ANALES nEL REINADO DE DOÑA ISABEL 11. Esta obra es propiedad de los herederos del...
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ANALES
nEL REINADO DE DOÑA ISABEL 11.




Esta obra es propiedad de los herederos del atdor,
los que perseguirán ante la ley al que la reimprima; tÍ
cuyo fin llevarán todos los ejemplares la siguiente rú-
brica /---;


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• , ANALES DEL REIN1DO
DE


A D. ISABEL JI.
OBRA POSTU~IA


DE DON JAVlEU DE nUUGOs.


TO~IO 11.
::;;::1.


MADRID.


ESTABLECIMIENTO TIPOGRAFICO DE MELLADO,
talle de Santa Teresa núm. 8.


MlJCCCL.






DON FRANCISCO CEA BERftlUDEI.


5nció en Málaga por el año 1780, dc padres comerciantes, quc le iniciaron pn
"sla profesioll. Acabó de educarse en Cádiz, y vino á ~Iadrid recomendado a don
·\otol1io rgal'l", por (luien obtuvo la comislOn de llevar nnos despachos al "m-
¡ll'rador de Rusia, instruyéndole de la constancia con (lue rc,i,tia el pais á 10'
franceses, y de la instalacion de las Córles en la isla Gaditana. Tar.to aprecio
hizo ¡le él el autócrata, que fué nombrado cónsul general en Rusia. MantíEole
Fernando en su puesto, hasta que disgustado el emperador por sus ideas lihe-
rales, indicó su deseo de que fuese relevadu, y se trasladó á París. Elep:ido (le
nuevo para San l'elersbur ~c, no fué recibido, y marchó á Léndres, ,le dond ..
"illo en junio de 1824 de ministro de Estado. IUeno5 constitucional que en 1820.
p('ro amigo de bs reformas, contribuyó á mot1('rar la reacciono pero tlcrrilJ(Hlo
:i impulsos de ésta en octuhr. de 1825, fué á representar á E,pañaen nre,de.
y 11Iego en Lóndres, de do",lo vino de nuevo en octubre de 1832 al ministerio dl'
Estado. ~u políLica templada fué jUIgada liberal, pero sus manifiesto, de 3 de
¡liciembrc de 1832 y,¡ de octubre de IH33; quitaron toda esperanza de innova-
('ion¡~s políticils. Impotcutc pari!. conjurar la revoluclon, cay6 á·su rmpuje ('n t:l
di) (~ncro de 1&14.. En 1R3, fué comisionado;j Viena para el rceonorimicnto di~ la
reina; y valla su mision, en 1839 escribió un folleto demostrando eoncluyent('-
mente el derecho de esta scilOra á la corona de España. Retirado nucvamcntt' á
l)arÍs, e indiferente á las honrosas distinciones que le llamaban á Espaila, si-
glli6 entregado a sus illI~íone!' de amalgamar distinta3 ÓPOCíl~ .• hnsla Sil muc:rle
onUf lila l~n H~;;2.






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LlORO rI'ERCERO.


Discusiones y dl'ci,ion sobre el pt'o~'erto de Ic'Y de lIacienrla.-Reconocimíeuto
de la deuda estrangera y autorizaeion para contratar un empréstito de 400 mi-
llones -Negóciase este· con la casa de Anloin.-Díscusíon del proyecto de ley
de milicia urbana.-.\pruéhasc este proyecto de lcy.-Fisonomía de las Cortes
de 183.\.-Prorlama de ~lina.-JlIoquco de EIi7.0ndo.-Encuentros de Espar-
tero con Yillarreal y Castor.-OpcrarÍ<mes de Córdova.-Entra un convoyen
Pdmplona.-Zumalae{¡rre~lli silia y toma it Yillafranca.-Brillante defensa de
los urbanos [lile la gllarnccian.-Llander reemplaza á Zarco del Y.lIe en el
miubtc";o de la GIlf'rra.-Salc lUlfia de Pamplona en perseencion de Zumala-
cúrreguí.-Combates de Sorlada y Unzui,.-Partc Córdol·a á Madrid.-Estado
de las bandas carlistas en varias provincias de España.-Accion de Ormaisle-
gui.-Accion de Arquijas entre Lorenzo y Zumalacárregui.-Subleva~ion mili-
tar en ~Jadrid y muerte del general Cilnt(·rár.-Yivus interpelaciones en ambos:
Estamcnlos.-Drja Llauder el mini,terio de la Guerra y le recmplaza el gene-
ral ~·aldés.-Toma de los Areos.-Acdon de Ciga.-Sitio y toma de Irllrzun y
Echarri·Aranaz.-AIJandono de Olozagoitia.-Ata([ue de Efaso contra Bilbao.
-Combate de Montl'jura y Arroniz.-Sale Córdova de l\ladrid al frente de una
division.-Petieion de sesenta diputa<tos para que sancione la reina la ley de
milicia urIJana.-Al'ticulo adicional propuesto por el ministerio.-Parle Yal-
dés para las provinr.ias del Nortc.-Dimision de l\lina.-L1ega Cahrera al cuar-
tel gencl'al de ZumalacfIrrcgul.-Conrerencia co111os gefes carIi:;tas.-R~gresa
á Aragon.-l'rision l' muerle dl' Carnicel'.-Córdol"a fortifica á Yiloria.-Obli-
ga á los carlistas á levantar el sitio do ~lacs!ú.-Preparali 'os de campaña.-
Aecion de las Amesroas .. -Tl'atado ti" lord El\ioL-Intcrpclacion,~s en las Cor-
les.-Agitase la cuestion dl~ la lnlervencioIl cstrangcra.-~uevas interpelacio-
nes.-Tentativa de asesinato contra lIartinez do la Rosa.-Proposicioll de Ca-
ballero.-Precaria sitnadon del ministcrio.-Ciérranse las Corlcs.-Solicitase
la intervencion de los aliados.-Contestarían d" la Francia.-Mudanza mini 5-
tcrial.-Zumalacárregui toma varias plazas y Y"ldés ahandona otras.-Sitio
de Dilbao.-Jluerlc de ZUffialacáITcgui.-AccioIl de lUcndigorrla.-Alborotos
de Zaragoza y Reus.-Amagos de conflagracion general.


TOMO n. 1




2 ANALES DE ISABEL 11.


BL dia 11 de setiembre de 183.\, la comision de Pl'ocura-
dores eneargada de informal' sobre el proyecto de ley de
Hacienda, sometido por el gobiemo [tI examen y apl'oba-
cion del Estamento, preseutó, en su doble diclámen, pues
en el seno de dicha comision hubo divel'sidad de parece-
res, notables modificaciones á las cláusulas principales de
aquel proyecto de ley (1).


La mayoda, compuesta del marques de ~Iontevirgen,
Florez Estrada, Alval'ez de Sotomayol', Torrens y Miralda
y García Carrasco, denunciaba vicios de forma de que, eu
su sentil', adoleeia la pl'esentacion del proyecto del gobier-
no, del cual declaraba ademas diferir esencialmente en la
parte relativa al empréstito de 400 millones. Descartando
ciento y tantos de los que figul'aban en el presupuesto de
atenciones urgentes, pI'esentado pOi' el ministro de Hacien-
da, reducíalos a 200, opinaba que se autorizase al go-
bierno pal'a proveerse de esta suma, sin I'CCUl'l'Í1', si cra
posible, a empréstitos, y, para el caso de absoluta nece-
sidad' indicaba la conveniencia de pl'eferir á los estl'ange~
ros los capitalistas españoles.


Entrando luego á discutil' el primer mtieulo del proyec-
to de ley, dividialo la comision eH dos partes, compren-
diendo en la primera la deuda contra ida y reconocida 1101'
las Cortes, y en la segunda lada la que no se hallaba en
este caso.-«Ac¡uella-sc decia en el dictámen-debe, pré-
)via liquidacion, considerarse como deuda del Estado, P01'-


(1) Véase (apéndice número ,1, al fin del tomo) el real decrrto, defi-
nitIvamente sancionado por la reina despues de toda esta larga discu~
sion.




UBRO TERCERO. 3
»quc fué contra ida por los represeI\tantcs de la nacion;
»)porquc reune todas las circunstancias legales; y, en fin,
))por'que su reconocimicnto es una necesidad, si ha de cou-
))servarse ilcso el decoro de la nacion, y de honrarse la
»)mcmoria de un sistema de libcrtad, cuyo noble origen, en
))medio de las bayonetas del usmpador de la Europa, sel'á
))siempl'e glorioso para todos los espaüoles amautes de la
)independencia de su pall'ia.»


. Inereible parecia quc hombres en quienes em un sa-
grado deber mostrarse comedidos, mesurados é impareia-
ICs, se olvidasen de su mision hasta el punto de evocar, con
motivo del reconocimiento de esta ó de aquella deuda, los
sangl'Íentos recuerdos de 1812 y de hel'il' con malsonan-
tes dicterios el amOl' propio de una nacion poderosa con
quien acababa el gobicrno espaüol de cstrechar, pOI' medio
de un pacto solemne, lazos de amistad y alianza: de Ull!l
nacion cuya prosperidad, desarrollándose progresivamente
al alJl'igo <le illstiluciones tan bcnCfic,ls como liberales, era
para nuestro pais un cscclente ejemplo que imitar; de una
naeion, en fin, de quien tenÍ3mos mucho que cspcrarymas
todavía que temer. Increible parecia asimismo que hombres
cn quienes el conocimiento de los hechos eea, en aquellas
ci¡'cunstancias, una obligacion de que no podian prescindir,
los apreciasen como lo hacian, v hasta faltasen á 11\ verdad,
como faltaban, eseribienuo en estos términos ulla de las
mas intel'csantes páginas de nuestra' historia contemporá-
IIca.-«Por el contrario, la deUlla de la segunda clase, que
)cmpezó en 16 de julio de 1823, y tuvo orígen con el prés-
)ltamo que, con \acasadeGllcbhard, contrató una junta de re-
»)beldes que, sublevándose ('onlra.m pais y su rey, fué uno ","._~.~




Al'i"ALES DE ISABEL 11.


)lde los instrumentos de que se valió la Santa Alianza para
»destruir en España el gobiemo representativo, arrancar al
»monarca del seno de la representaeion nacional, y some-
»terIo á una faccion (¡ue, usurpando el augusto nombre
»de S. M., consiguió, con el auxilio de (uerzas estrange-
»ras, entronizar la tiranía en nuestra amada patria. Apode-
»rada asi de la voluntad del rey, y sostenida pOI' cien mil
»bayonetas francesas, la faccion llevó el abuso hasta el es-
»tremo; ella creó el emprestito real de 334, millones, que nos
»condujo á otros empréstitos ruinosos para ocultar el vi-
»cioso y~criminal odgen de este contrato.» En estos tér-
minos se espresaba en su dictámen la muyoda de la comí
sion nombrada: para examinar un proyecto de ley que te-
nia por objeto el restablecimiento del cl'edilo del Estado
sobre la base del reconocimiento de todas las deudas de
la nacion. Y de esta violenta y apasionada interpretacion
de hechos inexactamente relatados, sacando los que el dic-
támen firmaban las mas ab surdas é inícuasdeducciones, aña-
dian:-«La deuda de la segunda c1ase no tiene, pues, á su
»favor ni la justicia ni las leyes, ni la tcoda ni la prác-
» tica .... , La España no se mancillará con el reconoci-
»miento de una deuda contraida pal'a imponerle cadenas.
»La base de todo credito-decian luego-es la firmeza de
»Ia buena fe;» y por último, aprovechando la coyuntura,
salían se del terreno de la cuestion y deseosos sin du-
da de renovar las escenas de que, con motivo de la contes-
tacion al discurso de la COI'ona y de la peticion de de-
rechos fundamentales, fue testigo el Estamento, entre-
gábanse con complacencia á las declamaciones de cos-
1umbre.-c(Elcrédito de España ,-deciase entre otras co-




LIBRO TERCERO. 5
»sas en el citado dictámen-no depende del reconocimien-
»to de esta deuda estrangera; depende únicamente de las
»garantías de órden y de estabilidad que produzca el siste-
»ma de libertad progresiva que debe seguirse. JJ


Tal era la t'sposicion de motivos en que se fundaba la
mayoría de la comision paJ'a no aceptar el proyecto de ley
en los téi'minos en que por el gobierno habia sido presen-
tado al Estamento. POI' su parte la minoda, proponiendo
tambien algunas si hien menos esenciales modificaciones, se
pronunciaba por el reconocimiento de las deudas contraidas
desde 1823 aI31.-«Los sistemas de gobiemo-decia ella-
»varían; pero las naciones subsisten. Estas en el dia no pue-
»den existir sin crédito; no hay crédito sin buena fé; ni
»buena fé cuando se buscan pretestos ó escusas para no re-
})eonocer lo que se debe, cuando se rompen los pactos, se
»desentienden las obligaciones ó se dilatan los pagos.»


Para apoyar el dictamen ',de la mayoría, tomaron parte
en la discusion los hombres mas notables del partido del pro-
greso. El marques de MontevÍl'gen, que, en su calidad de
individuo de la comision, fué el primero que subió á la tri-
buna, reprodujo con respecto á deudas y á empréstitos las
ideas emitidas en el dictámen, y, disculpando a la comision
y al Estamento del cargo que dias antes les hiciera el ge-
neral Butron, de que la tardanza puesta en el despacho de
aquel informe privaba al ministerio de los fondos necesa-
rios para alendel' á las necesidades de la guerra, atacaba á
la vez al gobierno y al ejél'cito, diciendo:-«¿Será por falta
»de dinero por lo que algunos de nuestros generales son
)¡sorprendidos y comprometen las tropas mas valientes?
»¿Será por falta de dinero por lo que se dan esos decretos




6 ANALES DE ISABEL n.
»escandalosos por el minístro dc la Guel'l'u, imponiendo
»penas á los militares que no quieran il' a hatirse '? ¿ Será
»por falta de dinero por lo que algunos oficiales se quedan
)Jrezagados en las plazas fuertes'? ¿Scrú por falta de dinel'o
»por lo que, con cien mil UI'banos de fuerza efectiva, no se
»envia, si es menester, otros veinte ó treinta mil en re-
»fuerzo de los que alli existen? ¿ Será por falta de dinero
»por lo que la milicia urbana no cslú todavía en disposicion
))de hacer el servicio interiol', á fin de poder dejar en liber-
)ltad al ejército?»


A Montevírgen contestó Toreno. Dejando al ministro de
la Guerra el cnidado de defenderse dc estas, á la verdad
poco fundadas, imputaciones, esforzúbase el de Hacienda en
demosll'ar la insuficiencia de los doscicntos millones pam
cubrir las mas apremiantes atenciones del Estado, declara,
ba que eran cuando menos indispensables tt'eseientos, daba
á entender que, aun de los cuatrocientos, no sobral'ia proba-
blemente nada, prolongándose la gucI'ra civil y uo desapa-
reciendo el cólera, y concluia: ((N llestra situacion es tal,
»que si, para ultimos de octubre ó principios de noviembre,
»no proveen las Cortes al gobierno de las sumas que impe-
)¡riosamente necesita, tenrlremos un desfalco hOfl'oroso con
lltodas sus tristísimas é inevitables consecuencias.)) A esto,
contestando á las inculpaciones de Jlontevíl'gen, añadia el
ministro de la ,Guerra.-c(En rcsúmen, la guerra aetllal es
»)guerra de oeupacion; ocupacion en este sentido es sinóni-
»)mo de fuerza; fuerza sinónimo de dinero.)


Como medio de proporcionál'sclo en el interiol', no ha~
bia, segun el conde de TOI'eno, posibilidad de <lttmentaI' las
contribuciones. Reconociendo los empréstitos, menester cra




LIBRO TERCERO. 7
poner al gobierno en di~posicion de p3gar sus intereses. En
vano, p3ra dar tregu3s, se decia que el pago debia efetituar-,
se prévia liquid3cion. Bueno que con los contratistas tuviese
el gobierno cuentas que ajustal' ; pel'o en nada, reconocido
el débito, podia c1l'esultado de ellas, cualquiera que fuese,
perjudicar a los tenedol'es de bonos. Dejar de paga\' á estos
sus intereses devengados era dar al tal reconocimiento las
apariencias de una superchería, minar por los cimientos el
edificio que se Il'ataba de levantal', ponerse en conlradi'c ..
don consigo mismo y perpetual' el descrédito.


Apoyándose en consideraciones ele decoro, de conve-
niencia y de justicia, ahordaba en seguida el conde de To-
reno la parte mas delicada de la cuestion.-ccElt'mpréstito
))de Guebhard-dijo-fllé legitimado por Fernando VII al
)lrestitui\'se á la plenitud de sus derechos. A este emprés-
lltito siguieron, desde 1823 acá, otros igualmente aproba-
»)dos por el rey. Se ha dicho que estos fueron hechos en
»)medio de la guerra estrangcra, y cs cierto qlle en un prin.
))cipio fué asi; pCl'O, aun entonces, los esh'angeros no se
)>mezclaron en ello; y, despues, libre la nacían de su
»presencia, continuó sumisa presenciando estás operacio-
))nes sin que Iladie se opusiel'a ti ellas antes de ahora.
») ¿ y cuándo sc forma esta oposicion? Cuando, sin su-
))fri\' para cllo ningun sacudimiento popular, hemos visto
)¡modificarse la forma de aquel gobierno por las con cesio-
)mes (Iue ha tenido a bien hacel' la excelsa reina Goberna-
»dora. POI' consiguiente, es menester proceder con mucho
)¡pulso. Cuando se niega la legitimidad de ciertos actos en
»aquel gobierno, se está próximo á negar otros, y en';':'
)ltonces ¿á dónde vamos á parar? No nos olvidemos de nues-




8 ANALES DE ISABEL 11.
»tro origen.» Y contestando en otra sesion á observaciones
y argumentos presentados en la tribuna por uno de los fir-
mantes del dictámen que se discutia, esclamaba el mismo
conde de Toreno:-,<Si un gobierno tiene derecho á destruir
»10 que hizo su predecesor, los estrangel'os tienen el de in-
»tervenir para exigir el cumplimiento dc las obligaciones ó
»contratos hechos por aquellos. El ministerio ha oido con
»sentimiento ciertas ideas cuyas consecuencias poJI'ian sub~
»vertír el Estado. ¿Qué significa, por ejemplo, decir que lo
»hecho en diez años es nulo y no obliga á la nacion? ... ¿No
))ha existido acaso la nacion dmante esos diez años? ¿No ha
))tcnido un gobierno?. Ya hcmos visto lo que produjo la fa-
»mosa declaracion de reputarse nulo todo lo hecho del 20 al
»23; tantos males ocasionó que no era de temer se pro-
»dujcse la misma idea en el seno de las Cortes. ¡Lo pasado
»en tres años nulo para la nacion! ¡nulos sus actos! ¡nulas
»sus :Obligaciones! Tal declaracion se miró en la Europa
)lculta, como un escándalo político; iY ahol'a se repetida! ¿Y
»por quién? por nosotros mismos que nos quejamos de ha-
»ber sido víctimas de aquel principio, víctimas de aquel ab-
»surdo. Todavía, si tal se hiciese, habl'ia una diferencia
»muy notable. Entonces se declaró nulo é ilegítimo lo hecho
»en tres años, y ahora seria lo hecho en diez. ¡Bien po-
<ldriamos vanagloriarnos de haber llevado ventaja á los
»reaccionistas de 1823! Ni defiendo, ni censmo los actos
)'ya consumados de la una ni de la otm de las épocas á que
llme refiero: pero de su cotejo resulta que si en la última
»se gravó en diez años á la nacion con una deuda de 2,900
»millones, en la pl'imera, en solo tl'es ailos, se la gravó con
»una de 1,600 millones y aun se estuvo á pi(fUe de hacerlo




LIBRO TERCERO. 9
»con 800 mas, como es claro habría sucedido á realizarse el
»empréstito últimamente decretado en Cádiz por las Cor-
))tes.))


Disertaciones insulsas ó acusaciones odiosas, fundadas
la mayor parte en falsos supuestos, ó :en datos inexactos, era
cuanto á eslas observaciones de un hombre como el conde de
Toreno, reforzadas todavía por las que, en el mismo sentido,
tuvo Martinez de la Rosa mas de una ocas ion de llace¡' en el
cursodcl debate, podian opoller, y oponian encfccto, muchos
de sus antiguos compañeros de proscripcion que, menos ca-
paces, ó menos felices que ellos, no habian llegado todavía
á las alturas de un pode¡' que codiciaban.


Y, como si de ejemplos de casos cual el que citaban no
estuviesen llenas las historias de todos los paises del mundo,
esc\amaban los ciegos sostenedores del dictámen de la ma-
yoría:-«Reconocer los empréstitos de 2:3 acá, es saldar n080-
»tros mismos y en daño nuestro los gastos de una invasion
))estranjera; es pagal' en 01'0 los hierros que, durante diez
))años, oprimieron á la nacion.» ¿Por ventUl'a no reconoció
Luis XVIII las deudas contra idas dumnte los Cien Dias?
¿Dejó la revolucion de julio de reconocer los 1 ,000 millones
de fmncos con que indemnizó la restauracion á los emigra-
dos de 93, ni los gastos á que dió márgen la invasion de
los aliados en 1814?


-«Es una anomalía singula¡'-deeia con descompuestas
voces el conde de las Navas-«que, en tanto que un gobicr-
))no reconocido por toda Huropa, y á cuya cabeza estaba
»)e! rey de España cooperando con el poder legislativo, ha-
»cia un emprestito con todos los caractéres legales con que
)len España se han manejado siempre-los negocios de Hacien-




A~ALES DE ISABEL n.


»oa, y lo hacia en nombre de la nacion legítimamente re
»presentada, que era la que corroboraba todas las operacio-
)llJeS de Fernando VII, se conteatase en el mismo dia otl'o
))empréstito pOI' una junta de insurgentes no reconocidos
))por nadie y que, para conseguit' sus inÍcuos planes
»de reprimir las libertades de su patria, tuvo necesidad de
)lechar mano del recurso de una fuerza esteangel'a.ll


Hablando en estos tél'minos de un gobierno que, reco-
nocido por toda Eltropa, ni en España ni fuera de Espa -
ña, encontraba un maravedí, y de una junta de instU',r¡en-
tes, que, no 'reconocida por nadie, contaba en el estran-
gero con soldados y millones, incul'l'ia el conde de las Na-
vas en mas de un error, demostraba precisamente lo con-
trario de lo que sehabiapropuesto Ilcmostral', y, guiado en
aquel, como en todos sus discursos, por la lógica de la pa-
sion y las inspiraciones del resentimiento, acababa por
ponerse consigo mismo en manifiesta contradiccion.


IncUl'I'ia en un errol' cuando, hablando de las Cortes de
Cádiz, decia: «Un gobierno reconocido por toda Europa.»
La Europa no reconoció ni dejó de reconocer las Cortes; lo
que las potencias de Europa reconocían era la soberanía de
Fernando VII, y no precisamente la fOl'ma ue su gobierno,
en favor ó en contra de la cual, fuese ella la que fuese, nada
podían hacer mas que votos, nada mas (lue sentil', y á lo su-
mo manifestar simpatías ó aversion. Y claro es que no eran
simpatías lo que á todas las potencias de Europa inspira-
ba el gobierno de 1823 cuamlo, segullla espl'csion del mis-
mo conde tle las Navas (y aquí está la contradiccionl ccha-
ron mano los insurgentes del recurso de una fuerza estl'an-
gera. ¿Y de qué fuerza? De cien mil hombres cnviados, sin




LIDRO TERCERO. 11
que á ello se opusiese nadie, por el gobierno constitucional
de la nacion mas poderosa del continente europeo; cien mil
hombres á los cuales hubieran agregado gustosos un núme-
ro diez veces mayor ott'os soberanos de EUl'Opa.-«Los cien
mil franceses que entl'at'On en España-Hleeia Abar"gues, ne-
gando tambien, pero con al'l,umentos contrarios á los que em-
pleaha cl conde de las Navas, la validez de los contl'atos de
«Gucbhard-er an la vangual'Clia dc la Santa Alianza; prece-
!Jdiéronlos los agentes de cambio, los espías, el 01'0 que la
JJmisma Santa Alianza hahia esparcido para estravial' á la
»)nacion y dividir los ánimos. Desde mar~o de 1820 hasta
))Ias sesiones del congl'eso de Verona, no se trato en el gabi-
»nete de San Petel'sburgo ni en los dcmas que componian la
))Santa Alianza de otra cosa que de establecer en España el
»)despotismo.» Talcs eran, con respecto á la forma de go-
bierno existente entonces en España, las disposiciones de las
potencias de Europa que unanimemente reconocían, sin em-
bargo, á Fernando VTI como gefe de la nacÍon.


-«En contra del reconocimiento del empréstito de Gue-
))bhard, se ha quel'ido-decia el procurador Miquel Polo-ha-
»cervalerla anomalía de habel'se contratado, casien un mis-
)J!l10 día y á nombre del mismo monarca, dos empréstitos dis-
»tintos. :Mas esto probaria a lo sumo la desgracia de la na-
»)cion condenada a ser víctima del desgobierno. Tampoco
»)exisle en rigor esa anomalia de fechas, pues no debe ha-
»cel'se tan lo mél'ito de la del dia en que se contrajo el cm-
)pres\Íto como de la en que fué reconocido, que es muy pos-
feriol',» Tratada la cuestion de justicia y de conveniencia, y
haciéndose cargo de las palabl'as siguientes del dictamen de
la mayoria «la deuda comprendida en la segunda clase no




ANALES DE ISABEr. 11.


»tiene á su favor ni las leyes, ni la teoría, ni la práctica. »-
»En cuanto á las leyes-decia Miquel Polo-si hubiésemos
»de atenernos al decreto de las Cortes de 23, á quc se rc-
)\fiere la comision, habriamos de declarar nulo todo lo hecho
»por el gobierno de la época, gobiel'llo reconocido por todas
»las potencias, respetado y acatado por la mayoría de la
»naci on; gobierno, en fin, contra el que no ha podido pre-
»valecer, ni aun por poco tiempo, ninguna tentativa del
»partido liberal, aunque esto fuera en fuerza de la terrible
»opresion en que gemia. En teórica, lo mejor es cumplir lo
»que se ha ofrecido, y en la práctica pagar lo que se debe.»


Impugnando la parte del dictámen y las observaciones
de algunos procuradores que, para pedir la nulidad de
aquellos empréstitos, se fundaban en el estado de opresion
en que, merced á ellos, tuvo durante diez años á España
el tiránico gobierno de Fernando, se esplicaba en estos tér-
minos el marques de Torremegía.-«En el trascurso de es-
»tos diez años, nadie dudó que Fernando VII era rey de
»Espaüa. Desde Madl'id á :Manila, desde el Pirineo á San
»Juan de Ulua, no se obedecia otros preceptos ni otras ór-
»denes que las suyas. Ni se diga que rcinaba por fuerza.
l) En el mes de octubre de 27, salió del Escorial en una ber-
»lina, con un solo compañero y un carruage de l'espeto sin
»escolta; atravesó gran parte de ~spaña, y por Valencia
»mar«hó á las provincias de Cataluña, sublevadas á la sa-
)'zon. Un rey que gobiel'lla por fuerza no hace esto.»


Aguirre Solarte, como individuo de la minoría de la co-
mision, manifestando la necesidad de reconocer todos los
empréstitos, decia con respecto al de Guebhard que, si bien
se hizo estando el rey en Cadiz , éste á poco lo legitimó y




LIBRO TERCERO. 13
aprobó, lo cual era lo mismo que si lo hubiera contraido él.. .
-(Admitiendo-continuaba-el dictámen de la mayoría,
»)(!ue solo reconoce los bonos de Cortes y no el empréstito
»real, se comete una injusticia; ¿pues quién duda que los cua-
»renta millones efectivos que se dieron á los ingleses y que
llconstituyen una cantidacl nominal de ochenta y cuatro mi-
llllones, sirvieron para pagar reclamaciones que reconocie-
»ron fundadas las Cortes de 23? A la misma categoría per-
))tenecen los sesenta millones de renta perpétua que circulan
»en Inglaterra. ¿No fué reconocida por las Cortes la deuda de
»Holanda de que provienen los 184 millones que aparecen
))entre las rentas perpétuas de los :lños de 23 á 31 ? Las
»)dos pal,tidas de los bonos de Corte;; convertidas en tres
»POI' ciento en 1831, importantes 71 millones, y en certitL
»cados sin intel'es 480, ¿pertenecen á la primera, ó la sc-
))gunda época? Los 40 millones efectivos entregados al Ban-
»CO español de San Fernando y quc constituyen su fondo,
»¿de dónde se han sacado? De la negociaeion de renta per-
»pétua pOI' valor nominal de 75 millones. Estas pal'tidas
»suman la cantidad de 954 millones, á los cuales conviene
»agrcgar 320 que, en virtud de un tratado espreso, se deben
)al tesoro de Francia, y que lIO es posible dcjar de pagar.
»Hay, pues, 1,274 ffilllones que, segun dijo el ministro de
})Hacienda, ha gastado la nacion en diez años de profunda
»)paz ..... Dc modo quc la deuda real de los dicz años ha
»sido de 1,280 millones. Compárese esta cantidad con la
)de 1,600 millones que tomaron prestada y gastaron las
JJCortes del 20 al 23.»


En solo 4.3 millones de reales, es decir, en la diferen-
cia ~ntre 134 y 477, se aumentaba, segun el proyecto de




14 ANALES DE ISAIJEL 11.
la minoria, el importe de los réditos que, despues de reco-
nocidas todas las deuda~, se hacia preciso satisfacer; y, ha-
hlando de los medios de pl'oporcionarse estos 177 millo-
nes, continuaba el mismo Aguirre Solarte diciendo:-«del
»estado de productos del quinquenio del 29 al 33 resulta
))que, año comun, ascendian las rentas públicas á 715 mi-
)lllon.es de reales y que, deducciones hechas, queda un Iiqui-
»do producto de 517 millones. El presupuesto de gastos de
»31, que es, segun aparece el único que existe, ascicnde
»a 598 millones, resultando quc en 1833 tenia cl gobierno
»un desfalco u déficit de 70 millones .... Ahora bien, ¿cuál
)leS la suma adicional con que al el'ario recal'ga el reco-
l>nocimiento general de la deuda estl'angera·, tal cual lo
»propone la minoría de la comisiún? 43 millones nada mas.
»Y quién duda que una adminisll'acíon sáhia y económica,
»conla coopemcion y la ayuda de las Cortes, hará. las me-
)ljoras necesarias para ateudel' á. este pequeño aumento de
»)déficit? ¿Rceonoceremos por imnejol'aLles el quinquenio
»)de 29 á 33 Y el pl'esupuesto de 31? Si asi fuese, ¿por qué
»tildar á la administracion de aquella época de despilfarra-
))da, dispendiosa, etc.? Y si efectivamente la administm-
»cion actual, con el concurso de la naeion reunida en COI'-
)ltes, no hubiese de efectual' mejoras esenciales que nos hi-
»ciesen olvidar la pasada, poco habríamos adelantado y
»tanto valdría volver á aquella época, puesto que de nada
»sirven las mudanzas si no han de PI'OPOI'cioual' ventajas
»)al pueblo español. ))


Batidos en este teneuo, tmsladál'onse á Oll'O no menos
escabroso é igualmente inseguro los enemigos del empréstito
Gue~hard; y, á falta de armas de buena ley, con que def~nder




LIBRO TERCERO. 15
sus asertos, apelaron a las vedadas del escandalo y de la ca-
lumnia. En su prolija narracion de hechos de que cstaba
poco al cOl'l'iente, cometió Garcia Carrasco inexactitudes
de monta, y, concluyéntlola, dijo:-C(Cl'eO conveniente é in-
»dispensahle que el Estamento conozca los escándalos, 1'0-
»hos, fraudes y dilapidaciones COIl que han sido contrai-
»dos esos llamados cmlm~stitos .... El cmpréstito de Gue-
» bhard es la base dc todas las desgl'acias que hemos sufri-
))(10.)) Esto mismo decian, repetian y aseguraban otros mu-
chos procuradores que, asordando al Estamento con infun-
dadas y malévolas inculpacioncs de inmol'alidad y despil-
farro, h'atahan de alucinal' al pais con violentas declama-
ciones en que entraha el deleite de satisfacer venganzas
pel'sonales Ó rencores de partido, por mucho mas que el
deseo de defender los intereses dc la justicia dcsatendida ó
de la moral ultrajada.-ccLos diputados de España-añadia
Carrasco-no son «los de Francia del tiempo del ministro
) Villclc; no sucumbidll lIi a las amcnazas del estrangcro ni
Da ninguna otra especie de armas que se quiera usar para
»ohligarlos á ceder.» j y esto se decia en momentos en que,
á duras penas, y en gracia solo de la activa vigilancia y de
la cooperacion moral del gohiel'llo frallcés, a quicn iba di-
rigida a queHa imprudentc provocacion, podia el de Madrid
sostener todavía la lucha contra las huestes carlistas de las
provincias vasco-navarras!


En la ses ion de119 dc setiembre, oyó cl Estamento un
discurso notahle por las inconcebibles contradicciones en
que parecia hacer alal'de de incurrir su autor. Despues de
decir que el contrato de Guebhard se hizo con la voluntad
del monarca; que la constitucion no tuvo nunca en España




16 ANALES DE ISABEL 11.
el prestigio de que se queria suponer que habia gozado;
que los empréstitos no están en la categoria de los impues-
tos y contribuciones que requieren la aprobacion de las
Cortes; de esponel' otras razones del mismo género y de
impugnar todas las alegauas hasta entonces asi en pro co-
mo en contra del empl'éstito Guebhal'd, acababa el procura-
dor Domcch su larguisima perorata, diciendo que en ningu-
na manera reconocia este empréstito, pero añadiendo que
fuera injusto no reconocer sus consecnencias. Y, al dia si.
guiente, rectificando el dicho de un periódico que, tal vez
por haber sacado dc aquel discurso una conclusion mas ló-
gica que la de su propio autor, afirmaba habel' éste dado su
aprobacion al empréstito Guebhal'll, declaraba Domech ser
todo lo contrario yañadia:-ccSi, como letrado, en mi bufete,
»pudiera hallar razones para aprobUl' dicho em¡Wéslito, co-
»mo legislador, como procurador á Cortes y como repre-
»sentante de la nacion, ni lo he aprobado, ni lo apruebo, ni
)10 aprobaré nunca.)) Disintiendo, pues, del proyecto del
gobierno, y del dictámeu de la minoría, que reconocian el
empréstito de Guebhard, concluyó Domech declarando no
estár tampoco conforme con el dictámen de la mayoría, que
lo desaprobaba.


Caballero recapitulaba las diferentes opiniones emiti-
das en el curso de la discusion, apoyaba energicamente el
voto de la mayoda, é, impugnalldo á la vez el de la minoría y
el del gobierno, calificaba de bancarrota toua reduccion
hecha sobl'e el eapital ó los réditos de la deuda reconocida.
Para defenderse de esta especie de inculpacion dirigida al
gobierno, sube Martinez de la Rosa á la tribuna y:lice:-c(El
))01inisterio no ha querido revolver cenizas que abrasan; no




LIBRO TERCERO. 17
»ha querido examinar los emprestitos de las Cortes, ni el
»cómo sc hicieron, ni lo que ingresó en el tesoro, ni lo que
lldejó de ingresar; no ha quel'ido local' est(materia en que
»habria tanto que dcci¡' .... El deudor es mal juez de la lc-
llgitimidad de la deuda.»)


De acuerdo en todas sus partes con el dictámen de la
mayoría, propuso don Antonio Gonzalez, como medios de
ocurrir, sin emprestito, á las necesidades del gobierno, que
se variase la naturaleza de los impuestos; que se regulari--
zas e su reparto; que se mejorase su recaudacion; que se
fijase el maximum y el minimum de los sueldos de los em-
pleados , y llue se cenll'alizasen todos los fondos en el mi-
niste¡'io de Ilacienda ; como si ninguna de estas medidas
por sí sola, ni todas jUlilas pudieran, cualquiera que por
otra parte fuese su utilidad, proporcionar un solo maravedí
al gobierno en el tiempo en clue este declaraba necesitarlo.
Con el mismo objeto , pero sin detenerse tampoco ante la
imposibilidad absoluta de la inmediata realizacion, aconse-
jaba TOl1'emcjía la venta de los hienes de las encomiendas
vacantes de la órden de San Juan, de la estinguida Inqui-
sicion , la de propios y }Jaldíos asi en España eomo en Amé-
rica. Serrano (don Francisco) encareciendo la conveniencia
de disminuir, á favor de economías, las atenciones del Es-
tado, y la necesidau absolula ó la cuota respectiva del em-
prestilo, proponia «supl'imir ele una vez todas las pensio-
»nes de gracia, csccptuando solo de esta regla genel'al las
llalimenticias concedidas á personas que hubiesen prestado
»gl'andes servicios y que, pOI' las vicisitudes anteriores, es-
»)tuviesclI sin destino;») di~rosicion que ningun resultado
util para el objeto indicado podia producir, envolviendo,


TOMO lIt 2




18 AN.\!.ES DE ISABEl. If.
como envolvia, la idea de dar a unos lo que á otros se qui-
tase. El conde de las Navas pedia que al duque de Luca, por
no haber rcm)l\oeiclo á la l'cina, se le privase de las enco-
miendas de que disfl'Utaba, y ({Heria que los productos de
estas, asi corno los de las que fueroll del infante don Anto-
nio, y que ascendian á 10,000 duros mensuales ingresasen
desde aquel dia en las arcas del Estado. Palal'ca, ha-
blando sobre el mismo asunto, enll'a en cotejos de sueldos
de viudas y de generales; pide (Iue ningun cesante dis-
f/'Ute, en concepto de tal, mas de 20,000 l'eales; que
todos los empleados cuyo sueldo es ceda de 12,000, de-
jen por cuatro años la mitad del esceso en calidad de
préstamo forzoso; que al c1el'o se le exija, en lo su-
cesivo el subsidio anual de 30 millones con que, en
virtud de una bula pontificia, debe contI'iJmir á las carga,
del Estado, y quc, desde luego y á cuenta de esta contri-
bucion, se le haga p3gar , en calidad de préstamo forzoso
esh'aordinario , 50 millones con la hipoteca de sus rentas;
que sc pida á los cabildos eclesiásticos, cu calidad de anti-
cipo reintegrable en el espacio de cuatl'o á seis años, la
mitad de las rentas y de los capitales qu e á la sazon tenian
en depósito las fábl'icas de las catedmles; y, por último, que,
del producto de las encomiendas, se exigiese la mitad en
calidad de préstamo forzoso á los usufl'Uctuarios de ellas.


Abargues, hablando ele rcformas, y proponiendo la del
clero, concluia su disCIll'so diciendo:-«No solo opinaria yo
»que se diesen 200 millones al gobierno, sino 400 y mas si
»fuesen menester, siempre fine él pOI' su parte presentase·
»los proyectos de verdadera reforma que tanta falLa hacen
»IlUra l'establccer el crédito y la confianza , como son una i




LIBRO TERCERO. 19
»ley de ayuntamientos; otra que sepal'~e á los regulares,
»y especialmente á los jesuitas, dc la educacion de la ju-
»ventud; pues aunque entre ellos lia.1Ja varones muy sá-
»bios y religiosos verdaderos, siempre hemos visto CJue
»el despotismo y la Inquisicion han sido aceptos á los ojos
»de la compañía. Con estos medios y otros anMogos creo
»se aumentarian el crédito y los recursos del Estado.» Man-
tilla, ademas del subsidio del clero, proponia, como medio
de cubl'ir la canticlad que se necesitaba, los fondos de Cru
zada, de Espolios y Vacantes, la venta de las capellanías no
provistas, memorias y obras pias , y el sétimo de la venta
de los bienes de los monasterios, cabildos y demas COI'pO-
raciones eclesiásticas y I'eligiosas. Otl'OS indicaban, como
en su discurso lo habia hecho ya Aguirre Solarte, la con-
veniencia de reconocer la emancipacion de nuesteas anti-
guas colonias d~ América, haciéndoles contl'ibuir, en la par
te que se estimase justo, al pago de nuestra deuda. Pero es-
tas y otl'as medidas, cuya utilidad absolata nadie contro-
vertia, et'an completamente ineficaces para resolver la cues-
tion del momento. Ét'anlo asimismo, para lograr el desea-
do fin, las promesas sub conditione de otl'os que, como
Lopez, dccian:-c(Yo votaré los 400 millones, luegoquesepa
»como se emplean los 200, y que se acabe con los facciosos,»
como si, del proyecto del gobierno y de ambos dicláme?es
de la comision, no resultase la cvidcncia dc que dichos 200
millones dcbian solo sCI'vil' para paga!' gastos hechos yobli-
gaciones vencidas ya, y como si fuese posiblc aguardm',
para proporcionarse los 200 reslantes, la conc\usion de
una lucha que, no digo concluir, pero ni aun sostener se
podia mas que á fuerza de millones.




20 A;\ALES DE ISABEL 11 •
. En este estado se hallaba el debate cuando lomó la pa-


labra Crespo de Tejada, el cual, entrando en es tensas y muy
oportunas consideraciones sobre el origen y la indole de los
diferentes empréstitos de que se trataba, puso en parangon
con las ventajas los inconvcnientes que ofl'ecia la escep-
cion que, respecto á la deuda contraida con Guebhard,
se proponia en el momento mismo de reconocer todas las de
la nacion.-« Este empréstito - dijo-aunque no apl'Obado
»por las Cortes (que á la sazon no existian) era válido, pues
»por tales se dieron todos los actos de esta naturaleza con-
»sumados por los reyes como, pOI' ejemplo, los 30 millo-
»nes de pesos de vales reales que crcó Cá1'los III, los va-
»rios empréstitos de Holanda, los 117 millones de pesos de
»vales reales que emitió CáJ'los IV , Y los dos empréstitos
,)dc 160 y 240 millones de reales creados pOI' el mismo
"en 95 y 97.


«Desde el 7 de julio de 1822 nadie, ni franceses ni in-
»gleses, entró en nuevos empI'éstitos con las Cortes; sola-
».mente se pl'esentó la casa española de Bernales á contra-
»tar por el empréstitc. de 800 millones, cuyo resultado fué
»mas fatal que el de todos los anteriol'es y posteriores, pues,
»protestadas las letras, hubo que pagar su importe en ins-
»cripciolles del mismo empréstito, negociadas á 28 Ú 30
»por ciento; y tí. esto es á lo que se llama empréstito de
»CáÚIZ, que no fué tal, y si propiamente un reembolso de
» letras pro tes tadas. »


Asimismo, prosiguiendo su discurso, hizo notar que,
al anunciarse en el de la Corona el al'reglo de la deuda es-
trangera, estaba el 5 pOI' ciento de 80 á 85 Y de 49 tí. 50
a renta perpétua del 3; que, instantáneamente, al llegar á




LIBRO URCERO. 21
conocimiento del público las disposiciones del proyecto de
ley, sufrieron notable baja estos valores en todas las bolsas
de EUl'opa; que, al amago de reduccion de la mitad de la
deuda á la categoría de pasiva ó diferida sin interes, baja-
ron aquellos fondos, hasta 26 por ciento el 5, y en la mis-
ma proporcion el ;~; quc, á consecuencia de esta baja, es"
pel'imentó una tie 10 pOI' ciento nuestl'tl deuda intel'ior por
falta de pedidos de oll'as naciones, cuyos capitalistas fue-
ron los que, COlll¡L'é\nclo nuestl'os títulos, hicieron subir los
del 4 por 100 dcsde1'! hasta 60; y en fin, que continuan-
do la desconfianza, no buscando ya los estrangel'os nuestro
papel, antes bicn enviando á vender á Madrid gruesas par-
tidas del que poseian, lo haeian baj ar en términos de que
era de teme'r se viese autes de mucho á 40.


Y luego, entl'ando en consideraciones de otro órden,-
«(se ha dicho-proseguía el mismo Crespo de Tejada,-que
»el gobierno francés dil'igil'á reclamaciones al nuestro, si no
»reconocemos los empréstitos hechos pOI' sus súbditos des·"
)jde el año de 1823 aeá; pero que esto nunca podrá acar-
llrearnos su enemistad. ¿Y cómo no? La obligacion de todo
llgobierno es velar pOI' los intereses de sus súbditos y exi-
»gir el cumplimiento de las obligaciones contraidas. Aun
»añadiré que, aunque no hubiese esta consideracion, bas-
»taria el sentimiento delajusticia pal'a inclinarnos á apro-
»bar empréstitos hechos por un gobierno que estaba reco-
»)nocido; prueba de ello la deuda que, reclamada por el go-
»bierno inglés á nom!JI'e de sus súbditos, rué reconocida
»por España, y liquidada en la cantidad de 70 millones, de
»Ios cuales 40 se pagaron en metálico y 30 en papel, al tipo
»)de 50, rescatablcs en cuatro años al precio de 55.»




ANALES DE ISABEL 11.


De los cálculos con que, considera1Hlo la totalidad de
nuestra deuda, establecia CI'espo de Tejada la difel'encia
que, ele la aprobacion del IH'oyecto del gohiel'Oo Ú de la
de cualquiera de los dictámenes de la comision, debia resul-
tar en la parte relativa á la evaluacion delos inLel'eses, apa-
recia ser esta como sigue:


Segun el gobierno, de 177.459,899.
Segun la mayoría, de 174.469,482.
Segun la minoría, de 210.648,593.


-«No reconociendo-decia en fin-los empréstitos fran-
))ceses, segun en su dictamen propone la mayoría, perde-
))mos para siempre nuestro crédito.))


A Crespo ele Tejaela replicó .ilIontevÍl'gen, y hahién-·
e10se e1ado el punto por suficientemente aclarado, no se qui-
so , á preteslo de que se perdia mucho tiempo, dejar que
subiese á la tl'ibuna el conde de TOI'ello. Y sohre si á este
ministro debia ó no debia pel'mitil'se hacel' uso de la pala-
bra que habia pedido, se malgastó en una ridícula discusioll
cuatro veccs mas tiempo del que pl'Obablemente, agotada,
como ya estaba, la materia, habría llurado el discurso del
ministro de Hacienda. La oustinacioll de algunos procura-
dores en impedil'ie que hahlase y la impaciencia que mos-
tl'aban oll'os de poner fin á aquellos dehates pUl'ecia tanto
mas estl'aña, cuanto que, pocos (lias nnlcs, Ú pl'opuesta del
marqués de Montevíl'gen, y eDil el objeto de dUl' á la dis-
eusion toda la ampliluu posible, hahia acordado el Esta-
mento no eel'rarla inlerill hubiese un solo procurador que
quisiese subir á la tribuna. En esto y en resolver si había
de ser objeto de la votacion el proyecto de ley ó bien uno




LIBRO TERCERO. 23
de los dos dictámenes de la comision, pasaron dos días en-
teros, al cabo de los cuales, decidió el Estamento proceder
al exámen de las disposi(~iones particulares del proyecto de
ley presentado pOI' el g ,hiemo.


La primera, en yil'Lnrl de la cual (se reconocian como
)Hleudas dd E~tado todas las contnlÍdas pOI' el gobierno en
)lel esll':lI1gel'o en diversas épocas, y señaladamente los em-
"présjtos, tanto mltel'iol'es como postel'iOI'eS al aúo de 1823»)
puesta á discusi(l;), ~ al parecel' aprobada des pues de un
acalomdo dehalc, en f¡lle yolviel'tll1 los mismos hombres á
hacer Y:ller los mismos argumentos contra los empréstitos
del gobiel'llo oh,:011110, C¡:iedó fle hecho desaprobada por )U
adicion de las palaln':ls-(cescepto el de Guebhard» que,
á pr'opuesl:l del pl'OrUl'adOl' MOI':lles, adoptó el Estamento.
Adoptándola, incUlTió este en una gl'ave contl'adiccion y,
falseando el espíritu que habia presidido á la redaccion del
artículo, ya aprobado, del proyecto del gobierno, vino, sin
sabel' como, á a(lh(,i'it'sl~ al dictúmcn dc la mayoría de la co-
mision, que individualmente rechazaban los mas de los pro-
cmadores. El artículo 2.° relativo á la lif{uidacion de toda
esta deuda, filé dcsaprobado y enviado a una comision para
que de nuevo lo redactase con arreglo a ciertas indicacio-
nes de Cl'espo de Tej:lda que, por via de transaccion, y no
creyendo pOlI el' pasal' por 011'0 punto, aceptó el ministro de
Hacienrla. Presentado poco despues pOI' dicha comision en
estos términos.-(CSe procedel';' inmediatamente al examen
)ly liquiclaciol1 de cuenl:ls con los prestamistas,) fue aproba-
do por el Estamento en su ses ion del 27.


En vista de la adicion hecha al articulo primero, y de
la l'educcion de 30 Ó 40 millones de pago anual que de ella




24 ANALES HE ISABEL n.
aparecia deber ser el resultado, manifestó el ministro de
Hacienda la posibilidad de dar otra forma a los tleIllas ar-
tículos, adoptando desde luego y sin dificultad alguna el
tercero del tlictámen ele la mayoría. Con este motivo, pidió
el canje de las Navas, y el Estamento, accediendo tI su in-
dicacion , acordó que pasasen á la comision , pam sel' por
ella revisados, el articulo tercero y los siguientes del proyec-
to de ley. Al ter'eero del dictamen de la mayorJa, que deeia
asi: «Todas las olJligaciones y titulas que represenlan ahora
»Ia deuda estrangem se camhiarán, cn el término de un
»año desde la promulgacion de esta ley, pOI' otl'os nuevos
»titulos de igual valor nominal, al interes de 5 por ciento
»segun fueron contl'alados.-Pasado llicho término de un
»año sin habel' sido presentados á la conversion, las obliga-
»)ciones perderán los intel'cses á que tenia n derecho.-Las
»certificaciones llamadas de deuda diferida, continuarán
))circulando en el estado en que se hallan, y sus SOI'teos se
»verificarán corno hasia aflui,)) propnsieron MOllleyíl'gen
y l<'lorez EstI'ada, manifestando estar acordes en los demas
puntos con sus compañeros de comision , que se diese esta
otra forma: « Toda esta deuda estl'angera se distinguirá en
»)adelante en activa y pasiva.-Su COJlYcl'sion se ejecutará
»en la propol'cion de dos tcrccms partcs en deuda activa y
»una tcrcera en deuda pasiva.)
_ Tomando en cuenta aquella divcl'gencia dc pareceres y la


importancia del asunto, propuso CI¡WOClII'aU01' Chacon apla-
zar por tres ó cuatro dias la discusioll del articulo tercel'o;
mas, cediendo ú las razones de mgcllcia y ú las considera-
ciones de perjuicios quc hizo valcr el minisll'o dc Hacicnda,
y q~e en vano trató de rebatir el conde de las Navas, rcti-:-




LIBRO TERCERO. 25
ró Chacon su propuesta, aun despues de tomada, como
desde luego lo fué, en consideracion por el Estamento. Por
la fOI'ma, procedióse en seguida á la volacion del articulo
tercero del proyecto ild gohierno, que fue desaprobado.
Fuelo asimismo el nuevamente Iwesentado por la comision;
y, puesto finalmcnte ú vol¡¡cion el de la minol'Ía, concebido
en estos lel'lllinos:-cr Toda la deuda estmngera es recono-
))eida cn su integl'o valor nOlllinal al interes del 5 y 3 por
))cienlo en que fué contl'atada,)) obtuvo el éxito que no ha-
bian podido obtener los anlel'iol'es.


Leido luego el al'lÍeulo cuarto del proyecto del gobiel'-
no, fué aprohado sin dificultad, como lo fueron, con las adi-
ciones ó aclaraciones presentadas por el ministro de Ha-
cienda, todos los siguientes hasla el undécimo, relativo á la
autorizacion para contratar el empréstito de 400 millones.
No perdió el. conde de las Navas la coyuntura que, en la
discusion de este artículo, creyó encontrar para atacar de
nuevo al ministerio. Tomando, pues, por base de sus ataques
el aspecto fatal que presentaba la guerra de las provincias
Vascongadas, pidió como siempre garantías, y, volviendo
pOI' centésima vez á sus estl'epitosas declamaciones sobre
los del'echos de los gobel'llados, bs obligaciones de los go-
bel'llantes y las necesidades del pais, sacó imprudentemen-
te á colacion los triunfos de los carlistas y las derrotas su-
fridas por los generales de la reina.-((Por tocio esto,-con-
»cluia diciendo-me manlengo en {lue se den al gobierno
»Ios 200 millones, ni un ochavo mas; esle es mi voto por
»)ahora. Si mañana veo yo que la cosa marcha del modo
))flue hé indicado, entonces no tendré inconveniente en fa-
»cilitar al gobierno, no solo los 400 millones, sino cuanto




26 ANALES DE ISABEL n.
»dinero pida; pero, 10 que es por ahora, he dicho y repito
»que doscientos millones y nada mas.»


Ese aire de proteceion con que ciertos procuradores tra-
taban de humillar á los conStjeros de la Corona constituia
á estos, en aquellas cil'cunstancias, en una posicion suma-
mente desagradable y singularmente difícil. SubOl'dinar la
concesion de arbitrios para continuar la guerra á la conclu-
sion de esta, era hacerla interminable y aplazar indefinida-
mente el restablecimiento del órden y la realizacion de las
esperanzas de los verdaderos liberales; negarse al re-
conocimiento de una parte de nuestra deuda, era hacer im-
posible lo mismo que se aparentaba anhelar, era acabar con
el crédito que se pensaba en restablecer; oponerse tan cie-
gamente como algunos lo hacia n á los legítimos y hasta
patrióticos deseos del gobiel'llo, em fomentar la discol'dia y
perturbar el pais; renovar las escenas del año 20, era espo-
nerse á la reaecion del 23; clamar clesde la tribuna por de-
rechos y garantías (fue, en cuanlo el estado del pais lo per-
mitia, aseguraba á los ciudadanos pacíficos la observancia
del 'Estatuto real, era cooperar al tI'iunfo de los enemigos
de la libertad; acusar al gobierno de males que no estaba
en su mano remediar, era una injusticia; negarle los medios
de hacct'tos cesar, un contrasentido y una perfidia tal vez;
quel'el' l'eformar en un dia los ahusos de muchos siglos, una
temeridad, un imposihle.


Los ministros, ó mejor dicho, ~laI'tinez de la Rosa y
Toreno, sobre quienes pl'in ;ipalmente recayó el peso de
aquella larga y acalorada discusion , ostentaron en el CUl'SO
de ella las mas brillantes dotes oratorias, m:mifcstat'on los
roojeres deseos, dejaron ver las mas rectas intenciones; pero




LIBRO TERCERO. 27
su falta de energía los espuso a sufrir una derrota, y
su irl'esolucion pal'a dejar con gloria el puesto estuvo
á pique de hacél'selo perder con ignominia. Como quie-
ra que sea, aceptada la enmienda de Morales, habíase he-
cho en estremo crilica la situacion del gabinete, y poco
menos que imposible la realizacion del suspirado emprésti-
to. Aterrados, sin duda, del conflicto en que los habia pues-
to su condescendiente debilidad, quisieron los ministros, aun.
que tarde ya, volver por su honra, y en la discusion de los
últimos artículos del proyecto de ley sostuvieron la lucha
con ardor y con acierto.


En vano, perdida la votacíon, quisieron los enemigos
del gobierno desvirtuar el artículo 1f, como con el 3. 0 lo
habian conseguido, a favoL' de enmiendas y adiciones evi-
dentemente dirigidas á restringir la facultad que, por la apro ...
bacion del primero de estos artículos, se acababa de conferir
al ministro de Hacienda. Desechadas todas ellas, quedó el
conde de Toreno definitivamente autorizado pal'a propor-
cionarse, á favor de un empréstito, los 400 millones que
tanta falta le hacian para conjurar (asi al menos lo espel'aba
él) los rigol'es de la situacion.


Veinte largas y tumultuosas sesiones consagró el Esta-
mento de Procuradores del reino á la discusion de este im-
pOI'tante pl'oyecto de ley que, aprobado y modificado en los
términos que va dicho, se apresUl'ó el gobierno á presentar
al Estamento de PI'ócel'es. No menos ardiente que en la
asamblea electiva, si bien, en I'ealidad, el'a menos numero-
so, apareeia el bando del progreso en el alto cuel'po le-
gislador. Asi se vió que la discusion, aunque menos larga,
fué en él todavía mas apasionada que lo habia sido en el




28 ANALES DE ISABEL 11.
Estamento de Procuradores, puesto que dió márgen á un
incidente de que apenas hay ejemplo en los fastos parla-
mentarios.


Una impostm3 forjada en las tinieblas de un club, con·
vertida en un rumo/' de café, comentada por hambrientos y
malévolos gacetilleros, y acogida con interesada oficiosi-
dad por algun prócer, fué lo bastante para que cl ilustre
Estamento decr'clase lanzar de sus escaflOS a un hombre á
quien recomendaban honrosos antecedentes (1). Cediendo
á sugestiones de mala ley, faltando en aquella oeasion a lo
que á sí mismo se debia, el Estamento, no solo hasta cierto
punto se hizo cómplice de una trama abominable, sino que
atacó en mi humilde persona una de sus mas sagradas
prerogativas. No Íograron, empero, el verdadero objeto de
sus planes los autores de aquella iniquidad: y el Estamen-
to de Próceres, reformando el acuerdo del de Procuradores
con respecto al empréstito de Guel)hard, desvaneció el er-
ror de algunos quc, haciéndome la honra de suponerme el
mas tcrrible de sus adversarios, creian tener, con alejarme
del combate, asegurada la victOI'ia.


En la sesion del 20 , se dió cuenta en el Estamento de
P,'ocuradores de las modificaciones que en el de Próceres
sufrieron los artículos 1.0 y 6. 0 del ya tan debatido y asen-


(1) Para completar la historia de este deplorable incidente, sobre el
cual, por motivos que sin duda le honran, se abstiene de entrar aquí
en mas ámplios pormenores el autor de estos Anales, publicamos, por
via de apéndiee á este libro 3.°, Y con anuencia y autorizncion de los
herederos del ilustre prócer, dos interesantes documentos que, elltre
otros papeles del mismo, referentes á aquel suceso, han.llegado á nues-
tras manos.


Véase apéndices números 1.° y 2." al fin de este libro 3."
(N. de los EdItores,)




LIBRO TERCERO. 29
dereado proyecto de ley de Hacienda. Y como una de estas
modificaciones recayese cabalmente sobre el punto f{Ue mas
guerra habia promovido en el Es lamento popular, puesto que
tenia por objeto nada menos que hacer desaparecer la cláu~
sula final añadida, á propuesta del procumdol' Morales, al pri-
mitivo artículo 1. o, fuerza fue recmril' al :lfbitl'age de una·
comision mixta, para la cual fueron nombrados el conde de
Ofalia, cl gcneral Alava, don Pedro Gonza\czVallcjo, el mar-
ques de Albaida y el conde Gonzalez de Castejon, por par-
te de los Próceres; y Argúelles, Flores Estrada, Alcalá Ga-
liano, Carrillo de Albornoz y el marqués de MontevÍl'gen,
en l'epresentacion del Estamento de Procuradores. Del aeta
de las sesiones qué, con este motivo, celebró la comision
mixta, resultaba que los Próceres propusieron al final del
articulo 1. o y en lugar de las palabras-« escepto el de Gue-
hhard» las siguientes:-ccNo se reconocen como deuda del
llEstado los valores que, procedentes del cmpréstito Gue-
»bhard, se hubiesen pel'cibido antes del dia en que el rey,
»vuelto á la capital de la monarquía, tomó las riendas del
»gobierno; pero sí los que hubiesen ingresado con posterio-
»ridad á dicho suceso.» De esta opinion, que declaró Car-
rillo ser la suya, disintieron los demas procuradores adhi-
riéndose á la indicacion de don Agustin Argúelles, formula-
da en estos términos :-« Atendiendo á que el articulo 1. o de
llproyecto de ley, no ciena la puerta á ulteriores reclama--
»ciones de parte de los interesados en el empréstito Gue-
llbhard, ni coal'ta tampoco la facultad del gobierno para so-
»meterlas nuevamente á la deliberacion de ambos Estamen~
»tos en la fOl'ma y con la oportunidad que mas conveniente
»considcre, es nuestro parecer que, dejando subsistir ahora




30 ANALES 1m ISAlmr. JI.
>lel espresado articulo 1.0 , se recomiende al Estamento la
)ladopcion de la idea propuesta por los ilustres Próceres en
)lSU modificacion al artículo 6. 0 del citado proyecto de ley.»
La modificacion á que, hablando así, aludía Al'güelles, con-
sistia en una adicion presentada por el conde de Toreno y
apI'obada en los términos siguientes pOI' el Estamento de
Próceres.-«Esta parte ele la deuda pasiva pasaJ'á sucesiva-
llmente á ser deuda activa en el espacio de once años, que
llempezarán á contarse desue 1. o de febrero de 1.838, y sin
)lpe¡'juício de adoptar otros medios que se crean conducen-
lltes en beneficio de la deuda pasiva.))


A vivas y ya, por lo repetidas, enojosas declamaciones
dió lugar la lcctul'a del acta de las sesiones de la comision
mixta en el Estamento de P¡'oeuradores, cuya mayoría, me-
jor inspirada csta vez que la primeea, echó abajo en la se-
sion de 8 de noviembre, la cláusula odiosamente restrictiva
á que, con respecto al empl'éstito Guebhard, habia tenido
dos semanas antes la debilidad de accedel'. Y resuelta, se-
gun parecia, á abjurar pasados errores, é impulsada por un
laudable deseo de avenencia y conciliacíon , apl'obó sin di-
ficultad la cláusula adicional con que, á propuesta del conde
de Toreno , modificó el Estamento de Próceres el artículo
6. o del proyecto de ley.


De esta manera, despnes de dos meses de acaloradas
controversias, de amargas recriminaciones', de tristes re-
cuerdos inoportunamente evocados, de ü"ltiga para los mi-
nistros, de esperanzas pal'a sus adversal'ios , de disgusto y
de indecision para muchos homb¡'es, mas honrados que en-
tendidos, de ambos cuerpos colegisladol'es; despues tle una
discusion que por tanto tiempo tuvo al pais inquieto y es-




Lmno TEnCERO. 31
candaJizado, vinose a parar al punto de partida y, aproba-
do definitivamente el proyecto del gobierno, sin otras mo-
dificaciones que las adiciones que en el creyó conveniente
ntl'Oducil' el ministl'o de Hacienda, pudo estc dar desde
aquel dia principio á las gestiones necesarias para la negocia-
cion del empréstito.


A pesar de las dificultades que, para llevarlas á buen ter-
mino, le suscitaban la desconfianza y la inquietud que, en
todas las plazas de comel'cio 'de Europa, habia hecho cun-
dil' la estl'epitosa contienda de que, con grave menoscabo del
crédito de España, acababa de sel' teatro el Estamento de
ProcuradOl'es, el empréstito se vel'ificó á condiciones que,
sin ser tan favorables como pensaban algunos, fueron algo
menos desventajosas de lo que, en vista del estado del pais,
esperaban los mas. En este empréstito, contratado por la ca-
sa francesa de Ardoin (1), se intel'esó á poco Rotschild pOI'
los '10 millones que desde junio le debia el gobierno, y no
tal'dó en 1Iacel'l0 subir de 60, [llle fué el precio de emision, á
70 Y aun hasta 71. Pel'O, ni esta subida de nuestros fondos
en los mercados estrangcl'os restablecia el crédito cn el in-
tel'ior; ni, á pesar de los millones procedcntes de este em-
préstito, mejoraban de aspecto en las provincias del NOI'te
las cosas de la guerra.


Heforzada, enlt'c tanto, por la oposicion de la prensa,
la mal paraua oposicion de la tribuna, buscaba solicita y
aprovechaba ansiosa ocasiones de hostilizar al gobierno, y,
abandonando en casi todas las discusiones el verdadero ter-
['eno de la cuestion, robaba deplorablcmente el tiempo a los


(1) Véase apéndice nÚlU, 1, al fin del tomo,




32 ANALES DE ISABEL n.
ministl'os, fatigaba la ateneion del Estamento y dividía la
opinion del pais. Impotente para hacer triunfar sus máxi-
mas desorganizadoras, no por eso sc daba por vencida, y á
falta de razoncs sólidas en flue apoyadas, sosteníalas con
provocadora jactancia y perscvcl'ilUte teson.


Definitivamente derrotada en la cuestion de los emprés-
titos, no tardó sin embargo, en salí¡' dc lluevo á la palcstra.
El dia 11 de noviembre se leyó en el Estamento de p¡'OCU-
radores un pl'oyecto de ley sobl'e o¡'ganizacion de la milicia
urbana, flue, enll'c otl'os muchos y g¡'aves defectos, tenia el
de hacer obligatorio este sCl'vicio pal'a todos los cspañoles
que, teniendo de dicz yocho á cincuenta años, p3g3sen ciel'ta
contribuciondirecta, la cual, p3ra la mayor pm'te, no escedia
de ocho reales al año, y de pone¡' las armas indistinta mente
en manos de amigos y enemigos. Este proyecto, aprobado
en su totalidad, pasó cn seguida á discutirse por artículos. El
debate, dejando á un lado la parte esencial de la cuestion,
recayó, como f¡'ecllentemente acontecia, sobre puntos inci-
dentales, siendo uno de los que Illas dic¡'on quc habla¡' el
relativo á la denominacion con que 11abia de darse á cono-
cer al pais la fue¡'za ciudadana armada. Al nomb¡'e de Ni-
licia Urbana, con que, fundándose en 1111 acuerdo reciente
del Estamento, seguía el goLicl'Ilo designúndola en Sil P¡'O-
yecto de ley, qucrían muchos quc se sustituyese el úe
Guardia Nacional; otros hubo ({ue, t¡'fltando de conciliar las
dos opiniones en que dividia al Estamento csta insigne pue-
rilidad, propusieron, á guisa de transaccion, ó por via tle
temperamento, que, conservándose del proyecto del gobim'-
no la palabra milicia, se le ag¡'cgasc la calificacion de nlt-
cz'onal, en que con tanto empeño mostraban insistü' ciertos




LmRO TERCERO. 33
hombres a euyas aspiraciones de progreso futuro iban siem-
pre asociadas reminiscencias de lo pasado. Otros, cn fin,
se esforzaban en buscal' argum{ ntos con que demostrar que
ordenanza y no reglamento, era el nombre que convenía
al código, ú sea al conjunto de disposiciones presentado por
el gobierno para la organizacion y buen régimen de la fuer_
za popular. Volver siempre á las mismas cuestiones; susci-
tar largas y fastidiosas contiendas sobre puntos de ningun
valor; entorpecer, en fin, con digt'esiones eslél'iles el curso
regular de interesantes discusiones, tal parecía ser el plan
que se habia propuesto, tal era la linea de conducta que
observaba la oposicion.


Asi se vió que, en tanto que el gobíel'llo presentaba su-
cesivamente ~l la diseusion del Estamento proyectos de ley
relativos al reintegro de los bienes vinculados, enagenados á
virtud de un decreto de las Cortes de 1820; á la espropia-
cion forzosa por causa de utilidad pública; al levantamiento
de una quin la de veinte y cinco mil hombres para 1835; á
la asignacion de la Casa Real y á los prcsupuestos de la na-
cion; al modo y forma en que debian hacerse las adquisi-
ciones pOI' cuenta del Estado, y á otros asuntos de mas ó
menos utilidad general, la oposicion, prescindiendo caSi
siempre del fondo, hacia los mayol'es esfuerzos por dar un
carácler politico á cuestiones dc otl'O génel'O ú absorbia la
atencion dcl Estamento con peticiones dirigidas casi todas á
la defcnsa de fútiles y mezquinos intereses de localidad.


De este númel'o eran, pOI' ejemplo, una dirigida á que se
aboliese el impuesto de un millon de reales que, para la COIl-
tinuacion de las obras del canal Imperial, se exigia á los
pueblos de Aragon¡ otra á que se declarase exenta del pago


TOi\10 II. 3




A;\ALES DE ISABEL 11.


del diezmo la uva moscatel que se convierte en pasa en el
territorio de Valencia; otra, para que se suprimiese un tri-
buto de igual naturaleza que, con destino á las obras del
teatro de Oriente, pagaba la provincia de Málaga; otra pal'a
que á los dueños de olivares situados en ciertos pueblos de la
provincia de Sevilla se les permitiese satisfacer en acei-
tuna el diezmo que se les hacia pagal' en aceite. Ot\'a para
que en el Estamento no se diese por terminado asunto al-
guno sobr~ el cual no hubiesen hablado al menos l\'es pro-
curadores en pro y tres en contra; otra relativa á la supre-
sion de varios tributos que á la sazo n percibia el gran prio-
rato de San Juan. Un poco mas de interes, aunque no tanto,
ni tan generalque justificase el ardo\' que en tomarla iniciati-
va moslt'aban ciertos procuradores, ofl'ecian, por el objeto á
que iban dirigidas, algunas otras peticiones. Tales eran la de
mayorazgos, cuya diseusion consiguió el gohierno quc se
aplazase por tener él preparados y próximos á presentar al
Estamento trabajos sobre la materia; la de revalidacion de
ventas de bienes nacionales hechas en la época constitucio-
nal; la de desamortizacion civil y eclesiástica; la de red en-
cion, en vales consolidados ú olt'os créditos contra el Estado,
de censos pertenecientes á cofradias, hermandades, obras
pias, capellanias y manos muertas; otras varias, en 1in, que,
mas que un objeto de utilidad nacional, ora, como las pri-
meras, ofrecian, digámoslo asi, un interes de campanario;
ora, como las últimas, dejaban traslucir, por la manera con
que eran presentadas, un pensamiento político, formulado
asi: Unir lo pasado á [opres en te, cuya realizacion era el
sueño dorado de los hombl'es del progreso.


El Estamento, entre tanto, fatigado de discusiones y




LIBRO TERCERO. 35
dispuesto por lo visto á dar a todo su voto, lo propio aco-
gia, á pesar de los esfuerzos de la oposicion, los proyectos
de ley presentados por el gobierno que, á pesar de los ar-
gumentos de este, las peticiones sin númel'o de los procu-
radores disidentes. Es mas; en su deseo de evitar conflictos
ó de cortar discusiones, y en su ignorancia de casi todas las
materias que de ellas eran objeto, hallabase la mayor y mas
sensata, pero menos ilustrada parte de la asamblea popular
en tal estado de temcrosa indecision, que mas de una vez se
le vió desechar lo pOi' ella acordado dias antes, ó sancionar
con un voto favol'ablelo desaprobado ya. Un presidente que,
sin declal'al'se progresista, simpatizaba ó a lo menos transi-
gia con los cürifeos de este partido; una secretaría compuesta
de los hombres mas ardientes y mas entendidos de él; dos do-
cenas de individuos de este mismo partido, audaces unos,
ilustrados otros, miembros los mas de las sociedades secre-
tas, y todos dispuestos siempre á hacer la guerra al gobi~r';'
no y á suscitarle ernbal'azos ; un numero aproximadamente
igual de hombres divcrsamente notables pOI· su nacimien-
to, su ilustracion ó su saber, pel'o dotados del buen sentido
suficiente para apreciar, con probabilidades de acierto, y
en el interés del ól'den público, las cuestiones sometidas á
su exámen y decision; cincuenta ó scsenta que, aunque
incapaces de tomar la palabra sobre la mayor pal'te de ellas,
y no familiarizados aun con las prácticas pal'lamentarias,
eran, sin embal'go, y pOI' necesidad, llamados OI'a á
formar una especie de jurado de huena fé, ora á consti-
tuirse mediadores en aquel eterno conflicto de opiniones
}Jolíticas y aun de intel'eses lli'ivudos; un gabinete, en fin,
celoso y bien intencionado, pero sin fibra ni poder, com-




36 ANALES DE ISABEL 1[.
puesto de seis ministros, de los cuales uos (Martinez de la
Rosa y Toreno) tenian que combatir en aquella ocas ion las
ideas que toda su vida profesaran y que sufrir reconven-
ciones ó sarcasmos de hoca de sus antiguos amigos y com-
pañeros;"uno (Zarco del Valle) que ohligado, por falta de re-
cursos para sostener la guena, ó. dejar el pues lo en los pri-
meros dias de noviembre, no estaba todavía reemplazado
un mes despues; uno (Garelly) que, constantemente en los
sitios reales alIado de la Gobernadora, estaha por temor al
cólera incomunicado con la capital; uno (Moscoso de Alta-
mira), mas hombre de despacho que de tribuna, y otro (Vaz-
quez Figueroa) que nada tenia que hacel' en aque 1 ni que
decir en esta; tales eran los elementos de que, en la legis-
latura de 183ti se componia el Estamento de Procuradores.
En el de Pl'óecres, foemado de elementos algo mas homo-
géneos, eran menos numerosa la oposieion 9.1 gobiel'no, me-
nos largos los debates, y menos frecuentes las interpela-
cIOnes.


A estas daba casi siempre motivo en ambos cuel'pos co-
legisladores el estado cada dia mas deplorable de la guerra
en las provincias del Norte. Las gentes del progreso, que, en
la llegada de Mina a estas pl'ovincias, cl'eian VCl' la conclu-
sion de la guerra y la salvacion de España, encontraban
apenas en su hiperbólico lenguage palabras con que enca-
recer las vil'ludes cívicas y militares del nunca bicn ponde-
rado guerrillero. Defraudadas, empcro, sus mas bellas es-
peranzas, destl'uidas sus mas caras ilusiones y desb31'ata-
dos sus cálculos, no tardaron estas gcntes en ver, si bien
se negaban á confesar, que el Mina de 1834 no era el de
las épocas anteriores; que las cil'cunstancias habian cam-




unRO TERCERO. 37
biado completamente; que, en Navarra, no era lo mismo pe-
lear al frenle de navarros que conll'n navarros; y, por últi-
mo, que era harto mas dificil á un gClleml en gefe de un ejér~
cito, guardar y pl'Otegcr un pais que á un cabecilla vivir so-
bre él , recorriéndolo y asolúndolo. Desmentidos, pOI' los
hechos subsiguicntes, los descompasados elogios que á
boca llena prodigarán al lluevo virey de Navarra los órga-
nos de los clubs, acusaban estos al gobicrno dc que no po-
lIia á disposicion del general los rccUl'SOS nccesarios para
emprender con actividad las operaciones contra los carlis-
tas; como si los que tal cargo articulahan no fuesen los mis-
mos cuya recalcitrante oposicion a1lwoyecto de ley de Ha-
cienda privó po!' mucho t.iempo al gobierno de los medios
que, para p!'opol'cional'sc afluellos recursos, escogitara y
pl'Opusiera él.


Como quiera que sea, Mina, llegado á Pamplona el últi-
mo dia de octub,'c, sc encargó del mando el dia 3 de no-
viembre, y al siguientc echó ú volar dos alocucioncs di!'igi-
uas, una al ejél'cito de su mando, otra á sus paisanos, tras-
formados en enemigos. En la primcra, despues de pl'esentar
la insurt'cccion cal'lista como -« el hecho dc algunos habitan·
))les de la provincia quc, unos á mano armada, y otros pres·
»)tándoles auxilios de todas clases, ponian á la marcha del
»gobierno las mismas tmbas que ya en otra época sufrió,»
y de dec\al'Ul' que,-.(estaba dispuesto á hace,' ver á aque-
))Ilos hombres obcecados é ilusos que em ya tiempo de que
»)reconociesen su impotencia para resistil' al podel' y á la
)lvoluntad de la nacioJ1») fulminaba contm los que le obli-
gasen á sacar la espada los mas terribles anatemas.


Confiando, sin embargo, poco en el éxito de aquellas




38 ANALES VE ISABEL 11.
promesas y de estas conminaciones.-«En mi cartera ,-
añadia,-traigo, compañeros, los premios quese os han de
))distribuir acto continuo de las buenas hazañas;) y, que-
riendo sin duda pal'Odial' el conocido episodio de la historia


republicana de La Tour d' Auvergne, -«soldados,-pro-
seguia,-contadme como el último granadel'o del ejército
))que , armado de un fusil siempre que el caso lo !'eqlliera,
))compartirá gustoso vuestras fatigas hasta conseguir una
»completa victoria.»)


En la segunda alocucion, dirigida á sus paisanos, em-
pezaba el general deplorando los males que aquejaban á su
pais-«tan I'enombrado en la histol'ia por la acendrada leal-
)tad que en todos tiempos manifestara á sus reyes,)) y, mos-
trándosc vivamente condolido de la desolacion quc esperi-
mentaban todos los compañel'os de jllventud, que tantas
pruebas de amistad y de deferencia le habian dado en otro
tiempo.-«en medío, añadía, de padecimientos, cuyo origen
))aeaso no ha sido otro que mi sensibilidad á los males de
»mi pais, doy gracias á Dios que me ha permitido venir á
»renovar antiguas relaciones.) Y, á los habitantes de este
mismo pais tan renombrado flor S/I flcpndrada lealtad y
tan atribulado en aquellos momentos; á sus eompañel'os
de juvimtud , de quienes tantas pruebas de amistad habia
!'ecibidO, y cuyos padecimientos le alol'mentahan hasta el
punto de altemr su salud; á sus ((I/{i,r¡uos Ilm(r¡os, con
los cuales venia á renovar gratas rclacioncs, era precisamen-
te á quienes, des pues de exhol'tar á dejar las armas, decia-
(,Si no lo haceis asi, yme dais lugar á que ponga en accion
»Ia fuerza del ejel'cito y los demas medios y facultades de que
»puedo disponer, no valdrán ya, llegado este caso, súpli-




LIBRO TERCEnO. 39
)leas de ninguna clase para mitigar el rigor de las medidas
»que tengo meditadas y que ejecutaré irremisiblemente.»)
Y, pOI' si lo ignoraba alguno, teniendo cuidado de añadir:
-(c:Me conoceis, paisanos; sabeis que yo nunca hablo en bal-
»de, »-conc1uia el general Mina su alocucion es estos tél'-
minos:-eePor decontado , prevengo desde ahOl'a, que todo
»individuo que se encuentre por la tropa estraviado del ca-
»)mino real en las hOl'<1S que median desde que el sol sale
»hasta que se pone, y no justifique en el acto su proceden-
licia legal, será in1Jlrdialamente pasado por las armas. l)


Tal era el contenido de las proclamas del general Mina,
acogidas y ponderadas por los periódicos del progreso con
tanto entusiasmo y regocijo cómo desprecio y compasion
mostl'aron, al tomar conocimiento de elJas, los defensores de
don Cárlos. El dia 5 de noviembl'e, es deci¡', á las cuarenta
y ocho horas de es tendidas aquellas alocuciones, y en la
hora misma quizá en que llegaban ellas á Elizondo, blo-
queaban los carlistas este fnerte y obligaban á Oraá á cor-
rer á su auxilio con ulla columna de 3,000 hombres, en tanto
que, sorprendidos y envueltos á la salida misma de Pam-
plona dos destacamentos enviados pOI' ~ina con el objeto
de ahuyentar á unos aduaneros carlistas, cunJia la alarma
por la plaza y tenia el genel'al mismo que montat' á caballo,
y, con los soldados que pudo recoger, salir en segui-
miento de los facciosos, que á su apl'oximacion se disper-
saron. to propio le sucedió el 8, al sabel' que los enemigos
en numero de 600 hombres, vagaban por ViUaba y otros
puntos de los \'Uedos de Pamplona. El dia 10, con el aviso
de que, en Sesma, el dia 6, habia sido alacado por Zumala-
cárregui el brigadier don Narciso Lopez, y que, el 7, el co-




40 ANALES DE ISABEL n.
mandante Iracheta, bloqueado en el fuerte de Peralta, pro~
longaba á duras penas su heróica defensa contra fUflrzas muy
superiores, determinó el general en gefe envial' algunas á
este punto, y , con las demás de su mando, salir aquella
misma tarde de Pamplona en direccion á Puenle la Reina,
adonde, adema s de la division de Lopez, vino á reunÍrsele
la que, al mando de Córdova, recien regresado de Logro-
ño, se hallaba á la sazon acantonada en Cirau(!tú. Zumala-
cárregui, á la noticia de la ap¡'oximacion de Mina y de la
proyectada concentl'acion de tanta flle¡'Za en las cercanías
de Puente la Reina, se retiró á dos horas de alli á los pue-
blos de Azcona y Abal'zuza, desde donde pudo ver ú Mina
entrar en aquella plaza el13 por la taI'de, acompañado por
los dos batallones y los 400 caballos que formaban la division
de Lopez. De regreso a Pamplona el 16, ocupóse el gene-
ral en gefe, todo aquel dia y los siguientes, en hacer gran-
des acopios de leña, que escaseaba, yen tomar las disposi-
ciones necesarias para smtir la plaza tIc otros artículos de
consumo y trasladal' á ella muchos efectos dcl ejeI'cito de-
positados en Tudela, Logroño y Salvatierra. Para proveer
de lo necesario el fuerte de Elizondo, puesto en mediano
estado de defensa, recorria al mismo tiempo Oraa los pue-
blos principales del valle del Bastan, y pam la reunion del
ejército, mandada efectuar en vista de la nueva OI'ganizacion
que se trataba de darle, continuaha en toda J\avanu el re-
levo de guarniciones.


A esto y a salit' al encuentl'o de algunos convoyes, en
cuya conduccion y custodia se hallaban ocupados numerosos
cuerpos de tropas, se {'eclujcron las primeras operaciones
del nuevo general en gefe del ejercito tlel NOl'te.-




LIDRO TERCERO. 41
»Mina-me escribia por aquel tiempo Córdova, - está
»)muy malo y hay pocas probabilidadcs dc quc se restablez-
»ca, y menos de quc lleguen á realizarse las esperanzas
»que se cifraron en su nomLt'arniento y á las cuales no du-
lldo que hubiera él correspondido cn otras circunstancias;
)¡pero la cmpresa, en sí dificilísima, sc hace casi imposible
¡¡por la falta de hombrcs ,que es completa, sobre todo en
)¡el ramo .fe la guerra.»


Entt'e tanto Villareal tlue, con cinco batallones vizcaí-
nos y uno de guipuzcoanos, se hallaba el8 en El Orrío,
cOlTió á reunirse con la faccion del valle de Arratia y, sa-
biendo por oficios intet'cc})tados á los confidentes cristinos
que hiarte estaba separado de Espartero, atacó á este ul-
timo junto á Orozco en la tarde del 9. Rechazólo el general
cristino despues de un reñido combate y, al dirigirsc al dia
siguiente á Uodio para reunirse á lriarte, tropezó con Cas-
tor que, emboscado en las inmediaciones de Arvincudiaga,
le hizo una descarga, le hirió ú mató algunos hombres y, se
retiró precipitadamente, no sin perder tambien el alguno de
los suyos. El 16, Espartero, despues de dejar en Bilbao los
heridos en los combates de aquellos ultimos dias, salió de
Orduña en compañia de hial'te y direeeion de L1odio, á cu-
yas inmediaciones habia iclo Castor á reunirse con las fac-
ciones de Aguil'l'e, lbarrola, y Sopelana. Replegándose so-
bre Arciniega á la llegada de los cristinos, mostraron los
carlistas intencion de volverse húcÍa Castilla; visto lo cual,
y al efecto dc cerrarles el paso, hizo Espartero un movi-
miento hacia Amurrio; mas contramarcharon ellos y, aun-
que seguidos de eerca por l .. iarte, lograron posesionarse de
la peña vieja de Orduña. Espartero que, práctico en el ter-




42 ANALES DE ISABEL 11.
reno, conocia toda la importancia de este punto, corrió con
su caballería á ocuparlo por un lado, en tanto que, á virtud
de órdenes suyas, rápidamente comunicadas, llegaban por
la parte opuesta tropas de 13 guarnicion de Orduña manda-
das por el coronel Linage, gobernador de esta plaza. Los
carlistas, sin embargo, tomándoles la delantera, se posesio-
naron de aquel punto; y atacados simultáneamente en él
por los dos gcrcs cristinos, defendieron con valor sus posi-
ciones y sostuvieron largo rato un combate que solo la no-
che hizo cesar.


Pocos di as despues, el 22, aprovechando el momento
en que la division de Oraá, yendo á Pamplona por zapatos
y vestuario, desguarnecia los valles lindantes con la fronte-
ra francesa, Zumalacárregui, que con el grueso de la fac-
cion se hallaba por entonces en Santa Ct'uz de Campezu,
hace por la Borunda una rapida correría al Bastan con el
objeto de llamar de nuevo hácia aquella parte la atencÍon de
las tropas de la reina, reconcentradas á la sazon casi todas en
la baja Navarra y en la ribera del Ebro.


Sabedor del movimiento de Zumalacárregui, sale Cór-
dova de los Arcos y, el 25, se dirige hacia Santa Cruz de
Campezu con la reconocida intencion de continuar desde alli
su mal'cha a Salvatierra; mas, á orillas del Ega y frente á
á la ermita de Arquijas, encuénlrase con la faccion alavesa
que, reforzada pOI' la de don Basilio, trata de cerrarle el
paso del rio y le presenta un combate que duró muchas ho-
ras, yen el cual, por una y otra parte, pereció bastante gen-
te. Arrollados los carlistas en este encuentro, y en otro s dos
que consecutivamente tuvieron en Orviso y Zúñiga con las
divisiones de Córdova y Oraá, dirigió el primero de estos




UBRO TERCERO. 43
generales su mal'cha Mcia el punto fortificado de Maestú,
donde permaneció el 26, y, sin mas novedad, llegó á Salva-
tierra el 21, en ocasion que el brigadicl' Lopez, reforzado
con un escuadron de cahallel'ia, se encaminaba á Viana con
designio de fortificar este punto; que Zumalacárregui y
don Cárlos reconian los pueblos de la ribera; que, en Gui-
púzcoa, hatia el brigadier' Jaúregui á Guibelalde y que, con
ochocientos infantes, cincuenta caballos y dos piezas de ar-
tiIIería, salia el general Mina de la capital del vireinato al
encuentro de un convoy de vestuario y oh'os efectos que,
de Tudela, Capanoso y Tafalla, conducia el coronel Gur-
rea. Para protegcr la marcha de otro convoy que de Salva-
tierra se encaminaba á Pamplona, dejaron sus respectivos
acantonamientos los generales Córdova, Latre y Oráa; mas,
en tanto que estas divisiones, por su concentracion sobre la
capital, abandonaban la ribera del Ebro y las fronteras de
Guipúzcoa, corríase de nuevo la faccion navarra sobre la
mel'indad de TUl/ela, yen direccion de Sangücsay Lumbier,
atacando ~ su paso á ViJlafl'anca, cuyos urbanos, como se
hiciesen fuertes cn la iglesia, fueron sacrificados sin piedad
despues dc la mas hel'óica y mas obstinada defensa. Refu-
giados en lo alto de la tOI'I'e, cuyo piso, pábulo ya de las
llamas, amenazaba hundirse; separados por una valla de
fuego de la parte inferior del edificio, y sofocados por el
humo quc en densa columna se elevaba, saliéronse aquellos
infelices á las cornisas, desde donde continuaron por mu-
cno tiempo }J(J(}ie¡ldo !af!,150 .fo)¡l'e SIIS enemjg'{),j ,. pe)'o, ¡)je2~
mados por las balas de estos; aguardando á cada instante
verse envueltos por las llamas ó sepultados en las ruinas de
la iglesia; rendidos de fatiga, y mas que todo descorazona-




ANALES DE ISABEL n.


dos al oír los alaridos y al pensar en la situacion de sus
mugeres, de las cuales algunas, hasta con sus niños de pe-
cho, se fueron á acoger en aquel sagrado, hubieron los in-
trépidos urbanos de pedil' cuartel, ya qne para ellos no,
para sus inocentes familias. Todavía, salvadas estas á favor
de escalas de cuerda que, por 6rden de Zumalacarre-
gui, se les faeilit6, continuaron los sitiados la defensa de los
calcinados muros de la torre.


Tanta heroicidad no bast6, empero, á inspirar áZumala-
cárregui una vislumbre de simpatía ni á arrancarle siquie-
ra una muestra de conmiseracion. Lejos de eso, la resisten-
cia de los urbanos de V illafranea, exacerbando su enojo, le
hizo, en vez de ahsolver la culpa, agraval' el castigo y ace-
lerar su ejecueion. De los hombres, ni uno (/ued6 con vida;
mugeres, ocho fueron emplumadas y azoladas en público,
y alguna hubo de sufrir, de manos del mismo Zumalacarre-
gui, indignos tratamientos.


Entel'udo de los movimientos de los hatallones que,
con don Cárlos y Zumalaeárl'egui, se dirigian de Vi-
lIafranca á Sangüesa y á Lumbier, y temeroso de ver-
los penetrar en Aragon, cuyas fronteras amenazaban,
acude de Sos el general Linares con la idea de oponel'se
por aquella pal'te á cualquier tentativa de este género; mas
detenido por unos 300 salazeneos qne, á las órclenes
de Mancho y colocados en el desfiladero de la Hoz de
Arspurz, trataban de cel'rarle el paso para Navascues, los
ataca y los derrota. En esteencuentl'O, perdió la vida el co-
ronel Mancho, uno de los mejores gefes de don Cádo3, y ue
los mas particularmente apreciados por Zumalaeál'l'cgui.


Entre tanto, y por 6rden del capitan general de Castilla




Lmno TERCERO. 45
la Vieja, que se hallaba en las Encartaciones, baja Bedoya
con su columna á Logroño, y, dejando asegurados los pasos
de aquella parte del Ebro, mal'cha á ponerse en comu-
nicacion y á concertarse con Lopez que seguia fortifi-
cando á Viana. Reunidas con este motivo, pusiéronse en
marcha las tropas de ambos gefes, y, siguiendo la ol'illa
derecha del rio , marcharon por Mendayia con direccion á
Sesma, en seguimiento de los enemigos que, el dia 1.0 de
diciembre, se hallaban congl'egados en Lumbier. Hácia esta
misma yilla, luego que huho puesto en seguridad el convoy
que yino escoltando á Pamplona, dado á sus soldados un dja
de descanso, provistóles de ropa y calzado y dejado á Lo-
renzo el mando interino del yireinato, salió el general en
gefe con las dos divisiones de Córdova y Oráa. Tres dias,
habiendo sacado de Pamplona provisiones para cuatl'o, du-
ró esta campaña de Mina, que ningun resultado produjo,
ni ninguno el'a de presumir, ni esperaba él que produjese,
puesto que, dando parIr, de su salida, decia al gobierno:
-«:\'Iañana á las siete emprenderé mi marcha contra Zuma-
»lacarl'egui en la direccion que me han dicho lleva el PI'C-
))tendiente. Es posible que no pueda darle alcance y, se-
»)fJun las noticias 'lile adquiera en el camino, así serán
»mi marcha y las operaciones sucesivas de las columnas, 80-
»bre las cuales nada pnedQanticipar.)) ¿Qué espcrar de nn
general que en: tales tél'minos se espl'esaba? ¿qué de divisio-
nes mandadas por tal general"? ¿que de operaciones de aque-
lla mane¡'adirigidas al acasoysinplan fijo? ¿qué de una causa
cuyo porvenit'dependia de tan yagas eventualidades, y cuyo
caudillo, en quientantafé tenian otros, manifestaba tan poca?


Al salir de Pamplona, dirigióse Mina luicia Urros;




46 ANALES nE ISABEL JI.
pero, como en este tiempo se adelantasen los carlistas , y, cru-
zando por entre Estella y Pamplona, tomasen la ruta del
Bastan, no fué posible al cl'istino dar alcance a Zumalacár-
regui. Despues de haber con este objeto marchado y con-
tramarchado inútilmente, dedicóse Mina á recorrer la mon-
taña; llegó á Elizondo; visitó las obras de este y de algun
otro punto fortificado, se hizo, en una palabra, presente en
aquel pais de, que veinte años fintes, rué e: ídolo, pero cu-
yo prestigio, nútablemente amenguado ya por su malograda
tentativa del año 30, estaba a punto de desvanecersc com-
pletamente. El 6 regresó a Pamplona acompañado de
tres batallones, una compañía de tiradores y cuarcnta ca-
ballos, que fueron las únicas tropas (Iue, á su lado y bajo
sus órdenes, conservó. Del resto de las que de Pamplona
saeó tres dias antes, confió al separarse de ellas en Lanz,
el mando superior (y esto es de todo lo que hizo en lo que
mas acertado anduvo) al genel'al Córdova, con las instruc-
ciones necesarias para perseguíl' sín descanso al enemigo.
y como quiera que la vuelta á Pamplona del vil'ey efectivo,
hacia inútil en la plaza la presencia del interino, mandó
Mina á Lorenzo salir inmediatamente con Hna columna de
mil hombres y encargo de acudir á Tafalla, donde se sabia
que el dia 6 habia entrado el gefe carlista EI'aso, y de si-
tuarse en seguida enlt'e dicho punto y el de llelascoain.
El 11 regresaba Lorenzo escoltando un gran convoy de
leña por el camino que, desde este último pueblo conduce á
la capital del vireinato; y, como COIl oportunidad supiese
Mina que los carlistas estaban en ánimo de atacar aquella
fuerza, dispuso que la brigada del coronel Ocaiía, que se
hallaba en aquellos momentos en VilIaba, pasase al valle




LIBRO TERCERO. 47
de Orba y se situase, al efecto de proteger el convoy ame-
nazado, en un pueblecito que llaman el Carrascal. Al pie
de la sierra de Andia, por la cual desde las Ames.coas, re-
sidencia habitual de los carlistas, podian estos sin dificul-
tad correrse hasta las puertas mismas de Pamplona, el Car-
rascal era, a no dudarlo, un sitio peligrosísimo que, en el
trascurso de aquella guerra, fue testigo de muchas sor-
presas y teatro sangl'iento de una infinidad de combates.
Eraso que esto sabia, se apresuró en consecuencia á diri-
girse á aquel sitio, donde emboscado con tres batallones, y
favorecido por la oscuridad, atacó al general cristino en la
noche del 11 de diciembre. Mas prevenido de lo que pasa-
ba, y auxiliado ademas por la columna de Ocaña, por otra
que de Artajona sacó el cOl'onel Gurrea, y por algunos
caballos con que, á pesar de sus dolencias, á la sa-
zon ',exacerbadas de resultas de su última espedicion,
acudió el general en gefe, logró Lorenzo rechazar á los
enemigos, salvar el convoy y quedal' dueño del campo
de batalla. Al dia siguiente, 12, como á la una de la tar-
de, llegó Lorenzo con su convoy á los campos de Un-
zué, donde, atacado de nuevo por sus infatigables contra-
rios, habría tal vez sucumbido, á no acudir en los momen-
tos críticos la columna de Ocaña, oportunamente colocada
por el general en gefe, despues del combate del dia anterior,
en el pueblecito de Villaba. Embistiéronse con furor entram-
bas huestes, y, batiéndose cuerpo á cuerpo, se disputaron
cada palmo de tierra, cada árbol de los bosques que este
combate presenciaron; la victoria, sin embargo, se declaró
por Lorenzo, y el mismo mensagero que llevó á Pamplona
la noticia, dió parte de la direccion que en su retirada to-




48 ANALES DE ISABEL n.
maron los vencidos agresores. En vez de seguir su pista,
acudió Mina con su acostumbrada escolta de algunos caba-
llos; pero llegó al sitio de la accion en momentos en que,
terminada esta, quedaba solo que recoger sus laureles.
Aunque teñidos eon sangre, mostraba Mina cierto deseo de
apropiárselos cuando, en una aloeucion de 16 de diciem-
bre, que empezaba;-« Valientes que operais á mis órdenes,
concluia diciendo ,-continuemos sin descanso en una obra
»principiada bajo tan buenos auspicios; demos á la patria
»)contm sus enemigos otros dias semejantes al del 12 de
»diciembre de 1834, y sus bendiciones recaerán sobre no-
»sotros.» Y con la misma fecha dirigia á sus paisanos una
proclama en que, entl'e otras cosas, decia: «Declare guena
»de esterminio á los obstinados, y esterminauos quedan en
»un dia mil y quinientos en Sorlaua y Ullzue.))


En Sorlada, en efecto, y en Mendaza, el mismo dia y á
la misma hora en que, merced al auxilio que le prestara el
coronel Ocaña, denotaba Lorenzo á El'asO en la quebrada
de Unzué, consumaba el general Córdova uno de los mas
brillantes hechos de armas de aquella guena. Engl'eido Z u-
malacál'regui con los I'ecientes triunfos ue Cenicero y Ale-
gl'Ía; manchado aun con la sangrc, bál'baramente derrama-
da, de los heróicos defensores de Villafranca; confiado en
el número y la decisioll de sus voluntarios, y aguijoneado
sobre todo por el deseo uc dar, en presencia dc don Cár-
los, una batalla eampal, pl'csentósc!a á CÓl'dova con 9,000
infantes en once batallones, 500 caballos y dos piezas de
artillería (las mismas que mes y medio antes hizo suyas la
d.errota de la division de O-Doyle), en los campos de Na-
~ar, Asar\a, Mendaza y Piedramillera, es decil', en el sitio




LIBRO TERCERO. 49
mismo donde, en dicicmbre del año antcl'ior, fué batido
por Oráa. Apoyahan los cadistas su dCl'ceha en la emlita
de Desendaña, y su izquicrda en la roca y posiciones de
la siena de Piedramillera, ocupadas pOI' tres columnas.
Aunque inferiol'cs ell Húmero, lucharon los de don Cál'los
con tal ardor y maniobraron con lanto acierto que, dmallle
todo el rlia, tuvicl'on indccisa la victoria; y ucclarárasc
acaso esta en favor de ellos, á no haber Iturl'allle, por una
parte, cometido un elTor de mucha t1'uscendcncia, y CÓI'-
dova, por la suya, reanimado COII enél'gicas palabras y con
heróicos ejemplos el ya fatigado y vacilante espíritu de sus
soldados. Como c¡uiem tlue sea, la batalla, si bien cosló
mucha sangre, se tCl'111inú con un triunfo, que era el pl'Íme-
1'0 que, en aquellos parages, lognwon mucho tiempo hacia
las al'lnas de la reina, y con la completa dispel'sion de los
batallones carlistas, que fucron á. reorganizarse á la bar-
ranca de Santa Cruz. Allá, luego que hubo dejado en se-
guridad los ]¡e¡,j¡!os de la accion del 12, acudió Córdova
el 15 y acometió de nuevo nI enemigo. Defelldióse este con
vigor, y por varias veces I'eeupcl'o y volvió á pcrder el puen-
tede Arquijas, que, bien que eh'jo fuese vadeable por todas
partes, se disputaron ambos ejél'citos eon encamizamiento
cruel. Aguardando la llegada de tropas que, al mando dc
Oda, debian pl'esentarse por las alturas de Zúñiga, re ple-
gose CÓl'dova sobre la ermita de Arquijas; mas, frustrada la
eombinacion por la tardanza ele aquel gefe, ú quien entre-
tuvieron durante muchas horas los batalloncs de Ttmralde,
fucl'za fué a CÓl'dova renunciar pOI' entonces á su proyecto
y I'eplegarse a los Arcos, en tanto que Oráa, cuyas divi-
siones pasaron la noche tiroteándose con las guelTillas cal'


TOMO Il. 4




50 ANALES DE ISABEL n.
listas, acampaba en las inmediaciones de Zúñiga, y que
Zumalacárl'egui, noticioso de flue por cllado opuesto á Santa
Cruz bajaba la columna de GUl'l'ea, destacada de la divi-
sion de Córdova, se replegaba á San Vicente de Arana. De-
jando, pues, alguna fuerza de infantería en este pueblo y
en los de Zúüiga y Santa Cruz de Campezu, y su caballería
en Bernedo y Genevilla, marchó el gefe carlista á reponel'se
de sus pél'didas y á reorganizal' sus batallones en los valles
de las Amescoas, cuyo acceso, dificilísimo ya pOI' las llu-
vias y las nieves que paralizaban las opcraciones de Córdo-
va, impedian ademas, desde la Poblacion y Peña-Cerrada,
las columnas de Sopelana y Basilio.


Pocos dias antes (el 16), un batallan de alaveses, man-
dado por Echevarría , se presentó ú til'O de fusil de Salva-
tiel'l'a. Rechazado por los de la plaza, eorl'ióse el 9 hácia
Alecha, pueblo inmediato á Maestu, de cuya guarnicion salió
un destacamento de ciento y cincuenta hombres, que tuvo
á poco que replcgal'se. El mismo dia G, sabedOl' Espartero
de que en los valles de Arratia y Orozco habian vuelto á
reunirse todas las facciones de Vizeaya con los batallones
alaveses de Sopelana é Ibarrola, uno guipuzcoano, y las han-
das de Castor, Ochoa y otros cabecillas, salió de Bilbao,
y, refOl'zando su columna con mil hombres de la de Jl'inrte,
tomó la vuelta de OI'OZCO. En la mañana del 7, marchó en
seguimiento de los facciosos; los atacó en las altUl'us de
Saloa; los rechazó de U rigoitia, que fO\'tificó, y de alli di-
rigiéndose luego á las peñas de COI'vea, se apoderó de
esta posicion, no sin sostClWI' pal'a ello un reñido combate,
en que perdió la vida el hizano coronel don Julian Oliva-
res. Dcspues de esta accion, cuyo único resultado fué la




LIBRO TERCERO. 51
dispersion de los carlistas, volvieron cst,Qs á reunirse, y,en
númcro de cuatro batallones, atacaron eulas inmediaciones
de Villal'cal al coronel Buren que, con ciento cincuenta inU)
fantcs y veinte caballos iba conduciendo á Bilbao un con-
voy de combustible. Buren, aunque sOI'pl'endido, se de-
fendió con vigor, y tomando posicion en una allma, pudo,
sin pero el' mucha gcnte, cOlltenel' al enemigo y agllal'dar á
f¡Ue, enterado de lo que pasaba, viniese á su socorro Es-
partero, como á las pocas horas lo verificó.


