O
}

Cap. VIL Debes de 16s elinrstràá
de la Red


l35.
hjion. . ..... I35.


Cap. VIII. Deberes de los Ricos. . < .. < <


Cap. IX. Deberes de los Pobres.... •
165.


Cap. X. eberes de los Sdbios, de los
.


Lite-


.de los Artistas. . < • ° ,
. !? .


ratos y . .
Cap . - XI. Deberes de los Cornerciant , lo


de lo


, de los Artesanos y de


bradores.. • •........`..,..0`
q 224.


M O R AL UNIVERSAL.


SECCION CUARTA.


MORAL DE LOS PUEBLOS DE LOS SOBERANOS , DE
LOS GRANDES , DE LOS RICOS , ECT. ó DEBERES
DE LA VIDA PÚBLICA , Y DE LOS DIFERENTES


ESTADOS.


CAPÍTULO PRIMERO.


Del Derecho de gentes , ó de la Moral de las Na-
ciones , y de sus debéres recíprocos.


En la primera parte de esta obra hemos procu-
rado establecer los principios de la Moral sobre la
naturaleza del hombre; analizando y definiendo las
virtudes y los vicios, hemos dado â conocer las
ventajas inapreciables de las unas y las consecuen-
cias deplorables de los otros; por médio de este cxâ-
ITIen hemos manifestado los motivos naturales mas
poderosos para escitar â los hombres al bien , y re-
traerlos del mal, motivos que se fundan sobre sus
propios intereses. Eu fin , hemos indagado la na-
turaleza y el fia de la vida social, y los deberes que
.esta impone. Apliquémos ahora los hechos , ó las
esperieucias morales. que hemos recojido , á las di-
ferentes sociedades de la tierra. Considerémos los
deberes del hombre en sus varios esta los, ó bajolas varias relaciones


.que puede tener .çon las criatu-TOM O II. f




M O R A L UNIVERSAL
O


DEBLB.ÉS DEL HOMBRE
FUNDADOS EN SU NATURALEZA.


OBRA ESCRITA EN FRANCÈS


POR E L BARON DE OLBACH,
T TRADUCIDA AL CASTELLANO


reh POR D. MANUEL DIAZ MORENO.
^


PRÁCTICA DE LA MORAL
Natura enim duce utendum est:


Hanc ratio observar, hanc conaulit.
Idem est ergo beate vivere, et secundum naturaro.


SENECA, de vita beata, cap. 8. irait.


SEGUNDA PARTE.


MADRID.
IMPRENTA DE D. MATEO REPuLLxs,


182 L


e!. (¡̂
t°?ti




i


i.NDICE
DE LOS CAPÍTULOS DE ESTE TOMO SEGUNDO.


SEGUNDA PARTE.


PRÁCTICA DE LA MORAL.




SECCION CUARTA.


MORAL DE LOS PUEBLOS DE LOS SOBERANOS


de los Grandes , de los Ricos , &c. ó Deberes de la
Vida Pública y de los diferentes estados.


Cap. I. Del Derecho de Yentes , ó de la Mo-
ral de las Naciones y de sus deberes recí-
procos


Pág. 1.
Cap. II. Deberes de los Soberanos. ..


• ... 19.
Cap. III. Deberes de los Súbditos..




46.
Cap. 1V. Deberes de los Grandes.




61.
Cap. V. Deberes de los Nobles y de los Mi-


litar es
77.


CONTINUACION DEL CAP. V. De los De-
beres de los Nobles y de los Militares




105.
Cap. VI. Deberes de los Majistrados y de los


Puristas


120.




Cap. VII. Deberës de los Ninistró4
de la Re-


i3^.
ljion. 9.^6.


Cap. VIII. Deberes de los Ricos. . • iF.
Cap. IX. Deberes de los


Pobres...


Cap. X. .peyeres de los Sabios ,
de los Lite-


ratos y de los Artistas. • • • .. de los
Cap. XI. Deberes de los


Comerciantes,
los La-s


Fabricantes , de los Artesano
s y e o'`


224.
brado res. • ................ .


M ORAL UNIVERSAL.


SECCION CUARTA.


MORAL DE LOS PUEBLOS, DE LOS SOBERANOS , DE


LOS GRANDES , DE LOS RICOS , ECT. Ú DE:ITRES
DE LA VIDA PÚBLICA , Y DE LOS DIFERENTES


ESTADOS.


CAPÍTULO PRIMERO.


Del Derecho de yentes , ó de la Moral de las Na-
ciones, y de sus deberes recíprocos.


En. la primera parte de esta obra hemos procu-
rado establecer los principios de la Moral sobre la
naturaleza del hombre ; analizando y definiendo las
virtudes y los vicios , hemos dado á conocer las
ventajas inapreciables de las unas y las consecuen-
cias -deplorables de los otros; por medio de este .exâ-
men hemos manifestado los motivos naturales mas
poderosos para escitar â los hombres al bien , y re-
traerlos del mal, motivos que se fundan sobre sus
propios intereses. En fin , hemos indagado la na-
turaleza y el fia de la vida social, y los deberes que
esta impone. Aplicluémos ahora los hechos , 6. las
esperiei1cias morales. que hemos recojido , á las di-•
ferentes sociedades de la tierra. Considerémos los
deberes del hombre en sus varios estados, 6 bajo
las varias relaciones que puede tener con las criant-


7011,10 II. Í




2 SECCION IV.
ras de su especie , comenzando por el examen de
los deberes recíprocos de las naciones , que han re-
partido entre sí las diferentes partes de nuestro globo.


El jénero humano entero forma una vasta socie-
dad, de la cual son miembros las diversas naciones
que ocupan la super ficie de la tierra , alumbrados y
fomentados sus individuos por un mismo sol , ro-
deados de las aguas de un mismo Occeano, forma-
dos de una misma manera , y animados de un mis-
mo deseo de conservarse, de conseguir su bienéstar,
y de alejar de sí el dolor. La naturaleza ha hecho
semejantes en esto á todos los ciudadanos del mun-
do ; de donde se infiere que la conformidad de su
esencia los atrae y los reune , establece relaciones
entre ellos, hace que todos obren del mismo modo,
y que sus acciones tengan una influencia necesaria
sobre su existencia , cí sobre su felicidad ó infelici-
dad recíprocas.


De estos principios incontestables se concluye
evidentemente , que los pueblos estan ligados entre
sí por los mismos vínculos y con los mismos intere-
ses que cada hombre en una nacion ó sociedad par-
ticular está ligado á cada uno de sus conciudada=
nos : por consecuencia , cada nacion debe observar
para con las otras naciones los mismos deberes y re-
glas que la vida social prescribe á cada individuo
para con los miembros de una sociedad particular.
Una nacion está obligada , por su propio interés, á
practicar las mismas virtudes que todo hombre debe
mostrar á su semejante , aunque sea estranjero ó
desconocido. Un pueblo debe ser justo cón los otros,
es decir , está obligado á respetar sus derechos , sus
posesiones , su libertad y su bienestar , por la mis-
ma razon que todo pueblo quiere que estas cosas
que disfruta, sean respetadas. Si, como suficiente-
mente se ha probado, la justicia es cl oríjen y ma-
nantial comun de todas las virtudes sociales, se si-


CAPÍTULO I. 3
gue necesariamente que ésta prescribe á cada pue-
blo que preste á los otros pueblos los socorros de la
humanidad, y que les muestre benevolencia y com-
pasion en sus calamidades, proteccion en su fla-
queza y debilidad , y sinceridad , buena fe y fideli-
dad en las convenciones recíprocas ó tratados. Se
sigue ademas de los mismos principios que para
mantener la union y la paz tan útiles á la mnútua
felicidad de las naciones, un pueblo , en fuerza de
estas ventajas, debe mostrarse jeneroso con los otros
pueblos , debe sacrificar alguna parte de sus dere-
chos en obsequio de la concordia y de la gloria , y
debe, en fin, no faltar á los respetos y considera-
ciones , que los ciudadanos del mundo tienen dere-
cho á exîjir los unos de los otros.


Los pueblos limítrofes se deben ciertamente la
asistencia y los buenos oficios que se deben recí-
procamente los vecinos de una misma ciudad. Los
pueblos aliados , esto es , unidos mas intimatnente
por sus comunes intereses , son amigos , y deben
por lo tanto observar los deberes siempre sagrados
de la amistad. Las naciones distantes entre sí se de-
ben por lo menos recíprocamente justicia y humani-
dad , las cuales no deben ser desconocidas de nin-
gun habitante de la tierra. Las naciones que estan
en guerra deben por su interés mismo limitar su
ódio, su cólera y sus venganzas por la equidad,
por la justa defensa propia , por la humanidad y
por la piedad, tan poderosas para recobrar sus dere-
chos de los hombres racionales , y para enternecer-los sobre la suerte de los desgraciados.


Estos son evidentemente los deberes que la na-
turaleza impone así á las naciones como á todos los


rente
hombres. Estos son los principios del Derecho des , el cual , en el fondo , no es mas que la
.Moral de los Pueblos. Por no prestar la debida aten-
cion á unas verdades tan claras ,


se ha creido que






6 SECCION IV.
de la guerra, y no sienten todo el horror que se me-
recen las injusticias y los crímenes que lleva tras de sí.


¿Qué es, en verdad, la guerra (fuera del caso de
tina junta y necesaria defensa) sino la violencia mas
cruel de los derechos sacrosantos de la justicia y de
la humanidad à Si un asesino, un ladron , un saltea-
dor de caminos, son unos hombres detestables, ?qué
indignacion no deberia escitar en todos los corazo-
nes un pueblo conquistador que por satisfacer su
ambicion, por aumentar sus dominios, por saciar
su venganza y su rabia, y algunas veces por con-
tentar los caprichos de su vanidad, condena á pere-
cer millares de hombres, inunda los campos de san-
gre, reduce los pueblos á cenizas, arruina en un mo-
mento las esperanzas del labrador , y , elevado in-
solentemente sobre las ruinas de las naciones y de
los tronos , hace alarde de sus crímenes, y se vana-
gloria de los males sin número que ha hecho sufrir
al jencro humano ? En tiempo ele guerra, dice Thu-
cydides, despierta la avaricia, la justicia es hollada,
reinan la fuerza y la violencia, la disolucion toma un
libre vuelo, el poder pasa à manos de los mas perver-
sos de los hombres, los buenos se ven oprimidos, la
inocencia arruinada, ultrajadas las matronas y las
vírjenes, las comarcas destruidas, los templos asola-
dos, violados los sepulcros En fin el hambre y
la peste aco;npahan siempre a la guerra.


Estos son los objetos que sirven de recreo y en-
tretenimiento á los pueblos furiosos , guiados por
unos jefes injustos y crueles. Si alguna cosa hace al
hombre inferior á las fieras, es sin duda la guerra.
Los leones y los tigres combaten sólo para satisfacer
el hambre que los agita: el hombre es el único ani-
mal que, con intencion determinada , corre á la
destruccion de sus semejantes , y hace alarde de su
esterminio. Durante la dilatada permanencia de la
República Romana, serâ quizá mui dificil hallar una


CAPÍTULO I. 7
sola guerra justa y lejítima ; si el Romano bárbaro
y feroz se vid atacado por otros pueblos, fue por lo
comun para castigarle por alguna empresa injusta,
ó por algun atentado á que él primeramente dió causa.


Mas la naturaleza cuida de . castigar tarde 6 tem-
prano á los pueblos odiosos y aborrecibles, que se
declaran enemigos del jénero humano : forzados á
comprar sus conquistas y sus victorias á precio de
su misma sangre, ellos mismos se debilitan ; las ri-
quezas acumuladas por la guerra los corrompen 6
los .dividen. (1) Las guerras civiles vengan á las na-
ciones oprimidas; el. pueblo enemigo dé todos los
pueblos es acometido por todas partes; Su imperio
viene á ser la presa de cien naciones bárbaras, cu-
ya cólera habían provocado sus victorias. Tal fué
la suerte de Roma, la cual, después de haber des-
pojado, destruido y desolado al mundo conocido,
vino á ser por último la presa de los Godos, \'isi-
godgs , Hérulos, Lombardos , &c.


A mas de esto, un pueblo continuamente sobre
las armas no puede gozar por largo tiempo ni de
un buen gobierno, ni de una felicidad verdadera y
permanente. La guerra trae - siempre consigo la li-
cencia: las leyes callan durante el ruido de l-
mas: los soldados bárbaros é insolentes creen que


aras


estas no han sido hechas para ellos : (9) los jefes se
dividen, se combaten y se hacen duéfios del Esta-
do enflaquecido con sus terribles convulsiones: el


Saevior tamis
Luxaría incu,nbuit , victuuaque ulciscitor orbeln.


J u ven al. Satvr. 6. vers. 292.(2) «Vuestra Capital, decia Numa á los Romanos, está
»tan acostumbrada á las armas, y de tal modo engrcida con
»sus triunfos, que se deja bien conocer que no desea mas que
» engrandecerse y dominar á los demas pueblos: asiqué sería
»tnui ridículo querer ensefiar á obedecer


los dioses, amar


( i )




6 SECCION IV.
de la guerra, y no sienten todo el horror que se me-
recen las injusticias y los crímenes que lleva tras de sí.


Qué es, en verdad, la guerra (fuera del caso de
una junta y necesaria defensa) sino la violencia mas
cruel de los derechos sacrosantos de la justicia y de
la humanidad Z Si un asesino, un ladron, un saltea•
dor de caminos, son unos hombres detestables, ?qué
indignacion no deberia escitar en todos los corazo-
nes un pueblo conquistador que por satisfacer su
ambicion, por aumentar sus dominios, por saciar
Su venganza y su rabia, y algunas veces por con-
tentar los caprichos de su vanidad, condena á pere-
cer millares de hombres , inunda los campos de san-
gre, reduce los pueblos á cenizas, arruina en un mo-
mento las esperanzas del labrador , y , elevado in-
solentemente sobre las ruinas de las naciones y de
los tronos , hace alarde de sus crímenes, y se vana--
gloría de los males sin número que ha hecho sufrir
al jenero humano ? En tiempo de guerra, dice Thu-
cydides, despierta la avaricia, la justicia es hollada,
reinan la frerza y la violencia, la disolucion toma un
libre vuelo, el poder pasa d manos de los mas perver-
sos de los hombres, los buenos se ven oprimidos , la
inocencia arruinada, ultrajadas las matrones y las
virjenes, las comarcas destruidas, los templos asola-
dos, violados los sepulcros En fin el hambre y
la peste acompaïían siempre á la guerra.


Estos son los objetos que sirven de recreo y en-
tretenimiento á los pueblos furiosos , guiados por
unos jefes injustos y crueles. Si alguna cosa hace al
hombre inferior á las fieras, es sin duda la guerra.
Los leones y los tigres combaten sólo para satisfacer
el hambre que los agita: el hombre es el único ani-
mal que, con inteneion determinada , corre á la
destruccion de sus semejantes, y hace alarde de su
exterminio. Durante la dilatada permanencia de la
República Romana, será quizá rnui dificil hallar una


CAPÍTULO I. 7
sofá. guerra justa y lejítima ; si el Romano bárbaro
y feroz se vió atacado por otros pueblos, fue por lo
comun para castigarle por alguna empresa injusta,
ó por algun atentado á que él primeramente dió causa.


Mas la naturaleza cuida de . castigar tarde ó tem-
prano á los Pueblos odiosos y aborrecibles, que se
declaran enemigos del jénero humano : forzados á
comprar sus conquistas y sus victorias á precio de
su misma sangre, ellos mismos se debilitan ; las ri-
quezas acumuladas por la guerra íos corrompen ó
los dividen. (1 ) Las guerras civiles vengan á las na-
ciones oprimidas; el pueblo enemigo de todos los
pueblos es acometido por todas partes; su imperio
viene á ser la presa de cien naciones bárbaras, cu-
ya cólera habían provocado sus victorias. Tal fué
la suerte de Roma, la cual , despees de haber des-
pojado, destruido y desolado al mundo conocido,
vino á ser por último la presa de los Godos, Visi-
godos , Hérulos, Lombardos , &c.


A mas de esto, un pueblo continuamente sobre
las armas no puede gozar por largo tiempo ni de
un buen gobierno, ni de una felicidad verdadera y
permanente. La guerra trae siempre consigo la li-
cencia: las leyes callan durante el ruido de las ar-
mas: los soldados- bárbaros é insolentes creen que
estas no han sido hechas para ellos : (2) losjefes se
dividen, se combaten y se hacen dueños del Esta-
do enflaquecido con sus terribles convulsiones: el




Saevior a rniis
Luxuria incu,nbuit , victumque ukiscitur orbe;n.


J uvenal. S.at, r. 6. vers. 292.(2) "Vuestra Capital, decia Numa á los Romanos, está
"tan acostumbrada á las armas , y de tal modo engreída cons "


sus triunfos , que se deja bien conocer que no desea mas que
engrandecerse y dominar los domas pueblos: asiqué sería


»xnui ridículo querer enseñar á obedecer á los dioses, amar




SECCION IV.
vencedor, creyendo asegurar su conquista, se con-
vierte en un tirano: así el despotismo acaba arrui-
nando hasta sus fundamentos la felicidad pública;
así aniquila de un golpe lea justicia, la libertad y
las leyes. ; Este es el•reguiarmente el escollo en que
flan las naciones embriagadas cota la vanidad de
las conquistas! ide este modo, cori sus injustas guer-
ras , los grandes pueblos de la tierra no han tenido
otra gloria que la fatal de arruinarse sucesivamen-
te los unos á los otros !


Ut> pueblo siempre en guerra:.no puede ser libre,
ni bien gobernado. Marte, dice. el-Poeta Timotheo,
es el tirano, y la justicia la sesaora del mundo. Un
pueblo siempre armado es un furioso, que tarde 6
temprano convierte su rabia contra sí mismo. No
liai nacion que no tenga el mayor interés en el man-
tenimiento del órden, de la justicia y de la paz. (1)
Las guerras frecuentes son incompatibles con la po-
blacion, la agricultura, el tráfico, la industria y
las artes útiles, las cuales pueden solamente hacer
los Estados.. afortunados y dichosos. La guerra, por
los dispendios que exije, oprime y desalienta al ciu-
dadano laborioso, entorpece su actividad, pone tra-
bas . al comercio, despuebla los campos, y arruina
regularmente un reno, par conquistar una fortale-
za 6 una provincia,, antes desoladas que poseidas.
Iteras deseo, necia Marco Aurelio, conservar un solo
ciudadano',.. que destruir mil enemigos. La economía
de la sangre humana es la primera de las virtudes


,,la.justicia, y odiar la violencia y la guerra á un pueblo que
,9 apetece mas cl seguir en los combates á un jeneral , que el
,,obedecer á un R^: en la paz."


Plutarco, Vida de Numa Poinpilio.(i) Plutarco llama Divico el amor que Nicias profesaba
á la paz. Plutarco ea la Vida de Nicias y en la de De-
metrio.


C A PI TUL O L 9


fue debiera ensefiarse á 19.S.Aoberanos, 6 hacer quela practicaran.
Si consultamos los anales del mundo , •verémos


que la guerra fue siempre el principio de la ruina de
los Imperios mas formidables, y • q ue al parecer po-
dí an gloriarse de la irás, larga duracion. Los mas
Vastos Estados no producen á los que injustamente
se han engrandecido , sino la funesta ventaja de te-
ner continuamente que combatir nuevos enemigos,
siendo los primeros, los vecinos alarmados por los
proyectos de los conquistadores ambiciosos. Ningun
pais mejorará su suerte perlas vastas conquistas; el
mas grande Estado es comunmente el peor goberna-
do. Con la estension de límites jamas los Reyes han
aumentado su poder verdadero, ni la felicidad de
sus pueblos. Las guerras largos, dice Xenofonte, se
terminan siempre con la destruccion é infelicidad de
ambos partidos. Agésilao en vista de la guerra del
Peleponéso, tan fatal á los Griegos , exclamó
infeliz Grecia! que has hecho perecer tantos ciuda-
danos como necesitabas para vencer à todos los .bdr-
baros ! (1)


Las naciones belicosas tienen el delirio de sacri-
ficar lo que poseen á la esperanza incierta de domi-
nar, de hacer un gran papel, y de engrandecerse.
Las mas vastas Monarquías que se han formado con
las guerras y las Victorias, se han abrumado con el
peso mismo de su propia grandeza. En una palabra,
bajo cualquier aspecto que la guerra sea considera-
da, es una calamidad aun para aquellos mismos que
la hacen con los mas felices sucesos. El vencedor y
el vencido entrambos quedan desolados. (2) z Podrá


(1) Plutarco, Dichos notables de los Principes,(2) Flet victus, et victor interiti. Erasm. Apopht. -- Plu-tarco atribuye la decadencia de Esparta á su
pasicaa de engran-Tomo II.




10 SECCION V.
un Imperio gozar deverdadera prosperidad, cuando
su ambicion es causa de que los ciudadanos jiman
en la miseria , b arriesguen y pierdan sus vidas sólo
por estender sus límites?


Aunque los Príncipes y los pueblos no han lle-
gado todavia á detestar y proscr.bir-Lenteramente la
guerra , la humanidad sinembar-go' influye poderosa-
mente hace algunos siglos encuanto al modo de ha-
cerla. Antiguamente los pueblos feroces mataban sin
piedad á los vencidos que caían en sus manos ,- 6 al
menos les haciah sufrir el -yugo de una esclavitud, á
veces mas cruel que lamisma - muerte :reas hoi la
voz santa de'1á hLt ,anidad se deja . oir aun enmedio
de los combates , y unas costunnibres mas dulces y
suaves han abolido la esclavitud; porque se ha co-
nocido, que un enemigo era un hombre, y que pa-
ra adquirir el derecho de ser tratado con humani-
dad en los reveses de . fortuna era necesario conser-
var y tratar humanamente á los vencidos. Es una
bestia feroz , y no un hombre , dice Tito-Libio, el
que se figura que la guerra no tiene sus reglas y me-
didas corno la paz. (1)


Las injusticias de la guerra, y las desgracias que
la acompañan z no son harto terribles, para que los
hombres reconozcan la necesidad de refrenar sus fu.
rores? Ellos en cierto modo oyen los gritos de la na-
turaleza que les dice, que es una infamia ejercer su
crueldad contra un enemigo, cuando ya no puede
ofender , y rinde las armas.


Mas. humanos, en fin, justos y prudentes, los


decerse y dominar sobre la Grecia ; y añade , que Licurgo es-
taba ¡nui persuadido de que un pueblo que quiere ser feliz, ne
ha menester las conquistas. Plutarco, Vida de Agésilao.


(1) Truculenta est fera, non homo, qui in bellis nulla esse
belli, ut pacis, jure censet : sed quidvis titm dicere judicat, ne-
que ea jura sancte servat. Th. Liv. 1-lister.


Ç APÍTU - LO_: .
.pueblos ponen; ,térzainQ á sus ,guerras -por medio de
tratados;. que son unos verdadero. la


nbr tos fe unosconvenios reçíprocos. ,La equidad . , y
razon debieran concurrir para que fuesen respetables
estas convenciones solemnes, en las cuales regular-
.rmente:1as-panes contratantes; ponen al cielo por tes-
tigo de sus .p omesas ; mas los hombres <sin equidad
no respetan-al cielo estos tratados,; por ,lo coman
arrancados por .la' fuerza á ,la debilidad . abatida, ó
ganados . con la astucia „ son casi, siempre rotos ó elti-
didos. Mas esto no debe sorprendernos: la violencia,
el-fraude y la .;m .la fe presiden . .grdinariamente á los
empeños y tratados • entre los que desconocen la rec-
titud; y así la justicia se vé en la forzosa necesidad
muchas veces de romper unos vínculos formados
por la iniquidad. Los hombres justos, y que tratan
de buena fe, son los únicos que pueden adquirir
unos derechos que la justicia haga sagrados e invio-
lables. (i)


Esta ambicion .
tan vana y orgullosa, i no se aver-güenza y se confunde de ocurrir cobarde y torpemen-


te á la mentira y al fraude para Llegará sus fines!
El perjurio , la perfidia y la traicion les parecen


unos medios lícitos y honrosos á las grandes almas
de esos héroes que corren z la gloria! Lejos den so-
tros semejantes ideas: los pueblos y los Reyes se des-
acreditan y deshonran siempre que faltan á la buenafe. Los embusteros descubiertos ya no pueden enga-


(1) Plutarco en la Vida de Pirro, hablando de los políticos
injustos, dice: te la guerra y la paz, nombres tan respetables,
»son para ellos dos especies de moneda de que usan segun sus
»intereses , y nunca conforme á la justicia. Mas laudables son
.+todavía cuando hacen una guerra abierta, que no cuando dis-


frazan y encubren con los nombres santos de justicia, de amis-
»tad y de paz, lo que en realidad no es mas que una tregua de
»injusticias y de crímenes.




12 SECCION IV.
fiar, y dejati;sus nombres manchados á la posteridad.
La rúejor pólitica para los Príncipes y los pueblos,
lo mismo -que para los particulares, será siempre la
de ser sincerós y veridicos. Mas para serlo, es nece-
sario ser justo; la iniquidad se vió y st: verá siempre
obligada á seguir sendas oblicuas y :tenebtosas
-compatibles coro la - rectitud y la -sinceri;dd. '-El qué
forma prbyéëtos'injustos y torpes, • se`véç precisad
á emplear el artificio , 'la:simulacion' , y los recursos
viles y bajos del fraude, de la mentira y de la su-
perchería.


Entre las pasiones que ajitan á los pueblos''ÿ,á
los particulares «, se .deben contari-l=4varicia y lít
concupiscencia', causas tutti frecueitites de sus péri
dencias y usurpaciones. Así vemos naciones arrastra-
das dé esta vil pasion, concebir el proyecto ridículo,
impracticable é injusto de estancar en .sus manos el
comercio esclusivo del mundo. Polybió- observa cón
mucha razon, que en los Estados marítimos y entre-
gados --al comercio, nada parece vergonzoso si es pro-
vechoso y útil: principio destructor de las costumbres
y de la probidad: principio, que hace á todo ciuda-
dano injusto ó avaro: principio, en fin, que hace
venales todas laa almas. Ademas, la codicia de los
pueblos siempre se castiga á sí misma, y frustra to-
dos sus designios. Las guerras emprendidas de con-
tinuo para aumentar la masa de las riquezas nacio-
nales, consumen lasque tienen adquiridas por obte-
ner las que realmente son imajinarias; un pueblo ava-
ro sacrifica incesantemente su bienéstar , su reposo
y su comodidad 'á la esperanza de enriquecerse , y
se encuentra pobre y miserable, cuando aspira á ser
rico y opulento. (1)


(f) He aquí la pintura alegórica que un escritor moder-
no hace de la política del dia. çe Un coloso sin proporciones al-


CAPÍTULO I. 13
Por otra parte, esta misma . opulencia no tarda


en conducir una nacion á su ruina , porque es cau-
sa del luxô, que viene siempre acompañado de la
molicie, de la disolucion y de toda clase de vicios.
La codicia fué y será siempre el principio de la des-
truccion de los Imperios. Un Estado es infeliz, cuan-
do contiene ciudadanos 6 mui ricos Ó mili codicio-
sos. (1) Platon se negó á dar leyes á los Cirineos,
porque eran demasiadamente ricos. Los Arcadios y
los Tébanos pidieron tambien un cuerpo de leyes á
este mismo Filósofo, el cual quiso establecer entre
ellos una mas perfecta igualdad; mas como los ri-
cos se negasen á esto , Platon los abandonó á su
mala suerte , á sus discusiones intestinas y á sus vi-
cios. Un Gobierno da las pruebas mas claras y se-
guras de imprudencia y de locura , cuando inspira
á sus súbditos una fuerte pasion á las riquezas , la
cual por su naturaleza embebe prontamente en sí
todas las domas pasiones , y hace que desaparezcan
todas las virtudes necesarias â la sociedad.


Asíque , las naciones , lo mismo que los particu-
, sufren la pena de las pasiones de que se dejanlar


arrastrar. Concluyamos , pues , que la moderacion
y la templanza son tan necesarias á la conservacion


»gunas en su enorme estatura : su disforme cabeza se eleva or-
gullosa y soberbia sobre un cuerpo estenuado y enjuto... sus


»pies se apoyan sobre los dos mundos: en su mano derecha tie-
ne una espada, y en la izquierda la pluma calculadora de los


»tributos y la balanza del comercio: i mpetuosa y sensible, un»soplo la ajita y la pone en convulsion: todas las partes de la
»tierra se estremecen á sus menores movimientos; sinembargo
›,fria en su furor, y metódica en sus violencias, calcula sobre
»la guerra, valúa los hombres con el dinero, y pesa la sangre»con las mercadur ías."Discours sur les Moeurs, par M. Servan.


(1) Este pensamiento es de Avidio Casio , segun lo refiere
Vulcacio Galicano in vita Avid. Cassii cap. 13. Vid. Histor.aug. script. tom. 1. Edit. Lugd. Batav. 1671.




14 SECCION IV.
y á la felicidad de los Imperios , como á la de los
individuos: que la Moral es la gula de los Soberanos
y de las naciones : en fin , que nunca la política
puede impunemente separar sus intereses de los de
la virtud, siempre útil á los hombres, bajo cualquier
aspecto que sean considerados.


Es preciso repetirlo: la Moral es una misma pa-
ra todos los habitantes del mundo ; los pueblos to-
dos están obligados á observar sus deberes recípro-
cos ; y no pueden violarlos sin perjudicarse á sí mis-
mos. La política esterior, para ser recta y sana, de-
be ser la Moral aplicada á la conducta de las nacio-
nes; "la política , dice mui bien el sábio traductor
»de Plutarco , sólo es digna de alabanza, cuando
»es empleada por la justicia para obtener un fin ho-
»nesto y laudable." (I)


Si los pueblos y sus jefes diesen oídos atentos á
la razon , ésta les ordena que sean justos ; que go-
cen , y dejen gozar á los otros del suelo y de las
ventajas que cl destino les ha concedido; que re-
nuncien para siempre á esas conquistas criminales,
que atraen á los conquistadores el ádio del jénero
humano; que maldigan y detesten esas guerras, que
reunen en sí á la vez todos los azotes y castigos con
que los hombres se oprimen y se hacen infelices;
que no recurran al menos á estos medios terribles,
sino cuando son indispensables y forzosamente nece-
sarios á su conservacion , á su seguridad y á su feli-
cidad verdadera; que jiman y lloren esas victorias
sangrientas , compradas con las vidas , las riquezas;
y el bienéstar de la patria ; que reunan sus fuerzas'


(f) Dacier, Comparaison D' Alexandre et de César, pag. 316.
Este mismo autor dice en otra parte, "la sana política enseña
»que vale mas ganar los hombres con la buena fe, que do-
,.uinarlos con las armas." Idem, Comparaison de Phocion et de
Caton, pag. 551. tom. 6.


CAPITULO I. 15
para reprimir los proyectos soinsidios de los pueblos
t urbulentos, ó de los Soberanos a mbiciosos, que fi-jan su gloria en turbar la tranquilidad de los otros;
que amen la paz , sin la cual ningun Estado puede
llegar á verse floreciente y dichoso ; que sacrifiquen
de todo corazon . en obsequio de este bien tan ape-
tecible todos los frívolos intereses , indignos siempre
de ser comparados con él; que obren con franqueza,
y respeten la buena fe , la cual sola puede produ-
cir y mantener la confianza ; que renuncien á los
efugios y rodeos de una política tortuosa , iguaI-
mente perjudicial y deshonrosa â los Soberanos que
á los pueblos, y que sólo sirve comuninente para
eternizar sus sangrientas contiendas; que sofoquen
y estingan para siempre esos ódios nacionales , tan
contrarios á. los derechos santos de la humanidad y
á_ la bénevolencia universal que deben mostrarse los
de una misma especie; que contengan dentro de
justos límites el amor de la patria , el cual se con-
vierte en un atentado contra el jénero humano,
cuando es injusto y cruel ; que cultive y fomente
cada pueblo las costumbres, la agricultura y las ar-tes útiles y agradables; que entre sí hagan. florecer
un comercio justo, equitativo y mutuamente ven-
tajoso; que se abstengan de una codicia inquieta y
sin limites; y sobre todo , que se preserven de 14Ds
efectos destructores del luxo , el cual aniquila cons-
tantemente el amor del -bien_ público y de la virtud,
para ensalzar sobre sus ruinas los vicios, la venali-
dad , la injusticia , el robo , la disolucion , la indi-
ferencia por la felicidad jeneral; en una palabra, lasd isposiciones mas contrarias al bien de la sociedad.


Estas son, en pocas palabras, las verdades ypreceptos que la Moral enseña á todas las naciones
de la tierra. Estos son los principios de la


verdaderapolítica , la cual no es otra cosa que el arte de ha-
cer felices à los hombres. Estos principias son cono,




(1) Habiendo oido Agésilao dar al Rei de Persia el nombrede gran Rey, esclamó diciendo; ¡ ah! z cómo será cl mas gran-de que yo, no siendo nias justo y mas
-virtuoso?Plutarco, Dicho$


notables de los Lucedemonios.TOA(Q II, 3


16 SECCION IV.
cidos y adoptados por todos los Principes instruidos,
cuyos verdaderos intereses, gloria y seguridad es-
tán inseparablemente unidas al bienestar y á las vir-
tudes de los pueblos.


Se nos habla sin cesar de la gloria de las nacio-
res , del honor de las coronas ; esta gloria sólo puede
consistir en un gobierno que haga dichosos á los
pueblos ; consiste únicamente en la felicidad públi-
ca ; este honor consiste tambien solamente en mere-
cer la estimacion de las otras naciones.


Los pueblos se deshonran, y se hacen culpables
â los ojos de los otros pueblos con los mismos crí-
menes y las mismas acciones que hacen odiosos y
despreciables á los individuos. Los atentados, las
perfidias y las iniquidades de los Soberanos recaen
siempre sobre las naciones , que son miradas como
cómplices de los escesos que ni contradicen ni recla-
man. Hé aquí como los pueblos enteros adquieren
muchas veces la reputacion de turbulentos, inhu-
manos , engañadores y sin fé : y corno pierden la
confianza, y se atraen la indignacion, el ódio y el
furor de las otras sociedades. Un gobierno que falta
á sus empeños, y que viola sus promesas ácia sus
súbditos ó con los estrangeros , en nada se diferen-
cia de un fallido fraudulento que arruina sus acree-
dores ; él destruye su crédito , se priva de todo re-
curso , autoriza el fraude y la mala fe de sus súbdi-
tos , suscita sospechas entre ellos, y los hace des-
preciables á los ojos de todos los pueblos del mun-
dó. De los Soberanos depende la buena ó mala re-
putacion de las naciones, las cuales debieran ser in-
finitamente celosas de su honra y de su verdadera
gloria , como interesados fuertemente en ellas todos
los ciudadanos. Los pueblos , corno los particulares,
hacen consistir su grandeza y su gloria en poder
hacer daño, en dar la ley á los otros, en acumular
una gran masa de riquezas, en ser injustos impune-


CAip fTt1LÓ I. ;?
ne^nente en't na palabra el orgullo :flácdonal:^cóíntj
sisee en urna i^écia vanidad ndo debiera. 'consis
tir en la equidad, en la providad y en un gobierná
sábio , que produjese la felicidad' y la justa` loertad,
sin las cales un pueblo no tiene razon alguna; para
ensoberbecerse, ó para creerse superior á los:otros. (1)


Los hombres aprueban sin exâmen y por hábito,
6 procuran imitar lo que desde- Su infancia han oido
celebrar ó encarecer; este es el orijen ordinario de
las preocupaciones nacionales, de que el titt'lgo está'
imbuido , y de que aun las personas mas ilustradas
con dificultad se desprenden enteramente. Nada mas
apropósito para corromper el entendimiento y el al-
ma de los Principes y de los pueblos que la venera-
cion mal reflexionada que se inspira comunmente á
la juventud para con los grandes hombres, los guer=
reros, los conquistadores de la antigüedad, que las
mas veces desconocieron todos los principios de la
Moral. Los ayos y preceptores imprudentes siempre
hablan con énfasis de Griegos y de Romanos, presen-
tándolos como modelos de sabiduría, de virtud y de
política. Desde la mas tierna edad se aprende á reve-
renciar corno virtudes el valor ardiente, la bárbara
ferocidad, los atentados felices, así de los héroes fa-
bulosos celebrados por los poetas, como de los gran-
des Capitanes- que


• sojuzgaron las naciones, é hicié--
ron á las suyas famosas. Se representa como hom-
bres divinos y raros á los: L acedemoraios feroces, in-justos y sanguinarios; á los Atenienses- frecuente-
mente cubiertos de horrorosos crímenes ; y sobre to-do. á los Romanos, siempre prontos á viola n


• lo s:


mas
santos derechos de la humanidad, y á sacrificar to-




18 SECÇION IV.
cloz.lolkabitantes de )la tierra á la insaciable patria,
que: -les prescribia y ensalzaba. los nias. horrendos
de1i


Por estas ins4ucciones y documentos tan fata-
les , los hombres seecostunibran à respetar la vio-
lencia , lainjustio.ia y el . fraude, con tal que seau


tiies á , su pais ; los Soberanos se creenf.grandes,
cuando 'clins: son . bastante.fuertes . para cometer gran-.
de érímenes á la faz del-universo; los pueblos te fgu-
fani cubiertos de gloria , cuando han sido los instru-
nentos viles de las iniquidades de SUS jefes, los cuales
bien pronto.se hacen sus tiranos. Segun estas ideas,
apenas se balla quien no admire y justifique al fu-
rioso-Macedonio, cuya cruel temeridad trastorn6 el
trono de los Persas; son reverenciados los Emilios;
se llena uno de admiracion al sólo nombre del des-
tructor de Cartágo; son aplaudidos en un César el
talento y los trabajos con que, despues de,haber
inundado de sangre, las Gaulas, se puso en estado
de encadenar à sus conciudadanos.


De este modo en los Soberanos y:en los sóbdi-
tos se perpetuan la ambicion, la manía de hacer un
gran papel , el furor de hacer temblar à sus vecinos,
y la. locura de las conquistas. Los ejemplos de tan-
touretendidos héroes producen, de siglo en siglo,
insensatos y.,perversos , que' comunican su delirio y
frenesí á .sus imprudentes pueblos y que , seguros
de los aplausos, se hacen famosos con los delitos
que, se llaman hazffiïas ; alentados:con los elojios de
los fpottas y de un vulgo imbecil , los Principes se
creen poderosos por haber hecho mucho mal al jé-
nero humano , y los pueblos se iniajnan aprecia-.
bles , cuando han tenido el honor de segundar con
valor sus infames proyectos..La grandeza, cilla opi-
nion de los nias de los hombres , consiste' en 'la ai-
t'esta ventaja de ,


hacer un sin niiinero dL infelices y
f4s(u4.44.s., .


19CAPÍTUL07 t
-


.Léjos'dé 'ofrecernos por ModelOgilcepueblós
que han destruido y asolado la tierra , la liistoria,
deberia hacernos ver que las naciones injustas han
trabajado en forjarse ellas mismas sus prisiones; . que
las conquistas hacen tiranos , y que jamás han
cha afortunado à pueblo alguno. Las leyes sábias,
npoyadas en l'a voluntad constante de las naciones,
debieran atar las manos para siempre â los.Potenta.
dos fogosos y violentos que , incapaces - de ocuparse
en el bienéstar de sus propios slibiitos, sólo tratan
de hacer sentir sus golpes á los pueblos • vecinos.., Un
pueblo, para ser grandel- respetable ,-debe serlfeliz:
ni 'sus ejércitos , ni sus' riquezas , ni laJ estension de
sus provincias le producirán una verdaderalelicidad,
efecto solamente de sus virtudes. Una nation será
poderosa y respetada , si se Coi/11)&1e de ciudadanos
sometidos a jefes virtuosos. guerrera,
turbulenta airevidamente codiciosa delr bien .de._.1aS
-otras , se hace objet° del 6dio universal, ritarde 6
temprano viene á ser abatida y sojuzgadar.por los
enemigos cuya venganza ha provocado. .•


CAPITULO


Deberes de los Soberano:.




Gobernar à los hombres, es tener derecho de
usar y emplear las fuerzas que la sociedad ha'pues-
to en las manos de una-6;de mucha4ersonas , pa-
ra obligar à todos sus n-iiembros à quese conformen
-con los deberes de la Moral. Estas deberes, coran
-hemos probado antes , están


- contenidos en el- pacto
social, 'por el cual cada und de .los asociados se
obliga á ser justo i


á respetar: los- derechos de los
otros, à prestarles los socorros qUe pueda , y à con-currir con todas.: sus) fuerzas â la conservacion
cuerpo social, bajci- l condicion de que, en cambio




+20 SECCION IV.
rde 'su obediencia y fidelidad , la sociedad . protejerá
.su persona y los bienes. lejítimaniente ' adquiridos
con su trabajo é industria.


Segun los principios establecidos en esta Obra,
es evidente -que este pacto encierra todos los deberes


• de la Moral , pues que obliga :á todo ciudadano á
conformarse con las reglas de la equidad , que es la
base de todas las virtudes sociales, y á que se abs-
tenga de :todos los delitos ó vicios , que son , co-
ma .hemos visto, violaciones mas ó menos paten-
tes de este contrato , que comprende y liga á to-
dos. los: miembros de la sociedad.


Mas como las pasiones de los hombres les ha-
cen perder de vista sus •obligaciones y promesas -, 6
como su lijereza les hace- frecuentemente 'olvidar el
que su propia felicidad está unida con la de los de-
mas asociados, fué menester en cada sociedad una
fueria ;siempre subsistente , que velase sobre los
miembros de cuerpo político., y fuese capaz de ha-
cerles. cumplir de continuó los- deberes que pudie-
sen descuidar•. ;Esta fuerza se llama Gobierno ,.que
podemos definir, la fuerza á poder dé la sociedad,
destinado á obligaP á:;stts miembros á cumplir las
promesas y obligaciones del pacto social. Por me-
dio de las leyes-, el Gobierno espres . la voluntad
jeneral , y prescribe á los ciudadanos las reglas que
deben seguir para la . conservacion , tranquilidad y
armonía social....


La autoridad -.del Gobierno es•; justa puesto
que tiene por: robieto prçei ar :a todos, los.miern-
bros de, la. , sociedad las veatajas -que - sus - deseos in-
consideradosei>>sus:iintereses discordat?tes mal en-
Tendidos, su inesperiencia- y su debilidad'.cles impe-
zditian obtener por! sz-jismoss. Si todosdos hombres
:fuesen ilustrados ó racionales, no tendrian necesi-
xlizd:,de, ser gobernados,;;:mas como;.:ignoran 6 des-
conocen : al parece. ,. taita ;e1: Lfrri .tque `deben pro-


-CAPÍTULO II. 21
ponerse


el
como los medios de llegar á , es menester


que Gobi erno, presentáis Toles la razon
él
pública e -


presada en la ley, los ponga y conduzca en el ca-
mino , del que ellos: podrían descarriarse por sí so-
los. El Magistrado , dice Ciceron , es una ley que
habla. (1)


Con arreglo á sus diversas circunstancias y ne-
cesidades, las naciones han dado diferentes formas
A sus Gobiernos; las unas, han puesto la autoridad
pública en manos de un hombre , y este Gobierno
se llama illondrquico : otras han depositado el poder
de la sociedad en manos de un número mayor 6
.menor de , ,ciudadanos distinguidos por sus virtudes,
sus talentos , sus riquezas y su nacimiento , y c s -
te Gobierno se llama Aristocrático: otras han con-
servado la autoridad toda entera ; entonces el pue-
blo se gobierna á sí mismo , ó por majistrados de
su eleccion, y este Gobierno ha sido llamado Demo-
.ciático. Otras naciones han hecho una mezcla de
estos diferentes modos de gobernar , creyendo ser
sisas ventajoso el combinar juntas las tres formas
de Gobierno , de qué acabamos de hablar ; esta
mezcla ,produce el que se llama Gobierno mixto.Gobierno absoluto es aquel en que la nacion no ha
limitado los derechos por convenciones espresas ; y¡imitado aquel, cuya autoridad está restrinjida por


as es, impuestas por la nacion á los que'
gobiernan.


presas
I.os depositarios de la autoridad social


se - llaman Soberanos , cualquiera que sea la forma
de Gobierno adoptada por una sociedad.


Los:politicos han
. disputado larga


. é inutilmente
sobre cual era la. mejor forma


.che . G.óbierno , es de-


(1) Verè dici potest magistr
•atum legem esse loeuentem, le-serti autel» ;


mutum nsagistratum,
Cicero, de Legib. lib. 3. cap. 1,




22 SECCION IV.
cir, la mas conforme al bien de las sociedades y á
la felicidad de las naciones. Mas el fi a ií objeto de
todo Gobierno es siempre uno mismo; la conserva-
cion y el mayor bien de la sociedad gobernada: sus
derechos son siempre los mismos, cualquiera qü sea
la forma que se le diere, puesto que la equidad so-
la puede conferir unos derechos reales y valederos.
Su autoridad, hayanle sido 6 no puestos límites, es=1
tá siempre atemperada ó limitada igualmente por las
ventajas que debe procurar á la sociedad sobre quien
se ejerce: una autoridad ejercida sin provecho de la.
sociedad, ó contraria á sus intereses ó á su volun-• -
tad, cambiaria de naturaleza, y sólo sería una usure
pacion manifiesta, una verdadera tiranía, á la cual
la sociedad solamente podria estar sometida por la
violencia, que nunca da ni constituye derecho alguno.


Todas las formas de Gobierno son buenas, cuan-
do son conformes á la equidad. Todo Soberano ejer-
ce una autoridad lejítima siempre que, conforrnán
dose con el objeto invariable de la sociedad, obser-
va relijiosamente, y hace observar á todos los ciu
dadanos sin distincion las promesas del pacto social,.
del cual es el guardian y depositario. El Soberano
absoluto puede hacer todo lo que quiera ; mas no.
debe querer sino aquello que sea conforme al bien
de la sociedad, cuya salud es-la ley primitiva y funk
damental que la naturaleza impone á todos los que.
gobiernan á los hombres. Un buen Gobierno, dice PIu4i
tarco, es aquel donde los buenos mandar, y los mrrl
vados no tienen autoridad alguna.


rcpiter mismo,. dice eh" Otra parte este . Filósofo,
no puede gobernar bien sin ;justicia. Sinemb Irgo se ha
disputado mucho, y se disputa aun„ . sobre si el So-'
berano absoluto debe estar sujeto - à las leÿes; si-eSiá.
ligado por los •empeños y promesas del pacto social,
que ligan y comprenden á todos los miembros d4 j
cuerpo - político. z Mas cómo unos entes racionales


CAPÍTULO IL 23
tan'podido disputar con seriedad sobre si el Sobera-


no,
cuyo único destino es mantener la justicia , con-


servar los derechos de todos y de cada uno, y ve-
lar incesanteme nte por el bien público, está obliga-
do á ser justo, y á cumplir unas condiciones que,
aun cuando no hayan sido espresadas, se encierran
y contienen en . e .l poder y la , autoridad que él ejer-
ce en la sociedad? i Ha podido dudarse de buena fé
que un Soberano, el Jefe de una nacion , ligado al
cuerpo pclitico, del cual es la cabeza, pudiera sepa-
rarse del tronco y de sus miembros, y que no .se re-
sienta de los males que sufren estos? ¡Se puede re-
ducir á problema si los hombres reunidos por sus
mútuas necesidades para gozar con seguridad de las
ventajas de la, vida social, para ser defendidos con-
tra las pasiones de sus semejantes, han podido jamás
conceder á sus Jefes el derecho de que destruyan y
aniquilen por sí solos aquellos mismos bienes , por cu-
ya conservacion viven en sociedad? En fi n , las na-
ciones z han podido, á no estar locas, conferir á los
que han hecho depositarios de sus derechos, el de
hacerlas constantemente desgraciadas? La jurisdic-
cion , dice Montagne , no se da en favor del ,juez,
sino en favor del juzgado. (1)


(1) Essais de Montagne, lib. 3. cap. 6. 'Los que elevan la
,,autoridad .de los Soberanos hasta decir que estos no tienen
»otro Juez que á Dios, pcir mas que se empeñen, muéstrenme
»si ha habido nunca nacion alguna que, á sabiendas y no por
»el temor 6 la fuerza , se haya olvidado de si misma al estre-
»tno de someterse á la voluntad de algun Soberano, sin la con-
»dicion espresa ó tácitamente entendida de, ser gobernada con
»justicia y equidad.... Aun cuando un pueblo á sabiendas y
»de su entera voluntad consintiese en una cosa que de suyo es»manifiestamen te irrclijiosa y contra el derecho natural , se-
ennejante obligacion nunca puede ser válida... Seria cierta_
»mente una cosa la mas inicua el no conceder á una nacion


ca-»cera lo que la equidad otorga á las personas p
ar ticulares, co-




24 SECCION IV.
Bajo cualquier aspecto, pues, que la autoridad


soberana sea considerada , está siempre sometida á
las leyes inmutables de la equidad ; y destinada á
mantenerlas, no puede violarlas sin dejenerar en ti-
ranía : las leyes que prescriban, deben ser justas y
conformes á la naturaleza del hombre en sociedad;
las leyes positivas nunca pueden ser contrarias á las
leyes de la naturaleza, sino estas mismas leyes natu-
rales aplicadas á los intereses particulares de los pue-
blos que han de rejir; ellas , ensuma, no pueden en
ningun caso atentar contra la felicidad pública que
se proponen asegurar y defender. De aquí proceden
con evidencia todos los deberes de los Soberanos.


En el capítulo precedente hemos visto los debe-
res de los pueblos y de sus jefes para con los otros
pueblos; ahóra vamos á dar una rápida ojeada so-
bre los deberes de estos jefes para con las naciones -
que gobiernan ; en cuyo exânleh-todo nos probará,
que la Moral prescribe á los Príncipes las mismas re-
glas y los mismos deberes que á los miembros mas
obscuros de la sociedad, sin que la autoridad supre-
ma haga mas que estender estos indispensables debe-
res á un mayor número de objetos. Si cada ciudadano


,nno á los menores de edad, á las mujeres, á los Latentes, á
,,los que han sido engaliados en mas de la mitad del justo pre-
,,cio, sobre todo si aparece la mala fé de la persona con quien
„estos han contratado.... Los pueblos ¿son acaso esclavos ? y
„aun conforme el derecho Romano , el esclavo á quien, ha-
„liándose enfermo, no se le proveia de lo necesario por su se-
,,iior, se le tema por manumitido.... Lo que alegan de que un
»Rey no está sujeto á las leyes , no puede ni debe entenderse
,,con la jeneralidad que vociferan los aduladores de los Reyes
„y los enemigos de las naciones.... Debe, pues, concluirse,
' ,que los Reyes ó no son hombres, ó están sujetos y obligados
,, las leyes divinas y humanas ó naturales." Véase un libro
intitulado De Droit des Magistrats sur les Sujets, publicado
cal 4 5 5 0.


CAPÍTULO IL 25
dentro de su corta esfera está obligado , por su
propio interés , á ser virtuoso, el Soberano está obli-
gado , en la dilatada esfera que le rodea , á desple-
gar con mayor enerjía las virtudes de su estado; sus
acciones influyen no solamente sobre su nacion , si-
no tambien sobre los otros pueblos de la tierra ; los
delitos y vicios del particular tienen unas consecuen-
cias limitadas , en vez de que los vicios y defectos
de los Príncipes producen la infelicidad de las gene-
raciones presentes y futuras. Las malas leyes, las re.
soluciones imprudentes, los procedimientos precipi-
tados, son connunmente causa de males y desgra-
cias que se transmiten â la posteridad mas remota.


La virtud, dice Confucio, debe ser consun al la-
brador y al Monarca. La virtud primera y funda-
mental del Soberano, como de todo ciudadano, de-
be ser la justicia; esta basta para mostrarle todos
sus deberes, y para descubrirle el camino que debe
seguir,La justicia de los Reyes no se diferencia de la
del çiudadano sino en su mayor estension. El So-
bera'no tiene relaciones no sólo con su




•propio pue-
blo, sino tambien con los otos pueblos de la tierra.
Su ambicion, regulada por la justicia, se vé satisfe-
cha ejerciendo su poder sobre unos stíbditos felices;
no trabaja ni se afana por apoderarse de las provin-
cias ó territorios de los otros, porque halla que es
bastante grande, cuando reina sobre una nacion
que le ama y le respeta. El Monarca humano




y
jus-to se estremece al solo nombre de la guerr


a
, por-


que, aun acompañada de la victoria , ella siempre
arruina y . despuebla un Estado. Es fiel â sus tra-
tados, porque la equidad y la buena fe le harán su-perior â los políticos engañadores, enemigos cons-
tantes del universo entero. El b.ien Príncipe esfico, run
n prabajata li-bremente


poq
en


e
lea f


el
elicida


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d
de


de
la


sus
az


ciupuedadaenots.En el seno de la tranquilidad, un Soberano ver-TOMQ II.
4




26 SECCION IV.
daderarnente grande puede mostrar su sabiduría, sus
talentos y su injenio: semejante al astro del dia, cu-
yos rayos iluminan y fecundan todo el globo , el
Principe justo vivifica todos los cuerpos , las fami-
lias y los individuos de la sociedad, y mantiene con
firmeza la justicia y la igualdad entre todos sus súb-
ditos. La acepcion , el favor , la amistad, la pie-
dad misma no le impiden en manera alguna soste-
ner invariablemente las reglas de la equidad , que
hace iguales al fuerte y al débil, al grande y al pe-
queño, al rico y al pobre. La beneficencia y la sen-
sibilidad del Príncipe no se atienen á solos los indi-
viduos, sino que abrazan el Estado y el pueblo to-
do entero; su piedad se enternece, no de las que-
jas y llantos de la codicia que le rodea, sino de "la
miseria mas cierta y segura de la multitud que no
vé, y de las lágrimas de los infelices que comun-
mente se procura no lleguen á su noticia. Una justi-
cia permanente é inmoble constituye la beneficencia
y la piedad de un Monarca, á cuyos ojos s̀tl!pue-
blo está siempre presente. El se halla tutti segase de
que los ricos y los grandes se abrirán camino para
llegar á los pies del trono; mas terne no lleguen á
sus• oidos los gritos del inocente y del pobre. Los
derechos, la libertad, los bienes y los intereses de
todos le son mas respetables que las pretensiones y
súplicas de los cortesanos que le rodean. A ninguno
concede el funesto derecho de oprimir, porque sabe
que no podria sin justicia atrihuirsele á sí propio..
Sabe que es el defensor , y no el duefio de los bie-
rles de SLuS súbditos... Sabe que un impuesto ó tri-
buto es un robo, cuando no tiene por objeto la con-
servacion del Estado... Sabe que una ley 6 un edic-
to no harian nunca lejítima una violacion manifies-
ta de los derechos del ciudadano... Reconoce que
los tesoros del Estado son y pertenecen al Estado,
y que no pueden , sin prevaricacion, ser consagra-


CAPÎTULO II. 2?
dos á sus propios placeres... Sabe que aun stt tiem-
po mismo no es suyo , sino que pertenece á su pue-
blo, á quien •debe todos sus afines y desvelos; él
condenarla en sí mismo como delitos, una vida mue-
lle , indolente y disipada, y los recreos y diversio-
nes ruinosas para SLl pais... Sabe que la vida de un
Soberano es .molesta y laboriosa, y que no debe ser
únicamente destinada á los placeres... Se abstiene
sobre todo de aquellos que corromperian evidente-
mente las costumbres de su pueblo, porque sabe que
un pueblo sin costumbres no puede ser bien gober-
nadu... Sabe, en fin, que él es responsable de la
conducta de aquellos sobre quienes descarga los por-
menores ó partes de la administracion, que sus crí-
menes se harian suyos, y que él mismo padeceria
por su neglijeucia. Destruye y aniquila esos privile-
gios injustos que hacen á los privados superiores á
las leyes , y les permiten emplear su crédito y su
fuerza en arruinar la inocencia. El no cree que to-
do su pueblo es injusto y falto de razon, cuando se
queja de las opresiones de un Visir. Su favor des-
aparece luego que se trata de la justicia ; ó ántes
bien su favor y sus beneficios son guiados por esta
misma justicia, la cual le muestra á los ciudadanos
mas útiles, mas virtuosos y mas aventaj ados en mé-
ritos , como los dignos únicamente de las recomnen-
sas , de los empleos y de las gracias. Cualquiera
que osa turbar con sus crímenes la felicidad pública
sea de la clase que fuere, es abandonado á la seve-
ridad de las leyes; todo el que se deshonra con sus
acciones , deja de merecer su gracia; todo cl que
es neglijente en cl cumplimiento de los deberes de


su
estado , es privado de su destino, el cual la equi-
dad sólo asigna á los que son capaces de desempe-
ñar sus cargos dignamente. En fi n , un Soberanoin violablemente atenido á la justicia , corrije sin di-
laciou el vicio, mostrándole un rostro severo y te-




CAPÍTULO II. 29


Si la conducta de un Monarca sábio y justo des-
agrada á ciertos malvados cortesanos, á ciertos gran-
des orgullosos, á los hombres corrompidos que desean
aprovecharse de los vicios y debilidades de sus amos


28 SECCION IV.
mible ; y fortifica la virtud , convidándola con los
honores.


La Moral será siempre inútil , en tanto que sus
lecciones no estén apoyadas por el ejemplo y la vo-
luntad de los Soberanos. (1) Los pueblos serán cor-
rompidos , miéntras los jefes que arreglan sus des-
tinos , no conozcan el interés que tienen en ser vir-
tuosos ; con poco fruto la relijion amenazará á los
mortales con la cólera del cielo para retraerlos de sus
vicios y de su perversidad; con poco Fruto les pro-
meterá las recompensas infalibles de la vida futura
para estimularlos á la virtud; la voz poderosa de
los Reyes , las recompensas y los castigos de la vida
presente serán siempre los medios mas eficaces para
mover los que, ocupados de sus intereses actuales,
sólo tijera y débilmente piensan en su futura suerte.
La Moral , bien demostrada , puede sí convencer
los espíritus de un pequeño número de gentes que
piensan ; mas no influirá sobre las acciones de todo
un pueblo , sino cuando haya recibido la sancion
de la autoridad superior.


Todo Príncipe, amigo de la justicia, puede fa-
cilmente atraer sus súbditos al cumplimiento de
sus deberes , hacer que los practiquen con gusto,
alentar el mérito y los talentos, y reformar las cos-
tumbres. Los hombres aprecian en tan alto grado el
favor de sus Señores, conciben tal temor de disgus-
tarlos, y se afanan tanto por merecer su benevolen-
cia, que la virtud del Príncipe basta para hacer que
reine en poco tiempo la virtud en su Imperio, y pa-
ra establecer con ella la felicidad pública, como su
inseparable compañera.


(1) Rex veliz honesta , nerno cadet» volet.
Seaeça in Tbyete.


esta misma conducta escitará el entusiasmo de un
pueblo entero , que no cesará de bendecir á un So-
berano , cuyos beneficios esperimentará toda la so-
ciedad. Semejante Principe se hará el ídolo de los
ciudadanos ; su nombre será pronunciado con los
mayores y mas dulces afectos de la ternura ; cada
uno de sus súbditos le mirará como á su protector y
su padre ; y él vivirá entre ellos como en el seno de
su familia. Sus días preciosos serán defendidos por
su nacion , interesada en conservar en él la prenda
de su felicidad. Agasicles , Rei de Esparta , decia
que un Rei no necesitaba de guardias , cuando gober-
naba á sus súbditos como un padre gobierna á sus hi-
jos. Plinio dice á Trajano que nunca un Príncipe es-
tá mas fielmente guardado que con su virtud y su
inocencia.


