblo en la plaza
de Vitoria, asegurándole que por su propio im pulso
iba á ver á su hmigo el Emperador de los franceses,
porque tenia razones muy pouerosas para fiarse
úe I'U sinceridad y de ~u proteccion, y que no tar-
daria en regresar á Vitoria despues de haher ter-
minado completamente, y de una manera satisfac-
t.oria los negocios pertenecientes á su reino. En se-
guida salió de Vitoria (1) con toda su servidumbre
y tomó el camino de Francia.


El mismo dia llegó :Í !run y se alojó á alguna
distancia del pueblo en una casa que pertenecia á
Uno de IO!1 hombres mas distinguidos de la provin-
cia. Aun allí se rerwvaron los ruegos para disuadir-
le de su entraJa enF'rancia, y propol'~ionarle re-
petidos proyectos para fugarse con la ma& perfec-
ta seguridad. El dueño de la casa Lfreció poner en
pocas horas á Fernando á bordo de Un barco en la
bahía de sun Sebastian, y muchas personas del ve-
cindario, que mantenian relaciones en Bayona, au ..
mentaron los temores que generalmente se habian
concebido, Con numerosos detalles rnas ó menos
alarmantes, sobre los preparativos militares que se
observaban en la frontcl'a y en toda Francia, so-
bre las intenciones de Napoleon y sobre los rumo-
res á que daban mat'jen semejantes circunstancias.
Añadieron aun olras consideraciones propias para


(1) 19 de abl'il.




68
justificar las medidas que adoptase Fernando por
mas violentas que fuesen para su~traerse de una ca.
tástrofe de que se hallaba advertido por hechos tan
numerosos y tan convincentes. Mas Fernando per-
manecia inecsorable en su resolucion , y para que
Napoleon no pudiese sospechar que se habia aleja-
do, escribióle el J 9 desde Irun, previniéndole que
saldría de allí á las ocho horas de la siguiente ma-
ñana para trasladarse á Marac, residencia del Em-
perador frances, con el objeto de tencr la satisfac-
cion de conocer á S. M. I., si se dignaba conce-
derle su permiso.


Fel'Oundo, acompañado de una comitiva poco
numcrosa, entró el 20 en Bayona, siendo luego
visitado por Napoleon. Esta entrevista que duró
breves minutos, se gastó enteramente en cumpli-
mientos sin pronunciar una sola palabra que tuvie-
se allalojía COIl lo~ asulltos políticos, Cuando el Em-
perador se hubo retirado, llegó el jel?éral Duroc, y
en nombre de su amo convilló á Fernando á comer
en Mal'ac. No hubo en la comida cosa alguna notable
~ino su corta duracion; y habiendo pUl,tido Fer-
nando al a19iamiento que se le habia preparado,
presentóse algunos instantes des pues el jeneral Sa-
vary, anunciando en nombre del Emperador que
la dinastía de los Borbones habia cesado de reinar
en España; que debia ser reemplazada por la fa-
milia de Napoleon Bonaparte ,y que en consecuen-
cia Fernando habia de renunciar por sí y pOI' to-
dos los príncipes de su familia á la corona de Es-




69
pafia en favor ele S. M. l., al tenor de las condi.
ciones de un tratado que dehía celebrarse para es-
tipular las compensaciones y ::Jemas arreglos que
eran necesarios en una medida de tanta impor-
tancia.


Fernando perma neció por espacio de algunos
minutos sin fuerza para responder: tanta fue la
sorpresa que le causó comunicacion tan inespera-
da. Cuando consiguió recobrar su ánimo ,respon-
dió gravemente y con dignidad que veía á las
claras la siluacion en que se enconlraba y la vio-
lencia empleada con su persona; y que apesar del
respeto que le inspiraban los deseos del Empera-
dor, y cualquiera que [ue3e su resolucion por lo
tocante á sus dorechos personales, no podia di8pO-
ner de los de los otros príncipes de su familia, y
que por lo mismo le era imposible aceptar seme-
jante pr::lposicion.


Napoleon, que todavia no estaba en el caso de
descargtlr el golpe decisivo, recurrió á la seduc-
cion y' á las negociaciones. Despl,les de haber pro-
digado las mas hrill¡mtes prOllleSJlS á todos ]os es-
pañoles de distinciQn que residian actualmente en
Bayona, oruenó á Champaglly, su ministro de
negocios estranjeros, que entablase conferencias
sobre el asunto con don Pedro CebaBos (t), mi.


(1) Don Pedro Caballos nació en Santander en
1764, Y se consasró desde muy temprano á la CIII'-
refi! d¡plomática; Godoy. para atraerlQ á sus mif.a8~




70
nistro de estado español. N o contento con esto ..
asistió en persona á la conferencia; y viendo que
Cebollas insistia con íirmeza en la negativa, ale·
gando, por razon no aolo su afecto á la familia ac-
tualmente reinante, sino tambien su amor á la
pátria, Napoleon le dijo qu'! debia sacrificar al úl·
timo de estos sentimientos el primero, que solo
dependia de un afecto personal. Aseguró que sus
iutenciones eran hacer la felicidad de España,


)0 cas6 con una prima suya. Ejerció el cargo de mi.
nistro de Estarlo; mas el príllcipe de la Paz le ocul-
tó cuida(loS3mellte sus negociaciones secretas con N 3"
poleon. Cuando Savar,r llegó á Madrid para perSIJa-
dir á Fernando su viaje á naJolla~, Ceballos se opu~
so con enel'jía: y durante las conferencias en aque-
)la ciudad despleg6 una ruena de carácter y un ta~
lento que le hicieron notable á 105 ojos mismos de
Napoleon. Para Iibrarge de la especie ele cautiverio
eu que le veía 6nvuelto, hizo parte del ministerio
formado por el rey José; pero á Sil llegada á Ma-
drid rompió el di,imulo, Re Reparó de Jos negücio!
y se retiró á su provincia, dando á luz e.1J' 1808
nlla memoria titulada: "Manl6esto de los medios eui~
pleados. por el Emperador Napoleon para usurpar la
corona de España." Napoleon se irritó basta tal pun_
to que la mandó declarar traidor á amhas coronas.
Durante la guerra de la Península lIelló con buen
écsito distintas cQndsiones eliplOluáticJs. Fernando en
tiempo de la l'edllUracioll le volvió á su servicio, y
en seguida le desterró á Santander, y por fin le con-
fió la ElUbajatla de Viena en 1817.





71
dándole instituciones semejantes á las de los de.-
mas paist's ilustrados, y arr~ncando el jérmen de
]Qs males que la consumían; que todos los hom-
hres sabios y despreocupados habían de aplaudir tal
medida, y que Cebal\o:; uebia por lo mismo au~i­
liar con toda su influencia el pacífico cumplimien-
t.o de tan estraoruinario cambio político, á fin de
que ningun obsláculo se opusiese al venturoso des-
tino que aguardaba á una nacion tan digna de ocu-
par un rango im~ortante en la jerarquía europea.


Escoiquiz, que hi;lbia conocido aunque tarde
lo aéreo ue sus esperanzas, intentó reparar los de-
sastres que su tcrLluedau habia causado. Consiguió
una entrevista con Champ<Jgny, y procuró probar-
le que el Em perador eclipsaria su gloria destronando
á un príncipe que con tan ciega confianza habia ve-
niJo á arrojarse. en sus brazos. Continuó diciendo
que entraba en los intereses de la Francia que Fer-
nando reinase en España; que el resultado necella-
rio seria una estrecha alianza entre ambas córtes;
y que este sería un golpe mortal para la política
de Inglaterra. Apoyó sus argumentos en los peli-
gros q~e correrian las tropas francesas en España,
si la nacion justamente irritada Ee levantaba en fin
para vengar á su monarca, y para sacudir un yu·
go estranjero que intentaban imponerle por la
fuerza de las armas y violando todas las leyes res'
petadas por el jénero humano.


La única respuesta que dió Champagny al ve-~mc~iscurso del canónigo de Toleuo, fue .co ..
#. .




72
JIlunicarle una nueva proposicion que estaba auto ..
rizado para presentarle de parle de S. M I. He-
dUcÍase esta en sustancia, á dar á Fernando el tro-
no de ElrQrla" cuya sQcesion se arl't'glaria por la
ley sálica. Garantizaba la integridad dd Lerritorio


. español bajo el gollierno de Napoleon , y concedia
6 Fernando en matrimonio ulla princesa de la fa-
milia imperial. Sino aceptaba tai proposiciones
enunciadas, queJaba Fernando condenado á no
recibir lndernQidad alguna por el trono de Espa ..
jía , perdido irr~vocablemente para los Borbone~.


Quedó Escoiqui~ IDQy s<ltisfecho del lluevo ji ..
ro que se daba á la negociacion,.j mas 110 pensa ..
l'on del mismo modo los demas consejeros de Fer-
uando. Y como Champ~'gny ecsijía una pronla
respuesta de Fernando, autorizó á don Pedro La-


. hrador para que tratase tan deliendo negooio con
el ministro. Labrador recibió por escrito las ins-
trucciones á que debia arreglar Su conducLa : en
primer IQgar habia de pregQntar si el rey era libre
de vol ver á sus estados; y si la respuesta fqese ne.,.
gativa ~ debia declarar nulo y sin efeclo cuanto SQ-
cediese en Bayona. Estaba autol'izado para decla-
rar que el rey habia resuelto no acceder á lQS de-
,leOS del Emperador, y que los españoles no po·
dian ser obligados por potencia alguna estranjera
á reconocer otra dinastía, ni privados del derecho
qQe les asistía de elejir monarca en Qoa nuefa fa-
nlilia en el caso de éstinguirse la rama reinan~e.
POor fin, las instrucciones determipaban q.ue el rey




73
no podia aceptar la eorona de Etruria porque per-
tenecia de derecho á otro príncipe, y que si el
Emperador habia recurrido á medios violentos, el
rey confiaha en la divina providencia.


Entooces Champagny presentó al emperador
una relacioo circunstanciada de los asuntos de Es-
paña, Principiaba afirmando que este pais se veia
amenazado por la mas horrorosa anarquía, á cau-
sa de las maniobras del gobierno ingles: observaba
que pel'tenecia al Emperador el salvar la España del
largo catálogo de males qUe iban á caer sobre el pais,
sentando en el trono á un príncipe de su familia.
De todos los estados de Europa ninguno estaba tan
Ínlimamente unido Con la Francia como la Penín-
sula: odios sangrientos habian reinado entre ambas
naciones, hasta tanto que Luis XIV reunió entram-
bos tronos con los lazos de la sangre. La revolu-
cion francesa habia roto tales oudos , y desde este
suceso el gabinete hispano habia obrado con su·
ma perfidia uniéndose en secreto coo la Inglater.
ra, apesar de sus amigables relaciones con la Fran-
cia, al menos en la apariencia. El momento ha-
bia llegado de dar á esta potencia límites fijos y
sf'guros á la otra parte de los Pirineos. El minis-
tro descendia despues á describir circunstanciada-
mente el e,;tado interior de. Esparla, ecsamioaodo
los males que la aflji,1ll , la decadencia de su ma.
rina , el desórden de su hacienda y la enormidad
de la deuda pública, y sostenía que no era posj.
ble ('emeJiar tan numerosos y tan complicados




74
males sino adoptando medidas violentas y \7igoro~
Sas. Recordaba al Emperador, que su objelo prin-
cipal era la guerra con la Inglaterra, porque este
gabinete se negaba á toda especie de vias conci-
liadoras , y porque continuaría obrando del mis-
mo modo mientras pudiese so'\tener la guerra. Es-
paña, proseguía, cuenLa con muchos recursos ma-
rítimos que en este momento están perdidos para
los franceses, y es necesario restablecerlos cvn la
ayuda de un buen gobierno, acrecentarlos con
una organizacion juiciosa y dirijirlos contra el ene-
migo ComUll. Los mismos intereses reunirán las
dos fdmilias reinantes en Francia y en España, y
de otro modo la que empuñase el cetro en la Pe-
nínsula seria siempre la enemiga secreta del go-
bierno de las Tullerias. Si la política ecsije· una
medida grande y decisiva, la justicia autoriza al
propio tiempo esa misma medida. El comercio
frances ha esperimentado toda clase de vejaciones
por parte de las aduanas espaflOlas (1), y las cir-
cunstancias en que se encuentra el Emperador no
le permiten guardar neutralidad en los negocios
del pais. El rey de Espaüa ha sido derribado de
su trono, y al Empel'ador pertenece decidir entre
el padre y el hijo. No es posible dejar á Fernan-


(1)' Mr. Champagny se queja de la conducta de
algunos ·a¡)uanéros españoles. ¡Frívolo prtltesto para
Ulla guerra tan larga y tan desastrosa!




75
do sentado en e\ so\io \1ispano siri e'!:poner\e a\ mis-
mo tiempo al pesado yugo de \a Gran Brelaila , y
tampoco se conscgu'lra poner otra vez la corona
en las sienes de Cárlos IV sin inundar de copio-
sa sangre el desventurado reino. Finalmente J des-
pues de otras muchas observaciones con~ue ci·
mentó las anunciadas opiniones, concluyó el mi-
mstro J advirtiendo al Emperador que velase so-
hre la seg uridad de sus Esta,uos, y sustra jese la
·Península de la influencia de los ingleses.


Champagny en sus conferencias con Labrador
no faltó nUnca á los principios contenidos en su
memoria anterior, y como el plenipotenciario es-
paiíol no salia de la letra en sus instrucciones J las
negociaciones fueron infructuosas, y no tardó en ve-
rificarse su l'Ompimiento.


Los consejeros de Fernando preveyeron que .
era necesario salir prontamente de tan funesta cri ..
sis; y Napoleon por el contrario, como igualmen.
te sus ministros, procedían Con una lentitud calcula-
da ad\vinando en cuanto era \)osible la n~arcba de
los acontecimientos. Aguaruábase la \legada del rey
y de la reina, de quienes necesitaba Napoleon para
ejecutar sus proyectos, y de aquí dimanaba la cau·
sa de la variedad de su conducta. Fernando clebr.r~-'­
temerlo t.odo de las disposiciones que c9rii~a .~ .:.' ..
persona habian manifestado, y esto le da~~w~ dQ-·~.~
hle pie para ~aljr de tanta illcertjdumbreh~~i~'~s-: :,.,.
te con~epto Ce~~Jlos escribió á Cha~lpag~,e1 28 .~ ~.~~
de abnl, anuncldlldole que el rey habIa resue~ ..... :.;; ;




76
gresar á España á fin de calmar los temores de sús
súbditos: y rogó al ministro frances que participa-
se su resolucion al Emperador, añadiendo que el
rey de vuelta á sus Estados no cesaria de ocuparse
de las proposiciones que se le habian hecho sobre
los puntos en cuestiono


El Emperador no dió re~puesta alguna, y los
ministros de Fernando conocieron abiertamente
que Napoleon habia tomado su acuerdo, y que nin-
guna atencion prestaria á las promesas que habían
arrastrado al monarca á emprender el funesto via ..
je. Desde aquel punto el alojamiento de Fernando
se convirtió en un teatro de turbacion y de tribu-
laciones; contÍnuamente se veian entral' y salir en
la casa espaflOles de alta dignidad, que se interesa-
han en la causa de su rey, y que deseaban vivamen-
te poder libertar su persona del no dudoso cauti-
vcll'io en que comenzaba á ¡emir por la impericia
de sus cortesanos. Unos referían noticias mas ó me-
nos alarmantes; otros proponian planes, en Jos que
no siempre consultaban la prudencia; y muchos
espías, que pasaban por personas seguras y adictas
á la causa de España, rodeaban sin cesar al rey y
á sus consejeros. Una guardia importante se habia
colocado inmediata á su alojamiento. El rey ma-
nifestó en estas circunstancias un caracter firme y
determinado, quo. todavía se aumentó con las noti·
cias 'CIue recibió de la Península de que la nacion
corueooaba á cansarse de los franceses .Y á mani


..iestar el odio que les profesaba. Para aprovechar




77
tan dichosa c~oyuntura quiso enviar á Madrid dos
correos con despachos para el infante D. Antonio
y para la junta; mas las autori.dades de Bayona se
opusieron á su salida (Apéndice número 8). Ceha.
1I0s pidió esplicaciones'sobre tan eslraüa conducta;
y le respondieron que el Emperador no reconocía
mas rey de EsparIa que Cárlos IV; y así que Ceba-
110s como ministro de Fernando no debia autori-
zar pasaportes en su nombre, y quP en cuanto á las
cartas de que deuian ser portadores los correos es-
traordinarios, se habian confiado á )a direccion ge-
neral de correos para que llegasen con seguridad á
8U destino.


Pasáronse algunos días en tanto que acontecian
Jos sucesos referidos; y el rey CárJos y la reina lle-
garon á Bayuna el 30 de abril. Habíales precedido
un breve espacio de tiempo el príncipe de la Paz,
escoltado por tropas francesas, y casi restablecido
de las heridas que habia recibido en Aranjuez. Cár-
los IV y María Luisa habian escrito desde Aranda
á NapoJeon en los tél'minos de la mas Íntima y con-
fiada amist:¡d. Al instante que llUbieron fijado ]a
planta en Bayona aseguráronle boca á boca los sen-
timientos '1.ue los animaban, y concertaron con el
Emperador de Jos franceses el plan de conducta
que habían de observar todos con Fernando. En
su consecuencia en la primer entrevistá que tuvo
con su hijo, Cál'los le mandó en un tono deci9i.
uo y perentorio que renunciase en su favor todns
los derechos que creyese tener á la diadema espa-




78
ñola en virrurl de las actas de 19 de mllrzo. Fer-
nando respondió respetuosamente que le era impo.
sible en aquel momento tomar Un acuerdo difiniti-
vo ; pero que se aconsejaria de las personas que le
habian dado pruebas de afEcto, y se apresuraría á
dar la respuesta por escrito.


En efecto, Fernando al día ¡;iguiente envió á su
padre una carta, en la que despues de algunas ob.
servaciones generales para justificar su proceder, le
decía que estaba dispuesto á cederle la corona con
las condiciones si6uícntes: Que Cárlos IV regresa-
ría á Madrid, donde Fernando le acompaiJaria con
el mas profundo respeto: Que serian convocadas
las cortes en aquel punto, Ó en su lugar los tribuna-
les y los diputados del reino: Que la renuncia de
Fernando al trono se comunicaria oficialmente á
la asamblea: Qlle Cárlos IV no volvería á Espa.
fía acompañado de las personas que se habian atrai-
do el odio de la nacion: Que en el caso que S M.
rehusase regresar á la Península Fernando goberna-
ria t::l pais en nombre suyo: y que Ei tales conJi·
ciones quedaban aceptadas, Fernando se mostraría
á los españoles diciéndoles que prefería su tran-
quilidad y Jos intereses de sus súbditos á la gloria
de gobernarlos.


Cárlos IV y María J~uisa comunicaron a1 pun·
lo estas cartas al Em perador, rogándole por su par·
te que se dignase dictar la respuesta que debían
dar á su hijo. No aguardó Napoleon que se lo pi.
diesen segunda vez; y determinado á descargar el




79
último gol pe contra la dinastía de los Borbones
que reinaba á la otra palte de los Pirineos, y te-
niendo á su disposicion cuanto necesitaba para cje-
cut.a(' proyecto tan importante, creyó que no de-
bia disimular por mas tiempo. Por otra parte po-
seia la certidumbre de que el rey y la reina no
opondrían obstáculo alguno al destronamiento de
su familia del solio hispano; y sabia que Maria Lui ..
sa no alimentaba deseos de volver á ver un ¡mi!> en
el que su favorito era el objeto del odio jeneral.
Gát'los IV , abrumado por los años, los padeci-
mientos físicos y las turbulencias de su reinado,
no debia mirar como un gran sacrificio elabando-
no de un cetro que hahia llenado su vida entera
de amargura, Amás, la antigua córte y cuantos
hahian permanecido adictos á Cárlos IV y á su es-
posa, verian con placer el trono ocupado por un
príncipe estranjero, como medio el mas seguro de
alej'lf para siem pre á Fernando, obleto de su ines-
tinguible odio.


El Emperador envió al rey y á ]a reina ]a mi-
nuta de la respuesta á la carta de su hijo. Cárlos
IV la mandó traducir en el acto, y hahié.udola fir-
mado, la remitió á Fernando. Su contenido era
el siguiente (1).


(1) Esta carta, escrita por Napoleon para sen.ir
á sus miras, se encuentra en el lIfonitor y en toddS
las colecciones de piezas oficiales de aquella época.




80
"Hijo mio: los consejos pérfidos de los hom ..


bres qne os rodean han conducido la España á una
situacioll crítica: solo el Emperador puede sal ..
varia,"


»Desde la paz de Basilea, he conocido que el
primer interés de mis pueblos era inseparable de
la conservacion de buena inteli jencia con la Fran-
cia. Ningun sacrilicio be omitido para obtener es-
ta importante mira; aun cuando la Francia se
hallaba dirijida por gobiernos efímeros, ahogué
mis inclinaciones particulares para no escuchar si-
no la política, y el bien de mis vasallos."


nCuando el Emperador hubo restablecido el
órden en Francia, se disiparon grandes sobresal·
tos, y tuve nuevos motivos para manleLerme fiel
á mi sistema de alianza. Cuando la Inglaterra de ..
claró la guerra á la Francia, logré felizmente ser
neutro, y comervar á mis pueblos 108 beneficios
de la paz. Se apoderó despue-s de cuatro fragatas
mias J y me hizo la guerra aUn antes de habérse-
la declararlo; y entonces me vi precisado á opo·
ner la fuerza á la fuerza, y las calamidades de la
guerra asaltaron á mis vasallos."


¡)La España, rodeada de costas , y que debe
una gran parle de su prosperidad á sus posesiones


Advertencia d la nota. El autor se equivoca atri.
buyendo á Napoleon la carta. Por no alterar el tes-
to 6lrijiual, y á ley de traductores, dejamos pasar
esta y otras opiuioues de qlle no participamos.




81
ultramarinas, sufrió con la guerra mas que cual-
quiera otro estado: la Ínterr upcion del comercio,
y todo!5 los estragos que acarrea, aQijieron á mis
vasallos, y ciel'to número de ellos cometió la in-
juslida de atribuirlos á mi~ ministros."


»Tuve al menO'! la felicidad de verme tran-
quilo por tierra, y libre de inquietud en cuanto á
la integridad de mis provincias, siendo el ¡lnico
de los reyes de Europa que se sostenía en medio
de las borrascas de estos últimos tiempos. Aun go-
zaria de esta t"anquilidad sin los consejos que os
han desviado del camino recto. 015/ hnbeis dejado
seducir con demasinda facilidad por el odio que
vuestra primera mujer tenia á la Francia, y ha-
heis participado incflecsivamente de sus injustos
resentimientos contra mis ministros, contra vues-
tra madre y contra mi mismo."


» Me creí obligado á recordar mis derechos de
padr~ y de rey: os hice arrestar, hallé en vuestro~
papeles la prueba de vuestro delito: pero al sea ..
bar mi carrera, reducido al dolor de ver perecer
á mi hijo en un cadalso, me dejé llevar de mi
sensibiliuad, al ver las lágrimas de vuestra madre.
No obstante, mis vasallos estaban ajitados por las
prevenciones engañosas de la faceion, de que os
ha beis declarado caudillo. Desde este instante per~
dí la tranquilidad de mi vida J Y. me vÍ precisaqo
á unir las penas que me causaban los males de
mis vasallos, á los pesares que debí á las di seo ...
siones de mi misma familia."


TOM. l. 6




82
»Se calumniaban mis ministros cerca del Em-


perador de los franceses, el cual, creyendo que
los espafloles se separaban de su alianza, y viendo
los espíritus ajitados (aun en el seno de mi fill11i-
lía), cubrió ba jo varios pretestos mis estados con
sus tropas. En cuanto estas ocuparon la ribera oe-
recha del Ebl'O, Y que mostraban tener por objeto
mantener la comunicacion con Portugal, tuve la
esperanza de que no abandonaría los sentimientos
de aprecio y de amistad que siempre me habia dis~
peusado; pero al ver que sus tropas se encamina-
ban hacia mi capital, conocí la urjencia de reunir
mi ejército cerca de mi persona, para presen-
ta,'me á mi augusto aliado corno conviene al rey
de llis Espai13s. Hubiera yo aclarado sus dudas, y
arreglado mis intereses: di órden á mis tropas de
salir de Portugal y de Madl'ir.l , y las reuni sobre
varios puntos de mi Monarquía, no para abando-
nar á mis vasallos, sino para sostener dignamente
]a gloria del trono. Adema .. , mi larga esperiencia
me dJba á conocer que el Emperador de los fran-
ceses podia muy bien tener algun deseo conforme
á sus intereses, y á la política del vasto sistema
del continente, pero que estuviese en contradic-
cion con los intereses de mi casa. ¿ Cual ha sido
en estas circunstancias vuestra conducta? El haber
introducido el desórden en mi palacio, y amoti-
nado el cuerpo de guardiar. de corps contra mi
persona. Vuestro padre ha sido vuestro prisione.
ro: mi primer ministro, que habia JO criado y




83
adoptado en mi ["milia; cubierto de sangre, fue
conducido de un calabozo á ofro. HaLeis desdo·
rado mis canas, y Iris ha beis despojRdo de una co·
rona poseicla C\H1 gloria per mis padres, y que ha-
bia conservrldo sín mancha. Os Iwbeis sentado so-
bre mi trono, y os pusisteis á la disposicion del
pueblo de Madrid y de tropus cstranjeras que en
aquel momento entraban."


» Ya la cOllspiracion del Esccrial habia obteni.
do sus miras: los actos de mi administracion eran
el objeto del desprecio público. Anciano y agovía.
do de enfermedades, no he pedido sobrellevar es-
ta nueva desgracia. He recurrido al Emperador de
los franceses, no como un rey al frenle de sus
tropas, yen medio de la pompa del trono, sino
como un rey infeliz y ahandonado. He hallado
proleccion y refujio en sus reales: le debo la vi.
da; la de la reina, y la de mi primer ministl'O.
'He venido en fin hasta Bayona , y ha beis conduci-
do este negocio de manera que todo depende de
la mediacioll de este gran príncIpe."


llEt pensar en recurrir á ajitaciones popul2res,
es arruinar la España y conducir á las catáslrofes
mas horrorosas á. vos, á mi reino, á mis vasallos
y mi familia. Mi corazon se ha l11anife~tado abier-
tamente al Emperador: conoce todos los ultrajes
que he recibido, y las violencias que se níe han
hecho, me ha declarado que no os, reconocerá ja-
mas por rey.J y que el enemigo de su padre no po-
drá inspirar confianza á los estraüos. Me ha mos- ~.




84
trado ademas cartas de vuestra mano, que hacen
ver claranwnte vuestro oLlio á 'Ia Francia."


>lEn esta situacion, mis derechos son claros,
. y mucho mas mis deberes. N o derramar la san-
gre de mis vasallos ~ no hacer nada al fin de mi
carrera que pueda acarrear asolamiento é incendio
á la España, reduciéndola á la mas horrible mi-
seria. Ciertamente que si fiel á vuestras primeras
obligaciones y á los sentimientos de la naturlileza,
hubierais desechado los conspjos pérfidos, y que
constantemente sentado á mi lado para mi defensa,
huhierais.esperado el curso regular de la natura-
leza, que deLia señalar vuestro puesto dentro de
pocos arJOs, hubiera yo podido conciliar la políti-
ca y el interes de España con el de todos. Sin du-
da hace seis meses que las circunstancias han sido
críticas; pero por mas que lo hayan sido) aun hu-
biera obtenido de las disposiciones de mis vaga-o
lIos, de los débiles medios que aun tenia, y de la
fuerza moral que huhiera adquirido presentándo-
me dignamente al encuentro de mi aliado, á quien
nun~a diera motivo alguno de queia, un arreglo
que hubiera conciliado los intereses de mis vasa·
lIos Con los de mi familia. Empero arrancándome
la corona, habeis desecho la vuestra, quitándola
cuanto tenia de augusta y la hacia sagrada á todo
el mundo."


» Vuestra conducta conmigo J vuestras cartas
interceptadas ~ han puesto una barrera de bronce
entre vos y el trono de España; y no es de vues-




85
tro interes ni el de la pátria el que pretendais rei,,:,
nar. Guardaos de encender un fuego que causaria
inevitablemente vuestra ruina completa, y la des-
gracia oe España."


nYo soy rey por el derecho de mis padres: mi
abdicacioll es el resultado de la fuerza y de la vio-
lencia, no tengo pues nada que recibir de vos,
ni menos puedo consentir ninguna reunion en juu-
ta: nueva y necia 5ujestiou de tos hombres sin
esperiellcia que os acompaf.an."


llHe reinado para la felicidad de mis vasallos,
y no quiero dejarles la guerra civil, los motines,
las juntas populares y la revoluciono Todo debe
hacerse para el pueblo, y uada por él: 01 vidar es-
ta m>Ícsima es hacerse cómplice de toJos los deli.
tos que le son consiguientes. Me he sacrificado to-
da mi vida por mi.s pueblos; y en la edad á que
lle llegado no haré nada que esté en oposicion con
su relijion , su tranquilidad y su dicha. He reinado
para' ellos; olvidaré Lodos mis sacrificios: y cuan-
do en fin esté seguro que la relijion de España, la.
integridad de sus provincias, su independencia y
sus privileiios serán conservados, ha ¡aré al sepul-
cro , perdonándoos la amargura de mis últimos
años."


»Dado en Bayona , en el palacio imperial lla-
mado del gohierno á 2 de mayo de 1808.-Cárlos."


Esta carta sembró la consternacion entre los
amigos de Fernando J y al punto que conocie.
ron el verdadero orÍien de donde habia dimana-




86
do, perdieron enteramente las esperanzas que has-
la entonces habian alimentado. No obstante, Es-
coiquiz redactó una larga respuesta que firmó Fer-
nando: diri jíase á refutar uua por una las acusa-
cion{'s contenidas contra el príncipe heredero, y
á renovar la proposicion de abJicar en favor de su
padre, y de admillistral' el reiuo en su nomure, si
S. M. se negaba á tomar otrd vez las riendas del
gobierno. Concluia esta respuesta eOIl dos obser-
vaciones muy notables, y espresaJas en los tér-
minos mas enérjicos. La primera se refería á la
residencia de Cárlos IV en la Península, y la se-
gunJa al proyecto que eviuentemente habian con-
cebido de despojal' del trono la familia á que per-
tenecia > para sentar en su silla á un príncipe de
]a casa de Napoleon. Fernando declaraba que nun-
ca suscribiria á semejante medida sin la aprobacion
de todos los que tenia n dere~hos á la corona, y el
consentimiento solemne de la nacion espaüola,
reprt!sentada por sus diputados. (Apéndice DlIme-
ro 9.)


Mientras que las negociacione'l seguian su cur-
so en Bayona, sobrevenian en Madrid aconteci-
mientos, cuyas consecuencias no debian ser de
menor importancia. Desde la revolucion de Arau-
juez el pueblo de la capital continuaba tomando
una parte activa en los negocios públicos: las es-
peranzas que habian inspirado el arresto del prín-
cipe de la Paz, la procsimidad de las tropas fran·
cesas, y la clevacion de Fernando al trono) ha.




87
híanse disipado con la proteccion concedida por
los franceses al favorito, con su conducta equívo-
ca, y principalmente con el viaje de Bayona, que
J13bia orijinauo serios y bien fundados temores. La
junta de gobierno vió pOI' otra parte Con indigna-
cion ~ que el duque de Berg queria que recono-
ciese á Cárlos IV por rey, y (lue sus soldados
se conducian mas bien como enemigos que co-
mo aliados. Conoció por las primeras noticias que
recibió de Bayona, que todo debia temuse dé
parte de un hombre ambicioso, que habia violado
descaradamente las leyes de las naciones y las re-
glas de la rrobidad mas comuo. Por lo tanto,
resolvió consultar á Fernaudo soLre la cOl1Llucta
que Jebia observar en tan difíciles circunstancias.
Impulsada por tales miras, envió á Bayona á dos
personas de su entera confianza, el mariscal de
campo don José Zdyas 'i don Evaristo Perez de
Castro, para que recibiesen las órdenes de Fer-
nando sobre tres puntos importantes. La junta pe-
dja: primero, que S. M. la autorizase par.a dele-
gar sus poderes á una ó mas personas sacadas de
su seno, ó de fuera de él: segundo ... que decidie-
se si debian ó no comenzar las hostilidades contra
la Francia: tercero, y que si quería que se convo-
caren córtes. El rey encargó la respuesta al jene-
ral Palafox, reducida, á que estando privado de li-
hertad ,y no pudiendo ejercer en persona su po-
der) autorizaba á la junta. de la manera mas so·
l!3mne, na solo para obrar en cuerpo J sino tam-




88
hien para transferir sus facultades á uno ó mas in-
dividuos que la representasen, á relirarse al pun ..
to que creyese conveniente, y en fin á desempe.
ñar en nombre del monarca todas las funciones
de la soberanía. Deseába que principiasen las hos-
tilidades lan luego como fuese internado S. 1\1. en
F,'ancia por órden del Emperador, hecho á que
únicamente se sujetaría obligado por la fuerza, En
tal caso, ordenaba que la junta emplease todos
los medios que estuviesen á su disposicion para
impedir la entrada de nuevas tropas en la Penín-
sula. Al propio tiempo, Fernando dió un decreto
dirijido al consejo de Castilla, por el que le aulo-
rizaba para convocar las córles en el sitio que le
pareciese mas á propó"ito, y recomendaba que
Una vez reunidas, se ocupasen de las medidas ne-
cesarias para la defensa del reino, despues de lo
cual podl'ian continuar en sesíon para arreglar los
demas negocios que sobreviniesen.


Semejantes prevenciones llegaron demasiado
tarde 'o porque en el entretanto el príncipe Murat,
gran duc¡ue de Berg , habia resuelto "'poderarse de
la autoridad que hasta entonces habia ejercido la
junta. El primero de rnayo el príncipe Murat es-
cribió al infante D, Antonio, diciéndole que toma-
se las medidas necesarias para que el infante DOR
Francisco y la reina de Etruria partiesen al dia si.
guienteáBayona,á donde los llamaba el Emperador.
Las tropas (,'aneesas hicieron a 1 propio tiempo al.
gunos movimientos 'lue denotaba.u la resolucion de




89
apoyar con la fuerza una medida que estaba en opo-
sicion directa con los sentimientos oel pueblo rna·
drileilo. Los habitantes se reunieron al otro dia en
número muy grande en la plaza de palacio para
presenciar la partida de los augustos personajes. La
reina de Etruria subió en el coche y atravesó la in-
mensa muchedumbre sin encontrar obstáculo al-
guno; mas á la vista del infante D. Francisco el
pueblo no pudo contenerse por mas tiempo y elr
meozó á dar señales no equivocas de su ajitacion.
Varios hombres atrevidos se acercaron al coche y
cortaron los tirantes de los cahallos; las tropas
francesas que componian la escolta hicieron fuego
al pueblo, y al momento se levantó en masa la vi-
1Ia de Madrid. Perecieron algunos franceses en las
calles, como igualmente muchos españoles asesi-
nados por 10& invasores, y un uúmero mucho ma-
yor rué fusilado en el Prado, donde los soldados
imperiales conducian á cuantos encontraban dis-
parando sin cesar contra ellos (1).


Tales sucesos precursores de un sistema de vio-


( 1) Las consecuencias del combate que se di6 el2
de mayo en las calles de Madrid, han sido en estremo
ecsajeradas. El consejo de Castilla en su proclama no
cuenta por parte de los españoles sino ciento y cua-
tro muel'toi y cjncuellta y cuatro heridos; mientras
que los franceses perdieron mas de quinientos hombres.
Sin duda no fueron estos los l{ue provocaron tan san-
sricntas escenas que dierau la señ¡! á la guerra.




90
lencia y de despotismo, esparcieron en un instante
por tl)da España el horror á Jos franceses y ]a reso-
lucion de declararles una guerra de" 'eslermmio. El
duque de Berg publicó un decreto en el que se pro-
clamaba presidente de la junta en virtud de las fa-
cultades que le habia concedido C<Írlos IV , único
rey lejítimo de Espaitélj y los consejos y las <lemas
autoridades de la capital se sometieron á su de-
creto.


La ecsasperacion era profunda y jenera} entre
los habitantes de Madrid que algunas veces la ma-
nifestaban con sus murmullos, aunque otras les im-
pusiese silencio el terror que inspiraba el ejército
eSlranjero prepa¡'ado siempre para ejecutar cou vio-
lencia las órdenes de su gefe. Reti¡';Íronse á las pro-
vincias un sinnúmero de personas llev!llldoconsigo
y derramando por los pueblos el espíritu de ven-
ganza y la es,lItacion del patriotismo que habia en
sus pechos. El clero que preveia su ruina si los im-
periales gobernaban un dia la Península, unió su
causa á la de la nacion; el ejército aunque disper-
so se puso en movimiento, y en la juventud del
pais rebosaron el ardor y la indignacion. La rela-
lacion de la autoridad producida por la violencia
ejercida contra los jefes del Estado comunicó nue-
va fuerza á las pasiones, y dió á conocer al pueblo
sus fuerzas y su importancia. Todo anunciaba la
procsimidad de una de las grandes crisis que reje-
neran ó destruyen los reinos, que los encumbren
al pináculo de la gloria y de la inuependencia ,Ó




91
que ]os sumerjen en el abismo de la esclavitud y
del oprobio.


Aunque Napoleon no preveyó la enerjia que de·
hia resultar de tantos elementos de resistencia, es·
peraba sin embargo eneontrar algunas dificultades,
y para vencerlas resol vió , enll:lzando los intereses
de su dinastia con los del pueblo en que pretendia
reinar, hacer cesal' la incertidumbre de los espí-
ritus y revestir de formas legales la mas violenta é
inicua de las u'1I1rpaciones.


Con este objeto concluyóse en BayoDa una con-
vencion e\ 5 de mayo entre Napo\eol1, representa-
do por el general Duroc, por una parte, y por
otra C~rlos IV, á quien representó el príncipe de
la Paz. Por este tratrldo Cál'los IV cedía al Empe.
rador toJos sus derechos al trono de España y de
las Indias, con la conuicion de mantener la inte-
grida-l del reino, y de que la relijion católica si-
guiese siendo la relijioll dominante del pais. Ann-
lábanse las medidas tomadas contra los españoles
que habían contribuido á la revolucion de Aran-
juez: se concedía un asilo á Cárlos IV, á su esposa
Maria Luisa, á su familia, al príncipe de la Paz, y
á las demas per,sonas de su servidumbre, Cárlos de-
bía durante su vida poseer el palacio de Compieg-
ne, y gozal' de una renta anual de treinta millones
de reales, inscrita en la lista civil: En caso de so-
brevivirle la reina debia cobrar durante el tiem.
po de su viudez dos millones de reales; señalábase
igualmente á los infantes una suma de cuatrocientos




92
mil francos por año, cediendo á Cárlos el palacio
de Chambord.


Ndpoleon propuso los articules de este tratado,
y el rey Cárlos, MarÍa I~uisa , Godoy, y los demas
individuos de la corte los aceptaron sin repugnan-
cia, sin discusion, y sin la menor enmienda ni mu-
danza alguna en sus cláusulas. Mas mientras se lIeua-
ban las formalidades necesarias para la aprobacion
del tratado, llegó á Bayona la noticia de los suce-
sos ocurridos en Madrid el 2 de mayo. No es facil
describir el efecto que produjo en los diferentes
personajes que ocupaban entonces aquel recinto .. y
en los distintos partidos políticos que habia orijina-
do la mal'cha de los negocios públicos. El Empera-
dor sintió sus tropas amenazadas, el preslijio de su
nombre destruido, y vió nacer terribles dudas so-
hre el écsilo de una empresa que miraba ya como
la base principal de su política. Cárlos y su corte
conocieron, aunque tarde, el inmenso partido con
que contaba Fernando.


Conociendo por esperiencia el caracter espa-
ñol, su tenacidad y su horror á un yugo estranje-
ro, y sabiendo por otra parte los recursos de que
podia echar mano la nacion, temieron una guer-
ra cruel é interminable. Fernando y sus amigos
confesaron la enorme falta que habian cometido,
y las ventajas que hubieran podido sacar de un
pais que. acababa de despertarse de su estupor,
y que parecia dispuesta á recobrar la antigua
enerjía.




93
Napoleon pasó al alojamiento de C~rlos para


comunicarle la noticia que acababa de recibir y
acelerar el fin de las negociaciones comenzadas,
para que su hermano pudiese parLir sin dilaciones
á sentarse en el trono español, y destruir de es-
te moclo para siempre las esperanzas de los que ha-
bian tomado las armas por Fernando. Cárlos lla-
mó en el mismo acto á su hijo, y en presencia
del Emperador y de la reina le dió en rostro amar-
gamente con los infortunios que su precipitado
proceder babia ocasionado;' díJole que era el único
responsable de la sangre que fe habia vertido, y
de la que en adelante se derramase en lucha tan
desigual. Concluyó mandándole en el tono mas
absoluto, que le enviase enseguida su ahdicacion
pura y simple bajo pena de ser tratado como un
conspirador.


Fernando, confuso y ajitado no respondió sino
con frases que nada significaban y se retiró al mo-
mento: no tardó en escl,¡bir al Emperador trasmi-
tiéndole copia de una carta que se proponía dirijir al
dia siguiente á su padi'e , en la que le declaraba que
abdicaba la corona. Suplicaba tambien á S. M. I.
que le tomase ha jo su proteccion ... como jgual mente
á su hermano D. Cárlos, y proveyese á su seguri-
dad personal y á la conservacion de las propieda-
des de los que le habian acompañado en su viaje.
La carta de abdicacion se reducia á corlas ]ineas:
renunciaba la real diadema en favor de su padre
para darle esta nueva prueba de su afecto, de su




94
obediencia y de su sumision , y recomendaba á su
indul ¡encia á los que le hahian servido desde el 19
de marzo. Fernando envió Ulla copia de la carla á
su lio D. Antonio, creyéndole todavía presidente
de la junta de Madrid; y revocaba despues los po.
aeres que le habia dado antes de su salida de la ca.
pilal de la monal'quía, ordenándole que se some·
liese á las órdenes de su padre, y recomendando á
la nacion que le obedecicl'e así como al Emperador
Napoleon, cuyo poder y amistad podian solos man-
tener la independencia de la Península y la ir,te-
gridad de su territorio. Terminaba advirtiendo á la
nacion que viviese alerta contra los lazos de mees·
tras eternos enemigos, (l0S ingleses) evitando la
efusion de sangre, y finalmente libertándose de los
males que el estado actual de las cosas le acarrea-
ría si cont.inuaba en dejarse guiar por el espirilu de
revolucion y de discordia.


Despues de los bechos ('eferidos; Cárlos publicó
una proclama en Bayona con fl'clla de 8 de mayo,
diri¡ida á la nacion española: decia en ella que en
las circunstancias estraordinarias en que se encon·
traba, queria dal" una nueva prl1eba de afecto á sus
pueblos, cediendo todos sus dtrechos á la corona
de ambos mundos en favor de su augusto amigo el
Emperador de los franceses, y encargándoles que
se uniesen estl'echameule con aquel monarca, y so-
bre todo que evitasen los desóruenes y ]a rebelion.
El anciano monarca habia perdido casi del todo sus
fuerzas cuando firmó esta proclama, porque los




95
acontecimientos estraonlinarios de los meses ante-
riores hahian camado una impresion funesla en su
salud. Su esterior manifestaba c1arameute el aba-
timiento y las angnstias del espíritu: María Lui-
sa por el contrario parecia rejuvenecida en aqupllos
días. Cercábanla de conLÍnuo sus cortesanos, y se
adornaba con el mayor cuidado colmando de mues-
tras de atencion y de consideraciones al príncipe
de la Paz, como si quisiese recompensarIe de sus
Jladecimienlos en Aranjuez y resarcirle del odio
que le profesaba la .nacion entera.


Algunos dias despues el Emperador de los fran.
ceses y Fernando concluyeron un tratado que fir-
maron el general Duroc y el canónigo Escoiquiz.
ESlipu!ábase allí que el príncipe de Asturías con-
fil'maria la cesion hecha al Emperador por el rey
Cárlos de sus derechos á la corona de Espaila y de
las Indias, y que Fernando renunciaria por su par-
te los derechos que reunía á dichas diademas en
calidad de príncipe de Asturias: El EmperaJor le
otorgaba el tÍlulo de alteza real, con el tratamien-
to y las prerogativas de que gozaban los príncipes
de su rango, y á sus descendientes los de príncipe
y alteza serenísima. Conccdia y daba en propiedad
á Fernando y sus descemlientes los palacios, par-
ques, bosques y dominios de Navarra, para que
pasasen á falta de hijos sucesivamente á las fami-
lias de los infantes D. Cárlos , D, Francisco y Don
Antonio, y les señalaba aJemas una peusion anual
de cuatrocientos mil francos, con las mismas con ..




96
diciones de sucesion, y á laque añadia una renta
eventual de seiscientos mil francos. Losldemas ar ..
tÍculos ordenaban el rango, los bonores y el trata-
miento de los señores infantes, etc. (1).


(1) Diez y seis años han trascurido, cuando esto se
'escribe, desde que acontecieron los memorables suces(lS
de Bayona, y está ya p.'onullciado el juicio sobre la
conducta de Napoleon. El mismo Emperador ha consig.
nado en el diario de sa'1la Elena ulla especie de manifies.
to justificativo. Habia sacado freCllenteilJente partido de
la credulidad de la masa de los hombre~j y parecia con_
tar aun con ella; mas 108 tiempos erall distintos y el
prestijio se hahia desnnecido. COlllaremos para que los
ecsaminen nuestros lectores algullo! trozos de este sin-
f;ular discurso: nuestras observaciunes serán ~ortas, 1
quizás innecesariu.


Habla el Emperador.
"Me abrumaron entonces Con cargos que no merecía:


la historia me defenderá. Me acusaron en este negocio
de perfidia, de asechanzas y de mala fé, etc, y todG
era falso. Nunca, aunque lo haJan dicho, falté á la fé,
lli violé palabras dadas, muchG mas á Espai'la que á
otra potencia alguna.


"Algun dia se sabrá con certidumhre que en los
grandes negocios de España permanecí entHamente es.
t.'año á las intrigas interiores de su corte; que no falté á
]a palabra, ni á Cárlos IV, ni á Fernando VII j que no
quebranté empeño alguno ni con el padre ni con el hi.
jo: que no empleé la mentira para atraerlos á Bayona,
sino que ambos corrieron á aq uella ciudad en solicitud
y acecho el uno del otro. Cuando los ví á mis plantas,
cuando pude juzgar pGr mi mismo de su incapacidad,




97
Fernando y su hermano D. Cárlos que no se


habian separado desde su encuentro en Bayona,
como igualmente su tio D. Antonio que 30ababa de
llegar de Madrid, permanecieron estrechamente
unidos, y obtuvieron de Napoleon la promesa de
que nunca se separal'ian. Los tres mencionados per-
sonajes se hallaban tan profundamente convenci-
dos de la imposibilidad de volver á entrar en Es"


me compadecí de la suerte de ona nacion numerosa, y
así de los cabellfls la ocasioll 'única que me present:'!ha
la fortuna de rejenerar la España, arrebatar su in{iuen-
cia á la Inglaterra, y uuirla ílltilllameute á nuestro sis_
tema. A mi modo de ver, esto era pOllel' ulla tle Ids bases
fundamentales al reposo y á la segul'Ítbd de Europa.
M¡¡s léjos de emplear ignobles y miserables rodeos, co ..
mo ~e ha dicho, si falté, rué al contrario por una osada
frallqueza y un esceso de enerjía. Rayana no sirvió de
teatro á ulla alevosía, sino á un golpe de Estado ......
(Memorial de santa Elena en 1:l°, tomo 4', pá~. 237).


Los proyectos de N apoleon fechaban de antiguo, y
el mismo Emperador lo confiesa en su conversacion
con Escoiquiz ~ y por otra parte todo lo demuestra. La
proclama llel príncipe de la Paz durante la guerra de
Prusia, le habia probado, decia ,que los BorbOlles de
Espacia serian siempre sus enemigos encubiertos. En
virtud del conveniode FOlltainehlean habia enviado tro_
pas á España si" ocuparsp. de la ejecucioll de otros ar-
tículos del tratado: parte del ejército ('~pañol habia si-
do ellviado á Alemania, y habia tomado medidas para
asegul'arse de sus intelijencias en América. Todo en fin
probaba la IlrclDeditacion mas fria y mas calculada. Y


TOM. 1. 7




98
paña , yde la falta de enerjía y de luces en el go-
bierno de su patria, que se conformaron con su
suerte con Ulla facilidad y una presteza admirables.
En todas sU~ conversaciones, sea entre sí ~ sea con
los que los rodeaban, y con algunos espailoles de
distincion que se encontraban á la sazon en Bayo-
na, manifestaron la buena fé mas perfecta, una
sincera admiracion por el Emperador de los fran~
ceses, y la mas ciega confianza en su apoyo y en


no IJ'abia ni pe1'6dia ni aserbanzas! Y el viaje de Sava-
r)" á Madrid ~'sns protestas en nombre de Napoleon, de
reconocer pOI' rey á Fernando: la fuerza indirecta y las
falacias empleadas para ~lacerle llegar á BaJona: las
amenazas de qtle se valiel'on enseguida para obtener la
;¡bdicacion forzada de Fernando: la violencia hecha al
duque del Infantado para obligarle á reconocer al rey
José en lIombre de los grallJes de España, ¿qué son?
Estos hechos y otros muchos que no admiten dudas, nos
dan derecho para afirmar que hubo perfidia y ase-
chanzas.


El Emperado~ pretende que todo pasó amigable_
mente, y en seguida 1105 dice: "EI príncipe de Asto-
ri:¡s 110 resistió de una manera estraordinaria sin que
se empleasen contra su persona ni la v iolencia ni las
amenazas: y si el miedo le decidió, como creo, á él de.
be'darse la culpa,"


En resl,Ímen, M. de Las Cases pOlle en boca de N a-
poleon: "Me atreví á descargar el golpe desde las nu.
bes: quise obrar como la ProvidenciJ."


É'I enemigo mas encarnizado del Emperador no hu.
biera escrito con mas acierto su acusacion.




99
sus promesas. Mostraban al propio tiempo una tran-
quilidad y una fuerza de alma, que en otros )wm-
bre~ hubieran podido atribuirse al esfuerzo mas su-
blime de fa razon y de la filosofía.


Hechos pusitivos y nOlorios no dejan duda so-
bre esta disposicion del espíritu de Fernando: pa-
ra preveer las consecuencias de las órdenes secre-
tas que habia dado á la junta, y cuyo cont6llido
era enteramente opuesto á Jos tratados que acaba-
ba de firmar, despachó en secreto á D. Eval'isto
Pcrez de Castro para que las revocase. Encargaha
á los individuos de la junta, que se sometieran al
nuevo estado de cosas que se. pl'cpan,ba , que no
continuasen en una resistencia inútil y que debia
tener funestos resultados. Envió lamblen á Aragon
al marqués de Lazan para que Se avistase con su
hermano D. José Palafox, y le il'dujese á romper
las medidas que habia adoptado para sublevar la
provincia aragonesa contra los franceses. Ambas
mii>iones produjeron efedos muy distintos: la jun ..
ta pres:Jida por el duque de Berg , ce(lió á las cir-
cunstancias, y convirtióse en instrumento dócil de
las miras políticas del Emperador. P<tlafox por el
contrario no abandonó sus noble:; designios; .Y el
impulso y entusiasmo que comunicó á los aragone-
ses se malli restó COIl el tiem po en la heróica df!-
rensa de Zaragoza, que la historia ha colocado al
lado de las mas brillantes hazañas de los tiempos
antiguos y modernos.


El II de mayo) Fernando y los dos infanles,




fOO
acompañados de una comitiva poco numerosa,
compuesta mas bien de amigos ínlirnos que de cor-
tesanos, tomaron el camino de Valenct'y , y aJo-
jál'onse en una casa de campo magnilica, perlene-
ciente al príncipe de Talleyrand, que solicitó el
honor de dar alojamiento á tan iluslres persona-
jes (1).


Al dia siguiente detuviéronse en Burdeos, y los
príncipes aprovecharon este momento para hacer
un nuevo eEfuerzo con el fin de asegurar la tran-
quilidad de España.


Guiados por tales intentos, publicaron Una pro-
clama, en la que declaraban que llenos de reco-
nocimiento á la fidelidad y al afecto que el pue-
hlo espaiiol les habia testificado, veían con el mas
profundo pesar á la nacion prócsima á precipitar-
se en el desórden, y amenazada por los mayores
infortunios. Constábales, segun decian, que tales
desgracias nacerian de la ignorancia en que estaba
ei pueblo de los motivos que habian impulsado á
sus altezas reales y serenísimas para obrar como
]Hlhian obrado, y de los proyectos que se habian
trazado ya para la feli<::iJad de lús españoles. l)or
esta razon miraban como un deber sagrado dar-
les saludables consejos para remover cuantos obs-
táculos pudiesen oponerse á su ejecucion. Sus al.


(1) Nota de la edicion francesa. Es falso que lo so-
licitase el príncipe de Talleyrand.




101
tezas reales 'y serenísimas haLiánse visto en la ne-
cesidad de elejir entre varias medidas la que me-
nos males produjese, es decir, el via je á Bayona.
Fel'llando despues de su llegada á esta ciudad, ha-
hia sabido que su padre protestaba contra la ahdi.
cacion de Ar,mjuez : su respeto filial le habia indu-
cido á restituir el cetro al rey Cárlos, quien lo
habiapuesto en manos del Emperador de los fran-
c~ses, para que S, M. I. alendiendo al interés de
la nacion española, nombrase una persona que lo
empuñase. En este estado de los negocios, sus al-
tezas ['eales y &'erenísimas consideraban las tentati-
vas hechas por el pueblo ibero) no solo como inú-
tiJes, sino tambien como injuriosas, t.endiendo á
la efusíon de sangre y á la pérdida segura de va·
rias provincias de la Península, como tambien á
la emancipacion de las colonias de ult.'arnar. El
medio menos dudoso qne habian encontrado sus
allezas reales y serenísimas de evitar tamaüos in ..
fortunios I era suscribir á la renuncia que habia he--
cho Cárlos IV de sus derechos al trono de España;
porque en este caso el Emperador de los franceses
~e hallaba obligado á sostener la independencia ah-
solqta de la Penlnsula , y la integridad del reino y
de sus colonias. VerÍase igualmente precisado á
mantener la unidad de la relijion católica, las pro-
pieJaJes ~ las leyes y las c oslumbres del pais. Sus
;lltezas reales y serenísimas habian sacrificado al
hien ¡eueral sus intereses personales, consintiendo
f.!ll e~t~ c€siou sin reslriccion alguna. Redimían t\




102
los españoles de cuanlas obligaciones habian Con-
traido con sus altezas, y los ecsortaban á que se ocu-
pasen úuicamel1te de los intereses jenerales de su
patria, perlllaneciellllo sumisos y aguardando el
complelllPnto de su ventura, de la sabiduría y del
poder del EmpErador Napoleon. Concluían decla-
rando que los españoles uo podian dar una pl'Ueba
mayor de fidelidad á sus altezas, que el someterse
á los referidos triltados, ya que los infantes les ha-
bían lIado el testimonio mas auténtico de su afcclo
paternal haciendo el sacrificio de sus derechos y de
sus intereses personales á la felicidad de su pais.
Con motivo de su renuncia el duque del Infantado
en un discurso d~ ceremonia reconoció al rey Jo-
sé 1 en nombre de los grandes de España (1).