En la Rioja castellana, es tendiendo sus correI'Ías á las
pl'ovincias de Burgos y Guaoal::ljanl, operaban entre tanto
las bandas del invisible Merino, del intl'épido Basilio y del
activo Lucio Nieto, perseguidas, con mas ardor que buen
éxito, por el brigadier Peoll y el corollel don Julian de Pablos.
POI' los confines de las provincias de Bmgos y Santander,
continuaba Villalobos dando guerra al general Latre, co-
mandante general de la primera. Desde las fronteras de
Al'agon hasta la raya de POl'lugal, el Duero, en todo su
CUl'SO, presenciaba diariamente escaramuzas mas ó menos
sangrientas entl'e destacamentos de mbanos y partidas de
facciosos. En Galicia, donde Lopez y otros cabecillas conti-
nuaban haciendo atrocidades, era sorprendido y preso por
una gavilla, que no tal'dó en dispersat'se , el juez de prime-
ra instancia del partido de Trimo. En Asturias, pervirtien-
do el espíritu publico con frecuentes escitaciones, empeza-
ban á hacer gente unos bandidos que recorrian su que-
JJl'ado territorio. En la provincia de Leon, otl'OS proce-
dentes de la de Ol'ense y capitaneados por un tal CarbaIlo,
se entregaban a escesos f\lIe acudian á reprimir los urbanos
de Villafranca del Vierzo. En Piedra Buena y Valenzuela,




52 A'-:ALES DE ISABEL lI.
pueblos de la provincia de Ciudad Real, penetraba la fac-
eion de Parra y cogía y fusilaba al alcalde mayor de la pri-
mera de estas poblaciones. En Vargas (provincia de Toledo)
se batian algunos facciosos con Ul'banos de la capital, y, por
los montes que circundan á Kavahermosa y lYIenasalbas,
burlando la persecucion ue varias columnas, vagaban con
unos cien foragidos los cabecillas Perfecto Sallchcz y Jun~
co. En Estrcmauura, cogido y fllsilallo Cuesta, nadie se pre-
sentó á venga¡' su mucl'te , nadie á ocupar el puesto que
ella dejaba vacantc. En MaIaga, se reunieron varios grupos
de urbanos y,-eecon el mayol' ól'den,)) asi decía, narrando
este incidente, el Eco del Comcl'cio,-(quemaron unos
1Jbanderines, existentes en el parque dc artillcria y que ha-
»)bían pertenecido en otro tiempo á los voluntarios realis-
))tas.)) El teniente de rey y el: comandante del primel' ba-
tallon de la milicia urbana a utol'izaron con su presencia la
ceremonia del auto de fé.


Por los mismos dias, las faccioncs ele Valcncia, lanza-
das de aquella p,'ovincia pOI' los cnérgicos esfuerzos de su
capitan general don Gerónimo Valdés, ora se acogian á la
vecina de Murcia, y en Orihuela se batian con los mbanos
de aquella l'ica comarca, ora, pasando áAragon, iban á reu-
nir sus fuerzas con las que, á su inmediato mamlo, tenia el
poco afortunado Carnicero Succsivamentc batidas pOI' el co-
ronel Rebollo en Bot; pOI' Nogueras cn Puig-morcno; por el
brigadief Santa Cmz cn Castellole, y por el comandante Pe-
zuela en el puel'to de Ariúo, hubieron dichas facciones
de separarse de nuevo, y, sepm'udas, de empr'cneler
su marcha en distintas dÍl'ccciones. Cabrera y Tomer, pa-
¡¡ando por entre las columnas de los coroneles Aspiroz y




LIBRO TERCERO. 53
Churruca, corrieron por de pronto á refugiarse en los puer-
tos de Beceite; el Serrador, perseguido por el coronel don
Marcelino Junquera, des pues de ermi' unos dias por las in-
mediaciones de Béna~all, Cuila, VistalJella y Villafl'anca tu-
vo que intemal'SC á la posll'c en los pinares de .Mosqucrue~
la. Salido ele alli ú los pocos dias, se apoderó, á favor de
un golpe de mano, de la villa de Alcol'a, que ahandonó á la
apl'oximacionde No¡meras, y, eorricllLlose háeia MOl'ella, tro-
pezó con otra columna en la majada de Guimel'ans. La fac-
cion, batida y dispel'sada , dejó en podel' de los soldados de
Junquera huena parte del hotín hecho tres dias antes en el
saqueo de Aleo¡'a. Cal'llicel', nuevamente alcanzado y com ..
pletamenle deshecho pOI' Pezuela, se inlemó, eon direceion
á Cantavieja, en las breüas del Maestl'uzgo. Valles, cogido
por AspÍl'oz en el Coll de Suá, des pues de una aceion en
que murieron Papaceile y el Guerrista, dos de los mas au-
daces handolel'os de la marina de Amposta , fué fusilado en
Tortosa con die¡: y scis de los suyos. ForcadeIl atacaba á
Cutí y era rechazado por su guarniciono :Montaües sorpren-
dia el pueblo de Mazaleon , fusilaba á algunos de sus habi-
tantes y, atacado en seguida pOI' el coronel Ilosell, perdia
casi toda su gente en las canter'as de Alcorisa. Lel'in, Co-
nesa y otros val'ios cabecillas infestaban con pequeñas ban-
das todo el parlido de Alcaüiz; otras vagaban por el de Te-
ruel y , á fuerza de dividirse y subdividil'se , hacian cada
dia, si bien menos arriesgada, mas difícil su persecucion, é,
inspirando menos inquietudes al gobierno, causaban á los
pueLlos mas repetidos vejámenes y mas eontínuas zozobras.


En Cataluña, Llandolit, penetrando por la montaña,
obligaba al capi\an general, que se hallaba en Manresa, á




ANALES DE ISABEL 11.


trasladarse á Nuria; hacia circular por los pueblos ater ~
radoras noticias y sediciosas proclamas; invadía el lugar
de Septeasas, á cuyo alcalde se llevaba preso; y, reunido
en las inmediaciones de CastellHl' COIl Sobrevies, que re-
corria toda la alta Cataluña, fatigaba á las tropas leales y
asolaba al pais. OtI'o tanto hacian, en la Conca de TI'emp,
el Ros de El'oles; por las inmediaciones de Cardona y
de Solsona, la gavilla de Cal'agol; Tristany, pOI' Espal'l'a-
guera, el Bl'Uch y el territorio situado ti Ol'i!!as del Llobre-
gat, lindante casi con el llano de Barcelona, y Val'ios cabe-
cillas de menos monta, en las cercanías de Santa Coloma,
Berga, Vi eh', Gerona, Mataró y otros puntos <lel Pt'incipa-
do; batidos en uno, reclutábanse en otro, y, cada dia mas
activos y mas audaces, daban á la guerra un aspecto mas
amenazador.


No parecia, sin embargo, creerlo Llauder asi. Nom-
brado desde el2 de noviembre minislt'o de'la Guerra, solo
a fuerza de instancias, y al cabo de un JIll'S de indecisiones,
se resolvió ti. dejar el Principado, a aceptar el ministel'Ío y
á marchar a .Madrid. Llegado ti. esta capital el dia 9 de di-
ciembre, se encargó eltO de la secretilrÍa del despacho
ne la Guerra, y el t1 dirigio á los gcneJ'ales, gefes y
.y oficiales del ejército una eomunicaeion en fIlie, al tl'asJuz
de los elogios que á su valor pl'odigaba, se advertian sin-
tomas de desconfianza y aun cargos de iltllisciplina. Ningun
efecto, ni bueno ni malo, produjo, sin ernbat'go, este ma-
nifiesto , con clIya publicacion coincidió la de las procla-
mas que á su ejél'cito y á sus paisanos dil'igió Minil, con
molivo de las recientes victorias de Sorlada y Unzué.


Aunque importantes pOI' la parte en que cOlltl'ibuyeron




LIBRO TERCERO. 55
á reanimar el ya casi apagado ardol' de los solda<los y á
detener á Zumalacul'I'egui en una carrera de triunfos, por la
cual espel'aba él llegar en breve y sin tl'Opiezos hasta las
puertas de la capital, no bastal'oll aquellas bl'ilIantes accio-
nes , á poner fin á las desavenencias que, desde la lle-
gada del ejército de Portugal á las provincias del Norte,
existian entre los generales de la reina. PI'ovocuralas y es-
citábalas principalmente la presencia en este ejél'cito del
general don Luis FCl'llanclez de CÓl'clova, cuyos anteceden-
tes políticos inspirahan desconfianza u cierta clase de libe-
rales; cuya rápida carrera en la milicia daba pubulo á la
murmuraeion, y cuyas altas é improvisadas dotes militares
eran el blanco de la envi(lia de algunos de sus compañeros,
un enigma para muchos, y para todos un motivo de sorpre-
sa y admiracion. Encargado pOI' Rodil á su paso por Bur-
gos de ahuyentar de aquellas sierras á Cuevillas que, reu-
nido á Mel'ino, podia molestar la marcha de las tropas que
de Portugal ¡han destinadas á Navarra, Cót'rlova, á pesar
de los inconvenientes flue, para fluien, como él, pisaba por
primera vez aquel tenitorio, ofl'ecia esta operacion, la lle-
vó á cabo, y en tal conformidad que, desalojados Cuevillas
y Basilio de sus posiciones, fucI'on Ú poco á dar con las co-
lumnas de Obrcgon y Cistllé y, denotados, tuvieron que pa-
sar el Ebro y refugiarse en Navarra. Esta atrevida y feliz
operacion valió á Córdova el mando de la tercera division
del ejército del Norte, compuesta á la sazon de solo cuatro
batallones, con los cuales, sin contl'atiempo de ninguna
especie, escoltó hasta Puente la Ueina, toda la artille-
ría del ejército. A la. llegada de Mina á Pamplona, Cór-
dova, que se hanaba alli mandando interinamente, hizo,




56 ANALES DE ISABEL 11.
por motivos de delicadeza, dimision de su destino; mas no
solo se negó Mina á aceplarla, sino que, ponientlo al que la
hacia al frente de una de las divisiones, que llegó en breve
á ser la mejor de su ejel'cito , le permitió darse a CJnocer
como el mas activo, el mas entcndido, y sobre todo el mas
feliz de los genel'ales de la reina.


Los testimonios de aprecio que de parle del general en
gefe le valió su conunclil, las simpatías que en el corazon
del soklatlo le gl'angearon sus victorias, únicas <[ue, tiempo
hacia, logl'aban en aquellas provincias las armas liberales,
fueron pal'a CÓl'uova, al par que motivos legitimos de 01'-
gullo, gmve ocas ion de pesares. Asi se k oyó muchas Ye-
ces quejarse amargamente de la conducla que, con respecto
á él, observaban algunos de sus compañeros, y muy pal'ti-
culal'lnente de la del nuevo ministl'o de la Guel'l'a, á quien
suponia autor ó cómplice de una tl'ama urdida con el objeto
de aminorar su prestigio, recat.ando maliciosamente al pú-
blico los pal'tes de sus acciones. Hesenlido, con lilas Ó me-
nos razon) de este lIlodo dc proceder, y gl':1Vemente enfer-
mo ademas, solicitó del general en gefe, pam tmsladarse á
Madl'id, un permiso que 110 ohtuvo sin dificultad.


Quince dias de descanso baslal'on á Zumalacárregui
para reponerse de los descalahros de Al'quijas y Sodatla
y reorganizar su ejel'cito. en terminos de porler con
él salir de nuero á campaña. :U cmpczaJ' la del año de
1835, favoreciale siu¡.julanncntc, no solo la ausencia del
general mas activo, mas ansioso de gloria, y lIlas quel'irlo
de sus soldados con quc contaba la causa de la reilla, SillO
el rigor de la estacion que tenia bloqueados en los fuertes é
incomunicados entre sí á los destacamentos que los gnar-




LIBRO TERCERO. 57
necian, y que oponia, para las operaciones de un ejército
como el cristino, obstáculos facilmente superables para ba-
tallones compuestos de soldados del pais. En las impene-
trables guaridas de las Amescoas, pasó, pues, Zumalacár-
regui las fiestas deSavidad, y en Villareal de Guipúzcoa la
de año nuevo, sin inquietal'se, ó illf¡uietándose muy poco, de
los movimientos que, pal'a cercarle en aquellos valles, com-
binaba con las columnas de Espartero, I,'iarte, Jáuregui y
Lorenzo, reunidas a la snon en las inmediaciones de Ver-
gara y Villafranca, el nuevo comandante general de las
provincias Vascongadas don José Carratalá. El dia 2 de
enero, noticioso Zumalacánegui de que Jámegui se hallaba
en el primero de aquellos puntos, y suponiéndole intencio-
nes de dil'igirse al segundo, marchó con algunos batallones
y un escuadron á caer sobre Villareal de Zumarraga; pero
un movimiento hecho por Jámegui, impidió á Zumalacárre-
gui encontrarse con él en ViUafranca, frustrando por con-
siguiente la proyectada combinacíon. Pronto, no obstante,
vino á suministrarle elementos para oh-a nueva la casual
interceptacion de un pliego (Iue al gobernador de Vitoria
dirigia Carralalá, dándole parte de su proyecto de atacar a
los facciosos con diez mil hombres, que al efecto tenia congre·
gados en Mondragon. En vista de esto, y enterado ademas
de que las columnas reunidas avanzaban á paso acelerado,
replegóse ZumalacálTegui hácia Ormaistegui, y, con el
grueso de sus tl'opas, fué á tomar posicion en las cumbres
de Cilandieta, situamlo á la espalda de este punto un bata-
lIon que, en caso necesario, pl'otegiesc suretiraua sobre Se-
gura. La posicion de los carlistas era en estremo ventajosa;
para pelados tras de las tapias que rodean las prollieuades




58 ANALES DE ISABEL U.
en que está repartida la montaña, y protegidos por la e1e,
vacion, hacian á mansalva un fuego mortífero sobl'e las
tI'opas de Cart' utala que por varias vec es intentaron, con
mucho mas denuedo que buen exito, escalar aquellas as-
perezas y arrojar de ellas á la bayoneta á sus intrépidos de-
fensol'es. Al dia siguiente, cn oeasion en que, contando
con ser atacado de nuevo, tomaba ya Zumalacánegui sus
medidas para la lucha, notó con sorprcsa que Carratalá,
convencido sin duda de la inutilidad,de sus esfuerzos, y no
queI'Íendo hacer correr mas sangre, emprendia á las tres
de la tarde su retit'ada hácia Vergara.


Creyó al pronto Zumalacárregui que este movimiento
era algun ardid á favor del cual se proponia el gefe carlista
enculJI'ir sus verdaderas intenciones; mas, como muy luego
adquidese el convencimiento de lo contl'al'io, determinó sa-
car de esta circunstancia todo el partido posible, y en con-
secuencia lanzó en persecucion de Carratalá cinco batallo-
nes que, picándole la retaglwrdia. le hostigm'on en tél'Ini-
nos de obligarle á volver caras y a sostener varios com-
bates.


La actividad dc los gefcs carlistas hacia en estrcmo
embarazosa la posicion de los generales de la reina y su-
mamente difícil la defensa del vasto territorio que estaban
encargados de protegel'. ~Iientras, por combatir á Zumala-
cárregui, acudia el brigadiel' Idarte á reunit'se a Carratalá,
invadia El'aso las Encartaciones y, reforzado por las co-
lumnas de Villalobos, Castor, Simún Toree, y Arroyo, blo-
queaba á Balmaseda, penetraba en el valle de Mena, des
trozaba en Barcelina de Rivero al regimiento provincial de
Granada, mandado por el marqués de Campoverde, y, á pl'e-




LIBRO TERCERO.


testo de que este regimiento, que áccidentalmente se halla·
ba de guarnicion en Madrid en los dias 17 y 18 de julio de
34, habia tomado parte en los asesinatos de los frailes,
fusilaba en Momlragon ú ciento sesenta de sus individuos
hechos prisioneros, El reslo de la columna, en número de
unos cien hombres escasos, llegó en completa derrota á
Medina de Pomar,


Reanimado con este suceso el espíritu de aquel pais,
cuyas simpatías eran indudablemente por don Cúrlos, vi-
Jliel'on pOI' aquellos dias á ineorporal'se ú las filas de los de-
fensores de este príncipe muchos nuevos voluntarios. Con
ellos completó Zumalaeál'l'eglli dos batallones (3. 0 y 4.0 de
Guipúzcoa) y reforzó los fIue de alaveses existian; pero, afor·
tUIJallamente pam los cristinos, la falta casi absoluta de di-
nero que entre los carlistas se dejaba sentir y la escasez
de al'mas y municiones en que los tenia la rigurosa vigilan-
cia que, en cumplimiento de las estipulaciones del tratado
de Lóndres, ejercían las autoridades francesas en toda la
raya de España, hacian por entonces poco menos que inú-
til l~ organizacion y poco menos que imposible el Ul'ma-
mento de aquellos voluntarios. Esto no obstante, era gl'an-
de el afan con que, desde el combate de Ormaistegui, desea-
ba Zumalacán'egui volver á encontrarse frente á frente con
los soldados de la reina. Importábale sobremanera resta-
blecer completamente el prestigio y la confianza que en el
ánimo de los tímidos le hicierOll perder los reveses del mes
antcrior; conservar la especie de podel' absoluto é incon-
trarestable que, me¡'ccd á aquel prestigio y á aquella con-
fianza, ejercia en el territorio ocupado por sus tropas, y ad-
quirir en batalllls formales la superioridad que, en igual-




60 ANALES DE ISABEL n.
dad de número de combatientes, estaba acostumbrado á
obtener en combates de otro género.


Advertido, pues, de que por aquellos dias iba el general
Lorenzo á llevar auxilios al fuerte de Maestú que bloquea-
ban dos ó tres batallones de alaveses, y persuadido, por otra
parte, de que asi Lorenzo como Oraa anhelaban una ocasion
de dar una batalla que eclipsase la glOl'ia que á Córdova ha-
bian valido sus triunfos de Arquijas y Sorlada, no vaciló Zu-
maJacarregui en ir en persona á propot'cionar a Lorenzo la
oportunidad que buscaba; y al efecto, incorporando á su co-
lumna los batallones ocupados en el bloqueo de Maestú,
aeudió desde las inmediaciones de Salvatierra á presentar
al nuevo gefe cristino la batalla en el mismo sitio donde el
mes anterior se habia verificado la que sostuvo con Córdo-
va. Mas, habiendo el carlista llegado tarde para cerrar á
Lorenzo el paso del puente, perdió por csta razon la princi~
pal de sus ventajas y hubo de contentarse con dar á su van-
guardia la órden de apoderat'se de las altUl'as de Orbizo. De
ellas, sin embargo, tantaron poco en vet'se desalojados por
los batallones de la reina los que formaban la-vanguard:.a de
Zumalacárregui; á consecuencia de lo cual se trabó entre
ambas divisiones una reñida batalla, en que, por ambas par-
tes, y sobre todo por la de los carlistas, hubo pérdidas enor-
mes. Conseguido su objeto de batir á Zumalacarregui y,
temet'OSo de que, por una ú otra parte, Ilcgasen nuevos
batallones al socorro de los vencidos, apresUl'ósc el vence-
dor á tomar por Maestú el camino de Estella, á donde, de
vuella de una espedicion di¡·jgida á socorrer algunas otras
guarniciones, vino á reunírsele Oráa. Juntos, pues, y ani-
mados de igual anhelo de gloria, partieron de nuevo entram-




LmRO TERCERO. 61
bos en busca de Zumalacárregui qu e, con tres batallones,
permanecia en el valle de la Berueza, en· tanto que, con
cinco, recorria el brigadier carlista Gomez la provincia de
Guipúzcoa, y que, con tres de alavese s, ocupaba Villarreal
las inmediaciones de Maestú. Disminuidos asi los once ba-
tallones que, al mando de ZumalacálTegui, habian lasistido
á los anteriol'es combates de Mendaza y AI'quijas, creyó
Lorenzo que era llegado el momento dc atacar otra vez al
enemigo. Reuniendo, pues, cn los Arcos las mismas tropas
que ú Córdova acompañaban en la campaña anterior, diri-
gióse de nuevo á las márgenes del Ega. Zumalacárregui, al
propio tiempo que enviaba á Gomez y á Villarreal los opor-
tunos avisos para que, con sus respectivas columnas, vi-
nieran á incorporárscle, pasó con sus lI'es batallones la
sierra de Arquijas, y reforzado á poco con los tres de Vi-
Harreal, presentó á Lorenzo el combate, contando con que
no tardarian en Hegar los guipuzcoanos de Gomez; mas este~
como a la sazon se hallase entre Tolosa y San Sebastien, y
tuviese que dar un gl'an rOlleo para llegar al sitio señalado,
no pudo verificarlo hasta las diez de la mañana del dia si-
guiente, hora en que empezaba ya la division de Lorenzo
el ataque contra el puente de Arquijas.


Bien que la posicion de Lorenzo fuese cn realidad mas
favorable el dia 18 de enero que lo era la de Córdova el
dia 12 de diciembre; bien que el tiempo desde entonces
trascurrido y la seguridad de encontrar á Zumalacárregui
en un ten en o dado permitiesen á Lorenzo estudiar, como
lo hizo, este teneno, meditar de antemano con toda aten-.
cion y á sangre fl'ia su plan de ataque y defensa, y hasta
probal' y elegir las tropas de que para este doble objeto l~




62 ANALES DE ISABEL 11.
convenia echar mano, los sangrientos resultados del ataque
de aquel diaestuvieron lejos de corresponder á las esperan-
zas de los dos generales émulos de Córdova, cuyo mérito
romo militar realzal'on notablemente los cotejos que, con
aquel motivo, en lal ocasion se hicieron.


Dest;le aquel dia empezó la opinion pública á designar á
Córdova como el hombre mas a propósito para eonducir',
con probabilidades de buen éxito, las difíciles operaciones
de aquella lucha fratricida, cuyo tél'luino iban ya muchos
perdiendo las esperanzas de ver. En el seno mismo del Con-
sejo de ministros, debatías e diariamente esta importante
cuestion, y l'esolviérasc acaso desde luego en el sentido en
que lo indicaba la voz pública, á no contar Córdova al
marques del Valle de Rivas en elllúmero de sus enemigos.


Un incidente tan grave corno inesperado que vino por
aquellos días á consternar a Madrid eontrihuyó poderosa-
mente á acelerar, con la dimision de Llauder, el desenla-
ce de aquel liLigio, en que, como era natlll'al, no dejó de
tomar parte la pl'ensa periódica.


En la madrugada del 18 de enero, dos oficiales subal-
ternos y huen número de soldados del re~imiento de volun-
tarios de Al'agon se apoderaron por sOl'pl'esa de la Casa
de Correos, donde estaha el Principal, y, encastillados en
aquel sólido edificio, se declararon en completo estado de
rehelion. A la primer noticia de este hecho escandaloso,
trasladase a aquel pUl'age el capitan general, y, recibi-
do a balazos, perece á manos de los insurgentes. En-
tonces, aunque tarde, empezó el ministro de la Guerra á
tomar disposiciones para someter á los sublevados, con los
cuales, sin embargo, aClIbó cl gobierno á las pocas horas




LIBRO TERCERO. 63
por capitular vergonzosamente. Y ante los cadaveres , ca-
lientes todavia, del genel'al Canterác, del teniente de rey y
de algunos otl'os oficiales de menor graduaeion, desfilaron
aquella tarde sus verdugos con todos los honorcs de la guer-
ra, imponiéndoselcs como único castigo cl ir á tomar parte
activa en las operaciones de la guerra del Norte.


De todos los ángulos de la capital y aun de la Penínsu-
la, se elevó con este motivo un grito unánime de 1'e-
probacion contra el gobierno, y muy particularmente con-
tra el ministro de la Guerra, cuya imprevision no supo cvi-
tal' el atentado, y cuya debilidad, dcjándolo impune, hacia
temer su reproduccion.


Pero donde mas estrepitosa y mas general llegó á ser por
aquellos dias la espresion del anatema fulminado contra los
ministros, fIlé en el seno mismo dc los cuerpos colegisla-
dores. Difícilmente, en efecto, podia presentarse á ellos una
cnestion en que mas circunstancias particulares concurrie-
sen para escitar, si bien en distintos sentidos, los ánimos
dc todos y de cada uno de los individuos que formaban par-
te de aquella doble asamblea. Los hombres que, al horror
que les inspiraba el atentado cometido por los voluntario,;
de Aragon, reunian la eneI'gia de carácter necesaria para
denunciarlos á la execracion pública gritaban indignados de
que un puñado de discolos hubiesen, durante todo un dia,
resistido á un gobierno establecido y obligádole á transigir;
los timidos, á quienes tenia consternados aquel suceso é im-
pcdia 'Volver cn sí el recelo de ([ue se reprodujese, alzaban
tambien la "oz condenando el desacato, y clamaban por-
que á sus autores se impusiese el mas severo castigo; los
exaltados que,_en lo íntimo de su corazon aplaudian proba,-




61í ANALES DE ISABEL 11.


blemente la conducta de los sublevados, se asociaban á
unos y á Otl'OS para vocear contra un acto que, sabiendo
que estaba ya perdonado, calificaban de imperdonable, y,
contra un gobiemo que no sabia prever, evital', reprimir
ni castigar tan hort'01'0S05 atentados. Todas las fracciones,
en fin, de uno y otro Estamento tuvieron en aquella ocasion
motivos de queja contra el gobierno, y todas los hicieron
valer con at'gumentos frecuentementc distintos, pero llenos
siempre de violencia y de acritud.


Ya, con motivo de la discusion de los presupuestos,
sentada por algunos procUl'adores y reconocida por el go-
biemo como regla establecida en los sistemas representati~
vos la facuItad de atacar en aquel terreno á los ministros y,
aun de negarles, fnndándose en el mal cumplimiento de su
encargo, los fondos neces3I'ios para hacer frcntc á las cxi-
gencias del servicio público, el'an, hacia algun tiempo, los
consejeros de la Corona obj eto de los mas des apiadados ti-
ros de parle de sus advers3I'ios políticos. Bien que, ninguna
reforma ó innovaeion radical se hiciese en los tales presu-
puestos, debatiéronse una á una sus partidas con una mi-
nuciosidad de que no habia ejemplo en los anales de nin-
guna asamblea repl'esentativa. En la discusion del de la Casa
Real, preponderó sobre la propuesta de los ministros el dic-
támen de la comision, y de los 56.300,000 1'S. pedidos por
el gobieI'no, quedó reducido á 43.500,000 rs. Pum atender
al pago de los intereses de la deuda pública, se concedieron
al ministro de Hacienda 223.8:34,823 en lugar de los
230.678,622 I'S. que pedia; y ,agregando á estas reduccio-
nes la de 22.831,892 rs. que, en los demas set'vicios del
EstadQ, , bizQ el E~tamento de Procuradores, resultó en la




LIBRO T1mCERO. 65
totalidad de los pl'esupuestos una rebaja de 42.475,691 rs.
Pero no era esto todo; la discusion, que ocupó casi de COll-
tíIHlO los seis últimos meses de los diez que duró la legisla-
tma, dió, bien que fundados motivos, lastimoso pretesto á
la guena encarnizada que al gobierno tenian declarada los
hombres del pl'ogl'eso. Cualquiera observacion sobl'e la na-
turaleza ó guarismo de esta ó de aquella partida, cualquie-
ra incidente suscitado, con el mas insignificante de los mo-
tivos, en cI curso del debate el'a, á los ojos ele estos hom-
bres, causa mas que sulicienle pam dirigil' al gobiemo
tel'l'ibles acusaciones y para enll'al' de lleno en el examen
de las erróneas é inaplicables teorías con quc se habian pro-
puesto elesacl'eelitar el sistema representativo aquellos mis-
mos que se proclamaban sus mas lll'/l1eS sostcnedores. Ocu-
pábales, mucho mas que la cifm del presupuesto, la desig-
nacion de los objetos a que se aplicaban las cantidades, y
toda cuestion de númel'os degeneraba, tratada por ellos, en
cuestion dc principios, y cn ¡\sunto, por lo tanto, de intemli-
nable polémica.


¿Cómo eea posible, pues, que, en su ardol' por atacar al
gobiel'llo, desaprovcchasen sus enemigos la ocasion que les
pl'esentaba la oCUl'rcIlcia del dja 18 de encro? En la ses ion
que, el 19, celebraron ambos Estamentos, presentáronse en
uno y otl'O i¡llel'pclaeioncs sobl'e los asuntos del dia ante-
rior. A la hecha en e~ Estamento de Pl'ÓCel'es pOI' el duque
de Rivas COlltcstal'on los ministl'os de Estado y de Gmcia y
JustiCia, dando sobl'c este incidente esplieaciones de que
mostraron queda\' poco satisfechos asi el interpelan te como los
demas Próceres que \1a1Ial'on ú opinaban en el mismo sentido
que él; llegando en el trascurso de la discusion las cosas has~


TOllO n. 5




66 A:U.LES DE ISADEL n.
ta el punto de decir el duque de GOl' en la trihuna quc sc acu-
saba al ministerio de haber tl'allsigido con los rcbeldes. Es-
to no obstante, y á pesar de la agilaeion que en aquellos
momentos reinaba en la asal1llJle:J, deseehó esta la proposi-
cion que, indicando la opol'tunidad d~ exigil' al ministerio
la mas esll'eeha respon~abili(lau del indulto concedido á los
alboroladol'es, presentaba el marques de Espej:1; si Lien, á
propuesta del marques de Guadalcnar , la apl'obó luego el
Estamento morlificada cn los lél'lninos siguientes:-(d\"o
»creyando posible terminal' esta disellsion sin la presencia
»de todo el ministcrio, propongo (¡UC el Estamento mani-
»fieste al gobierno de S. M. su dcseo de que con cuna él á
»ilustrarle para terminarla.»


En los PI'ocUl'adores se presentó lamhien el mismo dia,
y fué aprobada pOI' gran mayoría de votos, una proposieion
dit'igida á que el Estamento se COllstituyese en sesion pel'-
manente hasta tanto que se presentase el minisl.t'o de la
Guena á re~pondel' á las interl'el::tciollt~S (IlIe se I~ hiciesen
con motivo del atentado de la Casa de Coneos. /\ poyando
esta proposieion, no se limitó Garda Canasco á ¡labIal' del
acontecimiento que preocupaba los :'Inimos. En su discurso,
que fue una amarga crítica de los actos de dicho ministro
desde su suhida al poder, empezó manifestando ([ue, segun
la voz pública, segun los periódicos, segun todas lns pel':"o-
nas relacionadas COIl la COl'te y muchas de fue!'a de ella,
habia habido discnsiones entre los miemhros {le! gabinete
acerca del sistema que, con respecto á los negocios públi-
cos, convenia ó no convenia seguil'.-(Se ha dicho-añadía
el fogoso interpelante-c( que un i,dividuo del gobiel'Ilo t1'a-
»taba de presentar nuevos candidatos que rcemplazasen á sus




LIBRO TERCERO. 67
»compañel'os, y causa horror el decir quiénes son }ossuge_
»tos que designa como tales la opinion púLlica. Temíase, en
»collsecuencia, que se estahleciese Ull sistema duro y feroz,
»y se afirmaba que una camal'illa tl'3laba de apoyar los
)¡nuevos candidatos, flue son partidarios de la intervencion
»estl'angera, y de los cuales alguno está en relaciones con
»personas de alta categoría dc París que siempre han sido
))enemigas de la libertad espaiíola y adictas al partido del
»)deshonor y la infamia. Si esto es así, como parece 111'0-
)¡bable, pues la opiniou pública ¡,ara ve;; se equivoca, el
)¡Estamento ve que es imposible que el gabinete continue
)¡de la manera en que se halla conslituido.» Y, de estas hi-
poll'lticas premisas, sacando consecuencias á su gusto,-«digo
pues-proseguia-«que siendo ciertos estos clamores de
)¡los t'erdaderos patriotas y la ansiedad que se nota en to-
»das pal'tes por la division que se dice haberse manifestado
»en el milli~terio, creo conveniente y necesario esponer á
)S . . \I. las circunstancias en quc nos hallamos y lo im-
»portante que seria que el ministel'io se compusiese de
»hombl'es enteramente unidos y que caminasen á un mis-
»mo fin, o mejol' dich o, que mal'cháran por una misma Ii-
)Jnea.»


DiscUl'sOS de esta nalUl'aleza no era, por desgl'acia,
1'31'0 que, en el sello del Estamento, pl'OllUnciase el Lando
de la oposieion. La fiJjpica tic Garda Canasco podia, sin
cmh31'go, citar'se como un modelo en su género. Fundándo-
se en vagos rumores, (Iue daba por hechos I'cales, denunciaba
sin discel'llimiento ni meSUl'a la conducta del ministel'io, é in-
curriaú cada paso en las mas chocantes contradicciones.-«La
»val'iaciollque en estos ultimos dias ha sufrido el gabinete in-




68 ANALES })E ISAnEl. JI.
»gles-esclamaba-sirve de apoyo, entre oll'as cosas, para
»creer que se trata de protocolizamos. Se dice mas; que se
»está negociando un matrimonio entl'e el hijo del deshel'eda-
l)do don Cárlos y la rcina Isabel. Esto, quc á primera vista
»parece estraordinario, se vel'á que 110 es imposible. Des
l)pues de la prolongacion que espel'imenta la guclTa del
»Norte, despues de tanta sangrc delTamada, ¿qué estraño
»seria que, en las relaciones diplomáticas, con el pretesto
»de evitar este derramamiento de sangre, se tl'atase de
»PI'otocolizarnos como, con Bclgica, Grecia y otl'as peque-
)lñas potencias, lo han hecho recientemente las grandes de
»Europa? Es preciso prevenimos antes de que esto suce-
»da.» Y, hablando en seguida de la guena del Norte, y es':""
trañando que no estuviese mas adelantada su termina-
cion.-(dc ello-decia-no hay quc culpal' al valicnte
»ejército, ni tampoco al ilustre caudillo, de quien, á pesar
»de.sus males, de que se halla mas aliviado, se espera
»que tel'mine esta guerra, sienclo gal'ante de ello la COIl-
»fianza que en él tienen los patriotas de la provincia.) Fun .
dado en otro rumor de igual especie fOl'malmente desmen-
tido en la discusion por el ministro de la Guerra, acusaba
á este de que, movilizando las tl'Op3S, interrumpia en cie/'-
ta manera las opcl'aciones del genel'Ul Mina y enlorpecía la
guerra, desairando al digno canelillo de Isabel II; al ge-
neral, añadia,-«á quien su falta de salud le;llace no tener
»toda la actividad necesaria; pero que, para remediar es-
JJla falta, ha pedillo, creo, al gobierno ocho ú diez mil
})hombres, ademas de la tropa que en aquella provincia
))existe, y esto, ámi entender, ya 11ace sobre quince ó
))veinte dias. Se ha hablado muchísimo ue que se han da~




LIDRO TERCERO. 69
lido las órdenes para ello; pero el resultado es que nada
llhemos visto que pruebe su ejecucion.))


¿Cómo no tachar de injusto el cargo que al ministro de
la Guerra se hacia porque, en el término de quince ó vein-
te dias, no habia podido mandar á NavalTa ocho ú diez mil
hombres para remediar la falta de actividad del di.qno
caudillo de Tsabd 11, cuando era notorio que, por enviar
socorros á NavalTa, se habian desguarnecido las demas
provincias del ,'cino y agotado en hombres y dinero los
recursos todos de la nacion? Mas contradicciones, mas ano-
malías aUIl.-((Se dice quc se va á formar un ejército de
lll'eSel'Va; se dice que, inl á mandar este ejército el minis-
(tro de la Guerra, y se dicl'! mas; que la reina Gobernadora
»irá á Burgos COII el gcncl'al de dicho ejército. ¿A qué todo
»csto, habiendo un general en Navarra que inspira tanta
»confianza al pais, al Estamento y á S. M. misma? Se ha
»dicho tambien-proseguia Carrasco-que de lo que se
»trata es dc la intervencion estrangera; y en una palabra,
»de desacreditar al genel'al Mina, para que no recoja los
»laureles á que es acreedor.»


Dc esta manera, sobre vagas suposiciones, sobre ru-
mores de plaza pública rara vez autorizados, antes bien ca-
si siempre desmentidos por los hechos, encomiaba el espi-
rilu de pandilla las altas prendas y la conducta de un ge-
neral que, nada habia hecho, ní poclia hacel' por la causa
de la reina, y fundaba contra los ministros, culpables, mas
que de otra cosa, de conservar en puesto tan importante al
viejo y achacoso caudillo, una ridícula acusacíon cuya in-
consistencia desvirtuaba de antemano los fundamentos de
otra que, con harta mas justicia, podia, en nombre del ór-




70 ANALES DE ISABEL n.
den público y de la disciplina militar, dirigirse eu aquel
momento al ministro de la Guerra.


Lejos, por consiguiente, de causal' el efecto <¡\le, reduci-
da á los sucesos del 18, no haJwia dejado de }woducil', la ill-
tel'pelacion de Carrasco, por la mulLiplicidall mbma de los
cargos que contenia, pOI' la vaguellad misma de las acusa-
ciones que formulaba, y hasta por el tOllO descomedido con
que las dirigia, colocaba al ministro de la G uelTa en una
posicion ventajosa pal'a sostener el combate en ciel'Los pun -
tos y esquivarlo en los tiernas. Asi fuó, que, 110 sin hacel'
antes su propia biogl'afía, mejor dil'é su propio panegírico,
acompañado de una pl'ofesion de fé polilica, y (le una mi-
nuciosa y algun lanto contl'ovel,tible relacion de mél'ilos y
servicios, entre los cuales contaba COll injuslillcahle jactan-
cia su desobediencia por tres ó cuatro veces á los mandatos
del gobierno, rebatió Llaudel' sin dificultad la mayol' parte
de los argumentos que, como Otl'OS tantos Ci!pítulos de cul-
pa , le dit'igia el m:ls que avisado fogoso illtcl'pelantc. No
puede, sin embargo, decÍl'se, ni cra tampoco fácil, <IIlC fue-
sen completamente satisfaetol'ias las esplicacione~ que, asi
á García Carrasco como á oh'os muchos prOCUl'adOI'Cs que
en este terreno le atacaron, dió en arrueHa ocasion el mi-
nistro de la Guerra. La cuestion, cuanto mas circuns-
crita, mas interes inspiraba, y tanto llegó :í tornal' que,
á propuesta del conde de las Navas, declaró el Estamento
que no se daria por suficientemente ilustrada la matcria
ínterin hubiese un procuradol' ([ne tuviese pedida la pa-
labra.


De ella, des pues ele Carrasco, y en el mismo sentido,
hicieron uso aquel dia Trueba, á quien contestó el mismo




LIBRO TERCERO. 71
L1auder, y Lopez (don Joaquin Maria) cuyos ai'gumentos se
encargó de refular ~lartinez de la Rosa. Por desgracia, la
dificultad era inmensa, cnalUlo no absoluta la imposibilidad
de hacerlo victoriosamellte en la pane relativa á la insurrec-
eion del dia anterior, y escusado parece consignar en este
sitio f¡Ue, para cOll~;eguit' tal objeto, fueron impotentes los
esfuerzos ora(.ol'i{)s del presidente de] Consejo de ministros.
Grandes fuero;) tamhicn los ffllr" en ar¡uella misma sesion,
tuvo este que haee:' pal'a (lefende!' al ministerio contra las
})l'oyocadol'as ag!'(~sioues dd conue de las ~avas, que pal'e-
cia no tener en el Estamento otl'a mision que la de suscitar
cuestiones odiosas, á título tIc lIefeudcl' los derechos de los
cilllladanos; pre(liear la inlolel'ancia politica, so color de
ahogar pOI' las lihertades patl'ias; movr,r en el seno de la
representacion nacional tumulto y escándalo, á pretesto de
sostener los fueros del Estamento, y desacreditar completa
y definitivamentc las instituciones liberales, á trueque de
comba ti!' lo qne él se complacía en lIamaI' las demasias de
los conseje!'os de la COl'ona.


Solos estos para defendel'se de tantas y tan violentas
acriminaciollcs, pues ni en UllO ui otl'O Estamento hubo, ui
era de esperar fIlle hubiese un solo imlividuo que, en favor
de ellos, lomase sobre este asnillo la palabra, fuerza fué á los
minisl!'os , y muy particularmente á los de Guerra y Esta-
do, soportal', por muchos dias y no sin fatiga enorme, el
peso verdalleramenle incl'eihle de aquella apasionada con-
tl'oversia. Contra la insmrcccion, cuyo mal éxito tal vez de-
plOI'aban en secreto, declamahan sin descanso en la tribuna
pública los caudillos mas notables del partido del progreso;
obmndo asi, su objeto, menos que reprobal' el atentado, era




72 ANALES DE ISABEL 11.
hacer á los ojos del público, justamente indignado, un pom-
poso alarde de fucrza moral, y al gobierno, pOI' la impu-
nidad dc que gozaban los autol'es de afIuel escándalo, un
cargo tan sevcro y una guena tan encarnizalla como la
que, acusándole de cruel y de sanguinario, \lO hahrian deja-
do de hacel'le en caso de habel' eI procedido, como era Sll
deber, al castigo dc los criminales. EscusándoIos, decia en
la misma ses ion el procurador Palal'ea, flue los soldados,
instrumentos y nada mas de la rebelion del 18, eran unos
valicntes , al fl'ente de los cuales se pondl'ia (jI para il'SC á
batir contra fuerzas tres veces supe¡'iores.-«A los soldados,
-añadia-«se los cngañó haciéndoles creer que encontra-
»rian apoyo;» como si el cnfíañoquc, en tal confianza, pade-
cicl'an, pudiese en caso ninguno SCI' parte ú escusa!' el Cl'í-
meno Continuando su discurso, afil'lnaha Palal'ea fIlie los
acontecimientos del 18 tenian por causa la falla de libertad
de imprenta.-«La libertad de imprel'ta-decia-hace va-
»licntes Ú los cohardes y restablcce la disciplina;») y, rc-
produciendo por esle estilo los :lI'gmnenlos de CaITasco,
afirmaba que la insurreccion tenia su ol'igen, ~ hasta encon-
traba su justificacion, en la division de opiniones de los mi-
nistros. Acumulando cargo sobl'e cargo,-i<un aüo hace,
proseguia-que esta guerra va en aumcnto; el gobierno
»ha tenido recursos paea concluirla; ¡,lo ha hecho? No.» Y,
finalmente, tralando de hacer pesal' sohre el gohierno, pOI'
la mala eleccion de sus delegados, lo da la orliosidad de los
sucesos del 18 de enero;-«el Jlorler jUllicial-llecia-es
»independiente; pero los iudividuus que lo compongall deben
»estar identificados con el sistema que nos. rige ..... hay
»una mano oculta que promueve los desórdenes, y al go-




LIBRO TERCERO. 73
))bierno toca castigar al que sedujo a los infelices ilusos de
)J la Casa de Correos.))


En el mismo sentido se cspresaba Galiano. Reprobando
el crimen, no la opinion, y estableciendo entre l'ebelion justa
y rebehon militar, una dislincion a su manel'a, «el atentado
-decia-fue horroroso; no hay palabras que basten a re-
)¡probarlo; pero-añadia:-Ios infelices de la Casa de COl'-
))I'COS no estaban bastante ilustmdos; y asi, movidos de su
)¡úuen únimo y de su ('elo I'SCCSIt'O, oyendo contínuamenle
"las discusioncs acaloraclas por la justa causa, y sin tenel'
¡)conocimiento de los medios legales de l'emediat' los males
)J(¡ue cl'eian existir, ¿qué estraño es que adoptaran los que
)¡tenian en su mano? ¿qué estraño, cuando creían que el mi-
)mistcrio caminaba malh, Sentado el principio y reconocido
el del'echo de insurreccion, nada, para completal' a su modo
de vel' la defensa de los sublevados de la Casa de Correos,
quedaba a Galiana que hacer mas que concluir, como acto
conlínuo lo hizo, la prolija cnumeracion de las causas que
á aquel estremo los condujeron.-c(En primer lugar-de-
cía-resaben que han sido desatendidas varías peticiones
))encaminadas a perfeccionar el Estatuto Real; vcn que la
))guelTa de Navarra progl'esa; oyen que, entre los ministros,
))existen divergencias de opiniones, y hay diarios que 3fil'-
))man f[UC se va a nombrar un ministerio retrógrado ... Hubo,
))ademas, una mudanza calamitosa. Desatendida la peticion
))hecha para que se cscluycsc de los cargos públicof a todo
)Jel que no fuese espailol, se cometió el desaciel'to ele nOIll-
»bl'31' á un estrangero c3pitan genel'al de Madl'id, lo cual
))3umenló la desconfianza. POI' otl'a pal'te, los sublevados
»grilaban viva Isabel JI, y a este grito, si bien no apro-




74 ANALES DE ISABEL n.
)lhando el acto, respondia la guarnicion.» Empezando, en
una palabra, por hacer la apología de ciertas revoluciones;
declarando justas las que tienen por objeto eomhatit' el ab-
solutismo; censmando agriamente los actos todos dc la vida
dc Llande!', esceplo sus rlesolJctliencias ú los mandatos del
gohiel'llo, que sin rebozo aplaudia, acabaha Galiano en su
discUl'sO por iucrepat' la debilidad del ministct'io flHe aun no
habia satisfecho la vindicta pública, implorando al mismo
tiempo su misericordia en favol' (le IIIlOS infeliccs «cuyo Úlli-
»co crimen era acaso un csccsivo amo/' á la libertad.»


Caballero, denunciando algunos actos que calilicaba de
arbitt'ariedades y atropellos cometidos en Vit'luu do órdencs
superiores, acusa á los ministros de hahet' prescindido de las
fórmulas.-¿ No hemos visto,-dice-«(luC se ha hecho pre
)Jeiso reclamar que no se publiquen en la Gacela 135 leyes,
»antes de promulgarse en las Cot'tes'? ¿No hemos visto que,
»por el ministerio de Hacienda y sin conlar con las
»Cortes, se han dado decretos e inst¡'l1eeiollcs sobre el im-
»puesto de la sal y el subsidio del eomel'eio , no obstante
»ser estas mate¡'ias de aquellas que deben fijarse por la
lJley'? ¿No hemos visto pOI' el tIlinistet'io del Interior decla-
»)rarfllera ¡le la ley á una gran parte de la monarquía y SII-
»jetar la milieia urbana á la autol'idad militar? Pues todo
»esto ¿f¡ué prueba sino que, por parte del ministerio y de
»SUS agenles, se ejcl'cen al'hitl'arieda(les, cOBlea las cuales
»no nos qucda otl'O I'ecurso que denunciadas en esta trihu-
na?))


y, de este recurso, llevar.do las cosas al ultimo gt'flrlO
de exagel'acion, usaban sin mimmicnto de ninguna dasc los
enemigos del gobierno. Lopez, tomando por segunda vez la




LIRRO TERCERO. 75
palabra, pretendía qUE; los insurrectos de la Casa de Cor-
reos no eran enemigos del trono, pues gritaban viva Isa-
bel JI, Y si solo enemigosdel ministerio, <do cual-añadía-
«es muy distinto.)) GOllz~le!, C¡!le acusaba al gobierno de
no llaber tomado Il}('(lidas para impedí!' ó castigar el atenta·
do, se (!\lejaha amargamente de qne, en .Madrid, COII moti yo
de tilla conspiracion abortada en julio anterior, se hubiesen
hecho algunas prisiolles y formado tll1a causa en que se ha~
bia implicado al general Palafox, y de que en Cal'lngena se
persiguiese á ¿tros por lwhcl' cautado canciones patrióticas.
En cllfli~:no sentido, y reproduciemlo hasta la saeierlad ar-
gumentos que, cn ~u mayO!' ¡HU'le, ninguna fuerza tenian,
pero en que mostraban insistir terriblemente los hombres
del progl'l'so, habla¡'on en aquella y las siguientes sesiones
los procuradores A l'güelles , Abargues, Islmiz y elmlmrues
de i\Iontevirgen.


Ni bastó para acallar estos furibundos clamOl'es que el
general L1auder, que, con miras pal'ticulares, habia tenido
muy buen cuidndo de no )wover su vacante de capitan ge-
neral de Cataluña, hiciese pOI' de pronto, y con la segmidad
de yolver mas tarde á este puesto, que codiciaba, dimision
del de ministro.


En el mismo sentido en que, en el Estamento de Procu-
radon~s, se espresaban Carrasco, Galiano, el conde de las
~ayas, Cahallcl'O y otros, lo hacia, si bien con algo mas de
mesma, en la tribuna de los Pl'óeercs, el dur¡uc de Rivas.
En su discmso, dcspues de declarar no ser partidario de la
Constitucion de 1812, cuyos pl'incipios declaraba respetar,
por mas flue en sus aplicaciones los rcputase contrarios á
los, intel'eses de la nacioll,-«mucho-decia-tenemos q~:.~:~


- .. -i" . '~.' '. ''':';'''''~f.' /~{t~:~~. ;,5.fy~~··i '" t :r~~i~ , .. ~~/
\'.- ~ ... ~."~.:/
·<~4~.E !.:.!J.~:.)/




76 ANALES DE ISABEL n.
»)edificar; mucho que destruir. Destruyamos, pues, antes de
))quc se hundan los edificios ruinosos, y consus matel'iales,
»)<1 falta de otros, alcemos el templo de la libel'tad.» Al bajar
este oradol' de la tribuna, subió á ella Gil de la Cuadra y tras
él el marques dc Moncayo.


Con terrible violencia atacó este gene¡'al los actos del
dimisionario ministro de la Guerra, pidiendo al Estamento
que, pronunciando contra ellos la mas esplícita rcprobacion,
exigiese al que de ellos se habia hecho reo la responsabili-
dad mas severa. No viendo, sin embargo, ley que por en-
tonces permitiese hacerlo en los términos en que él lo de-
seaba, pedia que se improvisase una, y, recargando toda-
vía mas que en el otro Estamento se habia hecho el triste
cuadro de las int¡'igas y de las discordias ministeriales,
(se cree ó se dice-eselamaba-que hay en el gabinete
»una persona que ha cól1spirado contra las libertades pa-
drias que tienen pOI' base el Estatuto Real, que ha queri-
»do empezar por del'l'ib3l' á sus dignos compañeros para
»)zapar des pues el edificio social. En discursos pronuncia-
»dos en el otro Estamento, y que fuera largo rectificar, ha
)ostentado dicha persona, con jactancia y aun con desver-
)).1u('n::a poco comlln, varios servicios, cuyo origen habria
»sitlo fáeil aclarar, corno lo es deduci¡'las causas que, para
»cambiar de parecel', ha tenido el que los esponia.»)


Estas palabras dirigidas desde la tribuna del Estamen-
to de Prócel'es en 26 dc enero de 1835 al autor de la fa-
mosa esposicion de 25 de diciembre del año anterior pOI' el
filie á ejemplo de ella redactara la no menos famosa de 8
de enero (1); estas violentas acriminaciones dirigidas por el
. (~) Véase apéndice núm. ~ y 3 del primer tomo .


. ,




LIBRO TERCERO. 77
general Quesada al general Llauder, es decir, por el UllO
al otro de los dos generales, á quienes, y no sin razon por
cierto, suponia el año antes la voz pública concertados pa-
ra imponer, desde sus respectivas capitanias generales de
Castilla la Vieja y Cataluña, la ley del sable al gobierno de
Madrid; estas graves disidencias sobrevenidas, sin que de
ello constase al público el verdadero fnndamento, entre
dos hombres de impOl'lancia quc nunca en ideas políticas
disillLiel'on esencialmente, daban en aquellas circunstancias
mál'gen á comentarios sin fin; pábulo á la maledicencia, y
funda(lo motivo á una sorpresa tanto mayor cnanto que, no
concretándose Quesada á hablar de los asuntos del momen-
to ,incriminaba cn términos durísimos la vida toda de
Llaude!'.


Al vel', por resultas de la dimision de este general, en-
cargado del ministerio de la Guerra á un hombre como
Martinez de la Rosa, que era de todos )os de España el
menos :í PI'opósilo para desempeilar, ni aun interinamcnte,
encargo ú la sazon tan espinoso, nadie éstrañó, sobre todo
tomando en cuenta el estado deplorahle de la salud del ge-
neral 'Jlina, la paralizacion que pOI' aquel ticmpo sufricron
las operaciones militares y el aspecto, mas deplorable cada
dia, que presentaban las cosas de la guerra.


Como quiera que sea, el gobierno, cediendo á interesa-
das sugestiones ó á temerosa inquietud, desmentía con los
11echos la traIH¡uilizadora aseveracion oficial de que, para
satisfacer la vindicta pública y quitar á los díscolos toda
esperanza de lleval' á cabo sus planes,-«sc reservaba S. M.
»disponer fuesen castigados los autorcs y principales pro-
»)ffiovcdores de aquella criminal rebelion.» NQ haciéndolo,




78 ANALES DE ISABEL n.
ni aun intentándolo, manifestó claramente su impotencia y
dió á España y al mundo entero el funesto espectéculo de
un gobiemo capitulando :1 díSCI'ccíon COIl un puñado de re-
beldcs. Dislocado desde aflliel día el ministerio que presidia
Martinez dc la Rosa; trabajado por el descrédito; minado
por la discordia, desmcmbrándose poco á poco, acabó mise-
rablemente su carrel'a algunos meses despues.


Las continuas agl'esiones de los hombrcs dcl progreso;
su tenaz l'esistenciu, Ó mejor dicho, su sistcmatica oposicion
á cuanto, bueno ú malo, proponia el gobierno; la encarniza-
da reprobacion con que por ellos eran acogidos todos los
actos de él, y la necesidad de sosten el' , á pesar de eslos ala~
ques, los restos dc su prestigio y su decol'o, obligaban ti
los ministros á despleglw cn el sello de \as COl'les una acti-
vidad y hasta UIla elocuencia (¡ne, empicadas tan sin me-
sura, no podian larda¡' en agotarse. Terminada, des-
pucs de algunas borrascosas sesioncs , la cuestion de las
oCUI'I'cncias del 18 de cncro, aconlúlHlose por arnlJos Esta-
mentos consignar cn esposicioll tÍ. la reina la reprobacion
del atentado, volvió a la órden del dia la discusion de los
pl'esupue¡.;tos.


En el del lntcl'iol', la comision de ProcuradOl'es encar-
gada dc informar solll'e él propuso rebajas tI casi todas las
partidas de que se componict, y echó por cste medio en el
Estamento larga semilla de disconlia y agitacwIl. Acostum-
brados ya los enemigos del gobici'llo, y hasta aulol'izados
por este á considcl'ilI' la discusioll de los presupuestos ge-
nel'alcs como un inmenso palcnque en flue em lícito cual-
quier género de agresion,l'eproducíanse sin tregua los ata-
ques y complicábanse, en grave darlO del CUl'SO rcgular de




LIBRO TERCERO. 79
los negocios, las mas insulsas é inaplicables abstl'acciolles de
lapolilica con las mas vitales y urgentes cuestiones de Ha-
cienda, Gobernacion y Fomento. En su deseo de coartar á
los ministl'os la facullad de haccr lo que ú él le parecia ma-
lo, ti de obligados á lleva!' Ú cabo lo quc él rcputaba ¡.mcno,
pretendia Jstul'iz flne ni vola!' su informe debió la comi-
SiOll, Ínterin, en el proyecto de ley, no se hablase espllcita y
categóricamente de la creacion de diputaciones provinciales,
consejos de provincia ó cosa cquivalente, asi como del ar-
reglo de los ayuntamientos-(<I'ueda-decia él-hasta ne-
»cesaria para la ley electoral. Tumpoco-proseguia el pro-
»curadol' gaditano-elche darse un maravedí, hasta tanto
»que, desaparezca la censura, bOl'l'on de nuestro sistema
»)represcntativo, y la policía, planta estraña á nuestro suelo,
»hetcrogéuea, exótica, impol'tada enll'e nosotros por un
»partido que se llama omn'iscio que, adaptándose muy mal
ȇ nuestras costumbres, solo sirve para corromperlas y
»degl'adal'llos. Tampoco dehió [tprohar~e la descentl'aliza_
»cion de que se queja el ministro de Hacienda y que es
»una prlleba mas de la divis ion de opiniones f¡Ue reina en el
»gabinete. »


Este hecho, por desgracia, el'a mas cierto que lógicas
las consecuencias que de él sacaban los enemigos del go-
bierno.-(( El ministerio-decian estos-no está dc aClHwdo
»el1 todas las cuestiones flue en su seno se debaten; luego
»\3, reina debe destituido y nomhrat' 011'0.») Itléntico racio-
cinio, \1echo por los ministros, habria conducido irremisi-
blemente á \a disolucion de las Cortes, y con tanto mas fun-
damento, en apariencia á lo menos, cuanto que la divel'gen-
cia de opiniones que, en ambos_Estamentos, y muy pal'ticu-




80 ANALES DE ISABEL n.
larmente en el de Procuradores, se advertia era, por la
l1aturalcza de los puntos sobl'e que versaba, y sobre todo
por su carácter público y oficial, de infinita mas trascen-
dencia que la que en Lee algunos de los conscjeros de la Co-
rona existia sobec puntos mcramente admin.istmtivos.


Sobre dos peincipalmente versaba eu cl seno del Con-
sejo de Ministl,os aquella divergencia dc opinioncs. La
centralizacion, por razon de sencillez administl'ativa, de
todos los fondos en el ministerio dc Hacienda, y la fusion,
por razon de economía, dc los gobiernos civilcs en las inten-
dencias de provincia. Estas dos medidas propuestas por el
ministro de Hacienda ofl'ecian en su inmediata aplicacion
inconveniel1tes de monta álos ojos dcalgunos dc los ministros,
y en pUl'ticular á los de Moscoso de Altamil'u. Hazones, y
poderosas, le asistian, en efecto, para IClner (JlIC, ccntrali-
zados todos los caudales públicos en el ministel'io de Hacien-
da, llegasen á quedar desatendidas, por subvenir á las im-
periosas y siempl'e crecientes necesidades de In gucna, las
menos cuantiosas. pel'o no menos atendibles deIministel'io del
Intel'ior. Dejar á este sin fondos propios equivalia cn aquellos
momentos ú priva!' de todo recUl'SO los hospitalcs y los esta-
blecimientos de beneficencia, illstruccion pública y conec
cion, á sumir en el ahandono y entregar á la uestl'Uccion los
pocos caminos que, aunque malos, ponian á la capital de
la monal'quia en comunicacion con algunas de las provincias,
y ,en una palabra, á hacer imposible el sel'vicio de todos
y de cada uno de los l'amos de la mas importante de las se-
cretarías tlel Despacho; asi como l'efLlIluir las ah'ibuciones
de los gobemadores civiles, en las de los intendentes de
provincia, era suprimir el ministerio del Interior y anular




UBRO TERCERO. 81
con su supresion una de las mayores COllfluistas hechas so-
bre el absolutismo de 1823 por el espíritu liberal de 1832.


Transigiendo con la euestion de economía, no se mos-
traba Moscoso resucILamente opuesto á la fusion de cargos,
si bien era difícil que á un hombl'e de su talento, se le ocul-
tase por un instante siquiera la incompatibilidad que á todas
luces existia entre las funciones esencialmente benéficas y
protectoras de la aulOl'idad administrativa, y las por nece-
sidad odiosas y vcjat(wias dc los delegados del ministerio de
Hacienda; pel'o sostenía, y con razon, que la aul.oridad en
quien, en úllimo resuILado y verificada la fusion de cal'gos,
debian estos reca(\]', el'a la administrativa. Toreno, por el
contral'io, pretendia que al intendente, corno representante
de la Hacienda pública, cOITespondia en aquel caso la alt.a
direccion de los illlel'eses materiales de la pl'ovincia.


Combatido en el seno del Consejo de ministros y en la
tribuna de las Cortes; desalentado por las inmensas dificul-
tades que para hacer algo útil elJeonll'aha por donde quiel'a;
desesperanzado de lognn' este objeto, y, por último, teme-
roso de verse envuelto en la terriblc catástrofe con que al
gobierno y á la nacion amenazaban á un tiempo los conti,..
mIOS desmanes del partido cxaltado y los progresos de los
ca distas , determinó Moscoso de Altamira abandonar un
puc:-.to en que, sin compensaeion de ninguna especie para
un hombre como él recto y llomado, tenia que devorar á
todas horas disgustos, y quc vivir es puesto á una tremen-
da responsabilidad.


A la dimision de Llandel' siguió, pues, con solos veinte
dias de intervalo, la de Moscoso de Altamira, y con esta,
por motivos análogos, coincidió la de Garelly. En reempla-


TOMO 11. 6




-


82 ANALES DE ISABEL II.
zo de ellos, entraron á formar parte del gahinete, en la se-
cretaría de Gracia y Justicia, el magistrado del tribunal su-
premo de Gnena y Marina, don Juan de la Dehesa, y, en la
del Interior, en calidad de intel'ino por de pronto, ya poeo
en propiedad, don Diego Medrano, burn administrador, ce-
loso funcionario publico, y vice-]wesitlentc á la sazon del
Estamento de Procuradores. Con la misma fecha (17 de fe-
brero) hubo tambien que proveel' al nombramiento de mi-
nistro de la Guerra, cal'go que, vacanle de hecho desde
el 24, del anterior, continuó estándolo hasta la llegada del
capitan general de Valencia don Gerónimo Valdés, en quien
recayó aquel nombl'amienlo.


En el centro mismo del terl'itorio (Iue, pOI' espacio de
un mes, acababa (le' servil' dc palcnque c't ambas partcs beli-
gerantes, hallábasc dcsdc aquella época instalado el Pre-
tendiente. Alli tenia, y para su custodia le bastaban, unos
cien hombres; pues, ademas de que, a cierla distancia, ope-
raban siempre los batallones de Gomcz y Víllarrcal, con los
cuales podia Ít' al primer aviso ó en eualquicl' evento á reu-
nirse, era tan peligrosa, á menos de efectuarse con fuerzas
considel'ables, la entrada de los cl'istinos en aquellos para-
ges que, no obstante hallarse estos circunvalados por las
plazas fuertes de Viana, los Arcos, EsteBa, OIazagoitia, Sal-
vatierra, Maeslú, La Guardia y Logl'Oüo, en lodas las ena-
les tenian los cristinos mas ó menos nUll1el'OSas guarnicio-
nes, nunca se atrevió ninguna de ellas, ni aun las columnas
de operaciones, á intentar movimiento alguno en contra de
don Cárlos.


Por varios y contrapuestos puntos llamabnn, entretanto,
los partidarios de este príncipe la atencion de las tropas de




LlllRO TERCERO. 83
la reina. Pocos dias antes de levantarse, con motivo de la
aproximacion de Lorenzo, el sitio de Maestú, fué atacado
el puel'to de Lequeitio pOI' In faccion de la costa, y me-
nester, para impedid e lograr su intento, que á toda prisa
mandase ochenta homlJl'es de refuerzo el gobernador de San
Sebastiano Dos dias dcspues del último combate de AI'qui-
jas, dió la faeeion de Ibarrola un vigoroso é inesperado asal-
to á la plaza de Orduña, cuya guarnicioll, con su gobel'lla-
dor Linaje ú la cabeza, hizo una brillante defensa, consi-
guió un seüalado triunfo y dió un buen esca¡'miento á los
carlistas. Sin ser, empero, parte á desanimados el mal éxi-
to de estas y oteas igualmente fl'llstradas tentativas, renova-
ronlas ellos dim'iamente, y, ora en la buena, ora en la ma-
la fOI,tuna, halagúhales la idea de inquietar sin descanso al
enemigo.


Siguiendo esta misma táCtiCl, tenian los dc Navarra blo-
queado, tiempo hacia, el fuerte de Elizondo, y, para conver-
tir este hlofjUCO en csll'ccllO y rigul'Oso asedio, aguardllban
tan solo la llegada de tropas que, con este objeto, de distin-
tos puntos, se encaminaban á aquel. Noticioso, empero, de
la mal'cha de estas tropas, y persuadido adema s de la urgen-
te necesidad de socor¡'er á los sitiados, dispuso Mina que, al
frente de una brigada de la division de Oraa, tomase el co-
ronel Ocaiía el camino de Elizontlo, en tanto que, por dis-
tinto rumbo, mat'chaha el resto de la division ú reunÍl'se en
las inmediaciones de aquel punto fortificado.


No tardaron estas disposiciones en llegar á conocimiento
de los gefes carlistas que por aquella parte mandaban, ni
estos en aprovechar la ventllja que, para embestir á la divi-
sion de Oraa, les ofrecia:en aquella oeasion su mismo frac-




84 .HALES DE ISABEL 11.
oionamiento. Reuniendo, pues, vUI'ios de sus batallones, re-
suelve el intrépido Sagastibelzu illterponerse cntrc las dos
brigadas de dicho cuel'po de cjército , y, persiguiendo á la
inmediatamente mandada pOI' Oráa hasla obligarla á retro-
teder á Pamplona, vuelve solJl'e la de Ocarla que, molestada
de contínuo y acomelida diferentes veces en su marcha por
otros batallones navarros, se vió, pOI' último, en la necesi-
dad de sostener un ehoquc contra varÍos de ellos que guar-
necian é interceptaban el puerto de Belate. A pesar de la
notable superiol'idad numérica que, reforzada ya por los ba-
tallones de Sagastihelza, llevaba á la brigada cr'istina la di-
vis ion carlisla reunida entonces alli, fueron pocas las pét'di-
das que, gracias á su serenidad y ú su denuedo, suf¡'ió en
este encuentl'o Ocaña; mny luego, sin embal'go, conociendo
que no le era posible consenal' pOI' mas tie/llpo sus posicio-
nes, y temeroso de verse envuelto y arrollado por fuerzas
muy superiores, tuvo, en último recUl'SO, que replcgarse so-
bre Ciga. Hasta dcntro casi de los Il1Ui'OS ele este puehlo,
persiguió al gefe cristino el audaz Sagastibelza; mas eneer-
rado aquel, y resuelto ir defenderse á todo trance en las ca-
sas, y sin medios este para obligarle á ¡'eudirse, dió aviso ele
lo que pasaba á Zllmalacál'l'(~gui, pitliéndole le mandase algu-
na artillería. En persona, deslle la Bemeza, donde encóntró
al portador de esta noticia, acudió ZlIlualacúl'I'cgui , arros-
trando un temporal horroroso, al llamamiento de Sagas ti-
belza y, con sus dos batallones y dos piezas de arlillel'Ía,
penett'ó en el Bastan, dejando al frente de los de Lorenzo
dos columnas mandadas por dos olieiales de su confianza.
Eran estos los jóvenes y hizarros coroneles don Juan Anto~
nio Z aratiegui y don Joaquín Elío.




LIBRO TERCERO. 85
Tres días hacia ya que, encastillada en Ciga, continua-


ba la division dc Ocaüa haciendo, con gran pérdida de sus
enemigos, una brillantc defensa, cuando, de pronto, yal fren-
lc de sus dos batallones tic refuerzo, se pl'cscntóZumalacár-
regui. Mas, como por una parle :ll'l'eciase cltcmporal, y por
otm se supicsefjllc, á toda prisa y en SOCOl'I'O de los sitiados,
llcgaban lropas 8alitlas el dia antes de Pamplona á las ór-
denes del gcncral cn ~cfe, tuvo cl caudillo carlista que le-
vantar prccipitadamente el ceeco y fIue alejarse de alli.


Ufano de cstc rcsultado t.an á poca costa obtcnido, dis-
puso ~Iina emprendel' su mareha hácia Elizondo, cuyo fuer-
te, vivamente estrechado pOI' varios hatallones y casi des-
tl'Uido ya por los fuegos de la artillería ca dista , estaba cn
la imposibilidad de prolongar su rcsistencia. Sin detenersc,
pucs, mas que el tiempo fIue, con sus reilemdos ataques, le
hicieron los carlistas perder en el camino, y dando las ór-
denes oportunas para que de Lodas partes viniesen á reunir-
selc tropas, continuó con ocho batallones su marcha por ca-
minos im¡ll'aclicalJlcs y en medio de un temporal fUI'ioso.
A su paso pOI' Dona 'lal'Ía , en cuyas inmediaciones hubo
dc sostener una accion en que perdió hastante gente, man-
dó entregar a las llamas la fáhrica y los almacenes de ar-
mas y el depósito de municiones que alli tenian establecidos
los carlistas, y fusilar á algunos de estos que por aquellos
días logró coger p,'isioneros.


Mientras esto pasaba pOI' las inmediaciones de Elizon-
do, Zumalacári'egui, que no sin vivo despecho habia visto
frustradas con la llegada del gcncl'al Mina sus hábiles combi-
naciones, inquieto y desasosegado discurrian los medios de
recuperar cn otro combate la fuerza moral perdifla ante ~- __ :__ '"


l· ¿ I ,:-
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86 ANALES DE ISABEL 11.
muros de Ciga. Informado, pues, de que la division de Lo
renzo, con parte de las fuerzas cristinas de la Ilibera, aban-
donaba las posicioncs flue alli ocupaha para ir, por m:mdalo


4 del general en gde, á reunÍrsele en el Bastan, regresó sin
tardanza á las Amcscoas y, con dos piezas de batir que con-
sigo llevaba y de que, por falta tic quien supiese mancjal'-
las, apenas sacó partido, emhistió el 22 de fehrcro la guar-
nicion dr los Arcos. Durante todo el dia, no ohstante haberse
desde el principio hecho dueños los carlistas (le val'ias casas,
y entee ellas de la fortificada de Azcol'be, resistió aquella
guarnicion los recios ataques de su incansable enemigo; mas,
por la noche, no creyendose ya segura detl'ús de tan poco
sólidas murallas, aprovechó una coyuntura favorable que se
le prescntó para abandonarlas sin sel' vista, y cn silencio
se encaminó á Lerin. Sin dil1cultad, pues, ('"a(,lIada que
fue la plaza, pudieron á la mañana siguiente los carlistas
apoderarse del hospital que, á la sazon fortificaflo, encer-
raha unos ciento y cincllenta hombl'cs enfcrmos y hcridos,
cuya vida respetó e hizo respetar Zllm~lacai'l'cglli, y muchos
efectos de equipo, vestuario y municiones que, acto conti-
nuo, distrihuyó entre sus soldado,'.


A todo esto, y pam dar mayor solemnidad á la toma de
posesion de un pueblo que, asi por su numeroso yccindario


·como pOI' su proximidad al Ebro, era de algülla importan-
cia, envióZumalacárrcgui á buscar á don Cúrlos, que se ha-
llaha en Zúñiga, e hízole enl¡'a¡' cn los Arcos al repique de
as campanas mezclado con los mas (lescompasados y es-


trepitosos testimonios de entusiasmo y de I'egocijo.
Desde los Arcos, dil'igiósc de nuevo Zumalacút'l'egui há-


cía la parte de Maestú, resuelto sin duda á dar otra embes-




UDllO TERCERO. 87
tida al fuerte, que, siendo la llave de las Ameseoas, basede
sus operaciones, anhelaba el gefe carlista ver destl'Uido ú
aballllonado. Pel'o el mal estado de la artillería de los que
la sitiaban hizo en esta ocasion, como en las anteriores,
infructuosa la tentativa e imposible la realizacion de su
proyecto. Retirándose, emprendió Zumalac.hregui su mar-
cha hácia ValJeollo con la mira probablemente de tomar
desde e~le punto el camino de Araquil y salir al eneuentl'O
á Oráa, cuando, ú su paso pOI' Cirauqui, obsel'vó que, por
la orilla opuesta del rio, desfilaba la division de Lorenzo.
Apl'esuróse, pues, á darle alcance, pero, sin poder, pOI'
mas que anduvo, conseguirlo hasta el momento en que,
habiendo ya los cristinos pasado el puente de Lál'l'aga y
Lomado su columna de retaguardia, mandada por el mar-
ques de Villacarnpo, una posiciun ventajosa á la orilla iz-
quierda del rio , se hacia sumamente alTiesgado y probable-
mente inutil todo ataque que contra ellos se dirigiese.


Embistiólos, sin embargo, Zumalacárregui; por dos 6 tres
veces, lleno de ~H'dOI', volvió á la carga y, al frente de SJIS
mejores tropas y dc su estado mayor, hizo esfuerzos colo-
sales por verse dueño de aquella Jlosicion; mas estrellá-
ronse toJos ellos contra las acertadas disposiciones del
marques de Villacampo y el brillante comportamiento de las
tropas de su mando, con las cuales llegaron, durante la
accion, á incol'porarsc las columnas de los bl'Ígadieres Lo-
pez y GUl'l'ca. Trescientos cal'listas y cien cristinos, total
cuatrocientos cspaüoles, quedUl'oll entre muertos y heridos
fuera de combate en aquella sangl'ienta jornada.


Mucho, regresando á .Muez, siutió Zumalacárregui no
haber, como pensó al principio, eaido sobre la division de




88 ANALES DE ISABEL n.
ü¡'úa en vez de hacerlo sobre la de Lorenzo; mas, viendo
que para reparar esta falta era ya tarde, trató de atenuar
sus malas consecuencias, haciendo alto con sus batallones á
la otra parte de la caneLera flue desde Il'Urznn conduce á
Pamplona. No tardó el gcfe carlista cn consegui¡' el objeto
que con esta maniobra se propuso; puesto que, ínterin
cl'Uzaba ellos valles de Gulina y Ater pal'a acercarse á Sa-
gastibelza, salia Oráa de los Benios y, con Sil columna,
marchaha paralelamente á la del enemigo en dil'eccion de
Elizondo. De esta manera, pero silí vel'se una á otra, an-
duvieron las dos columnas tódo el dia, cuando, al entl'ar
en el pueblo de Elzaburu, fué d(~scubiel'ta la de los cl'istinos
por la vanguardia carlista. Zumalacárregui que, sin sel' vis-
to, pudo calcular el IlUmel'O y observa\' los movimientos de
las huesles enemigas, no lardó en comprcmlel' las necesi-
dades q1le eran anejas á su numero y situacioll, yadivinan-
do por otra parle las intenciones, de los gefes que las
mandahan, dispuso que, dett'ás de las casas de Oraquieta,
pueblo dc poca importancia, situado á UJI tiro de hala de
Elzaburu, se apostasen con el mayor silencio algunos de
sus batallones.


No se equivocó el gefe carlista previendo que á Ora-
quieta iría á alojarse aquella noche una parte de la division
dc Oraa, la cual era imposible que cupiese en(el'U en Elza-
buru, sobre todo cuando á reunirse á ella y I'eforzada aca-
baba de llegar de la capital del vireinato olra mandada en
persona por el general en gefe. ASI fué que, sin otro obje-
to que hostigarlas y entretenerlas, ni otl'O resultado que
matar y perder gente, trabó Zumalacáncgui COIl ambas di-
visiones reunidas una accion que duró hasta la caida de la




LIBRO TERCERO. 89
tarde, hora en que, abandonando el campo los de la reina,
fueron, no sin algunos obstáculos, á pernoctar en Gaztetu y
Legaza. :Media noche ó algo mas seria cuando, retirándose
del campo de batalla, volvió el gefe carlista con sus tropas
á Oraquieta, y ue alli, convencido ue la necesidad de dejar-
las rcponel'se de sus largas fatigas con un poco de descan-
so, marchó con ellas á acantollal'Se en el valle ue Ulzama.


Poco satisfecho del resultado de su espedicion, y exas-
perado dc su impotcncia pOI' vencer á un enemigo cuyo
estcrminio habia jmudo y que, mas audaz cada uia, renova-
ba sin uescanso sus ataques, ora contra el fuerte de Eli-
zondo , ora contra el de Macslú, situados, digámoslo asi,
en las dos estremidades opuestas del vil'einato de Naval'l'a,
trató Mina de apodel'ul'se de las tres ó cuatro piezas de ar-
tillería de que, mCI'ceu á los esfuerzos y á la inteligencia de
un oficial de gl'Un mérito, pl'ocedente de la Guardia Real y
llamado don 'f omás Reina, empezaban ya los sitiados á com-
prende(el modo de sacar partido. A la pl'imera noticia de
la llegada de Mina, habíase apresurado Reina á ocultal' aque-
llas piezas, cuyo paradero se empeñó el gcneral cristina en
descubrir á todo trance. Sospechando, pues, ó presumiendo
que los habitantes de Lezearoz tenian conocimiento del sitio
donde se hallaba oculto el objeto de sus investigaciones, con-
cibió aquel en su despecho la idea de renovar en este pue-
blo las escenas de Castellfollit.


Hé aqui de qué manera, en su proclama de 14 de mar-
zo, anunciaba á los navarros habel' puesto ya por obra
su bál'baro pensamiento.-«En el dia de hoy principia la
>lverdadera guerra en Navarra. El pueblo de Lczcaroz, in-
»fiel á S. M. y á la patria, protector decidido de los cllemi-




90 ANALES DE ISAllEL 11.
»gos que la devoran, ocultador de sus armas y municiones,
))quebrantando todas las leyes vigentes, fugandose sus mo-
))radores, y no dando parte de nada a las autoridades legili-
))mas, fué entregarlo á las llamas, y sus habitantes quintados
))y fusilados en el momento, en justo castigo de sus crime-
))lles. Igual suerte espera á toda pohlaeion: que siga el
))ejemplo de aquella, y con la fuerza de las armas dal'c fin tí.
)lá una rebelion criminal, pertinaz y vergonzosa, si no os
"reunis á mi, que aun estoy dispuesto á perdonm'.))


El mismo dia 14 de marzo, reunió Zumalacárregui otl'a
vez sus batallones, y, con noticias de que la mayor parte de
las fuerzas eristinas estaban en los valles del Bastan, ó se
encaminaban á ellos, marchó rnpidamentc Meia el de Ál'a-
quil; luegopasandoá la mál'gen derecha dell'iachuelo de este
nombre, corló todos los pucntes del camino que conduce á
la Boruncla, abrió zanjas, formó parapetos y clisll'ibuyó en
los pasos mas dificiles algunos batallones que los de-
fendiesen, adoptó, en fin, cuantas medidas; cl'eyó opor-
tunas á impedir, ó á lo mellaS á dificultar á las divi-
siones que al mando de Mina opel'ahan en el Bastan, el
aeceso en un tel'rilorio en flue deseaba poder maniobrar li-
bremente siquiem por unos dias. No hien entró en él, hizo
demoler los fuertes de IZUl'diaga, ll'Urzun y El'Uz, y, dejando
en estos puntos, en el de Eehal'I'en y en todas las altmas,
alguna tl'opa en obsel'Yacion, marchó COIl el resto de su
gente á poner sitio á Echarri-Aranaz. El 15, al amanecer,
oíase en efeeto la artillel'ia de este fuerte eon testar á la de los
sitiadores, y en este eSlado, no obstante haberse hunl]ic!o ú
consecuencia de la explosion de una mina parte del cl!if¡eio,
envolviendo en sus ruinas buen número de sus defensores,




LIBRO TERCERO. 91
continuaron los que cn él quedaban defendiéndolo heróica-
mentc por espacio de algunos elias. El 15, pOI' fin, exhaus-
tos de fucrzas y de municiones, todos ellos, escepto el go-
hemador que, aunfllle herido, se negó á rendirse, y cuatro
soldados y el cilpcllan del regimiento de Valladolid, á (Iuie-
nes dejó Zumalacánegui IIHH'ch:lI' libremente al cual'tel
general de Mina, se entregaron á discl'ecion, pidiendo se
les incorporase en las 1i13s cal'lislas, En ellas, merced á
esta circunstancia, pujo desde aquel dia contar Zumala-
cárl'egui algunos artilleros,


DUCTIO de Echani-Aranaz, é inutilizadas cn pocos mo--
mentos las ohras de fortificacion y defensa con tantos tm-
hajos y apuros levantadas pocos meses antes, fuése Zuma-
lacál'regui á poner sitio á Olazagoi(ia, en cuyas obras de
defensa, no obstante su gran solidcz, causó terribles estm-
gos. Para proteger este fuerte y el de Maeslú, únicos que
en aquella línca quedaban ya á los cristinos, acol'l'ió Mina
desde el Bastan, é hizo que acudiesen á reunírsele á Vito-
ría la mayor pal'te de las divisioncs de Latre y Espartel'o.
La guarnicion de Olazagoitia, socorrida á tiempo por las
columnas de los brigadieres Gurrea y don Santiago Mendcz
Vigo, que aquella noche fueron para mayor seguridad á
pernoctar en Alsasua, desde donde enviaron acémilas y
bagages; la guarnicion de Olazagoitia, digo, pudo abando-
nar el fuerte y retil'3rse á Salvatierra, no sin sufl'Í1' en el
camino un vivísimo (imteo y sostener un pequeño combate
con el batallon navarro de Cordeu, llamado por otro nom-
bre el Rojo de San Vicente.


Esta série de descalabros que, en el trascurso de po-
cos dias, presenció el general Mina, hundió su repulacion y




92 ANALES DE ISABEL 11.
acabó con su prestigio. Resuelto, empero, á falta de otra
empresa mas importante que acometer, á llevar á cabo la de
apoderarse de las piezas dc artillería con que, de cuando en
cuando, volvian los caelistas á hostilizar tI Elizondo, no hu-
bo medio de que en su furol' no echara mano para conse-
guirlo. El éxito vino algunos dias dcspucs á coronar sus
deseos. Dueño á la postl'c, pues, dc un cañon y dos obuses
que, cn lo mas recóndito de unos pantanosos bosques, en-
contró enterrados cn el cieno, satisfccho su amOl' peopio
con un triunfo debido en parte al acaso, é insignificante en
realidad, regresó luego á Pamplona. No bastaron, sin em-
bargo, aquellos trofeos á afianzarle en el mando; pues los su-
cesos de Lezcaroz lo habian desconceptuado con los cI'isti-
nos y hecho blanco de la mas profunda animadversion de
los carlistas.


Por aquel tiempo, y desde su vuelta de la escUl'sion á
Castilla, se hallaba Eruso, al frente de unos cuantos batallo-
nes vizcaínos, meditando noche y dia un golpe de mano
que, haciéndole dueño de Bilbao, le permitiese sacar de es-
ta ciudad recursos, y sobre todo armas, dc que carecia su
ejél'cito. Pero á diferir la realizacion de cste atrevido desig-
nio, le obligaron hasta entonces la imponcnte actitud de la
numerosa y decidida guarnicion de aquella plaza y la csmc-
rada vigilancia con que, en aquel territorio de su mando, se-
guia Espal'tcro los pasos y observaba los movimientos ue
las columnas carlistas.


El dia 7 de marzo, sin embargo, aprovechando la au-
sencia accidental de Espartcl'o que, con buena parte de su
division, habia ido á Vitoria á reforzar momentúneamente
las que, al mando uel general Mina, operaban el} Navarra,




LIBl\O TERClmO. 93
prcscntábasc Eraso con cuatro mil hombres delante de los
muros de la plaza, é interceptaba todos los caminos y muy
principalmente el de ViIlaro, de cuyos molinos se surtia de
pan aquella importante poblaeion.


Para protcgcl' el acarreo dial'io á Bilbao de este artícu ~
lo de primera necesidad, habíase levantado a proximidad
de los molinos, y á cosa de un cuarto de legua de la plaza,
un fuerte que guarneeian tl'einta y seis hombres. Apoderá-
ronse los carlistas de él y de sus defensores, los cuales,
despues de una homosa resistencia, fueron con la mayor
inhumanidad pasados pOI' las armas.


En vano, para vengal' este insulto y oponerse á nuevos
desmanes, salió de Bilbao una columna. Atacada por los si-
tiadores, tuvo que volver á encerrarse dentro de los muros
de la plaza, despues de presenciar, sin poderlo impedir, el
incendio que, en pocos momentos, devoró aquellos molinos.
Esto no obstante, desconfiado ya del éxito en vista de la
resistencia que parecian los sitiados estar. dispuestos á
hacer, y Icmel'OSO de la llegada de las divisiones de Latre y
Espartero cllle de un momcnto á otro podian asomar por la
parte de Vitoria, detel'lninó El'aso l'eplegal'se, como lo ve-
rificó sobre El Orrio, en la tal'de de aquel dia.


El 9, en tanto que, sin ser inquietado por nadie, per-
maneeia don Carlos en Zúñiga; que una parte de las fuerzas
carlistas, ocupando á San Vicente de Arana, estaba en ob-
servacion de ~laestu, y cllle, con el resto de ellas, continuaba
la Junta en Orvizo, salió Villal'l'eal de este último punto y, al
frente de dos batallones, m31'ehó a reunirse con Zumala-
cárregui á las inmediaciones de Mendigorría. Juntos estos
dos gefes, dieron un nuevo ataque á Maestú; pero sin re-




9i ANALES DE ISABEL lI.
sultado. Sin resultado tambien, embistió el dia 17 un bata
lIon de alaveses mandado por Lopcz Opacua el punto forti-
ficado de TI'eviño.


Rendidos de tanto movimiento, diezmados por tanto
combate, el'a imposible que, á menos de reponerse un poco,
siguieran los soldados de la reina aquella ruda campaña.
Comprendiéronlo así los generales, y tomaron sus disposi-
ciones .pam acantonal' sus tropas y darles algunos días de
descanso. Apl'ovechólos Zumalacárregui para reol'ganizar
su ejército, formar de hombres escmpulosamente elegidos
un batallon de guias de Naval'ra, y poner al frente de todos
ellos gefes de prestigio y de valor. Dió asimismo en aquella
ocasion el mando superior de su caballel'Ía al bizano oficial
de este arma don Cál'los Odonell, el cual, en un arrojo de
caballeresco entusiasmo, eserihió II tlOII Narciso Lopez que
mandaba la de los cristinos, retánuole á salil' al campo con
400 de sllS;mejores callallos, contra igual númel'o de ginetes
carlistas. Lopez aceptó el reto, sometiendo, sin embal'go, su
realizacion á la apeobacion del genel'al en gefe, el cual, por
razones (iue era fácil comp l'el1l1 el' , se negó á darla.


Mientras que, retirados cn sus respectivos acantonamien-
tos, tomaban ambos cjércitos algunos dias de respiro, ah'a-
ves aba el genel'al Aldama el Ebl'o con siete re cíen forma-
dos batallones, y por Sesma se díl'igia hácia el intel'ior de
Navilrra. A pesar del secreto en que ten taha este general
de envolvel' su movimiento, no tardó Zum'lIacál'I'egui en te-
ner noticia de lo ({ue pasaba, y ucsue el valle de Ega, don-
de á la sazon tenia acantonauas sus tropas, acudió á ccrral'
el paso á las de Aldama y á presentades batalla en las as-
perezas del Montejurl'a. Alu ama que, aunque no sospecha-




LIBRO TERCERO, 95
ba ser atacado en aquel sitio, iba preparado á todo, frustró
los planes del carlista, y dispuso tan bien las dos columnas
de su division mandadas por Ocaiía y Rive¡'o, que desalojó
á los enemigos de las posiciones flUC ocupaban.


Despues de este combate, que fué sangriento, el gene;'
ral Aldama , levemente herido, se replegó sobre Arroniz y
Allo con el objeto de pl'oveer á la manlltencion y seguridad
de sus tropas y lomar las disposiciones necesarias para en-
viar al dia siguiente al hospital de Logl'oño (lo cual no de-
jaba de sel' difícil y arriesgada empresa) los enfermos y hel'Í·
dos de su division. En estos pl'eparativos, se empleó toda la
noche, y á su mejol' éxito contl'ibllyó la division de Lopez
que, acantonada en el pucblo de A110, no habia podido con-
currir al combate cn l'azon á la rlistatl.cia á que, en aque-
llos momentos, se hallaba del sitio en que se verificó.


Al amanecer, -apenas se comenzaba á practicar el reco-
nocimiento del campo, vió Aldama , no sin sorpresa, que
las masas carlistas volvi,lIl Ú ocupal' las posiciones de que
.á fucl'la de sangl'c habian sido arrojadas el dia anterior;
pel'o, convencido de que el objeto del enemigo era solo ha-
cer un reconocimiento y nó dar combate formal, púsose en
movimiento sobre Sesma y Lerin con un convoy de 300 he-
ridos, des pues ele dejar cien muertos en el campo de ba-
talla.


EnfemlO, entretanto, desconcertado, aburrido, nada im-
parlante hacia, nada decisivo podia hacer el general Mina
contra un ejúrcilo, cuya fucrza numérica se habia aumenta-
do en una progresion espantosa, y cuyo ascendiente moral
en el pais no tenia límites. Todos yeian, pues, no solo co-
mo inminente, sino como urgentemente necesaria, la sepa-




96 ANALES DE ISABEL 1I.
racion del virey de un cargo que tan mal habia desempeüa-
do. Ni una sola, sin embargo, en medio de tantas acusa·
ciones como á los ministros se dirigian diariamente, se ele-
vó en el Estamento popular contra la condescendencia casi
culpable de que, con respecto á un general tan incapaz, tan
enfermo, tan inutil, en fin, se hacia alarde, conservándolo
en puesto de tanta importancia. Como quiera que sea, la
estrella de "Mina se habia eclipsado, su posieion era insos-
tenible, efímero su mando, inevitable su caida; val'ios, en
fin, los de sus tenientes que, co mprcndienuolo asi, y aspi-
rando á rccmplazarle, desplegahan por aquellos dias una acti-
vidad sin límites y hnscaban con inusitado ardOI' ocasiones
de lucirse. Córdova, sobl'e todo, que á mas ca pacidad reu-
nia acaso tamhien mas ambicion, y estaba mejor ente-
rado que ellos de las disposiciones del gobicl'llo: Cór-
dova que, dmante su permanencia en Madl'id, hahia tenido
muchas conferencias con los ministros y, con la ayuda de las
ciJ'cunstancias, ocasion de contl'ilmir poderosa, aunque in-
directamente, á la ca ida de L1audel'; Córdova que, con su
natural sagacidad, habia pl'evisto cuanto estaba sucediendo,
y, á fuer de hábil diplomático, tl'abaja(lo en consecuencia á
prcpararse el terreno; Córdova quc, precedido por la fama
de sus recientes victorias, llegaba de ',la¡lrid á la caheza de
tropas de refresco y dehia tomar el maUllo de las pl'ovincias
Vascongadas, era el que mejor recataba sus deseos; pero el
que mas espel'anzas abrigaba y el llue mas probabiliuades
tenia ue eonseguil' á la postre aquel objeto.


Para aplazar, ya que otra cosa lIO se podia, la caida de
Mina y el logro de los deseos de sus tenientes, hacian es-
fuerzos increiblcs los hombres del progreso. El gobierno,




Lmno TtmCERO. 97
por su parte, ora, débil, cediese al exigente clamoreo de
estos hombres; ora, iluso, prestase todavía algun crédito á
las promesas quiméricas de su valetudimll'io general; ora;


. contemporizador, segun costumbl'e, (Iuisicse adoptar un
término medio entre los partidos que, en aquellos momen-
tos era dado abrazar, ó habilmente político, enviase, eón
los soldados destinados á3yudar áMina á vencel', un general
destinado á reemplazarle si con ellos no vencia; el gohierno,
digo, mandó á las provincias del Norte los refuerzos que, con
tanta instancia y á nombre del genel'al Mina, reclamab3n sin
descanso los homhrcs de la oposicion. Pero, satisfecha esta
exigencia, aun no habian, á las órdenes de Córdova, llega-
do estos refuerzos á aquellas revueltas provincias cuando,
temerosos sin duda los homhr'es mismos cuyos clamores
habian precipitado semejante determinacion de que este nUe-
vo envio de tropas á Navarra solo sirviese para hacer toda-
vía mas patente la nulidad y mas completo el descrédito de
Mina, ó bien deseosos, de pl'omovcr nuevo escándalo en el
Estamento, de suscital' emhal'azos 31 gobierno, y mas que
todo de alentar el entusiasmo y de grangearse el apoyo de
cierta clase de gentes á quienes se halagaba con la idea de
conferirles derechos políticos y de ponel'les las armas en la
mano, empezaron á discurril' otros medios de ataque y á for-
mular nuevas exigencias.


Ya, despues de una discusion que habia durado todo
el mes de noviembl'e, se hallaba aprobado pOI' las Cortes
un proyecto de ley de Milicia Urbana presentado por el go-
bierno, pero que graves y justas razones hacian no estuvie-
se todavía sancionado por la reina. De esta tardanza, que-
jábanse amargamente por la via de la prensa los enemigos


TOMO 11. 7




98 A~,\LES :i)E ISABEL n.
del m~f}hs~io.ijas, FOQlo viesen que á Iladn c.on<luciall
lamentp,s ~e que el gobierno afectaba no hacer caso, reu-
niérons,e algunos de los procUl'adol'es quejosos y, atrayendo
á su op¡#~qp a otros muchos que, en su incspericllcia p~r­
lam.entaria, no comprcndian las cOllsccuencias de lo que
iban á hacel', y de los cual~~ algunos ni sabian siquiera lo
que firmaban, presentaron al Estamento, en su sesion de 9
de marzo, una peticioll revestida con mas .~ sesenta firmas,
y cuyo tl'iple objeto esponian en esta forr~la:


1. o «Que, se digne S. M. saD,cionar el pr¡()yecto de
»l~y rela~ivo á la organizacion de la milicia urbana presen-
»~~qf' en noviembre último por el gobiel'l1o, y aprobado por
»las Cortes. , .


2/ (Que se comunir{uen las órdenes mas estrechas á
»las autoridades de las provincias, pal'a que, bajo su irre-
»misible f(Jspansabilidad, reanimen por todos los medios
»posibles el espíritu público, promoviendo ademas el alis-
»tamienlo , formacion y aumento dc los cuel'pos que en vir-
lltQ.d de dicha ley se cr'een.


3.° «Que en cada provincia, se forme un batallon de
»miJicia urbana movible, compuesto de los que voluntaria-


. »lTIent~ se inscrih.:¡.n para !lcrvir en él, á fin de que el go-
»bie,'no p)ledades~illarJp~ ¡,Q;;. JlIMt\pS en que mas útill)s
})conceptue sus servicios, incluso cl de ocupal' mililarme~l­
~t~ las provincias insurrcctas si por desgl'acia fuese ne-
»pesal'Ío.))


En el preámbulo de este anómalo y an,ti-:-parlamcntario
documento, sc leia entrc otras cosas:-«EI gobierno de
»vuestra Majestad ene0!1tr.ó ~ILel\~sH'\TI~MO de Proeurado~
».~~~ ~~l. R.~inp, depd~ el principio de sus sesio~es, la mas




LIBRO T~ERO. 99
)¡noble y generosa cooperacion. Hombres, dinero, cuantos
)¡auxilios reclamó como necesariQs, le fueron concedidos con
»larga mano, y la armonía con que siempl'e han procedido
»estos poderes, le dieron aquella (uel'za moral indispensa-
»ble para conducil' por la senda del bien á los pueblos 80-
»metidos á un régimen representativo.» Y, al pié de un do-
cumento en que esto se decia, veíanse con geneml estrañe..-
za los nombres de un condc de las Navas, de un Trueba,
de un Caballero, de un García Carrasco, de un Abargues y
de otros procuradores, cuya sistemática obstinacion á con-
denar todo lo hecho y á oponerse á todo lo propuesto por
el gobierno habia, desde el principio de las sesiones, entor~
pecido la marcha de los negocios, destruido el prestigio de
los ministros, debilitado la accion del poder, sembl'ado la
discordia en el seno del parlamento y amenazado al pais
con sumir en el abismo del descrédito la institucion repre-
sentativa.


Mas cuerdos, mas lógicos, mas consecuentes en aquella
ocasioll COIl sus principios, habíanse abstenido de firmar la
peticion varios de los procUI'adol'es del progreso como Ar-
güelles y Galiano, si bien no fué esto parte á impedides
que, aprovechando la coyuntura, criticasen agriamente, como
por costumbre lo tenian, la conducta del gobierno.


Pero, en aquella oeasion, lo mismo que en otras mu-
chas, la oposicion desleal á fuerza de obstinada, y absurda
á fuerza de desleal, dirigió al gobierno mucho mas violenta
que atinadamente ataques que puede decirse contt'ibuyeron
a mantenerle en el poder. Los acontecimientos de julio de
34 y de enero de 35; la marcha siempre indecisa de la ad-
ministracion interior; el estado poco satisfactorio y nada




100 AN\',f:~ DE ISADEJ. 11.
tranquilizador de nuesli'(\s relaciones diplomaticas; los pro~
gresosreales y efectivos de los carlistas; la falta absoluta
de proteccion y el recargo de gravamenes de que, merced á
las circunstancias, se resentian necesaria é inevitablemente
Jos iniereses particulares, eran otros tantos poderosos mo-
tivos de disgusto, y aun hasta ciel'to punto legitimos de que-
ja contra los depositarios del poder. Pero, en su anhelo de
derribarlos y en su impaciencia de substituirIos, la oposi-
cioninsistiendo, mas que en los fundamentos, en la multi-
plicidad de los éargos , no parecia llevar otra mira que la
de hacer mas voluminoso cada dia el eterno proceso que,
en las actas de aquellas ruidosas sesiones iba formando á
los ministros.


Como quiera que sea, á los esfuerzos de la oposicion
puede atribuirse la larga permanencia de Martinez de la
Rosa, en un puesto en que todos los dias se le deparaban
ocasiones de desplegar, en largos disGursos, un talento y una
energía que, para obrar, le habl'ian faltado. Esto unido á las
ventajas que sobre sus adversarios, empeñados en llevar casi
siempre las cuestiones al peor terreno posible, le daba fre.,...
cuentemente su práctica parlamentaria, le permitia ir con-
llevando la situacíon y pl'olongando, con mas Ó menos tra-
bajo, la ex.istencia del gabinete a cuya cabeza estaba.


En la discusion suscitada en el Estamento de PJ'ocura-
dOl'es con motivo de la peticion del !) de marzo, tomó
tambien la palab¡'a el conde de TOJ'eno y, rebatiendo una
gran parte de las acusaciones que contra el gobierno formu-
laba la oposicion, reconvínola agl'iamente de que, durante
nueve meses, habia hecho á los ministros perder muchas
boras diarias en cuestiones lesislati~as y obligádoles á aban-




LIBRO TERCERO. 101
donar el despacho de los negocios urgentes administrativos.
y como á la obse¡'vacion de Toreno de que la prolongacion
de este estado de cosas hacia poco menos que imposible el
desempeflo de aquel destino, contestase IstUl'iz;-«Pues
dejarlo, »-«Eso no-replicó el ministro ue Hacienda;-
)lnuestro deber es mOl'ir sobre la brecha.»


Esta enérgica y categórica declaracion del conde de To-
reno p¡'odujo en el seno del Estamento una sensacion que, no
sin fundamento, interpretó él en sentido favorable á sus mi-
ras y que, no sin mucho tacto, se propuso explotar. En
consecuencia, abordó á su debido y oportuno tiempo la cues-
tion de que se t!'ataba y, tomando un aü'e de candorosa
franqueza, dedaró que el no estar ya publicada la ley de
Milicia Urbana provenia de que, obligado el gobierno por
las circunstancias á poner á las ó¡'denes de los capitanes
generales una parte de esta milicia que, en el proyecto de
ley se declaraba institucion civil, fuerza habia sido á los
ministros rogar á la reina Gobernadora suspendiese la san-
cion de aquella ley, {( Si ahora-p¡'oseguia-se modificase
»esta, Ó si en ella se añadiera un artículo en que se dijera
»que el gobierno, en circunstancias como las presentes,
))queda autorizado á poner la milicia urbana bajo las ó¡'de-
)lneS de la auto¡'idad militar, el ministel'io suplicada á S. M.
~se sirviese darle su ~ancion. Esta es la vel'dad. Tampoco
-continuaba-se opone el gobierno á que se movilice un
)Jbatallon por provincia, sea ao,ooo hombres en toda Es-
)paña.» Pero, necesitado como siempre, y hábil como el
que mas para sacar de una situacion dada todo el partido
posible, pidió Toreno que en tal caso y en el de que, para
hacer frente á esta nueva atencion del servicio público, no




102 ANALES DÉ ISABnL 11.
bastasen los medios votados ya, se le autorizase a echar
mano de los que mas convenientes estimase, debiendo en
la siguiente legislatura dar cuenta de su inve¡sion. A favor
de esta circunstancia, oportunamcnte apr'oveehada , obtuvo
el conde de Toreno carta blanca para disponer, con este ob-
jeto, de los fondos que mejor le pareciese, es decir, para
manejar á su gusto la Hacienda de España, con motivo ú
bajo pretesto de movilizar unos cuantos batallones de Ul'ba-
nos, de cuya cooperacion ni él ni nadie que no fuese un
simple ó un visionario esperaba nada bueno. Asi, por un
voto diestramente arrebatado á una fascinada asamblea, se
echó abajo en un momento la especie de arreglo que, des-
pues de cuatro meses de esfuerzos y discusiones, pretendia.
ella introducir en los presupuestos del Estado. En vista de la
promesa del minisLl'o, fué, pues, votada la peticiono Y para
que todo, desde el principio hasta el fin, pareciese anómalo
en lo que á ella se referia, sucedió que, firmada en su orÍ-
gen por 63 procuradores, rué aprobada en su totalidad por
solo 60 votos contra 55. Aun resultó ser menor el núme-
ro de los que votaron en favor del 1.0 y el 2. 0 artículo.
El 3. o fué desechado.


Todavía, aunque no con tanta acrimonia, volvieron á
promoverse con este motivo las quejas y las reconvencio-
nes contra el gobierno cuando, por el órgano del ministro
del Interior, y en la sesion del 14, se presentó el reciente
acuerdo del Estamento, convertido en artículo adicional á
la ley de Milicia Ul'bana.


Vivamente, y no sin razones que habrian sido de peso
a tratarse de una cuestion cuya marcha no se hubiese se-
iRllado con tal serie de anomalías, impugnó el procurador




í.mno TERCERO. 103
Perpiñá la insereion de dicbo articulo en la ley, de la cual,
en su sentir, no podia ni debia formal' parte; pues siendo,
por su índole, la relativa á la organizacion de la milicia ur-
bana una ley fundamental dmadel'a, perpétua, digáinoslo
así, habia una especie de contrasentido en amalgamar,
con sus disposiciones, otras dictadas pOI' las circunstan-
cias del momento y esencialmente transitorias, como lo era
la contenida en la adiciono Con el mismo y algun otro me-
nos fundado argumento, combatieron el pI'oyecto del go-
bierno Caballero é Isturiz. Alcalá Galiano, por el contra-
rio, bien que no habia firmado la peticion de que habia sido
consecuencia el articulo adicional, propuso la adopcion de
este, fundándose en que era menester dar al gobierno toda
la fuerza posible, á fin de tener derecho para exigirle, en
caso de que no lograra su objeto, la mas estrecha respon-
sabilidad.