Un Soberano bueno y bienhechor no es aquel que
prodiga sin eleccion los tesoros del Estado entre la
tropa hambrienta de aduladores que le rodean ; un
Príncipe clemente no es tampoco el que perdona los
atentados cometidos contra su pueblo; ni un Mo-
narca benigno , el que derrama sus gracias entre
cortesanos y privados sin mérito; sino aquel que re-
compensa el mérito con justicia. Un Príncipe, cuan-
do es justo , no concede gracias ó favores gratuitos;
todos sus beneficios son actos de equidad, con los
cuales paga los bienes y servicios hechos á su na-
cion , en cuyo nombre y á cuya costa distribuye las
dignidades , las pensiones y los honores. Un Sobe-
rano digno de amor no es un hombre fácil , ni un
bobo que se deja guiar ciegamente por sus privados
6 Ministros: un Monarca respetable no es el que se
distingue con una


etiqueta orgullosa , con .enormes




(t)
(2) Vcase'el Zend- avesta, ó el libro sagrado de los Parsis.


Essais, lib. 3. cap. 6.


30.


SECCION TV.
dispendios , con un luxó desordenado, 6 con edi fl
dos y obras suntuosas.


El Soberano verdaderamente bueno es aquel que
es bueno para todo su pueblo , que respeta sus de_
rechos, y que se vale y sirve de sus tesoros con eco_
noria para escitar el mérito y los talentos necesa-
rios á la felicidad del Estado. Un Príncipe clemente
para con los culpados , es cruel para la sociedad,
Un antiguo decia que es perder á los buenos el per.:
don ir á los malos. Un Soberano que se deja gober.
par por cortesanos aduladores , no sabe jamás l
verdad , y tolera el que se haga á sus súbditos des,-
gradados. Un Monarca orgulloso , que pone la glo-'
ria sólo en uri vano aparato., en ruinosas prodigali-
..dades, en una magnificencia sin límites, en costosos
placeres , 6 en crueles é inhumanas conquistas , es
un Soberano , cuya pequeña alma no conoce la ver-
dadera gloria que la virtud sola puede conceder. Es
mucho mas honroso para un . Príncipe , dice Plinio á
Trajano , ser tenido en la posteridad por bueno , que
por dichoso. ¿Puede tenerse por feliz y dichoso un
Principe , cuando sus súbditos están sumerjidos en
la miseria ? Un Soberano no puede ser poderoso y
afortunado, sino cuando funda su grandeza y su
poder en la libertad y en el bien de su pueblo.


Al ver la conducta de la mayor parte de los
Príncipes , pudiera decirse que su estado á nada los
obliga : ellos no parece que exîsten en el mundo si-
no para destruirle , esclavizarle , devorar á los pue-
blos , ó para vivir en continuos placeres y recreos,
sin hacer nada útil para las naciones. ¿Es por ven-
tura reinar , el abandonar las riendas del Gobierno-
á sui favorecidos, miéntras que cl que debiera go
bernar Vive en una ociosidad ignominiosa , 6 sólo
piensa en distraer su molesto fastidio con placeres
muchas veces vergonzosos , con fiestas y funciones
ruinosas; con edificios inútiles , todo á costa del su-


CAPÍTULM II. 3 1


dor 'las van ^de
o


unlágrimas
afanad


nada
para


da
c i ar los v icios y l
hace en su favor ?¿La necia -anidad podrá tener entrada en el co-
razon de un Monarca? Una pasion tan vil y peque-


ña ¿ no debiera ser. desterrada de una alma verdade-
ramente noble? La verdadera grandeza de los Reyes
consiste en la felicidad de los pueblos: su verdadero
poder , en el cariño y lficion de estos: su verdade-
ra riqueza , en la riqueza y la actividad de sus súb-
dito,' : su verdadera manificencia , en là abundancia
que ellos hagan reinar. En los corazones de las na-
ciones es donde los Principes deben erijir sus monu-
mentos , mucho mas lisonjeros y dignos de admira-
clan , que no esos soberbios edificios hechos á costa
de la felicidad nacional: las pirámides de Egiptó;,
que todavía subsisten ; los nnonutxiéiltos de Bab.ilo-
nia , que han perecido ; los palacios arruinados de
los tiranos- de Roma-; sólo traen -á la -memoria ,1"
Idcura de los que los erijieron.' Montagne dice con
mucha razon que "es una especie' de pusilanimidad
;en los Monarcas y una prueba de falta de aten-
,,cion á los deberes de su estado, el trabajar única-
»mente ea distinguirse por medio de dispendios enor-
»mes." (i) El mejor Reÿ , y mas grande , dice Zo-
roastro , es aquel que hace


la
d tierra


mas fértil. (Z)
Los ayos y preceptóres e los Príncipes , en vez


de mostrarles la gloria en la guerra , en las inju stas
conquistas, en un fausto brilla nte,


en frívolos y es-
cesivos dispendios, debieran habituar los


desde la IIl-
fancia acombatir sus capric hos , proponiéndoles la
conquista de los corazones de SUS súbditos como el
objeto á que deben drijirse todos sus deseos. En lu-




32 SÉCCION IV.
gar de hacer insensibles á los Príncipes , en vez de
enseñarles á menospreciar los hombres , sus maes-
tros debieran mover su imajinacion con la pintura
poderosa de las miserias , á que tantos millones de
sus semejantes están condenados para que ellos vi_
van en el luxô y la ostentacion. Los pueblos y sus
Soberanos serian mucho mas felices , si , en lugar de
persuadir á estos que son dioses ó criaturas de un
órden superior , se les repitiese de continuo que son
hombres , y que , sin este mismo pueblo desprecia-
do , serian infelices y miserables.


Carnéades decia que los hijos de los Príncipes
nada aprendian con tanto cuidado como el arte de mon-
tar á caballo , porque en todo otro estudio cada cual
les da la preferencia , en lugar de que el caballo no
es tan atento y cortesano , pues lo mismo tira al sue-
do á un hijo de un Rey como al de un villano. El Emt.
perador Sejismundo decia que todo el mundo se abs-
tenia de ejercer un oficio que no . había aprendido , y
que solo el oficio de Rey , el mas dificil de todos , se
ejercia sin sabers'. Sinembargo el gran Ciro confe-
saba que á ningun hombre toca el mandar, si no es.
mejor que aquellos á quien manda. (1) No hagas ô
presumas de Príncipe , dice Solon , sino has aprendi-.
do á serlo. Aprende á gobernarte á tí mismo , antes
de gobernar á los otros.


La educacion de los hijos de los Reyes , rnui lé-
jos de ilustrarlos y de darles un corazon sensible,
sólo parece que se propone sofocar en ellos las semi.
lías de la justicia y de la humanidad : no se les ha-
bla sino de combates y conquistas : sus conversacio-
nes no se refieren mas que á su grandeza y á la pe-


(1) Plutarco, Dichos notables de los Príncipes. Ea otra par-
te dice: que gobernar un Estado y ser filósofos , es una inisnis
cosa. Pitaco decia que es dificil mandar y ser hambre de bien.


CAPÍTULO IL 33
queñez y miseria de los demas : se les muestra á los
pueblos corno unos viles rebaños , de q ue pueden
disponer á su antojo, quitarles el pellejo y devorar-
los impunemente. Se les dice que ellos no d: ben dar


oidos á sus quejas y lamentos , como importunas,
molestas , y destituidas siempre de razon. He aquí
porqué los Príncipes son raras veces equitativos y
sensibles. De este modo se los forma unos ídolos in-
accesibles á sus súbditos , sobre quienes , sin saberlo
ellos , se ejercen las mas estrañas crueldades: así
tan,bien se los hace ingratos , que niegan constante-
mente al mérito sus justas recompensas, prodigán-
dolas á la bajeza y la adulacion. En fin , de esta
manera en el seno de los placeres , de la pompa y
de las diversiones, los Soberanos viven en una em-
briaguez continua , adormecidos en una fatal segu-
ridad , que tard,: 6 temprano los pierde infalible-
mente. (1)


La naturaleza, siempre justa en sus castigos,
no perdona á ninguno de cuantos desconocen sus le-
yes. Los malos Príncipes hacen á sus súbditos infeli-
ces , y las infelicidades de los súbditos recaen nece-
sariamente sobre sus injustos señores. Las provincias
agotadas con guerras inútiles , sólo presentan labra-
dores desalentados con el rigor de los impuestos. El
comercio desaparece por las trabas que se le ponen
á cada paso. Un gobierno neglijente acude siempre
á las violencias , y dejenera en tiranía. Los Capri-
chos del Soberano se multiplican á lo infinito


, por-


--r.^..^.^..b


Jener
(1) Cuando la guerra de Luculo contra Mithridates, los


ales de este Monarca le ocultaron que cl ejercito, en que
él mismo se hallaba en persona, padccia la huas cruel hambre. --
El primero que anuncio al Rey Tigraues la aproximacion del
mismo Luculo, fue degollado por mandato de este Principe.


Ylutarco, Vida de Luculo.
5TORO Ir.




34 sECCION I V.
que, á falta de ocuparse en el cumplimiento de sus
deberes , necesita forzosamente de placeres y diver_
siones continuas: las necesidades y las demandas
del Principe crecen en la misma proporcion que su
reino se agota , y que sus medios se di miruyen:
los impuestos se duplican á medida que los pueblos
se empobrecen ; en fin, es indispensable entonces re-
currir á todo jénero de estorsioncs, á la perfidia y
al fraude , acabando de arruinar enteramente un.
Estado oprimido por un gobierno delirante. Así el.
déspota , cada dia mas codicioso y miserable , no
conoce ya freno nl medida ; y reina solamente so-
bre esclavos sin vigor y sin industria. La conciencia
entánces atormenta al tirano sobre el trono mismo;
él sabe que se ha granjeado un oídio universal; de
todo teme y se recela ; no vé sino enemigos en
cuantos le rodean ; concibe el mayor temor de su
pueblo , cuyo amor y ternura ha despreciado; in-
quieto y receloso , es cruel y feróz : por último , la
tirante estrernada produce levantamientos populares,
rebeliones y motines , de los qué el tirano es la pri-
mera víctima. De la esclavitud á la desesperacion
apénas bai un paso.


Déspota se llama un Soberano que prefiere su
capricho á la justicia , y su interés personal al inte
rés de la sociedad. Semejante Soberano. tiene la locu-
ra de creer que él solo compone el Estado , que su
nacÍon es nada , y que la sociedad toda entera estl
destinada únicamente por el cielo para servir á sus
caprichos. 'Tirano-, es todo Príncipe que pone en ri-
.orosa práctica los principios del despotismo, y que,-
creyendo hacerse feliz á sí mismo , hace á todo si
pueblo infeliz y desgraciado. 2 Mas se hace él por
ventura dichoso ? à mas cómo ser dichoso y feliz„.
cuando vive lleno de turbacion y de inquietudes?;
Es inevitable, dice un antiguo, que aquel que se ha-
ce temible c _muchas lentes a viva en un continuo


CAPÍTULO II. 35
do. (i) Los tiranas , dice Plutarco , temen d sus súb-ditos ; mas los buenos Príncipes temen por sus stabdi-
tos. Ningttn poder sobre la tierra puede por largo
tiempo ser tiránico con impunidad y sosiego.


Apetecer el despotismo , es apetecer los medios
de hacer mal á los otros é infeliz á sí mismo. El
tirano es desgracia do , puesto que gobierna á infeli-
ces con un cuchillo penetrante y agudo , con que
se hiere á sí. No hai poder alguno firme y seguro,
si no se somete á las leyes de la equidad. (2) Mas
una inclinacion natural en todos los hombres , y
que todo contribuye á fortificarla en los Príncipes,
los hace apetecer un poder ilimitado; estos detestan
y aborrecen todos los obstáculos que su autoridad
puede encontrar ; los Príncipes mas débiles y los
mas incapaces son los mas celosos en esto; no bai
cosa que mas los incite y los despierte , que el ha-
blarles de la• estension de su poder. Todos se creen
desgraciados , cuando no pueden satisfacer sus ca-
prichos : todos anhelan al despotismo , como el úni-
co medio de lograr la suprema felicidad , siendo así
que este despotismo sólo pone en sus manos los me-
dios de arruinar á sus súbditos y de sepultarse con
ellos bajo las ruinas del Estado. El poder absoluto
fué y será siempre la causa de la decadencia y de


(1) Necesse est multos timeat , quetn multi tillent. Publ.Syr. Sent. - - Arato hizo que Lisiades, tirano de Mégalopolis,
renunciase el poder que habia usurpado, manifestándole lospeligros y las inquietudes que de continuo le acompañaban.


Plutarco, Vida de Arato.Lo primero que hizo Numa ai subir al trono, fué despedirla Compañía de sus Guardias; porque, dice Plutarco, no que_ria ni desconfiar de los que se fiaban de él, ni ser Rey de los que
ninguna confianza le dispensaban.


Plutarco, Vida de Numa Pompilio.(2) Ea demt''m tuta est potencia, quae vit'ibus suis modutttimponit. Plinii Panegyr,




36 SECCION IV.
las desgracias de los pueblos , de que tarde ó tem-
prano llegan á participar los mismos Reyes.
• Esta verdad, confirmada por la esperiencia de


tantos siglos, es ignorada de la mayor parte de los
que gobiernan el mundo; y los Ministros compla-
cientes y aduladores , cuyo objeto es aprovecharse
de la negUjencia y dcpravacion de sus Monarcas,
la ocultan de ellos con cuidado : sus almas viles é
interesadas son efectivamente las verdaderas causas
de la ignorancia de los Príncipes, y de las desgra-
cias de las naciones. Estos aduladores son los que
forman los tiranos ; y estos tiranos son los que,
corrompiendo las costumbres de los pueblos , hacen
la virtud tan dificil y rara. Con razon dice Poli-
bio « la tiranía es culpable de todas las injusticias
»y de •todas los delitos de los hombres."
. Seguramente, la tiranía , siempre injusta , sólo
es servida á su gusto de hombres sin costumbres y
sin probidad , de esclavos vilmente dominados del
mas sórdido interés, que bajo Príncipes codicio-
sos y corrompidos se hacen los tánicos repartidores
de las gracias, de las dignidades, de los honores
y de las recompensas. Estos no muestran su be-
nevolencia sino á hombres corno ellos; temen al
mérito y la virtud , porque les causan confusion y
vergiienza. Por el descuido 6 la injusticia de un
mal gobierno una nacion entera forzosamente ha
de llegar á pervertirse ; escluida la virtud del favor
y de los empleos , es menester renunciar á ella pa-
ra lograr fortuna ; es necesario irse con el torrente,
que siempre encamina al mal. La Moral se in uti-
liza y pervierte bajo un gobierno despótico, en el
cual todo ciudadano. virtuoso debe necesariamente
disgustar al Principe y á los que gobiernan en su
nombre. FI tirano., para reinar, no necesita talen-
tos ni virtudes ; sino soldados , cadenas y calabo-
2ose Un tirano es por lo comziuni un automato, ua


CAPÍTULO II. 37
idule, de piedra, que se- mueve al impulGn que 1p
comunican los esclavos hábiles y mafiosos que se
han apoderado del mando. Un déspota, que ha re-
ducido su pais á la esclavitud, viene á ser un necio
y miserable esclavo , que ni aun coje los frutos de
su funesta tiranía.


La ciencia. mas esencial al que desea gobernar
con sabiduría.es, segun Plutarco, hacer á los hora-.
tires capaces de ser bien gobernados. Las costumbres de
los Soberanos deciden necesariamente de las costum-
bres de los súbditos. Dispensadores de los bienes, de
los honores y dignidades que los hombres. desean,
puede á su voluntad inclinar los corazones al :vicio
6 la virtud. Las cortes sirven deinorma á las ciuda-
des; las ciudades corrompen los pueblos y los cam-
pos; y hé aqui como de unos en otros, los pueblos
se imbuyen de las preocupaciones, de las vanidades,
del 1uxófy,de las._fruslerias, de las locuras y de los
vicios que infestan las cortes. Los Soberanos dan en
todo y por todo el primer impulso á las voluntades
de los Grandes, comunicando estos á las otras cla-
ses el •inápulso primero (flue han recibido: si este en--
camina sal bien, las costumbres pronto se verán re-
formadas y buenas:


Todo el mundo conviene en que. el. luxó; esta
emulacion fatal de la vanidad, es debido principal-
mente al fausto de los Soberanos y de los Grandes,á quien.


_cada uno procura mas :menos imitar : es-
te mal tan peligroso p tr .ce ser inherente al gobierno
monárquico, y::sobre todo!al despotismo, en que elPríncipe, transformado en una divinidad , girieré
imponer respeto sus eslavos con el fausto que losdeslumbra: para contener los efectos de esta epide-
roía fatal, se han ideado repetidas leyes como capa-
ces de reprimirla; ruas estas leves por lo corxiun hazasido i nfructuosas: La mejor de todas las leves son_
tuarias para un Estado, será siempre un Príilcip ••




38 . sECGroN IV.
fr uF


al, económico, y 'enemigo del fausto y de la
vanidad. Permitiendo el luxe) á los Grandes', y pro-
hibiéndole á los pequeños, no se hace 'mas que irri-
tar la vanidad de estos, que poco á poco triunfa.de
las leyes mas severas.


Nada sería mas importante para la-felicidad de
los pueblos, 'que el inspirar desde muíe:temprano á
los que deben reinar en ellos el amor á la virtud,
sin la cual no hai prosperidad alguna en la tierra.
Mas las máximas de una política injusta , cuyo ob-
jeto es ejercer impunemente una libertad:`desenfre-
nada, ocupan en los Soberanos el lugar de:la sabi-
duría y de la Moral; asi los::iritereses de.:los jefes
jamas estan de acuerdo eón 'los dei cuerpo social.


Estraña política, seguramente, por la cual los que
estan destinados á hacer observar los deberes de- la
Moral, se ocupan de continuo enviolarla, y rorirper
los vínculos: que deberian unirlos mas íntimamente
á sus conciudadanos.


Privar á la virtud de las recompensas y de los
honores que le son debidos, es, dice Caton, estirpar
de la juventud las virtudes. Mas alejar la virtud de
los primeros destinos:,.- corromper á los:hombres paà
ra sojuzgarlos y dividirlos entre sí, á fin de :'avasa
(larlos á todos,,,es â lo que se reducen los principios
de una política odiosa, inventada claramente, no
para la conservacion, sino para la disolucion de un
Estado. Segun tales máximas, los Soberanos se ha
cen . necesariamente los enemigos de sus súbditos, de-
biendo declarar una guerra cruel á la razon que po-
dría ilustrarlos, y á la virtud que pudiera unirlos
con los otros: vale mas, pues , cegarlos y corrom-
perlos, tenerlos en una infancia perpetua , é inspi-
rarles vicios capaces de fomentar las mayores dis-
cordias entre ellos, para impedir el que se reunan
contra los que tan cruelmente los oprimen. La vir-
tud necesariamente debe ser detestable á cuantos go-


CAPÍTULO II. 39
biernan • sin justicia. La Moral tampoco "puede ser
conveniente á los esclavos: el esclavo no debe cono-
cer ruas virtud que la de la obediencia. (1)


Los cortesanos siempre extremados en sus adula
clones, han intentado deificar á sus Monarcas; pe-
ro es facil dé conocer qué sus esfuerzos han sido de-
fectuosos, si con ellos -pretendieron justificar su ser-
vidumbre , y ennoblecer su fama. Ademas de que
ellos son los sacerdotes de los dioses que crea su ce-
guedad ó su codicia.


Una politica mas sana y nias útil prescribe que
los Soberanos se consideren hombres y ciudadanos,
y que nunca separen sus intereses de los de sus sub-
ditos: de la reunion de estos intereses resulta la con-
cordia social , y la felicidad de la cabeza y de los
miembros; El Príncipe solamente. es verdaderamen-
te grande y poderoso, cuando está sostenido por el
afecto y cariño de su pueblo: el puebla es siempre
desgraciado, si el Soberano reusa ocuparse en su fe-
licidad. Eléas, Rei de Escocia , decia que cuando es-
taba ocioso, no se:diferenciaha de su mozo de caballoso
Una vida holgazana y disipada es siempre vergon-
zosa y criminal en un Rey , cuyo tiempo pertenece
á sus súditos.


Para gobernar de un modo que haga felices á las
naciones,. no es menester ni un trabajo escesivo, ni
tinas luces estraordínarias ni un talento maravillo


_


so; bastan la rectitud, la vigilancia la firmeza, y


(1) "Consultando los Soberanos sólo á su propia seguridad,
»y no á la razon y á la justicia, debieran propo,ierse mandar y
"regir manadas de carneros, de bueyes y de caballos, mas no.
Ȓ hombres eu sociedad... Un tirano, que olas quiere mandar
».+ esclavos que á verdaderos hombres, se asemeja á mi pare-
vicer al labrador que mejor quisiese cojer langostas ô aves de
»rapiüa que no buen trigo y cebada."


pitatarcQ a Banquete de Los siete Sábi s..




amaba a I Re.y,
; pero


de su traducclorr efe


6


40 SECCI:ON I V.
los buenas y eficaces deseos. Un alma demasiado vx^
va y exâltada puede algunas veces carecer de pru-
dencia; un buen corazon es regularmente mejor
y mas á propósito para gobernar á los hombres , que
un talento ó un entendimiento mui elevado y pene,
trante. No exijan, pues, las naciones de sus Jefes
talentos sublimes y raros , ni cualidades dificiles de
encontrar. Cualquiera hombre de bien tiene lo que
se necesita para gobernar un Estado; todo Príncipe,
que desee sinceramente el bien de sus súbditos, halla-.;
rá con facilidad cooperadores que le ayuden; él fo-
mentará en su Corte una noble emulacion entre los
talentos y el mérito, no menos útil á sus intereses
que á los de sus súbditos. Todo Monarca que quiera'
conocer la verdad, hallará mui pronto las luces ne-
cesarias para gobernar con sabiduría ; en fin , todo.
Soberano, que aprecie y se atenga fuertemente á la
justicia, la hará reinar en sus dominios , y respetar
á sus vasallos. La justicia y la Fortaleza son las vir-
tudes de los Reyes.


La vana pompa que roda á los Soberanos , la
facilidad y prontitud con que son ejecutadas sus ór=
denes, las diversiones continuas que se les presea-
tau, y los placeres en que se encuentran engolfa-
dos, hacen que el vulgo los tenga por los mas feli-
ces de los mortales ; en una palabra, un error mui
comun dá por supuesto que el poder supremo trae
siempre consigo la suprema felicidad. Mas la vida
de un Soberano que cumple con sus deberes, es ac-
tiva, laboriosa, vijilante, incesantemente ocupada:
la de un Principe ocioso , disipado y enemigo del
trabajo, es un fastidio perpetuo. Todo Monarca jus-
to y sensible vive sujeto á una ocupacion y cuida- -
do continuo. El Soberano que no se digna atender
á sus propios negocios , se eupone á todos los males
que resultan de la falta de conducta ó de la per-
versidad de sus Ministros , que por su ignorancia


CAPÍTULO II.
no puede elejir bien. Los Reyes tienen tanto y n;as
que temer de sus amigos que de sus enemigos; c
.mas bien, no tienen nunca amigos , sino adulado-
res y hombres


viciosos , sólo afectos á su persona
por un sórdido interés , ó por la vanidad; ademas,
no teniendo iguales , ni teniendo necesidades al-
gunas, los Príncipes no gozan ni de las dulzuras
de la amistad, ni de los encantos de la confianza,
ni de los mas grandes placeres de la vida ; se vén
privados de estos bienes por la enorme distancia que
el trono pone entre ellos y sus súbditos, aun los mas
distinguidos; estos se hallan siempre oprimidos y vio-
lentados en presencia de un sefior, en la que á na-
da se pueden atrever. De donde se refiere claramente
que la alegría , que siempre supone libertad , segu-
ridad, confianza é igualdad, no puede habitar ni
manifestarse en la corte de los Reyes. En medio de
'un festin filé donde el grande Alejandro asesinó á
Clito , á quien tenia por su mayor amigo. (1)


En fi n , la mayor infelicidad, inseparable de la


condicion de los Reyes, es no poder saber casi nun-
ca la verdad. Esta se les oculta sobre todo cuando
es amarga, es decir, cuando es mas importante sa-
berla. Algunos Príncipes, dice Gordon, se han visto
destronados antes de saber que no eran amados de sus
pueblos. (2) Esto es lo que sucede principalmente á.
los Soberanos absolutos, á los déspotas , á los tira-
nos, á quienes sus pasiones indómitasno permiten
jamás que se les hable con sinceridad; no acostum-
•brados á que se les contradiga, todo)o que se opone
á sus caprichos basta para provocar la cólera de es-


(l) Este Principe decía que Ephestionque Clito amaba ú Alejandra.
(2) Véase el Discurso preliminar


Tácito.
TOMO IL




42 SECCION IV.
tos niños imprudentes , que desean. poderlo todo
impunemente. Los príncipes, cuyo poder es ilimita-
do, son los que debieran tener el mayor interés en
conocer las verdaderas disposiciones de sus súbditos;
porque no pudiendo estos hacer que lleguen al trono
sus quejas, se esplican con motines, revoluciones y
asesinatos, en que el tirano suele ser la primer víc-
tima.


; Hé aquí, pues , la felicidad suprema, á la que
conduce el poder sin límites que los Príncipes desean
con tanto ardor , y sin el cual se tienen por des-
graciados ! Este poder los priva de la confianza, de
los consejos , de los ausilios y de los consuelos. que
proporciona la amistad. El Monarca, que pretende
ser j


usto, debe armarse doblemente contra las se-
ducciones de sus privados , y temer que su afectó
ácia ellos no le haga pecar contra la justicia univer-
sal que debe á todos. Del pueblo es de quien debe
ambicionar la amistad; al pueblo es al que debe
oir para saber la verdad; sobre el pueblo debe fun-
dar su propia seguridad; y en el bienéstar del pue-
blo debe establecer su propia grandeza, su gloria, y
su felicidad : á los que le proporcionan estos bienes
y ventajas , es quien el Príncipe debe mirar como
á sus amigos. Théopompo decia que un gran Rey es
aquel que permite à sus amigos decirle la verdad;
que- hace justicia á sus vasallos ;. y que observa las_
leyes.


Cualquiera que sea la forma de gobierno que'
adopte una nacion, los deberes y los intereses de sus
Jefes serán siempre unos mismos. La política y la.
Moral exîjen que, en el gobierno aristocrático, un
necio orgullo, un vano espíritu de cuerpo, una ter-
ca y obstinada adhesion á prerrogativas injustas,,
no le hagan jamás hollar los derechos de la patria.
Nada mas incómodo y molesto en las aristocracias,
ni mas insoportable á los pueblos, que la vanidad


CAPÍTULO Ir. 43
pueril de los


os
nobles


Estos
, yha de los Majistrados 6 Sobera-


nos colectiv. n de distinguirse en la de-
cencia y gravedad de sus costumbres , en su probi-
dad, su afabilidad, su modestia y su equidad, cua-
lidades mucho mas capaces de hacerles queridos, y
respetados , que no una gravedad insociable que
los hará odiosos y aborrecibles á sus ciudadanos,
y que nunca debe tener lugar en los gobiernos re-
publicanos.


Dejen, pues, los Jefes de la aristocracia á los es-
clavos favorecidos del despotismo la vanagloria de
distinguirse por su altanería y su insolencia , y dis-
tinganse ellos por su bondad, su moderacion y su
integridad. La arrogancia y el orgullo deben ser des-
tereados de los paises donde se goza de alguna li-
bertad. La aristocracia debe hacer mucho aprecio
del pueblo, y no mirarle con los mismos ojos que
la Monarquía , que sólo distingue á sus nobles; 6
que el despotismo , que desprecia igualmente al vil
rebaño que destruye y aniquila.


En una palabra , todo gobierno Republicano su-
pone una cierta igualdad entre los ciudadanos igual-
mente sujetos á las leyes. Los Majistrados en él son
Jefes, sin dejar por esto de ser ciudadanos; de don-
de se sigue que sus modales altaneros son mas cho-
cantes y mas importunos al pueblo que bajo la Mo-
narquía , acostumbrada á sufrir y tolerar la insolen-
cia y el desprecio de los Grandes, y de cuantos go-


n de un er. n
Estado bien
i-


'Esos
ningu


alg
n ciuda


pod
dano


E
tiene


todo
derecho cíe serconstituinsolen-


te. s aristocratas tan celosos de su autoridad, y
tan desconfiados, se ahorrarían de muchos dispen-
dios, molestias ya disgustos, si se dignáran recordarde que son ciudadanos y no déspotas


ó tiranos ; quela vanidad sólo es buena para hacerse abominables;
y que ésta produce de continuo enemi gos y descon-tentos, cuya cólera revienta á veces en fatales y




44 • SECCION IV.
terribles revOluei0n.^s. (1)


De esta verdad hallamos pruebas en la historia
de la mayor parte-de las aristocracias antiguas, las
cuales por lo comun dejeneráron en verdaderas ti-
ranías. La historia Romana nos oftcce un Senado
orgulloso , avaro , celoso de sus prerogativas usur-
padas, perpetuamente quejoso de la plebe, á la cual
se arrogaba el derecho de abatir , de vejar con
usuras, de oprimir de mil modos, y de enviarle á
morir en guerras estrangeras cuando le era moles-
to. Bien pronto la division . entre los tetes de esta
República siempre armada produjo facciones crue-
les , y se encendieron espantosas guerras civiles; los
ciudadanos se arman los unos contra los otros; y
por último, tras las sangrientas disputas y contien-
das de Nlário y de Syla, el ambicioso Cesar, apo-
yad o en la faccion del pueblo, se eleva sobre las
ruinas del Estado , establece el despotismo de uno
sólo en lugar del despotismo de los Nlajistrados,
y deja al gobierno , abandonado á una larga série
de monstruos, que únicamente parece que se dis-
putáron quien cometería mayores crímenes y mas
grandes infamias. La nobleza Romana vino á ser
sobre todo el objeto de la crueldad de los Caligu-
las y de los Nerones: mientras que estos mons-
truos acariciaban al pueblo, ô le divertian con es-


(t) La escesiva emulacion del poder, dice Tito-Livio, y
la terca obstination de decaer en lo nias mínimo de su grau. -
deza, en uno de los órdenes cíe una República , produce mu
chas veces grandes é inútiles disputas , funestas al mismo Orden.
Nimia unies ordiris Reipublicae , ire. sua dignitate sibi reti-
nenda; nullique alii communicandee solicitudo , magnas saepè,
'casque inutiles, et ipsimet i;li ordiui exitiaíes contenciones
tarit.


"El pueblo , dice Plutarco, mirasiemprecomoel mayorho-
-asner el no ser despreciado de los Grandes." Vida de Nicias.


CAPÍTULO II. 45.
pectáculos, hacian carrer la noble sangre . çle Sena-
dores_ y de patricios, cuyo linaje causaba rece lo á
su


tiranica ambiciou. En una palabra, el orgullo
de un Senado discorde puso fin á la República mas
poderosa que hubo jamás en el mundo. Los Gran-
des, dice Solón , destricen las ciudades ; y la im-
prudencia del pueblo las precipita en la esclavitud.


Las democrácias ô gobiernos populares no pere-
cen comunmente tan pronto sino por la injusticia,
el desenfreno , los celos y la envidia del pueblo que
con el poder se hace . insolentc. Un populacho arro-
gante , lisonjeado por sus demágogos, es ordinaria-
mente el mas cruel de los tiranos ; así sacrifica- la
virtud misma a su envidia , á su capricho y al bár-
baro placer de hacer sentir su poder á los ciudada-
nos que debería querer y respetar; y comete el cri-
men sin remordimientos , porque no reflexiona , y
porque además la vergüenza desaparece entre la
multitud de los culpados. La ingratitud de los Ate-
nienses con Aristides, Cimon y Phocion , hace que
ninguno se compadezca ni lamente de un pueblo
vano y perverso en la pérdida entera y absoluta de
su libertad , que ni apreció ni supo usar. (i) Sócra_
tes dice, segun Platón , que la democrácia es el im-
perio de los malvados sobre los buenos. La multitud
cuando ejerce la autoridad


(I) La ingratitud de los Atenienses para con Pericles, eu
pretender que diese cuerna de su administracion, hizo que este
hombre célebre suscitase la guerra del Pelepcneso, que fué
causa de la destruccion cíe todas las Repúblicas de Grecia. Te-
inistocles decia á los Atenienses ¡ ó miserables! z por qué os fa-
iigais en recibir benelïciós de unas mismas personas? Plutarco


bscrva con mucha razon que eu las revoluciones de


la de:no-
crácia el mas perverso es regularmente el q ue prospera y el
que se eleva al mas alto grado. Plutarco, Vida de'Nicias.-


, es mas cruel aun que los
tiranos. A un déspota le contienen á veces el temor,




46 SECCION TV.
la vergtienza y los remordimientos ; mas un pueblo
tirano , enfurecido y agitado de sus pasiones , no
conoce ni miedo ni pudor.


CAPÍTULO III.
7eberes de los Súbditos.


Todo gobierno justo ejerce, como se ha visto,
una autoridad lejítima, á la que un ciudadano
virtuoso está obligado á obedecer ; mas el Gobier-
no injusto ejerce un poder usurpado. Bajo el despo-
tismo y la tiranía na hai autoridad, no hai mas que
usurpation y ladronició público: la sociedad se vé for-
zada á sufrir el yugo que le imponen cl crimen y
la violencia ; su misma opresion le impide propor-
cionar á los ciudadanos los bienes y ventajas que se
obligó á asegurarles en el pacto social: un mal Go-
bierno aniquila este pacto , é impidiendo á la so-
ciedad el cumplimiento de las obligaciones que ha
contraido con sus miembros , los exonera á estos
de las que han contraido con ella.


Para que la sociedad tenga derecho de exîjir el
buen afecto de sus miembros , debe mostrar un
grande y tierno interés por todos; ella no se obli-
ga á que todos los ciudadanos sean igualmente fe-
lices y poderosos; pero si á protejerlos con igual-
dad , á preservarlos de la injusticia , á darles la
seguridad necesaria para sus empresas y trabajos,
y á recompensarlos con proporcion á los servicios
que la hagan. Con estas condiciones los ciudada-
nos pueden amar su patria , interesarse en su bien,
y contribuir fielmente á su conservaclon y felicidad.
z Mas cuál será el amor de la patria en un Gobier-
no tirániço ? Exîjirle de un esclavo , sería eviden-
teniente -pretender que un preso amase su prision .
y sus . cadenas.' El amor de la patria, en un pais


CAPÍTULO II . 47
sujeto á la tiranía , sólo consiste en una añcion
servil á los tiranos, de. quienes el esclavo espera
recibir los despojos de sus conciudadanos : en una
constitucion como esta , el hombre verdaderamen-
te afecto á su pais es reputado por rebelde , por
un mal ciudadano , por un enemigo de la auto-
ridad. (1)


Los hombres ,. gobernados casi de continuo por
vanas ideas y palabras , imaginan que todo lo que
lleva la señal 6 el sello del poder debe ser ciega-
mente obedecido,: y no ven que- la autoridad le-
jítima (esto es, la que- reconocida legalmente- por
la sociedad. cóntribuye . al bien de ella) es la úni-
ca que tiene derecho de hacerse obedecer; no ven
tampoco que la autoridad que es injusta
todo derecho de obligar á los nombres, reunidos
para gozar de las ventajas de la equidad, y de la
proteccion de las leyes. Ninguno, dice Ciceron, de-
be obedecer à los que no tienen derecha de mandar.
La tiranía es detestada por todo buen ciudadano;
sus órdenes sólo pueden ser ejecutadas por los es-
clavos corrompidos , que procuran aprovecharse de
las desgracias de su patria. Un sórdido interés y
un temor vil,. mas no el cariño y el aprecio , pue-
den ser los móviles de la obediencia forzada del
ciudadano, que
ariamen ha
aborrecer eniior una autoridad' dañosa , ba


de
jo la cual- es-tásu condenado á llorar su desti


te


no.. Los G riegos se-
gun PIutarco, miraban el Gobierna despótico de los
Persas como indigno de mandar á los hombres:


En fuerza de estas reflexiones tan sencillas. no


(t) Aquella ciudad , dice Plutarco , ceci bien gobernada...en que los que no son oprimidos ni ultragadós aborrecen y persi-guen tan rigorosamente al que ha cometido una opresión 6 ultra-je, como la misma persona ofendida y.
ultrajada.


Banquete de los ,siete Sábios.




48 SECCION IV.
debemos admirarnos de que la mayor parte de las
naciones estén llenas de ciudadanos indiferentes á
la suerte de la patria , faltos de toda idea de bien
público , y únicamente ocupados en sus intereses
personales , que nunca se refieren á los dc la so-
ciedad en que viven : los intereses de ésta nada efec-
tivamente tienen de comun con los de la mayor
parte: -dc los miembros que la componen. No se en-
cuentran leyes algunas que establezcan una justi-
cia esâcta entre los ciudadanos: y las naciones se
dividen en opresores y oprimidos. Las preocret-
clones injustas , las vanidades despreciables , los ini-
cuos p'riviícjios ponen en perpetua discordia las di-
ferentes clases del Estado; un fatal espíritu de cuer-
po usurpa las veces del espíritu público y del pa-
triotismo. Los ricos y los grandes se arrogan el
derecho de vejar á los pobres y á los pequeños ; el
-noble desprecia al plebeyo ; el militar sólo recono-
ce la fuerza , y únicamente obedece á la voz del
déspota que le paga. El Magistrado sólo piensa en
las prerogativas dc su cargo, y cuida poco de los
derechos de sus conciudadanos; el Sacerdote sólo
se ocupa en las inmunidades de su estado. Así los
intereses discordantes de los hombres se oponen de
continuo al interés jeneral, y destruyen lastimosa-
mente la armonía social. El despotismo se vale as-
tutamente de estas divisiones continuas para sojuz-
gar la justicia y las leyes ; fomenta las discor-
dias ; hace que sus hechuras se aprovechen de las
calamidades de la patria ; y ofuscados con unos
ftvores engañosos, aquellos mismos que debieran
mostrarse los mejores ciudadanos , sólo aspiran á.
obtener el crédito y poder de oprimir y daf ar ; ellos:
trabajan y se afanan por aumentar y fortalecer lag
autoridad fatal bajá quien la nacion entera será
tarde ó temprano opresa é infeliz. Los pobres
los débiles,. abrumados perpetuamente de la injus-


CAP- TULO .III. 49
ticia de los poderosos y grandes , á los cuales ven
únicamente prosperar , se hacen sus enemigos, y se
vengan con crímenes de l a parcialidad del Gobier-
no , que se muestra solamente pródigo y bienhechor
con los felices de la tierra, y olvida á los dés-
dichados.


Es necesario repetirlo: todos los' ciudadanos de
un Estado están igualmente interesados en que rei-
ne en él la equidad. - No bai un solo hombre que
siendo racional , no deba temblar al ver oprimido
por la violencia al mas ínfimo de sus conciudada-
nos. La opresion , despues de haber hecho sentir sus
efectos á las infimas clases del pueblo, los hace tam.
bien esperimentar por último á las clases mas eleva-
das. Los cuerpos mas poderosos , si la discordia los
desune entre sí , sólo pueden oponer una débil bar-
rera á la tiranía , que corre sin detenerse al logro de
sus fines. Todos los cuerpos , todas las familias , to-
dos los ciudadanos tienen un solo interés , que es el
de verse gobernados por leyes justas y equitativas;
mas éstas no son tales sino cuando protejen igual-
mente al grande y al pequeño, al rico y al pobre.
El buen ciudadano es aquel que dentro de su esfera
contribuye de buena fé al interés jeneral , porque
reconoce que su interés personal no puede separarse
de aquel sin peligro y daño de sí propio • verdad
que harémos conocer recorriendo los deberes de to-
das las clases en que se hallan divididos los ciuda-
danos de un Estado.


Un Gobierno merece el renombre de bueno cuan-
do es justo para con todo el mundo; éste es el que
puede formar buenos ciudadanos; éste solo tiene de-
recho de esperar de parte de sus súbditos la aficion


a
el cariño , la fidelidad , los sacrificios generosos ; en
una palabra , el puntual cu mplimiento de los debe-
res de la vida social. La autoridad lejítima es única-
mente la que puede ser amada


II. , obedecida y respe--TOMO T




50 SECCION IV.
tada ; ella sola inspira â los hombres el dulce amor
de la patria , el cual no es otra cosa que el amor
de su seguridad y de su prosperidad.


Todo el mundo tiene en la boca este adajio:
Aquella es mi patria donde me vá bien; (1) de don-.
de resulta claramente que no es patria donde se vive •
bajo la opresion , sin esperanza de ver uno terminar
sus trabajos. El ciudadano debe soportar con pa-
ciencia los inconvenientes. inevitables de la vida so-
cial , y participar con sus conciudadanos de las ca-
lamidades pasajeras qué éstos esperimentan ; mas.
tambien él puede renunciar su sociedad , luego que.
Né y. siente que ésta le niega. constantemente las
ventajas que debia prometerse. No. es patria aquella
clbnde no bai justicia , buena fé , concordia ni vir-
tud. Sacrificar sus intereses , sus bienes y su vida
por los tiranos , es 'sacrificarse .no por su patria , si-
no por.:sus mas crueles enemigos. El baren ciudadano,
dice Ciceron , es-aquel que no puede tolerar en su pa-
tria un poder que pretende hacerse superior rt la
leyes. (2)


El ciudadano solamente debe obedecerá las le:
yes:; y estas. leyes , como hemos visto , no puede
tener otro objeto que lá conserva cion, la seguridad
el bienéstar., .la union y el reposo de. la sociedad. E
que obedece ciegamente á los cape ichos de un dés-
pota , no es .ciudadano, sino esclavo. No bai duda,
dano .bajo el -despotismo, ni ciudad para los escla-
vos (3). La patria para estos no es mas que una d'
latada prision guardada por satélites , bajo el rigo
de un carcelero cruel é in,ensibie. Estos satélites son
unos mercenarios , cuya obediencia es una verdade-


(I) Ubi bene, ibi patria.
(2) Bonus civil est , n ui non potest pati ea in sua civit


poterti:um gave supra leges esse velit.
(3) Se vorun milla est civitas, Publ. Syri. Sentent.


CAPÍTULO III. Sí
r . traiciona Nada : dice .Ciceron , es 'mas contraria
á la equidad , que los .hombres armados y reunidos;
nada mas opuesto rt la justicia que la violencia. (1)
La verdadera ciudad, la verdadera patria , la ver-
dadera sociedad es aquella donde cada uno goza de
sus derechos sostenidos por la ley. Donde el hombre
es mas fuerte y poderoso que la ley, la justicia se
vé obligada á callar , y la sociedad no tarda en di-
solverse. Pausanias , Rey de Esparta , decia que es
necesario que las leyes sean reinas y señoras de los`
hombres , y no los hombres de las leyes. Solón decía,
tambien que.parca que dure un Imperio, es menester
que el majistrado obedezca à las: -leyes , y el pueblo d
los majistrados. En fin , Platón dice que los mejores
Príncipes son aquellos que con mas fidelidad obedecen
à las leyes. Donde quiera que , añade, la ley es la
que manda y los Nlajistrados los que la obedecen, allí
se ven prosperar las ciudades , y abundar todos los
bienes que pueden conceder los dioses; en vez de -que
donde el iWajistrado manda y la ley calla y obedece,
no puede esperarse sino ruina y desolacion.


Mas , para poder arreglar
• la conducta de los.


Soberanos y de los súbditos , las - leyes deben serjustas y conformes al bien público , al bien de la
sociedad, á las necesidades y á las circunstancias
particulares. Las leyes que no tuviesen por objeto
sino los intereses personales del -Soberano, 6 de susfavoritos , serían injustas y -contrarías al bienéstar
de todos. Las leyes tiránicas: no pueden ser respe-
tadas , como que son hechas por hombres que no
tienen derecho de mandar. El bien público y la
equidad natural son la medida invariable de la obe-


(I) Nihil est aequitati tam contrarium atque infestum, qucim
convocati


armatique hommes ; nihil jciri'ztam inimicum, qusintvis. Cicero , pro Caecina.




52 SECCION IV:
diencia que el ciudadano debe á las leyes. Todo-
el que tiene ideas verdaderas de justicia , puede
fácilmente distinguir las leyes que debe obedecer,.
de aquellas á las cuales no podria sujetarse sin o-
fender su conciencia , y hacerse culpable con la so-
çiçdad. Ningun hombre que tenga alguna idea de
1m. justicia , 6 algun sentimiento de honor, se val-.
drá de una ley forjada por la tiranía que autori-
ce á ciertos ciudadanos para robar á otros. Nin-
gun • hombre , á no estár enteramente ofuscado de
un vil y sórdido interés , creerá que el Soberana
pueda:. conferirle el derecho de enriquecerse á cos-
ta y -. con daño de su patria. Todo hombre de bien
renunciará ántes á la fortuna , á la grandeza y al
crédito, qué- retener un empleo que no puede desem-
peñar á gusto del : Principe sino haciendo infelices á
s.is. conciudadanos.


La justicia sería enteramente desterrada de la
tierra , si las órdenes de los Príncipes fueran leyes,
contra las cuales no. -fuese lícito. y permitido Tesis-
tir y reclamar. El cortesano que decia que él no
llegaba á comprender .como era posible resistir á la
voluntad.:de su._Seüor, (1) hablaba como un escla<
vo criada con las. Máximas del despotismo oriental,
segun las cuales el Sultan es un Dios, á cuyos
caprichos es un delito oponerse, aun cuando sean
los nnias contrarios á la .razon. Sinembargo con opro
bio de personas: que ocupan las clases mas distin-
guidas en muchas naciones ilustradas , estos prin-
cipios:odiosos y destructores son la regla de la- con-
ducta :de muchos grandes, y de la mayor parte
de los nobles y de los militares. Pero aun es mas
y es ¡ que esta misma doctrina ha sido con fre-


(f) ;,journal Hist. de la Revolut. opérée par le Chancelier de
Maupeou. tom. 2.


CAPÍTULO III. S3
cuencia predicada por algunos Ministros de un Dios,.
oríjen y manantial de toda justicia y de toda Moral':


z Qué- sería de las. naciones , sí-, desgraciada
mente inficionadas de estas ideas funestas , los Ma--
jistrados no tuviesen valor para esponerse á la có
leca del Soberano , reusando suscribir á sus arbi-
trarios voluntades z Qué Ilegarian á ser los pue-
blos , si la justicia dependiera de los caprichos va-
riables. de un Sultan , de un Visir, de una Favo-a
rita, erijidos en leyes por un poder absoluto? ¿Erk
qué se fundaría: la autoridad del Monarca mismo,,
si- abusando de ella- pudiese déstruir la- equidad,
que es la base de su trono, y la que- constituye.
la seguridad de los Reyes y de: los súbditos •?:


Asíqué los viles aduladores que pretenden que
el Príncipe nunca debe retroceder, ni- encontrar-
resistencia- alguna á sus- voluntades supremas, no.
solamente son unos malos ciudadanos-, sino tam--
bien enemigos del Príncipe. z No será. ciertamente
servir con fidelidad al Soberano, el' r,o obedecen--
le ciegamente cuando sus órdenes son contrarias
á sus n:isn,cs intereses?. Los- insensatos son los tini-
cos que pueden prestarse - á- las ostra vagancias de
tin imprudente que se empeña en destruir su Here-
dad; resistir cuerdamente á éste,- es impedirle que
se daiie á sí mismo ; obedecerle., es hacerse. cóm-
plice de su locura- y de su ruina,


Todo Príncipe que se rebela contra las leyesjustas, incita á sus stiditos á que , se rebelen contra
él. Todos los que le escitan ó le sostienen en sus
empresas temerarias, son malos ciudadanos,. adula-
ladores- infames, que á un mismo tiempo venden
traidoramente á su patria y á su Jefe. Los que
adoptan las máximas de-una obediencia ciega. y parsiva á las leyes impuestas por el despotismo deli-
-tante, son 6 estúpidos que désconocen sus verdade
r_Qs intereses, ó esclavos que merecen sufrir por to




54 SECCION Iv.
da su vida el peso y la dureza de sus yerros:


Si uno asintiese á las nociones vagas de algunos
políticos, llegaría á creer que todos los súbditos de
un Estado, cambiados en automatos, debian una
obediencia ciega é implícita â todo lo que fuese ley,
ó que tuviese la sancion de la autoridad soberana;
mas esta autoridad i es siempre justa , inf ttible,
esenta de pasiones, é incapaz dé estraviarse? La
tiranía , que no es mas que el gobierno de la injus-
ticia sostenido por la fuerza g tiene acaso derecho
de fabricar leyes contrarias á la equidad, y estará-
todo ciudadano obligado á someterse â ellas sin mur-.
murar siquiera ? Si estos principios fuesen verdade-
ros, la sociedad no sería mas que un monton de
víctimas obligadas á dejarse robar , y á presentar
su cuello al cwichillo de los ciudadanos obedientes,
que el tirano cuidadosamente elejiria para que fue-
sen sus verdugos.


Distingamos, pues, las leyes que deben ser res-
petadas y obedecidas por los ciudadanos virtuosos,
de las leyes injustas y destructoras que la tiranía,
la violencia, la sin razon y la rutina, la cual nun-
ca razona, han podido establecer. La justicia, dice
un Doctor celebre, tiene derecho para romper los in-
justos vínculos. (1) No es el ciudadano el que tienederecho de juzgar de las leyes de su pais; es la jus-
ticia, de la que todo hombre sensato es capaz de
formar y adquirir ideas firmes y seguras. Las leyes
son respetables cuando son justas ; ellas deben ser
revocadas luego que son contrarias al bien público.
Las leyes , dice Locke, son hechas para los hombres,
y no los hombres para las leyes. Los mayores males
de las naciones provienen de las . leyes visiblemente
injustas, ante las cuales la violencia hace proster-


(1) Injusta vincula rn npit justifia. Saii Agustin.


CAPÍTULO III. 55
nar á los pueblos, y que las obedezcan ciegamente.
Las leyes, dice Montagne, conservan su crédito, no
porque sean justas , sino porque son leyes. (1)


El respeto debido á las leyes sólo puede fundarse
en la equidad de ellas mismas, á las cuales, por su
mismo interés, todo ciudadano debe obedecer, y
mantener. Las leyes, decía Demonax , son inietiles
para los buenos , porque los hombres de bien no las
necesitan, y Cambien para los malos , porque estos no
son mejores con ellas. Sócrates, que llevó hasta el fa-
natismo la sumision á las leyes de un pueblo inra-
to y vano, y que quiso ser mártir de ellas , fui" in-
justo consigo mismo; si él hubiese salido de su pri-
sion, habria escusado á los Atenienses Un crimen que
los ha cubierto de una infamia eterna.


La Moral no tendria principios algunos constan-
tes y seguros, si todas las leyes , muchas de ellas
insensatas y criminales , debieran ser mas respetadas
que la voz de la naturaleza ilustrada por la razon.
Si se estiende la vista por todos los paises de la
tierra, se sosprende uno al ver que los mayores
delitos han sido no sólo aprobados por las leyes,
sino prescritos por ellas. En todos los Estados des-
póticos no se vé por lo comun sino caprichos de
tiranos consagrados con el nombre de leyes. ; Pue-
blos hai que han creído lícito el parricidio! (2) Los car-
tajineses estaban precisados â sacrificar sus hijos á su
Dios sanguinario. Los Egipcios, que pasan por tan sá-
bios y tan civilizados, aprobaron el hurto. Entre los
Escitas eran degollados millares de hombres y muje-
res para honrar los funerales de los Prin ci pes. i Có-


(1) Essais, lib. 3. cap. _13.
(2) Elien, lib. 3. cap. 1. nos dice que ea Cerdeña los hijos


se hallaban obligados á gciitar la vida á sus padres llegados que
eran á la decrepitud. Los Dervis ó Dervikes, mataban igual-
mente á todos los que pasaban de la edad de setenta años.




55 ..SECCION- IV.
rno es que semejantes leyes no han sido desobedeci-
das ó abolidas ? Los hombres , pregunta -Ciceron,


pueden hacer bueno lo que es malo , y malo lo que es
bueno?


Se nos dirá, quizá, que estas leyes sólo han te-
nido lugar entre los pueblos bárbaros que no tenían
idéa alguna de Moral. Mas los pueblos modernos
nos ofrecen leyes mas justas y mas sábias? La equi-


dad , la razon , la humanidad ¡ no se ven indigna-
mente violadas por las leyes de sangre establecidas
en muchos paises contra los que no profesan la re-
ligion del Príncipe? ¡ Se hallará una sombra siquiera
de justicia en la mayor parte de las leyes fiscales,
cuyo único objeto es fomentar las estravagancias de
los Soberanos, despojando á los pueblos de lo mas
preciso ? Se hallará acaso en esas leyes feudales im-
puestas por los nobles armados á las naciones sobre-
cojidas del temor y del miedo? ... Mas es forzoso
detenerse, porque seria nunca acabar si se intenta-
se hacer la enumeracion de las leyes inicuas, de las
cuales los pueblos son forzadas 6 voluntarias victimas.


¡ Qué idéas claras y verdaderas de equidad na-
tural podrian sacar los pueblos de ese-agregado con-
fuso de costumbres y de leyes injustas, contrarias á
la razon, caprichosas, obscuras é inconciliables, -co-
mo son las que forman en casi todos los paises la
jurisprudencia y la regla de los hombres ? ¡ Qué no-
ciones puede uno formarse de la justicia, cuando la
vé perpétuamente destruida y despedazada con for-
-
malidades engañosas ? ¡ Qué recursos pueden hallar
los ciudadanos en una jurisprudencia capciosa , que
sólo parece favorecer la mala fé , los empréstitos y•
-contratos fraudulentos, las mayores picardías; y los
artificios mas á propósito para desterrar la probidad
de los tratos y de las obligaciones recíprocas de los
ciudadanos? ¡Qué confianza puede tenerse, ni qué
proteccion encontrarse en leyes que dan lugar á


CAPÍTULO III. 57
trampas y enredos interminables , que arruinan á
los pleiteantes , engordan á los curiales, y facilitan
á los gobiernos el cargar impuestos y derechos sobre
las disensiones y pleitos eternos de sus súbditos? En
la mayor parte de las naciones, cl estudio de las le-
yes, las cuales debieran ser sencillas y al alcance de
todos, es un estudio penoso que produce una cien-
cia mezquina, reservada únicamente á ciertos hom-
bres, que saben aprovecharse de su obscuridad para
engañar y quitar el pellejo á los desgraciados que
caen en sus manos. En una palabra, las leyes des-
tinadas á guiar las naciones, solamente sirven para
descarriarlas, y hacer que ignoren y desconozcan
los principios mas evidentes de la equidad. (í)
• Las leyes, que no deben ser otra cosa que las
reglas de la Moral promulgadas por la autoridad,
ban de ser claras , precisas y al alcance de todo cl
mundo. Mas por lo comun, no son sino unos lazos
ó redes tendidas á la sencillez , unas cadenas pesa-
das y molestas, con que el poder y la fuerza han


(1) Para convencerse de lo absurdo, y aun de Io perverso
de la Jurisprudencia Romana , y sobre todo de las leyes de
Justiniano, las cuales sirven todavía de base á la lejislacion
Europea, no hai mas que leer la obra intitulada Traité des
Loix Civiles, par M. P. de T. publicada en cl Haya en 1774;
y se verá que propiamente hablando las naciones no tienen aun
una lejislacion verdadera, esto es, verdaderamente conforme al
bien de la sociedad. Por una neglijencia ó una impericia moi
funesta , los Lejisladores modernos-han considerado mas fácil
y breve el adoptar las leyes antiguas , malamente correjidas 6
modificadas, que no el hacer unas nuevas, mas justas, mas
morales y mas análógas á la posicion actual de los pueblos.
Los Francos, los Godos, los Lombardos, los Saxones, unos
Bandidos ignorantes y estúpidos , alimentados y nutridos con
el carnaje y la sangre ¿eran capaces de dar unas leyes sensa-
tas á los pueblos vencidos, ô de rectificar las que estos mismos
pueblos teuian?


TOMO II. 8




58 SECCION IV.
oprimido siempre la humana debilidad. Semejantes
leyes corrompen visiblemente las costumbres ; auto-
rizan al pícaro hábil y astuto para vivir sin pudor
en la sociedad; y ensuma, sólo producen transgre-
sores. Los hombres jeneralmente aborrecen las leyes,
porque solamente encuentran en ellas continuos obs-
táculos al ejercicio de su libertad y de sus derechos
naturales, que les impiden satisfacer sus necesidades
y contentar sus mas lejítimos deseos. Por confesion
de los mismos jurisconsultos, nada es mas injusto,
y de consiguiente mas contrario á la Moral que el
derecho, si se observáda al rigor de la letra. (1) El
hombre que solamente es justo segun láy leyes, pue-
de mui bien carecer de toda virtud social: ausiliado
de estas leyes , un hijo osará contender con su mis-
mo padre; los •esposos se difamarán recíprocamente;
los parientes se robarán unos á otros; los deudores
arruinarán á sus acreedores; los esactores de las ren-




tas públicas se apropiarán la sustancia del pobre; los
jueces sacrificarán sin remordimientos al inocente; y
todos estos hombres tan malos y perversos se pre-
sentarán no obstante erguidos y soberbios en medió
de sus conciudadanos.


Ningun clima, 'ningun gobierno , nngun poder
tiene el derecho de hacerse superior al imperio uni-
versal que la justicia debe ejercer sobre los hombres;
sinembargo ninguna lejislacion parece que hais con-
sultado los intereses de los pueblos : pudiera decirse
que el jénero humano entero no existe ni vive sobre
la tierra sino para un pequeño número de individuos
privilejiados, los cuales se ocupan mui poco 6 nada.
en proporcionarle la felicidad que debe prometerse
en cambio de su obediencia y sumision. (2)


(.1) Summum jus , Surn7na injuria.
() Humanum paucis vivit gen:ss. Lucan. Pharsal. lib. 5.


CAPÍTULO_ in .
59


Una lejislacion verdaderamente sagrada seria
aquella que consultára los intereses de todos, y no
los intereses de algunos Jefes ó de los favorecidos de
estos. Las leyes útiles y justas son aquellas que man-
tienen á cada ciudadano en el goce de sus derechos,
y le preservan de la malignidad de los otros. Las na-
ciones no tendrán una lejislacion respetable y fiel-
mente obedecida, sino cuando ésta se conforme â la
naturaleza del hombre en sociedad , esto es , guiada
por la Moral, cuyos preceptos la lejislacion debe ha-
cer inviolables; entónces la ley debe ser relijiosa-
mente observada; entónces sus infractores deben ser
castigados como enemigos de la patria, y como hi-jos rebeldes suyos.


La reforma de las leyes se ha mirado y mira co-
mo una empresa tan dificil que sobrepuja las fuerzas
del entendimiento humano. Mas digamos con Quin-
tiliano : (1) z Por qué no se atreverá uno á decir que
la posteridad llegará á descubrir cosas mejores y mas
perfectas que las anteriores? Esta dificultad , ó esta
pretendida imposibilidad no proviene de la cosa en
sí misma , sino de las preocupaciones de los hom-
bres, de la neglijencia, ó de la mala voluntad de los
que los gobiernan. Los soberanos justos se hacen su-
periores á la opinion de los pueblos; si éstos se asus-
tan de las novedades y reformas, es porque una es-
periencia fatal los enseña que con. ellas sólo consi-
guen regularmente redoblar sus miserias. En todas
partes los pueblos están mal; pero temen siempre es-
tár peor. El Príncipe que con su virtud se gane la
confianza de sus subditos, disipará estos temores , y
sustituirá cuando quiera leyes justas y claras á las


(í) Ego non audearn dicere, aliquid in hac quae superest ae-
ternitate iuveniri posse eo quod Pei* perfectius


(^uiutilian. lib. 12. cap. t.




