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DISCURSOS


REAL ACADE)IIA DE LA HISTORIA
ElW L' BEl:EPUIOlW DEL


I~XCMO. SR. D. EVARISTO SAN )IlGU~L,


d 3 de ilbril de f853.


II&D8ID.-1853.
n(PRE~TA DE In ... :.: ,. ('Oltl .... IiU,.


plazul'la lll'l ()U~I1l' ,!e A!b", lIúm.4.






DISCURSO
LEIDO POR EL EXCMO. SR. D. EV1RISTO SAN MIGUEL


DE LA PLAZA DE ACADÉMICO DE NÚMERO
DE L.\


REAL ACADEMIA DE LA HISTORIA.






SEÑORES,


HONRADO con los votos de esta Academia que me abrió sus
puertas, sin merecerlo ni solicitarlo, es grande mi perplegidad
al cumplir con un deber que el uso consagra, que la gratitud
me dicta, en la eleccion de un asunto que llame su atencion,
que merezca la curiosidad, y deje satisfecho su gusto de-
licado. En tanta incertidumbre una idea me ocurre, que me
sacará lo menos mal de este conflicto; la de cubrir mi insufi-
ciencia, acogiéndome á la Academia misma, á los hombres que
en todas épocas ~ han dado tanta prez y lustre. Será pues su
instituto, la naturaleza de sus trabajos, los servicios que hicieron
á la literatura, la luz que difundieron, {'I principal objeto de es-
te ensayo que con tanta desconfianza en mi saber pronuncio. Ni
me fuera posible concebir, bajo auspicios mas felices, la espe-
ranza de ser recibido con alguna indulgencia, ~Ia primera vez ~ ......
que me presento delante de una corpo,racion tan respetable y
distinguida.


La historia es su instituto. A la contemplacion y estudio de
este gran panorama, donde el hombre se ve retl'atado bajo sus
diversas formas y vicisitudes, fué llamada por el real fundador




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que en su patria adoptiva se mostró celoso por agrandar la esfera
de la inteligencia humana. Para cultivar la historia, para puri-
ficar y limpiar la de nuestra España de las fábulas que la deslu-
cen, é ilustrarla con noticias que fuesen provechosas, convocó
á las personas que pasaban en su tiempo por mas sabias é ilus-
tradas. Los que no tuvieron entrada como académicos de nú-
mero, se prestaron gustosos á tomar parte en sus trabajos bajo
el título ó nombre de contribuyentes. Todos se apresuraron á
realizar una idea grande y felíz; la asociacion de las luces, tan
necesaria como en otros ramos, en las altas regiones de la cien-
cia. Todos llevaron mas ó menos su tributo al gran depósito que
debia ser monumento de su laboriosidad y su saber; la fuente
donde las generaciones futuras bebiesen de una vez, lo que ellos
á fuerza de afan y de paniencia, habian buscado en manantiales
mil, diversos. Abierto está este libro ostentando sus riquezas,
si no todas de igual ley, útiles y preciosas para la juventud que
aprende, como para la edad madura que tanto se complace en
recordar los frutos de su estudio. Historia pura, cronología, geo-
grafía, historia natural, viages, monumentos, indagaciones cien-
títiúas, pues todo concurre á la formacion del cuadro de la his-
toria, se hallan diseminadas en aquel grande repertorio. La cla-
se eclesiástica, como la administrativa, el ejército como la
armada, todos concurrieron á la formacion de este cuerpo lite-
rario. La meneion sola de los nombres que pusieron en depósito
la masa de sus conocimientos, basta para pronunciar su elogio.
Se leen en sus anales, comprendiendo los académicos y los con-
tribuyentes entre otros distinguidos los d(=) Florez, Montiano,
Casiri, Hisco, Campomanes, Jovellanos, Capmany, Tavira, Lla-
guno, Conde, Muñóz, Pellicer, Vargas Ponce, Merino, La
Canal, Bauzá, Cean Bermudez, Clemencin, Argüelles, Naval'-
rete, escritores todos cuyas luces rivalizan en los mas con la ri-
queza y elegancia del estilo, y que por distintos rumbos esplo-
taron las ricas minas del saber humano. Me veda el respeto que
á este sitio debo, pronunciar los de los vivos.


Purificar la historia de nuestra España de las fábulas que la




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deslucen. ¡ Pcnsamiento grande! ¿Y qué historia está exenta de
estas manchas? ¿,En qué nacíon, en qué época dejó el hombre
de correr tras de lo fabuloso que arrastra su imaginacion y la
fascina? Contrayéndose á cosas puramente humanas, ¿cuándo
dejó de tributar su admiracion á lo que escede los límites de su
inteligencia? ¿Qué pueblo dejó de lisongearse de lo maravilloso
de su origen, de aplaudir al historiador, al poeta que can-
ta los portentosos hcchos que le distinguieron, las batallas
de gigantes en quc su brazo y su valor le adquirieron mil
títulos de gloria? Así las fábulas en la historia son inheren-
tes á la misma índole de la humanidad, y de rendirle este
homenage no prescindieron hasta los que en este ramo ad-
quirieron mayor lustre. Los historiadores griegos y romanos,
cuyas composiciones han servido de modelo á casi los mas
que en los siglos sucesivos han caminado por la misma senda,
están llenos de hechos increibles, de ficciones, de fábulas, de
maravillas, de milagros, y de esta tacha no se eximen los que
pasan por mas parcos en galas de imaginaeion, por mas graves
en su estilo, por mas profundos en el pensamiento, por mas co-
nocedores de los hombres. Creyeron unos, y estos son los mas,
las mismas fábulas que referian: conocieron otros demasiado la
¡ndole dc sus lectores pan que descartasen de sus obras lo que
podia hablar mas el orgullo nacional, y halagar su fantasía; mien-
tras algunos dotados de escaso discernimiento, descuidados en
indagaciones, adoptaron sin exámen leyendas comunes, tradi-
ciones vulgares, exageraciones monstruosas, á que falta hasta
la animacion poética que las haga interesantes. Fueron precisos
mas progresos en la crítica, mayores conquistas en la ciencia,
para que los historiadores de estos tiempos modernos sin poder
Iisongearse de Ilegal· á las galas del decir, al colorido de la es-
presion, que tanto realzan aquellos grandes modelos de la anti-
güedad que concienzudamente estudian, depurasen en partc la
historia de estas fábulas. Y digo en parte, porque en medio dc
tanta ilustracion, ¿ quién prescinde siempre de sus propias ideas,
de las impresiones de su primera juventud, del espíritu de scc-




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ta, de partido, de las pasiones mismas que inspiran su lengua-
ge hasta en los acontecimientos mas remotos que describe?


i Fábulas, señores! ¿ De qué las neeesita el cuadro de la
historia? ¿No habla bastante á la imaginacion la verdad desnu-
da de sus grandes hechos? A ninguna convenian menos que á
la nuestra, No necesitaba fábulas la historia de España, á quien
una combinacion de circunstancias estraordinarias colocaron en
situaciones singulares y únicas; del pais á donde desde puntos
tan diversos de la tierra acuden naciones á poblarle, á conquis-
tarle, á fundar en él todo géncro de establecimientos; donde se
ven testimonios vivos del saber, de la industria de los pueblos
de la antigüedad mas famosos por su ilustracion; del pais que
suministró á los ca¡'tagineses y á los romanos tantas páginas de
gloria, que sin pasar dos siglos desde la imlpcion del Norte
que esclaviza á su pujanza todo ell\lediodia, ofrece ya el espec-
táculo del mas vasto estado que hasta entonces habían fundado
aquellos formidables estranjeros, rejido ademas por un código
de leyes, monumento mas completo del saber que en su rudeza
ya alcanzaban, ¿ Necesitaba fábulas esta batalla en que el edifi-
cio gótico se desploma casi por entero? ¿ Las necesitaba la in-
vasion, que puso tanto espanto, de los árabes? El que sabe
hasta donde llega el esfuerzo y el arrojo de los que combaten
por su patria eaida, por sus altares en peligro á la voz de un
caudillo que inflama su valor y va el primero á la pelea, ¿no
comprende la restauraeion d0 esta monarquía que empieza en
las montañas de Covadonga y termina en las torres de la Al-
hambra? Con el auxilio de la simple inteligencia de lo que pue-
de el entusiasmo de la religion y la pasion sublime de la gloria,
¿no podemos tributar nuestra admiracion á tantos campeones
de brazo de hierro y pecho de diamante como en tan larga y
obstinada lucha ilustran nuestras páginas, y dan prez á las de
la media luna, con cuyos esforzados adalides casi sin tregua y
sin descanso combatian?


y si de la viela España pasamos á la nueva, (1 las inmensas
regiones que en medio siglo quedaron sujetas al cetro de Casti-




-\t-
Ila, VCl"cmos hechos que destel'l'al'iamos al pais dr las nociones o
si no hubiesen pasado como ayer, si no tuviesen un sello de cer-
teza indisputable. 1, Dónde estaha el bello ideal del al to genio,
(le la sublime intrepidez del navegante que primero las descu-
bre? ¿Qué hazañas fabulosas compiten con las de los hombres es-
forzados que en pocos años esploran aquellas inmensas regiones
y las doman con su espada? ¿ En qué leyendas se hallaba un
Vasco N uficz de Balboa que va denodado en busca del ll1ar del
Sur y le halla; de un Francisco (le Orellana que seguido de
muy pocos se entrega á la corriente del rio de las Amazonas,
atraviesa nueve leguas de un pais deseonocido, y se encuentra
sin saberlo en las playas del Atlántico? ¿ Dónde estaba el tipo
de un Reman Cortés, que á la cabeza de quinientos compañe-
ros, pues no fueron mas los que con él desembarcaron cn el
continente de aquellos paises, concibe el gran pensamiento y le
lleva á término, de conquistar el imperio mejicano '1 Y para que
suba de punto lo asombroso ¿qué fecunda fantasía podia crear
la figura gigantesca de un Pizal'ro que escala los Andcs segui-
do de menos de doscientos de á caballo, y puesto de la otra par-
te, destituido de todo auxilio humano, rodeado de innumera-
bles huestes enemigas, derriba el trono de los hijos del Sol con
una sola accion, en que el delirio dc la temeridad se apoya ell
la voz de la cordura, en que una ferocidad inaudita y sin ejem-
plo es la sola tabla de salvacion que en tan cruda tempestad le
resta?


Sí, señores: la verdad es mil veces mas mara villosa que la
misma fábula: la realidad vuela mas alto que la ficcion á la que
sirve á veces de alimento. Si parlas de cerebros descompuestos,
si leyendas monstruosas por lo absmdas, cautivan la admiracioll
del vulgo rudo, viene eon sus maravillas la vCl'(lad á infla alar la
imaginacion del homhre inteligente. Al libro del historiador debe
sus principales lauros el poeta. Nunca como en alas de los grall-
des hechos, vuela tan firme y seguro el genio de la inspiracion
que le arrebata. El espectáculo del imperio colosal romano á
quien un puñado de aventureros dieron cuna, rlieta los cantos


C)




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de la Encitla: al de la Europa entel':} desplolllilJa sobre el Asia,
eH husca (le la tieITa santa corrc á su trompa el \'ate de Sorrento:
al doblar el cabo de las Tempestades y contemplar las mal'avilla~
de la India, 110 puede el Camoells poner freno ~l su entusiasmo,
y Cll medio de crudas lieles cón un pueblo agreste y búrbal'o, ins-
pirado de la audacia ele su patriotismo, aprovecha nuestro Erólla
sus vigilias y cortas !toras de descanso, para consignarlc en el
templo de la fama. A un soldado que cantó lo flue veia, debe, se-
ñores, un gran poema nuestra España; asi como de la pluma
ele otro soldado salió el libro inmortal, cn que declarando guerra
á ficciones absurdas, imprimió el sello de la mas rica poesía; por-
que la poesía es el realce de la verdad, y donde falta un fondo
de verdad, muy poco hay digno dc los hombres cultos.