Convencidos, sin embargo, de que, no adoptando el pro-
yecto del gobieI'no, no Iwbia que esperar la sancion real,
que era el fin á que iba encaminada la peticion, y, en la
alternativa de pasar por lo que el gobierno queria ó ver
aplazada indefinidamente la organizacion de la milicia ur-
bana en la forma apetecida, hubieron los procuradores di-
sidentes de transigir con los ministl'Os y de aprobar su
articulo adicional, que, definitivamente reformado por una
comision nombrada al efecto, decia asi:


)En atencion á las actuales circunstancias se autoriza
»al gobierno por el término de un ¡¡ño, contado desde la
1!p¡'omulgacion de esta ley, ó hasta la próxima reunion de
»las Cortes, si no existiesen reunidas al terminarse dicho
»año, para que ponga la milicia urbana bajo las órdenes de




104. ANALES DE ISABEL 11.
»Ios gefes militares dependientes del ministerio de la Guel'-
»ra.»


Con este artículo adicional, cuya única disposicion es-
taba meses hacia rigiendo ya en viI,tud de real decreto,
vió, pues, la luz pública la famosa ley relativa al aumento y
organizacion de la milicia urbana. Y, muy al contral'io de lo
que generalmente sucede en casos de transaccioIl, mostrá-
ronse, concluida aquella, igualmente satisfechos del resul-
tado del debate que la provoc3m la oposicion y el gobierIlO.
La p,'imet'a, pOl'que, siendo achac{ue de toda oposicion creer-
se elema é indestl'uctible, contaba por poco el año durante
el cual debia regir, en la ley que ella miraba como obra
suya, la cláusula restl'ictiva á que fucrza le habia sido ac-
cedel'; el segundo, porque, para él, convencido como lo es-
taba de lo cada dia mas precario de su 110sÍcion, un año
era en aquellas circunstancias, la vida; mas quc la vida, la
eternidad. En el término de un año, al paso que iban las
cosas, debia efectiva y necesariamente cambiar el estado de
ellas, y con él la situacion de los ministt,os. Continuando la
que era, ó empeorando, como todo lo hacia temer, no habia
poder humano que los conse¡'vase en el puesto; cambiando
en sentido favorable, ó la disposicion transitoria reciente-
mente adoptada con respecto á la milicia urbana movilizada
se hacia inútil, ó, para prolongar sus efectos, escogitaria,
llegado el caso, nuevos medios el gobicl'llo.


No eran, sin embargo, grandes las espe¡'anzas que en
esta parte abrigaban los millisll'OS, si de ellos se esceptua
á Toreno, á quien miras de ambicion personal inducian á
ver las cosas de distinto modo que sus colegas.


En cuanto á Martinez de la Rosa, su posicioll era cada




LIBRO TERCERO. 10b
día mas difícil. La lucha que II brazo partido sostuvo por
ocho meses y continuaba sosteniendo contra sus enemigos,
mas aun que por su numero, formidablcs por su audacia,
habia acabado con su prestigio, menoscabado su salud, y
disgustádole del poder, en terminos de que dejál'alo pro-
bablemente á principios de la primavera de 1835, á no ve-
nir por aquel tiempo á completar su vacilante gabinete y á
I'eanimar sus decaidas esperanzas el general don Gerónimo
Valdes. Desde su entl'ada en el ministerio de.la Guerra,
empezó este general á adoptar disposiciones que, coinci-
{liendo con la cOllcesion de un crédito estraordinario de
150 millones votado pOI' las CÓl'tes para los gastos de la
guelTa, dejaban creel' que se iba á dar á esta un vigoroso
impulso. Ademas de los dos cuel'pos de milicias provincia-
les y de los dos batallones del 4. o de ligeros que, al mando
del general Cordova, salieron de Madrid en los primeros
dias de marzo, enviábanse otros refuerzos á las provincias
vasco-navarras, cn torno de las cuales, y para reconcen-
trar en ellas el incendio, se agrupaban, con el título de
ejércitos de reserva, numerosos cuerpos de tropa que, por
la parte de Castilla y las fronteras de Aragon, defendiesen
los pasos del Ebro y pudiesen, en caso necesario, acudir á
socorrer ó á reforzar las guarniciones ó las columnas de la
orilla izquierda del rio. En circular de 18 de marzo, di s-
poniase por el ministerio de la Guerra la organizacion en
cada provincia de un batallon de mil plazas, compuesto
de los individuos de las compañías de seguridad publica ó
de otros que se eligiesen donde aquellos no bastaran. A los
pocos dias (el 2il), apareció en la Gaceta de Madl'id la ley
de Milicia Urbana sancionada por la reina, con el articu-




106 ANALES nE ISABEL II.
lo adiéioriil.l de que va hd&b, y, jühtamimte con eltit,' útitt
árdeo CIrcular dél itiinBt~tiQ de la Guerra á los cl1p1tltflM
geíierales para que, jJdt todos los medios y recursos tftIe
túviesen en su mano, hiciesen que se auníentaS'e dillbtHni-
liciá, inscribiendo en Stís filas á cuantos de el id fuesen
dignos por su arraigd¡ V~triot¡smo y acreditada adhesion
a las instituciones vigélftes. Determiríóse asimismo la or~
~niiacion de los ctierpO's fraficos y tomáronse, en fin, otras
nttichas disposiciones que, dirigidas al aumento, buen ré-
gimen y disdplina de la fuerza armada, dejaban á lo's mas
confiados concebir esperanzas de que esta plldiese, un poco
mas tarde á mas temprano, acabar con los facciosos.


Por el ministerio' del Interior, excitábase á los go!Yerna':'
dores civiles á promover obras de utilidad pública, á alen-
tar el celo y el patl'iotIsmo de los ricos para que, aso-
ciándose, emprendiesen trabajos con que proporcionar ocu~
pacion á los pobres, dictábanse disposiciones para armo-
nizar la administracion económica y facultativa de los
montes con la nueva division territol'ial, judicial y civil,
y procediáse'; alirique interinamente, al nombramiento de
comisarios y otros agentes del ramo. Estas medidas que
ror sí mismas níngun influjo podian, visto el estado del
pais. ejerce¡' en su prosperidad, no dejaban; alguna vez de
producir buen efecto, én cUlmto éomunicaban á los pueblos
una parte de la confianza que el gobierno tenia, ó que, á lo
menos, aparentaba' tener.


Acompañaba á Valdés en sú advenimiento ~:il poder el
l¡eduerdo de su mando en las provincias ,'asco-navarras,
mando que, aunque poco feliz, no habia si'do á lo meúos
s~latió con ningl.uló; de esos grandes desastres de que




LIDRO TERCERO. 107
fueron luego víctimas casi todos sus sucesores; acompañá-
bale ademas la fama y el pI'estigio que, en la capitanía ge-
neral de Valencia, cuyo distrito acababa de dejar libl'e de
facciosos, le babia gr-anjeado su enérgica al par que noble
conducta; acompañábanle, en fin, l(ls simpatías que á unos
inspiraba lo bondadoso de su carácter, á otros lo intacha-
ble de su conducta, á otros lo ardiente de su liberalismo.
Su llegada al ministerio fu( pues, un motivo de júbilo para
muchos y de esperanzas pUl'a todos.


Por aquel tiempo, desalentadas, dispersas ó fugitivas
por la activa pel'seeucion que, á las órdenes de Valdés,
les hicieron, en el invierno de 34 á 35, los gefes cristinos
del bajo Aragon, y muy particularmente desde la última
derrota sufrida por Carnicrr en Villarluengo, hallábanse
las facciones de Aragon y Valencia redueidas al último
apuro y sin medios de reorganizarse para poder continuar
la guerra. En tal estado, dispone Carnicer que parta Ca-
brera á las provincias del Norte, y que alli, avistándose con
Zumalacarregui ó con don Carlos, exponga la situacion fa-
tal de los negocios y vea de obtener auxilios ó refuerzos
para llevar adelante su empresa. Disfrazado, pues, de ar-
riero, compra en Hijar un mulo y una carga de jabon, que,
en fuerza del escesivo precio que por él pedia, llegó intacta
al término de su viage, y acompañado, por mejor ocultar
sus planes, de una muger con quien se reunió á su paso
p()r el pueblo de Alloza, llegó sin tropiezo algUlio al cuar-
tel general de donCados, AlIi, despues de haber conferen-
ciado largamente con Zumalacárregui y con el conde de Vi-
lIemur, ministro de la Guerra, pintó el atrevido guerrillero
con los colores mas vivos el estado deplorable' en' qu~' se




108 ANALES DE ISABEL "no
hallaban las facciones de Aragon y Valencia.-«Dura y
)}fuerte-decia-ha sido la p'ersecucion que en estos últi-
»mos meses se nos ha hecho y crueles los medios de que
»para exterminarnos se han valido nuestros enemigos. Cel'-
»radas las masias y casas de campo; prohibida, bajo penas
»severas y rigurosamente ejecutadas, la estraccion de vive-
»res de los pueblos; fortificadas las villas y aldeas, no nos
»queda otro abrigo que el de la intemperie, ni otro medio
»de subsistir que atacar las guarniciones y, obligándolas á
»encerrarse en los fuertes, apoderarnos a viva fuerza de
)}los comestibles que encontramos en las casas de los veci-
» nos pacíficos.» Por este estilo continuaba Cabrera rela-
tando al conde de Villemur los trabajos y penalidades de
una guerra, como la de Aragon, insostenible ya, y, enume-
rando las desventajas que á los cal'listas ofrecia el estado
del pais, concluia pidiendo auxilios é instrucciones.


Al dia siguiente, tuvo el gefe tortosino tina entrevista
con don Cál'los, el cual, escuchándole con la mayor atencion
y most¡'ándose vivamente afectado de cuanto aquel le ex-
ponia, acabó por encargarle que hiciese de todo ello y por
escl'ito un ci¡'cunstanciado ¡'elato. Consecuencia de lo que,
con este motivo, se habló y se discutió en el campo de don
Carlos fué la determinacion de organizar en Navarra y man-
dar á las provincias aragonesas una espedicion tllcargada
de sublevar definitivamente, dán~ose la mano con las ban-
das de Cataluña, el vasto territorio :de la antigua corona
de Aragon. Para concertarse con Carnicer, que era el que
debia mandarla, escribiósele previniéndole viniese inmedia-
tamente á tomar órdenes al cuartel general de don Cárlos.
Y, con la misma fecha en que esto se decía á Carnicer, nom-




LmRO TERCERO. , 109
brábase á Cabrera comandante general de las fuerzas carlis-
tas de Aragon y Valencia, encargándosele ademas, durante
la ausencia del primero, de todo el mando que ejercia aquel,
y mandandole regresar sin pérdida de tiempo alterri-
torio que iba á servir de teatl'o á sus operaciones.


No bien recibió Carnicel' el pliego en que, de parte de
su rey, se le llamaba á las provincias del Norte, púsose en
marcha hacía ellas: pero, menos afortunado que Cabrera,
fué, no obstante su disfraz, reconocido al pasar el puente de
Miranda y, preso el dia 4, de ab1'ÍI, pasado el 6 por las
armas. Dijosé en aquella ocas ion (si bien de ello no existen
pruebas) que no habia sido la ambiciosa rivalidad de Ca-
brera completamente estraña á la prision de Carnicero Có-
mo quiera que sea, la muerte de este gefe puso en manos
del audaz tortosino el mando superior de las tropas todas
de Aragon y Valencia, cuyo animo supo luego captarse, ya
á favor de su carácter resuelto y denodado, ya repártiendo
despachos de grados y condecoraciones que, es tendidas al
efecto, trajo de su escursion á las provincias Vascongadas.
Desde aquel dia, tomó la guerra de Aragon otro carácter
que, no dejó á poco tiempo de suscitar al gobierno de Ma-
drid complicaciones de monta.


Por de pI'onto, sin embargo, entregáronse los partida-
rios de la reina á la halagiieña esperanza de que, con la
prision y el suplicio de Carnicer, vista sobre todo la escision
que entre los demas gefes carlistas de aquel distrito existia,
quedaba concluida la guerra que, por algun tiempo, habia
asolado los pueblos del bajo Aragon y de una parte de los
reinos de Valencia y Murcia. Robustecido todavía mas con
esto el prestigio que al nuevo ministro de la Guerra, y de




110 ANALES DE IS.u\U 11.
rechazo al ministerio todo, gl>:'\llgcl).ban la¡;~i$ppí¡w:~e~
mil.itares recientemente adoptadas, se resolvió en Consej9
de Millistros que, para explotar en provecho de .líl.cílusad~l
6r.den y de la pacificacion del reino este momento \le en-
tusiasmo, se trasladase el general Valdés, como lo verificó
en los primeros dias de abril, á las provincias sublevadas,
provisto de los mas ámplios poderes l)ara obrar con arreglo
á las circunstancias, reasumiendo en su mano las fuerz~
todas de operaciones y de reserva y resuclto á dar vigoro~
so y hqmogéneo impulso á los negocios de la guerra.


Con esta determinacion del ministerio y con la salida de
Valdés para las provincias del Norte, coincidió la de Mina
de dimitir. el mando en gefe :lel ejército, y, fundando estíl.
renuncia en causas que eran de todo el mundo conocidas y
que revelaban el estado de desorganizacion y de indiscipli-
na á que, bajo su direccion, habia venido á parar el nume.,.
roso ejército á fuerza de tantos sacrificios reunido y soste-
nido cn Navarra, decia: «La presencia de un general al
»frente de sus tropas las mantiene en la subordinacion y
»disciplina, les inspil'a confianza y prepara la victoria. Pa-:-
»ra mí-añadia-es un tormento insufrible no poder pat·ti-
»cipar de las fatigas y los riesgos de mis compañeros y ver
»que se malogran las ocasiones de dar nuevas glorias á las
»urmus de S. M. y que se retarda la pacificacion de estas
»provincias. Desde principios de noviemb¡'e, época en que
»me encargué del mando, he salido cinco ú seis veces de
»esta plaza; pero, cada vez, las fatigas me han postrado
»de nuevo, y en términos que estos ensayos casi me qui-
»)tan la esperanza de poder segui!' por mí mismo una larga
lOop.eracion· que produzca resultados decisivos. J) Tal era,




Jil:al,'l1~Qa PQf el mismo ~i"pa, la .bis~oria de Io.s cuatr9 me$~~
de ~,IJ :rnan~9 en el p,ais ~,asco-navarro.


Li}wes, lW" ,es\:,l. \'cn~;l.Ilcia, !.le una tenible responsabili-
«AA~ ~gs o»nis~os que en Madrid quedaban, y Valdés e~
})Ilfticwllr de l,In desa,grada.Wc compromiso, continuaron )Pi?
primeros su lucha parlamentaria y el se~undo su mar~l;I.l1.
hácia las provincias d.el NI\I.'~e.
Mjcn~ras á ellas se dirigiaeste genera,l ministro, CQr:-;


dova, rccien llegado á ViLQl'ia, se ocupaba, tem,eroso de u,~
golpe de mano, e.n (or~¡,ficaresta. ciudad. Mas á distraerl~
de tal faena vino por entonces un acontecimiento notable.
Sabedor de que Zumalacárregui, despues de los sucesos <k
Ecllal'ri-Al'anaz y Olazagoitia se habia retil'a,do á Maestú y
estaba con todas sus fuerzas sitiando este importante pun~
to, sale CQnlova de Vitol'ia con siete batallones incomple~
tos y, á favor deuua larga y rápida marcha, se propone sal,..
val' á los quinientos hombres que, detras de los muros de
aquel fuerte, se defendian con teson. Por dar á su plan
pr.obabilidades de buen éxito, habia con alguna anticipacion
enviado órqenes á Espartero y á Jáuregui para que, desde
sus :respectivas comandancias de Vizcaya y de Guipúz:-:-
coa viniesen á toda prisa á I'eunírsele en Maestú: pero, por
UDa paute, el pe'igro de: los sitiados era inPün.e'l\~ y, por
~tra. la dificultad de las comunicaciones y la. forzosa lenti,
tud,de las marchas retal'daban la llegada de estos dos ge-:-
Bel'a\es. Por otra, tamhien, las órdenes de Mina para le7'
vantar aqueUa guarnicion y abandonar el fuerte eran tan
terminantes como insuficientes los recursos paraconse'r"
guir este objeto á viva fuerza. En tal conflicto, sin escuchar
mas consejos que los del honor militar, ni apela~áQtJ.'OB




112 ANAI.ES DE ISABEL 11.
recursos que al valor de sus soldados, escitalo Córdova
con vehementes exhol'taciones, y, puesto á la cabeza de
ellos, se engolfa en las montañas, donde, envuelto al poco
tiempo por fuerzas muy superiores, era segura su ruina á
no llegar inesperadamente Aldama á refol'zarle con catorce
bátallones.


Incorporado con ellos, varióCórdova de plan y, tre-
pando por las escabl'osidades de la sierra de Andia, pene ~
tró en los valles de Arana y en las Amescoas, donde pcr-
noctó. Desde aUi se encaminó á Santa Cruz, Cabredo, Ge-
nevilla y Aguilar, incendiando cuantos molinos, fábricas y
almacenes encontró al paso, y destruyendo el campamento
atrincherado de Orvizo. No bastaron todos los esfuerzos
de Zumalacál'regui' á impediJ' esla operacion, ni á cerrar á
Córdova el paso de aquellos desfiladeros, de que, solo á fuer-
za de arrojo y de inteligencia, salió con felicidad. Desde
alli, se dirigió luego á Vitoria, adonde llegó el dia 13 es-
coltando un gÍ'an convoy, en tanto que, con sus catol'ce ba-
tallones, marchaba Aldama á Logroño en busca de Valdés.
A incol'porarse con este general, llegó tambien por aquellos
dias á la capital de la Rioja el brigadier don Narciso Lopez
con ochocientos caballos.


A la cabeza de estas fuerzas y de alguna de artillería,
salió Valdés de Logroño el dia 16 de abril y se encaminó
áLa Guardia, desde cuyas inmediaciones, temeroso sin du-
da de que, en vista de sus movimientos hácia el interior del
pais, intentasen los enemigos alguna cort'ería á la ribera,
dispuso que, para gual'l1eCel' esta línea, retrocediesen á si-
tuarse en observacion de ella los caballos de Lopez y la di-
vis ion de artillería.




LIBRO TERCERO. 113
Resuelto él, por su'parte, á atacar el grueso de la faccion


que, por aquellos dias, se hallaba en l\londl'3gon y Oñate,
y conforme con el plan que, al salil' de Logl'oño, se trazára,
dispuso que, reunidas las bl'Ígadas de los coroneles don
Santiago Mendtz Vigo y Gurrea, observasen al enemigo
y le impidiesen el paso, ya hácia el Bastan, ya á las Ames-
coas que eran los dos puntos á donde mas probable
parecia que, al verse atacado, se retirase. Con igual obje-
to trasmilió al brigadiel' Já\ll'cgui las instrucciones condu-
cen[es á que, aproximándose por la parte de Guipúzcoa,
reforzase en caso necesario al bl'igadicr Oraa que, con su
columna, guarnecia el primero de aquellos valles.


Tomadas estas disposiciones y enterado de que, á su
aproximacion, se habian dividido los carlistas, con lo cual
quedaban, en parle al menos, destruidas sus combinaciones,
dirigióse Valdés á Peñacerrada y desde alli á Vitoria, don-
de, reuniendo á las tI'opas que ya llevaba los siete batallo-
nes de CÓI'dova, formó un nuevo plan de campaña.


Impaciente pOI' empezarla, cuidóse, mas que de escogel'
su gente, de reunir mucha, y, sin detenerse en Vitoria mas
que un dia, salió de esta ciudad con treinta y cuatro ba-
tallones, mandados por los genel'ales Córdova y Aldama, el
brigadier Seoane, el coronel don Froilan Mendez Vigo y
algun otro gefe. Aquel mismo dia llegaron todas estas tro-
pas á Salvaliel'ra, donde, con respecto á su direccion ulte-
rior, debia tomar el general en gefe las medidas que, segun
las circunstancias y con aneglo á los movimientos del
enemigo, creyera mas oportunas.


Anles de salir de Viloria y con el objeto oe escitar el
celo yel ardOI' de sus tropas,publicó una órden general del


TOMO 11. 8




114 A'\' ALES DE ISABEL 11.
ejercito concediendo á nombre de la reina Gobernadora as-
censo al gJlado inmediato á los oficiales y sargentos que, des-
de el principio de la guerra, habian c3mbatido en Navarra;
confirió cúndecol'aciones y señaló !)l'emios a los individuos
de la clase de tropa; anunció al cjército su próxima salida á
campaña; le indicó su deseo de vel', durante esta, fielmen-
te observada la mas severa disciplina y eehó, en fin, á vo-
lar una proclama en que, des pues de brindar á los pueblos
con las dulzuras dc la paz, los amenazaba con los horrores
de la guerra.


Lleno, pues, de entusiasmo y de esperanza, salió de
Vitoria el ejercito que, al mando de Valdés, internando se
el mismo dia en las Amescoas, fué á pernoctar á Contras-
ta. Villarreal que, con dos batalloncs de alaveses, se halla-
ba en este puesto, lo evacuó á la primera noticia que tuvo
de la aproximacion de las tropas de la rcina y en buen ór-
den se replegó sin pérdida de tiempo ni de gente sobre Eu-
late, donde á la sazon se hallaba Zumalacárregui. Este, que
pocos dias antes, dividiendo las tl'opas que á sus órdenes
operaban, había destacado por una parte á los guipuzcoa-
nos para que atendiesen á la defensa de su pais ; por otra
á la dlVision vizcaina de Sarasa pam que en el suyo se pro-
porcionase los medios de subsist.i~' y situado en Segura,
como parage menos espuesto á una invasion, el cuartel ge-
neral de don Cádos; Zumalacál'l'egui, digo, que dudaba de
que á Val dé s fuese posible, y quesobl'c todo sabia que no
podia serie convenieute reunir en un solo punto tan crecido
numero de tl'opas, vió eon sorpresa el de las que á aquella
espedicion le aeompailaban y, observando atentamente la
direccion en que se movian, llamó ti. sí los batallones acan-




LIBRO TBll.CF.RO. 115
tonados en los valles de Ega y ~ la Berueza. Acudieron
ellos y, reunidos á los seis que á sus inmediatas órdenes
habia conservado el caudillo de don Ctnlos, encontraronse
en numero de diez aguardando á Jos treinta y taJltos de la
reina, en el puerto de Enlate, al amanecer del dia 21 de
abril. Los carlistas aunque, como sc vé, muy inferiores en
numero á los cristinos que en busca de ellos avanzaban, te-
nian en su favor la llatmaleza y el conocimiento del ter-
reno en que iban á maniobrar.


Entrado ya el dia , empezaron á desfilar los batallones
de Valdés que, pOI' dos distintos puntos, cmprendieron con
resolucioll su marcha hácia las altmas de Eulate. Zumala-
carregui que, desde muy temprano, accl'candose con una
pequeña escolta a Contrasta, habia observado, sin perderlo
un solo instante de vista, los movimientos del cnemigo, dis-
puso que evacuasen sus tropas á Eulate, y emprendiesen
sin tardanza su marcha en direccion de las Amescoas, apos.
tando dos batallones en un bosque quc entre estos valles y
aquella allUl'a se cncuentm, con el objeto de retardar la
marcha de los cristinos, dado caso que estos la emprendie.
sen por el camino de abajo. No sucedió, empero asi; antes
bien, trepando Valdés con fuerzas considerables los puertos
de Anarache y Eulate, cOlTia á tomar posesion de la venta
de Ul'basa, con la mira, al parecer, de permanecer alli al-
gun tiempo. La aspereza del terreno hizo larga la camina-
ta que, para llegar á la venta, por vel'edas angostas y poco
menos que impracticables, tuvieron que hacer los treinta y
cuatro batallones que en aquel punto se empeñó en reunir
el poco avisado general cristina.


Congregada , sin embargo, esta fuerza en un parage




116 AXALF.S DE ISADET. n.
donde ní aun agua que beber habia, y del cual no era posi-
ble salir sin inmensas dificultades, pues la naturaleza del
suelo no permitía sacar partido oe las masas, limitóse
Zumalacárregui á colocar Sil gente en los sitios por donde
sospechó que podia ser atacado. Pero convencido u las po-
cas horas de que Valdés, al'l'epentidü sin duda de su im-
prudente operacion, trataba de dirigirse á las alturas de
Artaza, desde donde era mas fucil el ataque, y mas segura
tambien, en caso de necesidad, la retirada á EstelIa , tomó
cuatro de sus mejores batallones y subió con ellos á apode_
rarse del puerto que domina aquella cordillera. Al llegar
alli Zumalaeál'regui pOI' un lado, en tanto quc , pOI' el otro,
y en busca ya &el camino de EstelIa , salia del bosque una
division cristina, trabóse una reñida refriega, en la cual hi-
ciel'on unos y otros alante de gt'an valor; pero, fatigados los
de la reina por t\'es dias de penosa marcha y dos nocl1es
de intranquilo sueño en aquellas ft'ias y húmedas montañas,
acosados hasta por el hambre, aflojaron al poeo tiempo, 110
obstante el al'dOl' con que los animaban sus gefcs, y gefes
y soldados sucumbieran antes de mucho á la f¡¡tiga propia y
á los embates del enemigo, a ItO Ilegal' en aquellos criticos
momentos el genel'al Cót'dova que, al [t'ente de un batallon
de Ligeros de Aragon, (el mismo, por cierto á cuyas balas
tres meses autes cayó muerto en la Pucrta del Sol el capi-
tan general de Madrid), detúvo POt' un instante el ímpetu
de los carlistas. ~las en esto, POt' otl'O lado se presenta Za-
ratiegui con dos batallones de rcfí'esco; y, como al llegar á
lo alto del puerto y tomando alli posicion, advit,tiese quc
el grueso dcl ejército cristino tomaha, en retirada ya, la di-
fcccion de Estella, atacó á Córdova, que á pie firme pare-




LIBRO TERCERO. 117
cm estar dispuesto á proteger la retirada. Embestida, en-
tretanto, por Zumalacárregui, defendióse con valor y duran-
te buen ¡'ato la retaguardia cl'istina; mas, no pudiendo re-
sistir por mas tiempo el fuego Cfue desde las alturas le ha-
cian , desordenóse por fiu. A todo esto era de noche, y en
tanto que Valdés, con la vanguardia, entraba en Estella, la
retaguardia, IllfHHlalla pOI' Cardan, se hallaba todavía á
dos leguas de este punto, y una division del eentro á las
órdenes del bl'igadiet, Burcn se dil'igia á Abarzuza, donde
pernoctaba, no sin grave peligl'o de verse atacada por Zu
malacár!'egui. A Abal'zuza, tambien, fueron á parar muchos
de los dispel'sos que, vagando pOI' aquellas montañas una
parte de la noche, pudiel'on evitar caer en manos de sus
enemigos. A libertarlos tI todos llegó á la mañana siguien-
te la division de Córdova, enviada alli con este (lbjcto por
el general en gefe. En su retil'acla , hicieron uso los cl'isti-
nos de cohetes á la congréve, l'ecien desembarcados de In-
glateJ'fa; pero en el desórden y la pl'ecipitacion eon que
en aquellos momentos sc hizo tocio, ningun otro efecto pro
dujeron estos pc\igl'oSOS y mal manejados proyectiles que
acrecentar la confusioncn términos de que, en la oscuri-
dad, se hacian fuego y hasta se embestian unos á otros los
batallones cl'istinos.


Tal fué el desenlace de la famosa accion de las Ames
coas. La fatiga, el hambre, la oscuridad de la noche y has-
ta el furioso temporal que hacia, todo contribuyó á &.umen-
tUl' entre los cl'Ístinos el desól'deu, de que fué consecuencia
la denota. Causas idénticas, á las cuales hay que agl'egar
el temo!' de que de Pamplona Ó de la Ribera acudiesen oh'as
tropas en auxilio de Valdés, impidieron á los carlistas aca-




118 ANALES DE ISABEL n.
bar con sus contrarios que, dispersos, huian por aquellos
campos en la noche del 22 de abril, aciago aniversario de
la celebracion dcl tratado de la Cuadruple Alianza y de la
derrota de Alsasua.


Relativamente á lo que podrian haberlo sido, ni en AI-
sasua ni en las Amescoas fueron muy considerables las
pérdidas efectivas; si bien incalculahlcs las de otro génel'o
que, en ambos combates, cspcrimcIltó la causa de la reina.
Por lo que respecta al ultimo, bien, sin tcmo!' de errar pue-
de citarse como uno de los mayores y mas trascendenta-
les desastres que hasta aquel dia habian tenido que deplo-
ra!' las tl'opas de Isabel n. La dcsmoralizacion completa dc
su ejército, el descrédito del gcncml quc lo mandaba y la
ruina de las espcranzas de la uacion fucron la consecuencia
inevitable dc aCfuclla inmensa r,atásll'ofe.


Por Sil parle los carlistas, si hien no llevaron hasta don-
de era posihle las consecuencias de su "iclol'ia, cclebráron-
la con marcadas mncsll'as de orgllllosa ~,:llisfaccion. Y no
fué poca la que sintió ZumaIacáncgui cuando, ú los dos di as
de la batalla que tal triunfo le hahia valillo, recibió en Eu-
late las bases del tl'atado quc, al cfccto dc atenuar los 1101'-
rores de aquella sangt'ienta lucha y dc regularizada algun
tanto, venia á pl'oponer lord Elliot, cn nomlJrc dcl gohier-
no inglés á ambas partes beligcrantes; convcnio á cuya
aé~eptacion ninguna tlificult[1(l opuso por su parte el ya de-
silusionado genel'al en gefe del ejército cl'istino.


En Inglaterra, desavencneias cuyo origen era fácil en-
contl'ar en la política intcrior de aCIuel pais, pero cn las
cuales no dejaba de entrm' por algo la situacion del nuestro,
habian, meses atl'ás, constituido al gabincte "hig, quedirigia




LIBRO TERCERO. 119
el vizconde de Palmerston, en la necesidad de abandonar el
puesto. Vivos recelos insl)iró a los liberales españoles este
cambio ministerial, de que, como forzosa consecueficia, de-
ducian el de la linea ue cOlluucta política hasta entonces
observada con respecto á Isabel II por el gobierno ue Gui-
llermo IV; y no poco alentó a algunos la subida al poder de
un gabinete tor) pn'sidido por lord Wellinglon y de que
COl'maban parte lord Aberdeen, lord .Mahon y otros hom-
bres de Estado, a quienes muchos, y especialmente los par-
tidarios de don Carlos, atribuian ideas anti-liberales y sim-
patías por este príncipe. Equivocabanse, sin emlJargo, los
que tal pensaban con respecto á la euestion de España; en
ningun ministerio compuesto de ingleses habia ni podia ha-
ber mas que una opinion, por cuanto no habia mas que un
interés; y, tratándose de cuestiones estrangeras, no suelen
los ministros de aquella naeion, cualquiera que individual-
mente sea su modo de pensar, separar 10 uno de lo otro.
Asi se vió alministel'io W eIlingtoll, fiel al tratado de la Cúa-
druple Alianza, cumplj¡' religiosamente las condicíones que
en él se impuso el gabinete que le precedió.


El maI'ques de Miraílores, embajador de España cerca
del rey de lnglatel'l'a, pero que accidentalmente se hallaba
á la sazon en París con real licencia , fué el primel'o que, á
la noticia del advenimiento de lord Wellington al poder, se
apresuró á indicaI' la conveniencia de que, en reemplazo
suyo, se enviase á aquella córte al general Alava que. por
las circunstancias de ser antiguo y personal amigo del du-
que, podia ejercer en el animo de este hombre de Estado
alguna influencia favorable á los intereses de la nacion que
alli iba encargado de representar.




120 ANALES DE ISABEL 11.
Cedió el gobierno á estas leales y dcsintcresadas indi-


caciones del marques de Miratlores y dió al tgeneral Alava
la órden de trasladarse inmediatamente á la córte de Ingla-
terra. Desde el primer dia de la llegada á Lómlt'cs del nuc-
va embajador de España, el gobiemo de aquella nacíon que,
por su parte, se mostraba dispuesto á continual' cumplien-
do como hasta entonces los empeños contraidos' con el de
esta, manifestó al general Alava el disgusto con que veia el
horrible sistema de guerra que en las provincias vasco-na-
varras se seguia con escándalo de Europa; y, de acuerdo en
esta pal'te con el gobierno de las Tullerias, hizo mas de una
vez, y sobre todo desde la llegada de Mina á Nayal'l'a, re-
clamaciones enérgicas en nombre de la humanidad y de la
civilizaeion. Fácilmente comprendió el gobierno español la
justicia y la oportunidad de las quejas de sus aliados, y de-
seoso, como se mostraban ellos, de regularizar la guerra y
de evitar, ó á lo menos de disminuÍt' el det'l'amamiento de
sangre, consintió en que, con este /In, salvando por su-
puesto el principio político y la cucstion dinástica que se
agitaban, interviniesen en la contienda sus dos podel'osos
aliados.


Esta fué la causa del viage de lord Elliot á las provin-
cias del Norte y de su presentacion á Zumalacárregui el dia
24 de abril. Ni por parte de este caudillo, ni por la del ge-
neral en gefe de las tropas de la reina, halló, pues, el agente
británico obstúculos de ninguna especie para el desempeño
de su misiono Conformes, por el contt'ario, en la convc-
niencia de su objeto, /ll'móse á satisfaccion dc ambas par~
tes, con solo algunas ligeras y justas modificaciones pro-
puestas por el general Valdés y aceptad3s, sin reparo por




LIBRO TERCERO. 121
Zumalacárregui, el convenio en que, entre otras cosas, se


, estipulaba el respeto de las vidas y el cange de los prisio-
neros que por una ú otra parle se hiciesen en el territorio
de las provincias Vascongadas, entendiéndose ampliar mas
larde á las demas del reino los efectos de este tratado, en
caso de tomar en ellas la guerra el carácter que en las del
Norte tenia.


Bien qne el feroz encarnizamiento con que en ellas se
seguía luchando hiciese en ~lto grado neccsal'ia y á todas
luces laudable esta acertada medida, sirvió ella de pretes-
to á nuevos y terribles ataques contra los hombres que en
su adopcion lomaron parte. Ni fué este el único punto acer-
ca del cual luvo por aquellos dias el gobierno que contestar
á los cargos de la oposicion. Firmado el convenio, á favor
del cual se regularizaba la guerra, empezó á discurrir Val-
dés sobre los medios de concluirla. Convencido, sin embar-
go, de que ni aun á sostenerla en los términos en que has-
ta entonces se había tratado de hacer, bastaban ya las fller~
zas de que él disponia ni los recursos todos de la nacion,
determinó abandonar definitivamente varios puntos fOl'ti-
ficados, cuya defensa, en el estado á que habian llegado las
cosas, ofrecia mas embarazos que utilidad, mas peligros
que ventajas. Asimismo, renunciando á victorias que tenia
por imposibles y deseoso de evitar desastres que veía como
probables, concibió la idea de replegal' sus tropas, cuya reor~
ganizacion se hacía necesaria, á la linea del Ebro, desde don-
de, observando constantemente los movimientos del enemi-
go, pudiesen, segun las circunstancias, trasladarse de un pun~
to á otro, é impedir en todo caso que cundiese á otras provin-
cias la insurreccion por entonces reconcentrada en aquellas.




122 ANALES DE ISABEL 11.
De todo esto, así como de pormenores, no muy exac-


tos por cierto, de su desgraciada espedieion á las Ames-
eoas, dió Valdés por aquellos dias conocimiento al gobier-
no; y, manifestándole clara y tel'minantemente la imposibi-
lidad de llevar á cabo, aun con todos los recursos del
pais, ta pacificacion de las provincias sublevadas, despa-
chó á Madrid al genel'al Córdova con órden de avistarse
con los ministros, de cspónerles el verdadero estado de
cosas y de hacerles comprender la imprescindible necesi-
dad de reclamar la intervencion de las potencias aliadas,
como unico medio dc poner término a una lucha cuya pro-
longacíon amenazaba sumir á España en un abismo de
males.


Llegó el general Córdova á Madrid en momentos pre
cisamente en que, por todos los ámbitos de la capital, cir-
culaban de boca en boca los detalles de la accion de las
Amescoas y la noticia del convenio celebrado entre Valdés
y Zumalacárregui. En el parte de la accion que, en su cré-
dula inexperiencia, calificaban algunos de favol'able á las
armas de la reina Isabel, adivinaban los mas avisados una
tenible derrota. Pero la incertidumbre, hija de la falta de
exactitud de los datos oficiales, tenia todos los {mimos in-
quietos y conmovidos. Del convenio celebrado por media-
cion é influjo de lord ElIiot con el caudillo carlista, tampo-
co se tenia mas que noticias muy vagas, y vagas eran asi-
mismo las que, con respecto á intervencion estrangera, pro-
palaban por todo Madrid las cien trompas de la fama. De
la agitacion que, en todas las clases y en todos los pal'lidos,
produjo en la capital la coincidencia de estos rumores con
la llegada del general Córdova, se aprovecharon los hom-




LIDRO TERCERO. 123
bres de la oposicion para atacar de nuevo al gobierno, que,
en el interés de la causa pública, guardaba sobre estos
puntos una prudente reserva. Y, exaltadas las pasiones en
aquella lucha de partidos , en vez de ayudar al gobierno á
llevarla a cabo, le imputaban á cargo los medios que, como
únicos capaces de concluirla, creia él deber adoptar.


Ya, en la sesion de 21 de abril, refiriéndose al objeto
de la mision de lord Elliot, de que á la sazon se ocupa-
ba la pl'ensa periódica de Lómlres y de París, y á esplica-
ciones que sobre este particular habian mediado en las cá-
maras inglesas, interpelaba Alcalá Galiano al presidente
del Consejo, llamando muy particularmente su atencion so-
breciel'tas palabras que á Luis :Felipe atribuia un periódi-
co francés, en que se leia que «no consentiría este so-
»beranocn quc reinasc en España la anarquía y que lo
»propio estaba dispuesto á combatirla en este tel'feno que
»en las calles de Lyon y de París. »-,-«No se trata-decia
Martinez de la Rosa, contestando al interpelante-de nin-
»)guna negociacion política con el príncipe rebelde; el go-
»hierno no lo consiente, ni lo hubiera consentido, ni lo
»consentirá jamás. POI' el tratado de la Cúadruple Alianza,
»Inglaterra, en caso necesario, dará auxilios de mar y Fran-
»cia los dará de otra especie; pero auxilios ó socorros,
»no intervencion. Sin embargo, el ministerio está muy le-
»jos de creer hallarse en el caso de necesitarlos. Tiene fé
¡¡en la nacion, en su carácter y fil'meza, y se cree con la
l!fuerza suficiente, apoyauo en la nacían misma, para triun-
»far de los enemigos de la prosperidad pública.»


Por desgracia esta fé no era fundada y la opinion que,
en la tribuna del Estamento de Pl'Ocuradores, emitia Marti-




124, ANALES DE ISAllEL Il.
nez de la Rosa el dia 21 de abril, quedaba desmentida por
los sucesos dc que, el mismo dia y los siguientes, el'an
teatro los valles de las Amescoas y las crestas de la sierra
de Andia. Esto no obstante, la declaracion del presidente
del Consejo de ministros acalló los clamores del Estamento
que, por entonces, continuó ocupándose del proyecto de
ley de aneglo de la deuda interior.


Pero, en la sesion del 4 de mayo, cuando ya en Madrid
eran públicos los rumores de que va hablado, tomó la pa "
labra Isluriz para dirigir al gobiel'llo una nueva interpela-
lacion.-« Deseo saber-decia-si han ocurrido algunas
»circunstaneias que hayan podido alterar el ánimo de los
»ministros sobl'e dos puntos; 1.0 el mantcnimiento de la
»ley de 27 de oetubt'e (relativa á la esclllsion de don Car-
»los y de su familia á la cOl'ona de España); 2.°, la resol u-
»cion tantas veces manifestada por los secretal'Íos del Des-
))pacho de no admitit' la intervencion estt'angera.») El enla-
ce con que se tenia cuidado de presentar estas dos cuestio-
nes reve\aba de parte de los que lo hacían cierto temor de
que el objeto de la inlervencion fuese apela!' al auxilio de
potencias estrangeras pm'a transigir la cuestion dinástica.
Sobre el primer punto, dió el conde de Toreno la mas espli-
cita y satisfactOl'ia contestacion.-(d~:o sé-decia, refiriéll-
»dose al segundo-que la cuestion de la intervellcion es-
»trangera haya sido hasta ahora objeto de dcliberaeion sél'ia
)JY formal del gabinete de S. J'Í., ni estoy autorizado á dat'
»respuesta alguna sobre negocios de tal cuantía, que no
»son para improvisados.» De esta manera eludía el minis-
tro de Hacienda la cuestion que agitaba los ánimos y, de-
jando en lo que él callaba, adivinar mas de lo que habia,




LmRO TERCERO. 125
aumentaha con sus reticencias, en unos la zozobra, en oh'os
la indignacion. Ante la importancia que á este asunto y á
la celebracion del convenio de lord Elliot daban los enemi-
gos del gobierno, desapareció toda la que en sí tenia la
derrota de las Amescoas, sobre la cual ni una interpelacion
se dirigió á los ministros, ni un cargo se hizo al general
cuyas mal meditadas disposiciones comprometieron induda-
blemente, en aquella jornada, no solo el ejército de su man-
do, sino la causa de la reina. En presencia de esta catás-
trofe y de oh'as que de ella fueron consecuencia, empe-
zaron los individuos del gabinete á adherirse á la opi-
nion del g~neral Córdova que, en representacion del se-
cretario del despacho de la Guerra, asistia á las sesiones
del Consejo de Ministros. Pero reconocer, á fuel' de hom-
bres justos é imparciales, la exactitud de las razones que
alegaba Córdova y ~ la imposibilidad de concluir la guerra
con solo los recursos del pais era muy diferente de presen-
tarse, como minislt,(\s de la Corona, á proponer la interven-
cion de las potencias cstrangeras. Y ¿,á quién? á un congl'eso
que, poco cnterado de pormenores en que era por otra
pal'te imprudenlísimo entrar, tal vez rechazaria la pl'opues-
ta que se le hiciese; á un congreso del cual, aun hechas por
el gobierno las mas tristes revelaciones, no habia que espe-
rar resolucion alguna favorable sin un debate, largo en su
curso y fatal en sus consecuencias. Esta consideracion ar-
redraba á los ministros para pronunciarse en favor de las
idcas de CÓI'dova, á cuya reduceion á práctica se oponia,
por otra parte, el presidente del Consejo; ni ¿cómo era po-
siblc que, á menos de mostrarse en sus actos inconsecuente
con las palabras en que SOhl'C el particular habia profe-




126 ANALES DE ISAlIEL n.
rido en varias ocasiones, siguiese Martinez, en aquella, otra
línea de conducta. Retraiale, además el temor de la impopu~
laridad que para con los vocingleros y los ilusos le acar-
rearia su adhesion á aquellas ideas y muy principalmente el
recelo de la repulsa que, en vista de los despachos del duque
de Frias, se hallaba espuesto á recibil'; todo, pues, le indu-
cia á negar su apoyo á aquella medida, cuya necesidad abso-
luta tenia él demasiado talento para dejar de reconocer.


Hacíase tanto mas urgente la resolucion de este punto,
cuanto que las noticias del teatro de la guerra continuaban
siendo fatales. Irial'te acababa de ser batido en Guernica
por las divisiones reunidas de Gomez y Saraza; Zumala-
cárr.egui sitiaba á Irurzun y obligaba á Valdés á acudir de
Pamplona á su SOCOl'l'O; la guarnicion de Treviño habia ca-
pitulado despues de tres dias de defensa, sin que, de la lí-
nea del Ebro, llegase nadie en su auxilio; todos los puntos
fortificados, incluso el importante de EsteBa, abandonados
por Valdés, estaban ya en poder de Zumalacárregui: Men-
dez Vigo, atacado en las inmediaciones de Pamplona, habia
tenido que refugiarse dentro de los muros de esta plaza; en
Guipúzcoa , Zumalaeárregui amenazaba á Villafmnca; en
Navarra, Ol'áa, sorprendido junto á Belate por los batallo-
nes de Sagastibelza, sufria un descalabro de eonsideracion;
evacuada la Borunda y á punto de serlo el Bastan ¿ qué
esperanzas que no fuesen ridiculas á fuel' za de quiméricas
podian quedar de llevar á buen lérmino una guerra que
tan colosales proporciones y tan desfavorable aspecto iba
tomando de dia en dia?


Altas y poderosas razones aconsejaban, pues, solicitar,
antes de que el mal se hiciese irremediable, la intervencioll




LIBRO TERCERO. 127
de las potencias aliadas. Contra la opinion pública, escita-
da por el sentimiento de un mal entendido amor propio na-
cional, estraviada quizás tambien por las recientes aseve-
raciones del presidente del Consejo de Ministros y, perver-
tida sobre todo por los clamores que, desde la tribuna del
Estamento popular, exhalaban los hombres del progreso,
venian, sin embargo, á estrellarse los esfuerzos de Córdova
por hacer á los ministros adoptar una disposicioB que ellos
reconocian conveniente y que todo daba á entender que era
necesaria.


No poco contribuyó la incertidumbre de lo que, acerca
de esta grave cuestion, se meditaba ó se resolvia en el Con-
sejo de Ministros á dar pábulo á las inquietudes de unos,
á exacerbal' las pasiones de otros y á tener los ánimos de
todos en un estado violento de penosa espectacion.


Agravándolo con sus declamaciones, y esplotándolo, se-
gun costumbre, en daño de los ministros, conspiraban oculta
y abiertamente por derribarlos los hombres de la oposicion.
Resueltos finalmente á formular contra el gabinete un voto
de censura, reuniéronse, entre instigadores y seducidos ,
unos sesenta procuradores en casa de Caballero, al efecto
de adoptar una medida pal'lamcntaria capaz de mejorar la
situacion política, «comprometida (decian ellos) por la esti-
»pulacion de 24 de abril.»


El dia 10 de mayo, que fué el mismo en que se celebró
la ses ion nocturna de casa de Caballero, tuvo noticia el go-
bierno de que, para el dia siguiente, se estaban fraguando
planes de trastol'llo y que llasta habia proyectos de asesi-
nato. En consecuencia, adoptaron los ministros cuantas me~
didas hacia indlspensables la necesidad en que á la vez se




128 ANALES DE ISABEL n.
hallaban de proveer á su seguridad personal y de impedir
que se turbase el órden público, concertandose al efecto
con el capitan general de :\Iadl'id, conde de Ezpeleta. Entre
las medidas que, de acuerdo con los ministros, tomó la
autori~ad militar, fue una que, en el Prado, para desde alli
destacar patrullas que vigilasen los alt'cdedores del Esta
mento, se situase una fuerza de quinientos infantes y ochen-
ta caballos.


Grande ,-,gitacion, asi en las tribunas públicas como en
el salon de sesiones, pudo uotarse cuando, al abl'irse la del
11, presentó Caballero, segun lo convenido la noche antes,
una proposicion concebida en estos términos:-(Pedimos
»al Est'-'mento que delibere y resuelva elevar una peticion
)la S. "M. manifestando que la marcha seguida por la ad-
»ministracion actual ha causado males graves á la patria y
»)quc, por lo tanto, el Estamento la juzga desacertada.»
Apoyándose en las disposiciones del reglamento, negóse el
presidente á dar curso á la proposicion; mas, como á este
fallo no se conformase el obstinado autol' de ella, quiso el
conde de Almodovar recurrir á la decision del E~tamellto.
A consecuencia de esta indicacion tomó Galiano la palabra,
y tratando de oponer á las disposiciones fundamentales é in-
prescriptibles de un reglamento en vigor, preeedentes que,
por su mismo caractcr de escepcionali 1ad, ninguna fuerza
tenian,-((pido-decia-que se lea el acta de la sesion del
dia 19 de enero último.» Pero el presidente, con mucha
energía y sobrada r<lzon, repuso que, la proposicion era
contraria al reglamento, del cual no podia apart'-'rse-(Si
»á pesar de esto-añadía-el Estamento, que es mas fuerte
llque yo , quiel'e que el reglamento se infrinja, desde luego




LIBRO TERCERO. 129
»)me conformo con que se le dé cuenta del documento de que
))se trata.») Vn nó salido de los escaños de la asamblea puso
fin á aquel debate y á las esperanzas que, enll'andode lle-
no en el, tenian de promover escám]alo los firmantes de la
proposicion.


Batidos, pCI'O no dcsengañados; antes bien, ciegos de
cólel'a y úvidos de tumulto, dieron á la cuestion olI'O giro y
otro preleslo ú sus fllrol'es. Lopez (don Joaquin María) quc,
entre Jos hombres que al gobiel'llo hacian la oposicion, pasa....;
ba pOI' uno de los mas al'llienles y era seguramente uno de
Jos m3S brillantes y mas facundos oradol'es , fué el que en
aquella ocasion rompió las hostilidades. Calificando de aten-
tado hOl'l'ible las medidas de óJ'den público y de segm'idad
pCI'sonal lomadas pOI' los ministros, cuya existencia ame-
nazaban los puiíales de los asesinos, f¡uejábase amargamen-
te de que, en la tribuna pública del Estamento, se hu-
biesen introdueído agentes de policía. Y-«tanlo mayor-
decia-ha dcbido SCI' mi estl'alleza, CUllnto que hace poco
)tiempo se ha lwesenlado \lna eompama á mano arma-
)da feenle al Estamento, como para venir á influir en
»)nuestras deliberaciones.»)


El hecho era cierto; pel'o completamente infundada la
hipotesis de su origen y la dedllceion de sus consecuencias.
En las tr'ibullas públicas, á pesar de esto, ú á causa de ello
quizá, }JI'orlujcl'on las palabras del procuradoí' valenciano un
efecto, l11l·jor diré un tumulto, tal (Iue fué prec iso que el
presidente, invocando la dignidad de sus funcio nes y re-
vistiémlose de toda la energía de su caráctel', man dase en
nombre de la ley evacuar dichas tribunas y cerl' ar las
puertas que á ellas daban entrada. Y, en tanto que, á la par~


To.l)w 11. 9




430 ANALES DE ISABEL n.
te de afuera del edificio del congreso, se agitaba aquena tur~
ha, gritaba dentro de él Lopez,-«Por mi parte, yo dejaria
»de ser pl'ocurador, ¿qué digo? dejaria de ser español si no
»pidiese aclal'aciones solH'e un agl'avio de tal trascendencia
)¡hecho á la representaeíon nacÍon al y que esta no debe to-
)¡Iemr en manera alguna ..... Esto ha sido un atentado, un
»insulto hecho á la representacion n aciona!.)¡


¡Pobl'e gobierno el que, cn vista de semejantes obser-
vaciones, hacia retirar del Est amento la fuerza que, para
aten del' al cuidado de su pI'opia consel'vacion, habia desti-
nado á aquel punto! ¡pobre gobierno aquel que todavía, des-
pues de este acto de inexplicable debilidad, se pI'esentaba
á escusarse de lo ocurrido, ¡), negar su participacion en ello
y á dil'igil' cumplidos y hasta lisonjas al Estamento, en vez
de exhalar las quejas que mCI'ceia la injusta y díscola con-
duela de muchos de sus individuos!-«EI gobierno-deeia
Martinez de la Rosa, tratando de explicar un hecho que no
necesitaba explicacion-el gobiemo, á quien lIcgaJ'on varios
»avisos de que se tl'ataba de pe rturb al' la tl'3nquilidad pú-
"blica, dió en consecuencia á las autoridades la ól'den de
»reprimil' cualquiel' tentativa; pero no se entrometió á pres-
Ilcribir esta ó aquella medida, lo cual corresponde á las au-
»toridades. Una de estas medidas fué enviar aqui tr'opas;
»pero luego que lo supe, yo mismo saH á mandar que se
»retirasen. »


En este estado las cosas, toma Argüelle s la palabra, y
dando distinto rumbo al debate, hace otra interpelacion, y
pide nuevas explicaciones al gobicmo sobre el asunto I'ela-
tivo á la estipulacion del lord EIHot. A Argüclles contestó
Mal'tinez alegando de nuevo todas las razones de justicia,




LIBRO TElieERO. 131
de conveniencia y de humanidad flue habian presididó al tI'a-
tado hecho en las provincias del Norte por influjo del nego-
ciarlor ingles, y acabó diciendo fine el Estamento tenia abier-
a la puerta pa ra pedir en las formas legales la responsabili-
dad de los actos de los ministros, en euyo caso contestaria.


Negando flue, en el círculo cstrecho de estas formas, ha-
ya medio dc exigir á los ministros semejante respoi1sabili-
dad, y crigiéndose en campeon de los fueros y de las atribu-
ciones del Estamento, insiste Caballero en que, no fiendo
cosa en que quepa duda la adhesion del gabinete á las esti-
pulaciones recienlemente fil'Inadas por intcrvencion del lord
Elliot, se está, no como t¡uiem en el caso de dirigir una pe-
ticion á S. M. , sino en el de promover una acusacion" for-
mal contra Jos ministros y exigirles la responsabilidad de su
eonducta. En vista de lo cual, y á pesar de las observacio-
nes de Martinez de la Rosa, dirigidas á probar la ilegalidad
de este procedimiento, se tomó en considemcion por cuatro
votos de mayoría una pl'oposicion fOI'mulada por Caballero
en los términos signicntes:-«Pido al Estamento se sirva
»declarar que, conforme al artículo 139.· de su reglamento,
npuede legalmente ocuparse en examinal' la conducla de
)Jlos secretarios del Despacho respecto de las estipulacio-
)mes entre el general Valdés y el rebelde Zumalacárre-
})gui, y por tanto, flue se acuerde reclamar del gobierno el
llreferido convenio.»


Terminado este incidente y levantada la sesion, retirá
base ya Mal'tinez de la Rosa, cuando, en el momento de ir
á subü' al coehe, se vió acometido por un grupo de hom-
bres armados que, gritando ((muera el traidor» le ame-
nazaban con sables y navajas. Afortunadamente, ninguno




132 AN.\LES DE ISABEl. n.
de ellos llegó á herirle. Martinez tomó su carruage y en
él se encaminó á su casa, á cuya puerta estaha, en actitud
amenazadora, aguardándole otro grupo compuesto de pai-
sanos armados y dc urbanos. Un tiro que accidentalmcnte se
le escapó á un soldado de los cuatro (fue hasta alli, desde
el Estamento, habian ido acompañando al presidente del
Consejo, ocasionó un conflicto á que puso fin la llegada del
capitan general. A la primem intimacion del conde de Ezpe-
leta, apartó se del coche la gente que lo rodeaba y de el pudo
Martinez de la Rosa bajar sin ser inquietado. No se crea, sin
embargo, que por eso cesaron aquel dia los desórdenes en la
capital; lejos de ser asi, en la milicia U1'bana hubo actos
de insubordinacion, de cuyas resultas dimitieron sus desti-
nos y devolvieron sus despachos Yal'íos oficiales de ella;
por la noche sc lanzaron gl'itos sediciosos y se formaron
corrillos en varios puntos; pero ni el carácter que tomaron
fué alarmante, ni larga su duracíon,


Esto no obstante, los sucesos del 11 revelaban de parte
del gobierno imprevision ó recelos, impotcncia ó indecision.
Verdad es (y esto debeconsignarse aqui en abono de los
ministros), que las illjusticias de la oposicion parlamenta-
ria les tenian atadas las manos, coartadas las atribuciones é
indecisa la voluntad. Si, por sospechas de un delito, se prcn-
dia á alguien, tachábase de lnbitrarios y despóticos á los
agentes del podel'; si, afiliado en los clubs, el preso apare-
cia culpable y era sentenciado, ú si, reputado carlista, re-
sultaba inocente y era absuelto, acusábase al ministerio de
injusto y de reaccional'io y al poder judicial de vendido al
gobierno, de desafecto á las instituciones liLerales y hasta
de protector ó encubridor de facciosos. Eutre el dcseo de




LIBRO TERCERO. 133
obrar y el temor de escederse, queriendo contentar á unos
sin malquistarse con otros, el gabinete de Martinez de la
Rosa, cuya fuerza moral iba cada dia amenguándose, .se
hallaba en una posicion que, de pum embarazosa, habia lle-
gado á bacerse insostenible.


En el Estamento de Prócet'es, al dia siguiente y con
motivo del atentado, se presentó cubierta de muchas y res-
petables firmas una esposicion á la reina que empezaba asi:
-«Los Próceres del reino ven con el mayor dolor é indig-
»nacion la anarf¡nia levantar su cabeza y mostrarse en esta
)¡capital con repelidos actos, á cual mas infames y atro-
lJces.» En esta esposicion se acababa por pedir de la ma-
nera mas ené¡'gica el castigo de los culpables. En 'su cali-
dad de prócer del reino, asistía á aquella sesion el general
conde de Ezpcleta, el cual, como si temiese cargos, se apre-
suró a pedir la palabra para dar al Estamento las oportunas
aclaraciones sobre su conducta en los sucesos del dia anterior.
Nada que no supieran los pt'óceres que á aquella sesion asis-
tian dijo en esta parte el eapitan general de Madl'id; pero no
dejaron de p¡'oclucit' efecto las palabras con que, reprobando
el atentado, concluia:-« Dc órden del gobierno están tomadas
»todas las providencias necesarias para que esto no se re-
»píta, y la fuerza armada se halla dispuesta á repeler cual-
»quiera agl'esion de los malvados y de los agentes del Pre-
»tendiente, á los cuales no puedo menos de atribuir el orÍ-
»gen de estos sucesos; pues no imagino que personas de
»nuestra opinion, por mas exaltadas que sean, se entreguen
»ú dar la mano á escesos de esta natUl'alcza, derramando
)ldinero entre los incauto5 Ó malvados que se prestan á sus
»)detestables fines. ~




134 ANALES DE ISABEL H.
Bastante claro decian estas palabras de llonde procedía


el tumulto en que estuvo á pique de perder la vida el pre-
sidente del Consejo de Ministros. Agentes de don Cárlos,
sin ser partidarios de este príncipe, pero en odio del go-
bierno de Madrid, el'an los instigadores de aquella culpa-
ble tentativa; agentes del despotismo por entronizar la anar-
quía, curábanse poco de ver á España conv(~l,tida en un lago
de sangre ó en un inmenso monton de escombros, con tal
de poder, subidos en este ó metidos en aquel hasLa la gar-
ganta, proclamar la libertad de imprenta, la inviolabilidad
de domicilio, la institucion del jurado y otras garantías po-
líticas de que, mas ó menos incompletamente y al cabo de
muchos años de convulsivos esfuerzos y de infructuosos en-
sayos, habiallcgado á gozar alguno que otro ¡meLlo de Euro-
pa. Incautos no conocian, ó protel'vos afertaban desconocer
que el disfrute de aquellas ventajas politicas, compatible úni-
c<)menle con una paz profunda, con l1\1 gran desarrollo de
prosperidad, con una larga práctica de húbilos padamenta-
rios y un estado casi pel'fectü de cnltul'a y civilizacion, era
una 'ianaquimera, tm un pais, dividido pOI' las mas enCOll-
tradas opiniones, una idealidad desatinada en un pueblo que,
profundamente ignorante y poco acostumbrado á pensar, no
comprendia cual era el tél'mino medio entre el despotismo
y la anarquía, no huia de los fmiles mas que pam lanzal'se
en manos de la demagogia, no se sustl'aia al fallatismo re-
ligioso mas que para vCl'se dominado pOI' el todavia mas
terrible fanatismo politico; cra , en fin, un absurdo y un
contrasentido en una nacion de cuya pl'osperidad estaba la
guerra civil destruyendo los gérmenes nacientes.


Como era natural, las palabras del conde de Ezpeleta




LIBRO TERCERO. 135
encontraron eco en la asamblea cuando, reproduciendo una
índicacion del conde de Puñonrostro y reforzado por Gare-
lly, propuso que, á los tél'minos empleados en la peticion
para reprobar el atentado del 11, se sustituyesen otros to-
davia mas enérgicos y significativos.


Mientras esto pasaba en el Estamento de Próceres, en
el de PI'ocurar!ol'es se interpelaba al gobierno con motivo
de aquellos SLlcesos, y se cxigía de él que dijese i «1. 0 'por
»qué no evitó el tumulto, puesto que de él tenia avisos an-
»)ticirados; 2. 0 qué providencias habia tomado para descu-
»brir y castigar á los asesinos.» Verdaderamente la posi-
cíon respectiva del gobiel'Ilo y de sus enemigos tomaba de
día cn dia un aspecto mas singular; el gobierno iba per-
diendo terreno; sus enemigos ganándolo, y, des pues de
aguzar con sus provocaciones el puñal de los asesinos, cla-
maban contra el ministerio, cuyo presidente milagrosa-
mente escapaba á sus furores, porque no evitaba los cona-
tos ni castigaba los cl'Ímencs. El reo se convertia en acu-
sador y la víctima en acusado.


A los ocho dias del suceso por el cual, a las pocas horas
de ocurrido, se interpelaba al ministerio; el 15, pOI' fin, cuan-
do el Estamento de Próceres lo habia hecho el 12 Y el
Consejo de gobiemo el 14, pl'csentaron los Procuradores,
en forma de peticion y fechado del 13, un proyecto de men-
sage ó esposicion á la reina, reprobando el atentado del 11.
Firmado por mas de 70 procUl'adores, claro es que este do-
cumento debía obtener en la yolacíon una considerable ma-
yoda; y, obtcniéndola en efecto, quedó aprobado, no obs-
tante la oposicion que, á pretesto de proferirse en él pala-
bras favorables á \a conducta del ministerio, hicieron GalianO't




136 ANALES DE ISABEL n.
Isturiz y el conde de las Navas. El asunto de fllle se trataha
era en si bastante gmve para que, presei11l1iendo por un
momento de toda cuestion de pal,tillo y aunque no fuese
mas que por alejar de sí toda sospecha de complicidad mo~
ral en el atentado que se rcprobaha, se uniesen en aque-
lla ocasion, como en otras análogas lo hahian hecho, todos
los procuradores. No prevalecieron estas consideraciones,
antes bien, desechallllo el fondo por no aceptar la fOI'ma,
Totaron contra el mensage cuateo peocuradores y tl'ece se
abstuvieron de votar.


A todo esto, en la asamblea popuhw reinaha el desacuer-
do y seguia la contl'Oversia sobre el arreglo de deuda in-
terior presentado por el gobiemo, cuya diseusion interrum-
pian á cada instante turbulentos pl'ocmadol'es, no solo con
peticiones casi siempre intempestiyas y ú vcecs hasta riclí-
culas sino con intm'pelaciones á los ministros y con PI'oposi-
ciones al Estamento. Atentamente examinada pOI' aquellos
dias la prescntada algunos antes pOi' Cahnllcl'o, dióse en la
sesion de 21 de mayo conocimiento dd infornw es tendido por
la comisiono Coincidiendo con la orín ion antcriormente ma-
nifestada por Martinez de la Hosa, juzgaha la comision que
en las facultades del Estamento estaba la lle examinar la
conducta de los ministros, acusarlos y exigirles pOI' sus actos
la consiguiente responsabiI:dau; pero filie, l'efil'iéndose al
caso presente, lo que procedia era dil'i;!'il', Ú los efectos indi-
cados yen la frma que previene el Estatuto Real, una peti-
cion á la Corona. ~todificahan este dictúmcn dos votos parti-
culares de otros tantos individuos ¡le la comisiono Uno de
ellos, Argüelles, motivaba su disidencia en qne In formalidad
de la prévia peticion á la Corona para exigil' h I'esponsahili-




URDO TERCERO. 137
dad a los ministros, aunque consignada en el art. 139 del
reglamento y en las leyes vigentes, era solo aplicable a los
casos ordinarios y comunes, pero no a aquel grave y ur-
gente, en que, por esta dohle razon, se haeia necesario el
empleo de medios mas eficaees y menos dilatorios; y, cn con-
secuencia, proponia f(ue, mas bien que una peticion, se di-
rigiese a la reina un mensage, suplicándole mandase comu-
nicar al Estamento para su exámcn la estipulacion del lord
Elliot. Asi pues, el voto particular de Argúelles, cuya pI'i-
mera pal'te cea una exeitacion dirigida á los Procuradores
del Reino para que, abiertamente y a sabicndas, tomasen
una deliberaeion contraria a sus reglamentos y á las leyes
del pais , envolvia en su segunda parte, por la especie de
compromiso cn que ponia á la Corona, el riesgo de un de-
saire al Est~mento, ó un gérmen de eseision entre ella y los
ministros. El otro voto particular era de Morales. De acuer-
do, como Argüelles, en la primcra parte del dictamen de la
comision quc hacia rcfercncia al cxamen de la conducta de
los ministl'os, se oponía á la scgunda,-( por cuanto-de-
»cia él-sí el fallo del Estamento cs favol'able al convenio,
»resultará una autorizacioll política de mucha mas traseen-
))dencia y dc mas peli¡~rosa interpretacion que la puramen-
))te militar qne hasta ahora ha obtenido. Si, por el conh'a-
))río, el fallo fuese de repl'obacion, serian de temer conse-
))cuencias tCl'I'ibles y funestas.)


Caballero, sosteniendo su proposicioD y tratando la
cllestion presente como de vida ó muerte para el país, dá-
bale un carácter de importancia que en realidad no tenia,
diciendo:-(Es negado el dia en que el Estamento ya a re-
»solver si hemos de entrar en el camino verdadero de sal-




138 ANALES DE ISABEL n.
»vacion, Ó si hemos de dejar sin remedio los males graves
»que afligen á la patria.) Y adviertas e que, al paso que
esto decia, declaraha quc la estipulacion del lord Elliot, que
servia de pretesto á todos aquellos ataques, no habia hecho
otra cosa que «añadir una gota al cáliz de amargura que es-
»taba, tiempo bacia, apurando la nacion.) Violento en sus
ataques e implacable en sus rencores, acusa luego al go-
bierno de haber faltado á todo genero de considel'aeion y á
sus dehet'es, prendiendo en el pueblo de Torre Gil á algu-
nos sugetos inculpados de babel' tomado parte en la COIlS-
piracion del 211 de julio y dolíase sobl'e todo de que estas
prisiones babian recaido cabalmente en los hombres mas
exaltados de dicho pueblo.


Todavia haeian resaltar mas la injusta violencia de las
quejas de Caballero las siguientes palabras que, sin dejar
por eso de acusar al gobierno, proferia Alcalá Galia-
no.-«Nosotros-decia-estamos conformes con las esti-
»pulaeiones del eonvenio; los pl'incipios que en el se con-
llsignan son los nuesll'os; no nos oponemos á el en su fon-
»do, si en su fOl'ma.» Y sin siquiera haeerse eargo de los
vieios de que esta forma adoleeia, apostrofaba de nuevo á
los minisll'os á prelesto de que en periódicos ministeriales
se habia aeusado á algunos exaltados de cómpliees de los
asesinos. Mas claramente, sin salir por eso de su sistema
de oposieion al gobierno, manifestaba Argüellcs la inconsis-
tencia del cargo en que se fundaba la proposieion de Ca-
ballero, cuando decia que no solo aprobaba el convenio
cuyo objeto era regularizar la guerra en las provineias del
Norte, sino que hasta se sentia dispuesto á culpat' al go-
bierno español de que,-(por no haber tomado él la inicia-




LIBRO TERCERO. 139
))tiva, haya dado ocasion a que uno estrangero le robe, le
»)arrebate de las manos la satisfaccion que, en este arreglo,
»siendo de origen propio, hubiera podido tener.»


A Caballero, á Argiielles y á Galiano cúntesta larga y
razonadamente el presidente del Consejo de Ministros. He-
cho lo cual, saca del bolsillo una copia del mistel'ioso con-
venio y, artículo por artículo, empieza á leerlo y á comen-
tario. Y fllé tal el efecto que en el ánimo de los circunstan-
tes produjo aquella, pOI' lo inesperada, oportuna manifcs-
tacion, que Argüelles creyó deber dal' por retirado su voto
particular, y que el Estamento, abandonando el debate, de-
claró por una gl'an mayoría que ni aun á volar el dictámen
de la comision habia lugar á proceder.


Esta contradiccion en que consigo mismo salia ponerse
la fraccion flotante del Estamento de Procuradores, llama-
da por su numero á resolver cuestiones que, escasa de lu-
ces, no alcanzaba a comprender, probaba de parte de los
que en ella incUl'rian cierla sencilla buena fé, cierta tenden-
cia á lo justo; pero revelaba una incap acidad, una indeci-
sion ó una apatía que, explotadas, como hábil y frecuente-
mente lo eran, por el hando disidente, oponian los mayores
obstáculos á la mal'cha regular de los negocios publicos,
ofl'ecian una ocasion perenne de peligros para el buen go-
bierno del Estado y hacian por el pronto dificil la plantea-
cion y precaria en el porvenir la suerte del régimen repre-
sentativo.


Asi, aunque tarde ya, lo comprendieron los ministros.
En consecuencia, terminada que fué en ambos Estamentos
la discusion de los presupuestos del Estado, y dejando pen-
diente la no menos espinosa de la deuda interior, á que ya




uo ANALES DE ISABEL H.
habian consagrado los Procuradores muchas y largas se
siones, se presentó en la del 29 de mayo la reina Gober-
nadora á da¡' tin á los trabajos de una asamblea cuya reu-
niO:l tan pocos bienes habia pI'oducido y cuya prolongacíon
tantos males amenazaba acarrear. Algo de esto, aunque
muy cautelosamente rebozado en frases laudatorias, se tras-
lucia en el discurso que, en aquella solemne ocasion, pro-
nunció en nombre de su hija la viuda de Fernando VII.


Es de advertir ffue, dias antes, (el 19) cediendo á la
opinion de sus colegas robustccida por la del Consejo de Es-
tado, y despues de largas conferencias tenidas con los re-
presentantes de Francia y de Inglatena, habíase, no sin
bastante repugnancia, decidido Martinez de la Rosa á es-
cribíl' al duque de Frias, encargándole solicitase oficial-
mente la intel'vencion del gobierno francés. De las instl'Uc-
ciones que al efecto se le dieron, se envió copia á los emba-
jadores en Lóndres y Lisboa, con encargo de hacer por su
parte cerca de estos sobel'anos gestiones análogas para el
10gl'0 del objeto que preocupaba lodos los ánimos. cual era
la conclusion de la guerra civil (1). En cumplimiento de las
instrucciones que recibió al efecto, dirigióse el duque de
Frias al gobierno fl'ancés; mas este, que no habiendo
seguido con cuidado las discnsiones del Estamento popu-
lar y tomado pOI' la expresion de los sentimientos del pais
las di:clamaciones de los hombres dc la oposicion. te-
mia lanzarse á una empresa de que, una vez acometida,
no hubiese medio de cejal', quiso antes de tomar pal,tido po-
nerse de aeucrdo con el gabinete bl'itánico y ver de asociarle
á la responsabilidad de esta medida. Inglaterra, cuyo interés


(4) Véase apéndice número 2, al fin del tomo.




LmRO TERCERO. 141
no era el mismo que el que tenia Francia y que, sobre to;"
do, miraba con malos ojos esta intervencion, contestó que,
por su parte, de nada respondia y á nada se obligaba. Es
mas; aconsejando al gobierno frances el cumplimiento de
las estipulaciones de 22 de ahril, encargábale se atuviese á
reforzar su ejército ue los Pirineos y le recomendaba la ma-
yor circunspeccion en la adopcion ó el empleo de cualquier
otra medida. Fácilmente, dc esta contestacion se colige la
que á la demanda del emhajador de España debió dar el ga-
billete ue las Tullerias. Temiéndolo desfavorable, ni á aguar-
dar á que ella llegase á Maul'id se avino Martinez de la
Rosa para ucjar un puesto en que por muchos motivos le el'a
ya imposible sostenerse. Con Martinez hicicron dimision los
demas ministros, excepto el conue de Toreno que, toman-
do á su cal'go la pl'esidencia y la secretaria de Estado con
retencion de la de Hacienda hasta la llegada de Lóndl'es
de don Juan Alvarez Menuizabal, designó para las demas
á personas de ideas mas avanzadas que las de los que com-
ponian el gahinete antel'ior. A Valdes, á quien momentá-
neamente se dejó el mando en gefe del ejercito, reempla-
zó en el ministel'io d~ la Guerra el marques de las Amari-
llas; á Meurano en el del Interior don Juan Alvarez Guer-
ra; á don Juan de la Dehesa en el de Gracia y Justicia
don Manuel Garcia Herreros, y á Vazquez Figueroa en el
de Marina el general Alava, que á la sazon se hallaba re-
presentando en Inglaterra á la córte de Madrid. Lo prime-
ro que, subido al poder, hizo Toreno, fue reiterar con
fecha de 9 de junio (1) las ó¡'denes dadas por su predece-
sor cn 19 de mayo; pero, con el corI'eo que llevaba á París


(1) Véase apéndice número 3 al fin del torno.




142 ANALES DE ISABEL n.
los pliegos de Torcno, se cruzó en el camino el que de
aquella capital despacbal'a á Madrid el duque de Frias dan-
do cuenta del mal éxito de la negociacion entablada.


El mes de junio espiraba, cuando empezó á cundir pOI'
Madrid la noticia de esté suceso que, afligiendo á unos,
cuyas patrióticas esperanzas venia á dcstntir, exaltaba los
ánimos de aquellos que, habiéndose pronunciado antes con-
tra la negociacion por intempestiva é indecorosa, hacian al
gobierno responsable del desail'e que envolvia para la na
cion española la respuesta del gobierno frances. Agravá-
banse mas y mas la ansiedad y el descontento con las fatales
noticias que, durante todo el mes de junio, 1I egaron del tea-
tl'O de la guerra. Aguardando órdenes de Valdés para mar-
char en auxilio de VilIafranca, hallábase Espartero acampa-
do el dia 2 de junio en el alto de Descarga. Mas como
ninguna órden pal'a avanzar I'ecibiese, ni él estimase pru-
dente permanecer mas tiempo en aquel punto, determi-
nó replegarse sobre Vel'gara. En consecuencia, mandó al ba-
ron del Solar de Espinosa que con su columna de alaveses
emprendiese el movimiento; siguióle la de Navarra mandada
porel coronel Ulibarl'i, y á esta la de Vizcaya, que el'ala que,
á las órdenes del conde de Mil'asol, tenia cncargo de cubrir
la retaguardia. Péro, no bien habia llegado a su destino la
primerade estas columnas cuando, atacadas las ol/'as dos de
improviso y en la oscuridad dc la noche pOI' un escuadran y
algunas compañías, con las cuaJc::; acudió luego á rcunirse el
resto de la division de El'aso, se desbandaron y echaron á cor-
rer en todas direcciones, dejando en podel' del encmigo UIlOS
mil y quinientos prisioneros, grueso botin y muchas amIas.


No tardaron en hacerse sentir las consecuencias de este




LIBRO TERCERO 143
descalabro. Villafranca, despues de muchos dias de estrecho
asedio y dos de un fuego horroroso que diezmaba á sus
defensores, capituló: capitulo Vergara con sus mil hombres
de guarnicion; Jáuregui abandonó á Tolosa, dejando en sus
almacenes vituallas y municiones; de las gual;niciones de
Durango, Ochanuiano y Eybar los que no 11allaron refugio
en Bilbao cayeron en poder de los cUl'listas, á los cuales
abrieron tambien sus puertas casi todos los puntos fortifica-
dos de aquella parte de la costa de Cantabl'Ía.


Motivo de sérios disgustos y ocasion de graves emba-
razos fueron para Zumalacárregui, por mas estraño que
esto parezca, aquellos señalados triunfos. Lo primero por-
que en el real de don Cárlos, minado por la intriga y agita-
do por la discordia, no falto quien, no pudiendo criticar los
resullados de las operacioncs del hábil Y atrevido caudillo,
le imputase miras desmesuradamente ambiciosas ó poco
leales intcntos: lo segundo por que, aumentada con sus
victorias su gente y con su gente sus necesidades, hallábase
exhausto de recursos para pagar y mantener sus soldados
sin recargar al pais con nuevos o mayores impuestos, que
no habria podido pagar ó que habl'ia pagado de mala gana.
En tal situaeion escribió desde Vergara á su rey mani-
festándole deseos de dimitir un eargo que el mal estado
de su salud no le permitia continuar ejerciendo por mas
tiempo. Justamente alarmado de esta indicacion, apresuróse
don Cárlos á dar á su caudillo todas las satisfacciones que
este podia apetecer. Aceptólas ZumalacálTegui y, resuelto á
continuar en el mando, empezó á discurrir sobre los medios
de salir desde luego de la mala posicion en que le tenia la
falta de numerario. Ocurriosele como el mas pl'olltamente




1U ANALES DE ISABEL n.
ejecutable el dé dirigirse á Vitoria, donue suponia encon-
trar poca resistencia y gran pal'le de los recursos de que
habia menester; pero no l)l'evaleció esla opinion en el cual'tel
general del Pretendiente.


Convenciuo cste pl'íncipe, como lo estaba Zumalacárregui,
de la necesidad de pl'opol'cional'se medios para atendel" sin
vejar al pais, á las exigencias de la guerra, habia consultado
á sus consejeros y dauo por medio de estos algunos pasos pa~
ra contratar fllel'a de España un em!wéstito. Onel'osísimas,
por lo pl'ecaria de su situacion y lo impl'obable de su 1l'ÜIlIfo
definitivo, debian sel', y fueron en efecto, las condiciones que,
para facilitarle sumas respectivamente pcqueñ as, imponian
á los agentes de don Cádos los negociadol'es de prestamos.
Alguno hubo, sin embal'go, que llegó á hacel' proposicioncs
aceptables en cuanto al tipo del empl'<\slito, pel'o subol'-
di naba su realizacion á la ocupacion de un punto impor-
tante y á la instalacion en él de don Cárlos y su corle.
POI' el cual'tel general de este pdncipe, conia lambícn
válida la voz de que las potencias absolutistas, que oculta é
indirectamente protegian a don Cádos y anhelaban su tl'iun-
fo, habían declarado que lo reconocerían por rey de España
el dia en que cstuviese en poses ion de una ciudad adonde
fuese posible mandar agentes diplomáticos. Estas conside-
raciones, reforzadas pOI' algunas de intel'es propio, hacian
á los consejeros de don Cádas, completamente inexpertos
los mas en las cosas de la guel'l'a, fijar la vista en Bilbao
que, mas que Vitoria, ofrecia apariencias dc corle y clue, pOI'
la doble circunstancia de S31' polJlacion muy rica y puerto
muy concUl'rido, bl'indaba á los carlistas con la perspectiva
de recursos mas considerahles, de mayol'es comodidades,




LIBRO TERCERO. 145
y de mas y mejores medios de defensa, como una vez llega-
sen e \los á verse en su posesion.


Zumalacárregui, contra cuyo parecer hahia prevalecido
esta idea, Ílle el cncal'gado de ponel'se al frente de los ca-
tOI'ce batallones fIue, con algunas piezas de artillería de di-
ferentes clases y calilll'es, debian hallal'se, y se hallaban en
efecto, reunidas el dia el 7 de julio ante los muros de Bil-
bao. El 13 estaba ya cil'cullvalada la ciudad; pero no
de una manera 1an completa y tan eficaz como habria
sucedido á no hallarse smtos en la bahía dos buques de
guerl'a ingleses que, manteniendo libres las comunicaciones
por mar, prestaban un podel'oso auxilio á la guarniciono
Componías e esta de unos cuatro mil hombres de varios re-
gimientos, de un buen batallon de milicia urbana y de la cor-
respondiente artillel'ía, con cuarenta ó cincuenta piezas y
gran repuesto de municiones. Por ausencia y encargo de
Espartero, mandaba todas estas fuerzas el conde de Mi-
rasol.


En la mañana del 14, hecho el reconocimiento de la
plaza, rompieron los carlistas el fuego, al cual contestaron
los de dentro que, mas practicos y mejor pertl'echados, cau-
sal'on grandes estl'agos en las filas de los sitiadores. A poco
reventaron dos de las piezas que llevaban estos y empeza-
ron las municiones á escasear en términos de hacer difícil la
empresa, peligrosísima su prosecucion y sumamente inse-
guros sus resultados. Pero cejal' era imprudente por cuanto,
ademas del mal efecto de una tentativa abortada, esponia
la retirada á los inconvenientes de una derrota que despres~
tigiando al gefe carlista, porlia devolver á los cristinos su
perdida fuerza moral. Así se lo escl'ibió Zumalacárregui á
TO~lO 11. 10




14.6 A'\.\I.ES DE ISABEL n.
don Cál'los en parte que le dirigió á Durango, anunciándole
como muy probable el próximo levantamiento del sitio. Y el
mismo dia, y pocos momentos despues de firmado el plie-
go que á su rey encaminaba, recibia el intrépillo caudillo un
balazo que, obligándole desde luego á dejat' el mando de
las tropas, lo condujo al sepulcl'O dos ó tres dias despues.


En el mando del ejéreito sitiador, sucedió por de pronto
á Zumalacál'l'egui su amigo y compaiíero llon Fmncisco Be-
nito Eraso, uno de los gefes mas decididos con que conta-
ba la causa de don Cárlos, pero que estaba lejos de reunir
las altas dotes del caudillo á quien cra llamado á reempla-
zal'. Favorecido, sin embargo, pOI' las cil'cunstancias, eon-
tinuo estrechando el cerco, sin que en él oCUlTiese por
algunos dias nada de pal,ticular, como no sea dos salidas
que, apoyados por la mal'ina inglcsa, hicicl'on los sitiados
para protegel' la conduccion de municiones y artillería que
fué preciso enviar á buscat' á POl'tugalete. En este estado
seguia el cerco sin que, en mflS de quince dias, hiciese
ninguna de las columnas ó divisiones de la l'cina la mcnor
demoslracion en SOCOI'fO de la plaza. Bien querian Latt'c y
ESpat'tel'o aeudit, con las tropas tle su mando á presentar
batalla á los carlislas; pel'o Vald~s vacilaba, por cuanto,
teniendo delante de sí a Villarreal que, con buen número de
sus batallones, le estaba obsenando en la Ribera, temia que
si estos batallones llegaban a reunirse con los que sitiaban
á Bilbao, no bastasen todas las fucrzas cl'isLinas á hacer le-
vantar el sitio dc la plaza, antcs bicn acelerasen su rendi-
cion. Temia, en una palabra, empeña!' una accjon general,
cuyos resultados, siendo decisivos, podian, en caso de re~
ves, tener irremediables consecuencias.




LIBRO TERCERO. 14 7
No queriendo, pues, tomar sobre sí tan gl'ave responsa-


bilidad, pero conociendo los IOconvenientes de su inaccion
y la necesidad de hacer algo, dispuso que las divisiones de
Latre y Espartero, que eran las que mas cerca de aquel
parage operaban, avanzasen sobre Portu¡:;alete, pel'O sin
empeñar accion decisiva ni hacer Otl'3. cosa que distrael' pOI'
un flanco la atcncion de los sitiadores, mientras él, con el
grueso del ejército, los amenazaba por retaguardia. A
consecuencia de esta ónlen , marcharon aquellos dos gene-
rales sobre Bilbao y, saliendo de POI,tugtllete el 22, fe ade-
lantaron a tomar los puentes de Burceña y Castl'ejana, donde,
embistiendo primcl'o al enemigo y atacados luego por él,
sostuvieron sin resultado una accion bastante reüida, des-
pues de la cual, el 24, regresaron a Portugalete por órden
dc Valdés.


En la tarde del 25, rompieron otra vez los carlistas el
fuego, que solo se suspendió el 27 para intimar de nuevo á
la plaza la rcndicion. Mirasol, incierto sobre el resultado de
los combates dados cn aquellos días por 105 generales Espar-
tel'o y Lall'e, no recibiendo partes suyos, no sabiendo su pa-
radel'o ni el de Valdés, ni viendo llegar á nadie á su socor-
1'0, aprovechó la ocasion para ver de ganar tiempo, y al
efecto provoco para el dia siguiente una conferencia con dos
geres carlistas, á quienes pidió un salvo-conducto para un
oficial que ida a Porlugalete á hablar con aquellos genera-
les. La confel'encia tUYO lugar; pero, no habiendo dado re-
sultado, ni habiéndolo tenido tampoco una nueva intimacion
hecha por Eraso al conde de ~lirasol, volvió á empezar el
fuego que, aunque con menos violencia, continuó durante
los dias 29 y 30. En este último, dcspues de muchos de in-




148 A:'i\LES DE ISABEL H.
justificable inaccion, hizo Valdés por segunda ó terce\'a vez
renuncia de su destino y, pretestando el mal estado de su
salud, dejó definitivamente el mando de las tropas.


De él, en calidad de gefe mas antiguo, se encargó en el
mismo dia el general del ejército de reserva don José Lahe-
1'30, el cual, reuniendo todas las fuerzas disponibles, salió de
Miranda el 27 y, por Briones, Losa, Al'ciniega y Balmaseda,
tomó la vuelta de Portugalete. AlIi se le incol'porUl'on las
divisiones de Latre y Espartero, con las cuales y la que él
traia llegó á completar unos diez y ocho mil hombres ,
cuyo poder aumentaban notablemente los auxilios que por
mar estaban en disposicion de dades los huques de guerra
alli situados. La lwesencia de estas trop3s bastó pal'a hacer
á los carlistas levantar el sitio de la plaza, cuya defensa fué
sin duda uno de los mas notables episodios de aquella guer-
ra, asi como es una de las cosas mas difícilmente explica-
bles el abandono en que, durante tres mortales semanas, la
dejó VaLlés, euando tan ülcil era, srgun luego lo IJI'obaron
los hechos, socorreda y lihertada. La conducta del conde de
Mirasol durante estas tres semanas fué nohle y digna, y el
gohiemo, satisfecho de ella, elevó al grado de mariscal de
campo al que pocos dias antes, por no caer en poder del ene·
migo, se habia visto obligado á fingirse tamhor.


Inconcebible elltl'eLanto eea la agitacion cn que, por
falta de noticias positivas de laque en Bilbao y en el ejérci-
to pasaba, estaban los ánimos en la capital. El ministerio re-
cientemente creado sobre las minas del de M.a¡,tinez de la
Rosa veia ya como una necesidad imprescindible proveer
al reemplazo de Valdés, cuyo prestigio como general y cu-
yo poder como ministro amcnguó aquella campaña. Saars-




LIBRO TERCERO. 149
field, con quien, para sustituir á Valdés en el primero de
estos cargos, se contó en aquella ocasion, como que era, á
no dudarlo, uno de los hombres mas á propósito para res-
tablecer la disciplina del ejército y devolvel'le su fuerza mo-
ral, puso reparos y provocó explicaciones que debían retar-
dar su llegada á los parages donde hacia falta su presencia.
Pero la situacion era cl'Ítica, y urgente una detcrminacion.
La que mejor pareció al conde de Toreno fué enviar á Cór-
dova á cncargal'se provisionalmente del mando del ejército y
á llacer á toda costa levantar el sitio dc Bilbao. En posta, y
arrostrando todo género de obstáculos y de peligl'os, llegó,
pues, Córdova á esta plaza el dia B de julio, es decir, al si~
guiente de levantado el sitio. En las cuarenta y ocho horas
que alli pasó, adoptó las disposicioncs necesarias para po-
ner á Bilbao en buen estado de defensa; y, hecho esto,
tomó con sus tropas el camino real de Orduña. Los batallo-
nes carlistas entretanto, no solo desde las montañas que ro-
dean á Bilbao continuaban amenazándola, sino que, ocupan
do los destiladeros, podian oponerse á la salida del ejército
de la hondonada donde imprudentemente se habia metido,
y donde no le era, sin graves desgos , posible continuar.
Todo lo previó Córdova. Atacado á una legua de Bilbao por
seis de aquellos batallones que, al mando de Castor, trata-
ban de eerrarle el paso, desalojólos de sus posiciones. Otro
tanto hizo Gurrea con los que ocupaban la fuerte peña de
Orduña.


No viendo Eraso oportunidad de renovar por aquellos
dias sus ataques eonll'a Bilbao, y no queriendo, por otra
parte, dejar en la inaeeion á sus soldados, determinó man-
dar una espedicion á Navarra y sitiar á Puente la Reina.




150 ANALES DE ISABEL n.
Irstruido de esta determinacion del gefe carlista, sale Cór-
dova de Vitoria, baja por Peñaccrl'ada á Logroño y, el dia
15, marchando con dircccion á Navarra, establece su cuar-
tel general en Artajona. Entre este pueblo y Puente la Reina,
ignorante de la marcha de Cónlova, estemlielldo sus dos
alas pOI' ambas orillas del rio AI'ga, y colocado su centl'O en
las altul'as de Mendigorría , se hallaba el ejército carlista.
Para embestirlo divide Córdova su gente en tres co-
lumnas, de una de las cuales se pone al frente, confiando el
mando de las otl'as al general Espartero y al brigadie¡' Gur-
rea; y asi, tomadas las oportunas disposiciones, da la señal
del ataque por tres puntos á la vez. Por otros tantos á un
tiempo fueron arrollados los carlistas, que, puestos en fuga y
perseguidos con al'dol' por los cristinos, perdie¡'on en aquella
jornada al pie de mil y quinientos hombres muertos, heridos
ó prisioneros. La indisciplina de los de la reina, que lo
propio (segun el dicho de CÓl'dova) se desbandaban en las vic-
torias que en los desastres, impidió á este genel'al coger
todo el fruto que del glorioso desenlace de ar¡uella hatalla te-
nia derecho á esperar. Alguno, empel'O, alcanzó: pues, in-
fundiendo confianza al soldado, restablecia el crédito del ejér-
cito y, en premio de sus recientes servicios y en la esperan-
za de los futm'os, recibia del gobierno el grado de tcniente
general.


Pero ni la disolucion del gabinete de Mal'tinez de la
Rosa tan ardientemente combatido por los hombres del
progreso; ni la muerte del caudillo Cal'lista á cuyo mérito
personal csclusivamente atribuian muchos las victorias ob-
tenidas pOl' sus secuaces; ni cllevantamiento forzoso del si-
tio de Bilbao y la heróica conducta de sus defensores; ni




LmRO TERCERO. 151
los laureles cogidos por Córdova en las alturas de Mendi-
gorría fueron parte á hacer á los agentes de los clubs desis~
tir de los planes de trastol'no y de destrueeion que, tiempo
hacia, estaban fraguando, y de euya ejecucion habian em-
pezado ya á pone/' pOI' obra los medios. En la noche del 5
al 6 de julio, volvió la capital tle Aragon á ser teatro de
graves desórdenes !)l'omovidos por una compañía del tercer
batallon del regimiento del Infante que, reunida al toque de
llamada por un oficial subalterno, á cuyo cargo estaba la
guardia del Iwincipal, se dirigió al centro de la poblacion
dando yoces subversivas. Este acto de insubordinaeion, eon~
sccuencia casi forzosa de la impunidad en que habían que-
dado otros de la misma especic, fué afortunadamente repri-
mido á poco por la cnergía del comandante del balallon
de que formaba parte la compañía sublevada, el cual, ha-
biéndosela casualmente encontrado en una calle, lahizo
volver á su cuartel ancstando al que la mandaba. Pero, á
la mañana siguient.e , so ¡ll'etesto dc que en la persona de
este oficial se pcrseguia á un patriota, vióse vagar por la
ciudad numcroso gcntío y formal'se corrillos, compuestos
en su mayor parlc de milicianos urbanos: hubo gritos á la
constitucion de 1812, tiros, de que resultó muerto un
miliciano, robos de casas, saqueo de iglesias, quema de
conventos y asesinatos de frailes. Las autoridades, débi-
les é irresolutas al principio, determinaron por fin des-
plegar alguna energía; y, apoyadas por el tercer batallon de
la milicia urbana que, con pal'te del primero, el escuadron
de su caballería, y muchos oficiales, fué á reunirse á la es-
casa fuerza de la guarnicion, consiguieron hacer cesar el
tumulto. En tal estado, y á fin de que no quedase impune




152 ANALES DE ISABEL 11.
este acto de rebelion, como lo habian quedado los anterio .
res, se formó causa, se sentenció á muel'te, y se dió gal'-
rote en la plaza pública el dos de los delincuentes. A con-
secuencia Je estos sucesos fué separado de su destino el
capitan geneml don Antonio Maria Alval'ez, en reemplazo
del cual tomó el mando de las tropas de Aragon el mal'iscal
de campo don Felipe Montes.


Toreno quc, á pesal' de la poco favorahle acogida
que cerca del gobierno francés cncontl'aron sus deman-
das de intel'vencion, no habia renunciado el la esperanza de
obtener algo, envió nuevas ól'denes el sus embajadores de
Lóndl'es, Paris y Lisboa. A virtud de ellas reitel'aI'OIl estos
agentes sus instancias y el lo menos, ya que no la interven-
cion dit'ecta con tan mal éxito solicitada, acabaron por ob-
tener de estos gobicrnos una cspecie de coopel'acioll indi-
recta que, considerada bajo el punto de vista material, era
de poca importancia, y de menos todavia hajo el punto de
vista moral. Entre la conc\usion de los conyenios celehm-
dos el este efecto y el envio de los auxilios que en él se es-
tipulaban, mediaron algunas semanas, umante las cuales
se ocuparon en reorganizarse mas que en batirse los dos
ejércitos beligerantes de las provincias del NOl'te.


En las aragonesas y valencianas empezaban lIe nuevo á
inspirar serios temol'es las bandas de CalJl'el'fI. Capitanea-
das por Quilez y T orner unas amclIHzabulI á Canta-
vieja, en tanto que otras, mamlaJas por Forcadell y
varios gefes de menos monta, alacaban á Canet, obligaban á
su guarnicion á cncel'rtu'se en el fUcl'te y saclucaban la po-
blacion. A los pocos dias todas estas bandas, unidas el la
del. Serrador , fonuando un total de quinientos llOmbres, y




LIDRO TERCERO. 153
mandadas por Cabrera mismo, eran batidas en Mosque-
ruela por el coronel Decreff; pero, rehechas á poco, espar-
cíanse en distintas direcciones. Cabrera, llamando á Sí
algunas particlas de las que vagaban por el alto corregi-
miento de Tortosa, se dirigió á la sierra de Lobo y oeup.)
la villa de este nombre; de alli, pasando á Camarillas, Bal-
dejame y la venta del Lueero, cayó el 23 de mayo sobre
la rica villa de Caspe, que ocupó á viva fuerza y saqueó.
Pocas horas desJlues, pel'o ya tarde, lIcgó ~ogueras para
ver los estragos que en la villa acababan de hacer los inva-
sores.


Estos y otros escesos á que por aquel tiempo se entrega-
ban los carlistas de Aragon y Valencia, tenia n conster-
nados á los habitantes pacíficos de aquellas comarcas, y da-
ban á los agentes de los clubs pretesto para promover al-
borotos como los que, en la noche del 5 al 6 de julio, aca-
baban de tener lugar en Zaragoza.


Lleno el gohierno de alat'lua y conociendo que aquellos
sucesos no cran, digámoslo asi, masque el preludio de una
inmensa conllagracion que amenazaba es tenderse á todo el
reino, adoptó, para ver de conjurar el mal, varias disposicio-
llCS que no estaban seguramente á la altura de las circuns-
tancias. De estas era Ulla la de mandar salir para el ejército
ú á sus respectivos depósitos á los gefes y soldados que, sin
motivo plausible, permanecian en Madrid; otra la que te-
nia por objeto el es purgo de la milicia urbana; otra en que se
pl'escl'ibia a los capitanes gcnerales y comandantes de dis-
tl'itO la formacion dc comisiones militares para juzgar á los
que intentasen tmbar elórden público, y se declal'aba priva-
dos de sus empleos, honores y condecoraciones a cuantos se




154 ANALES D1<: lSABEL II.
afiliasen en las sociedades secretas; otras varias, en fin,
que ningun efecto podian producil", no teniendo el gobierno
medio alguno de hacerias ejecutar. Y para satisfacer hasta
donde creia posible las exigencias de los liberales exagera-
dos, adoptó tambicn con respecto á las órdenes religiosas
algunas disposiciones que produjeron por de pronto muchos
mas males que bienes. La vet'dad es que estas disposicio-
Des , sin satisfacer completamente, cuanto menos desar-
mar á aquellos pOI' sugestiones y en obsequio de quienes se
adoptaban, influyeron muy desfavorablemente en el ánimo
de muchos que no creian poder en conciencia simpatizar
con un gobierno que echaba de Espafta á los jesuitas y de
sus conventos á los frailes, Su resultado fué, pucs, lanza¡' á
un sinnúmero de estos y de sus amigos ó allegados en las
filas de los facciosos.


No tardó el gobiel'llo en ver y España toda en deplorar
los inconvenientes de una medida que, buena en sí, era en
aquellos momentos, visto el estado del pais, un enOl'me de-
sacierto. Ella, efectivamente, dando aliento á los exaltados
é impulso á la rebelion, provocó escenas sangrientas en mu-
chos puntos y fué ocasion de graves trastornos en casi todos
los de la monarquía.


A mediados de julio, una partida de facciosos, capita-
neada por un fraile franciscano fugado de un convento de
Reus, sorprendió un destacamento de urbanos de aque-
lla ciudad que, desde las orillas del Ebro, donde ha-
bia estado de guarnicion, regresaba á sus hogares. Ba-
tido y dispersado el destacamento, quedaron en poder
del fraile un oficial y algunos urbanos que, acto con-
tinuo, fueron pasados por las armas. No bien llegó á la




LIBRO TERCERO. 155
ciudad la noticia de este suceso, tal traza se dieron para
explotarla los agentes de los clubs, que el mismo dia fue-
ron presa de las llamas los conventos de San Francisco y
el Cármen, y víctimas del furOI' de los urbanos y del popu-
lachoeuantos religiosos huLiel'on á las manos. En esta ocasion,
como en otras muchas, las autoridades desprevenidas, im-
potentes ó medrosas nada hicieron para prevenir, nada
intentaron para alaj,U', nada se atl'eviel'on á disponer para
castigar tales desmanes. La tea de la guerra civil, blan-
dida pOI' los anarquistas en el seno de ciudafles populosas,
venia á dar una intensidad aterradora al incendio que,. en
los valles y en los montes, atizaban sin reposo los secua-
ces de don Cárlos.


El gobierno, flue temia por Madrid, mandaba en tanto
á las provincias del Norte pOI' la division de Latre y des-
membraba el ejército de Córdova, insuficiente ya para
guarnecerlas, cuanto mas para reconquistarlas. La opinion
estaba dividida; la in1luietud era general; el desaliento con-
tagioso; la catástl'ofe inminente; los recursos con que, para
conjmarla, contaba Toreuo pocos; la confianza que de ello
mostraba inconcebible.


FIN DEL LIBRO TERCERO.




I
I


I
I




DISCURSO


QUE DEBI PRONUNCIAR EN LA SESION DE 2,t DE OCTUBRE
DE 183.\, LO CUAL NO VERIFIQUE POR HABEBME NEGADO LA
PALABRA EL PRESIDENTE MARQUES DE LAS ÁMARILLAS.


4PElWDUJE .t.L LIBRO TERCERO.


«Dias hace que, con el objeto de que se consumase sill oposi-
cion la proscripcion ~cl empresli.to. ?u('~hard, obj~lo privilef$iado de
los odios de UII parltdo, se conclblO la li.lea de pnvarme de la pnrte
!lue, en mi calidad de prócer del reino, debia yo tomar en las de-
liberaciones del ilustre Estamento, sobre tan importante cuestiono
Sabíase que yo podia desvanecer con una sola palabra el error que
se ostentára hasta entonces triunfante y erguido, y descubrir las
miras interesadas que dictaban aquella proscripcion inicua; y se
determinó sofocar mi voz lanzando contra mí, desde un sitio (1)
'lue no se temió profanar por la mentira, indignas acusaciones por
la intervencion que tuve en algunos de los trámites de aquella
operacion.


«El '2;; de setiembre, escribí á los diarios, anunciando que
ba á confundir aquellas imposturas; y, para que mi vindicacion
fuese legal y solemne, me dirigí al gobiefllo pidiendo que mandase
proceder á un exámen detenido de mi conducla en aquel negocio.
El gobierno accedió á mi deseo, nombrando para evacuar aquel
encargo una comision compuesta de tres próceres y otros tantos
procuradores, escogidos entre los hombres de lodas opiniones de
amhos Estamentos.


"Esta provocacion, oficiosa de mi parte, impuso silencio al vul-
go de detractores, y aun á cinco ó seis de nuestros colegas que,
mostrandose animados del deseo de sostener el decoro del Estamen-
to y pretendiendo que este exigia quemejustificasedeaquella impu-
tacion, buscahan medios de impedir mi concurrencia á él. No pa-
reció estraño que á poco dejasen de hostilizarme aquellos próceres;
pues ¿cómo continuar haciéndolo contra un hombre que no teme
entregar la conducta que observó durante un largo periodo de ab-
solutismo á discrecion de personas que, viviendo bajo un régimen
de libertad, pueden fallar con arreglo á los principios ó á las ins-


t~) La tribu~~ del Estamento. popular. El autor de estos Anales 110 podia
de'lguarla espltrltamentc en su discurso rorque el reglamento prohib ia hllbllll
~II UII Estamellto \le lo que se hacia eu e otro. (N. del E.)




158 ANALES DE ISABEL n.
piraciones de la nueva época? Cualfluiera que sea en efecto la idea
que se tenga de la independencia y la imparcialidaLl de los comi-
sarios á qUIenes se ha conllado e,te encargo, no se puede suponer
que basten á defenderse de las instigaciones malévolas de que se
van á ver rodeados, asi como no :¡lUeLle suponerse que yo conoz-
ca tan poco á los hombres que 110 sepa que, en épocas de revolu-
clOIl y de pasiones, los mas honrados temen haccrse blanco de ellas
y sofocan á menudo sus sentimientos generosos por no ver turba-
do su sosiego ú compromeLida su seguridad, Provocar yo el exá-
men de mis actos es, pues, probar la conlianza que tengo en mí
mismo; es mostrarme seguro de que el resultado de este ex{¡men,
cualquiera que sea la opinion de los jueces que el Estamento nom-
bre y á cuyo fallo desde luego me someto, será proclamar no solo
la pureza de mi conducta, sino la indepen(lencia de mis opiniones y
la elevacion de mis sentimiento~.


«Collsideracion tan perentoria no bastó, sin embargo, á desar-
mar á algunos de los enemigos que me habia hecho la inflexible
severidad de mis principios. Para acallarlos y evitar al mismo tiem-
po la necesidad de entrar hoy en detalles personales que podrian
no tener cabida en la grave é importante discusion que va a abri 1'-
se, me adelanté á dar, en mis observaciones sub re el empréstito
Guebhard, que hice im[lI'imir y distribuir el 6, explicaciones vie-
tortosas que me han valido sinceros parabi()nes de muchos de los
hombres mas leales y lllas honrados del reino.


