OBRAS
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OBRAS
№ JUAN DONOSO C O R T E S


MARQUES EE VALDEGAMAS,


ORDENADAS Y PRECEDIDAS DE UNA NOTICIA BIOGRÁFICA


DON GAVINO TEJADO.


M A D R I D :


I M P R E N T A D E T E J A D O . E D I T O R .


1 8 5 4 .






EL CLASICISMO Y EL ROMANTICISMO.


1.


I . A S palabras , andamio el t iempo, no sirven muchas veces para
(apresar , sino para oscurecer las ideas. Ejemplos insignes de esta
verdad son las palabras Clasicismo y Romanticismo, que signif i-
cando dos distintas civilizaciones, desarrol ladas en dos diversas épo-
cas del m u n d o , han venido á servir de ins t rumento á dos escuelas
r ú a l e s , que han alterado profundamente su significación pr imit iva.


La musa del clasicismo, para los román t i cos , es una musa que
no recibe sus colores del so l , ni sus inspiraciones del c ie lo ; una
musa á quien los afeites han robado la espontaneidad, la belleza y
la juventud : su laúd no despide aquellos sones mágicos que dil'uu-
d ' i i por el alma una suavidad delei tosa, que levantan el corazón
á pensamientos sublimes . y que suspenden los senlidos con su a r -




rebatada armonía . Como su inspiración no baja del c ie lo , no e>
bastante poderosa para dominar á la t ierra : por eso , según los r o -
mánt icos , están ya secas y marchitas en su frente las efímeras flo-
res que tejieron su corona, y que en un solo dia perdieron sus mat i -
ces, su brillantez y su perfume.


La poesía clásica, considerada por los románticos bajo el aspecto
ar t ís t ico, es la abdicación del genio encadenado con las cadenas
del a r t e ; considerada bajo el aspecto mora l , impide el desarrollo
de las pasiones mas grandiosas : considerada bajo el aspecto pol í -
tico , t iende á humillar la noble altivez de los poetas ante el orgullo
de los poderosos , y ante la vana pompa de los reyes : considerada
bajo su aspecto soc ia l , t iende á suprimir el movimiento do renova-
ción y de progreso en las sociedades humanas . Por esta razón,
cuando es didáctica , sujeta la inspiración á los preceptos : cuando
es lírica, canta el p lace r , y los goces ma te r i a l e s , olvidada de la
dignidad de las naciones : cuando es ép i ca , busca sus pe r sona je s
en las lazas aristocráticas , y en t re los altivos semi-dioses que d ie -
ron sus hechos de armas en despojos á la historia. Cuando es d r a -
mática, se complace en dibujar las fisonomías de los magnates y de
ios héroes. La poesía clásica, en fin, es la poesía d é l o s g randes , no
la poesía de los humi ldes ; la poesía de los que gozan, no la poesía
de los que padecen ; á la lira clásica le falta una cuerda , la cuerda,
dest inada á obedecer á las inspiraciones del dolor : por eso, no ha
sido inspirada nunca por los gemidos que se desprenden del cora-
zón de los hombres , ni de las en t rañas de los pueblos.


La 'musa de la poesía románt ica , para los clásicos, no es una
divinidad que levanta un trono en el Olimpo ; es una prostituta que
se ar ras t ra penosamente en el lodo , y q u e , en su loco f renes í , en
vez de cantar , blasfema. Cuando se r e p o s a , se a b a t e , cuando s?
enaltece, delira, confundiendo con la modesta sencillez la vulgaridad
impuden te , con la grandeza la hinchazón, con el fuego de las inspi-
raciones celestiales la intensa fiebre de desordenados delirios.


La poesía romántica , considerada por los clásicos bajo el punto
de vista ar t ís t ico, es una insurrección contra el a r t e . Considerada
bajo el aspecto mora l , es una insurrección contra la santidad de la>




costumbres , es la apoteosis del c r imen. Considerada bajo el a s -
pecto político , es una insurrección contra las instituciones t radicio-
nales de los pueblos. Considerada bajo su aspecto socia l , es una
insurrección contra la autoridad públ ica ; es el h imno que entonan
en el (lia de su venganza las musas populares. Por esta r a z ó n ,
cuando es didáct ica, suprime las reglas del buen g u s t o , c readas
por Dios , encontradas por los sabios y sancionadas por los siglos :
cuando es d ramát ica , arroja sobre la escena fisonomías pat ibula-
rias, monstruos que nuestra imaginación apenas alcanza á concebir,
y prostitutas que pasan á nuestra vista como desenfrenadas v a c a n -
tes , con la l iviandad en sus ojos y con el Tirso en su mano : cuando
es lírica, su i racunda y siniestra inspiración desciende como la e l e c -
tricidad sobre las conmovidas muchedumbres . En cuanto á la trompa
épica , no ha sido empuñada j amás por la musa del romant ic i smo:
la maza de Hércules no puede ser manejada por p igmeos .


Reduciendo, p u e s , á términos b reves y sencillos las acusac io-
nes que los clásicos y los románticos se lanzan obedeciendo al í m -
petu en sus odios, diré (pie los p r imeros , según el modo de ver de
los s egundos , llevan el respeto ele la autoridad hasta el punto de
consagrar la s e rv idumbre ; y que los segundos , según el modo de
ver de los p r i m e r o s , l levan el respeto de la independencia hasta el
punto de elevar á la clase de dogma la anarquía . Los románticos
combaten por la libertad contra la autoridad, por la inspiración con-
tra la regla .


Y sin embargo , si esas acusaciones, dictadas por el rencor , tu -
vieran en la realidad su apoyo y su fundamento , esas dos c o n t r a -
rias escuelas serian dos escuelas absurdas , y no hubieran hecho tan
largo camino por el mundo . La conciencia del género humano se
subleva espontáneamente contra la s e rv idumbre y la ana rqu ía , y
sublevándose sin cesar contra esos dos monst ruos , hubiera l e v a n -
tado otro es tandar te , hubiera proclamado un nuevo dogma, si fuera
verdad que los clásicos y los románt icos conducen por n i m b o s d i -
ferentes á dos inmóviles abismos.


Ni el clasicismo ni el romanticismo son comple tamente a b s u r -
do» . porque existen ; y el error nteoltito no pstp dotado de e x i s t e n -




— s
eia. Pero ni los clásicos ni los románt icos eslan en posesión ¡de toda
la verdad ; puesto que la verdad absoluta por una parte daria ex i s -
tencia al e r ror absoluto por la o t r a , y el error absoluto es absoluta-
mente imposible. Al de r r amar por el mundo las verdades y los e r -
rores , Dios ha mezclado en su copa sus semillas.


Por eso, en el seno del clasicismo y del romanticismo, como en
todas las obras ar t ís t icas , y aun en todas las insti laciones h u m a -
n a s , hay un principio de progreso y un principio de decadencia ,
un germen de vida y un germen de muer to . La par te (pie tienen de
verdad, hace que se desarrolle el pr imero, y la parte del e r ror qu<--
abrigan desde que nacen, es causa del desarrollo del segundo. Su-
poned á una escuela en posesión de, la verdad absolu ta ; esa e s -
cuela estaría dolada de la inmortal idad; é idéntica s iempre á sí mis-
m a , no estaría sujeta á a l te rna t ivas y mudanzas , porque no lo estaría
á la ley de la perfectibilidad y del p rogreso . Suponed á una escuela
en posesión del e r ror absoluto, y esa escuela es de lodo punto i m p o -
sible ; viniendo á resul tar de aquí , que con la verdad absoluta y con
el error absoluto, no tendr íamos idea del t iempo, ni de la vida, ni de
la m u e r t e , sino de lo infinito, de la eternidad y de la nada .


El clasicismo no es , para los clásicas, la verdad absoluta, sino
porque exage ran la parte de ve rdad que el clasicismo contiene , y
prescinden de la pai te de er ror que está depositado en su s e n o , y
<¡ue se oculta á sus ojos. Si para los románticos el clasicismo es el
error absolu to , oslo consiste en que exage ran la parte de error que
el clasicismo con t iene , y hacen abstracción de la parte de verdad
(¡uc le fecunda y vivifica. Loque se dice del clasicismo, puede afir-
marse también del roman t i c i smo , por la misma causa , y por las
mismas razones .


Siendo esto a s í , el e r ror de los clásicos y de los románticos
consiste s iempre en una verdad e x a g e r a d a , cuando afirman algo de
sí p rop ios ; y cuando afirman algo de sus contrar ios , en una verdad
incompleta.


Los románticos han comprendido muy bien el carácter de la poe-
sía clásica en su periodo de abat imiento y de decadenc ia ; cuando
su principio vilal se a papa , y su principio de muerte <e desarrolla




- !) —


y domina. El clasicismo no perecerá nunca cier tamente s u b l e -
vándose contra la dominación de las reglas y sacudiendo su yugo ;
sino antes bien sofocando la espontaneidad de las inspiraciones y
sujetándolas á la tiranía de los preceptos .


Los clásicos han comprendido también el carác ter de la poesía
romántica en el período de sus estravíos, porque no perecerá n u n -
ca cier tamente sometiéndose al yugo saludable de las r eg las , sino
antes bien protestando contra el freno de la autoridad y de las t r a -
diciones, y corriendo á perderse en la confusión y en el caos. Con-
siderados bajo este aspecto el clasicismo y el romant ic i smo, los
clásicos y los románticos tienen razón, cuando aseguran que e! c l a -
sicismo es la serv idumbre , y el romanticismo la anarquía .


Pero las escuelas filosóficas y l i terar ias , como las instituciones
políticas y sociales no deben ser solamente examinadas en sus p e -
riodos de descomposición y d e c a d e n c i a , si han de ser caba lmente
comprendidas. ¿Porque , quién pretendió j amas sorprender el prin-
cipio de la animación , y el misterio de la vida en t re las convuls io -
nes de la m u e r t e ? ¿Quién pretendió j amas sorprender el principio
de su pasada grandeza y ya extinguido esplendor en la decrepi tud
de las instituciones y en la agonía d é l o s imper ios? Si esta mane ra
de examinar las escuelas filosóficas y las instituciones pudiera
prevalecer , todas las escuelas serian falsas, todas las instituciones
viciosas , todos los imperios caducos ; porque todos los imperios son
caducos, todas las escuelas falsas , y todas las instituciones viciosas
cuando degeneran y se ex t inguen .


Por esta razón, es absolutamente necesario estudiar el clasicismo
y el romanticismo en el periodo de su progreso y en los (lias de su
esplendor y de su gloria : es necesario contemplar al clasicismo en
Homero , y al romanticismo en Danic : es necesar io estudiar esas
dos escuelas que se han dividido el imperio del mundo , en su orí-
gen , en su desarrol lo, en su decadencia y en su decrep i tud . Ks
necesario aver iguar si han debido su existencia á la imaginación
caprichosa de los h o m b r e s , ó si han nacido espontáneamente ¡!e¡
seno de las sociedades h u m a n a s ; si se combaten y se excluyen , o
si se perfeccionan y comple tan .




— 10 —


1L


A L examinar los varios ciclos poéticos que constituyen las d i -
versas épocas l i terarias, que han dejado un rastro en la sociedad,
un nombre en la historia y un recuerdo en el m u n d o , el crítico
puede seguir tres caminos diferentes : 1,° El de adoptar como cr i -
terio de la belleza poética un principio absoluto, y como absoluto,
intolerante é inflexible; condenando cuanto no se ajuste á este cri-
terio const ruido á priori : 2.° El de desechar todo criterio como
a b s u r d o , todo principio como v a n o , toda crítica como impotente ,
abandonándose á la instabilidad caprichosa de sus rápidas, con t ra -
dictorias y efímeras sensaciones : y 3 . a el de adoptar como e la te-
rio de la belleza poética ciertos principios abso lu tos , combinados
con o t ro s , sugetos á al teraciones y mudanzas , combinándose asi
e spon táneamente la unidad y la va r i edad , la fijeza y el progreso,
la regla y la inspiración, en una fecunda teoría.


De estos tres caminos , el p r imero conduce forzosamente á una
idealidad estéril , porque nos lleva lejos de todas las realidades
históricas ; el segundo conduce al empir ismo, y del empirismo ni


La cuestión que entre el clasicismo y el romanticismo se ventila,
no es solamente una cuestión l i terar ia , sino también una cuestión
filosófica, política y social , como quiera que las varias li teraturas
que se han sucedido en los tiempos históricos , han sido s iempre el
resultado necesario del estado social , político y religioso de los p u e -
blos. La historia do las l i teraturas va unida, como un magnífico c o -
mentar io , á la historia de las revoluciones del mundo : su estudio se
confunde con el de la civilización , puesto que la l i teratura es el r e -
flejo de la sociedad en tera . Yo la consideraré bajo este punto de
vista en una serie de art ículos.




t i -
raos : solu el tercero nos conduce al punto en donde la idealidad y
la realidad se tocan , en donde los principios y los hechos se con-
funden, en donde las abstracciones y las real idades se combinan .


E\ error de los que adoptan como criterio de la belleza poética
un principio absolu to , no consiste en que ese principio no deba
ser adoptado , puesto que sin los principios absolutos y generales es
el ar te imposible y es imposible la ciencia : si no en aceptar le corno
si no se sujetara en su realización a las trasformaciones inherentes
a todo lo que se realiza en el mundo . Su e r ror es idéntico al de los
iilósofos, <pie no viendo en el hombre sino su par te inmaterial y
sub l ime , quisieran encontrar en él las propiedades de un espíritu,
olvidándose de que las propiedades de un espíritu puro lian de
estar notablemente al teradas en un espíritu, puesto en contacto con
la ma te r i a , y servido por órganos.


El error de los que condenan lodo principio general como a b -
surdo , no consiste en que cada composición poética no sea hasta
cierto punto diferente de todas las demás : sino en que debiendo
ser juzgada de una manera empírica, si puede decirse a s í , por lo
<pie tiene de diferente con respecto á las o t r a s , debe también su-
jetarse á un criterio común , por lo que tiene con las otras de c o -
mún y semejante. Su e r ro r es idéntico al de los filósofos, que no
viendo en la humanidad sino á los ind iv iduos , no vieran en el
mundo sino leyes individuales , negando la existencia de las l e v o
comunes , que presiden al desarrollo de las sociedades humanas .


Por donde se ve que son dos los errores á que pueden conducir-
nos la crítica y la filosofía. Consiste el pr imero , considerado bajo
el punió de vista l i terar io, en sacrificar las bellezas artísticas á la
belleza abstracta , la rica variedad de los hechos á la inílcvibie
unidad de los principios : y considerado bajo el punto de vista iilo-
sótico , en sacrilicar las leyes part iculares á las generales , al e s p í -
ritu la organización, el individuo á la especie , el hombre al género
humano. Consiste el s egundo , considerado bajo el pimío do vista
literario, en sacrilicar la belleza abstracta á las bellezas particula-
r e s , la ordenada unidad de los principios a l a anárquica variedad
de los hechos : \ c(»u>iderado bajo el punto do vista íilosoíico en




- 12 —


sacrUiear las leyes generales del mundo moral á las particulares de.
los ind iv iduos , el espíritu á la ma te r i a , la sociedad al ciudadano,
el género humano al h o m b r e .


Se evi tarán estos dos e r r o r e s , asi en la literatura como en la
filosofía, reconociendo en el vasto campo que se ab re á las inves-
tigaciones del crítico y del filósofo la coexistencia de los principios
genera les y de los hechos part iculares , de la unidad y de la va-
r i edad , de la idealidad abstracta y de las real idades históricas , de
lo que es e terno y absoluto , y lo que es local y cont ingento.


Descendiendo ya de estas cons iderac iones generales á las pa r -
t iculares que me sugiere la cuestión literaria «que me he p r o -
puesto examinar en esta serie de artículos , diré que debiendo
íeuer algo de común ent re sí el romanticismo y el clasicismo, puer-
to que toilas las l i teraturas han de obedecer forzosamente á c id tos
principios generales y comunes , y al mismo tiempo algo de par -
ticular y var iable , porque todas las l i teraturas se modiíiean y tran-
forman con el t rascurso de los siglos , el único medio de examinar
la cuestión de una manera completa , consiste en acudir á la razón
para el descubrimiento de los principios del ar te , y á la historia
para encontrar en ella la esplieacion d e las modilicaciones que esos
principios han esper imentado al realizarse en las sociedades h u -
m a n a s .


El clasicismo ha sido fruto espontáneo de las sociedades an t i -
guas , y el romanticismo de las modernas : estas dos escuelas riva-
les se dividen el dominio de los t iempos ; y la revolución que s e -
para esas dos diversas civi l izaciones, es la mayor ent re cuantas
i eíioren las his tor ias ; suponer , como suponen a lgunos , que el arto
no debió modificarse profundamente con esa revolución inmensa,
es desvario ¿ Porque , qué mayor desvario que suponer la inmovili-
dad en los ar tes , cuando una revolución des t ruye las instituciones
de los pueb los , trasfonna las co s tumbres , cambia las creencias , y
altera en los abismos del corazón los sentimientos de los hombro-?
Suponer , como suponen o t r o ' , que entre las arles que son fruto de
osa revoluc ión , y las (pie florecieron (mías sociedades antigua-- no
hav principios c o m u n e s es un absurdo inconcebible ; / .porque, mié




- l ; í —
m a j o r absurdo i[ue suponer solución absoluta de continuidad en
los principios, cuando no la ha habido en los h e c h o s ; suponer
contradicción, cuando solo ha habido m u d a n z a ? Pues q u é , ¿el
hombre do los tiempos m o d e r n o s , aunque diferente en su manera
de pensar , no es idéntico en su manera de ver al hombre de las
antiguas edades? Pues q u é , ¿porque cambian los pueb los , porque
sufren t ras tornos y mudanzas las naciones , deja de ser una la h u -
manidad , unas las leyes inmortales que la r igen , unos los p r i n c i -
pios universales , e ternos que presiden á su desarrollo y la gobier-
nan ? Por donde se vé que así los clásicos como los románticos se
estravian, cuando pretenden que con la destrucción del imperio r o -
mano naufragaron del t o d o , ó quedaron del todo ilesos todos los
principios del a r t e .


La cues t ión , reducida á sus verdaderos té rminos , consiste en
aver iguar cuáles fueron los principios (pie sobrevivieron á la inun-
dación , y cuáles los que perecieron en el espantoso naufragio:
cuáles los que teniendo su or igen en la índole de las sociedades an-
tiguas, debieron ser reemplazados por otros nacidos de la índole de
las sociedades m o d e r n a s ; y cuáles que teniendo su or igen en la na-
turaleza del hombre y en la naturaleza del a r te , han deb ido resist ir
á la acción disolvente de los t rastornos y de las revoluciones.


Comenzemos por examinar la índole de la civilización ant igua ,
para examinar después los carac teres esenciales de la civilización
en las sociedades modernas .


Las sociedades griega y romana fueron idólatras y ma te r i a l i s -
tas , y la idolatría y el material ismo se reveló á nuestros ojos en
sus creencias religiosas , en sus opiniones filosóficas y en sus s e n -
timientos morales. Por eso, el mundo gr iego y el romano levantaron
altares á la fuerza.


Los dioses no se diferenciaban de los hombres , sino porque e ran
mas vigorosos y mas fuertes : por esta razón los hombres e r an e s -
clavos de los d ioses . Los hombres no se diferenciaban en t r e sí sino
por su fuerza ó su debilidad respect iva ; por eso, los débiles fueron
esclavos, y los fuertes fueron l ibres . Los esclavos e ran á los hombres
libros , lo que los libres á los ilioses. Pero los dioses no eran o in -




1! -•


uipoteutes ; por eso e rau esclavos del des l ino, personificación ub.M>-
luta de la fuerza, divinidad terr ible ante quien se postraban mu-
dos los dioses y los h o m b r e s . Por donde, se vé que la esclavitud
era la ley de las sociedades an t i guas ; porque la fatalidad era su
dogma .


La ley d é l a esc lav i tud , que era ¡a ley d e la soc iedad , lo fue
también de la familia. La muge r fué esclava, porque fué débil. El
materialismo robó al mundo el amor , y al hombre su compañera .


Falseada la constitución de la familia, la ant igüedad no pudo
acercar á sus labios la copa de los placeres domésticos , y el hom-
b r e , ab rumado de pesares , no pudo encontrar solaz sino en las tor-
mentas del foro.


Dedúcese d e todo lo d i cho , que las sociedades antiguas desco-
nocieron comple tamente la naturaleza de Dios , la naturaleza de la
m u g e r y la naturaleza del h o m b r e , y por consiguiente, la n a t u r a -
leza de los deberes religiosos , la naturaleza del amor , y la natura-
leza de los sentimientos mora les .


En el p róximo artículo examina ré , tan cumpl idamente como me
sea posible, cuál fué el electo de esta ci\ilizacion mater ia l is ta , y
como materialista falsa , es decir , i ncomple ta , en la l i teratura de
las sociedades an t iguas : la ausencia del amor, el envilecimiento de
la m u g e r , el dogma de la íátalidad y la adoración de la fuerza en
todas sus formas , bajo todos sus aspectos , y en todas sus manifes-
taciones , const i tuyen los ca rac te res esenciales de la poesía de la
an t igüedad , en la par te que tiene de local, variable y contingente :
esa es la par te que debió perecer y que pereció en el naufragio del
imperio , cuando los bárbaros del n o r t e , señores de Roma , fueron
señores del mundo .




- 15 —


I I ! .


MR. Cousiu lia d icho 'que l o q u e dist ingue á los gr iegos , en t re
todos los pueblos del m u n d o , es el culto de las formas : esta pro-
posición no aparecerá c ier tamente aven turada al que reflexione
que la civilización gr iega , como manifesté en mi artículo anter ior ,
fué idólatra y materialista.


Para nosotros la divinidad es el símbolo de todas las perfeccio-
nes mora le s ; por eso nuestros ojos buscan lo helio i dea l , es dec i r ,
la perfección, 'en el cielo : por eso nuestra lira, cuando canta, pugna
por revelarnos esa idealidad magnifica en la t ierra.


Para los antiguos un Dios era un ser nías ág i l , mas fuerte, mas
robusto , mas a l io , mas hermoso que el hombre : es decir , que
para los antiguos un Dios era el bello ideal de las propiedades fí-
sicas de la materia, el símbolo de las perfecciones acabadas é in imi-
tables de las formas.


l m pintor cristiano puede hacer de una muger , común por ¿su
hermosura, una vi rgen, si acierta á pintar e i f su üsonomía la s u -
blimidad de la resignación y la ingenuidad de la inocencia : porque
para nosotros la idea de una v rigen no está asociada á la de la b e -
lleza física, sino á la de la belleza moral .


Entre los gent i les , Venus no podia ser V e n u s , no podia ser la
divinidad de los amores mecida por las olas sobre su lecho de espu-
m a , si el pincel no idealizaba sus formas : porque ¿qué hubiera
sido Venus , si no hubiera sido bella ?


Lo mismo que se dice de la p i n t u r a , puede d e c i r s e , y por ¡a
misma r azón , de la poesía.


Un poeta cristiano puede describir la omnipotencia de Dios , sin
rasgar la nube resplandeciente que le oculta en su tabernáculo de




fuego; su voluntad rige los astros \ conserva los mundos : su vo-
luntad pone un freno á los mares , viste á los campos de verdura ,
suspenden mil lámparas en el espacio, d á e l ímpetu al huracán y su
bramido á los vientos, dá su escarlata á la aurora , y su suavidad \
su perfume á las flores. La divinidad que inspira á nuestros poetas,
puede ser omnipotente sin dejar de ser inv is ib le .


Kl Júpi ter de los antiguos no puede aplacar las olas irri tadas sin
persuadir ó sin vencer á Xeptuno. No puede amansar los vientos
sin entrar en lucha ó en tratos con Kolo. No puede vencer la cólera
de un tor rente sin vencer antes á la divinidad que reposa en su
seno . No puede lanzar su rayo sobre la frente de un héroe si antes
no vence ó persuade á la divinidad que le ampara : en fin, no pue-
de conservar el equilibrio de los mundos sino teniéndolos a m a r r a -
dos á los eslabones de oro de una pesadísima cadena . Es decir , que
la creación , en t re los an t iguos , estaba en t regada á la merced de
fuerzas rivales, y é n t r e l o s m o d e r n o s , á la providencia de una v o -
luntad intel igente. Entre los modernos la conservación de los mun-
dos depende de la voluntad divina : en t re los ant iguos, de la m u s -
culatura de Júpi ter . Por eso nuestro Dios con solo que re r mant iene
todo lo creado , y Júpiter ni aun quer iendo hubiera conservado los
mundos , si se hubiera escapado de su mano la misteriosa cadena .


El carácter de la civilización g r i ega explica suficientemente la
ventaja que los poetas ant iguos llevan á los modernos en la des-
cripción de las formas y de los combates materiales : ese mismo
carácter s i rve también para expl icar de un modo satisfactorio, po r -
qué la poesía gr iega es mas rica de imágenes que la de los tiempos
presentes . ¿ Cómo no seria lozana y r ica la imaginación de los poe -
tas , a l imentada á toda hora con el espectáculo grandioso de los
juegos gimnásticos y con el espectáculo sublime de las estatuas m a -
ravillosas que decoraban los templos? Todo en aquella civilización
sensual debió contribuir á deleitar los sentidos y á circundar de
imágenes voluptuosas la exalfada fantasía. En la ausencia de n u e s -
tra divinidad , que reposada y sublime nos provoca á la meditación,
al recogimiento y al mis te r io ; en la ausencia de nuestro Dios , visi-
ble solo para los ojos del espíritu , la Grecia divinizaba la pompa de




l<»s pensiles , ¡-I U-rso c r i s t a l do los a ¡TON o s , el si;,:.- I, o i¡iun;m!l<>
<!«' los ;::;'s, c! gemido a p a g a d o de las fueuiea ; por.jno p:m> i»
Crecía no e s la f u e m e la que g i m o , no e s el bosque el que ¡,n¡ru¡u-
ra , no es el pensi! e! quo so engalana con íioi es , m es el ¡a n # \ o e¡
qui'- culaia su ¡'rasa Ira?pavesile por io* rampo.* : rea ia- mix a;ics y
las ninfas que leniiiendo su mágica red de oro por inda !a naturaleza
e m b a l s a m a d a , es l remecida de placer y palpi tat i le . }>.<>• Ì I K T Ì I esos
voluptuosos g e m i d o s , {w {, s misteriosos nuu mul los , osa vasiedad
portentosa de colores , C S ; N inefables a rmonías .


iíasia la n o c h e , (pie es para nosotros la oscuridad y el silencio,
era para los ant iguos la diosa de la voluptuosidad r e c a t a d a , era
Diana de sii/ài u ¡ose mansamen te por les bóvedas del cielo para s o r -
p render , coronada de melancólica \ 0 i b e u a , á su cazador dormido,
y libar en sus labios de rubíes el suave necia;' <!o s u s misteriosos
amores .


Ta! es el carácter general de la civilización y de la poesía do
los a n ü g u o s , principalmente d é l a Grecia, i.a Grecia e ' na pueblo
que canta , un pueblo (pie pinta , un pueblo que escu 'pe , un eneldo
de a r t i s tas , á quienes los dones del ingenio y su magnífico id io-
ma sirven solo para embel lecer las formas , para divinizar ¡a m a -
fe¡ ia.


En nsi artículo último, demostré que el dogma de la falnlidml
fué el dogma de las sociedades ant iguas : veamos ya el efecto p r o -
d u n d o por este dogma en la poe.-ía dramát ica de ios jzricgof-.


Com iene antes de todo advert i r que según h creencia del Cris-
tiani mo, coexisten sin aniquilarse mu tuamen te la Providencia de
Dios, e- de- i r la neces idad ; y el l ibre a lbedr ío del h o m b r e : con !..
Providencia se conservan ios man ios : con la libertad puede el hom-
bre turbar hasta cierto punto la armonía preexis tente de ias cosas:
no es propio de este lugar levantar el án imo á consideraciones m e -
tafísicas , para demostrar que es conforme á lo que nos dieta la ra-
zón cuanto aprendemos en esta sublime creencia : para mi propósito
b,;s!.a consignaHa a<;uí, como un hecho indestruct ible .


líe este hecho resulta , que así en nuestra poesía dramát ica c o -
mo en m a s t r a poesía épica , el resollado linai de la combinación




is
artística, ó sea su desenlazo , no es necesar iamente previs to , por ­
que no es absolutamente necesar io ; porque , aun cuando se e n ­
cuentren en presencia la voluntad de Dios y la l ibertad del hombre ,


•la segunda puede resistir á la primera en un caso dado, sin que se
vulneren los dogmas de! cr i s t i an i smo, y sin que nuestro Dios deje
de ser omnipo ten te ; puesto que la resistencia de la libertad del
h o m b r e e n los casos part iculares ha sido pernaUda por su omnipo­
tencia , prevista por su soberana [(revisión, y comprendida por su
suprema Sabiduría,


En las sociedades an!ign.ns. el dogma de la fatalidad suprimía
de todo punto el libre alhedrío de! hombre . Cuando la voz del sa ­
cerdote ó de la inspirada Sibila pronunciaba en fatídicas y desorde­
nadas frases los inflexibles decretos de los barios , cuando el destino
apoderándose de una r a z a , la llevaba desalentada v palpitante, por
todos los precipicios de la vida con su brazo de metal, entonces va­
nas eran las súp l i cas , estéril el arrepent imiento , ociosa la peni ten­
cia , é inútiles las plegar ias ; el sacrificio debía de ser i r remisible­
mente consumado en la t ierra ; porque halda sido decretado en el
cielo. El des t inóse apoderaba de su v íc t ima , como el buitre i n s a ­
ciable de su presa . cuando no hay quií­n le (нее cu medio de ios
desiertos.


De estas dos contrar ias creencias resultan dos géneros de emo­
ciones dramáticas , de todo punto diferentes. El terror dramático,
•mire los an t iguos , tenia pr incipalmente su origen en un combatí 1
exterior : entre los m o d e r n o s , tiene pr inc ipalmente su origen en
un combate interior. Entre los antiguos . el combate de donde n a ­
cían genera lmente las emociones dramát icas , era el combate ent re
los dioses y los hombres . Entre los modernos , nacen principalmenic
del combate solitario del hombre consigo mismo. En la ant igüe­
dad, el terror resul taba del encuen t ro de dos fuerzas físicas; cu
los t iempos modernos , de la lucha ent re dos fuerzas morales. En la
a n t i g ü e d a d , la catástrofe era prevista é infalible; porquelosdioses
debian s iempre vencer , y los hombres debian sucumbir , conforn;;'
á los decretos de un inflexible destino. En los tiempos modernos,
la catástrofe es incierta ; porque puede estar indecisa la victoria




I!)


entro los deberes islie nos l igan, y la l ibertad que nos constiUn e;
entre el principio (¡ue. sujeta ai hombre á Dios, y ei que le hace
dueño de sí p rop io ; pr inc ip ios , en cuya ludia reside el secreto de
nuestras actuales emociones .


De donde se infiere que el terror d ramát ico de los antiguos y
el de los modernos son diferentes en t re sí por su origen y por su
naturaleza. El de los ant iguos , naciendo de la infalibilidad de la c a -
tástrofe , abalo el espíri tu, a b r u m a el corazón, y postra el en t end i -
miento. El de los mode rnos , naciendo de la incer t idumbrc , aviva
el temor y la esperanza , y exalta nuestras facultades mora les . El de
los antiguos procede del dogma de la látalidad, que supr ime el l i -
bre albedrío \ la dignidad moral del hombre . El do los modernos
nace de los dogmas de la Providencia del Criador, y de la l ibertad
de la criatura : d o g m a , (pie hacen compatibles entre sí la o m n i p o -
tencia de la voluntad divina y la augusta dignidad de las acciones
humanas. En la dramática de los gr iegos , el hombre era esc lavo;
en la de la Europa moderna , el hombre es señor de su dest ino.


Para concluir este a r t í cu lo , notaré una diferencia, no menos
esencial (pie las (pie preceden , entre nuestra poesía y la de las pasa-
das edades . Consiste esta diferencia en el profundo conocimiento
(¡ue se revela en nuestra poesía épica y dramát ica , de los c a r a c t e -
res individuales; y en la ausencia total de su conocimiento , que se
advierte en los mas acabados modelos de la poesía épica y d r a m á -
tica de los ant iguos.


Así c o m o , en la an t igüedad, los dioses eran hasta cierto punto
la personificación de lasfueizas e lementa les de la naturaleza física,
así también los personages épicos y dramáticos e ran la personif ica-
ción de las (acuitados morales ó de las pasiones humanas . Aquiles
no es un hombre val iente : es el símbolo del valor. Néstor no es un
anciano : es el símbolo de la sabiduría de los t iempos. El Clises de
la Ilíada no es un hombre prudente y sagaz : es el símbolo de la sa -
gacidad y de la prudencia . El Clises de la Odisea no es un h o m b r e
que surca las olas y atraviesa los mares , pa r a conquistar una patria
que parece le roban los d ioses , y que por término de su peregr ina-
ción le conceden los hados : es el símbolo de la humanidad en tera .




•Jll


que llevada por la mano tic Dios en frágil barca \ por re \ue l la¿
o n d a s , surca el mar pioceloso de la vida.


El espíritu simbólico de los an t iguos , que explica suficiente-
mente la ausencia que advert imos en ellos de ca rac te res indiv idua-
les , necesitaría de g raves y altas discusiones, para ser debidamente
expl icado. Resistiéndose la naturaleza de este periódico á tan áridas
discusiones, me bastará consignar aquí como un hecho, esa tenden-
cia simbólica que se advier te en las sociedades ant iguas , y que tan
profundamente las separa de las sociedades mode rnas .


IV.


Y o me propongo hablar en este artículo de la muger y del amor:
de la muger , ángel de paz que descendió del cielo para disipar las
nubes en el horizonte del m u n d o ; y que , mientras que nosotros g e -
mimos, vela al pié de nuestro lecho de dolores. Del amor , esa
purísima llama q u e , como el fuego de Y esta en la oscuridad m i s -
teriosa de los templos ant iguos, a rde inextinguible en los profundos
senos de todos los seres creados : del amor, única divinidad á quien
ensalzan en coro todos los siglos y todas las g e n t e s ; en cuyos a l ta -
res queman inciensos todas las nac iones , y cuyas glorias cantan
sin reposarse j amás en sus vibraciones cadenciosas todas las cuer -
das de la lira.


En uno de mis anter iores artículos manifesté q u e , en la an t i -
güedad , el orden gerárquico en t re los hombres estaba determinado
de una manera inflexible : que la debilidad constituía la esclavitud,
y que la libertad y el señorío eran los atr ibutos de la fuerza. Es
esto tan cierto , que los hombres libres eran señores y esclavos á
u n mismo t i e m p o ; señores en sus relaciones con las razas e n e r v a -
das y débiles que los se rv ían ; esclavos en sus relaciones con la
r a z a de los d ioses , superior á la de los mortales en agilidad, en




_ . 21 -


gal lardía , en hermosura , y en fuerza. I.a situación de la muger
en una sociedad constituida de este modo, debió ser amarga y e n o -
josa. El sentimiento íntimo de su debi l idad debió degrada r su c a -
rác te r ; p o r q u e , condonada , como débil que e r a , á la mas dura
se rv idumbre , debió considerar al hombre como á un Dios de natu-
raleza mas sublime , y debiti considerarse á sí propia como una e s -
clava de sus caprichosos gustos y de su- tumultuosos placeres . El
hombre por su pai te no pudo amar á su e sc lava , como nina hoy á
la que es su compañera ; á la que de r rama llores delante de sus
píes, para que pise blando en los senderos del m u n d o ; á la que
lia tendido una franja resplandeciente de ilusiones por el horizonte
de su vida.


El nombre de Aspasia ha llegado hasta nosotros , y aun no p o -
demos comprender cómo el nombre de una prostituta ha s i lva l o
la corriente de los s iglos , asociado a los de los varones mas i lus -
tres de Atenas. Sócra tes , tipo de la moral idad an t igua , quemó i n -
ciensos en el profanarlo aitar de la impura cortesana : y esa adoración
no ha sido poderosa para rebajar en un punto la dignidad de su ca-
rácter, ni para echar un feo borrón en sus cos tumbres sin manci l la .


Este fenómeno no ha sido explicado hasta a h o r a ; á lo menos ,
e! autor de este artículo no ha encont rado una explicación que le
sati.-1'aga en tan importante mate r ia .


La prostitución está condenada por nuestras costumbres ; por-
que siendo la mugen- la compañera del h o m b r e , se degrada y se
p e n i e r l e , convirtiéndose por su voluntad en esdava de sus a p e t i -
tos carnales. Entre nosotros, la m u g e r que S Í ; p ros t i tuye , abdica
.-u poder , se despoja de su dignidad , y su hace proverbio y tabula
de las gentes . P o r o s o , ¡os hombres morigerados y los que ocupan
un grado eminente en !a gerarquia socia l , no pueden cultivar su
Irato , sin mancilla de su honra y sin menoscabo de su fama.


Entre los antiguo-;, la muger no se degrada consagrándose al
deleite , porque su de tino era deleitar á su señor , y ofrecer como
niereu á sus sedientos labios la copa de los place, es sensuales . De
donde nace q u e , entre los an t iguos , una pros t i tu ta , s iéndolo , no
hai ia mas que cumplir con las obligaciones ile esclava: u i ienhas




que , entre io.-> modernos , la prostitución es un crimen ; porque ira-
cida la iiiuuor para el amor , no puede prost i tuirse sin degradar*--.
Cna sierva ni so prostituye ni se degrada ; porque se arrastra cu
el cieno. Una reina se degrada y se prostituye cuando , poseída de
un vér t igo c a r n a l , para en t regarse mas l ibremente á M I S torpe*
ape t i tos , se despoja de su d iadema, y desciende de su trono.


Estas consideraciones sirven para expl icar porqué Sócrates, en
ios tiempos antiguos , pudo cult ivar ei trato de Aspasía , sin manci-
lla de sus c o s t u m b r e s ; y porqué no hubiera podido e u l l h a r l o , en
los tiempos m o d e r n o s , sin menoscabo de su honra .


Siendo la muger , para los an t iguos , de una naturaleza inferior á
ta naturaleza del h o m b r e , y haciendo iguales el amor á todos los
que . se aman , el amor fué para los antiguos un mal, porque causa -
ba una alteración profunda en las gerarquia- sociales , establecidas
por las leyes. La ley hacia á la muger esclara , y el amor la c o n -
vertía forzosamente en compañera del h o m b r e : no es ex t raño que
el amor fuese considerado por los antiguos como una insurrección
contra la ley : y como las leyes que establecen las gerarquias , son
s iempre las mas importantes para las sociedades h u m a n a s , no es
tampoco de ex t rañar que el amor, que vulneraba esas leyes, fuese
considerado por los antiguos como una calamidad pública , signo
cierto de la cólera de los dioses.


De este modo está considerado el amor por todos los poetas de
las sociedades ant iguas. Como el hombre era super ior á la muger ,
el amor en el hombre fué considerado s iempre como una debilidad
degradan te : como la muger era esclava , su amor fué considerado
como un c r imen , hijo de la mas imperdonable osadía : en uno y
otro caso, el amor fué considerado como una calamidad, precursora
de g randes infortunios.


La gran confederación de los Helenos está a punto de allanar
las murallas de la gran ciudad de los Pelasgos. Pero ai sonar la hora
del combate , los dioses amigos de Troya envían furtivamente al
Amor, que se apodera de Aquiles. Aqui les , olvidado de su gloria,
y de la gloria de los suyos , se reposa fieramente en su tienda , y
\ é con ojos tranquilos cómo las espadas fulminantes de los héroes




de Ilion f-u'i:;m las gargantas de los g r i egos . como si fueran mio-
ses de los campos. Apesar del esírago común y ue la común ru ina ,
Aquües pernrjceee en cr io torp:'-. hasta que la sangre de Patroclo
¡.'ide venganza á ios cielos: solo entonces se leuinot ei coloso para
arrojar su e>pada invencible en la dudosa balanza de los destinos
del Oriente . De este modo un hombre deshace el maleficio de una
üuiger ; la amistad es mas benéfica que el a m o r ; aquella nos v iene
de los dioses amibos ; este de los dioses contrar ios.


Lo (pie es Brísenlo para la confederación de los griegos, es Elena
para la ciudad pelásgiea. Sus impuros amores son una maldición ter-
rible para Troya ; una muger es criminal , y la ciudad que la abr ió
M I S puertas , y que la escondió en sus muros , es impura , y a b a n -
donada de los dioses : multitud de legiones se lanzan para devorar
el seno palpitante de la ciudad maldi ta . Amor, ti'i perdiste á Troya:
Tal es la exclamación fúnebre, sepulcral que ha llegado hasta nues-
tros oidos en alas de los t i empos , desprendida dolorosamente dé-
las ent rañas de las ¡jasadas edades .


Eneas ha presenciado el incendio de la ciudad condenada i r r e -
\ ocablemente por el inflexible d e s l i n o : y sin una estrella amiga
que le g u i e , huye lleno de p a v o r , y se abandona en frágil barca
á la voluntad de los dioses , á la volubilidad de las o n d a s , y á la
inmensidad de los mares . Los dioses , amigos de los Pe la sgos , h a -
bían r e s e r v a d o , para (¡ue echase ios fundamentos de la ciudad
eterna , al último descendiente de su generosa raza. Una muge r le
detiene con MIS encanlos : el amor embarga con deleites sus sen-
t idos, y sujeta con redes de oro sus miembros . La intervención de
los dioses del Ol impo , fué entonces necesaria para arrancarle, del
seno de lo nube misteriosa, que ocultaba con sombra apacible sus
amores , y para hacer que se cumplieran en el mundo los i rrevoca-
bles decretos de los hados.


Tantee moles erat romanara eondere qentem.


r i i ses surca las ondas por mares apa r tados : sobre las tersa?
aguas de lo> mares tiende su alfombra de verdura una isla perfu-




muda : fu t>;¡ i:-K «!:•! ¡í-<n\, que taTojú mi I>i-..>s cu ci desierto de
¡a mar como una maganiea oasis, vive una mugar hermosa ijue de-
léala con su voz . que seduce con su <amin, que fas.ana con M I <
o jos , que cmbriag.-i o ; i riquísimos perfumes , y (¡ue aprisiona con
una cadena de flores al incauto navegan te , .lamas el rey prudente
entre los r e y e s , tuvo que luchar con un hado mus adverso , ni s i n -
tió tocada su nave por un escollo mas áspero . El amor, es decir,
el embrulceiniicnio y !a muer!'. 1, (e aguarda 'um en la perfumada ida
d e j a s(.,Si!c!ora Sirena. Sedo (d ci. ¡o qe.- • • le- :n e! raba apicihlo,
J Í U Í ! a l ibertarle de los eucantos de í ' a i h s o , inieülras que su sag.n-
ci !<id y su p n s d e n e h l ü h h n podi lo libertario de. las asechanzas de
lo - h o m b r e , .


S.a muger e-"- -'Jomare, ca i re ios an t iguo; , un ser m deíi o , p r e -
sagio de (!esve!¡!ur:K. Kí amor »\s s iempre un impedimento para las
g ivndes roía-: y para las heroicas a r c iones ; un obstáculo que se
levanta contra los altos y generosos (kvigni >s. Tales fueron el amor
y la mugar en las socie lados antigu :•• : y lale-t son en la Epopeya
Homérica y en la í a meya Virgiliaua.


Hasta aquí me ¡te (vinteniado con demostrar q u e , s iendo el
amor én t r e lo s antiguos un gran a tentado contra las l e v e s , porque
era ci elemento per tu rbador de las geraopi ias sociales , fué con-
• ¡dorado srr moro como una calamidad públ ica , (auno un solemne
¡materna lanzado eonira los pueblos por los dioses. Ahora voy á d e -
mostrar "ue fué lambimí una desgracia privada , y un principio de
grandes y terribles ináorhici-s.


Siendo ¡a mugo, ' , ] > ;•••>;» na luvdeza inferior á la naturaleza del
hombre , su amor no fué considerado solamente como una debi l i -
dad d e g r a d a n t e , sino como un crimen ne fando , que. debía espiar
con los mas punzantes dokves .- si á esto se agrega (¡ue el amor de
!.» muger , como condenado por la opinión pública y p e r l a s c o -
l u m b r e s , debió ser raí a vez correspondido , no se extrañará míe,
falto de correspondencia , es decir , de a l imen ta , degenerase en lie-
bre interior y en loco frenesí, y que produjera en las entrañas de.
la muger los mas horribles es t ragos.


Id amor con\ r-rte en tigre á Mcdea , v pone en su mano o! pu-




nal del parricida. Kl amor convierte á Podra en un mons t ruo , es-
panto de los mortales y de los d ioses ; el amor la conduce hasta el
¡nre-;lo , hasta el suicidio. Safo ama , y desenfrenada b a c a n t e , la
hermana de las musas , la señora de la l i ra , pone horror á las vír-
genes de héseos . !)ido ama , y la reina de Cartago se arroja co -
mo una furia rodeada de serpientes en el encendido abismo de la
devorante hoguera .


Tal es el amor en las sociedades an t iguas ; donde quiera que
apa rece , allí va con él la cólera del c ie lo; síntomas siniestros le
anunc ian ; las turbaciones le p r e c e d e n ; los c r ímenes y los remor-
dimientos le acompañan ; los infortunios y las catástrofes le s iguen,
(ion él se turban la- l'ainiMas, y se conmueven las soc iedades , y
A acilan y se desploman los imperios. Kl amor , en las sociedades an-
tiguas, no es nunca el amor : cuando no es el deleito, es un delirio.


Kn los cuatro artículos (pie he dedicado , 1 á lijar la cuestión
que se vendía, mucho tiempo hace , en t re dos escuelas o p u e s t a s : y
¿ ." ; á manifestar la correspondencia ín t ima , profunda que exis te
entre la civilización y la l i teratura de las sociedades ant iguas . no
me propuse nunca formar un tratado de es té t i ca , sino abrir un ca-
mino mas filosófico y mas ancho á nuestra crítica literaria ; y sobre
todo, demostrar que si en las obras d é l a s ar tes hay ciertos tipos
de. belleza que son eternos y absolutos , hay también principios q u e ,
teniendo su origen en el carácter especial de la civilización de un
¡niobio, pasan cuando esa civilización lia pasado .


Ksla manifestación será elevada al grado do un principio lógico
indestructible, en los artículos siguientes que pienso dedicar al ra-
pado análisis de la literatura y de la civilización que son propias d e .
las sociedades modernas . Solo cuando nos hallemos en posesión de
la índole y de la naturaleza especial de esas dos sociedades y de
esas dos literaturas coní /ar ias , nos hal laremos en estado de dist inguir
cuá l e s , en t re lo- principios de buen gusto que para el vulgo de los
críticos pa.-an por a x i o m a s , son inmutables y e t e r n o s ; y cuales ,
instables \ cont ingentes . Entonces y solo entonces podremos con
conocimiento de causa ajustar de un modo conveniente las diferen-
cias (pie existen entre los clásicos y los románt icos .




La antigua civilización debió pasar en el mundo , como deben
pasar todas las civilizaciones idólatras y material is tas , tocadas de
esterilidad y de parálisis , y condenadas por sus vicios interiores á
una precoz decadencia . Sugeto á la mas ignominiosa se rv idumbre ,
y enervado con la prostitución y los deleites , el imperio romano
no fué poderoso ¡jara conjurar la tempestad (pie se levantó en su
hor izon te , y las legiones de los (losares re t rocedieron espantadas
en presencia de las huestes cpie se lanzaron sobre Roma desde las
nieves del polo.


El imperio á la sazón habia perdido su entusiasmo , única virtud
que Roma habia podido conservar por largo t iempo después de la
destrucción de la repúbl ica : y con el entusiasmo se ext inguió en
su seno la v i d a ; por que él es el único que sostiene á las socieda-
des materialistas y guer re ras . Sus triunfos de gloria se habiau t ro-
cado en acentos de adulación y de ment i ra . Necesitado de hombres
g randes para que sostuvieran en sus hombros su inmensa pesadum-
b r e , recibió en su lugar todos los dioses de las naciones s u b y u g a -
das ; y con todos sus d ioses , lodos sus delitos : demasiado orgu-
lloso en medio de la decrepitud para ser gobernado por hombres ,
colocó á los que le gobernaban en el número de sus divinidades,
y les levantó sobre un al tar , exponiéndolos así á las adoraciones
del m u n d o ; pero no fueron bastante para librar del puñal de los
feroces pre tor ianos á los emperadores de ese pueblo envilecido, ni
esa divinidad ni esas adoraciones. Si el imperio romano tardó mu-
cho t iempo en vacilar y des t ru i r se , fué porque el nombre de la
ciudad de los Emilios y Escipiones velaba por la conservación de la
ciudad de los Calígulas y los Tiberios : fué porque el genio de la
antigua Roma, sentado como un fantasma aterrador sobre su- a s i -




cha- l imites, le dio un aire apá ren le de g iaudeza , cubriéndole coa
sus aias protectoras ; pero el prestigio pasó a! íin; los dioses amigos
de la ciudad eterna abandonaron á su suer te ei Capitolio , que abrió
sus puertas de bronce, á las nuevas r a / a s do hombres que le a sa l -
taron en tumulto.


En esta revolución concluyen las edades pasadas , y comienzan
las presentes . Eos siglos bá rba ros no han sido nulos para los a d e -
lantos de la civilización , que sin ellos no hubieran existido j amas .
El tilósoi'o no puede considerarlos sino como el gran eslabón de la
cadena que une á la civilización moderna que nace , con la civili-
zación antigua que se ex t ingue . La barbar ie suspendió por algunos
momentos, en verdad, la marcha del saber : pero la existencia de
un pueblo envilecido le hubiera sofocado para s iempre .


La revolución que dest ruyó el imperio r o m a n o , es una de
aquellas revoluciones que , produciendo un sacudimiento terr ible en
el mundo moral , deciden con su poderosa influencia de la suer te
de los hombres y del carácter de los pueblos : una de aquellas r e -
voluciones, (pie son ra ras en la historia del espíritu h u m a n o , po r -
que produciendo un desnivel absoluto en el sistema de nuestros co-
nocimientos, y al terando notablemente nuestra m a n e r a de sentir ,
aunque por ventura duren un ins tan te , sus efectos duran muchos
siglos. Nosotros nos resentimos todavía de esta revolución mora!
que sufrieron nuestros padres; y observando la diferencia que existe
entre las ideas (pie produjo en ellos, y las (pie tuvieron las socieda-
des antiguas , veremos la diferencia que hay en t re la antigua y la
moderna civilización.


Los principios dominantes en t re los conquistadores eran absoluta-
mente opuestos á los (pie dominaban entre los conquistados : los s e -
gundos eran materialistas, en medio de su civilización y su cultura:
los primeros eran espiri tualistas, á pesar de su rudeza y su ba rba r i e .


Antes de la destrucción del imper io , el m u n d o creía aun en
la fatalidad como en un dogma : después de la destrucción del
imperio, la Providencia de Dios des t ronó á la Eatalidad dé los gent i -
les ; y e s t e dogma saludable penet ró en las costumbres de los pue-
blos , y dominó en la conciencia de los hombres .




- 2S


Antes de la destrucción del imperio r o m a n o , el mundo había
levantado al tares á la fuerza : la tiranía y la se rv idumbre eran dos
cosas legít imas; porque los fuertes habían nacido para m a n d a r , y
ios débiles para obedecer : resul tando de aquí que la insurrección
era legi t ima, siempre que estaba consumada; porque una insurrec-
ción consumada es una insurrección acometida por los fuertes :
por e s o , fueron legítimos todos los Césares (pie salieron del preto-
rio. El pretorio daba la legi t imidad, porque era el depositario de
la fuerza.


Después de la destrucción del imperio r o m a n o , los humilde*
\ los poderosos , los débiles y los fuertes fueron iguales en presen-
cia del Señor : la fuerza abdicó el imperio del mundo en manos de
la justicia : los brazos obedecieron al espíritu : la autoridad pública
se revistió de un carácter augusto, porque estaba protegida por
la idea do su derecho : la idea de la obediencia dejó de estar a s o -
ciada á la idea de la s e rv idumbre ; porque no nació c o m o antes d e l
sentimiento de la deb i l idad , sino (pie fué enaltecida y santificada
por la idea del deber . P o r o s o , los Pontífices de Roma , débiles y
desarmados , vieron postrados á sus pies á los señores del mundo;
por e s o , el derecho de la.autoridad legítima no prescribió nunca
en presencia de la insurrección victoriosa.


Y sin e m b a r g o , en aquellos siglos de oscuridad y de ba rbar ie ,
el mundo fué teatro de insur recc iones , de e scánda los , de discor-
dias, de rencores y de cr ímenes . Esto solo quiere decir , (pie cuando
el mundo moral comenzaba á hal larse cu posesión de los p r inc i -
pios de orden , las sociedades cont inuaban agi tándose en las c o n -
vulsiones de la anarquía . Los principios no eran todavía poderosos
para dominar á los hechos : para dominarlos definit ivamente, d e -
bían dominar antes definit ivamente á los esp í r i tus ; y esa domina-
ción es siempre; lenta como todas las dominaciones durables .


Antes de la destrucción del imperio r o m a n o , las sangr ientas
pasiones de los hombres tenían tres resp i raderos inmensos , á s a -
ber : el t e a t r o , el foro y el c i rco. Después de la <íest¡ ucr ion del
imperio r o m a n o , las ciudades mas populosas se convirt ieron en
\ astas y profundas soledades : el ((Nitro, el foro \ el circo q u e d a -




•2'.)


r o n silenciosos y desiertos : Inac t iv idad devorante del hombre tío
tuvo mas horizonte que una solitaria fortaleza : su c i r c o , su foro,
y :-u teatro fué el hogar de su familia.


Entonces sucedió que el hombre , apar tados sus ojos de las
tempestades del m u n d o , los clavó en el apacible semblante do la
madre de sus h i jos : entonces conoció que la que habia sido su e s -
clava , podia ser su compañera .


Entonces sucedió q u e , no pudiendo el alma esparcirse con los
espectáculos exter iores , se arrolló dent ro de sí propia como en su
tabernáculo escondido.


Entonóos sucedió que se vio asaltada de repen te de nuevos p e n -
samientos , de nuevas imaginaciones y de nuevas ideas . Si el h o -
rizonte del mundo exter ior la habia parecido g r a n d e , el horizonte
del mundo interior debió revelarle la idea de lo inmenso y de, lo
infinito.


El politeísmo . material izando al hombre , le obligó á esparcir
su pensamiento por los tesoros y las maravil las de la t ie r ra . La r e -
ligión cristiana, dirigiéndose á su espíri tu, le elevó en las alas de la
caridad y de la l e , y le lanzó por los abismos de la e ternidad y
por los rumbos del cielo. El politeísmo de r r amó sobre la faz de la
tierra todos ios encantos de la fábula; porque la t i e r r a , para los
gentiles, era un magnífico palacio , adornado por la divinidad pa ra
r ec ib i r á los hombros . La religión cristiana llamó á la tierra Valle.
i!o U'iqriinas . para dar á en tender que era una débil t ienda, ab ie r ta
por la mano d" Dios por una hora , para que dispensase b r e v e r e -
poso al causado peregr ino .


Por e s o , cuando la religión cristiana vino al m u n d o , la t ie r ra
no estuvo \ a vestida á los ojos de los hombres con su vestido de
boda ; sus oráculos callaron ; desaparecieron sus náyades y sus
n i n f a s ; y poslrada ante Dios , la naturaleza fué condenada til s i -
lencio.


Los dioses fiel (Sl'unno habian dicho á los hombres ; «ent regaos
á los deleites»: y Jos hombres , esclavos de esta v o z , se p rec ip i t a -
ron en pos de los placeres carnales . La religión cristiana nos dijo :<I
expiad ron la penitencia vuestros c r ímenes ; fortaleced con la o r a -




eion vuestros espíritus; '- y los hombres se vistieron de j o rga , v
maceraron sus carnes , y abandonaron las c iudades populosas , v
adoraron á Dios en los desiertos.


Una revolución tan inmensa en la manera de ver y de sentir
d é l o s hombres debió producir necesar iamente una revolución aná-
loga en la manera de expresar sus sentimientos. De lo contrarío,
sería forzoso suponer (pie es compatible la flexibilidad do la s u s -
tancia con la inflexibilidad de la forma , que so. ha hecho para ella;
lo cual es un absurdo evidente .


Lo que dicta la razón , está cont inuado por la historia ; los
dioses que enmudecieron en el Olimpo , las ninfas que abandonaron
el m u n d o , no fueron invocadas por la voz de los poe tas , ni p r o -
fanaron su lira. La poesía cristiana proclamó el culto del espíritu,
y proscribió el culto de las formas. La poesía de los gentiles fué
sobria de sent imientos , y r ica de imágenes : la poesía de. los
crist ianos fué sobria de imágenes , y rica de sentimientos. IV i podía
ser de otro modo ; como cpie los sentimientos nos vienen de la m e -
di tación, y las imágenes nos son sugeridas por la mater ia . La
poesía de los gentiles cantó la naturaleza física, describió su pom-
pa , sus ga las , su animación y sus colores. La poesía cristiana
tendió un crespón fúnebre sobre la naturaleza si lenciosa, _\ d o s -
preciando sus acordadas a rmon ías , se a r reba tó con los sublimes
conciertos de las armas d e los ángeles .


La musa de los gentiles estaba, coronada de alegres s iemprevi-
vas ; la musa de los cristianos de melancólica verbena : la primera
sobresa le , cuando canta la felicidad de ios placeres : la segunda
cuando gime sobre nuestros infortunios, y cuando c u e n t a , por los
latidos de nuestro corazón, nuestros dolores. Estas dos musas se han
dividido el imperio de los mundos . El imperio riel mundo moral per-
tenece á la musa de los cr i s t ianos ; el del mundo físico á la de los
gent i les ; por eso , la de los cristianos tiene, sus ojos clavados en el
cielo , y la de los gentiles en la t ierra .


Tales son los hechos históricos : -yo ni los combato ahora ni los
defiendo; los consigno , y lo que es mas , los explico por las g r a n -
des catástrofes sociales que han afligirlo á los pueblos.




- :u —
Mas adelanto veremos si esas dos musas son hermanas ó e n e -


micas : y si entre esos dos mundos hay un abismo sin p u e n t e , ó
una cadena (pie los une . Por ahora me basta cons ignar aquí , como
un hecho, que esas dos musas y que esos dos mundos tienen una
existencia distinta , lógica é his tór icamente necesar ia : que ni los
clásicos ni los románticos pueden revelarse contra su legitimidad
c o m ú n , sin revelarse al mismo t iempo con t ra í a razón y la historia.


Mientras que el materialismo y el esplritualismo sean dos e scue -
las filosóficas, el romanticismo y el clasicismo serán dos escuelas
literarias : sin q u e s o des t ruyan las p r i m e r a s , no pueden ser d e s -
truidas las segundas ; y las pr imeras existieron ayer , y existen hoy,
v existirán s iempre , porque existirán s iempre , como exist ieron ayer
y existen hoy, el alma y el c u e r p o , el espíritu y la m a t e r i a . Dios
v el mundo .


La cuestión consiste en aver iguar si esos e lementos indes t ruc-
tibles están condenados á un perpe tuo an tagon i smo , ó si es posi-
ble entre ellos una absoluta concordancia .


VI.


En mi artículo ú l t imo, procuré demostrar (pie la destrucción
del imperio romano , obra de naciones bá rba ras y de una religión
divina , fué una revolución inmensa para las sociedades humanas ;
y que esa revolución , habiendo alterado profundamente los hábitos
y las creencias populares , produjo también un trastorno en la l i te-
ratura de los pueblos : t rastorno que fué lógica é históricamente
necesa r io ; porque la literatura no ha tenido el privilegio de existir
como una abstracción independiente d é l a s revoluciones del m u n -
do , de las mudanzas de los hombres , y del t ranscurso de los
siglos.


En el mismo ar t ículo, procuré reducir á cláusulas b reves y p r o -




- —
e-isas las diferencias generales que ca i r e ima \ otra religión , eníi'e
una y otra soc iedad, en t re una y otra literatura existían. Hoy me
propongo e x a m i n a i ' m a s de ten idamente esle a s u n t o , haciendo al-
gunas aplicaciones especíales de los principios ¡pie entonces d¡ por
sentados.


El principio de la asociación fué el que prevaleció en el mundo,
mientras duró la existencia de las sociedades ant iguas : consagrado
el c iudadano á la vida pública , no conoció los placeres de la vida
p r ivada . El foro no consintió al hogar de la familia; p o r o s o , mien-
tras que la ciudad política ensanchaba prodigiosamente sus d e r e -
chos , el hombro no tuvo hogares . Por el contraído , entre los b á r -
baros del Nor te , los derechos del individuo eran mas extensos y
sagrados (píelos derechos de la asociación. El principio de la au -
toridad estaba dominado por el de la independenc ia ; el hombre
era superior á la ley. Por eso , mientras (pao , en las sociedades an -
t iguas, los ciudadanos hacían el sacrificio de su individualidad en
los altares de su patr ia , en t re los bárbaros del N o r t e , el interés
general de la asociación se subordinó siempre á los intereses de los
asociados.


Esto explica porqué , en la ant igüedad . las grandes cosas so
hicieron siempre por los pueblos : mientras (pie despue.s se hicie-
ron por los hombres .


En la poesía («pica y dramática de los ant iguos , todos ios perso-
nagos se eclipsan s iempre delante del pueblo : la grandeza épica
de la Iliada no se cifra en la g randeza de Héctor ni en la grandeza
de Aquiios , sino en la lucha en t re la asociación griega y la ciu-
dad pelásgica , en t re los destinos occidentales y los destinos del
Or iente .


En la infancia de la t ragedia , los personages dramáticos estu-
vieron subordinados al c o r o , es dec i r , al pueblo : y e s sabido que
el coro no abandonó j a m á s la escena , aun después de los adelantos
del a r t e ; sino antes Lien ejerció un de recho de censura sobre todos
los personages dramát icos , aunque esos personages fueran r evés .


Tobas se siente abatida por la cólera de un dios : la peste que. la
consume , la fiebre que la devora , dan bien á entender que dentro




- > :>,:>, - -


tío sus muros habita un c r imina l , ignorado de los mortales y cono-
cido de los dioses. Los lebanos se de r raman melancólicos por la ciu-
dad enlu tada , se agolpan como fantasmas esc indidas y suplicantes
en los pórticos de los templos ; en tonan himnos fúnebres para d e s -
viar d e s ú s frentes la cólera divina ; in ter rogan á los oráculos; c i r -
cundan á los sacerdotes ; fatigan á los in térpre tes del c ie lo ; y r o -
d e a n , en l'm , á Edipo, el vencedor de la esfinge , el adivinador ríe
e n i g m a s , el favorecido de los dioses inmor ta les , el rey clemente
y justiciero , que gobierna con próspera fortuna á los descendientes
de Ladino. Tebas pide á los sabio- y á los justos de la t ierra que la
muestren el c r imina l , y que le digan el c r imen que trajo sobre sus
uniros la cólera de Apolo : Tebas pide á los sacrilicadores que alien-
ten su corazón para descargar el hacha sobre la frente de la v íc t i -
ma , v que levanten el altar del sacrificio. Edipo se presenta m a -
gestuoso y apacible, enjuga las lágrima.- de su pueblo consternado.
El drama comienza entonces , desenvolviéndose unas veces c o n m o -
vimiento ace le rado , otras con angustiosa lentitud y con una pausa
solemne.


Ln todo el curso de esta t r aged ia , obra maestra de Sófocles,
asombro de los siglos y maravilla del a r t e , nada sucede que sea
debido á la intervención de los hombres : nada sucede que sea de -
bido á los caracteres de los personages dramáticos . Edipo es una
víctima fatalmente destinada á ofrecerse en holocausto ala cañera de
un dios y á la venganza de un pueblo , únicos personages que , en
las sociedades antiguas , no necesi taban de la razón , para que su
voluntad fuese ley : ¿qué mucho que no encontremos c a r a c t e r e s en
la dramática de los g r i egos , si los individuos no e ran sino pa jue -
la liviana, movida por el soplo de un dios ó por los vientos po-
pulares ?


Ahora bien : como desde que vino al mundo la religión v e r d a -
dera , la voluntad del hombre» pudo resistir en los casos par t iculares
á la voluntad d iv ina ; y c o m o , desde que los bá rba ros destruyeron
el imperio de Occidente , la dignidad y la independencia de los in -
dividuos se abr ieron paso por las asociaciones h u m a n a s , de aquí
fué, que simulo nvavor la importancia de los hombres , señores va de


i <>•«•• <••




— :) i - -
sus destinos , aparecieron también mas grandes y mas independien-
tes en la dramát ica de las sociedades modernas .


El estudio de los caracteres comenzó á ser cultivado , cuando
comenzó á ser provechoso; y comenzó á ser p rovechoso , cuando,
no der ivándose ya la acción dramát ica de la voluntad inmutable de
los d ioses , ni de la voluntad caprichosa de los pueblos , tuvo su o r i -
gen en la portentosa variedad de los caracteres individuales de los
hombres . Proscriptos en los dramas modernos los o rácu los , por
donde se revelaba á los mortales la voluntad divina , y los coros,
por donde manifestaban sus necesidades y su voluntad los pueblos,
sucedió (pie los individuos fueron los únicos reyes de la escena . í)o
este m o d o , el individualismo de los conquistadores del N o r t e , ha -
biéndose enseñoreado de la sociedad , se enseñoreó también de la
poesía. Tan cierto es que las revoluciones literarias siguen de cerca
á las revoluciones políticas y sociales , y q u e , para ser cabalmente
comprendidas , no basta (pie las examinemos á priori, sino las con-
sideramos en la historia.


Pero la mas g rande ent re las revoluciones consumadas en es-
tos tiempos primitivos, fué sin duda la que trastornó de todo punto
las relaciones que antes exist ieran ent re la muger y el hombre . La
religión c r i s t i ana , que colmando los abismos que separaban á las
naciones , constituyó á la humanidad una , idéntica, solidaria y res-
ponsable : que constit in ó la unidad social, allanando las barreras
levantadas entre las razas enemigas , humillando á los soberbios y
ensalzando á los humildes : q u e , di r igiéndose á los h o m b r e s , les
anunció que e ran h e r m a n o s ; esa religión no agotó el tesoro de to-
dos sus prodigios , sino cuando mandé) á la muger que se levantara
del polvo , y se la presentó al hombre dieiéndole : he ahí tu compa-
ñera . Entonces, y solo entonces , el hombre y la muger se enlazaron
con augustos desposorios, con júbilo de la tierra y con arrobamiento
de los Cielos. Entonces hubo dos leyes s an ta s , desconocidas de los
t iempos antiguos : la de la car idad , que ligó á los hombres entre
sí con vínculos suaves : la del amor , que ligó á la muger con el
hombre en indisoluble lazada.


Rehabilitada en sus derechos la m u g e r . fué santificado el amor:




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v de vaso de ponzoña, que era autos para lus lab ios , se convirtió
( M I pura fuente de aguas vivas.


Un las sociedades ant iguas , el amor fué una calamidad, causa de
todos los males , de todos los desórdenes , así públicos como priva-
dos : en las sociedades modernas , es un signo de ventura , y una ben-
dición del cielo; es un manantial fecundo de inextinguibles p laceres .


En las sociedades an t iguas , la presencia de la muge r era de
nial agüero ; porque la muger se levantaba como un obstáculo in-
vencible entre los g randes hombres y las grandes e m p r e s a s , en t re
los héroes épicos y sus ('levados designios. En las sociedades m o -
dernas , la muge r no aparece sino para estimular á las g randes a c -
ciones , y á los sacrificios gene rosos ; para levantar el ánimo de los
hombres que de-fallecen , y para hacerles fácil el agrio sendero de
la inmortalidad y el áspero camino de la gloria.


Dante , príncipe de todos ios poetas de la era cr is t iana, se aco-
jo al amparo de Beatriz en su peregrinación por ten tosa ; para q u e ,
disipando las sombras de su espíritu y las tinieblas de sus ojos, pue-
da verse c i rcundado . sin cegar y m o r i r , de los divinos resplando-
res . Ella le conduce amorosamente por aquellas regiones e levadas
a d o n d e no alcanzaron j a m á s ojos mor t a l e s , s i éndo la m u g e r , de
esta manera , el ángel que endereza nuestros pasos hacia Dios y que
alumbra nuestra ceguedad , para que podamos distinguir las m a r a -
villas del Cielo.


Sin el amor , Petrarca no hubiera dejado al mundo su melan-
cólico huid y sus suavísimas endechas . Sin c l a m o r , Torcuato Tasso
no hubiera arrojado á los vientos , para que las guardase la historia,
las páginas de oro de la Jerusalen conquistada , escritas para la
eternidad en los accesos al ternados de una fiebre interior y de una
sublime locura.


El amor y la muger ; tales son las fuentes inagotables d e las
inspiraciones mas altas , en las sociedades m o d e r n a s ; c o m o , en las
an t iguas , lo habían sido los dioses y los pueblos.


Este fenómeno no parecerá ex t raño , si se a t iende á que la mu-
ger fué reina en los siglos b á r b a r o s , \ á que el amor tuvo, en esos
siglos, altare*.




- . 31', -••
Para lbnnarsi! una idea del imperio que la muger y el amor t u -


vieron «obre las costumbres , en los siglos medios, bastará por ahora
recordar que uno de los caracteres de la cabal ler ía , institución p o -
lí t ica, religiosa y social , que n o n a sido aun cumplidamente exa -
minada , era el culto rendido por el caballero á la muger , cons i -
derada como principio de todo lo In icuo , y especialmente de la
elevación m o r a l , que inclina al hombre que la posee á las g randes
empresas y á las heroicas acciones.


Por e s o , los caballeros mas valerosos y esforzados imploraron
s iempre en medio de los peligros la protección de su dama : por eso,
cuando salian vencedores en las lides, ponían ante sus pies, como
tributo pagado por su amor , los conquistados despojos : por eso.
l levaban á las justas y torneos sus colores , y la rendían homenage
en sus empresas y d iv isas ; por eso , las damas tenían su Corte de
amor, institución que las sociedades ant iguas no hubieran podido
concebi r , especie de tribunal en donde la muger juzgaba al hombre
como dueña de su honra , en donde el amor y el ingenio e ran feu-
datarios de la be l l eza , l inage de congresos desconocidos a n t e s , v
desusados d e s p u é s , en que se t ra taba de los hombres por las d a -
mas , como de los subditos por los reyes . Por esta r a z ó n , un c a b a -
llero sin dama es taba solo en el mundo , estaba fuera de la h u m a -
nidad , y cuasi fuera de la l ey ; como quiera que no tenia quien
abogase por él en el augusto ( / i ng reso , dispensador de la gloria.


En segundo término del cuad ro , y det ras de los caballeros y las
d a m a s , estaban los t rovadores , que fiaban á la posteridad mi sus
cantos el valor y el ingenio de los unos y la belleza de las o t ras . En
los cantos de los t rovadores , el pr imer personaje, en la tierra , es
la muger ; y en el Empíreo, la Vi rgen . De esta mane ra , la muger \
el amor , después de haber sido causa de una revolución en ¡as c o s -
t umbres , causaron también una revolución en la poesía.




V I I .


De los artículos ([lio sobro el clasicismo y el romanticismo he
publicado basta a h o r a , se deducen las consecuencias siguientes :
1. a Que si por clasicismo se quiere significar la poesía de las so-
ciedades antiguas , y por romanticismo la de las sociedades mo-
dernas , el clasicismo y el romanticismo son dos escuelas legí t imas,
porque están fundadas en hechos históricos i r recusables : 2 ." Que
esas dos escuelas se diferencian profundamente ent re s í , como
(¡mera que el clasicismo se distingue por la perfección de las formas,
\ el romanticismo por la profundidad de las ideas ; el clasicismo
por la riqueza de las imágenes ; el romanticismo por la e le \ación
de los sentimientos. De donde se s igue , que los clásicos y los r o -
mánticos, cuando se n iecan mutuamen te el derecho de ciudadanía
en la república l i t e ra r ia , se insurreccionan contra la razón v se
sublevan contra la historia.


Este hecho es g r a v e , y merece ser expl icado. Si no hubiera
mas clásicos que Hacine y Moliere, ni mas románt icos (pie Calderón
\ Shakespeare, la contienda en t re clásicos y románt icos no hubiera
exis t ido , porque lodos los hombres de genio son hermanos : pero
a Calderón y á Shakespeare han sucedido sangr ientos d r a m a t u r -
gos; y á Hacine y á Moliere ridículos copleros. Eos copleros , v iendo
(pie los dramaturgos escriben en su es tandar te , romanticismo , han
condenado el es tandarte y la p a l a b r a , y han hecho bien : y los
d ramatu rgos , viendo que los copleros escr iben en su e s t andar t e ,
clasicismo , han condenado el es tandar te y la palabra , y han he-
cho mejor: ¿Pero qué importan para las ciencias y para la literatura
las controversias ridiculas entre dramaturgos y cop le ros? Eo que
importa d e m o s t r a r , \ lo que demostraré en este art ículo, e s , que




: t \


los d rama tu rgos que se dan á sí propios el título de románticos,
son clásicos de mala especie : y que los copleros que se titulan
clásicos, son románticos de mal l inage. Esta observación es nueva;
lal me parece á l ó m e n o s ; y por lo mismo debo tratar este asunto
con la extencíon conveniente .


La l i t e ra tura , como la sociedad an t igua , es esencialmente m a -
terialista : y porque es mater ia l i s ta , r inde bomenage , como he d e -
mostrado y a , á la r ea l idad , al mundo físico, á las formas. Ahora
b i e n : los d ramaturgos mode rnos , proclamando el principio de que
lodo lo que es real , es asunto de un d rama , aunque la realidad sea
enojosa y r e p u g n a n t e , p roc laman el materialismo mas absurdo \
mas grosero . Hay, sin e m b a r g o , una diferencia notable entre los
poetas de la ant igüedad y los d rama tu rgos de nuestros días. Los
poetas de la. an t igüedad buscaban la be l leza ; los dramaturgos de
nuestros días buscan la trivialidad de las formas. Los unos y los
otros se someten al yugo de las rea l idades , y cantan el mundo
físico : poro para los poetas de la ant igüedad , el mundo es un edén
vestido de flores y embalsamado con perfumes; mientras (pie,
fiara los d ramaturgos de nuestros dias , es un horr ible desierto sin
vejetacion y sin v e r d u r a : en medio de su soledad se levanta un
cadalso; y al pié de ese cadalso, suele haber un v e r d u g o (pie ame-
naza , y una víctima (pie g ime . Los poetas de la ant igüedad can -
taron el mundo físico-: pero solo escogieron , como dignas de sus
can tos , sus bellezas : los d ramaturgos de nuestros dias cantan
también el mundo físico; pero solo a c e p t a n , como dignos de sir-
cantes , sus hor ro res . Por donde se vé que nuestros d r ama tu rgos
lian robado á los clásicos su principio, y á los románticos su divisa.


La l i teratura, como la sociedad de nuestros t i e m p o s , es e m i -
nen temente espiritualista , c o m o q u i e r a que una y otra tienen su
or igen en las religión cr is t iana , que ha levantado el ánimo de los
hombres á la contemplación d e s ú s sublimes mis ter ios , separando
s u s ojos del espectáculo del mundo y de los deleites de la tierra : por
osla r azón , un poeta de nuestros dias buscará <•! tipo de lo sub l i -
me \ (Je |o bello fuera de la región de las rea l idades , y se elevara
cu alas de su entusiasmo para perderse en las o\pléndidas regio-




;¡i) •••


ríes <le la verdad absoluta. Ahora b i e n ; los ridículos copleros <jue
se llaman clásicos á sí propios , y que se muest ran despreeiadores
del vaporoso idealismo de la musa cr i s t iana , ignoran que r inden
también homenaje al principio ideal is ta , cuando haciendo ab s t r ac -
ción de las tradiciones históricas y de las creencias popu la res , solo
celebran en sus cantos ninfas que ya no existen en la t i e r ra , y dio-
ses eme abandonaron el Olimpo. Los copleros son , p u e s , r o m á n t i -
cos ; puesto que prescindiendo de las r ea l i dades , vagan pe rpe tua -
mente por los áridos é inaccesibles campos de la idealidad y de la*
abstracciones.


Hav, sin embarco , una diferencia muv no tab le , entre el i d e a -
lismo de los románt icos , y el idealismo de los copleros. El idealismo
de los románticos tiene s iempre algo de r e a l , porque se funda en
opiniones admitidas y en creencias populares ; mientras que el idea-
lismo politeísta de los copleros no tiene nada de r e a l ; puesto que
basta las creencias y opiniones en que se funda, se abismaron para
siempre con las sociedades ant iguas . Por esta razón, el idealismo de
¡os románticos es poderoso muchas veces para subyugar la imagina-
ción de los que asisten á la lectura de una oda , ó á las r ep re sen t a -
ciones escénicas ; mientras (pie el idealismo politeísta de los copleros
no es poderoso jamás para elevar el á n i m o , para electrizar la ima-
ginación , y para conmover los corazones . No hay espectáculo mas
angustioso para mí que el de un pobre poeta, que no sabiendo qué
cantar , preludia un apagado remedo de un gran poeta de otros dias;
>u triste y monótono cauto desciende sobre el silencio universal de
todos los tpie escuchan. El desgraciado no encuent ra espec tadores
que lo ap l audan ; porque el mimen o l ímpico , que invoca en su ins-
piración, no e x i s t e , y no volverá ya á inspirar sobre su trípode sa-
grada á la profélica Sibila.


Dejando á un lado ya á los d r a m a t u r g o s , que son clásicos de
mala espec ie , y á los copleros , que son románticos de mal l inage,
diré (pie el romanticismo , considerado filosóficamente , lejos de ser
incompatible con el clasicismo, es su l eg í t imo , su necesario com-
plemento , así como las sociedades modernas son el complemento
de las sociedades antiguas , y a s í como son el complemento neeesa -




l ' l
rio de muís civilizaciones oirás civil izaciones, de unos siglos otros
siglos. Porque las d iversas l i teraturas no son mas que varias épocas
de una misma l i teratura; como los varios acontecimientos d é l a vida
son diversas épocas de un mismo hombre ; como las diversas r evo-
luciones son varias épocas de una misma sociedad; como las d iver -
sas formas sociales son varias épocas de un mismo pueb lo ; como
los diversos pueblos derramados por el mundo constituyen, con su
magnifica variedad, la unidad maravillosa del género humano.


Cuando Jesús apareció en t re los h o m b r e s , les anunció con su
divina palabra que no era venido á este mundo para revelar una
una nueva ley, sino para que su ley fuese la explicación y el c o m -
plemento de la ant igua. La revolución literaria, producida entonces
por el cristianismo no fué , como no fué el cristianismo , una i n -
novación absoluta ni un trastorno completo , sino una verdadera re -
forma.


Los antiguos adoraron la materia : y á la materia rindieron ho-
menage los poetas , los sacerdotes y los ar t i s tas . Cuando Jesús a p a -
reció , dijo á los h o m b r e s ; no adoréis á la materia , sino al espíritu
que está en m í , y que gobierna y dirige á las cosas m a t e r i a l e s .
Pero no dijo nunca : no adoréis á la materia , porque la materia no
exis te . Es dec i r , que el cristianismo no vino á destruir la ma te r i a ,
porque la existencia de la materia es una verdad , sino á destruir
su culto , porque su culto es un e r ror : no vino , no , para des t rui r
la ma te r i a ; vino para subordinarla al espír i tu.


Ahora bien : puesto que la materia y el e sp í r i tu , las formas \
las ideas coex i s t en , hay una belleza que es propia de las ideas , y
una belleza <[ue es inheren te á las formas. Los antiguos solo c o n o -
cieron la segunda . El cristianismo no vino para negar la ó para d e s -
truirla , sino para completar la noción de lo bello , revelándonos la
p r imera . Los poetas de nuestros dias q u e , desconociendo la belleza
que es inherente á las fo rmas , solo r inden homenage á la que es
propia de las i deas , cometen el misino er ror que los antiguos ;
puesto que solo si 1 hallan en posesión de una verdad fraccionada,
de una verdad incompleta ; mientras que , después del cristianismo,
d género humano so encuentra en posesión de la verdad absoluta.




- 11
No es v e r d a d , como qu ie ren los románt i cos , que se aprenda


todo en Virgilio : pero sí es ve rdad que Virgilio , con los pensa -
mientos de Dante ; ó Dante, con las formas artísticas de Virgilio, se-
rian el tipo acabado, inimitable, ideal de lo sublime y de lo bello.


Para concluir esta serie de a r t í cu los , d i r é , que si por clasicis-
mo se ent iende la imitación exclusiva de los poetas antiguos , y por
romanticismo la emancipación completa de las leyes artísticas que
los antiguos encontraron , el romanticismo y el clasicismo son dos
escuelas absurdas . Pero si el clasicismo aconseja el estudio de las
formas en los poetas an t iguos , y el romanticismo aconseja el e s tu -
dio de las ideas y de los sentimientos en los poetas m o d e r n o s , el
clasicismo y el romanticismo son dos escuelas razonables . Entonces
la perfección consiste en ser clásico y romántico á un misino tiempo:
(in estudiar á los modernos y en estudiar á los ant iguos . Porque ,
¿en qué consistirá la perfección , sino consiste en expresar un bello
pensamiento con una bella forma?






POLÉMICA СОХ EL DOCTOR ROSSI,
У


.U ICIO CRITICO ACERCA DE LOS DOCTKLNARIOS.


AIìTICCLOS PUBLICADOS EN EL CORREO NACIONAL.


( 1838.')






I.


Ha llamado poderosamente nuestra atención un artículo del
profesor Rossi, publicado en la Revue française de marzo , en el que ,
con motivo del examen que hace de la historia del imper io , de Mr.
Bignon , en el tomo que trata de la gue r r a de España de 1 8 0 8 , dá
su parecer sobre la naturaleza de las relaciones que deben exist ir
entre la Francia y la nación española. Este artículo es n o t a b l e , no
solo por las opiniones ex t rañas que en él van contenidas , sino t a m -
bién , y mas principalmente, , por el escritor que las emite , por el
periódico en (pie han sido publ icadas , y por el par t ido que ese pe -
riódico representa .


Según la opinion de Mr. Rossi , no solo no es cierto, como p r e -
tenden algunos, que la Francia esté g randemente interesada en que




- 40 -
se conserve íntegra la unidad española ; sino que por ei contrario,
los intereses materiales y morales de esa nación poderosa sufrirían
un g rave det r imento con esa unidad a larmante , si por ventura lle-
gase un caso de conflicto y de colisión ent re las nacionalidades eu-
ropeas ; de donde deduce fácilmente el i lustrado escritor á que alu-
dimos , que el interés bien entendido de la Francia consiste en que
la unidad española se fraccione , y en qne las provincias de allende
el Ebro se proclamen independientes del pendón y de, la corona
de Castilla. El silencio de nuestra prensa per iódica , en asunto tan
trascendental y tan g r a v e , nos mueve á levantar la voz contra
opiniones , que pueden parecer consent idas , cuando no son ené r -
gicamente rechazadas . Nosotros en t ra remos de lleno en esta polé-
mica, aunque nos proponemos en t ra r en ella con calma y con me-
sura , cual conviene á los que cuentan en su apoyo, como esperamos
demost ra r mas adelante , á la razón y á la historia.


Pero , antes de combatir , nos parece conveniente , y aun de torio
punto necesario aver iguar , c u á l e s la ve rdade ra importancia de aquel
contra quien combatimos : porque si la opinión de Mr. llossi fuese
una opinión ind iv idua l , no merecer ía impugnarse con aquel maduro
detenimiento qne se exige á los escritores públicos , cuando impug-
nan opiniones que pueden realizarse en su dia con menoscabo de la
dignidad y del decoro de su patria : pero s i , por el contrario , la
opinión de Mr. Rossi fuese la opinión de nna escuela filosófica; si
esa escuela filosófica representara un pa r t i do ; si ese partido hubiese
estado en el p o d e r ; y sobre todo , si aun conservase esperanzas de
obtener le y de convert ir en hechos sus doc t r inas , entonces la opi-
nión de Mr. Rossi adquirir ía tal carácter de, g ravedad , (pie, no p o -
dría ser l igeramente impugnada por nosotros , sin que mereciésemos
la nota de indiferentes , ó cuando menos de tibios en asuntos que
en tanto grado interesan al porvenir de la nación española. Por esta
r a z ó n , dedicaremos exc lus ivamente este artículo al examen de la
importancia política de la opinión de Mr. l loss i , reservándonos
para después impugnar l a .


Mr. Rossi es natural de Ginebra ; p e r o , relacionado mucho
tiempo ha con lo- ilustres ge les de la escuela doctrinaria , ha con-




- '17 —


-agrado su omínente ingenio á la p ropagac ión , por medio de la e n -
señanza, de las doc t r inas , asi políticas como históricas y filosóficas,
(pie ¡os doctrinarios p roc l aman y sostienen. Siendo estos pocos en
número , v ocupados en su mayor par te en los debates políticos co-
mo consejeros de la corona ó como diputados , desde la revolución
de julio , las cá tedras cpie desempeñaron con gloria en tiempo de la
res taurac ión , lian venido á quedar de todo punto desiertas y con-
denadas al silencio por falta de profesores. Los doct r inar ios , á
quienes nadie podrá negar el t í tu lo de eminentes filósofos y de
g iandes publ icis tas , han conocido muy bien que la enseñanza es
para eilos el medio mas seguro de conquistar la dominación de los
espír i tus , cpie es la que con preferencia apetecen : porque es la
única (pie no está sujeta á la instabilidad de las oscilaciones polí-
ticas. Kilos saben muy bien q u e , si como diputados y como minis-
tros pueden dominar lo p r e s e n t e , como profesores pueden influir
en lo presente y dominar lo fu turo; para e l los , la tr ibuna es un
teatro , y la cátedra es un trono : y no pudiendo recabar de sí p ro-
pios el sacrificio de n inguno de los d o s , quieren ser á un mismo
tiempo reyes en la c á t e d r a , y oradores en la t r ibuna . En este e s -
tado , acudieron á Mr. Ross i , para que aceptase la dictadura de la
enseñanza , (pie en su n o m b r e y como á su delegado le ofrecían;
mientras que ellos se ocupaban en apodera rse de la dictadura s o -
cial , combatiendo en la arena de los debates políticos. Mr. Rossi
aceptó entonces una cátedra de derecho público constitucional, que
dio motivo á escenas escandalosas , en que los partidos hicieron
alarde, con i rreverencia y sin pudor , d e s ú s envejecidos odios y de
sus enconadas pasiones.


Mr. Hossi, pues , es una de las columnas mas firmes del templo
en donde se adora á la divinidad de la doctrina : pocos son los s a -
cerdotes consagrados á su culto : pocos los fieles que queman in-
cienso en sus altares ; pero pocos como son , no han carecido hasta
ahora, de influencia en los destinos de su patria , si bien esa influen-
cia se d i s m i n u y e y d e c a e , lejos de consolidarse y crecer , con el
transcurso del t iempo. Puesto que el autor del artículo que nos p r o -
ponernos impugnar , recibe toda su importancia de la escuela filoso-




— 4s -
iica d e q u e es in térpre te reconocido , será bueno que apreciemos el
valor político de esa escuela, asi en lo pasado como en lo presente;
porque asi aver iguaremos (pié es lo que debemos temer ó esperar
de ella para lo fu turo .


Los doctrinarios alcanzaron alta fama y renombre , cuando la
F r a n c i a , merced á los extravíos de la res tauración en los dias de
su rápida decadencia, estaba dividida en bandos opuestos, que d e -
bían conducirla á los abismos por diferentes sendas , á impulsos de
contrar ias reacciones. Uno de los bandos estaba compuesto de los
acalorados realistas , que á nada menos aspiraban que á restablecer
la monarquía histórica y tradicional en el lleno de su p res t ig io , de
su magestad y de su pompa ; olvidándose , tan ciegos eran , de que
el siglo de las revoluciones había quebran tado la cadena de oro de
la tradición, y de que el trono de Cár losX nopod ia afirmarse en esa
cadena , como quebran tada , inú t i l ; y como inútil , pe l igrosa ; p o r -
que había de servir forzosamente de embarazo y de tropiezo. El otro
l iando estaba compuesto de los que, enardecidos y. entusiastas por
el principio democrát ico de la soberanía popular , miraban con i n -
dignación y sobrecejo las tendencias aristocráticas y sacerdotales de
la monarquía r e s t a u r a d a , á quien no podian perdonar el (lia , para
ellos de triste r eco rdac ión , en que el cetro de la Francia pasó á
manos de los Boi b o n e s , no por disposición de la Francia , sino
por disposición y bajo los auspicios de los mismos soberanos que
habían visto t remolar junto á sus tronos el es tandar te de la r e p ú -
blica, y volar sobre sus capitales las águilas del imperio, b o s q u e
asi pensaban , hub ie ran visto con placer una conmoción espantosa,
en que se hubiera sepultado el t rono y abismado la monarquía ,
aun á r iesgo de volver á comenzar otra lucha de j igantes con las
dinast ías europeas .


Entre estos dos bandos opuestos , representantes de dos con-
trarios fanatismos , alzaron su voz los doc t r inar ios , como repre-
sentantes del sentido común ; y como su voz lo era de paz , de
transacción y de, concordia , fué de muchos aplaudida, y de todos
escuchada : su sistema consistía en realizar una fusión ent re el e le -
mento monárquico y el elemento democrá t i co , en t re los interese .




¡s --
orondos por ¡a r c v o i a c i ó n , \ ios iulero-es creata is \a>v l asan t iguas
ti adiciones; t*nh\* la Europa , eti ü n , y la Fra;i< ia. i-a Harta era
para olios o! símbolo do concordia onírc el Irono y <;! pueb lo , y ei
símbolo do amistad entro la i ¡anida y el mundo . Lo-' do, tr inarlos,
como fácilmente se concibe , alcalizaron en ceuoHa c-.ioca uaa e ran
importancia íiiosoncn y social , porque represen taban ¡d sentido
común y las necesidades di; la Europa , sedienta ya de reposo.


Entre l an ío , el genio del mal conducía á ¡a i cstnuracion por
ei sendero de ía-; reacciones al a b i s m o , hasta que ¡lego el tlia en
(pie apurado el sufrimiento, el trono di? ('crios X se llamo e! trono
de julio.


Los doctrinarlos fueron , ai sin , l lamador al poder ; y la Fraiicin
y la Europa aguardaron , para formar su juicio, la realización de su
sistema. Los principios disolvemos y democrát icos estaban en po-
sesión de la sociedad : los doctr inar ios supieron combat i r , v vence r
á los principios deaaicrái iaos y disolventes, ha insurrección b r a -
maba al rededor del nuevo trono : los do; trinai ior vencieren á ia
insurrección en las calles : el o rden moral \ eí ó; den material fue-
ron' re:- tabicados, sin que ia l ibertad sufriera menoscabo ó d e t r i -
mento , cor donde se v é , que los doctr inarios supieron resolver
dignamente la cuestión interior , que consistía en hacer compatibles
ei orden \ ¡a l iber tad , la fortaleza y la templanza : cuestión e m -
barazosa y terrible, á la verdad, en aquellos amargos (lias, c u q u e
todo e-dala! vacilante sobro un suelo vulcanizado y proi'midamenfe
coman-, Ido; sai neo i a a instituciones carecían de consistencia, los
principios de templanza y de m o s u u i , y ia sociedad de aplomo


Pero si lo; d e - P a n a n o s sureorou resolver d ignamente la cues-
tión ¡me; inr, ¿ supiero.i del un -w.> modo resol--, er ira graves a
trascendentales cuosbnacs ene con ia rc \ iduc ion de julio se han
originado . n ia >;')l:tic¡i c icopen?


i.os ¡toeíraiarií s , (par, mientras qt:e estuvieren ce la t ima del
po;ler, s e 'nvioroa los principios tutelares en e c o so aíivmnu v
apo\ ,a i b-s -oci atados humanas , ¿sostienen los internos principios
de:-pia s de su caída '•' 'i sino «o«hcnen los mismos principios, ¿euále-.
sor: i o s que aosticee;-]'1


-i




Cuestiones gravís imas son estas , que necesitan tiempo y espa-
cio para resolverse d ignamen te . Penetrados de su importancia,
nosotros las vent i laremos en una serie de art ículos.


II.


Por el pr imer artículo que liemos consagrado á la apreciación
filosófica de los principios gubernamenta les de los doctrinarios,
habrán conocido ya nuestros lectores que el carácter' cpie los dis-
tingue de las demás escuelas íilosólicas y de los demás partidos
políticos, es una tendencia conocida de todos , y por ellos confe-
sada, de establecer una transacción fecunda , una concordia feliz,
una armonía pe rmanen te en t re los intereses exc lus ivos ; en t re los
principios opues tos ; en t re los dogmas exces ivamente lógreos, si
puede decirse as i , y por lo mismo intolerantes y absolutos , que
han servido de bandera y de divisa á todos los partidos reacc io-
nar ios .


lista escuela filosófica debió progresar cuando la Francia y la
Europa , carrsadas de combatir en nombre de los principios que
consagraba una lógica inflexible , buscaron en el sentido común
principios mas tolerantes ; y en estos pr inc ip ios , una base de r e -
conciliación y de acomodamiento. Esta escuela debió llegar á su
mas alto grado de esplendor y de desar ro l lo , cuando , l lamada al
poder después de la revolución de Ju l io , tuvo que defender la
l iber tad de 1830 contra el furor demogógico de 1793 , y los prin-
cipios conservadores y progresivos de la nueva casa reinante
contra los principios reaccionarios de la antigua dinastía. En una
p a l a b r a , hombres de transacción y de concordia entre principios
opuestos y sistemas di ferentes , los doctrinarios fueron los mas
á propósito para goberna r en una época de transición , en que mas




bien que do proclamar mi principio fecundo y luminoso , se trataba
de combatir en la tr ibuna y de combatir en las calles los pr incipios
disolventes y los hechos revo luc ionar ios , cuya presencia era un
obstáculo invencible para la reconciliación y la concordia de todos
los intereses legít imos, así los que r e p r e s e n t á b a n l a estabil idad,
como los que representaban el p rogreso .


Pero llegó el dia, para la Francia venturoso, en que r e s t ab l e -
cido el orden mater ia l , turbado de una manera a larmante después
del áspero est remecimiento de la re \o lue ion de Julio , la sociedad
buscó con ansia el dogma filosófico, político y social que debía p re -
sidir á la consumación de sus gloriosos des t inos , y que debía se r -
viría de faro en toda la prolongación de su ca r re ra . Los doctr ina-
rios entonces comenzaron á vac i la r ; un vért igo se apoderó de s»s
sent idos; una densa nube se interpuso ente la luz y sus ojos, y fluc-
tuando en medio de las tinieblas , cayeron desde su al tura .


Así como su elevación al poder fué un hecho lógico, c o n -
veniente y necesario , asi. también su caída ha sido un hecho
lógico, necesario y conveniente . Subieron cuando r ep resen taban ,
descendieron cuando dejaron de rep resen ta r los intereses y las
necesidades sociales.


Ksta verdad aparecerá á los ojos de todos evidente y d e m o s -
trada , si se reflexiona que las sociedades se encuentran forzosa-
mente en una de estas dos diversas situaciones , á saber : ó t iene»
que destruir obstáculos para ex is t i r , cuando hay obstáculos que
amenazan su existencia ; ó tienen que buscar principios para pro-
gresar , cuando su única necesidad sentida es la necesidad del
progreso, porque su existencia está de todo punto asegurada .


En el primer caso , la filosofía que mejor se acomoda á las n e -
cesidades sociales , es aquella que descubre los obstáculos , y en-
seña el modo de superarlos ó vencer los . En el segundo c a s o , la
filosofía que mas se acomoda á las necesidades sociales, es aquella
que elevando sistemáticamente un principio á la clase de dogma,
le presenta como e! mas completo, v como el que resuelve mejor,
en un periodo dado de la historia, el problema de la peifectibilidad
humana. La pr imera, que es eminentemente tritica, lleva en t re los




l¡ los>. Í ÍK el nombre t i c i ü u M . í . a a-iéciiar, V la . - e g m i d . s el de ilinnnu-
íiid , \ es i ' iiii.u-iiíeiüc.iíi ' crcm'oi't!.


Ahora bien : cuando ci bando uüra- rea í i s ta y o; b..u¡in dom .-
gójieo er. innupo do ¡a reslauracioa , y ei U'jiiíwcisía \ es nmiibü-
ceno be.par.-.; i,c ;a revoheaoa do Jul io , o e m n a e n a , ;', j;¡ , ; r ,aa ' s ¡
bes,., * I bor-b.c o, i nía ano, soío ía diosona o-,cea¡ a p;aha salvaría
de e-e a o;.-rao , api; e ra a o -a critica chavad,; y «¡i -o¡ > c r i c .', !a <ie-;-
oomao-semn d-.- los ca; heos . rene; ; ,araños que amenazo! a¡¡ : a
í . ' i i c i i i : por eso, ca ia prunora de esas caneas íiriüaron \ lio: ario oe>
Hover-CoHard \ »"/.>ii<r»i¡i . c a e aplicaron e! r rb i r eaao á ¡a ii tusona.
\ Caizo!, que api; ó el cnlicisino á la historia : por e s o , en (::¡,
en !a segunda <¡e esas épocas subió Gnizot al pode r , v aoiieo e! t t i Í M a o elevado criticismo con una vasta inteligencia á ías d<vh ñ-
tias políticas y sociales.


"'e-rolos partidos reaccionarios pasaron : los obsíácidos que s¡>
oponían á la marcha de la sociedad y que amenazaban su c a e ' e n -
c ía , dernp.av; ieron ; v la sociedad, re; obrada de sus p.-.sa.doa ira —
¡ u n t o s , dejó de ocupa --se de los principios que devia crídir y.:\v;i
«.sogmar su OMSlcucia, \ comenzó á ocuparse de los principios qm-
debiera st';¡nir c ¡ : la c a r r e i a . d e ia p-a,' csibiii !.•«{ \ íiei p ' eg re so .
Entóneos zaecdag eua ios doel r imaios besan..reab-roo be !a e- ree j
polít ica, como docíares de una c;e,.eni. unpoUvic .


\ no pedia : er vio oirá a¡aee; a ; porque ia sosar-dad no neeee-í-
laba va dei eckr i i c i smo «mun'.-n. que a n e e pa¡a bo-zubrir ',<>< e r -
rorea , sino do un dogmatismo snncbco , que sirve p,.¡a d e s r a b a r
nuevas v e r d a d e s : y los d o c í r i n a i u » , eminentes como los que cae,
en la aplicación de la análisis á ¡a sociedad , á la filosofía \ :í la hi -
toria , no han podido elevarse ai en sus o:-ludios históricos ni en sos
estudios filosóficos, ni en sus estudios sociales, á una síntesis p r o -
funda.


Colocad á Gru/ot en auaho de una época historie:! , \ !e colo-
careis e-íi el e e n l i o , digámoslo a s i , «le su-' propios donamos : nin-
guno penet ró j amas en eiia con una inteligencia ma- ¡ i rme, con
una vista mas c i a r a , con una ¡azon mas s e g a r a : magano s u p o
analizar a ¡ ; ¡ a él l o s elementos depositados en germen . \ como en




- :>;¡


un e<)m'u.«> embrión, en íüi peno;So !ii-.¡or;co desconocí-¡o. \ «ii. íhi-
4Ínirlo, por rus caracteres cs:?ii.-i.ile-, de todas ¡as damas épocas
i o - t o r a a . ene signen y que ío p roced ie ron ; p e r o , s i , •H>p::rán-
iloie (¡ni o lis de u.!.' época dado, lo colocar; en el eecíro ríe la
hoaieniead y en presencia <ie las leyes que p-osiden ai desarrollo,
no ya de un ¡meido ni do un periodo histórico d a d o , sino de la
humanidad y de ía ¡listona , c o a a'.; se vista ;~e c a d a r --w razón
desfallece ; porque solo un e aar ih; smíoii"o puede contemplar usas
i- • • 'S soberanas , y peae i ra r en ea¡s reeio;c>s supreni


>o e-f esta ciorfaiiienlo la oca -ion ¡le- dec id imos por los espir i-
tas anniiiicos ni per ¡os espíri tus siníéticos : hasta para nnesíro
proposito consigna;' aguí come un h e - a o , «ye h a " .'-..o >. en que
ios unos y . i a saeaeacáos , y en que b e <>,,•• >s so;! c n e s o - a - ; . Los
h o m b r o s dolados de una gran morza de análisis , o lo ene es io
misino, de d ' s s o - ¡ p o s e e n , s . ¡ : ! aocoausos ana a! > s e trata de a l ta -
nar ei o d i a c o le aa ' a ' i por una ido oda l e t o i e r e c e y r o a c a o a a -
r¡a : son >:nj:osiiih.s a a m d o , dc.-e-"es de abanado e v edificio, so
(rafa de reemplazarla por otro , mas acomodado a su objeto y «!'•
mas justas nroporoionos : euton-es llega su vez á los hombres s in-
t ia i ros , ¡;ue ¡ni'es h:u>ian sido imposibles , y que son ya de todo
pacto ne a 'S;e loe


Lista> explica suficientemente el abatimiento de los doctr inarios,
considerados bajo el aspecto poli!ico y filosófico : han descen-
dido cómo lio.ubres póbi ieo . tlei poiier , porque su mi: ras e-lá
i !!s:piida : ban descendido del p o d e r . porque ln Francia beses
\a un piiiicipio de reorganización social ; y l o s dort r inar ios no
pueden da: la lo que busca. Los docb inarios la sa!v;:rosi de ios e s -
; olios : oíros lioaib; es la conducirán al ¡ ner to .


K-to explica ta,in!)ien la r.,pi ! ; decadencia del eclecíbásmo
ídosotico, después de la revolución de Julio. La cateara que r e -
sé si con los elocuentes acentos de Royer-Loibusl y de (lou-em,
o :á íüen ais-a y ¡nuda : su imperio sobre los ánimos isa desapa re -
c i ó , porque la [-"rancia besa \ a lo que !a íilosoi'ía ecléctica no
puede liarla : un dogma.


De io,!o lo dicho s o d e d u c e , q a e , no habiendo descendido




- 51 -


tíí.


«Los doctrinarios q u e , mientras que estuvieron en la cima def
poder, sostuvieron los principios tutelares en que, se afirman y a p o -
yan las sociedades humanas ¿sostienen los mismos principios d e s -
pués de su caida? V sino sostienen los mismos principios ¿cuáles son
los que sostienen?»


Tal es la cuestión filosófica que , en el primer artículo que p u -
blicamos sobre el profesor Uossi y la escuela á cpie pe r t enece , nos
propusimos examinar mas adelante . Cumplido ya el plazo de n u e s -
t ra p r o m e s a , vamos á desempeñar nuestra p a l a b r a , comenzando
por hacer en este artículo a lgunas observaciones prel iminares , que
s o n d e todo punto necesar ias . En la serie de estos a r t í cu los , hemos
manifestado, que hay dos escuelas filosóficas, separadas ent re sí
por un abismo insondable : á sabes' : la escuela dogmát ica , ó , si
puede l lamarse as i , absolutista , que solo reconoce los caracteres
de la verdad en un principio único ; como ún i co , exc lus ivo; y c o -
mo exclusivo, inflexible ; y la escuela ecléctica , q u e , negándose á
reconocer la existencia de un principio absolutamente falso, y la
existencia de, un principio absolutamente v e r d a d e r o , porque niega
la existencia de la verdad absoluta y del error absolu to , proclama


los doctrinarios, del poder por una mudanza caprichosa de la suer te ,
sino por la impotencia radical de sus doctr inas, para proceder á la
obra de la reorganización de la Francia , su exaltación al poder es
ya de todo punto imposible; y q u e , s i éndo lo , carecen de valor
y de importancia política sus opiniones sobre la nación española.


En un artículo próximo examinaremos la conducta de los doc-
t r inar ios , desde que descendie ron ú l t imamente á la vida pr ivada;
y el e x a m e n cíe su conducta pondrá mas en claro todavía su im-
potencia para asentar el edificio social sobre una base segura y
sobre firmes cimientos.




la necesidad de una filosofía que , declarándose heredera de las v e r -
dades escondidas en los principios al parecer mas opuestos, p r o -
ceda no por exclusion, sino antes bien por e lecc ión , reuniendo asi
los eararaeteres de imparc ia l , t o l e ran te , expans iva y concil iadora.


P e r o , para caracterizar b ien una e scue la , no basta decir que
es dogmática ó que es ecléct ica , porque asi en una como en otra ,
la unidad aparente de un principio común y de un nombre genérico
sirve para ocultar diferencias radicales y profundas. A la escuela
dogmática pertenecen los que proclaman el principio de la soberanía
popular, como única fuente y origen de todos los poderes públ icos ,
de todas las instituciones sociales ; y á la misma per tenecen los que
proclaman el dogma del derecho d iv ino , como única fuente y o r í -
gen de donde se deriva toda legit imidad en la t ier ra ; viniendo á
confundirse a s i , bajo la denominación común de filósofos d o g m á -
ticos, el absolutista Hobbes, el demócrata Rousseau, y el católico de
Maistrc.


l)e la escuela ecléctica puede deci rse lo mismo que de la e s -
cuela dogmática. Son eclécticos en filosofía los que pre tenden con-
ciliar el esplritualismo con el sensualismo ; y son eclécticos en
política los que pretenden conciliar la l ibertad con el o r d e n ; pero
como es imposible de fo:la imposibilidad mantenerse s iempre en el
liel de tan instable ba lanza , resulta q u e , aun 'entre aquellos que
pugnan por establecer entre esos principios r ivales la concordia y
la armonía , hay unos que se inclinan con preferencia á salvar el
dogma do la libertad política y del sensualismo filosófico; y otros,
por el c on t r a r i o , q u e , en un momento supremo de crisis en que
sea necesario el doloroso sacrificio de a lguna de sus íntimas con-
\ icciones , están dispuestos á sacrificar la libertad y el sensualismo,
para salvar el esplritualismo y el o rden , de la amenazadora marea y
del inminente naufragio.


Dejando á un lado las cuestiones filosóficas, para poner exc lu -
sivamente la consideración en las cuestiones políticas, diremos que
Mr. Dupin y Mr. Thiers , representantes en Francia de lo que so
llama ya centro izquierdo y de lo que antes se llamó tercer par t ido .
\ Mi ' , fiui/.o! \ el duque de Rroglie , gefes del partido doctrinario,




r,n - -


v e l l o s lVpr«S<*'' . ! ,• ; ![ , • ; d • c -k) • d i \ C C S c' ü U l t l Z t ' - : , (!;.' ¡ •>( ;s (_'< lí!! ¡VJ -
rías lan.l'.'iii-; •


¿ t^ñ / s i se •Ur'.'ve.'á á n e g a . , mi temor de ser dtvmouiido por
¡•i conciencia púbii *a indignada , que los señores Thiers y Dupia
lian doíenrüi;;) c! frono mu'vo contra una democrac ia invasor;), v
contra ia- ocaonos en tumnho? V sin emba.-íro . colocnil ¡'i estos dos


] : ! i s i] i i o s ! 1 ! l l l 1 I (I I -! I I I ! 1 ! I I \ l I I ( -
i ) I I ) 11 1 V 1 ) i ' ( -í ( * I 1 I ( 1 lll


I 1 l * I —• < l 1 1 1 i I l1 1! ) l i l i s
1 ( I I 1 I ( s i I ) m s ti O I 1 1 — II - I ) > \ t I > < ) ' 1 !< O I -


t \ 1 s | 1 ! i I I I 11 1 s | )
( ! 1 1 ) «. 1 1 d I I I — . l l l I 1 II )
, ai qu~ l.t . . n « a . .. ! ., \ A o. ,.. i i e 1 ai.. ¡ i> . . . < a. >
en el mundo íí-i-o >• • el centro hacia donde gravitan , para r e p o -
sarse en un inefable r eposo , todas las inteligencias sublimes. Pero
si un debate tumultuoso Moga á excüa r ia deso rdéna la «• ci m de sus
acallados ins t in tos , entonces su elocuencia tribunicia ¡'i • r a al se. -
vicio de lar-, ideas populares , po rque , si apoyan con sus do árinas el
trono , guardan su amor para el pueblo.


Por el con t ra r io . coloca I en las rui-mns difí'-iles y azarosas c i r -
cunstancias a! duque de Brogü-:.* y á Mr. ( ¡m/o í ; y, en medio Pe la
to rmenta , permanecerá ' ) impasibles, I.o '• doctr inados car v e n de
¡•¡Minios; ó , si no carecen de el'os , l o s dominan : acoshmüVados
por sistema á evi tar las inspiraciones del odio y d d amor , ni aman
ni aborrecen : ocupados en poner á raya las prelen-iones de! trono
y las pretensiones del pu . 'Uo . miran al pueblo y al trono como ó
oscuros l i t igante*, \ á si propios como a jueces : por es!a razón,
ee-noj'¡dos completamente de afectos , ¡.i r e n ü r á n parias a! rey ni
á las masas populares : ni serán cor tesanos , ni f r ibueos; riño a n -
tes ! ion obligarán al trono y al pueblo á que guae len , (ana respecto
á «u« pe r sonas , una re>a'ettios;¡ distancia : por esta -azoii . los do••-




-)7 •


trinarios son mi raí! os con repugnancia ¡mr el p u e b l o , con s o b r e -
cejo por el rey : su elevación fué consentida como una necesidad
dolorosa; su abatimiento fué mirado con universal regocijo. Su e lo-
cuencia participa de I i índole de su carácter . Mr. (íuizol os grave
en e! dea ir : sn estilo no es rápido y vo luble , sino icposudo y s o -
l emne : >u frase, se desarrol la con lentitud , como para dar lugar
al ánimo para que se p repare ¡i la meditación con el recogimiento.


