MORAL UNIVERSAL,
}

MORAL UNIVERSAL,


TOMO PRIMERO.
:~Griatanki_




Se vende en la librería de la señora viuda de
Quiroga , calle de Carretas.


En la misma se hallará un tomito en "8.o que com-
prende el Catecismo Universal , los Preceptos Mora-
les y el Examen de sí mismo , de Saint-Lambert,
que el propio traductor ha puesto en castellano, como
el mejor compendio de Moral Universal , y para el
uso de esta obra del Baron de Olbach.


ilill(L).





r E
MORAL UNIVERSAL


O


DEBERES DEL HOMBRE


FUNDADOS EN SU NATURALEZA.


OBRA ESCRITA EN FRANCÉS


POR EL BARON DE OLBACH;
T TRADUCIDA AL CASTELLANO


POR D. MANUEL DIAZ MORENO.


TEORÍA DE LA MORAL.


Natura enim duce utendum est:
Hanc ratio observar, hanc consulit.
Ideen est ergo beate vivere, et secundum naturarn.


SENECA , de vita beata, cap. 8. init.


PRIMERA PARTE.


SEGUNDA EDICION.


MADRID.
IMPRENTA DE D. MATEO REPULLAS.


1821.
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PRÓLOGO.


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En tantos siglos corno hace que el entendimiento hu-


mano trabaja sobre la Moral, no vemos que esta ciencia,
la mas interesante á los hombres, haya hecho todos aque-
llos progresos que debiamos prometernos; sus principios
están todavía sujetos á disputas, y los Filósofos en to-
dos tiempos han estado poco acordes sobre sus funda-
mentos. En manos de la mayor parte de los de la anti-
güedad, la Filosofía Moral, cuyo objeto es Ilustrar igual-
mente la conducta de todos los hombres, fue en lo je-
n'eral abstracta y misteriosa; y por una fatalidad comun
á todos los conocimientos humanos, srl. atender á la es-
periencia, se dejó guiar desde luego por el entusiasmo y
el deseo de lo maravilloso. De aquí las diferentes hipótesis
de tantos Filósofos antiguos y modernos, que lejos de acla-
rar la Moral, y de hacerla popular, no han hecho mas que
rodearla de espesas tinieblas, de suerte que el estudio mas
importante al hombre ha llegado á serle inútil por el empe-
ño que se tomó en hacerle impenetrable. Por una debilidad
casi comun á todos los primeros sabios, dieron éstos á sus
lecciones un tono de inspiracion y de misterio, para ha-
cerlas de este modo mas respetables al imbecil y sencillo
vulgo.


La antigüedad no ofrece sistema alguno de Moral de
partes bien unidas; sólo nos presenta en los escritos de la
mayor parte de los Filósofos voces vagas é insignifican-
tes, principios sueltos y frecuentemente contradictorios;
en ellos no encontramos sino un corto número de pre-
ceptos , bellísimos y mui ciertos á veces, pero desunidos,
y que no forman un todo perfecto, ó un cuerpo de doo-
trina capaz de servir de regla constante en la conducta de
la vida.


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mich,m~e~




1


2.1.7 PRÓLOGO.
Pitagoras, que fué el primero que tomó el nombre de


Filósofo, ó de am igo de la sabiduría, adquirió sus cono-
cimientos misteriosos entre los Sacerdotes dcl Egipto, de
la Asiria y del Indostan; de él no tenemos sino algunos
preceptos obscuros, ó mas bien unos enigmas re.ojidos
por sus discípulos , de los cuales sería mui dificil formar
un "tratado completo. Sócrates, á quien se tiene por el pa-
dre de la Moral, se dice que la hizo. bajar del Cielo para
ilustrar á los hombres; mas sus principios, tales como nos
los presentan Xenofonte y Platon, sus discípulos, aunque
adornados de un estilo elocuente y poético, sólo manifies-
tan al entendimiento nociones confusas , é imperfectas
ideas, hormoseadas con la fuerza de .


una hnajinacion ar-
diente y exaltada, pero incapaces de producirnos una ins-
truccion sólida y Verdadera.


El Estoicismo, con sus máximas fanáticas y feroces,
de ninguna manera hizo amable y atractiva la virtud para
los hombres; las perfecciones imposibles que exijía, sólo
podían formar del sábio un ente de razon. La Moral pu-
ramente humana, que pretenda sacar al hombre de su es-
fera, elevarle sobre su naturaleza, hacerle insensible, in-
diferente al placer y al dolor, impasible á fuerza de ra-
zonamientos, y ensuma que le prescriba que deje de ser
hombre, podrá mui bien ser admirada por algunos entu-
siastas; mas nunca podrá convenir á los que, como al hom-
bre, hizo la naturaleza sensibles y sujetos á necesidades
y deseos. Los hombres admirarán s iempre esta Moral aus-
tera, reverenciarán á los que la predican, los mirarán corno
á unos entes raros y divinos; pero nunca por sus solas
fuerzas llegarán á practicarla.


Si la Moral de Epicuro fuese como nos la representan
sus contrarios, que la .


imputan el haber dado una libre
rienda á todas las pasiones, ciertamente no era propia
para regular la conducta del hombre; pero si, como sos-
tienen sus partidarios, estimulaba al hombre á la virtud
presentándola con los nombres de placer, de bienéstar, de
.deleite, es mui verdadera, y nada tiene que temer á las


PRÓLOGO.
Imputaciones de sus enemigos: su único defecto consiste
en no haber sido bien esplicada.


¿Qué Moral podía fundarse sobre los caprichosos y.,
ridículos principios de los Cínicos, que sólo se proponían
llamar la atencion del vulgo con su repugnante impuden-
cia y con sia afectada singularidadl:La ciencia de las cos-,
Lumbres no podía hacer grandes progresos en la escuela
de un Pirran y de sus sectarios, -Cuyo principio era du•.
dar de las mas claras y evidentes verdades; tampoco po-
día ménos de obscurecerse y de llegar á ser la mas vaga
é incierta en Aristóteles, cuyos discípulos á fuerza de dis-
tinciones y sutilezas sólo se habían formado, al parecer,
el proyecto de embrollar las verdades mas claras -y senci-
llas: sinembargo la doctrina de estos últimos Filósofos,
sirviendo por mucho tiempo de guía á la Európa„ impi-
dió descubrir los verdaderos principios de la Filosofía, man-
teniendo aprisionado al espíritu humano bajo el yugo de
una autoridad tiránica,. á la que hubo por fuerza de re-
verenciar como infalible. Entre los Escolásticos sólo fué. la
Moral un juego de espíritu y de imajinacion, y un con-
junto de sofismas y enredos , que hacían. casi imposible.
el descubrimiento de la verdad..


Estas reflexiones ciertas y evidentes nos dan á conocer
el juicio que debe formarse de la preocupacion que en.
tanta veneracion y respeto tiene la sabiduría de los anti-
guos, así como de la que se persuade que en la Moral to-
do está dicho. Se hallará, pues, que los antiguos , Filóso-
fos no tuvieron ideas puras y claras de los verdaderos
principios de esta ciencia; y que si algunas veces los des-
cubrieron, los perdieron con prontitud de vista , y casi
nunca sacaron de ellos las consecuencias mas inmediatas y
precisas. Encuanto á los que se persuaden que . sobre la
Moral nada resta que decir, creemos poder demostrarles
que hasta aquí no se ha hecho mas que ir acopiando los
materiales suficientes para construir un edificio, que las
meditaciones reunidas de los hombres podrán algun dia
concluir y perfeeionar : los antiguos nos han suministra-





1-1.1i. O.
do una parte de estos materiales y algunos modernos des-
poes los han aumentado considerablemente; asíque la pos-
teridad, aprovechándose de las luces y de los defectos de
sus predecesores, podrá dar con el tiempo la última ma.-
no á esta grande obra. El famoso Templo. de Efeso se
edificó -á costa de • todos los reyes y pueblos del Asia; .el
templo de la sabiduría debe erijirse con -los trabajos co-
munes y reunidos de todos los entes racionales.


En jeneral puede decirse con verdad, que los prime-
ros esfuerzos de la Filosofía , por falta de sólidos prin-
cipios, sólo produjeron Muchos errores mezclados con al-
gunas verdades. El espíritu sútil de los Griegos los alejó
de la sencillez ; su imajinacion llevó las cosas al estrcmo;
la Filosofía vino á ser entre ellos una pura charlatanería,
que cada uno encarecía y ponderaba en su favor ; el amor
propio de todo cabeza de secta le hizo creer que él solo
habla _encontrado la verdad, al paso que todas las sectas
se apartaban igualmente de ella por camines diferentes; así
el objeto de estos pretendidos sabios no parece que fué
otro sino el de contradecirse, desacreditarse, combatirse,
enredarse y confundirse los unos á los otros con sofismas y
sutilezas interminables. La sana Filosofía , sinceramente
ocupada en la indagacion de lo útil Tverdadero , no de-
be ser fanática ni escesiva, ni proponerse cosas incompren-
sibles é impracticables; debe prevenirse y armarse igual-
mente contra el entusiasmo que contra una vanidad pue-
ril y contra el espíritu de oposicion: siempre de buena
fé consigo misma , siempre serena, sólo debe seguir
la razon ilustrada con la esperiencia, la única que nos mues-
tra los objetos tales como son en sí: debe recibir la ver-
dad de manos de cuantos se la presenten, y desechar el
error y las preocupaciones, sea cual fuere la autoridad
en que se apoyen.


Además, los Filósofos de la antigüedad tuvieron sin
duda un fin particular'


n cubrir de nieblas su doctrina: los
mas, para hacerla mas inaccesible al vulgo ignorante,
usaron de doctrina doble, una pública, y otra particular


PRÓLOGO. vir
privada, que es mur dificil distinguir en sus escritos,


sobre todo despues que el transcurso de tantos siglos ha
hecho perder la clave. La Filosofía, para ser útil en todas
las edades y á todos los hombres, debe ser franca y since-
ra; la que solo es intelijible en cierto tiempo y para los
iniciados - en ella, viene á ser un enigma inesplicable á la
posteridad.


Por lo tanto no sigamos ciegamente las ideas de los.
antiguos: no adoptemos sus opiniones ó sus principios


encuanto el examen nos los muestre evidentes, lumino-
sos y conformes á la naturaleza, á la esperiencia y á la
utilidad constante de los hombres de todos los tiempos:
aprovechémonos con agradecimiento de una multitud de
máximas sabias y verdaderas, que los mas célebres Filó-
sofos de la antigüedad nos han transmitido envueltas con
una multitud de errores; distingámoslas, si es posible, de
las que el entusiasmo ha producido.. Sigamos á Sócrates
cuando nos recomienda que nos conozcamos á nosotros
mismos ; escuchemos á Pitágoras y á. Platon cuando nos
dan preceptos intelijibles ; recibamos los consejos de Ze-
non cuando los hallemos conformes á la naturaleza del
hombre; dudemos con Pirren de aquellas cosas cuyos prin-
cipios hasta aquí no han sido bien desentraíiados; emplee-
mos la sutileza de Aristóteles para descubrir lo verdade-
ro tan frecuentemente confundido con lo falso, Mas en el
momento mismo que descubramos el error, no debe la
autoridad de estos nombres respetables avasallarnos ni ob-
cecarnos en manera alguna.


Discurriendo sobre la Moral, no profundicémos hasta
los abismos de una metafísica sútil ó de una tortuosa día_
léctica: las reglas de las costumbres , como que son uni-
versales , deben ser claras, sencillas, demostrativas y á la
comprehension y alcance de todos los hombres: los prin-
cipios fundamentales de nuestras obligaciones -han de ser
tan evidentes, eficaces y jenerales, que cada uno pueda
convencerse y sacar de ellos las consecuencias relativas á
sus necesidades y á la clase ó estadaque ocupa en la sociedad,





Vur PRÓLOGO.
Las nociones obscuras, abstractas y complicadas, las.


autoridades á veces sospechosas , un fanatismo exaltado
no pueden ilustrar ni servir de guía segura. Para que la
Moral sea eficaz, es necesario dar al hombre razon de sus
preceptos ; es preciso hacerle conocer los motivos podero-
sos que le estimulan á seguirlos ; es forzoso enseñarle en
qué consiste la virtud ; es indispensable, en fin, hacérsela
amar, mostrándosela como el oríjen de su felicidad. El
entusiasmo y la autoridad humana, si para algo sirven, es,
sólo para ..gobernar por algun tiempo á pueblos ignorantes.
ó inespertos, cuyo entendimiento no está bien ejercitada
todavía.


Asombrar á los hombres para persuadirlos, trastornar
el entendimiento humano con enigmas y misterios , des-
lumbrarle y sorprenderle con maravillas, tal fué por lo
comun el método de los primeros sabios que se encarga-
ron de la instruccion y gobierno de las naciones groseras;
mas si estos primeros Lejísladores recurrieron por impos-
turas á lo sobrenatural para someterlos á las reglas que
quisieron prescribirlos ; sí para gobernarlos se valieron
del entusiasmo que nunca piensa ni reflexiona, y de lo
maravilloso que hace mas impresion en el vulgo que los
mejores raciocinios, estos medios no son ya oportunos
á propós i to , cuando se habla á pueblos menos salvajesí
y que han salido de su infancia. El hombre, cuanto es
mas racional, mas debe obedecer á la razon; los Filósofos
deben consultar y seguir: su propia naturaleza; y los Le-
jisladores obligarle á obedecerla,


Los Moralistas modernos , casi siempre arrastrados.
de la autoridad de los antguos , han seguido fielmente
sus huellas sin esforzarse por su parte en abrir nuevos
caminos para el descubrimiento de la verdad: los mas de
ellos, por no examinar al hombre con bastante atencion,
no le han visto como es en sí: creyeron segun algunos an-
tiguos , que recibía de la naturaleza ideas que llamaron
innatas con cuyo ausilio juzgaba sanamente del bien y
del mal: miráron la razon, la virtud, la justicia, la bene,1


PRÓLOGO. 7x
valencia, la piedad como cualidades inherentes á la natu-
raleza humana: segun ellos, ésta ha grabado en todos los
corazones las verdades primitivas, el amor del bien, el
aborrecimiento del mal moral, sobre todo lo cual el hom-
bre juzgaba sana y rectamente ayudado de un sentido mo-
ral, esto es , de una cualidad oculta , de un cierto crite-
rio que traía consigo al nacer, y que le facilitaba el pro-
nunciar y decidir sobre el mérito ó demérito de las ac-
ciones. Envano ha demostrado el profundo Locke que las
ideas innatas son unas verdaderas quimeras: estos Mora-
listas persisten en su preocupacion, y creen, ó intentan
persuadir, que el hombre, aun antes de haber esperimen-
tado el bien ó el mal que resulta de las acciones, es ca-
paz de resolver si son buenas ó malas. Nosotros , con el
dictámen de Filósofos mas ilustrados, haremos ver que el
hombre nace solamente con la facultad de sentir, y que
su modo de sentir es el verdadero criterio, ó la sola re-
gla de sus juicios o de sus sentimientos morales sobre las
acciones, ó sobre las causas cuyos efectos esperimenta:. ver-
dad tan palpable, que sorprende ciertamente que haya
habido y aun haya hombres á quienes sea necesario de-
mostrársela. En fin, haremos ver que las leyes ó reglas.
que se supone escritas por la naturaleza en todos los co-
razones , no son mas que consecuencias necesarias del
modo con que los hombres han sido instituidas segun ella,
y de la manera con qué cultivaron sus disposiciones parti-
culares. El verdadero sistema de nuestros deberes ha de
ser el que resulte de nuestra propia naturaleza convenien-
temente modificada.


Otros, con Cudworth, fundaron la Moral en las re-
glas ó en las conveniencias eternas é inmudables, que su-
ponen anteriores al hombre y totalmente independientes
de él. Es claro que estos no han hecho mas que transfor-
mar en realidad las abstracciones, y suponer modificacio-
nes ó cualidades anteriores á los entes ó su jetos s **O j uscep
bles de ellas, y relaciones independientes de las cosas en._
tre quienes unicamente pueden subsistir. Sinembargo , sí




PRÓLOGO.
la Moral es la regla de los hombres que viven en socie-
dad, sólo puede existir con ellos , y fundarse en las re-
laciones que se estableciesen recíprocamente. Una Moral
anterior á la existencia de los hombres y de sus relacio-
nes, sino es por el principio de que deriva la verdadera
sancion, es una Moral aérea, una verdadera quimera. No
puede haber ni reglas, ní deberes, ni relaciones entre en-
tes que solamente existen en los espacios imajinarios.


No hablamos de la Moral relijiosa, cuyo objeto es con,
ducir á los hombres por caminos sobrenaturales. Sólo
pretendemos proponer en esta obra los principios de una
Moral humana y social , conveniente al mundo en que
vivimos, en el que la razon y la esperiencía bastan pa-
ra guiar á la felicidad presente que se proponen los hom-
bres viviendo en sociedad; los motivos que esta Moral
presenta son puramente humanos, ésto es , unicamente
fundados en la naturaleza del hombre , tal y como ella se
muestra á nuestros ojos, prescindiendo de las opiniones que
dividen al jénero humano , en las cuales no debe entrar
una Moral universal para todos los hombres. Antes somos
hombres que relijiosos, y cualquiera que sea la relijion
que se abrace, su Moral no debe ni puede destruir la na-
turaleza ni la sociedad.


Los Filósofos están todavía divididos acerca de la na-
turaleza del hombre y sobre el principio de sus opera-
dones y facultades, tanto visibles como ocultas: unos, en
gran número, pretenden que sus pensamientos, sus volun-
tades y sus acciones no deben atribuirse á su cuerpo , el
cual no es mas que un conjunto de órganos materiales,
incapaces de pensar y de obrar, sino fuesen movidos por
un alma ó por un ajente espiritual, distinto de este cuer-
po, que sólo le sirve de cubierta ó de instrumento. Otros,
pero mili pocos, contradicen la existencia de este motor
invisible, y creen que la organizacion humana basta pa-
ra obrar el bien y el mal, y para producir los pensamien-
tos, las facultades y los movimientos de que es el hom-
bre capaz.


PRÓLOGO.
No nos detendrérnos , pues, en discutir estas opi-


niones tan diferentes: para saber lo que el hombre del-
be hacer en sociedad no es necesario remontarse tan a -
to. Así, no exáminarémos en la causa secreta que puede
mover al cuerpo, ni los resortes invisibles de que se ha-
lla compuesto, dejando estas investigaciones á la Meta-
física y á la Anatomía. Para descubrir los principios de
la Moral contentémonos con saber que el hombre obra,
y que su modo de obrar es en jeneral el mismo en to-
dos los individuos de su especie , sinernbargo de las va-
yiac i ones esteriores que los distinguen. El modo de ser
y de obrar, comun á todos los hombres, es bastante co-
nocido para poder deducir de él con certeza la manera
con que deben conducirse en el camino de la vida. El
hombre es una criatura sensible; esta disposicion, cual-
quiera que sea la causa que produzca su sensibilidad, re-
side esencialmente en él, y basta para hacerle conocer
tanto lo que se debe á sí mismo, como lo que debe á
Jos otros con quienes se halla destinado á vivir sobre
la tierra.


Las variedades casi infinitas que se observan entre
los individuos que componen la especie humana, no im-
piden que una Moral les convenga á todos; ellos son
unos mismos en el fondo , y solamente se diferencian en
la forma esterior : todos desean ser felices , aunque no
pueden serlo de una misma manera. Si se encontrasen
hombres de tal modo conformados, á quienes no pudie-
sen convenir los principios de la Moral, no dejaría de
ser menos cierta por esto: todo lo que se podía inferir
en este caso era que no se habla hecho para unos hom-
bres constituidos diferentemente de todos los denlas. No
existe Moral alguna para los monstruos ó para los in-
sensatos; la Moral universal sólo pertenece á las criatu-
.ras racionales y bien organizadas; en estas la naturaleza
no varía, y solamente hai que observarla bien para de-
ducir de ella las reglas invariables que deben cumplir.


No es éste lugar de examinar si el hombre está des-
*


.




X TI PRÓLOGO
-tillado para otra vida; ésto es, si su alma sobrevive á la
ruina de su cuerpo , ó si la muerte le destruye entera-
mente : á la Metalisica y á la Teología pertenece él dis-
cutir estas cuest i ones, que no pretendemos tocar de mo-
do alguno. La Moral que presentamos es el conocim i en-
-to -natural de los deberes del hombre en la vida de este
Inundó; cualquiera que sea la opinion que Se adopte a-
cerca de su alma y de la suerte futura de ella, bien que
sea mortal ó que no lo sea, los deberes de la vida so-
cial serán siempre los mismos , y para descubrirlos bas-
ta saber que el hombre es sensible al placer y al dolor,
y que vive con hombres que sienten


-
como él, cuyo a-


fecto y benevolencia debe granjearse para lograr lo que
le place, y para alejar de sí ló que puede desagradarle.


Sean cuales fueren las teorías que se adopten en es-
te punto; por mucho que sea el esceptismo ó la incre-
dulidad, procediendo 'de buena fé, jamas podrá nadie
deslumbrarse- de tal modo que dude de su propia exis-
tencia, -ni de la de los entes que se nos asemejan, de
los cuales estamos rodeados, en quienes influyen nuestras
acciones, y que recíprocamente influyen en nosotros se-
gun el modo con que los afectan estas mismas acciones.
En una palabra, jamas podrá dudarse que existen re-
laciones necesarias entre los hombres que viven en socie-
dad, y que contribuyen á su bienéstar ó á su infelicidad
recíproca.


Si alguno adoptase el sistema de Berckley, escéptico
estravagante, en cuya opinion no existía cosa alguna real
y verdadera fuera de nosotros, existiendo sólo en su ima-
ginacion y en su propio cerebro todos los objetos que la
naturaleza presenta al hombre , aun esta hipótesis sutil y
caprichosa no escluiría la Moral; porque sí, como este
Filósofo supone, todo lo que nosotros vemos en el mun-
do no es mas que una, ílusion ó un. sueno' continuo, si-
guiendo los preceptos de la Moral los hombres tendrían
al menos sueños seguidos, agradables, útiles á su repo-
so, confornies á su bienestar durante su sopor en este


PRÓLOGO. XIII_
I^iundo , y los Individuos que asi sonasen, no -se moles-


.


tarían los. unos á los otros con sueros danosOs y fu-
nestos.


To no dudo , dice un moderno que hai virtud y vi-
cie asi como luí salud y enfermedad. Las nociones pri-
mitivas de la Moral son inconcusas y evidentes : de ellas
solas pueden deducirse todos los deberes del hombre so-
cial, y segun ellas fijarse el camino que conduzca á la
felicidad de la vida presente en los diferentes estados que
el destino le coloque, y conforme á las diversas relacio-
nes que medien entre él y las criaturas de su especie.


Esto supuesto, el sistema que intentamos presentar no
ataca de ningun modo los cultos ni las opiniones relijio-
sas establecidas en los diferentes pueblos de la tierra; só-
lo se propone indicar á los hombres, de :,cualquier pais
ó relijion que sean, los medios que la naturaleza les su-
ministra para obtener el bienéstar á que ella misma les
impele necesariamente, é indicarles los motivos natura-
les que los excitan y estimulan tanto á obrar el bien co-
mo á huir del mal. En una palabra, una Moral huma-
na no t i ene por objeto sino la conducta de los hombres
en este mundo, dejando á la Teologia el cuidado de con-
ducirlos á la otra vida. Las relijiones de los pueblos va-
rían en los diferentes paises de nuestro globo; mas los
intereses, los deberes, las virtudes y el bienéstar son unos
mismos para todos cuantos le habitan.


Algunos sabios de la antigüedad pretendieron que la
Filosofía era. la nfeditacion de /a muer te .


'


(1) pero Ideas
menos lúgubres y mas conformes á nuestros intereses ha-
rán que nosotros la definamos la meditacion de la vida.
El arte de morir no necesita aprenderse; el arte


de " e vi-
vir bien interesa mucho mas á los entes dotados de razon
y debiera ocupar todos sus pensamientos en este mundo,


(1) Tota Philosophorum vita comiwritatio mortis est. Cicer.
Tuscul. I. C. 30. 31.




xtv PRÓLOGO.
El que haya meditado bien sus deberes, y los haya cum-
plido fielmente , gozará de una Felicidad verdadera du-
rante su vida, y la dejará sin temor y sin remordim i en-
tos. La vida, dice Montagne, no es de suyo ni un bien
ni un mal , sino el lugar del bien y del mut, segun que
en él se practica el uno ó el otro. En mi dictárnen , no el
morir sino el vivir felizmente es lo que constituye la huma-
na felicidad. Una vida adornada de virtudes es necesa-
riamente• feliz y dichosa, y ella nos Conduce tranquila-
mente á un término, en el que ninguno se arrepentirá de
haber seguido cl canino designado' por la naturaleza.
Una Moral conforme á la naturaleza nunca jamas podrá
desagradar á su Autor.


El hombre es siempre un ente sens ible, ésto es, ca-
paz de amar el placer y de temer el dolor : en toda so-
ciedad se halla rodeado de criaturas sensibles. que como
él buscan el placer y temen, e: dolor; estas •no contri-
buyen al bienestar de sus-semejantes sino es cuando el
placer que reciprocaluente se causan los determina á
ello; y reusan contribuir á este bienestar siempre que
los otros los molesran ú ofenden. Elé aquí los principios
en qué se puede formar una Moral universal ó común á
todos los individuos de la especie humana. Por no cono-
cer estos principios incontestables-, los hombres se hacen
rmítua y frecuentemente desgrac i ados, tanto que muchos
sabios han creido que la felicidad se hallaba para siem-,
pre desterrada de esta vida.


No adoptémos , pues, estas ideas aflictvas; creamos
firmemente que el hombre ha sido criado para ser feliz;
no le aconseemos que renunc i e á la v i da social bajo el
pretesto de sustraerse de los inconvenientes que la acom-
palman; mostrémosle que estos están contrapesados de o-
tras mucho mayores y mas -aprec i ables ventajas. Los vi-
cios, los delitos y los defectos que atormentan á la so-
ciedad, son consecuencias de la ignorancia, de la irles-
periencia y de las preocupac i ones que tiranizan todavía
á los pueolos, porque son muchas las causas que se han


PRÓLOGO. xv
opuesto y oponen de continuo al uso y ejercicio de la
razon. La Moral, como la mayor parte de los conoci-
mientos humanos, ha sido hasta aquí tan imperfecta y
tenebrosa, á causa de que no se ha consultado suficien-
temente la esperiencia , y porque ha sido loca y teme-
raria-mente contrariada. la naturaleza, que debió seguir-
se constantemente por guía. Las costumbres de les hom-
bres se hallan tan corrompidas, porque los mismos que
debian conducirlos á la felicidad por la observancia de
los preceptos de la Moral, á causa de no haber cono-
cido sus propios intereses, juzgaron que era preciso que
los hombres fuesen ciegos é irracionales para oprimirlos
y e:, elavizarlos mcior de este modo. Si la 1\', oral no ha
contenido y morijerado á los pueblos , fue porque las
potestades de la tierra no la han prestado nunca el ausi-
lio de las recompensas- y de los castigos que tienen en
sus manos. Los gobiernos injustos han tem i do la verda-
dera Moral; los gob i ernos negiijentes la miraron como
una ciencia de pura especulacion , cuya práctica era to-
talmente indiferente á la prosperidad de los Imperios;
no conocieron que la Moral sola es la base firme y se-
gura de la felicidad pública y particular , y que sin ella
se arruinan y aniquilan los Estados mas poderosos y
pulentos.


Asiqué no admitamos los principios insensatos de un
Filósoro célebre por sus paradojas, que Hizo el mayor
empeño probarnos ove tol :1 e que loci socs vietli:dioss (1)


se con-
a no ser que es-


te autor haya querido probar á sus conciudadanos
laoss vciorn


una sátira injenlosa la imposibilidad de concilia


Madeville, en la fábula de las jabeas, Es mui probable
que el verdadero designio de este inj•Ltdoso Autor en su obra
ha sido el' hacer ver .que era preciso renunciar enteramente á
las buenas costumbres en un pais como el suyo, donde las mi-
ras del Gobierno y de los particulares se fijan demasiado en las
riquezas. Yease sobre esto el Cal). I. de la Seecion .117.




xvr FRÓLOGO._
tudes sociales con la pasion desordenada de las riquezas
y del luxo, que enteramente las destruye y aniquila. Di-
remos, por el contrario, que los vicios de los particula-
res influyen siempre de un modo mas ó menos funesto ea
el bienestar de las naciones. Los vicios epidémicos les cau-
san frecuentes trastornos y desórdenes, de los qué al ca-
bo vienen tarde ó temprano á ser víctimas. Los vicios
de los individuos destruyen la felicidad de las fam ilias, y
la union .de éstas forma las Naciones: La pretendida ac-
tividad que los vicios dan á los hombres , es igual á la
que produce una fiebre; los países donde domina el luxo,
se asemejan á los enfermos imprudentes, en quienes los
alimentos eseesivos se convierten pronto en veneno. Las.
riquezas desmedidas de un pueblo sólo sirven para hacer.
le de dia ea día mas vicioso y miserable.


Se nos dirá, quizá, que á un gobierno le es indi-
ferente, con tal que sea rico y poderoso , el cuidar de
las costumbres de los hombres ; mas responderemos que
estas costumbres interesan á todos los ciudadanos, á quienes
nunca puede ser indiferente el que sus asociados sean bu&
nos ó perversos cuando tienen que vivir con ellos ; di-
remos ademas que un Estado, para ser floreciente y po-
deroso, necesita mas de virtudes que de riquezas; dire-
mos , en fin., que á una nacion le es mucho mas im-
portante el ser feliz, que el tener grandes tesoros y fuer-
zas, de las que estará mui á peligro de abusar á cada
paso. La opulencia y la fuerza de una nacion , mala-
mente confundidas con su. verdadera felicidad, son pa-
ra ella frecuentemente causas próximas de ruina y des-
truccion.


Los vicios y las pasiones de los particulares jamás
son útiles al Estado; podrán quizá serlo á los Déspotas,
á los Tiranos y á sus cómplices, que se valen de los
vicios de los súbditos para dividirlos de intereses, y so-
juzgar á los unos por medio de los otros; pero si la uti-
lidad de estos personajes es la única que tuvo presente el
autor de quien hablarnos, entonces ha confundido el inte-,


PRÓLOGO. xvri
on con el de su mas crueles enemigos.


rés
fi
de., una nda


esta obra presentará en cada linea una re-
futacion de este sistéma temerario , y hará ver las funes-
tas consecuencias de la tiranía ó de la neglijencia de los
que debieran regular las costumbres de los hombres.


Por un efecto de esta misma perversidad ó indiferen-
cia se descuidó la educacion enteramente , ó la que se
dió nunca fué capaz de formar hombres sociables y vir-
tuosos. En fin , en el seno de la d i sipador' y de los insí-
pidos placeres no se estudia ni se aprende una Moral de-
masiado austera y molesta para hombres viciosos y frí-
volos; la mayor parte se contenta con algunas nociones
superfic i ales, creyendo saber bastante para vivir en el
mundo. Pocas personas se toman el trabajo de examinar
y seguir la serie de los principios y motivos que regu-
lan constantemente sus acciones.- Todos pretenden ser
buenos jueces en la Moral, al paso que nada es mas ra-
ro que hallar hombres que tengan de ella unas ideas
puras y senc illas; todos en la teoría reconocen su utili-
dad , pero mui pocos se afanan por practicarla; todos
con las palabras respetan y ensalzan la virtud, y casi
ninguno ha llegado á definirla bien. En fin, en la multi-
tud inmensa de tratados sobre la Moral que inunda el
universo , apnas se encontrarán máximas y. preceptos
capaces de ilustrar al hombre sobre sus deberes.


Por otra parte,, una preocupacion mui general in-
tenta persuadir no sólo que los antiguos lo han dicho
todo, sino tambien que las costumbres antiguas eran me-
jores que las presentes. Muchas personas admiten sin du-
dada la fábula de la edad de oro, ó al menos se ima-
jinan que los pueblos en su oríjen eran mas virtuosos y
mas felices que sus descendi entes. Basta la menor refle-


. xion sobre los anales del mundo para destruir semejan,-
te opinion. Las naciones en sus principios no han sido
mas que unas tribus salvajes , y los salvajes no son ni
felices, ni sabios, ni verdaderamente sociables. Si acaso
estuvieron exentos de las infinitas necesidades que des-




xvrn PRÓLOGO.
pues inventáron el luxo y los vicios que éste produce, tam-
bien fueron feroces , crueles, injustos , turbulentos , y
enteramente ajenos de justicia y Inunanidad. Si los pri-
meros tiempos de Roma nos ofrecen en los Curios y en
los Cincinatos ejemplos de frugalidad, nos hacen ver por
el contrario en todos los Romanos una ambicion injusta
pérfida é inhumana, que en níngun modo previene en
favor de su Moral. EL/ la Repáblica de Esparta, cuyas
virtudes tanto se nos ensalzan, el hombre de bien vé
sólo una tropa de forajidos tan malvados como aus-
té ros.


La antigliedad nos presenta pueblos guerreros , pue-
blos poderosos, pero no pueblos virtuosos y sabios. Esto
no debe admirarnos ; las costumbres de las naciones son
s iempre el fruto de las ideas que les inspiran los que las
gobiernan. La verdadera Moral ha tenido que combatir
siempre y constantemente las preocupaciones arraigadas
en el espíritu de los pueblos , los usos y las opiniones
consagradas por el tiempo, y sobre todo los falsos inte-
réses de los que movían la máquina política. ¿Qué Mo-
ral y quí virtudes sólidas y verdaderas podían tener los
Romanos , á quien todo inspiraba desde la mas tierna in-
fancia un patriotismo esclusivo que los hacía injustos
con los denlas pueblos de la tierra ? ¿ Un Filósofo que en
Roma hubiese recomendado las virtudes sociales , habría
sido escuchado favorablemente por un Senado perverso,
cuyo interés consistía en que el pueblo estuviese siempre
en guerra , para de este modo oprimirle mas facilmen-
te y tenerle mas sujeto á sus decretos ? Semejante .Filó-
sofo habría quizá sido admirado como un elocuente So-
fista; pero sus máximas se considerarían como contrarias
á los intereses del Estado. Un hombre verdaderamente
sensible, justo y virtuoso hubiera pasado en Roma por
un mal ciudadano.


Los verdaderos principios de la Moral repugnan en
todo á las nociones, costumbres é instituciones opuestas
á la sociabilidad que se hallan establecidas en casi todos


PRÓLOGO. zr
los pueblos ; desenvolviendo á sus ojos lás reglas de la


sospechejusticia , los fundamentos de laoabu
ietronroidaqdu,e


ode los ciudadanos, cuál es el Gobierno
los derechos


al instante que se crítica su conducta , y que se quiere ata-
car su poder ? No habiendo sido ni siendo todavía, por
lo comun, la política sino el arte fatal de cegar á los
pueblos y de esclavizados, se ha creido casi siempre in-.
teresada en obscurecer las luces y las ideas, y en redu-
cir la razon á un eterno silencio. En fin, la verdadera
Moral encontró siempre contradictores tercos y obstina-
dos en la ignorancia, la pusilanimidad y la Itlercia de
aquellos mismos ciudadanos, que tenian mas necesidad de
que ella moderase las pasiones de los que de continuo la
oprimian y tiranizaban.


Estos obstaculos son incapaces de arredrar á las al-
mas que están poseidas de un sincero y ardiente deseo
de ser útiles al jénero humano , é inflamadas del amor
de la virtud. La Moral es la verdadera ciencia del hom-
bre, la mas importante para él, la mas digna de ocu-
par toda la atencion y conato de una criatura verdadera-
mente sociable. A la Moral , pues, pertenece fortalecer
el espíritu humano, dar racionalidad al hombre, quitar-
le los andadores de la infancia, y enseSarle á caminar con
seguridad y firmeza ácia los objetos realmente apreciables
y dignos de que el entendiiñiento los desee y los busque.
Los talentos reunidos de los hombres que piensan, de-
bieran conspirar en dar á conocer así á los pueblos co-
mo á sus Jefes sus verdaderos intereses, para desenga-
ñarlos de tantas vagatelas, de tan vanos juguetes, y de
tantas pasiones ciegas y misprables , que causan sus des-
gracias é infelicidades. Sobrado tiempo han. empleado los
talentos en lisonjear baja y torpemente al poder y á la
grandeza, en propagar los errores, en fomentar los vi-
cios , y en ocupar y distraer el fastidio de los hombres;
el talento y el injenio debieran ya trabajar en su instruc-
cion y felicidad. 11-lai un objeto mas digno de nuestra
curiosidad que la ciencia de vivir bien y ser feliz?




.PRÓLOGO;.
La Moral es la .ciencia de la felicidad; es útil y ne-.


cesaria á todos los habitantes, de la tierra, es útil á las
Naciones , á los Príncipes, á los. Ciudadanos, á los Gran-
des y á los pequeños, á los Ricos y á los pobres, á los.
Padres y á los hijos, á los Amos y á los criados, por-
que á todos estimula igualmente á buscar su bienéstar
su dicha. Sin ella, se probara


.
que la política. no es. mas,


que un arte infame y funesto. para destruir. las costum-
bres de los pueblos sin ella el jénero humano se ve de
continuo perturbado por la ambicion de los, Reyes : sin.
ella una sociedad no reune.


sino enemigos siempre.
pron-


tos á daffirse:.
sin ella las familias desavenidas y en


continua.
guerra sólo se. acarrean desgracias é infelicidades,


atormentándose incesantemente con sus caprichos y lo-
curas: sin ella, en fin, todo hombre es continuo juguete
y víctima constante de los vicios y escesos á que le. a-
bandona su ciega imprudencia.


En una palabra, la. Moral
- es 14 que regula: el des-


tino del Universo; abraza y reune los intereses de toda
la especie humana ; y manda con razon y justicia á to-
dos los pueblos, á todos los, ciudadanos , sin que. sus, de-
cretos sean nunca jamás impunemente violados.' La. Po-
lítica , como bien pronto -veremos , no es mas que


.
la


Moral aplicada á . 1a conservacIon de los Estados ; la Le-jislacion es la Moral consagrada por las leyes; el Dere-
cho de Jerifes es la. Moral aplicada á la conducta de las
Naciones entre sí ; el Derecho Natural no es. otra, cosa
que el conjunto de las reglas de la Moral fundadas en la
naturaleza del hombre. Con tan justo título puede lla-
marse esta ciencia universal ., pues que su vasto imperio
comprende todas las acciones del hombre en todas las si-
tuaciones de la vida.


Los hombres, que meditan, deben contribuir á dsi-par de esta ciencia importante las nubes que por tanto
'tiempo la han rodeado, hasta que sus principios, cuida-
dosamente discutidos y aclarados, tengan aquel grado de
certidumbre que convenza los espíritus. Guiada la Mo-


PRÓLOGO. xxi
ral por la esperiencia no debe afectar el lenguaje de la
alegoría, ni- . pedir y presentar del alto Empireo oráculos
ambiguos; trebe renunciar los delirios y estravagancias.
del Platonismo; abandonar el tono enfadoso y molesto del
Estoicismo; abjurar la: singularidad del Cinismo; librarse
de lose laberintos -del Aristótelismo en fin , guiada por 14
rectitud y la buena fé , debe hablar con sencillez y fran-
queza, no asombrar con paradojas, y avergonzarse y de-
testar la charlatanería, de la que frecuentemente la han
revestido hombres vanos y . engañosos. -


Para qué la Moral sea f títiP(lo diremos una y
chas veces ) debe ser sencilla y verdadera, y esplicarse
con claridad: entonces no se propondrá deslumbrar y sor-
prender con vanos adornos y aparatos, que regulartnen-
te desfiguran la verdad : no prometerá un -supremo .bien
ideal , vinculado á una apatía insociable, •á una dañosa
misantropia y á una obscura y 'permanente 'tristeza no
aconsejará á los hombres que huyan unos de otros , ni
que se 'aborrezcan mútuamente : no entibiará su amor á
la virtud con austeros preceptos, con impracticables con-
sejos , ni con perfecciones inaccesibles : nunca les prescri-
birá virtudes contrarias á su naturaleza; antes bien los
consolará en sus aflicciones y penalidades, diciendoles 'que
esperen su fin, y que busquen sus remedios : les ordena-
rá que sean hombres, que reflexionen :y se conozcan á sí
mismos , y que consulten á su razon , la cual siempre los
hará justos, benéficos y sociables, enseñándoles en qué
consiste su verdadero bienéstar, permitiéndoles los pla-
ceres honestos, é indicándoles los medios lejítimos de a-
segurar una sólida felicidad durante una vida libre de opro-
bio .y de remordimientos.


Este es el fin y el objeto de esta Obra, en la que se
intenta exátninar la naturaleza del hombre, su tenden-
cia invariable , los deseos ó pasiones que le mueven, los
principios de la vida social, .las virtudes que mantienen,
y los vicios que perturban su armonía. En la primera Par-
te se procura dar una sencilla teoría de la Moral, es-




PRÓLOGO.
poniendo con claridad y ,precision los principios de es-
ta ciencia de las costumbres. En la Segunda se aplican
los principios establecidos en la.


primera á todos los es-
tados de la vida. Aunque temerosos de incurrir en la no-
ta de difusos, bó hemos podido ménos de repetir y a-
plicar á veces unos mismos principios , a fin de recor-
darlos y traerlos á la memoria de aquellos lectores que
no pudieren comprenderlos de una vez con exactitud y
perfeccion. Una Moral elemental exije que se sacrifique
l'a brevedad al deseo de- que la entiendan todos. Las
obras de un estilo conciso, aunque mas agradables cier-
tamente.


á las personas ilustradas, no son siempre útiles
á las que buscan en ellas la ínstruccion; resultando ade-
mas muchas veces obscuridad del laconismo escesivo.


En fin, para unir la autoridad á la razon,. se ha en-
.riquecido esta Obra con pensamientos.


notables y máxl,:
mas útiles sacadas de los antiguos y de los modernos,
con el objeto de formar -una especie- dé concordancia,
que haga mas fuerte cada uno de los eslabones del Sis-
tema Moral que se intenta. establecer.


RAZON DE LAS SECCIONES Y CAPÍTULOS
en que' está- dividida toda la Obra..


PRIMERA PARTE.


TEORÍA DE LA MORAL.


SECCION L


Principios . Generales y Definiciones.


Cap. I. De la Moral : de los De-
beres: de la Obligacion moral.


Cap. II. Del Hombre y, de. su
naturaleza.


Cap. I1I. De la Sensibilidad: de
las facultades intelectuales.


Cap. 1V. Del Placer y del Dolor:
de la Felicidad:


Cap. V. De las Pasiones: de los
Deseos: de las Necesidades.


Cap. VI. Del Interés personal ó
del amor propio.


Cap. VII. De la utilidad de. las
Pasiones.


Cap. Vill. De la•Voluntad-y de
las Acciones.


Cap. IX. De la Esperiencia.
Cap. X. De la Verdad..
Cap. XI. De la Razon.
Cap. XII. Del Hábito: de la las-


truccion : de la Educacion.
Cap. XIII. De la Conciencia.
Cap. XIV. De los Efectos de la


Conciencia en la Moral..


SECCION. II.
Debéres del Hombre 'en el estado
de Naturaleza y en el de Sociedad:


De las Virtudes Sociales.
Cap. I. Deberes del Hombre en


soledad , ó en el estado de Na-
turaleza.


Cap: II. De la Sociedad: de los
Deberes del Hombre social.


Cap. III. De la virtud en jeneral.
Cap. IV. De la Justicia.
Cap. V. De la Autoridad.
Cap. VI. Del Pacto social.
Cap. VII. De la Humanidad.
Cap. VIII. De la Compasion


de la Piedad.
Cap. IX. De la Beneficencia..
Cap. X. De la Modestia: del Ho-


nor: de la Gloria.
Cap. XI. De la Templanza : de


la Castidad :. del Pudor.
Cap. XII. De la Prudencia.
Cap. XIII. De la Fortaleza : do


la Grandeza de. Alma : de la
Paciencia.


Cap. X1V. De..la Veracidad..
Cap. XV. De la Actividad.
Cap. XVI. De la Dulzura , de ca-


rácter. De la induljencia. De
la Tolerancia, .De la Compla-
cencia. De la Urbanidad, ó de
las dotes agradables en la,sicla


SECCION
Del Mal moral , ó de los Delitos,


Vicios y Defectos de los
_Hombres.


Cap. I. De los.Delitos : Deja In-
justicia del Homicidio : del
Hurto : de. la. Crueldad.


Cap. II. Del Orgullo: de la .Vá.-
nidad: del _Luxó.


Cap. III. De la Cólera : de la
Venganza : del mal Humor.:
de la Misantropía.


Cap, IV. De la Avaricia:y de la




'Prodigalidad.
Cap. V. De la Ingratitud.
Cap. VI. De la Envidia : de los


Zelos : de la Murmuracion.
Cap. VII. De la Mentira : de la


Adulacion : de la Hipocresía:
de la -Calumnia.


Cap. VIII. De la Pereza de la
Ociosidad: del Fastidio y sus
efectos : de la pasion del Jue-
go , &c.


Cap. 1X. De la relajacion de las
Costumbres : de la Disolucion:
del .Amor.: de los Placeres des-
honestos.


Cap. X. De la Destemplanza 4
Gula.


`Cap. XI. De los Placeres hones-
tos, y .de los torpes.


Cap. XII.Dellos Defectos: de las
Imperfecciones : de las Rich-
•culeces , ó de las cualidades
desagradables en la vida social.


SEGUNDA 'PARTE.


'PRACT ICA *DE LA "MORAL.


-SECCION ,IV.
Moral de los Pueblos ,.de los Sobe-
ranos, de los Grandes , de los Ri-
cos, ó Debéres de ltratida pú-


blica y de los diferentes estados.


Cap. I. Del Derecho de Jentes,
ó de la MoraIde las Naciones,
y de sus deberes recíprocos.


Cap. II. Deberes de los Soberanos.
Cap. III. Deberes de los Súbditos.


Cap. IV. Debéres de los Grandes.
Cap. V. Deberes de los Nobles y


de los Militares.
Cap. VI. Deberes de los Majis-


trados y de los Juristas.
Cap. VIL Debéres de los Minis-


tros de la Relijion.
Cap. VIII. Deberes de los Ricos.
'Cap. IX. Debéres ,de los Pobres:
Cap. X. Debéis de los Sabios,


de los .Literatos , y de los Ar-
tistas.


'Cap. XI. Deberes de los Comer-
ciantes , de los Fabricantes,
de los Artesanos y de los La-
bradores.


TERCERA PARTE.


SECCION V.


De los Debéres de la vida privada.


'Cap.
Debéres de los Esposos.


Cap. II. Deberes de los Padres
y las Madres ; y de los Hijos.


Cap. De la Educacion.
Cap. IV. Deberes de los Parien-


tes ó de los miembros de una
misma Familia.


-Cap. V. Deberes de los Amigos.
Cap. VI. Deberes de los Amos y


de los Criados.
Cap. VII. De la conducta en el


Mundo : de la Urbanidad: del
Decoro : del Talento : de la
Alegría : del Gusto.


'Cap. VIII. De la Felicidad.
Cap. IX. De la Muerte.


1 N D 1 C E


DE LAS SECCIONES Y CAPÍTULOS
DEL TOMO. PRIMERO,


PRIMERA PARTE.
TEORÍA DE LA MORAL


Prólogo. P•g. III.


SECCION PRIMERA.


PRINCIPIOS GENERALES T. DEFINICIONES.


Cap. I. De la.Moral :.de los deberes:- de la obligacion ?floral.... Pág. 1.
Cap. D. Del hombre, y de su: naturaleza 3.
Cap. la sensibilidad :. de las facultades intelectuales.


5.
Cap. 1V. Del placer y de:,/, dolor:. de. la felicidad


8.
Cap. V. De las Pasiones : de los. Deseos :. de las Necesidades.




Cap. VI.. Del interés personal 6. del. amor propio ......
Cap. VII. De la utilidad de las_ pasiones.... ..... .
Cap. VIII.. De. la voluntad y de las_ acciones




Cn. IX. De. la esperie.ncia
Cap. X. De la verdad




Cap. XI. De la razon...-


SECCI.ON SEGUNDA.


Deberes del hombre en. el estado de Naturaleza y en el de So-
ciedad.. De las Virtudes. sociales..


Cap. I. Deberes del hombre en soledad ó en. el estado de Natu-
raleza.


......


...... — ........... —
57.Cap. II De la sociedad::: de- los deberes del hombre social. . . . 60,Cap. III. De la VirtucPen jeneral






63,


% •
-


Cap. Xl./. Del hábito: de la instruccion : de la educacion. . .
Cap. XIII. De. la. conciencia
Cap. XIV. De los efectos de la conciencia en la Moral




14.
19.
27.
31.
34.
37.
39.
42.
46.
52.




Cap. IV. De la Justicia
Cap. V. De la Autoridad




.. 72.
Cap. VI. Del Pacto social


• . • • ........ . 75,
Cap. VII. De la Humanidad.


81.
Cap. VIII. De la Compasion ó de la Piedad


85.
Cap. IX. De la Beneficenc ;


• . 9()<,
Cap. X. De la Modestia : del Honor : de la Gloria.


97.
Cap. XI. De la Templanza.: de la Castidad: del Pudor.... . . 104:
Cap. XII. De la Prudencia




ion,.
Cap. XIII. De la Fortaleza: de la Grandeza de Alma : de la


Paciencia.......
112,


Cap. XIV. De la Veracidad. . .........
...... 1.19,


Cap. XV. De la Actividad . 123.
Cap. XVI. De la Dulzura de car¿Icter. De la Induljencia. De


la Tolerancia. De la Complacencia. De la Urbanidad, ó de las
dotes agradables.en la Vida social


126.


SE .CCION TERCERA.


Del Mal Moral , ó de los Delitos , Vicios y defectos de
los Hombres.


Cap. I. De los Delitos : de la Injusticia : del Homicidio : del
Hurto: de la Crueldad


Cap. II. Del Orgullo. De la Vanidad. Del Luxó
148::


Cap. III. De la Cólera. De la Venganza. Del mal Humor. De
la Misantropía.


Cap. IV. De la Avaricia y de la Prodigalidad


.176:
Cap. V. De la Ingratitud


i81.
Cap. VI. De la Envidia : de los Zelos : de la Murmuracion.


187.
-Cap. VII. De la Mentira: de la Adulacion : de la Hipocre-


sía : de la Calumnia 1.94.'
Cap. VIII. De la Pereza. De la Ociosidad. Del Fastidio y


sus efectos. De la Pasion del Juego , 1.o'c
205.


-Cap. IX. De la relajacion de . las costumbres. De •la Disolu-
cion. Del Amor. De los Placeres deshonestos


217,
‘Cap. X. De la Destemplanza ó Gula 229.
Cap. XI. De los Placeres honestos ; y de los torpes 235.
Cap. XII. De los Defectos. De las Imperfecciones. De las Ridi-


culeces, á de las Cualidades desagradables In la vida social. 24.3.


ORAL UNIVERSAL


SECCION PRIMERAS


PRINCIPIOS GENERALES T DEFINICIONES.


CAPÍTULO PRIMERO.


De la Moral: de los deberes: de la obligacion nwral,


La Moral es la ciencia de las relaciones que
existen entre los hombres, , y de los deberes que na-
cen de estas relaciones. O de otro modo: la moral
:es el conocimiento de lo que deben necesariamen-
te hacer ó evitar los seres inteligentes y racionales
que quieren conservarse y vivir felices en :sociedad.


Para que la moral sea universal, debe ser con-
forme á la naturaleza del hombre en general, es-
to es, fundada sobre su esencia, ó sobre las pro-
piedades y cualidades que se hallan constantemen-
te en todos los seres de su especie , por las cua-
les se distingue de los otros animales. De donde se
infiere que la moral supone la ciencia de la natu-
raleza humana.


Ninguna ciencia es ni puede ser mas que el fruto
de la - esperiencia. Saber una cosa es haber esperi-
mentado los efectos que produce , la manera con
que obra, los diferentes aspe


.ctos por los que pue-
de ser considerada. La ciencia de las costumbres,para que sea cierta y segura-, debe ser una conti-
• TO110 I. 1


70.




2 SECCION I.
nuacibnLyPelf/aIerynliepto: de espe ríci cb ris t a n-
tes, reiteradas é invariables las cuales solas_pue-
den producirnos ut.i_cogócimiento verdadero de las
relaciones que existen entre los seres de la especie
humana.,
- ,


Las'-r'elireib-he's'''q‘é lexIsteri-entre lbs- om res, son
las diferentes maneras con que los unos obran so-
brel los _otro :.1.I por -cuales influyen .,en . su re-
cíproca conveniencia.


Los deberes de la moral son los medios que un
sér inteligente y cap7ri—a-C-Speriencia debe tomar
para conseguir la felicidad á que le impele incesan-
temente su riálí:'árezá. Erdfalat ' g 'un deber para
el que quiere ir de un lugar á otro: ser útil es un
deber. para el que desea grangearse. el .afecto y es-
thnacion de sus semejantes: no hacer mal es un de-
ber para el que teme acarrearse el odio , y resenti-
miento de los qUe pueden contribuir' á.•( Su .


prop:a
felicidad. En una palabra, el deber es la conf¿r-
midad de lbs medios con el fin que uno se pro-
pone: la sabiduría consiste en proporcionar estos
medios al fin, esto es , en dirigirlos útilmente para
lograr la felicidad que el hombre naturalmente
desea.
• La obligacion moral es la necesidad de hacer
evitar ciertas acciones para la existencia y- feli-


cidad que buscamos en la vida soCial.' El que quie-
re un fin, debe querer los Medios que' le conduzcan
á • él. El ' 'que aspira á ser feliz ., 'está obligado á se-,
guirePCamino que le conduzca- á la felicidad, y
á separarse del que le desvíe de este objeto, só pe,
na de ser desgraciado:. El conocimiento de este ca-
mino y de estos medios es el fruto de la esperien-
cia , la cual sola puede darnos á conocer tanto el
fin que debemos proponernos , como los caminos
mas seguros de llegar á él.


Los vínculos que unen á los: hombres entre sí,.


C Ur
../10 son . mas . que : las obligaciones -y .déberes.f.á .. que
-están. sujetos, según:, las yelociones -que : ..existen en-
tré :ellos:. Estas obligaciones: á. deberes son ;las core-
.diciones sir las qué- niá-J.ptieden.,i.bacerse felices. Ta-
-les son los vínculos queÇonen: á :101, padres con los
-hijos:, á los -soberanos con los súbditos, á la socie-
,dad.con:_sus miernbros,-.81c.


. Estos-principidl bastatv.paraconveneernos..de que
él hombre no., .nace ootr:é.Vcon.Ocitniento de...los de-
beres de la moral-, y que nada , es tan quimérico
corno la opinion de los .que le -atribuyen sentimien-


--toS : morales innatos: La$: ideas que tiene del bien y
del mal, del -placer _dolor , :del, orden y del


-aesorderi, de los: objetos..-rque debe buscar ó
desear &temer , son precisamente los- resultados- 'de
sus . esperiencias , con las cuales el hombre no pue-
de contar _sino encuanto :.sean. constantes, reiteradas,
y hechas con . razon, ,-,jtaio• y retlexion.


El hombre:-ab vénirfaL mundo sólo, trae consi-
ga la facultad ':de- sentir;, -que es la que desarrolla
sus potencias intelectuales. Decir que. nosotros te-
„nemos ideas morales anteriores , esperiencia 'del
:bien ó del mal que nos - producen los objetos., es
.•decir que conocemos las causas sin haber esperhnen-
tado sus efectos.:


CAPITULO II.


Del hombre y de su naturaleza.


El Hombre es un sér -sensible "inteligente,
- ra-


cional , sociable, que en todos los instantes de sir
...duracion anhela incesantemente por.su eonservacion
-y felicidad..


A pesar de -la variedad prodigiosa que: se obser-
va entre los individuos de la: especie. humana, todos
-tienen tina naturaleza comun., que no.. se contra-




dice jamás. No hai hombre -que, no se proponga al-
gun bien en todos los instantes= de SL arda ; ningu-
no hai que por los' medios . ques Supones1161 mas acer-
tados no busque la felicidad, y huya déaas pena-
Edades. Es verdad que muchas veces nos engaña:-
mos en el fin y en los medios ya 'por falta de es-
periencias, ya por no saber usar de las que tene-
mos recogidas. La-ignorancia . y el erroission las ver-
daderas causas de los)estravios de los hombres y de
las desgracias que ellos mismos se acarrean.


Por no haberse formado ideas ciertas de la na-
turaleza del hombre, muchos Moralistas se han en-
gañado sobre la moral, y. nos .han: dado fábulas y
romances en lugar de la verdadera•historia del hom-
bre , siendo para ellos la voz naturaleza una pala-
bra vaga é insignificante. Mas como la moral •sea
la ciencia del hombre , es necesario que desde un
principio nos formemos ideas verdaderas y esactas
de ella porque de lo contrario erraríamos á cada
paso. Para conocer al hombre no es menester que
investiguemos como otros con una nictafisica incier-
ta y engañosa los resortes ocultos que le mueven;
sino que basta considerarle tal y como se presenta
á nuestra vista , y segun obra constantemente á
nuestros ojos , y que exáminemos atentamente las
cualidades y propiedades que le son particulares,
constantes y visibles.


Esto supuesto, llamarémos naturaleza en el hom-
bre el conjunto de propiedades yeualidadeS que cons-
tituyen su sér, que son inherentes á su especie, que
la distinguen de las otras especies de animales, ó que
le son comunes con ellas. Sin subir hasta el origen
que produce en el hombre la sensacion y el acto
de pensar basta saber, tratándose de la moral, que
todo hombre siente, piensa , obra, y busca su bien-
•éstar en todos los infantes de su duracion: estas son
las cualidades que constituyen la naturaleza hurna-


CAPÍTULO II.
na, 'y qne se hallan constantemente en todos los
individuos de nuestra especie; sin que haya nece-
cidad de saber mas para descubrir la : conducta que
todo hombre debe observar para el logro del fin que


CAPÍTULO HL
De la sensibilidad: ele las facultades intelectuales.


En el hombre, como en todos los animales, la
sensibilidad es una disposicion natural á recibir 'im-
presiones agradables ó desagradables de parte de los
objetos sque obran Inmediatamente . sobre él , ó por
medio de algunas relaciones. Esta facultad depen-
de la estructura del cuerpo humano, de su orga-
nizacion particular, y de los sentidos de que sc ha-
lla dotado. La organizacion hace al hombre capaz
de recibir impresiones, durables ó pasageras ,de los
objetos que hieren sus -sentidos. Estos sentidos :son.
la vista, el tacto, el gusto, el olfato y el nido. Las
impresiones que el hombre recibe por estos diferen-
tes conductos son las impulsiones, movimientos y
mutaciones que suceden en él, y de las que tiene
una ciencia interior, que no es mas que el cono-
cimiento íntimo de las variaciones ó de los efectos
que producen en su máquina los objetos que le to-
can. Estos efectos se llaman sensaciones ó percepcio-


. ws, porque recibidas por sus sentidos le advierten
:que los objetos obran sobre él.


Las sensaciones. producen las ideas, esto es, las
imágenes, vestigios ó impresiones que nuestros sen-
tidos han recibido. El sentimiento continuo ó reno-
vado de las impresiones G de las ideas que se han
trazado en nosotros se. llama pensamiento. La facul-
tad de contemplar estas ideas impresas ó trazadas
dentro de nosotros mismos


• por los objetos que han
obrado sobre nuestros sentidos 5 se llaman refi.?„vIon.


se propone..




6
• S ECCIO 1\1


La faCultad . de .representarnos de nuevo las ideas ó
imágenes que nuestros sentidos nos han comunica.,
do, después que han desaparecido los 'objetos que
.las causaron, llama memoria. El juicio es la com.-
paracion de los objetos que tocan ó han tocado nues-
tros sentidos, la .de las- -ideas que éstos objetos han
producido 6 . producen en nosotros, ó la de los efec-
tos que nos' haetti-;41,12m. hecho. ..sentir: . Talénto7se
llama la facilidad de comparar con prontitud las re-
laciones .


de. las causas con los efectos. La imagina-
cion es la. facultad de representarnos con viveza y
energía, las imágenes, las ideas ó los efectos. que han_
producido -en nosotros los :objetos. La inteligencia,
la razon, ia prudencia l


la_prevision, la destreza-,
la Industria, &c. no son mas que modificaciones de
nuestros modos de sentir.


Todos los animales dan. evidentemente señales
:mas ó menos notables de sensibilidad: lo mismo
que el hombre los vemos afectados- por los objetos
que obran sobre ellos; los vemos buscar con ansia
lo que es util á su conservacion, y lo que contri-
buye á su bienéstar; vernos que huyen de los ob-
jetos que en .alguna ocasion les han causado sensa-
ciones dolorosas; hallamos en ellos reflexion,
moda, prevision, sagacidad; en fin, es bien cierto
que algunos tienen en sus órganos una finura supe-
rior á la del hombre._ Lo que llamamos instinto en
los .animales es la facultad de procurarse los medios


-I
de satisfacer sus necesidades, el cual- se . asemeja á
lo que se llama en el hombre inteligencia, razon, sa-
gacidad. Muchos hombres hai que por su conducta
dan tan pocas señales de inteligencia y de -razon, que
sus facultades intelectuales parecen rnui inferiores á
lo que .se llama instinto en las bestias. El que se en-
trega á la intemperancia, á la embriaguez, áia c6
lera, á la venganza ¿se manifiesta realmente supe.
rior á las bestias - •




7C 11P t-T 1.) O -II I.
•••


-
El' hombre- se diferencia del resto 'de


.anima-


les, y . muestra superior á ellos por su actividad,por la energía de sus facultades, por- la eficacia de
su memoria, por la multiplicidad de sus esperien-
olas, por su. industria y destreza, con . las que sa-
tisface mas fácilmente todas sus necesidades: . en.una-
palabra, el hombre , á fuerza .de esperiencias
reflexiones, no sólo recibe las sensaciones presentes,
sino que recuerda las pasadas, y prevé las futuras:.
una sagacidad superior le pone: en estado de 'hacer
que la naturaleza :entera contribuya á su propia . fe-
licidad. Mas para ésto es necesario que ,sus,.faculta,1
des- se desenvuelvan y ejerciten; .porque de lo Con-
trario el hombre se •quedaria en un - . embrutecimien-
to igual al de las bestias, á-pesar-de las disposicio
nes naturales con que nacd.: estas bien ó mal cul-
tivadas le hacen racional 6 insensato; bueno ,ó.ma-
lo ; prudente ó inconsiderado ; capaz . ó incapaz de
reflexion y de juicio; sabio 6 ignorante.


Por otra parze, aunque todos los hombres pare-
cen en general \formadusLde ;una misma manera,
y sujetos á unas mismas necesidades, sinembargo la
sensibilidad no- es la 'misma en todos los . individuos
de la especie humana. Esta sensibilidad es mas 6
menos -viva segun la. mayor 6-menor -finura .v-mo-
vilidad con que la 'naturaleza ha dotado sus órga-
nos, y segun la calidad de los fluidos y sólidos que
componen su máquina, de donde nace la diversi-
dad de sus temperamentos y facultades.


El temperamento , es,e1 modo de ser-e) de existir
particular á cada individuo de: la especie..humana'
que resulta -de la organizacion 6- de la conforma
cion que lees propia; de suerte que por una con-
secuencia de este temperamento, entre los hombres
unos son mas sensibles que otros, es decir, mas


ca-
paceS de ser prontamente movidos y escitados por•
los objetos que .


hieren sus sentidos; unos tienen vi-




8 SECCION T.
gor, talento, imaginacion , pasiones vivas , entusias-
mo, impetuosidad; y otros son débiles, flojos, es-
túpidos, perezosos y l .Inguidos: unos manifiestan una
memoria feliz , un juicio recto , son capaces de es-
periencia y prevision; al paso que otros aparecen en-
teramente- privados de estas facultades. Á unos vernos
alegres, vivos, inquietos, disipados; y á otros poltro-
nes, melancólicos, serios, metidos en sí mismos, &c.


En una palabra , los diferentes grados de sensi-
bilidad producen esta diversidad maravillosa que ob-
servamos entre los caracteres, las inclinaciones na
turales y los gustos de los hombres; cualidades que
los distinguen tanto como sus fisonomías. Si los hom-
bres se diferencian entre sí, es porque no todos sien-
ten de una misma manera , y por lo tanto no pue-
den tener precisamente las mismas sensaciones, las
mismas ideas , las mismas inclinaciones, las mismas
opiniones, ni por consecuencia seguir la misma con-
ducta de vida.


CAPÍTULO IV.
Del placer y del dolor: de lit felicidad.


Siendo las fisonomías de los hombres tan dife-
rentes que no se encontrarán dos enteramente se-
mejantes ,• hai no obstante un punto general sobre
el que todos estala de acuerdo; el amor del placer
y , e1 temor del dolor. En una misma familia de plan-
tas no se hallan dos que sean esactamente confor-
mes; no hai dos hojas en un mismo arbol que no.
descubran diferencias á los ojos atentos del obser-
vador ;. y sinembargo estas plantas , estos árboles-
y estas hojas son de la misma especie, y sacan igual-
mente sus jugos nutritivos de la tierra y de las aguas.
Puestas en un buen terreno preparado á propósito, be,
neficiadas por los rayos de un sol apacible, y rega-


CAPÍTZ I:, o IV. 9
das cuidadosamente, •estas , plantas ,-•se: animan, vege-
tan, crecen, y se ofrecen , á nuestra ' vista alegres y
lozanas; mas por el contrario, si se hallan en un sue-
lo árido y malo, se consumen, se marchitan y pe-
recen, por grande que sea el afan en cultivarlas (1).


Entre las i mpresiones sensaciones que produ-
cen en el hombre , los objetos •que hieren sus sen-
tidos ., unas, por la conformidad con la naturaleza
de su máquina , le agradan y causan placer; y otras,
por la •turbacion y trastorno que le ocasionan , le
desagradan , y producén dolor. Por consecuencia a-
prueba aquellas , y desea que continuen ó se re-
nueven; mientras que desaprueba estas, y procu-
ra que huyan á desaparezcan. Segun el modo agra-
dable ó molesto con que nuestros sentidos son afec-
tados, amamos ó aborrecemos los objetos, los desea-
mos ó tememos, los buscamos ó los huimos.


Amar un objeto es desear su presencia, es que-
rer que continúe produciendo en nuestros sentidos
impresiones convenientes á nuestra naturaleza, es as-


(I) El ingenioso autor de la obra De l' Esprit es de dicta-
men que la educacion basta para hacer de los hombres lo que
se quiera; mas este célebre filósofo no ha observado al parecer,
que si la naturaleza no presenta un sugeto idóneo, es imposi-
ble educarle bien. En vano sería sembrar en una roca ó en un
pantano. Este punto se tratará mas estensamente cuando se ha-
ble de la educacion. tease la seccion V. cap. III. de la segunda
parte. Plutarco dice, segun la traduccion de Amiot : La natu-
raleza sin doctrina y enseñanza es una cosa ciega; la doctrina
sin la naturaleza es defeetuosa ; y el .solo uso, sin las dos prime-
rae, es una cosa impei:fecta. Ni mas ni menos . que en la labranza,
es menester que, en primer lugar, la tierra sea buena ; en segun-
do, que el labrador sea un hombre esperimentado; y en tercero,
que sea escogida la semilla. Asi la naturaleza representa la tier-
ra, el maestro al labrador, y la enseñanza y los ejemplos son la
simiente. V. Plut. CO1111110 il faut nourrir les enfans. Pag. 2. B.
tom. 2. op. cdic, de Paris de 1624.


Tomo 1. 2




SECCION
'


pirar á.
poseerle para gozar continuadamente y


nuestra voluntad de sus efectos agradables. Aborre-
cer un objeto es desear que se aparte de nosotros
para que termine la impresion molesta y dolorosa
que nos produce. Asiqué, amamos á un


.
amigo por-


que su presencia , su conservacion y sus apreciables
cualidades nos causan un placer; y huimos de en-
contrarnos con un . enemigo porque su sola presew,
cia nos. turba y molesta.


Toda sen.sacion 6. todo. movimiento agradable
que se escita .


en.
nosotros mismos, y cuya duracion


deseamos., se llama bien placer, y el objeto que
produce, esta.


impresion en. nosotros ,, se llama bue-
no, UtiL, ,


agradable. Tod.a sensacion. de la .
cual de-


seamos. su. fin . , porque trastorna y desarregla el or-
den de- nuestra máquina, se llama


.
mal ó dolor ,. y


a objeto, que la.
produce se: dice malo, perverso, da--


loso, desagradable. El. placer constante y continua-
do se llama . dicha,,bienestar , felicidad; y


. el .
dolor


continuo y permanente desgracia . , infortunio. La.felicidad, pues, ,
es- un estado de consentimiento y


aprobación de los modos. de sentir .que hallamos a-
gradables y conformes á. nuestra, existencia y con-.
servacion.


El hombre, por- su, naturaleza,. ama- necesaria-
mente el .


placer y aborrece el dolor, porque- el pla-:
cer es, conveniente á su, existencia, esto es ,. á su or-
ganizacion , á su temperamento,. al- orden necesario
á. 51,1 conservacion; y el dolor, por el. contrariO, ,


per-
el orden de su máquina, impide que sus ór-


ganos llenen. sus funciones, y daña .
su. conservacion.


El orden, en general :, es el modo de ser y de
existir, por el que todas las partes de un todo: cons-
piran .


sin obstáculos, al fin para, el. que le ha des-
linado, su naturaleza: El orden en la. máquina hu-
mana es. esta manera- de ser ó existir, por la cual
tWas las. partes. de- nuestro, cuerpo concurren á su.


CAPÍTULO TV. 1f


El orden moral ó social es el feliz
.cotconservacion y al bienestar del todo qt


lice ,icznpdoenleans.


as Lci
aoitlielsa


ciedad. El desorden es toda perturbacion y trastorno
ycovnoselrtcaicoiens ydelalossuelliTeTibdriechosdaeldeqLliae soe--


del orden , ó todo aquello que daña el bienestar de
los hombres y de la sociedad.