(1) El duque del Infantado pas6 su primera juven.
tud en Francia, y ell 1793 levantó un rejimieuto á sus
espe lisas y sirvió en Cata'uüa. Declaróse desdo el prin 4
cipio contra Godoy, y fué uno de los apoyos del pal'li-
do de Fernando. En Rayana vióse obligado á pronun_
ciar en nombre de los grandes de España un discurso
que debia C<llltener el reconocimiento forrnal del rey
José, y el duque procuró eludir el compromiso 110 pro.
nUllcialldo, sino frases insignificalltes. El Emperador que
no realizaba sus proyectos con palabras, 110 se conten-
taba con arengas llenas de ternura y de esperallza, y así
acalorado se encolerizó contra el duque: del lIalon in-
mediato se oían distintamente todas sus palabras: "No
es peromitido terjiversar, caballero; ó reconocer franca-
mente ó rehusar del luismo modo el reconocimiento.




103
Fernando y su .comitiva llegaron á Valencey


el 18 de mayo, y el príncipe y la princesa de Be.
navento los recibieron al apearse del coche y los
introdujeron en el palacio, que desde aquel dia se
convirtió en una especie de plaza fuerte, guardada
pOI' una gua.rnicion numerosa y mandada por un
jefe militar. Los príncipes desde el mQmento de
su llegada conocieron que no se ejecutaría muy fiel~
mente el tratado de Bayolla; que el palacio que
habitahan seria en adelante su lUorada; y que sola~
mente serian considerados como simples indivi·
duos, y alejados para siempre de los r..egocios púo


¿Quiere usted regresar á España y poner~e á la caheza
de los sublevados! Doy á usted mi palabra de que lIe-
!;ará con seguridad: pero no lo niego, usted hará d"e
modo que será fusilado dentro de ocho dias ; .•.• no , ....
delltro de veinte y cuatro horas." El duque ño parecia
seducido por la oferta del sal va- conducto, y habiendo
vuelto Napoleon á la carga triunfó, y plegóse el duque
á su voluntad. De aquí resultó el discllrso que se en-
cuentra en el Monitor de 18 de junio de 1808. (Péase
la obra de M" de Prald.) Aceptó d mando de un rejí.
miento de la guardia real del rey José, mas luego que
"eut;¡;{l en E.paña se unió á los patriotas, y N apoleon le
lli;¡;o condenar á muelte por contumaz. Mandó una di-
visioll del ejército y solo esperímentó reveses: enviá·
ronle á Londres en calidad de embajador, y mas tarde
fué nombrado presidente del consejo de rejencia.Fué
"uno de los primeros que abandonaron 'las cortes, y en
"181~ lIeuaha las altas funciones de presidente del COII-
.. \*~ ~e C"atilla.




104
blicos. Con este convencimiento adopt~ron un lé·
nero de vida conforme con sqs inclinaciones y su
"ituacion actual. Los neberes reliiiosos ocupílbilll
una gl'an parle de la mañílna; la lectura, el p¡.¡.
seo, las conversaciones con algunos habitantes de
Jos contornos, el teatro y otras diversio,nes llena-
b¡Ul el resto del dia.


Poco tiempo despues de Su llegada, Fernando
)a participó al Emperador en una carta lll!1y res·
petuosa: escribióle otra vez pasados algunos di¡1s"
fe\icit~lldole en S~l nombre y en el de su hernla-
no y de su tia por la instalacion del rey José en el
trono de las Españas. Era imposible, segun decia",
babel' colocado al r('ente de esta nacion un fiW·
narCa á quien sus virtudes hiciesen mas propio pa..,
ra labrar 1;1 dicha de sus dignos ciudadanos. Fcro-
naudo añildia que deseaba ardientemente verse han.
rado con la amistad de aquel príncipe, y suplica-
ba á S. M. 1. que le comunicase su carta. Los que
componian la cOHlitiva de Fernando escribierOll el
¡niSQ10 dia al rey José, diciéndole que l¡l voz pn-
hIica les habla revelado su asceQso al sólío español;
y que deseando someterse á las leyes de su país, y
considerando como un deber sagrado el confor-
marse con el sistema adoptado por la pílciop, se
apr~surahan á presentar á S. M. el homenaje de S\1
adhesioQ y de su respeto. Ofrecia~l servirleCQnél
núsmo cela que, al gobierno anl¡::rior~ y le rogapan
que les pernlltles~ pennallecer al ludd de los prin-
cipes, á cuyo servicio habillll estucio hasta cnton-




105
ces, sin perder por eso el caracler de fieles va~
sallos de S M. C. , prontos á obedecer á sus me-
nores mandatos. Regocijábanse al ver la nacion es-
pailoJa en vísperas de ser feli~ para siempre bajo
Jas leyes de un mOnarca tan justo, tan humano y
tan grande en todos conceptos: concluían dirijicn-
do á Dios los mas fervientes ruegos por el cum-
plimiento de sus esperanzas y la conservacion de
S. M. durante Una larga serie de años (1) .


. Napoleon respondió á la carta de Fernando, y
entrÓ en algunos pormenores sobre su nueva situá ..
cion baio el punto de vista económico. Mucho li.
sonjeó al príncipe semejante eorrespondeneia, y así
es que no olvidó ninguna ocasían de cOl1tinuarla,
y que {Jenó sus cartas de las espresiones de su ad.
miracion , de su entusiasmo y de su afecto. El 23
de julio de 1809 pidió al Emperador permiso pa ..
fa correr á su encuentro cuando regresase de Ita ...
lia , para lener de este modo la satisface ion de re-
novar personalmente sus homenajes. EI6 deagos-
lo del misplo año 1809 le felicitó en los térmi.
nos mas respetuosos por las victorias con que la
Providencia coronaba sus armas; y el 21 de agos-
to de 1810 despues de haber dado gracias al Ero-
peradOl'cornO un hijo recoQocido por los beneij-


.. (1) Titulábase este documente: Acta de opedienr:ia
y jurarnento d.e .fidelidad tll rey Jostf l' de los señores
duques (Iesau Cárlos, D. Juan Escoiquiz, el ma~(lués
'de Ayerhe', D~ Pedro Macanaz y utros.




106
cios de que le habia colmado, le aseguró que su
conducta no desmentiria nunca sus sentimientos, y
que jamás faltaria á la ciega obediencia que debia
á la voluntad y á la., órdenes del monarca que em-
puñaba el cetro de las Tullerías. (Apéndice núme-
ro 10). .


De hecho , su conducta parecia en un todo
~onforme con su lenguaje; y lejos de atestiguar al·
gun pesar por la pérdida de un trono tan glorioso
comO .el de España, y de conservar la mas leH es·
peranza de recohrarlo un dia , manifestaba en sus
acciones que habia renunciado completamente á
ellas; que se sometia á los decretos de la Provi-
dencia, y que habia tomado el ¡eneroso acuerdo
de sacrifica" sus intereses person¿¡les á la ventura
y á la gloria nacional. Esta ti anquilidad de espí-
ritu ejerció suma influencia sobre todos sus actos,
y jamás habia disfrutado dias tan serenos, ni nun-
ca habia vivido mas libre de las pasiones y de los
digustosque le habian perseguido tantos años; y
su alrnadesembaraZélda de los pesares pasados y de
los temores futuros, se entregó toda enlera al ejér-
cicio de la beneficencia. Los pobres del departa-
melllo estaban seguros de encontrar en Valencey
c<;lnsuelo á sus padecimientos. La anécdota siguien-
te prueba que Fernando habia adquirido cierta ele-
vacion de ánimo, que rara vez se encuentra en las
personas que han esperimentado grandes infortu-
~lios y un cambio tan repentino de s.ituacion.


Al pasar por Vitoria , Fernando recibió. en el




107
número de sus criados á un sugeto llamado Ame";'
zaga, que Escoiquiz le recomendó como pariente
suyo, aunque en grado remoto. Durante la per-
manencia de la córte en Bayona, Amf'zaga se ven·
<lió enteramente á la policía francesa, y al punto
que los príncipes lIegal'oo á Valencey, obtuvo del
gobierno frances el nombramiento de intendente
del palacio En el desempeflo de su destino, con-
dújose con Fernando mas bien como un carcelero
y un tirano que corno un criado: trazóle en el.to-
no mas imperioso el plan de vida que debia seguir;
seüdlóle los límites de los paseos y las diversiones
á que podia entregar~e. Descendia igua.lmente á la~
part.icularidades mas minuciosas y despreciables;
y tanto rigor, unid:> al modo duro y poco respe-
tuoso conque se portaba, irri Laron al il ustre cau-
tivo y le incitaron á quejarse amargamente á Na ..
poleo n de Ull tratamiento tan cruel. Napoleon in-
dignóse justamente; destituyó en el acto á Ame-
zaga de su empleo y lo desterró á otro departa-
mento. Sin embargo, sabiendo Fernando que ca ..
recia de medios de subsistencia, le mandó dar
antes de su partida Una suma suficiente para que
pudiese comprar algun terreno.


No obstante cuanto acabamos de decir de las
inocentes ocupaciones de Fernando y de su nuli-
dad política durante su estancia en Valencey, no
dejaba Napoleoll de concebir temores por su segu-
ridad, y la policia le vijilaba con el mayor cuida-
do. Ur.a mujer que conservaba los vestiiios de su




108
belleza, y que de la clase mas humilde de la so-
ciedad habia subido á un rango elevado, adqui-
riendo en su nuevo estado sumo talento para la in-
triga, tomó á su cargo la empresa de inspirar á Fer-


. nando las pasiones naturales en su edad, y que con-
ducen ordinariamente á una confianza ilimitada
con la persona que es el objeto del culto. Fernan-
do rechazó sus seducciones con nobleza y digni-
dad: mas el duque de *t cayó en el lazo tendido
á su amo, y cedió á las insinuaoiones de la astuta
Cortesana. No obstante, los secretos que le confió,
aunque sÍnoeros, eran tan insignificantes que Uní.
~al11ente sirvieron para confirmar al Ernpel'ador
en la idea que del car~cter de Fernando habia
formado algun tiempo hacia.


La importancia que se daba al nombre del
príncipe cautivo en la lucha que se habia empeña-
do en la Península, era unO de 108 ajentes mas po-
derosos en tan memorable crisis. Mientras que los
españoles oombatian por la libertad de su mOnar-
ca lejüimo , despojado de sus derechos por la vio-
lencia , y arrancado á sus estados por los medios
mas pérfidos, la política inglesa señalaba entre
las causas que la obligaban á hacer la guerra á la
Francia, el ultraje cometido contra la dignidad
real, y el golpe descargado en la persona de Fer-
nando contra la seguridad de 108 tronos en jene-
ra1. Su nombre habíase convertido en el grito de
guerra de ambas naciones, y el gabinete de Saint-
Jalll:es es~aba íntimamente convf:lllcido de la hu·




109
portancia que adquiririan Jos derechos que Jos es-
pañoles defendian, si conseguian que Fernando
entrase en el seno de sus estados. Si este príncipe
fuese arrancado de las manos de Napoleon y colo-
cado en Una situacion donde pudiese espresar alta-
mente sus verdaderos sentimientos, no podía me-
nos de manifestar á los ojos de la Europa enlera
la violencia ejercida contra sU person8, protestan-
do contra semejante acto de tiranía y represen-
t~ll1do á Napoleon como un osado usurpador, pa-
ra quien ninguna cosa era sagrada, cuando habia
resuelto ejecutar los planes que le dictaba w am-
bicion desmesurada. Fácil era de este modo irri.
tal' á los soberano5 del continente) inspirarles temo-
res, sacarles del estado de pasiva SUI111Sl0n J' des-
cargar de este modo un golpe de muerte sobre el
poder continental de la Francia. Grandes dificul-
tades presentaba la empresa; sin emb3rgo, en-
cOlllral'on una persona que se encargó de reali-
zarla: era este el baron de Kolli (1), natural de


(1) Nota de la edicionfrancesa. El baron de Ko-
)Ii, despues de escrita esta obra, publicó !lIJa memo-
ria sobre tan interesante epi~odio, de la vida de Fer_
nando. Los detalles que contiene están en contra dic·
cion en algnnos puntos con la relacioll de nuestro
autor, que .ha seguido al pie de la letra el testo de
los partes puhlicados en el frIonitor, pel'¡ódico ofi-
cial. Si las memorias de Kolli contienen asertos muy
atrevidos, tambiell es digno de observarse que hasta




110
Irland~, acostumbrado á desempeñar misiones se-
cretas y peligrosas, y muy astuto para encontrar
Jos medios de plantificadas. Protejido y recomrn-
dado por el duque de Kent , el baron espuso bUS
ideas á los ministros ingleses y obtuvo su aproba-
cion; porque sus medidas parecian tan Lien to-
madas y sus cilculos tan infalibles, que los mi-
nistros pusieron á su disposicion todos Jos medios
que pidIó, tanto·en dinero como en letras de cam-
bio y diamantes. Una escuadra inglesa que debia
cruzar por las costas de Francia, fue puesta á sus
ordenes para trasportar á Fernando: tambien ob-
tuvo el título de embajador de Inglaterra cerca
del príncipe cautivo. Sus credenciales consistian
en una cal'ta autógrafa en latin, de Cárlos IV á
Jórje III , escrita en 9 de setiembre de 1802 , que
anunciaba el matrimonio de su hijo Fernando con
la pril1cesa Maria Antonia de Austria: en una co-
pia de los poderes del embajador ingles Sir Enri-
que Wellesley, cerca del gobierno de Fernando


el ,lia no han silla desmentidas formalmentr. Por otra
parte, el baron se apoya en ducumentos oficiales, cu-
ya autenticidad ninguno ha p"uesto en duda.


Kolli es un hombre astuto, y segun su propio di~
eho, apenas podríamos creer que el ministerio illgles
hnbiese escojido tal ajente para llenar ulla mision tan
delicada y tan difícil, sino nos constase que de trei 11.
ta años á esta parte, aquel gabinete se ha servido
siempre de hombres semejantes en el continente. Ko·}




fll
VII, escritos en latin; yen una carta de Jorje III al
príncipe .. en la que le daba las mayores segurida-
des de su amista:!, le recordaba los esfuerzos que
la Gran Bretaña habia hecho en favor de Espaila,


1Ii, dice, que hacia ya tiempo que desempei,aba mi-
siones secretas, y q'l e 10nI We lIesley le L.a J)i a dado
la singular recompensa de un sable de honor. Hallá-
hase eu Ambcres cuando le eucargaron poner "en li-
hertad á Fernando, y para ocurrir á los gastos del
proyecto y su ejecucion, remitiero!11e diamantes ell
valoif de mas de doscientos mil fr"ancos. Espera ha el
momento de partir á Inglaterra, cuando trahó amis_
tad con MI'. Alberto de Saillt.B*", cUJa fisonomia uul.
ce y lIella de franqueza le inspil'ó desde luego una
confianza sin límites. Nomhróle su secretario y le pre-
sentó en calidad de tal al duque de Kenl, al mar.
ques de Wellesley y al almirante Cockhul'n. Verifi.
cáronse "algunas citas misteriosas con estos persona.
jes, y pasado algull tiempo, el baroa se llenó de ad.
miracioll al ver que la policia francesa estaba ente-
ramente instruida de los pormenOI'es de ta les COll-
ferencias. Kolli partió en fin cargado de diamantes,
coo pasaporte falso, falsos itinerarios, vasos)' orna-
mentos de iglesia, y acompañado de 1111 sacerdote
para celebrar la misa. Habíase provisto igualmente
de instrumentos de astronomía para enhetenimiento
del monarca: y llegado á la bahia de Qlliberon • en-
contró otro baron emisario llamado Ferriet, que le
propuso el asesinato de Napoleoll. No aprobó Kolli
la propuesta y desconfiando de su cofrade, cometió
no ohstante la imprudencia lle descubride el motivo
de su viaje. Ferriet desembarcó el primero y se




112
Y suplicaba ~ Fernando tomase las medidas mas
acertadas y eficaces para volver á entrar en su
reino.


El baron frustró la vijilancia de la policia fran-


apresuro a comunicar á \a po\icill de Paris las luces
que acahaba dc adquirir ~ el haron y su amigo Al.
berto salta.'on á tierra y comellzaron su peregrina_
je á Valencey. La noche era 09':UI'a, los caminoS
dificultosos, y el secretario declaró .qne no le era po-
sible pasar aflela~,te: Kolli le hizo heber inlÍtilmente
un vaso de vino de Madera, se despidió con el mas
,'ivo pesar y le entreg6 diamantes eu valor de vein.
ticinco mil franco~; y la primera persolJa que cncon·
tró en la cabaña donde se paró fue Alberto, sentado
tranquilamenle al fuego.


El secretario se le reune pára dej8l'Ie de nuc\'O, y
cuando el baron fue arrestado Alberto continuó en
libertad .. Sea lo que fuere, cada vez que su pluma
traza el nombre de Albcr'lo, manifiesta tauta seu si.
hilidad que el leclor no sabe que pellsar.


KoJli se dirije ell lJegllida á reconocer el palacio
de Valencey y cornete toda clase de imprudencias ..
propias para despertar la atencion de las autorida ..
des: habia dejado en diferentes puntos caballos de Ola.
no y carruajes con las corlirt.1s corridas. Toma Juego
el camillo de París, se une al sellOr Richard, á quien
confia su secr~to, porque Richard hablaba en favor
de los Borbolles, y decia haber sido herido en la guer_
ra de la Vellllée. EII fin, en la marIana del 24 de
nlarzo le entrega dosmil setecientos francos para ha-
cer los preparativos del viaje, y algunos momentos
despues, el referido Ricl.Jard abre la puerta á ouce




113
cesa hasta su llegada á Paris; mas Juego que pisó
]a capital del imperio fue descubierto y arrestado.
ApoJeróse la policía de sus papeles y de otros efec-
tos, y encerráronle en el castillo de Vincennes,


ajentes de policia que se apoderan ele I:¡ persona del
baron. No se hizo de rogar pal'a declarar cuallto sa ..
})ia, mucho mas cuauto no tardó en conocer que no
podia decir liada nuevo á la policia: propusiél'olll-e
que sigui e se desempeñando su papel, con la seguridad
de (IlIe conservaria para sí las riquezas de que ve-
lIia cargado: negóse el baron y fue sepultado en un
calabozo del castillo de Vincellnes. El asunto tornó
desde entonces un jiro euteramente oblicuo: Fou-
cIJé encargó á Richard que rellledase la persona de
Kolli y se tl'aslilddse á Valencey" Debia procurar
hacer entrar á Fernando en sus miras para que ca-
yese en tau horrible lazo. COllfiamos en hcno." de la
especie humana J que las instrucciolles dadas á Richard
por el duque de Otranto, y que se encuelltran en
las memorias de Kolli que analizamos) son apócri-
fas. Entre otros pasajes curiosos copiamos los siguien.
tes.


»Descuhrid á Fernando 109 medios conqne cuen.
ta para facilitar su fuga y conducirle á laR costas de
Normandía, donde le espera la armada. Insistirá ea
que el príncipe parta solo, ó cuanto mas acompaña-
do de una sola pe."solla: en uno y otro CaSo el go·
hernador le dará dos ó tres hombres de su conliau-
za que pasal":íu por ajelltes suyos. Si es necesario
favorecerá la fug ... por medio de órdenes falsas, que
el gobernaJor tendrá cuidado de sumitlistrarle, &c."


»En vez de conducir al príncipe á la costa, será
TOM. l. 8




114
donde permaneció hasta la entrada de los aliados:
el gobierno frunces quiso valerse de este descubri.
miento.


Con este objeto enviaron á Valencey un falso


encaminado directamente al castillo de Vincennes, &c."
El falso baroll debia pJnerse de acuerdo con M.


de Ber-tlaerny sobre lo; pormenores de la ejecucion:
si hemos de dar crédito á Kolli , el emisario no co.
nociendo personalmellte á Fe/nando, se dirijió e(1ui-
vocadamente á su tio don Alltonio que avisó al ins-
tante al gobernador, y la policia suplantó Ulla carta
de Fernanllo para dar á entender que estaba satis-
fecho de su suerte.


Por mas estl·aordinaria que parezca esta relaciolJ ..
lo es aUll maS el certiGcado dado á Kolli por el du-
que de Otranlo en 1814.


mEl duque de Otranto certifica) que el baron de
Kolli, encargado de una mision del gobierno ingles
cerca del rey Fernando VII, ha hecho cllanto ha es-
tado de su parte para desempeñarla con celo, h('llor
y fide:idad; que el arresto del haron estorbó solamen-
te su ida á Valellcey; que fue ellviado ·en su nom.
ln'e UII sujeto llamado Richa· d; Y que los efectos,
la plata y los dÍlmalltes de Kolli quedaron deposi-
tados en el ministerio de la polieia jeneral. El duque
de Otraoto certi~¡ca por otra parte> que cuanto se
ha impreso relativo al barOll y á su misiolJ, es ulla
fábula inventada para ocultar la verdad, El duque de
Ot.·anto se ha propuesto no hacer púhlico este Ile.
gocio, y enviar á Kolli al .Barrlues de \Vellesley, pa ..
ra darle UD nuevo testimonio de su cOlllside"acion,"


.Firmado el duq uede Otrallto."




1 f 5
baron de Kolli j para persuadir á Fernando que se
escilpase del palacio y se refújiase en la escuadra
inglesa que le esperaba. Lejos de con~entir el
príncipe en lo que le proponían, se negó abierLa •


• Paris 20 de mayo de 1814."


Nos ah~tellt'ttlos de manifestar nuestra opinion so-
bre la autenticidad de este relato impuro, advirtien-
do no obstante, que el señor Richard afirma bajo ju-
ramento, que tales eran sus instrucciones, cuyos ori-
jinales dice Kolli poseer.


El resto de las memorias se parf>ce en estremo á
]as elel baroll de Trenck. El pobre Kolli cOlloció pron-
to que era mas fácil hacerse el.cerrar ell Villcenlles
que pr'ocurarse la salida, y sus esfuerzos, ¡\ur;¡nte
cuatro años, para romper los hienos de su pl'isioll
pueden compararse COII los del pl'isíol.ero de l\1ag.
dehonrgo. A semejallza de este, abre paso á la luz por
entre las murallas, despues de haber'se arr ancado 110
sin dolor una barba de diez mese~. Esto 110 impide
que le I'reudalJ ell los fosos del castillo, no obstan.
te de haher hul'lado la vijilancia de dos grandes per ..
ros, cUJo afecto se había conciliaúo arrojándoles de
tiempo en tiempo una parte de su comida. AunJen.
tárollse entonces los rigores de ~u cauti,'crío; Sil es-
píritu se abatió, y abrióse 3Ig(lI1[,8 heritlas con unas
tijeras. S,l initacioll subió á tal punto ... que habién-
dole cierto dia hecho esperar la comida un carcelel'O,
el haroll le dejó moribulldo cuu un golpe de tronco.
Semejallte desgracia puso el colmo á su ajitacion, yator ..
mentáronle por IllUe/1O tiempo horrihles enSlIerJos.


Los aliados se acerca han á Villcennes, y la hora




fl6
mente á dar un solo paso, y escribió en el mismo
acto al gobernador de Valf'l1cey, partici pándoe
le el proyecto. El gobernador se present ó en el
cuarto del príncipe y le encontró tan turbado y


de la libertad iba á sOllar para el baron: entonces
le trasladaron á Sanmllr con los demas prisioneros
oe estado. Pretende habel" visto con sus propios ojos
las instrucciones dadas por el duque de Rovigo en
la parte qne le pertenecía. "Como el llamado Kolli,
escribía Savary, es uno de los prisioneros de esta-
do mas peligrosos, quiero mejor que me comuniquen
su muerte que su fuga." Quizás el ba1"On en esta úca-
SiOll, como en otras, ha sido víctima de alguna bur-
la demasiado pesada.


Rompiéronse últimamente las cadenas de Kolli y
apresuróse á reclamar sus diamantes: contelltáronse,
segun Sil dicho, con del'olverle quince mil francos
en oro que le habian tomadó ~ y prometiéronle en-
tregarle Sl¿ sable de honor si lograban encontrarle.
En cuanto á los diamantes fueron declarados buena
presa, y acusa sin vacilar á UII personaje poderoso
de haberse utilizado de ellos.


Partió en el acto á España, y afirma que las
sonrisas del monarca le han recompensado ampliamen-
te de sus padecimientos en Vincennes.


Llegó la época de los cien dias, y plíso!!'e el ba-
ron á la cabeza de un cuerpo franco en las fron-
teras españolas para defender la lejitimidad. Los fran-
ceses hatieron al desventurado Kolli , le hicieron pri.
sionero y estuvo á punto de ser fusilado: su vida
púhlica termina en la segunda resta u raciono Retira-
do al seno de su familia ... complácese con los recuer-




117
tan ajitado que no es fácil describir su situacion.
»Los ingleses, dijo Fernando, han causado mu-
chos males á la nacion española y se sirven de mi
nombre para hacer derramar la sangl'e. El minis-
terio ingles, seducido por la iJea de que estoy aquí
á pesar mio, y detenido por la -violencia, me ha
ofrecido e! medio de salvarme. Me ha enviado un
emisario que bajo pretesto de venderme objetos
artísticos, no llevaba mas fin que entregarme un
mensaje del rey de Inglaterra." El falso baron,
que no ¡se apresuraba mucho á ponerse en salvo
despues del descubrimiento del proyecto, fue de-
tenido, enviado á Paris y en seguida puesto en li-
bertad. Fernando se aprovechó de esta ocasion
para escribir al Emperador, y suplicábale se digo
nase adoptarle por j]jjo; le concediese en matri-


dos de su brillante y romántica carrera.
Advertencia del traductor espafíol. Kolli escribió


y publicó sus fabulosas memorias despues de haber
csbclo en Esparla y recibido de Ferll1.ndo repetidos
dones y gracias; entre ellas un rri~-ilejio para intro.
ducir granos en la isla de Cuba por espacio de al-
gun tiell.po, cuyo monopolio le produjo sumas de im.
portancia. En agradeci miellto á las mercedes recibi_
das, dió á luz su inverosímil reJacion, que se opo-
ne no solo á los putes de oficio pulJlicados en el Mo.
nitor franees , sino á cuanto dijeron en aquel tiem.
po los periódicos ingleses, y á lo que ban consig~
nado en sus memorias respectivas los personajes del
imperio que tuvieron parte en aquellos hechos.




118
monio una princesa de su farniliia, y confiase á su
hermano Cárlos Un mando en sus ejércitos. Inú.
til e'l advenir que Napoleon no re~poudió pal¡¡bra
á semejantes demandas) que solo caq.sarOn risa en
las 'fullerías. .


Despues de este suceso no vuelve á encontrarse
ya erl la historia el nombre de Fernando, hq~ta la
époc'l en que la fortuna cOfllen~6 á abliudonar al
guerrero á quietl habia por tanto tiempo favoreci-
do, y á levantar y engrandecer á los qQe tunlas
veces aquel habia vencido. (Apéndice nÚn1. 11.)


Los inforturiios de Napoleon tonlaron princi-
pio P.n España: los prOllijios de valor de SQ~ ejp.r-
citos no habian bastado para someter Una nacion
ll~na de entusiasmo y de patriotismo, defendida
por unos cill:ladaQos tan valerosos como il!lstra-
dos. J..¡a lnglatel'ra ,en efecto, tenia el mas alto
interés en sq.straer la España del yugo que pasa ha
lDbrc el cOQtinente, y en disminuir la omnipoten-
cia del hombre q1le habia esclavizado la parte mas
interesante <le Europa, Los franceses habian COll-
&egllÍdo victorias en la Peninsllla , se !labiaQ "po-
derado de plazas fuertes, habian conqq.istuclo pro~
vincias j pero habían si Jo derrotados en los con~·
bates parciales. No podian coptar con la fideH,iaq
de Qt1a Qacion conquistada, y pOI' otra pa rte te-
niuQ qQe defenderse de esos <lctos horribles. de os·
ti I id,ltl1 que el odio fl!flJadQ en t¡111 ju:;;tos moti-
vos podia solflnleqte inspirar. Había llegado el Q10-
lllt:!lllO f.worllble para las operaciones JllilS ¡rnpor-




1/9
tanles y decisivas; la primera que produjo mas
felices resultados fue la batalla ganada por los es-
pañoles y los ingleses contra el mariscall\hrmol1t.
Por consecuencia de esta jornada, los franceses
con el rey José á su cabeza, se vieron obligados
á abandonar la capital de la monarquía y á reti-
rarse á Valencia, doude el mariscal Soult nO tar-
dó en reunÍrseles con todas las tropas que ocupa.
han las provincias meridionales. El rey José re-
gresó á Madrid en el mes de octubre de 1812, y
de alli marchó sobre Salamanca con un ejército nu-
meroso: Lord \V ellington se retiró á Portugal don-
de supo mantenerse hasta que los desastres de Hu-
sía for~aron á Napoleon á disminuir el número de
tropas que tenía en Espa iía. Quince mil homhres
de la guardia imperial abandonaron la PenínSU-
la, seguidos despues de cincuenta mil de tropas
de línea, de los que ocho mil eran de caballería.
El rey José y los mariscales del imperio recibie-
ron órden de atenerse á la defem,iva, h\.:ta tanto
que supiesen el resultíldo de las operaciones del
Norte.


Ta.n inesperados sucesos enardecieron el valor
y las esperal17;a~ de los espaüoles, y dieron á sus
aliados los medios de consumar la obra que ha-
bian comenzado. El 21 de junio de 1813 se llena·
ron de gloria los ejércitos de la Pen\nstda con la
famosa batalla de Vitoria: los franceses fueron com-
pletamente derroLados y obligados á evacuar el pais,
y tan sefu~lado triunfo despertó el patriotismo y e!




120
entusiasmo del Norte contra el llOmbre que COI.
tanta frecuencia lo babia vencido. Al ver que Na-
poleon rehusaba Jas proposiciones que le hicieron
despues del congreso de Prada , proposiciones que
de hecho eran enteramente incompatibles, no so-
lo con sus miras ambiciosas, sino tambien con los
principios fundamentales de iU politiea; el Austria
tomó parte en la lucha y se unió á la Prusia y á
la R-usia. La defeccion de la Baviera, de Wurtem.
berg J de Westfalia .Y de la Sajonia, ejerció la ma-
yor influencia sobre el écsito de esta campaña, que
puso fin al poder de Napoleon sobre el continente,
y le obligó á cambiar de rumbo y á sacrificar á la
seguridad de su imperio 108 planes inmeusús, pa-
ra cuya ejecuciou habia traba jado hasta entonces
con tanto suceso. Tales circunstancias le obliga ..
ron á comenzar á ceder por España, cuyos dere-
chos tan injustamente habia atacado y á la que ha~
bia hecho tan pérfida guerra, Así es que el 12 de
noviernh:e de f 8 J 3 escribió á Fernando anuncián-
dole que deseaba poner término á los ¡lsuntos de la
Península: porque la Inglaterra, decia J. fomenta
la anarquía y el jacobinismo en aquel pais, y pre-
tende destruir la monarquía, acabar con la noble.
za y fundar una república. Deseaba vivamente qui.
tar á los ingleses los prelestos de ejercer su influen-
cia, y restablecer los lazos de amistad y de alianza
que habian ecsistido por tanto tiempo cut re ambas
n&cione~. Envió pues á Fernando el conde de Lafo ..
febt bíljo un nombre supuesto 1 y le prEvino que




121
diese fé á cuanto le dijese dicllO enviado.


El conde de Laforest se presentó á Ferna"ndo,
pero esperimentó dificultades que nO esperaba: el
príncipe y sus consejeros eludieron las proposicio-
nes del diplomático, y la respuesta se redujo en
sustancia á que no podia hacer nada sin el consen-
timiento de la nacion española y de la rejencia que
la gobernaba: que S. M. 1. podia tratar con aquel
cuerpo, Ó bien enviar la rejencia diputados al prín-
cipe para darle á conocer la siluacioll de Jos nego-
cios y ayudarle á encontrar los medies de asegurar
su prosperidad. (Apéndice número 12).


Sin embargo, habiendo descendido á nuevas
esplicaciones, lograron entenderse y quedó con-
cluido un tratado en Valencey el 11 de diciembre
entre el conde de Laforest en nombre del Empera-
dor, y el duque de san Cár)os en el de Fernando.
J.,os principales artículos de este tratado determi-
naban: Paz y amistad debian ecsistir en Jo fUlU-
ro entre ambos monarcas: y el Emperador de 108
franceses reconocia {lor reyes de ES'ilaita y de las
Indias á Fernando y á sus succesore¡:. Reconocia
del mismo modo la integridad del territorio cspa-
ñol ; las provi[)cias j las plazas fuertes que se halla-
han entonces en poder de los franceses, debían pa-
sar en el estado que tenian á poder de Jos goberna.
dores y de las tropas españolas que el rey designa-
se. Fernando por su parte se comprometía á man-
tener en toda su integt'idad el reino hispano, las
islas, las pla~as fortificadas J sus guarnjcjones res~




122
pectivas, principalmente Mahon y Ceuta, y á hacer
retirar las tropas inglesas de las provincias y de los
puntos fuertes que ocupaban. Dos comisarjús, uno
frances y otro español, debían ponerse deilltelijen-
cía sobre los medios de hacer salir simultáneamen-
te de la Península las tropas francesas é inglesas.
Ambos monarcas ofrecian sostener la independen-
cia de sus derechos maritimos del mismo modo y
en los términos mismos estiptila¡los en el trataJo de
Utrecht, y como lo habían verificado las dos na-
ciones hasta el afIo 1798. Los espailoles que habian
servido al rey José y desempeilado en su reinado
empleos civi\es, pohlicos ó mi\itares, dehian con-
servar sus honores, derechos y prerogativas: y ha.
Lian de entregarse en el estado que tenian antes de
la guerra, los bienes muebles ó in nJUt!bl es SÍlUI1JOS
en Espaúa que perteneciesen actUalmente á fran-
ceses ó italianos. Del mi"mo modo se restituirían á
su~ Uu;.![¡os las propiedades espai'lolas secuestradas
en Francia ó en Italia, y se nombraban comisarios
de las naciones interesadas pal a allanar y resolver
las dificultades que se encontrasen en la ejecucion
de tales medidas. Obligábanse ambos paises h dar
libertad & los prisioneros: la guarnicíon de Pam-
ploua y 105 prisioneroS de Cadiz, de la Coruña, de


las islas del Mediterráneo, y los que habian sido
cojidos en otros puntos y enviados á Inglaterra,
volverían á su pais. El rey Fernando se obligaba á
pagar á Cárlos IV y á la reina su esposa la suma
auual de trein ta millones de reales) y en caso de




123
ocurrir la muerte del rey Cárlos, dos millones de
frallcos, tambienanuales, á la reina mientras vivie-
se. Debía concluirse un tratado de comercio entre
España y Francia, y mientras SE' establecian 108 nue-
vos lal;os mercantiles, seguirian bajo el mismo pié
de 1792. El último artículo del tratado de Valen-
cey, establecia (lue seria ralific¿ldQ en Paris UlU-
tro de un mes ó antes si era posible.


Fernando pidió permiso par .. escribir á la re-
iencia que gobernaba la Península €n su nombre,
y que habia sido establecida por las cortes ordina-
rias en virtud de las facultades que para este caso
les habla concedido la constitucion poHtica de 19
de marzo de /8/2. Consintió NapoJeol1 en que Fer-
nando diese este paso: y el 18 de diciembt'e de
1813, el príncipe escribió una carta á la rejencia,
en \¡¡ que decia, que la Pl'ovidcllcia le hubi" con-
cedido la salud) la fuerza y el consuelo de no ha-
berse separado un instante de su hermano y de su
tio los infantes D. Cárlos y D. Antonio; que habia
recihido la mas ¡enerosa hospitalidad en el palacio
de Vale1lcey j tille su permanencia en este sitio ba-
bia sido tan agradable, cuanto permitían las cir·
cunstancias, y que babia empleado el tiempo de la
nJ,mera mas vetltajosa á su nueva situaciou; que
ningun conocimiento tenia de los negocios de Es-
paña, sino el qllC habia podido adquirir con la lec-
tura de los perió~icos franceses, lo cual le bastaba
para fOl'murse una idea de los sacrificios que la na-
ciou habla hecho en IiU favor, de la CÚl1lilaucja mag-




f24
n'nima é inflecsible de sus fieles súbditos, de los
socorros que habia suministrado la Gran Bretaña,
y en fin, de la admirable conducta del ¡eneral en
jefe de las tropas inglet:!as lord Wellington, como
igualmente de la de los oficiales espailoles y es-
tranjeros que se habian distinguido. Añadia que el
ministro inglés babia declarado públicamente en
su comunicaciol1 de 23 de abril dd aclO anterior,
que la Gran Bretaña se hallaba dispuesta á escu-
char proposiciones de paz, y que no obstante las
desgl'acias de la patria se prolongaban j que elEm-
perador de los franceses le habia hecho reciente-
mente proposiciones fara llegar á un acomodamien-
to por medio de su embajador el conde de Lafo-
rest, proposiciones cuyas babes eran su restableci-
miento al trono, la integridad é independencia de
sus estados J sin condiciol1 alguna incompatible con
el honor, la gloria y los intereses de la nacion es-
pallOla; que convencido de que despues de una
larga serie de victorias no podria jamás )a PenÍn-
sula obtener una paz mas ventajosa, hahia auto-
rizado al duque de san Cárlos para discutir un pun-
to tan interesante con el embajador frances; que
se habia concluido felizmente dicho tratado, y que
llabia encargado al duque presentarlo á la rejcll-
cia para que lo ratificase y lo volviese á envial' en
el acto revestido Con las fórmulas necesarias; que
la felicidad mas apetecida de S. M. era contener
la efusion de sangre y poner un término á tantos
infortunios; y que aguardaba con impaciencia el




125
momento de verse rodeado de una nacion que aca-
baba de dar al munao entero un ejemplo de su
amor al monarca, y de su caracter tan noble y tan
jeneroso.


Las cortes y la rejencia no podian aprobar el
tratado de Valencey sin violar una ley promulgada
en la isla de Lean el 10 de enero de 18 JI; ley ori ..
ji nada por las circunstancias en que se encontraba
el pais entonce1>, y fundada sobre los principios
mas ciertos del derecho público, y sobre las Con-
diciones mas indispensables á la independencia y
á la seguridad de las naciones. En efecto, desput:s
de referirse al decreto de 24 de setiembre de 18 í O,
por el que se declararon nulas las renuncias hechas
en Bayana, las cortes proclamaron por eHa ley que
no reconocerian acto alguno, tratado, convenio ó
arreglo de ninguna especie aprobados por el rey
ó concluidos durante su cautiverio, ora fuese en
pais estranjero , ó bien dentro del territorio espa-
rlOl; y ordenaron que todo acto contrario á esta
medida seria mil-auo como una hostilidad contra
el pais, y el culpable entregado al rigor lIe las leyes.
A~el{,u~abau po~ ot~a pa~te que la naciou 1euerosa
que representaban no deiaria las armas ni escucha-
ría proposicion alguna hasta que las tropas francesas
hubiesen evacuado enteramenle EspafIa y Portugal;
parqne habían resuelto por voto unánime de la na~
cion entera no abandonar el campo de batalla h~sta
dejar asegurada la reli ¡ion de sus abuelos, la ]iber-
tad del monarca y la imlependericia del reino.




126
La reip.n~ia trallmitió H Fernando una copia de


la anunciada declaracion , y le devolvió el tratado
tle Valencey sin ratificar, con Una Carta mu} enér-
jica y respetuosa, en la que le felicitaba por su per-
fecta salud y por la dicha que le habia cavido de
vivir en compañía de sus augustos hermano y tio;
dábale las gracias en nombre dela nacion por los
sentimientos de afecto y de reconocimiento que
contenía su carla; escusábase de no poder ratificar
el tratado porque no debía contravenir á las dispo-
iiciones uel poder lejislativo de las Españos. Con"
c1uia asegurando á S. M., que aunque la reiencia,
las COI·tes y la nacion de!oeaban ardif'ntemente Ver~
le restituido á su~ fi~les súbditos, preferían sin ein-
ha.·go deher tan dichoso acontecimiento éJoles al
valor y patriotismo de las tropas, que á un trata-
do propuesto por el e!"!emigo grande de S. M. y
del pueblo; tratado por 01 ra parte cUylls condicio·
nes no pouian aceptarse en las circunstancias en que
se hallaba la Península.


La respuesta de la rejencia tenia la f(eha de 8
de enero de 1814. Algunos dias anles, Napoleon
que deseaba arreglar prontamente los asuntos de
Espaila y sacar de ella todas sus tropas á la vez,
mandó que el conde de Laforest entregase á Fer-
uando una nota diplomática relativa á la suspen~
sioo de hostilidades y á la ejecucion del tratado.
El príncipe envió la nota á la l'ejencia Con el jene-
ral Palafox , portador de una carta en la que es-
presaba en los téhuillOS mas fuertes su deseo de




127
que la rejencia aceptase las proposiciones que se le
l1acian, y se conformase con las instrucciones se-
cretas que habia dado á este ¡eneral. Las instruc-
ciones se concretaban á que se diesen acto contínuo·
las órdenes necesarias para una suspension ¡eneral
de hostilidades; que se nombrase un comisario pa-
ra la ejacucion del tratado, y para presidir á la en ..
trega de las plazas fuertes ocupadas por lrs france ..
ses J y en fin ~ que se verificase en seguida el cam-
bio de prisioneros.


El cardeoal de Borbon respondió eo nombre
de la rejencia de que era presidente: felicitaba cor-
dialmente al rey por los sucesos que anuncia.ban
su prócsima vuelta al senO de su pais, y prodiga-
ha á S. M. los mayores elojios por la conducta
que había observado en tan difícil é importante
crisis. En cuanto al objeto de la mision del ¡ene.
ral Palafox, la rejencia se refe~ia á la respuesta
que habia dado al duque de san Cárlos: solamente
añadía que habia nombrado un embajador eslraor-
dmarío con plenos poderes para asistir en nombre
de S. 1\'1. al congreso que las potencias beli jenllltes
iban á celebrar para pacificar la Europa: que en
este congreso se concluiria un tratado de paz jene-
ral que seria ratificado, no por la rejencía sino por
S. M. misma en su palacio de Madrid, ó en el pun-
to donde se encontrase absolutamente libre para
ocupar el trono que el heroismo de los españoles
le habia conservado.


Olvidaremos por un momento á Fernando pa-




'128
ra ocuparnos de Jos grandes acontecimientos polí.
ticos enlazados Con su nombre y con sus intereses,
y que habian cambiado la situacion y los destinos
del pueblo español.


Las cortes estraordinarias , á quienes se bahia
devuelto el poder soberano despues de la disolu-
cion de la junta central, habian proclamado una
cOl1stitucion. Los principios populares que conte-
nia, la costumbre de vi vir ~in rey, ni corte, ni
aparato de realismo, habian inspirado á los que
amaban á su patria el amor de la libertad y el te.
mor de verja destruida por la restauracion del rey
y el restablecimiento de los antiguos abusos dt;1 po-
der absoluto. Los representantes de la nacion y los
depositarios del poder ejecutivo obrando segun los
principios de la nueva cOllstitucion, habian salvado
]a España de los males que la amenazaban, y no
podian soportar ]a idea de perder en un momento
el fmto de tantos trabajos, y renunciar la perspec-
tiva de la felicidad pública que les ofrecian los triun-
fos que habian conseguido. Con estos temores la
noticia del prócsímo regreso del rey despertó la
8lellcion yel celo de los diputados de las cortes y
de los miembros de la rejencia, y reunieron sus
esfuerzos para asegurar la cOllservacion del nuevo
órclen de cosas por las condiciones que impusieron
all'ey, pretendiendo que reconociese una autoridad
superior á la suya.


La rejeneracion de España y el establecimiento
del sistema constilucional se veriticaron en Cadiz,




129
Y así es que los habitantes del puerto estaban im.
huidos de ideas favorables á aquel sislema, y ha.
hian recibido con entusiasmo los principios de la
soberanía del pueblo, de la responsabilidad de los
ministros, de la representacion nacional, .Y los de-
más principios políticos que naturalmente resultan
de ellos. Evacuada la Península por las tropas fran-
cesas, el pueblo de Cadiz Se opuso á que las cortes
se trasladasen á Madrid, convencido por una par-
te del peligro que corrian en la capital, y por otra
de la tranquilidad de que gozarian en Cadiz á cau ..
sa de m posicion intomable, y del valor y buen
espiritu de su numerosa milicia nacional. Los di.
putados no hicieron caso de un aviso tan prudente
y se diri ¡ieron á Mad rid, donde continuaron sus se-
siones, mientras que la rejencia mantenia con Fer-
na 1)(1 o la correspondencia de que hemos hablado.


Los rejentes presentaron al congreso las carlas
del monarca ... y la aS3mblea resolvió deliberar so ..
bre la conducta que debia observarse COn el rey si
entraba en España antes de la conclusion de la paz
leuera\. Las cortes decretaron el 8 de febrero, des-
pues de haber oido al consejo de Estado, que no
considerarian al rey como libre, ni le obedecerían
hasta que S. M. hubiese jurado observar la consti.
tucioD, en medio del congreso nacional, conforme
al artículo /73: que los jenerales que mandaban
en las fronteri:l~ debian lomar todas las medidas ne-
cesarias para participar á la rejencia por correos es-
traordinarios cuanto supiesen sobre la venida de


TOM. 1. 9




130
S. M. para que pudieran disponerse los preparati.
vos para rccihide en la raya: que no debían per-
mitir que entrase con el monarca fUl'rza armada,
y que si algunas tropas incentaban traspasar los Jin·
des, debian resistirse y rechazarlas segun las leyes
de la guerra. En el caso en que las tropas que
acompañasen á S. M. se compusiesen de soldados
ó de oficiales que hubiesen sufrido la suerte de pri.
sioneros, los ¡enera!es que los mandasen debían
conformarse con los decretos ecsistentes sobre el
particular. El ¡enera! en ¡efe que tuviese el honor
de acompai'Iar al monarca, le daría la escolta con-
veniente: ningnn estranjero, cualquiera que fuese
su rango, podria seguir al rey, ni en clase de em-
pleado subalterno, ni de criado. Los españoles que
hubiesen aceptado destinos de Napoleon ó de su
hermano José, no podian regresar á España con Fer-
nando bajo pretesto alguno: Ja rejencia determi-
naria el camino que S. M. habia de seguir, y los ho-
nores que se le deberian hacer. El presiden Le de la
rejencia saldria á recibir al prÍncipe á la frontera
para acompañarle á Madrid, y le entregaria una
copia de la constitucion para que S. M. pudiese
enterarse y jurar su observancia con perfecto co-
nocimiento de causa. EJ rey J á su llegada á la ca-
pital de la monarquía, iria en uerechura al salan
de las cortes para jurar el código de 18/2 con las
ceremonias prescritas en el reglamento: hecho lo
cual J S. M. se encaminaria á su palacio seguido de
treinta diputados para recibir de mano de la re-




131
¡eneia el depósito del poder ejecutivo. Finalmen-
te, las cortes in;;truirian á la nacion de est'e suceso
en un decreto que enviarian al rey por medio de
una cornision compuesta de otros treinta mielubros
de la asamblea.


Al propio tiempo las cortes publicaron una
proclama en la que declaraban, que únicamente se
habian propuesto precaverse coutra la influencia
perniciosa de la Francia; consolidar las bases de
una constitucion universalmente adoptada: preser·
val' al rey cautivo, en el momento crítico de su
restauracion al trono de sus antepasados ~ de los
consejos pérfidos de los estranjeros y de los traido-
res, y libertar Ja nacion de las desgracias que Ja
prudencia humana pudiese pr€veer.


Mas la asamblea no acompañó tales declaracio-
nes y acuerdos con las medidas necesarias para ase-
gurar los resultados de estos cambios pOlíticos. Co.
mo las tropas france!>as habian ocupado por espa-
cio de seis años la mayor parte del territorio espa-
ñol, la constitucion prol1.lUlgada en Cadiz no era
conocida a\ tierupo de partir los eSlranjeros , sino
de los habitanles de Cadiz y del ejérci to (1). El in·
tervalo que medió entre esta partida y lu Ilcgaua del
rey, fue demal:liado corto para que el pueblo pudiese


(1) Nota del traductor frances. El autorse engaña:
sin duda ha copiado en esta parte á M. Pradt: debió
haber sabido que autes de la restauracioll de Feru311-'




132
enterarse bastante de las nuevas instituciones. Las
cortes hubieran sal vado tamaño inconveniente, y
suplido á la falta de popularidad que tenia la coos-
tiLucion, haciéndola amahle á los soldados, y con-
fiando su defensa á unos hOl1.1bres que acababan
de abandonar el campo de batalla que habia sido
teatro de sus victorias. Mas en vez de obrar así.,
descontentaron y acabaron con el entusiasmo de
las tropas, condenándolas á toda especie de priva-
ciones " y manifestando opiniones poco favorables
á la milicia en el congreso nacional. Un diputado
célebre por su influencia, dijo públicamente, que
nunca quedaria asegurada la independencia de la
nacion mientras ecsistiesen en España cuatro sol ..
llados y un cabo mercenarios. Si á esta circunslan-
cia añadimos la poderosa influencia del clero, ene-
migo mortal de las nuevas instituciones que ame-
nazaban sus riquezas y privilejios; si observamos
cuán poderosamente habia contribuido á ecsaltar
los ánimos en la lucha que espiraba, las intrigas de
este cuerpo dando á la guerra el caracter relijioso
que tan formidable la habia hecho; si atendemos
á que el mismo clero se atri buia todo el honor de la
victoria, y que por cOl1~iguiente deseaba recojer en-


do, la constituciol1 promulgada por las cortes no solo
era conocida, sino que tambien estaba en v ígor en to.
das las partes de España que no OCUflí~báll las tropas
francesas.




J33
tero el .fruto, podremos formarnos una idea de las
causas queintluyeron en la conducta de Fernando en
el momento de su entrada en el territorio español.


Mientras habia permanecido en Valencey, no
lIabia adquirido mas ideas de la constitucion gadi-
tana , que las que suministraban los periódicos fran-
Ceses que la impugnahan. Sin embargo, era eviden-
te que habia reconocido su validez, como igual.
mente los poderes que de ella emanaban, puesto que
rebusó ~ como hemos visto mas arriba, responder
á las primeras proposiciones de NapoJeoll antes de
consultar á la regencia, cuya autoridad dimanaba
de las cortes, y la de éstas de la constitucion. La
primera copia auténlica del código político que lle-
gó á las manos de Fernando} fué la que le entregó
el renel·al Palafox (1). Fernando la leyó ~n el coche


(1) D. José :Vlelzi y P alafox.) el menor de los tres her-
ma'lOS, de una familia noble de Aragon , entró muy jó.
ven en la servidumbre milita)' del rey. Habíase pronun.
ciado ardientemente en favor de Fernando, y cuando Ca-
yó el favorito ell Aranjuez, contiáronle su custodia á las
órtlenes de Castellar. Fué uno de los prilllero~ que se
escaparon de 'Bayona cuando Napoleoll se apoderó de
la corona de España. Vivia hacia algun tiempo retira~
do en sus tierras, cuando el con~ejo de Aragoll cono-
ciendo la influencia qne tellia sobre StlS compatriotas,
le invitó á trasladarse á Zaragoza para contribuir con
sos esfuerzos á la defellsa cornun : algunos paisanos ar·
mados le comunicaron la órden en su casa de campo y
le acompañaron á la capital de Al'agon. Snblevóse el




134
al atravesar ]a Francia, y manifestó varias veces á
las personas que le acompañaban que aprobaba la
mayor parte de los principios establecidos en ella,
y que los encontraba en armonía con las antiguas
leyes y costumbres de la monarquía. Mas luego
que llegó á la raya, lo primero que hizo fué mu-
dar el camino que le lubian seüalauo las cortes, y
dirijirse á Zdragoza sin nliramiento alguno á los de-
cretos de la asamblea. gn esta ciudad, lo:; enemi-
gos de la constituciOll comenzaron á valerse de los
medios que habian imajinado para del'lruir de ar-
riba á abajo un sistema, al que daban el nombre
de código del jacobinismo, y de la impiedad) de
estandarte de la discordia, y de la anal quía, y de
presajio para el rey de una suerte semejante á la
que cupo á Luis X VI. Desgraciadamente cuanto


pueblo, y oblig6 á la junta á nombrar á Palafox capi-
tan jeueral de la provincia~ no obstante que solo contaba
veiute y ocho años, y que no pasaban de la mediania
sus conocimientos militares, porque siempre habia vi-
vido en ellaberiuto de la corte. No podia hacerse el
lJombramiento en un instante mas crítico, pues las tro.
pas francesas marcbaban contra Zaragoza en distintas
direcciones, y Palafox solamente tenia á su disposicion
doscientos veillte hombres de tropa de línea. Su activi4
dad r enerjía suplieron la debilidad de los medios; arm6
los "ecinos; formó cuerpos de estl'dialltes; su hermano el
ma"qués de Lazau le proporciolló un !'efuerzo; en fin,
hizo uo alistamlellto en la provincia, y no tard6 tn co·
uleuzaL' un sitio comparable COII el de la antigua Sagun.




135
l1abia visto el monarcay cuanto presenciaba lodos
los días con sus propios ojos, contribuia á confir-
marle en aquella opinion, y á hacerle creer que la
constilucion era la obra de un partido débil yais-
lado, rechazado por la masa de la nacion. En to-
das las ciudades por donde pasaba el monarca, el
vulgo escitado por los frailes y por el clero arran-
caba la piedl'a de la constitucion , y profería con-
tra ella los mas denigrantes insultos, y contra las


too La intimacion fué bre\'e, y hreve la respuesta: la
iUl'itacion pal'a que capitulase 110 cOlltellia mas (lue es-
tas palahras: Cuartel jelleral de santa Engracia. Capi-
tulaclon. Palatax. "espol,dió: Cuartel jellel'al de Zara.
goza Guerra á mllerte, Los ft'allceses 110 tardaron en
penetrar en la ci ltdatl: pero cada calle era un campo de
batalla; cada casa ulla fortaleza. Al cabo de sesenta y
un tlias de tan sangrienta lucha, los sitiadores se retiraron,
y Palafox. , cuyas fllerzas recibieron entonces aumeuto,
alTiesgó la suerte de una hatalla , quedando venc ido en
Tudela. El sitio comenzó de nuevo: la ciudad se defen-
dió COI1 el arrojo de la desesperacion ; el bombardeo el u-
ró mas de un mes, y el paso de cada puerta, de cada
'escalera, disputábase cuerpo á cuerpo. Era preciso ca-
pitular; Palafox. 110 pudo resolverse, y dió Sll dimisioll
dejando al succesor tan pelloso encargo. Cincuellta y
cuatro mil personas habian perecido durante el sitio; y
'Napoleon se Illostr') poco ¡eneroso, ó por mejor decir,
injusto en demasía al mandarle encerrar en el castillo
de Vincelllles, Permaneció prisionero hasta el tratado
de Valencey, y Clltr·Ó ell Espaiia COIl elmouarca, oc u-
'Pando despues un rallgo cut.re los adictos al príncipe.