Al exámen pues dc la verdad, consagraron los académicos
de la historia sus tareas. Con paeiencia, con perseverancia, ayu-
dados de las luces de la crítica, apoyados en la ciencia, estudian-
do documentos en córligos diversos, esparcidos, comparando lo
posible con lo probable, estudiando las costumbres, las ideas, las
opiniones dominantes en di versas épocas, lograron establecer
hechos tales como satisfacer mejor á los hombres de srlna raZOll
y eongeturas f¡Ue en medio de la oscuridad parecen verosímiles.
Hacer mencion de todos y aun de la mayor parte de sus traba-
jos, seria tan superior ú mis fuerzas, como ageno de este corto
escrito. Contraido á sus límites, y temiendo abusar de la bundad
de la Academia, solo hablaré de tres, historiadores todos, de cu-
yos trabajos debe estar tan satisfecha; de tres que representan
para ella el principio, el medio, y el fin de la primera mitad de
este siglo que alcanzamos; de ir!uítoz, de Conde y Navarrete.


Fué cl primero un sábio modesto, entendido y laborioso,
que á tareas literarias consagró esclusivamente su existencia.
Dedicado desde sus primeros años á tan noble profesion, arre-
ható al mundo cuando sus años no pasaban de maduros, dejó
empezado un gran trabajo, y á la Academia el pesar de no ver
completo un monumento consagrado á nuestra gloria nacional,
depósito precioso de cuanto po(lia cn su clase satisfaccr la curio-




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sidad del hombrc intcligcnte. Llamado don Juan Bautista Muñoz
de órden del gobierno á la larca de escribir' la historia dcl Nue-
vo Mundo, se entrcgó con ardor al desempeño de esta comision
tan delicada. Por todas partes busca documentos que deLian
guiarle é inspirm'le la confianza de que iba á despojar dicha his-
toria, de las fi¡lmlas qUf~ la dcslucian. Porque en ninguna debie-
ron de introducirse mas errores, mas exajeraciones, mas rcsul-
tados de imperfecta obscrvacion y de la índole del hombre, cn
dejarse subyugar de Sil imaginacioll acalorada. La mayor parte
de los que primero vieron aquel mundo nuevo, carecian sin duda
de discernimiento; su propia vanidad de haber prcsenciado es-
cenas tan gr'andcs y maravillosas, el desco na t1ll'a I de calltivarsc
la admiracion de sus contemporúneos y de la poste)'jdad, le~ hi-
cieron abultar demasiado aquellos cuadl'Os. Si en alguna histo-
ria se necesitaba el juicio de la crítica, la paciencia y laboriosi-
dad en ex.aminar, en comparar diversas relaciones, en estudiar
documentos que no destinados á la publicidad, eOlltribuyen ;\
dar á conoccr el estado de los llegocios interiores y administra·
dOll de un pais, era la que el gobierno habia puesto á su cuida-
do. Inmenso fué el celo con que trabajó Muiíoz en busca de es-
tos documentos, recorriendo infinitas bibliotecas, tanto en el
reino como en los cstraños. Maravilla cansa que en cl corto
tiempo que precedió á la publicacion de su primer ensayo, se
hubiese hecho con tan numerosos manuscritos como los que Ú Sll
muerte pasaron al depósito de esta Academia que Ic contaba el!
el número de sus miembros distinguido5. nelativos (l todos los
paises del mundo nuevo, encontró materiales que yacian en el
polvo, ignorados elc los hombres. Historia, ciencias naturales,
detalles administrativos, partes de los diversos gobernantes ;t
sus cortes, viajes, descubrimientos, itinerarios, derroteros; de
todo hizo acopio para la confeccion de su t\'abajo, que por lo
poco quc ele él nos ha quedado, debía ser, sin duda, gigantes-
co. Para hacer ver hasta qué punto llevaba el escrúpulo de la
ex.actitud, y se dedieaha tan solo al eullivo de la verdad en sus
fan~¡,¡s, copiareUlos las siguientes palahras que se hallan ell el




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mI hoy dia, halló resistencia en la Europa de su tiempo, fué has!¡l
objeto de desprecio, de desden, y son precisos diez y ocho años
de paciencia y de heróica pcrseverancia, para que consiga
ser enviado en busca de inmensos tesoros y riquezas, á
emprender la conquista mas magnífica que á favor de la civi-
lizacion humana podia consumarse. Angustia causa contem-
plarle abrumado bajo el peso de un gravc pensamiento, lu-
chando con la pobreza, casi destituido de todo auxilio, cami-
nando á pié, llamando á la puerta de los poderosos, implomndo
de Génova su patria, de Venecia, de Inglater!'a, de Portu·
gal, tengan á bien aceptar el don mas espléndido que podian
recibi¡' de la mano de los hombres. Se muestra la naeio!l caste-
llana mcnos ruda en esta parte (Iue las otras: alcanza su reina
Isabel la dicha singular de añadir tí sus laureles el de compren-
der y protege¡' al sáLio. Su idea se discute en junta de hombres
doctos, ya los argumentos de los que se apoyan en algunos tes-
tos de los santos padres, responde el marino genovés, dc 1111
1I10do vietorioso. La terquedad se vé desarmada; se reduce al
silencio la duda: los tímidos se alientan: los obstáculos desapa-
recen al fin; Colon se embarca.


i QUé espectáculo! Un hombre seguido de otros ochenta re-
partidos en tres cara velas , como si dijéramos, tres grandes har-
cas entregándose á un mar des~onocido buscando el Xuevo
Mundo. Cuantos objetos grandes delante de la pluma del que se
ha preparado á ello con estudios prévios, dotado de discerni-
miento y crítica; cuando por las palabras suyas que hemos ya
copiado, se halla resuelto á consagrarse enteramente á la ver-
dad depurando la de las fábulas que la deslucen! Muñoz se mues-
tra digno de trasladar fielmente al papel, espedicion tan gigan-
tesca. Tan con9cedor hasta ahora de las cosas y los hombres que
fueron como su preludio, la describe con método, con sencillez,
con sobriedad de palabras, dejando á los hechos que hablen por
sí mismos, Se ve al gran navegante en alas de su génio, con los
ojos fijos en el Occidente, estudiando de noche ansiosamente el
cielo: ora alentado con dulces esperanzas, ora devorado de in-




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'iuieLude~;, milliendo los mares como palmo á palmo, rodeado á
eada paso de obstáculos, no siendo el menor el de luchar á cada
illstante eOIl el desmayo, eOIl el terror de sus propios compañe-
ros, que viendo inútiles sus súplicas , le quieren obligar con
amcnazas á volver las proas hácia las playas de la patria. Un dia
mas, yel fruto de diez y ocho años de meditaeÍones se vé perdi-
do para siemprc: un dia, y el Nuevo Mundo queda ignorado por
algunos siglos mas del viejo continente. Pero en el espacio de
este (lia aparece cl Nuevo Mundo á los ojos de los navegantes
que hacia unos momentos estaban abatidos, consternados. Se vé
la tierl'il suspirada, la India (Iue el gmn descubl'idor devora con
sus ojos; solo él pudiera espresar el arrebato de su júbilo en tan
feliz instante ¡El mutlllo nJ.evo! Todo son maravillas desde en-
tonces, las maravillas dc las mismas cosas. El aspecto del pais,
las producciones, los hombres con especialidad, t9do deja atóni-
tos ú los navegantes: el asombro es mútuo. Redobla el al'dor de
Colon COIl tan feli~ ensayo, se aumenta su afan de descubrir á
pl'ojJ()reio!l que lluevas objetos y paises se ofrecen á sus indaga-
ciones: en todos imagina realizado su meño de toca¡' á las regio-
nes de la india; el nombre de indios que dá á los habitantes,
presenta un testimonio de sus ilusiones, y aun no habia puesto
el pié en el illlllenso continente americano! Con qué interés se
SIgue á este hombre en sus espcdieiones, confiado y desconfiado
de haber llegado al país del oro, de las piedras preciosas, de las
especias y perfumes, lHas alimentado siempre con el gmn senti-
miento interio!' de haber descubierto inmensas posesiones. Pero
ni esta gloria, ni los homenages que recibe de sus mismos reyes
cuando pasa ú Europa ú darles cuenta de sus descubrimientos,
ni la fama ocupada de tantas maravillas, bastan para cura¡' las
heridas que imprimen en su mente las ingratitudes de sus pro-
pios compañeros y subordinados, los escesos áque se abandonan,
comprometiendo los mismos intereses de la civilizacion que es su
ídolo, y las infl'acdones de disci[llina, de que es víctima á veces
Sil persona propia. La envidia mientras tanto sopla en Europa
su aliento ponzoñoso: grandes personages de la corte de Isabel,




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se declaran enemigos suyos: la acogida que se le hace Ú Sil se-
gunda vuelta no es tan halagüeña como la primera: los socorl'O:-
que se le dan para coronar la empresa son escasos é inadecua-
dos á tan grande objeto: pero Colon no deja de volar al teatro
de sus fatigas donde le aguarda nueva gloria, nucvos padeci-
mientos, y tribulaciones, Ticne la dicha dc ensanchar en est J viaje
los límites de su descubrimicnto, De isla en isla, se acerca cada
vez mas al gran continente americano: la de la Trinidad cs la
última que descubre por aquella parte. Colon avanza mas y lIe-
gaJo al golfo de Pária, pone al fin la planta en las playas dc
aquellas inmensas regiones, que estaban destinadas á lIO llevar
su nombre!


Noticias tristes que llegan á su oido del estado de la Colonia
le obligan á dejar por entonces el nuevo teatro de su gloria. A
su llegada á la isla española, la encuentra teatro de disturbios,
de disensiones intestinas, de ataques violentos y de sangre. Se
ve desconocida abicrtamente su autoridad entre los suyos; ata-
cada su liuertad personal; su vida amenazada, mientras las en-
fermeGades le agovian y en ocasiones le dejan paralítico. Mas
su hcróica resigna.cion estaba á prueba de tan crueles contra.
tiempos: por meJio de negociaciones se deshace de los hombres
turbulentos que al fin parten para E llJ'0 pa , donde darán lluevo
pábulo á la envidia y odio Je sus enemigos. Colon gusta al fin
algun descanso despues de tan recias tempestades y se ve es·
pedito para correr nuevamente á donde le llaman las inspimcio-
nes de su genio. Oigamos al historiador: «Ademas trataba de
establecer en Paría un fuerte eon su factoría para el rescate de
las perlas. Recreado en semejantes ideas, comenzaba á gustar
el fmto de sus dignos trabajos, creyendo haber puesto las cosas
en estado que no podia menos de satisfacer á los reyes y triun-
far de sus enemigos. Pero cuán fallidas son las cuentas de los
homures 1 Podria haber un mes que respiraba despues de tar:
prolijos trabajos, y cuando pensaba ser llegado el momento de
descansar y gozar el premio merecido, entonces vino el golpe
mortal que acibaró todos los dias de su vida.» (Su prision sin




-17-
duda, y las eadenas de que cal'gaJo se le traslada á Eu-
ropa. )