«Pero estas explicaciones. aunque llenas de 1Il0deracion, han
descorrido una pequeña parte del velo que cubria tristes y deplo-
rables misterios. 'fémese que mis reyelaciones enérgicas aeaben
de descorrerlo, y hé aqui forjada al punto una conspiracion para
ahogarlas. Ufano yo del efecto que han producido mis obscrvacio-
nes impresas; seguro del fallo hOllroso que recaerá sobre mi con-
ducta loda, cuyo exámen me he apresurado :í solicitar, é instruido
desde ayer de que el Estamcnto á que pertenezco no se asociará a
una obra de resentimiento y Lle encono, 110 permitirá la proscrip-
eion de una de las deudas lllas sagradas de la monarquía española,
me habia propuesto no escitar pasiones y no tomar parle en la de-
liberacioll de este dia; pet'u he debida cambiar de propósito y COIl-
currir á la ses ion luego que he sabido que se trataba de atribuir
mi ausencia al recelo de entrar en una discusion profunda, al te-
mor de verme agobiado de. recriminaciones Asi, abatido por la
fiebre, pero alenlaclo por la necesidall de so~tencr el lustre de mis
actos y la gloria de mi nombre, vnelo á recoger el guante que se
me arroja, ti combatir el error, á confundir la iltlpostura; y apenas
pongo el pie en este recinto, un colpg-a cuyo destIerro he contri-
buido yo ti levantar, un colega cuyo decreto de amni:;lia he ~pr()ba­
do como ministro, dcsplles de haberlo, como l'arlicular, >ollcitado
muchas veces de palabra y por escrito (1), se constituye instru-


(tl Véase apéndice núm.l Q á la biografía uel autor, tomo 1, p:ig. 43, (No,
tadeIE.)




APENDICE AL LIBRO TERCEBO. 159
mento de la conjura, se hace el órgano de una pretension extrava-
gante, y pretende que se me vede completar en el Estamento.las
aclaraciones necesarias para guiarlo en la votacion de un negocio
público é ilustrarlo sobre el mérito que contrajo uno de sus miem-
bros en la intervencion que en él tuvo.


"Esta prelemion anárquica, injuriosa no prenlecerá cierta-
mente. Y ¿sobre qué se fundaria en efecto? ¿sobre qué un individuo
ha osado uirigir contra mi sandeces groseras, desrnentidasde ante·
mano por el murmullo dI) indignacion que han escitado? Y ¿quién
es ese individuo que un club reaccionario y desalumbrado designó
para que fuese el órgano de sus miras de oprobio y pardicion? Sé
que no debo calificarlo, porque el reglamento lo prohibe, si hien
cuando la proposicion del seI10r Alava parece apoyarse en una in-
juria que se me ha hecho en un parage del cual ese reglamento
mismo le yedaba hablar, nada tendria de estraI10 que yo pidiese
para la dden,a la misma tolerancia que se ha mostrado para el
ataque. No la invocaré, sin embargo; tengo yo mejores armas que
mi adversario, y contra nadie, ni aUH en defensa propia, me valí jamás dc las prohibidas.


ceLa medida cIlle contra mí invoca el prócer amnistiado estriba
sobre la deplorable confusion que él hace de una acusacion que
hombres revestidos de uua autoridad legal pneden intentar contra
un miembro del Estamento, y una torpe diatriba que contra él
lance el espíritn de faceion, representado pUl' un individuo sin mi-
sion y sin cilrácter. Para hacer valer la primera, lienen las leyes
señalados trámiles, durante los cuales debe el legalmente acusado
abstenerse de toda illtervencion en l!ls negocio, públicos, hasla
hacer triunfar su inocellcia. Pero no le somete á la misma necesi-
dad la imputacion :Ipasionada de un individuo oscuro á quien mi-
ras de partido, intereses de club lanzan en la carrera de la difama-
cion. Si las lIlentiras Yillanas de tales acusadores bastasen á lan-
zar iI los maltratados por ellos de los escaiíos de la legislatura,
¿quién responrJe de que estos no quedarian vacíos en una semana?
¿bastan lo~ sentimientos puros, los scnicios eminentes, la mas
aeredilada conducta para que nadie se crca al ,lbrigo de la calum-
nia? ¡,no son al contrario aquellas cualidades un blanco en que la
envidia y la malignidad guslan de ejercitarse con rrefcrencia~ Un
malvado que ~lIcesivamente se fuese encarnizando contra tod:ls
las notahilidatles reunidas en este augnsto recinto, lo dejaria de-
sierto en pocas horas, y las facciones, que de~graciadamcnte se
agitan en nuestro suelo con ulla actiYidad satánica, se desembara-
zarian asi del cuerpo destinado {¡ contrarestar sns anárquicas exi-
gencias y su tcnrlrncia desorganizadora. ¿No vimos ya los frutos de
este sistema en la famosa (;oll\"('llcion Nacional del reino vecino? ¿No
pasaron diputados muy respetables de los escaI10s de aquella omni-
potente asamblea al banquillo de la guillotina? A este término nos
conduciria poco iI poco ú de prisa la adopcioll de la proposicion
monstruosa que combato.


«Combatiéndola, no lo hago en mi intereso Engreido de los ser-




160 ANALES DE ISABEL~' 11.
vicios que he prestado á mi patria, no sen tiria yo quizá que com-
pletase la reputacion que ellos me h311 hecho el lauro de una pros-
cripcion inicua; pues á esto equivaldria en efecto la decision que
me privase tcmporalmente del derecho que me da mi dignidad de
Proter á hacer re~onar estas bóvedas con mis patrióticos acentos. No
lo sentiria, digo, por mí; senlil'Íalo por la ignominia de que se cu-
briria el Estamento, conspirando él rnisnJocolltra 'u tUas escelsa pre-
rogativa quees la inal1loYilidad de sus miembros, silllcionalH)o el de-
recho de destituirlos á arbitrio de las pasiones, haciénduse el instru-
mento ciego de los furores de una pandilla dc,;atalcntada, y suici-
dándose asi en mengua propia yen daño de la causa públiea.


«Y no se diga que la proposicion que combato no tiene 011'0
objeto que suspender moment:lnealllente el ejercicio de las funcio-
nes de un prócer del Reino. No, no estorba solo á nuestro colega
ni al partido de que lleva la voz mi asistencia á la ses ion de boy;
le estorba á él Y á los suyos la firmeza COl} qlle saben que combati-
ré doctrinas que se van desenvolviendo COIl poco recato, y que re-
novarán, sino se les cortan lus vuelus, la catastrofe de 1~23. Hoy
se trata bajo un pretesto ridículo, que hace parte rle las doctrinas
que denuncio, de mi abstencion temlloral; pero, una vez.sancionado
el principio de que, las mas ahsurdas imposturas SOIl un mOlivo
suficiente para decretarla, nada sera mas faeil que prolongarla in-
del1nidamente á favor de imputacione;; sueesivas, de que no se
cortará el hilo, pues las facciones no acostumbran {¡ pararse en su
marcha. No; por mas que me honre la prcdileccion con que hoy
me ataca mi amnistiado colega; ]lM mas que esta prefereneia sea
para mí un motivo legítimo !le engreimiento y -ufania, yo debo
oponerme y me opongo á su proposicion como atentatoria á las
prerogativas del Estamento, á los derechos de sus inrlivÍlluos, al
respeto debido á las leyes, á (as reglas en fin de la moral y de la
justieia universaL


«l.\'le retiro del salon mientras, con presencia de estas conside-
raciones, acuerda 1'1 E,tamento lo que estime convenir sobre esta
incidencia, prote~t,llldo de antemano contra toda resolucion que me
prive un solo momento del uso de la palabra, qlle tengo derecho de
{'edil' en todas la~ dis~lIsillnes, y que pido ¡Iesde ahora en la que vn
a abrirse sobre la suerte del empréstito Guebhard.})




EL CONDE DE TORERO.


Don José Maria Queipo de Llano, conde de Toreno, nació en Oviedo el 26 de
noviembre de 1786. Hizo en Madrid la mayor parte de sus estudios, y (n Madrid
se hallaba el célebre 2 de mayo de 1808; pero partió en seguida Íl Oviedo, donde
contribuyó no poco al alzamiento contra los franceses, y fué nombrado indivi-
duo de la Junta, y luego enviado á Lóndres para negociar la alianza con Ingla-
terra. Electo diputado para las córtes de Cádiz en 1811, se distinguió ya como
orador elocuente, pero envuelto en la perserucioll de los demas diputados de
aquella época, tuvo que emigrar al estrangero. Con motivo de los sucesos del
ailo 1820 Ii 23, vino á España y tomó parte muy activa en los trabajos legislativos,
sobre todo en el ramo de hacienda, de cuya comision era individuo. Volvió á
emigrar cuando el restablecimiento del régimen absoluto, y permaneció en Pa-
rís hasta 1832 que entró en su pátria en virtud del decreto de amnistía. En 1834,
formó parte del ministerio presidido por su amigo Martinez de la Rosa, del cual
fué luego á su vez presidente, basta que la fuerza de los sucesos le obligaron á
dejar el puesto. En virtud del pronunciamiento de i8.tO, emigró otra vez á París,
y allí murío á los pocos meses. El principal monumento de su gloria es la ohra
que escríbió y se ha publicado con el titulo de His/oria de/levantamiento, guer-
"11 y revolucion de España.






B Blanco lit'






fir,He~ drsóruencs en narf'f~lona.-.\!ir.~inalo de treinta! dos frailrs.-QllclDil
Oc nlrio.~ convenlos; dI' 1:1 fúbrica de tl'jitlos de BonaplaLa )' de los papclrs lb,
la polil'!a.-'Iuprle dC'sa:-.tro~a .¡pl p;cncral Bassa.-Form3cion (le lilla jUil-
la ¡;wl)('rn;¡tir(J.-Paslor~J pl'l'sidentf' de ella.-H~·ja el gcneral Llande!' f'I
mando militar do Cat.,luüa.-Tumulto"", quema y supresion ue c'on\'enLo:s en
Igualada, Yié!l , Le'riJa, GcroIla , ?tIontblanch; Yalls, l;a1sct, Tarragona y
otros puntos Ilel Prinripado.-Esti{~ndcsc l'ste movimiento insuTrcecional á
las Islas llalearcs, y á las pro\'incias de Yalcncia, Zara~oza y Murria.-
Eseursiones Up lo~ c'nr1istns._E:.:t:Hlo uo :Uadrid.-Diricil ~ precaria süuaf'ioll
rlel ministerio.-Actiluu aUlGnazallora y exi;;cncills de la milicia urhana.-Tt:'n-
totivas de conciliacion hechas por el general Quesaua.-Mcdiacion de don Vi-
cente Ul'rtrall de Lis.-Toma Quc>uda el mando de la ca ['ital.-Bando de
L"ltrr.-D(',·,órllf'w's en Yal:adold, lUftlaga, Snlamanr:1 ~. otras riudad"s flrl
reino.-.Tuntas rcvoluí'ioJ1<ll'ias dr. Andalll(,J(l--El principD de Allt~lona !leja
el mando de la t.1piLania gt~n(~ral dI' Se,¡!la al nwnfu~:; de la COHl'ol'flia.-Jm.-
1as d,-] l·'errol, Uadaj{)'t., la eoruna, Pontryt'dra. I,u~o, Orens{~) Palma (~f'
Mallorca, Yalencia, Bar""lon, y ca,i todas las ciudades de España.-Salida
de Pastors de llaHclllna.-Esel'~os cometidos en I~ualada, Gerona, Rosas ~­
I .. erida.-Llegada de la lrgion auxiliar fnlllf'('~a á E~p;!¡-la.-~·lo\'imirllbs dd
~efe carlista Gucrgn(', rn el o1to Aragon y pn Cataluña.-Llegada y dcsrmlwI'-
('o de las tropas auxiliares inglesas.-La divisioa all~lo-}¡ispalla a las órdenEs
de) gCIlt-Ti.d E, ¿HI ... alaca a ![Pl'l1'llli.-InfructUO:-;Q resultado de este ataqur..-
lHoqueo de Bilbao.-.\I~ud('f1 tropas d~~ San S :hasUan y d:"l otros puntos ~
obligan á ~Iaroto á lcvantdrlo.-:;1cdidas <le Toreno con!!'a las juntas remJu-
rionarias formadas en tod:J E~pnüa.-Dpjan f'1 fÍuqu<::' ¡~(' AllUmaJa y Alvarcl
(~lll'rt'a sus rf'foIprr.tivos ministrrios.-Rf'mplazanlos el duque de CastroterTe-
flO y don 'Manuel de Hivahrrr"a.-Doll Jo," Sartorio llomhrado ministro de
~f",·i¡¡a.-~uc'"s actos de rehclion de las juntas de \as provincias contra d
gohirrno dI' ~ladrid.-~lultiplicánse las han das carlistas en f:ataluña, Yalen-
f'i::l y d hajo .'\.ra~on.-E5rUerLOS combinados de Gurrea y Pastors contra el
1\0; de Eroies ~ Guergué.-f:orr,,,·ias ~' opcra"ionl's d,· (aliTera y de Qui[Pz


1'0310 JI. 11




ANALES DK ISABEL lI.


fU el bajo Aragon.- Aparicion de nueva. partidas carlistas en las prO\ in-
,'ias del Centro y del Noroeste de Espaiía,- Actitud agresiva del ejército '~s­
c'o-navarro.-Mendizabal nombrado ministro de Uamenda.-Pormenores de su
viage desde Inglaterra por Francia, el Norte de España y Portugal.-Crisis
ministerial.-Caida de Toreno.


EJ~ e\ub encargado en Barcelona de dar homogeneidad
y convergencia á los esfuerzos de los revoltosos del Prin-
cipado adivinó sin esfuerzo que la justa severidad, emplea-
da por el capilan general Llauder contra los autOl'es y cóm-
plices de los recientes atentados de Reus, caeria de recha-
zo sobre los afiliados á sus asociaciones subaltemas. En
consecuencia, determinó aprovechar la efervescencia que
la noticia de aquellos sucesos habia difunuiuo en la capi-
tal, y acelerar la csplosion que de mucho antes se pl'epara-
bao El 25 de julio, con motivo y en celebridad de la fiesta
del patron Santiago, se corrian t.oros en Barcelona, y á pl'e-
testo de que eran flojos, se empezaron Ú oi)' en la plaza al-
~unas de aquellas vocifel'aciones , que en semejantes esper~
táClllos no se estl'añau, por que es raro que estos se cele-
hren sin ellas. Entre el estrépito se cuidó de hacer circular
la impostura de que el capitan gcneml era accionista de la
empresa de la plaza, sin embargo de ser notorio que esta
corl'Ía por cuenta de un especulador, contra el cual tamhien,
il pesar de hallarse inscrito en la categoría libm'al, se gri-
Jaba desaforadamente. De eseeso en eseeso, se llegó hasta
arrojar al ciI'co los bancos y las sillas, y como el teniente
(le rey, que presidia la funcion, no emplease pal'n eOllju-
l'iW el desórden Otl'O medio que los ruegos y las exhol'lncio-
llCS, muchos espectadores baj:uon á la plazn, atfll'on con




LlIll\O CUAllTO.


ulla cuerda al toro que se lidiaba, y le llevaron arrastr'an-
do por las calles hasta el convento de San Francisco, de
que, á pretesto de haberse hallado en uno de los de Reus,
I'elratos del Pretendiente, se empezó á forzar las puertas.
Rechazados de alli, se dirigieron al del Carmen Descalzo y
le pusieron fuego, sin que las demostraciones de varias
patrullas que mandó salir el general Saquetti, comandante
dc las armas en ausencia del capitan general y del gober-
nador, fueron bastante eficaces para impedido. Animados
eon esta especie de tolerancia, se encaminaron los amotina-
dos á otros conventos, y á las doee de la noche estaban ar-
diendo los dos del Carmen, los de Trinital'ios Descalzos,
Dominieos y Mínimos , y el suntuoso de San Agustin. Pre-
servóse el de los Scrvitas, por hallarse inmediato al alma-
cen de pertrechos de artillería, el del Seminario por habcr
los frailes ahuyentado á tiros á los que á el se acercal'On, y
algunos otros por esta ó aquella circunstancia particular;
pero ninguno por los auxilios de la autoridad; pues, aunque
por donde quiera sc veian patrullas y I'etenes, estos y
aquellas se limitaron á ser espectadores de las escenas de
horror, en que los vivas á la libertad no bastaban á sofocar
los gemidos de las víctimas. Perecieron eH la tarde y la
noche treinta y dos frailes, se ocultaron cerca de doscien-
tos en las casas de sus amigos ó parientes, y algunos se
I'efugiaron en la drlegacion de policía; los demas, escapa-
dos á duras penas, fueron, en número de setecientos, en-
cerrados en Monjuich, la ciudadela y las Atarazanas. De
alli salieron poco a poco, unos para Mallorca, otros para
lo interior, y los mas para Francia y Roma, sin que las
p\'PcaucioJlrs filie tomflron para no ser conocidos en su




164 AS.\LES DE ISABEL n.
Lrtlnsito los libertasen siempre de insultos y de peligl'Os.
El 26 fuel'on !ambien esclaustradas las monjas.


Apaciguado el tumulto, el gobernador civil y el gene-
ral Saquetti, lanzat'on el 27 una fllocucion, en que ame-
nazaban « con la lenible espada de la .iusticia ti los cons-
»pil'adores y sus satélites. » Lo mismo hizo en seguida en
otra pl'Oclama Llaulle)', restituido en aquel dia á Barcelo-
na, y lo mismo \'epitió vedlalmellte ú las aulol'ídades y ¡::e-
fes de la guarnicion y de la milicia, que acudieron ú eHil··
plimcntarle por su reg!'eso. Contempol'izanrlo dcspues COI!
la opinion tan violenlamenle manifestada en la noche uel 25,
y con los deseos de los prelados de algunos conventos que
aun subsistian , acordó con el gohel'l1auol' civil las medi-
das necesarias para su supresion ; pero esta eondesce:1den-
cia no atenuó la itTitacion que habían p,'oducido su~ enér-
gicas manifestaciones. y los revoltosos proJ'UIlIpieron en
vllores al general don Mariano :\lvflrcz , y en ~Titl)s de
muera UaU\lel', Heyeláronlr lflles dcmostmciOlWs hahel'~(,
desvanecido el p¡'e~tigio de que hasta clllonce;; ~:OZ¡lI'!1; "
con esto. y con la notlcifl que le llegó en el mismo difl d('
tlue, suuleyadas dos compañías fI'flncas que se hallaban en
'la taró • tratauall de repeti!' alli el espectáculo dado dos
dias antes en Barcelona, determinó trasladarse á aquella ciu-
dad. Asi lo verificó en la mañana del 28, HIIUlH.'.iando tille
salia para perseguíl' las facciones, que le t!,lball mucho cui-
dado en las cercanías de Manresa, y ostentando csperan-
zas en el refuerzo que dejaha á la gn:ll'nicion de la capital,
y que no sirvió á la postrc sino para prestar un apoyo mas
eficaz al movimiento revolucionario. El general don Pedl'o
Maria Pastors, gohernador dc la cimhHlel", (!lIedó, por




LlBUO CLUrrO.


disposieion tlt' Llalu\e¡' y dimision de Saquetti, rneargado
del ¡.w¡'i(~l'lIo de la ciudad.


L1eua, pOI' la proclama del eapitall general y por la nl'-
meza con que se csplircí en :O:IlS eOIl\'ITSaC10;;('S partieula-
rcs en las pocas horas (llIe permaneció en la capital, la
medida del resentimiento dr los fautores de la rebelion, no
perdonal'oll estos tlesde cntonee:; medio alguno de acabar
con él. RlI'l~r\ona se yió inUJlll¡¡da de lihelos contra su per-
salla y su autoridad, y de I'scitariones conlm otros em-
pIcados cuyos despojos se eodiciahan. Los mueras contra
el tirano corrian acompañados de noticias de su muerte,
y, por si estas no eran creidas, de la declal'acion de que
« él y su segundo cabo, don Pedl'o Nolnseo Bassa, gober-
))nador de Barcelona, habian pet'dido la fuerza mOl'al. )) .\1-
gunos conventos de frailes continuaban ardirndo, sin que
nadie pensase, ni en cortar el incendio, ni en evitar que se
estendiese á otros edificios , ni en detener siquiera la ma-
llO que paseaba la tea encendida sohre todos los de la ciu-
dad. Pastol's public(" ú la wI'¡/arl, el :31, un hando que
con tenia jnstas y sCV(,.I'<1S disposiciones para el caso de UII
lluevo tumulto; y el ayulltamirnlo, asociándose ú I¡¡s in-
tenciones del general, recomendó asimisllIo el órden y la
modcl'acioll. Pero las manifestaciones estériles con que
aquellas autoridades disfr¡¡zabau su nulidad real y con
que los anat'{¡uistas les permitian cubrir su responsabilidad
en un eamhio de sitnaeion, ([lIe podia resnltal' de la lieg3-
da del ausente gohernador Rassa , ninguna ohligacion sé-
I:ia imponian a un cuer'po municipal que no trnia armas
(le que disponer, ni ú un gefe militar que sabia no Jloder
('oular COH las (Ine tenia en la plaza, enando se tI'atase de




16G .\l'íALES DE ISABEL lJ,
emplearlas contl'a los revoltosos. Estos malltlauun de he-
dlO, aunque se dejahan condenar de palabra,


LIauder, llegatlo el 28 á Mataró, disolvió las dos com-
pañías francas allí acantonadas, y con esta medida prcsCl'-
vó por entonces de escesos y males la ciudatl. Pero, poco
satisfecho de las noticias que recibia de la capital, ó apre-
miado pOI' la necesidad de velar de cerca sobl'e los movi-
mientos de sus columnas conh'a las bandas carlistas de la
montaña, se trasladó en seguida á Vich, desde donde el 1.0
de agosto dió órden á Bassa. que se hallaba en Cen-cra,
de dirigirse á Barcelona, y encargarse del mando, «para
)¡reprimir y castigar la faccion, que habia cometido allí tan
»horrendos crímenes.» Ya, á la primera noticia que de ellos
tuvo aquel general, habia marchado á Igualada, donde
preyino que se lc reuniesen las columnas de Calvct y Mol-
dero, empleadas en persecucion de facciosos. La guarni-
cÍon de Bal'celona se habia reforzado en tanto con otra
columna mandada pOI' el coronel Burgues, qne obl'aba an-
tes entre Sabadell y ~IalaI'ó. Con esta fuerza y unos Iancc-
ros enviados pOI' Bassa, pensaba Pastol's, y prometía á
Llauder el 2 dc agosto, «apodeI'at'se de los principales
»alborotadorcs, y deportados á donde se acordase en vez
»de incoar el proceso que el capitan general había maudado
»formarles, y en que ni la policía, ni la sala del crimen,
»ni la autoridad militar· se atrevian a entender.» Paslors,
á la verdad, no disimulaba á su gefe la dificultad de llevUI'
á cabo aquel propósito. «Los planes anál'quicos, aüadia en
su despacho de la citada fccha, se enlazan fuera de esta
»capital y pl'ovincia, y a1ln (uera del reino. eOIl este pu-
})ñado de quintos scrá imposihle en el estado de irrilacion




LIBRO CUARTO. 167
llde los pal,tidos, mantener en esta plaza el respeto á las
»leyes, y cuando no se puede dudar que la mayor parte
»)de la milicia urbana favorece á los revoltosos, se ar-
»riesgaria la renovacion del conflicto de 25 de julio.» Dos
días despues añadía, ((si la policia sigue el rastro á los in-
)>morales desol'ganizadores, la apoyaré con mi autoridad
»para que reciban un golpe decisivo ..... » Ayerbe y BUI'-
gues, en comunicaciones ya oficiales, ya confidenciales, se
esplieaban en el mismo sentido, y los I'evoltosos no igno-
raban que tales eran en efecto las disposiciones de la auto-
('idad.


Asi, aunque inquietos por el refuerzo de la guarnicioll,
y mas aun pOI' la aproximacion de Bassa, dieron á su mie-
do el color de la irritacioIl, y P¡'o¡'umpieron (en amenazas
contra la vida de este general. Intimidal'on ellas á las auto-
ridades , á quienes tenia comprimidas el puñal de los ase-
sinos; y casi todas procuraron persuadir á Bassa que no
corriese á una mue¡'te, que le representaban como segul'a
si se atrevia á entrar en la ciudad. Mostrando él ceder á
estas ohse¡'vaciones, convino en acantonar en los pueblos
del corregimiento de ViIlafmllca los tres mil hombres que
habia reunido, manteniéndose tranquilo mientras no se lur-
hase de nuevo el orden en la capital, y asi lo anunció á Llau-
del' desde el Bl'uch, añadiéndole que el 6 se trasladaría ú
Villafranca. to mismo significó al cOI'onel ChUl'ruca, que ú
loda prisa reclamaba tropas para contener al carlista T¡'is-
tany, que el dia 1.0 habia atacado á G uisona, y para re-
forzar á Balaguer gravemente amenazada. Apesar de las
segUl'idades consignadas en su correspondencia con Llau-
del', PuslOI's y Churruca, Bassa, sin ocurrencias oslcnsi-




Hi8 A:SALES DE ISABEL 11.
¡lles que le ohligasen ú camhiar de resoluciou, sin IlIO!ivu
conocido ,yen fuerza, segun se dijo, de un aviso que re-
cibió de e~tar dispuesto pum t'l dia 5 el gran motin, á
cuyo fin se hahia eOITompido Ú algunos oficiales y sargen-
tos de la guarnicion, se puso en marcha el 4, Y dejando
Sil columna en Sauz, se entró, en la mañana lid ."), con po-
cos soldados en la capital, la recorrió toda acompañado
de un solo ordenanza, y, con una confianza qllr: tenia algo
de temeridad, fué á alojar~e al pabeio en vez de situarse
en la ciudadela.


Rodeáronle luego los genel'ales Santoeildes, Lahera y
Pastors, el gobernador civil Igual y otras muchas perso-
nas de importancia, para persuadirlc á que no provocase,
pOI' demostraciones contra los revolucionarios, una lucha
en que perecel'ia ciertClmeutc. Bassa, deseallsando en sus
antecedentes y en la amistacl que hasta pocos dias antes
le habian mostI'ado los mas de sus compatriotas, y obliga-
do por otra parte á mantenel' el decoro de ~\1 autoridad,
declaro: «que no debilitaría su prestigio pOi' condescen<lcn-
))cias, mienll'as estuviese encargado del mando.» Exltorló-
sele á dejarlo ú á saliJ'se de la eiudad, y d se uegó con
entereza á uno y otro. Las tropas que, al llegar, hahia él
dejado en Sanz , entraron en tanto en Barcelona, y ocupa-
ron la Lonja; la mayol' parte de la gual'llicion sc sitllb rn la
plaza de palacio, donde entre mas de urbanos llegó una di-
putaeion dd ayuntamiento, encargada de lI11Íl' ~us megos
á los de los geneJ'ales y autoridades, que insistian en que
Bassa se l'elil'ase. :Mielltl'as éste deliberaba sol)['(~ el pai'li-
do flHe debia tomar en vista de tantas instancia:;;. el popu-
lacho, f]lIr sr Iwllalm ya l'punido rn \[1 mi:-;mfl "Irlza. , con,




LlBIlO CUARTO. 169


Ira el cual ninguna demostracion osaban hacer las tropas.


penetra, parte por la tribuna de la contigua iglesia de San-
ta ~Iaria, parte por la escalera del palacio mismo, y una
gavilla de amotinados se reune en el salon. Al verlos, varias


de las personas notaLles fluC en el sc hallaban, gl'itan que


no se atente contm el general , que está dispuesto á ceder.
«Es tarde.)) responde uno de los asesinos, y le derriba al
suelo de un pistoletazo, mientras el genen\1 saca en vano la


espada para defenderse. Hemátanle á puñaladas otros de


Jos conjurados, :ll'l'ojan su cadáver por un balcon, le arras-
ImH por las calles, y queman en seguida sus mutilados
restos, illimentamlo la hoguera con los papeles de la socic-


dad económica, dc la contaduria de propios y arbitl'ios,
dcl goLiel'Oo civil y de la policía, cuyo establecimiento sa-
quean primCl'o, y despues destruyen enteramcnte.


En las conmociones populares no hay medio de parUl'-


se, cuando se ha llegado á cierto punto de la carrera.


Los que habian dado el impulso para Pi asesinato de Rassa


110 lJm'¡'ian tal VPZ ir mas allú, pel'O lo flUisicl'on sus agentes


fIlIC, Ú los gritos tle I'Ú'(t lsabl' 1 11, derribaron y arrastl'fl-
ron la estatua colClsal de hroncc de su difunto padre, (lIle


adomaba una de las plazas dc la ciudad, c¡uemal'on en se-


¡:juida los papeles de la atlministracion de rentas estancadas,
destl'Uycron los fidatos y el rastro, y COl'onaron las obras


llel dia poniendo [\1('1;0 il la magnifica fúhrica de máquinas


de vapO!' de BOllaplala y Vih1J'egut, que tantas y tan justas
esperanzas inspimlta á la iudustria catalana. Ya la noticia


de que iha a comctersc este crimen hahia cundido desde
al¡!:lmos días antes, y en vano se hahia }wocurado flesmen-
til'la. En ViIllO taml)ien se pl'etenrlió, drsp\les del suceso,




170 AN ALES DE ISABEL n.
difundir la idea de que la destruccion de la fábrica rué efec-
to de haberse entendido mal pOI' los conjurados, la ó/'den
de atacar la imprenta del periódico el Vapor, (<creado, se
decia, para halagar el orgullo del tirano catalan.» Pero ya
fuese premeditado el designio, ya procediese de error en
la ejecucion de otro propósito no menos punible, la fábrica
ardió, pereciendo en su defensa quince ó mas urbanos, y
entrc ellos algunos que habian capitaneado en los dias an-
teI'Íores los grupos que incendiaron los conventos; coinci-
dencia notable, en la cual se habria visto, sin duda, en un
siglo religioso, la mano de la Providencia.


En lo mas recio del tumulto, se creó una junta llamada
de autoridades , reforzada con cinco comisionados del pue-
blo, y presidida por el general Pastors, cuyos sentimientos,
consignados en su conespondencia coetánea con L1aUllcr,
no conocian aun, ni llegaron á tmslucir cn mucho tiempo,
los conjurados, La junta empezó sus tareas con una alocu-
cion dirigida á reÍl'cnal' las pasiones desencadenadas. Pero,
proclamando «que el órden es el e1elIH'uto de ,ida de la 50-
»ciedad,» contribuia á mantener el desól'den que coudena-
ba, anunciando haber destituido a Llaudel', y reconociendo
justos por este acto los pretestos que se alegaron para el
alzamiento. Una vez legitimados, a nadie pareció estraño
que continuasen los escesos, como continuaron dunlllte toda
la tarde y la noche, es decir, bastantes horas despucs de
habel'se instalado la autoridad nueva. Todavía al dia siguien-
te, una gavilla de malvados pl'endió fuego tI los muebles d(~
algunas casas, que supuso hahitadas pOI' sugetos adictos UIl
tiempo al conde de España, mientras que otras bandas ata-
cal'on la aduana, donde se hallaba depositada gran cantida(!




LIBRO CUARTO. 171
de IllcI·cancias. Por dicha, el riesgo que con este atentado
nuevo corrian las pertenecientes á muchos comel'ciantes y
el deseo de preservarlas del saqueo ú de la destruccion hi-
zo á éstos unirse para contener á los fOI'agidos, y lo logra-
ron COIl la prision de algunos de ellos.


La junta, animada con la cooperacion de los hombres
honrados que veian comprometidos sus caudalcs, y hasta su
existencia, pudo entregar á la comision militar, y hacer que
fueran mas ó menos severamente castigados, si no los asesi-
IIOS de Bassa y de los frailes, ni los autol'cs de la destruc-
cion de los conventos, dos ó tl'es dc los del incendio de la
fábrica dc Bonaplata. Pero no se lc permitia dar esta pe-
queña satisfaccion á las leyes ultrajadas , sino en cuanto se
prestaba á exigencias que atizaban, por una parte, el fuego
que por otra se apagaba. Asi, decretó la supresion de los
conventos que las llamas habian perdonado; destituyó á to-
dos los empleados de categoría, cuyos despojos se codicia-
ban; prometió f[Ue se eonfiaria por mitad la custodia de los
fuertes á la tropa de la guarnicion y á la milicia Ul'bana; de-
clm'ó que para pertenecer á esta milicia no era necesm'io
pagar contt'ibuciones, e hizo en la organizacíon de la misma
modificaciones esplicitamente cOJlt¡'arias al tenor de la ley
(Iue las Cortes acababan de votar. Las circunstancias con-
denaban adema s á la junta á trasmitir al gobierno de Ma-
drid lo que entonccs se llamahan los deseos del Pl'Íncipado.
Ella esteudió, pues, el 7, una representacion á la reina, pi-
diendo (que se diese el mando de Cataluña á una pel'som\
»ue circunstancias esplícitas, caso que no hubiese de con-
»"iuuar Pastors; y que á los demas cmpleados, depuestos b
»foJ'zadamcnte dimisionar'ios , se les ¡'ermplazasc con oll'OS




172 A:'\ALES DE ISABEL 11.
»colocados en aquella misma cuerda.» Y conociendo que,
aun prestimdose á todas estas cxigencias, estaba lejos de
contentar á los que nada menos pedian que (<la igualdad le-
»gal, la libel'tad civil y de imprenta, la supresion ó modifi-
»caeion de la policía, la inviolahilülad de la propiedad, la
»rcsponsabilidad ministerial,» y otra multitud de cosas flue,
ó existían de hecho, ó no podian existir de derecho sin so-
meterlas á un eXáll1ell detenido; conociendo ademas que, aun
resignándose ú pedí.' al gobiel'llo todo lo que de ella se exi-
gia, no satisfaria á la muchedumh¡'e influieta, dividida eu
sus deseos y vacilante sohre el empleo de los medios ulte-
riores de satisfaccion y de paz, acordú el8 nombl'Urse agre-
gados, y ordenó crear otra junta, con el título de auxiliar
consultiva, flue ayudase á las autoridades civil y militar en
las medidas que se creyesen necesarias. Esta supel'fetacioll
nueva con que las autoridades se proponian eludir la res-
ponsabilidad, dividiéndola, debia componerse de doce indi-
viduos, nombl'ados por eJertMes designados pOl'las diferen-
tes clases del pueblo; determinacion que eonsagl'ú el prillci-
pio de la generalidad de la eleecion, y lo consagl'¡'¡ de mouo
que figUl'al'on en seguida entre los electores personas no
acostumbradas al uso de esta prerogativa.


La nueva junta, nombrada é instalada ellO, conocida
desde su origen bajo el nombre del aposlolw{u, y llesigllu-
da como la verdadera ¡'epI'esentacion del puclllo, se estl'ellÓ
el 11 con \lua proclama escitando á los catalancs á forlllar
contra la faccion cuerpos espc(licionarios, de que á la vel'-
dad se tenia gran neeesida(l , pues desde el movimiento de
Reus habia sido forzoso l'ctil'Ul' de su persecucioll mur.ha~
dp las columnas destinadas á ella hajo las ól'(lcllc~ de Bass<I,




URRO CUARTO.


Colubi y olros gefes, y los enemigos, campeando sin ('esis-
Lencia en la alta Cataluña, atacaban con mas ó menos éxito
considerables poblaciones. A los gastos necesarios para per-
seguirlos destinó el 13 la misma corporacion todas las ren-
tas del Principado, y los pI'oducto:" de los at'bitr'jos locales;
y, considerando que ni estos ni las contribuciones bastarían
á todas las atenciones de la situacion, exhortó á los pudien-
tes á al'marse á sus espensas, y abrió suscriciones para el
mantenimiento de los migueletes. Para hacer tolel'ables los
sacrificios que imjwnia , la junta halagó á sus administrados
üon la esper3nza de I'estituil' los hirlles monacales á los com-
pradores de 1823, con la del reconocimiento de los estado.,
disidentes de América, con la de la administracion de las
rentas provinciales por las provincias, la formacion de una
nueva constitucion, la extincion del clero regular, y la rcfo('-
ma completa. del secular.


Mientras \a junta, que aun no se atrevia á romper con el
gobierno de :Ma(¡"ill , ofrecia insist.ir cerca de él para que
:lCccdiesc Ú estos tle:,;ros, proclamúbalos el ropor, que, ór-
~ano de las doctrinas y de las exigencias de la época, es-
presó que el pueblo estaba cansado de f'ufl'ir abusos,
escusó y aun legitimó los movimientos tle los tIias ante-
riores, atrihuyémlolos a la ohstillacion con que los go-
bel'llantes se habian ne¡;;ado á otorgar las reformas; indicó
la necesidad de un nuevo código, eseluyenclo el de Cádiz
por difuso, y el Estatuto Real pOI' otorgado; suscitó la
eueslion de la sepal'aeion de las COI'Ollas de Áragon y Cas-
filia, y no dejó, en fin, idea de desól'dell ni de trastol'llo que
110 enunciase. En fuerza de las sugestiones de aquel perió-
(I¡('o, y de las de los demas instigadores del movimiento, se




174 ANALES DE ISABEL 11.
quemaron las causas formadas contra los liberales desde 1823;
y despues los espedientes del tribunal del breve apostólico.
Entretanto la junta consultiva acordó que cada corregimien-
to nombrase un diputado para la junta provincial que debia
reunirse en Barcelona, y que se formase otra junta general
de las cuatro provincias, eligiendo cada una de ellas tantos
diputados como nombraba para las Cortes.


Llauder supo el 6 en Vich el asesinato de Bassa y los
escesos que á el se siguieron. Viéndose sin fuerza para re-
primirlos, pues las pocas que habia en el Principado no bas-
taban á contener, ni aun á observar las bandas carlistas, cre-
yó no deber aumentar las dificultades de la situacion, con-
servando una autoridad que solo reconocian unos pocos sol-
dados que le acompañaban. Usando, pues, de una licencia
que habia obtenido para tomar baños en Francia, salió de
Vich escoltado pOI' dos compañías; l'ccibió en Ripoll y Puig-
cerdá los últimos homenages de los pueblos de la frontera,
y se entró en Francia por Bourg-madame. Mientras se cre-
yó que tendria medios de mantenerse en Barcelona, inspit'ó
su nombre algun recelo; pel'o, desde su última salida, todos
los pueblos donde existian algunas malas cabezas tuvieron
que lamentar eseesos casi iguales á los de la capital. El mo-
nasterio benedictino de San Cucufat del Valles, el de geróni-
mos de la Murtra, los de cartujos de Scala Dei y de Mon-
tealegre, los conventos de recoletos de Hiudoms, de ca-
puchinos de Mataró, y de Arens del Mar, y otros mu-
(~hos de diferentes pueblos, fueron presa de las llamas. En
Igualada, Vich, LCl'ida, Gerona, Montblanch, Valls, Fal-
sel, en casi todas partes, en fin, los fl'ailes fueron echados
de SIIS easas; en muchas ciudades fucl'on destituidos SIIS




LIBRO CUARTO. 175
goheI'llauores, y en pueblos de menos monta hasta sus al-
caldes.


Pero donde mas se encarnizó el furor fué en Tarragona.
El ').7 de juiio avisó cl gobernador civil de aquella provin-
cia la alteracion que los alentados cometidos en los dos
di as antel'iores en Barcelona, habian producido en su capi-
tal. Para impedir que se reprodujesen, proveyó de pasapor-
tes al arzobispo, y á muchos eclesiásticos de gerarquia, con-
tra quienes man,ifestaban encono los clubistas; diólos igual-
mente á touos los religiosos de la ciudad, disolviendo asi
sus comunidades todavía integras, y los dió en fin, á los
que habian escapado de la maLanza de Reus. Pero, quitando
estos pretestos á los ataques de los revolucionarios, no disi-
muló aquel gefe la poca confianza que le inspiraba tal pre-
cauciono «El horizonte,-decia, en la misma fecha al capitan
»general,-se presenta muy oscuro, y aun cuando todo el
»clero regular ha abandonado el claustro, no considero se-
»guros á sus individuos, ni á cubierto de tropelías los edi-
)¡ticios.)) Las provocaciones que, para incendiar los de la
ciudad, se hiciel'on en los dias inmediatos, se frustraron
no obstante, á fuerza de diligencias y de sagacidad, y ve-
rosimilmente habrian quedado al fin sin efecto, si los suce-
sos del 5 de agosto en Barcelona no hubiesen dado nuevos
bríos á los revoltosos de Tarragona. En la madrugada del 6,
fué informado el gobernador Colubi de la suerte que habia
eabido el dia anles {¡ su gefe Bassa. Desde el momento vió
que no tenia tiempo que perdcl', y aparentando que iba tí
perseguir á los facciosos que estaban cerca de la ciudad, se
"alió de ella con una compañía de infantería y uno~ pocos
caballos. Una hora de~pues llegaron 300 urbanos de Reus,




176 ANALES DE ISABEL 11.
ú los cuales se incorporaron luego los de Tarl'Ugollu, y á
los gl'itos de viva la Reina, sc dirigieron todos á matar al
teniente de rey y al mayor dc plaza, ya que no podian
cebar su ira contra ColuLi, iustrumento de los justos, aun-
que tardíos, rigorcs de Llauder. Hefugiúronse los persegui-
dos al cuartel dc Saboya, dOlldc habl'ian sirio sacl'ilicauos
cn seguida, si no intercediese enél'gicamente en su favor el
hrigadier Lasauca fIue, enviado alli dos dias antes por
L1andcl' para ayuda!' á Colubi, fué proclamado gohcnmdol'
por los amotinados mismos. Mostl'aroll cslo:-; ccdcr, con tal
de (IUC se embarcáse lucgo á aquellos gefes para Barcelona,
donde suponían que la plebe desencadenada no dcjaría dc
acabar con ellos. Embarcóseles en efecto; pcro, 1mbiéndose
retirado el destacamento que los escoltaba, cuando los hu-
bo dejado en el buque, COl'rió la chusma sobre éste, le de-
tuvo, le hizo ,01vCl' á tieITa, y alli asesinó á los Jos infeli-
ccs gefes y á un oficial que los acompaüaba, y fueron lan-
zados al mar los tres cadáHl'es. Colubi mismo, yendÍllo,
abandonado casi por su escolla, haLria suf¡'ido igual SlWI'-
te, si no hubiese tomado el partido de despedida, y tenido
la fOl'luna de refugiarse en }irancia no sin COITCl' gmudes
peligros. '


No era solo en el Principado donde se cometían estos
eseesos. En el día, en la hora misma en que se asesinaha
á Bassa en Bal'celona , los clubislas de Valencia, como si
fluisiesen proLat, que moyia á todos los revoltosos del rei-
no un impulso simultáneo y uniforme, escital'on un motin,
á pretesto de que las facciones de Quilez y Serrador, drs-
pues de saquear varias poblacionc:s que il1Yadieron, habian
llegado á Almenára, Reúnense con este lllotiyo grupos nu-




LIBRO CUARTO. li7
mel'o,=" de urbanos y paisanos en la calle de Zaragoza y
plaza de Santa Catalina j tócase la generala á media no-
che, á la hora misma en que las llamas estaban devorando
la fábrica de Bonaplataj acuden al toque mas urbanos, y
á los gritos de viva la libertad, se pide que sean castiga-
dos al punto los pI'esos por causas de conspiracíon. Los
sublevados se agolpan á las puertas de la torre de Cuarte,
las fuerzan ó se les abren, sacan á los pl'esos, hacen en
seguida lo mismo con los que se hallaban en las carceles
de Serranos, San Narciso y eclesiásticas, y los trasladan
al principal de U1'banos. Pocas horas despues, á las cua-
tro de la tarde del 6, fusilan á siete de ellos, entre los
cuales, al famoso deau de Murcia don BIas Ostolaza, y
trasportan al Grao mas de otros ciento, que al dia siguien-
te son embarcados para eeuta , siendo de este número mu-
chos sugetos de cuenta. Suerte menos dura, pero no mas
gloriosa, tocó en aquella ocasion al conde de Almodóvar
que, despues de presidir durante muchos meses el Esta-
mento de procuradores, habia pasado á Valencia, y sido
nombrado segundo gefe militar por el capitan genel'al Fer-
ráz , que se hallaba enfermo. Para calmar los ánimos, pro-
metió Almodóvar satisfaccion á todos, sin reparar que todos
pedian sangre y esterminio, y que nadie podia contentar
con menos a fmiosos qne, á la sombra de lo que se lla-
maba venganza pública, se entregaban á venganzas pri-
vadas y á asesinatos particulares. Las gentes de la Huer-
ta acudieron por su parte de botin, y la obtuvieron copio-
~a, introduciendo en la ciudad por dos ó tres dias cuantos
efectos quisieron sin pagar derechos de puertas. Siguien-
do la antigua costumbre de elogiar despues de las asonadas


TOllO TI. 12




178 ANALES DE ISABEL U.
la sensatez espailola. Ferraz dió gracias á los Ill'bulIOS
por su brillante comportamiento, pero esta no le eximió de
la necesidad de dejar un mando que, á pesar de sus au-
tecedentes liberales , no habia desempeñado sin murmullos
ni podia conserval· sin compromisos. Entrególe, pues, á
Almodóvar, á quien una diputacion de la milicia urbana,
designada por los fautores del movimiento, corrió luego á
significar lo que ellos llamaban los votos de la opinion pú-
blica, y en conformidad de sus indicaciones sucesivas, fue-
ron desde luego separados algunos empleados desafectos,
de cuyo número f~é el regente de la audiencia Billabóa, que
se apresuró a enviar su dimision ; se quemaron las bande-
ras y estandartes de los voluntarios realistas; se previno
al intendente disminuir los derechos de puertas, y se hi-
cieron al espíritu revolucionario cuantas concesiones exigió
por de pronto, las cuales no fuel'on, sin embargo, mas que
el preluuio- de las que debian exigirse y olorgarse en sc-
guida. No debe pasarse en silencio que, durante estas ocur-
rencias, habian llegado alli á tomar baüos de mar los in-
fantes uon Francisco ue Paula y su esposa, que se mantu-
vieron un mes en la ciuuau, devorando sin duda en secre-
to la humillacion de los desacatos que se cometian contra
la l'eina, con la cual, y con su gobierno, los ligaban tantos
y tan estrechos vínculos.


El movimiento de Valencia se estendió inmediatamente
á Murcia. Ya en la tarde del 30 de julio se habia alborota-
do el populacho, y pedido la encarcelacion de varios indi-
viduos de la compañía urbana movilizada que, fieles á sus
tradiciones de indisciplina, habian desertado de Lorca dOIl-
oe estaban haciendo su servicio. Las autoridades, intimida-




LIBRO Cl:ARTO. li9
das allí, como en todas parles, por las vociferaciones, en-
tl'egat'on al punto los desel'tores ; pero como la dehilidad
del podel' no desarma, sino que alienta á los pertlll'hado-
res del órden publico, estos continuaron el 31 en su ac-
titud hostil, yel 1.0 de agosto, instruidos ya de los sucesos
del 22 de julio en Reus , y del 25 en Barcelona, pusieron
fuego á los conventos de Santo Domingo, la Trinidad, la
Merced y San Francisco, en tanto que en Alcantarilla ha-
cian otros lo mismo. con el convento dc Mínimos, y otros lo
intentaban con el de San Gcrónimo en La Ñ ora y el de
Santa Catalina del Monte. Ciertas veleidades de resisten-
cia que se notaron en algunos individuos influyentes, y aun
en una parte de los urbanos, obligaron á la chusma á ha-
cer alto durante algun tiempo; pero, al recibirse la noticia
de las ocurrencias de Valencia en los dias 5 y 6, se creyó
la oca¡r,ion oportuna para proseguir la obra , impunemente
comenzada el 30 del antcrior, y tranquilamente aontinuada
en los dos dias siguicntes. En consecuencia, á las ocho de
la noche del 10, asaltaron quinientos suhlevados la Cál'ccl
publica, estrajeron á tres individuos que tenian pendien-
tes causas llamadas dc cOIlspiracion, los asesinaron impla-
cablemente y, pasando de alli á varias casas, las atropella-
ron y robaron á su sabor. Cuando todo estuvo consumado,
las autoridades y la milicia urbana se reunieron para de-
plorado , y aun para pedir castigos; demostracion estéril,
que no dehia producir efecto mas tarde sino cou mil pre-
cauciones, que tuvieron todas las apariencias del miedo u
¡jc la indecision.


Zaragoza, domle antes se habian sofocado mal otms
dos tentativas de subversion, no podía dejal' de ser al'ras-




180 ANALES DE ISABEL n.
trada por el ejemplo de las que en otras partes se hacían
con éxlto feliz. Los sucesos de Barcelona y Valencia del 5
y del 6, promovieron en la capital de Aragon una inquie-
tud que se anunció pidiendo la destitucion del capitan ge~
neral don Felipe Montes, como obstáculo al desarrollo de
los ulteriores designios de la faccion disolvente. Mediaron
pláticas, y el general, cierto de no poder contra restar el
movimiento, hubo de resignarse á él, Y aceptó la presiden~
cia de una junta destinada á darle convergencia y unidad.
lnstalóse ella el 9, Y desde luego acordó cerrar los conven-
tos de la capital , y prometió activar las causas de conspi-
racion y la destitucion de los empleados desafectos, medi-
das que eran' por donde quiera el caballo de batalla de los.
anarquistas. Entretanto, se ponia fuego al convento de los
Capuchinos de Alcañiz, se suprimian otros en las provin-
. cias de Aragon , y de los bienes de algunos de ellos se
apoderaban los qu,~ los habian comprado en el anterior pe-
riodo constitucionál; se proclamaba la Constitucion de Ca-
diz en Mallen, MonzoIl y Tarazona, y por todas partes
asomaban síntomas de una completa disolucion.


Ni aun las islas se libertaron del fuego que corría por
el territOi'io peninsular. En los primeros dias de agosto, se
habia querido obligar al obispo de Mallorca á que emplea-
se en una parroquia á un fraile liberal, y resistiéndolo el
prelado, tuvo que retirarse el 7 á Lluch. Esta ocurren-
cia sirvió de pretesto para un levantamiento en Manacor,
ciudad populosa, y capital de un vasto partido, donde, en
la noche del 9 al 10, se proclamó á Cárlos V, despues de
desarmar y prender á los urbanos. Acudieron luego tl'O-
pas de Palma, que con presentarse apagaron la insUl'I'ec-




LIBRO CUARTO. 181


cion; pero se exigio, por precio de esta fácil victoria, la su-
presion de todos los conventos, y el conde de Montenegro,
capitan general de la isla, tuvo que acceder á ella desde
luego, y fué verificada en seguida.


Como si tantos males no bastaran, los carlistas hacia n
esfuerzos prodigiosos para complicar la situacion. Una di-
vision del ejército del Pretendiente, despues de deslumbrar
con sus maniobras las guarniciones de Miranda de Ebro, Ha-
1'0 y La Guardia, se apodero de Puentelarrá, donde encon-
tró gruesos rcpuestos de víveres; y, pasando allí el Ebro, se
dirigió ellO por Santa Gadea y Ameyugo á Pancorbo, obli-
gó al general Bedoya, que en Briviesca mandaba el ejército
de reserva, á retirarse á Burgos, saqueó las casas de los ur-
banos de Pancorbo, se apoderó de muchos fusiles, y de un
rico convoy de víveres, sacó porcion de mozos y repasó el
Ebro en seguida, sin que lo pudiese impedir ni castigar el
general Córdoba, que en vano corrió desde Logroño á cor-
tades la retirada. Mientras que, por la derecha de don Cár-
los, cinco ú seis mil de sus soldados hacian aquella fu-
nesta correría, por su izquierda seis de sus batallones con
doscientos caballos, mandados todos por el brigadier Guel'gué,
penctraban en Aragon por la canal de Verdun, y pasando
por las inmediaciones de laca, se dirigian a Huesca que,
abandonada por su milicia urbana, y recientemente conmo-
vida por el lanzamiento de los frailes, provocado y obteni-
do el 12 por una parte de aquella milicia misma, ocuparon
el 16 sin oposicion. En vano el brigadier Gurrea, á la cabe-
za de :{,OOO hombres de todas armas, voló desde Miranda
dr Arga á perseguirlos. En vano, á la primera noticia de su
¡¡paricion, el general Montes, que desde Muel se disponia




18:2 ANALES DE ISABEL 1I.
ú alacar á Quilez y las facciones del bajo Aragon, volvió á
la capital, y reuniendo alli toda.la tropa veterana disponi-
hle y los urbanos que pudo movilizar, se juntó á Gurrea,
y corrió con él tI'as de Guergué. Este siguió su camino,
desarmando á los urbanos que no huian, y repartiendo sus
armas á los partidarios que se le allegaban. Entretanto los
demas cuerpos de don Cárlos mantenian por donde quiel'a
una actitud ofensiva. Marolo organizó una division con las
brigadas de Sarasa, y Cuevillas, compuestas de los cuerpos
de Castor, Ibarrola, Arroyo, García, y de la caballeda de
Villalobos, que estrecharon, por una parte, el bloqueo de
Bilbao, y amenazaron al mismo tiempo á Medina de Pomar
y Santander, no sin inspirar inquietudes al brigadier Iriar-
te y al general Lopez Baños. Iturralde, estendiéndose des-
de Estella hasta Lodosa y La Guardia, y amenazando siem-
pre á Puente la Reina, imponia respeto á Córdoba, acanto-
nado desde Lerin hasta Haro y Miranda, y obligado á guar-
dar los puentes y los vados del Ebro. Gomez bloqueaba á
San Sebastian, sin manifestar hacel' caso de los muchos des-
tacamentos de auxiliares ingleses que al refuerzo de aque-
lla ciudad iban llegando cada dia, inquietaba á la guarnicioll
del campo atrincherado del Bidasoa, y observaba los desta-
camentos franceses que, para impedir la violacion de Sil ter-
ritorio, se hallaban situados á la derecha del rio.


Los batallones de don Cárlos l'ecOl'l'ian, en fin, desde Ir un
y Elizondo hasta las inmediaciones de Lodosa, y las fronte-
I'aS de las Merindades , y hloqueahan easi á Pamplona y it
Viloria.


Los partidarios que tenia la causa de aquel pI'Íneipe en
las olras provincias del reino, rcdoblabml al llIi~llJO tiempo




LIBRO CUARTO. 183
sus esfueI'ZOs para hacerla triunfar. Bandas catalanas, acau-
dilladas pOI' Tristany, Llarch de Copons, Samsó, Ros de
Eroles, el Muchacho, y otros cabecillas dc menos nombre,
rendian coetáneamentc la guarnicion de Olot, allanaban á
Prat de Uusanes, inccndiaban el fuel'te de Alpens, yataca-
ban á Guisona, Villanucva de Moya, Torá, Oliana y Ba-
laguer. Quilez, el Serrador, Cabrera y otros guerrilleros va-
lencianos y aragoneses, despues de recorrel' á su placer el
Maestrazgo, y de aCCl'carse á Valencia, amenazaban la pro-
vincia de Cuenca. En las de Toledo y la Mancha, el carlista
Mi!', aumentadas sus fuerzas en UI'da, el Horcajo y otros
pueblos de los montes, se trasladaba á Ciudad-Real, y sus
soldados penetraban en sus calles en medio de un gran con-
curso aterrado de tanta audacia, ó haciendo una parte de él
votos secretos por sus triunfos. Un poco mas allá, Orejita.
que hasta entonccs vagara impune por los campos de la Cal-
zada, Granátula, Mestansa y el Viso, osaba atravesar la Sier-
ra-Morena, presentarse en Andújar, prender al corregidor
en su casa, hacer escapar de la suya al comandante de las
armas, apoderarse de los caballos de la casa de postas,
y soltar los presos de la cárcel. La actividad y la inteligen-
cia de los gefes de las tropas de la reina, no bastaban á lim-
piar de bandidos la síena dc Alcaráz, y los montcs de To-
lcdo servian de gUaI'ida á Pcrfecto , ],adiosa y otros parti-
darios, que devastaban allí ricos establecimientos nacientes,
destinados á promover la abundancia en aquelb comarca,
y aumental' al reino una provincia nueva. En Castilla la
Vieja, Merino hacia correrías fl'ecuentes por las de Burgos


.\ Soria, y alguna vez hasta las de Segovia y Guadalajara,
En r.alicia, en fin, las facciones de Loprz y Sarmiento l'eu-




184 ANALES DE ISABEL 11.
dian la guanlicion de Alzúa, hacian replegarse la de Fucu-
sagrada, y obligaban al capitan general Mol"illo á formar
numerosas columnas al mando de gefes de prestigio, á cuya
cabeza hubo de ponerse el general Sanjuanena. Todos es-
tos sucesos se agolpaban en la primel'a mitad del mes de
agosto.


¿Qué hacia en medio de tantos desastres el gobierno de
Madrid'? Lisonjeado con esperanzas quiméricas para lo fu-
turo, esperaba de tardíos é insuficientes rigores un f\'Uto
para lo presente, que apenas habrian pI'oducido si fueran
completos y oportunos. La repI'esentacion hecha en julio
por la milicia y el ayuntamiento de Zaragoza, habia sido re-
cibida por el ministl'O Alvarez Guerra con ciel'tas señales de
simpatía, que merecieron la aprobacion y los elogios de los
órganos cotidianos de la opinion progl'esista. El ministerio,
creyendo deber desvanecer las ilusiones que se {ol'mal'an
con este motivo, habia dirigido una esposicion á la reina go-
bernadora, pI'oponiendo algunas medidas vigorosas, con que
parecia querer volvel' pOI' su dignidad y su prestigio. Mas
como nadie hubiese hecho caso de aquellas disposiciones,
á pesar de las cuales se habian Barcelona. Valencia y Zara-
goza pronunciado contra la marcha del gobierno, encargó
éste al ministro de lo Interior renovadas bajo oll'as fOl'mas,
y espiar asi la condescellllencia que antes manifestara con
las pretensiones exageradas, contenidas en la esposicion de
la capital de Aragon. Alval'ez Guel'l'a hizo, pues, publicar
en nuevo decreto , en que amenazó con la suspensioll de
sus funciones á las autot'idades que no empleasen contra
las tentativas de uesó¡'r!en medios enérgicos de repl'f'llsion.
Esta conminacion dehia, sin emba!'go, se!' l<ln ineficaz como




LIBRO CUARTO. 18.5
las demas disposiciones dictadas antes con el mismo objeto,
pues ¿cómo podrian autoridades subalternas desplegar en
circunstancias criticas un vigor, que el gobierno supremo
no manifestaba siempre en las ordinarias? La suspension en
que incurririan los empleados por no resistir á las exigen-
cias tumullual'ias debia parecer á estos un mal pequeño en
comparacion de los que podria acarrearles una resistencia
que, una vez generalizado el desorden, no enconh'aria en
clase alguna apoyo ni cooperacion. Y todavia esta medida,
insignificante en sí, parecia demasiado vigorosa á algunos
de los gobernantes, entre los cuales apenas habia quien cre-
yese que la situaciOll las exigia mas decisivas.


Ni era esto estraño , atendida la composicion llel minis-
tel'io. Incompleto por la ausencia de Mendizabal y por el
rehuso de Alava, se componia de cuatro ministros, de los
cuales los de Estado y Guerra se hallaban cerca de la reina
en la Granja, y los de Interior y Gracia y Justicia en Ma-
drid. Acordes unos y otros en no dar importancia á los es-
fuerzos del carlismo, que reputaban impotentes, ni á sus pro-
gresos , que calificaban de efímeros, miraban eon igual des-
den la rapidez con que se propagaba el movimiento ultra-
liberal, y pal'ecian desconocer la uniformidad del impulso
que los dirigia. Pero no eran los mismos los motivos de la
confianza que, sobre este último punto, mostraban los cua-
tro ministros. Los dos de Madrid (Alvarez Guerl'a y Gar-
cía Herreros) , presagiando sin duda la estension que ad-
quiriria en breve el eisma ya declarado en las provincias, se
aplicaron desde luego á mantener y estrechar sus relaciones
con los hombres del progreso, lisongeándose acaso de 80-
hl'cnadal' eon Sil auxilio en el naufra¡;io de sus dos colegas




186 ANALES DE ISABEL II.
de la Granja, que la exasperacion liberal pel'mitia supollcr
inminente, y que la prensa periódica provocaba por perse-
verantes escitaciones. Los de la Granja (el conde de TOl'eno
y el duque de Ahumada) no parecian intimidados pOI' ellas,
y ostentaban una fé robusta en el porvenir, que a la sim-
ple vista se descubria , sin embargo, cargado de nubes, y
que oscurecieron aun accidentes al parecer insignificantes.
Una variacion introducida por el duque en los mandos de
la guardia real privó del que en ella ejercia al general Que-
sada; y éste se resintió tanto de su remocion como el ge-
neral Rodil , relevado al mismo tiempo de la inspeccion de
infantería. Quesada no se dió por satisfecho con la capita-
nía general de Madrid que le fué conferida, y que renun-
ció; y él Y Rodil suministraron, en quejas acerbas, texto
pat'a comentarios poco favorables al ministro.


Por su parte, el conde de TOl'eno , sin dar a los peli-
gros, que por donde quiera asomaban, mas importancia que
su colega de la Guerra, se ocupaba solo en buscar dinero,
si no para conjurar los que sobl'evenian, para conllevar ú
lo menos la situacion. Con este objeto, negoció, con el ban-
quero Ardoin de París, una anticipacion de 300,000 li-
bras esterlinas, pagaderas las 100,000 de cj)ntado en le-
tras sobre Lóndres, y las 200,000 restantes en los cuatro
meses siguientes. Toreno hizo desde luego librar las pri-
ras 100,000 libras y, estrechado por la necesidad, disllU-
so á los pocos dias de otras tantas; pero, como el estallo
del pais y la escision de las juntas no permitian contar COII
el reintegro de los bonos del tesoro, en que debia efectuar-
se el reembolso de la anticipacion, fueron protestadas las
letras, y el mido de este protesto resonó en lodas las hol-




LIBRO CUARTO. 187
sal" de EUI'opa. El nuevo empréstito, lejos de mejorar la
sit?acion, la empeOl'ó, pues, secando en la oeasion mas
Iwiücu e\ l'fIuw;m\la\ ue\ crMí\ü, que hasta entonces seguía
corriendo con mas Ó" menos abundancia.


Al mismo tiempo que se malograba esta combinacioll
económica, se estrellaba otra política, concebida por un
escribano de Gui.\lú1.coa , ~ue mas adelante debia hace\' un
papel algo mas importante, aunque no mas airoso, en otra
combinacion militar. En los últimos dias de julio, se habia
presentado en Bayona don José Antonio Muñagorri, supo-
niéndose verbalmente autorizado por Toreno y Ahumada,
para hacer á don Carlos las proposiciones siguientes. 1. a Se
le daria una pension de oeho millones anuales, garantida
por los gobiernos de "Francia y de Inglaterra, si aquel prín-
cipe consentia en retil'arse a Italia con su familia. 2.a Se
revocaria la ley que privaba a los infantes sus hijos de sus
derechos eventuales al trono de España. 3.a La reina re-
conoceria , no solo los fueros de que al fallecimiento del
rey don Fernando VII gozaban las provincias exentas, si-


no los pl'Ímil¡vos que, derogados pOI' el capitulado de 1715,
habia jurado recientemente don Carlos. 4. fi Asimismo re-
conoceria los grados , honores y condecoraciones concedi-
das por el Pretendiente a su ejército, el cual deberia unir-
se al de la reina para restablecer el órden y hacer obede-
cer á su gobierno. Despues de poner al general Harispe en
el secreto de su eomision, partió Muñagol'I'i el 25 del mis-
mo mes de Bayona pal'a España; pero la junta de Guipúz-
coa, en virtud de instrucciones de su gobierno, no le per-
mitió internarse en su tel'l'ilOl'io, y le mandó volver á FraJl~
cia. Traslucido el proyecto, el gobierno de Madrid se apre-




188 ANALES DE ISABEL n.
SUl'Ó á declarar que ninguna pal'te habia tenido en él y, 110
existiendo huellas de su asentimiento, fué forzoso creer que
no lo habia prestado.


Nadie, sin embargo, suponia que no tuviese en reserva
Toreno algun otro medio de conjul'ar los riesgos de la situa-
cion que, graves en general, lo eran mas aun con respec-
to á su propia persona. Habíase resfriado, pOI' efecto de
circunstancias pal,ticulares , la amistad que un dja le unie-
\'a con el ministro de Inglatel'l'a ViIlie\'s, y, aprovechándo-
se este del encono que los disidentes de las provincias ma-
nifestaban contra el presidente del Consejo, habia hecho
indicar á don Agustin Argüelles la conveniencia de que ocu-
pase su puesto. No debia, a la ve\'dad, temer Toreno que
diese oidos el Pl'ocul'ador asturiano su colega á las indica-
ciones del enviado britanico; pero éste continuaba nego-
ciando desde la Granja para influir en la eleccion de un
nuevo gefe del gabinete, y semejante disposicion compli-
caba la posicion de Toreno , ya por sí muy difícil. En la
impasibilidad misma que en medio de la cl'isis ostentaban
Ahumada y el , se veia, no obstante, que alimentaban cie\'-
tas esperanzas; y no tardó en saberse que estas se funda-
ban en un acontecimiento que, en gencl'al, sin embargo, se
miraba como delimitada influencia. Este acontecimiento era
la llegada próxima de Mendizabal, en quien algunos creian
encontrm' el hombre capaz de sofocar todas las tentativas
del partido anarquista por el ascendiente que se le supo-
nia sobre la multitud que lo formaba; el hacendista á cuya
voz debian salir millones de la tierra; en fin, el salvador
de la monarquía. Los ministros mismos se lisongeahan ade-
mas con la idea de la interveneion francesa, que ff>cienle-




LIBRO CGARTO. 189
mente habian mandado solicitar de nuevo en París por me-
dio del duque de Frias, y que tambien solicitaban ellos en
Madrid por medio del conde de Rayneval, sinceramente
asociado á sus deseos. Supúsose que, á no alimentar To-
I'eno esta confianza, habria transigido á tiempo con las jun-
tas; por la misma razon que, al ver frustrados los esfuer-
zos empleados dos meses antes para obtener la cooperacion
de la Francia, le habia decidido entonces á nombrar milÚs-
tro á Mendizabal.


Cualesquiera que fuesen los motivos de la confianza mi-
nisterial, lo cierto es que no eran bastante conocidos, ó no
aparecian bastante fundados para inspirá'rla á las diferentes
clases á quienes inquietaba la espantosa coincidencia de las
escisiones provinciales, y de los progresos carlistas. Temía-
se en general que el movimiento insurreccional se esten-
diese de la circunferencia al centro, y ocasionase en Ma-
drid un trastorno de mas trascendencia que los que afligian
á ciudades menos populosas é influyentes; y asi habria su-
cedido en efecto, sin la precipitacion y la jactancia del par-
tido que promóvia los desórdenes. Hundido habria él que-
dado irrevocablemente, si el gobierno hubiese tenido la
firmeza necesaria para aprovecharse de un triunfo que,
casualmente y sin esfuerzo de su parte, se le vino luego á
las manos.


Con el fin de tomar en consideracion la situacion del
reino, y particularmente la de la capital, hubo en Palacio
el 14 una gran reunion á la cual asistieron los ministros,
los consejeros de Gobierno, los decanos de las sec-
ciones del Consejo Real, y algunas autoridades locales:
la reina Gobernadora corrió desde la Granja {¡ presidirlo.




190 ANALES DE ISABEL n.
Susurróse por de pronto, que en él se habia acordado ell-
lI'ar en la vía de las innovaciones, reclamadas pOI' los disi-
dentes de las provincias, pero, trasluciéndose á pocas ho-
ras que al contrario el Gobierno se dccidia por la resisten-
cia, los clubs de la capital creyeron no deber contener mas
la impaciencia de sus afiliados, y ser llegado el momento
de dar un golpe decisivo, pidiendo la destitucion del mi-
nisterio , y formando uno nuevo, compuesto de sus ami-
gos que, aunque elevados á los primeros destinos, se mos-
traban dispuestos á dar á la revolucion todos los ensan-
ches que la faccion reclamaba. El Gobierno, informado
á tiempo de este proyecto, y de que el alzamiento de-
bia verificarse en la noche del 15, mandó al conde de
Ezpeleta, á quien se habia encargado la capitanía ge-
neral de Madrid, por no haber llegado el general La-
tre, á quien se confiriel'a des pues de la renuncia de Que-
sada, que tomase disposieiones para impedirlo. Mientras
que, con este objeto, reunia Ezpeleta las tropas en sus cuar-
teles, dieron la señal de la insurreccion dos compañías de
urbanos que habian estado de servicio en la plaza de to--
['OS en la tarde del 15 de agosto, y que, al restituirse á su
cuartel de la plaza Mayor, prorumpieron, en su tránsito
por el Prado y por la casa de Correos, en gritos de abajo
el ministerio, viva la libertad. Alborotáronse los cómpli-
ces reunidos en la Puerta del Sol al oir estas vociferaciones,
y el puesto militar de Correos hubo de encerrarse en el
edificio. Los mbanos continuaron su camino á la Plaza Ma-
yor, donde, al toque de generala, se.reunieron al punto sus
batallones 1.0 3." Y 4.", sin que los mas de sus individuos
supiesen por entonces de qué se trataba ni dónde se iba á




LIBRO CUARTO. 191
pal'al'. ] untos aUi, fueron enterados de lo que por tIe lH'OU-
to se habia convenido en publicar; y, arrastrando los ins-
tigadores á los indecisos, aterrando á los débiles, deslum-
brando á unos con la conveniencia de las medidas que so-
licitaban, tranquilizando á otros con los vivas a Isabel 11, y
halagando á todos con la esperanza de un triunfo fácil é
inmediato, los hicieron asociarse a un movimiento, de que
pocos sospecharon, ni aun entonces, el verdadero objeto.
Desde el momento trataron de fOl'lificarse en el recinto de
la plaza, y al efecto llevaron maderos, carros y todo gene-
1'0 de titiles, pl'opios para formal' parapetos, abrieron fo-
sos, situaron centinelas en las difel'entes avenidas, y toma-
ron, en fin, todas las precauciones para resistir á un ataque
que, creyeron deber ser tan instantáneo como la suble-
vacion.


No sucedió asi, sin embargo; la reina y los dos minis-
tros influyentes se hallaban á catorce leguas de la capital.
Su falta no se habria hecho sentir, á ser otra la situacion
de los dos que se hallaban en Madrid; pero, merced á sus
antecedentes, la de Alvarez Guerra y Garcia Herreros era
difícil y aun amarga. Contemporizar era indecoroso; com-
batir era arriesgado; en el primer caso, la mengua de la
iransaccion podria ser atribuida á las ideas exageradas de
libertad que casi siempre habian mostrado; en el segundo,
tenian que tomar sobre si la responsabilidad de una embes-
tida á mano armada, y esta responsabilidad era tanto mas
tcrrible, cuando mas incierto era el éxito del combate. No
se podian conocer en el acto las disposiciones de la gual'-
nicion , y aun vista la conducta de las de Barcelona y Za-
l'agoza en los dias allteriores, no parecia temerario recelar




192 A:'<ALES DE ISABEl. n.
que aquella fraternizase con los sublevados. En la pobla-
cion existia una masa de elementos heterogéneos, ministe-
riales, isabelinos, carlistas y revolucionarios, cuyo choque
era ó pUl'ecia peligroso promover. La fuerza militar se ha-
llaba á las órdenes de un general excesivamente circuns-
pecto, de quien no debia esperarse, para rep,'imir' la insur-
reccion, las medidas que no se habian empleado para im-
pedir que se pronunciase. El triunfo de los amotinados
seria un cargo contra los ministros de Mad,'id de parte de
sus colegas de la Granja, de la reina y de la nacion; el
triunfo del gobierno, un cargo de parte de los revoluciona-
rios; y estos que derramaban sin remordimiento la sangre
de sacel'dotes indefensos, exhalarian gemidos filantrópicos
sobre la tumba de los cómplices de aquel crímen, Estas con-
sideraciones debian tener indecisos á los ministros de Ma-
drid; tal es el inconveniente de elevar al poder hom-
bres de partido, que tal vez en los momentos críticos titu-
bean entre sus compromisos y su deber, y esta vacilacion
puede comprometer el reposo de los pueblos y hasta la
seguridad de los tronos. No osando faltar á las obligacio-
nes que les imponia su carácter de ministros de una
monarquía, ni queriendo ponerse en contradiccion con
las doctrinas de toda su vida, Garda Herreros y Alvarez
Guerra no se aventuraron, pues, y en aquella noche crí-
tica se limitaron á aprob:lr las demostraciones de la auto-
ridad militar, reducidas á la formacion de algunos cuerpos
en el Prado, y á algunas patrullas y retenes.


Miraron los sublevados esta reserva del medio gobier-
no que existia en ~Iadl'id como un indicio de debilidad, y
~n consecuencia arrancaron la lápida de la plaza. en que




LlDRO t.:llAllTO. 193
st' leia la iuscripeioll de Plaza Real, uanuo así ú eHten-
dCI' que no eran muy realistas sus intenciones, por mas
que gl'itasen 'Viva la reina. Dil'igiél'Ollse en seguida al ayun-
tamiento, y requirieron viven':,; <lel corregido!' que, no re-
cibiendo {¡rllene;:; de nadie, huho de suministrarlos; esten-
dieron sus :wanzadas hasta Puel'ta Cenada pOI' un lado, y
pOI' otro hasta las canes ele Santiago y Mayor, y se situa-
ron en la imprenta lleal, donde hicieron impl'imir una pro-
clama que, eH la maiiana dd 1 ü, f'e distribuyó con la Gace-
ta del gohicl'l1o, y en lllle anunciaron que su objeto era
«derribal' el ministerio f¡Ue, con sus desaccrtados con-
)sejos, arrastraba el trollo al precipicio, y sumia á la pa-
»tria en la anal'quía.)) Con cste papel creian producir el
efecto que no habían conscguido con sus gritos; pero
ni estos ni aquel escitUl'on la menor simpatía en la po-
blacion, en la cual solo encontraron algunos urbanos
dc los pueblos vecinos y unos cuantos perdidos que con-
sintiesen en acompañarlos. Al amanecer enviaron una
diputacion á la reina, con encal'go de presentarle una espo-
sicion, en que, formulando mas esplícitamente que se habia
hecho en Barcelona, Valencia y Zaragoza las pretensiones
del ])artido, se pedia «la esclaustracion ele los regulares; la
)¡devolucion de los bienes nacionales; la separacion de los
»empleados ligados por actos anteriores con los intereses
)ldel Pretendiente; ensanche á las bases de la ley de milicia
)>urbana, y l'cstitucion dt~ su antiguo Bombee de milicia na-
)lcional ; la movilizacion de 13 misma; un alistamiento es-
)traordinal'io de 200,000 hombres; el restablecimiento de
lIlaS diputaciones provinciales; una nueva ley de elecciones
nsohre bases popularf's; lihert:Hl de imprenta; inmediata reu-


To)[() 11. 1:3




HH A:oi'ALES DE ISABEL n.
»uion de C(JI'les; y, como medio de asegurar la ejecucioll de
»todas estas medidas, la formaeion de un ministerio com-
»puesto de sugetos que no se encontrasen embarazados
»para adoptadas, por tener opiniones contrarias á ellas.»
Firmal'ou csta esposicion los comandantes de los cuatro ba-
I allones, sin embargo de que el 2.0 parecia mantenerse fiel,
Y muchos oficiales en nombre de sus compañías. Mientras
salian los encargados de presentarla á la reina gobernado-
ra , otros de los amotinados requirieron á los tenientes de
villa para que pusieran en libertad á don Eugenio A vira-
nela, preso como presunto gefe de la conspil'acion de 24 de
julio del año anterior, espresando ~(Convenir asi al real ser-
vicio.)) Aterrados aquellos jueces, cedieron á la intimacion.,
y Aviraneta se marchó á Zaragoza, donde publicó al mes
siguiente un folleto en que, jactándose del designio que
hasta entonces habia negado, insertó el proyecto de Consti-
tueion que se habria proclamado en el citado 24 de julio, si
la prision de su autor no hubiese frustrado aquella ten-
tativa.


Prolongándose la indecision del gobierno y del capitan
general, Quesada, aunque sin poderes ni mision legal, se
presentó en la mañana dc\16 en medio de los sublevados
y tentó los medios de reducirlos al deber; pero sus diligen-
cias fueron vanas, pues los fautores del motin, dándose
siempre por órganos de la Opillioll, y ostentando una con-
fianza estúpida en la reunion tumultuaria a que creian man-
dar, desecharon toda condicion, resueltos, corno estaban, á
apoderarse del ministerio y de los empleos principales, que
ya se habian distribuido entre sí y sus amigos. Al retirar-
se, fué insultado el general, y aun oyó silhnr algllnas balas




LIBRO CUARTO. 195
:i su ah'cuedor; e. indignado de tanta audacia, determinó
influir en que se la castigase severamente. Al efecto se di-
rigió al ministel'io de 10 Interior, donde, con los dos mi-
nistros que se hallaban en Madrid, sc habían reunido los
individuos del Consejo de Gobierno, y el superintendente
de policia. En esta I'eunion fué nombrado Quesada adjun-
to al capitan general, y se determinó, a propuesta de don
Nicolás Garelly, aprovechar los buenos descos que mani-
festaba don Vicente Bertran de Lís de hacerse mediador
en la contienda que se preparaba. Este sugeto habia ejel'ci-
do en el anteriol' periodo constitucional una influencia se-
ñalada, ya sobrc los partidos que entonces se disputaban
el poder, ya sobre el gobierno que, por la calamidad de
aquellos tiempos, tenia que depender alternativa ó su-
cesivamente del partido que momentáneamente triunfaba.
1,evantada a princ·ipios de 1834 la confinacion que sufría
en Córdob::t, volvió Bertran á Madrid, donde, para reco-
IJl'ar su antiguo prestigio, hizo csfuerzos que en aquellos
momentos cl'eyó oportuno renoval'. Autorizado pOI' el mi-
llistl'O de lo Interior para prometer á los urbanos que no se
castigaria su tentativa de trastorno, si dejaban inmediata-
mente las armas, pasó á la plaza, donde los principales al-
borotadores, alli reunidos, acababan de saber que unas
bandas de muchachos encargados pOI' cllos de distI'ibuir
cintas verdes con cl lema de Constitucion ó muerte, y de
reunir gente bajo aquella enseña, habian escitado tan solo
dcsprecio é indignacion. Privados del apoyo que creyeron
proporcionarse por aquella pl'ovocacion, dieron los gefes de
los urbanos plenos poderes á Bertran para hacer la tl'au-
sacrion flue estimase útil; yal efecto volvió al Consejo acom-




196 AC'íALES DE JSAm:L H,
paüado de algunos de sus oficiales, ya ate¡'rauos pOI' la ac-
titud que tomó Quesada, desde que se vió revestido de un
(':U'ácter , á favor del cual reasumió eu uu momento el man-
do todo.


Autorizado á ataeal' la plaza Mayor, hacia ya adelantar
á ella desde la de Oriente algunas piezas de artillería, dis-
tribuia sus columnas, y daba las demas disposiciones opor-
tunas, cuando las p¡'omesas de sumision llevadas por los
oficiales de la milicia al Consejo de Gobierno, hicieron re-
voear la órden que este cuerpo habia dado para el ataque;
pero, temiendo que antes de que llegase á Quesada la re-
vocacion rompiese él las hostilidades, el superintendente
gene¡'al de policía se encargó de llevársela en persona. Por
de pronto rehusó ohedeeeda el general; pero, reflexionan-
do, pasó al vecino palacio del ministerio y reconvino
amargamente pOi' su. debilidad al Consejo reunido. Aealló-
sele como se pudo, y BertI'an volvió á la plaza á llevar su
amnistía <'l los amotinados, que la recibie¡'on con reconoci-
miento, y empezaron ú desfila¡' para sus casas. A media
noche no lo habian verificado aun algullos recalcitrantes, y
Quesada adelantó tropas, y los hizo rendirse, sin que ellos
opusiesen resistencia, siendo de notar que, desde las seis
de la tarde, se habia encargado Latre de la capitanía ge-
neral, ú pesar de lo cual continuó Qucsaua manuanoo en
gefe, como lo habia hecho mientras tUYO el mando Ezpele-
tao Quesada se apoderó cn la plaza oc 900 fusiles que
abandonaron los urbanos de los tI'es batallones, habicndo-
se el 2. 0 mantenido He! ú la rcina, y hecho su servicio
('11 otl'OS puntos t'1l IlniOll con las tropas de línea y de la
jl:ufll'dia reaL




LlBllO CUAltTO. 197
Asombl'ó ú todos este (les enlace mágico; pues apenas


había quien no creyese que el movimiento de Madrid ten-
dría el mismo resultado que hahian tcnido en los dias an-
teriores los de Zaragoza, Barcelona y Valencia: y asi ha-
hl'ia sucedido verosímilmente, si los batallones suhlevados
se hubiesen adelantado á hacer un reconocimiento sério so-
bre las Platerías, y escitado á los soldados del ejército á que
fratemízasen con ellos. Tan general era esta creencia (¡ue
aun los amigos del órden se alejaban dc un ministerio, con-
tra el cual se pronunciaban con tanto estrépito el odio y la
animadversion. Asi, las casas de los ministt'os y los salones
de sus secretarías estuvíel'on desiertos por espacio de
ll'einta y seis horas, y su caida se miraba como un princi-
pio, sin duda, de gl'andes desónlenes , pero tambien como
una consecuencia necesaria de la poca conformidad de sus
miras y de la poca armonia de sus procedercs. El gobier-
no mismo contaha tan poco con afluel ll'iunfo que, mientras
el gran Consejo dc Madrid transigía con los amotinados,
los ministros l'esidcnles rn la Granja tomaban medidas pa-
ra trasladat'se ú Burgos, en el caso de que coronase el éxi-
to los esfuerzos de la rehelion.


Venciela esta á tan poca costa, empezó el gobiel'l1o ti
dar señales de vida; y, el 17 por la tarde, cuando ya ha-
hia pasado el peligro, cuando los amotinados no pensaban
mas que en sustraerse por la ocultacion al oprohio de Sil
tentativa frllstrada, publicó en una gaceta estraordinaria un
decreto dictado el· dia antes en la Granja. por el cual se
puso á Malhid en e:;,\nuo de sitio. E\ 18 se creó una comi-
sioll militar, 'J en el mismo dia mandó Latre que fuesen j\lZ-
711dofi pOI· rila los que se aprchendicsl'll 1'\1 la calle con l1r-




198 ANALES DE ISABEL 11.
mas, los que formasen grupos y reuniones cuyas voces !/
movimientos fundasen una prudente sospecha, y los que
se encontrasen en el sitio de los escesos y no se parasen
á la primera intimacion. El general declaró reos de pena
capital á.ouantos fuesen aprehendidos en asonada ó mo-
tines, y pI'evino á la comision milita!' constituirse en per-
manencia en la sala de sus sesiones; en caso de alarma,
juzgar breve y sumariamente, y hacer ejecutar inmedia-
tamente las sentencias. Al mismo tiempo se mandó disol-
ver los tres batallones de urbanos que habian tomado las
armas contra el gobierno, aunque estos estuviesen disuel-
tos y desarmados de hecho, y proceder á una nueva reor-
ganizacion, en que se traslucia al designio de halagar á los
que se pretendia aterrar por el hecho de disolverlos. La
supresion de un periódico y una infinidad de trabas puestas
á los otros, completaron las medidas represivas de aquellos
tres dias.


Si el bando de Latre se hubiese publicado antes, y eje-
cutado en todo su vigor, habría á lo menos ateITado y es-
carmentado á los autores de los movimientos del 15 y 16, é
impedido los desórdenes de los dias 17 y 18, en que una
porcion de realistas, creyendo que la disolucion y el desar-
me de los urbanos les daba derecho para atentar contra
ellos, promovieron en las calles graves reyertas, de que
resultaron mas de cuarenta muertos y doble número de he-
ridos. Pero el bando no era mas que una conminacion:
mientras se publicaba, se ocultaban ó huian individuos no-
tables reconocidamentc cómplices del dcsórden, y otros de
que se sospechaba tomaban en él una parte mas Ó !llellOS
principal, en tanto que se prendia á los diputados .\/calll Ga~




UBRO eUARTO. HI!)
liano y Chaco n , contm los cuales se sabia desde luego que
no resultarian cargos, y tl los miembros de la eomision df los
mbanos que, despachados á la Granja en la mañana del 16,
fueron arrestados alli y trasladados despucs al cuartel de
San Nicolás de Madrid. Los poderes que el nuevo capitall
general anunció haher reasumido á consecuencia de la de-
claracion del estado de sitio, continuaron ejerciéndose por
las autoridades respectivas , y aquella declaracion se nÜI'ó
en bl'eve con tan poco respeto, como el bando mismo die-
lado á su virtud, como la cI'eaeion misma de la comision
militar. Esta quedó anulada desde que, reducida á juzgar ú
algunos compI'Ometidos en los desórdenes del 17 y 18, no
se le permitió descargar la espada de la justicia sobl'e los
autores de los atentados del 15 y 16, I'eprodueeion de los
cometidos impunemente en las mas importan les ciudades
del reino. No menos singular que la repentina limitacion de
las funciones de la comision militUl', pareció el incalifica-
ble silencio que sobre tan graves ocurI'encias guardaha
la Gaceta de Madl'id dur'ante aquellos cuall'o di as , sin qur
una sola palabra dijese de la sublevacion de tres batallones
de los guardianes de la paz publica en la capital de la mo-
narquia, ni de la prisioll de dos proeuradol'es á Córtes, ni
de la oeultacion ó fuga de otros cuatro: el 19 empezó á
publicar artículos conlI'a las teorías de la faccion vencida;
pel'o, proclamándose en ellos sanas docll'inas. se dejaba l'O-
lumb\'al' la intellcion dc 110 cxaspc\'arla y la incertidum-
)H'C Ó la vaeilaeion del gobierno.
~\preslll'ose cf'le, sin em))(\I'¡':O , Ú cOllluui('UI' el triuufo


del l6:í los capilanes geu('rales; pel'o , anlef' de I'ecibil' la
Iloticia, al'l'asll'allos alguno~ dc ellos 1'01' eil'cunslaneias que




200 A:'íALllS DE ISABEL ll.
la actitud antel'iol' del poder no les pemlitiera señol'ear,
habian cedido á las exigencias de la opinion facticia, y
otros tuvieron que hacer lo mismo aun des pues de recibi-
da la comunieacion del gobiemo. En Valladolid se habían
desde el 17 reunido unos cuantos perdidos, é intimado al
capitan general interino CastaflOIl , con al'i'eglo á las ins-
trucciones eil'culadas á todas las sociedades secretas del
reino, la eselaustl'acion de los frailes, la inmediata COll-
clusion de las causas de conspiracíon pendientes, y la dcs-
titucion de los empleados desafeetos. Caslañon contaba con
una guarnicion decidida de 3,000 hombres, y con los mas
de los urbanos, á quienes no estraviahan los anál'(fuicos so-
fismas de la época. Creiase que con aquellas fuel'zas des-
haria el grupo de proletarios que osaba hacerle tan inso-
lenles intimaciones; pe¡'o, con sorprcsa de todos, cCllió é
hizo el 18 evaeuar los cOllventos. Lo propio hizo el gene-'
raI Jalon en el mismo dia á peticion de los rcvoltosos de
Salamanca, sin que, Ú pesal' de la j)I'oximidad de amhas
ciudades á la Granja, de donde se espedian las órdelles,
hubiesen estas llegado á tiempo de impedir la cOllsumacioll
de aquellos actos. Lo propio se hizo el mismo dia en Má-
laga, á pesar de que, desde el 12, el gobernador Santa Cruz
estaba recomendando al pueblo que desconfiase de las ma-
niobras con que se pretendia empujarle á los desúl'uenes;
maniobras cfue alli, como en casi todas pal'tes, atribuian
las autoridades ú los agentes de don Cádos. Lo Pl'opio sr
hizo, en fin, cn Cn<liz, pI19, no sin haherse agolpado el po-
pulacho en esta y oh'as ciudades á algunos eonventos y su-
queádolos mienlns á ellos no se deslinú ulla fuel'zn su-
ficiente para impedirlo. Aun en Bnrgos y Palenri:l, rlos




LIBRO Ct:AR'fO. :!OI
de las ciudades mas religiosas del ¡'eino, se necesitaron
enérgicas exhortaciones de la autoridad para evitar que
se cometiesen iguales atropellos. Nadie c¡'eyó que su simul-
taneidad fuese obra del acaso, no pudiendo atribuirse á
esta especie de providencia ciega hechos euya comhina-
cion exige cálculo é inteligencia.


Los de Malaga parecieron por de pronto limitarse, co-
mo en otras pa¡'tcs, a la espulsion de los frailes; pero la
indiscrecion de algunos revoltosos mostl'ó luego (Iue la tal
t'spulsion no era mas que un prelesto para ulteriores desór-
tienes, de que espel'aban resultados mas decisivos.
El 23, un regimiento dc línea lanzó el grito de viva la
Constitucion, que en breye fué repetido por la milicia ur-
hana. Algunos oficiales que quisieron oponerse al trastorno
fueron arrestados al punto, y embarcados en seguida para
eeuta; é igual suerte habría verosímilmente cabido al go-
hernador, si, vista la inutilidad de sus esfuerzos para man-
lenel' cl órden , no se huhiese plegado á las ideas de los que
lo turbaban. Heunióse el ayuntamiento y, segun costumbre,
~e nombró ulla junta presidida por el gobernador Santa Cruz
y en que figuraron algunos sugetos de importancia local.
:En el día publico aquel cuerpo una proclama, tratando de
justificar el alzamiento con los ejemplos de Barcelona, Za-·
ragoza y Valenein, donde, sin embargo, no se habia lIev,a-
do hasta proclama¡' la Constitucion de 1812. Añadiendo el
sal'CaSl110 tÍ la rehrlion, conduyo su manifiesto la 1111P\a
junta con vivas al órdell , como si cupiesc órdcn clIando Ú
la ley á que, pocos meses antes, se habia prestado un jura-
mento solemne, y al parecer sincero, se sustilllia ('ti un
motin 01/'0 ~ímholo de fp polítita. hllnrlido ~'a do:, vrCI'S




202 ANALES DE ISABEL 11.
rusí pOI' ac\amacion. La cOl'pol'acion que asi obl'aba desde
luego, y que iba mas allá que todas en la manifestacion de
sus designios , no se contentó como las demas con el mo-
desto diclado de auxilial' ó dc consultivas que ellas le atri-
buyeron: llamóse directiva de Gobierno desde el princi-
pio, y usurpó todas· las atribuciones de la soberania; dis-
puso de los caudales de diezmos; su\wimió la policia y los
derechos de puertas; dejó huecos á sus amigos, sepm'ando
á los empleados que le pIngo caliHcal' de desafectos; enviú
sobre Granada una columna de 2,000 hombres, eon el {in
de propagar allí el movimiento I'evolucionm'io; anulo todos
los sueldos, pensiones, grados y distinciones conferidas
por servicios hechos al altar y al trono, esclusion ge-
nérica que ofrecia un campo inmenso á la reaccion; y se
preparo a completar mas tarde por otras medidas de la
misma naturaleza, la obra qne con tanto anhelo habia em-
pezado.


Al mismo tiempo Cádiz, cunade la Constitucion de 1812,
hacia en favor de su restablecimiento demostl'acioncs qlle
no producian, sin embm'go • l'esultados tan decisivos. Lle-
¡;ada alli el 21 la noticia de los sucesos del 15 y 16 f'1l
Madrid, y anunciada al dia siguiente por carteles, al·
gunos urbanos los arrancaron con la punta de sus bayo-
netas, prOl'UIupiendo en vivas á la milicia de ~hHh'id y tl
la Constitucion. Rcinaba de antes en la eiudad ('icrio dis-
gusto por habel'sc cenado impl'ovisamcJltc los E~lamcntos
y al'l'uinádosc muchos especuladol'cs que, con la apl'ohacioll
rn el de Próceres de la ley relativa al al'l'cglo de la dcí((la
¡ntel'iO!', hahian heeho grandes opcl'aeiones en fondos. La~
noticias de la desmo\'alizaciol1 del ejél'dto de Valdé,;, las dc




LIBRO CUAUTO. :W3
las ventajas conseguitlas últimamente pOI' las al'mas Je don
Cárlos en las provincias, las instigaciones de algunos flue
abultaban estos desastres para escitar el pueblo al tlesór-
den, la creencia, por último, en que estaban los afiliados de
las societlades seCJ'etas de ser llegado para ellos el momcn-
to de mejorar de condicion ; todo hizo que repitiesen lue-
go los gritos de subvcrsion los batallones de urbanos que se
reunieron al punto, y que hallasen cco en el regimiento
mandado por el coronel OSOl'io. Hepitió los mismos gritos
el gobernador de la plaza Hore que, habiendo pretendido
el 9 oponerse á la algazara escitada alli por los sucesos
ocurridos el mes anterior en Zaragoza, Heus y Barcelona,
habia corrido riesgos graves, aprendillo en ellos á doble-
garse á las exigencias de la época, y vÍstose forzado en se-
guida á ordenar la evacuacion de los conventos. El 22 los
urbanos nombraron representantes por compañías para ha-
cer conocer de un modo categórico sus deseos, con arreglo
á los cuales sc nombró el 23 una junta presidida por el go-
bernador, y encargada por de pI'onto de redactar una pe ti-
cion á la reina, solicitando la separacion del ministcrio y la
convocacion de CÓl'tes constituyentes. Dividiéronse, como
era natural, las 'opiniones sobre la sustancia, y aun sohre
los términos de la petícion ; y como de resultas se tliliriese
su envío, hubo de acelerarlo una asonada nueva, que la hi-
zo partir el 25. Por una especie de befa, de que solo en las
re,'oluciones se hallan ejemplos, se pretendió que la junta
era ilegal, no por su l'ebelion contl'3 el gobierno, sino pOI'
110 haber tomado parle el vecindario en el nomlll'amiento de
sus individuos, con aneglo tI lo prcyenido en Ulla ley reco-
pilada, y ~e mando eH consecuencia ((ue, en conformidad




20~ A:'i.\UlS DE ISABEL 11.
de sus prescripciones, concurriesen los vecinos por pal'I'o-
{Iuias á nombrar los electol'es que dcllian designar los
miembros de la nueva corporacíon, ú la cual se dio el nom-
bre de auxiliar y consultiva de las autoridades: el 25 se
instaló tambien una junta en Algecil'as, y otra al mismo tiem-
po en San Roque. Entl'etanto que el movimiento se propa-
gaba á las eslremidades de la provincia, Osol'io, á la cabe-
za de una columlla, marchó á es tenderlo en los pueblos con-
sidel'ables de las inmediaciones dc la capital. En el Puerto
de Santa Mal'ia, el gohernarlor Vaca envió tropas para opo-
nerse á su marcha; estas se pasaron á la columna rebelde,
y Vaca, destituido y preso, fué enviado al castillo de Santa
Catalina, Refol'Zado OSOI'io con los desertores del Puerto,
eon sus urbanos y otros de la comarca, pasó á Jerez y San
Lúc3.l', hizo cerrar sus conventos, y se disponía á marchar
ú Sevilla para lanzarla en las vías del desorden, cuando
supo que otros se habian encargado de esta comision, que,
vencidos algunos ohstáculos, lograt'on en fin llevar á cabo,


Desde muchos dias antes se hahian notado en affuella
gran ciudad tales síntomas de agitacion, y circuJalJaIl
tales voces sobre la destruceion de los conventos, que
el capitan genel'al, príncipe de Anglona, luvo el 21 que
desvanecer aquellos recelos, manifestando en una proclallliJ
que contaba para mantener el ónlen con la gual'llicion y la
milicia urbana, En hreve, empero, cui(ló esta de pl'obar IllIe
cl'a Yana la confianza de i\l¡ucI gefe. En la mañana dcl 80
se l'elll1iú ella :1I'l11ada en su cuartel, y desde alli pidió la
I'eunion de Corte~ constituyentes y las demas cosas ele uso,
Hesistió Anglona, intimo ti los conjurados ttlW ~e sepanl-
se1l, les amenazó COIl tl'alados pomo J'{'hdd(>~ ;;j no lo VI'I';-




LlllRO CUARTO. 205
!lcahan mIles de la noche, y los urbanos eediel'on por en-
Lonces á las intimaciones del general. Conocido en Utrera
al dia siguiente el mal éxito de aquella tf'ntativa, dispuso
su milicia marchar al SOCOI'I'O de la de Sevilla, y asi lo anun-
ció al comandante de esta. Avisólo él al gobernador civil,
quien convocó una junta de peI'sonas notables para que
aCOI'uasen lo conveniente; pero, mientras ella ueliberaba, los
voluntarios ligeros de Andalucía dieron el w'ito de 'viva la
Constitucion, que repitieron algunos mbanos, y en seguida
todos los dcmas que inmediatamente se reunieron. El prín-
cipe de Anglona cedió el mando al marqués de la Con-
cOl'dia, y, solo a favor de un disfraz logró salil' de Sevilla.
FOI'móse en seguida una junta de Gobierno, á cuya cabeza
se pusieron el nuevo capitan general y el gobernabor civil.


Al movimiento de ~maga, que habia coincidido con el
de Cádiz, del cual habia sido consecuencia el de Sevilla, si-
guió al punto el de Granada. Aunque su milicia estaba en
general Lien compuesta y animada de un buen espíritu, se
notaba en ella dcsde antes cierta levadura dc inquiclud, que
hicieron fermentar' luego las contestaciones (¡ue el coman-
dante Echevarría sostuvo con el capitan general Rojas, so-
bre la entrega del antiguo estandarte de la milicia nacional:
altercado en que Rojas, despues de mostrar una prudente
firmeza, tuvo al fin que ceder. El domingo 9 de agosto ~e
pretendió alarmar á los urbanos con la falsa noticia de la
aparicion de los realistas en el sitio mas publico de la ciu-
dad (la Puerta Real); se albol'ola1'ol1 ellos y corrieron a bus-
Cal' los anunciados enemigos; pero, no existiendo, hubo de
aguardarse olra ocasion mas favOl'able pal'a estallal'. Pre-
sentóse esta al eil'cnlat' eH la cimhul el l'umor de lo!> acol1-




:Wti A:'í AJ.ES DE IS.\ BEL II.
!ecimientos uc Málaga, y ellle que llegaba de alli una fl1el'-
le columna enviada pal'a proclamar la Constitucion de Cádiz.
Altéranse unos y otros COII esta nueva, y la altcl'acion se
aumenta al oil'se que el coronel del 4.0 regimiento ligero
de caballería, Villapadierna, habia recibido del capilan ge-
neralla órden de salir desterrado de la ciudad. Aparecen
pasquines, se cruzan las patI'ullas, se reune el acuerdo,
conferencian las autoridades,: y en fin , el 26 , cuando las
tropas pl'ocedentes de Málaga llegaban apenas á Alhama, se
lanza el gl'ito de viva la Constitucion , y los urbanos y la
tropa lo repiten por todas partes. Rojas deja el mando, y al
punto se hace proclamar capilan general un don Vicente
Abello que, revistiéndose en 1810 de las insignias de aquel·
gl'ado y usurpando sus atribuciones, figuró en el simulacro
de resistencia que, contra el ejél'cito fl'allCés, mandado por
rl general Sebastiani, hizo aquella ciudad. Rendida esta,
embarcóse y púsose en salvo AbelIo, el cual, despues de
veint.e y cinco años de oscuridad, salió de nuevo á la esce-
lIa y, para regularizar el movimiento, creó una junta, cuya
proclama del 27 exhortaba á los granadinos á unirse al trono
constitucional, es decir, á la Constitucion de 1812, y á alis-
tars~ todos en las filas de la guardia nacional. En el mismo
~.Iia acordó remover los empleados desafectos, y nombró
otra junta pal'a hacer esta separacion, é intervenir todos los
fondos eclesiásticos: mandó que la audiencia se ocupase en
faHal'las eausas dc ¡nfidencia; I'ebajó la cuarla pal'te de los
(lerechos de puertas, y determinó ccrral'los conventos que,
al sentirse el movimiento del dia antcriol', llUbian sido aban-
donados pOI' los frailes. El 29 avis6 que hahia pedido á la
reina una Gonstilurion 'lue las Corff's (/r!bi(m esfab1f'cel'.




LIBRO ClJARTO. 207
ptro el 30 dijo que para el dia siguiente hahia acordado
pi'oclamal' la de Cidiz, lo cual vel'ificó :cl 31 en la capital,
y sucesivamente en los pueblos pl'incipales de la provincia,
instalándose en seguida los ayuntamientos constitucionales.
La junta, adoptando á instigacion de Abello esta Constitu-
cion, «con reserva de las refOl'mas que las Cortes constitu-
»yentes estimasen oportunas para poneda en armonía con
))las que rigen en las naciones libres que componen la
))cuIÍJ/'Uple alianza,» resolvia por sí una cuestion inmen-
sa y la complicaba prodigiosamente, resolviéndola; pues, ti
Jos embarazos que debian rcsultar del restablecimiento del
código de Cádiz, pretendia añadir el de ponel' las modifica-
ciones que en él se hiciesen en armonía con el régimen po-
lítico de Inglaterra y Franeia, que ninguna armonía tenhm
entre sí. Asi, un hombre sin instl'Uccion ni capacidad, ar-
rastraba á otros, que acaso no carecian de aquellas cualida-
des, á sancionar con su forzado asentimiento la medida mas
inconciliable que habia salido hasta entonces de los elemen-
tos informes del caos revolucionario. El 29 entró en la ciu-
dad, pl'ocedente de Málaga, una columna de 3,000hombres,
compuesta de pequeños destacamentos de infantería y caba-
llería de línea, de urbanos de Málaga, Velez, Loja, Alha-
ma y otl'OS puntos, y de muchos paisanos armados. Los co-
mandantes de esta fuerza, y algunos miembros de la junta
directiva de Málaga, fueron admitidos á las sesiones de la
de Granada que, cutre otras disposiciones, acordó el 30 y
el 31 la supresion de la policía y la intervencion de los
fondos de diezmos. POI' esta última medida se al'rllbaló á los
pal'tícipes cl pequeño pedazo de pan á que las bajas sucesi-
vas de aquclla Ill'cslacion} la depreciacion siemlll'e ere-




A:'iALl,S liE 1.'AllEL H.


cieute ue los frutos habían ultimamenle ['euucido sus reu-
taso En medio de estos atentados coutra el ól'den publico,
hubo, sin embargo, pocos escesos iudividuales que deplo-
rar, Pequeñas gavillas de malvados asahal'on, illa verdad,
la aduana y otl'OS puntos; pero luego fuel'on repl'imidos y
aun presos algunos. La junta parecia quercl' rescrval'se la
peligl'osa iniciativa de la persecucion, Ó quiza entendia ate-
nuarla dil'igiéndola. El octogenario general Campana, que
durante mucho tiempo habia alternativamente desempeñado
aCludla capitania general y la de Sevilla, fué arrastrado de
su casa de campo á la cárcel de Corte, de donde, des pues
de muchas vejaciones y sacrificios, se le dejó salir para el
eSlr'angero.