136
cortes y los liberales. En Valencia pusiérollse en
movimiento otras maniobras no menos eficaces pa-
ra mover el ánimo del rey: allí se habian reunido
los escritores, los intrigantes, y los miembros mas
osados del partido anti~conslitucional. Algunos, co-
mo el ¡eneral Elío, sedujeron la tropa para que
proclamase al rey absoluto: y olros, como el pu-
hlicista, encubierto bajo el nombre de IJucinJo,
publkaron las mas sangrientas sátiras, las diatri ..
has mas violentas.> y las calumnias mas absurdas
contra las ideas liberales y con! ra los que las pro-
fesaban. Muchos miembros de las cortes que per-
tenecían á la misma faceion , habian enviado cier-
to número de individuos á Valencia parapresen-
tar á Fernando la famosa representacíon llamada
de los Persas, porque comenzaba con una alu-
sioo á las costumbres de aquel pais: en cuya re-
presentacion un gran número de diputados del
pueblo protestaban contra la ecsistencia legal del
cuerpo mismo á que pertenecían, y contra los actos
de él emanado. Por otra parte los que hahian acom-
pañado al rey en su cautiverio, y en quienes de.
positaba su mayor confianza, procurabaq con to-
dos sus esfuerzos apartarle del siEtema constitucio.
nal, y le aconsejaban que lo derrib¡¡se enteramen-
te, y castigase á sus autores y á cuantos eran su
sosten.


El presidente de la regencia en vez de ir á la
frontera al encuentro del rey, conforme al decre-
to de que hemos ya hablado, le recibió en Valen-




137
cia, porque el monarca habia tomado un camino
difenmte del seüalado por la asamblea: presentóse
en aquellos contornos á S. M., Y despues de ha~
berle tributado el debido homenaje, se abstuvo en
virtud de las instrucciones que habia recibido de
las cortes, de besar la mano real segull la antigua
costumbre de la corte española. El monarca, pre-
venido secretamente de su intencion, y resuelto
á recoLrar todo el poder de sus antepasados, man-
dó en tono áspero al cardenal que le besase la ma-
no. Luego que obedeció, Fernando le volvió la
espalda sin prestar oido al discurso que el cardenal
llabid comellzado. Aquel mismo dia le despojó del
arzobispado de Sevilla para que estaba nombrado,
y puso en su lugar á un hombre, que entre loJo
el clero español era el que se veia animado del es-
píritu mas violento de fanatismo y de persecucion.


Semejantes acontecimientos no eran sino el
preludio del golpe decisivo que estaba á punto de
descargar para destruir por su base el nuevo órden
de cosas, creado y sostenido por las cortes. El 4
de mayo pub1icóse en nombre del rey un decreto,
obra del ministro Macanaz, de quien no tardare-
mos en hablar. S. 1\1. declaraba que la asamblea
de las cortes de Cadiz era ilegal, y por consiguien~
te la constitucion que habian proclamado nula, y
á mas viciosa y perjudicial; que las luces del siglo
no le permitian gobernar á sus subditos despótica-
mente, y que por lo mismo S .. 1\-1. ofrecia congre-
gar Legalmente las cortes de España y América, y




138
de acuerdo con ellas dar al pueblo una constitu-
cion que precaviese el reino contra los peligros del
despotismo; que concederia por este acto a los es·
pañoles la libertad de publicar sus opiniones por
medio de la prensa, y solamente con las precau-::io-
Des necesarias para impedir sus abusos; que S. ~1.
aborrecía la tirania, y que no queria gobernar sino
segun las leyes, respetando la libertad individual:
que quedaban disueltas las cortes; y finalmente,
que seria castigado con la pena de muerte el que
hablase en su favor Ó tomase la defensa de la cons-
titucion.


La importancia de e~te documento es tal que
nos obliga á trasladarlo aquí integramentd.


)) De;¡de que la divina providencia por medio de
la renuncia espontánea y solemne de mi augusto
padre me puso en el trono de mis mayores, del
cual me tenia ya jurado sucesor el reino por sus
procuradores juntos en córtes , segun fuero y cos-
tumbre de la nacion espaflola, usados de largo
tiempo; y desde aquel fausto dia en que entré en
la capital, en medio de las mas sinceras demos-
traciones de amor y lealtad con que el pueblo de
Madrid salió á recibirme, imponiendo esta mani-
festacion de su amor á mi real persona á las hues·
tes francesas, que con achaque de amistad se ha-
bian adelantado apresuradamente lJasta ella, sien-
do un presajio de lo que un dia ejecutaria este he-
roico pueblo por su rey y por su honra, y dando
el ejemplo que noblemente siouieron todos los de'




139
mas del reino: desde aquel dia, pues, puse en mi
real ánimo para responder á tan leales sentimien-
tos, y satisfacer á Jas grandes obligaciones en q.ue
está un Rey para con sus pueLlos, deJicar toJo
mi tiempo al desempeño de tan augustas funcio-
nes, y á reparar los males a que pu,lo dar oca-
sion la perniciosa influencia de un valido durante
el reinado anterior. Mis primeras manifestacio-
nes se dirijieron á la restitucion de varios majis-
trados y de otras personas á quienes arbitraria.
mente se habia separado de sus destinos; pero la
dura situacion de las cosas y la perfidia de Bito-
napLlrte, de cuyos crueles efectos quise, pasando
á Bayona) preservar á mis pueblos, apenas dieron
]Ugrll' á mas. Reunida alli la real familia, se co-
metió en toda ella, y señaladamente en mi perso-
na , un tan atroz atentado, que la historia de las
naciones cultas no presenta otro igual, así por sus
circunstancias, como por la série de Sucesos que
alli pasaron; y violado en lo mas alto el sagrado
derecho de jentes) fui pt'ivado de mi libertad, y
de hecho del gobierno de mis reinos, y traslada-
do á un palacio Con mis muy caros hermano y
tio , sirviéndonos de decot'osa prision casi por es-
pacio de seis años aquella estancia, En medio de
esta afliccion siempre estuvo presente á mi memo-
ria el amor y lealtad de mis pueblos, y era gran
parte de ella la considel'acioll de los infinitos ma-
Jes á que quedabau espuestos: rodeados de euemi-
gos j casi desprovistos de todo pJra poder resistir·




140
les; sin rey y sin un gobierno de antemano esta-
hlecido, que pudiese poner en movimiento y reu-
nir á su voz las fuerzas de la nacion y dirJjir su
impulso, y aprovechar los recursos del estado pa-
ra combatir las considel'ables fuerzas que simulLá.
neamente invadieron la Peninsula, y estaban ya
pérfidamente apoderadas de sus principales plazas.
En tan lastimoso estado espedi, en la forma que
rodeado de la fuerza lo pude hacel' , como el úni-
co remedio que (luedaba , el decreto de 5 de ma-
yo de 1808, diri ji do al Comejo de Castilla, y en
su defecto á cualquiera Chancillería Ó Audiencia
que se hallase en lihertad, para que se Convoca-
sen las Córtes; las cuales únicamente se habrían
de ocupar por el pronto en proporcional' los arbi-
tl'jos y subsidios necesarios para atender á la de-
fensa del reino, quedando permanentes para lo
demas que pudiese ocurrir; pero es Le mi real de-
creto por desgracia no fue conocido entonces; y
aunque despues lo fue, las provincias proveye-
ron) luego que llegó á todas la noticia de la cruel
escena provocada en Madrid por el jefe de las
tropas francesas en el memorable dla 2 de mayo,
á su gobierno por medio de las juntas que crea-
ron. Acaeció en esto la gloriosa batalla de Baylen;
los franceses huyeron hasta Vitoria; y todas las
provincias y la capit.al me aclamaron de nuevo
rey de Castilla y de Leon, en la forma con que
lo han sido los reyes mis augustos predecesores.
Hecho reciente, de que las medallas acuüadas por




14f
todas partes dan verdadero testimonio, y que han
confirmado los pueblos por donde pasé á mi vuelta
de !<'rallcia con la efu~ion de sus vivas, que COD~
movieron la sensibilidad de mi corazon, adonde
se grabaron para no borrarse iamas. De los dipu-
tados que nombraron las juntas se formó la Cen-
tral, quien ejerció en mi real nombre todo el po-
der de la soberanía desde setiembre de 1808 hasta
enero de 1810, en cuyo mes se estableció el pti-
mer Consejo de Bejencia , donde se continuó el
ejercicio de aquel poder hasta el dia 24 de se-
tiem bre del mismo año, en el cual fueron instala-
das en la Isla de Leon las (ortes llamadas jenera-
les y estraordillarias, concurriendo al acto del
juramento, en que prometieron conservarme to-
dos mis dominios, como á su soberano, J 04 di-
putados , á saber, 57 propietarios y 47 suplentes,
como consta del acta que certiíió el secretario de
Estado y del despacho de Gracia y Justicia don
Nicolas María de Sierra. Pero á estas Córtes con-
vocadas de UI1 modo jamas usado en España, aun
en los casos mas árduos , y en los tiempos turbu-
lentos de minoridades de reyes, en que ha. solido
ser mas numeroso el conCurso de procuradores
que en las Córtes comunes y ordinarias, no fueron
llamados los estados de Nobleza J Clero, aunque
la Juuta Central lo habia mandado, habiéndose
ocultado con arte al Consejo de Rejencia este de-
creto, y tambien que la Junta le habia asignado
la presidencia de lds Córtes , prerogativa de Ja so ..




142
herania ~ que no habria dejado la Rejencia al ar ..
hitrio del Congreso, si de él hubiese tenido noti-
cia. Con esto quedó todo á la dísposicion de las
Có"tes, las cuales en el mismo día de su instala-
cion, y por principio de sus actas, me despojaron
Je la soberanía poco antes reconocida por los mis-
mos diputados, atrihuyéndola nominalmente á la
nacíon para apropiársela á sí ellos mismos, y dar
á ,esta des pues sobre tal usurpacion jas leyes que
quisieron, imponiéndole el yugo de que forzo~a­
mente las recibiese en una nueva Constitucion,
que sin poder de provincia, pueblo ni junta, y
sin noticia de las que se decían representadas por
Jos suplentes de España é Jndias, establecieron
los diputados, y ellos mismos sancionaron y pu-
hlicaron en 18/2. Este primer atenlado contra
las prerogativ6s del trono, abusando del nomhre
de la nacion, fue como la base de los muchos
que á este siguieron; y á pesar de la repugnancia
de muchos diputados, lal vez del mayor mímero,
fueron adoptados y elevados á leyes, que llama-
ron fll1ulamentales, por medio de la grilería, ame-
nazas y violencias de los que asistían á las galerias
de las Córtes, con que se imponia yattll'aba; y
á lo que era verdaderamente obra de una faeeion,
se le revestía del f'specioso colorido de voluntad
jeneral, y por Lal se hizo pasar la de unos pocos
sediciosos, que en Cádíz, y despues en Madrid,
ocasionaron á los buenos, cuiJados y pesadum-
bre. Estos hechos son tan notorios, que apenas




143
hay uno que los ignore, y Jos mismos Diarios de
las Cortes Jan harto te~,timonio de todos ellos. Un
modo de hacer leyes, tan ajeno de la nacion espa-
ñola, dió lugar á la alteracion de las buenas le-
yes con que en otro tiempo fue respetarla y feliz.
A la verdad casi toda la forma de la antigua ConS-
titucion de la monarquía se innovó; y copiando
los principios revolucionarios y democráticos de
la Constitucion francesa de 1791 , Y faltando á lo
mismo que se anuncia al principio de la que se
formó en Cádiz, se sancionaron, no leyes f'unda-
lnentales de una monarquía moderada, sino las
de un gobierno popular, Con mí jefe ó majistrado,
mero ejecutor delegado, que no rey, aunque allí
se le dé este nombre para alucinar y seducir á los.
inc&utos y á la nacion. Con la misma {¡lita de li-
bertad se firmó y juró esta nueva Constitucion ,. y,
es conocido de todos, no solo lo que pasó Con
el respetable Obispo de Orense, pero tambien,
la pena con que á los que no la firmasen y ju-:.
rasen se amenazó. Para preparar los ánimos á
recibir tamaüas novedades .. especialmente las fES-
peclivas á mi real persona y prerogativas del
trono, se procuró por medio de los p{/peles fJli •.
blicos .. en algunos de los cuales se ocupahan di-,
putaJos de CÓ~les , y abusando de la Libertad de
imprellta) establecida por estas, hacer odioso el
poderlo real; dando á todos los derechos de la
magestad el nOl1Jbre de despotismo , haciendo
sinónimos los de rey J' déspota, y llamando ti.




144
rmlos á los reyes, al mismo tiempo en que se
per:ieguia cruelmente á cualquiera que tuviese fir-
meza para contradecir, ó siquiera disentir de este
modo de pensar revolucionario y sedicioso; y en
todo se afectó el democratislJlo , quitando del ejér-
cito y armada, y de todos los establecimientos
que de largo tiempo habían llevado el título de
reales, este nombre, y sUl'tituyendo el de nacio-
nales, con que se lisonjeaba al pueblo; quien á pe.
sal' de tan perversas artes conservó, por su natu-
ral lealtad, los buenos sentimientos que siempre
formaron su carácter. De todo esto luego que en-
tré dichosamente en el reino, fui adquiriendo fiel
noticia y conocimiento, parte por mi~ propias ob-
servaciones, parte por los papeles públicos, don-
de hasta estos dias con impudencia se derramaron
especies tan groseras é infames acerca de mi ve-
nida y mi carácter, que aun respecto de cualquier
otro serian muy graves ofensas, dignas de severa
demostl'l1cion y castigo. Tan inesperados hechos
llenaron de amargura mi corazon, y solo fueron
parte para templarla las demostraciones de amor
de lodos los que esperaban mi venida para que
con mi presencia pusiese fin á estos males y á la
opresion en que estaban los que conservaron en
su ánimo la memoria de mi persona, y suspiraban
por la verdadera felicidad de la patria. Yo os juro
y prometo á vosotros, verdaderos y leales españo.
les, al mismo tiem po que me compadezco de los
males que habeis sufrido, no queJ.areis defrauda-




145
dos en vuestras nobles esperanzas. Vuestro sobe-
rallO quiere serlo para vosotros) y en esto coloca
su gloria J en serlo de una nacion heroica, que
con hechos inmortales se ha granjeado la admira-
cion de taJas, y conservado su libertad y su hon-
ra. Aborrezco y detesto el despotismo: ni las lu-
ces y cultura de las nacione~ de Europa lo sufl'cn
ya, ni en Espaüa fueron déspotas iamás sus I'eyes,
ni sus buenas leyes y constitltcion lo han aulori-
zado, aunque por desgracia de tiempo en tiempo
se hayan visto, como por todas partes, y en todo
lo que es humano, abusos de poder que ninguna
cOl2stitucion posible podr4 precaver del todo; ni
fueron vicios de la que tenia la nacion, sino de
pel'sonas y efectos de tristes, pero muy rara vez
vistas, circunstancias que dieron lugar y ocasion
á ellos.


Todavía, para precaverlos cuanto sea dado á·
la prevision humana: á saber, consel'vando el de-
coro de la dignidad real y sus derechos, pues
los tiene tle snyo, y los que pertenecen á los pue-
blos, que Son igualmente inviolables; Yo trataré
con sus procuradores de Espaüa y de las ludias;
y en córl es lejítimamente congregadas, compues-
tas de 11110S y otros, lo mas pl'onto que, restable-
cido el órden y los buenos usos en que ha vivido
la nacion, y con su acuerdo han establecido los
reyes mis augustos predecesores, las pUtliere jun-
tar; se establecerá sólida y lejitimamente cuanto
convenga al bien de mis reinos, para que mis va-


tOTM. 1. 10




'46
slillos vivan pr6speros y felices en una reliiion y
un imperio estrechamente uni::los en indisoluble
lazo; en lo cual, y en solo esto consiste la felici·
dad temporal de un rey y un reino, que tienen
por escelencia el titulo d~ catMicús; y desde lue-
go se pondrá mano en preparar y arreglar lo que
parezca mejor para la reuníon de estas córtes,
donde espero queden afianzadas las bases de la
prosperidad de mis súbditos, que habitan en uno
y otro hemisferio. La libertad y seguridad i7ldú'i·
dual v real quedarán firmemente aseguradas por
medí; de las leyes que, afianzanJo la pública tran-
qudidad y el órden, dejen á todos la saludable
libertad, en cuyo goce imperturbable, que distin-
gue á un gobierno moderado de un gobierno arbi·
trario y de~pótico, deben vivir les ciudadanos que
est4n sujetos á él. De esta justa libertad gozarán
tambien todos para comunicar por medio de la
imprenta su~ ideas y pensamientos, dentro, á sa-
ber, de aquellos límites que la sana razon sobera-
na é independientemente prescribe á todos para que
no dejenere en licencia; pues el re.;peto que se
debe á la relijioll y al gobierno, y el que los hom-
bres mtltuamente deben guardar entre sí, en nin-
gun gobierno culto se puede razonablemente per-
mitir que impunemente se atl'opelle y quebrante.
Cesará tambien toda sospecha de disipacion de '(ls
rentas del estado, separando la tesorería ele lo que
se asignare para los gastos que ecsijan el decoro de
mi real persona y familia, y el de la nacion á quien




147
tengo la gloria de mandar, de la de las rentas que
Con acuerdo Jel reino se impongan yagignen ra-
ra la conservaciol1 del estado en todos los ramos
de su adlllinistracion. Y las leyes que en lo suce-
sivo hayan de servir de norma para las acciones
de mis súbditos, sedn establecidas con acuerdo de
las córtes. Por manera que estas bases pueden ser-
vir de :;eguro anuncio de mis reales intenciones en
el gobierno de que me voy á encargar, .Y harán
conocel' á todos no un déspota ni un tirano, sino
un rey y un padre de su~ vasallos. Por tanto ... ha-
biendo oido lo que unánimamente me han infor-
mado personas re,petables por su celo y conoci-
mientas, y lo que acerca de cuanto aquí se con-
tiene ~e me ha espueslo en representaciünes, que
de varias partes del reino se me han dirijido, en
las cuales se es presa la repugnancia y disgusto con
que a"i la conslitucion formada en la8 córles ¡el/e.
rafes I estraordinarias ) como los demas e&tal,le-
cimientos pollticos de nuevo iJltroJucido~ son mi·
rados en las provincias; los per;uicíos y males que
han venido de ellos, y se aumentarian si Yo auto-
rizase Con mi consentimiento, y jurase aquella
constiluGÍon; confirmándome con tan decidIdas y
lenf'rales demostraciones de la voluntad de mis
pup.blos , y por ser ellas iustas y fundadas, df'cla.
ro que mi I'cal ánimo es no solamente no jurar ni
acceder á di.::ha constituGÍon ni á decreto alguno
de las córles jenerales y estraordinarias, y de las
ordinarias actualmente abiertas, á saber, Jos que




'J48
Sean depresivos de los derechos y prerrogativas de
mi soberanía, estahlecidas por la consLÍtucion y las
leyes en que de largo tiempo la nacion ha vivido,
sino el declarar aquella constitucion y tales decre~
tos nulos y de ningun valor ni efecto, ahora ni
en tiempo alguno, como si no hubiesen pasado
jamas tales actos, y se quitasen de enmedio del
tiempo, y sin obligacion , en mis pueblos y súb-
ditos, de cualquiera clase y condic:ion, a cumplir-
los ni guardarlos.


y como el que quisiese sostenerlos, y contra-
dijere esta mi real declaracion, tornada con dicho
acuerdo y voluntad, atentaría contra las preroga-
tivas de mi soberanía y la felicidad de la nacion,
y causaria tUI·bacion y desasosiego en mis reinos,
declaro reo de lesa Majestad á quien tal osare ó in-
tentare, y que como á tal se le imponga la pena
de la vida, ora lo ejecute de hecho, ora por es-
crito ó de palabra, moviendo ó incitando, Ó de
cualqUIer modo eshortando y persuadiendo á que
se guarden y observen dicha COllst¡tuGÍon y de-
cretos. Y para que entretanto que se restablece
el árdeo, y lo que antes de las novedades intro-
,Q.ucidas se observaba en el reino, acerca de Jo
cual sin pérdida de tiempo se irá proveyendo lo
que convenga, no se interrumpa la administracioo
de justicia, es mi voluntad qne entretanto con ti-
nuen las justicias ordinarias de Jos pueblos que se
]Iallan establecidas, los jueces de letras adonde los
hubiere, y las audiencias, iutendentes y demas




149
tribunales de justicia en la administracion de eIta;
yen Jo político y gubernativo los ayuntamienLos
de los pueblos segun de presente están, y entre~
tanto que se establece lo que convenga guardarse,
hasta que, oidas las córtes que llamaré, se asiente
el órden estable de esta parte del gobierno del
reino. Y desde el dia en que este mi decreto se
publique, y fuere comunicado al presidente que
á la sazon lo sea de las córles que actualmente se
hallan abiertas, cesarán estas en sus sesiones; y
sus actas y las de las anteriores, y cuantos espe~
dientes hubiere en su archivo y secretaría, ó en
podel' de cualesquiera individuos, se recojan por la
persona encargada de la ejecucion de este mi real
decreto, y se depositen por ahora en ]a casa de
aJuntamicnto de la villa de Madrid, cerrando y
sellando la pieza donde se coloquen: los libros de
su biblioteca se pasarán á la I'eal, y á cualquiera
que tratare de impedir la ejecucion de esta parte
de mí real decreto, de cualquier modo que lo ha-
ga, igualmente le declaro reo de lesa majestad,
y que como á tal se le imponga la pena de la vi ..
da. Y desde aquel dia cesará en todos los juzga ..
dos del reino. eJ pro~edimiento de cualquier cau-
sa que se halle pendiente por infraccioll de cons ..
titucíon; y los que por tales causas se hallaren pre-
sos, ó de cualquier modo arrestados, no habien-
do otro motivo justo segun las leyes, sean inme-
diatamente puestos en libertad. Que así es mi vo ..
luntad) por ecsijirlo todo así el bien y la felici-




150
dad da la nacion.-Dado en Valencia á 4 de ma-.
yo de f814.-YO EL REY.-Como secrelariode
del rey con ejercicio de decreto:!, y habilitado
especialmente para este.-Pedro de Macanaz.


El mismo dia apareció olro decreto sobre la
libertad de la prensa, ordenando que mientras
no se publicase una ley definitiva queJabun lodos
los cscrito~ su jetos á la censura previa,


Publicados ambos decretos en Madl'id, las
córtes reulluJas en la capital de la mon)¡rquia, que
celebraban sus sesiones como en los tiempos lIlas
tranquilos sin babel' tomado la mellor IwecHucion
para sostener el sistema constitucional, fueron
disueltas por los que vinieron de Valencia á apo-
derarse de las rienrJas del gobierno autorizados
por Fel'l1ando. El ejército que ocupaba la provin-
cia de Valencia declal'óse ahiertamente á favor del
ah:,olutlsmo, y Una de ~us divisiones, mandada por
Un ¡eneral estnmjero, oft'eció reducir Madrill á
)a obediencia, si era neeesario. Pero Ja oferta
era inútil; pues aunque ecsistian en la capital
hastantes tropas para oponer resistencia, la ningu-
na esperiencia del jt>fe que las mandaba, 1::1 des-
contento que entre ellas reinaba, y el entusiasmo
jeneral de la clase mas haja y mas numerosa del '
pUf>blO de Madrid en favor del rey, hubieran bas·
tado para paralizar los esfuerzos que pudieron ha-


'cel'se para salvar una causa tan mal defendida
hasta entonces.


La entrada del rey en Madrid y los trasportes




151
de alegria con que sus vecinos le recibieron au-
mentaron todavía la ecsasperacion contt'a las cór·
tes y el sistema representa ti vo. Presentóse Fel·.
nando en la capital de su reino rodeado de los
hombres que durante su cautivel'io nada habi¡¡n
hecho para merecer su reconocimiento, y que le
aconsejaban merliJas tan violentas como ilegales.
Así sallcionaron el triunfo de uno de los partidos
que habían dividido la España en el período que
habia espirado: y desgracimlamente entre todos
los bandos el vencedor era el mas desprovisto de
hombres de mérito. Muchas personas distinguidas
se habian alistado bajo las banderas de Napoleon
ó de la representacion nacional; y la faccion que
sostenia la Causa del despotismo se componia por
el contl'ario de la parte menoS ilustrada de la no~
hleza y de los conventos, y de las heces del vulgo,
que en España depende enteramente de las dos
primeras clases.


Este triunfo del partido enardeció hasta el mas
aILo punto la ambician de los serviles, y los ,arras·
tro á los mas violentos escesos: cercaron á Fer·
nando una muchedumbre de ¡entes tan oscuras co·
mo insolentes, ([ue rtclamaban abiertamente su pa-
ga por las denuncias, las acusaciones y por todo
lo que habían hecho en favor del nuevo órden de
cosas. El línico tít.ulo para conseguir los empleos
de cualquiera clase que fuesen, era no una adhe·
sion leal á la persona del rey, sino el odio mas in"
veterauo contra las instituciones libera les.




152
En un brevísimo espacio de tiempo fueron se ..


parados de sus destinos cuantos habian servido
hajo el gobierno constitucional, y los negocios
públicos confiados á las manos de una multitud de
entes oscuros, incapaces de desempcilal' sus fun-
ciones, desprovistos de toda e!\pecJe de conoci·
mientos, y que pOI' lo tanto no podian sostenerse
en los puestos de que se habian apoderado sino
continuando en hacer Ulla guerra cruel y pcrfida á
las opiniones que habian causarlo la ruina de sus
anLeeesores. El mal era ¡eneral y sin escepciones.
Los tribunales, las illtendencias) el ministerio,
las catedrales, el ejército, todo cedia al espíritu
de partido que se habia sentado en el U'OIlO, y lo
peor de tantos males; y lo que mas contribuyó á
desmoralizar á los espaflOles, fue que el espiollaje,
la delacion, la persecucion- y la intolerancia ser-
vian de escalones para el logro de grandes recom-
pensas. El oficio de espia no solamente se veia au-
torizado ,sino que al propio tiempo á los ojos del
gobierno era honrado y lucrativo: y asi es (Iua
lo'ejercian descar!ldamente y á la luz del dia. Ha!~­
ta el mismo confesollal'io en su santo retiro fa-
vorecia tan perniciosa doctrir.a , cuando lo ocupa-
han hombres virulentos y ecsajerados. .


Entre los personajes o¡,ados que rodeaban al
rey y el'an las principales causas de la conducta que
observaba, Macanz y Oslolaza se diElil1guieron
por la confianza que en ellos babia depositado el--
lnonarca , y por el modo escandaloso con qUt! abu.




153
saban de ella, lo que al fin produjo su propia ruina.


Macanaz era el autor del famoso decreto de
Valencia, y el principal instigador de las persecu-
ciones de que no tardaremos en hablar: y al pun-
to que llegó Fernando á Madrid, fué nombrado
ministro de graciay justicia. (Apéndice núm. 13).
Tenia por con~iguiente á su disposicion todos los
empleos de la Ola jistratura y de la iglesia: y solo
pensó en venderlos al que mas diese, sin mira-
miento alguno á las demas considcl'aciones, sino á
]a sUllla que el nornbramiento uehia producirle.
Tan escandaloso tráfico se hacia público y abier-
tamente pOI' el intermedio de cierla señora llama-
da P***, que dcspues de haber estado en Paris , en
Palais-Royal; Vivia sin misterio con Macanaz; la
cual desde la clase mas humilde del pueblo habia-
se encumbrado á ser la dispensadora de Jos desti-
nos de un gran reino. La publicidad y el escHnda-
lo de semejante conducta fueron tales, que Fer-
nando, á pesar de su afecto á Macanaz, recono-
ció que le era absolutamente necesario poner un
término á tanto desó.·den , y acordó tomar sus me-
didas sobre este asunt.o: mas el modo con que eje-
cutó su designio, manifesló que la causa real de la
desgracia de Macanaz , era mas bien alguna ofensa
personal. En efecto, el rey mismo acompaflado de
su mayol'domo se dirijió al aclarar el dia á casa
del ministro, y acercándose á la cama en que dor-
mia Macanaz , le pidió la llave de cierto escrito.
rio. Sacó todos los papeles que contenia ,y pODién ..




154
dolos en un pañuelo se retiró á palacip, dejando
al ministro lleno de aumiracioll y custodIado por
una guardia numerosa.


Al diá siguiente Macanaz fué encerrado en el
castillo de san Antonio, y publjcó~e en la gaceta
un decreto enigmático, que soló hablaba ele algu-
nas sumas de dinero que debia restil uir. Difícil es
saber ecslctamente qué papeles eran estos que fan-
to alteraban al mOnarca: díjose en aquella época


. que se reducian á su correspondencia con Napo-
leon d UI'a r. te la permanencia en Valencey , y que
el favorito se habia alabado desacordadamente de
que podia causar grave daüo al rey si la publlcaba.
Otros pretendieron que el principal ob¡eto de ~n
inquietud Jimanaba solamente de una carta tle
que se había hablado mucho, y era aquella eú que
felicitó á José Bonaparte por el écsito feliz de la
batalla de Ocuña. Sea lo q uc fuere, MHcanaz per-
maneció encerrado en el castilio de san Antonio,
que eS una de las pri'liones mas seguras de Es-
paña , hasta que el restablecimiento del sistema
constitucional rompió sus hierros. Recobró enlon-
ces la libertad y rcgl'efÓ á Madrid, donde no eS-
perimentó ni insultos ni persecuciones, La señora
P*** le habia precedido y obtenido de las autorida.
des constitucionales la restilucion de IJlgunos efec-
tos que babian sido confiscados juntamente con las
propiedades de su protector, y que probó perte-
necerle.


Ostolaza, otro favorito de Fernando, durante




155
Jós primeros meses de su reinado era un ecte~iásti­
Co anwricano, que á todos los vicios que degra.
dan al hombre unía las pasiones mas violentas,
y una audacia que le hacia capaz de ut.ilizat'las en
los proyeclos mas vastos .Y mas importantes. Era
confesor del rey en Valencey; mas escapóse de
aquel punto, y logró introducirse en Cadiz y ha-
cerse nombrar miembro de las cortes. Descolló en
la asamblea declarándose cabeza de los serviles, y
es dIgno de notarse que aunque se oponia á la abo-
licíon dei santo olióo y á cuantas medidas tendian
á disminuir la influencia y las riquezas del clero,
lomó parte en la~ di~cusiones sobre la forma de la
coostilucion, votó en favor de algunos artículos
muy liberales, y juró defenderla como los demas
dipuLados. Al regreso del rey apresurósc á pedir
Una recompema por los ultrajes con que le habian
abrulUl.ldo en Caoiz cuando se hallaba al frente de
los serviles: colmáronle al momento oe bienes y
honores haciendo participes á sus parientes y ami.
gos. Sin embargo, Fernando que no gustaba de
lecciones ni de eshortos, Ji~guslóse pronto de los
que no cesaba de ditijirle O~tolaza, y le privó de
)a confianza que hasta entonces le habia dispensa-
do Oslolaz3 tijó pues los ojos en el infante D. Car-
los, que le nombró su confesor: y de tal suel'te lo-
gró llenar su espírito de terrores, escl'úpulos y en-
sueüos ascéticos, que el mal parado inf,mte destruía
de día en dia su saiud con las privaciones y las pe-
nitencias á que se entregaba. Al mismo tiempo Os-




156
tolaza procuraba con sus intrigas volver á la gracia
del monarca; mientras que los nuevos favoritos
habian resuelto desembarazarbe á todo precio de
tan pdigroso rival. Las inmensas rentas que saca-
ha de sus beneficios le proporcionaban los medios
de vivir con esplendidez; mas habiendo sido nom-
hrado superior de un colejio de niñas, sus desen-
frenadas pasiones corricl'on Una carrera sin lími-
tes, y le atrajeron una desgracia estrepitosa. Qui-
so convertir en serrallo el colejio de que era direc-
tor, y empleó todos los medios que el espíritu mas
diabólico supo inspirarle, para seducir á las jóve-
nes mas bonitas que allí habitaban, Con las unas
recurrió á la violencia, con las otras finjió el amor
mas al'diente y mas indomable, con aquellas en fin
se valió de la impostura y de los medios místicos
que hCl'ian su imajinacion. La preñez de algunas,
el esdndalo que resultaba en la pl'ovincia de una
conducta tan abominable, las quejas de Olras, la
fuga de mu~has, despertaron en fin la atenciün de
la autoridad eclesiástica. Ostolaza fué arrestado
por órdcn del obispo, mas la inquisicion )Jamó la
causa á su tribunal, porque descubrió que uno de
los medios de seduccion consistia en enseilar á las
jóvenes doctrinas heterodoxas é impías sobre la
inocencia de ciertas acciones que la reJijion y la
moral condenan. DestinároDle al famoso conven-
to de las Batuecas, donde sigió entregándose á las
pasiones que lo dominaban, y de allí rué comIu o
cido á un monasterio de Andalucía. Publicáronse




157
despues de restablecida la constitucion las piezas
de su proceso, que ofrecen un cua(lro muy curio-
so aunque deplorable de la pasion, de la dehilidad
y del crímen. Semejantes detalles no necesitan co~
mentarios ni carecen de ut.ilidad.


Mientras que Jos ministros españoles se entre~
gahan á todos los ese esos del despotismo, y á todos
los desvaríos del capricho, la faccion á cuya ca-
heza se habian colocado y que gobernaba en nom-
bre del monarca, fulminaba la mas rigurosa per-
secucion contra cuantos se habían distinguido en
el período anterior. Los tribunales sin llllmero,
restahlecidos al tenor del antiguo sistema, no po~
dian suministrar á los autores de la persecucion los
medios ele satisface/' su venganza; creó se pues una
comision de estado, compuesta de los miembros
mas implacables de la majistratura , comision que
no seguia mas código ni mas regla que las pasiones
que la animaban. Hallábase al frente de este cuer-
po el famoso conde del Pinar, firme sostenedor del
partido antí-constitucional durante la permanen-
cia de las cortes en Cadiz. El embajador ingles sir
Enrique Wellesley, habia pedido y obtenido en
Valencia, en nombre de su gobierno, que no se
impusiese la pena de muerte por delitos políticos.
Así es que la comision no podia enviar víctimas al
cadalso J pero en cambio prodigaba presidios, des.
tierras, mult.as, confiscaciones y arrestos.


No solamente sufrian el odio del partido domi~
nante los diputados, los escritores políticos y los




158
jefes del bando liberal, sino tambien Jos ciudada-
nos mas inactivos é insignificantes que únicamente
habian sido espectadores. Castigábase á los (Iue 11a.
bitln convidado á comer á un dipulaJó, fl-ecuen-
tado las galerías del salon de cortes, leido habitual-
mente los periódicos y folletos; á los actores que
babian representado papel en ¡os (hamas patrióti-
cos; á los abogados (JlIe en los pleitos hablan sos-
tenido las llueVas doclriua~; y á los jueces que se
habian guiaJo en las sentencias por los principios
de la constítucion que juraron observar. luútil es
advertir que la comision de estado nunca tuvo mas
miras que satisfacer el resentimiento personal de
los jueces que la componi:m y el de los jefes del
partido á quien servía: cada personaje de estos en-
vió á la comision una lista de los individuos que
habian caido en su desgracia, y al punto se pl'O-
nunció contra ellos una condenacíon. No se obser-
vaban en estos procesos ninguna de las formas que
las naciones civilizaJas han adoptado para ilustrar
la concíeueia de los ¡ueGes y defell'ler los derechos
del inocente. El encarcelamiento y las deporta-
ciones eran las únícas medidas del tribunal, que
llenaba de este modo los calabozos y los presidios
de varones sin tacha y honrados: gran mímero de
familias <liéroose privadas de su jefe, y reducidas
á la miseria.


Para dar un pretesto plausible á tantas cruel-
dades, necesario era inventar crimenes, pOrt1ue no
ecsistian : creyeron pues los consejeros de Fernan-




·'59
do que el mejor medio de encender el odio de la na.
cion contra los acusados, era suponer que tenian
un proyecto para establecer la república. Para co-
lorar tales acusaciones con alguna aparIencia de
verdad, anunciaron en los periódicos que un co-
ronel frances que desertó al retirarse el ejército
imperial había despertado las sospechas de la au-
toridad. Llamábase Audinot, y reducido á prision
confesó al juez que le interrogaba, que juntamen-
te con Argüelles habia trazado el plan de una re-
pública. Trasladároule á Madrid, en cuyos calabo-
zos yacia D. Agustin Argüelles: el falso coronel ca-
yó en tales contrddiccio'les y vomitó tales absur-
dos, que el conde del Pinar, juez de la cau~a y uno
de los inventores de la pretendida trama, no pudo
por mas tiempo soslenet' la acusacion. El cúl'oneL
Audinot, que era un mozo de cocina de la conde-
sa de Benavente, causó entonces bastanle embara-
zo al partido que lo habia empleado. Reducido á
la desesperacion al ver que no le ponian en liber-
tad, y qne nunca le cumplirian las magníficas pro-
mesas con que le habian arrastrado á la impostu-
ra, descubrió á cuantos fueron á visitarle á la cár-
cel la verdad sobre la pretendida replÍ blica , y los
nombres de los verdadcf0s autores. Aun hizo Olas:
logró escapar del calabozo donde eslaLa ,y subipn·
do á una torre del euificio ,y llamando desde allí
á grandes gritos á los que pa:.aban pnr la calle, re-
pitió las revelaciones que ya habia hecho, y aña-
dió que podia asegurar que le restaban pocas horas




160
de vida: cumplióse su profesion, y div111góse ]a
voz de que se habia degollado con una navaja de
afeitar, aunque muchos atribuyeron su muerte á
los efectos del veneno.


Terminados en fin tan bárbaros procedimien-
tos, comenzó entonces para España una época en-
teramente nueva en los fastos de la historia 111:)-
derna, época que caracterizan rasgos particulares
que en vano buscaria el lector en los siglos mas re-
motos. Mas como los acontí.cimientos que perte-
necen á esta época van enlazados naturalmente á
las diversas ramas de la auministracie:u, juzgamos
útil para el órden y la claridad de la narraccion,
clasificarlos hajo sus diferentes jefes. As! la histo-
ria de los seis años que trascurrieron desde la res-
tauracion de Fernando hasta ell'eslablccimi€nto de
Ja constitucion en 1820, Se dividira en artículos
que lIevadn los títulos siguientes: Ministerio dees-
tado: gobierno del interior: ministerio de gracia y
justicia: hacienda: ministerio de la guerra y mari-
na: y por fin, la última seccion contendrá una
porcion de hechos aislados, y anécdotas propias
para dar una idea de las costumbres y del caracler
de la época que nos ocupa.




MEMORIAS DISTORICAS
SOBRE


H¡lTIST:m~IO DE ESTADO.


Cuando los reyes se vieron restablec.idos á la
tranquila posesion de sus tronos por la enerjía y
el arrojo de los pueblos, debieron naturalmente
temer una reaccion de su parte, si, en recornpensa
de su patriotismo y de sus sacrificios querian con-
tinua.r sujetándolos al yugo de un gobierno absolu-
to. Por esta razon, moderaron tal'Íto su lenguaje
los reyes y d:eron á sus súbditos las mas .brallan-
tes esperanzas. Los diplomáticos mas ilustrados de
Éuropa creyeron que era preciso hacer algunas
concesiones á la clase media de la sociedad, que
tan poderosamente habia contribuido á destruir el
enemigo comuu; y el que se hubiese atrevido á
proponer en los consejos de los monarcas reil;lan-
tes la estellsion del poLier real (lue despues adqui-


TOM. l. "




162
rió en Europa, hubiera sido mirado indudable-
mente como un consejero tenierario, ó como el
enemigo ue las testas corona'las. La Santa Alianza
se encontl'aba entonces precisamente en el caso de
aquellos que, deseando llevar á cabo una grande
emp,'esa, temen dar el primer paso, y encuentran
otra persona menos prudente ó menos tímida que
se espone á los peligros de la e~periencia, y mues-
tra con su ejemplo los males ó los bienes que de
ella pueden esperarse, Los monarcas vieron en Es-
paila el sitio idóneo para verificar el fatal esperi-
mento, y dejaron obrar á Fernando para asegu-
rarse del grado á que podia llegar la docilidad de
las naciones.


Fernando, pues, fue considerado como el ins-
trunlento mas útil á sus designios; y no tardó en
ser el objeto de su~ mas señaladas atenciones. Las
relaciones diplomáti'!as entre las grandes potencias
y lá córte de España, llevaban el sello de la mas
fina benevolencia y de la ~llnistad nlas Íntima: y
los embajadores enviados á Madrid gozaban de la
confianzaparLicular de sus respectivos monarcas.
Fernando los recibió COIl la misma confianza y los
trató adema!; con la mayor familiaridad: el go-
bierno ingles mostró en esle caso tanra prudencia
como sabiduría y nJOdel'acion. No cabia duda en
que ejercia secretamente en .Esp¡¡iJa grande in-
fluencia , y sin embargo su ministro fe mantenía
apartado de las intrigas políticas en que tan activa
parle tomaban sus compañeros. En una sola oca-




163
sion intervino directamente en los Uf'gocios plíbli-
eo!!, para reclanllf el cumplimiento de la prome-
sa hecha en Valencia de no castigar con la pena
de muerte á los q~le fuesen acusados sdamente
de opiniones liberales. El famoso cojo de Málaga
hubiera sldo sin dUl!a alguna arrastrado al cadalso,
si Mr. V aug 1mn no hubiese despl egado en este Ca-
so una enerjía y una actividaJ que le honran en
estremo. Ecsijió de Caballos el perdon del preso,
le ameuazó con la justa indignacion del gabinete
de Saint James, y fijó la hora para recibir una
respuesta del ministro: sería de desear que la po-
lítica eUl"Opea nos suministrase rasgos semeJantes
á éste.


El Austria no mantenía Con España otros la~
zos que lo~ que se derivaban de ,la semej:mza de
sus principios políticos: el mini!ilro de esl a po.
tencia era U3 veneciano sin talento y sin influen_
cia, pero en cambio enemigo formidable de la
libertad.


El conde de Werther, hombre muy ilustrado,
era el representante de Prusia, y fup. reem plazado
por un aventurero hanoveriano que hahia sido sim.
pIe soldado en un rejimiento espaltol y se había
distinguido por su bravura en la guerra de la in-
dependencia. La historia de semejante hombre no
pertenece á los negocios politicos, á menos que
no se considere su permaneucia en Espaita como
una prueba de la indiferencia de la Prusia por la
córte á que enviaba tan insignificante personaje.




164
Las negociacidnes que mediaron en esta época


con el gobierno de los Estados U nidos tenían una
alta í)uportancia: tratábase de la cesion de la Flori·
da, y se concluyó el asunto con mJlchas ventajas
para el gabinete Washington. Creyóse jeneralmen.
te que debia atribuirse el resultado á un diplomá-
tico español que no fue inaccesible al oro de los
americanos, y que desplles descifró su equívoca
conducta faltando á los deberes que la nacion le
habia impuesto.


La Francia acreditó de embajador en la córle
de Fernando á un Montmorency ,esclusivamente
consagrado á la familia de los Barbones, y para
recompensarle de su fidelidad á toda prueba, el
rey le concedió el título de grande de España y
las decoraciones de la órden del Toison de oro y
la gran cruz de Cárlos III. Sin emhal'go, debe-


.mos confesar que mientras permaneció en Espa.
ña conservó este embajador una conducta siempre
franca y noble. Su 110mbre no figura en ninguna
de las intrigas diplomáticas de que fué entonces
teatro la Península: asi el duque de Montmoren-
cy abandonó su puesto al punto que se resolvió
destruir el sistema constitucional, y que para ile-
gal' á este objeto se emponzoñaron con la corl'Up·
cÍon todos los manantiales de la felicidad del pais;
se organizó la tl'aicion , y se fomentó la guerra
civil por todos los medios posibles. HeemplazóJe
un hombre que profesaba principios muy dis-
tintos.




·165
Aunque la Rm~ia parezca tan separada de Es-


paña pOI' sus intereses políticos y por su posicion
geográfica, sin embargo, sus relaciones con el
gabinete de Madrid eran mucho mas Íntimas y
gozaba de mayor inftuencia que las demas nacio-
nes. La Europa habia sitlo testigo de la humi\la-
cion á que las armas de Napoleon redujeron el
imperio ruso: la córte espaüoJa habia visto la de.
ferencia que Alejandro mostró despues al capitan
del siglo; y sabía en fin que el emperador de Ru-
sia habia consentido en la servidumbre de España
y en la elevacion de José al trono. Es probable
que la vigorosa resistencia de los espaüoles para
rechazar tan injusta invasion, fue una de las cau·


. sas que inspiraron á Alejandro el deseo de sacu-
dir el yugo que Napoleon le queria imponer .. y el
proyecto de rejenerar el mundo civilizado. El go-
biel'l1o constitucional encerrado dentro de las muo
rallas de Cádiz y sosteniendo una guerra tan por-
fiada como atrevida, resolvió entonces utilizarse
de este principio. Con tal objeto, envió á San
Petersburgo á don Francisco Cea Bermudez, va
ron tan distinguido por la elevacion de sus senti-~
mientos como pOI' su tacto en el manejo de los
negocios mas delicados. Sin embargo, los conseje-
ros de Alejandro consideraron su mision como una
tentativa criminal: rehusaron reConOCer el carác-
ter diplomático que le habia conferido un gobier-
no leFtirno, y negándose á escuchar sus proposi-
ciones le prohibieron residir en la capital del im-




f()6
perio ruso. No por eso se amilanó Cea Bermuc1ez,
y conociendo perfectamente la rnud&lIza que es ..
perimenl.aban las opiniones del norte de Europa,
adivinó que se acercaba el momento en que su
pI'esencia debia ser útil y en que su misioll seria
considerada bajo un punto de vista mas favorable.
No se engañaba: los pueblos fatigados de una guer-
ra continua, tomaron las armas para la defensa
comun, y el ejemplo de España despertó la5 na-
ciones de su letargo jeneralizando la guel'f3. Ale-
Jandro reconoció entonces la lejitimad del gobier-
no español y el carácter de su embajador, como
llabia reconocido hasta entonces la lejilimidad de
José y el carácter de su plenipotenciario PaLio
Figueroa. MI'. de Tatistcheff fue nombrado re-
presentante de la córte de San Petersburgo en 1\1a·
drid, y con la llegada de este ministro á la capi.
tal de la monarquía priuci pia una nueva época en
los anales de la diplomacia.


Fernando, mucho mas juicioso que sus igno-
rantes consejeros, conoció prO'ntO' la nece~iuad de
los socorros estranjeros para ponerse en es'.ado de
resistir á los ataques· que la opinion pí,blica pudie-
se dirijir contra su sistema de gobel'Oar. La Eu·
ropa habia reconocido la constilucion proclama-
da en Cádiz J y la indignacion de los hombres mas
ilustrados contra la marcha que habian adoptado
los ministros de Fel'O'llldo esp¡'esábase con vigor
en los periódicos ingleses y franceses. La mayor
parte de los liberales españoles que habian logra-




167
do huir de su patria, residian en Lóndres ó en Pa-
ris, donde su presencia sola bastaba para condenar
á sus perseguidores. Mas de una vez resonaron las
invectivas mas violentas contra los ministros de
Fernando en las asambleas de ambas naciones, y
la apolojía que hacia el Correo dictada y pagada
por un diplomático esp,lñol, que cuando esto se
eseribe representa á su nacion en una de las cór-
tes oel Norte, servi-a solamente para ilustrar mas
y mas la opinion plíblica sobre la tiranía que afli-
jia á los desgraciados españoles. En tales circuns-
tancias, Fernando consideró la amistad de Alejan-
dro corno un consuelo que le enviaLa la provi-
dencia. El emperador de Rusia comenzó con su,.
ma satisfaccion su correspondencia íntima con un
prÍncipe cuya historia había interesado á todos los
corazones sensibles. Tatistcheff sabia muy bien
cuanto partido podia sacarse de estas di~posi­
ciones recíprocas, y habia penetrado prontamente
el carácter de Fernando y reconocido la facilidad
con que cedía al impulso ajeno. En su vista pro-
curó descubrir el mejor modo de utilizar tales re-
cursos, no solo en beneficio de sus ventajas parti-
culares, sino tambien para favorecer el sistema
jeneral que se habia propuesto la Santa Alianza.


Fernando se convenció de que la estabilidad
del trono que .ocupaba y de su familia dependian
de la voluntad del Emperador, y por consiguien-
te que sus relaciones Íntimas con aquel monarca y
una deferencia ciega á todas sus insinuacionesoJ




16&
eran los únicos medios de evitar los infortunios
que le amenazaban por todas partes. Muchos cor-
tesanos de Fernando estaban interesados en entre ..
tener y prolongar su ilusion, unos á causa de su
odio á la Inglaterra que, gobernada por institucio-
nes liberales, infunoia tel'ror á los fanáticos y á
los perseguidores: los otros á causa de su ambi-
cion y de su interes personal; aquellos, en fin,
obligadog por las relaciones que habian ya forma-
do Con el embajador ruso y pOI' los ausilios que
le habian prestado para concertar los planes que
despues ejecutaron. Ponian de contÍ[Juo á la vista
de Fernando los números del Times,. de el EtLin-
burgh review , de la Minerva, del COllStitucwllal
y de otros periódicos que hablaban de su persona
del modo mas satírico, y le acusaban de los desig-
nios mas sangrientos. Hacianle creer que tales in-
vectivas eran la espresion de las opiniones, no so-
lo de los pueblos sino tambien de algunos reyes y
grandes personajes de Europa; que los desconten-
tos de la Península contaban can los socorros es-
tran jeros; que las sociedades secretas de todos los
paises habian jurado su pérdida, y que la Rusia,
cuya influencia continental Se habia aumentado de
Una manera tan estraordinaria por los últimos
acontecimientos políticos, podia solamente prote-
jerle contra tantos enemigos y tan poderosos. El
embajador ruso no despl'eció ocasiOll alguna de
prevalerse de e¡,tos temores y esperanzas conque
habiau pl'eocupado tan fuertemente elespirjtu del




169
rey, y muchos grandes funcionarios de España se
consagraron cnteramelite á Tatistcheff. Eguia, mi~
nistro de la guerra en esta época, vino á ser el
instrumento ciego de su voluntad, y prevalida de
este ministro la camarilla (1), poder formidable
é invisible de que tanto se ha hablado en Europa,
y que tan grande influencia ejercía en los destinos
<le España, na se movía sino á impulso de la vo-
luntad de Alejandro.


Con el lin de hacerse dueño absoluto de este
consejo secreto, colocó á su cabeza á un hombre
que gozaba de toda su confianza, y que no hubie-
ra salido de la oscuridad en que habia nacido, si.
no á favor de la anarquía que reinaba entonces en
la Península española.


Antonio Ugarte fue esportillero de Madrid, y
despues aiente dl'l negocios, en cuyo desempeño
desplegó mucha actividad: empleáronle en clase
de tal el ministro ruso á su liegada á España, y
algunos jenerales franceses durante su permanen-
cia en la Península. Las funciOnes que desempe-


(1) La camarilla, sala donde aguardahan al pie
de la campanilla los criados de la servidumbre que
estaban de servicio. De aquí se llamó camarilla á
la reuuion de los hombres que alli se juntaban para
árreglar los negocios mas importantes de la motlal'-
quía. En Inglaterra se ha dacIo á esta accion secre-
ta el nombre de ÍI!jluence bchind the throne (illlluen-
cia de detras del tI'OllO).




170
ñaba Ugarte eran de mi órden tan inferior , que
Tatistcheff le trató mucho tiempo como uno de
sus últimos criados: viéronle mas de una vez en
el cuarto del portero 11iIbl¡mdo familiarmente
con el, mientras esperaba una audiencia de l>U
amo. No tardó la política en tornar parte en estas
intrIgas, que al principio parecian insignificantes;
y el ojo diplomático descubrió pronto que un
llOmure tal como Ugarte, podia serie útil en el
gabinete espallol : finalmente, por los esfuerzos y
la influencia de TaLi::lIChdf, Ugarle llegó á ser el
amigo y el consejero Íntimo de Eguia. Ejerció su
despotismo en el ministerio de la guerra.1 y logró
despues ser admitido á ]a intimidad del monarca:
por e~pacio de algunos meses, su favor tanto mas
poderoso cuanto mas ocultos eran los medios que
lo sostenian , no pudo compararse sino al de Go-
doy en su mas brillante p,;!rlodo; sin embargo, la
ambicion de Ugarte no se hallaba satisfecha COIl
un estado equívoco que le ponía á cada instante
en la necesidad de guardar ciertos miramientos
con los ministros: creóse pues·, á propósito, un
nuevo poder de que se encargó csclusivamente:
siendo nombrado director ¡eneral de las espedi-
ciones· destinadas á conquistar y á pacificar la Amé-
rIca.


Es imposible echar una mirada sobre la época
de que hablamos, sin penetrarse de la mas vive
inrlignacioll contra los ambiciosos y cobardes qUE
fomentaron guerra tan cruel y antisocial. La Pe-




171
nÍnsula habia salido apenas de una CflS1S violenta
que la habia debihtado; sus manantiales se vejan
agol.ados j sus habitantes comenzaban entonces á
reparar sus pérdidas y solo pedialJ la paz y el re-
poso. El estado político de Europa daba e~p~ran·
zas de tranquilidad por algunos años, yen lan de-
licada coyuntura el gohierno Cl'pañol, fasciuado
por ideas quiméricas, obligaba á la nncion á ha-
cer los mayol'es sacl'ificios y á enviar la flor de su
juventud á enterrarse en las savánas de América,
sin perspectiva de gloria ni de recompensa. A los
ojos de los consejeros de Fernando, la empresa
de someter de nuevo al yugo de la esclavitud las
naciones que lo habian sacudido era Justa; y en su
delirio· peusaban facilmente reconquistar con Un
puñado de soldados descontentos, un puebJo nu-
meroso y valiente, en el que las ideas de indepen-
dencia habian despertado el entusIasmo que tal1
invtllclble hacé la bravura, y tantos medios su-
ministra para crearse recursos. La espedicion que
se preparaba con este objeto en España se campo.
nia de las mejores tropas del ejército, y para ocur-
rir á los gastos de su equipo tomáronse por el mi-
nisterio dé hacienda las medidas maro¡ violentas y
mas absurdas. Cuando se hubieron agotado el te-
soro públieo y el comercio de Cádiz., impusieron
en toda la Península é islas adyacentes contribu-
ciones arbitt'arias, sin regla alguna de justicia,
para hacerlas mas soportables, y ecsijióse hU pago
Con estraordinario rigor. La suma inmensa que




172
produjo, como todos los fondos destinados & .'
espedicion, debian pasar por las manos de Ugar
que no estaba obligado á rendir cuentas á nadí
del destino que desempeñaba" ni á consultar á I "
ministros sobre las medidas que ecsijiau tan vas
tas operaciones. Sostenia comunicaciones directa
con los jenerales, los intendentes y demas funci().
narios que dependian de su administracion , y que
no tenian mas recurso que obedecer ciega y esclll.,
sivamente sus luandatos.