El placer es un bien cuando es conforme al or-
den; mas si produce el desórden, ya sea inmediata-
mente ó en sus consecuencias, este placer es un mal
real y verdadero, puesto que la conservacion delhombre y su felicidad permanente son bienes mas
apetecibles que los placeres pasageros seguidos de
penalidades. Una persona que estando acalorada
sudando bebe un vaso de helado , siente sin duda
un placer mui vivo en aquel momento, mas pue-
de alai bien sobrevenirle una -enfermedad que le
quite la vida.


El placer deja de ser un bien, y se convierte en
mal, cuando produce en nosotros proxima ó re-
motamente efectos dañosos á nuestra conservacion,
y contrarios á nuestro perpetuo bienestar. Por otra
parte , el dolor puede convertirse en un bien pre-
ferible al placer mismo, cuando conduce á nues-
tra conservacion , y nos procura ventajas verdade-
ras. Un convaleciente sufre con paciencia los esti-


li
sseo nagbesatrieizti nedmeullos Ideilmeh:tmosba re unel


momentáneamente
can;


r5-it y
su paladar, porque conoce que asi recobrará mas
pronto la salud que mira cona -r zon como una
dicha mas apetecible que el placer pasagero de con-
tentar su apetito.


La esperiencia sola puede enseñarnos á conocer
los placeres á que4-po, emos entregarnos sin temor,
y á distinguirlos t.e los que pueden atraernos con-
secuencias peligrosas. Aunque el amor del placer sea
esencialmente inherente al hombre, debe sinembar-




12 SECCION
go estar subordinado al amor de su propia conser-
vacion y al deseo de un bienestar durable, que es.
lo que procura y anhela de continuo: si quiere ser.
feliz, todo le convence que para conseguir este fin
debe hacer eleccion entre sus placeres, usarlos con.
moderación , rehusar como dañosos los que fueren
seguidos de amarguras , y preferir los dolores mo-
mentáneos, cuándo estos pueden producirle una fe,
licidad mayor , mas sólida y- mas duradera.


Segun estos principios, los -placeres deben distin-.
guitse por su influencia sobre la felicidad de los horn-
bres. Los placeres verdaderos son,


aquellos que la es--
periencia nos muestra conformes á la conservacion'
del- hombre«, é inca-paces- de producirle


.dolor. Los:
placeres engañosos- son los que-, aihagando por al-
gunos momentos, llegan á causarle males duraderos..
Los placeras- racionales son los que convienen á un'
sér capaz de distinguir lo util de lo dañoso, lo real'
de- lo- aparente-: los placeres honestos- son aquellos
que no son seguidos de arrepentimiento, de vergüen,
za:, ni de remordimientos. Los- placeres torpes son•
los. que nos avergüenzan., porque nos hacen despre-.
ciables.á-los demas hombres;


. y el placer acaba siem-
pre atormentándonos. cuando no-es conforme á nues-
tros:: deberes. Los placeres legítimos son aquellos que
son aprobados por. los seres con quienes


.
vivimos en


sociedad. Los placeres ilícitos son los que nos estar).-
prohibdos por- la- ley, &c.


Los, placeres ó las sensaciones agradables que.
sentiluos•inmediatarnente en nuestros organos, se
man. placeres físicos-, los- cuales , aunque producen
en el hombre un modo de existir agradable, no pue-
den. durar largo. tiempo sin causar el cansancio y
debilidad de los. mismos organos, cuya fuerza es na-
turalmente limitada ; asiqué los mismos placeres.
pronto llegan á fatigarnos, sino ponernos entre ellos
intervalos que dejen á los sentidos reposar y recibir-


CAPÍTULO IV. 13
lomento pero luego


te nos agrada en un primer n
nuevas fnerzas. La vista de un objeto resplandecien-
Cansa nuestros ojos si por mucho tiempo los tene-


duraderos,
in)loarsqu\e"opsrosdounceinlorsaló


cudimientos mui fuertes y violentos en la máquina
nclns uni°lsoselméeltli.osLods-


prudente debe ser mui económico yo arreglado en el
humana; de donde se sigue que el hombre sabio y


miC
uso de ellos por el bien mismo de su conservacion.
La templanza, la moderacion y la abstinencia de
ciertos placeres son virtudes fundadas sobre la natu-
raleza humana..
• Como el hombre tiene muchos sentidos , rece,-
sita ejercitarlos alternativamente, porque si no bien
pronto se apoderarian de él una languidez y fasti-
dio insoportables. La naturaleza. exige que el hom-
bre varíe sus placeres para evitar el hastío, el cual.
rió es otra cosa que la fatiga de nuestros sentidos,.
causada por las sensaciones uniformes.


Los placeres intelectuales son aquellos que espe-L
rimentamos dentro de nosotros- mismos , ó que sori
producidos por el. discurso y contemplacion de las.
ideas que nuestros sentidos nos han comunicado . , 6.
por la memoria, , el el talento y la imagina=
ción. Estos goces verdaderos nos los agencian el es-
tudio, la meditacion y las ciencias,. siendo estos
ceres preferibles -á los fisicos, porque llevamos den-
tro. de nosotros mismos las causas que los proll,
cen y renuevan á nuestro arbitrio y voluntad. Cuan-
do la lectura de algun pasage histórico ha gravado.
en la
santes
en su


zemrteepioaibisiran:hinelehe.hoss.otumscburhreciocsehorusisdiyat,ogrcaeudsillz-lIteberluietinspelniiizdlitueiltu'len-s


placer análogo, y superior• en parte, al- de un cu-
rviaostoa


que
galería.


recorre a tliodso cltat a dfiriouss
filosofía


ohlaec lelieoenheos cduen ollene2rt


al. hombre sus relaciones sus variedades, sus pasiO=i-




19, SECCION
nes y sus deseos , el filósófo se goza en. sus medí,
taciones con la contemplacion de los preciosos ma-
teriales que deposita en su cabeza. En fin, el horn,
bre virtuoso disfruta en su interior del bien mismo
que hace á los denlas y se alimenta _agradable-.
mente con la idea lisonjera de ser amado.


Ademas , los placeres intelectuales y los gustos,
que producen nos son mas propios que los que nos.
inspiran las ventajas exteriores, corno las riquezas,
las grandes posesiones, las dignidades, el crédito
el favor, que da y quita á su antojo la fortuna;
y podemos disfrutar de ellos siempre y constante-
mente, corno que llevamos dentro de nosotros mis-
mos su Origen y manantial, del qué ningun hom-
bre puede privarnos; siendo sólo las enfermedades
las que son capaces de impedirnos gozar de nues-
tras facultades intelectuales y de nuestras virtudes.
Estas cualidades inherentes al hombre son las uni-
cas que 'pueden merecerle una aficion sincera y un
amor desinteresado. Amar á uno por sí mismo, es
amarle no por su opulencia sino por las cualida-
des agradables y por las disposiciones interesantes de
que goza en la sociedad; que residen habitualmen-
te en él ; que le son constantes ; .y de. las cuales só-
lo pueden privarle ciertos accidentes poco comunes
en la vida.


CAPÍTULO V.
De las Pasiones: de los Deseos: de las Necesidades.


Las pasiones humanas son los movimientos mas
ó menos vivos de amor ácia los objetos que juzga
el hombre capaces de producirle impresiones, sen-
saciones é ideas agradables; ó por el contrario, son
los movimientos de odio y aborrecimiento ácia los
objetos que supone capaces de afectarle de una ma-
nera dolorosa. Todas las pasiones se reducen á de-


CAPVTUL O V. 15
sear algun bien , algun placer, alguna felicidad real
ó imaginaria ; y á temer y huir algun mal , sea ver-
dadero ó aparente. Los deseos son los movimientos
de amor ácia. un bien verdadero ó imaginario, cu-
ya posesion no se tiene. La esperanza es el amor
de un bien. que se aguarda, pero del cual aun no
Se goza. La. cólera' es un odio ó aborrecimiento re-pentino del objeto que se considera dañoso, &c.


Nada es. mas. natural en el hombre que el te-
ner' pasiones y deseos : estos. movimientos de atrae-
clon que siente á ciertos objetos, y de repulsion res-
pecto de . otros, son consecuencias- de la. analogíade. la contrariedad entre sus órganos y las. cosas
qque ama ó aborrece.. Los. niños gustan mucho dela leche ,. de las frutas-. dulces,. de los alimentos; a-
zucarados,. y detestan'. las. cosas. amargas, porque:
las primeras sustancias producen en su paladar sen-
saciones. agradables „ y lo.. amargo, los. disgusta. y
desagrada..


Los. EstoiCos', y otros muchos Moralistas como
ellos , han reputado las: pasiones- por enfermedades del
alma. que debián: ser enteramente. desarraigadas; mas
las pasiones de los hombres: no, son mas: enfermedades
quelo, es el. hambre , deseo. tan. natural que los'
incita á.comer para. alimentarse, y á buscar los man-
jares mas-. conformes á. sus: gustos, y que• los- avi•-•
sa de una necesidad: de. su. máquina que deben' sa-


. tisfitcer, si quieren. conservarse. De.i qué• muClios
hombres sobrecarguen' su estómago de alimentos da-
ñosos á la salud ,. no debe: deducirse que el. ham-
bre sea. una enfermedad,, ni que sea desatendible


vituperable el. deseo. de- satisfacerla. El fanatismo


Talas,
allaasas i: ; •


es:.causa: de que en la Moral los- hombres casi nun---
ca hayan- podido. convenirse en nada..


sionAes peoncosí:cinuleisisaelasrelneoxisbonne ni ebuenas h all'-IránclLi
que. sólo llegan. á, ser tales por el, uso que: se hace.




II16
de ellas. Naciendo todo hombre con necesidades,
hada le es mas natural que el deseo de satisfacerlas;'
susceptible de placer ó de dolor , nada mas




'


consi-,
guiente que el amar el uno y aborrecer el otro. De
donde se concluye que las pasiones y los deseos son
esenciales al hombre , inherentes á su naturaleza,"
inseparables de su existencia , y necesarias á su con-
servacion. Un sér sensible que aborreciese el placer,
que no procurase su bienestar , que desease el mal;
en fin , que no tuviese necesidades algunas , deja-
rla de ser hombre; y siendo incapaz de conservar-
se á sí mismo , sería enteramente inútil. á los otros
hombres.




Se llaman necesidades todas las cosas útiles ó ne-
cesarias á la conservacion ó á la felicidad del hom-
bre. Las necesidades naturales son el alimentarse,
vestirse, y propagarse. Las necesidades de todos los
hombres son unas mismas, y sólo varían en los me-.
dios de satisfacerlas. Un pedazo de pan seco le bas-
ta al pobre para satisfacer la necesidad de su ham-
bre, cuando el opulento ha menester una mesa sun-
tuosa cubierta de los mas raros manjares para con-
tentar su apetito, y sobre todo su vanidad, que
para él ha llegado á ser una necesidad mas urgen-
te que el hambre, á causa de que su imaginacion
le representa habitualmente el fausto como un bien
necesario - á su felicidad. La piel de los animales.
Sirve para que se cubra un salvage , en vez de que
el habitante de un pais donde rema el lujo se con-
sidera desgraciado y se avergüenza, sino tiene mag-
níficos y costosos vestidos, en los cuales su ima-
ginacion le presenta un medio de dar á los dermis
hombres una idea alta de sí mismo.


De este modo la imaginacion , las convencio-
nes , el hábito y las preocupaciones nos aumentan
Las necesidades que nos alejan de nuestra natura-
leza, constituyéndonos en un estado deplorable si


CAPÍTULO V. 17
no


-orpmmascosahaiNo.lassatisfacerpodemos
tante que el limitar nuestras necesidades -Mes á fin de po-
der contentadas sin penalidad. Nuestras necesidades
naturales son en pequeño número y limitadas; mas
las necesidades creadas por la imaginacion son in-
saciables é infinitas. Cuantas mas necesidades ten-
gan los hombres, tanto mas dificil les será el ser
felices. La felicidad consiste en el acuerdo de nues-
tras necesidades con la facultad de satisfacerlas.


Siendo los diferentes grados de sensibilidad en los
hombres, segun hemos dicho, las causas de la di-
versidad prodigiosa que se observa entre ellos, este
mismo es el origen de la variedad de sus pasiones,
de sus apetitos, de sus necesidades, de sus gustos,
y de la voluntad que determina sus acciones. Se-
gun la organizacion particular de cada hombre, que
es la que constituye su temperamento, son tambien
diversas su imaginacion y sus necesidades. Aunque
todos los hombres tengan necesidad de sustentarse,
no agradan á todos los mismos alimentos; el estó-
mago de unos pide mayor cantidad que el de otros; y
los manjares que aprovechan á unas personas, á otras
les perjudican y causan enfermedades peligrosas.


De aqui resulta esta grande variedad que se ad-
vierte en las pasiones, las cuales se diferencian no
sólo en el fin á que se dirigen, sino tambien en su
fuerza y duracion. Las necesidades en el hombre sus-
citan las pasiones; mas como estas necesidades na-
cen ó del temperamento , ó de la imaginacion , ó
del hábito, ó de la educacion , son por lo tanto di-
ferentes en todas las criaturas de nuestra especie, y
variables en un mismo individuo. Todos tienen sed
ó necesidad de beber; pero á unos les basta el agua
para apagarla, y otros necesitan vino, como preciso
para fortalecer su estómago; otros, acostumbrados
á la delicadeza , han menester vinos generosos;


- y
los mejores vinos, en fin , repugnan á ciertas per-


Tomo 3




18 SECCION T.,
sopas enfermas, ó que han perdido el paladar. Este
mismo deseo y la necesidad de beber son .muchb-mas
fuertes en . un hombre fatigado del trabajo, que en
un, hombre ocioso y descansado. Aquel á•quin
una imaginacion exaltada pinta con viveza los gus
tos .:


del amor y la hermosura de su dama, siente
en sí una pasion que la necesidad ocasiona, y 'que.
la : imaginacion . irrita sin descanso: y esta pasion es
en él mas. activay que en otros hombres Menos ar
dientes é irritables.


Las necesidades en los hombres son las cosas que
creen ó suponen equivoCadadiente necesarias á su
conservacion , á sus placeres , á su bienéstar. 'La;
necesidades naturales son, corno acabarnos de decir
las cosas que nuestra naturaleza -ha hecho' necesa
rias al mantenimiento.:de nuestro 'Ser en el estado
de una vida feliz. Las .


necesidades imaginarias son
las que una imaginacion comunmente .desordenad,
nos pinta como indispensables para nuestra felici-
dad. Una imaginacion á quien inflama de continuo
el egemplo, la opinion y los hábitos establecidos en
la sociedad , nos hace esclavos de una infinidad
de necesidades , que incesantemente nos atormen-
tan y nos condenan á depender -, de los que pue-
den satisfacerlas.


Para ser feliz é independiente conviene no tener
mas _necesidades que las que cada uno pueda sa-
tisfacer por sí mismo y sin mucha penalidad; por-
que si son inmensas , requieren inmensos trabajos,
y aun estos no suelen bastar, haciéndonos ya en-


h
tonces tan .desgraciados, que para cortarlas de . raiz
an creído muchos filósofos que se debian 'violen-


tar los deseos mas inocentes de la naturaleza ; po-
nerse en contradiccion con los deberes sociales ; y
hacerse imprudentemente verdugos de sí mismos.


Esta moral rigorosa no es propia de los homi.
bres ; otra mas sabia y humana les prescribe que


CAPÍTULO V. S 9
satisfagan suS . necesidades de un modo que no sea
dañoso' . ni á sí mismos ni á los otros ; que las li-
miten para no ser desgraciados por no poder satis-
facerlas; y que pongan cuidado en no multiplicar-las, porque _de lo contrario los arrastrarán á vicios
y delitos. Las necesidades producen los deseos; dis-
minuyendo aquellas, se disminuyen ó se aniquilan
éstos. Si tantos hombres son infelices y malvados,
es por que se forjan necesidades que hacen indo-
mables sus deseos. La felicidad consiste en no desear
sino lo que lícitamente se puede obtener.


- CAPÍTULO VI.
Del interés personal ó del amor propia.


Nuestros deseos, escitados por las necesidades
verdaderas ó imaginarias, constituyen el interés, en
cuya denominacion se comprende generalmente todo
lo que desea el hombre corno útil ó necesario á su
propia felicidad; en una palabra , la cosa en cuyo
goce y posesion cree cada tino que consiste su pla-
cer ó su dicha. El interés del voluptuoso está en
el goce de los placeres sensuales ; el avaro pone el
suyo en la posesion de sus tesoros, el hombre vano
y fastuoso fija el mayor intéres en hacer una loca
ostentacion de sus riquezas ; el ambicioso, cuya ima-
ginacion se enardece con la idea de dominar á los
denlas, pone todo su interés en el goce y uso de.
un gran poder; el literato en la celebridad; en fin
el interés del hombre de bien consiste en ser esti-
mado y querido de sus semejantes. Cuando se dice
que los intereses de los hombres son varios , se in-
dica' que sus necesidades,


• sus deseos y sus gustos
no son en todos unos mismos, y que cada -cual fija
la idea de 'su bien en diferentes cosas.






-No hai ,
la menor duda en que todos los




1


SECCION
hombres obran y les es necesario obrar por interés.
La palabra interés , como la palabra pasion , sólo
presenta á nuestro entendimiento la idea de un bien,
ó el amor y el deseo de la felicidad. No se puede
vituperar en los hombres que sean interesados, (cu-
ya palabra significa que tienen necesidades y de-
seos) sino cuando sus intereses, sus pasiones y sus
necesidades les son dañosas á ellos mismos, ó á los
otros con cuyos intereses no se avienen los suyos.


Segun sus intereses los hombres son buenos
ó malos. En el bien y en el mal obramos siem-
pre con la mira de alguna ventaja que juzgarnos de-
be resultarnos de nuestra conducta. La idea del bien-
estar ó el interés que ponemos en los placeres ó en
los objetos contrarios á nuestra propia felicidad cons-
tituye lo que se llama interés mal entendido , que
es el orígen y manantial de los errores y estravíos
de aquellos que, faltos de razon , de esperiencia y
de reflexion , desconocen con demasiada frecuencia
sus verdaderos intereses y sólo escuchan las nece-
sidades imaginarias y las ciegas pasiones que pro-
ceden de su ignorancia, de sus preocupaciones, 6
de los ímpetus violentos de una imaginacion des-
arreglada.


El interés personal y las pasiones de que este
se vale no son disposiciones reprehensibles , sino
cuando son contrarias á la felicidad de aquellos con
quienes vivirnos, es decir, cuando nos hacen obser-
var una conducta que los dama ó incomoda los
hombres no aprueban sino lo que consideran que
les es útil y provechoso ; y asi su interés les obli-
ga á despreciar, aborrecer y condenar todo aquello
que contraría su tendencia á la felicidad.


El interés es laudable y legítimo, cuando tiene
por objeto cosas verdaderamente útiles para noso-
tros y para los denlas. El amor de la virtud es el
interés aplicado á las acciones ventajosas al género


CAPiTULO VI. 21.
humano. Si un sórdido interés es el movil de las ac-


hombrebc ieonnéefisc od e ql uaev aar sop,ir ao t
al




ol mas t 101. o,b anim


amor de aquellos en quienes recaen los efectos de
su generosidad.


Sacrificar su interés quiere decir sacrificar un ob-jeto que agrada, ó que se ama , á otro objeto que
agrada ó que se ama con mas fuerza. Un amigo sa-
crifica por otro una parte de su fortuna porque
estima en mas á su amigo que los bienes que sacri-
fica. El entusiasmo es la pasion por un objeto que
nos ocupa esclusivamente, llevada al estreno de una
especie de embriaguez y de delirio, que hace al hom-
bre sacrificarlo todo, y aun á sí propio; mas, co-
mo pronto veremos aun en este caso es siempre á
su propio interés, es á sí mismo á quien el hombre
hace este sacrificio.


Obrar sin interés sería obrar sin fin ó sin mo-
tivo. Un sér inteligente, esto es, que atiende de
continuo á su felicidad, y que sabe emplear «los me-
dios propios y conducentes á este fin , no puede por
un sólo instante perder de vista su interés ; mas
para que este interés sea laudable , debe conocer
que habiéndole colocado la naturaleza en sociedad,
su verdadero interés exige que se haga útil y agra-
dable, porque los otros hombres que le rodean, sen-
sibles, amantes de la felicidad,' é interesados corno
él, no contribuirán á su bien sino en razon del bien
que pueden esperar dél mismo. De donde se dedu-
ce que la moral debe fundar sólidamente sobre el
interés todos sus preceptos para que sean eficaces.
La moral debe pues probar y convencer al hombre
que su verdadero interés le prescribe que ame y
practique la virtud, sin la cual no hai para él felici-
dad sobre la tierra.


Algunos filósofos han fundado la moral en una
benevolencia innata que suponen inherente á la na-




SECCION
turaleza humana;_ pero esta benevolencia no puede
ser mas que. efecto de. la esperiencia y de la re-
flexion e• las cuales nos inlanihestan que los denlas
hombres nos son útiles, y capaces de contribuir á


• nuestro propio bien. Una benevolencia desinteresa
da ,, esto es , de la. -que no. resultase para nosotros
de parte..del que nos la inspira ni cariño, ni cor-
respondencia , sería un sentimiento sin motivo , 6
un efecto sin -causa. Por su propio interés muestra
el hombre su benevolencia á los demás. Quiere gran-
gearse amigos ,


• esto es, personas que por él se in-
teresen ; ó egercita este afecto con aquellos cuyas
disposiciones beneméritas tiene ya comprobadas;
desea,. en fin, merecer su propia estimacion, y la
de los otros con ella.


Se nos dirá, quizá, que hai ciertas personas vir-
tuosas que llevan su desinterés al estremo de mos-
trar benevolencia á .los ingratos , y que otras la
egercitan con los desconocidos ,á quienes no vieron
ni verán jamás. Mas tampoco esta benevolencia es
desinteresada, porque si nace de la compasion, lue-
go verémos que el hombre compasivo se consuela á
sí mismo cuando hace bien á sus semejantes. En fin,
haremos ver que todo bienhechor halla siempre en
sí propio la recompensa que los ingratos le reusan,
ó que un desconocido no puede demostrarle.
. Las pasiones, los intereses, las voluntades y las
acciones de los hombres tienen por obgeto constante
la satisfaccion de su amor propio. Este amor propio
tan vituperado por algunos Moralistas.., y confundi-
do malamente por otros con un egoísmo insociable,
no es..real y; efectivamente mas que el deseo per-
ramente de conservarse y ser dichosos. ,Condenar
al hombre porque se ame á sí mismo , es conde-
nade • por ser hombre ; pretender que este afecto
provienede su .


•naturaleza corrompida, es lo mismo
que decir que una naturaleza mas perfecta le ha-


CAPÍTULO VI. '23
.ria desatender Su ‘conserVacion y su propia felici-
:dad; 'sostener que elte principio delts:,acciones hu-
Manas es vil y ;bajo, • es decir que. es, •bajo y . vil el
ser hombre, • -- :•Si, libres. de las preocupaciones: de que tanto a-
bundan las. Obras de •muchos. Moralistas 1- exámina-
rnos- al hombre tal como nos le presenta la natu-
raleza ; reconoceremos que no podria existir si per-
diese de vista el- amor de sí mismo: miéntras,goza
de unos órganos sanos y bien constituidos no pue-
de odiarse á sí. propio, ni manifestarse. indiferente
al bien ó al Mal que: le sucede ¿t• deja): de ape-
tecer la felicidad que no :tiene, ni. de temer el mal
que le amenaza, ni amar, en fin,, á las criaturas
de su especie, sino encuanto las halla dispuestas.
y favorables. á sus deseos, á su conservaciorey á su
felicidal,Siempre con relacion , ..á • sí • mismo el hom-
bre ama; y se une con los •demas hombres.


Por el placer que causan á nuestro corazon la
presencia , los consejos, los consuelos de un amigo,
le amamos tiernamente; nosotros somos los que es7
perimentamos los efectos agradables del trato y co-
inunicacion que nos estrechan con él. Por el placer
que produce un objeto amado en la imaginacion
y en los sentidos de su , amante„_ le ama hasta el
estremo á veces de sacrificarse por él. Por el pla-
cer que inspira á una tierna madre la vista de un
hijo querido, le prodiga sus cuidados aun á costa
de su salud y de su propia vida. Á nosotros mis-
mos es, pues, á quien amamos en los otros, asi
Como en todas las cosas en que fijamos nuestro
amor: á sí
tanligó, el


apmroapnitoe eesn álaqupientsoanr. ameladazimig
madre


'en


srt l


' su hijo , el ambicioso en los honores, el avaro
en leas riquezas, el hombre de bien en el afecto de
sus semejantes, y á falta de estos, motivos, en la
satisfaccion interior que inspira la virtud.




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IsDleqtuop soj ua 00.1911 p ODO,IJO., i vollpous as anb
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ja no Á uinolua la 131101Dei ru anb 'antuoti iu -el


owsursnaua ja legan, os 011.1{Ut' ja SODITOJCIO onb
ua als¡suoo cSOUOI.J-DU sualsonu LID runliu olaud onall
ou oldoad Joule
anb ODO,11111 SODZA suunlle


I NOIDDHS'.1*




26 SECCION
dable no puede amarse á sí mismo verdaderamente
sino interesando á . sus semejantes en su felicidad, la-
que solamente llegará el hombre á conseguir cuando
los obligue de antemano con las previas y buenas
disposiciones. de su corazon. Siempre es pecar uno
contra sí rrdsmo el violar sus deberes. para, con los
denlas. hombres,


Lejos, pues, de formar . el proyecto imprudente
de estinguir en el corazon del hombre el amor esen-
cial y natural que se tiene á. sí mismo , la moral
debe servirse de él para .


mostrarle el interés que tie-
ne en ser bueno, humano, sociable y fiel á sus de-
beres : lejos de intentar destruir las pasiones inhe-
rentes á su naturaleza, la moral debe dirigirlas á la
virtud, sin. la cual no puede hombre alguno sobre
la tierra gozar d una felicidad verdadera. Esta mo-
ral prescribirá á todo hombre el que se ame á sí
mismo„ indicándole


- los medios. acertados- de- satis-
facer esta. necesidad, que le .


hace.
estar sobre sí in-


cesantemente, y tomar parte en. el bien de los que
le: rodean.. Las pasiones. asa dirigidas contribuirán á
su. bienéstar , ya sea que viva. solo, G en. sociedad:
le harán apreciable- Como esposo , como. padre, co-
mo amigo:, como: ciudadano, como soberano, como
súbdito v en.


fin, sus. pasiones y sus intereses , de
acuerdo c.':on los de la„ sociedad le harán. feliz y


11nen• otro; objeto sino una vida cómoda y feliz."


Vid.. CICERO
vF FINIBUS I.TB. I. , Cap.. 12.. Antes que todos. estos autores
Aristóteles. habia :


refutado, la. opinion. de los que en su tiempo,
como algunos en el .


nuestra, miraban el. l'iteres ó el. amor
propio como un. principio vil y vicioso.ARISTOTELES ET1-11-
eA 1,IB, IX. Cap., 8. Se . pues, que muchos. filósofos an-
tiguos conocieron. unui bien el verdadero movil de .


las ac-
ciones, humanas ó. el. verdadero principio de toda moral , del.
cual si se alejaron no obstante, fue por no haberle dado.
toda.


druida cstensions.


CAPÍTULO VI. 27
dichoso á consecuencia de la dicha y


felicidad que
gocen por SU • causa los otros.


Aquel , cuyo amor propio sofoca el que debla
tener á los denlas, es un ente insociable, es un in-
sensato que no vé ni conoce que viviendo el hom-
bre con otros hombres como él , se halla en una
absoluta imposibilidad de ser feliz sin la asistencia
y favor de ellos. Nuestras ciegas pasiones


5 nuestros
intereses mal entendidos , nuestros vicios y defec-
tos nos separan de la sociedad, é indisponiendo con-
tra nosotros á nuestros asociados , los constituyen
enemigos contrarios_ á nuestros deseos. Los perver-
sos , á quienes detestarnos , viven corno si se ha-
llasen solos en la sociedad : el tirano que la opri-
me, vive temblando en medio de un pueblo quo
le aborrece: el rico avaro vive despreciado, como
un sér inútil: el hombre, cuyo corazon por nadie


mas L
el pal aaebyriade, itaie lean dlea que el


se enternece, no debe esperar que otro se interese
por él
n tneo, ql


bre én sociedad no puede ser feliz sin el socorro
de los denlas hombres.


CAPÍTULO VII.
De la utilidad de las pasions.


Plutarco compara las pasiones á los vientos, sin
los cuales un navío no puede navegar. Nada es
ciertamente mas inutil que declamar contra las pa-
siones; nada mas impracticable que el proyecto de
destruirlas. El Moralista debe esponer las ventajas
de la virtud y los inconvenientes del vicio: la obra
del Legislador ha de ser mover , interesar y com-
peler á cada uno, por su propio bien, á que con-
tribuya al interés general. Instruir á los hombres, e5
indicarles lo que deben amar ó temer; es dirigir


• .•




28 Sr CION L
sus pasiones á objetos útiles y provechosos ; es en-
señarles á reprimir, y no irritar los deseos que pu-
dieran causarles efectos perjudiciales á sí y á los de-
mas. Oponiendo unas pasiones á .


otras el temor á
la impetuosidad de los deseos desordenados, el odio,
y aborrecimiento á las acciones dañosas , los inte-
reses reales y verdaderos a los aparentes é imagi-
narios,. un bienéstar permanente á los caprichos mo-
mentáneos, se podrá hacer de las pasiones un uso
ventajoso, y dirigirlas a la. utilidad pública, con la
cual va estrechamente unida la de los particulares:
Fié aqui como los diversos intereses pueden convi.-
narse con el interés general.


Un hombre libre ,
de pasiones ó deseos, léjos de


ser un hombre perfecto, como algunos filósofos han
pretendido-, sería inútil para sí mismo y para- los
otros , y contrario á la vida social. El que no fue-
se susceptible ni de amor ni de odio, ni de temor
ni de esperanza, ni de ,


placer ni de dolor; en una
palabra ,. el sabio. del Estoicismo , sería una masa
inerte , incapaz de- accion y movimiento (1). ;Cómo
podríamos modificar instruir y educar á un niño
que privado de. pasiones careciese de móvil, y fue-
se insensible al placer y al .


dolor , á los castigos y
á las recompensas? ; Cómo escitar al bien á unos
entes desnudos. de pasion y de interés, y por tanto
destituidos de motivos que les compeliesen á obrar?
; Qué podria hacer un legislador de una sociedad
de hombres. igualmente- insensibles á- las amenazas
que á. las recompensas., á ,


las riquezas- que á la in-
digencia , á las alabanzas que ,


á. los vituperios, á
la gloria que á la íg.norninia?


La, ciencia:
del Político y la del Moralista, cu-


(t) Oyendo las máximas de Epieteto dijo un sabio que este;
-51Osefo era ó un lela ó una es:M:4a.


CAPÍTULO VII. 29
yas miras deben ser unas mismas, consiste en mo-
ver, dirigir y arreglar las pasiones de los hombres
de un modo que coríspiren por ellas á su bien y
mútua. felicidad. No hai pasion alguna que no pue-
da ser útil al cuerpo social, y que no sea necesa-
ria á su conservacion y mayor bien..


La pasion del amor , tan justamente combatida
por sus terribles estragos , es efecto de una necesi-
dad natural é indispensable á la conservacion y mul-
tiplicacion de nuestra especie; asiqué sólo debe tra-
tarse de regular el amor de un modo que no sea
dañoso ni al amante,, ni al objeto amado,. ni á . la.
sociedad.


La cólera y el odio, afectos tan funestos algu-
nas veces por sus terribles consecuencias, si se con-
tienen dentro de unos justos límites , son pasiones
útiles y necesarias para repeler de nosotros y de la
sociedad las cosas que pueden dañarnos. La cólera,
la indignacion y el odio son afectos legítimos que
la moral , la virtud y el amor del bien público de-
ben estirar en los corazones rectos contra la injus-
ticia y la perversidad..


La codicia del mandó, que se llama ambicion,
y que nos es tan detestable, es un afecto natural
en el hombre que aspira á que los demos contribu-
yan á su propia felicidad; mas este afecto es útil


. á la sociedad , cuando empeña y estimula al ciu-
dadano á. ser digno por sus talentos. y virtudes del
mando , y del poder.


La pasion de la gloria, que regularmente se mira.
corno un humo que se lleva el viento , no es otra
cosa que el deseo de ser estimado de [os otros hom-
bres ; pero este deseo es necesario á la sociedad,
la cual produce el valor el honor, la benefiCen-
cia, l generosidad, el I
sirven á la felicidad 6
humano..


U.,1011S1.110 y los talentos oue.
a lo s placeres del guero)




30 SECCION I.
El deseo de las riquezas no es otra cosa que


el deseo de los medios de subsistir cómodamente,
empeñando á los demas á contribuir á nuestra fe-
licidad particular. Esta pasion bien dirigida es el
manantial de la industria, del trabajo, y de la ac-
tividad tan necesaria á la vida social.


El temor , que es por lo coniun causa de cobar-
días y bajezas es útil y necesario para contener
las pasiones, cuyos efectos podrian ser fatales para
nosotros mismos y para los denlas. El temor de da-
ñar á nuestra conservacion , á nuestra felicidad per-
manente, es un freno natural de todo el que se
ama verdaderamente ; el temor de disgustar á los
otros es el vínculo de toda sociedad, el principio de
toda virtud ; .en fin, el temor del castigo reprime
muchas veces á los hombres mas desenfrenados.


El amor de nosotros mismos que se llama orgullo,
amor propio, y que es tan incómodo é insopor-


table cuando deprime á los demas, es una pasion
mui laudable, cuando nos retrae de envilecernos con
acciones bajas y despreciables.


La envidia, esta pasion tan comun y tan víl,
se ennoblece cuando, en vez de hacernos aborrecer
á los hombres grandes y á los sublimes talentos, nos
empeña y estimula á imitarlos y á merecer , cotno
ellos, el aprecio de nuestros conciudadanos; convir-
tiéndose entonces en una laudable emulacion.


No demos, pues, oidor á las vanas declamacio-
nes de una filosofia que hace consistir la virtud y
la felicidad en una total privadoti de pasiones y
deseos. Procuremos , sí, que la educacion siembre
en los corazones pasiones útiles á nosotros y á los
demas hombres; que sofoque ó corte de raiz en
tiempo oportuno los hábitos de los males que re-
sultarian para nosotros y para nuestros asociados;
que escite y promueva la actividad necesaria en la
sociedad; que comprima ó destruya las causas de


C APÍTULO VIL.
los males y vicios; que dirija las voluntades de los
particulares al bien general del cuerpo con el qué
el bien de los miembros está siempre estrechamen-
te ligado; en fin , que el Gobierno, de acuerdo
con la moral, se sirva de las pasiones de los hom-
bres. para hacerles querer y obrar de un modo el
mas conforme á su. verdadera. interés.. El hombre de
bien no es el que desconoce las pasiones, sino el
que tiene pasiones conformes á su bienestar perma-
nente, inseparable del bienestar de aquellos que
han de concurrir con él al logro de su propia fe-
licidad. La Sabiduría no nos prohibe el amar; nos
prescribe, -si, que amemos sólo aquello que . es ver-
daderamente. digno de amor;. que no deseemos sino
lo que podemos lícitamente- obtener; que no que-
ramos sino lo que puede hacernos sólidamente di-
chosos. " Todo hombre•, dice Ciceron, debe propo-
',riel-se el hacer solamente lo que siendo útil á sí
',propio, lo sea tambien á todos los hombres" (1)..


CAPÍTULO VIIL
De la. voluntad:: y de las acciones:.


La voluntad en el hombre es una. direccion,
una tendencia una. disposicion interior, que pro-
duce el deseo de obtener los objetos que mira como
útiles. ó agradables, ó el temor de- los que juzga
contrarios á su bienestar. Esta . direccion llega á de--
terminarse por la idea del bien ó del mal. conside-
rados en el objeto que escita el deseo ó el temor,.
el apetito ó la. aversión. Nuestra. voluntad está va-
cilante , vaga. é. indeterminada 2, mientras. que no;


debetesse omnibus propositunt , ut. eadéiwsit citi-
lita & u niuscujusque et, universorum:ci ERo. r£ OFFICIIS




32 SECCION 1,
estarnos seguros del bien ó del mal que pueden re-•
sultarnos del objeto que contemplamos. Entónces ti-
tubeamos, y nos hallamos, por decirlo asi, pues-
tos en una balanza que se alza y se baja, hasta
que un nuevo peso la inclina ácia algun lado. Es-
tos pesos que determinan la voluntad del hombre,
son las ideas de un interés -á de un placer mas
grande , que comparadas con las ideas de un mal
6 de un interés menor, hacen que nos resolvamos,
deciden nuestra voluntad, y nos dirigen ácia el fin
ti objeto que juzgamos mas útil para nosotros. Mién-
tras no conocemos suficientemente las cualidades
de un objeto, es decir, sus efectos útiles


daño-es
sos, estamos en la incertidumbre; nos sentimos ya
atraidos , ya repelidos por este objeto; en fin, de-
liberamos. Deliberar sobre un objeto es alternati-
vamente amarle por las cualidades útiles que juz-
gamos hallar en él, 6 aborrecerle por las propie-
dades dañosas que le atribuimos. Deliberar acerca
de nuestras acciones es pesar las ventajas ó los
perjuicios que pueden resultarnos de ellas. Cuando
ya nos creemos seguros de los efectos de nuestras
acciones, no vacilamos , la voluntad se fija en una.
cosa, y esta nos dirige y determina conforme á la
idea de felicidad considerada en el objeto sobre el
cual estabamos inciertos, y ya en este caso obra-
n-los para obtenerle 6 huir de él.


Las acciones son los movimientos orgánicos pro-
ducidos por la voluntad, determinada con la idea
del bien ó del mal que reside en un objeto. Todas las
acciones del que busca el placer y teme el dolor,
se dirigen á conseguir la posesion de los objetos
que considera útiles, ó á huir de aquellos que juz-
ga perjudiciales.


Un sencillo ejemplo nos hará entender mejor
esta teoría. Si en el momento en que me veo aco-
sado del hambre, mis ojos descubren una fruta


CAPÍTULO VIII. 33
esperiencia me ha dado á conocer corno a-.queTradable y provechosa, su vista produce al punto


mis deseos; mi voluntad se dirige 6 determina ad a
este obj


eto; no titubeo, porque cstoi seguro de su
bondad': en consecuencia obro ó produzco los mo-
vimientos necesarios para obtenerla; corro, me acer-
co al árbol, tiendo el brazo para coger el objeto
de mis deseos, y sin dudar un solo instante le me-
to ansiosamente en mi boca. Pero si desconozco
la naturaleza de esta fruta que se ofrece á mi vis-
ta, dudo, titubeo, la exámino, la. huelo , la apar-
to para desentrañar su forma y sus cualidades, y
con temor y cautela la acerco á mis labios. Cuan-
do el resultado de mi exámen me da á conocer que
la fruta es mala ó que puede dañarme, la volun-
tad que me escitó el hambre, se disipa con el te-
mor del peligro; el deseo de conservarme contra-
pesa el deseo de lograr un gusto pasagero ; me abs-
tengo de comer esta fruta, y la arrojo con desprecio.


Se alaba á vitupera á los hombres por las ac-
ciones que nacen de su voluntad , porque esta es
2apaz de ser dirigida ó regulada de un modo con-
forme al bien de la sociedad. El hombre que vive
con otros, se debe suponer que está acostumbrado
á no querer sino lo que puede ser agradable á si s
asociados, y á detestar ó desatender lo que produz-
ca su ódio ó resentimiento. Ademas., el que busca
incesantemente la felicidad, debe querer solamente
lo que le conduzca á ella con seguridad, y sus-
pender sus acciones hasta que la esperiencia y el
exámen le hagan conocer claramente lo que es tía
que quiera ó que practique. Si ignorarnos la na-
turaleza de los objetos , nuestro propio interés nos
prescribe que los consideremos atentamente, á fin
de llegar bien á conocer si son en realidad útiles
ó dañosos, y si las acciones necesarias para conse-
guirlos están ó no sujetas á inconvenientes. Una


TOMO L 5




6Lf SECCION
criatura racional es aquella que en todas sus ac-
ciones se vale de los medios mas seguros para ob-
tener el fin que se propone, y cuyas voluntades y
deseos van constantemente dirijidos por la reflexiozi
y la prudencia


CAPÍTULO IX.
De la esperiencia..


La moral , como toda otra ciencia, tiene sus
sculidos y seguros fundamentos en la esperiencia.
Toda sensacion, todo movimiento agradable ó mo-
lesto que se escita en nuestros órganos , es un acto;
por el placer ó el dolor que sentirnos al tiempo
que nos hace impresion un objeto, formamos la
idea de él, nos instruimos de su naturaleza por sus
efectos en nosotros, y adquirimos la esperiencia, la
cual podemos definir el conocimiento de las causas
por sus efectos en los . hombres.


El hombre es susceptible de esperiencia, esto es,
capaz por su naturaleza de sentir, de recordar sus
sensaciones con el ausilio de su memoria , de medi-
tar en ellas y en las ideas que ocasionan en él, de
compararlas entre si , y de saber con esto lo que
debe amar ó temer. La esperiencia es la facultad
de conocer las relaciones ó el modo con que las
cosas criadas obran de un modo recíproco las unas
con relacion á las otras. Aplicando el fuego á la pól-
vora veo que esta pólvora se inflama con esplo-
sion , y que imprime en mí una sensacion de do-
lor , sí me acerco ó me alcanza alguna parte de
ella; de esto resulta una esperiencia , y la idea de la
pólvora se presentará siempre á mi memoria, acom-
pañada de la idea de inflamacion, de esplosion, y
dolor.


La moral, para ser segura, debe ser una conti-


CAPÍTULO IX. 35
nua serie de esperiencias sobre las cualidades esen-
ciales, las pasiones, las voluntades y las acciones
de los hombres y sus efectos. Tener esperiencia, en
orden á la moral , es conocer con certeza los efe' -
tos que resultan de la conducta de los hombres. Por
falta de esperiencia un niño comete una accion
que desagrada á su padre, y éste le castiga; así el
niño se abstiene de reiterar la misma accion , por-
que la memoria se la representa acompañada del cas--
tigo„ es decir, del dolor.


A fuerza de esperiencias es cómo los hombres
pueden conocer lo que deben hacer ó evitar ; la es-
periencia sola nos descubre la verdadera naturaleza
de los objetos que debernos desear ó temer, y las
acciones útiles ó dañosas á nosotros y á los demas:
sin esperiencia y reflexion el hombre permanece en
una perpetua infancia. El que repite sus esperien-
cias, dice un Arabe aumenta sus conocimientos; mas
el hombre crédulo aumenta su ignorancia (I).


Los hombres están sujetos á engañarse en sus es-
periencias; asi la demasiada sensibilidad , como la du-
reza de sus órganos, hacen que muchas veces sean
incapaces de formarse de los objetos ideas verdade-
ras; que no puedan recordar con exactitud las im-
presiones recibidas; ni prevean las consecuencias re-
motas que sus efectos producirán sobre ellos. Un tem-
peramento demasiado ardiente, una imaginacion mui
viva, las pasiones impetuosas y los deseos desarre-
glados impiden juzgar sanamente de las cosas, tras-
tornan la memoria y hacen la esperiencia inútil
defectuosa. Llamarnos estúpido al hombre cuyos sen-
tidos estati entorpecidos , que apenas siente , que
une con dificultad sus ideas, que enlaza penosamen-
te las relaciones de ellas , que tiene falta de memo-


(1.) SENTENT. ARAR. In Erpenii Granamatie. Arab.




0 SECCION
ria. Con tales disposiciones es casi imposible adqui-
rir la esperiencia ó juzgar sana y rectamente de las
cosas. Por otra parte, el hombre de talento es por
lo coman demasiado sensible, vivo con esceso, de
una imaginacion ardiente; y de aqui los errores y
los frecuentes estravios de la imaginacion y del ta-
lento , cuya fogosidad daña á la reflexion, y por
consecuencia á la esactitud de los esperimentos. En
fin , el tumulto de las pasiones , la disipacion, el
amor desordenado de los placeres, lo mismo que la
insensibilidad, la apatía y la estupidez ponen obs-
táculos continuos á los progresos de la razon huma-
na, fruto de la esperiencia.


Asigné, para lograr experiencias ciertas y segu-.
ras, se necesitan un temperamento bien equitibra-
do , órganos sanos, juicio y reflexion. Estar bien
constituido, ó tener una buena constitucion , es ha-
ber recibido de la naturaleza las disposiciones, que se
perfeccionan con la educacion para juzgar sana y
rectamente de las cosas. La mano trémula , y agi-
tada violentamente, traza con imperfeccion los ca-
ractéres de la escritura , los cuales forma con faci-
lidad y hermosura cuando está el pulso sosegado..


Nuestros sentidos nos engañan, ó nos dan re-
laciones inciertas de las cosas, cuando no los lla-
mamos sucesivamente en nuestro socorro. Una torre
cuadrada nos parece á los lejos redonda , hasta que
acercándonos á ella , á tocándola , rectificamos el
error de nuestra vista. Asi tambien la primera im-
presion de un objeto me le suele pintar como un
bien apetecible ; mas la esperiencia , ayudada de la
reflexion, me enseña luego que este objeto puede
dañarme, y que el placer momentáneo que parece
prometerme, será larde ó temprano seguido de pe-
sares y de arrepentimiento.


La prevision está fundada sobre la esperiencia,
que me advierte que las mismas causas deben pro-


CAPÍTUL 9 I X.
duele los mismos efectos. El que una vez ha gus-
tado una fruta amarga, se abstiene de ella en ade-
lante, porque prevé y presiente la misma sensacion
desagradable. Hé aquí como la esperiencia , el jui-
cio y la memoria ponen al hombre en estado de
presentir lo venidero , esto es , de ver .con antici-
pacion los efectos que obrarán en él las cosas cu-
ya naturaleza conoce.


CAPÍTULO X.
De la verdad.


La esperiencia acompañada de tosas las circuns-
tancias que la hacen segura, nos descubre la ver-
dad, que es la conformidad de nuestros juicios con
la naturaleza .de las cosas, esto es, con las propie-
dades, las cualidades, y los efectos próximos á re-
motos de los objetos que obran á pueden obrar
en nosotros, cuyos efectos la esperiencia nos hace
conocer ó prevér.


. Cuando digo que el fuego escita dolor, digo una.
verdad, esto es, formo un juicio conforme á la na-
turaleza del fuego, fundado en la esperiencia cons-
tante de todas, las criaturas sensibles1 Cuando digo
que la: intemperancia y la disolucion de las costum-
bres destruyen la salud, formo un: juicio confirma-
do -por- la esperiencia, diaria , la cual nos hace ,-:ver
que las consecuencias naturales de estos vicios son
enervar el cuerpo y reducirle tarde ó temprano á
una vida infeliz. Si digo que la virtud es amable,
juzgo de una manera conforme á la esperiencia cons-
tante de todos los siglos y de todos los hombres.


La verdad consiste en ver las cosas tales como
ellas son, en atribuirles las cualidades que realmen-
te tienen, en prevér con certidumbre sus electos bue-
nos ó malos, en distinguir lo útil, .laudable y ape-




38 SECCION 1.
tecible de lo quimérico y aparente.


El error es fruto de las esperiencias mal hechas,
de los juicios precipitados, de la inesperiencia total
que se llama ignorancia, del delirio de la imagina-
clon, de la turbacion de nuestros sentidos. En una
palabra, el error es la oposicion entre nuestros jui-
cios y la naturaleza de las cosas. Yo estoi en un'
error si creo que los placeres deshonestos producen -
la felicidad ; porque la reflexion , la esperiencia y
una justa prevision hubieran debido darme á cono-
cer que estos placeres , seguidos de largas penali-
dades , me hacen despreciable á los ojos de mis
conciudadanos.


Las preocupaciones son juicios destituidos de es-
periencias suficientes. Los individuos y los pueblos
están dominados de una multitud de preocupacio-
nes miserables que los alejan de continuo de la fe-
licidad, ácia la cual creen encaminarse. Las opinio-
nes de los hombres , sus instituciones , sus usos y
sus leyes, tan contrarias muchas veces á la razon,
son debidas á la falta de esperiencia, consagradas
por el hábito , y que se transmiten sin examen de
padres á hijos. Hé aquí como los mas perniciosos
errores , las mas falsas ideas , las costumbres mas
depravadas y mas opuestas al bien de las socieda-
des, y los mas crueles abusos se perpetúan lastimo-
samente entre los hombres.


Por'-no ver las cosas como ellas son en sí, los.
principios de la moral son desconocidos á la mayor
parte de los hombres. Por eso los vernos sometidos
á las preocupaciones mas destructoras, á los mas
bárbaros usos , á las opiniones mas falsas , á una
ciega rutina, cuyo efecto es engañarlos é impedir-
les el conocer sus intereses y los objetos que deben
apetecer ó menospreciar : la verdadera gloria, el ver-
dadero honor , los mas evidentes deberes , y las
verdades unas demostradas están obscurecidas por


o


CAPÍTULO X. 39
una inmensidad de errores que forman un labe-
rinto , del que difícilmente puede salir el entendi-
miento humano.


;Qué moral sería la que se fundase sobre las
preocupaciones, las opiniones y las costumbres por
lo comun tan abominables , como son las que se
ven establecidas en la mayor parte de los pueblos
de la tierra! En casi todo pais la violencia y la fuer-
za constituyen el derecho y la ley.


Los mas frívolos intereses enemistan á unos pue-
blos con otros. El homicidio , la guerra, el duelo,
la crueldad, el adulterio, el.robo, y la infidelidad,
no son crímenes á los ojos de muchas naciones que
se llaman civilizadas.. En una palabra , á vista de
la conducta que la mayor parte de los hombres ob-.
servan entre sí, muchos han creído que la moral
no tenia principios seguros, que era una pura qui-
mera , y que sus reglas y deberes pendian única-
mente del capricho de Ios legisladores y de las con-
venciones de los hombres.


La verdad, fundada sobre la esperiencia, es la
que debe juzgar de los hombres, de sus institucio-
nes , de su conducta y de sus costumbres. La ig-
norancia y el error son los manantiales del mal mo-
ral: la verdad sola ilustrando á los mortales acer-
ca de la naturaleza de las cosas , podrá hacerlos
algun dia mejores y mas racionales.


CAPÍTULO XL
De la razon.


En la moral, la razon es el conocimiento de la
verdad aplicada á la conducta de la vida: es la fa-
cultad de distinguir el bien del mal, - -ló útil de lo
dañoso, los intereses verdaderos de los aparentes,
de arreglar por avi su conducta.




UFO SECCION I.
Cuando se dice que el hombre es ion sér racio,


nal , no se quiere dar á entender por esto que trai-
ga consigo al nacer 'el conocimiento de lo que es
ventajoso ó perjudicial, sino solamente que goza de
'la facultad de sentir, y de conocer y distinguir lo
favorable de lo adverso, lo que debe amar y bus-
car de lo que debe aborrecer y huir, lo que causa un
bien permanente de lo que sóló produce un placer
momentáneo y pasagero. De donde es forzoso con-
cluir, que la razon en el hombre no puede ser sino el
fruto tardío, de la esperiencia, del conocimiento de
la verdad,' y de la reflexion; para lo cual se re-
quiere, como se ha visto, una buena organizacion,
un temperamento moderado, una imaginacion ar-
reglada , y un corazon libre de preocupaciones y
pasiones turbulentas. De esta feliz y rara com-
binacion de circunstancias resulta una razon álus-
trada, la única capaz de guiar á los hombres en
la conducta de la vida. Sola la, ciencia del bien y
del mal, dice Séneca , es la que perfecciona el es-
píritu (1).


En su infancia muestra el hombre tan poca
♦ -razon como los brutos: ¡ mas qué digo ! mucho me-


nos capaz de ayudarse que la mayor parte de las
bestias, sin el socorro de sus padres el hombre pere-
cenia á cada instante desde su nacimiento; sólo á
fuerza de las esperiencias que se graban con mas


ménos facilidad en su memoria aprende á con-
servarse 5 á conocer los. objetos, á distinguir los que
le agradan .de los que le disgustan, los que le cau-
san un bien de los que le producen un mal. Un ni-
íio acosado del hambre lleva naturalmente á la bo-
ca cuanto coge en sus manos: si percibe entónces


(1) Una re consumutur cinianus , scientia bonorton et malo-
ruin Seiteca epis. pag 389. Tom. 2. Edit. Varior.


CAPÍTULO XII. 4t
por medio del sentido del gusto una impresion agra-
dable, esta esperiencia basta para que fije la idea
de placer en el objeto que se le ha producido: des-
de entónces ama este objeto , le desea, se habitúa
á él , tiende la mano para obtenerle, y se irrita y llo-
ra si se le rensa:. al contrario, si un objeto ha escita-
do en su paladar una sensacion dolorosa ó desagra-
dable, le aborrece; su sola vista le repugna, porque
recuerda la impresion de disgusto que le ha causa-
do ; y no se le puede obligar á que le torne sin
gritos y lágrimas.


Al nacer, el hombre no es mas que una masa
inerte, pero capaz de sentir. Poco á poco va apren-
diendo á conocer lo que debe amaró temer , lo
que debe querer ó no querer , y los medios que ne-
cesita emplear para obtener las cosas que desea, y
para evitar 6 huir aquellas que pueden dañarle : á
fuerza de tiempo aprende á moverse, caminar, ha-
blar, y espresar sus pasiones y deseos. En una pa-
labra, con mucha lentitud aprende á obrar ; y rei-
terando las esperiencias que sus padres, su nutriz,
6 sus maestros le ayudan á hacer, adquiere el há-
bito ó facilidad de hablar escribir y pensar corno los
ciernas hombres (1). 7


(I) Los Autores antiguos, y algunas relaciones modernas,
nos hablan de pueblos tan groseros que ignoraban todavía el
uso de la palabra. Diodoro de Sicilia atribuye esta ignoranc1 a
á los Ictiophagos , que segun él, sólo tedian algunos gest os
para comunicarse sus ideas. Garcilaso de la Vega refiere lo
mismo de algunas poblaciones vecinas al Imperio de los In-
cas del Perú.


TOMO I, 6




Educar instruir á un, niño, desenvolver su ra.-,
zon , es ayudarle á. hacer sus esperiencias , es co-
municarle .


las que cada uno ha. hecho por- si mis-
mo , es transmitirle las ideas nociones y juicios.
que ha formado., La esperiencia superior , ó la
zon mas. egercitada de, los padres y de los maestros
es el fundamento. natural del imperio G de la au-
toridad que tienen sobre la infancia y la juventud.
El respeto que se muestra en. la sociedad. á los an-
cianos, á los magistrados, á los soberanos, supone
en ellos mas. esperiencia , mas razon y mayores lu-
ces que en los. demas hombres.. La consideracion
que se.


tiene para con los sabios , los ministros de
la re.l.igion, los. médicos, &c. , se funda en la idea
de la esperiencia que han adquirido relativamente á
los objetos de su profesion. El sabio. es digno de
aprecio y estimacion, porque. goza.


de una. razon mas.
ilustrada. que el vulgo...


El hombre llega á ser lo qué es con el ausilio
de sus esperiencias ó de las. que- otros le comunican,
siendo la educad-0n quien. le modifica y le forma.
De una masa que sólo siente, de una, máquina casi
inanimada, con el socorro, de la cultura. llega poco
á: poco á ser un hombre esperimentado que conoce
la verdad.,- y que segun el :modo. con que ha. sido
modificado ,. manifiesta despues mas. ó menos razon.


El hombre en la infancia aprende no solamente
á. obrar, mas ta.mbien á pensar.. Nuestras ideas, nues-
tras opiniones., nuestros. afectos ,. nuestros intereses,
las nociones que tenémos del bien y del mal , del
honor y del deshonor , del vicio y de la. virtud, nos
son .


inspiradas primeramente por la. educacion y


á


42. SECCIO N I.


CAPÍTULO X.I I..
Del habito: de la. instrucción :. de la educacion..


CAPÍTULO XII. 43
despues por la sociedad: si estas son verdaderas y
conformes á la esperiencia y la razon, nosotros so-
mos racionales, rectos y virtuosos; mas si estas ideas
son falsas , nuestra alma se llena de errores y preo-
cupaciones, •viniendo á ser como animales sin ra-
zon, incapaces de ser felices y de contribuir á la,
felicidad de los otros.


En la infancia contraemos nuestros hábitos bue-
nos ó malos, esto es, los modos de obrar útiles 6
¿añosos á nosotros mismos y á los demás. El hábito>
en general, es una disposicion en nuestros órganos,
causada por la frecuencia de unos mismos movi-
mientos , de donde resulta la facilidad de producir-
los. Un niño aprende trabajosamente á caminar .; mas
poco á poco , y á fuerza de egercitar sus pierneci-
tas, adquiere el hábito , anda con soltura, y se mor-
tifica despues cuando se le prohibe el correr. En la
tierna infancia el hombre solamente prorumpe gritos
ó sonidos inarticulados; mas poco á poco su lengua
con el egercicio pronuncia las palabras, consiguiendo
Luego hablar con rapidez.


Nuestras ideas, en lo moral, son los efectos del
hábito (1). Las nutrices, los maestros y los padres
comunican á sus alumnos las nociones verdaderas 6
falsas de que estar imbuidos: si sus nociones son
conformes á la esperiencia , sus alumnos formarán
ideas verdaderas de las cosas, y contraerán hábitos
cí costumbres convenientes; mas si sus nociones son
falsas, las personas, á quienes desde la infancia se
les hubiese dado á beber en la copa del error, se-
rán irracionales y viciosas.


de la esperiencia, del hábito, de
las reflexiones , de los discursos ,
tandas. Cambiad estas cosas , y
bien. Las costumbres resultan del


(1) El carácter, dice Hobbes , es fruto del temperamento,


el cal.- acter se cambiará tam-
habito convertido en carácter.


del ejemplo, de las circuns-
la buena ó mala fortuna, de




••••••••,,


(1) Intercitim vttigus rectum viclét es ubi peccat. 1-10RA'r.-
1215T.. 1. TSE. JI.


44 SECCION
Las opiniones de los hombres son las asociacio-


nes verdaderas ó falsas de las ideas, las cuales lle-
gan á serles habituales á fuerza de reiterarse en sus
cerebros. Si desde la infancia se mostrase la idea de.
la virtud enlazada siempre con la del placer, de la
felicidad , aprecio. y de la veneracion; si los ejem-
plos perniciosos no. desmintiesen despues estas aso-
ciaciones de ideas, era ciertamente de .


esperar que.
un niño,. criado. de este modo., fuese un hombre de
bien y un apreciable ciudadano. Pero si desde su mas
tierna infancia„, el .


hombree por las ideas de sus pa-
dres ó' de Sus. maestros., se- habitúa: á: fijar la idea
.de la. felicidad en l'a- pompa, el ora,. la nobleza del
nacimiento y el poder, Iqué es de admirar que sea
un hombre vano, avaro, soberbia y ambicioso?


La• razon es. el hábito contraido de jazgar sa-
namente de las .


cosas , y de conocer con prontitud'
lo que es conforme ó contrario á nuestra felicidad:
Lo que se llama instinto moral, es la facultad de juz-
gar prontamente, sin dudar-, y sin que parezca que:
Li rellexion tenga parte en nuestros juicios. Este
tinto 6 esta prontitud de juzgar es un efecto natu-
ral del hábito adquirido por el ejercicio frecuente.
En lo físico nos dejamos llevar por instinto ácia
objetos apacibles á nuestros sentidos; y en lo mo-
ral s e ntimos un afecto repentino de aprecio., de ad.
mirador' y de amor á las acciones virtuosas, y de
horror á, las: criminales , de las que .


conocemos al
primer' aspecto su tendencia y- fin.


La prontitud con que las personas ilustradas y
virtuosas ejercen este instinto 6. tacto moral, ha he-
(211o. creer á. muchos. Moralistas que esta facultad: era
innata en:


el•hombre;: pero ciertamente no es otra
cosa- que el fruto, de la reflexion a. del hábito y de
la cultura, que aprovecha nuestras. dispos i ciones na-
turales, 6 que nos inspiran los sentimientos que de-
bemos, tener.. En . la.. moral e como en las artes a


el,


CAPÍTULO
el'isto 6 la aptitud para juzgar de las acciones bu-
manas , es una facultad adquirida por la esperien-
cia, la cual es nula en un gran número de hom-
bres. El hombre sin--cultura, el salvage, el hombre-
vulgar, no tienen ni el instinto ni el gusto moral
de que hablamos ; por el contrario , estos por lo co-
mun juzgan mal de las cosas (1.) : la multitud ad-
mira á veces los enormes delitos , las injusticias y
las violencias mas crueles en los héroes y en los con-
quistadores, á quienes llama grandes hombres. Sola
lo,' -reí-lex:ion y el hábito nos. enseñan á juzgar sana y
prontamente en la moral , ó á descubrir en un solo.
momento las bellezas. ó deformidades de las acciones
de los hombres.


Estas reflexiones nos dan á conocer la impor-
tancia de una buena educacion: ella sola puede for-
mar hombres racionales , virtuosos . por hábito , ca-
paces de hacerse felices á sí mismos y de contri-
buir á la felicidad de sus semejantes. El hombre no
debe . ser 'considerado como inteligente y racional,
sino cuando toma los medias verdaderos y acerta-
dos de ser feliz ; • y es irracional , imprudente é ig-
norante, cuando sigue un opuesto camino..


Los placeres del hombre son racionales , cuan-
do contribuyen á procurarle un bienestar solido,.
siempre preferible á los- deleites , .pasageros. Las pa-
•siones y las 'Voluntades. del hombre son racionales,.
siempre que' se proponen objetos verdaderamente ven-.
tajosos para sí ;. las acciones del, hombre son racio-
nales, cuando- conducen al lógro de- verdaderos bie-
nes sin dañar á , los otros. EL hombre, pues, guía=-
do por la- razon no quiere,. ni , desea, ni hace sino
lo que le -es verdaderamente: útil; jamás pierde de'




46 SECCION L
vista lo que sc debe á sí mismo , y lo que debe
los otros con quienes vive en sociedad. Toda la
da de un ser sociable debe ir acompañada de una-.
.atencion contínua sobre sí y los denlas hombres.


CAPÍTULO XIII.


De la conciencia.


Las esperiencias -que hacemos, las opiniones -ver.
daderas ó falsas que formamos ó que otros nos co-
munican, nuestra razon mas 6 menos cultivada, los
hábitos que contraemos , y la educacion que reci-
bimos, desenvuelven en nosotros un sentimiento in-
terior de placer -6 de dolor que se llama conciencia..
Esta puede ser definida , el conocimiento de los
efectos que nuestras acciones producen en nuestros se-.
mejantes, y por reaceion en nosotros.


A poco que se reflexione se conocerá que la
conciencia , lo mismo que el instinto 6 el sentimien-
to moral de que acabarnos de hablar, es una dis-
posicion adquirida, y que. con nuii poco fundamen-
to muchos Moralistas la han mirado corno un sen-
timiento innato , es decir, corno una cualidad in-
herente á nuestra naturaleza. Cuantas observacio-
nes se hagan en . 1a - moral,•nos probarán que el hom-
bre es una tabla-rasa, mas ó menos dispuesta á re-
cibir las impresiones que se hicieren en ella. Las le-yes de la conciencia, dice Montagne, que CrC,71.20,5' na-
cidas de la naturaleza, _nacen de la costunibre; porque
respetando cada uno en; su interior las opiniones y las
costumbres aprobadas y• recibidas universalmente, no
puede desprenderse de ellas sin remordimiento , ni ob-
servarlas sin celebridad. Plutarco habia dicho muchoántes, que las costumbres y los caracteres son cualida-
des impresas por el largo transcurso del tiempo 3. y


CAPÍTULO 47
quien


diga que las virtudes morales se adquieren ta„ a-
bien por la costumbre, á mi parecer no hablará fuera
de propósito. (1)Un hombre que no tenga ideas puras de la justi-


cómo podrá tener la conciencia de haber co-
metido Una accion injusta ? Es menester haber co-
nocido por nuestra propia esperiencia, ó por la que
nos es comunicada, los efectos que. las causas pro-
duceá en nosotros para juzgar de -eStas cansas,
esto es, para saber si nos. son favorables ó dañosas.
Se necesita de esperiencias •y reflexiones •multiplica-
das para descubrir y prevér las influencias de nues-
tra conducta con los Otros,. 6 para presentir sus
consecuencias- -á veces mur remotas..


Una conciencia. ilustrada cs la gula del hombre.
moral; Mas esta es solamente fruto de una grande
esperiencia, de un conocimiento perfecto de la ver-
dad- 'de''una razon cultivada', de una educacion
-reguladora del . ternperünento ,, 'capaz de: aprOVechar-
se- dé" --113.- cultura que se le. haya dado.: Semejante.
conciencia, lejos de- ser en el hombre el efecto de
un sentido- moral inherente á. su naturaleza, lejos.
de ser comun á. todas. las criaturas de nuestra es-
pecie, es el-3J estremo rara . , y sólo se encuentra. en
un pequeño número- de" hOnitbles escogidos, de una_
fina constitución, y dotados de una imaginación
viva, y de. un alma sensible . y rectamente educada.


Á. poco que uno mire al rededor . de sí verá
confirmadas estas ._ verdades,, y hallará pocos hom-
bres capaces de hacer las esperiencias. y reflexiones
necesariaS• á la 'Conducta de la.: vida. Son mur raros
los que tienen. la calma y la. tranquilidad. de es-


(1) Essais de IVIontagne , lib. I. ci 22. Traité : C07/1-
/nen: faut nour • ir les enjans. Tradue.. de Amiot. Plutarc, opp-
ts.nn. 2.. pag.. 2. F. pág. 3. A. Edit. cit. ub. sup-




.T S. ECCION
píritu qué se requieren para pesar y prevér las con-
secuencias de sus acciones; en fin la conciencia de
la mayor parte de los hombres está depravada con
lías preocupaciones, los ejemplos, las falsas ideas y
las perversas instituciones que tiranizan la sociedad.


La mayor parte de los hombres tienen una con-
ciencia errónea, esto es, que juzga de un modo con-
trario á la naturaleza de las cosas : esto proviene
de las opiniones falsas que se han formado, 6 que
han recibido de los otros, segun las cuales atribu-
yen la idea del bien á las acciones que tendrian en
realidad por perniciosas , si las exáminasen con ma-
yor madurez. Muchas gentes obran el mal, y aun
cometen delitos con seguridad de conciencia, porque
sus preocupaciones la pervierten.


No hai vicio que no pierda su deformidad cuan-
do se ve aprobado por la sociedad en que-vivimos:
el delito mismo se ennoblece con el número y la
autoridad de los culpados. Ninguno . se avergüenza
del adulterio 6.de la disolucion de costumbres en-
medio de un pueblo corrompido. Ninguno se son-
roja de ser bajo y adulador en la corte. El solda-
do no se horroriza de sus robos y crímenes, ántes
bien se jacta y hace alarde de ellos á presencia de
sus camaradas dispuestos á obrar como él. A poco
que se tienda la vista se encuentran hombres mui
injustos, mui perversos, inhumanos, y que sinem-
bargo no se arrepienten ni de sus frecuentes injus-
ticias, considerándolas como acciones y derechos le-
gítimos, ni de sus crueldades, que miran como efec-
tos de un, valor laudable , ó corno una obligacion.
Vemos ricos á quienes su conciencia nada dice por
haber adquirido una fortuna inmensa á costa de sus
conciudadanos. Los viageros nos hablan de salva-
ges que se creen obligados á matar á sus padres lue-
go que la decrepitud los hace inútiles. Hallamos fa-
náticos y falsos celosos, cuya conciencia infatuada


CAPÍTULO XIII. 49
por las ideas falsas de virtud no perdona medios
para exterminar sin piedad y sin remordimientos á
cuantos no profesan sus mismas opiniones: en una
palabra, hai naciones corrompidas, en que la con-
ciencia no condena á los hombres los robos, los ho-
micidios, los desafios, los adulterios , las seduccio-
nes , &c. porque estos delitos y estos vicios estala
aprobados 6 tolerados por la opinion general, ó no
los reprimen las leyes ; asiqué cualquiera se entre-
ga á ellos sin vergüenza ni remordimientos. Seme-
jantes escesos solamente los evitan algunos hom-
bres mas moderados , mas tímidos y mas pruden-
tes que los otros.


La vergüenza es un afecto doloroso, que escita
en nosotros la idea del desprecio en que sabemos
haber incurrido.


El remordimiento de la conciencia es el temor que
produce en nosotros la idea de que nuestras accio-
nes han podido merecernos el odio ó resentimiento
de los otros.


El arrepentimiento es un dolor interior de haber
hecho alguna cosa, de la cual conocemos las con-
secuencias desagradables ó peligrosas para nosotros
mismos.


Los hombres no tienen comunmente ni vergüen-
za, ni remordimientos, ni arrepentimiento de las
acciones que ven autorizadas con el ejemplo , tole-
radas 6 permitidas por las leyes , y practicadas por
la multitud: estos sentimientos sólo se escitan en
ellos cuando conocen que sus acciones son univer-
salmente condenadas, 6 que pueden ser castigados
por ellas. Un Espartano no se avergonzaba de un
hurto ó de un robo hecho con maña y destreza,
el cual autorizaban las leyes de su pais. lin Dés-
pota, continuamente aplaudido por sus aduladores,
Un
non


arrendador
avergüenza




as
á sus s i.


r
hdaecelas


rentas
TOMO 1. 7


l-11S1fas




1


;t.50 SECCION 1.
cas no se avergüenza de unos tesoros mal -adqui-
ridos bajo los auspicios de su soberano. Un duelis-
ta no se arrepiente de un asesinato que le honra
muchas veces á los ojos de sus conciudadanos. Un
fanático, en fin , se complace en las ruinas y de-
sastres que su falso celo causa en la sociedad.