60 SECC1ON I V.
obscuras y contrarias á la razon , á las cuales; las
naciones sólo se atienen maquinalmente y por rutit
na. Un Soberano ilustrado desenvuelve y ejercita la
razon del pueblo, y nada es mas fácil que el gober-
nar súbditos racionales; así como nada mas dificil
que contener y refrenar hombres ignorantes y em-
brutecidos. Una buena lejislacion se logrará ficilmen-
te, si ésta armare á la Moral de la suprema autori-
dad ; y será facilmente obedecida , cuando todos los
ciudadanos vean y reconozcan el gran interés que
tienen en conformarse á ella. La Moral nada puede
sin el socorro de las leyes , y las leyes nada pueden
sin las buenas costumbres. (1)


Así pues , no perdamos las esperanzas de que
llegue un dia, en qué los hombres sean goberna-
dos por leyes mas sábios , reas conformes á su natu-
raleza , y mas capaces de hacerlos virtuosos y feli.
ces. Un buen Rey, como otro Hércules , puede
ahuyentar de sus Estados los monstruos , los vi-
cios y las preocupaciones que se oponen igualmen-
te á la felicidad de los Soberanos y de los súbdi-
tos. Los pueblos serán felices cuando los Reyes sean
sábios. (2) Las naciones y los hombres , dice Platon,
eo se verdn libres de sus males hasta que , por un
favor del cielo , reunidos el soberano poder y la fi-
losofía en un mismo hombre, logren. que la virtud
triunfe del vicio.


(1) Quid vanae , sine moribus, lenes proficiunt? Horat. od.
24. lib. 3. vers. 35. Aristoteles Babia dicho antes que él : la.
ley no tiene otra fuerza para hacerse obedecer , que la que la
presta el há.bita; y el hcibtto ès el que forma las costumbres.
Arist. Polit. lib. 2. cap. 8.


(2) Plato tain denique fore beatas Respublicas putavit si
aut docti , aut sapientes horiines eas regcre cocpissent, aut qui
reserent onnne suuin studiam in doctrina et sapientia collocassent:


Plutarco, Mida de Numa, y Cicer. ad Q. fratreu;.


tá f.


CAPÍTULO IV.
Debéres de los Grandes.


Se llaman Grandes las personas elevadas sobre
Sus. conciudadanos por su poder:;.sus: empleos, su
nacimiento y sus riquezas. En un Estado bien cons-
tituido , esto es , donde la justicia fuese fielmente
observada , los ciudadanos mas virtuosos , los nias
útiles , los mas ilustrados . , serian los miss grandes
ó los •mas distinguidos ; el poder sólo se hallaría
en manos de los mas capaces de ejercerle en be-
neficio de la sociedad ; las dignidades , los empleos,
los - honores , las señales de consideracion pública
solamente serian concedidas á los que las hubiesen
merecido con sus talentos y su conducta ; las ri-
quezas y las recompensas serian únicamente para
los que supiesen hacer de ellas un uso provechoso
á sus conciudadanos. De donde se infiere clara-
mente que la virtud sola dá justos y lejítiinos de-
rechos á la grandeza.


Si , como se ha hecho ver , toda autoridad qué
se ejerce sobre los hombres, no puede fundarse si=
no sobre las ventajas que ella .


les proporciona ; si
toda superioridad , toda distincion , toda preemi-
nencia sobre nuestros semejantes , para que sean
reconocidas por ellos , suponen unas dotes y cua-
lidades superiores, unos talentos apreciables , y un
mérito poco comun , es forzoso convenir en que
los que carecen de estas cualidades entran en el
número de la multitud , y que el poder ejercido
por hombres indignos de él , y la autoridad de que
se hallan revestidos , son unas verdaderas usurpa-
ciones , á las cuales la violencia solamente puede
hacer que los hombres se sometan.


El amor preferente que todo hombre se profe-




62 SEC clon rv.
sa á si mismo , le hace desear elevarse sobre sus
iguales , y causa 'eh él Ta envidia y los zelos de
todo lo que le hace sentir su propia inferioridad;
nias si el hombre tiene sentimientos de equidad,
estos zelos desaparecen al ver que aquellos que le
son preferidos, ó se distinguen de él, poseen ta-
lentos y cualidades apreciables , `de las cuales' dl
mismo puede aprovecharse. Así el mérito y la vir-
tud calman la envidia de los hombres , y les obli-
gan á reconocer la superioridad de los que se a-
ventajan á ellos en sus lejítimos honores, y en una
elevacion bien merecida; entánces los hombres con-
sienten en manifestarles señales evidentes y ciertas
de sumision y de respeto, superiores á las que ma-
nifiestan á sus demás conciudadanos.


Aunque la equidad natural prescribe que sean
respetados y conservados los derechos de todos los
ciudadanos. fuertes 6 débiles , ricos 6 pobres , gran-
des. ó pequeños, quiere sinembargo tambien , por
la utilidad jeneral , que aquellos que producen ma-
yores bienes y ventajas , sean recompensados con
señales particulares de estimacion y aprecio, y cott
las: deferencias que merecen sus servicios á lea so-
ciedad. Este es el oríjen natural y lejítimo de los
diversos estados ó clases , en que se hallan dividi-
dos los ciudadanos de un mismo pais: esta desi-
gualdad es justa , porque se dirije al bienéstar de
todos ; es laudable, porque se funda en el recono-
cimiento de la sociedad á losbeneficios y servicios
que recibe ; y es útil, porque se vale del interés
personal para escitar á los hombres á obrar el bien,
como un medio de obtener la superioridad á que
todo hombre anhela.


Con las pruebas de un verdadero mérito se ad-
quiere justa y lejítimamente el derecho de elevar-
se, sobre los demás; todo otro camino sería inicuo,
u4 consentido. por la sociedad, contrario á sus ver-


CAP TV L PÍ O V. 63
daderds,intereses', y--mirado por ella como rara Lisur-
pacion i manifiesta. A un en los gobiernos • mas des=
póticos;.los empleos, el poder y las dignidades con-
feridas á los ciudadanos incapacesó ,perversos, cau-
san odios .y resentimientos á los demás ciudadanos;
el temor únicamente puede impedir quese ñiani-
fieste su ira , y él solo arranca''con:<.la''ftier. za aína.
sumision á que resiste el corazon : -1a virtud cons
sigue sinceros homenajes, recibiéndolos con un..pla=
cer puro ; mientras que el vicio , siempre_ inquieto
y receloso , sabe mui bien lo que valen los respe-
tos que , se le tributan..


La verdadera grandeza del .hombre y su -ver-
dadera dignidad consisten en.hacer ;bien á los horn-
bres , en mostrarles afecto , en servirlos, en derra
mar sobre ellos favores y beneficios_, por los cua=
les consienten:;y reconocen su poder y superioridad
De aquí seasig.ue que los 'grandes , si quieren ha-
serse: dignosi del cariño verdadero .y de los respetos
voluntarios de sus conciudadanos , deben evitar
en su conducta el orgullo , los modales altanerQs,
un tond imperioso, y en una palabra , todo lo que
pueda humillar á los hombres, haciéndoles sentir
su-flaqueza é inferioridad. La dulzura , la afabili-
dad ,. una tierna compasion, un profundo respeto
á los desgraciados , un sincero deseo de servir , son
las cualidades con que los grandes debieran siemF-
pre distinguirse. La grandeza que sólo se muestra
en su dureza , su arrogancia y su desden , irrita
los corazones de todos ; los beneficios que de ella
arranca la importunidad, son mirados como insul-
tos que producen ingratos.


z Hai nada mas pueril y mas bajo que la .vap
nidad tiránica de algunos grandes , que únicamen
te parece que desean el poder para granjearse ene-.
migos ? Parece que dicen á todo el .


mundo., res-
petadme , porque sino yo puedo ester'minar•os.




64 •SE CCIOhT
El poder atiene nada de alagi efio, cuando s61b


sirve para aterrorizar y atraerse las maldiciones de
los hombres? La grandeza inaccesible no es buena
para nada; la grandeza .sin piedad es una ferocidad
verdadera; un.ministro cruel hace que caiga sobre


señor una: parte del ódio con que es mirado de
todos. ¡Cuántas sublevaciones no han producido los
modales altaneros de algunos favoritos incapaces de
reprimir su orgullo! ¡Cuántas sangrientas guerras
han tenido por causa primera la insolencia de algun
ministro altivo y soberbio, cu ya temeridad ha he-
cho correr la sangre de las naciones! (1) ¡Qué ajita-
clones de terror y espanto no debieran sentir to-
dos los ministros de los Reyes, cuando se ven en la
forzosa necesidad de aconsejarles la mas justa guer-
ra, principalmente si reflexionan todos. sus horrores.!
¡ . No debieran temblar al proponer une impuesto de=.
solador, ó un edicto cruel, cuyos efectos transceh
derán por siglos á los confines mas remotos: del im-
perio!


Mas el poder y la grandeza ordinariamente, en-lsoberbecen_el corazon del hombre, le embriagan,'ye causan una especie de delirio. (2) Pudieramui
bien decirse que los grandes sólo pretenden hacerse
terribles, y cuidan niui poco de hacerse amables.
En la clase elevada en que la fortuna los coloca, no
.creen que están enlazados con sus conciudadanos,
con su patria , ni con su nacion. Estas falsas idéas
son las que hacen tan frecuentemente odiosa á la


(1) El orgullo insolente del Marques de Louvois para con
un Holandcs distinguido fué, segun dicen , la priucipal causa
del ódio de los Holandeses á Luis XIV, y tic los disgustos y
pesares que estos causaron á este Príncipe durante la guerra
de sucesion de Espaiia.


(2) Fortuna ntmium que n fovet , stuiturn facie.
Publias Syrus.


CAPÍTULO IV. 6;
grandeza, y suscitan enemigos al poder. La educa-
cion que se dá comunmente á los que su nacimien-
to destina á los grandes empleos, es casi tan des-
cuidada como la de los Príncipes, á quienes deben
representar algun dia: prescindiendo de .las luces
que estos empleos requieren, las personas llamadas
á tomar parte en los cuidados de la administracion,
debieran principalmente aprender á conocer á los
hombres, y á descubrir lo que ellos son , á fin de
saber lo que les deben , y el modo de moverlos mas
eficaz y poderosamente en beneficio de sus propios
intereses. La educacion de los grandes debiera en-
señarlos sobre todo la Moral, como el arte de ha-
cerse amar de los hombres, de conocerlos , y de
unir sus intereses á los nuestros.


Pero en casi todos los paises, no es el mérito ni
la virtud quienes abren el camino á las dignidades,
sino el favor, la cabala y la intriga. No parece si-
no que la voluntad del Príncipe, ó la proteccion
d sus favoritos bastan para hacer que desciendan'
sobre uri hombre todos los dones necesarios para
bien administrar un Estado. ¿Es acaso enmedio de
los infinitos y complicados negocios, y enmedio de
las intrigas y asechanzas, donde un Ministro apren-
derá su ejercicio? Para mantenerse en el goce de su
empleo, forzosamente ha de olvidar y desatender
sus negocios ; se fiará del trabajo de otros ; falto de
luces y conocimientos , su confianza quedará frus-
trada á cada paso; y ésta sólo podrá concederla á
hombres mal elejidos , y á hechuras suyas , que ha-
biéndose hecho lugar en su ánimo con adulaciones
y bajezas , contribuirán con su impericia , sus ne-
cedades SUS vicios y sus traiciones mismas, á la
ruina y caida de sus protectores.


Del mismo modo que las riquezas, todo el mun-
do desea el poder y la grandeza , sin sacar partido
de estos bienes para su propia felicidad. i De qué


-rollo H. 9




66 SECCION V.
sirve- el poder si con él no se consigue el cariño, la
benevolencia,- la sincera consideracion de los hom-
bres sobre quien se ejerce ? z Cómo es que , caidos
en la desgracia un valido ó un Ministro, se vén en-
teramente abandonados. de todos ? Esto consiste en
que no han usado de su poder para obligar á nadie,;
6 porque sólo han servido y hecho bien á los ingra-
tos , derramando. sus beneficios: y sus gracias en
hombres sin mérito ni virtudes


- El mérito ha de- ser buscado, porque raras ve-
ces se presenta en la_ corte- de los. Reyes: la virtud,.
por lo; coln.un. tímida ,, no se: atreve- en ella á darse
á conocer ; y ademas poca entrada. ó lugar tendria..
El mérito. se aprecia á. sí propio , y no consiente
deshonrarse con intrigas. y bajezas. Por el contrario,.
el vicio atrevido y desvergonzado, se manifiesta con
descaro en. un pais donde conoce los medios, de
prosperar.. Los. Ministros. intrigantes. y perversos ne-
cesitan instrumentos: que se presten á todos sus. pen-
samientos y deseos ;; la. probidad perturba y molesta.
á- los malvados ;, el. mérito obscurece y arredra. á. la
nlediania;. los grandes; talentos alarman é intimi-
dan á los incapaces:, y no, tienen la docilidad que
se-requiere para agradar á los hombres injustos;: es-.
clavos de la. adulacion los hombres- constituidos en
digpidad están, casi siempre- rodeados de un sinnú--
mero: de. bribones: unidos contra la virtud, y de:
traidores: prontos. á sacrificar á sus- mismos protecto-
res, á cualqui-2ra que les prometa alguna. ventaja.
porque vendan su- confianza , ó porque los abando
nen.. La serpiente-, que- camina arrastrando,, se ele
va â unas alturas, inaccesibles á los- animales mas- li
jeros;; mas: sa veneno: se hace- mas- sutil y activo,
con. los esfuerzos, y° fatigas que le cuesta la. subida.


La Moral, siendo la; única ciencia que enseña á
conocer á. los, hombres,, á descubrir los móviles de
sus, acciones a; y á juzgar de: ellos es útil á los Mi-


CAPÍTULO IV. . 67
nistros , á las personas constituidas en dignidad , y
á los poderosos de , la tierra. La virtud, aunque nie-
nospreciada , desatendida y vilipendiada comunme n
te por la grandeza , z tiene sinembargo algo de real
y verdadera ? Sí , ciertamente. : sólo en el corazon
del hombre de bien puede encontrarse una since-
ra aficion , una verdadera amistad, un verdadero
reconocimiento; envano seria buscar estas cualida-
des en las viles almas de esos sicofantas que acom-
pañan de continuo á los Ministros y á los Gran-
des ; estos siembran casi siempre en una tierra in-
grata , que nunca producirá sino espinas y abrojos.
UII Ministro se vé de continuo acometido por lat
intrigas de aquellos , â quienes sus favores han
puesto en estado de que puedan dafiarle co n mas
seguridad.


Mas el poder ciega al hombre ; el Ministro , d
válido , el cortesano , engañados de su amor pro-
pio , se vanaglorian de que su poder no se aca-
bará jamás : los ejemplos de las frecuentes desgra-
cias que ellos mismos han presenciado , no pueden
desengañar á unos personajes tan vanos , que pre-
sumen que la fortuna hará escepcion de ellos , ó
que su talento superior y sus ardides les sacarán
libres de los escollos en que otros han perecido. Es-
ta ilusion hace sin duda que tantos Ministros en
su privanza trabajen incesantemente en apoyar los
esfuerzos de un despotismo destructor , en echar
por tierra el poder de las leyes, en destruir la li-
bertad pública , y en esclavizar á su misma patria
estos imprudentes no ven que estas leyes y esta
libertad que ellos destruyen , y estas barreras que
echan por tierra , no podrán protejerles á ellos mis-
mos en el dia de su afliccion. (1)


1) La Historia tanto antigua como moderna nos presenta
abundantes y terribles ejemplos de los reveses que la fortuna




68 SECCION IV.
Los Ministros debieran vivir desconfiados de los


favores , siempre falaces de un déspota , el cual,
regularmente falto de equidad, de luces y de re-
conocimiento , sólo sigue sus caprichos, y es guia-
do en sus cariños y en su odio por los impulsos
de los que momentáneamente se apoderan de su
debil alma. Los servicios mas fieles y mas señala-
dos , son bien pronto dados al olvido por los tira-
nos estúpidos , incapaces de apreciarlos , porque
ellos mismos no son realmente sino esclavos y vi-
les instrumentos de los que alagan sus pasiones
momentáneas. No hai Ministros, cuyo favor pue-
da contrapesar en el ánimo de su corrompido y


ha dado en todos tiempos á los Ministros y á les favoritos.
¡Qué cosa mas espantosa que la caida de los Sejan, de los Ru-
f n , de los Marigny , de los Condestables de Luines , de los
Strafford, Poco hace que una nacion oprimida
por largo tiempo vió con los mayores transportes de alegría la
merecida desgracia de dos Ministros tiranos (cl Cauciiler de
Maupeou y el Abate Terray). El primero , despues de haber
destruido insolentemente las leyes y les tribunales de su pais,y dispersado cruelmente á los Majistrados, se vió él tambien
desterrado y conducido á un retiro, desde donde oia los gritos
y la algazara de todo un pueblo aplaudiendo su caida. I'l se-
gundo, despues de haber esprimido con la mayor impiedad las
últimas gotas de la sangre de sus conciudadanos, á pesar de la
dureza de su corazon insensible, se vió condenado á consumir-
se de vergiicoza y confusion por la bajeza cou que él mismo se
hizo el verdugo de'su nacion. Compárese la suerte de estos vi-
les instrumentos de la tiranía con la de que , entnedio de su
desgracia, gozaba poco ántes un Ministro noble, jeneroso y
benéfico (el Duque de Choiseul) á quien ,


las intrigas de estos
monstruos habian separado de la Corte. Este en su retiro halló.
la calma, el comento interior de su espíritu y la constante y
fiel amistad; al paso que los otros hallaron en él la vergüenza,
la impotente rabia , un jeneral abandono y la exécracion de los
hombres de bien.


Repetidos ejemplares antiguos , y bien recientes, confirmas
en nuestra España estas inisutas verdades. T.


CAPÍTULO IV. F9
vicioso amo , con el de una manceba , con el de
un rufian , ó con el de un nuevo favorecido: los
que sirven ó contribuyen á los placeres de un Prín-
cipe , le interesan mucho mas que no los que só-
lo tienen el mérito de servir bien al Estado. El
buen Ministro no está seguro del favor , sino al la
do de un Soberano ilustrado y virtuoso.


Los Ministros mismos tienen , pues , el mayor
interés en que el Príncipe sea virtuoso ; asíqué, lé-
jos de adular á los déspotas sometiendo á su ar-
bitrariedad la patria , léjos de provocar contra los;
pùéblos á estos leones desencadenados , deberian
oponer la razon , la verdad , la justicia , y aun el
terror á sus furiosos enojos; deberian tener siem-
pre mui presente que sin leyes no hai grandezas,
dignidad ni privilejios algunos seguros ; que un go-
bierno injusto , siempre guiado del capricho , des-
truye`en un momento cuanto se opone á sus lo-
cas f intasías; que á sus ojos , los hombres mas ele-
vados , los nias hábiles , no son sino esclavos, que
un débil soplo los reduce al polvo y á la nada.
Entre los tiranos del Asia, el Visir que mas ha
contribuido á sostener ó ampliar la tiranía de su
Señor , se vé frecuentemente obligado á ofrecer hu-
mildemente su garganta al cordon que el ingrato
le envia con sus mudos-asesinos.


Todo favorito de un Soberano debiera tener pre-
sente de continuo , que él es un ciudadano esco-
jido para asistir con sus luces á otro ciudadano,
encargado por la nacion de la adniinistracion je-
neral del Estado ; todo Ministro debiera conocer
que servir á un déspota en sus designios, es ha-
cerse él mismo esclavo con toda su posteridad , es
degradarse á sí propio , es arriesgarse sin defensa á
los golpes de la tiranía , es renunciar' al título de
ciudadano por el de traidor. Todo Ministro virtuoso
debe renunciar su destino, cuando la perversidad




p.
S ECCIOI^~ IV. 1


Ó la tiranía le ponen en la imposilidad de ser titil
á su patria : 'el Ministro complaciente á los capri-
chos y vicios de una corte estragada, tan maisir-
ve á su amo como á su pais. Un depositario de
la autoridad , si es que no ha sofocado en sti al-
ma todo afecto de honox, Q de vergiienza, no debe
estar un momento indec.sïó `en huir y ze ranciar de
un poder que sólo le atraerii el desprecio y el ódió
de SUS contemporaneos, y ja exécracion de la pos-
teridad ; el crédito de un Ministro de la tiranía,
ademas de ser poco durable, es seguido de un opro-
bio eterno. El ejercicio de injusto, de cruel esac-
tór y de vérdugo de sus conciudadanos i púede aca-
so ser glorioso y digno de la anibleion de un hom-
bre de honor?


Por los Ministros juzgan siempre los súbditos
de sus Soberanos , los aman ó los aborrecen ,', los
estiman ó los desprecian, Por esto los Príncipes tie-
nen el mayor interés en no conRar el poder sino


hombres justos, moderados y virtuosos, que son
los que harán amable y respetada la autoridad. El
Soberano puede mui bien engafiarse acerca de los
talentos del espíritu, pero con diRcultad se engaña-
rá en las costumbres de la vida privada ; él debe
saber que un avaro , un Sensual , un hombre en-
tregado á las mujeres , un pródigo , un hombre
duro y sin piedad, ó un ente lijero y vano , son
incapaces de hacer amable y respetado el poder.
La probidad, el amor del trabajo, la afabilidad,
las buenas costumbres, son cualidades mucho mas
importantes en un Ministro , que no un talento
superior, el cual es mui raro ; 6 que un entendi-
miento sublime , espuesto á cstraviarse , y siempre
temible y perjudicial, cuando no está sujeto á la
razon tranquila. Una preocupacion inui comun
persuade á los Soberanos como al vulgo, que el ta
lento basta por sí solo para llenar los grandes des-


CAPÍTULO IV. 71
tinos mas el'talento 'sé halla sujeto á Pata ès es=
travios , cuando no está acompañado de la bondad'
de corazon. El talento y el entendimiento ju`rítos
con la justicia , la rectitud , la esperiencia y'' l'as
buenas costumbres, cónstituyen: un hombre de`Es-
tado , un Ministro rdüèr:ido y reverenciadó;' ellas
ferman• un Sulky'., .'un' Maurepas,' 'un Turgot, uti;
Ministr'o'-verdaderamente ciudadano, que jamás se=
parará los intereses del Príncipe de íosde sus vasallos..


No sólo'' prestándose â la injusticia y á h tiranía
un, Ministro se hace çulPable: coro su patria, sinp;.
ta píen descuidairdo sus 'deberes, y- dando á la g dY=':
sin tion, á. intriga y á los placeres. el pré loso
tiempo 'que debe á los. negocios del;' `Estado. Todo
hombre empleado pertenece al público y á sus con-
ciudadanos; si ès;lijcro, inaplicado é indol:ente, pue-
de hacerse tan crirriiinal como si fuera'dc-eididanien
te un perverso riQu&'cle acriminaciones y remordi-
mientos, si entra` aIgur a `t ez en sn' interior, no s'eri
tirá al reflexionar que sus diversiones, su in'adver=
tencia, su descuido. hacen jernir á una multitud: de.
ciudadanos pobres . y miserables, los cuales, d:spue:
de haber servido-bien al Estado, se arruinan en so
licitudes: inútiles, viéndose reducidos a1'''d4florable
estado de hacer antesalas noche y dia como unos
mendigos?' ¿No es una verdadera crueldad el tener
suspensos entre la esperanza y el temor a unos des-
gradados, á quienes una pronta decision- hubiera
podido salvar de sti. ruina? Mas en el set de la
abundancia y de los: placeres, los Grandes: no tie-
nen. idea alguna de' la s. congojas. de los pobres. Ellos
arruinan de paso, y aun sin notarlo siquiera, á mi-
llares. de infelices, y desgraciados.. El conocimiento
y la sensacion de' las` penalidades mas comunes


-a los.
hombres z. es: posible que estén tan ignorados dé: los
que pueden: y deben: consolarlos? ¿En qué agoniai •
y martirio, no: debiera viviirr un depositario. de la




72 SEC,-CION IV.
autotidad s si pensase en que sus lijerezas y sus
inadvertencias pueden causar la infelicidad de un
sinnúmero de familias virtuosas , y condenadas á
vivir eternamente en el llanto y la desesperacion ?


No aconsejes á los Príncipes , dice Solón , la
que les. agrade, sine lo que les sea, :út l: Un Ministro
complaciente y adulador no hace Mas que alimen-
tar en el alma de su Señor los vicios á que su Se-
ñor, el Estado y él .mismo serán un dia sacrificados.
La veracidad debiera ser la primera virtud ,de un
Ministro fiel; destinado á ver mas de cerca que el
Príncipe las necesidades i los deseos y las desgracias
de los pueblas, no puedè menos de ser traidor á la
patria y al Príncipe, si engaña á éste, y le ocultala verdad. El Príncipe debe ser conmovido á pie-
dad , cuando sus súbditos padecen;, debe temblar,
cuando estos se hallan descontentos; él es quien
debe por su estado conocer los males y las dispo-
siciones de su pueblo; y á él le toca acallar sus la-
mentos y sus quejas. Todo Ministro fiel debe ser
el ojo de su Soberano , y el órgano del pueblo.
Esos cortesanos aduladores , que temen disgustar á
los Reyes ó aflijirlos, son prevaricadores y traido-
res , porque i cómo un Rey debe estar tranquilo,
cuando su nation es miserable ?


Mas en los gobiernos imprudentes, vanos y cor-
rompidos, la verdadera grandeza es totalmente des-
conocida. Tanto el déspota como sus privados son
unos niños , qae contentos con gozar de algunas
ventajas y de placeres vanos y pasajeros , no fijan
su vista en lo venidero. Cada uno procura sacar
partido de su poder efiniero, y cuidan poco ó na-
da en lo que serán algun dia él, el Príncipe y el Es-
tado. Si es imposible que el poder absoluto forme
buenos Soberanos, no es menos dificil que este mis-
Mno poder forme Ministros verdaderamente afectos á
Sus Soberanos, y fieles á sus deberes.




CAPÍTULO IV.
73


Los ciudadanos mas poderosos , igualmente que
los mas débiles, se hallan evidentemente interesados•
en que se observe la equidad ; así encontrarán en
las leyes ausilios contra la perversidad y la intriga
que pretendieren oprimirlos. La grandeza, para ser
estable, debe apoyarse en la justicia; si esta virtud
reina en la sociedad, ella sostiene á todos sus miem-
bros , é impide que ninguno sea castigado sin cau-
sa, ó injustamente oprimido. Esta justicia universal
y social es una muralla mucho alas segura contra
la violencia , que no los vanos privilejios, los inúti-
les títulos, y las frívolas distinciones que el capricho
dá y quita á su antojo. La grandeza y el poder z pue-
den apreciarse en algo, cuando dependen únicamen-
te del capricho de un déspota, de una manceba, 6
de un Visir? El ciudadano que vive en la obscuridad
Z no vive iras seguro en el goce de sus derechos ba-
jo un gobierno libre , que un Ministro et mas acre-
ditado bajo el imperio del despotismo, el cual no es
otra cosa que un mar borrascoso perpetuamente aji-
tado de vientos encontrados ? Todo déspota es un
niño, que se complace en romper y destruir los ju-
guetes que le divierten.


Si los Ministros, ó las personas revestidas del po-
der, hacen las veces de un Soberano justo en las
diferentes partes de la administracion, deben de con-
siguiente hacerle querido de los pueblos , ser justas
corno él, y hacer amable su autoridad. Uno de los
principales deberes de un Ministro, y de todo hom-
bre constituido en dignidad, es ser accesible á todos,
recibir bondadosa y benignamente las súplicas 6 re-
presentaciones de los súbditos, y hacerles una justi-
cia imparcial y pronta. Un Ministro duro, seco é
inaccesible ofende la reputacion de un Soberano. El
que es poco grave en sus modales, y entregado á
sus placeres, de scuida con gran peijuicio sus nego-
cios y se hace inútil. Todo Ministro público debe


TOm() II.
¡,a


• s




74 SECCION IV.
ser esacto y grave; no es decir que use altanería,
sino atencion, gravedad en las costumbres, y el de-
coro que conviene á un puesto respetable. El Minis-
tro que sólo atiende á los que le rodean, será siem-
pre engañado , y pasará por un ignorante, y á ve-
cer por injusto ó vicioso.


Una de las mayores desgracias que siguen á la
grandeza y al poder , es la. de verse obligados el
grande y el poderoso á temer á su misma familia y
â los mas queridos amigos , y tener que armarse
contra los afectos de su mismo corazon. Sus relacio-
nes con el Estado deben siempre pesar y poder mas
con él, que no sus conexîones particulares: el hom-
bre público no es dueño de sus mismos afectos ; ni
debe recibir otras impresiones que las de la justicia
y del interés del Estado , del que dependen su ho-
nor y su gloria. Un Ministro que sólo es bueno pa-
ra los suyos , es un hombre de alma débil y peque-
fia. izo no puedo hacer lo que me pedís , porque sois
anui amigo Mio , decia un sujeto digno de su em-
pleo á un favorecido suyo que le pedia una cosa po-
co justa.


Un Ministro pródigo , 6 que nada sabe negar,
no es un hombre benéfico , sino un débil, un admi-
nistrador infiel, un prevaricador. Derramar los te-
soros del Estado para formar hechuras suyas, es ha-
cerse culpable; todo Ministro que se conduce bien,
no necesita ni de partidarios ni de cabalas; la ino-
cencia de su conducta le basta mientras se halla em-
pleado; y su conciencia debe ser su fortaleza y su
apoyo , cuando deje de estarlo. Arrojar las riquezas
del Estado á cortesanos hambrientos, ó á grandes
siempre codiciosos, es privar de lo necesario al infe-
liz y desgraciado, cuyas verdaderas necesidades de-
ben ser preferidas á las necesidades imajinarias de la
vanidad.


¡Será posible que los hombres mas ricos hayan


CAPÍTULO IV. 75
de absorverse enteramente las riquezas y las recom-
pensas de las naciones! No, ciertamente; ellas están
principalmente destinadas para pagar , reanimar y
socorrer al mérito laborioso , la tímida pobreza , los
talentos aflijidos, los servicios hechos al Estado. A
la honradez desgraciada es á la que el hombre en
dignidad debe alargar su benéfica mano. El rico y
el grande tienen sobrados recursos para obtener lo
que desean, que de ordinario es criminal é injusto.
Solamente, por lo comun, para oprimir al inocente,
para sofocar los clamores del infelíz , para despojar
al ciudadano, para esclavizar al débil , los odiosos
y aborrecibles cortesanos importunan á un Ministro,
pretendiendo de este modo hacerle cómplice en sus
iniquidades. Bajo un gobierno injusto, los grandes
se consideran desgraciados, sino gozan del horroro-
so y terrible privilejio de dañar á los otros, hacien-
do por lo comun consistir en esto su preeminencia.


Por una fatalidad harto comun , los hombres
que mas debieran distinguirse en la elevacion de sus
almas, muestran una pequeñez incomprensible; y só-
lo se muestran ocupados de vanidades, de fruslerías,
y de juguetes , á los que sacrifican locamente su re-
poso, su fórtuna, su propia seguridad, y la liber-
tad de sus descendientes y de sus conciudadanos.
¡ No parece sino que la grandeza de alma y la ra-
zon no exîsten para los grandes, y que las personas
elevadas sobre las demas no se distinguen realmente
sino en su imprudencia y sus locuras!


Un estraño trastorno de ideas hace que los gran-
des, por la mayor parte, se figuren que no gozan
del poder, sino pueden abusar de él: .crédito, poder,
privilejio , grandeza, se hacen sinónimos de licencia,
corrupcion é impunidad. Los Soberanos y sus subal-
ternos anhelan únicamente hacerse temibles , y en
nada procuran hacerse amables: sólo desean el po-,
der para destruir cuantos les incomodan, sin cul-




76 SECCION I V.
dar de atraerse el afecto de nadie. En el concepto
de la mayor parte de los grandes , ser poderoso, es
sér temible, y por consecuencia aborrecido; ser gran-
de , es gozar del derecho de ser injusto , de dañar
impunemente , de hacerse superior á las leyes , de
oprimir al débil y al inocente , de menospreciar é
insultar al ciudadano obscuro y desgraciado, y de
hollar todo cuanto los hombres tienen de mas sagra-
do y respetable. Ser grande, á los ojos del vulgo im-
becil, es ser dueño de suntuosos palacios, de gran-
des posesiones á veces mal adquiridas, de trenes
magníficos, de soberbios caballos, de un enjambre
de criados insolentes , de trajes costosos , y de cin-
tas, dijes y collares , que indican el favor del Prín-
cipe 6 de sus Ministros; ser grande , es á veces, no
teniendo verdaderas riquezas, hacer un gran papel -
á costa de una multitud de acreedores, indignamen-
te sacrificados á su vanidad. En fin, ser grande , es
tener por su nacimiento el derecho de aumentar la
tropa de los esclavos titulados , que van vil y cobar-
demente á hacer la corte á un déspota , 6 á recibir
los desaires y menosprecios de un ídolo, que apénas
deja caer una mirada sobre la multitud envilecida
qué le rodea. ;En estas bajezas, ó en estos crímenes;
es en lo que los pueblos hacen consistir la grandeza
de los ciudadanos que los oprimen ! Cuanto mas in-
justo es un gobierno, tanto mas insolentes y fastuo-
sos son los grandes; ellos se vengan con cl pobre de
las afrentas é injurias que sufren con frecuencia; y
encubren y disfrazan su esclavitud y su verdadera
pequeñez con el vano aparato de la magnificencia.
Una corte 'nui brillante anuncia siempre una na-
cion pobre y miserable ., y unos grandes que se ar-
ruinan por no parecerlo.


A los ojos de la razon, el poder y la grandeza
no son bienes apetecibles, sino cuando d'an los me-
dios de hacerse querido y apreciable. Ser verdadera-


CaPÍTUI,.O;IV.
.77


mente- gro de, es mostrar una:grandeza- verdadera
de alma; tener. poder y crédito', ..es hallarse en esta-
do de preservarse de toda injusticia , y de protejer
á los otros; tener privilejios firmes y prerrogativas
seguras, es -poseerlas en coman con los densas ciu-
dadanos. Ser libre , es no temer á nadie, y no de-
pender sino de ,das leyes sólidamente fundadas en la
equidad. Tener: valimiento , es poseer los medios de
hacer bien á los hombres , y no cl fatal poder de
dañarlos; es gozar de la facultad de hacer felices, y
no de la horrorosa licencia de insultar á los misera-
bles; es ser el hombre dueño de sí mismo, y huir de
ser esclavo; es encontrarse en disposicion de derra-
mar beneficios sobre sus semejantes , y no de ejercer
el arte infame de arruinarlos con estafas criminales y
punibles. Ser noble, es pensar noblemente, es tener
unos pensamientos mas elevados que el vulgo ; ser
titulado , es haber adquirido unos derechos incostes-
tables á la estimaciori de sus conciudadanos. Ser
hombre de calidad , es tener las buenas calidades
que le distingan del comun de los mortales. z Qué
serán , pues, los Grandes que sólo se distinguen de
los demas hombres en vanos títulos y palabras , en
sus vestidos, en sus dijes, y en meras esterioridades?


CAPÍTULO V.
Deberes de los Nobles y de los Militares.


Se llama Nobleza, entre nosotros , la considera-
clon que se tiene en la opinion pública á los descen-
dientes de' aquellos que han servido bien á la patria.
Reconociendo los servicios de sus antecesores , la
sociedad los distingue , esto es , los muestra mas
aprecio que á los demas. Esta -consideracion y estas
distinciones, concedidas en memoria de una utili-
dad pasada, fuéron ideadas ciertamente para es.ti-




78 SECCION IV.
molará los descendientes á que sigan-las huellas de
sus predecesores, y á que, como ellos, se distin-
gan por sus talentos y su celo. Todo ciudadano que
contribuye á la felicidad pública , debe ser reputado
noble, esto es, merece ser - preferido á los que ningu-
nas ventajas producen á sus asociados.


Segun este principio, toda sociedad, por su pro-
pio interés , debe manifestar una consideracion par-
ticular á los militares valientes y jenerosos, que á
costa de su vida y de su fortuna la defienden con-
tra sus enemigos. Igual consideracion de aprecio y res-
peto es debida á los Majistrados, encargados de man-
tener la justicia entre sus miembros, y de reprimir
las pasiones que turbarian su reposo. El derecho de
hacer justicia á sus conciudadanos , es la • funcion
'mas útil y mas noble que un ciudadano puede ejer-
cer :- si el soldado defiende su pais contra los ene-
migos de fuera , el majistrado le defiende contra los
enemigos abrigados en su seno , no ménos peligrosos
y temibles que los primeros. Si el militar consagra
su vida á la defensa de la patria, el majistrado ofre-
ce la suya y sacrifica sils dias al mantenimiento de
la justicia, sin la cual ninguna sociedad podria
subsistir. Debe destruirse , dice Ciceron , la opinion
de los que se imajinan, que las virtudes guerreras
son mas apreciables que las que tienen por objeto el
interior del Estado. (1)


Pot- la misma razon , las naciones deben con-
ceder un lugar distinguido en su estimacion á to-
dos los ciudadanos, que con sus talentos y mere-
cimiento• les hacen servicios eminentes. La socie-
dad, s6 pena de ser injusta y desalentar á los miem-
bros que podrian contribuir á su bienéstar , debe


(1) Missuendu est opinio eorlónl qui arbctrantur res bellicat
majores esse qu,itn u rtiancas. Cicero, de Officiis. 1.


C.A P ;T.0 L O V. 7g
proporcionar sabiamente su consideracion ÿ, sus re-
compensas :


á la estension de las ventajas que reci-
be. " Todos , dice Séneca , pueden aspirar á lo que
«constituye la verdadera nobleza dei hombre -, co-
9^mo son la recta razon , un alma justa , la.


sabi-
»daría y la virtud." Estas son las cualidades que
tuna asociacion justa debe botar y recompensar en
sus miembros.


En; tolla nacion se halla establecida una suerte
de jerarquía política , de la que el Soberano es el
jefe , porque el dirije las voluntades ;y los movi-
mientos de los diferentes cuerpos del Estado.. Por
consecuencia , el Príncipe es el distribuidor de las
gracias á nombre de la sociedad , y el dispensador
de sus recompensas : encargado del agradecimien-
to público , juzga del mérito de. los ciudadanos , y
del grado de -aprecio y estimacion que debe asig-
nárseles : si el Príncipe es justo , ala sociedad aplau-
de su juicio y la fidelidad que muestra en pagar
los servicios que se le hacen ; pero si es injusto,
la sociedad contradice sus dictámenes , como ca-
paces de intimidar al mérito y los talentos nece-
sarios á su felicidad, y rehusa sus respetos al que
vé injustamente recompensado.


Cuando un Príncipe ennoblece á un ciudada-
no , 6 le da algun título honroso , declara á su
nacion que este hombre , habiéndola servido , es
digno de ocupar un puesto distinguido entre sus
conciudadanos , y que tiene derechos fundados á
su gratitud. Si el favor , la intriga 6 la bajeza son
las que le dan esta nueva distincion , la sociedad
léjos de suscribir en tal caso á los honores conce-
didos , y de tributar al hombre à quien se dan , su
estimacion y su agradecimiento , le castiga ridicu-
lizándole, le desprecia, y reclama contra la deci-
sion del Soberano , 6 sorprendido 6 parcial. Nin-
gun Soberano , por absoluto que sea , puede so-




80 SECCION J\tjuzgar la opinion pública hasta el èstremo de que
considere y respete á un ciudadano que no es apre-
ciable ni respetable por sí mismo.


Esta opinioh respeta todavía ménos una noble-
za adquirida á costa de dinero , • la cual sólo su-
pone- en el que la logra , riquezas y no . mérito rii
talentos : , que son 'óhicamente los que merecen el
reconocimiento público ; este medio vil de obtener
las distinciones , ha sido efecto de la avaricia de
algunos Príncipes que han sabido aprovecharse dé
la vanidad de sus súbditos opulentos , vendiéndo-.
les bien caro el humo de que tanta estimación
han hecho ; mas los Soberanos se- privaron así de
un medio fácil de recompensar al verdadero mé-
rito , dando á la riqueza una distincion, la cual,
sabiamente economizada, hubiera sido, mui útil pa=
ra fomentar al mérito y los talentos. Con este
vergonzoso tráfico la- nobleza se vió prostituida á
hombres nuevos , que sin haber hecho servicios al-
gunos á la patria, lograron unos privilejios odio-
-sos al resto de los ciudadanos.


Mas la opinion pública no puede nunca suscri-
bir á este comercio vergonzoso y visiblemente con-
trario al bien de la sociedad, ademas de ser opues-
to á las preocupaciones anteriores. Las naciones,
poco dispuestas á reconocer las preeminencias de
:tantos nobles nuevos y sin mérito , reservaron su
consideracion para una nobleza mas antigua , per-
petuándola en .la descendencia de los antiguos de-
fensores de la patria. Todo lo que tiene el carácter
de la antigüedad , tenida siempre por mui sábia,
impone veneracion á las naciones. De- este modo,
por una preocupacion confirmada• hace muchos si-
glos , continúan respetando los pueblos á los des-
cendientes de los. antiguos guerreros , sin exámi-
nar los méritos de sus antepasados, y lo que es
mas , sin atender si estos descendientes han he-


0


CAPÍTULO V. 8í
cho servicios algunos efectivos á la patria. z Cómo
un hombre puede honrarse á sí propio con lo que
no es suyo ? z Y cómo pondrá su grandeza en el
mérito que esté en otro ?


Así las preocupaciones antiguas se opusieron á
las nuevas distinciones introducidas en la sociedad;
los pueblos estúpidos admiraron la nobleza antigua,
únicamente porque sus padres la habian temido y
respetado por largo tiempo. Una ciega rutina de-
cide de la opinion de los hombres, los cuales ra-
ras veces pueden dar razon de sus modos de pen-
sar y de obrar ; y por una especie de contajio he-
redan hasta las preocupaciones que mas los en-
vilecen.


Si , puesta la balanza de la razon y de la justi-
cia en la mano , se pesan en ella las ideas que tiene
la Europa de la nobleza antigua , reverenciada en
sus últimos retoños, será forzoso reconocer que esta
opinion nada tiene de st5lido. Se hallará que esos an- -
tiguos guerreros , de que traen su origen los nobles
del dia , turbaron mas bien â la patria que no la
sirvieron; ellos contribuyeron mas bien á esclavi-
zarla que á defenderla , libertarla , y hacerla feliz;
si la defendieron fielmente contra los enemigos de
afuera , la entregaron al mismo tiempo regularmen-
te á los enemigos de adentro, sometiéndola al poder
de tiranos.


Aun dando por ciertas la grandeza y la realidad
de los servicios hechos á la patria por los antiguos
héroes de las naciones, el agradecimiento de estas
nunca hubiera d:bido estenderse hasta su mas re-
mota posteridad. Si la equidad prohibe castigar los
descendientes por los delitos de sus antecesores, esta
misma equidad no puede exijir que se recompense
sin fin ni término á los descendientes por las virtu-
des y talentos de sus abuelos. La virtud no se trans-
mite con la sangre; el mérito es una cualidad per-


Toalo II.
. f




$ , SECCION IV.
sonal: asíqué la razon y el interés público exîjen que
los honores , las. distinciones y la nobleza , en vez
de ser hereditarias,. queden en manos de un gobier-
no justo , como medios para estimular á. servir útil-
mente al Estado, y para recompensar á los que ver-
daderamente contribuyan á su felicidad presente.
Es justo por ventura que un hombre, cuyo incier-


to linaje ha estado por lo comun ocioso siglos ente-
ros enmedio de sus heredades , y sin hacer servicio
alguno señalado, á la patria , goce de consideracion
y privilejios destinados á remunerar el valor guerre-
ro ? z Es justo que el hombre inútil sea honrado,
distinguido., respetado y recompensado con inmen-
sas prerogativas en perjuicio del ciudadano laborio-
so , porque hace. siete ú ocho siglos que uno de sus
antepasados tomó. las, armas en defensa de su pais ?
Posea enbuenhora este hombre las heredades. 6 pose-
siones concedidas en lo antiguo á sus padres; mas
la equidad parece que exije que si pretende gozar
de las distinciones: y privilegios de la nobleza, traba--
.je él mismo por merecerlas:, y no se ensoberbezca
con. las proezas de sus abuelos, que no ha procura-
do imitar. La estimación y el aprecio de un hom-
bre , dice Montagne ,, han, de ser cordiales y vo-
luntarios, (1);


La vanidad es. el vicia de la nobleza : fundado
en opiniones. tan frívolas, como hemos visto, cl no-
ble se figura que es' en realidad un ente de un. 6r -
den. superior al resto. de los ciudadanos :: no parece
sino que , formado de un barro mucho: mas puro,
nada tiene de comun con sus compatriotas:. La ilu-
sion de la mayor parte de nos- nobles ,. dice- Mr.. Ni-
tole , les hace: creer que su nobleza es en- ellos un ca-


'r.;cictez' natural éi Otra Moralista habia. di


CAPÍTULO V.
83


cho ántes que él : à la verdad, la nobleza es un don
casual , ,y una calidad de otro. i Qué cosa mas necia
que gloriarse de lo que no es sayo? ... aquellos que
por si mismos no tienen mas que esta nobleza, laha-
cen valer altamente , y siempre estan hablando de
ella: toda su gloria estro en los sepulcros de sus ante-
pasados. g Da qué le sirve a un ciego que sus pa-
dres hayan tenido buena vista?.., Ser descendiente
de los que sirvieron bien al público , es estar obliga-
do a imitarlos. (1) Podia añadir todavia, que el mé-
rito real 6 pretendido de sus padres nin ua derecho
le daba al noble para despreciar á sus conciudada-
nos , y que una vanidad enfadosa haría olvidar este
mérito , aun cuando hubiese sido mas real y verda-
dero de lo que denota la historia.


Seguramente, los anales de todas las naciones
nos muestran en los antiguos nobles un cuerpo de
guerreros turbulentos , siempre divididos entre sí por
contiendas tan injustas como fútiles , y únicamente
ocupados en atormentarse los unos á los otros, ó en
hacer sentir cruelmente el peso de su autoridad á
sus vasallos y á sus siervos. Vemos á estos furiosos
contínuamente en guerra, despedazando á las na-
ciones con sangrientas pendencias. Los vernos im-
poner á sus súbditos unas obligaciones por lo comun
tan ridículas como tiránicas, y formar de ellas sus
derechos. Vemos , en estos desgraciados tiempos de
turbaciones y de miserias, á los Reyes debilitados
hasta el punto de no poder reprimir las violencias
de estos frenéticos , ocupados incesantemente en d es-
truirse los unos á los otros, y que con desprecio de
la autoridad soberana se rebelaban contra ella siem-
pre que intentaba contenerlos. Homicidios, robos,
saqueos é infamias son los títulos respetables que la


(1) La Sagesse de Charron , lib. L cap. 59.
'(1) Essais, lib.. 1. cap. 30..




24 SECCION IV.
nobleza nos presenta en la historia. En fin, esta no-
bleza , siempre delirante y discorde, y siempre se-
parada de los intereses del resto de la nacion , se
ció rendida y agoviada al fin bajo la fuerza podero-
sa y reunida de los Principes ambiciosos, los cuales
sujetaron á estos guerreros tan feroces de tal modo
y á tal punto , que los redujeron á pedir y solicitar
la única preeminencia de representar el papel de sus
esclavos en la corte , y de hacerse los satélites y.
apoyos de los mas injustos tiranos contra la patria
y sus conciudadanos. Una servidumbre voluntaria
puede ser compatible con la verdadera nobleza? To-
do el que entra libre ,. dice Sofocles , eia el palacio de'
los Reyes , se' transforma prontamente en esclavo.


Tal fué , y tal debió ser necesariamente el tér-
mino de los escesos continuos de una nobleza igno-
rante , turbulenta é imprudente , que jamás conoció
sus verdaderos intereses. Una necia vanidad , y unos
privilejios las mas veces injustos , obtenidos astuta-
mente de los Soberanos , hicieron siempre Insocia-
bles á los nobles y á los. grandes: ellos creyeron que
no les. convenia hacer causa comun con los plebeyos,
6 las jentes del estado llano,; despreciadas y arruina-
das éstas por ellos , la nacion no tuvo ya fuerzas


- que oponer al . despotismo ; éste , por último , logró
ir oprimiendo y sojuzgando todos los órdenes del
Estado. (1) El espíritu de faccion,, siempre conttra-


(1), Los grandes y los nobles. Polacos arrancaron de Luis,
Rey de Polonia y de Hungría, el privilejió de no ser juzgados
por otros que por ellos mismos , con el fin de sustraerse de los
tribunales ordinarios: esto les proporcionó la. impunidad en
todo jé..ero de crímenes, é introdujo la anarquía, la cual en
nuestros ¿las, terminó con la ruina y desmernbracion de es-
se Reino..


Federico L Rey de Dinamarca , con cl designio de obtener
au'siiiQS r svcorr'os de los nobles de sa Reino, se vió precisado.


CAPÍTULO V. 85
rio al espíritu patriótico, causó la pérdida de los Es-
tados y el envilecimiento de la nobleza misma.


Por una preocupacion contraria á toda justicia,
los hombres se figuran débiles y desgraciados, cuan-
do no tienen la libertad de hacer mal á los que
están bajo de ellos. El crédito , el poder y las pre-
rogativas no son ordinariamente sino la facultad
de oprimir á los mas débiles , y de hacerles sentir
el peso de su autoridad. Aun aquellos mismos , di-
ce juvenal, que no quieren matar à ninguno , desean
tener poder para ello. (1) ¡ Insensatos ! ¡pues no ven
que el poder mas apetecible es el de hacerse amar!.
¡y no conocen que la fuerza injusta puede ser so-
juzgada por una fuerza mayor! ¡ En fin esos no-
bles , que cuentan entre sus privilejios el derecho
infame de atormentar, de robar, y de hacer pe-
recer á SUS desventurados súbditos, no llegan á per-
suadirse que la anarquía y los desórdenes abren un
ancho y libre camino al despotismo! Los pueblos
oprimidos prefieren mas el tener un solo tirano , que
no el obedecer cincuenta , cuyas discordias entre
sí hacen continua su infelicidad. (2 >


Tantos ejemplos memorables que comprueban
estas tristes verdades z. no debieran abrir los ojos
de la nobleza , y demostrarle con la mayor clari-
dad , que nada es mas contrario al bien de la so-


á concederles eI derecho de ser duefios de l'os pueblos, confi-
riéndoles la autoridad de vida y muerte sobre sus vasallos, y
la de poder condenarlos á la pérdida de sus bienes inmuebles,
sin apelacio!a alguna á los tribunales ordinarios


Mallet , Hist. de Danemarxc, tom.. 4, p. 10,.
(f )' - .. .. Qui n ette occide.re quenicivaiu


Posse voltcnt. Satyr. X. vers> 96..
(2) La tiranía de los pueblos obligó á los Daneses en


1660 á conferir al Rey eta poder absoluto. La mala adminis-
tracion del Senado de Suecia- fue la. causa en 1772 de la
4'.volucion en este Reino..


i




86 SECCIOÑ IV.
ciedad , á la prosperidad nacional , y á la buena
política y sana Moral , que ese orgullo imbecil que
la separa del cuerpo de las naciones? nidos los
ciudadanos de un mismo Estado , grandes ó pe-
queños , nobles ó plebeyos , ricos ó pobres , sien-
do miembros de un mismo cuerpo, no deben a'nar-
se, sostenerse, y trabajar de concierto en la fe-
lici da l páblica ? g Cn qaé razon ni derecho cI no-
ble puede despreciar al labrador que le alimenta y
enriquece , al artesano que le viste, al comercian-
te que le proporciona sus recreos , al literato que
le instruye y entretiene , y al sabio que trabaja
en su beneficio?


Mas por un efecto de sus preocupaciones , ordi-
nariamente la nobleza desdeña la instruccion , y
parece que se vanagloria de su ignorancia. (1) Des-
tinado casi siempre á la guerra, la cual unas ne-
cias prevenciones le presentad corno la sola ocu-
pacion digna de la nobleza , el noble desprecia
las ciencias , y raras veces procura la instruccion.
Si el noble es de una familia ilustre y distingui-
da , ó favorecida del Príncipe , está mui seguro de
llegar á los grados mas elevados sin necesidad de
tomarse el trabajo de cultivar sus talentos. Si
está ignorado de la corte , no se dedica al ejer-
cicio de la guerra , sino que vive totalmente inútil
y desocupado en las heredades 6 posesiones de sus
padres, donde regularmente ejerce una tiranía fa-
tal á sus vasallos.


Los héroes y los grandes capitanes de la anti-
güedad , que en nada cedian á nuestros guerre-


(L) El tirano Licinio decia que la sabiduría era la pes-
te de un Estado. Habiendo dicho un Rey de Casilla que el
estadio de tas ciencias no convenía ú un noble , Alfonso , Rey
de Aragon, al contársele exclamó diciendo que se nejsxte
dicho er ec propio de una bestia, y no de un homi,re.


CAPfTULO V. 87
ros modernos por su valor y talentos militares, no
desdeñaban instruirse en las escuelas de la filoso-
fia. Los Epaminondas, los Pericles , los Alejandros
no miraban la cultura del entendimiento como un or-
nato superfluo en un guerrera Escipión , el vence-
dor de Cartago , vivia en la mas íntima y estrecha
amistad con Terencio el liberto : este grande hombre
cultivaba las letras y la filosofia ; "y nunca estaba
»mas ocupado, segun Ciceron, que cuando parecia
e>que se hallaba en el mas profundo reposo. "


Nó hai ciudadanos que mas necesiten del es-
tudio y las ciencias que los nobles y los mili-
tares , que por lo comun entre nosotros hacen tan-
to alarde de su ignorancia.. Esta , y la ociosidad
fastidiosa en que por lo comun vive sepultada la
nobleza moderna , son las causas de los vicios, de
los escesos , y de las vilezas que con frecuencia la
deshonran. El militar no está en accion sino mui
corto tiempo con respecto á la duracion de su vi-
da ; una vez cumplidas sus funciones , nada tie-
ne que hacer la paz le deja en una indolencia y
pereza completas ; asi es que entonces se le vé , á
costa de: sus. bienes_ ,. entregarse desenfrenadamen-
te al juego ,. á la disolucion , á la galantería , y
á desórdenes de toda especie ,. haciendo. para esto
los gastos mas ruinosos : en fin , disipada toda su.
fortuna , se vé obligado á contraer deudas , á ser
un petardista. y un bribon , á vivir de industria,.
y quizá, quizá,. á cometer acciones que causarían
la mayor vergüenza á los mas ínfimos ciudadanos..


La ociosidad de los. nobles y de los militares , su
pasion al juego ,. su libertinaje ,. y sobre todo su
impetuosa vanidad ,.. son tambien. las. causas de sus
frecuentes disputas: y contiendas , que. muchas ve
ces terminan en sangrientos' duelos. El honor , en
tre muchos de nuestros militares modernos , no es:
la, justa. estimacion de sí mismo confirmada. por los.


4




88 SECCION IV.
otros , la cual solamente puede fundarse en la
conciencia de su propia dignidad , que la virtud
inspira ; sino que este futil honor es el temor de
verse despreciados , porque saben que lo merecen.
Un duelo no probará jamas que uno tenga razon
ni honor ; un duelo solamente prueba impacien-
cia , vanidad y atolondramiento , cualidades mui
contrarias á la fortaleza , á la verdadera grande-
za de alma , y á la humanidad. El hombre de ho-
nor es aquel que merece ser honrado. z Qué tiene
de honrosa una accion, obra de la flaqueza y cruel-
dad? Los famosos capitanes de Grecia y de Roma,
tan valientes y honrados como pueden serlo nuestros
militares modernos, soportaban un insulto, y no
pretendian lavarle con la sangre de sus conciuda-
danos. (1)


(I) En Ios siglos bárbaros de la Europa, la relijion y la
política ámbas igualmente aprobaban los desafios , mirándo-
se el resultado como un juicio del cielo encargado de ma-
nifestarse encontra del Culpado. Envano despees las leyes re-
lijiosas y civiles han intentado abolir estos inhumanos y bár-
baros usos. Moi dia , en toda la Europa, el hombre que se
bate en un desafio se espone á morir ea un cadahalso, y
el que reusa batirse se halla deshonrado y tenido por cobar-
de en la .opinioa de las jentes. Para proscribir enteramente los
desafios , era necesario haber comenzado por rectificar la opi-
nion nacional , declarando infame á cualquiera que cometiese
semejante delito. La declaracion de infamia y la degradacion
de todo noble que se hubiese batido ea un desafio , habrian
causado mayor impresion ,• que no el temor de la muerte, im-
potente para un militar. Fabio decia que aquel que no puede
sufrir una injuria , es mas cobarde que el que huye ú la vista
del enemigo. Todo cl mundo sabe el pasaje de Themistocles,
contra quien habiendo levantado el baston Euribiades ea un
consejo de guerra, Themistocles, tranquilo y superior á este
ultraje , se contentó con decirle , dame , pero escucha. Los
que pretenden que el espíritu militar se conserva por medio
de los desafios, lean la historia griega y romana, y verán


CAPÍTULO V.
Si las distinciones destinadas á la nobleza tie-


nen el mérito y la virtud por fundamento real zS
supuesto ; si esta nobleza hace una verdadera pro-
fesion del honor , los nobles tienen unas obligacio-
nes mas fuertes que los otros de acreditar en la so-
ciedad sus talentos y sus virtudes. La virtud es la
verdadera nobleza, dice Juvenal (1). Asiqué , un
noble ignorante , un noble sin mérito y sin talen-
tos , un noble vil y bajo , un noble infamado por
sus disoluciones , sus vicios , sus deudas y sus pi-
-cardias , en una palabra , un noble sin virtud es
una contradiccion en los términos. Ciertamente , un
plebeyo el mas obscuro , si es virtuso y trabajador,
es un ciudadano incomparablemente mucho mas
apreciable, que no el noble inútil G malvado, que
se figura autorizado á despreciarle : el que sirve bien
á la patria nunca es villano ni plebeyo. Mili pocos
nobles liai sobre la tierra , dice un Arabe.


No se ensoberbezca , pues , la nobleza por los
méritos y servicios de sus padres. Jima ántes bien por
su ceguedad y sus delitos, que tantas veces han des•
truido y hecho infeliz á la patria: espié con sus be-
neficios sus locuras , tan dañosas á ellos mismos co-
mo á sus conciudadanos: avergiienzese de que hayan
contribuido tan cruelmente á poner su patria bajo el
yugo del despotismo de quien se hicieron defenso-
res y esclavos ; renuncie á esa ignorancia y á esas
preocupaciones que no le permiten otra profesion
y ejercicio en la sociedad que la de sacrificarse á
los injustos caprichos de los conquistadores: éstos
no miran la nobleza entera sino como un monton


en ella que aquellos guerreros valientes y temibles á sus ene-
migos, no tenian la locura de asesinarse los unos á los otros
por jestos ó palabras.


(I) Nobilitas sola est atque unica vIrtus.
Satyr. 8. vers. 20.


TOMO Ir. 12




90 SECCION 'IV.
de víctimas destinadas á servir á su propia ambi-
cion. Siempre engañada por la Opinion transmitida
á ella por sus antecesores , y mantenida por una
política engañosa , esta nobleza se sacrifica y se ar-
ruina i a por solo un vano humo : en fin , seducida
por la vanidad , un luxo ruinoso , que multipli-
ca sus necesidades , la obliga á renunciar su li-
bertad , y á postrarse vilmente á los pies de sus amos
y señores, para que .estos la den con que satisfa-
cerlas. Bajo un gobierno arbitrario , el luxo es un
medio mui poderoso para humillar y abatir á los
nobles , y obligarles á que reciban y sufran el yugo.
El honor y el despotismo serán siempre incompatibles.