Al parecer, los servicios de Ugarte en el em.J
pIeo singular á que Se veia encumbrado, no d~sa-~
gradaron al Emperador Alejandro" porque S. M'l
1. le concedió la cruz de Santa Ana, y en cambio:
Tatislchc1f fue creado caballero del ToisOll de oro,
y recibieron la cruz de Cárlos III los indi viuuos
que componjan la legacían rusa.


La influencia de la Uusía no se limitaba á los
salones de palacio: dominaba igualmente en los
oficios y despachos de la policia de Madrid. Las.
recomendaciones del diplomático ruso eran siem-
pre eficaces y producian una decision favorable á
la persona recomendada, cualquiera que fuese el
asunto de que se trataba: y así mientras que los
ejél'citos españoles obedecían, por contIueto de
Egaia las órdenes de Tatistcheff, las cárceles se
abrian para dar libertad á aquellos á quienes pro-
tejian sus subalternos.


En esta época se concluyó el famoso convenio
para la compra de las fragatas rusas J conveniQ en




173
que la córte de s:¡n Petersburgo I'lanifestó los mas
vivos deseos de suministrar á la Península los me-
dios de continuar la guerra contra los america-
nos, y al propio tiempo desembarazarse de tres
barcos podridos en pago de los que recibió una
suma considerable (1 ). No tardaron en reconocer
en Cádiz la inutilidad completa de tales barcos,
y Alejandro ofreció al gobierno español olras dos
fragatas en mejor estado: tan propicias circuns-
tancias suministraron á su representante nuevas
ocasiones de ejercer su influencia sobre el ánimo
de Fernando.


Tatistcheff se trasladó á Cádiz, y los minis-
tros Pizarro y Garay quisieron aprovecharse de
su ausencia para verificar la rejeneracion política
del pais, Ó 'al menos para libertar al rey de la
especie de tutela en que se hallaba. El primero
de estos dos ministros era detestado por el parti-
do que dominaba en el palacio, y al segundo
temíanle los que vivian á espensas del tesoro y
del desórden que en él reinaba. En efecto, Garay
lJabia procurado introducir en la admini~tracion
de la hacienda un nuevo plan fundado principal-
mente en el sistema de una contribucion directa.
Toda la faceion, á cuya cabeza se encontraban


(1) M'lchos niegan que haya pagado España Jos
referidos harcos: lo cierto es, que se prohibió hablar
mal de la flota rusa; y los 'lue murmuraban eran
mirados COlno herejes.




174
Tatistchf'ff , EgtJ~:l Y Ugarte, babia resuelto Ja
ruina de dos enemigos tan poderosos, y le fue en
e!'tremo fácil llevar á cabo su proyecto. Habien.
do trabajado cierta nocbe elmolJarca hasta una ho.
ra muy adelant.ada con los dos ministros Pizarro y


. Garay , se despidió de ellos con 'la fan.iliaridad
que le caracteriza. Algunas horas despues fueron
arrebatados de su cama por ma1ldato del rey, y
en med;o de las tinieblas de la noche, y sin dar4
les tiempo para hacer preparativo ¡¡Iguno 'de via-
je , recibieron órden de partir con una fuerte es-
colLa de caballeria el uno á Aragon y el otro á
Valencia. No paró aqui la persecucion : esciró el
interés ¡eoeral la esposa de PíZ3ITO, señora de
muclJO mérito y muy adelantada en su prelJez ..
por el modo inÍcuo con que la trataron. Como si
á los ojos de los enemigos de su marido fuese un
crÍmen el ser espesa de Pizarro, mandáronla sa-
lir de Madrid en e: mas breve espacio de tiempo,
sin dar oidos á sús ruegos y sin miramiento á los
peligros que iba á correr su vicia. Entretanto Ta-
tistchcff habia negociado en Cádiz con el marques
de Casa Irujo (1), y ofrecídole la secretaria de e.,ta·
do á precio de una ciega obediencia. El marql1es


(1) El marques de Casa Irujo se port6 con mu-
cha templanza en las dos épocas en que fue minis-
tro, y estaba adornado de apreciables circunstan-
cias.




175
poseia todas las cualidades necesaria& para ser com.
pañero de Eguia y dependiente de Tatistcheff, y
asi no tardó en tomar posesion del ministerio, lle-
nando y cumpliendo escrupulosamente las condi.
ciones con que lo habia obtenido.


Podemos afirmar sin temor de que nos contra-
digan, que mientras permaneció Tatistcheff en la
Península no Ee tomó medida alguna sin su asenti-
miento, por poco importante que fuese. Los que
están enterados de la época de que hablamos sa-
ben que el embajallor ruso nunca ejerció su in-
fluencia sino para favorecer los proyectos que ten-
dían á degradar la nacion española. Encumbraba
en los destinos públicos á hombres ignorantes y
fanáticos, con el fin de sostener el sistema ruino-
so de las espediciones lejanas y de destruir toda
esperanza de reformas útiles en la esencia del go-
hierno.


Este período de la historia de Fernando ofre.
ce un manantial fecundo de observaciones. Por
Una parte vemos al monarca ruw proclamar en
Polonia el triunfo de las ideas liberales; y por
otra vemos á su ministro perseguir con encarniza-
miento las mismas ideas en un país en que babia n
salvado la independencia. No es fácil esplicar por
que la Rusia pt'ocuraba consoildar en Maurid el
gobierno absoluto y estrechar los lazos que la
unian á Fernando á proporcion que este príncipe
aumentaba la esclavitud de sus s'Jbditos, y se alia.
ba en Italia con los descontentos, penetrando en




176
el seno de las sociedades secretas, ofreciéndoles
toda especie de socorros y designándoles el hom-
hre mas digno de ser colocado a su cabeza para
unir las provincias de la hermosa Italia bajo un
gobierno liberal y representativo. Las relaciones
íntimas del príncipe de Carignan con el Embaja-
dor ruso, en la córte de TUrÍn, contribuyeron
en estremo á alucinar á los italianos que creian
que el gabinete de Rusia deseaba espulsur á los
austriacos de la Lombardía. Digno es de notar ..
se que el espíritu de libertad y de patriotismo que
mas tarde resonó en las Cahezas de San Juan,
nació en medio de las espediciones desastrosas de
Ultramar. Desarrollóse rápidamente el contajio
liberal entre un pueblo que ha amaclo siempre la
independencia, y ocasionó con el tiempo las (nas
vivas alarmas, al que había reunido los materia·
les de tan vasto incendio. Podemos pues mirar á
la Rusia como el instrumento de que se valió la
Providencia para Sacar la España del estado de
letargo en que yacía, y darle á conocer, aunque
por corto espacio, la libertad.


Tatistcheff fue llamado á san Petersburgo po ..
cos dias antes de verificarse la revuelta de la isla
de Leon , ó bien porque el Emperador necesitase
en'tplcar en otra parte su destreza diplomática, ó
})ien porque llegase á sus oidos el clamor de algu-
nos españoles celosos. Las relaciones Íntimas que
habian ec~istido hasta entonces entre las dos cór~
tes, cesaron en gran parte con su ausencia) por-




177
que su sucesor tenia poca ambician y menos tacto
para las intrigas de palacio. Procedió ha:;ta cierto
punto con suma reserva, y aun se decia que des-
op"obaba el sistema que habia hecho tan odioso
en la Península el nombre de la Rusia.


Por esta época se verificó el matrimonio de
Fernando con Maria Isabel, y el de su llermano
don Cárlos con Maria Francisca de Braganza, hi.
jas del rey de Portugal. Un fraile oscuro de san
FI'ancisco fue el negociador de esta alianza, cuyas
consecuencias políticas eran tan importantes. Las
turbulencias de América habian obligado al buen
fraile á refujiarse en el Brasil, donde hallando
medio de introducirse en la familia real, propu~o
ambos casamientos y vino á Espaüa á pedir á los
príncipes las albricias. Fray Cirilo Alameda fue
pp,rfectamcnte recibido, su propuesta aceptada,
y en recompensa da un servicio tan importanle
nombráronle ¡cueral de la órden de los francisca-
nos, )' grande de España de primera clase (1).
Aciharó tan feliz suceso una circunstancia digna


(1) Siempre ha sido en España un destino de la
mayor importancia el de jcneral de los franciscanos,
por la influencia sin límites (¡ue ejercía sobre la mu-
chedumbre de fralles mendicantes: componia parte
de su renta una cOlltJ'ibucion hebdomoda ria, que con-
sistia en paFlar cada COllvento de la orden unll pe-
seta diaria. Aseguran que antes de la entrada de los
franCeses en España, llegaban á doce mil los COIl-
ventos de franciscanos que en ella habia.


TOM. 1. 12




178
de notarse: Acercábansc ya las princesas á ]a cos-
ta de España, cuando llegó á Madrid la noticia de
que los portugueses se habían apoderado de Mon·
te-Video. Irritóse el orgullo español, y ardió de
nuevo el antiguo odio que los castellanos profesa-
ban á los porlugueses El consejo de estado opinó
que el matrimonio proyectado no debia verifi-
carse ,y el infante don Antonio fue de dictamen
de que se retuviesen en rehenes las princesas basta
que quedase restituido el territorio usurpado: mas
la reina no tardó en desarmar tan justa cólera COn
su hermosura, sus gracias y la dulzura de sus mo-
dales. Cuando la bella Isabel se senló en el trono
coU'~ibíóse jeneralmente la esperanza de que liLer-
taria el pais del yugo que lo oprimia : y esta espe-
ranza crecía á medida que la reina desarrollaba
las cualidades amables de que la habia dotado la
naturaleza. La ilusion fue breve, y el dolor de los
españoles tan grande como síncero cuando supie-
ron que S. M. estaba prócsima á espirar. Su her-
mana que gozaba de mejor salud, y cUJo casa·
miento prometia considerable aumento á la fami-
lia real, nunca despertó en la Península los mis-
mos sentimientos de admiracion y de amor, por-
que enemiga de la libertad, y no menos orgullosa
ni menos emprendedora que su madre, incitó con
frecuencia á Fernando á tomar medidas violentas
contra el sistema constitucional, que tantas veces
habia ofrecido observar: en tales circunstancias la
presencia de la -princesa Francisca en el palacio




179
no contribuyó poco á aumentar los disgustos con-
tinuos que abrumaban á Jos hombres distinguidos
que lo habitaban.


El marqllcs de Cerralbo negoció el tercer ma-
trimonio Je Fernando con Maria Josefa Amalia de
Saionia, princesa tan notable pOl' las gracias de Sil
persona, I";omo por la elevacÍon relijiosa de su es-
píritu, y que nunca quiso tomar parte en los ne-
gocios políticos sino para suavizar ]a viúlencia de
ciert~s medidas.


El cuadro que acabamos de trazar, nos de-
mueslra cuan débiles é imprudentes Son los pro-
yectos que se fundan en intel'eses incompatibles
con el bien jeneral, y en una política egoista y
esclusiva que no toma en cuenta la ventura p,íbli-
ca. Los esfuerzos hechos por la política estralljera
para sostener el gobierno absoluto de Fernando,
resultaron en perjuicio de este prínci pe, y en el
momento mismo en que mas vivamente le apre·
mía h~n para que aVanzase en la carrera desastrosa
que le habi~n trazado, tratábanle con menos mi-
ramient.o que á las demas pot~ncias. En el arreglo
concluido en Paris por las naciones helijerantes
para arreglar las indemnidades, no solamente no
señalaron parte alguna ;i España, que era sin duda
la que mas habia sufrido, sillo que no le permitieron
tonnr pal'le en el congreso que debia decidil' de Jos
destinos de Europa. Tampoco le consintieron en.
viar un comisario á Santa Elena á semeianza de
los monarcas que de habidO convenido en Paris.




180
Como las relaciones que eCRisten entre la Pe ..


nÍnsula y la Santa Sede pertenecen naturalmente
á los negocios eclesiásticos, hablaremos con esta
ocasion de aquellas; llnicarnente ailadiremos que
el partido que en la córte de las Tullerias sostenia
los principios que Fernando ponia en práctica,
admiraba la conducta del mal aconsejado príncipe.,
y proponia á toda Europa su gobierno como un
modelo digno de imitarse. El vizconde de Cha.
teaubriand publicó en diciembre de 1819 un es-
crito muy elocuente, en el que procuraba probar
la solidez, la belleza , la justicia y los grandes re-
sultados de semejante sistema de gobierno. Hallá.
hase Fernando leyendo este folleto cuando recibió
la noticia del pronunciamiento de las Cabezas de
San Juan.




GOBIERNO INTERIOR.


Por espacio de muchos siglos el gobierno de
Espafl3 habia sido puramente municipal, y por
consecuencia suave y popular. Las guerras contí·
uuas, las frecuentes divisiones del territorio y el
carácter de la nacion muy inclinado al gobierno
federatIVo, fueron las causas principales que con-
tribuyeron jeneralmente á que se adoptára seme-
jante sistema, que sostenido por III influencia de
los ayuntamientos, que lluuque aislados eran muy
útiles, propend'a á remontar al mas alto grado de
prosperidad a la agricultura y á las artes. Cuando
el despotismo de la casa de Austria vino á des~
truir este sosten de las libertades públicas, fue ne-




182
ccsario concentrar el poder snberano para que pu-


. diese oponer mayor resistencia, porque si las ciu-
dades ilUbieran comervado sus antiguos privilejios,
jamás hubiese podido consolidarse la lirania. Por
una convinacion mal calculada, el consejo de Cas-
tilla (1) se hallaba casi esclusi vamente revestido
de la autoridad administrativa. En UIlOS casos ba-
cia las veces de tribunal de primera instancid, y
en otros de tribunal de apelacion que juzgaba en
último resultado: componíase de hombres educa-
dos en la lejislacion de las escuelas, que habian
cncalll:cido el) Id rutina, en la lentitud y en las
trabas de ·Ios tribunales inferiores, No era posible,
put's, colocar tales maiistrados al frente de los
negocios pf.Íbljcos sin paraliza.' su {!Ul'SO y estable-
cer en la aumillistracion la marcha arbitraria que


(1) 1<;\ gohierno español, convertido en absoluto,
p~octl"6 suprimir gradualmellte las instituciones que
tiellden mas Ó IUenos á defender las libertad('s de los
pueblos; y asi sobre las ruinas de las córtes levan-
tóse el consejo de .Castilla. AUIl(lue la autoridad de
las ~órtes fuese reconocida nOlllinalrnellte, sillell.bar-
go desaparecieron casi del todo desde que el hijo me~
llor de Luis XIV subió al trollo de España. Felipe
V creyó, no obstante, que su antoridad era necesa-
ria para consagl'ar la mudallza que intentaba es/a-
blecer en el 6rden de sllcesioll al trollO, La última
vez (lne se reuuierolJ las córtes fue en 1789. Com.
pouíause de lOll grandes de España, del clero 1 de




183
acompaña siempre á un poder sin freno.


La dinastía de los Borbones trató de consoli.
dar este sistema, que sinembargo sufrió lijeras
alteraciones bajo el reinado de Cárlos Tercero: su
ministro J Floridablanca, estendió las facultades
del ministerio á espensas del consejo de Castilla.
Así introdujo en este caos de reglas arbitrarias un
nuevo elemento de discordia y de rivalidad: ver-
dad es que los ayuntamientos conservaban toda-
via algun poder en las provill~ias, mas en todas
partes cedían á los mandatos del capitan jeneral,
especie de ba já que reunia en su persona Una au·
toridad Ilimitada. En efecto, mandaba la fuerza
armada en su provincia, presidia la audiencia
que allí residia, y era jefe absoluto de todos los
tamos de la administracion J de la policia y del
gobierno civil. Godoy aumentó todavia el poder


los diputados de las ciudades que representaban el
estado llano. NJanifestó esta asamblea que no care-
cia de vigor ~ y al instante fue disuelta : el cOllsejo
de Castilla vino á ser entonces el primer cuerpo del
estado. Desempeflaba al mismo tiempo las funciones
de gran consejo de administracioll del reillo y de tri-
hUllal supremo de apelacion: como consejo tenia la
illspeccion de todas las operaciones interiores que in-
teresan al bien Plíblico. Di v idíase en cinco cámaras
que gozaban diferentes dtriLuciones: 108 miembros
del cousejo, y principalmente eJ presidente, tenian
JJluch.as prerogati vas.




184
de estos funcionario!;, mas la constitucion de 181 '1
puso dichoso fin á tantos abusos, creando los je-
fes políticos y las diputaciones de provincia, cu-
ya autoridad, como la del ayuntamiento, dehia
encaminarse á la felicidad del pueblo.


Cuando el sistema constitucional quedó des-
truido , vol vieron á aparecer los antiguos desórde-
nes y aumentáronse, si es posible, por las pasio~
nes horribles de aquellos á quienes Fernando con-
fió 105 d('stinos públicos: pal'ecia que el gobierno
español no tuviese ni mas objeto, ni mas deberes
que cumplir que perseguir á los liberales, á los
francsmasones, á los afrancesados, en una pal¡¡bra,
á toJos los ciudad~lOos apreciables é ilustrados.
Desde los ministl'os hasta el último subalterno de
policia, los numerosos aientes de la autoridad no
se oCllpaban de otra cosa que de llenar de vlclimas
las prisiones} y de bllscar en las acciones mas
inocentes y aun en los mas nobles rasgos de pa.
triotisrno ~ pretestos para inlentílr procesos tan
largos como rigurosos. Tan vasta y sorda pers~ ..
~u,~ion, recibió todavía mayor estension yactivi.
dad por 105 nombramientos imprudentes 'de capi~
tanes jenerales de las provincias, que recayeron
en personas conocidas por su carácter inmoral y
sal~guinario. Rivalizaron en celo para lograr el
agrado de la facGioQ, á quien servían J y para ha ..
cerse nQtables en su llueVa canera: e!ltre todos
di~tinguiéron5e principalmente el conde del Abis ..
hal en Cadiz, y don Fr&ncisco Javier EliQ en




185
Valencia. Dos escenas importantes de )a época de
que habl!:lmos, ecsijen de nosotros que entremos
en algunos detalles.


Enrique Odonell ('), hijo de un oficial irlan-
des, que se habia dislinguiuo al servicio de Espa-
f1a, era coronel de un rejimiento ue inf.mlerÍa
cu,lOdo comenzó la guu'ra de la Independencia.
Descolló por su bl'iIlante denuedo y por la destre-
za y la actividad que desplegó en la organizacion
de su cuerpo: promo"'iéronle pues al grado de jene-
ral, y obtuvo el mando de un cuerpo considerable
del ejército de Cataluña; mas en este nuevo pues·
to no pudo sostener su primera reputacion. Igno-
raba COI11 plctarnente la estl'atejia , y faltábalc aquel
golpe de vista mIlitar, tan necesario para conducir
las operaciones, y la fuerza de espíritu que se re-


(1) El conde del Abisbal fué el objeto de )as mas gra-
ves acusaciones durante su carrera política. Pretenden
que no contellto eOIl haber ejercido los actos de tiranía
de que hahla el a utor de la~ presentes memo/ias, y de
haber representado e) papel de ajente intrigado .. , in-
tentó en les acontecímielltos de la isla Je Leon ellgai¡ar
á UII mismo tiempo al rey y á los constitucionales. Han
llegado á acusarle tarnhien de haher querido levantar-
se al poder Supremo: ulla carta insertada en el Espa-
ñol constitucional, que se publica en LOlldres, cootie-
ue detalles muy curiosos sobre este asunto. Abisbal ha
poseido el arte de encubrir su con¡lucla 130 el laberin-
to de los IJlisterios: á la historia toca dar á conocer la
verd'ld.




.86
quiere para las concepciones vastas y bien combi.
nadas: así comprometia sin cesar la seguridad de
su ejército, esperimentando pérdidas de mucha
importancia. Confiriéronle las cortes el título de
conde del Abisbal, nombre dd putblo donde con-
siguió una ventaja de poca consideracion, y le nom-
hraron por otra parte rejente del reino. En tan
~ncumbrado puesto dió tantas pruebas de amor á la
constitucion y moslróse tan celoso partiJario de
las ideas liberales, que los patriotas se convencie-
ron de que era uno de sus mas firmes apoyos- Mi-
rábanle como á Un ¡eneral que seria en eslremo
útil, bi en época alguna tratase el despotismo de
levantar su cabeza: mas al regreso de Fernando
apresuróse el conde á abjurar sin restriccion sus er-
rores políticos, y en recompensa de esta muestra
de adhesion á la persona del rey, revistiéronle
con el mando del ejército que debía entrar en Fran-
cia durante 105 cien dias. Por resultado de tan bre-
ve é insignificante campaña, Q·DonelJ fué nom-
hrado capitan ¡eneral de Andalucía ,y gobernador
de Cadiz.


Para comprender la importancia de semejante
nombramiento, debe tenerse presente que el go-
bierno no cesó nunca de concebir los mas vivos te-
mores de Cadiz , cuna de las ideas liberales. En el
momento de la vuelta del monarca, hallábase el
puert:> ocupado militarmente, y sus habitantes en-
tregados del todo al comercio, habíanse manifes-
tado siempre enemigos de los abusos y de los esce-




187
sos: imposible parecia que tantos elementos de re.
sistencia y tant<I'i causas de indignacion permrtnecie-
seu tan laJogo tiempo inactivas l;os funcionarios pú-
hlicos enviados á Cadiz dt'sde el estableclOliento
del poder absolut.ista , tuvieron mucho cuidado en
pl'Olongar los temores del gobierno, no solo para
etel"Oizar el sistema de venganza que cada emplea-
do habia adoptado, sino tambien para obtener el
favor del rey y de los ministros, haciéndoles creer
que su celo y actividad habian contribuido á pre-
caver una revoluciono O·Donell, animado de los
Dlisll10s sentimicntns, moslróse del propio modo
en una ciudad donde antes habia hecho alarde de
sus opiniones liberales con toda la fuerza del entu-
siasmo, y su presencia llenó de terror al pueblo
entero. Ni el conde, ni la multitud de hombres
inmorales que le rodeaban, ocultaban en modo
alguno sus designios: decian en alta voz que venian
á deSEnmascarar á los conspiradores, castigarlos, y
esterminar á Jos impíos liberales que habian en-
contrado un refujio en Codizo


Lejos de conspirat" contra el gobierno los veci-
nos de\ puerto, no pensaban sino en libertarse ue
Jos males que los habian amenazado: y O-Denell
que no se acomodaba con la tranquilidad de Jos
gaditanos, quiso turbarla forjando una conspira-
cíon. U na-noche que yacia Cadiz sepultada en el
mas profundo reposo, mandó tocar jenerala, po-
ner sobre las armas á los cuerpos que la guarne-
cian, y colocar cuatro cañones en la magnífica pla-




188
~ de san Antonio, que sirve de paseo público!
tambien situó una numerosa guardia de caballería
en los salones del café de Arolo, abierto en la
misma plaza. Dió á su dueño órdcn de levantarse
de la cam'l (1), donde estaba gravemente enfer-
mo, y le previno que enviase á buscar en el acto
un pintOl' que mudase la inscripcion de c'ifé de
.Apolo en el de café del re.r. Llenó las calles de
patrullas, y al amanecer publicó las órden€s mas
severas, acompañadas de las mas sangrientas ame-
nazas y de redículos reglamentos contra las reu-
niones. No es posible pintar el horror que se apo-
deró de Cádiz cuando sus habitantes se enteraron
de las medidas sancionadas, y ninguno podia adi-
vinar las causas que habian dado pie ~ tan impo-
nente aparato. No se notaba en el puerto la me-
nor serIal de sedicion , mas por la misma razon de
que faltaball los pretestos para escojer las vícti ..
mas, cada uno temia naturalmente por su perso--
na. Por 611 disipóse la borrasca, sin mas resultado
que el concedel' á Q·Donell la gran cruz de Cár-
los IlI, para recompensarle del celo que babia
desplegado, precaviendo la catástrofe que amena-
zaba á la nacion.


Réstanos hablar de su carácter sedicioso: el
santo oficio habia solicitado la cooperac~on de las


(1) Esle desgraciado murió de resultas del terror
que le iuspiró el conde.




189
autoridades pl~hticas contra el libertinaje y la im·
piedad, y quejábase amargamente de] ningun
respeto y de la indecorosa conducta que algunos
jóvenes observaban en la iglesia. El consejo de
Castilla que habia p~rdido hasta la sombra de Sil
antigua consideracion , y no era ya sino el ciego
instrumento de las pasiones y de los caprichos
del despotismo, publicó una circular encargando
á las autoridades que hiciesen guardar severamen ..
te el respeto debído á las iglesias, y ordenándoles
imponer los mas rigurosos castigos á Jos que con·
travinicsen á la circular. El conde del Abisbal
buscó las ocasiones de esta clase para mostrar sU
adhesion , y estando un dia en misa en la iglesia
parroquial de san Antonio de Cádiz, observó á
dos hombres que permanecian en pie en el mo-
mento de la elevacion, y mandándoles prender en
el acto fueron condenados á algunos años de en ..
cierro en una fortaleza. Los desgraciados reos ha.
bian probado hasta la evidencia que padecian do-
lores que les impedían arrodillarse; mas su ¡usú ..
ficacion no suavizó la suerte á que estaban desti.
Dados.


La conducta de Elío (') en Valencia fue to-


(1 ) Elio, antes de mandar en Valencia, habia
sido gohernador de Monte· Video, y siendo atacado por
el ¡elleJ, .. 1 Al'tiguas no mostr6 talentos militares, y
aun d~jó en duda su valor, pues allll,!ue sostenido




190
davia mas crue1 y mas sanguinaria. Ejercia suma
influencia en el ánimo del rey despues de su vuel-
ta á España, y hemos visto ya el uso que de ella
hizo en una oca5ion memorable. Puesto á la cabe·
za de un partido que tan completamente habia
triunfado, dueño absoluto de una provincia ajita-
da de contÍnuo, y que durante el corto espacio
del gobierno representativo habia manifestado con
tanta enerjia su amor á la libertad, hall..íLase Elío
en las circunstancias mas favorablts para satj~fa­
cer á la vez sus rf~sentimientos públicos y particu-
lare~, y asi lo hizo con toda la violencia y la cruel.
aad que eran propias de su carácter. No es posible
comparar el sistema de policia que estableció en
Valencia, sino á las persecuciones cOlltÍnuas de
108 dictadores romanos ó de los decemviros france-
ses: poblaban la ciudad numerosos espías, cuyo
empleo consistia en ir á Cllza de víctimas, y que
para este objeto interpretnban de un mOlla crimi-
nal las acciones mas inocentes, convirtiendo en


por 1M portugueses firm6 la paz con el gobierno tle
Buenos Aires. En 1814 ofreci6 á Fernand,} el apo}o
de Sil ejército para destruir la cOllstitucion ; y nt3n_
túvose siempre firme sosten del poder absoluto, po_
niendl) un término á sus crueldades y á su vida la
re,'olucion de 1820. E lío , que habia mandado en Va-
lellcia como un sultán, fue condellado pelr el crí-
D1en de alta traicion á morir en el cadalso leranta-
do delante de un jardín tIue habia plautado •.




191
crímenes las relaciones de la amistad y 10& desaho-
gos tle la confianza. Los jueces de aquella auJiencia,
los individuos del ayuntamiento, el il'!€'ndente,
los oficiales de la guarnicion, y en una palabra
cuantos dep~ndian de Elío , servían de ajen tes de
sus injusticias. De dia en dia las cárceles rebosaban
mas y mas de hombres honrados, cuyos delitos
nadie conocia; y á consecuencia de sentencias iní-
cuas, motivadas jeneralmente por la acusacion de
un enemigo ó de un ajente secreto del gobierno,
lrasladábanlos á los presidios de Africa, consuman-
do su pérdida con la confiscacion de los hienes
que poseian. Violóse ~entre las tinieblas de la no-
che el domicilio de los vecinos mas respetables y
mas pacíficos: hombres del ¡nas infame carácter
arrancaban los secretos de las familias y peneLra-
ban en el retiro mas sagrado de la vida domésti-
ca. El servicio militar se ejecutaha como en Una
ciudad sitiada; ningun forastero podia residir en
ella sin ser conducido antes delante de las autori-
dades subalternas, las que le ecsaminaban riguro-
samente, y algunas veces bajo los pretestos mas
frívolos le negaban la entrada y le mandaban acom-
pañar por la policia fuera de las murallas. Todos
Jos dias se anunciaban nuevas conspiraciones, y á
tan fatídicos anuncios seguian siempre nuevos ul-
trajes y nlleva3 medidas de policia las mas riguro-
sas y absurdas: por fin hasta la apariencia misma
de la alegl'ia , de la tranqui.lidad , de la seguridad
desaparecieron de aque\ pueb~o; y no ecsistia un




192
solo vecino que no temiese á cada instante la lle-
gada de la orden fatal que debia arrancarle del
seno de su familia, y privarle de sus bienes y de
su libertad.


El resultado que se proponia Elfo con sus vio-
lentas medidas era cansar la paciencia de los va-
lencianos, para obligarlos á precipitarse á algun
acto de sedicion y valerse de aquel pretesto para
mavores crueldades, como en efecto sucedió. Al.
gu~os jóvenes entusiastas, aburridos con tan pesa-
do yugo, formaron el plan de asesinar á Elío, y
ganaron con SUi promesas parle de la guarnicion
que ofreció favorecer la trama. Elijieron á. Valen-
cia como punto céntrico de una revolucion polí-
tica, que con el tiempo debia eSlenderse á todo el
reino. El plan estaba bien concertado, y guarda-
ron relijiosamente el secreto los conjurados, hasla
que la víspera de la ejecucion uno de sus indivi-
duos, espoleado ppr el aguijon del miedo ó hala-
gado con la esperanza de la recompensa, se pre-
sentó á Elío y se lo descubrió todo. El jenerul .. á
quien no es }usto negar el mérito de su arrojo
personal, se dirijió en el acto seguido de una guar-
dia poco numerosa al sitio donde se habian reuni·
do los conspiradores. ALurdidos estos saltaron unos
por las paredes del huerto .. y Vidal, que era un ca· .
ronel que se habia puesto al frente de la trama,
salió al encuenlro de Elío y traLó de dispararle una
pistola, cuyo tiro no salió: entonces Elío metíén-
dole la espada por detras 19 pasó de parte á parte.




193
Los dentas conjurados que no se habiall escapado,
Be enlregaron á la tropa y fueron conducidos á los
calabozos, á cscepcion de un capilan que se suici.
dó. Concluido el pl'OCf'SO, cuya prccipitacioll y
faltarle forlllas legales cuentan pocos elemplos,
fueron ahorcado'l junto á las mm'aBas de Va\ellcia,
muriendo con un arrojo indecible, principal-
mente el ¡óven Beltrall de Lis, hijo del banque-
ro de este nombre. ¡lfuero contento, gritó cuando
marchaba al suplicio, muerO rOlltento porque mi
muerte sed vengada. Algunas horas despues de la
ejecucion, Elío vestido, de gala', se presentó á
cerCiol'ul'se con su .. lH'opi05 ojos de la muerte de
los reos, insultando asi impíamente sus cad;-ívc~
rt s. Vidal, Illol'ibundo , h,.bia sido conducido al
cadahalso en una parihuela, mas espiró antes de
suL:r (¡ la horcn.


De tal suerte se lwbi:m mu1tjplicado y compli-
cado l<ls díverBas ruedas del gobierno, que ya caú
no se conocía la autoridad sup,'cma. El cOllsejo de
Castilla, con su rresidente el duque dé!1 Infanta-
do, los alcalde~ de casa y córte, el cOfrejiJor de
Madrid, el ayuntamiento, el capilan jeneral de
]a provincia, el gobel'nador de la plaza y lo, d03
tribunales de la inquisiciol1 que alli residían, erau
otros tantos centros de autoridad que J 8UIlQUC Sé


-1¡allase reparlida en diferentes ramos, cada cual
IHocuraba usurpar'la lurisdiccion del otro y obra ..
ha separadamente con igual grado de podel" -' Cuan-
do s.e trataba de los negocios políticos ó relí ¡¡osos.


TOM, l. 13




194
Eguia (1) ~ durante su ministerio, aumentó toda ..
via el des6ruen, introduciendo en el ejército un
sistema de intolerancia relijiosa y ulla amalgama
de leyes militares é illquisitoriales, que forma
uno de les caractéres mas marcados del presente
período. Eguia ha encanecido en la rutina llIilitar,
sin haber abierto nunca un libro, ni adquirido
ideas ó conocimientos que le sacasen del nivel de
la clase mas ínfima de la sociedad. Su odio á lo~
da clase de novedades subia tan alto, que en sus
ídtirnos años aun llevaba el cabello sin cortar,
como en tiempo de Fedel'icoll, dando lugar á
(Jue le ~podasen coletilla, con cuyo nombre era je-
neralmente conocido. Supersticioso, enen igo del
saber y de la juventud, implacable en su venganza


(1) D. Francisco Ramon de Eguia, nacido en Da-
rango en 1751 ~ sobresalió en la gt1erra oe la inde?en-
dencia, y al terminar!\e la última campalía mandaha
ulIa tlivision en el ejél'cito de Elío. Eguia mal'chó el prí-
-mero á Madrid, y encarcel·) en may') de 1814 an IlIÍme_
ro considerable de diputados y de otras personas distin-
guidas. Fuéelevado al ministerio de la Guerra, qne era
incapáz de desem?eñar, á causa de su espíritu minucio ..
so, duro y fanático, y nomhrárollle desllues ¡eueral de
Castilla. Por cOllsecuencia de las oscilaciones que ca-
racterizan la épuca de que hablal1lo§, rllé llamado de
nuevo al ministerio, de donde n9 tar¡l¡í á ser separado
segunda vez. Su ?resencia en el reino de Grallalla, cuya
capitanía jeneral ohtuvo ?3,ado algun tiempo, rué la
señal de las persecuciolles, y las cárceles de la inquisi-
cíon no tardaron en l'ebosar de presos.




195
Y dominando el ánimo real, no era dificil que
se abandonase enteramente á sus opiniones y á sus
paSlOne'i f¡¡voritas: para satisfacel"las, sirv¡óse de
todo~ los medios que tenia en su mano. La inqui-
sicion le ofreció sus calabozos, y sus tormentos
cuya oferta aceptó i'egocijado, y de allí se orijinó
Ulla jurisJicc;on nueva, secrt.ta, tortuosa, cuyo
objeto era perseguir y castigar á los soldados sos-
pediOsos de impiedad, de liberalismo y de franco
masonerla.


El proceso que en tales casos se instruia era
digno de los siglos mas b,lrbaros. Al momento que
se recibia una acusacion de este jéuero, en'?crra-
han al presunto reo en los subterráneos de la in-
quisicion: nombraban despues dos ajentcs fisca-
Jes, el uno militar y el otro miem Lro del santo
oficio, que comenzaban dos distintos espedientes
tan arbitrario el uno como el olro. C<'ncluidas las
declaraciones sin número , la~ aculiaciones, las in-
jurias, y los golpes descargados por los jueces mis-
mos (1), el acusado no vo\via á oir hablar de su
proceso, ni veía mas que á su carcelero que le


('2) El juez Galinsog3, en la causa dp. un ¡(iven lIa.
mado Balda ~ ljue des pues fué diputado á Córte~. Iteró
su cl'lIcldad al estremo , r mandóle encerrar y encade-
nar etl ti 11 cala bozo estrecbo y htill'ledo; llegó á veces
su barbaridad hasta golpear y maltratar gravemen-
te al preso.




196
presentaba una miserable raciono Tan cruel en-
cierro, que hacia amable la muerte, no tenia tér-
mino señalado, y sin duda alguna no hubiera ce-
sado sino con la vida de las víctimas, si la revolucion
de I ,() de enero de 1820 no hubiese abierto las puer-
tas de las cárceles, y vuelto á la sociedad maS de
cuatrocientas personas que habian desaparecido de
la capital de la monarquía sin sClher como, La ma-
yor parte de ellas habian sido ap,'isiolladas como
individuo3 de una vasta sociedad masónica, des-
cubierta en Granada, cuya historia aclarará en su-
mo grado las tinieblas de la época que describi.
mos,


La francmasoneria se habia introducido en
España desde el reinado de Cárlos 111, pero obli-
gada á precaverse de las persecuciones de la inqui-
sicioll, mucho mas irritada contl'a esta sociedad
que contra las herejias mas seJialadas , su ecsisLen-
cia fue precaria y careció de importancia, Al pun-
to que las tropas de Napoleon invadieron la Es-
paña, estendióse esta sociedad rápidamente, y Con-
taba ya Un gran número de prosélitos, cuando las
córles abolieron el tribunal de la fe, El restahleci-
miento de la inquisicion y las persecuciones ful-
minadas contra' las ideas liberales, y cont¡'a las
luces del siglo, comunicaron á las reuniones de la
francmasoneria cierto carácter político y una apa-
riencia de conspiracioll; mas los francmasones 10-
gral'on al principio evitar las miradas escudriña-
doras de sus enemigos. Su primer triunfo les dió




197
mayor consistencia, inspirándoles poco á poco tanta
confianza, que vino á dejenerar en imprudente osa-
dia: Ol'ganizáronse en fin, en un solo cuerpo) dil'iji-
do por el Gran Oriente, que se estahleció en Gra.
nada. Contahan en sus lójias muchos personajes de
alta categoría, y muy distinguidos por sus talentos,
BUS riquezas y su influencia; y el Oriente de Gra~
nada, confiando en las ideas liberales que domi-
naban en aquella ciudad, llamada entonces la Ate.
nas espailOla, no tomó las precauciones necesarias
pal"a asegul"ar la easistencia de toda sociedad se-
creta, en un pais en que gran parte de sus habi.
tantes las miraban con malos ojos, aunque sus
miembros desafiaban hasta cierto punto las autori.
dades, jactándose de que poseian un poder mucho
mayor que el suyo" Todos los individuos del Gran
Oriente, á escepcion de dos ó tres que lograron
escaparse, y un gran número de iniciados disemi-
nados en la Península, y principalmente en las
provincias de Andalucia , fueron presos á un mis-
mo liempo, sepultados en los calabozos y tratados
con suma crueldad. En este número se contaba
donJuan Vanhalen .. cuyas singulares aventuras nQ
carecen de interes bajo muchos aspectos.


J.,¡os crimenes de que acusaban á Vanl1alen,
parecieron á Eguia y á sus consejeros de naturale-
za tan gl'ave y tan importante, que aunque hahia
sido preso en Murcia J cuya inquisicion era mas
severa que las ."estantes de España, juzgaron con-
veuiente I\landal,"l~ trasladar á Madrid" donde I~




198
sepultaron en uno de los calahozos mas oscuros
del santo oficio. En SU3 interrogatorios, Vanhalen
mostró desde el principio una firmeza y una osa-
ula de que hay pocos ejemplos en la historia de
aquel tribunal: no s¿ preseubba en la actitud de
Uu hombre abruma.io con el peso de una terrible
acusacion, sino mas bien con la de un entusiasta
que hace la apolojia de un crímen , cuyas conse-
cuencias carga sobre sus espl.llJas : eriiió~e en após-
tol de las ideas liberales y patrióticas, y acusó
con enel'jía á sus perseguidores y á sus enemigos.
Fatigado de tantas preguntas, que sus jueces re-
novaban á cada instante, para descubrir' sus pla-
nes y SIlS cómplices, respondió que á la verdad
ecsistian vastos proyectos., y una muchedumbre
inmensa y formidable de conspiradores; pero que
nada declararía sino al. rey en pel'sona j y que si
S, M. se dignaba concederle Ulla audiencia parti-
cular, 110 soldmer.le le revelaría cuanLO deseahan
saber los jueces, sino otras muchas cosas de Ja mas
grave importancia.


Fel'Oando inslt'uido de tales circunstancias ac-
cedió á la demanda, y manió conducir á Vanhalen
á su presencia :. mostró aquel delante del monarca
tanta calma y firmeza como habia desplegado de-
lante de los iueces: declaró que )a frac masonería
habia echado raices tan profundas en España que
todo el poder del gobierno, y aun el terror dela
muerte, no bastaban á estirparlasj que los destinos
de la capital de la monarquía y de Jas provincias,




199
los rejimientos del ejército, y llasta los convenIos
y el clero de las catedrales estaban ocupados y mi-
nados por una multitud de fracmasOlJes. Que su
objeto era in! roducir en el pais una ferma de go.
bierno que guardase armonta con las ideas del si.
glo, apagar el espíritu de fanatismo y de prrsecu-
cion que habia oprimido y degradado el reino, y
colocarlo así al nivel de las naciones mas ilustra.
das y mas florecientes de Europa. Sostuvo que le·
jos de abrigar la intencion de cometer el menor
att ntado contra la persona del rey, ó de querer dis-
mi n uir d e modo a 19uno su legÍlima autoriJad , se
hallaban disl'uc~tos a defenderle contra toda clase
de peligros, y á clol'garle un poder mas elevado y
mas firme (Iue el que entonces ejercía: que S. M.
debia imitar el ejemplo de algunos monarcas de
Europa que en circunstancias difíciles, convenci-
dos de la utilidad y venla jas de las sociedades
masónicas, se habian colocado á su cabeza y 1'0-
deádose por este medio de partidarios ilustrados.
Vanhalell añadió que si las opiniones reliiiosas de
S. M. se oponian á la fracmasonería á causa de
las dlferentes bulas que fulminaban analem¡¡s con-
tra los individuos de aquella sociedad, sería fá-
cil obtener del Papa reinante.y del cardenal Gone
zalvi, que eSlaba al corriente de lo que pasaba en
Europa, la abolicion de las bulas realmente iluso-
rias,. en el estado actual de los negocios; en fin
que S. M. debia persuadirse de que cuanto mas
}.lersiguicse á los fracruasones, y mayores rigores




200
emplease contra ellos, mas estension tomaría la'
secta, y adquiriría fuerzas suficientes para llegar al
objeto político (Iue se habia propuesto. El reyes-
cuchó su discurso con suma atencion, .Y qllids le
hubiera causado una impresion profunda, si los li-
sooj,el'os (I'IC le l'odeaban no le hubieran distraido
insinuando en su ,ínimo errores fatales é illspil'án-
dole ulla ciega seguridad. Sin embargo no puede
llegarse (Iue trató á Vunlwlen con mucha bondad,
y al saber que lo que mas hahia sentido en el cala-
bozo era la l)J'ivacion del tabaco, le regaló una
porcion de cigarros de la Habana de los nservados
rara su uso.


Vuelto Vnnhalen ~ su calahozo, sus enemigos
atormentáronle mas (lue nunca con lluevas cruel-
dades, porque el atrevimiento conque hahia habla-
do al rey era imperdonable á los ojos de Eguia y de
los inquisidores. Poco satisfechos de las primeras
respuestas que hahia dado sobre SUg cómplices, re·
produgeron de nuevo las mismas preguntas ron mas
encarnizamiento; y viendo que todos sus esfuerzos
eran inútil~s mandaron aplicar á Vanhalen el tor-
mento del brazalete, que consiste en colgar al acu ..
sado de un brazo y atormentarle al propio tiempo
por medio de un brazo de yerro vacío en el que se
introduce el de el paciente. Vanhalen sufrió sin
proferir una sola queja tan bárbaro suplicio} del
que todavía conserva las dolorosas seií,.Jes.


En vista del encono de los inquisidores, era
muy probable que tuviesen la iutencion de entre-




201
garse á lo·s ~ltirnos estremos contra el preso que
habia eicitado su cólera, ó al menos de dejarle pe·
recer lentamente en &u horrible calabozo. Así hu-
hIeI'a sucedido sin duda alguna, si la divina Provi-
dencia no le hubiera suministrado los medios de li-
bertarse de un fin tall miserable. La cárcel iuqui.
sitorial en que estaba encerrado es un edificio
construido de tal suerte, que un solo hombre basta
para su custodia: las galerías'y los corredores for.
man laberintos oscuros y difíciles, y todos los pa-
sos vienen á desembocar en el aposento del caree·
lero, que es necesario atravesar para salir á 1.1 calle.
El sugeto que en esta época desempeüaba el oficio
de carcelero vivia perfectamente tranquilo sobre
los presos confiados á bU guarda, y esta tranquili.
dad se fundaba en el conocimiento completo que
tenia de lag dificultades que presenta han aquellos
tortuosos cOl'redol'es. Sel'víale una jó\'en de 13
aiíos, que arrastrada por la curiosidad natural en
su edad y en su sexo} ó quizás por un sentimiento
de compasioo, acechaba cuantas veces podia por el
agujero de la llave del calabozo á Vanhalen. No
tardó este en conocer que ecsislÍa en el mundo un
ser que se interesaba por su suerte, y habló á la
jóven y le pidió ausilio para salir de su desventu-
rada situacion. La niña deseando vivamente ser-
vir á su I'rotejido, le procuró los medios de escribir
Una carta, y se encargó de entregarla á la persona
á quien iha dirilida. Así comenzó su larga corres·




201
ponrJeneia con los frac masones de Ma:lrid, concer-
tando un plan diestramente concebido para liLer-
lar á Vanhalen del abismo en que se veía sepulta-
do. Inmensas eran las dificultades de la tentativa,
Dlas todas cedieron al arrolo Y á la prudencia. Era
necesario que el preso conociese perfectamente la
d-isposicion interior del edilicio, que no babia podi-
do observal' bastante las pocas veCes que lo habia
atravesado, y las in!ltruccione.s minuciosas de la
jóven que servía de eonfidente salvaron la dificul-
tad. P,'eciso era tambien que se enterase de las lo-
calidades eSleriores, para que ~upiese por donde
debia dirijil'se en el caso en que lograse pisar la ca·
lle: para esto sus amigos le enviaron un mapa ee-
s~cto de los contornos de la inquisicioll, y le traza-
ron el camino que habia de seguir para encontrar
á los encargados de acompañarle yprotejerle. Mas
el obstáculo principal consistía en salir, y no podia
veriticarlo sin abrir muchas puertas y sin pasar por
la ha bitacion en que vi vía el carcelero con toda su
familia. Este hombre se ¡;restó felizmente á Jos in-
tentos del preso J sin saberlo, allanando de este
DIodo la parte mas difícil de la empresa: l'ogÓ á
Vanhalen que le diese algunas lecciones de lengua
francesa, y fácil es adivinar el gozo conque el pre-
so aceptó la propuesta. Las lecciones contribuye-
ron á inspirar al discípulo mayor confianza en su
maestro, y á darle el tiempo suficiente para concer-
tarse con sus amigos sobre todoJ los puntos del




203
proyecto, y para fijar el dia de la ejecucion. '


La manera conque el preso logró escaparse era
tan diestra COI11O atrevida: una noche de invierno
ocupabinse Vanhalen y el carcelero en su leccion,
teniendo el segundo la espalda vuelta á la puerta,
que permanecía ab:erta: de fl:'pente asiéndole el
preso le echó en la cama con fuerza, élbalallzóse
acto cont.inuo fuera del calabozo, cerró la puerta
con llave, atravesó los corredores siguiendo las
instrucciones de la jóven, y llegó á la hahitacion
del carcelero, sorprel1diendo á su mujer y á su hija,
únicas personas que allí se hallaban en aquel mo-
mel1LO. Las mujeres en vez de perseguir al fujit'ivo
il11djinaroll qu~ habria sucedido algul1 descalabro
al carcelero, y corrieron á socorrerle, mientras
que Vanhalen logró pisar la calle y éncont.'ar á sus
amigos, Algunos meSC!! Jespues mandaba Vanba ..
len un escuadro n de caballeda rusa en los confi-
nes del Cáucaso.


Fernando no se servia largo tiempo de unos
mismos hombt'es, m concedia esclusivamente su
confianza á un partido: así es que las diferentes
facciones que eu el secreto inle r ¡or del pa lacIO se
disputaban el poder, se veían sucesivamente ven-
cedoras ó vencidas segun las esperanzas ó los te-'
mores del monarca. Cada vaiven producia una
mudanza completa en la admirlÍstracion ,de lo que
resultó que en el trascurso de los seis ailOS que
me liaron hasta el restablecimiento de la Constitu-
cion, contó Fernando mas de treinta ministros




204
(1). Algunas veces desaparecian súbitamente de la
escena política los que parecian mas sólidamente
arraigados y sostenidos mas tenazmente por la ca-
marilla: otras veíanse colocadas las riendas prin.
cipales de la administracion entre las manos de
hombres oscuros, cuyo encumbramiento era un
enigma para el público. A este mímero pertenecia
D. Juan Lozano de Torres, que sin haber cursado
los estudios necesarios al que ha de desempeñar la
secretaría universal de Gracia y Justicia, sin mas
esperiencias de los negocios que la que pudo ad-
quirir en un empleo subalterno de hacienda, filé
elevado al referido ministerio, es decir, á jefe su-
premo de la iglesia y de los tribunales españoles.
Lozano de Torres fué uno de los que por mas
largo espacio de tiempo se sostuvo en el poder, y
de los que mas confianza merecieron á Fernando.
Imposible seria describir el desórden que introdu·
jo en toJos los rallJos de su secretaría.


España yacía, pues, sumerjida en un abismo


(1) La suerte que esperimentaban entonCM en la
Península los minist.,os que caían en desgncia, pare-
cíase en grau mallera á la que les cave en las córtes
orielltales. En E9paña ddsde 1814 á 1820 la caida de
un ministro era casi siempre segu ida de su destierro,
algunas veces de la priiion y otra~ de la confisC3cioll de
sus bienes. Por este punto de comparacion entre los
at'riCJnos y los peninsulares, y otros (ple encontró 1.\'1, de
PraJt dijo I que en 105 pil'iueos oomenzaba Afrioa.




205
de ignorancia y de desórden , é inútil es añadir
que nadie se acordaba del bien plíLlico ni de em-
prende." cosa alguna por el pueblo , pprmanccien-
do cegadas 'Ias fuentes de la prosperidad nacio-
nal. La educacion, confiada enleramente á las uni.
versidades, conservaba los sist.emas de ]a edad
media (1), y despreclábanse las ciencias moder-


(1) No hay en Europa pais alguno donde ecsi~tan
mas estudiantes y mas ignorancia. En 1788 segulI un
estado formado tle órden del rey contábanse 4:'312 cstuo
di:wtes matriculados, aunque muchos de ellos faltos de
subsistencia tellian que entregarse durante una pal·te
del di:! á las ocupaciones mas Iltllnildes: J otros melldi.
gal)an pOI' las calles Parece que no se ha disminuirlo su
Illímel'O desde 1'793 en las diez y 5iete universidades
que cuenta Españ a. La mas céleLre desde los tiempos
J'emotos es la de S 31amanca que tenia 15,000 alumnosy
Sl'senta y un catedrádicos. lIa decaido en estremo :í úl-
timos del siglo pasado, y ni sus p,'ofesores, ni flU opinion
correspondian ya entonces á su fama. La de Valencia
protejida pOI' Cárlos IV es la que mas ilustrada se ha
mostrado en la citada época. y de ella h:1lI salido algn_
110S hombres que la hOllran con sus escritos J hlentos.
Refil'iéndonossiempre al periodo citado había unjver~í­
darlf'S que tenian profesores de astronomía, pero que
cal'ecian de insh'umentos y de observatorio. Un viajcro
nos ;¡segur6 que en 1783 todavía se enseñaba en algu-
nas el sistema de PtholQUleo por órdell de la inquisicion:
que algunos profesores no conocian ni haLian visto IIUI\-
ca ciertas esperiencias ni aun sabian montar las má<¡ui.
llas. recien venidas de París. La inquisi.~ion se opuso á




t06
nas y los estudios útiles, persiguiendo á los que
los cultivahan. Se prohibia con el mayor ri·
gor la lectura de 109 periódicos estranjeros; y la
censura previa encadenaba la libertad de la pren-
sa J pues no era perrnilido impl'imir obra alguna
sin que antes pasase por las manos de un inquisi-
dor y de un cOllsejero de Castilla. Los medios de
comunicacion eran de dia en día mas difíciles á
causa de la destruccion de los caminos: y las espe-
diciones de América J las proscl'i rciones .Y la pes-
te habian disminuido estraordinariamente la po-
hlacion (1). La fortuna privada se veía aniquilada


que la Academia insistiera en el proyecto que lllllia
concebido de traducir cuidadosamente y dar á la estam_
pa la hermosa historia ,le América e~cl'ita por el ill:;.lés
Robertson. Sin emhargo 841" dignos ,le elogio los traba.
jos literarios de la Academia española J su Diccionario,
no obstante tantas. trabas. ¿ Cómo ha de adelalltar Es-
paña?


(11 Daremo!l aquí algunas noticias sohre la pobla-
cioll de Espaila y sohre sus mediN de subsistencia. Va_
rios autores han sostellido con verosill,iljtud f¡tle la Pe-
nínsula era antiguamente el pais mas poblarlo dfl Euro~
pa. Sin emhargo en el I'einado tic Fernando y de Isahel
la poblacioll no pasaha,Je quince millones de haLitalites.
cuyo IIlimero rué disminuyelldo hasta el fin del reinado
del primer BOl hOII,en cuya época qn~daba reducido á seis
millones. Creció despues de un morlo prodijioso, y el ceno
so de 1197 prolUJce ya do~e millollf's, eálculo verdadeJ'a_
mente ecsajerado, parque el de 1802 hecho con mas cui.




207
casi del todo por un sistema de rentas y de con ..
trihuciones complicado, tiránico y absurdo. Los
tribunales estaban vendidos al poder, y los mi-
nistros anulaban segun su capricho las Jecisiones
jUI'ídicas, y creaban al mismo tiempo comisiones
que juzga5en las CaU5[lS eu que se hallaban intere-
sados. Mientras que los hombres de mérito se
veian obligados á buscar en la oscuridad y el rcti-


dado y ecsactitud, tlá por resultado diez millones coafJ'o ..
cientos nueve mil ochocientos setenta. Contáhallse eu
este nlÍmero entre celibes, relijiosos y "iudos 3 257.022:
y 3262.196 relijiosas y viudas. De donde resulta que
ecsistiau eutollces cerca de seis millones y medio que no
contribuían al aumento tle la poblaciolJ. Si recapitula.
mos los elementos de que se compone dicha pohlacion ..
veremos cuan difícil es cultivar UII Illlmeru de tierras
proporcionado al de los ha bitan tes. Los 5/8 !le estos com-
puestos de mujeres, niños y allcianos 110 contl'ibu) en
casi á los trabajos ele la agricultura: quedan cerca de
3.803 991 hombres: de Cl.)'O número restando 1 :l21 799
indi"i<luos del clero, el ejército de tierra y lDar, los
criados &c. quedará reduciJo el número posihle de
agricultores á 2. 582.212.; Y en último analisis tomando
en cuenta los que pasaban á las colonias de Vltl'amar,
los mendicalltes, los vecinos j reflecs'iünando sobre la
pereza inveterada del español, su; numerosos dias de
fiesta, que ell la Diócesis de Toledo por ejemplo solo
dejaban 27'l. dil!' hábiles de trabajo, cOlloceremos fá.
cilrn~nte que la agricultura no l'0llia bastar á las ne ..
oesidades de España.Sill embargo, Osorio y otros escri.