Pero su impasibilidad no es tanta que no se decidan siempre
por el t rono , cuando hay conflicto eol io sn prerogaliva y la p r e -
rogaliva parlamentaria : lo cual no debe rá o. t rañarse , si se a d -
vierte que la marcha o; denada y regular del poder so a \ ¡ene- mejor
con sus ideas sobre id orden ge ránmico de las instituciones pol í t i -
cas , (pie la marcha i r regular y flotante «pie impr ime á los negocios
públicos una asamblea popular , que lia de carecer forzosamente de
una dirección fija y o rdenada , porque c a r e c e , de lodo p u n t o , de
sistema : por otra p a r t e , los doctrinarios no pueden tran-igir j a -
méis, sin renunciar á sus propias doc t r inas , con la dominación c a -
prichosa de una asamblea , en (pie la razón está avasallada por el
número ; porque la razón es la única divinidad que adoran los doc -
trinarios , como señora de la sociedad y reina de su albedrío. No
carecen ciertamente de miras interesadas ese homenaje y ese, culto;
porque si la razón es reina , ellos son sus consejeros : si es una d i -
vinidad , ellos son sus sacerdote* : si la divinidad halda y se m u e s -
tra , ellos son los únicos (pie pueden escuchar sus acentos sin m o -
rir, y mirarla sin quedar ciegos con sus resplandores sublimes. Por
donde se ve (pie, para los doctr inar ios , la soberanía de la razón es
hasta cierto punto su propia soberanía.


De esta disposición de sus á n i m o s , resulta : que cuando es t án
(ai el poder, le consideran como una propiedad en ellos infeudada;
y cuando descienden del poder y pasa el cetro á ohais m a n o s , se
consideran c o m o puestos en depós i to , ins ta que, vuelvan á r e c l a -
marle en virtud de su dominio d i rec to , y como sus legítimos soñó-
res, fisto explica suficientemente el ardor con que lian defendido,
desde la revolución de julio , la p re reaa t iva real contra las i n v a -
s iones d" les fuerzas democrát icas v popula re - ; y esto nos servirá




•')S


para explicar, en un artículo p róx imo , la inesperada mudanza que
lia exper imentado esa escuela después de su última caída : m u d a n -
za , que es una calamidad para el t rono, y para los doctrinarios un
suicidio.


IV.


Profundamente convencidos de cuan importante es para la
suer te de la nación española aprec iar el ve rdadero valor de las
opiniones que sobre nues t ras cosas tienen los diversos partidos en
que se ajita y se divide la F r a n c i a , hemos dedicado algunos artí-
culos de nuestro periódico á la-averiguación de la importancia po-
lítica del partido doctr inario , que por conducto de la Revista fran-
cesa, en donde se exponen sus doctr inas , y sirviéndose de la pluma
del profesor Rossi, consagrado á la propagación de sus ideas , ha
proclamado el principio de que el verdadero interés de la Francia,
en sus relaciones con nosotros , consiste en la desmembración y en
el fraccionamiento de la unidad española.


De cuanto hemos dicho hasta a q u í , resulta , que el part ido
doc t r in r io , que se impuso como una necesidad á la nación francesa
en una época de transición y de discordias intestinas , es va de todo
punto impos ib le , si se at iende á que la Francia , recobrada d e s ú s
pasados t ras tornos , no necesita b u s c a r e n él arr imo y amparo con-
tra sangr ientas reacciones. Para demost rar mas cumplidamente su
impotencia , y desviar el miedo de su dominación de nuestros áni-
mos , nos habíamos p ropues to examina r su conducta después de su
ca ída ; conducta que le aleja por un t iempo indeterminado del po -
d e r ; porque, proclamando ahora como justo y conveniente lo mis-
mo que condenó antes por desastroso y funesto , ha renunciado á
la importancia que recibió de sus ideas , militando bajo un nuevo
es tandar te . También nos habíamos propuesto demostrar , que en
t iempo de su dominación había sido completameate falseada la po-
lítica del gabinete francés con los domas gabinetes de la Furopa .




- ;.•.) —


tía iodo lo que dice relación con sus intereses recíprocos , en cali-
dad do potencias independientes y amigas , ó independientes y
contrarias. Pero , cons iderando que un examen tan acabado y p r o -
lijo no está tal vez en su lugar en un periódico , que como el
nues t ro , se propone discutir las cuestiones mas impor tantes y
elevadas con la b revedad pos ib le , liemos renunciado , aunque con
dolor, á esta idea , y vamos a en t ra r de lleno en la cuestión (pie á
nosotros mas inmediatamente nos concierne , aceptándola tal como
el profesor Rossi la lia lijado.


Antes ríe todo, conviene consignar aquí un hecho grave é impor-
tantísimo de suyo. Ksle hecho consiste en la (aposición manifiesta
que se advierte en t re la política (pie el profesor Rossi aconseja al
gabinete francés con respecto á la Península española , y la política
por ese mismo gabinete adoptada en toda la prolongación de los
tiempos históricos, desde que la vaste inteligencia de Cárlo-Magno
quiso convertir á la Francia ensi l la del nuevo imperio de Occidente,
hasta que n a p o l e ó n , el Cárlo-Magno de los tiempos modernos ,
quiso lijar en las columnas de Hércules el límite de su colosal impe-
rio y de su gigantesco señorío.


Con efecto : si registramos con atención los anales de la historia,
observaremos que la política del gabinete f rancés , con respecto
á nosotros , ha estado siempre dominada por una idea fija, invar ia-
b le , á saber : la necesidad de una íntima unión ent re la dos coronas
y los dos imperios, si habían de ser prósperos y gloriosos los destinos
déla ¡'rancia : tiene su fundamento esta idea y esta íntima persuasión
en la posición política y geográfica de la Francia en el cont inente
europeo. Teniendo delante de sí por la par te del Norte y del Oriente
ahora , imperios crecidos y poderosos , con la mayor par le de los
cuales, á causa de la diferencia radical de sus instituciones, no
puede andar bien avenida , y en los tiempos ant iguos , pueblos bár-
baros y heréticos , que amenazaban su nacionalidad y su fé , la fué
forzoso asociar á sus empresas y sus designios á la nación española,
que aliada , ó (mando menos indiferente, pocha guardar sus p r o v i n -
cias meridionales, mientras que el Océano la protegía por la parte
del ( tceidonle.




(¡0 _.


Para conseguir el grande objeto de estar desondra) azada \ libre
en '/aso de una ó muchas invasiones por e! Oriente о Л о . ' е , la
Francia no puede elegir sino entre estos cuatro medios , á s a b e :
vivir con España en ' ratos de гапЫ­ч! \ |¡i:ena eorrosuomlor­cia :
i.nponerla la neutralidad y el desarmo : hacerla provincia de MI im­
perio : desmembrar la y dividí: la para q u e , careciendo de anidad
no pueda sor temible , sino ar tes bien impotente .


De todos estos cuatro medios, el pr imero , que fue ¿'1 ene ensayo
Fuis XIV, (¡ene en su abono la ilustración de aquel gran Rey, la j u s ­
ticia \ la experiencia . El segundo, que es el que profirió la Conven­
ción, tiene en su contra que la Convención misma no pudo l l e v a d o
a c a b o , ni podrá l levarse á calió j a m á s ; porque la neutralidad des­
a rmada es la guerra inevitable. El t e r c e r o , fué el que ousajó Na­
p o l e ó n , como para enseñar á la Francia (p ie , puesto que é l n o
pudo dar cima y coronación á su o b r a , su empeño era temerario
é imposible. El últ imo, (pie no ha sido ensavadn jama <. c a e ¡¡o
encontró cabida nunca ni en la inteligencia de los hombros de es­
tado , ni en los consejos de los royos, es el que los doctrinarios pro­
ponen á la sabiduría de la Franc ia , como el fínico en que se cifra
y se asegura en lo fui uro la estabilidad de su independencia \ de
sn gloria.


Llamamos la atención sobre la ausencia de antecedentes his tó­
ricos <pie sean respe tab les y valedei os en esta aventurada doctrina;
porque ya osa ausencia . por sí sola . producé a en los ánimos ¡m­
paroiales y reflexivos una prevención contraria a! dogma del i l u ­ t e
profesor que estamos {•otiibuliesulo. i 'orqn" ¿cómo se concibe que,
habiendo sido s iempre la misma la posición de la Francia con r e s ­
pecto á nosotros y con respecto á los pueblos mas septentrionales do
la Europa ; (pie , habiendo sido una é idéntica en lodos tiempos |a
cuestión territorial y diplomática, no se haya adoptado nunca por el
gabinete francés de una manera lija y permanen te la base del d e s ­
membramien to de la Península española? ¡ Pues qué ! no ha leni­'o
España épocas de abatimiento y •decadencia , en eco su desmem­
bración no solo ha sido po­ ih l e . siao fácil? ; No ha tenido la F r a n ­
cia г о л а de <Mignid":4'nie:>to v de gloria en ene su r sp ­da alean­




- Ci


za ha a ¡os polos, \ haaia inclinarse á su antojo la balanza de ¡os
di'-áiiins dei inundo? Pues siendo esto a s í , ¿cómo la idea de una
desmembración no ha sido j a m á s la ideai lija y c o n f a n t e del g a b i -
nete ¡Vanees , mi sus relaciones con la nación Española ? ¿ Consistirá
fs¡¡), por ventura , en que los t iempos han m u d a d o ? F e r o l a m u -
danza fie los tiempos lia dejadlo íntegra y ha conservado idéntica la
cuestión diplomática y la cuestión te r r i tor ia l : porque una cuestión
do geografía no sufro cambios ni t rastornos, D Ì al teraciones ni m u -
danzas. ¿Consistirá o s l o , por ventura , en que la idea de una desmem-
bración no'era posible en las pasadas edades . porque no puede ser
concebida en tiempos de infancia intelectual y de rudeza? pero p r o s ,
cmdiendo de (pie isla razón no puede aplicarse nial imperio ni á la
república , ni á la gloriosa y adelantada monarqu ía de Euis XTY,
todavía puede demostrarse cumriüeamenle que las alias nociones
ce justicia v de derecho, son !a~ ónices que solo están ai alcance do.
los pacidas adelantados ea la car rera de la civilización y ile la per -
fz'bniiid.al h u m a n a ; \ q u e , por el con t r a r io , las nociones que se
derivan de! contacto de. la del iíidad con la fuerza , á las cuales per-
tenece la de! fraccionamiento de una nación postrada por una n a -
ción poderosa , oslan s iempre al alcance , así de las naciones grose-
ras como de his naeionescul ias , asi de las (pie se encuen t ran en su
iníuce¡a c o m o d e las que rayan en su v i r i l idad , asi d é l o s pueblos
bárbaros como de los que han alcanzado en la ca r re ra de la civili—
zanno s ! ; 1 : ¡ ; i s compiHo be.-.arrollo.


Aira bio;; ; s¡ la hi borla nos ensena que la idea de la desmem-
bración , siendo e 'emontn! v sencilla , no lia s ido-nunea la base fija
\ per miniante de la política francesa con respecto á la nación es-
pañola, la razo.) nos dieta de una manera lógica y n e c e s a r i a , a u n -
que indirecta , que e<a idea es, en la práctica , desas t rosa; y en la
teoría, absurda .


P o - el con l r io . la idea de la alianza y buena correspondencia
entre o! g e b u i e t o peí.insular v el f rancés, siendo de suyo mas difícil
de concebirse v real izarse , porque s iempre es mas d ilici i de con-
cebirse v realizarse entre pueblos bá rbaros v e n t r e razas enemigas
la paz y la alianza que la discordia y la guerra , lia debido ser




- (¡2 •


buena en la teoría, y hacedera y conveniente en la práctica, cuando
la vemos dominar , en todos los tiempos históricos , en las relaciones
internacionales de uno y otro gabine te .


Asi lo atestigua la no in ter rumpida serie de tratados (pie co-
mienza con Cár lo-Magno, y concluye con Luis XIV : siéndonos
imposible hacer mención de todos , nos contentaremos con recordar
sumariamente el que se ajustó en 133-1 ent re el rey Juan y Pedro
rey de Castilla , con motivo del matr imonio concertado con blanca
de Borbon : el de Carlos V y Enrique II el .Magnífico, rey también
de Casti l la, ajustado en 1 308 : la renovación del mismo pacto y
alianza en 1380 : la renovación en 1408 del tratado que se ajustó
contra la Inglaterra en -1387, en t re Carlos YI y Juan, rey de Cas-
tilla : el de Luis XI y Juan II de Aragón en -11(52 : el del mismo
Luis XI y Enr ique , rey de, León y de Castilla en 1 4(50 : otro con
Fernando é Isabel en 1478 , renovado poster iormente por Luis XIf
en 1498 : en f in, lodos los los t ratados ¡i (pie dio lugar la guer ra
de. sucesión, cuya serie concluye en 1708 en el célebre pacto d e
familia.


As í , p u e s , contra la teoría doctrinaria están todos los tiempos
históricos : contra la sabiduría del profesor Rossi , la sabiduría de
los siglos.


En otro artículo próximo demost raremos , b á s t a l a evidencia,
(pie la razón r epugna también esa teoría , condenada por la h is -
toria.


«Lo diremos sin rodeos : nosotros no creemos que la Francia
«esté interesada en el mantenimiento de la unidad española.


»La cuestión de averiguar hasta qué punto conviene á una na-
wcion ser limítrofe de un estado compacto y poderoso, es una cues-
»tion que puede ser muy compleja y de resolución muy difícil en
"ciertas \ de terminadas circunstancias : en cuanto á España , que




(13 -


.,uo per tenece al continente sino por el punto en que se toca con la
i.Francia, la cuestión nos parece muy seucilla. i>La F ranc ia , en sus luchas continentales, no necesita de la
- ayuda de España ; y en sus ¡indias marítimas, el desmembramiento
«de Jas provincias del Ebro no destruiría los medios que España y
d a s provincias desmembradas pudieran poner á la disposición de la
»nación francesa, como abadas suyas.


»Eo que importa á la Francia , es estar al abr igo de toda a g r e -
s i ó n por parte de los Pir ineos, cuando sus ejércitos marchen hacia
»el íihin : p o r q u e , aun cuando se halle amenazada ele una gran
«coalición , si por ventura no se encuentra agotada como en 181 í,
»ó desorganizada y dividida como en 18! o , puede resistir á todos
»sus enemigos , y apoyar fieramente su izquierda en el Occéano y
»su derecha en los Alpes ; s iempre que esté segura por su espalda,
»y que un numeroso ejército español no tale sus provincias y no
«obligue á sus ejércitos á volver la cara á todas par les . »


Tales son las palabras del profesor Rossi ; por donde se ve que
su doctrina tiene su fundamento y apoyo en la creencia de que, no
pudicudo la España servir de ayuda á la F ranc ia , y sí de estorbo
y de embarazo , conviene á la segunda que la unidad de la primera
se rompa y se q u e b r a n t e , pues solo siendo quebran tada , podrá
dejar de s e r , en caso de guerra y de conflicto, embarazosa.


En nuestro artículo del viernes demostramos ya tpie esta d o c -
trina no solo carece de antecedentes h is tór icos , sino que los a n t e -
cedentes históricos la son de todo punto contrar ios . Hoy podríamos
demostrar de la misma manera , que se opone á las nociones de d e -
recho y de just ic ia ; pero preferimos demostrar q u e , considerada
teór icamente , se opone á la r a z ó n , y considerada prác t icamente ,
se opone á la conveniencia; convencidos como estamos de que en
las cuestiones que interesan á la nacionalidad de los pueblos, suelen
ser mas atendibles las razones der ivadas de la utilidad, que las que
reconocen un origen mas alto y una base mas a n c h a ; porque se
derivan de la noción riel derecho , y se apoyan en la noción de la
justicia.


El profesor Rossi ha evitado cuidadosamente en t ra r de lleno en




la cuestión , que consiste en aver iguar hasta qué pimío ('¡inviene a
una nación ser limítrofe (ic un estado compacto \ poderoso , nos-
otros, que no somos inei iuaóosn esquivar las cuestiones por graves
y complicadas que sean , expondremos francamente nuestra m a -
nera de ver y de sentir en asunto de tan alto interés \ de San grande
importancia .


í íaes dos épocas tan notables , como distintas entre s í , en la
vid a d o l o s pueblos , á saber : aquella en que la ley de la humani-
dad y de la historia es desarrol larse y crecer por medio de guia ras
y de conquis tas ; y aquella en que la ley de la .humanidad y d é l a
historia es desarrol larse y crecer por medio del mas profundo r e p o -
so. En uno y en otro caso, la cuestión os muy sencilla.


Cuando la ley de la humanidad es la conquista y la guerra , lo
(pie mas conviene á una nac ión , es poder invadir sin temor de ser
nvadida ; poder conquis tar sin temor de ser conquistada : por con-
siguiente , lo (pie la conviene m a s , es la vida mimada , con la cual
toca s iempre á las fronteras y al territorio de todas las naciones, sin
que ninguna pueda hollar su territorio ni traspasar sus fronteras :
tai era la situación de los antiguos seiías ; y por < so , no fueron
nunca subyugados ni por el Oriente ni por el Occidente , ni por ¡a
Per.ria ni por liorna. Si á este género de vida agrega estar rodeada
de impenet rables desiertos , entonces su posición es la mas venta-
josa posible para desarrol larse y c r e c e r ; porque teniendo sus a rmas
para conquis ta r , tiene sus desiertos para rechazar las conquistas :
tal fue la situación del á r a b e v a g a b u n d o , cuyas desoladas regiones
no fueron visitadas por nadie ; mientras que en un din de fanatismo
religioso se levantó como el huracán que se levanta en sus des i e r -
tos , y se de r r amó por el Asia , por el África y por la Europa , dila-
tándose por los últimos remates de la tierra. Tal es hasta cierto
punto la posición de la Rus ia , ese león del N o r t e , que para herir
t iene sus gar ras , y para defenderse el polo.


Dedúcese de a q u í , que la posición mas ventajosa para un p u e -
blo en tiempos de conquistas, es la de no tener vecinos ni fronteras;
y entre los pueblos que tienen unas y otras, no cabe duda sino que
'a posición mas ventajosa para é l , será (¡no sus vecinos sean r a q u i -




(>:> -


ticos y endebles , y sus fronteras seguras . Pero la época en que la
guerra y la conquista eran la ley de la humanidad y de la historia,
ha ¡¡asad'.) \ a felizmente para el mundo : en la época en que v iv i -
mos, los pueblos no se ponen en contacto unos con otros por medio
de las a r m a s , sino por medio <le las ideas. La guerra , que antes
constituía el esta.do normal de las naciones, no puede ser ya sino
una excepción dolorosa para las sociedades humanas : y en cuanto
á la conquista, os ya de lodo punto imposible ; porque el pueblo que
quiera conquistar, sublevará contra sí, no solo al pueblo a m e n a z a -
do . sino también á la Europa.


La cuestión de territorio ha cambiado, pues, completamente de
índole y de naturaleza : l o q u e hoy conviene mas al pueblo que se
halle al t iente de una de las dos civilizaciones que se disputan e!
imperio del m a n d o , es dominar por el irresistible ascendiente de
sus principios políticos y sociales ; es inocular esos principios, no en
pueblos raquíticos y endeb l e s , sino en pueblos bastante 1 poderosos
para combatir y vencer , en el dia aplazado para (pie esas dos civi-
lizaciones se disputen el imperio de la t ierra.


La cuestión , p u e s , traída á su ve rdadero t e r r e n o , nos parece
clara y S(ibremanera sencilla. Listando ¡a Francia rodeada de vec i -
nos que se inclinen hacia la civilización septent r ional , su interés
está en que sean endebles y en (pie se miren postrados : estando
rodeada de veíanos que se inclinen hacia la civilización del Medio-
d í a , su ¡uleros está en que sean fuertes y poderosos,


•Pero es \ ( M a t a d , como afuma el profesor l lossi , que España
no puede s e n ir de ayuda á la Francia? ¿ e s verdad (pie la Franc ia .
(MI caso d o guer ra , está segura , .porque puede apoyarse fuertemente
en el Oeeéano y en los Alpes?


Fn cuanto á lo pr imero, n o podemos OHMIOS de adver t i r , que si
España, a\ miada noblemente por la F ranc ia , pusiese un término á
la guerra civil que la devora , eoníaria con uno de los ejércitos mas
aguerridos del mundo , y que el Rhin es tan conocido como el Tajo
de l o s ejércitos españoles , acostumbrados á tremolar en t ierras e x -
t r añas , v en d e f e n - a d e le-; principios que s o s t i e n e n los gloriosos
pendones d e ('astilla.




— cu • -
En cuanto á lo s e g u n d o , extrañarnos sobremanera que el p r o -


fesor Rossi confie tanto en la seguridad de los Alpes , cuando la
neutralidad suiza no lia sido respetada nunca por los enemigos de la
Francia , y cuando la Francia pudiera encontrar un adversar io en
donde busca un amigo, y un combate en donde busca un apoyo .


Por donde se vé , que ni es cierto que España no pueda ayudar
á la Francia , ni es cierto que la Francia no necesite de su ayuda ;
po rque no es seguro que pueda encontrar apoyo en los Alpes.


No anda mas acertado el profesor Rossi , cuando afirma que la
Francia podría sacar gran provecho de la desmembración de la
unidad española : por el contrario , á nosotros nos pa rece , y vamos
á demostrar lo , epie esa desmembración impía seria para la Francia
una calamidad y triste presagio de mayores infortunios.


I.a guerra no es posible en la Europa sino á causa de un con-
flicto de intereses , ó de un conflicto de ideas ; porque no puede fun-
darse sino en la contradicción de los intereses materiales ó morales
de los pueblos.


Si la guer ra tiene su origen en intereses materiales , la Francia
no puede t emer una agresión por pa r te de España , ahora esté d e s -
membrada , ahora se encuen t re unida , porque en uno y otro caso,
España, sin comercio y sin industria, ni t iene aliados ni r ivales en el
mercado del mundo .


Si la guerra tiene su origen en la incompatibilidad y en el en -
cuentro de las dos civilizaciones que pugnan en la Europa para con-
quistar su pacífica dominación y su omnímodo señorío, entonces
España consti tucional , una y compac ta , puede lanzar sus huestes
á la a rena para combatir en nombre de la civilización meridional
contra la civilización del Norte : por el contrario , véase lo que s u -
cederá , si está dividida , y si so encuentra d e s m e m b r a d a .


Las provincias de al lende el Ebro . careciendo de todo punto de
elementos m o n á r q u i c o s , y del e lemento ar is tocrá t ico , adoptarían
forzosamente después ríe su desmembración instituciones democrá -
ticas en su esenc ia , y en su forma republ icanas . viniéndose asi ¡i
poner en pugna y en conflicto con el elemento monárquico v el me-
so'Táfioo . que const i tuyen la índole de la monarquía francesa.




07 -


Constituidas on semejante situación , siendo raquít icas y endeb le s ,
venían á serla de todo punto inútiles , si es que no le servian de es-
torbo y rio e m b a r a z o : siendo prósperas y fel ices, acredi taban la
idea de federalismo ; y la idea del federalismo es el escollo de la
Francia. En tiempo de p a z , esa idea contagiosa seria bas tante po -
derosa para excitar á la sedición á las masas populares : en t iempo
fie guer ra , la Francia monárquica , rodeada de la Bélgica por donde
se dilata oculto y latente el fuego republ icano de la Suiza, en donde
tiene el federalismo su t rono; y de las provincias españolas, asiento
de la igualdad democrát ica , tendría que hacer frente á las legiones
del Norte ceñida de repúblicas , que en vez de servirla de escudo ,
la carcomerían su seno y devorar ían sus e n t r a ñ a s : porque el mismo
trecho hay entre las monarquías constitucionales y las repúbl icas ,
que entre las monarquías absolutas y las monarquías constituciona-
les. El profesor Rossi piensa (fue la Francia rodeada de repúbl icas
está rodeada de muros ; nosotros pensarnos que está rodeada de e s -
collos : el profesor Hossi piensa que estando rodeada de repúbl icas ,
está rodeada de una corona resp landec ien te : nosotros pensamos
que estaría rodeada de elementos inseguros , de lucha y de host i -
lidad.






m LA MONARQUÍA ABSOLUTA Ж ESPAM.
ARTÍCULOS PUBLICADOS EN LA R E V I S T A D E M A D R I D .


( 1 8 3 8 ) .






s-1-


DE LA MONARQUÍA ABSOLUTA,


Í . O N S I I J I I I A D A E N SU O H I C E » .


L A monarquía absoluta ha producido en la sociedad española , á
vueltas de grandes ventajas, como todas las instituciones cuyo ori-
gen se pierde en la noche de los t i empos , graves inconvenientes y
prolongados desastres, como todas l a s q u e pe rmanecen inmóviles y
estacionarias, cuando la sociedad que las sustenta, cambia de fiso-
nomía , se rejuvenece y se trasforma. Nosotros , no sé si por d e s -
gracia ó por fortuna, recorremos uno de esos periodos fatales de
dolorosa transición , en q u e , a l terada profundamente la constitu-
ción íntima de las sociedaes h u m a n a s , es fuerza poner la mano en
el edificio secular, pero ruinoso de las instituciones políticas; no sea
que los huracanes combatan sus frágiles c imientos , y q u e , c o m -
batido por los huracanes se desplome. Las instituciones políticas




son las formas, y nada mas que las formas de las so. ¡edades : la
ley de la perfectibilidad y del progreso es la ley de las pr imeras ,
porque lo es de las segundas . Dios , (pie creó á la humanidad con
una sola pa labra , la sujetó á una, -ola ley, obra de su Providencia.
La monarquía absoluta ha debido desaparecer entre noso t ros , ha
debido desaparecer del Mediodía de la Europa, para dejar espacio
en que eslcndei s e , y atmósfera en que vis ir á las monarquías
consti tucionales; pero la monarquía absoluta no ha debido desapa-
recer , y no ha desapa rec ido , porque sea una forma de gobierno
igualmente condenada por la razón en lodos los periodos de la h i s -
toria , sino porque adecuada á la sociedad de a y e r , no lo es á la
sociedad de h o y ; porque no puedo ser adecuada ¡i todas las socie-
dades . La monarquía constitucional ha debido ser y ha sido su he-
redera , no porque sea la mejor de todas las formas posibles , no
porque sea el último límite del entendimiento h u m a n o , sino por-
que es la forma mas adecuada y conveniente á la sociedad en que
vivimos, y al grado de civilización á que han llegado los pueblos.
La monas (púa absoluta es imposible h o y ; ¿pero quién se a t reverá
á decir que fué ayer desastrosa? 1.a monarquía constitucional satis-
face hoy cumpl idamente todas las necesidades sociales; pero ¿quien
se a t reverá á decir que las hubie a satisfecho ayer del mismo modo,
y (jue --ora. de hoy teas, la forana invariable de las sociedades h u -
manas?


Dedícese de a ¡t¡¡, qr.o lo • que ' • o n d v ' i i u n absolutamente una i u s .
¡ i t u c i o L i que ha existido per largo espacio de tiempo , no la conocen,
ta calumnian : así como los que ensalzan una institución hasta el
punió de concederla la inmor ta l idad , ignoran (pie las sociedades
e-tan sujeta? á mudanzas y al teraciones sucesivas. Los primeros se
insurreccionan contra la historia . fuente y origen de toda legitimi-
dad : los segundos contra la Providencia , fuente y origen de ia
oeríéi tibilidad y del progreso . Por esta razón , el siglo x i \ , h e r e -
dero de las reacciones funestas que lian engendrado tan desastrosas
doc t r inas , en voz de calumniar á las instituciones que pasaron,
las juzga ; y en vez de aprisionar á las sociedades en el estrecho cír-
culo uno trazan sus efímeras concepciones , deja al porvenir que se




- - 73 —


fecunde en el seno del p resen te , protegiendo su libre y e x p o n l á -
ueo desarrollo. Esta tendencia del siglo xix es eminen temen te fi-
losófica , porque es eminentemente imparcial ; y d e b e dar por r e -
sultado una justa apreciación de las diversas instituciones que han
gobernado los imperios, y (pie han pasado en el m u n d o . Hubo un
tiempo en (pie los hombres , movidos solo por odio ó por amor , d e -
cretaron á unas instituciones la inmortalidad, y á otras instituciones
la infamia : en que consideraron lo p r e s e n t o , como si no hubiera
de pasar ; lo futuro, como si no hubiera de existir; y lo que fué,
como si no hubiera pasado. De hoy m a s , no será lícito á nadie eter-
nizar lo presente, despreciar lo pasado, ni supr imir lo futuro. De hoy
nías, la sabiduría del hombre no será orgullosa y vana ; porque su
horizonte tiene límites, su sabiduría debe humillarse, ante la sab i -
d m í a de Dios yante; la sabiduría de los siglos.


Guiado por estas consideraciones , no es mi ánimo declamar
contra la monarquía absoluta, sino examinar , tan b r evemen te como
me sea posible , los elementos que la cons t i tuyen, levantando los
ojos hacia su o r igen , siguiéndola en su lento desarrollo , así en los
(lias de su pujanza como en los de su decadencia, y acompañándola
en fin en sus regios funerales. Este e x a m e n filosófico es de todo
punto necesar io ; po rque , habiendo sido la monarquía constitucio-
nal su sucesora , es fuerza que aver igüemos el uso que debe hacer
de sus inmensas ruinas. Los defensores de las monarquías consti tu-
cionales no deben olvidar j amás que las monarquías absolutas han
estado en quieta y pacífica posesión de la sociedad europea ; y que ,
al retirarse de la escena política, han dejado de t rás de sí una huella
indeleble, intereses indesti uet ibles , y vivísimos recuerdos . IVo d e -
ben olvidar j amás que si las monarquías absolutas han dejado de
existir en el Mediodía de Kuropa, porque no son ya poderosas para
satisfacer los nuevos intereses, las monarquías constitucionales serán
efímeras y pasajeras, si no pueden satisfacer los intereses ant iguos,
que siendo igualmente respe tab les , deben ser igualmente respeta-
dos. El único problema (pie la.s instituciones políticas deben resolver
para ex is t i r , consiste en encontrar el medio de satisfacer cumpli-
damente todos los intereses sociales, así los que nacen y mueren .




— 74 —
como los que se p e r p e t ú a n ; así los que interesan á los individuos,
como los que interesan á los pueblos : porque ni hay ventura para
los pueblos , ni felicidad para los individuos, ni estabilidad para las
instituciones , cuando entre los intereses no hay concordancia y a r -
monía.


La monarquía absoluta no comienza en t re nosotros , como p r e -
tenden a l g u n o s , con la decadencia de nues t ras ant iguas co r t e s , y
con el desmesurado poder de nuestros reyes en t iempos de la domi-
nación austr íaca. Los reyes católicos la recibieron en herencia ,
cuando levantaron los cimientos de la unidad de España, cuando
dilataron su imperio por los m a r e s , y cuando dieron al mundo a n -
tiguo un nuevo m u n d o . Carlos I la recibió de sus manos magnífica,
resplandeciente y gloriosa : Fel ipe il la heredó de Carlos I , y la en-
t regó á su posteridad . a taviada con negros y lúgubres atavíos. El
uitimo de sus sucesores ocupó su imbécil existencia en abatir su
magostad y su p o m p a ; y cuando él descendió al sepulcro, ella des-
cendió al m e r c a d o , encendiendo con su desnudez y su abandono
los deseos de las dinastías europeas , como una estragada prostituta.
Solo el pueblo español no salió al campo por ella; porque s.olo el
pueblo español podia contar una á una las a r rugas de su ros t ro , y
contemplar en su frente el es t rago de la prostitución y de los años.
Los Borbones hicieron bueno su derecho con la punta de la lanza,
y acometieron la a rdua empresa de reformar a la disoluta , de reju-
venecer a la decrépi ta , y de hacer apacible á la devota : pero lindo
un dia en que , cansada v a d e los r e v é s , se abandone) ai adulterio,
prostituyéndose á un soldado. En ese dia de triste recordación,
tienen fecha las g raves alteraciones y mudanzas que han d e s p e d a -
zado el seno de la nación española ; mudanzas y al teraciones , que
han venido á te rminarse en el cha en que la re ina gobernadora rom-
pió los vínculos que la l igaban con la monarquía absoluta. La revo-
lución que comenzó con un adulterio , se consumó con un divorcio.
; (¡rancie y severa lección para la monarquía const i tucional , que los
escándalos de la monarquía absoluta han hecho posible , y que en
el dia de su expiación ha sido necesaria ! S i , lo que el Cielo no per-
mi ta , olvidase hasta tal punto hw lecciones de la historia, que




• - 1.1
adúltera t ambién , descendiera del trono á donde la levantaron los
reyes para prostituirse á la m u c h e d u m b r e en el lodo de las calles,
entonces la misma expiación purga r í a el mismo delito ; y la m o n a r -
quía constitucional desaparecer ía de nuestro suelo.


Para alcanzar el or igen de la monarquía abso lu ta , es necesa-
rio subir hasta el origen do la monarquía e spaño la , y sorprender
allí los elementos que en toda la prolongación de los tiempos h is -
tóricos la han constituido u n a , inal terable , y, hasta nuestra edad ,
invencible. El en igma de las instituciones que el t iempo consagra ,
solo puede ser adivinado por el que penet ra con sus ojos en los orí-
genes de las cosas , y por ios que asisten al lento y sucesivo desar-
rollo de las formas políticas y sociales : porque lo que el t iempo
guarda , solo puede ser revelado por el t iempo.


Cuando la ciudad de los Césares , postrada y desfallecida, a b -
dicó el imperio del mundo , la soberanía de la tierra no por eso dejó
de pertenecer al Capitolio. Ea ciudad de los Pontífices volvió á ser
el centro de la humanidad , y el inundo volvió á grav i ta r hacia l io-
rna : lo cual no podrá es l rañarse , si se advier te que solo Roma e s -
taba en posesión de un principio que habia de ser, andando el
tiempo , fuente y or igen de las sociedades modernas . Por la misma
razón, cuando los Césa re s , a tentos solo á la defensa d é l a ciudad
que los abr igaba en sus m u r o s , emanciparon sucesivamente las
provincias lejanas de su imperio , esas provincias no quedaron huér -
fanas y á la merced de los b á r b a r o s ; porque «ron el cristianismo
estaban mi pose-non del milagroso talismán que habia de amansar
las i r a s , y eonfener el ímpetu de los gigantes del polo.


Entre las provincias del imperio , la península ibérica era sin
duda en la que el cristianismo habia echado mas profundas raizes ,
cuando llegó á consumarse la desmembrac ión del Occidente . V sin
acudir ahora á las fábulas admit idas por nuestros piadosos y c r é -
dulos his tor iadores , puede afirmarse que la sociedad española fué
ganada al cristianismo , desde que su pr imer albor comenzó á lucir
en el horizonte del mundo . Desde el pr imer siglo de la e ra cristia-
na , hubo en la península ig les ia , porque hubo fieles y hubo m á r -
tires. El concilio üiberi tano fué el pr imero que se congregó en las




- 76


dilatadas regiones por donde fué ex tendiéndose la dominación del
Evangel io ; y sus cánones fueron el modelo \ ei a sombro de los pa_
dres congregado? en el pr imer concilio universal de rUieea : v i -
niendo á resultar de a q u í , que la nación española , bija p r i m o g é -
í.ita del cr is t ianismo, fué a u n mismo tiempo la primera eu creer ,
y la primera en discutir , bai lándose de este modo en posesión ,
desde (pie comienza su historia, del principio en que se funda el
poder, y del principio en que se apoya la l iber tad : únicos princi-
pios que sirven de base y de fundamento á las sociedades h u m a -
na?.


La nación (pie Labia sido la primea a en creer y la ¡cimera en
discutir, fué también la mas ardorosa é implacable en ex t i rpar las
heregías que l lenaron de lu to , é hicieron d e r r a m a r lágrimas de d o -
lor á los fieles de la primitiva Iglesia. El nes tor ian ismo, el m a u i -
queismo, el prisciiianismo, y el a r r ian ismo; esas protestas enérgicas
de la razón sublevada contra la autoridad invasora; esas s u b l e v a -
ciones intempestivas del principio del individualismo , que hubiera
disuelto á las sociedades nacientes contra la le; ese principio de c o -
hesión que s a h ó al mundo del c a o s , depositando en el mundo la
idea de las gerarquías polí t icas, religiosas y sociales; esas h e r e -
gías , en fin, engendradas en su mayor par te en el misticismo sutil,
fantástico y vaporoso del Or ien te , después de haber conturbado
(¡tros países mas vacilantes en su fé, no hicieron mas que pasar por
la superficie de nuestro suelo , sin que dejasen en él vestigios de su
efímera aparición, condenada , apenas sentida , por los concilios e s -
pañoles. Ni se l imitaron solo nuestros concilios á ex t i rpar las h e r e -
gías y á admit i r los cánones de los concilios universales de la Iglesia:
porque los ilustres varones que en ellos se congregaban , profunda-
mente versados así en materias de disciplina como en materias de
'dogma , aspiraron frecuentemente á tomar la iniciat iva, y á impri-
mir á los domas la dirección en asuntos en que eran tan g r a n d e -
mente entendidos. Así fué que en el p i imer concilio de Toledo,
en t rado apenas el siglo v de nuestra E ra , se proclamó como s í m -
bolo de la fé, que el Esp íü tu Santo procedía del Padre y del Hijo ;
doctrina que no había s ido recibida ha-ta en tonces , y que después




fué proclamada por Ja iglesia uiuverfai en el cuarto concilio íaíe—
¡ " M í e n s e , enli ado ya id siglo x m .


: 1 después de haber consignado , como un hecho recial i n d e s -
i ruc l ih ie , la existencia en España del pr incipio rel igioso, como
princi; i o dominante , ponérnos la consideración en la estructura y en
el organismo interior de la primitiva iglesia , so rprenderemos en su
origen el desarrollo del principio democrát ico , que , combinado con
el principio religioso , aguardaba á la monarquía de los godos, para
imprimir en ella aquel la fisonomía religiosa y popular , que es el
«'.tractor distintivo o histórico de la monarquía española en toda la
prolongación de su ag i tada existencia. 1.a Iglesia era democrática,
porque los obispos eran independientes en t r e s í , y no reconocían
ninguna autoridad superior á quien rindiesen parias y Lomenagc-
Los pontííices de Roma aun no habían proclamado su derecho a la
monarquía universal : sus vicarios aun no se habían de r r amado
por el m u n d o , y ni aun ¡os metropoli tanos existían. Los obispos
procedían de! pueblo, porque su elección era popular ; gobe rnaban
por medio del pueblo , porque gobernaban por medio de ios conc i -
lios ; y gobernaban por el pueblo , porque se ocuparon s iempre en
mantener viva su fe, intactas sus c o s t u m b r e s , y puras sus c r e e n -
idas.


Tal era el estado de la nación españo la , cuando el imperio de
los (losares, sostenido solo, mucho t iempo Labia, por su volumen y
su nombre , se desplomó abrumado por el g rave peso de cien i n v a -
siones s imultáneas. Luego que los bárbaros del Norte salvaron las
frágiles barreras que los imbéciles señores de un imperio caduco
opusieron á sus ímpetus , sus indisciplinadas hordas se d e r r a m a r e n
por las maravil losas regiones que habían visto pasar delante de sí
como imágenes místicas y voluptuosas en sus sueños ; y lomaron
posesión , en desordenado tumulto, del magnífico Edén que la c i v i -
lización las abandonaba en despojos, como su t ierra p romet ida .


La imaginación de. los h o n d e e s de la presento edad , que no es
i.asíante poderosa para abarcar en idea aquel inmenso naufragio d e
todas las sociedades, aquel violento trastorno de todas las institucio-
n e s , aquella profunda conmoción de todos los in tereses , no es h a s -




tanto poderosa tampoco para pintar en nuestros dias la profundísima
tristeza que buho ele apoderarse del m u n d o , y el prolongado y do-
loroso gemido que debió desprenderse de las entrañas de los p u e -
blos. Pero si nuestra imaginación no puede abarcar este cuadro
espantoso de todas las miserias h u m a n a s , nuestra razón puede con-
cebir y concibe , que en aquellos d i a s , para la humanidad de llanto
y de amargura , debió fortificarse el sentimiento religioso en el co -
razón de las naciones. El desgraciado necesita de la fé , porque
está necesitado de esperanza ; y la fé es la única esperanza en el os-
' r emo infortunio. ¿Qué fuera del triste náuf rago , si no tuviera d e -
lante de sí la inmensidad de los (délos, teniendo delante de sí la
inmensidad de los abismos?


El infortunio (pie fué efecto de la invasión, fué causa del g i -
gantesco desarrol lo que alcanzó el principio re l ig ioso, y con él la
Iglesia, que le representaba , en todos los países que eran antes p r o -
vincias del imperio de Occidente. Pero debiendo limitar mis obse r -
vaciones por ahora á la influencia ejercida por esta catástrofe en
España , me contentaré con decir , que habiendo desaparecido en
ella la administración vigorosa , por medio de la cual tenían los em-
peradores amar rado el mundo al Capitolio, solo quedaron en pié
las instituciones municipales , o lvidadas del duro vencedor sin duda
por humildes y pequeñas . Estas instituciones fueron el arca santa en
donde se refugió el principio social , desalojado violentamente de la
capital del m u n d o , desde donde di la taba hasta los remates del i m -
perio la animación y la vida. Roma al espirar nos dejó en legado la
curia : y la curia , no pudiendo desarrol larse y crecer con el a m -
paro de. los Césares , se desarrolló y creció con el amparo de lo :,
obispos : no pudiendo ser protegida por el escudo de Boma , fué'
protegida por el escudo de la Iglesia.


Dedúcese de a q u í , que España en aquellos tiempos expe r i -
mentó una revolución absoluta. Antes de la invasión, el principio
social se desarrollaba para le lamente con el principio religioso; las
instituciones imperiales con las instituciones eclesiásticas; la au to -
ridad de los decemvi ros , la de los ediles y la de los vicarios con la
autoridad de los obispos. Después de la desmembración del i m p e -




70


rio, el principio religioso absorbió al principio social ; las institucio-
nes eclesiásticas absorbieron á las instituciones impe r i a l e s ; la a u -
toridad de los obispos absorbió la autoridad de los magistrados
civi les; la Iglesia absorbió completamente al Estado.


Jamás ha existido en el mundo una autoridad mas legítima que
la que ejerció la iglesia en aquellos tiempos azarosos. Ella debe ser
legítima para los (pie buscan en la sanción religiosa la fuente de ia
legitimidad de las instituciones humanas : debe ser legítima á los
ojos de los ([lie conceden la legitimidad al poder que salva á las s o -
ciedades , cualquiera que sea su procedencia , cualquiera que sea su
or igen ; porque ta Iglesia fué para el h o m b r e un asilo en la d e s g r a -
cia , y para la sociedad un abrigo en la tormenta y un puerto en el
naufragio: debe ser legítima , en fin , para los que buscan el origen
de la legitimidad en la aclamación tumultuosa de los comicios p o -
pulares ; porque no fué la Iglesia la que ensanchó sus muros para
aprisionar en ellos á la ciudad política, sino que , por el contrario, la
ciudad política fué la que venció sus puer tas en el dia del infor-
tunio, la que convirtió al altar en t r o n o , y en príncipe al s ace r -
dote .


.Constituida así la sociedad española , los bárbaros del Norte se
precipitaron á fines del siglo ív en su seno. Los Suevos, conducidos
por I l e rmer ico , se apoderaron de Galicia y de una g ran piarte de
León y de Castilla : los Alanos, conducidos por Atacio, se, de r rama-
ron por la Lu-u!an¡a : y los Vándalos , guiados por Gunder ico , se
apoderaron de la Bélica. Aun no habían lomado (¡nieta y pacífica
posesión de sus nuevos dominios estos bá rbaros conquistadores,
cuando un nuevo pueblo mas numeroso , y aunque menos bá rbaro
mas aguerr ido, se precipitó como un torrente sobre ios conquista-
dores y sobre los conquistados. Este pueblo fue el de los Godos.
guiados por Ataúlfo, á quien el imbécil Honorio, para que le dejase
respirar algunos momentos en el j a rd ín de la I tal ia , había cedido
las provincias de la Calía meridional y de la península ibérica. No
es de mi propósito hablar aquí de los T ú n d a l o s , que agitados por
la fiebre de efímeros establecimientos y de pasajeras conquistas,
atravesaron nuestro suelo como una terrífica aparición, para en i re -




— so -


garse después en leños endebles á la instabilidad de las ondas , y
p robar fortuna en las playas africanas. Tampoco hablaré de los
Alanos (pie , vencidos por ios Godos , fueron á perderse en las lilas
de los Suevos : ni de los S u e v o s , en fui, q u e , confinados en las
ásperas montañas que s irvieron de límite y de teatro á su domina -
ción primitiva , lejos de ejercer sobre los naturales un influjo pe r -
manen te , se dejaron absorber por el pueblo conquis tado , y con -
vert idos á mediados del siglo vi á sus doctr inas o r todoxas , rec i -
b ieron el yugo de sus costumbres y creencias . Mi atención se fijará
exclusivamente en la fisonomía del pueblo godo , que asentó sobre
la nación española su quieta dominación y su pacífico s e ñ o r í o ; v e n -
cedor d é l o s imperiales y de todas estas razas b á r b a r a s , cuyas
t iendas flotantes y movibles se plegaban y desp legaban , sin repo-r
sarse j amás , al capricho de los \ i en to s .


IVo es propio de esta r ev i s t a , aunque para mi propósito fuera
quizás conven i en t e , en t rar en una investigación profunda sobre la
tierra que fue cuna de los gofios , á qu ienes unos hacen originarios
del Asia , y otros originarios de las regiones occidentales del conti-
nente europeo. Me bas ta rá por ahora indicar aquí la necesidad,
para los historiadores que aspiren á ser filósofos, de dir igir cu ida -
dosamente su atención hacia los diversos tipos de las diferentes
razas de h o m b r e s , siguiéndolas en sus emigraciones pr imit ivas .
Este estudio debe ser fecundo en resul tados , si se at iende á que de
la fusión de esos tipos y de la confusión de esas razas han nacido
las sociedades modernas , y á que en las profundidades de su e x i s -
tencia interior se conservan siempre instintos vagos y confusos r e -
cuerdos , que no pueden expl icarse sino por la organización i n t e -
lectual de las razas á que han debido su o r i g e n ; y que no siendo
exp l i cados , quedan también sin explicación graves trastornos,
g randes mudanzas , y profundas al teraciones sociales.


Cuando los godos se pusieron en contacto con el imperio , ocu-
paban las r iberas del Danubio . Sus reyes (porque los godos o b e d e -
cieron s iempre á reyes) eran como los de todos los pueblos b á r b a -
r o s , impotentes en la p a z , y absolutos en la g u e r r a ; su religión
era una religión de sangre como la de los Escandinavos , con q u i e -




— S i -


tics tenian , sino comunidad do o r i g e n , \iimilo.» do parentesco . I.a
divinidad que a d o r a b a n , era la divinidad a te r radora cuyas colosa-
les proporciones divisaban los escandinavos en sus peligrosas c o r r e -
rías , al travé< de las brumas ciernas de sus mares . > í ¡ ¡ r e l a c i o n a -
dos con el imperio romano que las flemas naciones b á r b a r a s , no
solo fueron los primeaos que se familiarizaron con ¡ a s aides de la
civilización, sino que también fueron los pr imeros en doblar su no
domada cerviz anle el blando \ i igo del Cris t ianismo, que debía
convertir su ferocidad cu m a n s e d u m b r e ; como La civilización r o -
mana del>ia convert ir en pompa fastuosa y refinada su antigua
sencillez y su primiliv a rudeza .


Es probable que la luz del Cristianismo comenzó á difundirse
en las regiones (pie ellos hab i t aban , desdi 1 que habiendo ocupado
Constantino el trono de los Césares , se hizo soldado de la c r u z , v
militó bajo tan glorioso es tandar te contra las ant iguas creencias , en
nombre del Evangelio. La historia no nos refiere si la nueva r e l i -
gion , tpie lo era de paz y de concord ia , pudo inocularse ó no fá-
cilmente en el tumultuoso campamento de los Godos , á posar de
su religion ant igua, que consag rába l a venganza como un debe r , v


(é'vi'ni'zana á fas pasiones en (uinuíío. Lo mas conformo á fas p r o -
babilidades históricas e s , que al inocularse en el seno de aquella
sociedad bá rbara , . conquistadora y grosera el ge rmen ¡le una r e l i -
gion pacífica, espiritualista y c l e m e n t e , se produjesen grandes
conflictos, envenenadas discordias , y apasionados r e n c o r e s , (pis;
debieron pasar sin ser percibidos del m u n d o : noreoo el mundo cía
l ïoma; y R o m a , ciega para mirar las revoluciones inferiores de i o s
pueblos que habían de escupir sobre su manto de púrpura y h u m i -
llar en el polvo su corona, solo tenia ojos para mirarse á sí inisma,
devorando su ya gasiada existencia en locos devaneos \ en fastuo-
sas l iviandades. Sea de esto lo «pie quiera , es un pimío histórico
aver iguado, que el emperador \ alenté les envío misioneros, y (pie
se convirtieron á la le sin ics i s te tv ia , adoptando el arr ianismo que
eia á la sazón la s e d a dominante .


Los Codos , pues , al descender por las vert ientes méridionale .
î l e l o s Pirineos para lomar poi-e.- ion de la magnífica joya (pie l e s




habia sido cedida , se encontraron en esla posición con respecto a
la península ibérica. El pr imero entre los pueblos bárbaros ¡pie
Labia abrazado el Cristianismo,, tomaba posesión de uno de los p r i -
meros entre los pueblos civilizados que se habia inflamado con su
lumbre . El pr imero en t re los pueblos bárbaros que se habia puesto
en contacto con la civilización r o m a n a , y el único en cuya fisono-
mía ¡¡odian divisarse entre semináis sus reflejos, tomaba posesión
de una provincia de Roma. En esto consistía su semejanza : véase
ahora en lo que consistía su diferencia. El pr imero én t re los pueblos
bárbaros que habia abrazado el a r r i an i smo . lomaba posesión de un
pueblo que habia hollado con su plañía (odas las h e r e d a s : el p r i -
mero entre todos los pueblos bá rbaros que mostré) una pasión fre-
nética por las pompas imper ia les , el primero que aspiró á c e n t r a -
lizar id poder y á restaurar en su raza la monarquía fastuosa de l o s
Césares, tomaba posesión de un pueblo (pao, dividido en fracciones
independientes y hostiles, antes de que su nacionalidad se perdiera
en el gigantesco imperio de liorna, halda vuelto á dividirse en t a n -
tas fracciones como curias , cuando el coloso despedazado y e x á n i -
me re t i ró de él su manto de plomo , cuya irresistible presión le ha-
bía dado una facticia u n i d a d , y una efímera coherencia .


La semejanza en t re o! pueblo conquistador y el pueblo con-
quistado explica de un modo satisfactorio la corriente magnética
de mutuas simpatías que se estableció como por encanto entre ven-
cedores y vencidos. Si á esto so añade , que así el pueblo conquis -
tador como el pueblo conquistado eran bastante numerosos para
conservar intactas su nacionalidad y su existencia . no podía e x -
trañarse que la fusión de ambos pusiese un término á su lucha , que
no podia terminarse con la preponderancia material del uno, y con
el exterminio completo del otro.


Pero si la semejanza entre el pueblo conquistador y el pueblo
conquistado fue bastante poderosa para prevalecer sobre sus dife-
rencias en los generosos instintos de las masas populares , las cosa-
no siguieron el mismo saludable rumbo cas ¡as altas regiones de la
administración \ del gobierno. Entre la nación oficial y la nació a
verdadera : entre los reyes godos, que gobernaban por medio de sus




nob les ) pare) sus nobles , y la sociedad que obedecía , se levantaba
nn valladar e t e r n o , una ba r re ra insuperable . La Iglesia ortodoxa
do España miraba como una horr ible abominación el predominio
oficial del arr ianismo, que siendo raquítico y débil porque lo s o c i e -
dad le condenaba , aspiraba á ser en medio de su debil idad r e a c -
cionario ; y engalanado con la púrpura r e a l , anadia al escándalo
de su dominación el escándalo de su impudencia. Por otra par te ,
los prelados de la Iglesia ortodoxa , que habiau sido los v e r d a d e -
?os sucesores de todos los magistrados imperiales, así políticos como
civiles, y quo habían crecido desmesuradamente en poder cou la
desmembración del imper io , no podían mirar con ojos impasibles,
con frente, serena y con igualdad de ánimo al pueblo advenedizo
que les habia arrebatado el cetro de la dominac ión , condenándolos
á la obediencia y la ignominia.


Este antagonismo funesto, por una par te , entre la magistratura,
goda , considerada como un poder nuevo que se impone , y el s a -
cerdocio español, considerado como uu poder vencido que asoira á
reconquistar su imperio, y que resiste ; y por o t r a , é n t r e l a misma
magistratura como representante de una secta odiada , y el mismo
sacerdocio como símbolo de la doctrina or todoxa, pasto sustancioso
entonces de las creencias nacionales ; este antagonismo, repito, en-
tre ambiciones que se. encuen t ran , en t re fuerzas que invaden y que
resisten , enlre intereses que pugnan , en t re dogmas que se c o n d e -
nan , y <>n(re principios que se e x c l u y e n , d u r ó , con a l ternat ivas
diversas por par te de los combatientes, por espacio de mas de siglo
•. medio. En tan dilatado período , la sociedad exper imentó ásperas
alteraciones y mudanzas ; porque el poder oficial no fue su legítimo
representante : y no siéndolo , la idea de la insurrección halló a c o -
gida , como una cosa santa y legítima de suyo, en todos ios co razo -
nes. Esta idea anárquica , disolvente no solo se introdujo en la
(dudad política para sublevar al subdito contra su s o b e r a n o , sino
que se introdujo también en los hogares domésticos , y disolvió,
con menoscabo de la moral y las co s tumbres , los vínculos que l i -
gaban en un orden gorárquieo á todos los individuos de una misma
familia.




Sin embargo , im ora difícil prever cuál Iiabia de ser el lérmin.-i
de esta lucha encarnizada y de esle cómbale sin t reguas. En l o s
primeros tiempos después de la conquis ta , los g o d o s , unidos pol-
lina te común v por u n o s mismos intereses , pugnaban por conser -
var el pedia- en sus jefes nal t í ra les . y por tenor á raya l o s ímpetu*
de los españoles s u b y u g a d o - , que combat inn también en nombre
de un dogma c o m ú n , de unos mismos intereses v de unos mismos
infortunios. Pero muy pronto , como lie manifestado ya, se os!rochó
g randemente la distancia e n t r e los dos pueblos rivales y ent re las
dos huestes enemigas , Eos godos, puestos en c o n t a d o con los na tu -
rales del pa i s , y expuestos al influjo del infatigable proselili'snio
de los ¡¡rolados ortodoxos , fueron incorporándose en las lilas de l o s
verdaderos c reyentes , y comenzaron á mostrarse tibios en el m a n -
tenimiento del poder (pie no habían conquistado para (dios, sino
para infeudarie en una aristocracia aborrecida v turbulenta. El
pueblo godo fue el pr imero que deser tó de las lilas de sus nobles \
de sus revés : un instinto democrá t ico lo condujo ai campamento
enemigo , en donde ni había reyes ni había n o b l e s , sino u n a sola
bandera que t remolaba al a i re todo un pueblo. La cuestión en ton -
ces varió de naturaleza y de índo le ; porque habiendo sido al pr in-
cipio una cuestión de razas, confundidas estas razas ent re sí hn«(a
cierto punto, so convirt ió en una cuestión de clases. En la primera
época de la ludia , la cuestión (pie en t re los combatientes se vent i -
ladla, podía reducirse á los términos s iguientes . — ¿ Sacudirá el
pueblo español su yugo? ¿ s e afirmará el pueblo godo en su v i c to -
ria ?—En la segunda época de la l u d i a , la cuestión que é n t r e l o s
combatientes se ventilaba, puede enunciarse de esle m o d o . — • P r e -
valecerá la monarquía aristocrática y nobi l iar ia? ¿Prevalecerá la
monarquía sacerdotal y democrát ica ? = Entre estas dos cuestiones,
hay un abismo sin puente .


La monarquía se vio entonces abandonada del pueb lo , y solo
pudo contar con el frágil apoyo de una nobleza débilmente consti-
tuida , puesto (pie sus filas es taban aliicrias á lo- grandes d ignata-
rios de la corona. ¿Cómo podría salir airosa de la ludia empeñada




— S,:> - -


<lad y sin fijeza ? Encastillada ia monarquía en sus último* a t r in -
cheramientos, a p e l ó . antes de s u c u m b i r , al único recurso de los
gobiernos enervados y débi les , al recurso de la proscripción y de
sangrientas reacciones; poro las reacciones no son poderosas para
c mibatir el espíritu de proseli t ismo, cuando el sent imiento re l i -
ei ;so arde como una llama inextinguible en el corazón de las masas
copulares. Nada pueden contra las ideas los verdugos , ni contra la
i"', los cadalsos. La verdad ortodoxa, dilatando su esfera de acción y
>u movimiento expansivo, llegé» ¡i p e n d r a r hasta en los palacios de
!<>* reyes; como si quisiera el Cielo atestiguar la inmortal idad y la glo-
ia que la estaban reserv adas, permi t iendo que se ostentara invulne-


rable v vencedora , a u n e n las estancias mismas de sus duros opreso-
res. Así fué, que mientras que los royes godos lanzaban decréteselo
proscripción, hubo reinas que ganadas á la fé de r ramaron lágrimas
silenciosas por los (pie ceñian sus sienes con la corona del mart i r io .


Tal era el lamentabie estado do la monarquía , cuando Leo-
vigildo ocupó el trono vacilante de los godos á fines del siglo v i .
Obligado á defender contra los franceses sus posesiones traspire-
naicas, contra los imperiales el litoral de la B o t i c a , y contra la
preponderancia a larmante de la Iglesia or todoxa el corazón d e s ú s
dominios, desplegó una actividad y una constancia d ignas de me-
j o r fortuna, en tan arduo y azaroso empeño . Pero una. mancha i n -
deleb le , porque fue una mancha de sangre y un crimen espantoso,
aun en aquellos tiempos de costumbres bárbaras y feroce , boa
hecho odiosa la memoria do aquel principe legislador y gue r r e ro .
Su hijo Hermenegi ldo, convertido á i a fé, alzó su pendón hollado,
hizo armas contra su ¡¡adre , y se puso al fronte de los que mal
a \cuidos con la estabilidad de las inst i tuciones, asp i raban á echar
les fundamentos de un nuevo orden de cosas , mas conforme con
sos propios intereses, v i n a s ajustado á las creencias populares . El
crimen del hijo irreverente y sedicioso provocó el instinto del c r i -
men en el duro pecho del pad ie desnatural izado : la venganza
castigó á la i r reverencia , y el trono do los godos se vio regado
c o n la sangre do un príncipe r e b e l d e , á quien la Iglesia ha colo-
cado en ia lisia de sus márt i res .




' ó •


Vlai guardada la mouarquia por los magnates que debían ser su
escudo y su dofensa; hostilizada por ei pueblo español, que la miro
s iempre con repugnancia y con odio; desamparada por las huestes
mismas que en t iempos mas venturosos la dieron cxo'íendor, y la
conquistaron r e n o m b r e ; introducida en el seno de la familia real
la división y la d i scord ia ; regado el trono, en iin, con la sangro
fecunda del m a r t i r i o , no pudo resistir á los embates de la suerte,
ni á los recios vaivenes de su deshecha borrasca. Entonces Reca-
r e d o , príncipe tan p ruden te y avisado, como popular \ religioso,
se convirtió á la l e , y ajustó pazes con la Jgiesia.


¿Cuál fué el significado de esta revolución eu los anales h is tó-
ricos -de la monarquía española? ¿Cuál fué el valor político y so-
cial de esta m u d a n z a ? ¿Hasta dónde y hasta cuando se prolongó
su poderoso influjo en nuestros destinos, sociales? Cuestión es esta
que desgraciadamente no ha sido l i jada, ni ha sitio íesuella por
naturales ni por ext raños todavía. Y sin e m b a r g o , sin que lo sea
cumpl idamente , no podrá ser caracterizada la monarquía abso-
luta , idéntica s iempre á sí misma entre nosot ros , no solo en los
elementos que la const i tuyen , s i n o también en los fenómenos s o -
ciales que la han acompañado ó seguido en las diversas fases de
su no in te r rumpida existencia.


Ya h e m o s ' observado a n t e s . que cuando fué desmembrado el
imperio de Occ iden te , en la nación española , desmembrada tam-
bién por la ausencia de las insti tuciones imper ia les , no hubo mas
m í e un principio c o m ú n , y una institución pública : el principio r e -
ligioso, y la Iglesia. De donde resul tó, que siendo l o s sacerdotes i o s
únicos represen tan tes del único principio social que á la sazón
exist ia , fueron también los únicos magistrados políticos, religiosos
; civiles. Ahora bien : c o m o al carác ter augus to de representantes
del único principio social y de las creencias comunes , reunían
también la calidad de ser elegidos en elecciones populares , resulto
q u e s o gobierno fué eminen temente democrá t i co ; y lo fué en toda
¡a estencion de la pa l ab ra , puesto (¡ue gobernaban en nombre de
ías creencias y por los sufragios del pueblo , fin este estado se i m -


puso á la sociedad por la fuerza de las a rmas la monarquía de lo-




- - S7 -


godos. Los godo- no lardaron en adoptar las creencias y la religión
de los vencidos, v entonces sucedió que abandona ron la defensa
de su p n r r i a .nonarquia. Aliorabiei i : entro el gobierno de los reyes
godo- y el de los obispos, entre la Iglesia y la monarquía , hubo
es i a diferencia notable . Los obispos eran elegidos por el pueblo;
los reyes eran elegidos por los nobles , de una raza privi legiada :
los pi imeros eran los representantes de la creencia común y de los
intereses comunes : los segundos repi esentaban una creencia e spe -
cial é intereses especiales : los pr imeros e ran democrát icos en sus
ideas v en su origen : los segundos eran aristocráticos en su origen
\ en sus ideas. La ig les ia , en lia , era represen tan te del derecho
común : ia monarquía , representante del privilegio.


Siendo esto as í , la conversión de Reearedo no fué solo, como
dan á en tender nuestros cronistas , por no decir historiadores,
un acontecimiento feliz para la Ig les ia , sino también y mas pr in-
c ipa lmente , una revolución en la índole de, la monarquía , un
trastorno completo en el l istado. Con efecto, los reyes , que antes
lo eran por elección de los nobles , lo fueron ya pr incipalmente por
¡•lección i!e ios obispos; es decir , que lo fueron por elección" del
¡mico poder democrático que a la sazón exist ia. Por donde se v é ,
ene con la conversión de Reearedo la m o n a r q u í a , de aristocrática
que era , se convirtió en democrát ica por su or igen. Mientras que
ios reyes godos fueron ar r íanos , la monarquía goda solo represento
la creencia excepcional do una (dase privilegiada , con intereses y
derechos especiales. Después de la conversión de Reearedo , la mo-
narquía, representando la-; creencias de todos, representó el dere-
cho común y io- intereses c o m u n e s ; resul tando de aqu í , que la
monarquía, de aristocrática que era en sus ideas y en su origen,
se transformo en democrática por su or igen , y democrática por
sus ideas. Ks imposible concebir un t rastorno mas completo en la
constitución esencial de ia sociedad española . Los (pie no conci-
ben una mudanza en la constitución política del Estado, sin que la
a test igüela s a n g r e , y sin que la publiquen las conmociones, c a n -
e e n de iodo punto de sentido histórico; puesto que ni toda c o n m o -
ción lleva en su seno un cambio de los elementos constituyentes




iic ¡a r-onoílad que- last ima; ni para (¡ue ese cambio se verifique,
es necesario que el ala del huracán conmueva el suido de las na-


• ciónos.
Cuando la Iglesia abrió sus puertas para recibir al ilustre c o n -


v e r t i d o , todos ganaron con esta reconciliación sublime. Salió ga -
nancioso el pueblo; porque triunfo el derecho común sobre los p r i -
vilegios nobiliarios ( !} . Salió gananciosa la Igles ia ; porque los
concilios, sin perder su carácter sagrado de asambleas religiosas,
¡m ia ron el carác ter augusto de asambleas políticas y civiles, ocupa-
das en legislar y hacer royes . Salió gananciosa en fin la monarquía;
porque, fortificada con la sanción popular, y rejuvenecida en las fu-
entes bautismales de la Iglesia , se asentó en el lleno de su m a g o s -
tad y de su pompa sobre una base mas ancha, sobre cimientos mas
tumos . Solo el elemento aristocrático quedó vencido en la lucha , y
quedó vencido oara siempre, atas adelante veremos , no sin luto en
id corazón ni sin l a g r i m a s e n los ojos, cómo penetraron las tempes-
tades , para ¡dierar la serena superficie de la sociedad española,
por esto inmenso vacio. Por ahora nos basta consignarle como un
hecho indest ruct ib le ; porque aunque los grandes dignatarios de la
eorona y los godos de esclarecido linaje tuvieron asiento en los coñ-
u d o s , fueron siempre menos en número y en importancia que los
prelados eclesiást icos, fuertes de suyo , y fuertes también pon pie


i i i i-'-.a i ¡i , ' . , [ '—• , . a : . . r . . . . ,.; 1 ] . . • ] i , 1 c ,1 ¡ s i n r-iit iMírnjt 'sp fiiinMi-os u n a v i c t o -


>•'.! a l r - o i a r i s i h i v ios <!.>¡vv1i<>>> e s e o p e i i nía l i s , : p a r a a s e l i r ;i <>«« v i e l o n a . e s n e c e -
..• j • ! ; 1 i ¡ . ' . , v ; ¡ < ¡ i ' ¡ - a l i ' . \ á in ¡ ' i ¡ ila l a s M i e i o d a d o s m i n í e n l a s ; p e l o s i e m p r e e s e i o i l o i p i e


!•:- di . l isu-i t i i tcs o o i r s ta r a ; : 1 \ e n r e d a r a - la rs/ ia v t - m - l ' l . i , y i -n l re l a s d i v e r s a s e l a -


•. •. d o um m i s m a r a z a . e a i í i a n x a r a n á - s i - m a n o s ¡ i r á n i e a s e i n l l e x i M o , ; d e - d r la


Oiara (ta la c u n v r s i o n (la l ' i ' e a e s l o : y <\\\r f i i e n i n d e n i l i l á n d o s r d e (lia e n ( l i a , 011


| , i , [ v i ñ a d o s d a s i s , s i e s s n i v - . . Coi' m i n e a r a i p i e p u e d e a l i o n a r s e . s in I r n i o d e sei '


C - i i n s i i s l e p a r la i i s r i i é i . e l l e c n i a! p r e ñ a r r e y Laido n u e se e n n v i r l i d ;i la a ' , s -


s : a 'uia a¡ 1 !a s a a l a d a d e -a iañ >5 t e[ p r i i e i p i o d e i n o e r u i e r i , q u e a l e a n z ó f t e - j i u e s l.i-


, : 1 i , . ¡.i, s - s . , r e a d ' a - - a n - r i a ; y n p . ( I smIc el ilia is i r¡m> s s ¡ n o n i l d e n la -a>-


e a ' . l a d . e . O l l Y . l s i e m p r e e n pri e / r i S a , ü ! ie l l [ IM •• (¡lia el p r i l ¡ e ¡ p : o al'is!(pe|-;ilien ( " i lMVO


O s m p i v e n í / ' e a a' a r a I i \ ¡.i a. a 11 ¡o a 1 ¡aa a ¡,s' ¡ r ' ; e p i í la coi 11 p i e !a -.aC 1 ii 'i; ¡ de l p o n l e -


í a , \ la. d e s a p a r t a r a n e a a i p i . ' í a d e l s i s a r e i s : e n e O e s e n l i d n , p í s a l e ¡ l o r i i s r i p i o


a ' a l e l i i e a s f i e e! ¡ l o m e i - n d o m i n a n t e , y el s a i n a d o i l o a i i n a d o : p o i a p i e i s d e -




— SO —


tenían cu su abono las simpatías populares . Desde que Hecaredo,
Iluminándose ante el al tar , fué ganado á l a t e , el sol refulgente de
la Iglesia brilló inextinguible en su zen i t , mientras que el sol de la
aristocracia declinó moribundo hacia el ocaso, hasta extinguirse»
como un astro sin lumbre , en el lejano horizonte.


Al ajustarse el pacto de alianza, entre el pueblo y la Iglesia por
una par te , y la monarquía por otra , así los reyes , como el pueblo y
los prelados , fueron expléndidos y generosos. Y lo fueron de ta)
manera, que no parece á pr imera vista sino que cada una de las
partes contratantes abdicó en beneficio de la otra todo el poder s o -
cial , sometiéndose de buen grado á su m e r c e d , y confiándola la di-
rección de sus destinos. VA observador que examine uno á uno los
diversos poderes (pie en aquella edad remotísima contribuyeron á
formar la constitución naciente de la sociedad española , creerá r e -
conocer el atributo de la omnipotencia en cada uno de los poderes
que son objeto de su investigación y de su e x a m e n . Y sin embargo ,
como Ja omnipotencia social es de suyo indivisible, en el ánimo de
ese observador habrá un perpetuo conflicto ent re la razón y la h i s -
toria, entre la teoría y la prác t ica , en t re los principios y los h e -
chos. Si pone sus ojos en la Ig les ia , verá á sus pies á los r eyes ,
verá en su mano un c e t r o , y en su frente una corona r y s u b y u -
gada su imaginación con este espectáculo imponen te , depositará
en la Iglesia la omnipotencia social ; y su corona y su cetro serán á
sus ojos el símbolo de la mas pesada dictadura. Si dir ige sus miradas
inicia el t rono , le verá frecuentemente ocupado por príncipes que
llegaron hasta él por la senda del de l i to ; por pr íncipes que se v i s -
tieron un manto de sangre , y que vestidos con él , recibieron i n -
ciensos y adoraciones de los príncipes de la Iglesia. ¿Cómo el que
antes era siervo, se ha conver t ido en señor? ¿Cómo la que antes era
re ina , es ya vil y perdida cor tesana? ¿Cómo el que antes humilló
su ícente en el polvo , alza su frente á las n u b e s ? ¿Como la que an-
tes tocaba con su frente al Cielo, se a r ras t ra como un reptil por los
palacios? l*e esta manera el observador superficial, al pene t ra r con
sus ojos en el intr incado laberinto de los orígeens de nuestra m o -
narquía , examinándo los poderos uno a u n o , verá en todos, hoy la




- - 9 0 —


omnipotencia , mañana la se rv idumbre . V sin embargo , ni la alea
de la obediencia pas iva , asociada á la de serv idumbre , puede ave-
nirse con la idea del mando , asociada á la del poder ; ni la omnipo-
tencia puede existir donde son muchos los p o d e r e s , puesto que así
en el mundo moral como en el mundo físico, cuando la unidad se
fracciona en diferentes unidades , todas han de ser forzosamente l i -
mitadas. Los poderes se limitan en la sociedad, como los cuerpos en
el espacio.


Descendiendo ya al examen imparc ia l y completo de las reali-
dades históricas, veamos si es real ó es aparen te ese conflicto en t r e
lo que deponen los hechos y lo (pie niega la razón, entre lo que
afirma la historia y lo que niega la filosofía.


La Iglesia de Kspaña llegó á su último grado de e sp l endor con
la conversión de Recaredo y con la piedad ferviente de todos sus
sucesores . Pasando del periodo de su infancia ai periodo de su v i -
rilidad , de su estado domés t ico , por decirlo a s í , á su estado pú -
b l i co , la que antes e ra una fuerza social , se convirtió en una i n s -
titución polí t ica; viniendo el derecho á legitimar un hecho que no
p.odia ser suprimido. Los príncipes de la Iglesia salieron entonces
del es t recho recinto desde donde en nombre de Dios dominaban las
conc ienc ias , y pene t ra ron en el foro para en tender en los mas gra-
ves asuntos del Estado. Los reyes sometían á su deliberación aquellos
decretos que interesaban á la universal idad de sus subditos ; d e -
c r e t o s , que no podían adquir i r el carác ter augusto de la perpetui -
dad , no siendo aprobados por los concilios nacionaiee. Esta práctica
establecida , si no por ley, por cos tumbre , dio ñ los concilios un i n -
dujo poderoso en iodo lo que decia relación con el bienestar de lo--
pueb los , depositando de hecho en la Iglesia una gran parle de ha
potestad legislativa. Pero aun era mayor la alteza \ sublimidad de
sus atr ibuciones : si el trono estaba v a c a n t e , solo á los concilios
tocaba elegir al nuevo rey : si el nuevo rey , que era su hechura ,
manchaba el trono con un c r i m e n , los concilios tenían el derecho
\ el deber de censurar le : si se mostraba sordo a las exhortaciones
del cuerpo sacerdotal , que le había sacado de la nada para ceñirle
una CORONAI , el cuerpo que pudo elegirle . podia también deponer -




- 0] -


lo, !.os que tuvieron poder pai'a llenar un trono vacante , tuvieron
poder para dejar un trono vacío.


Pero el mas bello llorón de la corona de la Iglesia era el subl ime
protectorado que la ley la concedía sobre, los déb i l e s , y el poder
censorio que ejercía sobre los que ocupaban, para bien de la socie-
dad y no para el suyo propio , las eminencias sociales. Los humil-
des q u e , oprimidos en aquella edad de hierro , no alcanzaban la
debida protección de sus jueces . apelaban de sus sentencias al t r i -
bunal de los obispos , en donde es taban seguros de alcanzar justi-
c i a , de recibir consuelo , y ríe encontrar amparo . Y no se crea que
este magnífico atr ibuto de la dignidad episcopal era considerado
como un derecho en aquellas edades de fervor religioso, de abne-
gación entusiasta y de geuerosos sacrificios : en el concilio IV de
foledo se impone á los obispos este protectorado como una obliga-
ción santa , de cuyo cumplimiento debían responder ante los con -
cilios nacionales. Lslo consiste en que la idea de los deberes estaba
entonces lan hondamente g rabada en las conciencias , como la de
los derechos en nuestros corazones. Cuando estas dos ideas se c o m -
binan en justa proporción , y se dividen como he rmanas el imperio,
son como benignos asiros que dilatan una luz i g u a l , serena \ a p a -
cible por el mundo : durante su rápida dominación , el espectáculo
de las sociedades es magnífico de ver , como es magnífico de ver
el espectáculo de un cielo sin nubes, de un mar sin borrascas , de
una aurora sin mancilla , y de un sol sin eclipse, i 'ero cuando la
idea del deber domina sola como reina . ó talando la del derecho se
,qiodera de una sociedad como su legítima s e ñ o r a , entonces el e r -
ror alza su frente sobre el mundo. El sacrilego divorcio de esas dos
ideas necesarias es forzosamente seguido di? g raves trastornos en
los l ístanos, de rápidas al teraciones en las c o s t u m b r e s , y de h o n -
dos estremecimientos en las sociedades. Entonces los pueb los , aco -
metidos de, un vértigo que los s u b y u g a , ó de un marasmo que los
pohi i iea , se ven condenados á una muda pos t rac ión , ó á una con-
vulsión ga lvánica . Si la idea de los deberes es la d o m i n a n t e , los
pueblos h incan la s e r v i d u m b r e , y la encuen t r an : si la de los de re -
cho , c- la dominante , pifien una revolución, y la obt ienen. La época




cu que domina la pr imera , es la época de los már t i res ; la época en
que d o m í n a l a segunda , es la época de los t r ibunos. Ent rambas son
épocas en que , dividido el inundo en zonas, se clasifican los h o m b r e -
en fanáticos que prevalecen, y fanáticos que sucumben . Si en t re los
fanáticos políticos y los fanáticos religiosos fuera forzoso elegir, ele-
giría siempre mas bien á los que asp i ran á conquistar el trono de Dios
que á los que conmueven los tronos del m u n d o ; pon p i e , mientras
que en la orgullosaexaltación dedos segundos , hay un no sé qué de
materialista y de terrestre que degrada , en la resignada humillación
de los pr imeros , hay un no sé qué de ideal y de espiritualista que ele-
va . Los tr ibunos suelen tener en un cuerpo l ibre una alma ese-lava ;
como los márt ires en un cuerpo esclavo uua alma l ibre. Yo profe-
r i ré s iempre á la bajeza del t r ibunado , la sublimidad del m a r -
tirio.


Volviendo á anudar el hilo de mis ideas , d i r é , que cuando una
institución domina en el santuario de las conciencias como d e p o -
sitaría de la moral y del dogma , en la esfera do las accione- como
revestida de un protectorado augusto sobre los débiles y los menes-
terosos, en la esfera de la legislación como asociada á la elaboración
de las leyes , en la esfera de la política como revestida de la facultad de
elegir , censurar y deponer al gelé del Estado ; esa institución reúne
en sí, á pr imera vista cuando menos , todos los caracteres de la mas
pesada dictadura y del mas acervo despot ismo. Porque ¿ e n dónde
reconoceremos los atr ibutos del despot i smo, de la dictadura y de la
omnipotencia social, si no los reconocemos en una institución que
domina los pensamientos y dirige las acc iones , que dá leves á ia
sociedad é impera sobre las cos tumbres , que es señora á un mismo
tiempo de la ciudad política y de la ciudad religiosa . del ciudadano
y del h o m b r e ? Y sin embargo , á pesar de que la Iglesia, después do
la conversión de Recaredo, aparece , á pr imera vista, reve-tida de
todos estos caracteres , examinada mas de cerca, aparece á mu-síios
ojos como una institución fuerte sí y poderosa, como en aquellos si-
glos de barbar ie y de rudeza convenia , poro no despótica y dicta-
torial ; porque su naturaleza y su índole re-i-ien el despot i smo, \
evcluven la d ic tadura .




- a:¡ -


Para demostrarlo a s i , bas tará obse rva r , lo pr imero , que la
dominación de la Iglesia tenia su fundamento y su origen en el r e -
conocimiento voluntario de esa misma dominación por par to de la
sociedad española , \ que para poner un te rmino á sus escesos , no
era necesaria una insurrección fie los brazos, sino una insurrección
de los espíritus, (pie es s iempre posible y hacede ra . De donde r e -
sultó , que la Iglesia , en el ejercicio de su poder , no gobernó en el
sentido de sus propios deseos , (pie os lo que consti tuye el carácter
esencial de los gobiernos despóticos , sino mas bien en calidad de
intérprete y de represen tan te de los deseos y de los intereses co-
munes, f s necesario o b s e r v a r , lo s e g u n d o , (pie las facultades le-
gislativas de los concilios no fueron nunca consideradas como un
derecho legal , sino como una concesión graciosa, debida á la m e r -
ced y á la religiosidad de los reyes . Es necesario observar , en fin, lo
t e rce ro , que la convocación de los concilios nacionales per tenecía
tan exclusivamente al rey, ' (pie podía convocarlos todos los años, ó
no convocarlos j a m á s , según cumpliese á su voluntad ó á su antojo.
Así fué que entre el tercero y el cuarto corrió un intervalo de cua-
renta y cuatro años , y do diez y ocho en t re el décimo y el onceno.
Si á oslo se añade <pie . así como los concilios tuvieron la facultad
de elegir á los reyes , así también los reyes tuvieron ya en esta época
el derecho' de nombra r en sede vacante los ob i spos , se verá con
asombro cuánto se disminuyen y rebajan las colosales proporciones
con (p¡e apareció á nuestros ojos , quebran tados con sus maravi -
llosos rellejos, la Iglesia de Jesucr is to . Todo lo que con razón puede
afirmarse de e l la , es (pie como símbolo de la unidad española era
á todas luces respe tab le , y por todos profundamente r e s p e t a d a :
que los royes , para poner sus disposiciones legislativas á salvo de
la desobediencia y aun al abr igo de la c e n s u r a , buscaban su san-
ción en el voló de los concilios nacionales , legítimos represen tan tes
de la opinión pub l i ca , puesto (pie sin ser elegidos por el pueblo,
eran los únicos representantes de las creencias y de los intereses
comunes . La Iglesia, en fin , no ejercía una. acción absorbente , sino
una acción necesaria sobre el pueblo , en calidad de representante
del principio religioso; y sobre la c o r o n a , en calidad de r e p r e s e n -




tante del pueblo. Mas bien que un poder , era el indispensable coi» •
plemento de todos los poderes del Estado ; porque el principio
religioso era , para la corona , el principio de la, fuerza ; y para la
sociedad, el principio del derecho .


Si prescindiendo absolutamente de la Iglesia , rpie como aca-
bamos de ver , modificaba con su acción la índole do los poderes ,
contemplamos en su severa, é imponen l" magostad á la monarquía
de los godos , después de la conversión de ¡ íecaredo, también á
primera \ isla c reeremos reconocer mi ella los atributos de la omni-
potencia social , y de la mas ominosa dictadura.


El rey no tenia mas que dos limitaciones en el ejercicio de su
poder soberano. En vir tud de la primera , no podia condenar á
n inguno de sus subd i tos , sin haber escuchado su defensa con a r -
reglo á las disposiciones legales. En virtud de la s e g u n d a , sus d e -
cretos no podian adquir i re l c a r a d o r de la perpetuidad , sin la apro-
bación del concilio compuesto do los barones y prolados. Fuera de
estas res t r icc iones , de las cuales la última menoscababa poco su
autoridad , y la primera es base esencial de toda bien ordenada
monarquía , el rey gozaba de un poder omnímodo y absoluto : tan
omnímodo y tan absoluto, que parece á primera vista dictatoria! y
despótico. El rey conducía las huestes á la gue r ra , gobernaba á los
pueblos como soberano en la paz, y dirimía por sí, como juez, s u p r e -
mo, ó por sus delegados, las cont iendas que se originaban entre sus
subditos , en toda la extensión de sus dominios. .Ni se limitó ;í estas
augustas atribuciones su autoridad soberana , sino (pie viniéndola
estrecho el anchuroso espacio tai que se agitaba y se movia , i n v a -
dió las atribuciones del sacerdocio , dominando así ;'¡ en mismo
tiempo en el Estado y en la iglesia. El tribunal del rey fué tr ibuna!
de apelación de los metropoli tanos, a u n e n materias puramente ecle-
siásticas, siendo este derecho consentido por el pueblo y sancio-
nado por los concilios nacionales , que solo el rey podia convocar,
y cuyas decisiones necesi taban su confirmación para ser legítimas v
valederas . Ni se contentó tampoco con invadir las atribuciones de
la Iglesia, sino que invadió también las atribuciones del pueblo.


Ya hemos manifestado mas arriba que el pueblo estaba en pose-




• r¡."> • -


sien del derecho de elegir á los obispos . ames de la conversión de
Keearedo. Cuando esta convers ión vino á producir un trastorno en
el Estado, no hubo institución ninguna que no exper imentase a l te ra-
ciones y mudanzas, i ra Iglesia , cuya estructura democrát ica ana l i -
zamos en otro lugar, se consti tuyó entonces gerá rqu icamentc , r e -
conociendo por primera vez la autor idad de los metropolitanos , y
aun la de los Pontífices , que en cquella época comenzaron á e j e r -
cer influjo en los -asuntos interiores de la nación española. F.sta
mudanza en la estructura y en el orden gerárquieo de las digni-
dades de la Iglesia , fué seguida de otra mudanza análoga en su
constituí-ion- electoral ; puesto que desde entonces el derecho de
elegir á los obispos comienza á escaparse d é l a s manos del pueblo ,
v pasa insensiblemente á las manos de los reyes . Al pr incipio, el
derecho de elegir se t ransformó, para el clero inferior y para el pue-
blo , en derecho de proponer. FJ metropolitano de Toledo le he redo
transformado en derecho de recnmm'Utr. Pero s iendo , en estas d i -
versas transformaciones , derecho exclusivo del monarca elegir en-
tre los propuestos , y agraciar á los r ecomendados , solos los mo-
narcas estuvieron en posesión, desde en tonces , del derecho de
elegir.


Si hay una monarquía q u e , examinada superficialmente, deba
parecer despótica , esa monarquía es la de los godos después de la
conversión de Recaredo. V sin e m b a r g o , la monarquía de los go-
dos no es una monarquía despótica , sino una monarquía a b s o -
luta. No es despólica ; lo p r ime ro , porque es electiva , y el d e s -
potismo no exis te , no puede exist i r , á lo menos de una manera
estable y p e r m a n e n t e , en las monarquías electivas, sino en las
hereditarias : y lo s e g u n d o , porque el despotismo no puede d e -
sarrollarse sino cuando los pueblos carecen de principios, de c r e -
encias y de intereses comunes , y cuando pierden el sentimiento
vivificante de su nacionalidad , envilecidos ó es t ragados . Solo e n -
tonces os posible el despot ismo, porque la resistencia es i m p o -
sible. Pero cuando una sociedad está fanáticamente exal tada por
un principio común; cuando en nombre de ese principio combate
á la monarquía , y combatiéndola la v e n c e ; cuando después de




v e n c i d a , pudiendo hol lar la , la p e r d o n a , entonces la sociedad está
segura de ser bien gobernada , cualquiera que sea la autoridad (pie
deposite en manos de sus reyes . La monarquía g o d a , habiendo sido
vencida por el principio religioso y por el democrát ico , no pudo
sublevarse contra esos dos g randes principios , á quienes debía su
autor idad y su existencia : y no pudiendo sublevarse contra esos
dos hechos poderosos , contra esos dos principios vencedores , lejos
de ser despótica , tuvo que pasar por las horcas candínas del sacer-
docio y del pueblo.


Pero si la monarquía de los godos no pudo ser de hecho d e s -
pótica , fué de derecho absoluta : lo cual aparecerá claro á (odas
luces al (pie reflexione sobre la dis tancia que media entre una m o -
narquía absoluta y una monarquía despót ica : distancia, que suele
ser desconocida por los escritores vu lgares . En todo poder humano ,
hay que distinguir su autor idad considerada en abs t rac to , de. su
autoridad considerada en ejercicio. Sucedí! muchas veces (pie los
poderes públ icos , hal lándose revest idos de un derecho sin límites
para obrar como mas cumpla á sus de seos , no tienen fuerza bas-
tante para que sus deseos se c u m p l a n , para (pie su voluntad se eje-
cu te . Sucede o t r a s , por el cont rar io , que los poderes públicos, l i -
mitados en su autoridad por leyes fundamentales , tienen bastante
fuerza pa ra ensanchar su esfera de acción, y la ensanchan t r a spa-
sando los límites de la ley. Puede s u c e d e r , en tin , (pie los poderes
públicos, hal lándose reves t idos de la plenitud del derecho y de la
plenitud de la fuerza, ejerzan , en n o m b r e del pr imero y en virtud
de la s e g u n d a , la mas pesada t iranía. En el pr imer ca so , el pódel-
es abso lu to , pero no despótico : en el segundo c a s o , el poder es
despótico, pero no absoluto : en el t e r c e r e a s e , el poder es absoluto
y despótico. Cuando se afirma de una monarquía que es absoluta,
nada mas se quiere afirmar , nada mas se quiere decir , sino que el
derecho del monarca no encuent ra en la sociedad otro derecho que
le limite. Cuando se dice de una monarquía que es despótica , nada
mas se quiere decir , sino que la fuerza del monarca no encuentra
en la sociedad otra fuerza que la resista. Cuando se dice de una
monarquía que es despótica y absoluta , nada mas se quiere decir .




- • iJ7 —


sino (¡uc ni la fuerza del monarca encuentra en la sociedad o d a
fuerza que la resista , ni su derecho otro derecho que le limite. Si
eslo es a s í , me creo autorizado por la razón y por la historia para
afirmar, que la monarquía goda fué una monarquía absoluta , pero
no una monarquía despót ica; puesto q u e , por una p a r t e , la au lo-
torídad del monarca no encont raba límites en la ley , y por otra ,
el ejercicio de esa auloriad encont raba en el elemento religioso, y
en el elemento democrát ico, dos resistencias invenc ib les , dos o b s -
táculos insuperables .


Dedúcese de todo lo dicho : lo primero , que los que afirman de
la monarquía española que ha sido despótica, porque ha sido abso-
luta , no conocen ni los caracteres esenciales de las monarquías a b -
solutas , ni los de las monarquías despóticas : !o segundo , que los
q u e n a d a más afirman d é l a monarquía española , sino que ha sido
absoluta, no caracterizan suficientemente su índole v su naturaleza,
puesto que el absolutismo puede combinarse con elementos dife-
rentes v aun contrarios mitre s í , en las sociedades humanas : lo
tercero , en fin , que la monarquía absoluta en España , considerada
en su or igen, ha sido el r e su l t ado , por una p a r t e , de la ausencia
ó de la debilidad del principio aristocrático , y por o t ra , de la com-
binación y la alianza del principio monárqu ico , del principio d e -
mocrático, y del principio re l igioso, personificados en el r e y , en
el sacerdote y en el pueblo, que constituyen una sola institución,
compuesta de tres personajes sociales.


Más adelante veremos cuan fecunda en resultados filosóficos es
esta manera de apreciar las instituciones, no por las formas de que
se hallan revestidas , sino por los elementos sociales que las eons -
tituven y que las perpe túan , (ion este método , nuevo desgrac iada-
mente entre nosotros , nos será dado disipar con la luz de la filosofía
las tinieblas de la historia.




DE LA MONARQUÍA ABSOLUTA,
I>ÍSI)F I.A m n i ' P r i f l N DE LOS ÁlíABES HASTA LA CON'QfISTA I»F. filUV-UIA l'íllt LOS


R E Y t S C A T Ó L I C O S .


I.


L n mi artículo ú l t imo , examiné la índole y la naturaleza río la
monarquía goda. En él procuré demost rar que esa monarquía fue
el resultado lógico de la combinación espontánea del principio r e -
l igioso, del principio monárqu ico , y del principio democrát ico,
enlazados ent re sí por un pacto perpetuo de alianza. P e r o , an-
dando el t i empo, esos principios se viciaron ; y viciada entonces
también la monarquía de los g o d o s , desapareció) del m u n d o , s e -
pultados en los campos que baña el Guadalete los restos imperiales
de su vana pompa y de su estéril magnificencia.


El principio democrático cesó de animar al pueblo; el religioso
fué viciado por los sacerdotes ; y el monárquico por los reyes. Eos




'.III


-acordóles viciaron c! principio rel igioso, transformando ese ins-
t rnmento de salud en ins t rumento de ambición , \ consagrándole
a s a servicio, cuando (dios eran sus obligados servidores , • p r i n -
cipio religioso perdió entonces su carácter espiritualista y divino , y
se revistió de un carácter materialista y humano : la re l igión, ba-
jada del Cielo para regenera r á la t i e r r a , se vició con el contacto
de los h o m b r e s , que olvidados fácilmente de la divinidad do su
o r igen , de ,-ouora que ora do sus pensamien tos , la convirt ieron
en esclava de sus apetitos , y de reina del mundo mora l , en ser-
vidora vil de los intereses del mundo .


La llama del principio democrát ico dejó al mismo tiempo de
inflamar á las masas populares , en t regadas á la indolencia y ador-
mecidas en el ocio, desde que vencedoras del a n i a n i s m o y de la
aristocracia, y lisonjeadas por los r eyes , no encontraron enemigo-,
delante de s í , \ vieron seguros sus intereses , y sobre todo , tr iun-
fantes sus creencias . Cotonees sucedió, que saboreando las delicias
de la p a z , se en t regaron al sueño \ al r eposo , abandonándose
ciegas á la merced del destino. i\i podia ser de otro modo, si so,
atiende á que las masas populares carecen de un idad , de previsión
y de concierto : solo la inminencia del peligro puede obligarlas á
agruparse al rededor de una b a n d e r a : cuando el peligro p a s a , el
entusiasmo deca í 1 , y la unidad facticia y momentánea que el entu-
siasmo formó, se quebranta y se fracciona. Mientras existe el en-
tusiasmo , todas las individualidades se ecl ipsan; solo resplandece
el pueblo, vestido de su a rmadura . Cuando el entusiasmóse ext in-
g u e , el pueblo deja de ser una realidad , para ser un nombre so-
noro : en la sociedad, entonces , no hay mas que intereses que, se
combaten, principios que luchan e n t i e sí, ambiciones que se esclu-
yen , ó individualidades que. se chocan. En t iempos de paz y de
r eposo , solo aparecen mi los hombres las calidades (pie los cons -
tituyen diferentes : en épocas de crisis y de exal tación moral , solo
aparecen en (dios las que los consti tuyen semejantes : cuando las
i i decencias se esconden y las semejanzas a p a r e c e n , hay pueblo,
porque hay unidad: y la unidad es la que lo consti tuye : cuando
Íes diferencia- aparecen v l a s .semejanzas se esconden , no hav pee -




. - - (CC -


I d o , porque P.O !\;iv unidad social, sino intereses opues tos , princi-
p i o s lávalos, y ambiciones hostiles.


i)e aquí nace la instabilidad del e lemento democrá t ico , vence -
dor s iempre en un momento de alarma y de pel igro, y vencido
siempre después , en el estado de reposo. Esto explica también el
vigor v la fuerza del principio aristocrático. Las clases ar is tocrát i -
cas tienen siempre un poderoso centro de u n i d a d ; porque así en
los tiempos de agitación y de d iscordia , como en los de prospe-
ridad y \ e n t u r a , son m a s , entre sus individuos, las semejanzas
que l o s u n e n , «pac las diferencias (pie los dividen. Los Uranos son
enemigos de la a r i s tocrac ia , porque vela; y amigos de la demo-
cracia , porque 'inerme. Por eso , la aristocracia es un elemento de
W'rrind, y la democracia un elemento de tiranía.


El principio monárquico perdió su fuerza y su v igor , desde,
que los leyes olvidados de sí propios , mient ras que por una parte
cediati el paso á ios prelados de la Igles ia , depositando su c ; , pada
en las manos de sus subd i tos , se decoraban por otra con renom-
bres ambiciosos y con títulos b izant inos , confundiendo as í , como
se confunde s iempre en los tiempos de decadencia , con el aparato
el decoro , con la fuerza la hinchazón . con la magostad la pompa.


Entonces fué c u a n d o , al ímpeín de un huracán venido de los
desiertos del África, cayó por t ierra para siempre el ya caduco
ediiicio de la monarquía de los g o d o s ; sin que quedase rastro en el
suelo de aquella fábrica suntuosa, ni huella de los (pie la levanta-
ron , siendo de España señores . ; ;d cómo hubieran podido resistir
á las a te r radoras falanges que lanzó sobre la Península ibérica la
cólera divina , un sacerdocio olvidado de Dios , y siervo de las am-
biciones del m u n d o , un pueblo ent regado al sueño de la indolen-
cia , un trono que muchas veces habia sido un cadalso , una mo-
narquía , en fui, adormecida en el oc io , gastada por los deleites, y
enervada con su fausto oriental y sus escandalosas l iviandades? Si
á esto se añade , que la monarquía goda carecía absolutamente de
una aristocracia guer re ra (pie la sirviese de escudo contra una in-
vasión e x t r a ñ a , se concebirá fácilmente, cómo naufragaron en un
naufragio común el sacerdocio , el trono y el pueblo.




- i 01 -


Pero en la monarquía de l o s g o d o s , había algo que no debía
jiereeer, algo que debía resistir á todas las catástrofes y á todas las
invasiones, algo que debia prevalecer sobre la arción de la con-
quista y las injurias de los t i empos , algo en tin de i nmor t a l ; por-
que siempre hay algo de inmortal , asi en el hombre que muere ,
r o m o en las sociedades que sucumben. Cuando cf hombro micre , su
parle mortal es despojo del sepulcro , y su parle inmortal se pe r -
petúa en el Cieba: cuando las sociedades sucumben, s u parte mortal
o s despojo; su parte inmortal , al imento y vida de la historia.


Lo (pie es el alma en el h o m b r e , son en la sociedad ios prin-
cipios. Inmortales una y otros como emanaciones d iv inas , j amas
se apaga su lumbre en el hor izonte d d m u n d o , (pie r e c i b e la ani-
mación y la vida de sus maravillosos reflejos. ¿ Q u é importa que la
Crecía abra su seno virginal á los bárbaros del Occidente , que
eu t regue á su profanación sus magníficos templos y s u s soberbia»
estatuas, sus mágicos pensiles y su s i l e n c i o s a t r ibuna, y que a b a n -
donada de sus d ioses , viuda de sus ilustres c ap i t anes , huérfana
i!e sus o r a d o r e s , de sus filósofos y de sus a r t i s tas , se recline en
su sepulc ro , olvidada de su gloria? De ese sepulcro se salvaron,
para fecundar los siglos, el genio de ¡a libertad , el genio de la filo-
sofía , y el genio de las arfes. Roma a b r e , para recibir á tan
ilustres huéspedes , las puertas del Capitolio ; y cuando el Capi-
t o l i o fué á su vez presa de los gigantes del N o r t e , ellos se remon-
taron sobre las inmensas ruinas y los deformes escombros confusa-
mente esparcidos sobre la faz de la (ierra , hasta que , aplacado el
Cíelo y serenadas las t empes tades , volvieron á ser la vida de uua
nueva civilización , y el alma de un nueva) mundo .


Así t ambién , cuando la monarquía goda sucumbió en las famo-
sas orillas del Guadale le , habiendo llevarlo las huestes sarracenas
lo mejor de la ba ta l la , la monarquía perec ió ; pero sus principios
constituyentes se salvaron , porque e ran los principios const i tuyen-
o s /Jo h) SDOIOIÍM) ospumAa. Los ¿ir<ibes pudieron, vencer á Rodrigo,
pudieron vencer á los sacerdotes, pudieron vencer al pueblo; pero
el principio democrático debia sobrevivir al pueb lo , el religioso
a los sacerdotes , y el monárquico á Rodr igo.




Ki2
Nosotros vamos á presenciar ahora mu> tío los espectáculos


mas magníficos que puede ofrecer el variado panorama de la his-
loria á los ojias de los hombres . En la monarquía de los godos,
hemos podido observar de qué manera se vician los principios en
su t rámalo por el m u n d o ; y de q u é m a n e r a . cuando han sido v i -
ciados , degeneran las sociedades y se extinguen : ahora v a m o s a
ver d e q u e manera e s o s mismos principios, purificados con los tor -
rentes de sangre en que se anegó para s iempre la monarquía de
¡os g o d o s , dieron vida á u n a n u e v a sociedad , aiirmnda sobre, una
basa mas a n c h a , sobre m a s f i r m e s cimientos. Hasta aquí hemos
observado la acción deletérea de las sociedades sobre los pr inc i -
pios di.« quienes reciben su e sp l endo r , á quienes deben su g lo r i a :
ahora v a m o s á observar la acción vivificante y fecunda de esos
mismos principios sobro las sociedades humanas .


í n siglo de existencia religiosa y militar habia bastado á los
sarracenos para de r ramarse por las regiones m a s apar tadas del
mundo . La Media , el país de los I'artos , ¡a Siria y el Egipto se
postraron vencidos ante el pendón glorioso de Mahoma. Sus. su -
cesores le l levaron después al Occ idente , y pene t rando por el
África, se es tendieron por sus costas , y echaron por tierra las
frágiles murallas de Ca r t ago , al lanadas en otro tiempo por Scipion
y levantadas del polvo por Augusto. Una profecía misteriosa seña-
laba á esa ciudad, como el punto en donde habia de nacer el hom-
bre á quien estaba reservado el deslino de destruir el imperio del
profeta : sin duda , la voz de las tradiciones habia dicho á aque-
llos bárbaros que aquella ciudad habia servido de cuna al gigante
(pie, vencedor en L a u n a s , halda fijado su sangrienta pupila sobre
Honra. El recuerdo de Annibal e s t á n g r a n d e , que hace temerosas
hasta las r u ina s , la horfandad y la desolación de Cartago.


Señores los sarracenos de las costas africanas , v • adiendo en
sed de engrandecimiento y do conquis tas , se aprovecharon de la
coyuntura favorable que la traición ó el descontento los ofrecie-


<?*e*í\ ^ v v ^ X Í ^ V S s X ^ S . ' * . ^ \ xw^x\h;\ <Js> k<s> g^lcss , v v.CvwxQs^do.
ia mar , t remolaron su es tandar te en la península española. Ven-
cidos fácilmente cuantos obstáculos se opusieron á su dominación.




• - 103 -


derrotadas en lodos sus encuen t ros las huestes e n e m i g a s , m a r -
charon por la península ade lan te , hasta dilatar por toda ella su
duro señorío. Desde esta época , sus victorias no pueden reducirse
a suma ; su ambición no tuvo límites, y el orbe les vino est recho.
Derramados por la (¡alia meridional , por la Italia , por la Dalmacia,
por la 1 liria, por la Albania y por la Motea, hubo un momento
en que la balanza de los destinos del mundo quedó suspensa en
su íiel , y en que, las naciones pudieron d u d a r , si la fé hubiera
permitido la d u d a , hacia dónde habían de volver sus ojos a r r a -
sados de lágrimas para adorar á su señor , si hacia los m e l a n -
cólicos campos de la Palestina , ó hacia los estériles y abrasados
desiertos ríe la Arabia.


Apoderados los sa r racenos de las nueve décimas partes de la
península, solo quedaron exen ta s de su yugo una par te de Aragón,
y las cumbres inaccesibles de Astur ias , de Vizcaya y de Nava r r a .
Sus rudos habitantes eran p o b r e s ; pero independientes y altivos.
La mayor partí 1 de aquellas soberbias cumbres no tenian una huella
que hubiera sido estampada por el pié del ex t r ange ro ; y esta indo-
mable, gente no habia aprendido j amás qué cosa es la esclavitud,
ni de la t radición, ni de la historia. Refugiados allí los pocos que .
habiendo salvado sus v i d a s , quer ían también salvar su i n d e p e n -
dencia , entre los naturales y los huéspedes acometieron la empresa
mas ardua ent re cuantas refieren los anales del mundo : la de r e s -
catar á toda la nación , postrada y exán ime , de su ignominioso
cautiverio : y lo mas admirable es , que se llevó á cabo esa empre -
sa ; porque la tuición fue rescatada.


¿Cómo fué que los pocos , olvidados sin duda por débiles y h u -
mildes , supieron derrocar desde su al tura á los muchos , que eran


í u o i l e s y s o b e r b i o s '/ ¿ C ó m o f u é q u e e l p u e b l o v e n c e d o r s e v i o
obligado á cejar delante; del venc ido? ¿ Cómo pudo vence r l a ruo-
narepiía al Emirato , habiendo sido los monarcas vencidos por ios
Emires? ¿Cómo retrocedió el islamismo delante ele la cruz, habiendo
-ido abatirla por el es tandar te del profeta? ¿Cómo salieron fuertes
del campo de batalla los vencidos? ¿Cómo , en fin, se convirt ieron
en débiles los fuer tes . después de la victoria ? No habiéndose d i s -




- - 10 1


mimado las fuerzas física- de los sarracenos , ni acrecentádose las
de los na tu ra l e s , ni las fuerzas físicas n i e l número son poderosos
para expl icar este cambio en sus des t inos , esta mudanza de su
suer te . Ahora b i e n , como los acontecimientos no se producen en
el mundo sino en vir tud de las fuerzas físicas ó de las fuerzas m o -
rales , cuando un cambio ó un trastorno no t ienen origen en las
p r imeras , le han de tener forzosamente en las segundas . Cuando
un hecho no está e x p l i c a d o , su explicación se encuentra en un
principio.


Reservándome para mas adelante demost rar la rigurosa exac -
titud de la proposición que ahora ant ic ipo , diré que el Cristianismo
sobó vencedor del islamismo , el pueblo cristiano del pueblo sarra-
ceno , y los reyes de Astur ias , de León y de Castilla de los Emires
de Córdoba , porque los principios consti tuyentes del pueblo con-
qu i s t ador , efímeros de s u y o , se viciaron después de la conquista;
mientras que los const i tuyentes del pueblo vencido recobraron,
después ded venc imien to , su maravillosa energía y su primitiva
pureza. De esta manera , las mismas causas á cuyo influjo debieron
l o s árabes sus rápidas victorias , dieron después al pueblo crist iano
aquella heroica constancia q u e , andando el t i e m p o , le rescató de
MI ignominiosa servidumbre , con mengua de sus señores .


Dejando para el art ículo próximo el examen del pueblo c r i s t i a -
no , será bien me ocupe en este , aunque con toda la brevedad p o -
s ib le , del i s lamismo, en cuanto dice relación con los asuntos de
España.


El código del profeta , sancionando el dogma de la fatalidad, \
sujetando á reglas escr i tas , inalterables é inflexibles , no solo todos
los deberes morales , políticos y religiosos , sino también los civiles
y los domést icos , suprime la libertad en el i n u n d o ; ponqué a u n
mismo tiempo encadena el cuerpo, y aprisiona el espíritu : y e n c a -
denando al uno , y aprisionando al otro , ataca hasta en sus gé rmenes
el principio de la perfectibilidad que se desarrolla en el seno del
h o m b r e , y en el de las sociedades humanas . Por esta razón , el Co-
ran , (pie, en su inflexible r igidez, petrifica cuanto toca, solo r e c o -
noce una vi i tud social , y una forma de gobierno : la resignación,




tor.


\ el despotismo. Cuando una sociedad se envilece hasta el punto
de renunciar absolutamente al pensamien to , todas las pasiones
g landes se extinguen en su corazón helado : todas las fuerzas v i t a -
les abandonan sus miembros entumecidos : su vida es una v e g e -
tación perezosa ; y cuando ha acabado de vege ta r , pe rmanece e s -
túpidamente inmóvi l , aguardando impasible el rayo que ha de
convertirla en polvo, y que ha de bajar del Cielo. En tal estado se
presenta á nuestros ojos Constanlinopla, reina ayer de dos mundos ,
pasto tal vez mañana de las águilas moscovi tas , y hoy cadáve r
embalsamado con las brisas del Oriente , y tendido con mages tuosa
inmovilidad sobre un magnífico lecho.


A estas causas generales de una precoz decadencia , reun ían los
conquistadores de España otras especiales, que habían de producir
su rápida disolución con su poderoso influjo. La principal de todas
consiste en que sus hues t e s , unidas por el entusiasmo en el p e -
riodo de la invasión, perdieron toda unidad y concierto después de
la \ ¡ do r i a , como compuestas de diversas gentes y nac iones , todas
ardiendo en sed de mando y de despojos, y en t re sí mal aven idas .
Ocupaban los grados superiores de la gerarquía social los á rabes ,
l o s sirios \ los egipcios. Estas e ran las razas ar is tocrát icas. Después
venían los af'iicanos, raza feroz y turbulenta q u e , ocupando los
grados inferiores de la escala socia l , sufría impacientó su yugo y
su estúpido ilotismo. Cada una de estas razas estaba dividida á su
voz en pnrchiliihulcs y bmihi: y)os o/Mi quee.ikis parcialidades


alimentaban en su s e n o , eran tan antiguos en a lgunas , que para
asignarles fecha, es necesario remontarse á los t iempos anter iores
a Mahoma.


Esto basta para explicar por qué los á rabes , después de la
conquista, no supieron edificar nada sobre los escombros e s p a r c i -
dos por toda la península española. Contrastado por gue r ras intesti-
n a s , por locas r ival idades , por torpes c r ímenes , por ambiciosas
insurrecciones , por escándalos y desafueros , el gobierno de los
Emires fue d é b i l , turbulento y desastroso. Los Emires solo p e n s a -
ban en afumar su podm' : los gobernadores de las provincias en
hacerse independientes de los Emires; y los gobernadores de las




- - i DI; • -


ciudades ou sacudir el yugo de los gobernadores de las provincias.
Ni era posible que esta disolución encontrase remedio en la au tor i -
dad vigilante y protectora de los Emires del África y de los califas
de Damasco; porque los imperios que r eg ían , eran presa también
de trastornos interiores y de conmociones violentas. El gigante
fantástico y a ter rador del islamismo se devoraba á sí propio , d e s -
pués de haberse presentado para reclamar su herencia en las mas
apar tadas regiones , y cuando soñaba en su delirio rodear con sus
nerviosos brazos al mundo .


Entonces sucedió , que la terr ib le unidad del imperio de los (Ja-
lifas fué quebrantada , y dividida en fracciones. Eos á rabes de España
se hicieron i ndepend ien t e s ; y habiendo elegido por su soberano y
señor á A b d e l - R a h m a n , úl t imo descendiente de los Califas O m i a -
<litas , raza ya de s t ronada , Córdoba fue el centro de su poder y la
silla de su imperio.