No hai ciudadanos á quienes la instruccion , la
virtud y los talentos sean mas necesarios que á los
nobles y á los militares : destinados por el Estado
para reglar la suerte de las naciones, llamados á
los consejos de los Reyes , encargados del mando
de los ejércitos y de la existencia de los imperios,
cuántos conocimientos no deben reunir! Mas , por


una fatalidad harto comun , los. hombres nacidos pa-
ra dirijir á los otros suelen burlarse de la virtud,
despreciar Iwis ciencias , y aborrecer la instruccion.
El militar se figura que su profesion no le impone
otro deber que el ser valiente y menospreciar la vi-
da. ¿Pero cómo no vé que la guerra es un arte que.
supone csperiencia , reflexîon , y á veces el mayor
talento ? El ser tan raros los grandes generales ¿ no
prueba claramente la dificultad de su ejercicio? No
es en el seno de las ciudades corrompidas , no es á
los pies de las beldades , no es enmedio de las in-
trigas de la corte , no es en las antesalas de los mi-
nistros , donde un capitan aprende á defender á su
patria, á formar los campamentos, á disciplinar á los
soldados , á desplegar ros batallones. i Hai nada mas
funesto al Estado , ni mas criminal que la pre-
s_incion .de aquellos generales que, faltos de luces y


CAPÍTULO V.
91.


experiencia , tienen la audacia de ponerse al frente
de los ejércitos , cuyas operaciones decidirán quizá
para siempre jamás de la suerte y destino de un
Imperio? ¿ Cómo un jeneral se atreve á levantar los
ojos á la presencia de su Rey y de sus conciuda-
danos, cuando sabe que su incapacidad es la ver-
dadera causa de los infortunios de su pais ? ¿ Su
corazon no debiera despedazarse con los mas crue-
les remordimientos, al oir los gritos lamentables de
tantas familias, á quienes su impericia ha sumerji-
do para' siempre en la. pena y la afliccion? ¿Qué de
baldones y acriminaciones no se hará á sí propio
al representarse en su imajinacion las legiones en-
teras pasadas á cuchillo por su loca y cruel, vanidad?


No se diga , pues , que la ciencia es inútil á los
guerreros, y que el valor les basta. Sin luces, el
valor es un atolondramiento 6 una ferocidad. El es-
t udio, la reflexîon, la ciencia, son de la mayor
importancia tanto para los militares , como para
el Estado que defienden. La Moral y la política
cubren de una eterna ignominia esa vergonzosa ig-
norancia , que es por lo comun, el atributo del guer-
rero. El oficial no es regularmente mas instruido
que el simple soldado. Seguir sin reflexîon la ru-
tina del servicio; pelear ciegamente cuando los je-
fes lo mandan; vejetar en la ociosidad de una guar-
nicion ; consumirse en un fastidio éterno , que sólo
varía y alterna con cl desórden y la disolucion;
tal es la vida maquinal y molesta ; en que , de or-
dinario , se corrompe el militar hasta llegar á una
Vejez , que lejos de granjearle respeto y conside-
raciones, le hace al estremo despreciable ; hé aquí
regularmente lo que se llama servir. ( 1 ) Por el


(í) Con la sola práctica sin la teoría , dice M. de Puy-
eégur, por mas que se puedan montar las trincheras , no por
esto se sabra conducir un ataque al frente de una plaza , ni




92 SECCION IV.
descuido de no haber adquirido en la juventud los
conocimientos que el estudio y la meditacion pue-
den solamente producir , un oficial encanecido ba-
jo el arnés nunca es mas que un objeto moles-
to á sí mismo y á sus conciudadanos. Un militar
sin cultura, por valiente que él fuere, siempre será
inútil y despreciable en la paz.


A pesar dulas preocupaciones de la mayor par-
te de los pueblos , que les hacen mirar la profe-
sion de las armas como la mas elevada y distin-
guida , no hai ciertamente una situacion mas de-
plorable que la de un viejo militar sin fortuna y
sin conocimientos: engañado las mas veces por un
gobierno ingrato,, en cuyo servicio locamente se ha
destruido , se vé precisado por último á solicitar su
retiro 6 una moderada pension para subsistir ; mas
coma los Príncipes y sus ministros son por lo co-
trtun poco benéficos con los súbditos que ya se ha-
llan inútiles , irritado nuestro héroe al ver su des-
gracia, lleva aburrido sus continuas y molestas que-
jas de corro en corro, é incómodo para todo el
mundo, sus enfermedades le acaban poniendo tér-
mino , enmedio de la mayor miseria , á una vida
que le hubiera sida mejor perderla en los comba-
tes. Las cualidades morales pueden solas merecer
una consideracion que dure hasta el sepulcro.


:Demas de esto , el militar por lo comun , fal-
to de instruccion y de buenas costumbres , no trae
á la sociedad civil otra moral que la que ha sa-


precaucionarse contra las salidas de ella : se encontrará uno
muchas veces en el caso de formar sitio ú una plaza, y tam-
poco sabría hacerlo : del mismo modo podrá uno haberse ha-
dado en los ejércitos de observacion, y habrá visto hacer to-
dos los movimientos para cubrir un sitio , y no por eso sabrá
dirigirlos. Traite de 1' Art. de la Guerre por M. de Puy-
^gur.


CAPÍTULO V. 93
cado` -de las guarniciones , de, los campamentos y
de los ejércitos ; esta moral , poco delicada en todo
lo restante , funda el. Lmérito en la ferocidad pun-
tillosa , y en la rudeza habitual 6 fatuidad , que
ni favorecen á los militares , ni hacen su trato apre-
ciable , sino temible y arriesgado.


Los deberes y las reglas , que la Moral , la ra--
zon y la sana política imponen á los nobles y á los
militares , los obligan á granjearse la estimacion pú-
blica , y á merecer los honores , los grados y las re-
compensas (siempre concedidas á nombre y á costa
de la nacion) por sus servicios verdaderos, por sus
ventajosos talentos , y por su aficion y cariiio á su
pais. Léjos por esto de tener el derecho de oprimir 6
despreciar á sus conciudadanos, su alta clase , por
el contrario, los pone en la necesidad de ser unos
ejemplos de equidad., de moderacion, de verdadera
fortaleza , de magnanimidad , de jenerosidad y de
amor del bien público. Los militares y los nobles
son los ciudadanos que , por todas razones , mas
adictos y mas íntimamente apegados debieran estar
á la patria. El mérita militar consiste en defender
valerosamente las personas y las posesiones de todos
contra los que tratasen de invadirlas. De aquí se
infiere que el soldado es un traidor , y ademas un
cobarde , si vende su vida al despotismo y la tira-
nía , que fuéron y serán siempre los mas implaca-
.bles enemigos de toda sociedad (1). Un militar tan
loco que se sacrifica á los caprichos de un tirano,


(1) No son hombres valientes y esforzados , dice Fírmico,
los que venden su sangre arriesgándose á la muerte por los
caprichos de otro. Non fortes qui ob alience gratice voluntatem
uundinantur , sanguínis jactara ad mortis spectaculunm vendunt.
3ulius Firmicus, lib. O. cap. 13.


.g'No es ciertamente, dice Antifanes, arriesgarse cl la muerte,
el ganar el sustento con peligro de su vida


461




94 SECCION IV.
no es mas que un gladiator mercenario. Un ciuda-
dano , que él mismo pone los yerros de la esclavi-
tud á su patria , es un furioso que pega fuego á su
propia casa , á riesgo de perecer él mismo con toda
su.descendencia. ¡Qué horrible y abominable heren-
cia es dejar á sus hijos y descendientes el oprobio de
la servidumbre! (1)


En obedecer Ciegamente consiste toda la Moral
del soldado. Pero si esta Moral conviene ciertamen-
te y es necesaria en los campos y en los ejércitos,
no se debe enseñar en las ciudades ó en la sociedad;
porque esto sería. transformar z los militares en in-
sensibles máquinas , en viles instrumentos que , en
manos de los tiranos y déspotas, destruirían las le-
yes y la libertad. La obediencia ciega y maquinal á
los jefes injustos , es una traicion contra la patria,
á la cual el militar debe defender contra sus enemi-
gos : si esta obediencia es laudable y precisa en el
simple soldado , incapaz siempre de razonar y de
formarse idéas de justicia, ella es culpable y des-
honrosa en los que le mandan; la educacion debie-
ra haberles inspirado unos pensamientos mas nobles
y mas jenerosos que á los automatos cuyos movi-
mientos dirijen. Mas la Política de los tiranos cuida
mucho de levantar siempre una muralla de bronce
entre los nobles , los militares , y sus demas súbdi-
tos. La nobleza militar, que forma una clase distin-
guida, se consagra servilmente á la voluntad de los
Príncipes mas malos , y engañada y seducida con
vanos privilejios, pensiones y títulos aëreos , nada
tiene de comun con los diferentes órdenes del Esta-


(1) Un Lacedemonio respondió á Indarnes , oficial persa,
que le persuadía á que se estableciese en Persia , tú no conoces
el precio de la libertad; porque cl que le conoce , si es prudente,
jant:ís le canabidria por todo al reino de Persia.


Plutarco , Dichos notables de los Lacedemonios.


CAPITULO V. 95
do. Todo militar se cree siempre dependiente del
Príncipe, y libre de todo vínculo con su nacion; y
deja de ser ciudadano, para ser un satélite, un mer-
cenario , un esclavo. Las leyes , la libertad , la jus-
ticia , y con ellas la: felicidad, son bien pronto des-
terradas de los Estados , cuyos Soberanos tienen á
sus .órdenes muchas tropas veteranas.


Hablar de patria , de Moral y de obligaciones
á los que por lo coman han compuesto hasta aquí los
ejércitos, era esponerse claramente á la risa y á la
mofa. La vanidad, el atolondramiento, el libertina-
je , la pereza y el deseo de una licencia impure , és-
tos eran los motivos ordinarios que Llevaban comun-
mente á una juventud imprudente á la profesion de
las armas: los militares de este modo de pensar se
figuraban que la razon, la reflexion, la equidad y
la virtud no hablaban ni se habiaii hecho para ellos.
La Moral debe ser ménos poderosa necesariamente
con la soldadesca grosera , elejida y compuesta re-
gularmente de holgazanes, vagamundos, jente sin
hogar ni domicilio , y muchas veces de malhechores
que se han acojido á las armas _para sustraerse de la
miseria, ó de los castigos que tienen merecidos. (1)


Un gobierno militar influye del modo mas sensi-
ble en las costumbres de las naciones; cada uno
quiere parecerse á los que componen el cuerpo mas
distinguido , y por consecuencia todos afectan los
modos y maneras militares , siendo vanos , lijeros,
sin atencion, y sin buenas costumbres.


No era así como se formaban los ejércitos vale-
rosos de los Griegos y de los Romanos, cuyas haza-


(1) Xenofonte atribuye la decadencia de los Persas despees
de Ciro , al modo con que entónces se formaban los ejércitos,
los cuales no se componian sino de una vil canalla recojida,
poco mas ó ménos, del modo mismo con el que hasta hoi se han
turlllado regularmente nuestros ejércitos.


*4




96 SECCION IV
fas y hechos memorables nos ha transmitido la his-
toria. Sus jenerales eran hombres desinteresados, ins-
truidos, guiados de la pasion de la gloria: los sim-
-ples soldados no eran viles mercenarios, sino ciuda-
danos, labradores y propietarios, que tenian una pa-
tria á la que amaban, porque encerraba y protejia á
sus mujeres, sus hijos, y sus bienes; que peleaban
valerosamente por la libertad, y no en favor del des-
potismo; y que acabada la guerra volvian á sus hoga-
res, donde gozaban de las alabanzas de sus conciu-
dadanos por haberlos defendido con valentía y es-
fuerzo. La Milicia Romana, cuando fué. mercenaria;
decayó de su antiguo espíritu: los soldados ya no
fu;:ron sino los instrumentos aborrecibles de los am-
biciosos que supiéron comprarlos; ellos esclavizaron
el Estado á los tiranos , á los que tambien destruye-
ron á su antojo; y á fuerza de mortandades, de ra-
piñas y de indisciplina c ausáron la ruina del Impe-
rio, que hubieran debido defender mas bien contra
sus indignos Señores que contra los Germanos , los
Parthas ó los Dacios.


¡ Tal es la suerte que las tropas mercenarias pre-
paran á las naciones ! ; tales los destinos de los tira-
nos que se confian y entregan á una soldadesca in-
constante y perversa! Esta , despues que ha echado
por tierra la equidad, la libertad y las leyes , enso-
berbecida con sil victorias , se abalanza como una
fiera contra el dueño mismo que ha desencadenado
su furor. Los Emperadores mas justos y mas sábios,
los Probos, los Alejandro-Severos , fueron víctimas
de los furiosos soldados, que aborrecian de muerte
la virtud de estos Príncipes. En fin , tal es todavía
en nuestros días la suerte que los Jenízaros rebeldes
hacen esperimeutar á sus Sultanes. Los déspotas mis-
snos no pueden contar siempre con los esclavos que
guardan su persona. Las fieras suelen despedazar
con frecuencia á los mismos que las guardan. La li-


CAPÍTULO V. 97
cencia . y la corrupciôn de los soldados, que Ios mis-
mos Príncipes favorecen, llegan á ser tan funestas
á sus amos como á las naciones esclavizadas por
ellos.. Los instrumentos de la tiranía contribuyen y
se emplean tarde 6 temprano en la destruccion y
ruina de los mismos tiranos.


Bajo los gobiernos introducidos por los pueblos
bárbaros: que- repartieron entre sí las provincias del-
imperio Romano, los jenerales , los grandes , los no-
bles y los militares , únicamente obligados á seguir
á los Reyes en la guerra, se hicieron poco á poca.
independientes de su autoridad en la paz; y fuérom
despues representantesE, majistrados, y jueces de las.
naciones reducidas á la esclavitud con sus armas.
i Mas cuál pudo ser la justicia que unos siervos in-
felices obtendrian de unos hombres brutales , igno-
rantes, alimentados con la sangre y la rapiña? ¿Qué
protecion hallarian unos- ciudadanos despreciados en
unos nobles que no tratáron.-:jamas sino de sus inte-
reses personales? Los Reyes, mui débiles para redu-
cir á la razon á sus indómitos vasallos , los dividié-
ron entre sí , como se ha visto , y se aprovecharon
de sus desavenencias y de su ignorancia para darles
en los tribunales por asésores. á, los llarnàdos cléri.-t
gos, , (1) jueces mas intruidos quelos grandes,. á quie-
nes fueron substituyendo lentamente para formar
despues la majistratura que hoi existe en Europa.


Los representantes armados se hacen prontamen-
te unos tiranos temibles al pueblo , y unos súbdi-
tos rebeldes al Soberano. Esta nobleza militar, abu-
sando de su, poder, desprecia la justicia, y es inca-
paz de juzgar bien á los ciudadanos. Las naciones,


..(i1_ Se llamaba clérigo , en los siglos de .ignorancia,
_á, todo


el que tenia alguna tintura de las letras, las cuales estaban eu-
túnces reservadas ,.al cléro. •


TQMO II.
7.




98 SECÇI101N IV..
para que las representen necesitan hombres justos.,
íntegros, ilustrados, obedientes a.;le leyes, linacce- .
sibles á las seducciones de las Cortes., que obliguen
al Monarca á respetar los derechos de la soéiedad;
y sobre todo que los respeten ellós -mismos. Los
representantes venales ó fáciles de seducir , son trai-
dores que presto caerân. en. los yerros . del despotis-
mo, una vez que neciamente hayan. eaidc en> sus
lazos.




De este modo , pot falta de equidad , de razon
y de ciencia, la principal nobleza , que en los tiem-:
pos antiguos iba casi: al par de los Monarcas, fué
nG sólo hechada al sueló,, y despojada de su pode4
sino •tambien privada de.. la prerogativa tari noble de
representar y juzgar á los pueblos. ¿Sir caída no de-
biera enseñar á todas los grandes, que ningun poder,
por fuerte que parezca , puede sostenerse sin justi-
cia y sin talento? Ninguñ órden del Estado, nin-
gun cuerpo puede sepa:ar}sin riesgo sus intereses de
los intereses jenerales •de la nacion: en 'una palabra,
lá Moral y los talentos son útiles y necesarios â la
nobleza, y nada hai en ellos que- merezca su des-
atencion y su. desprecio. El esclavo, dice un poeta,
no tiene derecho levantar la frente. (1)


La- nobleza impone evidentemente á los que la,
poseen la obligacion de amar á la patria con mas
ardor que todos los demas ciudadanos. Cuanto mas
se recibe de la sociedad, tanta mayor gratitud y
celo se la debe mostrar: Ninguno mas que el noble
se halla interesado en la prosperidad de la nacion,
en que están sus bienes y propiedades, y donde go-
za de la consideracion y de los honores que desea.
Nada mas lejítimQ , ni mas bien fundado que el
que los Soberanos, en l distribucion de los empleos


(1) Poëte Greci minores: Teognidis carmina.


CA.PÎT`l3L6 V. 99
importantes elijan y prefieran á los sujetos mas dis-
tinguidos por su nacimiento.
• Debe suponerse, ciertamente, que las personas
bien nacidas-han sidó,i bien edubdas; ésto es, han
rééibidó dé sUs principios de honor, pensa-
fríientos jenerosos, una noble ambicion, dotes y cua-
lidades apreciables, y una razon y un alma culti-
vadas eón el mayor esmero. Ciando semejantes dis-
pnsieiones'no se''hallai. en trri noble, éste no es mas
que ün lhàmbre comun, capaz de dañar al Señot á
quien sí&e y-'á los súditos sobre quienes ejerce algu-
na autoridad.


Mas, para ser justamente respetado, no es siem-
pre necesario :que el noble prodigue su sangre en las
batallas, ó gí.ie ejerza empleos distinguidos; cuando,
desnudo de ambicion, vive retirado en las posesiones
y heredades de sus antepasados , sus bienes y opu-
lencia le ponen en disposicion de hacer bien á los
infelices que le rodean. Un señor benéfico y podero-
so ¿no es ciertamente mas grande y mas-feliz en sus
estados, que no esos grandes que se espotien á las
borrascas 'de las cortes? Cuando el noble goza sola-
mente de tina mediana fortuna,' su vida retirada le
liberta de los 'aguijones y estímulos de la ambicion:
ella lé sustrae del espetáculo molesto y vergonzoso
de aquellos personajes indignos que la injusticia e'le
va frecuentemente á los honores: sus necesidades son
limitadas , porque




no está infestado del contajio del
Luxe): él labra y fertiliza en paz sus campos: cultiva
su entendimiento. en los ratos ociosos: en fin, cria
sus hijos de modo que puedan algun dia salir de su
retiro, y merecer con sus talentos y virtudes la es-
tiniaéion del mundo.


La desgracia no interesa ni conmueve cuando
vá acompañada de vanidad. -El vástago virtuoso de.
una antigua familia obscurecida, es un objeto que
enternece y lastíma , recordándonos la instabilidad




400


SECCION IV:,
de la fortuna: un noble desdichado y modesto gana
los corazones de un modo mas seguro que un hi-
dalgo pobre y soberbió. ; Con.,demasiada frecuencia
vemos que el ,orgullp;,y lla altanería no se apartan
de la nobleza aun e e1seno mismo de la miseria.
En cualquier posicioe que ,e1, noble se halle, debe
reconocerse; ésto es, debe respetarse á si propio,
nunca jamás envilecerse, y ser siempre celoso ;de la
estimacion de. los demas. Estos sentimientos, lauda-
eles z deberán nunca confundirse con una vanidad
pusilanime é inquieta , con una vergonzosa indo-
lencia y con un futil temor de degradarse con el
ejercicio de un trabajo honesto ó con el uso de las
dotes del alma? Las preocupaciones bárbaras, que por
desgracia subsisten .todavia , hacen que en muchas
naciones todo noble, por solo su nacimiento, tenga
á ménos ejercer ciertos empleos Ÿ ocupaciones hon-
rosas ; que mire como vil la profusion del comer-
ciante; y que menosprecie á cuantos el destino no
ha dado el nacimiento que z él: ningun.:talento,
ninguna , virtud le parecen :comparables á la ventaja
de haber nacido de - padres nobles ; esta preocupa
cion lastimosa le hace muchas veces injusto, inso-
ciable y odioso á cuantos no han sido como él fa-
vorecidos por la casualidad. Es menester hallarse
enteramente destituido de todo mérito personal, pa-
ra dar tanto valor á un accidente fortuito.


Los hombres no son iguales por naturaleza, ni
lo son tampoco por las leyes de la sociedad , que
para ser, justas no deben igualar jamás el hombre
intítil 6 malvado al ciudadano virtuoso. El noble es
respetado , cuando obra noblemente: y no merece
en manera alguna ser^_distinguido de la multitud,
cuando sus cualidades y virtudes no acreditan y
comprueban su origen. Sus conciudadanos tienen de-
recho para decirle: " Si sois verdaderamente de la
»sangre de aquellos jenerosos guerreros que en otro


CAPÍTULO V. fo l
tiempo se sacrificáron por la patria, probadnos vues-


, tro oríjen con acciones nobles , con un modo
»de pensar digno de tales predecesores. Si descen-
»deis de los bienhechores de nuestros padres , no
»trateis á sus hijos con una altanería insultante.
»Si quereis ser honrado , mereced nuestra estima-
»cion con virtudes , y con un apego y afecto in-
»violables á las leyes sagradas del honor. Si sois
»miembro del cuerpo mas distinguido del Estado,
»no os hagais cómplice de los malvados , los . cuales
»después de haberlo todo destruido por vuestro me-
dio, aniquilarán vuestros privilejios, y os reduci-


»rán algun dia á la clase de esos plebeyos , que
»tan cruel y locamente despreciais." (1)


Ofuscados hace mucho tiempo cori frívolas dis-
tinciones , prerogativas pueriles y precarias , va-
nos títulos , y pretensos derechos , á veces infun-
dados é injustos , los nobles se imajinaron unos en-
tes de naturaleza distinta del resto de los hombres,
y se avergozaron de reunir sus intereses con los
de los plebeyos , mirándolos como unos libertos de
sus predecesores ; por manera que autorizados de
una jurisprudencia feudal y bárbara , ejercieron er'
los pueblos millares de vejaciones jurídicas. El de-
s


(1) Un noble aleman no'se trata con un comerciante. Los
habitantes del Indostan se dividen en clases á tribus , de las
cuales las superiores no solo desprecian á las inferiores, sino
que las maltratan cruelmente. Un Nuire ó Noble del Mala-
bar tiene derecho para matar á un Pouliet , ó pobre que le ro-
tare por descuido. Los nobles Chingules tratan del mismo mo-
do á los plebeyos ; siendo así que ellos no se acercan al Rey
sino en cuatro patas, y se califican de perros , cuando le ha-
blan de sí mismos. Un noble polaco puede matar impunemen-
te á un plebeyo. En Europa un Grande es á lo mas castiga-
do con prision ó destierro por los asesinatos y por los mas enor-
mes delitos ; escepto en Inglaterra, donde las leyes no Hacen
distincion de personas en órden á estó.


i




e5


102 SECCION IV.
Techo tan respetado de la caza hizo las tierras esté-
riles ; las campiñas fueron desvastadas , y los labra-
dores arruinados con los recreos y diversiones de
los señores; la vida de los gamos , ciervos y demas
animales de ,los bosques fué tenida en mas precio
que la del hombre mismo,, (1) y bajo el pretesto de
mantener la integridad de. sus derechos , los gran-
des hiciéron sufrir á sets vasallos las mas crueles in-
justicias. ¡ Es una bella diversion , ciertamente , y
un placer mui noble y mui grande , trocar Ios cam-
pos estendidos y fértiles en selvas y desiertos , impo-
sibilitandó las cosechas , y haciendo derramar lágri-
mas á millares de familias desoladas!


La Moral y la política claman á una contra es-
tos abusos feroces é irritantes. Los grandes y los
nobles ¿no pueden recrearse y divertirse sin •niqui-
lar sus mismas posesiones, y sin aflijir á los desgra•
ciados , á quienes debieran protejer como padres ?
¿Con qué buena voluntad el labrador indignado mi-
xará á su señor que no se presenta en sus campos,
sino .para traer á ellos la escasez , el hambre y él
desórden ? Mas la humanidad no es oida de los or-;
gullosos que no conocen la miseria ; ellos se rien de
las lágrimas de los infelices ; y se jactan del osado.
y bárbaro poder que impunemente ejercen contra_
lbs débiles. ¡ Mas qué digo ! ellos castigarían al que
tuviese la t°emeridad de quejarse humildemente del
Mal que se le hacía. (2)


(1) Las leyes inventadas para la conservacion de la caza
son atroces en algunos paises. Dícese que en Alemania los
Príncipes 13acian atar á los cazadores furtivos sobre los cier-
vos , echando á estos despues libremente â los bosques , donde
aquellos infelices eran despedazados por las fieras.
. (2) Yo be visto á un poderoso amenazar con que le daría


de pavos y le metería en un calabozo á un aldeano , que sir-
viéndole dc . guia en el perseguimiento de un ciervo, le habia•
lecho dar un pequefio rodeo paran atravesar un sembrado. •


CAPÍTULO V. 103
• Si los Príncipes , los nobles y los grandes, en el


delirio á que sus placeres les reducen , son incapa-
ces de escuchar la voz de la piedad , escuchen al
ménos la de su propio interés. Renuncien , pues , á
unos derechos que dejan baldíos , heriales y despo-
blados sus territorios; -que acobardan y aburren á
los labradores , de quienes necesitan para contentar
y sostener su luxô y vanidad ; y que hacen , en
fin , á la grandeza y á la nobleza tan odiosas •á los
ciudadanos , cuyo cariño debieran codiciar , • y cu-
yos trabajos debieran alentar y promover. ¿Es posi-
ble que sólo haciendo mal crean los grandes que
muestran su poder?


La equidad natural, cuyas leyes son mas santas
que las convenciones locas de los hombres, reclama
y anula los privilejios concedidos por la injusticia,
sostenidos por la violencia y confirmados por la ig-
norancia y la rutina de los siglos. El pacto social
exije que ninguna clase de ciudadanos se arrogue el
derecho de aflijir á los otros; y pone al débil bajo la
salvaguardia del poderoso, y al labrador bajo la pro-
teccion de su señor: el castillo del noble , asi como
su corazon deben ser el asilo de sus súbditos oprimi-
dos. Una nobleza -virtuosa , ciudadana é ilustrada
sería la protectora y el modelo de los pueblos; sus
miembros bien unidos serian de derecho representan-
tes de los- pueblos: y formarían una fuerte muralla
que jamás la tiranía podría romper y echar por tier-
ra. Los nobles,' opresores , discordes, sin luces y
sin costumbres , destruyendo á los pueblos, se des-
truyen tambien á sí propios.


La verdadera Moral, siempre de acuerdo con la
equidad y sana política, está mui léjos de abatir á
la nobleza, sino que la pone á la vista sus obliga-
ciones para con la soçiedad, recordándole su oríjen
verdadero y su institucion natural. La- justicia siem-
pre de acuerdo con los intereses del Estado, no pue-




f-ir °II OIz0Z
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-Ifar pu'piao111E ri ñ`LToTq aaJrq ap oos<p p Á prpTJ
at;du'J ri `aapod p Llu'jOtlOp SOO ¡dLUa sapuEA so'1


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SOAr,jJSa SOT LTOO SOIaipLln,jLTOJ ap S^10EdEJ SOIJTA UOJ 9
`Irnaas r1011pL10J run LIOJ , uopra`bp as . anb olLlatut's
-oIOria oqrqo.uj saj rjio :opt.asa ris t; LIaUOTAL1oJ onb
sopupurno sruanq l SO1uaiEe soi Tia udurlsrp as anb
`puplt.I.`'o^Ip Ua SOpi11111SU0o SaaqLLIOq soi sopo E X sop


SOI E `sJIrlljrüi sor L`Sajgou SOr ? aeLIaLLTESIJ
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snqral sElsa ua uny .sâa,Aj.rs SoloLLlaa SrLU soi ap
Snqi11 Sri na pou TLr sP.LLlF:f 911sI?(o ou ollb `rJTa?LUinb
mirai run srlino sauoorel sri uo aronpoalilr ruEi
`S2SE IJ Á S2LTOFJLIilslp alioqr rlaTanb `raaoll L'j Oag05
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p ofrq onb (j) `rsorprAuo X reuoluoo irul ruosoir3
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'rFa 1 rCI rj E SOIJTA7O5 SOLLISiüI Sol aJrq ou onb o.I
-nosgo ourprpnrJ p uoo soprpunjuoo rullâ'rr rTourul
na aas uoqop OLI onb X `seu.lap soi op sopm5Juus1p
.SOurprpnIJ soun alLIaulreaaFJ uos `uOpa9 uonq top !s
Y.T011S11 f ri a,p OlualLUivaeCIrLLT jE sL'FII°aáTA sus Ea&S1.10J
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souorOrlT srj op rsolaogt.i srtu rj fi aagod srtLl
alaud F:j aagos uOroaa rlOuonoasuoo aod onb ` opres,Z
pp srITrO st'.r ra3ns ou  g sourprpnp sot op olSOa
jr sOSOArâ sorfajrAaad ap aooà' `pr.pTSOIJO rj ua aA


opurno ` rzojqou rr onb la argoadr opand ou ?ID
-nSnf ri MN 'SOptJaaaLLT SOrüraad Sol LIOJ ñ `oladsOt
[IOJ `sauoFJUtlslp srsoauoq uoJ sopusuodlzl000a aos
uoqop sols? sóluartursLlad soprAaja souri oprardsul
r Sr tJq uor npO ri, sailoinb r. ó `aouoq ¡ap soprut
-rur soaosuo.pp urlrsaoarz soraadull sol sopol, •uors
-iljuoJ uo rjaraauafap olsoad onb ropEaJoulop prp


run sauororLt srj uo aronpoaeur asaauodoad op
'AI NOIDDUS -170I




106 SECCIO1,7 IV.
relacion á aquellos contra quien su profesion les obli-
ga á tornar las armas. Sería seguramente desconocer
los principios mas evidentes de la razon 6 de la Mo-
ral, creer que el hombre no está obligado á nada
respecto de su enemigo. Sería degradar al guerrero y
suponer que no es hombre y si fiera, , el pensa que
habiendo nacido enmedio de naciones cultas y cáyi-
lizadas, pudiese ignorar las maxîmas humanas y jus-
tas que estas han establecido entre sí, y que.subsis-
ten en toda su fuerza aun en medio del tumulto de
los combates. En fin, sería mirar al militar como á
un vil autómato, como á un cruel verdugo, ó como
á un salvaje furioso, imajinar que no .supiese hasta
qué punto debe . usar del valor contra los enemigos
de su patria.


Los salvajes, estúpidos y faltos de razon, de pre-
vision y de virtud , son los que únicameite se per-
suaden que todo es lícito con los vencidos, y que
no deben tener fi n ni término su furor y su vengan-
za. ; Insensatos ! z No conocen que la fortuna de las
armas es inconstante, y que el que hoi vence , y
usa cruelmente de su victoria , puede ser vencido
mañana , y caer en manos de un enemigo á quien
con su crueldad tenga irritado ? Estas . ciegos y fu-
riosos i no ven que sus continuas y bárbaras guer-
ras han reducido casi enteramente sus naciones antes
numerosas , á unas miserables tribus, incapaces de
poder defenderse contra un puñado :e3, : europeos ?


Hace ya mucho tiempo que la voz santa de la
humanidad , la razon y el interés bien entendido
han. abolido en nuestro continente la ferocidad pri-
mitiva de sus incultos moradores. A•proporcion que-
los pueblos se han ido instruyendo, han usado de
mas moderacion en la guerra, Si algunos hechos mo-
dernos nos ofrecen ejemplos de atrocidad, estos son
debidos á naciones, que todavía no han sido curadas
.enteramente de la ignorancia y. del frenesí de sus


CAPÍTULO V. 107
salvajes projenitores. (1)


Gracias á los dogmas de la razon que han sua-
vizado las costumbres de soberanos y guerreros , los
hombres no se encarnizan ya tan cruelmente en su
recíproca destruccion. El soldado oye la voz de la
humanidad en el horror de la carnicería y la mor-
tandad, y en medio del ruido espantoso de las ar-
mas. Ya concede la vida al enemigo desarmado que
le pide piedad, y quedaria sin honor, si matase ó hi-
riese á un enemigo rendido á .sus pies: hace prisio-
neros, Ÿ no esclavos, como aquellos á quienes los
bárbaros Romanos sólo perdonaban la vida para ha-
cérsela mucho mas insoportable que la muerte. Hoi
en los ejércitos , los prisioneros hechos en la guerra
son tratados con suavidad , preservados de todo in-
sulto, y devueltos á su pais por medio del canje 6
del rescate. En fin, las armas aunque tan estrepi-
tosas de nuestros guerreros modernos, son mucho
manos destructivas y asoladoras que las de los
antiguos.


Estos son 16s efectos que la Moral ha producido
poco á poco en el corazon de los Príncipes y solda-
dos. Debemos esperar que los dueños y señores del
mundo , desengañados mas y mas de su sangrienta
y mortífera ambicion , llegarán á conocer los males
que las mas felices guerras acarrean siempre á sus
Estados. Atentos , pues , á la razon , á la humani-
dad , á la justicia y á su interés -bien entendido,


(1) Los Croatas y los Panduros, pueblos estúpidos y bár-
baros , cometieron crueldades inauditas durante la guerra que
siguió á la muerte dcl Emperador Cárlos VI. Los Kalmukas
y los Tártaros que servian á la Rusia no han obrado me-
jor en varias ocasiones. La destruccion del Palatinado, or-
denada en el siglo pasado por Luis XIV. nos prueba que
este Príncipe, tan alabado por los Poetas , era un salvaje
tau cruel como Atila. Este acto de barbarie le hizo execra-
ble á la Europa entera.




1013 SECCION IV.
prodigarán mucho ménos la sangre de sus súbditos;.
no decretarán con tanta lijereza la destruccion de
los pueblos ; amantes de la paz , minorarán sus ejér-
citos escesivamente numerosos , que absorven inútil-
mente todas las rentas del Estado; cuidarán de su
administracion interior , de su lejisiacion y de sus.
buenas costumbres; . y á la sombra de las leyes serán,
ciudadanos, en fi n, el militar y el noble..


Prescindiendo de los deberes jenera.les que el de-
recho de Jentes, adoptado por -las naciones cultas,
impone al militar, , hai otros que la Moral prescribe,
y que no puede omitir en la práctica sin hacerse in
faine y criminal. Su patria puede mui bien ordenar-
le que combata y destroce á los enemigos que se ar-
man contra ella; mas no que ejerza una venganza
tan injusta como inútil contra el ciudadano desar-
mado , el pacífico labrador, y los. habitantes de los
pueblos. z No son acaso- bastantes las. desolaciones,
las mortandades y las violencias de- toda especie
que trae consigo la guerra, sin estender todavía mas•
sus horrorosos efectos á los hombres que no han to-
mado las armas, y cuya desgracia y mala suerte es
haber nacido en los dominios de otro Soberano?


Si existe alguna idea de justicia y algu n afecto
de piedad en los Jenerales de los ejércitos y en los
oficiales subalternos, no se querrán mostrar crueles
con los infelices ciudadanos, cuya total ruina no
puede contribuir en nada al buen éxito de sus ar-
mas, y que nada tienen de comun e n las contiendas
de los Reyes. Asiqué una severa disciplina debe re-
frenar poderosamente la licencia, la codicia y la di-
solucion de una soldadesca casi siempre ignorante y
bárbara. No se envilezcan, pues, con una sórdida
avaricia los Jefes verdaderamente nobles y desinte-
resados, en quienes el Cínico móvil debe ser el ho-
nor. i Qué cosa mas vergonzosa que la conducta vil
y despreciable de aquellos Jenerales de ejército, pa-


CAP l T U zoos. 1O9
ra'.quienes la guerra ces un- comercio:;e.giie, humi-
llándose al oficio Cruel y bajo de triitantes y usure-
ros ,. esprimen de las venas de los. pueblos :. Ja. poca.
sangre que la guerra dos ha dejado!.


.Estos. ,.son los- deberes que la Moral y- el honor
prescriben á lose


militares-;: -.deberes que' fuéron. jene-
rosa mente :observados por los Escipione',;. los Turen-
ue-,.los.Catinat; y deberes..gue.:serán cumplidos igual-
mente: por todos- aquellos; -que.: prefieran - una gloria.
sólida á: la; pasion= .çiel :Oro', ..propia .solamente ..de: al-
mas bajas.:Ltt avariciaz:es. un; vicio indigno de un
gran corazon: El- valón militar. Setaniquila,nitii pron-
to en las naciones enervadas, po>c et: luxcx; donde.: el.
militar por lo comun prefiere- sL1 enrí uecimiento â.
su- gloria._ Los. Romanos- pobres ;.;;pero -inflamados del.:
a-mor de su patria., , sojuzgáron - al.. mundo ;- ..despu.es,,
ent'iqueciúos eom los ,despojos- de. la g naciones, la
avaricia fórx etiló -çU ,cordïlts entre ellos.i y. debilita-
dos con el;luzcó-, éstos guerreros- tan. temibles viriié-
ron. á ser un rebaño de esclavos medrosos y oprimi-
dos bajo. el yugo de los mas. cobardes y aborrecibles
tiranos.. •


Una nación,. esciávi 'ada err:quicm dómina- un
sórdido interés, no sabe qué- es honor: el honor .


no
es.-cualidad de esclavos „que ni pueden estimarse á
sí mismos-,. ni aspirar á. la- estimacion.de sus •conciu-
dadanos:- la.grandeza de alma-,, la. nobleza de áni-
mo; el valor,. serian, cualidades inútiles-, impropias
Y ;aun dañosas para aquellos que la opresioa. conde-
na á- la•servilidad. ;-C6-mo un hombre á quien- el. te-
mor envilece, podrá tener una alta idea de sí• mis-
mo ,. cuando • todo le demuestra su dependencia..y stb
debilidad ? Un cortesano , cuya. -d.igntdada, fortuña,
libertad y vida están á la diS.c eciow.d-e-un déspo-
ta débil. ó malvado , de un Ministro perverso , cí d-e
una caprichosa- favorita , z puede acaso tener la fuer-
za y la elevacion. que inspira. la: seguridad?. Un- es-




1.10 S'E C`'ç.I O N I V.
clavo , únicamente cuidadoso de ragradar -á su iséñor
i qué interés podrá tenerf en granjearse lá estimacion
de un público que, caso de quelél mostrase algunas
virtudes,., sólo le concedería una tácita y estéril
aprobacion., ;ó condenaría en iel estas mismas virtu-
des, corvó incompatiblesi cou su estado ? r.


ET`verdadero valor supone una 'enerjta =y un vi--
'or producido del amor de la patria; ' mas é dónde
'está la patria en un' pais sojuzgado por el despotis-
mo ? El :guerrero no tiene en .él otro empleo que de-
.fendet al carcelero que: le tiene i.cantivo T4mpoco'
puede 'haber ni vera dera nobleza, ni distinciones
efectivas , .ni clasés privilejios''permanentes entre
Unos hombres igualmente. sometidos 'todos á los ca-
prichos del que manda. Algunos 'esclavos , distingui-
dos momentáneamente por el favor inconstante del
dueño , se ensoberbecerán con esta autoridad' no . du
3able , y se tendrán''por algo., .:pérd la menor refle - '
xîon debe convencerlos -de su 'uulidad' y miseria , y
hacerles conocer que la mano chisma que los - levan
t a y los•.sostiene:, . puede á sir antojo reducirlos al
polvo y á la nada. La nobleza que funda su so
berbia en vanos °títUlos , ':en preroativas imaj.ína-
rias , en privilejios injustosi, ' en futiles.^demosttacio-
nes exteriores, finada tiene de real ni 'de sólido. La
verdadera nobleza sólo puede encontrarse en un
gobierno que 'inspire afectos ,generosos , y en una
patria que cuide de la libertad , -de la justicia y de
la seguridad de 'sias miembros. El noble , mas que
-ningun otro ciudadano,, :está interesado en- la felici-
dad de su pais , y en el mantenimiento y observan-
cia de las leyes., que ponen todas 'las clases del Es-
tado á cubiertó de .la 'tiranía.


El hombre 'verdaderamente jeneroso, (1) segun


(i) La palabra jeneroso nace de la palabra latina gemas
que significa raza 'ilustre ó linaje : por :esta razon se ha su. >.


C A PÍTULO. T. 111
lá .fuerza de la palabra: , :esc.tquel :que:: ba recibi-
do de' sus proionitores. tina-:alma: ttalk;grande, tan
noble .y tan esforzada:, que .sacrifica los interese s
pueriles y despreciables , y las: .


tv.entajasà inciertas
y precarias á los intereses.. sólidos y, permanentes
que le unen_ y estçechan cón:; s.0 .patria al deseo
de verse es>iinado. ^.de s:ue c nciudadanos. y á la
verdadera. gloria , que coli4si rey! çril ivl: aprecio. de los
bornbres. de bien:.. Del templo de: lu vi tud , dice
Ciceron , se pasa al templo de:.¡a gloria.


i Qué derechos pueden ter á.la estimac on pú-
blica los, nobles. y los: militares: totalmente desti-
tuidos d ' 'grandezas de alma;,; t de vverdadero._valur,
y de principios jenerososi! Puede utia nación de-
mostrar algun sincero respeto á los cortesanos ocu-
pados en adular á un Déspota que le destruye,
•:5-á los ' militares. cuyo Af cío es. tener á sus con-
çiudadanos. bajo el yugo: de la opresión? No: los
hombres; de este carácter no: puedeni alspi.rar dé.
modo alguno á la estimacion que constituye el ver-
dadero .honor; pueden.; es cierto, deslumbrar con
su fausto y orgullo ; pueden, amedrentando, for-
zar ,á sus 'oonciudadan.os á que°les. den señales de
un respeto,>y deferencia esterio.ii; per...: manca con-
seguirán. una verdadera gloria;' ni los sinceros ho-
menajes que codician, reservados únicamente á la
jenerosidad, al patriotismo. y .á la virtud.


¿Cómo la facultad de ofender y dañar podria
dar -..de cebos afganos â la gstt elori de '1.Os hom-
bres.? Sería formars.e i , ideas. nu .i _falsas. del honor,


d
Creerle . compatible con el v4 o, con los


abusos,
el poder y con. la perversidad., Sinembargo , en


puesto que r;na.:,hombre bieni naçielo debe tener peJssaniientos.
mas ¡robles que los otros, y mostrarse capaz, de mayorés sa
orificios por la Patria.




112 SECCION V.
los desórdenes • :es en lo que muchos que se llaman
nobles y militares., no se avergüenzan'-de hacer-
le consistir. Se ven~ con mucha frecuencia hom-
bres los mas culpables , los mas notados , y los
mas dignos del desprecio de lés hombres de bien,
tenerse por personas de honor; u J presentarse im-
prudentemente- fén todas las ocurrencias; á sombra
de un grado'• militar 6 de un gran título los ve-
nlos despreciar la censura comen , y conseguir á
veces de sus censores mismos una favorable acoji-
da. Las mas viles picardías, las deudas mas frau-
dulentas y vergonzosas no hacen` que sean esclui-
dos del trato de las jentes. Bajo los gobiernos in-
justos 6 débiles, los grandes viven confiados en la.
impunidad ; los crímenes mas ptíblicos y notorios
no los esponen al rigor de las leyes, porque se te-
r-ncría que cl castigo deshonrase á sas familias. ,Có-
mo si los 'eritnenes ño fuesen personales! ¡6 cómo
si estos mismos crímenes no fuesen en sí mas des-
honrosos que el cadalso! (:l) E n. una palabra , la
nobleza de nacimiento es un manto que cubre to-
das leas., iniquidades.
- -Cuando se observa esta desigualdad escartdalo-
sa entre stíbditos que debieran gozar 'de un :dere-
cho igual á la justicia ¿no es claro • que los Prín-
cipes injustos 6 débiles abandonan -al ciudadano
obscuro y miserable á la discrecion de los grandes?-.


• (1) En 1.763 el Lord Fcrrers , de una casa enlazada con
la familia Real , fue ajusticiado póblicamenie en Lóndres
por haber matado á un criado suyo : ésto no le sirvió de
impedimento alguno á su hermano para ocupar su plaza en
la Cámara -de los Pares-de---Inglaterra: En los detnas-reinos
de Europa, los potentados y grandes nunca son castigados
ejetnplarntente -, sinio' `pót titusa de rebelion contra"ël Sobe-
berano ó sus Ministros; mas los delitos contea la nacion les
son facilutente perdonados.


C.APÍTUL:O,.'V. 113
Fié aquí como un mal' gobierno , no satisfecho con
oprimir á los pueblos , los sacrifica indignamente á
Jos ultrajes y atentados de una multitud de tira - i
nos subalternos , los cuales, seguros de que nunca
serán castigados , ejercen cruelmente su. licenciosa
autoridad sobre los inferiores. Los grandes se dis-
tinguen deE;pueblo en.que por-lo co.mun son mas
viciosos é insolentes que él , y en que desdeñan el
buen concepto de sus conciudadanos , á quienes des-
precian porque éstos no pueden resistirles.
. Si los Soberanos conceden la impunidad á l.os
que se dignan favorecer, el militar se la procura
con su espada, dispuesta siempre contra quien osa
re manifestarle el desprecio que merecen sus - vi-
cios. (1) En el trato del mundo resulte un gran
mal de la preocupacion bárbara que llama honor
á la temeridad d locura con




que un bribon , un
petardista , 6 un hombre despreciable logra que na
se le pueda justamente correjir, 6 echar de la so-
ciedad de las jentes. Semejantes sujetos tienen la osa-
dia de reñir á estocadas con cualquiera, porque na-
da es mas comun que el ver al atolondramiento y l




El uso de llevar espada en las capitales , en tiem-
po de paz y enmedio de sus conciudadanos , es un resto :.
de la barbarie gótica, el cual , visto los acaecimientos y los
crímenes que produce , debiera ser abolido en toda nacion
civilizada. Semejante uso era desconocido de los Griegos y
de los Romanos, los cuales sinembargo no les cédian de
tnanera alguna en valor á los descendientes de los Francos,
de los Vándalos ó de los Visigodos. En algunos reinos de
Europa, por un abuso mui peligroso, les lacayos ó caza-
dores , los cocineros , los artesanos , y todos indistintamen-
te llevan espada , y por ésto muchas veces se atreven á in-
sultar á los ciudadanos desarmados y pacíficos, á quienes
por mil razones debieran respetar. El lacayo ó cazador de
un grande ó de un poderoso tiene la locura de creerse por
ésto superior á un vecino honrado.


TOMO II. 15




124 SECCION IV.
locura uñidos á la perversidad y á la impudencia.
Por otra parte , el hombre mas honrado y mas va-
liente puede mui bien ser víctima de la destreza
de un atrevido , de un valenton , de un espadachin
de profesion. Para evitar las disputas y los desafios,
se hace preciso sufrir en el trato de las jentes á
muchos hombres necios , perversos é insolentes , que
por amenazar alistante con su estoque y tener esta
fatal habilidad, no pueden ser escluidos de él , cre-
yéndose éstos por lo tanto unos hombres de honor
y de respeto.. Estas funestaspreocupaciones hacen el
trato de los..-militares tan desagradable como ar
riesgado.


Sinembargo , las luces de la razon , cundiendo
poco á poco , han desterrado • en parte estas ideas
tan contrarias al placer y al reposo de la sociedad.
Algunos cuerpos militares , mas sensatos ya , han
llegado á conocer lo rídictalos y perjudiciales que son
estos pendencieros y gladiadores atrevidos , que án-
tes eran mirados con una especie de admiracion y
respeto. Un interés mejor entendido ha hecho co-
nocer por último que , para mostrar valor contra
los enemigos de la patria , no es menester insultar,
ofender y matar á sus conciudadanos. Segun que
los hombres se vayan ilustrando, las costumbres se
harán mas humanas y sociables.


Hai sinembargo militares que parece como que
sienten no haber nacido en aquellos antiguos tiem-
pos , en que los guerreros se asesinaban unos á
otros con la mayor facilidad , y creen que estos fre-
cuentes desafios son útiles á la conservacion del es-
píritu militar. Estos fanáticos sin duda se imaji-
min que un militar, para ser buen soldado, debe
ser una fiera, un salvaje, un bruto incapaz de todo
sentimiento de humanidad y de razon.


Efectivamente , al ver la conducta insensata de
un gran múmero de los que siguen la profesion de


CAPÍTULO V. 115
las armas , el atolondramiento y el descuido que
presiden á todas sus acciones , y el desprecio que
hacen de todas las reglas de la equidad y de las
buenas costumbres , pudiera creerse que la Moral
es enteramente incompatible con el ejercicio de la
guerra , y que el militar nunca debe por su estado
ni reflexionar , ni hacer el menor uso de su razon.


Una política tan falsa como injusta ha inspi-
rado estas máximas tan perniciosas ; y creyendo
los Déspotas que sus soldados serian de este modo
mas obedientes y sumisos, los han tenido siempre
en una profunda ignorancia, permitiéndoles la ra-
piña, la injusticia y la licencia en sus costumbres.
Política mui perniciosa é imprudente , soltar la


rienda á unos dementes, ciegamente arrastrados de
todas sus pasiones! Los Príncipes que siguen seme-
jantes ideas , no advierten en verdad que estos sa-
télites , á quienes consienten que sean injustos y
feroces contra los ciudadanos desarmados , lo son
despues contra su Soberano mismo. z Cómo con-
tener los furores de una milicia embrutecida , á
quien en tolerar que se muestre culpable, han en-
señado á que lo sea?


Asiqué , no dando nunca oídos á las máximas
de una política ciega y bárbara , todo Príncipe ra-
cional, por su propia seguridad y por el bien de
sus Estados, debe reprimir la licencia .del soldado;.
debe cuidar de las costumbres de sus Jefes ; debe
estimularlos por medio de recompensas al estudio
y la instruccion, y z que consagren á este fin una
parte del mucho tiempo desocupado y fastidioso,
que en la paz les ` dejan sus cargos militares. De
este modo el Soberano se verá servido por hom-
bres mas hábiles, mas esperimentados y ménos tur-
buleIntos ; y las naciones tendrán en sus nobles y
militares unos conciudadanos mas útiles , mas socia-
bles, y mas dignos de ser queridos y respetados.




116 S13 CCION IV.
En jeneral -nada contribuye mas eficazmente


á la corrupcion de las costumbres de una nacion,
que el gobierno militar: el desórden, la licencia,
y la disolucion . que le acompañan en todas par-
tes se comunican por su medio á todas las clases
de la sociedad, fijando principalmente su domicilio
en los pueblos de guarnicion. Aquí es. donde se vé
ocupado de continuo al militar en seducir la ino-
cencia , en tentar la virtud del sexo femenil , en
vengarse de sus desprecios y repulsas con las mas
horrorosas calumnias ; en una palabra , en ultra-
jar con la mayor insolencia su reputacion ,, y en
turbar el reposo de las familias virtuosas. (1) A estos
desórdenes hai que añadir la vanidad, el carácter
frívolo, el atolondramiento , la fatuidad y la ar-
rogancia , que constituyen, por decirlo ast , el dis-
tintivo de un gran número de militares , y que
hacen su trato desagradable â las personas sensatas.
En fin, el militar , casi siempre desocupado , tan
léjos está de amar el trabajo , que ántes bien se
vanagloria de su inepcia y de su ociosidad, como
honrosas en su estado ; y desprecia , como á pedan-i:
tes, á sus camaradas, que buscan en el estudio
un medio .de emplear utilmente su tiempo libre y
desocupado.


Es preciso repetirlo;' la ignorancia y la ociosidad


(1) Rai inuchás ciudades de guarnicion en las cuales los
militares no són admitidos facil}nente en las casas de honor


distincion. Esto es nacido de la conducta imprudente de
muchos oficiales , principahnente con las mujeres , cuya re-
putacion , por una necia vanidad , suelen injusta y falsa-
mente ofender. i Hai cosa mas. Maja, ni mas indigna de uta
hombre de henor que esas listas ô catálogos infamatorios, y
las mas veces calumniosos , con que algunos militares tie-
nen el desvergonzado atrevimiento de mancillar á un sexo
respetable á todo hombre de bien, y cuyas faltas y flaque-
zas es un deber sagrado zl ocultarlas?!',


CAPf'TULO V, 117
serán siempre en los militares unos manantiales ina-
gótables de desórdenes , de infelicidad y de:fastidio.
De estos, males sólo se preservarán cultivando yper.-
feccionando sus facultades intelectuales : pár lo nié-
nos deben aprender en - qué consiste ese honor de
que tanto se glorian, y de que muchas veces no
tienen ni auiila noticia; mas remota 'debenno con-
fundirle-con la vanidad; la arrogancias; 6 lós vicios;
que tan odiosos y despreciables suelen: haeerlos: por
último, deben saber que la instruccion y las 'buenas
costumbres no les son ménos útiles y necesarias que
á los demas ciudadanos.


Por _uria. necia vanidad, que muchas veces se
substituye á. la grandeza de alma , á la nobleza de
ánimo y al r verdadero honor , un luxô ruinoso cau-
sa los mas espantosos males en los ejércitos , y des-
truye las fortunas de los que se consagran á la de-
fènsa del Estado. Á este lux e)


destructor deben las
familias nobles la indijencia y la obscuridad en que
las vemos consumirse frecuentemente. A esta mise-
ria ha de atribuirse la dependencia servil , en que
el despotismo mantiene á una nobleza arruinada
con sus locos dispendios. En una palabra , el luxe
y la vanidad de los nobles y de los militares sirven
para consolidar y hacer mas fuertes las cadenas que
los tienen aprisionados bajo el poder de los tiranos.


Para todo hombre que piensa es un espectáculo
digno de compasion el ver hasta qué punto la opi-
nion ha llegado á ofuscar á la nobleza , y á enga-
ñarla acerca de sus mas verdaderos intereses. Para
lucir y ostentar en la guerra con gastos que esceden
á sus fuerzas, un noble, 6 un rico propietario, se
adeuda , empeña sus haciendas , y se despoja de la
fortuna que posee y que pudiera disfrutar; ; todo
son el designio de complacer á una Corte ingrata,
á cuyos caprichos se sujeta por todo el resto de su
vida! En cambio y recompensa de los bienes sólidos




118 SECCION IV.
de que su loca vanidad le ha privado, acaso obten-
drá uu grado , una pension precaria 6 alguna dis-
tincion pueril, si es que tiene favor:; pero sino, sera
desatendido y menospreciado por aquellos mismos
en cuyo obsequio ha tenido la necedad de arruinar-
se. Ensuma , á esperanzas quiméricas , á preocupa-
ciones engañosas , al acaso y á : la fatalidad es á lo
que muchos nobles y militarás tienen la locura de
sacrificar stt fortuna, su reposo,' su honor, su vida,
y muchas veces la patria misma de quien se llaman
defensores.


Una política ménos astuta y mas bien entendida
deberse reprimir un luxô y una.: molicie incompati-
bles con el ejercicio de la guerra. i Cómo es que
unos hombres verdaderamente valerosos no tienen
fortaleza para despreciar estos vic;os ? Los Príncipes
justos y prudentes los -desterrarán de sus ejércitos,
introduciendo en su lugar la sencillez , la templan-
za, la frugalidad y la disciplina convenientes para
fortalecer los cuerpos, y sustentar en los soldados
el valor, ¡Que espectáculo tan irritante para los in-
felices, es el ver los convites suntuosos de los Jene-
rales que, para sostener su luxô y su vanidad , es-
terilizan y destruyen los campos en que se hallan,
y quieren que naden en la abundancia un sinnúme-
ro de criados ociosos, mientras que el soldado ham-
briento y estenuado carece ordinariamente aun de
lo mas preciso!


i Qué dirémos de esos costosos placeres , de esos
teatros, de esas frívolas diversiones , de esos juegos
ruinosos, de esa multitud de prostitutas , y de las
disoluciones continuas que el luxô y el hábito del
vicio hacen indispensables á los militares corrompi-
dos y enteramente afeminados? Pudiera decirse que
una horrorosa política se propone en sus máximas
enflaquecer y destruir los cuerpos , la fortuna y las
costumbres de los que destina á la defensa del Esta-


CAPÍTULO V. 1'19'
do. ; Esta es la recompensa que el despotismo reser-
va comunmente á


•los insensatos que han tenido la
imprudencia,


de sostener su injusto poderío ! El los
corrompe y arruina , y despues los abandona al ar-
repentimiento , á la miseria , á las enfermedades y
al desprecio:' Por tina ley 'constante de la naturale-
za ^. de la cual ni el noble ni el militar están esen-
toe, no hai desárden que no halle tarde ó temprano
su.' castigo sobre la tierra. Los militares causan á
veces la desgracia de las naciones , sin ser por esto
maS afortunados y dichosos.


Entrad , por fin , dentro de vosotros mismos,
grandes, nobles y militares! abrid los ojos sobre las
vanas preocupaciones que os tienen ciegos hace tan-
to tiempo. Aprended á conocer mas bien el honor,
al que por vuestra clase ï'profcsioïi estais mas ínti-
mamente unidos que'-Yos otros. Fundadle en el dere-
cho incontestable á la estimation de vuestros con-
ciudadanos ; no en el nacimiento , efecto del acaso;
no en prerogativas y privilejios contrarios á la equi-
ded; nden la privanza y el favor que en un solo
momento pueden dej tr de ser; ni en una licencia que
os deshonra. Sed ciudadanos en las naciones que
tantas veces vuestros projenitores han esclavizado y
destruido. No favorezcais al despotismo, no despre-
cies las leyes , ni `os mostreis enemigos de los Majis-
trados que las custodian y sostienen ; antes bien de
concierto con estos , sed defensores de la patria , la
cual no puede subsistir sin justicia, sin libertad y
siis reglas permanentes. Sed columnas del trono; pe-
ro cimentadle en el bien público, en quien todo os
demuestra que vosotros propios estais interesados, y
a quien el Soberano es deudor de su seguridad. Este
es el camino que conduce al honor. De este modo
seréis verdaderamente estimados y distinguidos , y
transmitiréis á la posteridad unos nombres amados
y respetables.




120
.,,,




^CAPÍTULO VI.
Deberes de los , .lYlajistrctdos y de los yuristrts.


Cuanto hemos dicho délos grandesT y de,.los no- ; '
bles puede mui bien aplicarse á !los-JViajistrádps , â..
los Jueces , y á los órganos de la ley , á quienes las
naciones han asignado en todo tiempo una honrosa
precedencia entre los ciudadanos. Unos hombres des-
tinados á dispensar justicia á los otras, á obligarlos.
á cumplir las convenciones sociales , á reprimir sus
pasiones , á castigar los delitos en nombre de la so-
ciedad , deben mostrarse dignos del respeto del , pú-
blico en su equidad firme y constante, en su, pro-
bidad no desmentida nunca , en , su integridad , en
el conocimiento profundo de las::leyes, confus ..por
lo comun y numerosas , que componen la jurispru-,
dencia de todas las naciones. Destinada á censurar;
y contener los vicios , y á castigar los desarreglos;
de los otros , la Majistratura prescribe á sus miem-
bros una gran circunspeccion , una gravedad parti-
cular en: las costumbres , y una :Conducta intacta y
pura , enteramente esenta de los escesos que deben
correjir.


Un Majistrado inícuo, vendido al favor, y que
se deja seducir de la importunidad, del crédito.., de -1
la riqueza ó de la autoridad, es un monstruo en el .
órden sócial , es un Verdugo. El Juez sin estudio y
sin aplicacion es capaz con su ignorancia de tras-
tornar el estado de las familias, y de aplicar á la
inocencia la pena que merece el delito. No hai dife-
rencia , dice un celebre Majistrado, entre un juez
malvado y un juez ignorante. (t) El Majistrado que


(1) M. le Cancelier D.iguesseau. Otro Majistrado se que-
jaba. de la ignorancia de los Senadores de su tiem po. Yle,,


CA P f'ruLO vr. 121
es dado á la disolucion, á la galantería, á la disi-
pacion y á los placeres , es indigno de su empleo, es
merecedor del desprecio de sus conciudadanos, y
debiera ser vergonzosamente escluido de una clase,
que con sus costumbres deshonra y envilece: Una
censura mui severa debería, como entre los Roma-
nos, purificar los Tribunales de los individuos que
los degradan. La Majistratura es un estado que debe
distinguirse entre todos en su circunspeccion, en la
inocencia de su conducta, en la sabiduría de sus jui-
dos, y' en la penetracion -y multitud de sus conoci-
mientos; un Majistrado sin aplicacion, frívolo y di-
sipador es una contradiccion, á la cual sola una de-
pravacion jeneral ha podido acostumbrar la vista.
El Ministro de las leyes es el que mejor debe cono-
cerlas; el protector de las costumbres debe tener unas
costumbres puras; el que juzga á los otros, debe te-
mer los juicios del público, que sólo concede su es-
timacion al mérito personal.


i Cómo estimar á un Majistrado que solamente
mira su empleo como un título vano que no le im-
pone obligaciones algunas? z Cómo apreciará un
Juez, cuyos decretos son cornunmente dictados por
el vicio y la corrupcion ? z Qué idea ha de formarse
de un Senador ó Consejero, tan necio y miserable,
que imita la vanidad , el luxó, el orgullo , la alti-
vez, y los desórdenes que se notan con indignacion
en un atolondrado militar ?