208
ro un refugio contra las sOEpec113s y las delacio-
nes, la muchedumbre de los ignorantes y de los
viles ocupaban los empleos públicos. Los regla-
mentos prohibitorios habian deslruidó el comer.
cio yestendido el contl'uballdo de un modo cs·
traordinario; los caminos aparecían infestados de
ladrones, cuyo número y audacia los hacia n tan
temibles, que el gobierno mismo se veia algunas


tores de fines del siglo décimo séptimo, formaron un
cálculo cnrio_o y vel'osimil. 11 allallse soh:e el suelo his_
pano lS0 000,000 de hanegadas de tiprr;ls Iahorables
que produciri.lll en un año comull 500000000 tle me-
didas, que contienen cada ulla eohre 122 :í 125 li-
bras de trigo ó de ce11teno, y otra tallta echada, COl)-
lando libra y media de pall diario á cada persona re-
sulta, que España puede alimental' 85 millolJes de ha-
bitantes: j y este p"is no puedc proveer en el dia á
12 000 000 escasos! En cuanto al déficit ee~iste ulla no-
tahle diferencia entre los cálculos de MM. Bonrgoiug y
de Lahorde: el primero "alüa la importacioll delt,.igo
estranjero al necesario para alimeutal' 1/30 de la pobla-
cioll t mientras que el segulJdo sostiene que España 110
alilllente sino las 2/j de sus habitalltes. Los cálculos ele
:M. Bourgoing se fundan en el número de barcos, "Y en
el cargamento que entraban cada arIO en los puedos es-
pañoles. A primera vista pal'ecen mas riglll'osos que los
de M. de Lahorde , cuya escelente o1>ra nunca se medi-
tará bastante por los qne desean adquirir Iloticids ecsac-
tas sohre el desgraciado paí! que n05 oClIpa , t10nde las
cosas mas sencillas se hallan envueltas en las tiuieblas.




209
veces ohligado á negociar con ellos. No debe
pues ndmirarnos el que tantas y tan poderosas
causas de cOl'l'up,::ion, hayan ejercicio suma in·
Duencia sobre el carácter nacional, y que sumido
el pueblo eu el cieno de las pasiones, haya perdido
algunas tic las briUantes cualidades que le distin-
guian en las primeras épocas de su historia.


TOM. 1. 14




----------_._----


NEGOCIOS ECLESt~STICOS.


U nO de los manantiales mas fecundos en ¡ropo ...
tanles observaciones, es el ecsámen de las causas
que han contribuido á consolidar y á estender el
fanatismo relijioso, y á comunicarle el carácter
de persecucion é intolerancia que tanta sang re ha
hecho derramar en Espaila , y l!ue la ha reducido
al eslado de ignorancia en que al presente se en·
cuentra. En todos los paises católicos de Europa
los progresos de las luces, de la civilizacion y de
la industria, han disminuido la intolerancia reli-
liosa: únicamente debe esceptuarse la Península




211
de esta regla ¡eneral. La inquisicion (' ) ~e }Ia con-
servado en ella en todo su vigor en el periodo ci-
tado, y á la influencia det clero y de los confeso-
narios, y al impubo de la supersticion se han pos-
pueslo los intet'eses de la sociedad. Propio es de
nuestro objeto ecsaminal' brevemente las causas
que Lales resultados ban producido ~ porque le.
niendo que hablar muy pront.o del uso hecho de
jas opiniones relijiosas en el reinado de Fernando,
es necesario rt!cordar las círcun!o\lancias que oriJi-
naron lan estr,wrdillarios acontecimiclltos.


En los siglos duodécimo y decimotercero, la


(1) En la!> guerras civiles 8e desnaturalizan las
palahras; ell otro tiempo la inr¡llisicioll era el ilIS.
trurnellto de I~s persecuciones rel'jios:ls; ahora. cam-
hiando de naturaleza, es el instrumento tle la po-
lítica, como lo prol eba 11 todos sus actos desde 1814.
Di.fícil es concebir como MM. Dourgoillg,de Labor-
(le, y el mismo M. Clausel de' Coussergne, se hall
cOllv~l·t,ido hasta cierto punto en defeltsor'!s oficio-
sos ele la inqllisiciolJ moderna. ]\f. C1aussel de COIlS-
serglle afirmó en la tribuna, que los escl'sos de la
revolucion francesa habian ~acrificado mas víctimas
en UI1 día que la inquisícioll en tres siglos: pero el
señor Llorellte ha destruido tall estl'aña a~ercion. En
el reinado de Felipe IV h'ub<l 140~O condenados por
el santo oficio. de los (ltle fueron quemados vivos
2852: ell el de Cárlos U, 6512, de los que murie_
ron en las hogueras 163~: en el de Felipe V, 9120,




2,12
España no estaba mas adelantada que las demas
naciones (le Europa en las ciencias, ni en los otros
ramos de los conocimientos humanos, que consti-
tuyen la civilizacion jenel'al. PCl'O se desarrolló en
sU seno un mal inveterado que minó la nacion por
espaci.o de muchos siglos, y que influyó en sus
principales acontecimientos: tal fue la guerra re-
lijiosa que desoló el reino entero, yen la que to-
maron parte todas las clases de la sociedad. Prin-
cipió esta guerra en los monles de Asturias y á
las órdenes de P~layo , y se concluyó en las mon-
tañas de Granada y en el reinado de Fernando y


pereciendo en el fuego 1600; en el de Fernando VI,
170 sentenciados t de los cuales 10 fueron quema-
d08: en el de Cárlos lB, 56 Y 4 quemados: en el de
Cárlos IV, 42 sentenciados, mas ningilno á mllerte.


Cuando ('estahlecieron la inquisicion en 1814 Os-
talaza felicitó con esle motivo á Fernando del módo
siguiente:


"Apenas ha vuelto V. M. de su cautiverio, ya
quedan curados los males de su pueblo. La sabidu-
ría y el talento salell á la luz del dia, recompensa_
dos COIl los mayores hOllores ~ y la relijion sobre to-
do protejiua por V. M., sale de las tinieblas como
el astl'O luminoso del di'a. j Cuán hOllroso es para
mí .. señor, el ser admitido á la presencia del mas
grande de los roonarcas, del mejor padre de sus
vasallos, del soberano mas aOlado de su pueblo!"




213
de Isabel. Mientras duró tan prolongada lucha,
fue necesario poner en juego las opiniones relijio-
.8a~ para inflamar hasta el mas alto grado el arrojo
de los soldados, y tocar así el blanco propuesto,
que era la espulsion de Jos Mauros: y de semejan~
te acuerdo resultaron la intolerancia y el espí-
rit.u (le persecucion, que tan poderosamenle influ-
yen en el destino de las n¡¡ciones. El triunfo de
Fernando y de Isabel aumentó el mal lejos de dis-
minuirlo, porque ambos monarcas se pusieron en-
teramente bajo la tutela del clero. Los sacerdotes,
con el pretesto de impedir la vuelta de las cre-
encias falsas, y de COl,servar el cri~lian¡smo en
toda su purez<l, enfretuvieron constantemente la
ignoranoia del pueblo, aumentaron el rigor de la
inquisicion y acrecental'on en estremo el número
de los monasterios, difundieron las prácticas pue·
riles de devocion, las opiniones dudosas y las cere-
monias faustQoS3S, sosten ordinario del fllvatisffiQ.
No goz.ó menos poder el clero en los reinados si·
gllieotes: Cárfos V empleó cuantos medios pudo
en resarcirle en España de las pérdidas que la
confes\oll de A~sb.urgo le habia causado en Ale ..
mania: asi es que trabajó con nuevo ardor para
dilatar su poder. J.1os reinados de .Felipe 111 y de
Felipe IV , Y el de Cárlos U, sobresalen por el
estado de hunlilJa.cioQ en que cay6 la naciein es.
paño-la , abrumada con el Jugo de tUl despotismo
sangu~nario y de una administracion relijiosa, que
qisfIgurah.a con chocal,ltes errores \as verdades de 1"




214
relijion (1). El primer príncipe de la familia de Bol'-
han que subió al trono Hispano, hubiera poJido
efectuar Una grande revolucion en la opinion pú-
hlica, si hubiese abrigado como su abuelo el amor
á la'! letras y á la5 ciencias, el gusto á las bellas
arles y el instinto de la civílizacíoll que distin·
guian el siglo de Luis XIV. Mas en vez de obrar
asi Felipe, llevó á la Península nuevos elemen-
tos de corrllpcion. Fernando VI y Cárlos III eran
devotos en toda la esten~ion de la palabu; yaun-
que en el reinado <le Cárlos 1 V • las opiniones re-
Jjjiosas hubiesen perdido una gran parte de la eS-
p~cie de idol<ltría que las: rodeaba", no obstante
puede decirse que en esla época la gran mayoria
de la nacion española, conservaba en cierl.o modo
Jas preocupaciones y los sentimientos del siglo an-
terior, y que los, progresos ht!chos en tiempo del
príncipe de Ja Paz, se limitaron á la alta clase de
la sociedad.


Imposible era que las ideas relijiosas no tomasen
parte en la esplosion jeneral de 1808, esplosion
que los acontecimientos y las pasiones habian pre-
parado de tal suerte, que no po~ia dejar de sobre-


(1) El autor de estas memorias espera que sus es~
preslone¡ no se considerarán como un alaque ni aun
irHlirecto, contrd los principios fundameutáles de la
relij iOIl de su patria, pues 5010 se trata de los abll-
sos eu ella introducidos.




2'5
venir, como en efecto sobrevino. Amás de que el
pueblo español se inclina naturalmente á mirar
cuanto pertelJece á los estranjero5 como irrelijio-
so, incrédulo Ó herético, el clero que vela su
influencia y sus propiedades amenazadas, se puso
á la cabeza del partdo que recha7.aba las nuevas
ideas, y fué uno de los ajentes mas poderosos para
sublevar la muchedumbre. Aumentóse la ecsaspe-
rucioo C011 los escesos que los franceses cometie-
ron en los conventos, y con las medidas que tomó
el gobierno del rey José para conservar el clero
dentro ue los límites circunscritos.


La asamblea nacional de las córtes encendió en
Cádiz otra especie de guerra, que el clero se vió
obligado á sosteller, sino quería perder la mayor
parte de sus r;quezas y de su influencia: el desar-
rollo de las ideas liberales fué la sei'lal de una nueva
lucha. Las medidas que por una y otra parte se adop-
taran, llevaron el sello de estremarnente violen-
tas, aunque de corta duracion , porque el regreso
del monarca les puso ~n término. La $upresion del
santo oficio arrastró tras las banJeras de la resis-
tencia al ejército de frailes y al clero secular. Mu-
chos obispos se negaron á obedecer aquella ley: el
cardenal Gravina , nuncio del Papa cerca del go-
bierno constitucional, se declaró tan enér\lcamen-
te contra la medida adoptada, qlle se vieron obli-
gados los ministros a mandade salir del reino. Así
cuando el monarca volvió á entrar en su patria, el
clero se presentó á S. M. como instrumenta de su




216
conservacion , pidióle venganza de sus enemigo! y
recompens¡¡s por los sacrificios 'lue habia hecho.
Aunque el rc.y no fuese ni crédulo, ni supersticioso,
sin embargo unió con mucho gozo sus intereses á
los de tan poderosos aliados; y las primeras medi-
das de rigor que tomó, estaban revestidas de un
color que dejaLa entl'ever nuevos obstáculos á los
progresos de la civili?;acion ,y nuevos triunfos á la
. . 19oorOncH\.


Apenas regresó á M~drid Fernando, reslable-
ció el santo oficio, y el decreto por el que se
abrian hUS pUf'rtas fué rec;bido, segun dicen, en
casi toda España COn entusiasmo y con las mas
vivas demostracIOnes de alegría y de reconocimien-
to. Verdad es que este tribunal carecía ya de fa.
cultades para imponer la pena de muerte; mas
apesar de tal restriccion restábanJe abundantes me-
dios dd venganza. Conservo en toua su pureza sus
procedimientos tenebrosos, sus encarcelamientos
arbitrarios y su intcrvencion en un sin uúmero de
delitos que nada tienen que vl!lr con la relijion, y
los hombres puestos á la cabeza del oJioso tribu·
nal , no dejaron escapar ocasion alguna para ser ..
virse de tales instrumentos.


El decreto del restablecimiento del santo ofi-
cio es de aquellos documentos que Hevan consigo
el sello de la época, y que deben pasar íntegros á
la posteridad.




217


REST ABLECIMIENTO


IlE LA INQUISICION.


El glorioso título de católicos, con que los re-
yes de España se distinguen entre los otros príncipes
cristianos por no tolerar en el reino á ninguno que
profese otra relijioll que la católica, apostólica,
romana, ha movido poderosamente mi corazon á
·que emplee, para hacerme digno de él , cuantos
medios ha puesto Dios ell mi mano. Las turbulen-
cias pasadas, y Ja gu~r .. a que aflijió por espacio de
seis años todas las provincias del reino: la estan-
cia en él por todo este tiempo de tropas estranjcras
de mucha,; sectas, casi lodas inficionadas de abor-
recimiento Y odio á la relijion católica; y el des-
ól,den que traen siempre tras sí estos males .. junta-
mente con el poco cuidado que se tuvo algun tiem-
po en proveer lo que tocaba á las cosas de reliJioll,
dió 4 los malos suelta licencia de vivir á su libre
voluntad, y ocasion á que se introlujesen en el
reino, y asentasen en muchos opiniones pernicio-
sas por los mismos medios con que en otros paises
se propagaron. Deseando, pues, proveer de re- .
medio á tan grave Olal , y conservar en mis domi-
nios la santa relijion de Jesucristo, que aman, y
ell que han vivido y viven dichosamente mis pue-
hlos, así por la obligacion que las leyes fundamen-




218
tales del reino imponen al príncipe que ha de rei-
nar en él, Y Yo tengo jurado guanlar y cumplir,
como por ser ella el medio mas á rropósito para
preservar á mis súbditos de disensiones intestinas,
y mantenerlos en sosiego y tranquilidad; he creído
que seria muy conveniente en las actuales circuns-
tancias volviese al ejercicio de su jurisdiccion el
tribunal del santo oficio. Sobre lo cual Me han re-
presentaclo prelados sábios y virtuosos, y muchos
eue.'pos y personas graves, psi eclesiástieas corno
seculares, que á este tribunal debió Espaiia no ha-
hftrse contaminado en el siglo X VI de los errores
que cau~;aron tanta afliccion á otros reinos} flore-
ciendo la nacion al mismo tiempo en todo ¡énero
de letras, en grandes hombres .Y en santidad y
virtu\.l. Y que uno de los principales medios de
que el opresol' de la Europa se valió para sembrar
)a corrupcion y la discordia, de que sacó lantas
ventajas, fué el destruirle so color de no sufrir las
luces del dia su permanencia por mas tiempo; y
que despues. las llamadas córtes jenerales'y estra-
ordinarias Con el mismo prfteslo, y el de la Cons-
liluci0n que hicieron, tumultuariamente, con pe~
sadumbre de la nacioo le anularon, Por lo cual
muy ahincaJumeote me han pedido el restableci-
miento de aquel tribpnal; y accediendo Yo á sus
ruegos, y á los deseos de los pueblos, que en des-
ahogo de su amor á la relijion de sus padres han
restituirlo por sí mismos algunos de los tribunales
subalternos á sus funciones, he resuelto qee vuel-




219
van y continúen por ahora el consejo de inquisi-
cion y los demas tribunales del santo ofic.io al
ejercicio de su jurisdiccion, así de la eclesidstica,
que á ruego de mis augustos predecesores le dIeron
Jo! pO'1tíflces, juntamente con la que por su mi.
nisterio los prelados locales tienen, como de la
real que los reyes le otorgaron; guardando en el
uso de una y otra las ordenanza~ con que se go-
bernaban en 1808 ,y las-Ieye!S y providencias, que
para evitar ciertos abusos, y moderar algunos pri·
vilejios ,convino tomar en distintos tiempos. Pero
corno auemas de estas providencias acaso pueda
convenir torilar otras, y mi intencion sea mejot·ar
este establecimiento de manera que venga de él la
mayor utilidad á mis súbditos, quiero que, Jue-
go que se reuna el consejo de inquisicion , dos de
sus inuividuos, con otros dos del consejo real,
unos y otl'OS los que Yo nombl'are, ecsaminen la
forma y modo de proceder en las causas que se
tiene en el santo oficio, y el método establecido
para la Censura y prohibicion de libros; y sien
ello hallaren cosa que sea contra el bien d~ mis
vasallos y la recta administracion de justicia, Ó
que se deba variar, Me lo propongan y consulten
para que acuerde Yo lo que convenga. Tendreislo
entendido, y lo comunicareis á quien correspon.
da.-Palacio 21 de julio de J814.-Yoelrey~
- A D. Pedro de Macanáz.


LIJ primero que hizo el santo oficio despues de
su restablecimiento, fué publicar una numerosa




220
lista de libros prohibidos. Entre las obras proscri.
tas bajo pena de la mas terrible e5COlUunion ( latre
selltentire) figuraban la constitucion de la monar-
quía espallOla, los diarios de córtes y los folle-
tos y escritos periódicos puramente políticos daJos
á luz durante el tiempo que estuvo en vigor la
constitucion de Cádiz. La persecucion contra los
fracmasol1es comenzó poco despues, y herüos di-
cho ya que se fulminaba de concierto con Egl.lia,
ministro de la Guerra, llegando á tal punto que el
canónigo Riesco, uno de los inquisidores que ba-
hia intentado em"ano suavizar tan terrible rigor,
se arrojó á Jos pies del rey y habló con suma ener-
jía contra aquel abuso de la refijion y del poder.
Renuució la plaza de inquisidor, advirtiendo á S. M.
los males que le amenazaban como igualmcnte á
la nacion, si no los precavia prontamente por me-
dios eficaces.


Al propio tiempo el clero y los frailes de la ca-
pital rodeaban á Fernando y le abrumaban á fies-
tas, á eloiios y á presentes: atribuían esclusi va-
mente al clero secular y regular, la restauracion
del rey y el triunfo de lo que ellos llamaban reli-
¡iOll. I.Jas ceremonias del culto se celebraban con
la mayor pompa, repitiéndose todos los djas, prin.
cipalmcnte en Madrid, y asistían á ellas Jos miem-
bros de )a familia real llevando colgados del cuello
estampas, medallas, escapularios y otros emblemas
de devoci.on. Por lo comun seguia á estas fiestas un
magnifico banquete, al que inviLaba el rey á los in-




221
dividuos del clero y á los frailes, y en el que S. M.
se abandonaba á la alegría. Rara vez sucedia el que
se terminasen tales asambleas sio que el prior del
convento pidiese al monarca alguo destino determi-
nado para Sll sobrino ó para sus protejidos ,el cual
se le concedía sin tardanza y sin que los minj~tros
tuviesen en ninguna parle su nombramiento. Fre-
cuentemente acontencia que despachando Jos mi-
nistros con el rey le presentaban la lista de los can-
didatos pal'a algun empleo vacante, y S. M. sin fi-
jar la alencion en las personas que le" proponian,
nombl'aba al individuo que le babian reconlendado
en las asambleas relijiosas (1).


Los frailes eran tan fértiles en recursos, que el
prior del convento de At.ocha de Madrid pidió al
rey le conct:diese permiso para crear cierto núme ..
ro de condes y de marqueses, y habiéndoselo con-
cedido, el prior vendió á muy alto precio HCluellos
titulas ... que algunos juzgaron muy honoríficos. Se-
mejante e'pecutacion produjo al convento sumas
considerables. \


Sostenidas por una proteccion tan decidida y


(1) Nos vemos obligados como en otras ocasiones á
Bua v izar las espresiones a Iso duras del autor oligio a 1,
que dejándose IItlvar algunas vecell de las ideas que se
ha fOl'lIJado vé los objetos con la imajinacioll, que es
v idrio de a umento~ y UII hecho verdadero en Ja t'sea..cia,
abultado se bace sospechoso en la historia.




222
tan porlerosa las iJos órdenes del clero, tomaron so-
hl'p el eSlado J sobre la soc.edad un ascendiente
de que habian carecido en el reinado de 10'1 últi.
timo.; reyes (1). P<lgábame Jo~ diezmos con la ma-
yor regularidad, y no lardó lél i¡;lesia en resacirse
de las pérclitlas que habia esperimentado Con la ín-
vasion de los franceses; y &unque durante aquel
período bOI'rascoso, la falla de crnamentos hizo
decaer la pompa de las fietílas relijiosas, co por
eso dejaron de nadar en la opulencia yen las deli.


(1) J enera Imente 8e tienen ideas eq u ivocadas sobre
el clero e~pañol; sn influjo es mas pr}(lel'oso que el que
ha pMlido hacer sospechar ellltÍmero de sus individuos.
El estado en que se hallaba poco antes de la revolucion
francesa, dará una' illea del que tenia en el periorlo de
que se trata. EII aflllella épuca , no a\'enfajaha la Pe-
nínsula á las tlemas lIaciolle~ eUlopeas en postsiolles
relijiosas y monásticas, pOrllue el clero ft'3llcés era pro-
porcionalmente Olas nlHIlCI'OSO)' mas rico. En ]';88 se-
l!.UIl los documentos oficiales, el clel'o regula,' J sf'c"lar
de Espa1l3 ascendía á 14~687, Y en Francia á 46007~;
(le moo,> que el clcro de Francia en una pohlacion de
cel'ca de 25000000 componia la quincnaj!'sima st'glln-
da parte, mielltras que en ES[1aña solo Ilcgaba á la sestua-
jésima nOlla parte de sus 11.000000 ,le habitantes. Las
riquezas que poseía el clcro de Frallcia, eran tamhien
mayores á proporcioll: y valuábase su renta en ,O mi-
HOlles de libras; mas ell España se I:allaban Ids relltas
repartid~s 1!01l mas desigualdad. El arzobispadu tle '1'0-
letlr) valía mas de once millones de I'cales, y el de otras
diócesis uo llegaba á la tercera parte &c. <




223
tias los canónigos de las catedrales. Tampoco pe ....
dieron el tiempo los frailes para reponer sus arcas
del menoscabo sufl'iJo en la guerra de la indepen-
dencia , y reedificaron con admiruble presteza los
conventos destruidos por los invasores, damlo una
nueva pru~ba, pul' si era necesaria, de la supers-
ticion del pueblo español, pues para escitar el zelo
y la jenerosidad de los fieles" habian recurrido á
las profecías y á los supuestos illilagl'os. Abriéron-
se seminarios en todas palles, y los ob~spos confi-
rieron las órdenes sagradas tan pródigamente, que
transcurridos seis meses desde la vuelta de Fer-
namlo á su patria, ya se habian consagrado al esta-
do eclesi.istico mas de seis mil individuos.


Las nuevas relaciones que se establecieron en-
tre las córles de España y de Roma (1) ,cont:-ihu-
yeron en gran manera á consohdar el poder que
acababa de recibir la iglesia. Pio VII de vuelta á


(1) Por largos años rué la Península' tributaria de
la córte de }{oma j mas libróse en fin de tanta humilla_
eioll por un concol'dato firmado en 1753. El nombra_
miento de beneficiados habia sido por mncho tiempo un
objeto de dis(:ordia, y á escepciolJ de 52 heneficios re-
tu vo la facultad el rey P ri v ad" de este modo la córte
de Barna de un manantial inagotahle de recursos, de-
hia recibir en resarcimiento UII milloll de escudos ro-
mallOS, pJgando el interés á razan riel 3 por ciento. El
Papa se reservó el producto delas dispensas matl'imo-
niales &c. que vaHan uu año con otro treinta mil duros.




224
sus estados des pues de la caida de Napoleon, puso
en movimiento todos los resortes para recobrar la
soberanía y el influjo moral de que le haLia despo-
jado el cODqulstador. U no de los primeros actos de
su gobierno, rué el restablecimiento de las órJe-
nes relijiosasque miraba como los mas firmes apo-
yos de su poderio. La bula en que a~í se ordenaba.,
y que se distribuyó profusamente en España, acre-
centó el triunfo del partido dominante. El segundo
paso que dió el Papa, rué restablecer las relacio.
nes íntimas que en olro tiempo ecsistian con la
Península española, medida que era para Roma de
la mas alta importancia, porque ninguna de las
nacione¡; catóiicas, sin esceptuar Italia, suministra
tanto dinero como Espaim al tesoro de San Pe-
dro, á causa de la propagacion de las doctrinas ul-
tramontanas en el país y de la ignorancia de sus
habItantes. Habia una multir.ud de acciones indi-
ferentes en sí mismas ó únicamente prohibidas por
las leyes eclesiásticas, que no eSlaban permitidas
sin comprar la dispensa de la córte romana. La
secularizacion de un fraile ó de una monja, el ma-
trimonio entre parientes, el permiso para Lener un
oratorio en casa, el de llevar peluca Jos eclesiásti-
cos calvos, y otros muchos, tan poco importantes,
necesitaban de la sancion de la Santa Sede. Como
el .eiercicio de este poder permaneció suspendido
mientras reinó Napoleon, muchos españoles se
hallaron á la caida de aquel coloso con necesidad
de impetrar la absolucion del Papa por alguna de




'2~5
las tausas tereridas : y tales persóna~ teñilltl Ul1 d~.
seo tall vivo de r~ciIrrir al jefe de la iglesia y
comprar la~ Lulas absolutorias, que en el primer
año del l'éinado de Fernando, sacó Roma de la
Península muchísimos millones de reales pagados
por personas privadas, sin contar la conlribucion
anual que á ejerl1plo de los reinados anteriores se
comenzÓ Je nuevo á satisfacer Con la mas escru-
pulosa ecsaclitud, vuelto el tey á su trbno. Fel"-
nando dió al cardenal Gonzalvi; ministro de estado
del Papa Pío VII; una prehenda en la catedral de
Sevilla que valía entonces lilas de ocho mil duros
Bnuales.


El Núncio de su Santidad cerca de )a cótte de
Marlrid en el momento de la invasiol1 franCesa, era
como hemos dicho el cardenal Ora"ina, atzobispo
de Pal~rruo, quien siguió el goJ)iel'no á Cádiz y sé
puso á la cabeza del clero de aquella ciudad que
era numeroso. Declaró Ulla guerra abierta y obsti-
nada ;í Jas ideas liberales, ton luego como comen-
Zaron á manifestahle en las CÓrles y entre el pueblo!
)a supresiol1 del santo ofidio eSditó sU ihdignaciOli
llasta la\ punto que se espl'esó sobre este particular
en los términos maS violentos. Las córtes ordclla·
ron que el decreto por el que CfLierlaba abolida la
inquisiciol1 se leyese públicamente en todas las ig le·
sias, y habiéndose negado el clero á obedecer, Unió·
se á el Gravina para cOdrdinar la re'sistencia. Esta
circunstancia unida á otras muchas que probaban
que el Nuncio habia resuelto contl'ariar las ideall


TOM. J. 15




226
dominantes r el nu~vo órden dl'l COMS, que algt1no~
monarcas de Europa habian reconocido ya, ubli-
~aroli á la~ córtes á espulsarle del reino. Hel'ujióse
Gravina en Portu~al, desde donde manluvo muy
activa corresljondencia con los jefes de los ;;el'viles,
dirijiendo toJas las intr;g<'s de la fclccion. Apenalt
regresó el rey, presentósele el cardenal como á
enviado Je la córte del santo Padre y como una
vlclima del partido liheral, adqUIriendo con este
doble título sumo influjo en el ánimo de Fernan-
do. Ap['ovechose de lun favorable coyuntura para
-vengar' 8US injurias personales y activar la pf'rSlCU-
cion ejercida contra los vencidos: el monarca Je
trataba con mucha familiaridad,y tambien ~e valió
de la hondad del príncipe para aplacar la sed de
sangre {fue le devoraba, ilegamlo al estremo de
presentar á S. M. listas de proscripcion.


Solo faltaba dar un paso para completar el
triunfo de lo que los ho.lIbres furibundos se atre-
vian á llamar relijion :redudase este á restablecer
los jesuitas, empresa muy importante para el par-
tido proscrito!', pero que no dejaba de presentar
grandes dificul tades.


Los jesuitas supri midos por eBrIos lB habian
poseido bienes inmensos que se habifln vendido en
utilidad del estado, destinando las iglesias á di~lin­
tos usos, que no obstante conservaban todas el ca.
rácter relijio5o. La de San Isidro en Maurd, que
habia sido f-uya, fué cedida á un cabildo de canóni-
gos que profebaban lall doctrinas mas iluslradas,




227
Y que eran conocidos por la pureza eiemplar de
5US costumbres. Establecióse €n el convento con·
tig-uo á la iglesia un eolejio que era uno de los me-
jores de la PCDtosula, aüadiénrlole la biblioteca
pllblica lan notable por el llllmero como por la
eleccioll de ias obras. En Ids provincias no eran ni
menos derlicaJos ni menos importautes les inlcre-
Ses que habian reemplazado á los de la sociedad de
Jesu~ destruida) y por consiguiente oponÍélnse otros
luulOS ohstáculos in~urerables á ~u restablecimien-
to. Sin enlbargo, la córle romana tocó resortes
muy podel'o~os, y presentaron el proJeclo al, re'),
que nOll1b.,ó una cumision de obi:.pos y de majls-
trados para que lo ec~;¡minaselJ. Aprolxldo por la
cOll1ision SlIl U1udJnzJ alguua, sometióle al cm}-
sejo de Casli!b , donde solamen!e ob~uvo un voto
en su Cavo.'. Es un hecho digno de notarse <lue el
inJividuoque emitió este voto)di~tin;.;u¡éndose con
tal motivo, rué justamente el fiscal Jel consejo,
Huerta) llOtllbl'e conocido por su irrelijion y que
coruo mielllbro de las córtcs habi<! ouu.festado la
mayor ecs¡¡ltacion por las idt'3S liherales hasta el
moment.o en que se vendió al partiJo contrario, y
subió así al elevado puesto que ocupaba, y que era
UIlO de los mas importantes de la majistratura es-
pañola.


Finalmente se decretó el restablecimiento de
]os iesuila~ y la devolucion de los bienes que les
habian perteuecu.lo , encargando la ejecucion de la




228
órden á la mi~ma comision que habia ecsaminado
la propuesta.


V éase en su integridad el decreto digno de fi.
gurar ea esta obro, para que /JO lo olviden Jos ve-
nideros por las tnácsimas y ausurdas doctrinas 'lue
contiene.


RESTABLECIMIENTO
DE LOS JESUITAS.


"Desde que pOI' la infinita y especial misericor-
dia de Dios nuestro Señor para conmigo J' para con
mis muy leales y amados vasallos, me he visto en
medio de ellos restituido al glorioso trono de mis
mayores, Son muchas y no interrumpidas hasta
ahora las representaciones que se me han diri}ido
por provincias, ciudades, villas y lugares de mis
reinos, por arzobispos, obispos y ot:-as personas
eclesiásticas y s~culares de los mismos, de cuya
lealtad, llmor á su patria é interes verdadero que
toman y han tomado por la felicidad temporal y
espiritual de mis vasallos me tienen dadas muy
ilustres y claras pruebas, suplicándome muy estre-
cha y encarecidamente me sirviese restablecer en
todos mis dominios la compañía de Jesus, repre-
sentándome las ventajas que resulLarán de ello á
todos mis vasallos, y escitándome á seguir el
eJemplo de otros soberanos de Europa que lo han
hecho en sus estados, y muy pal'ticularmente el




229
respetable de S. S., que no ha dudado revocar el
hreve de la de Clemente XIV de 2 r de julio de
1773, en que se estinguió ]a órden de los regula-
res de ]a compañía de Jesus , espidiendo la céle-


. bre Constitucion de 21 de agosto del año último:
Sollicitudille omniunz ecclesiarum etc.


Con ocasion de tan serias instancias, he pro-
curado tomar mas detenido conocimiento que el
que tenia sohre la falsedad de las imputaciones cri.
minales que se han hecho á la compañía de Jesus
por los émulos y enemigo!\ , no solo suyos, sino
mas propiamenle de la relijion santa de Jesucristo,
primera ley fundamental de mi monarquía, que
con tanto teson y firmeza han protejido mis glo-
riosos predecesores, desempeñando el dictado de
cat.ólicos, que reconocieron y reconocen todos
los soberanos, y cuyo zelo y ejemplo pienso y de-
seo seguil' con el ausilio que espero de Dios; y he
llegado á convencerme de aquella falsedad, y de
que los verdaderos enemigos de la relijion y de
los tronos eran los que tanto trabajaron y minaron
con calumnias, ridiculeces y chismes para des-
acreditar á la compailía de Jesus, disolverla, y
perseguir á sus inocentes individuos. Así ]0 ha
acreditado la esperiencia, porque si la compaüía
acabó por el triunfo de la impiedad, del mismo
modo y por el mismo impulso se ha visto en la
triste época pasada des~parecer muchos tronos,
males que no habrían podido verificarse ecsistien-
dQ la cornpailía , antemural inespugnable de la re-




230
liiion santa de Jesucristo, cuyo~dogmas , precep·
tos y consejo,> son los que solos pueden formar lan
dignos y e~forz3dos vasallos como ban acredit'Hlo
serlo los mios en mi ausencia, con asombro jene-
ral del universo. Los enemigos mismos de h com-
paillu de lesus que nus descarada y sacríleg'Hnente
)wn bablado contra ella, conLra su santo funJador,
contra su gobierno illterior y polílica, se ban vi~to
precisados á contcsar que se acreditó con rapidez;
Ja pru,Jellc;a admil'ahle con que fup gobern;,da;
que hu producido ven:aias impol"tantes por la hie-
llé1 educacion de la juventud puesta á su cuidado,
por el grande ardor con que se apliraron f.US indi-
viduo.'> .. 1 estudio de la literatura antigua, cuyos
esfuerzo~ !lÜ hall contribuido poco á los pl'ogl'€SOS
de la hella literatura: que p['(¡dujo hahiles maes-
tros en diferentes cienci(ls , pudiendo gloriar.ie bao
her tendo un mas grande ntÍmel'o de buenos escri-
tores que todas las ctras comunidades relijiosas jun-
tas: que en el nuevo mundo ejercitaron :ms talen-
tos Con m<Js claridad y esplendor, y de la manera
mas útil y benéfica p:ll'a la bumal1idad : que lo!' so-
flados crímenes se cometian por poco.,: que el maS
grande I1tll11ero de los jesuitas se ocupaba en el es-
tudio de las ciencias, en las fUllciont's de la reli-
jion , teuiendo por norma los principios orditurios
que separa á los hombres del vicio, y lrs con-
uucen ¡í. la honestidad y á la virtud. Sm embargo
de todo Como mi augusto Abuelo I'eservó en sí Jos
justos y graves motivos que uijo haber obligado á




23 f
su peMf su real ánimo á ]a providencia que tomó
de eí'trañar de todos sus dominios á los jesuttas, y
Jas demas que contiene la pragmática-sancioll de
2 de abril de 1767 , que forma la ley III , libro 1,
título XXVI de la novísima Recopilacion; y como
me consta su relijio.;idad, Sll sabiduría, su cspca
ricncia en el Jelicaélo y sublime arte de reinar; y
como el negocio pOI' su naturaleza, relaciones y
tNscClldcGcia debia ser lrat<1do y ecsaminado en el
mi consejo para que con m parecer pudiera Yo
asegurar el ac;erto en su resolucion , he remitido á
su consulta con diferentes ordenes varias de las es-
presadas inslancias , y no dudo que en su cumpli-
miento me aconsejará lo mejor .Y mas eOllvelliente
á mi real Persona y Estado, y á la felicidad tem-
·porill y espiritual de mis vasallos, Con todo nO
pudIendo recclarsiquiera que el conseio desconoz a
ca la l1€cp.sidad'y utilidad pública que ha de seguir-
se de! restablecimiento de la companja de Jesus)
y sit~ndo actu"lruente mas vivas las súplicas que se
me /J.lccn á ellLe lin; he venido en mandar que se
restablC:'zca la rclijion de los jesuitas por ahora en
todas las ciuJadesy pueblos que los han pedido,
sin e011nrgo de lo dj.puesto en la espresada feal
pragmáricas3ncion de 2 de abril de 1767 , Y d~
cuantas leyes y reales órdenes se han espediúo con
poslerioriJad para su cumplimiento, que derogo,
revoco J anulo en cuanto sea necesario, para que
tenga pronto y cabal cumphmiellto el rcstahleci ..
nüellto de los colejios I hospicios, casas profesas y




23~
de noviciado, residencias y 1nisiones establecida.
en las referidas ciudades y pueblos que los hayan
pedido; pero sin perjuicio de estender el restablecí'
:{l1ienLO á todos los que hubo en mis dominios, y
de qtle asilos restablecidos por este decre~o , como
los que se h"biliten por la resoJucion que diere á
consulta del mismo consejo, ql1edep sujetos á las
leyes y reglas que en vista de clIp luviel'e 4 bien
pcordr.r, encanlÍlIadas á la mayor gloria y pros·
pericl~cl de la monarquia, C0l110 al mejor réjimen
y gobicrno de la compañía de Jesus 1 en uso de la
proteccion que debo dispensar á las órdenes relí ..
jiosas instituidas en fllis est.ados, y de la suprema
putoridad económicjl qUe el Todopoderoso ha de-
positado en mis munos para la de mis va5allos y
respeto de mi corona. TendreislQ eQtendido, y lo
QOmullicarei:¡ para su cUl11plimiento á quien COI'''
responda. En palacio á 2Q d~ n:~ayo de 1815. = A.
p. Tomác;. Moyano."


De todos los jesuitas desterrados de la Pe ..
nÍnsula por Cárlos Uf, qued!lban ya muy pocos
retirados en Itali~, y de edad muy avanzadll; fllan-
daran pues reunir estos ancianos septuaienarios
para que volviesea á España, recobrasen sus Lieues,
y r.esucitasen una sociedad enteramente descono ..
cida de la jeneracion actuijl. No siendo posible di~
~emillarse á lel vez por todos los puntos del l'eino,
reuniél'anse en Madrid, dOl~Je el1~rarou luego en
posesionde Ja magnífica iglesia de San Isidro, mi-
rando e~~e S!,1ceso CQUlO qua llrillante vic~oria oh ..




233
teni~ sobre los discípulos de Jansenio. Los lesuitaa
8e apoderaron tambien del eolejio, y suprimieron
en el acto las CéÍtedras de química y de historia na-
tural J y cuantas tendían á estender la instruccion
y el buen gusto, como incompatibles con sus pro-
pias doctrinas, PQrque la ignorancia de los buenos
frailes era entonces tal, que ningUllo de los que ha-
bían llegado de Itali<l pudo encargarse de ramo al.
guno de educacion.


En seguida comenzaron 10l! recienllegados 4
maniobrar para aumentar su número y hacerse
prosélitos. Para conseguir mas fácilmente su obje-
to establecieron noviciados, en lasque los alumnos
en vel!! de esperimentar mortificaciones, llenar
deberes penosos y entregarse á la aplicacion y al
~stuJio contÍnuos cOmo en las demas comunidades
relijiosas ,se veían al contrario rodeados de place ..
res y tratados con suma induljencia. Su OlCS" po-
dia competir Oon las mas bien provistas: cOn ..
cedíanles con frecuencia ir á pasar dias ente.
ros á las Casas de campa de la sociedad de Je-
~IlS, situadas en los contornos de la corte, don ..
de se entregaban á la fervescencia natural en sq
edad y á ]os placeres poco Gompatibles con los
deberes de una profesion relijiosa.


Pl'Ollto se reunieron novellta novicios jóvenes y
rohQstos, pero ni las seducciones que los rodea-
han ~ ni la eSpOrall7<a del ascendiente que debian
~Hlquirir un día, bastaron á confirmar su vccacion:
y rollS de sesenta se escaparon en un solo dia del




~34
convento dE' San Isidro, sin que en aquella época
3e presentase Jespues de este suceso pretendiente
alguno al noviciado. Por ::>lra pal'le, los jesuitas ve.
nidos de Italia nunca lograron popularizarse, por.
que habian olvidado durante su ausencia el idioma
y las costumbres de ·su pais. El vulgo no potlia
acostum brarse á un'! sociedad relijiosa, cuyos indivi.
daos comian macarrones y bebian sorbetes; y los
pocos sermones que predicaron solo sirvierGn
para desacreditarlos, desalentan:.lo al auditorio
Con sus frases estranjcras y la novedad de su esti·
lo Y como trabajaron en vano para introdneirse
en la clase alta de la sociedad, la victoria conse·
guida por su~ protectores no prod'u jo ven! a j?S sino
á algunos individuos, ni causó en ¡cllrral impresion
alguna sobre los ánimos ni soore la opinÍon pú.
hliea.


Rc>currió el partido servil á medios mas efiea.
ces para cimentar su triunfo: tales fueron las re-
coinpensas concedidas á cuantos eclesiásticos sccn-
hU'es y r{'gu) ares se habian disl ing uido por su arJi·
dimJeato en oponerse á las doctrll1as de las córtes,
desde I'U instalarían hasta que fueron suprimidas.
L1S mejores mitras, los canonicatos, las p!;.¡zas del
con~eio de eSlado, las decoraciones mas honorífi-
caS y las pcnsiorH s mas lucl"I~Livas fueron el precio
de seme;a ntes servicios. La nacion entera se escan-
dalizó al vel' conferido el obispado de Ceuta á Ve-
Jez. capuchino, hombre de coslumbres relajadas,
solo porque habia puhlicado eGO el tÍlulo de De-




235
fensa del altar .r del trollo, una larga sériede"
calumnias contra los liberales á qu¡ene~ acusaba de
rerublicanismo, de ateismo, de impiedad y de toda
especie de vicios y desórdenes. Olro folletista Jla-
majo Martin~'z~ de un carácter no menos odioso, y'
cuyo,; escritos respil'aban el espíritu mas atróz y
]a venganza maS enea rn izada, fué nom hrano pre-
dicador tlel rey é individuo de la inquisicion, Por
otra parle los diputados eclesiásticos que }¡,Ihian
abrazado tan ardientemente el p;:¡rtido de los ser-
viles en la' asamblea nacional", y firmado la f;¡riH1Sa
r~pre~enlacionllamada de Jos Persas, fueron con-
decora<lo=- con las principales mitras deEspafla.


Protejido'y halagado tan abiertamente por el
pof}er, elevado sobre las ruinas de sus enemigos,
y dueño ábso!uto de los ánimos eJe la muchedum-
bre, el clero adc¡uil'íó un inOujo ilimitado en lo-
dos 1')5 negocios jndicizles, administrativos y po-
Jílic('s .. y se puso á la cabeza dela sociedad. Acu-
muló sobre .,í 8010 los honores 'Y las riqu{:zas, y
en!azat,Jo íntimamente su ecsíslencia cOrJ la del
trono de Fernando, convirtió en ¡ost rumentos po-
dCl'osos el confesonario y el pú! pilo, dos m¡¡nan~
tiales fecundos de inOtlen.::ia. Por medio dd pri-
mero penetraba los secretos de las familias, y por
medio del segundo semhraba la discordia ~el1tre
sus individuos, estab!ec:endo como ulla olJligaciOll
sagr.lila el q:Je el !Ji iu debia delatal' á su padre, la
mujp.l· á sU marido, el hermano;Í su 1iermano J el
amigo á su amigo, si profesaba ideas liberales, si




236
leía libros prohibidos ó frecuentaba las reuniones
de los fracrnasones. Oyerónse anunciadas en el púl-
pito doctrinas en oposicion directa Con los precep-
tos del Evanjelio: encarecían y propagaban los
frailes las preocupaciones mas vergonzosas I é in-
culcaban en el espíritu del pueblo un horror sin
límites á todas las inovaciones políticas ó científi·
cas como incompatibles con )a relijion, y que ten·
dian á relajar las c06tumbres y á introducir el
ateísmo.


A pesar de su elevacion, el clero nunca pudo
aprender los modales que distinguen por lo co-
mun á las clases privilejiadas; yen la época de que
hablamos muchos de sus miembros eran ignoran-
tes, groseros, de conducta poco honrosa, dando
pie dp. este modo á dedu~ir consecuencias poco
favorables á los serviles. Los clérigos y los frailes
no frecuentaban sino las casas de las clases mas
humildes de la sociedad, mas numerosas en la
Península que en los demas paises: las personas
distinguidas por su rango, su educacion ó su des-
tino, afectaban por el contrario el mayor desden
por el clero, á cuyos individuos rara vez admi-
tian á su confianza. Asi es que aunque en los seis
años del reinado absoluto de Fernando, la masa
de la nacioo estuvo reducida á un estado ver-
gonzoso de ignorancia y de envilecimiento; sin-
embargo la civilizacion que tantos progresos habia
hecho en los otros puntos de Europa, comunicó
sus nuevas luce$ á los hombres distinguidos de




237
España. Los libros prohibidos circulaban con J.
mayor facilidad ~ á despecho de las amenazas y de
los anatemas ~ y se devoraban con ansia los perió-
dicos estranjeros igualmente prohibidos, no solo
en Madrid sino tambien en las provincias. En el
recinto mismo del real palacio se estudiaba ]a quí ..
mica, de cuya ciencia bahia fundado una cáteJra
el infante don Antonio: y plantificó el sistema de
enseñanza mútua una sociedad de grandes de Es ..
paña, que ]a divulgó y protejió con una atencion
y un celo digno de los mayore'J eloJios.


Desgraciadamente apenas se percibian en la
masa de la nacion tan ]audables esfuerzos: ]a in-
fluencia del partido contrario hahia causado una
impresion demasiado fuerte en el ánimo del pue ..
hlo, y apenas es creible hasta que punto llegaron
los inforLunios de un pais, donde los fanáticos
convertian la relí ¡ion en instrumento de sus mal.
vados designios y de sus pasiones. La poblacion
disminuia tauto, cuanto mas se Henaban Jos con·
ventos de hombres s~parados de Ja sociedad, y
despreciábanse las profesiones útiles para gozar
de las gallerías del estado eclesiástico. Las cIa-
ses íntimas eran de día en dia mas estúpidas,
y siu disfrutar de los beneficios que proporcio-
na á los pueblos la práctica de una fe pura, devo-
raban la Península todas las plagas que provie-
nen del fanatismo y de la supersticion.




--','--------------


HACIENDt


De cuantas administraciones ecsistian en Espa-
ña antes de 1808, nir;guna presentaha Uu cú-
mulo tan grande de abusos, de errores y de mar-
cas de ignorancia.


Las guerras civiles que habian desolado la Pe-
nínsula, la diferencia de leyes, de hábItos y de
costumbres en l(ls diversas provincias, la fhlta de
una representacion flólcion<ll fundada en leyes po-
sitivas' y revestid.a de derechos legalmente recono-
cid os , la distribucion viciosa y desigual de las pro-
piedades) la ignorancia de los princlpios elemenLa-




239
les de la economía política, y quizás mas quP. todo
la corrupcion de los funcionarios plíblicos, eran
otraS tantas causaS pod~rosas que contribuían Olas
Ó menoS á dejar la España at .. ás de las demás na-
ciones en un punto tan delicado y tan importante
de! sistema social. Las contribuciones ecsijidas á 105
españoles del tiempo de Cárlos IV ,se reducian á
los mismos recursos que en el reinado de C~rlos V,
de los Felipes y de sus succe'iores; pero habíanse
aumentado á propore¡on de las necesidades del eS-
tado sin fijar la alencion en mas cOl1siJerdciol1es
que la ecsijt!llcia del momento. Tales impuestos
habian de ser pues arb¡lr.lrios porque no se fuuda-
han en leyes fijas, en princípios ciertoi4 ni eu baf.es
razonables; porque se imponían al pueblo de una
manera tir.1nica á medida que apreruii:lban los ¡¡PU-
ros del gobierno. l .. a aplicacion del producto de las
alcilbalas era tan irregular como el moJo de co-
brarlas, y lejos de aplicarse al servicio del eslado,
.ínicamtole ¡¡provechaban para enriquecer á las
personas qqe viven de los élOUSOS. Asi Espaii~ con
un suelo fértil, un clima templado y una muititud
de primeras malerias tan variadas y i:lbulldanles
como útiles y precio:sas, Esp¡¡iia cUJos ltabitantes
sacríGCclban la mayor parte dI:! sus riquezas al te·
soro público, se veía en la época de que bablamoll,
sin jJllero, sin crédito y a brumad a por una deuda
inmensa, que lodos los dias se creía obligada á au-
mentar en vez de disminu~r. Puede decirse que
durante la guerra de la independencia calecía de




240
tésoro pfiblico: las provinciM pagaban las Cótlttl~
hueioues qUé los vencedores y los vencidos les im-
ponian en virtud de leyes militares, y el gohierno
que defendía la causa de Fernando recibía de Amé-
rica y de los iugleses el dinero con que hacía fren-
te á las necesidades mas urientes. Por otro l¡;do el
gobierno del rey José sacaba cuanto podia de las
provincias que dominaban sUs armas, y que vi.
nieron á un aniquilamiento tan grande que fié
vió obligado el tesoro imperial de Francia á sil-
mmislrar á José el dinero necesario para soslenet
su córle y pagar las jentes empleadas en sil ser·
vicio.


Durante sU corta ecSistencia, las córtes carecie ..
ron de tiempo y de ocasion para ocuparse en la
roeiora de esta parte de las instiluciones públicas;
y es probable que aunque se hubiese presentado
una coyuntura propicia j la carfllcia absoluta· de
hombres capaces de emprender tan árdua tarea les
hubiera impedido lIeval' á cabo la obra. No será
inútil indicar aquí la causa de la falla dI:! conoci-
mientos econól1licos en Esparla , como tambien la
ninguna importancia que los gobiernos que se ha-
hían succedido en aquel pais dieron á Un sistema
regular de rentas j y al destino que se daba á las
contribuciones del estado.


Entre todos los pueblos de Europa ninguno tie-
ne menOS necesidades físicas que el espaflol : na-
turalmente sobrio, dotado de una constitucion
vigorosa y robusta, viviendo en un clima muy




241
~uave y sobre un suelo fértil que en un corto espa.-
cio produce muchas sustancias nutritivas, nece-
sita muy poco para vivir, y se halla bien sin las


. precauciones y las comodidades que el rigor del
clima, los pl'ogresos del lujo y el refinamienlo de
las i.deas han hecho indispensables en el dia en las
otras naciones.


De uonde proviene que los españoles sienten
muy poco las privaciones, y por consiguienle la
cauea que las produce no irrita vivamenLe los áni.
mos, ni escita sérios descontentos como en olros
paises. Los empleados del gobierno permanecen
algunas veces arIOS enteros sin recibil' el sueldo, y
no se oyen quejas: los rejimipntos viven en algu-
nas ocasiones únicamente de la racion, y sin embar·
go 110 de:\iertan de sus banderas. Semejante espíri-
tu de paciencia hace á la autoridad perezosa, y co-
mo el peligro no sea muy inminente ó muy grave
no opone esfuerzo alguno para precaverlo: así se
perpetúan los males uc toda especie qua acompa-
ñan siempre á la indolencia y á la pobreza.


Fernando :1 su vuelta al suelo patrio, no adop-
tó plan ó principio alguno capáz de poner un !él'.
mino á tantas calamidades. La nllcion habia soste ..
nido la carga de una gunra desastrosa, y siu em-
hargo uo esta han enle:amente agotados susrecur-
sos. Las tropas francesas habian esparcido por el
reino una cuntidad muy grande de dinero entre
las clases indu<;triosas, y lils vicisil udes de los ne-
gocios políticos habian producido notables ruu ..


TOM. 1. 16




24~
danzas en las propiedades, haciéndolas pasar de
una en olra mano. Amás la afluencia de los estranje-
ros en algunas ciudades, el comercio que habian
establecido, la sucesion rápida de los aconteci-
mientos y la propagaríon de las ideas liberales, des-
pertaron el espíritu de industria que ocasionó la
creacion de ~51'andes establecimientos Con emision
de los capitales, y suministró trabajo á numerosos
hrazos. De aquí resultó que uo obstante el desór-
den que ecsistia en la administracion , los elemen-
tos de prosperidad que todavía restaban hubieran
baSlado para levantar la nacion, sino hubiesen
ecsist.ído entre las manos de hombres avaros é ig-
norantes. El objeto único que pareció fijar esclusi-
vamente la atencion del ministerio de Hacienda"
des pues de la vuelta del rey, fué procurarse tan-
tos recursos pecuniarios como fuese posible y por
todos los medios imajinables. Así el desórden lle-
vaba tras sí el desórden: la anarquía que reinaba
en los negocios políticos se complicaba con la de
hacienda, y acababa de gangrenar las llagas de la
palria.


N o toca á nosotros enumerar las medidas que
sobre el ramo de Hacienda adoptó el gobierno de
Fernando: tarea imposible, de cumplir, porque no
hay un hilo que pueda guiarnos en el laberinto. os-
curo é inescrutable de las diversas' ramas de la ad-
ministracion, y pO.rque tales consideraciones no
ofrecian intere.i alguno,· reducidas á una larga
set:ie de decretos, reglá~nentos) esplicaciones,




241
revocaciones é ill~ignificanles detalle~ producidos
por las circunstancias, y dictados muy frecuente-
mente por la ignorancia y la necesidad. Nos limi·
taremos, pues, á trazar algunos. rallgos propios
para caracterizar el sistema de hacienda uel pais
que nos ocupa.


LOII primeros ministros de este ramo nombra"
dos por Fernando despues de su regreso, no pen·
s]ron ~ino en ocurrir .á las necesidades del mo-
mento, sin inquielar~e de las dcucias ya contrai.
da.;, y sin tomar medidas p:ua lo futuro. Las con-
tribuciones eran casi todas indirectas, y cobrá-
Lame baio la inspeccion de los intendt'ntes que
babia en las provincias. Su autoridad era ililllita-
da; y aunque ecsisLia un conlle¡o de hacienda des-
tinado á juzgar las dificultades que sobreviniesen,
como estaba compuesto enteramente de hombres
que uependian del gobierno, rara vez decidía á
favor de los recurrentes cuando se trataba de los
intereses del tesoro, como acontecia de ordinario,


Entre los nwuios empleados para procul'arse
dinero J hay unO que merece citarse: elijié¡'oD!!e
Un cierto número de articulos de primera necesi-
dad J.que juzgal'on deber someter á un illlpUCSlO,
y concedióse el monopolio á un individuo J Ó á
una compañía que adquirian el derecho esclusivo
de vender aquel artículo en un pueblo determina-
do, privando asi de un ramo de comercio á to-
dos los Jernas individuos de la sociedad. As! el
habitante industrioso de aquella comarca no podia




244
v~nder en ella el producto de su tierra sin pagar
una enorme ret.ribucion al arrendador del ramo;
ohteniendo antes su permiso. De aqui proviene
que la palabra contrabando, que en otros países
se aplica á las mercancías estl'anjeras, cuya im-
l)Qrtaciou se halla prohibida, denotaba en la Pe-
nínsula los productos de la tierra mas Comunes y
mas indispensables. En Jerez era contrabando el
vino, y para impedir su inlroduecion establecióse
un sistema de aduanas, tan riguroso como el
que Napoleon orgauizó en Francia para estorbar la
importacion de telas de algodon de las manufac-
turas inglesas.