Esta revolución , realizada á fines del siglo v n i , dio principio á
una nueva era p á r a l o s á rabes . Ya entonces los rudos montañeses ,
que habían de restaurar una religión y redimir de su servidumbre
á un pueblo , habian comenzado á hacer sus incursiones por las mal
guardadas fronteras de los enemigos de su libertad y de su ley.
Sus incursiones habian sido s iempre seguidas do victorias : y los
conquistadores se vieron en la necesidad de reprimir hasta cierto
punto el ímpetu de sus odios , convert idos por el riesgo común á la
común defensa. Vencidos en buena lid las mas veces , pero v e n c e -
dores a l g u n a s , acometieron magníficos hechos de aranas, durante
el periodo histórico que comienza con Abdel -üahman í . y que con-
cluye con Almanzor , dilatándose el espacio de dos siglos. Esta es
la época maravillosa en que comienzan á resplandecer entre los
á rabes las delicadas artes del i n g e n i o , y en que el Oriente c o -
mienza á reflejar en el Occidente toda la pompa de sus £¡ (ias, y t o d a
la r iqueza y la variedad de sus colores. En este t iempo, aparecen
también de cuando en cuando algunas fisonomías «ene so dist inguen
entre las demás por su magostad y su nobleza , y que cautivando la
atención , la separan ag radab lemente del tr iste espectáculo de una
sociedad decrépita y mor ibunda . Entre tocias , resplandece la de




Almanzor , entendido como pocos en las ar les de la paz, como nin-
guno en las arles de la g u e r r a . Era blando y apacible en las ciuda-
d e s , indómito león en los campos de batalla. Almanzor era uno de
aquellos hombres providenciales , nacidos en épocas de decadencia ,
para contener con su mano poderosa la rápida disolución de los
imperios. Cuando Almanzor a p a r e c i ó , el pueblo cr is t iano, crecido
ya en fuerzas y en pujanza , iba di latando los términos de su j u r i s -
dicción y señorío : sus aguer r idas huestes habían entrado por a rmas
ciudades populosas; su inmaculado pendón tremolaba á todos
\ ionios, llevado por la victoria, y hacia sombra á los abatidos pen-
dones de las huestes aga renas . Almanzor contuvo el torrente que
amenazaba inundar el campamento de los á r a b e s ; y la sociedad
decrépita que protegió con su poderoso brazo , pudo respirar algu-
nas horas , sentada en el borde de su abismo. Cincuenta batallas
campales perd ie ron entonces los cristianos : jamás los adoradores
de la cruz habúm visto levantarse chas mas nebulosos para ellos
en el horizonte d e la península española, desde que fueron rotas y
deshechas en las orillas del Cuadalete las espesas falanges de los
godo>. Jamás el Dios de los ejércitos había puesto en sus labios una
copa tan llena de a m a r g u r a , desde que los condenó á caut iver io \
s e r \ i d u m b r e , haciéndolos jugue te de sus i ras .


Pero Almanzor falleció al fin , sirviéndole de sepulcro el polvo
sacudido de su manto en los dias de las batallas. Entonces sucedió,
que el vasto imperio de Córdoba , huérfano del capitán que le a m -
paro con su escudo , que llenó su soledad con su n o m b r e , que c u -
brió su debilidad con su g randeza , y su desnudez con su r e s p l a n -
deciente vestidura , se d e s m e m b r o , dividiéndose en efímeros y
pequeños pr inc ipados . Con lo rpie se atestigua , que mientras que
Almanzor presidió á los destinos del imper io , el fuego de la d i s -
cordia continuó al imentándose escondido en el seno de aquellas
razas r iva les ; puerto (p ie , cuando desapareció el g rande h o m b r e .
<e dejaron otra vez arras t rar por los ímpetus de sus mal repr imidos
odios y de sus escandalosas venganzas .


En este estado de postración . la fortuna volvió a mostrarse
contraria a las a rmas aga renas . mien t ras que los cr is t ianos , r e c n -




••- los
bracios \ a do su pavor y de sus prolongados desasí ros , no solo re -
conquistaron en breve todo el terreno pe rd ido , sino que pasando
mas a l l á , clavaron su pendón en los imperiales muros de Toledo,
La posesión de la ciudad san t a , en donde en tiempos mas felices
habían sido ungidos por los prelados de la Iglesia los reyes de los
godos , debió causar un estremecimiento de placer á los que vivían
la vida de los c o m b a t e s , animados por tan gloriosos recuerdos .
Toledo era la Jerusalen de los cristianos de España. Señores ¡le su
Je rusa len , sin duda olvidaron sus fatigas y desas t res , para pensar
solo en sus glorias y en el término de su peregr inac ión , aquellos
nobles combatientes é infatigables peregr inos .


Si pararon aquí las conquistas de Alfonso VI; sino q u e , pasan-
do mas ade lan te , se apoderó de Madrid, Guaclalajara y Maqueda,
llevando por todas par tes el prestigio de su n o m b r e , el recuerdo de
sus victorias y la gloria de sus armas.


Desmembrado el g r ande imperio sar raceno en pequeñas y r i -
vales monarquías , no pudo resistir al torrente!; y como sus débiles
monarcas le viesen crecer y dilatarse por el corazón de sus d o m i -
nios , volvieron sus ojos en busca de protección hacia las costas de
África. En ellas encontraron un hombre grande que , solicitado en
nombre de los domas por el rey que dominaba en Sevilla , desem-
barcó en la península española al frente de los almorávides africa-
nos. Su nombre era Yussef-lüentaxfin. Nacido en tiempos de gran-
des trastornos y de discordias c iv i l es , en los que el poder está al
alcanze de los ánimos inquietos y de los hombres esforzados, supo
ganarle para s í , sujetando á un pueblo n u m e r o s o , que le pro-
clamó su gefe , siendo de esta manera fundador de una gloriosa
dinastía.


(loando Yussef con sus a lmorávides rompió por la península,
Alfonso estaba sitiando á Zaragoza ; y como llegase la nueva á sus
oídos, levante) el cerco, para acudir adonde el mayor peligro le lla-
maba . Eos dos competidores se avis taron, en octubre de lONÍi, em
las llanuras de Za laca , en t re Badajoz y Méiida, al frente de s u s
ejércitos. Ambos ejércitos eran numerosos y aguerr idos . Ambos
competidores eran dignos de la gloria. La fortuna, c u e s t a ocasión.




hubo de sernos adversa , según nuestros historia.¡ores refieren; aun -
que hubo motivos para dudar cuál de los dos competidores salió
peor librado del campo de batalla.


fos príncipes mahometanos comenzaron á desconfiar del ilustre
aventurero á quien habían abier to las puer tas de la pen ínsu la , v
en quien suponían ya designios hostiles y miras ambiciosas . ¡Triste
condición la de los déb i les ! hallarse rodeados por todas partes de
asechanzas : no poder elegir sino entre enemigos encubier tos ó ene -
migos declarados : no saber para quienes han de implorar la m i s e -
ricordia del Dios de los ejércitos en los dias de los c o m b a t e s , si
para los que les tienen declarada la g u e r r a , ó para los que son sus
protectores; ciertos como es tán , de q u e la victoria de los primeros
los condena al exterminio , y la de los segundos á una ignominiosa
servidumbre,.


Esto cabalmente sucedió con Vussef, que viéndose, poderoso, y
como poderoso temido , acometió la empresa de enseñorearse del
hermoso país que se dilataba ante sus ojos como una magnífica oasis:
y couvirliendo sus armas contra sus propios a l iados , dio feliz cabo
á su empresa , restableciendo con sus triunfos la unidad del i m p e -
rio mahometano en la península española. Entonces no hubo mas
que un solo reino gobernado por un solo hombre , gefe de una raza
dominante .


Después de la usurpación de Yusscf y sus a lmoráv ides , hubo
por algún tiempo paz entre cristianos y mahometanos . A Yussef s u -
cedió su segundo hijo AIy. heredero de su poder y de sus glorias
militares. Aly fué poderoso para contener á los cristianos por la pa r -
te del .Mediodía ; pero sus a rmas se dilataron vencedoras por el
Norte. Alfonso I de Aragón se apoderó de Tudela : por los años
de M I S , cayó en poder de los cristianos Za ragoza ; y con esta
gloriosa conquista , todo el Norte de España quedó l ibre del yugo
sarraceno. Al año siguiente , el héroe aragonés venció en batalla
campal á 2 0 , 0 0 0 africanos que penetraron por su t i e r ra ; mient ras
«pie otro ejército de infieles, mandado por Aly, retrocedió delante
de los pendones de León y de Castilla. De esta manera , contenidos
por algún tiempo ios cristianos por lo* a lmoráv ides , volvieron á se-




- l i o


iíuir muy pronto la carrera de sus triunfos, y á conquistar, para su-,
huestes, nuevas y mas ventajosas posiciones.


Si comparamos este periodo histórico con los que le p reced ie -
ron, no nos será difícil demostrar que la decadencia del imperio ma-
hometano fué constante y p rogres iva ; ora comparemos unos con
otros los tiempos de desmembración y de discordias civi les, ora
comparemos entre sí los tiempos en que recobró su unidad y su
vigor, merced á los esfuerzos de sus gloriosos capi tanes .


La época turbulenta y desastrosa á que puso un término Alnian-
zor, no fué tan desastrosa y turbulenta como aquella á que puso
término Yussef, cuando respondiendo al l lamamiento de los árabes
fie España, penet ró por la península adelante con sus almorávides
africanos. De la misma m a n e r a , la época gloriosa de Yussef no fué
tan gloriosa para su raza y su imperio , como la de Almanzor para
el imperio y la raza de los príncipes omiaditas. De donde resulta,
que andando el t iempo, los peí iodos de unidad fueron menos prós-
peros; mientras (pie los de desmembración y de anarquía fueron mas
turbulentos y anárquicos : es decir , que para los á rabes de España,
el mal estuvo s iempre en un proijresu constante , \ el bien en una
constante decadencia. Lo cual no deberá ex t rañarse , si se at iende á
que el bien fué el resultado de la 'acción momentánea de los h o m -
bres ; mient ras que el mal tuvo su or igen , por una parte , en la ac-
ción pe rmanen temen te deletérea del principio fatalista, y por otra,
en el antagonismo profundo é invencible que existió s iempre entro
las diversas razas , de cuya agregación residí') el débil y deformo,
aunque colosal imperio mahometano .


Volviendo ya á anudar el hilo de esta historia , d i r é , (pie a p e -
nas volvió sus espaldas la fortuna á la raza de los a lmorávides ,
cuando vino por tierra el edificio que Yussef levantó con su mano
vencedora . ¡Tan endeble e ra su fábrica! ¡Tan frágiles sus cimien-
tos .' Para descubr i r las causas de la debilidad interior del imperio
mahometano en esta é p o c a , será bueno recordar aquí lo (pie m a -
nifesté al principio de este a r t í cu lo , á saber : que la raza de los
afr icanos, ocupando el grado mas ínfimo de la gerarquía social,
era una raza de ilotas : así como eran razas arisfocráfieas las or iun-




• - 111 -


das de la Arabia , del Egipto y de la Siria. Ahora bien : cuando los
desacordado? principes de los árabes de Kspaña abrieron á los a l -
moiaviiles africanos las puer tas de la pen ínsu la , abdicaron su p o -
der en esa raza plebeya , encont rando su mue r t e donde buscaron
su remedio. Cuando la Providencia lia decre tado la destrucción de
un pueblo ó de una raza , un vé r t i go se apodera de la víctima . y
ella misma se encamina al sacrificio.


Señores los africanos de toda la España m a h o m e t a n a , no e n -
contraron delante de sí sino encarnizados enemigos , obstáculos in-
superables, y resistencias invencibles . Para afirmar su dominación,
tenian que vencer á un mismo tiempo á sus enemigos exter iores , y
á sus enemigos i n t e r i o r e s : á los cr is t ianos , que inquietaban sus
fronteras, y á las razas subyugadas que encontraban al imento y s a -
fisíáceion para sus odios en los públicos desastres . Por donde se v é .
que la unidad del imper io , duran te la efímera dominación de los
almorávides , fué aparente ; puesto que los conquistadores , lejos de
comprimir los elementos de d iscord ias , fueron causa de su ace le -
rado desarrollo. Ea conquista de los almorávides fué una revolución
social; porque con ella se trasladó el poder , de las razas a r i s tocrá -
ticas á las democráticas , de los á r abes á los afr icanos, de la n o -
bleza á la plebe. Esta revolución , que en apariencia dio unidad al
imperio , fué rea lmente desas t rosa ; como lo es s iempre una r e v o -
lución que se realiza cuando el enemigo amenaza ; porque al pe fi-
ero (¡no amenaza de fuera , añade el de los obstáculos que se d e -
sarrollan den t ro .


Esto sirva1 para expl icar , por qué los a lmoráv ides , luego que
exper imentaron los pr imeros desastres en. el campo de batalla , se
encontraron á su vuelta con sediciones interiores, que se e m b r a v e -
cieron hasta el punto de hacer inevitable su ru ina . Córdoba se s u -
blevó contra AIy, siendo la silla de su impe r io ; y solo á favor de
condiciones humillantes , pudo serenar la tempestad y reprimir el
tumulto.


Solo faltaba un hombre á la sedición para ostentarse victoriosa:
y ese hombre se presentí) en el dia y en la hora convenientes . Cno
de los caracteres de la decadencia del islamismo es la aparición de




reformadores fanáticos . que rompiendo la unidad terrible de la fe
y dividiendo la sociedad mahometana en varias comuniones religio-
sas , en t regaron á los vientos de las discordias , tálales para los
imperios mas firmes, el vasto y colosal imperio fundado por el
profeta.


Cno de estos reformadores fué M o b a m i n e d - b e n - \bdal la , natu-
ral de Córdoba : y como todos los fanáticos , de encapotado ceño,
de duro corazón, y de carácter melancólico y sombrío. Dotado desde
su niñez de una actividad devoran te , enip icndió el viaje de Bag -
dad, en donde estudió con el famoso reformador Algazal i , cuyas
doctrinas hab ían sido condenadas por los ve rdaderos creyentes .
Kncendido su espíritu con las a t revidas ideas que inoculó en él su
maes t ro , determinó propagar las por el mundo. \ o transcurrió m u -
cho t i e m p o , sin que estuviese seguido de discípulos numerosos,
que muy pronto se convir t ieron en sectar ios . Llegado que hubo á
Marruecos , capital del imperio africano de los a lmoráv ides , co-
menzó á sufrir destierros que le santificaron á los ojos de los su jos ,
y aumentaron su crédito y poderío entre la gente africana , raza en
todos t iempos ansiosa de novedades y emociones.


Luego que tuvo la conciencia de su poder , levantó el es tandar te
de la insur recc ión , seguido de sus almohades ( e s decir, unitarios,
porque aspi raban á la ext irpación de la idolatría y á la persecución
de los cristianos que adoraban á Dios en tres personas) (pie desde
sus pr imeros encuentros salieron s iempre victoriosos : pero como
muriese poco d e s p u é s , en el año de 11 áí), fué proclamado sucesor
su jo Abde lmnen , digno de ser heredero de su dignidad y de su
n o m b r e , como dotado de sus mismas prendas , de su indomable ar-
dor, y de su extraordinar ia bizarría.


La destrucción de los a lmorávides del África fué obra de a lgu-
nos ins tan tes ; y la de los a lmorávides de la pen ínsu la , ób rase lo
de un momento . Los almohades fueron entonces señores del África
y de la España mahometana j un t amen te .


Hallándose á la sazón divididos en t re sí los príncipes cristianos,
Abdelumen quiso romper por sus t ierras tan de improviso y con un
ejército tan poderoso , que no tuviesen t iempo para aparejarse á la




..... ||:¡ ..


defensa común, dejando antes ajustadas sus contiendas y dirimidos
sus pleitos. Para este glorioso íin , publicó la g u e r r a sagrada con
la solemnidad religiosa de cos tumbre . Tan terrible anuncio puso
en movimiento todas las gentes africanas, desde Túnez hasta el Océa-
no , para s o n irme de las expres iones de un historiador, desde el
gran desierto hasta l ienta.


liste alzamiento en masa del imperio mahometano solo sirvió
para bañan' un vano alarde de su gigantesco poderío . Abdelumen
murió, después do revistadas sus t ropas , (pie licenció el apocado \
pacífico Yussef, Lujo suyo y heredero de su poder, aunque no de
sus virtudes marc ia les .


A Yussef le sucedió en el imperio su h i jo , de nombre Yneub-
ben-Yussef, á quien por sus victorias llamaron después Almanzor;
príncipe m a g n á n i m o , valiente y jus t ic iero; y entre todos los p r í n -
cipes de los a lmohades , sin duda , el mas digno de memoria y el
mas esclarecido. Ouoriendo aprovecharse , como Abdelumen, de
las discordias intest inas de los cr is t ianos, marchó sobre Valencia
contra Alfonso Mi l de Castil la, á quien derrotó completamente en
ios campos de .Marcos, habiéndose t rabado el combate , antes de.
que el cristiano recibiera los refuerzos que le habían prometido sus
aliados de León y de .Navarra. Por lo d e m á s , esta victoria no fué
parte para hacer de peor condición la causa de los cr is t ianos, ni
para dar aliento á los infieles, El progreso de los unos y la deca -
dencia de los otros tenían mas altas causas ; la v ic to r ia , al punto
á que habían llegado las cosas , no dependía ya de los azares do la
guer ra .


Almanzor falleció en mayo de i I 99 , y le sucedió su hijo Moha-
med-Abu-Abdalla , conocido con el n o m b r e de Alnasir. Este pr ín-
cipe, afeminado á un t iempo y ostentoso, reunió bajo sus pendones ,
para humillar la soberbia de Alfonso de Castilla, uno de los ejércitos
mas formidables que han existido en el m u n d o . La crist iandad se
llenó de espan to ; porque los enemigos (pie iban á lanzarse contra
ella , eran tan numerosos como los g ranos de a rena de los desiertos
del África. El papa Inocencio III proclamó una cruzada contra los
infieles de la península , que en su loco envanecimiento presumían


|:> .1,1 II S




- 1 1 ! -


herir de inuerte ron sus innumerab les falanges al Cristianismo en
Europa. El punto de reunión para los cruzados fué la ciudad de To-
ledo. Pero como los reyes de León , de Aragón y de Castilla aguar-
dasen inútilmente los auxilios ex t rangeros que esperaban , a come-
tieron por sí so los , y con la ayuda de Dios, la empresa de salir
al enfuea t , o á sus contrar ios. Empresa , atendida la diferencia del
número entre cristianos é infieles, la mas temerar ia de-cuantas nos
refieren las historias.


Llegados al pié de las montañas que se elevan como linderos
ent re Casulla y Andalucía , ocupadas á la sazón por el ejército ene-
migo , un pastor de n o m b r e I s id ro , a quien Madrid festeja como á
patrón, y que la iglesia ce lebra como santo, les enseñó la senda que
habían de seguir para sorprender á los infieles. Los cristianos, apro-
vechando el aviso que por la boca de un pastor recibían indirecta-
mente del Cielo, siguieron adelante por la senda desusada ; y con
admiración y sorpresa de sus a te r rados e n e m i g o s , dominaron de
repente ias a l turas . Encasti l lados en ellas por espacio de dos días,
ai t e rce ro , descendieron a l a s para siempre memorables l lanuras
de Tolosa, en. donde dieron y ganaron la batalla de las Navas .


Con esta prodigiosa victoria , las innumerables falanges de aga-
renos mordieron el polvo de la t ierra . Infantes y gáneles pasaron
como fantasmas que huyen : y sus ensueños gloriosos de engran-
decimiento y de conquistas se disiparon , como el humo que se di-
sipa en los a i res .


Esta victoria p r e p a r ó , si no llevó á c a b o , la destrucción del
islamismo. Desde entonces todo fué confusión, desaliento y congoja
en el campo de los infieles y en sus ciudades populosas , por donde
pasaron efímeros usu rpadores . Desmembrado el imperio, gefes inde-
pendien tes , y enemigos unos de otros , se disputaron su ensangrenta-
do cadáver . Poco después aparecen D. Jaime de Aragón, y San Fer-
n a n d o : el pr imero, conquis tador del reino de Valencia; y el segundo,
conquistador de Sevilla. El islamismo se refugió entonces en la ciu-
dad da G iañada , que comienza á bri l lar á mediados del siglo x m .


Hasta aquí liemos asistido al espectáculo de su decadencia :
v i i d ' o s ya pueftros ojos á G r a n a d a , solo podemos a -i-tir al espec-




- ti:> •


táculo de su agonía. Poro el imperio mahometano uo debía extin-
gui rse , como «o ex t inguen ios demás imperios de i mondo . Sint ién-
dose en paso de m u e r t e , quiso festejarse á sí p rop io ; y mandó á
sus artistas que preparasen sus c ince les , y a sus poetas que t em-
plasen su cítara sonora ; y abrió sus puertas á todas las gentes y na-
ciones; y se embr iagó con los perfumes; y se perdió en ios confusos
laberintos de sus jardines or ien ta les ; y mandó á la Europa rne»
pusiese sus ojos en sus galas , que eran las galas de una v íc t ima: y
que envidiase su civilización, (¡uo era la vana cultura de un imperio
decrépito y m o r i b u n d o ; y (pie escuchase su c a n t o , que era el ú ' -
iímo canto del c isne .


tunando los reyes católicos se presentaron á sus puertas , el cisn*
suspendió su dulce y profano c a n t o ; porque Granada la hermosa
debía da r á los vientos mas SON eras a r m o n í a s , esclava ya de mr-s
adustos señores .


Antes de concluir este art ículo, será bueno que hagamos algunas
b reves reflexiones sobre el impo; io de ¡os árabes en España. Des-
pués de haber recorr ido rápidamente la serie de ios acontecimientos.
como e! orden cronológico lo exige, será bien que , ag rupando esos
mismos acontecimientos , como ia filosofía lo requ ie re , pongamos
la consideración en las leyes genera les á que obedecieron en su
sucesivo desa r ro l lo ; y que los examinemos en conjunto.


Varios hechos genera les llaman desde luego la atención en esta
historia de ocho siglos. Los sar racenos no salen nunca vencedores ,
sino cuando un hombre g r ande los d i r ige . Los hombres g randes
no desaparecen j a m á s , sin q u e , por el vacío que d e j a n , no pene-
tren los vientos de las d i scord ias ; y sin que una rápida desmembra -
ción no venga á debilitar las fuerzas vitales del imperio . En esta his-
toria , se advierte una regular idad que pasma. El que haya estudia-
do uno de sus periodos, conoce ya todos los que le p r eceden , y todos
ios que le siguen. Todos los desastres llevan consigo unas mismas
consecuencias; todas la victorias producen unos mismos resultados.


Los á r a b e s , conducidos por un gefe exper imentado , triunfan
en Guadalete de los godos : este es el pr imer capítulo de su hi-ío-
ria. El imperio, necesitado de un capitán, se desmembra : este es el




-• llfi ••
segundo capitulo. —Capítulo Los árabes colocan el cetro cu la-
poderosas manos de los príncipes onuaditas , v vencen.--- Capítulo
i . ° Los príncipes omiaditas pierden su primitivo vigor, y el imperio
se d e s m e m b r a . = C a p í t u I o 3.° Almanzor aparece , y los á rabes tr iun-
fan. — Capitulo G.° Fallece Almanzor, y el imperio se desmembra .
V así los demás capí tulos .


Cualquiera curia , al recor rer con sus ojos esta historia , que es
la historia de las funciones regula res de una máquina , y no de la
actividad regular y espontánea de un gran pueblo. Y el que esto
d i jese , diría b i e n ; po rque no es dado á los hombres hacer vivir
con su aliento á las sociedades h u m a n a s . .Malioma quiso imitar á
Jesús; pero Jesús era Dios , y Malioma era h o m b i e : por eso , aquel
dejó una sociedad sobre la t ierra, y este una máquina en el mundo.


Fl dogma de la fatalidad despojó á los mahometanos del temor
por las desgracias futuras : por eso , se adormecían con las victorias
presentes , sin que se, guarecieran nunca de las desgrac ias posibles.
Kl dogma de la fatalidad los despojó de la esperanza ; por eso, no
se, a t revían á esperar ni á luchar contra el destino , en los días- de
sus desastres . Su resistencia hubiera sido un c r imen : su esperanza
una abominación ; porque criminal y abominable cosa os aspirar ¡i
dirigir el curso de las cosas , estando escrito en lo alto.


Ahora b i e n , corno un pueblo que ni teme ni espera, no o b r a ;
y como un pueblo que no o b r a , (arrie ó temprano s u c u m b e , cuando
poderosos enemigos le hostil izan; los árabes debieron sucumbir
ante los cr is t ianos, en su desigual cont ienda.


La tierra del i s lamismo, en la península española , fué una
t ierra estéril : en vano , para fertilizarla , corrió á torrentes la s a n -
g re de ejércitos africanos : esos-ejércitos y esa sangre no pudieron
hacer fecundas sus a rmas . Kl islamismo habia secado sus j u g o s ; v
no hubieran podido fecundarla toda la sangre de los h o m b r e s . todas
las lluvias del Cielo.


Averiguadas las causas de la progresiva decadencia del isla-
mismo , solo nos falta volver los ojos hacia los soldados de la cruz,
para encontrar en sus creencias v en sus instituciones el secreto de
s u s victorias.




! 17


If.


Va di larga rúenla de los vicios interiores que fueron enflaque-
ciendo poco ¡i poco la endeble constitución del vasto imperio de
Córdoba; pero , como quiera que su final postración y abatimiento
se debieron también en parte; á las v i r tudes marciales y civiles de
los pocos que refugiados en Asturias se de r ramaron después por
toda la península española , me ha parecido conveniente volver los
ojos inicia el lugar de su refugio, para descubrir allí el origen de
aquella para siempre famosa monarqu ía , cuyos principios fueron
tan l ivianos, como gloriosos sus hechos ; dest inada «•orno estaba
para concebir y llevar á cabo las mas altas y aj igantadas e m -
presas.


f.os proscriptos (pie prefirieron á la tranquila se rv idumbre con
que los br indaba el vencedor , la peligrosa libertad que las monta-
ñas ofrecen á los desamparados de la fortuna en sus inaccesibles
asperezas , acudieron á las provincias septentr ionales , venidos de
lodos los puntos del horizonte de España. Y aunque debieron ser
diversos los hábitos, d iversos los p a r e c e r e s , y diversas las incl i-
naciones do tan confusa m u c h e d u m b r e , en t regada á los varios mo-
vimientos do su soberano a lbedr ío , todavía se encontraron allí dos
motivos poderosos de fraternidad y do concordia : conviene ñ sa-
ber : su creencia común , y su común infortunio. La desgracia y
la le han sido s iempre en t re los hombres dos fuertes vínculos s o -
ciales ; mientras que en los dias de incredulidad y de bonanza con-
mueve los c imienlosde la sociedad el huracán de las revoluciones ,
v tiende sus raices por el sue lo , y levanta su cima hasta las nubes
el árbol de la d i scord ia , cuyo desabrido fruto da la muer te .


Adoradores del mismo Dios, y víctimas de una misma catás-
trofe, los proscriptos, que abrigaban unos mismos deseo-, y que




. i i-i
se consagraban á una misma empresa . (pusieron ser individuos de
una misma sociedad , l igados por una misma ley. Y como ia e m -
presa de res taurar lo pasado era la (pie á todas horas inflamaba
sus ánimos y estaba presente en sus esp í r i tus , (pusieron ser r e g i -
dos por r e y e s , como lo fueron los godos. Entonces es fama que
eligieron para tan alta dignidad á P e l a x o , hijo <!<•> Fabüa . duque
de Can tabr ia , de la casa real de Chindasvindo. No es del caso apu-
rar aquí, si Pelayo es un personaje his tór ico, ó si es una de aquellas
creaciones caprichosas de la infancia de los pueb los , (pie expues-
tas por el consentimiento común á la adoración de las gene rac io -
nes futuras , no pueden resistir á la antorcha de la filosofía , y hu -
\ en y desaparecen como vana ilusión y como sombra impalpable, al
difundirse sus rayos por la noche de los t iempos. Pe ro sea de esto
fo que quiera , no cabe duda , y esto es lo que couviene á mi p r o -
pósito , sino que los refugiados en Asturias luego se constituyeron
en cuerpo de nac ión , y fueron regidos y gobernados por reyes .
Cuál fuese entonces la autoridad del monarca , cuáles las obligacio-
nes de los subd i tos , cuáles los privilegios de la nobleza . y cuáles
los del sacerdoc io , lo invest igaremos mas adelante : ahora soto
¡ a p o r t a saber que el cristianismo y el infortunio fueron poderosos
para convert i r una indiciplinada y turbulenta muchedumbre en
una sociedad sujeta al imperio de la l ey , y para ajustar esa socie-
dad al molde de una bien ordenada monarqu ía .


Sin e m b a r g o , sobre los sarracenos vinieron muchos y muy an-
gustiosos desas t res ; y osos desastres no fueron poderosos para
atajar , sino antes bien aceleraron su disolución , ó hicieron en to-
das ocasiones mas g rave su pel igro . Viniendo á resultar de aquí ,
que el infortunio, oue fué para los cristianos causa de unión y
de concord ia , fué para los sarracenos causa de. disturbios, de
escándalos , de desmembraciones y de discordias civiles. Lo que
para los unos era principio de salvación y de vida . para los otros
era principio de decadencia y do muer t e . Este fenómeno es i nex -
plicable , si no se levantan los ojos á la contemplación de las do>
contrapuestas religiones de Jesús y de Mahonia , al Coran Y al
Evangelio. El Coran . como manifesté en mi artículo an te r io r , p r o -




- 119 —
clamando el dogma de la fatalidad , es causa del vano enloquecí
miento de ios hombres en los días de sus p rosper idades , y de su
profundo abatimiento cuando les es adversa la fortuna; como quiera
que en ios tiempos borrascosos apaga en su corazón la antorcha de
!a esperanza , mientras que aleja de su espíritu todo temor , si lu-
cen en su horizonte por acaso días apacibles y serenos. El E v a n -
gel io , por el cou l r a r io , aconseja el temor y un dil igente cuidado
á los dichosos del mundo , porque puede llegar de callada el t iempo
proceloso, y s o r p r e n d e r á los confiados y desaperc ib idos ; mientras
que levanta el ánimo de los que desfallecen, ga lardonando á los
que esperan , en el dia de las tr ibulaciones. Para los cristianos,
la esperanza es una vir tud en los d e s a m p a r a d o s , y el temor vi a
\ i r tud en los dichosos : como quiera q u e los días prósperos p u e -
den llegar, y los adversos pueden volver : porque de bienes y de,
males se compone la trama de la vida, \ es conforme á la ley de la
Providencia que esos bienes y esos males anden t rabados por el
mundo. Para ios m a h o m e t a n o s , el t emor en ios dichosos y la e s -
peranza en los desafortunados es un cr imen ; porque los que en ¡d
primer caso temen, y los que en el segundo caso confian , se in sm-
recciomm contra Dios , que dirige i n m e d i a t a m e n t e , sin permitir
la intervención del a lbedrío de los h o m b r e s , las cosas de la t ierra .


Ahora hilen : los que en el infortunio se abaten , y en la pros-
peridad enloquecen , son niños : hombres son los que reciben á i.i
felicidad sin frenesí , y sin abatimiento al infortunio , si llaman a l -
guna vez á las puertas de su morada . Por eso , los crist ianos son
hombres , \ los mahometanos niños. Esto expl ica por qué los p r i -
meros se fortificaron, y los segundos se abatieron con las adversi-
dades ; por qué los segundos fueron esc lavos , y los p r imeros , se
ñores de la fortuna.


Si ¡sonemos ahora la consideración en los principios dominantes
en la sociedad que el entusiasmo de unos pocos improvisaba en
Asturias , desde luego se adv ie r t e , que el principio re l igeao fué el
que constituyó en cuerpo de nación á los que se refugiaron en las
montañas para esquivar su serv idumbre ; y que la nación, una vez
• •onsliluioa , eligió r e y e s , que la gobernasen o rdenadamente en la




• 120 -


paz , \ la diesen vieloria en la guer ra . Es decir , (pie del principio
religioso salió el principio democrá t i co , y del democrático el mo-
n á r q u i c o ; puesto que de la religión salió el pueblo , y del pueblo
salió el rey . Por donde se v e , (pie con el desastre de Guadalete no
hubo solución de continuidad en la monarquía goda ; su sol co-
menzó á brillar en Asturias , cuando se eclipsó en Toledo.


Para que se vea mas clara la ident idad de una y otra monar-
quía, será bueno notar aquí, que no solo fueron idénticos los p r in -
cipios constituyentes de una y o t r a , sino (pie fué idéntica t am-
bién la manera en que estuvieron ordenados . En la monarquía
goda , desde el t iempo de R e e a r e d o , el principio religioso d o m i -
naba por su inteligencia y por su influjo en las masas popu la re s ;
el monárquico por su legalidad de todos reconocida; el democrá-
tico por su fuerza. En la monarquía de Asturias , la influencia i n -
telectual y moral residió en el sacerdocio ; la fuerza material en
las masas popu la res ; y en los reyes el d e r e c h o . En una y otra mo-
narqu ía , al ponerse estos tres principios en contacto , se fortificaron
mutuamen te ; po rque el religioso recibió su legalidad de los monar-
ca s , y su fuerza del pueblo ; el democrático fué santificado por los
sacerdotes , y legalizado por los reyes ; y el monárquico recibió del
pueblo su fuerza, y del sacerdocio su prestigio. En una y otra
m o n a r q u í a , en fin , estos fres principios y los personages (pie los
r ep re sen ta ron , á s abe r , el s ace rdoc io , el pueblo y el r e y , vivie-
ron en perdurab le paz y concordia , unidos entre sí con un pacto
perpetuo de alianza. Siendo unos misinos los principios dominantes
en la monarquía de Asturias y en la monarquía de Toledo, era
cosa natural que los que estaban gobernados por unos mismos prin-
cipios soc ia les , lo estuviesen también por un mismo código de le-
yes : así fué que Alfonso 1 restableció legalmente en Oviedo el có-
digo visigodo.


Sin e m b a r g o , si la monarquía visigoda y la cristiana eran
idénticas entre sí por los principios que la servían de fundamento
y de b a s e , ias c i rcunstancias 'que á una y otra rodea ron , fueron
de todo punto diferentes. Ea monarquía visigoda pudo adormecerse
mi los ordos de la p a z ; mientras que la monarquía i estancada , ce-




12] —


f[irla de enemigos, tuvo <|uo aparejarle constantemente á la guer ra .
V e o u i o en tiempos en (pie se levantan guerras y disturbios , se
organiza espontáneamente una aristocracia poderosa , (pie es e n -
tonces el nervio del Estado, de aquí fué, (pie en la naciente monar-
quía , cuya endeb le cuna es taba necesitada de gue r re ros , brillaron
sobre todas las virtudes mili tares. P o r o s o , no es de estrañar que
los mas valerosos y los mas afortunados en los campos de batalla
creciesen demasiadamente en poderío, con menoscabo de la igual-
dad democrát ica , de la influencia sace rdo ta l , y de la autoridad
de los reyes. El inevitable desarrollo del principio aristocrático ,
sin al terar esencialmente la naturaleza ni las mutuas relaciones de
los tres principios fundamentales de la sociedad española , y sin ser
poderoso para quebran ta r su e terno pacto de alianza , puso su an-
tes quieta y pacífica dominación en pe l igro ; como quiera que el
principio a r i s tocrá t ico , crecido en fuerza \ en poder , aspiró na-
turalmente á señorearse de la sociedad , con menoscabo de los
otros, reconcent rando en sí la plenitud del imperio .


Entonces sucedió , que los nobles se apoderaron de todas las
avenidas del poder, decorándose con todas las d ignidades ec les iás-
ticas , militares y civiles, (ion el título de c o n d e s , eran los g randes
feudatarios de la corona ; y adminis t raban just ic ia , así en lo civil
como en lo c r imina l , en sus Estados. En calidad de guerreros ,
usaban de bandera propia ; y seguidos de sus parciales , rompían
á su albedrío por tierra de infieles , sin aguardar el beneplácito
del t rono , del (pie es taban d(! todo punto emanc ipados , luego (pie
ofrecían á su disposición cierto número de lanzas, en desempeño
de sus obligaciones leúdales. Si así cumplía á sus deseos , levan-
taban en las al turas castillos opie en t regaban después á sus vasallos,
exigiéndoles juramento de fidelidad y obediencia. Estaban exentos
de contr ibuciones; eran señores de c iudades , y en la mayor parle
de las que tomaban á los moros, mandaban como soberanos; como
quiera que; ejercían el m e i o y el mixto imperio. a\i les bastaba es-
lar exentos de contribuciones , sino que de hecho las impusieron
muchas voces en el término de su jurisdicción á sus vasallos, ce-
gando las fuentes do MI prosperidad v su riqueza ron los pesados




— 1 2 2 —


gravámenes que imponían á sus induslrias. En ü u , c u a n d o , en
tiempo de la monarquía g o d a , solo asistían como testigos á los
concilios nac ionales , en tiempo de los revés de León, legalizaban
ios actos públicos con su sanción y con su voto.


Cualquiera diría que esa nobleza, al parecer independiente del
t rono, señora del pueblo , y arbi t ra suprema en las asambleas na-
cionales , era una nobleza soberana ;• y que el sacerdoc io , el trono
y el pueblo habían abdicado su antiguo poderío en manos de una
aristocracia turbulenta . Y así hubiera sucedido en v e r d a d , si las
usurpaciones nobiliarias , s iendo legi t imadas por el consentimiento
común , se hubieran convert ido en derecho, de hechos (pie e ran r e -
probados. Pero sucedió muy al r e v é s ; porque el t r o n o , el sacer-
docio y el p u e b l o , en presencia de la aristocracia usu rpadora , .- ;
unieron con mas es t recha lazada. De mane ra , que el principio a r e -
socrático íuó causa de que se hiciese ent re ellos mas valedero y
mas firme su pacto de paz y de concordia, cor doñee se v e , qu ;
en t re el sacerdocio , el trono y el pueblo por una p a r t e , y la aris-
tocracia por o t r a , solo hubo pretensiones ij resistencias, pero no ti-
ranía ni servidumbre. El principio aristocrático, engendrado por una
causa estraña á la organización interior de la sociedad espa-
ñola , aspiró á dominar . Los principios monárquico, democrático y
rel igioso, nacidos de las en t rañas d é l a sociedad española, se apa-
rejaron para resistir. Dada la señal oe c o m b a l e , estos principie.-,
combat ieron, siéndoles á unos y á otros unas veces próspera, y otra-,
veces adversa la fortuna. Ahora bien : donde hay gue r r a , no hay
tiranía ni s e r v i d u m b r e ; hay confusión y desorden . La aristocracia,
p u e s , no fue ni dominante ni t i r án ica , sino facciosa y turbulenta .


Los r e y e s , habiendo conocido instintivamente.que-su dignidad
y poderío es taban interesados en la preponderancia del principia
democrático del pueblo , y del religioso de la iglesia sobre el aris-
tocrático de sus orgullosos b a r o n e s , cu ida ron , lauto como de su
propio eng randec imien to , de ensanchar las inmunidades eclesiás-
t i cas , y las l ibertades populares . La iglesia y el p u e b l o . por su
c a r i e , dieron constante ayuda .i ia corona contra sus poderoso;
feuda ta r ios : viniendo á resultar de a q u í , que la fortuna encontró




— 128 —
siempre , 011 sus varios mov imien tos , hermanados á estos tres po-
deres , y amigos. i)e esta f raternidad v concordia resultó, que al
principio pudiesen resistir, y por últ imo, vencer á la aristocracia,
único poder que les hizo sombra y competencia . Sigámosles ya en
¡as varias vicisitudes de su historia.


Los reyes de Asturias lo fueron por elección como los godos ;
\ como el los, fueron elegidos por los barones y pre lados . Durante
algunos siglos, sus t í tulos, sus dignidades y su autoridad ecles iás-
tica y civil fueron idénticas á las de los ant iguos reyes de Toledo;
pero andamio el t iempo, con el desarrollo del principio a r i s tocrá -
t ico, y con las nuevas necesidades soc ia les , la autoridad real e x -
perimentó g raves alteraciones y mudanzas . Así fué q u e , á unes del
siglo x , reinando B e r m u d o l l , comenzó á prevalecer la. monarquía
hereditaria sobre la e lec t iva ; con cuyo cambio , al mismo t iempo
que se dio mas estabilidad y üjeza á la autoridad r e a l , se debilitó
considerablemente el poder de la ar is tocracia , que quedó pr ivada
cesde entonces de una candidatura peligrosa. A pesar de esta feliz
innovación, el trono no hubiera podido r e s i s t i r á las invasiones de
los barones Unidades, si no hubiera constituido fuertemente á la
iglesia , y si no hubiera concedido l iber tades y prerogativa.s á los
pueblos. Por esta razón , aunque en los primeros tiempos conser -
varon los reyes la misma autoridad que los godos sobre la Iglesia
y los concilios, después solo conse rvá ron la facultad de nombra r
obispos en sede v a c a n l e , despojándose de la de revisar sus sen ten-
c i a s en materias eclesiásticas.


(ion la buena voluntad de los reyes , y con el engrandec imien to
de los pontííices de Roma , la Iglesia de España comenzó á c recer ,
en ei siglo xi y siguientes, en fuerza y en prest igio; lo cual no podrá
ex t rañarse , si se at iende á (pie aquel fue el siglo de Hildebrando,
hombre prodigioso, d igno de sentarse en el Capitolio, y de g o b e r -
nar desde aquel trono del mundo á las nac iones ; que vio hundida
e n el p o b o y nivelada con su pié la frente altiva del César , v en
cuyas manos puso Dios , para que defendiese de la corrupción á MI
grey , como en las manos del Arcángel , para que defendiese el p a -
r a í s o , una espada de fuego.




12 1


Los pontífices, que en los primeros siglos de la restauración,
no tuvieron en la Iglesia de España mas influencia que la que ha-
bían tenido en tiempo de los godos, reducida al derecho de conferir
el palio , de juzgar en apelación , de enviar nuncios , y de nombrar
legados en periodos fijos y para casos especiales , comenzaron a
ejercer desde esta época un influjo mayor en su disciplina y gobier-
no. Este influjo fue beneficioso en aquellos tiempos de escándalos y
de discordias : á él se debió en gran parle la unidad tortísima que
alcauzó entonces la Igles ia , cuando la sociedad y el listado , c a r e -
ciendo de una constitución fija y permanente , caminaban por entre
escollos y pel igros. Símbolos de esa unidad fueron los arzobispos de
To ledo , Primados de España : siendo digno de n o t a r s e , (pie ni la
dignidad arzobispa l , ni la de la Primacía se conocieron ent re nos-
otros hasta fines del siglo x i , famoso en toda la cristiandad y en los
anales de la Iglesia. La llama de la fé se difundía entonces por toda
la sociedad, más chira y más brillante que nunca : con ella si; infla-
maban los esp í r i tus , se disponían las a lmas para los altos propós i -
tos , y se encendían en caridad y amor los corazones. Entonces se
introdujeron las peregr inaciones y romerías á los lugares santos en
numerosas ca ravanas .


Este fervor universal debió contribuir , y contribuyó poderosa-
mente á enaltecer á los ojos de los hombres la Iglesia y sus min is -
tros. En él tuvieron su or igen las inmunidades eclesiásticas. La
Iglesia estuvo exenta del pago de contribuciones, y llegó á tener el
de recho , desconocido en la Iglesia primitiva, de imponer penas
temporales . Los eclesiásticos, por >n p a r t o , conquistaron su e x e n -
ción de la jurisdicción ( ¡vi l , y solo estuvieron sujetos á la do sus
diocesanos. Si á e s tose a ñ a d e , que la prohibición de contraer m a -
trimonio se extendió en el siglo xn á los clérigos de órdenes meno-
res , se advert i rá (pie, mientras que el celibato hacia independientes
de la sociedad á los individuos de la Iglesia . la Iglesia, por su ju-
risdicción pr ivat iva , se hacia independiente del imperio.


Cualquiera que considere este engrandecimiento del sacerdocio,
á expensas de la autoridad civil > política . estará inclinado á creer
ipie cuanto gano la Iglesia, tanto perdió la c a r o n a ; y tomará de




- 12.">


¡i(|ii¡ ocasión para superficiales y estériles declamaciones . \ sin
e m b a r g o , nada seria mas contrar io á la ve rdad de los hechos h is-
Iúricos : porque cuanto la corona perd ió en lo esp i r i tua l , otro tanto
..ano en lo temporal , y sobre todo, en prestigio. De mas de esto, es
necesario tener siempre p resente que la corona debia salir ganan-
ciosa, no solo con cuanto contribuía á su propio engrandecimiento
\ su l u s t r e , sino también y mas pr incipalmente con cuanto con t r i -
buía á dar esplendor y gloria al sacerdocio : como quiera que
cuanto ganan nuestros a l iados , tanto pierde nuestro enemigo c o -
mún ; y la Iglesia era legitima aliada do la corona , como la aristo-
cracia el enemigo común de la corona y la Iglesia , consideradas
(auno instituciones polít icas.


Fortalecido id trono y engrandecida la Iglesia , todavía e ra nece -
sario (pie el pueblo adquiriese valor y poderío , conforme á lo c o n -
certado de t iempo inmemorial entre estos personajes sociales, en su
pacto perpetuo de alianza. Solo estando estrechamente unidos , y
siendo poderosos, podían luchar con el enemigo común, y salir del
campo vencedores . 1 .os grandes feudatarios de la corona adminis-
traban la justicia en sus Estados, gobe rnaban á su antojo las c iuda-
des , y tenían una voz p reponderan te en la formación de las leves.
F i a necesario , pues . que el pueblo tuviese intervención en la for-
mación de las l eyes , en la administración municipal , y en la a d m i -
nistración de justicia ; que ' s e les abr iesen las puertas de las cortes,
de los ayuntamientos , y de los tr ibunales.


En cuanto a la administración de justicia , confiada muy de an -
tiguo á los condes , el pueblo tuvo intervención en ella de dos m a -
neras (liferent.'s : ¡a tuvo con la creación de jueces r e a l e s , que
debiendo ser letrados , habían d e salir forzosamente de sus lilas : la
tuvo, aun en el tribunal de los condes, por la creación de consejeros
entendidos en leyes , con quienes se asesoraban p a r a pronunciar
sus sentencias , en clase de acompañados ; y fué tan g rande la so -
licitud paternal de los reyes por sus p u e b l o s , que impusieron á los
jueces reales la obligación de permanecer por espacio de cincuenta
«lias en el territorio sujeto á su jurisdicción , después de concluido
su c a r g o , para responder á las quejas y á las demandas (pie contra




ellos entablasen los que se sintiesen agraviados por su cansa en --e-
intereses ó en su honra . El nuevo juez del territorio conocía de estas
demandas y a g r a v i o s , asistido ríe hombres buenos : por donde se
v e , que el pueblo venia á juzgar en última instancia á los mismos
(jue le habian adminis t rado torc idamente justicia. Alfonso X , que
tiró s iempre á aumenta r su propio poder con el abatimiento del e>
los barones feudales , ocla') por tierra á ios condes y gobernadores
de las p rov inc ias , que gozaban de una autoridad cuasi de todo
punto independ ien te , disponiendo que fuesen administradas y reg i -
rías por Adelantados, sujetos á la autoridad de la corona.


Pero lo que mas contr ibuyó á dar al pueblo la importancia p o -
lítica que tuvo mas ade lan te , fué sin duda su intervención en la a d -
ministración munic ipal , y en la formación de las ¡evos. No es rm
ánimo trazar aquí la historia de los ayuntamientos y de las cortes de
España , como quiera (pie mi propósito no es contar detenidamente
¡os sucesos , sino considerar las g randes vicisitudes de esta mona r -


• quía , y desprender del caos confuso de los acontecimientos históri-
cos los principios constituyentes d é l a sociedad española. Por otra
p a r t e , esta materia ha sido cumpl idamente tratada por los señores
ídsta y Morales en el número pr imero de esta Revis ta , y los que
aspiren á formarse una idea exacta de esas dos instituciones , pue -
den recorrer con grande aprovechamiento sus artículos. Por lo que
á mí hace , me limitaré á llamar la atención hacia tres puntos de la
mayor impor t anc i a , conviene á saber : ei t iempo en que estas ins-
tituciones aparecen ; la causa filosófica do su aparición ; y su signi-
ficado en la historia.


La cuna de los ayuntamientos fue la cuna de la monarquía en
España , c o m o e n l o s demás pueblos del mundo. La unidad m u n i -
cipal es un hecho primitivo en todas las sociedades humanas; y tan
primitivo y necesario , que es compatible con todas las instituciones
v con (odas las formas de gobierno (f). Cuando los bárbaros dei
.Norte dest ruyeron el imperio de los Césares , ¡a unidad municipal


(I) Hasta <m Ja India se encuent ran ve¡>%¡0?. claros da oei e o o l n e e o que e.
'¡a pedido sofocar de todo punió <•! despot ismo del Oriente.




- 121 -


«obrevivió á la gran catástrofe del mundo civilizado. La unidad del
Capitolio fue menos fuerte y menos necesaria para la civilización,
que la unidad de una aldea ; como la unidad de un pueblo es menos
necesaria para los progresos de la humanidad , que la unidad de la
familia. Disuelta la unidad mun ic ipa l , desaparecer ían las socieda-
des de la tierra : disueltos los vínculos de la familia, desaparecer la
el género huma.no; ¡jorque es fuerza que la sociedad y el género
humano se acaben . cuando los elementos que los cons t i tuyen, se
ext inguen. La municipalidad romana fue el único principio de
reorganización , legado por el imperio moribundo á los pueblos de
Occidente. España recibió y conservó cuidadosamente este legado,
durante la monarquía de lo- godos. Y cuando esta dio su postrer
atiento en Guadaie le , los pocos que sobrevivieron á ¡a sangrienta
catástrofe , le guardaron en el arca santa , piadosamente conducida
desde Toledo á las montañas de Asturias. Creemos que esto sucedió
as í , en pr imer lugar, poreue era de todo punto necesar io ; y en
segundo lugar, porque en los fueros poster iormente concedidos á
las ciudades por los príncipes , se supone la existencia de las cor-
poraciones municipales. Por lo d o m a s , esta investigación no es ab -
solutamente necesaria para mi propósito : p o r q u e , para mi i n t e n -
t o , las corporaciones municipales no existen , sino desde la época
en que tuvieron una g rande importancia en el Estado; desde la
época en que comienzan á ser asunto de fa historia, porcme ejercie-
ron un influjo poderoso en las vicisitudes políticas. Esta época es la
cíe los fueros concedidos por ios revés , que comienza en el siglo x i ,
siendo ios primeros en importancia y en fecha Sos concedidos á
Castilla y á León por Alonso V y por el conde D. Sancho el de los
fueros. En cuanto á la introducción de los procuradores de tas c iu-
dades en las asambleas genera les de la nación, hay quienes la des -
cubren ya en el concilio ríe Jaca en 1083 : otros en los de León,
Coyanza , Palencia y Salamanca , tenidos por el mismo t i empo;
pero lo que puede af i rmarse, es que hubo procuradores de c iuda -
des en las cortes convocadas en Burgos y en León en 1188 .


I/as fechas aquí son importantes : porque de ellas r esu l t a , que
la emancipación del p u e b l o . la emancipación de la Iglesia . v el




engrandecimiento de! trono fueron acontecimientos históricos coe-
táneos. Con efecto , en el siglo xi fué cuando la Iglesia vivió una
vida independ ien te , emancipando á sus individuos de la sociedad,
v emancipándose á sí propia del Estado. En el mismo siglo fué
cuando , humillada ya y deshecha la mor i sma , rotas las huestes de
sus ejércitos , y en t rada la imperial Toledo por a rmas , los príncipes
cristianos crecieron en poderío , y sintieron afirmarse sobre sus sie-
nes la d i a d e m a , adornada con el laurel de la victoria. En el mismo
siglo fué cuando los pueblos fueron avaros, y los reyes pródigos de
fueros municipales , siendo los unos tan solícitos en otorgar , como
los oíros en pedir : como si los cpre pedían, pidiesen aquello mismo
que por conveniencia propia habían ya resuelto conceder los que so-
lo o torgaban. En el mismo s ig lo , en f i n , ó en el s iguiente , fui?
cuando los procuradores l levaron la voz en n o m b r e del pueblo en
las asambleas nacionales.


A esta emancipación simultánea de la Iglesia, del trono y del
pueblo , no se le ha dado hasta ahora por los historiadores la im-
portancia que en sí t iene : á mis ojos es tan g r a n d e , que esa s i -
multaneidad por sí sola bastaría para autorizar mi sistema. Porque
¿ q u é significan esas emancipaciones s imul táneas , sino que el pr in-
cipio monárquico, el principio democrát ico, y el principio religioso
viven de una vida c o m ú n , y mueren de una misma muer te en la
sociedad española : que una misma es su cuna , uno mismo su trono,
y uno mismo su sepulcro? Esto explica , por (pié , en toda la p r o -
longación de los tiempos históricos, los príncipes de España se mos-
t raron para con la Iglesia respetuosos y magnán imos , concedién-
dola inmunidades , y colmándola de mercedes : por qué fueron
generosos y benignos con los pueb los , otorgándoles sus fueros y
l ibertades : por qué la Iglesia y el pueblo han hecho causa común
en tiempos de dis turbios , de gue r ras y de revuel tas interiores : por
qué la Iglesia proclamó, y los pueblos acataron el derecho divino de
los r eyes ; y p o r q u é , en fin , se vieron mutuamente crecer y p r o -
gresar sin rivalidades y discordias .


Y no se crea que el principio democrát ico no existió en España
hasta (pie dominó en los ayuntamientos y en las asamblea* naeiona-




— 129
les ; porque, como he demost rado ya en este artículo , del principio
democrático, que procedió del religioso, procedió á su vez el m o -
nárquico; c o m o q u i e r a (pie la religión h izo , de una m u c h e d u m -
bre un p u e b l o ; y el p u e b l o , de un h o m b r e un rey , en las mon-
tañas de Asturias. Pero en los pr imeros tiempos de la restauración,
como en tiempo de los godos , para el principio democrá t ico e x i s -
t i r era dominar; po ique no encont raba delante de sí ningún p r i n -
cipio contraído, bastante poderoso piara hacerle competencia. Más
ade l an t e , cuando la aristocracia aspiró á tener en sus manos las
r iendas del gob ie rno , y á dominar desde su al tura á la Iglesia .
al pueblo y al trono , no fueron una misma cosa para el principio
democrático la existencia y el dominio; sino que antes b ien , para
alcanzar la dominación , tuvo que existir de cierta manera, a d e -
cuada á sus circunstancias p résenles . Entonces se organizó á ima-
gen y semejanza del principio a r i s tocrá t ico , a d o p t a n d o , para m e -
jor combat i r l e , su propia constitución \ sus formas : así fué como,
si la aristocracia tuvo sus condes que adminis t raran justicia , el
pueblo tuvo sus acompañados que les dictasen la sentencia : sí ¡a
aristocracia tuvo sus privilegios y monopol ios , el pueblo tuvo sus
fueros municipales : si los barones hicieron resonar la voz de ia
aristocracia en las asambleas de ia nación , allí también los p r o -
curadores de las c iudades llevaron la voz del pueblo. El pueblo
combatió de esta manera á su enemigo , en todos los campos de
batalla.


Lo mismo que del pueb lo , puede decirse hasta cierto punto de
la Iglesia y del trono : porque , mientras que el principio monárquico
y el religioso estuvieron en quieta y pacífica posesión de la socie-
dad , vigorizados por el democrát ico, (pie les fué s iempre favorable,
ni la Iglesia necesitó , para dominar , de una constitución vigorosa,
ni los reyes necesitaron dar ensanches á las inmunidades de la Igle-
sia y á las l ibertades de los pueblos , ni proclamar como un dogma
su propia omnipotencia , d imanada de su derecho divino. Pero,
cuando tuvieron que resistir á las ambiciosas pretensiones de una
ar is tocracia , enloquecida con sus privilegios feudales , entonces
se vieron en la necesidad de constituirse fuertemente , para sacar á


TU MU l l . " 9




sa lvo , con su propia ex i s tenc ia , los tros principio* constituyente*
de la sociedad española.


Por donde se vé , que todas las instituciones políticas de los s i -
glos medios nacieron espontáneamente de los hechos históricos.
Las instituciones democrá t icas , las monárquicas y las eclesiásticas
tuvieron su or igen en la aristocracia , que fué su causa d e t e r m i -
nante ; y la aristocracia tuvo su origen en la guer ra ; hecho pr imi-
tivo , que modificó desde luego la monarquía de Asturias y León,
siendo causa de (pie se desarrol lara en ella el principio aristocrá-
tico, destronado en la monarquía de los godos, desde la conversión
de Recaredo.


De todas estas instituciones , la de las corles es la que ha ser -
vido de asunto á las mas encendidas con t rovers i a s : siendo difícil,
si no imposible , formar una idea cabal de lo que fueron las cortes
en España , por lo que de ellas afirman los historiadores. ¡ Tan en-
contrados son sus p a r e c e r e s , y tan contradictorios los hechos en que
se fundan!


Los siglos x'in y xiv constituyen la edad de oro de esas a s a m -
bleas populares : y esa edad es c ier tamente la mas controvertida
en nuestra historia ; no porque sea la mas oscura , sino porque,
siendo la mas rica y varia en oscilaciones y cambios , esa misma r i -
queza y variedad fatigan los ojos de los historiadores. Y ios fatigan
de tal modo , que no sé de n inguno que haya podido encontrar la
|ey de la generación de esos acontecimientos , que presentan á pr i-
mera vista todo el desorden del caos. Considerando todos esa época
bajo un punto de vista mas ó menos exc lus ivo , y por consiguiente
incompleto, han falseado la historia , haciéndola in térpre te ó escla-
va de mal formadas teorías . Unos solo han visto en esa época un
movimiento popular , encaminado á restr ingir la autoridad tiránica
de los reyes : otros han creído reconocer en ella todos los caracte-
res de un estado n o r m a l ; y en la sociedad , de la manera que e n -
tonces estaba const i tuida, una sociedad m o d e l o , digna de ser r e s -
taurada aun en los tiempos que cor ren . No acabaría n u n c a , sí
hubiera de examinar , unos después de otros, tan encontrados p a r e -
ceres : a fo r tunadamente , no es necesario para mi intento ese e x á -




i : í l


m e n ; por lo cual , prescindiendo (lo él do iodo punto , manifes-
taré mi manera do considerar osa época con la mayor brevedad
posible.


Cuando comenzó á correr el siglo x m , todos los principios que
aspiraban á la dominación de la sociedad española , habian a l c a n -
zado su completo desarrol lo, ba aristocracia era poderosa y temida:
la iglesia, independiente y respetada : los reyes l levaban con vigor
el cetro (pie sostenían con sus manos , y los pueblos es taban ricos
de fueros y l ibertades. f\ ro , como la aristocracia no había crecido
en fuerzas y en poder, para abdicar en manos del sace rdoc io , del
pueblo y de los reyes ; y como los r eyes , el sacerdocio y el pueblo
no se habian fortalecido silenciosamente duran te a lgunos siglos para
consentir después su humillación y vilipendio , de aquí fué que se
t rabó en t re lodos una de las más reñidas batallas, en t re cuantas nos
refieren las historias. Antes de osla é p o c a , y desde que el pr inci-
pio aristocrático comenzó á desenvolverse , comenzó á manifestarse
t ambién , en t re eso principio y los fundamentales de la sociedad
española , un antagonismo profundo , anuncio cierto de la t empes -
tad que iba á oscurecer el hor izonte . Entonces todos los que habian
de pelear, se aparejaron para estar d i spues tos , cuando llegase el
momento decisivo. Esta época , que se dilata hasta el siglo xm , es
la de la independencia de la Iglesia, la de las l iber tades de los pue-
b los , y la del derecho divino d é l o s reyes . El siglo x m comenzó á
cor rer , cuando ya todos estaban dispuestos para combatir , s e g u -
ro s , en su fervor, de la victoria. Desde entonces hasta el siglo xv .
dura lo recio de la pelea : no es e x t r a ñ o , p u e s , que los his tor ia-
dores sintiesen turbación en su vista , a turdimiento en sus oidos . y
vértigo en su cabeza , con el polvo y rumor de los combates .


Si esta manera de considerar el periodo que nos o c u p a , está
conforme con la realidad de los h e c h o s , de ella puede deducirse
una verdad importante , conviene á saber : que ni el principio a r i s -
tocrát ico, por una p a r t e ; ni los principios monárqu ico , d e m o c r á -
tico y rel igioso, por otra , combatieron para conservar los d e r e -
chos que habian conquistado y las posiciones que ocupaban , sino
para aniquilar a su enemigo, desalojándolo de todas s u s posiciones,




— 132


Y persiguiéndole hasta en sus últimos a t r incheramientos : es decir ,
que los pueblos no combaban para conservar sus Tueros , ni la Igle-
sia para conservar su i n d e p e n d e n c i a , ni los r eyes piara defender
su derecho d iv ino , ni la aristocracia para conservar la posesión de
sus privilegios feudales ; sino que antes b ien , la aristocracia se ser-
via de sus privi legios, la democrac ia de sus fueros , la Iglesia de su
independenc ia , y los reyes de su derecho d i v i n o , como de armas
aceradas , y como de máquinas de gue r r a , para destruir á sus c o n -
t rar ios . Tomando por ejemplo al pueb lo , d i r é , para que aparezca
mas claro mi sistema , que para él til combate no fué un medio de
conservar su l iber tad , sino q u e , por el con t ra r io , su libertad lo
sil vio de medio para alcanzar la victoria; y la v ic to r ia , de medio
para asentar su tiranía. La l ibertad , hija del Liólo y regalo del
m u n d o , no tenia entonces altares en la t i e r r a , morada del delito.
Las implacables Kumenides tocaban de demencia al corazón de los
pueb los , y flagelaban las ca rnes palpi tantes d o l o s hombres


Esa fué la época de las parcial idades, confederaciones y bandos :
; ay del vencido! e ra la divisa de todos los comba l i en le s , y la e x -
clamación que se desprendía de todos los campos de batalla en con-
fuso clamoreo. Las ciudades levantaban pendones contra las ciu-
dades : tos nobles contra ios nobles : las ciudades contra los nobles:
los nobles contra las c iudades : y los bandidos contra las ciudades
y los nobles. Cuando los reyes eran débiles . las cortes eran u s u r -
padoras hasta la ex t ravagancia : cuando eran fuertes, las cortes
eran como el senado de Roma, cuando adoraba la divinidad de Ti -
berio. Cuando las cortes eran déb i l e s , los reyes disponían de la
nación, como señores. Cuando eran fuertes, los reyes , despojados de
su mages tad , pasaban , como esclavos, bajo sus horcas candínas . Si
los que no eran s eño re s , e ran siervos ¿dónde están los hombres
l ibres?


Durante la menor edad de Fernando IV, época tormentosa, hen-
chida de c r ímenes y llena de escándalos , usurpa la regencia el in-
fante í). Fe l ipe , tio del rey niño. Las cortes convocadas en Bur -
gos confirman y sancionan la usurpación en 1'i20. Juan el tuerto,
hijo del infante D. Juan , se presenta después con las armas en




- 133 —


la m a n í ) , y Burgos reconoce su derecho. Fernando d é l a Cerda
llega en seguida., y es reconocido c o m o regen te .


Don Pedro el Cruel convoca cortes en Sevilla en y las
cor les , á nolición suya , dec la ran reina á María de Padilla , en vir-
tud de u n a simple representación de test igos, (pie afirmaron haber
presenciado su casamiento con el rey . Su hijo Alfonso es declarado
heredero de la corona, lisios dos textos , entre oíros mi l , p u e -
den servir de testimonio á los que sostienen M U Í 1 las cortes no eran
nada.


Habiendo he redado la corona de Aragón Alfonso III, cuando
movía guer ra á su tío i). Jaime de Mallorca , no quiso volver á sus
Estados hasta coronar su empresa . Y como se reuniesen en Zaragoza
los harones para p r o v e e r á la administración ele jus t i c ia , hubo eu-
Ire ellos algunos que se. escandalizaron de .que hubiese tomado el
título de rey, estando en las Islas Ba lea res ; cuando , por cos tumbre
inmemorial , no podían llevar semejante título los llamados á ob te -
nerle , sino despee* de haber prestado en corles el debido j u r a -
mento. Por lo cual , luego que supieron su ar r ivo á Yaleueia , le
enviaron comisionados que le manifestasen ei desagrado con que
sus harones habían visto su conducta . Y á pesar de que recono-
ciendo su e r r o r , protestó de su respeto á las l eyes , no fué poderoso
l iara borrai ' en la memoria de los ofendidos el recuerdo del agrav io :
así fué , cpie en los Estados que reunió por pr imera vez en Zara-
goza , los mi«mos turbulentos nobles quisieron señalarle no solo los
ministros que había de nombrar , sino también la se rv idumbre que
le había de servi r en su casa y su persona. En vano se opusieron á
semejante medida los partidarios del rey : en vano se trasladaron
lo* Estados, de Zaragoza á Huesca , en donde e r a menor el número
de sus enemigos , y mayor el n ú m e r o de sus parciales . Amenazado
de sublevaciones , y temeroso de pe rder á un mismo tiempo c o r o -
n a , c e b o v vida, no solo se vio obligado á ceder en este punto ,
sino (pie también tuvo (pie sancionar la suprema autoridad del C í a n
Justicia del reino. Este hecho , ent re mil , puede dar testimonio en
favor de los que sostienen que en las corles residía el poder pro
ponderante del Estado.




Pero si estos hechos se examinan detenidamente, y se comparan
entre s í , de nada mas dan testimonio , sino de que los tiempos en
que se realizaron, e ran tiempos de suyo tan tormentosos é instables,
que nada habia e n la sociedad que fuese fijo y permanente ; y que
todos los edificios se levantaban sobre a r e n a , siendo el de fabrica
mas endeble y el de cimientos mas flacos el edificio de las institu-
ciones políticas , más sujeto que otro alguno á las oscilaciones y mu-
danzas .


Considerada bajo este punto de vista la época en que ¡as Corles
alcanzaron su completo desarrollo , se ve que la sociedad obedeció
constantemente al imperio de la fuerza ; y que lejos do estar g o b e r -
nada por instituciones l i b r e s , el más duro despotismo era su insti-
tución y su ley. Pero ese despotismo fué de un género particular;
porque no se lijó por largo espacio de t iempo en determinada clase
ni pe r sona , sino antes bien pasó de m a n o en mano sin asentarse
j a m a s ; tan instable y capr ichoso, c o m o es instable y caprichosa la
fortuna. Esa instabilidad fué causa de que no se convirtiese en
t iranía.


H e dicho que en esta época nada habia en la sociedad, que fuese
fijo y permanente . Esla proposición, para tener u n a exacti tud rigo-
rosa, debe ser reformada de este modo:—En esta época, nada habia
en la sociedad que fuese fijo y pe rmanen te , sino lit sociedad misma,
e s deci r , sus principios fundamentales y e ternos , que son el monár-
quico , el democrát ico y el re l ig ioso, unidos entre sí contra el prin-
cipio aristocrático, c o n un pacto perpetuo de alianza. Con efecto, sí
fijamos nuestros ojos en aquellos t iempos de confusión y desorden,
todavía del seno de ese. desorden anárquico se desprenden (dorios
hechos generales , que s i rven para caracterizar e s a época , y que
dan claro testimonio de la ve rdad de cuanto afirmo. La corona fué
más d é b i l , y los escándalos mayores en Aragón que en Castilla.
Ahora bien : el reino de Aragón era, más bien u n a sociedad francesa
(pie española : su trato c o n aquella nación habia sido (anisa de que
se organizase á su manera, y de (pie se echasen de ver , en las ins-
tituciones de los dos reinos vecinos , estrechos vínculos de pa ren -
tesco ; t a imo quiera que estaban fundadas en unos misinos hábitos




i:>r.


\ en unas mismas costumbres : en los hábitos y en las cos tumbres
leúdales. Por el contrario , en Castilla , donde los principios funda-
mentales de la sociedad española conservaron s iempre su fuerza y
su vigor ; donde el feudalismo no pudo echar hondas r a i ce s ; donde
el pueblo no conoció j amas la se rv idumbre del terruño , porque era
noble como los nobles que le conducían á los combates , habiendo
ganado sus espuelas en los campos de ba t a l l a ; en Castilla, la co-
rona fué1 más constantemente r e spe tada , y el trono más leahnente
defendido.


¿Qué quiere decir esto, sino que los reyes nada temían del pue-
blo , y lo debían temer todo de una aristocracia tu rbu len ta? ¿ Q u é
quiere decir esto, sino que ent re el principio aristocrático y el mo-
nárquico habia un antagonismo profundo, como en t r eo í monárquico
y el democrát ico una perpetua a l ianza? Esto explica p o r q u é en los
Estados de Aragón , donde el principio aristocrático era el domi-
nante , las prerogal ivas de la corona fueron siempre causa de dis-
turbios , y asuntos de acaloradas cont rovers ias , siendo el trono el
punto de mira de la ambición , y el b lanco de los tiros de aquellos
orgullosos barones : mientras que las demasías de la nobleza , sus
escándalos y desafueros fueron el tema preferente de las cor tes c a s -
tellanas, en la redacción de su memorial de agrav ios . Es digno de no-
tarse también que en ¡as súplicas contra los desafueros de los nobles,
elevadas al trono por las cortes de Castilla, la Iglesia hace cuasi s iem-
pre causa común cotí el pueblo : p rueba ev idente de que la Igle-
s ia , el pueblo y el trono eran aliarlos naturales confra el enemigo
común.


De cuanto acabo de expone r resulta que , á pesar de la confusión
y desorden de esos t iempos, todavía se ve claro que , así en los estados
aragoneses como en las cortes castellanas , en t re la ig les ia , el trono
y el pueblo hubo s iempre identidad de intereses , consonancia de
principios, y concierto de voluntades : y (pie esa armonía no fué
turbada ni en Aragón por la adversa , ni en Castilla por la próspera
fortuna.


Eos grandes príncipes que. florecieron en esta época , tiraron
lodos á combatir la anarquía (pie se señoreaba de la sociedad , in-




traduciendo e lementos de regularidad y de orden en los códigos
de las l e y e s ; porque lo (pie pr imero y mas imperiosamente recla-
maban las necesidades públ icas , era un nuevo código genera l ;
puesto que el de los visigodos habia caído en desuso , como las
costumbres primitivas , con las alteraciones de los tiempos. Pero si,
para que haya orden y concierto en la sociedad y en la gobernación
del Estado, es necesario un buen código de l eyes , no es menos
necesario, para escribir y sancionar ese cód igo . que la sociedad
esté en c a l m a , y que la acción de! soberano sobre el subdito sea
poderosa y expedita. Ahora bien , en los turbulentos siglos que nos
ocupan , el poder real encont raba por torlas partos obstáculos
invencibles , y apasionadas resistencias : y como era na tu ra l , las
encontró señaladamente en el propósito de sujetar al imperio de
una ley común una sociedad que era pasto de encendidas discordias,
y jugue te de las facciones que laceraban su seno. San Fernando, á
pesar del prestigio que le daban sus victorias , no se atrevió á l le-
var á cabo esta empresa. Alfonso el Sabio la acomet ió , auuquc in-
directamente al p r inc ip io , haciendo prevalecer en la universidad
de Salamanca las máximas de la jur i sprudencia r o m a n a , tan favo-
rables , como es sabido de todos , á la autoridad suprema de los
r eyes . El influjo de esas máximas se echa ya de ver en su Fuero
¡ leal , en donde compiló las varias d isposic iones , que sin estar en
oposición con sus m i r a s , andaban dispersas por todos los fueros
locales.


Pero en donde estas máx imas se descubren m á s , y resplande-
cen , es en su famoso código de las Part idas : monumento que le-
vantó con sus m a n o s , y que nos deja dudosos de si el que le c o n -
cibió , y el que le puso por o b r a , merece más ceñir su frente con
la corona de los legisladores, ó con el laurel de los ar t is tas .


Este código, que era nada menos que una revolución política y
social decre tada por un r ey , v iene á confirmar de lodo punto mi
sistema. En él se dan ensanches prodigiosos á la autoridad r e a l , á
las inmunidades eclesiásticas , y á los privilegios de los pueblos ;
mientras (pie se limitan ex t raord inar iamente los privilegios feudales.
Esto sirve para explicar, por qué encont ró tan obstinada resistencia




•- ¡:;7 -


t u la clase de los nob les , á la sazón bas tante poderosa todavía.
Esa resistencia fué tan g r a n d e , que el legislador tuvo que a b a n d o -
nar su propósito para no p romover escarníalos y conmociones , que
hubieran agravado inút ibneute los males de sus pueblos . Pero , co-
mo quiera que una preciosa semilla , arrojada en una tierra fértil,
tarde <) temprano dá sus frutos, sucedió que Alfonso XI introdujo
después algunas disposiciones de este código en el Ordenamien to
de Alcalá; y dio autoridad al r e s to , aunque i n d i r e c t a m e n t e , en los
casos no previstos por el Ordenamien to , por los fueros locales y
por el Fuero íleal. Desde entonces pudo afirmarse con razón , que
ios principios monárqu ico , democrát ico y religioso comenzaron á
estar en un constante progreso ; y el principio aristocrát ico en una
constante decadencia .


En estas al ternativas fué corr iendo el siglo x v , hasta q u e , en
tiempo de I). Juan el I I , y sobre t o d o , en el glorioso re inado de
Fernando y de Isabel , las cortes quedaron reducidas á una vana
sombra , siendo los p rocuradores de las ciudades dóciles ins t rumen-
tos de la voluntad del monarca .


Los que desconociendo do todo punto la naturaleza y el signifi-
cado de nuestras ant iguas c o r t e s , reconocen en ellas un signo de
libertad, ven en su decadencia un signo de se rv idumbre . Y sin e m -
bargo, nada hay mas opuesto á los hechos históricos, que esta m a -
nera de considerar aquel las instituciones políticas. La verdad es,
que las corles no fueron nunca otra cosa sino un campo de batalla,
en donde el t rono , la Iglesia, y el pueblo l idiaron por a r rancar el
poder de la< manos de una aristocracia ensoberbec ida con sus triun-
fos. Consideradas bajo este punto de vista las c o r t e s , lejos de ser
un signo de, (pie el pueblo era libre , son un signo de que había un
enemigo poderoso que le movia cruda guer ra , y que le obligaba á
combatir para reconquistar su ant igua dominación, y sus i n m e m o -
riales derechos . Siendo esto a s í , la decadencia de las co r l e s , lejos
de ser un signo de s e r v i d u m b r e . fué al contrario un signo de que
había alcanzado la victoria; y de (p ieen adelante , p a r a d o m i n a r , no
le era necesario hacer alarde de sus fuerzas, y ostentación de sus
armas. ¿.Necesito de cortes para dominar , en t iempo de Keearedo?




l;ss
¿.Necesito de corles para dominar , cuando con su voluntad omnipo-
tente hizo salir a rmada de todas a rmas de las cavernas de Asturias
la monarquía de Pelayo? La monarquía absoluta en España ha sido
siempre democrática y religiosa : por esta razón , ni el pueblo ni la
Iglesia han visto j amas con sobrecejo el engrandecimiento de sus
r e y e s , ni los reyes con desconfianza las l ibertades muuicipales de
los pueb los , ni las inmunidades de la Iglesia. En los artículos si-
guientes , quedará esta ve rdad cumpl idamente demostrada (1). Solo
hallándonos en posesión de ella, nos hal laremos en posesión de la
causa de nuestras grandes miserias , de nuestros largos infortunios,
\ de nuestros presentes desastres .


Los que hayan recorrido la historia de la monarquía cristiana
en los siglos med ios , reconocerán en ella tantos y tan grandes ele-
mentos de disturbios, como en el imperio de Córdoba. Si en este
hubo antagonismo de razas , en aquella hubo antagonismo de clases,
lucha de in t e re ses , y encendimiento de (rasiones. En esta monar -
q u í a , como en aquel imper io , las provincias obedecieron á dife-
rentes reyes y caudillos : la misma confusión, el mismo desorden
reinaban en la península española, desde las vert ientes meridionales
de los Pirineos hasta las columnas de Hércules. Siendo esto así,
¿ c ó m o las mismas causas produjeron tan diferentes resul tados en
los tíos ejércitos be l ige ran te s , y en las dos sociedades enemigas?
¿cómo, si los á rabes sucumbieron á impulsos de sus discordias y de
sus desmembraciones , los cristianos supieron vencer , á pesar de sus
desmembraciones y discordias? Esto consiste en que ¡as discordias
y los odios suelen ser síntomas á un mismo tiempo de debilidad y


l t ) El autor no pi'o-ÍL; u t o . n i i i K i pen -aba . -eirim parece , osle b u s q u e n his lór ieo;
-i bien es de creer que , con án imo da con t inua r lo . 1'onnó los- ex tensos apuntes que
ent re sus estudios de aquel la época lia d e j a d o , re la t ivos al re inado rio los reyes ca-
tólicos , y á las dinast ías de Aus t r ia y de l iorbon. Si teniendo en cuenta osla noticia,
asi como los varios ensayos históricos da D o n o s o , (interiores y p o s l e r i o n s al presente
opúscu lo , se recuerda que el mismo deja comenzada mía I n j u r i a d l e la Regencia de
Doña .María Cristina , IIotra á convertirse- en ev idenc ia la presunción di' que , du ran te
su v ida en te ra , acar ic ió , Y en irran 'parle p n a i por obra el crav<* proveció de escri-
bir luda una liisioria de I s p a ñ a .


\„L,I .'/••/ NLÜNR




de fuerza : por esla razón , es muy difícil conocer, si una sociedad
(pie desgarra sus propios miembros con sus propias manos , es una
sociedad que se regenera , o una sociedad que se d isuelve . Las so-
c iedades , como los h o m b r e s , al t iempo de nacer y al tiempo de,
morir , dan un gemido.


Lsto cabalmente sucedió con las dos sociedades cristiana y ma-
hometana. Fuerte y vigorosa la p r i m e r a , merced á una religión
que permite la libertad y el desarrollo de la actividad del hombre ,
M I S discordias no fueron otra cosa sino el movimiento febril y des-
ordenado de sus fuerzas, puestas violentamente en ejercicio. Débil
y enervada la segunda , merced á una religión que dest ruye la an i -
mación y la vida en todo aquello que toca , sus discordias , sus d e s -
membraciones y sus odios agotaron los restos de sus fuerzas vitales;
v agotándolos , aceleraron su disolución y su muer t e . Cualquiera
dir ia, al presenciar la lucha obstinada y largo tiempo dudosa de
los cristianos entre s í , que era una lucha de gigantes ; y al p r e s e n -
mar las discordias intestinas de sus enervados conquistadores , que
era una lucha de p igmeos ; que aquellos disputaban por un t rono, y
estos por un sepulcro.


De lo dicho hasta aquí resulta , que toda la historia de esta
época puede, reducirse á dos hechos genera les , á saber : una guerra
exterior, y una guerra interior. En la guerra exterior , combaten
dos religiones y dos pueblos : la religión cristiana y la mahometana ,
los árabes y los españoles. Esta guer ra se termina con el triunfo
dilinitivo de uno de estos dos pueblos t y <le una de estas dos reli-
giones : con el triunfo del pueblo español , y de la religión cristiana :
con la humillación del is lamismo, y la expulsión d é l o s á r abes . En
la guerra interior, la contienda es exclusivamente en t re los princi-
pios que aspiran á dominar en la sociedad cristiana y española. Es-
tos principios son , el monárquico , el democrát ico y el religioso por
una parte ; y el aristocrático, por ot ra . Los pr imeros , nacidos de las
entrañas históricas del pueblo e spaño l ; y el segundo , nacido de la
guerra que el pueblo español sostuvo contra sus conquis tadores ;
como quiera que la guerra engendró la aristocracia. Por donde se
v e . que la guerra exterior fué causa de la guerra in ter ior ; puesto




- 140 —


que en ella tiene la aristocracia su origen , y solo la aristocracia lo
explica. Esto supues to , ¿cuándo debió terminarse la guerra interior
en t re los principios monárqu ico , democrát ico y religioso, por una
pa i t e ; y el aristocrático, por o t ra? Debió terminarse , cuando tuviese
un té rmino la guer ra ex t e r io r ; puesto que en ella habia tenido su
or igen. Lo que debia suceder , sucedió ; siendo admirable la concor-
dancia ent re la lógica de las ideas y la lógica de los hechos , e n t r e
la íilosofía y la historia.


La aristocracia dejó de ser poderosa , no solo para dominar , sino
hasta para combat i r , en tiempo de los reyes catól icos, cuando, ex-
pulsados los á rabes de Granada , v i o la Europa tremolar sobre sus
uniros el es tandar te de la cruz , vencedor del es tandar te del profeta
en un torneo de ocho siglos.




USTA DO DE LAS RELACIONES DIPLOMÁTICAS


ENTRE FRANCIA Y ESPAÑA,


F. \ ," [ ,1ГЛПО


P01Î KI, CA HA CT KR DE LAS A L I A N Z A S Et* R O P E Л S.


Литк'ДТ.О PCBLIfiADO EN LA REVISTA DE MADRID,
EN t:i. AÑO Г»Е 1839.






KSTADO l)K LAS KKLACHINES DIPLOMÁTICAS


ENTRE FRANCIA Y ESPAÑA,


I \ I'l IT -\|M .


L'HH I I . CUTVCTKII DLÍ I . A S A L I A N Z A S HL'ITÍ )1'F. A N.


A V A S I O N A I I A y borrascosa , aun mas que de cos tumbre , ha sido la
discusión sobre el oslado de nuestras relaciones ex t e r io re s , en la
pro-ente legislatura. Lo cual no causará maravilla ni á propios ni
á extraños, si se advierte por una pa r te , que vá andando el t iempo,
ílesde que se encendió en el Norte de España la tea de la d i scor -
dia , y que. con el t iempo van ag ravándose nues t ras do lenc ias , v
creciendo nuestras t r ibulaciones; y por o t r a , que algunas p o t e n ,
cias, que se llaman nuest ras amigas , y que son nues t ras aliadas,
apartan de nuestros infortunios sus ojos , c ier ran á nuestros c lamo-
res sus o ídos , y ret i ran de nuestra mano su m a n o . ¿ Q u é mucho ,
pues , (pie, tomando consejo de su desesperación , los represen tan-
tes de la nación española no puedan sofocar en la garganta la
queja? /Quién pedirá templanza y mesura á los agraviados v á lo-




(ristos? ¿Quién impedirá al agraviado que levante al (lielo su cla-
mor , y al triste que gima ?


Y sin e m b a r g o , fuerza es confesar , por mas que el confesarle
sea para mí doloroso, que si los señores diputados que tomaron parte
en esta solemne discusión, dieron muestra del mas acendrado pa-
triotismo . no supieron no solo resolver , pero ni aun fijar la grave
y ardua cuestión que á los cuerpos eoleeisladores había sometido
la regente augusta de España.


Del tratado de la cuádruple alianza , solo nos queda el nombre
sin la cosa, la letra sin el espíritu, flecho es este, que ni los legisla-
dores ni los escritores públicos necesitan consignar y encarecer ;
como quiera que bas tante consignado está en nuestro desamparo \
abandono, y (pie sobradamente le encarecen las voces de espanto
y de dolor que se lanzan en los aires , las víctimas rpie sucumben,
y la sangre que se de r r ama del uno al ol io mar , \ desde las cum-
bres del Pirineo hasta las columnas de Hércules . Este hecho no ne-
cesita consignación ni encarecimiento ni declamaciones; pero debe
ser bien comprend ido ; y para ser lo , debe ser bien expl icado.


Ahora b i e n , en el estado en que se encuentra Europa , una
cuestión internacional , cualquiera que ella s ea , no puede ser ca-
balmente comprend ida , sino lo son del mismo modo todas las
g randes cuestiones que se agi tan y promueven por los gabinetes
europeos . ¡ Tan g rande es su trabazón , tan íntima su mutua d e -
pendencia , en esta era del m u n d o ! Por e s o , no buscaré yo el o r í -
gen de la conducta de la Francia en la claridad ú oscuridad del
(espíritu ó de la letra del t ra tado. Tampoco le buscaré en aféelos
persona les , que no alcanzan ya á de te rminar la política de los
p r ínc ipes , ni son poderosos para es t rechar ó romper los vínculos
de las nac iones ; porque las naciones y los pr ínc ipes , atentos hoy
á mas graves intereses , ni conciertan a l ianzas , ni ajustan paces,
ni se declaran la guer ra por tan livianos mot ivos . Para encontrar
el verdadero origen del profundo olvido en que yace , por parte de
una nación vecina , el t ratado de la cuádruple alianza, es necesario
levantar el pensamiento á la contemplación de las varias vicisitu-
des y t rastornos que han exper imentado las alianzas europeas .




11:> -


l .ñas mismas son las c a u s a s generales que p roducen las g u e r -
ras y las al ianzas, en lodos los tiempos y entre todas las naciones ,
á saber : los principios rel igiosos, los principios polí t icos, y ¡os
intereses materiales. No sé sí existe una época en la his tor ia , en
que una sola de estas causas , sin ser modificada por las d e m á s ,
haya sido bastante poderosa para dividir á los pueblos en g r u -
pos encont rados , y en confederaciones e n e m i g a s ; pero sí me creo
autorizado para a f i r m a r , sin temor de ser desment ido por los he-
chos , ([iie en cada una de las g randes épocas históricas del género
humano, una de esas causas generales ha ejercido un influjo mas
poderoso (pie las otras, en las alianzas y contiendas de las naciones,
asentando su imperio y su dominación sobre las gen tes . Para no lo-
mar desde muy arr iba la corr iente de los siglos, me limitaré á c o n -
sultar los anales d e la Europa mode rna .


Cuando el Crist ianismo, encarnado en los Pontífices, subió al
Capitolio, y los bárbaros do! Norte se de r ramaron por el impe-
rio de los < l e s a r e s , el principio rel igioso, s ieudo el único p r inc i -
pio social (pie á la sazón existia , fué el dominante en el m u n d o .
Por esta r a z ó n , en esa época histórica , el principio religioso p r e -
side á las gue r ras (pie se levantan , á las confederaciones que se
forman, y á los t ratados que se ajustan. La Iglesia católica se
encontró sucesivamente, en presencia de las sectas heréticas , del
islamismo, y de la iglesia reformada ' : en presencia de Arrio , de
Mahomu , y de Lotero. El encuen t ro de esas d iversas sectas y de
esas opuestas religiones sirve para explicar cumplidamente las
guerras y las alianzas de ese periodo histórico , que comienza con
la destrucción del imperio de. Occidente , y concluye con la paz de
Westphalia , y con la guer ra de treinta años . Si se suprime de esta
('•poca el principio religioso, quedan suprimidas de una vez cuasi to-
das las a l ianzas , cuasi todas las g u e r r a s , y cuasi toda la historia.
Porque ¿(pié nos contaría la historia de esos t iempos bárbaros , s ino
nos refiriera las mil sangrientas batallas que t rabaron en t re sí los
cristianos or todoxos y los sectarios h e r e g e s , la formidable liga de
todos los pueblos de la cristiandad contra todas las razas y naciones
que adoraban el es tandar te del profeta, y el encuentro del Ooei-


T U M i l c. 1"




••- 14Í ; -


<lente y del Oriente por la conquista y la posesión de un sepulcro?
Y no se crea que en toda la prolongación de es! a época do -


minada- por el principio re l igioso, ni se levantaron g u e r r a s , ni se
ajustaron alianzas, que tuvieran su origen en los principios políti-
cos y en los intereses materiales, no : porque estos intereses y aque-
llos principios son e ternos : el principio rel igioso, en una época
d e t e r m i n a d a , puede d o m i n a r l o s ; pero en ninguna época social,
puede suprimirlos. Por esta razón, en este periodo histórico, como
en todos los d e m á s , los príncipes y las nociones se encontraron en
los campos de batalla para dilatar sus dominios, para acrecentar su
poderío, y para ensanchar sus fronteras. Por donde se v é , que
cuando afirmo que , en esta época del mundo , el principio religioso
presidió á las guer ras y á las alianzas de los pueb los , nada mas
quiero decir , sino que el principio religioso, como dominante (pie
era entonces en Europa , no consintió que por ningún otro princi-
pio se aparejasen los ejércitos y se conmoviesen las naciones,
«liando en la contienda estaba directa ó indirectamente interosado.
Nada mas quiero decir , sino que cuando la cuestión religiosa apa-
rec ía , todas las demás cuestiones s'e aplazaban. Nada mas quiero
decir , finalmente, sino que los príncipes y los pueblos separados
en t re sí por la divergencia do sus principios políticos, ó la oposi-
ción de sus intereses ma te r i a l e s , mili taban bajo una misma ban-
Tlera , si por ventura reconocían un mismo principio rel igioso; así
como militaban bajo banderas diferentes , si reconocían diverso-
dogmas ó diferentes religiones , aun cuando fuesen aliados natura-
les por la identidad de sus in tereses , y por la consonancia de sus
principios políticos. Este orden de cosas tuvo fin, cuando , tras l a r -
gos años de guer ras y de disturbios ent re protestantes y católicos,
luido un dia de paz y de bonanza fiara ent rambas religiones; cuando
la diplomacia e u r o p e a , presentando la oliva á los ya desalentados
combat ientes , inauguró un nuevo cu l to , y reconoció políticamente
un nuevo cristianismo, á quien dio el nombre de Iglesia Reformada
en sus fuentes bautismales.


Este dia señaló una nueva era para el mundo. Cuando se co-
mienza ;í transigir sobre un principio, ese principio comienza á per-




••­ i­tr
ber su imperio . s o b r e las suciedades luunauas : рог osla razón . In­
¡ransaeciones son signos ciertos de que la dominación do, un prin­
cipio acaba , y la de otro nuevo se anunc ia ; de que el úllimo va á
entrar en el periodo de su progreso , y el [нашего en el de su
decadencia . Kslo cabalmente sucedió entonces con el principio r e ­
ligioso. Enflaquecida la iglesia católica con la escisión de la iglesia
protestante , > la iglesia protestante con las discordias que ateso­
raba en su s e n o , el pr incip io , que cuando fué uno , fue el pr inc i ­
pio dominante, en los consejos de ios principes y en el corazón de
las naciones , quebrantada su poderosa \ uiagníiica unidad, aban­
dono el imperio de la Europa ; y e n t r a n d o , si puede decirse así.
en un augusto reposo , dejó libre el campo , para que nuevos prin­
cipios y nuevos intereses se señoreasen de la t ierra.


Entonces llegdi su vez ¡i los intereses materiales ; y los gab i ­
netes pusieron exclus ivamente sus miras en el equilibrio europeo.
Así como , en los siglos b á r b a r o s , las alianzas y las guer ras se or­
denaron principalmente para un l'm , (pie fué la dominación asen­
tada \ exclusiva de un principio rel igioso, así también, después de
ios tratados de .Mimster y de Ornabruok , se ordenaron para otro
Un, supremo en esta época social, que fué la conservación del equi­
librio mi las regiones occidentales del mundo . En los siglos an t e ­
riores , la única cuestión genera l que ocupaba los ánimos de, los
h o m b r e s , era si el Occidente esclarecería con la antorcha de la fe
las t inieblas del Orien te ; si la iglesia ortodoxa estirparla las he re ­
j í a s ; si las huestes cr is t ianas re legar ían al otro lado d é l o s mares
europeos , y mas allá de sus islas , á las muchedumbres agarenas .
Después de la paz de­Wes lpha l i a , la única cuestión general rpie
ocupaba los ánimos de los h o m b r e s , fué la de si la balanza en
donde se pesaban los destinos del mundo , permanecer ía en su fiel,
ó si se indinaría al lado d é l a Franc ia , o al lado del santo i m p e ­
rio. Así como , en la época a n t e r i o r , los príncipes y las nacio­
nes sacrificaban sus intereses políticos y materiales al triunfo de
sus creencias religiosas , de la misma manera , en la época que
vamos recor r i endo , sacrificaron f recuentemente sus creencias re­
ligiosas a la ostensión de sus dominios.




— u s -
Entre tan to , con el abatimiento del principio religioso \ la ilu-


minación del principio mater ia l is ta , se emancipo completamente la
razón humana , libre ya de sus antiguas l igaduras. En los prime-
ros dias de su emanc ipac ión , tímida y modes ta , sin duda por el
recuerdo de su pasada s e r v i d u m b r e , solo se ocupó en interrogar
á la h is tor ia , en pene t r a r el sentido misterioso de las palabras
pronunciadas por los filósofos ant iguos , a quienes rindió culto y
homenage , esclava de su voz , como si su voz fuera la v e r d a d , y
toda la verdad , anunc iada á la t ierra por los antiguos oráculo- .
Este per iodo , que es el de la infancia de la filosofía, no podia (tu-
rar mucho t i e m p o . Porque ¿ cómo es posible concebir que la razón
h u m a n a , después (le haberse emancipado de la autoridad l e ñ e r a
tica y rel igiosa, se humillase por largo espacio de tiempo ante la
autoridad ilegítima y bas tarda de los antiguos filósofos? Pues qué
¿la (pie s e tenia en mucho para ser esc lava de Dios, podia esti-
marse en tan poco, (pie se reconociera á sí propia esclava de al-
gunos hombres? O no hay lógica en el progresivo desarrollo de
los acontecimientos y de las ideas ; ó la emancipación de la razón
humana debia terminarse por la adoración do sí misma. El cetro
del inundo e s demasiado g r a v e , y los hombres demasiadamente
flacos ¡ ta ra m o v e r l e , si por ventura no se agrupan y si 1 unen . No
llevándole Dios , deben l levarle todos. No perteneciendo á la Pro-
videncia Divina , no podia per tenecer á la razón de Pi tágoras , ni á
la de Platón, ni á la de Aristóleles, ni á la de Epicuro, sino'á la ra-
zón h u m a n a ; es decir , á la razón de todos los hombres . Así fue
que la razón humana , una vez separada de Dios , apuré» en breves
instantes las consecuencias lógicas de su absoluto aislamiento, pro-
clamándose á sí propia señora de la t i e r ra , y alzando basta las nu-
bes su t rono.


Este segundo y úl t imo periodo de la filosofía comienza en el si-
glo xvn i : señora entonces del mundo de las ideas , aspiro á d e s -
cender de tan augustas reg iones , para dominar los acontecimientos
históricos , y para dirigir las sociedades humanas . Lo cual no pare-
cerá ex t raño al que considere cuan natura l cosa es (pie , siendo la-
ideas las ipie determinan los hechos , aspire á reinar sobie los he-




i la -


«líos la que es señora \ a do las ideas. Entonce» sucedió que la filo-
-ol'ia, buscando t>l ¡mr I¡ué do ledas las c o s a s , quiso aver iguar el
por (pie de (odas las instituciones políticas , religiosas y sociales; y
citó ante su augusto tr ibunal á los reyes . á los sacerdotes y á los
¡niobios. V cómo , por una parte , el por (¡\ié d e estas instituciones
estaba escrito en una estera mas alta que la s u y a ; y c o m o , por
otra , la filosofía negaba todo lo que estaba fuera de su jurisdicción
v dominio , negó el por f / w d e todas las instituciones ex is ten tes , las
desdeñó como absurdas , las condenó como mons t ruosas , y las e x e -
cró como opresivas y a rb i t ra r ias . Y como la filosofía no podia c o n -
tentarse á sí propia con esta negación abso lu t a , q u i s o , nuevo Pro-
meteo, robar al Cielo su lumbre , y amasar nuevamente á su antojo,
dándolo el soplo de vida , el bar ro vil de la t ierra.


En lomes se volvió contra los reyes es t remecidos en sus tronos;
v confundiendo la institución con las pe r sonas , no \ ió en ellos sino
usurpadores y tiranos. Entonces se volvió contra los sace rdo tes ; y
confundiendo á la religión con sus min i s t ros , n o v i o en ellos sino
asquerosas harpías . Entonces , en u n , se dirigió á la p l ebe ; y no
pudiendo explicar e.l por (¡ué de su a b a t i m i e n t o , siendo entre todas
las clases de la sociedad la mas fuerte y poderosa, presumió (pie en
todas las relaciones sociales había desorden , per turbación y a n a r -
quía ; no pud iendo concebir que no residiera el poder, y n o e s t u -
vieía el derecho . en donde estaba la fuerza. \ viendo todos estos
desórdenes , y todos estos trastornos en las relaciones naturales de
las cosas, quiso reformar lodas las instituciones humanas .


Xada hay (pie no sea lógico y prov idcncialmenl e necesario en
esta loca ambición do la filosofía , que tantos vért igos había de cau-
sar al mundo , que tantas plagas habia de t raer sobre los hombres ,
y tal tesoro de calamidades habia de de r r amar sobre la tierra, f.a
filosofía se separa de Dios, niega á Dios, se hace Dios. Hecha Dios,
-e reviste á si propia de aquellosati ¡bulos, en virtud de los cuales la
Divinidad con una palabra de s t ruye , y con otra saca ai hombre del
polvo, y al inundo del caos. Por eso , asi como Dios hizo al hom-
b r e a su semejanza é imagen , la filosofía quiso hacer á la sociedad
á 11 imagen v semejanza. P o r o s o , á imitación de Jesucr is to . opio




r ,o -
dio su Evangelio al m u n d o , quiso dar su Evangelio á las socieda-
d e s , mostrándolas, en medio de las tempestades de la revolución,
como Moisés coronada la frente de rayos desde la cresta t empes -
tuosa del Sinaí , las nuevas tablas de la ley, en donde estaban e s -
critos los derechos imprescriptibles del hombre. Así , la revolución
francesa debía ser lógicamente el sangr iento comentar io , y el t é r -
mino providencial de la emancipación de la razón humana , corno
también el último de sus ext ravíos .


(ion esta revolución , t iene principio el tercer periodo de las
alianzas europeas . Eos intereses materiales, que habían comenzado
á p revalecer sobro el principio rel igioso, perdieron entonces toda
su importancia, en presencia de un interés mas g rande , mas gene -
ral , mas exigente , en presencia del nuevo símbolo de la nueva fé,
que sus fanáticos sectarios quer ían imponer á todas las gentes con
la espada y con el fuego; l levándole como signo de r edenc ión , si
posible fuera , hasta los remates del mundo . Eos reyes leudan por
su poder, los pueblos por sus creencias ; y todos, por las antiguas y
venerandas instituciones que habia sancionado la h is tor ia , que se
habían identificado ya con las co s tumbres , como obra lenta y t ra-
bajosa de la sabiduría de las generaciones pasadas . y como resul -
tado del t rascurso de los siglos. Por e s o , sucedió q u e , aplazadas
para t iempos mas bonancibles sus cont iendas y varias pretensiones,
y reprimidos sus odios , así los pr íncipes como los pueblos se unie-
ron entre sí, para, atajar la corriente de la revolución, con una estre-
cha lazada. Jamás la Europa habia visto formadas en más corlo
espacio de tiempo un n ú m e r o mayor de coaliciones generales con-
tra una nación, á quien sus escándalos y sus crímenes habían puesto
fuera de la humanidad , y fuera de la ley. Juntos combatieron en -
tonces los que per tenecian á la comunidad de la Iglesia católica,
d é l a iglesia griega y de la iglesia protestante . Juntos combatieron
al enemigo común las razas a l e m a n a s , slavas y normando-sajonas:
v en un mismo campamento se vieron vivaquear los soldados de
todas las mudónos.


He lo dicho hasta a q u í , resulta : !." Que en lodos los grandes
periodos en que la historia moderna se d i v i d e , las guer ras \ las




alianza* son determinadas por un principio d o m i n a n t e ; desde, la
destrucción del imperio romano hasta la paz de Westphal ia , el do-
minante es el principio religioso; desde la paz de Westphalia hasta
la revolución francesa , los intereses mater iales son los que predo-
minan , y las alianzas y las guer ras tienen por objeto resolver la
cuestión del equilibrio del m u n d o ; desde la revolución francesa, el
principio político prevalece sobre la cuestión religiosa y sobre la
de! equilibrio eu ropeo ; y las guer ras v í a s alianzas tienen por o b -
jeto resolver, si las sociedades se han ríe constituir monárquica o
democrát icamente , si ha de triunfar la historia (3 la filosofía. i.° Que
iodos estos periodos históricos se diferencian ent re s í , poique están
dominados por principios diferentes ; y se pa recen ent re s í , porque
esos diversos principios dominan á las sociedades de un mismo
m o d o , y porque las sociedades obedecen á su imperio de una
misma manera . Viniendo á resultar de a q u í , (pie mi todas las épo-
cas sociales hay diversidad é identidad á un mismo t iempo, siendo
esa diversidad y esa identidad combinadas la ley de las naciones,
del género humano y do la historia. Que todos esos periodos h is tó-
ricos se diferencian ent re s í , porque es tán dominados por p r inc i -
pios diferentes, es una cosa clara á todas luces : que se parecen
cutre s í , porque esos diversos principios dominan á las sociedades
de un mismo modo , y porque las sociedades obedecen á su impe-
rio de una misma manera , es un hecho susceptible, de fácil d e m o s -
t ración, si por ventura no está ya por sí mismo bastantemente de -
mostrado.


ida la pr imera época , los pr íncipes cristianos estuvieron fre-
cuentemente divididos ent re sí, á causa de sus intereses mater ia les :
y sin embargo , s iempre hicieron el sacrificio de sus intereses á la
dominación del principio religioso; cuando aquellos movían sus
dmimos á la g u e r r a , y este á la paz , s iempre ajustaron paces entre
s i , y ¡'enunciaron á la guer ra . Idn la época segunda , los principes
estuvieron frecuentemente divididos ent re sí por sus principios r e -
ligiosos; y sin e m b a r g o , s iempre hicieron el sacrificio de sus pr in-
cipios religiosos ¡i sus intereses mater ia les ; cuando aquellos le*
aconsejaban la gu ia ra , v estos la paz, s iempre ajustaron paces c u -




Iré s í , v J enunc ia ron á la g u e r r a . La conducta de la Francia , en el
siglo x \ i , nos ofrece un insigne testimonio de esta v e r d a d , que
resplandece en lodos los anales de la historia. Mientras que la Fran-
cia católica movía guer ra cruda á la Alemania católica , lendia una
mano llena de socorro á la Alemania protes tante . ¿Qué significa
esta conducta , sino que el principio religioso estaba ya dominado
por el principio del equilibrio e u r o p e o ? Fin la torcera época, los
príncipes estuvieron divididos en t re s í , á causa de sus intereses
materiales y de sus principios religiosos : y sin e m b a r g o , s iempre
sacrificaron sus creencias religiosas y sus intereses materiales á sus
principios políticos. Esto s i rve para expl icar , por qué vinieron e n -
tonces sobre la Francia revolucionaria, unos en pos de otros, todos
los pueblos de la Europa , como v i e n e n , unos en pos de o t ros , los
buitres sobre su p r e s a ; ó como vinieron sobre R o m a , unos en pos
de ot ros , los bárbaros del N o r t e , guiados por la cólera divina. El
mismo principio tpie s irve para explicar las g randes coaliciones de
esta época entre príncipes y pueblos divididos ent re si por c r e e n -
cias religiosas y por intereses m a t e r i a l e s , explica también satisfac-
toriamente el texto de los t ra tados . (Ion efecto : así en los tratados
de París de 30 de Mayo de 1 8 1 1 , y de .20 de Noviembre de -18lo,
como en el congreso tic V iena , que ha constituido hasta la revolu-
ción de, julio el derecho público de Europa , los soberanos aliados
sacrificaron el equilibrio del mundo á la dominación exclusiva del
principio polí t ico, que habia alcanzado la victoria. V como para
asegurar su dominación en el t iempo p re sen t e , y para continuarla
sin embaíazo en lo fu turo , estimasen necesario impedir que la
Francia se revolucionase de n u e v o , de aquí fue q u e , para evitar
esta catástrofe , solo pensaron en ponerla diques , y rodearla de
bar re ras , que bas taran á resistir su impulso en el momento del pe-
ligro. Con este único objeto, engrandec ie ron la Prus ia , de smem-
brando la Sajonia ; dieron unidad á la Alemania ; formaron el reino
de los Países-Bajos ; aumentaron el poder del rey de Cerdefia, r e u -
niendo á Genova bajo su c e t r o ; y fortificaron el lazo federal de la
Suiza. El mismo principio que presidió á la redacción de los tíos
tratados de Par í s , v que dominó exclus ivamente en las de l i be r ado -




t;v.¡ - -
nos del congreso de Viena , dominó también en ios congresos suce-
sivos de Aquisgrau y de Verona.


Si (orlo lo dicho hasta aquí está conforme con los hechos c o n -
signados en la historia, me c reo autorizado para afirmar, que lodos
Jos grandes periodos históricos se diferencian ent re s í , porque en
cada uno do ellos domina un principio diferente; y se parecen en t re
s í , I , ° , porque en todos domina un pr inc ip io ; y . 2 . ° , porque en
todos son sacrificadas las alianzas (pie aconsejan los domas i n t e r e -
ses y los demás principios, á las alianzas que exige el interés y el
principio dominante . Me he detenido lanío en dejar asentada y
puesta fuera de toda duda esta verdad , porque , como se verá d e s -
pués , importa mucho á mi propósito descubrir la ley tija ó invar ia -
ble que preside á la formación de las ligas , al levantamiento de las
gue r ra s , á la aparición de las coaliciones, y á la redacción de los
t ratados.


El principio político fue dominante en Europa , mientras que el
principio revolucionario no depuso las a rmas , cansado de combatir
en un combate de muer te . Pero lanzado de la península italiana y
de la península ibérica, cuando la Francia de la restauración estaba
representada por los Berbenes en los congresos de los r e y e s , el
principio revolucionario apareció vencido en la Europa y en el
mundo. Entonces sucedió, que las cuestiones políticas comenzaron á
perder su antigua importancia; y que los príncipes, deponiendo sus
desconfianzas angustiosas , y recobrando la perdida serenidad de
sus espíritus , apar taron sus ojos del espectáculo de las revolucio-
nes , para ocuparse otra vez en las cuestiones gravísimas de in tere-
ses materiales, y do equilibrio europeo . Comenzaba apenas á mani-
festarse esa tendencia en los consejos de los príncipes , cuando la
revolución de julio vino á renovar la faz de la E u r o p a , haciendo
prevalecer nuevamente sobre los intereses materiales los intereses
políticos.


El tratado de íi de Abril de CS:U tuvo su origen en este acon-
tecimiento . que no solo fue una revolución para el pueblo francés,
sino también una revolución para el mundo . Con él se rompieron
las antiguas alianzas , y se alteró profundamente el equilibrio e u r o -




• I . - . Í


peo. El Austria , aliada natural de la Inglaterra , se puso al lado de
la Rusia ; \ la Francia , aliada natural de la Kusia , se puso al lado
de la Inglaterra , de quien había sido constante enemiga en toda la
prolongación de los tiempos históricos. Y sin embargo , las alianzas
quebran tadas entonces no ("can efímeras \ caprichosas. La alianza
ent re el Austria y la Inglaterra se fundaba en el temor que la p r i -
mera tuvo siempre del engrandecimiento de la Rusia , y en el r e -
celo que tuvo s iempre la segunda por el engrandecimiento de la
Francia. La alianza ent re la Francia y la Rusia na tenia menos sóli-
dos fundamentos. Colocada aquella en el c e n t r o , y esta en el polo
de la Europa , no podían exist ir , entre las dos , rivalidades ni c o n -
tiendas. Si á esto se agrega que la Rusia . desde el t iempo de Pedro
el G r a n d e , tenia puestos sus ojos en el O r i e n t e , en donde más
tarde (i más temprano se había de encont ra r con la Inglaterra, rival
y ouemiga de la Francia , no se ex t rañará que la Frenada y la Rusia
es tuvieran unidas con vínculos estrechos y habiendo entre ellas c o -
munión do odios, y comunión de intereses . Su alianza es tan natural ,
que Alejandro y Napoleón convinieron , -cuando la paz de Tilsit, en
las bases de un t r a t ado , por medio del cual debía dividirse el
mundo entre los dos emperadores . El de la Rusia debia imperar en
el Or ien te ; el de la Francia debia ser el arbi t ro de casi todo el
cont inente europeo. El enlace de Napoleón con una princesa a u s -
tríaca , y la cuestión de Polonia agr ia ron después los ánimos de los
dos emperadores , ha-la el punto de dec la ra r se la guei ra ; resultan-
do , p a r a l a Franc ia , de su rompimiento con la Rusia , I . " , que la
Husia fue el depósito de todas las mercancías de la Inglaterra; \
que desde entonces, el sistema continental fue imposible : y ¿ ," , que,
los ejércitos franceses encontraron dos g randes sepulcro» : uno en
Rusia , otro en España .