Con estas palabras termina la obra rle Mllñoz, es decir, el
primer tomo y único que poseemos publicado. Le anebató la
muerte cuando preparaba para la prensa su segundo. Basta sin
duda esta muestra para la gran reputacion del escritor. para
que se lamente, el que haya sido tan fatalmente interl'Umpida
una produccion que tan coneicnzudamente elaboraba. La rela-
cion es sencilla, clara y metMica : su estilo natural fácil, abun-
dante y puro sin resabios de afectacion, sin ninguna mancha de
vulgaridad y de bajeza. En todo su contesto se ve un hombre
laborioso que solo se dedica al cultivo de la verdad, que emplea
los documentos que tiene á la vista con discl'ceion y crítica, y
que no se afana por exhibir pinturas y descripciones maravillo-
sas, confiado en que solo bastan los hechos para dar á su narra-
cion el carácter mas interesante. Todo es natural, posible y muy
probable: los acontecimientos se esplican claramente: los ca-
ract6res se sosfienen, .Y los colores sencillos con que el historia-
dor retrata al ilustre navcgante, bastan para hacer de (~l una
figura colosal que cautiva la admiracion en medio de las formas
modestas con que le reviste. Colon es en efecto el tipo, el modelo,
la personificacion del navegante. del descubridor de las épocas
modernas. De cuantos visitaron, esploraron y domaron regio-
nes !ln aquel inmenso continente, es acaso el único en cuya p{t-
gina de gloria no se ve sangre ni ferocidad, ni crueldades que
la empañen. Al genio sublime del que descubre el nuevo
mundo, se iguala el celo porque se re~peten las leyes de la
humanidad, porque caminell ell pos de él las luces de la ci-
vilizacion, porque el europeo no domine menos allí por sus vir-
tudes, que pOI' la superioridad de su saber y las armas que ma-
neja. Al nombre de Colon se eleva el alma, como al de todos
los que han abierto nuevas sendas á la ciencia, nuevos blasones
á la inteligencia humana. Cuantos despues de él han caminado
por igual senda y esplorado el globo en varias direcciones, no
han tenido mas gloria que la que cabe {t los que :,ienen deslmes


.j




- 18-
de los grandes inventores; la de ceder al impulso arl'astradol' de
un grande ejemplo.


llace mas de medio siglo que está sin continuar la historia
del Nuevo Mundo, de Muñoz: digamos mas bien que este mag-
nífico edificio, cuyo plano está trazado, apenas ha salido (k ci-
mientos,


Concluyó Conde la suya; la de la dominacíon de los árabes
enEspaña, aguardada y apetecida por cuantos deseaban enterar-
se {t fondo de este puehlo singular, que dió leyes en mas ó me-
nos vastas regiones de esta península por espacio de cerca de
ocho siglos. Nosotros no los ccnociamos mas que por sus guer-
ras con los príncipes cristianos; pOI' las conquistas que se hacían
de una á otra parte, por esta gran lucha nacional, en fin, de
una duracion sin ejemplo en los anales. De su carácter, de sus
costumbres, de la índole de sus empresas, de las guerras intesti-
nas que los dividian, de la formacioIl de sus diversos estados, de
las dinastías que alternativamente ocuparon nuestro suelo, del
estado de su civilizacion en sus diversos ramos, teniamos nocio-
nes aisladas, é inconexas. Fué otro de los individuos de esta Aca-
demia el que llenó un vacío que con razon notaban los hombresde
buen juicio. Satisfizo don José Antonio Cunde sus descos con el
cuadro completo de este pueblo singular pOI' lo que pertenece á
nuestra España, tornándole en su orÍgen, esplieando el carácter
dc sus instituciones, y cómo al impulso de una nueva religion y
al del genio del hombre que le hizo conocido en el mundo, á los
pocos años que cuenta de historia, ya deslumbra. Apenas estan
frias las cenizas de Mahoma, cuando guiado como por su sombra,
llega hasta el Eufrates, amenaza los muros de Constantinopla,
sc apodera del Egipto, y somete en seguida á su yugo touo el
Norte uel Africa hasta el Occéano. La conquista es su dogma
religioso; el fanatismo, el auxiliar de su valor; el fatalismo, su
creencia; ¿qué alicientes faltaban á la ambicion y á la codicia?
Sobre Europa debieron de fijarse sus miradas: un pequeño hra-
zo de mar los separaba de sus playas: el imperio godo gigante,
medio postrado bajo el cetro de sus últimos reyes, aguijonea la




-- 'IV -
~ed de los conquistadores: la traicion abrió sus puertas y la 111-
vasion musulmana se consuma. Una batalla sola decide esta
contienda, y si en las orillas del Guadalele no perece toda la
monarquía goda con su rey, ya es inútil para sus miembros
esparcidos loda resistencia. Casi toda la Península sucum-
be cn muy pocos años al yugo de los ámbes; pe\'O esta do-
minacion no lleva el sello de mas ferocidad que la cartaginesa,
la romana y la misma goda, sobrc cuyo~ escombros se estable-
ce. Combate Condc el error dc los historiadores de que los due-
ños nuevos de la Península lo hubiesen llevado todo ú sangre y
fuego, no dejando por donde pasaban mas que devastaciones y
esterminio. Hartas crueldades y violencias de toda clase acom-
pañan las conquistas; mas no era, no podia ser la índole de las
de los árabes, el reinar solo sobre ruinas. Su política fué la mis-
ma en España que en otras regiones vencidas por su espada: la
servidumbre, ó el tributo, ó el abrazar el Coran, estaba escrito
en sus banderas. Las capitulaciones eOIl lliversas plazas que sos-
tuvieron un sitio contra los dominadores, dan testimonio ¡ie es·
ta verdad, tan en contradiccion con los cuadl'Os exajerados que
se hicieron de aquella inundacion del nuevo género. Impuesto
el tributo, fueron las propiedades respetadas: no se obligó á los
vencidos á renunciar al culto de sus padres, y si con el tiempo
~n varios puntos de España hubo persecuciones religiosas y s'~
tiñó el suelo con sangre de mártires, se debió á otras causas, y
no :'t los principios políticos ó de secta, ~e los musulmanes.


Atenido Conde al solo objeto que dá el título á su obra, si-
gue las huellas de este pueblo en los pl'ogl'esos de su domina-
ciol\, en los estableeimielltos que forman en toda la Península,
en las disensiones y rivalidades que desde el principio los divi-
den, El espíritu de (;onquista los anima, sin embargo, hasta tal
punto, que á Jos veinte y dos años de su entrada cn España,
los vemos cruzar los Pirineos con huestes formidables, y llegar
hasta las márgenes del Loira, (londe los destroza Cárlos Marte!,
quedando muerto su caudillo en el campo de batalla. Hestitui-
,las Ú ES(lmla las rclíquias de su ejército, vuelven los úrabes ú




- 20-
verse despedazados pUl' sus antiguus údios, por facciones que
encuentran IRa8 Ú menos favor en la eorte tan lejana del califa.
Comenzaban entonces los cristiauos del Norte á inspirar sérias
inquietudes. No ven lus árabes de Españ-t Iflas medio de salva-
cion flue formar aquí un solo Estado con independencia absolu-
ta del imperio. Una revolllcion acaba de precipitar de aquel sú-
lio á la dinastía de los Omeyas, reemplazada pUl' los Abasidas.
Un príncipe de la familia proseripla se sustrae pOLO medio de la
fuga á la matanza que la amenazaba Loda, y Jespues de varias
vicisitudes y peligros viene á España, donde Jos árabes le acla·
man rey y saludan como vieal'io del Profeta. Sucede esto pasa-
da ya la lllitad del siglo VIII, ellarcllta años despues de la pri-
mera invasioll en la Península. En CúrdolJa se establece la silla
de este lluevo ealifado, que en espleIlllor y magllilicencia riva-
liza con el del Oriente. Y no dil'é nada, señores, de este impe-
rio, cuyo cuadro magnífico 11á pocos días ha siuo trazauo por
dos académicos en este mismo sitio. --Durú poco menos de tl'e::;
siglos y cayó, por lo que puso fin á toJos los establecimiento::;
de los árabes, á sabcr: sus discordias y guerras intestinas. En
tan largo período se engrandecen los estados cristianos; la fol"
tuna de la guel'l'a los favorece Illas que á sus rivales. Leon,
Castilla, Navarra, Aragon, ensanchan cada dia sus fronteras,
y cuando desaparece el imperio cordobés, los separaba el Tajo
de los musulmanes. Sobre las ruinas de Jicho illl perio se esta-
blecen jefes independientes armauos muchas veces UllOS contra
otros. Abre sus puertas á las arruas de Alfonso VI de Castilla la
plaza fuerte de Toledo, jJrincipal silla (lcl antiguo imperio goLlo,
y los árabes de España estremecidos con tan funesta llueva, se
ven precisados á implorar de los auxili0s de sus hermanos de
AfI'ica. Vienen á la Pellínsula en alas de su ambicioIl y fanatis-
mo los terribles Almora vides, que eIl aquellas regiones aeaban
de fOl'Il]¡Jl' un nuevo imperio, y vcngan C11 los campos de Uclb;
la caida de ToleiJo. :\las Jesapai'~ee pronto su dominaeio!l ante
la mayor l'eroeiLlad de 1.'1 ULle va dlilastía de los Almohades, ven-
eedores en Alal'cos, vencidos eu las "Navas de Tolosa. Es en·




-:H -
tonces cuando se reproducen con lluevo brillo las famosas lides
que habian distinguido desde los principios aquella contienda
encamizada; cuando Fernando 1Il de Castilla pone sus bande-
ras victoriosas en las torres de Córdoba, Jae;l, Sevilla y Murcia;
eUilllllo Jaime 1 de Aragon liberta del yugo sarraceno el territo.
rio de Valencia, y estiende hasta las Baleares sus eonquistrts.
Desaparecen á su vez los Almohades de atIuel gran tcatro, y
COIl los restos de tantos estados destl'llidos se forma el nucvo
reino de Granada, cn cuya capital se reproducen todo el lujo y
magnificencia y esplendol' de Córdoba. Mas no es ya posible
tan reducidos dominios ha~er frente á todos los príncipes cris-
tianos. Si subsiste por mas de dos siglos, lo debe tí las discordias
que á flstOS agitan, ú las guerras y facciones itltestinas que des-
l)euazan sus estados. Cuando Castilla y Aragon se ven como reuni-
dos bajo un mismo cetro, cuando se restablece la paz interior en
sus dominios, es inevitable la ruina de Granada. Esta última guer-
ra no es la que llama menos la atellcioll por su importancia, pOi'
el modo con que se cOlllluce, por ser la en que el arte militar dcs-
pliega mas rccursos y da mas testimonios de progresos. De ba-
talla en batalla, de plaza en plaza, se ve el imperio granadino
reducido á los muros de su capital, y aun asi son precisos mas
de cinco meses dc trabajos y combates para que se consumc la
postracion completa en España del estandarte de la media luna.


Todo este gran cuadro de cerca de ocho siglos ue conquis-
tas, de revoluciones, está trazado por Conde, con claridad, con
método y con órdcn. Se ve on él un sábio laborioso y entendido
que se afana por dar culto á la verdad, por despojar la historia de
las fábulas y elTores que la afean. Ni en Espaíia, ni fuera de ella
existia trabajo tan completo de una dominaciun que en tan lar-
go período constituyc la mitad de nuestm historia. Desde la Im-
blicacion de su obra, figura el nombre de Conde en el catálogo
de los sábios de EUI'opa, de quienes fué acogida con todo el apre-
cio de que es digna. En su fuentc bebieron los que despues ca-
minaron por la misma senda. Si algunos trazaron cuadt'os mas
animados, de mas brillante colorido, ninguno ofrece mayo!' te-




- 22-
soro de conocimientos. Es ya muy difícil escribir bien la historia
de España, sin e!ltudiar la de la dominacion de los árabes en ella.