A Granada siguieron al punto Almería, Jaen y Córdoba.
La lunta c\ue se instaló en esta última ciuua<l se mostró
una ue las mas comedidas de cuantas se crearon en aquel
pel'iouo lle trastornos; pues, en la representacíon que dirigib
el 29 á la reina, solo pedia la remocion del ministerio y la
convocacion de los Estamentos. Esta moderacíon, que se
manifestó igualmente en la proclama publicada en aquel mis-
mo dia, parecib tan estraña entonces, como lo era el que, al
lado del comandanle general don Pedro Ramirez, del gober-
nador civil marques de Paniega y de otros empleados supe-
riores de la provincia, figurase en aquella asamhlea un frai-
le, en momenlos en fIlie se desencadenaha eontra los frailes
todos, en las principales capitales del reino, la mas horrcn-
da persecucion. Y pOl'que no lmhiese cil'Cunstancia que no
hiciese absolutamente diverso el movimiento de CÓI'doba del
de todas las demas ciudades, el general Ramirez declat,ó
(lile paí'aria por' hlS amlas en el t~l'mino de "cinte y cuatro




LlIlIW CUARTO.


horas á cualquiel'U que turbase el órdell ; lleclaracion que,
atendido el carácter de su autor, no era como en otras
partes una conmjnacion de fórmula, sino la espresion de
una intencion decidida dc mantencl' cl órden á todo trance.


Casi tan moderada como la junta de Córdoba, se mos-
tI'o la que en el mismo dia se instaló en el Ferro!. Esta pa-
reció á lo menos respet3l' el Estatuto, pues, fuera de la es-
tineion de las ol'denes religiosas, y la remocion de emplea-
dos desafectos, no exigiú mas tlue la formacion de una nul'-
va ley electoral, y el pronto y favorable despacho de las
peticiones hechas por el Estamento de procuradores.


Lo mismo, poco mas o menos, parecia deseal' la junta
C1'eada en Badajoz elLo de setiembr'e, pOI' vü,tud de otro
movimiento popular. La única difel'encia esencial que se
notó en sus disposiciones, fué el anuncio de haber sus ti-
I.uido el nombre de milicia nacional al de m'bana; varia-
cion que, insignificante en otras circunstancias, el'3 enton-
ces muy significativa, pues nacional se llamaba aquella mi-
licia bajo el régimen de Cádiz, y el I'establecinliento de la
dcnominacion era un sin toma de predileccioIl en favor de
aquel régimen. Hal'to mas enérgica fué la manifestacion que
dirigió el 11 la junta que se instalal'3 eH la Coruña. Ponte-
vedra , Lugo , y Orense tuvieron tambien juntas en Gali-
cia, como Huelva en Andalucía.


Igualmente que en d territorio peninsulal', se estclldiú
y completo en Mallol'ca la cscision á que poco antes sirvie-
I'a de pretesto el alzamiento carlista de Manacor. La junta
consultiva que se creó de resultas en Palma, no se Iimitú
á decretar la remocion dc los empleados desafectos, sino
que sancionó la redencion de censos verificada en el ante-


TOl\IO JI. 14




.\~ALR~ 01' ISABEL 11.


l'iOI' periOllo constitucional, y dicto medillas preparatorias
para la devolucion de los bienl's nacionales a los que en
la misma epoca los com\WarOIl, Pel'o si el capitan general
conde de Montenegl'o no pudo I'csisti¡' á estas exigencias
desde quc vió (IUC pOI' todas partes se aeatab:ll1, (~mpleó á
lo menos su popularidad para disminuÍl' los males tle su ea-
si necesaria aecesion , y atenuo por restl'iccioncs saluda-
bles lo que ella tenia de revolucionario en su origen y pre-
sagiaba de funesto en sus consecuencias.


No tenian, empero, todos estos movimientos un carác-
ter tan decidido, una unidad tan temible, como mostrahan
en Valencia, Enterado el gobierno de haber I'ecaido el man-
do, de que hizo dimision Ferraz , en el conde de Almodó-
val', creyó deber ratificar su nombramiento, esperando ga-
nar al nuevo gefe por este testimonio de confianza. Pero no
podia corresponder a él Almodóvar, obligado desde el pri-
mer momento de su aceptacion á conformarse á lo que de él
exigian los directores del motin. Asi, no tuvo ¡'eparo en de-
cir en una proclama del 18, -dos representantes de vuesfra
»milicia tomando una generosa iniciativa, me han recla-
)lmado medidas fi~ertes, que sin embargo no he vacilado en
»adoptar porque mi corazon las aprobaba y la situacion del
»pais lo exigia, Ninguna garantía han ped1'do que no fite-
»se I'n el acto concedida ..... Estoy resuelto á marchar con
»paso firme hácia la libertad y los progresos, cualesqui('fa
»que sean los riesgos qne se olr'e.zcan en tan noble cami-
»no.» Inferir se dejaba 10 que el gobierno podia espet'ar de
una autoridad que, para hacerse obedecer, tenia (lile confe-
sarse sometida á las prescripciones de la diputacion de los
urbanos, que ealificar de inidatit!{l gfillefOSa sus exigen-




URDO CUAnTO. 211
t~ias, y (Iue most1'31' su corazon eomo cómplice de los ('rro-
l'es de su entendimiento.


Hubo no obstante de parecer duro á Almodóvar el de-
pender de la voluntad de hombres sin cal'ácter, sin mision,
y estraviados por el mal espíritu del cuerpo á que pertene-
cian ; y ora por esto; ora por que asi lo propusieron los
mismos diputados á quienes nada se negaba; ora por creer
que sel'ia mejor obedecido, mientras mas apoyados apare-
ciesen sus mandatos; ora, en fin, por que quisiese dej31' caer
sobre muchos parte de la responsabilidad que pesaba so-
bre él, creó una junta que «contribnyese á hacer [ornar á
»las provincias de Valencia, Alicante, Castellon, Murcia y
»Albacete, comprendidas en el distrito de la capitanía gene-
»ral, la imponente actitttd que se requería para ase.qtlmr
)lla libertad civil.» Esta junta, compuesta de las principa-
les autoridades. y de militares, togados. regidores, canó-
nigos, comerciantes. propietarios y abogados, se instaló
el 17 de agosto, y al punto anunció su intencion de
»sugerir medios de sostener la justa causa de la libertad,
»identilicada con la de doña Isabel n, contra las asechanzas
»y maniobras de SttS enemigos de toda especie.» Como
desde luego pareció dirigida esta alusion al ministerio y á
todos los que sostenian principios conservadores, no se
estrañó que, anunciando el gefe recien honrado con la con-
fianza del gobierno la instalacion de la nueva corporacion,
y exhortando ti un armamento general con pretesto de es:....
terminar á los facciosos, que a esta atencion se aplicarian
todos los recursos, entre los cuales contaba los bienes de
las comunidade.~ religiosas suprimidas, y los im¡JUes-
tos ordinarios .1J esfmo'rdinarios. Con nada tenia, pues,




.-\NALES DE ISABEL n.


(Iue contar alli el gobierno de Madrid, y el intendente Iwotes-
tú en seguida letras del tesoro por valor de tres millones.


Ni se limitó el general á estos actos. Invitado por la
junta de Cataluña, «á marchar de acuerdo con ella, tanto
»I'n la adversidad como en la prosperidad,» se prestó á
estos deseos con la espresion del entusiasmo mas vivo, de
que hizo participar á la faccion á cuya cabeza se habia
puesto. La junta entre tanto acabó de contentarla, añadien-
do al estrañamiento pam Ceuta de mas de un centenal' ele
individuos, verificado el 6, el de otros muchos para Palma,
y entre ellos el de varios canónigos, y curas, y militares
de la clase de gefes. El 19, destinó, entre otros arbitrios, al
socorro de las necesidades del momento, el producto de la
venta de los muebles, alhajas, y efectos de los conventos y
monasterios de ambos sexos, juntamente con el de una con-
tribucion mensual que se impomlria á todo el que no fuese
urbano y, en caso de no rendir ésta bastante, el de otra que se
impondr'ia principalmeute sobre los uesafectos. En el mismo
dia, decretó un alistamiento general para toma[' las armas en
favor de la libertad, y en los dias siguientes dirigió exhor-
to á los grandes títulos y prelados, para que hiciesen do-
nativos; continuó la deportacion de individuos sospechosos,
y la destitucion de empleados desafectos; mandó llevar de
Mnrviedro los morteros y obuses que existian en la plaza,
justificando esta medida por el recelo de que aquella arti-
llería podria algun dia emplearse contra la libertad; pi-
.lió 600 fusiles á Cartagena, donde se sabia no existía
ninguno; mandó buscar armas en los estancos de las afue-
ras, que no las tenian; y se dieron otras providencias yn
deterrol', ya de desconfianza, todas sugeridas ó reclama-




LIBRO CUARTO.


das por la misma diputacion dc la milicia, quc no habia
cesado dc mandar ni aun despucs de la formacion de la
junta, á pesal' de habel'se convidado á asistir ~ ella á los
procuradores á Cortcs de aquellas provincias, que se halla-
ban en la ciudad. La audiencia pOI' su parte mostró, al
mismo tiempo, querer calmar la impaciencia liberal, dando
ordenes estrechísimas para flue se acelerasen las cau-
sas de cOlIspiracion. El gohel'Ilador civil interino pensó
tambicn halagal' al partido, anunciando que en breve ihan
á enriquecerse las provincias con la institucion de las di-
putacioncs provinciales; como si los pucblos, flue ya ha-
bian rcconocido el poco bicn que les habian dispensado
aquellos cuerpos diesen grande importancia á su restableci-
miento. Los urbanos, no contentos con el influjo que ejer-
cian sohre Almodóvar , la junta, la audiencia y el goberna-
dor civil, quisieron ejercerlo sobre la reina, á quien dije-
ron el 22 de agosto flue las peticiones que fueron á pre-
sentarle á la Granja el 16 los urbanos de Madrid, «no el'all
»peculiares suyas, sino los votos de los de Valencia, Al'a-
>¡!j0n y Cataluí"ía, .11 los de los f¡omb-res de bien de la 'il1l-
»cion en tera.» Entretanto el gohemador civil, flue ¡'eCiCll-
temcnte nombrado por la I'eina, para cjercer sus funciones
en una ciudad donde su autoridad no era reconocida,
anunciaba que, «desde el momento que los empleados acep-
))tan la confianza del gobierno y juran fidelidad, su vo-
»Iuntad no llUcdc ni debe ser ya otra que los preceptos de
»la5 leyes;» se hacia cómplice de los atentados contra el
gobierno, cuya confian za aceptara; y la junta oia sin ,'('-
sentirs~ el clogio de la fidelidad al juramento, y tolt'I'aha el
uno en f"vOI' de la violacion del otro.




ANALES DE ISABIlL U.


La junta de Zaragoza adhirió tambien á la especie tic
federacion provocada por Barcelona, sin que la intimida-
sen las cOrI"erias dc Cabrera y Quilez en el bajo AragoIl,
ni los riesgos á que podl'iau esponerla ya las dc otros car-
listas que podl'ian apareccr en el alto, ya los movi-
mientos de una division del ejército del Norte, que se
destacase para l'educirla á la obediencia; se rcforzó COIl
nuevos individuos; envió de acuerdo con Ocaña, que reem-
plazaba á Montes, durante su ausencia, su primer batalIon
de mbanos á Caspe, cn busca de los facciosos Torner y
Tomeo á quien obligó á retirarse á Maella; destacó otros á
Hel'I'C!'a contra Quilez, que desde Oliete y Ariño amenaza-
ba á Daroca, y esto, mientras los urbanos de Huesca y
Ayerbe acompañaban á Montes que se habia dirigido sobre
Barbastro; dió ordcncs para formar un batallon sedentario,
destinado á la guardia de la ciudad; envió á algunos de sus
miembros á apaciguar las insurrecciones de los pueblos
que habian proclamado la Constitucion de Cádiz; escitó á
los patriotas á alistarse en los cuel'pos f('aucos quc mandó
levantar; aCOl'dó fortificar' la ciudad para resistir á Quesa-
da, en el caso de que, como se anunciaba, se pl'esentase
con el encargo de hacerla volver á la obediencia; removió
los empleados tachados de desafectos; y, publicando la res-
puesta dada por Alvarez Guerra el 28 á su representacion,
tuvo bastante osadía pal'a no mostrarse satisfecha, y decla-
rar, «que no abandonaria los intereses que le habian con-
»fiado sus conciudadanos.)) En fiu convocó, como en Cata-
luña, diputados de los cOl'l'cgimientos de las tres provincias
de AragoIl, con que formó en seguida UIla rcpreseutacion
provincial.




UBRO ClJARTO. i15
Bal'celona era la que daba el impulso a todos estos mo-


vimientos. El 16 , se hahia recihido alli un oficio de Toreno
del 11 , en que anunciaba «que la reina tomaría en consi-
)lderacion las indicaciones contenidas en la repl'esentacion
nque le habia dirigido el 7 la junta de autoridades, y que
ȇ su tiempo hal'ia sabel' su resolucion, que siempre sM"ia
»)dirigida al mayor bien de Barcelona y de Catatuña.»
Míl'óse esta cOlllunicacion como un medio de entretenel' á
los catalanes con esperanzas vagas. entretanto que se reu-
nían fuerzas paI'a subyugarlos. Así, la junta quiso que las
tales esperanzas se fijasen, é hizo el 19 una nueva repl'e-
sentaeÍon á la reina pidiendo «una I'eunion estraordinaria
)de Cortes para formar una ley fundamental análoga á
)llas luces y necesidades de la nacíon, y que asegttrase
))ente'rarnente la libertad de los españoles.»


Pero ni con eso; ni con provocar y obtener la coope-
racion federativa de Aragon y Valencia; ni con ase-
gurar que por medio de esta union se recobrarian «la li-
)¡bertad y la gloria que tan caras lueron á sus ante-
))Jlasados)); ni con decretal' la formacion de cuerpos de
operaciones y de compañías sedentarias; ni con sepa-
rar de sus empleos á muchos individuos, entre los cua-
les se contaban algunos de cierta importancia; ni con de-
portar á Ibiza multitud de clérigos; ni con otras medidas
de la misma especie, podia la junta contental' á los di,'ecto-
res del movimiento. Estos se quejaban de que la milicia ur-
bana no entraba, como se habia ofrecido, á haccr por mitHd
con la guamicion el servicio de los fuertes, sobre lo cual
insistiuu con tanta mas eticacia, cuanto que en ello "cían
la gal'aulia de su impunidad futUl'a y el medio de conSCl'var




21t) ANALES DE ISABEL 11.
hajo SU dependencia á las autoridades. Quejahuuse asi JIlis-
mo, y por la misma razon, de que no se repa¡'tian al ]J'lfC-
blo 2,500 fusiles, que suponian existir en la ciudadela, .v
aun las armas pertenecientes a los buques barados en las
playas del ~lasnou, Premia, Vilasar y otras. Quejábanse
de la mala organizacion de los CUC¡'PoS sedentarios, y de
que no se les daba noticias dc la marcha de los facciosos
de Navana; pero sobre todo, de que no se l'emovian has-
tantes empicados, y no se pl'oporcionaban vacantes sufi-
cientes pat'a contentar á los patriotas. Los memoriales que
se daban solicitando empleos eran tantos, (Iue la junta de-
cla¡'ó que no conferil'ia ninguno, y que se oeupat'ia solo del
exámen de la conducta política y moral de los que los de-
sempeñaban.


Esta declaracion debia, 110 solo disminuir la populaI'idad
de la junta, sino exasperar á los exaltados, que se veian
pl'ivados por ella de la esperanza de soconer sus neeesida-
(les. Dió un nuevo alimento á su exaspcnICion la noticia
de las medidas tomadas en :Madrid contl'a la insuncccioll
de los urbanos, la prision de los procuradorcs Alcalú Ga-
liano y Chaco n , y sobre todo el famoso hando de Latrc, que
fué mirado en Barcelona como una demostracion serm,
cuando solo era una insignificante órden de la plaza.
Acabaron de irritarlos las voces que corrian sobre la entra-
da de los navarros en Cataluña, contra los cuales, y con
motivo de su aparicion en las fl'ontel'3s del Principado, ha-
bia desde el 20 lanzado Pastors el ¡jl'ito de alarma. Folle-
tos, llenos de invectivas y de noticias falsas ó exagel'ada ....
y sugestiones de todas especies amenazaban a cada hOl'a la
tranquilidad de Ra¡'celona, qne al fin hahria sido turhada de




LIBRO CUAnTO. ~17
lluevo, si Pastors , apI'emiado para proveel' de municiones
y pel'treclllU' la línea del Llobregós, amenazada por aquella
faccion, no hubiese tomado el partido de pasar en persona
con este objeto á Cel'vera. Salió, pues, de Barcelona el 23
con 2,000 hombres, dejando el mando en su ausencia al
mariscal de campo Castellar.


Forzoso era que los pueblos del Principado participa-
sen mas Ó mellos de la inquietud que reinaba en la capital,
y que pOI' resultas de la misma fuesen muchos de ellos tes-
tigos ó cómplices de desórdenes mas ó menos graves. EH
Igualada, se quemal'on con estrépito los papeles de la poli-
cía y la bandera del batallon de realistas. En Gerona, las
autol'idades que, dm'ante algun tiempo, rehusaron seguir el
impulso de Barcelona, tuvieron que ceder á amenazas apo-
yadas por la mal>cha de una columna destacada de la capi-
tal y, dejando sus puestos á díscolos que de la misma se
enviaron, entregaron la ciudad á la conflagracion que cun-
dia por todo el territorio catalan. En Rosas, se asesinó y se
arraslI>ó á un antiguo miJitH qne habia sido fiscal de cau-
sas políticas bajo el gobiel'l1o anterior: en Lérida, se lanzó
de la ciudad á muchos individuos tachados de desa(rctos,
y se destituyó y estl'añó al gobernador WarIeta; en Ripoll,
Valls , Sabadell , la Bisbal , Torruelba y otros puntos, se
fraguaron motines ó se inspil>aron desconfianzas. Destaca-
mentos de perdidos recien alistados en la bandera de la in-
surreccion impusieron contribuciones á los pueblos y obli-
garon á Pastors, que temia que aquellas vejaciones los exas-
perasen , a amenazar á los exactores con todo el rigor de
la justicia. Entretanto el gobel'l1adOl> de Manresa flue, ame-
nazado pOI' facciones numel'Osas, llamára á las armas á cuau-


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ANALES DE ISABEL 11.


los se hallaban en estado de llevadas, tuvo quc c~acel'~
btH' los resentimientos que causaran tantos escesos, dispo-
niendo de todos los fondos públicos para pagar el enorme
prest de 5 reales diarios que, ademas del vestuario y del
pan, ofl'cció dar á los que sc alistasen. Lo mismo sucedió
cn Tarragona, de donde fué necesario es pedir uua fuerte
columna de voluntarios, á que, reuniéndose en Montblallch,
con otms de Valls y de Reus, persiguiesen las bandas cal'-
listas que amenazaban invadir la llanura y dislmcr la aten-
cion de Pastors.


Confiaban poco éste y todos en tantos recUl'SOS, cuan-
do un socorro imprevisto vino a reanimar su valor. El 28 de
junio, habia el gobierno francés ccdido al español un gl'Ue-
so cue¡'po compuesto de soldados de val'ios paises, que ba-
jo el nombre de legion estrangel'a, militaba en Argel. Cons-
taba él de 5,100 hombres, de los cuales 500 se haUaban
enfermos en Africa y sob¡'e 400 existian en el depósito de
Tolon. Los 4,100 hombres disponibles desde luego, com-
ponian seis batallones, de los cuales cuatl'o se embarcaroIl
en Argel el 27 y 28 dc julio, y los dos restantes en Oran
el 8 de agosto, todos con direccion a MaIlo¡'ca, donde de-
bian hacer cual'entena. El comisionado español, que encar-
gado de su entrega y conduccion habia acompañauo á estos
últimos, supo al llegar á Palma los sucesos de los dias 5 y 6
cn Barcclona y Valcncia y , pasaudopor encima de las for~
malidades sanitarias, los hizo partir a todos el 13, y el 17
llegaron á Tarragona, mandados por el coronel Bcmelle,
hecho mariscal de campo pOI' el gobiemo español. Recibié-
I'onlos alli friamente el pueblo y los I'l~volucionarios ; estos,
por quc temicron (IUC aquella fuerza sc destinase desde luc-




LIBRO CUARTO. 219
go a cOlltellel'los; el pueblo, por que, contallllo en su sello
muchos carlistas, temió que su llegada paralizase á lo me-
nos los movimientos de las bandas catalanas. Mandóles al
punto Pastol's que se le reuniesen para perseguirlas, pero el
bl'igadier Emilio, gefe dd estarlo mayor de Aragon, se halla-
ba en Tal'l'agona con órdenes del Gobierno para hacer mal'-
chUl' la legion á LCl'ida, y en breve los sucesos calificaron
de acel'lada esta detcrminacion.


En efecto, Guergué, salido de Hucsca el 17 Y llegado
á Barbastro el 18, se habia detenido alli el tiempo necesa-
rio para distribuÍ!' á los partidarios que se le agregaban las
armas que iba recogiendo á los urbanos de los pueblos. En
seguida hizo adelantar algunas de sus tropas á San Esteban
y Tamarite , y llegó á amenazar á Lérida que, desarmada
y atónita de la marcha rápida de los navarros, les habria
quizá abierto sus puertas, á no saberse que se aproximaba
la legion , cuya primera columna llegó efectivamente á la
plaza e123. Desvanecida por este accidente la espcranza de
su ocupacion, vuelve Guergué sobre Benaval'l'e, y reunido
con el partidario catalan Borges, y reforzado con numeI'O-
sos reclutas, destaca al bajo Aragon un nuevo hatallon de
voluntarios mandado pOI' el canónigo Monbiola, penetra cn
la Conca de Tremp, subleva el corregimiento de Talarn. y
hace á su guarnicion replegarse sobl'e Lerida. Cundiendo la
noticia de sus progI'esos , las guarniciones de Pons y Sana-
huja desmantelan sus fortificaciones y se retiran, dejando
asi descubierta la importante línea del Llohregós. Guergué
con esto penetra llasta Organía, donde, COIl las agregaciones
sueesiYl\s de los mozos que se le ineorpOl'an y de las hall-
,las catalanas quc se le reunen, encuentra mas que duplica-




2:.!O ANALES DE ISABEL U.
das las fuerzas que habia sacado de Naval'l'a. BOI'ges ocu-
pó á ViUanueva de Moya y el Montsech, y cortó asi por de
pronto las comunicaciones de Pastors y de Gurrea, el cual.
en combinacion con Montes, habia seguido siempre á los
navarros á corta distancia, pero sin poder alcanzarlos has-
ta el paso del Cinca y el de la Noguera Pallal'esa, donde
sus avanzadas tuvieron un tiroteo con la retaguardia de los
carlistas. Montes despidió entonces á sus U1'banos, y se
volvió al tel'l'itorio de su mando, que muchas bandas aso-
laban desde Monzon hasta Daroca, y desde las inmediacio-
nes de Zaragoza hasta las fronteras del Maestrazgo, Pastors
se puso en seguida en comunicacion con Gurrea, se hizo
al fin reforzar en Agramunt por 1,800 hombres de la le-
gion de Argel, y se dispuso á una campaña, cuy~ com-
binaciones debia malograr á poco el abandono en que hu-
bieron de dejarle aquellos auxiliares.


Todas las esperanzas de la España parecían cifl'adas
entonces en la cooperacion estrangera. Pastors en Cataluña
contaba absolutamente con la de la legion francesa, cuya
mitad acababa de reunírsele. Pero mas se esperaba aun de
los auxiliares ingleses que, habiendo empezado á desem-
barcardesde fines de julio en San Sebastian, habian ido des-
de entonces llegando sin interl'Upcion á aquella plaza y la
de Santander, y que se presentaban como los vengadores
de la derrota de Descarga, y de la pérdida consiguiente de
Villafranca, Tolosa y Eibat', Y de desastres apenas atenua-
dos con el glorioso triunfo obtenido en los campos de Men-
digorria. El 15 de agosto entraron en este último
puerto el general en gefe Evans, y el ministro espaiíol en
Lóndres, Alava, y desde el 20 se trasladaron ambos á San




l.IBRO ClIAUTO. 221
Sebastian con dos batallones ingleses, á los cuales siguió
luego otro español, llegando con estos refuerzos á 6.000
hombres la guarnicion de aquel baluarte de Guipuzcoa. De
el salió el 26 el comandante general de la provincia Jáure-
gui, acompañando al gencral Evans, que quiso hacer un
reconocimiento. De sus resultas se retiraron aquel dia los
carlistas á Astigarraga, y el 28 , ccjando delante de otro
reconocimiento, se replegal'on sobre Oyal'zun. Estas reti-
radas que parecian argüir miedo; la necesidad que tcniau
los inglescs de inspirar una idea ventajosa de la impOl'tan-
cia de su coopcracion ; y la prisa de alcanzar una victoria,
flue presentaban como infalible el valor y la superioridad
numerica de las tropas españolas y auxiliares, todo esto hi-
zo á Evans y Alava formar el designio de apoderarse de
Hel'llani, y de establecer sus comunicaciones por tiel'l'a con
Francia, libertando de una vez el fuerte del Bidasoa, diaria-
mente atacado por los carlistas delrun.En consccuencia, se
pusieron en marcha en la mañana del 30 con una columna
compuesta de mas de 2,000 ingleses, de los batallones espa-
ñoles de San Fel'nando, Africa y provinciales deJaen y Ovie-
do, y de los chapelgorr-is y urbanos de Tolosa y San Sebas-
tian. Esta fuerza, que ascendia á 5,000 hombres, iba man-
dada por los mismos dos generales, y bajo sus órdenes por
el brigadier español Jáuregui, el inglés Chichester, y los co-
roneles de esta última nacion Dikson y Kerbí. El brigadier
Gomez, que mandaba á los carlistas, tenia cuatro batallones
que repartió entre la venta de Oriamendi, las alturas de Santa
Bárbara, y las entradas de Hernani. Sus soldados abandona-
ron la primera de estas posiciones despues de una ligera de-
fensa y se reple~aron sobre la segunda. Cargó sobre esta una




222 ,\NALES DE ISABEL 11.
fuerte columna anglo-hispana, y ya tocaba á la cresta, de
que amenazaba apoderarse, cuando, recllazada de las calles
de la villa, otra columna que la atacaha al mismo tiempo,
hubo de ceder y retirarse. Este movimiento arrastró á los
que ya contaban haber ganado la posieion de Santa Bárba-
ra, y unos y otros se replegaban con órden sobre la bate-
ría que habian colocado cn Ol'iamendi, defendida por la
l'eserva inglesa, cuando un movimiento que hizo Gomez
por el lado de Lasarte y un alaque á la hayoneta dc las
reservas de la Villa, introdujeron la confusion en las mas
de los anglo-hispanos. Retiráronse, pues, estos en desór-
den, y los carlistas los persiguieron casi hasta los muros de
San Sebastian, causándoles no pequeña pérdida de muer-
tos y heridos, contándose entt'e estos últimos al brigadiCl'
Chichestel', Alava y Evans, cejando desde que vieron el de-
sórden, llegaron á la plaza antes que la columna derrotada,
no sin murmullos de la tropa y de la poblacion. Evans pro-
curó al dia siguiente atenuar la pérdida material é impe-
dir el deseoIlcepto de sus armas, anunciando en una órden
del dia haber conseguido el ohjeto dc su salida, que no era
mas que un reconoeimicnto SObl'C HCl'Dani: Jáuregui, en su
parle al gobierno, habló en los mismos términos; pero no
por eso dejó de debilitarse el prestigio de la cooperacion
inglesa, prestigio con que se contaba aun mas fIue con la
fuerza material de sus batallones.


Pocas horas habian pasado desplles de la vuelta de es-
tos á San Sebastian, cuando fué necesario embarcar el mf'-
JOI' de ellos para Portugalete, por saberse que 22 batallo-
nes cal'iistas, mandados por Mal'oto aparecian de nuevo so-
lwe Bilhao, antes gloriosamente Iibertafla de los alal/lies de




LIBRO eUARTO.


El'aso por los esfuerzos de Mirasol auxiliado al fin por la He-
I'a , Latl'e y Espartero. Dos dias despues, no estimanuose
suficiente aquel refuerzo ni los que habian ido de Santan-
del', se hizo marr.har al socorro de la capital de Vizcaya el
resto de la guarnicion de San Sebaslian, que se dejó re~
uucida a un batallo n de línea y los urbanos, asi como se de-
jó abandonado el destacamento flue guarnecia el fuerte del
Bidasoa á los ataques de la guarnicion carlista de hun, y
la Guipúzcoa entera en manos o a discrecion de los ene-
migos de la reina.


No solo se llamo para defender a Bilbao la guarnicioll
toda de San Sebastian ; no solo se reunieron para el mismo
fin en Portugalete todos los cuerpos ingleses desembarca-
dos poco antes en Santander, sino que don Joaquin Ezpe-
leta, que de comandante ele una brigada de la guardia real
habia pasado á mandar el ejército de reserva, y los gene-
rales Espartero é Iriarte, hubieron de acudir al socorro de
la capital dc Vizcaya. Cordova mismo, persuadido de la
importancia de conservarla á todo trance, hahria hecho
partir alguna de sus divisiones, sino se lo impidiera la ac-
titud de los carlistas en EsteBa. El maniohró, sin embargo,
para llamar su atencion é impedirles fIne enviasen refuer-
zos á Bilbao; pero los movimientos que hizo con este obje-
to empeñaron á don Carlos á marchar á los Arcos, en cu-
yas inmediaciones 14 batallones y 500 caballos, mandDdos
por Gonzalez Moreno, teniendo á sus ordenes á Itul'l'Dlde,
la Torre, Sanz, Goñi y los mas valientes gefes de su ejér-
cito, atacal'on el 2 al general Aldama. La accion, indecisa
aquel dia, se habria renovado al signiente, si este gcncl'al
no hllhiesp en la noche levantarlo el campo y retiradose á




A1\AJ.ES HE ISABEL n.


Viana. Del combate, no obstante, sacó CÓI'dova la venlaja
de entretener a don Carlos , mientras que las tropas reuni-
das en Bilbao hacian á Maroto levantar el bloqueo, como
lo consiguiel'on el 6 de setiembre.


En este bloqueo se renovaron sucesos que no, deben sel'
perdidos para la historia. Los cadistas interceptaron el pa-
so de la Ria, hasta a los mismos buques ingleses, y detuvie-
ron al teniente Pike que quiso pasar para llevar un aviso ,1
su cónsul. El coronel Lapidge primero, y lord Hay des-
pues, reclamal'on la libel'tad del preso, al mismo tiempo
que la del paso por la Ria; pero, acordada la soltura del
oficial, se rehusó dejar a los buques ingleses espedita la
comunicacion con la plaza, y las tropas de Maroto no te-
mieron tit'ar sobl'e uno de ellos , al cual mataron dos hom-
bres y le hirieron otros. LOI'd Hay dictó órdenes severas,
pidió que se le entregasen los agresores, y aun se dirigiú
en derechura a don Carlos, amenazándole con la venganza
de la Inglaterl'a; pero sus comunicaciones quedaron sin
respuesta y sus agravios sin satisfaccioIl. En tal situacioll
no se sabia que admirar mas, si la osadía del gefe carlista,
ó la escesiva longanimidad del gefe bl'itanico. Notóse sin
embargo, que la Francia sufria al mismo tiempo, con igual
resignacioIl, desaires ó agresiones semejantes. Todos los
dias silbaban balas cal'listas en los oidos de los soldados
franceses situados en Behobia: desde Fuelltenabía em-
barazaban tal vez los guipuzcoanos el paso del Bidasoa, de-
tenian los buques franceses, y aun sostuvieron un comba-
te con la guarnicion de Andaya, para retirar de sus aguas
huques españoles detenidos en ellas, sin que por loda sa-
Lisfaccion hiciese Hari~pe otl'a cosa qne dispfll'ar> algunos




J.muo f.PARTO. 225
caiionazos (lesde las alturas de la derecha del rio. Del mis-
mo modo obraban los carlistas catalanes en las crestas de
la Ccrdaña, sin que el general fl'aneés Castellane emplca-
~r otro medio de l'epresion qne el de reforzar cada dia sus
puestos de la frontera. Esceso tal de mansedumbre daba
márgcn á largos y 110 siempre favorables comentarios.


Toreuo, que habia esperado mucho del tl'iunfo ohtenido
por el gohiel'lloell 16 de agosto, y que, contando con clcfcc-
10 fllIr, esle produciria cn las pl'ovincias, no habia realizado
sus amenazas, ni sacado partido de la dcch\l'acion del es-
lado oe sitio, ni de la instalacion de la comision militar de
),Iadl'id , se encontro grandemente sorprendido al sabel' el
alzamiento sucesivo de ia mayal' pal'te del reino, y la erec-
eion de juntas independientes en sus capitales. Midiendo
en fin la profundidad del abismo abierto bajo sus pies, y
temiendo ser lanzado en el, se resolvió ú tomar una acti-
tud energica , que habria sido antes un medio infalible de
salvacion, pero que ya cntonces no podia menos de accle-
"al' su caida. P;1/'a impedida ó retardarla, se debia contar
COil Qucsada , y cn consecuencia se hizo á Ahumada re-
Yorul' el 21 de agosto el decreto que habia dado el 1." pa-
ra reunir en una sola persona el mando de la guardia I'eal,
y se deyohió el de la infanlel'Ía dc la misma á Quesada, á
quien se decidió pOI' este medio á aceptar en seguida la ca-
pitaniagenel'al de Madrid. Pero, ni confesando por la rctl'ac-
lacion la inop0l'tunidad de su disposicion anteriÜl', se liber-
tó Ahumada de la necesillall. de dejal' Ú los cuatro días
(el 28) el ministerio, en cuyo desempeño habia acabado de
concitar contra su persona todos los fmores del partido:l el
movimiento. En el mismo dia tuvo tambien Alvarcz Gltei'l'a
TO~IO n. 15




A;'íALES D; l~AJlEL JI.


(lue dejat' SU puesto, en el cual no puuo menos de parecet'
tal vez ambigua ó sospechosa la conuucta que tuvo. Reti-
rándose, dejó contestada la última representacion del ayun-
tamiento de Zaragoza con una órden en que el precepto
empleaba el lenguage de la súplica, y se abalia el gobier-
no hasta discutir con los rebeldes los motivos de su re~
belion.


Separados Ahumada y Alval'ez Guerra, Torcno, por una
inspi!'acion de que nadie pudo adivina!' los motivos, nom-
bró pa!'a reemplazar al primero, al duque de Castro-
terreño á quien, á pesar de la energia de que tantas ve-
ces habia dado pruebas en mandos importantes, hacía ú la
sazon su edad de 80 años poco á propósito para señorear
circunstancias tan dificiles. A Alvarez Guerra sucedió don
Manuel de la Riva Herrera, gobernador civil de Burgos,
hombre vigoroso y honrado, pero que, habiendo perteneci-
do en las Cortes al partido del ministerio, escitaha el odio
del de la oposicion, que su canlúter duro contriLuia á exa-
cerbar aun. Por coJmo de desventura sc confió el despacho
de la Marina, vacante por la antel'ior dimision de AJava.
al gefe de escuadra don Jose Sartorio, respetable pero
cansado anciano, falto de otros conocimientos que los es-
peciales de su profesion, tan nulo para las decisiones del
gabinete como para las discusiones parlamentarias. Cual
era fácil de preveet', estos nombramientos no contentaron á
nadie, y se desgració asi el primer paso dado en la carre-
ra de la resistencia.


No fue mas afortunado el que se dió en seguida nom-
brando nuevos capitanes generales para las provincias SII-
lMvadas. puesto que no rodia eonducil' sino :í nuevos el/'-




LiBRO CFARTO. 227
sail'es. Habia creido Toreno que el general Manso, en ca-
lidad de liberal catalan, sería bien recibido en Cataluña,
sin recordar que Uauder y Bassa eran catalanes tambien,
y (lue á pesar de eso habia sido asesinado el úlLimo, y con-
llenado el primel'o á buscar un asilo en Francia. Cuando
los periódicos de Barcelona advirtieron al gefe del ministe-
rio que Manso no seria recibido, se designó á Rodil pam
reemplazarle, al mismo tiempo que se nombró á Latre pa-
ra l\ragon, y á -'loreda para Valencia. Pel'O no se contaba
con la oposicion que las juntas de estas provincias harian
á la remocÍon de Paslors, Montes y Almodó\'al', que pOI'
medios diferentes se habian captado cierta especie de be-
nevolencia mas ó menos sincera en sus territorios respec-
tivos. El poder parecia contar con la obediencia á que te-
nia derecho, ú con los medios necesarios para exigirla,
cuando todos los dias lanzaba en la Gaceta invectivas, y
aun conminaciones contra los sublevados. «El gobierno,
»decia este periódico una vez, se opondl'á con todas sus
»ji(('rzas á semejantes solicitudes,» (las de Cortes consti~
tuyentes), y sucesivamcntc añadia: «ya pasó el ticmpo de las
»considel'acioncs.-La hora de la justicia se acerca.-
»Desgraciado del que se ponga bajo su inexorable segm'.-
»EI gobierno esta resuelto á no tolerar por mas tiempo sc-
»Jl1ejantes escándalos.»


A estas IlI'avatas semi-oficiales, siguieron en IJ\'eve ac-
tos decisivos de autoridad, manifestaciones oficialcs de
una encl'gia que desgraciadamente no era ya de sazon,
Entre ellas fué célebre la real órden cspedida el 31 por
don Angel Vallejo que, no habiendo llegado Riva Hel'rel'U
de Burgos, donde se hallaba en el dia de su nombramiento,




JI. Ci ALES HE IS.\llEL IJ.


de,;empeñaba intel'inamente el ministel'io oc lo Intcl'iol'. EII
ella, despnes de condenar la cl'eacion de las juntas quc ha-
bian invadido los podet'cS del trono y dc la nacion, la pro-
clamacion de la COllslitucioll tic eádiz, y las peticiones
para l'cunion dc Cortcs constituyentes, se dccia; ((el go-
))bicI"IIO no puedc dcjar de denUllciar ú la nacian a Jos
»pcrpctradorcs de tan abominables crimcnes, y de perse-
)),fluiJ' hasta su estc/'JIlinio á los faulores y adherentcs dc
),tan inaudita y detestable cmp,'esa.» En consecuencia se
encargaba ú los gobernadores civiles, ú quiencs se da~
ball al efcclo plcnos podcres, no cumplir ni pcrmitir que
se cumplicsen otras ól'denes que las del gobicl'Jlo y de las
<lutol'idadcs legítimas, y se Pl'ollUlIciaba la destitucion de
los que obedeciesen las de las juntas. Este decreto, aunque
eomunicado desde luego á los gefes de las provincias, no
se publicó hasta el 3 de setiemhre, y entonces salió acom-
pañado con un manifiesto del 2, último y tardio esfuerzo
de la energia ministerial; alegato incoherente y contradicto-
rio, que amenazaba halagando, que pretendia reprimir' es-
tl'avios con pl'omesas de concesiones, que adulaba al par-
tido que afectaha combatir, y en que se pretendia discul-
par lo -mucho que se habia dejado de hacer con la enume-
racion de lo poco que se habia hecho. Todavía, como si sc
temiese que la declaracion que se hacia en el manifiesto de
respetar el Estatuto fuese mal vista pOI' las gcntes á quie-
nes se trataba de contentUl', no salió á luz sino acompañada
tle un decreto, pOl' el cual se mandaba la devolucion de Jos
bienes nacionales, sin embargo de haberse pocos dias au-
les (el 21 de agosto) l'eservado á las Cortes la decision de
este punto. Lo apllrado de las circunstancias en que se re-




UBRO CUARTO. 2:2f1
{larló el mauit!{'slo no pCI'mitió sin duda rCpal'al' en estn
eonlt'adiccion, ni aun en la inutilidad de la concesion mis-
ma, que ya las juntas, establecidas en las tres cuartas
partes del reino, habian decretado ú unanimidad, y de
cuyas resultas muchos de los compradores de aquellos
hicnes estaban en posesion de ellos, antes de que el go-
biel'110 prestase ú estos actos Sil forzado asentimiento.


Contando sin duda con el efecto de las cOllminacione~
interpoladas con los halagos, se puhlicó un decl'eto el ;i,
mandando disolver las juntas fOl'llladas en val'ias ciudades
(le! reino, y ueclarundolas ilegales y usurpadoras, y á SllS
miembros responsables de los fondos públicos de que dis-
pusiesen, que no serian admitidos á los pueblos en cuenta
dc sus contribuciones. La coutradiceion de tales disposicio-
]leS, altel'Hativamente ágl'ias y dulces, habria podido escu-
sarse, considerándolas como un medio de conciliacion, si el
gobierno tuviese á su disposicion fuerzas pat'a reducir á la
obediencia á los amotinados, en el caso de persistir en sus
r1emasías; pel'O las tl'opas de Iils guarniciones habian pOI'
doude quiel'a fl'aternizado eOll ellos, y {,I'a fácil eonocel'
que harían lo mismo todas las qUe eontl'a ellos se enviasell
de nuevo. Con nadie el'a ya permitido contal'; casi Lodo:'\
los gefes militares, aun los que inspiraban mas confianza.
habiall sido arrastrados pOI' el torrente revolucional'io; á
casi todos los gefes civiles habia sucedido otro tanto. La
opinion estravíada por una prensa facciosa; los ,'evollosos
llenos de audacia por la impunidad; las masas inel'tes ó
alerl'adas por los escarmientos; los hombl'es de bien y d(~
luces alejados de un gobierno quc, sacrific~mdo al miedo
de b impopulat'irlad \il alteza de Sil mandato. se habiil os-




ANAtES DE ISABEt Il.


tentado débil, hasta parccer cómplice de los crímenes que
tarde y en vano rcsolvía al fin reprimir; ni Una simpatía
por ninguna parte, ni un maravedí en las arcas del tesol'o,
ni la menor espcranza de una intervencion eslrangera que
se solicitaba sin tl'egua; tal era la situacion tic los encarga-
dos del poder. Podríase añadir para completarla que aun
dcspues de recompuesto el gabinete no habia en las dispo-
siciones de alguno de sus individuos bastante convergencia
y unidad. Asi mientras Vallejo, que hasta la llegada de RL
va Herrera desempeñaba el ministerio tIe lo Interiol', publi-
caba la honrosa, aunque tardía, circular tic! 31 de agosto,
reemplazaba á algunos gobernadores civiles, capaces de
hacerla ejecutar, con otros cuyo mérito consistia princi-
palmente en la exaltacion que ostentaran en el último pe-
riodo de la existencia del régimen de Cádiz. Tal era la oca-
sion que escogia el gobierno para arrojar el guante á las
facciones; tales los momentos en que, al'l'ojándolo con una
mano, manifestaba tenderles la otra.


El manifiesto del 2 , el decreto del 3 Y la {¡rclen del 31
fueron en algunas capitales recibidos con entusiasmo; y cs
vel'Osimil que lo habrian producido unánime, si se hubiese
podido disponer de las fuerzas necesarias para asegurar sn
ejecucion. En tres de las pl'ovineias de Galieia (las de Pon-
tevedra, Lugo y Orense), sus autoridades militares y ci-
viles felicitaron á los pueblos de la actitud que tomaba cl
gobierno. El comandante general de Orense, Mugártegui,
anunciando c! ,15 que « una turba de sediciosos se hahia
»apoderado en la Coruña del capitan general, conde de Cal'-
))tagena, privádole de la libertad y obligádole á pasos flHe
)lestaban en contradice ion con su Iraltach concluyó ('xhol'-




LIBUO Cl'AIUO. 231
tanuo tí los soldados « tí sacal' por todos medios tí aquel gc-
)jfe ue la situacion violenta en que se le tenia.» Por su par-
le el gobernador civil de la misma pl'ovincia, Mal'tinez, de-
cia á los urbanos: «Obedeceis las autoridades y las leyes,
»por que no aspirais tÍ robos ni á empleos, y solo que-
))reis el órden para entregaros al trabajo honrado. » Las
alocuciones de aquellos dos gefes reasumian completamen-
te la situacíon de la Espaüa toua, y la historia debe citarlas
con taula mas razou cuanto que, hechas á la faz del reino
touo , no fueron ucsmentidas sino pOI' pocos de los anm'-
quislas mismos á quienes tan valientemente se arrancaba
la máscara con que se cubrian. Bien que al genel'Ul en ge-
fe ucl ejél'cito del Norte no le pel'mitiese su posicion es-
plicarse tan duramente, no por eso dejó de ueci¡' el 9, « no
»reconoceré otl'as alteraciones en la ley funuamental del
»Estado, ni otras autoridades que las que legítimamente ha
»)estableeido Ú establecel'ú en adelante el poder legal, es de-
»eír, el que fo¡'man con su recíproco acuerdo y ejcrcicio, la
)¡eorOlla y la ¡'epresenl;wioIl nacional.») Lnos dias an te-
:eI 1.°), el general Ezpeleta habia manifestado que el ejér-
cito dc su mando «decidiuo á defende¡' tí la reina y las ins-
)) titucion es , miraba la tentativa hecha últimamente por los
)urbanos de Madrid, con el desprecio que con satisfaccion
)'se observaba en la mayoría de la Nacion. » El 7 califica-
ba el eapitan gene¡'al Manso en Valladolid los atentados de
las juntas, de « lastimosos eslnníos , de que han resulta-
))(10 desgracias que no deben perteneccr al siglo en que vi-
llvimos.») Aun los urbanos de muchos pueblos se esplica-
han con una decision estraordinaria , y el comandante del
nUIl1CI'OSO IJalallon de Elche, viejo libe¡'al , P¡'osc¡'ito por Sl1¡¡




.\NALES DE IS.\BEL 1I.


amor á la Constitucion de Cildiz, decia el G , hablando de
ella á sus soldados: (( contI'a si tiene cien mil bayonctas cs-
))trangcras , cien mil del cjéI'cito dc los leales, las de los
"facciosos dccididos, la activa coopcl'acion de los enemigos,
))pasivos hasta el dia, la mayoría de los libeI'alcs, la ~a­
»)cion entera, porque la nacíon no son 200 ú aoo ciudada-
)JllOS de las capitales, 40 ó 50 de los pueblos subalternos,
)y dos docenas de escritores, hacinadores supediciales
lJque, con pucriles sofismas, adulan é irritan las pasiones.))
El 13 la milicia urbana de Vitoria, ostcntando scntimien-
tos conformes á los principios de la proclama del gencml
Córdova , decia: « nada mas desea que Isabcl, Estatuto
»)Real, respeto, obediencia, auxilio al Gobierno, y úrden
¡)inalterable.» En el mismo sentido se pronunciaban las
provincias de LOgI'oño, Bilbao, Avila, ~lurcia, Albacele,
Ciudad-Real, Cuenca, Lerida, Gerona, y en general to-
das aquellas en que los anarquistas no cran bastante nu-
merosos ú bastante osados pal'a poder dictar la ley {¡ lHl-
toridades tímidas ú condescendicntes.


Eranlo, empero, por desgracia en las ciudadcs mas
populosas y mas considerables del reino, en las cuales las
manifestaciones enél'gicas del Gobierno promovieron una
violenta irritacion. Distinguieronse por ella las tl'es gran-
des capitales del terl'Ítorio pcninsulal' de la cOI'ona de Ara-
gon , y casi todas las de las provincias de Andalucía. EIl
Valencia ya desde el a, las noticias de Granada habían pro-
movido un nuevo albol'oto, en el cual resonaron muchos
gritos en favor de la Constitucion dc Cádiz. El procurador
ti Cortes don Joaquín Maria Lopez impidió que esta fue-
se proclamada en seguida; pCI'O 110 se aeee(lió {, ~us indiea-




LIBRO CL\ln'O.


ciOlles , sino con la condicion de que sc disolviese la junta
consultiva creada por Almodóvar quincc di as antes, )' quc
,;c erigiese en su lugar otra dc goLic1'l1o tle los reinos dc
Valencia y MUI'cia , ue que se flió al mismo Lopez la vice-
presidencia. La nucva junta publicó el 4 una proclama, en
la cual, entre las ueclamaciones comunes á touos los UOCIl-
mentos ue su espccie cn aquella epoca, se deeia: « nues-
»)11'0 grito dc justicia, UC garantías, y de guerra á los opre-
),sores que abusan del pouer ha l'csonado cn todos los án-
»gulos de la Península, y á nuestro bra:;o toca satisfacer
»Ia impaciencia de las demas provincias..... Empuñemos
»)Ias anflaS, y no las dejemos hasta habe!' obteniuo el triun-
»fo. » Llegados luego los decrelos del 2 Y dcl 3, la jun-
ta hizo, el 8, en forma dc rcprescntacion á la reina, una
detenida refutacion del manifiesto, en la cual no dejó de Ul'ti-
cular entI'e las qucjas de los patriotas « el que se les
»)I/liraba con recelo y con grima, y se les rechaza-
)Jba de los destinos de importancia.») Esta era, en
efecto, la llaga que los eonsumÍa; esta la ue que se do-
lian en todas sus esposieiones; esta la que, acosados p01'
la necesidaJ 6 por la ambicion, no tomaban siquiera la
precaucion de recatar; esta la de que se habia quejado la
junta de Barcelona, abrumada de mcmoriales dI' patriotas,
(IUC tachaban dI' desafectos á toJos los empleados para rc-
partirse sus dcspojos; esta, en fin, la que tan energicamentc
habia denulIciado el gobernadol' civil de Orense á la Espa-
lía y al mundo. El 9, aCOl'dó la misma ¡julIta hacer un
Jllfl1lijieslo IÍ las naciones dc Inglaterra) Fl'ancia y Portugal,
e:iprl'sulldo la eonfianza dc no encontrar en ellas oposieion
Ú ~II:' JlI'illeipio~ liJwralc!'; avi~a1'ln a~i Ú !(1S l'tllhajador'('s




.'XALES DE ISABEL 11.


tic aquellas potencias, para evitar que se les surprendú:-
se, y comunicarlo al mismo tiempo al ejército del Norte.
El 11, se previno á las autol'idades de las principales ciu-
dades de los l'einos de Yalencia y :MUl'cia quc enviasen
diputados para la junta de gobierno inslalada en la capital,
y se acol'dó oficiar a las de Barcelona y Zal'ugoza para es-
tablecer una junta central de la corona de AmgoIl. CO\l
todas estas dcmostmciones de I'esislencia, coincidia el cs-
tablecimiento de una junta de pUl'itIcaciones, á la cual,
como si las circunstancias no hicicsen inútil estc encargo,
se recomendó «preservarse del espiritu de conmiseracion
))y piedad mal entendida.» Y como al mismo tiempo, nadie
se alistaba en los cuerpos francos, á pesar del ardol' con
que se habia provocado el decreto pal'a Cl'igi dos, se au-
mentó á 6 reales diarios la paga de 4, ofrccida el mcs an-
tel'ior, sin que tan poderoso aliciente baslase á cngruesUl'
sus filas.


En Alicante, donde hasta entonces se habia compri-
mido el movimicnlo rcyolucionario, rcyculó lambicn, y UIl3
junta, compuesta dc las autoridades supcl'iores dc la pro-
vincia y de la ciudad, de los gefes dc la gual'llícion y de la
milicia urbana, y de otras muchas personas de todas cla-
ses, dirigió el 7 á la gohernadol'a una esposicion tan no-
table por la audacia de las doctrinas, como por el autiteli-
co cinismo de la cspresion. «El prcscntill1icnto (se decia
)¡en ella) y aun el instinto dc los pueblos, han tenido quc
))buscar, en la abslraccion dc las ól'denes y dCC1'etos dictados
)P01' el gabinete, la medida de las necesidades públicas ...
)¡Luchando entre cl deber de cumplir disposiciones y r1ecl'e-
¡¡tos emanados de una I'egion eleYada, y la exi"tcncia del




LIBRO clJ.urro. :!35
)JEstado, han pl'eferido en algunas ocasiones recurrir ú lu
))inobediencia para sostenerle.» La misma junta se apl'e-
SUI'Ó el desmcntir las seguridades dadas en la Gaceta del
gobierno, de que ella no obedecería las óI'denes que se le
comunicasen de Valeueia conlml'ias al Estatuto Real.


En Cartagena comprimió tambien el genel'al gobernador
Villa lobos , durante algunos dias, la esplosion de iguales
sentimientos, por medio, ya de actos enérgicos de autori-
dad, ya de miramientos y d(~ atenciones con las personas
que mas intluencia tenian en la ciudad. Pero al fin se ve-
!'íficó el 12, y el gene!'al Valdes, que hasla entonces habia
contribuido á mantener el órden en la ciudad, tuvo que
refugiarse á bordo de un buque estrangero: el gobernador
fue destituido y reemplazado por un teniente cOl'onel am-
nistiado. La junta de autoridades y milicianos, que segun
uso se creó, dirigió luego su esposicion á la Reina, soli-
citando la remocion de los ministl'os y la eonvocacion de
las Cortes.


En Mun:ia, el lIliedo qne inspirat'on los sucesos de los
p,'imeros días de agosto habia sugel'ido el pensamiento de
deshacerse de sus autores. EI23 de 3gosto los urbanos, reu-
nidos con el al)arente pretesto de il' a Orihuela á cenal' los
conventos, se situaron fuel'a de la ciudad y , volviendo con
secreto a media noche, sorprendiel'On á 22 de los alborota-
dores, que al dia siguiente fueron conducidos á Cartagen a,
y un dia des¡mes deportados á Mallol'ca. A favor de esta
circunstancia, pudo la junta inst31ada en aquella ciudad
anuncial' á las autoridades su disolucion, apeuas llegaron ú
clla las disposiciones dictadas pOI' el gobierno el 2 Y el 3 de
~etie/llbl'e. Pero no habi3n salido de aquell:J capItal todos




A~ALES DE ISADEL l/,


los que podian agitarla, Cuando los que (IUedaban supie/'on
la insistencia de las otras ¡H'ovillcias, la albol'otm'oll dc nuc-
vo, y en cl mismo dia fluC en Cart<lgeua c¡'earon o\l'a junta,
que desdc lllego fué mucho Illas allá que la lle esta última
ciudad, Tl'onando « contl'a una ndministl'ucioll corrompida,
))y contra el egoismo de los gobernantes y sus estt'aviadas
¡'mil'as,)) no dudó proclama!' la COIIslilueioll cn los viyus
eon quc concluyó su manifiesto, Desde su instalacioll, reha~
jó un tercio de los del'echos de puel'las y la mitad dc los
Iliezmos; abolió los derechos seüoriales; acordó levalltal'l~uer­
pos francos compuestos dc hombrcs á quienes ofrecia una paga
de 5 reales diarios; convocó á su scno diputados rcprcscu-
tantes de todos los particlos de la provincia, nombró una
junta de clasificacion de cmplcndos , y estnhleciú, en lill, la
libertad de imprenta que, ni aun cn Valencia se habían atrc-
vido Almodóval' ni Lopcz á estahlcec¡', Jsi, algunas provin-
cias de aquella capitanía general hicicron lllas que la eapitrtl
misma, y la quc menós siguió su impulso y la imitó.


Imilóla igualmcnte la junla de Zaragoza (Ille, dedar:lIl-
110 el 9 quc «resistiria micntras no desaparccicse la actit /Ir!
»f¡ostil de los enemigos del trollo, cscribió ú la reina
que no podia disolvel'se sin comprometer la tl'anquililhul pú-
blica, y aun la seglll'idad personal de sus individuos. El 10
publicó su célebre manifiesto IÍ los ('sj)((íioles, CJl quc, des-
pues de enumCl'al' sus sel'vieios, sc quejó de (Iue estos fuc-
sen premiados con los i¡¡(ames dictados de atentatorios y
l'cbeldes; calificó el contenido del manifiesto del gohicl'Ilo tic
irritante y afro::;, lanzó una diatriba violCnta contra Torc-
no, y coneluyó dicicndo: ({no :mas tI'cguas, no lilaS fan-
))tH~llla~ , no lJIas apatia, no mas abusos, no lilas t1ie-




I.lBRO CUARTO. 237
)) I arl\ll'<lS, 110 mas transacciones ominosas. Estos SOII
)!J\uesl!'os votos generales y unánimes.)) Todavía esplicán-
dose asi, creía haber hecho poco, y en otra fulminante pl'O-
dama que, ya erigida en junta gubemali va superiol' del
I'eino de AJ'agon, con acuerdo de las de Cataluña y Valencia,
publicó el 16, decia: «he aqui como el orgullo y petulancia
»de un minisll'o I'evolucionario, que tiene sitiadas en el PUÍ'-
ndo las personas reales con un cOl'don sanitario, para im-
npedir que el clamor nacional tenga acceso al trono, produ-
»)cc un efecto diametralmente opuesto al que creó su des-
)'carriada fantasía ..... )) «La nacion, decia mas abajo, queda
»)I'esfilnida por la misma política del ministerio á su es-
nlado primitivo social. El mismo ha disuelto los débiles
))vínculos que le unian con el pueblo. Este usa legitima-
»mente de SIC daee/tu de insutreccioil, y continuará la
»transicion hasta: eonstituil'se como corresponde á la digni-
ndad nacional... De hoy mas, en lugar de reverentes espo-
»sicioncs, solo presentaremos batallones, y los himnos de la
»victol'ta y los de libertad serán cntonados por nueslt'os va-
»Iientes sobre los alcázares de los palacios de los orgullosos
)sibaritas.» El pueblo, cuya cooperacion solicitaba en se-
guida la junta, participaba maquinalmente del resentimiento
de que ella se mostraba animada contl>a Toreno, y que, I'e-
producida y aun cxagerada en todas las alocuciones, [)I'O-
clamas y manifiestos de aquel cuerpo, pareció autorizar á
cada folletista para esplicarse contra el mismo ministl'o con
una violencia quc ninguna acusacion sólida legitimaba, y
que ninguna, por legítima que fuese, hahria bastado a dis--
culpar. Todos se encarnizaban contra él, y uno de los mas
[¡-idos pel'iódieos de Zaragoza decia: «nunca huho tan justos




238 A;>; ALES llE ISABEL 11'
»Illotivos para ir á la Corte con banderas levantadas, y sa-
»ear la fiera atada, y entregarla, cortadas las uñas y
»arrar/eados los dientes, á la turba del pueblo, para que
»Ie dé el pago de sus cmeldades y alevosías.»


Por I'esultas de un Illovimiento popular, verificado á la
llegada de las noticias de Madrid, se declaró tambien el 8
junta superior gubernativa del Principado, la consultiva de
Barcelona. Cuatro di as antes habia ella recibido una esposi-
cion dc varios que se intitulaban los patriotas barcelone-
ses, pidiendo, entl'e otras cosas, «que los individuos nom-
»brados por las juntas provinciales del ,Principado se reu-
llUiesen en una central gubernativa; que se armasen en
)lmaSa todos los habitantes, haciendo, á falta de otros re-
»cursos, empréstitos para mantener aquella fuerza, y que
»antes de entregar á las autoridades la correspondencia de
»oficio procedente de Madrid se reconociese por la repre-
»sentaeion popular, á fin de que esta autorizasc solo la
»ejecucion de las disposiciones quc no fuesen contmrias á
llSUS principios.» En el alboroto del 8, se exigió que la jun-
ta tomase en consideracion estas peticiones y declarase
adema s que Cataluña queria un código fundamental dic-
tado por CQrtes constituyentes, nombradas con arreglo al
sistema de elecciones de la Constitucion de Cádiz. La junta
eonoció bicn la trascendencia que podria tener su decision
sobl'e todos estos puntos, y, no atl'eviéndose tÍ. concederlos
ni á negarlos, citó ti su seno á multitud de urbanos, nombra-
dos por clases en los diferentes batallones, y á los llamados
representantes del pueblo. Afortunadamente, cada uno de
estos y de los otros pidió una cosa distinta; y, no siendo po-
sible avenil'los, se (witó el compromiso con acordar que s('




LlIlRO CCARTO. 2B9
agllat'da~e la rcslllwsla de las juntas de Valencia y Zarago-
za,ú las cualcs se habian despachado emisarios. Fuerte en-
[t'ctanlo la de Barcelona con el apoyo de la milicia, que du-
rante aquella mcmOl'able confcrencia se habia mantenido
sobre las al'mas, y con el dc los homb¡'es díscolos ó apasio-
nodos que la empujaban, se declaró superior á todas las au-
toridades civiles y militares, á título de que se necesitaba
unidad para oponerse á las medidas del gobierno de Ma-
drid, que, en opinion dc aqucl cuerpo, tcndian á la disolu-
cion del Estado. Hcvestida de este carácter nuevo, estendió
y comunicó el 11 una circular á todos los generales y gefes
de la fucrza armada del reino, anunciándoles su instalacion
)' exhortandolos á sostenerla con las fuerzas de su mando.


Mas hostil fue aun la actitud de otras capitales. La jun-
ta de Granada lanzó el 7 un decreto declarando a la gober-
nadora en estado de opresion , difiriendo, mientras estc
dUJ'ase, el mando de Andalucía á una corporacion central,
compuesta de los individuos de cada una de las juntas de
sus ocho provincias, y haciendo soldados á todos SIlS ha-
}¡itantes. La de Badajoz, volviendo á los ministros la cali-
ficacion dc anarquistas que ellos daban a las juntas todas,
los declaró el 12 «enemigos dc la patria y del trono, si en
))e! término de doce dia!; no se separaban de sus destinos:))
y eslo al mismo tiempo que dejaba imprimi¡' en su ciudad
con el título de Jltanifiesto ti la nadan española, un libe-
lo anónimo, lleno de imputaciones absurdas, y de preten-
siones estravagantes, entre las cuales el'a una «la formacion
)Jdeeausa á lodos los ministros que hubo desde abril de 1834.»
Aun habia hecho mas Cádiz el .5, declarando desde luego á
unanimiclml reo de ;lita traieion al conde de Toreno, y pll-




:,MO ANALES OH ISABEL Ir.


blicamlo en seguida, conh'a el y contm oh'os que habiau})I'()-
fesado sus mismas docll'inas, otro libelo tan atroz como el
anónimo de Badajoz. Sevilla dceia al mismo tiempo: «el
»gran capitan de nucslI'o siglo no consiguió subyugar-
»nos, ¿y lo cunseguirían /In poeta y un agiutador? .. los
»ministros quicl'en la guena y la tcndrán. » Málaga y ;\1-
mcda se esplicaban sobre el mismo tema; y aun, cn csta
última ciudad, se hicicl'on con a<!uel motivo dcmostl'3cio-
!les que no se habian intcntado cn el pronunciamicnto
ue 29 del anterior; se destituycron casi todos los alcal(\c5
mayOl'es de la provincia, y los empleados de la inspec-
cion de minas; se abolió la policia ; se ueclaró qne 110
se llevarian á efecto las variaciones rccien establccidas
por las Cortes en la renta de la sal, y se procUl'{¡
pOI' todos me<lios contentar á los pl'omolores de la re-
sistencia. Las mas de las otras capitales se lanzaron desde
entonces en la misma vía, aunque algunos miembros de
sus juntas reconociescn lo indigno dc sus ataques y lo fu-
nesto de su cscision. En las Castillas, no se erigió sino una
Ú otl'a junta popular. En CUI'lagena, Lel'ida y otl'as pocas
capitales no se el'earon sino tUl'de. PCi'O, á escepcion de la
de Murcia, y alguna otra que se disolvió al recibirse el
manifiesto, y que los motines volviel'on á instala\' despucs,
lo menos <¡ue hicieron las que, al tiempo de la publicacion
ele los decl'etos del 2 y del B , sc hallaban instaladas, fué
erigirse en guhernativas de SIlS provincias, y proporciona\'-
se el apoyo de otras mas potlel'osas, ya continuando h3jO su
dependcncia, como las de Tal'l'agona y Huesca, COII l'e~­
pecto á las dc las capitales de sus tel'1'itorios respecliros, ya
tratando de componel' una cenh'al con lo~ dipulados (le las




LlBl\O CUAnTO. 241
particulares ue mm 'asta comarca, como las de Andalucía
y las de la corona de Al'agon. Las autOl'iuades que se mos-
traron resueltas á impcdir qne se inlI'odujesen en sus pl'O-
viucias las innovaciones qne afligian {, casi todas bs del
reino, no PUUiCl'Oll Ilcvar á cabo su honroso propósito, y
la fuerza ó la seduccion las hicieron ceder sucesivamente á
influencias, que ninguna de ellas tenia medios de contra-
restar.


Al vel' la simultaneidad con que esta se ejercia )' los
efectos prodigiosos lllle obraba, se habria ereido que era
UIl desco unúnimc el flue las animaba á todas, y tal fué el ca-
ráctel' que los I'evolucionarios procuraron dar al alzamiento
que provocaran. Pero no habia en toda España quien
no vicsc que solo la audacia por un lado, y el miedo
por otro, daban al movimiento apariencias de unanimi-
dad. La ejecucion de los planes de trastorno forma-
dos por las sociedades secretas estaba encargada á al-
gunos ccntenares dc oficialcs sin destino, de empleados
cesantes del antiguo régimen constitucional, y de otros
homlJl'es sin medios, quc autes habian pertenecido y perte-
necian entOllces á aquellas reuniones, con la espel'anza
ue mejorar su condiciono Reforzábanlos tUl'bas de perdidos
(fue no hallando ti'a.bajo para vivir, estaban á las ól'denes del
primcro que quisiese pagados, y que, nu habiendo quien los
pagase, se hallaban dispucstos á cobrar por su mano, en las
resultas de los iuccl1llios y los saqueos, el salario de su
coopel'acion. Aquellos miscmblcs pedían la esclaustracion
de los f!'ailes, que los alimcntaban con su sopa; la creacion
de Cortes constituyentes, que los llevarían al patíbulo si
llcertaban á estahlecer un régimen legal; la libertad civil


TOMO 11. 16




2112 ANALES DE ISABEL 1I.
y política, de que no tenian la menor idea, y de que, una
vez sancionadas, no les habria permitido disfrutar su de-
gradacion; la libertad de la imprenta, en fin, cuando la in-
mensa mayoría de ellos no sabia leer. Los instigadores de
aquellas andrajosas gavillas, exasperados por sus resen-
timientos, escitados por la ambicion, acosados tal vez por
t!I hambre, no podian menos de ostentar la audacia propia
de su situacion desesperada, y la ostentaban en efecto,
aterrando á todos los que tenian que perder.


Así fue como obligaron á entrar en las juntas á algunos
sugetos distinguidos, que no habrian podido, sin compro-
meter su caudal ó su opinion, rehusar el peligroso honol'
que se les dispensaba. Aceptaron otros animados por la es-
peranza ilusoria de atajar desórdenes por concesiones, y
de prevenir desastres por el empleo de la fuerza que espe-
raban adquirir con su reunion. Estos y aquellos se engaña-
ron; á unos y á otros los subyugaron desde luego los albo-
rotadores que se introdujeron en las juntas, donde, ame-
nazando á sus colegas con las venganzas de la muchedum-
bre que acaudillaban, presentaron sus propios deseos como
necesidades de la generalidad de los habitantes , reducidos
á lamentar en secreto el trastorno de que todos debian sel'
víctimas. Cooperaban á él los que, violando una ley recien-
te, se habian introducido en la milicia urbana sin poseer nin-
gun medio de subsistencia, y que pedian al gobiCl'no ga-
rantías que ellos no daban á la sociedad. Esta turba d(>
urbanos proletarios, osada como los fautores principales de
los alborotos, arrastraba tras EÍ á los urbanos acomodados
que, moderados y circunspectos, no osaban ponerse en lu-
cha con sus turbulentos camaradas, ya acostumbrados á




UBRO CUARTO. 243
hacer deportar á las Baleares, á Africa y aun á Filipinas,
á los desventurados contra quienes articulaban la mas livia-
na sospecha de desafeecion á su sistema. Asi los revolu-
cionarios hacian pasar por votos de la milicia las anárqui-
cas exigencias de unos cuantos individuos que se habian
introducido malamente en sus filas; por votos del pueblo,
las insolentes vociferaciones de una banda de malvados
que asesinaban generales y sacel'dotes; por votos de las
juntas, las prescripciones interesadas de las sociedades se-
cretas, representadas en cada pueblo por los mas atrevidos
de sus afiliados. Las gentes de medios, que cansadas de
trastornos no querian perder en los nuevos lo poco que les
habia quedado de los anteriores, sufrian y callaban; mien-
tras !;r'itaban y se engreian otros que, sin instruccion, sin
convicciones, ni mas interés que el de conjurar la miseria
que los abrumaba, pedian la libertad, entretanto que les
llegaba la hora de pedir otra cosa, aunque fuese el res-
tablecimiento de la inquisicion.


Clm'o em que las facciones debian hacer progresos es-
traordinarios durante este periodo de anarquía general, en
el cual las fuerzas destinadas á combatirlas tenian que de-
dicarse á mantener en las ciudades un irrisorio simulacro
de órdcn, ó aguardar el término de aquella lucha insensata,
que afligia á la nacion entera. Las provincias que mas su-
frieron del aumento de las bandas carlistas fueron cabal-
mente aquellas en que el movimiento revolucionario se pro-
nunció con mas violencia, es decil', las de Valencia y Ara-
gOIl , y sobre todo la de Cataluña, donde algunas de las
mismas bandas lIegal'on á lomar la ofensiva. Valls, despues
de haber hecho un gran estrago en los campos de la Junco-




244 ANALES DE ISABEL n.
sa, y rendido el fuerte de la Granadella , inlimó la re u-
dicion á Santa Coloma y la Espluga. Hor~es, Figucra,
Cortasa, Farré y Cárlos de Guayra, llevaron la audacia
hasla atacar la importante plaza de Balaguer', guarnecida
pO!' la legioll eslrangera. Sansó maltrató en Pl'ades la co-
lumna de Arana, y Tristany se llevó, á la vista dc Manresa,
toda la pólvora de sus molinos. Caballería, Muchacho y
C:amas cruas, sobre la Pobla de Lillet; Sitchot, Mor'ató,
Griset de Cabra y Llarch dc Copons sobrc Capellades; Gal-
ceran y olI'o Tl'istany entrando en Tuxent , á pesar dc los
esfucrzos de los gobernadores de Urgel y dc Puigcenlá;
unos sitiando á Calaf, y amenazando á Besalú; oh'os á Pons
y á Oliana; quienes á Pera mola y á Artcsa , {¡uienes á Olot
Y á :NIonistrol. El cma Masanas, el de Armentel'a, el maes-
1.1'0 de )Iayá, el C:arbollé y otros ciento soh¡'c el corregi-
miento de Figucras ; cl Degollat, Plligoriol , Cendras, Bel-
tran , el Ferrero, Vidal y Zonilla, rccorriendo el pais cn
todas dÍl'ccciones ; deshecho el valiente paL¡'iota CamrulJí,
destruidos los pueblos de Beceylc, Auues, Orla, Balea,
Pl'ades, VilamayO!', como casi todos los (Iue oponian una
leal resislenCla; y p¡'eparándose, en fin, el Illcvimiento que
pocos días despues debia es tenderse desde las cumbres de
la Cerdaña hasta el pie de las murallas de Vich y dc Ro-
sas , y en seguida hasta Manresa y el llano mismo de Bm'-
celona: tal era el cuadro que presentaba Cataluita á loscua-
renta dias de instalada su junta; tales los efectos inmedia-
tos de la anarquía quc trabajaba á Barcelona, y á los mas
importantes pueblos del Principado. En la línea de cerca
de 50 leguas que se estiende desde el Ampurdan hasta los
prados de Amposta, no quclló, fuera de una 7.011a litoral




LlBRO CUARTO. 24S
bastante estrecha, el espacio de ulla legua donde no hu-
biese facciones , ni un pueblo donde estas no pareciesen
escital' entre la muchedumbre ignorante simpatías mas ó
menos vivas. Fueron, á la verdad, muchas de aquellas ban-
das vencidas y deshechas en varios encuentros; y el coro-
nel Niuhó, sobre todo, dió á algunas golpes terribles. Su
columna, compuesta en parte de tropas de la legion estran-
gera, encerró en el castillo de Guimerá á la de Rozet, á
(Iuien obligó tt ,'endirse é hizo fusilar con 74 de sus solda-
dos; pero ni esta severidad, ni los reveses quc csperimen-
taro n otros guerrilleros, fueron parte á disminuir aquel
hormiguero de partidas, entre las cuales volvió á hallar asi-
lo , si no eficaz cooperacion, la division de Navarra, que
habia en vano intentado abandonar el territorio catalan.


Despues de detenerse unos dias cn Organia, Guergué,
ora no hallase por de pronto en el pais el apoyo con que
contaba, ora no pudiese contener á sus soldados que sus-
pirahan por ,'egl'esar á sus p,'ovincias , ora temiese el mal
(\xito de una hatalla que haeian inevitable los movimientos
de las divisiones de GUl'I'ea y Pastors, de las cualcs la úl-
tima contaha en sus filas la mitad de la legion estrangera;
ora, en fin, pensase llamarla por una maniobra á las fronte-
ras de Aragon y Cataluña, para dar tiempo á las otras
bandas del P,'incipado de adelantarse hasta Urgel y suble-
val' aquel territorio, emprendió su mm'clla hácia la Conea
de Tremp. Instruido Pastors de este designio, y querien-
do impedir su c.iecucion, concertó con Gurrea un movi-
miento que, por diferentes vias, debian ambos hacer sobre
Isona ; pero Gurrea, ambicionando acaso la glol'Ía de es-
terminar pOI' sí solo á los que creia fugitivos, cosa que no




241) ANALES HE ISABEL 11.
le era dificil si ocupaba antes que ellos el puente de Mon-
lañan a , cuya direccion parecian tomar; ó creyendo que la
marcha de los enemigos no daba lugar para llevar á cabo
la combinacion formada con Pastors, se puso á perse-
guirlos antes de reunirsc con él, pI'efiriendo entenderse
con Montes, que se hallaba aun en las fronteras de Aragon.
Atajados asi los pasos de Guergué; imposibilitado este de
volver por aIli á Navarra, y obligado á regresar á Cataluña,
cundió entre sus soldados la idea de los riesgos que corrian,
y aumentándose estos por la dificultad de las comunicacio-
nes, resultante de las grandes crecidas de los rios afluentes
al Cinca; desalentada, por ultimo, una parte de su division por
las privaciones á que aquella coincidencia de obstáculos la
condenaba, muchos de los que la componian se decidieron
á desel'tarse, y lo verificaron por cuerpos de 100 y aun
de 200 hombres. Un destacamento de esta fuerza se diri-
gió desde Roda á las crestas del Pirineo , pensando poder
atravesarlas, para caer sobre su pais desde el alto Aragon;
pero, atacado en Bielsa y Bertue por sus urbanos y los de
Vio y de BI'oto, fué dispersado, quedando prisionel'os
en Jaca los mas de los que lo fOI'maban , y teniendo el res
to que refugiarse á Francia, donde desarmados fueron con-
ducidos á los depósitos de lo inteI'ior. Algunas otras de las
bandas desertadas cayeron en poder de los Ul'banos de los
pueblos , y apenas 200 á 300 hombres pudieron volver á
Navarra de los 1,000 ó mas que habían abandonado sus
filas en la tentativa hecha para penetrar en Aragon.


Pero, á pesar de este desastre, mejoró ella la causa del
Pretendiente en Cataluña. Al ver Pastors á Guergué em-
prender su marcha retrógrada, se creyó definitivamente libre




LffiRO CUARTO. 247
de tan incómodos huespedes, y volvió su atencion al Ros de
Eroles que, en uníon con Orteu, ocupaba las orillas de
la Noguera paUaresa, y procuraba distraer á Gurrea para
que no maniobrase sobre la Ribagorzana. Determinó, pues,
atacados y volver en seguida sobl'e Tuxent, que estrecha-
ban entretanto las facciones de Tristany y de Galcel'an,
mientras que otras amenazaban á Urgel. Los mo"imientos
del Ros, favorecidos por la opinion del pais, burlaron las
combinaciones de Pastors que, enviando una fuerte colum-
na, mandada por el coronel Sebastian, á observar á aque-
llos partidarios, se entró en Urgel, de cuyos castillos ha-
bian estado otras partidas á pique de apoderarse. En este
estado, Guergue , que rechazado del Aragon habia vuelto
á entl'3r en Cataluña faldeando el Pirineo por el valle de
Aran, se presentó en Castelló y, maniobrando de acuCl'do
con el Ros y Orteu, cayeron el 15 de setiembre, al paso
del Segre en Tres Puentes, sobre la columna de Sebastian
que arrollaron. Sus restos pudieron á duras penas incor-
pOI'arse con Pastors, cuyas fuerzas quedaron por aquella
pérdida reducidas á 1,500 hombres, mientras que las de
los navarros y catalanes reunidos pasaban de 4,500. Pas-
tors no podia creer que Gurrea dejase de continuar su
marcha sobre Guergue, y en efecto la habia continuado
hasta Castellbó; pero desde alli anunció á aquel general,
el 16, que tenia órdenes para no pasar la Noguera paUa-
resa, y que en consecuencia contramarchaba á Gerri, con
tanta mas prisa, cuanto que sin su regreso quedarian fuerte-
mente comprometidas las fuerzas que estaban en la Pobla de
Segur y en Alentorn. Decidiólo á pesar de esto Pastors á
quedarse en Cataluña y, contando con su cooperacion y con




¡!48 ANALES DE ISABEL 11.


un refuel'zo que recibió de 1,000 hombres de la legíon cs-
trangera, se disponía á atacar á los enemigos que estaban en
Oliana y Peramola, cuando el 18 le avisó Gurrea desde Ger-
rique, en cumplimiento de órdenes que acababa de recibir,
se volvia al punto á Navarra. Pastors , titubeando sobre el
partido que en tal circunstancia debia tomar, se l'eplegó á
Solsona é, informado sucesivamente de desastres que no
le permitian pararse en ninguna parle, continuó retirán-
dose por Cardona y Calaf. Alli y en Guisona supo el aban-
dono total de la línea del Llobregós, y la nueva demolicion
de las fortificaciones de Pons , Sanahuja y Tora que, des-
manteladas á la primera aparieion de Guergué en fin de
agosto, se habian restablecido con grandes dispendios y
esfuerzos en los primeros dias de setiembre, y mal'cM á
Agramunt, donde le esperaban nuevos y mas dolorosos con-
tratiempos. Los navarros reforzados por Sansó y por Sobre-
vies (el Muchacho) , quedaron de resultas de la retirada de
Pastor s , dueños de toda aquella parte del Principado, en
la cual se abrió desde entonces la campaña, que a poco
debia ser tan fecunda en grandes acontecimientos.


En Valencia tambien las nuevas facciones de Monte-
verde, Vivanco, el Pedreño, Sarzo y otros, salieron á lla-
mar la atencion por varios puntos, y á reforzar indirecta-
mente la de Cabrera, que con 3,000 hombres aterraba al
bajo Aragon, ejerciendo horribles venganzas en las guar-
niciones de los pueblos leales. Rubielos, defcndido por mu-
chos urbanos y una compañia de provinciales de Ciudad-
Real, quiso resistirle. Cab¡'era entró en el pueblo y pasó á
cuchillo la guarnicion entera. Corriendo de alli á Alcalá de
la Selva, intimó la rendicion á Mora, amenazando en otro




LIBRO CUARTO. 249
easo a sus defensores con la suerte de los de Rubiclos. Re-
celando ellos ver realizada la conminacion, evaeuaron su
bien pertrechado fuerte, y al punto lo hizo demoler el for-
midable gueniUero, que dcsarmó en seguida muchos de
los pueblos dc las provincias de Teruel y de Castellon.
Reuniendo cntonces una columna que habia destacado so-
brc MoreHa, y encargando á la de Montañes reforzarse
con mozos del bajo Aragon, atravesó sin detenerse el ter-
I'itorio de Valencia; atacó á Reqnena, y cuando, pam de-
fClldcrla, se hubicI'on puesto en movimiento las tropas y los
ul'banos de a(IUellas provincias, se res ti tuyó á sus antiguas
guaridas de Aragon, sembrando el pavor en los pueblos
leales. En vano le persiguieron varias columnas de tropas;
ohligado á combatir con la de Amor en Manzanera y en
Moya, se defendió con valor, y al fin de su espedicion halló
aumentada su fuerza con 300 mozos que en ella se le in-
corporaron, armados todos con los fusiles recogidos en el
transito. Al mismo tiempo Quilez, con 2,000 infantes y 200
caballos, amenazaba desde Navarretc y Calamocha á V cyan,
que apenas contaba 150 hombres para defenderse en Da-
roca; y recorriendo, protegido por los pueblos, toda aquella
parte del Aragon, hizo retirar á Verdugo que le habia ata-
cado sobre el Orcajo. Diferentes partidas levantadas como
por encanto á la primera noticia de la escision de las capi-
tales, se reunieron para atacar á Beceite y Valderobles, y
los milicianos que no perecieron cn aquellos combates, yie-
ron sus casas incendiadas ó saqueadas; suerte que esperi-
mentaron sucesivamente los de Nonaspe, Cretas, Favara,
VaJdetormo y Calaceite. Ni bastaba enviar con frecuencia
refuerzos de Valencia y de Zaragoza para resistir á aque-




250 ANALES DE ISABEL n.
Has facciones; pues, cuando se las buscaba por un lado,
aparecian por otro las de Serrador y Torner, que no de-
jaban un momento de descanso á las juntas, obligadas á
dividir su atencion entre ellos y los revoltosos de suscapi-
tales respectivas. Nogueras, que volvió de nuevo á tomar
el mando del bajo Aragon, se quejaba amargamente en Al-
cañiz del incremento que habian tomado las facciones, y
solicitaba sin descanso la cooperacion de los adictos á la
reina, cuyo número parecía disminuirse en una alarmante
progresion.


En breve, á favor de la irritacion que promovían los
a'sesinatos, los incendios y las destituciones, Recio, el Le-
chero, Matías y otros bandidos, se repusieron igualmente
en la sierra de Alcaráz, en los montes de Toledo, en el ter-
ritorio de Almaden, y en otros puntos de la provincia de
Cuenca, Albacete, Toledo y Ciudad-Real, de los descala-
bros que habian sufrido sus gavillas en dos ó tres encuen-
tros, en uno de los cuales habia perecido su gefe el briga-
dier Mil'. En Castilla la Vieja, Merino alargó sus incursio-
nes casi á las orillas del Ebro, y sus partidas arrebataban
funcionarios, por cuyo rescate exigian el de algunos de sus
oficiales, hechos prisioneros por las tropas de la reina. En
Asturias, hasta entonces libre de bandas, aparecieron
por un lado Soto y Sarmiento, y por otros Buron y Me-
nendez, inspirando este último tal inquietud, que se ofre-
ció un premio al que le cogiera vivo ú muerto, y se conmi-
nó con penas severísimas á los pueblos que no le persiguie-
ran. Hasta en la provincia de Lcon y de Santandcl'
aparecian bandas de malhechores, al paso que, en Galicia,
Lopez, Sarmiento, Perez, Gomez, Villaverde, Pardo y otl'OS




LmRO CUARTO. 251
cabecillas, batidos con frecuencia por las numerosas colum-
nas que los perseguian, se presentaban luego con mas fuer-
zas sobre otros puntos, sin que, ni pueblos ni tropas bas-
tasen á impedir que creciesen cada dia en audacia y en nú-
mero.


Mientras los carlistas pululaban en las provincias del Es-
te y del Oeste, en las litorales y en las centrales; mientras
los revolucionarios de Andalucía y Estremadura amenaza-
ban al gobierno con armamentos que, por ser muy despl'O-
porcionados á sus recursos locales, debian ser muy onero-
sos á las poblaciones; mientras que emigraba todo el que
tenia que perder, no pudiendo confiar en la proteceion de
un gobierno que no podia protegerse á sí mismo. tomó don
Cárlos en las provincias del Norte una actitud mas decidi-
damente ofensiva. Gomez, libre del recelo que durante al-
gunos momentos hubieron de inspirarle los esfuerzos que
á fines de agosto hicieron los anglo-hispanos en San Sebas-
tian, convirtió en sitio el bloqueo de la cabeza del puente
del Bidasoa, y empezó con ardor sus operaciones. Tarra-
gual penetró en Tafalla, y Manolin, el Royo y Aranza llega-
ron á estrechar á Pamplona, en terminos de recolectar de
los Berrios, Ansoain y otros pueblos, situados á media legua
de aquella capital, los frutos pertenecientes al noveno y es-
cusado.


lturralde, habiendo reducido á Aldama, despues del
combate del 2 en los Arcos, á una defensiva circunspecta,
y á Córdova mismo á una observacion inofensiva, no temió
provocal' á los cuerpos acantonados en Sesma y Lodosa, ni
disputar el paso de Mendigorría á numerosos batallones,
que hubo de poner en movimiento Aldama , pal'a relevar la




252 ANALES DE ISABEL n.
guarnicion de Puente de la Reina. Consiguiólo á la verdad
á favor de un hábil movimiento hecho durante la batalla
que fué obligado á sostener el 11; pero, despues de esta, tu-
vo que replegarse, como despues de la del 2. Ezpeleta y
Espartero obligaron á ~laroto álevantaI' el bloqueo que ha-
hia puesto sobre Bilbao; pero el gefe carlista permaneció en
Durango y sus ruedos, dispuesto á impedil' los movimientos
ulteriores de las divisiones que habian acudido al socorro
de la heróica villa.


Urgia en efecto á algunas de ellas salir de aquel rincoll;
urgin á Ezpeleta volver á situar en reserva el cuerpo, flue el
aprieto de la capital de Vizcaya le habia hecho convertir Cll
vanguardia; urgíale volverse sobre las Merindades , desde
donde si Maroto ocupaba á Medina y Villarcayo, podia hacer
una ineursion sobre Bribicsca y aun amenazar á Burgos.
Urgia, en fin, á Espartero ir á reforzar á Córdova, que en
Vitoria se irritaba de su propia inaecion, inevitable casi des-
de que el gobierno llamó á Madrid algunos batallones de su
ejército, para sostener alli el órden que de un momento á
otro se temia ver turbado. Esta circunstancia, y ciertos
síntomas de escision que se notaban, obligaron á Córdova á
insistir sobre que se le reuniese Espartero, y que se situase
Ezpeleta en términos de que no pudiesen los enemigos ha-
cer una incursion en Castilla. Don Cárlos, instruido de este
doble designio, hace partir desde las inmediaciones de los
Arcos diez ú once batallones de que da el mando á VilIareal.
El mismo, acompañado de Gonzalez Moreno, sale de Este-
Ha, dejando encargada la ribera á Iturralde, pasa el 9 y e1iO
por Ochandiano y Durango, y, e111, infOl'mado de qne Ez-
releta y Espartero salian juntos de Bilbao, éste pam reu-




LIBRO CUARTO. 253
nirsc en Vitoria con Cordova, aquel para dirigirse á Medi-
na de Pomar, situa su ejército sobre Arrigorriaga. Adelan-
tando luego tiradores sobre las alturas de Uzueta, y las <le-
mas que dominan el camino de Bilbao, disparan estos sobre
la cabeza de la columna de la reina, que sin Yacilacion se
avalanza á las posiciones. Aballdónanlas los carlistas, I'e-
plegándose sucesivamente de una en otra sobre Arrigorria-
ga, donde empieza Moreno á desarrollar sus masas. Al sa-
ber su fuerza por unos desertores', ordena Ezpeleta la reti-
rada, pl'eviniendo a Mirasol, que mandaba en Bilbao, que
para asegurarla hiciese ocupar el puente de Volueta, y des-
pachase en su auxilio una columna de voluntarios ingleses.
Esta órden no se ejecutó; y, tiroteadas á quema ropa las tro-
pas de la reina, y padeciendo bastante en la retirada, á pe-
sar del valor y la sangre fda con que la dirigió Espartero,
llegaron al puente, y le encontraron ocupado por los car-
listas, que coronaban ademas las alturas vecinas. Esparte-
ro se abrió paso, pel'o no sin perde¡' en el del puente mu-
chos hombl'cs, de los cuales perecieron no pocos ahogados
1'11 el rio. ElIla retirada, que acudieron tarde á proteger po-
(~as compañías de ingleses, se penliel'on ademas algunos
prisioneros, y resultaron muchos heridos, entre los cuales
lo quedó gravemente Espartero mismo, sin cuyo arrojo ha-
brian quizá quedado aniquiladas su division y la llamada de
reserva.


No tenia Córdova estos solos contratiempos que lamen-
tar. Mientras su actividad se gastaba toda en combinar mo-
vimientos para no ser envuelto por las divisiones carlistas,
que se prcsentaban numéricamente superiores en casi todos
los puntos, complicaciones d.e otra especie venian á distrl\er~




254 ANALES DE ISABEL n.
le de aquellas graves y urgentes atenciones. En Calahorra,
un revoltoso sedujo unas compañías de voluntarios de Rio-
ja, los empeñó á seguirle á Aragon para defender aHi la
causa de la libertad, y no se sabe el daño que aUi habrían
hecho, si, alcanzados por una columna que se destacó en su
persecucion, no rindieran las armas, y aterrase su escar-
miento á los que ya acaso meditaban iguales escesos. COIl
su vida pagaron á pocos dias unos sargentos de la guarni-
cion de Burgos otl'a tentativa semejante, pero no sin que la
misma y otras de su especie propagasen en el ejército una
efervescencia tanto mayor, cuanto que la opinion de sus ofi~
cialcs estaba dividida entre el gobierno y las juntas. En
Vitoria se temió que estaUáse una conspiracion en el mis-
mo sentido, y en San Sebastian no se desconcertó otra,
sino por la energía que, al descubrirla. mostró el comandan-
te general. Todos estos conatos de trastorno coincidian con
otros sucesos destinados á provocar demostraciones en sen-
tido contrario. Malos pl'ocederes empleados, vejaciones co-
metidas en Andosilla y otros pueblos por partidas de urba-
nos y de voluntal'ios, exasperaron en términos á sus habi-
tantes que á muchos de ellos no les quedó otro recurso que
ir á alistarse entre los servidores de don Cárlos. Gomez, co-
mandante de las tropas de éste en Guipúzcoa, tentó la fide-
lidad de dos gefes de cuerpos de la guarnicion de San Se-
bastian, para que auxiliasen una conspiJ'acion que se forjaba
en favor de su amo, al mismo tiempo que unos cuantos ofi-
ciales y sargentos preparaban una asonada para proclama!'
la Constitucion. En la divergencia de pareceres que reinaba,
en el conflicto de intereses que la anarquía general esta-
blecía, era imposible que no fuesen paralelas las maquina-




LmRO CUARTO. 255
ciones. Parecia que nadie tenia otro interés que el de hacer
de dia en dia mas dificil la situacion.


Tal era la del reino, y tal la posicion del ministerio
en la primera mitad del mes de setiembre. Los pocos
hombres enérgicos que pretendieran contener el torren-
te revolucionario, habian sido arrollados por él, y pri-
vados voluntaria ó forzadamente de los destinos en que
hubieran podido oponerte alguna resistencia. Asi, des-
pues de los generales Rojas y Anglona, dejaron su pues-
to los gobernadores civiles de Sevilla, Lérida, Gerona,
Cáceres y algun otro. Al ministerio, abandonado de to-
dos, no le quedaban mas que lejanas vislumbres de es-
peranza, ora en uno de aquellos desenlaces inesperados
con que á veces se terminó felizmente en España tal ó cual
complicada crisis; ora en la intervencion francesa que, to-
davía el 8 de setiembre, reclamaba con fuerza en París el
duque de Frias; ora en la portuguesa, que coetáneamente
pedia Mendizabal á su paso por Lisboa; ora, por último, en
la llegada de éste, á quien se consideraba rodeado de sim-
patías nacionales y estrangeras, halagado con las promesas
de cooperacion de poderosas casas de banco, bien visto
personalmente de los ¡;abinetes de Lóndres, París y Lisboa,
y saludado por la prensa liberal de los tres paises como el
regenerador de su patria.


Habia llegado á éste la noticia de su elevacion al mi-
nisterio de Hacienda en momentos bien críticos para él.
Comprometida su fortuna por la enorme baja que los reve-
ses del ejército mandado por Valdés y su consiguiente des-
moralizacion hicieron sufrir á los fondos españoles en las
bolsas estrangeras, Mendizabal vió en su nombramiento el




256 ."NALES DE ISABEL 11.
medio de impedir su pI'opia ruina, atajando la rápida ue-
preeiacion de aquellos valol'es. Para conseguirlo, era pOI'
de pronto necesario aumentar las fuerzas del ejército ca~i
disuelto, y con este objeto aplicú toda su actividad a ace-
lerar el alistamiento, equipo y organizacion de la legion
auxilial', que á la sazon se formaba en InglateITa. Cuando, á
fuerza de perseverancia, lo hubo conseguido, cutabló phhi-
eas para proporcionarse los reclll'sos pecuniarios de que ya
empezaha a sentil'se la falta en España; y, lisongeándose dI'
obtenerlos mas tarde, salió de Lúndrcs en los pI'imcl'os dias
de agosto para París. Alli combinó con el banqucro Ardoiu
una opcracion, por virtud de la cual sc obligó éstc a :mti-
eipal' en eicI,to término 30 millones, reembolsables con los
pI'oductos de la venta de una cantidad de dcuda activa, de
que en su dia creia }Iendizabal que se le autorizaria á dis-
poner. Para asegurarse un apoyo en lo interior, tomó la
preeaucion de inspirar confianza ,3. los gabinetes aliados,
que se brindaI'on tanto mas facilmente á prestarlo, cuanto
que á su llegada a Pal'Ís circulaba ya alli la noLicia de los
mivimientos revolucionarios de Reus y de llar'celona, dc
los cuales sc temia con I'azon que resuILal'ian cn brevc las
exigencias anarquicas que sc formularon en seguida. Con-
denábanlas en Inglaterra no solo los hombres scnsatos de
todos los partidos, sino el mismo gabinete \\-igh, que no
sufria sin impacicncia la superioridad que sob,'e la vieja
aristocracia nacional tornaba un hidalgo de provincia, y so-
bre fanáticos protestantes un celoso católico. ~o pudiendo
el gabinete caminar sin el auxilio del partido de O-Connell,
no dejaba de conocer que le tendl'ia por contral'Ío !tIego
~ue, viendo el irlandés consolidada su popularidad, anUIl-




UBRO CUARTO. 2.57
ciase pretensiones á (IHe no fuese posible condescender. El
deseo de su propia conservacion, unido al de la conserva-
cion del órden político y de la creeneia religiosa de su pais,
hacia á los ministI'os no aceptar sino a la fuerza el apoyo
de aquel tribuno populal', y no quel'el' qne en ninguna
otra parte se diese rienda suelta al espÍl'itu revolucionario,
(¡ue ya se propagaba demasiado. Mendizabal, que entonces
pensaba de la misma manera, no ocultó sus sentimientos,
e inspiró, manifestándolos, nna justa contirmz<I al ¡¡:abinele
inglés. 19u<ll alm'de de sus principios 1ll0denHlos hizo á su
paso por Pal'Ís, donde la coincidencia lÍe lo~ flsesinfltos y
los incellllios de Cataluña con la maniohra infernal de Fics-
cllí, alribllida al partido republicano, cimsaba al gobierno
fl'ances serias inquietudes. Campeon de las mismas doc-
trinas se mostró por último en Lisboa, adonde llegó al fin
del mes, despues de haber tenido á su paso por Santander
una conferencia militar con los generales Alava y Evans,
y otra política á Sil paso por Vigo con un personage amigo de
1'oreno. En Lisboa fué colmado de distinciones, no solo
pOI' los serv ícíos que había pI'estado á la causa de don Pe-
dro, sino por sus pl'Omesas dc hacel' triunfal' en España el
sistema moderado, que, no sin gl'andes esfuerzos, sostenia
en Portugal el duque de Palmelb.


Con estas disposiciones llegú Mendizabal á Badajoz el
1. o de setiemhre, eH oCH1>ion que se estaba instalando la
junta que debia pedil' la dísolucion del ministerio de que él
hacia parte. Rabian acudido alli, desde varios puntos de la
p"oyincia , algunas personas notables que le exhortaron á
deshacerse, al punto de su llegada á Madrid, del colega á
quien dehia Sil r,levacion al ministel'io. ta naturaleza v la


TmIO n. 17




258 ANALES DE ISABEL 11.
estension de l()$ empeños recíprocos contraidos en aquella
conferencia, se revelaron en breve por actos sucesivos, cu-
tre los cuales fi¡;uró en primera linea, el de erigirse el ti
en Cáceres una junta popular, semejante á la de Badajoz,
á pesar de que el mismo dia habia asegurado el gobernador
civil en una proclama que alli no se turbaria el órden. Es-
te movimiento, verificado despues de la conferencia que
sugetos notables de la provincia habian tenido con el nue...,.
vo ministro; la decision con que este rehusó tomar pose-
sion de su plaza á su llegada á Maddd , y la conducta que,
apoderado esclusivamente del mando, y dueño de los des-
tinos del pais, se le vió obse,'var , no dejaron duda de ([ue
sus disposiciones moderadas se habian modilicado en Ba-
dajoz, ya por efecto de sugestiones partieulares , ya por el
conocimiento de la fermentacion que reinaba en todas las
p,'ovineias, ya, en fin, por la conviccion de que era impo-
sible gobernar, teniendo por colega un hombrc sobre quien,
con razon ó sin ella, pesaba una horrible impopularidad.


Mendizabal, llegado el 5 á la Granja, y presentado al
punto á la reina Gobernadora, tl'ató con cautela á Toreno,
y evitó contraer empeños , limitándose á declal'ar que, ha-
biendo los medios empleados hasta entonces acelerado, mas
que contenido, la esplosion del resentimiento general, era
absolutamente necesario mudar de sistema, sin que el mis-
mo Mendizabal pudiese indicar el que convendria sustituir,
mientras no se informase de la opinion de Madl'id. El 7 lle-
gó á aquella capital, y desde el momento tuvo largas con-
ferencias con el ministro inglés y con varios de los hom-
bl'es influyentes del partido de Cádiz. Estos no recatal'on
sus disposiciones I harto conocidas de antes; pero, no pu-




LlRno CUARTO. 259
di en do por de pronto avenirse Mendizabal. con ellos, se
adoptó como base de una conciliacion ultel'ior , la inmedia-
ta remocion de Toreno, exigida por Villiers como condicion
esencial de todo arreglo definitivo. No era esto, sin emba¡'-
go, tan fácil como se creia, pues Toreno, aunque anatema-
tizado por las juntas, maltratado por la prensa de las pro-
vincias, seguro de que le maltrataria igualmente la de la
capital , si pudiera esplicarse libremente, abandonado de I
ejército, aborrecido por unos, escarnecido por Otl'OS, ca-
lumniado por muchos, acusado por casi todos, parecia de-
cidido á no dejar el puesto. Hízole, empero, cambiar de
propósito Quesada que, encargado, en su calidad de capitan
general, de la tranquilidad de Madrid, le declaró que, en el
caso de que esta se alterase, no respondia de la seguridad
de su persona. Mas, aunque Toreno viese desde entonces
que la resistencia era imposible, y conviniese en la necesi-
dad de separarse, no quiso hacerlo sin conservar una po-
sicion , desue la cual pudiese defenderse de ataques, que
se harian mas rigurosos cuando se le viese caido. Pensó,
pues, en nombl'ar un ministerio compuesto de personas que
le fuesen adictas , y para ello empeñó una lucha con Men-
dizabal, á quien al retirarse se proponia.arrastl'ar.tras sí; PI'O-
yecto que, acaso á favor del ascemliente que tomara sobre
la Gobernadora, habria conseguido realizar, si la circuns-
tancia de hallarse enfermo el conde de Rayneval no hu-
biese dado á su colega Williers una influencia decisiva en
aquel negocio.


Ya parecía determinada la Gobernadora á encargar á Ri-
va Herrera)a formaciondel nuevo ministerio, del cual no de-
bia formar parte Mendizabal, cuando Williers, siguiendo las




:260 ANALES DE ISABEL 11.
IUH'lIas de uno de sus antecesOI'es, del célebre Keene, que
('asi un siglo antes trabajaba tan ardientemente, y con tall-
'o fl'Uto para hacer al irlandés Wall ocupar el lugar de En-
senada; 'Williers, que despues de un mes estaba alentando
á los enemigos de TOI'eno; que provocaba su scparacioll
hasta por acusaciones que uno de sus secretarios hacia pú-
hlicamente en los cafés; y que, presumiendo en Mendizabal
disposiciones favorahles a la Inglaterra, ereia tener en él
un hombre dócil tl sus sugestiones, le (OI'tificó con su apoyo
y se lanzó a hablar á la Gobernadora en su favor. Desde
la plaza de toros, donde se hallaba al recibir el aviso del
peligro que amenazaba al candidato su cliente, voló al Pal'-
do , é indicó a aquella princesa que no dehia contm' con el
apoyo del gobierno inglés, sino en cuanto pusiese á Mendi-
zabal a la cabeza del español. La Gohernadora aedió a esta
ueclaracion, y lo hizo tanto mas resignadamente, cuanto
flue Mendizahal prometió sostener el Estatuto Real, y no
permitir que se menoscabasen las prerogativas del TI'ollo.
Garantizó Williers estas promesas, y á su virtud hizo 1'0-
reno, el 14, dimision de su puesto, despues de haber em-
pleado para conSIH'varse en él gmndes y hábiles esfuerzos.
Del'l'ibarónle con sus clamores frenéticos las sociedades Sf'-
eretas, que habian contribuido a eleval'le con sus sllhtel't'ú-
lIeas intrigas, y le declararon traidor los que le habian sa-
ludado como la esperanza y el orgullo de la patt'ia. La in-
dulgencia con que los ll'aló, los miramientos que con ellos
tuvo, no impidieron que le al'l'astl'aSell en el fango al derri-
barle. Cayendo, apenas escitó ulla simpatía, apenas provocó
una sola señal de interés, Son peripecias tan vulgaf('s en el
drama de las revoluciones la exaltacion y el hundimiento de




LIBRO CC . .\.RTO. 261
los hombres de mas mérito; es tan comun suponer que le
tiene escaso el que, elevado al poder, no mejora de un mo-
do ú otro la condicion de los súbditos; es tan natural, en fin,
que nadie se interese en la suerte de los que, aun por los
motivos mas escusabJes, dej31'on de cumplil' aquella obliga-
cion, que no pareció estraño que se mostrase insensible el
país á un acontecimiento, á que tanta gravedad daban, sin
embargo, las circunstancias del hombre que debia suce-
der á Toreno.