Así , p u e s , las alianzas que quebran tó la revolución de Julio,
estaban fundadas en intereses mater iales ; i n t e r e se s , que no deben
olvidar nunca los hombres de l i s t ado , y que no olvidan nunca las
naciones. Si la revolución de Julio fue bastante poderosa para t r a s -
tornar todas ias alianzas e u r o p e a s , esto consistió en que enionees
los intereses materiales fueron dominados por los principios políticos:




resultando de aquí . que los primeros fueron sacrificados, como
sucede siempre que el principio político domina, á los segundos.


Fníonees los gab ine t e s , movidos por intereses encon t r ados , se
vieron en la situación mas difícil y angustiosa. Fl Austria tenia que
temer mucho del engrandec imien to de la Rusia ; pero temió más la
propaganda francesa en el corazón de sus dominios y en sus estados
de Italia. Fa Prusia no temió menos al autócrata del ¡Norte, s e p a -
rado solamente el espacio de seis j o r n a d a s , de la capital de su mal
trabada monarquía : peía) al mismo tiempo recordaba con profun-
dísimo dolor los dias siniestros y amargos , en que estuvo á punto de
perder su nacionalidad á manos de la Francia , después de haber
perdido su gloria : vio llena de espanto y de angustia la s u b l e v a -
ción de la Bélgica , y sintió acercarse el momento en que cruzase
las aguas protectoras del Rhin la bandera tr icolor, nuncio de e x -
terminio para ella. La Rusia, en fin, contuvo el ímpetu de sus
águilas, prontas á tomar su vuelo sobre Constantinopla y el Oriente;
porque vio levantarse sobre su sepulcro , obedeciendo á la evoca -
ción de la F ranc ia , el cadáver sangriento y mutilado de Polonia.
Así fue cómo la Rusia, el Austria y la Prusia sofocaron la voz de
sus rencores , siendo menos poderoso para separar las el encuent ro
de sus intereses mate r ia les , que la identidad de sus principios p o -
líticos para hermanar las y unir las .


Futre t a n t o , la Francia y la Ing la t e r ra , rivales ent re sí desde
los tiempos mas r emo tos , se dieron por primera vez las manos ,
movidas por contrarios sent imientos , y por distintos in tereses . La
Francia buscó el apoyo de la Inglaterra , con menoscabo de sus in -
tereses mater ia les , para hacer prevalecer sus intereses morales y
sus principios políticos. Y la Ing la t e r r a , aceptando su amistad,
aprovechó la ocasión que le deparaba la fortuna , de tener e n c a d e -
nados, ó de desencadenar á su antojo los vientos de la discordia
por el mundo . Por donde se v e , que la revolución de Jul io , cons i -
derada bajo su aspecto d ip lomát ico , solo fue beneficiosa para la
Inglaterra; porque mientras que obligó á to los los gabinetes de
Furopa á contraer alianzas , contrarias ev identemente á sus in t e re -
s e s mater ia les , solóla Inglaterra contrajo una alianza conforme a




sus intereses materiales y á sus intereses políticos. Fue conforme á
sus intereses políticos; porque la doctr ina de la legitimidad de la.
insurrección de los pueblos contra los t ronos , aclamada por la
F ranc ia , era su propia doctrina. Fue conforme á sus intereses m a -
teriales ; porque no teniendo que temer sino de la Francia y de la
Rusia, no era probable, que la Rusia , siendo enemiga de la Fran-
c i a , se avanzase sola hacia la ind ia ; ni era posible (pie la Francia,
enemistada con la Rus ia , tuviese miras contrar ias á las de Ing la -
terra , exponiéndose al riesgo de pe rder su amistad , (pie tan n e c e -
saria le era á la sazón para tener á raya los ejércitos del .Norte.


Me he detenido tanto en examinar el trastorno producido por la
revolución de Julio en las alianzas europeas ; pon pie este examen
es á mis ojos necesario para comprender el significado primitivo del
t ratado de la cuádruple alianza, para comprender el significado
(fue ahora tiene , y para calcular el (pie pueda tener más adelante .


Si el fallecimiento de F e r n a n d o VII hubiera acaecido antes de
la revolución de Ju l io , la cuestión española hubiera sido resuelta,
sin duda n inguna , de la manera siguiente por las grandes potencias
de la Europa. La Francia no hubiera vacilado un momento en a p o -
yar directa ó indirectamente las pretensiones del pr íncipe rebe lde ,
represen tan te de su interés d inás t ico , y símbolo d e s ú s principios
políticos. El Austria también se hubiera puesto de su fiarte, movida
por sus intereses polí t icos, y á pesar de sus intereses dinásticos.
Las domas potencias del Norte hubieran seguido probablemente su
ejemplo. La Ing la te r ra , por el cont rar io , se hubiera declarado sin
vacilar por Isabel I I , no solo como representante de principios poli-
ticos análogos á los s u y o s , sino también y más principalmente,
porque su elevación a l trono era un golpe dirigido contra la dinastía
reinante en Francia . De todo lo cual se d e d u c e , que si Fernan-
do VII hubiera fallecido antes de la revolución de Julio, la causa del
príncipe rebe lde hubiera encon t rado un vigoroso apoyo en los in-
tereses y en los principios á la sazón dominantes en la diplomacia
europea . Pero la Providencia apartó de nosotros esa gran calamidad,
haciendo que precediese la revolución de Julio al fallecimiento del
ultimo monarca. (Ion esa r e so luc ión , hicimos nuestro al gabinete




- - ¡;>7


francés, puesto que ¡i ella exclusivamente se debió que prevaleciese
en sus consejos el interés político sobre el hi leros dinást ico.


De todo lo dicho resulla (pie la revolución de Julio alteró todas
las ba-^es en que descausaba el derecho públ ico de E u r o p a , \ su -
bordinó las alianzas rec lamadas por los intereses materiales, á las
alianzas políticas ; s iendo consecuencia de semejante situación, que
las nuevas alianzas debían prevalecer sobre las ant iguas, todo el
tiempo (pie las cuestiones sobre intereses políticos prevaleciesen
sobre las cuestiones de intereses ma te r i a l e s ; y las antiguas sobre
las n u e v a s , desde el momento en que las cuestiones sobre i n t e r e -
ses materiales volviesen á prevalecer sobre las de principios polít i-
cos. Esto explica todo l o q u e sin estas consideraciones nos p a r e c e -
ría inexplicable, en la historia con temporánea .


En los pr imeros años (pie siguieron á la revolución de Jul io , la
cuestión política no solo prevaleció sobre todas las ( lemas, sino que
absorbió , si puede decirse a s í , todas las cuestiones europeas . Por
e s o , la Francia no solo favoreció moralmente entonces la dilatación
dé la s ideas l iberales, sino que también fue propagandis ta , y hasta
conspiradora. Dominada por clubs revolucionar ios , franqueó sus
tesoros á los q u e , lacerado el corazón con duros padec imien tos , v
abrumada la mente con ingratas memorias , solo vivian con la espe-
ranza de vengar agravios ant iguos , conquistando su patria perdi-
da, y restaurando revoluciones olvidadas. Al rededor del estandarte
de los tres colores , (pie tremoló en otros (lias sobre todas las capi-
tales de Europa . se agruparon , como si fuera un lábaro de salud,
iodos los proscriptos de la t ierra. La fragua revolucionaria comenzó
á arder á todos v ientos ; y con su lumbre se forjaban los rayos que
habían de aba t i r lo s t r o n o s , f iara (pie, quedando huérfanas d e s ú s
reyes , vivieran emancipadas las naciones. Para no hablar sino de
nosotros mismos , todos saben quiénes fueron los que apoyaron con
algo m a s ¡pie con promesas las tentativas contra el gobierno de
Fernando Vil, de los emigrados de la península española.


Fuando Isabel II subió al trono, el peligro inminente de la Fran-
cia duraba todavía , y las cuestiones sobre principios políticos eran
aun las dominantes en Europa ; por eso, el gabinete francés no solo




se apresuró á reconocer ai gobierno de nuestra reina , sino que su
reconocimiento fue una tirina en blanco , en donde, nosotros erarnos
dueños de escribir el pacto de nuestra unión , y de dictar sus con-
diciones.


Cuando se celebró el t ratado de 22 de abril de \ 8 Í H , era mu-
cho menor para la Francia el riesgo de una guerra de principios;
pero por ser m e n o r , no dejaba todavía de ser g r a v e . La gravedad
del riesgo explica la existencia del t ra tado . Por donde se ve , que
las alianzas que tuvieron su or igen en la revolución de Jul io , han
recorr ido las mismas fases que la revolución en donde tuvieron su
o r i g e n , observándose esto principalmente en ia cuestión española.
Hubo un tiempo en que la Francia temió hasta por su eristeneio :
ese también es el tiempo en que la Francia conspira. Más adelante,
si no temió por su existencia , temió por su sec/tiriila/l á lo menos :
en ese t iempo se ofrece. Después [¡actúa en t re la esperanza y el t e -
mor : y en ese t iempo contrata.


De lo dicho hasta a q u í , pueden deducirse las consecuencias s i -
guientes , de las cuales , si a lgunas son conocidas de muchos , otras
lo son de pocos ; habiendo entre ellas a lguna , que hasta ahora ríe
nadie debe haber sido conocida , puesto que por nadie ha sido pro-
clamada : 1 E l vínculo de unión en t re Isabel II y el rey dolos f ran-
ceses tiene su origen en la preponderanc ia del principio político
sobre los intereses materiales ; preponderancia , que á su vez tiene
su origen en la revolución de julio : 2 ." No habiendo sido formada
esa unión por afectos personales , sino por consideraciones políticas,
las varias alteraciones y mudanzas que en ella han ocurr ido , no
pueden expl icarse sino por las al teraciones y mudanzas ocurrida*
en la política europea : 3 . a Las relaciones amistosas ent re el partido
liberal de España y el gabinete francés , no comienzan con el ad-
venimiento al trono de Isabel II, sino con la revolución de julio;
y desde esta época hasta la del t ratado de la cuádruple alianza, ha
hab ido , en esas relaciones, notables cambios y trastornos, análogos
s iempre á los trastornos y cambios de la política general de los ga-
binetes de Europa : 4." El t ra tado de ¿2 de abril, que aparece co-
mo el primer acto do unión entre has dos naciones atnitjas. no e>




láíl -


s ino el última ¡icio de esa u n i ó n , que comenzó con la revolución
<le julio : ti." ese último aclo (le unión no fué un progreso en la unión,
sino una decadencia. Esto necesita de a lgunas explicaciones.


Cuando dos gabinetes e n e m i g o s ajustan p a c e s , y después de
hechas las paces , conciertan alianzas por medio de un tratado , ese
ha lado es un progreso en su unión ; porque tenderse la mano es
progresar, para los que acaban de deponer sus odios y envainar
<us aceros. Pero cuando una nación conspira en favor de o t r a , es
decir , cuando la dispensa auxil ios no p e d i d o s ; y cuando después
se ofrece á su disposición sin reserva , es decir , cuando la ofrece
todos los auxilios (pie pida , obligarse después por medio de un tra-
tado á dispensarla, no todo g é n e r o , sino cierta clase de auxilios; y ¡i
dispensarla esos auxi l ios , no en cualquiera ocasión , sino en ciertas
ocasiones; y no en ocasiones (pie deba señalar la nación necesi tada
de socor ro , sino en aquellas que lunac ión protectora de termine ,
osuna decadencia en la amistad , no un progreso.


Considerado el tratado de la cuád rup l e alianza bajo este nuevo
punto de vista , (pie es el suyo , se advier te desde luego cuánto ver -
ran los <pie , doliéndose del profundo olvido en que yace por parte
de la Francia , a tr ibuyen ese olvido á miras interesadas y á inten-
ciones ambiciosas. No : el mal no está c u q u e la Francia tenga mi-
ras interesadas sobre la península. En esta t ierra , inundada hoy de
sangre y regada de lágr imas , no está el jardín de las Espérides ni
ei Vellocino de oro para oscilar la codicia de atrevidos e x t r a n j e r o s .
El mal está en que el gabinete francés no se cuida de nosotros : en
q u e , para nuestras n e e e . i d a d e s , sus manos están vac ias , v hasta
sus ojos están secos. V si queremos descubrir el origen de esta s i -
tuación deplorable , no le encontraremos c ier tamente en una m u -
danza de ánimo caprichosa por piarte del gallineto francés , sino en
el trastorno que han e x p e r i m e n t a d o , d e s d ó l a revolución de julio
acá , todas las alianzas e u r o p e a s ; t r a s t o r n o , cuyo pr imer síntoma
ha sido el t ratado de la cuádruple alianza ; s igno , para algunos , de
ventura, y para m í , de que iba comenzando la progresión descen-
dente de la amistad francesa hacia; la revolución española.


bi \ e i d . i ( i : T o origen de esa progresión descendente ••a~ íoaaiea-




(ra en q u e , desde la época de la revolución de julio basta la del
t r a t ado , y desde la época del tratado hasta el dia , las cuestione-
sobre intereses políticos han ido perdiendo t e r r e n o , y las cuestio-
nes sobre intereses mater iales han crecido en magni tud , y han
iranado en importancia. l í an perdido terreno las pr imeras ; porque
el gobierno t r a n c e s , habiendo contenido a la revolución en los li-
mites del o rden , es ya reconocido por la Europa Septentrional, como
un hecho consumado, l ian crecido en magnitud las segundas ; por-
que la Rusia , dueña de los Dardanclos desde el tratado de ba lda r
Skeles i , amenaza desde Sebastopol á Gonslunliunplu, y desde
Gonstantinopla al Mediterráneo ; mientras que con su protectorado
de la Persia quiere ponerse en disposición de elegir en t re el Golfo
Pérsico y el camino de Alejandro, para penetrar con sus huestes
en la India.


Ahora bien : desde el momento en que las cuestiones sobre in -
tereses materiales han vuelto á p reva lecer sobre las de principios,
las alianzas antiguas han vuelto á prevalecer sobre las nuevas
a l i anzas : y nadie que no sea m i o p e , puede dejar de advert i r , de
algún tiempo á esta partí!, una alteración profunda en las mutuas
relaciones de los gabinetes de Europa. El Austria, que en 1830 rom-
pió con la Inglaterra para aliarse con la Rusia, en 1838 celebra con
la Inglaterra un tratado de comercio , evidentemente hostil á los in-
tereses rusos. La F ranc i a , que en 1830 se en t regó á la Inglaterra
c iegamente , vacila en t re la amistad do la lnglatora , á quien tiende
todavía la mano , y la amistad de la Rusia , en quien tiene puestos
los ojos. Es decir, que s i , por una p a r l e , es cierto que las nuevas
alianzas no están públicamente rotas , por oirá parle , es cierto t am-
bién que están de hecho quebran tadas ; porque comienza á hacerse
sentir la neces idad , sino de res tablecer en todo su fuerza \ vigor, á
lo menos de respetar las an t iguas . La tendencia visible di 1 la Francia
es evitar las colisiones europeas , manteniendo el sltihi i/tio de la cues-
tión del Oriente, y tomarse (¡empopara pensar si ha do aliarse con la
I n g l a t e r r a , ó si ha de aliarse con la Rus ia , manteniendo entre las
dosel mas completo equilibrio. Esto sirve para explicar su concluida
en la cuestión española. Mientras que la Francia tuvo por onenu-




- 10! -


gas á las potencias del Norte , in teresadas en man tene r en la penín-
sula el despotismo, la Francia conspiró por nosotros, se nos ofreció,
y contrató con nosotros ; porque los contratos , los ofrecimientos y
las conspiraciones e ran medios de hacer al Nor te la g u e r r a . Por la
misma razón , desde que está en paz con el mundo , ni conspi ra , ni
se ofrece, ni con t ra ta ; se abstiene : y se abst iene , porque c ree que
no podria sernos hostil sin romper con la Ingla ter ra , ni podria ser-
nos abier tamente favorable sin romper con las potencias del Norte ,
en una época en que todo rompimiento al teraría su pol í t ica , que
consiste en mantener entre las g randes potencias el statu qao y el
equilibrio. Tales son los h e c h o s , con respecto al t ra tado de la c u á -
druple alianza ; y tales las causas que lo expl ican.


Este célebre t ra tado ha corrido hasta cier to punto la misma
s u e r t e , que las disposiciones tomadas de común acuerdo por los
soberanos de Europa en el congreso de Viena. Las disposiciones del
t r a t a d o , como las disposiciones del congreso , subsisten, porque
están escritas , y porque no han sido so lemnemente abrogadas .
Pero subsisten, sin ejercer acción sobre el mundo ; subsisten, si no
abrogadas por otras disposiciones, suprimidas por los hechos .
¿Dónde está el reino de los Paises-Bajos, l lamado á la vida contra
la naturaleza de las cosas , y por la voluntad de los reyes? ¿Dónde
está la Polonia , á quien en el congreso de Viena ofreció vida y li-
bertad el autócrata de las Rusias? Dos g randes estremecimientos
han producido dos grandes m u d a n z a s , dando á la Bélgica una c o -
rona , y á la Polonia un sepulcro. Así, la trama laboriosamente l e -
gida por los congresos , es destegida violentamente después por las
revoluciones.


Si queremos levantar los ojos al origen del cambio profundo
que han exper imentado las alianzas europeas desde 1830 á 1 8 3 8 ,
le encontraremos en el desarrollo que desde entonces acá ha alcan-
zado la cuestión del Oí iente . Cuestión inmensa , enigma g r a v e , te-
meroso , si puede decirse as í , de cuya adivinación dependen los
destinos futuros del género h u m a n o , y que espanta á la imag ina -
ción , y abruma al entendimiento .


Las generaciones presentes asisten al espectáculo mas m a g n í -TOVTO I ! . | ¡




(ico, en t re cuantos vieron pasar los hombres en las antiguas edades:
porque asisten á la prolongada agonía de un mundo q u e , en el
principio de las cosas , fué cuna de todos los pueb los , fuente y orí-
gen de todas las religiones y de todas las c ienc ias ; y q u e , en el
t iempo que corre , es vana figura de sí propio , y (p ie , si afirma
aun sus flacos miembros sobre sus frágiles es tr ibos, es porque apo-
ya su lánguida decrepi tud sobre los hombros de otro mundo. El
Oriente no existe , sino porque el Occidente le sostiene : y así y
t odo , vendrá á t i e r ra ; porque no hay civilización tan poderosa,
que pueda fortalecer con su contacto á las civilizaciones que c a d u -
can ; ni apoyo tan firme , que pueda sostener á los imperios que
caen. Pero el Or i en t e , al espi rar , deja una inmensa herencia, y un
inmenso vacío. ¿ Quién l lenará este vac ío? ¿quién recogerá esa
herencia? ¿ Serán l lamados todos los pueblos del Occidente á ves -
tirse sus magníficas ves t idu ras , á repar t i r se sus preciados tesoros,
y á de r ramarse por sus fabulosas r eg iones? Y si no son llamados
todos los pueblos de Occidente, ¿cuál es el pueblo l l amado?¿cuá l es
el pueblo feliz, á quien depara la suerte el señorío de la t ierra?Porque
señor de la tierra habria de ser el q u e s e a tan poderoso , que lleve
á cabo la empresa de dilatar su dominación hasta los últimos lími-
tes de las regiones orientales del mundo . Verificada la catástrofe, y
consumada la toma de posesión del Oriente por un pueblo , ¿ cuál
es el porvenir de la Europa , cuáles sus nuevos destinos, en p r e sen -
cia de ese pueb lo , señor de las t ierras y los m a r e s , á cuyo gigan-
tesco principado servirán de límite los polos? Eos hombres lo igno-
ran. Por eso , aguardan las naciones (pie llegue el dia señalado per-
la Providencia, para calcular en tonces , cuál ha de ser la nueva a u -
rora de los nuevos t iempos. El statu quo de la Europa se explica pot-
es ta angustiosa incer t idumbre , Las naciones pe rmanecen inmóvi -
les; porque c ie r tas , como e s t á n , de que un abismo ha de abrirse
ante sus p i e s , y de (pie una g ran catástrofe ha de \ enir sobre la
t i e r r a , i gno ran , tan profunda es la oscuridad de las tinieblas en
(pie andan , si sus pasos han de acelerar ó r e t a r d a r la catástrofe; y
sí moviéndose , se acercan ó se separan del ab ismo.


Tal es la cuestión que , en virtud de recientes é importantísimos




acontecimientos , ocupa hov casi exclusivamente la atención de la
diplomacia europea. Las cuestiones sobre principios políticos, que
determinaron lodas las alianzas en 1S30, no son poderosas para d e -
terminarlas ya en -1838- Solo la cuestión del Oriente es una c u e s -
tión actual ; la de principios políticos ha perdido su importancia ,
desde que la revolución de ju l io , en donde tuvo su o r igen , es un
hecho consumado , ¡pie nadie intenta supr imir ; porque per tenece á
la historia.


La cuestión del Oriente tiene do fecha cincuenta años , espacio
ríe tiempo en que comienza , y puede decirse que a c a b a , la d e c a -
dencia precoz del imperio de los Osmanl i s ; y en que comienza , y
puede dorarse que a c a b a , el crecimiento prodigioso d é l o s ruso*.
Jamás han visto los h o m b r e s , en tan b reve espacio de t iempo,
descender á los poderosos de tan grande altura á tan baja humil la -
ción , y subir á los humildes de tanta humillación á tan eminen te
(dina.


El que hoy se llama imperio de Rusia , era todavía , en el
siglo x v u , el gran durado de Moscovia. Cuando Pedro el Grande
subió al t r ono , solo tenia diez y seis millones de h a b i t a n t e s , s u j e -
tos s iempre, antes de este t iempo, á las incurs iones , y aun á la d o -
minación de los pueblos que formaban sus fronteras. La Europa solo
de nombre conocía á ese pueblo bá rba ro y oscuro , re legado en t re
las nieves del polo. El primer tratarlo en que in te rv iene , es el
de !0 de octubre de 1733 , por e! cual los rusos concertaron alianza
con el Aust r ia , para arrojar del trono de Polonia á Stanislao , s u e -
gro do Luis XV. Ocho años después , en i T i l , sol ¡citados por la
Inglaterra, se reunieron por medio do otro tratado a l a Ingla terra ,
á la Polonia y al Austria contra Francia , España y C e r d e ñ a , liga-
das en favor del elector de naviera . En 1733 , intervinieron en la
guerra de siete años, siendo ajustada en Pe te r sburgo la paz de 3 de,
mayo de 17(r2, en t re la Rusia y la P r u d a .


Asi, la Rusia comienza por intervenir en los asuntos de Polo-
nia , para intervenir después en los negocios de Alemania , solicita-
ilos por la Inglaterra. finiré lauto, la revolución de 1780 viene á
conturbar el m u n d o , v ¡i conmover cu su asiento las naciones. Y




— IM --


la Inglaterra , poniendo á sueldo á la Europa contra la I 'rancia, pro-
digó principalmente sus tesoros á la Rusia , y la condujo por la mano
á Memania, á Italia y á París. Ocupada la Rusia , en 181'2, en una
guerra con. la Turquía , y descando la Inglaterra que quedase de-
sembarazada y libre para volver contra la Francia su ejército del
Danubio , forzó los Dardane los , y obligó al sul tán á firmar la paz
de Bueiiarest, y á ceder á la Rusia la Besaravia , j la Moldavia basta
el Prnth. Va en época anter ior , (atando los ejércitos franceses r o m -
pieron por el Egipto , la Ing la t e r r a , ambiciosa de la alianza de los
r u sos , los había p u e s t e e n posesión de Corfú y de las islas Jónicas:
resul tando de a q u í , que la I n g l a t e r r a , por altos designios de la
Providencia , ó por capricho de la fortuna , ha sido la (pie dio fuer-
zas al gigante (pie ahora amenaza su imper io ; la que le abrió las
puer tas del Oriente, y del Occidente ; la (pie le llevo en triunfo por
la Alemania , y por la Francia, y por la Italia ; la que., para excitar
su codicia, le mostró con el dedo la ciudad mas magnífica, \ el
lago mas bello de la t ierra : el Mediterráneo y sus tesoros , Cons-
tantinopla y su ha rem.


En el misino espacio de t iempo en (pie Rusia extendió su in-
fluencia política en todas las al ianzas y t ransacciones de Europa,
acreció su territorio y población tan d e s m e s u r a d a m e n t e , que el que
fué ayer impercept ib le ducado , es hoy el mas dilatado imperio del
mundo ; siendo de aliento tan a l t ivo , que quiere imponer tributo en
iodos los m a r e s , y rodear con sus nerviosos brazos lodo el orbe de
Ja fierra. Sus principales fronteras .son : por el Occ iden te , la Prusia
o r i en ta l , el Báltico, el golfo de Finlandia y el de Botlmia : por el
Norte , el mar del Polo cubre la par te de sus fronteras , que se d i -
latan desde el mar Blanco hasta el es t recho de Behr ing : por el Orien-
te , le sirve de límite el Océano pacífico ; y por el Sur, se pone en
c o n t a d o con la China. El Báltico , el mar Negro y el Caspio están
á su servicio. V sin embargo , este imperio colosal necesi ta , para
existir, el golfo Pérsico, ei Medi terráneo y Constan!inopia. Necesita
por capital á Constantinopla ; porque la que ahora t i e n e , es la peor
situada del m u n d o . Necesita el Medi ter ráneo; poique sin su pose-
sión, la industria de sus provincias meridionales se ext ingue ; \ por-




- Ili.'l -•


que cerrados los Dardanolos , la Rusia no es sonora del mar Negro,
siuo aillos bien su prisionera. Necesila , en ti 11 , el golfo Pérsico;
porque el golfo Pérsico es el rundió de la ludia.


Por donde se v e , que s i , para los demás pueblos de la Eu-
ropa, la posesión de nuevos mares y de di latadas regiones es una
cuestión ile p reponderanc ia , la posesión del .Mediterráneo v de
Coustantinopla , por lo m e n o s , es para la Husia , una cuestión de
existencia. Esto explica por qué sus ojos se han lijado s iempre con
predilección , desde que comenzó á e n g r a n d e c e r s e , en el caduco
imperio mahometano. Sus conquistas empero no han llegado á
a larmar ser iamente á las naciones , sino desde 1 8 2 8 , en que. los
rusos, habiéndose apoderado de Warna , se abrieron camino pol-
las gargantas , inaccesibles hasta entonces , del Balkan, y ajustaron
la vergonzosa paz de Andrinópolis , en virtud de la cual se hicie-
ron dueños de parlo de la Armenia y de las principales forta-
lezas de la ( i eorg ia , quedando reconocida y sancionada su inter-
vención en los gobiernos de la Moldavia , de la Yalaquia y de la
Serv ia , «pie desdo entonces pueden l lamarse con razón provincias
¡usas. Tal era el estado de las c o s a s , cuando habiéndose roto bis
hostilidades, cuatro años después , entre el sultán y el bajá ambicioso
de Egipto , se declaró la fortuna por el subdito contra el soberano,
habiendo llevado el sultán lo peor de la batalla. Entonces la Rusia,
pérfidamente gene rosa , ofreció al sultán su protección; teniendo
entendido, que la protección es un medio más seguro de conquista
«pie la guer ra . Así lo entendieron también los antiguos romanos ,
maestros en el arlo de d o m i n a r á las g e n t e s , siendo debida más
bien la dominación universal de aquellos republicanos famosos éi
la constante astucia y habilidad de sus patr icios, (pie al valor de sus
disciplinadas legiones, liorna no venció j a m á s , sino para tener el
derecho de proteger al venc ido ; pero los vencidos temieron menos
sus viclorias que su p ro t ec to rado ; porque es mas humillante la
se rv idumbre que impone un protector, que la que se debe á los
azares do la guerra y á un revés d e b í fortuna. La Rusia ha sido la
heredera de esa política., de que no tuvieron ocasión de arrepen-
tirse . en los tiempos antiguos , los conquistadores de] mundo . Po-




- - in i ;


lonia no perdió su libertad o independencia , sino cuando ios ruso*
penetraron , para proteger esa independencia y esa libertad , en
sus tumultuosos comicios. Y desde el dia en q u e la Rusia se declaró
protectora de su nacionalidad y de su constitución en el congreso de
Viena, no fué difícil de adivinar , que estaba próxima á perder su
consti tución, su nacionalidad, y hasta su nombre . Así se lia hecho
señora de la Pe r s i a ; no porque la venc ió , sino porque después de
haberla vencido, la protejo. Así domina sin oposición en los conse-
jos del su l t án , é impera en C.onsíaníinopla ; no porque venció al
sultán en los campos de batalla , sino porque le protegió contra el
bajá sublevado , recibiendo , mi cambio de su protección , la llave
d é l o s Bárdamelos, por la cual hubiera dado el mas bello llorón de
su corona , y la sangre mas pura de sus venas .


Mientras que el imperio uiso ensancha sus límites, el imperio de
los Osmanlis mira es t recharse más y más todos los días el círculo
de su horizonte. La estrella de Pedro el Grande ha eclipsado á la
estrella de Mahoma : midiéndose tan á compás sus movimientos,
tpie á un tiempo mismo comenzaron una á br i l lar , y otra á oscu-
recerse ; una á subir , y otra á descender , distando hoy la de Pe-
dro el Grande del zen i t , lo que la de Mahoma del ocaso. ¿Qué es
hoy la q u e , después de Roma, ha sido la ciudad de las c iudades :
la que recibió inciensos y tributo de las antiguas gentes con el
nombre de R i z a n d o , de los griegos del bajo imperio con el nom-
bre de Constanlinopla , y de sus propios conquistadores con el nom-
b r e de Stambui? ¿Qué es hoy osa (dudad famosa, con sus tres nom-
bres de r e ina? Una (dudad indolen te , colgada de un cáelo siempre
azu l ; y q u e , para esparcir su v i s t a , tiene dos mundos , y para ba-
ñar sus pies , tiene dos mares . Una reina indolente , (pie se despoja
para dormir , de todos sus atavíos , y que va arrojando uno á uno,
porque lastiman su sien, todos los florones de su magnífica corona.
Una reina indolente, (pie pierde en pocos días un imperio; que pierde
la Se rv i a , la Yalaquia , la Moldavia, casi todas sus regencias de
África, la Grec ia , el Eg ip to , la. Siria , la Arab ía , las islas de Chi-
pre y de Candía; y que tiene que compr imi r , al mismo tiempo en
la Bosnia, la Maocdonía y la Albania , la insurrección de sus vasa -




- It.T


¡los : esa es Constantinopla. Su corazón apenas tiene fuerza para
lat ir ; su mano no la tiene ya para llevar su c e t r o , ni su frente
para sostener su d iadema.


Siendo tan flaco el poder de Constantinopla, y tan desmesurado
y colosal el de la Rus ia ; y siendo ya esta úl t ima po tenc ia , por el
tratado que la franqueó los Dardanelos , señora de sus des t inos , no
causará , por c ier to , asombro que la Europa se ocupe , con prefe-
rencia á las cuestiones políticas, en la cuestión del Or ien te ; y que
siendo esta ahora la cuestión d o m i n a n t e , se o rdenen y se s u b o r -
dinen á ella todas las nuevas alianzas.


Comprimida la revolución f rancesa , el Austr ia y la Prusia co-
mienzan á temer mas á las ambiciosas águilas moscovi tas , que al
pacifico es tandar te de los tres colores. La Prus ia , con sus trece mi-
llones de hab i t an te s , que más bien que un cuerpo de nac ión , for-
man un campamento confuso de polacos, de aus t r íacos , de sajones,
de suecos, de alemanes y de franceses; con su configuración á todas
luces viciosa, y con sus dos religiones r i v a l e s , mira con espanto
el gigantesco desarrollo de la Rusia , que puede llevar á sus puer-
tas g randes e jérc i tos , unidos en t re sí con los vínculos de una m i s -
ma religión v de una misma raza. En cuanto al Austria, imperio
decrépito ya y caduco, compuesto de Estados que fueron i n d e p e n -
dientes, y cuya independencia vive todavía en su memoria , de Esta-
dos que conservan aun sus idiomas primitivos ; imperio compuesto
de cien diversas capi ta les , y en donde cada capital tiene opinio-
nes que la son propias, simpatías á que no puede renunciar , y an-
tipatías que no qu ien 1 vencer , nada más puede decirse , sino que
después de la Ing la t e r r a , es l a q u e más tiene que temer del en-
grandecimiento ruso , y de la cuestión del Oriente . Más de cuatro
millones de sus subditos per tenecen á la religión g r i e g a , cuyo pon_
tífico es el autócrata de todas las Rusias ; y dos de sus mejores
provincias pertenecen á las indómitas razas s lavas, que el au tó-
crata conduce, y que con su fuerza de asimilación acrecientan sus
dominios. El dia en que deje de existir el hombre de Estado q u e ,
como Atlante , sostiene? el imperio con sus h o m b r o s : ó el dia en
que los rusos se apoderen de Constantinopla, el Austria será bo r -




i OS -
'•¡«.la del libro de las naciones, ó cuando menos, del de las grandes
potencias.


Por donde se v e , que la preponderancia do las cuestiones de
intereses materiales sobre las de principios polít icos; ó lo que es lo
mismo, la preponderancia de la cuestión del Oriente sobre las cues-
tiones que tuvieron su origen en la revolución de ju l io , ha sido
causa de (pie se q u e b r a n t e n , de hecho y á un mismo t i empo, las
alianzas del Norte , y las de Europa . Se han quebran tado las alian-
zas del N o r t e ; porque de hecho el Austria y la Prusia se han s e -
parado de la amistad de la Rusia : se han quebran tado las alianzas
del Mediodía; porque de hecho el gabinete francés se ha separado
de España. Hay, sin embargo , una notable diferencia entre el rom-
pimiento más é) menos ostensible del Austria y de la Prusia con la
Rusia, y el quebra tamiento mas ó menos ostensible , por parte de
la F ranc ia , del t ra tado s o l e m n e , por el que quedó obligada á de -
fender contra la usurpación y la rebeldía el trono español y la l i -
ber tad española. Esta diferencia consiste en que , prevaleciendo las
cuestiones de intereses materiales s ó b r e l a s de principios políticos,
el Austria y la Prusia han obrado con acierto , separándose de la
Rusia ; porque los intereses materiales de la Rusia están en contra-
dicción con los intereses mater iales de la Prusia , y con los in te re -
ses mater ia les austríacos : mientras q u e , separándose el gabinete
francés del gabinete e spaño l , ha sacrificado á un mismo tiempo sus
principios polí t icos, y sus intereses mater ia les . Es dec i r : (pie mien-
tras que la Prusia y el Austria , re t i rándose de la Rusia , han sacr i -
ficado lo menos á lo m á s , el gabinete nances , re t i rándose del e s -
pañol , lo ha sacrificado todo , causando admiración á la Europa la
sublimidad de tan generoso sacrificio.


Toda la política actual del gabinete francés [«ira con el español
se reduce á una absoluta indiferencia. Y como la indiferencia no
lleva consigo su justificación , sino cuando recae sobre cosas que
son en realidad ind i ferentes , el gabinete francés no puede justifi-
car su política, sino demost rando que es indiferente para la Francia
lodo lo que sucede aquende los Pirineos : y para que esta d e m o s -
tración sea completa y pueda ser aceptada , no basta demostrar lo




J (>'.) -


imposible, demostrando que para la Francia es indiferente el triunfo
de! rebelde (¡fulos, ó el de Isabel I I ; porque aun entonces se vería
obligado á intervenir en los asuntos de España , si no demostraba
otra cosa imposible, conviene á s a b e r ; que siéndole indiferente que
reine Isabel, ó reine (¡arlos, le es indiferente también que haya ó
no haya un gobierno pacífico y asentado en la nación española :
porque si no demost raba esto t ambién , demost rando que la a n a r -
quía en España le es de todo punto indiferente, estaba obligado á
intervenir , sino en favor de ninguno de los ejércitos bel igerantes , á
lo menos para sofocar en ambos campamentos la anarquía. Para
demostrar esta segunda cosa impos ib le , es d e c i r , que le es indife-
rente que en España haya anarquía ó haya gobierno , estaba obli-
gado á demostrar antes otra tercer cosa imposible , conviene á s a -
ber : que puede ser indiferente á una nación todo lo que suceda
en una nación vecina. Solo demost rando todas estas cosas , puede
justificar el gabinete francés su absoluta indiferencia en los asuntos
de España. Yo (pie tengo, no sé si la desgracia ó la fortuna de con-
cebir mejor los delirios (pie los a b s u r d o s , concebiría que la F r a n -
c ia , olvidada de sí propia , de los pactos que la ligan , de los prin-
cipios que p roc l ama , y rebelándose contra la conciencia del género
h u m a n o , que juzga á las naciones como juzga á los r eyes , in tervi -
niese en favor del pre tendiente y contra la reina legít ima, en favor
del despotismo y contra la libertad española. Pero lo que no puedo
concebir , es su absoluta indi ferencia , que para un f rancés , debe
ser la mayor de todas las faltas, y para un español , el mayor de
iodos los c r ímenes . Pues qué , prescindiendo por ahora de que la
indiferencia por una cosa que no puede ser indiferente, es absurda ,
¿es lícito mirar con indiferencia los desastres de un gran pueblo?
¿es lícito asistir sin conmoverse al espectáculo de los g randes i n -
fortunios? He l lamado g rande al pueblo español , y á sus infortunios,
g randes ; porque al contemplar lo que somos, no quiero prescindir
de lo que fuimos : á los que fueron poderosos y son humi ldes , á los
(pie fueron ricos y han venido á p o b r e z a , sienta bien la altivez;
porque la altivez es su único patrimonio : ¿ c ó m o , p u e s , no s e n -
taría bien á un pueb lo , cuyas quillas rompieron todos los mares ,




— I7u —


cuya bandera respetaron las nac iones , cuyo nombre fue glorioso
entre las g e n t e s , y cpie llevó sobre su sien , como un peso liviano,
la corona de dos m u n d o s ?


Mostrándose la Francia indiferente en nuestros asuntos in ter io-
re s , no solo se rebela contra el sentido común, sino también contra
su propia historia. Con efecto, si su historia tiene razón , no tiene
razón la Francia. La política del gabinete f rancés , en toda la p r o -
longación de sus tiempos his tór icos , ha sido constantemente inter-
venir como actor en las cuestiones españolas . Muchas veces fue
nuestro e n e m i g o ; otras nuestro aliado ; pero j a m á s , hasta el día,
ha sirio espectador indiferente de nuestras glorias ó nuestros d e s a s -
tres , de nuestras guerras ó de nuestras discordias civiles. Carlo-
Magno , Luis XIV y Napoleón , esos tres representan tes augustos
de las épocas de mayor auge y explendor para la Francia , en
quienes solo tuvieron cabida altivos pensamientos y gigantescas
concepciones , no miraron j a m á s con indiferencia las cosas y las
cuestiones de España. El pr imero, á pesar de sus guer ras de al lende
el llhín , a t ravesó los Pirineos á la cabeza de sus huestes, para t e n -
der una mano amiga á los pocos que se habían refugiado en las
montañas del Norte para l ibrarse del estrago de las a rmas agarenas .
Garlo-Magno no pensaba en el R h i n , cuando se le presentaba oca-
sión de decidir con su espada una cuestión española. Luis XIV s a -
crificó , por nuestra amistad , la del Austria , y el señorío de los
Paises-Hajos : y Napoieon jugó á la vuelta de un dado , pos-la c o -
rona de España , la corona del mundo ; por el cetro español , el c e -
tro de las naciones. Cuando se considera la importancia que esos
tres g randes personajes históricos dieron siempre á las cuestiones
e spaño las , y se la compara con la indiferencia que afectan por
nuestras cosas los consejeros de Luis Felipe , el entendimiento no
puede concebir q u e la importancia sea e x a g e r a d a , y la indiferen-
cia conveniente ; que lo que afirma un gabinete , sea mas razonable
que lo que afirma la historia ; que los consejeros de Luis Felipe ten-
gan r azón , contra Napoieon , Luis XIV y Garlo-Magno.


Y no la t i enen , en verdad : po rque el estarlo interior de la na-
ción española no-puede ser indiferente á la Francia en ningún caso:




— 171 —


ni en tiempo de paz , ni en t iempo de gue r r a . No puede serla i n d i -
ferente en tiempo de paz ; porque si llega á d e r r a m a r s e la anarquía
por todas las provincias de España , y si ¡a sombra de gobierno que
hoy exis te , deja ríe existir á impulsos de una democrac ia turbulenta
¿quién protejerá los intereses comerciales de la Franc ia , y en quién
encontrarán apoyo los subditos f ranceses? Si los unos y los oíros
dejan de ser r e spe t ados ; si las masas populares l legan á v e r , en
los intereses franceses , intereses con t r a r iosá los intereses españo-
les , y en cada subdito de la F r a n c i a , un agente hipócrita de un
gobierno enemigo , ¿quién salvará los intereses y los h o m b r e s , de
las frenéticas muchedumbres? ¿ignora el gabinete francés, por ven-
tura, los extremos á (pie puede dejarse a r ras t ra r un pueblo á quien
s e engaña? Bien sé que entonces el gobierno francés acudi rá á las
represa l ias , á los bloqueos y á la guer ra : pero si las g u e r r a s , los
bloqueos y las represalias tienen p o r objeto obligar á un gobierno
a transigir y aun á ceder ¿ cuál puede ser el resultado d e los b l o -
queos, de las represalias y de las g u e r r a s , cuando no hay un g o -
bierno que pueda ceder , ni (pie pueda transigir ? Cuando las m u c h e -
dumbres gobiernan , son inútiles las amenazas ; porque las m u c h e -
dumbres ni ceden ni t rans igen. Fl único remedio entonces es tá , no
en la g u e r r a , sino en el ex te rminio . Ahora b i e n , ¿es tá dispuesta
la Francia á ex te rminar á todos los españoles? Esta, y esta sola es
la cuestión.


Con efecto. Que una anarquía completa en España es posible,
n o habiendo una intervención contra el pr ínc ipe r e b e l d e , es cosa
fuera de toda duda : que exasperados los ánimos contra la Francia
por su culpable indiferencia, pueden volverse , en medio de la a n a r -
quía, contra sus subditos y contra sus intereses comerciales, es cosa
na tura l ; y de semejantes catástrofes encontramos insignes t es t imo-
nios en la historia : (pie l legado este caso , no habrá en España un
gobierno á quien se pueda obligar á ceder ó á t r a n s i g i r ; ó que si le
h a y , será impotente para contener los ímpetus p o p u l a r e s , es una,
cosa clara á todas luces : (pie en este caso, son inútiles los b loqueos ,
las represalias y las guer ras , es cosa (pie no necesita demostración:
que siendo estos remedios ineficaces, el único remedio eficaz c o n -




sisle en el ex t e rmin io , os una cosa evidente . Luego el gabinete
francés, estando decidido á no intervenir , debe estar p r e p a r a d o á
exterminar. Ahora b i e n , repitiendo mi pregunta ¿está la Francia
dispuesta á ex te rminar á todos los españoles?


Si el estailo interior de la nación española no puede ser indife-
rente á la Francia en t iempo de p a z , en tiempo de guerra la ha de
ser menos indiferente todavía. .No es esta la opinión del gabinete
f rancés , si hemos de juzgar de su opinión por sus actos. Tampoco
es la opinión de algunos acredi tados publicistas , puesto que el pro-
fesor Rossi escribió en uno de los números de la Revista francesa,
órgano del part ido doc t r inar io , estas palabras s o l e m n e s : — La
Francia en sus luchas continentales no necesita de la ayuda de Es-
paña ,


Lo que importa á la Francia es estar al abrigo de toda agre-
sión -por parte de los Pirineos , cuando sus ejércitos marchen hacia el
lihin : [jorque, aunque, se halle amenazada de ana gran coalición, si
por ventura no se encuentra (ajotada como en LSI i-, ó desorganizada
y dividida corno en 18-13, puede resistirá todos sus enemigos, y
apoyar fieramente su izquierda en el Océano y su derecha en los Al-
pes, siempre que esté segura por su, espalda; y que un numeroso ejér-
cito español no tale sus provincias , y no obligue á sus ejércitos á vol-
ver la cara á todas parles. De cuya doc t r i na , nueva á la verdad
en t re los publicistas y hombres de estado de Furopa , deduce el
profesor Rossi la consecuencia , de que lo que á la Francia conviene,
es que la unidad española se quebran te ; pues solo siendo quebran-
tada , podrá dejar de ser, en caso de guerra y de conflicto , e m b a -
razosa. Prescindiendo por ahora del egoísmo cínico y profundo ¡pie
en esta doctrina se descubre , y prescindiendo también de toda con-
sideración que se derive de las nociones de derecho y de justicia,
convencido como estoy de que en las cuestiones que interesan a la
nacionalidad de los pueb los , suelen ser mas atendibles las razone-
der ivadas de la utilidad que las que reconocen una base mas ancha
v un origen mas alto , me contentaré con demostrar que esa doc-
tr ina, considerada teór icamente , se opone á la razón, y considerada
p rác t i camente , se opone á la conveniencia .




La curs lam os gravo y t r a scenden ta l ; porque si es cierto (pie ¡a
Kspaña puede servir á la Francia de es torbo y de embarazo , es tando
unida ; y si es cierto que , en las g u e r r a s cont inentales , la Francia no
necesita de su a p o y o , el interés de la Francia consis te , en que
nuestra unidad se rompa, y en que nues t ras discordias se acrecien-
ten : pero s i , por el contrario , se demues t ra que la nación francesa
puede necesitar, en sus guer ras cont inenta les , del apoyo de la nación
española, entonces el interés «le la Francia consiste, en que la na-
ción española sea M I aliada y su amiga , y en <|ue su unidad sea con-
sistente y robusta. Siendo esto as í , ¿ e s v e r d a d , como afirma el pro-
fesor Rossi, «pie Kspaña no puede servir de ayuda á la Francia?
¿Fs verdad que la F ranc i a , e n c a s o de g u e r r a , no necesita de su
a v u d a ; porque puede apoyarse firmemente en el Océano y en los
Alpes?


En cuanto á lo pr imero , no puedo menos de adver t i r , que si
España, ayudada noblemente por la F r a n c i a , pusiera un término
á la guerra civil que la devora , contar ía con uno de los ejércitos
mas agüen idos del mundo ; y q u e el Rbiii es tan conocido como el
Tajo de los ejércitos españoles , acos tumbrados á t remolar en t ie r -
ras eslrañas , y en defensa de los pr incipios que sostienen , los glo-
riosos pendones de Castilla. En cuanto á lo segundo, es de estrenar
ciertamente (pie el profesor Rossi confie tanto en la seguridad de
los Alpes, cuando la neutralidad suiza no ha sido respetada nnnea
por ¡os enemigos de la Francia ; y cuando la Francia pudiera e n -
contrar un adversario donde busca un amigo , y un combate en
donde busca un apoyo. Si todas estas razones tienen fuerza , tratán-
dose de una guerra cont inental , su fuerza es mayor aun , si se su-
pone á la Francia empeñada , á un mismo tiempo, en una guer ra
continental y en una guerra mar í t ima; porque entonces , combatida
en todos los mares y en su propio terr i tor io , su situación rec lama-
ría imperiosamente el apoyo de los Pir ineos, y el amparo de n u e s -
tros puertos y colonias. De (Linde resulla (pie , asi en la guerra
como en la paz, el gabinete francés no puede mirar con indiferencia
nuestras cuestiones interiores y nuestras discordias c iv i les ; y que ,
asi en la atierra (auno mi la paz , el gabinete francés está g rande-




- ¡74


monte interesado en que la nación española sea regida por un go-
bierno amigo y poderoso .


Si la unidad de España es lo que mas conviene al gabinete fran-
c é s , su desmembración ser ía para la Francia una de sus mas gran-
des ca l amidades , y uno de sus mas g r a n d e s infortunios. La guerra
no es posible en E u r o p a , sino á causa do un grande conflicto de
intereses, ó de un conflicto de ideas; porque no puede fundarse sino
en la contradicción de los intereses malcríales ó morales de los
¡niobios. Si los intereses materiales p reva lecen , y la guerra tiene
en ellos su origen , la Francia no puede temer una agresión por
par te de E s p a ñ a , ahora esté d e s m e m b r a d a , ahora se encuen t re
u n i d a ; porque en uno y en otro c a s o , España, sin comercio y sin
industr ia , ni tiene aliados ni rivales en el comercio del mundo.
Si los principios políticos preva lecen , y la guerra tiene en ellos
su origen , entonces España constitucional , una y compacta , puede
lanzar sus huestes á la arena, para combat i r en nombre de la civili-
zación meridional contra la civilización del .Norte : por el c o n t r a -
r i o , véase lo que sucederá , si está d iv id ida , y si se encuentra
d e s m e m b r a d a .


Las provincias de allende el l i b r o , careciendo de todo punto
de elementos monárquicos y del elemento aristocrático , adoptar ían
forzosamente , después de su desmembrac ión , instituciones demo-
cráticas en su esenc ia , y en su forma republ icanas , viniéndose á
poner así en pugna y en conflicto con el elemento monárquico y el
mesocrá t ico , que consti tuyen la índole de la monarquía francesa.
Constituidas en semejante situación , siendo raquíticas y endebles ,
venían á serla de todo punto inút i les , si es (pie no la servían de es-
torbo y de embarazo . Siendo prósperas y felices, acredi taban la
idea del federal ismo; y la idea del federalismo es la mas opuesta
al progreso político y social , y á las instituciones de Francia. En
tiempo de p a z , esa idea sería bastante poderosa para poner, sino
en estado de mov imien to , en estado de inquieta excitación á las
masas populares . En tiempo de guer ra , la Francia monárquica , r o -
deada de la Bélgica, por donde se dilata oculto el fuego republ i -
cano de la Suiza , en donde tiene el federalismo su t r o n o , y do las




provincias españolas , asiento de la igualdad democrát ica , tendría
que hacer frente á las legiones del .Norte, ceñida de repúbl icas , que
en vez de servirla de escudo, la carcomerían su s e n o ; porque el
mismo trecho hay en t re las monarquías constitucionales y las r epú -
blicas , que entre las monarquías absolutas y las monarquías consti-
tucionales (1 ) .


Hasta ahora , he procurado demostrar , que la nación francesa y
la española están unidas no solamente por sus principios políticos,
sino también por sus intereses mater ia les ; y por cons igu ien te , que
la indiferencia de la primera, con respecto á la s e g u n d a , aunque se
explica por los trastornos que han expe r imen tado las alianzas de
Europa desde la revolución de julio acá , á causa de la p reponderan -
cia de los intereses materiales sób re los principios polí t icos, no está
justificada ni aun por esos t ras tornos ; puesto que la intervención es
igualmente provechosa para la F ranc i a , ya se verifique en nombre
de sus intereses políticos , ora se verilique en nombre de sus i n t e -
reses materiales. I'ero no basta para rni propósito haber demost rado
que la Francia está interesada en la terminación de nuestras discor-
cias civiles; sino que es necesario también , para que sea cumplida
mi demostración, rebatir los dos únicos a rgumentos en que se fun-
dan los hombres de Estado que sostienen, más allá de los Pirineos,
una opinión contraria á la mia.


Ea intervención en España, dicen unos , es la guerra , ó cuando
menos, la enemistad con el .Norte. La in te rvención , dicen o t ros ,
i arece do objeto y de motivo ; porque no puede dar un gobierno á
la nación española ; y de un gobierno, es de lo que la nación espa-
ñola se encuentra necesitada.


Estos dos argumentos son graves : porque si la Francia no


puede salvar los Pirineos sin parapetarse en el Rhin , y si los e s p a -


ñoles hemos llegado á tal punto de degradación y de miseria , que


no podemos consentir otra ley que la de nuestro anárquico a l h e -


lí) Cnanto manifiesto ;n|\ii corara la opinión del profesor Rossi, está copiado lite-


ra lmente .de un articulo que publique solire este asunto en el C O R K K O N ' U ' I O X A I de


l a de julio último




- r/r, -..
dr ío , la i n t e rvenc ión , siendo inútil para noso t ros , sería para la
Franc ia , azarosa : y en el úl t imo caso, un pueblo no puede ser re-
generado por la intervención , sino por la conquista. Estos p o d e -
rosos argumentos son infundados , por fortuna; porque ni cf gab i -
nete francés expone la exis tencia ó la seguridad del Estado , con su
intervención en España ; ni la nación española está condenada irre-
vocablemente á fluctuar entre la b á r b a r a dominación de un dés -
pota , ó la ignominiosa de una desenfrenada muchedumbre . N o :
no está el Cielo sordo bas t áos t e punto á nues t ras fervientes plega-
rias : aun no ha ret irado Dios su mano de nosotros ; y para, resistir
noblemente á nuestros largos infortunios, todavía nos queda la fé
de nuestros corazones , el valor de nuestros pechos , y el manto de
su misericordia.


l ie dicho que el gabinete francés no expone la existencia ó la
seguridad del Estado, con su intervención en España, (ion efecto : ó
se realiza la intervención en época en q u e , por acontecimientos
inesperados, vuelvan á prevalecer las cuestiones de principios polí-
ticos sobre los intereses materiales y sobre la cuestión del Oriente;
ó en época en que la cuestión del Oriente y las cuestiones de in te -
reses malcríales p reva lezcan , como prevalecen ahora , sobre las de
principios políticos. En el pr imer ca so , la situación de la Francia
será análoga á su situación de 1 8 3 0 ; y siéndolo, su interés consis-
tirá en in tervenir , puesto que su intervención aumentará su poder
en el Mediodía , sin aumenta r su peligro por par le del Norte. En el
segundo c a s o , es decir , en el caso en (p iepreva lezcan , como p r e -
valecen a h o r a , sobre las cuestiones políticas la cuestión del Oriente
y las cuestiones de intereses mater ia les , la intervención seria igual-
men te provechosa para la Franc ia , estando igualmente exenta de
pel igros. Entre la in tervención en el primer c a s o , y la intervención
en el s e g u n d o , no hay mas diferencia q u e , en el primer ca so , el
provecho de la Francia es claro á todas l u c e s ; mientras q u e , para
demostrar que la intervención le es igualmente provechosa , en el
s egundo , son necesarias a lgunas explicaciones.


Si la cuestión del Oriente ha a l te rado la situación respectiva de
las potencias del Nor t e , no ha al terado menos profundamente la




_.. 177 —


situación respectiva de la Inglaterra y de la Francia . Si la revolución
de julio , como he manifestado ya , solo para la Inglaterra fué p r o -
vechosa , considerada bajo su aspecto diplomát ico, solo para la
Francia es provechosa la cuestión del Oriente : viniendo á resultar
de aquí un g rande trastorno en la política de estas dos g randes p o -
tencias, y un cambio absoluto en sus respectivas situaciones. En 1830
solo la Francia se encontró g ravemen te compromet ida : en -1838,
solo la Inglaterra se encuentra g ravemen te amenazada . En 1830 ,
la Franc ia , sin la alianza de la Ing la te r ra , se hubiera encontrado
sola en Europa : en 1838 , la Inglaterra , sin la alianza de la Franc ia ,
se encuentra sola en el mundo. En 1830 , la Inglaterra era la úni-
ca nación que no estaba empeñada de un modo directo en la cues-
tión política que habia dividido á las naciones : en 1 8 3 8 , la Francia
es la única nación que no está comprometida de un 'modo directo en
la cuestión del Oriente . En 1 8 3 0 , la alianza de la Inglaterra con la
Rusia hubiera causado quizá la desmembración de la Francia : en
1 8 3 8 , la alianza de la Francia con la Rusia despojaría á la Ingla-
terra del mas rico llorón de su corona , despojándola de la India, y
arrebataría de sus manos para s iempre el cetro de los mares . La
Inglaterra, p u e s , es en 1 8 3 8 , lo que fué la Francia en 1 8 3 0 ; y la
Inglaterra fué en 1 8 3 0 , lo que es la Francia en 1 8 3 8 . Por lo demás ,
el poderío que, ahora t iene la Francia , y el que tuvo antes la Ingla-
t e r r a , reconocen un mismo origen y un mismo fundamento. La
posición insular de la Inglaterra fué causa de que nada tuviera que
comer de las guer ras que hubieran podido levantarse en Europa,
con la terrible sacudida de la revolución de julio : y la posición geo-
gráfica de Francia es causa de que nada pueda temer del d e s a r -
rollo territorial de la Rusia ; y de, que, pueda ser, si así cumple á
-us deseos , pacífica espectadora en la cuestión del Oriente .


Tres rumbos puede seguir la Francia en el caso de un rompimiento
definitivo entre la Inglaterra y la Rusia, á saber la alianza rusa, la
neutra l idad, y la alianza inglesa. Si prefiere la alianza inglesa, to-
dos los esfuerzos de la Rusia para conquistar la Ingla ter ra son es té r i -
les; porque solo teniendo la Rusia por amiga una nación poderosa en
ios mares como la F r a n c i a , puede conquistar , y conservar después




de conquistadas, aquellas vastas regiones : pero en cambio do este
gran beneficio , ningún aumento de poder puede recibir la Francia
de la Ingla ter ra . A"o puede recibir de ella sus ant iguas fronteras;
porque la Inglaterra , por su posición insular, no es bastante pode-
rosa para influir en las divisiones terri toriales del continente : no
puede recibir de ella un aumento de su poder marí t imo y comercial;
porque la Inglaterra no puede compart i r , sin perecer , el monopo-
lio y el señorío de los mares . Por donde se v e , que con la alianza
inglesa , nada recibe la Francia en cambio de lo (pie d a , siendo de
todo punto estériles sus sacrificios.—Si prefiere la alianza rusa, e n -
tonces la Inglaterra hab rá de sucumbir , porque la Rusia contará con
el apoyo de una nación marí t ima , mient ras que la Inglaterra estará
sola en el mundo , sin amigos ni a l iados . El Austria y la Prusia, que
la tenderían de buen grado una mano llena de socor ro , se verán
obligadas á pe rmanecer en una completa inacción; porque la inac-
ción es la ley de la Alemania , s iempre que la Francia y la Rusia
están unidas. Jamás los pueblos a lemanes se movieron libre y des-
embarazadamente , sin estar apoyados en la Francia contra la Rusia,
ó en la Rusia contra la F ranc ia . La alianza rusa traería para la
Francia las consecuencias siguientes : 1 .* La Rus ia , en cambio de
su dominación or ien ta l , objeto fijo de sus ambiciosas pretensiones
desde los t iempos mas r e m o t o s , renunciar ía de buen grado á sus
proyectos de influencia sobre la confederación germánica , y á su
engrandecimiento por la parte de Occidente, :2. a Supuesto este cam-
bio en su polí t ica, la Rusia daría á la Francia sus fronteras del
Rhin , consentiría su influencia en los estados a l e m a n e s ; y para
darla una prenda segura contra futuras é imprevis tas contingencias,
consentiría en el restablecimiento de la independencia y de la na-
cionalidad de Polonia. 3 . " Estando subord inada , para la Rusia, su
dominación marít ima á su dominación territorial, y no ambicionando
la p r i m e r a , sino como indispensable complemento de la segunda,
miraría sin sobrecejo la dominación francesa en las costas africa-
nas; la acrecentaría tal vez con la posesión del Egipto, como piensan
algunos graves escr i tores , y no pondría obstáculos á su influencia
en la península española .—En fin, si la Francia pref iérela neutrali-




- 17!) -


dad , entonces renunciará á casi todas las ventajas de la alianza ru-
sa , y evitará todos los inconvenientes de la alianza inglesa , reser-
vándose solo para sí la majestad propia de quien tiene la conciencia
de que se halla revest ida ríe un supremo arbitraje.


¿Cuáles de estos rumbos se rá seguido por la F ranc ia? ¿ y cuál
se rá , en cada una de ellos, su interés con respecto á la cuestión
española? Fn cuanto á lo primero , solo diré que es muy difícil ad i -
vinar' por ahora la línea de conducta (pie seguirá la Francia en la
cuestión del Oriente : p o r q u e , si por una par te reclaman de ella
la neutral idad, ó la alianza rusa sus verdaderos intereses, por otra ,
la alianza inglesa será al tamente rec lamada por las preocupaciones
políticas. í,o que desde ahora puedo afirmar, sin temor de ser d e s -
mentido por los hechos, y lo que está fuera de toda d u d a , es que si
el rey de los franceses reina y g o b i e r n a , la alianza rusa p r eva l e -
cerá sobre la inglesa; así corno, si la prorogat iva real es vencida
por la prerogativa pa r lamenta r ia , la alianza inglesa prevalecerá
sobre la misa , con menoscabo de los intereses territoriales y ma-
rítimos de la Francia. Pero sea de esto lo que q u i e r a , lo que mas
conviene á mi propósito , es demost rar cumpl idamente , que el
gabinete f rancés , ora se declare n e u t r a l , ora se decida por la In -
glaterra , ó bien se ligue con la Rusia , en ningún caso puede espo-
nersc á un rompimiento de hostil idades con el N o r t e , por su in te r -
vención en las cuestiones del Mediodía ; y por consiguiente , que
teniendo mucho que esperar , nada tiene que temer , por su inter-
vención en los asuntos de la península española.


Si la afianza ing lesaos la que p r e v a l e c e , el gabinete francés,
ora in tervenga, ora se abs tenga de intervenir en la cuestión espa-
ñola , se ve rá obligado á gue r rea r contra la Rusia ; y ora in terven-
ga , ora se abstenga de in tervenir , estará en paz con la Alemania.
Que estará en paz con la Alemania, absteniéndose de in tervenir , es
claro á todas luces : y que aun interviniendo, esta paz no será rota ,
parecerá cosa fuera de toda d u d a , si se advier te q u e , si por una
pa r te , el Austria y la Prusia están interesadas en el triunfo del
depotismo en la península española, por otra , están mas interesa-
rlas aun en el abatimiento de la Rus ia , llegado que sea el caso de




- 1 SO -
decidir la cuestión del Oriente . Ahora b i e n : como el abatimiento
de la Rusia no puede verificarse sin la alianza francesa; ni la alianza
francesa podría conse rvarse , en el caso de la intervención, sin que
esta intervención fuese consent ida por el Austria y por la Prusia,
el Austria y la Prusia la consentirán indudablemente , sacrificando
sus intereses políticos á sus intereses mater ia les , la cuestión espa-
ñola á la cuestión europea .


Si la alianza rusa es la (pie prevalece , la Francia estará igual-
mente exenta de temor , igualmente desembarazada y libre para
intervenir en la cuestión española. Esta opinión parecerá, á primera
vista, es traña : porque á la verdad ¿cómo es posible concebir,que
siendo el gabinete francés aliado del autócrata del Norte, pueda
intervenir desembarazadamente en nuestros negocios interiores?
¿(ionio es posible concebir , que pueda arrojar en favor de la liber-
tad su espada, sin (pie detenga su mano la mano del rey del polo, y
sin (pie paralizo su acción con su inexorable velo? Y sin embargo,
•según mi modo de v e r , con la alianza rusa quedaría el gabinete
francesil las desembarazado aun que con la inglesa, para in terve-
nir en los asuntos de España. Esta opinión es tan contraria de suyo
á la opinión por todos recibida , que para afirmarla en sólidos fun-
damentos , no es ta rán demás algunas explicaciones.


( ionio, por una p a r t e , el gobierno de la Rusia es despótico; \
cómo, por otra, se le ha visto intervenir en todas las grandes coa-
liciones formadas contra la Francia , y en lodos los congresos de
los reyes , de aquí nace la creencia v u l g a r , de que la Rusia os la
mas interesada en destruir los gé rmenes de libertad derramados
por la Europa. Este es un er ror , y un error g rave ; v no lo es, por-
que la Rusia sea amiga de la l ibertad de los p u e b l o s , sino porque
no está d i rec tamente interesada en destruir , en el .Mediodía de la
Europa, las instituciones l ibres : y no oslándolo, su sentimiento do-
minante no es el odio , no es el amor ; es solo la indiferencia. Si
esta opinión parece , á primera v i s ta , contraria á los hechos, oslo
consiste en que los hechos están mal comprendidos, por haber sido
mal explicados. Es verdad que la Rusia intervino en todas las coa-
liciones contra la Francia, en t iempo de la revolución de 1789; pero




­ isi ­
no intervino por odio a una. revolución, de cuyos principios nada
podia temer d i rec tamente , intervino con el pretexto de la revolu­
ción , para extender su influencia por la Кагора , y asegurarse un
voto decisivo en s u s negocios interiores, lis verdad (pie intervino en
los tratados de 1814 y de 1811); pero intervino solo para debilitar
a la nación f r ancesa , cuyo poderío la era odioso, por ser incom­
patible con sus p r o y e c t o s de influencia preponderante e n los asun­
tos de Alemania, lis verdad , en fin , que se lia manifestado con t ra ­
ria á la revolución de julio en estos últimos t iempos; pero esto
consiste en su temor de que la Franc ia recobrase s u s fronteras del
l lbin, y su influencia en los estados a l e m a n e s ; y sobre todo , en su
no infundado temor de que recobrara su independencia la Polonia,
lis decir, (pie mientras que las demás naciones se armaron contra
la Francia, en 1702 y en 1831) , para sostener el principio monár ­
quico contra el democrá t i co , la Rusia se armó contra la Francia,
para llevar a c a b ó l a empresa de su engrandec imiento ; siendo para
ella una cuestión de intereses materiales , la que era para las demás
una cuestión de principios políticos, listo expl ica , p o r q u é el empe­
rador Alejandro fué el mas templado y clemente , y el que manifestó
menos encono contra las instituciones de la Franc ia , después de
conseguida la victoria. No podia ser de otra numera . ¡Pues qué !
¿podia temer por ventura el emperador Alejandro (pie se procla­
mase en San Petorsburgo la soberanía del pueb lo? ¿podia temer
ver rodeado su trono de asambleas deliberantes? ¿podía temer q u e ,
"ii la vasta ostensión de sus listados, proclamasen su soberanía las
asambleas primarias , y su omnipotencia las secciones? F o q u e el em­
perador Alejandro d e s e a b a , era el engrandecimiento de la Rusia :
lo que temía, era el engrandecimiento de la Francia : si atacó su re­
volución, fué poique en su revolución victoriosa consistía su e n g r a n ­
decimiento. De donde se deduce , que la Rusia no está interesada en
destruir la libertad en Europa , sino en el caso en que la libertad
vulnere di 1 alguna manera sus intereses materiales : porque los vul­
neraba en 1830 v en 179.2, la combatió en 1702 y e n 1830 . Si
o n ' 1 8 3 8 , la libertad política deja salvos sus intereses materiales ,
la Rusia no se levantará contra la libertad política de los pueblos.




- 1S2


Ahora Lien; esto es lo (¡ue sucede rá , sin duda n inguna , en el caso
en que la Francia se l igue con la Rusia en la cuestión del Oriente.


Con efecto. Si la Rusia hasta ahora ha tenido fijos sus ojos en
Alemania, y si ha procurado sacar provecho de las guer ras conti-
nentales para acrecentar su indujo en Europa , esto consiste, en
que no habiendo llegado los tiempos de ex t ende r su dominación por
las regiones orientales , porque la cuestión del Oriente no estaba
tan adelantada que pudiera tener una solución próxima y decisiva,
le era forzoso condenarse á la inacc ión; ó á da r un alimento á su
ac t iv idad, con su intervención en torlas las cuestiones europeas .
Pero llegado el caso supremo de elegir en t re el cetro de Occidente,
que no podria ser conquistado sino después de haber vencido en
cien batallas á poderosas nac iones , y el cetro del Or ien te , que
aguarda que venga el que l e b a de sostener, de las regiones pola-
r e s , la Rusia no vacilará un momento en abandonar sus proyectos
ambiciosos sobre Alemania , torciendo su curso hacia Constanlino-
pla y la ludia . Véase por (fué, en el caso de que se ponga en tela
de juicio la cuestión del O r i e n t e , y en el caso de (pie, para resol-
ver la en el sentido de sus propios in t e reses , cuente la Rusia con el
apoyo de la Francia , la Francia no solo conservará sus insti tucio-
nes polít icas, sino (pie podrá propagar las sin peligro por los Esta-
dos a l e m a n e s , y defenderlas sin recelo en la península española;
podrá defenderlas sin recelo y propagar las sin pe l ig ro , porque la
Rusia, que j amás temió á la l ibertad del Occidente, sino como m e -
dio de acrecentamiento y de poder para la Francia, no la temerá
de ningún modo , cuando no se oponga á su desarrollo ese poder,
ni á sus miras ambiciosas ese acrecen tamiento .


Dos mundos deben ser regenerados : el Occidente y el Oliente :
esos dos mundos serán regenerados por dos pueb los , la Francia y
v la Rusia : esos dos pueblos rec ib i rán su fuerza de regeneración,
d e d o s diversos principios : del principio político, y del principio
religioso. Rusia regenerará al Oriente con su iglesia griega y con
su absolutismo. El catolicismo y la l ibertad regenerarán al Occi-
den te , siendo en él representados por la Francia . Cuando esos pr in-
cipios , inoculados en esos dos pueblos , estén en pacífica domina-




cion de los dos mundos , entonces sin duda se encont rarán algún
dia en los limites de sus respectivas fronteras, y esc dia será el gran
dia del combate : porque, al fin, si la civilización es hasta cierto
punto progres iva , y el género humano hasta cierto punto perfecti-
ble, fuerza será que en lo futuro el género humano obedezca á unos
mismos principios políticos y á u n o s mismos principos religiosos; y
q u e , así para los hombres como para las sociedades, sea una la p a u -
t a , y una la ley . Si lo que es g r a n d e a u n mismo t iempo y sencillo,
es digno de la Providencia , bien pudiera ser este el plan de la
Providencia; porque es sencillo á un mismo tiempo , y es g r a n d e .


Habiendo sido el principal objeto de este artículo explicar la
conducta bien ó mal entendida del gabinete francés , con respecto
á nuestros asuntos inter iores , y demost rar que esa conduc ta , si
puede exp l i ca r se , no puede ser just i f icada, me parece oportuno
hacer aquí un ligero resumen de cuanto he dicho hasta ahora , para
que se descubra mas claramente la ilación de mis ideas.


La alianza y las guer ras genera les de los pueblos son d e t e r m i -
nadas siempre por un principio dominan t e , que no suprime á los
d e m á s , pero se los subordina . Desde la destrucción del imperio ro -
mano hasta la paz de Weslpha l ia , el dominan te es el principio r e -
ligioso. Desde la paz de Westphalia hasta la revolución francesa, los
intereses mater iales son los que p reva lecen , y la cuestión en E u -
ropa dominante es la del equilibrio europeo . Con la revolución
francesa, comienza la preponderancia del pr incipio polí t ico, cuya
p reponderanc ia , decadente ya en Jos úl t imos tiempos de la r e s t au -
ración de los Borbones, se afirma con la revolución de Julio. En
osla época , se quebrantaron todas las alianzas fundadas en in tere-
ses mater ia les ; y se formaron otras nuevas , fundadas en principios
políticos. Los principios políticos deb ían prevalecer sobre los inte-
reses mater ia les , todo el t iempo que es tuviesen amenazados los
tronos por la revolución, y la revolución por los t ronos. Al princi-
pio, el riesgo de la revolución fue inminen te , [ ionpío se coligaron
contra ella todos los soberanos del Norte ; siendo también i n m i -
nente el peligro de lo* tronos , porque la revolución buscó su a m -
paro en la propaganda francesa. En este tiempo de sumo pel igro, la




Francia conspira por la l ibertad española ; disminuida la inminencia
del r i e sgo , se nos ofrece con todos sus recursos : pasada su grave-
dad , contrata : y pasado el peligro de todo p u n t o , se abstiene. Fn
este tiempo , que es el que ahora corre, aceptados los tronos por la
revolución , como hechos históricos , y la revolución por los tronos,
como un hecho consumado, vuelven á preva lecer los intereses ma-
ter ia les , sosegadas ya las t empes tades políticas.


Supuesto este estado de cosas , el gabinete francés ha racioci-
nado de esta m a n e r a . — S i la alianza española tuvo su fundamento
en la preponderancia de los principios políticos sobre los intereses
materiales , ahora que los intereses materiales vuelven á prevalecer
sobre los principios políticos , debe quedar de hecho rota esa alian-
za : como quiera que la Francia no debe obrar , del mismo modo que
cuando estuvo en peligro, cuando se encuentra s egu ra .—Es te racio-
cinio s irve para explicar la conducta de la Francia : pero no siendo
de buena ley , no la justifica.


Con efecto. Fs verdad que los intereses materiales vuelven á
prevalecer en Europa sobre los principios políticos; pero como lo<
priucipios políticos no dejan de ex i s t i r , porque los intereses m a t e -
riales comienzan á prevalecer , la Francia t endrá s iempre un in te-
rés político en la cuestión española ; y por consiguiente , tendrá
s iempre interés en in terveni r en nuest ras discordias civiles. Sin
e m b a r g o , si aconsejándola su ínteres político la in te rvenc ión , su
ínteres material la aconsejara la indiferencia, la indiferencia debería
preva lecer sobro la intervención ; puesto que los intereses materia-
les prevalecen, en los t iempos (pie ahora co r ren , sobre ios principios
polít icos. Ahora b ien : la in te rvenc ión , aconsejada por los principios
polít icos, está aconsejada también por los intereses mater ia les .


La Francia puede estar en paz ó en guerra con otras naciones.
En el pr imer caso, está mater ia lmente interesada en intervenir ,
para evi tar (pie la anarquía comprometa sus intereses materiales en
la pen ínsu la , y la seguridad de los subditos f ranceses; p o r q u e ,
¡tara salvar sus intereses ó á sus subditos compromet idos , no en-
contrará un gobierno (pie pueda ceder , ó que quiera transigir, ame-
nazado por los b loqueos , por las r ep resa l i a s , ó por la guer ra . Fn




el segundo cuso , la guerra con otras naciones puede ser con t inen-
tal , ó continental y mar í t ima ; y n a c e r , ó ser independiente de la
cuestión española. Siendo independiente d é l a cuestión española, y
cont inenta l , necesita apoyarse en los Pirineos ; porque no tiene se-
guros los Alpes; y para apoyarse en los Pirineos , necesita que Es -
paña sea una y poderosa . Siendo independiente de la cuestión de
España , y á un mismo tiempo continental y mar í t ima , necesita el
apoyo de los Pirineos , y el de nuestros puertos y colonias. En
cuanto á la segunda suposición , es decir , la de que la guerra pueda
tener su origen en el acto de la intervención en España , es de todo
punto imposible , cualesquiera que sean las circunstancias en que la
Francia se encuent re . Si la revolución vuelve á estar en peligro
por excesos , la intervención ni disminuirá ni aumentará el peligro
de la guer ra . Si la revolución no cor re r i e s g o , y prevalece sobre
todas las cuestiones políticas la cuestión del Oriente , la intervención
española no llevará en su seno la guerra , ni en el caso de la alianza
con la Inglaterra , ni en el caso de su neutra l idad , ni en el caso de
su alianza con la Rusia ; que son los únicos casos posibles. Si la
alianza inglesa prevalece, la guerra con la Rusia es inevitable, haya
ó no haya intervención en España. Si la alianza rusa es la que p r e -
valece , la guer ra es imposible por par te de l aPrus ia y del Austria;
porque estarán condenadas á la inacción, y al mas duro y p e r m a -
nente bloqueo : es imposible, por parte de la Rusia; porque estando
interesada en la alianza francesa , y poniendo solo sus m i r a s e n la
cuestión or ienta l , mirará sin sobrecejo la dilatación de las ideas de
la Francia por las naciones de Occidente. En fui, si la neutral idad
prevalece, su neutralidad no será quebran tada , ni por la Ing la te r -
ra , ni por el Austria , ni por la P rus i a , ni por la Rusia ; porque t o -
das las naciones est imarán en mucho la neutral idad de quien , siendo
hostigada , pudiera convertirse en enemiga , sintiéndose p o d e -
rosa. Colocada en esta situación fuerte, inexpugnable , ¿quién duda
que la Francia podría intervenir , exenta de temor, desembarazada
y libre ( I )?


I I I h e s p i i i - s •!<* m i | t i v s ; i la iiarlv di' ar l icnlu «u i i t w Me hice carie.) del




— ISO —
De todo lo dicho hasta aquí resulta, que la Franc ia , mantenién-


dose indiferente con respecto á la cuestión española , ha descono-
cido á un mismo tiempo sus tradiciones his tór icas , sus intereses
políticos y sus intereses materiales : que ha perdido la inteligencia
d e lo que de ella exige la posición que hoy tiene en el m u n d o ; y
que , si es cierto que las nac iones , como los ind iv iduos , reciben
de la mano de Dios g randes catástrofes en cambio de grandes fal-
tas , l legará un día en que vengan sobre la nación francesa castigos
de guer ras y de d i s turb ios , y en que volviendo los ojos á todas
par tes , en ninguna encuent re una mano amiga , que la saque de su
soledad y desamparo . ¿ Ni quién acorrer ía en el riesgo á una n a -
ción ingra ta , que ha perdido la memoria de las relaciones que con
nosotros la unieron en nuestros días de ven tu ra? ¿Quién acorrería en
el riesgo á una nación ingrata , á qu ien , en vez de humildes súplicas,
podríamos presentar un memorial de ag rav ios , escrito con nuestra
sangre : á quien podríamos deci r : = «¿Nos desconoces? ¿apartas
de nuestras miserias tus ojos indiferentes? Pues rscucha : nosotros
somos los q u e , de resultas de la guerra de suces ión, para tí solo
provechosa , nos vimos pobres y humildes habitantes de un suelo
desvas tado; nosotros somos los que , después de esa guerra de d e -
solación y de exterminio , perdiendo nuestro influjo en Alemania, y
nuestro imperio en Italia y en los Países-Bajos, fuimos huéspedes
en estas vastas provincias , de que habíamos sido señores . Nosotros
somos los que , de resultas de esa g u e r r a , en donde tienen su orí-
gen todos nuestros infortunios, miramos á Gibraltar en manos de
los ingleses , y a rde r nuestra flota en Vigo. Nosotros somos los que ,
en esta época de triste recordación, rec ib imos de tí leyes, después
de haber dado la ley al mundo . ¿Nos desconoces ahora? Nosotros
somos los q u e , cuando gue r r eabas con la Inglaterra en 1 7 0 1 , y s ién-
dote adversa la fortuna , nos pusimos á tu lado , sin reparar en el


a r g u m e n t o eonlra la intervención , que se. funda en que. la. España de lo que nece-
sita , es de fíoliierno , y que la in tervención no -puede dar la lo que. neces i t a , he co-
nocido que , vista la desproporc ionada extens ión de .es te a r t i cu lo , no podia tratar
en él tan importante mater ia . En otra ocasión, e x a m i n a n ' cumpl idamente este a-uu-
!<>. e! mas disaio quizás de l lamar la atención de. un Immlirc de Kstad.e




— 187 -


riesgo : los que arrojamos á la Europa, como prenda de nuestra fi-
delidad , en vez del acta de nuestra emancipación , el pació de fa-
milia, sublimemente generosos. ¿Nos desconoces ahora? Nosotros
somos los que , cuando favoreciste con tus armas la emancipación
de las colonias inglesas, pusimos á tu disposición nuestras escua-
dras, nuestros tesoros y nuestros ejércitos; los que, sin reparar que
teníamos en América colonias, fuimos soldados de la independencia
y de la libertad de América, porque eras tú soldado; y pusimos,
como pusiste, tú , la corona de la independencia y de la libertad so-
bre sus sienes. ¿ Nos desconoces ahora ? pues escucha. Hubo un dia
en q u e , frenética y delirante, rompiste con la humanidad; en que
proclamaste la divinidad de la razón, después de habérsela negado
al S e r Supremo; en que , después de haber echado por tierra al
trono, convertiste en trono al patíbulo; y en que , después de ha-
ber decapitado á tu rey, hiciste rey al verdugo. Toda la Europa se
conjuró contra tí; porque tus crímenes te habían hecho fábula y lu -
dibrio de las naciones. Pues b ien: nosotros somos los q u e , siendo
religiosos y monárquicos, vacilamos por largo tiempo todavía en
declararte la guerra : los que arrepentidos luego al punto , hicimos
la paz ( I ) : los q u e , aun no satisfechos con la paz , nos apresuramos
á concertar contigo alianza (2), uniendo nuestra mano, pura de toda
mancilla, con tu mano llena de sangre : los que, cuando nos levan-
tamos contra t í , no nos levantamos á la manera de la Europa ar -
mada de todas armas contra un monstruo, sino como unos hijos
que se levantan para sujetar á su madre, traspasados de dolor, por-
que está su madre demente. ¿ Nos desconoces ahora ? Nosotros s o -
mos los que , de resultas de la alianza que concertamos contigo,
después de la paz de líasilea, sostuvimos contra la Inglaterra dos
guerras marítimas , que devoraron nuestro presente y nuestro por-
venir , devorando nuestra marina, cegando los canales de nuestro
comercio, y las fuentes de nuestra industria. Sepamos ya lo que
(aes , puesto que sabes lo que somos.


(11 paz de J!a«ili';t en 1795.
i2i L a paz de R a d i c a »»> i -o i i v i r l u í NI a l i a n z a il<>s|>iit'>




- I S S —


Tú eres la que ciega de ambición , y sedienta de usurpaciones
y conquis tas , rompiste por los P i r ineos , viniéndote estrecho ol
m u n d o , para ceñir al que habia sido tu so ldado, y era tu señor,
con la diadema que pensabas a r rancar de la ungida sien de n u e s -
tros reyes : la q u e , en premio de los tesoros que te habíamos lo-
camente prodigado , y de la sangre que habíamos vertido por tí en
los campos de batalla , viniste á nuestro propio suelo , para pedir á
nuestras minas mas t e so ros , y á nuestras venas mas sangre . FJ
astro de nuestra independencia venció entonces al astro de tu g l o -
ria ; pero al mismo t iempo que vencíamos á tus ejércitos en las l i -
d e s , tan g rande era nuestro amor por t í , que proclamábamos tus
propias ideas en Cádiz. Tú eres la q u e , cuando esas ideas, que no
e ran nuest ras sino tuyas , dominaron en España, viniste otra vez á
España para conducir al al tar del sacrif icio, y poner en manos del
sacrificador á los que no habían cometido mas cr imen, que ser tus
ciegos imitadores . Tú e r e s , en fin , la que viéndonos hoy tristes,
miserables y aba t idos , apar tas de nuestra t r i s teza , de nuestras
miserias y de nuestro abatimiento tus ojos; y la que , mostrándole
indiferente á nuestra c a u s a , á nuestro trono y á los t r a tados , te
muestras sorda á la voz de la just icia , á la voz de la libertad y á la
voz de la inocencia. Si no amparas á la inocencia; si no defiendes
la libertad ; si no respe tas á la justicia ¿cuá les son tus ídolos? ¿cuál
es tu cul to?» =


Al terminar este artículo con tristes y dolorosos r ecue rdos , he
perdido tal vez aquella calma y mesura que he procurado conservar
a n t e s , y que en asuntos de tanta g ravedad y t rascendencia se re-
quieren ; pero mi indignación tiene su origen en una dote con que
me envanezco, y en una debi l idad, debida sin duda á mis primeras
impresiones, y á mis pr imeros estudios. La dote con que me enva-
nezco , es un amor ent rañable á mi pais ; y la debilidad que publ i -
co , es mi inclinación irresistible , instintiva por la Francia . ¿Quién
no de r r amará lágr imas de despecho y de dolor, al ver á la nación
francesa más apartada de la española por su indiferencia, que pol-
los Pirineos? ¿Quién no lamentará tan áspera separac ión , y tan
sacrilego divorcio ?




PROYECTO DE LEY
S O B R E E S T A D O S E X C E P C I O N A L E S ,


P R E S E N T A D O Á LAS ULTIMAS CORTES


POR EL MINISTERIO DE DICIEMBRE.


ARTÍCELO PUBLICADO EN LA REVISTA DE MADRID,


EN Ef. AÑO DE 1839.






ESTADOS EXCEPCIONALES.


JUL ministerio de diciembre presentó á las últimas cortes un pro-
yecto de ley sobre los estados excepc iona les , que comenzó á d is -
cutirse , y quedó pendiente en la úl t ima legislatura. Acogido b e n é -
volamente por la comisión del congreso de señores d ipu tados , este
proyecto de ley debe llamar la atención de todos los hombres pen-
sadores , que aspiran á h e r m a n a r , en circunstancias difíciles y bor-
rascosas, la l ibertad de los individuos y la fortaleza del gobierno.
Por esta r a z ó n , me lia parecido no solo conven ien t e , sino también
necesario analizar en una revista , consagrada por su naturaleza al
examen de cuestiones filosóficas, este p royec to , que da larga m a t e -
ria para consideraciones de la mas alta y t rascendenta l filosofía. De
este examen resul tará , para todos los hombres imparciales, el íntimo




— 192 —


convencimiento, no solo de que el proyecto es bueno en s í , sino
también de q u e , todo bien cons ide rado , y á pesar de los lunares
(pie le afean , como á todas las obras de les h o m b r e s , es el mejor
(pie hoy dia existe en la Europa civilizada.


Si el gob ie rno , como es de presumir , tuvo p resen tes , a! fijar
las bases de su proyecto de ley, todas las disposiciones legislativas
(pie sobre este asunto existen , así en nues t ro propio país como en
otras t ierras e x t r a ñ a s , no tardaría en adver t i r que sus investiga-
ciones , lejos de dar por resul tado un cúmulo de materiales (pie
sivieran de base á su edificio, y tal copia de doctrinas asentadas ,
(pie hiciese fácil su empresa , solo podrían dar por resultado el triste
convencimiento de que este proyecto de ley carecía de preceden-
tes , y de que al redactar le , no podría invocar en su abono ni la
autoridad de la exper ienc ia , ni la sabidur ía de los legisladores.
¡Triste convicción á la verdad , bas tan te por sí sola para producir
la desconfianza hasta en los fuertes , y hasta en los animosos des-
aliento !


El gobierno no podia encontrar los precedentes que buscaba,
en los paises no regidos por instituciones l ibera les ; porque donde
el poder es u n o , y una la voluntad que hace la ley, el legislador
no se liga á sí propio con una ley s is temát ica , seguro como está ,
de que cuando los acontecimientos rec lamen su acción , su acción
ha de, ser tan rápida como las circunstancias ex i j an ; y de qne al
realizarse en la sociedad, no ha de encont ra r en su camino ni obs-
táculos que la debi l i ten, ni oposición que la ene rve . Las leyes sis-
temáticas, las leyes a l tamente previsoras solo existen en los códigos
de los pueblos libres ; porque solo en los pueblos libres se reconoce,
así por los que obedecen como por los que m a n d a n , la necesidad
de previsión y de sistema. Donde á la formación de las leyes con-
curren varios p o d e r e s , la ley no puede, ser obra de un momento.
Donde la ley no puede ser obra de un m o m e n t o , debe llegan- antes
del momento en que debe ser ap l icada ; porque en este momento
vendría ta rde . La perezosa elaboración de las l e y e s , (p ie , con-
siderada bajo un solo aspecto , es un nial , viene á convertirse fre-
cuentemente cu bien ; porque hace necesaria la previsión en los




legisladores. Por e so , la previsión es oí carácter dominante de lo*
gobierno» representa t ivos , como la rapidez el carác ter dominante
d é l o s gobiernos absolutos.


\ o pudiendo encontrar los precedentes que b u s c a b a , en los
gobiernos absolutos, el ministerio de diciembre debió volver sus
ojos hacia los pueblos l ibres ; pero en vano. La Inglaterra , ya sea
por sil aversión nunca desment ida hacia la fuerza militar, aversión
que con-tituye uno de sus caracteres históricos; ó más bien, porque
allí se atiende más á lo (pie en circunstancias análogas persuade la
tradición y la costumbre , que á lo que previene la ley; sea , en fin,
como j o o rco , por anillas causas r e u n i d a s ; la Ing la te r ra , repito,
no nos ofrece en sus anales n inguna ley sobre el estado excepcional
íle sitio ó de g u e r r a , que pueda servir á las naciones que la han
seguido en la car re ra de la civilización , de tipo ó de modelo.


En cuanto á la Francia , aun cuando no carece de disposiciones
legislativas sobre los diversos estados excepc iona les , que el go-
bierno quiso sujetar á la previ-ion de la ley, todavía es cierto que
no nos ofrece escrita en sus códigos una ley sistemática , (pie pueda
adoptarse como un todo , modificable s í , poro a c a b a d o ; como un
precedente seguro.


La Asamblea Const i tuyente , que dotada de aquella pe r seve ran -
cia impasible (pie da la l e , y del impetuoso ardor que inspira el
ingenio, no rehusó nunca la responsabilidad de una iniciativa osada
en todas las reformas sociales, fijó de un modo claro y luminoso
i o s principios (fue el legislador debía tener p resen tes , al declarar
un punto del territorio en estado de guer ra ó en estado do sitio.
Desgraciadamente, la ley de julio de 1791 , en la que la Asamblea
Constituyente dejó consignadas sus doctrinas , solo es aplicable á las
plazas de guerra , siendo por lo tanto una ley, más bien de carácter
militar, (pie de c a r a d o r político.


En -17Í.2, en la víspera de medir sus a rmas con la Europa , y
de entregarse ¡i un combale sin t reguas y sin de scanso , la Francia
extendió sus declaraciones de estado de guer ra y de sitio , no solo
á las plazas fuertes, sino también á las c iudades populosas , no c e r -
cadas de muros , y aun á veces á un vasto terri torio ; pero ni la au-


i . o i ' i r . !•->




- 1U4


loridad de los jefes mi l i tares , eu esos oslados de excepción , estaba
señalada por la ley ; ni el modo do hacer esas declaraciones estaba
sujeto a reglas de te rminadas y l i jas , ni á formas legales, y como
legales , protectoras . Las declaraciones se hacen unas veces por el
general , \ otras por un procónsul , y o t r a s , en fin , por la Comisión
de salvación pública, cuyo pesado cetro se extendía hasta donde se
extendían los límites, de la Francia .


El directorio encontró la legislación francesa en este oslado de
a n a r q u í a ; y habiendo in t en t ado prolongarle indefinidamente, en
su p r o v e c h o , empresa no concedida nunca á un poder débil y ca-
d u c o , fué causa de que la ley de Fruet idor , año V , despejase al
poder ejecutivo de la facultad exorb i tan te y arbi trar ia de declarar
fuera d é l a ley común un punto dado , sin mas pauta ni regla de
conducta , que la instabilidad de sus caprichos.


Tal era el estado de las cosas , cuando se realizó la reacción
fructidoriana , seguida á su vez de la de diez y ocho Brumario.


Desde esta época , nada e n c u e n t r o digno de notarse en la legis-
lación francesa, hasta que, Napoleón , por su decreto imperial
de 1811 , se concedió a sí propio una terr ible d i c t adu ra , con la
facultad de declarar en estado de sitio toda plaza fuerte ó punto
fortificado , cuando así cumpliese á sus deseos.


La restauración , no amenazada ni por la Europa , que la tendió
una mano obsequiosa y a m i g a , ni por las facciones interiores , que ,
cansadas de luchar , habían concer tado t r e g u a s , y reprimido los
ímpetus i l e sos odios , no so curó d e a r reg la r de un modo definitivo
y duradero la par te de su legislación concerniente á los ¡estados ex -
cepcionales , que, no son por cierto una excepción en tiempos de
revuel tas y de discordias civiles.


Fuando la revolución de julio hizo es t remecer con su terrible
sacudida , no ya la superficie, sino también los cimientos de la so-
ciedad entera . el nuevo poder que fué improvisado solare (deampo
de batalla , proclamó el imperio de la ley común . á cuyo q u e b r a n -
tamiento era debida su victoria. Habiéndose impuesto á sí propio la
obligación de no recurr ir jamás á medidas excepcionales , ya por-
que , siendo de origen popular, r epugnase la adopción de medidas.




que nunca son aceptas a los ojos de! pueblo , y porque confiase en
!a sensatez de la Francia , t rabajada de ásperos estremecimientos y
tic viólenlas revo luc iones ; ó más b i e n , poique intentara formar
contraste, por su moderación y cordura , con el poder antiguo, que
desvanecido y loco s o Irania en t regado á punibles demasías , se en-
contró en presencia de todas las facciones a n á r q u i c a s , sin ma*
apo jo que el de la ley c o m ú n , y el de ios intereses ,-oeiaics, que
»aíisíochos por fortuna con las nuevas inst i tuciones, no le eran bob-
ines \ a , porque no eran revolucionarios.


Vencidas cu donde quiera las facciones, el poder iba saliendo
airoso de su e m p e ñ o , cuando en Í 8 3 á se encontró sorprendido pol-
la insurrección, que le atacó osada y amenazadora , en su propio
campo y en su propia tienda, obligándolo á combatir en un combate
de muer te . Estrechado entonces por una situación tan congojosa,
se vio en la necesidad de acudir al arsenal ya olvidado de la legis-
lación an t igua ; y declaró en estado de sitio á la capital de la F ran -
cia. El Tribunal de Casación, a r t e quien apelaron los reo* sometidos
al consejo di; g u e r r a , declaró incompetente al tribunal mi l i ta r ; y
mandó remitir los encausados á sus jueces na tura les , fundando su
fallo en el texto de, la Carta. El poder quedó vencido indirectamente
por el Tribunal de Casación , y a q u e no lo había sido di rectamente
por el ímpetu de las facciones.


Convencido entonces , merced á una costosa experiencia y á pe-
sar de sus antiguos propósi tos , de la necesidad en que estaba de
a c u d i r á Jos cuerpos colegisladores, para llenar la laguna de la
legislación existente , articuló un proyecto de ley sobre el estado de
sitio . que se discutió en enero de 1833 en la Cámara de los Pares ,
s i n que hasta el día haya podido elevarse á ley, á pesar de la timidez,
blandura y mansedumbre con que había sido r e d a c t a d o , y á pesar
del rumor de las facciones , (pie aun se escuchaba hondo y terrible,
v hacia temer con fundamento nuevas catástrofes sociales.


Este proyecto de ley, en el que se descubre la situación de la
Francia por la situación de su gobierno, (pie necesita pedir mucho,
v no se a t revo á pedir todo lo que necesita , dudoso aun de «pie
se le conceda loque p ide , solo reviste al gobierno de la facultad de




- ttm -
d e c l a r a r e n es tado de sitio aquellos puntos ó te r r i tor ios , en que se
realizo una insurrección á mano a rmada : en cuyo c a s o , se con-
cedía al jefe militar el derecho de hacer salir del punto insur-
reccionado á las personas sospechosas ; el de mandar hacer visitas
domiciliarias por medio de los agen tes de la policía judicial; y el rio
desa rmar á las personas que se manií'estas en hostiles.


Yo no veo en este proyecto de ley sino las disposiciones inco-
herentes y transitorias , (pie se leen todos los (lias en los bandos de
nuestros capitanes g e n e r a l e s , cuando apremiados por circunstan-
cias imper iosas , declaran en estado de guerra a lguna ó algunas
provincias comprendidas en sus distintos mil i tares .


No existiendo los precedentes históricos , que eran de desear,
en las naciones mas conocedoras en todo lo (pie per tenece á la-
ciencias morales y polí t icas, bueno será que veamos si se encuen-
tran por ventura en nuestros anales legislativos, (p ie , como la his-
toria política de nuestro propio país , pueden dividirse en cuatro
épocas , de todo punto diferentes.


La pr imera época es la de los o r í g e n e s , en que la legislación,
en su infancia, es el trasunto íiel de las costumbres . Inútil sería
buscar en esta época un destello de luz , que nos guiase en el c a -
mino.


La segunda época es la de los siglos medios , en los (pie todos
los elementos de la civilización coexis ten , sin que ninguno alcanzo
todavía su completo desarrol lo . En este periodo histórico , la legis-
lación, como la soc iedad , carece d e f o r m a s determinadas y lijas.
Todos los elementos sociales existen en su s eno ; peí o confusos,
vagos , y en un estado de ge rmen . Nuestros mayores nos legaron
una obra m o n u m e n t a l , reflejo fiel de esta é p o c a , en el venerando
código de las Pa r t idas , compendio entonces del sabía' h u m a n o , \
aun hoy prodigio del i n g e n i o , y admiración d é l a historia. En este
cód igo , se encuentran ya algunas disposiciones relativas al asunto
que nos ocupa ; pero esas disposiciones no pueden ser aplicadas, en
los tiempos p résen les ; porque ¿cómo podrían aplicarse á nuestro
estado social , en donde se procede por exclusión y por sistema , l a s
disposiciones de mi código en donde vive he rmanado , como en la.




— Ül7 —


J ufan cía de ¡as sociedades , el derecho de insurrección con el dere -
cho divino ?


Los Re\ es Catolices hicieron prevalecer el principio monárquico,
en la dilatada extensión do las Españas; y la casa de Austria, he re -
dera de su fortuna y de su gloria, dir igiólos destinos de esta vasta
monarquía , una entonces , poderosa y floreciente. Aquí comienza
la tercera época de nuestra legislación , época que se dilata hasta
nosotros. En ella desaparecen los fueros , las franquicias y las ins -
tituciones locales. La unidad monárquica sucede á la anarquía feu-
dal : el despotismo imprevisor y estacionario , á la libertad medio
febril , y desar reglada . Pero, como he demostrado ya en la primera
página de este a r t í cu lo , vano empeño sería el de r eco r r e r lo s ana-
les legislativos d o l o s gobiernos absolutos, en busca de materiales
y doctrinas que puedan servir de apoyo á una ley sistemática, que
ha de recibir su aplicación en tiempos de revuel tas y de discordias
civiles. Esas doctrinas y esos materiales no existen nunca , en ese
periodo de la vida de los pueblos.


La cuarta época , considerada en su relación con el proyecto de
ley cuyo examen nos ocupa , comienza con los pr imeros años d e
este siglo.


Dos principios contrarios luchan en él por el imperio de la s o -
ciedad española. El uno se apoya en la tradición ; el otro se apoya
en las ideas. Entrambos lian sufrido á la vez los rudos vaivenes de
la próspera y de la adveisa fortuna; poro ninguno ha asentado hasta
ahora s ó b r e l a sociedad entera su dominación o m n í m o d a , exclu-
siva : viniendo ñ resultar de situación tan congojosa y lamentable ,
que el principio de la libertad que proclamamos, ocupado en d e -
fender su existencia, no ha podido organizar una legislación sis te-
mática. Ni podía sea' de otra manera . Cuando los estremecimientos
sociales se suceden con tanta r a p i d e z , (pie apenas pueden seguir-
los las leyes, las leyes han de ser forzosamente improvisadas. Nin-
gún principio produce una legislación en el día di 1 su combate,
sino en el dia de su victoria.


Pero s i el gobierno no ha podido r n c o n l r a r , en estos ú l t i m o s
tiempos, una ley sistemática que le- sirviera de guia, no por oso ha-




- |»S
brá dejado do tener présenles las varias y numerosas disposiciones
legales , que tienen una relación directa con su proyecto de ley.
Las mas notables son la ley marcial de 17 de abril de 1 8 2 1 , res ta-
blecida por real decreto de 30 de agosto de 1839 : el real decreto
de 18 de julio de 183Í- : el de 20 de octubre de 1835 , en que se
determinan las circunstancias que deben concurrir para la declara-
ción de los distritos en estado de guerra : y el fie '• de agosto
de 1 8 3 7 , que contiene la declaración de este estado excepcional
en Casulla la Nueva .


El resultado de estas investigaciones históricas, para el autor
de este a r t í cu lo , ha sido quedar convencido ín t imamente , de que
una ley sistemática sobre el estado de sitio, tomada esta denomina-
ción en su sentido más l a to , es de todo punto imposible. La razón
ha venido después á sancionar las lecciones de la historia. Porque
¿cómo sujetar al inflexible yugo de regias determinadas y lijas un
estado en que los vínculos sociales se disuelven, en que la autoridad
pierde su v igo r , y sus mandatos el prestigio? ¿Cómo se organiza
el caos? El autor de este artículo no lo alcanza. ¿Cómo se ajustan
los caprichosos movimientos de una sociedad agitada por la l iebre
al cuadro e s t r echo , proporcionado, inflexible de una ley ó de un
sistema? El autor de este artículo no lo sabe.


Y sin e m b a r g o , esa ley imposible es una ley necesaria. La con-
ciencia públ ica se revela contra la autoridad que se ejerce , no por
quien la ha recibido de la l e y . sino por el (pie , en circunstancias
ex t r ao rd ina r i a s , la llama hacia s í , y la toma. Eso cabalmente ha
sucedido ent re nosotros con los capi tanes gene ra l e s , y con las d i -
putaciones de provincia , que han ejercido hasta a q u í , y no cierta-
mente por disposición de la ley, sino en virtud de la omnipotencia
d é l a s circunstancias , la mas completa dictadura. No es contra esa
dictadura , y aquí llamo la atención de mis l ec to res , contra la que
se ha levantado por todas par tes una indignación , que es forzoso
aplacar á toda costa. El pueblo no se queja , no puede quejarse de
una dictadura que le sa lva; pero obedeciendo irresist iblemente á
un poderoso instinto de just ic ia , quisiera examinar los títulos del
dictador (pie se la impone: (pusiera convencerse de la legitimidad




de su misión, por la legitimidad de su origen. Yo no sé si hay idea*
innatas en los individuos; pero sé que hay ideas innatas en los p u e -
blos ; la de la legitimidad es una. El legislador debe tenerla p re -
sente para no contrariarla j a m á s , aun cuando se extravíe en sus
apl icaciones, puesto que sin ella carecen de base y de fundamento
las sociedades humanas . El legislador que , en tiempos de dis turbio-
y t ras tornos , aspira á gobernar con las leyes comunes , es imbécil :
el que , aun en tiempos de disturbios y trastornos, aspire á gobernar
sin ley, es temerar io . El derecho común es la regla ordinar ia de
los hombres , en tiempos bonancibles. El derecho excepcional es su
regia común, en circunstancias excepcionales . P e r o , así como el
hombre en ningún tiempo puede caminar sin Dios , las sociedades
en ningún tiempo pueden caminar sin hay. Véase por qué, á pesar
de que una buena ley sobre estados de sitio os de todo punto im-
posible, era sin embargo ent re nosotros de todo punto necesaria.


El problema que el gobierno debia resolver en su proyecto do
ley, es el siguiente. — ¿Cómo se lijan por una ley las atr ibuciones
J e ios goles mil i tares , friera del estado de paz; sin que esas a t r ibu-
ciones sufran disminución ó menoscabo?== En la resolución de este
problema, era necesario evitar dos contrapuestos escobos : porque
si los goles militares no deben tener mas autoridad que la conferida
por la ley, y si la ley no puede prever todas las atr ibuciones que
en circunstancias difíciles son necesar ias en sus manos , no se con-
cibe, cómo la ley ha de organizar la dic tadura; ni cómo e! dictado!
no ha de traspasa!' a lguna vez los límites de la lev.


El gobierno no rehusó la lucha con esta dificultad inmensa.; y
para evitar ambos escollos , en cuanto fuese pos ible , se convenció
de (pie el carácter de la ley debia ser la ¡¡exigüidad: y para que
fuese flexible , debia ser jija y caga , á un mismo tiempo : fija,
cuando confiriese atribuciones lijas también de suyo y aprecia bles:
raga, cuando no pudiendo lijar las atribuciones convenientes , fuese
necesario conceder á los jefes militares una facultad de discreción,
facultad , que no puede ser a l a r m a n t e , si se atiende á que está
autorizada por la misma lev . (pie exige la mas estrecha respousn-
biiidad Á los mismos á quienes conhere i a m a s tornólo d ic tadura .




Reservándome para manifestar de spués , de qué manera ha
conseguido el gobierno hacer vano su proyecto de ley , manifestaré
ahora , de qué modo le ha revest ido de estabilidad y de fijeza.


Dos son los estados e x c e p c i o n a l e s , comprendidos hasta ahora
en la definición ríe las leyes : el de si t io, que es solo aplicable; á
una plaza de guerra , á un pueblo fortificado, y á un castillo ó casa
fuerte ; y el fie guerra , que es aplicable al distrito de una capitanía
g e n e r a l , y al de una ó más provincias civiles, id gobierno pensó,
sin duda n i n g u n a , como piensa el autor de este ar t ículo, que esta
clasificación se funda en un hecho falso á totlas luces ; y que era
preciso modificarla ó des t ru i r l a , si es que las clasificaciones c o n -
signadas en las leyes han de tener su fundamento en los hechos so-
ciales .


Si lodo distrito ó provincia , que no se halle en un estado de
paz profunda é inalterable , se declara por la ley en el estado e x -
cepcional fie g u e r r a , sucederá frecuentemente que un territorio o
provincia surcada por una facción compuesta de a lgunas docenas de
band idos , deberá estar sujeta á la misma inflexible dictadura, que.
otra que se halla surcada de numerosas facciones; decre tando el
legislador de este, modo una igualdad aparente , que esconde en su
seno la desigualdad más mons t ruosa , y la más clara injusticia.


El g o b i e r n o , convencido de que en las clasificaciones de los
estados excepcionales debía llenarse esta l a g u n a , los ha clasificado
de la manera s igu ien te , en los dos artículos primeros de su pro-
yecto de ley.


Artículo I." Durante la actual lucha, el territorio ó disfrito de
una capitanía g e n e r a l , el de una ó más provincias c iv i les , ó cual-
quiera part í 1 ó punto de os las , podrá pasar de su estadio normal ó
de paz á o t ros dos excepcionales , (pie se llaman de íjuerm , ó de
prevención , según fuese mayor ó menor ei riesgo e n que s e halle la
seguridad y tranquilidad pública.


Artículo 2." l ú a plaza de guerra . un pueblo Ibrtiíicado, y un
castillo o casa fuerte podrán pasar ademas á otro oslado excepc io-
n a l , ¡pie se l lamará de sitio.


Por donde se ve . que el estado de prevención es la novedad




2 m


(¡no oí gobierno lia (acido d e b e r in t roduci r , como absolutamente
necesaria. K*laclasificación t iene, sobre l a q u e lie impugnado ya,
la ventaja, de estar más en armonía con ios hechos y con las n e c e -
sidades sociales. Está más en armonía con los hechos ; porque hay
provincias que , sin hallarse en su estado normal , no se hallan tam-
poco en estado de guerra , sino antes bien en un in te rmedio , que
participe de la naturaleza de ambos . Está más en armonía con las
necesidades socia les ; p o r q u e , siendo estas diferentes en los t e r r i -
torios (pie se hallan en estado de guer ra r e a l , y en los que se ha-
llan en estado de una guerra p r ó x i m a , las atribuciones de los c a -
pitanes gene ra l e s , en estos diversos e s t ados , deben también ser
diferentes ; porque las que pueden ser necesarias en el uno para o r -
ganizar la fuerza , son poderosas en el otro para organizar la más
d u r a , la más pesada tiranía. Esta clasificación me parece exacta ;
y da á un mismo tiempo fijeza y flexibilidad á la ley.


Habiendo clasificado de esta manera los estados excepcionales ,
el gobie rno , apoyando en los hechos y en las necesidades sus teo-
r ías , ha clasificado de un modo lógico y sencillo las atribuciones
que. confiere, en estos diversos estados, á la autoridad militar, h a -
biendo conseguido e v i t a r e n lo posible todos los inconvenientes .


Al supremo riesgo ha opuesto sin vacilar la suprema fuerza;
es dec i r , la dictadura con todo su terrífico aparato : pero el go -
bierno ha criado que solo en el estado de sitio puedo existir ese
riesgo inminente , que hará 1 necesaria la reconcentración de toda
la fuerza social en una sola mano , dispensadora entonces de la
muerte ó de la vida. V como el estado de sitio solo es aplicable de
hecho y de derecho á una plaza de g u e r r a , á un ¡niobio fortificado,
y á un castillo ó casa fuer te , el gobierno ha re legado dentro de sus
muros esa terrible d ic tadura , sin que pueda salvar nunca ese sagra-
do r ec in ío , que la limita y la contiene, t razando á su de r redor mi
círculo inflexible.


Siendo imposible do toda imposibilidad (pie una provincia sea
sitiada, el gobierno no ha creído {¡no era necesario somete;' las p r o -
vincias á esa omnímoda d ic tadura , (pie reconoció como necesaria v
saludable en el estado de sitio. Sin embargo , como seria sumamente




peligroso que eu las provincias que son teatro de la g u e r r a , e s tu -
viese la autoridad fraccionada, el gobierno ha creído conveniente
y necesario someter la acción respectiva de todos los funcionarios
públicos a la autoridad superior de los capitanes g e n e r a l e s , .guar-
dadores supremos de las leyes en tan apuradas circunstancias. Por
e s o , entre otras facul tades , se les concede en el proyecto de ley,
la de disponer de toda la fuerza armada ; la de decre tar . y hacer
efectiva la reunión de subs i s tenc ias ; la de ejercer la policía; la de
inspecc ionará los ayuntamientos y diputaciones provincia les ; la de
suspender á los funcionarios públicos del orden administrat ivo,
dando cuenta al gob ie rno ; y la de hacer que sean juzgados militar-
mente todos los reos prevenidos de delitos de sedición , conspira-
ción á mano a rmada , y de los de complicidad é inteligencia con el
enemigo . Viniendo á resul tar de a q u í , que sin ejercer la dictadura,
porque su autor idad no es la única que existe , ejercen sin embargo
la autoridad super io r ; porque inspeccionan los actos de las demás
autoridades que están á su autor idad subordinadas .