Muchas causas han contribuido al envilecimiento
mitam.....


rumque tamen, dice Ciceron, ad honores adipiscendos et ad
Kempubliekm gerendam nudi veniunt et inertnes, nulla cog.


renon, r , nullu sciencia ornati. Cicero, de legibus... El
misino Orador dice en otra parte: Senatorius ordo vitio cae
reat cateris specimen sit : nec veniat guidon in eun+ or<
ólinem quispiam vitii particeps.


Ciccro , de legibus , cap. í á et i3.
TOB10 Ir. 16




122 SECCION .IV.
de la Majistratura : la multiplicidad 'de las' leyes , su • i
continua contradicción y la obscuridad de ellas han
hecho fastidioso el estudio de la jurisprudencia, y
aun imposible á la mayor parte.de los que debieran
darse á él. i Cuánta penetraçion, cuántos trabajos,
cuán continua aplicacion no son menester para re-
correr y penetrar el laberinto que un enorme cú-
mulo de leyes ofrece á los que aspiran á instruirse -
en ellas ? Así nada es mas raro que un juez que sepa
6 que pueda saber su profesion. La muchedumbre
de los majistrados se deja llevar de la- práctica y
de la ciega rutina, que hace tiempo se hallan en po- ''
sesiori de. juzgar y decidir de la suerte de los hom-
bres. De la obscuridad de las leyes y de su multi-
plicidad resulta no sólo la ignorancia de los jueces,.
sino tambien la impostura y la mala fe de una mul-
titud: de letrados, que prenden diestramente en sus
redes y lazos á los. infelices ciudadanos para devo-
rar sus bienes, y que, sorprendiendo y engañando
astutamente la. justicia del Majistrado , consiguen
las mas. veces que triunfen el fraude. y la iniquidad..
Una jurisprudencia tenebrosa y complicada es un
manantial de crímenes y de males en las • naciones
opulentas. y civilizadas, mas. infelices en esta parte -
que las..• -naciones mas pobres y ruas bárbaras.


La. venalidad.,de los empleos de la majistratura,
introducida por la codicia 6. las falsas necesidades de
algunos gobiernos, ha llenado: los tribunales. de su-
jetos, en quienes la opulencia substituye á la sabi'-
&aria, al mérito. y á. la virtud de que carecen. El'
derecho de juzgar á. los. pueblos fúé vendido á una
multitud de hombres faltos de los conocimientos y
cualidades: necesarias para cumplir dignamente con
oticia tan noble.. Estos transmitieron este derecho á SLI
descendencia,, quien, segura. de heredar los empleos


dignidades de. sus padres ,. no creyó: por lo, tanto,
que necesitaba mereces: ras..


CA PÍTULO L 123
Cuando la eleccion de los jueces. .Ÿ • Majistrados


fué obra de una Corte comunmente viciosa, los pue-
blos no pudieron hallarse contentos con los Majis-
trados que se les dieron. El estudio y el concursó de
oposicion deberían set solos los que adjudicasen á
los mas beneméritos los empleos de la majistratura.


Los Majistrados , ensoberbecidos con su poder,
-abusáron de él frecuentemente, é hicieron sentir de
un modo incómodo el peso de su autoridad al resto
de los ciudadanos ; éstos no tuvieron sino unos d é


-bles recursos contra las injusticias ó violencias de
aquellos que estaban destinados á protejerlos. De
este modo la majistratura formó en algunos Estados
una clase separada, la cual, aprovechándose del de-
recho de juzgar, se arrogó fácilmente el de dominar
y oprimir : en vez de hacer amable y respetado su
poder con su afabilidad, su moderacion y su justi-
cia; en vez de merecer el buén afecto de las diversas
clases del Estado con un celo sincéro en favor del
bien jeneral ;


• en vez de granjearse la veneración pú-
blica con su ciencia y su mérito , el Majistrado, em-
briagado con su poder precario, sólo quiso hacerse
temible á sus conciudadanos.


Hinchada y engreida la majistratura con sus
prerogativas, las cuales procuró siempre hacer ma-
yores y sin límites , se la viví algunas veces esfor-
zarse en formar, sin consentimiento de las naciones,
una especie de aristocracía que se hizo sospechosa á
los Monarcas: bajo el pretesto de defender las leyes
y los derechos de los pueblos, los Majistrados pre-
tendieron representar por sí á las naciones; mas es-
tos designios, que una conducta equitativa, íntegra
y mesurada hubiera tal vez hecho adoptar, des-
agradáron á la nobleza , celosa de sus derechos yprerogativas, la cual, como hemos visto, se ha re-
sentido siempre de la pérdida de un derecho de que
su imprudencia la ha privado; por otra parte, las




124 SECCION IV.
miras ambiciosas. de los Majistrados no fueron apo-
yadas por las demas clases del Estado , perpetua-
mente discordes y contrarias. El despotismo entón-
ces combatid, y sojuzgó fácilmente á un cuerpo sin
fuerza alguna, que con su arrogancia , su indiscre-
cion y su indiferencia al bien público,. había des-
truido y aniquilado el afecto y la consideracion del
pueblo., siga, loa cuales ningua cuerpo puede. soste-
zaerse largo tiempo,


Para lograr la consistencia que sólo presta la
consideracion: pública, soit necesarias á los cuerpos,
como, á los individuos., la equidad ,, las luces:, el mé-
rito; y la virtud.. Un. cuerpo, cuyos. miembros están
corrompidos y separados., no. puede gozar sino de.
un poder precario. `Podo cuerpo, que se forma unos.
intereses distintos d.e los de s u, nacion ó de los. inte-
reses de laos. otros cuerpos, no puede resistir por mu-
cho tiempo. á, la fuerza, los. artiticios y los lazos del
despotismo,. c cual procura incesantemente dividir
y arruinar todo cuanto. puede servir de obstáculo_ á.
sus locas; fantasías..


El despotismo. fue y será siempre' enemigo de lae
formalidades, y de las leyes, como que: le incomodan.
y retardan en sus 'insensatos; y precipitados designios..
El déspota. aborrece y desprecia al Majistrado. que,,
como defensor de las. leyes de su- pais:,, le recuerda
de continuo. la importuna idea de la equidad.. No)
nos admiremos al ver que la etiqueta. de algunas cor-
tes. monárquicas y despóticas baya establecido una.
mui-.grande difereucia entre la nobleza militar y la.
A`lajistratura aun_ la Mas elevada:: militar en serte--
antes cortes es. por su profesion un, esclavo del: Rey,


consagrado enteramente á: sus antojes •y caprichos,,
cuando. el. Majistrado es un defensor de los derechos;
del. pueblo., y un; ministro de la equidad, cou quien:
un mal gobierno, está en perpétua- guerra.




Los: despot.zs.,• codiciosos. de una autoridad :if rt l


CAPfTULO VI. 125
Lada, tienen una antipatía natural con la verdad,
con las formalidades, con las leyes y con sus intér-
pretes; la integridad de los Majistrados desagrada á
las cortes injustas ; su noble resistencia es una rebe-
lion á los ojos de un Príncipe .


rodeado de cortesanos
infames y serviles.' Las mas humildes representacio-
nes molestan y ofenden á los Soberanos ,. á quienes
la verdad no puede ménos de arredrar y sorprender:
las mas justas y lejítim;as quejas alarman á los mi-
nistros y privados, que por lo comun son los verda-
deros autores de las calamidades. nacionales, y tie-
nen el mayor interés en que ningun clamor llegue
z despertar al Monarca adormecido con. sus lisonjas..
En una palabra,, el Príncipe y su corte sólo ven en
los Majistrados fieles z sus debéres, unos censores:
incómodos,. á quienes es preciso obligar al silencio,
ó hacerlos cómplices. en los desórdenes que intentan:
enmendar;


Las leyes son inútiles cuando hai en el Estado
una autoridad superior á la suya. Bajo un gobierno•
injusto, la justicia es sólo una fantasma que sor-
prende é intimidan los débiles, pero. que nada pue-
de ni vale con los poderosos. La Majistrat_ura. es un
vano título que no da firmeza,, poder:, ni considera-
cion alguna real y verdadera. Los tribunales,. preci-
sados á prestarse à los caprichos: del Príncipe ó de
sus. válidos.,. no pueden seguir principios algunos
constantes ,, debiendo hacen que las leyes se humillen
â los. vicios y locuras. los grandes. El Majistrado
no es ya eritónces sino un vil esclavo, forzado á ca-
da paso. á renunciar su fortuna,. ó á: perder su liber-
tad, y aun su vida,. si: reusa el sacrificar su honor y
su. conciencia á loa caprichos. variables del Príncip e
6 de sus. ajentes. Bajo tales Jefes:, el Juez debe ar-
marse , de.


un corazon de bronce r
debe declarar cul-


pables y sacrificar las víctimas mas inocentes que ley
designa, el despotismo. Este nunca se_ engaña ni obra.




126 SECCION IV.
nial; se arroga la facultad de crear y establecer Io
justo y lo injusto ; desagradarle , es un crimen im-
perdonable; obedecerle, es el único deber y la única
virtud.


Ensuma, el Majistrado envilecido con la servi-
dumbre, se convierte en un autómato á quien da
movimiento el favor, la solicitacion y el poder: ate-
.más del menosprecio de sí mismo , se acarrea el ódio.
y el desprecio de los buenos , y vanamente busca en
el fausto , la opulencia y la disipacion el medio de
acallar los remordimientos que siente. Los majistra-
dos y jueces se transforman en los mas injustos, en
-los reas crueles y despreciables de los hombres bajo
la tiranía , cuya base es la injusticia, y su apoyo la
crueldad.


Para un hombre de espíritu y probidad z bai una
.situation mas horrorosa que la de un majistrado jus-
to , que violentado á prestar sus ausilios á la tiranía
y á sus ajentes , se vé precisado de continuo á in-
quietar las familias, y á vivir en un perpetuo trato
con delatores, con espías, con calumniadores , en
una palabra, con hombres infames , los únicos dis-
puestos á prestarse á los designios de un gobierno
violento y suspicaz? ¡ Qué débil y miserable es un
gobierno cuando se sirve de semejantes instrumen-
tos! Un Majistrado es un héroe cuando bajo el des-
potismo conserva su integridad y el amor de sus
conciudadanos!


La Majistratura sólo es honrosa y respetable
cuando, fiel á sus deberes , cumple noblemente con
sus augustas funéiones ; y sólo puede ser respetada
y querida bajo un gobierno justo que le deja la li-
bertad de conformarse á la razon, á las leyes, á su
conciencia y â su honor.


Simplificando la Jurisprudencia , haciéndola mas
clara, entresacando y perfeccionando con prudencia
.esa multitud de leyes y de costumbres obscuras, in-


CAPÍTULO VI. 127
justès y contradictorias, bajo las cuales tantos pue-
blos gimen oprimidos, los Majistrados no tendrán ya
tanto trabajo en adquirir los conocimientos necesa-
rios á su profesion. Unas leyes mas precisas y mas
claras no necesitarán á cada línea de contento,
espiicacion é intérprete: las decisiones de los juéces
serán mas constantes y ménos arbitra rias: la razon
y la equidad natural aniquilarán la hidra de esa cap-
ciosa sutileza en materia de pleitos , que devora las
naciones., que arruina las familias, y que tan fre=
cuentemente triunfa de la justicia : en fin, una sa-
bia reforma aliviaría á los pueblos de la carga inso-
portable de tantos jueces, de tantos tribunales, y de
tantos curiales y ministros subalternos de justicia,
como los oprimen y destruyen. Un buen gobierno
z no deberia apreciar mas el mandar y rejir á unos
súbditos pacíficos, virtuosos y justes, que no la des-
preciable ventaja de aprovecharse de sus pleitos y
contiendas ? Un gobierno equitativo z debería tolerar
esas densas nubes de hambrientas langostas que de-
voran impunemente la mies del ciudadano ? La cruel
administracion de la justicia, y las iniquidades sin
número á que cualquiera se vé espuesto luego que
reclama sus derechos ante los tribunales, son una de
las mayores calamidades que oprimen y asolan todas
las naciones.


Entretanto que se consigue esta reforma saluda.;.
ole, la cual, coma hemos visto, sólo puede ser efec=
tirada. por un gobierno instruido en sus verdaderos
intereses,, todo Majistrado que aspire â su propia es
timacion y á la del público, se atendrá fuertemente
á la justicia, defenderá vigorosamente sus derechos,.
y sacrificara con jenerosidad su fortuna, su crédito,
y un favor incierto á-la satisfaccion permanente que
sigue siempre á una conducta irreprensible él re-
nunciará su destino en el momento mismo que vea
le es imposible desempefiarle con honor y justicia::




:128


SECCION IV.
llevará á su retiro aquel contento interiór que el hom•
bre virtuoso debe preferir á todo: y aun en este
mismo retiro, no carecerá de los aplausos y la glo-
ria que, enmedio de la mayor corrupcion de las cos-
tumbres, baja los gobiernos mas perversos, y en las
naciones mas frívolas é inconstantes acompañan
siempre á la virtud.


En la estitnacion de sus conciudadanos, y no en
el favor de una corte por lo comun injusta y tirá-
nica , debe el Majistrado constituir su gloria. La per-
secucion hizo siempre al hombre grande mas intere-
sante y mas amado de los hombres de bien; á la admi-
racion que escita el valor, se junta entónces la ter-
nura de la compasion. ¡ Estos afectos escitaste en
todos los corazones virtuosos y sensibles, ilustre Ma-
ksherbes, (1) cuando el poder odioso de un ministro
cruel te privó de tu dignidad, de tu fortuna y de
tu estado obligándote á esconder en la soledad tus
sublimes talentos, de los que te habías valido noble-
mente para lograr que llegasen hasta el trono el cla-
mor de la libertad moribunda de tu patria!


La Europa entera i no tomó parte en tus tra-
bajos y aflicciones , jeneroso La Chalotais , cuando,
sin respetar tu edad, tus bárbaros enemigos trama-
ban tu ruina, y te preparaban el cadalso ? ! (2).


¡ El amor público i no te acompañó en tu prision
y en tus desgracias, jóven Du Paty, tú que osten-
taste noblemente la firmeza de un Senador consu-
mado en la edad todavía de los placeres y de la
frivolidad ? ! (3)


(í) Primer Presidente del Tribunal de Subsidios de Pa-
rís, el cual fué despojado de su cargo, y desterrado por el
Canciller de Maupeou en 1771. Este grau Magistrado fué lla-
mado le dernier des Franfais, el último francés.


(2) M. Caredeuc de la Chalotais. Procurador Jeneral del
Parlamento de la Bretaña.


(3) M. Mercier du Paty, Abogado Jeneral del Parla-


CAPÍTULO VI. f29
Hai ciertamente consuelos , recompensas, hono-


res, y aun aplausos páblicos para los Majistrados je-
nerosos, que son queridos y venerados aun en el seno
mismo de las naciones sojuzgadas por el despotismo.
Los esclavos mas débiles ó necios no pueden ménos
de admirar á sus defensores , y de verter al ménos
algunas lágrimas pasajeras por las desgracias que se
han acarreado en defender la causa de la patria. No,
todas las violencias de la tiranía no podrán jamás
arrebatar á la verdadera grandeza de alma los ho-
menajes de los corazones sensibles y virtuosos. Todos
los que con heróico valor sirvieren útilmente á los
hombres, serán fielmente recompensados por ellos
durante su vida misma.


Los Majistrados verdaderamente nobles y gran-
des, los Majistrados sinceramente abrasados del amor
del bien público, y desprendidos de las pequeñeces
del amor propio, del interés particular, del espíritu
de cuerpo, y de sus vanos privilejios, se granjearán
el afecto de sus conciudadanos , cuyos intereses son
unos mismos con los de los defensores de sus leyes.
Una Magistratura animada de este espíritu patriótico,
y segundada por los conformes designios y deseos de
todos los buenos ciudadanos, seria una fortísima bar-
rera contra el despotismo y la tiranía.


La justicia y la virtud son tan necesarias á las
diferentes clases de un Estado como á cada uno de
sus individuos. El vicio, la arrogancia y el orgullo
dividen las diferentes clases de la sociedad, destru-
yen la armonía social, y no dejan á cada una la
suficiente fuerza para resistir á la opresion. Una
necia vanidad, un pueril apego á las vanas prero-


mento de Burdeos , el cual , á la edad de 25 afios ,
pesar de hallarse atacado de una peligrosa enfermeded, fué
cruelmente aprisionado por el canciller de Maupeou. ca
071 , y de allí conducido á un destierro.


TOMO II. 17




730 SECCION IV.
gativas, pretensiones frecuentemente injustas, qui-
meras, en fin, y devaneos, bastan á introducir la
divis ion y la discordia entre los ciudadanos que de-
berían sostenerse mútuamente: de aquí resulta que
todos caen sucesivamente en los lazos del despotis-
mo, viniendo este mismo, por último, á ser víctima
de su propia vanidad.


Desde el Monarca hasta el último de sus ciuda-
danos, no hai uno que no tenga el mayor interés
en que se observe la equidad; todos deben ser jus-
tos , y hacer todo el bien que puedan dentro de su
esfera ; cada uno debe ser querido y respetado,
cuando cumple esactamente con los deberes de su
estado. Por el suyo, el Majistrado es ministro de la
equidad, órgano de la ley y no su intérprete, de--
fensor del débil, refujio del pobre, consolador de la
viuda y del huérfano, protector del inocente, y ter-
ror del culpado por grande y opulento que sea. To-
dos los ciudadanos necesitan ciertamente de la jus-
ticia; todos tienen un sagrado derecho á ella; mas
la ley debe principalmente protejer y amparar al des-
graciado, al pobre , al ciudadano sin ausilios; el co-
razon del Juez debe con especialidad franquearse
para el infeliz; éste es el que mas necesita de la jus-
ticia ; ¡ y sin embargo este es al que por lo comun
se le niega impía y cruelmente!


En fin, los Majistrados celosos, á quienes sus
funciones diarias dan á conocer los inconvenientes
de las leyes injustas , y de los usos peijudiciales in-
troducidos por la barbarie ó la tiranía, deberian re-
presentar al Lejislador sus perniciosos efectos. Seme-
jantes jueces , animados del amor de la humanidad,
debieran sobre todo reclamar la derogacion de esas
torturas verdaderamente salvajes, con las cuales, sin
ventajas de la sociedad, se multiplican las penali-
dades y congojas de las desgraciadas víctimas de la
justicia : debieran hacer ademas que se mitigasen las


CAPÍTULO VI, 131
leyes sangrientas, que hacen la pena de muerte de-
masiado frecuente , imponiéndola á delitos que no
merecen en manera alguna un castigo tan terrible,
y por la cual se vén privadas las naciones de un
gran número de hombres que pudieran servirles con
sus trabajos y tareas. En


una palabra , el Majis-
trado mismo, cuando castiga los delitos, no debe
mostrarse colérico y vengativo, ni dlvidarse de que
es hombre.


En medio de la obscuridad, de la sinrazon , de
las continuas contradicciones, y aun de la perversi -
dad que reina en la jurisprudencia que sirve de re-
gla á muchas naciones, es mui dificil que la sana
Moral, siempre conforme con la naturaleza , halle
preceptos que pueda dar, y que semi adoptados por.-
la mayor parte de los hombres , cuya profesion es
'guiar , defender é ilustrar á los ciudadanos en sus
contiendas jurídicas, y conducirlos por el terrible
y espantoso laberinto de las fórmulas y procedi-
mientos judiciales que , por lo comun , sólo sirven
para hacer inaccesible á los ciudadanos la llegada al
templo de Themis: Esta Moral envano hablaria • -á
unos m°reeaarios- si:ë'mpre dispuestos á recibir y de--
fender la causa del rico injusto, del opresor podero-
so, y del pleiteante de mala fe contra el pobre , el
inocente y el débil. z Qué conciencia , ó qué desver-
güenza no es menester que tengan esos directores en-
gaiosos y falaces, esos apoyos de la iniusticia, que,
por medio de horrorosas connivencias y confabula-
clones , de enredos criminales , de traiciones , de
trampas , de efujios, y de fórmulas insidiosas, se
vanaglorian muchas veces de los infames triunfos
que consiguen sobre la justicia ? ; Hai un atentado
mas detestable y digno de castigo, que el de esos
imprudente' Malvados que hacen profesion de en-
gafi ar á sabiendas á los jueces, haciéndoles pronun-
ciar sentencias favorables à la iniquidad? A falta de




132 SECCIO.N IV.
leyes, z no debieran el oprobio y la pública infamia
cubrir esos ladrones autorizados , que por mil me-
dios sutiles y falaces hallan el secreto de arruinar
con los procedimientos judiciales á las familias mas
opulentas, de absorver en gastos y dispendios mu-
cho mas de lo que importan y valen los derechos ó
reclamaciones de los demandantes en juicio ? z H:ti
un ciudadano seguro en sus bienes y propiedades,
cuando cae en las garras de estas aves de rapifa in-
saciables ? En fin, i qué proteccion puede esperar un
hombre de bien de las leyes, no siendo éstas regu-
larmente sino unas redes y lazos tendidos á la
inocencia , á la sencillez y á la buena fe de los
hombres ?


En muchas naciones es caminar un hombre á su
ruina el defender su justa causa. Los modos de pro-
ceder Ó enjuiciar en casi todos los paises dán inesti-
mables ventajas á los litigantes fraudulentos. (1).La:
multiplicidad de las leyes , contradictorias las mas
de ellas , hace que la Jurisprudencia sea incierta,
impenetrable y arbitraria aun para los que se dedi-
can solamente á este estudio; ella hace que los Jue-
ces mas íntegros sean á veces sorprendidos y enga-
fiados por esos astutos practicones , que se jactan.
de triunfar y salir bien en las causas mas desespera-
das. Jeneralmente , los letrados, en casi todos los
pueblos , son uno de los mayores azotes que los.
atormentan. Los ministros de la justicia son los que
comunmente mas la desprecian y la ultrajan.


Sería sinembargo una injusticia el comprender en
la misma condenacion á todos los que profesan la


(I) Un célebre abogado decia que cuando u4ta causa es evi-
..dcntemente justa, lo mas acertado y prudente es avenirse y con-


,formarse ; mas cuando es dudosa , 'es menester pleitear. Jeneral-
mente se observa que los buenos abogadas y curiales son los
que ménos gustan de pleitos.


CAPÍTULO VI. 133
Jurisprudencia. Entre ellos sse encuentran -Muchos
hombres de bien , nobles y virtuoso4 que se com-
padecen con dolor de la iniquidad de las leyes, de
lo absurdo de las fórmulas y procedimientos judicia-
les , y de los enredos, trampas y ladronicios de sus
indig nos compañeros. La inocencia desamparada en-
cuentra en ellos unos campeones jenerosos que la de-
fienden contra el poder y la altivez; Nopocas veces
se ha libertado el pobre inocente de las asechanzas y
atentados de la iniquidad y tiranía por el amparo de
estos protectores valientes y desinteresados. No una
vez., sola los litigantes mas irritados y furiosos han-
depuesto sus ódios enconosos con los pacíficos con
sejos de losJurisconsultos benéficos, que los han pre-
servado de la ruina. En una palabra, si entre los-
miembros subalternos de justicia se encuentran mu-
chos entes despreciables por el tráfico vergonzoso que
hacen de sus talentos, otros nos ofrecen ilustres ejem-
plos de virtud, de justicia y de jenerosidad. Aun
mas: una clase de hombres á quienes la orgullosa
grandeza se cree con derecho de menospreciar , ha
dado, enmedio de los mayores peligros , señales y
pruebas de un patriotismo , de una nobleza, de un':
valor, y de un honor sólido y verdadero, descono-
cidas de los vanos y orgullosos esclavos de que tan-
to abundan las cortes, y que sus flacos corazones
no serian capaces de imitar. (1) Estos leones , fero-,


(l) Los anales de la Francia transmitirán á la posteridad
los nombres ilustres de los La Chalotais, de los Lamoignon, de
los Malesherbes, Majistradcs tan distinguidos por sus talentos
sublimes, como por su íïruieza en la desgracia , y por el heroi-
co valor que opusieron á los furores del despotismo. Estos mis-
mos anales conservarán la memoria á las jeneraciones futuras
del jetteroso 1 arget (Abogado del Parlamento de París) cuya
grande alma resistió constantemente á las seducciones y á las
amenazas de la tiranía,.


AMI




134


SECCIO'N ` IV.?
ces é indómitos en la- guerra ; se transforman en la
corte en mansos y humildes corderos.


No confundamos, pues, los ciudadanos respeta-
bles de quienes hablamos, con la tocha inmensa y ai,.
despreciable de aquellos para quienes el estudio de
las leyes es un medio seguro de ejercer impunemen-
te todo jénero de iniquidades. Enniedio de los ries
gos á que nos esponen unas leyes confusas, y mu-
chas de ellas injustas , es utilísimo que unos ciuda-
danos honrados y celosos aclaren su caos obscuro, y
nos indiquen los escóllos en que de lo contrario da-
riamos â cada paso. ¡Quiénes mas itpreciables que
aquellos hombres moderados , cuya tranquilidad é
ilustrada prodencia sosiegan y apaciguan las pasio-
nes y las. quejas de una multitud de insensatos sien-1,
predispuestos á pleitos y contiendas ! i Hai un car-
go mas noble y mas honroso que el de un abogado
que -por sus luces y su probidad merece la confian-
za del público; cuyo gabinete es un santuario res-
petable; y que se constituye el árbitro, juez y orá-
culo de sus conciudadanos ? Por unos medios los
mas lícitos y honrosos , un jurisconsulto apreciable


no adquiere fácilmente y sin remordimientos una
fortuna de que no tenga que avergonzarse?


Esta es, en jeneral, la conducta que la Moral
prescribe á los que se dedican al estudio de las le7
yes , tan penoso por muchas causas y razones. A
los gobiernos sábios , justos y virtuosos pertenece
cl formar Jüiisprudencia mas clara que la ac-
tual , y mas conforme á la naturaleza y necesi-
dad de las naciones. Este es el solo medio de ha-
cer que huya y dasaparezca esa raza famélica,
que devora impunemente la sustancia de los du
dadanos, y que destruye y borra de sus corazo-
nes las ideas mas naturales y sencillas de lo justo
y de lo injusto. Tácito mira con razon la muki-
plicidad de las leyes como la señal cierta é infa-


^e.


CAPtT JL0. V I. 135
lible de titi mal Gobierno !y de uri púeblo rcorrom3
pido. (1)


• CAPITULO VII.
Deberes de los Ministros de la Relij ion.


No entra en cl plan de. esta Obra , únicamente
destinada á esplicar los. principios de la Morál
natural, el examinar los fundamentos de las va-
rias relijiones que vernos establecidas en los diver-
sos paises del mundo. Cualquiera que sean las ideas
que los .diferentes pueblos se formen de la divini-
dad , ó del motor invisible de la naturaleza , siem-
pre fue á la bondad de este Sér á la que los hom-
bres rindieron sus adoraciones y homenajes; ellos
han debido suponer que este Supremo Sér los ama-
ba, que escuchaba sus ruegos , y que tenia el po-
der y la voluntad de hacerlos felices; de donde han
debido concluir, que cl hombre estaba en obliga-
clon de hacer bien á sus semejantes para confor--
nurse con los designios de este Sér benéfico. Bajó
este aspecto, la relijion no puede;ser otra cosa que
la Moral natural , 6 los debéres del hombre con-
firmados por la autoridad conocida ó presumida
del dueño y señor de la naturaleza y de los hom-
bres , el cual no puede en manera alguna contra-
riar las leyes esenciales en qué visiblemente estri-
ban la conservacion y la felicidad del jénero humano.


Segun los principios de todas las relijiones , las
cualidades morales, y las voluntades divinas deben
servir de modélo y de regla â los hombres: todos los
cultos que suponen una divinidad mala, cruel,
injusta , vengativa , enemiga de los hombres , en
una palabra , inmoral , no puden ser mirados si-
no como supersticiones y mentiras , inventadas por
impostores interesados en turbar cl reposo del jéne-


(1) In pessima autem republica plur•irrmpe leges.


JI




136 Obi I V.•.
ro huinanó; -Toda= • Moral sería: inconciliable Con un
sistema relijioso que supusiese un Dios déspota ó ca-
prichoso , á cuyos ojos fuesen las miserias de las
naciones y los llantos de los mortales un espectáculo
indiferente ó agradable.` El mismo yupiter, dice
Plutarco , no tiene derecho á ser injusto. Dios', dice
Cicerou , dejaria de ser Dios, si-desagradase as ofen-
diese al hombre. En otra parte este orador filósofo
representa á Dios como protector , y amigo de la
vida social: esto mismo es lo que dice la Sabi-
duría eterna cuando declara que sus mas caras de-
licias son estár con los hijos de los hombres. (1)


Esto supuesto, toda opinion , toda doctrina,
todo culto , que sean contrarios á la naturaleza
del hombre racional y que vive en sociedad , de-
ben ser desechados como opuestos á las intencio-
nes del autor de la naturaleza humana : todo sis-
tema relijioso, que indujere á violar la justicia , la à-
beneficencia y la humanidad , 6 á hollar las vir-
tudes sociales , debe ser detestado como una -blas-
femia contra la divinidad : en fin , toda hipotésis-
que á nombre suyo produjere y fomentare disensio-
nes , ódios , persecuciones y guerras entre los hom-
bres, debe ser mirada como una mentira abominable.


Nosotros, pues; tenemos medios naturales para
juzgar si una relijion es buena ó mala , esto es,
conforme ô contraria á las ideas que formamos•
de la divinidad. Segun estos principios incontesta-
bles , la relijion mas conforme á la Moral , á la
naturaleza del hombre , á la conservacion , á la
armonía y á la paz de las naciones , debe ser pre-
fcrida á las contrarias opiniones , y proscritas éstas
con la mayor indignacion. La conformidad á los
preceptos de la Moral es lo que puede constituir


(1) Proverb. cap. 8. vers. 31.- - Cicero, de Icgibus, III.


CAPÍTULO VII. :137
la escelcncia de lima relijion; y hacer que ésta pre-
valezca constantemente sobre las muchas supersti-
ciones que infestan á los,hombres.


Asiqué -la Moral es relativamente: al mundo en
que vivimos la. piedra de toque de la relijion, y
el objeto que iras interesa á la sociedad .política.
Sí la teolojía regula ÿ ordena los pensamientos y
opiniones del hombre acerca de las sustancias ce-
lestes y sobrenaturales , la Moral se limita á re-
gular sus acciones dirijiéndolas á su mayor bien so-
bre la tierra. Si la relijion promete <recompensas
infalibles á la virtud , y amenaza al crimen con
castigos rigorosos en otra vida , la Moral promete
en la vida presente recompensas sensibles á todo
hombre virtuoso , y amenaza al; perverso con cas-
tigos visibles y seguros ; y sus .sentencias confirtuai
das por la sociedad, reciben una nueva fuerza de
la autoridad de las leyes. La sociedad no puede
ni debe ocuparse en los pensamientos secretos de
sus individuos , á que no alcanza ni penetra ; sólo
puede juzgarlds por sus acciones , segun su influjo
en ella. Con 'tal que cl ciudadano sea justo, paçír
fico , virtuoso , y cumpla fielmente sus deberes clec -
tro de su esfera , ni la sociedad ni el Gobierno pue-
den , sin una loca temeridad , escudriñar sus secre-
tos pensamientos , ó arrogarse el derecho de arre-
glar sus opiniones verdaderas ó falsas , xelativamen-
te â las cosas que no son. en manera alguna per-
tenecientes á la esperiencia 6 la razon. Todo hom-
bre con riesgo suyo propio puede errar en mate-
rias â que no alcanzan sus sentidos ;. mas la so-
ciedad 6 la ley, puede justamente impedirle errar
en su conducta, y castigarle cuando sus acciones
perjudican á .sus conciudadanos. En una palabra,
es una tiranía tan cruel como insensata el casti-
gar á un hombre porque no puede ver las cosas
invisibles con los mismos ojos que sus tiranos, que


TOMO II. 18




138 SECCION IV.
sólo le atormentan por su particular modo de pen-
sar. Por otra parte, un Dios infinitamente justo,
sábio y poderoso , que permite que los mortales
yerren y se estravien en sus pensamientos y opi-
niones , no puede aprobar que se les atormente á
causa de unos pensamientos y dictámenes que no
penden de su voluntad. De donde se sigue que
la relijion, de acuerdo con la Moral , prohibe el
maltratar á los hombres por sus opiniones relijiosas.


Sinembargo nada ha costado mas sangre y lá-
grimas á las naciones que el engaño que las per-
suade á que la sociedad está fuertemente interesa-
da en regular las opiniones particulares de los ciu-
dadanos sobre los dogmas abstractos de la relijion:
esta idea , que no puede dimanar de una divini-
dad benéfica , ha dado causa á persecuciones , á
castigos , á revoluciones , á mortandades horroro-
sas, á abominables rejicidios ; en una palabra , á
crímenes espantosos y destructores. Ciertos sacer-
dotes ambiciosos han querido señorear al univetri
so , sojuzgar á los Soberanos , y establecer su impe-
rio sobre los pensamientos mismos de los hombres.
-Los fanáticos é impostores que fomentaban y pro-
tejian su ambicion fueron osados á decir, que un
Dios de paz y de misericordias quería que su cau-
sa fuese defendida á sangre y fuego: ¡y creciendo
mas su demencia , se atrevieron á creer y afirmar,
que Dios se complacia en ver humear la sangre hu-
mana, y que pedia que fuesen pasados á cuchillo
todos cuantos no tuviesen ideas esactas y precisas
-de su esencia impenetrable!


Unas opiniones tan crueles , y tan contrarias
á las nociones de la divinidad han irritado muchas
veces á los filósofos ilustrados , y á hombres de rec-
tas costumbres , convirtiéndolos en enemigos de un
Dios, que se les ofrecia bajo apariencias tan odio-


- sas y horribles: ofendidos de los escesos que veían


CAPÍTULO VII. 139
cometer en nombre suyo , á veces han repugnado
y contradicho toda relijion como incompatible con
los principios de la Moral , y han mirado á sus mi-
nistros como á unos impostores , tiranos , y pertur-
badores de la tranquilidad , y como á unos perver-
sos coligados para esclavizar al jénero humano.


Pero sea cual fuese en este caso la duda ó
la incredulidad ; sean cuales fueren las opiniones de
los hombres acerca de la divinidad , de la relijion y
de sus ministros , estas opiniones no cambian ni al-
teran en nada las que deben formarse de la Moral.
Esta tiene la razon y la esperiencia por base , y se
funda en el 'testimonio de nuestros sentidos; bien
sea que esta Moral haya recibido la._ sancion dg. la
divinidad , ó bien que no esté revestida de esta au-
toridad sobrenatural , ella obliga igualmente á to-
das las criaturas sociables ô que viven',en socic.lad.,
El infiel , el que- no creyere; en una relijion . reve-
lada ó en una Moral, espresamente confirmada por
la voluntad divina , no . podrá ménos sinembargo
de admitir una Moral humana , cuya realidad está
manifestada con las esperiencias innegables , y con-
firmada con el dictárpen constante de todos los siglos
y de todos los entes racionales: aun aquel que ne-
gase la exîstencia de un Dios remunerador de la
virtud y vengador del crímen, no pudiendo negar
la exîstencia de los hombres , forzosamente ha de
conocer y confesar que estos hombres aman todo
lo que es títil á ellos, y que aprecian la virtud,
al paso que detestan el vicio y castigan el crimen.
Aun cuando, como hemos dicho en otra parte , (1) los
designios y las miras de un hombre no se entien-
dan mas allá de su vida presente, siempre estará
obligado á conocer que , para vivir feliz y tran-


(1) Véase cl discurso preliminar de esta obra.




140 SECCION IV.
quilo en este mundo , no puede rr énos de respetar.
y obedecer las leyes que la naturaleza le impone,
así á él coro á todos los entes necesarios á su fe-
licidad reciproca. Siempre que se conforma con es-
tas leyes tan claras y evidentes , tiene un indLibi
table derecho á la cstimacion y á los beneficios de
la sociedad , sean cuales fueren por 'otra partéi sus
nociones verdaderas 6 falsas acerca de F la. relijión.
Ademas--, hombres mui piadosos han .creido que to-
dos aquellos que siguiesen la sabiduría 6 la razon,
podian ser mirados , en cierto modo , como mui
relijiosos , aunque fuesen Atéos. (1)


Estos principios nos facilitan el juicio fique de-
bernos , formar de la doctrina y las -acciones de los
ministros de la relijion. Nosotros los tendrémos por
órganos de la divinidad, por intérpretes del autor
de la naturaleza , cuando nos hablan el lenguaje de
la ; naturaleza. el cual.,- puede jamás ser contra-
rio al bien de la sociedad. , (2) Por el contrario, 10-
sotros nlitarémos corno á órganos de algun jenio
maléfico y perverso , como á unos embusteros , á
todos aquellos cuyos preceptos nos incitasen al mal,'


cuyos designios • fuesen visiblemente hacer ál'as
hombres- infelices ó malvados. En fin , aplaudiré-
mos la conducta y las costumbres de los que fue-
sen virtuosos , sociables y útiles al Estado ; y nos
compadecerémos de los errores y estravíos de los"
que por sus acciones se hiciesen aborrecibles y des-
preciables á los ojos de los hombres sensatos.
- El sacerdocio formó en todos los tiempos y na-
ciones una clase mui distinguida: sus funciones su-


(1) Este es el dictámen de San Justino mártir. Véase su
Apolojía. --


(2) Nunquain aiiurl naturu , aliad sapientia dicít.
Juvenal. Satyr. 14 vers. 3r1.


CAPÍTULO VII. 141
blimes le hicieron participar con los dioses de la
veneracion de los mortales. Los sacerdotes fue-
ron , como véremos luego , (1) los primeros sabios,
los primeros fundadores de las naciones ; una lar-
ga prescripeion les dió , y les conserva en todo
pais , el derecho de educar la juventud , .de ,ense-
fiar la Moral á los hombres, y de, dirijir sus ,con-
ciencias y sus costumbres en esta vida -para su fe-
licidad en ella ; en fin; estendiendo sus miras mas
allá de la muerte, los ministros de la relijion se pro-
ponen guiar al hombre á una felicidad mayor que
la que goza en la tierra.


Limitados en nuestras investigaciones á sólo tra-
tar de los estímulos humanos y naturales que de-
ben mover al hombre á obrar el bien en este mundo,
no elevarémos nuestro pensamiento á una rejion que
solamente puede ser conocida por la fé ; asi.iué
exáminarémós únicamente los debéres que impone
á los ministros de los altares la dignidad que ocu-
pan en la sociedad.


El clero , igualmente respetado por los Sobera-
nos y los pueblos , ocupa el primer puesto , 6 cons-
tituye el órden mas distinguido en todas las na-
ciones : en razon de los servicios que hace, de-
be hacer , está regularmente dotado con liberalidad;
sus jefes , sus miembros mas ilustres , gozan de pro-
piedades que los ponen en estado de mostrarse con
esplendor y magnificencia á los ojos de sus conciu-
dadanos. Tantas señales de honor , tantas distincin.
nes , y tan cuantiosos bienes imponen evidentemen-
te, sobre todo á las primeras dignidades del clero,
el deber indispensable de un eterno reconocimiento,
y de su apego y amor á la patria que los colma de
beneficios. Só pena de incurrir en la mas odiosa in-


(1) Cap. IX, de la presente seccioa.




142 .'SECCION IV.
gratitud , los Obispos y Prelados , en las naciones
Europeas , deben distinguirse por su patriotismo y
por su zelo en contribuir al mayor bien y cotiser-
vacion de las sociedades , que con tanta jenerosi-
dad contribuyen à su felicidad particular. Es claro,
pues, que el sacerdote debe, mucho mas que otro
alguno, mostrarse ciudadano , amar su pais , defen
der su libertad , promover sus intereses , fomentar,
la pública felicidad , sostener los derechos de todos,
y en fin , oponerse con nobleza y energía á los pro-
gresos del despotismo , quien , despues de haber de-
vorado las otras clases del Estado , devorará ta in-
bien al clero cuando le convenga.


Ninguna clase en la sociedad es mas respetable
que el clero á los ojos de los Príncipes mismos ; asi-
qué á los ministros de la relijion toca dar á cono-
cer á los Reyes la verdad , que los cortesanos adu-
ladores le ocultan de continuo. En vez de sosegar
la conciencia de los tiranos con espiaciones fáciles
y aparentes, el sacerdote deberia llenar de un.terror
santo y saludable las cobardes y crueles almas de
estos monstruos que causan todas las desgracias de
los pueblos.


Colocados en un lugar eminente , los sacerdo-
tes deben , aun mas con sus ejemplos que con sus
discursos , predicar á los ciudadanos la union , la
concordia y la tolerancia con los estravíos y defectos
de los hombres. Un sacerdote intolerante y cruel no
puede ser ministro de un Dios lleno de paciencia
y de bondad. Un sacerdote que sacrifica hombres,
es un sacerdote de Moloch y no de Jesu-Cristo. Un
sacerdote perseguidor , un fanático que predica la
discordia , no son mas que embusteros y engaña-
dores que hablan en nombre de ellos mismos , y
cuya lengua mueve el interés, el delirio y el fu-
ror. El Inquisidor que entrega un hereje á las llamas,
es ciertamente un malvado, á quien el infame inte-


CAPÍTULO VII.
14.3


rés del tribunal que ocupa ha transformado en fiera.
Discípulos de un Dios de paz , cuyo reino no


es de este mundo, los sacerdotes de nuestros paises
no pueden, sin ofender á su divino Maestro , reu-
sar sus tributos al Cesar , 6 creerse dispensados de
contribuir á las cargas del Estado bajo el pretesto
de inmunidades y derechos divinos; mucho mas
prohibido les está el resistir â las potestades , suble-
var á los súbditos contra los Soberanos , ejercer im-
perio alguno sobre los Príncipes , quitarles sus co-
ronas, y armarla mano parricida contra los Re-
yes. Los sacerdotes reos de semejantes atentados
darian á entender al universo que no creian en el
Dios que predican á los denlas hombres.


Imitadores de un Dios, que nació pobre, suce-
sores de los Apóstoles, que fueron indijentes; los
sacerdotes del cristianismo nada poseen suyo pro-
pio. Depositarios de las limosnas que los fieles han
puesto en sus manos , nunca deben cerrarlas , cuan-
do se trata de consolar y socorrer á la miseria. Un
sacerdote avaro y ,cruel con los pobres , sería un
administrador infiel , un ladron, un asesino. Un sa-
cerdote apegado á las riquezas , un sacerdote sober-
bio y orgulloso , ni son ni pueden ser discípulos de
Jesus.


Ocupados en estudios penosos , ó entregados á
la vida contemplativa, los sacerdotes tienen me-
dios de amortiguar en sí mismos la anibicion, la a-
varicia , la vanidad y las aficiones al luxo y á los
placeres sensuales, de cuyos vicios son víctimas los
lemas hombres. La vida del sacerdote debe ser irre-
prensible ; su estado debe preservarle del contajio
del vicio; su oficio es mostrarnos en su persona al
verdadero sabio y filósofo vanamente buscado en
la antigüedad.


Abrasados , conmovidos con los ejemplos pode-
rosos de la primitiva Iglesia , los sacerdotes cristia-


v;




144


SECCION IV.
nos deben hacer que renazcan aquellos afortunados
tiempos , en que los fieles estaban animados de un
solo corazon y un solo espíritu. Las contiendas in-
terminables y continuas serían unas escenas escan-
dalosas, que resfriarian la confianza de los ciuda-
danos ; éstos , en sus directores , deben hallar unos
ánjcles de paz, unos rnodélos de caridad , unos ejem-
plos vivos de todas las virtudes sociales.


Si , como no puede dudarse , las ciencias son
de la mayor utilidad para los hombres , i cuán ines-
timables ventajas no pudieran conseguir en ellas tan-
tos Cenobitas ricamente dotados ? z Quién se atre-
vería á quejarse de su ociosidad , y á ofenderse de
la abundancia y opulencia de unos sábios , que em-
pleasen el tiempo que les concede su retiro en ha-
cer descubrimientos provechosos , esperiencias inte-
resantes, é investigaciones que facilitasen en todo
jénero los progresos del entendimiento humano y
los trabajos útiles de la sociedad?


En fin , los ministros de la relijion, estando en
casi todas partes esclusivamente encargados de la
educacion de la juventud i de ,cuánto no les serían
deudoras las naciones, si cumpliesen esacta y cui-
dadosamente con la tarea importante y penosa de
cultivar los talentos de los que un dia han de ser
ciudadanos! El clero sería ciertamente el cuerpo mas
útil , y el mas digno de la confianza y del apre-
cio de los pueblos , si desempeñase los oficios que le
están encargados.


Estos son en pocas palabras los debéres que la
vida social y el reconocimiento imponen á los mi-
nistros de la relijion; si los cumplen fielmente, me-
recerán sin duda los bienes y la veneracion afec-
tuosa de que gozan en el seno de la sociedad ; y
serán útiles y respetables aun â los ojos de los mis-
mos que se resisten á sus dogmas relijiosos. La con-
ducta de muchos sacerdotes y pastores , tan poco


CAPÍTULO VIL 145
arreglada á su doctrina , es una de las principa-
les causas del disgusto con que muchas personas
ilustradas miran á la religion: en vista del espíri-
tu despótico, de la arnbicion , de la codicia , de
la intolerancia y de la inhumanidad de que los
doctores y maestros de los pueblos se hacen cul-
pables con frecuencia , muchas jentes repugnan y
menosprecian. á la; relijion , como incompatible COir
los principios mas evidentes de la sana Moral. Todo,
hombre, ó todo cuerpo;, que se aleja del camino
de la virtud , trabaja: 'en su misma destruccion.


Un clero ignorante y vicioso predica altamente
la irrelijion .y la incredulidad. Un cuerpo tan vano y
orgulloso que se desdeña de hacer causa.. comun con
los otros ciudadanos , no puede tener apoyo alguno
sólido. Los sacerdotes ambiciosos y turbulentos desa-
gradan •y ofenden igualmente á los Soberanos y á los
súbditos. Los maestros .y . directores codiciosos y cor-
rompidos pierden la confianza ;y el amor deios:pue-
blos. Los doctores sin ciencia , y sólo en el nom-
bre , serán siempre despreciables á los ojos -de


de las
personas ilustradas. En fin , los sacerdotes favore-
cedores del despotismo y de la tiranía-'rio dejarán
algun dia de ser ellos mismos óprim dds y sojuz-
gados por los déspotas y tiranos; y cóhao Ulises en
la cueva del Ciclope no tendrán mas ventaja que
la de ser devorados :líos últimos. (1)


(i) Los Jesuitas , que durante dos siglos , formaron una
sociedad temible á todo el universo por su poder , su crédito,
sus intrigas y sus' riquezas, fueron constantemente las trom-
petas de la intolerancia , los favorecedores de.la ignorancia
y los aduladores del despotismo. ' Un Jesuita , confesor de
Luis XIV , sosegó su conciencia acerca de un `ítripuesto que
el Monarca mismo tenia por injusto y j' pesado diciéndole que
ara duerio y señor de los bienes de todos sus vasallos. &


En castig¢
de una máxima tan odiosa hemos visto destrúid ;Íá Compa-


'10.M0 II.
i9




1.46 SECCiON IV:
CAPÍTULO VIIIe


Deberes de Tos Ricos‘.


Las riquezas dán, y deben dar á Ios que las po-
seen un lugar distinguido entre sus conciudada-
nos. El hombre rico es, por decirlo así , mas ciu-
da llano que otro ; su opulencia- le pone en estado
d e dar á sus semejantes los sócórros que n o- púede
pr estar el pobre ; y está unido-'à la sociedad con
mayor número de vínculos que- te obligan â r inte-
resarse mucho mas en la suerte de ella , que nó
eI pobre , que no teniendo nada , 6 teniendo poto
que' perder, debe interesarse ménos en las revolu
ciones que ocurrieren en su pais. El que solamente
vive de su trabajo y sudor,: no tiene, propiamen-
te hablando , pátria determinada , puesto que se ha-
lla bien donde quiera que encuentra medios de sub-


fila de 19s Jesuitas sin oposicion. alguna en toda Europa,
y ocupados s


u
s: bienes. é inmensas riquezas por los Príncipes..
1Veque. ertiiiz tex a, quior ulla est,. •


Quam necis artifices arte perire sua. .Ovid.
Esta doctrina Jesuitica fué resucitada en Francia , con


motivo de la destruccion, de los parlamentos en 1771 por
el abate Du Bault, cura párroco . de Epiais , el cual vino
espresamcnte á París' de lo interior de su provincia para pre-
dicar que los. Franceses eran esclavos , y . que su Rey era
dueño y señor de los bienes ,. dé las personas y de la vida
de•sus súbditos. Journal histórique. de la rèvolution oper èe dans-
sis Monarchie Francasee, mec. tom. 2. pag. 47.


En jeneraí los jefes del- clero de Francia mostraron la mas-
reprensible alegría al tiempo que los procedimientos del mas
lsdiïible' ,`despotismo destruyermn y anularon los tribun ales
tle su pais. ¡Cómo es qué los ministros de la. relijion son
casi siempre los enemigos de• lá libertad de las naciones , cuan-
io en- esta libertad son • ellos Mismos los' mas interesados 1


CAPÍTULO VIII. 1.47
sistir; en vez de que el hombre opulento puede
ser útil á muchas personas , hallándose en disposi-
cion de ayudar á su patria , á la cual se halla ín-
timamente unido en razon de sus haciendas y po-
sesiones , cuya conservaeion depende de la conser-
vaciou de la sociedad. Miéntras que en el asedio
de Corinto los habitantes rechazaban al enemigo
por todos los medios posibles-, Diógenes, burlándo-
se de su inquietud y miedó , se divertia en rodar
su tonel.


No nos admiremos de ver que en casi todos
los paises las leyes, los usos y las instituciones, por
lo comun injustas y crueles para con los pobres,
sean mas favorables á lós ricos , y • muestren una
parcialidad visible con los que favorece la fortuna.
Los grandes, los poderosos . y los opulentos debie-
ron comunmente ser preferidos á los pobres , los
.çuales son tenidos por ménos útiles á la sociedad.
Sínembargo , estas leyes y estos usos son eviden-
temente injustos en permitir á los felices de la tierra
oprimir y arruinar á los débiles y miserables. La
equidad , que suple y remedia la desigualdad de
los hombres , ha debido enseñar á los ricos á que
respeten la miseria del pobre por el interés que en
ello tienen. Seguramente , sin el trabajo y los so-
corros comunes del pobre, à el rico no sería mise-
rable, y faltándole estos socorros no se vería mucho
mas infeliz y desgraciado que el pobre mismo ?


Así la justicia , de acuerdo con la humanidad,
con la compasion y con todas las virtudes sociales,
enseña al hombre rico á ver en el pobre uno de sus
asociados , necesario á su propia felicidad , y de
cuyos socorros debe hacerse merecedor , facilitán-
dole en cambio de sus trabajos los medios de sub-
sistir, de conservarse y de ser feliz en su estado.
De este modo la vida social tiene á los hombres
en una mútua dependencia. Hé aquí como los gran-




148 SECCION IV.
des necesitan de los pequeños, sin los cuales serian
ellos bien pequeños y miserables. El opulento , para
gozar de la abundancia , de los placeres y de las
comodidades de la vida, necesita de los brazos y
de la industria del pobre , á quien su miseria le
hace laborioso , activo é industrioso. En una pa=
labra , la menor relexîon nos persuade que en
la sociedad,-:todos los . miembros están recíproca
mente enlazados con nudos indisolubles, que ninguno
puede romper sin dañarse á sí propio ; asi mismo
debemos conocer que ningun ciudadano tiene de-
recho de menospreciar á los otros , de abusar de su
flaqueza á de su indijencia, de tratarlos con altane-
ría ó con dureza ; la justicia , en fin , nos muestra
que el rico está siempre y de continuo interesado
en hacer bien só pena de ser despreciado y abor-
recido sino cumple con su destino en la sociedad.
El ciudadano , á quien la sociedad dispensa mas
grande ,suma de felicidad, debe mucho mas á esta
sociedad que. no los desgraciados é infelices á quie-
nes ésta olvida 6 desatiende.


Los ricos pueden ser comparados á los manan-
tiales , rios y arroyos que distribuyen sus aguas á
las, tierras áridas , haciéndolas producir plantas y
frutos. El rico avaro se asemeja á los rios cuyas
aguas se sumen y pierden en la tierra. El rico pró-
digo obra como los rios que saliendo de madre, se
derraman por los campos sin fertilizarlos. En fi n,
siguiendo la comparacion , las riquezas mal adqui-
ridas y locamente prodigadas son como los torren-
tes y avenidas que destruyen los terrenos por don-
de pasan y al cabo dejan seca la madre que for-
maron con tanta violencia y estruendo.


Estas reflexiones nos sirven para determinar nues-
tro juicio y dictamen sobre lo que la mayor par-
te de los moralistas han dicho de las riquezas. Los
mas de los sabios las han reprobado como unos obs-


CAPÍTULO Vii l. 149
ráculos á `la virtud , como unos medios , de corrúp-
cion , como el manantial inagotable 'dé un sinnú t
mero de necesidades imajinarias que nos sumerjéti
en el luxô, en los deleites y efi la molicie; han di;-'
cho que endurecen el corazon ; ` y nos hacen 'injus-
tos ; ensuma , que nos alejan y distráën de `lá' i.'nves-
tigacion de las verdades necesarias á la sólida feli-
cidad de un- sér• intelijente. Este -es, en jeneral, el
juicio que los antiguos filósofos han formado de la
opulencia, considerándola como el mas peligroso es-
collo de la virtud. Oigamos por un momento á Sé-
neca , el 'cual , en el seno mismo de las riquezas,
se atreve á satirizarlas.


" Desde quedas riquezas, dice, (1) han sido apre-
»ciadas de los hombres, y se han hecho en cierto
»modo la medida de la consideracion pública, el
”gusto de las cosas verdaderamente honestas y lau-
, ' dables se ha perdido enteramente. Todos nos hemos
,convertido en unos mercaderes de 'tal' modo cor-,
e3tompidós ' por el oro, que-- ya' ti(5) l*ègtmTainos' de
»qué utilidad puede sernos una cosa, sino de qué
»ganancia 6 provecho ; el amor de las riquezas nos
»hace alternativamente hombres de bien , 6 pícaros,
»segun que lo exîje nuestro interés ó nuestra situa-
»'cion.... En fin, las costumbres han llegado de tal
»suerte á depravarse, que maldecimos la 'pobreza, y-
9^á nuestros ojos es infame y deshonrosa ; -digna del
»desprecio de los ricos y del 'aborrecimiento de - los
»pobres."


Platon decididamente asegura que es imposible ser
cá un mismo tiempo rico y hombre de bien , y que.'-'10
habiendo verdadera felicidad sin virtud, los ricos por
10 tanto no pueden ser realmente felices •(2). Los mo-


(1) Sénéca , Epist. 115.
(2) Plato, de legibus, lib. 5. pag. 742, F{. '& 7+3. A. k3,


tom. 2. Edit. Stcphani? 5 7? ^


^


^




i 0


SECCION IV.
ral.istas nos pintan; ademas las inquietudes que acom-
u 4an cgntí I}tarziente a la ptilénc ia , y que etnpon,
.^olnan su posesión, tan deseada de los hombres; de-
lno"strando adelnas. que son el instrumento de todas
14 ,pasiones. si nes, Mas . , como dice Bacon, .las riquezas
son el bagaje de la virtud; ;el bagaje .es •necesario en
un ej?rcïto , aunque. alguna vez suele retardar sus.;
e?iarchas, y hacer, ,que se pierda la ocasion de alcanzar
la victoria.


Para reducir estas opiniones á su justo valor, no
sotros diremos que en sí mismas las riquezas no son
nada , ni tienen finas valor que el que las dén sus .. ^r
poseedores. Un lecho dorado no ;a.livia . al enfermo ni
los bienes cuantiosos hacen sabio á un necio.' La
abundancia y la indijencia, dice Montagne, dependen
4e. la opinion, de cada uno , y lo mismo las rique


as, que la ,,gloria y la salud , no tienen mas precio:
ni valor que. el. que les atribuye quien las disfruta. (1}
En manos de un hombre sabio , humano y liberal,
la. opulencia , es-- ey-iderlten ente cl manantial de los
mayores bienes y de un contento que se renueva
tantas veces corno las ocasiones de ejercitar las bue-
nas disposiciones del corazon : y al hombre sensible,
cuya alma se deleita en hacer felices, en ser útil á.
su patria, en esparcir sus beneficios sobre todo el je-.
nero l^ulnanq, no le causarian embarazó todas la.s
r iquezas del. Perú 6 Potosí, si todas fuesen suyas. Di-
remos, que'lo que ordinariamente hace molestas al
hombre de bien y compasivo la pobreza y la media-


imposibilidad en que le constituyen de sa-
tistàcer los deseos de su grande alma, lz, cual quer-
ria. ,aliviar á . todos lo infelices y desgraciados que la
suerte le ofrece, animar y fomentar los talentos,úti-


(l) Essais ele 31ffntagrie, lib. 1 cap. 40. pag. 49a, tom. 2.
)',dic. dé 1745.


ÇAPÍTULO VII I. 151
Ies . á sus conciudadanos, y enjugar las lágrimas de
los que están oprimidos del infortunio


. y la miseria;
en poder del hombre virtuoso y beteeó, los tesoros
de Creso nunca servirian de obstáculá á sti felicidad.
"Si te aprovechases de las lecciones de la sabiduría,
e,dice Plutarco, vivirás en todas partes sin disgusto,
,,y seras feliz ert tü `estado: la riqueza te 'dar? placer
' porque tendrás iiayores medios de 'hacer lien á


97 muchos; la pobreza, porque te hallarás con' menos
«inquietudes_y sobresaltos; la gloria, porque te verás
, ' honrado, I'a- obscuridad, _porque serás Menos envi-
”diado. (I} Cón'1a -virtud, r dice en otra partos' todo
y,jénero `de-- 'vida" es agradable. Tú estarás .


Contento
«con tu suerte; I a la conocido_ .' bien cri que
„consiste la rectitud y la bonelád."


Es preciso convenir en que raras veces las q,ri ;ue-.. ,
zas se encuentran en manos de persones dé . esta'na-


•turaleza ; la opulen la casi iit faca esta unida'á los
grandes injeníos, ó a las ,grandès itudes, (2} , p( _ 19
comun la fortuna ciega se cô'mplace en .cblr fiar d`e
dones á sus favorecidos, que no caben ii'sar cic,iÿll'tàs
ni para su propia felicidad ni para la de los deliras;
en fin, hai mui pocas jentes á quienes anime u


fuerte, capaz de sostener el peso de una gran-
de opulencia.. (3) El oro , decia Chilon, es la pie-
dra de toque del hombre.