Se vé en los árabes un pueblo nacido ó destinado, por las
circunstancias en que le colocó Mahoma, para hacer invasio-
nes, rápidas conquistas, para deslumbrar yaterrar al mundo con
lo impetuoso de sus espedieiolles; mas de poca consistencia de
carácter, sobrado volátil y ligero para ser fiel {t los principios de
su dominacion, pam fundar establecimientos permanentes. Desde
que se ven señores de España, se dividen y se disputan sus des-
pojos; si discordias pasageras desunen á los príncipes cristianos,
se puede decir que son un fuego permanente entre los árabes.
Dependientes de los califas del Oriente, como fundando ellos mis-
mos un imperio, se les ve eternamente agitados de sus rivalida-
des, proponiendo el gran objeto de formar un cuerpo de nacion
á sus individuales amhiciones. El pequeño reino de Granada no
se ve menos agitado de revueltas, de sangrientas convulsiones,
que el vasto imperio cordobés; y las dos razas formidables que
vienen de Africa en auxilio de sus correligionarios españoles,
desaparecen como el humo. Sabian los :trabes vencer y no
fundar, y esto espliea lo fugaz de su dominacion, y que fuera
de algunos paises de Africa, ningun pueblo puede hoy llamarse
descendiente suyo. Aun en España, doude dominaron por mas
tiempo, se puede decir que iba envuelto en sus conquistas el
gérmen de su decadencia.


Huellas importantes, ademas de Sil culto religioso que aun
domina en tantas regiones de Asia y de Africa, dejaron de su apa-
ricion sobre la tierra; y estos !lO son el rasgo menos importante
de la historia de los árabes. Que pueblos belicosos y fanáticos
venciesen y conquistasen, era un espectáculo de que la historia
suministraba mil ejemplos. La decadencia de las naciones que
los rodeaban, esplica por otra parte la facilidad con que la some-
tieron á Sil yugo; mas que en medio de sus victorias y espedi-
ciones cultivasen las ciencias y las. artes hasta el punto de ser
los primeros en ilustracion entre todos sus contemporáneos, es lo
que no puede menns de llamar la atencion !le los hombres prll·




- 2:-; --
sadHres. [gnorantee fueron los romanos en sus gloriosos dias de
eonquistas. Las artes, las ciencias y literatura en que florAeie·
ron des pues , las debiel'on por lo general á los griegos vencidos
que fueron sus maestros. De los romanos vencidos, tomaron asi-
mismo Jo poco que alcanzaron en civilizacion los bárbaros del
Norte. Tuvieron los árabes la gloria distinguida de enseñar y
de vencer alll1isll\o tiempu. «En los siglos de la mayor igno-
rancia de Europa, dice el mismo Conde, cuando en ella solo
sabian leer los obispos y los abades, eran doctos los árabes, así
de Oriente como de Africa y España.)) Tambien nos dice que Al-
rollSo cl Sábio, á quien tanto auxiliaron en sus trabajos astronó-
micos, mandó establecer escuelas donde se enseñase el árabe;
que protegió este estudio; que se publicaron en su tiempo y en
los sucesivos traducciones de algunos de sus libros; mas que
preponderaban tanto el desp¡'ecio y ódio de los cristianos hacia
el pueblo invasor, sobrc todo á su secta religiosa, que alcanzó la
pl'OSCl'ipcioll ;Í sus cntcs y literatura. .\las ni este desprecio ni
este horror quitaron ;t los árabcs la gloria dc tUl,ber sido sábios,
literatos, artistas eminentes, inventores ó propagauores de mu-
chos descubrimientos ingeniosos, de haber introducido ell Eu-
ropa el álgcbra, y segun la opinion de muchísimos, la pólvora;
de haber alcanzado grandes progresos en la química; de haber
fundado escuelas de todo género; de medicina, de jurispru-
deneia, de asLronomía, en qur fueron eminentes; de haber sido
restauradores de algunos libros de la antigüedad que se daban
por pt,rdidos. ¿Y qué pueblos de España donde hicieron su man-
sion por algun tiempo no presellt3.n monumentos de su indus-
tI'ia, de sus luces y magnificencia? ¿ Quién no los admira, sobre
todo, en Toledo, en Sevilla, en Valencia, en Córdoba y Gra-
nada?


Conde es mas compilador que historiador: él mismo lo de-
clara así en su prólogo: «Esta historia, dice, de la dominacion
de los árabes en Espaiia, cstá compilada de varias memorias y
libros arábigos escogidos, antiguos y acreditados, y me he pro-
puesto dccir lo que ellos refieren, haciéndolo casi siempre con




- 24-
sus mismas palahra~ fielm~n Le traducidas. Así, al mismo tiempo
que se yen Jos hechos uc aquella nacion, se puede conocer el
genio de que usan para historiados. He omitido sí las referencias,
las t\"adicciones en que los árabes fundan sus narraciones por es-
el1sm' la molestia y prolija cadena de sus historíadores, sus nom-
bres, apellidos, p;¡tria y demas cit'cunstanrias quc espresan
ellos ú la larga y á cada paso.»


Hé aquí lo que cn mi opinion rcalza el mér'ito tIel tmbajo. ~.
hace que su obra sea tesoro ele conocimicntos útiles. Con el lillO
crítico de elegir entre estos libros los mas instl'Uetivos, los que
aparecian mas libres tIc fúllUlas, los que merecian mas asentí-
miento ue los hombres de buen juicio, dió al lector motivos ra-
cionales para prestar ú los principales hechos aquel el'(~dito que
comporta la naturaleza de la historia. Y ¿ dóndc mejor que en
sus libros se pucden estudiar los usos, costumbl'es, estado dc
las luces y mas particulares que constituyen la intlole de un
¡JUeLlo?


Tambien Conde fu(~ alTchatado por una. muerte prematura. á
sus trabajos literarios. A falta dc otro monumento fuera de sus
obras, vivirú su nombre en la sentida elegía que le consagró Mo-
ratin; noble efusion de la amistad, una de las mas felices de tan
grande ingenio.


El terceJ'i), señores, de que me he propuesto hablar', pal'c-
ce vivir aun en el seno de la Academia; tan reciente es su pér-
dida, tan gmtos y sentidos recuerdos ha dejado á esta cmpora-
cion, de que fué digno presidente. Pocos trabajaron con tanta
constancia, con tanta utilidad en promover los adelantamientos
ele la ciencia. Hay homhres destinados por la natUl'aleza á sua-
"izar esta senda, á limpiarla de escombros y malezas, á cubrir-
la hasta de flores muchas veces. Tales son los eruditos, los an-
ticuarios, los que sc engolfan en el mar de archivos y bibliote-
cas, ahorrando tanto trabajo al escritor, para quien sin ellos
serian hasta imposiLles sus tareas; Al número de estos hombres
útiles y raros, perteneció don Martin Fernandcz Navarrete.
Dedicado á la marina desde sus primcros años, distinguido en




ella por su aprovechamiento en cuantos ramos de saber la cons-
tituycn, por su valor y disposicion en algunos lances durante su
corto servicio activo en clla, se dedicó esclusivamente ú donde
le llamaba su grande inclinación, al cultivo de las letras, Oficial
del ministerio de Marina, secretario cn seguida del almirantaz-
go, director del depósito hidl"Ográfico, en0argado de muchas
comisiones científicas, individuo de varias academias, senador
<lel reino durante dos ó tres legislaturas, se puede decir que
consagró una vida de 79 años á promover los intereses y ade-
lantamientos del saber; á esplotar en ocasiones el campo ameno
de la liteI"atura, en que era tan inteligente, Su coleccion de
viajes y descubrimientos, donde se insertan mas de cuatro-
cientas memoI"Ías, será siempre, como ya lo ha sido, un
tesoro para cuantos se dediquen al estudio de la América y
cultiven el terreno de una historia, que ocupará por mucho tiem-
po las plumas de los sábios. No hallará el lector menos alimento
de instruccion en sus memorias biográficas, dedicadas á perso-
najes que han figura(lo en el mundo político y militar, cscrita~
en estilo claro y fácil, castizo y cOI'I'ecto, corno correspondía á
quien era asimismo uno de los mas dignos individuos de la Aca-
demia de la lengua, A su pluma se debe una de las mejores vi-
das quc se han escl'ito de Cervantes. La biblioteca de la nacion
española marchará siempre por su grande importancia, en segui-
lla de su colcccion d(~ viajes y descubrimientos. Le cogió la
muerte publicando la eoleccioll de documentos inéditos para la
historia de España, ~n que tuvo por colaboradores á dos sábios
académicos que aun la continúan.


Entrar en mayores p,')l'menores sobre los trabajos de este
sábio seria hasta inútil delante de una corporacion que á todos
ellos ha tributado el aplauso que merecen. Materiales pre-
ciosos dejó para la histOl'ia, quien fué uno de los grandes orna-
mentos de la academia de este nombre. Ejemplos grandes que
imitar, (~I Y los de mas aead(~miel)s que le precerlieron en tall
j lustre senda, ú los que hoy se adornan con el mismo título. Gran-
de~ (~ importalltes lrabajo,; aguarclan touavia ú lo,; que esplotatl este


'1




-- 2ti -
campo de la historia; inagotablc. como el de todas las illdaga·
ciones que llutrcn la llama del cntcllllimicuto. Infinitos materia-
les aguardall la mmlo que los ponga en obra. Cada dia salen del
polvo de las bibliotecas y archivos, docurnentoslluevos; cada dia
~c llescubren IllOllunlClllos materiales que difunden nuevas lu-
crs sobre pueblos que existen, y otros que ya desaparecieron
de la tiel'l'il. Cada dia se agranda mas el c::J.mpo de la sana crí-
rica. Si es ya tan difícil, supcrar en habilillad y en genio ft los
grandes escritores que cste raInO cultivaron; cs posible rectificar
errores inevitables en (Iue hall incunido; añadir hechos impor-
tantes quc se ocultaron á sus indagaciones; aumentar la masa
de los eonocimicn los, y ofrccer en todo cuadros !llas fieles dc los
hechos de los hombrcs. En tiempos anteriorcs apClns entraball
en ellos lilas que gucrras, revoluciones, todo gt:~nero (le cala-
midaues, poco á poco se fueron incluyendo en su dominio las
artes, las ciencias, la literatura, la legislatura, la política, to-
dos los progresos de la humani¡lad, todos los descubrimientos,
¡lestello de su genio. Porque la historia es toLlo el hombre; por-
que Sil significado apenas tiene límites; y la prueba Llc esta grall
verdad, es que hasta con .el nombre de historia se Jcsigna el
estudio y descripcion de la naturaleza.


Dos palabras, sefíores, y concluyo. La historia [u(~ objeto
f~n mito de estudio de los españoles en todos tiempos, llO menos
durante la dominacion romana, que en la goda, que en la (¡ra-
be, que en la de la edad media, bajo el cetro de los príncipes
cristianos. Grandes fAbulas deslucen sin duda sus composicio-
nes; mas es dado á pocos hombres dejar de doblar el cuello al
yugo de su siglo. Conforme se acercaba la época llamada del re-
nacimiento redoblaban sus esfuerzos los eseritore:'llledicados;l tan
ft~rtil ramo: el descubrimiento y conquistas en el Nuevo Mundo
aumentaron prodigiosamente nuestro tesoro en este génel'O ; y
por la misma scnda, aunque;í otros vario:'lohjclos dirigidos, ca-
minaron eon dislillcioll y hrillalltez nuestros historiadores duran-
le el gran siglo XVI, lJue no se Silbe si 1J1~l'ece el título de siglo
de las artes (¡ siglo de las eiencias, () si siglo de la gloria mili.