Si la clasificación de los funcionarios del orden administrat ivo
no ofrece obstáculo n inguno, se encuentran graves obstáculos en la
clasificación del poder j ud i c i a l , que parecen de todo punto i nven -
cibles.


Que el conocimiento de los delitos políticos , que no constituyen
sedición ó conspiración á mano armada , debe reservarse á los tr i -
bunales ordinarios , parece cosa puesta fuera de toda duda ; no solo,
porque su conocimiento conferiría á la autoridad militar un poder
exo rb i t an t e , sino t amb ién , y más pr inc ipa lmente , porque el le-
gislador no puede considerar dotados de suficientes luces á los con-
sejos de, guerra , para encargar les el conocimiento de del i tos , cuya
prueba y cuya aprobación son difíciles hasta para los mas inteli-
gen tes .


Ahora bien . como ese género de delitos influye tan poderosa-
mente en la per turbación de la tranquilidad pública, especialmente
confiada en el estado de guerra á los capitanes g e n e r a l e s , se corre,
el grave riesgo de anular su au to r idad , si so les despoja de toda
intervención en el conocimiento de los delitos políticos: ó de vulnc-




rar la independencia del poder judic ia l , si se autoriza á los cap i ta -
nes generales para intervenir de un modo directo ó indirecto en su
legítimo ejercicio.


En situación tan amarga y congojosa, lo primero que se ocurre
para vencer tantas dif icultades, es conferir el conocimiento de los
delitos politices á un tribunal compuesto de militares y letrados;
porque vale más disminuir las atribuciones del poder jud ic ia l , que
\u lne ra r en lo más mínimo su sagrada é inalterable independencia .
Poro un obstáculo invencible , según mi modo de v e r , se opone á
este proyecto. Los tribunales excepc iona les , compuestos de mil i ta-
res y de le t rados , podrian tal vez confundirse con los tribunales
revolucionarios, propuestos en una época no muy distante , e s t i g -
matizados por la opinión pública de den t ro y fuera del r e i n o , y
desacreditados en el seno mismo de las corles const i tuyentes , en
una discusión acalorada v turbulenta . La opinión pública está acos -
tumbrada á mirar en los consejos de guer ra unos tr ibunales ordi-
narios, en circunstancias calamitosas y terribles. El nuevo tr ibuna!,
compuesto de militares y de letrados ¿ n o podría ser considerado
como un tribunal de excepción , aun en aquellos tiempos excepcio-
nales , en que están á la o rden del dia las catástrofes y las r e v u e l -
tas ? No hay innovaciones más peligrosas , que las que recaen en la
organización de los tr ibunales ;• como quiera que el instinto conser-
vador de los pueblos rehuse asociar á estas innovaciones la idea de
una recta administración de la just icia .


Retrocediendo , como es forzoso re t roceder , ante este obs tácu-
lo , nos volvemos á encont ra r frente á frente con la dificultad , que
al principio hubo de pa recemos invencible . El gob i e rno , en tan
grande a p u r o , acordó lo que se dispone en el párrafo octavo del
artículo octavo de su proyecto d e ley. Concediéndose por él á los
capitanes generales el derecho de juzgar si es ó no oportuna la
ejecución de las sentencias de los t r ibunales o rd ina r ios , al mismo
tiempo que se autoriza su intervención á (odias luces necesar ia , se
mantiene intacta la. independencia del poder jud ic ia l , puesto que
solo él decide el fondo de la cuestión ; y puesto que sus decisiones,
p o r un momento suspendidas . no pueden ser revocadas por ii iu-




gimo do los otros poderos del Estado. Esta numera de conciliar tan
vaiios y hasta cierto punto tan opuestos in te reses , merece ser
apreciada en su justo va lor , y consignada con elogio.


Así como el estado de prevención es de hecho un estado inter-
medio ent re el de paz y el de guerra ; así también la autoridad que
se con f i e r e en él á los jefes militares , es superior á la que tienen en
estado de paz , inferior á la que gozan en estado de guerra , é infe-
rior en muchos grados á la que absorben en el estado de sitio.


En el estado de prevención , los capi tanes generales no ejercen
por sí mismos la alta policía; pero in tervienen en ella, pudiendo
dictar sus órdenes á los empleados del ramo , cuando lo estimen
opor tuno ; y resolver las consultas , que debe rán dirigirle en todas
ocasiones.


N o tienen el derecho de p roceder por sí mismos al acopio de
subsistencias; ¡ tero tienen el de exigir los auxilios que estimen n e -
cesarios, de las demás autor idades .


De este modo , el gobierno, ínt imamente convencido de que
era deber suyo, lo pr imero , proceder á una clasificación de los e s -
tados excepcionales , más exacta y filosófica (pie las conocidas has-
ta ahora ; y lo s e g u n d o , proceder al escrupuloso desl inde de las
atribuciones que en estos diversos oslados se confieren á los jefes
mil i tares , lia creído (pie cumplía con ese imprescindible deber ,
adoptando la clasificación , el orden gerárquico , y la distribución
de facultades, que llevo señaladas .


P e r o , pon pie adoptase esas atribuciones , ese orden y esa clasi-
ficación , no alcanzaba su objeto , ni llenaba cumplidamente su
e n c a r g o ; porque una ley de esta importancia contiene un vasto
p r o b l e m a , que no puede quedar cumpl idamente resuelto con una
clasificación y varias definiciones. Las definiciones y las clasifica-
ciones fijan; pero este proyecto de ley, si había de evitar dos opues-
tos escol los , á saber , el de res t r ingi r la autoridad en demasía , y
el de concederla demasiados e n s a n c h e s , debía reunir en su seno,
como lie demostrado y a , la vaguedad con la fijeza. Habiendo e x -
puesto \ a , de qué manera le ha hecho lijo, solo falta exponer , como
el gobierno le ha hecho \ a g o .




- - 2 o r > -


Le lia hecho vago : i." La el señalamiento de las c i r cuns tan -
cias que han de producir la declaración de esos diversos estados
excepcionales. lil de guer ra tendrá lugar en un territorio ó punto
dominado habi tualmenle por el enemigo , ó invadido, ó amenazado
próximamente de invasión por fuerzas capaces de comprometer la
seguridad del pnis. El gobierno no se, ha atrevido á echar sobre sus
hombros la inmensa responsabil idad de reducir á número determi-
nado esas Fuerzas enemigas , que por su diversa índole y por su
diversa organización, pueden ser débiles siendo numerosas , y pue-
den ser ruerles siendo reducida" .


El oslado de prevención es apl icable , cuando un terr i torio, sin
estar en oslado de guerra , está fuera de su estado n o r m a l , ya sea
á causa de insurrecciones parciales , ya á causa do una conspira-
ción, bien por ser limítrofe de ter r i tor ios ó puntos insurreccionados
que le ameuazen. Por lo demás , cualquiera se persuadirá fácilmente
de (pie es de lodo punto imposible suje tará número y á cálculo las
diversas circunstancias (pie pueden influir en que una provincia ó
un vasto territorio piasen de su oslado normal á aquel estado de
perturbación inc ip iente , que hace necesar ia la concentración de!
poder en los gefes militares.


El estado de sitio, en fin, t iene lugar , cuando el enemigo se
aproxima á uno de los puntos designados en el artículo segundo
del proyecto de ley, con fuerzas y p repara t ivos , <¡ue liagan temer
con fuiulamenlo ipie trata de asediarlos. Y tendrá lugar también en
cualquiera otro punto ó pueblo no designado en el artículo de que se
ha hecho mención , siempre (pie las circunstancias de la sedición
exi jan, para el restablecimiento del orden , el uso duradero de la
fuerza a rmada . Los estados de guerra y de prevención tendrán lu -
gar también , por identidad de c i rcunstancias , cuando una sedición
ó sublevación ponga a u n ter r i tor io , ó á un punto de un territorio
en pel igro.


El gobierno ha hecho vago su proyecto de ley : 2.° en el seña-
lamiento de las circunstancias en que han de cesar los diversos
estados excepc iona les , reduciéndolas á una sola, á saber : la c e s a -
ción de las oircuiis(;mcias que los hicieron necesarios. La vaguedad




•• • 2va; - -


de las circunstancias de su cesación .-se encuent ra justificada con
la vaguedad de las c ircunstancias en que tuvieron su origen.


Le hace vago : 3 . " En la designación de las autor idades á qu i e -
nes compete hacer las declaraciones de los respectivos estados e x -
cepcionales.


La del estado de guer ra cor responde al gobierno en general , \
en todo el rigor de los p r inc ip ios , como depositario y guardador de
las leyes. El gobierno lo reconoce a s í , en el párrafo 1." del ar t í -
culo 8.° de su proyecto de ley ; pero convencido sin duda , de que
en la desecha borrasca que c o r r e m o s , las circunstancias se suceden
con una rapidez prodigiosa , ha hecho vaga la disposición de este
a r t ícu lo , autorizando á los capitanes gene ra l e s , para que hagan
esta declaración en caso u rgen te . Estas mismas razones son apli-
cables al estado de prevención de una provincia ó de un vasto
ter r i tor io .


Sin e m b a r g o , el gobierno ha reconocido que , aun en punto á
declarac iones , podia ser explícito y te rminante , en dos casos e s -
peciales : conviene á saber : en la declaración del estado de sitio,
(jue por su naturaleza corresponde al gefe militar del punto a m e n a -
zado, cuando el capitán genera l no está den t ro de sus muros : \ en
la declaración de cualquiera estado excepc iona l , cuando haya de
comprender el punto en donde resida el g o b i e r n o ; c u c u y o caso,
es c laro á todas luces que solo á él corresponde una declaración,
en virtud de la cual la ley común se suspende, en su propia res i -
dencia . La fijeza, en estos dos casos especia les , está justificada
por lo que exige imper iosamente , por una pa r t e , la conveniencia
públ ica; y por o t ra , la inminencia del pel igro.


Le ha hecho vago : i . 0 Autorizando á los comandantes militare»,
con respecto á un punto declarado en estado de silio ; y á los ca-
pi tanes gene ra l e s , con respecto al territorio declarado en estado de
guerra , para que puedan tomar no solo las medidas explícitamente
designadas en el proyecto de ley, sino también todas las que las
c ircunstancias hagan necesar ias , para destruir al enemigo , y para
inutilizar cuanto pudiera favorecerle.


He esta manera e s c o m o ha entendido el gobierno (pie su




— 207 —


proveció debía ser lijo y v a g o , á un t iempo misino . para que p a r -
ticipase de la inflexibilidad de la ley, y de la inflexibilidad de las
circunstancias.


.No se me oculta que este proyecto de ley debe sufrir, por par te
de los que atentos solo á la segur idad de los individuos olvidan fácil-
mente lo que. exige la seguridad del Es tado, g raves y serias impug-
naciones. Las facultades discreeionarias , concedidas á la autoridad
serán consideradas por algunos como atentatorias de aquellos p r e -
ciosísimos derechos (pie no pueden abandonar , sin deshonrarse ,
ios pueblos civilizados y l ibres. Pero los que , como el autor de
este ar t ículo , se hallen convencidos ín t imamente d e q u e , cuando
se disuelven los vínculos sociales , naufragan todos los derechos en
un naufragio común; de que Inacción social t iende s iempre á recon-
centrarse , cuando la sociedad tiende á d i so lverse ; d e q u e , cuando
la fuerza loca y desatentada se bur la de la m a n s e d u m b r e de la ley,
la ley debe busca rá su vez el omnipotente amparo de la fuerza ; y
de q u e , si la ley no le b u s c a r a , la sociedad le buscaría en el m o -
mento del peligro : los que se hal len convencidos de todas estas
cosca;, no c r ee r án , como no creo yo , que un proyec to de ley sobre
los estados excepcionales ha debido ser redac tado bajo la inspi ra-
ción del miedo, ó bajo la influencia de vanas , cuanto estériles d e -
clamaciones.


id gobierno , sin embargo , no se ha olvidado de poner á la
aotoridad militar un freno saludable y poderoso .


",./o,s ios funcionarios públicos (dice en el artículo 16 de su pro-
v e c t o , ai (¡inca corresponde el cumplimiento de esta ley, incurrirán
a respuiiwbilnlad, si contravinieren á ella. \ en el artículo s i -
guiente , de termina los tr ibunales que d e b e n conocer de s eme jan -
tes alentados.


Ahora bien. La responsabil idad no puede ser ilusoria, en un
puebh» en donde se establece una i m p r e n t a , y se levanta una t r i -
buna. La responsabilidad no puede ser ilusoria , cuando los m i -l i estros t ienen la vista fija en sus a g e n t e s , para responder de. su
conducta ante los cuerpos colegisladores ; cuando los cuerpos co-
Icgis'adorcs tienen fija la vista en los ministros responsables . para




responder de su conducta ante la nación política, que ha de juz-
garlos en su d i a ; y cuando los escritores públicos denuncian con
cien lenguas, que no se reposan j a m á s , ante este tribunal terrible
todos los actos de los agentes de la administración , todos los actos
de los ministros responsables , todos los actos de los cuerpos cole-
gis ladores .


Tales son los fundamentos en que se apoya el proyecto de ley
sobre estados excepcionales , presentado á las últimas cortes por el
ministerio de diciembre. El (pie le examine bajo el aspecto de sus
antecedentes his tór icos , como el filósofo que le examino bajo el
aspecto de la dificultad vencida , no podrán menos de conocía - que
el ministerio que le redactó ó le tomó bajo sus auspicios, supo mi -
rar por su fama , acredi tar su ilustración , y salir con honra de gra-
ves dificultades.




A N T E C E D E N T E S


DE LA CUESTIÓN DE 0R1EXTE.
ARTÍCULOS PUBLICADOS EN EL PILOTO.


( 1 8 3 9 . )






CUESTIÓN DE ORIENTE.


E L mundo présenla hoy día un espectáculo, único en la historia.
Nosotros asistirnos al término de la lucha entre el Oriente y el Oc-
c iden te ; l ucha , que tuvo su principio con el l inage h u m a n o , que
se ha mantenido viva, durante la prolongación de todas las edades ;
que ha tenido por teatro todas las zonas y todas las regiones; y que
parecía que no habia de tener fin, sino con la consumación de los
t iempos. Hoy asistimos al desenlazo del drama prodigioso que co-
menzó con el hombre y con el mundo; su teatro ha sido tan ancho
como la t i e r ra ; sus a d o r e s , tan varios como los imper ios ; y su
duración , tan g rande como la duración de los siglos.


Apenas se divisa en el horizonte el p r imer albor de la historia,
cuando ya vienen á las manos el Occidente, y el Oriente , la Europa




2 1 2


A el Asia. El Van está ¡ enresouíada por la ('¡miad de Trova . ulli-
mo refugio do ios antiquísimos i 'elasgos, raza perseguida por la cil-
lera del Cielo, y sobre la que debía posar una maldición ler r ih le ;
pue<!o que , habiendo deja<lo en todas parles raslro de sí en sus fá-
bricas ciclópeas , apenas ocupaban un punto en el espacio , «liando
se escribieron la.- pr imeras páginas de las pr imeras historias. Troya
é r a l a última de sus c iudades ; Héctor, el ultimo de sus héroes ;
Pr iamo, el último de sus reyes . La Europa oslaba representada ¡tol-
los antiguos Helenos. Agamenón era el primero de sus r e y e s ; y
Aquiles, el pr imero de sus héroes. La Europa tomé» posesión do las
r iberas del Asia; y la famosa ciudad , refugio de los Pelasgos , vio
¡jostrada su soberbia , al lanados sus m u r o s , abatidos sus héroes,
huérfanas sus v í r g e n e s , \ indas sus mat ronas , y hasta sus cenizas
en t regadas por el vencedor á la merced de todos los \ ionios del
Liólo. Así, la guerra mitre el Occidente y el Oriente, que so lia pro-
longado hasta noso t ro - , ii¡\-<> -ai origen en las l iviandades de una
muger hermosa , por cuva posesión combatieron una raza maldita,
y un 'pueblo de piratas. Esa raza y ese pueblo creían que peleaban
eji su. propio n o m b r e , por la posesión de una muger ; y peleaban
en nombre de! Oriente y del Occ iden te , por el cetro de la civiliza-
ción , y por oí dominio del mundo . El hombre se mueve; pero solo
Dios sabe por (pié se mueve , y á dónde v a ; puesto que nunca, se
mueve , sino pa ra cumpl i r sus designios .


Después de la guer ra de Trova, hay una larga tregua : durante
esa t r egua , la Europa y el Asia , el Occidente y el Oriente MUÍ < i
teatro de grandes mudanzas y trastornos. La (¡recia alcanza su uro-
dad, por medio de las leyes : el Asia, por medio de las conquistas.
La segunda se constituye una , por medio de la unidad material del
Ion ¡torio. La pr imera , por medio de la unidad d e sus instituciones.
Los asiáticos buscan el poder en el volumen : los gr iegos, en la in-
teligencia ; por esta razón, la (¡recia pide su unidad á sus legislado-
r e s , á sus poetas y" á sus filósofos; y el Asia á sus grandes eapi-
tanes.


Homero funda la nacionalidad helénica , cantando sus divinos
o r í g e n e s (ai una lengua divina, v e s c r i b i e n d o en un libro de oro los




¿nuiles y la> glorias i le lo.- amigaos Heleno.-. L o s legisladores \ ieuen
después ; y les enseñan, que la l ibertad, liajada del Ciclo para con-
suelo del hombre y para regocijo del n i u n d n , es hermana de la
gloria. Los griegos salten ya, q n e e s ' i m a cosa lacha y dulce morir ,
criando se muere por la libertad y por la gloria de su patria.


Ciro runda la unidad del Oriente. Persa de nación , siendo kt
Persia ignorada de los houlires , y sugela al yugo de ios Modos,
quiso poner á sus pies el cetro del Asia. A su vista, re t roceden lo.-,
señores de! Asia m e n o r ; y se repliegan las bárbaras m u c h e d u m -
bres de los Asirios, dominadores del Oriento. Cna sola bala lia io
abre las puertas de Babilonia , silla de tan poderoso imperio, desde
que en tiempos anteriores fueron igualados con la tierra los muros
déla gigantesca ciudad, donde se habia levantado el trono de Niño
y de Semi ramis , y ante la que se postró lodo el Oriento , ado-
rándola con el nombre de Nhñva.


Así se formó el grande imperio oriental, llamado de los Per.-as,
en el <pie fueron á ab i smarse , como los r io- en el Océano , todos
los otros imperios. Constituidla la unidad del Oriente, el Orion le re -
cordó 'sus querellas antiguas con los hombres del Occ iden te , y la
muerte de Héctor, y el infortunio de i ' r ian to , y los .lamentos de
l lecuba, y el im-endio de Troya. Xei jes opr ime el Uelesponto con
sus n a v e s ; y señor del Oriente , présenla al Occidente su memorial
de agravios, y quiere (pie le r inda feudo y t r ibuto. Pero un grilo su-
blime de indignación se levanta en las playas sonoras de la (¡nada
contra el bárbaro jactancioso , (pie amenazaba á la t ierra , y que
azotaba á los mares : y la fortuna, lie! filos gr iegos contra Priamo
cu los campos de Troya, les fué fiel contra Xei jes cu el mar de Sa-
laniina.


líen mi s o w i e n , che ¡I temerario Serse
Cercó delP Asia colla (Jostra arniata
Sul formidabil ponto
Dell' Curopa aferrar la man t r e m a n t e ;
Ma sul gran d íde l l e halague il giunsi ,
L eolio slraggi a e l i e turbe p i a s e .




21 i


l l l O d a a la l .uluria r|c A l i ' p n d r n C u i d i


Tingendo al mar di Salamina il vollo,
Ghe ancor s ' ammira sanguinoso e b runo ,
lo vendicai l ' insulto
Fatto sull ' Hellesponto al gran Nettuno ( I ) .


A esta época gloriosa para los g r i egos , se sigue una época de
descomposición social ; descomposic ión, que habia de preceder á
una organización más p o d e r o s a , á una unidad más terrible. La
unidad democrática debia descomponer se , si el Occidente, no sa-
tisfecho con rechazar al Oriente, qucr ia abrirse paso un dia por sus
fabulosas r eg iones , y lijar sus t iendas en sus dilatados dominios.
Entonces suced ió , que los griegos volvieron contra sí sus armas
fratricidas. Esparta vino sobre Atenas ; y su turbulenta democra-
cia se postró ante sus t re inta t i ranos. Tobas vino sobre Espar ta ; y
la ciudad de Licurgo v i o por la vez pr imera vencidos á sus hijos, y
pálidas de espanto á sus m u g e r e s . Poco tiempo después , vino Ale-
jandro sobre Tebas ; y dejó huérfana , desnuda y solitaria , sin sus
muros y sus gentes , á la ciudad de Epaminondas . La nueva u n i -
dad del Occidente sale entonces del seno mismo de esa desorgani-
zación social. El Occidente habia sido representado por un pueblo :
llegado el dia de lanzarse sobre el Or ien te , como el águila sobre
su p r e s a , será r ep re sen t ado por un h o m b r e . El Occidente habia
sido la Grecia ; el Occidente es Alejandro. Hay un espectáculo más
g rande (pie el de un pueblo, vencedor de otro pueblo : y es el es-
pectáculo de un h o m b r e , cuya espada alcanza á los polos, cuyos
hombros l levan el m u n d o .


Alejandro es el tipo inmortal de todos los conquis tadores , y de
todos los héroes . En su persona se advier te la fisonomía de los más
graneles capi tanes de la Eu ropa , y de los más célebres conquista-
dores del Asia. Alejandro es el único h o m b r e , que reúne en sí todo
lo que la civilización tiene de grandioso , y lodo lo que tiene de gi-
gantesco la ba rbar ie .


Siendo n iño , conversaba orillas del Strimon con Aristóteles




— - -
sobre las victorias do Aqui les , sobre el incendio de T r o y a , y
sobre los cantos de Homero. Así, el más g rande de todos los filósofos,
y el pr imero entre todos los capitanes conversaban sobre el más
grande de todos los poetas , y medi taban con él sobre los trastor-
nos de los imper ios , y sobre las mudanzas de la suerte!. Vencedor


de T e b a s , respetó la casa y la familia de P índaro . Habiendo a t r a -
vesado el Helesponto , antes de conquistar el Asia , visitó las silen-
ciosas ruinas de Ilion , de r r amó ñores sobre el sepulcro de Aquiles,
le envidió la suerte de haber tenido un cantor como H o m e r o , y
un amigo como Pat roció; y para aplacar los manes de Pr iamo, de r -
ramó lágrimas sobre las ru inas d e T r o y a , conmovido con el r e -
cuerdo de sus grandes infortunios. Véase aquí el capi tán, modelo de.
todos los cap i t anes : el tipo del guer re ro civilizador, el conquistador
g r a n d e , piadoso y c lemente . Después de habe r visitado á Troya,
pasa á Ciánico , y se apodera del centro del Asia, en tres batallas
campales . Suyas son Persépolis y Babilonia; y su colosal imperio
se dilata hasta la India. Habiendo llegado á una a l t u r a , á donde
j amás habían llegado los h o m b r e s , su vista se t u r b a , su pié r e s -
ba l a , y un vér t igo se apodera de su f rente . Después de haberse
embriagado con la p o m p a , se embr iaga con el v ino. El que sujetó
á la tierra , no puede sujetarse á sí propio. De c lemente , se hace
cruel. El héroe invicto se convierte en odioso t irano. Como todos lo.-,
t i ranos , pone un oído atento á lúgubres profecías; y el que no se.
estremeció j a m á s , se siente es t remecido con' vanos t e r ro res . Para
disipar su t e r ro r , hace de r ramar la sangre de los suyos , y se olvida
después, de la sangre de r ramada , en crapulosos festines. Véase ahí
el tipo de los conquistadores b á r b a r o s , para quienes es sublimo
todo lo que es gigantesco , y para quienes es una misma cosa la
extravagancia y la g randeza .


La época de Alejandro es notable ; porque vencida el Asia por
la Europa , obedecen á un mismo señor por pr imera vez el Oriente
y el Occidente. Pero esa un ión , obra de un h o m b r e , debía con-
cluir con ese hombre : obra de un momen to , debía acabar en un
día. A la muer te de Alejandro, sus genera les se repar ten sus d e s -
pojos; la mas g rande confusión sucede á la unidad mas prodigiosa.




— 2 I ( ¡ —


l ti (¡uisqtie fortior esset, Axiam rcluli /irtcílaiii onijiabttl. Antes de
Alejandro, la Grecia era u n a , el Oriente era uno. Kn tiempo do
Alejandro, una unidad más poderosa abarca en su seno esas dos
g randes unidades . Después de Alejandro, la unidad (pie era obra
s u y a , deja de existir, y las ant iguas unidades habian existido. Ni
la Grecia ni el Asia tienen una existencia individual : una y otra
son víctimas de g randes es t remecimientos y de g r andes trastornos.
¿Quien restablecerá la unidad pe rd ida? ¿qu ién salvará al mundo
del caos ?


No pudiendo ser continuada la obra de Alejandro por un h o m -
b r e , es continuada por un pueblo , que halda crecido lenta y silen-
ciosamente , ignorado del m u n d o , y ¡i quien antiguas profecías,
contemporáneas de los siglos fabulosos , habían dado la dominación
de la tierra : ese pueblo era el pueblo romano ; el más grande entre
todos los pueblos , como Alejandro había sido id más grande entre
todos ios hombres . La historia de sus acciones debo l lamarse la his-
toria de sus prodigios.


TODA sociedad fundada sobre un principio falso, perece por la ac-
ción rio ese mismo principio. La unidad del Oriente , obra de sus
capi tanes , reposaba en el principio de la fuerza : la unidad del Oc-
c i d e n t e , obra de sus legisladores y de sus Ii losólos, reposaba mi ei
.principio de sus instituciones y sus leyes. Esas dos unidades *e des -
compusieron, á la muer te de Alejandro; porque el Oriente, huérfano
del gran capitán, fué presa de capi tanes ambiciosos; y el Occidente,
huérfano de sus filósofos inmortales y di: sus g randes legisladores,
estaba en t regado á la merced .de miserables solistas. El Oriente
quería avasallar al m u n d o , en nombre de su poder : el Occidente,
en nombro de su ingenio. El Occidente perdió el cetro del mundo.




• 2 1 7 -


por el abuso do su ingenio : y el Oriente, por el abuso de su lue r / a .
Entonces sucedió, que el colosal imperio de Alejandro, quebrantada
su un idad , se dividió en numerosos fragmentos. Entonces, hubo
un reino de Macedonia ; y un reino do Armenia ; y un reino de Ca-
padocia; y un reino del Ponto ; y un reino de Pé rgamo; y un reino
de JJitinia. Eos mas poderosos, entre los que á la sazón florecían,
fueron el reino de Eg ip to , fundado por Ptolonieo, hijo de Lago,
de donde, vienen los Lagidas : y el reino de Siria, fundado por S e -
leuco, de donde vienen los Seleucidas. En cuanto á los gr iegos, es-
clavos, desde el t iempo de Eilipo, de los r eyes de Macedonia, solo
conservaban un vano recuerdo y una vana sombra de su pasada
l ibertad, en la última y mas gloriosa de todas sus confederaciones •
en la confederación aquea .


Mientras que la tí recia y el Oriente estallan acometidos de una
descomposición socia l , liorna ponia término á su laboriosa empresa
de la conquista de, Italia : cuatrocientos ochenta años de esfuerzos
> de afanes cosió su posesión á ¡ loma, (pie habia do dominar ai
mundo desdo sus siete colinas. La duración de la vida se mide por
la duración de la infancia; y no es mucho (pie se pro longara la in-
fancia de una (dudad , que habia de conquistar con el sudor de su
frente un altísimo r e n o m b r e , y á quien los mismos pueblos por ella
dev (dados, dudosos de que fueran brazos mortales los que sostenían
por tantos siglos el peso de todo el o r b e , habían de llamar e te rna .
En este tiempo , (larlago , colonia de asiáticos asentada desde t i em-
po.-» an t iguo; en las cosías del África, llevaba , como la ciudad fa-
m o s a de Oriente que habia sido su metrópoli , el cetro do los mares ,
liorna , la nueva metrópoli del Occ iden te , se encontró en presencia
de la antigua colonia d e l Asia. Su lucha fué una lucha de gigantes .
Vencida Larlago en la (lerdeña y la Sicilia , envía al mas g i an d e de
s u s hijos, para que buscase á liorna en liorna. Annibal la busca , v
la vence. La (dudad vencida imila lan alio e j emplo ; y con sus heri-
d a s a lába las , llevada por Scipion , pide al África cuenta de las
victorias conseguidas por el capitán africano. Annibal es ventado
p o r Scipion ; v la colonia del Asia rinde parias \ tributo á la met ró-
p o l i d e ! Occidente. El ilustro v o n o i d o discurro por las más (lisian-




- 2 1 S —


les regiones , concitando á los pueblos y á los reyes contra liorna.
Su voz es escuchada del Or iente , que al descubrir en Roma la
metrópoli de los pueblos occidenta les , se vé asaltado de enojosos
recuerdos , que refrescan la memoria de sus pasados infortunios, y
que hacen brotar en él los mal extinguidos odios y los envejecidos
r e n c o r e s , que tuvieron su or igen en terr ibles agravios .


La cuestión del Oriente y del Occidente vuelve á presentarse de
nuevo . Antioco el g r a n d e , rey de Siria , vuelve sus a rmas contra
Roma. Pero Roma , señora pacífica, á la sazón , de I tal ia, de la
Cerdeña, de la Sicilia y de Corfú; vencedora de los cartagineses,
de los íberos y de los macedon ios ; y señora , por su protectorado,
de la G r e c i a , era ya una especie de mar , (pie dilatándose por to-
das las r eg iones , no parecía sino que no podia tener más límites
que los remates del mundo . Antioco es vencido por las legiones
romanas , que poco después echaron por t ierra á un mismo tiempo,
como para significar que Roma quería abat i r con un solo golpe á
quienes mereciesen ser sus r iva les , las ilustres murallas de Cartago,
y las gloriosas de Corinto.


Pero apenas habia ent rado Roma en pacífica posesión del Orien-
te , cuando Mitridates, r ey del Ponto y Annibal del Asia, la salió al
paso , para disputarla su presa . A su voz , se conmovieron no solo
las poblaciones asiáticas , mal avenidas con el yugo del Occidente,
sino también las muchedumbres sá rmatas , scitas , y las (pie v a g a -
ban por las r iberas del Tañáis y del Danubio. Desde que Annibal,
vencedor en Ca imas , se presentó ante sus p u e r t a s , j amás habían
venido dias tan tristes y nebulosos sobre Roma. Todo el Oriente
se alistó bajo las gloriosas bande ras de Mitridates. Los pueblos le
dieron los nombres de P a d r e , Vencedor y Rey; y no encontrando
en la historia un n o m b r e con que comparar el s u y o , le buscaron
en la fábula, y le compararon con Buco , padre de la civilización,
y conquistador de la India . Mitridates fué declarado enemigo del
pueblo r o m a n o , que ocupado á la sazón en la guerra social, v
exhausto de r ecu r sos , echó mano de los objetos preciosos consa-
grados por A'uma en los templos de los dioses , para subvenir á lo»
gastos de la guerra (pie iba á sostener eonlra el re \ bárbaro dH




- - 21 ít - -


Ponto, por sus posesiones del Or ien te . Entre tanto , Mitridat.es, bár -
baramente feroz, decretó la mue r t e de todos los romanos de las
ciudades gr iegas del Asia; cuya sentencia fué ejecutada por los n a -
turales del pais, en un mismo dia y en una misma hora , pasando de
cien mil las víctimas que cayeron al ímpetu de las pasiones popu la -
res . El senado confió á S i l a la guarda de su g lor ia , que padecia á
la sazón uno de los más g randes de todos sus eclipses. De esta
m a n e r a , el hombre más g rande del Occidente iba medir sus a r -
mas con el hombre más g r ande del O r i e n t e , y á resolver la cues-
tión de la dominación universa l , s iempre lijada , y nunca resuel la .
Los campos de Queronea fueron testigos del triunfo de Roma sobre
las muchedumbres del Or iente . Esos mismos campos hab ían sido
test igos, dos siglos a n t e s , del triunfo de los macedonios , y ancho
sepulcro de la l ibertad y de la independencia de los g r iegos .


Obligado Mitridates á aceptar la p a z , la paz no le sirvió sino
para aprestarse á la guer ra . No contento con lanzar lodos los p u e -
blos del Oriente sobre Roma , el b á r b a r o ilustre paseó su vista por
el mundo desde el P o n t o , para descubrir todos los enemigos del
pueblo r o m a n o , aun cu lo interior de las mas apar tadas reg iones .
Ser tor io , que guerreaba en la península ibé r i ca , hacia a rmas á la
sazón contra la r e p ú b l i c a , mal avenido con la omnipotencia de
Pompe yo. El rey del Oriente ent ró en tratos y alianza con el r e -
belde del Occ iden te ; y e n t r a m b o s , unidos por el od io , j u r a ron el
exterminio de Roma. Después de estos t r a tos , vino la guer ra :
Mitridates hizo marchar delante de sí á los a r m e n i o s , á los habi tan-
íes del Caucase , y á los seitas del Asia. Vencidas por Lóculo sus
indisciplinadas muchedumbres , perdió todas sus conquistas , y hasta
sus propios Estados. Vuelto en sí de tantos d e s a s t r e s , y h a c i é n -
dose superior á los reveses de la fortuna y á su inexorable des-
tino, volvió á poner en tela de juicio la cuestión del Oriente , y á
implorar un nuevo fallo del Dios de las batal las . Esta vez salió
airoso de su empeño : sus esfuerzos fueron coronados con señaladas
\ ic torias . El Ponto volvió á en t rar bajo su y u g o ; y vencedor de
Emulo y de. Chirrión , generales de la r e p ú b l i c a , r ecobró de. sus
manos todas sus conquista-:, \ aun dilató sus fronteras. Cansada




220


Ruma <le luchar, envió contra él, sino al más g r a n d e , al \m< afor-
tunado de sus hijos. Roma confuí su propia fortuna á la fortuna
de Pompeyo , que acababa de poner un término á la guerra d o l o s
piratas. P o m p e y o , (pie más adelante liabia de perder en una b a -
talla el m u n d o , gané) el Oriente en una sola bata l la , venciendo ¿i
Mitridates en la grande Armenia.


Vencido, pero aun no d o m a d o , Mitridates solo y proscripto
revolvía (Mi su mente las mas agigantadas empresas . Su proyecto
era salvar los Alpes , apoyado en todos los scilas y en todos los
pueblos bárbaros , que encontrase en su camino ; y llevar después
la guer ra , como en otro tiempo Anniba l , al corazón de la Italia, y
hasta las puertas de Roma. Para llevar adelante su propósi to , en-
cargó á hombres de su confianza , (pie trasladasen sus hijas al país
de los sc i l as , y que se las dieran en matr imonio á los que es tu-
viesen decididos á servir le en sus p royec tos . Pero estaba escrilo en
el (¡icio, que Roma había de triunfar del último de ios hombres
g r a n d e s , que lanzó contra ella la (adera del Oriente . Abandonado
de los suyos , y hasta de su propio hijo , Mitridates puso un término
á sus d i a s , ayudado de uno de sus más fieles servidores . Las his-
torias están llenas de héroes que debieron su fama á sus conquis-
tas , y (pie conquistaron la t ierra para eng randece r se , y para al-
canzar un nombro glorioso, que no liabia de perecer sino con la
consumación de los t iempos. Annibal y Mitridates son los únicos
que no fueron hé roes , sino por la exaltación do su facultad do
a b o r r e c e r ; los únicos cuyas conquistas no se debieron á su sed de
engrandec imien to , sino á su sed de v e n g a n z a ; los únicos, en fin,
que debieron á sus gigantescos odios la eternidad de sus nombres .
Verdad es (pie ningún pueblo fué tan g r a n d e , que pudiera oscilar
tan g randes od ios , ni antes ni después del pueblo romano .


alodio siglo después de te rminada la guer ra con Mitridates, l¡i
anas poderosa de lodas las repúbl icas deja de existir , para (pie ocu-
para el lugar (pie ella habia ocupado el más poderoso de lodos los
imperios. Augusto sube al Capitolio: César, g r a n d e , invicio y ele-
mento , c ierra las puertas de Jano . y dirige con blando cetro, y en
paz y justicia, cuasi todo el orbe de la t ierra.




i Mirante e»ta t r e g u a u n i v e r s a l v e s t e u n i v e r s a l r e p o s o , v ¡ene al


m u n d o el Saiv a d o r d e los h o m b r o s , ( m a l q u i e r a d i r í a (p ie , n o t i c i o s o


el m u n d o d e ( p í e s e iba á r e a l i z a r su l l e g a d a , le e s t a b a a g u a r d a n d o


o» un r e v e r e n t e s i l e n c i o .


I I Í .


\ :>n:s d e p r o s e g u i r l a r e l a c i ó n d é l a s vicisitudes q u e ha t e n i d o la


lucha (Mitre el O l i e n t e y el O c c i d e n t e , me ha p a r e c i d o n e c e s a r i o


e n t r a r e n a l g u n a s e x p l i c a c i o n e s s o b r o el significado filosófico d e e s a


h a d a s , q im es un h e c h o c o n s t a n t e y u n i v e r s a l d e la h i s t o r i a .


La lucha . - a i r e el O r í e n l e y el O c c i d e n t e e s u n hecho i d é n t i c o


p o r su n a t u r a l e z a á la lucha e n t r e d i v e r s a s n a c i o n e s . La lucha e n -


t re d i v e r s a s n a c i o n e s es u n h e c h o i d é n t i c o p o r su n a t u r a l e z a á la


d icha e n t r e d i f e r e n t e s t r i b u s : y la lucha e n t r e d i f e r e n t e s t r i b u s es


un h e c h o idéntico p o r su n a t u r a l e z a á la lucha e n t r e d i v e r s a s f ami -


l ias . Todos e s t o s hechos reconocen u n o r i g e n c o m ú n , s ign i f i can una


m i s m a cosa , y p r o d u c e n el m i s m o r e s u l t a d o .


i o d o s e s t o s h e c h o s reconocen un oriíjen común; porque t i e n e n


c i o r i g e n n i ¡a u n i d a d d e la n a t u r a l e z a h u m a n a . Las f a m i l i a s , reco-


n o c i é n d o s e i d é n t i c a s e n t r e s í , procuran a g r u p a r s e ; y de su a g r u -


pac ión n a c o la I r i b ú . Reconociéndose las t r ibus idénticas en t r e sí .


p r o c u r a » a g r u p a r s e ; y d e su agrupación n a c e n los p u e b l o s . Reco-


n o c i é n d o s e los p u e b l o s i d é n t i c o s e n t r e s í , p r o c u r a n a g r u p a r s e ; y


•us agrupaciones d e r i v a n su n o m b r e d e las g randes d i v i s i o n e s


g e o g r á f i c a s del g l o b o . Así , la a g r u p a c i ó n do los p u e b l o s o r i e n -


tales p r o d u c e la u n i d a d del Oriente : l a d o los occ identa les , la


u n i d a d d e l O c c i d e n t e : la d e los s e p t e n t r i o n a l e s , la unidad del


S e p t e n t r i ó n : la d e los m e r i d i o n a l e s , la u n i d a d de l M e d i o d í a . Los


p u e b l o s del O r i e n t e , los d e O c c i d e n t e , h e del S e p t e n t r i ó n y los d e l




- 'l'l'l •


Mediodía se reconocen idénticos e n t r e s í ; y reconociéndose idén-
ticos , p rocuran agruparse . Su agrupación será el último término
de todas las agrupaciones his tór icas ; y á su agrupación camina ei
mundo .


Todos estos hechos significan una misma cosa; porque significan,
(pie si las familias y las t r ibus y las naciones se dirigen á un mismo
término, se dirigen á ese t é r m i n o por un camino único : la guerra .
La unidad del med io , proporcionada á la unidad del iin, se explica,
como ella, por la unidad de la na tura leza del hombre . Donde quiera
que hay agrupación en t re varios h o m b r e s , en t re varias lamillas,
en t re varias t r i b u s , ó en t re varios pueb los , allí hay necesar iamente
cierto orden gerárquico , sin el cual no pueden existir las asocia-
ciones humanas . Ese o r d e n supone la existencia de un soberano y
un subd i to , q u e , en toda clase de asociación , son las dos únicas
personas necesar ias ; porque son las dos únicas personas sociales.
Donde hay un subdito y un s o b e r a n o , hay una sociedad: aunque
esa sociedad tenga sus l ímites en el hogar de la familia.


En las agrupaciones en donde no hay subdito ni soberano , no
hay soc iedad ; aunque la agrupación se dilatara hasta los últimos
remates de la tierra. Si esto es a s í , cuando varias familias procuran
ag rupar se para formar una t r ibu , no pueden constituirse en esa
manera de asociación, sin que una de esas familias prevalezca so-
b r e las demás : es decir , sin que una de esas familias sea soberana.
Si esto es a s í , cuando varias t r ibus p rocuran agruparse para for-
mar un pueb lo , no pueden consti tuirse en esa manera de asocia-
c ión , sin que una de esas tribus prevalezca sobre las demás : es
decir, sin que una de esas t r ibus sea soberana . Si esto es así, cuando
varios pueblos procuran agruparse para formar una de las grandes
divisiones del g lobo , no pueden constituirse en esa manera de aso-
ciación, sin que uno de esos pueblos prevalezca sobre los demás :
es decir , sin que uno de esos pueblos sea soberano. Finalmente , si
esto es a s í , cuando los varios pueblos que habitan las diferentes
zonas de la fierra, procuran agruparse para formar la gran asocia-
ción h u m a n a , término de todas estas asociaciones progres ivas , no
pueden constituirse en esa manera de asociación . sin que una de




• 22Z -


esas zonas prevalezca sobre las d e m á s : es decir , sin que en una
de esas zonas se asiente el trono del m u n d o .


Por donde se ve , que el contacto de las familias, de las tribus \
de las naciones ent re s í , p r o m o v i e n d o una cuestión de asociación,
promueve necesar iamente una cuest ión de soberanía . Ahora bien :
una cuestión de soberanía no p u e d e r e so lve r se , sino por medio de
la guer ra : por eso , la gue r r a es el medio universal de las asocia-
ciones humanas . Por lo demás , la pa labra guer ra , tomada aquí en
su acepción filosófica , está t omada en su sentido más lato. Con esta
palabra no quiero significar so lamen te la lucha ent re las fuerzas fí-
sicas, sino también ent re las fuerzas mora les , intelectuales é indus-
triales de las naciones. H a y c ie r ta época en la h i s to r ia , en que la
soberanía corresponde al pueblo más fuerte : en esa época , la
cuestión de la soberanía se dec ide por la g u e r r a ent re los ejércitos,
y en ios campos de batalla. Hay otra en que la soberanía c o r r e s -
ponde al pueblo más civil izado: en esa época , la cuestión d é l a sobe-
nía se decide por la guer ra ent re las var ias civilizaciones del mundo .
Hay o t r a , en fin, en que la soberan ía cor responde al pueblo más
industrioso : en esa é p o c a , la cueslion de la soberanía se decide
por medio de la guerra entre las industrias r iva les ,


Todos estos hechos producen el mismo resultado; porque todos
adelantan la obra inmensa d e la civilización, en la prolongación de
los siglos.


Explicada la universalidad y la permanencia de la lucha en t re
el Oriente y el Occidente, por esa aspiración universal y constante
de todas las sociedades á constituirse en cent ro de la un idad del gé-
nero humano , obedec iendo asi á los designios de la Providencia v
á las leyes eternas d e la historia , es l legado el caso de exponer aquí
algunas consideraciones, que me pa recen esenciales, sobre el carác-
te r especial de esa lucha, que liemos visto nacer , y cuyas fases h e -
mos recorr ido ya hasta la época de Augusto , señor de cuasi todas
las regiones de la t ierra . Por las consideraciones que voy á expone r ,
se en tenderá fác i lmente , cuan cierto es q u e hay una inteligencia
superior, que dir ige y ordena los acontecimientos humanos . Su
existencia, al mismo tiempo q u e cae bajo el dominio del en tend í -




miento , cae bajo el dominio do los ojo-. : proclamada por la razón,
osla atestiguada por la historia : sin olla , no podrían explicarse ni
la historia, ni la sociedad , ni el hombre .


El Oliente y el Occidente no han venido á las mano», en todas
las grandes épocas h i s té r icas , en su propio nombre , sino mi el do
(dorios principios, de ipie uno y otro han sido siempre legítimos r e -
presentantes , l'd Oriente y el Occidente han resuello siempre de una
manera dist inta, por no decir de una manera contrar ia , todas las
g randes cuestiones (pie ocupan á la humanidad , en toda la p ro-
longación de los t iempos. Para convencerse de osla ve rdad , basta
fijar los o jos , por una pa r le , en la Europa ; por otra p a r t e , en el
Asía ; ó sí so quiere , por una par te , en la (¡recia ; por otra parte ,
en la India.


En todas las regiones del globo, ha habido lucha, y una lueha
terrible, entre la naturaleza física y la voluntad humana: puesto (pie
el hombre no ha podido apropiarse la tierra , sino después do haber
luchado con los monstruos que la habitaban , con los bosques que la
c u b r í a n , y con los m a r e s ' q u e la servían de prisión , sirviéndola de
cintura. Esa lucha terr ible entre el hombre y la naturaleza . entre
los elementos y el h o m b r e , está consignada en todas las tradiciones
de los pueblos primitivos : para pene t ra r hasta el origen de esas
tradiciones un iversa les , pero misteriosas , seria necesario traspasar
los confines de la historia y las fronteras de la fábula. ¿Qué otra
cosa es Hércules luchando con los m o n s t r u o s , sino la personifica-
ción d e e s a lucha del hombre con la naturaleza y con los e lemen-
tos ? ¿ Qué otra cosa es esa personificación, sino el recuerdo vago,
tradicional de esa ¡india en una edad pr imi t iva? Obsérvese que el
personaje fabuloso, conocido con el nombro de Hércules , es un
personaje cuya propiedad reclaman todos los pueblos : prueba evi-
dente , según mi modo de v e r , de rpie es el símbolo de un hecho
universa l , y la personificación de una época común á todas las n a -
ciones.


En esta lucha terr ible , el mu-opeo salió sin duda vencedor, v el
asiático v e n c i d o ; porque aun ho\ día es, y el hombre do la Europa
respira libro -obre la ber ra , sujeta á su voluntad v domada : míen-




- - 225 -


iras que el asiático está como sofocado en medio de una atmósfera,
que le enerva , de una vejetacion tan colosal , que le ab ruma , En la
India , el hombre es p e q u e ñ o , en presencia de la naturaleza. En la
Europa , la naturaleza es p e q u e ñ a , - en presencia de! hombre . El
asiático t iene la conciencia de su vencimiento y de su debi l idad: el
europeo la tiene de su victoria y de su fuerza. De aquí nacen todas
las diferencias (pie se advier ten en t re sus creencias políticas y rel i -
giosas.


Para el as iá t ico , Dioses la na tu ra leza , la naturaleza es Dios;
porque para el asiático, la naturaleza es el ag regado de todas las
fuerzas existentes y de todas las fuerzas posibles ; ¿ q u é mucho, que
el hombre conceda los atr ibutos de la omnipotencia á quien le ha
vencido s i e m p r e , y á quien no ha podido vencer nunca'.''


Para el as iá t ico , el hombre es un ser cuya voluntad es esclava
de Dios, es decir , esclava de la fuerza; ¿qué mucho, que el hombre
niegue la l iber tad , cuando su voluntad ha sido s iempre venc ida?


Así, el panteísmo es su religión ; y el fatalismo su dogma.
El asiático ha formado la sociedad á imagen de Dios , después


de haber formado á Dios á imagen de la naturaleza.
El asiático reconoce , como soberano , al mas fuerte. Si la fuerza


es para él el atributo de la divinidad : ¿qué m u c h o , que la fuerza
sea piara él el atr ibulo de la soberanía?


El asiático adora, como á un Dios, al que le manda . Si la fuerza
constituye la divinidad : ¿ q u é mucho, que adore como á la divini-
dad al que es fuerte ?


Así , el despotismo es la única forma de gobierno que concibe;
y la obediencia pasiva , el único dogma político que proclama.


Para los eu ropeos , la naturaleza, (pie es el agregado de todas
las fuerzas mater ia les , es esclava : ¿ q u é m u c h o , que el europeo
mire como esclava á la que sometió á su a lbedr ío?


Para los eu ropeos , la divinidad no es una fuerza material ni un
agregado de fuerzas materiales ; sino una inteligencia increada, un
espíritu puro : ¿qué mucho , que el hombre, reconozca , como a t r i -
buto de la divinidad , á la inteligencia suprema ; cuando con su in-
teligencia limitada ha podido domar todas las fuerzas materiales?




Para los europeos , la libertad del hombre coexiste con la Pro-
videncia divina : porque , ¿ cómo negaría su libertad el hombre , en
donde todo sucumbe ante esa libertad , en donde la naturaleza do-
mada le llama su señor , y rendida á sus pies, canta sus triunfos?


Así , el esplritualismo es el fundamento de su religión ; v la li-
bertad h u m a n a , la primera de todas sus creencias , y el pr imero do
todos sus dogmas.


El europeo no puede reconocer en la fuerza material el atributo
de la soberanía : porque , ¡, cómo reconocería por señora á la que
ha sido su esclava ? El que no rindió parias ni homenaje a las fuer-
zas de la naturaleza , ¿ Sos rendir ía , por ventura , á la fuerza mate-
ria I de los t iranos? El europeo, que está pronto a sublevarse contra
la tiranía de la naturaleza , está pronto á sublevarse contra la t i re-
nía de los hombres .


El europeo obedece á los poderes legí t imos; es dec i r , á ios
poderes sancionados por la razón y por el tiempo ; pero obedecién-
dolos , no abdica su l iber tad , no los adora. Sus adoraciones estáa
reservada^ para Dios; en cuanto á su l ibe r t ad , ¿cómo la sacrifica-
ría en los altares de los h o m b r e s , cuando no la sacrifica en más
elevados al tares?


De esta manera , en Europa , el hombre es espiritualista y l ibre.
En Asia , materialista y esclavo.


La lucha ent re el Oriente y el Occidente tiene por objeto p ro-
videncial resolver la cuestión , de si el hombre ha de levantar alta-
í e s al espíritu , ó á la materia : á la l iber tad , ó ai deslino. Para
convencerse de esta v e r d a d , bastará poner la consideración, en
que. todos los conquistadores del Oriente han 'oliscado su punto de
apoyo en el n ú m e r o , es decir , en la tuerza material d e sus ejército-;
mientras que los capitanes del Occidente le han buscado en la dis-
ciplina , es decir, en la fuerza moral de sus legiones. ¿ Quién no vé
aquí la lucha ent re las fuerzas físicas y las inte lectuales , entre la
materia y el espíritu , entre las fuerzas de la naturaleza y la intel i -
gencia del hombre? El que no vé en la lucha de esos ejércitos la lu-
cha de estos principios, ignorará s iempre , que los principios explican
los hechos ; que la filosofía explica la historia.




IV


ENTRF. la conquista del Oriente por Roma , y su conquista por
Alejandro, á vuelta de algunas semejanzas , hay diferencias esen-
ciales , ipie me parece necesario consignar a q u í , por la luz que
derraman sobre las distintas fases que va presentando la cuestión
del Or ien te , con el progreso de la civilización, y con el trascurso
de los siglos.


El destino del Oriente era ser vencido por el Occidente ; porque
está escrito que la materia ha de obedecer al espír i tu ; que la fuerza
ha de obedecer á la r azón ; que el número no ha de prevalecer
sobro la disciplina; que las fuerzas materiales han de obedecer a
las intelectuales; y que el dest ino, esa divinidad ciega é inexorable
del Or ien te , no puede asentar su dominación sobre la t i e r r a , ese
gran feudo concedido por Dios á la l ibertad humana . Pero esc gran
acontecimiento , (pie ha tenido en espectacion á las nac iones , debia
suje tarse , como todos los acontecimientos h u m a n o s , á la ley p r o -
videncial de la historia. En virtud de esa ley, la humanidad camina;
fiero , como ha de caminar s iempre sin reposarse j amás ; y como
su camino es agrio y escabroso , sus pasos son mesurados y lentos.
El hombre se apresura , porque siente dent ro de sí la voz de su e s -
píritu , que le d i c e , que solo es dueño de la hora que se desliza y
que pa sa ; fiero ¿por qué se apresurar ía el género h u m a n o , como
se apresura el hombre , cuando tiene delante de sí el Océano de los
t iempos, y cuando las fronteras de la eternidad son sus únicas fron-
teras ?


El Occidente debia salir vencedor del Or ien te , en t iempo de
Alejandro; porque la cultura intelectual de la Grecia era un p r o -
g re so , comparada con el materialismo grosero de los pueblos asiá-
ticos : y la humanidad , entonces como ahora , y como s i empre , de-




2 2 S


hia caminar hacia la conquista do sus gloriosos des t inos , por oí
camino del p rog re so ; pero la victoria de la Grecia sobre el Asia no
podia ser definit iva; porque la civilización de la Grecia no era defi-
nitiva tampoco. Una victoria definitiva solo podia ser el resultado
de una civilización completa . Sin embargo , las conquistas del g e -
neralísimo de los gr iegos no fueron estéri les. Con el las , tuvo fin
aquel colosal imper io , que habia pasado á los persas de manos de
los ruedos, y á los niedos de manos de los asilaos. De esta manera,
perdió el Asia aquella fuerza que eonsistia en su volumen, y sin la
cual no podia resistir á la civilización de los pueblos do Occidente.
Por otra pa r t e , ¡os griegos del tiempo de Alejandro, (auno los fran-
ceses en tiempo de Napoleón , al de r ramarse por el m u n d o , sem-
b ra ba n por el mundo sus ideas . De esta manera , puesta el Asia er.
contacto con la Kuropa, perdió á un mismo tiempo su unidad mate-
rial y su unidad m o r a l : la ma te r i a l , porque se fraccionó su territo-
rio : la mora l , porque se a l teraron sus cos tumbres .


Ca civilización romana fué un verdadero p r o g r e s o , comparada
con la civilización gr iega. Su organización política era más robusta,
su organización social más poderosa , su unidad territorial más
g r a n d e , sus leyes más sabias , sus hombres de estado más previso-
res y prudentes . Los (pie , en punto á civilización , dan la palma á
los gr iegos sobre los romanos , confunden la civilización con la
cul tura . La cultura es la civilización propia de un pueblo de poetas
y de artistas. La civilización es la cultura propia de un pueblo (pu-
se ocupa en resolver graves problemas polít icos, y graves proble-
mas sociales. La cultura es la civilización de un pueblo en su infan-
cia : la civilización es la cultura de un pueblo ya adul to , y ocupado
en pensamientos viriles.


Cutre las conquistas del Oriente por Alejandro , y su conquista
por R o m a , hay , pues, la notable diferencia de que , en el intervalo
(pie se advier te ent re las d o s , la civilización propia de los pueblos
occidentales habia progresado , y la civilización propia de los pue-
blos orientales habia re t rocedido. La primera habia marchado en un
constante p r o g r e s o ; Ja segunda , en una constante denulenrin. Esto
sirve para explicar , por qué la conquista del Oriente por los roma-




22!) -


nos lúe mas fácil y mas bien asentada , que la conquista del Oriente
por los gr iegos.


Sin e m b a r g o , la victoria de Roma no podia ser definitiva; por-
que su civilización, siendo más avanzada (pie la de los g r iegos , no
era tampoco completa. Así , sucedió que cuando Roma fue señora
de la t ie r ra , y amar ró al mundo al Capitolio, no ¡nido con sus tro-
feos. Sus hombros no eran hombros [rara llevar el mundo : su mano
no era bastante poderosa para llevar el cetro de las gentes : al r e -
dedor del Capitolio, no cabían las naciones. Entonces abdicó en
mano de los Césares, de quienes fué , pr imero , esclava ; y luego,
prostituta. Los historiadores dividen el imper io ; en la época de su
engrandecimiento y de su g lor ia ; en la de su declinación y su
oprobio; y en la de su agonía y de su muer te . Esta clasificación,
eonsiderada bajo cierto punto de v is ta , es arbi t rar ia . La historia
de la repúbl ica es la historia del p rogreso ; la historia del imperio
es la historia de la decadencia de Roma. Cuando la repúbl ica d e s -
aparec ió , Roma había perdido sus cos tumbres con sus discordias
• dviles, origen fecundo no solo de g randes desas t res , sino también
de grande inmoralidad para los pueblos. Cuando la república d e s -
apareció , Roma había visto profundamente al teradas sus ideas con
el progreso de la filosofía materialista de Epicuro. Señora del m u n -
d o , desde los tiempos de Si ta ; a l teradas las ideas y las costumbres
del mundo r o m a n o , se al teraron también sus creencias religiosas,
hasta el punto de recibir con festejos y con honores divinos á todos
h e dioses desconocidos de todas las nac iones ; convir t iéndose asi
en inmensos panteones los templos consagrados antes á los severos
dioses de la Etruria. Roma, que había perdido sus i d e a s , su re l i -
gión y sus costumbres , perdió también sus magníficas instituciones.
El poder monárquico , y el poder republicano pueden ser legítimos;
porque pueden asociarse á la idea del de recho . Pero el poder de
los emperado re s , sostenido por los prc tor iauos ; y salido, a rmado
de todas a r m a s , del pretor io , como Minerva de la cabeza de J ú p i -
ter, era un hecho monstruoso, absoluta mente separado de la noción
de la legitimidad ; un hecho monstruoso , monstruosamente produ-
cido por la fuerza. Desde que Roma se sujetó á ese hecho , la santa




i > ; « i - •


noción del poder político y social desapareció de las sociedades hu-
manas . Un emperador no era un rey , ni era un cónsul : no era un
Dios, ni era un hombre . Los e m p e r a d o r e s , sin adquirir nada de
divino , perdían todo lo que tenían de humano , al subir al Capitolio.
Abortos de la fortuna , al poner el pié sobre las gradas del trono,
se sentían poseídos de un vé r t igo , y tocados de demencia . Roma
e r a , á la sazón , una vil pros t i tu ta , que se compraba y se vendía.
Su cetro y su corona estaban en el m e r c a d o . Los preter íanos eran
los mercaderes ; y los sirios, los á r abes y los godos fueron los com-
pradores . No hubo nación b á r b a r a , que no enviase alguno de sus
hijos, para que pusiera el pié sobre la cerviz de Roma : de Roma,
temida antes de las naciones , y ya fábula y ludibrio de las gentes.


No pudiendo Roma por sí sola con el peso del orbe , dividió su
principado : entonces , hubo dos Romas , y hubo dos imperios : la
Roma or ien ta l , y la Roma occ identa l ; el imperio de Oriente , y el
imperio de Occidente . .Ni aun así pudo conservar su dominación, ni
defender sus fronteras. Dios soltó contra ella la represa de su ira;
y confió el ministerio de su venganza á pueblos sin n o m b r e , d e s -
prendidos del polo para lavar con torrentes de sangre las inmundi -
cias de R o m a ; esa casa de prostitución, y esa cloaca del mundo .


Una nueva aurora lució en la oscuridad : un nuevo sol brilló en
los horizontes. El Oriente no se había sometido definitivamente ni á
la espada de Alejandro , ni á la espada de Roma ; porque esas dos
espadas per tenecían á dos pueb los , cuyas civilizaciones habían de
ser acometidas de disolución, más ta rde ó mas t emprano ; porque
e ran civilizaciones locales , civilizaciones incompletas. La civiliza-
ción que debia reinar en el mundo , debía ser universa l ; es decir,
fundada en la naturaleza del h o m b r e ; puesto que todos los hombres
debían someterse á su imperio. Esa civilización era el Cristia-
nismo.


El Salvador de los hombres habia encargado á sus discípulos,
que llevasen su palabra á todas las zonas de la tierra : esto consis-
te , en que su palabra se dirigía al género h u m a n o , sin distinción
de razas y de familias; en que su doctrina e r a , al mismo tiempo,
hrhe paro lox nifios . y pan para loa qihilins : en que su civilización




- 2 a !


era una civilización universa l , que no necesitaba del apoyo de la
espada , para penetrar en el corazón de las más apar tadas reg iones .


Sin embargo , el Crist ianismo, depositario de una civilización
universal y comple ta , y de la verdad absolu ta , debía o b e d e c e r , \
obedeció á la ley u n i v e r s a l , que preside al desarrollo de todos los
acontecimientos históricos. Su toma de posesión del Oriente y del
Occidente , del Nor te y del Mediodía, debia ser segura, pero lenta .
El Cristianismo debia pulverizar las civilizaciones an t iguas , debia
modificar la organización de ¡as soc iedades , debia dar una nueva
dirección á las cos tumbres de los pueblos y á las ideas de los hom-
b r e s ; y proclamando la personalidad del esclavo y de la mujer , y
destruyendo las bar re ras que ent re las razas de los hombres habían
levantado las manos de los h o m b r e s , debía al terar la constitución
de los listarlos, y la constitución de las familias. Pero todas estas
alteraciones y mudanzas debían realizarse sin trastornos y sin r e -
voluciones ; es decir, con el perezoso transcurso de los t iempos. El
hijo de Dios pudo rescatar al género h u m a n o , desde el dia en que
Dios puso al hombre en el mundo como al niño en su cuna : y sin
embargo , entre el dia en que perdió el hombro su inocencia , y el
dia de su resca te ; entre el dia en que fué lanzado del E d é m , y el
dia en que , con la sangre de r ramada en la cruz , se escribió el
nuevo pacto d e alianza , puso Dios muchos siglos.


El Cristianismo comienza por la predicac ión; porque , antes de
todo, era necesario que los apóstoles so revelasen , por medio de la
pa l ab ra , á la tierra : anunciado á las gentes , era necesario que di-
solviera la antigua civilización , y que la disolviera por medio de la
discusión, y no por medio de la espada . Esta es la época de ios
doctores , y do sus controversias con los filósofos genti les. A n u n -
ciado al mundo como la v e r d a d , y vencedor del gentil ismo, era n e -
cesario q u e s o constituyera en poder polí t ico, religioso y social;
porque todos los poderes habían naufragado á un mismo tiempo en
el naufragio de la antigua civilización , y en el naufragio de Roma.
Estaos la época de los Pontífices ; época en que se res tauró la n o -
ción de la autoridad publica en el m u n d o , y en (pie comenzaron á
adquirir cierta unidad \ consistencia las sociedades humana- .




- 2;-vi
.Mientras <¡ue el Cristianismo iba asi dilatando sus conquistas , y


afirmando su poder eu las regiones occidentales, el Or iente se con-
turbó con la presencia de un hombre . Ese hombre es Mahoma. Ma-
Iioina desper tó á los á rabes de su profundo le ta rgo; y levantó á
sus t r ibus , como el huracán á las a renas de sus inflamados dos ie r -
Ios. Así volvió á embravece r se la lucha ent re el Oriente y el Occi-
dente : lucha te r r ib le , e n que el mundo remitió) al azar de los c o m -
bates la decisión, de cuál había de ser su código ; cuál había de ser
su es tandar te ; cuál habia de ser su Dios ; y quién era su profeta.


El Cristianismo se habia de r ramado por el mundo , magostuoso
y s e r e n o , como un m a r sin tempes tades . El islamismo se d e r r a m o
por la t i e r ra , rápido y tumul tuoso , como un crecido tor ren te . El
Cristianismo , obra de Dios, estaba hecho para la eternidad : el isla-
mismo , obra del h o m b r e , era un accidente de la historia , y una
modificación de los t iempos. Véase aquí , por qué el uno era rápido
y tumultuoso , y el otro pacífico y mesurado : véase a q u í , por qué
el uno era como un vasto mar sin movimiento y sin l ímites; y el
otro como un t o r r e n t e , crecido en la mañana , y seco á la larde.


El Cristianismo se dilató por medio de la discusión : el islamismo
quiso dilatarse por medio de la espada. Mahoma, después de haber
sometido la Arabia , funda el poderoso imperio de los Califas. Los
sa r racenos , de r r amándose por el Septentrión y el Oliente, someten
á su yugo la Siria, la Palestina y la Persia. Chipre cae en su poder:
volviéndose hacia el Oriente , so de r r amau por el África : vinién-
doles es t rechas las dilatadas reg iones , pasan el estrecho , ponen el
pié en la península i bé r i ca ; y en una batalla campa l , orillas del
Cuadalete , sepultan al pueblo de los godos , y ponen fin á su antes
poderosa , y entonces flaca monarquía . Delante de sí se levantan
1 os Pirineos , como gigantes que salieran al c amino , para atajarles
el paso. Los sarracenos salvan sus ásperas cimas : pero Carlos Mar-
tel , campeón de la cr is t iandad , de es t i rpe egregia y generosa , los
esperaba á pié firme ; y t rabada la ba ta l l a , rompe sus h a c e s : la
o ruz sale vencedora del es tandar te del profeta.


Porfiada fué la lucha en otros paises y regiones. Jamás la civili-
zación oriental habia declarado u n a guerra más obstinada á la civi-




lizacion del Occidente. Su nuevo vigor consistía , en que el fatalis-
mo , que había sido s iempre un hecho entre los pueblos asiáticos,
fué transformado por el legislador de los á rabes en dogma.


Algunos croen que Mahoma trajo al mundo la doctrina del fata-
lismo : este es un er ror . VA fatalismo había s ido , desde la a n t i g ü e -
dad mas remota , la doctrina del Oriente . Kl título de gloria de
Mahoma, y lo que le sublima sobre todos los reformadores humanos ,
es haber rejuvenecido el Oriente en los dias de su decrepi tud , t ras-
íbianando su doctrina en creencia .


Mientras (pie el islamismo se p ropagaba por el Or iente , unas
veces con próspera, y otras con adversa fortuna, el Cristianismo se
afirmaba lentamente en el suelo fecundo y predest inado de la Euro-
pa. ¡A Capitolio , asiento de los Pontífices , estaba en posesión de la
eternidad de su segunda vida, lil mundo escuchaba reveren te sus
oráculos ; porque Roma era la fuente del poder , de la legitimidad y
del derecho. 1.a unidad religiosa del Occidente produjo el aconteci-
miento más maravi l loso, entre cuantos es tán consignados en los
anales do los pueblos por las plumas de los his tor iadores. Pos casti-
llos quedaron silenciosos, porque fueron abandonados de sus seño-
res feudales : los tronos quedaron vac ío s , po rque fueron a b a n d o -
nados de ios príncipes : las ciudades quedaron desiertas y silencio-
sas , porque las abandonaron sus gen tes . A dónde van esas gentes ,
y esos príncipes, yesos barones feudales? Van, a rmados sus pechos
de la cruz, y sus corazones de la fé , y sus brazos de acero , á con-
quistar un sepulcro , y á morir , después de haber de r r amado sobre
él lágrimas y llores.


Si yo supiera escribir , escribiría una obra , contando las mara-
villas de la religión que produjo la mayor de todas las maravil las;
las Cruzadas. Pero Bossuet no ex i s t e , y solo Rossiiet podría derra-
mar todas las pompas de su estilo sobre las magnificencias de esa
historia.




MAIIOMA dejó su imperio á los califas : desmembrado el imperio
de los califas , después de haber tremolado el es tandarte del profeta
por las más apar tadas r eg iones , sale del seno del islamismo el po-
deroso imperio o tomano ; ó de otra manera . el imperio do los os-
ma nlis.


Los turcos descienden de una tr ibu, que e r ró , en la ant igüedad,
en los paises situados al Oriente y .Nordeste del mar Caspio. Sus
fronteras eran la China, la Siberia , el lago A r a l , y ia gran Bulga-
ria. De allí salieron los guer re ros conocidos con el nombre de tur-
cos seljoucidas, que se apoderaron de Bagdad , desmembraron el
califato , conquistaron el Asia desde las fronteras de la Persia y de
la India hasta las de la Frigia , y guer rearon por espacio de dos s i -
glos con los emperadores g r i egos , y con los cruzados de Occi-
den te .


Los turcos se convirt ieron , en el siglo v m , á la religión maho-
metana : en el siglo x , comenzó á resonar el nombre de esa tribu
en los oidos de la Europa. En el x m , Gcngis tkan , al frente de los
mogoles , p rec ip i t a , unos sobre otros , todos los pueblos asiáticos.
En medio de la confusión y del desorden que produjeron sus r áp i -
das y prodigiosas conquistas , apareció el turcomano Osman , que
a r ras t rando en pos de s í , en 1239 , una horda de tár taros del Cau-
case , engrosada con pris ioneros, esclavos, fugitivos y l ad rones , y
protegido por el sultán de los seljoucidas de Yconium , se apoderó
de los desfiladeros del Olimpo, acampó en las llanuras de la Bitinia,
y arrebató nuevas provincias del Asia Menor á los emperadores de
Constautinopla. A la muerte de su protector , en el año 1300. tomó
para sí el título de su l t án ; y sobre los escombros de! imperio de
lo» á r a b e s , de los seljoucidas y de los mogoles , levantó) con >us




23; ,


manos victoriosas el de los turcos osmanlis . Tal fué el origen del
colosal imperio, que debia hacer temblar al Asia y á la Europa; \
míe ahora se consume lentamente en una prolongada agonía; escar-
nio de la Europa , y vergüenza del Asia.


Cuando la Providencia quiere l evan ta r un g rande imperio , c o -
mienza por consagrar á su servicio la espada de un hombre g rande ,
l o s t u rcos , más afortunados que otros fundadores de ilustres dinas-
tías y de famosos imper ios , fueron regidos sucesivamente por ocho
grandes capi tanes , que dilataron prodigiosamente sus fronteras , y
acrecentaron sus dominios.


Orean , hijo de Osman , entró en posesión d e la gloriosa he ren -
cia de su padre , cuando el imperio griego de Oriente ardia en d i s -
cordias intestinas. Eos e m p e r a d o r e s , escarnecidos por sus poderosos
vasal los , llevaban en su mano un cet ro inút i l , símbolo, más bien
que de su au to r idad p r e s e n t e , del poderío de los antiguos e m p e r a -
dores , de quienes habían he redado la púrpura y la corona. 1.a Tra-
ída , la Servia , la Bulgaria y la Grecia, sometidas á su autoridad en
el n o m b r e , estaban gobernadas por p r ínc ipes , duques y déspotas
feudatarios del imperio , que hacían alarde de su independencia , y
ostentaban á los ojos de sus soberanos su propia soberanía. Estas
d iscordias , poderosas p a r a da r al traste con los imperios más ro-
bustos , lo eran mucho más para acelerar la ráp ida declinación de
un imperio decrépito , que no podia ser regenerado , sino por la es-
pada de los conquistadores. En esta é p o c a , habia un nuevo motivo
de parcial idades y bandos . El emperador Manuel Pa leó logo, y su
tutor Juan V Cantacuceno disputaban en t re sí , por el ejercicio de la
autoridad soberana : y como el último recurr iese á Orean en d e -
manda de socor ro , y ofreciéndole la mano de su hi ja , el bárbaro
*e apresuró á dispensarle su apoyo , y á tomar á su hija por espo-
sa ; seguro como es taba , de que con venia á su gloria dividir su l e -
cho con tan nobilísima mujer , y de que convenia á su engrandeci -
miento en tender en las cosas de sus vecinos, y arrojar su espada en
medio de sus discordias. Su hijo Solimán se apoderó de Andr inópo-
hs y de (iall ípoli; los servios y bú lga ros fueron arrollados por sus
huestes , que se der ramaron por la Traeia , \ devastaron la Grecia.




Amurat I asentó la silla de su imperio en Andrinópolis; conquistó
la Tracia , la Albania y la Macedonia, siendo tan rápidas sus c o n -
quistas , (¡no Juan Paleólogo, que había pedido á L íbano V una
nueva cruzada , se vio obligado á tratar la paz con el conquistador,
antes de recibir respuesta , obligándose por el tratado á pagar tri-
buto. En 1390 , Amurat venció, orillas del Danubio, al príncipe de
Servia, á los valaeos, á los húngaros y á los dálmalas , que se reu-
nieron para contrastar su p o d e r , y para reprimir su pujanza.


Sucedió á A m u r a t , Bayace to , conocido por el R a i j o . Bayaceto
invadió la Tesalia, y penet ró con sus huestes hasta las puertas de
(lonstanlinopla. La H u n g r í a , la Alemania y la Eranc ia , sobreco-
gidas de terror, reunieron, para combatir le , un ejército de cien mil
hombres . El rey Segismundo tomó el supremo mando en Ol'en. Seis
mil caballos y cuatro mil infantes servían á las órdenes de Juan
sin Miedo, duque de Borgoña. En aquel famoso ejérci to, estaban
alistados los vasallos invencibles de Enguer rando de Loucy , acom-
pañados de toda la flor de la caballería y de la nobleza de Occ i -
dente . El 28 de set iembre de, 1 3 9 6 , vinieron á las manos los ejér-
citos be l ige ran te s ; la fortuna, infiel á los cristianos, se declaró por
los osmanl i s ; y la cristiandad perdió el mejor de todos sus ejérci-
tos, en los funestos, y para s iempre famosos campos de Nicópolis.
El conde d e E u , el de la Marche-Doubord , el señor de la Trimouille,
el duque de Borgoña, y otros varones de alta H o m b r a d í a cayeron
pr is ioneros . Enguerrando de Coucy mur ió cautivo. Segismundo
llegó al Danubio , acompañado solamente de cinco caballeros , r e -
l iquias del común desastre ; desde allí marchó á (lonstantinopla , y
volvió por mar á su t ierra , no cabiéndole dentro del pecho el dolor,
ni dentro de sus ojos las l ág r imas . Los turcos se apoderaron enton-
c e s de la Bosnia ; y el emperador Manuel Paleólogo tuvo que ceder
el trono á su sobrino J u a n , á quien Bayaceto dispensaba un gene-
roso amparo .


Mientras que el Occidente era teatro de tan g randes cosas , el
Or ien te era teatro de sucesos más g randes todavía. El suelo del
\sia re temblaba bajo la planta de Ta ine r l an , el m a s bárbaro entre
odos los bárbaros cap i tanes , que al frente de los mogoles habian




— _>; Ì ;
dovelado la (ierra , empapándola en la sangre de las naciones, \
cubriéndola de escombros. El Asia , que tantos monstruos había
visto nacer y pasar por sus dilatadas reg iones , pudo admirar le fo-
davia , como el mayor que habían abortado sus desiertos.


Bayacelo , que sintió ven i r el torbellino sobre su imperio del
Asia , mientras que combatía por empuñar en su mano el cetro de
la Europa, volvió su ca ía hacia el Oriente , poniendo así un término
á sus conquistas , y concediendo ai decaden t e imperio bizantino
algunos momentos de reposo. Id emperador de los osmanlis, y el
emperador de los mogoles dispusieron sus huestes en o r d e n d o bata-
lla. Un millón de soldados combat ieron , en 1 4 0 2 , en los campos
de Andra , p o r c i dominio del mundo . Habiendo sacado Ba \ace lo
lo peor del c o m b a t e , perditi en un solo día su libertad y su corona.
Sin e m b a r g o , la l'uria de Ta merlán pasó como un fórrenle; y Ma-
hometo 1 , hijo de Basacelo, subió, en 1 51 3 , al trono de los osman-
lis. Durante su r e inado , fueron sencidos los venecianos en Tesa -
lónica ; se adelantaron las a rmas mahometanas hasta Salzbourg v
hasta la Baviera ; y tuvieron principio las fuerzas navales d o l o s
turcos. Su hijo Aniurat II llevó sus huestes hasta Belgrado, valladar
del Occidente ; venció á los cristianos en W a r n a , y amenazó á
Constantinopla.


En esta s azón , subió al poder Mahomcto I I , á quien el Cielo
tenia reservada la gloria de llevar á cabo la ardua empresa a c o -
metida por sus antecesores , en t rando por a rmas la magnífica c iu-
dad , que había de ser el sepulcro del imperio romano , y la glo-
riosa silla do un nuevo imper io . Constantinopla cayó en su poder ,
el 29 de mayo de 1 í b3 : dia de e terna recordación para la cristian-
d a d ; porque en él recibió el precio de sus discordias intestinas,
a [furando la copa de sus tribulaciones : día de e terna recordación
para los pueblos occidenta les ; porque miraron con sus ojos arra-
sados de l ág r imas , cómo tremolaba á todos vientos sobre los mu-
ros de Bizancio la victoriosa bandera del Oriente : dia en fin, de
eterna recordación para los hombres ; porque en él tuvo fin el i m p e -
lió r o m a n o , 1 123 años después de la fundación de Constantinopla.
y 1500 después de la batalla de Farsal ia .




23b


Vanamente el papa Pie» II llamo á las armas á toda la crist ian-
d a d , cuando llegó á sus oídos la triste nueva de tan gran ca tás-
trofe, y de tan grande suceso. KI tiempo de las cruzadas había
pasado para no volver mas ; porque ya hahia desaparecido de la
tierra la robusta generación (pie habia a t ravesado los mares , para
t r emola r l a bandera latina en los desiertos del Or i en t e , v sobre el
sepulcro ele Jesucristo.


E n t r e t a n t o , Mahometo II , r epugnando el ocio, aun después de
tan magnífica victor ia , llevó más adelante sus ajanas. Ea Moren
cayó en su poder, en 1436 . En 1 4 6 7 , conquistó el Epiro; en 1470.
el resto de la Bosnia; á los venecianos , les arrebató la isla de Lem-
nos y la de Negroponto ; Gaffa pasó á sus manos , de manos de los
genoveses ; y el Khan de los tártaros de la Crimea le rindió h o m e -
nage , y le pagó t r ibuto . Ea muer t e le so rp rend ió , cuando revolví',)
en su ánimo la conquista de la Pers ia y la de Italia. Viéndose señor
de Constantinopla, no es de ex t r aña r (pie aspirase á convert ir la
magnífica silla de su imperio en la capital del mundo .


Eos dos Sol imanes, que he redaron sucesivamente su poder , le
l levaron hasta los últimos límites. Los persas fueron rechazados
hasta el Eufrates y el T ig r i s ; los mamelucos fueron vencidos; y
el Egipto se convi r t ió , en 1 3 1 7 , en provincia del imperio de los
osmanlis : la S i r ia , la Palest ina y la Meca se sujetaron á su yugo.
El árabe independiente tembló por su independencia , en sus abra-
sados desiertos. Solimán II a r r eba tó Rodas á los caballeros de San
Juan; subyugó la mitad de la Hungr ía ; y se apoderó de Bagdad, de
la Georg i a , y d é l a Mesopotamia. Entre, t a n t o , el pirata Barbaroja
se apoderó del Norte del África; y r e y del Mediterráneo, se seño-
reaba de sus islas. Solimán II murió en 1366, época en que el
gigantesco imper io de Osman comienza á decrecer para morir :
nuestros padres asistieron á su dec l inac ión ; nosotros asistimos á su
muer t e . Dos siglos y medio t rascur r idos desde la elevación a!
trono de Osman , t ronco de su nobilísima r a z a , hasta la muerte de
Solimán I I , bas taron para l evan ta r el imperio de los osmanlis á tan
g rande a l t u r a , que puso espanto en todas las g e n t e s , y llevó el
terror por to las la« naciones. Tre« siglos no han trascurrido toda-




vía, desde la muer te de Solimán hasta la muerte de Mahmoud; \
ya las naciones y las gentes cantan su himno funera l , y se p r e p a -
ran para repart irse sus despojos. Solo la espada de un niño eslá le-
vantada en su defensa. ¡Pobre niño! ¿ sabes tú cuánto pesan , en
los dias tic su decrepitud , los imperios?


VI.


EN los artículos anter iores , be hecho una rápida reseña de las va-
rias fases que ha ido presentando la cuestión de Oriente , desde la
aurora de los tiempos históricos hasta la en que comienza á declinar
el poderoso imperio de los osmanlis. Esta reseña no era c ier tamente
necesaria para los que están curiosos de saber , cuáles son los tér-
minos de la cuestión ac tua l , y cuál es el desenlace probable del
drama en (pie se presentan como actores los pueblos más poderosos
del mundo. Sin embargo , no siendo la cuestión del Oriente una
cuestión n u e v a , sino antes bien tan antigua como las relaciones
entre la Europa y e l Asia, me p a r e c i ó , no solo conven ien te ,
sino también necesario espaciar mi vista por los campos de la
historia ; seguro como estoy, de que el conocimiento de lo pasado
es «oía preparación indispensable para el conocimiento cabal de lo
presente , y de que mal podríamos comprender los gravísimos in te -
reses que están comprometidos en la crisis que presenciamos , si la
historia, no nos revelara cuáles causas la han t ra ído al punto en que
la v e m o s , y cuál es su naturaleza y su índole. En una pa l ab ra , vo
he creído q u e , considerada una cuestión en el punto que la sirve
de término, no puede ser tan bien comprend ida , como siendo consi-
derada en el punto en donde tiene su or igen. A los que me acusen
por mis incursiones en los dominios de lo pasado , les responderé ,
¿soy yo culpable , por ventura , de que la cuestión de! Or ien to , t e -
niendo una larga vida , tenga una larga his tor ia?




24a


Viniendo ya a l a cuestión actual , expondré aquí con toda la b r e -
vedad posible el plan que pienso seguir en adelante .


La cuestión do Oriente , considerada en general , tiene su origen
en el antagonismo en t re la civilización de los pueblos occidentales
y la de los pueblos asiáticos : por eso , he procurado explicar ese
antagonismo, histórica y filosóficamente, en mis artículos anteriores;
contando de qué manera vinieron á las manos el Oriento y el Occi-
dente , y cómo iba oculta la oposición de sus civilizaciones , pr ime-
ro , en la oposición de sus inst intos; y d e s p u é s , en época menos
grosera y más avanzada , cu la oposición de sus dogmas .


La cuestión del Oriente , considerada en su estado actual , tiene
su origen en dos h e c h o s ; conviene á sabor : en la decadencia del
is lamismo, ó lo que es lo m i s m o , de la civilización or ien ta l , y de
su único representante que es el imperio O t o m a n o ; y o n el rápido
engrandecimiento de la Rusia. Si el i s lamismo, y el imperio que le
r ep resen ta , fueran poderosos , la cuestión no existiría , aunque la
Rusia fuera poderosa y g rande . Si la Rusia no se hubiera e n g r a n -
decido tan desmesu radamen te , la cuestión no existiría, á pesar de
la declinación del islamismo y del imperio Otomano; porque estando
equil ibradas las fuerzas de la Europa , las naciones se pondrían fá-
cilmente de acuerdo , para entrar en posesión del Or i en t e , y repar-
tirse sus despojos. La cuestión ex i s t e , pues., porque el islamismo
se e x t i n g u e , y el imperio Otomano p e r e c e , al mismo tiempo que
se levanta en el Norte un imperio gigantesco , que pide para sí toda
la herencia , con agravio de la Europa. Siendo oslo así , exponer ,
p o r u ñ a p a i t e , la decadencia del imperio O tomano ; por o t r a , el
engrandecimiento y las pretensiones de la Rusia; y por otra, en fin,
la conducta seguida por las otras potencias europeas , para evitar la
catástrofe, ó impedir una usurpación, si la catástrofe se verifica, es
exponer el estado actual de la cuestión del Oriente. La exposición
de su actual estado es el objeto principal de esta serie de artículos.


La decadencia del imperio de los osmanl i s , comenzada á finos
del siglo xvi con la muer te de Solimán , ha sido tan rápida y tan
g r a n d e , como fué g rande su esplendor , \ rápida y prodigiosa su for-
tuna. Eos tu rcos , invencibles hasta entonces en todos los campos




de batalla, comenzaron ¡ (exper imenta r grandes y prolongados de-
sastres . Don Juan de Austria venció, en 1571 , á todas sus fuerzas
navales en Lepante. Sus ejércitos fueron dos veces humillados , y
dos veces vencidos , a l a s puer tas de Viena. Sus emperadores p e r -
d ie ron , unas después de o t r a s , todas las plazas que ocupaban en
Hungría. La célebre batalla de Salamhemen acabó con su p r e s -
tigio y con su orgullo ; y el inmortal pr íncipe Eugenio dest ruyó en
Zentha , con los restos de su poder , los restos de su gloria.


En este t iempo, apareció en el Norte un hombre colosal , fun-
dador de un colosal imperio . Pedro el g r ande se apoderó de Azow,
orillas del Don. Entonces comienza para los turcos el periodo de.
sus transacciones vergonzosas. Por el tratado de paz de Carlowitz,
firmado en 1099, renunciaron á la posesión de la Transil vania, y á la
de todo el pais situado ent re el Danubio y el Theis : por el m i smo ,
se obligaron á abandonar Azow á los misteriosos moscovitas , á
restituir á la Polonia la Podolia y la Ukrania , y á abandonar á los
venecianos la Morca. Por la paz de Passowi tz , ajustada en 1 7 1 8 ,
perdió la Turquía una par te de la Servia y de la Valaquia, Temes-
war y Belgrado. Sigue después la gue r r a con la Rusia , con motivo
de la posesión de la Polonia ; guerra fatal para los osmanlis , porque
aceleró el engrandecimiento del imper io pode roso , que se h'abia
de sustituir á su decadente imper io . En 1 7 7 4 , se vieron obligados
los turcos por la paz de Rudschuch-Kainardj i á renunciar á la sobe-
ranía de la Cr imea , á ceder todo el pais comprendido ent re el
Bog y el Niepor , y á abr i r sus mares á los navios mercan tes d e
la Rusia.


La relación de todas las batallas perdidas por los turcos , y de
sus vergonzosos tratados , convertir ía al autor de estos artículos en
fastidioso cronista. Para evitar este g rave inconvenien te , pondré
sobre todo mi atención en descub r i r l a s causas in te r io res , que han
producido la rápida decadencia del imperio de los osmanl i s ; que
sirven para explicar su agonía , y que hacen inevitable su muer t e .


La población del imperio turco es un agregado de poblaciones d e
diferentes idiomas, de diferentes costumbres , y ele diferentes creen-
cias. En él viven confusos y mezclados todos los turcos osmanlis , T O M u II . M i




— 212 —
imniorosos pr incipalmente ea las provincias del Asia ; los turcoma-
nos , cuya raza es la dominante cu la Armenia y en la Auatolia ; los
t á r t a ro s , que-, abandonando la Cr imea , se han establecido en las
provincias del Danub io ; los á r a b e s ; los c u r d o s ; los g r i e g o s : los
a rmen ios , que son los negociantes y a r t e s a n o s ; los co i tos , n u m e -
rosos en el Egip to ; los slavones , divididos en muchas tribus dife-
r e n t e s ; los drusos, que moran en las montañas del Eíbauo: y los
judíos ; los valacos, y los c igüeños. De los veinte y tres millones de
habi tantes de (pie se compone el imper io , diez profesan el islamis-
mo; y los domas son cristianos que , en su mayor par le , per tenecen
a l a comunión gr iega . El imperio Otomano ca rece , pues, de unidad
religiosa y de unidad social , lo cual explica los continuos levanta-
mientos de sus varias provincias, y las continuas desmembraciones
que ha sufrido, de medio siglo á cala par te . Esto explica también
la encarnizada contienda en t r e el último sultán, representante de
la raza turca; y el virey de Eg ip to , represen tan te de la raza á rabe ,
que pugna por constituirse en cuerpo de nación, y por convori ir á
Alejandría en silla del nuevo imperio . Esto, finalmente, s i n e para
expl icar las conquistas de los rusos, (pie al de r ramarse por las p r o -
vincias sujetas al imperio de los o sman l i s , so han der ramado por
tierra de he rmanos , y no por t ierra de enemigos .


Mientras que la raza turca estuvo poseída del fanatismo re l ig io-
so , su e s p a d a , en todas partes v e n c e d o r a , sirvió para unir por
medio de la fuerza á poblaciones de tan diferente o r i g e n , de tan
diferentes c reenc ia s , y de tan diferentes cos tumbres . Esa agrega-
ción material produjo la unidad facticia, que conservó por algunos
años el imperio. Pero c u a n d o , andando el t i empo , perdió la raza
turca aquella excitación febril que la precipitadla á la conquista del
m u n d o , sucedió (pie los emperadores de Conslantinopla, que se,
habían creído pacíficos señores del imperio o t o m a n o , vieron con
profundísimo terror que las provincias sublevadas (piarían sacudir
por medio de la fuerza el yugo (pie les había impuesto la fuerza,
soltando contra la raza vencedora los diques de sus comprimidos
od ios , el torrente de sus rencores ocultos, y la represa de sus
i ras .




Cabalmente , cuando comenzaron á aparecer los primeros s ín-
tomas ile esta desorganización inter ior , fue cuando el imperio o to-
mano se vio acometido por las naciones occidentales , que habían
crecido en silencio. Los emperadores de Constan.inopia se vieron,
p u e s , acometidos á un mismo tiempo por enemigos in te r io res , y
por enemigos ex te r io res , viéndose en el duro t rance de tener que
mirar por la integridad de su organización política , y por la in te-
gridad de sus fronteras.


lista empresa no solamente era ardua , sino también imposible,
lil islamismo estuvo dest inado á p e r e c e r , desde que se puso en
contacto con las naciones civilizadas de Europa ; porque condenado
á la inmovilidad por su naturaleza, era imposible que pudiera resis-
tir á la acción de esta par te del mundo , en donde todas las naciones
obedecen á la ley providencial del progreso . Las ciencias, las ar tes ,
las instituciones mil i tares , y las instituciones políticas habían hecho
en las naciones del Occidente los mas notables ade lan tos ; mientras
que el is lamismo, idéntico á sí mismo en todos los periodos de su
historia, permanecía es túpidamente i nmóv i l , en medio del t o r b e -
llino del mundo . Su inmov ilidad era tan abso lu ta , que Labia olvi-
dado hasta el manejo de su espada . El árbol oriental del islamismo
da con su sombra la m u e r t e ; sus únicos frutos son en todas parles
la degradación de la mu je r , la esclavitud del h o m b r e , y la esteri-
lidad de la tierra. Ese árbol no se rá fecundo j amás ; aunque r ieguen
sus raices toda la sangre de las naciones, y todas las lluvias del
Cielo.


V i l .


TAL era el estado del imper io , cuando ¡Wahiuoud IJ subió al
trono de sus m a y o r e s , bajo los auspicios de una revolución san-
grienta.




Su primo Seüni 111, aliado de la Rusia y de la Inglaterra contra
la Francia , habia comprendido, merced á sus relaciones con a q u e -
llas po tenc ias , cual era la v e r d a d e r a , la única c a u s a d o la declina-
ción del imperio de los osmanlis : convencido de que esa decl ina-
ción era un efecto inevi table de la superioridad de la civilización
europea sobre la civilización t u r c a , acometió la empresa de refor-
mar un imperio caduco , de r r amando la semilla fecunda de la civi-
lización cristiana por el suelo de pederna l del islamismo. Ajustada
la paz con la Francia , convirtió su pensamiento á sus proyectos de
re formas ; y nombró una comisión que debia proponer el medio de
licenciar á los gen i za ros , y de formar una milicia poderosa á resis-
tir por su organización á los ejércitos disciplinados de las potencias
europeas . Mientras que revolvia tales cosas en su mente , los ruso.-,
ocuparon la Moldavia y la Yalaquia ; y habiendo forzado una es -
cuadra inglesa el paso de los Dardane los , apareció á la vista de
(lonstantinopla. Los mal avenidos con las reformas de Selitn , a p r o -
vechándose de tan favorable coyun tu ra , solicitaron al pueblo para
que manifestara, por medio de un levantamiento genera l , su apego
á sus usos y costumbres , y su desvío por todo lo que fuera s o m e -
terse á novedades ex t r ange ra s , y á peligrosas mudanzas. Y como
los pueblos t ienen s iempre aparejados sus oidos para escuchar la
voz de los que, en t iempos de desastres les aconsejan como medio
único de salvación las sediciones y los t ras tornos, el pueblo de
(lonstantinopla se apar tó de su s o b e r a n o , como quien se aparta,
para no exper imenta r la cólera del Cielo , de un reprobo y de un
impío. Abandonado Selim de sus vasallos , fue destronado por e!
Muphti. Mustaphá I V , que se ciñó en seguida el sable de Osman,
se vio obligado á renunciar á todo género de innovaciones, teme-
roso de que viniera sobre él una de aquellas terr ibles tormentas,
(jue suelen conmover los tronos orientales.


Un desastre público había servido de ocasión ¡rara arrojar del
t rono á Selim, y reducirle á un vergonzoso cautiverio. Otro desastre
de igual naturaleza sirvió de p re t ex to , para que armados sus par-
ciales arrojasen á su sucesor del t rono. Derrotada en Leamos la e s -
cuadra turca por los M I S O S , el bajá de Uu.-ohuch , Mustaphá Bairae-




lar, amigo do, Soliin, se aprovechó del lerror pán i co , que con tan
triste nueva se habia apoderado de todos , para señorearse de la
capital del imperio. Pero el desgraciado cautivo habia dejado de
existir á manos de los que habiari a r reba tado la diadema de su
frente; y siendo Mahmoud el único individuo de la familia imper ia l ,
subió sin oposición al trono de lo sosman l i s , dando principio á uno
de los reinados mas tormentosos , de que hace mérito la historia.


La desorganización interior de la Turquía habia llegado á su
t é r m i n o , habiendo marchado al compás de los públicos desastres .
La autoridad imperial estaba desatendida en Asia , y escarnecida en
Luropa. Mientras que los genízaros ponían mas alta su espada que
la diadema de los e m p e r a d o r e s , los gobernadores de las provincias
obraban con absoluta independencia del poder imperial , que no era
á la sazón un poder , sino un nombre sonoro , pero vano , de una
cosa que en los tiempos antiguos habia sido augus ta , santa y g r a n -
de . Al mismo tiempo que los emperadores carecían de poder , y el
Estado de una organización sana y robusta , oí erario estaba vacio,
los ejércitos abatidos y d iezmados .


Tales eran las circunstancias en que Mahmoud tomó en sus m a -
nos poderosas las r iendas del gobierno. Reducir á la obediencia las
provincias l evan tadas , abat i r el orgullo de, los insolentes genízaros,
llenar las arcas del tesoro, restablecer la disciplina de sus ejércitos,
restaurar la autoridad de los emperadores , dar al imperio sus ant i-
guos límites y sus perdidas f ronteras , y enger tar la civilización de
la Luropa en el árbol estéril de la civilización otomana : (ales eran
las empresas que acomet ió , con noble arrojo y con l i rme fé , el
hombre g r a n d e , que no daba ent rada en su men te sino á designio-
sublimes y á grandiosas ilusiones. P e r o , encont rándose sola su
magnánima voluntad, no pudo l levar á cabo tan gigantescas em-
presas , á pesar de sus heroicos y prodigiosos esfuerzos.


Sus guerras con la Rusia fueron desastrosas; y en Mayo de 18 I i \
se vio obligado á firmar la paz de Ruchares t , por la cual perdió ,
con una par le de la Moldavia, una parte de sus reducidas fronteras.
Atizado en (¡recia el fuego de la insurrección, estalló en llamas
abrasadora^, que consumieron los últimos recursos del imperio de-




— 2 1 0 -


cadente . La Rusia , la Francia y la Inglaterra se declararon por los
helenos. F i r m e , á pesar de todo , el su l t án , quiso jugar su última
j u g a d a , y la perdió en Navar ino . Todo lo perdió allí el hombre
g r a n d e , menos la esperanza, estrella refulgente, (pie brilló s iempre
á sus ojos en el Cielo; y que caminó delante de ó! , hasta que sus
ojos se cerraron á la luz , y su planta se detuvo en el sepulcro.


Vencido , pero no domado , hizo un llamamiento al patriotismo
turco contra la Rusia ; no sabiendo que en el mutilado imperio de los
o sman l i s , solo él conservaba pura y ardiente dentro de su pecho
la llama del patr iot ismo. En esta c a m p a ñ a , que con razón puede
l lamarse la mas desastrosa de t o d a s , el Ra lkan , nunca hollado,
abrió sus gargantas , y humilló sus ásperas cumbres delante de los
rusos. Obligado Mahmoud á en t ra r en tratos de p a z , ajustó la de
Andrinópolis, en :á de Set iembre de 1 8 á . En sus artículos, recono-
ció la independencia de la Crecía ; se contentó con una preeminen-
cia ilusoria sobro la Moldavia y la Valaquia ; perdiendo ademas fe-
racísimos países del cont inente asiático, doscientas leguas de costas
en el mar Negro , y varias islas si tuadas en la embocadura del Da-
nubio.


En medio de tantas d e s v e n t u r a s , y de tan repetidos y prolon-
gados desastres , el sultán tuvo liempo todavía pata, acomeler y l le-
var á cabo la empresa de abat i r á los gen íza ros , de organizar á la
europea á sus e jérc i tos , y de tener á raya los Ímpetus de indepen-
dencia de los gobernadores rebe ldes . En el mes de Julio de !8¿<j,
cuando estaba más encendida la guerra con los gr iegos , fue cuando
ex te rminó á los gen ízaros , dando por el pié á esa institución anti-
quís ima, que tenia la misma fecha que, el imperio de los osmanlis .
Sesenta días duró la matanza decretada por el inflexible Mahmoud,
y en los sesenta dias, consagrados á la venganza imper ia l , corrió á
torrentes la sangre de los (crocos pretorianos.


Mientras (pie el imperio otomano era teatro de tan grandes acon-
tec imientos , un oscuro a l h a n é s , de nombre Meheme!-Al¡, se había
chvado <i la nhuru de }>;>já do i rgipio, má.s bien que por el í'nror,
por los servicios hechos A .<u soberano y al imperio. El astuto bajá
había aumentado silenciosa moni e su fuerza y su p o d e r , mientras




- 217 —


que ha!úa ido declinando el poder de su s e ñ o r , el emperador de
Coustanlinopla, víctima de los públicos desas t res . Fiel y sumiso todo
el tiempo (pie consideró oportuna la fidelidad y la obedienc ia , a r -
rojó la máscara (pie le cubría , luego que encontró á su soberano
bastaaife débil para ser impunemente escarnec ido , y cuando se
consideró bastante poderoso para abonar con la fuerza sus e sca r -
nios .


En 1 8 3 2 , Ibrahim rompió por la S i r i a ; cada uno de sus pasos
estuvo señalado con un triunfo : él rindió las fortalezas mas firmes,
aventó delante de sí á los ejércitos como pajuelas l iv ianas; y las
ignorantes y fanáticas muchedumbres le vieron pasar como el rayo
de la guer ra . La batalla de Koniah puso en sus manos la Anatolia,
y le abruí el camino de la capital del imper io .


Viéndose en tan duro t rance Malinioud 11, no pudo conjurar la
tempestad sino firmando el tratado de Unkiar-Skalosi , y el convenio
de Ktiíaya. Desde entonces a c á , Muhmoud II lia estado dominado
por un solo pensamien to , el de p repa ra r se á la gue r r a contra su
subdito rebe lde . Desde entonces acá , no ha al imentado en su pecho
sino una sola pasión, la pasión de la venganza . Al cabo de seis años
de sentir con esa única pas ión , y de pensar con ese único p e n s a -
miento , su ejército pasó el Eufrates , y pene t ró en la Siria ; mien-
tras que I b r a h i m , encastillado en Alepo , se apercibió á la defensa.


En este tiempo fue , ' cuando acomet ido de una g i a v e enferme-
d a d , exhaló el hombre g r a n d e su último s u s p i r o , en t regando se
cuerpo á la t ier ra , y su nombre á la gloria. Sus ojos se cer ra ron á
la luz, antes de mirar el desas t re de Hecib , la traición de sus g e -
nerales, y el abandono de su escuadra . ¡Feliz una y mil veces, por
haber bajado al sepulcro algunos dias antes que su enflaquecido
imper io! Movido sin duda el Cielo á compasión, después de haberle
dado á beber en la copa de lodos los infortunios, al ir á apura r las
heces , la retiró de sus labios.


Mahmoud ha sitio uno do aquellos h o m b r e s , que suelen nacer
en los dias de decrepitud y decadencia de las sociedades, para lu-
char y r e l u c h a r , hasta p e r d e r é ! a l i en to , en n o m b r e de ¡a libertad
humana contra la Providencia divina. Cuando la Providencia decreta




- 2 i b


la desaparición de un i m p e r i o , luego al punto permite que nazca
un hombre más grande que los d e m á s , cuyo dest ino es resistir al
inevitable cumplimiento de ese decreto terr ible . Esas naturalezas
g randes y robustas son consentidas por Dios , en siglos de corrup-
ción y de abatimiento ; para que sirvan de muestra , en medio de
la decadencia social, de la excelencia y dignidad de la naturaleza
del h o m b r e . Así a p a r e c i ó , en los últimos dias de la declinación
de la Grecia, F i lopcmen, el último de los gr iegos. Así aparecieron,
en los días de la decadencia de Roma , Relisario y ¡Xarses, y Stili-
con y Aecio , columnas de los dos imperios ruinosos del Oriente y
del Occidente. Así apareció Mahmoud , al t iempo de desaparecer el
imperio o t o m a n o , siendo su fisonomía la única nob le , severa y
heroica , en t re las fisonomías de los degenerados osmanlis.


Pero en estos casos, sucede también con frecuencia, que los
esfuerzos de los hombres g randes para contener en su rápida p e n -
diente á las sociedades humanas , solo sirven para acelerar y hacer
más estruendosa é inevi table su caida. Esto cabalmente lia sucedido,
con la ascension de Mahmoud á la silla imperial de Constantiuopla.


Mahmoud, convencido de que la causa de la inferioridad de su
imperio , con respecto á las naciones occidentales , consistía en la
inferioridad de la civilización tu rca , comparada con la civilización
e u r o p e a , quiso torcer el curso de las cos tumbres , modificar las
creencias religiosas, y rejuvenecer con una nueva civilización el
E s t a d o ; sin advert i r que las reformas, que salvan á las sociedades
infantes ó v i r i l es , aceleran la muer te de las sociedades decrépitas.
El imperio otomano habia l legado á aquel grado de ve tus tez , en
que la vida de los pueblos consiste en la continuación de sus t radi-
ciones históricas y de los hábitos adquir idos; semejantes á los hom-
bres agoviados por la edad , que no viven sino con el recuerdo de
su infancia. Conmovido por Mahmoud el islamismo en sus hondos
fundamentos, el imperio de los osmanlis sintió debilitadas sus c reen-
cias a n t i g u a s , sin poder adquir i r otras c r eenc i a s ; parecido á un
hombre caduco q u e , careciendo ya de la facultad de comprender ,
perdiera de repen te la memoria.


De esta m a n e r a , puede afirmarse, con razón que Mahmoud,




- 241) —


Vil.


M R . deBonald, hablando de la Turquía, ha dicho : «Los T C R C O S
E S T Á J Í A C A M P A D O S E X E U R O P A . — Y a hemos visto cómo ha pasado el hu-
racán por ese campamento, y cómo se ha llevado en su recio tor-
bellino sus frágiles tiendas.


El mismo escritor, hablando de la Rusia, ha dicho : « E S E P U E B L O
SEMI-BÁRIiARO , D I R I G I D O F O R l " X A P O L Í T I C A S A B I A , ESTÁ D E S T I N A D O Á


O B R A R G R A N D E S C O S A S E X E L M C X D O . — En este artículo, nos ocupare-
mos en hablar de las grandes cosas obradas por la Rusia; porque
las dos expresiones bellas y profundas de Mr Ronald eran dos gran-
des profecías, y el tiempo de su realización ha llegado.


Hablando de los rusos, después de haber hablado de los o s -
manlis, no hacemos otra cosa , sino seguir la corriente de los ins -
tintos de los pueblos, que ponen su vista en San Petersburgo, si por
ventura oyen pronunciar el nombre de Constantinopla. Una cadena
invisible une á esas dos grandes ciudades , capitales famosas de dos
grandes imperios, con vínculos misteriosos. San Petersburgo c o -
mienza á existir, cuando Constantinopla comienza á decaer. La d e -
cadencia de Constantinopla es rápida y continua: el progreso de
San Petersburgo, rápido y constante. Por esta razón, no es de e x -
trañar q u e , sometidos los hombres al influjo de ciertas analogías
históricas , se pregunten á sí propios , viendo eclipsado el astro de*
la Turquía : —¿El astro de la Rusia será el único que ilumine el
horizonte como señor y rey de la tierra ? —


Cuando Mahomcto II destruyó el imperio de Oriente, los Mos-


•siendo el más grande entre los toreos , solo ha servido para acele-
rar la rápida declinación de la Turquía, dando así un claro testi-
monio de que los hombres grandes son dóciles instrumentos de la
Providencia, y de que no hay mano bastante poderosa para detener
¡a mano de Dios , cuando precipita á los imperios.




covitas acababan de emanciparse de ta dominación de los t á r t a -
ros. Dos siglos d e s p u é s , corriendo ya el siglo x v n , estaban toda-
vía sujetos á la Polonia, siendo desconocidos del m u n d o . Enclavado
el g ran ducado de Moscovia en t re naciones poderosas y guerreras ,
cualquiera hubiera dicho que estaba destinado á morir en el perio-
do de su infancia. Pero el pueblo Hércules s o l e v a n t ó , y devoró á
los monstruos (pie rodeaban su cuna . F.1 periodo de su engrando-
cimiento comienza, con Pedro el G r a n d e ; y Pedro el Grande apa-
r e c e , cuando la Turquía comienza a decl inar , viendo empañado
en todas partes el lustre de sus a rmas . Aquel ducado y este imperio
han caminado con paso tan igua l , que en el mismo dia y en la mis-
ma hora en (pie el imperio otomano pise el borde de su sepulcro, el
que fué ducado de Moscovia, tocará el último límite de su g r a n -
deza , después de haberse convert ido en el mas dilatado y poderoso
de todos los imperios. !.a Rusia abarca hoy dia la octava parte del
mundo habi table , y la vigésima séptima de todo el globo. Este im-
perio colosal , al mismo tiempo que amenaza á todas las gen t e s , no
puede ser a t a c a d o ; porque está ceñido de inaccesibles fronteras.
Por el Or iente , sus fronteras son los desiertos : por el Mediodia, la
China, el mar Caspio, e l C á u c a s o , y el mar Negro : por el Occi-
d e n t e , la Prusia Or ienta l , el Báltico , el golfo de Finlandia, y el de
Botl inia; y por el lado del N o r t e , se apoya en el polo del mundo.
Este imperio inaccesible se ha hecho señor de todas las posiciones
que servian de fronteras naturales á todos los imperios. Señor de!
Báltico, amenaza la Suecia. Señor de Polonia, pone espanto á la
Alemania.. Señor del mar N e g r o , sus águilas pueden volar en un
dia, desde Sebas topolá Constantinopla. Desde el Caucase , amenaza
á la Persia. Desde l a P e r s i a , influye en las revoluciones inferiores
del Asia Central , fronteras del imperio br i t án ico de la India. \ co-
mo si le v iniera es t recho tan gigantesco pr inc ipado , coloso de
Europa , t iende su brazo por el Océano g lac ia l , para unir su mano
'á la mano de otro coloso, la. América. De este imper io , puede
dec i r s e , que su historia parece una fábula : los que le miran, t i e -
nen motivo para dudar , si las fábulas de los imperios asiáticos son
fábulas , ó son historias.




- 251 —


Lo que mas admira en la Rusia, es su fuerza irresistible de
espansion. Los demás imperios del mundo no han extendido sus l í -
mites ni lian ensanchado sus f ronteras , sino cuando han sido c o n -
ducidos por el brazo indomable de capitanes in s ignes , ó de con-
quistadores famosos : y si , por ventura . , les ha faltarlo el apoyo de
ese brazo p o t e n t e , luego al punto han comenzado á dec l inar , per-
d iendo , como por encanto , su grandeza y poderío. ¿ Q u é era el
imperio de los as idos antes ; qué fue después de Mino y de Semí ra -
mis'? ¿ Q u é era a n t e s ; (pié fue, después de Ciro, el imperio de los
pe rsas? ¿ Q u é era el Asia antes de Ale jandro; cpié fue después de
su muer t e? ha misma república r o m a n a , gloriosa s iempre y siempre
tr iunfante, cualesquiera que fueran los cabos de sus legiones , en
vez de cont radec i r , v iene á dar un insigne testimonio de esta ley
universal de la historia. La república lomana alcanzó la conquista
de la t i e r r a ; porque fue gobernada s iempre por un hombre inmor -
tal <pie se llamaba Senado.


Esa ley de la historia solo ha sido quebran tada por la Rusia. Un
hombre g rande echó los cimientos de esc imperio, y le (lió el soplo
de vida. Desde entonces a c á , ese imperio se ha de r ramado solo
por el mundo , sin apoyarse en el brazo de sus emperadores , ni en
el brazo de sus capi tanes . La Rusia ha sido gobernada por e m p e r a -
dores es túpidos : ha sido gobernada por mujeres : ha sufrido áspe-
ros es t remecimientos , grandes t rastornos , y el vaivén y la oscila-
ción de las revoluciones. Pues b ien , la Rus ia , mal gobernada y
r evue l t a , ha ensanchado sus f ronteras , y ha dilatado sus límites.
No há muchos años, que obedecía al blando cetro de un emperador
clemente , pacíIico y piadoso, para quien la mas dulce de todas las
esperanzas , y la mas bella de todas las ilusiones era la concordia
de los pueblos , y la fraternidad de los reyes . Pues bien : duran te
el reinado de esc e m p e r a d o r , vino la Rusia á las orillas del Sena,
se apoderó de la Fin landia , de! gran ducado de Yarsov ia , de la
Besarabia , del Caucase , de la Mingrelia , de la Georg ia , y de la
Circasia. Su engrandecimiento es obra s u y a , ú obra de la P r o v i -
dencia : no es obra de los hombres .