Mas esto no debe sorprendernos: las riquezas de
la mayor parte de los hombres son 6 el fruto: de sus


(1), Plutarco De. virtute ^: vítío.
(2) Raaus fermé sensus commuais in illa fortuna:


J uvenal.. Saty.r. 8. vers. 72.
(•3) Infirmí est anímí patí ron pusse el á̂ #fias. Séneca Epis-


tol. 5. -- Plutarco observa sábiameute qué, as; corno no todos
los temperamentos pueden resistir los efectos` del vino, _del
mismo moda no todos los espíritus . son capaces de una gran-
de riqueza, sin embriagarse: con ella y perder la razón. •


Plutarco. Vida de Lúculo:


^




152 SECCION IV.
propios trabajos,,,, de sus intrigas y de sus bajezas, ó
bien las heredan de sus antepasados; en ámbos casos
es bastante dificil que las riquezas caigan en manos
verdaderamente capaces de hacer de ellas un uso
conforme á la razon. (1) Los que trabajan .y se la-
bran su fortuna, _ no tienen ni tiempo: ni deseo de
cultivar_ su alma y su entendimiento,:.tinicamente
ocupados; en cuidar de SUS negocios, hi tienen ni
pueden féher idea alguna de las ventajas que les re-


' sultariàii `de la cultura. de sus' facultades intelectua-
les Por ea parte , los' hombres , cuando están do-
r'iiiñados del deseo de las riquezas, son regularmente


'poco delicados encuanto á los'medios; de conseguirlas.
.̀Toda ganancia , dice Jfuvenal, gusta y complace, sea
`cursi filerè 'su or ijen (2).


Para lograr fortuna , se necesita,una conducta tan
bada y rastrera, qu los` hombres . de_ bien resisten y
dincilnlente se -prestan á los medios que no cuestan
`nada à' los qué aspiran á enriquecerse á cualquier


re io. En„ fila_, nada es mas dificil que el adquirir
grandes riquezas sin çometer grandes maldades.. De
aquí se dcdúce que 1°á penosa ocupación de labrarse


(1)' Dives aut iníquus, asir in gua haeres. S. Hieron. El rico
es regularmente injusto, ó heredero del que lo ha sido. - -
tPMuchos malvados, dice .el Poeta Theógnides , se hacen ri-
',cos, y muchos' hóiribres-de bien viven siempre pobres;' mas
..noso:-ros no catnbiariatims nuestra virtud por sus riquezas,
»porque la_ virtud siempre se posee , al paso que las riquezas
,,mudan continuamente de dueño.” Poetce Greci minores.


t^ Syla, que se vanagloriaba de su virtud, le dijo uno
ah! i cómo has de ser tú virtuoso', tú qd , tïo habiendo


heredado de tu padre cosa alguua, te encuentras poseedor
de tan inmensos bienes? Plutarco ` en hi Vida de Syla. Un
proverbio vuigar dice: Nuestros padres l4 pegadas, y noso-
tros ú--brazadas.


(2) Ludri honu4s est ociar ex re quahbet.
Juvenal•, Satyr.


C P TULÓ - VTTI. 153
uno á sí mismo su fortuna, 'es harto incompatible
con la observancia escrupulosa de las reglas de la
Moral. La fortuna, si parece ciega en la distribucion
de sus favores, es porque los hombres dignos de ellos
no quieren comprarlos al precio que los vende. Tan
fácil le es al sábio enriquecerse, decia Thales, como
dificil que desee ser rico.


"Solas las almas justas y buenas, dice Homero,
” pueden ser fácilmente curadas de sus enfermedades."
La Moral, inseparable siempre de las reglas inmuta-
bles de la equidad , no tiene preceptos capaces de
reprimir á los hombres codiciosos, sin honor y sin
probidad, que sólo tratan de enriquecerse; sus lec-
ciones parecerian ridículas é importunas, si con no-
ble osadía se dirijiesen á los impíos cortesanos, á los
crueles esactores, á esos infames publicanos 'que se
ceban con la sangre de los pueblos, y sacian su sed
con las lágrimas de los infelices. La equidad natural
no sería escuchada de aquellos que están creidos que
la voluntad de los Príncipes hace justa la rapiña cí
el robo, ni de esos hombres duros é inflexibles:.que
fundan su interés ea la desgracia de sus semejantes.


Tampoco prestarian oidos â los consejos y pre-
ceptos de la Moral aquellos comerciantes, cuyas ga-
nancias , aun las mas lícitas y permitidas por el uso
y las leyes, no todas son.igualmente conformes á la
justicia y probidad : el mercader es regularmente juez
y parte en su propia causa, y esto le hace inclinar
la balanza al lado de su interés particular.; este in-
terés le sujiere por lo comun mil sofismas que no
tiene tiempo ni deseo de exâminar con atencion. Ln-
suma, es menester mucha fortaleza y mucha virtud
para que un comerciante no caiga ('n la tentaCion
de aprovecharse ya de las necesidades, ya de la ig-
norancia y sencillez de sus conciudadanos. 'En jet-1'e.
rai , la Moral, sea 6 no atendida, dirá siempre á los
hombres que sean justos, que repriman su codiciad


TOMO ir, 20


1 4. vers. 204.




154 SECCION IV.
que respeten la buena fe , que teman no llegue un
dia en que se avergüencen de una fortuna adquirida
á costa de la conciencia y de la probidad, porque
en su posesion sufririan el torcedor continuo de un
remordimiento importuno ó los efectos de la indig_
nacion pública, la deshonra y la afrenta.


Cuando la opulencia es fruto del trabajo de los
antepasados', es todavía mas dificil que un heredero
haya aprendido el arte de usar bien de ella. ¿Cómo
unos padres faltos de buenos principios, y destitui-
dos de virtudes podrán inspirárselas á sus hijos ? La
educacion de las personas opulentas no aspira co-
ruunmente á formar discipul.os de corazon justo, sen-
sible y benéfico ; y ademas con dificultad consi-
gue aficionarlos al estudio y á la reflexîon. Los pa-
dres ignorantes y poco afectos á la virtud siempre
dejaránsus bienes á hijos que se les parezcan. Los
avaros, los usureros los estafadores, los monopolisa
tas, los cortesanos, los que manejan las rentas ptí-
blicas serán todos estos capaces de inspirar á sus des-
cendientes pensamientos :nobles: y jenerosos , incom-
patibles con los medios d ,enriquecerse? Ademas,
los. padres codiciosos no saben ni aun enseñarles â
conservar las riquezas que heredan; así. veamos cons-
tantemente que la opulencia mas enorme llega raras
veces á una tercera jeneracion ; la locura de los hi-
jos disipa en poco tiempo los tesoros acumulados por
la injusticia de los padres. El hijo de un cortesano ó
de un hombre de ánimo abatido , i apreciará acaso
la virtud ? Un padre fastoso y vano , sumerjido en
el lux() y la disolucion ¿se dignará ocuparse en for-
mar el alma de su hijo. mostrándole el modo de usar
bien de los bienes que algue dia heredará ? Por últi-
mo,. el hijo de un hombre que nada ea la abundan-
cia ¿ tendrá ni inclinacion ni deseo de adquirir por
a.í mismo la moderacion, la dulzura , las virtudes,
los talentos y los conocimientos que le hagan un dia


CAPÍTULO VIII. 155
feliz? Los hijos que nacen en el seno de la opulen-
cia, no. son por lo colnuu otra cosa que unos delia
cantes,' que se les figura que todo les está permiti-
do. La hartura , dice Theógnides , produce la fero-.
cidad. (1)


Las fortunas enormes, las riquezas inmensas,.
acumuladas en pocas manos , son indicios de un Go-.
bienio injusto que procura poco la subsistencia y la
felicidad del mayor numero de sus súbditos. Cien.fa-
milias con comodidad y medianía son mas útiles al
Estado que no un rico avaro ó mezquino , cuyos te-
soros escondidos fomentariau la actividad de una
provincia entera. Las riquezas bien repartidas pro.-
ducen el bien y la felicidad de un Estado; ellas au-
mentan la industria y conservan las costumbres ,
que la grande opulencia , lo mismo que la grande.
miseria corrompen y destruyen. La inmensa for-
tuna embriaga al hombre , y le entorpece entera-.
mente. Los magníficos vestidos , dice Demofilo, son,
embarazosos al cuerpo , y las grandes riquezas al alma.


(i) Plutarco observa , hablando de Syla , que las rique-
zas produjeron en él un trastorno jeneral, haciéndole feroz
y cruel ; y por esto dice este iih>sofo , " él dió motivo de
,,condenar los grandes honores y las grandes riquezas , y
,ríe imputarlas que no permiten á los hombres cl conservar.
,sus primeras costumbres , sino que enjendran en sus cora-


,,zones la vanidad, el orgullo, la inhumanidad y la insolen-
cia. " Plutarco , Vida de Syla. Los mas de los ricos se ha-
cen aborrecer de los pobres, no sólo por la envidia que-
escitaa en ellos , sino aun mas por el vial que sin motiva-
alguno les causan , y por las incomodidades que les oca-
sionan. En las grandes ciudades sobre todo , el pueblo se .vá
de continuo impedido y embarazado en sus mas necesarios
trabajos por los trenes y equipajes de los grandes y ricos
ociosos , que con la prccipitacion que llevan siempre , hu-
yendo del continuo fastidio que los ocupa , atropellan y echan
por tierra impune y tranquilamente á cuantos infelices en-
cuentran al paso.




f56 SECCION IV.•
Por otra parte, una grande pobreza, tomó verémos
mui pronto , estimula frecuentemente al crímen. No
liai pais en donde se hallen ni tantos particulares
ricos, ni tantos malhechores como en las naciones
opulentas. ' -i hales decia que "la república mejor or-
«denada es aquella en que ninguno es ni mui pobre
»ni mui rico." El estado de medianía fue siempre
cal asilo de la probidad. El gobierno es mui impruden-
te y culpable, cuando inspira á sus súbditos una pa-
sion desenfrenada á las riquezas, y destruye en ellos
de este modo todo pensamiento de honor y de virtud.


El Filósofo Orates esclamaba ¡ ó hombres! adonde
os precipitais afanados por acumular riquezas , al
mismo tiempo que descuidais la educacion de vuestros
hijos á quienes debeis dejárselas! Nada modifica mas
poderosamente á los hombres que la educacion , el
ejemplo, la instruccion y las máximas de que los pa-
dres les dan lbs primeros impulsos. No es de admirar
que se encuentren en las naciones infestadas del luxô,
dé la disipacion y de la corrupcion de las costum-
bres, tantos ricos faltos enteramente de las dotes ne-
cesarias para hacerse felices por medio de las rique-
zas , y mucho ménos dispuestos todavía á procurar.
el bien de los demás. El fausto , la ostentacion, la
necesidad de vivir segun su estado , altamente pon-
derada por la vanidad, los enormes .dispendios que
cuestan los raros y esquisitos deleites , hacen que al
hombre mas opulento no le quede nunca sobrante
alguno: los mas cuantiosos bienes apenas le bastan
para satisfacer todas las necesidades que su vanidad
y el astío de los placeres ordinarios crean en su ima-
jinacion. No bai tesoros que sufraguen á los capri-
chos y estravagancias sin número que producen el
luxô , la disipacion y el fastidio: las rentas de los
Reyes apenas podrán apagar la sed inestinguible de
una fantasía caprichosa.


El fastidio, como ya hemos debido convencernos,


CAPÍTULO VIII.
1_57


es un verdugo que á nombre de la naturaleza cas-
tiga siempre y perpetuamente á los que no han apren-
dido á regular sus deseos, á


•vivir útilmente ocu-
pados, y á usar con economía de sus placeres y
recreos. z Porqué vemos siempre á los grandes y á
los ricos inquietos y ajitados ? Porque en el seno
mismo de los honores, de la fortuna y de los
placeres no gozan de nada ; porque agotadas ya
por ellos todas diversiones y entretenimiento, se-
ría menester que la naturaleza crease en su obse-
quio nuevos deleites y nuevos sentidos. Opípara
mesa , placeres sensuales , espectáculos , gustos y
placeres diferentes, nada los estimula ni interesa; (1)
nada los saca de su profundo sueño: enmedio de
las fiestas y diversiones MM bulliciosas el fastidio los
asalta , y la imajinacion los atormenta persuadién-
doles que el placer se halla siempre donde ellos no
se encuentran. De aquí esa ajitacion , esa inquietud
convulsiva que se advierte comunmente en Ios Prín-
cipes, los grandes y los ricos; parece que pasan su
vida corriendo en busca de los placeres, sin gozar ja-
más de los que tienen á su vista: "el uno, dice Lu-
' crecio, deja su magnifico palacio por distraerse del
»fastidio; mas pronto se arrepiente, porque ni es


mas dichoso , ni está mas tranquilo fuera dél : el
»otro huye precipitadamente á sus haciendas de cam-


po , corno quien corre á apagar un incendio; mas
'' apénas pone el pie en ellas cuando ya siente y pa-
',dece un mortal fastidio... y con la misma precipi-
"tacion vuelve á tomar el camino de la ciudad." (2)


Vivir útilmente ocupados, y hacer bien á sus


(í) Ipse voluptates eorum trepíilc et varus terroribus in-
quiete sont ; subitque, cuna maxime exultantes, soiiicita cogi-
tant: lige quant/hl.


Seneca, De brcv. vïtæ, cap. 16.
(2) Lucrecio, lib. 3, "Ye creia en otro tiempo. i Fanias




158 S ECCIO N V.
semejantes soti los únicos medios de evitar el fasti-
dio que atormenta á tantos ricos, para quienes ,no
hai placeres en la tierra. Los placeres de los sentidos
se agotan; la satisfaccion pueril que puede dar la va-
nidad, desaparece cuando es habitual; mas los pla-
ceres del alma se renuevan'á cada momento, y el
gusto inesplicable que resulta de la idea de la feli-
cidad que por nuestra causa otros. disfrutan, es un
deleite libre de alteracion y fastidio. Ocupaos en hacer
felices para que lo sexis; hé aquí el mejor consejo
que la Moral puede dar los ricos.


Aristóteles, hablando de las riquezas, dice que
unos no usan, y que otros abusan de ellas. ¡ Cuan fe-
liz sería el hombre rico, si supiera aprovecharse de
las ventajas que la fortuna le concede! ¿Cómo cl fas-
tidio le asaltaría nunca, si con un alma tierna y.
sensible poseyese un entendimiento ilustrado ? todo
se cambiaría en placeres para el rico piadoso y be-
néfico. Enjugar las lagrimas del infeliz, ocurrir con,
socorros y consuelos â una familia aflijida, reparar
las injusticias del destino cuando este oprime al iné--
rito desgraciado, recompensar liberalmente los ser-
vicios recibidos , desenterrar y dar â luz pública los,
talentos sumidos en el abismo de la miseria, es-
timular el injenio á útiles descubrimientos, saber go-
zar en secreto del placer de. hacer • felices sin descu-.
brir al bienhechor, inspirar consuelo y alegría al co-
razon de un_ amigo angustiado., dar ocupacion y
subsistencia á la pobreza laboriosa con trabajos úti-
les á la patria, animar al desalentado labrador, me-


,,)dice Menandro por boca de un autor) que los que no se ha.
„ lían necesitados á buscar la vida , gozaban de un dulce y
,tranquilo sueño , y que jamás esclamaban: ¡Cuan infeliz y


„desgraciado soy ! Yo pensaba que salo el pobre dormía sin
9, quietud en su lecho; mas ahora veo que vosotros, que pasais
" por felices , no lo sois mas que nosotros."


CAPft°tJÏ.O VIII. 159
rccer el tierno afecto y las bendiciones de los que le
rodean; hé aquí los medios seguros de disfrutar pla-
ceres durables y variados, de calmar la envidia que
causan siempre las riquezas, y aun de hacer perdo-
nables los caminos y arbitrios con que las adquirie-
ron tal vez los injustos predecesores. Los descen-
dientes virtuosos pueden lograr que se dé al olvido
el orijen impuro de su opulencia: la indigiiacion y
la envidia enmudecen á vista del buen uso que el


hhombre de bien sabe hacer de sus riquezas: éste seace feliz en merecer la aprobacion y el aplauso de
SUS conciudadanos (1)


En los campos es donde principalmente los ricos,


(1) La antigüedad nos presenta en PIinio eI jóven un
ejemplo interesante de lo que puede la opulencia compasiva
y benéfica. Este grande hombre se muestra en sus cartas o-
cupado de continuo en favorecer á sus amigos y á cuantos le
rodean : al uno le perdona sus deudas , á otro le paga las
que tiene, aumenta la dote de la hija de un amigo difunto,
para que de este modo encuentre un casamiento ventajoso;
vende una posesion eii [aléalos de su valor para favorecer ocul
tameme â un sujeto á quién ama; á otro amigo suyo le pone
en estado de vivir independiente y con reposo hasta el fin de
sus dias; funda una Biblioteca en Cornos, su patria, y ade-
mas una casa para asilo de huérfanos. En fin , él nos enseña
con su ejemplo que una sabia economía, aun mas que su ri-
queza , le facilitó el medio de cumplir con su benéfica natu-
ral. Véanse las cartas de Plinio..


Iguales disposiciones hallamos en Gilias,, ciudadano de Agri.
gento, cl cual segun Valeria Máximo, no se ocupó en to-
da su vida sino en usar de sus inmensas riquezas en favor de
sus conciudadanos. El dotaba á las doncellas pobres ; acudía
al socorro de todos los infelices; ejercía la hospitalidad indis-
tintamente con todos los estranjeros ; traía toda especie de
provisiones á su patria en tiempo de escasez; en. una palabra,
las riquezas de Gilias eran el patrimonio comun de todos los.
hombres. Valerio Máximo , lib. 4. cap. 8.


Compárese la conducta de estos ricos cori la de una mul-
titud de millonarios esttípides de nuestros die, que sólo se ocu-




160 SECC-ION" IV'.-
lejanos de la pestilente atmósfera de las ciudades,:
hallarán ocasiones de hacer un bueno y honroso uso
de su opulencia, y de mostrarse ciudadanos. Mas,
acostumbrados regularmente al aire corrompido de
las grtindes poblaciones, al torbellino de los place-
res frívolos y á los vicios que para ellos se han con-
vertido en necesidades, los ricos miran las capita-
les como á su verdadera patria y domicilio, y se
imajinan que están desterrados en sus haciendas y


pan en inventar locuras y caprichos para disipar su fortu-
na, ó en hallar medios de aumentarla. Los traficantes. siem-
pre codiciosos, los monopolistas cebados en las públicas ca-
lamidades , los ricos entregados á la disolucion, los hombres
enteramente dados al luxô, nunca jamás se cuidan del bien
público, en el cual no se ;creen de modo alguno interesados.
¡ Que idea formará la posteridad de nuestro siglo , cuando
sepa que enmedio de París, de la capital de un reino opu-
lento y poderoso, donde el luxô levanta todos los dias monu-
mentos tan costosos como inútiles, y entre tantas jentes que
no saben qué hacer de su dinero, no se encontraban perso-
nas tan jenerosas que contribuyesen á la reedificacion de las es
cuelas de medicina, que bajo sus ruinas hacía ya mucho tiem-
po que estaban amenazando sepultar á los maestros y á los dis.
cípulos de .una ciencia tan útil! ¡El arte de curar }es posible
que no interesase y que se tuviese en nada por aquellos mis-
mos que mas sujetos están á enfermedades ? Los teatros y co-
liseos ¡son acaso monumentos mas importantes que la estancia
y morada de los que velan por la salud de todos los ciudada:,


d
nos? ¡Qué ignominia ésta para una Capital, que sustentan-
o en la abundancia y en el luxô lejiones de farsantes, de


cantoras y de bailarines, nada quería hacer en favor de los es•
tudios largos y penosos de los sábios mas útiles á la sociedad!
Al paso mismo que la Opera sacaba anualmente quinientos ó
seiscientos mil francos de un público desocupado y ocioso, la
facultad de medicina no poseía de rentas sino mil y ochocien-
tos francos; sus profesores apénas tenían salario alguno ; y el
pobre se hallaba en la imposibilidad de solicitar el ser agrega-
do á un cuerpo que hubiera honrado con su aplicacien y su
mérito , si hubiese tenido proteccion! ¡ O Atenienses! que ni.
fios sois aún!


CATP.íT 161
pOSe.SiO11 7 jámlénos : de.;11Q 1&ev rr: COPale J Ps desbr: .
denes , . el .rbullicio .y i1s_funestâsr . 4.ivfelIsl-f nes- a 'que
ya están habituados;: Sin ésto lo; rt stcoss , placeres y.,


her.mos,ura .:de la naturaleza; les parecen insípidos;;
y es que los míseros ignoran, el placer de hacer bien.


Sinembargo estostT1F°tcere's(sen. ieas.séíli dos y
puros que.>rio .los que sacian , .suv; l idad,, Puede sed'
comparada;' con ellos la .fu tt]. ventaja' dé llamar, la
atencion del vulgo con trajes:; trenes, libreas, mue-
bles-, y adornos costosos.., y con todo el vano y des-
preciablc aparato,.que,ii_tanto ;aprecia el ,ltp ? El ri-
co injusto z<puede7 gloriarse ee merecer la estima
cion pública' ostentando;' COD; insolencia á los ojos de,
sus pobres câncludadanós;'una, magnificencia insul-
tante? Temerosos de escitar la indignacion jelieral
estos: hombres ggeÉ,se.sacian y ceban con la su.stai-
cia de los pueblos, :no harían mejor,.en ocultar:,-del
público: una" opulencia conkprada con iniquidades y
delitos? El amor propio- de estos favorecidos de Plu
to z puede acaso. cegarlos hasta el estrerrq de ;creer
que una nacion oprimida porque , ellos sean ricos,,
les perdonará, ta. imprudencia con que, iatreven, á
ostentar el fruto :de.-sus.,robos? No: los': :aplausos y
rendimientos ')se-€lœ aduladores y dé los gorristas
que rodean su mesa", no les persuadirán jamás que
tienen mérito ; jamás acallarán las acrintinacio -
nes y remordimientos de una conciencia atribulada;
su fausto y sus convites sólo les darán envidiosos,
mas no les granjearán amigos. Los convidados del
que se ha enriquecido á costa del público, le ayuda-
rán á consumir sus bienes; per° no le quedarán ni.
agradecidos ni obligados, porque miran los dispen-
dios del rico como un deber, como una restitúcion
hecha á la sociedad, que á nombre de ésta reciben
los aduladores parásitos. El hombre vano y orgullo-
so no son amigos los que tiene, son lisonjeros men-
tirosos, dispuestos á volver la espalda tan pronto co-


TOMO 11. 21




462 -S -C I=GN INi..:.
mé 'lé faltetebs riquezas de que artícilses. (l).


Nós adt e.Éarnos de- .que los .grandes' y los ricos:
se vean abandónados de toda el' mundó'l .lego que
la fortuna los abandona á ellos ; pero mas sería
de admirar que sus pretendidos amigos obrasen,
de otro rz-odo.' El rico ostcntso' y '.pródigo lo es
por Su propia satisfaccion , : no con relacion
otros; á -su vanidad es á 'quien sacrifica su for.=
tuna -; porque le aplaudan y celebren derrama su
oro á manos llenas , y porque de este modo ejeh4
ce una especie de, dorrt2nio-'en 1iombres ; ¡abatidos é
infitmes es por- lo que `i s:i convida . :â. sus. ban
quetes y festines ; asÍqué- -éstas conirazon conside
rau satisfechas sus obligaciones âcia[.él , si le pa-°
gana su necedad con el humo de: sus inciensos.
Efectiva'n t'nte , 'éste mismo .hombre qué, °tiene.:la
locura de gastar en uti lo6nv:iite sumas que básta-
rían para sacar de la , ise'ria á: it a familia ente-
ra , es bien seguro queno tendría valor de hacer
un gasto mucho menor' , que fuese oculto é iguo-
rallo. Tambien lo es que este mismo ..hombre tan
jeneroso al parecer , y tan noble. iy franco con los
aduladores que le cercan , no- les =daría secretamen-
te en dinero el importe de su convite.


(1) Los viajeros dicen que bai Mahometanos que tienen
escrúpulo de comer cou los que se sospecha que han adqu i-
rido mal su fortuna. Un Califa de Bagdad se impuso á sí
mismo la ley de no couler ni vestirse sino del producto de
su trabajo.


CAP fT,UL<©: 163
en el fondos:.des.sú cora on necIprofesanamor e.4
gano ; >él ',sólo aspira iá la glorira. de _desbancará sus
rivales, y de conseguir el tilunfo de ellos á fuer-
za de dinero. Por otra parte , i como un. hombre
semejante . podría :gloari:arse_..de poseer<el corazon de
una mujer..,i que carece de sensibilidad con ,;e1 usa
continuo del_ deleite, y :-que está ;dispuesta sien,
pre á preferir al amante que mas la dé?.


Los gustos .comunmente ruinosos que los ricos
codician , raras veces son verdaderos y sinceros;
por lo:;emanan están-fundados en la vanidad, la
cual los: persuade que así '. serán ,tenidos: por honré
bres de Un gusto raro y exquisito , por hombres, né
comunes , por hombres mui opulentos y felices. Con
solo este fin un hombre rico , que en realidad ca-
rece de todo gustoreune á veces una .inmensa
coleccion de curiosidades...que ignora , de-libros
que:


jamás leerá,.. de. pinturas cuyos autores. y mé-
rito; 'desconoce. (1) Sinembargo es preciso convenir
en que el fastidio tiene comunmente tanta parte
como la vanidad en los gastos inútiles que deshay


(í) Asi vemos frecuentemente que Ios artistas de Iuxo,
los diamantistas , los- sastres, las modistas , los revendedo-
res de pinturas, etc. , son por lo comun unas jentes poco
delicadas en sus ganancias : acostumbrados á tratar con necios
y:..descabezados , ellos suelen ser unos picaros engafiado-
res. Por otra parte , con el- trato de los grandes y pode-
rosos adquieren el hábito de la fatuidad. ¡Estas son las jeu-
tes que el luxo hace prosperar á costa y con perjuicio de
los labradores y de los ciudadanos útiles! Jtínttense á éstos
las rameras, las actrices, las encubridoras,-,.las bailarinas y
toda clase de viciosos y bribones, y hé -sigui -el catálogo de
Tas personas interesantes que la corrupcio ,de las.


costumbres
hace prosperar y lucir ; las que absorveá las fortunas de tos
hombres mas opulentos ; y las que obtienen muchas veces las
recompensas del gobierno. iMendici , Mimar-, Balethrones, hoc
genes mas. Horac. lib. 1. Satyr 2. vers. 2.


1


.i.
Ni la benevolencia ni el deseo de hacer bien


son los verdaderos móviles de la ostentacion , ni
la causa de la ruina de los pródigos : una recon-
centrada' vanidad hacé'en ellos por lo comun las
veces de bondad, de afecto , de amistad y aun de
amor. Nada es mas frecuente que ver á un hom-
bre rico arruinarse por una prostituta , á la cual,




464 .1 CCCIŒN I V.'
cen y atrtu n te las, mayores• fortunas él és sin
duda el> -que hace pagkr Jrntai á caro -1o§: objetes que
alistante disgústan , ó giie alménos se 'miran como
•insípidos tan pronto corno se poseen ; al fastidio
de los ricos se deben las. próducciones. tan?diferen-
tes:, !tan variables , y algunas veces tan 'ridículas
d.e la moda ,: que hacen ,perdonables, al parecer
todos los` males• que el luxo •causa á lak naciones.


Mas los consuelos pasajeros que dá el luxo â
las .molestias y á la vanidad de .algunos ricos .ocio.=
sos ,. . no deben ciertamente justificar los inanime-,
rable


• males- que • causa á los pobres , ésto es-, ,.â
la parte mas numerosa de toda sociedad. El luxo
solamente es ventajoso á sus mismos artífices ; pero
en cambio es dañosísimo á la clase verdaderamen-
te. útil y laboriosa de los ciudadanos. Lo que â
un rico caprichoso le •cuesta una obra majistral de
pintura ó escultura , una soberbia tapicería ; la
talla y adorno de su palacio,.-un vestido bordado,
una joya relumbrante é inútil , bastaría á veces
para vivificar á muchas familias de honrados labra-
dores , mucho mas necesarios al Estado que no
tantôs artistas- 'qüe - sólo sirven -pata recrear vana:-
mente los sentidos. Enhorabuena que el hombre de
gusto admire las producciones sublimes de las artes,
y haga justicia á los diversos talentos que recrean
sus sentidos ; mas el verdadero sábio , siempre sea-
sible `á las necesidades y aflicciones del mayor nú-
mero , no podrá jamás preférir estas artes á las útiles
y necesarias á la sociedad , que darían la subsis-
Xencia •á millones de. infelices. Desmontar y hacer
fértil á una provincia para bien de sus habitantes,
secar pantanos y lagunas-para dar salubridad al aire,
cruzar canales que' 'faciliten los transportes y rie-
gos , son para un buen ciudadano objetos mas in-
teresantes que los mas suntuosos palacios adorna-
rlos con cuadros de Rafael ; y con estatuas -de


CAPITULO VIII. 165
Miguel Angel -enmedio de los mas deliciosos jar-
dines de Le Nautre.


Mas los ricos regularmente no están acostum-
brados á ocuparse en hacer el bien que podrian
al pueblo que desprecian ; ellos prefieren el hacerle
sentir el peso de su poder de un modo odioso y
aborrecible; y léjos de disminuir la envidia de los
pobres, hacen por irritarla con su conducta arro-
gante y tiránica. No parece sino que los hombres,
á quienes - la fortuna ha dado todos los medios de
hacerse amables , sólo se sirven de ellos para ha-
cerse. odiosos y aborrecibles. En vez de consolar y
socorrer la miseria del pobre , los ricos sólo pare-
ce que -existen en la tierra para aumentar esta mi-
seria : en vez de fertilizar los terrenos áridos y es-
tériles la opulencia y el poder se empeñan úni-
camente en destruirlos . y asolarlos. i Puede ser el
hombre felíz cuando no vé á su alrededor sino in-
felices y miserables ? g Las riquezas pueden tener
algo de lisonjero y alagfieño , cuando sólo acar-
rean el ódio y las maldiciones de los mismos de
quienes pudieran conciliarnos la buena voluntad?


CAPÍTULO I X.
Deberes de los pobres.


. ¡Con cuánta indignacion un corazón sensible
mira el luxo , al ver que endurece el alma de los
Príncipes, de los grandes , y de los ricos , forján-
doles necesidades infinitas y siempre insaciables , que
les impiden consolar y socorrer las miserias de los
pueblos , porque rio les dejan sobrante alguno para
hacerlo! z Con qué ojos verá una sana política la
aversion que el luxo inspira á los ricos ácia la vida
campestre que sus riquezas debieran reanimar ?
es forzoso que jima al ver esas campiñas que en




^^.


1,66 SECCION IV.
vez de:.ser ausiliadas con brazos que las cultivai,
se hallan despobladas por solo aumentar el número
inútil de los criados de la indolente opulencia ? En
fin, z todo hombre de bien no ha de llenarse de
dolor y .sentimiento al .ver que tantos sirvientes,
corrompidos con cl ejemplo de sus amos, comuni-
can á las últimas clases de la sociedad la corrup-
cion y los vicios que han adquirido en las ciudades?


En un Estado corrompido, las influencias del
luxe , funestas para los ricos de quienes-trastorna
el juicio , se dejan sentir de un modo mas cruel to-
davía á los pobres , y á los que sólo tienen una for-
tuna limitada : todos estos quieren imitar á lo lejos
los modales , los dispendios y el fausto de los opu.
lentos y grandes; cada cual se avergüenza de su po-
breza , y procura ocultarla con el adorno y com,
postura esterior: el pobre y el hombre de cortas
facultades , llevados del torrente, se ven precisados
á. seguir el tono pomposo que los ricos, los grandes,
y principalmente las mujeres, casi siempre frívolas y
vanas , dan á la sociedad. Así todo el mundo se
cree obligado á. excederse en gastos, só pena de-no
poder alternar con los que, en vez de ostentar su
opulencia é inhumanidad , debieran mas bien con-
solar y socorrer al menesteroso ; éste de consiguien-
te se vé en la precision de salir de su estado , pues-
que no le basta ser pobre para ser socorrido. De es-
te modo el infeliz y miserable que se encuentra en
la necesidad de recurrir á los grandes y poderosos;
se halla en el duro aprieto , para no verse ultraja-
do y despedido por lacayos insolentes , de hacer
gastos que no puede, siempre que ha de presentar-
se á sus protectores, porque temería incomodarlos
y ofenderlos , si en su esterior les manifestase su in-
fortunio ; y en fin , se arruina por no verse menos-
preciado y desatendido , sin llegar nunca á conse-
guir socorro alguno ,:cuando en esta esperanza ha


C. A P Í T .U.:L O I.X. 167
perdido lo poco que tenia.


Hé aquí como los ricos incapaces 'de hacerse fe-
lices á sí mismos , léjos de prestar consuelo alguno
6 de contribuir al bienéstar de los otros , les hacen
contraer sus mismas enfermedades ! La epidemia de
la Corte , entendiéndose á las ciudades , pronto tras-
ciende á las aldeas y á los campos , llevando consi-
go la semilla de todos los vicios, de todos los desór-
denes , y aun de todos los delitos. Así es como la
vanidad se propaga ; así el gusto de la ostentacion y
del ornato, fatal á la inocencia , se apodera -del co-
razoii del pueblo ; así la indolencia y la pereza
reemplazan el amor del trabajo ; así, en fin , las
buenas costumbres se pierden en el Ocio , y éste lle-
na la sociedad de ladrones , de forajidos, de malva-.
dos, de asesinos y de prostitutas , á quienes cl ter-
ror de las leyes no puede reprimir en modo alguno.
Un mal gobierno , que desanima al pobre y le en-
vilece con indignas preocupaciones, le obliga á que
se entregue al crímen, el cual no puede ser conte-
nido sino á costa de muchas víctimas. Esta severi-
dad sinembargo no corrijo á nadie: el que envilece
â los hombres , los incita á osarlo y á emprenderlo
todo ; el que los hace infelices y miserables, le qui-
ta á la muerte misma cuanto tiene de terrible para
ellos. Haced feliz al pobre , libradle de la opresion,
y le veréis como trabaja, como ama la vida, como
teme perderla , y vive contento con su suerte.


El despotismo ha multiplicado siempre los pere-
zosos y holgazanes. El ejemplo y la opresion de los
ricos y de los poderosos corrompen la inocencia del
póbre ; éste á causa de su miseria se vé precisado á
prestarse á los vicios de aquellos de quienes necesi-
ta para subsistir. Con el dinero el hombre corrom-
pido y disoluto facilmente consigue seducir á una
jóven , la cual se prestará á sus designios estimulada
del deseo del .luxô : con el dinero hará á sus mismos




168 SECCION IV.
padres cómplices de su deshonra : en fin ; el orA,
que, de todo triunfa , hace que el necesitado se pres-
te de continuo á los caprichos y delitos de los que
se valen de él.


Por otra parte el pobre, abrumado de la idea de
su propia debilidad y flaqueza , mira al hombre.opu-
-lento como una criatura de una especie diferente de
la suya, y esclusivamente feliz; asi le imita en cuan-
to puede; se -hace codicioso y vano como el rico;
desea por consiguiente enriquecerse á fin de gozar de
las preeminencias que juzga inseparables de las ri-
quezas , pareciéndole mejores los mas prontos medios,
sean cuales fueren (1). De este modo el pobre , dis-
gustado del trabajo , se hace á los principios vicioso,
y despues criminal, buscando en el robo y la rapiña
los medios de subsistir que le daría una honesta ocu-
pacion.


La codicia de un gobierno tiránico, las estor-
siones de tantos hombres que quieren hacerse ricos
de la noche á la mañana, y los funestos ejemplos de
los ricos libertinos pueblan las sociedades de un sin-
número de holgazanes , de vagamundos y de mal-
hechores incorrejibles á pesar de toda la severidad de
las leyes. El rigor de tantos impuestos , de tantas
cargas y de tanta servidumbre aburre y distrae al
labrador de un trabajo que se le hace insufrible; así es
que no trabaja cuando vé que todas sus penalidades
y sudores no le producen cosa alguna, ni le prestan
medios de subsistir, y mas quiere ser 6 mendigo ó
ladrar. , que cultivar una tierra ingrata que la tira--
nfa le obliga â detestar.


Nada manifiesta y acredita tanto la neglijencia


(() Nec plura venena
Miscuit, aut ferro grassatur sepius ullum
Humane mentis •vitium , quam Sceva cupido
l nmodici teneur. j uvenal Satyr. 14. vers. 175, et seq.


CAPÍTULO IX. 169
y la dureza de un gobierno como la mendicidad.
En un Estado bien constituido todo hombre sano y
robusto debe estar útilmente ocupado; aquel, cuya
suerte infeliz y miserable ó cuyas enfermedades le
impiden trabajar , tiene derecho á la humanidad de
sus semejantes (1), y debiera ser socorrido y cuida-
do de sus conciudadanos, sin que le fuese permitido
buscar su subsistencia por medio de una vida vaga-
munda, las mas veces viciosa y criminal. Por poco
que se reflexione se conocerá que esos suntuosos
hospitales que una piedad mal entendida erije enme
dio de las ciudades, no producen regularmente otro
efecto, á pesar de sus enormes dispendios, sino el de
aumentar las miserias y desgracias de los pobres , y
no el de su alivio y socorro. Una humanidad mas
reflexîva daría á los enfermos socorros mayores y
mas eficaces en sus propias casas, y economizaria
los enormes gastos de una ruinosa administracion.


Una compasion imprudente multiplica tambien
en el seno de las naciones una clase de infelices que
se llaman pobres vergonzantes : no bai un abuso ma-
yor que la beneficencia ejercitada con los pobres de
esta naturaleza, los cuales regularmente no son otra
cosa que unos holgazanes orgullosos. El pobre no
debe avergonzarse de su miseria , puestoque con ella
enternece los corazones sensibles , y merece los so-
corros seaalados por la sociedad. El hombre que ha
llegado á la indijencia , debe renunciar enteramente
á su antigua vanidad, y conformarse con su estado
humilde ; el infeliz no interesa ni compadece cuando
es orgulloso. En fin , en vez de entregarse á las preo-
cupaciones y quimeras de un perezoso orgullo, todo


(I) La honrosa pobreza, dice Helvecio, no tiene otro pas.
t.rimonio que los tesoros de la virtuosa opulencia.


De i 5
Esprit, Disc. 2. cap. 6. pag. 1. edic. en 4.Q


TOMO Ir. 22




170 SECCION IV.
hombre pobre y desdichado debe buscar en un tra-
bajo honesto el recurso contra su desgracia, cual-
quiera que haya sido su condicionó clase anterior.


La humanidad, la justicia y el interés jeneral de
la sociedad claman á una á los Soberanos que no re-
duzcan á la miseria y mendicidad á tantos ciudada-
nos;, y que ejerzan alguna compasion con los pue-
blos , cuyas tareas y felicidad perturban y trastornan
tan cruelmente , reduciéndolos á la desesperacion.
Léjos de la sana política esas máximas horribles, que
persuaden á muchos Príncipes que los pueblos deben
estar sumidos en la miseria , para ser gobernados con
mas facilidad. Lar opresion y la. violencia no harán
jamás sino viles y torpes esclavos; ó perversos, re-
sueltos y arrojados , que se burlarán de las leyes y de
los suplicios , con tal que puedan vengarse de las
continuas injusticias que sufren. A los Príncipes toca
de justicia el consolar eficazmente á los infelices. y
atraerlos á la virtud, que la Moral les predicará en-
vano , miéntras que los mismos gobiernos los obli-
guen al crimen.


Acostumbrado desde su infancia el hombre del
pueblo á trabajos penosos , no esta su desgracia en
que trabaje; lo está en que su trabajo es escesivo, y
no le suministra medios de subsistir. La pobreza , se
dice comunmente , es madre de la industria; pero
tambien es madre del deliro, sí sólo es recompensa-
da con crueles y gravosos impuestos. Entónces,
cambiandose en furor , es fatal y temible á la so-
ciedad.


Una sábia administracion debe hacer de modo
que el pobre esté ocupado ; debe por el bien de la
sociedad alentarle al trabajo , necesario á la con--
sluvacion de sus costumbres , á la propia subsis-
tencia y á su felicidad. No bai en politica una r ná-
xima mas falsa y peligrosa que la que ordena favo-
recer la ociosidad del pueblo. El verdadero orijen de


CAPÍTULO IX. 171
la corrúpcïon de los Romanos provenia evidente-
mente de la pereza á que arrastraban al pueblo las
distribuciones frecuentes de granos y los espectáculos
continuos que le daban los ambiciosos, que de este
modo procuraban captarse su ausilio y favor , cá
adormecerle en su esclavitud. Bajo los tiranos que
asolaron este Imperio, tan poderoso en lo antiguo,
el pueblo ya depravado se mostraba indiferente á las
crueldades que estos monstruos ejercian con los ciu-
dadanos mas ilustres: su deseo y su ansia eran pau


espectáculos. (1) Por esta causa el mismo Neron fué
un Príncipe adorado en vida, y sentido en muerte.


Una política ilustrada debiera procurar que cl
mayor número de los ciudadanos poseyesen alguna
propiedad territorial, aunque fuese corta; la propie-
dad fijando al hombre en su heredad, le hace amar
su país , estimarse á sí mismo , y temer la pérdida
de los bienes que disfruta. No bai patria para el des-
graciado que nada tiene. Mas en casi todos los paises


(1) Panem et circenses. Juvenal. Sátira 10. vers. 81. Plu.
tarco dice que Xerjes, queriendo castigar á los Babilonios
por una revolucion, les obligó á dejar las armas, y á dan-
zar , cantar y entregarse á todo jénero de disalucien..._.
"Nutna repartió las tierras entre los ciudadanos pobres pa-
,, raque , sacados de la miseria , se viesen libres de la ne-
,' cesidad de obrar mal, y paraque, dados á la vida cara-
» pestre , se suavizasen sus costumbres, y cultivasen su en-


tendimiento cultivando los campos." Plutarco Vida de N::tna.
Las turbulencias de Atenas, y las locuras y desórdenes que
echaron por tierra esta República, deben atribuirse á las
estravagancias y á la perversidad de los ciudadanos odiosos, y á
los pobres llamados Thétes , cuyo ánimo se habia corrotn-
pido con la holgazanería, con las adulaciones de los Ora-jdores y con los continuos espectáculos. Los Atenienses, eneneral , tenian injenio, destreza y gusto, mas poca ó nin-
guna virtud; por tamo cuidaban de oprimirla y castigarla
siempre que ofendia sus enfermizos y envidiosos ojos.


Véase la Economía de Xenofonte,




172 S ECCION V.
los ricos y potentados todo lo han invadido; ellos se
han apoderado de los campos para no cultivarlos, 6
cultivarlos poco y malamente; bosques sin término,
jardines dilatados , montes espesos y sin fin ocupan
terrenos , que bastarian para emplear todos los bra-
zos de cuantos ociosos y holgazanes llenan las ciu-
dades y los pueblos. Si los ricos renunciasen en fa-
vor de los pobres necesitados las posesiones super-
fluas que poseen , y de las que no sacan provecho
alguno, sus propias rentas se verian considerable-
mente aumentadas, la tierra sería mejor cultivada,
las cosechas fueran mas abundantes, y los pobres,
que tan incómodos y molestos son á la nacion, se
harian unos ciudadanos tan útiles y felices cuanto.
su estado lo permite. Gclon llevaba consigo los Si-
racusanos á los campos, á fin de estimularlos asi á la
agricultura.


No nos engañemos, la pobreza no escluye la fe-
licidad; (1) antes bien puede gozarla con mas segu-
ridad por medio de un trabajo moderado, que no
la opulencia perpetuamente entorpecida, 6 incesan-
temente ajitada con las necesidades continuas de su
loca vanidad. La pobreza ocupada tiene buenas cos-
tumbres; la pobreza teme disgustar y ofender; la
pobreza es compasiva ; el indijente es sensible á los
males de sus semejantes, porque se considera espues-
to á ellos: si el pobre carece de muchos deleites y
placeres , tampoco siente el tedio y el fastidio propios
del rico, que hastiado y sin fuerzas con nada se de-
leita, ni halla placeres algunos que le muevan. Los
deseos del pobre son limitados como sus necesidades;
contento con su subsistencia, no se afana por lo ve-


Ncque divitibus cortingunt gaudia solis
Nac vivit nalè , qui natus tnoriensque fefeilit.


Horat. Epist. XVII. lib. I. vers. 9. f p.


CAPÍTULO IX. 173
nidero; y como es poco lo que posee se encuentra
libre de los sobresaltos é inquietudes que turban de
continuo el reposo de la opulencia y de la grandeza,
que tan envidiables sinembargo suelen parecerle: en
fin , el que no recibe nada de la fortuna, nada pue-
de temer de ella. « La pobreza , dice Epicuro , es
«una cosa n:ui estimable , con tal que viva tran-
,,quila y contenta con su suerte : el hombre es
«rico luego que ha llegado á familiarizarse con la
«escaséz : no es pobre el que tiene poco, sino aquel
«que teniendo mucho, desea todavía tener ma.s...
g^2 Quieres ser rico? añade el mismo; pues no te afa-
«nes en aumentar tus bienes, sino en disminuir tu
»codicia." (1)


Del seno de la pobreza es de donde por lo co-
mun salen la ciencia, el injenio y los talentos. Ho-
mero, poeta inmortal de la Grecia, hizo inmortales
á muchos. héroes fumosos cuyos nombres , á no ser
por él , estarían sepultados en un eterno olvido. Vir-
jilio, Horacio , Erasmo , nacieron en la obscuridad.
A los grandes talentos de los hombres, gi.ie la nece-
sidad misma ha creado , son deudores de su gloria
los Reyes, los Conquistadores y los grandes Pnera-
les. Las sociedades deben sus mayores descubrimien-
tos al estudio y á las luces de los sábios , que por
lo comun han vivido en pobreza y miseria ; á tales
hombres, tan despreciados por los grandes orgullo-
sos y por los ricos soberbios, deben estos todos sus
bienes y placeres.


(i) El camino mas pronto de enriquecerse, segun Séneca,
es menospreciar las riquezas. Brevissima ad divitias, per con-
teinptuiu divitiaru;n , via est. Séneca , Epist. 88 _El mismo
dice eu ocra parie, Si ad natura,n vivir, nuwquanm cris pou-
per, si ad opiniones , nuniquarn cris dives.. Reprimiendo el lu-
xo, un Rey podrá de repente enriquecer toda su Corte y coa-
solar á todo sa pueblo.


(í)




174 SECCION IV.
z Con qué derecho los ricos y los grandes pueden


despreciar al pobre ? Por el contrario , éste debiera
hallar en ellos unos bienhechores y unos apoyos
contra la violencia y los • rigores de la suerte ; en
vez de ultrajarle con crueles desprecios , debieran
mirarle como un individuo interesante por su misma
miseria, necesario á su felicidad, y muchas veces su-
perior á ellos por sus respetables talentos. Reflexionen
los ricos y los grandes que la indijencia 6 la media-
nía gozan acaso en su cabaña de una felicidad pu-
ra y no conocida de los mortales , que habitan sun-
tuosos palacios erijidos por el crimen. (1) El indijenti
te , dominado de la envidia , debe convencerse de
que la inocencia ocupada es infinitamente mas feliz
y dichosa que no la grandeza y la opulencia, rara
vez capaces de limitar sus deseos.


El pobre, pues , debe consolarse y vivir resigna-
do con su humilde fortuna ; y siempre que trabaja
útilmente en obsequio del rico tiene derecho á su pie-
dad y beneficencia. Si él necesita de los ricos y de
los grandes , es mui justo que les muestre la sumi-
sion , la deferencia, los respetos y las consideracio-
nes que éstos •pueden exijir en cambio de su asisten-
cia y proteccion. El pobre debe esforzarse por gran-
jear su benevolencia valiéndose de medios honestos
y lejitimos, de la dulzura, de la paciencia y de las
demos virtudes necesarias á su clase; mas no con las
bajezas é infamias que el vicio tiránico y despótico
pretenda exîjir de él. Cuando en los grandes halle
unos protectores de su flaqueza, y en los ricos unos
consoladores de su miseria., debe el pobre pagarlos
con su agradecimiento ; pero jamás un débil temor 6


(1)
.. Licet


sub paupere tecto
Reges et regum Jitu precurrere amitos.


Horat. Epist. 1U. lib. J. vers. 32 et 33.


CAPÍTULO IX.


175
una indigna complacencia han de hacerle sacrificar
su honor y su conciencia. El honor del pobre , lo
mismo que el del ciudadano mas ilustre, consiste en
atenerse firmemente á la virtud..- La probidad , la
buena fé, la rectitud y la fidelidad en el cumplimien-
to de sus deberes , son prendas mas honrosas que la
opulencia ó la grandeza, cuando en estas no se en-
cuentran aquellas virtudes. i Hai cosa alguna mas
noble y respetable que la virtud , que persiste firme
y constante enmedio de la miseria , y que rehusa sa-
lir de ella con aquellos medios injustos, que los ri-
cos y los grandes , sin necesidades algunas uljentes,
no se avergti.enzan de emplear y seguir? La pobreza
noble y esforzada de un Arístides, 6 de ...un Curio
z no fué mas honrosa que la. opulencia de. un Craso
6 de un Trimalcion ?


Si la virtud es amable en cualquier estado que
se encuentre, mucho mas venerable es todavía y
mas interesante en la indijencia miserable. La probi-
dad se halla mas comunmente en la medianía con-
tenta con su suerte, que en la grandeza ambiciosa
y siempre inquieta; que en la opulencia siempre co-
diciosa; y que en la profunda miseria tan fácil al de-
lito 6 al mal.


Sería casi imposible entrar en el pormenor de los
deberes que la Moral impone á las diversas clases en
que estan distribuidas las naciones: asiqué se con-
tenta con hacer presente á todas ellas que la probi-
dad , la virtud y la integridad no sólo son necesa-
rias para ser cada uno respetable en su esfera , sino
que ademas pueden ser útiles á su fortuna. Un mer-
cader arreglado y de buena fé, que se ha granjeado
la reputacion de no engañas á nadie, será preferido
á todos sus concurrentes ; y las pequeñas ganancias
que hará , acompañadas de una conducta prudente
y económica, le producirán seguramente una rique-
za que no le darian el fraude y el engaño: el que




176 SECCION IV.
una vez ha sido evidentemente engañado, no se de-
ja engañar la segunda. El artesano racional, atento
y de buena conciencia es buscado con preferencia
al que su neglijencia, su disolucion y sus vicios ha-
cen bribon y falto de palabra.


La Moral es una misma para todos los hombres,
grandes G pequeños, nobles ô plebeyos, ricos ó po-
bres: Sus lecciones están al alcance del Monarca y
del labrador; á todos les son igualmente útiles y ne-
cesarias; y su práctica dá iguales derechos á la esti-
macion pública. Un Principe, cuyas injusticias ha-
cen infelices y miserables sus Estados, ¿es acaso mas
apreciable que el labrador que los vivifica con su la-
branza y sus cosechas? (1) Un ciudadano laborioso
¿ no es preferible á tantos grandes inútiles á la pa-
tria que la devoran? Un honrado comerciante y un
artesano industrioso ¿ merecen ser comparados con un
señor injusto que se niega á pagar lo que les debe?
En fin, el literato indijente y miserable que consa-
gra sus tareas y vijilias á la instruccion 6 al inocen-
te recreo de sus conciudadanos z no merece ser mas
querido y respetado, que no el imbecil opulento que
afecta despreciar los talentos? d .;s


El hombre pobre, que vive de su trabajo y de
su industria, no sea, pues, despreciado de esos hom-
bres altivos y soberbios que le tienen por de una es-
pecie diferente á la suya. El ciudadano obscuro no
jima; ni se avergiience de Su suerte, no se tenga por
desgraciado, no se menosprecie á sí mismo cuando
cumple honestamente con sus obligaciones en la so-


(f) Los antiguos deificaron á los inventores de la Agri-
cultura, Los Escitas. decian que el arado les habia venido del
cielo. Entre los Modernos , el labrador es .


un ente vil , esclui-
do de todo privlëjio, despreciado, ÿ de continuo maltratado
de los ricos y nobles, y por lo comuu destruido y aniquilado
por los Gobiernos.


CAPÍTULO. IX. 177
ciedad; ' Contento-con su estado, no envidie á. los
cortesanos inquietos, á los grandes atormentados de
deseos y perturbados de continuas ajitaciones, ni á
los ricos con nada satisfechos. La medianía, como
constituida en un buen medio , logra del movimien-
to equilibrado de este mundo, sin esperimentar sus
vaivenes,-..


El labrador, tan respetable en sí mismo como
despreciado de los insensatos á quienes alimenta,
viste y enriquece, dése la enhorabuena de ignorar
el sinuúmero de necesidades, de frtzslerias y de tor-
mentos que aflijen noche y dia; ,á.1ps ; favorecidos de la
fortuna. El morador de los'campos, en su pacifico ál-
bergue, conozca la felicidad de verse libre de los cui-
dados y pesadumbres que en las ciudades se intro-
ducen y asaltan á los cortesanos bajo sus artesona-
dos y relucientes techos. No envidie ni cambie su
.cama de paja; . en la que descansa tranquila y pro-
fundamente, por el lecho de .pluma, donde cl cri-
men ajitado de continuo envaro busca el sueño y
el descanso. Sepa apreciar la salud y el vigor que


.le prestan su frugal y sencilla comida, comparando
su robustez y;,sus fuerzas con la flaqueza y las en-
fermedades de esos desarreglados, cuyo apetito ya
no se irrita con los mas estimulantes manjares. (1)
Cuando, al ponerse el sol, entra en su morada y
halla dispuesta su simple comida de manos de su la-


-b.oriosa consorte, rodeándole sus amantes hi jos, que
-gozosos de su vuelta le festejan y acarician, ¿ no de-


preferirsu suerte á la de tantos ricos Fujitivos siem-
pre de su propia casa, donde sólo hallan por lo co-


(t) Virgilio ha pintado bien la felicidad del labrador en es-
tos versos:


Interea dulces pendent circum oscula nati;
Casta pudicitíann ser vat doinus : v.bera vacce
Lactea de;uittunt, ect. Virgil. Gcor. lib. 3. vers. 523.


TOMO II. 23




178 SECCION IV.
rnun mujeres insufribles é hijos desobediente? Apren-
da, pues, el labrador á vivir contenta con su .esta-
do; viva íntimamente persuadido de que el que ali-
menta y hace feliz á su patria, es mas dichoso, mas
libre y mas estimable que el grande envilecido, que
el guerrero feroz , que el cortesano servil, y que el
codicioso traficante, todos los cuales hambrean y
desolan la patria, sin lograr hacerse felices á si mis-
mos á pesar de todos los daños y males que causan
á sus conciudadanos.


No bai duda que la felicidad existe aun para a-
quellos hombres que la opulencia y la grandeza mi-
ran como la escoria de la naturaleza humana, á los
cuales por lo tanto se interesan mur poco en conso-
lar y socorrer. Para los pobres existe también una
Moral, mejor acojida en sus sencillas almas, que no
en los espíritus exaltados, "incapaces de ser conven-
cidos; 6 que en los corazones empedernidos, á los
cuales no bai cosa que pueda enternecer. Es mucho
mas fácil dar á conocer las ventajas de la equidad
al que su flaqueza espone -á la opresion, que no á
los Príncipes, á los nobles y á los ricos, que fun-
dan su fèlicîdad y su gloria en la facultad de opri-
mir. Mas. bien se consigue escitar afectos de huma-
nidad y compasion en el que sufre y padece con
frecuencia, que no en esos hombres á quienes su es-
tado parece que les preserva de las miserias de la
vida. En fin , cuesta mucho menos trabajo conte-
ner las pasiones tímidas del pobre, â quien sus mi-
serias no han conducido al crimen todavía, que no
las pasiones indómitas y furiosas de los tiranos, pa-
ra quienes á su parecer nada bai que temer sobre.
la tierra. La.felíz ignorancia en que el pobre vive
de mil objetos distintos que atormentan el corazon
del rico, lea exime de un sinnúmero de necesidades
y deseos; y acostumbrado á todo jénero de priva-
ciones, se abstiene de las cosas dañosas, de qué


CAPÍTULO I X. f79
otras :entes no pueden privarse sin dolor.


Por esta razon los Moralistas, que ordinariamen-
te sólo se proponen la instruccion de las clases mas
florecientes y elevadas de la sociedad, no debieran
desdeñar la de los hombres ménos favorecidos del
destino; proporcionando las lecciones de la Moral al
estado y á la capacidad del pobre, el sabio se ba-
ria merecedor de otra tanta gloria, y recojería ma-
yores frutos de éste modo, que anunciando solamen-
te á los poderosos de la tierra verdades ó infructuo-
sas ó desagradables para ellos. Mas al pueblo se le
mira por lo comun como á un vil rebaño, incapaz
de reflexionar y de instruirse, y al cual se le debe
mantener en el error y la ignorancia para mejor y
mas impunemente oprimirle.


CAPÍTULO X.
Deberes de los Sabios , de los Literatos , de los


Artistas.


En todo tiempo y en todos paises, los talentos
del alma han merecido á los que los poseian el aprecio
y la consideracion de sus conciudadanos, y han te-
nido entre ellos un lugar honroso y distinguido. En
el orijen de las naciones los hombres mas ilustrados,
los mas instruidos, los mas esperimentados adquirian
tanto crédito y tal ascendiente sobre los pueblos, que
estos recibieron con reconocimiento las leyes que les
dictaron, mirándolos corno oráculos y como á unos
séres sobrenaturales. Los Sacerdotes en el Egipto, los
Magos en la Persia, los Bracmanes en el Indostan,
los Caldeos en la Asiria, los Filósofos entre los Grie-
gos, fueron por sus luces unos personajes respetados
igualmente de los Soberanos y de los pueblos, á quie•
nes eran útiles por sus conocimientos, por su cien-
cia y por sus descubrimientos, fruto de sus traba-




180 • StCCION IV. '
jos y de st s mcditaeicrnes. La _historia los-'calificatte
inventores de la mitolojia, de la relijion, del 'culto
y de la lejislacion que se establecieron en la mayor
parte de las naciones del mundo. Los primeros sa-
bios fueron los primeros Soberanos. "Aquellos, dice
ci grande autor del Espíritu de las Leyes,. que ha-
bian inventado las artes , hecho la guerra en defen-
sa de los pueblos, reunido los hombres dispersos y er-
rantes, ó que les hablan adquirido y dado terrenos,
obtenían de ellos el Reino, y le transmitian 'à sus des-
eendientes. Ellos eran Redes, Sacerdotes yueces.