FfN nEl_ unRO CUARTO.






LlORO Qlll~TO.


Advenimiento de ~Jcndizabalal poder.-Su manifiesto.-Ubsel'vaciones sobre la~
disposicionl1s contenida~ en él.-EI general Alava, ministro de Estado.-Gil
de la Cuadra, dellnterior.-Sueédelc don Martin de los Heros.-lIlina, capitan
general de Cataluña.-Espinosa, de Sevilla.-Quiroga, de Granada.-Pala[ox,
de Aragon.-Carratal';, de Valencia, y Rodi!, de Estremadura.-Latre sale de
lladrid para detener el paso á la division mandada por las juntas de Andalu-
ria.-En Santa Cruz de Mudela se le pasan sus tropa8 á los insurrectos.-
Yuélvese solo á Madrid con algunos oficiales.-Tumultosen Valencia.-Almo-
dóvar, salvado por Fuster.-Deportaciones y desticrros.-Decreto de creaciOll
dc las diputaciones provinciales.-Almodóvar, ministro de la Guerra.-Gomez
Becerra, de Gracia y Justicia.-Convócanse las Cortes para el dia f9 de no-
viembre.-Disuélvense algunas juntas.-Viva resistencia de otras, ~ en parti-
cular de las de l\lillaga, Granada y laen.-Actitud del conde de las Navas en
la l\lancha.-Disposiciones de la junta de Barcelona.-Progresos de los carli.-
tas.-Trastorno general.-IUultiplicadas y energicas dispo5iciones de Mendila-
hal para poner IIn á la guerra civil.-Empréstito forzoso.-Donativos.-Reem-
plazo de empleadol.-Quinta de 400,000 hombre~.-Juntas de armamento y de-
fensa.-Di~uélvese la junta central de Andalucia, establecida en Andújar.-


Sucesivamente se disuelven tambien las de Granada, Almoría, Jaen, Barcelo-
lIa y ~Iálaga.-Incrcmento y actitud amenazadora de las bandas carlistas en la
Mancha, Galicia y las provincias todas de la antigua corona de Aragon.-Pri-
,ion del conde de España en la frontera franccsa.-Llegada de Mina á Catalu-
!la.-Su proclama del 25 de octubre.-Modificaciones importante~ becbas por




ANALES DE ISABEL 11.


rlon Cirios en lo~ geJ'es y comaIlllantes de sus divisiones <Iel l'iortt>.-ltlovimien_
lo, ¡\" Córdova, E~partero y Evans.-Reunion del infante don Scbastian eon
f'l Prl'lt'ndiente en el IHH'hlo de Echarri-Aranaz.-Disposicioncs de las junta..:;,
rlc armam('nto y dcrell~a.-Alborotos y asesinatos f'n iUal).acor.-Estado deplo_
l'.ahll' de la adminbLracion.-Pl'oyeeto de tratarlo dr comr:rrio con ln~\at.er­
ra.-Po~i('ion dt' lIcndizahal.


ACEPTADA la dimisioll de Torello, recibió Mendizabal el
encargo de formar cl ministe¡'io, sin que para desempeiiar
e~ta eomision supiese él h<lsta donde tend¡'iall (11lC cstcn-
derse las modificaciones que, ya desde Badajoz, habia Clll-
pezado á hacer en el sistema político, formado pOI' él al sa-
lir de Inglaterra un mes antes. El aprecio con que habian
sido recibidas por los ~abinetes de Inglaterra, Francia y
Portugal sus protestas de moderacÍon le imponia el deber
de no desmentirlas por su conducta, y la promesa quc aea-
haba de hacer á la Gobernadora, de respetar el Estatuto, le
obligaba á circunscribit'se :i esta órbita; pero las circulJs-
tancias habian camhiado en términos, quc no fué dueño él
de desempeüaI' aquel debel' ni de cumplir aquella promesa.
No oyendo mas que instigaciones acaloradas desde su en-
trada en . España; no presenciando en su tránsito hasta la
Granja mas f\lle demostl'aciones estrepitosas de la confian-
za que en su viejo liberalismo tenian las gentes del movi-
miento; cenmdo desde su llegada á Madrid de los amigos
con quienes habia comido mucho tiempo el pan regado con
las lágrimas de la emigmcion; acostumbrado á mirar á JIlU-
ehos de ellos como oráculos, y á creer en sus palabras como
('n inspiraciones del cielo; agobiado con las noticias que de








-5 Blanco 1,l~




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LIBRO QUINTO. 265
hom en hOl'a recibia de los atentados de las juntas de las 11l'0-
vincias y de la escision que ellos mantenian; estimulado por
una prensa tUl'bulenta que, recordándole todos los días el es-
carmiento de su antecesor, le advertia que no le elevaba 31
Capitolio sino p3m lanzarle de la roca Tarpeya, en el caso
deque nose prestase á sus exigencias anárquicas; amenaza-
do de l'iesgos pOI' un lado; 3dulado de esperanzas por otro,
se rindió á las sugestiones, de que por su escasa capacidad
política y su poca instruccion lc impedian ver los inconve-
nientes y los peligros, y presentó á la l'eina, é hizo publi-
ear en la Gaccta su manifiesto del 14 (1) , obra, sin duda,
de UIlO de los individuos que en él se clogiaban. En este
papel, que se miró como el programa, bien que vago, em-
brollado é incoherente, de su sistema politico, se tenia el
aire de ofrecer: <mna ley de :'responsabilidad ministerial;
)'terminar la guerra civil sin otros recursos que los nacio-
»nales; fijar sin vilipendio la suertc de las corporaciones
)IJ'eligiosas; consignar en leyes súbias los del'echos que
¡)emanan del régimen representativo, y que son su unico
))sosten; crear y fundar el crédito publico; y afianzar con
))las prerogativas del trono los derechos y los dcberes del
)}pueblo.» Hablábase ademas «de la necesidad de calmar las
))pasiones, conciliar los ánimos y estinguir la discor-
dia.)}


Este manifiesto fué calificado de tantos modos cuantas
emn las opiniones en que estaban divididos los hombres que
dcbian juzgarlo; pel'o los imparciales ó ilustrados gimieron
al ver al gobierno difundir, en vcz de beneficios efectivos, se_
gmidades falaces, y tratando de arrancar con ellas álos pue-


(1) Véase al fin del tomo, apéndice número 3.




266 ANALES DE ISABEL n.
blos agobiados una especie de asentimiento tacito a teorías
especiosas, de cuya plantificacioll no debian sacar partido
ni aun los des alumbrados autores del trastorno. El mani-
fiesto, obra de una buena fé estúpida, ó de una astucia pro-
funda, no contenia, en efecto, una sola promesa, sobre cuya
ejecucion se pudiese descansar, ó que ejecutada produjese
un bien material ni inmediato.


¿Y cuál podia esperarse, en efecto, de una ley de res-
ponsabilidad ministerial? Desde luego son raras las circuns-
tancias en que esta responsabilidad puede exigirse, y exis-
ten ademas muchos medios de hacerla efectiva, sin necesi-
dad de una ley especial. Dependiendo de la aprobaeion de
que la representacion nacibnal déó rehuse á los actos de
los gobel'llantes el juicio de su conducta politiea, y pudien-
do imponérseles por los delitos comunes las penas que á
estos señalan los códigos penales, la ley de responsabilidad
no podia mirarse como una garantía eficaz, ni mucho menos
como una garantía urgente de órden público. Tal ley no
existia en Inglaterra, y no habia impedido su falta que ca-
bezas de cancilleres rodasen en los cadalsos. Tal ley no
cxistia en Francia, y cuatro ministros espiaban en Ham :Iu
publieacion de unas ordenanzas, que los representantes del
pais calificaron de ilegales. El anuncio de una ley de difícil
combinaeion, de aplicacion casi imposible, de poquísimo uso
por consiguiente, y sin la cual, en un caso remoto de viola-
cion de las leyes por los ministros, hay en el derecho co-
mun medios para vengar el daño que hayan ellos hecho ;í
la sociedad, no pareció, pues, un beneficio de los que el es-
tadode conflagracion en 'que s~ hallaba el pais, hacia in-
mediatamente necesarios ; reputóse mlis bien un fantasma




LIDRO QUINTO. 267
pam acaUar gl'itos apasionados, una muestra de conniven-
cia con los que los lanzaban, un indicio de debilidad y, bajo
este punto de vista, una calamidad nueva para la nacion que
necesitaba en sus gobernantes habilidad para protegerla y
energía para salvarla.


La promesa de terminar la guerra civil, sin otros recnr-
sos que los nacionales, pareció asimismo una falsedad in-
signe, óuna distraccion inexcusable, cuando 9,000 ingleses,
enganchados con muchos dispendios por Mendizabal mismo
y su único colega Alava, ocupaban á Bilbao y Santandel';
cuando 1,000 franceses mandados por Swarce llegaban á
Jaca; cuando 5,000 alemanes, polacos é italianos se esten-
clian desde Lérida hasta Urgel, y cuando, sin la cooperacíon
de estos 15,000 hombres, habria quizá bamboleado antes el
trono de Isabel. Aun pareció irrisoria la promesa á los que
supusieron que la frase sin otros recursos que los nacio-
nales, significaba que no se recurriria á la z'ntervencion
directa estrangera; pues cuarenta y ocho horas despues de
la publicacion del manifiesto (el 16 de setiembre) negaba por
segunda vez el ministerio francés la tal intervencion que
ocho dias antes habia solicitado con instancias vivÍsi-
mas el embajador de España en París. Sabiase ademas que
Mendizabal mismo, enterado a su paso por aquella capital
de las gestiones que se hicieran antes y se hacian aun para
obtener la tan suspirada intervencion, las habia apoyado con
todo su poder, asi como á su paso por Lisboa habia solici-
tado la cooperacion portuguesa, que se obtuvo cn efecto
diez dias despues (el 24), Y que era harto mas humillant('
que la de Francia. Parecer debió una baladronada la afec-
tacíon de no querer lo que se sabía haberse negado al




268 ANALES DE ISABEl. n.
ministerio anterior y lo que era notorio que se negaria con
mas fuerza al que le reemplazaba.


En cuanto á la suerte de las corporaciones religiosas,
ya al publicarse el manifiesto estaba fijada por movimien-
tos populares que el gobierno anterior no habia podido re-
primir ni el de Mendizabal tenia medios de castigar. Si
fijar sin vilipendio la suerte de dichas corponldones
queria decil' que se concederian pensiones á los religiosos
eselaustrados, estos sabian bien que no debian contar con
ellas, puesto que, aun reduciéndolas á ti reales diarios,
importarian sobre 42 millones al año, siendo asi que el to-
tal importe de las rentas de los conventos y monasterios su-
primidos no pasaba de 17 millones, de los cuales era aun
forzoso I'ebajar la suma correspondiente á los bienes que ha-
bian sido ó debian ser restituidos á los que los compraron en
el anterior periodo constitucional. En fin, si la espresion
sin 'vilipendio aludia á un proyecto inserto en la Gaceta de
asignal' á cada fraile eselaustradouna porcionde bienes tl'as-
misibles por su muerte á sus hcrederos, esta idea era tan
inejecutable y tan absUl'da, que nadie la habia oido sin de-
plorar que mostrasc con ella tan pocos conocimientos del
pais el hombre que desde Inglaterra habia sido llamado á
dirigirlo.


Contra la declaracion de consignal' en leye.s súbius [os
derechos que emanan del régimen representativo, no ha-
bria habido que decir, si, del tenO!' mismo de la esposicion
en que figuraba esta promesa, no aparcciese (Iue con ella se
trataba solo de satisfacel' cxigencias revolucional'ias, sin in-
quietar por de pronto otros intereses. Todo hacia, en r,Íecto.
creer, que est.as le!/es sábiasserian una Conf'titucion nueva.




UBRO QUINTO. 269
en la cual, á la manera de la de Cádiz, se hal'ia la derla-
l'acioll de derechos tan anhelada por los sostenedores de
las doctrinas en que de muy antiguo tenia Mendizabal ulla
fe incontrastable. En aquella misma esposicion no vacilaba
él en decir «que le habian infundido aliento las virtudes y
»el patriotismo de tantos hombres eminentes, que eran el
»ornamento y las espc'ranzas de España,» alusion que evi-
dentemente se dirigia á los Argüelles, Galianos y consortes,
sobre los cuales dejaba columbrar Mendizabal flue fijal'Ía
su eleccion cuando la memoria de los empeños que acababa
de conlr'ael' con la Gobcrnadora y con el ministro inglés se
hubiese debilitado un poco, ú pudiese al menos pesentarse
la necesidad de vioIarlas apoyada en las ,'esistencias fo-
menladas por debajo de mano por los mismos amigos cu-
yas virtudes y talentos proclamaba. Nadie dudó al ver esta
parte del programa que se trataria en breve de una Cons-
titueion nueva por mas ({ue, en las diligeneias que hubie-
sen de preceder á su formacion, se fingiese respetar el
Estatuto.


La promesa que inspiró menos confianza fué la de
crear y fundar cI crédito público. Ciertos publicistas es-
trangel'os, estraviados por la abultada idea de las !'i(!lwzas
del clero español fundaban en la enagenacion de sus bienes
la esperanza de yer á España libre desde luego dc deudas
y lanzada en seguida en las vias de la prosperidad. Esta
creencia, que habia cundido por todas partes, tuvo algun
dia un fundamento respetable; pues, en efecto, á principios
del siglo era opulento el clcro español. Pero por un decreto
fecho en Chamal'tin en 1808 suprimió Napoleon todos los
conventos y monasterios del reino j y, llevada a efecto su




270 ANALES DE ISABEL Il.
disposicion por las tropas francesas que le ocuparon casi


todo , desaparecieron sus alhajas y su dinero, se malver-
saron sus existencias de fl'ut.os, y las tincas rurales adjudi-
cadas á bajísimos precios á generales fl'anceses y á los
principales empleados de la cOl'te de José no se cultivaron,
ó se cultivar'on mal, en tanto (Iue de las m'banas fueron
demolidas unas, destinadas otras á cuarteles ó almacenes, y
ninguna de las de una y otl'3 clase se pl'eSel'Vó de un hol'-
l'ible deterioro. Restituidos los monges á sus casas en 1814
fué meneste¡' que empezasen pOI' I'epararlas . .En unas pUl'-
tes tuvieron que volver á levantarlas de plauta, y en otras
que espendel' cuantiosas sumas para la rehabililaeion de
edificios desmautelados , para la I'eposicion de OI'Ilamentos
y demas objetos del culto, y aun para la manutencion de los
individuos congregados dc lluevo, (Iue se hallaban sin pl'O-
visiones ni acopios de ningun genCl'o. Para pl'oporcionarse


l'ecUl'sos con que hacer frente á tan perentol'ias y simultá-
neas necesidades, les fué forzoso vender sus mejores fill-
eas y sufrÍl' en sus rentas la disminucion que era consi-
guiente. En 1820 ordenaron las Cortes la supl'esion de
los monasterios, y volvieron á desaparecer las alhajas de sus
iglesias, los enseres de sus casas y las existencias en me-
túlico y frutos. Tres años mas tarde, hubo que proceder
de nuevo á la reparacion de los edificios y á compras de
alhajas y ornamentos, en lo eual se consumieron, como
antes, sumas considerables que, como antes, no hubo me-
dio de reunir sino por nuevas ventas de propiedades. Con
tales vicisitudes, los bienes raices de los regulares se ha-
bian disminuido notablemente; y, coincidiendo con las ena-


genaciones sucesivas de grandes porciones de ellos la de-




LIBRO QUINTO. 271
precIaClOn de los frutos y por consiguiente la rebaja del
valor de la propiedad, se vieron reducidas á vivir, casi de
limosna comunidades que, cuarenta años antes, nadaban en
la opulencia.


Lo mismo que cou el clcro ('cgular habia sucedido, pOI'
análogos é idénticos motivos, con el secular. Desde el prin-
cipio del siglo se vcndió en virtud de bulas pontificias la
sétima parte de sus bicnes y todos los de capellanías, pa-
tronatos, cofradías, hel'lllanclacles y cstablecimientos pia-
dosos, por la enorme suma de 1,600 millones. Ya autes los
cabildos y las comuuidades religiosas habian hecho, para la
guerra de la revolucion francesa, cuantiosos donativos en
dinero, alhajas y frutos, y este sacrificio se renovó y se es-
tendió en 1808 para rechazar la invasion francesa. En el
largo periodo que esta duró, las rentas del clero no sil'-
vieron mas que para alimental' á los invasores, y dc los
individuos de aquella antes rica corporacion , muchos su-
fI'jel'on grandes estrecheces y casi todos esperimentaron
largas miserias. Debilitado y casi destruido el prestigio del
diezmo en aquella época, no pudo el clero, dcspucs de la
restauracion, bonar con sus productos las huellas de tan
larga calamidad, y hubo de vender fincas para satisfacer las
exigencias de la situacion á que no tenia otros medios dt~
hacer frente. Mas tarde, á pretesto de que una parte de
los diezmos pertenecia en España por diversos títulos al te-
soro público, las Cortes de 1820 rcdujcl'on á la mitad
aquella prestacion que, á favor del ol'Ígen divino que ue
antiguo se le atribuyera, se volvía ya á pagar con alguna
exactitud. Debilitado ú destruido de nuevo el prestigio del
orígen, los labradores hicieron poco caso de la disposicion




272 ANALES DE ISABEL n.


del gobiel'llo de 1823, que restahleció la antigua ley del pa-
go íntegro; y menos cuando, Cll'iileciéndose de dia en dia
el valor de los pro(luctos del suplo, casi no el'a posible cul-
tivarlo aeatándose la disposirion. Asi, ue afIO en aüo, dis-
minuyeron en considerahle cantidad los productos del diez-
mo, mientras que la escasez dc numel'ario que hahia en el
pais los hacia disminuir mas enormemente (le pl'e(~io. ~\si,
en todas pal'tes hahian hajado mas Oc ,~O pOI' 1 no las 1'('11-
tas eelesiaslicas,


Esta situacion del del'O secular y regular 110 permitia
con lar con que la supl'esion del uno ni la reforma del otro
produjesen al Estado grandes reCI1I'SOS; s01lre todo si, co-
mo se habia pensado, se trataba de dar una pension, á
los religiosos, con la cual, en vez de ahorro, l'esultm'ia
por de pl'onto un aumento eXOl'hilante de ga~los. Creíase
que ni aun momentáneamente ocurri¡'ian á él las ventas de


los bienes de las comunidades suprimidas, que no podian
vendel'se sino á largos plazos, ni pl'oporeional' por tanto
mas que una amol'tizacion ténue y lardia. De estas con si-
del'aciones obvias, resultaba que los bienes del clero regu-
lar y secular no podian servil' de base para el restablecimien-
to del crédito espaüol, ora fuese como por error propio, ora
á impulso de sugestiones agenas, habian propalado todos los


diarios liberales de Europa. Era ademas notorio que no
existian en t'l reino otras propiedades que pudiesen repu-
tarse públicas, y con las cuales, como un tiempo en Fl'allcia
con los bosques del Estado, se pudiese asegurar, siquiel'a
pOI' de pronto, el servicio de los inl(>reses de la deUlla. Era-
lo asimismo que, ni aun en circunstancias tran(luilas, bas-
taban las rentas ordinarias ,de la nacion a IlIS necesjdades




LIBRO QUINTO.


uel servicio corriente, ni mucho menos á asegmar una
amortizacion periódica de la inmensa deuda que la abruma-
ba. Asi, no se vió en la promesa'de fundar el crédito mas
que un medio de levantar, á favor de la confianza ilusoria
que s~ inspirase, un nuevo empréstito, capaz únicamente
de Jiferir por algun tiempo la bancarrota que t.odos sabian
\lO ser posible evitar sino a favor de la Ol'ganizacion atina-
ua y completa de la administracion interior, de la cual no
se hablaba una palabra en el manifiesto.


La recapitulacÍon de las cÍnco condiciones primeras del
pl'ograma hecha en la 6: reducida ú afianzar, en las pre-
rogativas del trono, los dercchos y los dcberes del pue-
blo, fué mirada como el complemento del sistema, cuyo es-
píritu dominaba el manifiesto todo. Prometiendo al partido
de la revolucion ceder á sus principales exigencias, pro-
clamadas por el órgano de las juntas p¡'ovinciales , no po-
dia el autor del manifiesto romper todavía con la reina; y,
rebajauo su prestigio por concesiones, ya ridículas é inú-
tiles , ya oprobiosas y pCI'judiciales, era menester que fin-
giese acat:ll'la, por el mismo principio y con el mismo fin
con que en las provincias sc entonaban vivas á la inOCf11-
te Isabelll, mientras se hostilizaba á su gobierno. Esta prc-
caucion, aunque vulgal' y grosera, podia deslumbrar mo-
mentaneamente al público, condenado sin fin á dejarse ar-
rastrar por las palabras seductoras de que rara vez le per-
mite su inespericncia adivinar la intencion. Halagándole con
promesas quiméricas, sc le mantenia en la inaccion, y á fa-
vor de ella se podia llegal' al fin á que se aspiraba. Hé aquí
por que se p,'odigaban seguridade~ falares de ncatal' 10 que
no debia tardarse en destruir.


T01\l0 11. 18




274 ANALES DE ISABEL Il.
En fin, aunqne no con la forma de promesa, sino como


espl'esion dc las intenciones {¡ de los deseos de la reina, ha-
blaba el manifiesto de la necesidad de calmar las pasiones,
conciliar los ánimos, y estinguil' las discol'dias. Esta era, en
efecto, la necesidad mas urgente dcl pais; pel'o ni Mendiza-
hal tomaba en su esposicion el empeño de satisfacerla, ni
anunciaba la voluntad, ni aun tenia los medios dc dispensarle
este beneficio. Los que hahian estudiado la conducta y el len-
guage de los hombres (fue, desdc 1810, aspiraban á mOllO-
polizar el nombrc dc liberales, no se engañaban sohre el sen-
tido que debía darse á SIlS f\'ases de ceremonia ó de osten-
tacíon. El único medio que habia entonces en aquel pais, ~­
que hubo siempre en los demas para acallar las pasiones,
em respetar el derecho de todos, no establecer sobre la rui-
na de ellos el monopolio de un partido, aealar la justicia y
sac¡'ificar á ella las inspimciones del amor propio y las exi-
gencias del in.erés particular. ¿Tenia MendizahaJ la inten-
cion ni el pode¡' dc conducirsc con arreglo á estos principios
etemos de ol'ganizacion social? No sep:1lt'amellle la intell-
dOJl; pues desde luego se mosll'ó dispU! ... ~lo Ú lJ'ansigit, COIl
todas las pretensiones anán¡uicas (Iue, chocando con tantos
y tan respetables intereses, dcbian perpctuar la discordia
(Ine se reconocia necesario sofocar. No el poder; pues el su-
yo, como cl de las juntas de las p1'Ovincias, y como el de to-
das las autOl'idades salidas del fango de los mot¡J1e~, est:11w
sometido á la influencia de facciosos m'mados ó ú las indi-
caciones de una prensa turlmlenta bastante poderosa rf~;'~1
desencadenarlos. Las juntas de las provinci3s 'lile ~p supo-
nian llenas de vigor temblaban á la vista de los illc(~n(li3l'ins
y de los asesinos. Estos les dictaban leyes y las I't'¡hwian el




LIBRO QUINTO. 275
úrganos oficiales de medidas de desórden y destruccioIl. Si
simpatizaba con ~llas Mendízabal, ¿cómo acallaría las pa-
siones '! si no, ¿ cómo conscl'varia el poder? Las facciones,
contrariadas en Sil tendencia desorganizadora, se apresura-
rían á derribarlo como a Toreno, y lo conseguírían tanlo
mas fácilmente, cuanto mas las hubiese engreido la debilidad
que antes se mostrase para satisfacerlas.


Proclamando la necesidad de acallar las pasiones, dr
conciliar los ánimos y de estinguir la discordia, no se tt'a-
taha en realidad de otra cosa que de cxhol'tal' a los l'cvolucio-
narios divididos á que se reuniesen entre sí, á que se en-
tendiesen para esplotar en comun la reaccion que ninguna
de las fracciones del partido tenia bastante fuerza para es-
plotar en particular. Tratábase, pues" de un interés domés-
tico, digámoslo asi, de la facdon, no de un interés de los
pueblos; de una conjura, no de un beneficio ; y se estaba
tan lejos de pensar en la medida reparadora de una conci-
liacion nacional que, al mismo tiempo que con frases pom-
posas se afeclaba deseada, se destituia á todos los emplea-
c10s que no rendian a la marcha revolucionaria abyectos
homenages; se sancionaban las violencias comctidas pt)!'
las juntas, y entre ellas la espoliacion de los derechos mas
legíl.imos; se aprobahan las deportaciones de centenares de
individuos inocentes, ó presumidos tales, puesto que no
habian sido juzgados, y aun se reservaban los premios mas
insigncs á autol'idades flue 113bian presidido a los asesina-
tos de otros individuos que se hallahan en la misma cate-
gOl'Ía. En sus elogios y sus I'cprobaciones, en sus espe-
ranzas y su~ promesas, el manifiesto t.odo el'a un monu-
mento de ignorancia, si se hahia ci'tendido dc buena fé y




276 ANALES llE ISABEl. IT.
con ánimo de cumplir algo de lo que en él se ofl'ecía, y de
maquiavelismo si la intencion del autol' era deslumbrar pa-
ra entretener, ínterin las gentes de su partido se apodera-
ban de la autoridad.


Nos hemos detenido en referir las impresiones que
produjo el manifiesto de Mendizabal, porque éste abrió pa-
ra España un nuevo y vasto campo de trastorno, y comenzó
la era de la disolucion social, que desde algun tiempo an-
tes presentaran como inminente las impunes maniobras de
las sociedades secretas. Desde la publicacion de aquel do-
cumento, no quedó duda de que la nacion iba á precipitar-
se en los derrumbaderos de la anarquía, á cuyo borde la
habian ido acercando sucesivamente las simpatías de Mar-.
tinez y de Toreno con sus antiguos amigos políticos, las
contempol'izaciones que hubieron de emplear con ellos pa-
ra poder combatir con cierta ventaja sus doctl'Ínas funestas,
y la pusilanimidad de los hombres moderad.os de ambos es-
tamentos que se resignaron tal vez á votar contra su con-
ciencia, por no esponerse á las provocaciones de una tri-
buna insolente ni á los ataques de una prensa facciosa.


Para la ejecucion de las medidas anunciadas pOI' el ma-
nifiesto, era menester empezar por removCl' los ministros de
los doce dias, é introducir en el nuevo gabinete personas que
fuesen gratas á las gentes del movimiento. Por de pronto
se nombró á Alava presidente del consejo y ministro de
Estado, creyéndose propio este nombl'amienlo para satisfa-
cer á un tiempo á la reina, á los exaltados y á la Ingla-
terra; á la reina, por cuanto Alava, si bien en Sevilla tigu-
gUl'ó entre los votantes de la destitucion del rey difunto,
era hombre de cal'acter débil, incierto, sill conocimientos




LIBRO QUINTO. 277
pollticos, y facil para ser conducido á donde se le persuadie-
se que podria encontrar mas ventajas; á los exaltados pOI'-
que este mismo carácter era para ellos una garantía de que le
llevarian domle quisiesen ó de que le anularian ó neutraliza-
rian á lo menos, de modo que no sirviese de obstáculo á sus
ultel'iores designios; á la Inglaterra, en fin, porque se sabia
el entusiasmo que el general tenia por aquel pais, las relacio-
nes que eonservaba con algunos de sus magnates y el ódio ú
el desden con que afectaba mirarla política del gabinete fran-
cés. En el mismo dia y con iguales esperanzas, ó en vir-
tud de consideraciones análogas, nombl'ó Mendizabal mi-
nistro del Intm'ior á don Ramon Gil de la Cuadra; pero es-
te rehusó entrar en el gabinete mientras no se realizasen
los designios formados por él y sus antiguos compañeros
de destierro que, en los vértigos del despecho y en los ocios
de la emigracíon, habian decidido dar una satisfaccion á su
amor propio ofendido de los malos tratamientos que espel'i-
mentaron por resultas de la destruccion del régimen consti-
tucional en 1823. El corifeo de este bando era Argüelles, y
su sistema político podia formularse en estos términos:
«Restablecimiento inmediato de la Constitucion de Cádiz
»para unir lo pasado á lo presente, y rehabilitar la memo-
»ria de aquel régimen hundido con tanto oprobio. Convoca-
»dos los diputados que formaban las Cortes de 1823, ó
»haciéndose nucvas elecciones con arreglo á las disposicio-
»nes de aquel código político, se procederia á revisarlo y
»mejorarIo en virtud de la autorizacion que para ello con-
» tenia uno de sus artículos.» Argüelles, Gil de la Cuadra,
Galiano, Calatrava, y en general todos los hombres enérgi-
cos de su partido, estaban resueltos á no aceptar otras




278 ANALES DE ISABEL ll.
condiciones; y podian entonces insistir tanto mas fuel'te-
mente sobre aquellas, cuanto que las juntas todas de An-
dalucía, pais que cuenta casi la cuarta parte de la pobla-
cion del tel'ritol'io peninsular, habian proclamado unánime-
mente el mismo sistema, al cual se mostraban igualmente
inclinadas las juntas de algunas otl'as provincias. A Cua-
dr'a sucedió, por de pronto, en calidad de interino, y poco
des pues en calidad de propietaJ'io, don Martin de los He-
I'OS, gefe de seccion del mismo ministerio, emigrado tall1-
hien, y discípulo y admiradol' de Argüelles, pero no bas-
'tante conocido ni elevado en geraJ'quía panl poder l'esistit,
á la tentacion de ser ministro. Vacilóse sobre las otras
elecciones lm'go tiempo, ó por mejor decÍl', se llamó á todas
las puertas durante algunos dias, sin que nadie quisiese
aceptar el peligroso honor del mando. Unos no se sentian COIl
fuerzas para desempeñarlo en momentos tan críticos; otros
temian el quien vive de la prensa pe¡'iódica, centinela en-
cargada de no pel'mitil' íJue llegase nadie hasta los empleos
sin el pase ó la contraseña de las reuniones clandestinas;
ot1'OS, cn fin, se rcservaban, eom'o Cuadra, paraelmolllPll-
lo en que se restahleciese la Constitucion, que estaban re-
sueltos á levantar, aunque fuese sobre ruinas.


Mendizabal, luchando entre exigencias conformes á Sll~
simpatías y promesas recientes que no podia violar sin
mengua; reducido á la altemativa de drsagradar á sus ami-
gos, exasperar á las juntas y hacer imposible el arreglo de
tantas dificultades, {) indisponerse con los gobiemos aliado~
de España, y aun con la casi totalidad de los e spañoles que
reputaban inútil, sobre funesta, toda tmnsacion, por cree!'
que la primera conduciria á otras y olras sin término, se




LIBRO Qn;';:TO. 279
hallaba Pll una situacíon verdaderamente dificil. Nada in-
.Iicaba f\U!' él no quisiese el bien de su pais; todo hacia
('I'('el', al contrario, que lo deseaba, pues de realizarlo de~
pr,nuia Sil interes y S1I gloria; pero no dependian de úl
igualmente los medios ni con ocia hastante la situaeion para
4~::IlcHI31' ('l (~f('.~Lo que pl'odueiI'ian los que se determinase á
1'!Ilple31'. Desarmar' las resistencias provinciales era la pri-
tllCl'a IH'cI'sitiad; mas i,()ÚmO (lesarmarlas sin concesiones'?
No pudiendo dejar de hacerlas, fué pOl' de pronto dis-
putando e\ telTCIlO palmo á palmo, y creyendo sin duda
cOllciliar, COII contemporizaciones, cstl'emos (rUe eran en
,'ealidall incoIlciliables, se propuso segui!' ganando tiem-
po con medidas propias para contentar á unos, sin rom-
per abiertamente con otl'OS. Con este Hn, nomh¡,ó á
Mina capitan general de Cataluña; de Andalucía y Granada,
á los mariscales de campo don Cárlos Espinosa y don An-
tonio Qlliroga, y gobernador de Cartagena al de igual clase
don Demetrio O-Daly. Y como estos "nombramientos te-
ujan un carácter decidido, pues los tl'es últimos recaian en
tres de los gcfcs (/"e en 1820 habian levantado el estan-
darte de la revolllcion en las Cabeza~, ó contl'ihnido al triun-
fo de aquella causa, y el !Wimel'o en el general que entrara
a JIlano armada en Navarra y Guipúzcoa diez años despues,
c!'eyó de he!' dehilitar la impresion que producirian en cier-
tas clases, nombrando para las capitanías generales de Ara-
gon, Valencia y Estremadul'3 á los generales Palafox, Car-
l'alalá y Rodil, que aun eran hien vistos de los hombres de
todos los colores. Trasierra, superintendente general de po-
licía, qnc habia mandado prendel' á Galiano y Chacon co-
mo inicüulos de complicidad en el levantamiento de los




280 ANALES DE I!!ABEI. n.
urbanos de "Madrid el 15 de agosto, debia espial' este cri-
men; y, como con ningun intel'és importante se chocaba des-
tituyéndolo, fué destituido. El decreto de la misma época,
queponia á Madrid en estado de sitio, nunca habia sido eie-
·cutado, ni hecho á nadie el menor mal; pero, siendo un tes-
timonio vivo, un recuerdo permanente de la insuneeeion y
un verdadero anacronismo, cuando esta se hallaba casi san-
titieada, debia ser revocado, y lo fué pOI' consiguiente.


POI' su parte el nuevo ministro de lo Interior, Hel'os,
dejaba presagiar la indulgencia con que se tI'ataria la con-
ducta de las juntas, espidiendo una eil'cular en que les
anunciaba que se habian pasado sus peticiones á los mi-
nisterios respectivos para realizar desde luego las medi-
das solicitadas que estuviesen en las atribuciones de la
Corona, y presental' á las Cortes aquellas cuya decision re-
quiriese su concurso. Mas temiendo haber ido demasiado
lejos con esta manifestacion, calificó al mismo tiempo algu-
nas de las pretensiones de planes absurdos y qláméricos,
que, no pudicndo por aquella vez imputar á los earlistas,
ni osando atribuirlos á sus verdaderos autores, supuso ¡n-
t'ell lados por la envenenada malicia de muchos estran-
yeros. En la misma circular, fechada dc118, y anunciada
como suplemento ú comental'io del manifiesto del 14, se
pl'ometió de nuevo afianzar en leyes terminantes los derc-
citos del pueblo, yemplear para ello, no precisamente el
medio mas adecuado, sino el mas t'úpido y ejecutivo;
pero se añadió que este dehia ser cImas conforme á los
anteriores empeños, fl'ase que sc miró como alusiva á los
contl'aidos recientemente con la reina de respetar el Esta-
tuto. Asi, al lado de promesas esplicitas, se veian frases




LIBRO QUINTO. 281
aulibológicas, reticencias estudiadas., todos los al'dides Ó
subterfugios, en fin, propios para calmar las pasiones del
momento, sin concitar ó despertar otras nuevas, política
<¡ue habria sido digna de elogios, á concebirse la posibilidad
de desarmar con ella á las facciones.


Pero 110 existia esta posibilidad; los términos, 6 vagos
ó coutradictol'ios, de las manifestaciones ministeriales, no
inspiral'on confianza á nadie; y, mientras unos cl'eian que
el gobierno prometia dcmasiado, ott'os se quejaban de l¡Ue
110 IlI'omctia bastante. Pretendi6se contental' a estos últi-
mos hacic!l(lo ('epetir todos los dias, en artículos de la Ga-
ceta, que se daban como la esposicion de las doctrinas y
<le los principios del gobierno, que «las peticiones de las
)¡juntas no podian considel'arsc sino como la espresion del
)Joeto en Favor de la libertad; que era fácil calmar las es-
»)eisiones porque nunca. es difícil satisFacer las exiyen-
)lcias del espiril/l¡ público; que todo motivo de escisioll
»habia cesado desde que el gobierno se habia propuesto
»)satisfacer las exigencias de los hombres conocidos por
llSU adhesion allibel'alismo.» Pero en vano se emplearon
todas las formas de la deferencia, todos los al'tifieios de la
lisonja para calmar á las juntas. Las mas de eUas se halla-
ban bien con la autoridad, que aceptaron temblando mien-
tras hubo riesgos que coner, pero que no les disgustaba
conservar cuando los viel'on desvanecidos pOl" la remocion
de Toreno y las promesas de Mendizabal. Aun sin eso,
habria sido grandemente dificil contentarlas por declaracio-
nes equivocas, únicas que podian hacerse, cuando las jun-
tas mismas no estaban de acuel'do entl'e sí. Tal de ellas en
efecto pcdia la Constitucion de Cádiz, tal las Cortes cons ..




282 ANALES DE ISABEL n,
tituyentes, tal el Est.atuto con sus consec!tencias. J\i los
individuos mas calificados del partido se avenian mejor tlue
las corporaciollcs Iwoyinciales, El pl'Ocurador Lopcz
decía en Valencia: « Lejos de desear que se aL'¡'uille la
)lohra (la del Estatuto) todos dmnnmos por su justo e
»)inevitable complemento,» mientras qHe oh'os TH"oew'urlo-
res que redactaban el Eco y la Ri'lJislrt de )[ad¡'id, quc-
rian, en odio del Estatuto, (fue se convocasen Cortes pOI'
cualquiera otro medio, aunque fuesc pOI' uno qne fijasen
dictatOl'ialmcnte los ministl'os. ¿Cómo, entre las diycrgen-
cias de las opiniones del partido mismo que daba ú 1)1'1:-
tendia dar la ley al gobiemo, podia no prolongarsc In indc-
cision de este, obligados ademas á combinar, para decidir-
se, oi\'3 multitud de consideraeioncs?


Ln suceso que pareció estraordinal'io, y qUf' sin emhar-
go era muy fácil de preyeer, contribuyó á desvanece!' los
escI'úpulos de Mendizabal y á acercarle mas y mas ~I los
revolucionat'ios. El 9 de setiembrc hahia snlido de Malh'id
el general Latre con una columna de mas de 2,000 hOlll-
bl'es y alguna artillería, á poner en razon las juntas rebel-
des de AndaluCÍa. Estas, reuniendo á las pocas tropas de
línea que hahia en sus provincias, todos los urbanos mc-
nesterosos, á quienes era agradablc marchar á una espedi-
cion en que se les diera de comel', habian formado una
gruesa diyision y dirigídola á la Sierra Morena. El 1.5 se
presentó á Latre en ~Ianzanares un comisionado de estas
juntas, pero el general le hizo prender y continuó su mar-
cha hasta Santa Cruz de ~{udela. El 17 supieron los bata-
llones de Córdoba y la Reina, qne componian casi el total
de la divisioll, que la de Andalucía se hallaba en el Visillo




UBRO QUINTO. 283
á dos lcguas ue Santa Cruz, y á media noche tomaron las
amias é intimal'on al gcneral su intcllcion dc reunil'sc y
fraternizar con ella; y esto en tanto que, sin emplear aque-
llos miramientos, se marchaban al mismo lugar y con el
mismo objeto los granaderos á caballo de la Guardia y los
mas de los artillm'os de su columna. No siendo posible á
Latl'e combatir esta resolucion, tomó el partido de volver-
se á Madrid, lo que verificó al punto, acampañado solo de
UIIOS pocos oficiales que quisicl'On scguil'le. Su division,
quc sc quedó el! Santa Cl'llz. sc incol'poró cntcl'a Ú la ma-
llana sigllicnte con la yanguardia de los andaluces, com-
¡llIesta dc un escuadron dc ul'banos y otl'O del 4." !le ligeros,
capitaneados en el nombre por el coronel de cste cueqlO,
Villapaclicma, y cn realidad por cl conde de las Navas.
Reforzado éste con las tropas de LatI'c, prosiguió su
camino á Valdepeñas, en donde, y en Manzanares, se
le reunió el grucso de su division, compuesta de los hata-
1I0ncs del regimiento del Rey, uno del pl'Ovincial de Mur-
cia y muchos de m'banos de Jercz y Córdoha. Villapadier-
11<1, desdc el Visillo, y el comandante gcneral de Córdoba,
Ramirez, dcsde Andújar, dondc empezahan á concnrrir va-
rios dc los diputados que debían componer la junta centI'al
del Mcdiodia, SI' apresuraron á comunicar aquella impor-
tante noticia á las juntas todas, las cuales hicieron, al reci-
birla, demostraciones estrepitosas de una alegria que debia
dejar al gobiernfl pocas espCl'3llzas de reducirlas pronta-
mcnte á su obediencia.


Con la defeccion dc las tt'opas de Latre, coineidiet'on en
oh'os puntos movimientos cn el mismo sentido, y serio ha-
bria sido el que algunos cabos y sargentos de los coraceros




284 ANALES DE HIABEL 11.
oe la guardia real meditaban para proclamar en Madl'id la
Constitucion de Cádiz en la noche del 13 al U, á no impe-
dirlo Quesada, apoderándose de los gefcs de la conspira-
cion, ya dispuestos á asesinar á sus oficiales, que rehusa-
sen ponerse a la cabeza. Tambien en el mismo dia en que
las tl'opas de Latre se pasaban al conde de las Navas, unos
cuantos revoltosos de Valencia, acusando de poco liberales
á Almodóvar y á Lopez , se reunieron armados en la plaza
de la Seo, y, a pl'etesto oe haber sido fusilados pOI' ól'den
de Cabrera los provinciales de Ciudad-Real y urbanos reu-
nidos en Rubielos, exigieron que se hiciese una terl'ible ley
de represalias, que, en espiacion de la sangl'e de aquellas
víctimas, se aplicase desde luego á los enemigos de la rci-
na. Los amotinados obligaron al comandante de bomberos,
Fuster, á que se pusiese á su cabeza para lleval' su peti-
cion á Almodóval' ; pero, al llegar a la plaza de palacio,
estaba esta llena de otra turba de ellos que pedian la cabeza
del general, su ídolo dos dias antes. Salió él al balcon, y cual
si fuese tan facil apacigual' la muchedumbre sublevada, como
escitarla á los desórdenes, intentó emplear con la que allí se
habia reunido el ascendiente que adquiriera seis semanas
antes, prestando á otros mayores atentados el apoyo de su
autoridad. Pero, ni con protestas, ni con el anuncio de la cai-
da de Toreno, cuya noticia acababa de recibir en aquel
momento por estraordinario, pudo desarmar la chusma.
Ya subia ella las escaleras de su palacio; ya los puñales
se enarbolaban contra su pecho cuando el generoso auxilio
de Fuster le preservó de una muerte inevitable facilitándo-
le su fuga y su ocultacion. Los revoltosos instalaron una
nueva junta, á cuya cabeza pusieron al teniente de rey Bog-




LIBRO QUINTO. 285
giero, nombrándole capilan general, y en la cual se vió figu-
rar al gobernadO!' civil Adam, que no titubeara antes ni
titubeó entonces en asociarse á los enemigos de su go-
bierno. El órden de cosas establecido por esta revolucion
nueva, que no hacia mas que dar una forma diferente á la
rebelion que habia afligido á Valencia desde el 5 de agosto,
se habría prolongado largo Íiempo, si, por patriotismo,
por esceso de confianza, ó quizá por el terror que le inspi-
I'aha la proximidad de las facciones, no hubiese Boggiero
hecho salir el 18 la poca tropa de línea que habia en la
ciudad y parte de la milicia con el objeto de perseguirlas.
A favor de esta circunstancia, los amigos de Almodóvar hi-
cieron el 20 reunir los urbanos que quedaban en la plaza,
fueron á buscarle al hospital, donde se hallaba escondido,
y le reinstalaron en sus funciones.


Convocóse al punto en la ciudadela una junta de auto-
ridades presidida por Fuster , nombl'ado en aquel dia co-
mandante general de urbanos, y á virtud de su acuerdo se
procedió á la prision de los que mas figuraron en el alboro-
to del 17. Al dia siguiente fueron veinte de ellos deportados
á Filipinas y á la Habana y confinados otros varios á Cádiz
y Cartagena, tocando esta última sucrte á Boggicroquc, ha-
cienclo papel desde las primeras asonadas como vencedor,
fué castigado en las últimas por haber sido vencido. A
otros quetenian menos influencia, y que podian ser senten-
ciados sin riesgo de nuevos alborotos, los entregó Almodó-
val' á la sala del crimen, mandándole juzgarlos sin levan-
tar mano. Mas, como esta intervencion en la marcha de
la justicia y lo arbitrario é ilegal de las deportaciones de
hombres de cierto concepto podria dar ocasion á otro tras-




286 ANALES DE ISABEL n.
tomo, se ap¡'esuró á !leferir á la pretension de los que pro-
moviel'on el del 17, mandando « que todo asesinato come-
¡¡lido pOI' los facciosos conlra personas rendidas & indefen-
»sas fuese vengauo con la muerte de doble 11 lí mero de in.:..
»dividuos de los existente~ en el depósito de Peñíscola, á
»menos que pudiesen habel'se dos l){ll'iente,~ mas inmedia-
»tos del eabpcilla que lo dl:SpUSO para sel' pasados pOI'
)llas a¡'mas. » El'a imposible encal'eeer mas atrozmente 50-
11I'e exigencias ya demasiauo nll'oees pOI' sí misIlla~. Pero,
obrando asi, no hacia oll'a cosa ;\lmotlóYaI' ([ue confesa!' Sil
impotencia tle ¡'establecer, ni alln momentúneamente, el &1'-
den de otro modo que pOl' medidas ue ¡'eacciolJ, y ¡'eCOBO-
cel' que 110 tenia el apoyo de la fuel'za milita¡', ni mas que
el de la milicia urbana, la enal solo con sen tia en prestárse-
lo, cn cuanto el condescendiese con las pretensiones de los
malvados que se habian intl'oducido en sus filas.


Los mismos que defendian á Almodóva¡', que promo-
vieron su ¡'einstalacion y que le prestm'on su apoyo pUl'a
castigal' á los autores del úllimo atentado, contemporizaban
al mismo tiempo eon los cómplices, entre los cuales no sp
at.¡'evian á seüalal' á los liucrales. AI'istizabal, gefe del es-
tado mayol' de la plaza, lo imputó oficialmente á los salé·-
lites del Pretendiente, y esto á Ill'etesto de que « olros que
ellos no se habrian atrevido á violar en la pe!'sona de aquel
gefe, no solo los respelos de capitan general, sino los <In
presidente del Estamento popular» como si la presidrncia,
limitada por la ley á la duracion de una legislatUl'a, 110 ce-
sase al cerrarse las sesiones; y como si fuese mas cl'Ímcn
amenaza!' al conde de Almodóval' que asesinar al general
Bassa. Para completar el cuadro de aquellos SlICf'SOS. añadi_




LIBRO QUINTO. 287
I'émos que Fustel' publicó el mismO' dia una proeJama, 1'11
(Iue, felicitando á los mhanos de habcr derribado con su al-
zamiento al ministe\'io, clamaba porque, logrado aquel ll'iulI-
fo, volviese todo al ól'deu; como si, entronizaclo una vez el
des{JI'{kn, fuese permitido á sus fautores Ó a sus instrmnen-
tos opollcrle una bal'l'el'a de donde no debiese pasar.


Mientras que, en Valencia, se reponia á Almodóvar, se
destituía ti. ~Montes en Zaragoza. El 20, á I)\'eteslo de fllle
rste general habia dejado de cOlTespondel' con la junla,
y faltado asi :'t los empeiios que eontl'ajera al ellear-
gat'S(~ d(~ ::;11 pl'e~idencia, pronunció aquel cucrpo su
d(~slit¡¡ci()1I Ú ¡Jl'ticion del pueblo, y mandó que nin-
gua gefe ni autoridad le pl'estase obediencia, sopcna
á los quc lo hieiesell «de ser declarados contraI'ios á la
causa nacional y al trono de la reina. » Publicando esta de-
eision añauió: «vuestra junta sabrá llevada á cabo, eon
»oLras (Iue reclaman nuestros votos y la situaeion de la pa-
)llria.)) La de Barcelona no rué tan lejos con respecto á Pas-
t01'5; ])el'O, desconfiando de el , le lJl'ivó de toda especie de
I'ceUl'SOS, le oLligú ú huir delantc de los facciosos, é hizo,
como la junta de Aragon, un dafío irrepurahle ú la causa de
la reina. Asi, los generales de mas nombrc y que mas ser-
vicios habian prestado á esta causa, fueron desapareciendo
sucesivamente de la escena política. LIauder y Colubi, objr-
tos algun dia del 'Cutnsiasmo catalan, tuvieron que refugiar-
se á Francia; Valdés y Lahera, en quienes pocos meses an-
tes parecían cífraI'se las esperanzas de la Espalia toda, Iw-
hieron de huir igualmente. Rassa, cuya energica actitud eon-
tl'ibuy(¡ poderosamente al dcsal'me de los rcalistas de :Ma-
drid, fué asesinado, y en poco rstuvo que no sufriese la




288 ANALES DE ISABEL 11.
misma suerte Almodóvar, que acababa de dar á los revolu-
cionarios de Valencia honibles garantías. Latre que, eleva-
rlo en cuah'o TI cinco meses de teniente coronel á mariscal
de campo pOI' los recuerdos de su antiguo liheralismo , ha-
bia sido sucesivamente y en pocos meses mas, superinten-
dente general de policía, comandante de una division del
ejército de Portugal, genel'al en gefe del de reserva, capi-
tan general de Madrid, de Aragon y de Granada, y coman-
dante de la columna espediciollal'ja de Andalucía, cayó de
repente desde tanta altura á la oscuridad, y se estimó dichoso
de obtener su cuartel. El príncipe de Anglona , C¡¡yos sen-
timientos liberales no se habian desmentido en un lat'go des-
tierro, y cuya conducta pma y enérgica le habia gl'anp;eado
el aprecio genel'al, tuvo que cscap31' de Sevilla con pl'CCal1-
ciones que l'evelaron los peligros que cOl'l'ió. /\.1 general Ro-
jas sucedió otro tanto en Granada. Quesada mismo, cuya
famosa repl'esentacion de enero del año antel'ior dió mál'gen
al cambio del sistema político, y cuyos grandes esfuerzos en
Navarra y en Castilla la Vieja, impidiel'on por mucho tiem-
po los progresos del carlismo, se hizo sospechoso por la
energía con que quiso reprimir' el último motin de los ur-
banos de Madl'id. En la caida de tantos caudillos liberales,
en el hundimiento de tantos gefes de la fuerza militar, ni
una sola señal se vió de que esta se intel'esase en sostener-
los; al contrario, en todas las ocurrencias de que sucesiva-
mente fueron víctimas, la tropa simpatizó COII los I'evoltosos
y toleró sin murmurar los incendios y los asesinatos, dan-
do asi al gobierno la medida de Sil impotencia, y tI la socie-
dad la señal de su disolucion.


Mendizahal vió, en fin, 10 que tOflos hahifln ya vislo an-




UBRO QúINTO. 289
tes; á saber: que el gobierno no podía contar con los solda-
(los que á tanta cosla mantenia. Vió que en todos los re-
gimientos existian muchos oficiales y saI'genlos imbuidos de
lns maximas desol'ganizadO!'as de los clubs, y prontos á em-
plenl' en favO!' del tl'astol'no lns armas que sc lc confiaran
pam la conservacion del órden. La clefeccíon completa de In
division de Latre no era ya un indicio, una advertencia,
sino una confirmacion plena de las malas disposiciones de
los mas de los CUCI'pOS militnl'es, una prueba irrecusahle di~
que se habia hecho imposible todo gobierno; Jlues no podia
el de la reina mantenerse sino cediendo, y cedel' no es go-
hemu!'. En tales ci\'cunstancias, no tenian los homhres del
pode\' mas que dos caminos que tomar; ó hacer c1imi:;;ion, ó
pl'eslarse desde luego á las exigencias del momento, l'esig-
nÚIHlose á acceder sucesivamente á todas las que debian se-
guir á las primeras, pues las exigencias crecen siempre en
razon directa de las concesiones.


El gefe del ministerio, ó por mejor decir, el ministro
nnivel'sal , pues Mendizabal lo era de todos los ramos, es-
cepto del de lo Intel'iOl', prefirió este último partido. Em-
pezó por publical' el tan suspirado decl'eto de la cI'eacion
de diputaciones provinciales, parto lahorioso é informe d('
muchas cabezas, lleno de disposiciones inejecutables, y ta-
les algunas que no podian mcnos de frustrar los beneficios
t[ue se trataba de promovcl'. Uno de sus artículos (el 1."),
hacia a los intendentes miembros natos de las juntas,
quc segun otro (el XlV), debian dUl'al' sobre una tercer~
parte del año, y que segun otro (el XVIl) , los obligaba
á una asistcncia diaria, incompatible con las multiplicadas
atenciones de su administracion especial. Otro (el Xl),


TOllO 11. . 19




290 ANALES DE ISABEL n.
prohibia á los elegidos renunciar su mandato, del cual, re-
ducido á una carga concejil muy onerosa para los que no
tuviesen su residencia habitual en las capitales, procurarian
por tanto sustrael'se los hombres acomodados, haciendo re-
caer la eleccion, ya sobre illllividuos que no pudiesen, sin
comprometel' su subsisle'ncia, abandona!' sus oCllpaciones,
ya sobre intrigantes que no tuviesen que pel'del'. Apecmios,
conminaciones, multas (aet. XVIl), e\'(lla pCl'spectiva que se
ofl'ecia á estos mandatarios, y cuando estos medios no bas-
tasen se mandaba perseguirlos criminalmenf() con arTp.-
,qlo. á defp'c!w, sin pensar que, en ninguna legislacíon drl
mundo, se habia reputado ni podia reputarse crimen la fal-
ta de asistencia á unajUl1la administrativa, de que, por col-
mo de atrocidad, no podia I'cnunciarsc la plaza. ¡Tan absur-
da, tan ridícula era la ley por cuya adopcion se habian in-
surreccionado contra el gobierno una porcion de pro"in-
cias! De esta manel'a se tralaba de satisfacer las pl'eténdi-
das necesidades de la opinion.


La faccion llamada liberal mil'ó, sin cmbal'go, esta ley
como una concesion, y lo era, en efecto, en cuanto permi-
tia á muchos de sus agentes conservar por un medio legal
el mando ú la influencia que habian usurpado en las pro-
vincias introduciéndose antes en sus juntas revolucionat'ias.
A fin de que esta recompensa los decicliese ú influÍl' pat'a
flue se sometiesen, no solo se derogaron las disposiciones
penales del decreto del 3 Y se proclamó el olvido general y
¡ompleto de todos los sucesos ocurridos desde el pl'imel'
momento de la escision, sino que se declaró que el haber
sido individuo de aquellos cuerpos no era ohstáculo pam
serlo de las diputaciones provinciales ni pHI'H obtenel' los




LIBRO QUI:'\l'Q. 291
demas empleos del Estado; con lo ¡C1¡al se presentó una
perspectiy~ de mejorar de condicion á los miembros de las
juntas que, por carecer de los requisitos que la ley exigia,
no podian serlo de las nuevas diputaciones. Al mismo tiem-
po se declaró á los gefes políticos del antiguo régimen y á
los empleados de sus s.ecretarias, opeion á la clasificacion
)' goce de sus haberes como ces.antes, y se les dió, en fin,
.el pan por cuya obtencion se habian asociado muchos de
ellos á las anteriol'es intrigas secretas y á los movimientos
pepulares de las últimas semanas.


Mientras se favorecia con sueldos á los antiguos em-
pIcados y se halagaba y desarmabíl, con el olvido de lo
pasado y con promesas de ventajas individuales, á los fau-
tores de la insurreccion de las provincias, se daba tam-
bien satisfaccion á los que habian pretendido promoveda
en la capital. Los tres bíltallones de urbanos de Madrid, de~
sal'mados en los días 16 de agosto y siguientes, recibieron
la promesa de que se les devolverían al punto las armas;
y Mendizabal, rehusando su comandancia, como incom-
patible con sus funciones de ministro, solicitó que se le
inscribiese en clase de soldado en uno de ellos. Los dipu-
tados de estos batallones, presos el mismo dia 16 en Na-
vacerrada, fueron puestos en libel'tad, legitimándose, pOI' e~­
te acto y por la devolucion de las amIas a aquellos cuel'pos,
sn reciente rebelion. Y pal'a que, ni á ellos, ni á los de sus
compañeros de las pl'Ovincias que habiall manifestado tu-
multuosamente el deseo de trocar su oenominacion de U1'-
banos en nacionales, les quedase nada que pedil', se cdgió
en gnar'dia de este nombre la milicia urbana que las Cortes
acababan de organizar por una ley, cuya violacion se "e-




292 ANAT.ES JlE BAIIET. 11.
cibió con entusiasmo por los mismos que tanto afectaban
insistir por el establecimiento del régimen legal.


Completóse en seguida el ministerio, nombrándose pa-
ra el de la Guerra á Almodóvar que, por deportaciones de
liberales, ordenadas y ejecutadas sin un simulacro siquiera
de juicio, acababa de completar el sistema de proscrip-
cíon que habia adoptado desde el 5 de agosto, con respec-
to á los tenidos por carlistas. Nombróse ministl'o de Gra-
cia y Justicia á don Alvaro Gomez Becena, antiguo dipu-
tado á Cortes, y ultimamente I'egente dc Zaragoza y vocal
de su junta revolucionaria, en la cual ejercia la int1ueJ1(~ia
correspondiente á sus antecedentes y posiciono Intentóse,
en fin , nombrar ministro de Marina á don Javier de Ulloa,
que ya lo habia sido en vida de Fel'Dundo VII, bajo la pre-
sidencia de Zea, y que, lanzado por el apoyo oculto que
desde entonces prestál'a á los anarquistas, se hizo por es-
tos méritos nombrar procurador á las ultimas Cortes. Pero
la constancia de su l'enitismo en ellas y el entusiasmo (jlw
mostrára por las estravagancias habituales del conde de Ins
Navas, hicieron diferir la ejccucioll de este' PI'opósito, bien
que indemnizándole en cierta manem con la gran cruz de
Isabel la Católica. Con el nombramiento de Gomez Becerra,
se creyó desarmar á la junta de Zaragoza, asi como á la de
Valencia con el de su prcsidente Almodóvar para el minis-
terio de la Guerra, y á las de Barcelona, Andalucía y Gra-
nada con encomendar aquellas capitanías generales á hom
bres como Mina, Espinosa y Quü'oga. El cambio se hizo asi
completo. Los hombres (le 1820 á 1823 reconquistaron el


pod el' que se habian dejado arrebatar entonces. Amnistia-
dos diez años despues , provocaron ó consúmaron la pros-




LIBRO QUINTO. 293
cripcioll de sus amnistiadores , lograron asi enlazar lo pa-
sado con lli presente y dando contigüidad á épocas tan dis-
tantcs, consiguieron tomar satisfaccion de la ignominia con
quc antes se hundieran.


Faltaha empero, hacel' legal aquella contigüidad por
el restablecimiento de la Constitucion; y esta dificultad pa-
recia insuperable, puesto que, sohre la conveniencia de
eiSta medida, continuaha la divergencia de opiniones entre
los libel'ales mas exaltados. Arbitróse, no obstante, un me-
dio para sostenel' las esperanzas de los que reclamaban su
adopcioJl , sin chocar con los que la reputaban funesta. Es-
te medio fué convoca!' las Cortes, cuya reunion creian
todos necesaria, aunque discordasen sobre el modo de ve-
rificarla. Los mas de los liberales no querian que se reu-
niesen las antel'iormcnte fOl'madas con arreglo al Estatuto,
á pretesto de que en ellas hahia tenido el antiguo ministe-:-
rio casi siempre la mayoría, de lo cual afectahan deducil'
que sus votos serian contrarios al sistema político adopta-
do por el ministerio nuevo; como si uno u otro de los esta-
mentos hubicsc dado en diez meses la menor señal de le-
nel' convicciones fijas ó propósito determinado; como si, en
ocasiones muy importantes, en la discusion, pOI' ejemplo,
de la respuesta al discurso del trono, el miedo que inspi-
raban los asesinos, aun armados, de 70 sacerdotes inde-
fensos, no hubiese comprimido los sentimientos de indig-
nacion que á la inmensa mayoría de ambos cuerpos inspi-
raba aquel hOrl'cndo crimen; como si, en la discusion de la
deuda estrangera, los procuradores que pasahan por mas
juiciosos no hubiesen cedido á los gritos de una oposicion
apasionada y sancionado con su voto la mas inícua espo-




294 ANALES DE ISABEL n.
liacion ; Ó cOIl'ld si, levantadas todas las provincias y rotos
los lazos fodos de la disciplina social, pudiesen los esta-
mentos tomar una actitud vigorosa que no mostraron en
dias de calma, ni mucho menos empeñarse en hostilidades
que habrian de sel' funestas á los que las hiciesen, sin sel'
útilcs á la causa pública.


Estas consideraciones hicieron desechar diferentes ideas
que pal'a la anhelada reunion dc las Cortes se propusieron y
que ofrecian por otra parte inconvenientes insuperables. En
efecto, á los que deseaban que se convocasen Cortes nue-
vas nombradas con arreglo al sistema de la Constitueion de
Cádiz , se objetó que la ado'pcion de este método haria pel'-
del' tres meses en las formalidades y trámites á que se suje-
taban por aquel código las elecciones de diputados. Aña-
dióse que, cuando la mayoría de las juntas y la generalidacl de
la naCÍon repudiaban en su totalidad aquel pacto político,
era una inconsecuencia restablecerlo en la parte que, desde
su formacion, se habia reputado mas defectuosa. Conocien-
do la fuel'za dc estos al'gumentos, querian los corifeos de
otra pandilla que el ministerio formase pOI' si una nueva ley
de elecciones, rsperando de la confianza que él les inspi-
raba que la hal'ia tan lata como ellos habian menester.
Observóseles que esto equivaldría á confiar al ministel'io
una dictadura peligrosa de que seria fácil abusar en lo su-
eesiro, y quc no debia COITersc este riesgo, sobl'e todo
cuando la tal disposicion ministerial, derogatOl'ia de una ley
vigente, podia considerarse como ilegal, y esta ilegalidad
uar ocasion á que se anulase mas tarde todo lo que hubie-
sen hecho Cortes reunidas con aqucl vicio. Hubo, al fill,
algunos que propusieron disolver las últimas y convocar




UBRO QU!~TO. 295
otras con aneglo al sistema del Estatuto. Pero esta opi-
Ilion tuvo menos sectal'ios porque, aun suponiendo dispues-
tas las pl'ovincias á enviar al Estamento popular hombres
ilp principios exaltados, la ley de elecciones vigente no
permitia introducir' en el sino propieta¡'ios ó industriales
(lile gozas('n de una renta, y habia poquísimas personas de
esta clase pnLee los que solicitaban la variacion. El intm'és
de los principales de estos el'a haccl'se nombrar procurado-
res y legalizar, por el voto de la rep¡'esentaeion nacional,
el trastorno á que, en particular', cscitaban. La Constitu-
cion de Cútliz no exigia bienes ni responsabilidad de nin-
guna clase á los encargados de promover los intereses del
pais: la lcy de elecciones que hiciese un ministerio subyu-
gado por los anar'quistas debia verosímilmente sancionar el
mismo el'l'or; y hé aqui por qué se insistia sobre la adop-
cion de estos dos sistemas, fuera de los cuales no podian
sus preconizadOl'es hacer oir su voz en la tribuna pública.


Mendizabal, ligado por empeños que no osaba violar
abiertanHmte, no era dueño de acceder del todo y desde
luego á las indicaciones de los revolucionarios, sobre va-
riar la forma de la reunion; pel'o, rechazándolas, les permi-
tió concebir las esperanzas mas lisongems por los términos
en que dejó es tender el decreto de convocacion fechado el 28.
En M, hizo decir á la reina qne «para enlazar mas Ínlima-
»menlc (,1 troJlo de su hija con las libertade." ,1" b nu-
»cion, habia resuelto consultarla en su órgano mas cierto
»y legítimo, las Corles del reino, convocadas segun un sis-
¡¡tema electoral que representase los intereses sociales COIl
llmas amplitud que el que regia en la actualidad. Estas
)lCortes, aíiadió, revisarán el Estatuto Real para asegu-




296 ANALES DE ISABEL n.
»rar de una manel'a estable el entero cumplimiento de las
»antiguas leyes fundamentales de la monarquía, de-
»senvolve¡'án los principios de gobierno contenidos en la
»esposicion de 14 de setiembre (el programa de Mendiza-
)'bal), y constituirán definitivamente la gran sociedad espa-
»))101a.)) No se podia por el momento acceder en términos
mas esplicitos al deseo manifestado por las mas de las jun-
tas rebeldes de que se convocasen Cortes constituyentes. A
pl'etesto de que la urgencia de las ci,'cunstaneÍas exigia la
l'eunion inmediata de las Cortes actuales, se ordenó por el
mismo decreto que los prócercs y pl'OcUl'adores sc reunie-
sen para el 16 de noviembre, «no solo para establece¡' el
llnuevo sistema electoral, sino para deliberar sohre Oll'I)8
),puntos de la mayor urgencia, seflaladamente los relativos
»á la consolidacion dcl crédito publico.


Asi, fingiéndose acatar cl Estatuto, se emitió la promesa
de sustituir á él una Constitucion nueva. Reeonociéndosc
quüo la urgencia de las circunstancias exigia la reunion iume-
cbata de las Cortes actuales, se limitó su intervcncion :'t la
fOl'macion de la ley que debia llevar á las constituyentes ú
homlJl'es pronunciados pOI' el llloYimicnto, aunque no perte-
neciesen al pais sino pOI' la casualidad de haber nacido en él.
Díjose á la verdad que los estamentos delibCl'arian sohl'c
otros puntos importantes; pel'o se cuidó de no especificar mas
llue el dc la !H'etendida consolidacion del cl'édilo público.
Vióse desde luego que esta promesa f/uedaria reducida á
una exagerada enumcl'acion de los bienes de los conventos
y monasterios, á favor de la cual se pediria y obtendria la
autorizacion para un nuevo empl'éstito. En vano el gobier- .
no mismo pretendió alejar esta idea, publicando en su Ga-




LIBRO QUINTO. 297
ccta , cuatl'o dias antes de la promulgacion del decreto de
convocacion, que trataba de levantar un formidable ejél'ci-
lo, sin necesidad de aumentar de un maravedí la deuda pú-
blica, ni otros recmsos que los ordinarios y los del crédito.
Todos vieron q@ estos recmsos del crédito no podian ser
otros que un préstamo nuevo, cualquiera fIue fuese la for-
ma con que se le disfrazase. Todos observaron que el día 14
habia p,'ometido Mendizabal terminar la guerra sin otros re-
cmsos que los nacionales, y que el 24 se fIrmaba un t¡'atado
en Lisboa, en "irtlH! del cual 6,000 portugueses que, en
caso de necesidad, se prometia aumentar hasta 10,000,
debían ponerse en marcha pat'a Espáña el 30.


Pero los agentes del movimiento, dominados por la mo-
nomanía constitucional, no daban grande impo¡'tancia á es-
tas contradicciones. Bien que no completamente satisfechos
con los trámites dilatorios á que, por el nuevo decreto, se su-
jetaba la tan suspi¡'ada regeneracion política, sintie¡'on la
necesidad de contenta¡'se pOI' entonces con prome¡,;as, por
cuya inmediata ejecncion se hallaban en estado de instar á
todas horas, y que á todas horas tambien ratificaba ~Iendi­
zabal de palabl'U y por cscrito, en comunicaciones oficiales
y oHciosas. A virtud de sus manifeslaciones públicas y dc sus
cartas confidenciales el los gefes de las provincias; á conse-
cuencia de los manejos de sus amigos, de las maniob¡'as de
la sociedad central Isabelina y las de sus afiliados en las pro-
vincias, del deseo de las autoridades de poner un término á
sus compromisos pe¡'sonales, y del estado de cansancio que
los alborotadores mismos notaban en los habitantes, empeza~
ron á ceder algunas juntas y fueron enviando sucesivamente
sumisiones mas ó menos esplicitas. La de Scgovia, creada




298 ANALES DE ISABEL 11.
pocos dias antes, las de Badajoz, Cáceres, Ciudad-Real, Za-
ragoza, Sevilla y algunas otras se sometieron sin condicio-
nes, lo mismo que las de Alicante, CarLagena y Murcia, no
instigadas ya por la de Valencia, que, disuelta en el motin
del 17, se guardó bien de establecel' Almodóval', cuando el
20 fué repuesto en sus funciones. La sumisioll de la Coru-
ña, arrancada por la resistencia de las autoridades, y resis-
tida fuertemente por alguno de sus individuos, se resintió
un poco de la violencia que fué necesario hacer á estos para
que la consintiesen. En ella se declal'ó que la junta «COI'1'C-
»ria pl'esurosa á conjurar la tempestad, si volviese á ame-
)>nazar los derechos de la nacion;» lo que valia tanto como
decir que volveria á erigirse cuando ella los creyese ame-
nazados, cual los habia creido antcs. Aun en las esposicio-
nes de Cácel'es y de Badajoz, hizo el gobiel'no, al publicar-
las, suprimir algunas frases que permitían no crecr calmada
del todo la exasperacion.


La junta de Cádiz, subyugada, mas que dirigida por don
José García de VilIalta, que, lanzado de Madrid, se habia re-
fugiado á aquella ciudad y héchose nombrar sccrctario , se
distinguia entretanto por actos de violencia, que no dejaban
concebir la esperanza de que imitase el ejemplo que le pre-
sentaban los sometidos, Sin insistir sobre su ridícula dispo-
sicion del 5, por la cual proclamó la libertad de la pI'ensa
en una Pl'ovincia donde solo existia una imprenta malísima
en la capital, y donde nadie escribia y pocos sabian leel';
sobre otra disposicion del 13 para entregar los bienes nacio-
llalesá sus compradores de 1820 á 23, acto á que, aun admi-
tida su justicia no se podia procede¡' sin formalidades prolijas
en interés del órden publico y del tesoro nacional; sobre las




LIBRO QmNTO. 299
ól'denes para vender los tabacos de la fábrica I'eal, los bron-
ces inutiles y otros efectos pel'tenecientes al Estado, ni solwe
oh'a multitud de medidas, cuyas fatales consecuencias no em
difícil atajar ó repal'ar luego que fuese restablecida la au-
toridad del gobierno, no se deben pasar en silencio otras de
mas reato y de lenta ó imposible reparacion. Mandando
al'mal', y al'mando en efecto, algunos presidiarios de la Cal'-
l'aca para reforzar las gavillas COIl que el conde de las Na-
vas asolaba la Mancha, PI'OCUl'Ó alental', y alentó en efecto,
la I'ebelion, dilapidando para sostenerla cuantiosos recursos
flue ('eclamaban con urgencia las necesidades lcgítimas de-
satendidas. Dando libertad á los presos por causas de con-
trabando y enviando los carabineros de costas y fl'onteras
al ejército que debia capitanear Espinosa, inundó u dejó
inundar su territol'io de géneros y efectos estrangeros. Au-
torizando u prescribiendo el despacho de estos para el inte-
rior con una enorme rebaja de derechos, perjudicó al Teso-
ro público, privándole de ingresos cuantiosos, á la in~lustria
nacional, que no podia sin esta proteccion compclir con la
cstrangera, y á los comerciantes de bucna fé que habian sa-
tisfecho ya los dercchos antiguos. Todos sus actos anuncia-
ban la resistencia mas decidida; y en el mismo dia 23 , en
que la junta de la Coruña estendia su vaga y conminatoria
sumision, decia la de Cádiz, en el mas terrible manifiesto que
vió la luz en aquella época de alarde revolucio~ario, «hábla-
»se de la reunion de los estamentos segun las bases de la
»I'eal órden llamada, por un ridículo y fementido paralogis-
)mo, Estatuto Real, y se trata asi de obstruir el único ca-
»mino de salud que á la patria (Jucda, que consiste en la
»reunion de las Cortes constituyentes. La junta faltaria á sus




300 ANALES DE ISABEL n.
»ueberes si no manifestase en términos esplicilOs los seuLi-
»lIlienlos que la ~\lIilllan. El llamado Estatuto Real y el sisLe-
))Jlla por él estableeido son, con respecto á la libertad poli
»tica de la nacion, lo que la hipocresia respecto á la vir-
))tnd. Los españoles libres no quieren parecer lihres, sino
»8edo. No han tomado las armas solo para derribal' al tl'¡Ü-
»dor (Toreno) cuyo nombre mancillara cl decoro gubCl'lla-
»tivo, sino para derrocar el principio de la tirania, y solo
»las depondrán cuando lo hayan derrocado.)) En seguida,
anunció haber revocado los poderes de los procuradores de
su provincia, y declarado nulos los actos que en el ejerci-
cio de ellos hiciesen, y comunicó este acuCl'do á las deluas
juntas gubernativas del reino para empeñarlas á adopla/'
igual medida. Como si esta declaracion no fuese bastante
esplícita, la junta dirigió al dia siguiente una esposieion á
Mendizabal, en la cual, despues de tributarle los mas exa-
gerados elogios personales, de sostener que los movimien-
tos de las provincias no eran, como se suponia, la ol)l'a de
una minoría débil y exaltada, sino de los comel'cianLes,
propietarios, militares, artesanos, literatos y de toda la
juventud en masa, deeia: «Antes vCl'án sus hijos destruidos
»piedra á piedl'a los muros de esta capital; antes teñida en
»sangre la mar que los circunda y abrumadas de los cadú-
»vcres sus olas, que depongan sus armas sin ver ya esta-
»blecido el Congreso constituyente que hau pedido; eom-
»puesto, no de cien hombres venales que inunden y ase-
»dien las antesalas del ministerio, sino elegidos por la na-
»cion , segun los principios de aquellas leyes que dictó la
)>IIacion misma deliberando bajo el tiro de la al'tilleria ene-
»miga ..... Si, por salvar los fragmentos de un sistema de-




LIBRO QUINTO. 301
»sacreditado, se sitúa V. E. entre los enemigos del bien;
»si permite que se empeñe la lucha en defensa de una teo-
)¡da sofística; si un solo fusil se dispara, la junta de Cá-
»diz 1Jreviene á r. E. del modo mas solemne qlW serú
)¡responsable ú la patria, y que ante la repI'esentacion na-
)¡cional se lc pedirá estt'echa cuenta de la sangl'e derrama-
»da de sus hermanos.))


¿ Quién creeria que, despucs dc tales manifestaciones,
hechas con vista del lJl'ograma del 14 y con conocimiento
de las intenciones del ministerio, se someteria la junta de
Cadiz ? Sin embargo, aun no habian pasado ocho dias , y
ya , sin nuevos actos del gobierno que autol'izasen el cam-
Lio de disposiciones tan audazmente proclamadas, delibe-
ró rIla sobre una comunicacíon que le hizo la de Scvilla
anunciándole la sumision de Badajoz y haciéndole Iwesentir'
la suya pl'opia. Veriiicóla Sevilla en efecto el 3 de octuhre,
y el 5 imitó Cádiz su ejemplo, que luego siguió Huelva. En
el mismo dia la junta de Córdoba, que pocos dias antes, ce-
diendo ú las sugestiones de la de Cadiz, habia revocado los
poderes de sus pI'ocmadores á Cortes, se disolvió iguaL
mente y anuló los que, pUl'a representarla en la centl'al de
Andalucía, habia dado á sus diputados.


Esta junta central, compuesta de las ocho provincias
andaluzas, se hallaba instalada desde e12 en Andújar. Em-
pezó ella nombrando por su presidente al conde del Dona-
dio, diputado de Jaen, famoso por la exageracion de sus
principios y por el crédito que ellos le daban en la socie-
dad Isabelina, en la cual figuraba como uno de los mas aea-
10l'ados gefes. En el mismo dia, nombró al capitan general
de Andalucía don Cárlos Espinosa, general en gefe de su




302 ANALES DE ISABEL 11.
ejército; segundo del mismo al comandante general de Cór-
doba don Ped¡'o Rami¡'cz, y comandante de la vanguardia á
don Cárlos ViIlapadierna, coronel del 4.° de ligeros, no
causando poca sorpl'esa el entusiasmo con que estos agen-
tes del gobierno aceptaron las comisiones de un cuerpo re-
belado contra su autoridad. El 3 dirigió una proclama á
los andaluces en que, anunciando el deseo de la formacion
de un código fundamental por Cortes constituyentes, decla-
raba ,( que no dejaI'ia las armas hasta consolidar el trono
)lpOr este medio y esterminar al pdncípe rebelde,.)) lo que
equivalia á anunciar la intencion de conservar indefinida-
mente el poder que se habia abrogado. En el propio día,
anunció su instalarion al gobierno, cspresandt) el vol.o de
que se dedicasen á realizaI' los designios que ella procla-
maba las fuerzas que habia organizado, que á la verdad no
debían ser muchas, no contando aun 24 horas de estar
reunidas. El 4, el nuevo general en gefe Espinosa anunció
que se pondria luego al frente de todas las tropas andalu-
zas, con las cuales estaban dispuestas á fraternizar las de
Cádiz y Sevilla, que él tenia consigo en Andújar. El 5 Y
el 6, conocida sucesivamente la disolucion de las juntas de
Sevilla y Córdoba, y llevada muy á mal por la central, (llIe
sin duda creia poder ejercer sobre sus comitentes los de-
rechos de la soberanía, se envió á estas ciudades para re-
ducirlos de nuevo á la obediencia á los cOl'oneles OSOl'io y
tancha, distinguido el primero desde el fin de agosto en los
dcsól'denes de Cádiz y el segundo en los de Málaga. OSOl'io
llegó á Sevilla el 8 con 250 hombl'es del regimienlo de Afri- •
ca, 150 nacionales de Cádiz y tres piezas de artillería; y pre-
sentando al brigadier Osuna, que mandaba en la ciudad en




LIBRO QUINTO. 303
ausencia de Espinosa, su nombramiento de comandante
general interino, cxigió que se le diese posesiono Rehusólo
el brigadier manifestando necesitar órdenes del capitan ge-
nCI'al propiet3l'io , á quien al efecto se despachó un correo á
Andújal'. Pero, sin aguardar su regreso y cual si ya estu-
viese en ejercicio del mando, pasó Osorio el 9 y el 10 re-
vista ú su columna, pensando escitar simpatías con aquel
alarde estudiado y con el anuncio de emplear sus fuerzas
para restablecer el gohierno independiente que se habia di-
suelto. Irritó á muchos nacionales esta nueva tentativa de
t1'a8tOl'll0 ; p.'onuncióse contra ella el pueblo enérgicamen-
le , y en vista de estas disposiciones los gefes de los cuer-
pos de la guarnicion y de la milicia pidieron á Osuna que
mandase á Osol'io salÍ!' de la ciudad. Hizosele en efecto
la intimacion ; rehusó él conformarse, fué su casa atacada
de resultas entre los gritos de muera, que sin duda no ha-
bia cI'eido que se lanzarian contra él ; y, salvado del fu-
1'01' de la muchedumhre, no sin esfuerzos, sc le despachó
el 1 j en calidad de preso á Badajoz , quedándose sus com-
paiiías de Af,'iea á las ól'denes de la autoridad legítima y
volviéndose á Cadiz sus nacionales. La facilidad COIl que se
frustró aquella nueva tentativa de revolucion dejó conocer
que 10 mismo habria sucedido con las anteriores si hubie-
sen tomado las tropas y la milicia nacional la actitud que
tomaron en último caso. El abandono que hicieron de su
gefe los soldados de Africa y los milicianos de Cádiz, con-
firmó asimismo la idea dc que los revoltosos lo eran solo,
mientras que, para ostentarse tales, bastasen las fanfarro-
nadas, y que, encontrando resistencia, no sabian ellos si-
no doblegar la cerviz.




304 ANALES DE ISABEL n.
Poco despues de haber salido Osorio para su destino de


Radajoz, llegó á Sevilla la órden de Espinosa para entre-
garle el mando; pero Osuna, por no cumplirla, hizo dimi-
sion del suyo, y los genel'ales y gefes detel'minat'on devol-
verlo al segundo cabo , mal'qu(~s de la Concordia, que, so
pretesto de enfermedad, lo hahia abandonado en los prime-
ros dias del levantamiento. El coronel Lancha, que COIl las
tropas de Málaga y G I'anada habia ido a ¡'cinstalar la jUllta
disuelta de CÓl'lloha, advertido, por el mal t'~xito de la ten-
tatiya de Osorio, de la suerte que debia esperar, salió de la
ciudad ellO, se acampó en las inmediaciones, y I'('sohió
aguardar órdenes de Sevilla ó de Madl·id. En Andujal' mis-
mo, el coronel Cantero, comandante del batallon de vohm-
tarios de Andalucía, dió tamhien la señal de la insurl'eccioll
eontra'.la junta. Informado por Espinosa de que, para poder
desempeñar mas libremente su nuevo encargo de comandan-
te del ejército, habia hecho dimision de la capitanía gene-
ral, que pocos dias antes le confiara la reina, se separó de
su obediencia, y entre los gritos de muera la junta, 1'11)(f
la libertad, se salió el 12 de la ciudad con su J)atalIon; y,
arrastrando tl'as sí mas de ¡500 homlJl'es de otros cuerpos,
16 caballos y dosbatcrías de artillel'ia, fue á situarse á Villa
del Rio, desde donde hizo su sumision á la reina. Asi, la jun-
ta central, que, compuesta de individuos de las !lemas de
Andalucía, habia osado volver sus armas contea ellas, vió á
los diez dias de su instalacion (leseonocida su precaria auto-
ridad por las tI'opas que pretendia haber organizado y con-
tinuar organizando, y aun pOI' las principales de las junt.as
en cuyo nombre la ejercia. Anulado, por la revocacion de
su mandato, el único título con que podia continuar I'euni-




LIBRO QUINTO. 305
da; y privada por la defeccion de las tropas del apoyo ma-
terial con que podia llevar á cabo su usurpacion, parecia lle-
gado el termino de su existencia.


Pero en las guel'l'lís civiles se ven anomalías que frus-
tran todas las previsiones y desbaratan todos los cálculos.
Mientras Osario caminaba á Sevilla, donde solo la prision y
el estrañamiento le libertaron de la muerte, Cádiz, teatro de
las proezas de aquel gefe , se sublevó de nuevo á las cua-
renta y ocho horas de haberse sometido. El 7 , con motivo
de las órdenes dadas por la junta central para reducir pOI' la
fuerza ú Seyilla y Córdoba, se volvieron á reunir los revol-
tosos, y pidieron la formacion de otra junta en lugar de la
disuelta dos dias antes. Los milicianos envial'On dos diputa-
dos por compañía á que intimasen esta decisioll al goberna-
dor, que, instrumento dócil de sus designios, se prestó hu-
mildemente á esta eXIgencia, como lo habia hecho á todas
las antel'iores. Val'ios de los individuos designados para ha-
cer la eleccion, pretendieron dilatarla ó impedirla, califIcán-
dola de ilegal y de inconsecuente, alguno se ausentó por no
tomar parte en ella. Pero, tachados !le malos liberales los
que asi pensal'on, y obligados á retirarse, se formó sin opo-
8icion la corporacion nueva, de que se nombró miembro al
mismo Osorio , á quien en Sevilla aguardaban tan graves
riesgos tres dias despucs. La nucva junta se disponia á se-
guir las huellas de la antigua, cuando, aterrada por la noti
cia de las ocul'l'encias dc aquella ciudad y de la !le Córdo-
ha, y mas aun por la defeccion, de Cantero en Andujar, trató
de ponerse en buen lugar con el gobierno. En consecuencia
dirigió á la reina el 15 una nueva csposicion , disculpando
su rebelioll ultima, atribuyéndola al deseo de utilizar los


TOMO JI. 20




306 ANALES DE ISABEL 11.
sacrificios voluntarios dc su provincia, y ofreciendo t.odos
sus medios ¡tI gobierno, bien que exigiendo de él el recono-
cimiento de los servicios de los gefes, oficiales y tropa de su
ejército, y la aprobaeion de todos sus actos; y, para voiver
á la gracia de los procuradores de su territorio, anuló la dis-
posicion del 24 de setiembre, por la cual habia revocado sus
poderes. A tan vergonzosas palinodias condenó un cluhisia
díscolo á una reunion que pretendia sel' el órgano de los
votos del emporio de la civilizacion española. Todas las jun-
tas dieron el espectáculo doloroso de las abcnaciones; la de
Cádiz dió ademas el espectáculo ridículo de las inconsecuen-
cias.


En tanto mantenian su actitud decididamentc hostil las
juntas dc Málaga, Granada, Almería y Jaen, distinguiéndo-
se las dos pl'imeras por la violencia de sus medidas. La de
Málaga continuó, no solo usurpando las pl'crogativas de la
soberanía, sino ejerciendo la autoridad mas despótica y
haciendo pesar sohre los pueblos el yugo mas insopol'table.
Secuestró las rentas de su ohispo electo, ú prctcsto dc que
se hahia ausentado sin su licencia dc la }ll'oyincia, y envió
al prcsidio de :Mclilla al abad mitrado de Alcahl; hizo ven-
der las alhajas y las campanas de los conventos; decretó
quintas; sacó y armó mozos; movilizó casi todos sus urba-
nos; estableció jueces de paz, á los cualcs confió, entre
otras atrihuciones, las principales dc la policía suprimida, y
por último acordó cortar toda relacion con el gohierno dc
Madrid. Y, como si no temiese cortarlas con todos á la
vez, promovió ú toleró una reycl'ta t¡UC se habria convrrti-
do cn lucha formal, por poco que la junta dc Granada se
hubiese empeflado en sostener á AbeUo.




LIBRO QUINTQ. 307
Este era á la verdad un simple cQrOlllll cqando ella se


formó en ~n de agosto; pero, en el motin á que ella misma
debió su ereccion, fué llroclamado capitan general y su
nueva dignidad no el'a mas disputable que el título con quc
las juntas de todas las provincias usurpaban las atribuciones
de la soberanía. Sin embargo, el presidente de la de Milla-
ga, Santa Cruz, que era brigadier, rehusó obedecer á Ahe-
110 á pretesto de la inferioridad relativa de su grado militar;
y otro tanto hizo por la misma causa el comandante gcne-
ral de Jaen, desconociendo entl'ambos el pretendido voto po-
pular, orígen comun del nuevo poder que ellos y los demas
ejercian. tu junta de Granada, deseando impedir los efec-
tos de esta desavenencia, destituyó á Abello el 24; pero el
partido de este armó un nuevo motin en que estuvieron á
pique de perecer todos los vocalcs. Acudieron los milicia-
nos al socorro de estos, prendieron á los amigos del aven-
turero y proclamaron capitan general al mariscal de cam-
po don Joaquin Zea, viejo moderado que fué tan sorpren-
dido de su nombl'amiento como todos los que conocian sus
sentimientos pacíficos. A pesar de ellos, y quizá á causa de
el~os, Zea se prestó á lodo cuanto de él se quiso exigü'.
Al dia siguiente de su instalacion, publicó un bando lleno
de las disposiciones atroces con que, en aquel período de
desorganizacion general, pretendian los geres militares cap-
tarse la benevolencia de los l'evoltosos y eon que ]10 siem-
pre se preservaban de la destitueion. El 26 salieron para
Ceuta los presos del 24, comlenados gubernativamente y
sin forma de juicio, segun la costumbre del tiempo, que-
dando en la cárcel los caudillos del movimiento á quienes
se reservaba otra suerte mas dura. Al punto se completa-




308 ANALES DE ISABEL 11.
ron las remociones de los empleados que habian sobrena-
dado al naufragio anterior; fue~on separados los gefes de
las dependencias de rentas, aunque amigos personales de
Zea, y el intendente mismo tuvo que escapar. La adminis-
tracion quedó de resultas en el mas deplorable abandono, el
contrabando impune y triunfante, la tesorería exhausta y la
junta sin medios de hacer frente á las necesidades ordina-
rias del servicio provincial y mucho menos á las estmordina-
rias de la guerra. A prolongada se mostraba, no obstante,
resuelta aquella corporacion cuando, anunciando el3 de oc-
tubre la instalacion de la junta central, decia, «sea cual
»fuese la marcha que adopte el gobierno de Madrid, las
»juntas de Andalucía están decididas á no perder la acti-
})tud hostt'l hasta que se dé á la nacion una ley fundamen-
»)tal.» Para conservar esta actitud, movilizó urbanos, creó
cuerpos nuevos y reforzó con unos y con otros las colum-
nas que todos los di as dirigian sobre aquella ciudad, COII
destino á Despeñapel'l'os, los rebeldes de Málaga, Jaen y
AlmeI'Ía. No debe omitil'se que, tratándose tan cmchncnlc
á los amigos de Abello y destituyendo á este de la capi-
tanía general que USUl'pam, se le conservó una plaza en la
junta, á la cual continuó asistiendo en calidad de simple
vocal.


La de Almería , desalentada por el poco apoyo que ha-
llaba en los natul'ales, estaba á pique de disolverse. Pero lo
impidieron los revoltosos manteniendo la fermentacion has-
ta que, convencidas las autoridades de la poca gl'atitud que.
escitaban sus condescendencias, se salieron de la ciudad,
abandonando sus puestos á los que los codicialJall. En
cuanto á la junta de Jaen, ufana de que la centl'all'esidie-




LIBRO QUINTO. 309
se en su provmcIa, mas ufana aun de la influencia que en
ella ejercian sus diputados Donadio y Acuña, era la ulti
ma quc debia ceder. Asi, escepto Córdoba, Sevilla y Huel-
va, toda Andalucía estaba bajo la direccion de la cen-
tral, que, ti peS[lr de las defecciones, reuJ}ja tropas y se PD-
nia en ademan de dicta!' leyes.


Contaba ella principalmente pam realizar este designio
con el cuerpo que, reforzado con los soldados de Latre, se
habia internado en la Mancha el mes anterior y que conti-
nuaba mandado por el coronel Villapadierna y el conde de
las Navas. Este cuerpo, aunque constaba solo de urbanos sin
valol' y de soldados sin disciplina, que entre todos llegaban


. apenas á 3,000 hombres, hacia temblar á los habitantes en
sus hogares, á los ministros en sus sillas, y hasta á la reina
en su trono. Navas, no solo toleraba los escesos de sus se-
cuaces, cierto de no poder conservar de otra manera su as-
cendiente sobre ellos, sino que aumentaba el desórden ge-
Ilel'al, apoderándose de todos los fondos del Estado y de
los pueblos y de los depósitos y almacenes de fmtos de las
Encomiendas, y haciéndolos vender á vil precio ú supo-
niéndolos invertidos en la mallutellcion de las h'opas. Los
pueblos, que no por eso se libertaban de requisiciones y
cargas de toda especie, se vieron reducidos á la necesidad
de pasarse casi en masa á las bandas carlistas, que se for-
maron ó se engrosaron al lado de las de Navas, llegando
Orejita á incorporar en la suya todos los desertores de la
Mancha y de Andalucia. Para acudir á la defensa del ter-
ritorio, la junta directiva de Ciudad-Real llamó a las filas
de la milicia nacional á los hombres de 17 á 50 años, de-
rogando las condiciones que pam entrar en ella pedia la




;110 ANALES DE ISABEL Il.
ley votada últimamente, garantía que el incremento pro-
gresivo de las facciones no permitia respetar.


El gobierno, por su parte, advertido, por la reciente
defeccion de los soldados de Latre, del riesgo que corria
enviando otros contra las bandas de Navas, no halló mas
medio de combatirlas que el de enviarle ó hacerle enviar
emisarios que le ablandasen. El nuevo Espal'taco los reci-
bió con desden en su campo, sin que los preservase de in-
solentes rehusos ni su gerarquía militar, ni la identidad
de sus principios políticos, ní aun la circullstancia de ser
algunos de ellos sus amigos particulares. Así hizo volver
desairado á Madrid á su pariente y colega don Rodl'igo
Al'anda , á sus amigos intimos el ex-diplomático Aguilar
y el procurador Chacon, á los pel'iodistas Espronceda y
Bernaheu, y hasta al comandante general de la provincia,
don Narciso Lopez, que en vano quiso hacer respetar su
autoridad. Aun á Quiroga, gefe de la revolucion de 1820,
detuvo en Manzanares sin pel'mitirle que continuase su
viage á Granada, cuya capitanía general acababa de con fe-
rírsele. Para que nada le quedase por hacer, Navas inter-
ceptó los caneas de la COl'te, examinó y detuvo la corres-
pondencia, y trató en fin al gobierno con él mas profundo
desprecio, marchando en seguida á Madrid donde su sola
presencia era un desafio y una amenaza.


La junta de Bal'celona, en medio de demostI'aciones que
-parecian de sumision, y que el gobierno recibia como si lo
fuesen en efecto, consel'vaba tambien una actitud que los
mas confiados calificaban dé neutral, y los mas perspicaces
de hostil. El 23 de setiembre, con preseÍlcia del manifiesto
(le Mendizabal del 14, acordó ella prestar cooperacioJt al




LIDRO QUINTO. 311
gobierno; acuerdo jactancioso con que dejaba traslucir la
intencion de tratar con él de igual á igual; empeño esté-
dI con que no se detcrminaba la naturaleza de la coopera-
cioll; fórmula evasiva con fIlie se dejaba subsistir el estado
de emancipacion antcl'ior, afectando modificarlo; promesa
ilTisori3, por último, con que se tenia el aire de dar al go-
hicl'l1o un apoyo que la junta no podia darse á si propia,
pues que en el mismo tiempo lo reclamaha ella diariamen-
te del gobierno para reprimir la audacia de las facciones
que asolaban el Principado. El 24, cual si temiese que la
promes3 de coopel'acion hecha el dia anterior pudiese in-
terpretarse como un acto de sumision, se apresuró á de-
clarar al gobernador civil que el interes mismo del trono
no le permitia disolverse; «pues solo una concentracion del
})poder, dijo, cual la que existe en esta reunion, y una in-
»tluencia como la que ella dichosamente ejerce en el Prin-
»cipado, puede sostener esta sagrada causa.» En la misma
eart3 ene3rgú al mismo gcfc decir á los ministros, «que
»como no faltasen ellos, la junta no faltaria; que asegum-
»sell cuanto antes la ley fundamental reclamada y que el
»veneimiento de los facciosos seria m3S fácil, si se decre-
)ltaba la reforma del clero sf;cular y se hacia depender su
»subsistencia del erario.» Asi, la junta, no solo no se so-
metia sino que manifestaba desconfianza de que se le cum-
pliese lo prometido en el progl'ama de Mendizabal y en la cir-
cular de Héros ; y, lo que es mas, se preparaba para pro-
longar la resistencia abierta, si como cra necesarIO rehusaba
el gobierno su asentimiento á la delicada y trascendental
medida de la reforma eclesiástica, cuya sola indicacion era
un onslácnlo mas para allanar las dificultades pendientes.




312 ANALES DE ISABEL lI.
Parecia que á lo menos habria debido la junta abstener-


se desde aquel dia ele invadir las atrihuciones del gobierno
á quien ofl'ecja cooperacion, siendo evidente que la mas
eficaz que podia pl'estade era dejarle espedito el ejercicio
ele su autoridad. No fué asi sin cmhal'go; y, á pl'etesto de
los gastos que estaba obligada á hacer para mantener cue¡'-
pos, que en ninguna parte se veian, y con cuya creacion ha-
bia coincidido el enorme aumento de las faccioncs, agl'avó
de su propia autoridad los impuestos. Empezó por sujetar á
los comerciantes, fabricantes y propietarios, que los desór-
denes ahuyentaban diariamente de Barcelona, á ulla capita-
cion equivalente al importe de los derechos de puertas que
habrian pagado por los objetos de su consumo si hubiescn
pCl'manecido cn la ciudad; y, como resultasen insignifican-
tes los productos de esta inicua imposicion, cstablcció á los
pocos dias otm de uno por ciento sohl'c todos los frutos y
efectos nacionales y cstrangeros á su intmduccion ú CSPO¡'-
tacion; restableció los derechos dc pum'tas sobrc el pié en
fluC cstaban antes del 5 de agosto; declaró sujetos á los
que, bajo cste titulo, se pagaban cn Barceloua, lodos los
¡.;éncl'os y efcCtos que entrasen pOI' los puertos habilitados,
sin embargo de que en ellos se pagaban los mismos que en
las capitales; mandó que el adeudo de los nuevos derechos
se verificase en el termino de quince dias; exigió, á título
de anticipacion reembolsable en un tél'mino indefinido, mc-
dia anualidad de los subsidios eclesiásticos y de comcrcio,
y, a título de anticipacion sobre las conwibuciones ulterio-
res, una capitacion ilimitada que previno cargar especial-
mente sobre los gl'andes propictarios; impuso una contri-
hueion de cuatro por ciento a los dueños de casas, y aumentó




LIBRO QUINTO. 313
los derechos de vinos y licores. Al mismo tiempo la comi-
sion económica, viendo que el estado del pais no pern~itia
que las autoridades municipales recaudasen el medio diez-
mo destinado á la movílizacion de la guat'dia nacional, en-
eargó á los comandantes y oficiales de estos cuerpos que lo
rec(\urlasen ellos pOI' si, cuando sus gestiones no bastasen
ú fluC las justicias lo hiciesen, y, por la intervencion necesa-
riamente desoq;anizadora de estos agentes militares ,com-
plicó, si no impidió, las cobranzas, {Iue la penuria de los
ticmpos hacia ya demasiado diticiles. Tal eea la coopet'a-
cion fIue la junta de Barcelona habia ofl'ecido al gobierno
en nn de sctiembl'e, tal la manera con que justiticaba la
ncccsidad y la conveniencia de su administracion.


Todavía estas medidas habrian podido cscusarse, si los
sacrificios á que pOI' ellas se condenaba á los pueblos hu-
biesen servido siquiera para reprimir ó contener las faccio-
nes ; pero, lejos de ser asi, estas se habian aumentado en
una espantosa progresion. Paslors, llegado á Agl'amunt
el 25, encontró alli un batallon de la Icgion estrangel'a,
ido desde Balagucr pam recoger los destacamentos de la
misma diseminados pOI' aquella pal'te del principado y di-
rigirse entera á Aragon, donde la destinaba el:gobierno. Re-
ducidas por la marcha de aquel cuerpo las fuerzas de
Pastors á poco mas de 2,000 hombres tuvo éste que tras-
ladal'se el 26 á Cervel'a. Alli supo que sus csfuel'zos no le
valían mas que denuestos de los revoltosos de Barcelona
que, cifl'ando su patI'iotismo en gl'itos y amenazas , calum-
niaban á los que combatían pOI' que cedían el terreno, co-
mo si pocos militares bastasen á contener en los campos el
mal que muchos alborotadores promovían en las ciudades.




314 ANALES DE ISABEL ll.
Pastors, replegado á Cervera, forzado á abandonar las an-
tiguas líneas de defensa, y dejando todo el tenitorio á mer-
ced de los enemigos, yió luego ocupados los pueblos de
Oliana , Organia, Ton\, Tuxent y otros mucllos, bloquea-
das á Bel'ga y Solsona , amenazada á Cantona, y á Sanso
establecido tranquilamente en San Lorenzo de MOl'lmys,
interceptando desde alli todos los recursos de (¡ue necesi-
taban estas plazas. En vano envió á Sebastian y Calvel so-
bre Cardona, donde no penetraron ambos sino pam (Iue-
dat'se bloqueados dUl'ante el tiempo que alli permaneciel'on.
En vano Ayerbe, salido de Barcelona para ahuyentar la:,
facciones que amenazaban á Olot, sostuvo el 24 un glOl'ioso
combate con las bandas de Tristany, Ros de Eroles, So-
brevies y Cil'era. ~\. pesar de habel' dejado bien puesto el
honor de las armas de la reina, tuvo que volvel' á la ciudad
convencido de serie imposible mantenerse en el campo con-
tra facciones que, solo desde las inmediaciones de la Jun-
quera hasta Cardona, contaban mas de 1':->,000 homlJl'es.
Paslors mismo , dando cuenta de su situacion el 1 . o de oc-
tubre, decia: « mis relaciones no se estienden mas allá del
»radio de dos ó tres leguas, que es hasta donde alcanza la
»fuerza moral de mi presencia, y la física, aunque muy
»eseasa, de mi escolta.» Las guarniciones que en la misma
fecha tenía en aquella plaza y en las de Calaf, Agl'amunl,
y Guisona, componían en todo 270 hombres, inclusos los
músicos y la plana mayor de un batallon. Y « he aqui, dijo
»)en una comunicacion á Castellar, torlas las /iterzas rlPl
»ejércifo que se hallan para cubrir un inmenso espacio
»de terreno, aonde circulan una porcion de pequcñfls ga-
»villas que asolan el país. )




LIBRO QUINTO.' 315
Pastors, esponiendo esta situacion, pidió recursos COII


urgencia al gobierno; pcro, seguro de que este carecia has-
ta de los necesarios para mantene['se á sí mismo, se dil'i-
gió al general Serrano que, en calidad de segundo cabo,
acababa de tomar el mando dc Aragon. Este no tenia
menores apuros que Pastors; pues, á pesar de las vic-
torias brillantes que decia Nogueras haber obtenido en
O['ta, Peñaroya y Muniesa sobrc Quilcz y Serrador, ocu-
l)aban ellos todo el bajo Aragon, donde habia sido forzoso
enviar las tropas destinadas a mantener la paz en la partc
alta. A pesar de eso, dió órden Serrano al comandante de la
legion estrangera, reforzada antes con 350 hombres de su
depósito de Tolon, y completada entonces con 450 que, re-
zagados en Africa, habian llegado el" 27 de setiembre á Tar-
ragona, de volver á Cataluña, bien que encargándole no se-
pararse mucho de las fronteras del territorio de su mando.
Con este anuncio, y con el de haberse apoderado una
columna cristina, salida de Tarragona, del castillo de Que-
rol, y de haber sido deshcchas las bandas que acudieran á
su socorro, pudo Pastors trasladarse á Manresa, dejando á
Niubó con cortísimas fuerzas encargado dc la baja Catalu-
ña, donde, á no comprimirse por una gran vigilancia, po-
dian las facciones tomar tanto cuerpo como habian tomado
en la alta.