Estas manufacturas eran principalmente el ob-
jeto del rigor de los ministros españoles, que pro-
hibian los productos il1g leses maS severamente que
tojos los demas artículos pernicioso, á'la industria
del pais. En vano represcnt<lbao de contínuo á la
~utoridad superior, manifestando que las clases
infet'iores del pueblo, y principalmente los ha bi·
tantes de las provincias marítimas no podian vi-
vir sin tales manufacturas; en vano probaban has-
ta la evidencia, que á pesar de las aduanas y de
los presidios, la Península entera se vestía con te-
las de algodoo; nada bastaba á abrir los ojos de
los gobernantes alucinados, no obstante que el
tnífico del contrahando se hacia con la mayor
publicidad y de un modo desacostumlwa1o hasta
el dia. El motivo b, por mejor decir, el preleslo
de las prohibiciones era favorecer las fábricas de




245
Cataluña. Y como si se hubiesen preparado á pro~
pósito los acontecimientos para dar al gobierno
una I¿ccion útil, los catalanes despreciando 108
reglamentos prohibitivos dirijidos á protejer sus
manufacturas, disminuye,'on poco á poco su afi·
~ion á este ramo de industria, para entregarse á
la fabricacion de pailas en uoa época en que era
pel'ntitida la imporlllcion de pailos eSLraujeros,
pagando un derecho moderado.


Las provincias de Vizcaya, que todavia con·
servaban sus antiguos privileiios , consiguieron al",:
gunas modificaciones en el s~s\.ema prohibitorio,
principalmente por lo respectivo á las telas il1gle~
sas. Mas en cambio desempeñaba en Bilbao la pla.
za de Jirector de las aducIDas, un hombre (an crueL
como avaricioso, llamado Lanza, que rué largo
tiempo el azote del comercio de aquel industrioso
pais. Durante la guerra de la inoependencia, habia
salido Lanza de la clase mas Ínfima de la sociedad,
para colocarse á la cabeza de uua guerrilla, en la
que se distinguió por su audacia y su destreza en
interceptar convoyes. Su ooio al gobierno consti.
tucional que manifestó con toda la grosería de un
]lOmbre sin educacion, le concilió la proteccion
de los favoritos de Fernando: algun tiempo des-
pues obtuvo el empleo de que acabamos de hablar,
el que esplotó como una mina abundante de rique.
Zas. Su plan principal era perseguir á 105 contra~
han distas , y con este pretesLo apoderábase fre-
cuentemente de las propiedades de los habitantei




146
Y de las mercancia~ estralljeras , legalmente impor-
tadas, cOlIstándole que conseguiría siempre· una
decision favorable del trihunal qlle fa llase el nego-
cio. Desflles de haber arruinado de este modo va"
rias casas de comercio de Bilbao, intentó destruir
nna compañía de ingleses. Supuso que ocultaba~
en ·sus almacenes jéneros de contrabando vep.idos
de Manchester , y en su virtud aprehendió cuanlo
en ellos ecsistia , sin escepluar las mercancías per.;.
mitiJas y que habian satisfecho 105 derechos ordi-
narios. Ven,liólos eo públic.a subasta y obtuvo
lnra este acto de injusticia la sancion de la au·
toridad enteramente sometida á sus órdenes. El
propietario inglé3 recurrió sin pérdida de tiem-
po al ministerio y á los tribunales de la ca·
pital, y cOn3iguió que el embajador inglés y el
consejo jeneral representasen enérjicamenle conlra
Lanz:'l.


Los comerciantes de Bilbao habian presentado
ya al monarca varios escritos pintando las malas
rrtes del director, y espcl'auan una medida vigoro-
sa contra el que se habia burlado de un modo tan
escanclalo:>o de la opinion pública, del 11Onor na-
cional y de los derechos de las naciones. Sus pro-
tectores mismos parecian tan escandalizados que
lublaban de abandonarle al castigo que su conduc-
ta merecia: mas Lanza supo dar al negocio un
jira que le salvó y escitó su risa á espcnsas tle sus
enernigos. Partió repentinamente á Madrid: pidió
y obtuvo una audiencia particular del rey J que




247
aprobó su conducta enviándole otra vez á su desti-
no. Regresó triunfante á Bilbao, donde siguió ejer-
ciendo su tiranía y acrecentando sus riquezas.


Semejantes abusos eran muy comunes en todos
los ramos de la administracion; se quería dinero y
Jos gobernantes no reparaban en los medios de ad-
quirirlo. Los apuros que se esperimentaban eran
proporcionados á los gastos e~cesivos de palacio,
á la rapacidad del partido que gobernaba al rey y
á la neccf.idad en que se hallaban de recargar de ri-
quezas á cuantos se decian víctimas de su adhesion
al absolutismo.


El tesoro ptíblico solo pagaba ecsactarnente á
la guarnicion y á la guardia real, para precaver los
peligros del descontento y de la sublevacion de los
soldados: el resto de los fondos ingresaba en el
tesoro particular de I palacio. Por otra parte los di-
versos establecimientos públicos de la capital, como
)a ad ministracion de correos, de loterías, del cré-
dito público (1) vaciaban igualmente en el tesoro


(1) En los seis años del reinado <le Fernando da
que hahlamos, los fOlldos en que debia estribar el cré.
dito ptíblico, eran las propíedalles eclesiásticas que S8
conservaban ílltegras, aunque se había determinado Stl
vellta en tiempo de Cárlos IV j las minas de la costa de
Grallada y las famosas Je AlmadelJ &.c. Todo lo demas
era :lereo, consiclerados 105 recursos del pais y su des-
proporcionada deuda.




248
real sus prodl1cto,~, que eran muy considerables. Y
como no bastaban las sumas referidas hahÍanse apo-
derado de los fondos particulares de las provin-
cias destinados al paso del ejército y de los em-
pleados; de suerte que apenas recibian los inten-
dentes dinero de las contribuciones, tenian ya que
satisfacer las letras libradas en M'ldrid para el con-
sumo del real alcazar. Tampocoalc3nzaban estos au-
silios estraordinarios , y los dilapidadores recurrie-
ron al banco de Sad Cárlos, á los cinco gremios
y á la compailÍa ue Filipinas, que enviaban alguna.s
veces á palacio cal'ruales cargados de dinero (1).


A pesar de tanto~ gastos, el palacio del monar-
ca en Madrid carecia del esple~dor y de la ulagni.
ficencia que rodeaban á los dernas príncipes de Eu-
ropa. En efecto, el desórden que allí reinaha" la
profusion y la avaricia de los nuevos favoritos que
mudaba Fernando cada dia, hubieran bastado á
agotar las minas del Perú: así es que la córte con-
sumia inmensos tesoros y se veía sin brillo) sin


(1) El establp.cimicnto del banco de San Carlos,
honra el injenio económico de Cabarnís .. que lo foudó
sobre un principio 'lile no podia convenir á otro pais ue
Europa, que á Espaiia. El hanco de San Cárlos des-
contaba el ¡por eiento de las letraR de cambio libfa.
das ¡¡obl'e Madrid, y solda ha el precio de las lanas en-
viadas fuera. POI" su medio pagaba el gobierno sus C1'é.
ditos en pais e~tralliero; pero su manantial mas feGllU-




249
pompa y deslustrada. Los que manejaban las rentas
del estado aumentaban sus riquezas de un modo
escandaloso, y nadie desconocía que Fernando
daba muchas veces órdenes con el único fin de
enriquecer á los que dehian ejecutarlas. Gastáion-
se muchos millones de f'eales en los jardines del
Rellro, en fuentes, en montaiias artificiales, en
pagodas, en imitaciones de obeliscos indios y en
otras mil bagatelas sujeridas por el mal gusto: al
pl'opio tiempo ornaban con los ma., costosos mue-
bies, con tapices, .con arañdS y Con otros objetos
de lujo, los palacios qrie poseía Fernando en Ma-
drid y en los sitios reales. Todos estos objetos ve-
nian de París, donde el rey tenia un ajente destina-
do á comprarlos. D. Isidro l\1ontenegro, ayuda de


do de riquezas cifrábase en el privil~jil) e~clusivo, que
gozaha de proveer los ejércitos de mar y tierra. Como
fodos podial) adquirir accione~ , distribuíallse las ven_
tajas entre un.sin nlimero ,le individuos,


Solam'eúlé' el) -la' operacion de estraer el dinero de
América, ganó el banco mas dp 12000 000 de reales.
Su primer dividendo en 1784 fué de 9 1/? por ciento;
)0 cllal elevó en Frallcia , y en los dernas I'aises las ac-
ciones de 2000 á 3040 reales: aumentóse despues el
nlíll1~ro de las acciones. y disminuyó ell seguida el favor
de que gozaba el establecimiento, P,'enJieroll á su fun.
dador, y estu"o cillco años en la cárcel. El sistema mi.
nisterial de Fernando dió un golpe féotal al banco do
Sau Cárlos.




250
cámara y favorito del rey, tenia la intendencia de
tales gastos y vivia COn un lujo oriental, despues
de haber prflcurado á todos Jos individuos de su
familia empleos elevados y lucrativos.


El desórden llegó en fin á tal punto que el rey no
rué bastante poderoso para poner remedio. Los mi-
nistros de hacienda se sucedian Con mucha rapidez,
sin que ninguno alcanzase á desarraigar un mal
que hacía tantos progresos, y cuyas consecuencias
llegaban ya á todas las clases de la sociedad. Los
cortesanos mismos comenzaron á temer que llegase
un dia en que les faltase el dinero para sostener tan
grandes gasLos.


En esta coyuntura la intriga cedió á la neee-
siJad, y Fernando buscó un hombre capáz de des-
empeüar empleo tan difícil y tan importante como
era entonces el ministerio de hacienda. Recayó su
eleccion en D. Martin Garay .. que gozaba de suma
reputacion de probidad, y que habia mostrado mu-
~ho celo por los intereses públicos en los dife-
rentes puestos que habia ocupado. Poseía ade~
mas los principios de la economía política, ciencia
enteramente desconocida de los necios que llaa·
ta entonces habian manejado el gubernalle del cs-
tado.


Garay aceptó el ministerio de hacienda con el
Íntimo convencimiento de que no le era posible
/Salvar la nacion de los males que la amenazaban,
sino con una medida vigorosa, cuya ejecucion re-
quería mucha osadía. Desde que entró en el mini s-




251
terio trab'ljó con ardor para conseguir su objeto:
inclinabase al sistema úe contribuciones directas,
que basta entonces habia suscitado repetidas discu-
siones entre los e'Conomistas españoles. Los obstá-
culos que se oponían á la realiiacionde la medida'
proyectada eran inmensos; mas no le desmayaron,
y l'euniócon uncélo illfatigáble cuantos datos es-
tadísticos pudo procurarse. Con estos datos y)08
cOllsejo'l de muchas personas inst.ruidas, estableció
un sistema de impuestos que no podemos conside-
rar como perfecto, pero que al menos era infinita ..
mente superior al que habia prevalecido hasta en-
tonces. Algunos creían que produciria felices resul-
tados, y que era un paso muy im portante para la
reforma de las rentas.


Los que ansiaban las reformas por lent.as que
fuesen, saludaron con un vivo elltusiasrno la publi.
cacioll del nuevo plan, que atrajo á Garay el odio
de la camarilla y de los ministros que de ella de-
pendían. Por consiguiente hiciéronse insuperables
)as dificultades que Garay tenia que vencer para
llevar á cabo sus ideas, y Jos milliétros Lozano de
TorrEs y Eguia determinaron la pérdida de un hom·
hre que solo era peligroso porque queria introdu-
cir la refol'ma y el buen órdeo en la hacienda. No
tardó el rey en firmar el decreto de destirucion de
G<lray y de Pizarro, á la sazon ministro de estado,
y pusiéron)o al instante en práctica.


Con este suceso aumentó rápidamente el des-
órden de las rentas y el estado se hizo insolvente.




252
Es pues muy cierto que si no hulliese destruido al
gobierno de Fernando el espíritu de independencia
que se manifestó en Espaüa á consecuencia de la
insurreccioll de las Cabezas de San Juan, el estado
del tesoro hubiese Lastado por sí solo pal'a produ-
cir la catástrofe y ocas.ionar una esplosion tan ¡ene-
ral y tan decisiva como la de J. () de enero de 1820.




--------_. -----------


MINISTERIO DE GUERRA Y DE )IARINA.


A. unque la guerra sostenida por la PenÍnEula para
repeler la illvasion de los eSlranjerosfué ieneral~
mente popular, sin embargo los attos de crueldad
cometidos contra los franceses provenian mas bien
de la sed de vfllganza y de la ecsaltacion del pa-
triotismo, que de combinaciones regulares y es-
tendidas) ejecutadas por tropas disciplinadas. No
obstante al regreso de Fernando ecsistian todavía
algunos reji mientos bien organizados, y notables
POI' su disciplina y por el arrojo que habian acre-
trlitado en varias ocasiones. Las ideas' liberales no




254
habian echado raices todavía entre las tropas, que
acostumbradas á combatir por Fel'nando y por la
independencia nacional, solamente tenian un de-
seo vago de reformas políticas concretadas á aque-
llos dos grandes objetos de su culto. De aquí es
que sin encontrar diferencia alguna entre un mo-
narca despótico y un rey constitucional, apenas
divisaron á Fernando pasando la raya, lo aeoi¡eron
con entusiasmo, destruyeron á su vista la lápida
de la Constitueion, dándole á entender de este
modo por las demostraciones menos equívocas de
afecto á su persona, que pedia contar Con ellas
para sostener 6ll sistema, polltico cualquiel·a que
fuese. Halláhase entonceS en Valencia una (le las
principales divisiones del ejército mandada por
Elio, y que obedeciendo el impulso dado por
aquel ¡eneral, abrazó vivamente sus opiniones J se
declaró sin rebozo contra el sistema constitu-
cional.


J.Ja: conducta del conde del Abisbal en este
caso merece. particular atcncion. Mandaba enton-
ces una divlsion del ejército , la única quizás que
nlanifestaba síntomas de liberalismo y habiendo sa-
hido la entrada. del rey en España, pero no el par-
tido ,á que se inclinaba S. M. de los dos que di vi.
dian la na,cion, envió un coronel de toda su con·
fianza con órden de seguir al rey por el camino
que hubiese t~nl"do, y de entregarle segun la opi-
nion que hubie8e seguido el monarca, una de las
dos felicitaciopes de que era portador, escritas en




255
sentido contrario. Si el rey se declaraba por la
Constitucion, la felicitacion que debía entregarle
contenía los elojíos mas pomposos de este código
político, y las promesas mas brillantes de contri.
buir á la consolidacion del nuevo sistema. En el
caso en que se resolviese por el bando opuesto, el
conde en su segunda felicitacion se espresaba en
los términos mas enérjicos contra las peligrosas
novedades de los liberales, y ofrecia su persona y
su ejército al rey para derrocar un órden de cosas
tan incompatible con los intereses del reino, y,
pal'a restablecer el trono en el libre ejercicio de
!lUi antiguas prerogativas.


El coronel no menos diestro que su jefe eje ..
cutó la comision con la mayor ecsnctitud, y puso
en manos de Fernando el segundo escrito, siendo
ámpliamente recompensado por el celo que habia
manifestado en lan espinosas circunstancias.


La disposicion ¡cneral de los soldados en favor.
dell'ey absoluto, y la larga série de combates glo-
riosos en que habian tomado parte para librade
de su cautiverio, dió al ejército derechos incon-
testables á la benevolencia del monarca, 1 .. as pri-
meras medidas de su nuevo gobierno respecto á las
tropas, fueron pues seguridades reiteradas y pú-
blicas de su gratitud, eSIJl'csadas en los términos
mas pomposos, y acompañadas de las promesas
mas magníficas. Propusiéronse los ministros reor·
ganizar completamente el ejército, con cuyo obje-
to nombraron una comision de oficiales ¡enerales.




256
Publicóse un decreto mandando erijir un erlificio
para los soldados inútiles.l que en nada debía ce-
der al famoso cuartel de los inVhlidos de París, Al
propio tiempo el monarca recibía á los militares
del modo mas afable; conceJÍales pensiones, de.
coraciones y grados) tratando siernpre con no-
table deferencia á Jos que habian permanecido fie-
les á los principios de la antigua monarquía, y á
los que habian aprobado las novedades en materia
de gobierno: recibia con mas agrado y colmaba
de mas importantes favores á los primeros.


Mas al cabo de algunos meses, el ejél'cito en-
tero comenzó á resentirse de los efectos de un mi-
nisterio sin plan, y que en vez de las recompen-
Bas prometiJas, solo enviaba órdenes dictadas por
el espíritu de estravagancia, ,Y propias para con-
vertir en soldados fanáticos y afeminados á los que
tanta gloria habian adquirido, Prohíbiéronse los
carItas bélicos que habian entonado con tanto en-
tmiasmo en los pasados combates: mandóse resu-
citar la olvidada costumbre de reunirse á la Olida
del sol las compañias para,rezar el rosario (i), y
que las músicas militares cesasen de asistir á la


(1) Si Fernando hubiese hecho so ejército verdade-
ramente relijioso, 110 sería justo CCI1SUl'arle tales medi-
(las: el trozo mas sublime del Tasso, es a'luel en que
pinta al ejército de los cristianos en ()I'acial} en el mon-
te de los Olivos.




257
misa de los rejimientos ~ como lJ:l,~ta entonces.
Por otra parte, organizaron en el ejército un sis-
tema de e~pion:lje que indignó hasta á 105 mismos
tan,bores.


Los oficiales que se habian distinguido en la
,ilttrna call1palla quedaron olvidados en las pro.
vincias, mienlras que colocaban á la cabez.a de J03
rejimieulos á ~ugetos enteramente dcsconociJos,
que no habian tomado parte en la gloriosa lucha
qu" acahaba de decidirse, y que solo debian su
elevacioll á la intriga y al favor.


El ¡coeral Mina (1), que d'esde la promulga.
cion del código de C~diz se habia rnosttoado su
mas celoso defensor, Iwbia observado atentamen-
te la marcha eJe la op:nion pública y la conducta
de F'prnanrlo desde su vuelta á Espaila. Hallábase
en NClvarra, á la cabeza de una division del ejér~
ci!o, cuando recibió el decreto dado en Valelleia
en 4 de Mayo. AI'l'ebdtado por la iudiguacion que
sintió ¡jI leedo, escribió en el acto á todos los 06-


(1) Es tan conocida la conducta hp.róica de Mina
Jnraute la guerra de la indepelldencia, (¡ne los lecto_
t'es nos clisrcns~ráll el cn trar en detalles SOiHOC e~te
PUlltO. En 1814 prolHlllciásc Cll fllvor del gohierno li.
bre y constituc;ollal, y viósc ohlig~do á buscar un
asilo en la vecina Francia, El g(,hierllo espaiiol puso
en juego multiplicados resortes para conseguir su en-
tregd, pero Francia que ba sido siempre el ;,silo de los
prosc/'itos no quiso dar Oillos á aquellas hajas illl¡'igas~


TOM. l. 17




2.')'3
ciales ~ureriores de los rejimientos que militahan
b3jO su mando, proponién,Joles un plan de resis-
tencia á tales medulas, y respondiendo Jel écsito
con su ca beza, ~i se le reunian f rancalll€nle para eje-
cutar tan noble designio El mal resultaJo de este
paso le demoslró que la fU€'l'za armada en que fun-
daba sus esperanzas, iba á ser uno de los principa-
les obstáculos de sus deseos. Mas cuando las medi-
das del gobierno llegaron al estremo de irritar á
los mismos que habian contri huido á sostenerlas,
Mina creyó que eC!iisLian motivos bastante podero-
~os para cnarbolat' el estandarte de la revolucion.
Jefe del ejército de Navarra, aunque el ministro le
habia quitado oficialmente el mando, púso~P en co-
mUnlcacion con la mayor parte de los re¡¡mientos
de que se componía, y trazó el plan de una vasta
conspiracion que habia de estallar apoderándose
de la ciudadela de Pamplona.


La vi¡i\ancia del partido contrario, ayudada
por la influpncia del clero y de los frailes, y por la
destreza del conde de Ezpelna , capitan ¡eneral de
Navarra, descubrió la trama urdida, y Mina esca-
pó de los peligros que le amenazaban, refujiándose
en Francia.


El Empecinado (') hizo otra tenlativa para po-


(1) El Empecinatlo es un sobrenombre dado á !I)!I
del pueblo de que era natural; el (listin!!uido guerrero
!e lJamaba D. Juan Martill. Era hijo de un pobre la.




259
ner un t~rmjno á los infortunios que abrumaban la
patria. Dirijió al rey uua representacion corta, mas
cnérjica, llena 'le verdades severas V dictada por
el mas noble patriotismo. Ohservaba en ella que
los monarcas que babian merecido el reconoci-
miento de los hom bres , eran los que habian escu-
chado los ruegos de sus súbditos con la tirme re-
solucion de remediar las desgracias. Los f'spañoles
pensaban jeneralmente que S. M. abrigaha seme~
jantes intenciones, y que así oiría favorablemente
las súplicas que le dirijian con la intcncion de po-
ner término á los abusos de su gobierno. S. M. es-
taba entonces á merced de los hombreb que habian
contribuido á las medidas opresivas de Godoy, y
qlle en vez de lomar las armas en la l'dtima guerra,
habían permanecido espectadores tranquilos de los
suc~sos, mientras que miles de españoles morian
ea defensa de su independencia. No le movia por
parte suya mira alguna de partido; ni pretenuía


hrador, y f\irv:ó durante mucho tiempo en clase de
simple soldado: en 18G8 se puso á la cabeza de una
gnerrilla> y se dió á cono~el' por sus talentos para este
jéllero de ~uerra. Fernando le confirió en 1814 el grado
(le mariscal de campo ~ y le autorizó para que 11, mara
con el sohrenomhre de ~mpecinado. Su reputacion se
habia eslendido tanto, que hasta un pobre cura t1P. las
Islas Filipina~ le envió en 1817 una cadf!lla .Ie haslante
valor corno un testimOllio de Sil adrniraciol1. MIlI'ió en
el patíbulo por liberal.




2(iO
aCU!3r á 105 serviles ni defender á los libf}rales: su
único objeto se redueia á dar á conccer al rey la
necesidad de una amnistia ¡enera}, tanto mas ur-
jente cuanlo los part.idos qlle dividian la nacion
eran el resultado de las circunstancias en que aque-
lla se habia encontrado. Acompaüaba una minuta
de proclama, que á su iui;~io debia dar el monarca
á. sus súbditos) y afirmaba que los que habian
aconsejado á S. M. que siguiese el camino opuesto
no habian logrado sino hacerle perder las colonias
de América, cuya poblacioll en masa) ecsaspera-
da por la persecucioll, habia resuello perecer mil
veces antes que perder su libertad. 5J S. 1\1. se dig-
naba Jirijir una mil'ada sobre el estado de la ha ..
cienda) encontraría en ella un laberinto indífini-
Lic. Para cumplir la promesa solemne que habia
hecho al pueblo era necesario convocar las córtcs,
{mico medio de restablecer la con6anza y el cré-
dito del estado. Imposible pal'ecía no conocer que
el clero habia manifestado mucha ingratitud al
pueblo, que con tanto arrojo había defendido sus
intereses, cuando la dominacion de los fr<lnceses
amenazaba con una completa ruina. Multitud de
procesos aflijian el p:tis: y la justicia parecia des-
terrada de Espaiía, porque hab;a desaparecido bajo
las formas arbitrarias y 105 odios mas inveterados.
Los abusos habian llegado á tal pUtlLo, que Jos tlue
deseaban la ruina de un par;ente, de un amigo ó de
Un vecino, no necesltaban hacer otra cosa que di-
rijírse á un juez y acusal' al objeto de su odio de




26J
un crimen supu.esto. Al momento se mandaba )a
prision del acusado y se le privaba de comunicar
con su familia, y cuando trascurridos muchos
JUeses se reconocía su inocencia, el acusador no
tenia que temer castigo, y al contral'io algunas ve-
ces el gobierno le recompensaba Con Un empleo.


Esta pintura atrevida de los males que desola·
han Id Esp::lña, se divulgó profusamente por el
público: el Empecinado permaneció en lVladrid en
presencia de su:.; enemigos, y cuando lo juzgó con-
veniente se retiró á su pueblo. Allí se consagró en·
teramente á la agricultura, viviendo como un sim-
ple partictdar , s.llísfecho de haber llenado su de-
1)er de ulla mallera tan nohle y tan distinguida,
deslmcs de haber hecho servicios tan eminentes á
su pa~ria.


Aunque esta leccion parecería fuerte á Fernan.
do y á sus consejeros, y aunque la aprobacion jene.
ral que tuvo el escrito del Empecinado demostró
que ecsistia un gran mimero de descontentos, sin
embargo en nada se varió el sistema que producia
tantos padecimientos al ejército. El desórdcn de la
hacienda se conocia principalmente entre los mili-
tares, pues los sueldos devengados que se debian
hasta á los soldados mismos ascendian á una suma
considerable. Los proveedores viendo que no se
les cumplian las contratas, suspendian con fre-
cuencia la entrega de sus provi3iones. Los jefes
del cuerpo y los comandantes que estaban de guaro
nicioll se veían entonces obligados á implorar el




26~
socorro de los ciudadanos ricospllra prec3\'er que
las tropas se mul'iesen de harulJre. Aconteció mas
de una vez 'lue los soldados tomaron las armas y
atacaron las casas particulares para procurarse co·
mida. Las guat'niciones de algunas ciudades, prin.
cip'llmcnte la de Ceuta ~ se hallaban reducidas á
tal estado de desnuJez que por falta de vc~tiJos y
para no ofender la decencia pública, les prchibian
salir á la calle, y algunos hubifrau muerto Je frio
sino les hubiese ocurrido la idea de caleutarlos en
los hornos en que se coda el pan.


A medirla que talC5 males se acrecentahan, y
que se perdia la esperanza de verlos remeJiados,
d~sarrollabanse rápidamente en el ejército los sen·
timientos de odio comra el gohlerno. Los guerre.
ros que se habian distinguido en la guerra de la in-
dependencia y que se habían encumbrado\á los
mas altos grados, comenzaron á ser el objeto de
)a atencion y de las esperam;as de los desconten-
tos, y todos los ojos se fijaron en Morillo, que
habia sido nombrado jeneral en jefe de un ejérci ..
lo de 10,000 hombres, destinados á SOlll.eter las
colonias arnericana~. Las tropas estaban en estre·
mo descontentas: engailaron á varios rejimientos
los jefes, y bajo falsos pretestos los condujeron al
punto donde debian embarcarse: tambien se vie-
ron obligados á desarmar otros para lograr que se
diesen á la vela. La repugnancia á UDa guerra colo-
nial unida al temor de los peligros de un largo VIa-
je y de un clima mal sano J se apoderó de tal suer ..




263
te del espíritu de los soldados que desde el prime.
ro hasta el último hubieran suscrito y se hubieran
entregado COIl alegria á cualquiera otra empresa
por arriesgada que fuese, con tal que los librase de
la espedicion.


Les descontentos que tomaban el nombre de
liberales y tendian á restablecer la Constituciou de
·1812, habian organizado una sOCledad secreLa,
cuyas ramificaciones se estendian por toda Esparla
y minaban la mayor parle del ejército. Antes de
entrar en cOlllul1lcacioll intima con Morillo, ini-
ciál'onle en Cadiz en los misterios de esta sociedad,
y afirman, cJue iniciado en ella le prolm~ieron po~
nerse á Ja cabeza del movimiento revolucionario.l
y que los comerciantes del puerto le ofrecieron
grandes sumas de dinero para facilitar la revuelta.
Sea lo que fuere, lo cierto es que habiendo tenido
Morilio la indiscrecion de corresponder á una se-
ilal secreta que ie )lIZO uno de los aHiiados en aquella
numerosa asamblea, divulgóse por Cádiz la vo¡/';
de que era liberal y fracmason. En su vista juzgó
conveniente hacer una especie de penitencia por la
falta coruetida, inscribiéndose en una de las nu-
merosas cofradias del puerlo, y asistiendo á la pro-
cesion con una vela en la mano. Pasados algunos
dias la espedicioo se dió á la vela desvaneciendo las
esperanzas que se habian fundado en ella.


Desde entooces fijáronse las esperanzas en UQ
nuevo objeto J' se concentraron en Galicia, pro-
vincia que habia ejercido siempre suma influencia




264
sobre los acont<,cimicntos politicos de España. Ani.
n1ábala el espíritu de independencia: disposicion
debida á la presencia del leueraJ Lacy que habia
mandado en ella ante~ del regreso de Fernando.
No tardó eLl rllanifestarse de un modo inequívoco
el sentimiento que rlominaba principalmente en-
(re los soldados. Estaba ya organizada la insurr€c-
cion y tomadas todas las medidas prepélratorias:
lo línico que faltaba f'ra elejir un jefe que gozase
de la confianza ¡eueral J que fuese capaz de llevar
á"cabo tan delicada empresa. El llllico hombre de
la pruvincia que reunia tales condiciones era don
Juan Diaz Porlier, conocido con el nombre del
l\'1arqucsito en la guerra de la independencia, en la
que se habia distinguido por su valor y sus conoci-
mientos en clase de jefe de guerrillas. Mas hallá.
hase enLonces encerrado en el castillo de San An-
tonio de la Coruña á consecuencia ue haber sido
condenado á cuatro años de encierro por liberal
declarado, y por tener relaciones Íntimas con los
miembros mas seüalados de este partido.


Sobrevino una circun!'tancia favorable á las
miras de los tl~scontentos: Podier, cuya salud se
habia alterado con las fatigas ue la guerra y con la
insalubridad y las incomodidades de la prision,
solicitó y obtuvo el permiso de ir á tomar baños
minerales á Arteyo , donde fue conducido escolta-
do. Apenas llegó á Arteyo , el oucial que manda-
ha la escolta, y que respondía del prello, le ofre.
ció el mamlo de todos los liberales del ejército de




265
Galicia, y la direccion del movimiento revolucio-
nario que proyectaban para restablecer en aGuel/a
provincia, y des pues en toda España, la cOl1stitu-
cion política que el gobierno de Fernando habia
destruido.


Porlier aceptó el encargo, trazando en el acto
el plan de las primeras operaciones, y l~n la no-
che del 18 de setiembre de /815 entró en la Co.
rulia acomparndo de su escolta. Guardaban las
puel'tas de la ciudad amigos de Porlier, que le re-
cibieron con entusiasmo y le llevaron en triunfo á
los cual'teles, donde las tropas le aguardaban con
la m~s viva impaciencia. Arellgóles Porlier y los
electrizó con la fuerza de su discurso; los solda~
dos le reconocieron unánimemente por jefe, y ju.
taran obeuecale. Su primer cuidado fue colocar
h:íbilmente la~ tropas en Jos puestos mas impor-
tantes, dar libertad á los presos constitucionales y
asegurarse de la persona del capitan jencral y de
los demas funcionarios públicos, que habian dado
frecuentes y no dudosas pruebas de su aversion al
código de CádlZ. Dirijió una proclama al ejército
y un manifiesto á la EUl'Opa entera, cuyos escri·
tos eran en estremo notables, porque en ellos ha-
cia resaltar el contraste de los males que abruma ..
han la nacion , con la ventura de que gozaría bajo
el suave imperio de un gobierno representativo.
Mandó en seguida pl'oelamat' con la mayor so~
len~nídad 1" Const.itucion de 1812, que fue salu-
dada con los testimonios de la alegriü mas pura




266
por la guarnicion, cuyo gl'ito un~nime era, pwa
Fernando / pipa el reJ constitucional!


Enviaron cil'culares al momento á todas las
autoridades de la provincia, inviLándolas.á lomar
parte en un pronunciamiento tan felizmente co-
menzauo. Aunque sus respuestas no fueron satis-
factorias, na por eso desmayó Porlier, mucho
mas cuando vió llegar destacamentoi de diferen-
tes puntos de la provincia, y cuando supo que la
guamicion de Santiago, capit'll de Galicia, y su
colegio militar solo aguardaban su preseucia para
declararse en favor del gobierno representativo.


Había entre las tropas que gual'necian la plaza
algunos granaderos de la milicia provincial de Ga-
licia. Esta especie de tropas no prestan constanle-
mente el servicio en España: reúnense únicamen-
te cuando las circunstancias lo ecsijen, y cuando
lJan pasado, 103 soldados vuelven á las labores de
]a agricultura, de donde resulta que cuando están
con las armas en la mano Conservan los hábitos
de paisanos, y principalmente la docilidad y cie-
ga obediencia al clero que caraclerizan al pueblo
espaflol. El clero de Santiago, que era en estremo
rico, se puso en movimiento tan luego como su.
po las primeras noticias de la insurreccion de líl
Coruña, y recurrió á todos los medios de seduc-
cion, principalmente con los milicianos provin.
ciales, quienes prometieron no solamente no se·
guir el ejemplo de la guarnicion de la Coruña, si-
no tambicn resistir á Porlier con todas sus fuerzas.




267
Los jefes del partido realista prefirieron sin em~
hargo á la resistencia el soborno y la intriga, y
la suerte midió sus deseos. Porlier habia salido
ya de la Coruña á la cabezll de ochocientos hom-
hres, y aeercábase á SJnliago sin encontrar el
menor obstáculo, cUJodo se detuvo en Ordenes,
pueblecillo que dista dos leguas de la ciudad. A-
pro\Tcchó5e el enemigo al punto de esta circuos-
tancia , para ponerse en relaciones con las tropas
que habian proclamado la ConstiLucion, y despues
de haber derramado entre sus individuos mucho
oro, persuadióles que la intencion de Porlier era
ataCar á los granaderos de la milicia. Divulgóse
rápidamente por toda la division tan pérfida voz,
y los ~argent05 que habian recibido la mayor par-
te de! dinero, tuvieron una junta secreta, en la
que uno de ellos, llamado Chacon , declamó lar~
gal11ente contra la guerra civil y contra el hor-
ror de una empresa que armaria los unos contl·a
los otros, á los ciudadanos y á los hermanos. El
resultado de esta conferencia fue resolver el arres·
to del jeneral y de los oficiales, y entregarlos al
rigor de las leyes. Los jefes, poco esperimentados
en operaciones de tan delicada natUl'aleza -' ha-
hi:ínse reunido por su parte, escluyendo con suma
imprudencia de la reunion á los soldados, á quie-
nes dejaron de este modo entregados á las manio-
hras de los que deseab¡m ganarlos. 11rocedieron
COn tanta ncglíjencia que los sarjenlos tuvieron
hastante tiempo para apoderarse del mando, reu-




268
. nir las tropas y colocarlas al rededor del pueblo,
de modo que no pudiese escapar ninguno de los
jefes del movimiento. Tomadas estas n: edidas, Cha-
con, á la cabeza de los sarjentos , entró en la casa
donde se hallaban cenando Porlier y los oficiales:
las voces que oyeron les dieron tiempo para tomar
las espadas, con las que opusieron una resistencia
heroica: mas al fin, precisados á ceJer al número, .
Porlier· y sus amigos fueron encadenados juntos y
conducidos á la cárcel de la inquisicion de San-
tiago.


La noticia de los sucesos referidos produjo en
la Coruila el efecto que era de esperar: los servi-
les triunfaron, el sistema constitucional Quedó
~


olra vez destruido y disipáronse enteramente las
esperanzas de un porvenir mas dichoso. Los hom-
bres reOecslvos veian en esta conspit·acion el pre-
sajio de otras muchas, mientras que los que se .
gozaban con su mal écsito y tenia n interés en pro- .
longar los abusos, persuadian al rey que habia lle-
gado el momento favorable de desplegar la :na-.
yor severidad, y de desarraigar para siempre el
espíritu de liberalismo y de descontento. Con esta
mira, espidieron la órden á Galicia para que se
formase en seguida el proceso á los presos que ha·
biao sido trasladados á la Coruña. En el curso de '
la causa violál·onse abiertamente, no solo las re.
gla5 de la humanidad, SiDO que hasta olvidaron
las formas del código criminal de Esparla , el mas
8evero de Europa. Trataron principalmente á Por·




269
lier con crueldad estremada: pusiéronle unos
grillos que pesaban mas de cincuenta libras; yacia
casi desnudo en el calabozo, y despues de haber
dormido varias lloches en el suelo, consiguió
por fin con harto trabajo, y á causa del estado
de su salud una estera húmeda y podrida.


Por mas crueles que fuesen tales procedimien.
tos, Pol'lier no cesÓ de manifestar deseos de que
le enviasen una persona á quien pudiese revelar se ..
cretas de la mas alta importancia para el rey y
para la nacion. Sin duda quería manifestar que
ecsistia en el reino y en el ejército un manantial
perenne de revoluciones y de descontento, que no
era fácil contener con el sacrificio de millares de
víctimas, y que solo cesaria con reformas útiles y
prontas. Los jueces de Porlier no ac~edieron á su
demanda, porque temian que sus revelaciones des~
cubriesen Jos abusos que cometian las autoridades
de la Corui'ta : y el 2 de octubre fué condenado á
la degratlacion y á la horca, ejecutándose la sen-
tencia al dia siguiente. Porlier mostró una firmeza
poco comun: antes de llegar al cadalso, el escriba-
no que habia instruido el proceso le leyó !'egun
costumbre la sentencia, y cuando le dijo que ha-
hia sido condenado por traidor, PorJiel' interrum.
piéndole con ~'iveza esclamó: ,,¡traidor, ha dicho
usted! mejor diria el hijo mas fiel de la patria."


En el testamento pidió que en ~u sepulcro gra-
vasen esta inscripcion: "Aquí yacen las cenizas de
D. Juan Diaz Porlier , jeueral de los ejércitos es-




270
pañoles; filé dicllOso en cuanto emprendió contra
los enemigos de su paí!! y murió víctima de las
diseasiones civiles. Almas sensibles, respetad los
'restos de un desgraciado."
Porli~r rué juzgado solo; y tambien fué el úni-


co que pereció. Abr:eron contra sus cómplices un
largo proceso,cuj'O resllltauoconsistióen sentenciar
á muerte á catorce individuos que felizmente se ha-
bian reflljiado eu Inglaterra, y en cuyo número se
contaba el jeneral Romay que conservó siempre su
amor á las instituciones liberales.


El funesto écsito de la conspiracion de Porlier
pt'odujo, como era de esperar, efectcs bien dis-
tintos en los partidos que dividian la nacion : lGS
liberales se unieron mas estrechamente; creció sU
despecho; mulliplicáronse en número, cousoli·
d,íronse sus plJnes y concibieron nuevas e~per::m­
zaS, Alihonse casi tojos los guerreros que lubían
combatido por la independencia, y no se conten-
taron con df~sear un cdfnbio , Juraron vengarse.


Los serviles ebrios con sus triunfos viercn en
la conspiracion de Pcrlier nn nuevo prettsto á sus
persecuciones. Infundian constantemente terror á
Fernando, diciéndole que los liberales atentaban
contra su vida; y sometiendo así á sus pasiones
dominantes el áni mo del monarca, lograban su.
sancion á las medidas de violencia que adoptaban
para libertarle, segun decian , de los peligros que
corria mientras quedase un liberal en Esparla. De la
ecsistencia de la cOllspil'acion de Galicia y del triua"




271
fo momentáneo que obtuvo en la Coruiía, deduje-
ron que el parLido que habia levantado el pendon
era muy fuerte y que se hallaba en estado de 113cel'
tentativas ulteriores y mas importantes. Por esta
razon afirmaban que nO debían dar cuartel á SllS
contrarios; que debian declarar la guerra á toda
especie de innovaciones mientras ecsistiese la me·
l10r sombra de ellas en el pais, y que era preciso
destruir cuanto no llevase el sello de la sumision y
de la obediencia pasiva,


Las medidas tornadas por el gobierno fueron
una consecuencia necesaria de tales principios. El
canónigo Escoiquiz que habia dado tantas pruehas
de amor á Fernando; que habia espuesto su vida
por salvar la del príncipe del resentimiento de
Godoy; que hahia permanecido fiel en medio de
los infort.unios, y había hasta entonces lisonjeado
sus pasiones favoritas, salió de la córte desterrlido
á Andalucía. Su crímen consistia en haber dicho
al rey con motivo de los sucesos de Galicia, que
los procesos criminales, las persecuciones y los
castigos no lograrian estirpar el ¡ermen de la in.
surreccion, sino las reformas saludables, y las
medidas de dulzura y de templanza qu~ dictaba la
prudencia. Hahia representado principalmente al
monarca, que si no se adoplaba un plan ue ha-
cienda que pusiese término á las depredaciones y á
la confusion que reinaba en la administra<:Íon, la
revuelta de Porlier seria el preludio de una con-
mocion ¡eneral.




272
Desempeñaba á la sazon el ministerio de la


guerra el ¡eueral Ballesteros (1) que habia inspira-
do al rey un sentimiento de benevolencia mani-
festado por S. M. plíblicamentc y de la manera
mas distinguida en varias ocasiones. La única cosa
notable de su minislet'io rué el proyecto presentado
al rey, y sancionado por el mi1'\nlo de estableeer
en toda la Peninsula comandancias militares á se-
mcia.nza de la jendal'merÍa francesa, aunque con
mucha mas'latitud en los poderes civiles de Jos
comandantes: el objeto del l1uevo sistema era, al
menos en la apariencia, librar el pai~ de las bandas
de ladro!les que infestaban los caminos reales, y
que habian cometido hasta entonces repetidos ro-
bos con la mas escandalosa impunidad. La faccjon
de los serviles que detestaba al ejército, juzgó este
proyecto como un paso inmenso en favor de las
ideas revolucionarias, y ptlr consiguiente el plnn
fué descchado, y Ballesteros desterrado, sufrÍenrlo
igual suerte el Empecinado. Enviáronse ,1 todas las


(1) D. Francisco Eallester'os fue suceqi~'aft1ente ca-
pitan, aduanero, consejero de estado y ministro. Cuan_
do el duque de '\Vellingtoll fné Ilon,brado jelleralísimo
de las fUCl'Zas españolas, Ballesteros rehusó servir ha jo
sus órdenes y fllé desterrado á Ceuta Suponen que
reunia cOllocimiento~ milital'es, pero lo cierto es que
pJcas veces dejó de ser batido. Antes de entrar en el
millisterio, acusároule de haberse utilizado de alg~lnol
miles de raciolJes.




273
'Provincia~ numerO~3S órdene~, ci rculares é ins-
trucciones las mas severas contra lo~ que gozaban
fama de liberales.


Poco tiempo despue8 de los referidos s~cesos,
don Vicente Richard organizó otra conjuracion
mucho mas osada que la anterior: era comisal'io
de guerra, y estaba dotado de las clialidaues que
se requieren para dar esos grandes golpe8, que
camhian en un instante el aspecto político de las
nacIOnes.


El blanco de la conspiracion' era apoderarse
de la persona del rey y hacerle 1urar y promulgar
la Constitucion de 1812. Nada mas fácil de ejecu-
tar que la pl·imera parte de este plan ~ porque el
rey acostumbraha á pasearse por el camino de
Madrid á Alcalá, acompañado de Una escolta y
de una comitiva numel·oSa. A cierta distancia
de MaJrid dciaba el coche y la escolta para pa-
searse á pie COn la reina, los infantes y sus espo-
sas, .Y dirijirse acompaflado de muy pocos ~ un
edificio <lue descollaba en medio del campo, lIa 9
mado la venta, Cuando se hallase, pues, en aquel
sitio, cierto númel'o de hombres á caballo debían
precipitarse de repente sobre el rey, obligarle á
monta.r á caballo yconducirle sin perder tiempo
á Alcal", guarnecido por un rejimiento entera-
mente decidido en favo!' de la ConsLÍtucion. No se
sabe Con certeza la causa que impidió la ejecu4
cion- del proyecto, m<lS los autores tuvieron la
ocasiOll y 1010 medios necesarios para realizarlo.


TOM. 1. t8




274
Parece, sinembargo, poco dudoso que aLando-
nélrQn Ilj primera idea, y en su lugar deiermina-
ron asesinar al monarca. El mismo RieLanl se
encargó de dar el golpe cuando el rey volviese de
paseo y concediese, como acostumbraba, la élU-
diencia pública. AforlulHHlameute uno de los con'
jurados descubrió la trama, y Richard fue preso
en las galerias mismas de palacio: encolltráronle
el puñal de que debía servirse y á poco liernpo
le ahorcaron en la plaza de Madrid. En sus últi-
mos momentos 111anifestó suma firmeza, demos-
trando con ella que habia puesto el acero en sus
manos el fanatismo político y no' la venganza per~
sODal. .


Apems se llabia calmado la ajitacion, causada
por un sUCesu de tanta importancia, cuando se
formó otra trama en Catalui¡¡i, t rama suficiente
para desvanecer las nubes que ofuscaban los 0IOS-
de Fernando sino le hubiera cegado una fatalidad
inesplicablc.


CUJmlo el rey vol vio á España, el jeneral Lacy
que habia dCí'plegado en la guerra de la indepen.
dencia las prendas de un oficial esperimcntado , y
de Un buen pCltriota , era capitan ¡enel al de Gali·
cia. Su aclhesion al sistema constilucional le obli-
gó á Jesaprobar altamente las medidas tomadas
despues por el gobierno,.y comprendióle por·
consiguiente la proscripcion ¡eneral, siendo en·
viado á Cataluiia sin empleo. Allí vivia pob~e y
oscuro, pobre, porque su fortuna se limitaba al




2~\S
sueldo que no le pagaban 1 oscuro, porque su
mode,~tia natural nO le dejaba IIpro\7echar las oca-
siones de lIarse á conocer. En un viaje que hizo
á l\Iadri(\ en '816 tuvo vari'ls conferen~las sobre
Jos infortunios de Espafta con algUnos oficiales ele
mérito, y mostró la indígnacíon de que se halla.
ban po~eidos los liberales; adoptando con SUs am i.
gos diferentes medios para acelerar la reforma del
estado. '
C~)Otábase en el húlilero de ~u~amigbS , .1/ de


lo,; oficiales iniciados, el conde del Abisbal é]ue
asistió á las reuniones en qtie se enContró Lacy,
y juró ayudarle en tan dífíci'1 erntJtt's.1; no
obstante qne no asustaba á taey el desgraciado
éC!iiLO de las operaciones de Galicia. En el mes de
marzo de 18j7 fue á tIOmar las aguas flIillí'rales á
Calddcs en ClltaiuiHt, .v liabiet1do euconl rado á
algunos 2migoi que participuLau de sus opiniones
y de ~ú" esperanzas, creyó que había llegado el
memento de poner en planla en Una provinr;~a
tan favorah!emenle dispuesta como Cataluña; el
plan que habia' aborlado en otl;OS pUlltos de la Pe·
nínsula. Las personas que ea Calddes se l'el1nie~
ron á Lflcy y ofrecieron ayulbrle eh sus dt'sig-
nios, gozaban suma inflUencia en el prilicipudo y
y entre las lropas que lo ocupaban. Reunieron
tocios sus esfnel'zos para poder con tal"· Con Unil
fuerza impOnf!tile y no dejar duda alguna sobre el
resultado: hechos estos preparativos" fijaron el
dia de la esplosioll ¡cueral , que dehia ser el 5 de


,




2ft;
abril. Mas ya entonces estaba resuelto denunciar-
los: dos oficiales llamados Appentel y Nandill que
sabian el secreto, y en quienes Lacy confiaba par.
ticularmente, descubrieron todo el plan de la
conspiracion.


El rejimiento de Tarragolla era uno de los que
debian tomar parte en la insurreccion, y el te.
niente coronel don José Quer reunió dos compa~
'ñÍas del cuerpo y partió can eH as á Caldetes pa-
ra reunirse al jeneral. Lasala, coronel del re-
jimiento , advertido por los traidores que ha-
bian vendido á Lacy, reunió olras dos compa~
fijas y logró á fuerza de !\menazas y de castigos
que salier¡m en persecucion de los rebeldes. Los
prim~ros llegaron á su destino y testificaron al
lenera\ Lacy e\ mas vivo Qtltus\asmo: púsose á su
cabeza el guerrero, y marcharon á la casa de cam-
po elel jeneralMilans} uno ue Jos principales cons"
piradores, donde pasaron la noche no sin grandes
inquietudes. Al apuntar el dia, algunos oficiales
que venia n de Mataró y de Barcelona, anuncia·
ron que el plan estaba descubierto y que era ne-
cesario no perder tiempo. Creyendo que podian
contar á todo trance con las tropas que alli te-
nian, y no desesperando de c(\l1seguir otros re-
cursos, resolvieron dirijirse á Matará para suble-
var la guarnicion y los habitantes, y en caso de
frustrarse su esperanza. acercarse á la raya y refu:-
jiarse en Francia. Algunos instantes d€spues de
haber tomado el anterior acuardo, introdu¡éron-




277
se los emisarios de Lasala , persuadieron á los sol.
dados que abandonasen á Lacy y á sus oficiales ... y
volviéronse en seguida á Areñs del Mar. Milans
tocó todos los resortes imajinables para oponerse
á la seduccion; "mas fueron vanos: los aientes
de Lasala J y principalmente unó llamado Cuero,
triunfaron: entonces.LacJ- y los que le acompa-
ñaban no debieron pensar ya eh otra cosa sino
en salvarse.


El jeneral Castaños (1) que mandaba en Bar-
celona J no habia tomado hasta aquel momento me-
dida alguna; por haber creido que lainsurreccion
Se derramaria por toda la provincia J y que en tal
caso habría contraido con su neutralidad un méri-
to estraordinario. Mas al ver descorrido el velo
de la conjuracion, despachó un oficial superior
pal'a que se reuniese á Lasala J y ohrasen de con-
cierto, cuyos jefes enviaron diferentes destaca-
mentos en varias direcciones para que persiguiesen
á Jos fujitivos. Milans y otros compañeros se es-
caparon; mas no fueron tan felices Lac'y y ~lgunolJ
anugos suyos: seguidos de cerca por los paisanos


(1) Castañ os mandaba el ejército esrañol cuando
capifuló Dupont: sin embargo algunos estranjcl'os han
a"tribuidola victoria de Bayten al jelleral suizo Reding.
Hallábase á la cabeza de los españoles en la batalla de
Vitoria: y es reputado por homhre de mas espíritu <JU6
ta;len~Q. '




278
que habi~ cm/iado el gobernador (le Mataró ~ reru-
jiáronse ~ uua casa ele campo. Ap~nas saliero~ de
ella con rumbo á la frontera, el dueño los denun.
ció é indicó 4 los paisano~""e1 camino que habían
tornado: no t:mlaroll los fujilivos en verse rodea-
dos por sqs enemigos, que les arnenaz!lban con
hacerles fuego sillo se rendían. El ¡eueral que no
perdió ui llll instal1te su presencia de el"píritu, res-
pOIlJió que no entregaria la espada SillO ti un sol·
,Judo: los paisanos intimidados con el aire ¡mpo.
llcote de Lacy relrocedieron en (umultoj mas lra·
yendo IUf:'go á la ulellloria la recompensa que les
h .. LiaQ ofreei!lo si prendían al jefe d~ la conspira-
cio!1, contillU¡¡rOll prorumpieudo €n amenazas.
E~}trel¡tntO llegó un destacamento n,ililar; y Lacy
jba~ entregar la espada al ofkial que lo mandaba,
~uanrlQ este le di in: u V. E. me dispensará qUt! no
:reciba la espada, pues en ninguna mano estará
JUejor tllle en la sQya."


Enccrr¡,ron á J~acy en la ciudadela de Barce-
lona, y"coudenóle á muerte el consejo ele guerra:
mf1& conociendo C!!st~ños que no era fác:l ejecl.l:lr:


" la sentencia en :Bareelol1a ," sin correr el riesgo de
esperimentar resisLencia por p1lrte del ln.~ehlo y de
la guamicion, en estremo dispuesta á seguir las
lluellas de L3Cy, á quien tanto venera b á causa
de sus ha1.i"!ñas en la últillla guerra, consultó á 'la
CÓl'te lo que debía hace!' para salir de su i»oerÜl'
dumbre. La oplOion pública de tal suerte se'rro .. "
pUllciaba en favor del ¡lcu5ado c¡ue ninguDo imaji.'




279
nab1 que le sacrificaria el gobierno: y estas espe-
ranzas tomaron Illayor incremento cuando se supo
que habia llegado la órden de trasladar á Lacy á
bordo de un barco que se haria á la vela para Ma-
llorca. El preso mismo creyó desde aquel punto
que le hacian gracia de la vida: mas llegado á la
isla rué encerrilao en el castillo de Bell ver, y á
la media noche del cuarto dia que allí estaba
presenlóse en el encierro el fiscal para leerle la
sentencia de muerte que habia de ejecutarse den.
tro de algunas ho\'as. Al dia siguiente al amanecer
fqé fusilado en el foso del casti 110, Y recibió la
muerte con firmeza sin desmenlir nn instante la
magnanimidad que &iempre le habia distinguido.


La muerte de Lacy, y principalmente la espe-
cie de inlriga con que se habia ejecutado, pusieron
el colmo ála aji.tacion del ejército: el desconten-
to se difundió lllego por todas las clases: las socie-
dades secretas se multiplicaron: en vano ]os ofi·
ciales superiol'es desplegaban la vijilancia mas ac~
livay la mayor severidad; el objeto único que
ocupaba los pensamientos era libertar al rey del
yugo de la faccion que lo dominaba. La conspira~
cion fraguada despues en el puerto de Santa Ma-
ría, descuLierta por Odonell, dellotaba que la lla-
ma no se estillguia tan prontamente; y los aconte-
cimient.os de euero de 1820, cuyos detalles no per"
tenecen á e~la parte de \a obra, \úcieron ver que
los padecimie~Los de los soldados habian cansado
su paciencia.




280
DigQo es de ob~ervarse que en el trascurso de,


los seis años que duró el gobier'uo absoluto de
Fernando, no tomaron los ministros una sola me-
dida militar que llQ fuese contraria al honor y al
bien estar del eiército , no obstante que era el mis·
mo que habia libertado á Fernando de su cautive-
rio de Veleucey ,y le habia vuelto el poder ilimi"
tado que 103 representantes de la nacion le habian
cercenado. Amas parceia natural que buscase en él
ill apoyo para sostenel' el sistema que sus conseje-
ros y sus ministros habían de antemano adoptado.
I~os males que abl'llmaban la marina no eran


nlcnos graves que los del ejercito de tierra: lbs
mjni~tros de Fernando despreciaban hasta tal pUIl"
to esta parte importante de la defensa del estado~
que llegó á verse completamenlP desorganizada.
Las descabelladas espediciones de América habian
causado la pérdida de los pocos harcos de guerra
que restaban á España: algunos .. como el San Pe-
dro de Alcántara, el mas grande de la espedicion
de Morillo, se perdieron por neglJjellcia ó por ma-
licia: otros fueron tomados por los insurjentes,
entre ellos la fragata Alejandro, una de las que
la Rusia habia dado á Espafía para indemnizarla de
los barcos podridos que le llabia vendido. Los ar-
senales se veian abandollado's y los almacenes de$-
p,'ovisto!;; mas lo peor de todo era la irregulari-
dad de la paga, ó por mejor decÍr la carencia to-
tal de ella, que la armada naval sufria por espacjo
de seis años, pues le debian setenta afios de sueldo.