Tal es el imperio que asoma por las puer tas del .Mediterráneo.




conturbando con su p r e senc i a , en ese lago de la civilización , á la-
naciones de la Europa ; y dando origen á la cuestión del Oriente;
cuestión , que si bien se mira , se reduce á a v e r i g u a r , cuántos han
de ser los herederos , y en qué manera se han de repart i r los d e s -
pojos de un cadáver .


La conducta de la Rusia , con respecto al imperio de los osman-
lis , ha sido idéntica á la que observó con respecto á la Pers ia , y á
la que observó con respecto á la Polonia. La Rusia , guerrera para
v e n c e r , vence para proteger al vencido. Y en el momento en que
el vencido toma el nombre de su aliado , se convierto en su víctima
y su presa . Las victorias de la Rusia conducen á la protección : su
protección , á la mue r t e . Así , después de haber guerreado con la
Polonia, comenzó por intervenir como protectora en sus negocios
in ter iores , y concluyó por dispersar sus miembros palpitantes. Así,
después de haber guer reado con los soberanos de la Persia , a s e -
guró la diadema en la frente del actual sobe rano , protegiéndole
contra sus enemigos exteriores , y contra sus enemigos domésticos;
y hoy dia es , y su protectorado ha trasladado á Petersburgo la s o -
beranía de la Persia. Así, después de haber combatido, en el e s p a -
cio de siglo y medio, con el imperio otomano en cien batallas cam-
p a l e s , después de haber le despojado d e s ú s mejores p rov inc ias , y
después de h a b e r a r rancado de la frente d e sus emperadores uno á
uno los mas bellos florones de su espléndida corona, hoy le abruma
con el peso de su protección , después de haber le abrumado con el
peso de sus triunfos , acechando desde Sebastopol y desde Odesa el
momento en que ha de convert i r á Stambul en nido imperial de las
águi las moscovitas.


Su protectorado se funda en el t ratado famoso de Lnk ia r -Sba-
lesi : y al tratado dieron ocasión las rápidas conquistas de Ibrahim,
c u a n d o , en 1832 , se derramó por la Siria y por el Asia menor,
amenazando á la capital del imper io . Viéndose el sultán Mahmoud
en t rance tan a p u r a d o , ' s i n recursos y sin ejércitos , encomendó su
defensa al brazo de la Rusia , q u e , según su antigua costumbre,
abandonó entonces el título de enemiga , por el do aliada y p r o -
tectora.




En el artículo primero del t ra tado, se dice que habrá paz, amis-
tad y alianza perpetua, así por tierra como por mar , entre los dos
emperado re s , entre sus subditos y entre sus imperios : y como el
único objeto de esta alianza sea la defensa común de sus estados
contra cualquiera invasión por p a r t e de sus enemigos , SS. MM. se
comprometen so lemnemente á ponerse d e acuerdo sobre todo lo
que tenga relación con su tranquil idad y segur idad respect ivas , y
á prestarse , con este íin , todo el apoyo y todos los recursos mate-
riales que se estimen necesarios.


Por el artículo segundo , se confirman de n u e v o , por medio de
una solemne renovación , así el tratado de paz de Andrinópolis.
firmado en 2 de Set iembre de '1829, y los demás comprendidos por
é l , como la convención firmada en San Petcrsburgo en 14 de Abril
de '18:10 , y el convenio relativo á la Grecia , firmado en Conslanli-
nopla en 9 de Julio de 1 8 3 2 ; dec la rando, que dichos tratados se
consideran como incluidos l i teralmente en el actual de alianza d e -
fensiva.


En el artículo tercero , se dice q u e , en consecuencia del princi-
pio fie conservación y de defensa mutua , que sirve de base al p r e -
sente tratado de a l ianza , y del sincero deseo de asegurar la dura-
ción, el mantenimiento y la absoluta independencia de la sublime
Puerta , la Rusia se obliga á poner á su disposición sus fuerzas n a -
vales y mi l i ta res , s iempre q u e , viéndose a m e n a z a d a , reclame su
apoyo , porque le estime necesario.


En el artículo cuarto , se dice q u e , en el caso de que una de las
dos potencias reclame el auxilio de la otra , solo los gastos de ma-
nutención de las fuerzas de t ierra y de mar , otorgadas por la po t en -
cia protectora , serán de cuenta de la que hubiese pedido socorro.


Finalmente , en el quinto , se dice (pie aunque las dos altas par-
tes contratantes tengan la firme intención de man tene r indefinida-
mente este conven io , sin e m b a r g o , como podia suceder que las
circunstancias exigiesen algunas modificaciones más a d e l a n t e , se
fija al tratado la duración de ocho años , que deberían correr desdi 1


el dia de la ratificación de los dos emperado re s . También se p r e -
viene , (pie antes de la conclusión de este término , las altas par te-




— 251 —


contratantes se pondrán de acuerdo sobre la renovación del tratado;
ó en los términos que , l legado este caso, exijan las circunstancias.


Siguen después dos artículos formularios, y las firmas de los
plenipotenciarios de las dos potencias aliadas. La fecha del tratado
es el 8 de Julio de 18:í:J.


A este t ra tado se agregó el mismo dia un artículo adicional y
secreto, que á la letra dice así :


«En virtud de una de las cláusulas del artículo pr imero del
t ratado público de alianza defensiva, ajustado en t re la sublime
Puer ta y la corte imperial de i-Uisia, las dos altas pastes contratan-
tes se obligan á prestarse mutuamente los socónos materiales, y el
apoyo más d i c a z , con el lin de afianzar la seguridad de sus respec-
tivos listados. Esto no obs t an t e , como S . M. el emperador de todas
las Musías desea evitar á la sublime Puerta el gravo embarazo que
la resultaría de verse obligada á cumplir la obligación que ha con-
traído de ayudar á la Rusia con un socorro material , desde, luego se
obliga á no exigir de ella ese socorro , aun en el caso de (pie las
circunstancias pusiesen á la sublime Puerta en la obligación do
proporcionársela. La subl ime Puer ta Otomana , en vez de este, so-
c o r r o , (pie está obligada á prestar en caso necesar io , conforme al
principio de reciprocidad del tratado públ ico , U M I T A se A C C I O . N , E N


F A V O R B E L A C O S T E I J U ' K R I A L 1 » E R l ' S I A , Á C E R R A R E L E S T R E C H O D E L O S


D A R D A N E L O S , E S D E C I R , Á S O P E R M I T I R ( J l ' B P K N K T H K K N É L , B A J O P R E -


T E X T O N I X G U X O , N I N G Ú N N A V I O D E G U E R R A E K T L I A N G E U O . El J I R C S C L L T C


art ículo separado y secreto tendrá la misma fuerza y valor , que si
estuviese inserto l i teralmente en el t ratado de alianza defensiva de
este dia. — Firmado en Conslant inopla, e tc . »


Tal es el famoso artículo del lamoso tratado , (pie ha venido ¡í
a larmar á las grandes potencias de la E u r o p a , y que complica la
a rdua cuestión del Oriente .




- 2f>í> —


IX.


CUANDO Oonstaníinopla ora teatro do tan g randes sucesos , la
Francia , conmovida hasta en sus fundamentos sociales , no tenia l i -
bro su atención, para volverla del lado del Oriente. Mientras rpie
(odas las pasiones turbulentas se cebaron en su corazón lacerado,
la Furopa se levantaba a rmada de todas a r m a s , pronta á lanzarse
sobre ella, para apagar el incendio (pie amenazaba der ramarse por
el m u n d o , y devora r ¡os tronos d e los reyes . La cuestión espinosa
del divorcio definitivo en t re la Bélgica y la Holanda era asunto de,
perezosas conferencias entre los diplomáticos más afamados del
continente europeo , reunidos éi la sazón en Londres , para sacar la
paz general á salva) de tan g randes disturbios y de, tan recias c o n -
mociones. Fe este estado de cosas resul tó , que la Francia y la In-
glaterra se, negaron por dos veces á responder al l lamamiento del
sultán , (pie imploraba su protección y su amparo contra las huestes
de I b r a h i m , l legadas hasta las puer tas de Constan ti nopla. Viéndose
Mahmoud solo, en medio de tan grandes infortunios, se vio obli-
gado á recurr ir á la protección, s iempre mortal , del emperador de,
l lus ia , ajusfando con él el célebre tratado , de que hice mención en
el anterior art ículo.


De, donde resu l ta , (pao la -revolución de Ju l io , teniendo ocu-
pada la atención del gabinete de las Fullerías y de los demás ga-
binetes europeos , fue causa de que la hostilidad entre- la liusia y la
Turquía se convirtiese en una amistad de triste agüero para las na -
ciones de Furopa.


I.o más digno de notarse en este asunto es , que la pr imera no-
ticia que la Francia y la Inglaterra tuvieron del tratado , por el que
quedaban desheredadas de, la sucesión del Oriente , la tuvieron por
el Moniiny Herald, uno de los periódicos mas bien informados.




— 256 —


ent re cuantos á la sazón se publ icaban en Londres. Lo misino habia
sucedido, años a t r á s , con el desmembramiento y partición de la
Polonia. La Francia y la Inglaterra no tuvieron noticia de este pro-
yecto inmoral y escandaloso , sino cuando llevaba ya cinco ó seis
años de exis tenc ia , y cuando estaba á punto de realizarse por los
gabinetes del Austria , de la Rusia y de la Prusia : y aun así y todo,
no tuvieron noticia de él por un conducto digno de tan poderosas
naciones , sino por la revelación de un joven de Alsacia, empleado
subalterno en la legación francesa en Viena. Muchos y raros e jem-
plos pudiera traer a q u í , si hasta cierto punto no fueran ajenos de
mi propósi to , para demostrar que la diplomacia de las potencias
del Norte , sujetas á la soberanía r e a l , aventaja en muchos grados
á las del Mediodía, regidas por instituciones l i b r e s , y sujetas á la
soberanía democrát ica .


Cuando el tratado de Unkiar-Skalesi fue conocido de todos,
produjo en la Europa la sensación mas profunda. Cn solo hombre
tenia en su mano la llave del Sund, y la llave de los Dardanelos. El
mar Negro estaba convert ido en un lago ruso. El Mediterráneo, eso
lago de la civilización, iba á rendir tributo al coloso del Norte, que
queria bloquear á los pueblos occidentales , después de haberse al-
zado con el cetro del Oriente. La Francia y la Inglaterra, más inte-
resadas que las domas potencias en la emancipación absoluta del
Medi ter ráneo, única garant ía del equilibrio e u r o p e o , se apresura-
ron á protestar contra un tratado que ponía en inminente peligro su
propia independencia , y la independencia de todas las naciones.


El contenido de las contestaciones diplomáticas que mediaron
con este motivo , entre el gabinete de las Fullerías y el de San Pe -
tersburgo , es demasiado interesante para pasarle en silencio.


El encargado de negocios del r ey de los franceses cerca de la
corte de Rusia, manifiesta al gabinete imperia l , que ha recibido or-
den para exponer la [¡refunda aflicción que ha causado á su go-
bierno la noticia de la conclusión del tratado de 8 de Ju l io , entre
S. M„ el emperador de Rusia y el emperador de Constantinopla.
Oue en la opinión del gobierno francés , este t ratado cambia abso-
lutamente el carácter de las relaciones ent re la Rusia y la Turquía:




\ (¡no las poioncias do Europa tienen el derecho de declararse con-
traria", a ese cambio : por todo lo cua l , anuncia , que si las es t ipu-
laciones contenidas en el t ra tado l legaban á producir en adelante
una intervención armada por par te de la Rusia en los negocios in-
teriores d é l a Turqu ía , el gobierno francés se consideraría como
absolutamente libre para obra r en el sentido (pie le aconsejasen las
circunstancias y sus propios in te reses , como si no existiera el t ra-
tado.


La contestación de M. de Nesselrode á e.-fa nota es un modelo
de sagacidad , de firmeza y de templanza.


M. de Nesselrode manifiesta tpie ha recibido la nota en que id
encargado de negocios del rey de los franceses expone el senti-
miento profundo rpie la conclusión del tratado de S de Julio ent ro
la í 'ueila y Ja Rusia lia causado á su gobierno , sin exponer al m i s -
mo tiempo ni los motivos de este sentimiento profundo , ni la natu-
raleza de las objeciones á que el tratado daba ocasión : (pie no
habiendo sido expuestas esias objeciones al gabinete de San Peters-
bn rgo . no las concibe ni puede comprender l a s , r ecayendo , (auno
recaen, sobre un tratado puramente defensivo, ajustado entre dos
potencias independientes , en el pleno ejercicio de todos sus dere -
chos , y cuando ese tratado en nada compromete los intereses de los
lemas estados de la Europa. ¡Y cuáles serian las objeciones iprr-


aun laM. de Nesselrode) que las demás potencias se creerían autoriza-
das á poner contra la transacción ajustada entre la Puerta y la Rusia?


-,, |)rr. todo ¿cómo se atreverían á declarar (pie la cons idera-
ban nula, sin ningún valor ni efecto, sin declarar al mismo t iempo
que querían la destrucción de lo que la transacción a segura , es
nocir, la destrucción del impierio o tomano? Pero el gobierno fran-
• <;s (añade) no t i e n e . no puede lener semejante des ignio , que e s -
cuda en contradicción abierta con todas sus declaraciones en las
dtimas complicaciones del Oriente. En vista de lo cua l , Mr. de
Nesselrode d i c e , (pie no puede menos de suponer (pie la opinión
amnciada en la nota á (pie contesta , tiene su or igen en suposi-
aones inexac ta s ; y que no duda de q u e , mejor enterado el gri-


ban un francés de todo lo ocurrido , s i b r á apreciar en su justo valor




y dar su ve rdadera importancia á un t r a t ado , cuyo espíritu es
conservador y pacífico. Por lo demás , no niega que este acto
cambia la naturaleza de las relaciones entre la Puerta y la Husia;
puesto que cambia su antigua enemistad en relaciones de intimidad
v confianza , en las raíalas encontrará el gobierno turco en ade-
lante una garantía de estabil idad, y todos los medios de defensa
propios para asegurar su conservación en ir iso necesario : y con-
cluyo c o n a l i r m a r , que guiado por esta convicción \ per las inten-
ciones más puras v des in t e re sadas . S, M. el emperador de Husia
está resuelto á cumplir , llegado el crism fmhris. las obligaciones
que el tratado de S de julio le i m p o n e , obrando como si la decla-
ración contenida en la nota del encargado de negocios del rey de
los franecees no existiera.


El contenido de estas ñolas hace ver cuan ventajosa era la p o -
sición de la Husia con respecto á la de las otras potencias interesadas
en la cuestión del Oriente. El interés de la Husia consistía, desde los
tiempos más remotos, en el desmembramiento y la disolución del
imperio otomano : para disolverle y para d e s m e m b r a r l o , le había
declarado en varias ocasiones la guer ra . El interés de las domas
potencias de la Europa consistía en tonces , como babia consistido
a n t e s , en la conservación ó integridad del imperio; porque su i n -
tegridad y su conservación oran prenda segura de que no se altera-
ría la paz de las naciones y el equilibrio del mundo. Ahora bien :
oponiéndose la Inglaterra y la Francia á un t ra tado, en el (p íese
estipulaba la integridad y la conservación del imperio de los os-
manlis, se. ponían en contradicción consigo mismas, declarando tá-
ci tamente , que sus esfuerzos no se dirigían tanto á fortalecer á la
T u r q u í a , como á debili tar á la Husia. Por el cont rar io , concer -
tándose la Rusia con la Puerta para asegurar la integridad del im-
perio , dispensándola su protección y su apoyo contra los subditos
rebeldes , se daba á sí misma el aspecto de una nación desintere-
sada y generosa , consagrada , más bien que á su propio engrande-
cimiento , al servicio de los débiles y atr ibulados, aunque esos ;11r-i--
bulados y débiles fueran sus mas implacables enemigos. Por otra
pa r l e , si la Francia v la Inglaterra , negándose á responder al lia




— 250 ~


mainicnto de la Turquía , no habían querido echar sobre sus hom-
bros el peso de su protectorado, ¿con qué derecho podrían impedir
<¡ue la Turquía volviese á otra p a i t e sus ojos en busca de p r o t e c -
tores? La invocación de ese, derecho ¿no equivale para la Turquía;!
una sentencia de muer te? Y si equivale á una sentencia de muer te ,
¿cómo se a t reven los mismos que la pronuncian á proclamar , como
el más sólido fundamento del equilibrio del Occidente, la conserva-
ción y in integridad del imperio o tomano?


La verdad es que la Inglaterra y la Francia estuvieron siempre
inclinadas á conservar la integridad d e la Turqu ía ; así como el i n -
terés de la Rusia ha consistido s iempre en precipitarla al sepulcro,
para recoger su herencia . Pero siendo esto a s í , no es menos cierto
que la Inglaterra y la Francia han dado á su conducta una apar ien-
cia de ego í smo; mientras que la Rusia ha sido bastante hábil para
cubrir su ambición con la apariencia de la generosidad y la j u s -
ticia.






DE LA l\TEHVËVCiO\
П К L O S


R E P R E S E N T A N T E S DEL PUEBLO
i;.Y Li\ IMPOSICIÓN DE LAS CONTRIBUCIONES.


MîTK.l LOS l'UIîLlLADOS EN EL PILOTO, EN 1830.






TEORÍA
sumir


LA IMPOSICIÓN DE CONTRIBUCIONES.


I .


E L derecho que tienen los pueblos de in terveni r en todo lo que
tiene relación con los impues tos , arbitrios y contribuciones con
(pie ios ciudadanos de la república al imentan al Estado, es hoy dia
una de las bases esenciales del derecho público de una gran par te
de la Europa.


La idea de esa intervención , como todas las i d e a s , puede ser
considerada bajo dos aspectos diferentes : bajo su aspecto histórico,
y bajo su aspecto ülosólico; es decir, «pie esa idea , considerada
bajo el punto de vista de sus v ic is i tudes , cae bajo del dominio
de la legislación ; porque está consignada en las leyes : y esto ca-
balmente es lo que sucede en España.


Proponiéndonos nosotros considerarla bajo su punto de \ isla




histórico , bajo s i l punto do \ isla filosófico, \ bajo -u punto de v i s i a
legal , n o - ¡a oponemos considerarla bajo lodos su.- aspectos.


Id derecho del pueblo á in tervenir , por medio del voto de s i i -
Iepresentani .es , en la impo-icion de las contribuciones, í'ue abso-
lutamente desconocido en las sociedades an t iguas , cuyos legisla-
d o r e s , historiadores \ filósofos no tuvieron nunca idea de lo (¡na
en t re nosotros se ent iende por contr ibuciones, y por representante-
do! pueblo.


ha historia de osla intervención comien/a en el mundo , después
de la destrucción del imperio r o m a n o ; es decir, despiu's de la
completa evolución de la civilización an t igua , v e n a n d o principio
su evolución la civ ilizacion moderna por los siglos de la barbar ie ,
a ([ue so da el nomina! de med ios , porque sirven de transición
entre dos civilizaciones.


En esta época , coexistían confusamente todos los principios,
todas las clases q u e , andando el t i empo, habian do alcanzar su
completo desarrollo. Existía el elemento monárquico , r ep iesen-
tado por el rov : existía el elemento ar is tocrát ico, representado
por los barones feudales ; y existía el elemento democrático , r e -
presentado por los municipios ó asociaciones comunales , compues-
tas de los hombres que habian alcanzado su completa emancipación
por medio de su trabajo y de su industr ia . Y sin embargo, el go-
bierno de la sociedad enlonees no era ni una democrac ia , ni una
aristocracia. Ea existencia de cualquiera de estos gobiernos supone,
por una p a r l e , la dominación permanente de cualquiera de estos
principios; y por otra , la existencia d é l o s d o m a s , como princi-
pios subordinados . Ahora bien : en esta época social , la dominación
no se fija en ninguno do estos principios, que la perdían y la g a -
naban a l ternat ivamente .


De aquí resulté), para cada uno de estos principios, un estado
crónico de debilidad ; para todos ellos , un estado crónico de guia-
ra ; y para las sociedades , un estado crónico de anarquía .


Ea anarquía de todos los poderes sociales tenia su contrapeso
en el despotismo del poder que conseguía una dominación m o i n e n -
lanoa : v esc despot ismo, momentáneo en el poder que le ejercía.




- 2 u : >


pero continuo en la suc iedad , porque siempre había algún podra
que le ejerciera. era á su \ e z el único contrapeso d é l a anarquía ,
q u e , considerada con respecto á los poderes sociales , era también
momentánea ; pero (p i e , considerada en sí m i sma , era también
permanente .


La clase: de gobierno dominante en la Europa , en la época
que vamos anal izando, era una anarquía, p e r m a n e n t e , templada
por un permanente despotismo ; ó lo (pie viene á ser lo mismo,
un despotismo p e r m a n e n t e , templado p o r u ñ a permanente a n a r -
i j u ía.


Los que en estos siglos de violencias y barbarie buscan el m e -
dido de una constitución , dan una p rueba insigne de (pie descono-
e e n de lodo punto la historia.


En esta época , no había más deberes (pie los (pie imponía el
\enciinienlo : no había más derechos , que los (pie daba la victoria.
\ cuando ni habia vencedores ni venc idos , las estipulaciones entre
los poderes beligerantes no teuian otro ob je to . smo procurarse
unos \ otros posesiones seguras y ventajosas , mientras duraba la
t r egua , para (Miando unos y otros estuvieran en estado de volver
a jugar la dominación omnímoda y absoluta , al t rance de las ba-
tallas.


lista aspiración constante de todas las clases y de todos los po-
deres á asegurar el despotismo en sus manos , es el hecho mas ge-
neral en los anales de la Europa , durante la prolongación de los
osemos tiempos que dan materia á este ar t ículo.


I'ara convencerse do e l lo , hasta observar , que cuando los ba-
rones adquirían cierta preponderancia , entraban á saco las ciuda-
des , v salpicaban el trono con la sangre de los reyes : que cuando
los reyes adquirían cierta preponderancia , ponían á [necio las ca-
bezas de sus barones, y entraban á saco las ciudades : y finalmente,
que (Miando las ciudades adquirían cierta p reponderanc ia , se aso-
ldaban en una terrible asociación , para tomar en has reyes v (Mi los
barones una sangrienta venganza de sus antiguos agravios .


L-la aspiración constante do todas las clases v d e todos los po-
deres ;í asegurar el despotismo cu sus m a n o s , sirve para explicar




por qué , cuantío los reyes eran poderosos, publicaban no solo leyes
especiales , sino lainbien códigos de leyes , sin anuencia de la>
co r t e s ; y por qué , cuando las corles eran poderosas , determinaban
por un d e c r e t o , cuál habia de ser la serv idumbre de la ca sa , v
cuáles y cuántos habian de ser los manjares de la mesa de lo-
r e y e s .


Si estos e jemplos , y otros tpie pudiéramos citar, no son uu
claro testimonio de que no hay nada que pueda expl icarse , en la
edad media , por el amor á la l ibe r tad , y que todo se explica, basta
la libertad que hubo en algunas ocas iones , por la aspiración a¡
despotismo de todas las clases y de todos los poderes del Estado,
confesamos de buena le que hemos perdido lastimosamente nucstn
tiempo en nuestros estudios históricos.


Acabamos de decir que esa aspiración universal hacia el despo-
tismo lo explica todo en la edad m e d i a , hasta la libertad que h u b o
como por accidente , en a lgunas ocasiones. Con efecto : en la edad
media , no hubo nunca libertad , sino cuando los r e y e s , los barones
y las ciudades ten ían la suficiente fuerza para d e í e n d e r s e , y no te-
nían la suficiente fuerza para oprimir ; viniendo á resultar de aquí,
(pie la libertad no fué nunca el resultado directo de la voluntad de
los h o m b r e s ; s i no , al contrario , el resultado indirecto de la im-
potencia de iodos para asegurar el despotismo en sus manos .


¡Ni podia ni debía ser, ni convenía que fuese de otra manera .
Si en ese periodo de la civilización, la idea de la libertad h u -
biera venido al m u n d o , la civilización no hubiera podido alcanzas
el desarrollo que hoy t i ene ; y el mundo budiera retrocedido de
periodo feudal al periodo de la barbar ie .


Esta idea es nueva : tal nos parecí» a. lo menos : su novedad
exijo de nosotros algunas explicaciones.


Todo el trabajo lento, pero constante de la civilización, durante
la época que tiene principio en lo destrucción del imperio de Oc-
cidente , y que concluye con el renacimiento de las letras, consisto
en res taurar la unidad política, religiosa y social de las naciones :
un idad , que desapareció del m u n d o , cuando se desplomo el i m p e -
rio de los Césares de ¡fuma, y sin la c u a l , ni aun concebirse pu"




don el progreso y la civilización en las sociedades humanas , ha
restauración de esa unidad lúe , como ei trabajo de la civilización,
lenta, pero constantemente progres iva . El Catolicismo, representado
por los Pontífices, res tauró la unidad religiosa. La laboriosa fusión
de los pueblos conquistadores y de los pueblos conquistados fué r e -
moviendo los obstáculos (pie se oponían á la restauración de la un i -
dad social, que consiste principalmente en la unidad de las costum-
bres ; el feudalismo, en fin, contr ibuyó á la restauración de la uni-
dad política, estableciendo la subordinación social , por medio del
complicado artificio de las var ias categorías en (pie distr ibuyó á los
hombres , desde el monarca, que era el pr imer barón feudal, hasta
el último vasallo.


Ahora b ien , si cuando el carácter de la civilización era ese mo-
vimiento ascendente hacia ia unidad del Estado; si cuando este mo-
vimiento ascendente de la civilización encontraba en su camino las
más ásperas resistencias , por el estado de bá rba ra confusión y de
confusa anarquía en que había puesto á los pueblos meridionales de
Europa la conquista de los bárbaros del Norte; si en estas circuns-
tancias , dec imos , hubiera venido al mundo la idea d é l a l ibertad,
que siempre altera profundamente la unidad de las nac iones , la
civilización hubiera retrocedido á la primitiva b a r b a r i e ; porque en
la unidad, y solo en la unidad, consistía entonces la verdadera civi-
lización y el verdadero progreso.


Al estado á que habían llegado las cosas, la sociedad gravitaba
Inicia la unidad del pode r ; porque , solamente siendo u n o , podía
d a r é ! poder a l a s naciones la unidad poli lie-a, (pie era á la sazón
la primera de todas bis necesidades sociales.


La necesidad de esta g rav i t ac ión , sentida por todo el mundo ,
aunque no estaba analizada por nadie., explica esa aspiración uni-
versal hacia el despotismo, que hemos consignado (auno un hecho,
en ese periodo histórico de la Europa moderna : todas las clases de
la sociedad , todos los poderes del Estado ennecian instintivamente,
que el poder debía ser u n o ; ia única cuestión (pie se venti laba e n -
tonces , consistía en aver iguar , si ese poder había de ser el pa t r i -
monio de la democrac ia , o id patrimonio de la aristocracia , ó id




patrimonio de la mona rqu í a , l.a tortomi o. pur mejor decir, la Pro-
videncia, si.', declaro por los revés .


lai firn el gran periodo social , que habiendo comenzado,
oliando habían desaparecido del mundo la unidad social, hi unidad
politica v la unidad religiosa , tuvo lin , (mando volvieron a reinai
en el mundo esas tres poderosas unidades .


l.a edad media comenzó , cuando todas esas unidades habían
corrillo naufragio, ha edad media conciavo , cuando todas la» na -
ciones tuvieron un misino fhos v u n n i i - m o culto ; cuando cada
una de esas naciones fué un pueblo : cuando cada uno de eso*
pueblos fué gobernado por un r ey .


1.a edad media signiüca esto : y si no signifícaoslo, no signitica
nada.


Conocido el carácter esencial de ese gran periodo histórico,
¿cual es el significado de la intervención , por palle de los repre-
-cnlant.es del pueblo , en la imposición do las contribuciones: inter-
vención , que no habia evi»!ido antes en el m u n d o ? ; han conocido
los publicistas modernos su verdadero significado? ¿lis conveniente
que tenga hoy la misma aplicación que tuvo entonce» : o debe te-
ner una aplicación d i ferente , supuesto el actual estado de la Mu-
ro pa ?


IJ.


I i \ el a r t i c u l o a n t e r i o r . h e m o s p r o c u r a d o d e m o s t r a r ouni 'plida-


m e n l e , q u e la i d e a d o la l i b e r t a d n o v i n o a l m u n d o d u r a n t e ja p r o -


l o n g a c i ó n d e ios t i e m p o s h i s t ó r i c o s (pie c o m i e n z a n con la d e s l r u c -


cioii de l i t u p e r i o r o i u a . n o , y t i e n e n fin c o n el e s t a b l e c i m i e n t o d e l a -


m o n a r q u í a s a b s o l u t a s .


lin es ta é p o c a d e c i e r n a r e c o r d a c i ó n , p o r q u e en ella esta el


ñ a u e n d e Indas la» i i i - t i t ue íone» q u e h a n a l c a n z a d o d e s p u é s su




.... ->W - -
completo disai a(illi> . es cu donde ­e ofrece por prunela vez á nuc­
irá vista el espectáculo de la intervención . por parte de los r e p r e ­
­en tante­ del pueb lo , en la imposición de las eonliibucíones con­
cedida­ a los reyes .


1.a naturaleza de e­a intervención ha sido desconocida , hasta
estos úl t imos t iempos , por la mayor parte de los publicistas de Eu­
ropa. Señalar aquí su verdadera índole, así como los delirios y la­
ext ravagancias de cierta escuela política, que cu este, como en otros
graves asuntos . lia falseado la h íMor ia para conturbar a las nacio­
nes . es el objeto di ; este articulo.


Lo que distingue á la organización social do la Europa duranlt
los siglos medios , de la organización de las sociedades moderna­
y de las sociedades an t iguas , es (pie , mientras que así en la anti­
güedad , como en la Europa de nuestros días , la tierra está poseída
por el hombre ; durante los siglos medios, el hombre oslaba po­oido
por la t ierra. No es maestro ánimo , porque no lo necesitamos para
nuestro proposito , ­ufar al origen de este fenómeno s ingular ; para
nuestro proposito . baste consignar aquí esc fenómeno, como un
hecho.


lodos nuestro­ lectores tienen noticia de los esclavos del terru­
ñ o , llamados as í , porque estaban como fatalmente adheridos a la
t ierra. One con respecto á esta «dase de esclavos , la tierra ora lo
principal y id hombro lo accesorio , es una cosa ev iden le ; que oslo
m i s m o sucedía con (odas las clases de tierras \ con todas las c!a­o­
de h o m b r e ­ , es una cosa ¡al vez menos sabida , pero no por oso
menos puesla fuera de toda duda.


Con efeelo, para saber cuál era la categoría social do un hom­
bre en esta época , era necesario averiguar p r i m e r o , cuál era la
categoría de la tierra que estaba sujeta ¡i su u.­o \ señorío. Si id
hombre cuya categoría so trata de av eriguar , era el fínico señor de
toda la tierra . ese hombre era r e \ . A-¡ sucedió ron Cnjllernio el
Conquistador, que se adjudico á si ¡impío la propiedad terriloriai
de la Inglaterra , por derecho de eiinquisln. Los que recibían de
¡nano­ del rev el dominio indirecto, v el derecho (Je usufructo do
las П е н а 1 - perteneciente­ a la corona, eran ios prilneio­ baroee-




- 270 —


róndalos. Los que recibían de los b a r o n e s , en los mismos términos,
estas t ierras , componían loque; se llamaba su ¡jentc. En fin, cuando
el hombre l ibre, porque era señor de una tierra l ibro, ¡afeudaba su
t i e r r a , al trasladar el dominio directo sobre su t ie r ra , trasladaba
también el dominio directo sobre su persona.


Siendo la tierra el único origen de todos los derechos y de todas
las obl igaciones, resulté) de a q u í , que si el rey no estaba sujeto á
nadie sino á Dios, no consistía esto en que fuera rey , sino en (pie
solo Dios era el señor absoluto de las t ierras que poseía. Es esto imi
c i e r to , (pie el hombre l ibre , señor absoluto de una t ie r ra , era tan
independíenle de toda autoridad humana , inclusa la autoridad rea!,
como el r ey .


Por esta misma razón, si los barones estaban obligados á seguir
los pendones del r e y , y a la prestación do. ciertos servicios , no es -
tallan obligados ¡i estas c o s a s en calidad de vasallos, sino en calidad
de poseedores de ¡ ¡er ras . cuyo dominio diroclo pertenecía á la co-
rona ; es decir, en calida I o e ¡ ¡ a r e n o - !' u d a l o s .


Por esta misma r azón , en íin, si la e,c/¡/e puesta a l servicio de
los barones feudales, dependía di rectamente de es tos , é indirecta-
mente del r e y , esto no consistía sino en que, cult ivaban ciertas tier-
ras , cuya posesión tenía su origen inmediato en los b a r o n e s , y si:
origen inmediato en el r ey , que reservándose su dominio directo ,
había traspasado el indirecto á sus b a r o n e s feudales.


Sentados estos principios , que no lo son sino porque son la ge-
neralización de ciertos hechos , vengamos al origen histórico y filo-
sófico de la intervención de los representantes del pueblo en el
otorgamiento de las contribuciones.


En los siglos que siguieron inmediatamente á la conquista del
imperio r o m a n o , cesó de todo punto en la Europa el tráfico y la in -
dus t r i a : resul tando de aqu í , opio, todas las contribuciones habian de
c a r g a r , por necesidad , directa ó indirectamente sobre las tierras.
Ahora b i e n ; esta se rv idumbre , impuesta sobre una cosa tan sagra-
da , <>ra una cosa grave , [ionpie era una especie de insurrección por
parte del hombre contra su legítimo soberano.


De aquí procedió la idea . de que l a s contribuí iones n o podian




»er impues tas , s ino siendo consentidas. Si las t ierras hubieran po -
d i d o hablar , no cabe duda sino que el hombre , antes de gravar las
con una contribución , hubiera exigido el consentimiento de las
t ierras. .No M o n d o esto posible , exigió el consentimiento de los que
las tenian en su posesión y dominio. F.sla intervención , nacida do
una idea a b s u r d a , duro más tiempo que la idea mi donde tuvo su
origen. No s iéndoosla la primera vez que la» mejores cos tumbres
han tímido su origen en tales absurdos.


De lo d i c h o en oslo art ionio y en el anter ior , se sigue, en cuanto
á la edad media: que i'ue una época en que , lejos de sor la idea de
la l iber tadla idea dominante!, g ravi taban los pueblos con una g ra -
vitación inesistible hacia la monarquía absolu ta ; y en cuanto á la
intervención de los representantes del pueblo en la imposición de
las contr ibuciones; que l i j o s de tener su or igen en un .sentimiento
iilicrul, tuvo sn origen en un sentimiento scrr/7, en el sentimiento
de la superioridad absoluta de la tierra . y de la inferioridad abso-
luta d e l hombro.


¿ u n i ó n , ipie hava estudiado a ten tamente la historia, no mirará
con ojos atónitos á los hombres de cierta escuela política proclamar
la restauración de aquellos felices tiempos (los de la edad media) en
ipiela l iber tad , venida del Cielo para consuelo del h o m b r o , era la
reina del mundo? ¿Quién no se pasmará al ver que ciertas gentes
aseguran con imperturbable aplomo , que el derecho del pueblo, de
intervenir por medio de sus representantes en la imposición de las
contribuciones, ha sido siempre el Pallad ium do las libertades p ú -
blicas, y uno do los derechos imprescriptibles del h o m b r e , porque
es inherente á la dignidad humana? ¿Quién n o s e l lenará de a d m i -
ración , al ver que ciertas gentes tienen la impudencia de poner es-
tas doctrinas absurdas bajo el amparo y la protección de la h is -
toria ?


Y sin e m b a r g o , la creencia de que estos principios se apoya-
ban en fundamentos históricos, es la única causa de la propagación
do eierlas ideas desastrosas, puestas en circulación por una escuela
política que floreció en el siglo xvm , y que vive, todavía . aunque
con una vida valetudinaria, en id x i x .




i .os fundaílotes y adeptos de esta escuela han creído ver en la
instituciones de la Fairopa , anteriores al establecimiento de las mo
narquías absolu tas , unas fortalezas levantadas [tara servir de asi!
y de refugio á la libertad de las naciones. Filos lian ( n a d o rccono
cor un estado permanen te de p a z , en un estado pe rmanen te di
guerra : en la aspiración constante hacia el despotismo, han creidc
descubrir una aspiración constante Inicia la libertad; en las transar
ciónos que fueron hijas de la impotencia de todos , han ereido re
conocer los pactos con que los [niobios querían ligarse ¡i sí propio-
ligando también á los reyes . Fsta ignorancia profunda del verda-
dero carácter de los acontecimientos históricos nos hace recordar
que uno de los revolucionarios franceses de mayor fama y renom-
bre , como estuviese encargado con otros de redactar una de las mu-
chas constituciones efímeras que abor tó l a revolución y que devore
el imperio , escribió una carta al conservador de la biblioteca na-
cional , pidiéndolo con urgencia que le remitiera, para tenerlas á la
v is ta , la- leyes de Minos. A.-í es tudiaban en el siglo xvm la histo-
r ia ; y así la estudian en el siglo xix todavía a lguno- de /os que ,-e
dan á sí propios el título de guardadores de la libertad de los pue-
blos.


Fstos malos estudios históricos produjeron sus naturales conse-
cuencias : los que pensaban res taurar la l ibe r tad , solo restauraron
la anarquía .


Creyendo de buena fe , que el pueblo de liorna habia sido sobe-
rano Í C , proclamaron la soberanía del pueblo como un principio,
siendo solo una máquina de guer ra . ( a o v e n d o d o buena lo . que las
repúblicas ant iguas habian sido gobiernos democráticos, quisieron
depositar el poder en manos de la democracia , que no le ha liando
nunca de una manera es tab lo , porque el principio democrático e-
el principio disolvento do lodo- ios gobiernos. Creyendo de buena
t é , (pie las instituciones políticas de la edad media eran in-litueio-


l l i A i | i i i h;iy 111 ó - i L i l c i M i r : : i a . - 1.) | n s | . . n : i e i i n . i i s i : li;iy ¡ - .wr^i . -n ,¡.-¡
n . L i ¡cil.O.i ; ),t,¡iulits í-O»I«//(1»n l i " -ijíiillicalni ti i i ' i ini 'Ml ' I ' 1 todo- I"- IkiIjiUiuIi'S.


ijs liiílii" jci I r e - e i - (Ir J ¡: >. 11; i. 1.0 e l i" v ontioo'lo hoy |> i r |,'ii.'M .. . i c cc lo •„-•




— 2 7 3 —


I I I


Si la escuela política, de que hicimos mérito en el artículo au-
ícrio!, puede ser acusada de ignorancia por haber falsearlo de todo
punto la historia, fuerza es confesar (pie. no habrá nadie tan a t re -
vido, que la acuse de inconsecuen te , vistas las deduciones que
saco de sus estudios históricos. La lógica del mal es tan inflexible
como ta lógica del bien : vencedora de todos los obstáculos , no
retrocede ni aun en presencia del mayor de todos los absurdos .
Si esta verdad, consentida por todos los hombres , y consignada en
todas las historias, necesitara de demostrac ión, quedaría demos -
trada en los renglones que vamos á escribir, consagrados á poner
dolante de los ojos do los lectores inipnrciales el espectáculo de una


nos libros, y (juo las confederaciones popularos contr ibuyeron al
afianzamiento de esas instituciones, proclamaron la insurrección, no
solo como el mas santo de todos los principios, sino también como
e! más santo de todos los deberes . En fin , creyendo de buena fé,
que la intervención de los representantes del pueblo en la imposi-
ción de las contribuciones habia s ido , por piarte de los r e v é s , un
reconocimiento d é l a soberanía d é l o s pueb los , y por parte de los
¡niobios , un acto de soberanía , proclamaron el p r inc ip io , de (pie
esa intervención, llevada basta sus últimos límites, es el Pallad tutu
de la libertad de los pueblos. En uno de nuestros próximos ar t í -
culos, veremos la aplicación (¡riela escuela democrática lia hecho
de ese principio ; compararemos lo que es hoy día esa intervención
con l o q u e fué en la edad med ia ; y señalándola los límites que
debe t ene r , podremos considerar esta cuestión bajo su aspecto le-
gal , después de haberla considerado bajo *u aspecto histórico . y
bajo su aspecto íilosóíico.




escuela , á quien la falta de razón y la sobra de consecuencia pre-
cipitó en les mas ex t ravagan tes delirios.


La intervención del pueblo por medio de sus apoderados en la
imposición di' las contribuciones , aunque fué una oo.-a absurda ,
considerada en su origen , considerada en la práctica, fué una cosa
convenien te . Su conveniencia resul tó, no solo de su bondad abso-
luta , sino también de su bondad relat iva. La claridad exige de
nosotros en este punto a lgunas explicaciones,


Que las dilapidaciones de los caudales públicos son un mal , \
un mal muy grave , es una cosa puesta fuera de toda duda. Que
esas d i lapidaciones , frecuentes en nuestros d i a s , debían ser mas
frecuentes en los .siglos bárbaros , por razones que están al alcanzo
de todos , es una cosa que no necesita ser demostrada. Que la in-
tervención por parte de los representantes del pueblo en la impo-
sición de las contribuciones , es de suyo poderosa para evitar basta
cierto punto la dilapidación de los camlales (pie pasan de las arcas
del pueblo á las arcas del t e s o r o . es una cosa evidente . Que siendo
esto a s í , esa in te rvenc ión , considerada en si misma , es mil a;
p ro-conmn , es doctrina (pie ni ha encontrado , ni encuentra , ni
encontrará j amás probablemente temibles adversar ios .


Sin e m b a r g o : al hacer la aplicación de esta doctrina a ia so-
c iedad , es sumamente dilieil evi tar grandes escollos. lil único sobr"
el que nos proponemos llamar la. atención de nuestros lectores,
consis te , en conver t i r una cuestión que es económica de su y o , en
una cuestión política : una cuestión privada , digámoslo así , entre
los contr ibuyentes y los que manejan sus cauda les , en una cues-
tión de poder entre el pueblo y el rey ; ó lo que es lo m i smo , en
una cuestión de preponderancia entre los poderes dei lisiado.


La edad media supo evitar afor tunadamente esto escollo. !„•
intervención por par le de los representantes del pueblo en la im-
posición de las contr ibuciones , no perdió nunca su carácter e x -
clusivamente económico . ni adquir ió nunca el carácter exclusiva-
mente político que hoy tiene, merced á la escanda do funestísima
memoria . que tantas calamidades y tan ¡ispeáis trastornos ha trente
sobre el mundo .




Que !a intervención por par te de los representan tes del pueblo
en la imposición de las contr ibuciones no t u v o , en la edad media ,
ningún carácter político, se demues t ra por el h e c h o , do que esa
intervención estaba limitada á la ¡¡oposición de nuevas contribucio-
nes , pudiendo el rey d i s p o n e r á su antojo do las contribuciones
antiguas : es decir , que en ninguna ocasión, en ninguna circunstan-
cia podia ponerse en peligro, mi virtud de una negativa imprudente
por parle del pueb lo , la suer te del ¡astado. Hubo ocasione*, sin du-
da , en uno los representantes del pueblo se negaron á dar su con-
sentimiento á una contribución necesaria ; pero esa n e g a t i v a ,
d i jando a salvo todas las ant iguas contr ibuciones , si menoscabo
alguna vez el lustre de la monarquía , si la detuvo otras en la c a r -
rera gloriosa de su e n g r a n d e c i m i e n t o , no la puso nunca en trance
de muer te . Para asistir al espectáculo do una asamblea popular ,
que dec re ta ra , sin autoridad para ello y para conservar su e x i s -
t enc i a , la muerte del Estado ; para asistir al espectáculo de una
asamblea popular que , dándose, di sí propia el titulo de monárquica,
suprimiera la monarquía , no por una ley, sino por un insolente
plebiscito, inva necesario vivir en la nación en que v iv imos , y en
lo> tiempos que ahora c o r r e n , de adelantamientos políticos, y de
virtudes seriales. Pero dejando para más ade lánteos las reflexiones
amargas , anudaremos olra vez el hilo de nuestro discurso.


r n o de los lilosotbs más g randes de la Europa moderna ha in ten-
tado demostrar , que nosotros no vemos fuera do nosotros sino a rios<>-
o'os ¡nismos. La escuela política del siglo x v m se propuso, sin d u d a ,
acreditar la teoría de osle g ran i i losólo , aplicándola á la historia.


Con electo, lo que caracteriza a osla escuela , lo que la d i s t in -
gue de ludas las demás , es* pie habiendo llamado á juicio á todos los
siglos, no vi() nunca cu ellos sino el siglo x v m : (pie habiendo lia
mado ajuicio á todas las mudónos , no vio nunca en esas naciones
sino á la nación francesa; \ que solo tuvo ojos para mirarse á sí
propia, como única representante del siglo xvm y de la Erancia.
Do donde resulto , que representando a.l siglo xvm , resumen de to-
do» los siglos, v representando a la Erancia, epilogo del mundo, b
escuela política del suri" w i u se adoró a si misma con u n a tundí




- - - ' 70


adorac ión ; como si en olla estuviera el principio y el liu de teda-
las cosas ; como si fuera la inmensidad , en donde principia v en
donde acaba el e spac io ; y la eternidad . de donde procede y en
donde concluye el t iempo.


Ocupada exclus ivamente en la organización política de la- na-
c iones , c reyó de buena fe que la humanidad se hahia ocupado
constante y únicamente en resolver problemas políticos : c reyendo,
por una p a r t e , en la perfectibilidad del género humano ; y i T o y o n d o
por otra , tpie ella hahia alcanzado la perfección, se imagino que
siendo la perfección el término de la perfectibilidad, ella portéela,
y el género humano perfectible, el género humano hahia caminado
constantemente hacia (día.


Teniendo por cosa aver iguada , (pie la humanidad se hahia ocu-
pado constante y únicamente en resolver problemas políticos; en
todas las cuestiones históricas, no vié> más sino cuestiones de liber-
tad y de s e r v i d u m b r e , cuestiones en t re los pueblos \ lo- revés .


De aquí resulté), que en la cuestión de la inlerv enoion p o r parto
do los representantes del pueblo en la imposición de las ooul¡ahu-
ciónos, no vio el aspecto económico , que era el suyo , sino el a s -
pecto político. Ahora bien : considerada esa intervención bajo e l
aspecto político, era claro (pie contenida c u los límites que la pu-o
la edad inedia , (-ra ineficaz é insuficiente. Si la intervención de l o -
representan tes del pueblo en la imposición do las contribuciones
tenia un objeto polí t ico, esfe objeto no podia ser o t ro , sino dar a'
pueblo soberano una lianza segura de su soberanía , y en f r ena i
con un durísimo freno los ímpetus desordenados v las pretensiones
tiránicas de los royes , l lamándolos á la subordinación \ á la obe-
d ienc ia , en u n momento de olvido.


V como el que descubre la imperfección , no larda mucho tiempo
en descubrir la reforma , la escuela política del siglo x v u i logó ai
siglo x i \ esa teoría reformada.


Su reforma consistí 1, en hacer periodieoel ejercicio del dei echo d -
intervenir , y en dilatar la intervención hasta l o - límites d e lo posible.


f u la edad inedia , el rey podia e s q u i v a d a , ahstoniéndo-e <l<
imponer nuevas cenli íhucioiie-.




En el din , un puede esquivarla nunca ; porque el derecho de in-
iorvenir se extiende á todas las contribuciones , asi ant iguas como
modernas , y S Í - ejerce por los representantes del pueblo , todos los
UU< >s.


h a l e s la la historia del o r i g e n , progreso y vicisitudes de. la
iulervenrinn popular , en materia de a rb i t r ios , contribuciones y
i ribulos.


De cuanto lítanos expuesto hasta ahora , se deduce : en pr imer
limar, que habiendo tenido origen esa intervención en la idea, do-
minante en los siglos bárbaros , de que entre el hombre y la t ierra ,
la tierra era lo principa! y el hombre lo accesorio, nació de una idea
absurda una cosa conveniente : y en segundo lugar, que habiendo
tenido origen en la intervención económica de los pueblos en ma-
teria de contribuciones el error histórico que hemos señalado en
este ar t ículo; y habiendo tenido origen en este error la idea de
que reside en id pueblo el derecho imprescriptible de suprimir la
monarquía , ha tenido origen , en la cosa mas conven ien t e , la ¡dea
mas desastrosa y absurda . ; Tan cierto e s , que. los males y los bie-
nes proceden unos de o t ros ; y que su recíproca generac ión , o r d e -
nada por la Providencia desde, el principio de los tiempos , será
-ieuipre un misterioso enigma para el hombre !


En uno de nuestros póximos artículos , examinaremos la índole
\ l a s consecuencias do esa idea absurda , acredi tada hoy gene ra l -
mente entre los publicistas de Europa, parceiéndonos una cosa con-
\ e n i e n l e considerarla cu si misma , después de haberla considerado
.ai su origen.


I V .


I'.r. lenguaje político no es oscuro s ino porque esta heri/.ado de
lomudas , que es necesorio traducir al lenguaje vulgar ; y porque la
-emejan/.a de las denominaciones sirve para disimular la diferencia
que existe entre la- cosas.




- - 2 7 S * ••


Que el pueblo intervenía , en la edad media., per medio de sus
representantes en la imposición de las contribuciones , os un hecho
aver iguado : que el pueblo interviene ahora también en la i m -
posición de las cont r ibuc iones , por medio de sus representan tes ,
es una cosa puesta fuera de toda d u d a . Y sin e m b a r g o , esos dos
actos y esos dos derechos , que son idénticos ent re s í , si se atiende
á su denominac ión , son contrar ios en t re s í . si atendemos á su
esencia.


En nuestro artículo anter ior , p rocuramos demost rar cumplida-
mente , que la in te rvenc ión , sin var iar de n o m b r o , había variado
de índole : que si al pr inc ip io , tuvo un carácter exclusivamente
económico, en la ac tua l idad , t iene un carácter exclusivamente! po-
lítico •' que si al pr incipio , interesaba á la administración , hoy inte-
resa al Estado : que si al principio , el derecho de intervenir balda
sido una cuestión de economía , hoy es una cuestión de gobierno.
En el mismo artículo , anunciamos también, que si la intervención,
reducida á sus antiguos límites , era una cosa buena , considerada
en sí misma, y conveniente , considerada en sus apl icaciones; esa
misma in tervención, no aprisionada en aquellos mismos límites,
e ra a b s u r d a , considerada teór icamente , y desastrosa , considerada
en la práctica.


Con efecto ; cuando los consejeros responsables de la corona so-
meten todos los años á los representantes del pueblo la aprobación
de los presupuestos ¿qué es lo que someten á su aprobación? Cuando
piden su v o t o , así para imponer nuevas contr ibuciones, como para
seguir cobrando las antiguas ¿ qué es lo que piden á los re presen-
ta ules del pueblo los consejeros de la corona? Eos publicistas que
han proclamado como buena en sí y conveniente: esta manera de
intervenir ¿ saben cuál es su significado? ¿Se han hecho á sí mis-
mos esta p r e g u n t a ? ¿Ha respondido su conciencia? Creemos firme-
mente tpie no ; y por e s o , nos proponemos traducir sena illa y l i te-
ralmente' al lenguaje vulgar esa pregunta ; convencidos como osla-
mos , d e q u e si la traducción es b u e n a , será tan c l a r a , (pie estará
al alcanzo de todos nuestros lectores.


Cuando entre los consejeros de la corona v los representantes




-lol pueblo se discute la aprobación de los presupuestos lodos los
año.-, la cuestión que se proponen resolver , consiste en aver iguar :
io pr imero, si ha de haber aquel año un trono y un rey ; puesto que
el trono no puede estar en p ié , ni puede existir el rey sin con-
tribuciones que aseguren no solo la existencia , sino también el e s -
plendor de la monarqu ía ; es decir, que lo primero que se t r a t a d o
aver iguar , es si ha de existir o no ha de existir la Constitución del
Cslado. l'or dónele se v e , (púa la votación de los presupuestos con-
fiero a las corles ordinarias un poder const i tuyente ; y (pie donde
la- votación de los presupuestos es a n u a l , es anual también la r ev i -
sión de las consti tuciones.


Lo segundo (pie se trata de aver iguar , es si ha de existir una
religión v un culto : como quiera (pie sin culto no existe ninguna
religión , y que el culto no puede existir sin contribuciones que a s e -
guren su ex i s t enc ia ; es decir , (pie donde es anua! la votación dé-
los presupuestos , es anual también la revisión de las eouslilueioues
religiosas. Pordoude . se v e . que. donde es anual la votación de los
prosupuestos, las cortes , que en el orden poli 'ico se sobreponen á
la Constitución , en c! orden religioso se sobreponen al dogma ;
s iendo , en este último caso , un poder superior á la Iglesia , á los
concilios y á los pontífices, como en el p r i m e r o , es superior á los
reyes .


Lo tercero que se trata de a v e r i g u a r , es si ha de haber una
fuerza pública que proteja á la sociedad contra las insurrecciones
populares , y contra invasiones ex t rañas ; es decir , si ha d i -haber
un ejercito. Lo cuarto q u e s o Irala de- aver iguar , es si han de con-
tinuar abiertas ó se han do cerrar las escue las , los insiihitos y l a s
universidades. Lo quinto que se trata de aver iguar , es si ha de
haber jueces y magis t rados ; ó si se han de cer rar los t r ibunales
encargados do la aplicación de las leyes y de la administración de
justicia. Lo sexlo que se trata de aver iguar , es si ha do haber mi—
nislros plenipotenciarios cerca de los gabinetes e x t r a n g e r o s ; ó si
-e han de proscribir de todo punto las relaciones internacionales.


La coila extensión de un arta, ido de periódico nos impide conti-
nuar en el análisis y en la traducción de la pregunta que á los re-




2 S 0


presentantes «lela nación so hace todo- los a n o s , al pedir la apro-
bación do los presupuestos por los consejeros de la e n r o n a .


L o (Vicho hiis!;> iKjní b u s t o p a r a d e m o s t r a r c i i i i i p h i h i m c t i t i . ' , >
para (pie se entienda por los ingenios n ías r udos , ipie con el d e -
recho de votar los presupuestos anualmente , se confiere á las cor-
tos un poder tan monstruoso, que ni aun soñarle pueden los hom-
bres , sino en un acceso de calentura y de delirio.


l.o que ahora vamos á demost ra r , porque así conviene á nuestro
propós i to , es que ese poder, ya se depo-iíe cu un /ioin/ire , \a se
deposite en muchos , es un poder usurpado.


Poner en cues t ión , si en una monarquía ha de haber un rey:
sí en una sociedad ha de haber una religión y un culto; si en un
pueblo ha de haber una fuerza mater ia lmente pro tec tora , (pie se
llama ejérci to, y una fuerza morahnente pro tec tora , que reside en
tos t r ibunales ([lie administran la jus t ic ia , es suponer, ó que una
sociedad puede existir sin fuerza pública y sin administración de
jus t ic ia , sin rel igión, sin culto y sin g o b i e r n o ; ó que los pueblos
por s í , ó por medio de sus r e p r e s e n t a n t e s , pueden herir al listado
y á la sociedad, de paralización y de m u e r t e : y decimos que poner
en cuestión todas estas cosas es adoptar una de estas dos suposi -
ciones, porque si es absurdo creer que la sociedad puede existir sin
gobierno , sin culto , sin religión , sin fuerza pública y sin adminis-
tración de justicia , y más absurdo todavía creer que los pueblos
pueden decretar la disolución de las sociedades humanas , por si ( ;
por medio de sus representantes , sería el mayor de todos los absur-
dos proponer á la resolución de las c o r l e s , como una cosa cuest io-
nab le , una cosa que no es una cuestión, porque está definitivamente
resuelta.


\ h o r a bien : que la sociedad no pueda existir sin las institucio.
nos . cuya existencia se pone á votación cuando se votan los p re -
supuestos, es una cosa que no necesita ser demostrada; porque es
una cosa evidente . Kn cuanto á la cuestión que consiste en averi-
g u a r , si los asociados tienen ó ño tienen el derecho de disolver la
sociedad en que v iven , exige de nosotros a lgunas explicaciones.


Nosotros c r e e m o s , v con nosotros oreen todos | n s publicistas.




•2si


que 1:11 la sociedad ha\ dos existencias necesarias , disliulas ó inde-
pendíenles , conviene a saber : la existencia de los individuos, y la
existencia del Kstado. De esa coexistencia del Estado y de los in-
í/íc/f/fros, proceden fcx/os /os derecnos > todas fas obligaciones en las
sociedades hninanas. El Estado tiene derecho á existir : y ese d e r e -
cho no recibe ni su extensión ni sus límites, de la voluntad instable
de los h o m b r e s , sino de la naturaleza inmutable do las cosas : ese
derecho se ext iende á todo lo que es necesario para conservar la
existencia ; porque si no tu\ iera esta extensión, sería de todo punto
ilusorio. Ese derecho tiene también una l imitación, (pie d e r i v á n -
dose, de la naturaleza de las cosas , es también independiente de la
voluntar! de ios hombres . El derecho que el Estado tiene de existir ,
encuentra un limite en el derecho que tienen los individuos de ex i s -
tir, en calidad de sores intel igentes y l ibres.


De los individuos , puede dorarse lo mismo que del Estarlo. Su
derecho á existir se ext iende á todo lo (pie es necesario para con-
servar la existencia de un ser dotado de razón y de albedrío : v ese
iní*ino derecho encuentra también una limitación, que es indepen-
diente de la voluntad de los hombres , porque se deriva de la na tu -
raleza de las cosas. El límite de ese derecho consiste en la obl iga-
ción de respetar Inexistencia del Estado.


Hay ocasiones en (pie es muy difícil, si no imposible resolver .
s¡ un derecho especial que reclaman los individuos , es un v e r d a -
dero de recho , (i una usurpac ión; es decir, si e s o no compatible
con el ¡'espeto (pie se debe á la existencia del Estado. Hay ocasiones
en que es muy difícil, si no imposible resolver , si un derecho e s -
pecial que el Estado r ec l ama , es un verdadero d e r e c h o , o una
usurpación; es decir , si es ó no compatible f , on el respeto que se
debe á seres dolados por Dios de inteligencia y de albedrío . En os -
las ocasiones , las contiendas entre los individuos y el Estado son li-
citas , porque su derecho es dudoso , v su buena le . ev idente .


Pero hay ocasiones en que la mala fó , por parlo del Estado o
de los indiv iduos , os ev iden te ; porque el sentido común basta para
calmear do usurpadoras las pretensiones de alguno de los persona-




Así, jior ejemplo , cuando el jefe del listado se proclama soñoi
ile vidas y haciendas , no cahe duda sino que pide para sí un podo
ilegítimo; porque no puede conciliarse nunca con la existencia líe-
los individuos de la sociedad . en calidad de seres inteligentes \ l i-
bres . Si conformando con sus palabras sus o b r a s , dispone ;í su an-
tojo , y sin forma de p roceso . de las vidas y de las haciendas de los
hombres , entonces no cabe duda sino que el que obra de osa mane -
ra , llámese r e y , dictador ó tr ibuno , es ;m 'aboso t irano.


Por la misma razón, cuando los representan tes del pueblo piden
para sí e' derecho de suprimir los presupuestos , [ t o r u n o el derecho
de ce:,cederlos lleva consigo el derecho de suprimir los , no cobr
iluda . sino que piden para sí un poder ilegítimo , porque es incom-
patible con el derecho que tiene el listado á existir necesariamente.
Si conformando con sus principios sus acidónos, decretan la suspen-
sión i') la supresión de todos los t r i bu tos , entonces no cabe duda
sino que los que obran de esa manera , cualquiera que sea el nombre
con que se decoren , declaran la guerra á ha sociedad : > so ponen,
como enemigos del reposo público y del listado , fuera de todo d e -
recho y fuera de toda ley.


Por donde se vé, que entre las pretensiones de la escuela d e m o -
crática y las pretensiones de los par t idar ios del derecho divino de
los r e y e s , hay grandes semejanzas , á vuelta de algunas diferen-
cias.


Pos publicistas de una y otra es-'U"la se parecen entre s i , en
¡pie unos y ot'-os piden unas mismas cosa- : so diferencian entre- s¡.
en que las pillen para distintos personajes sociales. Todos piden el
p o d e r : ninguno pide, la l ibe r t ad ; en eso consiste su semejanza.
Pnos piden el poder absoluto para, el rey , y la esclavitud para <d
pueblo : olíais piden el poder absoluto para ios representantes del
pueb lo , \ la esclavitud para el jefe del lista lo : en esc, consiste M I
díferonfia : pero advierta--o que la. semejanza iccae raí las doctrina-,
v la diferencia en las anlícaciones.


'd.u mee se considera , que apenas hav algunos curios intervalos
•-n la ai-io'da. en prr no han prevalecido tan desastrosas doctrina-.
' > f.mi;i-.a co ouede imaginar , ni el entendimiento miedo r o n c e -




hir, cómo existen todavía sobre sus anchos cimientos las sociedades
humanas.


¿Consistirá e s t o , por v e n t u r a , en que los h o m b r e s no son ni
tan buenos ni tan ma los , como los principios que profesan? O lo
que es lo m i smo , ¿consist i rá e s t o , por v e n t u r a , en que la lógica
inflexible de los principios tiene un límite provechoso en la incon-
secuencia de los h o m b r e s , y en el buen sentido del pueblo? Cues-t i ó n es osla, (¡no sometemos de buen grado á la decisión de n u e s -
tros lectores.


Sin e m b a r g o , si ta inconsecuencia de los h o m b r e s es poderosa
para entorpecer , no es poderosa para anular la acción de los b u e -
nos pr incipios , ni Inacción de los principios deletéreos.


Sin la inconsecuencia de los hombres , hace mucho t iempo que
los pueblos do la Europa hubieran retrocedido á la primitiva c o n -
fusión, al primitivo caos y á la primitiva ba rba r i e . Pero sin los prin-
cipios deletéreos que se han ido popularizando en la Europv, no
estaríamo- hoy lo- españolee al borde de un abismo.


V.


H A S T A aqu í , hemos considerado esta cuestión bajo su aspecto
histórico y bajo su aspecto filosófico: solo nos resta considerarla
bajo MS aspecto legal.


Ea intervención por par te de los representantes de! pueblo en
la inquisición de las contr ibuciones , está consagrada ent re nosotros
por la ley política del Estado. El derecho de intervenir no se l im i -
ta (ai España á las nuevas contr ibuciones , sino que según la letra
\ id espíritu de la le\ , se ext iende también á las ant iguas , por me-
dio del voto anual do ios presupuestos . Importa poco que , al c o n -
signar en la ley fundamental eso derecho, las cortes ennslituventes
ignorasen , cuál es su verdadera impor tancia . Nosotros reconoce-
mos de buen grado q u e , con a r reg lo á la ley política vigente. , el
gobierno , para imponer nuevas contr ibuciones y para recaudar las




an t iguas , debe pedir una autorización a las corte­; v que las cor­
tes pueden otorgarle, o no otorgarlo esa autorización, e n uso del in­
disputable derecho que t ienen, por beneficio de la lev.


Id derecho de las cortes no puede oslar sujeto á controversia­:
lo (pie puede sujetarse á controversias muy g r a v e s , es la conve­
niencia o ineonv cniencia del uso de ose d e r e c h o : porque e s n e ­
cesario no olvidar n u n c a , que cuando hay deberes inórales que
condenan el ejercicio de los derechos conferidos por la ley . estos
derechos no p u e d e n , no deben prevalecer j amás contra aquellos
deberes ; como quiera que estos deberes nacen do la naturaleza me--
nía de las ( o s a s ; y aquellos d e r e c h o s , de la voluntad caprichosa é
instable de los hombres , lista verdad , reconocida por todos los f i ló­
sofos, ha sido reconocida también por el buen sentido del pueble,
en todos los países gobernados por instituciones libres, lin Francia
y en Inglaterra , el derecho de negar al gobierno la autorización
competente para cobrar las contribuciones , no es otra cosa sino
una amenaza que los representantes del pueblo tienen «auno sus­
pendida sobre los consejeros responsables de la corona. Fn esa-,
naciones acostumbradas á la libertad , todos los derechos están li­
mitados por un d e b e r ; y el primer deber os la prudencia . Si h u ­
biera un partido tan desalentado y loco , que para un peligro, que
no fuera el mayor de todos los pe l ig ros , acudiera al mayor y al
último de todos los remedios , echaría sobre sus hombros una r e s ­
ponsabilidad ab rumadora , cargaría con la pública exec rac ión , y
sería befado y escarnecido por las gentes .


Aun en el i n a v o r de lodos los pe l ig ros , oreemos que no debe
acudiese , y (pie no es necesario acudi r , para salvar la cosa pública,
á eso remedio heroico, (pie no puede ser aplicado j a m á s , sin (pac
so est remezcan convulsivamente en sus hondos abismos las socie­
dades humanas .


One esto remedio es el mas g r a v e de lodos, es una cosa que
confiesan v publican hasta sus más ardientes defensores: que sien
do el más grava 1 de lodos , no puede ser aplicado sino para ea­li­
gar grandes del i tos , o para suprimir grandes escándalos . es ш м
cosa confesada por todo-los publicista.­del mundo Pues bien, no--




а>;>
. ¡ n o s un vac i l amos en a l o m a r , q u e s i e n d o e s t o asi , ese r e m e d i o lio
osla m o t i v a d o m i n e a , e n los [n iobios r e g i d o s p< r i n s t i t u c i o n e s l i b re s ,
P o r q u e o e x i s t e n , o no e x i s t e n osos g r a n d e s e s c á n d a l o s , y e s o s g r a n ­
d e s d e l i t o ­ : si no e x i s t e n , la a p l i c a c i ó n d e e s e r e m e d i o es u n a a p l i ­
c a c i ó n c r i m i n a l , v no solo c r i m i n a l , s ino t a m b i é n i n s e n s a t a ; y si
e x i s t e n , su a p l i c a c i ó n es oc iosa , d o n d e q u i e r a q u e e s u n d e r e c h o
d e las c o r t e s a c u s a r , j u z g a r y c o n d e n a r á los m i n i s t r o s r e s p o n s a b l e s .
N u e s t r o s a d v e r s a r i o s pol í t icos no c o n t e s t a r á n j a m a s á e s t e t e r r i b l e
d i l e m a , binando no ha) ' m o l i d o p a r a u n a a c u s a c i ó n , no le h a y t a m ­
poco para a p l i c a r e­c r e m e d i o . C u a n d o h a y m o t i v o p a r a una a c u s a c i ó n ,
la apüi a c i ó n do ose r e m e d i ó o s i n s e n s a t a ; p o r q u e os ociosa o i n ú t i l .


O u e no hav m o t i v o p a r a a p l i c a r e s e r e m e d i o , c u a n d o n o le
ha \ para u n a a c u s a c i ó n , e s cosa c l a ra á t o d a s l u c e s ; c o m o q u i e r a
q u e , s i e n d o m á s g r a v e el r e m e d i o q u e c o n s i s t e e n s u s p e n d e r el
p a g o do las c o n t r i b u c i o n e s , q u e el (pie c o n s i s t e en a c u s a r á los m i ­
n i s t ro s , es i m p o s i b l e d e toda i m p o s i b i l i d a d , (pie la c a u s a q u e e ­
p o d e r o s a para jus t i f icar el p r i m e r o , no sea t a m b i é n , y con m a s r a ­
zón . p o d e r o s a para j u s t i ü c n r el s e g u n d o .


Q u e c u a n d o h a y m o t i v o p a r a u n a a c u s a c i ó n , e s ociosa e inút i l
la ap l i cac ión d e e s e r e m e d i o , e s u n a c o s a e v i d e n t e ; p o r q u e c o n s i ­
d e r a d o s a m b o s r e m e d i o s c o m o p e n a s , la q u e se o b t i e n e por m e d i o
d e la a c u s a c i ó n , l l eva g r a n d e s v e n t a j a s ¡i la q u e so o b t i e n e p o r
m e d i o d e la s u s p e n s i ó n del p a g o d e las c o n l i d i l u c i o n e s . c o n s i d o ­
r a d a s una y otra bajo t o d o s sus a s p e c t o s .


íin p r i m e r l u g a r , la p r i m e r a , m o t i v a d a por un c r i m e n , r e c a e e x ­
o i u ­ ! \ a m e n t o s o b r e los m i n i s t r o s , q u e son s u s ú n i c o s p e r p e t r a d o r e s ;
m i e n t r a ­ q u e la s e g u n d a , m o t i v a d a por un c r i m e n d e los m i n i s t r o s ,
p e r d o n a á los m i n i s t r o s , y recaí" s o b r e el l i s t a d o , lis d e c i r , q u e
m i e n t r a s q u e la p r i m e r a c a e s o b r e el c r i m i n a l , la s e g u n d a c a e s o b r e
el i n o c e n t e .


lin s e g u n d o l u g a r , la p r i m e r a r e c a e s o b r e (de r l a s \ d e t e r m i n a ­
d a s p e r s o n a s , s o b r e p e r s o n a s a s i g n a b l e s ; m i e n t r a s q u e la s e g u n d a ,
r e c a y e n d o s o b r e todos los q u e e s t á n i n t e r e s a d o s d i r e c t a o i n d i r e c ­
t a m e n t e en el [ingo d e las coní r i b i i c i o n e ­ , d i fundo por toda la o­
e i e d a d la confus ión \ la alai n í a .




En tercer lugar, estando sujeta la primera a ciertos trámites
solemnes, tiene á los ojos del pueblo uu carácter augusto de justi­
c i a ; mientras ipie podiendo ser decretada la segunda en momen­
tos de ímpetu v de a r reba to , no parece decretada por un juez, sino
por un par t ido : no parece decre tada ñor la. razón , sino por la» pa­
s iones ; no parece decretada por la justicia , sino por la victoria.


En (Miar lo lugar , la primera es do suvo flexible . poique el t r i ­
bunal político que la i m p o n e , puede elegir en nu< sin к códigos ¡a
pena más adecuada al didito, sin que en esta elección esté ligado
por la l e y : mientras que la segunda es inflexible por su naturaleza,
porque condena á muer te al listado.


Kn ipiínto lugar, la primera es (dicaz, porque lleva consigo i i
caída del minister io; mientras que la segunda no l!e\a consigo C S Í
caida neeosariaiuoulc.


Kn sexto lugar, la p r i m e r a , rocavendo sobro los ministros,
aparta de (dios á todas las g e n t e s : mientras que la segunda , r e ­
cayendo también sobre el l is tado, pone en la necesidad de que to­
men la defensa de los ministros á lodos los que piensan «pie el Es­
tado es inviolable; y recayendo sobre muchos individuos in teresa­
dos en el pago de las contr ibuciones , les pone en la necesidad de
tomar la defensa del ministerio , para defenderse á sí propios.


De todo lo dicho resulta , que en ningún caso es justo y Conve­
niente negar la autorización necesaria para el pago de las contribu­
ciones , á los ministros responsables .


Sin embargo , volvemos á repet i r lo , si las corles negaran a |..s
consejeros de la (anona esa autorización, fallarían á su debe r : pero
según el espíritu y la letra de la ley , usarían de su derecho.


En España , no han usado de él hasta ahora : y sin embargo ,
¡ cosa á la verdad inaudita ! hay quienes se creen con derecho pe­ ¡
les i s t i re ! pago de las contribuciones.


Estos tales se fundan en la famosa declaración del Congreso . y
en el artículo constitucional mi que so exige (anuo necesaria , para
la recaudación d o l o s impuestos., la autorización de las c o r l e ­ ,


¡in cuanto á la declaración del Congreso , no nos de tendremo,
'•n demostrar que no <•«, lev ; pon pie el h'V iffl Comercio , o r g a i c




— 287 —


del partido proprosista , lo ha reconocido así en uno de sus art ícu-
l o s ; v porque no tenemos noticia de ningún hombre tan desaco r -
dado v loco, que haya acometido la empresa de demostrar lo eon-
l iar io .


Según declara en ese misino articulo el periódico que acabamos
do r i l a r , siendo su declaración conforme c o n lo que racionabneule
>e di'dueo del tono y la m a n e r a en que está escrito el preámbulo
de la declaración del Congreso, el Congreso «o se lia propuesto otra
cosa . sino dar un giaío de alarma , consitlerarulo que' no haciéndolo
a- i , lis representantes de la nación no cumplirían con el más impor-
tante y sagrado ile los deberes que. su noble encargo les impone.


Cuando hemos visto escri tas estas p a l a b r a s , con admiración do
nuestros ojos , hemos recorrido con la más esquisita diligencia todos
ios artículos conslitucionaics que t ienen relación con el Congreso de
señores d iputados ; y ni aun dando tortura á sus disposiciones, h e -
mos podido encont ra r , ni entre los derechos que se le otorgan , ni
ent re los deberes que se le imponen , el derecho o el deber de dar
ait qriin dr alarma. Ahora bien : como nosotros estamos en la pe r -
suasión , de que ninguno de los poderes del listado tiene más a u t o -
r i d a d , (pie. la <pie se le concede por la Constitución de la monar-
quía española, estamos persuadidos t a m b i é n , á que ese grito de
alarma es un grito faccioso , indigno de los representan tes de un
gran pueb lo , y digno solo de un conciliábulo de rebeldes.


Y si los defensores de ese acto de frenesí del Congreso buscaran
su a p o \ o e n la m á x i m a , d e q u e es lícito hacer lo que no esta p r o -
hibido expresamente por la ley , les replicaríamos d i c i endo : que
esa m á x i m a se aplica solo a los par t icu lares , que tienen una exis-
tencia que les es propia ; pero no ¡i los poderes públ icos . que no
tienen sino una existencia artificial, y que no existen sino para el
objeto apeleoido por la l e y , de quien reciben el s e r , y en donde
tienen su or igen.


La declaración del Congreso vivirá e t e r n a m e n t e , como viven
ios monumentos do infamia. Los que la firmaron y ¡(probaron, p a -
saron el llubieon. Las puertas de Roma y las del Capitolio están cer-
rada- para ellos, como para los enemigo del F.stado. Jamás ent ra-




2SS


can en Rom.», sino entrándola a saco ; j amas Mi lncán al Capitolio
sino destilando sangre y con la espada desnuda.


En cuanto al artículo constitucional en que so exige como nece-
saria para la recaudación de los impuestos la autorización de la
cor tos , es un artículo que de nada aprovecha á los facciosos que
rebelan contra las autoridades const i tuidas, siendo raeionalmoiin
interpretado.


En primer lugar , es claro que la interpretación do un preeeph
constitucional ha de ser de la! na tura leza , que no conduzca direc-
tamente á im absurdo . En segundo l u g a r . es claro . que ha de
de tal na tura leza , que no ponga en contradicción unos con olne- .
todos los preceptos constitucionales. Y decimos que toda inteipre
laeion del código fundamental debo reunir estas condiciones, par:
ser aceptada como b u e n a , porque no es lícito suponer , ñ i q u e e
código fundamental es absurdo , ni que su aplicación cumplida es
imposible.


Esto supuesto . nosotros n o s proponemos demostrar cumplida-
m e n t e , ([líela interpretación dada á ose artículo constitucional por
el partido revolucionario, hace imposible la aplicación do otros ar-
tículos const i tucionales , y es absurda .


Siendo la suspensión del pago de las contribuciones la m a \ i n -
do todas las penas , no puedo imponerse sino al mayor de todos lo-
delitos. Ahora bien : ¿cuá l es el delito que- lia cometido el ministe-
rio ? O l a suspensión de las cortos os un didito, o no ha comelid*
ninguno. Si no ha cometido n inguno , suspendiendo las co r t e s , o-
absurda la inquisición de la pona. Si ha cometido un delito, suspen-
diendo las co r t e s , es necesario proclamar el ab su rdo , de que os
no solo un delito, sino el mayor de lodos los delitos, aplicar la pro-
rogativa de la corona.


Para demostrar , no solo que es un delito, sino que Os el u i n v o r
de todos los delitos la aplicación did derecho de promgar > disolvía
las cortes que se concede á la corona , es necesario demostrar : I.»
priincro , que ese derecho tiene en su aplicación ciertos limites s e -
ñalados por la ley ; y lo segundo . (pie en la aplicación de ese ( | c -
ieolio, los ministros responsables han traspasado o s o s limites.




Los progresista- encuen t ran el limite rJ* * !n prerogat iva real en
• •i articulo que exige como necesaria la competente autorización
para la recaudación de las cont r ibuciones ; sin advert i r que si ellos
se e r r e n autorizados para.afirmar , que los caries pueden ser praro-
oudus o (¡¡sueltas siempre, menos en el caso en (pie la recaudación de
tas ciinlrdiui'iones mi haya sido autorizada , nosotros podemos afir-
mar , con igual copia de razones v de la misma manera , que la au-
torización para recaudar las contriliuciones es necesaria siempre, me-
nos en el cuso cu que la enrona . en uso de su jireroipuliva , proroyue
I-, disuelva, untes de esa autorización, las corles. \ no se d iga , que en
este caso seria ilusorio el derecha (¡ue tienen las cortes de autorizar
¡a recaudación de los impuestos: porque si esto se d i j e ra , repl ica-
ríamos nosotros , yue si la autorización hubiera de preceder siempre
,i ¡a suspensión í, a la disolución de las cortes, las cortes podrían con-
vertir tu preroyativu real en una preroyaliva ¡h-soria.


Por donde se v e , que no declarando la ley fundamenta l , cual
de estos artículos os el que s i rve de limite al o t r o , todos estamos
autorizados, igualmente pura hacer la declaración que más cumpla
a nuestros deseos , siendo todas igualmente arbi t rar ias .


Siendo esto a s i . para resolver esta duda , es necesario cons ide-
rar la cuestión bajo otro punto de vista : cuando las leyes no ofre-
cen fas elementos necesarios para la recta interpretación de sus a r -
tículos, es necesario buscar los e lementos de esa interpretación en
la conveniencia públ ica ; erario quiera (pie nada hay más racional
que - aponer , cuando la voluntad del legislador no está expl íc i ta ,
que su voluntad fue ipie se verificara aquello que más conviene al
listado.


Ahora bien : ¿qué i s lo que más conviene al Es tado? ¿que el
artículo constitucional en (¡ue se concede su prorogat iva á la co ro -
n a , sirva de límite al artículo constitucional en que se ex ige comí»
necesaria , para la recaudación de los impuestos , la autorización do
tas co r l e s , ó que el artículo en que se exige esta autorización, sirva
de límite al que asegura la prerogativa de la co rona? l i s ta , y esta
sola es la cues t ión , que como cuasi todas las cues t iones , estando
bien fijada , está de m i v u resuelta.


ec.;.. i. 10




. _ 2ím —


Si so adopta la interpretación revolucionaria , se signo do su
adopción :


1." La supresión de la monarquía.
2." La supresión de la religión y del laillo.
:L" La supresión de la linaza publica.
i-." La supresión do las escuelas , de los instituios v de las u i u -


\ eisi i lade-.
.'>." La supresión do ios tr ibunales do justicia,
b . " La supresión de l a s aduanas .
7." La miseria de los mmé-iro- del «ai l lo , \ la de los ministros


de los t r ibunales . y la de los «pie obtienen cargos públicos.
8." La supresión del gobierno.


La supresión del lisiarlo.
Si se adopta nuestra interpretación, en muchas ocasiones, no se


seguirá ningún mal á la cosa publ ica; en otras, se seguirá un solo
nial , y ese no sin remedio.


.No so seguirá mal n i n g u n o , cuando el ministerio <|ue se con-
serva á favor de la suspensión o de la disolución do las enríes , es
un ministerio de o r d e n ; y cuando las cortes disuellas son revolu-
cionarias.


Se seguirá un solo mal para la cosa publica , cuando las corles
p ro logadas o disuellas hubieran sido una garanlia riel publico r e -
poso; y cuando el ministerio que se conserva a favor de la suspen-
sión ó de la disolución de las co r l e s , os anárquico, ó concusionario,
o criminal do cualquiera otra manera,


P e r o , aun tai este caso, ese mal liene r e m e d i o ; porque el m i -
nisterio pueril.1 ser acusado , juzgado v condenado por las corles
que nuevamente se r e ú n a n .


V no se diga, que el ministerio puede impedir la reunión de nue-
vas ccirtes ; porque, en ese caso, la cuestión deja do ventilarse en el
t e r reno consti tucional , para venti larse en el te r reno de la fuerza.


Si el niinislerio sale vencido, r e c í b e l a condenación del pueblo.
Si salo vencedo r , recibe la absolución de la victoria. Poro adviér-
t a s e , que contra la fuerza no hay ningún articulo cu las constitu-
ciones humanas .




- 201 -


¡ Pueb lo ! delante de tus ojos está ya e! batal lado proceso que
se sigue en t re los amigos de la libertad y del orden , y los amigos
de una revolución p e r m a n e n t e . Los pr imeros in terpretan los a r t í -
culos consti tucionales, según lo exige tu conveniencia ; porque la
conveniencia bien entendida del pueblo es la conveniencia públ ica.
Los segundos interpretan los artículos consti tucionales, para da r
al imento á sus od ios , para satisfacer sus pas iones , y para perder
el Estado. Kn este batallado proceso, nosotros tenemos ya favorable
el fallo de nuestra conciencia : aguardamos con serenidad el fallo
de tu justicia.






SOBRE LA INCOMPETENCIA
DEL GOBIERNO Y DE LAS CORTES


f\H.\ i:\A.\Il.\All Y JliZUAK LA COSBirCTA I>K S. M. LA J1EMA MAl>Bh DOÑA MARÍA CRISTINA DE BORBON.
F\ -I, CALIDAD IH" TL'TDRA Y Ct'H Allllli A


DE S U S A U G U S T A S H I J A S .


MUH.I )-'• l'LliLK AI 'U E> EL CORREO NACIONAL . ARTES H E L L E V A I t e E A M E | . A > i i.K I I -LA I I K S T H l V IIJ-: T U I E L A






«i KSTÍON ni: LA TI i I:LA UI:AL


.No ha n inc l io t i e m p o q u e la t u t e l a d o la n a e i o n , y la d o las a u -


g u s t a s n i n a s , q u c s o n el c o n s u e l o \ la e s p e r a n z a d e l o d o s los e s p a ñ o -


les l e a l e s , e s t a b a n e o n l i a d a s á una e x c e l s a s e ñ o r a , m o d e l o do p r í n -


c i p e s , asi c u a n d o , l i son jeada d e la s u e r t e , p r e s i d i a á los d e s t i n o s


de l n o b l e i m p e r i o e spaño l , e o m o c u a n d o , d e p u e s t a su « a i r o n a , y


ro to el c e t r o q u e l i ab ian l l e v a d o cien r e v é s , v a g a d o p u e b l o e n


p u e b l o , lejos del r eg io h o g a r d e (".asidin , juguete- d e la I b r i u n n .


La p r i m e r a d e eses d u s lu t e l a s ha ¿ e n ido cuino d e t rofeo á la


m s u i r eoc iou ti a n i l l a n t e , fin e s t e dia nefas to para una i lus t ro p r i n -


c e s a , s u c u m b i ó u n o ile !a>- g r a n d e s p r inc ip ios q u e - i rve i i hoy d e


f u n d a m e n t o .i t o d a s las g r a n d e s a s o c i a c i o n e s p o l l i n a s , y el ú n i c o


q u e á la s azón s e r v i a d e f u n d a m e n t o á la s o c i e d a d e s p a ñ o l a : e l


p r inc ip io d e la s o b e r a n í a p a r l a m e n t a r i a .




Asi. cu oí e-pacio de cuatro a n o - , homo- -ido le-iigo- do do-
revoluciono-inmensas . En ¡ !Sbf>, el i lia en que la- < J Ü te- eonstitu-
v entes eoniu marón cu la reina Dona .Maiaa Cristina ¡le ¡iorbon el
cargo de regente y gobernadora dei r e i n o , que le babia -ido c m -
leíado en el testamento de su augu.-lo e-poso , sucumbió id principio
de la.soberanía de lo- revi.-». En I S Í I I , el día en que la reina Pona
Mana Cristina de ISorbou , ret i rándose en presencia do la insurrec-
ción a r m a d a , reunneib los c a r g o - q u e tenia de la voluntad del rev
y de la voluntad de las Cor tes , sucumbió el principio de la -,.hora-
nía del par lamento. Hoy la sociedad española e-la a-.culada sobre
el principio de la soberanía de la m u c h e d u m b r e . El mundo va a
juzgar en un plazo b r e v e , muy breve , cuál merece, la prefei encía
en t re estas tres soberanía-. , v como están mejor gobernadas la-, na -
ciones; si cuando lo están por u n o , o cuando lo e-tan por mucho-,
o cuando lo están por todos.


Por lo d o m a s , el punto á que han venido a parar las cosa - , se
divisaba ya negro y amenazador en el cargado horizonte. El prin
cipio de la soberanía del pueblo se codeaba, si me es permitido ha-
blar así, con el de la soberanía par lamentar ia , en la última Constitu-
ción de la monarquía española. El segundo campeaba desembaraza-
damente en el libro : el pr imero, arrojado con ignominia del libro,
se había asentado con majestad y gloria en el p reámbulo . Eos hom-
bres de la monarquía se negaron constantemente á reconocer mi
el último los caracteres de un principio const i tucional , fundándose
para e l l o , en que los preámbulos no forman parto de la- con-fitu-
e íones . Eos hombres de la soberanía parlamentaria ; los que habían
relegado el principio en el p reámbulo , no porque creyeran que
aquel era su lugar, sino porque no consignándole en ninguna parte,
le temían como un pe l i g ro , y consignándole en el texto de la lev,
le temían como un a b s u r d o ; e-os mismos hombres , sacrificando
después sus principios á su conveniencia , no tuvieron escrúpulo
ile proclamarle principio constitucional en pleno par lamento , sin
adver t i r que en arpad misino instante cambiaban de bandera , y
que arrojaban de la fortaleza del poder al principio que habían
prochunadi) con g lor ia , para proclamar m u aplauso al que ha -




I ' i . in ;f.11c>|a< 1 (> con ignominia. Vendida la plaza por s u s propios do-
ien-ni i / s , sucedió lo que del)ia suceder . v lo que era uecesardo que
- i i c e d i o r a . \e r i l icada una revolución en la región de los pr inc i -p i o s , debía verificarse olra análoga en el campo de los hechos : l o s principios que s e babian cotlfudo en la Constitución, debían co~
• ii'urse en ¡ a s (aillos; el que triunfó en (d parlamento , debía triunfar
e n la sociedad. Por eso sucedió , que el de la soberanía del pueblo
mato al de la soberanía par lamenta r ia ; que la democracia mató á
la monarquía: que el preámbulo mato al l ibro. Aspirando los h o m -
bres de mis opiniones políticas á que la Constitución estuviera toda
e n los artículos, aspiraron á conseguir l o q u e era racional en la
i d ó n e a , y conveniente en la práctica. Aspirando los demócratas á
' ¡ n i ; la Constitución estuviera toda en el p reámbulo , aspiraron a
conseguir lo que era desastroso en la práct ica , pero racional hasta
cierto punto en la teórica, en cuanto reconocían la necesidad de un
solo pr incipio, como regulador de la soc iedad, y dominante en el
listado. Yspirando Jos hombres del par lamento á proclamar á la voz
entrambas soberanías , la del pueblo contra noso t ros , la del parla-
mento contra los demócratas , aspiraron á conseguir una cosa que
en la teórica, era absurda ; y en la prác t ica , desastrosa é imposible.
Por e s o , si la victoria hoy dia está en alguna par te , está en el cam-
pamento republicano , no en el de las huestes par lamentar ias .


Sea do esto lo que qu ie ra , porque no es mi ánimo entrar aquí
de lleno en esta (dase do cuest iones , es lo cierto q u e , desde la re-
volución de se t iembre , y sobre t o d o , desdi 1 la renuncia de Dona
María Cristina de líorbon di 1 la regencia y gobierno del l istado, ha
sufrido una alteración profunda y radical la constitución de la so-
ciedad española. Antes de ese tan infausto como memorable acon-
leeímiento , el gobierno de España era una monarquía. Cuando
hayan trascurrido cuatro a ñ o s , volverá á serlo otra v e z , si la Pro-
videncia n o n o s tiene reservadas nuevas y unís inauditas ca tás t ro-
fes, nuevas y mas grandes tr ibulaciones. Pero hoy d ia . el gobierno
de Espaíia es un gobierno cuya calificación es imposible. No es m í a
repúbl ica; porque los que dirigen id Es tado , le dirigen en nombre
d e una nana . Nn e s una monarquía : porque la- monarquía- , c u i n o




- r a s


las [•(•publicas, c u i n o Indos los g o b i e r n o s , p o n e n al a b r i g o d e loda


d i s c u s i ó n su p rop i a e x i s t e n c i a ; v los ip ie d i r i g e n el l i s i a d o , c o n -


s i e n t e n ipii 1 la r e p ú b l i c a d i s p u l e su e x i s t e n c i a á la i n o n a n p i i a , cu


el t e r r e n o d e la d i s c u s i ó n , y (p ie d e p o n i e n d o d e vez en c u a n d o (1


e l a r i u c o n ip ie los p r o v o c a á e s o s t o r n e o s i n o c e n t e s , b a g a r o s ó m e


t r e m e n d o y p a v o r o s o en s u s o i d o s el e l a r i u d e las b a t a l l a s . No o ,


u n a d e m o c r a c i a ¿ p o r q u e d o n d e e s t a el p u e b l o d i c t a n d o sus propia -


l e y e s ? N o t ' s u n a a r i s t o c r a c i a ¡ p o r q u e d o n d e e s t á n , e n t r e los t ¡ 11 < -
g o b i e r n a n , e s o s n o m b r e s l ú s t o r i c o s cuvn g lo r i a va asociad , ! a toda 1


las g l o r i a s n a c i o n a l e s ? No e s un g o b i e r n o r e p r e s e u l a l i v o , e n Iin


p o r q u e el g o b i e r n o r e p r e s e n l a l i v o e s el g o b i e r n o d e los r e p r e s e n -


t a n t e s d e l p u e b l o , y e n l i s p a ñ a se ha c a n o n i z a d o el p r i n c i p i o , se | ¡ ;
p r o c l a m a d o el d o g m a , d e q u e e s lídato be fa r , e s c a r n e c e r y a r r a s ,


t.rar po r el l odo á los r e p r e s e n t a n t e s , en n o m b r e de l r e p r e s e n t a d o .


Lo (pie sin d u d a n i n g u n a c a r a c t e r i z a hoy á la soc i edad e s p a ñ o l a , e-


la con fus ión d e tol los los p r i n c i p i o s , la p e r v e r s i ó n di" t odas la-


i d e a s : y c o m o c o n s e c u e n c i a n e c e s a r i a d e e s to s d o s f e n ó m e n o s , j,¡


a u s e n c i a de; l o d o g o b i e r n o , y la d e c a d e n c i a s i m u l t á n e a y p r o g r e -


s i v a d e toi los los p o d e r e s . Los q u e v i v i m o s e n e s to s funes tos d i a - ,


a s i s t i m o s , c o n lu to e n el c o r a z ó n y c o n r u b o r en la t r e n t e , a! bajo


i m p e r i o d e la m o n a r q u í a c a s t e l l a n a , d e esa m o n a r q u í a g r a n d e y


m a g n í l i c a d e v e r e n la l o n t a n a n z a d e la h i s to r i a , r u a n d o sn icón


l l e v a b a c o m o u n peso l i v i a n o la c o r o n a d o d o s m u n d o s . | | n v <|ia,


su n o b l e león v su m a g n í l i c a c o r o n a y a c e n en el p o l v o , sin ler ier


el u n o q u i e n le m i r e o q u i e n le t e m a . y sin e n c o n t r a r la o t ra , cual


jova v i ! , q u i e n la e n v i d i o o la l e v a n t e , 'emel ! : ! {•• !a m o n a r q u í a , fá-
b r i ca d e n u e s t r o s r ev i s : o ->a la n a r r o e r a ; , l ab ; i ra d e \-.\-- i v v o i n -


c ioue-s /'.*,' ¡fiar (.a/."/.'/'///--.


t r i l l a n l a m e n t a b l e s i tna-a: .: b a o ir a n d o m r o . c o r l e a qi ¡ r


t i e n e n en su m a n o u n a d i e ! : a ' u ¡ n .que la- b i e o ¡ U o r l o |,-¡ o u m i p n -
l ene i a d e l a s cir< u u - a a n c i a s . v d e c u y o uso r e s p o n d e ! au M I - n i d i -
v i d i i o s , a n t e el t r i b u n a l d e la o p i n i ó n , boy m i s m o : y m a ñ a n a , a n t e


el t r i b u n a l d e la h i s t o r i a . Kilos p u e d e n e n n un l i ge ro ino\ m a c u l o


l a n z a r el ba je l de l l i s t ado e n el o c é a n o d e la d e m o c r a c i a : p u e d e n


d e j a r l e d o n d e osla , \ m i r a r l e e n c a l l a d o con o j o - i m p a s i b l e s ; o p in - -




- 2W -


lien llevarlo por mares sosegados al puerto de la mona rqu í a , al
puerto donde ese hermoso bajel descanso tantas vece s , al abrigo
de las tormentas del (líelo y de los huracanes de la tierra. Lo pri-
mero es l o m a s temible ; lo s e g u n d o , l omas p r o b a b l e ; lo últ imo,
io más lejano de la previsión humana. Según todas las apar iencias ,
no saldrá de los debates par lamentar ios ni la democracia pura , (pie
es un vano t e r ro r ; ni la monarquía , que es un hermoso sueño. Solo
saldrá, lo que hav : una anarquía sin iin , y un gobierno sin nom-
ine , liso solo, \ nada unís , estaba contenido en el huevo que d e -
puso sobre la t ierra la resolución de se t i embre .


Siendo gravísimas de. suyo todas las cuestiones sometidas á la
deliberación de las cortes , en todas j u n t a s , y en cada una de ellas
s epa radamen te , tendremos ocasión de observar cuál es el espír i tu,
y cuál el proposito de nuestras asambleas del iberantes . Sin embar -
g o , entre todas las cuestiones , hay una que llama más poderosa-
mente mi atención que las d o m a - ; una que va ¡i se rv i r , más bien
que todas las otras , de piedra de toque , para conocer si es la ven -
ganza o es la justicia, si es el odio ó es la razón , si son los instintos
monárquicos ó los instintos demagógicos los que prevalecen hoy,
cuando ya, va de vencida la l iebre revoluc ionar ia , en la discusión
dé lo s cuerpos eolcgisladores. Claro está que hablo de la cuestión
de la tutela de nuestra augusta reina y de su excelsa h e r m a n a .


One las corles tienen el incontrovert ible y no controvert ido de-
recho de nombrar tutor al rey n i ñ o , cuando no haya tutor t es ta -
mentario , ni padie ó madre que permanezcan v iudos , es una cosa
puesta fuera de loda duda , como explícilanieiilc consignada en la
Constitución de la monarqu ía , cuy o articulo (¡o diee asi : — Sera
i.iitn dei n'i¡ menor tu persona t/ite en .%•*< tesltiiiienlu ludnrse nombrado
íl i¡¡¡ ,h Junto , so' ni pre. ¡pie sea espolio! de nina ni lento. Si lio le hu-
biese niiiiiiiimío, sera tutor elpudre a ¡a madre, mientras permaiiezean
nitOa>. En sa dejillo, le iiaui:,coran ¡as caries, pero no podrán
estar lennnlas ios encaraos de ¡cijc¡i¡e \¡ <le tutor del rey, salea en el
púa re a ¡n •naitre ¡le este.


I i n la l l o i i s i i ! i i e i o n n o -e hace m a s que consignar la doctrina ya
. . i - e i i l a i l a en la lev o . del t i t u l o Ki de la Partidla 2.'\ q u e entre otras




cosas dice asi : --- Ì'A por rude, los sabios aniiipios de Espunti. <pi •
cataron todas Itis rmas muif lealmente el las supieron ,f»m il or, poi ti-
me todos estoa males (pie liemos dicho, eslalilesneron , gne ruando ti
rey /itesi' niño , .v( (7 padre hubiese dejado homes señalados gae i >
guardasen . inundándolo por palatini ó por iurta , (pie (upadlas Inibir
sen la guarda del, el lodo!; los del reipio fuesen tenidos de los obetles-
eer, en la manera que el rey lo hubiese mandado. Mas si el req finad >
desto non hobiese fecho mandamiento uiiupnuí. entonces, deberte'
ayuntar atli do el rey fuere , todos los mayores del reúno . asi ,-»i>< >
los perlados ellos neos-humes buenos et honrados de las cilitis. . .


. . . el según esto que escojan tales homes en cuyo poder lo mclu-i
al rey niño que lo guarden bien et lealmente , el que hayan en si m Ir


cosas


. . . pero si arieniese ipte al req niño fincase madre, ella luí de se,
el primero et el mayoral guardador sobre latios los otros
. . . c / ellos tlebenla olietlescer como u señora , el facer su manda--
miento en tudas las cosas ipte fueren u pro del reij el del reúno : ñor-
esta guarda debe haber en cuanto non casare , el /pusiere estar •••(»•
el niño.


\ íinaliiienle . aunque esta facultad no e s l u \ i c r a consignada n
en las luyes del re ino ni en la ley política del l i s iado, t o d a v í a <
para mí claro a todas luces , que las cortos podrían y deberían r e
clamarla para s í , corno der ivada de la naturaleza misma de las co-
sas . por las razones siguientes. La p r imera , porque siendo escuece
v radicalmente políticas lodas las cuestiones (pie versan sobre I;
persona ó sobre las cosas do los r e y e s , solo las co r l e s , que s o n i,
única institución política fuera del poder real, tienen la ciencia u c
cosaria para resolver esas cuestiones dentro de l o s límites señalado--
p o r la l e y : la segunda , porque siendo las cortes la única uislitucaa
i usos individuos no reciben su nombramiento d e l t r o n o , s o n •
ú n i c o tribunal que , e n cuanto c o n c i e r n e al t r o n o , p u e d e -.01 i m l e p e n •




diente : y la te rcera , ¡ M a q u e siendo la unica institución en que tienen
represen tan tes legítimos ledas las clasi< . tecos les i ni ci eses v to-
• las la- opiniones . »011 tamilico el único tribunal compuesto de in-
dividuos que cu negocios de tan g rande trascendencia pueden s c i
'iii/M'ut'Hiles. dales son los títulos que las cortes podrían presentar en
aliono de su derecho . s i ese deicidio no estuviera reconocido pol-
la ley.


Reconocido por un con la m a s completa buena fe, amplia \ leal -
mente e s e derecho . -o me ¡ ermil ira también que exponga con la
misma buena f e . con la misma lealtad y con la misma amplitud
¡ i i ¡ opinion s ó b r e l o s límites tpie la razón y la lev ponen á su e je r -
cicio, y sobre la manera de ejercerle . Si estas consideraciones son
d e por si tan t rascendentales ¿ cuán to más 110 lo s c i a n , si se consi-
deía que en -11 aplicación \ a n á tener por objeto á una excelsa s e -
ñora , que si es g rande por su nacimiento, lo es todavía más pea
st¡s infortunios; (¡no si lo e s , porque Ileso d ignamen te una corona
de r e ina , lo e s ma- lodav ia . porque lleva d ignamente la corona
del mari ino'/


Asi como hav una perfecta consonancia entre lo que dieta la
razón v lo que la ( 011 si il ucion ¡ i reviene , e n cuanto á la facultad que
lienon las corles de intervenir en las cuest iones sobre la tutela ile lo.-
priueipos, <lo la misma manera hay también una misma consonan-
cia entre lo que dicta la razón \ lo que la llon.-litucion resue lve ,
a c e r c a d o lo- limites que d e b e tt-ner e.-ta facultad, cuando se pone
d i ejercicio.


í.l primei efeolo quo p roduce la leí luía del ai líenlo de la ton.—-
litación va citado , que es el unico por el (pie debe regirse esta m a -
lcría, es una grande extrai ieza de que el legislador no haya sido
más extenso en asunto de tan trascendental importancia, y do que
nava dejado sin resolver a lgunas a lo menos de las important ís ima-
cuestiones que sobre la tutela de los príncipes pueden originarse
ta i la práct ica, talando calmada la primera impresión de asombio
¡pie produce en nuestro ánimo lo que a primera vista nos parecí
una imperfección indisculpable, nos ponemos ¡i considerar nías de
tetudamente este asunto ; (a lando, para comprender y para ie»ph




car la ley, pene t ramos más hondamente en la naturaleza íntima de
las cusas, luego a! punto echamos de ver . con mayor asombro to-
d a v í a , que si el legislador ha sido sobrio de palabras, como deben
serlo los legis ladores , no por eso os incompleta su lev. que ha a r -
reglado nada más que lo que ora necesario, pero todo lo que era
necesario a r reglar , y no ha previsto nada más que lo que era nece-
sario p r e v e r ; en una palabia . que el artículo con-tiluciona! sobro
la tutela do loa príncipes no resuelve más que una cuestión ; porque
no hay , no p u e d o haber más cuestión, q u e la que ese a¡ líenlo r e sue l -
ve , á lo menos en el caso e s p e c i a l que hov n o s ocupa, í í e s o r v a n d o
para unís adelante demostrar osa consonancia que exisle entre lo
que p rev iene la ley constitucional ., y lo que la razón nos enseña,
me limitan'' por aho ra , como lo exige el (írden del discurso, á potiei
en claro las consecuencias que se derivan naturalmente del texto
de la l e y : lo cual nos servirá para apreciar la conduela observada
por el gobierno en lodo lo conocí iiienle á la tutela que de hecho
y de derecho corresponde á S. M. la reina Doña María Cristina de
Horhon, al misino t iempo que servirá á las corles de g rande y pro-
vechosa enseñanza-


Según el artículo consti tucional , que reproduce la doctrina de
la ley de Partida ya citada, la intervención de las corles en la tu-
tela de los príncipes está limitada, en cnanto á la materia que es
asunto de su intervención , al lunnlramicnto de tutor: de manera,
que según el articulo constitucional, las corles no pueden interve-
venir para otra cosa, sin traslimitar susfu-'tillados. Según el mismo
ar t ículo , las corles no pueden in terveni r para nombrar lutor sino
en un solo caso: cuando no hay tutor nombrado en testamento, ¡u
el rey menor tiene padre ó madre que permanezcan \ indos. De ma-
nera , (pie cuando las ('(irles in te rv ienen , habiendo padre ó madn
que permanezcan viudos, ó tutor tes tamentar io , traspasan el límin
de su derecho ; porque intervienen en un raso que no es el ras,.
d é l a ley. Kn cuanto al gobierno, leda intervención por parte suya,
en lo concerniente á la tulela de los príncipes, es radicalmente i le-
gal y radicalmente viciosa; [mosto que la ley, guardando sobro el
un profundo silencio, no le autoriza para nada.




- . ana -
S i e n d o oslo a- i , n o e n c u e n t r o p a l a b r a s , ni las e n c o n t r a r á n c i e r -


t a m e n t e mis l e c t o r e s , p a r a ca l i f icar la c o n d u c t a (pie lia o b s e r v a d o e |


g o b i e r n o en lan d e l i c a d o a s n i l l o , Id S e r m o . S r . I n fan te I ) . I ' r a n -


a s e o d e P a u l a , nial i n f o r m a d o sin d u d a d o lo o c u r r i d o en \ a l e n e i a .


a .-M, i p i e S . V.. la l e i n a D o n a Mar ía Cr i s t ina d e B o r h o n h a b í a r e -


n u n c i a d o e l c a r g o d e l u l o r u \ c u r a d o r a ¡ e s ! a m < a i i a r i a d e - u - n e g u s
.1- l i pas , c o m o hab ía r e n u n c i a d o (d d e r e g e n t e d e la m e u n i q u i n ,


.•! d e g o b e r n a d o r a d e l i on io : \ e n - u e i a : - e i a l e n i a a . r e c l a m o de l


g o i i i e r n o p; o \ i - i o n a l la ¡ n a d a a e n e >e c r e í a l l a m a d o p o r d e r e c h o


.. j . a i c n í e - c ii \ b e - . m c . r e . Pare-na u a a c o s a n a t u r a ! q u e el g o b i e r -


n o , me jo r e n t e r a d o <¡uo e l e e r m o . N a l u í a n l e d e uno.-, a e o n l c o i -


a i i en íos e n (pie h a b i a s ido a d o r y t e s t i g o , se h u b i e r a a p r e s u r a d o ; !


d e s h a c e r s u s e q u i v o c a c i o n e s , y (juo q u e d a n d o d e s t r u i d o s los f u n d a -


i i en los d e la r e c l a i u a ( d o n ;'i la t u t e l a , n o h u b i e r a d a d o (jiro c u r s o á


es to n e g o c i o . No o b r o así sin e m b a r g o , s ino (pie e s t i m ó c o m o —


n e n i e p a s a r la r e c l a m a c i ó n al S u p r m n o T r i b u n a l d e Jus t i c i a , c o n -


s u l t á n d o l e s o b r e lo q u e a n a d i e q u e h u b i e s e h a d o el t e s t a m e n t o de l


illiino m o n a r c a , podía o c u r r i r n i n g ú n g é n e r o d e d u d a . D a d o u n a


-iv. e s t e g i r o v ic ioso á la r e c l a m a c i ó n , el ¡ r i b u n a l S u p r e m o e v a c u ó


a consu l ta e n t é r m i n o s (p ie t a m p o c o p u e d o ca l i f i ca r , s in t r a s p a s a r


ios l imi tes del r e s p e t o y de l d e c o r o . Kl T r i b u n a l p o d i a e l e g i r u n o d e


es tos d o s c a m i n o s : el d e e v a c u a r la c o n s u l t a , m a n i f e s t a n d o (pie n o


labia h a b i d o c a u s a su f i c i en te p a r a p e d i r l a , p o r q u e el p u n t o s o m e t i -


d o po r el g o b i e r n o a su d e l i b e r a c i ó n no e r a d u d o s o ni c u e s t i o n a b l e ;


i o n d a q u e e r a d u d o s o , po r r a z o n e s q u e ni c o n c i b o ni a l c a n z o , el
b e e n t r a r d e l l eno mi la c u e s t i ó n d o la tu te la d e los p r i n c i p e s : n ía -


a a i a d i g n a , po r lo difícil \ por lo n u e v a , d e s e r e x a m i n a d a p r o f u n -


d a m e n t e por a q u e l g r a v e 1 r i b u n a l . c o m p u e s t o , p o r q u e no e s lícito n o


•.olo a f i r m a r , p e r o ni a u n p r e s u m i r o t r a c o s a , d e c o n s u m a d o s y g r a -


dos j u r i s c o n s u l t o s . P e r o el S u p r e m o T r i b u n a l no e l i g i ó n i n g u n o d e


••stos dos c a m i n o s ; p o r q u e ni e n t r ó e n el e x a m e n p r o f u n d o y r e p o -
s a d o d e la m a t e r i a , ni m a n i f e s t ó f r a n c a m e n t e q u e e n es to a s u n t o no


oí! lia d u d a ; \ e l i g i e n d o una o s c u r a \ mal t r a z a d a v e r e d a é n t r e l o s


. ¡o - , | n'i io l a m o \ a ga i no uto el d e r e c h o q u e t i enen las c o r l e s d e rosi >1-


\ e r las ciicsi i ones d e esta e s p e c i e ; con lo cua l d i o b ien a e n t e n d e r




de esta manera su dictamen : que en su opinión ei punto sobre qu>
habia sido consul tado, era cuestionable v dudoso. Habiendo r e í a
bido el gobierno la respuesta que habia buscado en su pregunta
resolvió poner ante las corles en tela de juicio la tutela que sobn
sus augustas hijas ejerce S. M. la reina Dona María Cristina de Bor
bon ; ó por mejor d e c i r , resolvió poner en lela de juicio ante la:
cortes el testamento del rey , en cuanto tiene relación con la tutele
de susaugus la -h i jas menores : ¡atentado inaudito! ¡profanación e-
candalosa de l o q u e la Constitución hizo sagrado para l o d o s , po
n i endo , como acabamos de ver , el testamento del rey no solamenh
fuera de la jurisdicción del gobie rno , (pie ninguna jurisdicción tiere
por la ley en oslas g raves ma te r i a s , sino hasta fuera de la jurisdic-
ción de las cortes!


Lanzado una vez el gobierno en esta carrera de usurpación v
ile a rb i t rar iedades , no debia de tenerse hasta haberla recorrido toda
\ s i fue. que alreviéndose á más , nombró agentes , para que erica
lidad de adjuntos intervinieran en ledas las operaciones do las per
sonas nombradas legí t imamente por la tu lora legitima para admi-
nis trar y dir igir , bajo su augusta inspección, los negocios de \¡
tu te la ; y aun nombró una comisión ó junta interventora, quodeb i ;
dedicarse á revisar y rectificar los i n v e n í a n o s , y á poner en noti-
cia del gobierno el resultado do su intervención y de sus investiga
( iones.