- 27-
tal', ó siglo de los descubrimientos y navegacíon, ó siglo de
las contiendas religiosas; tan variado en sus figmas se muestra
este gmn cuadro. Permítame la academia añadir, quc á este si-
glo dimos los mas grande;; capitanes: los mas grandes marinos,
los mas grandes descubridores y conquistadores, y con algunas
escepciones los primeros artist;~s, los primeros literatos, los pri-
meros poctas, sin fJue entre tantos españoles como cultivaban el
saber humano, campeasen menos ventajosamcntc los historiado-
rcs. Con cste recuerdo, (Iue no califico, mas de que no es dado
ú español alguno el desprenderse, daré, sefíorcs, fin á mi escri-
to, débil, mas sincero tributo de agradecimiento ú la Academia
de la Historia, en cuyo seno he tenido la honra de leerle,






CONTES'f A CION
AL DISCURSO ANTERIOH,


POR


ACAUEMICO DI, NUMERO.


... -'" . .:-~~: .'


/~::::-;:;-~- ;-
"'~{/,~ ,~
:'!~ .. ): <~'\¡
:~; i
-,


. " .. ,~->.-






SIDÑOUES.


SI no pl'Odujesen estas solemnes recepciones otro fruto que el
de presentarse cn ellas con maestría y suma inteligencia las
cuestiones y puntos príncipales de nuestra historia patria, ante
nosotros, en ulla rcunion tan brillante y escogida y á la faz del
público, por las personas elegidas para fonr,ar parte de nuestra
Acadctllia, dando al mismo tiempo idea de sus conocimientos
históricos y de su mérito, fuera esto bastante para comprender
su importancia y para congratularnos cada vez mas de que los
nuevos Estatutos hayan sustituido este nuevo método de dar la
investidura académica al modesto que antiguamente se hallaba
establecido, en armonía entonces con el espíritu de la pasada
("'(loca, menos conformc hoy con las exigencias de la (m que vi-
vimos.


Prueba de esto es el discurso que acabamos de oir, bastaute
para formar idea de nuestro elegido, si 110 tuviese muy de ante-
mano acreditarlo quien es como historiador, COlllO militar, como
hombre de gohiel'llo; si no sc supiese cuánto vale y CUt1l1 capaz
('s de auxiliar nuestros trabajos con asilluidad y celo una vez
hecha esta e:'\pecie de profesioll, esta promesa (l1Í blica de COI1('11r-




- 32-
rir con sus luces á llenar el objeto de nuestro Instituto, y de coro
responder á los votos del cuerpo que lo ha elegido; distincion que
aprecia en todo lo que vale, y la acepta con la mas firme y de-
cidida voluntad.


Penetrado de estos sentimientos, tan modesto COIIIO ilus-
trado, se presenta hoy ante nosotl'os con cierta desconfianza de
sí propio, que es el mejor distintivo del hombre sábio, como du-
dando del asunto que debia elegir para llamar la atencion de la
Academia, escitar su curiosidad y satisfacer su gusto delicado,
habiendo dado la preferencia con mucho acierto á presentar
nuestro Instituto tal cual es y en toda su importancia, á tratar de
su objeto, de sus producciones, de la luz que estas han difundi-
do, de los bienes que es capaz de producir, de sus mas notable~
miembros y de tres que han merecido su atencion con particu-
laridad por sus escritos y por los trabajos que hicieron en la úl-
tima época.


Llamado yu á este campo, bien ageno de que pudiera en él
caberme parle, cansado UII tallto, falto de medios brillantes de
persuadir, agradar y conmover, parccia que el honroso cargo
de contestar al discurso que acabamos de oir, pudiera haberse
cometido á ([uien pudiera hacerlo con mas acierto. No esquivaré
sin emhargo elllarnamiellto; por el contrario, lo acepto con sa-
tisfaccion, porque no pudiendo desentenderme de los puntos que'
abraza, me dá ocasion de pagar, aunque en humilde y llano es-
tilo, del que no me es permitido salir, un tributo de gmtitud á
este ilustrado Cuerpo, al que tanto he debido en el espacio de
mas de treinta años, haciendo una ligera reseña de lo que ha
sido desde su ol'Ígen, de lo que ha hecho y de lo que es capaz
de hacer, y de algllll()~; de sus miembros que mas bonO\' le han
dado y mas han concurrido á llenar sus fines, dej:'ll1donos abif)rto
un buen camino, muchas obras principiadas, grandes ejem-
plos qne seguir y materiales abundantes pam concluidas y
emprender otras nuevas con ventajas y auxilios que ellos 110
luyieroll.


El Ilroyecto conerbido por al gU¡}OS hombrrs ('mi Ilrlltes de 1




glorioso reinado de Fclip(~ V tall provechoso para las letras.
de escribir Ja historia de Espaiía purificándola de fábulas y
errores, acogido ben(~volamente por aquel monarca, que desde
luego conoció su necesidad de importancia, comenzó á ponerse
en ejecucion en este mismo sitio con todo el ardor con que se
conducen las grandes y útiles empresas, por los que tuvieron el
atrevimiento de crearlas.


Su empeño para entrar en esta obra colosal se deja ver en
el aparato que desde luego acordaron publicar, pl'ecedido de un
discurso general sobre la geografía antigua y moderna, historia
natural, cronología, primer poblador, la lengua primitiva, las
reglas criticas en comun, las medallas, las inscripciones, privi-
legios y demas monumentos fijos de la historia, los cronictlnes
verdaderos y falsos, y el método que debia observarse en estos
trabajos. Reconocióse auemas la necesidad de formal' un diccio-
nario crítico universal de España: se distribuyeron asuntos esco-
gidos para formar disertaciones, se designaron á peticion del
cuerpo hombres eminentes para que recogiesen en lodos los ar-
chivos delt'eino todos los documentos y noticias que considera-
ran convenientes, iigurando en primera línea el P. Burriel, Pe-
rez Bayer y Velazquez, habiendo producido sus viajes y sus in-
vestigaciones, la adquisicion de 13,664 documentos originales
de la hisloria de España.-Publicóse el ensayo de alfabeto de
letras desconocidas: se propuso por el señor conde de Campoma-
nes, y aprobó, un índice diplomático con las reglas que debieran
observarse pam su formacion, habiéndose llegado á reunir por este
medio hasta GO,OOOcédulas. Sefol'Inó la instruccion para escribir
el diccionario geográfico de Espaiía, imprimiéndose el interro-
gatorio, al tenor del cual se apresuraron todas las personas y
corporaciones invitadas á dar las noticias convenientes, habiendo
sido el resultado reunir abundantes y copiosos datos que todavía
se conservan: se pensó en publicar la coleccion de autores ori-
ginales de nuestra historia, que en vista y con presencia de có-
dices de grande autoridad habia formado el señor don Juan Uau-
ista Perez, Obispo de Segorbe, que cedia gustoso á la Academia,
~)




~ 34-
~in otra condicion que la de que hubiese de SCl'vir pam formar
una colcccion de historiadores originales de Espafía, pensamiento
propuesto al gobierno pOI' este cuerpo, y que desgmeiada mentr
no fué atendido. Se reunieron todos los cronicones y crónicas (]e
quc pudo tenerse noticia, y examinaron con esmerada escrupu-
losidad, y, en fin, se adquirió la riquísima coleceion diplomútica
de Mateos Murillo que ele real órden se mandó pasar ú la Acade-
mia, y contiene 325 volúmenes en fólio, cuarto y en octavo.


Vino una segunda época, en 1792, en la cual se creyó con-
vcniente hacer una l'efol'Ina de los Estatutos, renovándolos como
decia cn su memoria trienal nuestro dignísimo (lireetor el seiíor
Navarrete, «cuando empezaban 11 propagarse los principios de
»órden y de justieia pam conciliados con la prudente libertad que
»dan las leyes á quien las observa.)) A beneficio de aquella rct'or-
Ola los trabajos acad6micos se hicieron con mayor rcgulal'idaJ y
mas grande fruto, y ;l ellas se deben la reeti flcacion de la crono-
logía, la de geografía, el arrcglo dc las colecciones litológicas y
numismúticas, el aumento de la Biblioteca, el del monetario, las
investiga8iones arqueológicas, los; viajes literarios, la multitud
de memorias que se formaron, el arreglo de los cronicones y
cróllicas, el principio de la ejecucion del Dicciona!'io geográfico
de Espafía, la formacion de colecciones diplomúticas, el amoll-
I o,namiento de riquezas que en grande copia fuero!l depositúndose
en nuestros archivos, suficiente sin duda para presentar la his-
toria de nuestra patria con t(i)clas las condiciones nr,cesarias, si
los trabajos de los ilustres aead(~micos de aquel tiempo hubieran
sido apreciados en su justo valor, y protegidos devil/amente por
el gobierno; pero ambas á dos épocas pasaron casi en la oscmi.
dad, y fuera de las memorias, y de algunas otras producciones,
no muchas en número, que ú duras penas vieron la luz pública,
las tareas académicas tu vieron el mérito de ejecutarse en la
oscuridad, sin que su importancia y multitud, así como la uti-
lidad de grandes proyectos del cuerpo elevados al gobierno
en aquella época, sirvieran de nada para apr0vechars,> cual se
debia de ellos, y solo para atestiguar el amor al'Lliente de los




índividuos del mismo por corresponde/' á su objeto, sill en-
t/'U\' jamás en desaliento por 10 escaso de la consideracion que se
le dispensaba, y por la triste huella que en su ánimo debia pro-
ducir el sentimiento de que sus trabajos y eseritos fueran ú
tomar el polvo de los archivos, esperando les llegase cl turno
muy incierto de ser conocidos y tle ocupar su lugar que les eor-
re~pondia en el m un do literario.


Este fatal destino ha sido como el patrimonio constauLe de
lIucstra Academia, y si se cO/lsultan sus registros y los diseur-
sos triellalcs Jc sus (lireetores, acaso no se verú uno solo en que
no se lamenten de cste desamparo, cuyo primer efecto fué el de
que se pensase por algunos cquivocadamente que la falta de
publicaciones útiles consistia en la Corporacion, y el que muchos
de sus individuos prefiriesen entonces y hayan preferido desplles,
el publicar privadamente y en nombre suyo las obras qun en
otro caso quizá hubiesen salido de aquella.


En medio de todo la Academia jamás perdió de vista su ob-
jeto, y cl resultado fué formar una preciosa coleccion diplomá-
tica en que se reunen multitud de documentos originales, sin
los cualcs no es posible fijar ni ilustrar los hechos dudosos de
nuestras antigüedades civiles y eclesiásticas, ni combatir ni di-
sipar las fábulas que oscurecen la luz de la verdad, ni ha per-
donado diligencia ni gasto alguno, ú pesar de la escasez de SUti
fondos, para buscar y adquirir de todos los archivos y bibliotecas
cuantos diplomas, cronicones y códices históricos podían con-
ducir ú tan importautes designios.


Fruto fueron de las gralllles é incalculables lamas de
los académicos y otros literatos las colecciones del sefíor
Velazqucz, la del P. Sobreyra y Salgado, la del serior fiu-
seme, la del sefíor Sans y de Bal'utell, la del señor Abad
y la Sierra, la de privilegios y escrituras de la iglesia de
Espafía, la del serial' Traggia, la del sefíor Horanes, la del eJ'()-
nista Pelliccr, la de don Juan Bautista Jluñoz, la del scfíor
Abella, la del scfíor ~Iarina, la del señor Salllperc y Gua-
"inos, la del sefíor Vargas Ponce, las cuales con la diplo-




mática de Mateos y Merino, ascienden ú 826 volúmenes. Cuau
grande sea esta riqueza, de cuanta utilidad pam la forma-
cion de la historia de España, para cuantos y cuan gran-
des fines pueda servir ademas, es ocioso decirlo. Solo en
el dia en que esta ricl mina llegue á esplotarse con discreta
y sábia eleceíon, y se dé el lugar conveniente á los tcSOI"OS que
encierra aplicrll1dolos oportunamente, se verá su inestimable
precio, y la alabanza que merecieron sus autores, asi como los
académicos que se ocuparon constantemente en los multiplica-
dos trabajos que hicieron en las cuatro Secciones ó Salas en
quc se dividió la Academia por el nuevo reglamento de 1792,
para llenar su respectivo objeto, á saber: el exámen y juicio de
los escritas que posee la Academia con el fin de escojer y orde-
nar lo que se hallase digno de luz pública, la geografía de Es-
paña y formacion del diccionario, el cumplimiento de cronista
mayor de Indias, y las antigüedades y cronología.