281
Así sucedia con frecuencia que los comandantes 1
capitanes de navio se veían reducidos á la necesi-
dad de pedir limosna por las calles, y un oficial
murió de hambre en el FerroI. El diario de aquel
pueblo publicó oficialmente este hecho .. y el go-
bierno no tomó medida alguna para poner reme-
dio á tantos males.




,........---... /,·."t ":""
~ ..,¡-
~ '1,


~; .... -':: -:.~. "-,
, .,.






MEMORIAS HISTORICAS
~ODnE


ANECDOTAS.




F crnando, á su vuelta á Espa5a, abolió en gran
parle Jas ceremonias de· 'la etiqueta que reinaba
Bnles en la córte, é introdujo en su lugar una fa-
miliaridad hastaentol1c~s desconocida. En tieni-
pos de susaritepasadüs cada individuo de la fami-
lia real co'mia en su cuarto separado: los· servi •


. cios eran 'uullierosos J 'y las formalidades Con que'
losacompa'ñaban tenlán 1a t'razad~ una espeCie de
fie~ta 'quellUtlCa variaba. Bervíanse· I'os' inaniá~
res· pr~ce.sionalrnente 'y eSCQflados, por losguar-
dias ,y tos que se hallaban á su'paso cuando tras-




284
ladaban la' comida ,á la mesa, estaban obligados
á quitarse' el sombrero y á apartarse respetuosa-
mente á un lado. Fernando puso final ceremo-
nial referido, estableciendo la mimera mucho mas
cómoda de comer en familia, y convidaba indis-
tint~mente ;Í los grandes y á los miembros del cl~­
rQ. •. 4-costumbrabatambien dar. eo, su cuarto al-
gunas di versiones, como conciertos, fantasma~
gorias y otros 'juegos, concediendo á un número
limitado de cortesanos el permiso de poder asis*
tiro El rey no se chanceaba ni divertia en com-
pañía de sus cortesanos; mas en cambio mostrá-
hase muy alegre y decídor en la de sus criados,


. á quienes trataba con suma familiaridad, consin-
tiendo que se tomasen en su presencia las mayo~
res libertades. Descollaba entre ellos el llamado
Chamorro, conocido por las gracias vulgares con
que entretenía en estremo á Fel'11ando, habiendo
logrado tanta influencia sobre el espíritu del rey,
que no era inútil á los que solicitaban destinos.


Esta disposicion del ánimo real habia influido
en muchos negocios de la mas alta importancia,
porque el monarca escuchaba con complacencia
los cuentos y las anécdotas que sus criados le re~
ferian relativas á los personajes de m.as importan-
cia. Y aconteció mas de una vez, que los indivi~
duos de su servidumbre, interesados en el écsito
de atgun asunto, preocupaban tanto su ánimo,
que cuando los ministros se presentaban al despa-
cho 1 anuuciábales el rey el acuerdo que habia to-




285
mado, y que regularmente era del todo contrario
al que espel·aban.


Grande era él número de los que "Se aprove-
challan de estas ocasiones favorables y abusaban
con largueza de las bondades del rey; no obstante
que cuando alguno habia llegado á cierto grado de
favor y de confianza, su situacion se hacia dificil·,
porque Fernando na quería que creyesen que te ..
nia favoritos, y sacrificaba al instante á aquellos ¡$
quienes el p'lblico daba semejante título~ Por esta
razon desaparecieron con tanta rapidez de la esce-
na de palacio, Macanaz, Vargas, Ostalaza y tan' ..
tos otros: únicamente dos supieron mantenerse en
su benevolencia nasta la revolucion de 1820 : el
duque de Alagan y don Isidro Montenegro.


El duque de Alagan, soldado, sin mas méri.
tos que su cuna, habia adquirido grande repu-
tacion de galanteria en la córte de Cárlos IV:
Fernando le colmó de bondades J y le confió el
mando de los guardias de su persona, proporcio-
nándole de esle modo la v€Dtaja de estar contÍ-
nuamente á su lado. El duque echó mano de to-
dos los medios para dar a la guarrlia que mandaba
el esplendor de que era susceptible, y los admi.
nistradores de la hacienda, 'que sabian aprove-
char el crédito de que gozaba, nunca le rel1usaban
.el dinero. Han dicho algunos escritores con mu~
ella apariencia de verdad, que las sumas consu-
midas por este cuerpo durante los seis años dé
que hablamos, hubieran bastado para sostener un




286
ejército numerogo. El 'vulgo creia que el duque
era el a ¡ente de los amores secrelOb de Fernando;
sin emLlIrgoes bien' cierLo, que el I'CY nunca tu-
,va, amantes públicarneute reconocidas por tales;
y sin dud¡t mOLivaron estas habladurias, algunos
paseos nocturnos que daba ,el monarca de incóg-
nito con e.l duque.


Es un hecho incolJt,estahle que Alagon disro-
nia á su placer del tesoro púhlico , como Jo p:'ue-
,ha la anécdota siguiente, qu:e en SU liempo circuló
rápidamente por Madrid. ~nn fr~íle e::scapado de ~u
,convento, y que viviaoculLo en Madrid con el te-
,n1or de (jue le persiguie;'an sus lwrmilnos; Se pre-
sentó UII dw con uniforme de alabardero en casa
de ESléf'any, que era di,'cclor de loterías. Entregó-
le una carta en la que el duque rogaba á E1ltéfillJY
que :e enviase lo mas pronto posible ciel'ta canti-
dar! en oro ,. y el director que solo tenia en cHja
plata, pidió al alahardf..ro que volviese dt:'nfro de
una hora pues necesitaba sal'ír PUI'U procul'<Jr~c 01'0.
No le fué fácil conseguir en tan corto espacio I.odo
el que necesitaba, y se dirijió á casa del duque para
manifestal'le lo que pasaba, Alagon admiraJo le
respondió que no habia enviado á pedir semejante
dinero; finalmente, se descubr:ó tIue la carta era
falsa y prendieron al fraile. El suceso demostraba
que nO era la veZ primera que ESléfany curúplia
nlandatos de aquella especie j y para disminuir la
publicidad del caso Se mandó sobreseer en el pro ..
ceso.




287
M ontenegro era individuo de la servidumbre


de Fernando mientras permaneció en Valencey,
y á la vuelta del rey á la Península se vió colma~
do (le honores y de dignidades, y nombrado ade-
mas administrador de los reales palacios. Corria á
su ~argo el amuehiaje, ordenaba los pas~os del
rey á la campiña, sus diversiones, estaba encar-
gado de la guardarropía y de otras minuciosidades.
Demostró en el desempeño de tales empleos, su
mal gusto y su prodigalidad, sin inquietarse del
contra!lte escandaloso que hacia su profusion con
la miseria pública. . ,


La reioa María Isabel participó á su IIp.gada á
Espafia I del afectQ que su esposo profesaba á Moo-
tenegro, cuya circunstanciaocasiol1ó una escena
que movia mucho rudo en, palacio. Ataba la rei-
na un d ia la cruz de Cár! os III á la banda de la
misma órden que dcbia llevar su marido -' y rogó
á Montenegro que sostuviese Uno de los cavas de
la cin!a: el cortesallO pal'a desempeñar ~u comi-
sion del modo mas respetuoso, dobló una rodilla
en tierra. De repente entró el rey por una puerta
secreta, y sin saber lo que hacia Monlenegro vió
solamente que estaba arrodill¡)(Joal lado mismo de
la reilla. Arrasll'ado por un movimiento súbito de
celos, y sin tomarse tiempo para asegut'arse de lo
que era, se precipitó sobre el favorito y le seraró
con tanta violencia que cayó en el suelo. La rei¡la
dió un gri~o, los criados corrieron en su ayuda,
Montencgro se levantó lodo ,confuso y sin profe-




288
rir una palabra se retiró á su aposento. El monar-
ca recolloció luego su error,. le mandó Ilamal' en
-el acto y le ofreció un regalo magnífico, volvién-
dole toda su confianza. .


No era comuÍl que los ministroll de Fernando
lograsen inspirarle un afecto durable, aunque la
mayor parte no vacilasen en sacrifIcarlo todo al
deseo de c~ptarse su benevolencia caÍ} toda esre-
~ie de adulaciones. El IJnico á quien estimó ver-
daderamente fué á D. Juan Lozano de Torres,
cuya historia merece particular atenden. Era so,;
)mno d~l relojero Lozano, bien conocido en Lén-
dres, é hijo de un carpintero de C,idiz. rasó su
¡uvenluu en el puerto vendiendo chocolllte, y 'se
le proporcionó ocasion de viajar por Inglaterra,
Suiza y otros paises, mas sin adquirir conocimien-
los y sín desvanecer sUs· preocupaciones, corno
acontecía de ordinario á los viajeros españoles En
la guerra de '·a independeucia logró el empleo de
comisario del ejército, y adquirió cierLa repuLacion
de habilidad. Cuando el rey llegó á Valencia, Lo-
zano que se hallaba entonces en Badajoz, le dirijió
una carta tan llena de protestas de afecto á su real
persona, y de invectivas amargas conLra los libe-
rales, que Fernando mandó 'le siguiese á Madl'id.
Allí se mostró enteramente consagrado al rey, á
quien rendía una especie de culto, y cuyo fell'alo
llevaba habitualmente pendiente del cuello, condu-
ciéndose al propio tiempo con Fernando, como
un consejero desinteresado que solo ansiaba el




289
bién de su sobétanO. Ofl'ecióle el nJOt1are~ dife·
rentes destinos de alfá categoría, que rehusó toza"
no Constantemente hasta que en Una de las mu-
danzas de mini·stros tah frecuentes en el reinado df!
Fernando, fúe nombrado Secretario del despacho,
que aceptó despues de Una afectada tesistencia.


Los destinos subaltel'nos del ministerio de es·
tado, los desempeñaban regularmente en España
los que habian ejercido comisiones diplomátkas
en las cÓl'tes estran¡eras, y ·hallábanse unidos eh-
tre sí por un espíritu de cuerpo que las vicishudes
poHtica~ núnca lograton destruir. Su únloD y sus
relaciones los hicieroh tan poderosos, que siempre
quedaron victoriosos en sus quel'ellas con los I11i.
nistros , con el rey y con la nacion.


Miraron; púes) como un insulto prodigado-nI
cuerpo entero; el nombramiento de Lozano d¡'l
empleo de ministró de estado, que juzgaban de-
hia pl'oveerse en uno de ellos. Asi eS que cu:mdo
(Jl nUevo secretario se presentó eh el despacho,
los empleados subalternos en ve!; de recbnocerJe
por su jefe, declararon de la manera mas formal
que nO quetian trabajar bajo sus órdehes, y que
era preciso que el ministro ó ellos renunciasen el
destino. Lozano conoció que todavia lloera has·
tante fuerte para hacer róstro á la horrasca, y
creyó mas prllJente ceder enviando su dimisioh.
Mas el partido que le sostenia tio se asustó por etm,
y algtlli tiempo despu!!s fue nombrado ministro
Glegracia y justicia.


TOM. l. 19




29()
Admiróse en esLremo la, Dacion al ver .coJpcaoi


do á la cabezacle la iglesia y de la majistralura á
Un Lombre sin talentos y sin csperiellcia. Lozano
resolvió aprovecharse en cuanto pudo de las ven-
tajas inmensas que le proporciona~a el alto. pueslo
á que se hahia encumbrado, y lle.vado de estas
miras, mientras que por un lado colmaba de favo-
res á .Ios fanáticos mas fUl'jesos, empleaba por
otro su crétlito para perseguir á los que sospecha.
ha propagadores de las· opiniones liberales ó ins-
truidos. .


Habian persu1dido l;acía mucllO tiempo al rey
que el objeto principal de los liberales era quitar.
le la vida, y nunca se borraba de su imaiinacion
tan horrorosa idea. Lozano se aprovechó habil.
mehte de su temor; lo entretuvo y aumentó du-
rante el tiempo de su ministerio, con una de!!-
tl'eza y una pet'severancia que hubieran honrado
ciertamente su carácter y ws talentos, si )as hu-
biese empleado de otro modo. S'lbieudo que el
rey no podia dedicarse largo rato á 10s asuntos
serios, Pl'ocuraba divertirle refiriéndole Jas.anéc-
dotas que rccojia desde el lugar que ooupaba: asi
es que cuando Lozano despachaha con el rey J el
despacho duraba por lo Comun algunas horas con
gran admiracion de Jos corlesanos, cuya sorpresa
no ,cesó hasta que conocieron los medios que em-
pkab,a el astuto favorito.


La causa principal de Sll crédito se fundaba en
8U amor á. la. ~et~()na. del tey J v\t\.ud d.~ n,.)uda en




291
aquella ~poca, y d~ la que !labia utilizarse mas
que ni.oguDo. Por esl/:l medio Se habia apoderado
de tal suerte de la vo)uflladde Fernando, que in-
t.entó hJcerle creer que ecsistia entre a fU bas la
sellle¡anzl de lelllperamen.to mas estraordinaria, y
que la naturaleza habia tenido guste en darles una
con~tilucion física tan ecsactamenLe igual, (Iue
debían tener las mismas incli.uaciones y los mis-
mos sentimientos.


Presentóse una ocasiún favorable para confir-
mar tan estraña idea y sor[H'ender en estremo al
faseinado monarca. Acostumbraba Lozano á en-
v.iar todas la,s mai"lanas un criado á palacio para
informarse de como llabia pasado S. M, la nüche:
díjole un dia el cr.iado que el rey 11ahia padecido
un cólico violento, y le describió las circuns.tan-
cias que lo habian acompañado. Lnzano no se ha-
bia vestido todavía, lo que ordi11ariamente hacia
~On sumo cuidado; y en su traje de por la ma-
ñ~na corrió á palacio y solicitó una audiencia es.
traordil1aria para un asunto, á su JE!cir , muy im-
portante. EL rey que se encon~raba mejor, y que
nunca se negaba á recibir á ~us ministros, dió ór-
deo que le deiasen eolrar.J y al ver alteradas sus
facc~ones I~ preguntó la causa. Lozano de Torre3
resl'ondíó, que la noche anterior h;;bia sufrido u·n
violento ataque de cólico, é indicó .tode lo que
}¡abia espel'ill1~ntado. Fernando pasmado de la se-
ll)ejanza, de aquellos síntomas COn los que había
o~eryado, maJlif~tQ la aumira9ion que 1~ causa-




292
ha tan !lingulal' coincidencia. »V. M. se admita·
rá quizas, 'replicó T ... ozano de Torres; pero yo no:
porque estoy moralmente seguro de que cualquie-
ra cosa que suceda á V. 1\1, me sucederá talll,bien
á mi; y que V. M. no puede ser feliz Ó desgra-
ciado sin que yo lo sea igualmente."


Lozano, sin embargo, vió estingliido el afec-
to de Fernando y cayó de su gracia algunos me-
ses antes de la l'eyolucíon. El monarca mandó
ecsaminar sus papeles)' se apoderó de algunos que
importaba mucho á Lozano que no hubiesen cai-
do entre sus manos. Desterróle en seguida de Ma-
drid y h~bló frecuentemente de él con sumo des-
precIo.


La anécdota ant.el'ior noS recuerda lo que acon-
teció á Ballesteros antes de esta época. Feruando
iba á verle c'asi todos los dias cuando era miois-
tro de la guerra '; y pasaba con él horas enteras
en un puebleciUo de las cercanias de Madrid,
donde el ¡eneral se habia retirado á causa de su
salud. Un dia díjole el rey, que habia muchos ne-
gocios que despachar y que no' puJiendo verifi~
cario sin la asistencia del ministro, le rogaba que.
volviese á Madrid. Tra~'\udóse Ballesteros á la cór·
te., y en vez de los nEgocios que creia, encontró'
Un decreto que-le ecsoneraba del ministerio y J8
uesterraba de la capital de Id monarquía.


Cárlos IVy Maria Luisa vivian espatriados en
Roma después d'e la caida de Napóleon , y el res ..
tablecimiento de los Borbones al ti'ouo de Frari":




293
cia. POSeia, la reina MoriaLuisa muchos y mag-
nUicqs diamanted, y Fernando mandó á su emba-
.jador Vargas que los reclamase como pertenecien-
tes á la corOlla. Vargas ejecutó su eomision COI)
poca delicade;¡;a para m~s agraJar á su amo, por-
.que no cabia en~u pecho la idea de l'espetar el
infortunio. La reina se llegó á entn'garlos, y de-
claró en presencia del cardenal Gonsal vi y de olroS
persor~aies distinguidos .de la córte de Roma, que
solamente los "bandonaria cuando muriese y que
preferiria arroi~flos al Tibe .. á enviarlos á su hijo..
En efecto.,.Ios cor~servó' toda su vida: lnasapenas
oerró los ojos., Vargas se apoderó de ellos y llevó
.su celo al estremo de. arrebatar del dedo de la
reina un anillo de ·oro de poco .valor, que habia
manifestado querer lIe~ar consigo al sepulcro.


Cárlos y Maria Luisa legaron en su testamen-
to pensiones. considerables á los que les habia~l se-
guido á su destierro, y Fernando las reconoció
todas, á escepcion de las que pertenecianá indivi-
duos que habian manifestado afecto á Godoy.


Aunque todas las medidas del gobierno de Fer4
nando llevan el sello de-l mayol' rigor, el carác·
ter del monarca no era cruol; mas tenia la des ..
gracia de ceder con demasiada facilidad á las su-
le.<¡üones de los que fe rodeaban. Copiaremos al~
'5'U'fl<CO" ~~\q\\~~ b\)'uye bU -v\oa p-l'lvaua, sacaoos de
la obra.de Mr. Biaquiere, cuyo testimonio r~o es
sospechoso, y que prueban la falsedad de algunaa
hahlillas que circulaban rdalivas á l"em~ndo .•




294
, .. En el trato es dulce y afable en pli'acio;',


sus criados, á quiettes trata siempre con bondad,
)e adoran. La reina Amalia , corno muchas belle ..
,zas sajonas, es rubi:, y blanca, y tiene una fisono·
mía encantadora: forma UIl contraste agradable
COn SU:i ctliíadas doña Car40ta y dOña Francisca,
á las que distingnen sus negros cabellos y sus her ..
'lTIO,OS o ¡<Y.:!. Fcmando' tiene veinte años mas que
su espos¡ ... 'Y sin embargo la reina le ama en estre-
n10:l toda la familia realviveen la mas completa
;¡rmOníd. Veamos como ernplea 'el: mol'larca espa-
ñol el dia: se levllnta á las seis Y' Sí; c'onsagraen las
primeras horas de la rnañana ,á-lbs ejercif:¡os re)i-
jimos: se desayuna en conlpañía de la reina; ha-
hlando familiarmente, mÍeiltras lo verifica con su
mé(h~o ó COn el capitar. di! gual'cHas' que está de
servicio, y pasa en seguida Una ó' dos horas arre-
glando IOi asuntos de su casa yde la administra-
cion interior. Sale, despues en su berlina con un
liolo criado y sin escolta alguna: .... isitando en sus
paseos a!gun establecimiento p'Úbljcoó sus casas
de campo. De tiempo en tiempo consagra esta par-
te del día al recibimiento de Jos emblijadores , de
los grandes de Esparla elc. A las cuatro come S. M.
rodeado de la familia, y se, retira en el acto á fu-
mar SllS eigarros : síguese despues un corto paseo
en coche COll la reina, y vuelto á palacio d~ ulla
audiencia pública) á la que nunca ["Ila ~y en la
que admite á toda clase de personas indistintameq-
te, habiendo observado algunas veces en ella á in-




295
dividuos quepedian limosna por .las calles. Cuan-
do Jos dem'andante:i se retiran, 'pasa á un gabinete
(C':on sus secrp.larios para ecsami-nar los memoriales
que ha' recibido. No tra~curre un solo dia sin q'uo
dcspaclle con los ministros. En las horas restantes
el monarca lee ú oye m{l~ica :el príncipe es aman-
te ·de la lectu,ra; y ducante' supermal1cucia en
Valeuoey tradujo en lenguacspañblaalgunas obras
frances,!s." (1)


Era Fernando de mediana estatura, el rostro
Jargo, el color pálido, y padet;ia habilualmente
ataques de gota m'uy violentos: á esta enfermedad
y á los padecimientos de su l1ifIez , dehia ell.'pa-
rentar maS afIos de los qu~ realmente tenia. Sus
facciones eran muy marcadas, y quizJS algo des-
medidas: su mirada no cal'ecian de ,viveza. El h6bi-
to que habia contraído de fumar conLÍnuamente,
comunicaba mal olor á su aliento: la movllida::l
de sus facciones era tal, que los mejores artistas
lJallaban dificultades para sacar la semejanza de su
cara: sus ¡estos eran sIempre vi vos y algunas ve-'
ces violentos. Hablaba aprisa, y en todas sus ac-
ciones se veía el sello de su jénero de conversa~
cion: no le dominaba pasion alguna, y aborrecia la
cclza tanto como la habia amado su padre. Sus
modales con los que gozaban de su intimidad lras-


(1 l. V éa nse Lettr. de Dla¡¡uierc sur l'Espagno,
tOID, n 11321.


,




296
pasaban los límites ordinario. del trato familiar;
y aun en las audiepcias particulares que concedía
á las personas que le recolIlendaban SijS favoritos,
tlCutábase en UD sof4, fumaba su cigarro y hablaba
lIin cerefl10nia con aquellos á qq.ianes vt::ía por vez
prinlerll. En tiltirno rt:sllltado J su carácter era tan
dificil de definir, que las personas que le tratarOQ
p'qa gran pUf te d~ ~" viel" PQ U~gafon á, conocerle
, fonda.


,




DOCUMENTOSO.FI e IALES.


Carta del príncipe dtJ Asturias Fernando, al. ein ..
perador Napoleoft¡ ,en j j de octuhre de 1807.


"Señor: el temor de incomodar á V. M. I. en
medio de sus hazañas y grandes negocios que lo
ocupan sin cesar, me ha privado hasta ahora de
satisfacer directamente mis deseos eficaces de ma-
nifestar á lo menos por ~scrito Jos sentimientos de
respeto, estimacion y afecto que tengo al héroe




298 'rti~yor que cuantos I~ ·han.precedido , enviado p6r
la providencia para- sa-l-var la Europa del trastorno
total que le amenazaba 1 para consolidar los tronos
vacilantes, y para dar á las naciones la paz y la fe-
licid"d.


Las virtudes de V. M. l., su moderacion , su
bonda~ ap,~c~n ~~I.~ma~.inju,s·to~~ e 'iqlplaEables
enemigos, todo en fin me hacia esperal' que la es·
presion de estos sentimientos seria recibida como
efusion de un corazon lleno de admiracion y de
amist.ad mas sÍncera.


El estado en que me hallo de mucho tiempo á
esta pal'le incapáz de ocultarse á la grande pcne-
tracion de V. M., ha sido hasta hoy ~egundo obs.
táculo que ha contenido mi pluma preparada
siempre á manifestar mis deseos. Pero lleno de
esperanzas' de :lialb.r.·,' eit:'l'il nlagnanÍiDidudde
V. M. 1. la proteccion mas poderosa, me deter-
mino no solamente á lestiucar los sentimientos de
mi corazon pal'a con su augusta persona, sil'o á
p\!,positar los sec!:e·Ws. mas Íl1lim.os .en el pecho de
Vd\~. como I'm el de un tierno padre.


Yo soy bien infeliz de hallarme precisado por
circunstancias particulares á ocultar como si fuera
crÍ1l1etl una accion tan justa y tan' loable; pero
tales. suelen se¡' las consecuencias funestas de un
escesO de bondad, aun en los mejores reyes. .


Lleno de respeto y de amor filial para con mi
padre (cu.ro COl'azoa es el mas recto y jeneroso),
nO me alreveria á decir sino á V ~ M. aquello que




299
V. M. conoceme¡or que yo; esto es, qué esth
mismas calidades sllelen con frecuencia servir dé
instrumenloá ¡ás personasa!>tittas y malignaspára
confundir la verdad á los ojos' u'el soberano, pür
llJas propia que sea esta virtud de caracteres se.
meiantes á 1 de' niÍ respetable paJ,re. '


Si los no 111 bres que lé rodean aquí 'le dejasen:
conocer á' fondo eléarácter de: V. M. 1. cbmo yo
lo conozco; ¿ cón qué ansias pt'ócurafÍan,lipfld re
estrechál' los riudosque deben 'unir ntie~tras' lW>S
naciones? Y'¿ha bráriledi()'¡nas' pr:)porciohádo' qUé
rogal' á V. 1\K L el, 'hOtldr"de' que 'm'e cohúdierél
po'r esposa"U~ja í)Í"ínces~'l1c' su' Oúgá'sta;' f'&flIlI ¡al
Este es 'el'-'¿¡~seo \itláhrme de lodos' los vasailos de
mi padre ~ y no dudo que tamLien el suyo mismQ
(á 'pesar:aé' lOs·esfuérzOs'd.e:uo corto número de
m<ilé\"olds ) así' qu:esepa la~1ntenciones tic' V.: 1\1. Ir:
Esto es cuailto hlicol'3iOlhipetece; ¡réroilO sUCe"
dicndo así á los egdi'stas 'p'érfr(1ós qué tbdeahá ;rHi
padre, y que pueden sor'p~enderJe por'Jn m0l1'1cil4
to, estoy lIeno'de temores en este punto~ t' •• ',


Solo el respeto de V. M. 1. pudiera desconcer-
tar sus planes, abriendo los ojos á mis buenos y
amados padres) y haciéndolos felices al mismo
tiempo que á la nacion española y á mi mismo.
El mundl) entero adl11irar¡í cada dia mas la bon-
dctd de V. M. I., (luicn tendrá en mi persona el
hijo llusrecollocido y afecto.


Imploro pues Con la mayor confianza la pro-
teccion paterna1 de V. M., á fin de que 110 sola-




300
Iftente se. digne concederme el honor de dar~
por esposa una princesa de su familia, sino alla.
nar todas las dificultades y disipar toJos los obs~
tácillos .que puedan oponerse en este único objetQ
de mis deseos.


Este esfuerzo de bondad de parte de V. M. I.
es tanto . mas nec.esar,io para mi, cuanto yo no
puedo hacer ninguno de mi parte mediante á qu~
tleinterpretaria insulto á I~ autoridad paternal, es·
tando '~OlUo estoy reducido al solo arbitrio de re:-
sistir (y lo haré con invencible .constancia) mi ca ..
samiento con otra per~ona, sea la que fuere, sill
e.l consentimiento y aprobacion positiva de V M.,
de quien yo espero únicamente la eleccion de es-
posa para mi.


,Esta es la felicidl)dque confio conseguir de
V .. M. l., rogando á Dios que guarde su preciosa
vida muchos años. Escrito y firmado de mi propia
mano,y sellado con mi s~llo en el Escorial á 11 de
QptQbre de 1807 . ..,... De V. M. 1. Y R. su mas
afecto s~rvidor y hermanO. =;:; Fernando.




El rey de España al emperador Napoleon.


»HERMANO MIO:"


)En el momento en que me ocupaba en los mea
dios de cooperar á la deslruccion de nuestro ene·
migo cornun, cuando creía que todas Jas tramas
de la ex-reilla de Nápoles se habian roto con la
muerte de su hija .. veo con horror que }lasta en
mi palacio ha penetrado el espíritu de la mas negra
intriga. ¡Ah! mi corazon se despEdaza al tener que
referir tan monstruoso atentado. Mi jlijo primo-
jénito, el heredel'o presuntivo de mi trono, hahia
fornudo el horrible designio de destronarme, y ha-
hia llegado al estremo de aten lar conLra los dias de
su madre .. Crirnen tan atroz debe ser castigado con
el rigor de las leyes. La que le llama á sucederme




302 r • •
debe ser revocada, uno de sus· herm.anos será mas
digno tIe ~cemplazarle en mi corazcn· y ·en el tro'-
no. Ahora procuro indagéll' sus cómplices para
buscar el hilo de tan increible Illaldi:l(l , y no q!Jie.
ro perder un solo instdnl>c en instruirá V.M.l.y H.
suplicándole.me ayudeconsU8 luces y~oníiei()s."


Sobre lo que ruego etc.:-' Cádós.':'- En San
I .. orenzo á 29 de octubl'e de /807.




Decreto primero.


»Dios que vela sobre las criat.uras no permite'
la ejecuciol1 de hechos atroces cuando las vÍcti"
mas. son inocentes. Así me ha librado 8U· Om-'
nipotencia de la 'mas ináudita catástrofe. 'Mi pue-
blo, nJis vasallos todoscooocen muy bien mi
cristiandad y mis costumbres arregladas; todos
me aCllal~ y de todos recibo pruebas de vene-
racion, cual écsije el respeto de un padre amante
de sus hijos. Vivia yo persuadido de esta verdad,
~u¡¡ndo una mano desconocida me enseña y des~
cubre el mas enorme y el mas.ináudito plan que
se trazaba en mi mismo palacio contra mi perso-
na. La vida mia que tantas veces ha estado en ries,,;
go , era ya una carga. para mi sucesor, que preocu.
pado, obcecado y ena jenado de todos los princi-




304
pios de cristiandad que le enseño mi paternal ctii ..
dudo y amor, había admitido un plan para deslro.
llarme. Entonces yo quise indagar por mi la ver-
dad del hecho, y sorprendiéndole en su mibmo
cuarto hallé en su poder la cifra de inteli¡encia é
instrucciones que recibía de los malvados. Convo-
qué al ecsámen á mi gobernador interino del con-
seio, para q~e asociado con otros ministros prac-


. tit~sen las drlijencias de ind-agacion. Todo se hizo,
y de ella resultan varios reos, cuya prision he de-
cretado , así como el al'l'cslo de mi hijo en sU ha-
hit?cion. Esta pena quedaba á las muchas que me
aHíjen; pp:ro así como es la mas d.olorosa, es lam-
hien la mas importante de pUI'gar, é Ínterin man-
do publicar el resultado, 110 quiero dejar de ma-
nifestar á lUis vasallos mi disgusto! que sel'á me-
1101' con las muestras de su lealtad. Telluréislo en-
tendido para que se circule en la forma conve-
niente. En San Lorenzo á 30 de ~crubl'e de 1807.
s= Al gobernador interino del consejo."


Decreto. segundo. ..


»La voz de la naturaleza desarma el brazo de
la venganza, y cuando la inadvertencia reclama
la piedad. no puede negarse á ello un padre amo-
roso. Mi hijo ha declarado ya los autores del plan
horrible que le habian hecho concehir unos méll-
vados: todo lo ha manifestado en forma de dere-.
cho, y todo consta con la escrupulosidad que ecsi-




305
je tll ley en tales pruebas: su arrepentimiento y
asombro le han dictado las representaoiones que
me ha dirijido y siguen.


Sl:ÑOR:


Papá mio :he delinqui.lo; he fallado Q V. M.
tomo rey y como padre; me arrepiento y ofrezco
á V. l\L In ohediencia mas humilde. Nada debia
-h:-tcer sin noticia de V. M . .; pero fuí sorprendido •
. He delatado á los culpables, y pido á V. M. me
perdone por haberle mentido la otra hoche , per-
mitiendo besar sus reales pies á su reconocido hijo.
= Fernando. = San Lorenzo 5 de noviem1re de
1807.


SEÑOU. :


Mama mia: estoy muy arr~peIitldo del gran-
dislmo delito que he cometido corltra mis padres
y reyes, y así con la mayor humildad le pido El
V. M. se digne interCeder Con pilpá para que per·
mita ir á besar sus reales pies á su reconocido hijo.
= Fernando. = San Lorenzo 5 de noviel11bre de
1807.


En \1ista de el10s y ~ ruego de la reina mi ama.
da esposa pel'dono ri mi hi jo, y le 'Volveré á mi
gracia cuando C011 sU conducta me dé pruebas de
una verdadera reforma en 5U frajíl hlaneío, y
mando que 105 mismos jueces que han etlteitdido
en la causa desde su principio; la sigan, pcrmitién.


TOM. 1. 20




306
,dotes 'asoCiados si· lus necesitaren ;.y que concJ:uida
'me consultén la senteuciaajustada' á la ley segun
fuesen la gravedad de delitos y ca liJad de perso-
nas en quienes recaiga; teniendo por principio
para la formacion de cargos las respuestas nadas
por el príncipe á las demandas que se le han he-
cho;; paes,. todas ,: est~n,;rubri'Cad,as y firinadas de
mi puño ,así :CQmo los papeles aprehendidos 'en
sus . mesas' , escritos: 'por -su' nlaDo'; y esta pb:)Vjden~
oiase comuniqueá¡~isikonsejos y tribunales ,:,cir-
culándol'a . á mis pueblos, ,pava que reconozcan en
ella mi piedad y justicia yy álivien la afliccicln'Y
cuidado en que les pusp mi prin:1er dcéreLo; pues
en él verán el 'l'i eSg o de su soberano y 'padre, que
como hijos los ama, y así me corresponden. Ten-
dréislo entendido para su cumplimiento. = San
Lorenzo 5 de noviembre de 1807."




.'


Tratado secreto entre el rej de E"pmiay el em.
perndor de los franceses, reLalÍv.u ála suerte
futura del Portugal.


N apoleon, emperador de los franceses etc. Ha-
hiendo visto y ecsaminado el tratado concluido,
arreglado y -{ir'mado en Fontaillebleau ,í 27 de oc~
tubre de .t 807 por el jeneral de dí visiou MIguel
Duroc, gran mariscal de nuestro palacio etc. en
virtud de los plenos' poderes que le hemos confe-
rido á este efecto, Con D. Eujenio Izquierdo, Con-
sejero honorario 'de estado y de guerra de S. M. el
rey de España, igualmente autorizado Con plenos




308
poderelJ de su soberano, <le cuyo tratado es el te-
nOl' corno sigue:


S. M.EI emperador de los franceses y S. M.
el rey de Espaiía queriendo arreghlr de comun
acuerdo los interesefl de 10s dos estados, y deter-
minar la suerte futnra de Portugal de un modo
que concilie la política de 108.008 paises, han
nombrallo por 'sus' ministr'os plenipotenciarios, á
saber: S. M. el emperador de los franceses al ¡e-
neral Duroc , y S. M. el rey de España á D. EUle-
nio Izquierdo, los cuales despues de haber can-
jeado ms plenos poderes, se han convenido en lo
que sIgue:


1 . o La provincia de Entre· Duero y Miiío con
]a ciudad de OpOI'tO , se dará en toda propiedad y
soberanía á S. M. el rey de Etruria con el título
<le rey de la Lusitania septentrional.


2,0 La provincia delAlentejo y el reino de
los Algarbes, se darán en toda propiedad y sobe-
ranía al príncipe de la Paz, para que los disfrute
con el título de príncipe de los Algarbes.


3.0 Las provincias de Beira , Tras-los·Mon-
tes y la Estrcmadura portuguesa, quedarán en de-
pósito hasta la paz jeneral para disponer de ellas
segun las circunstancias, y conforme á lo que se
convenga entre las dos altas parLes contratantes.


4. o El reino de la Lusitania septentrional será
poseido por 10sdescendicntcs de S. M. el rey de
Etruria hereditariamente, y siguiendo las leyes




309
que están en uso en la familia reinante de S. M. el
rey de Espafla. '


5.° El principado de Jos AIgarbes) será po-
seido por los descendientes del príncipe de la Paz
11eredilariamente, siguiendo las reglas del artícu-
lo anteóor.


6. o En defecto de descendientes ó berederos
lejítimos del rey deJa Lusitania septentrional, ó
del pl'Íncipe de los AIgarbes , estos paises se darán
por investidura por S. M. el rey de España, sin
que jamás puedan ser retínitlos bajo una misma
cabeza, ó á la corona de España.


7,0 El reino de 'la Lusitania septentrional Y'
el principado de los AIgarbes, reconocerán por
protector á S. M. el rey de Espaüa , y en ninguIl
caso los soberanos de estos paises podrán hacer nr
la paz ni la guerra sin su comentimiento.


8. 0 En él" caSo de que las provincias de Bei.
ra, Tras-los' Montes y la Estremadura portuguesa
tenidas en secuestro, fuesen devueltas á la paz ¡e-
ueral á la cJsa de Braganza encamhio de Jibrahar ...
la Trinidad y otras colonias que los ingleses han
conquistado sobre la España y sus aliados, el nuevo
soberano de eslas provincias tendria con respeto
á S. M.el rey de España los mismos vínculos que
el rey de la Lu::.itania septentrional y el príncipe
de los Algarbes, y set·án poseidas por aquel bajo
las mismas condiciones.


9. () S. M. el rey' de Etruria cede en toda




JIQ
JJ.fopiedad'y soheranía, el. rejno de E,~ru.rja , ~ S. M,."
el emperador de los franceses.


f .l. Cuando se efectúe,1.a ocupacion definitiva
de las provincias de pOI·tugal , los diferen~es prín-
cipes que deben poseerlas nombrarán de acuerdo
comisarios para (ipr sus límites naturales.


,11. S. M. el emperador, de los franceses ,sale
garante á S. M. el rey de EspafH de la posesion de
sus estados del continente de EUl'opa) bituados al
med¡oJía de los Pirineos.
, 12. S. M. el emperador de los franceses se


obliga á reconocer á S. M. el rey dI'! España como
emparadol; de las dos Américas, cuando toJo esté
pr,epal'ado para que S. M. pueda tornar este titulo,
J(} que podrá ser, Ó bien á la paz jeneral J Ó á mas
tardar dentro de tres afias.


13. Las dos altas partes contratantes, se ~n­
tenderán para hacer Un reparti~1iento igual de las
isl,f,},~., colonias y otras propiedades ultramarinas
del POl·tugal.


14. El presente tratado quedará sec~eto , será
ratificallo, y las ratificaciones serán canjeadas en
Madrid veinte dias á mas ~al'dal' despues del dia
ell que se ha firmado.


Fecho en Fontaioebleau á 27 de octubre de
1807.=.Du,roc.=Izquierdo.


Hetl1pS aprobado y aprobamos el precedente
trutado en todos y en cada uno de los artículos,
~!ll1.lel\idos en él; decl·,}.\:aro.\)~ q,\l~ ~~\.i acep\\\d.Q,




, ",." " .. , ".,31,1. ,' ..... " ..•.• tI';,"
ratificado y; con6rmadó"y: prómetemos':qU6':sérá
observddo inviolablemente. Enré de lo c'ualhe-
mos dado la presente.J firmada de nuestra mano,
refrendada y sellada con nuestro sello imperial en
Fontainebleau á 29 de octubre de 1807. = Fir-
mado. = Napoleon. = El ministro de relaciones
estetiores. = Cham.pag,t1y~"~Por.. '~l:eiiipéra-dor')
el ministro secretario de estado. = Ilugo Maret.




Convencion aneja al tratado anterior, aproba.
da 1 ratificada en las mismo$. términos.


AR.TICl/I.O t.o Un cuerpo de tropas imperia-
les francesas de 25000 hombres de infantería y
3000 de caballería, enLrará en España y marcha-
rá en derechura a I~isboa : se reunirá á este cuer-
po otro de 80QO hombres de infantería y 3000 de
caballería c.le tropas españolas, con 30 piezas de
artilleria.


2.(, Al mismo tiempo, una division de tropa»
esp3ñolas de 16000 hombres tomará posesioll de
la provincia de Entre-Duero y Miño, y de la ciu.
dad de Oporto; y otra division de' 6000 hombres,




3/3
compuest~ jglialme~ta de tropas españolas, toma.'
rá posesion de la provincia de Alentejo y del rei-
no de los AIgarbes.


3. o Las tropas francesas serán alimentadas y
mantenidas por la España, y sus sueldos pagados'
por la Francia Jurante todo el tiempo de su trán-
sito'por España.' ,


4. o Desde el momento en que las tropas com-
binarlashayan entrado en Portugal" las provin-
cias de Beira, Tras-los-Montes y la Estremadura
portuguesa ( que deben quedar _secuestl adas ), se·
rán adminisll'adas y gobernadas por el jeneral co-
mandante de las tropas francesas, y las contribu-
ciones que se les impondrán quedarán á beneficio
de la Francia. Las provincias que deben formar
el reino de la Lusitauia septentrional y el principa-
do de los AIgarbes, serán administradas y gober-
nadas por los jenerales comandantes de las divi-
siones españolas que entrarán en ellas, y las Con-
tribuciones que se les impondrán quedaran á he-
neficio de la España.


5.° El cuerpo del centro estará bajo las órde-
nes de los comandantes de las tropas francesas ... y
á él estarán sometidas las tropas españolas que se
reunan á aquellas: sin em bargo , si el rey de Espa-
ña ó el príncipe de la Paz juz~arel1 conveniente
trasladarse ~ este cuerpo de ejército, el jeneral
comandante de las tl'opas francesas y estas mis-
mas estarán bajo sus órdenes.


6.° Un nuevo cuerpo de 40000 hombres de




3.,.4,
trQpas', france.sas, se17eun,irá : en ,Bayona , ~ mas tar-
dar"el 20 qe :nqvie'ql~,r~, prócsimo" para estar,
pronto á entrar en España para .tra~fi!rlr.se á Por .. ,
tuga~ ~~n~t ~a~o ,!;le, que los, ingleses envi~sen re-
f~erzos;, r ~q¡el~azasen ptacarlo. Estenuev<)1Qqer ....
po, no e,lltrlirá "sin emb~rgo ,en l}:&pafla hallta ql,le ;
las dos altas potencias contratantes ~e:hayan pues<
tQ :de ,acuerdo á· este ~fecto _ "


,7.°" La pr~sente:convencioA será, ratificada, etc. '


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.. '.. 1 ' ~
·,r,


Carta del r~J' Cárlos 1V al emperador Napoleon
elLArmljuez tÍ 1"8 de marziJ de 1 <:s08.. L


.¡.:


» Señor mi ]l~~n~ano: hacia bastante tiempo que
el. prÍncí'pe de. laPa~me habia hecho.~e1ter~Jas
instaucias, p<\.::a que Je. admities~ Jadimision de
los encargos de,jeneraIísil;lll,) ,y almÍfapte,y h~
accedi{1o á sus megos; ,perQ como no,debo po~er
en ~lyid(} los servicios que me ha hecho, y parti-
cQlarrrlel)te los de haber cooperado,á ,pis deseo~
con~tant~s ~ invariables, de manten~r ]a aliólnza y
la amistad íutima que me une á V. M. l., y R.,
yo. l~ cOllserv:~ré mi grilcia.




3."6
. Persuadid~ yo de que será muy agradable á mis.


vasallos, y muy conveniente para realizar los im-
portantes designios de nuestra alianza, encargar-
me yo mismo del manuo de mis ejércitos de tier-
ra y mar, he resuelto hacerlo asi, y me apresu-
ro á comunicarlo á V. M. 1. y R., queriendo dar
en ésto ·nuevas prueba.s· úe'afecto á la persona de
V. M., de mis deseos de conservar las Íntimas re.
laciones que nos unen, y de la fidelidad 'que for-
ma mi carácter, del que V. M. 1. Y R. tiene re-
petidos y grandes testimonios.


La continuacion de los dolores reumáticos que
de un liempo á esta parte me impiden usar de la
mano derecha, me privan del placer de escribir
por mi mismo á V. M. 1. Y R.


,Soy co~ los sentimientQs de la mayor estima-
cion y del mas sÍn,cero afecto de V. M. 1. Y R.
su buen hermano. = Cárlos."


Carta de Cárlos 117 á Napoleon •


. nSeñor mi hermano: V.M. sabrá sin duda con
pena los sucesos de Aranjuez y sus resultas; y no
verá con indiferencia á un rey que, forzado á re-
nUnciar la corona, acude á ponerse en los brazos
de un: grande rnonarca aliado suyo, subordinán-
dose totalmente á la disposicion del único que
puede darle su felicidad, la de toda su familia y
la de ~us fieles vásallos."


» Yo no he renuuciado en favor de mi llijo si ..




3t7
. no por la fuerza de las circ.uns~ancias, . cuando el
estruendo de las armas y los clamores de una guar-
dia sublevada me hacian conocer bastante la ne-
cpsidad de escojer la vida ó la muerte, pues esta
última hubiera sido seguida de la de la reina."


» y o fui forzado á renunciar; pero asegurado
ahora con plena confianza en la magnanimidad y
el jenio del g.raqde .ho~npre que.sieQ1pl:c;!.h~ mps-
trado ser ainigo' mio, he lotri'ado laresóluci6rr'fle
conformarme con todo lo que este mismo grande
]lOmbre quiera disponer de nosotros y de mi suer·
te, la de la reina y la de el príncipe de la Paz."


"Dirijo á V. M. 1. Y R. una protesta contra
los sucesos de Aranjuez y contra mi abdicacion.
Me entrego y enteramente confio en el corazon y
amistad de V. M. , con lo cual ruego á Dios que
0& conserve en su santa y digna guarda."


>lDe V. M. 1. Y R. su .mas afecto he~!11ano y
amigo. = Cárlos. = Aranjuez 23 ~e"marzo. de
1808."


Protesta.


»Protesto y declaro, que mi decreto de '19 de
marzo en el que he abdicado la corona en favor
de mí hijo, es un acto á que me he visto obligado
para e\litar mayores infortunios y la efusion de
sangre tle mis amados vasallos; y por. consiguien.
te debe ser considerado como nulo. == Cárlos.=
·Aral1juez 21 de marzo de !808."




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~-: 1 t • \, \ ,', ;, •


Nota escrita por la:rCt11l7. rleE.fpmia para el tiran
. 'HUqiie'tÍe Berg,yrélllitida por la reina de Etru,·


, ,. rilt sin :feCha;, , "


"E 1 rey mi esposo (que ~e hace escrihir por no
poderlo hacer á causa de los dolores é hinchazon
de su mano) ,desea saber siei gran duque de J3erg
llevaria á bien encargarse de tratar eficazmente
con el ,emperador} para asegul'ar la vída del prín-
cipe tle la Paz, y que fuese asistido de algunos
criados suyos ó de capellanes.


Si el gran duque pudiera ir á librarle, ó por
lo menos darle al.gun consuelo, el tieue todas sus




319 '
esperanzas'en'el gran;.duqUet~ por"ser~u, grimde
amigo., El'egpera" todo'¡de', S."·A;.'y:'€iel;empera;..
dor , á quien' siempre hasi{Jo áfecto~' ',' ',."


Asimismo' 'que 'el gran duque 'consiga del em-
'pel'3dot que' :~lre.r hlies'pósó , ,11 !rtíj- Y ál príri'éipe
de la Paz, se dé lo necesario pa'rapodervivirto.
dos tres junlos donde convenga para nuestra salud
sio"mando' ni- intrigas,p'ues nosotros no' las ledo
dremos. " \ ,:' ,


. El emperador es ieneroso, es un héroe '1 y ha
sostenido siempre á sus fieles aliados .. y aun á 103
que son pel'lieguidos. Nadielo,(!s- fanto como nos·
otros. ¿ Y por qué? porque hemos sido si'emp:re He ..
les á la alianza.


De mi'hiio no podemos esperar jamás sino mi--
serias' y persecuciones. Han cornenzado á forjar y
se continuará finjiendo todo lo que pueda contri ..
buir á que el príncipe de la Paz (amigo inocente y
afecto al empérador , al· groQ duque y á todos los
franceses) pa,rezca criminal :Í los ojos uel público
y del emperador. Es necesario que no se crea na-
da. Los enemigos tienen la fuerza y todos los me-
dios de justificar como verdadero lo que en sí es
falso.


llEI rey desea igualmente que yo ver y hablar
al gran duque, y darle por sí mismo]a protesta
que tiene en su poder. Los dos estamos agradecidos
al envio que ha hecho de tropas suyas y á todas
las pruebas que nos dá de su amistad. Debe estar
S. A. 1. bien persuadido de la que nosotrcs le he-




32,0
mos tenif;lo :!iiempre y ~pnser,vaQloi!ahoF8. Nos Pfl-
nemos ell ,j>'uS' mAnoS y 'las del el'lIperador , y con-
fiamos que ng.s J!oncederá .lo que pedimos.


,_ i,Jj:S~O& ~p»..,\O~Os nuestro~.dcseos cuando esta-
mos ru~stos en-Ias man,!s dI¡! tan gra,nde y ¡eneroso


1 ' " moparca,y., leroe. _
;. .


.(Jqrtad6 la reina dc1itruria al gran duque di
Berg, en Aranjuez ti 22 de marzo de 1808,
con UlZel posdata del reyerlrlos IF.-


'lSeñor mi hermano,: acabo de ven.al edecan co-
,mandante, quien me ha ,entregado vuestra cart¡r~
por la cual veo Con mucha pena que mi padre y
mi madre no han podido tener el gusto de veros,
aunque lo deseaban eficazmente, porque loda su
confiam;a tienen puesta en vos, de quien esperan
que pod"eis contribuir {. su tranquilidad.


El pobre príncipe de la Paz cuhierto ,de -heri-
das y contusiones está uecaido en la pl'ision , y no
cesa de invocar el terrible momento de su muer-
te. No hace recuerdo dc otras personas que de su
amigo el gran duque de Berg , y dice que este es
el único en quien conna que le ha de conseguir su
salud.


Mi padre, mi madre y yo hemos hablado con
vuestro edecan comandanle. El os dirá todo. Yo
fío en vuestra amistad y que por ella nos salv31'eis
á los tres y al pobre preso.


No tengo tiempo de deciros mas: confio en




321
vos. Mi padre añadirá dos líneas á esta carta: J'ó
soy de corazon vuestra afectísima hermana y ami-
ga. = María Luisa."


Posdata de Cárlos 11/,


llSeñor y muy" querido hermano: hahiendo
hablado á vuestro edecan comandante, é informá-
Jale de todo )0 que ha sucedido, yo os ruego el
favor de }lacer saber al emperador que le suplico
cli~ponga la liberlad del pobre príncipe de la Paz,
quien solo padece por haber sido amigo de la Fran-
cia , y asimismo que se nos deje ir al pais que mas
nos convenga; llev~ndono9 en huesll\l compailia
al mismo príncipe. Por ahora vamos á Bau.,joz:
confio recibir antes vuestra respuesta, caso de
que absolutall1C'nte carezca¡s de medios de \'erros,
pues mi cOl.flanza solo eslél en vos y en el empe-
rador. Mientl'as tanto yo soy vuesll'O muy afecto
hermano y amigo de todo corazon, = Cií.rJos."


Carta de la reina de Espaíia al gran duque de
Berg., en Aranjuez á 22 de marzo de 180S, jun-
ta con la anterior de su hija.


Señor mi querido hermano: yo no tengo mas
amigos que V. A. I. El rey mi amado esposo os
escr'ibe implorando vuestra amistad. En eUa está
únicamente nuestra esperanza. Ambos os pedimos
una prueba de (jue sois nuestro amigo, y e:) la de


TOM. l. 21




322
llacer Conocer al emperador )0 sincero de nuestra
amistad y del afecto que siempre hemos profesado
á su persona, á la vuestra i á la de todos los
franceses.


El pobre príncipe de )a Paz que se halla encar-
celado y herido por ser amigo nup511'0 , apasionado
nuestro y afecto á toda Id Francia, sufre todo por,
cuusa de haber deseado el arribo de vuestras tro-
pas y l1abel' sido el único amigo nuestro perma-
nente. El hubiera ido á ver <Í V. A. si hubiera te-
nido hbel'tad , y ahcra mismo no cesa de nombrar
á V. A. Y de manifestar deseos de ver al empe-
rador.


Consíganos V. A. que podamos acabar nues-
tros días trall(luilamente en un pais conveniente á
h salud del rty, la cual e8tá delicada como tam-
11ien la mía, y que sea esto en compaüÍa de nues-
tro línico amigo, (jue tambien lo es de V. A.


Mi hija será mi intérprete si yo no logro la
satisfaccion de poder conocer personalmente y ha-
blar á V. A. ¿Podrlais hacer esfuerzos para vernos
aunque fuera un solo instante dp, noche Ó como
quisierais? El comandante edecan de V. A. con- .
tará todo lo que hemos dicho.


Espero que V. A. conseguirá para nosotros lo
que deseamos, y que perdonará las faltas y olvidos
que haya cometido yo en el tratamiento, pues nó
sé donde estoy, y debeis creer que no habrán si-
do por faltar á V. A. ni dejar de darle seguridad
de toda mi amistad.




323
Ruego á Dios guarde á V. A. J. muchos años.


Vuestra mas afecta. = Luisa.


Carta de la reina de Etruria inclu)"endo otra de
Sil madre la reina de Espaiill, para el gran
duque del3erg, en ,Madrid á 26 de marzo de
1808.


»Scúor mi hermano: mi madre me envía la
adjunta carta para que os la remita y la conser-
veis. Haceunos la gracia, querido mio, de no
abilmlonarnos: todas nuestras esperanzas eSlan en
vos~ Concedme el consuelo <.le ir á ver á mis pa.
dres. Respondedme alguna Gosa que nos alivie y
no os olvideis de una amiga que os ama de cora-
zon. ~-" María Luisa."


P. D. » Yo estoy enferma en la cama con al-
go de calentura, por lo cual no me vereis fuera
de mi habitacion."


Carta inclusa en la antecedente.


»Querida hija mia: decid al gran duque de
Berg la siLuacion del rey mi esposo, la mia y la
del pobre príncipe de la Paz.


Mi hijo Fernando era el jefe de la conjuracion:
las tropas estaban ganadas por él; él hizo poner
una de las luces de su cuarto ea una ventana para
señal de que comenzase la esplosion. En el install-
te mismo los guardias y las. personas que estaban á




32,(
la en beza de la revoluciou hicieron tirar dos fusi-
lazos. Se ha querido persuadir que fueron tirados
por la gU3rdia del principe de la Paz, pero no es
verdad. Al momento los guardias de Corps , los de
infantería española y lo~ de la walona 58 pusieron
sobre las armas y sin recibir órdenes Je sus pri-
mel'os jefes convocaron á todas las ¡entes del pua.
h10 y las condujeron á donde les acomodaba.


El rey y yo llamamos á mi hijo para decirle
que su padre sufría grandes dolores, por lo que no
podia asomarse á la ventana, y que lo hiciese por
sí mi;,Ulo á nom bre del rey para tranquilizar al
pueblo: me respondió con mucha firmeza que no
lo baria, porque lo mismo seria asomarse á la ven-
tana que comenzar el fuego, y asi no lo quiso
hncer.