Asi la consideracion pública no fue estera ni
mezquina para con estos hombres divinos y raros:
los sac-crdotes , ademas del respeto público de que
gozaran, fueron ricamente dotados por la grati-
tud nacional ; y aún obtuvieron inmunidades, gra-
cias y privilejios•queles facilitaron el aplicarse tran-
quilamente á sus meditaciones , á sus cargos res-
petables, y a las investigaciones •útiles y provecho-
sas .para la sociedad. Por consecuencia , estos per-
sonajes reverenciados , y dados á la conternplacion
y á la esperiencia , pudieron hacer descubrimientos
útiles 6 curiosos, y los pueblos hubieron de tener-
los por entes de un órden superior , que tenian
trato co n el cielo. Las naciones debieron á estos
primeros sábios la Teología , la Astronomía , la Jeo-
metrí a , la ;Medicina , la Física , y un gran nti-
mero de artes útiles 6 agradables á la vida: Por in--
formes é imperfectas que fuesen las primeras nociones
de estos especuladores , ellas no obstante debieron
parecer sublimes â unos salvajes faltos de esperien--
cia ; y para hacerlas mas respetables aún , se las cu-
brió con cl velo de las alegorías, enigmas y mis-
ferias , los cuales , solamente entendidos de los Sa--
cerdotes, sirvieron para perpetuar el poder y as-


(1) Véase . L'. Esprit cíes Loir. , lib. L


CAPÍTULO : X. 181
tendiente de éstos sobre los pueblos.
. De esta manera , la ciencia , los talentos, la in-
dustria y el artificio elevaron á los sábios sobre los
demas hombres ; asi los Sacerdotes , que poseian
esclusivamente los conocimientos interesantes á las
naciones , fueron, mirados como sus guias y direc-
tores ; así eran tenidos por intérpretes de los Dio-
ses , y á su presencia se postraban los Príncipes y los
pueblos. Se -vé, pues, que la utilidad social ha sido
el orijen primitivo de la veneracion que los hom-
bres han mostrado en todos los siglos al sacerdo-
cio , como Cambien de los honores , de las rique-
zas y de los privilejios con que tan ampliamente
ha sido recompensado.
• Este es el verdadero orijen de las ciencias y de
las artes , que de siglo en siglo se han ido perfec-
cionando mas ó ménos , y que el transcurso del tiem-
po puede enriquecer aun con nuevos descubrimien-
tos. Los pueblos ignorantes fueron siempre curio-
sos , inquietos y supersticiosos ; embelesados con el
espetáculo de:.los astros , sus débiles ojos no des-
cubrieron en- ellos sirio objetos de admiracion : los
Sacerdotes observadores ostentaron el secreto de leer
en ellos sus destinos : esta curiosidad produjo la
Astronomía , la cual en los principios no finé sino
la astrología judiciaria , ciencia falaz y engañosa,
que los posteriores conocimientos han hecho jus-
Lamente despreciables á las personas sensatas. Para
el hombre inesperto todo es milagro ; por conse-
-cuencia la Medicina , la Física, la Química, la Bo-
tánica etc. en su cuna fueron ciencias mcíjieas, fun-
dadas en el supuesto trato de los Sacerdotes con
los Dioses. El gusto de lo maravilloso , hijo de la igno-
rancia , produjo despues la Poesía , la cual le adornó
con sus gracias, contribuyó mas que todo á inflamar
la imajinacion de los hombres ácia los objetos á los
qué quiso ofrecer su admiracion y respeto, y grabó,




182 SE CCION IV.
en fin, profundamente en los espíritus , las nociones,
los cuentos y las fábulas que se propuso inspirarles.


La Moral de los primeros maestros de los pue-
blos fue una ciencia tenebrosa ; por no conocer su-
ficientemente la naturaleza del hombre , y los mo
tivos mas poderosos y eficaces para escitar á la vir-
tud y separarle del vicio , se recurrió á motivos
sobrenaturales , y á ideas vagas de sus deberes ; en
vez de establecerlos sobre sus relaciones con los otros
hombres , los fundaron sobre sus relaciones con las
potencias ocultas , por quien se suponia goberna-
do el mundo, y cuya benevolencia ó cólera se
atraia. Ademas se inventaron para los pueblos prac-
ticas y ceremonias , que se consideraron capaces
de conmover favorablemente á estas potencias so-
brenaturales , ó de calmar sus venganzas.


No es de un mundo invisible y desconocido de
donde han de sacarse los deberes de la Moral uni-
versal del hombre, sino de las necesidades de su
naturaleza , y de su propio corazon. No es menes-
ter buscar en el favor ó en la cólera de estas po-
testades invisibles los motivos que muevan al hom-
bre á obrar el bien , ó que le desvien del mal , sino
en el afecto y el ódio de sus semejantes , presen-
tes siempre á sus ojos. Las ceremonias y los ritos
jentílicos no purifican el corazon del hombre ; lo que
suelen hacer solamente es adormecer su conciencia.


Mas á pesar de esto se creyó necesario y pre-
ciso gobernar y rejir á los pueblos groseros y sal-
vajes con la supersticion , 6 porque así se les quiso
engañar, ó porque se les miró como á incapes de obe-
decer á la razon. Por consecuencia, la ciencia de
las costumbres, y la política, entre los primeros
sábios ó sacerdotes , fueron apoyadas en las fábu-
las. Es de creer seguramente que las Mitolojías re-
lijiosas que se encuentran establecidas en los di-
ferentes paises de nuestro globo , no son otra cosa


CAPÍTULO X. 183
que la ciencia primitiva y grosera de la natura-
leza y de los hombres , adornada por la poesia,
consagrada por la relijion , y envuelta en miste-
rios , á fin de hacerla venerable á los ojos de los
pueblos , amantes siempre mas de lo maravilloso
que de principios simples y bien raciocinados. En
todos tiempos se ha procurado sorprender , sedu-
cir y ofuscar á los hombres para empeñarlos al cum-
plimiento de sus deberes. Una doctrina sencilla y
racional no se habia encontrado aún ; y como por
otra parte esta doctrina no hubiera sido conforme
á las miras políticas de los primeros preceptores de
las naciones , de aqui es que estos trataron á sus
discípulos como á unos niños , á quienes era me-
nester engafiar y persuadir con cuentos , con narra-
ciones maravillosas , y con prodijios. La claridad
y la sencillez son los últimos esfuerzos de la sabi-
duría , y solamente propias de los hombres en su
madurez. "Los hombres , dice Tácito , son siempre
»mas propensos á creer lo que no entienden ; y las
«cosas obscuras y misteriosas tienen mas atracti-


vo á sus ojos , que las que son claras y fáciles de
»comprender." Eurípides. habia dicho ántes que él,
que en las tinieblas hai una especie de majestad. Lu-
crecio decia tambien que las personas estúpidas sGla
•admiran las cosas que se esconden bajo términos mis-
teriosos (1).


Asiqué los primeros conocimientos dados á las
naciones salieron por lo comun de las nubes de la
impostura. Por una fatalidad ordinaria , los hom-
bres menos ignorantes que los otros engañan á estos
primero ,. para esclavizarlos despues. Sobre esta po-


(!) Oninia stolidi rnagis admirantur , amantque,
Inversis p.? sub verbis tatitanti cernunf.


Lucret. lib. i, vers. 64.1




184 SECCION IV.
lítica no sincera se fundó sin duda eI • espirito mis-
terioso de la antigüedad, espíritu que durante muchos
siglos fue corrompiendo los escritos de • los Filósofos
mas célebres , los cuales por su estado y profesion
hubieran debido ilustrar al jénero humano, mos-
trándole la verdad necesaria á su felicidad.


En fuerza de estos principios , los doctores y
maestros de las naciones hicieron que bajasen del cie-
lo sus preceptos y doctrina : Brama presentó á los
habitantes del Indostan unos dogmas, leyes y prác-
ticas que aseguró habia recibido del dueño y señor
invisible del mundo. Osiris , despues de recibir del
cielo el arte de la agricultura , se hizo Lejislador,
Soberano, y Dios tutelar del Egipto : Zoroastro , en
nombre de Oromáses , ordenó el culto , las costum-
bres y los deberes de los Persas. Segun estas mis-
mas ideas, Orféo instruyó á los Griegos , y fun-
dó los misterios de Eleusis; Numa dió sus leyes
á los Romanos ; : IYlaho;na á los Arabes &c...


Todos estos Lejisladores, hallando á los pueblos
groseros dominados de una fuerte pasion por lo
maravilloso , y de un grande respeto á los enigmas
y misterios , se aprovecharon astutamente de tan
favorables disposiciones para someterlos á su impe-
rio (1). Un lenguaje obscuro escita la curiosidad ; y
las nociones maravillosas admiran y agitan los es-


(i) El verdadero campo en que se dilata la impostura,
dice Montagne , son las cosas desconocidas , por cuanto en
primer lugar la misma enseñanza dá crédito y opinion , y
ademas , no estando sujetas á nuestros discursos ordinarios,
nos quitan los medios de combatirlas.» Lib. á. cap. 31. César
babil dicho antes que el , que por un vicio comun de la
naturaleza nosotros confiamos mas en las cosas invisibles,
ccultas y desconocidas, y que estas nos causan mas asom-
bro. ommsni fit vitio Mature , ut invisis , latitantibus ut—
que incognítis rebus mugis con;iciamus , veteen entiusque. ex-
eerre 41m r. De bello civili , lib. 2. sec. 4.


CAPÍTULO X. 1.85
píritus. Semejante al trueno , una ciencia rodeada
de : nubes hace respetables á los que se jactan de
poseerla ; pero si es útil y ventajosa para estos , es
inútil y dañosa á los progresos del entendimiento
humano , puesto que le divierte sin provecho , y
1è mantiene en una perpetua infancia. Ya se vé
que hablamos solamente de ,las ciencias naturales
y de los conocimientos que no esceden el alcance
de su comprehension. Darnos sus idet.3 en nombre de
la Divinidad , es , 6 hacernos perder todo el resor-
te del injenio de que ella nos dotára , ó compro-
meter los altos respetos que la' debemos , cuando
está en clara y manifiesta oposicion con las luces
y los dictados de la razon que dimanan de ella misma.


Del Egipto y la Fenicia fue , pues , de donde
evidentemente recibieron los Griegos su relijion , sus
primeras nociones sobre la Naturaleza y sobre la
Moral, y en una palabra su Filosofaa. Pitágoras,
como hemos dicho en otra parte , fue á buscar
su ciencia mística á las escuelas de los sacerdotes
Egipcios y de los sábios Caldeos. Platon . despues
de él , sacó del mismo manantial la doctrina ocul-
ta y sublime que difundió en su patria (1). La Gre,


(1) Platon sobrepujó en su estilo misterioso al de los sa-
cerdotes de Egipto : asi es que los reprende por haber hecha
un mal irreparable á las ciencias inventando la escritura. Sin-
embargo la escritura es el tí p ico medio de esparcir y conser-
var los couoehnientos humanos; los salvajes viven en una
continua infancia , porque los descubrimientos , las esperien-
cias y las reflexiones de sus antepasados , por falta de es-
critura , son siempre inútiles y perdidas para ellos. Cada
jeneracion , privada de los socorros de este arte , está obli-
gada á comenzar de nuevo con nuevos trabajos y dispendios.
Es menester hablar con claridad á los hombres para serles
útiles verdaderamente. El sabio misterioso y reservado no es
bueno sino para confundir y embrollar los entendimientos y
retardar sus progresos .por lo tanto un hombre semejante no


Nonio II. 24




186
SECCION IV;


cia poco á poco se llenó de filósofos y pensadores,
que se hicieron célebres y respetables con sus sis-
temas y descubrimientos , adoptados en seguida por
los Romanos : estos conquistadores los comunica-
ron á los pueblos sujetos :á su Imperio: y de mano
de estos , los modernos


• 'han recibido los conoci-
mientos que disfrutan, - y que deben perfeccionar,
simplificar , y hacer mas claros y nias útiles.


Tan respetables y honrosas, como hemos visto,
han sido siempte las ciencias y el inj. nio en




todos
los pueblos. Este ascendiente de la sabiduría se ha
observado en todos los paises de


• la tierra. Hace
muchos siglos que- Confaucio , por los preceptos mo
raies que se le atribuyen, gobierna todavía' la Chi-.
na; su memoria es allí siempre grata ; sus máximas
han sido igualmente respetadas en aquel Imperio co-
mo oráculos por los mismos Tártaros feroces , que
mas rie una vez le han sojuzgado; para obtener los
empleos y dignidades :es preciso haber estudiado
los libros de este sábio , á quien se le tributa cul-
to , y se le ha dado el sobrenombre de Rey de las
letras. Estos homenajes , . tributados por toda una
nacion á la memoria de este hombre célebre , prue-
ban alnienos que los Chinos , sinembargo de lo cor-
rompidos que están, se consideran obligados á mos-
trar esteriormente su veneracion á los talentos y á
la virtud, aun cuando ellos carezcan de estas do-


.tes. A pesar de su respeto á los escritos atribuidos


es bienhechor dei jénero humano. La verdad es la que dá w-
da su brillantez á las ciencias; el que menosprecia la verdad
y la pospone á la frivolidad, no es mas que un necio char-
latan. Un Griego , hablando de Pitágoras , -dijo : Pitágoras
el encantador , que quiere y busca la vanagloria y afecta
un lenguaje grave y misterioso para hacer caer los hombres
en sus redes...


Plutarco , vida de Numa


CAPÍTULO X. 187
á Confucio. los Chinos son miserables .viciosos,
porque viven bajo un gobierno despótico y bárbaro,
que pone obstáculos invencibles á los progresos de la
verdadera sabiduría , y hace que sean ini tiles las
lecciones de una Moral mas sensata (t).


Si durante algunos siglos la ciencia fue despre-
ciada en Europa, y estuvo como sumida en el ol-
vido, este estado de envilecimiento debe atribuirse
á la confusion y á lbs desórdenes que. produjeron las
revoluciones y las guerras continuas que ajitaron las
naciones." Entonces el entendimiento humano reca-
yó en su primitiva ignorancia; los estúpidos y furio-
sos guerreros no conocieron otro mérito que. el de
saber pelear ; los pueblos , totalmente privados de
luces y de razon , vejetaron en un funesto embru-
tecimiento, acompañado de todos los males que traen
consigo el error y las preocupaciones. Los hombres,
llenos de vicios y torpezas , se corrompieron en el
infortunio, porque les faltaron los socorros , los con-


(l) Nosotros observarémos de paso que la Moral de este
famoso sábio , tal y como nos la han transmitido algunos Mi-
sioneros de Europa , no puede darnos una idea alta y ven-
tajosa de los conocimientos de los Chinos. Las obras atri-
buidas á Confucio y á su discípulo Mentxio , no encierran nias
que máximas comunes y triviales, que en nningun modo pue-
den ser comparadas con las de los Gr egls y los Romanos; ade-
mas estos escritos , tan alabados por algunos modernos , fa-
vorecen el despotismo , es decir , el mas injusto de los Go-
biernos , là tiranía paternal , la cual confunden con una au-
toridad razonable , la poligamia , el poder tiránico sobre las
mujeres : en fin , ellos no tienen otro objeto que el de formar
esclavos. Se ve , pues, que este Sábio del Oriente, ó los que
han adoptado sus máximas, no han llegado á conocer las pri-
meras nociones de la verdadera Moral y del Derecho Natu-
ral. Estremece y horroriza cl pensar que la ley permita ca
la China á los padres espouer y abandonar á sus hijos , los
cuales se encuentran con frecuencia en las calles de Pekín re-
bentados por los carruajes ÓL devorados por las bestias.




488
SECCION IV.


suelos , los placeres y las comodidades que las cien-
cias y las artes ofrecen. Los feroces soldados no co-
nocieron de ningun modo las ventajas inestimables
que los talentos, el ingenio y la industria podían acar-
rear á la vida social. Las naciones estuvieron ciegas
y mal morijeradas , porque sola la razon , fruto de
la esperiencia ó de la sabiduría, puede hacer á los
hombres humanos y sociables.


En fin, las tinieblas de esta larga noche comen-
zaron• á disiparse; los Soberanos, amigos de las le-
tras, de las ciencias y de las artes , les alargaron una
manu benéfica y protectora ; el entendimiento hu-
mano, libre ya de su pesado letargo , recobró su ac-
tividad; los talentos fueron considerados, honrados
y recompensados; desde entonces escitaron en todas
las almas una viva fermentacion y una emulacion
dichosa; las costumbres se suavizaron ; la reflexion
sucedió á la impetuosidad y al atolondramiento; el.
estudio se hizo la ocupacion de muchos ciudadanos
inflamados del deseo de la reputacion , de la gloria,
y aun de la fortuna que ya lograban los talentos.
Las letras llegaron á ser por lo menos un agradable
recreo para muchas personas, que sin ellas vejeta-
rian en una fatigosa ociosidad.


Aristóteles decia que " los sábios tenian sobre los
',ignorantes las mismas ventajas que los. vivos sobre
»los muertos. Que la sabiduría es un adorno en la
«prosperidad , y un refujio en la adversidad.—La
,' sabiduría , segun Diójenes , sirve de freno á la ju-
ssventud, de consuelo á los viejos, de riqueza á los
,,pobres, y de ornato á los ricos.—Las ciencias y
»Ias letras , dice Ciceron (1), son el alimento de la
»juventud, y el recreo de la vejez; ellas nos dan es-
ssplendor en la prosperidad, y son un recurso y un


(1) Cicero,:Oral. pro Ar


cüia Poeta , cap. 7. §. 16.


CAPÍTULO X. 189
',consuelo en la desgracia: ellas forman las delicias
»del Gabinete, sin causar en parte alguna ningun
,,estorbo ni embarazo ; por la noche nos aconi-
,,pañan, y nos siguen en los campos, en los via-
,,jes &c.57


Este es cl juicio que formaba de la sabiduría un
hombre de Estado, al cual le fué confiado el go-
bierno del mas poderoso Imperio del mundo: esto de-
biera causar rubor y vergüenza á tantos Grandes y;
Nobles que afectan despreciar á la sabiduría , que la
miran como inútil y peligrosa , y que se vanaglorian
al parecer de una ignorancia, que fué siempre el
manantial del error y del vicio. La sabiduría sólo
puede desagradar á los impostores y á los tiranos (1).




g Habrá sido acaso por merecer los votos de se-
nicjantes hombres, por lo que algunos literatos han
empleado sus talentos y sus luces en declamar con-
tra la utilidad de las ciencias ? Pero exáminemos en
pocas palabras las razones en que un célebre detrac-
tor de las letras funda sus imputaciones contra ellas.
Las ciencias, segun M. Rousseau de Ginebra, son
defectuosas en su oríjen , en su objeto y en sus efectos.
En su oríjen, puesto que la Astronomía nació de la
supersticion, la Elocuencia de la ambicion, del odio,
de la adulacion y de la mentira; la Geometría de la


(1) Caligula quiso destruir las obras de Hornero. Un Em-
perador de la China hizo quemar todos los libros de sus Esta-
dos. Los malos Príncipes se han declarado siempre enemigos
de la sabiduría. Valcutiniano y Licinio la llamaban veneno, y
peste de un Imperio. El impostor Mahonia proscribió astuta-
mente toda ciencia, tcmereso de que ella destruyese sus impos-
turas. El Gran Turco , dice la Boëte , está bien convencido
que los libros y la doctrina dán mas que ninguna otra cosa á
los hombres la proporcion de reconocer y odiar la tiranía.
Véase su Discurso Sur la servitude volontaire , impreso á con-
tinuacion de los Ensayos de Montagne de la Edicion publica-
da por Coste.




i


190 SECCION IV.
avaricia; la Fisica de una vana curiosidad; y todas,
hasta la Moral misma, del orgullo de los hombres.


En su objeto , porque no hai historia sin tiranos,
sin guerras, sin conspiradores; no hai artes sin lua°ô;
no hai ciencias sin el olvido de los deberes mas indis-
pensables. ¡ Qué de peligros, qué de errores y estra-
víos no encuentran en la carrera de las ciencias los
qué buscan sinceramente la verdad! Su mismo criterio
es tambien incierto.


En sus efectos, las ciencias son hijas y madres
de la ociosidad; son inu tiles á la felicidad; inventan
y proponen mil paradojas que dan por pie rí los ,fien-
dameraio.s de la f , y destruyen luz virtud. Ellas solo-
can el sentimiento de nuestra libertad orijinal , é in-
troducen una falsa y engaiiosa Política, que aniqui-
lando la confianza y la amistad, abre la puerta á mil
vicios; ellas producen el luxô y el loco deseo de dis-
tinguirse , de donde nacen la depravacion de las cos-
tumbres, la corrupcion del gusto y la molicie (1).


Para responder una á una á todas estas acusa-
çiones tan graves, nosotros dirémos que la Astrono-
mía nació de un racional deseo de conocer los mo-
vimientos de los cuerpos celestes, de cu yo conoci-
miento necesitaban los hombres para ordenar los tra-
bajos precisos á la vida, como la Agricultura y la.


•Navegacion; y que si la Astronomía nació cierta-
mente de la supersticion, esta no es una ciencia real
ni apreciable. La Elocuencia nació de la necesidad
de escitar y mover las pasiones y los intereses de los
hombres , para determinarlos por este medio á cosas
útiles, ó persuadirlos la verdad, tan indispensable á
su bienéstar: si algunos impostores han ahusado de


(l) Véase el Discurso de M. Rousseau , pre,niado por la
Academia de Dijon , sobre esta cuestion : Si el res•t:abiecimiento
de las Ciencias y de las Artes contribuye ú correjir y purificar
das costumbres.


CAPÍTULO X. 191
ella para seducir y engañar, esto solamente prueba
que las cosas mas útiles se convierten en las mas da-
ñosas por el abuso que se hace de ellas. La Física es
efecto de una curiosidad laudable, que conduce al
hombre á buscar en la naturaleza lo que puede con-
tribuir á su propia felicidad; conocimiento sin el cual
no podria conservarse , ni vivir. La jeonletria no es
fruto de la avaricia, sino de la necesidad de distin-
guir y poner límites á las posesiones de los hombres,
sin cuya distiucion todo sería desórden y confusion.
La Moral no es obra del orgullo, sino de la necesi-
dad indispensable de saber como deben comportarse
los hombres reunidos en sociedad.


La historia nos enseña hechos útiles á nuestra
instruccion; y nos muestra tiranos, guerras, revolu-
ciones, conspiraciones y tumultos populares para ins-
pirarnos horror, y estimularnos á buscar los medios
de preservarnos de los males que tan frecuentemen-
te han aflijido al jénero humano. Las artes, es ver-
dad, florecen en el seno del luxo; mas -aquellas ar-
tes que no tienen por objeto una real y verdadera
ulilidad, no deben confundirse con las otras, sin las
cuales la sociedad no podria subsistir. La sabiduría
no produce el olvido de nuestros deberes; por el con-
trario , la verdadera sabiduría nos conduce . â ellos;
ella nos hace cumplir un deber, en el hecho mismo
que nos constituye utiles á nuestros semejantes con
las verdades ó las esperiencias que nos facilita co-
municarles. No se pueden imputar como un crimen
á las ciencias los peligros á que se . arriesgan los que
indagan la verdad; este es un crimen de la perver-
sidad de los que hacen que la verdad sea dañosa á
los que la predican, ó de los que se esfuerzan en
privar de ella al jéuero humano. Los errores y es-
travios que SC encuentran en la carrera de las cien-
cias., no prueban en manera alguna . que las ciencias
tnismas son malas ó falsas; prueban sí que los hom-




192 SECCION IV.
bres están sujetos á extraviarse á veces por largo
tiempo hasta encontrar la verdad, y á engañarse
siempre que no parten de esperiencias seguras: estos
falsos caminos ó estravíos hacen ver al sabio que de-
be desconfiar de sí mismo, y que á fuerza de cai-
das es como se aprende á caminar. El criterio de
la 'verdad es cierto, cuando se emplea en objetos
que pueden someterse á la esperiencia, dejando á un
lado todos los que sólo tienen por base á la ima-
jin a cion.


Las ciencias verdaderamente útiles no son ma-
dres ni hijas de la ociosidad; son hijas de las verda-
deras necesidades del homb re , que le llevan en bus-
ca de lo que puede contribuir á su conservacion, y
hacer su exîstencia feliz y agradable; ni son inútiles
á la felicidad sino cuando se ocupan en vagas espe-
culaciones , y en objetos inaccesibles á la razon y
á la esperiencia. Las paradojas que destruyen la vir-
tud , son efecto del delirio , y tan malamente se Ila-
rnarian éstas ciencias, corno la embriaguez ó la lo-
cura. Las ciencias no sofocan ni ahogan el senti-
miento de nuestra libertad; todo al contrario, la
verdadera sabiduría nos conduce á ella, y nos hace
amarla y desearla en vista de las desgracias é in-
felicidades que acompañan siempre á la esclavitud.
Las ciencias suponen reflexîon , y la reflexîon nos
hace civiles é ilustrados, porque nos hace sociables,
instruyéndonos en las atenciones y respetos á que
están unos con otros obligados los hombres. La ur-
banidad en el trato de ningun modo excluye la
sincera amistad y la confianza , que principalmente
debe establecer la ciencia de las costumbres. Las
ciencias no habren la puerta á mil vicios ( 1 ) ;


(t) Epicuro decia al contrario, que cela"Filosofía es el ori-
» jen y manantial, de todas las virtudes que tics cnsei"ian que


CAPÍTULO X. i93
ocupando al hombre de una manera útil 6 agradable,
ellas le separan y distraen de mil desórdenes , que
son los recursos ordinarios de la ignorancia y la pe-
reza. Las ciencias no producen el luxô; antes bien le
deprimen y condenan; ellas exôrtan á los hombres
á preservarse de él; ellas impiden á los estudiosos el
que piensen en las vanidades de que se ven atormen-
tados perpetuamente los ociosos y los ignorantes. El
deseo de distinguirse no es un loco deseo, sino mui
natural y mui laudable, cuando el hombre logra dis-
tinguirse por medio de una conducta honesta y vir-
tuosa, y unos talentos ventajosos al público: un lo-
co deseo de distinguirse lo és, si, ciertamente el as-
pirar á ser tenido y reputado por hombre célebre
impugnando y combatiendo las nociones mas eviden-
tes y racionales , las cuales nos hacen ver que la
ignorancia es un vial, y que la sabiduría es un bien
mui apreciable, bajo cualquier aspecto que sea con-
siderada.


Toda ciencia, como hemos dicho al principio, es
un resultado de la esperiencia y de los hechos; las
esperiencias mal hechas constituyen la falsa ciencia
6 el error , cuyas consecuencias son tan funestas pa-
ra el hombre. Las esperiencias constantes, reitera-


» la vida es desagradable, si la prudencia , la honestidad y la
9) justicia no dirijen todas nuestras acciones; mas siguiendo
97 constantemente el camino que nos indican, nuestros dias se


pasan con cierta satisfaccion, de la que es inseparable la fe-
licidad; porque estas virtudes y su práctica constituyen una


,, vida llena de tranquilidad y de placer." Horum ateten o7i2ni nn9
initium, tnaximumnque bonum prudentia est. uocirca ex philo-
sophie bonis prudentia antecellit , ex qua reliquce virtutes omues
oriuntur: docentes quod jucunde vivere possit nemo, nisi pruden-
tes et honeste justeque vivat ; nec contra prudenter et honestè
justèque, quin et vivat jucundè. Virtutes enrm jucunde vite con-
jucte sunt; jucundaque vira separari a virtutibus nequit.


Diog. Laert. De vit. et dogmat. Philosopli. lib. iO, sec. 132.
TOMO II. 25




194


SECCION IV.'
das y hechas con reflexîon producen la verdadera
ciencia , y nos dan á conocer la verdad, siempre
títil y necesaria á los hombres. Pretender que la cien-
cia es inútil , es lo mismo que decir que los hom-
bres , para conducirse en este mundo , no necesi-
tan ni de la esperiencia , ni de la razon, ni de la
verdad ; esto no es reducir al hombre al estado sal-
vaje 6 al abstracto de la naturaleza , sino hacerle
inferior á las bestias, las cuales tienen un cierto gra-
do de esperiencia, de razon, de ciencia y de ver-
dad , las suficientes para conservarse y satisfacer sus
necesidades. Las necesidades del hombre, como que
són mayores y mas multiplicadas que las de los bru-
tos, requieren mayores esperiencias, conocimientos
mas estensos, y un mayor número de verdades, sin
las cuales sería mas desgraciado que las bestias. El
hombre ignorante y estúpido carece de los recursos,
que lo que se llama instinto concede á los castóres.


El medio de que un hombre sea superior â los
otros está en que cultive mas que ellos su razon , y
adquiera otros conocimientos mas profundos y vas-
tos. ¿Qué prodijiosa diferencia no establecen la cien-
cia y el injenio entre unos y otros hombres ? Los
pueblos mas ilustrados son los mas florecientes. La
Europa dá la ley á las demas partes del mundo por
la superioridad de fuerzas que la comunica la sabi-
duría; entre las naciones que comprende, las mas
poderosas , las nias activas , las mas industriosas
son aquellas que poseen mayores conocimientos. Un
pais sumerjido en la ignorancia es un reino de tinie-
blas , cuyos habitantes están en un profundo letargo.


El hombre nace en socidad y contiinia viviendo
en ella , porque la sociedad le es agradable y nece-
saria ; el hombre no ha sido destinado en manera
alguna por su naturaleza para vivir en los bosques,
privado de los socorros de sus semejantes : la vida
social le formale modifica , le labra y le cultiva,,


CAP ULO X. 195
porque disfruta en ella de sus propias esperiencias y
de las de los demas ; sus esperiencias desenvuelven
su razon , y le enserian â distinguir el bien del mal.
Declamar contra la razon humana y la sabiduría
es afirmar que el hombre no ha menester absoluta-
mente distinguir lo que puede conservarle de lo que
puede destruirle, lo que le es agradable de lo que
le es perjudicial y molesto. El hombre natural , fa-
bricado por .e1 sofista elocuente á quien refutamos,
sería tina desgraciada criatura sin recursos algunos
contra los males que le amenazan á cada paso. ;Y es
en la ignorancia y la estupidez donde han de bus-
carse los remedios contra la corrupcion que produ-
cen-de continuo la inesperiencia y el delirio (1) !


Una insensata tradicion persuade á casi todos los
pueblos , que sus groseros antepasados han debido
gozar en aquellos tiempos de uña felicidad descono-
cida de sus descendientes. De aquí la fábula de la
edad de oro , que se refiere siempre al oríjen y naci-
miento de las naciones , esto es , á una época en la
cual los hombres , privados de todo conocimiento y
recurso , é ignorando hasta la. agricultura , vivian
como las bestias , y se alimentaban con raices y be-
llotas. Es bien dificil de creer que estos hombres,
tan faltos de medios para satisfacer sus necesidades
naturales , fuesen 6 mas sabios ó mas felices que
nosotros ; porque si desconocian el luxô , tambien
carecian de todo ; si no tenian pleitos ni tribunales,
lidiaban y se mataban de continuo por cosas de po-
quísima monta.


(1) Dacier (en su comparacion entre Pirro y Mario) dice
con razon : "las Musas no son aborrecidas impunemente: Ma-
9) rio fué como las tierras fuertes que , estando ociosas y sin
eycultivo, producen mas yerbas malas que buenas." Véase su
traduccion de las vidas de los Varones ilustres de Plutarco, tea
mo 4 , pag. lO 5 , edic. de Amst. de 1734.




196 SECCION IV.
La ignorancia de lo mejor., segun el dictámen de


un antiguo , es la causa de todos los errores y defec-
tos. La vida social , ilustrando al hombre , le facili-
ta toda especie de socorros , y le descubre los mo-
tivos que le empeñan á reprimir sus pasiones; cuan-
to mayores conocimientos adquiere, tanto nias co-
noce sus verdaderos intereses , siempre enlazados
con los de sus semejantes; él no es perverso y mal-
vado sino porque ignora 6 ha perdido de vista el
modo de conducirse con sus asociados. Los Prínci-
pes , los grandes y los ricos , si hacen tanto mal so-
bre la tierra, es porque son ignorantes. Algunas na-
ciones son infelices y viciosas, no porque sean mui
sabias , sino porque los que debieran hacerlas pru-
.dentes y juiciosas , no quieren ilustrarlas por sus fi-
nes particulares.


Montagne, conforme en esto con los detractores
de la sabiduría , dice , que es menester embrutecernos
para enseñarnos; y deslumbrarnos para dirijirnos (1).
Este autor nos hace observar en la antigua Roma
la mas grande ignorancia y las nias altas virtudes:


mas- cuales podian ser las virtudes de un pueblo in-
justo y bárbaro , cuyas crueles manos continuamen-
te se bañaban en sangre ? ¡ de un pueblo que , bajo
el pretesto de • amor á la patria, se entregaba impu-
nemente á toda clase de delitos ! La moderacion de
un Curio , la continencia de un Escipion , y algu-
nas otras -virtudes particulares z pueden contrapesar
los horrores con que una República de bandidos afli-
jió al universo , y los delitos que en seguida causa-
ron su misma destruccion ? Se nos dirá que Roma
cuando nias ilustrada fue mas perversa ; nias á esto
responderémos que las débiles armas de la Filosofia
Romana no pudieron nunca reprimir con buen éxi-


(I) Essais , lib. 2 , cap. i2, pas. 268.


CAPfTeLÔ X. 197
to los vicios introducidos - por el luxó , ni' ahuyen-
tar la sombría ferocidad que siempre caracterizó al
pueblo Romanci : 'esta Filosofia , siempre feroz y re-
pugnante , era incapaz > dë' inspirarle otràs` CeitnI
bres mas suaves , .nïayó m e-i te bajo el . Imperio• de
los tiranos que acabat r:dë destruirlo , todo (1).


No es, pues,- de1'a igriórancia 6 de la disol"ucion
de la humana sociedad dedonde debemos esperar la
felicidad de los pueblos si o, por "ei contrario, del
acrecentamiento de sus luces , de su razon atas ctil.
tivada, de su esperiencia y de su sabiduría podemos
prometernos la perfeceidñ de la vida social, y la re-
forma de tantas instituciones dañosas-,>'de tan insen-
satos usos y costumbres , ide las p'ï ocupaciones fue- -
tiles, y de las locas y necias vanidades -qué tinto se
oponen 'á la felicidad-de los hombres. Esta suspirada
reforma soló puede sér obra del tiempo, el cuarpoco
á poco cura á los hombres las locuras de su infancia,
conduciéndolos á la rnad reí; l'os téitérados esfuer-
zos del' enteridirilientb l gMrán ir repriniiendo los et
rores y disipando 'las nubes que han impedido has-
taquí á los Soberanos y á los pueblos prestar una se-
ria atencion á los objetos que mas los intcreean.


Algunos pensadores amilanados y melancólicos
nos dirán quizá que es envano prometerse ilustrar á
todo un pueblo, y que la Filosofia 'y lbs ,ptincipids
de la Moral no están al alcance del vulgo. A esto
-rémos que para hacer á una nacion racional; no es


(i) Es evidente que la Filosofia entusiasta y fanática de
los Estoicos era la mejor y la iña's • eonvéniiente á hombres que
vivian bajo los Tiberios , los Nerones , 1os,. Douticianos etc.
Allí era necesario aprender á pasarse sin nada ;y_ sufrirlo to-
do (obstine et sustine). Era menester, á fuerza de imajinacion,
contrastar y resistir á los peligros que â todos rodeaban. Era
preciso separarse de los otros y recogerse dentro de sí mismo,
Tal es la Filosofia que conviene bajo todo ntal Gobierno.




198


SECCION IV.
necesario que todos los . ;ci udada nos sean sábios ..p pro-
fundos filósofos; basta que sea gobernada por hom-
bres de bien. Los pueblos , segun Platon, serán felices
cuando sean gobernados,-por hombres prudentes y jui-
ciosos. Todas las ciencias,són..superiores â la capaci-
dad del vulgo; más sinet bargo.le sor tilos, y los
hombres mas groseros hacen diariamente uso de los
principios y de; las 'reglas,,- cuyo descubrimiento es
debido â los mas grandes ,esfuerzos del injenio. De-
mçícrito fué, segun dicen inventor de la bóveda,
y sinembargo vemas todos los dias bóvedas construi-
das segun reglas por simples peones de albañil. Para
inventar y discurrir se necesita injenio; mas para apro-
vecharse .de •.os mas dificiles descubrimientos basta
sólo -el sentido comun. Los principios de, la sabi-
duría j son penosos de ; descubrir; pero . todo gobier-
no bien intencionado puede hacer de ellos las mas
útiles aplicaciones.


La sabiduría no es inútil a ,vulgo : los sábios, los
literatos, los doctos, pueden ser considerados como
unos ciudadanos que recojeti y abastecen de ideas á
los otros; que facilitan los trabajos; que combaten
contra el error. El injenio mas asombroso puede, cier-
tamente, errar y estraviarse; mas á los conocimien-
tos reunidos de todos los hombres que meditan , per-
,tenece el apreciar, correjir, y perfeccionar las ideas
.que cada uno ofrece al público. Las verdades mas in-
,teresantes á lá felicidad jeneral son dificiles de encon-
trar, 3' no pueden ser sino el fruto tardío de las in-
vestigac'iories" d ros .hômbres. Tódo escritor público
debe sef,.claro.,,:sincero y veráz; al público justo, im-
parcial: éT ilustrado, corresponde juzgar sus ideas: los
autores frívolos y necios confunden por lo comun un
vano aplauso con la gloria, y sólo consiguen la apro-
bacioride los que se les asemejan. A los hombres que
piensan,' . à. las personas justas, racionales y virtuo-
sas son á las que un verdadero autor reconoce por


CAPÍTULO X. f99
jueces ómpetefttes. La Filosofa ; dice Cicerón, sello
admite' itn corto • número • de jueces, y reusa como sos-
pechosos los juicios de la • multitud'át-quien- s preciso
que disguste (i).


Un Filósofo-debe escribir -para los hombres doto-7
dos tiempos y de todas naciones: el que sólo escribe
para lograr los votos pasajeros del público, el favor
de los grandes y los aplausos de los'éontemporáneos,
se hace por lo regular esclavo'- de las opiniones rei:-
nantes , y á ellas sacrifica débilmente su--razon , sus
conocimientos y el interés del jénero gumano. Es me-
nester denuedo, dice Eveno, para buscar la sabiduría;
y para anunciarla á los hombres es necesario t'en`er
nobleza, valor y un carácter fi-àcó: • La verdádi^
la que hace durables las producciotíes del entendimien-
to; para complacer y agrada.r,á todos los siglos se re-
quiere un alma esenta de _preocupaciones, cuya -do-
minacion es variable y poco duradera. Aristóteles'di-
ce que la mas necesaria de todas las ciencias r es •la de
olvidar lo malo que •una vez se aprendió. En una pa-
labra, para ilustrar á los hombres se necesita un -al-
ma fuerte y un corazon recto y penetrado del' xmdt
de la humanidad; son necesarias é indispensables 1i'=
bertad y virtud.


Ninguno, dice un antiguo, vé lo que-tú sabes, aras
todos pueden ver lo que haces. De aquí es que el liteÿ
rato debe regular sus costumbres antes de dar pre-
ceptos á los otros (2). El sabio, cuyas costumbres son


(1) Philosophia paucis est contenta pudicibus , multitudinem
consulto ipsa fugiens , eique ipsi et suspecta et.invisa.


Tusculan. 2. cap. 1.
(2) Véanse en los caracteriscos de Milord Shaftsbury , dos


tratados , el Soliloquio y el Aviso á un Autor , que solo tienen
por objeto formar el espíritu de los que quieran escribir. Dió-
jenes comparaba los sábios sin costumbres á los instrumentos
de música, que no oyen ni entienden ellos mismos los aires ô
canciones sue se tocan con ellos.




200 SiE C C I O N I V,_;
desarreglada , es •coniparadó mui bien un ciego,.que
tiene en su mano unaigrande. hacha con la que aluni-


d
bra_ á otros, sin ver .. él • cosa alguna : sábio y justo


ebieran ser siempre sinonómos. z Puede uno, en rea-
lidad, glodarse d0 ser•merdaderamente sábio, cuando
ignora los .deberes que - nos;)igan con los dernas liom-
bJ es? La ciencia, dice Thales, es tan daiíosa para los
que . , vio saben • aprovecharse de ella , como útil á los
otros. No basta.conocer sus deberes, si con las ac-
ciones nase acredita.e.ste conocimiento. Pocas perso-
nvas pueden juzga. de los talentos del alma, mas to-
do el mundo puede juzgar de la conducta. El sábio
en sus escritos-debe proponerse la gloria que produ-
cen las verdades--útiles que ofrece á sus conciudada-
nos; mas no es:bastante;el.instrúirlos, sino que ade-
mas es necesario,,i-racerles--amables los preceptos con
el ejemplo,,para de este modo hacer mas poderosas
y convincentes las, instrucciones que se les dieren.


El honor es. un movil necesario á los literatos.
Las .Mesas , dice- Hesiodo , son hijas de yupiter ;
ellas;,, mes,. no deben olvidar jamás la nobleza de
su, :origen. (1) Asiqué el literato debe respetarse á si
mismo en sus competidores. Nada es mas vil ni des-
preciable para las letras que esas contiendas deshon-
rosas, que esos mortales y envenenados ódios , que
esa: envidia baja y mordaz que con tanta frecuencia
vemos reinar entre los que las - cultivan. ¿Acaso no
tiene la gloria-:premios y galardones para todos sus
adoradores? La envidió ¡no es una pública.. confesion
de flaqueza é inferioridad? Enbuenhora que los sá-


'(f) • Este Poeta dice que Mneu,a ó Mnen3osina , Diosa de la
memoria,, que reina en lus alturas de Eleuteria , es decir, cuyo
imperio es noble-y:libre, tuvo de Júpiter a las nueves Musas.
En esto se : di á,entender. que las ciencias y las artes sólo pue-
den nacer y . prosperar en ttn pais libre. Teogonia, vers. 5Z. y.
siguientes.


CAPÍTULO X. 201
bios se émulen entre sí; pero no sean jamás envidio-
sos ni mordaces (1) : reflexionen sobre todo, que es
degradarse salir á la palestra para recrear con sus
mordaces sátiras é invectivas á un vulgo siempre dis-
puesto á deprimir á los hombres, cuya superioridad
teme.


Nada perjudica tanto á las letras y á las ciencias
corno la arrogancia y el tono insultante y desprecia-
dor que toman á veces los que las profesan. La re-
flexion debe enseñarles que el desprecio y el orgullo
son insoportables, y bastan por sí solos á destruir y
aniquilar los afectos de gratitud y benevolencia que
pueden escitar los grandes talentos.


El hombre verdaderamente ilustrado es justo , y
da á cada uno lo que es suyo; muestra á la digni-
dad, al nacimiento y al poder los respetos y deferen-
cias que la sociedad los tributa; honra á los grandes
sin bajeza; se granjea su aprecio y estimacion por
medio de una conducta prudente y juiciosa ; no ha-
ce sentir á nadie su superioridad; y en fin, es indul
jente con el ignorante y con el debil. La intoleran-
cia y el orgullo son molestos é insufribles. Procurar
hacerse amable, y temer llegar á ser aborrecible
desagradable, es un deber que obliga igualmente á
todos los miembros de la sociedad. No es gloria el-
ofender ; como tampoco bajeza el consultar y defe-
rir prudentemente al amor propio de los que pueden
hacer mucho bien á las naciones.
• Los hombres nias ilustrados debieran conocer me-


jor que nadie sus verdaderos intereses , y por couse
cuencia distinguirse en su sociabilidad, en su huma-
nidad con todo el mundo , y en su estrecha union-


(i) " El sábio , dice Epicuro, no envidia la sabiduría de
97 otro. " Nor; colnniotaur, iri , si alter altero dieatur fuisse sa-
+ientior.


Diog. haert. De vit. et doga' . Philosoph. lib. J.O. sec. l2.(.


TOMO rI. 26




202 SECCION IV.
entre sí mismos. La discordia , comun entre los liter
ratos, sólo sirve para hacer .despreciables á unos:
hm-libres , cuyo verdadero móvil lia de ser el deseo,
del aprecio , de la reputacion y la gloria. El público,'
á veces injusto , imputa como un crimen á un cuer
po entero las faltas ó estravios de algunos individuos;
los vicios del filósofo hacen sospechosas sus.lecciones;
y no puede menos de ser tenido por charlatan ó hi-
pócrita, el que no practica los preceptos que da á
los demás.


Los talentos son armas peligrosas en manos de
un malvado , que se sirve de ellas para ofender á los:
otros y aún á si mismo. Epicteto quería , y con ra-i
zon , que la Filosofia estuviese reservada para los
hombres de bien: al ver á un disoluto y corrompido)
que aspiraba á ella, ¿qué intentas? le dijo este filóso-.
fo : procura limpiar tu vasija tintes de hechor nada
en ella. Los mas grandes talentos se envilecen y se
prostituyen , cuando se hallan en hombres sin cos-
tumbres y sin conducta. Aristóteles decia que la ven-
taja que él habia sacado de la Filosofia era el hacer,
sin que se lo mandasen , lo que otros hacian por te-
mor de las leyes. La conciencia del sábio es para él
un freno roas poderoso que el terror. " Los hombres
” de bien , dice Horacio , se abstienen del mal por amor
,)solo de la virtud (1) ; es decir, por sólo vivir con
»tentos consigo mismos, y no perder el derecho de
»amarse y ser amados de los demás."


Los que se dedican á la instruccion de los otros,
deben distinguirse en unas costumbres mas honestas, .
mas sociables y mas puras. El hábito de reflexionar,
de entrar en su interior „ de prever las consecuencias
de las cosas , debiera hacer á los hombres mas vir-


(i) Odense peccare boni virtutis urllore. Horat. Epist. 16.
vers. 52.


CAPÍTU 0 lY. 203
tuosos á proporciona `que adquieren mayores luces y
conocimientos. Que un fituó ó un atolondrado, fal-
tos-siempre de refiexion, se hagan molestos y ridícu-
los con su vanidad y sus impertinencias, nada tie-
ne de admirable ; mas la vanidad y las pequeñeces
deben están mui distantes de un hombre que ha de
acreditarse can la elevacion de su modo nde pensar y°
la gravedad de sus costumbres. El estudio y la apli-
cacion deben enseñarnos á desconfiar de los impul-
sos de la ililajinacion, y á resistir sus ímpetu: fogo-
sos, deben enseñarnos á raciocinar; deben inspirarnos
otros afectos mas delicados , mas nobles y elevados
que los de las almas vulgares. El hombre de talento,
dotado de un tacto mas fino que los otros , debe
conocer con mas prontitud sus deberes para con los
hombres , 6 lo que necesariamente ha de hacer pa-
ra granjearse su estiro clon y afecto. El verdadero
sábio debe ser el mas sociable de los humanos.


Mas no creamos por ésto que esta sociabilidad
haya de arrastrar de continuo al literato á que bus-
que la confusion del mundo ,'que le disgustaría del
trabajo y de la meditacion. Sin ser pedante ni mi-
sántropo, el hombre dedicado al estudio debe tener
dignidad y circunspeceion en sus costumbres , y pre-
ferir el silencio del retiro á las concurrencias bulli-
ciosas y frívolas. El espectáculo del mundo y su
continuo y vario movimiento deben ser para él
una distraccion pasajera, y no una' ocupacion cons-
tante y seguida ; el mundo le instruirá y enseña-
rá útilmente , si de él sacáre las ideas , los hechos,
y las observaciones que sirvan de pasto y alimente
á sus reflexiones. Es útil y aun necesario al Filóso-
fo , al Moralista y al Literato ver á los hombres
mui de cerca y conocerlos bien , para dar á luz
perfectas sus obras , asemejadas sus pinturas , y
agradables sus preceptos á fin de que sean prove-
chosos, El Escritor que no . conoce el mundo, no




204 SECCION IV.
puede hablar del mundo oportunamente , y las pin-
turas que haga dél , serán ridículas ó quiméricas.
Mas el hombre de talento y experiencia á una mira-
da penetra los objetos , y los pinta con enea jía : el
continuo fruto y comunicacion con hombres ener-
vados y sin seso sería causa que sus cuadros per-
diesen los matices de la verdad que los anima. Las
obras , cuyos autores sólo se proponen complacer
à los poderosos, á las mujeres y a. un vulgo no-
velero , raras veces son dignas de la inmortalidad.


En jeneral , los Sábios y los Literatos pierden
mas que ganan en el trato demasiado frecuente con
las jentes del. mundo; porque si en él adquieren cier-
tas gracias de estilo , y lo que se llama buen tono,
pierden por otra parte fuerza y profundidad , y so-
bre todo la verdad , que es demasiado austéra para
unos niños superficiales y volubles , que sólo quie-
ren que se les divierta y entretenga , pareciéndoles
toda instruccion intítil y enfadosa. Para complacer
á las jentes del mundo , el Literato debe ser frívo-
lo , chancero , superficial , y no hablar nunca con
razon. Además , en el gran mundo es donde el Li-
terato que sólo aspira á los vanos aplausos de una
multitud indiscreta , contrae el hábito del fausto,.
de la pompa, de la soberbia, de la fatuidad, del li-
bertinaje y de todas las demás irregularidades opues-
tas á su clase : y así se hace codicioso , intrigante,


• envidioso , adulador y pusilánime. Despues de ha-
berle comunicado sus vidas y locuras , las jentes
del mundo son las mismas que le acriminan con
mayor acritud , y se burlan de él con toda la fuer-
za de la ridiculez.


De este modo los hombres destinados á instruir,
se hacen despreciables por querer agradar y diver-
tir , en vez de enseñar con utilidad. Asi son Vlas lec-
ciones de la sabiduria infructuosas por falta de vir-


id de los que las proponen á los otros, cuando sus


CAPÍTULO X. 205
acciones no sdn conformes á'ellas,


Por una preocupacion harto comun en el mundo
la mala conducta de lossábios recae sobre su doctri-
na: esta es desatendida y desechada cuando las cos-
tumbres del que la enseña no van acordes con ella.
Hai mucha distancia, segun se dice coniunmente, del
corazon á los labios, ó d el decir al hacer; un hor^
bre puede discurrir bien, y obrar inui mal. "Las cos-
,,tumbres de los Filósofos, dice Séneca,- no son con-
«formes con sus preceptos; pero si no:viven comd


ensefan, enseñan•com.o 5e:ha. de -vivir."_ Asiqué nó
vivamos, con el hombre :dé.. perverso y .


mal.corazon;
leamos sus obras.,. cuando-en- ellas encontremos ins =
trucciones títiles;:rmas_ detestemos del- hombre l:- de
sus obras siempre: cjue él y ellas sean malas
grosas. Un hombre le buenas costumbres, dicolVlon
tagne, .puedetener opiniones falsas; y un malvado-pue
de Mid .bien :predicar las verdades mismas' qué,;ne
cree. La mas .hermosa y bella armonía resulta dë ; M-
conformidad centre los discursos y las •acciones• {1)


El verdadero literato, cuya conducta es,=verda-
deramente sábia y prudente , gozará de una-'felicidad
mayor que los demas hombres; pues seguro siempré
de hallar en si mismo. y en sus meditaciones los me-
dios de ocuparse agradablemente.;:-será poco sensible
á las pasiones, á los caprichos y â las vanidades, que
atormentan á los entes frívolos de que está lleno el
mundo: satisfecho con los tranquilos placeres de sus
retiro, y con las riquezas adquiridas por su aplicacion:
se encuentra en estado de disfrutar á su arbitrio de
los deleites y recreos , que no conocen .ni la Gran-
deza ignorante y soberbia, ni la opulencia embrute-
cida y grosera. La ambicion, la codicia, la sensua-
lidad, la disolucion, nada pueden contra aquel que


(t) Essais , lib. 2. cap. .3:t..




-CAPtTULO X. 207
rnos oidos à- las declarriaciones de los Cfnicosi, j - ¡que
prescriben al sábio la renuncia .de las riqu'eas",: baj.â
el pretesto de que soñ engaii6sas y perecederas.
hacienda adquirida conel saber y los talentos riO pite;.
de sér vituperada (1).; el hombre sensato,cleWevitar
la indijencia, que poniéndole en. una gran depen&n-g
cia , le espondria frecuentemente: al enviu
leccrse con baiezas. La verdadera sabiduría éon.;
sis te en un soberbiodesprecio


todo quelos
becs aprécian y desear; ciónsiste\ •éri Apt garse, fuee
teniente á .e1,1Ct.,. y en: eonservar une-constiercia,inal-
terable enmediol de-los rigbres de la mT;La sin
gularidad , el desaFfio4e; isuciedad , liethat 4`ateri4
clon y de urbanidad / lwindectind/4 no-eneirearP4i
Filósofo, si 119 ; uri)fanati-CoJ./
débil engaiiada.4or,,suivanided, 6 : url'liip6tiitâ
que quiere engdiar.iá lo heinbtes' con .teinaieihulo4
grandeza de alma. -ra


Si la utilidad social es el iffirfdeiiittito delh'conL
sideracion debida á los, talentà - sábi&»
rar á ser digno de la aprobacioWY del i,é-Spetoi ;de sus
conciudadanos por


• medio de trabajos realmeïàél-tati
les y ventajosos álat sOciedad. Instruyendo 6 deli-2
tandd es corno el Literato pue& hacerse iâmable y
lograr la reputacionque 'desea.


"Nada es nias dulce y alagfieflo, dice Çrcel'eSi4
”que instruir y formar los' espirltus." ilus-
trado y cl hombre 'de .'talento ejercen emi I rnd6
una autoridad que, cómo frindada en.la-Vërdedi.Pée
irresistible (2). Segun Plutereo , el FildÉeSIVIetie-
demo comparaba los Litetiaws,, que iSé.-.efifieg'aiV!


_Questin faettertm , sed ex sapie'àia sola , ' si inopia'


DiOg. Laer. ut supra , Sec. 21
El famoso Swift dice . " 'que en n siglo í lo mas


S. E C 0130 N I V.
vive contento consigo,ay„ que,,.(éómo


lleva_Con
la-verdad, dice_Epicuro el sci-


bj 9,• .: 4-111_;;,>eujee0 ,. mas :..tfoda la
peupsidae».de est4s ñada_puçdë . .Contra su virtud (I).


.adornar, 'Tel espíritu, es adquirir con el
Mi-14.110A greiefondó de ideas, las cuales el hombre
puede cotiM13plaÈfâSu.,%roluntad,cuando quisiere. El
retiro . . tati.penolso parados hombresidisipados, es de-
lcjosoi literato,„el cual, s.emejante en esto al aya-'


:aumenta (su tesoro-,: cada momento; el estruen-
do del anunaci-le:faStidia. y desegrada'. -;-. rel verdadero
sabio: pierder-5impre .en--;eLtrato:conl làs personas que


Sie Ljbjos sus reflexione, la conver-
sacion cc $usjgrtetes::bastan para hacer' feliz al
hombre gstudioso:;,srudontinuoa-deleite es la --contem-
plation* les riquezas que diariamente V'a deposi-
teAdo‘erkskt cerebro salir de rsur..•interior.
çlgrâ,el vátici.espectábulo de la Naturaleza., el con -
paste TcleHlas 'pasiones y acciones de los hornbres, el
cuadro ;de-las.vicisitudes de ;este mundo,'-y-,1-as revO.




â (lite es tarr espuestas las cosas hu-
poseeAplenes que Ai la injusticit dé,


la tir iía 4:ti .loscaprichos de la fortuna püeden nn-
chariEi etudioa causa, al, hombre que .


:piehsa,
kula,duice'satisfaccion-,que le inantieng


siempre en s-
ao de plácidamente á su interior, sin ne-


ceSidad.'deotcos vanos, recreos y diversiones, tan in-
dispensables à las personas que no pueden tratar con-
sigo nemas.


No ieérearrios sinembargo las Máximas exajera-
des:de une. Bilosofia . salvaje - que -eau-, de prohibir
Literato el. aspirar . logro de su biettéStat. No dé


Qb.noxiune_quiclem fore: sed—nullo inde
ad sapientiam impedimento.


Diog. Laert. De vit, et dogm. Philosoph. 117.. lib. 10.




208 SECCION IV.
estudios inútiles 6 frívolos á los amantes de Pénelo-
pe:, los cuales, no pudiendo lograr nada de ella, se
envolvian con sus criadas. " Del mismo modo, de-
«cia él, los que no pueden conseguir la Filosofia, se
«afanan por objetos futiles é indignos de serle co in


-«parados." En las naciones corrompidas y domina-
das por el despotismo, el talento forzosamente ha de
emplearse en objetos frívolos, y el injenio en baga-
telas. La gloria, dice Fedro, es una verdadera locu-
ra, si creemos hallarla en las cosas inútiles (1).


145 opiniones :por;lo comun perjudiciales y fal-
sas, lo mismo que las malas costumbres, introduci-


çe
e


das'en: _ la:Sociedad j 'contribuyen á vecés á pervertir
. -IQ3 . Literatos.; inclinando:. sus talentos á objetos im.-


Pies ó ,çlaíi s s. Asiqué_ la, depravacion pública produ-
:_.las..obras .


obscenas y torpes que dan á sus autores
una; infeliz celebridad , que los degrada á los ojos de
los hombres de bien. z No es un delito emplear los
t .leotós en corromper; á la juventud, y en propagar
e yicic .? Z Qué acriminaciones y remordimientos no
debiera sentir un Escritor:, cuyas obras seductoras
producen y fomentan las pasiones funestas que cun-
den y trascienden á la posteridad mas remota ? ¡ Cuán
odiosa y miserable es la inmortalidad que se adquie-
re con la perpetua corrupcion del corazon hu-
mano!


La Moral y la equidad escluyen enteramente del
número de los Sabios y de los Literatos á todos esos
eríti os insolentes , Malvados y envidiosos, que de
claran lá ;guerra, á los grandes talentos, que vitupe-
ratal ,yti


denigran á ; lros_ sabios 'distinguidos, y que los


9) suelen aparecer cinco ó seis hombres de talento ; pero que si
reuniesen su poder, el mundo no podria resistirlos."


The fidventur'er, tom. 1. pag 234.
(í) Nui ütiíe est quod facimus, stulta esi gloria.


Phed. Fat,. í 7. lib.-3. vers. 12.


CAPÍTULO X. 209
sacrifican á la mofa y la risa de un Público envi-
dioso y maligno , ofuscado y prevenido siempre con-
tra cl mérito. Los Escritores de este horrible carác-
ter deben ser mirados como unos declarados enemi-
gos de las ciencias, de las letras y de los progresos
del entendimiento humano. Ellos se hacen viles cóm-
plices de la envidiosa ignorancia, de la inquieta im-
postura, y de la tiranía sospechosa, las cuales, para
dominar impunemente en la tierra, querrian que rei
nase en ella una obscura y eterna noche (1).
una ocupacion mas infame que la de divertir al Pú-.
blico á costa de los ciudadanos que le ilustran, que
le sirven . útilmente, y que mereced todo su recono-
cimiento ? Paraque la crítica sea verdaderamente útil
debe ser justa, instructiva y urbana, sinque jamás
le sea permitido el dejenerar en sátira mordaz y
ofensiva.


Las diversiones y entretenimientos que cause el
Literato, deben ser interesantes;, y contribuir en to-
do y por todo á la felicidad, pública,a,aas que sólo
tienen por objeto distraer el molesto fastidio de al-
gunos hombres frívolos, adular los vicios de las jen-
tes del buen tono, promover la .disolucion, patroci-
nar las malas:costumbres, ofrecer incienso á la ti-
ranía, no merecen mas que la `indignacion y el des-
precio. Para merecer una bien fundada estimácion,
las diferentes clases de la República de las Letras_
debieran, por diferentes caminos, dirijirse todas á la
utilidad jeneral: la consideración..y el aprecio de:los
Literatos solamente. pueden fundarse en la verdad .y
las ventajas que producen á los hombres.


La Poest`á, cuyo objeto es agradar con sus imáje
nes, en vez de pintarnos pasiones débiles y afemina-


(1) .... hnsnensi fruitur caiigine n:undi. Stath. Thcbaid.
lib. 3.


TOMO II. 27




210


SECCION IV.
das amores torpes y despreciables, debiera intere-
sar la imajinacion de los hombres con la verdad,
adornándola con atractivos y colores capaces de mo-
ver cl' corazon humano.


La' Trajedia, para ser útil, debe inspirar horror
á los crímenes de los Ryes, cuyas desenfrenadas pa-
siones producen frecuentemente catástrofes crueles y
terribles: debiera hacer temblar á los Tiranos, y ha-
cer á l'ós ciudadanos amables la virtud y la libertad,
sin las cuales ninguna Sociedad puede ser feliz y flo-
reciente.


La Sátira, empleada tan frecuentemente para sa-
crificar á la malignidad pública los ciudadanos mas
dignos de cómpasion , debiera respetar siempre las
personas, y avergonzar al vicio con sus desórdenes
y estravíos. La'Sátira jeneral es útil y laudable; mas
la sátira personal es inhumana y punible.


La Comedia, inventada para dar á conocer á los
hombres lo ridículo de sus^vic<ios, de sus defectos


.Ÿde sus caprichos, jamás debiera' escitar su risa á cos-
ta de la razón, de la decencia Ÿ de las costumbres,
dignas siempre del mayor y mas santo respeto (1),
- Los cuentos y ihovelas, que por lo comun sólo
sirven de :criar y fotnetitar en la juventud de ambos
sexôs pasiónés peligrosas, debieran por el contrario,
armarla contra las flaquezas qué pueden influir en la
felicidad ó desgracia de toda la vida.