LaI'go fucra enumcrar lo que en este largo pcríodo trabajaI'on
los académicos consagrándose al exámen de la verdad histórica
con paciencia, como dice muy exactamente el señor don Evaris-
Lo San Miguel, y con perseverancia, estudiando códices y mo-
numentos, libros é historias diversas, y examinando las costum-
bres, las ideas y los opiniones mas dominantcs cn difercatcs
épocas para eslablecer los hechos, tales como satisfacen mejor
ú los hombres de sana razon, y deducir las mas verosímiles con-
juturasenmcdiodc la oscuridad, ausiliados dela mas severa crítica,
empicando para ello vigilias y fatigas áridas y de gran trabajo;
obra larga fuera y agena de los límites de su discurso y el mio;
pero entre todos han llamado mas paI'ti(;ularmentc su atencioH
tres que presenta como principio, medio y fin del siglo en que
vivimos, á saber: don Juan Bautista Muñoz, don José Antonio
Conde y don Mal'tin FernanJcz Navarretc, los cuales, cierta-
mente conespo:ldcIl Ú la idea que se ha formado y quc tan fiel
y bril!antell1c;; te nos trasmite cUilndo analiza sus obras forman-
Jo su fecunda imagi:;a:ion uw: ¡)Clla y poética pintura, descri-
biendo sus tareas, c!ogiando singularmentc la buena fé, la cxac-




37
titud y conciencia con Ilue han procedido en los Lmbujos históri-
cos que nos han dcjado, rcalzanuo con los mas vivos colores dos
g\'anues hechos de nuestra historia patria, el uescubrimiento del
Nuevo Mundo, y la época ue los árabes durante su dominacion
de cerca ue ochocientos años.


Nadie pueue poner en duda las relevantes prendas del señor
Muñoz, caracterizado por su esmerada uiligencia enreeoger
documentos para la historia de América, distinguiuo por su fino
tacto, por su acertaua eleccion, por el lugar que supo darles en
la ordcnacion, por el uso que hizo ue ellos, por su fina critica,
por la ve;acidad y estilo con qu~ escribió el primero y único
tomo que llegó á publicar, cuya lectura nos hace deploral' su
temprana muerte, y el que esta nos haya privado acaso de la
mejor historia de Indias que se hubiem publicado. Entonces se
hubieran evitado acaso muchas otras de plumas estranjera'l, que
con menos buenos y fieles datos han dado á luz, y lugar con ellas
ú que sus preocupaciones, su animosidad contra no<;otros, el de-
seo tIc mel10scabar nuestras glorias en el descubrimiento del
Nuevo Mundo, y lo que en él y por él hemos hecho desde quc
fué descubierto hasta nuestro tiempo, siendo la mejor respuesta
el presentar los hechos tales como fueron en verdad, y pOlO el
mismo método con que lo hizo en el trabajo que diera á luz.


Pero si hubo la desgracia de que Muñoz desapareciese cuan-
do habia apenas dado principio á su grande empresa; la r'ica
coleccion que nos dejára compuesta de i 35 volúmenes, la
de viajes y descubrimientos de los españoles desde fines del
siglo quince, el admirable libro que nos dejó nuestro dignísimo
señor don Martin Fernandez Navarrete, obra bastante por sí
sola para inmortalizar su nombre, que comprende las cua-
tro espediciones de Cristóbal Colon, los viajes de Magallanes y
de Elcano, los de Loaisa, de Americo Vespucio, de Grijalba y
otros muchos, sin hablar de la multitud de obras históricas que
desde la muerte de Muñoz se han publicado en aquellas aparta-
das regiones.


El hecho portentoso del descubrimiento de un mundo nuevo




-- ;;8 -
debido ú España, era demasiado grande para 11(1 esciLar lliOclI f--
tades, contradicciones, intrigas y las ellvidias COll todas sus
majas artes contra el primer descubridor, el inmortal Colon,


¡Bella página! una de las mas gloriosas de nuestra historia,
que en vano hall intentauo manchar apasionados cseri tores,
debida al saber, al genio, á la constancia imperturbable, al valor
ret1exivo de un hombl'e estraol'llinario, de todas partes y naciones
repelido, solo en España acogiuo por los H(~ycs Católicos por
el auxilio ue dos humildes religiosos, primeros yencaces móviles
que sirvieron para desvallecer temores, superar obstúeulos,
presentar como hacible lo que á todos parecía el sueño de un
hombrc delirante, illclinal' á Fcrnando é Isabel (l apa(}¡>inar aqlle-
lIa empresa sostenielldo el eelo, el ardor de ü(l'lel va 1'0 11 mas
abatido ciertamente en las antesalas que en las embraveci(las
olas del Occéano, que en el fuego de las sublevaciones suscita-
das pOI' sus compañeros de viaje, que en los trabajos y miserias
en que él se vió frecuentemente envuelLo, que en las prisioues,
cadenas y grillos, que aceptándolas eon respetuosa sumision en
vida, quiso llevar como un trofco al sepulcl'O,


Timbre fué suyo tambien, y no pequeño, el gran desinterés
de toda su vida, viviendo pobre en medio del oro, y de adquiril'
un mundo, y el que sus triunfos no fuel'an manchados con la
sangre de sus semejantes, y el que todos los que des pues de él
vinieron no hayan hecho mas que seguir sus pasos para agrandar
las conquistas, aunque no han sido tan fieles en imitarle en su
humanidad, su amor á los pueblos conquistados, su ardiente
lleseo en inspirarles la religion, introducir los gérmene!'l de ci-
vilizacion y de costumbres, y en las delllas virtudes que le ca-
l'acteriz aron,


A nosotl'OS toca presentar por medio de documentos la ver-
dadera historia de todos los hechos que ocurrieron en el Nuevo
.\Iundo en la época de su descubrimiento, en la de la ereccion
de poblaciones, poniendo en clal'O . el modo con que fueron
constituidas, la distribueion de terrenos, las encomiendas, los
presidios, las leyes que se dieron para proteger los naturales y




- 39 -
atmerlos Íl los pueblos, los efectos que en ellos produjeron, la
instrueclon religiosa y civil, las leyes que se dictaron para pro-
tejer ú los naturales contra la opresion de los pobladores, y tÍ
quienes se debieron principalmcnte, ó quienes fueron sus PÓ1-
cipales promovedores para destruir los abusos. Este importante
t!'abajo pam el cual tenernos en nuestros archivos muy copiosos
y eseogidos materiales, no es por cierto uno de los en que con
mellos fruto y gloria se está en el caso de emprender. Asi lo ha
comprendido siempre la Academia mucho tiempo há, conociendo
muy bien las obligaciones que sobre ella pesaban corno Cronista
de Indias por lo cual decia el señor Navarrete en su discurso
trienal de 1840, que habia presentado yarios papeles pertene-
cientes ú la coleceion de manuscritos de Indias que pudo rescatar
ue manos ue un estranjero y el tomo primero de la Historia de
Indias de Oviedo, con las adiciones todavía inéditas hechas por
su autor, flue dispuesto para la prensa mas de doce años habia,
e.~luvo eSllllcsto ú uu cstravío: pero la falta de medios impidió su
pulJlicaciou. Y como continuase sin eSP:I'allzas de mejorar, habién-
dose presl~nlauo II (j¡l ocasioll favorable durante mi segundo trie-
nio de hacer el sefíol'llon Domingo del Monte il espensas suyas la
impresion (le esta historia general de Ovietlo y de las (plincuaje-
nas del mismo, fué acogido eon la mayor decisioll su pensamien-
to, ofreciéndosele todos los medios de cooperacion que pudiera
dispensar el Cucrpo, faeilitándosele materiales y recomendándolo
al gobierno, pero por un incidente particular, no tuvo efecto
tan útil pensamiento: mas hoy, cuando ya se ha conseguido lo
que entonces no se tenia, obligacían es nuestra ejecutar lo que
un particular se propuso, y hubiese llevado ¡ícabo sin aquel obs-
tiwulo, lo cual cuando se vi<Í que ya no podia por entonces veri-
IIcarse me hacia decir: « Si esto no fuese asequible, deberá en mi
)) concepto entrar en los planes del Cuerpo, el hacer uso á su
»tiempo de los ricos materiales y colecciones que posee, de los
)) cuales puedc sacar el partido que á ninguna persona ni corpo-
)) raeían fuera fácil obtener.» Felizmente hemos dado principio á
esta empresa, dando á luz una de las obras, la primera en ór-




- !~O-
den, que la Academia tenia preparada, y podeJllos ahrigar la es·
peranza de que los esfuerzos reunidos de sus individuos, y 10&
medios ausiliares que pueda adoptar, la pondrú/1 en el caso de
publicarse un dia las de Indias, de un modo digno de la misma,
y como se tiene derecho de esperar.
Prccisament~ coincidia con el descubrimiento de UIl Nuevo


Mundo la destruccion del Imperio de los árabes, cayendo las
IOlTes de Granada, al propio tiempo que se levantaban las de
aquellas remotas regiones llevándoles la luz del Evangelio. Ma-
,'a villosa disposicion de la Providencia, la de que aquel pueblo que
por espacio de cerca de ochocientos años habiadominado nuestra
España, sucumbiese entonces ante el poder reunido y com-
pacto de los españoles, que ya por fin conociendo sus intereses
lograron arrojar al enemigo comun, completando una emprcsa
que hubiesen llevado á efecto mucho tiempo antes, si el lugar
que dieron á sus ambiciones y guerras intestinas lo hubiesen
(lado á destruir á sus conquistadores, recobrando el imperio que
siglos antes nos habia sido arrebatado.


Parecía que los ochoeientos años de oCllpacioll de los úrabes,
debian haber suministrado materiales muy abundantes á la his·
toria para trasmitir sus hechos y todo lo que tlebia seL' su ohje-
t o ; pero si este pucblo ilustmdo deb¡ó escl'ibir sus anales de un
modo mas ó menos perfecto, mas ó menos ordenadamente,
con mas ó menos crítica, bien en uno, hien en muchos li-
bros, ello es, que á nosotros no han IIcgado de manera que
pucdan servir pam formal' una historia que merezca lal nom-
bre, haya cso consistido en que no los hubiera bastantes, (¡
en la destruccion de sus libros y bibliotecas, por causas tIue
no es de este IllornellLo enumerar, siendo muy pocos los
códices que han podido salvarse. Es por tanto digno de todo
elogio el que el señor don José Conde, pensase en darnos
una historia arreglada de este pueblo que nos dominó por
espacio de tantos siglos, dejándonos unas huellas que la dura
mano del tiempo no ha podido destruir .. Mucho debernos por lo
mismo agmdecerle este trabajo, el cual nos d¡'t moti vo para sell-




- 4:1 -
til' Iwofuntlamente que las circunstancias ue su vida le hubiesen
apartado de este terreno, propio suyo verdaderamente, y en el
cual hubiera sill uuda dado cima á la grande obra de la historia
úrabe-hispana llegando ú donde pocos hubieran podido alcanzar;
pero anastrado por las vicisitudes de una época tan fecunda en
ellas, si se ocupó en acumular preciosos materiales, muchos de
los cuales han desaparecido, ó se hallan en manos estmnjeras,
lo quc nos dejó escrito y dispuesto por sí mismo con (letenimien-
to y órden, nos dá una idea exacta dc lo que pudo esperarse de
él, Y de lo que hubiera hecho si sc huLiese dedicado esclusiva-
mente y con la quietud que el sábio há menester para ocu-
parse en las tareas ú que era llamado por su inclinacion, sus
conocimientos de los idiomas orientales, su gran lectura de los
códices que habia examinado no solo en el Escorial sino en el
estranjero, su recto juieio y fina crítica, y la conciencia que se
echó de ver en lo que nos ha dejado y podQmos reconocer por
suyo, que lastimosamente nos hace ver la desventaja con que
se concluyó la parte que faltaba en su apreciable obra al tiempo
de su fallecimiento. ¡Quién sabe si todavía es tiempo de reco-
brar sus manuscritos, y de sacar de los que la Academia tiene,
datos importantes para dar mayor claridad á aquella histo-
ria, y rectificar muchos puntos de la nuest!'a, y para darnos
idens mas exactas de un pueblo tan digno de nuestra conside-
raeion por maf; dr, un título, del cual nos falta mucho que saber
todavía!