Ni eran solo los desórdenes que toleraban ó promovían
las juntas los que el gobierno y los pueblos estaban conde-
nados á llorar. Mientras los que aun se mantenian en esta-
do de disidencia continuaban disponiendo de los fondos pú-
blicos, exigiendo contribuciones, aplicando á las necesida-
des de la rebelion el pI'oduéto de las ventas de álhajás y




316 A,NAI¡ES DE ISABEL n.
existencias de los conventos, y autorizando la indis~iphna
militar, que tan funesta é'ra ya, y debia sel' mas tarde, á la
causa del trono y á la consolidacion del órden público, sc
cometian esceSDS del mismo y de Otl'OS genel'Os en algunas
de las ciudades que se habian mantenido lieles á la ¡'eina,
y cn otras que ya habían. hecho su sumision. Dos dias dcs-
pues de haber hecho la suya Zaragoza (el 4 de octubrc) lle-
garon alli, heridos en la accion de ~Iunicsa, cl comandante
gcncl'al ~ogucras y algunos urbanos de aquella capital. No
fue menester mas para que se alborotasen de nuevo sus
compañeros, y pidiese el populacho favorecido por la mis-
ma milicia, como lo acababa (le hacer en Valencia, ~Mul'cia
y otros puntos, la muerte de varíos individuos presos pOI'
una antigua causa de conspiracion, empezada á formar en
marzo de 1833. De resultas, reúnense á media noche las
autoridades en casa del general, y á las seis de la mañana
del 5 acuerdan todas satisfacer la rabia de los asesinos, en-
tl'egando al verdugo dos que se supusieron mas culpables,
cntrc los cuarenta y dos quc habia prcsos, (los antiguos ca-
pitanes de realistas Villary Arroyo), y otro (un aguador lla-
mado Arreglo) que, condenaclo áprcsidio pOI' un dc\i~o comun
y aguanlando en la cárcel la hora de ser trasladado á su
destino, fue designado nominativamente por los conjurados
como víctima especial de propiciacion. Sel'rano, que cuatro
dias antes habia tomado el mando, y que en su proclama
de instalacion habia recomendado el respeto á las leyes, los
hizo fusilar á las véÍnte y cuatro horas. Pam calmar la scd
de sangre de los que todos los dias reclamaban tan hOlTcn-
das rcpl'esalias, anunció que el presidente de la sala del
crímen le habia pl'ometido no levantal' mUllo hasta eOllcluir




LIBRO QUINTO. 317
las demas causas pendientes; y, añadiendo a su deferencia
por crueles intimaciones el sarcasmo contra sus víctimas,
aseguró que esto se hacia «sin violar la l;eligiosidad de la
»ley, áncora única de la sociedad.)


Lugares pequeños quisieron tambien elevarse por el
motin á la altura de las grandes poblaciones. En Rivadeo,
pOI' ejemplo, des pues de circulado el programa de Mendiza-
hal y la circular de Hcros; en Talavera de la Reina y otros
pueblos , despues de publicado el decreto de convocacion á
Cortes, y de haberse obtenido cuanto se habia mostrado de-
sear, se pidió y se obtuvo la supresion de los conventos y
la remocíon de los empleados desafectos. De San Roque se
espulsaba por la misma causa de desafeccion á una porcion
de individuos, en tanto que, pOI' la razon opuesta, es decir,
por las simpatías revolucionarias que escitaban, se arranca-
ba en Aljeciras de la mano de la justicia á reos de delitos
comunes. Veíase, en fin, por donde quiera, la relajacion de
la disciplina civil, la autoridad hollada ó desconocida, y las
feroces y siempre Cl'ecientes exigencias de un partido que
no podia medrar sino en el trastorno sustituidas á los há-
bitos de obediencia y á las prescripciones de la ley.


tas autoridades mismas parecian querer entretener, yaun
aumentar por disposiciones atroces ó por precauciones exor_
bitantes, la tendencia general al desórden. Por un lado, el
gobernador de CasteIlon, Castaño, amenazaba á todo veci-
no que abandonase la ciudad para buscar asilo en otra,
con borrarle del padron y no permitirle que volviese á es-
tablecerse en su casa cuando se hubiesen disminuido los
riesgos. Su sucesor, Loredo, autorizó, por un bando, inves-
tigaciones inquisitoriales en el seno de las familias, contra




318 ANALES DE ISABEL n.
las cuales hubiera prevencione$ Ó sospechas de desa/'ec-
cion, y decretó la prision y el embargo de bienes de los que
no presentasen -á la justicia sus hijos ó paricntes ausentes.
Por otro, Peon, comandante gencral de Burgos, mandó
prender á los parientes mas cercanos de Merino, a los de
los cabecillas que le acompañaban, y á cllalquiel'a otra per-
sona desafecta al gobierno. El gobernador civil dc Huesca
conminó con grandes multas á los pueblos que no prendie-
sen los desertores que pasasen por ellos en menos número
que la cuarta parte de sus habitantes. Pastol's dispuso in-
demnizar á un individuo á quien los facciosos habian cogi-
do sus dos hijos con cuarenta mil l'eales, exigibles de los
desafectos de Manresa, e hizo responsables de la aprehen-
sion de cualquiera otro á los vecinos del barrio donde hu-
biesen tenido su domicilio anterior los apl'ehensol'es. El go-
bernador civil de Zaragoza, Adan, mandó echar de la ciu-
dad y de la provincia á los que no acreditascn un motivo
justo de permanencia. ¿Qué mas? Hasta cl ayuntamiento de
un lugar (Almagro) usó del derecho de estrañamiento que se
abrogaba impunemente todo el que ejercia alguna autoridad,
y lo usó hasta con mugel'es inofensivas, quc seguian pleitos
eon algunos de sus magnates. Era imposible mostrar mas
furor, mas arbitrariedad, mas ignorancia de los elementos
del órdcn público, menos respeto á los del'cchos, reconoci-
dos en todos los paiscs del mundo como el primero y el
mas esencial de los lazos que ligan á los hombres reunidos
en sociedad.


En tal situacion, cada uno tenia la facultad y aun el de-
ber de protcgcrse á si mismo, puesto que no habia gobierno
que le pl'ote¡¡;iese. En fuel'za de esta conviccion, unos tras-




J.mRO QUINTO. 319
ladaron sus capitales á Francia é Inglaterra, otros cerraron
y pl'ocuraron liquidar sus establecimientos comel'ciales, fa-
hriles ó agrícolas, y todos disminuyeron sus gastos y se pre-
pararon asi pal'a concr la borrasca que se presentaba con
apariencias de dmadera. Consecuencia de tal estado fué
la pat'alizacion de todos los trabajos, en que estaba cifrada
la subsistencia de centenares de miles de familias. Solo en
Barcelona se quedaron sin ocupacion 20,000 operarios de
sus fábricas de algodon , y 6,000 á lo menos en las otras
de Cataluña. Pocos meses antes, los salarios de los emplea-
dos en ellas asecndian á 150 millones al año, á 200 los ca-
pitales i!lvertidos en edificios y máquinas, y á cerca del do-
ble los que circulaban en el movimiento general de esta sola
industria. Maltratada estraordinariamente en los trastornos
del Principado, acabaron de hundirla las enormes introduc_
ciones de géneros ingleses, hechas por Cádiz y Málaga, que
en dos meses pasaron de 50,000 libras esterlinas. Por San.
t:.Illder, Bilbao, y demas pueblos de aquella costa, se hicie-
ron, entretanto, a fayor de su ocupacíon por las {uel'zas au-
xilim'cs ingle sas, iguales ó mayores importaciones, que,
acabando con la fab¡'ícacíon catalana, amenazaron aca-·
bar con todas las demas industrias del reino.


¿ Se creería quc los hombres del movimiento mira-
ban tantas calamidades, no solo con indiferencia, sino
con cierta especie de placer? « Las luchas encarnizadas,
decía uno de ellos, «las venganzas feroces hacen á
»veces retrogradar las sociedades al estado salvage; pe-
»1'0 hay épocas en que estas pruebas son inevitables y
»muy preferibles á. la inmovilidad egoista, al entorpecimíen·
»to brutal en que el despotismo sume á los pueblos. Los




320 ANALES DE ISABEL lI.
»males de la guerra civil son inseparables de toda transi-
»cion política, son inherentes al progreso, son la sancion
)>necesaria de todo Ól'den nuevo.» A estas doctrinas, que
se predicál'an tambien en los anteriores periodos dcl régi-
men constitucional, habia debido España la pérdida de sus
ricas colonias, la desaparicion de sus cuantiosos capitales,
el deterioro de sus cultivos, el atraso de su industria, la
ruina de su comercio, la division de los animo s y la mise-
ria y la desconfianza general, sin que tantas plagas favore-
ciesen el pretendido progreso, al cual debian servir de
sanciono Al contrario, el progreso se contuvo por la violen-
cia misma de los esfuerzos que se hicieron pal'a promovel'-
lo, por el vicio intrínseco, por la insuficiencia mdical de
los medios que para ello se emplearon, y pOI' la Imormidad
de los perjuicios particulares que el empleo de tales me-
dios no podia menos de ocasional'.


El gobicrno suprcmo parecia pcnsar tambien que las
instituciones liberales necesitaban este bautismo de sangre,
á que tan confiadamente exortaban los que nada tenian quc
perder. Asi pudo'creerse á lo menos, viéndoscle entre los
crujidos del edificio que se desplomaba, no solo impasible y
tl'anquilo, sino hasta satisfecho y ufano. En artiaulos que to-
dos los dias salian en sus gacetas, y quc por su ól'den se ill-
sertaban dcspucs en los boletines de las provincias, se anun-
ciaba esta satisfaccion con formas tan jactanciosas, con tal
cinismo de engreimiento, flue exacerbaba, en vez de calmar,
la inquietud y la desconfianza general. «La esposicion del 14
decia el 26 dc setiembre, «ha abierto todos los corazones á
»la csperanza, y ha cerrado el abismo de las pasiones polí-
»ticas.») Y en aquella fecha era aun completa la escision;




LIBRO QUINTO, :321
pues la noticia de la primera sumision, que fué la de la Co-
mña, verificada el 23, no llegó á Madrid hasta el 28, «En
»ninguna época, decia el 27, ha existido un gobierno que
»haga tanto con menos elementos,» Y aquel tanto estaba
¡'educido á un pl'ogl'ama anunciando concesiones que no
habia medios de hacer efectivas en la parte material y que,
en la abstracta ó teól'ica, aun no se aceptaban por parecer
insuficientes. «Los quince dias últimos, decia elLo de
»octubre, encierran el gél'men de un siglo de ventUl'a.»
y gérmenes nuevos de desventura pululaban pOI' todas
partes, y en ninguna las autoridades condcnadas, ora á to-
leral' asesinatos, ora á pronunciar destituciones, ya á Pl'O-
mover el mal, ya á consentirlo, anunciaban su presencia
por un solo acto de proteccion de tantos intereses ofendi-
dos. El 4, en fin, decia: «Apenas el gobierno ha proclama-
»do la reconciliacion de todos los amantes de la libertad
»contra el enemigo comun, ha cesado el movimiento.» Y
Cataluña continuaba en obscrvacion y Andalucía en hostili-
dad, y sus bandas, acantonadas en la Mancha, amcnazaban
.á Madrid. A aquellos testimonios de aprobacion que Men-


, dizabal se daba á sí mismo, acompañaban seguridades
igualmente ilusorias de bienes sin término que se iban á der-
ramar. «El gobierno asegura, decia el 24, que el ministro
»de Hacicnda tiene en su faltriquera las compañías y los
))capitales necesarios para ab~i~ las comunicaciones interio-
»res; para pl'omover todos los ramos de riqueza pública;
»para hacer útil y productiva al Estado la admiÍlistracion
»de los bienes nacionáles; en fin, para lanzar la nacion al
»gl'Udo de riqueza y de prosperidad que le es debido.» Y
huían ó se enterraban al mismo tiempo los capitales nacio-


TOMO n. 21




322 ANALES DE ISABEL H.
nales y, durante semanas enteras, no se hacia una sola ope-
l'acion al contado en la bolsa de Madrid. «El gobierno, decia
dos dias despues, «ha prometido ser y será altamente re-
»parador.» Y para obtener la sumision de las juntas nece-
sitaba correr un velo sobre desafueros, cuyos efectos no
habria podido reparar en mucho tiempo el gobierno mas
sólidamente constituido. Ocho dias mas tarde aseguraba
«que la campaña que debia hacerse contril el Pretendiente
»no duraria mas que UIIO Ú dos meses y que se ocuparian
»simultáneamentetodas las guaridas de los facciosos.» Y las
fuerzas de estos crecian en asombrosa progresion, en tanto
que las disensiones y los combates disminuian sin reemplazo
las de la reina. Para realizar tamaños prodigios aseguraba
«( que bastarian los recursos ordinarios y los del crédito.»
Como si los ordinarios no estuviesen, y debiesen continuar
por mucho tiempo, reducidos á la mitad de lo que fueron
antes, y como si los del crédito pudiesen ser Otl'OS que em-
préstitos disfrazados de esta ó de aquella manera. Lo úni-
co que pedia el gefe del gobierno para ponerse en estado
de cumplir tan magníficas promesas era la ll'nion; olvidan-
do que, á tenerse fé en sus palabras, debian todos creer-
la asegurada desde que él anunció haberse cerrado el abis-
mo de las pasiones políticas.


Menester era, sin embargo, que contase Mendizabal
con algunos medios secretos pam repetir todos los dias sus
lisonjeras seguridades; y con algunos contaba, en efecto,
de que, merced á los ensueños de su inesperiencia, espe-
raba un resultado inmediato y decisivo. Oíasele decir en
particular, «con 100,000 hombres y 100 millones se aC3-
»ba la guet'\'a;» pero, si los que esto escuchaban 110 creían




UBRO QUINTO.


dificil sacar los 100,000 hombres, juzgaban imposible pro-
porcionar los 100 m:iIIoncs. Mendizabal manifestaba sobre
esto último mas confianza aun que sob¡'e lo primero, cre-
yéndose seguro de que el gobierno británico le anticiparia
~quella suma en cambio delle"antamiento de la prohibicion
de las tclas de algodQn inglesas, y sobre la hipoteca de los
productos de un 25 por 100 que debian pagar eUas en las
aduanas españolas. Las personas sensatas é instruídas, co-
nociendo los obstaculos con que por de pronto tropezaría.
y en que se estrellaria al fin este designio, vieron desde
luego que ningunos recursos debian esperarse de su im-
posible ejecucion. Personas menos perspicaces, no calcu-
lando la influencia de aquellos obstáculos, se entregaron á
la confianza que se procuraba inspirarles; pero unas y otras
miraron las arrogantes promesas de Mendizabal como un
medio de reanimar las esperanzas abatidas, como una com-
binacion hábil para ganar tiempo, ver venir los aconteci-
mientos y ponerse en situacion de aprovechar una coyun-
tura favorable, para restablecer algun dia el órden y la paz.
Por engreimiento, por intcrés, y quizá por conviccion ó por
patriotismo, Mendizabal mismo pareció participar de estas
ilusiones, bien que no sin temer que pudiesen desvanecer-
se en breve delante de tristes y dolorosas realidades.


Con el objeto de convencer á sus amigos de la sinceri-
dad de sus intenciones, encargó á una comision, com-
puesta de Calatrava, Quintana, Madrid Dávila, Ortigosa
y Alcalá Galiano, redactar la nueva ley electoral, de la
cual esperaban muchos hombres de su partido, que nada
poseian, verse sentados en los escaños del congreso. Dis-
puso crear tres cuerpos de cazadores de la reina Goberna-




AK\LES DE ISABEl, JI.


dora" {{ue esta princesa ofl'cció vestn', armar y manlenm'
á sus espensas , aunque la totalidad de su dotacion alcan-
zase apenas á ello. Con este ejemplo y con el suyo pro-
pio escitó la generosidad de las clases acomodadas, de las
cuales arrancó mas ó menos cuantiosos donativos; hizo á
lodos los empleados civiles, y aun á muchos cuerpos mi-
litares, que abandonasen una part.e de sus sueldos, sin q"c
nadie osara rehusal'se á un sacrificio que se exigia bajo
la amenaza implicita de una destitucion; y se proporcionú
asi SOCOfl'OS, que eran tanto mas preciosos, cuanto que,
desconcer'tadas y malgastadas las renlas pOI' la rebelion
provincial, el banco de San Fernando, muy comprometi-
do ya por grandes anticipaciones que tenia hechas, se ne-
gaba á hacer otras nuevas.


Creáronse al mismo tiempo juntas de armamento en
las provincias, con el fin de dar entretenimiento en ellas
á algunos dc los mas exaltados que habian pertenecido á IflS
guhernativas, y de generalizar por su influencia y sus es-
fuerzos el entusiasmo que á ellos los animaba. ])ispúsose
que la oficialidad de los nuevos cuerpos que debian for-
marse se sacase de entre los sargentos, cuya clase se tra-
tó de contentar, como que de ella habían salido los autores
de las tentativas de trastorno hechas recientemente en Vi-
loria, Burgos y Madrid. Lisonjeóse al ejercito todo, á los
cuerpos francos y á la gUflrdia nacional, mandando con-
tarles dohle el tiempo de las campañas que hiciesen contra
los facciosos; revisar los I'eglamentos de la órden de San
Fernando, y proponer en los nuevos recompensas para los
servicios militares distinguillos ; erigir un estahlecimiento
de inválidos, y un colegio para las huérfanas de los que




LlllllO I)Uli"íTü.


pel'eciesen en la guerra; proveer, en individuos (¡ue es-
tm icscn haciendo u hiciescn en adelante la de las provin-
cias I las vacantes de eleccion. En fin , se trató de aumen-
tar el ejercito, incO/'porando en sus filas á los condenados
Ii. presidio por delito de contrabando, á favor de los cuales
se espidió un indulto absoluto y general, asi como órdenes
de sobreseimiento en las causas pendientes del mismo ge-
nero.


Para acabal' de alcntar á los amigos, se les confiaron
los destinos mas importantes; la secretaría del Consejo de
Miuistl'os al brigadier Sancho que, des pues de haber sido
secrctario de la junta provisional, creada en Madrid en
marzo de 1820 para la plantificacion del regimen consti-
tucional y diputado de la primera legislatma de aquel pe-
riodo, desempeñó el gobierno militar de Cartagena duran-
te la ultima parte-del mismo; Ja plaza de subsecretario de
la Guerra al coronel Infante, ex-ministro de la Guel'fa en-
tre los insUl'gentes de Bolivia, y antes oficial de los cuer-
pos insurreccionados en las Cabezas de San Juan en enero
de 1820, de los cualcs se formó lucgo el ejel'cito llamado
de la Isla; el.gobierno militar de Cádiz al general Lopez
Baños, uno dejos principales autol'CS de aquel mismo mo-
vimiento, ' y de los que acompañaron á Mina en su espedi-
cion de 1830; el gobierno de Lerida al coronel Grases,
desgraciado defcnsol' del Trocadero en 182;~ contra las tro-
pas del duque de Angulema; los gobiernos dc A.licantc y
San Felipe á los coroneles Bray y Merconchini, célebres
pOI' la constancia COIl que hasta la última hOl'a defendieron
1'11 182:l el r¿gimen restahlecido en 1820; el gobierno ci-
Yil Ile :\Iúlaga al coronel Lopez Pinlo, htTlllUllO de UIlO de




326 ANALES DE ISABEL n.
Jos geres de la espedicion de Torrijos, fusilado en Málaga
con todos sus compañeros; el de Cádiz á U"quinaona, an-
tiguo empleado superior del mismo régimen, y conocido
pOI' obras politicas en que respiraba un liberalismo ardien-
te. Para consagrar en principio la inviolabilidad de los di-
putados á COI'tes, se rehabilitó la memoria de Riego, cuya
familia declaró la reina tomar bajo su proteccion especial,
y, por respetosin duda á esta promesa, se confirieron des-
tinos respectivamente ventajosos á varios de sus parientes.
La. presidencia del Estamento de próceres se dió al antiguo
obispo de Mallorca, emigrado amnistiado de los diez años,
como casi todos los anteriores; un poco despues la coman-
dancia general de Soria al coronel Valdés, gefe de la es-
pedieion contra Tarifa en 1824 , Y uno de los que acompa-
liaron á Mina en su tentativa contra Navarra en 1830; el
gobiel'llo milital' de Calatayud al croato Minuissir, cuña-
do de Torrijos, y otros muchos cmpleos importantes, cn fin,
a pCl'SOUUS de la misma categoria.


Mientras que asi se alentaba á los amigos, se procu-
raba atel'l'al'.á los enemigos, autorizando ú los capitanes ge-
nerales á declaral' en estado de sitio las provincias en don-
de , por haber facciosos, estimasen ellos conveniente esta
medida, y se ordenó el alistamiento de todos los espaflO-
les de 18 á 40 años, de entre los cuales se mandaron sa-
car 100,000 en cinco semanas para el servicio inmediato,
solo redimible por una contl'ibucion de 4,000 reales. Como
complemento de todos estos medios de estimulo para unos
y de terror para ot['Os, se hizo á la Gobernadora pasar rc-
vista á las tropas y milicianos, y dirigirles palabras de Ij-
,sonja y oe confianza; se enviú con gl'an pompa á Bilhao ulla




LlHUO Qt.:lN TO. , 327
balldcl'a, que la misma princesa regaló á sus milicianos; se
hiciel'on resonal' en concUl'l'idas representaciones teatrales
cantos patrióticos, largo tiempo prohibidos; se exageraron
en pomposas relaciones las vcntajas obtenidas sobre los
enemigos de la reina, se ocultaron cuidad03amente los re-
veses suÍl'idos y el desaliento general, y no se omitió me-
dio alguno de cuantos podian contribuir á mantener ó pro-
pagal' las apariencias de la confianza.


Entre tantas medidas transitorias, de utilidad contro-
vertible unas, de ejecucion difícil, si no imposible, otras, y
marcadas las mas con el sello del espíritu de partido, se
adoptaron algunas de utilidad permanente, capaces de pro-
ducir grande efecto, y dignas igualmente de es citar la gra-
titud publica. Tales fueron un reglamento provisional para
la administracion de justicia, en la cual se vió con placer
el establecimiento de los jueces de paz; una órden á los
diocesanos para que propusiesen con preferencia, para los
curatos y beneficios, á los regulares exclaustrados; otra
fijando reglas para la enseñanza en los seminarios concilia-
res; la supresion del fuero eclesiástico en delitos atroces
cometidos por individuos del clero, y algunas otras, en fin,
que en tiempos tranquilos, habrian evitado algun mal ó
promovido algun bien. Pero ¿de qué podia ser"ir, por
ejemplo, la sustitucion del Heinecio al Vinio para el estudio
de las leyes romanas, cuando todos los estudiantes tenian
que tomar las armas y abandonar indefinidamente una
carrera que no podia continuarse entre el estrépito de la
guerra civil? ¿De qué las disposiciones para mejorar la
educacion de los religiosos, que de hecho estaban exclaus-
tl'ados, y que todo indicaba que no se VOIVCl'iull á l'eunir?




ANALES DE ISABEL ll.


¿Qué esperanza fundar sobre el pago de una triste pensioTl
que se les prometía cuando estaban barridas las arcas del
Tesoro, y gran parte de los bienes ele sus comunidades
habian pasado ó iban pasando ú las manos de los que, 13
ó 14 años antes, los compraran'? Aun las mismas providen-
cias encaminadas á simplificar ó mejoJ'ar la administl'Ucion
de 1\1 justicia. ¿Qué valor podian tener cuando, en las prin-
cipales ciudades del reino, malvados degollahan por sus
manos á los presos ó los hacian degollar por las autorida-
des encargadas de pl'Otegerlos? La pnhlicacion de estas
medidas de órden y de reparacion se miró, pues, como una
afectacion estéril ó un alarde pueril de buenos deseos; la
coincidencia de su promulgacion con la de otra multitud de
disposiciones revolucionarias se miró como un contrasen-
tido evidente, como un u\laoronismo grosel'o, y la pretenEJion
de introducir en las leyes y en las costumbres innovaciones
de tauta t¡'ascendellcia, sin someterlas al exámen pr'évio de
las Cortes, ya convocadas, se miró, en fin, como un atentado,
peligroso á un tiempo é inútil, contra el régimcn mismo que
se trataba de establecer. Asi, disposiciones loables fueron
confundidas en la animadvel'sion que inspi!'aron otras, des-
tinadas á trastornar todas las existen das y á atizar d
fuego de las discordias intestinas.


Ibase él estendiendo demasiado paJ'a que las juntas
que lo habian encendido no pensasen ya en contenerlo. La
de Barcelona, que veia de cerca sus estmgos, se decidió, en
fin, á enviar diputados á Madrid pma trata!' con el gobiel'-
no. Llegados á la capital, se apreSUl'Ul'On ellos á di,'igi,' á
los soldados de la central de Andalucía y á los hahitantes
de sus provincias una aloeucion enér~ica, iruplol'3udo Stl




LIBRO QUINTO. 32!:l
socorro y exhortándolos á volver sus armas contl'a los Cflr-
listas (le Cataluña y de las provincias del NOI'te. Pero, p,'o-
curando inclinm' á los andaluces á suspcndcr con este ob-
jeto sus hostilidades contra el gobiemo, cuidaron de aña-
Uil': «despues podreis conservar esa misma actitud, sr
»Ios gobemantes, faltando, lo que noes creible, á sus promc-
»sas, quisiesen privarnos de la sólida libertad á que somos
)¡acreedores.)) Lisonjeó á la junta central esta proposicion
ue armisticio·, que, no siéndole· posible mm'char con desem-
barazo, le permitia ¡. lo menos retroccder sin mengua. Ha-
Habas e Ilesopinada en Andújar, y su autoridad unánime-
mente ueseonocida desde aquella ciudad hasta Cádiz y Hucl:....
ya, no solo por las cuatro provincias situadas en esta direc-
cion, donde, disueltas las juntas, mandaban las autOl'i:dades
en nombre del gobierno de Madrid, sino por las tropas que,
ó impulsadas por su lealtad, ó aterradas con el escarmiento
de Osorio, ó humilladas de depender de una rcunion de
hombres sin carácter y sin mision, habian vuelto á la obe-
diencia uel gobicrno. Hacienda, pues, de la necesidad vil'-
tud, la junta de Andújar se disolvió el 19 , despues de en-
vial' á sus casas á la milicia movilizada, y á sus puestos ú
los carabineros de costas y fronteras, de prcvcnir á Espino-
sa, abandonado de las tropas Je Andalucia. marchar al pa-
I'age que le señalase la reina, y de comunicar órdenes á las
juntas de Granada, Málaga, Jaen y Almeria para que se di-
solviesen. En su comunicacioll á cstas, concluia la central
asegurando «que su pronunciamicnto habia contribuido á
»afirmal' la corona dc España en las sienes de la inocente
») Isabel.))


Lo mismo ¡tse~uró la de Gmnada el 23, al disolvcrse i.




330 ANALES DE ISABEL n.
consecuencia de aquella órden, añadiendo que hacerlo antes
habria sido contral'io al bien público, al honor y a la razon,
y encomendando al capitan general que nombrase otra jun-
ta de armamento y defensa, en la cual quedaron algunos de
los individuos de la directiva. Lo mismo hizo la de Almeria,
que desde cI10 habia mandado una diputacion al gobierno
y prometidole su obediencia, bien que pensando entonces
continuar reunida hasta que se instalase la diputaeion pro-
vincial. La de Jaen, que el 8 habia acordado entregar á la
eomision militar ,dos que, de palabra ú obra directa ó indi-
»recta, procediesen en sentido opuesto al en que se hallaba
»constituida,}) es decir, á los que no permaneciesen en la re-
belion, cedió el 21, aunque declarando que no se disolveria
del todo hasta que el gobierno nombrase las autoridades
superiores de la provincia, cuyas funciones estaban desem-
peñadas por interinos. Barcelona volvió el 22 á la obdien-
cia, y Tarragona el 23. En Málaga no se logró el mismo
beneficio sino des pues de nuevas y aun sangrientas vicisi-
tudes. Para interesar á los pueblos en la rebelion, á que re-
husaban ellos asociarse, continuó la junta dictando medidas
atroces, condenando á los quintos que abandonasen las ban-
deras de la insurreccion á diez años de presidio en Albuce-
nas y el Peñon , mandando, para el caso de no poder ser
habidos, encerrar en las carceles a sus padres ó parientes
mas cercanos, é imponiendo á los pueblos á que pertene-
ciesen los desertores enormes multas de que, por un singu-
lar capricho, hizo recaer gran parte sobre los escribanos ó
fieles de fechos. No teniendo medios de armar á los indivi-
duos que, en fuel'za de estas y otras medidas igualmente
til'anicas, logró reunÍ!', determinó darles las armas de al-




unno QUINTO. 331
gunas compailias de milicianos; pero estos se alborotaron al
sabet'la determinacion, y deshicieron la junta el 16, no sin
haber gritado durante dos dias contra su impopularidad y
sus malve¡'saciones. No correspondía á los urbanos y al po-
pulacho que obtuvieron este triunfo pararse en tan ancho
camino. Así, despues de disolver el cuerpo cuya soberanía
sostuvieron durantc cerca de dos meses, piden el pronto cas-
tigo de varios presos, ó lo que cra lo mismo. su suplicio; y.
no habiendo autoridad que pudiese contentar aquel horrible
deseo, pasan á la cárcel, estraen á cuatro individuos distin-
guidos que hallan en ella y los fusilan sin piedad. Los urba-
nos nombraron enseguida una nueva junta interina que. t¡;es
'dias despues (el 19) , fué reemplazada por otra definitiva,
compuesta de los diputados de las diferentes clases del
pueblo. El 21 , este nuevo cuerpo, anunciando su instala-
cion , dejó presentir su sumision pl'óxima, y en efecto,
llegado á pocos di as el nuevo gobernador civil Lopcz Pin-
to , se separó sin resistencia. Asi quedaron sometidas las
juntas todas, á los dos meses y medio de la ereccion de la
primera.


Erigidas ellas por los motines, su principal encargo
fué cobijarlos con su sombra, dando á las exigencias diver-
gentes de una faccion las apariencias de un voto público,
espontáneo y unánime. Temiendo ser víctimas de los de-
magogos que las crearon, las juntas se resignaron á hacer-
se sus cómplices, y constituyéndose los órganos semi-ofi-
ciales de sus pretensiones anárquicas, y prestándoles el
apoyo de una autoridad, de que contrahacian las formas
invadiendo las atribuciones, contribuyeron á abrir el abis-
mo Ill'ofundo, en que, sin ulla rara combinacion de sucesos,




;332 ANALES m: ISABEL ll.
:,ie habl'ia hundido el trono de Isabel. Fingiendo acatar su
nombre, del'ramaron á manos llenas el baldon SObl'C los
principales agentes de su poder, destruyeron el prestigio
del gobierno y se prival'on pOI' esta conducta del que necesi-
taban ellas mismas para hacel'se obedece('. Asi, con poder
ilimitado para cuanto podia halagal' á aquellos de quienes
cstaban condenados á recibir la ley, ninguno tuviel'Oll pa-
ra protegcr los intcreses de la gencl'alidad. ElItretuviéron-
la con esperanzas quimél'icas, no pudiendo dispensarle
bienes efectivos; deslumbráronla con sofismas, no siéndo-
les permitido ilustrarla eon pl'incipios; pretendieron estra-
viarla no sabiendo conducirla; y 10 habrian conseguido
quizá, á no haber ella ellcontmdo en el instinto de conser~
vacion que siempre domina á las masas, un medio de de-
fensa contra tan deplomble tentativa. Impotentes pa!'a ha-
cer el bien, ni aun para uniformar el mal pudieron ponerse
de acuerdo. ~1ientras que, olvidadas unas de las calamida-
tles que espcrimentó la monar'quía bajo el imperio de la
Constitucion de Cádiz, solicitaban desalumbmdas su resta-
blecimiento, otras sin atel'l'arse pOI' el peligl'o de encomendar'
á pasiones efímeras la fijaeion de los intereses permanentes
de la gran familia española, hacían obstina(las, de la reu-
nion de COl'tes constituyentes, la condicion esencial de su
sumision. Ciegas" unas proclamaban la illsuI'l'cccion cl mas
sageado de tos derechos; presumidas otras esperaban sa-
Ca!' los elementos de un Ol'den nuevo, del caos l'evolucio-
nario, donde habian sumido los del orden antiguo; desor-
ganizadora y absurda esta, ponia en libertad ti los contra-
handistas; atroz é inÍclla aquella, los amenazaha con la )le-
na rle muerte. ~o hubo, en fin, una ~ola (le las cOlltrmlic-




LIBRO QUINTO. 333
eiones á que el delirio de las pasiones conllena tal vez á
las sociedades y á los individuos, en que no cayesen aque-
llas corporaciones anómalas, ora descarriadas por ignoran-
tes, ora empujadas por frenéticos y. sucesiva ó simultá-
neamente, juguete de los errol'es de los unos y de la auda-
cia de los otl'OS,


Su disolucion misma se resintió de las diferencias de
su origeu y de las desiguales condiciones de su existencia,
Unas, como las de Valencia y Málaga. pereciel'on en los
motines; oll'as, como las de Sevilla y Córdoba, renunciaron
al poder por el poco apoyo quc, para su ejercicio, hallaron
en la opinion de sus administrados; algunas, como las de Ba-
dajoz y Cáceres, se separaron por iJ;lstigacion de los mis-
mos que las crearon; otras, como las de la Coruña y Sego-
via, cedieron á los manejos de las autoridades, que, reduci-
das á una oprobiosa dependencia durante el interregno, apl'o-
vecharon la primera ocasion de recobrar el pode!' que ah-
dicaran poniéndose bajo la tutela de un puñad6 de díscolos.
Las de Cataluña se sometieron al ver su impotencia para
conjurar los males que á la industria del Pl'incipado y al
bienestar de sus habitantes habia acarreado la escision; la
eentral de Andújar, al verse abandonada por las tropas con
que contaba: ninguna cedió sino á su pesar; ninguna tuvo
la buena fé de reconocer, al disolverse, que la confusion y
la miseria en que dejaron al pais era el resultado inevitable
de sus estravagancias; todas, al contrario, alegaron por
mérito el desorden que habian pr'omovido; todas solicitaron
por recompensa la aprobacion de sus actos, entre los cuales
se contaba el trastorno completo de la administracion, la vio-
laeion de los derechos mas legítimos, los ataques encarni-




334 ANAL'ES DE ISABEL 1I •.
iZados contra la.s propiedades y las personas, el empleo, en
fin, de todos los medios para disolvel' la sociedad y entre-
gar sus ruinas á un vandalismo que, mas que por lo feroz,
escitaba la indignacion por lo ridiculo.


El gobierno de Madrid, condenado por el interes de los
'qUe lo dirigian á acceder á estas pretensiones, no solo se
sometió á ellas, sino que hubo de completar el sacrificio de
su dignidad por actos mas decisivos de humillacion. Don
Cárlos Espinúsa, reducido á optar entre la capitania gene-
ral de Andalucía, que le habia conferido la reina, y la co-
mandancia del ejército de aquellas provincias, que le enco-
mendara la junta rebelde de Andujar, prefirió este último
encargo y envió á Madrid la dimision del primero. El go-
bierno, lejos de admitirla, le confirmó en su mando, igual-
mente que al comandante general de Córdoba, Ramirez, y
legitimó por esta conducta la rebelion á cuya cabeza prefe-
rian colocarse ambos generales. El coronel Osorio que, des-
de Sevilla, donde habia ido para imponer á aquella provin-
cia un castigo severo por su sumision á la reina, fué con-
ducido preso á Badajoz, pasó desde alli libremente á Ma-
drid, yal punto fué empleado de nuevo. Ni podia ser de
otra manera cuando Almodóvar, gefe de la insurreccion de
Valencia, ocupaba el ministerio de la Guerra, y era el pa-
dron vivo del triunfo de la faccion que provocara aquellos
movimientos. Para que á nadie quedase duda de que el go-
bierno marchaba esclusivamente en aquella direccion, se
envió de cuartel al gobernador de Cádiz, Hore, que se ha-
bia sometido antes, mientras se daban testimonios linsignes
de confianza á Espinosa y á Ramirez, que habian resistido
hasta la ultima hora. Navas mismo, llegado á Madl'id al pro-




LIBRO QUINTO. 335
pio tiempo que Almodóvar; Navas, cuyos secuaces asola-
ban despues de muchos días la Mancha, era objeto de aten-
ciones especiales y de deferencias señaladas. ¿Qué mas? El
gobierno calificaba esplícita y solemnemente de generosa y
patriótica la escision anárquica de las juntas, por estas es-
presiones memorables de su Gaceta oficial. «El movimien-
)lto de agosto, bien considerado en su esencia, no ha sido
»ffias que un acto de hostilidad contra el partido de la usur-


, »pacion.» Pocos dias despues decia, hablando de las sesio-
nes de las juntas: «ellas han demostrado estar arraigados
»en España Itls dos grandes principios en que se funda la
»Iibertad politiea; á saber: trono legítimo y libertad.» Por
este conjunto de declaraciones y de actos, quedó probado
que el sistema de 1823 se hallaba restablecido en su inte-
gridad; los mismos hombres; la misma circunscripcion al
CÍrculo vicioso de un partido; la misma esclusion de todos
los que no pertenecian á él; la misma ignorancia; los mis-
mos furores. A todo hombre de juicio parecia casi inevita-
ble, en tal situacion, el hundimiento de~a causa de la reina.


Ninguno de ellos pensó que bastase á conjurarlo el de-
creto que declaraba soldados á todos los españoles solteros
de 18 á 40 años. Esta declaracion era, sin duda, un acto
de energía, como parecia serlo de patriotismo la confianza
que se ostentaba en el alistamiento de 100,000 hombres.
Pero el autor de la medida, contando con que su ejecucion
seria tan fácil como fué general y unánime el alzamiento'
de 1808, se engañó entonces, como se habian engañado
otros un año antes, creyendo que el nombramiento de Mina
para el mando de Navarra, produciria los mismos efectos
{IUC en aquella época. Hundióle, sin embargo, Zumalacárrc-




836 ANALES DE ISABEL n.
¡mi, favorecido por la opinion de los pueblos, é hizo con
Mina lo que, apoyado en la misma fuerza, hiciera este 20
años antes con DufoUI', Reille y Dorsenne. Por idéntico ú
análogo motivo, el llamamiento á las aI'mas de toda la ju-
ventud española podia ser, y en muchas partes fué en
efecto, una bandera para reclutar gente en favor de don.
Cárlo&. Sabia á la verdad el gobierno que, salvas las rtsis-
tenciasque el directorio isabelino de Madrid Ol'denaba á
sus cohortes de milicianos, los hábitos de obediencia arrai-
gados en el pais facilitaban el cumplimiento de sus órdenes;
pero ignoraba sin duda que, si asi sucedió mientras ellas
no establecian un roce inmediato, ni promovian un choque
directo con los intereses y las convicciones del mayor 11\1-
mero, no debia suceder lo mismo cuando se provocaba una
lucha entre aquellos hábitos y estos intereses. Mientras ca-
da cual esperó ponerse, por una obediencia pasiva, á cu-
bierto de vejaciones individuales, todos obedecieron; pero
muchos debieron resistir desde que se anunció la intencion
de arrancarlos de sus ocupaciones pacíficas para obligarlos
á combatir por opiniones que no eran las suyas. Si la fuel'-
za de las armas debia haccr prevaleccr alguna, natural era
(fue cada cual prestase á la suya propia el apoyo de su bra-
zo, en vez de prestarlo á la agena. Ni aun en la Vendea
encontraron dUl'ante mucho tiempo los dect'etos de las
asambleas Constituyente y Legislativa de Francia una opo-
sicion formal; pero cuando la Convencion ordenó la leva en
masa, estalló una I:esistencia, que fué séria desde luego y
que mas tarde se hizo encarnizada.


Los que en España no tenian una opinion fija pensaron
que los esfuerzos que de ellos se exigian no dehian serle~




LIBRO QUINTO. 337
útiles en definitiva. ¿ De qué se trataba en efecto? Declasc
que de plantear un nuevo sistema de gobierno. Pero ¿,po-
dian gentes ¡nespertas juzgar de su conveniencia, mas que
por los medios que se empleaban para llevarlo á cabo? y
¿ cuáles eran estos medios? El incendio de los templos, el
asesinato de sus ministros, la espoliacion de los .pieta-
rios, la destitucion de los empleados, el desquiciamiento de
todas las existencias, la ausencia completa de todo órden,
la ruina en fin, de toda esperanza de reposo. ¿ Quién echa-
ria sobre sus hombros la carga de la responsabilidad de
tantos infortunios? ¿ Quién prestaria su apoyo al triunfo de
una causa, manchada l)or la impunidad de tantos cdme-
nes? ¿Quién derramaria su sangre por que reinasen sobre
escombl'os dos ó tres centenares de hombres que, durante
doce años, no habian hecho mas que exacerbar resentimien tos
de que era tan estrepitosa la explosion? Debíase,: pues, es--
perar una resistencia, que se manifestaria por el hecho de
pasarse á las bandas carlistas la juventud que se llamaba
á los ejércitos; y en efecto, en las provincias donde habia


. J¡andas, al llegar á los pueblos la noticia de la quinta de
los 100,000 hombres, numerosos destacamentos de mozos
corrieron á incorporal'se en ellas.


Aun sin esto se habian ellas reforzado prodigiosamente
en aquel mismo tiempo. Creciendo la miseria y el desór-
den, los jomaleros no hallaron mas medio de vivir que ha-
cerse guel'l'illeros, no queriendo hacel'se soldados. Los
frailes, lanzados dc sus conventos y privados de todo medio
¡le subsistencia, vengaron su ofensa propia, arrastrando á
las facciones los jóvenes sobre que ejercian influjo, y ven-
gaJ'OIl la sangl'c de sus compañeros inmolados escitando á


TOMO n. 22




ANALES DE ISABEL n.


aquellos mismos jóvenes á sangrientas y hOl'ribles l'epresa-
lias. La ferocidad con que, á pesar de las estipulaciones
del tratado Elliot , eran por do quiera, esceplo en Navar-
ra, fusilados los prisioneros, aumentaba el furor de los
carlistas que, á su vez exaltaba á los de la reina; y, de ven-
ganza • venganza, de reaccion en reaccion, la guerra
llegó á tomar un cal'ácter tanto mas atroz, cuanto que las
divergencias políticas eran sostenidas por el fanatismo re-
ligioso. Asi, Cabrera, reforzado por fl'ailes y por gentes
arrastradas pOI' ellos, recorrió el bajo Aragon y la provin-
cia de Castellon de la Plana, llevando por donde quiera la
disolucion y el espanto. Ora, reunido con Quilez y Ser-
l'ador ,ocupó á Villafl'anca del Cid, Benasal y Villar de
Cañas; ora, separado, amenazó de nuevo á Requena y la
provincia de Cuenca; OI'a, vuelto á las inmediaciones del
Ebro, incendió á Alcanar y vengó sobre su valiente guarni-
cion la prolongaeion de una heróica defensa. Para liber-
tar aquella villa, salió el 18 de octubre de Vinaroz una
fuerte columna, compuesta casi toda de nacionales, dió
en una emboscada de lanceros de Cabrera, y perdió 61 hom-
bres , la flor de Vinal'oz y entre ellos su intrépido coman-
dante la Rosa y seis oficiales. El resto no se salvó sino refu-
giándose á Soldel'iu, desde donde pudo escapar por agua
á enjugar las lágl'imas que arrancára á la villa tamaño de-
sastre. Serrador (Miralles) saqueó al mismo tiempo é in-
cendió las casas de los liberales de Torre Blanca, cuya
guarnicion no logró sin grandes riesgos refugiarse á Peñís-
cola; y, despues de amenazal' á Alcalá de Chisvert, se reu-
nió con Cabrera sobre las ruinas humeantes de Alcanar.


Quilez, ú quien, como al Senador, pretendia Nogueras




LIBRO QUINTO. 339
hauer uesheeho ~ en varios reencuentros habidos en los últi-
mos dias de setiembre y los primeros de octubre, subió entre-
tanto hasta Cariñena y ocupó y amenazó muchos pueblos im·
portantes de la provincia de Zaragoza. Envióse de esta ciu·
dad contra él una columna de tropas y milicianos y se dió
órden á Verdugo de perseguirlo con la suya; pero, reforzado
el carlista por tropas de Cabrera y el Serrador, penetró el 26
de octubre en Calatayud, donde permanecieron todo el dia,
saquearon las casas de los milicianos y se llevaron una por-
cion de mozos, sin que SerI'ano tomase otra satisfaccion de
aquel insulto que la de destituir á Verdugo que, desde Tor-
res, observaba aterrado el saqueo de la segunda ciudad
de Aragon. De allí revolvieron hácia Molina , se corrieron
luego hasta Muel y Ateca y arrebatando por donde quiera
hombres y recUl'SOS, aparecieron el 1.0 de noviembre en
Vistabella , intimando la rendicion a Lucena, que habria
sucumbido, a pesar del valor de sus milicianos, si Buil no
acudiera á su socorro desde San Mateo. Las fuerzas de
Quilez , Serrador, Cabrera y torner, que obl'aban desde
las mál'genes del bajo Ebl'O hasta los confines de ambas
Castillas, no bajaban de 8,000 hombres, sin contar las
pequeñas partidas que, en las provincias de Castellon y
Teruel, mandaban el Catalanet, Rosell, eIOI'ganista, Cos-
ta y otros, que obligal'on á la guarnicion de la Cenia á bus-
car un asilo en UlIdecona.


Las bañdas se reforzaron tambien en las demas provin-
cias. Habiendo la del gallego Lopez fusilado á un correo,
el capitan genel'al Morillo hizo, por repl'esalia, sufrir igual
suerte á un hermano de aquel cabecilla, preso en las car-
eeles de la COI'uña. Viendo que ni sus rigores ni los es-




340 ANALES DE ISABEL n.
fuerzos de sus columnas bastaban para acabal' con las fac-
ciones de Buron, Martinez, Villaverde, Pardo, Ramo~,
Sarmiento, Lopez y el cura de Freijó, aumentadas cada
dia de resultas de la miseri3 á que habian reducido :í mi-
liares de familias el enorme sobreprecio de 13 sal y la pa-
ralizacion consiguiente de la pesca, ofl'eció Morillo 40,000
reales al que entregara, vivo ú muerto, á cualquiera de
los cuatro últimos, el indulto ademas á los facciosos que
hicieran este servicio y aun la exencion de quintas á los
pueblos que contribuyesen :í él. Mas como á nadie tentase
la perspectiva de tales ventajas, declaró el mismo general
en estado de sitio trece distritos de las provincias de COI'U-
ña, Lugo y Pontevedra haciendo responsables de los daños
que cometiesen los carlistas á los cahildos de las catedra-
les, á los curas y aun á los habitantes todos, é imponiéndolcs
la penade faltas imputables solo á la impotencia de su auto-
ridad. Lopez no quiso quedarse atras, y ofrecWpor la cabeza
de Morillo un precio doble del que este prometia por la suya.


Al mismo tiempo las bandas manchegas, corriéndose :í
la provincia de Jaen, llegaron á establecer su cuartel ge-
neral por muchos dias en la jmisdiccion de la misma ciu-
dad de Andújar, donde residia entonces el gobierno su-
premo de Andalucía, ejercido por la junta central. En los
Pedroches de Córdoba se levantaron otras quc dieron cui-
dado por algun tiempo y que, sin la activa persecucion que
luego sufrieron, hahrian dado al cabecilla AnsI' mas cele-
bridad que ganó Orejita en las dos provincias vecinas. En
la estremidad meridional de la Península, mientras los fau-
tores del alzamiento y sus amigos, aprovechando las faci-
lidades drl inlel'l'E~gno, innndahan su tel'l'ilorio de géneros de




UBRO QUlNTO.


contrahando y sacrificaban a los mczquinos beneficios de
este trafico infamc, la industria entera del rcino, otras
bandas recorrian las provincias de Cádiz y Sevilla. Algu-
nas llegaron tí. las puertas de es:a última ciudad, y de pue-


. blos situados á su inmediacion se lleval'On los efectos per-
tenecientes á la real Hacienda. En la provincia de Cádiz sc
multiplicaron en términos, que la junta tuvo que enviar ur-
banos para perseguirlos, y que crear comisiones militares
para juzgarlos. Aunquc ladrones y facinerosos, muchos dc
los gucrrillcros dc estas provincias, y presidiarios de losar-
mados pOI' las juntas de Malaga y Cádiz, estaban ciertos
de hall al' apoyo en los pueblos, lwoclamando el nombre del
Cárlos V, Y pocos de ent¡'e ellos dejaron de emplear este
medio de mantenerse y de engrosarse.


Pcro dondc la insurI'cccion cadista tomó un cstraordina-
rio incremento fué en Cataluña. Desde pril1cipios del mes, los
navarros que ocupabanáLladóyCistella se trasladaron áDa-
mius y la Junquera, y despues de demoler el fuerte, saquear
las casas de sus urbanos, y obligados á refugiarse á Fran-
cia con la udminist¡'ucion de la aduana y el ayuntamiento,
volvieron sob¡'c Figuc¡'as, que bloquearon durante algunos
dias. Aumentadas al mismo tiempo las bandas del país, se
estendieron a Besalú y Bañolas, cubrieron las orillas de
Fluviá y la canelera de Francia, y amenazal'on unas á Ge-
rona, en tanto quc otras observaban la costa entre Rosas y
el cabo Cerve¡'a, por donde aguUl'daban socorros de Gé-
nova, y otras por último atacaban á Olot. Cinco di as des-
pues de la batalla quc decia Ayerbe haber ganado en su:;
inmcdiacioncs, es decir el 29 de setiembre, intimó el cura
Masanas la rendicion a esta villa. Rcchazóla noblemente su




A:\ALES DE ISABEL n.


gobernador Fábregas, que al punto fue atacauo por los
cuerpos reunidos del mismo cura, el canónigo Tristany y
otros, mandados todos por Guergué; y ya habia este pe-
netrado en las calles, y se disponia á atacar el fuerte, cuan-
do la llegada del gobernador de Vich, Reccard, con las co- .
lumnas de Sebastian, Calvet, Sanchez y Nat, hizo el 9 de
octubre retirarse á los carlistas, dejando prisionero al co-
mandante de la caballeda navarra O-Donnel!. De Piera y
Capellades hubieron igualmente de retirarse al propio tiem-
po el Degollat y Mas Ros, y lo mismo hicieron el Ros de
Eroles y Orteu, que desde el 6 al13 atacaron audazmente
á Solsona. Lo mismo Borges, Cortasa, Amoros, Vidal, Pep
del Oli, Furadada y Artesa que del 8 al 11 amenazaron á
Balaguer; lo mismo, en los mismos dias, Sobreviés que
con otra fuerte c~lumna atacó á Tremp. Entretanto Boqui-
ca y Caballería disputaban (el 11) al gobernador de Rerga
el aprovisionumiento de su plaza. El vicario de Paquera
paseaba su banda por el mismo territorio. Albel't y Zorri-
Ha, destacados á la marina, se apoderaban de Pineda y del
armamento de los urbanos de Malgl'ut, Tordel'u, lkeda y
Arbucias. Merli oeupaba a Gerri, y otras partidas menos
numerosas reeorrian desde las cumbr~s de la Conca hasta
las bocas del Ebr{) y se daban la mano con las de la orilla
derecha de este rio. Asi, desde el límite oriental del Princi-
pado hasta los confinés de Aragon, desde las playas de Ro-
sas hasta las de Pineda, en el Ampurdan como en el Prio-
rato, tomaron la ofensiva todos los cuerpos carlistas; y,
con la juventud sacada de los pueblos no fortificados tI
donde les plugo dirigirse, llegaron á formal' una fllen:a
de 30,000 hombres.




LIBRU Qn~TO. ;143
Con' menos les habria bastado para tomal' las plazas


del Este y del Noreste de Bal'celona, y aun para bloquear es-
ta capital, si hubiesen tenido las divisiones catalanas la dis-
ciplina á que debian las del Norte su prestigio y su poder.
Desde muchos dias antes habia conocido don Cádos la ne-
cesidad de dar la misma organizacion á sus tropas del
Principado, y con este fin. habia conferido en marzo su cu-
pitania general al conde de España que, detenido llasta en-
tonces en francia, se hallaba ullimamcnte confinado en
Tours. Violando él la palabra de honor, en fé de la cual
vivia libre en aquella ciudad, desapareció á poco, budan-
do con precavida marcha la vigilancia de la policía; y pene-
lró en fin, el 13 de octubre, por San Lorenzo de Cerdans,
en Cataluña, donde se habia hccho anunciar el dia antes
pOI' una terrible pl'oclama. Aguardábanle en las salinas
cerca de Labajol el comandante general del Principado don
Ramon Samsó y los gefes de handa Carboné, Bonjoch y So-
lJl'eviés, 14 oficiales y 120 soldados; y ya marchaban jun-
tos todos á incorponu'se con una columna de mil hombres
apostada ú tres \eguas, cuando, cstl'Uviados por un guia,
se vieron antes del amancecr del 14 cn la aldea francesa
de Costonge. Alli les salió al encuentro un destacamento
de 25 homhres que, reforzado en breve por gendarmes y
guardia nacional, intimó la rendicion al conde, su comitiva
y su escolta. A pesar de las observaciones vehementes de
Sobreviés, que ú Iodo tl'ance quel'ia resistir el desarme, se
verifico este en seguida; y España y los gefes que le acolll-
paiiahan fueron trasladados sin dilacion á Perpiñan, de
donde, á pocos dias, se hizo salir al l))'imero para tila, á
SaJIIsú }HU';t M('lz, á SoJ)l'eviés para AITt\~ y ú los demas




344 MiALES DE ISABEL 11.
para diferentes puntos de lo interior. Notóse, como un ca-
pricho de la fortuna, que durante unos dias se hallaron
juntos en Perpiñan el general Mina que iba á tomar el man~
do de Cataluña por la reina, y el conde de España que
acababa de ser, por una equivocacion inconcebible, despo-
seido del que le confiriera don Cárlos.


Frustró este singular desenlace tantas y tan labol'iosas
combinaciones como se habian hecho para establecer órden
y convergencia enlre los carlistas de Cataluña, y quedaron
ellos, no solo entregados al desorden y la incertidumbre
anterior, sino reducidos á situacion harto mas deplorable.
Hasta entonces, en efecto, habia dirigido Samsó sus opet'a-
ciones, si no con gt'ande inteligencia, á \0 menos con cier ....
ta circunspeccion y cordura. Su 1l1'ision los dejó sin gefe
cabalmente cuando mas lo necesitaban, cuando cngrosa-
das sus bandas habrian podido estenderse hasta el Eb,'o y
ponerse en comunicacion, ya con el Senador y Cabrera en
el bajo Aragon, ya por el alto con las fuewls dc l'avana.
Entre los que mandaban en Cataluña parecia Guergué el
mas á Pl'opósito para rccmplazar á Samsó; pero ni cm ca-
talan ni tcnia antecedentes militarcs, ni ostentaba tal pure-
za en su conducta que debiese inspiral' respeto á los de-
mas gefes. Asi, cada uno de ellos se puso á maniobrar pOI'
su cuenta, y solo Tristany y Bur}O mostraron alguna defe-
rencia al caudilla de la division navarra. Con el auxilio de
aquellos geres unas veces, con el de oh'os cabecillas oh'as'
maltrató él al gobernador de Vich en las cercanías de Man-
I'csa, se adelantó hasta Igualada, completó la ocupacion de
la línea del Llobregós, restableció el bloí¡ueo de Solsona,
que habian levantado el Uos y Orlen, y no dejó'" lo~ Cl'is-




LUlRO QUINTO. 345
tinos uu momento ue descanso. Zorrilla y Mallol'ca blo-
quearon á Hostah'ich; Tl'istany hizo un gmnde estrago cn
los urbanos de Sabadell. Sorprendido el cabecilla Medi en
Gerri por una columna de la legion estl'angel'a, algunos de
sus compañeros acudieroIl á vengm' su muerte; y, lanzand()
á los cristinos, demolieron al punto las fortificaciones que
estos levantaran. Niubó, el mas decidido de sus gefes, que
quiso adelantarse á Tora, suÍl'ió sobre Vichfret é Iborra una
tenible carga que le obligó á replegarse á Guisona, y de
alli á Cervcl'a para preservar a esta ciudad de un golpe de
mano. Entre Bl'Unet y Casa Masalla, los gobcrnadol'es de
Vích y Manresa con sus columnas reunidas sufl'Íeron asi-
mismo uu gran uescalabro por las fuerzas de Llarch de Co-
pons, Griset, Vil ella y otros mandados por Tl'istany. ¿Qué
mas? Bandas hubo que llevaron la audacia hasta establecel'-
se sobre Esparraguera, San Cugat del Vallés y Pallejá, es-
tendiendo sus correrías hasta las puerlas de la capital; y esto,
en tanlo que, uesde Santa Creus, insultaban oh'os á Tal'-
ragoua, otros desue Vilasá a "Mataró y oh'os vigilaban la
costa eutl'c Llol'et y Blanes. La situacion del pais era, en
fin, talllUC, aun antes de conocerse en toua su estension
estos desastres, el rapor, periódi€O de Barcelona, que te-
nia la costumbre de recatados por no resfriar el entusias-
mo liheral de que era el mas apasionado órgano, decia
el 28 de febl'cro: «Aflictivo es en verdad el cuadro que
»presenta actualmente la Catalufla dcvorada pOI' la guerra
»civil. Pueblan sus cerros (sus t'alles haúl'ia podido decir
)'conig l/al razo¡¡) millares de facciosos y, con sus escUl'sio-
)¡nes, siemhran la dcsolacion y el estrago. Las comullica-
),ciones se notan cada dia mas intcrcC}1tadas. El movi--




ANALES DE ISABEL 11.


»miento mel'cantil é industrial es casi nulo. La misel'i:l
»empieza á dejar sentil' sus tl'istes efectos.»


Mina, llegado el 28 de oetubr'e desde Perpiiian, despues
de habel' hecho situar' sobre la carretera, para protegCl' su
transito, la mayol' parte de las fuerzas del Principado, dejó
vel' desde luego que complicaria esta situacion en vez de
simplificarla, El 25 publicó la proclama de uso, en que se
leia: (C\.l arma, catalanes, cspaiíoles todos, al al'ma. ~ingu­
))1\0 que pueda manejada sea exento de llevarla hasta que
»hayan desapal'ecido esas facciones ..... Guerl'U sin término
»á todos los que no se sometan.» Pal'a proveel' á los gastos
del armamento general á que escitaba, dccretó en el mis-
mo dia la formacion de una junta compuesta de dos dipu~
tados de cada una de las cuatl'O pl'ovincias, imágen ó I'e-
pl'Oduccion de la dil'ectiva, disuelta tres meses antes. Au-
tOI'izóla el nuevo general á o))I'ar con absoluta independen-
cia, y le ol'llenó proporcional' los recursos precisos para el
vestuario, armamento, subsistencia y pago de los haberes
de los CUCl'POS «tomando, para cubrir lo que faltase sobre
»los productos de las rentas, los medios que estimase
»)oportunos;» es decir, imponiendo nuevas contribuciones,
pues sabido era que no existían otros. Mina ofl'eeió «que
)}el estado se encargaria del reintegro de todas las antieipa-
)Jciones, luego que se estableciese la comunicacion con Ma-
)¡drid, cuya falta imposibilitaba al gobierno para enviarlc
»los recursos necesal'los para las operaciones militares.»
Asi, la era de venlUl'a tan suspil'uda empezó pOI' requisi-
ciones de sangre y de dinero, requisiciones de que nallie
podia fijar el tél'mino ni la eslension y que solo pal'eejall
dirigidas ti aSC¡!lll'.H' la ¡Wl'pomlemneiu de la pandilla quc'




LIBRO QUINTO. 317
invocando el nombre de la reina, se apodel'ara de la auto-
l'idad. Mina tardó poco en mostrar con qué intenciones
se proponia ejel'cer la que se le habia delegado: a los po-
cos dias de estar en poses ion de ella nombró su ayudante
de campo al famoso Cardero que, confinado en Mallorca po-
co despues de la rebelion del 18 de enero, de que fué co-
l'ifeo, habia logrado, á favor de los desórdenes últimos de
aquella isla, escapar á Barcelona y 11échose alli el campeon
de los clubs y del sistema de trastornos que con tan feliz
éxito planteaban. Su influencia uesorganizadora no podia
ser neutralizada por los refuel'Zos que pOI' mal' llegaron en
seguida de Málaga, ni por los que de diferentes puntos del
interior se anunciaban como próximos; pues los cuerpos
llevaban en su seno cl contagio de la indisciplina y con ella
la levadura ue la disolucion.


Díjose que, contando con que, abandonaua la revolucion
á sí misma, abriria esta á don Cárlos el camino del trono,
habia resuelto aquel príncipe limitarse a una defensiva vi-
gilante cn Navarra y las provincias; y asi á lo menos es-
plicaron sus partidarios la falta de actividad que, despues
de la batalla de Arrigorriaga, se observó en sus operaciones.
A la verdad. lo interior del pais gozaba de una segul'idad
completa; los depósitos, los almacenes, estaban estableci-
dos corno cn plena paz; se sacaban y ejcrcitaban recluta!';,
se cobraban las contribuciones y se gobernaba sin la mc-
Dor contradicciol1. Abundaban las armas, las municiones,
los caballos, el dinero, de todo lo cual proveia el contra-
bando, ya pOI' las fronteras de Francia, á pesar de la vigi-
lancia que haci~ ejercer cn ellas el gobierno de a¡¡uel pais.
~a pOI' HUIr, á pe¡.:t\l' de los crUCCl'OS ingleses. ;\0 obstanle.




3-18 AI\AI,ES DE ISABEL 11.
ello, se mantenian en las bocas del Bidasoa cllalu}las cadistas
que, en acecho siempl'e, aprehendieron alguna vez ti. las
que de Soeoa ihan a llevar víveres ó pe\'h'echos de guena á
las guarniciones de San Sebastian y Guetaria. Pero este es-
tado era precario, mienh'as hubiese en las orillas del Ebl'o
cuerpos numerosos de la reina y llegasen diariamente á Bil-
bao y Santander nueyos y gl'Uesos destaeamentos de auxi-
liares ingleses de todas armas. Creíase, por tanto, que las
fuerzas de don Carlos habrian continuado atacando como
antes los cuerpos que cubrian la inmensa línea que, desde
Bilbao, con largas sinuosidades y con poca contigüidad, se
estendia hasta Pamplona y aun hasta Jaca. ~o sucedió asi,
sin embargo. Ezpeleta salió de Bilbao pocos dias despues
de la batalla de Arrigorriaga, y, favorecido por un movimien-
to de Có\'dova sobre Espejo y Puente Larra, situó su cuarlel
general en Üfla y su vanguardia en VillUl'cayo y ~Iedina.
Córdova fué entonces dueño de estenderse ti. su derecha
y de protegel' todo el telTitorio situado cntre Logl'oño y
Puente la Reina.


La actitud, ó pasiva ó circunspecta, que l'epentinamente
tomó GOl1zalez Moreno acabó de indisponer contra él los
ánimos enconados por varios motivos, por lo cual huho de
llamarle don Cárlos cerca de sí, y de trasladal' el mando al
conde de Casa-Eguia. Empezó este por réorganizar las di-
visiones, confiando el mando de la de Navarra a IlUl'ralde,
el de la vizcaína á Villareal, y a Gomez el de las castellana y
aragonesa: el de Guipúzcoa, que tenia cstc último, se dió al
hrigadier Sagastibelza. Masarl'asa fué gcfe del estado ma-
yOI', y se eonfim'on las brigadas á Goñi, Sanz, Tarragua,
Guibclalde, la TOlTe, Sopclaua, Perez de las Vacas, Vea-




UBll.OQUINTO. 349


InHl'guia y Ar¡'oyo. Esta nueva organizacion del ejército (le-
jnha tl'aslucir intenciones de agrcsion, yen breve se anunció
~ ,


en efecto, que Gomez dehia penetrar en Castilla por la pro-
vincia de Santander, llevando de flanqueadores á Cuevillas y
VilIalobos, á los cuales se incorpol'arían luego las dcmas par-
tidas existentes y que se levantasen en aquel pais. lturralde
debía operaren Aragon; Eguia mantenel'se entre Salvatierra
y Vitoria para acudir, desde Estella á Bilbao, adonde lo exi-
giese la necesidad. Atribuyéronse por de pronto las marchas
y contramarchas fl'ecuentes de estos diversos cuerpos en
los dias inmediatos á su formacion, al deseo de ocultar sus
verdadems intenciones, pero no tardó en reconocerse que el
plan concebido se habia frustrado por la singular captura
del conde de España, que, impidiendo dar á los movimientos
de Cataluña la unidad y la eslension que eran necesarias pa-
ra llamar alli poderosamente la atencion del gobierno de
Madrid, obligó á don Cárlos á diferir la ejecucion de SIlS
proyectos.


Córdova, queriendo aprovecharse dc esta coyunlma,
lwevino á Evans (fue se le l'euniese en Vitoria; y, mientras
Espartero con unos cuantos batallones iba á llevar este
mensage á Bilbao, hizo el 27 un movimicnto sobrc Salva-
tierra, que ocupó en aquel mismo dia, arrollando á los ene-
migos que en vano pretendieron disputarle el paso, desde


• el pie del castillo de Guevara. Al dia siguiente, regresó á
Vitoria, tiroteado pOI' su retaguardia y flancos por los cuer-
pos de Villareal, pero con la ventaja de haher llamado la
atencion de Itunalde y facilitado en cuanto pudo la libl'e
marcha de Espartero, sobre quien habrian podido cael' lo s
cuerpos carlistas que estallan en Arlaban, si Córdov3 no los




350 .\NAU:S JlE ISAIIEJ. H.
distrajese con aquel paseo militar. Tres di as despues, con-
lando con que Evans no dilataria incorporársele, salió á re-
cibirle por el camino de Durango; pero, el 3 de noviembre,
supo, no sin gran sorpresa, en Ochandiano, flue el inglés,
aunque reforzado por la division cristina de Guipúzcoa, man-
dada por Jauregui, y por algunos batallones de la de Vizcaya,
mandados por Espartero, habia emprendido su marcha con
precauciones, que tenia n todas las apariencias del miedo, y
tomado el camino de las Merindades, dirigiendo por mar su
artillería y equipages á Santander, y haciendo á su caballe-
ría dar el mismo inconcebible rodeo. Córdova se encaminó
entonces a Miranda, para darse la mano con Evans, que lle-
gó en fin á Briviesca el 8, sin que Castor, CueviUas, Saraza,
ni ninguno de los gefes que habrian podido caer sobre él
en su larga y medrosa marcha pensase en incomodarle, ni
hostigarle siquiera durante ella.


Por reparacion sin duda de esta falta, se dió á 11urral-
de la órden de penetrar en el alto Aragon, ya con el fin de
alentar a los que en el bajo peleaban con tanto ardor y ven-
tajas por la causa de don Carlos, ya con el de llevar a Ca-
taluña al infante don Sebastian, que, llegado de Italia el dia
1. o a Guipúzcoa, y reunido el 2 en Echarri-Aranaz con don
Cárlos, habia sido nombrado al punto su primer ayudante
general. Bien que la falta de esperiencia del infante le hi-
ciese incapaz de dirigir movimientos tan complicados como·
debian sel' los de Cataluña, creiase que su presencia. a la
cabeza de los cuerpos numerosos que alli se levantaban, so-
focaria las desavellencias y daria unidad á las operaciones.
Los batallones de Iturralde, sin embargo, no pasaron de
Verunn, Ol'a porque él temiese al brigadier Mendez Vigo,




LIBRO QUINTO. 351
desLacallo con una fuerte division pal'a pe¡'seguirle, ora por-
IJlle hubiese tenido noticia del movimiento que sobre Este-
lIa hacia Córdova en el intel'medio. Este genel'al, viendo
que unas divisiones cadistas amenazaban sériamente á Bil-
bao, en tanto que la de JLurralde mostraba qu~rer tomar el
camino quc, tI'es meses antes, habia encontrado libre Guer-
gué, creyó debe¡' llamar la atencion al centro de la línea, que
dejaban desguarnecido aquellas maniobras, y ocupar la ciu-
dad donde el Pretendiente lwbia tenido su cuartel mucho
tiempo. De Logroño, pues, se dirigió por Lerin á Puente la
Reina, y desde alli sobre Estella, que, sin mas que un ama-
go de resistencia en Villatuerta y en Arandigoyen, abandonó
el brigadier García que la ocupaba, dejando á Córdova en-
trar alli el 15. Bien vió este general que su permanencia
en aquel pueblo debia ser corta, y desde luego situó sus
tropas de manera que le fuese fácil la retirada. si, como era
de creer, Eguia llegaba luego á empujarlo. Estc lo vcrificó
en cl dia mismo, y al siguiente, los 15 batallones de la rei-
na alli reunidos, se replegaron sobre la Solana, y sucesiva-
mente sobre Lerin, no sin ser perseguidos vivamente y su-
frir, á pesar de los hábiles movimientos de su gefe, una
pérdida considerable. Iturralde, despues .dc un combate en
las crestas de Verdun con un batallon de la legion estrange-
ra, volvió tambien á la Ribera, y sus tropas y las de VilIa-
real se estendieron de nuevo á Arroniz y Dicastillo, y tor-
naron á amenazar, como lo hicieron antes durante muchos
meses á Sesma y Lodosa. Córdova hubo de volverse a Lo-
groño, centro de la linea que cortaba nuevamente el instan-
táneo recobro de Estella y la ocupacion de los pueblos si-
tuados entre Ciudad y Lerin. A esto, y á amagos mas ó me-




352 ANALES DE ISABEL 11.
nos vigorosos sohre Puente la Reina, la Puebla, Miranda,
Vitoria y Bilbao, y á demostraciones de mas ó menos aparato
contra las f,'onteras de las provincias de Burgos y Santan-
del', se redujeron todas las operaciones del ejército de don
Cárlos en las provincias durante dos meses.


Las de Córdova no debian ser mas brillantes dUl'ante el
mismo periodo. Ambos ejércitos se hallaban en efecto en la
necesidad de observarse recíprocamente. Sus fuerzas eran
casi iguales; pues si bien las de don Cárlos, en 1.0 de no-
viembre, no pasaban de 30,000 hombres, y las de la reina
llegaban á 42,000, las guarniciones de San Sebastian, Bil-
bao, Miranda, Logroño, Puente, Pamplona y otros puntos
de la línea, que Córdova estaba obligado a mantener, absol'-
vian con creces la diferencia, y aun daban una efectiva su-
perioridad numérica a sus enemigos, que, seguros del pais, no
necesitaban dejar guarniciones en ninguno de sus pueblos,
Córdova, por su parte, contaba reforzarse, no solo con los
ingleses que, a pretesto de la necesidad que tenian de ins-
tmil'se, habian diferido hasta entonces entrar en campaña,
sino con los portugueses, cuya brigada de vanguanlia, com-
puesta de tres batallones, dos escuadrones y cuatro piezas
de artillerla, hizo su entl'ada en Zamora el Ii. El 3 habia
igualmente salido de Madrid el segundo regimiento de in-
fantería de la Guardia, fuerte de 2,200 hombres, para el Nor-
te, adonde se dirigian al mismo tiempo los cuerpos levanta-
dos en Estremadura. Córdova, a quien desde mucho tiem-
po antes se lutbia hecho esperar la llegada de estos refuer-
zos, debia, pues, contemporizal' hasta recibirlos. Por su par-
te, don Carlos contaba demasiado con las simpatías de mu-
chas provincias, para creer que perderia nada en la dila-




U8RO QUINTO.


cion. Chocando con los inlereses, con las creencias y con
los hábitos de los pueblos la mayor parte de las medidas
que el gobierno de Madl'id adoptaba ó parecia dispuesto á
adoptar, esperaba aquel príncipe verse reforzado por insnr-
reccionessncesivas en las provincias, y c ompletal' su triunfo,
sin necesidad de arriesgados esfuerzos de su ejército, opo-
niendo la lentitud á la impaciencia de sus enemigos.


No hubo en aquellos roomentos linage de provocacion
(Iue los fautores del desórden no empleasen, ya contra la
generalidad de los habitantes del reino, ya contra estas ó
aq~enas clases. Las juntas de armamento y defensa en-
carecieron sobre las directivas disueltas por la fria atroci-
dad de sus violencias. La de Badajoz, notando «que cra
¡)corto el donativo de los eclesiásticos, determinó conver-
»tirlo en préstamo forzoso,» y exigió 500 reales de los
clérigos que tuviesen 6,000 de renta y un aumento pro-
gresivo de los que la gozasen mayor, hasta veinticinco por
ciento, con que obligó á contribuir á los que la tuviesen
de 14,,000. La de Zaragoza, a pretesto de sus necesidades,
redujo á tutcla y privó de sus rentas al clero de aquella
diócesis mandando sobrelIavar los almacenes de frutos cor~
respondientes á rentas decimales y pri~icias pertenecien-
tes á cabildos y otras corporaciones, y secuestró los bienes
propios de su arzobispo y los de la mitra, bajo pretesto de
que, temiendo ser víctima del furor que se manifestaba con-
tra su persona, habia buscado aqucl prelado un asilo en
Francia. La de Valencia, informada de que se habian au-
sentado de algunos pueblos muchos de los mozos compren~
didos en el alistamiento de 100,000 hombres, mandó que
se exigiesen de los padres de aquellos á quienes tocase la


TOMO n. 23




3:51
suel'le los 4,000 reales señalados por el oecreto de la
quinta como pl'ecio oe la exencion, y que, cn el caso de no
tener bienes para pagarlos, los aprontasen los padres de los
otl'os mozos ausentes. La de la Coruña hizo responsable á
los cabil~os eclesiásticos de los progresos de las facciones,
que ni ellos contribuian á formar, ni tenian medios de re-
primir. Aunque sometidas en apariencia al gobierno, mu-
chas de aquellas juntas continuaron invadiendo sus atribu-
-ciones; y, mientras la de la Coruña aumentaba el porte de
las cartas, la de Bat'celona no cesaba de vender los efectos
de los conventos. Casi todas se distinguieron por disposi-
Ciones del mismo jaez sin que al gobierno se le ocurriese
protestar siquiera contra la usurpacion de su autoridad.


Los mas de los geres de las provincias se pusieron al
nivel de las juntas. El comandante general de Palencia
adoptó, entre otras medidas insólitas, la de que nadie viaja-
ra de noche sin un pase de la autoridad, la cual seria res-
ponsable de las condiciones de su entrega. El segundo ca-
ho de Aragon, de resultas de haberse marchado á los car-
listas algunos mozos de Tauste, mandó prender á sus pa-
dl'es y pat'ientes mas inmediatos, y confiscar y vender sus
bienes. El comandante general del bajo Aragon condenó al
desticrro á las mugeres y los padres de los que estuviesen
en la faccion; declaró st~jetas á demolicion sus casas; amc-
nazó con castigos severos á los curas y á los individuos
de los ayuntamientos que le pareciesen mas culpa-
bles, y dicto otras providencias que probaban que el des-
potismo revolucionario habia perdido el último resto de
pudor. El gobernador civil de Zaragoza, en vez de
observat' en particular á los clérigos que diesen mo-




LIBRO QUINTO. 355
livos justos de desconfianza, protegiendo al mismo tiem-
po á los inocentes contra los crímenes de que mu--
chos de su clase habian sido víctimas, prefirió con-
fundir cn una misma caL~gorÍa á inocentes y culpados, y
hacer mas dura la condicion del clero, ya harto maltratado y
escarnecido, amenazándole en masa con sus rigores, «si la
»conducta de los clérigos no cambiaba de fisonomía política
»y se hacian amar de sus conciudadanos, en razon del influ-
»jo que ejercian.» Al propio tiempo desterró el mismo gefe, é
hizo llevar de justicia en justicia, á las pl'ovincias de Cuenca
y Valencia, a eclesiásticos respetables, sobre la sospecha no
probada de quc influian en la emigracion de los mozos, á pe-
sar de que estos no necesitaban de influencias estrañas pu-
I'a sustl'aerse al alistamiento; confinó sin esccpcion á todos
los frailes esclaustrados en los pueblos de sUllaturaleza, en
donde los mas debian perecel', no teniendo en general pal'ien-
tes ni relaciones; suprimió por sí y ante sí los conventos de
Calatayud y Ateca que habian sobl'evivido á 1<\ destl'Uccion
Rnteríol'; declaró que trataría como «fautores y conspirado-
»res de los rebeldes») á las justicias de los pueblos que permi-
tiesen, con los ocupados por estos, el tráfico de los productos
sus groseras fábricas de suela y de cáñamo, que formaban su
única industria; señaló, en fin, su administracion por las me-
didas mas adecuadas para completar el trastorno del órden
social. En Badajoz el gobernadol' civil, despreciando las re-
cientes prescripciones de la ley de ayuntamientos, nomb¡'ó YO-
cales del de Mérida á individuos que habian sacado menos
votos en las elecciones, aunque los mismos nombrados protes-
tasen contl'a la lweferencia ilegal de que el'aIl objeto. En LCOII,
~'mno la pobl'eza de}territOl'io. el bajo Pl'ecio de los Í1'utos, la




ANALES DE ISABEL n.


eesacioll de las ocupaciones que mantenian á lo!'! jornaleros,
impidiesen satisfacer puntualmente las contribuciones, de
({ue, aun en tiempos tranquilos, no era raro que se retrasase
el pago, el intendente, despechando pOI" la insolencia de su
lenguage á gentes ya exasperadas por la miseI'ia bajo que ge~
mian, no titubeó en decirles: «y pues las consideraciones
)¡que hasta aqui he tenido, han merecido el desprecio pOI' re~
))compensa, sttfrirán los pueblos el azote.» En Mallorca los
presos de Manacor, juzgados pOI" la audiencia, no habian si-
do condenados á muerte. El populacho se alboróta y pide
sus cabezas; la autoridad se deshonra, hasta ofrecer que se
volverá á ver la causa ya fallada; y, marchando de bajeza en
bajeza, promete separar al gobernador civil y á ciertos em-
pleados que se designan por los amotinados, rehusa la po-
sesion de sus plazas á ciertos profesores de ciencias, y cuan~
to de ella se quiere exigir.


Asi, mientras que en unas partes los agentes del poder
entregaban á las venganzas populares individuos que debian
escudar con la' egida de la ley, y, cediendo á las intimacio-
nes de la hez de la plebe, se humillaban hasta hacerse los ins-
trumentos ciegos de su anti-social frenesí, en otras un gefe
militar, siguiendo las huellas del procónsul feroz, que
cuarenta y dos años antes (en octubre de 1793) enarbolára
el martillo para condenar á la demolicion en nombre de la
ley suntuosas casas de Leon de Francia, amenazaba con los
mismos furores las endebles cabañas de los antes pacíficos y
ahora irritados moradores del bajo Aragon. Aqui se fijaba un
premio á la delacion: alli se hacia responsables á las muge-
res de los delitos de sus maridos, y á los curas de los de sus
feligreses: acá se mffi!traba el azote á los propietarios á




LUmo QUl!(TO. :357
quienes la calamidad de los tiempos no permitia satisfacer
sus contribuciones: allá se llenaba la medida de la exaspe-
racion del clero condenándole á vejaciones especiales, y
consagrando, por la intervencion de la autoridad en su per-
secucion, las tropelías y los insultos de que era objeto.
Por su parte, las comisiones militares, dejando en paz á los
actores de estos crímenes y á los de los cometidos poco an-
tes, y ti. la sazon el} Madrid, Zaragoza, Reus, Barcelona,
Valencia, Murcia y MáJaga, no ejercian su terrible minis-
terio sino contra los acusados y sospechados de carlismo.
Por dondequiera, en fin, sangl'ientas parodias de la dictadu-
ra de Robespierre, coaccion humillante y tiranía brutal. Los
ministros de estas abominaciones eran muchos de los que
se daban á si mismos el titulo de liberales, muchos de los
proscritos de diez años, que habiendo á favor de la amnistía,
que con mas humanidad que cordura se les otorgó, y que
ellos fueron ampliando sucesivamente, invadido los principa-
les empleos, parecian querer justificar con su desempeño la
dureza con que, durante aquel período, habian sido repelidos
del seno de su patria. Por colmo de humillacion, estos mis_
mos hombres osaban exhortar diariamente á aquellos á
quienes tan cruelmente provocaban, á hacer dones e impo-
nerse sacrificios para asegurar el triunfo de lo que llama-
ban la causa de la reina, y se los arrancaban a la fuerza.
cuando el despecho ú la imposibilidad no les permitia ha-
cer los que de ellos se eXlgia. Y por una hipocresía, que
ni aun· la indignacion de la raZOIl ultrajada puede calificar
debidamente, se pretendía cubrir tanto cinismo de perse-
l~l\cjon con el manto sagrado de la libertad.


La misma violencia que en las provincias empleaba la




358 ANALES DE ISABEL n.
faecion desorganizadora en la córte, bien que en ella fuesen
por de pronto menos palpables sus consecuencias. Los isa-
belinos y los templarios salieron de los clubs á la puerta
del Sol y á los cafés, y alli mantuvieron y propagaron, por
vehementes declamaciones orales, aquel timitado y faeticio
entusiasmo que diariamente presentaba como unánime y real
la peensa periódica. En breve empero la puerta del Sol y los
cafés fueron teatro pequeño para la pompa de su triunfo.
En breve hicieron imprimÍl' sus disposiciones, y una circu-
lar del directorio isabelino, publicada por la Revista, ex-
hortó á los confederados á tomar las armas y á prestar su
apoyo al gobierno; acto solemne con que laasociacion qui-
so anunciar oficialmente su existencia y su intervencion en
los negocios públicos. Asegurada ya de su poder, y la
prensa libre de hecho de la censura, no quedó medida re-
volucionaria de que ella y los clubs no tomasen la iniciati-
va. Insistiendo sobre la necesidad que tenia de socorros
ininediatos el exhausto tesoro, escitaron, ya con sarcasmos,
ya con amenazas, á sacrificios tanto mas duros cuanto mas
instantáneos y premiosos. En junio habian los revoltosos
recibido con entusiasmo la ley de las elecciones municipa-
les cual la de diputaciones provinciales en setiembre; pero
como, á virtud de -sus disposiciones, hubiesen entrado en
diputaciones y ayuntamientos algunog- sugetos juiciosos, el.
directorio ciréuló órdenes para tacharlos de desafectos, y
de serviles ó retrógradas las leyes á que dcbieron su elec-
cion. Los sargentos de coraceros presos pOl' la tentativa de
sublevacion de setiembre, fueron al mismo tiempo objeto de
las l'eeomclldaeiones apasionadas de la prensa, que, no sin
apariencia de I'azon, ¡mocaba para ellos la misma impuni-




LlBRO QUlNTO. 359
dad tIc que gozaban Navas, Espinosa y los demas qUé, du-
rante algunas semanas, emplearon contra el gobierno las
al'mas de la patria. Ningun medio tenia el ministerio de re-
sistir a las órdenes de reuniones que, clandestinas hasta en-
tonces, osaban ya intervenir públicamente en los negocios
del Estado, y poner por precio de su cooperacion la acce-
sion á sus exigencias. Condenado al oprobio de esta alian-
za, sometido á esta condicion de existencia menguada y
l'aquítica, no pudo, pues, mantenel' el prestigio de su auto-
ridad ni velar por consiguiente sobre la eonseI'vacion del
órden público. Una compañía de la guardia nacional de
Madrid habia rehusado recibir un oficial legalmente nom-
brado y adornado de las cualidades propias para el desem_
peño de su encargo. El comandante general, despues de
emplear en vano los ruegos y las amenazas para reducirTa
á su deber, hubo de disolverla; pero, a los pocos dias, le
mandó el directorio isabelino revocar su decreto y aceptat'
la dimision del oficial legítimamente elegido, y revelar pOI'
estos hechos deplorables la dependencia en que estaba
constituido el gobierno. Lo mismo le sucedia cada dia con
los empleados que nombraba, a los cuales se l'ehusaba con
frecuencia dar poses ion de sus destinos, á pretesto de no
ser bastante puros sus antecedentes liberales. Pero ¿qué
mucho? Mendizabal mismo habia devorado igual desaire en
la persona que, l'ecien instalado en su ministerio, nombró
subseCl'etario de Hacienda. ¿Cómo haria rcspetar la auto-
ridad real en cll'esto dell'cino, un gobiel'llo que no tenia
poder para lleval' á efecto sus disposiciones en el seno de
la capital?


Los justos recelos que inspil'aba c¡,ta silnllcioll no cnlll




."-NAU:S DE ISABEL lt.


los unicos que trabajaban los ánimos y mantenian á los hom-
bres moderados en una observacion inquieta y desconfia-
da. La intervencion del enviado WiIliers en la composicion
del ministerio Mendizabal habia dado á la política inglesa
una influencia esclusiva en el gabinete. Fortificóse yesten-
dióse ella en seguida por la que personalmente adqUIrieron en
los negocios los hombres á quienes, durante diez años, pre-
servó la hospitalidad británica de los horrores de la mise-
ria. Fuese deseo de pagar en la prosperidad las deudas de
la desgracia, ó que, prendados en realidad de lasinstitucio-
!les de que gozaba la Inglaterra. quisieron aclimatarlas en
su pais; Al'güelles, lsturiz. Galiano, Calatrava, Gil de la
Cuadra y algunos otros contribuyeron por su parte á estre ....
char con el ministel'io de aquel pais las relaciones que las
simpatias de Mendizabal y Alava habian establecido desde
la instalacion del nuevo ministerio. El ministro ingles fué
desde entonces el alma de los negocios del gabinete, el di-
rector de la política española, el árbitro de las desavenen-
cias entre sus liberales; y el embajador frances, mirado co-
mo el representante de un justo medio proscrito y befado á
la sazon, tuvo que ser espectador neutral de tras tomos que
debia desaprobat, su gobierno porque contribuian á mante-
ner y estender en sus fronteras el fuego de la guerra civil.
En la predileccion con que se miraba á la Inglaterra se acu-
só á la Francia de favorecer ó tolerar los envios de pertre-
chos de guerra para el ejército de don Cárlos. En vano, para
acallar estos clamores, hizo el gohierno fr:lIlces redoblar la
vigilancia en 5US fronteras, ya estableciendo una policía es-
ll'aol'dinaria, que encomendó <Í nucvosy especiales agentes,
ya aumentando el número de los \'egistl'o~ y oficinas de




LIBRO QUINTo. 361
aduanas; ya 1 en fin, doblando casi sus brigadas de gendat'-
mería; en vano estas y otras medidas de prccaucion parali-
zaron todo comercio legítimo entre la Francia y las provin-
cias españolas limitrofes, á pesar de que tratados de tres si-
glos de fecha, observados hasta en la guerra de la re~olucion
francesa, autorizaban las crnmmicaciones de las fronteras,
y aun durante las hostilidades permitian ciertas especies de
tráfico entre sus habitantes. Ni estas demostraciones, ni la
consideracion de que hallándose estancada la pólvora en
Francia, era imposible que se introdujese por las fronteras
de tierra otra cantidad de este artículo que las muy peque-
ñas que el contrabando, mas ingenioso y mas activo que la
autoridad, hacia pasar con mil riesgos y averías; ni la noto-
riedad de que en las provincias vascongadas se fabricahan
pólvora y armas en una proporcion quizá superior á las ne-
cesidades del ejército carlista; ni las protestas y segurida-
des de interes y de cooperacion que todos los dias repetia
el embajador Rayneval en Madrid; ni la dureza con que se
trató á los gefes catalanes que, cogidos en Costouge con el
conde de España, fueron trasladados de cárcel en cárcel á
las fronteras septentrionales del territorio frances; ni el vigol'
con que, asociándose á las hostilidades del destacamento
cristino que guarnecia el fuerte del Bidasoa, tiraban tal vez
los cañones de Behobia contra los carlistas que lo sitiaban;
bastaron á atenuar las acusaciones que los órganos del par-
tido ingles hacian diariamente contra el gobierno de Fran-
cia. La conducta circunspecta del comandante de una fra-
gata francesa sUI'ta en Pasages que, en circunstancias im-
periosas, I'ehusó prestar su apoyo á una falúa española pel'-
seguida por los cal'listas , fué mirada como un indicio dI'




362 ANALES DE ISABEL n.
complicidad con don Cárlos, é igual carácter se dió á las
fraudulentas introducciones parciales de caballos y efectos
militares. El gobierno frances, que privaba á sus súbditos
de los departamentos de los altos y bajos Pirineos, de los
Pirineos Oricntales, del Arriege, del Aude, del alto Garona
y del Gers de las ventajas de un comercio lucrativo y nun-
ca interrumpido antes, fué acusado de mala fé, en tanto que
se ensalzó hasta las nubes el desinteres de los ingleses, cu-
yos buques, despachados sin ,'ecato de los puertos de Ingla-
terra é Irlanda, abastecian de mercanCÍas prohibidas todo el
territorio que se estiende desde las bocas del Bidasoa hasta
las del Miño, y desde Gibraltar hacian otro tanto en el litoral
que corre desde las del Guadiana hasta las del Ebro. De esta
manet'a cobraba anticipadamente la Inglaterra el precio de
las armas y fornituras que con pl'ofusion enviaba á diferen-
tes puntos de la Península. Sus legionarios, reclutados con
tantos dispendios entre la hez de las poblaciones de los
tres reinos, no osaban entretanto presentarse en campaña,
ni medirse con los rebeldes á quienes afectaban despreciar;
y esto, mientras que la corta legion de Argel, aunque diez-
mada en los campos de batalla, impedía ó dilataba por com-
bates la organizacion de las masas sublevadas en Cataluña y
el incremento de las facciones en Aragon. La preferencia
que el partido ingles daba á la alianza de la España COIl
esta nacion, la nulidad á que se condenaba al embajador de
Francia en Madrid, yel desden que se mostraba por el siste-
ma político de su gabinete, difundian el recelo de que se
"csfriase la amistad que él manifestaba á Espafta; y bajo
este punto de vista eran otros tantos presagios una gran ca-
mnidad. Los hombres modcrados y .juiciosos la deploraban




LIBRO QUINtO, 363
tanlo mas amargamente cuanto que ella coincidia con otras de
que elespiritu de partido, condenado siempre á rodar de ilusion


'en ilusion, parecia no conocerla estension ni la importancia.
La Europa entera estraviada por las indicaciones erró-


neas y por las esperanzas quiméricas de la prensa liberal,
no conocia bastante la profundidad de las llagas 'que la re-
volucion habia abierto en la desventurada España. La mano
de arpia de las juntas, habia secado en su origen el venero
de las contribuciones. Las rentas del pais, al pl'incipiar el
mes de noviembre, se hallaban reducidas á un tercio de lo
que eran en el de julio. El comercio paralizado y los puertos
llenos de géneros ingleses introducidos en fraude, no permi-
tian contar con producto alguno de las aduanas. Los dere-
chos de puertas, enteramente suprimidos del todo, ó re-
ducidos considerablemente durante el interregno, no pudic-
ron sel' restablecidos como lo estaban antes; ni aun siéndo-
lo, habrian producido mas que tenues rendimientos, ya por
las cuantiosas existencias de efectos introducidos en franqui-
cia en aquel periodo, ya por la disminucion de los consumos,
y ya, enfin, porque, relajados si no rotos los lazos de la obe-
diencia, no habia medios de regularizar debidamente la exac-
cion. Los efectos estancados eran 'de un producto absoluta~
mente nulo. Gibraltar proveia álosconsumidores, á bajísimo
precio, de tabacos, de que la direcci(tD del reino no podia
abastecer los estancos, ni aun á :preciosexorbitantcs. La
ley votada por las Cortes sobre el régimen de la sal habia
cscitado por todas partes, y señaladamente en las provincias
marítimas, un clamor general, y sido abolida ó modificada
pOl' las juntas, con gran contentamiento de las clases po-
bt'cS y mas aun de las interesadas en 'Iaf: salazones. Lns




364 ANALES DÉ ISABEL n.


I~omunicaciones interrumpidas disminuyeron los ingresos de
las rentas de correos y loterías. Las frecuentes incursiones
de las bandas de Cataluña, Aragon, Valencia y Galicia, hi- .
cieron desaparecer los de las rentas provinciales, ya por el
saqueo de los depositarios, ya por la cobranza que las mis-
mas bandas hacian del importe de los encabezamientos. Las
rentas decimales perecieron en la conflagracion general, no
solo por la facilidad que durante ella tuviel'on los labrado-
res para no pagarlas, sino por la rebaja general que hicieron
las mas de las juntas en la cuota de esta prestacion. La
administracion de aquellas y de mas rentas de las provincias
se entregó por lo general á los corifeos de los motines, y
sus manos infieles ó inexpertas completaron el daño que tan
grave hicieron las demas ocurrencias coetáneas,


Con esta disminucion de los recursos coincidia el au-
mento de los gastos. Pasaban de cinco millones mensuales
los haberes y suministros de los auxiliares ingleses; de dos
millones eran los de los auxiliares franceses de Argel; en
millon y medio (60 contos) se habia fijado el de los portu-
Sueses, sin perjuicio de los auxilios que se habia mandado
á las autoridades franquearles en el caso de que no tuvie-
sen medios de aprontar el importe de todos los suministros
que exigiesen. El presupuesto ordinario y estraordinario de
las tropas españolas, reducidas á 119,000 hombres en con-
formidad de la ley de 26 de mayo, era de 403.000,000. El
estraordinario de cuerpos francos, batallones de campaña,
milicianos movilizados, cte., pagados todos ellos sobre un
pie exorbitante, importaba 80.000,000 á lo menos. Los ha-
beres de los 100,000 homb¡'es de la quinta, aun reducién-
dolos á 75,000, debian costar 200.000,000, independiente-




tUlRO QUINTO. 365
mente tle los gastos de armamento, equipo e incorpOl'u-
cion en los depósitos yen los cuerpos. Asi, sin contar COIl
nuevos auxiliares ingleses que se pedian por todas parles,
ni con la legion francesa de Swal'ce, que su indisciplina
habia obligado á disolTer, ni con las retribuciones a que
tendria derecho la milicia nacional por el servicio que, en
ausencia de las guarniciones, se viese obligada á prestar, el
presupuesto de la guerra no bajaba de 60.000,000 men-
suales, y esto cuando las contribuciones no rendian 20,
que eran absorvidos con creces por exigencias de los dife-
rentes servicios civiles y la dotacion de la casa real; cuan-
do ascendian á 232.000,000 anuales los intereses de la deu~
da; cuando los pueblos, abrumados bajo el peso de las re-
quisiciones y de las demas cargas militares, maldecían á
los que los condenaban sin término á tamaños sacrificios;
cuando emigraban los capitalistas á millares; cuando en ca-
si toda Cataluña, en casi la mitad de Aragon y en una
buena parte de Galicia, los mozos sorteables se incorpora-
ban por bandas á las partidas carlistas; cuando, en fin, el
l'eino entero pedia ó deseaba que se pospusiese al interes
de su reposo y su seguridad la plantificacion de utopias,
mas ó menos justas en teoría, pero absolutamente imprac-
ticables en medio del desórden general.


Lejos de aterrarse Mendizabal con una perspectiva que
llenaba de espanto á cuantos tenian lugar de meditar sob"e
ella, proseguia él su marcha con una seguridad de que las
personas bien informadas hallaban la escusa, si no el fun-
damento, en la confianza que le inspiraban las promesas
que coetaneamente le haeia ViIliers en 'Sus conferencias di-
plomático-mercantiles. En la de 2 de noviembre, quedaron




366 AX.\tES l>E ISABEr. n.
ul'I'egladas entre ambos las condicionesde\ tratado pam la
admision de los géneros de algodones ingleses en la Pen¡nsu~
la, cuyos derechos debian I'ecaudal'se por comisiones.com-
puestas de inglcses y españGles, que se establecerian en los
puntos que se habilitasen para aquel tl'áfico. Estipulóse en
la misma conferencia la anticipacion de cien millones que
haria la Inglaterra sobre los productos del derecho fijado,
los cuales, ademas del pago de los intereses y de la amol'~
tizacion del empréstito, debían servir para señalar indem-
nizaciones á los pl'incipales fabricantes de Cataluña, cuya
,'esistencía se esperaba . neutralizar por este medio. En la
misma conferencia, en fin, se fijaron las bases para un tra-
tado de comercio de' que resultarian tantas ventajas para la
Gran Bretaña como perjuicios y ruina para la industria es-
pañola.


Aguardando la aprobacion del convenio, que ViIliers
envió sin dilacion á su gobierno, y contando con recibil'
desde luego algunas sumas mientl'Us se llenaban las for-
malidades necesarias para convertirlo en tratado definitivo,
Mendizabal, que ya juzgaba disponible la anticipacion, se
entretenia en ponderar la importancia del triunfo que su-
ponía haber conseguido sobre los partidos de que él, sin
embargo, no era mas que el instrumento, mientras le
llegaba ]a hora de ser la víctima. Gozábase de haber esta-
blecido la unidad administrativa, cuando, si se esceptuan
Jas provincias de Andalucía, de Castilla y de Estremadura,
no habia en España una donde las autoridades no obrasen
por si, y sin siquiera cuidarse de un gobierno, que ni
tiempo ni podel' tenia para pensal' en las provincias, las
oprimia en vez de administradas. Complacíase en pro-




LIBRO QUINTO. .367
damar que, ceuiendo á las intimaciones de los que rccla-
maban progresos, no hacia mas que seguir sus propias ins-
ph'aciones, y se desvirtuaba en probar en las prcdicas dia-
rias de la gaceta oficial que no era hacer concesiones acceder
a tales deseos, aunque con todo los calificaba de contra-
rios á los habitos y á las necesidades del pais.


Tal era la situacion general de este; talla particulal' de
Mendizabal á mediados de noviembre de 1835.


nN nEI" LlORO QUINTO.






REAL DECRETO


AUTORIZANDO AL MINISTRO DE HACIENDA A CONTRATAR


UN EMPRESTITO DE 4·00 MILLONES DE REALES •


.t.PIENDIf:E NIJIIIERO 'l."


Doña Isabel 11 , etc., etc. , yen sU real nombre doiía Maria
Cristina de Borbon, eomo reina Gobernadora duraute la menor eua!!
de mi eseelsa hija, á todos los que las presentes vieren y enten~
dieren, sabeu: Que habiendo juzgado conveniente al bien de estos
reinos presentar á las Corte~ generales, con arreglo á lo que pre-
viene el artículo 33 del Estatuto Real, un provecto de lev relativo al
arreglo tic la deuda estrangera y empréstih) de 1.00 InilJonc8 dI'
reales efeetj.vos , y habiendo sirio aprobado dicho proyecto dc lc\'
VOl' ambos J<:stamenlos, como á contiuuaeion se es presa , he leni¡((1
a bien, despuesde oir el dictámen del Consejo de Gobierno y del dp
Ministros, darle la sancion real.


"Las Cortes generales del reino, despues de haber examinado
con el debido detenimiento, v ohservanrlo torios los trámites Ir for-
malidades prescritas, el asun'to relativo al arreglo de la dencla es-
trangera y empróslito de 400 millones de rcales efectivos, qlW por
cirden de V. M. de 4 de agosto último. y conforme con lo pre\eni-
do en los artículos 30 y 3il del Estatuto neal, se sometió a su exá-
men y deliberacion, presentan respetuosamente á V .l\f. el siguien-
te proyecto de ley, para que V. M. se digne, si lo tuviere á bien,
darle la sancion real.


ARTICULO. 1." Todas las deudas contraidas por el gobierno en
el estrangero en diversas épocas, y señaladamente los empréstitos,
tanto anteriores como posteriores al31io de 1823, son dellfla dcl E~­
larlo.
To~ro JI. 2t




:310 A:\ALES JlI': l!UBEI. 11.
AUT.2." Stl proc\\derú inmediatamente al exúmen y liquida-


("ion de cnentas con los prestamistas. .
AnT. :l." TOlla esta deuIla eslrangera se distinguirá en adelan-


le en deuda activa y dej/.da pas/m; Sil conversion en deuda activa IJ
,,1/, lleuda paR/va se fljecutará en la proporcion de dos terceras par:"
tes en lleuda !.eliva, y Ulla tercera parte en deuda pas/VI'.


ArlT. i.n Sr. creara IIIl fondo nuevo al ti por 100 que represen-
le la deuda activa, en el que se convertirá la parte de los antiguos
Hmpréstitos estrangeros, comprendida en la deuda activa. La pl'O-
porcion de esta reduccion tendrá por base, no el capital de las obli-
gaciones que se conviertan, sino los intereses que están afectos :í
cada ulla de dichas obligaciones. A medida que se vaya liquidando
la deuda activa se verificara el pago de los intereses.


AlU. 5." La deuda activa abrazará la deuda con interes que el
gobierno, con acuerdo de las Cortes, crease en lo venidero, y la
parte de la deuda antigua mencionada en el arto 3,° que entrase á
participal' del pago de intereses que deben aplicarse á la deuda
aeti NI,


ART. 6.° La deuda pasiva se compone de la parte de deuda
mencionada en el artículo 3.0 que no se hubiese convertido en
¡(euda activa. Los intereses atrasados de los antiguos empréstitos,
asi como los billetes llamados de premio, sen\n reembolsados con
valores de la deuda pasiva. Esta parte de la deuda pasiva pasara
sucesivamente á ser activa en el espacio de doce años, que empe-
zaran ~ contarse desde el 1.° de euero oc 1838, sin perjuicio de
los otros medios que podrán aplicarse despues al reembolso ~ la
deuda pasiva. Las obligaciones de la deuda pasiva no gozarán in-
teres; se proveera ulteriormente á su amortizacion y reembolso.