Las reflexiones profundas y continuas sobre los
respetos inmutables y deberes de la moral, son las
únicas que pueden ilustrar la conciencia, y mos-
trarnos lo que debemos hacer ó evitar, á pesar de
las falsas nociones que hallemos establecidas. La con-
ciencia es nula, ó poco menos, en las sociedades
ó poblaciones mui numerosas, donde los hombres
no pueden ser particularmente observados , y los
perversos se confunden entre la multitud. Hé aqui
porque las grandes ciudades y las cortes son ordi-
nariamente el centro y abrigo de los pícaros qüe
se vienen á ellas de los pueblos ó de las provincias.
Los remordimientos bien pronto se evaporan, y la
vergüenza desaparece en el torbellino de los place-
res y la disipacion contínua. El atolondramiento,
la superficialidad y la frivolidad forman á veces
hombres tan peligrosos corno la perversidad misma.
La conciencia del hombre superficial nada le redar-
guye, ó su voz se ahoga mui pronto en aquel que
se . halla en una contínua agitacion, que no pesa
ni reflexiona cosa alguna, y que nunca pone la a-
tencion necesaria para prevér las consecuencias de
sus acciones., El hombre que no reflexiona, no tie-
ne tiempo para juzgarse á sí mismo. En los gran-
des delincuentes, los golpes reiterados de la con-
ciencia producen con el tiempo un endurecimiento
que la moral no puede destruir.


La conciencia solamente habla á los que se re-
tiran dentro de sí mismos, y reflexionan sus accio-
nes, y en quienes una buena educacion ha produ-
cido el deseo, el interés de agradar, y el temor


CAPÍTULO XIII. 5t
habitual de hacerse odiosos ó despreciables. Un hom-
bre asi educado es un juez de sí mismo, que se
condena cuando ha cometido alguna accion que
puede alterar los sentimientos que quisiera escitar
continuamente en aquellos, cuya estimacion y ca-
riño son necesarios á su felicidad: que se avergüen-
za, se confunde y arrepiente, si alguna vez llega
á obrar mal; que se observa en fin , y se corrige
temeroso de esperimentar en adelante estos afectos
dolorosos que le obligan al aborrecimiento de sí
propio, porque se mira entónces con los mismos ojos
que los demas le miran.


Se deduce, pues, que la conciencia supone una
imaginacion que nos pinte de un modo vivo y efi-
caz los afectos que suscitamos en los otros : un
hombre sin imaginacion poco ó nada se representa
estas impresiones ó afectos, y nunca se pone en el
lugar de los otros. Es mui dificil hacer un hombre
de bien de un estúpido, á. quien su imaginacion na-
da dice; lo mismo que de un insensato en quien es-
ta imaginacion está en una demencia contínua.


Todo nos prueba que la conciencia, lejos de ser
una cualidad innata ó inherente á la naturaleza del
hombre, es sólo fruto de la esperiencia, de la ima-
ginacion guiada por la razon, del hábito de exá-
minarse el hombre, de la atencion á sus acciones,
de la prevision de las influencias de éstas sobre los
:-otros y de su reaccion sobre nosotros mismos.


La buena conciencia es la recompensa de la vir-
tud; y consiste en la seguridad de que nuestras ac-
ciones merecen los aplausos, el aprecio y el afecto
de la sociedad en que vivimos. Para estar justamen-
te contentos de nosotros, es indispensable que sepa-
mos que los otros lo están, ó deben estarlo. Ve aqui


dlela felicidadfll coa i cbque uedn


saedeuforunda
la bienaventuranza , el reposo


conciencia
igu e ela tranquilidad o bre


edesea
ad eyl busca


hombre




SECCION
incesantemente, y á lo que debe encaminarle la mo-
ral. El bien supremo consiste en la buena conciencia,
y la virtud es el único medio que nos gula á este fin.


CAPÍTULO XIV.
De los efectos de la Conciencia en la moral.


Por una ley constante de la Naturaleza, el mal-
vado nunca puede gozar de una felicidad pura en
en el mundo (1). Ni sus riquezas ni su poder le ase-
guran de sí mismo; porque si en los lucidos inter-
valos que le dejan sus pasiones entra en su interior,
es sólo para oir los clamores y acusaciones de una
conciencia atribulada con las horribles ideas que la
imaginacion le ofrece. Así es que el asesino, en sue-
ños y aun despierto, se le figura que vé la sombra
dolorida de aquellos en cuyas gargantas ha embo-
tado sin piedad el cuchillo; vé las miradas espan-
tosas del público irritado que clama por venganza;
vé los jueces rectos y severos que pronuncian su serb
tencia; vé , en fin , y aun le parece que toca los
aparatos del suplicio que tan justamente há mere-
cido. Estos espectáculos son algunas veces tan vivos
y crueles en las almas de una imaginacion fogosa,
que se han visto delicuentes ofrecerse ellos mismos
al rigor de los jueces, buscando en los suplicios y
en la muerte un asilo contra el remordimiento que.
los atormentaba sin cesar. Tales son los terribles
efectos de la desesperacion en aquellos hombres , á
quienes el horror de sus delitos hace imposible la re-
conciliaci5.0.-‘,"Consigo mismos.


Nos C.hgañarianaos• sinembargo si creyésemos que
la conciencia. obra de un modo tan poderoso en to-


..,•••••n•••••0


(í) Nemo mai"
felix,
SATIR. IV. VEBS. g•


CAPÍTULO XIV. 53
dos los culpados. Ella casi nada dice á los de torpe
entendimiento; á los hombres sin madurez y distrai-
dos habla de paso y á hurtadillas ; en el tumulto
de las pasiones enmudece; y en vano se opone á las
inclinaciones del hábito , porque éste se transforma
en necesidad irresistible que cierra los oidos del hom-
bre al clamor de la conciencia.


No nos admiremos de que tantos hombres co-
metan el mal sin pensar en él, ni de que persistan
hasta el sepulcro en los vicios y desórdenes de que
raras veces se acusan, ni de que jamás procuren re-
parar las injusticias que han causado á sus semejan-
tes. El mal se enmienda cuando la conciencia nos
atormenta de continuo. Las incesantes y profundas
llagas que nos hace , nos obligan no sólo al arre-
pentimiento sino tambien á destruir, en cuanto nos
es dable, el mal cuya idea nos asedia , y nos hace
odiosos á los hombres. En la reparacion del mal, to-
do hombre trata de ponerse bien consigo mismo y
con los otros; procura entonces desterrar de su es-
pirita las imágenes horrorosas que le afligen; y se
esfuerza en borrar del alma de los otros las impre-
siones de odio y resentimiento que su conducta ha
debido producir en ellos.


Hai vicios , hai faltas y aun hai delitos que
pueden ser reparados. Una injusticia hecha á otro
se repara haciéndole justicia, indemnizándole gene-
rosamente del mal que se le ha causado. La resti-
tucion enmienda el hurto. Una declaracion solemne
puede reparar las ofensas hechas á la reputacion ape-
na. Las demostraciones de sumision y arrepentimien-
to pueden desarmar el ódio que una injuria ocasio-
na. El corazon humano se dilata y reaníma siempre
que satisface el mal , cuya idea le oprime y ator-
menta. Empero nada suele ser tan raro y dificil co-
mo una reparacion completa , esto.es, capaz de di-
sipar enteramente en nosotros las cicatrices de la con-




54 SECCION
ciencia, y en los otros la memoria de la ofensa
mal que les hacemos. El hombre siente un dolor en
su interior, y un oculto afecto de desprecio á sí mis-
mo, siempre que se acuerda de que se ha hecho
aborrecible á los ojos de sus semejantes ; y á éstos,
por otra parte, les suele ser mui dificil olvidar las
acciones que les han afligido cruelmente.


A mas de esto , la reparacion del mal cuesta
siempre infinito á la vanidad y á la codicia de los
hombres. Esta reparacion requiere una grandeza de
alma y un valor, de que un malvado no es capaz,
sin mudar enteramente de caracter. He aquí porque
tantos culpados se arrepienten de su conducta y al
parecer desean enmendarla; mas suele ser mui raro
que reparen el mal que han hecho. Este arrepentimien-
to infructuoso, estos deseos abortados de justicia sort
efectos de la ignorada, de la falta de fortaleza, de
la debilidad de los aguijones de la conciencia, la cual
no aflige ni atormenta bastante para romper por to-
do. La mayor parte de los hombres , cuando no
están confirmados en el vicio y el delito , pasan su
vida luchando al principio consigo mismos y acri-
minándose sus acciones; mas despues buscan é in-
ventan sofismas con que adormecen su conciencia,
siempre que ésta despierta á fin de incomodarlos.


Los hombres temblarian si pensasen en las con-
secuencias que de sus pasiones les resultan. La Na-
turaleza, para castigar al delicuente , ha permitido
que haya crímenes que carecen de enmienda. ¿Cómo
volver la vida á un amigo fiel, á quien su colérico
amigo ha muerto en desafio? ¿Cómo un tirano, cu-
yos escesos hicieron desgraciado á todo un pueblo
por muchos siglos, podrá reconciliarse consigo mis-
mo? ¿De qué modo podrán cesar los remordimien-
tos de un conquistador, cuando su imaginacion le
represente los gritos y clamores de las naciones de-
soladas? ¿Cómo apaciguar la conciencia de un Mi-


CAPÍTULO XIV.
nistro, cuyos pérfidos consejos han destruido el bien
y la felicidad de sus conciudadanos? ¿ Hai acaso me-
dio alguno para inspirar tranquilidad al corazon de
un Juez , cuya ignorancia o iniquidad han quitado
la vida al inocente? En fin, ¿cómo sosegar el espí-
ritu del que se ha enriquecido y cebado con la san-
gre del pobre, de la viuda y del huérfano?


Semejantes hombres ni aun perciben siquiera los
clamores de la conciencia, porque su voz se ahoga
en el tumulto de los negocios , el bullicio de los
placeres , el desenfreno de los vicios , los aplausos
serviles , y los pérfidos consuelos de los impostores
que los rodean. Cuando por casualidad la concien-
cia alza dentro de estos su voz ; cuando su ima-
ginacion sobresaltada les pinta las consecuencias
transcendentes, y muchas veces irreparables de sus
pasiones , se la procura sosegar con remedios ima-
ginarios; la supersticion se encarga de satisfacer to-
dos los crímenes, y con el favor' ó auxilio de cier-
tas esterioridades y práticas establecidas les ofrece
los medios de aplacar los Manes de los que han si-
do sacrificados por su ambicion , su codicia ó sus
venganzas ; y con esto los delincuentes mas odio-
sos se creen lavados de sus manchas y torpezas; pe-
ro bien pronto vuelven á cometer los mismos crí-
menes, sin sentir ya un remordimiento tan facil de
.aquietar. ;Fié aquí las artes con que se procura con-
solar la conciencia de aquellos , cuya conducta in-
fluye del modo mas cruel sobre la felicidad y las
costumbres de las naciones!


La moral , fundada en la Naturaleza , no tie-
ne medicina para curar las llagas cancerosas de la
conciencia de los hombres endurecidos en el crimen:
á sus ojos , un arrepentimiento estéril nada puede
enmendar ; ni cree que un inútil dolor baste á tran-
quilizar al malvado que persiste en sus iniquidades;
le condena , sí á gemir hasta el sepulcro bajo el


1




:)o
SECCION


azote de las furias, sin permitir que sus heridas ce-
sen de arrojar sangre; y la conciencia , en fin, ha-
ce que, á falta de los castigos de los hombres, de
que se burlan los tiranos , sea ella misma su ver-
dugo. Es una crueldad , es una traicion contra la
especie humana el designio de calmar los remordi-
mientos de los que causan la infelicidad y desola-
cion de la tierra. Por el contrario, que esperimen-
ten ellos , si es posible , todos los tormentos de la
ignominia, del terror, y del desprecio de sí mismos
hasta que hagan cesar las desgracias é infelicidades
que producen. La sola espiacion que la moral pue-
de ofrecer á un delincuente , es abominar y sepa-
rarse del delito. Sólo haciendo los mayores bienes á
los hombres, se les puede hacer olvidar las pena-
lidades que se les han causado; reconociendo sus
estravíos el hombre aprende á corregirlos ; la idea
de la felicidad que procura á los otros es el único
medio de acallar su conciencia, cuando le acuse los
daños y desastres de que en otro tiempo fue causa.
La serenidad de la conciencia es fruto y recompen-
sa de la inocencia y la virtud. La conciencia del
malvado le pone á la vista sus llagas espantosas: la
conciencia del vicioso desengañado le enseña sus ci-
catrices ya cerradas: la conciencia del hombre de
bien le asegura una salud constante. Hacer que los
hombres disfruten de paz interior , y vivan satis-
fechos de sí mismos por el placer y la felicidad que
proporcionan á los otros , es el fin sublime que se
propone la moral.


Fin de la Seccion primera.


5r
SECCION SEGUNDA.


DEBERES. DEL HOMBRE EN EL ESTADO
de Naturaleza y en el de Sociedad.


DE LAS VIRTUDES SOCIALES.


CAPÍTULO PRIMERO.
Deberes del hombre en soledad ó en el estado


de Naturaleza.


El hombre puede ser considerado bajo dos as-
pectos generales; como solitario, ó como acompa-
ñado de otros hombres con quienes tiene relaciones.
Los Moralistas y filosófos llaman estado de Natura-
leza la posicion del hombre solitario , esto es sin
consideracion á sus relaciones con el resto de la hu-
manidad. Aunque el hombre no se halle, G al mé-
nos rara vez, en este estado de abstraccion , sin-
embargo cuando se encuentra solo , libre de toda
union con los otros, incapaz de influir en ellos con
sus acciones , y de sentir el iníluxo de las acciones
de los otros , no deja por eso de estar sujeto á cier-
tos deberes relativos á él.


Los deberes 5 como hemos visto , son los medios
necesarios para obtener el fin que nos proponemos.
El hombre en soledad, ó en el estado natural, tie-
ne sin duda un fin que es conservarse y ser feliz;
el hombre solitario, siendo un sér sensible, esto es,
capaz de sentir el placer y la pena , está obligado


zonzo x.


8




JCS
SECCION


por su naturaleza á desear uno y temer otra ; tiene
deseos , temores , pasiones y voluntades; puede o-
brar y hacer esperiencias; 'y por débiles que sean los
conocimientos que adquiere en este estado de aban-
dono, puede no obstante reunir suficientes esperien-
cias para arreglar su conducta en la soledad en que
se encuentra.


Un salvage que vive enteramente solo , 6 un
hombre á quien un naufragio arroje á una isla de-
sierta , si quieren conservarse, están obligados á po-
ner los medios necesarios á este fin; por consecuen-
cia cuidarán de buscar el sustento, harán diferen-
cia de las frutas dulces y amargas que produzca su
isla, se abstendrán de los alimentos que les causen
dolor y enfermedades, usarán de los que la esperien-
cia les muestre saludables, y só pena de sufrir el cas•
Ligo que su imprudencia les irrogue, resistirán la ten-
tacion de comer aquellas cosas que, aunque gratas
al paladar y deleitables, ocasionen algun desórden
en su máquina.


Se infiere , pues, que el hombre , en cualquier
estado que se encuentre, está sujeto á ciertos debe-
res, esto es, se halla obligado á tomar las medidas
necesarias para obtener la felicidad que desea, y a-
partar de sí el mal que por su naturaleza teme.


Es verdad que cuando un hombre vive solo, sus
acciones no pueden influir sobre los otros, pero in-
fluyen sobre él mismo, lo que un ser sensible, in-
teligente y racional no puede perder jamás de vista;
aunque no tenga entónces testigos de su conducta,
él es testigo de sí propio , sabe que se hace bien 6
mal, y siente pesares y remordimientos, luego que
conoce que por su imprudencia se ha causado males
que pudiera haber evitado consultando la esperiencia
y la razon.


La conciencia del hombre en soledad es el co-
nocimiento adquirido con la esperiencia de los efec-


CAPIT U LO 1.
tos que sus acciones pueden producir en él mismo.
La conciencia del hombre en sociedad es, como he-
mos dicho, el conocimiento de los efectos que sus
acciones deben producir en los otros, y por reac-
cion en él.
. La vergüenza en el hombre solitario, es el des-


precio de sí mismo , que ocasiona la idea de su
propia debilidad y sinrazon; y el remordimiento la
idea del castigo que la naturaleza reserva á su im-
prudente conducta.


Si reflexionamos sobre lo que pasa en nosotros
cuando nos hallamos enteramente solos, cada uno
reconocerá que el hombre en este estado no puede
menos de juzgarse á sí mismo; de arrepentirse de
sus pasiones y procedimientos inconsiderados, cuan-
do le producen consecuencias dañosas; de avergon-
zarse de sus vicios y debilidades; en una palabra,
de fallar' contra sí, si ha faltado á lo que á sí mis-
mo se debe. Aunque enteramente solo, un sér in-
teligente debe amar el orden y aborrecer el desór-
den , cuyo teatro es su mismo interior; debe sen-
tir inquietud y molestia , siempre que sus funcio-
nes orgánicas se alteren; es forzoso que esperimen-
te sensaciones de temor; y no podrá menos de eno-jarse consigo, cuando vea que sus fuerzas y facul-
tades no son capaces de proveerle de los bienes que
necesita, ni de alejar de él los males que le ame-
nazan. Por el contrario, el hombre en soledad se
aplaude y celebra á sí propio, cuando todo le suce-
de bien y ordenadamente; cuando sus facultades
le sirven á su arbitrio; cuando sus fuerzas, su agi-
lidad y su industria corresponden á sus designios,
y facilitándole el logro de su felicidad, le preser-
van de riesgos.


Estas reflexiones nos muestran claramente que
el hombre solitario, ó en el estado natural , de-
be ser racional , consultar la esperiencia , suspen-




SECCION
der aquellas acciones cuyos efectos le parezcan in-
ciertos , abstenerse de los placeres acompañados de
dolor, y reprimir sus pasiones desordenadas; porque
aun cuando fuese el único morador de la tierra, esta
soledad absoluta no le dispensada de vivir de un modo
conforme á su naturaleza. La fortaleza, la pruden-
cia, la moderacion, y la templanza son tan nece-
sarias al hombre solitario como lo son al hombre
en sociedad: si el hombre solo no se somete á


- .estos deberes, se verá castigado de achaques y do-
lencias é imposibilitado de disfrutar los bienes que
codicia: la vida le será enojosa, y conocerá que
su locura es la ocasion de los males que sufre;
y por último, lleno siempre de dolor é inquietud,
deseará la muerte para sacudir de sus hombros el
peso de la vida.


Aunque este estadó de Naturaleza, 6 del hom-
bre totalmente privado de relaciones con sus se-
mejantes, sea puramente ideal , sinembargo cada
uno de nosotros se encuentra muchas veces por al-
gun tiempo en una soledad completa, durante la
cual no tiene otro testigo que á sí mismo. En este
caso debe aplicar á su conducta los principios an-
tecedentes; ellos le enseñarán á respetarse y temer-
se, á enfrenar sus pasiones, á no ejecutar acciones
á las qué seguirla el arrepentimiento, á no aban-
donarse á torpes é ilícitos pensamientos que infla-
masen su imaginacion, en una palabra, á evitar y
abstenerse de todo aquello que le haria avergon-
zarse á sus propios ojos de su imprudencia ó de-
bilidad.


CAPÍTULO II.
De la sociedad: de los deberes del hombre social.


Por abstraccion y no de otra manera puede el
hombre ser considerado en absoluta soledad, ó pri-


CAPÍTULO II. 61
vado de toda relacion con la especie humana. : Esto
que llaman estado de Naturaleza sería un 'esta-
do repugnante á la Naturaleza misma es decir,
opuesto á la tendencia de las facultades del hombre,
dañoso á su conservacion, y contrario -á la felici-
dad que naturalmente desea. El hombre es fruto
de una asociacion formada por la union de sus
padres , sin cuyos socorros habria perecido sin re-
medio. Nacido en sociedad, y rodeado de otras cria-
turas útiles y necesarias á su conservacion , á sus
placeres y á su felicidad, sería contra su naturale-
za el pretender que renunciase á un estado, cuya
necesidad 'esperitnenta cada instante, y fuera del
cual sería necesariamente desdichado.


Cuando se dice que el hombre es un sl"T socia-
ble, se indica de este modo que su naturaleza, sus
deseos y sus hábitos le obligan á vivir en sociedad
con sus semejantes, á fin de preservarse con el au-
silio de ellos de los males que teme y de adqui-
rir los bienes necesarios á su felicidad.


Una sociedad es la union de muchos hombres
reunidos con la mira de trabajar de concierto en
su mutua felicidad. Toda sociedad supone invaria-
blemente este designio , porque sería contrario á la
naturaleza que unos entes animados de continuo del
deseo de conservarse y hacerse felices, se reuniesen
los unos con los otros para trabajar en su destruc-
cion ó infelicidad recíproca. Luego que dos hom-
bres se asócian, es de inferir qué necesitan uno de
otro para obtener algun bien que desean en comun:
asiqué la felicidad universal de los asociados es el.
fin necesario de toda sociedad que se compone de
criaturas inteligentes y racionales.


El género humano en su total estension , es una
vasta sociedad compuesta de todos los hombres. Las
diferentes dstelaecsito


esta sociedad
deben ser consideradas como in-


general. Los diversos pue-




U4 SECCION II.
blos que vernos sobre nuestro globo, son sociedades
particulares, distintas de las otras por el nombre de
los paises en que habitan : si estas fuesen mas ra-
cionales, en vez de guerrear y destruirse, procura-
rian hacerse recíprocamente dichosas y felices. En
una nacion cada ciudad, villa ó aldea, forma una
sociedad particular, compuesta de un cierto núme-
ro de familias y de ciudadanos interesados igualmen-
te en el bienéstar de esta sociedad particular, y en
la conservacion de la nacion entera, de la que son
parte. Una familia es una sociedad mas limitada to-
davía, compuesta de un número mayor ó menor de
individuos nacidos del mismo tronco, y distintos por
el apellido de los que tienen un origen diferente. El
matrimonio es una sociedad formada por el hom-
bre y la muger con el fin de socorrerse mútuamen-
te en sus necesidades y de hacerse recíprocamente
felices. La amistad es una sociedad de dos ó mas
hombres que se consideran capaces de contribuir á
su recíproca felicidad. Las reuniones durables ó pa-
sageras de los que se asocian para algunas empre-
sas, para el comercio , &c. no tienen ni pueden te-
ner otro objeto que el reunir sus fuerzas para co-
mun utilidad.


En una palabra , en el hecho mismo de congre-
garse muchos individuos con el' designio de obtener
un fin coman, ya forman una sociedad. La reunion
de diferentes naciones y de sus Soberanos se llama
alianza , y tiene por objeto su defensa , su conser-
vacion , sus intereses recíprocos, en fin, las venta-
jas que no podrian conseguir solos.


El conocimiento de los deberes del hombre para
consigo mismo le conduce directamente al descubri-
miento de lo que debe á sus, semejantes y asociados. I,
Cualquiera que sea la variedad entre los individuos
que componen el género humano, todos unánimemen-
te, corno hemos visto, buscan el placer y huyen del


CAPÍTULO II. 6:3
dólor; asigné la menor reliexion bastaría para dar .;
conocer á cada cual lo que debe á unos entes
zados y sensibles como él, de cuya asistencia, afecto
y benevolencia necesita para su propia felicidad en
todos los momentos de su vida. Por tanto cada hom-
bre en sociedad deberia decirse : "yo soi hombre, y
»los hombres que me rodean son mis semejantes en
»todo. Yo soi sensible , y todo me demuestra que
»los otros son del mismo modo sensibles al placer y
»al dolor: yo busco el primero, y temo el segundo;
»los otros , pues, semejantes á mí deben tener los
»mismos deseos y los mismos temores. Yo aborrezco
»á los que me hacen mal, tí oponen obstáculos á mi
»felicidad; con que yo también seré odiado y abor-
»recido de aquellos á cuyos deseos me oponga con
»mi voluntad y mis acciones. Yo amo á los que
»contribuyen á mi felicidad; yo estimo á los que me
»procuran una existencia agradable; por ellos no ha-
»bria cosa que no hiciese; luego .para sér estimado
,,y querido de mis semejantes, debo igualmente con-
»tribuir á su bienéstar y á su felicidad."


CAPÍTULO III.
De la virtud en general.


La virtud, en general, es una disposicion habi-
tual y permanente de contribuir á la felicidad cons-
tante de aquellos con quienes vivimos en sociedad.
Esta disposicion debe fundarse sólidamente en la es-
periencia, la refiexion y la verdad, con cuyo ausilio
conocemos nuestros intereses, y los intereses de aque-
llos que tienen relaciones con nosotros. Si carece-
mos de esperiencias obramos casualmente y sin re-
glas; confundimos el bien y' el vial; y podernos per


-judicarnos á nosotros mismos y á los otros , aun
pensando obrar el bien. La virtud no consiste en




44,


64 SECCION IT.
ciertos deseos pasageros que nos inclinan al bien, si-
no en los hábitos permanentes y sólidos (1). No es
ser virtuosos procurar á los hombres placeres mo-
mentáneos y frívolos , trás los cuales vienen el ar-
repentimiento y el continuo dolor. No hai virtud
en favorecer á los hombres en sus vicios , en sus
preocupaciones, en sus falsas ideas, en sus desarre-
gladas inclinaciones. La virtud debe ser ilustrada, y
proponerse el bien durable de los individuos de la
especie humana. La virtud debe ser amada, porque
es útil á la sociedad y á cada uno de sus miembros;
siendo útil verdaderamente solo aquello que produ-
ce en todo tiempo la mayor suma de felicidad.


Esta disposicion que se llama virtud debe ser ha-
bitual y permanente en el hombre. Un hombre no
es virtuoso porque haya hecho algunas acciones úti-
les á los domas hombres: solamente merece este notn-
bre cuando el hábito escita en él un constante amor
á las acciones conformes al bien de los otros hom-
bres , ó el aborrecimiento á las que pueden serles
dañosas. Este hábito, contraido desde mui tempra-
no, se indentifica con el hombre , y le dispone en
todo tiempo á practicar lo que es útil y ventajoso,
y á privarse de todo lo que puede ser contrario á
la felicidad de los demás.


Es verdad que el hombre virtuoso puede ser al-
gunas vez engañado ó seducido por el primer aspec-
to de las cosas; mas acostumbrado á reflexionar so-
bre las consecuencias de sus acciones , luego se re-
prime por el temor de sus efectos; temor que ha-
ciéndose habitual , le contiene y le impide entregar-
se á la seduccion de las pasiones y de la imagina-


(L) Yo noto, dice Montligne, una gran diferencia entre los
ímpetus virtuosos é instantáneos del alma, y un hábito deci-
dij,a y constaste. Essais lib. 2. cap. 29.


CAPÍTULO.: 65
clon, de . quien . debe siempre desconfiar. Sin dejar de
ser virtuoso, un hombre puede qui bien desear el
placer ; pero la razon le acuerda sus• deberes , y le
hace ver las consecuencias de las acciones que eje-
cutarla para obtenerle. La virtud supone reflexion,
esperiencia, temor y :moderacion. El hombre de bien
es un hombre,,que caleúia, que convina con esacti-
tud, y que teme desagradar; mas el malvado se de-
ja arrastrar de sus vicios, y jamás raciocina en su
conducta. La veleidad é incertidumbre , dice juve-
n41, fueron siempre el carácter del malo (1).


Con razon pues , nos dice Séneca que la vir-
tud es un arte que se debe aprender (2). Ella es cier-
tamente el fruto, por desgracia demasiado raro, de
la esperiencia y reílexion. El hombre aprende la vir-
tud exáminándose á sí mismo ; y de este modo se
aÇostumbra • á ella, y con ella se identifica : á fuer-
za de práctica y ejercicio se adquiere el hábito; y
ponderando las ventajas que nos acarrea, saboreán-
donos con sus dulzuras, considerando, en fin , los
tiernos afectos que suscita en los que sienten sus
influjos , se hace á nuestros ojos amable y familiar.
El conocimiento de su mérito y. valor dá al hom-
bre fortaleza para resistir á vanos intereses y á pla-
ceres que no puede apreciar .


el que desconoce las
ventajas que resultan de la virtud.


Cuando se dice que la virtud es su propia recom-
pensa, se quiere dar á entender que todo hombre
que la practica es merecedor del cariño , de la es-
timacion, del aprecio, de la celebridad; en suma,
de una felicidad propia y privativa de una conduc-
ta conforme al bien de la sociedad. El que hace


(I) MObith Ct vario est Terme natura malortstrk. 3ATYR,
vers. 236.


(2) Discenda est virtus, ars est bonum
Tomo I.


9




66 S E, d'e I o N It
felices á los que tienen relaciones "coi adquie-
re un derecho á su afecto y-estimación, y con jus-
ticia se aprecia á sí mismo , complaciéndose en dis-
frutar de la tranquilidad y buena conciencia', que
le recompensan de la -ingratitud de los hombres.


Algunos pintan la virtud- dificil y penósa, como
un sacrificio continuo de nuestros intereses, como
un implacable aborrecimiento de los 'placeres que la
Naturaleza nos inspira, como un combate'Sangrien-
to contra nuestras pasiones y nuestras mas dulces
inclinaciones; pero no es amar la virtud aborrecer-
nos á - nosotros: Esta no `nos: prescribe que renun-
demos de los placeres, sino que hagamos eleccion
y buen uso de ellos: no nos prohibe gozar de los
beneficios de la naturaleza, sino el que nos entre-
guemos ciegamente y fundemos en ellos nuestra fe-
licidad duradera: no ordena el sacrificio imposible
de todas nuestras pasiones , sino que examinemos y
conozcamos bien los objetos que debemos amar, y
que á éstos les sacrifiquemos las pasiones inconsi-
deradas de aquellas cosas que nos darían unos de-
leites momentáneos seguidos de eternos remordimien-
tos. En una palabra, la virtud no es contraria á las
inclinaciones de la naturaleza, sino, como dice Ci-
ceron, la perféccion de la naturaleza (4); la virtud
no es austéra ni feroz , no es un entusiasmo faná-
tico; sino una suave costumbre de complacerse de
continuo en el buen uso de nuestra razon , y gaje
nos hace participar del bien y de la felicidad que
proporcionamos á los otros.


No, la verdadera virtud no consiste en una re-
nuncia total al amor de sí mismo, en un desapego
afectado de lo que los hombres desean, en un ca-


(i) Est autem nihil aliad virtus quclin in se perfecta et ad
summum perducw - raawra, CICERO de Legib. lib. cap. 8.


CAPÍTULO 67
prichoso é ideal --desprecio,:de todo interés;, consiste,
sí, en arriarse verdaderamente, en, colocar -su interés
en las cosas laudables, en practicar sólo aquellas ac-
ciones de las cuales pueda resultar la estimacion,
afecto, la consideracion, la verdadera gloria; en su-
ma, en grangearse por caminos rectos y seguros lo
que los hombres quieren .obtener por sendas incier-
tas y falsas. ¿Es, por ventura, lo que buscamos el
afecto de nuestros conciudadanos? Haciéndoles todo
el bien posible podrémos merecerle. ¿Es la gloria la
que constituye nuestros deseos? Pues la gloria no
puede ser otra cosa que el premio de nuestras ac-
iones universalmente útiles. ¿Es el poder á lo que


aspira nuestra ambicion? ¿Hai acaso uno mas dulce
y mas seguro que aquel que nuestros beneficios lo-
grarán sobre nuestros semejantes? ¿Es, en suma, el
Contento y la tranquilidad interior lo que nuestro
corazon desea? Estemos, pues, mui seguros de go-
zarlos por medio de la virtud, la cual sola nos da-
rá el derecho de aplaudirnos y: apreciarnos , aun
cuando la injusticia de los hombres nos prive del
agradecimiento -de que nos son deudores.


Por tanto, no creamos que es la virtud un sa-
crificio cruel de su propio interés: ninguno mejor
que el que la ejerce conoce y sabe cómo se ha de
amar á sí mismo. ¿Qué es, en efecto, lo que mas
deseamos eti este mundo, sino el hacernos estimar,
querer, honrar y respetar de los demás; darles una
buena opinion de nosotros mismos, y gozar peren-
nemente de una satisfaccion interior , que ninguno
puede quitarnos? La virtud , causando todas estas
ventajas, es el medio mas seguro de conquistar los
corazones , de lograr la consideracion , de adquirir
la superioridad, y de ejercer sobre los hombres un
poder que ellos mismos aprueben y consientan.


El. honor verdadero es , como veremos adelante;
el derecho que la virtud nos da á la estimacion de




SECCION II.
nuestros semejantes. El mérito , en general , es la
reunion de las cualidades utíles ó laudables- que la
sociedad aprecia. La superioridad de un hombre con
relacion á otro se funda sólo en las ventajas mas
sensibles que aquel hace gozar á éste: la autoridad
legítima, esto es, reconocida por los mismos en quie-
nes se ejercita, no puede tener otra base que el bien_
que se les hace disfrutar por medio de ella. La ver-
dadera gloria no puede ser á los ojos de un en-
te racional otra cosa que la gratitud pública y la
admiracion general que producen las acciones, los
talentos y las disposiciones . universalmente útiles al
jénero humano.


TIdes son las recompensas que la sociedad, por
su propio interés , debe señalar á la virtud. Cuando
ofuscada por la ignorancia la sociedad le niega el
premio merecido ; cuando el error la hace insensible
al mérito; cuando el gobierno, en lugar de escitar
los ciudadanos al trabajo en. beneficio público v co-
mun, trata á la virtud con desden ó con Odio, no
tarda la sociedad en sentir el castigo de su locura
é injusticia. Las virtudes necesarias al órden, á la
social armonía , á la concordia y á la paz, desapa-
recen; los intereses particulares hacen olvidar el in-
terés de todos; los vínculos de la sociedad se rela-
jan ó se rompen ; los ciudadanos se dividen , y el
mundo se transforma en campo de batalla, donde
lidian furiosos los vicios y pasiones humanas.


La virtud es tan rara, porque la locura de los
hombres la priva frecuentemente de las recompensas
que de justicia le competen. Asi los reinos como los
Individuos , dominados de Funestos errores, desco-
nocen sus intereses, tienen falsas ideas del honor,
de la gloria y de la felicidad, y rinden sus home-
najes á objetos futiles , y muchas veces aun á los
mas horrendos delitos. Por esta causa, en la mayor
parta de los pueblos de la tierra la equidad es del


CAPÍTCLO 69
todo desconocida ; la fuerza se confunde con el de-
recho; la autoridad es fruto de la violencia y no
de los beneficios; la gloria se confiere á crímeues y
ofensas contra la especie humana: el honor á la fe-
rocidad y barbarie; y la idea de superioridad la a-
tribuyen los hombres á vanidades y distinciones pue-
riles, de que no resulta bien alguno á la sociedad.


Por falta de razón y de luces la mayor parte
de los hombres ignoran lo que es virtud , y pros-
tituyen este nombre respetable á las disposiciones
mas contrarias á la felicidad del jénero humano. Na -
ciones enteras ¿ no han mirado como la virtud por
escelencia el valor guerrero, cualidad bárbara y cruel
que tantas lágrimas cuesta á las mismas naciones?


Para amar la virtud es necesario formarse de
ella ideas verdaderas, es preciso haber meditado sus
efectos; es indispensable conocer sus ventajas perma-
nentes; es forzoso haber esperímentado su necesaria
influencia en la felicidad jeneral de las sociedades
y de los individuos. El amor de la virtud es el
amor del órden, de la concordia, y de la felicidad
pública y privada. No hai sociedad alguna que no
tenga necesidad de virtudes para conservarse y go-
zar de los beneficios de la naturaleza: no hai fan'li-
lia que no halle en la virtud deleite , consuelo y
fortaleza ; no hai, en fin, individuo que no nece-
site de la virtud de los otros, y de ser virtuoso con
ellos. Bajo cualquier aspecto que se exámine la idea
de virtud está necesaria é intimamente unida con la
de utilidad, de felicidad, de satisfaccion, y de paz.
En la sociedad mas corrompida el hombre de bien,
condenado á llorar la depravacion pública de que
es víctima, se consuela entrando consigo , y se a-
plaude y complace en hallar en su corazon una pu-
ra alegría, una satisfaccion sólida, y un sagrado de-
recho al amor y estimacion de aquellos en quienes
su destino le permite influir. Vé aqui en lo que




70 SECCION II.
consiste el reposo de la buena conciencia, el cual no•
es otra cosa que la seguddad de merecer el afecto
y estimacion de los hombres, y la idea de su pro-
pia superioridad sobre los perversos atormentados
por sus vicios , y hechos juguetes de sus miserables--
locuras.


Cuanto acabamos de decir prueba con evidencia
que el hombre virtuoso es el solo hombre verdadera-
mente sociable , es decir , un miembro que contri-
buye de buena fé al fin que toda sociedad se pro-
pone. Exáminemos ahora en particular las virtudes
Sociales , (5 las disposiciones que la esperiencia nos
indica como necesarias para que las naciones y los
individuos logren una felicidad permanente.


CAPÍTULO IV.
De la Yusticia.


La moral hablando con propiedad sólo tiene
una virtud que proponer al hombre (1). La única
obligacion del sér sociable es la justicia. La justicia
es la virtud por escelencia y la base de todas las
demás. La justicia es una voluntad habitual y per-
manente de mantener á los hombres en posesion de
sus derechos, y de hacer por ellos todo lo que quer-
riamos que hiciesen por nosotros.


Los derechos del hombre consisten en • el libre
uso de su voluntad y de las facultades que la


n•nn••n•nnn-n-.-.


>,41
(i) Segun Plutarco, el filósofo Menedemo decia que nin-


guna diferencia real y verdadera 'labia entre las virtudes, y
que solamente existia una bajo diferentes nombres; pues siem-
pre era la misma la que unas veces se llamaba justicia, o-
tras prudencia, otras templanza, &c. Plutarco , de la virtud
moral.


CAPÍTULO IV. 71
naturaleza le concede para procurarse los objetos ne-
cesarios á su felicidad. En el estado natural el hom-
bre solitario tiene derecho á usar de cualesquiera
medios que juzgue convenientes para conservarse y
lograr su bienéstar, porque en este estado á nadie
ofende. Sinembargo hemos visto que en este mis-
mo estado los derechos del hombre están liMitados
por la razon, que le prescribe el no usar de sus
facultades sino de un modo conforme á su con-
servador' y á Su felicidad verdadera. Ningun hom-
bre, á no estar loco y su:máquina interior des-
compuesta, puede usar de la libertad de hacerse
mal 6 destruirse; todo ente inteligente y racional
debe ser justo para consigo mismo : sus obligacio-
nes en este punto están prefinidas por la Natura-
leza, pues no sería usar sino abusar de sus dere-
chos el dañarse á sí mismo voluntariamente.


En el estado de sociedad los derechos de los
hombres,- 6 la libertad de obrar, están limitados
por la justicia, la cual les enseña que deben obrar
de un modo conforme al bienéstar de la sociedad,
cuyo interés jeneral es el mismo que el particular
de sus miembros. Todo hombre que vive en socie-
dad sería injusto, si el ejercicio de sus derechos
propios ó de su liberl:ad dañase á los derechos, á
la libertad y al bienestar de sus consocios. Asiqué
los derechos-.del hombre en sociedad consisten en el
uso de- su libertad, conforme á la justicia que debe
á sus conciudadanos.


La justicia no quita al hombre la libertad 6 la
facultad de trabajar para su propia felicidad; le im-
pide solamente el ejercitar- este poder de un modo
dañoso á los derechos de los otros, los cuales la
sociedad está obligada á defender. Esto supuesto,
la libertad del hombre en la vida social es el de-
recho que cada ciudadano puede ejercer sin causar
perjuicio á sus asociados. El uso de un poder que




SECCION
perjudique á otros, es injusto, y se llama licencia.
Cada hombre, no consultando frecuentemente sino
su propio interés, sus pasiones y sus deseos desar-
reglados, puede ser injusto , y desconocer los de-
rechos de los otros causándoles por lo tanto un
rnal; asiqué, por el bien de todos, la sociedad le
Obliga á observar la justicia con sus asociados , y
arreglar su conducta á fin de conformarla al in-
terés bomun.


Con las leyes la sociedad arregla las acciones
de sus miembros, impidiendo que se dañen recípro
camente. Las leyes son las voluntades de la so-
ciedad, ó las reglas de vida que prescribe á cada
uno de sus miembros para que observen entre sí
los deberes que la justicia los impone, ó para que
no se turben los unos á los otros en el uso y ejer-
cicio de sus facultades.


Las leyes son justas cuando mantienen á cada
miembro de la sociedad en sus derechos; cuando
le preservan y defienden contra toda violencia; cuan-
do facilitan á todos el derecho y el uso de la li-
bertad personal, y el goce de los bienes necesarios
á su conservacion y felicidad. Estos son los obje-
tos que la sociedad debe asegurar igualmente á to-
dos sus miembros: su autoridad en ellos sólo tiene
por base las ventajas que les proporciona: esta au-
toridad es justa, cuando es conforme al fin de la
sociedad, esto es, cuando contribuye á la felicidad
que esta debe á sus miembros.


CAPÍTULO V.


De la Autoridad.


La Autoridad es el poder ó facultad de regu-
lar las acciones de los hombres. Toda sociedad,
por el bien de sus miembros, debe ejercer su pa-


CAPÍTULO V. 73
der sobre ellos, porque sin esto sus discordes pa-
siones, sus deseos é injustos caprichos, y sus di-
versos intereses turbarian de continuo la tranqui-
lidad pública y la felicidad particular de las fami-
lias y de los ciudadanos. Los hambres viven en
sociedad con la mira de su bienestar; cada uno
de ellos encuentra en la vida social la seguridad,
las .ventajas, los socorros y los placeres de que se
vería privado fuera de ella; por consecuencia todo
miembro de una familia, de un cuerpo, de una
asociacion cualquiera depende forzosamente de la
sociedad jeneral.


Depender de alguno es necesitar de él para con-
servarse y ser feliz. La necesidad es el principio y
el motivo de la vida social: dependemos de los que
nos procuran los bienes que no podríamos alcanzar
por nosotros mismos. La autoridad de los padres
y la dependencia de los hijos tienen por principio
la necesidad contínua que estos tienen de la espe-
rienda, de los consejos, de los socorros, de los be-
neficios y de la proteccion de aquellos para lograr
las ventajas que son incapaces de buscarse por sí.
solos. Sobre estos cimientos se funda la autoridad
de la sociedad y de sus leyes, las cuales, por el
bien de todos, deben á todos mandar.


La diferencia y desigualdad que la Naturaleza
ha puesto entre los hombres, dan una superioridad
natural á los que se aventajan á los otros en las
fuerzas del cuerpo, en los talentos del alma, en
una grande esperiencia, en una razon mas ilustra-
da, 6 en virtudes y cualidades útiles á la sociedad.
Es rnui justo que aquel que hace gozar á los otros
grandes bienes, sea preferido al que para nada es
bueno. La Naturaleza no somete unos hombres á
otros sino por las necesidades que los da, y que
no pueden satisfacer sin sus socorros recíprocos.


Toda superioridad, para ser justa, debe fundar-
TOMO I,
1.0




74 SECCION II.
se en las ventajas reales de 'que hace gozar' á los
hombres. Estos son los títulos lejítimos de la so--
beranía, de la grandeza, de las riquezas, de la no-
bleza y de toda especie de poder: este es el oríjen
racional de las distinciones y de las diversas clases
de la sociedad. La obediencia y la subordinacion
consisten en someter el hombre sus acciones á la
voluntad de aquellos que considera capaces de ajen-
ciarle los bienes que desea, ó privarle de ellos. La
esperanza de algun bien 6 el temor de algun mal,
son los motivos de la obediencia del súbdito al
Príncipe , del respeto del ciudadano á sus majistra-
dos, de la deferencia del pueblo con los grandes,
de la dependencia en que se hallan los pobres de
los ricos y de los poderosos, &c.


Mas si la justicia aprueba la preferencia 6 su-
perioridad que los hombres dan á los que son mas
útiles á su bienestar, la misma condena esta pre-
ferencia luego que los superiores abusan de su au-
toridad para dañar. La justicia se llama equidad,
porque, á pesar de la desigualdad natural de los
hombres , quiere que los derechos de todos sean
igualmente respetados , prohibiendo á los mas fuer--
tes prevalerse de sus fuerzas contra los menos po-
derosos.


De estos principios se deduce que la sociedad,
ó los que ella ha 'elegido para la ejecucion de sus
leyes, ejercen una autoridad que debe ser recono-
cida de todos los que gozan de las ventajas de la
vida social. Si las leyes son justas, es decir, confor-
mes á la utilidad y á la felicidad jeneral de los socios,
á todos obligan igualmente, y castigan con mucha
justicia á los que las violan. Castigar á uno es
causarle un mal, es privarle de las ventajas de que
gozaba, y de las que hubiera seguido gozando, si
hubiese observado las reglas de justicia, indicadas
por la prudencia y sabiduría de la sociedad,


CAPÍTULO V. 75
-
La ley, destinada á conservar los derechos de los


hombres, y á preservarlos de sus mutuas pasiones,
debe castigar á los que se muestran rebeldes á la
voluntad jeneral; esto es, puede privar de su bien-
estar y reprimir á los que turban la felicidad públi-
ca, á fin. :de contener con el temor á los que sus in--.
clinaciones - y deseos impiden oir la voz publica; y
reusan cumplir con las obligaciones del Pacto Social.


CAPÍTULO VI.
Del pacto• social.


Este pacto es la suma de las condiciones tácitas
6 espresas, bajo las cuales cada miembro ó indivi-
duo de una sociedad se obliga con los otros á con-
tribuir á su, conservacion y -felicidad , y á observar-
de su parte los deberes de -la justicia. En una pa--
labra, el pacto social es la suma de los deberes que
la vida social impone á los- que viven juntos para
sus ventajas comunes.
- Presto que los hombres se reunen con el fin de
su felicidad recíproca, no cabe duda alguna en que,
segun el fin que se proponen, se constituyen en ne-
cesidad y obligacion dé- seguir el camino mas recto
que les conduzca á él. Y bien sea que sus obliga-
ciones hayan sido espresadas, escritas y publicadas,
ó bien que nó, siempre son unas Mismas ; es fa-
cie el conocerlas; ellas son indispensables y sagradas;
y se fundan en la necesidad de emplear los medios
mas acertados para lograr el fin que los hombres se
proponen al reunirse en sociedad.


Basta el vivir en ella para que el hombre esté
obligado á concurrir al fin y designio de la sociedad,
y para que se empeñe , aun sin una formal declara-
cion, en servirla segun sus fuerzas y talentos, en
socorrer y defender á sus asociados, respetar sus de,i,




lts S,E, C CI N I I.
rechos, conformarse á laa justicia, y someterse á'las
leyes que mantienen el Orden necesario á la conser-
vacion del todo. En cambio, la sociedad entera 6
los depositarios de su autoridad se hallan natural
y necesariamente obligados á socorrer, defender, pro-
teger y mantener en sus justos derechos á el que ba-
jo esta confianza se obliga á desempeñar fielmente
los deberes de la vida social.


En virtud de estas obligaciones naturales y recí-
procas, cada miembro adquiére un derecho sagrado
sobre la sociedad, es decir, puede esperar que la obe-
diencia que ácia ella manifiesta 4que el afecto que
la profesa, que los servicios que la hace, serán re-
compensados con la proteccion , la seguridad dé su
persona y de sus'Ibienes, y . 1a parte de felicidad que
le cabe en la vida social. Todo individuo de la so-
d'edad tiene derecho á -exijir una acomodidad mayor
que la que disfrutaría si no viviese en ella ; y la
sociedad no puede, sin injusticia, privarle de este
derecho , porque sino contravendria á sus mismos
fines, obraría de un modo contrario á su conserva-
cion, y se compondria solamente de hombres injus-
tos y perversos, movidos de intereses personales, cu-
yas pasiones estarian en continua guerra con el bien
público.


El amor síncero de la Patria no puede ser otra
cosa en los ciudadanos que el efecto de las venta-
jas que la Patria les proporciona : una sociedad sin.
justicia, ó sujeta á leyes inicuas y parciales, incita
á. todos sus miembros á la injusticia y la maldad,
los hace indiferentes á los intereses de los otros.


Por la imprudencia y locura de los pueblos y
de- los que gobiernan , los hombres son dirijidos mui
frecuentemente por leyes injustas, por usos perver-
sos, por opiniones erróneas y por preocupaciones
destructoras de la felicidad pública. Esclavas de cos-
turnbres ó hábitos perniciosos, las míseras naciones


CAPíTU L O .V 77
se, compone n por lo comun de ciudadanos ocupados
de continuo en perjudicarse en secreto 6 en público
por sus intereses particulares, opuestos siempre al in-
terés del todo.


La reunion de los intereses particulares con el
interés jeneral sólo se verifica. en una sociedad que
es fiel en cumplir las obligaciones del pacto social.
En esta, las leyes imparciales obligan á los ciuda-
danos, sin - acepcion ni distincion, á observar las le-
yes de la justicia, y todo hombre racional se halla
en necesidad de ser virtuoso, esto es, en disposi-
clon habitual de respetar los derechos de sus se-
mejantes.


Las leyes, las costumbres y las instituciones hu-
manas han de ser pesadas en la balanza de la equi-
dad: para distinguir el bien del mal, lo útil de lo
dañoso, lo justo de lo injusto, -son necesarias la ra-
zon y la esperiencia. Por defecto de refle'don la ma-
yor parte de los hombres tienen por justo todo lo
que las leyes 6 los usos ordenan ó permiten, y por
injusto lo que prohiben ó condenan. Semejantes prin-
cipios deben necesariamente confundir, obscurecer y-
destruit las ideas de la justicia natural.


Todo lo que las leyes ó los usos de un pueblo
permiten, se llama lícito ; todo lo que prohiben , se
llama ílicito. Mas lo que es lícito ó permitido por la
ley ó por el uso puede ser injusto algunas veces. En-
tre los Lacedemonios, el hurto 6 el robo hecho con
destreza era permitido ó lícito, sin que por eso deja-
se de ser una accion injusta. La mas pequeña refle-
'don nos persuade que es ofender los derechos de los
hombres el robarles los bienes de que la sociedad se
ha constituido defensora. En una cuadrilla de ban-
didos como eran los Romanos, conquistadores del
mundo y azote del jénero humano, el robo, el ho-
micidio, la violencia, ejercidos contra los otros pue.
blos, eran acciones no sólo permitidas sino aproba-




-(t5 SECCION
das y laudables como lo serian las mayores virtudes.


Ni la voluntad de un pueblo muchas veces in-
justa , ni sus intereses particulares, ni sus leyes, ni
sus usos hace ni harán justo jamás lo que no lo es
por su naturaleza : sólo es verdaderamente justo lo
que es conforme á los .derechos del jénero humano.
La violencia y las conquistas pueden ser conformes
á los intereses de un pueblo ambicioso, y los que sa-
tisfacen en su obsequio estas tiránicas pasiones pue-
den ser á sus ojos personajes ilustres y virtososos;.
mas un pueblo semejante no es mas que una gavilla
de malhechores y de asesinos para cualquiera que,
tiene ideas sanas y rectas del derecho de lentes, vio-'
lado insolentemente por una nacion enemiga de to-
das las demás. El interés permanente del hombre en
jeneral , del jénero humano, de la grande sociedad
del mundo, exile que un pueblo respete los derechos
de otro pueblo; asi como el interés jeneral de toda
sociedad particular prescribe que cada uno de los;
miembros respete los derechos de sus asociados.


Nada puede dispensar á los hombres de ser jus-
tos: la justicia es necesaria á todos los habitantes de
la tierra ; es la piedra angular de toda asociacion;-
sin ella no puede haber sociedad, cuyo fin no es otro
que el ponerse los hombres al abrigo de sus mútuas
injusticias. El Gobierno y las leyes no pueden tener
lejítimamente otro objeto que el de estimular, mo-
ver y obligar á los ciudadanos á vivir unidos , ob-
servando las reglas de la justicia. La Política no
puede ser otra cosa que las reglas inmutables de la
justicia , fortificadas con las recompensas y castigos
de la sociedad. Obligar á los hombres á ser justos,
es obligarlos á que sean humanos, benéficos, pacíficos
y sociables; es obligarlos á que trabajen en la feli-
cidad de sus semejantes, para adquirir un justo de-
recho al afecto, á la benevolencia, al aprecio y á
la proteccion de los otros hombres.


CAPÍTULO VI. 79
Ser justo 'es cumplir fielmente los deberes que


prescribe la vida social ; es conocer el interés que el
hombre tiene en merecer de sus conciudadanos los
afectos y disposiciones provechosas á su propia feli-
cidad en todos los casos en que pueda encontrarse.
La justicia enseña al hombre á reprimir sus pasiones,
porque le demuestra, que dándolas un libre curso,
suscitaría contra sí el odio y las pasiones de los
otros. La justicia hace que el hombre observe la bue-
na fé de sus tratados y convenios, que modere su
amor propio, que se juzgue á sí mismo con impar-
cialidad, que no se arrogue sino aquello que le es
debido , que dé á los otros lo que ellos pueden exi-
jir de él mismo : el hombre que asi obra, reprime
los ímpetus del orgullo, de la vanidad , de la. en-
vidia, de los zelos , que producen á cada instante
tantas divisiones y contiendas en el mundo. Apre-
ciarse á sí mismo ; desempeñar su destino en la so-
ciedad; mostrar consideracion, urbanidad induljen-
cia con todos los hombre, y deferencia, miramien-
tos y respecto á todos los que gozan de superiori-
dad sobre .nosotros por las ventajas que facilitan á
la sociedad; ser gratos y reconocidos á los que nos
han hecho beneficios; hacer bien á los otros hombres
á fin de merecer su amor, son evidentemente otros
tantos actos , de justicia.


Nunca estará de mas el insistir sobre las ventajas
que la justicia acarrea á los hombres , ni menos re-
petirles que esta virtud basta para hacernos felices (1),
y que la falta de ella es la causa inmediata de todo


(i) El justo, dice Epicuro, es el unico entre los hombres
que vive tranquilo y sosegado, el injusto por el contrario,
siempre está cercado de temores é inquietudes. justus á per-
turbtionibus maxi,n liben est: in .justus alltem á plurimis per-
turbutionibus obsídetur. Vid. Diog. Laert. de Vit. et. dogal.
Philosoph. lib. X.
120.




1
I


80 SECCION II.
el mal moral. Por no conocer las ventajas de la equi-
dad , los Gobiernos , destinados á mantener la jus-
ticia, dejeneran en despotismo y tiranía. Por haber
desconocido los derechos de la equidad, los pueblos
en todos tiempos se han destruido unos á otros con
fatales guerras , á que han dado motivo por lo co-
mun la ambicion, las pretensiones injustas, ó la co-
dicia de los soberanos. Por no conocer los deberes
de la equidad, en casi todas las naciones los pode-
rosos oprimen á los débiles, y quieren gozar , con
esclusion de los otros ciudadanos , de lo- s derechos
que la justicia confiere á todos igualmente. La in-
justicia es la que transforma tantas veces á los pa-
dres de familia , á los esposos , á los maestros , á
los ricos y á los grandes en tiranos detestables, los
cuales, sin embargo, tienen valor para exijir el afec-
to, la sumision y los sinceros homenajes de los que
ellos hacen continuamente desdichados.


La justicia es , pues , evidentemente la base de
todas las virtudes, el oríjen y manantial comun de
donde dimanan, y el centro al que todas vienen á
parar. Esta virtud encierra en sí todas las virtudes
morales ó sociales. La probidad , la integridad , la
buena fé, la fidelidad, la humanidad, la beneficen-
cia, el agradecimiento, &c. no son, como veremos
pronto, sino disposiciones fundadas en la justicia ; ó
por mejor decir, no son sino la misma justicia, con-
siderada bajo diversos aspectos. Asiqué , exijir de
los hombres que sean justos, es lo mismo que exi-
jir que tengan todas las cualidades necesarias para
hacer constantemente agradable y dichosa la so-
ciedad. Sólo el hombre justo es quien puede mere-
cer por escelencia el nombre de social.


81


CAPÍTULO VIL
De la Humanidad.


La Humanidad es el afecto que debemos á los.
damas hombres corno á miembros de la sociedad uni-
versal, á quienes, por lo mismo, prescribe la jus-
ticia que mostremos buena voluntad, y que les de-
mos los socorros que exijiriamos para nosotros mis-
mos. Tener humanidad, corno el nombre de esta
virtud lo indica , es conocer lo que todo hombre
en calidad de tal debe á las criaturas de su espe-
cie: la humanidad es la virtud del hombre por
esencia (1).


Un sér sensible que ama el placer y huye del
dolor, que desea ser socorrido en sus necesidades,
que se ama á sí mismo y quiere ser amado de los
otros, por poco que reflexione, conocerá que los
demas son hombres corno él, con los mismos de-
seos y las mismas necesidades; y asi es que esta ana-
logía ó conformidad le mostrará el interés que debe
tomar por sus semejantes, sus deberes para con todo
hombre , lo que ha de hacer por su felicidad, y
las cosas de que por equidad se debe abstener
respecto de él.


La justicia me ordena que demuestre buena vo-
luntad á todo hambre que se ofrece á mi vista,


(í) Séneca dice que la virtud constituye al hombre (virtus
uirum facit). Efectivamente la palabra latina virtus, de la que
se ha derivado esta otra , virtud , nace de vi• , é indica una
cualidad esencial y constitutiva del hombre ; de suerte que pu-
diera mui bien traducirse, humanidad ; de que resulta que.
la palabra virtus, tan malamente aplicada por los Romanos
al valor guerrero, era directamente opuesta á su verdadero
sentido.


Tomo 1, á.2




SECCION II..
puesto que yo reclamo esta misma virtud aun de los
hombres que ni me conocen ni conozco, cuando
el destino me- lleva á sus paises. El Chino, el Ma-
hometano, el Tártaro tienen derecho á mi justicia,
á mi asistencia, á mi humanidad, porque yo,
como hombre, ese fria. sus socorros si me hallase.
entre ellos.


Asi humanidad, fundada en la equidad, con-.
delta esas antipatías nacionales, esos. ódios religio-
sos, esas crueles. preocupaciones, que cierran el co
razon del hombre á sus semejantes:: ella condena ese
afecto que se circunscribe al estrecho círculo. de
allegados y conocidos; .proscribe el. amor exclusivo
á los miembros de una . misma, sociedad, á los. ciu-
&danos: de una misma nacion-, á los individuos. de
tiii mismo cuerpo,. á los: partidarios de una. misma.
secta.. El hOrtbee- . verdaderamente humano y justo
se interesa en las- felicidades y desgracias de todos
los de su especie. Una alma. verdaderamente gran-.
de abraza: en su.: cariño á todo el género. humano,
y querría ver felices y dichosos á. todos los.
hombreS. (1)..


- (1) Hornero en. la Odyssea esplica ami bien la humanidad:
Eumeo.. di-Je á Ulysses, su . sdior. , disfrazado en trajo de men-
digo, ,,no es lícito despreciar al estranjero ni al pobre, aun _.
1 9cuando.le . - veamos reducido á_ un estado mas vil y miserable:
”que el en que: os . veo ; porque el. mismo Júpiter es quien.
nos. envia al desconocido y al. pobre.'


Honra igualmente , dice Phocylides, 'al e str anjero que al.
chlAwlano., parque. todos somos viajeros 'esparcidos por la tierra..
PHOCYLIP. CAR Cic .eron y Arrianó: nos proponen el ejetn-:
plo de . SOcrate .s: Preguntándole uno de qué. pais era res-
pondió, del mundo. TICES. JUSCUL. lib. 1. Ardan, lib.. c. 9. An-
tonino dice :• »Siendo por mi: naturaleza un. ente racional y
asociable , sean. cuales fueren mi ciudad: ó mi patria , diré
5)quecomo Antonino, soi Roma;. y como. hombre del.
”majdo. ?' AXTON1.N., lib. 6. S. 44..


CAPÍTULO VIL
-AsIqué no prestemos oído ,á los, vanos discursos


y opiniones de aqudlos que pretenden, que el amar
á todos los hombres es.-cosa imposible, y que
amor del .jénero humano, tan ponderado por al-
gunos sabios , es un protesto para no amar á na-
die. Amar á los hombres es desear su, bienéstar, es
contribuir á él en cuanto esté de nuestra parte.
Tener humanidad es hallarse habitualmente dispues-
to á mostrar benevolencia y equidad á cualquiera
que necesitare de nosotros. Es verdad que en.nues-
tros sentimientos y afectos hai grados determina-
dos por la misma justicia s y así mayor cariño y
amor debemos á nuestros padres y parientes , á
nuestros amigos, á nuestros conciudadanos, á la
sociedad de que somos miembros, á aquellos, en
una palabra, que nos dispensan sus socorros y be-
neficios, y de quienes tenemos una necesidad con-
tinua , que, á los estraños, con quienes solamente
nos unen los vínculos de humanidad.


Las necesidades mas ó menos urjentes hacen los
deberes de los hombres mas ó menos indispensables


sagrados. ¿ Por qué debemos mayor amor á nues-
tra patria que á cualquier otro pais ? Porque nues-
tra patria encierra las personas y objetos mas úti-
les á nuestra propia felicidad. z Por qué un hijo
es deudor á su padre de un entrañable amor, con
preferencia 'á cualquier otro ? Porque su padre es,
entre todos:


los seres, cl mas necesario á su propia
felicidad , y la' persona con quien le unen mas es-:
trechamente los vínculos del agradecimiento.


La necesidad es, pues, el principio de los vín-
culos que enlazan y mantienen á los hombres en so-
ciedad: En razon de la necesidad que los unos tie-
nen de los otros, se unen y estrechan los hom-
bres entra .sí. Un hombre que no necesitase de na-
die, sería un ente solitario, inmoral, insociable, y
alto de toda virtud, justicia y humanidad, El que




SECCION II.
Se irrialia que no necesita de los otros, se 'cree
por lo comun dispensado .de mostrarles afecto.


Los soberanos y los grandes , persuadidos por
su educacion de que son entes de especie diferen-
te de los demás, son poco inclinados á mostrarse
humanos con los otros. Es menester regularmente
habet . esperimentado la desgracia, ó . temerla, para
tomar parte en las penas que sufre el infeliz. Si la
humanidad es el constitutivo del hombre ¡cuán pocos
encontramos. que merezcan el nombre de tales!
- La moral debe proponerse reunir en uno solo
el interés. de todos los. individuos de la especie hu-
mana, y principalmente el de los miembros de una
Misma sociedad.. La Politica: deberia concurrir in-
cesantemente á estrechar los vínculos de la huma-
nidad, bien fuese- recompensando á los que mos-
trasen esta virtud; bien infamando. á los que reu-
sasen practicarla. En una palabra , todo debiera.
convencer 1 los mortales que han menester los. unos
de los otros, haciéndoles conocer que un gran po-
der-, la clase , el nacimiento., las: dignidades y las
riquezas:,. lejos de. conferirles el: derecho de despre-
ciar á .


los que carecen de estos bienes.,. imponen
4: los: que los poseen la obligacion de ser humanos;
y de socorrer y amparar á sus semejantes. El des-
precio. de- la pobreza,. de la miseria, y de la fla-
queza,. es, un ultraje hecho á la especie humana;
y,. en vez de engrandecer al que le comete, le en-
vilece, le degrada, y le hace perder sú dignidad
y los derechos. al, amor y al. respeto. de sus-- con-
ciudadanos,


t


25


CAPÍTULO VIII.
De la Compasion ó de la Piedad.


Compadecerse de los males de los hombres, segun,
la fuerza de la palabra, es sentir lo que ellos sien-.
ten, es padecer con ellos, es compartir sus pena-.
lidades, es como ponerse uno en su trabajosa situa--
cion para sufrir el mal que los aflijo. La Compa--
sion 9 . pues , es una disposicion habitual en el hom-
bre á sentir con mas ó menos intension el dolor
de los otros:.


Para esplicar las causas de esta sensibilidad que
interesa á los hombres en las penalidades y trabajos
de sus semejantes, algunos Moralistas han recurrido:
á una cierta simpatía, esto es, á una causa oculta
y quimérica que nada dice ni esplica. En la orga-
nizacion del hombre, en su sensibilidad, en una me-
moria fiel,. en una imajinacion activa es menester
buscar la verdadera causa. de la compasion (1). El
que tiene órganos sensibles, siente vivamente- el dór
sor, y su idea se le recuerda con esactítud ;. su ima-
jinacion se le presenta con fuerza á vista del hom-
bre que padece; en aquel punto se turba, se. estre-
mece, su corazon se angustia y acongoja, sintien-
do un dolor tan vehemente-, que- en algunas--perso-
nas mui sensibles se manifiesta esteriormente con des-.
mayos 6- convulsiones. El efecto natural del dolor'
que esperimenta - entonces la persona delicada y sen-
sible., es buscar medios para. que cese en los. otros.


(1) Es bien. sabido el pasaje de un Sybarita que viendo
trabajar á sus jardineros se sintió de tal modo conmovido,
y afectado , que prohibió el que. jamás hiciesen nada en. :Al.presencia:.




136 SECCION II.
aquella penosa situacion que por cornunicacion está
sufriendo. Del consuelo dado al que padece, resulta
un consuelo real y verdadero al que le socorre: pla-
cer suave que la imajinacion aumenta con la idea
de que ha hecho bien á un hombre ; de que con
este beneficio tiene derecho á su cariño y gratitud;
y de que ha obrado, en fin, de un modo que ma-
nifiesta que posee un corazon tierno y sensible: dis-
posicion que todos los hombres desean hallar en
sus semejantes , y de cuya falta se podrir inferir al-
gun defecto ó vicio de la conformacion interior.


Como los hombres son tan diferentes en su orga-
nizacion y en la fuerza de su imajinacion, por lo
mismo no son todos capaces de sentir con igual
viveza los males de los otros. Hombres hai en quie-.
nes es nula la compasion, ó no es bastante activa
para determinarles á socorrer los trabajos que ven
sufrir á los denlas. Es mui frecuente hallar hombres
á quienes el continuo' goce del bien (1), y la ines-
periencia del mal los endurecen á vista de los males
de lbs. otros, y aun les impiden el formarse una idea
de ellos. El desgraciado es regularmente mucho mas
compasivo que aquel que no ha esperimentado nun-
ca lo que es desdicha é infortunio. El que ha su-
frido los dolores 'de la gota, ó de otra enfermedad,


. (1) Cuanto mas favorecido se encuentra
uno de los bienes


de la fortuna , dice un Moralista moderno , ménos dispuesto
se le vé á socorrer á los necesitados. Los pobres sacan mas
socorros de los que son tan pobres como ellos, que no de los
ricos y poderosos. El hombre no se compadece regularmente sino
-de los males que el mismo esperimenta en parte. Digo en par-
te 3 porque un hombre oprimido de la pena y del dolor, agota
y consume en si mismo toda su sensibilidad ; haciéndole tan
incapaz de conmiscracion el esceso del infortunio , como el
colmo de la prosperidad. Y. un libro intitulado: Las moscas.
pan. 2. cap. art. 2.


CAPÍTULO VIII. 87
se: compadece mas que nadie de los que-están en-
fermos como él. El pobre que- ha esperimentado fre-
cuentemente los horrores del hambre, conoce cuan
dura.• es , y se- compadece del hambriento , miéntras
que- el rico., .siempre- harto, parece que ignora que
existen en el mundo. millares: de. infelices,. faltos aún
de lo mas preciso.


Algunos Moralistas han creido- que la cornpa-
sion, ó esta- disposicion á tomar parte en los in-.
fortunios de los otros que se encuentra: en las'
personas. sensibles,_ bien organizadas y rectamente
educadas, debia considerarse como- la. base de to-
das las virtudes morales y sociales (1). Mas la. pie-
dad, corno. una triste y dolorosa. esperiencia acre-
dita , es: mui rara sobre la tierra :. el mundo está
lleno de- criaturas insensibles,. cuyos corazones- poco
6 nada se mueven con los infortunios de sus se-.
mejantes ;. en unos no existe esta. virtud, y en: otros
es. tan débil, que el menor interés, la mas pequeña
pasion, la mas lijera fantasía la ahoga 6- aniquila..


Á. pesar de que todos los hombres- desean pasar
por sensibles, hai mui pocos que demuestren seña,
les de una verdadera sensibilidad. Si en un. primer
impulso manifiestan piedad, con-la- misma. prontitud.
que se manifiesta'. cesa. en- ellos. Los- soberanos: con-
templan con, ojos enjutos- las desgracias -de todo un-
pueblo ;. desgracias- que las mas-: veces podria reme-
diar una: sola palabra de su boca.. Padres hai de fa-
milias, que ven á- sangre fria correr las lágrimas
esposas, hijos. - y criados , á quienes- su- mala. condi-
cion ó- sus. locos. estravíos condenan á desdichas y
llanto. Se encuentran. á cada paso hombres.. codicio-.


(1) La opinion de los Estoicos era enteramente Contrarla
pues llamaban á la piedad. flaqueza,, á la, que no, debia. el.
sabio. s.ujtarse,.




SECCION
sos que ven sin piedad la miseria de los pueblos,--
cuando por sus estorsiones se hallan estos reducidos
á la mas dolorosa mendicidad. En fin, son mui po-
cos los que, compadecidos de las desgracias y ma-
les de sus semejantes, se dignan consolarlos, y ten-
derles una mano benéfica (1): por el contrario, hu-
yen del infortunio como de un espectáculo enfadoso,
y buscan mil escusas para no socorrer al infeliz, mi-
rándole regularmente como un ser incómodo, moles-
to y absolutamente Pero qué digo! la mayor
parte de los hombres se creen autororizados para
ultrajar impunemente á los débiles y desgraciados,
y disfrutan de un cruel y bárbaro placer en aflijir-
los , avasallarlos y ridiculizarlos; y asi vemos que
unos seres que como todos estan sujetos á los capri-
chos de la fortuna , lejos de apiadarse de la infeli-
cidad nena, se complacen en agravarla con sus mo-
dales altaneros, burlas ofensivas, insultos y despre-
cios (2). Nada hai mas bárbaro, nada mas vil, nada
mas inhumano que insultar al débil y al infeliz pri-
vado de todo ausilio; ni nada mas repugnante y
vergonzoso para el corazon del hombre que el des-
precio de sus semejantes y su crueldad orgullosa.