Conocemos, es verdad, sus calidades principales, sus ideas
religiosas, su carácter belicoso y ardiente, su ánsia por estender
su dominacion, siguiendo los preceptos de su legislador, su
genio, su natural instinto, su galantería, su ilustracion, su
amor á las ciencias, su gusto por las artes, su poesía, los ade-
lantamientos que hizo en la agricultu!'a: todo esto lo sabemos
como nos lo han trasmitido varios escritores de un modi) distinto
del que está en el caso de hacerlo la Academia, á la cual mas
que alabal' ni censurar, incumbe producir documentos y testi-
monios que comprueben los hechos de nuestros árabefl, sujetún-


G




- 12-
dolos á una scvera crítica, teniendo en cuenta sus códices é his·
torias relativas á la epoca de su dominacion, su gobierno interior
entre sí mismos, sus impuestos, su régimen municipal, la ad-
ministracíon de justicia, su sistema en la agrícultUl'a, á la cual
dieron ellos el primer lugar; los de riego y distribucion de sus
aguas, su comercio y feria", sus modos d~ vivir en paz con IQS
pueblos conquistados, teniendo una tolerancia que parece con-
tI'aria á los preceptos del Corán; sus guerras, sus alardes, su
lengua, con la que enriquecieron la nuestra, en la cual se eon-
~ervan como un notable monumento de lo que fué aquel pueblo,
las voces que mas conexion tienen con la prosperidad material,
bieneslm' y comodidad de los pueblos; las séries exactas de sus
rcyes, los catálogos de los hombres grandes que tuvieron, his-
toriadores, filósofos, médicos, natUl'alistas, matemáticos, as-
trónomos, arquitectos, jUl'isconsultos, y tantos otros que man-
tuvieron el depósito de las ciencias en aquella época lenebrosa,
en la cual solo entre ellos, y en la oscUl'idad de los claustros, se
conservaron los conocimientos que despues se trdsmitieron ú
las generaciones sucesivas.


Conociendo la Academia la importancia de poner en clm'o la
Historia Arabe-Hispana, no penlonó medio ninguno para poder
un día llegar á conseguido. A este fin hizo desde un principio
cuanto estuvo en su mano, á pesar de la cortedad de los medios
con que contaba, aprovechando las ocasiones que se le presen-
taron para adquirir códices, monedas, inscripciones y toda clase
de documcntos arábigos, y de interpretarlos por medio de sus
anticuarios y de varios de sus miembros versados cn los idiolllas
oricntales, muy conocidos en la república de las letras; y ú
principios de este siglo trató de esplotar la riqueza de la biblio-
teca del Escorial, sacando copias y escerptas de los muchos cú-
dices que allí se han preservado. Buscaba entre ellos los libros
geográficos é históricos que pertenecen á España y ú los sucesos
acaecidos en ella durante la dominacion de los árabes, la succ-
sion de ms dinastías, y los príncipes de cada una; la estension
de su poder dentro y fuera de la Península; las costumbrcs de




- 13-
;]1/l¡e]jOS tjempos; los varones ilustres que hubo Cl1 eada siglo,
::jus biografías; en suma, todos los sucesos notables de que hu-
bicsc memoria, dando para ello instrucciones muy sábias. Esto
IIOS proporcionó la adquisicion de muchas copias muy preciosas
con observaciones críticas de grande importancia para la historia,
cuyas copias dcsaparecie¡'on desgraciadamente, algunas de las
cuales se han tratado de recobrar, y ademas de sacar algunas
nuevamente, lo (fue se ha verificado en la última época, habien-
do yo tenido la satisfaccion de ver cn mi último trienio reanimarse
el celo de la Academia para procurarse traslados fieles de algu-
nos códices del Escol'Íal, que ya por su antigüedad, ya por otras
causas, se hallan en un estado lamentable; siendo cada vez mas
difícil su lectura, y algunos de tal importancia, que su pérdida
fuera un mal irreparable para las letras. Tambien se determinó
sacar copias de muchas obras relativas á nuestra Esp~ña, que se
conscrvan en las bibliotecas públicas de Inglaterra, Alemania y
Francia, sin las cuales una coleccion de este género seria imper-
fecLa y aun estéril, por ser relativamente mas importantes y me-
jores que las que hay en el Escorial; el que se hiciesen estractos
de ciertas otras, que aunque no tratan directa y esclusivamente
de España, contienen la historia de su conquista por los árabes,
y el establecimiento de varias tt'ibus, naciones y dinastías, ya
ámoes, ya africanas, que domina¡'on en ella; y enfin, la copia de
varias obras geográficas en la parte relativa á nosotros que exis-
ten en Inglatena y en algunas muy célebres sociedades orienta-
les, las que cspcdbamos acogerían benévolamente nuestras
peticiones cuando conviniese hacerlas,


Bien merece un lugar distinguido en los tiempos que acaban
de pasar, el grande hombre, alma rle este Cuerpo de fama eu-
ropea, cuya laboriosa vida nos ha dejado tantos y tan preciosos
monumentos de su saber, de su aplicacion constante, de conti-
nuas investigaciones y vigilias, de su fino tacto y sevem crítica,
de sus vastos (',onocimientos históricos, aquel a¡'chi vo vivien te;
el académico por escelencia; aquel cuya ciencia era el patrimo-
nio comun para nacionales y estmnjeros, al que pal'eee perdimos




-41~_·
ayer, de manera, que todavía parece estar y vivir entre nos-
otros: Don Martin Fernandez Navarl'ete.


Abiertas para él las puertas de este Cueq)o literario en los
primeros años de su vida, des pues de haber dado pl'Uebas ill-
cquívocas de su saber en las escuelas y en el mundo literario;
designado para la grande empresa de rcconstl'Uir la historia
científica de España, con los materiales esparcidos por toda ella,
en unioll con los señores Muñoz y Mendoza, y solícito investi-
gador de las principales bibliotecas de Madrid y archivos del
reino, autor al mismo tiempo de brillantes opúsculos de la vida
de Cervantes y de la historia de las Cl'Uzadas, de la coleccioll
de viajes y descubrimientos hechos por los españoles en el Nue-
vo Mundo desde fines del siglo XV, obl':!. capaz por sí sola de
inmorlalizarle, lo cual mereció los elogios de todos los hombres
mas sábios é ilustrados de su tiempo, que formó con todos ellos
un cuerpo para el adelantamiento y gloria de las letras, toman-
do la parte mas activa en las empresas que á tan grandes obje-
tos podian concurrir; ll/) podía menos de ocupar entre nosotros
el prime¡' lugar, no tan solo por la superioridad de sus luces,
sino por su amabilidad, por su amor á la verdad, por su corte-
!mnía, por las singulares dotes de ánimo que le adornaban.


Tan grata nos es pOI' tanto su memoria: tan presentes tene-
mos los servicios que prestó á nuestra Academia, el amor que
le tuvo constantemente, el celo nunca <.lesmentitlo por su glúria
y engrandecimiento. ¿ Quién de nosotros ignora la rnultiplicidall
y grande mérito de las obras que publicó, de las que dejó pre-
paradas al tiempo de su muerte, de las infinitas consultas que
hizo por disposidon del gobierno en Jos negocios mas graves
del Estado, aquel celo que manifestó constantemente por reco-
ger documentos, clasificarlos y conservarlos, aquelia ánsia por
la adquisicion de los mejores libros, de los manuscritos, monu-
mentos y preciosidades, aquella minuciosidad con que analizaba
los puntos mas dificultosos, aquellas esqui sitas noticias que re-
cogidas con avidez de ¡liS archivos y bibliotecas, las guardaba
en su memoria, I'ecordando hasta las fechas mas insignificantes




- Id)-
Y mas difíciles de retener? ¿ Quién dc nosotros que le conociese
habrá podido olvidar su asiduidad constante á todas las reunio-
nes de este Cuerpo, aquel placer que esperimentaba cuando po-
dia procurarse un descubrimiento útil, nn libro raro, un docu-
mento antiguo; sus luminosas esplicaciones y noticias, y su dis-
posicion para trasmitirlas y hacerlas entender, á cualquiel'a que
deseaba ser instruido y que recurria á él, sin hacer misterio, y
con tanla gratitud, como si él mismo fuese el que recibiese el
beneficio? ¿ Qué no hizo pOI' este Cuerpo, siempre que en-
trevió alguna ocasion de poder emprender algo en su obse-
quio, valiéndose de su favor y crédito en cuantas ocasiones se
le presentaban? (_ Qué trabajo esquivó, por árduos que fuesen los
negocios, en que no tornase la parte principal, insinuándose en
el ánimo de sus compañeros de un modo irresistible? ¿ Cuúnto
no deploró la calamidad de los tiempos que impedian las tareas
académicas, la escasez de fondos, los pocos auxilios que se da-
ban, las facultades de que se le despojaba y el únsia quc tuvo,
purque lIegaudo mejor época IJlldiel'a cumplirse el objcto uel
Instituto, y darse al público los trabajos que Sf' habian hecho en
la oscuridad, y que esLaban sepultados en el polvo dc los archi-
vos, padeciendo entre tanto el crédito de la Academia, ansian-
do los momentos de época mas próspera, en que pudiera poner-
se bajo el pié de gloria que debia tener el Establecimiento? Así
fué, que puesto al frente de él y en las últimas épocas de su vi-
da, fué mantenido en la silla presidencial que hoy ocupára sin
duda alguna, si no hubiéramos tenido la desgracia de haberlo
perdido, dejúndonos contínuos y dulces recuerdos, que jamús
podrán uonarse entre nosotros, y que serán igualmente dura-
deros en la república de las letras, en la cual tantos y tan emi-
nenLes servicios presLó duranLe su trabajada vida.


Pero si tOllos estos trabajos se hicieron colectivamente re-
dundando en gloria del Cuerpo, !'i apenas puede contarse uno
ue sus individuos que de algun modo no concurriese A sus im-
portantes tareas, si los tres cuyos nombres presenta el ilustre
orador corno principio, medio y fin del siglo que alcanzamos,




- 46-
son propiamente hablando una personiticacion de aquella época;
no podernos omitir sin nota los de muchos varones eminentes,
cuyos trabajos forman época por su multitud é importancia, si
hemos de dar una idea tal cual exacta de lo que este Cuerpo ha
sido.