ART. 7." Todas las obligacioues y títulos que representan aho-
ra la deuda estrangem se cambiarán por otros nuevos en el térmi-
110 de un año despues de la promulgacion de esta ley. El secreta-
rio de Estado y' del despacho universal de Hacienda tomará las me-
dida~ correspondientes para que se verifique dicha conversion en
las plazas de Lóndl'es, París, Amsterdam y Amberes, Pasado el
término arriha fijado, todas las antiguas obligaciones y títulos que
no se hubiesen presentado, perderán por lo mismo los intereses fI
que tenido derecho.


ART.8.0 Provisionalmente se aplicará un fondo de amortíza-
cíon de medio por 100 al año sobre la totalidad del nuevo fondo
¡,reado que redituará el interes de 5 por 100.


ART. l/. () El fondo de amortizac:on se aplicará esclusivamente á
la deuda activa; pero luego que se haya comprado una cierta su-
ma, que se fijará mas adelante, se anulará esta, y entrará á la
;;uerte uua suma equivalente de la deuda pasiva en la deuda acti-
va, y participa.';! por consiguiente del pago de los intereses y de
la amorlizacion,


ART.I0. No padeccra alteracion ni se incluye en ninguna de
e~tas disposiciones la parte de deuda estrangera creada para satis-
farel' al t(,;;OI'O de Fl'anria en virtud del tratado concluido en 30




APENDlCE NmlERO 1 . ú 371
41e diciembre de 1828, ni las reclamaciones inglesas, comprendidas
t~n el tratado de 28 de octubre ele 1828, ni la de los Estados U nidos
.Ie Norte-América, á que se refiere el tratado de 17 de fehrero
de 183i.


ART.11. Se autoriza al secretario de Estado y del despacho de
Hacienda á contraer un empréstito de iUO millones de rs. efectivos
destinado á cubrir el déficit del tesoro, y a hacer frente a las aten-
ciones estraordinarias.


Lo contraerá bajo las mejores condiciones que se le oel'ezcan, y
que le den mayor garantía.


ART. U. Queda autorizado por esta ley el secretario de Estado
y del despacho de Hacienda para la creacion de un fondo de tí por
fOO correspondiente al valor de este empréstito, como tambien pa-
ra la arllOrtizacion que se lijará conforme á las bases establecidas
por el artículo 8. o


ART. 13. Queda al cargo del mismo secretario de Estado y del
despacho formar Jos reglamentos que exija la ejecucion de esta ley;
debIendo haber en todo la mayor publicidad.)


Sanciono, rejecútese.-yo la reina G\Jbernadora.-Está rubri-
cado de la rea mano.-En el Pardo á 16 de noviembre de 183i.-
Como secretario de Estado y del despacho universal de Grácia y
Justicia de España é Indias, Nicolás Maria GareIly.


Por tanto mando y ordeno que se guarde, cumpla y ejecute la
presente ley como ley del reino, promulgándose con la acostum-
brada solemnidad, para que ninguno pueda alegar ignorancia, y
antes bien sea de todos acatada y obedecida.


Tendréislo entendido, y dispondreis lo necesario á su cumpli-
miento.-Está rubricado de la real mano.-En el Pardo ~l 16 de
noviembre de 1834.-AI conde de Toreno.


CONTRATO CON LA CASA DE ARDOIN.


Madrid 6 dI! diciembrl! de 1834.


lIabiendo sido admitida por S. M. la reina Gobernadora a
nombre de su augusta hija doña Isabel 11 la proposicion presentada
por Mr, Ardoin al concurso abierto en 20 de noviembre ultimo para
Ta negociacion de un empréstito de ~OO millones de rs. vn. efecti-
vos, y la liquidacion de la deuda de España en el estrangero, au-
torizados por la ley promulgada en 16 del propio mes, los infras-
critos don José Mana Queipo de Llano, conde de Toreno, conse-jero de Estado y secretario del despacho universal de Hacienda,
autorizado por real úrden de S. M. de , del corriente mes, des-




.~:-¡AI.ES m: ISABEL 11.


pues de habel' oido al Consejo de Gobierno y conforme en un lollo
ton el Consejo de l\Iinistl'Os.


y 1\11'. Arrloin, banquero de París, en su n()mbJ'l~ y el de otro~
~ocios suyos, han convenido en el tratado siguiente para arreglar
la ejecucion de las dos operaciones de que se trala.


ART. L." En conformidad de los artículos 3." y -i.o de la espre-
!lUda ley, se crearan para la liquidacion de las di versas deudas de
la España en el estrangero, reconocidas como deudas del Estado
por el artículo 1.0 de dicha ley, dos nuevos fondos, denominado el
uno deuda activa con interes de 1) por 100 al año, y llamado el
otro deuda pasiva, que no producirá lIlteres; este último fondo se
subdividira en dos clases, en conformidad del artículo 6.° de la mis-
malev.


ART. 'il. o Adem3s de la cantidad de deuda activa que haya de
emitirse para el objeto arriba espresado, se crearan, en conformi-
dad de lo prevenido en los artículos 11 y l'il de la precitada ley, tí-
tulos del mismo fondo por un capital nominal de 701.75i,386
reales. vn., salvo la reduccion eventual prevista por el siguien-
te artículo 7.Q


ART.3.0 El gobierno de S. 1\1. cede á Mr. A. Ardoin, bajo re-
serva de la condicion especificada en e\ citado artículo '1.0 que si-
gue, la referida cantidad nominal de deuda activa de '101.7M,386
reales. vn. con goce de intereses á beneficio del contratante,
:i contar desde el dia 1." del presente mes, mediante el precio
de 60 rs. vn. por cada 100 rs. vn. de capitalnolllinal, ó 5 rs. vn.
de renta que producen, deduccion hecha de la comision estipulada
por el artICulo 6.°, la suma efectiva de tOO millones de rs. Vil. que
t'l gobierno está auto\'Ízado:i tomar prestados para las urgencias del
Estado.


ART. t." Los iOO.OOO,OOO de rs. vn. efectivos que habrá de pa-
gar e.J" contratante en consecuencia del artículo precedente, sedn
entregados por aquel en el real tesoro de S. M. pn los dore plazo:>
siglli{'nt{'~,. á saber:


30.000,000 en :11 de diciembre de 1834,.
30.000,000 en 31 de enero de 183r;.
30.000,000 en 28 de febrero de id.
30.000,000 en 31 de marzo de id.
-i5.000,000 en 31 de abril de 1835.
30.000,000 en 31 de mayo de id.
ao.ooo,OOO en 30 de junIO de id.
30.000,000 en 31 de julio de id.
25.000,000 en in de agosto de id.
25.000,000 en 30 de setiembre de id.
'72.000,000 en 31 de octubre de id.
23.000,000 en 30 de noviemhre de itl.


85. VII. '\00.000,000 en junto.
r , -; ....


,




APESDlCE NUMERO 1 .. "
Estas entl'egas serán realizadas en letras ue camhlO ~obre las


(liversas plazas de España en monedas que en ('1 dia tengan cur,o
nn lo interior del reino, ó en barras de oro ó de plata.


Respecto á las entregas que haga en pastas de oro ó plata, el
contratante conviene no obstante lo que su proposicion estipulaba.
en que sean arregladas conforme á la tarifa que se aplicó á las en-
Iregas de las mismas especies efectuadas para los empréstitos de
l8U y 1822.


AUT. 5. 0 Asi que haya sido firmado el presente tratauo, se POll-
dníll á disJlosicion del contratante por via de anticipacion título;; de
la deuda activa por una cantidad equivalente al importe de los tre~
primeros Ilagos que habrá de efectuar, ó sea pOI' un capital nominal
de 150 mi Iones, y á medida flue yaya hacieudo estos pagos como lo,.
subsecuentes, le será entregada una cantidad de deuda activa,
equivalente al imJlorte de cada uno dll ellos, á escepcion de los dos
últimos pagos, sobre los cuales será imputado hasta la concurrencia
debida al cspresado adelanto. .


ART. 6.° Se abonará al contratante una comision de 3 por 100
~obre la cantidad nominal del empréstito.


AUT. 7." El contratante se obliga á abonar al gobierno de
S. M. sobre la última mitad del empréstito, ó sea sobre 350.877,193
reales vellon, 6 por 100 sobre el precio convenido por el artícu-
lo 3.°, si en ellérmino de tres meses, que principiarán á contar
desde el 20 de noviembt'e último, fecha de la proposicion, el curso
de los I\fectos del empréstito se hallase y se mantuviese durante los
ocho di as siguientes en la bolsa de Lóndres, de un '/8 á 1/4 por 100,
á lo menos sobre el precio de 66 por 100.


Si llegase á -realizarse este caso, solo se entregaria al contra-
tante por el importe del empréstito una cantidad nominal de deuda
activa de 666.666,666 rs. vn. en vezde lade¡701.75i,386 rs. vn. es-
pl'esado en el artículo 2."


AUT. 8. o En el caso de que el gobierno de S. M. hiciese uso de
la facultad que le concede el tralado hecho en 7 de octubre último
entre el Excmo. señor ministro de Hacienda y los señores de Roths-
child hermanos, de reembolsar en efectos del empréstito los ade-
lantos que han sido hechos por aquella casa, la cantidad de efecto~
me dicho empréstito que sena dada en pago á los señores de Roths-
ehild hermanos, serian en deduccion de la cedida al conlralantr,
por el artículo 3.0 : y las entregas fijadas por el artículo 4.", se re-
ducirian proporcionalmente.


AUT.9." El contratante estará encargado esclusivamente bajo
la vigilancia del Excmo. señor ministro de Hacienda ó de las per-
sonas á quienes delegare este encargo, de operar la conversion de
las antiguas deudas de la Ei\paña en el eslrangero.


AnT 10. Esta operacion se hará bajo las bases y en el térmitw
lle tiempo fijados l)or la ley de 16 de noviembre citada.


Se arreglará en términos de evitar el que se aglomeren los mer-
('allos con los nuevos fondos que han de emitirse para la~ conver-
,iones. á /in de no contrariar el espendip del empréstito, y podrá




:374 ANALES DE ISABEL 11.
aun, segull las circunstancias de dichos mercados, ser efectuada
por medIO de un sistema de convencion , combinado con entregas
en numerario, sistema del cual uno de los efectos seria de suplir en
todo ó en parte el empréstito arriba espresado.


ART. 11. A fin de facilitar al contratante la operacion de la con-
version, se pondrán á su disposlCion, á medida que sea convenien-
le, las cantidades necesarias de títulos de la deuda activa v de la
deuda pasiva. •


AUT. n. Será concedida al contratante, por todos gastos de la
conversion arriba citada, Ulla comision de medio por ciento sobre
el importe nominal de los efectos convertidos, cOllversion que se le
allonará mensualmente y en razon del importe de las entregas efec-
tuadas.


ART.13. Queda convenido que en los gastos que el contratan-
te toma á su cargo, mediante la comision arriba acordada, estarán
úomprendidos los de la confeccion de todos los títulos que hayan de
crearse, tanto para la conversion como para el empréstito.


ART. U. Los intereses de la deuda activa que ha de emitirse,
tanto por lo que hace al importe del empréstito como tocante á la
conversion de la antigua deuda, serán pagaderos por semestres los
dias primeros de mayo y prímeros de novIembre de cada año en las


I,lazas de l'IIadrid, París y Lóndres; los pagaderos en París al cam· lio de cinco francos y cuarenta centésimos el peso fuerte de á vein-
te reales vellon, y los pagaderos en Lóndres á razon de cuatro ehe.
lines y tres peniques, tambien por peso fuerte.


Si, durante el curso de la operaeion, el contratante juzgase ne-
cesario, para facilitar la ejeeuelOn de ella, el domiciliar el pago de
los intereses de una eierta cantidad de los títulos en las'plazas de
Amsterdam, Bruselas ó Amlleres, el gohierno de S. 1\1. no podrá
negarse á ello; el cambio para los intereses que podria haber que pa-
gar en la una ó en la otra de dichas rlazas, se fijará ulteriormente.


AIIT. 15. El contratante tendrá e derecho de determinar la pro-
porcion en la cual entenderá domiciliar en cada una de las plazas
JIIdieadas en el artículo precedente, el pago de los eupones de int\)·
reses.


ART. 16. Los títulos al portador podrán ser, á solicitud de sus
propietarios, convertidos en inseripciones nominativas, pagadera¡¡
en Madrid. .


Los títulos domiciliados al estrangero podrán siempre ser oan-
geados, á voluntad de los tenedores de ellos, por títulos pagaderos
en 'Madrid; pero los pagaderos en esta última plaza no podrán sor
convertidos en títulos pagaderos en el estrangero.


AIIT. 17. Sin embargo de lo que queda espresado en el artículo
que preeede, el contratante se reserva la facultad, para el caso en
que lo juzgase convenieute al buon éxito de la operacion, de pedir
que los títulos de las rentas, que se le han de entregar. sean paga·
deros indistintamente á eleccion de los portadores de ellos, en cual-
quiera de las plazas designadas en el artículo a, y á los oambio,
en él prefijados.




.\l'ENDICE lSUl\lElto 1.·
ARl'. 18. En confol'lnidad de lo que qneda e:;pl'esado eu los ar-


ticulos 8.° y 9." de la ley de 11) de noviembre úllimo, ser;! cread o
lit) fondo de amortizacion de medio por ciento al año del importe
de la deuda activa emitida para la Iiquidacion de la antigua deuda,
el cual queda consagrado esclusivamente al rescate de los efeclo~
de la deuda activa; las partidas que asi se rescataren serán anula-
das y reemplazadas sucesivamente en el gran libro de la deuda ac-
tiva por una igual suma de efectos de la deuda pasiva, designados
Jlor la suerte por medio de sorteos periódicos.


Se aumentará el referido fondo cada año, á conlar desde el dc
1838. en la proporcioll de la parle de la deuda I)asiva, creada para
la ¡;ollversion de los intereses atrasados de los bonos de las Cortes,
que pasará á la deuda activa, en conformidad del artículo G.O de la
ley de 16 de noviembre último.


Segun se desea por el referido artículo 6.°, el gobierno de S. lU.
añadirá á la accion del medio de amortizacion, precedentemente re·
.~ordado, los ulteriores de que pueda disponer para acelerar el re-
embolso de la deuda pasiva.


ART. 19. Ademas de los fondos de amortizacion que ban de
crearse, segun queda espresado, se aplicará á la amortizacion de la
deuda activa, en conformidad del articulo 12 de la precitada lev,
otro fondo de medio por ciento igualmente al año, sobre el imporltl
ue la deuda activa que ha de emitirse para el empréstito.


ART.20. El gobierno de S. M. se obliga a no hacer. durante el
año que siga á la fecha de este tralado, ninguna otra emision de deu·
da a¡;tiva en el estrangero, sino aquellas que tengan por objeto la
ojecucion de dicho tratado.


Si pasado este tiempo se hallase el gobierno de S. 1\1. en el caso
de tener que recurrir á un nuevo empréstito, el contratante seria
preferido á igualdad de condiciones, en consideracion á las circuns-
tancias en que S6 ha her.ho este empréstito.


AUT. 21. Las medidas reglamentarias. particularmente en lo
(Iue concierne á la forma de los títulos, á la liquidaciOll de la anti-
gua deuda y al pago de los semestres en el estrangero, formaran el
objeto de una convencion particular entre los infrascritos.


El Excmo. señor min!slro de Hacienda enviará inmediatamen-
te á Lóndres sus delegados, que tendrán la mision de refrendar y
de entregar los títulos al contratante, asi como igualmente la de
entenderse con él sobre todas las medidas relati vas á la ejecucion
del presente tratado, y de la convellcion que se hará en seguida se-
gUll queda esprcsado.


ART. 22. La~ dudas a que pueda dar lugar la ejecucioll del
presente tratado, serán aclaradas COII la misma buena fé que ha
presidido á su redaccion.


Hecho en Madrid por triplicado. á (¡ de diciembre tic 18:14.-
Hay Ull sello de armas rcalc,.-El conde d(> Torcno.-Hav olro
~eJlo.·-Anloill. .




CONVKNCION l'ARTlCULAIL


Lo~ infrascritos Excmo. señor don José Maria Q ueipo de Llano
conde de Toreno, consejero de Estado y secretario del despach~
ulliversal de Hacienda, autorizado por real órden de S. M. de ~
del corriente me~, des pues de haber oido al Consejo de Gobierno y
conforme en un todo con el Consejo de Ministros. '


y Mr. Anloin, banquero de Paris, tanto en su nombre como en
el de otros socios suyos.


Habiéndose reservado por el artículo 21 del tratado concluido
entre ambos el 6 del corriente mes el determinar por medio de
una convencion particular las medidas reglamentarias y de ejecu-
cion de la doble operacion que forma el doble objeto de aquel tra-
tado, han convenido en lo siguiente.


CAPITULO 1.


/k las entregas que ha de efectuar el CO/ltrlltante t3/t pago
del empréstito.


ARTICULO 1.0 .EI contratante podra efectuar en tal punto del
reino que juzgue conveniente las entregas de pastas ó de dinero
de oro ó de plata que se hallare en el caso de hJ cer, y se le dara
el correspondiente descargo por medio d e recibo de los agentes
del Excmo. Sr. minist ro de Hacienfh, Ó del director general del
Real tesoro, deleg ados para percibirlas.


Queda entendido que los gastos y riesgos de trasp orte del di-
nero ó de las pastas dejaran de ser de cuenta del contratante,
desde el instante en que hayan sido entregados á los ag entes ar-
riba citados.


ATR. 2.° Se abrira entre el Real Tesoro y el contra tante una
cnenta de intereses recíprocos, a razon de cinco por ciento al afio,
en la cual se debitarán al contratante los plazos del pago del em-
préstito en las respectivas épocas fijadas para su realizacion por
el artículo 4.0 del tratado, y acreditado por contra de sus entregas
y de sus remesas, segun y á medida que se efectúen, dando por
valor 'Í las letras de cambio sobre España el dia de su cumplimien-
to, y a las entregas en dinero ó en pastas la fecha de los recibos
de los agentes, en cuyas manos habrán sido hechas.


ART. 3.° Como podria entrar en los intereses del gobierno, asi
como tambiell en los del contratante el apresurar la emision del
empréstito, a /in de evitar los riesgos de fuerza mayor previstos al
fin del presente convenio, tendra el contratante la facultad de an-
ticipar los plazos de los pagos bajo el abono á su favor de un des-
cuento de tres por ciento al aiio; quedando altemas convenido
1101' otra parte que tendria que abonar el Real Tesoro, a razon de
5 por 100 al aiio, los intereses de la" sumas cuya entrega retrasase
por efecto de las circunslaneias eventuales arriba mencionadas.




CAPITULO 11.


De La entrega tle lo~ titulos al contratalt(,~.


AllT. i. o En ejecucion de lo estipulado por el articulo 5." del
tratado, el gobierno de S. M. hará entregar al contratante por me-
dio de sus delegados en Lóndre~, títulos al portador ó cerlificaciu-
ues de la deuda activa, á saber:


En los quince primeros dias de enero próximo por el imporle
de la anticipacion convenida por el espresado artículo.


y por cada uno de los plazos para el pago del empréstito, se-
gun y á medida de la realizacion de dichos pagos.


Todas estas certificaciones, sea cual fuere la época de su en-
trega al contratante, llevarán el goce de intereses á su favor á
contar del mes de noviembre último.


AaT. 5.° llespecto á los títulos de los nuevos fondos, necesa-
rios para la liquidacion de la antigna deuda de España en el es-
trangero, queda convenido conforme al espíritu del artículo 11 del
tratado:


1.° Que los delegados habrán de entregar al contrataute por
via de anticipacion quince dias á lo meuos antes de la apertura de
las conversiones y por un solo reciho, la cantidad de efectos de
los nuevos fondos determinada á continuacion, á saber:


Doscientos millones reales vn. capital nominal en deuda activa
goce corriente.


Doscientos millones tambien capital nominal en deuda pasiva
de una y otra clase.


2.° Que no obstante esta anticipacion, destinada á mante-
ner al contratante en disposicion siempre de proveer á las necesi-
dades de la conversion, le serán entregadas en títulos de los refe-
ridos fondos el equivalente importe de los efectos convertidos se-
gun y á medida de la entrega que haga á los delegados de los es-
tados de entregas de que se hará mencion en el siguiente ar-
ticulo 15. Queda ademas entendido que á la espiracion del plazo lijado
para la cOllYersion por la ley de 16 del mes próximo pasado, el
contratante habrá de devolver al gobierno de S. 1\1. con el CUpOfl
del semestre corriente, los efectos de los nuevos fondos que la con-
clusion de esta opl'racion dejase sin empleo en su poder, y serian
anulados inmediatamente.


CAPITULO 111.


Ve la con{eccion de los títulos.
AIIT. 6." Las certificaciones de deuda activa y de deuda pasi-


va 'lue han de crearse para la ejecucion del referido tralado, se-
rán confeccionadas bajo la vigilancia de los delegados en LÓll(lre~
del gobierno de S. 1\1.




378 .-\JliALES DE ISABEL 11.
1\nl'. 1.° Estas certificaciones seran conforUles it los adjulllu~


tllodelos; su division en séries, v el capital que cada certificacioll
haya de representar queda a voluntad del contratante. Serilll lif-
madas por el Excmo. señor ministro ¡Je Hacienda y por el direc-
tor de la real caja de Amortizacion por medio de sus respectivas
estampillas, y llevarán ademas la firma autógrafa de dos de los
delegados, asi como tambien la del contratante ó de los agentes en
cuya" casas se domiciliare el empréstito. .


ART. 8." Como las certificaciones de deuda activa solo conten-
drán cupones de iutereses para cierto número de años, el gobier-
no de S. M. se obliga hacer entregar libre de gastos á sus porta-
dores, á presentacion del penúltimo cupon vencido, una série de
cupones para igual número de años, haciendo lo mismo en lo
sucesivo.


AIIT. 9.° La obligacion contraida por el contratante en el artí-
culo 13 del tratado solo se entiende con respecto á las certificacio-
Ites que hayan de confeccionarse por el importe ¡Jel empréstito y
de la conversion de los antiguos empréstitos; los que puedan ha-
ber que confeccionar mas adelante a cousecuencia de la admisioll
sucesiva de la deuda pasiva en la deuda activa, o por la conver-
sion de los títulos pagaderos en Madrid, serán de (menta del go-
bierno de S. M.


CAPITULO IV.


Del pago de los intereses.


AIIT. 10. El gobierno de S. M. se obliga á tomar las me¡JiLla,
¡;onvenientes á fin de que los fondos necesarios para el servicio de
los intereses pagaderos en el estrangero, se provean siempre quin-
ce dias á lo menos antes del vencimiento de los semestres, para
(lue su pago se haga con exactitud en las diversas plazas en que
( ichos intereses fuesen exigibles.


El contratante estara encargado de efectuar estos pagos me-
diante una comision de uno por ciento que ~l gobierno de S. M.
deberá abonarle sobre su importe.


Respecto á los semestres que venzan en el intervalo fijaLlo para
el cumplimiento de los plazos del empréstito. se tomarán los fOIl-
flOS para ellos por el contratante sobre las sumas que haya de en-
tregar en pago de dicho empréstito.


AUT. 11. El pago de los semestres se hará en la forma que "e
(Ietermine entre los delegados del gobierno en Lóndres y el con-
tratante para el primer semestre que venciere: quedando enten-
dido desde ahora que el contratante no será garante de las falsiti-
eaciones que puedan ocurrir, ni de los pagos que fueren su COll-
tiecuencia.


Los cupones de los intereses serán estampillados :i medida (jUf'
se fueren pagando.




CAPITULO ".
De la C"onversíon de lus efectos de los anttglw8 empréstitos esp(/itoli:s


en el estrangcro.


ART. 12. LU' conversion de todos los valores de la d·uda de
España en el es-trangero, que se hallan en el dia en circulacion, se
operará conforme á la ley de 16 de noviembre último, segun la!>
siguientes bases.


1,' Las diversas deudas tanto anteriores como posteriores
á 1823, constituidas á razon de 1) por 100 al año á razon de pe-
sos 66 % capital nominal de deuda activa.


33 i/3 id. id. pasiva.
ps. 100 en junto por cada cien pesos fuertes, capital nominal en LÍ-
tulos de las referidas deudas.


2. a Las rentas constituidas al in te res de 3 por 100 al año á ra-
zon de


ps. lO capital nominal dtJ deuda activa
20 id. id. pasiva.


ps. 60 en junto por cada 100 pesos fuertes, capital 1I0mina
ell LÍtul~las espresadas rentas.


3." Las certificaciones de deuda sin interes conocidas en el es-'
trangero bajo la denominacion de deuda diferida á razon de ps. 60,
capital nommal de deuda pasiva por cada cien pesos fuertes, capi-
tal nominal de dichas certificaciones.
~.a Los intereses vencidos, a~i como los billetes de prima del


empréstito de 1820 á razon de
ps. 400, capital nominal de deuda pasiva por igual suma, eu


cupones de dichos intereses á billetes de p'rima.
Serán admitidos á la conversion los billetes de prima, bajo el


pie de veinte y dos pesos fuertes,
Los títulos de deuda pasiva que han de aplicarse á la conver-


sion de los referidos billetes de prima, asi como los intereses atra-
sados de los empréstitos de las Cortes, serán estipulados reembol-
sables en deuda activa en el término de doce años, que empezaráu
á contarse desde el de 1838 en conformidad del artículo 6.ú de la
ley de 16 de noviembre último.


ART. 13. Los intereses de los valores presentados á la conver-
sion serán abonados á los portadores v liquidados en deuda pasi-
va, hasta el dia á contar del cual los Intereses de los títulos de la
deuda activa que les fueren entregados corran en beneficio suyo.


ART. U. El contratante entregará los efectos convertidos á los
agentes nombrados para el efecto por el gobierno de S. 1\'1. en las
ciudades de Lóndres, París, Amsterdam, Ambcres ó Bruselas, y ú
medida de que estas entregas se efectúen, su equivalenle le será
entregado en títulos de deuda activa y de deuda pasiva, segun ~e




ANALES DE lSABEL 1(.


e,;[lresa en el articulo 5.<> en vista de los estado,; cerlillcadus Jlor
dicllOS agentes.


Los títulos de deuda activa llevaran el cupon del semestre
corriente con la misma fecha de los estatlos, debiendo el contra-
lante abonar al Real Tesoro en cuenta corriente los interesescorri-
dos hasta el dia primero del mes en que las entregas hayan !lido
efectuadas.


Por contra los intereses de los antiguos efectos, cuya equiva-
lencia lenga que recibir en deuda pasiva, le serán abonados has-
ta el dia de la entrega de estos efeclos.


ART. 15. Los efectos convertidos deber~u antes de ser entre-
gados por el contratante, ser señalados con una estampilla que
constase su anulacion.


ART. 16. El señalamiento de las épocas en que los efectos ha-
van de ser admitidos sucesivamente á la conversion, el órden en
llue serán llamados :\ ella, su cuota, la designacion de las plazas
en las cuales se harán las conversiones, y en general todas las
medidas de ejecucion relativas á la liquidacion de las antiguas
deudas que no se hallen previstas en la presente convencion, se
arreglarán por el contratante de acuerdo con los delegados del go-
bierno de S. M. en Lóndres.


El contratante será admitido á la conversion de los efectos de
que sea poseedor, sin estar sujeto á las épocas y séries fijadas
para el público.


La referida liquidar ion segun se espresa en el artículo 10 del
tratado, debiendo ser dirigida de modo que no se contraríe la mar-
cha del empréstito, y hasta en caso necesario servir de auxiliar il
esta última operacion, los señores delegados deberán arreglarse en
consecuencia en sus relaciones con el co.ntratante, y sus instruc-
ciones especiales serán de ayudarle en cuanto no sea contrario al
espíritu del tratado y de la presente convencion, en todo cuanto
tenga por objeto el mejorar las disposiciones de los mercados, de
facilitar el espendio del empréstito, y de relevar el crédito de la
España. Queda ademas entendido que los gastos á que pudieren dar lu-
gar las operaciones y trasposiciones de valores que el contratante
juzgase necesario hacer con esta mira, serian de cuenta del
mi8mo.


CAPITULO VI.


Del (ondo de amortizacíon.
AUT. 1'1. El fondo de amortizacion que ha de crearse ell eje-


cucion de los artículos 8.° y 1'2 de la ley de 16 del mes pasado no
principiará á obrar hasta el dia 1.0 de enero de 1836.


La suma anual que deberá formarle, será empleada por duo-
décimas partes de mes en mes, y repartidas entre las plazas de
;\Iatlrid, París y Lóndl'es en la proporcion de los intereses pagado-
ros en cada una tle estas plazas.




APENDICE NUMERO 1. o
Aur. 18. El golJierno tomará medidas para que los fondos ne--


l'esarios para las compras ó rescates mensuales que han de hacer-
se en las referidas plazas se apronten siempre con la anlicipacion :'1
lo menos de quince dias.


AUT. 19. Las certificaciones compradas ó rescatadas se anula-
rán inmediatamente, á escepcion de los cupones de intereses que
venzan en el inter\'alo que l' aya hasta las épocas de los sorteos de
que se tratará en seguida, y serán entregado;; en ahono de las
cuentas de dichas compras ó rescates,


Los cupones de intereses arriba mencionados, serán cobrarlos
Jlor cuenta de la Real Caja de Amortizacioll, y Sil importe allmenta-
rá las sumas mensuales destinadas á la amorti:wcion de la rleuda
activa en las plazas de Lóndres y París,


ART.2.\\. Las operaciones de la Caja de Amorlizacion en París
yen LtÍndres serán efectuadas por medio del contratante, y se le
abonará la comision de 1 por 100 sobre el importe (le las ('ompr~s Ú
rescat.es efectuados por el.


CAPITULO VIL
De la cOnllel'sion de la deuda pasiva en dcu,!lfl acti1'fl.


ART. '21. El dia '2 de mayo de cada año, á contar desde el '2 de
mayo de 1836, se hará un sorteo para designar los números de los
títulos de las dos clases de la rienda pa&iva, llamados á pasar á la
deuda activa en conformidad del articulo 9.° de la precitada ley, en
reemplazo de la parte de dicha última deuda comprada ú rescatada
durante el curso del año precedente.


Asimismo el dia '2 de mayo de cada año, pero á contar solo
desde ellO de enero de 1838, se hará ademas otro sorteo particular
para la parte de denda pasiva reembolsable en doce años en confor-
midad del artículo 6,° de la enunciada ley,


Cada uno de estos sorteos se compondrá de la rluodécima parir>
del importe de esta clase de deuda pasiva, sin atender á las partida~
que serian retiradas de la circulacion por efecto de los demas me-
dios de amortizacion que le son comlHles, con la otra clase de deu-
da pasiva.


ART. 2'2. Los sorteos espresados en el precedente artículo Sp
efectuarán en Lúndres y en París en la proporcion de las convel'-
!\iones de los efectos de la antigua deuda operadas en cada una de
las citadas plazas, y contando como convertidos en París aquello;;;
cuya conversion puede haberse hecho en Amberes, Amslerdam ó
llruselas.


Se harán por medio de agentes delegados al efeclo por el go-
hierBO de S. M., Y con todas las formalidades capaces de garantizar
su regularidad á los ojos del público.


AnT.23, Los títulos de la deuda pasiva, llamados aSI á pasar ~
la deuda activa, serán cangcados por títulos de estos últimos fon-
qos, Jlagarl(~ros {¡ e.\eceion de los portadores, en una de las pla7.a~




382 ANALES DE ISABEL 11.
designadas en el artículo U d el tratado y con el goce corrien te.


ART. 24. Mientras el contratante permanezca encargado de las
compras ó rescates de la Real Caja de Amortizacion y del pago de
los semestres de intereses, los canges mencionados en el artículo
que precede se efectuarán por su medio, sin que el gobierno de
S M. tenga que abonarle comisionalgllna por este objeto.


Artículo aelicionul al tratuelo ele 6 elel corriente y á lu presente con-
vencían.


En consecuencia de la estipulacion espresada por el contratan-
te en su proposicion del 20 de noviembre último, todos los com-
promiso!! contenidos en el tratado de 6 de este mes y de la presente
convencion. son para él obligatorios, salvo los ea sos de fuerza ma-
yor que pudieran poner trabas á su ejecucion.


Hecho por triplicado en l\ladrid á 7 de diciembre de 1834.-EI
conde de Toreno.-A. Ardoin.-Es eopia.~Rúbrica del conde de
Toreno.




EL MINISTRO DE ESTADO AL EMBAJADOR


DE S. M. EN PARís.


!lOBRE QUE SE MANIFIESTE AL GOlllERNO FRANCES LAS IN-
TENCIONES DE LA REINA DE PEDIR SU AYUDA y COOPER..l-


. ClONo


Mayo 19 de 1835 .


..... E~D.(:E ~I1J11ERO ".'


Excmo. Sr.-A pesar de 105 esfuerzos que ha hecho el gobier-
no de S. M. rara terminar la guerra civil que aflige á algunas
provincias de Norte, continúa esta tan tenaz, ya por la naturaleza
de e~ta clase de luchas, ya por las circunstancias peculiares, asi
físicas como políticas. de aquel territorio, que S. M., ve con pro-
fundo dolor, lejano el término de aquella contienda, con ruina de
las provincias que le sirven de teatro y con ~ravísimo daño del
resto de la monarquía. Reducido el incendio a aquellas provin-
cias, era cierto llegar á apagarlo, aglomerando cuantas fuerzas
pudieran reunirse para conseguir el objeto, si bien habria siem-
pre el riesgo de que quedara tan devastada y empobrecida aquella
parle del Estado que se resintiera el cuerpo entero de la nacion.
Pero lo que aumenta la (1ravedad de las cIrcunstancias no es pre-
cisamente la guerra ciVIl de las provincias del Norte que podria
sofocar ó contener el ejército de S. M., sino el fundado recelo de
que, prolongándose la lucha y casi desguarnecidas las demas pro-
vincias del reino por acudir ladas las tropas hacia las del Norte,




ANALES DE ISABEl. ll,


110 seria difieil que se desarrollasen nuevos elementos de rebelion
t'n puntos distantes, para distraer la at'3ncion del gohierno, ó hien
que, aprovechándose de tales circunstancias, Ó quizá como único
modo de salvarse de tun grave peligro, se desencadenasen las pa-
Hiones populares por un estremo opuesto, y colocaran al gobierno
en la e~harazosa situaci~n de haber de comlJatir á un tiempo ú (\O~
(~las(]s dIversas de enellllgos.


Esta situacion que las precauciones y providencias del gobierno
de S. M. hacen poco probable, pero que .al fin eabia en la esfera
(le lo posible, ha escitado en la prevision y sabiduría de S. 1\1. la
idea y convencimiento de que el medio de poner pronto término ÍI
la guerra civil, y de arrancar de raiz hasta las esperanzas del
partido de la usurpacion, y de los que, á favor de las re\'ueltm;, jJudieran intentar promo,-er el desórden, es apelar sin demora al
medio previsto ya al celebrarse el tratado de ~-2 de abril del año
próximo pasado.


S. M. conceptlíh que es llegado el caso de reclamar la coopc"':
raciou efectiva de sus augustos aliados; y como ha I"Ccibido ya
tantas Illuestras de sus amistosas disposiciones, S. l\I. ha dad(l Óf-
(len espresa de entablar esta importante negociacion con la ma~
cumplida esperanza de su pronto y feliz éxito.


Considerando el interes que los angustos aliados de S. M. de-
ben tomar siempre por la seguridad de la monarquía española. y
hallándose ademas animados del mas vehemente deseo de conlri-
uuir al establecimiento de la paz en la Península, como en todas
las otras partes de Europa (segun en el preambulo del mismo
tratado se espresa), seria inútil in~istir en los poderosos motivos que
deben influir con unos gabinetes tan ilustrados para persuadir1es
de la utilidad y conveniencia de contribuir de un modo pronto y
eficaz á poner fin á una contienda tan ruinosa para la España,
que puede ser tan embarazosa para sns antiguos aliados, -y {Iue
pudiera, con su prolongacion, y por efecto de sucesos imprevisto~.
llegar a complicar la situacion política de Europa.


Estas consideraciones que tanto peso han de tener en un go-
hierno tan sábio como el de S. 1\1. ell'ey de los franceses, senan
por sí solas bastantes para decidirle á prestar la cooperacion de sus
armas, á fin de terminar la lucha intestina que está asolando á va-
rias de nuestras provincias, fronterizas de a(Iuel reino; pero ni si-
(Iniera hay necesidad de apelar á razones de tanta fuer7.a, cuan-
do va la prevision del gobierno francés le estimuló :\ ofrecer ge-
nerosamente en una estipulacion espresa (como lo es el artícu-
lo 4.° del mencionado tratado), que prestaría su cooperacion cuan-
do se juzgase necesaria para conseguir completamente el fin de dicho
ronvenio, que era, segun su literal contesto, establecer la paz en la
PeNinstlla.


Asi, pues, el tenor del mismo artículo ha indicado {] S. 1\1. el
camino recto que debe seguir al reclamar su cnmplimiento, y co-
mo 105 de~eos y sentimientos de S. M. se hallan tan conformes
ton el espíritu y espreso conlel'to de la estip1llacion citnda, el ~ni-




APESDlCE NUMERO 2.v 385
mo tle S. 1\1. y su decidida ¡ntencion es que en este punttl se pro-
ceda de cOlnun acuerdo entre todas las potencias signatarias de di-
cho tratado.


Cemo muestra de estas rlisposiciones, S. 1\1. me ordenó previa-
mente <ltie tuviese una conferencia con el embajador de S. M.el
rey de los franceses, y otra con el ministro de S. ~I. B. en esta
corte (segun lo he verificado en este propio dia), con el objeto de
manifestarlrs con la franqueza y lealtad que son la norma y divi-
sa del gobierno de S. M., asi los graves motivos que la inducen á
reclamar la amistosa cooperacion de sus poderosos aliados, comtl
fa plena confianza que tiene S. M. de recibir este auxilio, confor-
me al tenor del tratado de 22 de abril, y de sus articulos adicio-
nales, y de lal manera, que honre á los augustos monarcas que
11resten á su tiel aliado su poderosa ayuda, y que deje en eláni-
IRO de este un profundo sentimiento de gratitud flor un servicio
tan noble y desinteresado.


El contenido de este despacho indica suficienlementeá V. E.
PI grave encargo que S. lH. fia á Sil lealtad y celo, debiendo V. E.
participar á ese gabinete cuales son las intenciones y deseos de la
augusta reina Gobernardora, y aun, para dar Ilna nueva prueba á
esc gobierno del modo franco y sin reserva con que anbela S. M.
llevar á cabo este importante asunto, está V. E. autorizado para
leer al señor duque de Broglie este mismo oficio, y entregarle co-
pia de él, si asi lo desease.


Dios guarde á V. E. muchos años. Madrid 19 de mayo de 183:).
-}<'irmado.-Francisco Martinez de la Rosa.-Señor embajadoT
de S. M. en París.


PROYECTO DE NOTA DIRIGIDA AL GOBIERNO
FRANCÉS.


SOBRE tA COOPERACION ARMADA DE tA FRANCIA.


París 20 dp may() de 1835.


La prolongacion de la guerra civil que aflige á algunas provin-
das de España. los peligros á que puede dar lugar en otras la
aglomeraclOn de la mayor parte de las fuerzas para ahogar la re-
belion en Navarra y las provincias Vascongadas, el natural senti-


TO.\fo IJ. 25




386 ANALES DE IS."'DEJ. JI.
miento ue ver devastarse aquella parte interesante de la monnr·-
quia, y el justo anhelo de poner térmiGocuanto antes á una sillla-
cion que lal vez durando por mas tiempo pudiera comprometer
graves intereses y dar lugar á peligros y azares, han convencido
el ánimo de S. M.la reina Gobernadora de que es llegado ya el caso
previsto en el tratado de 22 de abril del año próximo pasado como
el medio mas fácil y espedito de conseguir el importante fln de
aquel convenio, que, como en el mismo se espresa, no fué otro que
establecer la paz en lo. Peninsula.


Asi, pues, S. M. se dirige llena de conflanza á sus augustos
aliados, contando á la par con sus benévolas disposiciones a favor
de la España y de su legílima reina, y reclamando al propio tiempo
la cooperacion estipulada en el ya mencionado convenio.


Con el objeto que en él se indica y del modo y forma que de su
tenor se deduce, S. M.la reina Gobernadora desea proceder en tan
grave asunto de comun acuerdo con sus augustos aliados, á cuyo
efecto se han dado las órdenes oportunas á los agentes diplomáti-
,cos de S. M. C. en las cortes de París, Lóndres y Lisboa.


Por lo que á mí toca, he recibido de mi gobierno el mandato
es preso de reclamar del augusto aliado y pariente de mi soberana.
S. M. el rey de los franceses, la cooperacion á que se prestó tan
generosamente al ratiflcar el tratado de 22 de abril y sus artículos
adicionales.


A 1 cumplir el graVé encargo que me ha confiado S. M. la reina
fi-obernadora, creeria hacer una ofensa á la ilustracion del gabinij-
te de S. M. el rey de los franceses si me detuviera siquiera á in-
dicar las causas que concurren para esperar que dicho soberano
preste la poderosa ayuda de sus armas. a fln de poner término á
Hna guefl'a encarnizada entre hermanos, que tantos daños causa
:i una nacion unida á la Francia con tantos v tan antiguos víncu-
los; guerra que, prolongándose, pudiera ño solo lastimar intere-;-
ses vítales en España, sino causar embarazos y complicaciones a
sus aliados, y tal vez, en nn plazo'mas ó menos remoto, tener un in-
lIujo de incalculable trascendencia en la tranquilidad general de
Europa.


Sm apelar, pues, á estas poderosas razones, ni álos sentimientos
de amistad y benevolencia de que tantas pruebas tiene dadas S. M:
el rey de los franceses á la augusta reina mi señora. me limito a
cumplir el deber que mi corte me ha impuesto, reclamando confia-
damente de tan ilustrado monarca la noble cooperacion anterior-
mente estipulada, necesaria en el dia por el encadenamiento
inevitable de los sucesos, y que ahorrará, desde el momento mismo
que se anuncie, ulteriores peligros y desgracias.


Aprovecho, etc.) etc.




EL MJ~ISTRO DE ESTADO AL MINISTRO DE S. M.
E~ LONDRES.


Co'\ll":'iICANDOLE 1.0 QUE SE DEClA AL El\IBAJADOR EN PARIS
PARA QUE PIDIESE ESTE LA COOPERACION /lE L\ ,,'RANCIA.


Nayo 20 de 183.5.


Al señor ministro de 8.1\1. en Lúndres.-Excmo Sr.: tos ofi-
ciQS que con esta fecha dirijo de real órden al señor embajador de
S. M. en París, y cuyas copias acompañan, daran á V. E. una ca-
bal idea, asi del objeto importantísimo de la negúciaeion que ya ¡¡
entablarse, como del modo y forma con que S. 1\1. ordena que esto
se verifique, á fin de lasegurar su feliz exito sin que se vulnere
en lo mas mínimo el decoro de la nacion ni la dignidad de la
corona.


Desde que se celebró el tratado de la cuádruple alianza en 2:!
de abril del año próximo pasado, se previó que podria llegar el
caso en que, para conseguir cumplidamente el importante fin de
aquel tratado que se estendia (segun en el mismo se es presa) á
asegurar la paz en la Pen!nsula, se viese España en la necesidad de
reclamar la eficaz cooperaciJn de las potencias signatarias de di-
cho convenio, como en sus mismas estipulaciones se previene.


Terminada de pronto por aquel mismo tiempo la guerra civil
de Portugal, contribuyendo tan poderosamente á su buen éxito la
,,"igorosa y desinteresada cooperacion de España, y continuando
por desgracia la guerra civil en estos reinos, los augustos aliados
de S. M., convencidos de que 108 recientes sucesos ocurridos en la
Peninsula, entre ellos la entrada subrepticia del Pretendiente, exi-
gian necesariamente nue/'Gs medidas para lograr completamente los
objetos del precitado tratado, segun en su mismo preámbulo se
espresa, convinieron en añadir varios artículos adicionales como
suplemento y nueva confirmacion del anterior convenio.


V. E. esta enterado del curso que siguió la negociacion de uno
y otro, y de la lealtad y franqueza con que el gobierno de S. M. B.
ofreció su poderosa ayuda, asi en el arhculo 5.' del primitivo tra~
fado como en el segundo de los adicionales.


En esta "irtnd, y creyendo S. lH. en su prevision y sabiduría




388 ANALES DE ISABEL 11.
¡llIe es llegado el caso de reclamar la cooperacion de sus augusto~
:iliados con arreglo á las mencionadas estipulaciones, asi para ata-jar los males presentes, como pam alejar peligros posibles, S. M.
encarga al celo y lealtad de V. E. que concurra por su parte a que
tenga cumplido y favorable efecto la negociacion que se entabla
con un Jin de tanta gravedad y urgencia. Aun cuando no se dedu-jera del contesto y espíritu del tratado que haya de procederse de
'comun acuerdo entre las cuatro potencias signatarias del tratado
de 2'2 de abril, la intencion y deseo de S. M. seria siempre que so
procediese en tan grave asunto con la mayor union y armoma en-
tre sos augustos alIados, asi para alianar dificultades que de otra
suerte pudieran suscitarse, como para que la cooperacíon simultá-
Iltla de las potencias aliadas presente este asunto amistoso bajo su
,'erdadero aspecto, sin escitar fuera y dentro del reino susceptibi-
lidades y recelos.


El encJrgo, pue!', que se fia a la ilustracion de V. E. tienc dos
objetos 8rincipales.


1. o ue ese gabinete, por el grande influjo quc le prestan mil
'Circunstancias, contribuya al mismo tiempo a que algunas poten-
'Cias de Europa no pongan obstaculo ó impedimento á la coopera-
cion de la Francia estipulada anteriormente en el ya citado con-
venio, y á que una vez conocido el objeto y verdadero caracter de
,Iicha cooperacion, no se opongan por parte de ese gabinete dificul-
tades, que pudieran tal vez detener la inmediata cooperacion de
la Francia en favor de la causa de S. M , ni ocasionar, con gravísimo
daño, incertidumbre y dilaciones,


Al contrario; es de de~ear que la misma decision que mostró ese
gabinete al celebrarse el tratado de '2'2 de abril y sus artículos adi-
-donales, se muestre ahora con igual franqueza y energía cuando
~e trata de poner en práctica sus principales disposiciones en
ravor de España, ya que esta nacíon cumplió tan lealmente por su
parte la obligacion que por dicho conveulO Sl' la impuso.


2. o Reclamar de ese gobierno la coo,Pcracion de sus fuerzas na-
vales, eon arreglo á lus ya citados artiCulos, pues con solo ver
ondear el pahellon británico en las costas del Norte, enviado pa-
ra sostener la causa dela reina nuestra señora, y con la mas levc
demostracion hecha por S. M. B. en algun puerto ó punto de la
c.osta, bastaria para desalentar á los rcbeldes mas obstinados en
su mal propósito, y para quitarles hasta cl último I'ayo de eSlle-
ranza.


S. 1\1. da tanta mayor importancia á cualquiera demostracion
vigorosa por parte de la Inglat.erra, cuanto produciria al mismo
tiempo un influjo político muy ventajoso á favor de España, res-
pecto de todas las potencias de Europa, y especialmente de las que
se han mostrado menos afeclas á la causa de la reina nuestra se-
ñora, y cuanto que, por otra parle, dentl'O del reino mismo se con-
seguiria lambien el buen efecto de presentar, con la cooperacion de
dos naciones tan poderosas, asegurado y próximo el triunfo rJefi-
Jlitivo, desvaneciendo cualquiera desagradable impresion á que




APENDlCE NUMERO 2." 389
pudiera dar lugar la presencia de las tropas francesas, por re-
"ucrdos de otras épocas en que no han entrado en nuestro suelo a
sostener, como ahora, el legítimo trono y una prudente libertad.


Inútil seria indicar a V. E. las fuertes razone" que habrá de es·
poner á ese gobierno, ya respecto del influjo (IUC puede tener la
prolongacioll de la lucha de España en la suerte general de Euro-
pa, y ya la inmediata é indispensable accioll que ha de ejercer la si-
tuacion de España en el vecino reino de Portugal. Se puede asegu-
rar confiadamente que no pudiera ascender al trono el Pretondien-
te á la corona de España, aun cuando fuera durante un breve pla-
zo, sin comprometer gravemente el trono de S. 1\1. fidelísima doña
María de la Gloria, y que si desgracias ó sucesos remotos, pero IHr
imposibles, consiguiesen desencadenar en este reino el desorden y.
la anarquía, la mIsma confusion y desórden se estcnderian infali-
blemenle en toda la Península.


No es por lo tanto necesario inculcar á la penetracion. de ese
gabinete, que la cuestion española envuelve en su seno la cuestion
de Portugal, y que la cooperacion que ahora, preste para afianzar
la paz en nuestro territono (aun prescindiendo de otras muchas y
gravísimas consideraciones), no es mas que una especie de adelan-
to que hace, para evitar en un plazo mas ó menos lejano, tener que
bacer mayores y mas costosos sacrificios.


Procediendo V. E. en todo tle acuerdo con el embajador de su
magestad en París, y asi que V. E. tenga seguridad de que, por
parte de uno y otro gobierno. no hay obstáculo que impida la coo-
peracion deseada, la reclamaxá V. E. de ese gobierno, conforme
al tenor y espíritu de los ya citados artículos, y en una forma aná-
loga al proyecto de Ilota lJue COIl este objeto se remite al señor du-
que de Frias, y cuya COpia se acompaña á V. E. .


Dios guarde, etc.-:Firmado.-Francisco Martinez dela Rosa.-
Señor ministro de S. 1\1. C. en Lóndres.


EL MINISTRO DE ESTADO AL EMBAJADOR DE
S. }1. EN PARís.


RAZONES EN QUE SE APOYA EL GOBIERNO PARA PEDIR LA COO-


PERACION DE LA FRANCIA.


J/ayo 20 de 1835.


Excmo. Sr.- El olicio que adjunto remito ú V. I~. me aborra
el lImer que repetirle, asi su objeto como su gravedad e imporlan-




ANALES DI, ISAlmL 11.


cia, limitándome por lo tanto en esto á aquellas consideracione~
que por su naturaleza deben quedar reservadas, pero de que debe
est.ar enterado V. E. para dirigir con mas acierto y lino la impor-
tante negoeiacion que se le confia.


A pesar ue lodo~ los esfuerzos hechos l}or el gobierno, y de le-
ner reunido en las provincias rebeladas un ejército de mas de cin-
cuenta mil hombres, perfectamente abastecido de todo; á pesar de
las esperanzas que se habian concebitlo al encargar el mando de
aquellas fuerzas y de las existentes en las provineias limítrofes al
digno general d(}n Gerónimo Valdés, ministro de la Guerra, reves-
tido pOI' S. M. de las mas amplias facultades, ha hallado este al
ejército en 'al siluacion por causas que seria tan largo como inú-
til referir, que no cree dicho gefe posible el emprender operacio-
nes militares de importancia. y con probabilidades de buen éxito,
sin reorganizar previamente las fuerzas que acaudilla.


Mas la situacion de aquel pais, el espíritu hoslil de sus habi-
tantes, y el género peculiar de esta clase de guerras, que no con-
sienten descanso ni respiro, hacen que sea poco menos que impo-
sible q:ue haya lugar ni tiempo á propósito para la reorganizacioll
del ejercito, ni consienten tampoco en que se aguarde á que se le
incorporen dentro de uno ú dos meses refuerzos cIue ha de dar de
sí la ya verificada quinta.


Aun con estos inconvenientes tal vez no habría resuelto el go-
hierno de S. !\l. reclamar el auxilio de sus poderosos aliados, si no
hubieran estimulado á ello dos consideraciones del mayor peso: La
que el general Valdés ha eS[luesto olicialmenle y de la manera ma!)
terminante y perentoria, que no halla ningun otro recurso mas
que el espresado, ya por el alloyo de una fuerza material estran-
gera , y ya porque el solo anuncio de su venida reanimaria el es-
píritu del ejército, al paso que quebrantaria el ánimo obstinado de
los rebeldes. Es de advertir tambien que, habiendo consultado di-
cho general, separadamente por escrito y bajo su responsabilidad
ú los principales gefes de aquel ejército, casi todos han sido de su
propio dictámen, lo cual ha debido inflnir grandemente en la deci-
sion que ha tomado el gobierno de S. M.


Otra consideracion no menos poderosa que ha influido igual-
mente para hacerle adoptar esta medida, ha sido el preveer que si
por desgracia acaeciese algun desastre á una ó mas de las divisio-
ues del ejéreito del Norte, ó si los rebeldes lograsen estenderse ú
esta ó esotra provincia limítrofe, cualquiera suceso de esta clase
padria producir simultalleamente dos efectos opuestos, y ambos de
Cnnt'stÍsimas consecuencias, á saber: insnrreccionarse alguna otra
provincia del reino por hallarse casi todas ellas con muy escasas
guarniciones, ó producir la misma gravedad del peligro, tÍ su te-
mor abultado un desencadenamiento de las pasiones populares, á
impulso de un partido C]uc propende á los desórdenes y á la anal'·-
qUla, como acaba de verse por desgracia en varios plintos del reino.


Estas razones principales y olras de menor cuantía, han deci-
dido al Consejo de l\linistros , reunido de órden soberana con el




AI'ENlHCE NUMERO 2.° 391
COIl~ejo tIe üobicl'llo, á que creyese que era llegado el caso do
aconsejar y proponer á S. 1\1. que reclamase la cooperacion y au-
xilio de sus augustos altados.


Afortunadamente el tratado de 2'2 de abril del año próximo pa-
sado y sus artículos adicionales, previeron ya esle caso y antici-
paron el remedio, siendo aquellas estipulaciones de tan conocida
ventaja en las circunstancias presentes, cuanto por una parte qui-
tan al relacionado auxilio el aspecto indecoroso y sensible de una
intervencion estrangera, reduciéndolo á la categoría rcglllar de una
fuerza auxiliar prestada por un aliado á otro en virtud de un pré-
vio convenio; al paso que por otro lado coloca al gobierno de S. M.
en la favorable posicion de no invocar la cooperacion de sus alia-
dos, hajo el concepto general de huena amistad y correspondencia,
sino de reclamar el fiel cumplimiento de una estipulacion esplícita
'f solemne.


Bajo este concepto quiere S. :\1. que V. E. enlable esta nego-
ciacion con el tacto y. miramientos que por su naturaleza exige,
asi rara allanar las lhficu!tades que pueda ofrecer por parte de ese
gablllete, como para que retlucida á ese objeto y sin desnaturalizar
su propia indole, no vulnere ni lastime la independencia de la na-
cion y el decoro de la corona. S. TIl. cree que seria suficiente para
lograr el importante objeto que se propone, el que ese gobierno
enviase el número de tropas que conceptúe necesario para ocupar
la Navarra y las provincias Vascongadas, en tanto que el ejército
del Norte, aumentado con doce mil hombres de la nueva quinta,
impedia que los rebeldes estendiesen la insu rreccion á otras pro-
villL:ias, y colocaba al gobierno en una posicion bastante firme y
elevada para dominar asi todos los partidos y enfrenar sus demasías_


A V. E. le será fácil dar á conocer indirectamente á ese gobier-
no lo mucho que le importa que se afiance lo mas pronto posible
la paz de la Península, sin dejarla espuesta á tantos peligros yaza-
res; siendo claro y evidente que no pudiera entronizarse en Espa-
ña. aun cuando fuese por poco ticmpo, el Pretendiente y su parli-
do, ó bien, pOI el estremo opuesto, trastornar el órden existente y
desencadenarse la anarquía, sin que, en uno y otro caso, se susci:
taran riesgos y compromisos sumamente graves para esa nacion y
para la dinastía que la rige, sin contar con los peltgros Y obstáculos
con que pudiera hallarse algun dia, si se complicaba la situacion
politica de Europa, y tenia que combatir en otras fronteras contra
poderosos enemigos.


S. M. confia bn qlle estas consideracione5 rencerán cualquiera
incertidumbre que pudiera detener á ese gabinete, y que cabal-
mente el recelo de que pueda la prolongacion de la guerra civil
llar fuerzas y espermzas á los que desean trastornos y revolucio-
nes, podrá contribuir á que, por parte de ciertas potencias, no se
ponga impedimento ni obstáculo á la cooperacion de la Francia-,
para conseguir un fin que aleía tantos riesgos de lllas de una cla-
s.e, y que ofrece una prenda de estabilidad y firmeza á la tranqui.
lidad general de la Europa.




392 ANALES DE ISABEL ll.
El ánimo y los deseos de S. ~L son proceder en un louo de acuer·


d" con ,>us august05aliados, á fm de que, reclamando á un tiempo
de ellos la cooperacion respectiva á que cada cual se obligó en el
tratado de 2~ de abril y en sus artículos adicionales, se logren tres
objetos de suma importancia: 1.0 ofrecer á la Europa un testimoni(}
irrecusable de que subsiste en vigor el mencionado tratado, y de
que se realizan sus efectos: 2. o aprovecharse del influjo moral ue
semejante union entre las potencias signatarias, para quitar to-
da esperanza al partido rebelde y evitar que se derrame mas san-
gre española por una y otra parte: 3." lograr que, viénuose á un
tiempo la cooperacion armada de las tres potencias que tirmaroll
con España el convenio, aparezca este paso bajo su verdadero as-
pecto, alejando toda idea de inlervencion de una naciün lilas po-
derosa en los asuntos domésticos de otra lilas débil, sino como la
concurrencia de varias partes interesadas mas ó menos en que se
consiga un fin eomUll.


La intencion, pues, de S. M. eS' dirigirse simulláneamente á
sus tres augustos aliados, con el objeto de ver si se logra que al
mismo tiempo se pongan en ejecucion los artículos. 3" y i." del
tratado de 22 de abril, y los artículos 2 o y 3.· de los ;;.dicionales
al mismo tratado, de suerte que, al mismo tiem{lo que pasen lai-
tropas francesas el Pirineo para ocupar las provmcias "asconga-
das, aparezcan los buques de S. 1\1. B. en las costas del Norte para
proteger el triunw de S. 1\1., y desengañar á los ilusos que siguen
todavía las banderas del Pretendiente; al paso que una divlsion
de tropas portuguesas se acerque á los contines de aquel reino
con el nuestro, pronta á cooperar en caso necesario.


Esta combinacion de esfuerzos simultáneos ahorraria á la na-
eion incalculables daños, y seria al mismo tiempo el medio mas á
propósito para que la cooperacion de les augustos aliados de S. ~I.
fuese par.a ellos menos costosa y menos duradera. Estas refle-
xiones son tan poderosa&,. que no será dificil á la iJustracioll de
V. E. inculcarlas en el ánimo de ese gabinete, y con el mismo ob-j.eto, y para que los Feprcsentan!es de S. 1\1. en las tres cortes
aliadas proGedarl de comun acuerdo, comunico de real órden co-
pia de estos despachos á los ministros de S. M. en las cortes de
Lóndres y de Lisboa; siendo la voluntad de S. 1\1. que V. E. esta-
blezca con el primero las comunicaciúnes que exigen la importan-
cia de este asunto,. y la necesidad. de que reine el mejor acuerdo
y armonía entre ambos gabinetes para asegurar el buen éxito de
esta negocia.cioH.


Con lo espresado en este oficio, y con lo que contillne elosten-
sible de feella de ayer, tiene V. E. los datos suficientes para en-
tablar con aquel pulso. y detenimiento que por su naturaleza exi-
ge, sin espollerse en ningun caso á una negativa ó repulsa, que
seria tan poco decorosa al gobierno de S. 1\1., como fecunda ell la-
mentables consecuencias, por cuya razon es la voluntad de S. 1\1.
que hasta que V. E. vea allanadas las dilicultades que puetlall
presentarse, y tenga todas las probabilidades de obtener el auxilio




APENIlICE NUMERO 2.· 393
que se reclama, no presente V .. E: á ese ~eiío,r ministro de ~ego­
cios eslrangeros la nota cuyo onglllal remIto a V. E. de real orden,
para que en su caso y oportunidad la comunique á ese gobierno
en la forma acostumbrada.


Juzgo inútil encargar á V. E. que, una vez decidido el gobier-
no de S. ~1. á dar este paso por lo grave de las circunstancias y
por evitar peligros posibles, urge que se lleve á cabo cuanto antes
esta negociacion, y que ese gobierno se decida sin demora á
prestar la cooperacion solicitada. Este solo anuncio produciria un
efecto sumamente favorabl~ á la causa de S. 1\1., atajaria tal vez
las intrigas de algunos gabinetes que quieren poner trabas v obs-
táculos, y ahorraria el derramamiento de sangre en las provincias
Vascongadas y riesgos y desgracias en otras. ~Iotivos todos harto
poderosos liara que S. 1\I., atendiendo igualmente á los cálculos de
la prudenCIa y á Jos sentimientos de su corazon, desea ver cuanto
antes realizado un proyecto de que tantas ventajas se promete pa-
ra la pacillcacion de estos reinos.-Dios guarde á V. E. muchos
años. Madrid 20 de mayo de 1835.-Firmado,-Francisco Marti-
nez de la Rosa.-Señor embajador de S. M. en París. .


-----=~~=-----




EL Ml~ISTltO DE :3. ~1. EN LONlmES


AL EMBAJADOR DE S. M. EN PARÍS


SOBRE LA ISTERVE:'iCION DE LA FRANCU.


LÓlldres 4. de junio de 1835.


Ex.cmo. Sr.-Muy selior mio: en este momento ljue ~Oll I;¡~
do~ de la tarde y regreso de casa del lord Palmerstoll, tomo la
pluma para informar á V. E. de la respuesta que este gobierno da
,11 de S. M. el rey de los francescs, relativa á la cooperadon pedi-
da por el nnestro pam acaba¡' con la insufI'eccion tIc las provincias
sublevadas, y restablecer la paz en la Península, sl'~un el ohjeto
y espíritu del tratado de 22 de abril, y artículos adicionales. Dicha
contestaeion no es satisfactoria, yen verdad que no la esperaba
tal, pero al menos es eoncisa, clara, y sin dar lugar á nuevas dis-
Cllsiones, que no produeirian ninglln resullado, porque para dar-
la se ha mirado la euestio!l hajo lodos aspectos por este gahinete-.


Preguntado este gobierno [lor el de Francia, si aecediendo á
los deseos del gahinete de.Madrid, yemprendiendo la cooperaeioll,
estaba determinado á correr con ella in solidum todas las cO!lsecuen-
cias de este caso, si él acarreaba á la Francia el resentimiento \'
las hostilida(les de las tres grandes potencias, se ha respondido i)
se va á responder dentro de \Ina hora al embajador de Francia que
no; que la Inglaterra 110 cree deber correr semejante riesgo por
las razones que yo diré ;\ Y. E. mas ¡¡hajo, unas [lúhlicas ':! 11010-




APENDlCE NU~IERO 3." 395
rias, y otras que, aunque lo son para todo el mundo, no pueden
uarse sino con toda reserva.


La Inglaterra, al dar esta negativa, declara que si la )<'rancia,
entendiéndose con la España, quiere emprender esta operacion por
razones y motivos peculIares, la Inglaterra ni lo desaprueba ni
se opondrá á ello; mas que en todo caso advierte que no so
obre con precipitacion. Entretanto se aconseja á la Francia el au-
mento de su ejército, y la ocupacion inmediata de todos los pasos
de los Pirineos, para el cumphmiento del artículo 1.° del tratado,
haciendo u dicho efecto adelantar los treinta mil hombres que ac-
tnalmente ocupan la frontera; lo que no dudan aqui se hará.


Los motivos que han obligado á este gobierno á dar esta res-
puesta, son principalmente de politica interior, efecto de la posi-
cíon vacilante en que se halla relativamente al rey, al parlamento
y aun al pais mismo, pues siendo necesario en el caso de una
cooperacion completa, hecha por las tres potencias, el formar un
nuevo convenio, y presentarlo al parlamento, por hallarse esto
reunido, Jos ministros están seguros (y creo que con razon) de
la desaprobacion, no solo en la cumara de los Pares, sino en la
tle los Comunes. El gobiemo cree que una guerra l'mprendida
contra las potencias que la declarasen á la Francia para resta-
blecer á Cárlos X sobre el trono, Ó á su línea, y arrojar al que ac-
tualmente le ocupa, obtendria la aprobacion del Parlamento; pero
no para el caso presente, pues no creen suficientemente pro-
bada la necesidad absoluta de la cooperacion ó auxilio, aten-
didos los recursos de la España respecto de los rebeldes.


A esta razon muy fuerte se añade la reservada de la posi-
cion del ministerio respecto al rey, que no disimula el disgus-
to y repugnancia que le ha causado la separacion del otro, que
convenia mas á sus gustos,opinion é inclinaciones, no pudiendo
olvidar ni perdonar el modo con que le han obligado a despe-
dirlo. Seguros de que no la aprobaria S. M. R como parecen
estarlo, no es de estrañar que eviten la obligacion que la Fran-
cia pide; pues, desaprobada por el rey, seria motivo suficiente
para que ellos á su vez desocupasen los puestos, y para esto es
menester que cuenten con la opinion de su partido.


Por de mas será, pues, el entrar á discutir sobre lo acertado
ú desacertado de esta respuesta, porque cuanto se pueda decir
sobre ella no produciría la menor alteracion; y cuanto se ha dicho
por 1\11'. Villiers y por el coronel Wylde (sin contar con nuestras
esposiciones) sobre el estado del ejército, y la necesidad indispen-
sable de una fuerza estrangel'a muy fuerte que intervenga pron-
tamente para restablecer la paz, sopena de ver disueltos y rotos
lodos los lazos sociale~, v las consecuencias horribles de esta diso-
lucíon con tanta fuerza: como lo hace presente MI'. Villiers, no ha
movit.lo a este gabinete á condescender con la demanda de la Fran-
cia, y de la nuestra crea V. E. que cualquiera otra esposicion será
inÍltil y no producirá efecto alguno.


Para que V. E. esté informado sin pérdida de tiempo, y lo mis-




396 .\.NALES DE ISABEL ll.
mo el gobiel'llo, de esta determinacion, despacho el la corle ¡;;auan-
¡Jo horas, al correo de gabinete don Francisco Sanz, suplicando
el V. E. al mismo tiempo que lo detengan lo menos posible, pues
mañana diré á V. E. con a]iTuna mas detencion cuanto la falta de
tiempo me obliga á omitir ahora; y que son solo particularidades
sobre el asunto principal, pero que no alteran nada la posicion en
que nos va á dejar esta respuesta.


Hios guarde á V. E. muchos años. Lóndres 4, de junio de 1835.
-firmado.-Miguel Ricardo de Alava.-Excmo. señor duque de
Fflas.


EL MINISTRO DE ESTADO AL MINISTRO DE S. M.
EN PARlS.


SOBRE QUE INMEIHATAMENTE SE PASE NOTA AL GOBIERNO


FRANCES PIDIENDO LA COOPERACION ARMADA.


Junio 9 de 1835.


Excmo. Sr.-He recibido los despachos de V. E. señalados con
los números 377, 380 Y 381, cuyas fechas alc.lUzan hasta 30 de
mayo último .


. S. M. se ha enterado detenidamente de cuanto V. E. mani-
fiesta en ellos, tanto respecto del espíritu é ideas que se notan en
las columnas de los periódicos de esa capital, tratando de la cues-
lion española, como de las diligencias' que V. E. practicaba para
llevar a efecto las órdenes que se le comunicaron referentes á la
negociacion emprendida para solicitar la cooperacion de la Francia
en virtud del tI'atado de 22 de abril. y tengo el gusto de participar
á V. E. que la augusta reina Gobernadora se ha dignado apro-
bar toda la conducta de V. E. en este importante negocio, mos-
tralldose muy satisfecha del infatigable celo que V. E. emplea
tln el cumplimiento de los gra\'Cs encargos que se confian á su
lealtad y acreditadas luces.




APENDlCE NU~lERO 3.· 397
El número 381 en que v. E., con motivo de las insinuacio-


nes que le hizo el lord Granville á su llegada á esa, espone
las dudas que le ocurrian, relativas á si debia dar curso des-
de luego á la nota (cuyo bosquejo remitió á V. E. mi antece-
sor) para reclamar el cumplimiento de las obligaciones que con-
trajo la Francia en el tratado de 2'2 de abril, Ó si seria conve-
niente esperar que el gabinete inglés esplicase mas claramente
sus disposiciones de la cooperacion francesa, ha debido llamar mas
especialmente la atencion de la reina Gobernadora.


En efecto, de su órden han sido consultados los consejos de
Gobierno v de señores Ministros, dándoles conocimiento del despa-
cho de V. E.; y S. M., de conformidad con el dictámen de ambos.
se ha servido resolver que, aprobándose, como S. 1\1. aprueba, la
prudente circunspeccion de V. E. en tan delicado negocio, se or-
dene á V. E. que sin dilacion proceda á formalizar la negociacioll,
pasando uua Ilota oficial á ese señor ministro de Negocios estran-
geros, al tenor del bosquejo que obra ya en poder de V. E., y que
al mismo tiempo se comuniquen las órdenes oportunas á los repre-
sentantes de la reina nuestra seilOra en Lóndres y en Lisboa (co-
mo lo verifico, remitiendo por el estraordinario • portador de estr,
pliego, al general Alava una copia del presente despacho) para que
reclamen en la misma forma que V. E. de aquellas dos potencias
signatarias del tratado de 22 de abril el aUXIlio que respectiva-
mente se obligaron á prestar á la España.


Enterado, como lo está ya V. E. o por las instrucciones de mi an-
tecesor, de los poderosos y urgentes motivos que obligan á S. M.
á reclamar la cooperacion de sus poderesos aliados para consolidar
la paz interior de estos reinos, y para apagar el fuego (le la rchr·-
!ion que arde en las provincias del Norte, asi que de las justas es-
peranzas que S. M. funda en la buena fé y la puntualidad con que
las potencias aliadas acudirán á cumplir las estipulaciones de un
tratado solemne, se hace escusado que las reproduzca yo á V. E.,
y por tanto me limito á manifestar á V. E. que la mudanza ocur-
rida en el ministeri6 por dimision del señor l\farlinez de la Rosa
en nada varía la marcha del gabinete español respecto á su políti-
ca esterior, pues S. M. está Illvariablemente resueIta á seguir la
línea de conducta franca y noble que ha emprendido, contando
siempre con la cooperacioll y auxilio de sus augustos aliados, para
consolidar el trono de su augusta hija, y á su sombra restablecer la
paz en toda la estension de fa monarquía.


Dios guarde á V. E. muchos años. Madrid 9 de junio de 1835.
-Firmado.-EI conde de TOl'eno.-Señor embajador de S. M. en
París.




MEMORANDUM


DEL EMBAJADOR DE ESPAÑA EN PAR]S.


TRATA,,"DO DE PROBAR AL GOBIERNO FRANCES QUE ERA L],E-
GADO J<:L CASO DE {,A COOPERACION y LA NECESIDAD DE
QUE LAS TROPAS FRANCESAS OCUPASEN LAS PROVINCIAS
YASCONGADAS.


París 8 de setiembre de 1835.


,.,PÉNDICE NIJMERO 01. 0


La cuestion española lal como se presenta en el dia ha dejado de
ser, aun para las potencias que no han reconocido á la reina doña
Isabel n, una cuestion de sucesion, puesto que en su esencia y
consecuencias es puramente monárquica.


La reina Gobernadora, deseando contraponerse it las ideas abso-
lulistas de los partidarios del Pretendiente, y sobre todo contra-
restar toda faccion revolucionaria que intentase proclamar la in-
practicable Constitucion de 1812. otorgó el Estatuto Iteal, fundado
sobre las antiguas libertades que gozaban las diferentes coronas
de España reunidas por el enlace,de Jos Iteyes Católicos. S. M. la
reina Itegentejuntó las Cortes bajo la base sancionada, y no rehu-
só dar su sancion soberana it aquellas leyes que eran favorables á
la causa pública, y aun espontáneamente propuso algunas que so-
lo eran consecuencia de sus maternales deseos. acreditados desde
el fallecimiento del rey don Fernando. .




APEND1CE NU"IERO 4.." 399
Entretanto que S. 1\1. dedicaba sus desvelos al bien proc(\mu-


nal dcl reino, la faccion del Pretendiente, favorecida por la loeali-
ciad del terreno y rudeza de los habitantes de las provincias suble-
vadas, se engrosaba en númcro, y acostumbraba á los combates
contra las tropas de doña IsabellI. S. M. en aquellas circunstan-
cias mandó toda su fuerza militar contra unos pueblos que com-
batian, ya por la seduccion de sus gefes, ya por conservar privi-
legios ominosos al resto de la monarquía, siendo de notar que las
provincias sublevadas son las únicas en España que, á pretesto tle
su~ fueros, protestaron en 1713 contra la esclusion de las hembras.


+ para reinar en España, ó sea el informe é ilegal auto acordado de
:Felipe V. lA tal punto ciegan las pasiones cuando la ambicion ó
los intereses parciales son el móvil de las acciones humanas!


El gobierno de S. 1\1. C. creyó haller llegado el caso de pedir
el entero cumplimiento del tratado de 22 de abril, no porque juz-
gase que sus reales armas fuesen insuficientes para vencer á los


.cal"listas, siuo porque previó que lo desguarnecidas que queda-
ban las provincias fieles á su soberanía pudiera facilitar á los re-
volucionarios demócratas el poner en agitacion el reino: S. M. sa-
bia tamllien que, hermanados estos r afiliados en sociedades secre··
tas con los que existen en otros paises de Europa, podrian com-
prometer, no solo la dignidad de su trono, sino tambicnla de los
soberanos sus aliados, y aun la de los monal'cas que no eran sig-
natarios del tratado de la cuádruple alianza. Razones que no son
de este lugar hicieron que se negase la cooperacion armada, y su
negativa fué el grito de alarma ó toque de general;¡, para que los
revolucionarios de España alzasen la bandera de rebelion.


Constitucion de 181'2, federalismo, demagogia, todo ha sido
puesto en accion por ~entes ambiciosas ó pérfidas, que la pr('srn-
cia de un pueblo obediente y mas circunspecto que ellos ha con-
firmado con su indiferencia la opinion que tenian de él los hom-
bres honrados que deploraban tantas calamidades.


Asi, pues, puede repetirse que la cueslion española no es ya
eueslion de sucesion, SIllO cuestion monárquica, que tiene el apo-
yo de la fuerza numérica de una nacion tan fiel á sus reyes como
la española, y el voto de los hombres de bien que lienen que per-
der, y que por lo tanto se hallan fraternizados en sentimientos con
todos los que se hallan en igual situacion en los demas paises de
Europa.


La vecindad de la Francia y las antiguas relaciones de ambos
paises, las contínuas comunicaciones, y las dos veces que sus
ejércitos han hecho mansion en España, hacen que los intereses
hien entendidos de ambos pueblos, y la conservacion de los dos tro-
nos actuales se hallen muy comprometidos, siempre que'las teas de
la discordia ó la cuchilla de la anarguía se alzase en cualquiera de
los dos paises. Bajo este punto de vista parece debe mirar la Fran-
da la actual situacion de la Península, ya que tiene la fortuna de
1111/\ el cetro de S. M. Luis Felipe pouga á raya las faccione~ revo-
lucionarias que al otro lado de los l'irineos alzan la cabeza contra




400 ANALES ])E ISAllEJ. JI.
una menoría real, á favor de las pretensiones de la usurpacíon, ó
quizá de acuerdo con ella.


Al punto que han llegado las cosas, cuando la unidad y el deco-
ro de la corona de eárlos 111 se halla desmembrada y ofendida por
pl'etensiones ilegitimas por un príncire de su sangre, y por las vio-
lencias de un partido tan enemIgo de trono de doña Isabel 11 , como
de cuantos eXIsten en el universo, parece haber llegado el caso de
que una nacion vecina, poderosa y aliada de S. ~L e., acuda á sos-
tener la corona en sus sienes, y á facilitar con su auxilio el que
las armas de S. M. se hallen libres para correr á los puntos ó pro-
vincias donde se profana su augusto nombre, y se entroniza la in-
surreccion.


Tan poderosas razones deben convencer al gobierno de S. 1\1.
el rey oe los franceses, de la conveniencia de que una fuerza mi-
litar francesa ocupase las provincias Vascongadas, á fin de que,
ahuyentada por este medio la faccion carlista, llegase á desapare-
cer, y por lo tanto el ejército español se hallase en estado de com-
batir l.1 anarquía en las demas provincias de Espalla; pues si en
Madrid una guarnicion de tres mil hombres escasos ha podido res-
tablecer el órden en el mes de agosto pasado, y el gobierno ha te-
nido tanta fuerza que ha desarmado lres batallones sublevados de
la milicia urbana, no puede caber duda en que si hubiera guarni-
cion en otros puntos no se verian las juntas insul'I'eccionales de al-
gunas provincias mandando descaradamente y di.sponiendo delos fon-
dos públicos, ni tampoco en las calles y plazas tropeles de asesinos
y de incendiarios perpetrando impunemente el roLo y el asesinato.


La cuestion que forma la base de este memorandum tiene ya
tal importancia, que es para el trono de doña Isabel 11 cuestion de
vida ó de muerte, y no para que suceda á S. 1\1. en la monarquía
española este ó el otro príncipe, sino para que el cetro español se
vea destrozado por una Caccion revolucionaria europea que ensaya
sus fuerzas en España, porque lucha con una menoria real debili-
tada por pretensiones del que, si considerara los males que causa
con ellas á la dignidad Real, se apartaria de un camino que, aun-
que le híciese Ilegal' al logro de sus deseos, no le cOMtituiria un
trono mas seguro que el de su augusta sobrina que trata de derri-
bar. Si el obstinado príncipe llegase á convencerse, como pudie-
ra probársele, que muchos que toman su nombre quieren destruir
su poder despues del triunfo; y si el pueblo español se convencies,e
igualmente de que muchos de los que proclaman lihertad, Consti- •
tucion de 1812, derechos del hombre, etc., son agentes de la usur-
pacion, y que se hallan muv en acuerdo todos ellos para destruir
la monarquía, cualquiera que fuera el monarca, pronto so resta-
bleceria la paz de la Península, pues Ilon eárlos renunciaria á su
empresa, y el cetro de la reina doña Isabel, sostenido por la opi-
nion del convencimiento, caeria sobre los revolucionanos demó-
cratas. Empero la espantosa calamidad q,ue aflige á España ha sal-
yado el Pirllleo, y ya que el sangriento )3cobilllsmo no puede al-
zar los puñales contra los retirados cenobitas, como ha sucedido




APENDlCE NUMERO 4.° 401
en Espaiía, en las calles de París, al' frente de una guardia nacio-
na) tiel y numerosa, y llUrlalldo la diligencia de un gobierno tan
ilustrado como justo, ha buscado por abrigo una casucha para
amarrar unos viejos caiíone, tic fusil á una mala laula, y aten lar
contra la vida tic un rey que hacc la felicidad de sus pueblos, y de
unos príncipes que por sus virtndes presentan tantas esperanzas
de ventura á los paises quellegueu á gouernar, ya por su derecho,
ya por los enlaces que cU!ltraigan, Mas á qué punto ha llegado el
cncono contra la mUllarqUJa, puede verse en que en el atentado
del '28 de julio no es una venganza personal la que armó á un
asesino para deshacerse del rey y de los príncipes, sino que puede
decirse (Iue Fieschi era el asesino dc la humanidaJ en masa, pues
que tiraba sin discernimiento sobre eIJa, para destruir la monar-
quia. Ejemplo que quedará cOIl5iglJ~d~ en I~ historia para 'probar
basta donde ha llegado en el SIglo XIX el OdIO contra la dIgnidad
real.


Pues si el 'liS dc julio, cuando apenas habia noticias de los asc-
sinatos de IteLls, y que se temian algunos otros, se ha visto con
tanto escándalo atcntar contra la vida de S, 1\1. el rey de los fran-
ceses, ¿que no podra l'sperarse cuando la reyolucion anarquica se
haya sentado de firme en todas las provinci;:s de Espaiía? ¿qué no
podrá esperarse cuando 105 revolul:ionarios españoles se hayan
perfeccionado en la perfidia con las lecciones de torlos los que acu.
den á la Península, y con las de los prófugos del proceso de abril
de los cuales se sabe que alguno ha acaudillado los grupos qu~
asesinaron al general Bassa en Barcelona'¡ Las sociedades secre-
tas se hallan minando todas las sociedades políticas, y con mucha
lilas facilidad siguen su camino en los paises en donde la beneti-
cencia de las leyes protege la libertad individual, y la espresion de
la opinion púb~ica interpretad,a las mas veces por las pa~iones; pe-
ro en España ejerce un Impeno mas poderoso por las Circunstan-
cias en que se halla el pais y la índole de su gobierno de tutoría ó
regencia. A semejantes daños, solo la l·'rancia se halla en el caso de
hacer frente. U na nacion donde el Haludable justo medio no es un
ente qui~é~i~o ó teórico, ~ino ,un ~e.r que tie!l~, por decirlo asi,
existenCIa flsICa, que debe a la JustICIa y prevlsIOn de su rey á
los intereses públicos, á la industrin, á la agricultura, á la ilustr'a-
cion, á la administracion departamental, á la opulencia de su ha-
cienda, á la disciplina de su ejército y á la perfecta organizacion
de la guardia nacional, es á quien corresponde tender uu brazo de
salvacion al trono de S. M. e, y al poder de su augusta madre: y
salvando el trono español, será la l·'raucia la que preservará á to-
dos los demas de Europa de los embates de la democmcia anárqui-
ca que quizá aguarda completar su triunfo en Madrid para triun-fa~ en otras partes. No se trata para conseguir tan sagrado fin de
una espedicion que debiese ocupar toda la Península: bastaria que
una fuerza militar proporcionada al objeto ocupase las provincias
Vascongadas y Navarra, at10yada en las plazas fronterizas de las
mismas que las tropas de S. M. la reina conservarian ó partirían


TOlUO II. 26




402 A~ULES DE ISABEL 11.
su guarnicion con la fU!l'll auxiliar de la que un tratado particu-
lar podia arreglar el modo y compensaciones,


La caus~ de la justicia, la causa, de la humanidad, ~la causa de
la monarq~la reclaman la, cooperaclOn armada de la lirancia, y los
fusiles carlistas que continuamente hacen fnego sobre el puente
de Behobia, y:i. que ha tenido que contestar repetidas veces el ca-
ñon francés, reclaman el que la bandera tricolor aleje de las fron-
teras francesas el ruido de la guerra, lanz:lndola al otro lado del
Ebro para que las tropas de la rein~ acaben con las fuerzas del
Pretendiente Y puedan enfrenar las pasIOnes revolucionarias.


Si la }'rancia desoye la voz de la verdad en esta ocas ion si no
se asombra al ver el abismo que se halla abierto á la linde de sus
fronteras; en una palabf¡l, si no acude á la dcfensa del trono de la
reina doña IsabellI, la l<'rancia en esta cuestion de vida ó muerte
para la monarquía, á mas de Ios peligr~s lllle la amenazan para en
adelante, queda responsable a la posterIdad de todas las calamida-
des que van á caer sob~'e una na~ion vecina y aliada suya, y de
todas aquellas que cornendo el tiempo trastornaren á la Europa
entera em?eñándola en guerras y revoluciones, cuyo fin no verá
la generaclOn presente ni tal vez la venidera.


París 8 de setiembre de 1835.


EL MINISTRO DE NEGOCIOS ESTRANGEROS AL
EMBAJADOR DE S. M. C. EN PARÍS,


CONTESTANDO AL MEMORANDUM DE ESTE DE 8 DE SETIElWlRE
DE 1835.


Setiembre 15 de 1835.


El gobierno del rey ha tomado en séria eonsideracion el memo-
randum presentado por el señor embajador de España, con el ob-
jeto de probar la conveniencia "'t la necesidad de una ocupacion de
tropas francesas en las provineJas Vascongadas, El gobierno no ha
bailado en los argumentos en que se funda un motivo suficien-
te para acceder a lo que ha nerrado hace tres meses con mo-
tivo de una peticion semejante. El tratado de '2'2 de abril de 183i,
y los artículos adicionales de 18 de agosto, tienen únicamente por
objeto, en lo perteneciente á España, el impedir las tentativas del
Pretendiente contra el trono de la reina Isabel. No puede decil'se
que la cooperacion indirecta acordada con este fin á las tropas de




APENDICE NUl\IERO 4.0 403
S. M. C. por sus aliados haya sido ineficaz. En efecto; bien
sea que la naturaleza del terreno y la situacion particular de
las provincia,; Vascongadas ha)'<111 permitido al Pretendiente el
prolongar ha,ta hoy UII c,;tado do guel ra, que puede que no ce-
da ~illo ron la ¡¡c('ion del tielllpo, s('clllldadl! por un. conju!lto de
melhrlas hal¡de:i y pnHlpnle,;, es hoy en flirt tamblen eVIdente
que e"te. príl\cipl~ abla(]o dc lodo a¡lüyo est~rior y reducido. á
sus propios recur,;()~ que se agolan de (lia"M~Ia, no esl;\ en POSl-
don de intentar nill,~lIn golpe decisivo, y que no podrá sin es-
pOllerse Ú Hila ruina casi segura salir del estrecho círculo ~n
que pp,lp,a (IHince meses hace. Su presencia en España es, SIl1
duda alguna, el origen de muchos desastres particulare~, pero no
amenaza de manera alguna la existencia del gohierno de la Reina.
En este estado de co,;as, hoy menos que nunca es la oeasion de
una determinae:ioll l:ln gravc: tan fecunda para los dos paises en
conseeuencias c;¡,.;i incalculables como seria el mandar un ejército
frantés al territurio c,;pafio!. Esto manifestado, el gobierno no se
ceñirá de la manera mas in(lircda á las estipulaciones convenidas
el 3110 último, no seria sino separ~ndose dc estas estipuladones
relativas únicamente ú don C;¡rlos que puniera hacérselo aplicable
á una clase de hechos que los negociadores eiertamente no pre-
vieroll. No es, pues, admisible esta interpretacion: los intereses de
la política francl'sa, los de la nacion española, tan celosa por su in-
dependencia, y tan contraria á tocIa mezcla de estrangeros en sus
asunlos interiores, rcclwzan igualmente un sistema semejdnte, y
el gubierno frances eree (Iue seria desconocer sus intereses en lo
mas esencial el dar á las c ilusulas del tratado de 22 de abril la es-
tension indicada en elmeuwrallllulll de S. E.


Aprovecho, etc.




~IANIFIESTO DE MENDIZABAL.


... PE~Dl~E l'U¡UERO :P.o


SEÑOUA:
Doce años he vivido ausente de la patria, y cn medio de lanlos


acontecimientos COIllO me rodearon uo pasó un dia sin que mi me-
moria y mi corazon 110 formasen un voto ardiente por la felicidad
de es la misma patria.


Si asoLÍarlo a la empresa sublime de IIn príncipe p;rande é ilus-
trado, la causa de la humallidad cntnl'a nll' hacia celebrar con en-
tusiasmo los triunfos que sent!lrOn en el trollo de Porlllgal á su
augusta hija la rcina fiddbill1,l, mi alma se Cll1fji'llaha de gozo al
contemp!al' en ellos un presagio, ó mas bien Hil [)reeur';ür, de olra
suerte no Illcnos venturosa para mi pais.


V. l\I. se dignó l1omhrai':nc p;1r.1 dr,;l':l1pciíar el ministerio de
Hacienda, y me ill1puso asi linos deberes, ya que no superiores á
mi resolucion y buena voluntad, muy e;;pilloóos y graves en las
circunstancias en que!'e ha!la el Est'ldo. La illillensillad del peso
hubiera Jlodido acobardarme, si de ulla parle 110 me e,tilllulara la
gratitud ;·1 la real cOlJfianza (it) Y .. \1., Y de ülra 110 lllU infundieran
nliento3 las .-irtucles y el palriotismo de tanto,; hombres elllinentes
y distinguidos, que 50il el ornallwnt() y la,; e';JlI~rallz:¡s de Espaiía.


Dcdiquélllc cntoncc,: con aran al arrc~;I() de lo:; llJuy importan-
tes negocios que, enlazados con el cródilu y bicnestar del reino
vecino, se hallaban puestos ú mi cuidado ¡wr el gobierno de S. M.
fid~lísill1a, y al fin logró concluirlo." oi !lO eOll la !mwcrlad que
deseaba, con toda la a¡;tiVIdad tlue fué pusilJlc.


Pisé, p:)r lln, Sejjora, el ,Ilplo amado de h patria; y con fran-
queza lo con tieso ;1 V. 1\1., por primera vez de llna vida no i1COS-
tumbrada a cedo)' al le:llor Ili al sulm'3alto, CIIllOLÍ delltro de mí
mismu qlle \¡15 diticulLades habian erecidlJ ha:;ta lal punto, (jlle tu-




APENDICE NUMERO 5.0 405
das mis fuerzas no bastarian para sobrellevarlas. Hombres de bien,
de virtud, sin mancha; cuantos me han saludado á mi regre-
so, todos á portia hall intentado per~uadirme que mi sobre-
cogimiento no se ajustaba con la o/)inioIl pública ni con lo que
ella se prometia, JIIas ljue de mis uees, de mi celo y de mi an-
ligua decisioll por la "allla causa que está defendiendo España,
la causa del trono de Isabel 1I y de las leyes fundamentales, en
que descansa la úllica y \erdadera libertad.


Gratos y de consuelo podian ser tales anullcios; pero la voluntad
de V. 1\1. acabrí de triunfar de mis temores. Yo he oido de su au-
gusta boca que se halla resuelta á formar un ministerio que sa-
tibfaga las necesidades legítimas del pais, que quiere no se pier-
da un momento en dictar con lino y ejecutar con acierto todas
las medidas que sean oportunas para calmar las pasiones, reunir
y conciliar los ánimos, eslinguir las discordias y hac!'r que la ~·o­
luntad de los ('spaiioles sea una, y esta la de salvar y hacer feliz y
poderosa á su patria. Las bendiciones del pais, acompañadas de
lágrimas de placer, recibirán estas medidas de ventura, á que es
tan acreedor el leal y magmmimo pueblo español.


Constituido un ministerio compacto, fuerte, bomogéneo, y so-
bre todo responsable, que se robustezca con las simpatías y el apo-
yo de la representacion nacional, el gobicrno de V. M. habrá de
dedicar simultánea é incansablemente sus conatos y tareas á po-
ner breve y glorioso fin, sin otros recursos que los nacionales, á
esa guerra fratricida, vergüenza y oprobio del siglo en que vivi-
mos, y mengua de la voluntad de la nacíon; á fijar de una vez y
sin vilipendio la suerte futura de esas corporaciones religiosas, cu-
ya reforma reclaman ellas mismas Je acuerdo con la convenien-
cia pública; á consignar en leyes sabias lodos los derechos que
emanan y son, por decirlo asi, el único y sólido sosten del régi-
men representativo; a reanimar, vigorizar, ó por mejor decir, á
crear y fundar el crédito público, cuya fuerza asombrosa y cuyo
poder lIIágico debe ~studiarse en la opulenta y libre Ingla!erra; y
en pocas palabras, a procurar y afianzar con las prerogatIvas del
trono, los derechos y los deberes del pueblo; porque sin este equi-
librio es ilusivatoda esperanza de pública felicidad.


Eslas leyes levanlarón y dar~n concluido, segun lo ha prometi-
do V. M., el magesluoso edilicio de nuestra libertad lega!' yeleva-
rán la nacion á aquel grado de gloria, de grandeza y tIc poder que
la Gran ll.·claña debe á los principios consignados en su Carta mag-
na y en su celebrado biU de derechos. Solo de este modo, Señora,
puedo arrojarme al árduo desempeño de la inmensa obligacion que
he contraido; y solo sometiéndonos todos al imperio sanlo de las le-
yes, y sin mas esfuerzos que los exigidos por ellas, podremos decir
muy pronto: "La patria se salvó, y con ella el trono de Isabel 11 y
sus garantías legales.»


Madrid H de setiembre de 183B.-Señora.-A L. R. P.
de V. 1\1. con el mayor respeto su mas obediente y fiel servidor,-
Juan Alvarez Mendizabal.






INDICE DEL TOMO 11.


LInUO TERCERO.


Discusiones y rlecision sobre el proyecto de ley de Hacien-
da.-Reconocimienlo dela deuda estrangera y autoriza-
cion para cUlItralur un empréstito de iOO millones.-Ne-
góciase este con la casa de Ardoin. - Discusion del proyec-
to de ley tle milicia urbana.-Apruébase este proyecto
de ley.-Fisonomía de las Cortes de 183i.-Proelama tle
:Mi lIa.-nloqu,~o {le Elizondo.-Encucnlros de Espartero
con Villa real y Castor.-Operaeiones tle Córdova.-En-
Ira un convoyen Pamplona.-Zumalacárregui sitia y
toma a Villafranca.-Brillilnte defensa de 108 urbanos
que la guarnecian.-L1auder reemplaza á Zarco del Va-
lle en el ministerio de la Guerra.-Sale I\lina de Pam-
plona en persecucion tle Zumalacarrpglli.-Combates de
Sorlada y Unzué.-Parle Córdova á 1\1adrid.-Estado de
las bandas carlistas en varias provincias de España.-
Accion tle Ormaistegui.-Accion de ArqUljas entre Lo-
rellZO y Zumalaeárregui.-Sflblevaeion militar en Ma-
drid y muerte del general Canterác.-Vivas interpela-
ciones en ambos Estamentos.-Deja Llauder el ministe-
rio de la Guerra, y le reemplaza el general Valdés.-
Toma de los Al'cos.-Aeeion de Ciga.-Silio y toma de
Il'urzun y Echal'ri-Aranaz.-Aballdono de Olozagoitia.
-Ataque de Eraso contra Bilbao.-Combate de Monle-
jura y Arroniz.-Sale Córdova de Madrid al frente de
una division.-Petieion de sesenta diputados para que
saneiolle la reina la ley de :Milicia Urbana.-Al'tíelllo
adicional propuesto por el ministerio._Parle Valdés pa-
ra las provincias del Norte.-Dimision de Mina.-Llega




408 INDICE.
Cabrera al cuartel general de Zumalacárregui.-Conre-
reneia eo'n los gefes carlistas.--Regresa á Aragon.-Pri-
sion y muerte de Carnicel·.-Córdova fortifica á Vitol·ia.
-Obliga á los carlistas á levantar el sitio de ~Iaestú.
-Preparativos de campaña.-Accion de las Amc~coas.
-Tratado de lord Elliot.-Interpdacion~s en las Cor-
tes. -·Agitase la cueslion de la inrcrvencion estrangera.
-Nuevas interpelaciones. - Tentativas de asesinato
contra Marlinez de la Rosa.-Proposicion de Caballero.
-Precaria situacion del ministerio.-Ciérranse las Cor-
tes.-Solicítase la intervencion de los aliadOS.-Contes-
tacion de la Francia.-Mudanza minislerial.-Zumala-
cárregui toma varias plazas y Valdés abandona otras.-
Sitio de Bilbao.-Muerte de Zumalacál'regui.-Accion
de l\lendigorría.--:Alborotos de Zaragoza y Reus.-Ama-
gos de conflagraclOn general. . . . . . . . . . . . . .. 1


Discurso que en la sesion de 2~ de octubre de 183i, debió
pronunciar el prócer don Javier de Burgos, etc., etc.--
Apéndice al libro tercero. . . . . . . . • • . . . . . . . la7


LIBRO CUARTO.


Graves desórdenes en Barcelona.-Asesinato de treinta y
dos (railes.-Quema de varios conventos; de la fabrica
de tejidos de Bonaplata y de los papeles de la policía.-
Muerte desastrosa del general Bassa.--Formacion de una
junta gubernativa.-Pastors , presidente de ella.-Deja
el general L1auder el mando militar de Cataluña.-Tu-
multos. quema y suprcsion de conventos en Igualada,
Vich, Léncla, Gerona, Montblanch, Valls. )<'alset, Tarra-
gona y otros pnntos del Principado -Esliéndese este
movimiento insurreccional á las islas Baleares y á las
pt'ovincias de Valencia, Zaragoza y Murcia.-Escursio-
ne' de los earlistas.-Estado de Madrid.-l)ificil y pre-
caria situaciotl del ministerio.-Actitud amenazadora y
exigencias de la milicia urbana.-Tentativas de eoncilia-
cion hechas por el general Quesada.-Mediacion de don
Vicente Bertran de Lis.-Toma Quesada el mando de
la capital.-lIando de Latre.-Desórdenes en Valladlllid,
Millaga, Salamanca y otras ciudades del reinó.-Juntas
revolucionarías en Andalucía.-EI princi[le de Anglona
deja el mando de la capitanía general de Sevilla al mar-
qués de la Concordia.-Juntas del }<'errol, Badajoz; la Co-
ruña , Pontevedra , Lugo , Orense , Palma de Mallorca,
Valencia, Barctllona y casi todas las ciudades de Espa-
ña.-Salida de Pastors de Barcelona.-E~cesos cometi-
dos en Igualada, Gerona, Rosas y Lérida.-Llegada de




tNliiéE. 409
la leglon auxiliar tráncesa a España.-Movimientos del
gefe carlista Guergué en el alto Aragon yen Cataluña.
-Llegada y dcsembarco de las tropas auxiliares ingle-
sas. -La division anglo·hispana á las órdenes del general
Evans ataca á Hernani.-Infructuoso resultado de este
ataque.-B1oqlleo dc Bilbao.-Aeuden tropas de San Se-
baslian y de otros punlos y ohligan ;í Marolo á levantar-
lo.-Medidas dc Toreno contra las juntas revoluciona-
rias formadas en toda España.-Dejan el duque de Ahu-
mada y Alvarez Guerra sus respeclivos nllnisterios.-
Reemphizanlos el duque de Castroterreño y don Manuel
de Rivaberrera.-Don José Sartorio nombrado ministro
de l\lal'ina.-Nuevos actos de rebelion de las juntas de
las provincias contra el gobierno de Madrid.-Multiplí-
canse las bandas carlistas en Cataluña, Valencia yel
bajo Aragon.-Esfuerzos combinados de Gurrea y Pas-
tors contra el Ros de Eroles y Gucrgué.-Correrías y
operaciones de Cabrera y de Quilezell el bajo Aragon.
-Aparicion de nuevas partidas ctlrliSlas en las provin-
cias del Centro y del Noroestc de España. -Actitud
agresiva del ejérciro vasco·navarro.-Mcndizabal nom-
brado ministro de Hacienda.-Pormenores de su viage
desde InRlaterra por Francia, el Norte de España y Por-
tugal.--Crisis ministerial.-Caida de Toreno. • . • •• 161


LlllRO QUINTO.


Advcnimiento de l\lendizabal al poder.-Su m:mifiesto.-
Observaciones sobre las disposiciones contenidas en él.
-El general Alava, ministro de Eslado.-Gil de la Cua-
dra, del Interior.-Sucédele don Marrin de los Beros.-
Mina, capitan general de Cataluña.-Espinosa, de Sevi-
Ila.-QUlroga, de Granada_-Palafox, de Aragon.-Car-
ratalá, de Valeucia, y Rodil de Eslremadura.-Latre sale
de Valencia para detener el paso á la division mandada
por las juntas de Andalucía.-En Santa Cruz de Mudela
se le pasan sus tropas ¡'¡ los insurrectos.-Vuélvese solo
á Madrid con algunos ofic.iales.-Tumultos en Valencia.
-Almodóvar, salvado por Fuster.-Dcportaciones y des-
ticrros.-D~crelo de creacion ele las diputadones provin-
ciales.-Almódovar, ministro de la Gllerra.-Gomez Be·
cerra, de Gracia y Justida.-Convócanse las Cortes para
e!. dia 19. de nOYiembre.-DiSIJ~'lvens . untas.-
"\ Iva reSistencIa de olras, y en'. Má-
laga, Granada y ~aen.:-:Aclitl) .. '. .d ""as
en la Mancha -DISposlclúnel'iA1e a na.,
Progresos de los carlislas.-'fra- . generaL. l!ÜoI:r-
plicadas y cnérgicas dispOSléiÓ~.~ .:M~:d~Z?l'í~~. p~~


,.; . -~ .. '. .
'¡ . ..; .~, .~.. !


.... I ..... ~. ".




410 INDIGE.
poner fin á lá guerra civil.-Empréstito forzoso.-Dona-
livos.-Reemplazo de empleados.-Quinla de 100,000
hombres.-Junlas de armamento y defensa,-Disuélvese
la junta c.enlral de Andalucía, establecida en Andújar.
-Sucesivamente se disuelveu tambicn las de Granada,
Almería, Jaen, Barcelona y Málaga.-Inercmentü y ac-
titud amenazadora de las bandas carlistas en la Mancha,
Galicia, y las prvvincias todas de la antigua corona de
Aragon,-Prision del conde de España eri la frontera
franccsa.-Llegada de Mina á Cataluña.-Su proclama
del ~¡¡ de octubre,-Modificaciones importantes hechas
por don Cárlos en los gefes y comandantes de sus divi-
siones del Norte.-Movimientos de Córdova, Espartero v
Evans,-Reunion del infante don Sebastian con el Pre::"
tendiente en el pueblo de Echarri-Aran3z-Disposicio-
nes de las juntas de armamento y defensa.-Alborolos y
asesinatos en Man3cor,-Estado deplorable de la admi-
nistracion.-Proyecto de tratado de comercio con Ingla-
terra.-Posicion de Mendizabal. ... , • • . . . . • •• 263


APENDlCES.


Número 1.°-Real decreto autorizando al ministro de Ha-
cienda á contratar Ull empréslito de -í00 millones de rs.


Numero 2°-El ministro de Estado al embajador de S. M.
eu París, sobre que se manifieste al gobierno francés las
inten~iones de la reina de pedir su ayuda y cooperacioll.


Número 3, "--El ministro de S. ~I. en Lóndres al embajador
de S. M. en París, 50bre la intervencion de la ~'rancia .•


Numero 4."-Memorandum del embajador de España en
París, tratando de probar al gobierno francés que era
llegado el caso tle la coopet'acion y la necesidad de que
1;15 tropasfrancesas ocupasen las provincias Vascongadas.


Número 5.u-Manifiesto de MendizabaI. .••.••••.•


FIN DEL TOMO SEGUNDO.


369


383


39i


998
~Oi