Despues á la mañana siguiente le preguntamos
si podria hacer cesar el tumulto y tranqnilizar los
amotit;ados, y respondió que lo haria.J pues en-
viaria á buscar á los segundos jefes ele los cuerpos
de la casa real, enviando tambien &Igunos de sus
criados con encargo de decir en su nombre al pue-
blo y á. las tropas que se tranquilizasen: que tam-
bien baria se vol viesen á Madrid muchas personas
que habian concurrido de allí para aumentar la
revolucion, y encargaria que no viniesen mas.


Cuando mi hijo babia dado estas órdenes fue
descubierto el príncipe de la Paz. E! rey envió á
huscar á su hijo y le mandó salir á donde estaba el
desgraciado pr.íncipe '. que 1.a sido v.íctÁmapor ser




325
amigo nuestro y de los franceses, y principalmeu-
try del gl'an uuql'e. Mi hijo fue y mandó que no se
tocase mas al pr.iudpe de la Paz y se le condujese
al cuartel de guardias de Corps. Lo mandó en nom-
hre propio, aunque lo hacia por encargo de 8U
padre, y como si él mismo fuese ya rey dijo al
príncipe de la P"z ¡¡Yo t(~ perdono la vida."


El p¡'Íllcipe á pes.li' de sus gra'1I1cb heridas le
dió g ('acias prcgunt~ndole si era ya rey. Esto alu-
dia á lo que ya se pensaba en ello, pues el rey, el
pl'Íllcipe de la Paz y yo teníamos la intencion de
hacer la audicacioll en favor de Fernando cuando
hubiéramos visto al emperador y compuesto todos
los aSUtltos, eutre Jos cuales el principal era cima-
trimonio. Mi hijo respondió al príncipe: ,)No, hasta
ahora no soy rey; pero lo seré bien pronto." Lo
cierto es que mi hijo mandaba todo como si fuese
rey 'sin serlo, y 'sin saber si lo sería. Las órdene:¡
que el rey mi esposo daba no eran obedecidas.


Despues debia haber en el dia 19 en que se ve-
rificó la abJicacion, otro tumulto mas fuerte clue
el primero contra la vida del rey mi esposo y la
mia, lo que obligó á tomar la resolucion ue ah-
dicar.


Desde el momento de la renuncia mi hijo trató
á su padre con todo el desprecio que pued e tratar-
lo un rey, sin consideracion alguna para COn sus
padres. Al instante hizo llamar á todas las persow
na"! complicauas en su causa, que habian sido des-
leales á sy. padre, y hecho todQ 10 que pudiera




326
ocasionarle pemdumbres. El nos dá pril'sa para
que salgamo'l de aquí, señalándonos la ciudad de
Bauajoz para residencia, Enlretant.o nos deja sin
considel'/lcion alguna, manifestando Sl'aH contento
de s,er ya rey, y de que nosotros nos alejemos de
lIqUl.


En cuanto al príncipe de la Paz, no quisiera
que nadie se acordara ele él. Los guardias que le
clJstod'<Ju tienen árden de no responder á nada
que les pregunte, y lo han tratado con la mayúr
inhumanidad.


M. hijo ha hecho esta cOl1spiracion para des-
tronar al rey su padre. Nuestl'as vidas hubierall cs·
tado en granue riesgo, y la del pobre pl'Íucipe de
la Paz lo está todavía.


El rey mi esposo y yo esperamos tIel gran du-
que que bard cuanto pueda en nuestro fa VOl' , por-
que nosotros siempre hemos sido· ahaJos fieles del
emperador, grandes amigos del gran duque, y lo
mismo sucede al pobre pl'Íncipe de la Paz. Si él
pudiese hablar daria pruebas, y aun en el el/taJo
en que se halla no hace otra cosa que clam«r
por su grande amigo el gran duque.


Nosotros pHdimos al gran duque que salve al
príncipe de la Paz, y que salvál;donos á nosotros
nos le dejen siempre á nuestro lado p:J l'a que poda-
filOS acabar juntos tranquilamente el resto de nues-
tro!H.1ias en un clima mas dulce, y retirados sin in-
trigas y sin mandos, pero con honor. Esto es lo
que deseamos el rey y yo, igualmentc que el prin-




327
cipe de ]a Paz, el cual estaria siempre pronto á
servir á mi hijo en touo. Pero mi ¡lijo (que no tie-
ne caráctel' alguno, y mucho menos el de la sin-
ceridad) jamás ha querido servirse de él y siem-
pre le ha declarado guerra, como al rey su padre
yá mí.


Su ambician es grande y mira á sus padres
como si no lo fuesen. ¿Que hará con los demas? Si
el gran duque pudiera vernos, tendríamos grande
placer, y lo mismo su amigo el príncipe de la
Paz, que sufre pOI'que lo ha silla siempre de los
fl'ancesps y del emperador. E!'peramos todo del
gran duque, recomendándole tambiell á nuestra po-
bre hija María Luisa, que no es amada de su herma-
no. Con esta esperanza estamos prócsimos á veri-
ficar nuestro viaje. = Luisa."


Nota de la reina de Espmia para el gran duque de
Berg, en 2') de marzo de 1808.


»Mi hijo no sabe nada de Jo que tratamos, y
conviene que ignore todos nuestros pasos. Su ca-
r.ícter es falso: nada le afecta: es insensible y no
inclinado á la clemencia. Está diri jido por hom-
bres maJos, y hará todo por la ambicioD que le
domina; promete, pero. no siempre cumple sus
promesas.


Creo que el gran duque dehe tomar medidas
para impedir que al pobre príncipe de la Paz'se
le quite la vida, pues los guardias de Corps han




328
dicho que primero lo matarán que entregarle
vivo, aunque lo manden el emperador y el gran
duque. Están Henos de rábia COulra él, é inflaman
á todos los pueblos ~ á todo el mundo y aun á mi
hijo que defiere á ellos en todo. Lo mismo sucede
relativamente al rey mi esposo J á mi. Nosotros
estamos puestos en manos del gran duque y del
emperador: le rogamos que tenga 1<1 complacen-
cia de venir á vernos: de llacer que el pobre prÍn-
cipe de la Paz sea puesto en 831\'0 lo mas pronto
posible) y de concedemos tOQO lo demas que tene-
mos suplí Qallo.


El embaiador es lodo de mi hijo; lo cual me
hace temblar, p,orque mi hijo no quiere al gran
duque ni al emperador, sino solo al despotif.;¡Uo. El
gran duque debe estar persuadido que no digo esto
por venganza ni rescntimiooto de 18" malos tratos
que nos hace sufó!', llues nosotros no deseamos
sino la tranquilidad del gran duque y del empera-
dor. Estamos totalmente puestos en manos del
gran duque, deseando verle para que conozca todo
el valor que damos á su augusta persona y á sus
tropas, como á todo lo que les sea l'e]alivo.'~


Carta de la reina de Etrltria para el gran dur¡ue
de Berg, en ]U adrid á ~9 de marzo de 1808 J con.
'tila Tlota de la reÍ7~a 'de Espufltt su madre.


»Mi señor y querido hermano: mi madre os
escriúe algunas líueal!. Yo as incluyo ld adjunta




329
mia para el emperador, rogándoos dispongais que
llegue prontamente á su destino. Recomendadrne
á S. M. y prometeJme, como os suplico, ir despues
de mañana á Aranjuez. Tomad en mis asunlos el
interés que yo tomo en lo relativo á vuestra perso-
na , y cl'eoo que soy de todo mi COfuzon vuestra
afecta hermana y amiga. = María Luisa."


Nota de pwiO J letra de la reina de España.


»No quesiéramos ser importunos al gran du-
que. El rey me hace tomar la pluma para decir
que considera útil que el gran duque escribiese al
empel'ador insinuanáo que convendria que S. 1\1.1.
diese órdenes sos len idas con la fuerza', para que
mi hijo ó el gobierno nos dejen trauquilos al rey,
á mi y al príncipe de la Paz hasla tanto que S. M.
llegue. En fin, el gran duque y el emperador sa-
br,in tomar las medidus necesarias para que se es-
peren su arl'ibo Ú órdenes, sin que antes seamos
víctimas. = Luisa."


Curta de la re,ina de Etruria al gran duque de
Berg .. en Madrid tÍ 30 de llUlrZO de t 8U8 , cun.
otra de Slt madre r un articulo escrito de lJlallO
prUpl{1 de Cárlos'1 V.


)Señor y hermano: os -remito una carla que
mi luaJre me ha enviado, y os suplico que me Ji-
gal!; si VUt!~lra guarJia Ó vu~sLras tropas han pasado




330
á guardar al príncipe de la Paz. Deseo lambien sa ..
ber cual es el estado de la salud del príncipe, y
que opina vuestro médico en el asunto. Bespon-
dedme· al instante porque pienso visital' á mi ma·
dre uno de estos dias, sin detenerme alli mas <tue lo
JH'eciso para hablar y volver aquí. Id pronto, pUtS
solo vos podeis ser mi defensor, y vuelvo á roga-
ros que me respondais sin detencion : entretanto
soy de corazon vuestra afectísima hermana y ami-
ga. = María Luisa."


Carta de la reina de España citada en la anterior.


))Si el gran duque no toma á su cargo que el
emperador ecsija prontamente órdenes de impedir
los progresos de las intrigas que hay contl'a el
rey mi esposo, contra el principe de la Paz ~u
amigo, contra mi y aun contra mi hija Luisa, nin-
guno de nosolt'OS está seguro. Todos los malévolos
se reunen en Madrid al rededor de mi hijo: este
los cree corno á oráculos, y por sí mismo no es
muy inclinado á la magnanimidad ni á la cle-
mencia. Debe temerse de ellos toda mala resulta.
Yo tiemblo, y lo mismo mi marido, si mi hijo ve
al emper1ldor antes que este haya dado sus órde.
nes, pues él y los que le acompañan contarán á
S. M. 1. tantas mentiras que lo pOlJgan po;' lo me·
nos en estado de dudar de la verdad. Por este
motivo rogamos al gran duqUe consiga del em-
perador que proceda sobre el supuesto de que uos-




331
otros estamos absolutamente puestos en sus mft-
nos, esperando que n05 dé la tranquilidad para el
rey mi esposo, para mi y para el príncipe de la
l)az, de quien deseamos que noS lo deje á nuestro
la Jo para acabar nuestros días tranquilamente en
un pais conveniente á r·uestra salud .. sin que nin-
guno de nosOlros tres les hagamos la menor sombra.
Ro;amos con la nJayor in,¡lancia al gran duque
que se sirva mandar darnos diariamente noticias
<le nuestl'o amig o cornUl1 el príncipe de' la Paz,
pues nosotros ignoramos todo absolutamente."


El siguiente artículo está escrito de letra de
CarLos IY.


Jl Yo he hecho á la reina escribir todo ]0 que
precede, porque no puedo escribir mucho á causa
de mis dolores. =Cárlos."


Sigue escribiendo lú reina.


JlEI rey mi marido ha escrito esta líilea y me-
dia y la ha firmado para que os asegurcls de ser él
quien escribe,"


Nota de la reina de Espwla para el gran duque
de Berg -' remitirla por medio de la reilla de
Etruria sin fecha en 18u8.


,IEl rey mi esposo y yo no quisié ramos ser ¡m-




332
portunos DI enfadosos al gran duque que tiene
tantas ocupaciones, pero no tenemos OL1'O arnigo
ni apoyo que él y el emperador, enqUlcn están
fundadas todas las espel'anzas del rey, las del prin~
cipe de la Paz amigo del gran duque é Íntimo
nuestro, las de mi hija Luisa y las mias. Mi hija.
me escribió ayer por la tarde lo que el gran du ..
que le habia dicho, y nos ha penetrado el Cora-
zon dej,iudonos llenos de reconocimiento y de
comuelo, esperando todo bien de las dos sagra.
das é incomparables personas del emperador y del
gran duque. Pero no queremos que ignoren lo que
nosol ros sabemos, á pesar de que nadie nos dice
nada, ni aun responden á lo que preguntamos, por
mas necesidad que tengamos de respuesta. Sin
embargo mir;¡mos esto con indiferencia y solo nos
interesa la buena suerte de nuestro único é ino-
cente amigo el príncipe de la Paz, que tambien lo
es del grtlD Juque como él mismo esclamaba en
su prisionen medio de los horribles trlttos que se
le hacian, pues perseveraba llamando siempl'e
amigo suyo al gran duque lo mismo que lo habia
hecho antes de la conspiracion, y solia decir
»si yo tuviera la fortuna de que el grao duque es ..
tuviese cerca y llegase aquí, no tendria nada que
temer." El deseaba su arribo a la córle y se lison·
jeaba con la satisfaccion de que el gran duque
quisiese acepl ar su casa para alojamiento. Tenia
preparauo:i algunos regalos para hacerle; yen fin,
no pensaba SillO en (lue llegara el QlomeplO, y des-




333
pues presentarse ante el emperador y el gran
duque con todo el afecto imajillable ; pero ahora
nosotros estamos siempre temiendo que se le quite
la vida, Ó se le aprisione mas si sus enemigos lle-
gan á entender que se trata de salvarle. l No seria
posible tomar por precaucion algunas medidas an-
tes de la resolucion definitiva? El gran duque pu-
diera enviar tropas sin decir á qué, llegar á la pri-
SiOll del príncipe de la Paz y separar la guardia
que le cust.odia, sin darle tiempo de disparar una
pistola ni hacer nada contra el pdncipe; pues es
de temer que su guardia lo hiciese, porque todos
flUS deseos son de que muera., y tendrán á gloria el
matarle. Así la guardia seria mandada absoluta-
mente por las órdenes del gran duque: y sino, pue-
de estar seguro el gran duque de que el príncipe
de la Paz morirá si prosigue bajo el poder de los
traidores indignos y á las ó.rdenes de mi hijo. Por
lo mismo volvemos á hacer al gran duque la mis-
ma sílplica de que haga por sacarle del poder de
las nunos sanguin3rias , esLo es de los guardias de
Corps) de mI hijo y de sus malos lados, porque
sillo dp,bemos estar siempre temblando por su vi-
da, aunque el gran duque y el emperador la quie-
ran salvar,mediullte que no lo podrán conseguir.
De gracia volvemos á pedir al gran duque que to-
me todas las medidas convenientes para el objeto,
porque como se pierda tiempo, ya no está segura
la vida, pues es cosa cierta que seria mas facil de
conservar, si el príncipe estuviese entre las manos




334
de Jeones y de tigres carnívoros.


Mi hijo estuvo ayer despues de comer con In-
fantado, con Escoiquiz, que es un clérigo ma~
ligno, y con San Cárlos ~ que es peor que todos
ellos; y esto nos hace temblal' , pOI que duró la
conferencia se~reta desde la una y media l¡asta las
tres y media. El ¡entll hombre que va c~n mi lü.
jo Carlos, es prm10 de San Cárlos; tiene talento
y bastante instruccion; pero es un americano ma-
ligno y muy enemigo nuestro, como su primo San
Carlos, sin embargo de que todo 10 que SOH Jo
]lan recibido del l'ey mí marido a insta ocias tIel
pobre príncipe de la Paz, de quien ellos decian
ser parier.tes. Todoq los que van Con mi hijo Cár-
los, están incluidos en la misma intriga, y son muy
propios para hacer todo el mal posible, y que
sea reputado por verdad 10 que es una grande
mentira.


Yo rnego al gran duque que perdone mis bor-
rones, y defectos que cometo cuando escribo fran-
cés, mediante hacer ya 42 ailOs que hablo espallOl
desde que vine á casar en Espafla á la edad de trece
aiJos y medio, motivo por el cual aunque hablo
francés no sé hablarlo hien. El gl'<1l1 Juque COllO·
cerá la razon que me asiste, y disimulará los de-
fectos del idioma en que yo incurl'a.= Luisa."




335
Nota de la reina de Espmia pala el gran duque


de Berg, por medio de la ¡eilla Etruria su hija,
sin fecha en J 803.


Ayer recibí un papel de un mahonés que que-
ria tener una audiencia secreta conmigo, despues
que el rey mi marido estaba ya en cama, dicién-
dome que me daría grandes'luces sobre todo lo
que suced~ actual mente.


El queria que yo le diese por mi misma seis ú
ocho millones, diciendo que yo los podría pedir á
la compailía de Filipinas, y que él haria Una Con-
tra·revolucion que librase al prín6ipe de la Paz) y
fuese lamhien contra los franc-eses.


El rey y yo lo hicimos prender sin permitirle
comunicacion , y permanecerá preso }Hlsta que se
averigue la verdad de todo lo que hay en este asun-
to; pues creemos que sea un emisario de los ingle-
ses para perdernos, supuesto que el rey y fl prín-
cipe de la Paz siempre han SIdo únicamente ami-
gos de los franceses, del emperador, y en particu-
lar del gran duque, sin haberlo sido jamás de los
inglese9, nuestros enemigos naturales.


Creemos tambien por muy necesario, que el
gran duque haga asegurar al pobre príncipe de la
Paz, que siempre ha sido y es amigo del gran du-
que, Je quien (asi como del em perador) espera.
ha su asilo en la forma que lo tenia escrito por
medio de Izquierdo al mismo grnn duque, y aun
al emperador mismo, bien que po sé si estas car-




336
tas habrán llegado á sus manos.


Convendría sacar de las manos de los guardias
de corps y de las tropas de rJ.li hijo, al pobre prín-
cipe de la Paz su amigo, pues es de recelar que se
le quita la vida ó se le envenene, y se diga que ha
muerto de sus heridas; y por cuanto no tendrá
seguridad de vivit' , mientras estén á su lado algu-
np~ de estos malignos, será forzoso que el gran
duque, despues de asegurar la persona ¿el prÍllci.
pe de la Paz en su poder, tome medid·as bien
fuertes ¡iara conservarle, pues las intt'igas cada
dia crecen contra ese pobre amigo del gran duque,
y aun contra el.rey mi marido, cuya vida tampo-
co está bMtante segura.


Mi hijo hizo llamar al bijo de Biergol, qu~ es
oficial de la secretaria de relaciones esleriores. Es·
tuvieron presentes á la sesion Infantullo y todos
los ministros. Mi hijo le preguntó qué habia de
nuevo en el sitio, y qué bacia el rey mi marido:
Biergol" respondió lo que habia de verdad, dicien-
do: » no hay nada de nuevo: el rey sale muy po-
co: la reina no ha salido: se ocupan en pre[Xlfar
una habitacion para el caso de que el gran duque
y el emperador vayan allí." Mi hijo le dió órden
de volver aqui y de estar al servicio de su padre
hasta que este emprenda su viaje, porque es uno
que interviene en nuestras cuentas com.o tesorero.
A todos los que nos siguen aplican el LÍtulo de de-
sertores. Yo recelo que traman alguna grande in-
triga contra nosotros, y que estamos en grande




337
tiesgo., pót'que Infantado y los otros son tan rtil'l·
los y peores que los demas. Me persllildo que el
rey) y yo; y el poLre príncipe de la Paz estamos
muy espuestos, pOl'que no manifiestan 8ino mala
voluntad c'Jntl'a nosotros, y nuestra vida no está
segura sino lo remedian el gran duque y el empe·
rado('. l~s necesario q'le tomen algunas medid,Jg
para contener las abo01mab!es intenciones de estoS
ma!igl1Os, y para que mi hijo se canse de dedi.
carse á pensar todo )0 que sea contra su padre y
contra el pdocipe de la Pai. N050tro" llemos te-
nido esta noticia des pues que salió de aqui el cde-
cal1. El clérigo Escoiquiz es tambien de los mas
malos, = Luisa."


Carla del rey Cárlos ¡¡/ ai gran duque de Berg,
con otra de fa reina sil esposa en Aralljaez á
1. o de abril de 1808.


) Mi señor y tmly querido l1err11ano: V. A.
'Verá pOl' el escrito adjunto que nosotros hos inte-
resamos en la vida del príncipe de la PilZ mas que
~n la nuestra.


Todo lo que se dice en la gaceta estl'rlordina-
ria sobre el proceso del Escorial, )1a sido con,-
puesto ~ gusto dé los que )0 ¡mblican, SiiJ decir
nitda de la dedaracion qile mi hi jo hizo espontá-
neamente, la cual habrál1 murlaclo sin dUUli : ella
está escrita por Un jehtil hombre, y firmada su-


-lamente por mi hijo. Si V. A, no hace esfuerzos
TOM. l. 22




338
para que el proceso se suspenda hasta la venida del
emperador, temo mucho que quíten antes la vi-
da al príncipe de la Paz. Nosotros contamos con
el afecto de V. A. para nosotros tres, fundados
en la alianza y amistad con el emperador. Espero
que V. A. me dará una respuesta consolatoria que
llle tranquilice, y c01l1uni\:ará al emperador esta
carta mia, con espresion de que yo descanso en
su amistad y jenerosidad. Escusadme lo mal es-
crita que va esta carta, pues los dolores que pa-
.dezco son la causa. En este supuesto., mi señor y
muy querido hermano, de V. A. 1. Y R. soy su
muy afecto. =-. Carlos."


Carta de la rebza.


» Señor mi hermano: yo junto mis sentimien-
tos á los del rey mi marido, rogando á V. A. la
bondad de hacer lo que le pedimos ahora; y espe-
ramos que su amistad y humanidad tomará á su
cargo la buena causa de su ÍnLÍmo y desgracia.
do amigo, el pODre principe de la Paz, así como
nuestra propia causa, que está unida á ]a suya., pa-
ra que as i cese y se suspenda todo hasta que ]a je.
nerosidad y grandeza de alma sin igual del empe-
rador nos salve á todos tres, y haga que acabe-
nlOS nuestros dias tranquilamente yen reposo .. No
espero menos del emperador y de V. A. que nos
concederá esta gracia, pues es la única que desea-
mos. En este supuesto) ruego ~ Dios que tenga á




339
V. A. en su santa y digna guarda. = Seiíor mi
hermano: de V. A. 1. Y R. muy afecLa hermana
y amiga. = Luisa."


!yota de la reinú de Esparta para el gran duque
de Berg, remitida por medio de la reina de
E truria en 1.0 de abril de 1808.


lJHabiendo visto la gaceta estraordinaria que
habla solamente de haberse encontrado la Cdusa
del Escorial entre los papeles del pobre príncipe
de la Paz, veo que está llena de mentiras. El rey
era quien guardaba la causa en la p<lpelera de su
mesa J y la confió al pobre príncipe de la Paz pa-
ra que la diera al gran duque con el fin de <Jue
)a presentase al emperador de parte del rey mi
marido. Como esta causa se halla escrita por el
ministro de la guerra y de iu~ticia, y firmada por
mi hijo, este y aquel mudarán lo que quieran co-
mo si fuese orijinal y verdadero; y lo mismo su-
cederá en lo que quieran mudar relativo á los de-
JllaS comprendidos en la causa, pues todos están
abora al rededor de mi hijo, y harán lo que es-
te mande .J y lo que quieran ellos mismos.


Si el gran duque no tiene ]a bondad y hu-
manidad de hacer que el emperador mande pronta-
mente hacer suspender el curso de la causa del
pobre pl'Íncipe de la Paz, amigo del mismo gran
,Juque, y del emperador y de los franceses, y del
rey y mio, van sus enemigos á hacerle cortar la




340
cabeza en p:'¡blico, y Jcspues :\ mi ,pues Jó de-
sean tambien. Yo temo mucho que no Jen tiem-
po para que pueda llegar la respuesta y resolucian
del emperador; pues precipitaráll la ejecucion
p"ra ~ue cU!lOdo llegue aquella no pueda surtir
efecto favorable, por estar ya decapitado el prín-
cipe. El rey mi marido y JO J no podemos ver
con indiferencia un atentado tan horrible contra
quien ha sido íntimamente amigo nuestro y del
gran duque. Esta amistad, y la que ha tenido en
favor del emperador y de los franceses, es la cau-
sa de tocIo lo que sufre; sobre lo cual uO se de-
he dud~r.


Las declaraciones que mi hijo hizo en su causa
no Se manifiestan ahora ~ y Caso de que se publi-
quen algunas, uo serán las que de veras hizo en-
tonces. Acusan al pobre príncipe dé ]a Paz de ha-
her atentado contra la vida y trono de mi bi jo;
pero esto es falso, y solo es verdad todo lo con-
trario. No tratan sino de acriminar á e~te inocen-
te príncipe de la Paz, nuestro IJnico amigo comun,
para inflamar mas al público y hacede creer con-
tra él toda.'! las infamias posibles. .


Despues harán lo mismo contra mi, pues tie.
Den la voluntad preparada para ello. Asi conven-
drá que el gran duclue haga decir á rni hijo que se
suspenda toda causa y asunto de papeles hasta que
el emperador venga, ó dé disposiciones iY tomar
el gran duque bajo sus órdenes la persona del' po·
bre principe de la Paz, su arili&o, separando los




341
guardias y poniendo tropas suyas para impedir
(jlle In maten, pues eslo es lo que quieren, ade-
mas de infamarle, lo que tambien proyectan con-
tra el rey mi marido y contra mi, diciendo que
es necesario formarnos causa, y hacer que despues
demos cuenta de todas nuestras operaciones.


Mi hijo tiene muy mal corazon: su carácter es
cruel: ialTl~s ha tendo amor á su padre ni á mi:
sus consejero!l son sanguinarios, no se complacen
~ino en hacer desdichados, sin esceptuar al padre
ni á la madre. Quieren hacernos todo el mal po.
sib!e, pero el rey y yo tenemos mayor interés
en salvar la vida y el honor de nuestro inocente
amigo, que nuestra misma vida.


Mi hijo es enemigo de los franceses, aunque
Jiga lo contrario. No estrañaré que cometa un
atentado contra ellos. El pueblo está ganado con
dinero, y lo inflamará contra el príncipe de la
Paz, contra el rey mi marido y contra mi, por-
que somos aliados de los franceses, y dicen que
nosotros les hemos hecho venir.


A la cabeza de todos Jos enemigos de los fran-
ceses está mi hilo, aunque aparente ahora lo con-
trario, y quiera gRuar al emperador, al gran duo
que y á los franceses para dar mejor y seguro su
golpe.


Ayer tarde dijimos nosotros al ¡cneral coman-
dante de las tropas del gran duque, que nosotros
siempre permanecemos aliados de los franceses, y
qLJc..nuestras tl·opas estarán siempre unidas con las




34'1
suyas. Esto se entiende de las nuestras que tenemoS
aquí, pues de las otras no podernos disponer; y
aun en cuanto á estas, ignoramos las órdenes que
mi hijo habrá dado; pero 11osotros nos pondría-
mos á su cabeza para hacerlas obedecer lo que
queremos, que es que sean amigas de los france-
ses. = Luisa. "


Nota de la reina de Espmia para el gran duque
de Berg, por medio de ll1. reina de Etruria su.
hija ~ en abril de 1808.


»Nosotros remitimos al gran duque la respues-
ta de mi hijo á la carla que el rey mi marido le
escribió antes de ayer, cuya copia fue remitida
ayer al gran duque. No estamos contentos con el
moJo de esplicarse mi hijo, ni aun con la sustan-
cia de lo que se responde; pero el grdn dU[lue por
su amistad con nosotros, tendrá la bondad de com-
ponerlo todo y de hacer que el emperador nos
salve á todos tres; es decir, al rey mi marido, al
pobre príncipe de la Paz, su ari1igo ~ y á mi. El
gran duque debe estar persuadido, y persuadir
al emperador, que habiendo puesto nuestra suer-
te en sus manos, solo pen(Iemos de la jenerosidad,
grandeza de alma y amistad que tenga para noso-
tros tres, que siempre hemos siLlo sus buenos y
fieles aliados, amigos y afectos, y que sino, nues-
tra suerte será muy infeliz.


Se nos ha dicho que nuestro hijo Cárlos va á




343
partir mañana.> ó antes para recihir al emperador,
y que sino lo ellcuentra , avanzará lJasta Paris. A
nosotros se noS oculta esta resolucion, porque no
quieren que la sepamos el rey ni yo, lo cual nos
llace recelar un mal uesignio ; Fues mi hiío Fer-
nando no se separa un momento de sus hermanos,
y los hace malos con promesas y con los ah'acti-
vos, que agradan á los jóvenes que uo Conocen al
mundo por es periencias etc.


Por esto conviene que el gran duque procure
que el emperador no se deje engailar por medio
de mentiras, que lleven las apariencias de ]a ver-
dad, respecto de que mi hijo no es afecto á los
franceses, sino que ahora manifiesta serlo porque
cree tener necesidad de aparentarlo. Yo recelo de
todo, si el gran duque, en quien habernos pues lo
nuestras esperanzas, no hace todos sus esfuerzos
para que el emperador tome nuestra causa como
suya propia. Tampoco dudamos que la amistad del
gran duque sostendrá y sal vará á su amigo, y nos
lo dejará á nuestro lado para que todos tres juntos
acabemos nuestros días tranquilamente rt'tirados.
Asimismo creernos que el gran duque tomará to-
dos los medios para que el pobre príncipe de la
Paz, amigo suyo y nuestro, sea trasladado ;Í un
pueblo cercano á Francia, de manera que su vida
no peligre y s(ja faeil de trasportarlo á Francia y
librarlo de las m¡¡nos de sus sanguinarios enemigos.


Desea mo.<;iguallllcIlLe que el gran Juque envíe
al emperador alguna persona (Iue le informe de




341.
todo á fondo, para evitar que S. M. 1. pueda ser
preocupauo por las mentiras que Se f['aguan aquí
de día y <.le noche, contra nosotros y contra el
pobre príncipe de la P"z , cuya suerte preferimos
á la misma nuestra, porque estarnos temblando de
las dos pistolas que hay cargadas para quitade la
vida en Caso necesario, y sin duda son efecto de
alguna órden de mi bi jo, que hace conocer asi
cuál sea su corazon; y desco que no se verifique
jamás un atentado semejante con ninguno, aun
cuando fuese el mayor malvado, y "Oi debeis
creer que el príncipe no lo es.


En fin , el gran Jl\q ue y el emperador son los
lUlicos que pueden salvar al príncipe de la Paz,
asi como á nosotros, pue" si no resulta lialvo, y
si no se nos concede su compaüía, moriremos el
rey mi marido y yo. Ambos creemos que si mi
hijo perdona la vida al príncipe de la Paz, será
cerrándolo en una prision cruel, donde tenga
una muerte civil; por lo cual rogamos al gran dll,
que y al erl1perador que lo salve enteramente., de
manera que acabe sus días en nuestra compañiíl,
donde se disponga.


Conviene saLer que se oonoce que mi hijo t.e-
me mucho al pueLlo; y los guanlias de corps son
siempre sus consejeros y sus tÍl·anos. = Luisa."


Aunque esta correspondencia contiene muchas
cartas mas, hemos imsertado las {naS interesaQtes.




· ;.-
\ '


Carta de Fernando PIl al itifante don Antonio.


MI QUERIDO ANTONIO.


He recibiuo tu carta del 24, Y he leido la co-
pia de la de Mllrat y tu respuf'sta ,que me ha sa ..
tisfecho. Nunca dudé de tu prudencia y de tu
adhesion á mi per~Qlla , y no sé corno recompen-
sarte. Ignoro corno ac~bará todo esto; deseo que
Sea pronto y á satisfaccion de todos. Te preven.
go que Napa!eon tiene una carta de Maria Luisa
que dice, que la abdicacioll de mi padre fue for-
zada. Haz como quien lo ignora, pero obra en




346
su consecuencia, y guárdate no sea que los mal.
ditos franceses te jueguen alguna de sus felonías.


Soy tu apasionado hermano. = Fernando.::::II
Bayona 28 de a bril de /808.


Carta de Fernando JI' 11 á su padre Cárlos 1 V.


»Venerado Plldre y señor: V. M. ha convenido
en que yo 'no tuve la menor inGuencia en los /l'0-
vimient.os de Aran juez, diri ¡idos como es notorio,
y á V. M. consta, no á c.hsgustarle del gobierno y
del trono, sino á que se mantuviese en él J Y no
abandonase la multitud de los que en su eesisten-
cia dependian absolutamente del trono mismo.
V. M. me dijo igualmente que su ¡lbdicacion habia
sido espontánea, y que aun cuando alguno me ase-
gurase lo contrario, no lo creyese, pues jamás ha-
bia (trmado cosa alguna con mas gusto. Ahora me
dice V. M. que aunque es cierto que hizo la abdi-
cacion con toda libertad, todavía se reservó en su
ánimo volver á tomar las riendas del gobierno
cuando )0 creyese conveniente. He preguntado en
consecuencia á V. M. si quiere volver á reinar; y
V. M. me ha respondido, que ni queria reinar, ni
menos volver á Espafla. No obstante me manda
V. M. que renuncie en su favor la corona que me
han dado las leyes fundamentales del reino, me-
diante su espontánea abJicacion. A un hijo que
siempre se ha distinguido por el amor, respeto y
obediencia á sus padres, ningunaprueba que pue-




347
da calificar estas cualidades; es violenta á su piedad
filial, principalmente cuando el cumplimiento de
mis deberes con V. M. como hijo suyo, no están
en contradíccion CO:l las relaciones que como rey
me. ligan con mis amados vasallos. Para que ni
estos, que tienen el primer derecho á mis atencio-
nes, queden ofendidos, ni V. M. descontento de
mi obediencia, estoy pronto, atendidas las circuns-
tancias en que me hallo, á hacer la renuncia de
011 corona en favor de V. M. bajo las siguientes
limitaciones.


J.a Que V. M. vuelva á Madrid, l1a~ta donde
le acompaiJaré, y serviré yo cerno su hijo mas
respetuoso. 2. a Que en Madrid se reunirán las
córles; y pues que V. M. resiste una congrega-
cion tan numerosa, se convocarán al efecto todos
los tribunales y diputados de los reinos. 3. 8 Que
á la vi¡,ta de esta asamblea se formalizará mi re-
nuncia, esponiendo los motivo'i que me comlu-
cen á ella: estos son el amor que tengo á mis va-
salios) y el deseo de corresponder al que me pro-
fes a n , procurándoles la tranquilidad, y redimién-
doles de los horrores de una guerra civil por
medio de una renuncia dirijida á que V. M. vuel.
va á empuñar el cetro, y á rejir unos vasallos
dignos de su amor y proteccion. 4.a Que V. M.
no lIevar4 consigo personas que justamente se han
concitado el odio de la nacion. 5.a Que si V. M.
como me ha dicho, ni quiere reinar ni volvel' á
España, en tal caso yo gobernaré en su real nom-




348
bre como lugar teniente suyo. Ningun otro pue-
de ser preferido á mi: tengo el llamamiento de las
leyes, el voto de los pueblos, el amor de mis
vasallos, y nadie puede interesarse en su prospe-
ridad con tanto zelo ni con tanta obligacion como
yo. Conlraida mi renuncia á estas limitaciones,
comparecerá. á los ojos de los e~pailoles como Ulla
prueba de que prefiero el interés de su conserva-
c\.ou i la g\QYla de manuar\os, y \a Europa me
juzgará digno de mandar á unos pueblos, á cuya
tranquilidad he sabido sacrificar cuanto hay de
mas lisonjero y seductor entre los hombres. Dios
guarde la importante vida de V. M. muchos y
felices años que le pide postrado á L. R. P. de
V. M. su mas amante y rendido hijo. = :Flrnan-
do. = Pt>dro Cevallos. = Bayona J. o de mayo de
J 3Q8." =. ( Véase la esposlcion Ó manifiesto de
D. Pedro Ceval1os, núm. 7).




eevallos ha publicado en elapéndice de sus Me.
morias., la copia de ulla carta que asegura ha.
ber escrito Fernando con este motivo. Napo-
leon .Y Cdrlos no la aprobaron; y sustituJ-ó.
se aquella de que hemos hablado en el testo:
copiaremos á la letra la mencionada por Ce-
vallas.


Carta de Fernando PiI á su padre Cárlos 1 P.


» Venerado padre y señor: el 1.0 de] corriente
puse en las reales manos de V. M. la renuncia de
mi corona en su favor. He creido de mi obliga-
cion modific;¡rla con las limitaciones convenientes
al decoro de V. M., á la tranquilidad de mis l'ei-




350
nos, y á la conservacioo de mi honor y reputa-
cion. No sin grande sorpresa he visto la indigna-
cion que ban producido en el real ánimo Je V.M.
unas modificaciones dictadas por la prudencia J y
reclamauas por el dmor de que soy deudor á mis
vasallos.


Sin Olas motivo que este ha creído V. M. que
podría ultrajarme á la presencia de mi venerada
maure y del emperador con los tÍlulos mas humi-
lIantes; y 00 contento con esto J ecsije de mi que
formalice la renuncia sin limites ni condiciones,
so pena de que yo y cuantos componen rr:i comi.
tiva seremos tratados como reos de conspiracion.
En tal estado de cosas hago la renuncia que V M.
me ordena 1 para que vuelva el gobierno de la Es-
paña al estado en que se hallaba en 19 de mar-
zo J en que V. M. hizo la abdicacion espontánea de
su corona en mi fa vor.


Dios guarde la importante vida de V. M. los
mucho'i años que le desea, postrado á L. R. P.
de V. M., su Jl.laS amanle y rendiuo hijo. = Fer-
nando. = Pedro CevaUos. = Bayona ti de mayo
de 1808.




He recibido con sumo gusto la carta de V. M. l.
Y R. del J 5 del corriente, y le doy gracias por
las esprcsiones afectuosas con que 'me honra, y
con las cuales yo he contado siempre. Las repito
á V. M. 1. por su bondad en favor de ]a solicitud
uel duque de San CárJos y de D. Pedro Macanaz,
que tuve el honor de recomendar. Doy muy sÍnce·
ramente en mi nombre y de mi hermano y lio á
V. M. l. ]a enhorabuena de la satisfaccion de ver
instalado á su querido bermano en el trono de
España. Habiendo sido objeto de todos nuestros
deseos la felicidad de la ¡enerosa nacion que habita
su vasto territorio, no podemos ver á la cabeza de
ella un monarca mas digno, ni mas propio por




352
sUS virtudes para asegurársela J ni dejar de parti-
cipar al mismo tiempo del gral1Je consuelo que nos
dá esta circunstancia. Descamos pi hco(lr de profe-
sar amistad con S. M., J este afrclo nos ha "dicta-
do la carta adjunta que me alrevo á inc!UiI'} ro-
gando á V. M. 1. que des pues de leidi:l s\.' cligne pre·
sentarla á S. M. e . Una mediacion tan respet¡¡ble
nbS 'asegura que será recibida con la cordialidad
que deseamos. Sel1or: perdonad una libertad que
nos tomanos, por la confianza sin límites que
V. M. 1 nos ha inspirado. Y con la seguridad de
todo nuestro afecto y respeto, permiLid que yo
le renueve los mas sinceros é invariables senti-
mientos, con los cuales tengo el honor de ser,
SeilOr, de V. M I. Y R. su muy humilde y muy
obediente servidor. = Fernando. = Yalencey 22
de junio de 1808.


)SEÑOR.


El placer que he tenido viendo en los papeles
públicos las victorias con que la Providencia coto-
na de nueVo la augusta frente de V. M. 1. Y R.,
nos estimulan á felicitarle con el respeto, el amor,
la sinceridad y el reconocimiento en que vivimos
hajo la proleccion de V. M. 1. Y R."


»Mi hermano y mi tio me encargan que ofrez-
ca á V. M. su respetuoso homenaje, y se unen al
que tiene el honor de ser con la mas alta y respe-
tuosa cODsideracion, señor, de V. M. 1. Y R. el




353
mas humil de y mas ebediente servidor. = Fernan ..
do. = Val.tlc~ 6 de agosto da 1809."


Mi respetuoso reconocimiento á las bondades
de V. M. I. Y R. es bien síncero para que pueda
yo diferir un solo momento la respuesta á lti cárta
de 16 de este mes con que me honra."


nDoy gracias á V. M. I. Y R. por el interes y
amor paternal que su augusla persona toma en mi
favor, y COn el cual cuento siempre."


llMi afecto á V. M. 1. Y R., Y mi conducta
llO desmentirán jamás los sentimienlos y la cie-
ga obediencia á las órdenes y á los deseos de
V. M. 1. Y R."


))Señor, yo deposito en el seno de V. M. 1. Y R.
los votos arJientes por la prosperidad de su reina-
do y los sentimientos de mi adhesion mas respe-
tuosa y mas absoluta á su augusla persona. Señor,
(le V. M. I. Y R. el mas humilde y obediente se,'·
vidor. == Fernando. == Valcncey 21 da diciembl'e
de j 809."


TOM. l. 23




Cartq (le FerlUmJ() á Napoleon.


Con la mas viva alegría, he !'Iabido la importante
noticia del matrimonio de V. M. 1. Y R. con la
archiduquesa María Luisa. Mi profundo y sincero
afecto a vuestra persoDa, me hace .celebrar COD
mas fuerza que puedo espresarlo, UD aconteci.
miento tan feliz que asegura á la vez la ventura de
V. M. I. Y R. Y la de sus pueblos, y que prepara
en fia la prosperidad de la Europa enlera.




351
Permitid pues, señor, que una mi voz á las


aclamaciones de amor y de ¡¡'¡IJilo que resuenan en
vuestro trono, y que. os manifieste en nombre de
mi hermano .y de mi lio, como igualmente en el
mio, los sentimientos de que nos hallamos sínce ..
ramente penetrados, y los ardientes votos que
formamos por vuestra conservacioll y la de vues-
tra augusta esposa.


¿Me atreveré á recordar á V. M.1. y R., en OCa-
sion tan solemne, que mi deseo mas ardiente, el
que me ocupa sin cesar, es el permiso de pasar á Pa-
rís pal'a ser testigo del matrimonio de V.M.I.y R ?
Tanta bondad escita ría mi eterno reconocimiento,
y serviria para probar á toda Europa el amor sín-
Cero que profeso á vuestra augusta persona, y. que
permanezco y pernldneceré siempre fielmente
adicto á V. 1\1. 1. Y R.


Os dirijo, señor, esta súplica, con la mas
perfecta confianza, y espero conseguir como una
.pruebl t'spe~ial de bondad el permiso de trasladar-
me á Paris pal'a asistir á la augu~ta ceremonia del
matrimonio de mi padre, mi proteclor y mi sobe-
rano.


Si logro este permiso tan viyamente deseado,
podré llevar á mi retiro el recuerdo venturoso y
consolador para mi alma, de haber en ocasion
tan próspera y tan importante, gozado de las pre-
rogativas de príncipe francés; y este favor dobla-
rá el precio que doy á tan gI0l'¡080 título.


Estad persuadido I seúor I que durante mi vida




3)'0
entera apreciaré es fa grllcia como una pruo.ha evi-
dente de vuestra ternura y de vuestra solicitud
patcl'I1al por mi persona. Aprovechará tam bien
pa¡'a dar á conocer la franqueza y la sinceri,lad
de mi conducta, para conG rOlA¡' la buena opinion
de que deseo gozar con V. M. 1. Y R. Y para con-
fuudir á sus enemigos.


He encargado ~l conde de Alberg', poner en
vuestras manos esta carta, y renovar de viva voz
]os sentimient.os qué espresa, aprobando de ante-
111anO cuanto tenga la dicha de deciros sobre este
punto. Creo de mi deber aprovechar esta ocasion
para asegurar .í. V. 1\1. 1. Y R. que sentirnos viva-
mente la amencia del conde de Alberg, porque su
conducta para con nosotros nos ha inspirado un
afecto y una estimacion al conde justamente me-
recidos.


Señor, deposito en el senO de V. M. 1. Y R.
]os votos mas ardientes por la prosperidad de su
reino y los sentimientos de la adhesion mas respe-
tuosa y absoluta á vuestra persona. Soy etc. = fir-
mado: Fernando. = Valencey 21 marzo de 18to.


Carta de Fernando 1711 á Napoleon.


SEÑOR:


Las ca!'tas publicadas últimamente en el Moni-
tor > hall dado á conocer al mundo cntero los
sentimientos de perfecto amor) de que estoy pe-




357
netrado en favor de V. M. l. Y R.: yal propio
tiempo mi vivo deseo de ser vuestro hijo adoptivo.
La publicidad que V. M. I. Y R. se ha dignado dar
á mi carta, me hace confiar que no desaprueba
mis sentimientos ni el deseo que be formado, y
esta esperan1a me colma de gozo.


Pel'mitid pues, serlOr, cJue deposite en vuestro
seno los pensamientos de un corazon que, no va-
cilo en decirlo, es digno de perteneceros por los
lazos Je la aJopcion. Que V. M. I. Y R. se digne
unir mi destino al de una princesa francesa de su
eleccion, y cumplirá el mas ardiente de mis votos.
Con esta union, amás de mi ventura personal, gran-
je,1ré la dulce certidumbre de que lada la Europa
se convencerá de mi inalterable respeto á la va ..
Juntad de V. M. 1. Y H. Y de que V. l\1. se dig-
na pagar con algun retorno tan sinceros senti·
nlÍentos.


Me atreveré á ailadir que esta union y la publi-
cidad de mi dicha, que daré á conocer á la Europa,
si V. M. 10 permite, podrá ejercer una influencia
saludable solll'c el destino de las EspafIas, y quita-
rá á un pueblo ciego y furioso el pretesto para
continuar cubriendo de sangre su pat ria en nom·
hl'e de un príncipe) el primojénito de su antigua
dinastía, que se ha convertido, por un tratado so~
lemne, pOlO su propia eleccion y por la mas glo.
riosa ue todas las adopciones, en principe francés
é hijo de V. M. 1. Y R.


Me atrevo á esperar ~ seilOr , que tan ardientes




35B
votos., y un afecto tan absoluto, tocar~n el corazon
magnánimo de V. M. 1. Y que se dignará hacerme
partícipe de la suerte de cuantos V. M. ha hecho
felices.


Señor, deposito etc.;=;: Firmado. ==- Fernando.
~ Valeucey 3 de n1jl yo de J 810.




Cartrl de Fernando á Napo/eoll.


SEÑOll :


~ 1 cande de Laforest me ha entregado la carta
que V. M. 1. me ha hecho la honra de escribirme
fecha 12 del corriente; é igualmente estoy muy.
reconocido á la honra que V. M. I. me hace de
querer tratar conmigo para obtener el 6n que de.
sea de poner un término á los negocios de España."


V. M. I. dice en su carta que la Inglaterra
fomenta en eUaJa anarr¡ltia J el jacobinismo,y pra·




360
cura aniquilar la monarquía espmlo1a. No puedo
menOs de sentir en sumo grado la destruf:cirnt de
una nacion tan vecina tÍ rnis estados)' con la que
tengo tantos intereses marítimos comunes. Deseo
pues quitar (prosigue V. 1.\'1.) á la ¡'ff/acncia in.
glesa cualquiera pretesto , y restablecer los
fJíftculos de amistad y de buenos vecinos que tan·
to tiempo han ecsistido entre las dos naciones. A
estas proposiciones, seÍlor, respondo lo mismo
que á las que me ha hecho de palabra de parte de
V. M. I. Y H. el señor conde ue Laforest, que JO
estoy siempre bajo la protec·jon de V. M. 1., Y
que siempre le profeso el mismo amor, y respeto
de lo que tiene tantas pruebas V. M. 1.; pero no
puedo hacer ni tratar nada sin el consenlimiputo
de la nacion española, y por comiguieute de la
junf:J. V. M. 1. me ha traido á Valcllce.v, .v si
quiere colocarm~ de nuevo en el trono de España,
puede V. M. hacerlo, pues tiene medios pflra tra-
tal' con la junta, que yo no tengo;. Ó si V. M. 1.
quiere absolutamente tratar' conmigo, no lenien-
do yo aquí en Francia ninguno de mi confianza,
necesito que vengan aquí con anueucia de V, M.:,
para ver los medios de hacerla verdauerarnunte fe~
liz, y pura que sea válido en España todo lo que
yo trate con V. M. 1. y H."


»Si la política de V. M. y las circum:tancias
actuales de su imperio no le permiten cOllform¡¡l'!(i
COIl estas con~liciom~3, entonces quedaré quieto y
muy gustoso en Valeucey, donde he pasado ya




361
cinco años y medio, y donde permaneceré toda
mi vida si Dios Jo dispone así."


»Siento mucho, señor, hablar de este modo á
V. M. pero mi conciencia me obliga á ello. Tanto
inLerés tengo por los ingleses como por los france-
ses; pero sin embargo debo preferir á todo los in-
tereses y felicidad de mi nacion. Espero que
V. M. 1. Y R. no verá en esto mismo, mas que
una nueva prueba de mi injénua sinceridad y del
a mor y Ca I'iño que tengo á V. M. Si prometiese yo
algo á V. M. y que despues estuviese obligauo á
hacer todo lo contrario, ¿que pensaría V. M. de
mi? Diría qne era un inconstante, y se burlaria de
mi, y ademas me deshonraria para con toda la
Europa .. ,


»Estoy muy satisfecbo, señor, del conde de
Laforest, qo.eha manifestado mueho celo y ahinco
por 1m intereses de V. M., Y que ha tenido mu-
chas consideraciones para conmigo."


» Mi hermano y mi tio me encargan los ponga
á la disposicion de V. M. I. Y R."


»Pido .. señor, á Dios conserve á V. M. mu-
chos años. = Valencey 2 J de noviembre de j 813.
= Fernando. ,."",,,:.t;


.. ,.....;..:-: .•. _ ·'-4" Y ~t • .,."·~ "/~ ..' ' .. ' -, ~
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... ti. ~N
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APmlT:CIC~ lT'O'l"~PwO 13. P.u. 153.


Circular de 30 de maJ'ó de 1814.
, .


Enterado el rey d~ 'que muchns de I'osqu~,abj€r­
tamente se declararon parciales y fautores del go.
bierno:'Íntruso, tratan de volver á España; que al·
gunos de ellos están. en: Madrid; y que de estos hay
quien usa en ptíblico de aquellos distinlivos, que
únicamente es dado usar á personas leales y de mé.
rito; se ha servido resol ver, para evitar la justa
pesadumbre que en esto reciben los buenos, y las
funestas consecuencias que se podrian seguir, de
permitir que indistintamente regresen á sus donü.
nios los que se hallan en Francia ,y 8dlieron en pos




363
de las banderas del intruso, que se titulaba rey,
los artículos siguientes:


1. QUi los capitanes jenerales, comandantes,
gobernadores y justicias de los pueblos de la fron-
tera, no permitan eutren en España con ningun
pretesto: 1.0 El liue haya servido al gobierno in-
truso de consejero Ó ministro. 2. 0 El que estando
antes em pIeado por S. M. de cmba jador ó minis-
tro, de secl'etario de embajada ó ministerio, ó
de cónsul , haya ad mitido de3pues poder, nom·
bramiento ó confirmacion de aquel gobierno, ó
continuado en cualquiera de estos encargos en su
nombre. 3. 0 El jeneral y oficial desde capitan in-
clusive arriba, que se haya incorporado en las
banderas del espresado gobierno, ó en alguno de
los cuerpos de tropas destinadas á obrar contra la
nacion, óseguido aquel partido. 4.0 El que haya
estado empleado por el intruso en alguno de los
ram'os de policía, en prefectura, subprefectura el
junta criminal. 5. 0 Las personas de título, y cual-
quier prelado ó persona condecorada con alguna
dignidad eclesiástica, que le haya conferido el
espresado gobierno; ó eSlándo)o ya por el lejítimo,
haya seguido el partido del ¡ntru,,) , yespatriádose
en seguimiento de él. Y si alguna Ó algunas de
tales personas hubieren entrado ya en el remo, las
h<lgan salir de él; pero sin causarles otra vejacion
que la necesaria para que esta providencia quede
ejecutada.


n. Que á los demas tIue no fueren de estas 'clases




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se les permita entrar en el reino; pero no el venir
á la córte , ni establecerse en pueblo que estuviere
á menos de veinte leguas de distancia de ella. Y
allí, y en cualquier pueblo á donde mudaren su
residencia, se presentarán al comandante, gober-
nador, alcalde ó justicia, quien ¡}ará aviso al go-
bernador político de la provincia, y este al minis-
terio de Gracia y Justicia, porque haya noticia
de su persona: quedando tales sujetos bajo de la
inspeccion de los espresados jefes, Ó en su defecto
de la justicia del pueblo, que celarán su conducta
política, y serán de ello responsables.


IlI. A ninguno de estos se les propondrá para
empleos ni comision de gobierno de pública ad-
ministracion ni de jU'lticia; ni los oficiales de in-
ferior grado al de capitan, ni los cadetes continua-
rán en sus empleos y uso de uniforme, ni de otro
~odo en la milicia. Pero no dando estos y los
demas, á quienes se permite entrar en el reino
con las condiciones dichas, lugar con su conducta á
que contra ellos se proceda, no se les molestará en
el uso de ~u libertad, y gozarán de seguridad per-
sonal y real como los demas.


VI. A los de las espresadas clases que se bailen
en la córte, y 110 se hubieren espatriado, se les
hará entender por los alcaldes de casa y córte y
dcmas jueces de ella) que inmediatamente salgan
de Madrid á residir el} pueblo 'que esté á la espre-
sada distancia; á saber, constando que estáll com-
prendidos en dichas clase$.




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V. Los que antes hubieran obtenido del re;


cruz Ú oLro distintivo político, no podrán usarle,
y mucho menos se permitirá que le usen 108 que
hayan recibido del gobierno intruso semejante dis-
tincion , y traten de volver á usar del que les Con- .
decoraba antes. Son estos dIstintivos premies de
lealtad y patriotismo, y los tales no correspondie-
ron á sus obligaciones.


VI. Las mujeres casadas que se espatriaron con
sus maridos seguirán la suerte de estos: á las de-
mas y á las personas menores de veinte años j que
siguiendo al espresado gobierno se hubieren espa-
triado, usando el rey de benignidad, les permite
que vuelvan á sus casas y al seno de sus familias;
pero sujetas á la inspeccion del gobierno político
del pueblo donde se establezcan.


VII. A los sarjentos, cabos y soldados y jente
de mar que se hayan alistado en las banderas del
intruso, ó tomado partido en alguno de los cuer-
pos destinados á hacer la guerra contra la nacion,
considerando S. M. que tales personas mas por
seduccion que por perversidad de ánimo, y acaso
algunos por la fuerza incurrieron en aquel delito:
usando hoy en su glorioso dia, y en memoria de su
feliz restitucion al trono de sus mayores, de su na-
tural piedad, ha venido en hacerles gracia de la
pena que merecieron por él, Y en concedérles su
ind.ulto : si dentl'o de un mes los que estuvieren en
España, y de cuatro lo~ que se hallen fuera, y no
siendo reos de otro delito de los escepluados en




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indultos ¡enerales, se pre¡;entaren para gozar de
esta gracia á su real persona ,. ó ante algunc3pi-
tan ¡eneral ó comandante de provincia, goherna-
dor ó justicia del reino. Para lo cual se les dará el
conveniente documento, que acredite su presen-
tacion en aquel término; pasado el cual se proce-
derá contra los tales con arreglo á ordenanza, s~
fueren aprendidos en territorio español.


Lo comunico á V. de real órden para su inteJi-
jencia y cumplimiento. Dios guarde á V. muchos
años. Madrid 30 de mayo de 1814.


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Agradecido el editor á la acepf.acion que han
tenidq las primer::ls entregas, aunque no 0 10 ofre-
ció en el prospecto, acompaña á este cuaderno
un retrato de Fernando VII, que podrá colocarse
al frente de este tomo. o