He dicho que la conducta del gobierno provisional e s uicaliíi-
eable , v lo es efectivamente : como quiera que e- imposible adivi
nar en cuál lev, en cual principio de razón o de justicia se fundara
los ministros para (dlani.tr, esta e s la expresión propia de -(anejan!'
a t en t a do , la administración de la tutela ¡pie de hecho y de dere-
cho ejercía S. M. la reina Doña María Cristina de Borbon. Si el go-
bierno , cayendo en un er ror indisculpable , consideraba que e-u
asunlo debia regirse y gobernarse por las leyes comunes , no e
fácil adivinar, por qué se decidió á someterlo á la deliberación de la-
cer tos , v sobre todo , por qué se d e c i d i ó á nombrar agentes qu.
intervinieran en la administración de un tutor no acunada de sosu>}


cimsn. Si el gobierno consideraba (pao este asunto era eminente




mente político, como asi es la verdad , y (pie no debía regirse y
gobernarse por lo que de te rminan las leyes ordinarias , se concibe
todavía menos , en pr imer lugar, por qué se atrevió, contra lo que
¡a Constitución p r e v i e n e , á someter á la discusión de las cortes
la tutela del rey menor, habiendo tutor testamentario : y en segundo
lugar, por qué se atrevió á nombra r agentes que intervinieran en la
administración de la tutela , interviniendo así él mismo en asunto
en que , en todo caso , solo las cortes pueden in tervenir legít ima-
mente .


Cualquiera , pues , que sea el punto de vista bajo el que se con-
sidere la cuest ión, el gob ie rno ha faltado á lo que previenen las
leyes, y ha trasliniitado sus propias facultades. Considerando el pun-
to como regido por las leyes comunes , ha fallado á la l e y , obrando
como si hubiera incurrido en sospecha legal un tutor no acusado
de sospechoso: y ha trasliiuitado sus propias facultades, ejerciendo
la acción que en todo caso solo podían ejercer legí t imamente lo-,
tr ibunales del reino. Considerando el asunto como eminentemente
político , ha faltado á la l e y , sometiendo á la deliberación de las.
cortes la tutela del rey niño , cuando hay tutor t es tamentar io ; y ha
tras-limitado sus propias facultades, porque nombrando agentes que
intervengan en la administración de la tu te la , ha ejercido una ac-
ción que en todo caso solo podia ser ejercida legí t imamente por las
cortes .


Cuál es la responsabilidad moral en que el gobierno ha incurri-
do por su conducta con respecto á una excelsa señora, se lo dirá su
propia conciencia. Cuál es la responsabilidad legal en que ha in-
currido , como usurpador de la autoridad judicial que solo á los tri-
bunales cor responde , si es que el asunto se considera como regido
por las leyes comunes ; de la autoridad política que solo compete a
las co r l e s , si es que se considera el asunto como esencialmente
político; y como usu rpado r , en una y otra suposición, en uno y
en otro caso, de las facultades tutoriales que solo competían á S. M.
la reina Doña María Cristina de Borbon como lutora y curadora tes-
tamentaria de sus augustas hijas, lo dicen claro las leyes.


Pasando del examen de la conduela observada por el gobierno




- :;im, -


al do la <|iu.' deben ohseí \ n r l a - «•('irles e n es te de l icadís imo negocio,


me lia paroeide ei e¡\ en iea le consagrar lodn a i i a rgumentac ión á


i v l w r por ! ¡e r ra !a ú n i c a ra/en (pie pueden alegar l e s ip ie I M I e-fo


a s n i l l o s o -d i sue i ! ua d ic tamen d i fe ren te del ; 11 ii i, ea |;i\or d e l dero-


< l io de l a - <vr!o-; ¡KVJI en tender e n la h ieda de los p r inc ipes , aunque


l inva l u l o r t e s t a m e n t a r i o . F ú n d a n s e fe- que asi o p i n a n , en ( | u e la


le\ eoi i s t ioaaona! , ii,a¡".laude- <ie la. manera \ .a e - o r - e s a d a la ín ter-


\ ( a i c i o n de ¡ a s cor les ra o-v-los ¿ R I V S negocios al único caso de ( | U 0


m o l p;.dro ni ia n u a í i o de ! ia . aa no; ¡ . m a ñ e r e a n \ indos , y de


(pie no h a \ a t u t o r (lado e n I o-ú a ¡i ¡en 1 1 1 . ao lar p i a r ido ni debido in-


va l ida r 'a - eh 'a- - ie\ e - ¡ a:e i n i l a n do ia responsabi l idad \ i 'eaioeion


de ii.s 0 0 . - 0 - ; \ pe; c o C í S i c a n e u l a - , (pie las c o i i e s , iuuco l iabunal


c o i e : e o i . ! e ea i o r e b a o o i a ¡atóla I V i o s p r í n c i p e - . e s ¡ á l l c o i upo.


lenUaaenn- ¡ i i ü i i c ' / a i i . s para e x i g i r ia r¡ r p o n s a l a h d n d \ i i a u o \ e r en
su ea-o a l luto!- de! re\ n i ñ o , \a lo sa-a por l l m n n n u o i H o de la l e v ,


o ¡ or la \ o leated I-d rev dábate : \ in iondo d o csla manera a os lar


suplida, y compi lando ia ley ; on-í i tueromd ¡na' iodos l a s l e x e s c o -


m u n e s .


Si s o l o s e 1 ral ara a q u í del i n f e r e s personal de la augusta p r incesa ,


( p i e (d g o b i e r n o l ia s o m e t i d o a l j u i c i o de las c o r t e s , t a i vez r e n u n -


cia aa ile buen prado ¡í domos'. , n r la incompetencia d e esc l iabunal


p a r a e x a m i n a r so co rone la os: cal idad de totora \ curadora (es ta-


n i íeaar ia d ' 1 a¡e o - ' r s r i l a s , eonio s a l e r a i j u e c r loy in t ima v


pro l 'u i idam a i ' e c o a ' encído de r a o ia eouducfa de la i l n s l i ' e t o t o r a


o-ií i tan ,d ai.•••igo o- ia a r i r - r ;. e e a n ia de la augusta re ina . P e r o


-e trata * le mar ; ¡ • r qae se I ra i a . per p.aae de mis ad\ o ¡ s a n o s , de


¡ n í r o d u c i r en n u e s t r o . c a r e a , , púb l ico \ c u nues t ra sociedad u n


p r inc ip io ¡pie es á toda- luces falso , y a todas luces p e l i g r o s o ; \


por mi pa i te , <íe o p o n e r m e a s o i n t r o d u c c i ó n , cinco me be opuesto


s i e m p r e a la i n t roducc ión de l o - que h e c re ide de le té reo- . s o s t e -


n iendo con todas m i s j ' u r r zas e l r n < ¡ abandonado es tandar te los


p r i n c i p i o s m o n á r q u i c o s v c o n s e r v a d o r e s . I 'or esta r a z ó n , babiendo


mani fes tado antes que el m i l e n i o cons t i tuc ional y a citado no e s i n -


c o m p l e t o ; (pie él por si solo basta partí r e s o l v e r , s ino todas l a s


dudas que puedan o c u r r i r s o b r e la h í le la de ios p r i n c i p e s , a lo




monos t o i í a s i o s q u e puedan o r i g i n a r s e o c a m o t i v o de l a tutela que
corresponde á S . M . la r e i n a Doña A l a r i a C r i s t i n a do. Borbon, por -
que e n o s l o a s u n l o n o h a y i d puede h a b e r m a s ( p i e u n a c u e s t i ó n
p o s i b l e , q u e e s la q u e la l e y l ia p r e v i s t o y la q u e la l e y resuelve;


mi ' p a r e c e n e c e s a r i o e n t r a r en a l g u n a s e x p l i c a c i o n e s , p a r a que


q u e d e a s e n t a d a e - l a d o c t r i n a d o u n a m a ñ o s a x i c t o r i o s a , y para que
quede, d e m o s t r a d o c u m p l i d a m e n t e , q u e l a s c o r t e s , m í e n ¡niendo
d e c u a l q u i e r a m a n e r a e n la i u e d a <p¡.. d e h e c h o y d e d e r e c h o c o r -


responde ,¡ o a a e x c e l s a - c u e r a , i i : ! o r \ ¡ e n e n c o n t r a l o i p i o d i e t a la


r a z ó n , a s i c o m o c o n t r a l o q u e d i s p o n e la l e y política del Estado.


1.a guarda d e l a s personas y d e lo.-» i n t e r e s e s de. l o s huérfanos
menores -, considerada en g e n e r a ! , es e n nues t ra l e g i s l a c i ó n come
e n t o d a s l a s d e E u r o p a , y c o m o lo f u é e n p¡ r o m a n a , una f u n c i ó n


s o c i a l ( p e so ejerce p o r l o s p a r t i c u l a r e s b a j o l a vigilancia de la
autoridad legitima. Resulta d e a q u í , q c o e n t o d a tutela hay d o s t u -
tores , c o n v i e n e á s a b e r : el q u e p o r la l e \ \ la c o . - d u m b r e l l e v a e s e
n o m b r e , \ o! ! > ¡ a d o . C o n e f e c t o , si l o (pie d i s t i n g u e al t u t o r d e


lo que n o es é l . e s la g u a l d a de la p e r s o n a y d e l o s i n t e r e s e s de),


h u é r f a n o , e n t r a m b o s g u a r d a n o c o n t r i b u y e n á guardar s u s in tere-
s e s \ su p e r s o n a , a u n q u e d e d i f e r e n t e m a n e r a : el tu tor , t e n i e n d o
e n s,¡ p o d e r así l o s i n í e r e s e s c o m o l a p e r s o n a d e l h u é r f a n o : el E s -


t a d o , t e n i e n d o l o s o j o - s i e m p r e l i j o s en e! t u t o r , vigilando su c o n -
ducta , y e n c a s o n e c e s a r i o , r e s i d e n c i a n d o s u p e s o n a . C o m o el E s -
l a d o a o e \ j s | o s i n o e n s u r e p r e s e n t a n t e , esa s u p r e m a v i g i l a n c i a


l u íe : ia! que le , e iopele e n t o d a s o c i e d a d b i e n organizada , en quien
r e a l m e n t e r e - i d e e n u n a monarquía , o>en el r e y , supremo \ único
r c p r - ' s O ' i t a n l o d e ! E s t a d o . El r e y e s el t u t o r por e x c e l e n c i a do i o d o s


los huérfanos m e n o r e s , s i n q u e por oso sea n e c e s a r i o que ejerza de
!a momia manera q u e e l t u t o r l a s m i s m a s f u n c i o n e s lutoriales; asi
c o m o e s el juez p o r e x c e l e n c i a e n l o d o s l o s p l e i t o s , sin (pie para
e s o s e a n e c e s s u a o q u e l o m e a s i e n t o d e b a j o d e l d o s e l e n t r e l o s j u e c e s ,


y q u e a d m i u i s i i e j u - s i o i a . í .a s e m e j a n z a e n t r e s u c a r á c t e r de t u t o r


v s u c a r á c t e r de j u e z e s t a n g r a n d e , q u e e n l o s m i s m o s t é r m i n o s ,


de la m i s m a m a n e r a , v p o r la m i s m a causa que siendo juez, s e di-
ferencia d i ' l o s d o m a s j u e c e s , s i e n d o t u t o r , s e d i f e r e n c i a de l o d o s




- aos


los tu lores. Se diferencia de lodo-- los jueces come juez : 1. m que
el rey nace juez , siendo juez porque es rey; mientras que los demás
jueces lo son porque han sido elegidos ó n o m i n a d o s : en que
los domas jueces pueden ser depues tos ; y el rey, fuente y origen
do toda jus t ic ia , es juez e te rnamente : y 3 . " eu que el rey n o e s i a
sujeto á responsabilidad ; y todos los jueces son responsables. Se
diferencia de todos los tutores como tutor : 1." en que el monarca
nace tutor, siendo tutor porque es monarca : mientras que los domas
tutores lo son porque han sido elegidos por el testador, o porque
lian sido nombrados por el j u e z , ó porque han sido llamado-, por
la ley : i.° en que los domas tutores pueden ser r emovidos ; y el
rey , fuente y origen de toda función social , es tutor e le ruamenle :
ü." en <pie el rey no está sujeto á responsabil idad; y todos jos tutores
son responsables.


Si los jueces son responsables de sus fallos y pueden ser d e -
puestos ; s¡ los tutores son responsables de su conducta \ pueden
ser r emov idos , esto consis te , en que los jueces que juzgan á lo.-
particulares, t ienen delante de sí á o l r o j u e z supeiioi en cuyo nom-
bre se juzga á los j u e c e s ; en que los tutores que guardan a los
huérfanos contra las asechanzas de los d e m á s , tienen delante de
sí otro lutor de más alta esfera que guarda á los huérfanos contra
las asechanzas de los que son sus tutores. Siendo esto asi, sígnese
de (dio una consecuencia irresistible, incontrastable, forzosa,-obre
la cual llamo la atención de mis l ec to res , porque sirve para resol-
ver cumpl idamente la cuestión (pie me he propuesto examinar en
este escrito. Si la responsabilidad y la deposición y remoción de lo-
tutores y de los jueces no tiene ni so concibe (pie pueda tenor otro
fundamento lógico y racional sino la existencia de un lutor distinto
de los demás tutores y superior á todos, y la existencia de un juez
distinto de los demás jueces y superior á los deinas jaece- , es claro,
como la luz del medio dia, que no habrá lugar á esa re-ponsalaic
dad , y por consiguiente, á esa deposición de jueces , y á esa remo-
ción de tutores, en cualquiera de los ¡los casos siguientes: I ."cuando
no hav á un mismo tiempo un juez \ un tutor superior, y jueces y
tutores inferiores: \ 2.", que e* el caso en que nos hallamos, cuando




el tutor superior y el IIIIVMK>j-, o (.-liando el juez superior' v el i n t e -
r io r no son tutores o jueces distintos.


Si la malcría que me ocupa, no inora de tan grave t rascenden-
cia , no pasaría en mi argumentación más adelante : porque con
ella y con la aplicación inmediata de la doctrina que contiene el
punto mi cuestión, liastaria para resolverle en el sentido de la razón
y de la ley. Pero siendo . por una pa r t e , el asunto de trascendental
importancia . y por otra , tan nueva y virgen su discusión, que no
-e si hay ejemplo do rila en Europa , y estoy seguro de que entre
nosotros no le hay , no es mi ánimo solamente' aver iguar la verdad
para mí propio . ni aun para los que se ocupan en estas tan profun-
das como íuidas cuestiones , sino aver iguarla para todos, y en t re -
garla al dominio común . haciéndola palpable. Por esta razón , y
para este objeto , me parece oportuno poner aquí algunos ejemplos,
v adoptar a lgunas suposiciones que1 estén al a lcance de todos, y que
conduzcan al esclarecimiento de mi doctrina.


Supóngase por un momento, aunque la suposición es irrealizable,
que en una monarquía desaparece por una revolución el monarca ,
único reprcsenlante del Estado : que desapa rec iendo , no hay nin-
guno que de hecho ó de derecho, legítima ó i legít imamente so apo-
dere de la autoridad abandonada : en una pa l ab ra , que llegando
la sociedad a la disolución , que es el último grado de la anarquía ,
talla de los tribunales el gran juez , v del Estado su único represen
tante. En esa suposición irrealizable . es claro á todas luces que ce
-ana de todo punto la administración de just icia; y que si los que
ante- habían sido jueces , seguían administrándola por consenti-
miento p r i v a d o , serian irresponsables. Porque ¿en nombre de
quien se les exigiría la responsabi l idad, fallando el único juez que.
tenia derecho de exigi r la? Véase como cosa la responsabi l idad, y
no tiene lugar la deposición de los jueces : y lo que. se dice do los
|i¡eees, debe entenderse t ambién , v por la misma r a z ó n , de l o s
tutores . cuando deja de haber á un m i s m o tiempo en la sociedad el
juez supremo y el inferior . personaje.- necesario- para la admini-
i ración de jusl ¡eia.


s u p o n g a - e . por e | i-ol i l rai ' lo que desaparecen los | i | e c r - U i l e -




ate - -


riores , y que el juez superior , el juez po r e x c e l e n c i a , el r e p r e s e n -


tante d e l E s t a d o , el r e y , e n lin , no c o n t e n t o con su a l to m i n i s t e r i o ,


que cons is t í 1 e n hacer que los jueces administren j u s t i c i a á l o s par-


t iculares en su n o m b r e , y q u e en su n o m b r e s e a n j uzga* lo s los j u e -


ces , quiere d i r i m i r po r sí m i s m o las c o n t i e n d a s de sus s u b d i t o s ,


a ju s f a r las d i f e r e n c i a s q u e se o r i g i n a n (Mi t re e l l o s , y p r o n u n c i a r su


fallo en sus l i t ig ios , Pues bien : e n esta s u p o s i c i ó n , e s c l a r o á todas


l u c e s , q u e t o d a la leg is lac ión s o b r e r e s p o n s a b i l i d a d d e l o s j u e c e s ,


s o b r e su d e p o s i c i ó n y s o b r e la r e v i s i ó n d e s u s fallos desaparecerá


necesa r i amen te ; porque la confus ión e n una m i s m a p e r s o n a d e las


a t r i b u c i o n e s q u e p e r t e n e c e n al j u e z infer ior y d e las q u e p e r t e n e c e n


al juez s u p r e m o , v i e n e á h a c e r l a d e todo [mulo i m p o s i b l e , \ c a s e


c ó m o no h a y l u g a r a la r e s p o n s a b i l i d a d , y po r c o n s i g u i e n t e , á ¡a


d e p o s i c i ó n d e los j u e c e s y á la r e v i s i ó n d e sus fa l los , c u a n d o o ! j u e z


in fe r io r y el juez, s u p r e m o no - o n j u e c e s d i s t i n t o s .


Ea supos i c ión q u e a c a b o do h a c e r , no - o l a i u e n l e no e s i r r e a l i z a -


b l e , s ino q u e h a h a b i d o un t i e m p o e n q u e s e ha r e a l i z a d o m a s /,


m e n o s s i s t e m á l i c a m c n l o , y con mayor ó m e n o r e v l c n s i e n e.n l o d o s


los pueblos d e la Europa. Ese tiempo e s el de la infancia d o las m o -


narquías e u r o p e a s , después de la d e s m e m b r a c i ó n y ia conques ta


d e l imperio r o m a n o p o r los pueblos s e p t e n t r i o n a l e s . Nada os m a s


frecuente e n las s e n c i l l a s crónicas d e e s o s t i e m p o s p r i m i t i v o s . c r e -


púsculo d e n u e s t r o s t i e m p o s h i s t ó r i c o s , (pie id r e l a t o i n g e n u o y


c a n d o r o s o d e c ó m o el r e y d i i m ú o c o n su fallo ía eon l i e r .da l e v a n -


tada, e n t r e a l g u n o s pa i l i t a l l a res d e l o s d e n i á - influjo \ v a h a , \ l i a a


b i e n , es una v e r d a d h i s t ó r i c a tp ic j a m á s e - l u \ o el ¡v* su je to a r e s -


ponsabilidad por los fallos (pie d a b a p e r s o n a l m e n t e , \ q u e e s o s f a -


llos j a m á s fueron a p e l a b l e s , [hay m á s : y e s (pie. j a m á s ocurrí»» a


n a d i e (p ie p u d i e r a n ser o b j e t o d e r e s p o n s a b i l i d a d , v q u e una , a p e -


l a c i ó n d e c u a l q u i e r a e s p i a d o l u e s e p o s i b l e .


fSi s o b a r e a l i z a d o -o lo o s l a s u p o s i c i ó n en c i e r t o p e r i o d o ite !;>


organización po l í t i ca d e lo- p u e b l o s : p o r q u e s e ha r e a l i / a d o t a m -


bién umversa lmente e n a q u e l p e r i o d o a n t e r i o r al s o c i a l , en q u e ia


única a s o c i a c i ó n h u m a n a e r a la d o m é s t i c a d e la famil ia . En e - t e


p e r i o d o , el p a d r e , ú n i c o p o d e r -»>eiai , p o r q u e e r a e\ m u r o w n r e -




s e n t a n t e de la s o c i e d a d doiué-liea , c o m o el r e y , e u el p e r i o d o d e
<p¡e a c a l i o d e h a c e r mención , e r a el ú n i c o poder p o l í t i c o , porque
era el ú n i c o r e p r e s e n t a n t e del E s t a d o , d i r i m í a d i r e c t a y p e r s o n a l -


m e n t e las c o n t i e n d a s de s u s h i j o s , d e la m i s m a m a n e r a q u e l o s r e -


vés d i r i m i e r o n d e s p u é s d i r e c t a y p e r s o n a l m e n t e l a s c o n d o l i d a s do


s u s s u b d i t o s (1) , l u i o s b i e n : e n !a s o c i e d a d d o m e . - i i c i c o m o e n la


p o l i l i e a , e u la l a m i l l a c o m o e n e l a s t a d o , i o s l a d o s d a d o s d i r e e l a -


m o n l o p o i el p o d e r s o c i a l m I l i c i ó n n a n e a c a u s a de, r e s p o n s a b i l i d a d ,


m e s t u v i e r o n - u j e t o s ¡, n a r a a u Q u e d a , p u e s , d e m o . » í r a d o h a s t a la


ev ¡ d e l i c i a , si u n a v e r d a d e \ i d é a t e Os u n a \ e r d a d d e m o s t r a d a p o r la


r a z ó n v c o n t i n u a d a p o r la h i s í o n . i , ( p i e c u a n d o e l ¡ c í e d e l H - t a d o


administra j u s t i c i a , e s i r r e s p o n s a b l e


A p l i q u e m o s o s l a d o c i i ¡ n a , -. a - s p u c s d e d o m o - i r a d a c o n r a z o n e s


v c o n e j e m p l o s , a la c ü o - : ¡ o n p r o - e n t e . C o n la m u e r t e d i n r e v , q u e -


d a r o n v a c a u l e s e n S'.sp-uwi do- - . I n i c i a s , ia d e la n a c o n \ la d e s u s


a u g u s t a s h i j a s : u n a v ¡ r o : \ a c a n l e a a i ' s e " s i d o y. v e . \ •],-, - • o 0 •- -
t a m e n l o ¡ici el r e v . ¡ i : 0 e r a •;'! c u a n O , ! , l o m e e i d e i - e c i i " ! ¡ j e p r o -


v e e r í a s . >u e l e c c i ó n p a r a ¡ a n a i lo:- e n c a r g o . - i r d a a r e c a n í > ¡ a S . M.
la reina D o ñ a .Mar í a ( ' . ¡-¡sima d e B o r b o u , M I e x c e l s a e s p o s a . D e e » t a
manera , e s t a p r i n c e s a a u g u s t a , e n c a l i d a d d e r e g e n t e v g o b e r n a -
dora d e l i e u i o ¡ lu í a n l o la m e n o r e d a d d e s u e x c e l s a h i j a , l 'ue d o - d e
e n t o n c e s e l j e f e s u p r e m o v el M í j i r e n r i r o p r e - e n i a m e d e ! ' ' . - l a d o .


K n c a l i d a d de | c ¡ b s u p r e m o i i e l riel ¡ a l o , ! u e e l .-,¡¡pi e n o y.i.-z e- i o ¡ ¡ i o ~


l o s l i t i g i o s , V e l .- UOI' i ' IDO I;', ' ú d o l d e i o d o - !•>• h a e ; !, \\ . . ; r o l c e


n o s o t r o s r e - l i i e i ai el r e v . V c u a i i ' h i e l r e v e s m e e , : . m ¡ i ' ' gen1.-:.:


d e la m i a i a r q u í a . P e r o a l m i s m o e . e m p - o u n e ' ; . \ \ . la r e i n a H o c a


M a r í a C r í - t i i i a d e i> i i o n i i , c o m o ¡efe s o p i v a m (!• \ '-..-¡a-do. . - r a g u a r -


d a d o r a -upreiua de ¡ o i l o - l o - h u e r i a n e - . p o r e l l e . - t a m e i i l o d e : i ; e - -


p o s o e r a a d e m a - l u t o r a v c u r a d e r a i n m e i í i a m d e s . ¡ - i u i l Ü S Í Ü - ¡ t i . -




Mi


jas menores . Es decir , que [tara sus augustas lujas era a un mtsin< >
tiempo tutora y curadora inferior , y totora y curadora suprema.
Reuniendo en su persona las diversas atribuciones de estos dos per-
sonajes sociales , resultó de esta reunión de caracteres y de esta
reunión de atr ibuciones un nuevo personaje social, bajo ciertos as-
pectos , semejante á cada uno de los otros d o s , y bajo ciertos a s -
pectos , diferente. Así , por e jemplo , se asemejaba á los demás
g u a r d a d o r e s , e t i q u e como tutora y curadora testamentaria de sus
b i jas , tenia bajo su poder sus personas y sus b i enes ; pero se dife-
renciaba de ellos, en que siendo todos responsables , y pudiéndose! '
todos removidos en nombre del que era supremo guardador , porque,
era el jefe supremo del Es tado , S. M. la reina Doña María Cristina
de Morbon no era responsable ni podia ser r e m o v i d a , porque la
suprema guarda de todos los huérfanos y la personificación del Es -
tallo estaba en ella.


Ahora bien : si por esta acumulación de funciones, idénticas en
su causa , en su naturaleza y en sus efectos a la acumulación on la
persona del rey de las atribuciones de juez supremo de lodos ios
jueces y juez de todos los par t icu lares , no podia S. M. ser respon-
sable en n ingún caso , ni removida de la tutela por falta absoluta de
autoridad competente , es claro que con respecto á su augusta pe r -
sona uo pueden tener aplicación de ningún género las disposiciones
legales que previenen la manera en que el tutor lia. de guardar la
pe r sona , y ha de disponer de los bienes del huér fano , ni las qim
previenen los casos en que el tutor puede ser acusado de sospe-
choso, y removido. Todas estas leyes reposan on la distinción de un
tutor encargado de librar ai huérfano menor de las asechanzas de
los d e m á s , y otro tutor de más elevado origen , encargado por r a -
zón de su oficio de librar á los huérfanos de las asechanzas de lo-
que s o n s o s tutores . Borrada esta dist inción, confundidas esas atri-
buciones en la augusta persona de S. M. la reina Doña María Cris-
t ina , dejaron de existir de hecho y de derecho esas l eyes : porque
desapareció la razón de su existencia. No siendo responsable el tu-
tor de su conducta sino ante el jefe supremo del Estado, y habiendo
sido 8. M. ese jefe , no fue responsable sino ante sí misma. S. M..




- a t a


• l i i n u tuiora di- sus luja- , era la persona que debía ser juzgada : r o -
mo jefe supremo del Estado, e ra la persona en cuyo nombre se
liabia de juzgar. Ahora bien : como todo juicio descansa en la dis-
íiii'-iou de esas pe r sonas , cuantío esas personas so confunden, es
imposible un juicio, porque se des t ruyen hasta sus más esenciales
elementos.


De todo lo dicho r e su l t a , que el gobierno poniendo en cuestión
!a tutela tpie S. M. la reina. Doña María Cristina de Borbon ejerce
de heeho y de derecho por la voluntad testamentar ia de su augusto
e-poso , ha t rashumado sus facultades , y ha quebran tado sus mas
sagrados deberes : (pie cegándose hasta el punto de nombra r agen-
tes interventores en los negocios per tenecientes á la tutela , ha
usurpado facultades tutoriales (pie no le co r re sponden , y ha incur-
rido en una responsabil idad ter r ib le . Que las c o r t e s , para no que-
brantar sus deberes y para no t raspasar sus facultades, deben limi-
tarse á mandar leer el testamento del rey, y declarar , en consecuencia
de su lectura , que, no há lugar á del iberar sobre esta materia sino
pana exigir la responsabil idad á los ministros : que cualquiera d i s -
ensión de los cuerpos legislat ivos, de la cual pueda aparecer que
las c(irles aspiran á erigirse en tribunal competente para examinar
la. capacidad lutorial de S. M. la reina Doña María Cristina de Bor-
bon , ó sus actos como totora y curadora , es un escánda lo ; y que
cualquiera resolución que adopten en este sentido , es una usurpa -
ción manifiesta.


falo- son las consecuencias que se deducen natura lmente del
navio de la lev , y del estudio impureial y reposado de la índole
especial de la tutela de los pr íncipes .


La buena fé y la imparcialidad de que he hecho profesión al
comenzar este escr i to , exigen de mí que me detenga algún tanto
e n presentar en toda su fuerza la gran objeción (pie puede oponerse
a m i doctr ina.


Asentados esos pr inc ip ios , se d i r á , conducen inevi tablemente
a dos absurdos : al de dejar sin amparo contra la malversación al
rey menor huérfano, y al de dejar sin freno al rey ó reina regente :
m i una pa l ab ra , conducen al absurdo de poner fuera de (a lev.




— : Í I ! -


fuera del d e r e c h o común , de u n solo go lpe , al h u é r f a n o y al que le


tiene en su g u a r d a : al h u é r f a n o , n e g a n d o l i 1 t o d o g imen> d e p r o t e c -


ción legal : al que le t i e n e en su g u a r d a , r e l e v á n d o l e ile toda r e s -


p o n s a b i l i d a d , c o n t r a r a z ó n y j u s t i c i a , c o m o si fuera i m p e c a b l e é i n -


fa l ib le ,


fa o b j e c i ó n , como si 1 v é , p a r e c í 1 g r a n d i 1 ; y no c r e o q u e m i -
m a y o r e s a d v e r s a r i o s p u e d a n a c u s a r m e d e d e b i l i t a i ' , e n e i m o d o d e


p r e s e n t a r l a , su fue rza . Sin e m b a r g o , yo me p r o p o n g o y me p r o -


m e t o d e m o s t r a r c u m p l i d a m e n t e . q u e es una d e a q u e l l a s o b j e c i o n e s
que p e r t e n e c e n al g é n e r o l i b e r a l d e c l a m a t o r i o , y q u e s o l o e s i a u e n


v o g a e n t r e los po l í t i cos d e c a l é y los e s c r i t o r e s v u l g a r e s .


A n t e s de t o d o , c o m i e n z o por r e c o n o c í 1 ] ' la e x a c t i t u d d e la o b j e -


c ión , en c u a n t o en e l la se a f i r m a q u e el rey ( m e r l a n o e- ia p u e s t o
l u c r a del d e r e c h o c o m ú n , y (pie el q u e le t i e n e en g u a r d a , r e v


t a m b i é n , y c o m o rey , u n i c o ¡efe y n - p r o i - o n t a n i e d e ' !•„•.! a d o , es tá


r e p u t a d o por mí c o m o si fuera i m p e c a b l e e i n l á l i b l e . Niego la e x a c -


t i tud de la ob jec ión , s o l a m e n t e e n c u a n t o o:i ella se a f i rma , e n e


e s t a s c o n s e c u e n c i a s (p ie se d e d u c e n d e ñ u s p r i n c i p i e » , s>>u a b -


s u r d a s .


Los que m e i m p u g n e n f u n d a d o s e n la p r i m e r a p a r t e d e la o b j e -


c i ó n , es d e c i r , en que c o l o c o fuera de l d e r e c h o c o m ú n al rey huér-


fano, n o t i e n e n d e l a n t e d e s i p a r a a p o y a r su i m p u g n a c i ó n sino d e -


c a m i n o s pos ib l e s : el d e n e g a r a b i e r t a m e n t e el p i m e i p i o d e q u e las


c o s a s de los p r í n c i p e s s e d i r i g e n j-or r e g l a s e x c e p c i o n a l e s , o el de


n e g a r la a p l i c a c i ó n d e e se p r i n c i p i o al c a s o p r e s e n t e , por s i m i e s -
tifia n o t o r i a . F u e r a de e s t o - d o . . n o hay c a m i n o q u e !<•» l leve a


d o n d e c r e e n q u e yo v ie , ' , p o i - e,l q u e a n t e s lie t r a z a d o , a la c o n t r a -
d i c c i ó n y al a b s u r d o .


F o c o s s e r á n los q u e s e a t r e v a n á e l e g i r c a t r e e s tos d o s c a m i n e s


el p r i m e r o ; p o r q u e , p o r una p a r t e , sos t en ía ' q u e l o s p r i n c i p e - O c -


h e n o s t a r sonici idos en sus p e r s o n a s y en s u - c o s a s al d e r e c h o c o -
m ú n , s e r i a lo p r o p i o q u e s o s t e n e r (pie l o s q u e o c u p a n .. n la s o c i e d a d


una pos ic ión d i s t i n t a d e la de l o d o s , d e b e n s o m e t e r s e s i n e m b a r g o


á las r e g l a s p o r las que t o d o s se d i r i g e n y a q u e l o d o - s o - a n c i e n ;


V poi' o t r a , s o s t e n e r q u e los p r í n c i p e s e - l a n d e h e c h o s o m e t i d o - a




- - :si5 —
la? leyes comunes , seria aí i rmar lo contrario de lo que todos \ e n ,
á vista de todos ; seria un acto de demencia .


Pero si habrá pocos que [tara impugnarme elijan este camino,
serán muchos los que reconociendo como principio g e n e r a l , que
los príncipes, no oslan sujetos á las leyes comunes , elijan [tara i m -
pugnarme el camino do a í i rmar , que esta máxima aplicada al caso
en cuestión envuelve una injusticia notoria. A los que elijan este
medio de ataque, les contestaré , que si la máxima de (pie los rovos
no están sujetos al derecho c o m ú n , es injusta en esta aplicación,
no lo es sino porque priva al príncipe huertano de las garant ías que
¿i lodos los huérfanos conceden las loyes gene ra l e s ; y (¡no siendo la
índole' del principio excepcional por el que se gobie rnan las cosas de
los príncipes, sustraerlos siempre al dominio de las garantías comu-
nes, perqué de lo contrario el principio no seria excepcional , no hay
más. injusticia en la aplicación, (pie la que hay en el principio mis-
ino ; no hav m á s injusticia e¡i osla aplicación, (piola que lia de haber
favo-,ámenle en todas sus aplicaciones. Siendo eslo así, os necesario
negar el principio, o aceptar stis consecuencias . Es necesario confe-
sar mi doctr ina, o ponerse lucia no del de recho sino, lo (pieos harto
mas g rave , del sentido común, negando un principio (pie es un he-
cho notorio en nuestros tiempos y en todos los t iempos, en nuestra
sociedad y o n todas las sociedades : negar , en fui, un principio
que lleva en sí casi su demostración, negar un principio evidente .


í.a única justicia de que es susceptible eso principio excepcio-
nal , !a única que debe buscarse ea esta apl icación, como en cua l -
quiera otra que de él >e h a g a , es la que ro-ulla de las c o m p e n s a -
ciones. Es decir : que para asegurar que una aplicación de este
principio es injusta , no basta descubrir que por ella se sustrae al
príncipe del beneficio do una garantía asegurada á todos los s u b -
ditos por las l eves , s m o q u o es necesario ademas aver iguar , si por
ventura no se. le concede en cambie alguna otra garantía de que sus
subditos no gozan, : si no si 1 le innoede en virtud de un privilegio
un equivalente de lo que por o t ro priv ilegio se le niega : si el bien
v el mal no s e compensan v equilibran en las aplicaciones de esa
legislación privilegiada.




:¡] i,


Reducida la cuestión á sus verdaderos t é rminos , desaparece
como por encanto la primera parte de la objeción que se opone á
mi s is tema: p o r q u e , para que tuviera alguna impor tancia , seria
necesario que mis impugnadores demostraran lo que es imposible
de toda imposibilidad que demuest ren : que el mal (pie resulta al
r ey huérfano de la legislación privilegiada que le p r i v a , siendo
menor , en algunos casos de las garant ías de que gozan los demás
huérfanos menores , no está compensado con el bien que residía al
rey de las exenc iones , p r iv i leg ios , v dignidades que tiene (asme,
jefe supremo del Estado. Fijada de esta manera la n ies l inn , y solo
de esta manera está bien fijada, la objeción (pie pareciendo gravo
parecía lo que no e r a , viene á parecer lo (pie e s , bajo un aspe . lo .
a b s u r d a ; bajo otro a spec to , ridicula.


Eos que me impugnan fundados en la segunda parto de la obje-
ción, es decir , en que declarando exenta de responsabilidad á S . M.
Doña María Cristina de Rorbon en el ejercicio de la tutela de sus
augustas hijas, la declaro no sujeta á error o impecable, se apoyan
en una de aquellas preocupaciones arraigadas hondamente en la>
sociedades m o d e r n a s , merced á las frivolas declamaciones de lo-
modernos t r ibunos . Por esta r azón , me de tendré cu el examen de
este asunto , que al mismo tiempo que tiene una relación directa
con la cuestión que es objeto de este escrito , la tiene mayor . - i ca-
b e , con otras cuestiones de derecho público de la más grave impor-
tancia.


Cna de las máximas favoritas del liberalismo moderno es la de
que todo el que piensa, está sujeto al error ; y lodo id (pie obra, e-la
sujeto al pecado ; y por cons iguiente , que ningún hombre , como
ser activo y rac ional , es infalible é impecable . Hasta aquí nada hay
que oponer á esta máxima ; pero véanse las consecuencias que d<•
ella han deducido los publicistas de esa escuela. Como no puede
concebirse la monarquía constitucional sin la inviolabilidad del mo-
narca , ni la inviolabilidad del monarca sin la imposibilidad por se
parle de cometer error ó pecado , ni esta imposibilidad . mientras
obre como un ser activo v mient ras piense como un ser dotado de
inteligencia . han encontrado el medio de conciliario iodo, seeile--




;¡r.
Mando al monarca la facultad do obrar y do pensar , y rebajandoh
a ¡a elase di' un ser estúpido e inactivo, Después de haberle con-
vertido en piedra , tan ufanos do su obra como Arquimedes de su
descubrimiento, exclaman en un acceso de satisfacción ridicula «le
hemos hecho inviolable , hemos resuelto el problema : » sin adver -
tir . tan ciegos son, (pie de esa manera su problema oslaba resuelto
autos por todo el m u n d o , y que en vez de haber hecho inviolable
al monarca , han dado en t i r r ia con el edificio de la monarqu ía , >
hasta han aniquilado al h< alibi o.


Para (pie se advierta lo (pie esta máxima así aplicada tiene de
absurdo, me propongo demost rar que no hay gobierno ninguno que
no esté fundado en la máx ima contrar ia ; y que esa máxima no
deslían i ; solo la monarqu ía , sino lodos los gobiernos.


bu todo gobierno , cualquiera que sea su forma , hay una p e r -
sona o m u c h a s , una ó muchas asambleas , que tienen el derecho de
convertir sus pensamientos en l e y e s , (pie b a n d o ser obedecidas
por todos, listo d e r e c h o , en las monarquías absolutas , reside e x -
clusivamente en el monarca ; en las conslilucionales , en el rev j un -
tamente con los cuerpos colegis ladores ; en las democracias ¡airas,
en las asambleas del pueblo. Ninguno de estos gobiernos podría
existir si no hubiera la obligación de obedecer á sus leyes, es decir ,
á sus pensamientos sociales, administrativos y políticos, t ras lbrma-
dos en p recep tos ; y cuenta (pie esa obediencia ha de ser absoluta,
o , cenio ahora se d i c e , c i ega ; porque si no lo e s , el gobierno es
imposible, lis oslo tan cier to, que á ningún partidario de la m o -
narquía absoluta so le ha ocurrido j amás que la lev del monarca no
deba ser ciegamente obedecida ; que á ningún part idario de las mo-
narquías conslilucionales se le ha ocurrido j amás (pie no deban ser
obedecidas ciegamente las leyes dadas por el rey jun tamente con los
cuerpos colegisladores; que á ningún partidario de la democracia
pura se le ha ocurrido jamás que no deba sor c iegamente obedecida
la lev que emana d é l a voluntad del pueblo. De donde se deduce ,
sea dicho de paso, que considerados bajo esto punió do vista, todos
ios gobiernos son absolutos ; asi (auno demostrare mas adelante , que
considerados bajo otro punto de vista , no hay n inguno que lo sea.




- s is -
Ahora bioa : para destruir todos esnsgobiernos y cualquiera otro


posible , no necesito do más, sino de adoptar la argumentación y la
máx ima con que cierta escuela liberal ha abierto la más honda b r e -
cha en el corazón de la monarquía. (Ion efecto: si el rey no puede
sen1 reputado ¡n\iolablo ó infalible sino renunciando á la facultad de
obrar v de pensar, porque el que piensa y obra , yerra y poca , v
el que verra v peca , no puede ser reputado infalible é inviolable,
sigúese de a q u í , (pac ni el monarca en las monarquías absolutas,
ni el monarca y los cuerpo-» colegisladon - en las monarquías cons-
titucionales, ni el pueblo en bis democracias, pueden exigir para so-
leves una absoluta obediencia y un absoluto respe to ; porque el res-
peto no debe ser absoluto sino cuando tiene per objeto á una per-
sona impecab le , ni debe sor ¡disoluta la obediencia sino cuando se
presta á una persona infalible. Los publicistas qtie combalo , bar-
dadlo al rev constitucional : o no pienses ni obres , (i sujétalo á todo
lo que están sujetos todos (es ¡pao piensan y" obran , lodos los que
yer ran v pecan, es decir, a la responsabilidad de todas tus accio-
nes : á la discusión, contradicción y revisión de iodos tus p ¡ - i ¡ v ; ¡ -
mientos . Pues b i e n : yo replicare, á los que esto d icen , sean cons-
titucionales ó sean republ icanos : ó renunciad á "pensar y á obrar,
es decir , á legislar y á g o b e r n a r , ó no reclaméis lo que no pueden
rec lamar los que no están exentos de error y pecado . es decir, un
respeto absoluto y una absoluta obediencia. O renunciad á pensar
v á obrar , es decir , á legislar y á gobernar , ó sujetaos á lo que'
están sujetos todos los que piensan y obran, todos los que yerran v
pecan , es decir , á la discusión y contradicción y revisión de t o d o s
sus pensamientos 'y vuestros pensamientos >.m vuestras ieyesi y á
la responsabilidad de todas sus acciones. A semejante máxima, á
semejante argumentación , no pueden resistir, ni las aristocracias,
ni las democracias , ni las repúbl icas , ni las monarquías . Luego esa
máx ima , como todas las de los publicistas que combato, es desastro-
sa ; luego osa a rgumentac ión , (auno todas las de los mismos publi-
cistas , es absurda .


La máxima eminentemente social, la (fue necesitan para ex,-ta
lodos los gobiernos, así los monárquicos eo'mo les eonstiiuoionales.




— 3 1 1 1 —


• ilino los republ icanos, es la de (pie — En toda sociedad es neccsa-
ri'i i¡ae haya ano o muchos (pie, conservando id ejercicio de la ja-
• tillad de olirnr ¡¡ pensar, IJ aunijue yerren y peipien , deben ser con—
si'leruihis amo s i no cstucieraii sujetos ni d pecado ni a error, como
a ¡iievue uijuliiiles c iiiijieeatiles. — lisia es la máxima á envo abr igo
v i v e el mundo : la máx ima que mi toda la prolongación de los l iem-
pi i s h istor ie* is ha riiüscia ai lo vivo ol príncí pió social mi las mil rañas
<!'• l o s pueblos.: la máxima ipie en M I envidiable y euvidiada s o n -
edle/ h n i ' i ' o a por ineomaisa nuestros padres : la máxima a la (pie S . M , I deudor-"s de los r e s t o - de animidad y de poder que se d o s -
eubren aquí v allí , rari nantes <n tpirutlc raslo • en medio de este
mmi ' iagio universal de todas las potestades de la t i e r ra : luego esta
máxima o- la provechoso, e> la social y la santa.


S i e n d o e- lo a a, loda la argumentación fundada en (pie d e c l a -
rando exenta de responsabilidad á S. .M. Doña .María Cristina de
Itorhon por lodos sus actos como totora y curadora de sus augustas
hijas, vengo á. declararla impecable o infalible, queda de todo punto
deOruida , líespucs de haber demostrado que es una máxima con-
ionne a los principios y conforme á los hechos , enseñada por la
razón v eoidh tunda por la historia, la de que en todo gobierno, en
loda asociación h u m a n a , os necesario reputar á alguno ó a lgunos ,
aunque verrón v pequen , como infalibles y como impecables : y
que ese u n o , epie no debe responder de sus acciones v de sus p e n -
samientos, es en ir is monarquías id r ey .


\'o se me oeiuia que contestarán mis adversar ios , que esos p r in -
cipa.- pueden v beben apeearse a un monarca, pero no á un tutor.
\ o me propongo deme - i r a r que deben aplicarse también al tutor,
cuando el t u to re s el monarca ; ó , lo (pie para el caso en cuestión
es lo mismo, taiandio el tutor es el regento de la monarquía .


todos i o s esfuerzos hechos hasta ahora para considerar dos per-
sonalidad*'- <ai la persona de los revés , la una representada por el
hombre , y la otra por una abstracción, han sido de todo punto mu-
tiles, habiendo encontrado una invencible resistencia, así por partí 1


de la razón de los filósofos, eomo por parle del buen sentido del
pueblo, lista distinción escolástica, si bien se m i r a , no tiene otro




objeto en eí animo de MIS au tores , sino el do alcanzar, a favor nV
ella, el resultado que no pudieron alcanzar nunca en el terreno do i;¡
discusión, sosteniendo que el rey no debia obrar ni pensar, si babia
de ser considerado como infalible é inviolable. Que el objeto de la-
dos argumentaciones es el mismo , so ve claro cuando se considera,
que si se admite la distinción, se sigue de ella necesar iamente , que
la inviolabilidad de los reyes no se aplica sino á su personalidad abs-
t rac ta , dejando descubierta su persona ; lo cual como se v e , es lle-
gar con la segunda argumentación al punto á donde no se pudr
llegar con la p r ime ra ; es llegar al mismo término por un camine
diferente. Siendo esto a s í , rigorosamente, hablando , no tenia ne-
cesidad de volver á vent i lar una cuestión que ha quedado ya zan-
jada : pero como quiera que en esta clase de cuestiones tan tras-
cendentales de s u \ o , no es lícito abandonar el campo sin h a b e
pulverizado bajo todas sus formas todos los sofismas, me será per-
mitido dar al t r a s t e , de, una vez y para s iempre, con la distinción
escolástica , como di al traste con la argumentación directa . de una
vez y para s iempre.


Comenzaré a h o r a , como comenzé antes , por admitir ¡os princi-
pios de mis adversar ios , por reconocer su máxima, por descendei
á su propio t e r r e n o , por en t rar de buen grado en todas sus su-
posiciones. Admitida , pues , su distinción , veamos sus consecuen-
cias.


Puesto que en el jefe supremo del Estado hay dos personas,
una moral que es el r ey , otra física que es el h o m b r e ; puesto que
el p r i m e r e e s i r responsable , impecable é infalible, quedando s u j e -
to el segundo á responsabilidad y reprensión , porque lo esta ai
e r ror y al pecado ; suponiendo que ese hombre sujeto ai pecado \
al e r ror , que es rey impecable é infalible, cometa un delito, ¿de-
berá ser juzgado como un par t i cu la r : lo será por los tribunales del
reino? Si mis adversar ios responden que no, replicaré que no ("lu-
diendo explicar la diferencia que entre uno y otro es tablecen, sino
porque uno es subdito y otro rey , estableciéndola vienen á renuncia)
á sus principios y á destruir su propia distinción, porque admiten la
máx ima que la es contraria, la que- la aniquila, la que yo sostengo.




i,i ¡de que el i c \ cubre al hombre . Si respondiesen aii¡ i i iaiivamente.
estableciendo una perfecta igualdad entre el que delinque siendo
un particular y el rey que e o n i o hombre del inque, entonces instaré
uiá- , preguntando : si el rey que delinque es condonado á presidio
('.cumplirá o no cumplirá su condona? Si responden que no, borran
-si propia distinción, porque adoptan mi máxima, la de que el r e ,
cubro al h o m b r o ; si ie-poiubesen af i rmat ivamente , volvería á pre-
guntar,*, v estando como hombro en pres id io , gobernaría (anuo mo-
narca '! Si responden que s i , serán consecuentes consigo propia-.,
poro habrán ido a parar a donde yo quería conduci r los , al absurdo
de véase obligados á confesar para sacar su máxima adelante , (pa-
cón ella se puede tener a un presidiario por r ey . Si re t rocediendo
ante (d absurdo, respondiesen que no, borrar ían su propia distin-
ción ; y confundií ian s||> dos personalidades, como laseonfundo \ o ,
aunque de diferente manera : mis adversar ios las confundirían,
porque su hombre destronaría Osla vez á su rev; y s o las coní'ua--
do. pon pie para m ie l res cubro sieinpi e al l i o m bre .


b e s lumles que me impone el d e c o r o , no me permiten lies;; , .
.. orno sería muy lácil, estas suposiciones m a s lejo-. Lo dicho basta
y sobra, para que se comprenda á cuan inmundos lodazades es n e -
cesario descender para pintar al vivo y con s u s propios colores fas
c o n s e c u e n c i a s lógicas de ciertas máximas que hoy prevalecen en
el mundo. La barbarie de nuestra civilización lia ido concluyendo
poco á poco con las máximas santas que f o r m a r o n el código políti-
c o , religioso y moral de l o s s i g l o s que en nuestra petulancia ¡ l a m a -
mos do oscuridad y de barbar ie . En esos siglos, la verdad era el
alimento do la intel igencia, s la fe el alimento de los corazones,
Ilabia verdades reconocidas por todos, y principios por todos a.-en-
.,do- : habia unidad política , social y religiosa : habia un orden


gerárquieo en el mundo mora l , (auno le hay en el universo. HOY
dia hemos caminado tanto por el camino de la civilización, que
nuestra inteligencia está virgen y nuestro corazón v a c i o ; homo--
perdido hasta la memoria de las verdades (demoniales que n u e s -
tros padres no- (rasmilioion como las habían recibido do sus m a -
yores. Tenemos sai barlm-.i de ciencia, e n e hemos ¡legado al e x -




'•'¡22 ••


n o n i o do no s a b o r ji punto lijo si h ; i \ D i o s ; si la i n s u r r e c c i ó n O s


una v h l u d (í un c r i m e n ; si los q u e s o l e v a n t a n conloa las a u t o r i -


d a d e s leg i t ima- - , s en rebe lde- - o son h é r o e s - , si d e b e n p a g a r su c r i -


m e n en un c a d a l s o d e m a d e r a , o sj se d e b e e t e r n i z a r su m e m o r i a


en una e s t a t u a d e b r o n c o ; si son s o b e r a n o s los r e v e s , o s o m o s s o -
b e r a n o s ; i o ; ! i l ! ' o - ; -i d ¡ herno- o b e d e c e r l o s o ¡ u z e a r l o s .


d e a ile c.-li> lo e n e e n a n a . p o r q u e n o e n t r a (ai el p lan (pie m e


he I ¡ a z a d o i d i s ¡ ¡ M i d e n n e i ai o s l e geiser-» d e con- a d e r a c iónos , \ o l:c


d e b i d o , para l l e n a r mi p r o p o s i t o d e d e f e n d e r á una ¡ lus t re p r i n c e s a


c o l m a d a a y e r d e b e n d i c i o n e s y hoy d e n l l r a j e s . ay e i r e ina p o d e -


rosa y hoy v i c t ima m ó c e n l o y r e s i g n a d a , l e v a n t a r mi \ o z l i u m i l d e , v


r e c o r d a r c i a r los p r i n c i p i o - q u e v a n b o r l á n d o s e v a d e la m e m o r i a d e


los h o m b r e s . p o r q u e los h e e ro ido n e c e s a r i o s p a r a sos le i i e r la fuerza


d e su d e r e c h o c o n l i a el d e r e c h o do la fue rza , fin osla a r g u m e n t a -


ción fatigosa , he s ido lan sev ei o c o n m i g o m i s i n o , q u e n o h e q u o -


' ado a m e n i z a r l a con a l g u n a d e a q u e l l a s Ilota s q u e s u e l e reoo je r a q u í


V allí e ! h o m b r o d e i m a g i n a c i ó n v s e n t i m i e n t o , en el c a m p o d e la


i m a g i n a c i ó n y la p o e s í a . \ sm i m b a r g o , b i e i i s a b e i ¡ i o s q u e o p r i -


m i d o d e c o n g o j a mi p e c h o y a r r a s a d o s e n lági ¡mas mis ojos , n e c e -


s i t a b a de l a p a c i b l e e s p e c t á c u l o d e su b e l l e z a , y d e su 1'resrurn no


a l m a . P e r o , h o m b r e s d e la r e v o l u c i ó n d e s e l i e m b r e , vo no qu iso


d a r o s un p r e t e x t o p a r a q u e a t r i b u y e s e i s la be l l eza d e ia v e r d a d ,-i


sus e x t e r i o r e s a t a v í o s ; v d e s p u é s d e b a l u a d a c o n t e m p l a d o a m o r o -


s a m e n t e , ha s ido l a u t a mi l e a l t a d p a r a con v o s o t r o s , v lan g r a n d e


mi fe en s u s p r o p i a s pe r ¡ ce<aonos . q u e n o q u i - o a d o r n a r l a con una


sola flor, v o- la he e n ! r o g a d o d e s n u d a . \ h i la l en t a s , c o n t e m p l a d -


la. Sé q u e á mi a r g u m e n t a c i ó n e o n t o s i n r e i - con v a n a s d e c l a m a c i o -


n e s : p e r o sé t a m b i é n q u e res i s t i r á a v u e s t r a s d e c l a m a c i o n e s por


sí s o l a : las t an g r a n d e la fuerza d e la v e r d a d , a u n q u e e - t é p roc l a -


m a d a po r los l lanos , q u e p a r a q u e la c o n t r a s t é i s , os seña lo el t e r -


m i n o que- Dios os ha s e ñ a l a d o d e v i d a .


Por lo d o m a s , no m e a l r o v o a l i s o n j e a r m e d e q u e las corle-- se


d e c l a r e n á si p r o p i a s sin d e r e c h o p a r a r e s o l v e r una cues t ión q u e


no e x i s t e , v p a r a d e c l a r a r s e t r i b u n a l c o m p e t e n t e d e q u i e n uñen


t r a s ha l l e v a d o en ,-n d i e s t r a el c e t r o d e ¡-'-paño . no lia - ido n —




ponsablo (¡t' ninguno do -lis pensamientos v de ninguno de sus
actos, sino ante el tribunal de Dios en el Cielo , y ante el t r ibu-
na! Je la posterioridad en la t ierra. Estos pi incipios, antiguos eomo
las s w i e d a d e s h u m a n a s , incontrastables como las verdades div ¡ñas,
e terno- como el m u n d o , no pueden ser acoples a los ojos de los
hombres de la revolución de set iembre. E o si'1: poro sin embargo ,
me ha parecido c i inveniente p roc lamar lo - a q u í , para que su p r o -
clamación su \ a de pr . i te-fa , ya que no de r emedio : para ¡pie la
nación i 'saaaela sepa de parí:- de quien esta la buena cansa en osle
e-caudaloso iiligio: para que la Europa, en fui, que nos mira llena
de asombro y de e.-lupor, pueda ser juez imparcial en este ruidoso
déba le . A mí, solo me tocaba demostrar la justicia que asiste á tan
augu-ía p r ince -a ; la he demos t r ado : cualquiera que sea el resul ta-
do de ¡a discusión, de quien es la justicia , es la victoria.


Pero si no me lisonjeo de que las corles se declaren incompe-
tentes para juzga, la conduela y examinar los actos de S. M. la
reina Doña María Cristina de borbon en calidad de totora vcu radora
testamentaria de sus augustas h i jas , si no me lisonjeo de, que «o
abstengan de resolver una cuestión que está resuelta con la lectura
del leslamonlo del último m o n a r c a ; todavía me atrevo á esperar
que la resolución «pie lomen, sea favorable al derecho de tan a u -
gusta señora. Al llegar aquí, abandonaré de lodo punto las cuest io-
nes de legalidad, do derecho y competencia . Solo consideran' ' , para,
que las cortes lo consideren también en su sabiduría , qué es lo
que o'e elias exijo su propio d c - o r o . > qué es lo que de ellas evijen
sus |in>pi<is doliere-,


Y no se ex t rañe que hable aquí de sus d e b e r e s ; porque soy de
los que creen que no hay derechos absolutos en la tierra : que los
insen.-ato.- que los reclaman para s i , sean p r inc ipes , sean a s a m -
blea-de l iberan tes . sean pueblos , pronuncian una blasfemia contra
Dio-, v cometen un delito contra los h o m b r e s ; que lodo derecho
no Ihnilado por un deber se. llama tiranía , como todo deber que
no esta acompañado ido un derecho se llama .servidumbre; que las
palabras deber v derecho no han sido nunca separadas entre sí, sin
que su separación hav a dejado do dar ¡i! mundo el espectáculo do




las Iincalíalos imperiales o do ¡as bacanales revolucionarias : -an
que su separación lia\a dejado do dar al inundo id espectáculo do
un b.oinbre en delirio o do un pueblo dómenle . Por osla razón, vo
pienso que aunque las cortes >e crean con derecho para examinar
los título^ du S, M. la rema Doña María Crisiinn de ISorbon a la
tutela' de sus augustas hijas. \ aun(|iie de hecho los examinen en
su cahdad do gran jurado , todavía militan l i d e s razone- de alia
prudencia v de con\(alienóla pública en t'axor d e lau excelsa s e -
ñora, ademas de la evidente justicia que la a-: sie . que - ¡ | ¡ k c m i i x
son imparciales , si se respetan a s¡ a a s u i a s , si ¡•oiisultan mi d e
coro , y si ponen el pensamiento en la posteridad , la mano ei,
el corazón \ los ojos en su eoueíoni ¡a, s e consideraran ohliuad ,»
por el más imprescindible \ el m á s sanio de l o d o s ¡os deberé-,, a
reconocer el derecho que tiene de ioal inuai ' eu la guinda de h r -
personas y de los bienes de s u s augustas hijas menores.


Si las eó: l e s d h i ¡en una mirada desapasiimada lamia la situación
de la augusta señora que def iendo; - i d e - p n e . • on-ideían s i p ro-
pia s i tuación, contemplándose ( !e<apa- io i i : !d ; : m e i i ¡ e á si propia»-: \
sobre lodo, si no han olvidado la cadena do aco.nleoimionlos te r r i -
b l e s por los que han venido las cor-as ñ pimío de que las corles
sean lo que s o n . \ do que aquella augusta princesa h.iva teñid.>
(¡ue pasar ai olro lado de. h - m a r e s , no dejaran d e conocer que
su situación, para arrancar la la tutela, escempromel ida ¡mr domas
y embarazosa.


Hay un partido en E-paña que -e r ebe lo , ¡¡o be min-hos mese-,
contra el trono : que para o-raiai le l e i m o , ¡o g u e r r a ; \ para llega;
á la allura en donde le habían colocado l is ¡ p í e s y el ro-peto de la-
gentes . puso montaña sobre monlaña . Pciliou so'me (í-sa . h a - l r
que logró poner en (d sus p i e s \ s¡¡ . manos. Señor d e la corona,
dueño del cetro, esos símbolos de la- ooie- lade- de la tierra, ásenlo
sobre España s u dura dominación ; tan d u r a , (pac no se bor:ar.t
tan pronto la memoria de su de-apoderado- señorío. Durante es,
señor ío , convocó ñ los-decion s . \ reunidos a -u \oz , dep ¡-ilaio;-
en las u rna- lo- t e m o r e s de |o-: o,.o h a b c u de o j ....... un o i - d e
con-tilo \ enh v m>a e a ! e r ; d a d • : a r - . - a i e . ' • • ' • • • ) : ; é : . e . ¡ ob.-r .;: .




i n i b i i ) , ) | U | ( 1 | I 11,1 l l l t l . i | | | n \ . ' U lìj 1! üOl i l i ! i­ ' .1,1 \ | 0 ­ q t ! U O p . ì U l ì ' H | , l | l ì i
• | ! - О ' / | ! .П !<рГ10 d i ' ] - . 1 Hill')'­. H l . ì lì |>' ,i I K I S . Ï | . l O , ) S l ! j I H i l . H i l l | i ­ ' O . H |
­III,H J i l S , i p *-,>.1чр ,1.М|,и ­ 0 | U l i . i [ S o l i l i ! 4 { i p t N . U . ) ) i n fllìi II.» I > * 4 ¡


—'.iu.i nun i i . i s4> p>i . i . ¡ K ' l i in , ь к ü . i p . i i i j P ' ; i п р и - , M i H ~ M t i | o \ . ~ . i i ' ¡ .n ib
¡n. | |s .>n.) l i l i l í 11,1 ' - - . : • ] . к м - ' O j . i i l S. ч i - ! t - i f I, i J s • s ¡ ¡i. > p , i i i p j ' . ' i î ' / Ч t i r i l i , i \
i p | . i n u r ­ * i i i .n i ­ . i i i ' ,i 'p , u < p : i i i i i j . i iMPs­.i j i n i : l i ' H . i r i i . i p i M i . ) n u i ,>nh


* O p O | , ! ! ( ! ( I - \ ' ( l­( I . ! , ipi l i. i ¡, ! [ l , t|( j l . ' î . ' . l ¡-'11 Г ­, ! l u ! ! i . l l i ! ! p i . I i i ! ) ' il i p i l 4 1 . 1 \
j . l p о р р м . П р ­ п Г - . i <iii o p r i n e \ ¡,) o n b ,. \ (Hi i!,»ili(vi? ; . . ) ] < p ­ i l i b i l i ­•,>
' m i r , H a i , i p i H i i i>¡ п р и ! .ту--. • iii.wM' ;.) m b i r -mb • iiiiprtl M I н.ииЬ
' Л |. |, il \ p i : m i Ib ' l iHh ' , 4 \ fili ' l e i u f i ' . ' "i il. lull ' l i ­ i c i . i. i o - . |> I U ' \ . i l i ! '
l ! H > U , i - i s p . i s . i lf| , . p i:¡ p.>( С >| .;;­."> ­ü j . у i l i i l . ' . r i l l l ­ l;j -'• jlì j


'­•ÜUIHUIIII «­ir/ ,)pIli i . :r ; - t ! | - l i p o j . ' i l i M i d . l o . ; I ' ; U O . ! I ! . l ' / O p ü ! ! | ' ! ­ Y > . !
I !. > I ­ 11- . l l l b ll.lüi! ' v , i u : i l . l l í p i ¡ p . l | s o e u r , O r i <V.\ l ' i n i r . l p O ' l i l ( ' l 1 1 - , И ¡ Í ;
•:¡ U. Il ( 11111 ! 1 , ) \ , ) ¡ | ,111! > O p l . i o u ' i lilj ' . s "'­plipl .1, .•: ¡Si i.|: ! - ! > | . H i p H . i p . H l i ! ,''||!'
t>z.ipHi».irf к; u p o ] , io i ! i s ; it.­ . i p l i iü j e s o o п р о г т . к ц о l o i p n i i in . i i : ] i i u ¡
­ i n p i : p i ! o ( ¡ u s n o n!. | .) , i jsi]i;s o n ­••ni> im.up ш о ш Ь р м г ) ' o p i i i i i i i
¡ o p ü p u o . i d s o p , t : o n b 0 ) s ; : : ¡ i i)- - , i oi i ip» n e \* *i ; Í ¡ .M [ | i r i i i i s i p i i ï i r
l i n n .к»' ! opi is i ! i ! - ' i ; . i ) e ¡ s , > " u o , e . ¡ e o о ­ o ì i I ì . i o i i е с р и о н о ­ o ¡ > - о р < > | o p
p i ' p I 1 1 . ) I l l ( i o I i i ' ­ii¡ '1 ;• ; " ..; '.':.; 'Ol о p i : p > U . ,:j 1:0 | { l ; , - i к |,|.¡ Op| i , | |
­ ­ n o n n o .i. '.ipiij in ­ ' ­ o u o i . i e u >•!:­•.>.;.){>!«1 « \ r , я ' : . о н и I ­ o p i . i o . n ' i . w o v
' ­ o i U ! i j . ! ( ! p i i ­ í l ­ ; : j ü •( ; .> . H i l l /<,. \ ; ; ­ ­i . ­ n i l ' = ­'liS O p ü - U i i : ] ­!!l!fi.l}IÏIH
i . i ' s i i p i>| о р ш п п л л ' д г . я ! o n r í i s о т : л т р л о р ­ : м I H !. i i ! i í ,m - i í j . h


! I O ' 0 1 ( 11 ; ! S ¡ 11. l l , M , i Л " S J A O . I O p O . i p I M l i 10 l ' : - l •(!•-', i 10 l ' . ï l i j O M ! l ! . ¡ ¡ i b
I M I I ; U o . i io • ¡ г . ' o;­. i i iq i : ; ¡ s o p o - u t i s o d i u o n n o o n b ' . o s o ;:¡ v, s o p i \
­ i l p p i H I l l ] 11,1 O i p l O O O S o p o . I p O I M Л l i s O ' S o ' O Í i l j ' i i i ' l . i . l ,>[>, ! , i,>
- O U I Oj \ ! - o l ' l l | 'Mi'­ 1; SOIS lì! \ . l o r i o ! ; !!-' " - o o ' - i ; п р о a p e i o j o ­ 7 o \
non 110,1 ' s . i . i u o p r . j ­ o r i o ü ) ¡ e p \ o t i ró : | , i p o p , ; \ i . i ¡ l ¡ ; i i | . ! i ¡ г ; \ • • u n o . ! ;
i;pi;.iritN o ­ o.ifjos r u i o - i i i i i i ; o - o¡i i .>-,> o u i i ü j i K i i . i i i i o \ . ­ s <>\ o n b . i o i !
.'.ii:.r,'oij o í d o , ni u s o , i ¡ i / i p o . i i o \ p . ; : ; di i o i u o . i \ "s( . ! i i | ­ u s o . i ¡ u o iMol in i . i i
-"\o n u i l o i u o , i o . n u o . n n o ­ ' i ' i u o ­ u i M i p s o p i i . i s o | n o n i o o \ ' i ; ­ j . i . )
- \ o u o o i p s . i . K p u o i j ­ o | i i i t i n b i: . i o l i i u i nun ouo . r i p i p i ; p i , ) ­ o ( l ­ , ) ( j


• O . i püUI 11- \' l i | . ) l l l | U O . ì U s - ' о
O l l i ) ' (I01 ,UI |0 . \ . .1 . I |!¡ , ) p l ü , i U , l S , ) , I ( | ( ! , l , I , ) . \ [ O S O . I 0 j l l . i S l p Ii • , i l ! . I . l l p ( O p
i! пол ani) " s n p i o . i ­ o p i i t ] , ) : : s c | u o ­ ' i,i|i<h»r o p i i>:o;p:, i o¡ o p i : \ . i o u


I j у OHIO. ) I H II .111 j( 1 Л 0 . 1 I!] o p O l i o - ' p i p O p i p í S ' 0 | U . ' ) \ ' l l | l l - l i O . ) I. ì | ÌO(l o - ' . i




su origen ; que nu pueden condenar , si miran a MI decoro; que no
pueden ser consideradas por la posteridad y por la historia como


juslus, )ni]i:/>i'i)i)}cnl('5 ó }))jp;vrh))rs, sino rspoj/it'wbw ;>¡ rie.-xo /Je
(pie la revolución las considere como ingra tas ; ni pueden sor o b -
sequiosas con la revolución , sin que acuse su obsequiosa serv idum-
bre el tr ibunal que lo es á un mismo tiempo de los revés y de las
asambleas , y ante el cuál han de comparecer al fui las unas y lo-
otros, el tr ibunal rio la posteridad y de la historia. ¡Situación di-
fícil, embarazosa , á que están condenadas fatalmente las asambleas
políticas, cuantío poseídas de un vért igo de pode!" y de un acceso
de orgul lo , quieren erigirse en tr ibunal de los que no tienen tribu-
nales en la t ie r ra! ¡Situación difícil, pero inevitable, cuando las
asambleas políticas, olvidando las lecciones de la expe r i enc i a , no
advierten que en presencia de un rey que ni es vencido ni es ven-
cedor , no pueden ser otra cosa sino cuerpos colegisladores; que
en prescinda de un usurpador do los fueros nacionales, no pueden
ser otra cosa, sino esclavas; que en pre-encia do un r e ventado, no
pueden ser sino su v e r d u g o ; que no pueden ser sino lo que tam
sido hasta aquí las cortes e spaño las , lo (píela Convención fué en
presencia de Luis , lo que el sonado romano fué' en presencia de
Tiberio.


Ahora bien : en la suposición de que las co r l e s . despreciando
consideraciones tan graves , se erijan á si p rop ia -en tribunal com -
potente para examinar la conduela de S. M. la reina Moña Mana
Cristina de llorín m en calidad rio tu lora y curadora de sus augus-
tas hijas, yo persisto en creer , hasta que una triste exponían ¡a r í e
demues t re lo con t ra r io , (pie ,-e con-idoranm en la necesidad im-
prescindible de dar un fallo favorable para guardar sus finaos a
la justicia, para salvar su propio d e c o r o , y para asegurar su buena
memoria . \ o persisto en creer (pie las consideraciones de, conve-
niencia pesarán m a s e n su ánimo , (pie las consideraciones de par-
tido: v más que el voto d o l o s revoluc ionar ios , el voto del inundo.
Yo persisto en creer que las cortes no quer rán ser n í a - revolucio-
narias (pie la revolución misma . desalando los fínicos vinculo- que
la revolución no s e atrevió ¡i de-alar : 1"- u n i o s que existen entre




la- augustas huérfanas y su excelsa tutuca. \ o persisto en creer
(¡uc las cortes no serán más revolucionarias (|iie la revolución misma,
atreviéndose á profanar el regio hogar que la revolución misma per-
dono, taiando profanó el regio t r o n o ; porque al herir á la reina, la
tallo corazón para herir también á la madre . \ o persisto en creer
(pie las cortes esl imarán en su alta prudencia , (pie es t iempo ya de
hacer una estación en el camino do su rápido progres»», no sea que
vengan á desaparecer de lodo punto los últimos restos de esta d e s -
moronada monarquía : porque entonces podrá suceder lo (pie ha
sucedido va otras veces en oíros tiempos y eu oirás t ierras, lo que
eslá en la naturaleza de los sucesos h u m a n o s , lo (pie es ley de
las reacciones polí t icas: que en el mismo dia en que el partido
vencedor llegue á los I rs lados- l 'n idos , la nación llegue á (buistan-
tinopla.


Por lo (pie hace á mí . mi conciencia me dice (pie levantando la
voz en defensa de la ilustre proscripta . he cumplido con el mas sa-
g r a d o , con el iná -du lce de l o d o s los d e b e r e s ; y que mí obra sera
acopla a los ojo> de todos los españoles leales , que lloran como c a -
balleros, si no d e s v í o s , porque j amás so desvio de su amor aquella
excelsa señora , ausencias y desdichas de su dama..






aims DE i.\ms AL H E R A L D O , K.\ \ m .






L A muerte del duque de Olean.- . , cuvos pormenores habrán Yds.
leido extensamente en ludes ]DS periódico:-, ha sido la inavor do
todas la.- desventuras para la augusta familia que oi.'ujm el trono
de ju l io , una catástrofe para la F r a u d a , y un suceso de la más
grave trascendencia para la mayor parte de las potencias do la
Europa.


La más respetada de todas las s eño ra s , la más popular ent re
todas las reinas, la más amorosa entre todas las madres , ha perdido
al hijo de su amor y de sus ent rañas ; el más previsor ent re todos
ios rovos, (d mas prudente mitre todos los h o m b r e s , el principe:
que , siendo(d ma..- afortunado de todo-, se había procasado más con-
tra los. golpes de la lurluna , ha \ ¡sio desaparecer en un solo din, en
una sola hora , en un -olo jus tan te , y pisando j a el borde de su s e -
pulcro, todas sus ilusione- y loda* sus esperanzas; y aun así v lodo,
¡a l ' rancia \ la Europa uo podrán, m o n o - de rendir un homenaje de
aduiiracion v de ro-pelo a la entereza de corazón, a la fortaleza de
ánimo con que esle desventurado principe mira en la tarde de su
\ ida id eidip.-e di; su estrella.


Si mi á n i m o , al dirigir a \ ds . esta carta, fuera describir ¡oque
tiene de patético osle grande iiilortunío , bosquejaría aquí el dolo-




roso c u a d r o de una familia ¡le p r i n c i p e - \ re;, e - r o d e a n d o un pul i ré


l e c h o . a p o s e n t a d a e n un p o b r e h o g a r , \ - i g u i e n d o pa-<> á pa -u un


ca i re h i n c h i ó con la-- f r en tes i n c l i n a d a s per ¡ I d o l o r , cun lo- o | 0 -


l l e n o - i l e l á g r i m a s , ¡ m i los c o r a z o n e s h e n c h i d o s d e I r i s i e /a . \ e n -


vue l t o s los p i e s , ip ie no l ial i ian p i s a d o s ino a l f o m b r a - , cu el p u h "


del c a m i n o , ; f o r r i b i e s v ic i s i tudes d e la - c o - a - h u m a n a s ! ¡ Á s p e r a s


m u d a n z a s d e la snei te ' \v e r lodo c u n t r i b e a a a e n a l t e c e r ;í lo-, pr in-


cipe.-; l o - e n a l t e c í a n con - u - m e r o o b o - la fo r tuna , con - n - a d o r . t e j o -
He- los p u e b l o s : b o \ lodr> cuut i ibuv¡r ;i h m u ü h u i o s : \ no p a i e e e


sino i p ie la iorturia está \ c u d r i a a la- r e \ o la ••doce-., ' ' e r o re¡ a lo pia-


no ha sillo mi a n i m o , al dií igir a Vd- ; . c- ia c a r i a , e n t r a r i m eo i i - i -


t l e r a c i o n e - d e e s t a e s p e c i e , i)!)-;:- H a m a u cae- p o d e r o - a m e n í o c e


a t e n c i ó n . \ a e l l a - d e b o o n n - a g e a r e - t a - b u c e - ,


i .a r e \ e l u c i ó n (le jubo e - i a b a rc-pres(ai!ada por la ¡haasOa b •
1 'tu I : \ N - . (¡ue e r a su h e c h u r a á. un t i e m p o m i - m o v -u a p o \ o . ba


\ a n o la revolución, f r e n é t i c a m e n t e ¡ >rmilh is> a ipu c o m o mi l o d a - p a l -
les , quiero h a c e r c r e e r a la !biro¡>a ipae a i ! - h ! e \ - u b - r - l e por -<i
propia virtud, y q u e su s a l \ a e r a i e.-lá c o n l i a d a a - i i - fmaza,- : |;i \e>
dad es q u e la r e v o l u c i ó n de ju l io n o ha e n c o n t r a d o g r a c i a a los ojos


de la Europa s ino á favor de su d i n a s t í a , i.a E u r o p a h u b i e r a p r e f e -


r i d o el t r o n o l e g í t i m o : t u v o la p r u d e n c i a d e c o n t e n t a r s e con un l i a r


no : pero no hubiera s ido bástanle resignada p a r a v¡ r con ojos -(«re-


nos la a b o l i c i ó n de la m o n a r q u í a , v h u b i e r a p r i v a d o a la F r a n c a


¡leí agua y del f u e g o , si la Francia hubiera l l e v a d o ,-u delirio hasta


el p u n t o de p r o s c r i b i r toda la raza d e - a - r o v o s . I .a i e \ o h a a o n


t r i u n f a n t e c o n o c i ó i n s t i n t i v a m e n t e ¡'-la v e r d a d , en el m o m e n t o b e


su triunfo : p o r es ta razón l e v a n t ó un h e n o en m i m b r o d e ¡a necsi-


ilad. y n o en n o m b i a ; de sus jirlnn'jiins .- la idea d e la m o n a i t p i í a no
per tenece á la familia de las i d e a - r e v o l u c i o n a r i a s : un t r o n o e s -u


i'Diitradirrniii , v no p u e d o s e r su vm-smiciiria.


En todos t i e m p o s , p e r o s e ñ e i a - d a n i e n l e d e s d e la i e v o l u c i ó n o.


julio . p u e d e a l i r n i a r s e c o n r a z ó n q u e la m o n a r q u í a os la for tuna d<-


¡le la F r a n c i a , ;( ' .o-a - ¡ ¡ m u l a r ' im m o n a r q u í a e< u n a n e c e s i d a d tan


af i so lu ta , !au i m p e r i o - a . q u e h a s ' ; -ai- e n e m i g o - n e c e s i t a n . fiara v t


v i r . ¡ le su a m p a r o . I .a- re >. e lue t o n e - . c u a n d o se \ nel \ en loe a- . la




d o s l r n v e n . p o r o s e -n i r i i ia i i : c u a n d o o b e d e c e n al insinuó do su


c o n s o l \aoiou. la a b o r r e c e n . ¡;cn¡ la c n n l i e s n n . lisa ins l i luo ion subli-
i 111 •. s i n la cual no bar l i b e r t a d ni r e p o s o en las s o c i e d a d e s humanas ,


e - a un m i s m o t i e m p o la e x p r e s i ó n m a s ¡aira del d e r e c h o , \ la


fuente d e la v i d a .


ha m u e r t e de l d u q u e do i t u r c v x s impone e l t r ono d e í* ranc ia a


-er o c u p a d o en l u r v , ' [oí 1 un n i ñ o q u e t i e n e a h o r a c u a t r o años, h a s


é p o c a s d e l i s t u t o r í a s , -.¡e-.upre c é r i c a s \ b o r r a s c o s a s a u n en i ienr-


p o s t r a n q u i l o s . «. r u c a d o ¡o d ü o a i i e r e i n a i e e ba e c h a d o hondas ra i -
ce.- e n el sue lo , son d o b l e m e n t e a c i a g a s y L < ' ¡ ' r a scosas ( n t i e m p o -


iie turbulencia-» v t r a s t o r n o s . > c u a n d o el c e t r o es d i s p u i a d o p o r un


p r e t e n d i e n t e q u e c u e n t a con p a r t i d a r i o s den t ro , y c o n s i m p a t í a s en


¡a l i u r o p a . Los I r a - t o r n o - y l o s d e s a s t r e s se a u m e n t a n , ( l i a n d o la


po t e s t ad - n p r o m n <>slá disputada po r m u c h o s p r e t e n d i e n t e s ; porque


e n l o n c e s llama á las p e e r í a s d e la s u c i e d a d con g o l p e s redoblados,


no solo la g u e r r a , s ino t a m b i é n la a n a i q u i a . l is ie c a b a l m e n t e p u e d o


se r el r e s u l t a d o d e la c a t a s l r o i e ¡pie l lora la j - r a n c i a \ e n e l ; : inenla


ta ¡ i u r o p a , \ q u e p u e d e d e s e m a d e n a r los h u r a c a n e s j ior el m u n d o .


La p e l o - t a d s u p r e m a en f r a n c i a e s t a dispulada p o r los parí ¡(hi-


r ió - d e la l e g i t i m i d a d y po r l o s de la soberanía a c t i v a del pueblo,


po r la r evo luc ión v po r I w ü i o r r . \ . I no d e a p u e l l o s p r í n c i p e s q u e


i líos da a Í e s p i l e í d o s , en el d ia d i ' su m i s e r i c o r d i a , ha p o d i d o do ten .


i ier ¡í la f r a n c i a p o r e s p a c i o ¡le d o c e a ñ o s c o n t r a las p r e t e n s i o n e s


d e l o s q u e quieren restaurar lo q u e no s e r í a r o s i a n r a i l o s i n l a g r i m a s ,


v l o s (pie q u i r ; en i n i r o d m - r i n n o v a c i o n e s <¡ue no o o d i i a n i n l r o d u -


e i i s c -o í s a n g r e , iil t o y d e I I K iVnneoee-. . sabio a u n e n t r e ios s a -
bios, v prev ¡sor a u n í a i i r e l o s m a s p r o v i s o r e s , h a l l e v a d o a ca l ió la eni_


p r e s a m a s a r d u a e n t r e c u a n t a s p u e d e n a c o m e t e r s e , la d e g o b e r n a r


a una n a c i ó n d o d o n d e h a n d e s a p a r e c i d o en.-! d e t o d o p u n t o las idea-


rle g o b i e r n o : Li d e g o b e r n a r l a al día s i g u i e n t e d e u n a revolución


¡pie dio al lrostí> e c o |¡i cosa m á s - a n t a v con el p r i n c i p i o m a s au-


g u s t o ; c o n el p r m m p i o d e la l e g i t i m i d a d . v con la d inas t í a ce su-


r e y e s : ja d e goh.- , canda . v í m n ! " ; d . , ¡ ; o lado d e s i ; s f r o n t e r a - ni-


/¡¡¡'Se en a r m a - la r c r e a r v • v ea C > : 0 ( ¡ a r d e : a s .-I i o p e o d e L e




Iiabia una fábrica de una nueva religión . do una nueva sociedad,
de un nuevo gobierno. Kn estas eiroimsfanoias. ba gobernado I r i s
VV.UVK.


\ encida la Europa con tan noble espectáculo, depuso la- armas,
poniendo su esperanza en su alta sabiduría \ en su consumada p r u -
dencia : y en cuanto á las facciones (pie bramaban alrededor de la
nueva dinast ía , solo fueron poderosas para lanzar bramidos impo-
tentes : un solo error grave lia cometido osle pi íncipe : ese error lia
consistido (ai su política respecto a nosotros. Pero la nación española
llevara hoy su parle en el duelo universa! . > dará t e s t i m o n i o de su
n o b l e , de su sincero do lo r , al ver agobiado á tan poderoso prin-
cipe bajo el peso del mas grande infortunio.


Cuando este p r í n c i p e , va a n c i a n o , descienda al sepulcro;
cuando suba al t rono el augusto niño a quien por herencia co r re s -
po nde , y (l iando la autoridad real oslé ejercida por quien no la
ha de e jercer ni por t iempo limitado ni en nombre propio , ¿dónde
estará la mano poderosa para resistir á la revolución en las calles,
y al pretendiente en las fronteras? ¿Dónde estar;') la mano respe-
tada , (pie al levantarse , infunda respeto á la Europa , y ponga si-
lencio á las pasiones? Esta es la cuestión para la Francia .


Cuando llegue á fallar Luis Fe l ipe , v el Estado caiga en tutorías
¿dónde e s t a l a prenda de estabilidad y de reposo para la Europa?
¿Quien [Hiede decir hasta qué punto la Francia . abandonada á si
m i s m a , puede alterar el equilibrio eu ropeo? ¿Hasta qué punto
puede respetar los tratados existentes? ¿Hasta qué punto puede
respetar los derechos de las naciones? ¿Has ta qué punto puede
aceptar los principios (pie hoy constituyen el derecho público de-
todos los pueb los? ¿ Hasta qué punto puede al terar las alianzas (pie
hoy exis ten ? ¿ Servirá de prenda de estabilidad á la Europa la ins-
tabilidad de las mayorías par lamentar ias ; o acaso el resultado ciego
de las urnas e lec tora les ; ó el inconstante flujo y reflujo de la opi-
nión pública en la espantosa instabilidad de sus mudanzas y sus gi-
ros? Es taos la cuestión para el mundo .


.No hay, pues , nada que ex t r aña r en la profunda sensación (pie
osla catástrofe ha causado dent ro v fuera do Francia ; mientras que




¡a nación francesa ar ras t ra lu tos , al otro lado del canal y al otro
lado del llhin se descubren síntomas de dolor y sobresalto. Lo
mismo, y con razón , sucederá á la hora que yo escribo al otro
¡ao'o del Pirineo. La F ranc ia , en los t iempos de su declinación c o -
mo en los tiempos de su mayor pujanza y poder ío , pesa mucho en
la balanza v e n el destino de las naciones. Justo e s , pues , y natu-
ral que las naciones estén silenciosas y atentas , así cuando la
Francia celebra sus a legr ías , como cuando llora catástrofes y d e s -
\ en! uras.


Más interesada Fspaña que ninguna otra nación en cuantas m u -
danzas y trastornos pueden ocurrir en Francia , procuraré tener á
Vds. al cor r ien te , no solo de los sucesos , sino también del estado
de los espíritus eu esta nueva época que comienza con la muer te
de un p r í nc ipe , y presenta todos los síntomas de los periodos crí-
ticos en la vida de las naciones. Por hoy he debido contentarme
con lijar las grandes cuestiones (pie este acontecimiento p r o m u e v e :
en mi caria próxima , le consideraré bajo otros y no menos in t e re -
santes aspectos.




Los periódicos de esta capital han disputado largamente ent re si.
sobre si. la catástrofe que cubre de lulo a la Francia, es una lección
de la Providencia , o un golpe del de-tirio : y supuosio el primor
ex t r emo de o«ta hipótesis , sobre si la lección iba dirigida a la di-
nastía r e i n a n t e , ó si debia sei aplicada á las resoluciones. Si \ ¡ ,
hubiese de ent rar en esta controversia , rne pondría del lado de lo-
que sostienen que la catástrofe que llora la Francia, es una lección ;
porque estoy ínt imamente convencido de que un hay (alástrete
ninguna (pie no lo sea para las sociedades humanas : diré más : en
tiempos de revueltas y de discordias civiles , cuando lodos los par-
tidos v lodos los hombres , cuando todas las inteligencias y todo-
los brazos han contribuido a la obra di 1 perdición <|uo ia- revolu-
ciones consuman , la Providencia no envía lecciones que no sean
dirigidas á lodos : siendo de todos el e r ror , a todos d is t r ibuye la
enseñanza. ; Ay de los que no aprendan de las catástrofes que en
la hora de su ira envia como mensajeros ! ¡ Ay, sobro todo , de lo-
que especulando con (días , toman en (día- ocasión paia recrimina!
á los que llaman adversar ios , no siendo sino sus cómplices en un
mi-ino delito ! Digo esto , porque los legiiinñstas de Francia -tedia;
olvidar f recuentemente , que la revolución que condenan , r - ta
obra común de lo- que la l.ieieion V de |o- que l.i j . iovoearon.




Pero >ea de o h » lo ijut- quiera , y considérese o no so consi-
de re esta i 'üliishoio romo una Sección para la conciencia , es sin
Onda ningún,i . un la ocasión p re sen te , una iluminación para el
e-pírilu : a e-a iluminación y a la que de r raman las lecciones que
acallan de rea l izarse , somos deudores de algunos datos preciosos
para poder juzgar con acierto acerca de los partidos que combaten
aquí por la dominación de la [''rancia.


Si hay una época en que ios partidos políticos se eiasilieai) , y
en que cada uno procura dist inguirse de los (pie le son contrarios, E S c iertamente en tiempos de una elección general , en la que cada
uno aspira ;í alcanzar la victoria por su parle , en nombre de sus
principios. F n l o m e s sucede, que cada uno desplega al aire su b a n -
d e r a , formula su p r o g r a m a , publica el símbolo de sus creencias
políticas, hace profesión de su fe, defiende su dogma. Tal es la
coslmnbre. constantemente seguida y umversa lmente adoptada en
todos los pueblos regidos por instituciones libres. Nosotros la homo-
tomado de la Francia : la Francia , de la Inglaterra : la Inglaterra,
d é l a naturaleza misma de las cosas. Pues bien : los que han p r e -
senciado aquí las últimas elecciones, han asistido ¡i un espectáculo,
nuevo en los gobiernos consti tucionales. Los partidos se han p re -
sentado á solicitar los votos de los e lectores , ocultando su programa,
disimulando su l e , olvidando su s ímbolo , y plegada su bandera .
I .os conservadores so han abstenido cuidadosamente de decir al nido
ile la nación que son ministeriales. La oposición dinástica ha llevado
la prudencia ha-la el punto de disimular sus principios contra toda
¡dea de gobierno : el radical ismo, soberbio y audaz por la na tu ra -
leza misma de sus teorías políticas y sociales , no se ha presentado
ai cómbale con el terrible ariete con (pie lia de abr i r la brecha en
el muro que protejo á la sociedad y á la nueva dinast ía. Todos se
han presentado á la lid , inofensivos, descolor idos , siendo modelo
¡de inocencia y mansedumbre . Lodos al hablar han mentido : todos
han engañado á la Francia, ha Francia en recompensa los ha en-
viado á lodos á ios escaños de los legisladores.


Si este espectáculo «i¡-ve para demostrar alguna cosa , sirvo
piara demost rar—lo p¡ i mero; que n i ['rancia no hav una verdadera O S , : , ,• •}•>




nación—lo segundo; <|uo n o h a y \ e r d a d o r o g o b i e r n o — y ío t e r c e r o ;
(¡ue dentro de la н а п о и \ a l r e d e d o r d e l g o b i e r n o no h a \ v e r d a d e ­
ros par t idos—\ l i n a l n i e n l e , c o m o c o n s e c u e n c i a n e c e s a r i a d e i o d o s
estos hechos , i p i o l a s m s l i i u o i e u v ­ ­ о­ ! ; ш e n c o m p i e t a \ r a p i d a d a ­
rd i n a c i ó n ; q u e n a d a s e a i d a m ; s o n e t o d o • o d i s u e l \ е . I .a fe p n ! ;l i ca
s e e x t i n g u e caí e ­ l a r r a a o a : ­ai b r e z o п о • • о п ; п о \ e r a ¡ a s ¡ n o n l a n a ­ ,
¡.a ' r a m a a l e e a n a c a e ; \, ­'­a. í s u u p a i l e i e n c o n a . La r e s t a u r a c i ó n
s e ( a m o n i г о с a ¡ a i ­r . ­a ¡ a a c e d o s o r •! и а г е е , 0 го­ a . ¡ а л la ¡ o s о­


: f ; e: ¡ ¡ o í • • о с.r­ ¡a n a m
polvo de lo­ p a r l a i ; ; ­ : y a d ¡ a n a ­ ¡d e !o , a > . ? a r s a . qro ¡ p . s ­ a ­
eoi).­o¡ v . i r l e que sabe q u e h a de perder ; á o r . ¡ h a a r ­ , q u e a q a r a
¡i alcanzar lo q u e n o puede « a m . ­ e g u i r ; s á 01, . ¡ kìiion darrol , ¡ p i e
no sabe l o q u e q u i e r e . \ i b a ;'• p a s a r e n s i l e n i ¡o ;i d r . de Limar­
li n e , especie d i < * t u s e n « d o y ¡ e d s a i y i t e p c o i a p r á c t i c o , c u \ a
nal и r a l o z a m o r i d o ­ el re­ u h a d o d e toda?» l a s ; .n l d o s i s . 1 n d i c h o d e '
este ¡ m a g u e v a r ó n p u s a ¡ \ ¡ a in p o ­ u e r i d a d ma­­ n m o l a , Ln e! 11 is—


' c e l i ; c o : ¡ n i o | i \ o î l e sil
Ì n i i í a i i i e s e n t e n c i a ­ / . ­ i i ­


Deis to ( p i e os n a . . s g u i a e o .' u n C i p i ü - u m e ­ o a p u e b l o . » \ o s a b i a o
ereia s a b e r io que era a a d i p u t a d o , u r d e ­ c u e . . s r . de L a m a r t i n e
d u n a á i¡i/. e ­ ! e a : b ; a ­ . a o ; a c o r a io e . ­ u o r o a b . o i u í a m e u l e : lo
único ( p i e s e , c­s q u e e n o ­ a c ó d / a / o e s u n a r e / a m a / , ­ s a i i r c s r o ­
d a d e r o ­


í ' s í o d o s tienen n o t i c i , ) , y s o t a m b i é n la t engo , do dos ¡ l i p u l a ­
¡ l o s q u e p u e d e n l lamarse /­m é/­< ; r e r e e s o ­ ¡h p i l l a d o s a e ­e ­ a ­ a n a i '
¡m l o s i ' ­ c a n o s i ­e ¡ i ; ­ i e i a ­ b a ' o ì c ­ i ¡ a ; a e s e s , ­ i n o c u ei e a r í a m m e
¡ n g i O a s en el p a r i a a r ' a i o de a ­ p ; . a a . ' . ) ' ' '•. ­ e a c h , «M. n o ; s c a n u—
U'iles d o s ún ico . ­ , h o m b r e s , q u e e n ' o d a ' a ¡ a e l o n g a c i ó n ¡i;­ i o s siglos
haa p o d i d o ü a u i a o e ¡nt<'!/¡<>. s u i que esta e \ ­ ; . r e ­ ¡ o n sea e n S U S hi-
l a o s iú h i p e r b ó l i c a n i ridicula. I n o v o l í o s o n r c j . r e s • i d a n l e s ¡ ie .íes
j H i í d i l o s o p r i m i d o s : u n o y o i r o son representante.­­ i m d e s p u e b l o s
e o n q u i s í a d o . ­ : n a o y o t r o h a n d i ; ¡ p i d o ­a; ¡ a l u b i a : !o :. t i r a n o s % a
l o s despojadores de s u s s a n t o ­ , l u c í o s y d e ­ o s a n i a ¡ a o o p e m l o a ­ ы
( b Council , r e p r e s e n t a n t e de o a p u e b l o c u s a o p r e ­ i o n c o m a ­ a s e
• oi l ­li I a a e r i a . s n o а с а b a r e , ­ m;1 e o a i a b i s a a i;, d e ; m a a l m r e . ••• ­




pueblo todos los ¡lias. Olnno , representante do u n pueblo despojado
v opi unido avor, ¡nao cu j a opresión y enyo despojo rio durará sino
lo (¡no dure la efímera dominación de sus despojadores , lia sido
pueblo tía dia solamente . Pero ambos lian sido pueblo. Démostenos
fué el mas grande de todos los oradores del m u n d o ; fiero n o fue
mas que u n hombre : Cicerón fia'1 u n académico : Mirabeau una fac-
ción : Hender es un partido, Démostenos hablaba e n nombre de las
antiguas virtudes ;í un pueblo comprado por el o r o maeedonio . Ci-
cerón hacia frases, menos para salvar á su oliente-, que para mi-
rarse en ellas como e n un magnífico espejo. Mirabeau fué elocuente
por mil causas ; pero sobre l o d o , por su impudencia, que es la ca-
lidad distintiva de todas las facciones. Berr ier tiene la elocuen-
cia de los recuerdos , elocuencia propia de los partidos que se
acaban.


Mirad ahora á O' Comedí , ese cíclope ir landés que ha hecho de
Inglaterra su \ noque . Hn los I re s r e i n o s reunido- , nir.gimo ¡ora con
su cabeza á su rédala . Lo.- hombn-s le miran con a s o m b r o , como
si fuera un semi-dios o un gigante antidiluviano. Kl hace con su
palabra lo que. Paganini hacia con su vioiin, en donde estaban como
do rmidos , para desportar obedientes á su voz, lo.-sones de todos
los instrumentos. La voz. de (>' Conmdl es apagada y a t ronadora ,
oscura y c la r í s ima , blanda > v i b r a n t e : gime como una arpa, b ra -
ma t anno el viento, entusiasma c o m o u n h imno : 0 ' Connel! es ángel
d é l a I r l anda , demonio de la Inglaterra . Ln has devastarlos cam-
pos irlandeses , su voz cae suave y consoladora : en el par lamento
ing les , su voz lanza imprecaciones; mientras que su mano agita las
serpientes de las furias. ( ) ' Connell e s sublime c o m o Démostenos,
impudente como Mirabeau, melancólico c o m o Chateaubriand, tierno
como Petrarca , grosero como un l acayo , brutal como un salvaje,
prudente- en el campo parlamentario como l lisos en el campo do los
griegos, impetuoso, temerario y audaz como Ayax pidiendo al Cielo
la luz para morir con el sol del mediodía. Ln aquella naturaleza ri-
quísima, hay algo de la naturaleza del capitán, algo de la. naturaleza
del s a rgen to , algo de. la natmaloza do un ¡ey , y. algo de la na tu ra -
leza del paisano del Danubio : tiene mucho del h o m b r e salvaje ,




:-¡lu


mucho del hombre civilizado : es zorra \ león ;i un mismo t ieni | io.
lis malicioso v cáust ico, corno el Mefistófeles do Coethe. lis inocente
v (aíndido como un niño, lis lodo lo <|iie os un pueblo : \ un pue-
blo lo es lodo.


No puedo negar que dejo la pluma con placer para m i r a r amo-,
rosamente con los ojos de mi imaginación esta ligurn subl ime, s¡
liien me asusta algún tanto. Mis ojos atónitos le miran . inclinada ¡a
frente augusta sobre el arpa nacional , de donde arranca su mano
gemidos tan doloroso-: \ profundo.-, como no los escucharon ¡amas
los hijos do los hombres . Cualquiera d ina (pie e s lisian . \ (pie lo
piden venganza desde su trono de nubes las almas melancólicas s
t rasparentes de sus padres .


¡ b l a n d a ! ¡ve rde Irlanda I ¡católica Irlanda 1 ; alégrate cu medie
de tu humillación y de tu se rv idumbre! lires esclava , r - verdad :
andas vestida do je rga : no comes sino las (or t ivas de tus arboles
v las yerbas, do tus campos : no pisas sino abrojos : n o arrastra-
sino cadmías : no duermes sino m i tu lecho de paja. Pero en ese
lecho has dado á luz á un rev : ese rev romperá las cadenas de s u
madre . ¡ I r l anda! ¡ verde Irlanda ! ; católica Irlanda ! alégrate en
medio de tu humillación y de tu se rv idumbre !


Si tuviera algún tiempo delante de mí , una ha na siquiera, esio\
seguro de (pie había de retratar bien ¡i osa nación y á ese hombre,
q u e , sin saber raimo, han venido á ponerse (helante de mi imagi-
nación y á cortar el hilo de mi discurso : vo pensé hablar de ¡a re-
velación (pie llevan consigo los grandes acontecimiento.- del dia : la
muer te del duque de Or leans , y las elecciones generales : de! últi-
mo acontecimiento , he. hablado poco; del primero , nada. Mr. da
Lamar t ine , () ' Connell , I r l anda , y ol correo que \ á á pa r t i r , v vo
(¡no no me he puesto á escribir á Vds. sino á última hora, tenemos
la culpa, fd correo próximo . hablaré de todas estas cosas . ó de al-
gunas de ellas solamente , ó de oirás eo-as dist intas; \ sobre todo,
de Olano. Me he propue-io que mis carias sean una conversa-' ion.
\ lo serán : porque no tongo tiempo paia otra cosa , ;-. porque la-
conversaciones ofieeon una amable \ en-antadora incoherencia.
Olio corresponsal dirá á Yd-. l o q u e ocurre • \--> l e s dio', lo qr<




• - , 111 —


pienso, es decir lo que pienso en el momento cu que escribo; y pro-
bablemente , será mejor que lo (pie pienso después de largas medi -
taciones. Es un problema filosófico, muy difícil de resolver , sí
piensa uno mejor cuando improv i sa , ó cuando digiere sus pensa-
mientos, f a s razones en pro y en contra son iguales, como las de
torios los problemas : tan cierto es , que la razón humana es la ma-
yor de todas las miserias del hombre . Sin la fe, no sé lo que es la
verdad, y no comprendo sino el escepticismo. Pero advierto que , al
pasar , en mi rápida conversación, de unas cosas á o t ras , voy tiloso-
-ofando ; y aun no bu llegado su turno á la filosofía.




I K A T V H A S I - , un <ha en oL C o n g r e s o . — no sé con cuál ocasión ni
¡ inca ( ¡né . porque en mi cráneo ('«-!••'• completamente deprimido el
órgano (le la m e m o r i a . — ¡ le la lev ' a e c h a m i c o i - f e s uarn o | níianza-
mienlo <!(! los fueros concedidos las provincias exentas en el cé -
lebre convenio de V o r i - a r a , cuando de rápen le s o l e v a n t ó de s u
asimilo u n señor d i p u t a d o , (pie hasta entonces bahía guardado un
silencio profundo. Los vascongado-' dieron noticia de -u patria á los
que por curiosidad le preguntaron : el presidente dijo al Congreso
su nombre . Las pr imeras palabras , caídas límidamenle de los labios
del desconocido o r a d o r , fueron á perderse e n aquellas bóvedas au-
gus t a s , y á eslrr l larso e n la indiferencia universal . Mi orador con-
tinuaba , sin embargo , como si hablara e n alta voz consigo mismo;
v hablaba consigo m i s m o , como quien eslá poseído de u n a divi-
nidad , y aquejado de turbulentas emociones. Algunos periodos
enfáticamente q u e b r a d o s , a lgunas expresiones pronunciadas e n s o n
de tiernísima ( ¡ n e j a , algunos acentos llenos , sonoros , robustos, co-
menzaron á cautivar poco á poco la atención d o los espectadores,
que á s u vez comenzaron á sospechar que el orador estaba poseído
de una pasión e locuen te , ó e n posesión de l o s secretos mas recón-
dilos del ar te . Puestas así e n relación v e n armonía el alma del ora-




t l o r v" las aliñas ¡le l o s o v e n t o s , l o s o y e n t e - . s i n s a b o r c o m o ,
p e r d i e r o n M I i n d i f . * r c r o i a ; y c u a n d o q u i s i e r o n m i r a r p o r s í , s e en-


o o n l r a r o i i h a s l a s i n l i b r o a l b c d r i o . Luiré t a n l o . el o r a d o r habia i d o
c r e c i e n d o , c r e c i e n d o , t a m b i é n sin s a b e r s e c ó m o , b a s t a t a l p u n t o ,


q u e n o p a r e í a a s i n o q u e l a a s a m b l e a e s t a b a en ¡al , m á s b i e n q u e


el c u l a a s a m b l e a . Al c o m p á s d e l o s l a t i d o s d o a i c o r a z ó n , l u d a n


m d o s l o - - c o r a z o n e s . La asamblea - o i n d i g n a b a , g o m i a , s e l l e n a b a


d e s a n i o \ p r o f u n d o h o r r o r o d o e l é c t r i c o e n t u s i a s m o , cuando
c! o r a d - a ' d e j a b , . c a e r e o i n u b h ámenle s u s d e s o r d e n a d a s f r a s e s ,
i o r n o d e s d o s u t r í p o d e s a g r a d o la a t o r m e n t a d a S i b i l a ,


L n \ a n o la o p o - i e í o n b r a m a b a d e c o l o r a p o r s a c u d i r e l y u g o


d e l m a g n e t i z a d o r h a p a ' i o - .. S e i b o el m a g n e t i z a d o : ' á s u s b r a m i d o s


\ a -le- p ¡ , ea: i a s , t o u ¡ o e n ,-:> ¡ a r c o b e horro -ai c o r a z ó n palpi tante.
La h i e n a c o n v e r t i d a e n p a l o m a s e s e n t í a f a s c i n a d a p o r l o s ojos de
l a s e r p i e n t e .


b n i r e l a b o , d e - r . - ' o - , s i g u i e n d o c e s u ¡ á c i d o v u e l o , n o s t r a n s -


p o r t a b a e a e - a a r C U a b -• a ! e r a s e - . q u e e s e n c i a ! r o n e l ¡ l i -


n i m e n t o q u e h i z o m í e b'.< o a p í e s e . ; c ; a be ¡d r \ e a • • r e s c - n e i a d o


los h o m b r e s . . \ l ! í se h u m a r o n h e r m a n o s !•-.-•; q u e h a b í a n : h ! o o e . e m í -


g'os : s e d i e r o n e-I r - c u r . be paz; b i s q u e b a ; d - i a e d a j p n o í o c o n la


m u e r t e : I O S ( p a - s o l o s e h a b í a n s a h a a a i o c o n la l a n z a , s e cn\ iaron
e n í o i i c e s u n I i o r n i s i u i o s a l u d o : par t ieron e l p a n l o s q u e s o l o h a -


b í a n p a r t i d o o! c a m p o y e l s o l b e l a s b a l a b a s : i o s q u e n o c o n o c í a n


b e l d i c c i o n a r i o s i n o e l a r i t o d e g u e r r a , c i á i a r o n a l l í e n p l á t i c a s


h a n q m ! a - \ - a b r o - a s . P o r h e n a a l i a s o e l o s g u e r r e r o - c o r r i ó el


M a n í o d e i a s ¡ m a r e r o - , \ la u a ; ; c i a d a b e ios niños f u e a r e f u g i a r s e
c u oí c o r a z ó n d o l o s l e o n e s ; \ t o d a e s t a e s c e n a , o i g n a d e !• - h e i n -


j i - s p . ' í m i t i ' . o s , e - t a b a a n i m a d a p o r u r . p u e i d o i n m e n s o , e x t á t i c o


d e p l a c e r . h-o; de ¡ a l a b e p o r u n p í a Ido i n m e n s o , a q u i e n c u b r í a


a m a n e r a d o m e g a , ! ' e o d o s e l m i m i d o p u n . - m ; o , ¡ m . a d o da- u n


-: a i'i a p i ' , a d o . i - m í e : j ; o ' a:•. pac l a e ¡a , . , e u s i ¡ , r < r e r e a: c e a a, i. a . s e n -


;,.do i a h. - ele-, ea-- . , • a a - ; . . . , :- a a a a d a s q ; a • c e d . a a o n l o - p r i u l e -


r o s v a g i d o s \ t I ¡ í h i a r : a l u a á o d e si i - h o t o e s . s i e n d o a mi t i e m p o


m i s m o c u n a v s p m e r o ¡ le s u - h i j o - , d e s u s h e r m a n o s y d e s u s


p a d r e . - . Y u n n o se q u e de i c a g e c - o • do s a n i o v a g a b a p i r r e ! a m -




bienio, y dilatándose por aquellos campos, cubiertos t oda \m de ca-
dáveres insepultos, parecía el cito de las celestes arpa- , que e s t r e -
mecidas can taban : — « P a z á los hombres de buena volutad en la
t ie r ra : gloria á Dios en la al turas. »—


V e s e inmenso pueblo es el (pie hablo aquel i lia por boca del
orador inspirado, Ese inmenso pueblo fué el que por su boca pidió
cuenta á la revolución, dec-us sacrilegas obras : ese inmenso pueblo
fué el que puso pavor hasta en los tuétanos de los huesos corroídos
(¡0 los ([lie habían ju rado ser pe r ju ros : e-a- inmenso pueblo fué el
que amenazó aquel dia á la revolución con la cólera divina y con
la execración de los hombres .


Es fama (pie el orador , en la noche (pie precedió al dia de su
triunfo, fué acometido de un pavor desusado, que penetró hasta en
lo íntimo do sus carnes ; que v io en visión maravillosa al genio
hermoso de las provincias Vascongadas sentado al pie de su lecho,
oscurecida por negras sombra-; la frente, descompuesto el cabello,
pálidas las mejil las, la mirada heroica caid.i en d e s m a y o , y ej¡
mísera postración los brazos va ron i les : que hizo resonar en su-
oídos el acento quer ido de sus m o n t a ñ a s , y estas palabras llenas
de austera g ravedad y de dulzura inefable :—• «¿qué te detienes'.''
l eván ta l e : def iéndeme: Dios que oyó el j u r a m e n t o de Yergara, |e
mirará desde el Cielo , y yo estaré á tu lado.» — Y el orador se le-
vantó hecho otro hombre : y eso hombre era un ¡niobio , y ese p u e -
blo alcanzó aquel dia en la tr ibuna nacional una victoria igual á la
que había alcanzado en los campos de Yergara .


Y hoy ¿dónde está hoy ese pueblo vencedor'. ' ' ¿donde esta el
genio d é l a l ibertad, que le cubrió s iempre con sus alas protecto-
ras? ¿dónde está el j u r amen to (pie sus montañas escucharon ? ¿dón-
de la herniosa a u r o r a de la paz que a m a n e c i ó en su horizonte ? Todo
ha pasado ya : hasta la memoria de todo, borrada por otra memo-
ria que ar ranca lágrimas de mis ojos , gemidos de mi corazón . y
hasta la pluma de mis m a n o s .


Allí están los sepulcros de mil v íc t imas ; y sobre esos sepulcros
sol i tar ios, se levanta cantando una bá rbara victoria, un monstruo
lleno di.' sangre .




Apaitemos la vista do este monst ruo. ¿.No la aparta Dios t am-
b i é n ? lijémosla en aquel s e p u l c r o : allí yace , lejos fie sus amigos
\ de la patria que le vio nacer , el mejor de todos los hombres ( I ) , el
mas leal de todos los subditos, el más fiel de todos los amigos. Yo
te saludo hincado de rodi l las , héroe sin t acha , noble cabal lero! tu
vida y tu muer te fueron ejemplo de vir tud, (latón de la presente
edad, esta edad no fe conoció, y no te merecía . Tú vives en el Cielo:
esa es tu patria , vaion justo. Mírame desde al l í , ¡ me amaste tanto!
Yo te saludo otra vez, y otra vez. Jamás saldréis de mi corazón,
memoria querida : nunca te apar ta rás de mis ojos , sombra d o -
l i en te ! . . . .


Señores r edac to res , no puedo mas .