Para acostumbrarse á ejercer la piedad, y á in-
teresarse en el bien y consuelo de los infelices, no
basta tener un corazon sensible, el cual, como que-
da dicho, es un don de la Naturaleza (3), sino que


(I) La vista del infe/íz , dice un célebre Filósofo, causa
en la mayor parte de los hombres el mismo efecto que la cabe-
za de Medusa: á su aspecto los corazones se transforman en
piedras. DE L'ESPRIT, Disc. III. cap. XIV. pag.. 335. Edic. en 4.(2) Nil habet infelix paupertas durius in se,


Quam quod ridículos nomines facit.
JUVENAL. Satyr. 3. vers. 152.


. . ...... IVIollissima corda
Humano generi ciare se Natura fatetur
Qua lacrimas dedit


Idem sat. XV. vers. 131.


CAPITULO 759.
es menester ademas que ésta sensibilidad natural ha-
va sido cultivada con mucho esmero. La educacion
va ejercitar incesantemente la sensibilidad de
los príncipes, de los grandes, y de cuantos están
destinados á la opulencia. Desde mui temprano se de.
hiera sofocar ése orgullo que los persuade á que de
nadie necesitan, y que son entes de un órden mas
sublime; debiera repetírseles que son hombres débiles
como los denlas, sujetos á accidentes, y que mil cir-
cunstancias inopinadas pueden .surnerjirlos en un
abismo de infortunios; era menester enternecer sus
almas insensibles con el espectáculo doloroso y cruel.
de la miseria de muchos hombres : acalorar su ima-
jinacion, pintándoles con los mas fuertes coloridos
la situacion amarga y deplorable á que por con-
tentar el luxo y la vanidad de algunos favorecidos
de la suerte , viven sentenciados sus mismos seme-
jantes á comer de por vida un pan bañado de sudor
y de lágrimas. A la vista de estas escenas tan vivas y


.
tan interesantes ;cual será el hombre cuyó corazon
no se conmueva y enternezca! Educado con estas ideas
¡:cual seria el monarca , el grande ó el rico que no
se arrepintiese de malgastar un supérfluo caudal,
cuando tantos de sus semejantes perecen en el in-
fortunio maldiciendo su existencia!
. De este modo pudieran fomentarse los afectos


piadosos en los corazones que la Naturaleza dota
de sensibilidad; mas corno ésta cualidad es por des-
gracia demasiado rara, á la equidad toca substi-
tuirla cn los que no la tienen. A estos debe ha-
cérseles presente que son hombres y espuestos como
los otros á los mismos contratiempos, y que para
tener derecho á la piedad de sus seffiejantes, deben
tomar parte en las miserias humanas , ó al menos
consolarlas. El rico y el soberbio deben saber que
un accidente imprevisto puede, cuando menos lo
esperen, reducirlos..al estado mismo,.del infeliz. que.,


Tomo Z.


i2


(3)




av SECCION II.
menosprecian. En fin, todo hombre que se tiene por
sociable, deberla saber que sólo por ser hombre está
obligado á interesarse en los infortunios de sus se-
mejantes , y á remediarlos en cuanto le sea posible.


Sinembargo, tilín pocos hombres cumplen con
estos deberes tan . .sagrados: cada uno finje protes-
tos para no ser piadoso con aquellos que mas de-
bieran moverle á compasion. El celo de la relijion
sirve muchas veces de pretesto para aborrecer á los
que están en el error, aun cuando se cree que sus
estravíos pueden acarrearles desgracias infinitas; por
consecuencia,'' se atormenta, se persigue, y aun
no pocas veces se extermina á los hombres , á quie-
nes, acaso, se podria atraer con la dulzura, y por
quienes deberia sentir un corazon piadoso la mas
tierna conmiseracion. Tampoco se halla piedad para
los que por culpa suya se han hecho infelices y
desgraciados; siendo asi que deberiamos compade-
cernos de verlos en tal estado. Los estravíos de los
hombres provienen de sus temperamentos, de su
ignorancia, de su educacion, de sus pasiones' in-e
dómitas, de su inadvertencia y de su atolondra-
miento; y de todos modos á los ojos del hombre
de bien el malvado á quien detesta, y de quien
huye, es sinembargo mas digno de piedad que de
odio, considerando que él mismo trabaja incesan-
temente en hacerse infeliz y miserable.


CAPÍTULO IX.
De la Beneficencia.


No hacer bien, cuando se puede, á los hom-
bres con quienes vivimos en sociedad, es violar


el¡'


pacto social , es ser injusto. Todo entre los hombres !,
es un cambio ó permuta; la beneficencia es el me- -..,


.1'


dio mas seguro de conquistar los corazones; y el


CAPÍTULO IX. 91
cariño, la estimacion y la admiracion de los que
sienten sus efectos le sirven de recompensa y paga.


La beneficencia es una disposicion habitual de
contribuir al bienéstar de aquellos con quien nos
une nuestro destino, á fin de merecer su benevo-
lencia y gratitud. Asiqué la beneficencia no pue-
de ser desinteresada ó sin motivos (1). Si todo hom-
bre , por su naturaleza, desea el afecto de sus se-
mejantes , nada es mas natural y legítimo que
poner los medios conducentes á este fin. Es Ver
dad que los beneficios no son siempre pagados
con los sentimientos que deberían escitar natural-
mente; mas á pesar de los ingratos el hombre
benéfico es siempre estimable á los ojos de la socie-
dad: sus felices disposiciones son aplaudidas por
todos los corazones sensibles , cuyo juicio equita-
tivo le. venga de la injusticia de los otros.


Aquel que os da , os quita siempre alguna cosa,
dice un antiguo Arabe (2). Todo beneficio da á su
autor una necesaria superioridad respecto del que
le recibe: aquel, dice Aristóteles, que hace hien á
alguno , le anta mas que lo que él es amado (3). Cada
cual teme encontrar en un bienhechor un señor or-
gulloso, que pone un precio demasiado grande al
bien que dispensa. Hé aqui, sin duda, porque las


(1) ' ,Qué es un beneficio? dice Séneca: un acto . de be-
5mcvolencia en que se da y recibe placer. " Quid est erg&
betieficium? benevola actio , tributos . gaudium , capiensque tri-
buenclo. Senec. de Benef. lib. I. cap. 5. et 6.


(2) Sentent. Arab. in Erpenii G•ammat.
(3) Montagne añade que el que da, ama y quiere mas, que el


que recibe ; y todo obrero ama y quiere mucho mas su obra,
que lo que esta obra , si tuviera sentido , le amaría á él. Essais-
de Montagne, lib. II. cap. 8. Nosotros vendremos de nuevo
á este priaápio 'cuando hablemos de la ingratitud y del ca-
iíío paternal, mucho mis comun que la piedad filial.


. .


"Tu




92‘ SECCION II.
almas 'nobles y vigorosas reusan cómunmente los
beneficios y socorros que pueden llegar á serles gra,
vosos. La beneficencia es un arte dificil, pues con-
siste en consultar la delicadeza y el amor propio
de aquellos á quien dispensamos un beneficio: mu-
chas veces causa rubor y vergüenza el recibir un
bien, porque se le mira como una cadena ó en-
ganche á la esclavitud (1). Los beneficios dispensa-
dos' .


con altivez indignan á los que los reciben,
y sólo hacen ingratos. Por culpa del mismo bien .


-hechor sucede con frecuencia, que no encuentre
en los corazones los afectos que pretende inspirar-
les. Un beneficio no se recibe con agradecimiento,
sino cuando se tiene confianza de que el bienhe-
chor no se aprovechará de él para hacer sentir sti
superioridad de un modo incómodo al amor pro-
pio. Los beneficios que tienen por objeto el impo-
ner una servidumbre, son verdaderos insultos y
ultrajes, y por lo tanto odiosos á todo hombre
que justamente quiere conservar su libertad. Las
almas bajas y venales están prontas á recibir de
todos y á manos llenas; mas el hombre de bien,
que se aprecia á sí mismo, no puede consentir en
perder el derecho á su propia estimacion ; éste sólo
recibe los beneficios, cuando está seguro de poder
pagarlos con su gratitud„ Sólo el hombre sensible
y virtuoso es el que sabe verdaderamente hacer
bien ; y sólo el hombre sensible es el que sabe ver-
daderamente agradecer. Es necesario decia Chilon,
olvidar el bien que se hace á otro, y solo tener
presente el que se recibe.


La beneficencia practicada sin eleccion de su-
jetos es. mas bien debilidad que virtud, puesto que


(I) Benefeilin acci2ere a lIertatem venciere Bit y &Wall los
Antigua,.


CAPÍTULO IX. 93
para ser apreciable, debe ser regulada por la. jus-
ticia y la prudencia. El hacer bien á los malva-
dos es dejarse engañar de ellos, y confirmarlos en
su perversidad. Hacer bien á los insensatos es ha-
cerles un mal verdadero , y es mantenerlos en SUS'
disposiciones 'perjudiciales. La beneficencia del hom-
bre imprudente crin ingratos, los cuales se consi-
deran dispensados de agradecer lo que no hay va-
lor para reusar. El hombre bénefico por debilidad
merece mas bien la compasion que el aprecio de
los hombres de bien, y siempre es víctima de los
engañadores ( ).


Para que la beneficencia sea justa , debe pro-
ponerse el bien público y la recompensa de la vir,,
tul: el vicio y la maldad ¿ merecen acaso un pre-
mio? No. derrames tus beneficios, dice Phocilides,
en los malos , porque esto es sembrar en la mar. .


Los beneficios derramados sin eleccion, lós favo4
res hechos á los indignos 4on verdaderas injusticias
que desalientan el mérito y los talentos necesarios
á la felicidad de la vida social. Un Príncipe no es
benéfico en manera alguna, cuando colma de fa-
vores á los hombres viles y bajos, cuando es-
parce los tesoros del Estado entre :ciudadanos inú-
tiles ó perversos; por el Contrario, es injusto pa-
ra con su pueblo, á cuyos enemigos recompensa,
entónces á su costa.


¿La beneficencia debe estenderse á los que nos
0/0•nn••nnn••n••ZZ.7n=4SMI.M..I.1«.n•• ••n••n••••••••n•n...•••••~1.


(1) Plutarco reprende á Nicias haber sido tan facii
»en favorecer á los'malvados que sólo pensaban en hacer
»mal, como á los buenos que merecían sus liberalidades.
5/En una palabra, su debilidad era un fondo seguro para
nios malvados, y su humanidad lo era para los hombres de


PLUTA R. Vida de Nicias. El que logra un beneficio de
tia hombre débil, se jacta regularmente de babea erzatiado
á su bienhechor costo á un bobo.




94 SECC1ON II.
han hecho algum mal? La mas noble venganza es
ciertamente la de hacer bien- á los mismos que
nos han dado motivos de queja y resentimiento:
esta venganza es capaz por sí sola de mudar el
corazon de un enemigo. 1Hai satisfaccion mayor
que la de ejercer su imperio sobre aquel mismo
que nos ha dado señales de desprecio? ¿FlaL cosa
alguna que manifieste mas grandeza y fortaleza de
alma, que el hacer ver á un enemigo que no
tiene poder para inquietarnos ? No vengarse de un
enemigo, cuando se halla la ocasion , es una prueba
de humanidad, dice Plutarco; mas e/, compadecer-
se


de él cuando ha caldo en la adversidad, y pres-
tarle


los socorros que pidiere , es la señal mas gran- '
de de benevolencia y generosidad. (1).


La beneficencia no está •reservada esclusiva-
mente al poder, á la grandeza , ah crédito y á
la opulencia ; todo ciudadano virtuoso. puede ser
benéfico 'dentro de la esfera en que la Suerte le ha
colocado. Todo hombre puede servir útilmente á
su patria con sus virtudes, con sus talentos , con 4
sus luces, 6 con su trabajo. El sabio que ilustra
á sus conciudadanos, el industrioso -artífice,. elda-
bbribso agricultor; son dignos de aprecio y de a-:
mor ; pueden con justicia gloriarse de ser bienhe- .p


-.''


chores de su país.
Lo que se llama Espíritu público, es la bene-


ficencia aplicada á la -sociedad
•en jeneral. Una sá-bia


política debiera inspirarle y promoverle, prin-
cipalmbite - eá -IOS-COraIóneS - de 'tos ricos f de los
grandes , los cuales encontrarían en la gloria y en
las distinciones del honor y del respeto una re


(i) Plutarco, de la utilidad de .. los enemigos. Levanta del
suelo , dice Phocilides, la .acémila de tu enemigo , si la en-
contrares caída en el camino. PH OCYLID. GARAI. vers. 1 33.


CAPÍTULO I X.
compensa del empleo de sus riquezas, preferible,
sin duda, á los vanos y locos dispendios que no
tienen otro objeto que el luxo y la vanidad. El es-
píritu público, -á la beneficencia practicada en bien
d una nacion entera , anuncia un buen Gobier-
no y unos ciudadanos activos y celosos de la es-
timacion de sus conciudadanos; semejantes dispo-
siciones hacen ver que cada cual tra¿aja y se in-
teresa en la conservacion y felicidad de su patria.
- Pero luego verémos también que la beneficen-


cia debe ir acompañada de la modestia: vale mas,
se dice • comunmente, dar que recibir; el dar es,
en efecto , una señal de poder ó de superioridad,
en vez de que el recibir es una prueba de flaqueza
ó de inferioridad. El reconocimiento, segun la fuer-
za d la palabra, es la confesion de la propia de-
pendencia, y del poder del bienhechor. Es menester,
pues, . que el bienhechor consulte la delicadeza de
los hombres , sí quiere conseguir su afecto y su
.reconocimiento. El que .con su conducta menospre-
cia á los que pretende favorecer y obligar, cobra
él mismo su deuda. El hombre altivo y soberbio
choca é irrita , y ya entónces deja de ser un bien-
hechor. Alegrarse y aplaudirse en su interior del bien
que se hace á los otros hombres, es una cosa natu-
ral y lejitima; pero hacer con ellos ostentacion de
su poder y stmerioridad , es aflijirlos cruelmente.


La liberalidad es un efecto de la beneficencia;
y consiste én hacer participantes á los necesitados
de los bienes que goza el liberal. Esta virtud ha de
ser regulada




por la equidad, la prudencia y la ra-
zon. Una liberalilad sin regla ni medida se llama
prodigalidad; y ésta , como verémos adelante, es
vicio y no vi:tud.


La jenerosiial es igualmente un efecto de la
beneficencia. Esta virtuj consiste en sacrificar una
parte. de nuestros derechos en obsequio de la so-




:Je) sECCION II.
ciedad, ó de aquellos á quienes queremos acredi-
tar nuestra benevolencia. Una disposicion tan noble,
que al parecer hace olvidarnos de nosotros mis-
mos , desatender nuestros intereses, y algunas veces
hasta nuestra propia vida, es motivada por un a-
mor grande á los hombres, por un deseo ardiente
de complacerlos, ó por un fuerte entusiasmo de
gloria, aun sin tener seguridad de conseguirla. Los,
Codros, los Curcios, los Decios fueron hombres
jenerosos, embriagados del amor de su patria, has-
ta el estremo de correr á una muerte segura con).,
la sola esperanza de ser admirados y queridos de:
SUS conciudadanos.


1Y cuál es, se preguntará. quizá, la medida de
la beneficencia , de la liberalidad y de la jenero-,•1.
sidad ? Esta medida está determinada por la equi-
dad, que nos prescribe que nosotros debemos ha-
cer por los demás lo que quisieramos que ellos hi-
ciesen por nosotros mismos. Pero, por otra parte,
esta misma equidad nos demuestra, que no po-
demos exijir en justicia de la beneficencia ó gene-
rosidad de los otros mas sacrificios que los que
haríamos por ellos.


La liberalidad, la beneficencia y la jenerosidad,
para ser bien reguladas, deben proponerse por pri-
mer objeto las personas que tienen relaciones mas
íntimas con nosotros ; estas disposiciones son ver-
daderas deudas, cuando se trata de la patria, de
nuestros padres, de nuestros parientes, de nuestros e--
nemigos; son actos de benevolencia, de humanidad,.
de piedad , tratandose de socorrer á personas indife-
rentes, á desconocidos, á sujetos que solo tienen con
nosotros unos débiles vínculos; y son, en fin, señales
de una admirable grandeza de alma, cuando se es-;
tienden á nuestros mismos enemigos. "La perver-
sidad del. hombre, decia Dion segun Plutarco,


-,,aunque tan . dificil de desarraigar ,. no es. sinern


CAPITULO X. 97
,,bargo por lo- comun ni tan .feroz ni tan rebelde 1:que
,,no se corrija y dúltifique ral fin ,'`luego , :que ,ban
'
,llegado á vencerla- los beneficios reiterados:" (1.),-,1


En una palabra, la beneficencia :es de todas ;las
virtudes la mas- poderosa para ser amado de los
hombres , y estár satisfecho de sus semejantes y de
sí mismo. Concluyamos,_ 2pues , estey..artículo.con el
consejo de Polybio á Scipion,..el cuál le ex6rtaba
á que. nunca .volviese á su !.casa, siruhaber con:•us
beneficios granjeadose un amigo. '_ `ODOnde. ,quiera


que se encontrare un hombre,. ;decia Sérkeca, se
',puede hacer un beneficio'.(2):;


CAPÍTULO
De la Modestia: del Honor: de la -- Gloria.


La Modestia en el hombre consiste én no ha-
cer alarde de sus talentos y virtudes de' unmodo
incómodo y desagradable á sus asociadós. tIn- juicio
demasiado favorable de nosotros mismos ofende á
nuestros semejantes, porque deseando estos juzgar
libremente de nuestras acciones, sienten .un
cer é incomodidad en que cada uno se confiera
sí propio en su opinion la preferencia ó recompen-
sas que ellos no le han concedido tOdavia.


Para conocer que la Modestia se funda en la
justicia, basta que cada uno haya esperimentado
hasta qué punto la sociedad se-vé molestada por
aquellos hombres vanos y soberbios qué sólo pare-
ce que viven en ella para hacer sentir á los otros
su desprecio ofensivo, ó por aquellos personajes
dículos que, ocupados incesantemente de su méri-


(1) V. Plutarco en la Vida de Dion.
(2) Ubicurnque horno est , ibi beneficio locus 131. SE,NEC4


DE VITA BEATA. :cap. z4.
zois,10
.3




98
•SECCIOÑ


toy real. . 6J. aparente, ,illacen sufrir á los otros la pé-
gttdez y el- fastidio -de su impertinente egoismo. Ade-,
más:, tv'sér sociable debe :estudiarse á sí mismo,
debe conocer que:tiene imperfecciones y defectos,
debe juzgarse. con equidad,• -j


.'..reprimir en fueria
de estas consideraciones el orgullo i:que nace en él
al compavarserons los otros.„ EL ¡conocimiento de nues-
tros:»propibs defectos es un' remedio eficaz y- se-
guro contras exájerada opinion ; que formamos de
noáotros,. miStnoS.


Ninguh hombre .que está seguro de poseer vir-
tudes, probidad ó talentos,


• puede-despreciarse á sí
mismo: semejante desprecio fuera injusto, si fuera
posible. Siempre7que el hbribréeStá


.:en su concien-
cia satisfecho de haber obrado bien, de poseer cua-
lidades apreciables:6 talentos ,útiles, adquiere un
derecho á su propia estimacion, y reconoce los que
tiene á IR, eldmacion de .los demas hombres ; mas
verdea estos derechos, si se ,creyese autorizado por
ellos 'á ofender 'a los otros; y los ofenderia en rea-
lidad , si manifestase su altivez y su desprecio á
otras criaturas de su especie, esencialmente aman-
tes de sí . mismas.., celosas de su igualdad, y que
nunca reconocen .sino con pesar la superioridad de
los otros.


.


La modestia sola es capaz de desarmar la en-,
vidia, que • por lo coman hace á los hombres tat-
injustos. El hombre verdaderamente grande, ó que
manifiesta talentos estraordinarios, se presenta en
la sociedad como un jefe ó superior cuya autori-
dad.. temen -todos. Esta es, sin duda , la causa de


aversion y de la envidia harto comunes, que
excitan los grandes talentos, cuyo resplandor ofus"-;
ca y obscurece á los medianos (1). La modestia es


(1) Urit enim fulgore suo , cini prcegravat artes
Infra use positas. Epis. 1. lib. II. vers. 13.


CAPÍTULO X. 99
la que obliga al hombre á ser equitativo, y á que
olvide la desproporcion que el talento ó las virtu-
des ponen entre un gran hombre: y los hombres
CO 1.111eS.


Los Príncipes , los Iprandes 3t; los - Poderosos de
la tierra naturalmente son :temibles;, piara amarlos,
queremos que bajen.:de.. 31:1 r; estado y .-se pongan
nivel con los otros;: el- hombre'por -su naturaleza.
teme á todos los que,lepareceri.inas poderosos ó mas
fuertes que él, porque' estos le recuerdan de conti-
nuo su bajeza ó • mediocridad.


Todo hombre 'verdaderamente sociable debe ser
induljente á las debilidades dé los otros; si quie-
re merecer su estimacion y amor debe ser modesto,
y resistir á los impulsos de ún amor propio que. le . o-
casiónaria aborrecimiento ó menosprecio . , en 'vez
del cariño y estimacion‘ que naturalmente apetece.
El hombre virtuoso ,debe aspirar á la ;buena onP
ilion- .de sus semejantes; mas la reflexion le demues-
tra que sus deseos quedarian frustrados, si con su
arrogancia , , • orgullo:ly presuncion ofendiese á los
hombres de quienes -desea ser amado:


Por consecuencia,' el deseo de la: estimacion y
el amor de. la..glori4. guiados;. por razon, son
mui .-bien compatibles con:, a. 'modestia, la cual, ler
jos de quitar su valor al mérito y á la virtud, los
realza y hace mas poderosos en el corazon de los
hombres. El que conoce verdaderamente su pro-
pio valor, esperal.traquilo que se le haga justicia;
mas el que no está seguro±de, sa.propia . mérito, se
cree en necesidad de advertírselo, á los denlas., y por
su necia vanidad mueve:por lo comun árisa y á
desprecio.


Un amor propio inquieto, un orgullo insensato,
una- altanería presuntuosa son indicios de debilidad
y de desconfianza en el• mérito propio La virtud


.sóVida , los verdaderos,..talentos 7 la grandeza del




100
SECCh0N I.


alma, el honor verdadero descansan tranquilos en:
sus justos derechos.


El Honor es el derecho.. lejítimo.nue hemos ad-
quirido con nuestra conducta á la estimacion de los
demas hombres y á nuestra propia ;


estimacion. Enva-
no aspira el


• hombre:ála estimacion de la sociedad,
sino cuando,es uti,imiembro. : útil 'de ella: ni puede
estimarse •6 faplaudirse:.áasí mismo, sino está. segu-
ro de haber merecido la estimacion de sus seme-
jantes. Asi el. hombre de honor (nunca distinto
del hombre de bien) rio puede ser deshonrado en
ningun caso, sino cuando, cambiando de conduc-
ta , él mismo se priva del derecho que tiene á la
estiniacion de los otros y á la suya: puede mui bien
ser denigrado por la calumnia y vituperado por la
envidia; ciertas ;circunstancias desgraciadas podrán
por algun tiempo empañar y obscurecer su reputacion,
mas -nunca perderá .éle;derecho á la estimacion de
sí _mismo: derecho :que no puede arrancarle poder
alguno sobre la tierra. -


Lo que la preocupacion condecora con el.nom,
bre de honor,' no suele ser regularmente mas -que
un neció orgullo, una vanidad cosquillosa , una
presuncion de sus inciertos: derechos sobre la esti-411ri
rnacion pública. Semejantes ,


hombres de honor es-
tán siempre en un continuo alerta; temen que una
sola palabra, un ademan puedan quitarles su qui-
mérico honor; y para mostrar sur derecho á la es
timacion pública, los vemos con frecuencia come-
ter crímenes y homicidios para poner su honor en




salvo. Sobre semejantes nociones y principios se fun-
da el uso bárbaro de los duelos, los cuales, rnui
lejos de ser deshonrosos á los ojos de las naciones
que se llaman civilizadas, hacen apreciables, co-
rno hombres de honor, á los que cometen seme-
jantes atentados. El Verdadero honor ni una afren-
ta le destruye: ni se restaura con un asesinato. U13


CAPÍTULO X. 10i
hombre no puede ser ofendido en su honor si no
fe, ofende él mismo. El valor es una verdadera co-bardía, cuando no es capaz de sufrir y tolerar
nada. El honor verdadero sólo puede consistir en la
virtud; la virtud no es ni puede ser cruel y san-


inaria; antes es amable, sufrida, tolerante y mo-
r,desta; no arrogante y soberbia porque se haría
odiosa ó despreciable.


Ciceron nos enseña que Sócatres maldecía y
detestaba á los que separaban lo útil de lo hones-
to , mirando esta distincion como el orijen y ma-
nantial de todos los males (1).


Los antiguos filósosofos llamaban honesto lo que
nosotros llamamos bueno, justo, laudable, útil á
la sociedad. En efecto, todo lo que tiene estas cua-
lilades es honesto, y segun la fuerza de la pala-
bra es digno de honor. Esto supuesto, la virtud
sola es digna dél, y el hombre de bien y el de
.honor son dos cosas iguales. A mas de esto, los
mismos Filósofos llamaban vergonzoso á lo que no-
sotros llamamos malo ó dañoso á la sociedad. Se-
gun este principio, una venganza feroz, un homi-
cidio, lejos de ser acciones honrosas, debieran cu-
brir de vergüenza y de infamia á quien las eje-
cute.


Tácito observa que el desprecio de la reputacion
conduce al desprecio de la virtud (2). El deseo del
aprecio y de la reputacion es un afecto natural que
no se puede reprobar sin estar locos, y es un mo-
tivo poderoso para , escitar las- grandes almas al bien
de los hombres. Esta pasion sólo es vituperable


(1) Cícero de Legibus , lib. 1. cap. i2. Wein de Offieii.5
lib. 3. cap. 3.


(2) Coritemptu fama, contenitii virtutes. Alma'. lib:nr. ca-
pie 38. in fine.




102 SECCION II.
cuando se refiere á lo que no merece estima, 6-se
vale de medios destructores del órden social (1).


"No debemos desear, dice Antonino, las ala-
banzas de la multitud , y sí sólo ambicionar las


,,de aquellas personas que viven conforme á la na-
,turaleza." La gloria es bien definida , la Alabanza
que dan los buenos, es decir, los que juzgan con
rectitud, y merecen ser alabados: la virtud sola-
mente merece la estimacion de los hombres de bien;
y la virtud no consiste mas que en las disposiciones
útiles á la felicidad de las criaturas de nuestra es-
pecie. La gloria es el patrimonio de los que hacen
grandes bienes al hombre, y de ningun modo de
los que le aflijcn y destruyen. ;Cantos pretendidos
Héroes son nada en realidad á los ojos de los qué H
tienen ideas verdaderas de la gloria! Mas los gran-
des crímenes sorprenden de tal suerte la imajinacion
del vulgo, que honra y admira con demasiada fre-
cuencia los delitos mas detestables , y coloca en la
clase de los dioses á los que ni aun merecen el títu-
lo


1#0
de hombres. La preocupacion ofusca y ciega de -


tal manera á los pueblos, que admiran á los mis-
mos cuyos furores esperimentan. La adnfiracion que .
se tributa á semejantes héroes es un indicio de per- 41
versidad , de bajeza y de embrutecimiento.


Un conquistador cree que sus proezas le con-
ducirán á la gloria, y para esto empieza robando pro- -
viudas y reinos ; arruina sus propios Estados ; y
sacrifica sus mismos súbditos por exterminar los aje-
nos. En un héroe semejante, la razon no descubre


. •


. (4) , El Honor , dice Platon, es tin placer divino : Plato de
lib. V. «La gloria, dice C iceron , es la verdadera


',recompensa. de la virtud; nada hai mas poderoso que ella
"para escitár á los hombres de un superior talento á las
9/buenas y grandes acciones." Cicero in Consol.


CAPÍTULO X. 103
otra cosa que un demente, un vandido , un malva-
do sin honor y sin vergüerin. El sabio Plutarco ob-
serva con mucha razon , que el sobrenombre de jus-
to , que llama mui rnajestuosoy mui divino aplica-
do al virtuoso. Aristides , ha sido mui poco ambicio-
nado por los grandes Soberanos del mundo. " Estos,
dice el mismo Plutarco, desean mas llamarse Poli-
orcetes, tomadores de ciudades; Ceraunni rayos de
guerra ; Nicanores, ó vencedores ; y aun algunos
han hecho alarde de los nombres de águilas y de
buitres , prefiriendo el vano honor de estos títulos,
que sólo denotan fuerza y poder, á la sólida gloria
de los que acreditan virtud (1).


Un conquistador apreciable es aquel, que se suje-
ta á sí, mismo y sabe refrenar sus pasiones. Si se
dijere a ésto , que la moral no habla con los héroes,
en este caso un héroe es sólo una bestia feroz y
cruel , incapaz de vivir con los hombres, :y mucho
menos de gobernarlos. Los que tienen la bajeza de
ensalzar A estos falsos héroes , cuya gloria consiste
en amarrar naciones al carro de sus triunfos, son
los que los incitan al crimen , y merecen igualmen-
te ser condenados á una infamia eterna.


em••nnn••••••••••••nnn•»nn•11.61
(I) Pintar. Vida de Arístides. A estos azotes de la an,


tigiiedad la historia moderna puede oponer los Ricardos co-
razon de leon , los Roberto-el-diablo, y la inmensa tropa de
Príncipes que han merecido el sobrenombre de Grandes, por
los grandes males que han causado á sus mismas naciones,
y á las que han tenido la desgracia de ejercitar sus gran-
des almas.




1 04 SECCION 11.


CAPITULO XL


De la Templanza: de la Castidad: del Pudor.


Las pasiones son efectos naturales de la orga-
nizacion de los hombres, y de las ideas que se han
formado ó que han adquirido de la felicidad; mas
si el hombre es un ente racional y sociable , debe
tener ideas verdaderas de su bienéstar, y procurar
obtenerle por aquellos caminos que sean compati-
bles con las intereses de la sociedad en que se en-
cuentra. El insensato que sigue los ciegos impulsos
de s as pasiones, ni es intelijente , ni- sociable, ni
racional. Intelijente es aquel que toma las justas
medidas para obtener su felicidad; sociable es el
que sabe -Conciliar su bienéstar con el de sus se-
mejantes; racional es el que distingue lo verdadero de
lo falso, lo útil de lo dañoso , y refrena sus de-
seos. El hombre no llega jamás á ser lo que debe,
sino muestra circunspeccion y cordura en su
conduta.


La templanza es un hábito en el hombre de
contener los deseos , los apetitos y las pasiones da-
ñosas á sí mismo ó á los demas hombres. Esta vir-
tud , como las otras , se funda en la equidad.
2 Qué sería de una sociedad donde cada uno se en-
tregase desenfrenadamente á sus mas desarreglados
caprichos ? Si cada uno, por su propio interés, de-
sea que sus conciudadanos refrenen sus caprichos,
él tambien debe conocer que los otros hombres
pueden exijir con justicia que contenga los suyos
dentro de los límites prescritos por el interés general.


Por otra parte, si, como dejamos dicho, aun el
que vive solitario debe, por su propia conservacion y
felicidad, reprimir sus mal ordenados apetitos, mu-
cho mas obligado está el hombre á enfrenarlos en la


CAPÍTULO XL 105
vida social por el influjo que tienen sus acciones
en ella sobre un gran número de hombres, que in-
fluyen en él recíprocamente con las suyas. Si los
escesos del vino son dañosos al que se entrega á
este vicio, mucho mas perjudiciales le serán en la
sociedad, donde estos escesos le hacen despreciable,
y pueden, trastornando su razon, hacerle cometer
acciones que las leyes castiguen.


Algunos rígidos Moralistas, para hacer al hom-
bre parco y moderado, le prescriben una separa-
clon total de los placeres, y aun le ordenan que
los aborrezca, los huya y los deteste; pero estas má-
ximas tan duras y crueles le pondrian en una guerra
contínua con su naturaleza, formando del hombre
un misantropo enemigo de sí mismo y odioso á la
sociedad.


Los apetitos del hombre deben ciertamente ser
regulados por la razon, porque debe estar conven-
cido , que, hai placeres de los cuales ha de privar-
se por su propio bien, temeroso de las consecuen-
cias, muchas veces terribles, que estos podrian a-
carrear á él y á sus asociados. Contra las seduc-
ciones de semejantes placeres debe armarse un ente
sociable; y contra las pasiones injustas y crimina-
les debe combatir incesantemente á fin de adquirir
el hábito de resistirlas.


El hábito, en efecto, nos hace fáciles las cosas
que en un principio nos parecian dificiles (1). Uno
de los principales objetos de la educacion debiera ser
acostumbrar desde mui temprano á los hombres
á resistir los ímpetus inconsiderados de sus deseos,
por el temor de los efectos que pueden resultarles
de ellos.


La Templanza tiene por principio el temor de


(1 ) GraViSSinIt4173 eSt iMperiUM consuetudi Ais. PUBLIt'S SYRVS.
TOMO 14




R/6 SECCION II.
disgustar á los otros , y de dañarse á sí misMO:.
temor que, llegando á ser habitual, basta para con-
trabalancear los esfuerzos de las pasiones que pue-
den inducirnos al mal. Todo hombre que no sea
capaz de temor, no podrá en manera alguna re-
primir los impulsos de su corazon. Asi vemos que.
los hombres esentos de temor por el privilejio
de su estado y condicion, son por lo comun los
mas dañosos á la sociedad. Un temor justo y bien
fundado de los que nos rodean, y de quienes ne-
cesitamos para ser felices, forma al hombre ver.
daderamente sociable, y le hace obligatoria la tem-
planza. Por esta el hombre se habitúa á reprimir las
efervescencias repentinas de la cólera ó del rencor
á los objetos que ponen algunos obstáculos á sus
deseos : por ella aprende á reusar los placeres des-
honestos, esto es, que le harian odioso y despre- -
dable en la sociedad: por ella, en fin , resiste tam-
bieri á las seducciones del amor, pasion que tan-
tos daños produce á los hombres.


:f; -
La castidad, que resiste los deseos desarreglados


del amor, es una consecuencia de la templanza, ó
del temor de los efectos de los placeres sensuales.
La pasion natural que .inclina mútuamente los dos
sexó's , es una de las mas violentas en muchísimos
hombres; mas la esperiencia y la razon dan á co-
nocer los peligros de entregarse á ella inconsidera-
damente. Las leyes de casi todas las naciones, y
las opiniones de la mayor parte de los pueblos ci-
vilizados , conformes en este punto con la Natura-
leza y la recta razon , han reprimido el amor des-
arreglado, para precaver los desórdenes que causa-
ria en la sociedad. Segun estas mismas ideas la con-
tinencia absoluta, el celibato, la renuncia total aun
de los placeres lejítimos del amor , han sido y son
miradas como perfecciones y esfuerzos de una
tud sobrenatural,


CAPÍTULO XI. 107
Los pensamientos inflaman los deseos, acaloran la


imajinacion y dan mayor actividad á nuestras pasio-
nes. De aquí se infiere que la templanza nos pres-
cribe refrenar nuestros pensamientos, y desterrar de
nuestra alma. todos aquellos que puedan recordar-
nos ideas deshonestas, capaces de irritar nuestras
pasiones ácia los objetos cuyo uso nos está prohi-
bido; porque es mui cierto que meditando de con-
tinuo el placer que un objeto puede causarnos ó
que la imajinacion nos exájera, no hacemos sino ati-
zar nuestros deseos , darles una nueva fuerza, ha-
cerlos habituales , y transformarlos en necesidades
imperiosas é indomables. La Templanza, dice De.,
mofilo, es el vigor del alma. Ella supone la forta-,
leza , virtud que siempre mereció la consideracion
de los hombres.


Estas reflexiones, confirmadas por la esperiencial,
nos descubren la utilidad del Pudor. Este puede de-
finirse, el temor de encender y avivar en nosotros
mismos ó en otros pasiones peligrosas con la mani-
festacion de los objetos capaces de escitarlas.


Algunos han creido que esta virtud no tenia
otra base que la preocupacion, las conveciones. de
los hombres, y los usos de los pueblos civilizados.
Pero cxáminada la cosa mejor y mas de cerca, es
forzoso reconocer que el pudor está fundado en la
razon natural, que nos demuestra que si la lascivia
y la disolucion son capaces de producir los mayores
daños en la sociedad , es claro y evidente que el
interés de la misma sociedad exije el que se cubran
y reserven cuidadosamente los objetos que pueden
despertar deseos criminales. Si se nos cita el ejem-
plo de los salvajes, que andan desnudos enteramente,
diremos que los salvajes , careciendo de una razon
bien cultivada, no deben servirnos de modelos en
manera alguna. El impudente Diógenes mismo de-
cia que el pudor es el colorido de la virtud.




3 U5
SECCION
Por la misma razon la Templanza, que 'refre-


na nuestros pensamientos y nuestras .acciones; nos
prescribe tambien refrenar nuestras palabras, nos
prohibe todo escrito obsceno, y condena toda con_
versacion deshonesta , como capaces de ofender el
pudor, y de presentar al espíritu imájenes lascivas
que enciendan y fomenten las pasiones de los
hombres.


Para habituar á los hombres á la templanza,
fué sin duda alguna por lo que el Cynismo y el .Estoicismo obligaban á sus sectarios á privarse de
los placeres y de las como lidades de la vida. Por lo
mismo Pitágoras prescribia un rigoroso silencio á sus
discípulos. En fin, para amortiguar las pasiones de
los hombres, algunas Relijiones han prescrito las
abstinencias, los ayunos y las mortificaciones, cuyo
objeto es claramente habituar á la templanza , yacostumbrar á privarse de las cosas capaces de in-
flan3ar las pasiones. Si estos preceptos han sido lleva-
dos algunas veces al esceso por algunos secta-
rios estravagantes y fanáticos, por lo menos su error
hacia de un principio racional. La Medicina z


no
nos muestra en la dieta ó el ayuno el remedio
mas seguro y eficaz contra muchas enfermedades?La abstinencia total del vino , prescrita por el
Alcoran, si fuese mas relijiosamente observada, li-
braría á los Musnlmares de un sin número de ac-
cidentes, á los cuales la embriaguez, tan comun y


4
frecuente , espone á los habitantes de nuestros paises.


Las virtudes cuando son escesivas dejan de ser
virtudes, y se convierten en locuras: las ideas de
perfeccion, sacadas de su quicio, scaa falsas y enga-ñosas luego que nos infatuan para destruirnos; en-
tánces son efectos del orgullo, que pretende ha-
cernos superiores á la humana naturaleza , ó de
una imajinacion delirante. La verdadera Templan-
za va acompañada de la moderacion, que nos ha-


CAPÍTULO S I. 109
ae evitar los escesos en todo jénero. La verdade-
ra moral, siempre guiada por la razon y la .pru-
dencia, ordena al hombre que viva conforme -á su
naturaleza , y que jamás pretenda ser superior á
ella: sabe que los preceptos demasiado ríjidos no
sólo son inútiles para el-- :mayor número de los mor-
tales , sino que losinchnan y estimulan á ser en-
tusiastas soberbios,4 mentirosos hipócritas. Los yo-
ghis , ó penitentes de la India , son unos engaña-
dores, y no hombres continentes y moderados. El
fanático, que hace consistir la perfeccion en irse de-
bilitando y destruyendo poco á poco;, se convierte
en un miembro podrido é inútil de laesociedad.


CAPÍTULO XII.
De la Prudencia.


El Hombre en sociedad está obligado á con-
certar sus movimientos con los de los hombres que
le rodean-; él necesita de su asistencia, de su afec-
to y de su estimacion, y por lo tanto debe po,-
ner los medios para conciliárselas. Vé aquí lo que
constituye la Prudencia, la cual se cuenta en el
número de las virtudes. La Prudencia no es mas
que la esperiencia y la razon aplicadas á la con-
ducta„de la vida. Podemos definirla, el hábito de
elejir los medios mas seguros de conciliarnos la be-
nevolencia y los socorros de los demás hombres, y
de abstenernos de todo lo que puede disgustarlos
ó indisponerlos. La esperiencia, fundada en el co-
nocimiento de los hombres, nos hace prudentes, es-
to es, nos indica corno debernos obrar para agra-
darlos , y lo que es menester evitar para no per-
der su estimacion y .,cariño, tan indispensables pa
ra nuestro bien y felicidad.


La justicia es la base de la Prudencia a lo mi,s,




1. 10
SECCION Ir.,


mo que de todas las demás virtudes: espuestos de,
contínuo á sufrir con impaciencia las imprudencias,
los defectos, las inconsideraciones y los caprichos
de los otros, forzosamente debemos concluir que
la misma conducta .que nos desagrada en ellos, por
necesidad ha de disgustarles en nosotros , y opo-
nerse á los efectos de cariñosne buscamos 'en ellos.


La circunspeccion que, segun la fuerza de la
palabra , consiste en mirar • al rededor de sí , en
prestar atencion á -los que nos rodean , es una cua-
lidad necesaria á todo el que quiere vivir en socie-
dad. El imprudente parece que se olvida de que
está en 'compañía de otros hombres cuyos derechos
debe respetar , cuyo amor propio ha de consultar,
y de cuya benevolencia debe hacerse digno; y o-
bra como un demente que á ojos cerrados rompie-
se por medio de la multitud , atropellando á cuan-
tos encontrara, sin considerar que de esta manera
se espone á los golpes y encuentros de cuantos asi
neciamente provoca.


Tal es por lo comun la suerte del perverso; con-
tra todos se arma, y todos contra él. La impru-
dencia , la inadvertencia, el atolondramiento , fru-
tos ordinarios de la superficialidad , de la disipa-
clon, y de un carácter frívolo, son los manantizb.
les de todos nuestros disgustos y desagrados.


El hombre sociable reflexiona, se observa á sí
mismo, considera y respeta á los demás. Si la fe-
licidad es un objeto que merece toda nuestra aten-
cion, es claro y evidente que cada uno de noso-
tras


tiene el mayor interes en estar en lo que ha-
ce,


-•


en reflexionar sobre su modo de proceder , y
en indagar si el camino que . sigue puede condu-
cirle al término que se pro pone. El tumulto de_
los placeres , la disipacion contínua, y una vida
demasiado ajitada, son los osbtáculos que impiden
muchas veces el buen uso de la razon humana.


CAPITULO i
La-vanidad, lá inconsideracion, el descuido y la des-
atentacion son cualidades malas y perjudiciales,
porque nos impiden dedicar á los objetos mas in-
teresantes para nosotros los momentos que -consa-gramos al placer. He aqui el orijen verdadero de
la mayor parte de los males que agovian á los
hombres. Muchos de ellos permanecen en una in-
fancia perpetua , y mueren sin haber nunca lle-
gado á la edad de la madurez ; la gravedad en
las costumbres les parece ridícula y fuera de tiem-
po; nadie. piensa con seriedad en lo que hace; na-'
die se 'Ocupa en las cosas mas necesarias á su feli-.
cidad permanente; y cada uno, en fin, sólo tra-
ta de buscar entretenimientos pasajeros, y no en
hacer. sólido y durable su bienéstar.


"La gravedad, dice un :célebre. filósofo; es
,,temural de la honestidad pública: asi el vicio co-
,,mienza desconcertando aquella, para con mas segu-


idad echar esta por tierra." (1 ). La gravedad
en las costumbres es una atencion consigo mis-
mo, nacida del temor de hacer por inadverten-
cia acciones capaces de indisponer ó desagradar
á dos otros con quienes vivimos. Esta especie de
gravedad es el fruto de la esperiencia ó de una
razon cultivada; ella es conveniente á todo hom-
bre verdaderamente sociable, el cual , para mere-
cer la- benevolencia de los demás, debe arreglar
su conducta y sus discursos, y mostrar con sus
procedimientos que presta la necesaria atencion á
los objetos que la merecen. La gravedad llega á
ser ridícula y se convierte en pedantería cuando,
fundada en una vanidad. pueril, sólo se propone
por objeto pequeñeces y bagatelas que mira co-
mo importantes; entónces la gravedad es despre-


(1) M. Diderot. Enoyclop. asa, Gravitír,




112
SECCION


ciable , porque intenta que miren los otros
• con


respeto cosas que en realidad no son acreedoras
á él. La gravedad justa y conveniente es aquella
que hace respetar los objetos verdaderamente im-
portantes á la sociedad , y que dá á entender que
nos respetamos á nosotros mismos y á nuestros a-
sociados; entánces se funda en la prudencia , ó en
el justo temor de perder la buena opinion de nues-
tros semejantes.


En el lenguaje o- rdinario nada es mas comun que
el confundir .la prudencia con el artificio , y el
ardid con el arte por lo comun vituperable de con-
seguir el hombre sus fines. La verdadera Pruden-
cia es la eleccion de los medios necesarios para ser,
felices en el mundo. Ulyses era.


un .engañador, y
no un hombre considerada y prudente.


CAPÍTULO XIII.
De la Fortaleza: De la Grandeza de Alma:


De la Paciencia.


Los Moralistas, tanto antiguos como modernos,.
han numerado entre las virtudes á la Fortaleza.
Los unos han designado con este nombre el va-
lor guerrero ó la intrepidez que menosprecia los
peligros y la muerte , : cuando se trata de los in-
tereses de la patria. Esta cualidad es sin duda ú-
til y necesaria; por consecuencia es una virtud,
siempre que tiene verdaderamente por objeto la jus-
ticia, la conservacion de los derechos de la sociedad
y la defensa de la felicidad pública. Mas la for-
taleza deja de ser virtud cuando no tiene por ba-
se la justicia, cuando nos hace violar los derechos
de los hombres , cuando sirve á la injusticia. El
valor 6 la fortaleza de un Romano , que vemos
calificada de virtud por escelencia , era un verda-


CAP ÍTULO i3
doro atentado contra los derechos mas sagrados de
todos los pueblos de la tierra. En este sentido ha
dicho con razon un célebre Escritor que el valor
910 es virtud, „vino una dichosa cualidad, comun á
los malvados y á los hombres grandes el ). Caton
ha dicho en el propio sentido que hai mucha di-
ferencia entre apreciar la virtud y menospreciar
la vida (2).


La Fortaleza es, segun los Estoicos, la virtud
que combate por la justicia. De donde se deduce
que la Fortaleza no es en manera alguna la vir-
tud de los Conquistadores y de tantos Héroes cé-
lebres en la historia. La fortaleza de un hombre de
bien es el vigor del alma confirmada en el amor
de sus deberes, é inviolablemente asida á la virtud:
es una disposicion habitual y meditada á defender los
derechos de la sociedad, y á sacrificar por ésta los
mas caros intereses. Las almas dominadas del amor
del bien pública. son capaces de un feliz entusias-
mo, de una pasion tan fuerte, que las enajena has-
ta olvidarse de si mismas: los corazones inflamados
del deseo de gloria, sólo ven este grande objeto, y
se sacrifican por obtenerle el temor de la ignomi-
nia suele poder mas que el de la muerte. Estas dis-
posiciones se hacen habituales con el ejemplo y la
opinion pública, las cuales, estimulando de continuo
á los hombres dotados de una imaiinacion ardiente,


( i ) de Voltaire.
(2) Mutare() en la vida de Pélopidas.--No tires .de la es-


pada , dice Phocylides ; para matar, sino para defender. Pho-
cylides, Caria. 29. Plutarco en la vida dei mismo Pelopidas
hace meucion de un epitafio sentencioso compuesto en honor
de algunos Lacedemonios que hablan perecido en un com-
bate: Estos, dice, han muerto, persuadidos de que la felici-
dad no consiste ni en vivir ni en morir, sino en vivir y 1110-,
s'ir con gloria.


Tomo 1 . 15




14 SECCION II.
los impelen á ciertas acciones que muchas veces pa--
recen sobrenaturales.


En una sociedad no todos sus miembros son ca-
paces. de.- este ardor laudable y de esta grandeza de
aJma que medita:. el valor militar no es en un gran
número de soldados sino efecto de la imprudencia, de
la inconsideracion, de la temeridad 6 de la rutina.
Las ideas de bien público, de justicia, de patria, son
nulas, en muchos guerreros, porque no se acostum-
bran. á reflexionar sobre estos objetos , demasiado
grandes y serios. para los espíritus. superficiales: ellos.
combaten ya por el temor del castigo , ya por el de
quedar deshonrados. á los ojos. de sus camaradas, cu-
yo. ejemplo. los. incita y estimula..


El valor guerrero. no es. igualmente necesario á.
todos los miembros de una sociedad, mas la firmeza
y el valor de ánimo son cualidades inui útiles en to-
dos los estados de la vida.. La Fortaleza moral es una
disposicion útil y ventajosa á nosotros mismos y álos otros.; y de ella.


nacen la constancia , la firmeza,
la grandeza de alma y la. paciencia.. La templanza,
como hemos visto, supone la .


fortaleza para.
resistir á


nuestras, pasiones, y para refrenar los impulsos de
nuestros. deseos desarreglados.. La Fortaleza es nece-
saria. para.


perseverar en la virtud, la cual, en mil.
circunstancias, parece contraria .


á nuestros.
intereses.


momentáneos,
La: fortaleza, , la.


constancia. , la firmezas,serán
siempre miradas. como disposiciones ó cualidades lau-
dables en. los. entes de nuestra especie.. Aun las mu-.
jeres. miSmas. aborrecen á los. cobardes, porque necesi-
tan: de protectores que las. defiendan, La fortaleza de
á'iiixi.o, es adrnirada, ,


cuando. produce grandes sacri-
.ficiós; nosotros solamente amamos á los hombres.cOn.
cuya constancia y firmeza. sabemos que


.
podemos con-


tar„ Por la misma razon, la pusilanimidad, la fla-
queza y la inconstancia.


nos desagradan, y sólo que-


CAPÍTULO XIII. 115
remos tratar con aqellos en quienes suponemos un ca-
rácter sólido, capaz de resistir á las seducciones mo-
mentáneas que á otros suelen desviarlos del fin y ob-
jeto que se proponen.


Los hombres aprecian tanto la fortaleza, que la
admiran aun en el crimen mismo: esta es la causa,
como hemos dicho antes, de la admiracion que á los
Pueblos causan los destructores del jénero humano.
En general, todo lo que anuncia un gran vigor, una
gran firmeza , una grande obstinacion, admira y pa-
rece sobrenatural al vulgo, como incapaz de seme-
jantes cualidades. Hé aqui ciertamente el principio de
la veneracion que producen en el mismo vulgo las
grandes austeridades, los jéneros estraordinarios de
vida, y las singularidades con que los fanáticos ó
impostores se granjean á veces el respeto. En una pa-
labra, todo lo que anuncia fortaleza, tanto en lo fi-
sico corno en lo moral, siempre causa admiracion.
Los hombres, dice Montagne, nada tienen por útil si
no es dificultoso; la facilidad les parece sospechosa.
Esta es la razon porque se hacen admirables muchas
veces ciertos actos de fuerza y de valor, que no prue-
ban virtud alguna: tales son tambien los fundamen-
tos de la veneracion que los antiguos y los moder-
nos han tributado á la Moral austera é insociable de
los Estoicos.


La fortaleza solamente es una virtud cuando es
útil, ó cuando dá consistencia á las demás virtudes.
La fortaleza y la firmeza en las cosas de ninguna u-
tilidad sólo prueban una vanidad pueril; la firmeza
en las cosas dañosas ó desagradables á los otros nace
de un orgullo delincuente , y merece el ódio y el
desprecio. La verdadera Fortaleza es la firmeza en
el bien; la obstinacion es la firmeza en el mal. La
terquedad , la aspereza de carácter, la dureza, un hu-
mor negro é indomable, la falta de induljencia, una
grosera descortesía, son vicios verdaderos, con los




6 SFCCION II.
que ciertos hombres de limitado talento se imajinan
á veces que se hacen apreciables ; mas semejantes
cualidades, tan dañosas y desagradables en el mun-
do, provienen regularmente de la presuncion y de
la pequeñez. Rendirse á la razon, no resistir nunca
á la equidad ó á la sensibilidad de su corazon, obser-
var y respetar las convenciones y usos fundados en
razon, someter su amor propio al de los demás, to-
das son cualidades que nos hacen amables, y que
manifiestan mas nobleza y valor que no una feroz
in xibilidad, ó que un necio orgullo. La verdade-
ra Fortaleza es aquella que nos hace inflexibles siem-
pre que se trata de la virtud ; para ser laudable, de-
be ir acompañada de una cierta timidez, que nos
hace evitar cuidadosamente lo que puede desagradar
á los otros, ofenderlos, y hacernos perder su estima-,
clon y su aprecio. Esta timidez no sólo es compa-
tible con el valor , con la grandeza de alma, con la
fortaleza , sino que es,. como ésta. , la guardia de
las virtudes (I).


La verdadera grandeza de alma supone la vir-
tud; sin esta no es mas que una vana presuncion.
La justa confianza que- uno tiene de sus faculta-
des es la que le anima á emprender grandes cosas,
sin que le arredren ni detengan los obstáculos, que
para el comun de las jentes serian horrendos y es-
pantosos. La grandeza.


de alma, fundada en.. el co-
01.il••n•


(I) PIu.tarco dice que ,,los mas cobardes y temerosos de las
"'leyes, son regularmente los mas valientes é intrépidos con,
”tra los enemigos; y que- aquellos que mas temen la mala
19reputacion., temen menos los dolores., las penalidades y las
',heridas. Por esto tenia razon el que dijo que donde estrlt t1'.;ii:or, affi uniDien.estj, la vc.rgii.enza.» Antes ha bia dicho
que los Lae.edemonios tenian capillas consagradas al temor>
pursuadidos de que el temor es el vínculo de toda buena por-


Platarco en la- vida de Agis y de Cleornenes.


CAPÍTULO XIII. 117
nocimiento de su propia dignidad, hace al hombre
virtuoso superior á las injurias, á las afrentas y á
los dicterios que turbarian y serian mortales á tan-
tos corazones pusilánimes. Segun Plutarco , los Es-
partanos, tare famosos por su valor, pedian á los
dioses en sus súplicas fortaleza para soportar las in-
jurias: la grandeza de alma las hace perdonar, ysuperior siempre á la envidia, á la maledicencia y
á la calumnia, desprecia sus tiros impotentes, como
incapaces de ofenderla, ó de turbar su serenidad inal-
terable. La grandeza de alma es franca é injenua,
porque, fortificada con el conocimiento de su pro-
pio mérito, desconoce la necesidad de engañar y
seducir con tramas y artificios; medios infames, pro-
pios sólo de la debilidad. La grandeza de alma es
benéfica y jenerosa, porque es necesaria una gran-
de enerjía para sacrificar sus intereses al interés de
los otros.


La grandeza de alma presta- á las acciones del
hombre- estrechamente unido á la virtud este vigor
que se llama desinterés heroico. Por ella, como di-
ce Séneca, " la mala opinion que los hombres for.-
',man de nosotros nos produce un placer, cuando
” estamos seguros de la bondad y justicia de nues-
»tra.s acciones." La conciencia segura del hombre de
bien le hace entónces superior á los juicios del pú-
blico; y le indemniza de sus injusticias. Nunca el
hombre virtuoso. aparece mas grande á la vista del
mundo entero, corno. ctiando sufre con valor las in-
justicias de la suerte .; entónces parece que mide sus
fuerzas con las del destino, y que lucha cuerpo á
cuerpo con él. Séneca dice que- " no hai un espectá-
,,cUla mas grandioso y sublime para los dioses y pa-


ra los mortales, que el ver al hombre de bien pe-
”leando con la fortuna. " Mas este espectáculo (in-
digno ciertamente de los dioses, dueños y señores de.
la tbrtunay es. interesante y poderoso para los holla:-




1 18 SECCION II.
bres, como espuestos todos á los reveses de la suerte.


La Grandeza de alma ó la Fortaleza produce la
paciencia, cualidad que muchos pretendidos héroes
miran como una prueba de pequeñez y de flaque-,
za. A los hombres les importa mucho fortificar sus
almas , y prepararse de antemano á soportar tantos
males como asedian por todas partes nuestra vida.


Qué sería de una sociedad , si los que la compo-
nen no pudiesen sufrirse los unos á los otros? La pa-
ciencia es, pues, una virtud social que nos hace ca-
paces de sufrir las desgracias de la fortuna, los de-
fectos y las imperfecciones de los hombres, y las
adver sidades de la vida. Nada es mas necesario en 1
las vicisitudes continuas á que están sujetas las co-
sas humanas, que el estar preparado á sufridas con
firmeza. Es un gran mal, dice Anacharsis, el no
poder sufrir mal alguno; y es mmcster sufrir, para
sufrir menos. Asique el dejarse dominar do la impa-
ciencia, el irritarse por todo lo que nos es contra-
rio, no es consolar sus penas , sino redoblarlas
cesantemente , y enconar mas y mas las llagas que el
tiempo podria curar. El hombre impaciente es mui
desgraciado en la sociedad, la cual le da á cada pa-
so tantos motivos de inquietud y de disgusto. El
que no tiene paciencia es un hombre débil, cuyo
bienestar depende de cualquiera que pretenda irritarle.


La paciencia es la madre de la induljencia , tan
necesaria, como pronto veremos, en todas las situa-
ciones de la vida. La vanidad persuade á ciertos
hombres, que su gloria consiste en no sufrir cosa
alguna; mas la esperiencia diaria nos hace ver que
el hombre afable y paciente interesa á todos, y que
es mucho mas estimado que no aquel que se deja
arrastrar de la cólera. Es mui esencial acostumbrar
á la fogosa juventud á -refrenar la impaciencia ; á
someterse á la necesidad , contra la cual es siem-
pre inútil revelarse; y á fortalecerla con anticipacion


CAPÍTULO XIII. 119
contra las adversidades, de que nadie puede jactar-
se que siempre estará. libre.


En una palabra, la fortaleza es el apoyo de to-
das las denlas virtudes. La fortaleza es necesaria en
uri mundo lleno de vicios; los hombres flacos y pu-
silánimes siempre andan vacilantes en el camino de
la vida. Sin una audacia jenerosa no se hallarla
quien tuviese valor de anunciar la verdad , la cual
por lo comun sólo halla enemigos implacables en los
mismos que debieran amarla y seguirla..


CAPÍTULO X I V..
De la Veracidad..


Sócrates decia que la virtud y la verdad eran
una misma cosa (1). En efecto, si la verdad, co-
mo asi todo nos lo prueba,- le es al hombre urjente y
necesaria; si es. de la mayor utilidad al jencro bruna-
no entero; si es el. objeto de todas las investigacio--
nes de los seres racionales, parece que los. Mora-
listas hubieran debido colocar la Veracidad en el
número de las virtudes sociales. Nosotros la defini-
remos, una. disposicion habitual á manifestar á los.
hombres las cosas útiles y necesarias á su felicidad.


Esta virtud., como todas las denlas,. se deriva vi-
siblemente de la. justicia,. pues que se funda en el
pacto social , que . nos obliga á contribuir á la felici-
dad de nuestros. semejantes :. fin que no. podernos
..•n•• n


(1) Wollaston reduce todas. las nociones_ del bien. y del.
mal moral á las. de la. verdad y la mentira.. Pero esta idea
parece realmente. mas sutil que verdadera.. Séneca decia i-
gualmente que lo bueno está sienipi-e unido á lo verdadero, por-
(pe si lo. bueno no es verdadero , nD será foil bien, sino un a_
ap,rien:'.ia de tal. La verdad, dice Piadaro, es el futidamea.--
t,o, de la virtud. mas. sublime,.




120
SECCION


conseguir sino asistiéndoles con nuestros consejos,
con nuestras esperiencias , y con nuestras luces. To...
do hombre sociable es á los otros hombres deudor de
la verdad , por la misma razon que les es deudor
de sus ausilios , á fin de adquirir el derecho de con-
tar con los suyos.


El engañador se asemeja al monedero falso: el
que reusa comunicar á sus semejantes las verdades
útiles á su felicidad , puede ser comparado al ava.
ro, que de todos esconde y reserva sus tesoros. Los
hombres entanto aman la verdad encuanto les es
útil ; mas cuando la consideran contraria á sus inte-
ses dejan de apreciarla. Nuestros engaños y estra-
víos provienen regularmente , de que fijamos la idea
de utilidad en las cosas que nos son dañosas , y por 4,
consecuencia la idea de verdad en lo que falsarnen-
te juzgamos útil. Decir la verdad á los hombres, es
manifestarles lo que real y constantemente es útil
á su bienéstar, y no aquello que solo es útil y con-
forme á sus preocupaciones.


Las verdades que se llaman peligrosas , son a-
quellas que se oponen á las preocupaciones públicas;
mas estas verdades no por esto son niéiies útiles,
puesto que los grandes males y calamidades de las-
naciones resultan de sus falsas ideas y de sus daño- t.
sas preocupaciones. Cualquiera que hubiese dicho
en Roma que un pueblo conquistador no era mas
que una cuadrilla de bandidos detestables, hubiera
pasado por un insensato , y el ambicioso Senado le
habria castigado como á perturbador del público re-
poso y enemigo de la Patria. Sinembargo , todo
hombre virtuoso hubiera mirado á este valiente y
esforzado ciudadano como á un sabio , amigo de. '01-
la paz, amigo del jénero humano, y amigo de los
mismos Romanos , á quienes procuraba desengañar
de las injustas y bárbaras preocupaciones . 2 de que.
eran víctimas.


CAPÍTULO X 1. V. 12.1
Los magistrados de los Amycleos „ fatigadOS


los falsos rumores que muchas veces habian amena-
zado á la capital de ser sitiada prohibieron con
pena de muerte el que jamás se hablase de esto.
Los enemigos , aprovechándose de este silencio im-
puesto por la ley , vinieron de veras sobre la ciu-
dad , la tomaron , y sus habitantes fueron pasados
á cuchillo. No hubo un ciudadano tan jeneroso y es-
forzado que advirtiera á su patria del peligro á que
se hallaba espuesta. Un Amycleo valerosa g habria
sido culpable , si , menospreciando una ley tan es-
travagante , hubiese anunciado con esfuerzo y ener-
jía una verdad peligrosa; pero necesaria á la salud
de todos sus conciudadanos?


La Veracidad es virtud , cuando descubre á los
hombres lo que es necesario á su comodidad , á su
conservacion y á su felicidad permanente ; mas de-ja de ser útil, y • aun llega á ser un mal, cuandolos aflije sin provecho, ó perjudica sus intereses. Si


• anuncio de un modo inconsiderado á una madre
tierna, sensible, y gravemente enferma, que su que-
rido hijo está en peligro de muerte , cuando ella se
encuentra imposibilitada de salvar sus vidas, la digo
una verdad inútil y dañosa ; la causo un mal real
é infalible dándola golpe tan mortal. Si un Tirano
envia asesinos que maten á mi virtuoso amigo , ¿es-
taré obligado á descubrirles que este amigo se halla
refujiado en mi casa ? No por cierto : ántes me
hacia culpable y criminal en descubrir la verdad
á unos hombres perversos que. no se horrorizan de
ser ministros del enemigo de su patria. Solo debo
decir la verdad sí ella es útil ; y nunca lo es á los
malvados.


A la prudencia , á la razon y á la justicia per-
tenece distinguir las verdades que es necesario decir,
y las que es menester callar ó disimular ; las verda-
des realmente útiles y las que son inútiles ó per-


TOMO 1.6




122 SECCION I I:
judiciales: Toda verdad que se• dirije al bien de la
sociedad , no puede ser callada sin delito ; mas to-
da verdad que, sin aprovechar á la sociedad , pue-
de ser dañosa á cualquiera de sus miembros, es
una verdad perjudicial.


La verdad en la conducta se llama rectitud, bue-
na fi, franqueza, sinceridad , candor , fidelidad.
Todas estas cualidades son apetecibles y recomen-
dables en la vida social; el hombre recto é inje-
nuo puede estar seguro de la estimacion y de la
confianza de todos sus semejantes. Los mas consu-
mados embusteros désean hallar en los demás' hom
bres las cualidades de que carecen ellos. Querer co-
nocer á los hombres, es desear saber sus diiposiciones
verdaderas ; los que muestran candor é injenuidad,
ó que tienen , como suele decirse , el corazon en los
labios , son mui apreciables en el comercio de la
vida. Por el contrario , tememos y nos recelamos de
todo hombre taciturno y reservado , porque igno-
ramos los medios de tratar con él ; y amamos tan-
to un carácter abierto y franco , que muchas veces,
prendados de su franqueza , cerrarnos los ojos á sus
defectos. La buena fé y la veracidad son tan raras
en el mundo , porque desde la mas tierna infancia
se le acostumbra al hombre á la mentira , á la disi-
mulacion , y á la falsedad : asi despues los vicios y
las malas cualidades del corazon hacen forzosamen-
te que los hombres no depongan la máscara que los
encubre. Solo el hombre de bien no tiene porque te-
mer el presentarse con su rostro descubierto. Aquel,
dice el sabio , que camina con rectitud camina con
confianza.




123


CAPITULO XV.


De la actividad.


La virtud debe ser activa y laboriosa ; lag . virtu-
des puramente contemplativas son poco ó nada úti-
les á la sociedad, cuando ésta no esperirnenta sus
efectos. Segun el dictámen y confesion de todos los
Moralistas, la ociosidad y la pereza son cualidades
despreciables, y que conducen infaliblemente al vi-
do; el interés de la sociedad exije que cada,-uno de
sus miembros contribuya , segun sus fuerzas , á la
conservacion y prosperidad del cuerpo. Por lo 'Mismo
parece que debieran haber formado una virtud de
la Actividad , de la ocupacion , del amor al traba-jo , en el cual se, halla solamente el medio mas jus-
to y mas honesto de subsistir ,. al menos de evi-
tar el tédio ó el hastío , tirano cruel de todos los.
ociosos.


Esto supuesto, nosotros definirémos la Actividad,
una dísposicion habitual á contribuir con nuestro
trabajo al bien de la sociedad. Séneca compara con
mucha razon la sociedad á una bóveda que se man-
tiene por la compresion recíproca de las piedras que
la componen (1. ). Cada cuerpo , cada clase de ciu-
dadanos , cada familia , y cada individuo debe, segun
sus medios , contribuir á la conservacion del todo,
en el que, siguiendo la comparacion de Séneca, no.
debe haber ninguna piedra desunida ó desnivelada;
siendo el. Legislador la clave que contiene á las otras


(1) Societas postra lapiduan fornicationí simillima est ; qu‘e
casura , nisi ionicen; obstaTent hoc ipso sustinetur. Sénee.
Epist. 95. pag. 471. tom. 2. Edit. Varior. Cito la pajilla , por-
que esta carta es mui .1drga.




124.
SECCION


cada una en su lugar. El Soberano á todo debe estar
atento: sus miiiisn'os : deben coadyuvar sus designios;
los majistrados deben ocuparse en la observancia de
las leyes; los grandes. y los poderosos deben soste-
ner á los debiles; los ricos deben socorrer á los pobres;
el labradOr debe alimentar la sociedad; el sábio y el
artista.:debendlustrarla y facilitar sus trabajos; el
soldado debe .defender la sociedad que le mantiene, &c.


El hombre ocioso es en la sociedad un miembro
inútil, y sin injusticia no puede aspirar á las ventajas
de la vida social, á la estimacion, á .los honores, y.las'


• distinciones. á que tiene derecho aquel que aten-
tel Lal:.blerrde su pais contribuye de algun modo á.
este riciien. olé aqui como los intereses particulares
están estrecha y necesariamentente Unidos, y no se
pueden separar del interés comun.


Estas sencillas reflexiones nos dan á conocer lo.
que debernos pensar de aquellos inconsiderados Mo-
ralistas, que aconsejan .á las criaturas racionales y
sociables que se retiren á los bosques, que huyan de
la sociedad, y que cuiden únicamente de sí mismos,
sin tornar parte alguna en el interés jeneral. Una
Moral mas sensata y racional obliga -á todo ciuda-
dano á contribuir, segun sus fuerzas, á la utilidad
pública. Una sábia política debe llamar á todos los
ciudadanos al servicio del Estado, .y guiada por la-*justicia, no deberia preferir ni conceder distinciones
'algunas sino á los que mas se aventajasen á los otros.
en actividad , en talentos , y en mérito personal.


En una sociedad justa y bien ordenada, no .de-.
be ser permitido . á ninguno el separarse de los otros ó.
vivir sin ser útil ; sólo en una sociedad corrompida
es en la que: el hombre de bien, por las injusticias
que sufre, se aparta y huye de ella á la soledad de
su retiro. La nacion á quien la tiranía oprime, pue-
de ser comparada á una bóveda que se arruina con
el peso enorme de la clave l


que desune •y desconcier-


CAPÍTULO XV. 125
ta las piedras que la componen. En este ruinoso edi-
ficio no hai union ni trabazon alguna ; unos cuer-
pos son enemigos de los otros; cada uno vive sólo pa-
ra sí; los ciudadanos se dividen y dispersan; falta el
espíritu público; una profunda indiferencia se apode-
ra de todos los corazones; y el sábio, obligado á en-
volverse tristemente en su manto filosófico, se vé re-
ducido á gozar dentro del pequeño círculo de sus igua-
les de los consuelos que envano buscaria en los otros
hombres.


La ambicion es una pasion laudable, noble y jus-
ta, cuando nace de la idea de la consideracíon tribu-
tada á los servicios hechos por la patria; esta pasion
es lejítima, siempre que va acompañada del deseo y
de la capacidad de hacer un gran número de hom-
bres felices; pero es .vituperable cuando no tiene
mas .objeto que el ejercer un poder injusto; es vil
y baja cuando usa de este poder en daño de los infe-
lices y desgraciados., se aprovecha de las calami-




dades y ruina de la patria para su propio bien. La
ociosidad , la inaccion, y el retiro llegan á ser de-
beres forzosos para el hombre justo, siempre que se
vé imposibilitado de obrar el bien: la actividad sólo
es , una virtud cuando contribuye á la utilidad je-.
neral.


Si. reflexionamos sobre estos principios, hallaré-
¡nos las causas de la mayor parte de los desordenes
que reinan en las sociedades. Por un efecto preciso
de la injusticia de los políticos, que solamente se pro-
ponen sus viles intereses , la actividad de cuantos
participan del poder, tan sólo se emplea en su inte-;
rés personal; la virtud y los talentos, escluidos de
los empleos, quedan sentenciados á consumirse en la
inaccion. De este modo la sociedad se llena de mal-
vados, que únicamente son activos para hacer rn11;
6 . de ociosos, perpetuamente ocupados en ver corno.
pueden distraerse del tedio y fastidio, ya por nwdiot.




leo SECCIO• II.
de futiles entretenimientos, ya con los mas horri-
bles y vergonzosos vicios. Asi la miel es devorada de
estos zánganos perjudiciales, mui distantes de con-
tribuir al bien de una sociedad , á quien no profesan
ningun amor ni aficion.