Sin hablar del señol" Montiano que tanto hizo por la Acade-
mia, ni de los autores de las ricas colecciones que poseemos,
cuyos nombres he indicado; ni del célebre señor conde de
Campomanes, cuyos trabajos como académico y Director es
casi imposible enumerar. ni menos el ardiente celo que le de-
voró por dar vida, prosperidad y gloria al Cuerpo; ni del señor
don José Cornide, que tantos materiales pam la historia recogiem
en Portugal y Galicia, y tanto contribuyera á la rectificacion de la
Croll{)logía, ni del señor don Juan Crisóstomo Alamanzon in-
cansable indagador de noticias las mas importantes para la histo-
ria en los varios archivos y bibliotecas, no solo de Madrid sino
del reino, ni del señor Jovellanos que nos dejó una rica y copio-
sa coleccion de documentos ~lativos á Asturias, la Rioja, Sala-
manca y Provincias Vascongadas, ni de otros muchos. ¿Cómo
podemos menos de hacer una ligera reseña de los que en la úl-
tima época hemos conocido de quienes tenemos mas reciente
memoria, y (lue há poco tiempo han desaparecido ante nosotros?
De un Vargas Ponce, indagador infatigable de Iluestras antigüe-
dades en Lodos los ángulos de España y singularmente en Na-
varra, las Provincias Vascongadas y Madrid, correcto escritol· á
quien llamaron la atencion las biografías de nuestros mas céle-
bres hombres de guerra, lasde los principales ma¡'inos y con par-
tieularidad la del general Escaño; la reunion de nuesll'os croni-
cones para formar un cuerpo de todos ellos con las ilustl'aciones
necesarias, cuya idea siguió con ardor todas las veces que rué
director, la de algunas colecciones de histuI'iadores españoles
que pudieran servir pam la publicacion de la historia eclesiástica
y civil como parte integrante de la de España; que dejó además
una suya muy abundante y cUl'iosa de documentos compuesta
de G8 volúmenes; del señor Cean Berrnudez compañero del se-




-.17 -
fíor Jovellano~, e~critor infatigahle, uocto anticuario nuestro,
tipo ue verdad y de franqueza, dc sólido saber, fiel depositario
de los principales sucesos nuestros, particularmente de los de
Indias, cuyos archivos habia estado reconociendo por espacio de
muchos años, autor del diccionario geográfico, de la España
antigua y de multitud de obras llenas de noticias las mas esqui-
sitas de las tres Nobles Artes, de nuestros monumentos y anti-
güedades y de cuanto podia interesar á nuestra historia patria;
del señor don Francisco Antonio Gonzalez, anticuario tambien, á
quien se debió la coleccion de cánones de la Iglesia antigua de
España, autor de las memorias sobre la historia y numismática
árabes, distinguido humanista que poseyó las lenguas hebrea.
griega y arábiga, y de un modo muy sobresaliente la latina, que
escribió con tanto acierlo sobl'o el influjo que tuvieron los judíos
en España en ciertas épocas, y los medios de que usaron para
.captarse la voluntad de los príncipes encargados del gobierno,
y hasta de los ministros dc la Iglesia, en la lal'ga época que sub-
sistieron en nuestros dominios, habiendo sido los principales agen-
tes de gratules novedades que atribuyó la ignorancia al cáractcr
(le los reyes, y á otras causas sf'mejantes, sin haberse puesto en
!(!S que verdaderamente influyeron; del señor Sabau, nuestI'O an-
ticuario, silbio ilustrador de la historia geneml de España del
P. Mm'iana y rectificador de su cronología; del señor Lista, histo-
riador, humanista, matemático, laborioso coloborador, acadé-
tieo que se distinguió por el juicioso y acertado análisis que hizo
de algunas dc nuestras Córtes antiguas, en las cuales no solo ma-
nifestó el origcn y fundamento de nuestra legislacion, sino que
puede mirarse como el retrato de los usos, costumbres, ilustra-
cion y carácter noble, juicioso y patriótico de los antiguos espa-
ñoles; del señor Clemencin, escritor eminente en varios géneros
oc literatura, autor del elogio de la Reina Católica modelo en su
género de esta clase de escritos y que nos demuestra al mismo
tiempo hasta qué punto pueden servir pam ilustrar la historia si-
guiendo la huella que nos dejó trazada; del señOl' Musso y Valien-
te, que tanto tI'abajó en la crónica de Fernando IV, ilustrando su




- 48-
cronología, los principales puntos de aqucl reinaJo, lasCórtes de
Valladolid de 1295, la conducta en ellas yel gobierno y regencia
de la reina doña María la Grande, dando la noticia mas ámplia
de sus hechos, como llamado á vengarla del agravio de los siglos
y de la illgmtitud de la nacion, segun el juicio y palabras de su
panegirista, las ilustraciones sobre las hermandades y las de los
concejos de Castilla, de Leon y Galicia, sobre los fueros de Leon,
Sahagun y Oviedo, y sobre las revoluciones de aquel tiempo
que (litn mál'gen á investigaciones en estremo curiosas sobre
pUlltos notables de nuestra antigua legislacion , y de la Consti·
tucion de la antigua corona de Castilla; del señol' Gonza·
lez Carbajal y Gonzalez Arnau, que tanta parte tuvi-eron en las
principales comisiones y alguno de ellos en la crónica de Emi-
que IV, dándonos idea del estado económico, diplomático y mili-
tal', canónico y legislativo y de aquel tiempo, y de que ya en él
se agitaban ó promovian en la Nacion con interés y acierto 108
puntos mas profundos del derecho público; del señor Govantes.
autor del diccionario de la Rioja, y de muchas memorias suma-
mente instructivas sobre las antigüedades dc varios pueblos; en
fin de los padl'es Agustinianos autores y continuadol'es de la Es-
paña Sagrada, el último de los cuales, nuestro dignísimo dire~tor
don José de la Canal, concluyó su carrem sin haber podido pasar
del torno 47 de la misma, que como dice el señOI' Navarrete en su
memoria trienal del año 40 tenia ya concluido en el año 39, ha-
biendo ocupado su lectura algunas juntas con mucho placer de la
Academia por las importantes noticias que contiene desde su con-
quista de Lérida, hasta nuestros dias, de los obispos de aquella:
diócesis, entre las cuales merecia particular atencion la (lel céle-
bre sábio don Antonio Agustill, de quien publicaba nueve cartas
eruditas y curiosas, escritas en Trento al Embajador Francisco de
Vargas dando cuenta de las ocurrencias del memomble concilio
que allí se celebraba entonces.


Todos estos claros varones trabajando incesantemente, se di-
rigian á un fin, cl primero y mas principal de este Cuerpo litera-
rio; á reunir toda especie de materiales para la ilustracioll de la




- í\~
hi:;;toria de E~paiía, cuya utilidad. pt'Ovecho ,v neeesidnn p~ en
vano cncare(~('1' e.llando no poseemos una his/ol'ia general (]¡>
ella que I'euna todas la:,: cOHrlióones que son de desear.


He aquí, seiíorc:;;, como hemos vcnido á demostrar con que
op':lrtunidad ha elegido el seiíol' Aead(~mieo que vamos {l rrcibir,
rl tratar dc la creacion y objeto de nuestro instituto, de lo que
en él han hecho los ma:;; notables individuos que nos preeerliel'Oll
en dos épocas seiíaladas que en el cuadro de nuestra historia
patria se destacan (le un modo gigantesco, ¡le los aeadr":micos
de nombre y fama inmortal. que en la ópoca última fueron el
ornamento de este Cuerpo, y que forman comq el anillo dc la
:,:egunda, que enlaza con la tereera, y data de los últimos esta-
tu tos que la han dado una nueva forma, y que es el principio
de nuestra csperanza, (le que en ella han de cumplir~e los ar-
dientes votos de los que no:;; precedieron. ,v los pt'Ínriphles fines
de nuestro Instituto.


Ellos pasaron como las sOll1lJra.~; rnurhos aI'l'cbatados antes
de ticmpo, otros llevando una vida laboriosa y oscura, sin re-
compensa; algunos con trabajos y tribulaciones. pero siempre
constantes en el loable propósito que hicieron. Murieron, sí,
pero no para nosotros, ni para la posteridad. Todavía recuerda
mi ánimo lo" :;;itios que ocuparon en este lugar, sus fisonomías,
sus caractéres y dotcs peculiares, su gran saber, su laboriosidad,
su celo inestinguible por la gloria y prosperidad de este ilustre
Cuerpo. Sí, ellos, á quienes en este momento me parece ver en
jos asiento:;; mismos que solian ocupar, desde los cuales salió de
su boca tanta y tan saludable doctrina, y á quienes oimos como
oráculos, durante el largo noviciado que nuestros antiguos Es-
tatuLos preseribian mientras permanecíamos por mucho tiempo
en la clase de supernumerarios; se halláran hoy entre nosotros,
:;;eguro es, que su modestia no apreciara tanto el hOll1enage que
podemos tributar á su Illt'rito, pagándoles Ulla deuda de justicia,
y sancionando, por decirlo así, sus hechos, como nuestra c1eei-
sion por imitarlos con mejores esperanzas que las que ellos tu-
vieron, y en época mas á propúsito que la qne cl/o:-; alcanzarull.


7




- GO-
Pero ¿. á donde voy"1 Perdonad, señores: creia estar ha-


lilando eO'1migo solo; se me IigUl'aba, que invitado á contestar
ú nuestro elegido, Ileeesitaba para ello pensar un poco, y de-
tenerme algunos momentos en los pasados tiempos, siendo uno
de los pocos que hemos sobrevivido á la segunda époea, y cual
habitante de una ciudad antigua cuyos moradorcs mas notables
han desaparecido, renovar su memoria, citarlos con un dulce
placer, tributarles la justa alabanza á que se hicieron acreedores;
.Y ya que ellos nos dejaron, que pasó su época, y con ella la ley
que los rigió; al ver yo, que fuí de aquella, esta nueva, regoci-
jarme con la lisonjera idea de que vencidos todos los ohs-
t{¡eulos que antes se opusieron á que el Cuerpo llegase ú
la altma que hubiera llegado sin ellos, aumentado conside-
rablemente el número de sus individuos, cuya eleccion en
gran manera ha mejorado, reforzándose cada año mas con el
ingreso de tantos hombres beneméritos, vcrsados en la historia
pa[ria, .distinguidos en la república de las Ictras, amaestrados
por la esperiencia de los negocios públicos, con aventajadas do-
tes y cualidades eminentes, teniendo como tenernos la protec-
cíon del gobierno, estímulos poderosos que antes no tuvimos;
con ulla persona tan digna al frente de nuestra Academia; c3ta-
mas en el caso, como UB dia tuve el honor de indicar en la
última memoria trienal que tuve el honor de lec]' ú la misma,
no solo de continuar los trabajos comenzados y que tenemos
pendientes y muy adelantados, sino de hacer otros llUeVO s y
acaso mas notables en un siglo como el presente, en el quc ya
la historia no solo se escribe solo por leyendas, canciones, cro-
nicones y discursos, sino con documcntos, auténticos, con tes-
timonios ilTefragables, depurados con la crítica mas severa, sin
que esta encuentre límites, con filosofía, calma, discernimiento
é imparcialidad, teniendo ya abiertos todos los archivos, gabine-
tes, bibliotecas, correspondencia con todo el mundo literario á
lluestra eleccion, y una riqueza inmensa que cada dia se
aumen la COll lluevas y riC'a,; adquisiciones; y no pudiendo
pOllcrsc en duda ya la sincera \ o) u iltad y dccisioll de Lodo:- 1of',




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(Iue componemos la Acauemia, entre los cuales no ocura el úl-
timo lugar el señor don Evaristo San Miguel, damos el parabien
de que haya llegado el tiempo descado de dar á esta madre co-
mun la gloria á que es acreedora, y de que se Ilencn cumplida-
mente los votos de los que nos precedieron, el objeto de sus fun-
dadores y del monarca que los acogió, y la espcctacion de la
nacion y del público. «Tales son, por lo menos, decia yo eH
.aquel discurso; y tales son, repito hoy, mis ardientes deseos,
»porque así, y 110 de otro modo, puede este Cuerpo, tan respc-
Btablc, recobrar su brillo, sostenerse con gloria, y llegar á la a[-
»tma dc que es digno por tantos títulos. J


HE DICHO.


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