La Elocuencia, de la que frecuentemente se abu-
sa para''engañar y seducir, el hombre de bien debe
usar de
para persuadir la verdad, para inflamar


(1). Á':Ios Autores que abusan de sus talentos, pudiera
aplicárseles la maldiciou de Detubcrito. ¡ Ai de vosotros! los
que de las gracias recatadlas y honestas no habeis sabido ha-
cer sino viles prostitutas ! ? Cuántas piezas dramáticas vemos,
que encierran lecciones las mas vivas de corrupcion, y sinem
bargo los Gobiernos permiten que se representeu á la juventud


CAPfTULO X. 211
los corazones de los hombres en celo del bien públi-
co y amor de las virtudes, para inspirarles horror al
mal y enseñarles á que desprecien todo aquello que
los separa del camino de la felicidad.


Mas por desgracia , en un mundo dado á frivo-
lidades , la sabiduría , la moral , la uilosofia , y aun
la virtud misma son frecuentemente ridículas á los
ojos de muchos presumidos de sábios; acostumbrados
á confirmar á las jentes en sus locuras habituales,
temen acaso que se acerque el reino de la razon. La
conducta de éstos pudiera mui bien compararse à la
de las mujeres de mala vida;, que lloran ; y se afligen
cuando, los necios, á quienes;, enían entonteçidos,
comienzan á :pensar y atender ,á sus,- negocios „re-
nunciando á s s_;locuras_ y, usando; de_ una condue-
ta mas sensata.,.L;as n aciotles, están inu_ngdas de,pro-
ducciones que, r ras.^eces,tienen por .-objete_ los inte-
reses del hombre. Los,: grandes talentos, arrastrados
comunmente;de stj .enajinaciokk, miran„çon desden
los; :estudios ,profundos y; fr;.ito, Ylentos de la medita,
ciork . : Lada: suele oponerse ,tanto á lossól}idos progre-
sos del entendimiento como




inJenio .destuedido y
s.:sin reglas ; lar.zon-:está muchas veces reñida con los
u.que pudieran mas bien: patrocinar sus esfuerzos. ,por


otra parte, la República de, las Letras se; envilece
tambien .á- los ojos del , mundo con la conducta poco
racional yprudente.dealgunos de sus miembros, que
sólo parece que:;se empeñan .,en persuadir: ak.. Público
que la ciencia y los talentos son incompatibles cota
la bondad de corazón y con la mesurada razon.


Del mismo modo que los Estados libres , la Re-
pública de las Letras comunmente está dividida en
facciones que la debilitank; y que ,la esponen al des-
precio de aquellos mismos de quienes, .roas debiera
hacerse respetar. ¡Qué pueden ni. debcp pensar los
Grandes y las jentes, de ,;munda , al,:yer a los, sabios y
literatos torpemente óc : a4Qs Ien : rú; rey dpgri-




2 ` 1
•SECCION IV.


mirse 1`os tii6s á lós otros , y en contrariar los esfuer
zos de la razon , cuando ésta trata de desengañar á
los hombres de sus locuras ? Al mismo tiempo que
el Filósofo 'propusiere unos principios evidentes , un
injenio declamará contra la verdad como demasia-
do triste , contra la Moral como en estremo lúgubre,
y contra la sabiduría como escesivamente severa:
otro exájerará la incertidumbre de nuestrós'.conoci-
mientos , y consolará á los necios é ignorantes , ase-
gurandoies que los mayores talentos.


no saben mas
que los regulares y comunes: otros, en fin, tratarán
cie ridículos los` ríes útiles descubrimientos , miran-
do las obras hías'profundas corno_. producciones. de
orla metaesica obScúray .de, algunos cerebros evapo-


-`ra.dtis y liceos: Pdrïiiltimó,; 'las unas interesantes ver-
dades q -€darán seplíltad ts en él olvido, si no las vis-
ten •' j herrnoséáit lïas-'ggracias del , estilo , y carecen de
esté o"ró fel . tan àpteciliblé ?para el •vulgo:


Los . ' .-adornó=' del" 'éstfilof;-ii'o deban i1:eiertarnente,
- des#tenderle. las' gr i s lde éla` diécl tn =Soné apropósi-


tocPára hdt'er-1' . iverdad 4-ms interesante; _mas estos
dóitios'són'-rizeros accidentes que: ;ho deben 'prevale-,


"' e`friSobre la eseticta'de las cosas. El sábio que.'ba
niecli:tado




pro Fú ida nentè "-po`-sieinpre tiene'el'tzlento
-de éscribir bien'; âsicortio el l que `posee este' ' talento


r- t .'ñ ponderado'; titi siempre' se to 'a el trabajo . peno-
s'ó de reflexidnar mucho. Sea como ftie4e, recibamos
nosotros con gratitud y reconocimiento lo'1verdadero
de cualquier modo que nos fuere presentado; y ten-
gamos presente que el desprecio de la verdad




es cl
carácter distintivo cdelós impdstores, de los charla-
tana, dé los ignorantes, y principalmente de los
tiranos'enernigds :del jénero humano, con quienes


'.
-los Literatos ='n ddeben 'consentir jamás ser confun-


<•i.. liaos. Los , .4à dé estos i taborreciesen y deprimieren
^^ 1.: erdár
§on' f-trñb§'itisen5atos' que. destruyen los


itrrdár3^'eiítós d`é fsû ¿ iF ie g loria,; 'ésta sólo puede


CAPÍTULO 'X. 2i3
sólidamentecimentarse sobre la utilidad y la verdad, á
la cual tantos ciegos tienen la locura de vilipendiar.


Liorémos semejantes desórdenes, y no cesemos de
repetir que los Literatos deben distinguirse por su
concordia y union en obsequio de los designios de
la Moral y de la sana Filosofia , que no son ni pue-
den ser otros que el hacer á los hombres mejores. Los
conocimientos y las luces nada son:, sino contribu-
yen al bienestar de la Sociedad; la gloria que pro-
ducen es nada , cuando no proporcionan una felici-
dad duradera.; las ciencias son despreciables si son
infructuosas; y detestables si son contrarias á la ver-
dadera Moral , que es de todas las ciencias la mas
interesante (1). La sensibilidad del alma , dice Quin-
tiliano, es la que hace á los hombres discretos y e_lo-
cuentes (2). Un tierno interés por la humanidad debe
animar á los Sábios y Literatos ; ellos deben ilustrar
al hombre , interesarle viva y eficazmente en su pro-
pia suerte, é inflamar su corazon de la virtud; por-
que la virtud sola puede librarle de los males , de que
es víctima, y hacerle poseer la Felicidad que in ce-
santemente desea. El estudio mas interesante al hom-
bre-, segun Pope , es el hombre mismo.


El amor de la gloria y el deseo de agradar y ser
estimado de los hombres de bien , son y deben ser
los grandes móviles de los Literatos y de los Sábios:
imputarles á crimen el amar la gloria y aspirar á la
reputacion, es acusarlos de no obrar sin motivos.
Nada mas digno •de alabanza que procurar hacerse
respetables cou aquellos talentos que son provechosos


(i) . .... ... Quod magis ad nos
Pertinet , ac 73eSCire malura zst.


IIorat. Satyr. 6. lib. 4. vers. 72. et 73.
(2) Pectus egegaod disertos facit , et vis mentis.
Quintiliaa. Instit. Orator. lib. I0. cap. 7. n. 1.5. Edic. dti


Gesner>




214 S ECCI Oh IV.
á todos. Mas el Literato falta á su instituto , si deja
-de ser útil , y él no puede ser útil si no pr. lenta á
los hombres verdades dignas de interesarlos. Las pom-
posas bagatelas , las producciones agradables , las
obras efimeras é insustanciales pueden tener unos a-
plausos momentáneos: una reputacion facticia , con-
servada por medio de cabaias , de intrígas , de arti-
ficios, de complacencias y de bajezas , puede soste-
nerse por algun tiempo; mas la gloria sólida, la cou-
sideracion permanente , la inmortalidad sólo están
reservadas â las obras , de que el jénero humano en


-todos tiempos recoje frutos deliciosos. El hombre que
-en sus escritos sólo se propone agradar á su siglo , 6
-que no piensa y consulta sino á su fortuna 6 engran-
decimiento personal, dificil mente transmitirá su nom-
bre â la posteridad.


Hombres verdaderamente ilustres y respetables
cuando trabajais para biL:n y felicidad de las nacio-
nes! Sábios y Literatos! que por caminos diferentes
aspirais á la reputacion , reflexionad que ella no es
otra cosa que el afecto y estimacion pública ; y que
estos sentimientos sólo son debidos á la verdad , á la
utilidad y á la virtud ! Enseñad á los hombres .á que
respeten el noble cargo que con vuestros talentos ejer-
ceis en la Sociedad ! Respetaos á vosotros mismos : te-
ned siempre presente vuestra dignidad: desterrad de
vosotros la bajeza y la adulacion , que os envilece-


- rian á los ojos de un Público celoso de vuestras pre-
rogativas ! ¡ Abjurad esas querellas recíprocas y esas
cditiendas deshonrosas, que sólo pueden recrear la
malignidad ._ çie los_gçie os envidian. i Uníos estrecha-
mente para combatir la ignorancia, los vicios y las
locuras que asolan y aflijen al mundo, y que tanto
se oponen á la felicidad social ! ¡ Mas citando ata-
quels los caprichos y los errores de los hombres, con-


-'sultad con delicadeza su amor propio, paraque vues-
tras lecciones sean eficaces : temed ofender y. herir á


CAPÍTULO X. 215
los que descais complacer y sanar!


Filósofos! vuestro sublime cargo es estudiar al
hombre , descubrir los tortuosos senos de su corazon,
y mostrarle la verdad , sin la cual no puede obte-
ner la felicidad. ; Oradores ! Arrancad al hombre y
libradle con vuestra elocuencia , robustecida por la
filosofia , de sus errores y de sus inclinaciones vi-
ciosas ; interesadle tiernamente en su bien y felici-
dad ; é inspirad á su corazon la compasion , la h u-
manidad y el amor que debe â sus semejantes! ¡ H is--
toriadores ! ¡ Emplead las investigaciones del sábio y
los colores de la elocuencia en pintarnos con ver-
dad y valentía el interesante cuadro de las vicisitu-
des humanas ! ¡Poetas ! Valeos de las luces de la sa-
biduría, de la fuerza de la elocuencia y de las leccio-
nes de la historia para adornar la verdad de las gra-
cias y adornos con que lFt imajinacion puede her-
mosearla! Abandonad esos cánticos vanos y peligro-
sos , que no han tenido casi siempre otro fi n que
hacer amable el vicio é inspirar el menosprecio de
la virtud ! i Sábios y Eruditos ! ¡ Dejaos de remover
y escrudiñar una Antigiiedad tenebrosa , para no
hallar en ella sino cosas indtil .:s á las jeneraciones
presentes ! i Profundos Metafisicos ! i No os embos_.
queis en el obscuro laberinto de una metafísica tor-
_uosa , de que no puede resultar bien alguno â nues-
tra especie : emplead mas bien la sutileza de vues-
tro entendimiento en objetos conformes á nuesrra
naturaleza, y que estén á nuestro alcance ! ¡ Físicos !
Naturalistas! i Médicos ! ¡ Renunciad á vuestras va-


nas hipótesis ; seguid sólo la espe iencia , la cual os
enriquecerá de hechos y observaciones, cuya reunion
podrá formar un sistema seguro y verdaderamente
útil al jénero humano ! i jurisconsultos ! i Abandonad
ÿá los cenagosos senderos de la rutina ; desembara-
zaos de los andadores y del imperio de la a utori-
dad ; buscad en la Naturaleza misma del hombre le-




216 SECCION IV.
yes conformes á su sér ; en ella encontraréis una Ju-
risprudencia moral , justa , sencilla y fácil , de la
que tanto necesitan los Pueblos !


En fin, cualquiera que sea, ¡ó sábios! el camino
que vuestro talento emprendiere, proponeos todos y
cada uno la utilidad del hombre , el bien público,
los intereses de la Sociedad y la felicidad del Univer-
so , á quien vuestras lecciones deben ser consagradas...
Siendo uno mismo vuestro designio , ninguno des-
deñe ó desprecie los trabajos de sus asociados. El cam-
po de las letras , g no es bastante fértil y vasto para
que cada uno de vosotros pueda cojer en él laure-
les abundantes? cese pues, ¡ 6 útiles y respetables hom-
bres ! la discordia que tan perjudicial sería al logro
de vuestros intentos: háganse vuestras nobles y je-
nerosas almas superiores á las bajezas de la envidia
y á las pequeñeces de la vanidad ; la jactancia y
el charlatanismo son indignos de vosotros. Al pli-
blico toca y pertenece cl tributaron sus alabanzas.
Recordaos que las ciencias y las letras deben hacer
al hombre nias humano , mas apacible y mas so-
ciable ; • y no olvideis jamás que vuestra modestia,
circunspeccion , urbanidad y buenas costumbres son
las únicas que pueden conseguir que el público re-
conozca y respete vuestros talentos , vuestros bene-
ficios y vuestra superioridad. Observando estas máxi-
mas me.recereis el amor , la estiinacion y los votos
de vuestros contemporaneos ; y la utilidad de los.
trabajos que emprendiereis transmitirá vuestra gloria
y alabanzas á la posteridad , que gozará, corno vo-
sotros , de vuestras inmortales tareas.


La esperanza y el deseo de la inmortalidad, que
muchos hombres han mirado como una vana qui-
niera , como una locura, como un humo , son sin-
embargo unos motivos que en todo tiempo han es-;
timulado poderosamente á los hombres de talento : es-
tas pasiones se fundan en la idea que justamente se.


CAPÍTULO' a. 217
han formado de los derechos que sus trabajos les
darán al aprecio y reconocimiento de las jeneraciones
futuras. Asíqué no llamémos una quimera lo que es
un bien real para quien goza de él dentro de sí en
todos los momentos de su duracion. La buena concien-
cia produce al hombre de bien una felicidad inui ver-
dadera y sólida , aunque sólo goce de ella en su
imajinacion , mostrándole sus justos derechos al ca-
riño y aprecio de los demás hombres. La idea de
la inmortalidad es una verdadera quimera para los
que no tienen ni el valor ni el derecho de aspirar
á ella.


El afecto y las alabanzas de la posteridad son
unas deudas que ella satisface muchas veces â nom-
bre de sus injustos padres : esta paga es segura é in-
falible para los que han producido grandes venta-
jas , grandes placeres y grandes verdades al jénero
humano. Por un privilejio especial y esclusivo de los
sábios y de los literatos , el Escritor célebre y dis-
tinguido conserva sus derechos mas allá del sepul-
cro. Una obra verdaderamente útil ó agradable es una
beneficio perpetuo que obliga á las jeneraciones mas
remotas. La muerte, que por lo comun sumerje en un
total olvido á tantos personajes soberbios , no destru-
ye la memoria y las relaciones del hombre de ta-
lento con el jénero humano , ni minora ni aniquila
nuestros deberes para con aquel que se ha digna-
do de instruirnos ó recrearnos. ¡ 0! i cómo seriamos
injustos , ingratos é insensibles , si olvidasemos en
su muerte á los que cada dia nos procuran mo-
mentos felices y dichosos!


En el dia. de bol subsiste todavía un comer-
cio de afecto y gratitud entre nosotros y los sábios
de.la antigiiedad. Con el mayor reconocimiento lee-
mos las obras inmortales de los Horneros , de los
Cicerones , de


• los Virgilios , de los Sénecas : y les
pagamos con fidelidad ci tributo que con. tanta jus-


TQ.Mo 7I.


28




218


SECCION IV.
ticia se prometieron obtener de nosotros. Ademas
del provecho y placer que sacamos de los escritos
de estos ilustres difuntos , el interés actual y per-
manente de las naciones exîje que rindamos nues-
tros homenajes á los bienhechores del jénero huma-
no. Alabar á los muertos es alentar y estimular á
los VIVOS : aunque Sus yertas cenizas sean insensi-
bles á nuestros elojios presentes , ellos los goza-
ron en vida , y estos elojios sirven de siglo en siglo
para conservar la llama del injenio , y transmitir-
la á sus imitdores.


En fi n , la idea de la inmortalidad 6 del futu-
ro reconocimiento consuela al hombre grande de la


-ingratitud , de la injusticia y de la envidia de sus
contemporaneos. La conciencia de haber practica-
do el bien le indemniza de las alabanzas que le son
negadas; espera y se-refiere ,al tiempo venidero,
porque sabe que los hombres son siempre justos
con sus bienhechores, cuya superioridad no temen yá.


Una vez esplicados los deberes de los hombres
destinados por sus talentos á instruir con su doctri-
na á- sus conciudadanos, la Moral no puede omi-
tir los - deberes de los que ejercen las bellas Artes,
que afectando el sentido esterior , se proponen por
blanco en sus tareas recrear y divertir al hom-
bre , é inspirar en su imajinacion ideas placenteras
y alagüeñas. Entre las letras y las producciones de
las Artes hai una grande y conocida afinidad ; la
Pintura , dice Horacio , es como ¡a Poesía. Cuando
nos representa acciones, z no hace el oficio de la
Historia ? Cuando las representa de un modo que
nos interesan y mueven vivamente , z no imita á
la Oratoria , cuyo objeto es mover y avivar las
pasiones ?


Lo mismo , pues, que los Literatos , los Ar-
tistas deben en sus diversos trabajos proponerse un
fin moral ; conocer su poder é influencia ; respe-


CAPÍTULO X. • 211
tarse los unos á los otros ; considerarse' como unos
ciudadanos destinados no sólo á recrear , sino á ins-
truir ; formar otro designio mas noble y grande que
el de adular la vanidad á la. depravacion de l a.
opulencia ; estar poseidos de la noble y laudable
ambicion de ser útiles á los hombres , y de contri-
buir á su mejoría y perfeccion. g Porqué un Artista
hábil , cuyas obras inspiran en nuestras almas ideas
y pasiones , é imprimen en los corazones imaje-
nes profundas y durables , no se ha de proponer
-el instruir . al tiempo mismo que deleitar ?


Los grandes Artistas entre los Griegos fueron
unos ciudadanos mur apreciados , y no eran tenidos
-por viles mercenarios : criados en las escuelas
de la Filosófia , admitidos al trato y conversaciot
con los sabios , reflexionaban acerca de sus artes,
perfeccionaban sus. talentos , y de este modo las
elevaron á un grado . de sublimidad , que 'es hoi la
envidia y emulacion de los Artistas modernos: estos,
privados por lo comun de las luces y conocimien-
tos que dà: de sí una cuidadosa enseñanza , faltos
de toda instruccion sólida y fundamental , y poco
dedicados á la meditacion , mui raros de ellos son
capaces de dar - á sus obras aquella noble sencillez,
aquella enerjia , aquella vida y duracion que ad-
miramos en las de los antiguos.


Para producir obras bellas , el Artista debe ser
instruido , debe haber reflexionado mucho sobre su
arte , debe conocer los objetos que se propone imi-
tar : ensurna , debe presentir los efectos que puede
causar ; sin estos conocimientos nunca • será mas
que un automato que trabaje á salga lo que salga;
y falto de principios , no podrá estar seguro de
acertar ni de complacer.


El corazon del hombre es el blanco á quien el
artista se dirije ; pero no por eso ha de tratar de
depravarlo. Asi , en vez de sacar sus argumentos




220


SECCION IV.
de una mitolojia lasciva y criminal ; en vez de
representarnos de continuo los amores de una mul-
titud de divinidades , de Ninfas y de Sátiros des-
honestos, un Pintor mas decente y moral nos traerá
á la memoria aquellos rasgos de grandeza de alma,
de bondad , de justicia, de amor á la Patria , que
én abundancia le ofrece la Historia , presentándo-
los en el modo y situaciones mas interesantes. Las
produciones de las Artes serían unas vivas leccio-
nes para nosotros , si sólo nos presentasen objetos
capaces de escitarnos á la virtud ; estos darian cier-
tamente mas honor al pincel del pintor , al cincel
del escultor , y al buril del gravador, que no los
desórdenes y torpezas consagradas por la relijion im-
pura de los Griegos y de los Romanos , ó que las
vergonzosas desnudeces que, sin respeto alguno de
las buenas costumbres , vemos espuestas frecuen-
temente á la vista , lo mismo en los Palacios que
en las casas y en las calles. ¿ Cuánto no debieran
avergonzarse y confundirse los Artistas que sólo
emplean sus talentos en corromper las almas con
imájenes obscenas y en hacer brotar en los corazo-
nes pasiones peligrosas ? ¿ Cómo es qué , en las na-
ciones cultas y civilizadas donde las costumbres de
la juventud debieran ser defendidas del vicio con la
mayor vijilancia , se sufre y se permite que tantas
causas concurran á corromperlas y envenenarlas


Mas en las naciones corrompidas, las buenas cos-
tumbres no entran en cuenta para nada ; los Artistas,
faltos por sí de educacion, de luces y de virtud , no
pueden agradar á una multitud depravada sino pre-
sentándole objetos conformes á sus gustos malos y
perversos.


En una Sociedad que fuese sabiamente gober-
nada , todos los talentos se darían la mano para es-
citar y robustecer las cualidades ventajosas al Pú-
blico , y sofocar aquellas de que pudiesen resultar,


CAPITULO X 221
delitos y vicios. Entonces las Artes serían-.yerdadc-
rameute apreciables; y se verlan mas honradas tras-
mitiendo á la posteridad el reconocimiento público á
los grandes hombres y á los verdaderos bienhecho-
res de la Patria, que no perpetuando los hechos y la
memoria de tantos odiosos tiranos , de tantos preten-
didos Héroes , de tantos conquistadores' detestables,
dignos sólo del mas eterno olvido.


Aprendan, pues, los Artistas á ser unos ciudada-
nos útiles; conozcan su dignidad; únanse.00n los Fi-
lósofos, los Oradores y los célebres Escritores; me-
diten en la fuerza y los recursos del Arte, y usen
de él en beneficio del bien público. Acorde el Músico
con el Poeta, en vez de corromper y afeminar las
almas con los blandos acentos de una pasion enfa-
dosamente repetida , haga resonar en los oidos de sus
conciudadanos aquellos varoniles y enérjicos sonidos,
aquella harmonía , que en lo antiguo fue tan pode-
rosa entre los Griegos. Escite la Música con sus mo-
dulaciones unas veces la fortaleza, el valor, la gran-
deza de alma; inspire otras en los corazones el dul-
ce .consuelo, la piedad y la tranquilidad del ánimo:
eir fin, que unida con las palabras convenientes al
caso, las dé una espresion mas animada, y las haga
capaces de producir afectos agradables y conformes
al bien de la Sociedad.


El Arte del Músico tiene una mui grande analo-
jia con el del Orador y el del Poeta. Para hacer las
palabras mas expresivas y mas fuertes, el Miísico de-
be- estar poseido de los mismos afectos que quiera ins-
pirar á los otros. De donde se infiere que la instruc-
cion y la reflexîon no le son á este menos esenciales
que á los pintores y á los domas Artistas de quienes
hemos hablado. Componer una buena música es pin-
tar al oido , y escitar en él las sensaciones que la es-
periencia y la reflexîon han mostrado capaces de pro-
ducir afectos agradables y deseados del oyentes Un




`?.` S'tCCION TV:
Músicó que no tiene conocimiento del.:hombre y de
los mediós de moverle; es una pura máquina, es un
instrumento sonoro, no otra cosa.


No nos admirémos, pues, de que sean tan raros
los grandes músicos: Muchos poseen las reglas de la.
música; pér-ó= ignoran los medios de aplicarla filosó^
fácamente. Muchos Aitistas, á fuerza -de trabajo, -haii
llegetdo á vencer las .mayores dificultades y á gran
jearse así la admiracion del vulgo; mas esta música
purame ae mecánica sólo manifiesta ciertas disposi-
eiórie5 tíaturales • ejercitadas con empeño y obstina-
cion, pero no iri,enio ni reflexîon; y por lo tanto es
incapaz ;de- producir en las almas'los grandes efectos
que pódrian esperarse del músico, que ha conocido
y meditado el gran poderío de su arte.


Ia- Danza se cuenta también . comunmente en el
númeró de las Artes •liberales: Indicada por la natu-
raleza -de los fluidos de nuestro cuerpo, cuyos mo-
vimientos son periódicos, la vemos adoptada y esta-
blecida en todos los pueblos de la tierra, tanto sal-
vajes como civilizad (I): algunos la han consagra-
do á divinizado uniéndola ail coito relijioso, al paso
que otras relijiones -tai rproscriben como un ejercicio
contrario á las buenas costumbres.


Si consideramos la danza ó baile como un ejer-
cicio corporal, es útil á la salud, hace al hombre
mejor dispuesto, : le enseña á moverse con mas ajilidad
y soltura, á sostenerse con mas firmeza, á andar con
mas 'seguridad, y mostrar gallardía en sus movi-
mientos y ademanes, de un modo que manifieste una
fina educacion , conforme á los usos y modales adop-
tados por la Sociedad. Bajo este aspecto el baile no


(ll Erofilo, músico Griego, observé que la pulsacion de las
arterias habia dado oríi,u al compás de la mtisica.
Cesaorisrus,_•de-die tatou, cum Lotis Haverc.amp. page 57.


C APÍTULQ.y :X:: 223_
puede:ser .reprensible: útil para: nósotros;mismos, nos
hace. mas agradables á los;•ótros.


Empero la sana Moral dio puede iiieti is de cdn den á•r
esos bailes que solo ofrèceh á la vista _actitudes indo-
censes, capaces de producir en el án in5ó de ahrbos
sexôs pensamientos deshonestos y deseos desarrugla-
dos. Ya hemos. visto ,'en rotta parte los -'peligros á que
se espone frecuentemente la juventud en esas asam-
bleas confusas, donde la inocencia, aturdida con el
bullicio, naufraga muchas veces, y donde las pasio-
nes criminales buscan y encuentran tantos medios
dë- satisfícer sus deseos. .Los bailes ,de este jet-ter-6 son
aventuras peligrosas; á las cuales los padres virtuosos
temerán entregar una juventud inesperta, y por lo
menos conocerán que la razon no puede. aprobarlos.
Conforme en esto á las reglas de la Moral mas seve-
ra, la Moral de laNaturaleza exôrtará siempre á los
hombres.á que hu:y_atz• de semejantes.peligros. Al ver
la perversidad- de, costumbres; que reina en muchas
naciones, aun las jentes mas corrompidas han de con-
venir forzosamente en que el baile es un escollo con-
tra el qué la virtud viene á estrellarse á menudo.


De todo-.lo dicho en este.capítitlo debemos con-
cluir que' la sabiduría esítttil y necesaria á las nacio-
nes; que loS que las instruyen Son unos ciudadanos
dignos de ser honrados, queridos y recompensados;
que los detractores de los conocimientos humanos,
los opresores del ltijenio, los que menosprecian las le-
tras, todos son unos insensatos que desconocen tan-
to los bienes que ellas acarrean á los hombres como
los peligros que trae consigo la ignorancia; la cual
ha silo siempre el oríjen y manantial de las desgra-
cias del mundo. Todo nos está demostrando, que la
reedita cion, el estudio y la reflexîon son necesarias
no solamente en las ciencias y en las letras, sino tam-
bien en las artes: y que los sábios, los literatos y los
artistas no deben perder jamás de vista la moral y la




^


224 SECCION. IV.
virtud , ctiyas lecciones deben inculcar cada uno á
su modo para ser verdaderamente útiles. Acreciendo.
asi de dia en dia el cúmulo de luces, de conocimien-
tos y verdades, ellos podrán justamente gloriarse de
contribuir á la felicidad de la vida social,


CAPÍTULO XI.
Deberes de los Comerciantes, Fabricantes, Artesanas


y Labradores.


Toda sociedád es una porcion de hombres uni-
dos con el fin de concurrir cada uno segun sus fuer-
zas y estado á la conservacion-y felicidad del cuer-
po político de que son miembros. 'Todo el que tra-
baja útilmente en beneficio de sus conciudadanos, se
hace por este mismo hecho un hombre público, ' á
quien su patria debe protejer, honrar y favorecec
con proporcion á las ventajas que el público saca de
sus trabajos.


Esto supuesto , el comerciante es un miembro
apreciable siempre que llena dignamente las obliga-
dones de su destino. El es quien desahoga y desem-
baraza su pais de los jéneros y producciones super-
fluas del cultivo y de las manufacturas de la indus-
tria , y el que le proporciona en cambio las cosas
bien sean necesarias, bien agradables que no tiene,
y de qué necesita. De este modo el comerciante
hace florecer la agricultura,, :que decaeria sin su
ausilio: él es quien, en los tiempos de escasez, hace
venir de paises estrafios los-comestibles de que han
privado al suyo las malas estaciones. El comercio
es quien da vida á todas las artes y oficios: él ani-
ma la industria, y de este modo ocupa y mantiene
un número prodijioso de hombres, que sin él serian
por su in3ijencia una carga gravosa para las nacio-
nes. i Cuántos brazos se ocupan de continuo en la na-


C APÍTULO XI. 225
vegacion, destinada á llevar-las órdenes del comer-
ciante á-las estremidades de 'la tierra ! Estas órdenes
son siempre mas puntualmente ejecutadas que las
del mas absoluto déspota. En los paises mas Iejanos
millares de brazos se afanan y apresuran á; .satisfa-
cer sus deseos; el Océano jime bajo.e1 .peso de las
naves que, de los climas mas remotbs4,:,traen á sus
pies las riquezas y la abundancia para sus conciu-
dadanos. El escritorio del comerciante puede ser
comparado al gabinete de unPríncipe poderoso, que
pone á todo el 'universo eni,móvimiento.
• ¡ Este es, sinembargd, el . ciudadano respetable á
quien las 'preocupaciones góticas y bárbaras tienen el
atrevimienéà y la desvergiienza•de infamar en el se-
no mismo de las naciones que deben al comercio sus
riquezas y esplendor ! í El pacífico comerciante es
despreciable á los ojos del estúpido guerrero, sin ver
que este hombre á quien menospreéiar, le viste, le
sustenta 'y mantiene su ejército! Uná .profesion tan
útil i no es en sí misma mas honrosa• que la puni-
ble y vergonzosa ociosidad en que se corrompen y
consumen tantos nobles de aldea, que no tienen mas
ocupacion que lag caza y el triste placer de vejar y
oprimir á los huñiildes plebeyos ? z Hasta cuando, la
vanidad de los hombres les hará despreciará los mis-
mos de quienes recibe todos los dias los mas impor-
tantes servicios ? i Será posible que e l aprecio y el
respeto se queden reservados para los destructores de
los hombres ? i No debieran en justicia estenderse á
cuantos se ocupan en su bienéstar, en sus coinodi=^
dades y en su felicidad


La preocupacion que degrada y envilece al co-
mercio, lo mismo que á las artes, trae sù oríjen de
1 s' tiempos de barbarie y ferocidad, en que las so-
ciedades en su infancia no conocian todavía las ven.
tajas que podian sacarse de él. Aristóteles. nos dice,
que en las antiguas Repúblicas de Grecia los mer=


Tercio H. 29




'2`26 SECCION IV.:
cadetes• estaban escluidos de los empleos de la ma-
jistratura. A causa de una ignorancia igual los anti-
guos Romanos, únicamente ocupados en la agricul-
tura y en•.la guerra , menospreciaron á los mercade-
res y.'--artesanos; pero despues el tiempo y las .-nece--
sidades :desengañaron poco á poco á los Griegos y á
los Romanos-deiesta ridícula opinion-, y las personas
mas distinguidas noase avergonzaron de ejercer una
profesion lucrosa en.. sí y ventajosa para la patria.


Cuando cien enjambres de naciones guerreras re-
partieron entre •ellas el ., vasto imperio de los Roma-
nos , ala preocupacion, que siempre acompaña á la ig-
norancia; vino de nuevo á envilecer al,- .comercio. ta
Europa estuvo sumerjida por muchos siglos en espe-
sas tinieblas y continuas guerras. Los pueblos, avasa-
llados de guerreros estúpidos y disolutos, no tuvieron
unos con otros comunicacion alguna. El. comercio,
el cuan no puede-florecer sin libertad, -fue esclusiva-
mente atribuido á los usureros , que sin cesar esta-
ban espuestos . á la avaricia de una multitud de ti-
ranos : de esta suerte cayó el comercio en manos des-
preciables; y hombres infelices, estimulados del atrac-
tivo de un logro desmedido, eran los únicos que po-
dian emprenderle, á pesar dé todos. los peligros de que
se• veian rodeados. Este es, sin duda, el oríjen del
injusto desprecio que los nobles orgullosos. muestran
todavíaná •una. profesion, que ya bol merece la con-
sideracion 'pública.


Entretantoí algunas Repúblicas,. usando.de su'.li-
bcrtad, hiciéron .el comercio con :buen exito, y . 11e-
gáron por medio de él á un grado de poder y de ri-
queza que . éstiriluló y dió envidia :á los otros , pueblos-
Venecia, Génova., Florencia enséñáron:á toda .la'
Europá los efectos que podía producir el- •comercio;
los Príncipes ya le fitvoreciéroñ;,. un nuevo, mundo
fué descubierto, y sus riquezas- irritáron la : codicia
de muchas naciones ; la indiferencia con que hadta


C TUL O "1X'I. 227
entónces .habian mirado al comercio, se conviotió en
un entusiasmo universal; y bien presto no tuvieron
las guerras mas objeto que el de aumentar cada
nacion el suyo con daño del comercio de otras.
• Hé aquí como las pasiones y las locuras de los


hombres •los llevan siempre á estrenos contrarios.
Todo fué sacrificado despues al furor del comercio;
por él la agricultura se vió descuidada; los reinos se
despoblaron para formar colonias en los paises mas
remotos; torrentes de riquezas inundaron la Europa,
sin hacerla por ésto mas dichosa ; estas riquezas pro-
dujeron el luxô y todos los vicios que éste trae con-
sigo; y este mismo luxô trabajó sórdamente en des-


. truccion de los Estados que una codicia sin límites
habia escesivamente enriquecido.


El comercio , para ser útil-, debe conocer reglas
y término, y no perjudicar otros ramos de la ad=
ministracion. Nada es mas contrario al bien jenerál
que la pasión de enriquecerse ; cuando se cambia en
epidemia. A veces vemos naciones dominadas de es-
te delirio descuidar por él los objetos mas importan-
tes; recibir su primer impulso de algunos mercaderes
insaciables; arrojarse, por complacerlos , á guerras
ruinosas é interminables ; contraer deudas inmensas
para sostenerlas; y jemir despues por largo tiempo
los males qne siempre causan los mas brillantes su-
cesos. Tal es 16 Bretones! la causa de vuestras des-
gracias y de la miseria que esperimentais á pesar de
las riquezas que de ámbos mundos arriban sin inter,
rupcion á vuestros puertos : entre vosotros unos cuan-
tos ; negociantes deciden de la suerte del Estado, y
os hacen emprender continuas y temerarias guerras;
r mientras que ellos se enriquecen, los enormes irn4


puestos abruman á los demás ciudadanos , y • la na,
don apurada se halla en la mayor angustia. La opu-
lencia de un cierto número de individuos no prueba
en manera; alguna la -opulencia y. la. .riqueza .del F,s-




228. SECCION I V.
tado. Los dorados y preciosos adornos de un Palacio
no le preservarán de su ruina.


El Comerciante debiera amar la paz , y sacrifi-
car por ella su propia codicia: él es un ciudadano
malo y perverso, si pospone la felicidad jeneral á su
propio interés. Un gobierno sábio , siempre guiado
por la Moral, debe refrenar la pasion de las rique-
zas, por que de lo contrario llega á ser ilimitada: ni
debe permitir que esta pasion se ejerza á costa del
labrador y del propietario, cuyos trabajos debe pro-
¡Mover y fomentar el comerciante. El interés del la-
brador constituye el verdadero interés del Estado;
al labrador ha de consultar el lejislador con prefe-
rencia á la avaricia de algunos mercaderes opulen-
tos , ó á los caprichos de algunos inaccesibles pode-
rosos , que nunca forman la porcion mas numerosa
de la sociedad. En fi n , todo nos persuade que la co-
dicia del hombre debe ser reprimida , por que si se
le suelta la rienda , destruye las buenas costumbres
y la virtud: estas costumbres son mucho mas esen-
ciales á la felicidad de una nacion que las riquezas,
las cuales rara vez •contribuyen á su fuerza real y
verdadera y á su bienestar permanente. Roma , po-
bre caín , triunfó de la opulenta Cartágo.


La pasion desordenada de . enriquecerse, cuando
se ha hecho jeneral en un pueblo , destruye en él por
lo comun el principio del honor, y le inspira u,n , es-
píritu mercantil, y un amor sórdido del logro, di-
rectamente opuesto á todo pensamiento noble y je-
neroso. Poseido de este espíritu , el mercader de na-
da que le sea provechoso se avergiienza ; para él en
este caso no bai patria ; y si se promete alguna ven-
taja , hará el comercio mas contrario á los intereses
de la nacion; en fin , acostumbrado á mirar el dine-
ro como á su único ídolo, le sacrificará su misma
vida. La venalidad no es otra cosa que el tráfico
vergonzoso de vender el hombre su honor, su virtud


CAPITULO xI. 229
y su libertad á cualquiera que les imponga precio.


Así como todos los escesos, el comercio ilimita-
do es al fin castigo de sí mismo: aumentando en t ul
pais la masa de las riquezas , aumenta necesaria-
mente el precio de todos los jéneros, y por con-
secuencia los jornales de los obreros y oficiales. Ya
entonces las mercancías y manufacturas nacionales
pierden en concurrencia con las de los pueblos
nos ricos que las dan mas baratas. Por otra parte , es
propio de las riquezas reconcentrarse en manos de
un corto número de hombres , que no sienten la ca-
restía de los jéneros y mercadurias ; mas el oficial,
el artesano , el trabajador , sufren y padecen por
esta carestía : y por lo comun perecen de hambre á
las puertas del rico avaro , que nunca se enternece
ni apiada de las necesidades y miserias del infeliz.


l efecto ordinario de la riqueza es endurecer los
corazones.


La política pues, siempre de acuerdo con la Mo-
ral , debe refrenar la pasion de enriquecerse para
que no llegue á ser un contajio funesto y perjudi-
cial al Estado. De su propio suelo es de donde los
pueblos han de sacar principalmente sus riquezas; el
comercio debe cambiar lo sobrante con lo que el
terreno de su pais no produce. La tierra es el fun-
damento fisico y moral de toda .sociedad. El nego-
ciante es el ajente y el proveedor del labrador y del
propietario de la tierra ; el fabricante labra y dá
un nuevo ser á las producciones del terreno. Todo
el árden se trastorna , si los ajentes se constituyen
árbitros y señores de aquellos á quienes deben ser-
vir ; y las costumbres se estragan cuando estos ajen-
tes los distraen de su trabajo con el luxo , con
vanas fruslerías , ó fomentando en ellos necesida-
des imajinarias que no pueden satisfacer sino á costa
de sus costumbres y de su reposo.


El comercio es útil sin la menor duda: la po-




230 SECCIO`N IV.
lírica debe favorecerle , la Moral le aprueba , y' los
que se dedican á él son unos hombres útiles ; mas
el comercio debe tener sus límites , y no fundar
su prosperidad en daño y ruina




de otros ramos de
la economía política. El comercio es verdaderamen-
te útil , cuando favorece la agricultura , hace flo-
recer la industria, y aumenta la poblacion; pero
si es contrario á estos objetos esenciales , su utili-
dad desapareçe ; y se transforma en una funesta
locura , cuando es causa de guerras sangrientas y
continuas : en fin , es un mortal veneno , cuando
su único objeto es alimentar el luxo y la vanidad
de los hombres. El comerciante que ésporta los
jéneros sobrantes y superfluos de su pais para traer
á él trigo , vino , aceite , lanas tí otros artículos
que le faltan , es un ciudadano mui útil, y me-
rece el respeto y consideracion pública. El que sólo
trae á sus conciudadanos objetos capaces de fomen-
tar sus pasiones , de irritar su vanidad , de escitar
Sus locuras y caprichos , es un homb re perjudicial.
Casi todos los vanos objetos que la India suminis-
tra á la Europa , no tienen otro mérito que el que
les dá el capricho inconstante de las mujeres, y la
vanidad de algunos hombres necios siempre malcon-
tentos de las manufacturas de su pais. ¡ Será posi-
ble que los Europeo; no dejen nunca de sacrificar á
estas vanidades inútiles tantos hombres y tantas su-
mas del oro en qué idolatran (I) ! Todas las futiles
riluezas que la Europa vá â buscar á las estremi-
dades del mundo , z son acaso comparables con los
tesoros que la agricultura podria sacar .de su ter-
ritorio , si ésta estuviese ausiliada y protejida ?


(t) Es bien seguro qué el comercio de las dos. Indias cues-
ta cada año cuarenta mil hombres á la Inglaterra. La sola m,u-
taciva. de clima cs çausa de la 'muerte de la m ayor parte .de




los Europeos.


CAPÍTULO XI. 231
Z Y qué diremos de este comercio afrentoso que


consiste en el tráfico de sangre humana ? Comprar
y vender hombres para condenarlos á la mas dura
esclavitud , es una barbarie que estremece y horro-
riza á la humanidad y á la justicia. Mas la ava-
ricia es cruel á sangre fria ; reduce el_ 'crimen á
sistema ; procura cubrirle con el pretesto de un gran-
de interés nacional ; y las naciones sedientas de
riquezas admiten sus escusas.


Si todos los comerciantes se hiciesen reos de se-
mejantes escesos, no sólo serían despreciables, sino
que ademas serían odiados de todos los corazones
justos y virtuosos. Mas distingamos los indignos y
malos comerciantes de los que son útiles á sí mis-
mos y á la patria por • medio de un comercio mas
lejítimo y justo. Estos, sin perjudicar á nadie, hacen
comunes los bienes, las cosas agradables y los des-
cubrimientos de todo el universo. En efecto , la
navegacion y cl comercio forman una sociedad que
se compone de todós los pueblos de nuestro globo;
establecen correspondencias entre ellos ; los hacen
gozar recíprocamente de un sinnúmero de venta-
jas ; y sirven principalmente para estender la esfe-
ra de los conocimientos humanos. Si •algunas na-
ciones han abusado cruelmente del comercio, y
para saciar su irritada avaricia han llevado la mor-
tandad y los crímenes á los pueblos , cuya amis-
tad debieran haberse granjeado, no imputérnos estos
horrores al comercio , sino á la ignorancia y á la
feroz supersticion , que en todos tiempos han ce-
gado á los hombres, y los han hecho crueles sin re-
mordimientos


El verdadero negóciante , el comerciante apre-
ciable es un hombre- justo. La probidad , la bue-
na fé , el amor del órden y la escrupulosa esac-
titud en el cumplimiento de sus obligaciones Ÿ con-
tratos •son sus cualidades distintivas." • Una' sábia• y




232 SECCION IV.
prudente économía arregla su conducta ; 'éondúcta
que no ha de imputársele á crimen , pues éon ella
puede y debe preservar su riqueza y la de los otros
de una infinidad de accidentes;que no se pueden evi-
ten- ni prever. Si es un insensato el que arriesga lo-
camente sus bienes , tambien es un bribon el que
arriesga los bienes de los otros con empresas teme-
rarias. Además el negociante que está ocupado en
sus negocios , . está por lo comun libre y esen-
to de los caprichos , de las pasiones y de las vani-
dades que atormentan á los demas hombres. Todo
comerciante instruido es un hombre de honor , ra-
cional y prudente : celoso de conservar la estima-
cion de sus conciudadanos, procura que su reputa-
cion se mantenga intacta , porque necesita de la
pública confianza ; sencillo en su porte y grave en
sus costumbres , se abstiene de todo gasto frívolo,
del fausto , y de los vicios que le ocasionarian
su ruina. El negociante que se abandona á las es-
travagancias del luxo , pierde al fin sus negocios
y los de aquellos imprudentes que han contado
en él. Las bancarrotas tan frecuentes , y por lo co-
mun impunes , que se ven en las naciones mál re-.
jidas , anuncian una depravacion criminal y deshon-
rosa ; y no son mas .que ladronicios que ejercen la
traicion y la perfidia. El comerciante justo y experi-
mentado no arriesga loa y temerariamente sus pro-
iiios bienes, y mucho ménos los de sus conciudadanos.


Asíqué no confundamos el verdadero negocian-
te , el comerciante apreciable y prudente con esos
hombres viciosos ó lijeros que deshonran una pro-
fesion respetable ; distingáwosle igualmente de la
multitud despreciable de engañadores y embusteros
codiciosos que , faltos de educacion , de conciencia
y de honor, creen lejitimos y permitidos todos los
medios de ganar, abusan de la sencillez del públio
tilico , y no fo rnan escrúpulo de apreciar las cosas


CAPÍT ULO XI. 233
en mas de lo que valen, y de engañar tanto en
la calidad como en la cantidad de las mercancías.
Los mercaderes de este modo de pensar son culpa-
bles ; ellos causan al comercio una mala nota y un
desprecio , que sólo deben recaer sobre ellos mismos.


La sana Moral forma el mismo juicio de esos
monop.)listas siempre dispuestos y ansioso de apro-
vecharse de las calamidades de sus conciudadanos,
de las cuales , por lo coman , suelen ser ellos ver-
daderos autores. ¡ Es necesario tener unos corazo-
*es mui endurecidos para gozar tranquilamente y
'Sin pudor de una hacienda adquirida á costa de ca-
lamidades públicas ! Envano la Moral clama contra
esos orgullosos esactores ó arrendatarios de las ren-
tas públicas , que negocian con los déspotas para
comprar la licencia de oprimir â la sociedad, y
.cebarse con la sangre de las naciones: semejantes
hombres soa verdugos privilejiados, que debieran
confundirse y avergonzarse del orijen impuro de una
opulencia fundada en la ruina. de la felicidad jene-
ral. Sinembargo hai paises en que este tráfico ver-
gonzoso no es vil ni despreciable. Un administra-
dor ó arrendatario de las Rentas públicas , enrique-
cido con semejantes estorsiones , es tenido .por uri
ciudadano mas útil al Estado á quien oprime , que
no el comerciante que le hace florecer y prosperar.


El verdadero negociante, lo mismo que el fa-
bricante son unos hombres benéficos , los cuales,
enriqueciéndose á si mismos, dan actividad y vida
á toda la sociedad, y por lo tanto merecen su apre-
cio y proteccion : ellos dán qué trabajar y con qué
vivir al pobre, á quien los dependientes de la Real
Hacienda desnudan y reducen á lFi mendicidad. Qué
inumerable multitud de artesanos de toda especie iio
poden en movimiento las fábricas y el comercio ! De
este modo se establece y estrecha una grande é in=
tima coherencia entre todos los miembros de la so


TOMO iI. 30




234 S E C C I O N IV.
ciedad. El artesano que subsiste de su trabajo, -con-
tribuye sin cesar al aumento de la riqueza de los
que le emplean , asicoiiio al logro y satisfaccion de
las necesidades, de la comodidad, de los placeres,
y aun de la vanidad de los mismos ricos ingra-
tos que le desprecian , al tiempo mismo que se apro-
vechan de sus trabajos , sin los cuales no pueden
en manera alguna subsistir.


Nada es' mas injusto ni mas vil que el modo
insultante con que la soberbia y altiva opulencia
miran á los artesanos que de continuo trabajan y con,
tribuyen á satisfacer las necesidades ó placeres , • á
que ella por su propia debilidad .nunca podria sub-
venir. Este mismo artesano, mirado con orgullo y
desden , es sinembargo un hombre verdaderamente
útil, dotado' á veces de unos raros talentos , y cuan-
do es fiel y puntual en su trabajo , es incompara-
blemente mas apreciable que los holgazanes y vi-
ciosos que le desprecian. El soberano fastuoso , que
quiere erijir monumentos á su vanidad , Zno ne-
cesita del albañil , del carpintero, del cerrajero , y
de una multitud de trabajadores , sin los cuales no
lograría sus deseos ? Estos diferentes artesanos , z no
son ciertamente dignos de aprecio , de cariño y de
benevolencia , cuando acreditan su celo y puntua-
lidad en sus oficios ? El monarca y el noble , z no
se ven precisados á recurrir al fabricante y al mer-
cader para adornar sus palacios ? Estos ponen en
movimiento y actividad tina multitud de hombres
que , en el seno mismo de la indijencia , contribu-
yen á la magnificencia de los monarcas.


Cuando la pobreza es activa y laboriosa , nunca
debe ser despreciada ni envileeida. La pobreza in-
dustriosa y aplicada es regularmente honesta y vir-
tuosa ; y sólo es digna del desprecio cuando se en-
trega á la ociosidad y á los vicios , cayo ejemplo re-
cibe frecuentemente -de la opulencia. Las injusticias


CAPÍTULO• XL 23'5-
y la soberbia de. las clases elevadas son las que cotp
frecuencia reducen al artesano á la desesperacion y°
al crimen. i De cuántos delitos , robos y asesinatos
no se hacen cómplices muchos grandes, que tienen
la crueldad de retener el precio y los jornales del
fabricante laborioso., del mercader que los- abaste-
ce , y del artesano que ha trabajado fiel y pun-
tualmente para ellos , y que en recompensa se ven
condenados por su injusticia á perecer de hambre?
g Y es posible que estos hombres desprecien asi á
unos honestos y virtuosos ciudadanos que tan bien
les han servido ? El oprobio y la ignominia Z no de-
bieran recaer mejor y con mas justicia sobre los crue-
les .ingratos que causan la ruina y desesperacion de
un gran número de hombres, haciéndoles inútiles
ó dañosos á la sociedad ? Un salteador de caminos
roba y mata de un golpe al infelíz que tiene la des-
gracia de caer en sus manos ; mas el ladro=.i que
no paga el salario del pobre, causa una muerte lenta
y cruel á él y á su familia entera.


Los injustos desprecios de los Grandes se estien-
den , como hemos dicho en otra parte , hasta la
primera de las artes, hasta la que es la base de la
vida social : arrastrado de su locura el rico des-
precia y desdeña al labrador, al cultivador , al que
alimenta y mantiene á las naciones , á aquel sin
cuyos trabajos no habria ni cosechas, ni ganados,
ni manufacturas , nl comercio , ni artes algunas,
aun las mas indispensables para la sociedad. z Y será
posible que vosotros , ¡:ó ricos estúpidos , y vosotros
Grandes insensibles ¡ nunca vengais en conocimien-
to de que á la agricultura es á quien debeis vues-
tras rentas, vuestras riquezas , vuestras comodi-
dades, vuestros palacios y castillos, y ese luxo mis-
mo cuya embriaguez os deslumbra y preocupa ? Si:
ese mismo aldeano , cuyos toscos vestidos y moda-
l1s. os cansan , ese mismo es. el que cubre vuestras





236 S ECCION IV.
mesas de manjares suntuosos y vinos delicados : de
Sus ovejas es la lana de vuestros vestidos : sus manos
cultivan el lino que necesitais : sin él no tendríais.
esos ricos encajes tan preciosos y estimados de vues-
tra vanidad : ; y sinembargo, tendis el atrevimiento y
la injusticia de envilecerle y vituperarle !


La vida campestre y el trabajo preservan regu-
larmente de los vicios y del contajio que infestan
las ciudades ; • las injusticias , los duros modales y
los desórdenes del rico son los que corrompen su
corazon, y alteran la inocencia de sus costumbres.
Los Grandes se quejan frecuentemente de la mali-
cia de los aldeanos; pero los grandes y los ricos
deben buscar en sí mismos la causa. Perpetua-
mente desdeñado , oprimido y abrumado de todo
jénero de vejaciones , forzosamente el aldeano ha
de aborrecer á su señor, que es con él un tirano
incómodo y cruel. El infeliz , á quien un continuo
y penoso trabajo apenas dá para mal sustentarse,
i podrá ver sin dolor y _sin envidia nadar á la opu-
lencia en la abundancia y la superfluidad , y raras
veces compadecerse de la miseria del pobre? En fin,
la educacion tan descuidada de las jentes del cam-
po i cómo ha de darles fortaleza para resistir á los
impulsos , á las tentaciones , y aun á las necesida-
des que tan fuertemente los solicitan al mal ? Los
aldeanos son ladrones , cazadores furtivos y bribo-
nes , porque la opulencia los desprecia, los maltra-
ta , y rara vez les alarga una mano benéfica.


De este modo la falta de reconocimiento, de
bondad y justicia en los ricos y poderosos de la tierra
destruye y aniquila la virtud de los aldeanos y jor-
naleros. Estos regularmente sólo conocen á sus due-
nos por las vejaciones que sufren en su nombre.
Si los soberbios señores se dejan ver de sus vasallos,
es únicamente para deprimirlos, para arruinarlos,
para fatigarlos con su luxo y su vanidad , y. para


CAPÍTULO XI. 237
hacerles sufrir los ultrajes de sus =insolentes criados.
i Será admirar . qüe con una conducta tan irritan-
te- no hallen los ricos en las jentes del campo sino
envidiosos , r -beides , y enemigos siempre prontos á
tomar venganza de los males que se les hacen ?


Todo en la sociedad está unido y enlazado erg
tre sí: si los grandes se corrijiesen, se correjirian los
pequeños. Abolidas esas leyes góticas, esos privilejios
injustos, esas onerosas costumbres, los unos y los
otros obrarán.con virtud. Una buena educacion, so-
bre todo, debe enseñar á los ricos, á los nobles y á
los poderosos, que deben hacerse amables de sus in-
feriores,: que deben mostrarse reconocidos á los bie-
nes que' reciben de estos, y que no pueden cumplir
con sus obligaciones sino es mostrándose , equitati-
vos, humanos y benéficos.


Cuando los grandes del mundo estén imbuidos
de estas máximas, dejarán entonces demenospreciar
á unos ciudadanos, cuya existenci2t es necesaria á su
propia felicidad, y sin los cuales de nada gozarian.
Ellos conocerán entonces lo que deben áotros hombres.
'Conocerán que toda profesion, de que la sociedad
saca utilidades y ventajas, debe ser mas estimada que
la que no produce bienes algunos apreciables. Todo
les probará que cuantos de distintos modos tra-
bajan por su comodidad y sus placeres , tienen
derecho â su benevolencia y afabilidad. Todo les con-
vencerá de que nada es .mas contrario al fi n de la so-
ciedad que su orgullo y su vanidad. Por último, todo
les hará ver que el vicio es solo el que deshonra y
hace á los hombres despreciables, y que todo el que
cumple fielmente con los deberes de su estado es
digno del respeto y consideracion de sus conciu-
dadanos.


Cuando se conformen en sus obras •á unos prin-
cipios tan claramente demostrados, los nobles y opu-
lentos encontrarán en sus inferiores prendas • mas es-




238 SECCION I V.
timables, costumbres mas honestas, afición mas sin-
cera, y menos envidia y malignidad; en fin, logra-
rán de ellos el amor filial y la sumision voluntaria
que no es obra del miedo. No hai hombres tan sal-
vajes que sean insensibles á la bondad. Por una pro-
pension natural los hombres se inclinan á querer á
los que están acostumbrados á respetar. Los grandes:
tienen siempre la culpa de no ser amados de sus va-
sallos é inferiores. Si viviese cerca de estos un gran-
de se constituiria su padre, se haría respetar y obe-
decer, y conseguirla su tierno amor; amor que. nun-
ca pueden conseguir ni la altanería ni la fuerza.


Mas, por desgracia, hace mucho tiempo que las
estravagancias y el luxô han arrastrado á las cortes
y capitales á los que su estado y opulencia desti-
naban á ser los protectores de las jentes del campo,
y el apayo de la agricultura: los vasallos llegan á ser
estraños y desconocidos de sus señores; estos desean-
do lucir su fausto en la corte y en las capiteles de-
jan vergonzosamente que perezcan los campos que
su presencia haria fértiles y abundantes. La vida cam-
pestre y su pacífica uniformidad se hacen odiosas á
unos hombres que viven en el elemento del vicio.
El labrador carece de amigos poderosos y de conso-•
ladores en sus trabajos. El colono tiene que tratar
con ajéntes 6 administradores que, para satisfacer
las necesidades y caprichos del propietario, usan de
tiranía y crueldad. El labrador descuida la cultura,
6 la tierra se muestra escasa é infecunda al sudor que
la riega ; las aldeas despobladas y desiertas se trans-
forman en tristes soledades; y por último, el señor
mismo se encuentra adeudado, empobrecido y des-
preciado de los mismos que mas han contribuido á
disipar sus bienes.


.Tal es la suerte que por lo comun preparan el
luxô y la vanidad á sus sectarios. En los campos es
donde el noble sería verdaderamente respetable y po-


CAPÍTULO X'I. 239
deroso: viviendo eri sus posesiones conservaria su for-
tuna y sus buenas costumbres: se preservarla del ai-
re contajioso que se respira en las cortes: y promo-
viendo el trabajo, hallarla los únicos medios seguros
de aumentar su comodidad y la de los otros; placer
mas sólido y mas inocente que. cl del vicio, al que
siguen siempre la ruina y el arrepentimiento (1). De
este moda tantos ricos, que sólo saben destruir y
disipar sin provecho suyo ni de la sociedad, serian
unos ciudadanos útiles, amados de sus vasallos , y
dignos del mayor respeto.


Cuanto • hemos dicho en esta seccion con firma
claramente , que la política no puede nunca sin pe-
ligro separar sus máximas y preceptos de los de la
Moral. Los diferentes estados de las personas no son
mas que los medios diferentes de servir á là patria;
la profesion mas noble es la que mas útilmente la
sirve. Luegoque la administration pública se aparta
•de estos principios, todo cae en desórden y confusion.
Un pueblo sin providad se constituye el azote de
los otros y el destructor de sí mismo. Un Soberano
sin justicia es la ruina de su imperio, y nunca ejer-
ce sino un poder precario. Los grandes, los nobles,
los majistrados , los ministros de la relijion , los ricos
etc. no pueden ser justamente respetados, sino en-
cuanto se manifiestan vivamente interesados en la
felicidad pública. Las ciencias y las letras no mere-


(1) La ley de Zoroastro enumera entre las mayores vir-
tudes sembrar con pureza las simientes y plantar úrboles. En
efecto, practicar la virtud es ser útil al público. Segun estos
principios desmontar y limpiar los terrenos, secar panta-
nos y lagunas, hacer caminos, establecer fábricas etc. y en
tina palabra, dar trabajo y manutencion á los hombres, son
acciones mas virtuosas, que muchas prácticas que el vulgo
tiene por virtudes: dar al pobre trabajo es la mejor de las
limosnas.




r


240 S E CC ION I V.
cen nuestro aprecio , sino cuando ilustran la socie-
dad acerca de lo que la interesa. El comercio no puede
florecer sin la buena fé. En fin , la agricultura, nece-
saria á la sociedad , exîje la proteccion y el ausilio
de los ricos y de los poderosos; y á la: sombra de es-
ta proteccion es el apoyo de las buenas costumbres.


? Qué es, pues , lo que impide á los ciudadanos
de las diferentes clases del Estado que concurran fiel =
mente al fi n y objeto de la vida social ? No otra co-
sa que la ignorancia, que impide que el hombre vea
con claridad la estrecha union de su interés perso-
.nal con el interés de todos los demas hombres. Una
necia vanidad es, quien preocupando á los grandes
con futiles quimeras, les hace creer que para ser feli-
ces no necesitan de nadie : error fatal á que de-
ben atribuirse esas disensiones, esos odios, esos des-
precios recíprocos, y esa separacion de intereses que
vemos dolorosamente reinar en casi todas las socie-
dades. La vanidad , pues, de los hombres es la que
la Moral debe combatir para obligarlos á la union
y concordia, tan necesarias al poder, á la conser-
vacion y á la felicidad de las naciones. •Ningun.
hombre , ningun cuerpo , ningun Orden del Es-
tado tiene derecho de apreciarse por si mismo,
ni puede ser apreciado sino en razon de las ven-
tajas reales y verdaderas que proporcione á la Patria.


• Fin de la seccion cuarta.