Escitar los ciudadanos al trabajo, emplearlos se-
gun sus talentos, substraerlos de la ociosidad, y no
permitir que sin hacer nada se aprovechen de los tra-
bajos de la sociedad, tales debieran ser los continuos
é infatigables desvelos de una sabia política. Todo
hombre que trabaja es un ciudadado apreciable; mas
el que vive en la inaccion es un miembro inútil y
corrompido, á quien sus vicios no tardarán en hacer-
le molesto y perjudicial á sus asociados. Es necesario
haber trabajado para poder gozar del reposo; un re-
poso continuo es de todos los estados el mas fatigo-
so y cansado para el hombre (1). La inaccion produ-
ce en el alma tantas enfermedades, como las que o-
casiona en el cuerpo la falta de ejercicio (2).


CAPÍTULO XVI.
De la Dulzura de carácter. De la Indulgencia. De la.
Tolerancia. De la Complacencia. D,? la Urbanidad ó


de las dotes agradables en la vida social.


De las virtudes sociales que acabarnos de esplicar
nacen ciertas cualidades que hacen amables á los que
las poseen, y cuya falta llega á ser muchas veces


( ) Un Poderoso decía uu dia delante de uno de sus ar-
rendadores, que le ocupaba un mortal fastidio; el arrendador le
respond:3: esto consiste, sei5or, en que siempre es Domingo
para vuesamerced..


(2) "La inaccion, dice el autor de la obra ya citada LES
91MOEURS es una especie de letargo, tan pernicioso para el
' ,alma corno para el cuerpo." Pan. 2. cap. a. art. 2. §. 1.


CAPÍTULO XVI. 127
mui perjudicial á la armonía social y á la suavidad
de la vida. Estas cualidades son verdaderamente úti-
les á la sociedad, porque estrechan mas las relacio-
nes de sus miembros; no son virtudes en un senti-
do rigoroso, pero se derivan de ellas; y todas, co-
mo las virtudes, se fundan en la justicia, la cual
nos advierte que debemos hacernos amables, si que-
remos adquirir el derecho de ser amados. Un ente
verdaderamente sociable debe, por su propio inte-
rés, poseer 6 adquirir cualidades capaces de conci-
liarle la aficion de los que con sus


ca
sen-


timientos contribuyen á su felicidad. Todo hombre
que se ama en realidad, debe aspirar á que los otros
participen de un afecto tan natural en él. El hom-
bre mas vano y presuntuoso se aflije é incomoda,
cuando se ve privado del aprecio y de las conside-
raciones de los mismos que al parecer desprecia.


La induljencia y la afabilidad son cualidades ne-
cesarias en la vida social, porque nos hacen sopor-
tar los defectos y las debilidades de los otros; ellas
se fundan en la equidad, que nos hace ver que pa-
ra obtener el perdon de los defectos y debilidades á
que todos estamos sujetos, debemos perdonar y su-
frir las, flaquezas de nuestros prójimos. La induljen-
cia es fruto de una paciencia meditada, de un há-¿
hito continuo de vencernos, y de resistir á la có-
lera, que nos subleva contra las personas y los ob-
jetos que nos ofenden. Esta cualidad dimana clara-
mente de la humanidad; virtud que, corno hemos
visto, nos hace amar á los hombres tales como son.
La compasion hace que lloremos y nos compadez-
camos aun de los mismos malvados, porque vemos
en ellos dolorosamente las primeras víctimas de sus
delincuentes locuras.>


La afabilidad y la induljcncia verdadera'sola
tos raros de . ja Kefle4i0t1,. de la esperiencia y de la.,
razon: en los hombres vivos y sensibles son el. mas


441




O SECCION
grande esfuerzo de la razon humana. Estas disposie,
ciones solamente son naturales en un pequeño nú-
mero de almas fuertes y sensibles á un tiempo mis-
mo, en quienes la naturaleza cuida de atemperar y
moderar las pasiones. Las imajinaciones vivas y los
naturales impetuosos encuentran en su temperamen-
to obstáculos invencibles á la induljencia. La dulzu-
ra ejerce tal poderío sobre los corazones de los hom-
bres , que los. mas coléricos la rinden homenajes y
deponen las armas en su obsequio.


Cuanto mas ilustrado es el hombre, mas nece-
sidad tiene de ser induljente (1). Ninguno lo es mé-
nos que los ignorantes y los necios. El hombre
grande es demasiado fuerte para que le ofendan
pequeñeces indignas aun de llamar su atencion; y
con dificultad advierte las ridiculeces á defectos, so-
lamente notables á la malignidad del vulgo. Los ig-
norantes carecen de induljencia, porque jamás han
reflexionado en la frajilidad. humana ; los necios
tampoco la conocen, porque las necedades de los
otros, y principalmente de las personas de talento,
llegan á desagradados y les aproximan á los necios.
Es necesario haber nacido sensible y afable, tener
humanidad, y haberse habituado á la moderador],
á la templanza y á la equidad para poseer ó adqui-
rir esta induljencia, tan necesaria y tan rara en la
vida social.


La induljencia que tenemos con las opiniones
•••nnn


•nn••%•••n=-.....r


(í) La induljencia, dice un Filósofo célebre, es una jus-
ticia que la débil humanidad con razon exije de la sabidu-
ría. Mas ninguna cosa nos hace mas induljentes, mas superio-
res á todo Odio y aveisíon , y mas dóciles á los principios
de una moral humana y suave, que el conocimiento del co-
razon humano: asiqu_ los hombres mas ilustrados han sido
casi siempre los mas induljátes. L' Esprit, Disc. 1. cap. 4;
pag. 35. edit. en 4.


CAPÍTULO XVI. 429
y los errores de los hombres, se llama Tolerancia.
Si consultamos la esperiencía , la equidad, la razon
y la humanidad, cOnoceremos fácilmente que nada
es mas necesario que esta cualidad ó disposicion;
y que no hai una cosa mas tiránica á veces ni mas
imprudente que el aborrecer y atormentar á nuestros
semejantes porque no piensan como nosotros. Los
hombres z son dueños por ventura de tener ó no te-
ner las opiniones que les han sido inculcadas desde
la infancia, y que se les han dado á conocer como
esenciales á su felicidad ? z Es acaso menos contrario
á la razon el detestar á un hombre por sus errores,
que por no haber nacido de unos mismos padres,
por no haber recibido las mismas ideas ó por no
haber aprendido el mismo idioma que nosotros ? Las
opiniones verdaderas G falsas son los hábitos que se
contraen desde la edad mas tierna, las cuales de
tal modo llegan á identificarse con el que las ha re-
cibido, que es imposible por lo comun el desarrai-
garlas despues (1). Tan injusto es aborrecer á uno
porque se engaña, como aborrecerle porque no ten-
ga tan buena vista , tanta destreza , ó tanto ta-
lento como nosotros. Los errores de los hombres
con relacion á los objetos que juzgan mas impor-
tantes á su bien, son siempre involuntarios; los hom-
bres no son. tercos y obstinados en sus ideas, sino
porque contemplan peligroso cambiarlas por otras;
intentar destruirlas,, es querer que renuncien á su
felicidad por sólo complacernos. Todo hombre que,


TII:•n•n••••


(1) Con razon dice Montagne, "t30 hubo jamas en el mun-
do dos opiniones enteramente conformes, como ni dos pelos,


sIni dos granos. La cualidad mas universa/ es la diversidad.,,
Essais. lib. .2. cap. 37 , á su conclusion.


El Doctor Swift observa tnui bien que los hombres - tienen
por 10 C0170.113 bastante retiii 0 /3 pena aborrecerse.


'


mas rch,
ras veces
necesaria paya amarse los unos á los otros,


TOM() T. 17




130 SECCION TI.
abusando de su poder , violenta á otro para hacer-,
le adoptar sus propias opiniones, le confiere el
Techo de usar con él de la misma violencia , cuan-
do la superioridad de fuerzas esté de parte suya.
El Mahometano que teniendo la fuerza de su parte,•
atormenta al Bracman, al Persa, 6 al Cristiano,"
los autoriza para que le otormenten á él cuando
puedan.


En una palabra, nada es mas injusto, mas in-
humano, mas estravagante, ni mas contrario al re-
poso de la sociedad que aborrecer y perseguir á sus
semejantes por sus opiniones. Pero se nos dirá pue-
de ser, ¿ si estas opiniones son dañosas y perjudi-
ciales, no será preciso refrenarlas ? Las opiniones no
son peligrosas y perjudiciales, sino cuando se quie-


k re hacerlas adoptar á otro por fuerza; siendo el cri-
men del que primero emplea la violencia. El que pre-
tende tiranizarnos, nos da derecho á resistirle, y nun-
ca se quejará con justicia de que se usen las mismas
armas contra él. Los injustos agresores pueden ser
repelidos ó castigados mui justamente. Se nos dirá qui-
zá, que el que tiene opiniones verdaderas, tiene tam-
bien derecho de usar de su fuerza para atraer á la
verdad á los .que vé descarriados; mas en mate-
ria de opiniones cada uno juzga por mas seguras las.
suyas; y si en virtud de esta presuncion -uno se cre-
yera autorizado para violentar ó perseguir á los otros,.
es claro y evidente que todos los pueblos de la tier-
ra , pretendiendo cada uno conocer esclusivamente
la verdad, se creerian tambien autorizados para ex-
terminarse los unos á los otros por sus sistemas di-
ferentes. De donde se infiere que nada hace á los
hombres mas insociables que el defecto de induljen-
da en materia de opiniones. Si alguno merece ser
.privado de los derechos de humanidad, es cierta-
mente aquel que quisiera ver exterminados impía y
cruelmente á cuantos no piensan como él,


CAPÍTULO XVI: 131
Como el hombre debe, por su interés mismo,


hacerse agradable en la sociedad, de aqui es que la
complacencia honesta es mirada como una laudable
cualidad. Podemos definirla, una disposicion habi-
tual.á conformarse á los deseos y gustos racionales
y lejitimos de los que viven con nosotros. Cualquie-
ra que reusa prestarse á los deseos y placeres legíti-
mos de los otros, manifiesta su presuncion, anun-
cia un jenio y caracter poco sociables, y pierde el
derecho á la complacencia de sus asociados. La com-
placencia es uno de los vínculos mas suaves de la
vida, porque supone una dulzura de carácter , una
docilidad y una indulgencia que nos hacen ama-
bles. Mas esta virtuosa cualidad nunca jamás debe
confundirse con una débil condescendencia para con
los vicios, ni con una baja y servil adulacion, que
fomenta las mas culpables disposiciones. Los límites
de la complacencia, lo mismo que los de las domas
cualidades sociales, están prescritos por la equidad,
que nos prohibe conformarnos á los gustos viciosos
'y perversos. La complacencia es culpable, cuando
es dañosa, ya sea á aquellos con quienes la usamos,
•ó á la sociedad; entónces es una bajeza digna del
mayor desprecio.


La complacencia justa , humana y sociable es al-
ma de la vida; estrecha mas y mas los vínculos de
la union conyugal; conserva la amistad; y nos ha-
bitúa á tener contentos á los que viven con noso-
tros. La complacencia, contenida en sus justos li-
mites , nos hace amados de todo el mundo; mas
cuando es ilimitada, nos hace despreciables aun de
aquellos mismos con quienes la usamos. Asíqué la
complacencia debe funda se en la bondad, en la fi-
lantropía , en un deseo de agradar por medios jus-
tos y permitidos; mas ella nos envilece luego que
se propone un sórdido interes. La complacencia de
un cortesano, de un gorrista, de un adulador, de-




132 SECCION II.
muestra solamente la bajeza de sus almas, hacién-
dolos despreciables aun de los mismos que reciben
sus inciensos. El verdadero amigo estima al que le
ama, y nunca exije cosas que le degraden; si le
exijiera una débil complacencia , el amigo sería un
verdadero tirano.


Los sencillos y sólidos fundamentos de todas las
cualidades sociales de que acabamos de hablar, son la
bondad y la dulzura de carácter: dón precioso de la
Naturaleza que dificilmente se encuentra en las al-
mas impetuosas, en los espíritus altivos, y en las
personas sin educacion y trato del mundo. El hom-
bre vulgar no sabe ni aprendió nunca á vencerse á sí
mismo. Sinembargo la Moral ofrece á los que la con-
sultan un poderoso ausilio para combatir los impul-
sos del orgullo y de un temperamento demasiado ir-
ritable, enseñandonos á ser equitativos, y conven-
ciendonos con reiteradas esperiencias de que los que
carecen de afabilidad é induljencia con los hombres,
irritan y arman á estos contra sí, y principalmente
á las personas altivas y coléricas; en fin, nos hace
ver que, por el contrario, la dulzura de carácter
triunfa de la violencia, y consigue mejor sus fines
que no la fuerza ó el artificio. Entrando en su inte-
rior, todo hombre racional logra dulcificar su catác-
ter, y dar á su conducta el tono necesario para com-
placer á la sociedad. El ejemplo de los cortesanos nos
prueba por sí mismo hasta qué punto el carácter pue-
de ser modificado. ¿No vémos en la corte á los hom-
bres mas orgullosos, mas coléricos y mas vanos su-
frir con paciencia los mas crueles sonrojos, y oponer
un respetuoso silencio á los mas ofensivos discursos
de sus amos y señores?


El hombre sociable se observa, se reprime, y
trabaja consigo mismo, cuando la Naturaleza no le
ha concedido las dotes necesarias para hacerse agra-
dable. Só pena de ser castigado con el


C A PlTt1'LO',' p Tr, L cy, fla
to de ~tos le rodean, un hombre: dotado ndEen-
tendimiento y .reflexion está obligado á:,reprimirse,
pesar sus acciones, á culparse cuandoha obrado malt
y á correjirse de sus defectos. Todo el que no repri-
me sus pasiones y su jenio, necesariamente mortifica
y ofende á los demas, y no puede gloriarse de mere-
cer su cariño.


Hai además otras cualidades que contribuyen á
que el hombre sea apreciado en el comercio de la
da; tal es principalmente la urbanidad ó buena crian-
za ) . que podemos definir, el hábito' de mostrar á.las
personas con quienes , Vivimos los sentimientos y las
consideraciones que se deben. recíprocamente los que
componen una sociedad; y tal es tambien el cuidado.
de conformarse á las reglas de la decencia. En fin,,
deben contarse en el número de las disposiciones 6
cualidades agradables-ene el comercia de la vida, el
injenio , el buen humor , la alegría , los conoci-
mientos tanto útiles como agradables , -las ciencias,
el buen gusto, los talentos, &c. de cuyas recomen-
dables cualidades hablaremos en el discurso de esta
obra (1).


En jeneral, la vida social exije una atencion con-
tínua sobre nosotros mismos, un deseo de complacer
á los otros , una timidez racional con que apartemos
de nuestras palabras y de nuestras acciones todo lo
que- puede ofender ó desagradar: sin esta laudable
timidez, la sociedad se baria molesta y fastidiosa. Si
la justicia prescribe á todo hombre que respete á su
semejante, la humanidad le ordena que sufra y disi-
mule sus flaquezas. Todo el que por su vanidad y
altivez no hace por reprimir su carácter y moderar
su mal humor, debe vivir solo , como incapaz del
trato y comercio4-de los hombres.


( 1 ) Véase la Segunda Parte, Sucios) 2, cap, 70




.1-sre ci 071v;.
que quiere.Vivir agradablemente, no debe nurf•


ea perder de-ivista á sus asociados. Segun un Moralis.:
ta moderno mui sensato, toda la vida del hombre
debe ser una atencion contínua sobre lo presente, una
prevision de lo futuro, y un recuerdo de lo pasado (1).i
Asiqué, coma- vamos á manifestar, el malvado es
siempre un imprudente, un insensato, un atolondra..
do ,• que en su embriaguez 6 en su locura trabaja él
mismo en destruir la felicidad que piensa hallar prac-
ticando el mal. Ningun hombre puede decir que no
necesita de otro;.- ninguno en sociedad puede hacerse
feliz á costa, y con perjuicio de todos los demás; de
donde se infiere que, , por la naturaleza misma de las,
cosas , ningun hombre tampoco puede dañar á sus
semejantes sin dañarse á sí propio.


(I) V Legons ele la Sagess:.


435


'S E C CiiIr0 N T E 11-C FatA:


DEL MALMORA L pE LOS DÉLITOS;
[1' . í. -Viciosy defejtos de , ,los hombres: „.


ÜAPíltri0.('13RIMERO.
t S¿ C1'


De los Delitos : de la Injitsticia: del Homicidio
del'Hurto: de la Crueldad.


• •


exámen que acabamos de . hacer de las vir-
•tudes sociales , y de las cualidades apetecibles que
se derivan de ellas 6 nue las acompañan , nos prue-
ba claramente que .solo practicándolas. puede el
hombre , en sociedad !obtener el afecto , la estima-
clon y la felicidad por: la ,que-. incesantemente:sus-
pira. Unos intereses ',tan evidentes *debieran ser mo-
tivos bastante poderosos para determinar á toda
ente racional; bien sea á cultivar las felices disPosi-:
ciones que ha recibido de la naturaleza ", bien ,á
procurar adquirirlas-y hacerlas habituales por • las
recompensas que acarrean bien , en fin , á com-
batir , reprimir y aniquilar , si es posible, las in-
clinaciones desarregladas , las pasiones • peligrosas•
y los vicios y defectos que forzosamente le hacen
odioso , despreciable , delincuente y desgraciado.
Hagamos ver , pues •;• á todo hombre del modo mas
claro y evidente , que no hai vicio que no sea
castigado sever ame nte tanto por la naturaleza




1.16
SECCION III.


misma de las cosas como por la sociedad; y que
toda conducta dañosai para los demás, viene siem-
pre á recaer sobre el que la practíca. La pena, dicePlaton , siempre sigue al vicio: Hesiodo dice que
nace con él. El hombre deja de ser feliz en el mo-
mento 5 Tiamo que se,hace culpable.


`"il*,-`cizifne, tantas,
'veces hemos 'dicho la virtud


es el híbild.
Coniibifir al bienéstar de la vida so-


cial , el Vicio debe ser definido , el hábito de dañar
y destruir el bien de la sociedad , de la cual , sien-
do nosotros miembros , indispensablemente hemos de
sentir el efecto recíproco. aSi r-Wi ztfiktud sola mere-
ce la estimacion , . el afectó y l'a veneracion de los
hombres , el vicio merece su ódio , su desprecio y
sus castigos. Si en' la virtud 5911u:riente consiste la
verdadera gloria y el honor yeprladero 5 el vicio no
puede causar sino vergüenza é ignominia. Si la bue-
na conciencia , ó la bien merecida estimacion de sí
mismo , - es una dicha reservada á la inocencia y á,
la virtud ; el temor , el oprobio. , los remordimien-
tos y el propio desprecio deben ser las atribuciones
del crimen. Sislsoloi el, hombre virtuosos puede ser
tenido por verdaderamente. sabio , racional é ilus-
trado , el vicioso es un ciego , un insensato , un
niño sin razon ni esperiencia , que entiende mal, 6
no conoce su interés. Si el hombre que practica
la virtud , es un sér verdaderamente sociable, todo
nos manifiesta que el malo es un frenético que tra-
baja en romper los vínculos de la sociedad , y que
echa-por tierra la casa misma que le sirve, de asilo.
En fin , si todas las virtudes se derivan de la jus-
ticia , todos los delitos , los vicios y los defectos
de los hombres , son violaciones mas ó menos gra
ves de la equidad ,. de los derechos del hombre, y,
de lo que toda criatuti sociable se debe á sí y á las
domas de su especie.


Ofender á shis asociados , es ser el hombre injusto,'


C A P rt-T L I.
porque ninguno tiene el derecho de ,,hacer mal 'á.
sus semejantes; y es perjudicarse á sí Mismo el gran-
jearse por su conducta el desprecio ó el resentimien-
to de la sociedad , la cual , por su propia conser-
vacion , está obligada á castigar á los que la ultra-
Jan. Se llaman delitos , crímenes , atentados , las
acciones que perturban evidentemente la sociedad.
El homicidio , la opresion , la violencia , el adul-
terio , el hurto , son delitos 6 violaciones graves
de la justicia , que aterrorizan á todos los ciuda-
danos : no 'hai miembro alguno de la sociedad que
nb esté interesado en el castigo de semejantes es-
ccsos , porque cada cual puede ser su víctima ; todo
hombre que se entrega á ellos, se declara enemigo
de todos; en el hecho mismo de cometer uno de
estos delitos, declara que renuncia á su union con
los 'otros , y por consecuencia á la proteccion y
al bienéstar que la sociedad otorga solamente bajo
la condicion espresa de ser justo , de contribuir á
su felicidad 5 ó al ménos de no poner obstáculo al-
guno á ella. El malvado desencadena : á todos los
hombres contra sí , anula sus propios derechos, y
se espone al odio y resentimiento de los mismos de
quienes necesita para su felicidad.


Siendo la vida el mayor de todos los bienes del
hombre , es claro que no hai otro alguno que la
sociedad -deba defender con mayor interés : el ho-
micidio es , pues,5 mirado justísimamente como el
mas negro atentado que se puede cometer. El que
priva de la vida á otro hombre , es un injusto , un
inhumano , un impío ; y por lo tanto , un mons-
truo contra quien la sociedad debe armarse. El que
mata á su bienhechor , añade á estos criminales
horrores ala mas atroz ingratitud. El que mata -á
su mismo padre 5 debe inspirar un horror mui par-
ticular , porque éste ha desatendido unos afectos'
que el hábito debiera haber identificado con él:


Tozao 18




133 SECCIO:N
.con razon se supone que , habiendo atropellado
los:


obstáculos y roto los vínculos mas podero-
sos para no cometer un atentado semejante, el par-
ricida debe haberse familiarizado de tal modo con el
crimen , que para él sea ya un juguete la vida de
los demás hombres.


t;os delitos , lo mismo que las virtudes , son por.
lo comun efectos del hábito , porque poco á poco
es regularmente como los hombres se hacen mal-
vados (J). El_ crimen meditado es mucho mas odio-
so que :aquel




que solamente es : 'producido de -la
.efervescencia , de' una .


pasion repentina , capaz de
causar en el hombre una locura momentánea : el
que asi ha cometido un delito, merece compasíon;
un solo crimen no siempre anuncia un corazon del
todo depravado ; mas el crimen reflexivo . c reite-
rado índica un natural endurecido en el para
quien la perversidad 'se ha hecho habitual y' .-ne-
cesaria , y por lo tanto éste es ya entónces indigno
de toda piedad. y conmiseracion. Los grandes
tos :manifiestan un- nattival indómito , una especie''
de delirio , 6 unas disposiciones funestas , arraiga-
das •:con la costumbre', que hacen ordinariamente
al hombre capaz de cometer á sangre fria. las accio-
nes mas atroces. Los Calígulas , los INerones, los
Cornodos fueiron ciertamente unos dementes perju-
diciales y dañinos , pero mucho ménos odiosos que
un Tiberio cuya crueldad •fué siempre tranquila
y reflexiva.


Pensar con placer en las ventajas que pueden
resultar de


•un delito , ocuparse de continuo en el
interés que puede haber en cometerle, irritar ince-
sante. .1 rte la imajinacion con la pintua del pro-.
vecho que de él ha de provenir , hé aqui los grados'


( j ) Nemo repente fuii turpissiinus. Juvenal. Satyr, 2. v. 33.
1.;


CAPÍTULO I. 139
que conducen á los hombres al crimen ; y que cie-
gan • yi,obscurecen sus ojos para no -ver las conse-
cuencias: .hombre dominado por la cólera desea
en aquel momento la destrucción del que le irrita;'
mas acostumbrado á reflexionar sobre las consecuen-
cias de sus acciones, tiembla de horror á vista del
peligro á que le espondria el ímpetu de una pasion
temeraria; y si tiene una alma verdaderamente gran-
de, olvida la injuria que ha recibido, y no piensa ja-
más en la venganza.


Los grandes crímenes anuncian comunmente la
falta de una educacion capaz de moderar á los hom-
bres, esto es, de habituarlos á combatir sus ciegas
inclinaciones. Las personas de buena educacion están
acostumbradas á no pensar en el crimen sino con hor-
ror; la idea sola de un asesinato les hace temblar; el
hurto es siempre para ellas la accion mas infame;
pero estas mismas personas dejarán de mirar el ho-
micidio bajo el mismo aspecto, cuando la preocu-
pacion les persuada que un desafio es una cosa ne-
cesaria á su honor. Otros juzgarán serles permiti-
do el hurto y la rapiña, porque se creerán auto-
rizados para ellos por la ley, la costumbre y la opi-
nion: ¡ cuantos hombres se imajinan autorizados pa-
ra apropiarse los bienes de sus conciudadanos eón el
permiso ó la tolerancia del Príncipe!


Para fijar nuestras ideas acerca de las acciones
de los hombres, es menester definirlas con esactitud
y precision. Esto supuesto, el hurto es- toda accion
que priva á un hombre injustamente y contra su vo-
luntad de lo que tiene derecho á poseer: es una vio-
lacion de la propiedad que toda sociedad se obliga á
conservar á cada uno de sus miembros. No hai ley
alguna que pueda autorizar las acciones contrarias al
fin de la sociedad. Así niagun hombre justo suscribirá
iarnás.á las opiniones introducidas por el despotismo
y altamente refutadas por la equidad natural, la cual




SECCION I II.
prohibe á los hombres apoderarse delabien de los otrosy
y. mira el hurto como un crimen, bajo cualquiera
nombre_ que se le diere para 'encubrirle. Esta misa;
ma equidad muestra que las conquistas son verdade-
ros robos de reinos y provincias, y que las guerras
injustas son verdaderos asesinatos. Ella muestra tare-,
bien que los impuestos que no tienen por objeto la
utilidad pública son robos manifiestos: que. los pro-.
vechos ilícitos, los injustos emolumentos, el reusar
el pago de lo que se debe, las estorsiones, las rapiñas.
y las violentas esacciones del despotismo., son hur-
tos tan criminales como las que se hacen en los ca-
minos públicos (1 ). Los ladrones comunes pueden dis-
culparse al manos con la miseria, con la falta aun de
lo mas preciso, con la necesidad que carece de ley;
mas los tiranos y sus cómplices roban para adquirir
lo que no necesitan, haciendo de ello un uso eviden-
temente contrario al bien de la sociedad particular
y de todo el jénero humano.


Cuando una nacion ha llegado á corromperse, fa-
cilmente se familiariza con las acciones mas crimina-.
les. Por otra parte, el número y la dignidad de los
culpables como que en cierto modo ennoblece la con-
ducta mas delincuente y deshonrosa; y la neglijencia
de los Lejisladores parece tambien que la absuelve •
y la autoriza. Un Grande que de todos toma presta-
do; un Pródigo que , despues de haber locamente


) Los pícaros no se detienen en dar a las cosas sus verda
-deros nombres. Cuando los grabes Beduinos han robado una ca-


ravana, ó asaltado á los caminantes, dicen ellos que han gana-
do lo que cojen. Los esactorcs de las rentas públicas llaman tam-
bien á su ocupacion ú oficio, trabajo, y dan el nombre de pro-
vechos al fruto de sus estorsiones llamando á esto hacer un buen
negocio En buena y sana Moral, todo hombre, que se apodera
de los bienes de los otros, ó que, gozando de un sueldo ó recom-
pensa. de la sociedad, nada hace ea su. servicio, es un verdade-
ro ladren,


.021P I T 1.9-1
disipadoiluafortUna,,rruina acreedores; un Co-
merciante que,- abusando de . la- Confianza que. se de-
posita en é.1,;trastorna y embrolla sus propios n'ego
cios con su falta de conducta y sus temerarias em-
presas, y hace bancarrota por:último, todas. estos no
son por lo comun ni castigadas ni envilecidos; ellos
se presentan en el mundo con atrevimiento y ; .desver-
gilenza, y á veces hacen alarde ry aun espéTtilacion
de sus infames estafas. A los ojos del hombre justa',
todos estos no son mas que ladrones, los cuales de
bieran ser castigados por las leyes, ó cuando nó, des,
terrados al menos de .la compañía de los buenos. Si
todas los: que viven -á costa. de otros soniverdaderoá
estafadores-, los aduladores y los gorrista& del pródi,1
go ó del tramposo son tanibien unos-verdaderas en-
cubridores de ellos.


La Moral nos hace formar el mismo juicio de to-
dos aquellos vendedores de mala fe, que sin pudor-
y sin remordimientos se' aprovechan de la sencille4-
del poco conocimiento, ó de la necesidad de los otros
para engañarlos indigna y torpemente.


Muchos mercaderes se persuaden que su profesion
los autoriza. para aprovechar todas las ocasiones de'
ganar; que toda ganancia eslejítima; y aun aquellos.
mismos que, en cualquiera otra cosa, temerian vio-
lar las reglas de la probidad mas severa, y ofender y
lastimar su conciencia, no tienen ni conciencia ni
probidad, cuando se trata de su negocio. Hai ademas
hombres tan perversos, que -se jactan con el : - mayor.
descaro del abuso vergonzoso que hacen-de la credu-
lidad. de los otros. La ignorancia demasiado comun
en que vive el pueblo de los verdaderas 'pt'incipio&de
la justicia, es causa de que, ,sobre todo en las grandes
ciudades, casi todos los vendedores por menor sean ma-
los y ladrones. Sólo entre los comerciantes de una cla-
se mas elevada se hallan honor y buena fe; sentimien-
tos que solamente puede inspirar la buena educacion.




19.4 SSCCION HL
La indijéncia, la pereza y-el,vicio conducen . por


lo comun á los delitos. Los hombres ,
que tienen lo


necesario, que lo adquieren con sa•-trabajo,. y caro_
cen de vicios que satisfacer, no se dejan arrastrar del
deseo de robar ni perturbar la sociedad. Los .vicios
hacen . c6meter los delitos para contentar las pasiones
vicioslts;r que desgraciadamente se hacen habituales.
El trabajador, cuando .está sin ocupacion, forzosa-
mente se vicia, entregándose á toda clase de crími-
nes para saciar sus nuevas necesidades. El hombre o-
pulento y poderoso se,Jlena




de vicios y de necesida-
des 4 .porque se halla ocioso 'y-desocupado;.y no bas-i
tandole la mayor. fortuna; •para ,hartar. sus codiciosos
deseos se vé obligado á recurrir'al delito con la,laríaaa
esperanza de hacerse mas dichoso.


La Injusticia puede ser definida en jeneral r , una>
disposicion á violar :los derechos de los otros en fa-
vor de nuestro interés personal. La Tiranía es la in-
justicia que los que la•-gobiernan:ejercen contra la
sociedad. Fundándose toda autoridad lejítima en las
ventajas que causa á los hombres sobre quien se ejer-
ce, la autoridad se trueca en tiranía luego que se
abusa de ella en daño de estos, y.en este caso, es.
y_se llama usurpacion. Comcr,sólopor gozar de. M.
ventajas de la justicia es por lo que los hombres vi-
ven en sociedad, se vé claramente que la injusticia
aniquila el pacto .


social; no reuniendo la sociedad
en,,este ,caso sino enemigos siempre dispuestos á da--•
fiarse, esto es, opresores, y .opritnidos.'


La injusticia relaja y disuelve los vínculos de la
sociedad conyugal: un marido despótico y tirano no
tiene derecho al amor de su esposa; un padre injus-•
to solamente halla enemigos en sus propios hijos;
un arno::itustoi PO debe contar con el cariño y afi-
cion de :sus ,cr•ados: todo hombre injusto, en fin,
parece -que con su conducta anuncia á cuantos tie-
nen relaciones CO.I1 él, que renuncia á su afecto, que


n E I 11 U . ;4, N9,_ , 4/ r,


consiente en qüe,le:allorriezcan.;• que de .nadie necot
sita, y que sólo :piensa en sí mismo. En una pala-,
lira, la justicia es el• apoyo del mundo, y la 'in-
justicia el oríjen y manantial de todas , las Calami-•
dades que le aflijen. ,
... Si la humanidad, la compasim, la senSibilidad
son virtudes necesarias á la sociedad., de es-,
tas cualidades no puede menos de ser: •'odiósa y cri-
minal. Un _hombre que á nadie ama, que niega sus
Socorros á sus semejantes, que se muestra insensible
á sus trabajos . , ..-qüearecibe placea o verlos snfiir;
Cuando el,blerat ompadeCerse de sns.,miserias, es un
monstruo•.indigno• de-vivir en sociedad, y quién
su horrible carácter le condena á huir á un desier-
to con las fieras que sé le asemeian. Ser inhumano,
es dejarde ,ser hombre; sehainsensible, es haber re,
cibido de,1a naturaleza una organizacion incbmpa
tible con la vida, social; •el •bien es 'haber contraido..
el hábito de endurecerse á la vista de los males qué,


. debiera compadecer. Ser cruel, es -encontrar placer
em las aflicciones de los demas; crueldad que degra«,
da .4 hace al hombre •inferiór , :á las bestias: el' lobo
despedaza la presa para comérsela; es decir, para
satisfacer la urjcnte necesidad de su hambre; en vez
de que el hombre cruel recrea su imajinacion con
la idea 'de los tormentos de sus semejantes; se com-
place en su duracion; busca modos injeniosos de ha-
cer mas agudos los aguijones del dolor; y se recrea
con el espectáculo de los males que vé sufrir á otros.


Á poco que se reflexione, nos horrorizarémós al
notar cuan inclinados son los mas de los hombres
á la crueldad. Un pueblo entero corre á bandadas
á ver el suplicio de las víctimas que' las leyes con-
denan á la muerte, y á considerar con una enrío-
sidad ansiosa las convulsiones y agonías del infeliz
que los jueces entregan al furor de los verdugos;
cuanto mas crueles son sus tormentos, tanto mas




CAPÍTULO f. 14S
-" Los niños son por lo comun 'crueles, cómo se


vé por.. él modo con que tratan á los pájaros y ani-
males que caen en sus manos; si bien es cierto que
lloran amargamente despues que los han quitado la
vida porque se ven privados de ellos: su crueldad
es motivada por la curiosidad, á , la cual se junta
el deseo de ensayar sus fuerzas, ó de ejercitar su.
poder. Un niño solamente escucha los impulsos re-
pentinos de sus deseos y de sus temores; si él tu-
viera fuerzas bastantes, acabaría con cuantos con-
tradicen sus caprichos. Por lo tanto en la edad mas
tierna es en la que deben ser "reprimidas las pasio-
nes del hombre; entónces deben sofocarse todos los
afectos crueles, acostumbrarles á lastimarse de las
penalidades ajenas, y hacerles ejercitar la piedad, tan
rara y tan necesaria en la vida social (1).


La Historia nos presenta los tronos ocupados fre-
cuentemente por tiranos feroces y crueles; nada es
mas raro que Príncipes á quienes desde la infancia
se les haya enseñado á reprimir sus afectos desarre-
glados; por el contrario, se les da una idea tan alta.
de sí mismos , y una idea tan baja de los otros, que
miran á los pueblos como destinados por la natura-
leza para servirles- de juguetes. De este modo llega-
ron á formarse tantos monstruos, que se compla-
cieron en sacrificar millones de hombres á sus indó-
mitas pasiones , y aun á sus caprichos pasajeros. Al
incendiar á Roma Neron no se propuso otro ob-
jeto que satisfacer su curiosidad; él quiso ver un
grande incendio, y saciar su orgullo con la idea de
su poder, que le permitia emprenderlo todo contra


(1) 1/cese que una Nacion sabia negó la Majistratura á
un hombre respetable, á causa sólo de saber de él que en su
juventud se complacia en perseguir y matar las aves. En otro
pais, un hombre fué echado del Senado por haber ahogado
á un pajarillo que acosado se refujió en su pecho. Addison,
Mentor moderno, ti. 61.


TOMO 1. 19


•A A a n-• .1. •


escitan la atención de- 1:111 populacho inhumano, en
cuyos rostros sinembarg,' o se trasluce al momento eL
horror que les causa. Un proceder tan estravagan-
te-y- contradictorio nace de la curiosidad, esto es•
de la necesidad de ser hombre fuertemente con tno
Vido; electo que nín?-una .


cosa le produce con tan-
ta viveza comal


•:ei- . 1->a vista de su semejante hecho
víctima del dolor y luchando con la muerte. Una
vez satisfecha- esta curiosidad, luego tiene entrada
la conmiseración, esto es la reflexion, el volver el.
hombre sobre sí, el. que sti-jimajinacion le subtitu-
ya en : cierto modo al 'ainfelii k:quien vé padecer.)
Al principio de esta-horrorosa trajedia., atraido :el' es=
pectador de su curiosidad, se anima y fortalece con
la idea de su propia seguridad, con la comparacion
ventajosa de su situacion con la del! reo-, con
digna.cion y el ódio que producen 'os tdelitos cuyo:
castigo vá -á -Sufrir. este desgraciada,. y con el espí-
ritu de venganza que la sentencia del juez le inspi-
ra; mas por último estos motivos cesan, permitién-
dole interesarse en la suerte de un hombre como
él, al que la reflexion le demuestra sensible y des-
pedazado por el dolor.


Sólo asi pueden ser esplicadas estas alternativas
de crueldad y de compasion tan frecuentes entre las
je.ntes del pueblo. Las personas bien educadas se ha-
llan regularmente esentas de esta bárbara curiosidad, :Ir .
porque la costumbre de la reflexion las hace mas sen-
sibles, y sus órganos menos fuertes apenas podrian
resistir y presenciar el espectáculo de un hombre
cruelmente atormentado. De aqui puede inferirse,
como se ha dicho en otra parte, que la piedad es
fruto del uso del entendimiento y de las facultades
del alma , .en quien la educacion, la esperiencia y
la razon han amortiguado esta cruel curiosidad, que
conduce al comun de los hombres al pie de los
suplicios.




415


-146 5 E e CI ON I 1.
tim pueblo esclavizado. El orgulláfué siempre 'uno
de los principales móviles de'la 'Crueldad y del.'61
vido de lo que se debe á los hombres.


Léjos de formar el corazon de los poderosos de lá
tierra tierno y sensible, todo concurre á inspirarles
sentimientos feroces: ejercitando su ardor guerrero,
se los familiariza con la sangre; `se los' habitúa á con-
templar sin piedad millares de hombres pasados á
chillo, ciudades reducidas á cenizas, campos talados,
naciones enteras inundadas en lágrimas; y todo sola-
mente por satisfacer su codicia , ó para recrear sus
pasiones. Hasta los placeres y entretenimientos mis-
mos de su ociosidad son góticos y salvajes, pues que no
tienen al parecer otro objeto que el hacerlos insensi-
bles y bárbaros. Tal es la ocupacion importante y
diaria que desde mui temprano se les da de persiguir
los animales, dé acosarlossin descanso, de estrechar-
los hasta el último estrtmo, y de verlos lucharcruel-
mente con la muerte (1).


(1) Nada es mas cruel que la caza del ciervo , placer
por lo cotnuu reservado- á los Reyes y Príncipes: este ani,vp
mal se queja y llora cuando se halla acosado. Questuque cruen-
tus , atque imploranti siniilis , dice Ovidio: parece que im-
plora la piedad del hombre su enemigo : sinembargo, á las
mujeres es á las que ordinariamente se las reserva el privi-
lejio de embotar el cuchillo en su garganta. No hai cosa
que contribuya tamo á ser los hombres crueles, como el to-
lerar que los niñosl..se diviertan y entretengan en atormen-tar á los animales. ocke habla de una madre juiciosa y pru-
dente, que se complacia en que sus hijos tuviesen pájaros
y aves para su recreo, pero que los remuneraba ó castigaba
segun les daban bueno ó mal trato. Véase su Tratado sobre
la Edueacion. Plutarco entre los antiguos, y M. Rousseau en
su Emilio, han defendido con mucha elocuencia la causa de
los brutos contra la crueldad de los hombres. Los papeles
ingleses de 1770 refieren, que un cazador, al ver que un
pobre llevaba ea la mano una cabeza de carnero para co-
mer él, su mujer y sus hijos , gritó diciendo : estos bribones
son causa de qué nos cueste tan caro el mantener nuestros perros.


C..A P Í T L
será este el medio de- formar- almas tie•tlas y


compasivas? Uri Príncipe acostumbrado á verlas ‘cOn-
gojas y agonías de un bruto palpitante bajo el cu-
chillo ¿se dignará acaso tomar parte alguna en los
trabajos y penas de un hombre, que en su dicta-
men.: es •de' una especie inferior á la saya, gracias á
sul cortesanos y maestros?


La guerra, este crimen espantoso y frecuente de
los Reyes e. es evidentemente laque perpetúa la injus-
ticia/ y:la inhumanidad sobre la tierra. ¿Es otra cosa
el valor guerrero ,que una verdadera.cruelda&Usada
á sangre fria? Un,:hónibre criado en el , horror de los
Combates; acostumbrado á estos asesinatos colectivos
que se llaman batallase que por su profesion debe
Menospreciar el dolor y la muerte ¿se enternecerá fa-
cilmente de los males de sus semejantes? Un hombre
sensible y compasivo sería ciertamente malísimo sol-
lado.


Asi la crueldad de los Reyes contribuye nece-
sariamente á fomentar esta fatal disposicion en
los COrazones, de un' gran número de ciudadanos.
Si Hlaseguerras_ehan llegado. á ser . ménos crueles que
antiguamente, es porque los pueblos, áe medida que
se aiejaw;del'estado bárbaro y salvaje, han -entrado
á juicio consigo, y conocido los riesgos á que se
espondriari, si no pusiesen límites á su inhumani-
dad;. -asiqu:se ,procura.: ya conciliar en. cuanto es
posible la guerra con la piedad. :Esperen-íos, pues,
que con el socorro de los progresos de la razon, los
Soberanos, mas humanos, y mas piadosos, renun-
ciarán al placer feroz de sacrificar tantos hombres
á sus ,.injustos . caprichos. VsperérnOS que leyes mas
humanas y sabias . disminuirán el número de las víc-
timas jurídicas, y moderaran el rigor de los supli-
cios, que sólo escitan la curiosidad del pueblo , y
alimentan su crueldad, sin disminuir el número de
los delincuentes.




148
srccióS1 I I I.
Para ser inhumano y'cruel, no se neeestti'exter-


minar á los hombres, ó hacerles padecer suplicios 61_
gorosos. Todo hombre que por satisfacer su pasion,
su furor, su venganza, su orgullo ó su vanidad, cau-
sa á los otros una infelicidad duradera, posee una al-
ma dura, .y'debe ser tachado de crueldad;' un cora-
zon sensible y tierno debe aborrecer á esos tiranos do:
mésticos que se alimentan diariamente con las lágri-
mas de sus mujeres, de sus hijos, de sus parientes, de
sus criados, y de todos aquellos en quienes ejercen su
autoridad despótica. ;Cuantos hombres con su implaca-
ble humor hacen sufrir los mas intensos y continuos
suplicios á todos los que les rodean ! ¡Cuántos hom-
bres hai que se avergonzarian de pasar por crueles,
y que dan á beber de contínuo el veneno de la tris-
teza á los desgraciados que la suerte ha puesto en su
poder! ¿El avaro noYse ha endurecido á la piedad ?
El disoluto, el pródigo, el fastuoso, ¿rió reusan por
lo comun lo necesario á las personas que mas razon
tienen de amar, al paso que todo lo sacrifican á su
vanidad, á su luxo, á sus criminales placeres? El des-
cuido, la inatencion, la neglijencia, suelen ser:muchas
veces verdaderas crueldades. Todo aquel que, cuan-
do puede, descuida ó no quiere remediar las desgra-
cias de su semejante, es un 'bárbaro, á quien la so-
ciedad debiera castigar con el vituperio y la infamia-,
y al que las leyeSIdebieran hacer conocer los deberes
de toda criatura sociable.


CAPÍTULO II.
Del OrgiXo. De la Vanidad. Del Luxo.


El orgullo es una alta idea que forma el hombre
de sí mismo, acompañada del menosprecio de los de-
más. El orgulloso es injusto en cuanto no se aprecia
con equidad; él exajera su propio mérito, y no hace


CAPITULO I'L 149
justIcia al de los otros. El orgulloso manifiesta su im-
prudencia y su necedad; aspira á la estimacion, al
aprecio y á las consideraciones de los otros, al paso
mismo que los ofende con su conducta, no acarreán-
dose por lo comun sino su ódio y su desprecio. El
orgulloso es un hombre insociable, que se imagina que
es el único centro de la sociedad, de la que quiere
obtener esclusivamente el respeto y la atencion , sin
tener por su parte consideraciones algunas á los de-
rechos de sus asociados. El hombre orgulloso no vé
en todo y por todo sino á si propio; se figura que sus
semejantes no existen sino para adorarle y rendirle sus
homenajes, sin estar obligado por su parte á mostrar-
les su reconocimiento : el orgulloso es colérico., in-
quieto, irritable; todo lo cual denota la falta de un
mérito real y verdadero: la buena conciencia, esto es,
la estimacion merecida de sí mismo y de. los demás
produce por sí propia la fortaleza, la confianza y la
seguridad, y nunca teme verse privada de sus dere,
chos.


¿ No es en realidad desconocer el hombre. sus
propios intereses , el manifestarse orgulloso?. El que
afilie á los otros, les da motivo á que exá.rninen los
títulos del que pretende elevarse sobre ellos, y raras
veces resulta de este exámen que el orgulloso sea
dignoilde la opinion que tiene (.5 que pretende que
tengan , de sí mismo. El verdadero mérito nunca es
orgulloso, antes bien vá regularmente acompañado
de la modestia (1), virtud tan.necesaria para atraer


(1) El que se examina profundamente, dice el Filósofo
ya citado, reconoce siempre las ventajas de la modestia: ni
se ensoberbece de sus luces ; ni conoce su propia superio-
ridad. El talento es corno la salud, que cuando se disfruta
es cuando menos se advierte.


De L' Esprit. Disc. U. c. VII. pag. 90. &lit. en 4,,




150 SECCION III.
á los hombres á que reconozcan la superioridad que
se tiene sobre ellos, la cual siempre con trabajo llegan
á confesar.


- Todo hombre, sin la menor duda, se ama á sí
mismo, y se prefiere á los otros; mas todo hom
bre desea ver -estos sentimientos confirmados por -los
denlas. Para que con justicia pueda apreciarse


• á sí
Mismo , y ver su amor propio apoyado en el dic-
tamen público., es menester que acredite sus, talen-
tos, sus virtudes, unas disposiciones verdaderamen-
te útiles, y unas cualidades que obliguen á los otros
hombres al respeto. El amor lejítimo de sí mismo;
el aprecio fundado sobre la justa confianza de te-
ner merecido el cariño y benevolencia de los otros,
lejos de ser ,son-'actos 'de justicia, que de-
ben ser ratificados por . la,• -Sociedad , y á los cuales
ésta- no puede ménos de suscribir.


Prohibir al hombre de bien que se ame, que se
estime, que se haga justicia, que reconozca su mé-
rito y valor, es prohibirle que disfrute de la satis-
faccion de una buena conciencia, la cual, como he-
mos 'Visto, no es otra cosa que el conocimiento del
juicio ventajoso que produce una laudable conduc-
ta. La opinion de su propia dignidad sostiene al hom-
-bre de bien contra la ingratitud, que ordinariamen-
te le niega las recompensas que tan justamente tíe-
:ne merecidas. La confianza que inspira 'el verda,
dero mérito permite ciertamente al hombre sabio es%-
ta ambicion lejítima , que supone la voluntad y el
poder de hacer bien á sus semejantes. g Qué sería- de
.la sociedad, sino les fuese. permitido á las almas vir-
tuosas aspirar á los honores, á las dignidades y á los
destinos, en los qué un corazon magnánimo puede
ejercitar su beneficencia ? En fin, los sentimientos de
honor,, el respeto de sí mismo, la nobleza de ánima,
impiden al hombre virtuoso. envilecerse, y prestarse á
las bajezas y 4,10.1 :medios vergonzosos, con los cua-


CAPITULO II.
les tantos hombres con el mayor afan se engrande-
cen , sacrificando su honor á la fortuna. Las almas
bajas , y rastreras nada tienen que perder , porque
acostumbradas al menosprecio de los denlas nunca
han sabido apreciarse á sí mismas.


No prohibamos, pues, al hombre virtuoso, bené-
fico é ilustrado que se aprecie á sí propio cuando
tiene derecho para ello; prohibamos, si, á todo hom-
bre que pretende agradar á la sociedad, el que exá-
jere su propio mérito, ó que haga de él un vano
alarde en ofensa de los demas, porque perderia des-
de entónces la estimacion de sus conciudadanos:. di-
gámosle que la presuncion , ó la confianza infunda-
da de los talentos y de las 'virtudes que no Se: po-
seed, es un orgullo mui ridículo, propio solamente
de un necio, que en su delirio se figura estar do-
tado del mérito que en realidad no tiene. Temamos
hacernos despreciables con esta fatuidad, que se ena-
mora de sí misma y de las cualidades de que tan




destituida se encuentra. Si es cierto que estas cua-
lidades nos adornan, no molestemos á los otros á
fuerza de querer hacérselas_ conocer ; si son falsas,
nos hacemos impertinentes y ridículos en el mismo
momento que los otros han llegado á descubrir nues-
tro error ó impostura. Evitemos la arrogancia y la
.altanería que tanto ofenden y lastiman ; desechemos
como una locura toda insolencia, la cual consiste
en manifestarse orgulloso con aquellos mismos á
quienes se debe sumision y . respeto : la grosería, la
brutalidad y la falta de cortesía son los efctos or-
dinarios de un orgullo que se hace superior á toda
consideracion, reusando conformarse con los usos
establecidos, y mostrar las deferencias y atenciones
que los hombres se deben mútuamente. Todo orgu-
lloso cree sin duda que solo él está en la sociedad.


La Impudencia puede ser definida el orgullo del
vicio; la desvergüenza es la osadía <S el descome-




152
.:SECCION- I I t.,


climiento-
de la vergüenza: sólo la corrupcion'mas


completa y escesiva puede hacer que Uno llegue á va-
nagloriarse de lo mismo que debiera avergonzarle á
los ojos ,


de sus conciudadanos. El esclavo, el hom-
bre vil 6 corrompido, que se gloría de tal, debe ser
tenido por un insolente, por un hombre sin ver-
güenza.


La Vanidad es un orgullo fundado en ventajas
que son mutiles para los demas, La Vanidad , se dice
cornunmente, es la gloria de las pequeñas almas. Un
hombre verdaderamente grande nunca se lisonjea de
poseer aquellas cosas que reconoce inutiles para la
sociedad. El orgullo del nacimiento es una pura va-
nidad, pues que se funda en una circunstancia casual
que no depende en manera alguna de nuestro pro-
pio mérito y de la cual no resulta bien alguno al
resto de los hombres. La ostentacion, el fausto, la
pompa y el ornato son señales de una vanidad ri-
dícula ; y manifiestan que un hombre se estima á sí
mismo y quiere ser estimado de los otros por meras
esterioridades ,- en nada interesantes para el pública."'
¿Qué ventajas resultan de que un hombre deslum-
bre la atencion de las jentes con sus doradas car-.1,
rozas, con sus magnificas libreas, con sus costosos fri-
sones? Los convites suntuosos del pródigo no son
útiles mas que para algunos gorristas que pagan con
adulaciones al necio que los regala.


El luxo es una emulacion de la vanidad que rei-
na entre los ciudadanos de las naciones opulentas.
Esta vanidad , alimentada con el ejemplo, llega á
ser para los ricos la mas urgente de las necesidades,
por quien y á quien se sacrifica todo. En vista de
los atentados y delitos que esta vanidad epidémica
ocasiona todos los días , no es posible suscribir al
díctárnen que algunos Escritores, por otra parte bien
intencionados, han formado del luxo. Es verdad que
él atrae las riquezas á un Estado; ¿ mas estas rique-


CAP ÍTULO II. 153
zas socorren las miserias del mayor número? No sin
duda: los metales atraidos por el luxo se reconcen-
tran desde luego en un pequeño número de manos, y
no salen de ellas sino para alimentar el luxo de los
ricos, sin dar el menor socorro á los labradores, á los
ciudadanos laboriosos, ni á las artes verdaderamen-
te utiles, que el luxo mira con desdén.. Los tesoros
del hombre vano estan reservados á su fausto, á su
molicie y á sus placeres. Él los reparte á manos lle-
las entre los aduladores, los corredores de sus vicios,
las rameras, y los picarás de toda especie; no cono-
le el placer de la beneficencia, y nunc.ktiepe con qué
alentar ni socorrer á los virtuosos desgraciados; los
dispendios necesarios para su luxo no le dejan medios
algunos de hacer bien. La vanidad endurece el alma
y cierra el corazon á la benevolencia y á la compa-
sion. En fin, asi como de pequeñas causas multipli-
cadas resultan los mas grandes efectos, de la vani-
dad pueril del luxo dimana siempre la ruina de los
mayores Estados. La vanidad nacional es siempre e-
fecto de un Gobierno injusto y vano: descontento
cada uno con su suerte, sólo trata y se afana por
salir de su esfera.


Es, pues, igualmente interesante á la Política y
á la sana Moral contener y deprimir el luxo, y curar
á los hombres de la fatal vanidad que le produce.
Para esto es necesario formarse ideas esactas de este
mal contajioso, tan funesto á las sociedades como á
los individuos. Parece debe,entenderse por Luxo, to-
do gasto ó dispendio que solamente tiene por objeto
la vanidad, el deseo de igualar ó de esceder á los o-
tros, y el designio de hacer de sus riquezas una inu-
til ostentacion; ademas deben llamarse gastos de Luxo
todos aquellos que esceden nuestras facultades ó que
debieran ser empleados en usos mas necesarios y con-
formes á los principios de la Moral. El Soberano de
una Nacion opulenta, no puede ser acusado de luxo


TOMO I.


20




D't SECCION
cuando, sin oprimir á sus súbditos," erije ó edifica unPalacio, cuya magnificencia anuncie á los ciudada-
nos que aquella es la residencia de un Jefe supre-
mo, ocupado en su felicidad y digno de sus respetos.
Este mismo Soberano puede ta.mbien adornar su ha-
bitacion v morada con la pompa y magnificencia que
el 'buen gusto le dicte, con tal que estos adornos no
sean comprados á costa de la felicidad pública. Pero
un Monarca que, para saciar su orgullo, arruina su
pueblo con impuestos, le abisma en la miseria, y le
insulta despees ofreciendo á su vista soberbios edifi-
cios, es un Tirano, reo de :


un luxo criminal, y cuyos
enormes y costos dispendios sólo merecen el odio y
execracion de las almas justas.


Que un Príncipe, animado del reconócimiento,
construya un asilo espacioso y cómodo para los Mi-
litares inválidos que le han servido, no podrá por es-
to acusarseles de luxo 6 de vanidad; pero si consul-
tando unicamente su inclinacion al fausto, en vez de
un retiro de la indijencia erije un soberbio Palacio,
gravoso para su pueblo, este Monarca ya no es be-
néfico , Sino que trata de satisfacer su orgullo, ma-,




nifestando un luxo mui inutil, y labria empleado
Mucho mejor su dinero, si omitiese estos vanos orna-
tos, á fin de sustentar con su importe mayor nú-
mero de infelices.


Un Grande ó un particular opulento pueden sin
luxo construir para sí una habitacion agradable , y
adornarla con gusto y comodidad; mas son unos in-
sensatos, si se proponen igualar la magnificencia de
un Rey; son criminales, si la erijen á costa de sus
conciudadanos; y son en fin, culpables de la locura
mas reprehensible , si contentan su vanidad arruinan-
do á su descendencia.


Todo hombre de conveniencias puede vestirse de
un modo que le distinga del pobre; y puede asimis-
mo sin luxo gastar coche y tener un cierto número


CAPÍTULO II. 155
de criados; pero si cada dia hace ricos vestidos, cos-
tosos trenes y preciosas alhajas; si llena su casa de
Mutiles y ociosos criados, daña y perjudica á todos
aquellos á quienes debiera aliviar; él hace, sí, ricos
á los plateros , sastes y guarnicioneros; mas priva á,
los campos de labradores que los cultiven, multipli-
ca los holgazanes y viciosos, y causa un verdadero
mal á la sociedad; y si de este modo trastorna y pier-
de su casa y sus negocios, se perjudica á sí mismo , y ro-
ba á sus acreedores. En fin, daña á los demas hom-
bres menos pudientes que él, porque su ejemplo ani-
ma y fomenta la vanidad, siendo las comodidades y
la pompa del rico un luxo destrutor para estos.


Los ricos y los grandes pueden mui bien disfru-
tar los placeres de la mesa, reunir en ella á sus ami-
gos, darles una buena comida, y escojer para ella
los- mejores y mas delicados manjares. ¿Mas no es una
vanidad estravagante no contentarse con los frutos y
jéneros que produce el pais? ¿No es una verdadera
locura el querer competir con los banquetes de los
Soberanos , arruinándose enteramente? ¿ No es una
dureza y crueldad el sacrificar á su vanidad quimé-
rica lo que bastarla para alimentar á muchas fami-
lias virtuosas, que ni aun pan tienen para su ali-
mento?


Lo que en el rico es necesario, es un luxo para el
pobre.; El hombre opulento contrae mil necesidades
que el pobre debiera siempre ignorarlas. El uso del
tabaco es un luxo ruinoso para el trabajador 6 jorna-
lero, que apenas gana para vivir. El rico puede fre-
cuentar los espectáculos sin arruinarse, mas el arte-
sano se pierde si se aficiona á ellos.


El luxo, por último 5 saca á todos los hombres
de su esfera, y fomenta en ellos mil necesidades ima-
jinarias, á las que locamente sacrifican con frecuen-
cia las necesidades mas verdaderas y los mas sagra-
dos deberes. En un pais lo agradable prevalece siem-




iou SECCION I I I.
pre sobre lo útil; la vanidad de lucir y de apattntat
hace que nadie esté tranquilo y satisfecho; cada uno
se escede en gastos; y todos, desde el Soberano has-
ta SUS mas ínfimos súbditos, viven descontentos con
su suerte. No hai uno que no esté atormentado de
una vanidad envidiosa, que le hace avergonzarse de
ser sobrepujado por los otros; cada uno se tiene por
despreciable desde que no puede escederlos G igua-
larlos. Esta vanidad degenera en una manía tal, que
el suicidio no es raro en las ciudades dominadas por
el luxo; el sonrojo de verse el hombre abatido y hu-
millado á vista de los otros hombres le reduce á la
desesperacion.


La arubicion que, por las desolaciones que pro-
duce en el mundo, se llama la pasion de las gran-
des almas, no es regularmente sino efecto de una
vanidad inquieta y descontenta de su suerte: esta sed
insaciable de dominacion y de gloria, es una locura;
que en lugar de conducir á la verdadera gloria, de-
biera conducir á. la pública execracion. Un Conquis-
tador es las mas veces un jenio pequeño y misera-
ble, el cual, siendo incapaz de gobernar bien á los.
antiguos súbditos que el destino le ha confiado, tieT i




ne la necia presuncion de creer que gobernará mu-
cho mejor á los nuevos que intenta subyugar. Si
Alejandro con la sabiduría de su conducta y de sus
leyes hubiese hecho felices los Estados que habia he-
redadó de sus padres , se le perdonarían quizá sus
conquistas en el Asia; mas este Héroe, engreido con
sus victorias , tiene la necia vanidad de ser tenido
por hijo de Júpiter, y muere sin haber dado la mas
pequeña señal de sabiduría, de talento, ni de vir-
tud, sin las cuales no existe ciertamente ni honor ni
gloria verdadera.


Lo que vulgarmente se llama honor en la ma-
yor parte de las naciones, es sólo, como hemos vis-
to, una vanidad cosquillosa, que inquieta siempre


CAPITULO II.
con el conocimiento dt :su- poco mérito, y temerosa
de verse humillada en la opinion de los otros, con-
duce muchas veces al hombre á los mas terribles
escesos. En fuerza de las preocupaciones en que se
funda este honor, el hombre culpable de un asesi-
nato, de un verdadero delito, se presenta soberbio
y orgulloso enmedio de - la sociedad, su feroz':Vhni-
dad le persuade que tiene derecho á la estiniaeibii
pública, por haber tenido la audacia de matar- á un
ciudadano á sangre fría, y de insultar á las leyes.:


En fin, de todos lósilvicios de los hornble.11-iqUi=
2á ninguno hace córneter tantos delitos ,corno
nidad, sin contar las locuras y :caprichos qué IóS'
precipita á cada paso. Esta vanidad persuade á los •
poderosos de • la tierra, que un fausto ruinoso para
los pueblos es el link° medio de . .merecer la aten-
clon y respeto de los hombres imbeciles
tos principios, las naciones estan...condena.das41
gar la 'tierra de sangre y. de sudor para que-sus so-
berbios y orgullosos tiranos luzcan con o-stentacion,;Y
erijan suntuosos edificios, y conserven el esplendor
de su trono. Príncipes! .dejad .vuestra pompa ; - go-
bernad con justicia á vuestros súbditos; trabajad en
hacerlos felices, y no tendreis necesidad de ofuscar-
los con . un vano aparato, indicio seguro de una pe-
queSa alma, que asi procura ocultarse bajo la más-
cara i de una grandeza aparente.


Los Grandes, los Nobles, los Ciudadanos mas
distinguidos de las naciones, por un efecto de sus •
preocupaciones, sacrifican de continuo su felicidad--
permanente y duradera á las necesidades imajinarias'
que inventa la vanidad. Asi los vemos permutar su
tiempo, su libertad, su honor, su fortuna, y aun'.
su vida, por títulos, por vanos sonidos; - por cintas
y por dijes; fatiles distinciones, de las cuales, á
falta de mérito y de virtudes, necesitan tantos hom-
bres para hacerse nobles é ilustres á los ojos de sus.




S E C
tkr:


gondudadanos ! Los, injuStoS,odas Vanas;
precedencias, .las,1-prerógátivaS ideales :producen,ordi
nadan-lente contiendas, divisiones y partidos que .des-unen las Corte


. , • ,que ponen á las naciones en guer
-


ra, y que ,
á. veces :trascienden y trastornan al:


verso entero:_


,"


1,-!;142.1\doral, 4j•pesarz,cle no ser:atendida , no puedepaltios- T de repetir de continuo á las hombres que cul-
tiven,


.:swrazon, que reflexionen las consecuencias desusJoga's manida.des.:, y -.que se convenzan de que enlaiyirl:ikdaola-1 ~Sine honor, la no-.bleza yerdadera grandeza.: ¡Cuán pequeños apare-
cen los , mas:Çgrándes hombres á Tos '-:ojos de' los que
medran y.ven lo pequeñuelo de las causas que or-
dinariamente mueven la máquina:: del mundo!' In-
sustanciales y .,.


.iniankiosasdisputa4 vanas opiniones,
hipótesis ridíctilasfiyi pueriles,; tercamente sotenidas
por hombres.los Anavaiecios y caprichosob• bastan;
para ::encender y ódioS inmortales, y para turbar elreposo del:las naciones,


.J.,a;•obstinacion , confundidáaas. mas vecs,'
..con lagfirmeza,.1.con amor .virtud; cowel. celo por.,


la justicia,: no elcomunmente sino
.
efecta_de unaJ


vanidad deSpreciáble, , por la que el hombre forma
un punto de honor cato darse por vencido. El hom-
bre terco tiene la locura. de creer-Jipe su razon su-
perior no puede engañarle en manera alguna.;


su
amor propio raras veces le permite ser juStoper-
sine en la ..injusticia se imajina que va toda su
gloria en no retractarse jamás. ¿Hai un estravío mas
comun y mas funesto ? ¿Qué cosa ciertamente mas
honrosa y mas noble que una franca confesion de
su error . ni mas sincero que. el homenaje que se rin-
de.á. 'la ,verdad ? Siempre reconocemos una grande-
za de alma . y una fortaleza admirable en el que sa-
be sujetar su vanidad; asi como despreciamos al hom-
bre terco.. y porfiado, cuyo inflexible orgullo no quien


C A PI 14-11 t5.9
le ceder jamás. í De3:Cuántos 'torrentes de sangre,nb
:ha sido mil veces •inundada la - t ,porl; :la
nacion y terquedad de algunos especuladores ypol=.
'Áticos, empeñados en hacer adoptar á las ~iones
sus dictámenes como oráculos..infalibles.J.,.:Qt-W,de
males y desolaciones no ha causado la rnálliiiauSoí.berbia y perniciosa de tantos,Soberanos',-..:pe.Madi-
dos que se les tenia de que la ‹autoridad jan2cW debo.'
retroceder! Nunca un Príncipe es , mas grande , ni
mas amado de su pueblo , que cuando reconoce que
ha sido •engañado, y remedia los males quei .han po-
dido causar sus • ..• -


Amamos á las :•personas ' tímidas, y dóciles por-
que nos prometemos disponer de ellas á .nuestro agra-
do y voluntad; mas sinembargo esta misma timi.-•
dez, que tan-itamable 11)0S es.; y; que.,frecuenternente
confundimos . Icon la Modestia , ;no; suele ser á: . veces
sino efecto de. una vanidad secreta., lwicual se hu-
milla, temerosa de no ser respetada tanto como ha
creido que merece: este amor propio delicado no quie-
re arriesgarse á los asaltos que conoce no puede
sostener. •


En una palabra,: no hai formas de que el amor
propio no se revista para encubrirse. Cuando esta
pasion hipócrita no tiene valor para mostrarse á, des-
cubiertas, torna tales rodeos y disfraces que apenas
pueden conocerlos los mas atentos observadores. Sin
equivocacion podemos decir que la vanidad.,. clara
ó encubierta, es el móvil universal de la mayór par-
te de los hombres : muchas veces camina tan de
oculto , que hasta nosotros mismos la ignorarnos;
á cada momento se trasforma y nos engaña; y á
veces, sin advertirlo nosotros, nos arrastra poco á
poco á las mas ofensivas y criminales acciones, que
nos causan eternos pesares y arrepentimientos.


Los intereses mal entendidos , un amor propio
inconsiderado, una pueril vanidad, lié aqui los ver-




UU SE C.0 LO N III.
daderos . uotes y castigos de las naciones y de las
sócIdad&oparticulareS:- . estas por desgracia vienen
á ser unas. palestras , donde cada uno se presenta,
por •icirlo asi , á ostentar y hacer alarde de su va-
nidadl. cada uno quiere en ellas sobresalir , dominar
á•losjtottós, y haces siempre uno de los primeros
papetwlisi es. que 'entre los entes que se llaman
sociables se hace necesaria una incómoda circuns-
peccion y un temor continuo , á fin de no ofender
las pretensiones impertinentes de cuantos se nos a-
-cerca;r1;. Los. mas íntimos y familiares amigos se ha-
llan espuestos por lo tanto á desavenirse , á sepa-
rarse,: párasiempre y aun á. quitarse la vida los
unos á los otros por una sola indiscreta palabra, in-
sufrible á su vanidad y orgullo. Nada mas dificil
ni• mas peligroso que vivir entre hombres que hacen
consistir su: honor y su gloria en vanas puerilida-
des , que hacen á veces á los ciudadanos de una
nacion civilizada tan coléricos , tan vengativos , y
tan crueles como los salvajes mas estúpidos. Al ver
los objetos en que los mas de. los hombres fijan su
vanidad ó sus derechos , podemos mirarlos como
unos niños , incapaces de llegar jamás á -la edad de
madurez (1). No se ven en el mundo mas que hom-
bres , cuyo amor propio de continuo se considera
lastimado y ofendido por el de los demas; sólo ve-
mos en él insensatos que tienen la locura de exijir
de todos lo que ellos no conceden á nadie.


Al orgullo , á la presuncion , á una loca vani-
dad debe atribuirse ciertamente el vicio de esos ti-
ranos de la sociedad , que se llaman hombres de-


.~1.nn••••,n••


( 1) El caballero Digby observa que »los hombres tienen
»un deseo tal de parecer superiores á los otros , que llegan al
l 'estreato de gloriarse de haber presenciado lo que nunca vie-


ron. De aqui las mentiras y patrañas de los viajeros , las ella.
»jeraciones de los novelistas , &c. &c. &c.


CAPÍTULO II. f61
licados y exljentes. Una altivez la mas injusta los
persuade que se les falta al respeto á cada momen-
to , y que no se les guardan las atenciones que me-
recen ; siendo asi que ellos son los que faltan con
mucha frecuencia á lo que deben á sus mismos ami-
gos , y á todos los hombres.


Nada es mas incómodo en el comercio de la
vida que los hombres de este carácter ; nada mas
injusto que el orgullo de los que quieren ser ama-
dos de todos , no amando ellos á ninguno; nada
tan comun corno hombres que desean ser respeta-
dos lizt aquellos mismos á quienes desprecian , ma.-•
niEestandoselo á veces sin la menor reserva ni ro-
deo. 1\1. tcla mas insociable que un amor propio que
toda lo refiere á sí mismo , sin jamás respetar el
amor propio de los demas. Los hombres mas exi-
jentes y delicados son por lo comun los que tienen
menos derechos á la estimacion de aquellos de quie-
nes exijen el respeto y la devocion mas completa.


Al considerar la conducta de la mayor parte
de los hombres , ocupados de continuo en sus pue-
riles vanidades , podemos mirarlos como unos niños
á quienes la razon no puede curar de sus locu-
ras, Una necia vanidad y un orgullo despreciable di-
rijen é inficionan todas sus acciones , y son las
palancas que hacen mover al mundo.


Maspor otra parte , aquel que se despreciase
enteramente- á sí -mismo , poco ó nada se afana-
ria en merecer la estimacion de sus semejantes , que
tan apreciable debe ser para todo hombre. Los que
se reconocen poco dignos de aprecio y considera-
cion , se abandonan , y cometen. bajezas de _las
cuales su amor propio ya envilecido no se aver-
güenza: si les queda todavía alguna enerjia, se hacen
impudentes y atrevidos , despreciando altamente el
qué dirán. Nada es mas peligroso que los hom-
bres envilecidos que han renunciado enteramente


TOMO I.


21




162" SECCION
á la estimacion publica. (2)


Haciéndose el . hombre justicia á sí mismo , .01-
trando. algunas veces en el fondo de su corazon„
podrá. moderar poco á poco: los. ímpetus violentos.
de una vanidad qUe. , parece innata. en la naturale-
za humana., La equidad. nos enseña á no encarecer-
nos- las. c.ualidades, fáciles de poseer.. Si todo: el hom-
bre , de buena fé consigo. mismo., 'se preguntase en.
qué consiste pues, esta preeminencia. que se arroga
sobre los. otros ; si examinase á, sangre fria. los tí-
tulos-con, que exijo. los respetos y consideraciones. de
losdernas., y que no teniéndolos , se adjudica. de
su propia, autoridad., es. de creer que este examen,
habitual le baria mas reservado , y desde luego mas
apreciable á la. sociedad. , la cual le agradeceria los
sacrificios que hiciese en . su: obsequio. Hagámonos,
pues., verdaderamente estimables „ y no necesitaré-
mos de artificios para hacer que nos eStimen..nCuan
tos hombres se ahorra,rian de mil inquietudes y pe-
,nalidades , sí reconociesen lo que son!,


Por falta der estas sencillas reflexiones , una des-
agradable vaniUCV4!4cia todas las, acciones. delHhom-
bre; puebla.. la sociedad . de una. multitud -de Insen-
satos , que, prefieren el necio placer de parecer fe-
lices. al de serlo realmente ; y llena el trato de las.
jemes, de vaalidósos , de fatuos , de impertinentes,
de presumidos:, de hombres hechos desona; y de
atolondrados , que se esfuerzan y fatigan por ha-
cerse ridículos, y aun insoportables. muchas veces.
La. mitad . del jénero humano. se ocupa de continuo,


(1) uno, de. sí mismo ménos bien .
de lo que puede:


sq debe, es necedad y no. modestia: contentarse uno con me
asnos de. lo que vale >, es, cobardía. y pusilanimidad , segun
»,Atistóteles.


-Ezlais de, Montagne i lib. II. cap. 6..


CAPÍTULO II. 163
en burlarse de la otra mitad en venganza de las
ofensas que los unos se hacen á los otros. Cada cual
se esfuerza sólo en aparentar , en llamar la aten-
don de las jentes é infundirlas respeto , finjiendo
aquellas cualidades que supone capaces de hacerle
conseguir la preferencia que ambiciona; mas nin-
guno entra en su interior (1); ninguno 5e fatiga en
adquirir las cualidades que el público no podrir mé-
nos de reconocer y respetar. En fin , ninguno pro-
cura mostrar en SU conducta aquella modestia que
le agrada siempre en los demas. Para conseguir un
lugar distinguido en la opinion pública , los mas de
los hombres se toman unos trabajos tan molestos
como continuos, y por último sólo consiguen regu-
larmente hacerse incómodos y despreciables á los ojos
de aquellos mismos , cuyos respetos ansiaban. El
camino mas seguro para la estimacion es merecer1
la con virtudes reales y verdaderas: Todo hombre
que se aprecia á sí mismo en mas de lo que vale,
sólo consigue por lo comun degradarse, y perder una
parte de lo que justamente merece.


CAPÍTULO HL
De la Cólera. De la Venganza. Del mal Humor.


De la Misantropia.


La cólera es un aborrecimiento repentino mas
ménos permanente de los de objetos que juzgamos


contrarios á nuestro bienéstar. Nada es mas
juzga o


ral que esta pasion en un hombre perpetuamente
^upado en ° su propia conservacion y felicidad;
pero nada tampoco mas necesario á una criatura
racional y sociable que reprimir los movimientos


At nema in sese tentat descendere , nema.
pERS. SATIR. 4. vliRS. 23.




164 SECCION III.
impetuosos, tau perjudiciales á sí propio como á los
que viven con él. En jcneral la razon prueba que to-
do hombre en sociedad debe, por su mismo interés,
armarse contra todas las impulsiones que le pertur-
ban é impiden usar de su juicio , de su reflexion,
y de la esperiencia que debe servirle de quia. " El
',sabio, dice Epicuro, puede ser ofendido por el odio,
” por la envidia y por el desprecio de los hombres;
»pero esté seguro que en él consiste hacerse superior


toda injuria con la fuerza de su razon. La sabidu-
,,ria es un bien tan sólido , que impide al que la po-
see salir de su estado natural, ó cambiar de ca-


,,racter con la cólera, aun cuando su voluntad fue-
,,se esta "_(1).


La cólera, lo mismo que todas las pasiones,
puede ser detenida , contrapesada, y reprimida con
el temor de las consecuencias molestas que puede
acarrear tanto á nosotros corno á los demas hombres.
Todo hombre sociable debe ser racional, es decir,
debe distinguir los movimientos naturales que pue-
de seguir sin -peligro, de aquellos que prudentemente
debe resistir: debe estar habituado á regular sus mo-
vimientos de un modo conveniente á la sociedad:
debe haberse acostumbrado desde mui temprano á
vencerse-, y con la costumbre de hacerlo facilitar el
vencimiento. Es menester repetirlo: todo hombre que
no está habituado á resistir á las propensiones de su
naturaleza es un: miembro dañoso en la sociedad. Los
Príncipes, los Grandes, los Ricos , así como las jen-
tes del pueblo, son los mas sujetos á la cólera, por..


(1) Detrimento quo ex hominibus ,. sive odii, sive invidice,:
sive coatemptás causa fiunt , sapientem autumat ratione supe-
rare. &MI veró qui semi fuerit sapiens in contrariu tn h a-
bitum transire non posse nec sponté variare. Diogen. Laert..
de vida et dogniatiblIs Philo5opliururn. Lib. X. S


• _e-c. i17.


CAPÍTULO 565
que sus pasiones en la infancia han sido aduladas


no reprimidas. Sería inútil-hablar aquí de los efec
tos temibles de la cólera de : `los Reyes , cuando el
universo entero ha retumbado en todos tiempos á los
espantosos rujidos de estos leones desencadenados,
á los gritos de las naciones desoladas por sus furores.
- Aunque á primera vista los -Inpetus de la ctÓle-
ra manifiesten vigor. , fortaleza y enerjía en el alma;
los mas de los Moralistas han atribuido esta pasion
á. la debilidad. Efectivamente, ella supone una mo-
vilidad en los órganos que los pone en estado de
ser fácilmehte afectados; esta descomposicion tan fá-
cil de la máquina, 6 esta irritabilidad, se advierte
sobre todo en :las mujeres, á, quienes la naturaleza
ha hecho por lo comun mas sensibles, mas débiles,
y por lo tanto mas sujetas á la cólera que los hom-
bres. Igualmente los niños, desde la edad mas tierna,
dan con sus gritos, sus lágrimas, sus patalebs y sus
convulsiones, señales nada equívocas de la cólera que
los ajita siempre que no se condesciende con sus ca-
prichos: si sus fuerzas correspondiesen á sus furores,
una criatura sería capaz de acabar con su nodriza 6
con su madre, cuando le quitan ó no le dan un dulce


un juguete: poco á poco sus órganos se van forti-i
ficando, y se hace mas tranquilo y contenido, cas-
tigándosele ademas por SUS corajes y enojos, que son
á veces capaces de poner en peligro su salud y aun su
vida; el temor le enseña á contenerse, y de este modo
va adquiriendo la razon por grados, hallándose in-
sensiblemente criado de un modo conveniente para
vivir en sociedad.


Todo hombre, que vive con sus semejantes, debe
saber que se halla rodeado de otros que, como él, están
llenos de defectos, de vanidades, de pasiones y de
fia.quezas ; y por lo tanto debe concluir de aquí, que
su propio interés le prescribe soportarlos con indul-
Jencia, y que una cólera contínua le pondria en




100
estado continuo de guerril con- 1049S aquellos -que trá,tase, E:1 que :es propenso


.
á la cólera , es habitual?mente,desgraciado: todo le !ofende, el ódio habita de


asiento en su corazon, y suscita esta desagradablepasion en todos los que sus furias y enojos horrorizan,y hacen á veces infelices.E14ombre colérico no puedejamás gozar de una felicidad durable-.5.
á causa de quela menor cosale inquieta, y Je perturba. Desconten--,


to con todo el mundo, á' nadie hace felíz: es como
un tirano enmedio de los esclavos, de cuya aversion
recela á cada paso; el terror que inspira está escri-
to en el rostro de su„ Top , de sus .hijos, y de spscriados, los ,


cuales,-sólo descansan en su ausencia.
dulzura es un medio seguro de desarmar la


cólera: sinembargo hai hombres de tal modo domi-
nados de esta pasion, que la dulzura misma los ir-
rita mas aún, y los precipita en una especie de ra-bia y deSesperacion; entonces la vergüenza del mal
que han obrado, 6 la vanidad, juntándose á la c6-
lera, da á esta nuevas fuerzas, y la convierte endelirio. Este fenómeno en la moral nos prueba evi-
dentemente que el hombre de natural tranquilo goza
de una superioridad que el hombre colérico, aun en
su locura, -forzosamente reconoce.


En efecto, la cólera es en algunas personas un
frenesí, una pequeña rabia, una verdadera locura. 11"A no ser asi ¿ cómo esplicar la conducta de algunos
coléricos ? ¿de aquellos, digo, que en los accesos de
su ciega furia emprenden con los objetos inanimados,
aporrean las mesas y paredes, se hieren muchas ve-
ces gravemente, y aun se arrojan á la misma muerte?


Se vé, pues, que el hombre entregado á la cóle-
ra, al paso que se hace temible á todo el mundo,
debe temerse á sí propio, y nunca puede prever has-
ta qué punto le llevarán sus furias. Si aun estando
solo es capaz de dañarse á sí mismo, ¿qué podrá su-
ceder hallándose en compañía de otros? Jamás el co-


c PI tftiá) fJ
lérico -está 'segUiti : de volver á su ca§a;'-pbreitIe : sien-
do incapaz de sufrir nada, puede á cada pasó encon-
trarse con hombres tan coléricos y temibles como
que le castigarán quizá de su humor insociable. La
Cólera, diel uniábio del Oriente,; comienza por la lo-
cura , •.‘p ,ac ab a cñei pét.Iar.


Aristóteles eráj de opinion que lit Cólera podia.a1-:
gustas veces servir de arma á la virtudl' - 'rhas noso-
tros diremos con Séneca y Montagne que en todo.
caso "ésta es uti, arma de nuevo uso :, porque noso


manejam-ogi las demás'- álmás, y
i,'ésta nos madeja á nosotros; nuesté-a-Mánó -no la
” guia sitió c:pie es ella quien gula ritieStra. mano,
7, siendo dificil entánces. contenerla" (1).


Aunque la cólera-sea. una pasion peligrosa, hai
sinembargo' une debe. aprobar 'Esta es aque-
lla cólera social-que debeHhecesariandente suscitar en
todas las almas justas él crimen., la injulticia y la
tiranía, con las cuales no le es permitido á ninguno
mostrarse indiferente, debiendo irritar á todo buen


ó producir en. su corazon una indigna-
clon permanetitei',ESra'c¿lera lejítiina, llamada por
Ciceron ódio es.un,.4.-pasión que'ariírna. á todos
aquellos que se 'interesan fuertemente en la felicidad.
del jénero humano. Todo hombre. que no se turba,
ni altera al ver las injusticias y opresiones que se
hacen á stil. semejantes, es . un débil y mal. ciudada-
no. En este sentido dicen. los. Arabes que -por su có-
lera'es reconocido el sdbio (2).


La cólera oculta, alimentada en el fonda del co-
razon y por largo. tiempo reprimida, no es menos
cruel en sus efectóS; ella es:la, que. produce la vengan-
za. Esta temiblepaSion, fomentada por el pensaniien-


(1) Essais. Lib. II. cap. 31'., át fin.
(2) Sent-Int. Arab. in Erpenii.Gralninat..




to Atizada(ppy i m aji na09Ni y fP tificada por ta
reflexion se hace. mas peligrosa_ todavía que la cólera
mas exaltada, la cual pronto se desvanece. La vio-
lencia repentina y manifiesta. merece mas induljen_
cia, siendoffienos:


temible que el furor oculto de a-
quellos hombres tan dueños de sí rnistuol„.que
mulan sus sentimientos hasta el momento.;que ,


les
presenta la ocasion de vengarse á su


.
placer. Por lo re-


gular se puede contar con la bondad de corazon y
con la jenerosidad del que es fácil de irritarse, por-
que cuanto mas vivas son . las . ilaniaradas de su có-
lera, son menos duraderas; ;en;


de. que jamás..
Segura ni,


sincera la reconciliacion de. un hombre, que
disimula y que sabe ocultar y reprinkir por largo tiern,
po en su corazon 'la cólera nacidarde una ofensa. La
pasion de la cólera es tanto ;Jyias incómoda „cuanto.
es mas :dificil ocultarla: asigné ejsA Vengativo es ver-dugo de : sí,prOpio, mientras acecha y espía las oca-
siones de ser cruel con otros.


La venganza tiene siempre por rnovil al orgullo
ó la vanidad. Vengarse, es castigar al que ha esci-
tado nuestra cólera; es hallar ,.un placer- en darle á
conocer que uno puede hacerle desgraciado. La ven-
ganza es comunmente cruel, porque pensamiento
y la imajinacion exajeran el ultraje que hemos reci-
bido. El vengativo cree que su venganza es incom-
pleta , si aquel de quien se venga ignora de qué
mano le vienen los golpes que recibe. Hé aqui sin
duda por qué Calígula recibia un gran placer en
mandar venir á su presencia las víctimas que desti-
naba á perecer en los tormentos; y hé aqui tambien
por qué decia á sus satélites que las hiriesen de modo
que sintieran los horrores de 1a muerte (1)


( 1) Italia nos ofrece el ejemplo de una venganza la mas a-
troz y estrada que ha podido contarse. Una inujcr de mala vida,


CAPÍTULO I I 169
Como los hombres son siempre jueces sospechosos y


recusables en su propia causa, las leyes de todos los.
paises civilizados se han reservado el derecho de ven-
gar á los ciudadanos, quitándoles la facultad de cas-
tigar las ofensas que reciban. En esta parte las leyes
son conformes al interés de la sociedad y de los in-
dividuos; son justas, porque impiden á los hombres
ser injustos y crueles; y son sociables, pues que de
este modo dan á conocer que los hombres espuestos
de continuo á irritarse recíprocamente, deben refie-
sionar sobre las consecuencias de sus acciones, y ol-
vidar las ofensas que no suelen ser las mas veces sino
pequeñeces y efectos de la humana debilidad. La na-
turaleza, la justicia, la humanidad, la grandeza de
alma, y la filosofia proscriben á una la venganza,
y hacen obligatorio el perdon de las injurias (1)


Hubo quien *decia que la venganza era el manjar
de los Dioses, es decir , un placer tan grande, que
ellos le envidiaban á los mortales. ¡Mas qué dioses


, irritada de la infidelidad de su amante, disimuló el deseo de
vengarse por espacio de dos años que duró su nueva pasion: al
cabo de este tiempo volvió este hombre á los amores de su pri-
mera dama, la cual le recibió con ardor, y ninguna reconven-
cion le hizo; mas le clavó un puñal en el corazon inmediatamen-
te despues de haberle dejado cometer un pecado con ella, por el
cual , segun su sentir, se condenaría el desdichado.


(1) La Filosofa habia enseñado desde el principio á los
hombres la doctrina del perdon de las injurias. Plutarco nos di-
ce que los Pitagóricos se consideraban obligados á darse la mano
en señal de reconciliacion , antes de ponerse el Sol, cuando se
hablan ofendido los unos á los 'otros. Aquel, dice M:inariro, es
el mas virt.uoso entre los mortales , que sabe mejor op iar las
injurias con paciencia. Juvenal ha dicho despues , que 14 ve.tgaa-
za es sólo un placer para las pequeñas almas.


minuti
Semper et infirmí est aními, exiguique voluptas ,


Uitio


JuvEN. SAT Ya. XI I. vers. 1139.
Tomo I.


22




170
SECCION III.


podian ser estos sino aquellos entes vengativos de la
Mitolojia , que sensibles á los despreciosos de los
hombres, sólo diferencian sus castigos para ejecutar
despues en ellos una venganza mas ruidosa y hor-
rible! Estos dioses coléricos, implacables, disimula-
dos en sus venganzas, é insociables , no pueden ser-
vir de modelos á los .hombres que viven en socie-
dad: todo nos convence de cine la vanidad es una ver-
dadera pequeñez, que la induljencia y la humanidad
son virtudes amables y necesarias, y que la verda-
dera fortaleza supone la paciencia. ¿No es hacerse
uno á sí mismo desgraciado , llevar siempre consigo.
el odio y la rabia en el seno de su corazon? La ven-
ganza sólo sirve para eternizar las enemistades en el
mundo; el placer futil que nos causa,, va siempre se-
guido da eternos arrepentimientos; ella es ocasion de
que la sociedad nos tenga por hombres peligrosos:
aquel, dice Filemon que'perdona una injuria , obliga
á su enemigo á injuriarse á sí propio. Todo, pues,
nos persuade que el hombre que sabe perdonar, es
á los ojos de los denlas hombres mucho mas aprecia-
ble, mas fuerte y mas grande que no el insensato
que le ha ultrajado, ó que el débil que nada puede
sufrir.. "Un débil, dice un Moderno, puede combatir;
'
,un débil puede vencer; mas un débil no. puede ja,
»más perdonar" (1).


La jenerosidad que hace perdonar las injurias, es
un afecto desconocido de las pequeñas almas, de las
jentes del pueblo, de los hombres comunes.. Los sal-
vajes., segun las. relaciones de los viajeros, son
cables en sus venganzas, las cuales se perpetúan en
tre ellos de unas razas en otras hasta la destruccion
entera de sus diversas tribus. El espíritu de vengan


••nn•••••...


(1) Addison.. Mentor moderno. IV. 20..


CAPÍTULO III. 171
7a, que subsiste todavia en muchos pueblos que se
precian de civilizados, y la idea que se tiene de que
un hombre de valor no debe nunca sufrir una afren-
ta, son reliquias aun de la barbarie que introdujeron
en Europa las naciones feroces y guerreras, que en lo
antiguo sojuzgaron el vasto Imperio de los Romanos.


Mas ni hombres de esta naturaleza, ni solda-
dos bárbaros y feroces son modelos que han de i-
mitar hombres mas sabios, esto es, mas instruidos
en los intereses de la sociedad, y en lo que constitu-
ye el valor, la grandeza de alma, y la verdadera glo-
ria. El hombre inculto y salvaje está mui lejos de re-
flexionar, y sigue ciegamente los impulsos momentá-
neos de su furor; mas el hombre civilizado es ver-
daderamente sociable, y se acostumbra á reprimir las
pasiones , cuyas peligrosas consecuencias ha llegado
á conocer. Por la esperiencia se distingue el hombre


razon del niño, del salvaje, y del imprudente (1).
Hai ademas otra cualidad ó disposicion, que aun-


que no produce los efectos impetuosos de la cólera ó
las crueldades lentas y reflexivas de la venganza, no
por esto deja de hacer á muchas personas incomodas
y molestas en la sociedad. Hablo, pues, del mal Hu-
mor, el cual es una disposicion habitual á irritarse;
El mal Humor nace por lo comun de un tempera-
mento viciado, é influye de un modo mui enfadoso
en el carácter, á menos que este vicio de la orga-
nizacion no haya sido cuidadosamente reprimido
pow...nnn•n


(1 ) En todos los paises donde la justicia no se.administra
con fidelidad, se ven reinar comurunente las mas crueles ven-
ganzas. Cuando la ley no venga al hombre, él se venga á sí
mismo ; haciendolo las mas veces sin regla ni medida. He aqui
la causa, ciertamente, de los frecuentes asesinatos que se come-
ten dn los paises despóticos, en los cuales la justicia es siempre
rnui mal administrada. Nada precipita mas á los hombres á la
desesperacion que la falta de justicia.




172 SECCIO.N
rectificado en la educacion con el habito, el trato del
inundo, ó la reflexion. Hai personas de tal suerte do-
minadas por el humor, ó cuya bilis tan facilmente
se exalta, que las mas pequeñas cosas irritan sus a-
nimos ; nunca gozan de la menor serenidad; y po-
dría decirse que se alimentan con hiel y vinagre, y
que, acostumbradas al higubre placer de atormentar-
se á sí mismas , no pueden sufrir la paz y el conten-
to de los otros. Todo hombre en quien la cólera es
habitual, es tan desgraciado como insociable. Es mui
dificil que aquel que vive descontento con todo el
mundo, sea capaz de conciliarse la amistad de nin-
guno.


Por no hacerse unas reflexiones tan naturales,
muchos atrabiliarios se constituyen los verdugos de
sus familias y de la sociedad. ¿ Cuántos esposos hai
que, sin motivos algunos para ello, viven como ver-
daderamente enemigos, sin poder mirarse con tran-
quilidad, ó hablarse sin enfado ? ¿ Cuántos padres
melancólicos, que no pueden mirar sin enojo los mas
inocentes juegos de sus hijos ? ¿ Cuántos amos, que
se tendrian por de menos valer si no tratasen con as-
pereza á sus tímidos criados? Hai hombres que sólo
parece tienen amigos para hacerles sufrir á todo mo-
mento los efectos de su maldito humor. En fin, hai
jentes tan llenas de bilis que no se presentan en el
mundo sino es para derramada en todas partes. To-
do disgusta é indigna á estos Misantropos, á cuyos
ojos la naturaleza entera les parece fea y desfi,-
gurada.


Las personas dominadas de un humor negro
¿ignoran acaso que en todas las posiciones de la vida
dhombre debe qu


e
para ser amado? ¿ Hai un es-


tado mas cruel que el de una mujer que se vé con-
denada por toda su vida á sufrir las. estravagancias
de un marido, á quien sus caricias no pueden suavi-
zar su inveterado mal humor 1 Unos hijos oprimidos.


CAPÍTULO III. 173
acorbardados con el rostro serio y austéro de un


Padre ¿ podrán tener verdadero amor á este tirano cu-ya agradable sonrisa no vieron jamás ? Un amo rega-
ñon , y á quien todo le disgusta ¿ podrá nunca estar
servido con celo y amor de unos criados continua-
mente intimidados ? ¿ De qué amigos puede ser digno
un hombre insociable y brutal, cuyo trato los aflije
y los humilla ? z No es una ridícula presuncion creer
que todo el mundo, y aun hasta aquellos mismos
que no dependen de él en manera alguna, viven des-
tinados para sufrir el mal humor de un hombre que
nada quiere soportar ?


Un necio orgullo , junto con una bilis exáltable,
constituye regularmente el carácter de esos hombres
feroces y melancólicos , que con tanta frecuencia em-
ponzoñan el trato de la vida. Envano suelen decir que
no pueden remediarlo, y que su mal humor es efecto
de su temperamento. Trabajando en nuestra enmien-
da de continuo, observándonos cuidadosamente, com-
batiendo con los defectos de nuestra organizacion,
podemos mui bien correjirlos y ser verdaderamente
sociables: la conciencia de nuestros propios defectos
debiera inspirarnos induljencia para con los ajenos;
mucho mas cuando por otra parte el mal humor nos
los exájera frecuentemente, y aun algunas veces los
defectos y culpas de los otros solo existen en nuestra
enferma fantasía. En el acceso de su mal sepárese el
hombre bilioso, si lo cree necesario, de la sociedad
que le. molesta y que le aflije; en los intervalos mas
tranquilos pregúntese á sí propio por la razon de su mal
humor, y hallará que las mas veces su tristeza y me-
lancolía no tienen fundamento alguno;. y que hace
mui mal en irritarse contra los demás y en atormen-
tarse á sí mismo.


La induljencia , la paciencia , la dulzura , el
deseo de agradar , son los únicos vínculos que pue-
den conservar unidos entre sí á unas criaturas im-




sEcCiON
perfectas. La cólera y el mal humor , lejos de re-
mediar cosa alguna, sólo sirve de perturbar y di-
solver la sociedad.


La Misantropía 6 la aversion á los hombres,
es un mal humor habitual y continuo , que nos
hace aborrecer á los mismos con quienes debemos
vivir en sociedad. Esta disposicion, verdaderamen-
te inhumana y salvaje , proviene de muchas cau-
sas á que todo hombre racional debe resistir con
el mayor cuidado ; y en especialidad de un orgu-
llo sumamente irascible , que nos ciega para no ver 4
nuestros defectos, que aumenta los ajenos aun mas
de lo que son, y que nos hace juzgarlos con de-
masiado rigor. El misantropo no conoce ni la in-
duljencia ni la piedad. La envidia y los zelos, pa-
siones siempre mal contentas, tienen comunmente
mucha parte en el mal humor contra el jénero hu-
mano. La bilis se exálta en estremo á vista de la
prosperidad de los que el envidioso considera mé-
nos beneméritos que él. La envidia es la filosofía
de muchos cortesanos , cuyos malos sucesos los
hacen por lo comun mordaces , satíricos y misan-
tropos.


Sinembargo puede mui bien suceder que el ale-
jarse de la compañía de los hombres proceda algu-
na vez de un orijen ménos impuro. Un hombre
justo y sensible puede llegar á indignarse de haber
sido por largo tiempo espectador ó juguete, bien
sea de la perversidad, bien de la locura de sus
semejantes , y desde entonces concebir una gran-
de aversion 6 desprecio contra ellos. Aunque esta
misantropía, fundada sobre una esperiencia incó-
moda y fatal, parezca ménos reprensible que la que
nace de la envidia, no obstante se descubre sierr-
en ella un defecto de justicia , porque envuelve á
todos los hombres en la misma condenacion y odio.


La verdadera sabiduria y siempre libre de preo-


CAPÍTULO III 175
cupaciones , no puede aprobar el aborrecimiento de
los hombres en un ente criado para vivir con ellos:
ella aconseja, sí, la prudencia en evitar la com-
pañía de los insensatos y de los malvados; con-
dena un humor sombrío que no se aviene con nin-
guno ; y dá por malo y reprensible un aborreci-
miento obstinado, que nos condena á no ser útiles
á los demas hombres, ó que destruye la benevolen-
cia universal. El misantropo es las mas veces un
malvado , que no sabiendo hacerse amar de ningu-
no, roma el partido de aborrecer á todo el mundo.


La Moral debe trabajar en hacer al hombre so-
ciable , mostrándole que sus intereses van siempre
unidos estrechamente con los de sus semejantes:
la razon , guiada por la esperiencia , le hará ver
que su destino es existir en medio de un mundo,„
donde necesariamente ha de estar molestado , ya
por los malos y perversos , ya tambien por los ne-
cios é imprudentes , cuyo número es infinito ; el
hombre , pues , se armará de paciencia , de valor
y de induljencia , á fin de terminar con tranquili-
dad su carrera; y en fuerza de estas consideracio-
nes procurará enfrenar su indignacion y su cólera,
las cuales le inquietarian , le atormentarian , y le
harian vivir siempre descontento con su suerte , y
en un estado perpetuo de guerra con los que le.
rodean.


El mal Humor, la insociabilidad, la misantro-
pía , son vicios reales y verdaderos. Los Moralis-
tas , que reputan estas cualidades por perfecciones
y virtudes, y que persuaden al hombre que hai
un n1 rito real y verdadero en separarse de sus se-
mejantes , en vivir solitario y sin ser de provecho
alguno para la sociedad ignoran clara. y visible-.
mente que la virtud debe ser siempre útil y be-
néfica.




176 SECCION I I I.


CAPÍTULO IV.
De la Avaricia, y de la Proligalidad


Por pequeña que sea la idea que uno se haya
formado de los intereses de la sociedad, y de lo
apreciables que son la humanidad , la beneficen-
cia , la compasion y la liberalidad, reconocerá que
la avaricia es una cualidad inhumana y desprecia-
ble , pues que es incompatible con todas estas vir-
tudes. Esta pasion consiste en una sed inestingui-
ble de las riquezas sólo por sí mismas , sin hacer
nunca uso de ellas ni para su propio bienéstar ni
para el de los demas. Las riquezas, en las manos
del hombre sensato , no son la felicidad , pero sí
los medios de obtenerla , porque le facilitan el que
un gran número de hombres concurran á su pro-
pia felicidad. El Avaro es un hombre solitario, re-
concentrado en sí mismo , y cuyo corazon está
siempre cerrado para sus semejantes. Acostumbra-
do á privarse de todo ¿ qué atencion pueden mere-
cerle las necesidades de los otros , ni cómo alar-
garles una mano benéfica ? El Avaro solamente vi-
ve con su oro ; este ídolo inanimado es el objeto
único de sus adoraciones y de sus cuidados; le a-
dora en secreto , y le sacrifica perpetuamente to-
das sus demas pasiones, asi corno todas las vir-
tudes sociales ; nada concede á sus deseos


-, y se
aplaude de las privaciones que tolera , las cuales
son para él continuos goces y placeres, puesto que
le conducen al fin que se propone, que es el a-
tesorar.


Los Moralistas han condenado con mucha ra-
zon la avaricia ; los Poetas han disparado á manos
llenas los dardos de la sátira contra ella; mas sin-
embargo no han exárninado con prolijidad las cau-


CAPS:TULO IV. 177
sas ocultas y poderosas que inspiran y alimentan
en algunos hombres esta pasion insociable, que los
ata y enlaza con vínculos indisolubles. Se nos pin-
ta al Avaro corno á un hombre infeliz , porque se
priva de los placeres que los demas desearnos; mas
el Avaro es poco sensible á estos placeres; él se crea
un placer distinto , superior en su imajinacion á
todos y que le ofrece- todos los placeres reunidos.
¿ Por qué contempla sóla y unicamente su tesoro?
Porque su tesoro retrata en su fantasía todos los
bienes y placeres del mundo ; este tesoro le repre-
senta la facultad de adquirir honores, palacios, ter-
renos ; haciendas , alhajas preciosas , y deleites car-
nales , caso que sienta los estímulos de la sensua-
lidad. En una palabra, en su cofre el Avaro lo
vé todo , es decir , vé la facilidad de tener, si él
quisiera , todo lo que es objeto de los deseos de
los otros; esta posibilidad le basta, y no apetece
mas ; si empleára su dinero en la adquisicion de
algun objeto particular , su ilusion cesaría , y no
quedándole sino la cosa adquirida , ó la memo-
ria de algun placer acabado , no vería ya en su
imajinacion la facultad de tener todo lo que se
puede adquirir con el dinero.


El Avaro se priva de todo , es verdad; mas
cada privacion es un placer para él : quizá en es-
to 'hará algunas veces sacrificios costosos ; mas en
toda pasion dominante tambien se sacrifican todas
las demas al objeto que esta prefiere. El Avaro
sabe mui bien que es despreciado y aborrecido (1);
mas á la vista de su cofre se aprecia á sí mismo
y considera- en él su poderío 1 su amigo el mas se-


(1) Populus asé sibilat : at mihi prauds
Ipso domi , simul ac 'M77147303 contemplor in arca.


SATYR. 1. Lib. 1. ver. 66.
23TOMO n




178
SECCION


guro, en quien se encierra lo que le puede pro-
porcionar las ventajas que no podria esperar del
resto de la sociedad. El Avaro desconoce la com-
pasion , porque no tiene necesidades, ó á lo me-
nos porque puede satisfacerlas; tampoco ama á na,
die, porque su dinero absorve todos sus afectos;
reusa lo necesario á su muger, á sus hijos y á sus
criados, porque lo necesario le parece superfluo:
ensuma, vive atormentado de mil inquietudes; ¿mas
toda pasion no está sujeta al temor é inquietud
de perder el objeto que prefiere su amor ? El Ava-
ro no es mas feliz, ni mas desgraciado que el am-
bicioso, que se aflige y teme perder su poder; que
el amante, que sospecha de la fidelidad de su a-
mada; ó que el deseoso de gloria, que teme igual-
mente el que ésta se le escape. No hai , pues ,
pasion alguna fuerte y dominante que no cause in-
quietud , y no escite por ciertos momentos ver-
güenza y remordimientos; mas estas ideas de pe-
sar se ven mui pronto disipadas con las ilusiones
que presenta á la imajinacion el objeto de que el
hombre se halla fuertemente inflamado.


Asi el Avaro es ciertamente infeliz tanto por
los tormentos de su misma pasion , como por la
idea de los efectos que ella produce en los demas:
no sólo él priva á los otros hombres de todo, sino
que el Avaro es capaz de las acciones mas bajas
para saciar la sed que incesantemente le abrasa ;
en fin, en los escesos de su locura, es capaz de a-
horcarse, si ha perdido su oro, porque esta pérdi-
da le priva del objeto que le daba la vida.


La avaricia, como otras muchas , es una pa-
sion esclusiva que separa al hombre de la socie-
dad. Sería un error el creer que el hombre es ava-
ro por el bien de los otros. Un padre de familia
prudente y justo es económico sin ser avaro; por
tanto resiste á su.s gustos y caprichos', se priva de


CAPÍTULO IV. 1.79
las cosas mutiles , y aminora sus gastos para con-
solidar la suerte de sus hijos ; mas el avaro es per-
sonal ; no es por el bien y cariño de los demas
por lo que se carga de una pasion insoportable pa-
ra los que no se hallan enteramente infestados de
ella. Todos los dias vemos hombres que sin tener
herederos, sin amar á sus parientes , sin intenciN
de hacer nunca el menor bien á nadie , no gozan
de su inmensa fortuna sino que viven en una
verdadera indijencía y hasta los bordes del se-
pulcro no cesan de acumular tesoros, de los que
ellos no usan ni usarán jamas (1). Los verdaderos
avaro aman el dinero por sí y para sí solos; le
miran como á un bien real, y no como la repre-
sentacion de la felicidad, ó como un-medio de ob-
tenerla. El hombre sociable y racional mira el di-
nero unicamente como el medio de lograr los pla-
ceres honestos, y el hombre virtuoso no conoce o-
tro placer mayor ni mas verdadero que el de ha.-
cer felices: es benéfico y liberal, porque sabe que
en' el ejercicio de la beneficencia consisten las ven-
tajas que tienen las riquezas en comparacion de la
pobreza ó de la medianía.


El hijo del avaro es por lo comun pródigo ,
porque la avaricia - del padre le ha mortificado mu-
cho, y por lo tanto se precipita al estremo opues-
to: ademas éste mismo padre, - negando todo á su
hijo , no le ha dejado aprender el buen uso que
se puede hacer de sus riquezas. El pródigo se figu-
ra que merecerá el aprecio y estimacion adoptan-
do un vicio contrarío al de su padre.


La prodigalidad es el- vicio opuesto á la avari-
ricia. Esta pasion, fundada en la vanidad , consiste


(1) Non propter vitam faciunt patrimonio pida?»,
Sed vitio caesi propter- patrimoni,s viz.nunt.


JUVENAL. SA rYR. vers 50. 51.




s.L71.;IJION
en derramar sin medida ni discrecion los bienes defortuna, (5 en hacer de sus riquezas un uso poco útil,
tanto para sí como para la sociedad. El pródigo


noes un hombre benéfico, sino un insensato que no
conoce el verdadero uso del dinero, que nada


reu-
sa á sus mas desarreglados deseos , que quiere ha-


se célebre y famoso con sus gastos inútiles, 6 con
tIna especie de. menosprecio afectado de las riquezas,
cuyo bien empleo constituye todo su valor (1). Ce-
sar daba al Pueblo Romano fiestas que :le costaban
millones de sextercios; mas estas prodigalidades, efec-to de su arnbicion, no te p ian otro fin que corrom-per mas y mas á un pueblo ya vicioso y perver- . ,tido. Las prodigalidades de Marco Antonio y deCleopatra en hacer desleir perlas de inmenso precio


.
•para beberlas en un convite, eran


verdaderas loca
.=ras nacidas: de la embriaguez de la opulencia.


La Prodigalidad en los Príncipes , que por lo co-
mun se condecora con el nombre de beneficiencia,
es una debilidad delincuente: los Pueblos están des-
tinados á jemir oprimidos para que puedan sus Mo,
marcas satisfacer esta pasion. Un Soberano pródigo
se vé mai pronto obligado á ser un tirano;


y escruel con su pueblo, porque quiere contentar á los
Cortesanos que le rodean, y tiene- siempre delantede sí, mientras que ni ve á sus vasallos, ni se cuí--
da de que sean dichosos ó nó: sus cautelosos Minis-
tros cierran todas las sendas por donde pudieran lle-gar á sus oidos las quejas: y clamores del reino.Será por ventura bene.ficiencia robar á la sociedad
toda entera para enriquecer á los mas inútiles 6 mas:
dañosos de sus miembros Las prodigalidades deNeron y de }11.?liogábalo eran otros tantos ultra:-


Nescit rjrcó valeat numnaus ? Ouem plyebeat usura ?Hol
—raT. sATyR.
Lib 1. vers. 73.


C A T U L O' IV. 181
les hechos á la miseria pública.


El pródigo se perjudica á sí mismo porque una
vez arruinada sil fortuna, ningunos recursos le que-
dan en sus amigos; inconsiderado en la eleccion de
estos, no ha derramado por lo comun sus largue-
zas sino entre aduladores, gorristas, hombres sin
costumbres ni honor, é ingratos que están mui Creí-
dos de haberle pagado Suficientemente con sus débi
les complacencias y bajas adulaciones. Solo el hom-
bre sábio y prudente es el que sabe usar de la for7
tuna; mas el hombre vicioso, vano y frívolo no sa-
be mas que abusar de ella.


Ef avaro y el pródigo convienen en una cosa, y
es que ni el uno ni el otro saben el uso de las ri-
quezas que ambos desean igualmente. El uno las co-
dicia para acumularlas, el otro para disiparlas : arri,
bos, si tienen ocasion, usurpan lo ajeno siendo in-
justos y criminales: los dos se ven aborrecidos y de-
testados, porque-el avaro no hace bien á nadie, y el
pródigo solamente á los ingratos. El avaro roba para
enriquecerse, mas el pródigo roba y defrauda á sus
acreedores, se arruina á sí mismo, y sólo enriquece
á bribones y hombres despreciables, que son los que
saben mui bien aprovecharse de sus locas estrava-
gancias.


De la Ingratitud.


`Nada.,, ha dicho un antiguo, se estingue mas
»pronto que un beneficio" (1). No hai vicio mas de-
testable, ni mas comun que la ingratitud. Platorile
considera como que en sí comprende todos los demas


(1) Un Español tambien ha dicho : 15 Al que le dais., lo es=
..leribe en la-arena.; . y al que le quit.ais, lo :esculpe en' el brohcem


(I )


CAPÍTULO Y.




sECCION III.
La ingratitud, pues, consiste en el olvido de los be-
neficios recibidos, y á veces llega al estremo de abor-
recer al bienhechor. Nada es mas odioso, mas injus-
to, ni mas insociable que esta cualidad criminal: ella
hace al que la tiene enemigo de sí mismo en cierto
modo, y ademas no puede ménos de granjearle el
ódio de la sociedad entera : cada cual conoce cierta-
mente que la ingratitud desalienta los corazones be-
néficos, y destierra del comercio de la vida la com-
pasion , la bondad, la liberalidad y el deseo de ha-
cer bien, vínculos suaves que enlazan entre sí á los
hombres. No hai uno que no tome personalmente
parte en el ódio de los ingratos. Desconocer los be-
ne.ficios recibidos, anuncia una insensibilidad, una
injusticia, una locura, una vileza estraordínaria; mas
aborrecer al que nos ha hecho bien, indica una es-
pantosa ferocidad. Si los hombres reunidos deben pres-
tarse mútuamente socorros, á qué motivos les escita-
rán á ejercer su benevolencia, cuando temen con razon
que el premio de ella sea la ingratitud y el odio ?


Por desinteresadas que quieran ser la jenerosidad,
la benevolencia y la liberalidad, estas vitudes siem-
pre tienen necesariamente por objeto el adquirir de-
rechos al cariño de aquellos á quienes se obliga con
ellas. Ningun hombre hace bien á su semejante con
el designio de labrarse en él un enemigo: el ciudada-
no animoso y magnánimo, en servir á la Patria, no
puede proponerse el fin de llegar á ser odioso y des- a»,
preciable á sus ojos, porque todo el que hace un bien,
espera con razon el reconocimiento, el cariño,' 6 al
ménos la equidad de aquellos á quienes favorece. Aun
cuando la beneficiencia se estienda á los mismos ene-
migos, el que la ejercita se gloría de que asi desar-
mará su ódio y los convertirá en amigos. Los dere-
chos al reconocimiento y á la gratitud son, pues, muijustos y fundados,. como que son los motivos natu-
rales de la beneficiencia ; ni es posible, sin ser loco á.


C A•P 't UL U y . 115)
injUStO , defraudar al. bienhechor de estos derechos:
la ingratitud es tan ofensiva y molesta, que es capaz
de aniquilar la humanidad en el fondo de los mas vir-
tuosos corazones.


Servir á los ingratos, ó hacer bien á los injustos
y enemigos, sería, segun se dice comunmente,
prueba de la virtud mas heróica, de la magnanimidad
mas admirable , y de la mas rara jenerosidad; mas
tambien puede serlo muchas veces de lá mayor de-
bilidad. Sinernbargo, pocos hombres son capaces de
un desinterés tan perfecto , el cual supondria un entu-
siasmo no comun y una imajinacion fecunda que se
indemnizase á sí misma de la injusticia de los otros.
Todo hombre que nos favorece, muestra que aspira
á nuestro. afecto y estimacion, y no podemos reusárse-
los sin injusticia: él nos manifiesta evidentemente que
nos quiere bien, que se interesa por nosotros, que
nos trata , en fin, con aquella consideracion que na-
turalmente deseamos hallar en nuestros semejantes.
Por lo tanto, sean los que fueren sus motivos, noso-
tros no podemos ménos de acreditar nuestro agrade-
eimiento,á cualquiera que manifiesta su interés y bue-
na voluntad por nosotros.


Segun estas verdades tan claras y palpables, á no
es de admirar que haya tantos ingratos en la tierra?
No obstante, son muchas las causas que concurren
á multiplicarlos. El orgullo y la vanidad son en je-
neral los verdaderos manantiales de la ingratitud.
Es mui comun que cada uno pondere y exájere su


. propio mérito mucho mas de lo que realmente vale,
y en este caso mira los beneficios como unas ver-
daderas deudas: cada cual se cree con razones sufi-
cientes para recibir los beneficios que se le dispen-
san, y asi no se considera obligado con ellos. Por
otra parte se nos hace temible la superioridad que
damos á aquellos de quienes recibimos los beneficios;
y nos figuramos que abusarán de esta superioridad 6
de los derechos que adquieren sobre nosotros; nos da




115 SECC.ION III.
vergüenza confesar. que dependemos de ellos , 6 Tic
necesitamos de sus socorros para nuestra felicidad.
En fin, siempre tememos que los bienhechores pon-
gan á sus beneficios tan alto precio que no podamos
satisfacersele. Los ingratos están bien comparados á
los malos deudores, que temen y huyen de encon-
trarse con sus acreedores. Por último, la envidia, es-
ta pasion fatal que suele irritarse con los beneficios
mismos que recibe , y que hace al envidioso injusta
y cruel con los que debiera apreciar y querer, es por
lo comun la causa de la mas negra ingratitud.


Es tambien preciso confesar que el arte de ha-
cer bien, corno hemos advertido hablando de la be-
neficencia , no es conocido de la mayor parte Ále los
hombres, y que exije una modestia, una delicadeza,
un tacto mui fino, á fin de no ofender ó mortificar
el amor propio de aquellos quienes se pretende
obligar, y cuya gratitud se quiere merecer. Este amor
propio es tan irritable , que el bienhechor necesita
de todos los recursos de su talento para no ofender
á las personas que desea ver obligadas. Los orgu-
llosos , los hombres vanos, imperiosos y pródigos, no
conocen de ningun modo el arte de hacer bien, y
así no logran cornunmente formar sino ingratos: sólo
las personas sensibles son las que saben servir y obli-
gar. El orgulloso, cuando hace algun bien, sólo se
propone estender su imperio, aumentar el número
de sus esclavos, y mostrarles de continuo su pudor
y superioridad. El hombre vano únicamente desea
hacer ostentacion de sus riquezas 6 de su crédito, y
derrama sin distincion sus favores para aumentar su
corte. Todos los que en hacer bien sólo aspiran á
multiplicar á su alrededor aduladores, esclavos y ju-
guetes de sus fantásticos caprichos, poco reconoci-
miento pueden prometerse. de ellos ; estos hombres
viles y despreciables siempre se figuran que hacen
bastante con sus bajas y serviles complacencias. Sola


C-A PÍTULO V. 185
la virtud modesta es la que puede atraerse la con-
fianza de las almas justas y virtuosas; y solas las al-
mas de esta naturaleza son las verdaderamente reco-
nocidas.


Es mui raro que los Grandes sepan en verdad
obligar ó hacer bien: poco acostumbrados á la mode-
racion, obligan con altaneria, y exijen regularmen-
te sacrificios mui costosos en cambio de sus favores.
Nada es mas sensible y cruel para un alma justa que
el no poder amar ni apreciar á los que le hacen bien
y verse interiormente obligada á odiarlos ó despre-
ciarlos. ¿Cómo es posible amar sinceramente á unos
hombres que, con su conducta altanera y sus pro-
cedimientos orgullosos , ellos mismos se adelantan
.desde luego á dispensar á todos aquellos á quien fa-
vorecen del reconocimiento y de la gratitud que es-
tos querrian demostrarles? ¿Hai una situacion mas
espantosa que la de un buen hijo, á quien la tiranía
de su padre le fuerza á no amar al autor de sus
dias, cuando su corazon querria poder manifestarle
la mas tierna gratitud y el amor mas sincero y en-
trañable? Los tiranos en todo jénero sólo hacen in-
gratos.


Los Príncipes, los Ricos, y los Grandes de la tier-
ra tambien se hacen por lo comun culpables de la
mas negra ingratitud, á causa de que, elevados sobre
los demas, se imajinan que ningun hombre tiene de-
rechó de creer que haya podido hacerles servicios dig-
nos de su reconocimiento. Rodeados de embusteros
y aduladores, están en la firme persuasion de que to-
do se les debe de justicia , que nada deben á los que
les sirven ni á otra persona alguna , y que la dicha
de servirlos es un honor harto grande, por el que se
hallan dispensados de la gratitud que exijen de los
otros. Los tiranos, siempre inquietos y tímidos , es-
tan prontos por la inenor sospecha á pagar los servi-
cios con la desgracia, y muchas veces con la muer-


TOMO 1. 24




186 SECCION III.'
te ( 1).' 1 Por otra parte, los servicios distinguidos dad
á sus autores un lustre que abrasa é irrita las peque,
ñas almas de los orgullosos potentados, los cuales son
regularmente mui débiles y miserables para envidiar
con emulacion la 'gloria adquirida por aquellos ciu-
dadanos, cuyas grandes acciones los ponen al nivel
de sus soberbios Señores: la envidia no permite nun-
ca á los tiranos que amen sinceramente á los que obs-
curecen su gloria.


Al temor de la superioridad y á la envidia que es-
'citan los grandes talentos son debidas, como verémos
'mi pronto, las demostraciones ofensivas de la mas
cruel ingratitud, de que se hacen reos los pueblos en-
teros con los majistrados y jefes que mas utilmente los
han servido. Las Republicas de Atenas y de Roma
nos ofrecen Muchos ejemplos memorables de la in-
justicia de las naciones con sus mas grandes bien-
hechores. Los hombres en cuerpo ó sociedad jamás se
avergúenzan de su ingratitud. El que sirve y hace
bien al Público , regularmente por nadie se vé re-
compensado.


A la envidia, siempre reinante, deben atribuirse
las injusticias frecuentes del Público con aquellos que
le han proporcionado los mayores bienes 6 los mas
importantes descubrimientos: hé aqui porque los hom,


CAPÍTULO V. 187
bres de talento han sido siempre perseguidos cruel-
mente, han sido castigados en pago de los servicios
que han hecho á sus contemporaneos, y se han visto
obligados á esperar de la posteridad mas equitativa
la recompensa y la gloria que merecian sus talentos
y sus virtudes. El Público se compone de un peque-
ño número de personas justas, y de una multitud_
inmensa de hombres injusto, débiles y envidiosos,
los cuales, obscurecidos por los grandes hombres, ha-
cen todos sus esfuerzos para deprimirlos.


¿Y debemos hacer bien á los ingratos ? Sí; que es
grandeza de ánimo el despreciar la envidia:. es nece-
sario hacer bien á los hombres para su misma con-
fusionvergLienza; es menester contentarse con el
sólo dic' tamen y aprobacion de los hombres de bien;
es forzoso apelar de sus contemporáneos ingratos á
la posteridad siempre favorable con los bienhechores
del jénero humano. En fin, á falta de sus aplausos y
de las recompensas merecidas , todo hombre verda-
deramente útil á sus semejantes, todo hombre jene-
roso hallará en los aplausos de su propia conciencia
el mas dulce- premio de los servicios que hiciere á
la sociedad. La injusticia y la-- ingratitud hacen que
regularmente la virtud sea la sóla y mayor recorn,,
pensa de sí misma.


CAPÍTULO VI.
Ifi


(I) El Sultan Bayaceto II. dió la muerte á Acomath,
su Visir, el cual había asegurado su trono, y auméntado
considerablemente su imperio, á causa de qué, como este
Príncipe lo reconocía, se hallaba imposibilitado de recompen•
sar dignamente los servicios que Acomath le habia hecho. Por
igual razon Calígula dió la muerte á Macron, á quien le
debía el Imperio. Sabedor Tiberio de que el Agorero ',én-
tul° en su testamento le había nombrado su heredero, en-
vió satélites que le matasen , para disfrutar asi mas pronto
de su herencia. Luis XI. decia que los grandes beneficios ha-
cian grandes ingratos.


De la Envidia. De los lelos. De la Murinuracion.


La envidia, este tirano encarnizado del mérito,
d2. los talentos y de la virtud , es una cualidad in-
sociable que hace aborrecer á los que poseen ventajas
y cualidades estimables.


Los zelos , hijos lejítimos de la envidia , son la
inquietud que produce en nosotros la idea de una
felícidad, que suponemos que otros gozan mirándo-




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'III NOIDDHS88V




iyur SECCION
do con ansia sarcásmos y epígramas, la burla y la
sátira mas picantes son para ella un manjar delicio-
so, con las que entretiene por algunos instantes el
dolor y la pena que le causan el mérito y los talen-
tos: ella adopta sin exámen alguno la calumnia por-
que sabe que ésta deja siempre unas cicatrices mili,
dificiles de borrar; en una palabra, la malignidad;:
la perfidia y la perversidad son dignas compañeras de
la envidia, con cuyo ausilio logra ésta al ménos afli-jir y desalentar al mérito, cuando no consiga sofocarle.


La murmuracion es una verdad dañosa para a-
quellos en quien recae. El murmurador no es un hom-
bre veraz; es un envidioso, un maligno, un malvado,•
cuyos discursos solo pueden ser agradables á los que
se le asemejan. Sino hubiera envidiosos la murmu-
racion sería desterrada de la sociedad, pues que si
con tanta ansia y placer se dá oidos á la murmura-
cion, es porque deprime á los otros en la opinion pú-
blica, y porque cada uno vé un enemigo ménos en
el hombre grande que es acometido, ó á quien la
perversidad procura destruir. El murmurador, diceQuintiliano, no se diferencia del perverso, sino en la
ocasion de hacer mal (1). Si solamente daña con sus
palabras y discursos, es por ser demasiado cobarde
para hacerlo tambien con sus acciones.


El murmurador es un hombre vano y soberbio,
que descubriendo las enfermedades y flaquezas de los
otros, quiere persuadirnos que se encuentra sano y
sin ella. A mas de esto, se jacta de ser verídico, sien-
do asi que no es sino un hipócrita , que aparenta
sentimientos ó afectos virtuosos , falsos en el fondo
y en la realidad, pues que no van acompañados de


(í) Maledicus inalefico non dista nisi occasione.
QUINTIL Institut. oraron lib .


12. cap. 9. n. 9. de la
Edicion de Gesaer. Gotting. 1738. en 4.


.CrAPIÉTULO.,VI. 49f
:bondad indüljencia f y:. de - humanidad: El mtir-
ruurador debiera: ser- mirado .como un enemigo del
público;. mas sinembargo se le dá oidos , y aun con
.razona, pudiera decirse que los hombres sólo se re-


nen ! :y.seotratan para tener la: miserable complacen-
cia''de hablar, mad .los•unos: . de, los-otros.


Para curar á los hombres. de la envidia y de los
zelos, que (tanto los atormentan , asi como de , la
murnnaracion y de la calumnia , sería conveniente
hacerles ver que todos sus esfuerzos son inútiles con-
tra el mérito y la virtuda-Envano la murmuracion
se emplea contra .el hombre de bien. ¡Ah! ¿ No es
bien sabido :que -ningun mortal sobre Ja tierra está
'esento de defectos? Una injusta crítica ¿podrá hacer
despreciables las producciones del talento? ¿No es
mui cierto tambien que el talento-es. desigual, y que
:está sujeto á irregularidades y - .tropiezos? Algunas
pequeñas faltas ¿han hecho nunca •caer en el olvido
las obras inmortales del entendimiento humano ?
¿Logrará nunca la calumnia denigrar la probidad?
Tarde ó temprano la iniquidad se descubre, con-
funde al envidioso que la fomenta, y hace que la
_inocencia, en vez•de ser oprimida , aparezca mas a-
mable y mas interesante.


Cuán pocos envidiosos habria, si se reflexionase
cuán pocos hombres hai verdaderamente felices ó dig-
nos de envidia Los grandes son envidiados, porque
se supone que son los mas dichosos entre los morta-
les; ¿ pero cómo un hombre que piensa, podrá envi-
diar á unos cortesanos perpetuamente atormentados
de su recíproca envidia, de continuos sobresaltos,.
de las mas acerbas pesadumbres, y de inquietudes y
-zozobras tan largas como la vida ? El rico es el
objeto de los zelos y la envidia del pobre; mas .para
desengañar á éste, hágasele ver que, á pesar de todos
los medios que tiene para lograr su felicidad y su re-
poso, éste mismo hombre . rico ningun uso hace de




192


. SECCION It
ellos: devorado por la sed de las riquézas, nunca se
halla harto ni satisfecho; corroido por la ambicion,
jamás está contento con su suerte; hastiado de place-
res, ninguno ya le sirve de recreo; fatigado, en fin,.
de su ociosidad, el fastidio le abruma, como que es
el mas cruel de todos los tormentós con que la Na,
turaleza puede castigar al hombre qtre-no quiere tra-
bajar. Todo le muestra al pobre laborioso que su des=
tino, que tan lamentable le parece, le exime de una
infinidad de necesidades imajinarias, de intrigas y de
aflicciones de espíritu, como son las que ajitan de con•
tíralo á la grandeza y la opulencia.


Para que los envidiosos 6 malignos, que prestan
oídos á la murmuracion, se desengañen del placer
que esta les causa, deben saber que esta misma per-
sona , cuyos horribles discursos oyen con ansia y pla-
cer, y con cuyas mordaces y crueles sátiras se com-
placen, al dejar su compañía va á divertir á sus es-
pensas á otro corro de jentes , igualmente dispuestas y
prontas á la murmuracion.


En fin, para sacar de su error al murmurador
mismo, que tiene deleite en hacer daño, le diremos
que el vil y bajo papel que representa, haciéndole te-
mible, nunca jamás le hace querido ni apreciable. Un
ente sociable ¿ ambicionará acaso ser tenido por mal-
vado ? ¿Hai un oficio mas vil y mas bajo que el de
público delator ? ¿ No es hacerse cómplice de su in-
famia, escucharla con gusto ? z Y no es, por último,
deshonrarse á sí mismo , el dispensar su amistad y
confianza al infame, delator ? El delator, dice un mo-
derno, siendo el mas vil de todos los hombres, des-
honra á las personas que le tratan, mucho mas que las
deshonraria el trato de un verdugo; puesto que la con-
ducta del primero es efecto de su malvado carácter,
cuando el verdugo solamente hace su oficio (l). Éste causa


(l) Vease la Obra Inglesa Adventurer,
, N. 46.




CAPÍTULO VI. 193
un mal haci,endo• su deber, mas el otro por gusto


:complacencia. ¿:1-lai un gusto mas detestable que
correr de casa en casa denigrando á sus conciuda-
da.nos 1; divulgando los hechos que pueden serles da-
fiosos, y quitando á todos la reputacion y el repo-
so sin provecho, alguno de la sociedad ? El murmu-
rador nos dirá quizá que es necesario ser veráz,
que público es importante conocer á los hom-
bres, añadiendo ademas que él no murmura sino de
las personas indiferentes, á las que nada debe. Mas
nosotros, le contestaremos que la verdad sólo es
útil-al público cuando se trata de crímenes y delitos
mas no de flaquezas y defectos ocultos: el hombre
veráz es un cobarde asesino, siempre que divulga
verdades capaces de quitar la buena opinion , de res-
friar la benevolencia, y de perjudicar al bien -de sus
corniudadános; en razon de que ninguno favorece 1
aquellos de quienes tiene-,una mala idea. Por últi-
mo, le dirémos .que un ente sociable debe, aun á
las personas desconocidas , á las indiferentes y á las
estrañas, sus respetos y-consideraciones, y que fal-
tando á esto%:deberes, dá motivo á cualquiera para
que-leedenigre á &mismo, y para que divulgue sus
faltas, secretas. ¿Hai hombre alguno que pueda jac-
tarse de no tener defectos? Si ninguno puede llevar
á bien el que se publiquen sus debilidades , se infiere
claramente que debernos ocultar las ajenas.


Bajo cualquier aspecto qut la- murmuracion sea
considerada, es culpable por los daños, enemista-
des y quejas que produce de continuo. Ella es o-
casion de grandes males, y de ningunos bienes; y el
murmurador es siempre aborrecido, aunque la mur:-
muracion agrade. La murmuracion es hija del ódio,
del mal jenio, de la envidia y de la ociosidad. Ella,
pnes , no debe gloriarse de un origen tan desprecia-
ble. La vaciedad de entendimiento , la incapacidad
de vivir ocupado útilmente, y la ociosidad dan pá-


I014 o I. 25




104 TSE-CCIO N
bulo á este vieiddetestable; siendo cieftb' que : 1 qué
no sabe hablar de las cosas, habla de las pexIbnüs.
Nada es mas útil que saber callar ; la lotuadidadües
uno de los mayores azotes de todas' las sociedades.


CAPÍTULO VII.
De la Mentira. De Adulaeion. De la' 1-J'ipticresia.


De la Calumnia.


El don precioso de la palabra debe servir á los
Hombres para comunicarse sus perisamiéíiI61!, 'para
socorrerse mútuamente en sus necesidades, para trahsu
Mitirse las verdades útiles, y no para destruirse y
engafi:trse recíprocamente. El mentiroso peca 1eontra
todos'-estOS'deberes-,' . y por consecuencia,


perj4iCa
ilklYzrálbl'adb:'Alentir es hablar cóntra
sáres inducir á l 'oil' Otros en el error:;
Convenciones en que se funda el comercio del •en.í:
guaje, el cual llegaría á ser mui funeStoYsi-
bres sólo se sirviesen de él para engafíitráéloOlndil-1
los ' -át ros. Digamos, pues, Contla frariqU41) de (lifóril.
tagne: Ciertamente que el méhiik .


-es l'in.11aldt`..tolVidl.
Nosotros no somos hombres vivirnos uniddSsloSJihíO1
con los otros sino:por la palabra: si llegasemos'á cOno-
-cer: el' horror y el peso de este vicio, le declarariamos
la guerra a ; Sangre y fuego ecu,2 mas ardor y »Oda
0. . 1d-todos .1ü.1: - demás' cr7menes ( ). Aristóteles dice


.recoMpensa del 'embustero es no ser, creido aun
cuando diga•verdad


Todos los Moralistas están de acuerdo sobre el
horror que debe inspirar la mentira: los que han lle-
gado á contraer este desgraciado hábito, pierden''t9-
da: la confianza i de los hombres , y la palabra por


CAPÍTULO VII. 195
decirló así, es inútil en ellos. Este vicio es ciertamen-
te, bajo y servii , porque anuncia temor ó vanidad; el
hombre de bien es sincero, y nada tiene que temer
en decir la verdad, siempre útil y ventajosa para él.
Los niños y los criados son los más sujetos á men-
tir, porque su conducta inconsidera: los espone á ca-
da paso á regaños y correcciones. Apolonio decia que
el mentir era propio de esclavos.


Los persas, segun Hecodoto, notaban de infamia
á los embusteros: las leyes de los Indios, por testimo-
nio;de Philostrato7, , ordenaban que todo hombre con-
vencido de, mentira fuese declarado incapaz de obte-
ner niguna majistratura. Esta infamia atribuida á la
mentira subsiste todavia entre las naciones modernas,
en las cuales un mentís ó miente FM. se reputa un
insulto tan grave que se tiene por preciso lavarle con
la- sangre.


Segun Plutarco, Epeneto acostumbraba á decir
que los embusteros son la causa de todos los delitos que
se comenten en el mundo (1). Tiene razon por cierto:
el error y la impostura son los manantiales fecundos de
todas las calamidades que aflijen al jenero humano.
Prescindiendo de los errores nacidos de la ignorancia
de los hombres , hai un gran número que les vienen:
á estos dé los falsarios que han querido abusar de su
credulidad, para someterlos con mas seguridad, á su
imperio y dominacion.


Un impostor nace en la Arabia, y divulga en nottv,
bre de la divinidad mentiras que logra sean respetadas
de una parte de sus conciudadanos; bien pronto es-.
tas mentiras, tenidas por sagradas, se preparan . ' Iota
la fuerza de las armas en el Asia, Africa, y Europa;
y con ellas se creen autorizados unos fanáticos am-
biciosos para conquistar toda la tierra, inundandola.


n•••••n••n•••••••


do••••••.nn•••••n•


) Essais de ..1ViOntagne. Lib. L cap. 9. (1) Plutarco: Dichos tsotables de ¿os Lacedemonios.




Lyy.4 SECCION
I.


de sangre. La ley de Mahoma se establece con la vio-
lencia, trastorna y muda los tronos, y sobre las rui-
nas del mundo erije la tiranía musulmana. De este
modo los embusteros forman frenéticos, que tienen
por obligacion inquietar al universo; hipócritas, que
saben aprovecharse dé, las desgracias de los hombres,
y tiranos que encadenan los Pueblos, y los 'obligan
á contribuir con sus vidas al lógro de sus injustos
proyectos.


Entre los medios de engañar á los hombres, no
hai uno que haya producido en todos tieinpos rna.¿
yores infortunios y desgracias que la adulacion. Dió-jenes decia que el mas dañino de todos los animales sal-
vajes era el murmurador; y de los animales domésticos,
el adulador.


La adulacion ha sido bien definida diciendo, que
es un comercio de mentiras fundado por una parte en
el mas vil interés, y por la otra en la vanidad. El
adulador es un embustero que engaña para compla-
cer, y hacerse agradable á aquel cuya vanidad inten-
ta seducir. Es un pérfido que le clava un cuchillo un-
tado de miel (1). El que os adula, os aborrece, ha
dicho un sabio Arabe (2). En efecto, todo adulador
se humilla forzosamente delante del necio á quien in-
ciensa ; mas como esta humillacion no puede menos
de ser mui costosa á su vanidad, debe necesariamen-
te aborrecer y detestar al que asi le obliga á envile-
cerse. Los Príncipes y los Grandes se engañan grose-
ramente, si se creen amados de cuantos los rodean.
Ninguno puede amar al que le degrada. A pesar de
la bajeza y de la humillacion adoptadas en la Cor-
te, ningun adulador hai que no se avergüenza in-
teriormente de ellas..


(I) Adulatio mellitus gladius. HIERON.
(2) Se.ntent. Arab. in Erpenii Gramma..


CAPITTY-T• VII. 197,


Ld-Vidtdacion, diee . Chárfün , es . peOY que , el fal-
so • testimonio , •pOtque éste no - corrompe al juez , si-
no le engaña ; en vez de que la adulacion corrompe
el juicio , encanta el entendimiento , le hace inaccesi-
ble á la verdad (1). Si tantos Príncipes obran el
mal con tan asombrosa firmeza , es porque se ha-
llan rodeados de aduladores• que les aseguran que
obran -bien ; que stis súbditos son felices ;-- que el
reino entero los bendice ; y que pueden continuar
sin temor en dar un libre curso á todas sus pasio-
nes. Asi es como estos emponzoñadores públicos
hacen inutiles las mas felices , cualidades y dispos -
ciones•, inficionan á los mejores Príncipes desdelk
infancia , y hacen de ellos estúpidos tiranos qüe
por grados llegan á ser el azote de sus súbditos. Si
no hubiera aduladores , no habría tiranos en la tier-
ra. La adulacion • es , pues , una traicion infame ;
es un crímen horrible que, despues de entregar la
sociedad á la tiranía , espone al tirano á terribles
revoluciones , y muchas veces á su propia ruina.
El adulador es el mas peligroso enemigo tanto de
los Pueblos como de los Reyes.


Todos los hombres aman la adulacion , porque
todos tienen mas ó menos orgullo , vanidad y bue.'
na opinion de sí mismos. Son mui raros los hom-
bres prudentes á fuertes que resistan á las asechan-
zas de los aduladores ; todos prestan acojida á la
adulacion, aun cuando reconozcan que todo es fal-
sedad en ella ; cada cual dice con Terenclo , yo
bien sé que tú mientes , mas continúa mintiendo , por-
que sinembargo me das un gran placer (2).


Un Poeta célebre afirma con razon, que no
hai quien sea enteramente inaccesible á la adulacion,


(1 ) Charron , de la Sagesse. Lib. III. cap. 10:
( 2) Mentiris , llave j perge ta7l1C77 7 ElaCeS. TERENT.




191
S EC.CiiQN•IIh


porque el hombre misffioffv,i .. monifi;, ,141: akerecer
adulacion en alabarle–de esto , ek , ;ad.ilbriO con,pla,
cer suyo ( ).


La adulacion comienza siempre cegando á' los
hombres. indagando cuidadosamente cual es el dé-
bil 4..aquellos á quienes . pretenden engañar , los a-
duladores al fin lo hallan ; estos comparados
á los ladrones nocturnos, cuyo primer cuidado es
apagar las luces en las casas donde entran á ro,
bar. Antistenes decia con igual própic.;dad , que las
rnujeres : cr» .tJsanas. desea?? á SUS anffintes, todos .loS
bienes , ménos
,sabiduría. Los adula:,


dore rnismó,:árltodos los que quiere.u.-c€
zar en sus redes. Sii.no:. , reconoces en tí, dice De--;
rnóphilo , cualidades apreciables , está bien segun
de quej los otros te adulan. . .


Se ha observado .cóntnucha, razón que los ,iris
detestables tiranos. . han sido siempre los tria5
lados : esto no es de admirar. Los Príncipes mas per
versos son por lo comun los mas vanos, los .rnak
sospechosos y los mas temibles; juntándose entón4:
ces el temor á la bajeza, ,ésta es conducida pcl
aquel fuera de todo límite sin que nunca pueda
ir bastante lejos cuándo se trata de complacer' á
un tirano, que regularmente suele ser tan esnípi-
pido como malvado. La adulacion hace mas orgu-
llosa á la necedad, y da mayor atrevimiento á
la :perversidad ; el .mismo. Poeta dice que es hacer
un gran mal á los tontos , el aplaudirlos (2).


La mas baja adulacion, la mas servil , la mas
insípida no es desagradable á una pequeña alma;
mas para el hombre vano, cuando tiene algun pu-
dor , se necesita una adulacion . mas delicada; es


( ) Shakespear en la Tragedia El Otelo.( 2) Poetce greci ?ninores. Deniophili sentencie. Dion. Cas-


rb v II. 1109
nenetter- titki lVéneríd i litparado por m'arios"' hiák-Sá-


biles l'idtlkiref iuía adtgat lión grosera ofendería, su va-
nidad. Tiberio se etido.lit de hombrosal ver las ba-
jezas' 'que los . Senadoregi poco diestról empleaban
para adularle . ( ).- Aleja: 14dr° mismci; qt.id llevó su
l'oturW , :á' !es niemo dwquelle tuviesen IdiOs ,
reprirdió .algunal Vecel 1y


/rol adciladibres (fue ile4i-L
sonjeak;an con: podál 'deliadeia. La , adulacion es d'eSj
agradable cuando indica demasiada ;bajeza en el
que la prodiga: La adulacion vale bien poco aun
para ;las personas gtnas amantes de ella cuándo prój
viene de un ; :hombre despreciale; para agradadas
es -necesariá rque f.fél adulador ;muestre algun
to , y sobre todo rquc afecte Sinceridad ; asiqué
gua hombre puede apreciar las adulaciones invereo,
símiles•; . porque:;11empre ;: deseá :que --estas••tengan ; al-
menos' algunos 'visos dé :verdaderasilu<


como fue e , indica siempre
bajeza en el 4tie ri . la prodiga-, y; necia vanidad en
el que s'e deja :Alorpretider de ella. A primera ; vis-
ta parece .qu• el •-;aduladochace á la persona á quien
adlila -un lentero---Iradrifició -; de', su orgullo y de su
amiiOr mas-'esto rió' es porque esté libre de
estósicioni,-. sino . porque sabe •reprimirlos y ocul-
tarlo. Nada es mas comun Ve ver á los esclavos
mas humildes en presencia del dueño , usar con
sus Ulteriores ; la mas insolente altanería. Aunque la


•11111•••••n•


sio , hablando. de Seyano , observa , que cuanto los hom-
bres son mas necios y faltos de mérito , tanto mas ham-
brientos y codiciosos son de adulacion y de respetos. Dion
Cass. Histor. in Tibcr, , lib. 58. cap. 5. pag. 879.


(t ) Mettiorix proditur , Tiberiurn •, qttorierts curia egrede-
fetur , gnecis verbas in hunc •modum eloqui solitum : ó homi-
nes ad servituten3 pacatos ! scilicet , qua libe • ta-
tem publicara nollet , proiectce servientiurn patietIti(e ttedeliar,
TACIT. ANNAL. Lib. 5. cap. 65. in fine.




SEC,CJON ;[II.
ambición, sea fruto del, orgullo, , tambien se


á, la lisonja para conseguir, la faqgítad de a-
batir á los otros, y cine


.
sientan;


el peso de su po-
der subalterno..-Ninguno mas


• soberbio y feroz queUn,_esclavo , el cual se .desquita con los otros de
Iolijultrajes, que recibe de ,aquellos :


quienelf•por
necesidad; adulaaBumillándóse hasta la,iIierra; ;


re-
cobra el' adulador mayor ímpetu y violencia.


Algunos ríjidos Moralistas han sido de opinion
que jamás era lícito mentir aun cuando se tra-
tase deJaesalid del universo entero. Pero una Mo-
ral mas-.knana en la propnesilkbpótesis,-, hallar
ría mui ,dur a- • :éeinsociableeuna!páxima,i tán-abso-
luta. Una disimulacion -que salvase al jénero hu-
mano ¿ no sería la accion mas noble de que fue-
se un hombre capaz? Una disimulacion que sal-
vase á la Patria ¿no sería una accion mui virtud-
sa y 'digna de un buen,cludadano ? Una verdad qne
la destruyese ¿ no sería un crimen horroroso ? Una
disimulacion que salvase la vida . de un padre, de
un amigo , de un hombre inocente injustamen-
te oprimido ¿ podría ser mirada corno- un delito por,
un hombre: justo y sensato ? La;


:virtud es sienfIT
pre t4til áah$




-Oriaturas de nuestra. especie. Uná.yer--
dad perjudicial á uno y sin provecho para so-
ciedad, es un mal verdadero: una disimulacion
útil á los que debernos amar, y que á ninguno
es dañosa , no es vituperable en manera alguna.


La mentira igualmente se halla en las acciones
que en las palabras. Hai hombres cuya conducta es
una mentira contínua. La hipocresía es una verda-
dera mentira en las acciones y en las palabras, cuyo
objeto es engañar, mostrando en la esterioridad unas
virtudes que el hipócrita no tiene. El malvado mas
decidido y resuelto es mucho ménos peligroso que
el pérfido que nos engaña con la máscara de la virtud,
porque contra aquel puede uno precaverse, en lugar


CAPITULO VII.
de que es casi imposible preservarse de los golpes im-
previstos del hombre que nos deslumbra con esterio-
ridades engañosas. El hipócrita con razon es compara-
do al cocodrilo, el cual, segun dicen, como que llo-
ra y se lamenta de los que quiere y está pronto á
devorar.


La hipocresía requiere mucho arte para engañar
por largo tiempo sin deponer la máscara que la encu-
bre; y asi es cien veces ménos costoso adquirir las
virtudes que la hipocresía afecta, que no el mostrar-
las en la apariencia. De cuantos tormentos y afren-
tas se librarian los hombres, si fuesen mas verídicos
ó siguiesen la máxima de no parecer sino lo que
realmente son ! Engañar por largo tiempo supone una
atencion y trabajo continuo, de que pocas jentes
son capaces. La mejor y mas sana política consiste
en ser el hombre bueno y sincero.


La traicion es una mentira en la conducta ó en
los discursos: ésta consiste en hacer mal á los que de-
bernos hacer bien, ó á los que habernos engañado con
apariencias de buena voluntad. Ser traidor á la Pa-
tria, es entregar á sus enemigos la sociedad que es-
tamos obligados á defender: ser traidor á un amigo,
es dañar á un hombre á quien hemos asegurado de
nuestro afecto y cariño. La traicion supone una co-
bardía y una depravacion detestable; aquellos mis-
mos que se aprovechan de ella, no pueden apreciar
ni querer á los infames que la cometen. Se busca y
apetece algunas veces la traicion, pero se aborrece
siempre á los traidores, como de quien uno jamás
puede fiarse. Todo tirano es un traidor que daña á la
sociedad, por cuya felicidad está. obligado á velar in-
cesantemente; y todo ciudadano que favorece ó sos-
tiene la tiranía, es un traidor que sus conciudadanos
deben mirar con horror.


La vanidad, de que se hallan inficionados tantos
hombres frívolos y lijeros, produce una infinidad de


TOMO I. 26




202 SECCION I.
mentiras, que se llaman pretensiones vanas é ímperti--:
nentes, las cuales atormentan á los que las tienen,
tanto como á los que se ven precisados á sufridas
en el comercio de la vida. Si la hipocresía y la im-
postura son verdaderas mentiras, es evidente que to-
dos los que manifiestan semejantes pretensiones son
unos verdaderos embusteros. De aqui' es que las
personas sensatas no pueden menos de despreciar á
una multitud de hombres que con su jactancia, su
fatuidad, su afectacion y vanidad introducen de con-
tinuo discordias é inquietudes en la sociedad. Las
tertulias donde las jemes se reunen para divertirse y
solazarse, son regularmente los parajes donde vienen
los embusteros á molestarse recíprocamente con sus
ridículas pretensiones, sus impertinencias y sus ne-
cedades. El uno pretende ser tenido por valiente, el
otro por científico, el otro por virtuoso; mas nin-
guno se afana por adquirir real y verdaderamente
estas cualidades que le harian apreciable en justicia.
Sed lo que quereis parecer; he aquí la máxima que
debe seguir todo hombre sábio y prudente.


Si las vanas pretensiones de los hombres son men-,
tiras que incomodan á la sociedad, y que esta con-
dena por ridículas, hai todovía otras, á las cuales
la misma sociedad muestra un justo horror por los
desórdenes espantosos que producen en ella; de cuyo
número es la calumnia. Esta consiste en mentir con-
tra la inocencia, en imputar á esta falsamente de-
fectos ó acciones capaces de privarla de la estima-
cion pública, y aun de que se la irrogue un injusto
castigo. De donde se infiere que este crímen viola in-
solentemente la justicia, la humanidad, la piedad, y
en una palabra, las mas santas virtudes 5 por conse-
cuencia debe llamar la atencion y el interés todos
los ciudadanos , porque todos están espuestos á los
tiros, manifiestos ú ocultos de la calumnia--


A pesar de- lo horroroso de semejante crimen, es


CAPÍTULO VII. 203
sinembargo mui comun en la tierra ; no habiendo
nada mas digno de admiracion que la prontitud con
que se estiende y propaga entre los hombres. Por un
fenómeno mui estrafio, al primer aspecto los hom-
bres detestan la calumnia, y sinembargo siempre son
sus cómplices y siempre la dan crédito. Para que
cese nuestra admiracion, basta atender á los manan-
tiales de este crimen destructor, corno son la envidia,
la venganza, la cólera, y la malignidad que disfru-
ta un secreto placer en destruir ó conturbar la felici-
dad de los denlas. Por otra parte, la imprudencia,
la superficialidad y el atolondramiento impiden ver
las,,cosas corno son en sí, y prever las consecuen-
cias de nuestros discursos. Las mismas causas que
producen la calumnia, la propagan con la mayor
facilidad; y los hombres que se deleitan en la de-
presion de los otros , la adoptan sin exámen. La
malignidad va sierripre estrechamente unida con la
envidia. El celo de la virtud suele irritar al hom-
bre de bien pero crédulo , contra el calumniado,
de manera que no le deja pesar tranquilamente las
pruebas y testimonios de su causa. En fin, la impru-
dencia , tan comun entre los hombres , hace que
no presten la atencion necesaria en el exámen de los he,
chos que se propalan, sino que los adopten con fa-
cilidad, y que se difundan con la misma, sin prevén
hasta qué punto esta facilidad puede llegar á ser fu-
nesta al desgraciado, de quien se sacrifica la reput4t.
don y tal vez la vida.


Discrecion, reflexion, y un exámen detenido y
maduro , son los únicos medios de preservarse de
un crimen tan detestable en sus efectos, y en el cual
hasta la credulidad se hace culpable. Los Príncipes,
perpetuamente rodeados de hombres envidiosos y
lisonjeros , debieran no dar oídos á los discursos


- que los esponen muchas veces á sacrificar á los how'a
bres mas virtuosos al odio ó la envidia de algunos


117




2U4 SECCION III.
malvados, que solo poseen el arte horroros6 de ha-
cer mal.


Para no dejarse llevar de la calumnia, hasta el
reflexionar sobre las pasiones de los hombres: ade-
mas la esperiencia acredita cuan pocas personas son
capaces de ver bien los hechos mismos de que son
testigos, y cuan pocos cuentan fielmente lo que han'
visto ú oido; muchas veces es dificil comprobar los
hechos que mejor debieramos saber; las circunstan-
cias que nos parecen indiferentes ó de poco valor,
pueden agravar ó atenuar la imputacion : en fin,
todo debe hacernos recelar y desconfiar tanto de los
otros como de nosotros mismos, porque con mucha
facilidad y frecuencia estamos sujetos á engañarnos
con la mejor fe del mundo.


Todo, pues, debe hacernos conocer hasta qué
punto la mentira puede ser funesta bajo cualquiera
forma que -se presente: la mentira produce la mala
fe, la perfidia, el fraude, la doblez, las charlata-
nerías, los engaños de toda especie, y las fábulas y
patrañas de que tantas naciones se alimentan. Si la
veracidad, como hemos visto, es una virtud nece-
saria, todo lo que conspire á engañar á los hombres
debe ser vituperado. Ademas, todo impostor alarma
el amor propio de los denlas, porque ninguno quie-
re ser engañado , y cada cual procura vengarse
del hombre que ha pretendido engañarle. El afec-
to que se le profesaba, se convierte en aborreci-
miento y desprecio ; la venganza del amor pro-
pio ultrajado, injusto muchas veces , llega al estre-
mo de negar al que nos ofende todo mérito y toda
virtud.


Guardémonos, pues, no solo de engañar á los
hombres, sino tambien de mantenerlos en sus erro-
res, porque no hai preocupacion, no hai mentira, no
hai impostura, que no acarree á los hombres las con-
secuencias mas transcendentales. Aunque no siem.-


CAPÍTULO VIL 205
pre debemos decir todas. das verdades á los hombres
en particular, porque niuchas veces les serian inú-
tiles y dañosas, somos, sí, constantemente deudo-
res de la verdad á la sociedad, como que es luz
y guia de ella : la mentira no se proporciona á.
sí misma sino una utilidad pasajera; se puede ocul-
tar al hombre la verdad y disimularsela en algun
caso por su beneficio; pero jamás puede ni debe en-
gañarse á la sociedad toda entera por su bien , pues
para esta los errores jenerales tienen siempre unas
consecuencias que transcienden hasta los siglos mas
remotos (1).


CAPÍTULO VIII.


De la Pereza. De la Ociosidad. Del Fastidio y sus
efectos. De la pasion del ruego, ec. •


Todos los hombres miran el trabajo como una pe-
nalidad, de la que quisieran eximirse. El hombre la-
borioso, obligado á ganar el pan con el sudor de su
rostro , tiene envidia del rico. dado á la ociosidad,
siendo asi que éste tiene mas de que lamentarse . que
no él. El pobre trabaja para acumular, con la es-
peranza de que descansará algun dia. Las preocupa-
ciones de algunos pueblos hacen que los hombres mi-
Ten el trabajo como vil y bajo , y como el atributo
despreciable de los. desgraciados (2). En una palabra,


•nn•....1.•n••n•
••nn•nn•••n






(1) Véase la Seccion IV.. de esta Obra: cap._ X.(2) En los paises cálidos, los hombres son indolentes y
perezosos , y por . consecuencia esclavos, indijentes , displi-
centes y miserables. La maxima de los habitanteS'del Indos-
tan es, que mas vale estar parado , que andar ; acostarse,,
que sentarse; dormir , que velar; y morir, que vivir. El Go=
bienio, aun mas que el clima, hace á los hombres indolentes




206 SECCION III.
se advierte jeneralmente en los hombres una inclina-
cion natural á la pereza, la cual, mirada bajo su
verdadero aspecto, es en la realidad 11 I] vicio, una
disposicion dañosa para nosotros y para los (lemas,
que la Moral condena, y que nuestro propio interés,
asi como el de la sociedad, nos obliga á combatir
infatigablemente. La apatía, la indolencia, la moli-
cie, la neglijencia, la flojedad, la aversion al trabajo,
la ignorancia son cualidades que nos hacen inútiles y
despreciables al cuerpo de que somos miembros, y
que nos imposibilita conseguir el bienéstar que todos
naturalmente apetecemos. En fin, si, como hemos
visto, la actividad (5 el amor al trabajo es una virtud
real, es evidente que la inaccion y la holgazanería
son vicios 6 violaciones de nuestros deberes. Los hom-
bres viven en sociedad para trabajar en beneficio de
su mutua felicidad.


La pereza , la neglijencia, la inercia son ver-
daderos crímenes en los Soberanos, destinados á ve-
lar incesantemente sobre las necesidades los inte-
reses y la felicidad de las Naciones. La ociosidad
y la apatía son vicios vergonzosos en un padre
de familia , encargado por la Naturaleza de traba-
jar para el bienéstar de los que le están subordi-
nados. La pereza es un defecto punible en los cria-
dos , que se han obligado á servir y trabajar pa-
ra sus amos. Todo hombre que recibe recompen-
sas y beneficios de la sociedad, se obliga por su
parte á contribuir , segun sus fuerzas, á la utili-
dad pública , y será un ladran si faltare á sus pro-


y perezosos. El despotismo cria esclavos sin aliento ni valor;
ó forajidos que infestan los paises. Esta es la verdadera causa
y orijcn de la pereza


'


de la miseria , y de los desordenes
de ciertos Estados de la .Europa, los mas favorecidos de la
Naturaleza.


CAPÍTULO VIII. 107
mesas. El trabajador el. artesano , el jornalero,
han de trabajar, So pena de morirse de hambre,
ó ser víctimas de los delitos que su pereza- les ha-
rá cometer tarde cí temprano.


Nunca., dice Xenophoute, el alma entregada á
la pereza produce nada -.bueno: un adagio- rpui- sa-
bido nos dice que la ociosidad es madre . .de • todos
los vicios. De ella, :en:-efecto ,. nacen los-- mas lo-
cos caprichos, los gustos mas depravados, los pla-
ceres mas insensatos , los dispendios mas estrava7-
gantes; recUrsos -todos para.:asuplir la falta: de ocu-
paciones útiles , las. cuales impedirían á los Prínci-
pes, á los ricos y á los .grandes el tener que su-
frir el peso de la ociosidad que los- abruma. No
hai , dice Demócrito , una carga mas pesada que la
pereza. Seguramente, la pereza va siempre acom7
pañada del fastidio, suplicio riguroso de. que se va-
le la Naturaleza para castigar 1-los que Tensan el
trabajo.


El fastidio es ' . aquella languidez , aquella para-
lisis mortal que produce en el hombre la falta .de
Sensaciones variadas y agradables.- para evitar el
fastidio, es necesario que los- órganos', tanto este-
riores como interiores de la- máquina humana , se
hallen en acciona. -de modo que se ejerciten sin do-
lor. El fierro se énmoece sino se le frota de con-
tinuo , y lo mismo sucede á los órganos del hom-
bre; el demasiado trabajo los desgasta , y la ocio-
sidad -los hace perder la facilidad 6 el hábito de
cumplir el oficio á que estan destinados.


El pobre trabaja corporalmente para subsistir :
luego que sus miembros cesan de trabajar, trabaja
su espíritu ó su pensamiento, y corno regularmen-
te este espíritu carece de cultura, su falta de o-
cupacion le conduce al mal : sólo el crimen puede
suplir al trabajo corporal, una vez abandonado el
trabajador á la pereza. Todo perezoso dice Phoci-




ZUb
SECCION


-lides, lie ná ,
sus manos prontas al robo (1).


El hombre opulento , á quien su estado dis-
pensa del trabajo corporal , tiene su imajinacion
en un perpetuo movimiento. Atormentado incesan-
temente de la necesidad de sentir, busca en sus ri


•qUezas medios de variar sus sensaciones , y mu-
chas veces recurre á ejercicios bien penosos : la ca-
za , el paseo , lis espectáculos, :la_
da , los placeres sensuales , la Isolucion dan á su
-máquina sacudimientos variados , que por algun
tiempo pueden mantenerle en•1a. actividad necesa-
ria í su bienestar ;- pero luego que los objetos que
le conmovian agradablemente , han producido en
sus sentidos el efecto de que eran capaces, sus ór-
ganos se cansan y fatigan con la repeticion de u-
nas mismas sensaciones; estos necesitan nuevos mo-
dos 'de- sentir 1 -, agotada- la naturaleza con el a-
buso de - los plateres que produce , queda sumerji-
do el rico imprudente en una mortal languidez.
No hai , decia Bion, quien tenga mas penalidades
que' aquel que no quiere tener ninguna.


El buei que trabaja , es ciertamente un animal
mas apreciable ., 6 mas útil que el rico 6 el grande
ociosos. Lo mismo que la vida del cuerpo , la vi-
da social consiste en una accion continua. Los hom-
bres que nada hacen en obsequio de la sociedad,
son unos cadáveres capaces de inficionar á los vi-
vos. Vivir, es hacer bien á sus semejantes , es ser
útil , es obrar de un modo conforme al bien de la
sccedad. 1 .. i4migos! ¡yo he perdido este diez
Ina el buen Tito cuando no habia tenido ocasion
jde hacer algun bien á sus súbditos.


(1) PHOCYLID. CARA!. vers. í44. El trabajo, dice mas
adelante , aumenta la virtud. El que no sabe cultivar las
-a ta , debe trabajar con la hauda: vers 147.


CAPÍTULO VIII. 209
Sitien-largo, por una estrafía fatalidad, los Prín-


cipes, los ricos y los poderosos de la tierra que
deberían alentar y vivificar las Naciones , se aban-
donan poi:. lo comun á la indolencia , siendo unos
cuerpos muertos , incómodos para los que les ro-
dean; d si se ocupan de algun modo , y dan con
la accion indicios de que viven , es para turbar
la tranquilidad pública. La desocupacion habitual
en que vejetan los ricos y los grandes es visiblemen-
te el verdadero orijen de los vicios que los cor-
rompen , y que comunican 'a los denlas. Escitar to-
dos los ciudadanos al trabajo, ocuparlos útilmente,
y perseguir é infamar la o-:losidad , es y debe ser
uno de los primeros cuidados de todo buen go-
bierno.


La curiosidad tan inconstante y siempre insa-
ciable que reina en las sociedades opulentas, es u-
na necesidad contínua de esperimentar nuevas sen-
saciones , capaces de dar algunos instantes de vida
y movimiento á unas máquinas entorpecidas : esta
necesidad llega á ser tan imperiosa, que para sa-
tisfacerla arrostra el hombre peligros é incomodida-
des innumerables: esta necesidad es la que lleva los
hombres á bandadas á los espectáculos y á las no-
vedades de toda especie, donde cada uno espera
encontrar algun alivio momentáneo á su langui-
dez habitual. Mas los espíritus vacíos y las almas
incapaces de hallar en sí mismas el bien, encuen--
trae en todas partes este fastidio, que les sigue y
cerca de continuo. Este mismo fastidio hallan en
las diversiones , en las tertulia , en las concurren-
cias bulliciosas y lucidas, en las partidas de jue-
go , y en los mismos convites, cenas y bailes , don-
de seguramente creian gozar de los mas vivos
placeres.
• Sólo en sí mismo puede el hombre hallar un


asilo contra el fastidio. Para prevenir los sinies-
TOMO I. 27




210 SECCION III.
tros efectos de esta fatal paralisis , es menester que la
educacion inspire desde la infancia á las personas
que sin necesidad del trabajo corporal gozan de
la opulencia , el gusto del estudio , del trabajo de
espíritu , de las ciencias y de la meditacion. En
el ejercicio de sus facultades intelectuales se les
puede ofrecer un medio de ocuparse agradablemen-
te, de variar sus recreaciones y de abrirse un ma-
nantial inagotable de placeres útiles á sí mismos y
á la sociedad , que los harían felices , y les gran-jearían el respeto y las consideraciones de todos:
en fin , debe hacérseles contraer el hábito del tra-
bajo de espíritu y de cabeza , con cuyo ausilio sa-
brán algun dia substraerse del fastidio , de que se
ven aflijidas la estólida opulencia, la grandeza ig-
norante , y la depravada molicie.


Habituando á la juventud desde mui temprano á
la refiexion, á la lectura; á la investigacion de la ver-
dad , se le facilita un modo de emplear el tiempo a-
gradablemente para sí, y provechosamente para la
sociedad. Asi se acostumbra el hombre á vivir sin pe-
nalidad consigo mismo, y se hace útil á los demas;
el trabajo mental, cuando por fortuna se aficiona á
él, ocupa sus momentos ociosos, y distrae su alma
de futilidades, vanas puerilidades , gastos ruinosos,
y sobre todo de placeres obscenos ó entretenimientos
criminales, á que recurren los hombres ociosos para
libertarse del fastidio que los persigue.


Todo el mundo se lamenta de la brevedad del
tiempo y de la corta duracion de la vida, al paso que
casi todo el mundo prodiga este tiempo que llama tan
precioso; la mayor parte de los hombres mueren sin
haber sabido gozar verdaderamente de nada. El re-
poso solamente es dulce para el que trabaja; el pla-
cer es sólo delicioso al que no abusa de él (1); las


(1) Voluptatzs


rarior usos.
JUYE:NÁL. SÁTYR. xL vers. 208.


CAPÍTULO VIIL 211.
diversiones mas gustosas llegan á ser insípidas para
el imprudente que se ha entregado á ellas inconside-
radamente. Con pesar se sale de un mundo, en que se
ha perdido lastimosamente el tiempo por alcanzar un
bien que jamás se ha encontrado. El arte de emplear
el tiempo es ignorado del mayor número de aquellos
mismos que se quejan de su rapidez; una muerte siem-
pre temible dá término á una vida, de qué no se ha
sabido sacar partido alguno para su propia felicidad.


La ignorancia es un mal, porque deja al hom-
bre en una suerte de infancia, en una vergonzosa
inesperiencia, en una estupidez que le hace inútil á sí
mismo, y poco ó nada ventajoso para los demas. Un
hombre que no ha cultivado su espíritu, no tiene
otros medios de distinguirse en el mundo que su faus-
to, su pompa, su lujo y su fatuidad; no sabiendo
como emplear el tiempo, á todas partes lleva su dis-
plicencia, su necedad y su presencia incómoda; siem-
pre cargado de sí mismo, se hace molesto y pesado
á los demas; y así es que su estéril conversacion re-
cae siempre sobre pequeñeces indignas de ocupar á
un ente racional. Caton decia mui bien, que los hol-
gazanes son enemigos irreconciliables de las personas
laboriosas: son ciertamente el azote de la sociedad,
y quieren que los otros sufran el mal é incomodidad
que sufren ellos de continuo.


El tiempo, tan precioso y siempre tan corto para
las personas que saben emplearle útilmente, se hace
insoportablemente largo para el ignorante holgazan
que le prodiga á frailes bagatelas, á estravagan-
cías, á conversaciones frívolas, y á ocupaciones mu-
chas veces mas funestas que la ociosidad (1). El jue-


(i) Entrando un dia'el célebre Locke en casa del Conde
Shastesbury, encontró á este Lord y sus amigos enteramente o-
cupados y embebeeidos en el juego. t'asiidiado nuestro Filósofo


. .




212 SECCION III.
go , bueno solo para dar al espíritu descanso por al-
gun tiempo, es para el holgazan una ocupacion tan
seria, que con frecuencia le espone á la pérdida total
de su fortuna: su alma entorpecida necesita sacudi-
mientos fuertes, vigorosos y reiterados, y los halla
solamente en una diversion terrible, durante la cual
está continuamente vacilando indecisa entre la espe-
ranza de enriquecerse y el temor de arruinarse.


La ignorancia y la incapacidad de ocuparse con
utilidad son las que visiblemente producen y perpe-
túan la pasion del juego, tan fatal y temible por sus
deplorables efectos. Un padre de familia, por dar al-
guna enerjia y movimiento á su espíritu, arriesga en
una carta ó un dado su bienestar, su fortuna , la
de su mujer, y la de sus hijos: una vez esclavo de
esta pasion detestable, y acostumbrado á los movi-
mientos vivos y frecuentes que producen el interés,
la incertidumbre y las continuas alternativas del ter-
ror y la alegría, el jugador es ordinariamente un fu-


de haber sido por tanto tiempo mudo espectador de tan estéril
diversion, sacó del bolsillo con aceleramiento su librito de me-
moria, y se puso á escribir con apariencias de atencion y cui-
dado: notándolo uno de los jugadores, le rogó que les comu-
nicase las buenas ideas que acababa de apuntar en su librito de
memoria ; á lo cual contestó Locke dirigiendo la palabra á todos:
"Señores, deseando aprovecharme de las luces y conocimientos
5"que debo prometerme de unas personas de vuestro mérito, me
,,he puesto á escribir la conversacion que habeis tenido por espa-


j cio de dos horas." Esta respuesta avergonzó de tal modo á losugadores, que dejaron los naipes para divertirse de una manera
mas conforme á personas de talento.-


"Debemos , dice Séneca , conceder algun descanso á nuestro
”espi rit u , y renovar sus fuerzas con algunos recreos ; mas estos
',mismos recreos deben ser siempre ocupaciones útiles y prove-
chosas. "Sic nos animuna aliquando debeinus relaxare , et quibusdarn
oblectarnentis reficere ; sed ipsa oblectamenta opera sint ; ex hisquoque, si observaveris , invenies pod possit fieri salutare.


CAPÍTULO 213
rioso, al que nada puede sujetar ni retraer sino es la
pérdida de todos sus bienes.


Segun las convenciones de los juzgados entre si,
se llaman en el mundo deudas de honor las contraidas
en juego. Conforme á los principios de una Moral
inventada por la corrupcion , las deudas de esta na-
turaleza han de ser satisfechas con preferencia á to-
das las demás ; un hombre se cree sin honor, si no
paga lo que ha perdido en el juego sobre su palabra,
mientras que de ningun modo es castigado ó despre-
ciado aunque descuide ó reuse el pagar á los merca-
deres, á los artesanos, y á los pobres jornaleros ;


causando su descuido ó su mala fé el que familias
enteras se vean sumerjidas en la miseria mas pro -
funda!


No son estos solos los peligros del juego; esta
pasion cruel espone á otros muchos. Los favoreci..los
del juego manifiestan serenidad; mas aquellos contra
quien la fortuna se declara, están dominados de la
mas triste melancolia, y algunas veces esperimentan
los furores convulsivos de los frenéticos mas peligro-
sos. De aqui las frecuentes riñas y pendencias que se
mueven entre unos hombres, que buscando en los
principios pasar y entretener el tiempo, acaban no
raras veces. con quitarse la vida.


Aunque el juego no llegase á producir efectos tan
crueles, siempre debe ser condenado, si tiene parte
en él la avaricia y la codicia. ¿Hal cosa mas insocia-
ble y contradictoria que ver á conciudadanos , á
hombres que se llaman amigos y que se reunen
para divertirse, hacer todos sus esfuerzos para qui-
tarse unos á otros una parte de su fortuna ó toda
ella ? Nunca el juego debe llegar al estremo de pro-
ducir una pesadumbre y afliccion al que perdiere.
El juego fuerte supone siempre unas almas vilmente
interesadas que desean arruinarse y aflijirse recípro-
camente.




214 SECCION III.
La ociosidad produce ademas otras muchas es-;


travagancias y crímenes que perturban el reposo y la
felicidad de las familias: ella es la que multiplica la
disolucion de las costumbres, los galanteos, los de-
sórdenes, los adulterios : si tantas mujeres se estra
vían del camino de la virtud, es porque no saben en
manera alguna ocuparse en cosas que serian mas im-
portantes para ellas.


Tales son los terribles efectos que producen á ca-
da paso la ociosidad y el fastidio, que siempre vá en
pós de ella.


Al fastidio deben atribuirse casi todos los vicios,
los escesivos y locos dispendios, y los estravagantes
caprichos de los grandes , de los ricos, y aun de los
mismos Príncipes, los cuales no conocen otra ocupa-
clon que los placeres , y despuls de haberlos pronta-
mente agotado, pasan toda su vida en una langui-•
dez contínua, esperando que otros nuevos deleites
vengan á dar alguna actividad á sus adormecidos
espíritus.


Todo holgazan es un miembro inutil de la so-
ciedad , que no tarda ordinariamente en hacerse
tan dañoso á esta, como incómodo y molesto á sí
mismo (1). Ocupando al hombre de pueblo , sin o-
primirle con un trabajo demasiado penoso , se le
hará su estado mas agradable , y se le preservará
de vicios y delitos. Los malhechores y malvados
no son tan comunes bajo un mal gobierno, sino
porque los hombres aburridos y desalentados con
la tiranía , preaeren la ociosidad á una vida Iabo-


(I.) Por las leyes de Solon estaba permitido á todo ciu-
dadano el denunciar al que no tenia ocupacion alguna. En-
tre los Gimnosoiistas, no se daba de comer á los jóvenes
basta que daban cuenta y razon de lo que habian hecho
durante el dia.


CAPÍTULO VIII. 215
riosa; forzosamente entónces el crimen es para és-
tos el único medio de subsistir.


La ociosidad de un Soberano es un delito tan
grande como la tiranía. Los súbditos de un Mo-
narca holgazan no pueden con sus mas penosos y
ásperos trabajos dar' abasto á las necasidades infi-
nitas , á los inmensos caprichos, y á los vicios que
ha menester para entretener y ocupar el tiempo.


Si á los Príncipes , á los Grandes y á los ricos
se les acostumbrase desde niños á que viviesen útil-
mente ocupados , se les preservaría de las locuras
y escesos, en que los precipitan con demasiada fre-
cuencia la ociosidad y la ignorancia. La pereza y
los vicios de los Grandes son imitados por el pue-
blo; asiqué éste , para satisfacer las pasiones que el
ejemplo le ha inspirado, se entrega ciegamente á
lo malo, é insulta atrevidamente las leyes y los
suplicios.


Ademas de la ociosidad, cuyos funestos efectos
acabamos de esponer , hay todavia una pereza de
temperamento , la cual , por el entorpecimiento y
la inercia que produce , es tan perjudicial como la
inaccion y la incapacidad de vivir ocupado: esta
pereza puede mur bien compararse á un verdade-
ro letargo. Mientras que las otras pasiones imitan
al delirio en su furor y sus accesos , ésta como
que adormece las potencias del hombre; el que es
dominado de ella, se hace indiferente aun para los
objetos que mas interesantes deben ser á todo ra-
cional. Los perezosos de esta especie , lejos de a-
vergonzarse de una cualidad tan poco sociable ,
se aplauden de ella y encuentran un oculto de-
leite y algunas veces se vanaglorían de esto co-
mo si fuesen en realidad dichosos, como si fuesen
en realidad filósofos. •


Es un engaño el creer, dice un Moralista céle
bre, que solo las pasiones violentas 9 como la ambi,




216
SECCION


cion y el amor , son las que pueden triunfar de las
otras. La pereza, por lánguida y macilenta que pa-
rezca , no deja por esto de ser cornunmente la due-
ha y señora de las pasiones ; triunfa sobre los pro-
yectos y sobre todas las acciones de la vida; con-
sume insevsiblemente en sí las pasiones y las virtu-
des (1). El mismo dice en otra parte , que de to-
das las pasiones, la mas desconocida de nosotros , es
la pereza; esta es la mas ardiente y la mas per-
versa de todas, aunque su fuerza sea insensible ,
semi ocultos los daños que causa. Si considerarnos a-
tentamente su poder veremos que siempre domina en
nuestros afectos, en nuestros intereses , y en nues- N,-
tros placeres. La pereza es el pez Remara, cuya fuer-
za, dicen , detiene los navíos. Para dar , en fin
verdadera idea de esta pasion, es necesario decir,
que la pereza es como la bienaventuranza del alma;
que la consuela en todas sus pérdidas y equivale á
todos los bienes D- todos los defectos , el
que con mas facilidad confesamos , es la pereza; per-
suadidos de que participa de todas las virtudes so-
ciales y pacíficas , y que , sin destruir enteramen-
te las otras, no hace mas que suspender su accion.


A mas de esto , los que se hallan poseidos de
esta suerte de pereza , hacen de ella un mérito y
una virtud. Mas esta apatía del corazon, esta in-
diferencia por todo , esta privacion de toda sensibi-
lidad, este desapego del aprecio y de la gloria no
pueden ser mirados de ningun modo como virtudes
morales ó sociales: un sér verdaderamente sociable
debe interesarse en la felicidad y en las desgracias
de los hombres ; debe compartir sus placeres y sus
penalidades; debe adherirse fuertemente á la justi-
cia ; debe estar siempre dispuesto á prestar á sus


(1) Reflexiónes Morales cla D. dela Rochefoucauit.


CAPÍTULO.VIIL 211
semejantes los servicios y ausilios de que sea capaz, -
El perezoso es un peso inutil sobre la tierra, y un
muerto en la sociedad. El no puede ser ni buen
Príncipe , ni buen padre de familia, ni buen ami-
go , ni buen ciudadano. Un hombre semejante,
reconcentrado en sí mismo , sólo existe para sí.
Una vida enteramente ociosa , la pereza filosófica
de los Epicureos , la apatía de los Estoicos , elo-
jiadas por tantos Moralistas, son vicios reales y
verdaderos , porque todo hombre que vive con los
hombres , vive con ellos para serles útil. Solon que-
ria que todo ciudadano que reusára tomar parte
en las facciones de la República , fuese separado
de ella como un miembro corrompido. Si esta ley
parece demasiado rigorosa , sería bueno al ménos
que todo ciudadano indiferente á los males de su
patria , ó que en nada contribuye á su felicidad,
fuese castigado con el desprecio de los hombres (1).


CAPÍTULO IX.
De la Relajacion de las Costumbres. De la Diso.


lucion. Del Amor. De los Placeres deshonestos.


El hombre social, como se ha repetido mu-
chas veces , debe , por su propio interés y el de
sus asociados , refrenar sus pasiones naturales , y
resistir el ímpetu desordenado de su temperamen-
to. 'Nada es mas natural al hombre que el amar
el placer ; pero enseñado por la esperiencía , hu-
ye de los placeres que sabe pueden cambiarse en


( I ) »La pereza y la indolencia , dice Derrióstlienes , tan .
»to en la vida doméstica como en la vida civil , no llegan
ȇ conocerse desde luego en el descuido de uno y otro de-
»ber, sino en la suma total de ellos. DEMOSTH. PMILIPPIC. IV.


TOMO 28




lis SECCION III.
penalidades, terne dañarse á sí , y se abstiene de
todo lo que puede hacerle perder la estimacion de
sus semejantes.


Esto supuesto, deben contarse en el número
de los vicios todas las disposiciones y cualidades
que bien sea inmediatamente , ó por sus conse-
cuencias necesarias , puedan perjudicar al que se
entrega á ellas, ó producir alguna turbacion en la
sociedad. Muchos hombres son esclavos de sus mas
perversas inclinaciones, porque no raciocinan so-
bre sus acciones ; el vicio es duro, áspero é in-
consideraió , en vez de que la razon y la equi-
dad mantienen igual y justa la balanza. Los hom-
bres son viciosos, porque sólo piensan en lo pre-
sente.


El amor , esta pasion tan locamente alabada
de los Poetas , y tan deprimida de los Filósofos,
es un afecto inherente á la naturaleza del hom-
bre- es efecto de una de las mas urjentes nece-
sidles; mas si no se contiene dentro de límites
justos , todo nos muestra que es el manantial de
los mas espantosos desastres. La naturaleza ha
hecho dependientes del amor la conservacion y
multiplicacion de nuestra especie, y por consecuen-
cia - 1a conservacion y felicidad de la sociedad: a-
signe el hombre y los animales son sensibles al


. a-
mor , y buscan con ansia sus placeres; pero la es-
periencia , la templanza y la prudencia nos ense-
ñan y nos habitáan á resistir y refrenar las insti-
gaciones de un temperamento impetuoso, ó de una
naturaleza siempre ciega , cuando no vá guiada de
la razon.


Hablando.
de la templanza , hemos probado su-


ficientemente la importancia de esta virtud en la
conducta de la vida ; sin ella el hombre, arras-
trado de continuo por el atractivo del placer , se-
ría siempre y constantemente enemigo de sí mis-


CAPÍTULO IX. 21 9
mo, é introduciria el desorden en la sociedad. He-
mos hecho ver igualmente las ventajas del pudor,
centinela respetable de las costumbres , y hemos
probado asimismo, que ocultando los objetos ca-
paces de escitar pasiones destructoras, el pudor o-
ponia fuertes y felices obstáculos _:á la fogosidad
de la imajinacion á veces indomable , cuando se
acalora y enciende.


Regularmente el amor es un niño criado en la
ociosidad y blandura , y ya hemos indicado que
esta pasion conduce á los hombres á la disolucion,
y se hace en ellos hábito y necesidad : esta pasion
llena el vacío inmenso que la ociosidad deja co-
munmente en la cabeza de los Príncipes , de los
Ricos, de los Grandes , y 'particularmente de las
mujeres del gran mundo, á quienes su estado con-
dena al parecer á la inercia y la molicie. Hé aquí,
corno se ha visto , el verdadero orijen de la galan-
tería, frutó por otra parte necesario de la comu-
nicacion demasiado frecuente de los dos sex6s. La
galantería en los hombres desocupados , es el de-
seo de agradar á todas las mujeres , sin amar con
verdad ninguna. Por inocente que parezca este
trato fraudulento, como fundado en la urbanidad
y buena crianza , en la deferencia y en las consi-
deraciones debidas al bello sexñ, no deja por esto
de ser mui peligroso en sus efectos : porque debi-
lita las almas de los hombres (1) , y dispone á
001•n••nn


( ) César nos enseña , que los antiguos jermanos apre.
ciaban sobremanera la castidad , como virtud que fortifica
á los hombres , y que declaraban infames á los que antes
de la edad de veinte años conocian los deleites del amor.
Segun el Padre Laffiteau , los jovenes, entre los salvajes,
no pueden usar del matrimonio sino un año despues de su
celebracion. Les tylocurs des Saurages , par le P. Laftiteau :
y César de Bello Galtico , lib. VI. .cap. 21. casi al principio.


. .




220
SECCION III.


las mujeres á familiarizarse con las ideas que puee
den acarrearles consecuencias las mas funestas. La
debilidad no está segura sino evitando el peligro:
es mui dificil que una mujer espuerta de conti-
nuo á las seducciones de un gran número- de soli-
citadores , tenga la fortaleza necesaria parw : resis-
tidos. Nada es mas importante que el prever y
precaver los peligros de que la virtud , en un mun-
do depravado, se halla continuamente rodeada.


Si , como se ha demostrado antes , el hombre
solitario , esto es , considerado con relacion á sí
mismo , está obligado á resistir á los impulsos de
una naturaleza ciega y brutal , y á oponerle las
leyes de una naturaleza mas esperimentada , se si-
gue de aqui que el hombre en cualquiera situacion
que se encuentre, debe, á fin de conservarse, com-
batir y refrenar los pensamientos y deseos que le
harian abusar de sus fuerzas con daño siempre
de sí mismo. De donde se infiere, que los place-
res del amor están prohibidos al hombre ó la mu-
jer solitarios: el interés de su conservacion y de su
salud exije que no hagan abuso de sí mismos , y te-
man contraer hábitos ó necesidades que no podrian
satisfacer sin que algun mal irremediable fuese la -
consecuencia de ellas. La esperiencia nos acredita,
en efecto, que el hábito de obedecer á los capri-
chos de un temperamento demasiado fogoso, es de
todos los hábitos el mas contrario á la conserva-
cion del hombre, y el mas dificil de estirpar. Se in-
fiere de esto que la templanza , la continencia y la
pureza deben acompañar al hombre aun en lo escon-
dido de un desierto inaccesible al resto de los humanos.


Esta obligacion adquiere todavía mas fuerza en
la vida social, en la cual las acciones del hombre no
solamente influyen en sí mismo, mas tambien son
capaces de influir en los otros. La castidad, la con-
tinencia, el pudor son cualidades respetadas en todas


CAPÍTULO IX. 221
las naciones civilizadas; la impureza, la disolucion,
la impudencia son, por el contrario, jeneralmente
miradas como vergonzosas y despreciables. ¿Se fun-
dará acaso esta opinion en preocupaciones , ó en con-
venciones arbitrarias? Nó: ella tiene por base la es-
periencia la cual nos prueba sin desmentirse nun-
ca que todo hombre entregado por hábito á la diso-
lucion, es comunmente un insensato que se pierde,
y que es incapaz de ocuparse útilmente en beneficio
de los demas. El disoluto, atormentado de una pa-
sion esclusiva, irrita continuamente su imajinacion
lasciva, y sólo piensa en los medios de satisfacer las
necesidades que esta imajinacion le crea. Una donce-
lla que ha llegado á violar las reglas del pudor, y
-que está dominada de su temperamento, aborrece el
-trabajo, ,e1 enemiga de toda reflexion, se mofa de la
.prudencia, es incapaz de ser una madre atenta y la-
boriosa , y sólo piensa en el deleite sensual: 6 cuan-
do con el contínuo abuso este deleite pierde en ella
su aliciente, entónccs sólo trata de sacar provecho
de la venta de su hermosura.


Para conocer los efectos que la disolucion , el
gusto habitual de los placeres y la relajacion deben
causar en las almas virtuosas, basta examinar los re-
sultados de estas brutales cualidades en aquellos que
la suerte ha destinado á gobernar los Imperios , las
cuales destruyen visiblemente en ellos toda actividad,
adormeciéndolos en una contínua molicie, que muchas
veces, mas que la crueldad, arruina los Estados.
¿Qué atenciones pueden esperar los Pueblos del Asia
de sus voluptuosos Sultanes perpetuamente ocupa-
dos en los asquerosos placeres de sus serrallos, don-
de se sujetan y esclavizan á los caprichos y artificios
de sus favoritas ó sus Eunucos? Bajo un Neron ,
un Heliogábalo, Roma fué un lupanar, donde las in-
fames prostitutas, desde el centro de la disolucion,
decidían de la suerte de los ciudadanos , disipaban las




zzz
SECCION


rentas del Estado., y distribuían los honores y gracias
á hombres, en quienes la corrupcion ocupaba las ve-
ces del mérito, del talento y de las virtudes. Una Na-
cion es perdida (1) , Cuando la relajacion de las cos-
tumbres, autorizada con el ejemplo de los Gefes y
recompensada por ellos , llega á ser universal ; entón-
ces -


el vicio descarado y .atrevido izo se cubre ya con
las sombras del misterio, y la disolucion corrompe y
contamina todas las clases de la sociedad: poco á po-
co la misma honestidad, puesta en ridículo, tiene que
sonrojarse. de sí _misma.


El horror y el desprecio , debidos á la disolucion,
se fundan justamente en -sus efectos naturales : las
ideas que tenemos de sus infelices víctimas, no son
ciertamente efecto de la preocupacion. En las socie-
dades donde la virtud y el honor de las mujeres de-
penden del cuidado que tienen ellas de conservar su.
castidad, donde la educacion las arma y mortifica
contra la flaqueza de sus almas ó la fuerza de su tem-
peramento, se puede naturalmente suponer que una
jóven que ha quebrantado las lindes del pudor, está
perdida sin remedio, para nada vale ni sirve, y no
puede ser mirada en adelante .sino corno el instru-
mento venal de la lascivia pública: Por consecuencia
una prostituta está escluida de los concursos decen-
tes; es un objeto de horror para las mujeres honestas;
ningunos respetos merece aun de aquellos mismos que
por ser disolutos no son escrupulosos en tratarla; des,
terrado, por decirlo asi, de la sociedad, se vé obli-
gada á abandonarse á la disipacion, la intemperan-
cia, el luxo y la vanidad. Incapaz de reflexionar y
falta de prevision, sólo vive en el dia presente, no
piensa en el de mañana, se acaba y consume con sus


(1) Desinit esse remedio locus , ubi que fuerant vitia, mores
surca. sr.NEc. Epist. 39. in fine.


CAPÍTULO 1X. 223
escesos, ó arrastra dolorosamente hasta el sepulcro
una vejez indijente, enfermiza y despreciable.


Sinembargo, en obsequio de estos objetos de ódio
y de desprecio vernos todos los dias á tantos ricos y
á tantos grandes abandonar sus amables y virtuosas
esposas, arruinarse voluntariamente, y no dejar á su
posteridad sino deudas y trampas, Ilas la virtud no
ejerce sus derechos en las almas- corrompidas con la
disolucion; los hombres depravados desconocen los
hechizos del pudor y la honestidad, y necesitan de
impudencia y descaro; el vicio descubierto y los co-
loquios obscenos y torpes los han disgustado para
siempre de toda conversación honesta y de una con-
ducta reservada. Vé aqui porque los maridos liberti-
nos prefieren las mas veces una cortesana comun y
sin mérito á esposas dotadas de prendas y virtudes;
pero que no les proporcionan los mismos placeres que
encuentran, por un gusto perverso y corrompido, en
el trato y comercio con las prostitutas, á quienes
ellos no pueden ménos en su interior de aborrecer y
despreciar, abandonándolas á su desgraciada suertel,
cuando han llegado á fastidiarse de ellas.


Tales son las consecuencias del amor desarregla-
do; á este envilecimiento deplorable son traidas las im-
prudentes jóvenes por los infames seductores, á quie-
nes las leyes debieran castigar. Pero en la -mayor
parte de las naciones, la seduccion no es tenida por
delito; los que la cometen, se vanaglorian de ella
corno si fuese un triunfo, y hacen alarde de las victo-
rias que consiguen de un sexó frájil y crédulo, cuya
debilidad parece que autoriza para engañarle del mo-
do mas cruel. ¿Cuánta debe ser la depravacion de
las ideas en aquellas naciones, donde á semejantes
acciones no se imponen ni castigos. ni infamia? ¿Qué
almas tendrán esos mostruos de lujuria, cuyos aten-
tados son causa de la desolacion y afrenta de fa-
milias virtuosas? ¿Hai una crueldad mayor que la




224 SECCIGN
de esos disolutos que por satisfacer un deseo, mo-
mentáneo, entregan por tOda , su vida las víctimas que
han seducido al oprobio, al llanto y á la miseria ?
Mas la disolucion , cuando ha llegado á ser habi-
tual , aniquila la piedad en el corazon y la refle-
xion en el alma ; y multiplicando los escesos sofo-
ca en el libertino los remordimientos que los pri-
meros delitos han podido causarle. Por otra par-
te , siendo tan ciego que no vé los males que se
hace á sí mismo, ¿ cómo ha de acriminarse y ar-
repentirse del daño que causa á los demas ? h


Los que miran la relajacion y disolucion de
las costumbres corno cosas sobre que un gobierno
debe cerrar los ojos , ¿ han reflexionado con toda
atención y seriedad sus consecuencias ? ¿ No se
ven á cada paso familias enteras arruinadas por pa-
dres libertinos , que no transmiten á sus hijos -si-
no sus gustos depravados , con la imposibilidad de
satisfacerlos ? Unos ejemplos tan frecuentes ¿ no
prueban y convencen el esceso de ceguedad y de
locura á que conducen las mas veces las inclina-
ciones vergonzosas ? La mayor fortuna no puede
resistir á la seduccion de estas sirenas , á la vo-
racidad de estas arnbrientas harpías , cuando han
llegado á dominar y apoderarse del alma de un
disoluto. Nada es bastante á satisfacer los deseos
desenfrenados , los estravagantes caprichos , la va-
nidad impertinente de unas mujeres que no cono-
cen reglas ni medida. La ruina completa de sus a-
mantes es el sólo término de sus estafas : entónces
el necio arruinado y perdido no puede menos de
ceder su lugar á un nuevo mentecato , el cual,
cuando le llegue el turno, será tambien robado y
destruido : tales son el amor y la constancia que
los amantes insensatos pueden esperar de estas cria-
turas viles y mercenarias que merecen su loca a-
ficion.


C TüL0 IX. 22g
Si el' libertinaje prOdUce diariatnente tan de-


plorables, efectos aun Irles ricos y á las personas mas
acomodadas ¿que daños no producirá fá las jentes de
una fortuna limitada-? El libertinaje embrutece al
hombre de letras adormeciendo su talento : distrae
al mercader de su comercio , yi le transforma en
un bribon : 7 saca' ;a.rtista cle'scr, taller : hace que
el jornalero se : Idisgáite del trabajo que necesitalpa-
ra su diaria subsistencia : en fin, el libertinaje, ar-
ruinando al hombre opulento, conduce al trabaja-
dor al hospital ó á la horca. Pocos son los mal-
hechores cuya pérdida no hayad-contribuido en
mucha parte las mujeres de mala vida. Un mi-
serable, las mas veces , roba, asesina, y cornete
atentados para saciar la vanidad ó las necesidades
de una prostituta , que le arrastrará tarde ó tem-
prano al suplicio.


A estedesarreglo de costumbres deben atribuir-
se ordinariamente las frecuentes pendencias y los
sangrientos desafios, que llevan al sepulcro á tantos
jóvenes aturdidos. ¡Cuántos imprudentes coléricos,
por unos necios zelos , tienen la cruel estravagan-
da de arriesgar su misma vida , disputándose los
favores- públicos, comunes y despreciables de una'
vil prostituta ? ¿ No se necesita tener las mas estra-
fías ideas del honor, para fundarle en la posesion
de estas mujeres disolutas que son del primero que
llega ? Mas es propio del amor , ó mas bien de la
disoluta relajacion , el no dar, lugar á reflexiones
juiciosas, y pensamientos racionales.


Prescindiendo del justo desprecio que el liber-
tinaje ocasiona á los que se entregan a él ; pres-
cindiendo del decaimiento del ánimo que produce,
lá Naturaleza cuida de castigar de un modo di-
recto á los imprudentes, en quienes las ideas de ho-
nestidad y de razon no pueden reprimir sus incli-
naciones desarregladas. La juventud debiera estre-


TOMO I. 29




225.
S E C


mecerse á., vista de . las -enfermedades espantosas' con
que el placer sensual - .le . amenaza, y al contern---
piar que los frutos de sus desórdenes pueden ade-
mas infestar su mas remota descendencia; pero es-
tas consideraciones no tienen fuerza en erahna de
estos hombres embrutecidos


.
que y aún - 1.costa de.


su misma vida, procuran satisfacer sus ab-Cimina.i
bles y vergonzosas pasiones. El vicio es un tira:
no que da á sus esclavos un fatal valor


. , capaz
de hacerles arrostrar las enfermedades y aun la
muerte.


No parece sino que todo enla sociedad escitayfo-:
mento ;, .particularmente en los Ricos, y Grandes ,:eir
gusto funesto del vicio y de la sensualidad. La
ducacion pública, los discursos obscenos, los espec-:
táculos .


poco castos (1) , las novelas amorosas , y
los malos ejemplos contribuyen incesantemente
sembrar en los corazones la semilla de' la disolu-
cion ; una corrupcion contajiosa se introduce en:•
ellos por todos los poros , y muchas veces sus al-
mas están ya dañadas y corrompidas , aun antes
de que la naturaleza . haya dado á los órganos del


(1) Los Gobiernos , en algunas naciones , como que en
cierto modo autorizan la corrupcion pública con los espec-
táculos licenciosos. El Teatro Inglés es ciertamente una es-
cuela de prostitucion. Muchas Piezas del Teatro Francés,
como La filie capitaine'i, la fentrne ¡Lige et partir , George Dan.
din , L'Escole des fenimes , dan á la juventud leccio-
nes y máximas contrarias á las buenas costumbres. La O-
pera , en algunos paises, sólo parece que ha sido inventada
para fomentar en los corazones el gusto de la disolucion por
medio de cantos, máximas y bailes lascivos. Las frecuen-
tes paradas , ó revistas militares , hacen perder el tiempo
al pueblo y corrompen sus costumbres. Los Dramas me-
nos licenciosos presentan siempre los mas de ellos á la ju-
ventud objetos capaces de irritar las pasiones.


O.A PÍT U . LO re 227-
-cuerpo la suficiente .consistencia. De aquí esa ve
.jez: precoz que se 'observa , sobre todo, en los Gran-
des y en los habitantes corrompidos de las cortes,
.cuyas razas miserables y endebles anuncian clara-
mente los vicios de sus padres. .!El disoluto no so-
lamente se d.afia-4 ; síanistno , sino que tambien vin-
tela .sia_ debilidadv t 'sus vicios en sus desgracia-
dos descendientes. ::' -


No hablaremos aquí de ciertos gustos estrava-
gantes y perversos contrarios á' los designios de la
naturaleza , de los cuales están infestadas Nacio-
nes enteras. Sólo , sí, -dirétnos• que estos gustos in-
comprensibles parecen sin duda efectos de una ima-
jinacion depravada, la cual para reanimar los
sentidos desgastados con los placeres comunes, los
inventa nuevos-y capaces de avivar por algun tiem-
po á los infelices , á quienes su debilidad y ani-
quilamiento :han reducido á la desesperacion. De es-
te modo la- nátbraleza se venga de los que abu-
san de los deleites sensuales , y los reduce á buscar
el placer poi- -caninos que hacen al hombre -infe-
rior á los brutos. Las disoluciones injeniosas -y
torpementelesIudiada.s 'los Griegos de los Roma-
nos y de tos Orientales (1) , manifiestan. 'que esto
pueblos tenian una irnajinacion falta ya de recur-sos para inventar nuevos deleites que bastasen á sa-
tisfacer el apetito;embotado ya é insensible de unos
enfermos que carecian de estímulos naturales.


( t ) Las relaciones del Oriente nos dicen que, por un
efecto de la poligamia , los Mahometanos ricos , los Persas,
los Mogoles , y los Chinos, se hallan por lo comun de-
caldos y debilitados á la edad de treinta anos, ó entera-
mente insensibles á los placeres naturales ; siendo ésta, sin
duda , la causa de los gustos depravados y vergonzosos que
reinan en Asia.


. .




• "440
SECCION1 U'.


- Se nos preguntará , quizá , qué._ remedios
. 'pue-


den oponerse á la disolucion de las costumbres
tan radicada en algunos paises , que es casi
imposible el extirparla. A esto responderemos;


que
una educacion mas vijilante impediría que la ju-
ventud llegase á contraer unos- hábitos, capaces de
influir en el bienéstar de toda su vida


-e dirémos›,
que los padres , mas arreglados .en su =conducta,
formarian unos hijos menos viciosos: dirémos que
los Soberanos virtuosos influirian con sus ejemplos
en sus súbditos:: cerrando á los vicios


camino
del fiwor, de los . 1honores , ;;dignidades:- y- de
las recompensas, 'Un Príncipe ;conseguiria al momos
disminuir la corrupcion pública y escandalosa que
reina en la Corte , como en su centro y domicilio.
El ejemplo de los Grandes . , siempre imitado fiel-
mente . ck, los pequeñosharia volveaten,breve tiem-
po la honestidad y el -pudor ;desterrados tanto
hace del seno do las naciones opulentas;' estas no
tienen sobre las pobres sino la funesta ventaja de
poseer, muchos mas vicios y torpezas;, y muchas
ménos fuerzas y virtudes.




,f


Cuando hablemos de los deberes de los esposos,
haremos ver los inconvenientes tan terribles como
funestos que resultan á las familias . y á la sociedad
de la infelicidad conyugal , de la coqueteria , y de
esos galanteos, que en algunas naciones familiariza,
das con la corrupcion , se miran temeraria y -osa,
damente como bagatelas , pasatiempos y gracejos.


Si la razon condena la disolucion , necesaria-
mente ha de proscribir todo lo que puede provo-
car á ella ; asiqué la razon prohibe los discursos y
conversaciones licenciosas , las lecturas pedudiciales-,
los trajes provocativos , las miradas deshonestas , &c:
por la misma razon ordena que se aparte la men-
te de aquellos pensamientos lascivos , que podrian
poco á poco conducir á criminales acciones ; estas,


CAPITULO IX. 229
:reiteradas forman'hábitos permanentes que resisten
:á todos los consejos de la razon. Es menester , dice
Isócrates que el hombre cuerdo sujete no sólo Sus ma-
nos , sirio tambien sus ojos.


Como los placeres del amor son los mas vivos
de cuantos la máquina del- hombre puede- esperimen,
tar, , son tambien :por su naturaleza los mas difici-
les de ser reemplazados : por la misma razon la es.
periencia nos manifiesta que son los mas destructores
del hombre; sus organos no pueden sufrir , sin un
notable detrimento, los movimientós convulsivos que
estos placeres les causan. Hé aquí el por qué , arras-
trado por sus hábitos., es regularmente el disoluto
esclavo de ellos hasta el sepulcro ; incapaz ya de sa-
tisfacer sus necesidades inveteradas , su imajinacion
ajitada de continuo no le -permite reposo alguno,
Nada es mas digna de compasion que la vejez en-
ferma y despreciable de los hombres , cuya vida ha
sido consagrada á los placeres.


CAPÍTULO X.
De la Destemplanza 6 Gula.


Todo lo que daña á la salud del cuerpo, todo lo
que perturba las facultades intelectuales ó la razon del
hombre, todo lo que le hace perjudicial 'á sí mismo
ó á los otros, debe ser reputado vicioso y criminal,
y no puede ser aprobado por la sana Moral. Si la
Templanza es una virtud, la Destemplanza es un
vicio, el cual puede ser definido, el hábito de entre-
garse á los apetitos desarreglados del sentido del gus-
to. Todos los escesos del paladar, la glotoneria , y
la embriaguez, deben ser mirados como unas cuali-
dades dañosas á nosotros mismos y á nuestros aso-
ciados.


A la medicina pertenece demostrar los riesgos á




230 SECCION
que la Destemplanza espone al cuerpo ; acorde con la
Moral, ella nos enseña que el gloton, esclavo de una
vil pasion, y sujeto á enfermedades crueles y frecuen-
tes, vejeta en un estado de languidez, y halla por lo
comun una muerte prematura en los placeres que su
estómago no puede resistir.
• La Moral, por su parte, vé en el hombre guloso
un desgraciado, cuya alma, consumida en una pa,
sion brutal, sólo se ocupa en los medios de satisfa-
ceda. En los paises en que el luxo ha fijado su do-
micilio, los ricos, y los grandes, cuyos órganos están
embotados con el abusOaque de ellos han hecho, se
ven reducidos á buscar en los alimentos precoces,. ra-
ros y costosos, los medios de reanimar un apetito es-
tenuado: no abasteciéndoles ya su pais de nadalms-
tantemente agradable , los vemos ocuparse con el ma-
yor empeño en imajinar nuevas combinaciones, ca-
paces de irritar sus paladares entorpecidos ; y poner
en contribucion los mares y los paises mas remotos
para escitar sus desgastados sentidos. Á esta flaqueza
física de la máquina se junta una necia vanidad , que
se finje un mérito en presentar á la admiracion de los
convidados las producciones mas,costosal, con la idea
de darles una alta opinion de la opulencia del que los
regala; éste tiene la noble ambicion de que se diga
que tiene una mesa delicada, y no se averglien za de
participar de una gloria , que sólo debla ser propia de
su mayordomo ú cocinero.


En los placeres de la mesa y en la gloria de ofre-
cer á sus convidados manjares bien condimentados,
raros y costosos, es en lo que sobre todo muchos
hombres fundan su representacion y grandeza ; los
convites suntuosos les parece que demuestran buen
gusto, jenerosidad , nobleza y sociabilidad; el hom-
bre ooulento, y el hombre constituido en dignidad
gozan interiormente de los aplausos que les dispen-
san una multitud de aduladores y de jentes descono-


CAPÍTULO X. 231
cidaS,- que, reunen casualmente y sin eleccidn para
que sean testigos de .su- pretendida grandeza y de su
soñada felicidad. De este modo las casas de los ricos
y de los grandes se convierten en hosterías abiertas
y francas para todo el que llega, cuyos dueños tie-
nen la necedad de arruinar :y consumir su fortuna y
salud en obsequio de unas jentes que apenas conocen ., •
y á los que sinembargo tienen la locura de tener por
amigos. Ningunos mas despreciables que estos ami-
gos de la mesa, atraidos sólo por la buena comida,
y á los-que se les podria llamar con mas razon ami-
gos,.del cocinero, que amigos.de su amo (1): éste, des-e
pties de Jyaber destruido su fortuna, como sucede bar-.
to frecuentemente, se vé sorprendido al hallarse aban-
donado de sus pretendidos amigos; y llega á conocer,
aunque mui tarde, que sólo reunia en su casa gloto-
nes, cuya amistad residia ilnicamente . en su estómá='•
go ,er que en nada le agradecen los escesivos ylocos
gastos hechos en su obsequio 5 ó mas bien en el de su
necia vanidad.


. En efecto, el pródigo como hemos visto, no es-
un hombre benéfico, sino un extravagante, por lo cd=5
mun insensible, que sacrifica sti-fortuna á la manía




de ostentarla: ¿Cómo un hombreverdaderamente sen,'
sible dejaría de arrepentirse de los dispendios enormes
de sus festines, si llegase á reflexionar que estos dis-
pendios bastarian á suministrar lo necesario á muchas
familias indijentes, que apenas tienen un bocado de
pan ? Pero los beneficios de esta clase no le dan al ri-
co el vano esplendor que pide su vanidad; él desea
más ostentar y arruinarse neciamente , que dar un
pequeño socorro á los necesitados y miserables; dis-
curre que su clase ó su empleo le obligan á usar de


(i) Plutarco califica á los amigos de esta especie , de ami-
gos de la marmita.




232 SECCION II I.
prodigalidad' y luxo; y se disculpa con esta obliga-
don de no ocurrir á las necesidades y miserias del
pobre.


Los gastos exorbitantes de los grandes y de los
ricos, y las dilapidaciones y robos de sus mesas, con-
tribuyen tambien á que la suerte .del pobre sea mas
apurada; á estas causas debe atribuirse la carestía de
las provisiones y comestibles de primera necesidad que
se observa en los paises, donde el luxo hace á la po-
breza mas infeliz de lo que es en sí misma. Los con-
tinuos festines, los esquisitos y costosos manjares, y
los robos y desperdicios de los criados, consumen y
destruyen en un dia, en una poblacion grande, los vi-
veces que bastarían para abastecer por un mes á los
labradores de una provincia.


...¡Empero tales son los efectos de este luxo tan en-
salzado en las apolojías de muchos! La reflexiffi1 nos
le muestra como el cruel destructor del rico á quien
arruina , y del pobre al que priva constantemente
de lo necesario. Todo nos prueba que la sana política,
á una con la Moral , debe proscribirle, é inspirar á los
ciudadanos la frugalidad no • menos útil á la salud y
á la fortuna de los ricos y de los grandes, que á la
comodidad y al bienestar del pueblo, en el qué los
gobiernos regularmente se muestran mui poco inte-
resados.


Á su neglijencia al-entendido interés debe atri-
buirse la embriaguez tan comun en el bajo pueblo.
Harto manifiestos y patentes son los daños y perjui-
cios que causan los escesos del vino y la relajacion.
habitual en las clases mas ínfimas de la sociedad, sin
que se procure buscar los medios de correjirlos: bien
lejos de ello, en algunas naciones, la política es cóm-
plice de estos desórdenes; por un sórdido y mezqui-
no interés, ó por los derechos que el gobierno im-
pone sobre las bebidas, la destemplanza del pueblo
se mira como un bien para el Estado; y se temería


CAPÍTULO X. 233
una dlsrninucion de las rentas públicas,. si el pueblo
fuese mas sóbrio y racional (1).


La ociosidad , la pureza y la dificultad de
adquirir los alimentos convenientes determinan el
pueblo á la embriaguez , y sobre todo le hace n
contraer el hábito de los licores inertes que le des-
truyen en poco tiempo. Estos llegan á serle necesa-
rios para reanimar su máquina estenuada por falta,
de alimento, á causa de que producen en su pala-
dar sensaciones mui fuertes; mas privándole habi-
tualmente de la razon , tarde ó temprano llegan á
embrutecerle enteramente , y á que sea incapaz de
subsistir con su trabajo.


En algunas naciones , la multitud de solemnida-
des y fiestas , que condenan al artesano á que no
pueda trabajar , dan motivo á que el pueblo , en-
medio de su ociosidad, se entrgue al juego y á la
borrachera ; de este modo queda privado del prove-
cho que le rendirla su trabajo , é imposibilitado de
dar pan á sus hijos. A mas de esto , su embriaguez
le espone á riñas y quimeras accidentales , y tam-
bien á delitos. Con precaver la ociosidad , precave=
ria la política una multitud de desórdenes que tiene
que castigar , y que nunca logra disminuir.


Aunque en algunas naciones , la embriaguez es
aborrecida de las jentes honradas y de buen tra-
to , este vicio subsiste en las provincias , y es el


(1) En Rusia , el Soberano tiene estancada la venta del.
aguardiente , con la particularidad que se tiene un rejis-
tro de io que todos los años necesita de este licor . cada fa-
milia. En todas las naciones de Europa, los Gobiernos car-
gan esccsivos itnpuestos sobre el vino y los licores; por con-
secuencia tienen el mayor interés en que el Pueblo se em-
borrache. Los licores alambicados son el recurso. de los po-
bres , principalmente en los paises en que vale mui caro
el vino.


TOMO 1, 30




214 SECCION III.
recurso cornun de todos los holgazanes. Cuántos
hombres que se tienen por racionales , no encuen-
tran otro medio de emplear el tiempo que les 'in-
comoda , sino es bebiendo hasta perder su poco jui-
cio? Si los habitantes de los paises meridionales son
mas sóbrios', los del Norte pretestan en los rigores
de su clima motivos mjentes para embriagarse ha-
bitualmente , y se vanaglorian por lo cornun de su
vergonzosa destemplanza. Buena gloria , por cier-
tb , la que resulta á un ente racional de privarse
periódicamente del entendimiento , y de hacerse in-
inferior á. las bestias I


La borrachera es ciertamente un placer de sal-
vajes: asi vemos á estas tribus de hombres ,. ó mas.
bien de niños inadvertidos, de que el nuevo mun-
do -se halla poblado, ser sojuzgadas por los lico-
res fuertes, cuyo funesto conocimiento se le dtberi
á los benéficos Européos. Al uso inmoderado de estos
mortales brebajes atribuyen muchos viajeros ja des-
truccion casi entera de estos pueblos imprudentes
y sin razon..


Anacarsis decia que la vid producía tres espe-
des de uba, la primera el placer . , la segunda
borrachera,. y la tercera el arrepentimiento. La es-
periencia diaria hasta. para. convencernos de que na-
da es mas contrario que la destemplanza á la salud
y á la virtud del hombre.. Debilitado el di:lel:1x>
trae á pasos precipitados la vejez, las enfermeda-
des y la muerte.. La destemplanza, dice Demócri-
to, da cortas alegrias, y largos disgustos.. Una vi-
da sensual y delicada hace contraer una molicie,
que nos hace inútiles y despreciables : el esceso del
vino „ turbando, del todO la cabeza , embrutece al
hombre que se entrega á él, le. aburre del trabajo,
le impide pensar en sus. deberes y cumplirlos, y
muchas. veces le' conduce á los crímenes y al su-
plida.


CAPITULO X. Z.5a
Una criatura verdaderamente racional debe ve-


lar en su. conservacion ; y una criatura verdadera-
mente sociable debe mantener su tranquilidad , y
no turbar ni perder jamás sus facultades intelectua-
les, temerosa de ser arrastrada, sin saberlo y aun
contra su voluntad, á cometer acciones que la de-
gradarian , y que , recobrada su razon, la llenarian
de vergüenza y de pesar (1).


CAPÍTULO XL
De los Placeres honestos; y de los torpes.


Una Moral feroz y repugnante á la...naturaleza
del hombre le prohibe y acrimina todos los pla-
ceres ; mas una Moral mas humana le estimúla á
la virtud, haciéndole ver que esta sóla puede pro-
ducirle placeres esentos de amargura y de pesares.
La razon nos permite y nos manda gozar de los
beneficios de la naturaleza , seguir las inclinaciones
arregladas, y buscar los placeres y recreos que no
sean dañosos ni á nosotros ni á los domas; ella nos
aconseja que los usemos con la medida prescrita
por el 'interés de cada hombre , y por el buen or-
den del interés jeneral de la sociedad.


Los hombres buscan el placer en todas sus ac-
ciones; este es el fin y término de nuestras pasio-
nes y deseos; y si nosotros tan raras veces le en-
contramos, es ó porque le buscamos donde no exis-
te, G porque abusamos imprudentemente del que
hallamos.


En la Seccion I. Cap. IV. hemos difiuido el pla-


(1) . . . . , Hic murus Aheneus esto,
Nil conseire sibi nulia pallescere


HORA T. Epist. 1. Lib. 1. vers. 60, 61.




SECCION
cer ; hemos distinguido dos especies de placeres; he-
inos dicho que los placeres que obran inmediata-
mente en nuestros órganos se llaman placeres de los
sentidos (12 placeres corporales, y los que sentimos
interiormente, se llaman placeres intelectuales,
placeres del alma y del corazon.


Una multitud de Moralistas han declamado en
todos tiempos principalmente contra los placeres de
los sentidos , y aun algunos los han proscrito del
todo. Sinembargo estos placeres en sí mismos na-
da tienen de criminal cuando, siendonos útiles, no
causan á nadie perjuicio. Los placeres de la mesa,
cuyos abusos acabamos de examinar ; nada de vi-
tuperable tienen en sí propios, puesto que es mui
natural y mui conforme á la razon gustar de los
alimentos agradables al paladar „ y preferir estos á
los insípidos.


6 desagradables ; mas sería contrario á
la naturaleza usar de estos manjares sin medida , y
esponerse á largas y penosas enfermedades por sa-
tisfacer un placer-pasajero. Odioso criminal sería
el devorar en banquetes. y festines la sustancia del
pobre; y sería asimismo una necedad y tontería ar-
ruinar y destruir su fortuna por contentar un ape-
tito harto comun.: la pasion desordenada á los man-
jares raros y costosos, 6-á los vinos delicados, nos
hace .


seguramente despreciables. Un gloton jamás ha
merecido aprecio: un hombre descontentadizo es re-
gularmente infeliz y desgraciado.


La vista puede mui bien, sin delito alguno, re-
crearse en la hermosura que la naturaleza dá á sus
obras. Una mujer hermosa merece admiracion; mas
este placer nos seria fatal , si encendiese en nuestros
corazones una llama peligrosa; y pasaria á ser delito,
si escitase en nosotros una pasion capaz de hacernos
cometer acciones deshonrosas contra el objeto qtqc en
un principio habiamos admirado inocentemente.


Nada malo ni dañoso tiene. el oir con gusto can-


CAPÍTULO XI. 23.7
clones alhagüeñas y gratas al oido; mas este placer
puede acarrearnos consecuencias reprensibles, si afe-
mina nuestro corazon torpemente, disponiéndole á la
sensualidad y á la disolucion, (S si nos hace olvidar
nuestros deberes esenciales.


Es natural apetecer y buscar los bienes y como-
didades de la vida, y preferir los vestidos suaves al
tacto y agradables á la vista á los toscos y mal he-
chos; mas es una puerilidad tener siempre ocupado
el espíritu en futiles adornos; y ademas sería una in-
sensatez malgastar su fortuna sólo por satisfacer una
necia vanidad. La Moral no condena el luxo y sus
placeres, sino encuanto fomentan las pasiones estra-
vagantes, que nos hacen olvidar lo que debemos á
la sociedad. El amor al fausto y á la pompa cierra
nuestros corazones al clamor de las necesidades de
nuestros semejantes , nos arruina y arruina la
patria.


Los espectáculos y diversiones que la sociedad nos
ofrece , son descansos y recreaciones que la razon
aprueba siempre que no produzcan consecuencias per-
judiciales; mas ella condena los espectáculos licencio-
sos, que puedan inspirar en el alma de la fogosa ju-
ventud imájenes lascivas y maximas ponzoñosas en
su corazon. ¿La sana Moral no deberá clamar con-
tra todo lo que inspira ó fomenta pasiones ruinosas
á la sociedad? ¿Cómo el sexo débil y de una ímaji-
nacion viva y exaltada podrá resistir las pasiones que
el teatro le ofrece diariamente bajo las apariencias mas
seductoras?


Muchos Moralistas,.á quienes se les acusa comun-
mente de una severidad ridícula, condenan los espec
táculos , mírandolos como manantiales de corrupcion.
Por rigoroso que parezca este dictamen, la sana Mo-
ral, en cumplimiento de sus deberes, no puede mé--
nos de suscribir á él. Si el amor es una pasion funesta
por los daños que produce > si la disolucion es un mal,


.r.' .):1"1





"Z •,:5b
SECCION TU.


si la sensualidad es peligrosa, ¿ qué efectos deben cau-
sar estas pasiones, que en el teatro se presenten bajo
tan alhagiiefias apariencias, en una juventud impru-
dente, que corre apresurada á él sin otro intento que
irritar .


mas y mas los deseos á que en su corazon dá
alvergue? Prescindiendo de tantos dramas licenciosos
admitidos ó tolerados en algunos paises, la juventud,
si hablase con franqueza, convendria en que lo que
busca en el teatro no son ni la doctrina virtuosa, ni
las prudentes maximas que se pueden encontrar en los
dramas, sino la hermosura y los hechizos de una ac-
triz, y las imájenes y conceptos lascivos. El dulce ve-
neno del vicio es el que ansiosamente van á beber
tantos voluptuosos holgazanes que han cifrado en los
espectáculos su principal ocupacion. Los mas opulen-
tos de ellos nos prueban con su conducta, que no es
en manera alguna la virtud la que van á buscar y
aplaudir. El teatro, en el estado en que se encuen-
tra, es un escollo en que naufragan de continuo la
felicidad conyugal, la razon, la fortuna y las cos-
tumbres.


Sin engaño podemos formar el mismo juicio de esas
asambleas públicas y nocturnas , conocidas con el
nombre de Bailes, donde el libertinaje curioso , las in-
trigas criminales y las aventuras casuales ó concerta-
das-


atraen y reunen las personas de ambos sexos. Es
inui dificil de creer que el deseo de hacer un ejerci-
cio útil á la salud sea el que escite una aficion tan
viva por el baile en un sinnúmefo de-mujeres delica-
das y de hombres afeminados. :Frecuentes y mul-
tiplicados ejemplos nos prueban que para muchas
personas el baile es un placer inocente. Pero por una
cruel y necesaria consecuencia, en las sociedades cor-
rompidas, los placeres mas i nocentes en su odien se
convierten en veneno por el abuso que de ellos hace
el vicio, sirviendo sólo para difundir y multiplicar la
corrupcion: ésta llega á ser una necesidad indispen-


CAPÍTULO XL 239
sable en una multitud de opulentos viciosos y holga-
zanes , que en todo y por todo buscan el vicio como
el único alimento conveniente á sus afeminadas al-
mas. La Moral mas sencilla forzosamente debe pa-
recer rigorosa y feroz á los hombres sin virtud,
éi á los disipados y aturdidos , incapaces de prevér
las consecuencias , á veces terribles , de sus necios
entretenimientos. Á semejantes entes envano ra-
zon dirije sus lecciones.


En las manos del hombre imprudente y depra-
vado todo muda de naturaleza , y todo se hace per-
judicial y dañoso. La lectura no le agrada sino en-
cuanto fomenta sus inclinaciones desarregladas. De
aqui tantas novelas de amor, tantos versos y pro-
ducciones que, siendo la insustancialidad su menor
defecto , forman el único estudio de los mundanas,
sirviéndose de ellas para robustecer las inclinaciones
mas funestas-al reposo de las familias y de la só-:
ciedad.


La moral , mal que les pese á muchas jentes , no,
puede aprobar de ningun modo los placeres ó los en-
tretenimientos de que resultan visiblemente los ma
yores males : el hombre de bien resiste y se opone á
la opinion pública siempre que ésta es contraria á la
pública felicidad , invencible y estrechamente unida
con las buenas costumbres. Todos los placeres ca-
paces de favorecer las pasiones que es necesario re-
frenar , no pueden ser inocentes á los ojos de la ra-
zon. ¿Es posible que los hombres no puedan re-
crearse sin imajinar en cosas torpes, sin inclinarse
al vicio , ni sin dañarse a sí y á. los demas? El gran.
mal de los ricos proviene de: que quieren:::
y divertirse , sin haber antes trabajada verdader-i
útilmente.


Los diversos: juegos inventados para ches.
descanso al espíritu fatigado de sus ocupae
bituales 2 no son. reprensibles sino cuan




SECCION I I.
como las únicas ocupaciones importantes. El juego
es un loco furor cuando nos espone á la ruina ;' y
un indicio de la vaciedad de los que sin él no sa-
brian ocuparse , ni conversar los unos con los otros.
Un jugador de profesion no es bueno para nada, y
siempre se encuentra aburrido y fastidiado , mien-
tras no tiene ó naipes ó dados en la mano (1).


En una palabra , la razon no condena los place-
res de los sentidos ; el abuso que de ellos se hace
comunmente y su uso demasiado frecuente es lo
que los hace insípidos ó nos los convierte en nece-
sidades urjentes, que no podemos entónces ya satis-
facer sino con detrimento nuestro y de los otros.


Los placeres intelectuales ó del alma son , como
hemos dicho antes , los placeres que los sentidos nos
han ofrecido , renovados por la memoria , contem-
plados por la retlexion , comparados por el juicio,
y animados , exáltados , embellecidos y multiplica-
dos por nuestra imajinacion. Cuando retirados, por
decirlo asi , en lo interior de nuestras almas, recor-
damos los objetos ó las sensaciones que nos han
causado placer , los consideramos bajo muchos as-
pectos , los comparamos entre sí , y nos los pintamos
bajo formas y modos mas seductores á veces que lo
es la misma realidad. Mas los placeres intelectuales,
lo mismo que los placeres de los sentidos , pueden
ser laudables ó reprensibles , honestos ó criminales,
ventajosos ó perjudiciales tanto á nosotros corno á
nuestros semejantes. A la razon pertenece dar reglas
al entendimiento , y poner límites á nuestra imaji-


) Dícese que los naipes fueron inventados para entre
-


‘r á Carlos VI, Rei de Francia , cuando enfermó de de-
pudiera


todas
ecire que la enfermedad de este Prín-


arises cundido por
Europa , puesto que en todos los


.1" naipes constituyen la felicidad ó el recurso del tra.-LO y SOL.
, d de toda clase de jeates.


CAPÍTULO •X I. 241
nacion sujeta con demasiada frecuencia á enloque-
cernos , descarriarnos y llevarnos al mal. Un ánimo
vivo y una imajinacion ardiente son gulas mui pe-
ligrosas , si llegan á perder de vista la antorcha de
la razon. La moral debe dirijir nuestros pensamien-
tos , y desterrar de nuestra alma las ideas que pue-
den acarrearnos consecuencias funestas. Los estra-
víos del entendimiento son precursores inmediatos de
los estravíos de la conducta.


Los placeres del alma pueden ser ó mui hones-
tos ó mui criminales. La ciencia , el estudio , las
lecturas útiles dejan en nuestro cerebro • vestigios
ideas , las cuales , embellecidas por una infeliz ima-
jinacion , forman un manantial. inagotable de goces
y placeres para nosotros mismos y para aquellos á
quienes comunicamos nuestros descubrimientos. Mas el
cerebro del hombre ignorante, holgazan y vicioso no
se llena sino de ideas futiles, lascivas y torpes, capa-
ces de- dar una fermentacion la mas dañosa á sus pa-
siones y á las de los otros. La imajinacion arreglada
de un hombre de bien retrata con verdad las ven-
tajas de la virtud, la gloria que resulta de ella , el
amor que produce, y las delicias y tranquilidad de
una buena conciencia: la loca imajinacion de un ani-
bicioso le representa las futíles ventajas de un poder
incierto, del que no sabe usar; la de un fátuo presa.;
mido le muestra la vana ostentacion de su fausto, de
sus trenes, de sus libreas y de su pompa; la de un ava-
ro se ceba en la idea de sus inmensosbienes, de lbs cua-
les no gozará jamás.


La imajinacion es, pues , el oríjen ó manantial
comun del vicio y de la virtud , de los placeres ho-
nestos ó ilícitos; ella es la que, regulada por la espe-
riencia, exalta á los ojos del hombre de bien los pla-
ceres morales, los atractivos de la sabiduría, la be-
lleza de la virtud. Estos placeres son del todo desco-
nocidos de un sinnúmero- de espíritus limitados de


TOMO Ie


31




242 SECCION III.
-esas pequeñas almas para quienes la virtud sólo es un
vano nombre, ó para tantos hombres sin reflexion


.que no creen ver en ella mas que un objeto triste y
lúgubre. z Qué son la beneficencia, la humanidad y
la jenerosidad para la mayor parte de los ricos, sino
la privacion de una porcion de sus bienes, que des,-
tinan á los mas futíles placeres ? Estas virtudes pre-
sentan una idea mui distinta á quien medita sus efec-
tos en los corazones de los mortales, que conoce
cuán deliciosa es la retribucion del agradecimiento,
y que se representa en su imajinacion á sí mismo
como un objeto digno del amor de sus conciuda-
danos.


La conciencia es casi nula en el aturdido que no
reflexiona, en aquel á quien su pasion le ciega , en el
estúpido que carece de imajinacion, y esta es sinem-
bargo necesaria para pintarnos con viveza los diver-
sos efectos que nuestras acciones buenas á malas pro-
ducirán en nuestros asociados; es preciso haber medi-
tado al hombre para saber el modo con que se le agra-
da ó se le ofende. Esta imajinacion pronta y esta re-
flexion constituyen la sensibilidad, sin la cual los pla-
ceres morales no se imprimen, y la conciencia sólo
habla débilmente. z Qué placer encontrará en consolar
á otro aquel á quien la pintura de sus males no le
afecta lo bastante para necesitar en ellos de consolar-
se á sí mismo? Es menester oir resonar en su corazon
los clamores del infortunio para encontrar placer en.
remediarle.


El hombre que no siente, ó que no piensa, de nada
sabe gozar; la naturaleza entera está como muerta
para él;. ;las: artes que la representan, no afectan sus
ojos amortecidos. La reflexion y la imajinacion son
causas del placer que sentimos en la contemplacion
del universo: ellas hacen del Mundo fisico y del mun-
do moral un teatro. encantador, en el que todas sus
escenas nos interesan vivamente. Mientras que una.


CAPÍTULO XL 243
multitud imprudente corre á placeres engañosos é ins-
tables, el hombre de bien, sensible é ilustrado encuen-
tra en todas partes deleites que gozar; despues de ha-
ber hallado placer en el trabajo 5 -le halla de nuevo en
las recreaciones honestas, en las conversaciones útiles
y eri el examen y contemplacion de las variedades in,.
finitas de la naturaleza; la sociedad, tan molesta para
los hombres que se incomodan y fastidian recíproca-
mente, ofrece al hombre que piensa, una multitud
de observaciones curiosas y útiles; y acumulando he-
chos, atesora con ellos los materiales que le sirven y
recrean en su soledad. Los campos, tan uniformes y
monotonos para los habitantes nunca contentos de las
grandes poblaciones, le ofrecen á cada paso mil pla-
ceres nuevos. El tumulto ruidoso de las ciudades y las
estravagancias mismas del vulgo son para él espectá-
culos instructivos é interesantes. En una palabra, todo
nos prueba y hace ver que sólo hai verdaderos placeres
para el hombre que siente y que medita ; todo le de,.
muestra las ventajas de la virtud y los incOnvenien.
tes que resultan de las locuras y defectos de los
hombres.


CAPÍTULO XII.
De los Defectos. De las Imperfecciones. De las Ridi-


culeces, ó de las Cualidades desagradables en la
vida social.


Examinados los vicios ó las cualidades dañosas' á
la vida social, nos resta hablar ahora de los defectos


de las imperfecciohes molestas y desagradables á los
que viven con nosotros. Los defectos de los hombres;
asi como sus vicios, son resultados de su tempera-
mento diversamente 'modificado por el hábito: pode-
mos definirlos, la falta ó privacion de las cualidades
necesarias para hacerse el hombre agradable en la so-
ciedad.




244 SECCION III.
Interesado siempre un ente sociable en agradar á


las personas con quienes vive, no sólo se considera
obligado á refrenar sus afectos, y á combatir sus in-
clinaciones desarregladas, sino tambien á corregir los
defectos que pueden minorar la benevolencia á quQ
aspira. Ninguno vé ni reconoce sus propios defectos;
mas el hombre sociable debe estudiarse á sí mismo,
procurar verse con los mismos ojos con que le miran
los otros, y juzgar sus imperfecciones como él juzga
las que advierte en sus semejantes; lo que él halle
lesto y desagradable en ellos , le hará conocer lo que
á ellos les molestará y desagradará en él. Así es como
el hombre sabio puede sacar un provecho real y ver-
dadero de las imperfecciones y debilidades de los hom-
bres; y de esta manera aprende á evitar en sus ac-
ciones lo que á él le disgusta en la conducta de los
otros. Sabe ademas que no debe omitir cosa alguna
para merecer la estirnacion y el cariño de sus con-
ciudadanos , y que los menores defectos , aunque no
causen las sensibles y repentinas consecuencias del cri-
men, no dejan por eso al fin de lastimar profunda-
mente á las personas que los esperimentan de conti-
nuo. La menor sobrecarga, dice Montagne, hace sal-
tar la paciencia (1).


Todos los hombres tienen defectos mas 6 ménos
incómodos para los que los esperimentan, y nosotros
mismos padecemos á veces por aquellos á que esta-
mos sujetos sin conocerlos ; estos nos molestan en los
otros , al paso que no cuidamos de correjirnos de
ellos en manera alguna. Todos somos mui perspicaces
y penetrantes cuando se trata de las imperfecciones
y flaquezas de los otros, y estarnos siempre ciegos en
tratándose de las nuestras. i Cómo esplicar este fenó-
meno ? Es mui facil de resolver. Nosotros estarnos


.(i) Montagne, E4SÜÍS lib. $.


CAPÍTULO XII. 245
habituados á nuestro modo de ser y de • existir, , y,
bueno ó malo , le juzgamos necesario á nuestra fe-
licidad; mas no es lopropio en orden á los defectos
de los otros, á los cuales nunca nos acostumbramos.
Nosotros deseamos que ellos se corrijan, porque sus
defectos nos ofenden; y nosotros nunca nos correji-
mos, á causa de que nuestros defectos nos agradan,
pareciéndonos perfecciones.


Causa la mayor admiracion ver en el mundo mul-
titud de personas que siendo así que hace mucho tiem-
po que viven juntas , se separan á veces repentina-
mente, y se enemistan para siempre; mas esta ad-
miracion cesará, si se considera que los defectos que
al principio parecian soportables, esperimentándolos
de continuo, se hacen insufribles; ellos son unas li-
jeras picaduras que, reiteradas mas y mas , hacen al
fin dolorosas é incurables llagas. Hé aquí sin .duda por-
que nada es mas raro que el ver constantemente uni,
das las personas, cuyo humor ó carácter se avenga
bastantemente para estrecharse con una grande y
permanente familiaridad ; esta misma familiaridad,'
que debia al parecer desterrar de ellas toda pena é
incomodidad, contribuye á que las personas de un
trato familiar y frecuente conozcan con mas facilidad
sus defectos recíprocos. Esta es la verdadera causa de
la comun desunion que se vé entre los esposos, los pa-
rientes y los mas íntimos amigos.


El hombre social debe, pues, juzgarse á sí mis-
mo con imparcialidad; debe correjirse de los defectos
que pueden alterar ó disminuir la benevolencia que
desea; mas por otra parte la humanidad le recomien-
da que tenga induljencia con las imperfecciones de
sus semejantes, y, á una con la justicia , la misma
humanidad le persuade que á solo este precio puede
esperar hacer tolerables sus propias debilidades. El
que no tiene induljencia es, corno hemos visto, un
ente insociable que él mismo se condena á ser juzga-




246 SECCION
do con rigor. Ningun hombre sobre la tierra está
esento de defectos (1); asiqué el irritarse incesante-
mente contra las debilidades de los otros, es mani-
festarse incapaz de vivir en sociedad. Una grande in-
duljencia , una dulzura parmanente de carácter, una
constante atencion, un humor atneno y alegice, una
prudente condescendencia , son las únicas cualidades
que pueden cimentar la m'ion de los hombres: estos,
cuando se exáminan de cerca, suelen dejar de que-
rerse y apreciarse.


El escesivo temor de que nos ofendan los defec-
tos de nuestros semejantes, nos conduce á la des-'
confianza y á la misantropía , disposiciones mui con-
trarias á la vida social , y qua dan lugar á creer
que el hombre en quien se hallan es de un carácter
sospechoso. Los que no confian en la virtud de los
otros, dan ocasion á presumir que no la tienen ellos.
Todos los hombres son unos malvados! decía un mi-


santropo á un hombre de bien á quien veía con
frecuencia. i En qué lo conoceis ? le preguntó éste;
en mí mismo , contestó inmediatamente el misan-
tropo.


El hombre desconfiado, .que de todo recela y á
quien todo se le hace sospechoso, es necesariamente


infeliz. Perpetuamente rodeado de asechanzas y
peligros imajinarios , ni conoce las dulzuras del re-
poso, ni los placeres de la sociedad, y se vé solo en
el mundo, espuesto á los tiros y tramas de una mul-
titud de enemigos. La desconfianza contínua es un
tormento largo y cruel, del que la Naturaleza se
vale para castigar á los tiranos, y á todos aquellos
que saben que tienen merecido el ódio de los horn-


(1) N.vin roitiis nem sine nascitur : optimas lile est ,
Uui miilimis urgetur.
kior.at. Satyr. 111. vers. 68...


CAPÍTULO XII. 947
bres. El perverso está siempre armado de temores y
sospechas.


Mas tambien por otra parte, la confianza esce-
siva tampoco es virtud, sino una señal de flaqueza
y de inesperiencia. Hasta haber esperimentado á los
hombres no se les puede dispensar la confianza. i Pero
desgraciado de aquel que. no halla persona digna de


•merecerla La prudencia es una virtud media entre
la desconfianza misantrópica y la confianza escesiva.
No se puede sin peligro confiar de todo el mundo;
mas también llegada á ser mui infeliz el que de nin-
guno confiase. Fiarse de todo el mundo, y no fiarse
de nadie , son dos vicios, dice Séneca; pero en el uno
se encuentra mas virtud y en el otro mas se-
guridad.


Siendo la firmeza, el valor, la constancia y la
fortaleza virtudes ó cualidades sociales; debemos mi-
rar la debilidad , cobardía y la inconstancia como
verdaderos defectos , y aun á veces como vicios itn.
perdonables. El hombre -débil está de continuo va,
cilante en su conducta ; poco dueño de sí mismo,
es siempre del primero que llega , y se halla dis-
puesto •á dejarse llevar adonde se le quiere conducir.
Es imposible contar con -un hombre sin carácter;
como que no tiene -objeto fijo , ninguna resistencia
opone á los impulsos que se le dan , viniendo á ser.
el juguete .contínuo de los que fácilmente le 'domi-
nan. Sin carácter , sistema,. ni principios en su con-
ducta es inconstante é irresoluto , y siempre está
fluctuando entre kt virtud y el vicio. El que no
sigue con firmeza algun principio ó regla, es tan
incapaz de resistir á sus propias pasiones como á
las de los 'otros: La debilidad es por lo comun efecto
de una pereza habitual y de una indolencia que lle-
ga á "veces al estremo de dejarse arrastrar del delito.
Un Soberano sin firmeza es un verdadero azote de
su pueblo. El hombre débil puede ser amado y com-




248
SECCION III.


padecido, pero no merecer la estima de los otros:
este causa muchas veces, sin saberlo, mayores da-
ños que el malo descubierto , cuya conducta co-
nocida hace que se huya de él. Un. carácter de-
masiado fácil inspira una confianza que casi siern-
pre queda desmentida.


Ningunos mas desagradables y menos seguros
en el comercio de la vida que estos caracteres dé-
biles y púsilámines que, por decirlo asi , se vuelven
á todos vientos. ¿Cómo ha de contarse un solo ins-
tante con unos hombres que se aconsejan con el
primero que encuentran , que cambian de consejo
tan pronto como cambian de corrillo 6 de encuen-
tro., y que abandonan á sus amigos al primero que
quiere deprimidos? Jamás un hombre débil , sin ca-
rácter y sin firmeza , puede ser tenido por un só-
lido y buen amigo.


Hai pocos hombres en el `mundo que sean coa
firmeza lo que son , que muestren un carácter re-
suelto y decidido , que se propongan un fin ácia
el cual se dirijan con pasos firmes y seguros : nada
es tan raro como un hombre sólido que siga un
plan sin perderle de vista ( 1 ): de aqui todas las va-
riaciones , las contradicciones , las: inconsecuencias
que observarnos en la conducta de la mayor parte
de los hombres; se los vé , digámoslo asi , conti-
nuamente descarriados , sin obj eto fijo , y• prontos á
cambiar de camino al menor interés que se les pre-
sente. La Moral debe proponerse fijar invariable-
mente la. consideracion de los hombres sobre sus
verdaderos intereses , presentándoles los motivos mas.
poderosos para afirmarlos en iel camino de la felicida&


La falta de firmeza en los principios y dé estaj.


( 1) Tido» eadem possunt horam durare probantes1
moRAT. Epist. 5. Lib.


vers. 82.


CAPITULO XIII.149
bilidad en,..11. carácter: ,hacen que, :los . ; vicios y .deT
fectos de lós:hombres sean tan contajiblos. El comer.
cio del mundo, la frecuentacion de la COrte y del-OS
Grandes, y el trato con las mujeres, al paso que sir-
ven para limarnos y pulirnos, contribuyen tambien
muchasNeces á borrar el carácter ., y á corromper, eh
corazon. Pretende . e1-•hombre complacer; torna el to-
no de aquellos con quienes trata; y de este modo se
suele hacer vicioso ó malvado por pura complacen-
cia. El hábito de sacrificar su voluntad y sus propias
ideas á las de los otros, hace que el hombre deje.le
ser dueño , desfigura y .oculta su fisonomía,
cambia á cada instante de prinOpios y de conducta,
y temería, de lo contrario, ser acusado de áspero,
de singular, de impolítico , ó de pedante. Es menes-
ter ser lo que los demos, ha sido y es la máxima
comun de tantas jentes sin vigor, sin principios y
sin carácter-, de que el mundo está lleno. Hé aquí co-
mo cunden los vicios , como se perpetúan los capri-
chos y las estravagancias, y corno los hombres no
hacen mas que copiarse los unos á los otros (1). Hé
aquí tambien como los cautiva el ejemplo y el temor
de ser desagradables á los hombres viciosos. En fin,
hé :aquí como la ignorancia ó la incertidumbre del.
fin que debemos proponernos, y ademas la debilida.d
son los verdaderos manantiales del mal moral, de
los vicios , de las estravagancias, y á veces tambien
de la perversidad de los hombres.


Es necesario vigor para ser virtuosó enmedio, de
un mundo corrompido 6 insensato: Tén lit osadía de
ser sábio, ha dicho un antiguo; Mas por falta de lu-
ces pocas jentes tienen este valor, que mil causas en-
frenan y aprisionan. Ciertamente el Gobierno, . á pe-
sar de su gran poder sobre los bol-1*ns,, no influye


(I) Un hombre de talento decia : las jentes del inundoson como
las monedas, que se desgastan á fuerza de pasar de mana-en mano.


TOMO 1. 32




'S' ti
•UC j i U N in-


del modd lqtie pUdiera'sobre sus ,•eakawr.-'s yéekire
bres. El despotismo . sbk-tntentehaeli de allá ,


es'ettvos
tinos autórnatás-dispuestóa- ál,obedeeeé al `ih pulsó. dei
déspota; y este impulso por ló COtritlá loS...enearnitiad
al mal. Un Gobierno militar da á .tbela una nacion el:
talla del aturdimiento, de .


la 'vanidad, de la' presun-
cióh dé la arrogancia, y de ta. licenciar,..11s*preeiso ser
mui lnervioso' y robusto para re'sist'ir Coli ,CóriatanCia á
las fuerzas que obran incesantemente sobre nosotros.


La lijereza, la imprudencia, Wdisipacibn, un ca-
rácter frivolo ofrecen Mas obstáculos ála felicidad so-
cial;'que la corazon humánb5 Hái- Paises:
donde la lijereza: ylainconst aneja setiená por-un aelor;.
vio ó tgraci a e-ttias es mui hacer de- un hombre cas-
quivano é inconstante un amigo sólido, Con cuyo afec-
to y discrecion pueda uno contar.. ¡Cómo contar con
quien ni aun de sí mismo tiene seguridad! La Moral,
paya 'ser bienPraeticada , exijo atencion, firmeza y re-
fiexi6n; que el hombre vuelva con frecuencia sobre sí;
y que se recoja en su interior, de todo lo cual mui po-
cas personas son capaces. Hé aquí porque la Moral .pa•-i
rece tan enfadosa y molesta á los espíritus frívolos, que
la posponen á ridículas bagatelas; el hábito de Pensar es
01 que únicamente puede dar á todo ente racional la
facilitad de convidar prontamente sus relaciones y sus
deberes: la felicidad del hombre es un objeto tan grave,
que merece algunos cuidados de su parte, y necesita
fijar su consideracion sobrelos medios de obtenerla: Con-
..shltate á tí mismo, dice el Poeta Theognides, porque el
hombrep'eCipitadoes siempre un hombrépeijudicial (1).


Todo nos prueba la importancia de refrenar nues-
tra lengua en un mundo desocupado, curioso y ile-
no de malignidad ; sinembargo nada es mas comun
que la indiscrecióit:, ó la necesidad de hablar, de que
tantas personas están atormentadas. Este defecto, ter-


(i ) l'oet1.1Grxci antnores: Theognidis Carmina,


cApiTum).-,xu. . 25 t
tibie A veces. por sus consecuenclal ,nno>lielppréeltadi-
ca utk l corazon dafaelo, aunque suele producir efectos
tan erueles,comaja. perversidad. El es debido á la im-
prudencia, á la lijereza, y regularmente á una necia
vanidad e que se figura un mérito en alimentar la
curiosidad.: de tós- tcnrós e, el indiscreto es. tan falto-de
reflexion que "élernisppjAyulgaesu propio. seeretoe, y
se compromete á sí mismo con tanta facilidad como
á los demás : por lo comun es débil y sin carácter,
puesto que no tiene valor ni fortaleza para guardar
el depósito que neciamente se le ha confiado. Aunque
la indiscrecion sea á veces tan peligrosa como la trai;-
cion misma, ella pasa no obstante por una falta lije-
ra en un mundo frívolo, desocupado y curioso.


La curiosidad , ó el deseo de penetrar los secre-
tos de los otros, es un defecto que anuncia comun-
mente la vaciedad de espíritu. El curioso ;es por lo
regular un holgazan sin ideas , y ademas indiscreto.
Huye del hombre curioso , dice Horacio, que es siem-
pre indiscreto ó parlero (1). El hombre, es curioso por
vanidad: él cifra su gloria en poder decir que sabe ó que
ha visto, lo cual es un gran mérito.para con los ne-
cios ociosos.


Es dificil hablar mucho, y hablar bien. 1Qué co-
sa mas molesta que esos crueles charlatanes, que
esos eternos disertadores que se figuran estar siempre
orando en la tribuna, y que nunca bajan:de ella? Es
ciertamente tener poco miramiento para con el amor
propio de los otros no permitidos hablar cuando:1es
toca. Pero muchas personas están .en ela idea ele que
hablando mucho se manifiesta mucho talento. .11-n
proverbio trivial, pero cuerdo , nos dice que un vaso
lleno suena menos que uno vacío.


Por otra parte, nada es mas raro .que hallar per,.


(I) Petcontatorem fugito , nam garrulus idea est. HOR. Ep. 8.
1. 1. y. 69.




Z5Z
•SECCION III.


sonas que , :sepan escuchar, y'llrhada mas comán
-jentes que quieren ser a


escuchadas esclusivamenté4
esta injusticia y este amor propio esclusivo son rnui
frecuentes en la sociedad. Siendo el objeto de la con.L
versacion el instruir ó deleitar , cada cual se cree
con derecho de contribuir á este fin, y sería afreri•,
tar á los otros el querer escluirlos de ella. Por un
efecto de esta vanidad se ven algunas vedes horrt=
bres de talento, que sólo aprecian la compañía de
los necios. Es un necio, decia un hombre de talento,
pero-me escucha.... Hai jentes, dice un autor -modernó;'
que apetece, mas ser Reyes en una piala `compañia, que'
ciudadano:s.- én otra buena.


Si la conversacion debe tener por objeto ilustrar
y complacer, el hombre puede hablar cuando conoce
que ha de conseguirlo; mas es necesario no olvidarse de
que los otros son capaces de contribuir á nuestra
truccion y á nuestro . agrado. Es menester escuchar y
guardar silencio cuando no tenemos cosa alguna útil
ó agradable que comunicar. Lo vacío é insustancial
de la conversacion, como hemos dicho en otra par-
te, es lo que hace tan comunes la murmuracion y la
calumnia, porque cuando no se sabe hablar de las co•
sas, se ocurre á las personas.


El grande arte de la conversacion consiste en no
ofender, en no ajar á ninguno, en hablar solamente
de lo que se sabe, -eh no divertir á los otros sino con
lo que lés pueda ser útil é interesante. Este arte, que
todo el mundo cree poseer, es sinembargo mui raro
y Las sociedades están llenas de pedantes, que
previenen contra sí por su necia vanidad en querer
hablar de todo; cí -de fastidiosos que nos molestan ha-
blando de objetos poco ó nada interesantes. Un necio
se imajina que lo que ocupa su corto entendimiento,
debe -interesar á todo el universo.


La esperiencia , la reflexion, el estudio, y sobre
todo la benevolencia y la bondad de corazon pueden


CAPÍTULO XII. 253
solas hacernos útiles ó agradables en el comercio de
la vida. Las conversaciones de las jentes del mundo
no son por lo comun tan estériles, sus visitas tan fas-
tidiosas, sus asambleas las mas brillantes y sus ban-
quetes-los mas Suntuosos tan enfadosos y molestos,
sino porque la sociedad sólo reune personas que se
aman y se aprecian mui poco, que apenas se cono-
cen, que nada bueno tienen que decirse, y que úni-
camente se dicen y comunican bagatelas. Lo que se
Rama el gran mundo solo se compone en la mayor
parte de personas mui vanas que á nada se creen mú-
tuamente obligadas, y que, privadas de instruccion,
no traen al trato de las jentes sino aspereza, seque-
dad é indisplicencia: la conversacion necesariamente
debe ser lánguida y estéril, cuando ni el corazon 'ni
el entendimiento pueden interesarse en ella. La a-
mistad sincera y franca, la sabiduría y la virtud son
las únicas que pueden dar vida y consistencia altra-
to de los hombres.


La vanidad -hace al hombre insociable. La igno-
rancia, la ociosidad , la falta de costumbre en pensar,
y la insensibilidad del corazon son las causas que tan--
to multiplican los fastidiosos, los decidores de baga-
telas y fruslerías , los importunos y los fatuos que
inundan las Cortes, las Ciudades y los campos. Todo
hombre que carece de entendimiento es molesto á los
otros, á causa de la necesidad que tiene de poner en
movimiento su alma entorpecida y de distraer su fas-
tidio; asigné atormentado de contínuo con este fas-
tidio personal y doméstico, no llega á conocer que
su presencia es para los otros molestísima. Uno de los
grandes inconvenientes del trato del mundo es hallar-
se expuestas en él las personas ocupadas y laboriosas
á ser víctimas de un sinnúmero de importunos, de
holgazanes, y de fastidiosos, que periódicamente vie-
nen á decirnos que nada tienen que decir. Un poco
de sentido comun bastaria para enseñarnos á no ser




254 SECCION III.
importunos al hombre laborioso, y á no interrurn-
pide en sus ocupaciones. Hal instantes en que el, ma-
yor amigo debe temer incomodar á su amigo. Mas
estas reflexiones tan naturales no entran en la conside-
racion de tantos estúpidos como la urbanidad tolera, al
paso mismo que ellos violan todas sus reglas.


En mirando las cosas mas de cerca se hallará,
que aun entre los que mas se precian de urbani,
dad y buena crianza, de saber vivir, y de cono-
cimiento y trato de mundo, hai mui pocas per-
sonas que se puedan llamar urbanas y políticas,
El fituo , el petimetre, la coqueta descabezada
y presumida pecan tan groseramente contra la ur-
banidad y cortesía , como el rústico peor criado.
¿ Podrán ser tenidos por verdaderamente urbanos
y políticos todos esos personajes, cuyo porte ar-
rogante cuyas miradas atrevidas, cuyos modales
desdeñosos ó neglijentes van insultando á todo el
mundo ? Un petimetre , preciado de sus perfeccio-
nes, únicamente ocupado en sus futíles adornos,
que presentándose en una concurrencia , á nadie
atiende, .se hace el distraido, no escucha lo que
se le dice ni lo que se le responde, y que se va-.
nagloría de sus irregularidades y caprichos, es evi-
dentemente un desatento y desvergonzado, que o-
fende y desprecia las consideraciones debidas á la
sociedad. Las personas mas enamoradas de. sí mismas
bacen por lo coman cuanto pueden para que los
denlas las ódien. El descaro ó desvergüenza con-
siste en un desprecio insolente de la estimacion y
del concepto público, que todo hombre, sea quien
fuere, debe siempre respetar.


A muchas personas las hace soberbias y orgu-
llosas el temor de ser menospreciadas, 6 al mei-.
nos de que no 'se les muestre la consideracion que
piensan merecer. Es menester darse á estimar , nos
dicen los tales de continuo.. Sí, ciertamente; mas


CAPÍTULO XII. 255
esto ha de ser con cualidades amables y respeta,
bles. El soberbio altanero se hace aborrecer , te-
meroso de no verse suficientemente apreciado.


Si el verdadero mérito ofende y molesta cuan-
do se muestra con jactancia i qué efecto puede cau-
sar aquel cuyo mérito consiste sólo en sus vesti-
dos,. en sus trenes y en unos modales que son
en realidad afrentas para los que le escuchan ? Pe-
ro semejantes hombres ridículos no necesitan mas
que de sí. mismos; ellos desprecian los juicios del
público, de quien, á fuerza de insolencia, confiari
que serán admirados. Una alta opinion de sí mis-
mo constituye el orgullo , el cual disgusta , aun
cuando haya un: verdadero mérito, porque usur-
pa los derechos de la sociedad , que quiere están
en posesion de apreciar por sí libremente á todos
sus miembros. La vanidad es la alta opinion de sí
mismo fundada en futiles apariencias. De donde se
hiñere que la presuncion , el fausto , ylos moda-
les soberbios dan á entender cualidades 6 circuns-
tancias. propias para admirar á tontos, y no más.
La. sencillez, .la modestia , la desconfianza de sí
mismo son medios mas seguros para el acierto; que
no las..pretensiones!impertinentes, la altanería, los
tonos y aires de importancia, y los molestos mo-
dales 'de tantos descomedidos é importunos , que
manifiestan con ellos que desconocen lo que se de-
be á los hombres.. La presuncion y la fatuidad son
enfermedades casi incurables. ¿ Cómo curar á wat
hombre siempre contento de si mismo, y que se
cree superior al juicio y dictamen de los otros ?


El espíritu de contradiccion , la terquedad , el
escesivo calor en las disputas , el deseo de la sin-
gularidad son defectos que produce tainbien lá va-
nidad. Muchas personas se imajinan que es dig-
no de alabanza no seguir el dictamen de nadie ,
creyendo que con esto manifiestan una sagacidad




ver 1 1 1.-
superior ; mas semejantes hombres no suelen acre-
ditar regularmente sino su mal jenio y grosería._;
Ellos nos dirán sin duda que se sienten animadosi
de un grande amor á la verdad; mas nosotros les
responderemos que no es amarla el decirla de un
modo molesto y ofensivo. La razon. no puede a-
gradar cuando toma un tono duro y grosero. Es
mui dificil persuadir y convencer al que está las-
timado en su amor propio.


La terquedad es efecto de una necia presun-
don y de una pueril preocupacion, que nos sujie-
reri que es vergonzoso el engañarse, que es una
bajeza el confesarlo, y sobre todo , que la nuestra
siempre debe ser la última. ¿ Pero no es mas ver-
gonzoso é insensato el resistir á la verdad ? ¿ no es
mas noble y mas grande ceder con dulzura, aun-
que esté uno seguro de tener de su parte la ra-
zon, que no disputar sin fin con personas irra-
cionales ? El pueblo y los necios dan la razon al
que mas grita y porfia; mas las personas sensa-
tas se la dan al que tiene valor de retractarse cuan-
do se ha engañado, 6 al que no abusa de su triun-
fo, defendiendo la verdad (1).


La singularidad no prueba mérito alguno real :
el apartarse de las opiniones ó usos admitidos en
la sociedad muestra comunmente mas orgullo que
sabiduría y talento. Es necesario resistir al torren-
te de la costumbre , cuando esta es evidentemen-
te contraria á la virtud;.


mas es necesario tam.-
bien dejarse llevar de ella en las cosas indiferen-
tes. Una conducta opuesta á la de todo el inun-
do admira algunas veces, mas nunca puede me-
recer una consideracion durable.


En jeneral toda afectacion disgusta, porque es


(1) Hallándose juntos un dia Racine y Boileau en la Aca-
déaiia de las Inscripciones, Boileau profirió, por descuido,


CAPÍTULO XII. .257
ináicici de vanidad. Lo verdadero, lo .sencillo ló
natural nos hace amables á los que viven con no-
sotros porque estos quieren siempre vernos tales
como somos. Es menester que uno sea mui due-
ño de sí mismo para bien representar su papel en
el teatro del mundo sin temer que le quiten la más-
cara. Una gravedad afectada sólo anuncia un ne-
cio orgullo que se arroga todos los derechos y res-
petos; una minuciosa pedantería es la comun pro-
piedad de las pequeñas almas: estos defectos no. deben
sinembargo confundirse con la gravedad de costum-
bres y la esactitud severa en cumplir sus deberes,
las cuales nacen de una .atencion contínua sobre
nosotros mismos, y de un temor laudable de ofen-
der á los otros por lijereza ó inadvertencia.


Ningunos son tan molestos en el trato como esos
hombres cosquillosos, cuya sensible y delicada vani-
dad por la menor cosa se ofende. El que se conoce
tan débil, no debiera esponerse al choque de la socie-
dad, en la cual no puede causar mas que moles-
tia y fastidio. Una vanidad tan facil de ofenderse
prueba debilidad, pequeñez de alma , inesperien-
cia pueril; todo hombre cosquilloso por necesidad.
se hace desgraciado en un mundo mas impruden-
te que perverso. ¿ 1-lai nada mas incómodo y mo-
lesto que tener un alma tan débil que 'á cada mo-
mento se inquiete y perturbe por inadvertencias,
ó por el menor descuido de las personas que fre-
cuentan su trato ? Sinembargo estas pequeñeces, en


una proposicion errónea. Racine, que ni aun á sus ami-
gos les pasaba cosa alguna que le incomodase, no tomó
la espresion de Boileau cuino una chanza, sino que de_goi-
pe cayó sobre él con aspereza y severidad, hasta. el eatie-
imo de insultarle. Boileau se contentó con decir á Racine :
Con fieso que no he tenido razom pero prefiero no tenerla, á
tenerla con ese orgullo.


TOMO I. 33




258 SECCION I.
las- que ningun hombre racional repara, suelen tener
en un mundo vano y frívolo las mas graves conse-
cuencias.


Jeneralmente la vanidad , corno hemos dicho
antes , es el vicio que produce mas daños en el
mundo. Hai personas de toda edad y clase que
parecen niños en el valor que dan á pequeñeces y
bagatelas: muchos hombres , en su mayor edad ,
no .hacen mas que mudar de juguetes ; los ricos.
vestidos, las costosas alhajas, la variedad de ador-


- nos , ras raras superfluidades vienen á reemplazar en
ellos lbs juguetes de su . infancia. i Cuan pequeña y
mezquina no debe ser el alma de tantas jentes, cu-
yo atan por ataviarse y componerse absorve toda
su fortuna y su tiempo! ¿Qué- idea puede uno for-
marse de esas mujeres y de esos hombres degrada-
dos, que gastan dial enteros. en el tocador y los


'adornos? El mayor casti go que puede darse á semejan--
tes niños, es no hacer caso alguno de sus dijes.


Las naciones donde reina el luxo, están llenas
'de entes frívolos ocupados con la mayor seriedad
en bagatelas , que son á sus ojos objetos los mas


'-importantes: en ellas pierden su tiempo y su dine-
ro: á semejantes pequeñeces sacrifican su felicidad
y su reposo : por ellas se afanan , se comen de en-


- vidia , altercan y se injurian. La razon madura,
6 la sabiduría consiste en apreciar las cosas en su


JustO valor. El que se hace superior á estas frusle-
- rias, es roas feliz y mas grande que los que se es-


clavizan por ellas. La vanidad ofende .á todo el
mundo; la moderación y la modestia no pueden.
ofender á nadie.. El camino. de la vida es una sen-
da estrecha donde se encuentran una multitud de.
pasajeros, que todos procuran llegar al término de:
su felicidad; asigné los vemos moverse con mayor
6 menor actividad,. siguiendo. diversas direcciones
que se cruzan entre sí, y que regularmente son


CAPÍTULO XII. 259
opuestas, las unas á las otras. En medio de esta,
confusa tropa, los malvados son unos ciegos que,''
á riesgo de sufrir el jenerál resentimiento, lastiman'
y atropellan á cuantos tropiezan en el camino. Es-
tos viajantes imprudentes, atolondrados y distrai-
dos , no teniendo un término fijo, se ajitan de mil
modos, se encuentran, chocan y tropiezan con to-
do el mundo, causando á todos incomodidades y
disgustos. Mas el sabio camina con precaucion, mi-
ra á todos lados , prevé y previene los obstáculos
y peligros, huye de la multitud, y ausiliado con
los socorros de sus asociados, se adelanta con pa-
so firme al término del viaje, al que los mas apre-
surados no consiguen llegar. El aprecio , la consi-
deracion, la benevolencia y la tranquilidad son a-
premio de la atencion que el hombre de bien ob-
serva en su conducta.


Por no reflexionar sobre el objeto y fin de to-'
da sociedad, no parece sino que los hombres sólo
se han reunido para ofenderse recíprocamente con
vicios y defectos, cuyos inconvenientes reconocen
rnui bien en los otros; pero no se dignan obser-
var que estos defectos , á que ellos están tambien
sujetos , deben necesariamente producir resultados
semejantes. La lije reza es la incapacidad de ate-
nerse fuertemente á los objetos que nos son inte-
resantes. La inconstancia consiste en mudar á ca-
da instante de intereses ó de objetos. El-atokndra.
miento, en no tomarse tiempo para mirar con aten-
cion los objetos , 6 para reflexionar maduramente-
las consecuencias de nuestras acciones. El carácter
frívolo , en no poner su consideracion sino en obje,
tos incapaces de producirnos una felicidad verda-
dera.


Tales son los enemigos que la razon tiene que
combatir frecuentemente en la sociedad. La im-
prudencia, las continuas distracciones, la disipacion,




260 SECCION III.
la. vanidad, la embriaguez de los placeres, el ahinco en •
11.s cosas futiles son los obstáculos que se oponen á la
reflexion , y que mantienen á la mayor parte .de los
hombres en una infancia perpetua.


La distraccion es la aplicacion de nuestros pen-
samientos .á otros objetos que los que deberian o-
cuparnos: es una falta de consideracion para con
los que viven con nosotros. Este defecto , que á
veces nos parece tan ridículo , es sinembargo mui
comun y casi universal. ¡Cuan pocos son los que
se ocupan en aquello que mas les interesa 1 Cada
cilal lo echa á un lado, y solo piensa en intere-
ses por lo comun futiles que dominan su imajina-
don , y absorven todas sus facultades: cada uno en
sus desvaríos y delirios parece que olvida que vi-
ve en compañía de otros hombres, á quienes es deu-
dor de su atencion y sus cuidados. Es mui fa-
cil conocer todos los inconvenientes á que nos es-
pone esta distraccion moral. Un hombre sensato
debe siempre estar atento , tanto á sí mismo co-
rno á los demas; yo no habia caído en ello, una
mala excusa para el que vive en sociedal. Mirar
atentanienre al término de nuestras acciones , y
ver ío,_.:qw se hace, hé aqui la base de toda la
Moral:- La' vida social es un acto relijioso, en el que
todo hombre debe decirse á sí mismo, está en lo que-
haces (t). -


Muchas -
personas se creen disculpadas de sus fal-


tas á pretexto de olvido. Más la conducta de la vida
supone una memoria bastante fiel para no olvidar
los deberes esenciales , que incesantemente deben
esrár presentes en su alma. El olvido es un delito„


), Chitare° nos dice, cine- en•„los sacrificios de los antiguos
una adyertia al Sacerdote que recojiese su atencion, diciendo-
le en vcá ait4 ; Hóc : rzcstad. ateacIon á lo quenaceis.


CAPITULO XII. 261
cuando por él p,:rdemos de vista los deberes impor-
tantes de la justicia , de la humanidad y de la
piedad. Un Ministro ó un Juez que olvidasen á un
inocente en las prisiones con riesgo de su fortuna,
de su salud ó de su vida, ¿son acaso menos culpa-
bles que lo es un asesino? Sin hacernos tan crimi-
nales , el hábito de olvidar nos hace desagradables
en la vida social ; y ademas produce la inaptitud
para nuestros negocios y para los ajenos. La vida
del hombre, es preciso repetirlo de continuo , re-
quiere atencion , memoria y presencia de espíritu.


La ignorancia, que tambien se alega frecuente-
mente por escusa , que á veces se perdona con de-
masiada facilidad , y que solamente se castiga con
la ridiculez , puede en muchas ocasiones ser un de-
lito grave. ¿Qué de reconvenciones y baldones no
debe hacerse un Juez, que sin ciencia ni conoci-
mientos decide atrevidamente de la suerte de sus
conciudadanos? ¿Qué remordimientos no debe espe-
rimentar un médico ignorante, que á costa de la vida
de los hombres ejerce una profesion en que no se
halla suficientemente instruido? No es licito igno-
rar los principios de un arte importante al bienéstar
de nuestros semejantes ; la presuncion ó demasiada
confianza es un crimen- cuando se trata de la salud
de los hombres. Todo el que tiene la osadía de ejer-
cer un oficio ó un empleo público de que se cono-
ce incapaz , ignora enteramente los- verdaderos prin-
cipios de la probidad. La ignorancia es el manantial
inagotable de los infinitos males que aflijen á los pue-
blos. En todos los estados de la vida , el hombre,
por su propio interés y por el de los demas, debe
procurar instruirse. Las luces contribuyen á desen-
volver la razon , haciéndonos mejores mas útiles .á
nuestros asociados, y mas amados de ellos.


La falta de esperien.cia y de refiexion constitu-
ye la ignorancia-, tan perjudicial para. nosotros como,




aN 1 1 1.
para nuestros semejantes. El ignorante es desprecia-.
do, porque no es de utilidad alguna en lá sociedad;
el ignorante es digno de lástima y compasion , por-
que por lo comun es incapaz de ayudarse á sí mis-
mo. La ciencia que , como se ha dicho antes


. , es,
fruto de la esperiencia y del hábito de reflexionar,.
es apreciada , porque el que la posee está en estado
de dar socorros , consejos y placeres, que no pue-
den esperarse del ignorante. En todos los estados de
la vida, desde el Monarca hasta el artesano, el hom-
bre Mas esperimentado ó el mas instruido es nece-
sariamente mas querido y mas buscado que no el
que carece de luces y de habilidad.


Si la razon , como hemos dicho, no es otra cosa
que la esperiencia y la refiexion aplicadas á la con-
ducta de la vida , dificil es formar del ignorante un
ente racional y un hombre sólidamente virtuoso. Es
necesario conocer y meditar sus deberes para saber
arreglar la conducta de la vida. Es necesario cono-
cer los usos del mundo para vivir en él con gusto,
y evitar la ridiculez en que incurre el que igno-
ra estos usos. El ignorante es un ciego , un aturdi-
do que vá á tientas en el camino de este mundo,
con riesgo de atropellar á los otros , ó de caer á cada
paso. En una palabra, sin esperiencia y sin luces
es imposible ser bueno.


Se nos dirá quizá , que se hallan á veces perso-
nas rústicas , sin ciencia ni instruccion , las cuales.
sinembargo , como por instinto , son virtuosas y
fieles á sus deberes , mientras que hombres dotados
de un talento sublime y de vastos conocimientos,
se conducen mui mal, y sólo se hacen notables por
sus errores ó por sus maldades. A esto responderé-
mos que los hombres mas sencillos pueden fácil-
mente conocer las ventajas resultantes de la virtud,
y los inconvenientes y desórdenes infinitos del vicio;
y sin manifestar esteriormente luces mui sobresa-


CAPÍTULO XII. 263
líentes , pueden hacer en su interior esperiencias y
reflexiones , para regular sus acciones , las cuales
muchas veces ó se escapan á la petulancia del hom-
bre de talento , ó las desdefia su vanidad. De don-
de resulta que , á pesar de su sencillez , el hombre
de bien es á veces mas apreciado que no lo es el
de talento ; éste se hace temible , y el hombre
de bien amable. No es , pues , necio ni despre-
ciable el que tiene talento suficiente para gran-
jearse la estirnacion y el afecto de sus semejantes.
El hombre sencillo , virtuoso y moderado puede con-
tar con una benevolencia mas firme y constante que
no el que sólo divierte y entretiene á los otros con_
agudezas momentáneas , viniendo por último á ser
enfadoso y molesto por su orgullo ó su malignidad.
El hombre verdaderamente ilustrado es aquel que
conoce y usa los medios necesarios para ser amado
constantemente. Todo el que se figura hacerse apre-
ciable por unos medios capaces solamente de dis-
gustar , es un ignorante, un necio , un atolondrado.


La ridiculez consiste en la desproporcion de los
medios con el fin que uno se propone. Volver las
espaldas al objeto que se desea , constituye eviden-
temente la ignorancia , la ridiculidez y la necedad.
¿No es ser uno bien ignorante no saber que aquel
á quien se terne , no es amado , que la arrogancia
irrita , y que la jactancia y la fatuidad se hacen.
ridículas ? z Cuántas jemes hai en el mundo cuyo.
continuo objeto es que los admiren y respeten , y
que con su conducta insensata no consiguen sino.
que los desprecien y aborrezcan ? Hé aquí los re-
sultados de su altanería y soberbia, de sus modales.
impertinentes, de sus infundadas pretensiones , de - ese
fausto y de esos gastos que no pueden sostener, y de su.
tono decisivo sobre materias que no entienden.


Al mirar las cosas corno son en sí , se hallará
constantemente que el orgullo y la vanidad son.




264 SECCION III.
pruebas indudables de necedad: ellas acreditan una
perfecta ignorancia del camino que se •ha de seguir
para lograr la benevolencia y la estimacion de los
hombres. Un talento estúpido y limitado , que se
contiene humildemente dentro de su esfera , se hace
mucho menos ridículo y despreciable , que el hom-
bre afectado que se complace en sus vanidades. En
lo moral no hai una enfermedad mas incurable que
la de un ignorante presumido, ó que la de un ne-
cio que tiene la desgracia de vivir mui pagado y
satisfecho de sí mismo. El primer paso ácia la so-
ciabilidad es conocer lo que nos falta y correjirnos
de nuestros defectos.


Un ente verdaderamente sociable no debe per-
der jamás de vista á sus asociados. Las distraccio-
nes , el atolondramiento la locura y el fausto se
ven siempre castigados con la indignacion el abor-
recimiento, el desprecio ó la mofa. La ridiculez
se hace temible, porque supone el desprecio ; y el
desprecio es lo que mas irrita á todo hombre amante
de sí mismo. El hombre juicioso se corrijo de todo
lo que puede hacerle justamente despreciable , por-
que de lo contrario forzosamente ratificarla él mis-
mo el juicio da: los otros ; pero desprecia la mofa
é irrision que en un mundo vicioso es el fruto muchas
veces de la virtud y el mérito.


Seguramente , si la ridiculez consiste en no a-
doptar las preocupaciones y las modas , que mui
comunmente usurpan el lugar de la decencia y la
razon , es claro que una conducta sabia y arregla-
da debe parecer singular y caprichosa en una so-
ciedad vana y corrompida. Hé aquí por qué vemos á
veces la virtud, la probidad, el pudor y la equidad
misma expuestas á las sátiras é invectivas del vicio;
este presume disculparse burlandose de las virtudes
que no tiene, y que á tenerlas se avergonzaría de sí
mismo. En el mundo, la virtud se asemeja repetidas


CAPÍTULO XII. 265
veces á la Matrona honesta de Horacio, la cual, pre-
cisada á bailar entre los protervos y licenciosos sáti-
ros, lo hace con encojimiento y modestia (í).


Las virtudes mas respetables pueden verse expues-
tas en ocasiones á las impertinencias de la burla y de
la mofa y á las invectivas de la ridiculez; pero fiado
en su dignidad misma el hombre d bien desprecia
los tiros de la sátira tan temibles para los mundanos,
y esos ídolos imajinarios á que sacrifican su fortuna,
su conciencia y aun su vida. Un temor pueril de la
opinion opone frecuentemente obstáculos insuperables
á; la virtud: este vano terror hace que, contra su con-
ciencia y contra sus mismas luces y conocimientos,.
siga el hombre el torrente del mundo, haga lo que
los ciernas, y se precipite al mal sin poderse contener
Los hombres mas ilustrados se constituyen á veces
esclavos del uso, y viven en una lucha contínua con
su propia razon. La deshonra, dice un Moralista cé-
lebre, ofende ménos que la ridiculez.


La burla, armada casi siempre de la envidia y de
la malignidad, desconcierta á veces la sabiduria y la
probidad; pero su jurisdiccion no alcanza á la vir-
tud, sino al vicio, y al cabo no consigue sino es des-
honrarse á sí misma cuando insulta á la virtud. Se
necesita valor para tener la noble osadía de ser vir-
tuoso en las naciones donde el Vicio soberbio y al-
tanero con la multitud y elevación de sus sectarlog
lleva el atrevimiento á el alto grado de pretender
burlarse de las cualidades, á cuya presencia debería
confundirse y temblar.


Todo burlon es un hombre vano y perverso: la
burla demuestra siempre designio de. ofender mas 6
menos á la persona contra quien se dirije; ella se pro-
pone dar en rostro con algun defecto, cuya manifes-


(i) D'Itere,* Satyris paultim pudibunda protervis.
De Arte Poet. vers. 233.


TOMO I, 34




266
SECCION-III.


tacion causé risa en los otros. Madama Lambert ha
dicho .con mucha razona que las personas que tienennecesidad de murmurar , y gustan de burlarse, tienentambien una malignidad secreta


en el corazon. De la
chanza mas moderada á la ofi'nsa no boj mas que un
corto trecho. Con frecuencia sucede que., .abusando dela .


chanza, :
llega á lastimar con ella;


.
mas la persona


contra quien se dirije, tiene sola el derecho de juzgar
si es ¿.no chanza; : si se la ofende y lastima, ya no seráchanza, sino ofensa..La chanza,


decía un antiguo, escomo la sal, que se debe usar con precaucion.
La chanza es casi siempre un arma peligrosa, ysus tirOs


. son algunas veces mas crueles é insoporta,bles que una injuria. Burlarse del •que se tiene por
amigo es -serle traidor en realidad, es sacrificarle ápersonas indiferentes, es mostrar que se le estima en
MéL103 que un chiste 6 agudeza. Burlarse de.las per-sonas _i


ndiferentes es arriesgarse locamente á.•sus que-jas y resentimientos; es provocar gratuitamente sucólera. Burlarse, de
.
sus superiores


.
sería una temeridaddigna de .


castigo Las burlas ó chanzas no se pueden
usar' i


mpunemente sino es con los amigos, y entón-
ces es perfidia; ó con los inferiores y los infelices, yentónces es crueldad é influnia.


Sinembargo, nada es mas comun que esta espe-
cie de crueldad. Los hombres se complacen regular,
naenIe;en burlarse de aquellos mismos que debieran
Compadecer y consolar, y usan con prodigalidad de-la mofa y de la sátira con laspersonas, cuyos
tunios ó defectos debieran escitar su piedad. ¿Es un.
hombre contrahecho á mal formado ? itiener


un enten-dimiento cortO,y limitado? ¿ha
cometido algun yer-


ro„ó, equivocación ?¿ está acaso indijente y conde-
nado sli• padecer y sufrir ? Pues desde el mismo punto
es el objeto de.las.burlas y chanzas continuas; la so-
ciedad hace de 1,1 un juguete; y el infeliz padece ysufre las punzadas


. y heridas de una multitud de hom-
K:


CAPÍTULO XII. 267
bres sin caridad ni honor, que procuran distin•nirse
y ser tenidos por decidores y chistosos á costa de se-
mejantes desgraciados, á quienes abruman con el pe-
so de su predominante superioridad. No hai persona
que no se crea autorizada para insultar á los mi-
serables.


Semejantes propiedades se hallan sobre todo en
los niños, prontos siempre á notar los defectos, las
enfermedades, las flaquezas y las deformidades de los
que se presentan á su vista; y se encuentran tambien
en aquellos en quienes la educacion y la -reflexion no
han sofocado esta inclinacion tan inhumana. Las. jen-
tes del pueblo usan y profieren igualmente sus dicha-
rachos y las torpezas de su inculto talento contra los
que padecen alguna imperfeccion ó desgracia natu-
ral ; mas los niños y el vulgo, como hemos observa-
do , son crueles regularmente.


Nada es mas frecuente que verá, los hombres reír-
se y burlarse de los accidentes y desgracias que su-
ceden á los otros. Esta odiosa complacencia provie-
ne de la comparacion ventajosa que uno hace de su
misma seguridad y de sus propias perfecciones con la
situacion molesta 6 con los defectos de los demás. El
hombre, cuando su naturaleza no ha sido convenien-
temente modificada, es un ente tan poco compasivo
y piadoso, que es mui propenso á complacerse y ale-
grarse del mal de sus semejantes , por que no le
padece , y en esta parte se encuentra ventajoso:
cuando no reflexiona,: no conoce en manera algu-


-na que se halla espuesto á los mismos accidentes que
-aqui á los otros, y: que es mui odioso alegrarse de
sus desgracias, de sus defectos 6 de sus debilidades.
Asi el hombre de entendimiento limitado viene á ser
por lo comun el juguete del hombre de mayor ta-
lento; éste engreido con 1,a . idea de las ventajas que
pósee, no considera que es , injusto y cruel con un hom-
bre .que debiera escitar su piedad.




262 SECCION III.
Los hombres no deben olvidar el respeto y consi-


deracion que se deben tener. Los hombres de talento
particularmente deben observarse á sí mismos mucho
mas aún que los otros, y temer el ofender á los de-
más. La vivacidad de espíritu, el fuego de la ima-
jinacion , y la alegría causan muchas veces una
locura y petulancia , contra las cuales es necesa-
rio armarse. Las personas de talento, en fuerza de
la superioridad que tienen sobre las otras, son in-
clinadas ordinariamente á abusar de él en ofensa de
lós que-tienen menos: hé aquí, sin duda, lo que ha-
-
ée que los literatos sean mirados como peligrosos en


"él trato de los hombres.
La sangrienta ironía y las chanzas ofensivas


no pueden complacer sino á los envidiosos y malva-
dos, despreciables siempre á los ojos de todo hombre
de verdadero mérito: y son efecto de cobardía, pues
que atacan por lo comun á personas incapaces de de-
-Tenderse. Nada mas bárbara:ni_ mas débil que la
chanza 6 la ironía en la boca de un Príncipe, las
cuales imprimen á veces borrones indelebles, y bas-
tan para hacer á uno infeliz toda su vida.


Todo hombre tan inconsiderado, que ofende. con
sus dichos agudos y picantes, ó con sus chanzas y
chocarrerias , no sólo á un amigo, sino tambien á
personas indiferentes, no debe ser admitido en el
trato de hombres virtuosos , que saben respetarse los
unos á los otros. Los burlones, los chanceros de pro-


;fesion, los decidores de gracias y agudezas, los bu-
fones son á veces hombres de talento, pero malig-
nos y perversos; mas nunca 6 rara vez se hacen a-
preciables por sus cualidades morales, mucho mas
necesarias é importantes en el comercio de la vida,
qüe nó esas chanzas y agudezas tan celebradas fre-
cuentérnente en el Mundo: Desconfiad, dice Horacio,
del qti murmura de sutarnigo ausente; del que no le defien-
de cuando es acusado; del que hace reir coa bufonadas:


CAPÍTULO XII. 269
éste seguramente tiene un corazon negro y depravado (,1).


A pesar de esto, la falta de atencion, de grave-
dad y de reflexion contribuyen tanto como el mal cora-
zon á la burla, la cual no puede ser aprobada ó sufrida,
sino cuando, sin herir ni ofender al que es objeto de ella,
reanima y hace agradable la conversacion. Una vida
verdaderamente social exije que ninguno salga de la
compañía de los otros dejándolos descontentos.


Las burlas, las chanzas y la sátira sólo son útiles
y laudables cuando se emplean en jeneral contra los
vicios reinantes en la sociedad cuya insolencia y
locura pueden á veces reprimir y moderar. Qué cosa
mas ridícula y mas digna de la sátira , que •


la vani-
dad de tantos hombres y mujeres gravemente ocu-
pados en sus necias bagatelas , en su ostentacion, en
sus dijes y cintas , en sus adornos , y en sus estra-
vagantes modas? ¿Son por ventura semejantes hom-
bres mas que unos niños ó unos entes frívolos, llenos
los cascos de la idea de dijes y juguetes que les dis-
gustan á cada instante? ¿Hai en el mundo un ente
mas ridículo que un necio que sólo se presenta en la
sociedad para ostentar su tonteria , su impertinencia,
su tren y sus vestidos ? ¿Pueden verse sin risa las
pretensiones de una coqueta envejecida y añeja , la
cual hasta 'el sepulcro afecta los ademanes evapora-
dos y el adorno y atolondramiento de la juventud?
¿ Podrá verse sin compasion la vanidad de una mul-
titud de jentes comunes, que tienen la manía de creer
que copian el gusto y la magnificencia de los Gran-
des con sus ridiculeces ? ¿Qué cosa mas molesta , que
un charlatan insípido que se apodera de una conver-


Absentem qui rodit amicum:
Qui non defeadit , alio culparte: soilttos
Qui captat risus lzonánurn , famtimque dicacis ;


. . . Ilic niger est , hunotu , Ron:4u , cueto. •
HORAT. sA


• 4. Lit). 1. vers. SI. y sig.


(í)




270 SECCION
sacion , aturdiendo á todos con su garrulidad impor-
tuna ? ¿ Hai nada mas despreciable que la arrogancia
de tantos hombres hechos de figura , que juzgan y
hablan de todo sin entender cosa alguna ? El hom-
bre sensato ¿puede ver sin disgusto á esos ociosos,
insoportables á sí mismos , que van periódicamente
de corrillo en corrillo haciendo sentir su inutilidad y
su fastidio ? ¿ Con qué aspecto puede mirarse á esos
hombres mal humorados 5 á esos misantropos amasa-
dos con hiel y vinagre, que no salen de sus taber-
nas sino es para incomodar á los otros con su atra-
biliario carácter ? ¿Hai cosa mas contraria al placer
y la social armonía, que esos espíritus de contradic-
cion que llevan por sistéma el no avenirse jamás con
el dictámen de .


otro ? ¿ Hai un objeto mas merecedor
de la sátira que ese juego continuo y perpetuo, re-
curso miserable para suplir lo estéril de las conversa-
ciones de tantos que recíprocamente se fastidian,
porque nada tienen que decirse ?


Empero el sábio , cuyo corazon es sensible, mas
bien se hace en la sociedad un Heráclito que un De,
mácrito. Estas irregularidades y locuras dejan de ser
ridículas á sus ojos , y las mira como dignas de
to, al notar que semejantes puerilidades son, en los
hombres frívolos' á quienes enteramente dominan., el
orijen y manantial de los delitos mas destructores,
de las injusticias mas crueles , y de las disputas y
controversias mas trájicas. Llanto y no risa causa
el ver que vanos y futres títulos , precedencias , pues-
tos , dijes , cintajos y juguetes esciten la ambicion,
y fomenten las intrigas , los ocultos enredos , las per-
fidias y los crímenes de tantos. hombres niños., sin-
embargo de que parezcan sólo ridiculeces. Llanto y
no risa causa el ver que un necio orgullo , encubier-
to bajo el nombre de honor , haga que diariamente
corra en los duelos la sangre de tantos niños, delin-
cuentes cuyas estravagancias dan compasion. Pro-


CAPÍTULO XII. 271
funda indignacion causa el ver que ese fausto im-
pertinente, con el cual tantas jentes se distinguen,
sea la causa de la ruina de una multitud de infelices
mercaderes y artistas , tarde ó nunca pagados. Cau-
sa dolor reflexionar que ese juego, que recrea y en-
tretiene á los ociosos, absorve á veces las mas gran-
des fortunas. En fin , no puede uno reírse sino com-
padecerse de esos galanteos torpes é indecentes , que
turban para siempre la concordia , la confianza y la
estimacion , tan necesarias al mantenimiento de la
tranquilidad doméstica.


Las debilidades , los defectos y las estravagancias
de los hombres los conducen frecuentemente al crimen
y al infortunio. No hai vicio que no sea su mismo
castigo (1), y que tarde ó temprano no produzca á
la sociedad los daños y desastres que tan sensibles
son para un alma 'virtuosa.


Compadezcámonos , pues , de los mortales por sus
estravíos , consecuencias necesarias de su atolondra-
miento , de su inesperiencia , de las falsas ideas que
se han formado de la felicidad , y de la errada senda
que IlAn emprendido para llegar á ella. Vivir con los
hombres es vivir con unos entes la mayor parte dé-
biles ciegos é imprudentes; aborrecerlos , sería aña-
dir la injusticia á la inhumanidad , sería vivir ator-
mentados sin provecho de los demas. Huir de los
hombres sería privarse de las ventajas de la vida so-
cial, la cual, á pesar de sus defectos, nos ofrece mu-
chos bienes y placeres. Níngun hombre es gratuitamente
malo; comete el mal porque espera algun bien; es malo
porque es ignorante, falto de reflexion , y no prevé los
efectos de sus accíoñes. Detestar y aborrecer á los hom-
bres por sus flaquezas y sus vicios sería detestarlos y
aborrecerlos por lo mismo que son dignos de compasion.


Amemos , pues , á nuestros semejantes , á fin de


(1 ) stultitia laborat fastidio sui. SENICA,




272 SECCION III.
merecer su amor : no huyamos de ellos sino podemos
socorrerlos : no los irritemos con un humor atrabi-
liarlo : invitémoslos á la virtud mostrándoles sus
atractivos: desviémoslos del vicio descubriéndoles su
deformidad : no hagamos con nuestros insultos ma-


JI yores sus miserias , efectos de las preocupaciones que
han bebido desde su infancia en la copa del error : no
les privemos de la esperanza diciéndoles que sus ma-
les no tienen remedio y que están destinados á pade-
cer para siempre : consolémoslos mas bien con la es-


,. peranza de que cesarán sus males y penalidades:
mostrémosles en los progresos de la razon y en la ver-
dad el antídoto contra el veneno de que sus almas
están infestadas: que esperen tiempos mas favorables,
en que las Naciones maduras y esperimentadas lle-
garán á renunciar por fin á sus crueles locuras, y co-
locarán la virtud -en el templo q debe serle consa-
grado: entonces ella establecerá la armonía social, ins-
pirando un espíritu de amor y de paz á todos los pue-
blos del mundo, reuniendo los intereses de las Na-
ciones y de sus Jefes, confundiendo en una sola la fe-
licidad del ciudadano y de la Patria, y haciendo co-


l
nocer á cada miembro de la sociedad que su bienestar
se halla unido íntimamente con el de sus semejantes,
y que jamás aquel debe separarse de este.


Si al hombre no le es permitido entregarse á espe-
ranzas tan sublimes y lisonjeras, séale al menos el creer
que7los principios fundados en la Naturaleza huma-
na Serán adoptadas por algunos hombres pensado-
res y reflexivos, que llegarán claramente á conocer que
la virtud es la sola base de la felicidad pública y par-
ticular, al paso que el vicio vá destruyendo cada dia
el bienestar de las Naciones, de las familias y de los
individuos. Estas son las verdades que procuraremos
aMpliar y mostrar mas y mas en la continuacion de
esta29bra , aplicando nuestros principios á los hom,
bres Considerados en sus diferentes éstados.


Fin de la Seccion HL y de la Primera Parte.