( 1 ) S i - j a u i lilis in t e r ines , la persona á quien se a lude , es el ilesifoieíada general
Muiile» de Oe:j. (Sota (lid editor.)




i h:a\ en mi penúlt ima ca r t a , que e! imperio trances se encentro
en presencia ríe una nación : la restauración en pro-rucia oV dos
jiartidos poderosos: y epie la revolución d e julio n a d a h a h i a e u e o n -
I r a d o delante de sí , sino el polvo de la nación y el polvo de los
partidos. lista verdad es tan luminosa de suyo , que sirve para e x -
plicar cumpl idamente todos los grandes acontecimientos de la Fran-
cia en el siglo x i x . Cuando la Francia era u n a nación , es decir ,
durante el imperio, llevó sus estandartes por todas las capitales d o
Europa. Cuando estuvo dividida en dos partidos poderosos, e s decir,
duran te la res taurac ión , llevó su es tandar te ha-ta las columna- d e
d ó r e n l e s , y le asentó en las r iberas africanas. Cuando esa nación
y esos partidos se han convert ido en polvo, la Francia ha perdido
su mftuOuña en ledas las r eg iones , y apenas es dueña de su hogar
la ipie fué señora del m u n d o . Espaciemos sino los o j o - por los gran-
des acontecimientos de Europa, en los años que van corr iendo.


La Polonia se es t remece; en su estremecimiento, sacudo el yugo


cpie la oprime, y su águila blanca va á afrontarse con el aguil;
g ra de la Rusia. Largo fué el c o m b a t e ; largo como sangriento. La
Polonia, entre tanto, volvía sus ojos desmayados hacia su hermana
libre del Sena. Pues b i en : la Polonia sucumbió ; v esa Irlanda de




ai 7


l o s pueblos eslavos \olv¡ó á doblar el noble cuello ante la espada
moscovita. La Bélgica oye la voz atronadora de la revolución de
ju l io : hace su revolución en un dia ; y al dia s iguiente , ofrece á
s u madre una. corona. La Francia de julio la tomó en la mano , y
la ipio Labia ceñido su sien con (den co ronas , la dejó caer en el
suido, porque la encontró pesada. Desde q u e Carlomagno, para ven-
cer de la olra parle del Rhin á los sajones, quiso vencer antes á los
malíes al otro lado de los montes P i r ineos ; desde que Luis XIV,
para vengar sus grandes humillaciones con una grande victoria,
asomó un Borbon mi el trono de San Fernando; desde (pie N a p o -
león envió ¡i su hermano á Madrid para vence r en Moscou, y sobre
todo desde (pie sucumbió en YVaíerloo , porque no habia podido ni
d e - a t a r ni (or lar el nudo de la cuesíioa española , ha sido una cosa
históricamente aver iguada , que la nación f r ancesa , para resistir ó
f i a r a vencer al mundo, debe ser nuestra amiga : pues bien : n o s -
otros la hemos tendido la m a n o , y ella no lia tenido fuerzas para
adargarnos l a suya. Yolvamo- lo- . . . jos al O r i e n t e : por allí habia
¡ l a s a d o í jonaparlo: bouaparto , más g rande que Napoleón todavía,
tai l a s e n ! r a n a s de aquellas bá rba ras regiones se escondía el r e -
cuerdo del hombre de! Ocoidenle , d e ! hombre d e las P i rámides ,
v también e l d e la Francia que h a b i a e i r . i a d o á ese h o m b r e . Del
s e n o de la S i r i a y d e l Fgipio s o a l z a u n a v o z lastimera , que i m -


p l o r a la p¡ elección d e la l ' r a n - a a : en cambio de su protección, la
ofrece el Mediterráneo, e s e lago d e la civilización , ese vínculo del
inundo. Pues bien .- la Francia cierra sus oidos á esa voz las t ime-
r a . y a s i s t e como 'espectadora, \ con los hrazos cruzados, al drama
del < b ien io .


Tai es la situación de la Francia , después de la revolución de
julio, : situación , (pie nunca lia aparecido tan clara á mis ojos, co-
m o e n ias ultimas elecciones genera les .


Id mismo e.-pectáoiilo que lian presentado á nuestra vista los
candidatos v los e l e c t o r e s , la nación v los pa r t idos , en las últimas
e l e c c i o n e s , han presentado también los periódicos, cuando la muer te
del pr ínc ipe . heredero del t rono , vino á dar un nuevo y aniarguí-
•amo alimento ¡i s u polémica diaria. Ningún periódico dinástico ha




tenido el valor de s u s opiniones ; ninguno so lia a¡re\ ido a penetrar
en el abismo de la situación con la sonda.; ninguno s o ha atrio ido
a adoptar las consecuencias d o su> pr incipio- . ni a proclamar los
principios que han dirigido su conducta, id Diario da los Debates,
periódica) conservador , escrito con indisputable ta len to , v notable,
por su gravedad y por su a p l o m o , comenzó su espinosísima larca
en tan apuradas circunstancias , por dar la enhorabuena á la o p o s i -
c i ó n , (p ie , según el docto d i a r io , había hecho un completo aban-
dono de sus principios anárquicos , v d e sus ambiciosas pretensiones.
Ahora bien : lodo esto e r a lo que aquí se l lama, y ala -r: va lla-
mando y a , una mistificación : y una mistificación sin ejemplo en
los anales de las mistificaciones humanas . Los periódicos de la oposi-
ción dinást ica , desde el pr imer dia , lian comenzado á hacer toda
la oposición compatible con la decencia. Desdo el primer dia, pidie-
ron la regencia para la madre del pr íncipe heredero : desde el p r i -
mer día , so declararon por la regencia electiva contra la regencia
hereditaria : y lo que os más, exponiendo la razón de sus opiniones,
no tuvieron ni escrúpulo ni empacho mi a f i rmar . pac querían la
regencia de la m a d r e , porque sería débil ; y la e lect iva , porque la
dependencia del regente consolaría al par lamento de la i ndepen-
dencia del t rono.


Ks decir , que cuando el Diario de los Débales felicitaba a la o p o -
sición dinástica por su adhesión sin límites á la monarquía , la o p o -
sición suscitaba una cuestión de poder, una cuestión de prerogat iva .
una cuestión de supremacía política y social entre el parlamento \
el t r o n o , en t re la cámara y la monarquía de julio. S¡ esta fue la
conduela de las oposiciones d inás t icas , pueden Y d s , calcular cual
seria la conducta de las oposiciones radicales .


No por e so dejaba el Diario de los Debates do hacer, lodos i o s
días cuando menos, una reverencia ¡i la oposición dinástica, hasta
que la oposición dinástica puso fui á una mistificación que - i n duda
hubo do (anisarla asco.


Hay un sainóte en que un m a t ó n , a quien llamaban Maiiohto
e| ca rp in te ro , fué Iraido corno en procesión al s o c o r r o do las Idena-
• i las Sabinas de su b a r r i o , que iban á ser robada-; p o r inhumanos




- .-tilt
v carnales invasores. Manolito se a rmo de pies a cabeza . y cubierto
de f ierro, se presento ante los injustos forzadores con aire- amena-
/.ador, con adu<ln sobrecejo y enin ademan insolente. Los otros h u -
bieron de descubrir en el Ninnolilo lo que el Manolito no pudo tapiar
ni con su insolencia, ni con su amenaza : y tomándole el bul to, le
pusieron como nuevo. Manohlo recibía estas muestras de adhesión
a su persona con un semblante apacible y con una cara i ¡sumía : v
saludando albetuosisimninonto a su- nuevos amigos , l e s doeia con
aquella compuesta majestad (pie tan bien sienta , cuando son gene-
rosos . á los fuerte--.


« )a eeis . señores . ,¡ue.. aanqne s*n tan fiero ,


í ' é / o e o / e se consulte lodo á Ijucnas.»


longo en tend ido , que eso Manoli to. habiendo seguido después
de osla a \en tu ra unos cuantos cursos en la Sorbona., escribe ahora
en el Diario de ios Debates.


Si se considera que este es ei periódico mi donde han buscado
su refugio todas las ideas monárquicas que existen en el seno do la
revolución; si se reilexiona (pie es el órgano más puro del partido
conservador en F n i t i r h : \ si se lija la atención en tpie (talo el t a -
lento de <u> redactores cslá exclusivamente empleado eu adorme-
cer la opinion, en disimular l o s riesgos ( p i e corren las instituciones,
v en arrojar un v cío sobre los insondables abismos; una ti isteza pro-
funda se apodeta del alma , y uno pregunta a los que se encuentran
al paso , lleno de involuntario terror : — ¡ . paso anoche la monarquía
escoltada de sus hombres? — Y al amanecer de cada día . la misma
ansiedad obliga a hacer la u i w i i a pregunta .


l'or fortuna , no pasará tan ' p r o n t o como era de temer esa i n s -
titución sub l ime , gracias á sus adversar ios . \ á pesar de sus d e -
fensores.


Fon efecto : para hablar d ignamente de los periódicos de la opo-
s i c i ó n , y de su conducta en estas circunslancia* , sería necesario
hacer antes un rebusco esmerado en el repertorio dramát ico de
nuestros c o m i diante- de ¡a legua.




• -. :i5(l —


Cuando el Diario de los Débales, conociendo al íin lo ridiculo
de su posición , repitió contra sus adversarios políticos las palabras
amenazadoras que estos tenían en los hí laos, la oposición dinástica
sintió en los tuétanos de sus huesos el mismo terror, que el Diario
de los Debales cuando hacia sus reverenc ias . Mandilo cí carpintero,
esc redactor universal de periódicos . dejó al Diario de los Debates,
y fué1 á escribir en el Consliliieional, mi el Correo v mi id Siglo.
Su si tuación, sin e m b a r g o , era. insostenible : por una p a r t e , estos
periódicos babian echado fieros y amenazas por la boi a : \ por
o t r a , no tenían aliento ya [jara conformar ¡i sus principios s u s ne-
tos. En tan apurada situación, su nuevo redactor les apunto una
idea, ([lie acogieron con aclamación u n á n i m e , como parto de tan
clarísimo ingenio : esta idea consiste en defender mi la tribuna i o s
principios proclamados, v e n volar después contra e.-os mismos prin-
cipios. Así satisfacen á un tiempo mismo me equivoqué ; p r i -
mero , á su honra . y despees á s¡¡ pavera .


Considerada bajo este punto de vista ia d i-cus iou -obro eí pro-
yecto de ley constitutivo de la regencia , no dejará de ser curiosa .
allí veremos á los puritanos de la izquierda proclamar los principios
más patrióticos en sus d i scursos , y sacrificarlos después en sus vo-
t ac iones , todo para la mayor honra y para el mayor provecho dé-
la patria. Allí veremos revolucionarios que no entienden de achaque,
de revoluciones , y conservadores que no entienden de achaque de
monarquías , ¿Pues no están c reyendo los revolucionario- que han
hundido en la huesa á los c e n s e n adores , porque les han quitado
á Duláure y su impeí cepliblofalanje ? ;. Pues no están c reyéndo los
conservadores que han ganado la más descomunal batalla con el
más descomunal g igante , porque han sacado á su candidato pres i -
dente por unos cuantos voto,-? Si esto sigue como va , e.-ía nación,
(pie ha echado á reñir con la Europa a un tiempo misino catorce
g randes ejércitos , llamará dent ro de poco, como los niños, batallas
campales á las batallas de alfilerazos.




S'ari-, 2o di» aKot.1.


OcrPAS1.: la l 'amara d o l o s diputados cn la famosa disensión sobro
el proyecto de ley que constilo) e la regencia . \ d s . , que tan cuida-
do-!)- -c lian manifestado s iempre de t e n e r a sus lectores al cor-
riente de las discusiones más importantes del par lamento francés, no
habrán abandonado c ier tamente en esta ocasión su antigua cos tum-
bre ; p o r e s to , y porque para manifestar á Yds. mi opinion sobro
estos debales so lemnes , es necesar io de toda necesidad considerar-
los en su conjunto y después de concluidos , me reservo piara m a -
nifestar á Yds. mi manera de sentir e u este par t icular , más a d e -
lante.


Lnlro l a u t o , los lectores del Heraldo no l levarán á mal que
ocupe su atención con algunas consideraciones sobre los pr incipa-
les oradores de la llamara f rancesa, aprovechando osla ocasión en
que todos hacen vistoso alarde de sus a r m a s .


El primer orador eminente (pie ha entrado en el debate sobre la
cuestión de la regencia , ha sido .Mr. de Lamartine ; y Mr. de La -
mart ine es uno de aquellos hombres que más poderosamente llaman
la atención de los q u e , como y o , son inclinados al estudio de los
caracteres y del corazón humano .


Poeta de primer orden , y político ambicioso, viviti sus pr ime-




ros (lias a tormentado por su g e n i o , \ vive h o y a tormentado por su
orgullo. Su edui a i ion literaria fué clásica; s u educación política',
monárqu ica ; su educación moral , religiosa, (luando nació á la vida
de la intel igencia, miró alrededor de s i , y s u - o j o s pudieron c o n -
templar llenos de espan tó la sangrienta huella «pie e n el suelo d e la
Francia hahian dejado las revoluciones. Tenía á la sazón en s u s ñ u -
ños el estandarte de la reacción política, religiosa v literaria C h a -
t eaubr iand , cisne divino (pie cantó á la Europa l o s cándeos del Cie-
lo : poeta inspirado, misionero subl ime, que para der ramar por
todas par tes la palabra evangé l i ca , la palabra civ ¡h'zadora, aban-
don*') su hogar , y se fué peregr inando por el mundo, has obras de
Chateaubriand fueron el primor encanto de; Lamart ine; la gloria de
Chateaubriand fué su pr imera ilusión , y como la primera , la m á s
pura de todas sus i lusiones: idealizar también esa gloria , fu i ' s u
pr imera esperanza . Dolado de una riquísima vena, do una imagina-
ción ardiente á u n mismo tiempo y fecunda , nutrido con la leelura
de todos los grandes j inetas, y ¡levado c o m o por la m a n o , por el
más grande poeta de su siglo , Lamartine j n i s o s u - ojos en D i o s , s ú -
manos sobre la lira , y dejó escapar de sus labios l o s unís ¡ u n a i s , lo»,
más blandos , los más inefables acentos. Entonces dio á luz sus pri-
meras Med ilaciones.


Estas Meditaciones serán s iempre el unís suave manjar ¡ t a r a las
almas t i e rnas , religiosas y doloridas : en (días, Lamartine no es u n
poeta que c a n t a , es un poeta que gime : y sin e m b a r g o , no gimo
como los demás hombres ; gime como los poe tas , cuyo gemido e<
un consuelo para los desventurados del mundo . Consideradas e- ln-
pr imeras Meditaciones bajo el aspecto del a r l e , son un modelo en
el género religioso y oW'j'raeo. Distínguense pov Va suavidad de l o s
toques , por lo correcto de la dicción, por la blandura dé l a s hutas.
Es monótono, porque es monótono el dolor; pero dá el último to-
que á sus composiidones tan á tiempo y con tan maravilloso artificio,
que evita s iempre el cansancio . ese escollo de los poetas jilaiiidnro-
v lastimeros : vo no conozco nada neis difícil, que acertar á dar
la conveniente extensión á las composiciones consagrada- á la ex-
presión de l a s melancolías del alma . y a la alegría de ios ¡esinie- :




no conozco en este genero más que dos modelos acabados : Lamar-
t ine , y Aiiaereonle. Nuestro Melcndez puede ser imitado sin pel i-
gro, bu cuanto á nuestro g ran H e r r e r a , ídolo de ia escuela s ev i -
llana . y hasta cierto punto, por su magnificencia lírica, de lodo.-los
rimante.-- de las letras españolas , no es un poeta elejiaco sino (l iando
vierte la inspiración bíblica á nuestro id ioma; fuera de a h í , es un
escritor de malas elegías.


l lespue- de había' publidado sus j /ed i laciones, dio á luz Lamar-
tine sus Armonías Pac!iras, fin esta nueva publicación, se manifestó
más rico , más va r i ado , más vi r i l , pero lambían más impaciente
de lodo yugo , más libre do todo freno. Consideradas las Armonías
Poéticas en sus p o r m e n o r e s , llevan una gran ventaja á las .Uetliía-
ciónos rel igiosas; pero se quedan muy a t r á s , consideradas en su
conjunto : las Ariwmias son superiores bajo el punto de vista de la
inspiración , pero son inferiores bajo el aspecto del a r le . Cu este
sentido , puede decirse con verdad , que en esta nueva publicación
de Lamartine , hay por un lado p rog reso , y por otro l ado , deca-
dencia. Sin e m b a r g o , fácil era de adivinar (pie la decadencia habia
de p reva lece r , siguiendo este camino arriesgado ; comoqu ie ra que
¡os poetas (pie se emancipan del arte , para convert i rse en esclavos
de lo (pie llaman sus propias inspiraciones , \ an siempre á (a loren
un vago v vaporoso somnambul ismo.


En esta época crítica para nuestro poe t a , se verificaron dos
grandes acontecimientos , privado el uno , público el o t r o , que ace-
leraron su (rasformaeion absoluta. Hablo de la revolución de ju l io ,
v de su viaje á Oriente. Su viaje lo trasformó de poeta católico en
poeta pante is la ; la revolución le trasformó de poeta en hombre de
Cstailo : Lamartine no fué nunca un poeta católico de buena ley. El
Catolicismo no fué nunca para él una rel igión, sino una poesía : no
le cantó, porque estuviese hondamente poseído de su belleza moral ,
sino p o r q u e , al abrir sus ojos á la luz, sintió sus ojos de s lumhra -
dos ron sus magníficos resplandores . Lamar t ine , por otra p a r t e ,
no es hombre (pie siente , sino hombre que imagina sus sentirnien-
tos. Cuando Inisporfado al Oriente, so sentó en la cuna misma de
lodas las rel igiones, su alma, ambiciosa de volar por nuevas esferas




y de descubr i r nuevos horizonles , se sintió como anegada en aque-
llos vagos y espléndidos recuerdos de las religiones orientales, Dueño
el Oriento de su imaginac ión , fué dueño del hombre . Entóneosle
sucedió lo que á los filósofos de la escuela de Alejandría; que tur -
bada su alma con el riquísimo y var iado espectáculo de todas las
filosofías y de todas las religiones del mundo, quiso constiuir con sus
manos una í e l ig ion , de los aglomerado.-- escombros de todas las
religiones; y una filosofía, de los fragmentos dispersos de (odas las
filosofías, ha nueva filosofía, y la nueva religión habían de ser una
misma cosa ; \ osa cosa había de ser la más comprens iva , la más
general que fuera pos ib le ; era necesario abarcar y explicar en una
sola fórmula á Dios, al mundo y al h o m b r e ; seres idénticos y unos
en su esencia , \ a l iados \ múltiplos en sus manifestaciones : esta
filosofía , (pie es una re l igión, se llamó Filosofía Humanitaria: esta
re l igión, (pie es una filosofía, so. llamó Panteísmo. En el dogma
panteístico, todo lo (pie existe , es parte integrante de Dios; Dios os
todo lo (pie existe; de cuya confusión exótica y ex t ravagante viene
á resultar , que ni Dios os Dios, ni el mundo es inundo, ni el hombre
es hombre : los filósofos a le jandr inos , queriendo renovarlo todo ,
fueron á parar , de consecuencia en consecuencia , al aniquilamiento
de todas las cosas. Si la cabeza más firme se siente desvanecida con
esta confusión de todas las filosofías \ de todas las religiones del
m u n d o , la de Lamar t ine , (pie nunca estuvo muy segura , y (pie no
está construida para sor asiento de g randes doctrinas filosóficas, se
desvaneció de una manera lamentable . Eos primeros frutos do esta
trnsformacion fueron el poeinila intitulado Joeelin, y el que intitulo
la Caída de. un Ángel, l .no y otro no son más que fragmentos de un
poema de g igantescas proporciones , en el cual la humanidad es el
h é r o e , y el universo el tea t ro . Considerados esos poemas por el
aspecto filosófico, son la exposición laboriosa y oscura de los mis-
terios del panteísmo o r i e n t a l ; mis te r ios , que están harto mejor
explicados y har to mejor desenvueltos en Proelo v en Plolino. Con-
siderados bajo el aspecto del a r l e , hacen venir las lágrimas á los
o jos , al considerar en oí ángel purísimo (pie llevó como una suave
ofrenda al altar sus castas modulaciones, un ángel bañado todavía




(lo luz , poro der rocado del (liólo que no quiso por morada . En vano
se procurará encontrar en o ' tos poemas aquel artificio de dish ¡Ini-
cien , aipiella suavidad de l incamientos , aquella tersura y limpieza
de dicción, aquella blandura do loques , aquella rica sobriedad de
imágenes , aquella estudiada graduación do t in tas ; en una pa labra ,
aquel sentimiento profundo de la belleza poét ica, de la belleza de)
arle , (pie se descubre en sus Armonías Poéticas y en sus Meditacio-
nes religiosas. El estilo os difuso y descu idado , la dicción es incor-
recta , la distribución de las p a r l e s , arbitraria : la vena del poeta
es fecunda v abundantísima s i empre ; pero desde luego so echa de
ver que el poeta, perdido el dominio sobre sí propio , se abandona
á la merced do sus inspiraciones , sin saber sacar part ido do esa fe-
cundidad , ni poner límites á esa peligrosa abundancia . El raudal de
su poesía corro, siempre abundoso , pero no limpio : porque ha sa-
lido de su lecho, y corre sobre malezas que le en tu rb i an , l ibre de
la prisión do sus márjenes.


bna palabra toda\ ía , para expl icar la trasíbrmaeion (pie ha sido
origen de su decadencia . Lamar t ine , nacido en una época de r e s -
tauración religiosa,, en una época en que esa restauración se ve r i -
lieaba bajo los auspicios de un h o m b r e de genio que se consagró ,
más bien que á explicar los d o g m a s austeros , á cantar las m a g n i -
ficencias y las pompas do la rel igión c r i s t i ana , no vio nunca en la
religión la fuente de la v e r d a d , sino la fuente do la poesía ; y con
la sed poética en los labios , fué á b e b e r las vivas aguas de esa
fuente, \placada su sed, se consideró á sí propio; y reconociéndose
poeta , no creyó necesario b e b e r ya de aquellas aguas , sino aban -
donarse á sus propias inspiraciones. Esta trasforniacion de su alma
se manifiesta ya en sus Armonías ¡mélicas, en las cuales comienza
á despuntar , como he observado antes , aquella espontaneidad de
inspiración , que halda do ser causa y or igen de más t rascenden-
tales mudanzas. Llegado al Or ien te , dio un paso más : y no se con-
tentó con decir — « la poesía es independiente de la religión» ; —
sino <pie pasando mas allá , dijo , — « la fuente de la religión es la
poesía.» — Entonces escribió sus últimos p o e m a s , en donde se re-
vela una nueva religión á los h o m b r o s , y se anuncia un nuevo




~ aar, -
dogma á los pueblos, luí sus Meditaciones , l .ainarhno os ol poeta
re l ig ioso, (d poeta esclavo del dogma : en sus A momias, es el
poeta independiente , el lilósofo racionalista : en sus últimos poemas,
es el poeta dios , el filósofo panteisla del Oriente. Su caidn es la
cuida del ángel de las tinieblas : quiso ser Dios , y no pudo ser D i o s ,
y dejó de ser ángel : quiso ser más luminoso , \ fué todo oscuridad .
quiso escalar el Cielo , y fué der rocado al abismo.


Sigámosle cu sus trasformaciones polí t icas, como le liemos se-
guido en sus trasíbrmaciones poéticas y religiosas.


Lamartine comenzó por venerar profundamente el dogma de lo
unidad del poder, y de la legitimidad de los reyes , como el dogma
fundamental de la ciencia. Cuando c reyó en la autoridad religiosa,
tuvo fé en la autoridad política. Cuando c reyó en las reglas inllexe-
bles del a r te , creyó también en los principios inmutables por lo-
(pie se r igen y gobiernan las sociedades humanas : .cuando «royo
que halda un código de deberos para los poetas, creyó que había un
código de deberos para los pueblos . Jüi osla primera época de su
v i d a , alejado de ¡os negoc ios , no consideró la política sino en abs-
tracto , y acató los dogmas recibidos como un subdito reveren te .
Pero llega la revolución de j u l i o ; y l l ega , cuando se habia vorili-
cado ya la p r imera traslormacion de su alma en la región de la
poesía : y de la misma manera que había dicho en presencia de MI
Dios : — « y o soy, y soy por mí m i s m o , y vivo de mi propia \ ida»
—dijo también, — «ol pueblo exis te , y exis te con una vida propia:
y existe con d e r e c h o s , con derechos iguales á los derechos de su-
reyes ; el dogma do la legitimidad existe . pero existe también el
dogma de la soberanía del pueb lo .»—Entonces , hombre del pueblo,
quiso ser partícipe de su soberanía , y fué elegido diputado. En la
p r imera época do su d iputac ión , anduvo oscilando entro el dogma
de la soberanía nacional y el dogma de la legitimidad de los reyes-
Era legitimista por sus recuerdos , y revolucionario por sus nuevas
inclinaciones. Entonces militó debajo de las banderas .leí partido
conservador , partido análogo á la índole propia de sin nuevos prin-
cipios . puesto que so propone por objeto una perpetua transacción
entre el orden y la libertad , entre los derechos de los pueblos \ ios




- :V)7


derechos de los principes, l 'ero vino ¡a época de su última Irasfor-
maeiou poética; y entonóos de la misma manera que había dicho
— «la fuente de la religión está en la poesía ; el poeta hace nacer
la< religiones de sus propias e n t r a ñ a s ; el poeta es Dios» — dijo : —
Ȓos reyes se hacen por la voluntad de los pueblos ; el pueblo es el
c r iador ; los reyes son su h e c h u r a ; el pueblo es soberano : el rey
es subdito del pueblo ; ó , por mejor decir , el pueblo es r ey .» —


(ion efecto : lóase su último discurso , su discurso sobre la cues-
tión de la regencia , y se verá que en él no dice otra cosa ; quiere
la regencia electiva y la regencia de la m a d r e ; y quiere la una y
la otra , para que el pueblo tenga ocasión de adver t i r á los r e y e s ,
que han nacido del po lvo , y que se han de convert ir en polvo con
el tiempo.


Tal es el estado actual do sus trasformaciones. No pudieudo per-
manecer por más tiempo en las lilas del partido conservador , y no
atreviéndose todavía á llevar en su bandera los colores d e m o c r á -
t icos , está al frente de un tercer pa r t ido , que se llama socialista,
ó conservador progresivo. Este hombre será un obstáculo constante
al desarrollo de las ideas monárqu icas y conse rvadoras . ¡Desventu-
rados , una y mil veces desventurados los pueblos que han puesto
MI suerte en las manos de los h o m b r e s , y han olvidado el culto de
los principios!




!No habia pensado volver á hablar do Mr. do Lamart ine, después de
escrita mi última carta : y hubiera cumplido mi propósi to, á no
haber eaido en mis manos la Prense correspondiente al limes 2i,
en cuyo art ículo de fondo , consagrado á explicar la conducta de
Mr. Lamar t i ne , se hallan cosas que me obligan á someter al buen
juicio de Yds. a lgunas consideraciones, que me parecen impor -
tantes .


Según la Prense, Mr. de Lamart ine se daba la mano con el par-
tido conse rvado r , por su teoría acerca do la p a z ; y con la opos i -
ción dinástica , por sus ideas sobre el progreso indefinido á que
es tán llamados los pueblos, (loando la cuestión de! dia ha s i d o la
de la guerra ó la paz, ha votado con los conservadores : cuando la
cuestión ha variado de índole , y se ha trasfortnado en la de con-
servación ó progreso , ha votado con los hombres del lado izquierdo
de la Cámara.


ÍNo mitraré aquí á examinar ' , si estas han sido ó no las verda-
deras causas de la conducta de Mr. de L a m e n tino : esta averiguación
me separaría demasiado del objeto que me he propuesto boy, c i ando
be lomado la pluma. Sea pues de esto lo que quiera , lo que me
parece indudable es . que Mr. do Lamartine profesa efectivamente




las (Infirmas quo la Prense le a t r ibuye. Ahora bien ; en esas doctri-
nas veo. por una par te , la confirmación de cuanto manifesté á Vds.
en mi <ü(hna caria . y por o t r a , el asunto mas apropósito para alias
y graves meditaciones. \ o y , p u e s , á hacer buena mi opinión, y á
manifestar las reflexiones que sobre este asunto se me ocur ren .


Mr. de Lamartine es partidario o'e la paz. de la paz á toda rosta:
de la paz como (demento de la civilización, de adelanto y de cu l -
tura : y es enemigo de la g ü e r a , como de un hecho per turbador ,
c e n o do un hecho bárbaro en sí mismo, (•orno de un hecho que
conduce á la barbarie . Ahora bien : esta doctrina no ha podido e n -
carnarse nunca en el Occidente ; esta doctr ina es esencialmente
oriental : esta doctr ina es propia de los pueblos enervados y con-
templativos, que vegetan sin movimiento entre los perfumes de las
regiones orientales, bisa disposición de ánimo de esos pueblos sir-
ve para explican- las fabulosas conquistas de Sesostris , do Seinira-
mis , de Ciro y do Alejandro, (ruando un hombre de Inerte voluntad
y de ánimo generoso se presenta á caballo en las fronteras del
Or iento , el Oriente se postra ante sus p i e s , le adora (auno á Dios,
le quema incienso, y le levanta a l tares . Kl Oriente no sabe vencer ,
no sabe resis t i r ; pon pie resistir ó vence- es g u e r r e a r ; y el Oriente
proíiero á la dominación con el movimiento , la esclavitud con el
reposo.


Así p u e s , Mr. de Lamartine profesa una doctrina cuyo or igen
se encuentra en la ultima Irasforniaciou que ha exper imentado su
alma : en la trasfurmaeion de quo hable ¡i Vds. en mi carta a n t e -
rior; en la Irasiormacíon panteista y oriental que se veriíieó en él,
cuando v isili) el ( i r i e i t e .


Por lo demás . Mr. de Lamart ine, (¡ue no es un gran filosofo, ig -
nora que es inconsecuente consigo mismo, cuando predica la paz
á toda costa , y pido el progreso indelinido de la libertad y de la
industria. La libertad es la guerra en el l is tado; la industria es la
guerra con la naturaleza. La libertad y la industria (y no lo echo
á mala pa r t e , como se verá después'] es la guerra entre los h o m -
bres .


Para ser consecuente consigo m i s m o , Mr. de Lamart ine debía




propagaren. Francia una secta religiosa (pie lia nacido v >e conserva
en la China. Fsta secta eleva á dogma lilosolico \ religioso el qu ie -
lismo y la inmovilidad del Oriente, Adoptando todas las consecuen-
cias que van envueltas en su principio, esta secta, entre el reposo y
la acción, pretiere el r e p o s o : entre el reposo absoluto y el relativo,
pretiere el abso lu to : entre sor conquistado ó conquis ta r , sostiene
que es preferible ser conquistado : como sostiene que es preferible
ser esclavo á ser s e ñ o r , y ser débil á sor fútate.


Según estos sec tar ios , el que está en r eposo , vence ai lin ai
(pie se m u e v e : el que es conquis tado , al que es conquis tador : al
s eño r , el que es su e sc l avo ; y al que es fuer te , el (pieos débil.
\ no crean Vds. que es insostenible esta teoría, y que es absurdo
esto dogma. Los ch inos , que entienden mucho de achaque de filo-
sofía , sostienen su dogma con g r ande copia de razones. Sin necesi-
dad de salvar sus f ronteras , se hallan en estado de demostrar al
que lo dude la verdad de (odas las proposiciones que arriba dejo
asentadas . Los t á r t a ro s , gentes de acción , lian conquistado diez v
siete veces la China , q u e , desde que salió de las manos del Cria-
dor , está en un perfecto reposo : pues b i e n , el pueblo que estalla
en r eposo , venció al que se puso en acción; el pueblo conquistado
al pueblo conquistador ; el pueblo débil al pueblo fuerte : porque
los ch inos , chinos p e r m a n e c i e r o n , y los tártaros conquistadores
se hicieron chinos. Ahora mismo está aplicando la China esc dog-
ma político y religioso en la guerra que le hacen uno- fitírharos,
l legados allí de las últimas regiones de la t i e r ra , (pie se apellidan
ingleses. Los ingleses dicen que son los v e n c e d o r e s , porque avan-
z a n ; los chinos dicen (pie son los v e n c e d o r e s , porque huyen, id
tiempo decidirá esta, cuestión y aclarará este misterio : entre tanto,
los chinos están ahora más firmes en su creencia que nunca.


Si Vds. quieren salir de la China, y trasladarse al l 'araiso, allí
encontrarán Vds. el testimonio más claro é irrefragable del dogma
(fue vamos sosteniendo. Kva , es dec i r , el ser déb i l , ofrece á Adán
la manzana . A d á n , es d e c i r , el ser fuerte, no quiero comerla : y
l o a triunfa . porque le obliga á comerla ; y Adán es ventado, por -
que la come, Fn la persona de Vdan . Kva triunfa de) genero b u -




• - ;(t i i -—


¡ n a n o : \ la tiara mano do una débil mujer es tan pode rosa , que
arrastra á su perdición al mundo .


O u e d e , p u e s , a sen tado , que la teoría china puede sostenerse
r o m o otra teoría cua lquiera , y (pie la de .M. de Lamartine es la
•unirá que no puedo, sostenerse.


Desembarazado ya ,M. de L a m a r t i n e , voy á considerar en sí
mismo el fenómeno más digno de consideración que yo conozco:
oi fenómeno d e la guer ra .


La guerra e s el lénomeno más general (pie ex i s to ; porque es
un fenómeno de todas las edades y de, todas las r eg iones ; que se
ext iende hasta donde se ext iende el espac io ; y que se dilata hasta
donde so i\i\aU\ e\ t iempo,: y cuando hablo del t i e m p o , no hablo
s¡llámenle d o los tiempos his tór icos , sino del tiempo en genera l ,
contemporáneo de la c reac ión : cuando hablo del e spac io , no h a -
blo solamente del ámbito de la tierra , sino del espacio en genera l ,
del ámbito do todas las cosas c readas .


La religión nos enseña , (pie antes de que hubiera guerra en t re
los h o m b r e s , la hubo ent re las sustancias celestiales. El ángel ca í -
do, antes de c a e r , movió guer ra á su Criador; y su Criador, des-
pués de su victoria, le arrojó de su m o r a d a , y le derrocó á los
abismos. Esla , que es la creencia del cristiano , fué la creencia del
mundo. Todos los pueblos primitivos conservaban la tradición de
una ('qioca en que los espíritus superiores á los hombres se habían
alzado en armas los unos contra los otros. Los persas señaladamente
reconocieron una divinidad creadora de todo lo bueno, v otra c r ea -
dora de todo lo malo : estas dos divinidades es taban en g u e r r a , v
la guerra habia de concluir por la victoria del buen principio so -
bro el mal pr incipio; de la divinidad tutelar sobre la divinidad m a -
léfica. El íisiris egipcio es un rey, y es un dios, civilizador de los
h o m b r e s : l'iphon , que es su hermano y (pie representa el mal , le
dii m u e r t e ; pino O r o , hijo del pr imero y sobrino del segundo,
mata al matador y venga á su p a d r e ; y el principio del bien p r e -
valece con esta completa victoria.


\ s í , pues , la guiara comienza en el Cielo: veamos cómo des-
c i e n d e á la (ierra. El primer hombre comete el jiriwer ¡wmih), v




poco d e s p u é s , Cain mata á Abel ; y comete el primer delito : ese
pr imer delito es el símbolo de la guerra del hombre con el hom-
b r e ; de la guer ra en la familia. Las familias se dispersan por el
mundo ; y al d ispersarse , vienen á las manos las unas con las o t r a s :
ese es el símbolo de la guer ra cut re las naciones, ' leseo doma á las
fieras y las v e n c e ; Hércules sofoca á las serpientes en su cuna:
este es el símbolo de la gue r r a del hombre con la naturaleza: de
la guerra entre la humanidad y los monstruos. Es to , cu cuanto
al periodo primitivo y al periodo heroico de las sociedades h u -
manas .


Las sociedades se constituyen y se asientan : al ponerse en
contacto las unas con las o t r a s , al ex tenderse su esfera de acción,
no la ex t ienden nunca sino por medio de la guer ra . El Occidente y
el Oriente se c o n o c e n ; y el día en que se conocen , vienen á las
manos. La guer ra de Troya es el símbolo de la guerra mitre las
razas. El Asia ventada quiere pedir cuenta del suceso de ese dia á
la Europa vencedora : Jerjcs de r rama por la (¡recia sus ejércitos,
por el l íelesponto sus n a v e s : la Grecia toma v e n g a n / a , en Mara-
t ó n , en Sala mina y Pla tea , de esta invasión afrentosa. Cuando la
Grecia no tiene á quien comba t i r , vuelve sus armas contra sí mis-
ma : hoy es el dia de Esparta : mañana el dia de Alejandro. La Gre-
cia le recibe como á su r e y ; como á su Dios, el Oriente. Viene
Roma d e s p u é s , y al asentar los oimientos de la Ciudad, Hornillo
vierte la sangre de Remo. Remudo es el símbolo de Cain , como
Roma el símbolo del mundo, Roma no n a c e , no se constituye, no
crece sino por medio do la guerra y de la sangre . A su nacimiento
precede la sangre de R e m o ; á su l ibertad, la sangre de Lucrecia
y la sangre de Virginia : á su dominación, revuel ta con su propia
s a n g r e , la sangre de las nac iones ; al imperio, la sangre de César.
Hoy se afronta con la Italia , y la Italia es un lago de s a n g r e : m a -
ñana con Carlago , y el mundo aprende los nombres formidables
de d'esino, Trebía, Trasinieno, Caimas. Viene después la guerra con
ios c imbros , y la guer ra con los g r i egos , y la guerra con lo- m a -
cedonios , y la guerra con los pueblos as iá t icos , y las guerras C i -
rilos. Hay guerra entre Mario y Sila , entre el pueblo y el s enado ,




entro los esclavos y los señores , entre César y Pompeyo , en t r e
Augusto y Antonio.


Augusto lia v e n c i d o , las puer tas de Jano van á cer rarse para
s i empre , porque Augusto es señor de Roma y de la tierra. Paso !
que unos pueblos desconocidos comienzan á estremecerse ent re las
nieves del Polo , y el Salvador de los hombres ha nacido en el
Oriente, ha humanidad hace una es tac ión; pero es para m a r c h a r
con nuevos Indos. Allí asoman las tribus t á r t a ra s ; tras ellas v ienen
ios pueblos a lemanes . ¡ Ay de los Césares ! ¡Ay del Capi to l io! . . . .
, Ay de Moma! iba á d e c i r : pero en Roma está el Pontífice : la
eternidad (pié la prometieron sus dioses, Dios se la ha dado.


Moma es esc lava ; pero al contemplarla tan llena de magostad
en medio de su s e r v i d u m b r e , y observando cómo ve desfilar unos
t raso í ros todos los pueblos del Norte , cualquiera diría que es una
reina que les pasa revista, lint re tanto, todas las (dudados son en-
tradas á saco ; todas las provincias en t regadas al i ncend io ; el im-
perio ha abierto sus venas , y yacen en dispersión sus miembros
despedazados. Va no hay romanos ni galos , ni españoles ni breto-
n e s ; todos han pasado como sombras , lin su lugar, encuent ra la
vista llena de asombro á los g o d o s , á los l o m b a r d o s , á los v á n -
dalos , a los s u e v o s , á los sayones, y á los francos, lin el mundo ,
i o d o o-confus ión , l amen tos , s a n g r e , guer ra . Pos conquistadores
vuelven s u s manos los unos contra los otros después de la victoria,
íil puñal abre el camino del trono : el trono es el camino del con-
vento.


huiré l an ío , nace Mabonia; y obedientes á su v o z , los árabes
s e d e n aman por todas las reg iones , Fl África cae bajo su p o d e r ;
i i - o a ñ a bajo su y u g o ; la Italia está á punto de sucumbi r ; el Asia
sucumbe. Iil Oriente y el Occidente v ienen otra vez á las m a n o s ,
c o m o -i no pudieran lema' más vínculos (pie el de la guer ra . Pos
Cruzados fundan imperio en las regiones or ien ta les ; Isabel y F e r -
nando levantan el es tandar te de la cruz en las a lmenas de Cranada;
M a b o m e i o II clava e l es tandar te del profeta en los muros de Cons-
íaulinopia. Colon descubre un nuevo m u n d o , y también allí corre
a torrentes la sangre . Vienen las guer ras de Italia; y españoles y




franceses hacen campo en aquella tierra de la gloria. Viene hulero
después , y las guerras de religión ocupan á los príncipes y á las
naciones. Ya se divisan allí Francisco 1 y Carlos V, que juegan la
monarquía universal al t rance de las batal las. Detras de estas im-
ponentes fisonomías, comienza á dibujarse la severa fisonomía de-
Felipe II. Los Paises-Hajos se levantan, y dan el p r imer ejemplo de
una revolución política á la Europa.


No está lejos Luis XIV, ese rey tan famoso por sus victoria*
como por sus desas t r e s , por sus l iviandades como por sus infortu-
nios. Ya estamos en presencia de Carlos I y do. C r o m w c l , mi pre-
sencia de la segunda revolución política de Europa, en 'presencia riel
más hipócrita ríe todos los u su rpadores , y delante del féretro del
pr imer rey decapitado ¡ Cuánta sangre y cuánto hor ror ! ¿quién con
este espectáculo no sentirá su imaginación abrumada y su alma
estremecida ?


Viene, en fin, la revolución francesa, y sus impías matanzas, y
sus sangrientas bacanales . En pueblo demente declara la guerra a
Dios, y abate la cruz; declara la guerra á los r e y e s , y abate MI
t rono; declara la guer ra á la Europa , y le arroja como guante la
cabeza de su r e y , y de r rama sus ejércitos por todas las naciones.
Aquí está Napoleón, tan grande como César, y más grande que t o -
dos los otros Césa res ; de quien pudiera decirse , como (JubitoCur-
cio de Alejandro, que con su mano derocha toca al Oriente, con su
siniestra al Occidente , y con su cabeza al Cielo. Su águila imperial
vuela sobre todas las capitales de Europa y sobro las pirámides de
Egipto. En donde quiera que su caballo pone, el pie, allí mismo brota
s ang re .


Tal es el fenómeno de la guer ra , h is tór icamente considerado.
En mi próxima carta , le consideraré íilosólicainente ; y espero d e -
mostrar que siendo el más universal de todos los fenómenos , c-,
sin e m b a r g o , el menos conocido, y el que envuelvo los problema-
más difíciles . y los más recónditos misterios.




I'HI-'IS . 3 <!<• -.••i>ml<r>


I)E lo dicho en nú última carta se infiere , que la guerra no es un
hecho bárbaro , es decir , propio de las épocas de barbarie ; porque
lo es igualmente de todos los periodos his tór icos, (auno quiera que
nace en la familia, se realiza en la tribu , se perpetúa en el Estado,
se ext iende con la humanidad , y se realiza en todas las regiones .


Suprimidle con el pensamiento , y habréis suprimido la h u m a n i -
dad, y acabareis con la historia. Abrid las páginas de la historia, e x -
tended los ojos por el mundo , preguntad á los siglos : los siglos, el
mundo y la historia , todos os hab la rán de la gue r r a : su un iversa -
lidad a rguye su necesidad ; y su necesidad le constituye en un h e -
cho humano : es dec i r , en un hecho propio de la naturaleza del
hombre .


Ahora b i e n , los hechos de esta especie no han podido c rea r se ,
y no pueden supr imi rse ; no pueden sujetarse á discusión , porque
no caen bajo el dominio de nuestro libre albedrío. Ex i s t en , porque
existen ; y su existencia es una existencia providencia l , necesaria .
V como lodo lo (pie existe necesar iamente , es e t e r n o ; y corno n i n -
guna cosa hecha para la e ternidad ha sido hecha por el hombre ; y
corno lo (pie no es hechura de la l ibertad del hombre , lo es de la
voluntad de Dios; la g u e r r a , que es un hecho humano, -necesaria,
ciento , es hechura de Dios , es un hecho divino.




Si la guer ra es un hecho divino , es un hecho bueno : porque el
mal no es obra de Dios, sino hechura del libre albcdrío del hombre .
Con efecto , Dios ha hecho al hombre á su imagen y ¡i su semejanza,
porque le ha hecho creador cuando le ha constituido libre Su liber-
tad explica la existencia del mal sobre la t ierra . F.l mal sin la l iber-
tad del hombre sería un hecho acusador d é l a Providencia divina .
sería un hecho inexpl icab le .


El fenómeno mismo de la guerra sirve para explicar mi pensa-
mien to . Considerado en g e n e r a l , es obra de Dios; pero considerado
como un hecho part icular , es obra del libia1 albcdrío del h o m b r e ;
porque al decretar la guerra el Ser Supremo , (auno un hecho nece -
sario en general , no ha decretado su necesidad en los casos parti-
cu la res . Dios es cr iador de la <¡n"rra: el hombre es criador de las
y «erras. VA hombre no es poderoso para suprimir la guerra , porque
es hechura de Dios; pero puede evi ta r una guerra . porque las guer-
ras son su hechura . Siendo esto a s í , la guerra , obra de Dios, es
buena , como son buenas M I S obras ; pero una ijaerra puede ser
desastrosa é injusta; porque es obra del libre albcdrío del hombro.


Yo comprendo y aplaudo á los que condenan una guerra parti-
cular (pie el interés público no abona ; pero no be podido compren-
der nunca á los (pie anatematizan la guerra. Este anatema es c o n -
trario á la filosofía y á la religión : los que le pronuncian , ni son
filósofos ni crist ianos.


Y sin e m b a r g o , fuerza es confesar que la guerra , aun consido-
rada en general , s iempre que se la considere á primera vista, parecía
un hecho contrario á la r a z a n ; un hecho contra id cual se levanta
indignada la conciencia ; un hecho á un tiempo mismo horrible é
inexpl icable . Pero al mismo t iempo puedo afirmar, y de mí á lo
menos puedo decir, que cuando he pene t rado más adentro do esta
cuestión temerosa, he sentido disminuirse mi horror , y aclararse al-
gún tanto este misterioso en igma . Pon pie no hay que vacilar un
solo instante en dec la ra r lo ; la guerra es un enigma para la huma-
nidad , como lo son todos los hechos providenciales , comenzando
por ia humanidad y por el h o m b r e : y aun dentro del hombre m i s -
m o , todo ¡o (pie su conciencia van ¿ qué es sino un enigma inexpli-




— 3i¡7 —


r ab ie , b u n problema insoluble': ¿Quién se expl icará á sí propio su
sabiduría y su ignorancia , sus. instintos groseros y sus pensamientos
levantados , su pequenez y su a l teza , sus inclinaciones terrenales
y su- aspiraciones subl imes? ¿Quién al considerarse por un lado, no
ha estado tentado alguna vez por adorarse á sí propio como á un
Dios; y al considerarse por o t r o , n o s e ha despreciado nunca como
la cosa más vil de todas las cosas creadas ' / ¿Quién no so ha dicho
nunca en lo más recóndilo de su alma : — t o d o es misterioso para
mi, yo mismo soy un misterio—'/ ¿ Q u é mucho, pues , si la guer ra es
también un enigma de aquellos que la Providencia se complace en
poner delante de nuestros ojos , para que nuestros propios ojos sean
testigos de la flaqueza del entendimiento h u m a n o ?


Por una p a r t e , no puede afirmarse que. la guerra es un mal sin
acusar á la Providencia divina; v por otra, no se concille como pueda
ser una casa buena el der ramamiento de s a n g r e , sin caer en el a b -
surdo do condenar de un solo golpe todos nuest ros ins t in tos , de
t rastornar hadas nuestras ideas , de confundir todas nuestras nocio-
nes. V sin e m b a r g o , para no caer en otro absurdo mayor , es ne-
cesario afirmar, que en t re la Providencia de Dios y la conciencia
del hombre hay un acuerdo necesa r io , una perfecta a rmonía . Su
contradicción sería absurda , inexplicable , imposible. Por donde se
ve , (pie apenas podemos dar un paso en esta cuestión terr ib le , sin
que demos también en uno de estos escollos : en la negación de la
Providencia , si la guerra es un mal; en la negación de la concien-
cia , si la guer ra es un bien : y si , por salvar á la Providencia de
Dios y la conciencia del hombre , decimos (pie no hay contradicción
entre la primera y la s egunda , no los sa lvamos , sino haciendo el
sacrificio de la razón humana .


iS'o sen'- vo el que lome sobre mi el temerario empeño de buscar
la completa explicación de este misterioso enigma; mi único p r o p ó -
sito es someter á los hombres de lirme razón y de buena voluntad
algunas observaciones que me parecen de la más alta importancia v
de la más grava 1 t rascendencia .


iodo lo que se refiere á la guerra , t iene un no sé (pié de s i n -
gular \ mister ioso, como la imsma gue r r a . Cuando abr iendo las




páginas de la h is tor ia , leemos la relación de les batallas que han
t rabado las nac iones , la primera idea que nos asalta naturalmente,
es Ja de la despoblación que han debido ocasional' en el inundo : v
en realidad de verdad , si hay una idea que á la vista de un fenó-
meno brote espontáneamente en el entendimiento humano , esa idea
es la de la despoblación del inundo , como consecuencia forzosa de
sus innumerables guerras y batallas. Pues bien , la economía polí-
tica y la estadística de los pueblos han elevado hov á la clase de una
verdad demos t r ada , la observación do (pie las guerras no influyen
nunca de una manera sensible en la despoblación de las naciones.
Primer motivo de a s o m b r o , al estudiar el fenómeno de la guerra .


Pasemos más adelante . La segunda idea (pie nos acomete , al
proseguir este estudio, es l a d o que la guerra acaba con lasar les \ las
ciencias que florecen en la paz , y por consiguiente , con la civili-
zación de las sociedades humanas . Los hombres asocian na tu ra l -
mente á la idea de la guerra , aunque sea una guerra entre pueblos
civilizados, la idea del vandalismo : y osla asociación se explica,
como quiera que la guerra es la ostentación de la fuerza física y m a -
te r ia l ; y la fuerza física y mate r ia l , e s , si me es permitido hablar
a s í , de naturaleza vandál ica. Y sin embargo , si hay un hecho que
proclame en alta voz el mundo , y que consigne claramente la histo-
ria, es el hecho de la acción civilizadora de la guerra : su acción o-
civilizadora hasta tal punto , (pie si la suprimo el entendimiento . to-
dos los progresos sociales quedan suprimidos, todas las ci\ i 1 izar do-
nes quedan aniquiladas, l lagamos aquí una estación para dar á la
verdad (pie asentamos , toda la luz do la evidencia.


Si hay un hecho evidente , como consignado cu todas las tradi-
ciones popu la res , y no desment ido nunca por la h i s tor ia , es el
hecho de que la civilización no nace , sino que se importa en las so-
ciedades humanas . Esta fué la creencia universal de todos los [n io-
bios primitivos : c reenc ia , que no ha sido desmentida mi lo.- tiem-
pos históricos; y si lo ha sido por v e n t u r a , señálese el siglo y el
pueblo en donde haya nacido la civilización por sí misma, f.sto ser-
viría [jara demostrar , y sea dicho de p a s o , que la civilización ha
nacido en el mundo, de una revelación hecha por Dios á un hombre




e n c a r g a d o d o t r a s l a d a r l a a l a s g e n t e s ; y c o n e s t o quedar ía demos­
trada a l o s p j o s d e la r a z ó n h u m a n a aquella p a l a b r a profunda de l a
Sal.iduría ih \ i a a , « a a.c ce / d e . » a s i m i s m o un h e c h o c o n s i g ­
n a d o ;•. : e n l a s ' ; a b r i o n e s p o p u l a r o s e o m o r e la h i s t o r i a , q u e la
c o . m z n c i o n ¡¡o s e ra i r a i . r i a i d o nunca á l oa p a c i d o s ame p e a m e d i o
d e ia g u e : r a . Л Ь : . ' u r o los a n a l e s e n que s e consignan í a s tradicio­
ne­'. d e l a s g o a l e s p r i m i t i v a s , y s e v e r á que l o d o s l o s p u e b l o s , para
c n c o n l r a r e l o r i g e n de . s u c i v i l i z a c i ó n , l e b u s c a n e n u n guer re ro
s o m i ­ d i o s , v e n i d o m , s e s a b e d e d o n d e , n a c i d o n o s e s a b e d e q u i é n ,
( p i e c o n la e s p a d a s o h a a b i e r t o p a s o a l t r o n o , h a h i l a d o l o s c a m ­
p o s , y h a d e s o l a d o l a s n a c i o n e s .


Si apar tando i a v i s t a di" l o s t i e m p o s f a b u l o s o s , p a s a m o s sus c o n ­
f i n e s , y p e n e t r a m o s p o r l a s f r o n t e r a s d e l a h i s t o r i a , observaremos
c o n a s o n i b i o , q u e la h i s t o r i a e s i a conlirmacion de l a f á b u l a . La
g u e r r a y l a conquista h a n sido s i e m p r e l o s i n s t r u m e n t o s de l a civ i ­
lización en e l m u n d o , y l o h a n s i d o d e d o s m a n e r a s d i f e r e n t e s .
L'nas v e c e s , el p u e b l o c i v i l i z a d o ha s i d o e l que so ha p r o p u e s l o lla­
mar á la v i d a d e ia c i v i l i z a c i ó n á l o s p u e b l o s s u m i d o s e n la b a r b a ­
r i e , l l e v a n d o la g u e r r a á s u s en t rañas . O i r á s , cuando el pueblo
c i v i l i z a d o s o h a e n t r e g a d o á un culpable reposo , l o s p u e b l o s b á r b a ­
r o s h a n s i d o los q u e s a c u d i e n d o s u s u e n o , s e h a n p r e c i p i t a d o sobre,
é l c o n l a s а т а с e n i a m a n o p a r a rec lamar s u par te en la común
h e r e n c i a , y para a p l a c a r s u i g n o r a d a s e d de c i v i l i z a c i ó n en ia fuente
de aguas v i v a s . L o s u n o s y l o s otros al m o v e r s e , han creído s i em­
pre q u e s e m o v i a n para d a r u n n u e v o a l i m e n t o á s u ambición, ó á
sus ¡ n s t m t o s f e r o c e s ; i g n o r a n d o q u e , dóciles i n s t r u m e n t o s de, la
mano de Dios , no eran sus propios se rv idores , s i n o los servidores
d o la h u m a n i d a d y d e la P r o v i d e n c i a . G e n s e r k o d e b i ó de tener una
r e v e l a c i ó n i n s t a n t á n e a y m a r a v i l l o s a , c u a n d o p r e g u n t a d o p o r el
r u m b o q u e h a b í a d e l l e v a r , p u s o su c o l e r a á l a merced d i 1 l a c ó ­
l e r a d e Dios, y l e p i d i ó , d i s p u e s t o á h e r i r a l p u e b l o (pie l e s e ñ a l a r a ,
q u e h i n c h a s e s u s v a d o s c o n e l s o p l o d e sus i r a s . <• L'luruime sUit/ile,
el l)¡en !>• níeiie.» V é a s e ahí la fórmula de la f i l o so f í a d é l a historia,
dada ai i n u n d o p o r e l ñ l l i m o p a d r e ( h i l a I g l e s i a .


¡ i j e m p l o s d e la p r i m e r m a n e r a di* t r a s m i t i r l a c i v i l i z a c i ó n s o n :




•• :¡7<i -


la guer ra de. T r o y a , en la cual el pueblo g r i e g o , el pueblo civili-
zado se, levanta de su asiento para l levar la guerra , y con la guerra
la civilización á los imperios as iá l icos ; y la guerra de Alejandro, el
c u a l , siendo el precursor del más g rande de todos los pueblos, abre
con su espada á la civilización un paso por el Oriente : y las gigan-
tescas guer ras de R o m a , cuyo encargo providencial era asimilarse
al m u n d o , imponiéndole el imperio de sus a r m a s , de .su c iv i -
lización y de sus l eyes , disponiéndole con su magnifica unidad á
recibir en su seno al civilizador de la t i e r ra , al Salvador de los
h o m b r e s ; y las guerras de los cruzados, en que los caballeros del
Occidente iban á predicar , en la tierra de los prodigios sujeta al
yugo m u s u l m á n , el prodigio de una religión s an t a , que llevaba
den t ro de si el germen fecundo de lodos los progresos sociales.
Ejemplos de la segunda mane ra s o n , en los tiempos ant iguos. la
guerra de Jorges con las repúbl icas nacientes de la Grecia ; en los
confines en donde par ten términos ¡os t iempos modernos y los a n -
tiguos , las invasiones de lo-, pueblos del Norte precipitados sobre
Roma en confuso y turbulento tropel desde las nieves del polo; \
en los tiempos m o d e r n o s , las guer ras de Italia. La revolución fran-
cesa es el símbolo mas perfecto de la trasmisión de la civilización
por medio de la guer ra . La Francia se precipita sobre la Europa
para anunciar el advenimiento al mundo de la idea democrát ica ,
a rmada con los rayos de las revoluciones. La Europa se revuelvo
contra la Francia , y convierte á París en un campamento de cosa-
cos , para t raer á la memoria de un pueblo demente , que el árbol
de la democracia no robará sus jugos al árbol de la monarqu ía , \
que los p u e b l o - descansarán todavía por largo tiempo al abrigo do
su sombra. De esla noble enseñanza resultó el gobierno de los Bor-
bolles r e s t au rados , diferente del de los tr ibunos do la revolución,
porque fué una monarquía , diferente también del de los antiguos
liorbones , porque, fué una monarquía democrát ica.


No; desde los tiempos fabulosos basta la edad presente 1 , n in-
guna idea civilizadora ha aparecido en el m u n d o , que no se haya
propagado por medio de la guer ra , que no se haya inoculado m i lo.-,
pueblos por medio do la sangre : \ no se me ci te , para demostrar




;-¡;i -


lo contrario, el ejemplo dol Cristianismo, que vino al mimólo c u a n d o
ol m u n d o , para recibirlo en su seno , se preparó como un peni ten te
a r r epen t ido , poniendo un sello á sus labios y deponiendo humilde-
mente sus a rmas . S í ; es ve rdad : el mundo estuvo sumido enton-
ces en uu solemne reposo , y en un profundo silencio. S í ; es v e r -
dad : las venas díd mundo estuvieron entonces c e r r a d a s , pero lo
estuvieron, porque las venas dol Hijo de Dios iban á abrirse como
abundant ís imas fuentes para el rescate del inundo. S í ; es v e r d a d :
uo hubo guerra de unos pueblos contra otros pueblos; de unos hom-
bres contra otros h o m b r e s ; de unas gentes contra otras g e n t e s ;
pero hubo guerra entre la tierra y el Cielo , y los hijos de los h o m -
bres clavaron a! Hijo de Dios en una afrentosa c r u z , y pusieron sus
lenguas en su inmaculada g lor ia , y sus manos en su sacratísimo
rost ió. S i ; es verdad : no hubo sangre en los campos de batalla
pero hubo sangre en el Calvario. S í ; en tonces , con loan tes y come
d e s p u é s , y más que antes y más que después , la ley de la guerra y
de la sangre fué cumplida : pero el Hijo de Dios, apiadado de nos-
o t ros , y viendo quee.-a ley era demasiado pesada para los hombros
del mundo , quiso aliviarle siquiera por un dia de su peso , y la echó)
sobre sus hombros .


La acción civilizadora de la guerra : véase ahí el segundo m o -
tivo de asombro para el que medita profundamente sobre este g r a -
vísimo asunto.


La tercera idea que nos acomete al con t empla r este fenómeno,
es la de que la guerra debe de endurecer ol corazón del gue r r e ro ;
y sin embargo el carácter de Alejandro es s impát ico, el de Scipion,
magníüeo ; el de César, generoso ; el de H e d o r , ideal ; religioso el
de Eneas ; y los caballeros de la edad media eran galantes , u rbanos ,
sensibles, religiosos, comed idos ; eran res ignados en las desgracias,
modestos en las vic tor ias ; eran púdicos como las v í r g e n e s , t iernos
y enamorados como los t rovadores , (losa singular y nunca bas t an -
temente admirada ; la flor mas delicada nació en los campos fie la
muerte ; y fué regada con s a n g r e . En los campos de batalla, creció
la flor de la caballería, y nació el culto ríe las mugeres . Los hombres
consagrados á abr i r se paso con la espada , iban deshaciendo p e r o l




siiundo la? obra? de la fuerza. Los hijos de los combates llevaron
hasta la extravagancia el idealismo del a m o r ; eran mansos como
corderos en las c iudades , ¡os que eran ÍÍ- 'ÍT-» en l o s c a n i n o s si so
trababan de pundonores . Cosa singular y sin embargo evidente ; del
espíritu guer re ro nac ió . en los siglos b á r b a r o s , el espíritu de la
caballería ; y el espíritu de la caballería fué despojando al árbol de
la en üizacion , de la corteza de ¡a h a bar io , \ de su ferocidi.d á las
cosiüinh; es . Jímnlhl mores, ¡tresnal esse / c ac .v .


.No acabaría j amas esta cai ta . si fuera c h a m p a n d o en (1 papel
una por una todas las reflexiones (pie se me ocurren para d e m o s -
trar cumpl idamente lo que creo «pie e-lñ demostrado ya ; á s abo r :
que la guerra es un fenómeno de índole tan singular, que de éi
puede af i rmarse , sin temor de padecer engaña», lodo lo contrario
i\o lo (pie á pr imera vista parece . Considerado á primera v is ta , p a -
rece un agente poderoso de despoblación en el m u n d o ; y conside-
rado m á s de tenidamente d e s p u é s , se observa que m i n a d a ha con-
tribuido á la despoblación de las naciones. (Considerado á primera
v i s t a , cualquiera diría que es un e lemento b á r b a r o ; y es un d e -
monio civilizador. Cualquiera diría que difunde el mater ia l ismo; y
es el idealismo el que difunde por la t ier ra . Cualquiera diría que
endurece el co razón ; y exalta y purifica los corazones. Cualquiera
diría , en lin , (pie hace á los hombres más feroces y más du ros ; y
al contrario, amansa y dulcifica las cos tumbres .


Cna última observación , y una última palabra. La muer te del
hombre á manos del hombre es un acto de frenesí en el matador,
tpie va acompañado s iempre de un apara to horrible do síntomas físi-
cos v morales : el ma t ado re s un enfermo atormentado por las furias:
el odio, la ira y la venganza han hecho presa de él, y la sangre está
palpitante en sus m a n o s : la sed de sangre le devora ; y es necesario
que antes de morir meta sus miembros en sangre . Cl matador ca-
mina por el inundo , como caminó Caín , señalado por la mano de
Dios , objeto de horror para sí mismo , objeto de horror y compa-
sión para los hombres ; á su aspecto , la naturaleza humana se e s -
t remece : todo lo que tiene vida , se llena de pavor : las piedras
del camino se levantan contra él : sus hijos no le conocen : sus




hermanos le afrentan : su padre le maldice : y hasta su m a d r e ,
(pie no puede maldecirle , maldice sus e n t r a ñ a s , y le aparta lejos
de sí.


Le ¡lol (¡ni le porta , recule épouranté.


Ahora bien, cualquiera diría que la profesión do guer re ro os una
profesión de ma tador , y (pie entre el pr imero y el último no hay
ninguna diferencia; y sin e m b a r g o , las furias no a tormentan al
gue r re ro ; sus nobles facciones no están desfiguradas por el odio,
por la venganza o por la i r a ; si de r rama la s a n g r e , no' la lleva a
sus labios; porque no tiene sed. El guer re ro camina por el mundo ,
rodeada la frent(i de una aureola de gloria ; á su paso le aclaman los
h o m b r e s ; sus hijos se e n v a n e c e n ; sus hermanos le honran ; su p a -
dre le bendice ; su madre siente un estremecimiento de alegría en
sus entrañas fecundas ; su patria escribe su nombre en mármol ,
para (pie pase á la posteridad.


¿ De dónde procede esta diferencia tan profunda ent re cosas que
parecen tan semejantes'.'' ¿Es injusta la h u m a n i d a d , por ventura ,
cuando tege coronas para los g u e r r e r o s , al mismo tiempo que le-
vanta cadalsos para los matadores? ¿ c u a n d o obra a s í , se pono en
contradicción consigo misma? V si la humanidad obrando así, tiene
razón, ¿qué poderosa, (pié oculta virtud se esconde en ose fenómeno
marav ¡lioso día la g u e r r a , que purifica á los matadores , (pie santi-
fica á ia muíate ?


En ese fenómeno hay un mis ter io , un misterio profundo; un
enigma terrible , un fenómeno (pie existe , y que no lleva en sí
misino la razón do su exis tencia ; (pie es lo contrario d é l o que pa-
r e c e , y que no pana-e lo (pie os; que siendo un mal , considerado
en sí mismo, os romo la condición necesaria do todos lo-, progresos
sociales; que ros me. en sí los más opuestos c a r a c t e r e s ; y que es el
símbolo de ( o d a s las contradicciones ; es necesar iamente uno de
aquellos misterios que ol enlmidimienlo humano reconoce como in-
sondables .


El por que de la guerra será s iempre la pregunta del hombre ,
v el secreto do Dios ; v sin embarcaa , cuando el hombre so propone




aver iguar el por (pié de todas las cosas , aun de aquellas cuya na-
turaleza íntima está cubier ta á sus ojos con un tupidísimo v e l o , el
hombre cumple con su destino en el mundo. Dios le ha negado la
gracia de sus r e spues t a s , pero Dios mismo es el (pie le anima en
sus laboriosas inves t igac iones ; sin d u d a , porque el resultado de
todas ha de ser el sentimiento de su humildad y la confesión de su
ignorancia .


En mi carta próxima, que para no a r r ed ra r á mis lectores, será
la úl t ima (pie consagre á este asunlo , procuraré investigar el por
qué de ese fenómeno, que espanta á la imaginación y abruma al
entendimiento . Téngase , sin embargo , entendido desde ahora, que
mi ánimo al en t ra r en tan peligroso terreno , no es otro sino el de
presentar sobre osle temeroso enigma a lgunas humildes y modestas
conje turas , que retracto con anticipación y desde luego , si no es-
tuviesen conformes de lodo punto con lo que nos manda creer nues-
tra santa religión, á los ojos de los hombres más entendidos en sus
dogmas . No seré yo el que me revele contra la única autoridad que
respeto y acato en este m u n d o , desde que filosofando , como quien
divierte sus ocios y entret iene sus pe sa re s , he aprendido á tener en
poco á todos los filósofos y á todas las filosofías.




Pili-- , III i l f - . H h ' l n l l U '


L día fu que el hombre , rebelándose contra su Criador, eonuo la
¡"ruta v e d a d a , nació el pecado , que es el mal, obra exclusiva del
hombre .


Dios pudo borrar el mal por medio de la condenación: y ese
era el objeto de su justicia. Pero quiso bor ra r le por medio de la
enmienda: este fué el consejo de su misericordia.


La enmienda es la expiación : la expiación debe recaer sobre el
pecador ; el pecador era , á un mismo tiempo, un hombre y el padre
común de los hombres ; la expiación debia recaer sobre el ind iv i -
duo y sobre la especie , sobre el hombre y sobre el género h u -
mano .


El individuo debia expiar su pecado , sujetándose á los males
físicos, es decir, á las dolencias; á los males m o r a l e s , es decir , á
MIS pasiones; á la des t rucción, en tin; es decir , á la muerte.


Las dolencias , las pasiones y la muer te son á un mismo tiempo
obra del hombre y obra de Dios; del hombre , porque no existirían
sin el pecado, que es su ob ra ; de Dios, porque no existirían t a m -
poco , si no hubieran prevalecido los consejos de su misericordia
-obre los consejo- de su justicia.


Siendo á un mismo tiempo obra del hombre y obra de Dio-,




—. ?,ic, —
son ú un tiempo mismo un bien y un mal. Son un mal, porque abren
la puerta a lodos los dolores; son un b i e n , porque a b r o ó l a puerta
á todas las esperanzas. Son un m a l , porque son una pona; y un
bien , porque son una expiación ; son un mal , en fin , porque olor-
vientan; son un b i e n , porque rehabilitan.


El Cristianismo es maravilloso en toda.-; sus cosas; pero en nada
es más maravilloso que en sus explicaciones. Con una sola, palabra
ilumina al entendimiento , para que vea claro en los designios de
la Providencia , en la t rabazón y concierto de las cosas , y en los
misterios del hombre .


Su explicación es s iempre tan t r a scenden ta l , que confunde á
los filósofos ; y tan sencilla , que los niños la comprenden : tan a b s -
tracta y tan levantada sobro las cosas do la f ier ra , bajo un punto
de. v is ta , que parece ideada por Dios para ejercitar el en tend i -
miento de los espíritus pu ros ; tan b a ñ a , y basta tan vu lga r , bajo
otro ¡ninfo do vis!a , que parece ideada por el co/nmi do Jas gentes .


De esta manera iguala Dios á i o d o s los h o m b r o s , cuando ¡o.-,
pone delante (le s í , haciendo tan sabia á la inocencia c o m o al o r -
gu l lo , á la ignorancia como á la sabiduría.


Compárense las explicaciones del Cristianismo con las de los
filósofos; y para no ir más lejos, compárense sus explicaciones
sobre el asunto que nos ocupa , y no acabaremos nunca de m a r a -
villarnos al ver la distancia (pie hay en t re unas y o t r a s , aun con-
siderados bajo su aspecto lilosóiíco solamente .


Los estoicos, no podiendo explicar el mal físico, le n iegan . E o s
ep icú reos , n o podiendo aceptarle , lo condenan como un mal sin
mezcla alguna de bien : es decir , que los últimos loman como una
razón los consejos del egoísmo: v los pr imeros los consejos del or-
gullo : y el egoísmo y el orgullo se llamaron filosofía, antes do que
la v o i d a d o r a lilosofía hubiese venido al mundo con la religión ve r -
dade ra .


Lo (pie distingue soberanamente al Crist ianismo, es amadla
vasta c o m p r e n s i ó n d e la naturaleza c o m p l e x a d e las cosas v de ¡os
v a n o s e l e m e n t o s que !a- coiisfiiuven , coa la cual enicaaaai ie p u e -
de darse r o b r e ellas una exniioaeion c o m p l e t a \ -.alisan lona . al




revés de las vanas opiniones de los filósofos, con las cuales nada
se explica satisfactoriamente ; como quiera que los filósofos nunca
alcanzan á ver en los fenómenos físico- ó morales sino alguno ó al-
gunos de los elementos que los const i tuyen; de donde viene á r e -
sollar, que las opiniones filosóficas tienen tanto de error como de
v e r d a d , no simulo por lo común sino verdades incompletas .


Si el ejemplo (pie acabo de t raer , no fuera prueba bastante de
cuanto afirmo m i e-tos r e n g l o n e s , citaría o t r o , más señalado en la
opinión de los antiguos filósofos, sobre la naturaleza del hombre .
Todas sus teorías sobre este punto pueden reducirse á d o s : la de
aquellos que consideraban al hombre como una criatura tan vil ,
que no era digno de la vigilante providencia del Cr iador ; y la de
aquellos (pie le est imaban en lanío y le tenian por tan exce len te ,
que haiaan do él á manera de un Oios , que se adora á sí mismo
en su propio san tuar io ; vino el Cristianismo, y reuniendo estos
fragmento- de verdades , si me e- permitido hablar a s i , partí c o m -
poner la verdad , d i j o al h o m b r e ; ( p i e era la primera de las c r i a -
turas por la alteza de su o r i g e n , y la última por la bajeza de su
pecado, Lijóle, .que era á manera de un á n g e l ; pero para (pie no
tuviera o rgu l lo , añadió) (pie era un ángel caido : (lijólo que como
un vil criminal babia sido desheredado del Cielo; y para que no
se abismara en su propia, humillación . le añadió (pie , para remon-
tarse á él , le dejadla las alas de. la esperanza .


Video allí el hombre d e la filosofía : véase aquí el hombre del
Cristianismo. ; Cosa singular! las soluciones que dá el Cristianismo
á todo- l o s p rob lemas , son á un mismo tiempo las más aceplahles
en la teórica, y bis más CDUVI'HÍCHWS en la práctica. l'A hombre de la
hlosoíía i s un hombre mut i l ado ; el del Cristianismo, completo.


P o r o dejando á un lado estas consideraciones , (pie me llevarían
muy lejos de mi proposi to , \ u e h o á am¡d::r el hilo cortado de mi
discurso, l i e m o s v i s t o la e x p i a c i ó n reservada a l individuo : v é a -
n l o - , a l a r a la ; e s o r v r d r a! g é n e r o a m r a n o .


La ir y d e la e x p i ó a o n . asi pare, e l individuo c o m o para la e s -
pecie , e.-tá e n c e r r a d ; ! e n e s i a b a ñ a d a , s e n e d l a a u n i m - m o t iempo




Esta fórmula , aplicada al individuo, quiere dec i r : reconquista-
rás la mansión peni ida, sujetándote á las prisiones, á las dolencias
>/ á la muerte.


Aplicada al género h u m a n o , quiere dec i r : te civilizarás, es
decir, te perfeccionarás por medio de ta guerra.


Con efecto , desde que el individuo y la especie se inficionaron
con la culpa del padre común de todos los hombres , la expiación es
la ley del universo : es la condición esencial de la perfección humana .


En la humanidad hay dos maneras de perfección análogas y d i -
ferentes : la perfección del individuo, y la perfección de las socie-
dades. Luego , hay dos especies de exp iac iones ; porque sino h u -
biera d o s , habría una perfección, que no sería el resultado de la
expiación : habría una perfección, que estaría fuera del alcanzo del
primitivo anatema , quod absurdunn


Si hay una expiación para las sociedades como para el hombro,
esa expiación está simbolizada por la guerra necesa r i amen te ; y lo
e s t á , porque la g u e r r a , tomada en su sentido unís general y unís
lato , en su sentido más filosófico, es para la sociedad , lo que para
los individuos las dolencias y las ¡rasiones.


Hay guerra cuando las naciones vienen á las m a n o s , y cuando
se es t ragan interiormente con parcialidades y discordias ; pero no
hay guer ra entonces solamente , sino (pie la hay también siempre
que la sociedad entra en lucha con un obstáculo que se opone á su
perfección; - iempre que necesita vencer para cumplir su destino.


Siendo esto así , la sociedad está en un estado permanente de
guerra ; porque no hay un solo punió en el espacio , ni un solo ins-
tante en el t iempo , en (pie la sociedad no combata contra los obstá-
culos que s iempre tiene (leíanle. Su perfección no es incesante, sino
porque su expiación es continua. Suprimid el obs táculo , la r e s i s -
tencia . la lucha, la guerra en fin; habréis suprimido la expiación,
v con ella todas las civilizaciones : la vida se ret i rará del universo;
el universo será el sepulcro del hombre y el del género humano.


Sígnese de aquí , que los (pie p iden la civilización sin la guerra ,
piden el efecto sin su (anisa; piden un absurdo ; no saben lo que
piden.




Poro se responderá : puesto que la guerra no consiste solamente
en una lucha do nación á nación , los que se oponen á esa especie
de lucha , no se oponen á las d e m á s ; y por consiguiente, no puede
decirse de el los , que se oponen a l a guerra, sino á una especie de
guerra ; no puede decirse de ellos, que aspiran impíamente á e m a n -
ciparse de la ley de la expiación, elevada por Dios mismo á ley del
universo. Puesto que la gue r r a es necesa r i a , no se rebelarán con-
tra ella ; pero quisieran que la guerra ;'es decir , la lucha , el com-
b a t e , porque esto significa en su sentido más lato) estuviera sujeta
también á las trasforniaciones que sufren todas las cosas : quisieran
que se civilizara cuando el mundo se civiliza, que se perfeccionara
cuando el mundo so perfecciona : qu i s ie ran , en una p a l a b r a , que
a! encuentro de los ejércitos en los campos sucediera el encuent ro
de ¡os pa i t idos , o por mejor d e c i r , de las i d e a s e n la prensa v e n
la tribuna ; que el combate de los espíri tus sucediese al combate de
los brazos : ya que no pueden ahorrar la Incluí, quisieran ahor ra r
la sangre. Puesto que la lucha es lo que consti tuye la guerra , y la
guerra lo que constituye la expiac ión , con una lucha sin sangre la
ley de la expiación seria cumplida .


No ; no seria cumplida entonces la ley de la expiación, sino otra
más inexorab le , más d u r a ; se cumpliría la ley d é l a condenación,
ley tjue Dios (puso ahor ra r al m u n d o , cuando prevalecieron sobre
tos consejos de su justicia los consejos de su misericordia. ¡ I n c o m -
prensible ceguedad ! l.os hombres , en su profunda ignorancia , r e -
chazan la le} de la misericordia , y llaman sobre sí la ley de la j u s -
ticia ; rechazan como posada la ley de la tierra, y piden como duba '
> suave la ley del infierno. ¡Desventurados los hombros , si Dios
oyendo sus p legar ías , les concediera lo (¡no p i d e n !


Dos rebeldías hubo después de la c reac ión ; la de los ángeles y
la del hombre : á oslas dos rebeldías se siguieron dos sentencias :
Dios condenó al hombre r ebe lde á la expiación, y á los ángeles r e -
beldes á la muer te del esp ' r i lu .


Dios apartó de sí á los ánge les caídos por toda una eterni
d a d , y al hombre rebelde por un espacio de t iempo; entrego á
los angeles á la desesperación . y dejo al h o m b r e el consuelo de




la esperanza . El hombre habitó la t i e r r a ; los ángeles el infierno.
Y sin embargo , esos dos mundos estuvieron sujetos á una misma


l e y , á la ley de la g u e r r a ; pero ent re la guerra del infierno y la
guerra del mundo que hab i t amos , hay la diferencia siguiente : La
g u e r r a , en este m u n d o , se reduce por lo común al combate délos
brazos : en el infierno, es s iempre an combale de los espíritus. I.a
guerra , en este mundo , es por lo común sangrienta : en la del in -
fierno , no hay sangre.


Si esto es a s í , sigúese de ello , como consecuencia forzosa , (pío
los que quieren t rasformarla guerra de los brazos mi guerra de los
espiritas, la ley de la sangre en una ley incruenta, quieren trocar,
por la ley que condena, la ley que redime; la ley de la e.rpiaeiim
por la ley de la muerte; la ley de la misericordia por la ley de la
justicia; la ley de la tierra por la ley del infierno.


Eos pueblos an t iguos , ya porque estaban más cerca (pie n o s -
otros did origen del mundo, y por consiguióme, de la ciencia l a n c -
i a d a , ya por otra causa que no es dado al hombie descubrir , tuvie-
ron una percepción , más clara que el tropel de nuestros filósofos,
d é l a virtud expiatoria, y por consiguiente, benéfica de la sangro .
Esa percepción sirve para explicar los sacrificios usados entre tudas
las gentes y naciones.


Mis a rgumentos dictados, por la razón, están maravil losamente
confirmados por la historia. Cuando un pueblo manifiesta ese horror
civilizador por la s a n g r e , luego al punto recibe el castigo do su
culpa : Dios muda su sexo : le despoja del signo público de la virili-
dad : le convier te en pueblo hembra, y le en \ i a conquistadores,
para, que le (pulen la honra . Ejemplo vivo d e (rda. verdad es la Chi-
n a , ese pueblo envi lec ido , á quien pone pavor la idea del movi -
miento v de la sangre : hoy os lo que ha sido M o m p r o , fábula y
oseas nio do las naciones. (Uro ejemplo no mono- insigne nos ofre-
cen los pueblos as iá t icos , dados al santo h o r r o r de la gue r r a . y a
la pación de ios cer támenes sutiles del ingenio, es dec i r , á la guerra
délos espíritus : en aquellas vastas r eg iones , los hombros \ ojotan;
la civilización p e r e c e ; el sol de la humanidad se a p a g a ; la v i !a se.
ex t ingue . Cuando Mahomelo II entró en Conslmiliuopla , había




— 5S1 —


guer ra en la ciudad ; pero era guerra de los espíritus : los espíritus
del bajo imperio ooniondian sobre si la luz del l a b o r e r a creada ó
increada. Guando Sócra tes , bebiendo la c icu ta , dejó á Atenas e n -
tregada á las dispulas interminables de sus bellos ingenios , es d e -
c i r , de MIS solistas, el reloj de los tiempos sonaba la última hora
do la ciudad de Minerva.


Por fortuna , la ley do la guerra y de la sangre no desaparecerá
del mundo ; porque es obra de Dios, y solo desaparecen las obras
de los hombros : pero si pudiera d e s a p a r e c e r , si Dios pudiera poner
un oído favorable á nuestras insensatas p lega r i a s , en tonces los
hombres y los espíritus infernales serian todos unos : la t ierra d e s -
aparecería , y no habría más que Cielo é inf ierno; y entre los dos ,
ios abismos.




•\ln. Guizot, do quien me propongo hablar á Yds. ahora, es uno de
aquellos hombres eminen tes , nacidos cou el encargo de dar im-
pulso á las sociedades humanas , (ionio historiador, ha dado un
nuevo impulso a la historia : como filósofo, ha contribuido á señalar
nuevos rumbos á la filosofía : como literato , ha dejado una honda
huella en los campos de la l i teratura : como publicis ta , ha hecho
prevalecer una nueva escuela en la Francia y en la Curopa : como
orador , ha contribuido poderosamente á dar solemnidad y grandeza
á las discusiones del Parlamento : como ca tedrá t ico , ha derramado
con larga mano las semillas del saber por el suelo fecundo de su
patria : como ministro , en fin , es el hombre más notable de la r e -
volución de Julio , si se exceptúa á Casimiro Perrier y á Mr. Thiers .
famoso aquel por la fuerza indomable de su caí a c t o r , y este por la
luz de su clarísimo ingenio.


Mr. Guizot nació en Ni mes el i- de Octubre de 1787, de padre-
protestantes . Cn este t i empo , el nublado (pie llevaba la revolución
escond ida , se iba ex tendiendo y a , á manera de un paño oscuro,
por el horizonte de Francia. Pocos, años d e s p u é s , el mundo había
\ isto sus es t ragos. Cl padre de Mr. Guizot , abogado de crédito do
\ i m o - . so decían'» de-de luego por la causa de las colorínas y do la-




- asa


nuevas iiistiíueiones, contra la de los abusos y la de las instituciones
ant iguas ; poro siendo demasiado honrado o demasiado prudente
para acompañar ¡i la revolución en sus sangrientas bacanales , quiso
hacer una estación en med io de la car re ra : y la revolución, que ni
t ransigí 1 , ni se d e t i e n e , ni pe rdona , le señalo al verdugo con el
d e d o , y el verdugo le llovó á la guillotina, liste suceso se verifico
el 8 do Abril de 17!) ! .


Su madre , quer iendo apar ta r sus ojos de tan sangriento teatro,
so refugió poco tiempo despees en G ineb ra , en donde cuidó con
solicitud y con esmero de la educación de su hijo, que rayaba e n -
tonces ; 17!)!)) en la edad de doce años. Ginebra e ra a la sazón, c o -
mo es hoy dia, una ciudad ülosóliea, una especie de academia , c e -
lebre por su enseñanza , y por sus profesores de li teratura y de
ciencias. Los progresos de Guizol fueron ráp idos y br i l lan tes ; su
educación fue rel igiosa, recogida y severa : y la dote que más le
distinguió ent re sus condisc ípulos , fue una facultad tan g rande de
a tención, que maravillaba á (orlos, y aun á sus mismos ¡naeshos .
L o o de olios, asombrado de su apti tud portentosa para en t regarse a
La meditación . acos tumbraba á asegurar á su madre , que su hijo,
andando el t iempo, había de ser uno de los hombres mas eminentes
de l iuropa.


iin id espacio de cuatro a ñ o s , ap rend ió la le ngua g r i e g a , la
la t ina , la inglesa, la a lemana y la i tal iana. Iin 4 8 0 3 , cursó filoso-
fía : y en 4 8 0 o , cuando dio lin á sus estudios escolást icos, se e n -
contró en posesión de vastísimos conocimientos, así en filosofía y
en historia, como en literatura griega y a lemana . Iin este mismo
año , su madre habiendo vuelto á Mimes, le envió á París , para que
se derla aira al estudio del Derecho.


lin esta é p o c a , París comenzaba á desper tar de aquel pavoroso
letargo en «pie había caído . como moribunda y postrada , en los
tiempos dé la tiranía convencional , de infausta y lúgubre memoria :
vueita en sí de su muda postración , aquella ciudad populosa se en-
tregaba con frenesí y con estrépito á todos los placeres y á todas
las l iviandades, como si temiera (pie el espectro del terror , evocado
nuevamente de su t u m b a , fuera á romper en sus lab ios , do un




- MSI - -
instante á o t r o , l a c e p a embalsamada de los deleites de la vida.
Con estos hábiles crapulosos se enervaban las a lmas, se enflaquecían
los espíritus y se corrompían k:s cos iembres . I ,¡.;« ¡as calad fastuosa
ó ¡mperl moni e , oa t r ea da a los \ a r a a a a .a,; s e .. • ¡i o o a ; i \ ¡I . a le i'an-
far-ia , se imaginaba ¡ lama era ra : e . aa -m d ! que iban a c r o a r ¡os
dias v a pa-'ados de la ghu ia \ do la grandeza a¡ isiom áliea. Porque
habían sobrevivido á un i c c i o ienq oral , :•«• imaginaban (¡no la s o -
ciedad h a b í a j a doblado el cabo de las lormenías.


id c a r a d o r a r a s e , religioso \ aorioro del estudiante ginebrino
no podía as cnirse con estos hábitos « s l iagado- de una juventud ir-
reflexiva ó indolente. El no podía mirar e n la resolución un hecho
aislado y monsl ruoso , u n hecho (¡no n o había de producir efecios.
porque n o había tenido una causo; un hecho sin analogía «le ninguna
especie con los fenómenos .sociales, con los fenómeno:- Inmutaos.
El os laba , por el con t ra r io , ínt imamente persuadido á que el ori-
gen del eslremoemiionto causado por la resolución debía buscarse
en la historia, y á que sus consecuencias habían de desarrollarse
lentamente e n la prolongación de los siglos.


Con ideas tan filosóficas y reposadas a c e r c a de las revoluciones
pol í t icas , no e s extraño (pie , obedeciendo al impulso de una repug-
nancia invenc ib le , se apa r t a se , como se apartó , de toda comuni-
cación y I r a l o crai la juventud francesa de aquella é p o c a liviana v


t ransi toria, i 'oseido de tedio , dirigió su vista alrededor d e s í , por
si encontraba algún hombre eminente c o n quien conversar sobre
ciencias y letras h u m a n a s , y d e cuyo trato saca.se á un tiempo mis-
mo deleite y provecho. Deparóle la suer te á Mr. Ktopher, ministro
de Suiza en Franc ia , hombre de escogida y vasta erudición , y d a d o
á g raves meditaciones : con sus consejos v s t iavuda reformó todos
s u s pr imeros esludios , teniendo á la sazón veinte a ñ o s . lielirado do!
tumulto , y e n el seno de la amistad , cuando no conv e¡ saba c o n su
a m i g o , se familiarizaba c o n Démos tenos , con iueyd ides , con Tá-
c i t o , pene t raba en los mistei ios de la teología , estudiaba á la hu -
manidad e n la historia, y ent raba c o n paso lirme en el laberinto in-
tr incado de la filosofía a lemana .


En osla época fué presentado á Mr. Suard , á cuva c a sa , eonoum




lian los más esclarecidos ingenios : brillaba enlre todos con un
brillo puro, modesto y apacible el de la señorita Paulina de Mculan,
rodadora á la sazón de un periódico intitulado el Publicista. Como
esta señorita fuese acometida ele una enfermedad larga y penosa»
que la impidió por mucho tiempo satisfacer s u s empeños literarios,
se encontró un dia con una carta anónima en (pie una persona (pie
so llamaba su a m i g o , la ofrecía t ímidamente su pluma por lodo el
t iempo en (pie estuviese imposibilitada de escribir á (anisa de sus
dolencias : no hizo c a s o , al pr inc ip io , de este ofrecimiento romáu-
(¡eninonle generoso : poro instada una y otra v e z , hubo de ceder al
cabo, ¿iiuál seria su asombro al leer en el Publicista los articules del
desconocido caballero , y al observar que halda sabido imitar su e s -
tilo con una perfección acabada ? Picada su curiosidad en lo más
vivo, emplazó en el mismo periódico públ icamente al afortunado
escritor [tara (pie declarara sus títulos y su nombre : su nomine
era Cuizot; en cuanto á s u s t í tulos, no los habia ganado todas ia .
Desdi' esta época , s u s vínculos de amistad se trocaron en vínculos
de a m o r ; los amigos se ¡ornaron amantes , y los amantes so conv i r -
tieron en esposos.


¡ Cosa singular ! la pr imera p a g i n a d o la vida pública del filo-
sofo más reservado y austero parece , más bien que la página de su
historia , la página de una novela.


Desdo esta época , Mr. Guizot comenzó la larga serie de sus p u -
blicaciones filosóficas, históricas y literarias. En 1809 , publicó su
Xuevo Diccionario universal ib' los sinónimos de la lengua francesa,
precedido de una introducción filosófica, que por los más entendi-
dos filólogos fue calificada de exce len te . En el mismo a ñ o , publico
el prefacio del primer volumen de la Vida de los poetas franceses del
siglo de Luis XIV. Desde I 8 1 1 á 1 S 1 a , publicó la obra en seis v o -
lúmenes intitulada Anales de la educación. Al misino tiempo, escribió
como redactor en los periódicos que se intitulaban El Publicista,
Pos Archivos Literarios, El Diario del imperio, y El Mercurio.
fin 1812, célebre va por sus escritos, fué nombrado profesor de his-
toria moderna , á instancias y por influjo de Mr. de Fontanes , para
cuya gloria bastará decir que filé el que alentó y dirigió en sus e s -




— ;ísn —
ludios á Mr. de Chateaubr iand. Mr. Hoyen 1 Collard desempeñaba á
la sazón con grande y merecido aplauso la cáledra de iilosolia; y
desde entonces , los dos filósofos enderezaron sus pasos por un mis-
mo camino. Advertido Mr. Guizot por Mr. de Fon tanas , «pie en el
discurso de aper tu ra debia consagrar algunos renglones al elogio
del Emperador para conformarse con la costumbre umversa lmente
establecida , se negó absolutamente á ello : rasgo á la verdad de
noble y elevada independencia .


Hasta 1 8 1 4 , Mr. Guizot c- tuvo exclus ivamente dedicado á la
enseñanza de la historia en la c á t e d r a , y á la propagación de las
buenas doctr inas literarias en la prensa . Desde 181 í en adelante ,
el hombre político comienza á reemplazar al filósofo y al literato.
Siendo el alíate Montesquieu, Ministro de lo Interior en esta época,
y quer iendo dar al part ido liberal una fianza de la lealtad do sus in-
tenciones , llamó cerca de s í , en calidad de Secretai io general de
su Ministerio, á Mr. Guizot , conocido ya en el mundo político como
campeón de ¡as ideas l iberales. Fai este de s t i no , Mr. Guizot luchó
á brazo par t ido , pero á la callada , contra el partido poderoso de la
contra-revolución , que á la sazón iba prevaleciendo en los consejos
del monarca .


Llegados los Cien Dias , se ret i ró de los negoc ios , y volvió á
profesar historia por algún t iempo; hasta (pie determinó pasar á
Gante, en donde Luis XVIII aguardaba la ocasión de entrar en Fran-
cia para volver á ocupar el trono de sus mayores . Llegado á (Jan-
t e , en vez de escribir en el Monitor, como han supuesto sus d e -
t r ac to re s , acometió la empresa de desalojar al partido ultra-realista
de los oidos del Rey, inclinando su ánimo á un sistema du libertad,
y de reformas progresivas y prudentes . F i rme en este propósi to , no
vaciló un momento en aconsejar á Luis XVlll que separase de su
lado á Mr. de Blacas, que era el símbolo más perfecto y la personi-
ficación más acabada de la monarquía pura , y que pusiera al frente
de los negocios al pr íncipe de Tayllerand , hombre de ingenio tan
agudo y de carác te r tan flexible, que supo siempre acomodarse con
soltura y con gracia á las mudanzas exigidas por las vicisitudes de
los tiempos y por los trastornos de las revoluciones. Yvwio sazonado




- 3S7 —


de esios consejos fueron en par le eí manifiesto liberal de Cambray,
y las medidas que entonces se tomaron para tener á raya al p a r -
tido de la contra-revolución , que ardia en sed de reacciones y v e n -
ganzas.


Cuando Luis XVIII volvió á Franc ia , Mr. Guizot fué nombrado
Secretario general del Ministerio de la Justicia , de cuyo destino se
retiró poco después con Mr. Barbé-Márbois, el cual no encontró gra-
cia ante la Cámara que sus contemporáneos y la posteridad han
llamado inlrouvable.


Kntonces comenzó sus publicaciones políticas. En 18-16, publicó
un folleto Sobre el gobierno representativo y el estado de la Francia,
en respuesta á otro que habia publicado Mr. de Yitrolles en sen-
tido contrarevolucionarioi En este mismo a ñ o , publicó su Ensayo
sobre la Historia, y el Estado actual de la instrucción pública en,
Francia; el cual fué dirigido contra la influencia que el clero re -
clamaba , y en par te ejercía , en la educación de la juventud fran-
cesa!


Ligado en esta época por un interés de oposición liberal con
los señores Royer-Collard , Camilo Jordán , De Serré , y Pasquier ,
formaban todos juntos el partido que desde entonces comenzó á
l lamarse el partido doctr inario. Todas las leyes liberales de la r e s -
tauración son la obra casi exclusiva de este par t ido ó de esta es-
cuela , en la cual Mr. Guizot ocupaba s no solo por la luz de su in-
genio sino también por su actividad y por su pe r s eve ranc i a , un
lugar eminente .


El asesinato del duque de Berry, acaecido el 13 de febrero 1820,
dio la victoria sobre el part ido liberal al partido contrarcvolúciona-
rio. En consecuencia de esta r eacc ión , fueron desti tuidos de sus
destinos de Consejeros de Estado, Camilo J o r d á n , Royer-Collard,
de Baranle , y otros. Mr. Guizot, que á la sazón era también Con-
se je ro , se retiró con sus a m i g o s , y tomó la pluma para combatir
sin treguas y sin reposo á la fracción vencedora .


Con este obje to , publicó un folleto intitulado Del gobierno de.
la Francia desde la restauración, y del ministerio actual : poco des-
pués publicó otro Sobre las conspiraciones, y sobre ¡ajusticia publica,




- ass


consagrado á ent regar á la públ ica execración á los ministros que
lingian conspiraciones pa ra beneficiarlas en provecho propio y
con perjuicio del Estado. No mucho mas t a r d e , d i o á luz otra obra
Sobre los medios de gobierno y de oposición en el estado actual de
Francia, en la c u a l , al propio tiempo que señalaba á la oposición
la senda que habia de seguir , desenvolvía por primera vez su sis-
tema, ecléctico en política como en filosofía y en li teratura. En 18,22,
dio á luz otro opúsculo Sobre la pena de muerte en materias políti-
cas, el cual le hizo adelantar mucho te r reno en el ánimo de la c o -
munión liberal.


El Ministerio no podia mostrarse indiferente á ataques tan cons-
tantes y enconados ; así fué, que le borró de la lista de los profe-
sores , cuando estaba desenvolv iendo en su cátedra la « Historia del
gobierno representa t ivo en Europa desde la caida del imperio ro-
mano. »


Privado á un mismo tiempo de la cátedra y de la tribuna, so
entrega) con un ardor incansable ¡i los más graves estudios, y á las
más arduas investigaciones históricas. En 1 8 2 3 , comenzó á p u -
bl icar su gran co lecc ión , compuesta de 20 volúmenes , de Memo-
rias relativas á la historia de la revolución de Inglaterra. Después,
dio á luz la historia rio esta misma revolución desde la ascensión
de Carlos I hasta la restauración de Carlos II, de la cual no ha p u -
blicado sino los dos pr imeros volúmenes de la primera par te . La
Colección de las Memorias relativas á la historia de Francia, desde
la fundación de la monarquía francesa hasta el siglo x m , en 31 vo-
l ú m e n e s ; las Observaciones sobre la historia de Francia de Mabfy.
y sus lecciones sobre la «Historia de la civilización en Francia y
en E u r o p a » , constituyen lo que con razón puede llamarse su b i -
blioteca his tórica, obra portentosa de erudición y de ingenio.


Esto, en cuanto á sus t rabajos históricos ; en cuanto á sus tra-
bajos l i terar ios , dio á luz la traducción completa de las obras de
S h a k e s p e a r e , acompañada de ensayos históricos, y do un prefacio
en que, procuró desenvolver sus teorías l i terar ias , eclécticas y con-
ciliadoras como sus teorías políticas y sociales.


En 1820, tomó á su cargo la dirección rio la Enciclopedia pr<r




— :¡sa


uresiva; en ItSáS, Tundo la He vista francesa, redactada por los in-
genios más esclarecidos y por los hombres más i lustres. Al propio
t iempo, contribuyó á la redacción del (¡lobo, periódico redactado
por los jóvenes ¡le más grandes esperanzas , como de Remusat ,
Dúchate! , Duveigier de l lauranne . Dubois, Dejoan , Montalivel, y
olios de menos nombrad la .


lin 1 <Sá7, entró en la sociedad conocida por el mote de Ayúdate,
Dios le ayudará, formada con el objeto de mantener contra los ma-
nejos del podra- la independencia de las e lecciones .


lin l.SíbS, durante el ministerio Martignac , volvió á ocupar su
cátedra en la Sorbería , habiendo cabillo la misma suer te á los s i -
ñores Yilleniain y Cnusin. lin Marzo do 1829, volvió al Consejó de
listado : pero en agosto subió Polignao al poder; y Mr. Guizot, co-
nociendo que la monarquía iba á j uga r su ultimo juego , no vacilo
un ins tan te , y militó en el campo de los que iban á dar el último
golpe á la desamparada monarquía .


Habiéndose presentado como candidato en las elecciones de
enero de hSISO, fue elegido diputado. Ai mismo tiempo que é l , en-
tro mi la Cámara Mr. P>erryer; como si la í/ .onarquía y la revolu-
ción , conociendo (pie iban á reñir su último combate , se hubieran
puesto de acuerdo para confuir su suerte á los br ío- de sus dos más
grandes campeones .


Pa oposición de Mr. Guizot fui., desde luego dec la rada y s a n -
grienta ; él contribuya) tanto como el (pie más á hacer prevalecer
la lamosa contestación al discurso del t rono, de los 2 2 1 . Su nombre
fué uno de los primeros (pie figuraron en la asociación de diputados
creada para rehusar el pago de las contr ibuciones no voladas por
la Cámara : y cuando, de vuelta á P a r é de su colegio electoral el 2r>
de julio , se publicaron los cé lebres decretos que fueron la señal de
la revolución , él fué el ¡pie redacto la pr imera protesta que se hizo,
y el mas infatigable, en asistir á las reuniones políticas en donde se
decretaba la destrucción de aquella mona rqu í a , tan antigua como
la Franc ia , y tan gloriosa como ella.


La vida pública de. Mr. Guizot , desde la revolución de julio , os
conocida de lodo-. Por esta razón, contentándome con estos l i g e r o -




y descarnados apuntes, que bastan para que mis lectores se formen
una idea del personaje que me he propuesto estudiar, en mi carta
próxima comenzaré el análisis de su sistema filosófico, político y
literario.




I'ai'ir,, 1 di' m - l n l i i v


(CALMADO el furor (lo la revolución francesa , sucedió lo que sucede
s iempre después de las revoluciones. La sociedad se dividió en ban-
dos ; unos dirigieron amorosamente sus ojos Inicia las creencias y
las instituciones an t iguas , acometiendo la a rdua empresa de r e s -
taura r las ; otros se declararon abier tamente por las doctr inas que
habian (raido so lee la Francia los últimos t ras to rnos ; y o t ros , en
tin . declarándose á sí propios jueces de esia contienda , p rocuraron
una transacción entre las par tes , afirmando que podian vivir en la
sociedad , ordenada y jun tamen te , la libertad y el orden , la mona r -
quía y la democracia . Andando el t i empo, estas tres opiniones d i -
ferentes so Irasformaron en otras tantas escuelas, conviene á saber :
¡acatól ica, la ecléct ica, y la revolucionaria. Esta úl t ima fué la m e -
nos numerosa ; porque la revolución , (pie era su símbolo , acababa
de dar ejemplo al inundo de todos los desmanes y de todos los furo-
res : la católica alcanzó un inmenso poder, porque tuvo de su parte
el prestigio de los más grande-; r e cue rdos : la ecléctica se adelantó
sobre todas , y consiguió alcanzar el imper io; porque no h a b i é n -
dole alcanzado nunca basta entonces , ella sola podía alminar que no
había tenido parte en los errores pasados ni en los pasados e x t r a -
víos. La católica debió de prevalecer s ó b r e l a revolucionar ia ; por-
que los desengaños pasados no tienen la misma fuerza de repulsión




- : Í Í I 2 • -


que los desengaños p resen tes , paro la ecléctica debia do p r eva l e -
r e r sobre las otras dos ; porque ella sola no había dejado en pos de
sí un enojoso desengaño , y porque ella -ola podía, suinini- t iar á
los ánimos inquietos el consuelo do la esperanza .


El representante más notable de la escuela revolucionaria , con-
siderada bajo el aspecto filosófico , fué broussa is . Los más afama-
dos campeones de la escuela católica fueron el conde Josef de
Maistre , lionald y Lamennais . Eos profesores más insignes do la
escuela ecléctica fueron Koyer-Gol lard , Coir-in , Jouliov \ Guizot.
No es mi ánimo examinar aquí estas escuela* en su índole y i n >u
historia ; más ade l an t e , si mis ocupaciones me permiten vacar á
este género de estudios , consagran' ' a lgunas cartas al análisis com-
parado de sus doctr inas y á la curiosa relación de sus vicisitudes.
Hoy, solo me propongo hablar de la escuela, ec léct ica ; y do ella
diré solamente lo que baste para de r ramar alguna luz sobre la
fisonomía intelectual de Mr. Guizot , (pie fué desde luego, y es hoy
oía, uno de sus más ilustres campeones .


Mr. (iuizot, al elegir la escuela ecléctica, en t re las tres que llevo
mencionadas , no hizo otra cosa sino conformarse con unas doc t r i -
nas que él hubiera sido el pr imero en proclamar , si por ventura no
hubieran exist ido. (Ion efe do , hijo de padres (pie profesaban la
religión protestante en medio de un pueblo enhdieo , debia procu-
rar el triunfo de la l ibertad v de la tolerancia , esas dos áncoras de
salvación, esas dos condiciones de existencia de todas las minoría»;
hijo de uti padre (pie había dejado la cabeza cu m a n o - d e l verdugo,
debia protestar contra la tiranía de las revoluciones : ahora b i e n ,
pedir, por una p a r l e , la libertad y la tolerancia; y protestar, por
o t r a , contra la tiranía revolucionaria., os proclamar el eclecticismo;
porque es proclamar la conciliación do la l ibertad \ del o; den . Si á.
esto se añade que Mr. Guizot comenzó á vivir la vida de ta inteli-
gencia en una época en que la- instituciones fundada.» sobre princi-
pios absolutos iban uoíoiaaaienle ¡le vencida , aparecerá cirro a
toda- luces, que Mr. Guizot, al elegir el eclecticismo por bandera,
e l ig ióla bandera que no podía menos de eb'oir. ¡«tendida la natura-
leza do las cosas.




- ,¡'j:¡ - -


Mientras que Hoyer-Col lard , Cousin y Joutroy pene t raban con
¡a luz del eclecticismo en los senos oscuros de la filosofía, Mr, <Ho-
zo t acometió la empresa do penetrar con esa luz en las apar tadas
regiones de la historia. Considerado como historiador, ni aun sus
más implacables enemigos pueden negar le uno de los pr imeros l u -
gares entre los renovadores de los estudios históricos. Su talento no
es extenso ni e levado , pero es lucido y j refundo : su estilo no es
elocuente , en la acepción vulgar de esta palabra; pero tiene aquella
liimeza reposada y dogmát ica , que es la elocuencia de la r azón , la
elocuencia de los h is tor iadores ; cuando examina un periodo histó-
r i c o , no acude para explicarlo á aquellas ideas t rascendenta les , á
aquellas leyes primitivas y e t e r n a s , por l a sque se gobierna el g e -
nero humano. Mr. tiuizot no conoce esas l e y e s , ignora cuál es el
declino de la humanidad , y no se cuida de aver iguar de qué manera
coi 11 ribuv e cada pueblo á la realización de ese desl ino. Ce ro , en
camb io , no hay ningún historiador en Europa , que sepa caí ac te r i -
zar como él un periodo hisiorico dado ; n inguno que tenga su saga-
cidad para distinguirle de los periodos que le siguen y de los p e -
riodos an le r io res ; ninguno que ent re tan adentro en el estudio de
la vida interior del pueblo que tiene delante de sus ojos; n inguno
que pueda competir con él en el arle de restaura! ' su fisonomía.


Si queréis averiguar por ventura cuál es la acción de la P r o v i -
dencia en los acontecimienlos humanos , no os dirijáis á Mr. Guizol,
que no sabe o-erihir . pueblos los ojos en el Cielo; dirigios á San
\gustin , ó á Bossuol • v os mostrarán el dedo augusto de Dios , s e -


ñalando los cil iados ipie ha de describir la historia. Si queréis ave-
riguar cuáles son los rundios (pie lleva el género h u m a n o , cuáles
son las leyes por las que se r ige su infancia , -u virilidad y su de-
crepitud . no os dirijáis á Mr. Cuizot ; porque sus ojos no abarcan ni
la inmensidad de los tiempos ni la redondez de la t ierra; dirigios á
Vico, á quien una hora basta para ver el curso sosegado , inmenso
del rio de la humanidad, y para p e n d r a r en sus misteriosas fuentes,
escondidas más allá de los inciertos albores de la historia \ de las
ráfagas de luz intermitentes v engañosas de la tabula. Pero si (pie-
rias aver iguar cuidos sen los gé rmenes de civilización que se oseou-




— a a i -


don en la noche que cubre á la Europa , después de la destrucción
del imperio r o m a n o ; si queréis averiguar c u á l e s la índole rica ,
vainada y complexa de los tiempos feudales; si queréis aver iguar la
pa r t e en (pie contr ibuyen á la civilización el elemento b á r b a r o , el
e lemento romano y el elemento catól ico; si queréis aver iguar de
qué manera va saliendo la Europa de su confusión primitiva , m e r -
ced á un trabajo interior laborioso pero fecundo, lento pero conti-
n u o , que se revela á los ojos del historiador por una sucesión no
in ter rumpida de gloriosas emanc ipac iones ; si q u e r i e n d o , en fin,
ave r igua r cuál es la historia de esas emancipaciones magnificas,
preguntáis por qué causa, en (pié t iempo y de (pié manera los reyes
se emanciparon de los barones , y las ciudades de los barones y los
r e y e s ; por qué causa , en qué t iempo y de qué manera los esclavos
se emanciparon del terruño y se trasforinaron , p r i m e r o , en vasa-
llos de los príncipes, y después , en representan tes de los pueblos en
las asambleas de l ibe ran tes ; y por qué causa , en qué t iempo, y de
qué manera la razón rompió las l igaduras del esco las t ic i smo, el de-
recho común las trabas del pr iv i legio , y la industria las cadenas
del monopolio ; y finalmente , de (pié m a n e r a , de estas t rasforma-
oiones sucesivas y de estas pacíficas revoluciones han venido las
sociedades á ser lo (pie hoy día s o n , r i c a s , o rdenadas y l ib res , d i -
rigios á Mr. Giiizot; po ique ninguno de los historiadores modernos
puede satisfacer tan cumplidamente á esas preguntas .


Mr. Guizol debe su gloria de historiador á la filosofía ecléctica,
que ha sabido aplicar con un ar te maravilloso á la historia. Eos fi-
lósofos del siglo xvui suprimían las opiniones que no estaban en
consonancia con las suyas : siguiendo el mismo rumbo sus historia-
dores , suprimían los hechos que no estaban en consonancia con su
filosofía. Voltaire no alcanzó á ver sino un solo h e c h o , durante la
prolongación do los siglos que corren desde la destrucción del im-
perio romano hasta el renacimiento de las l e t ras : el hecho de la
tiranía pontifical, pesando igualmente sobre los pueblos y los t r o -
nos . Helvecio se lamentaba de ver ocupado á Montesquieu en d e r -
ramar toda la luz de su ingenio sobre los siglos bárbaros , indignos
de la atención de los verdaderos filósofos , y en los cuales no pudo




ver sino un paréntesis de la historia. Hasta el mismo Gibbon, en su
Historia de la declinación y caída del imperio romano, monumento
magnífico y colosal, que no será nunca bas tantemente admirado y
encarecido por la grandeza de sus proporciones y por la belleza y
solidez de su es t ructura , no hace mención del Catolicismo, sino para
dirigirle algunas frases desdeñosas, y para relegarle al oscuro pan-
teón de los delirios humanos . El fanatismo procede s iempre por
medio de la supresión de todas las resistencias : el filosófico s u p r i -
me las ideas , el histórico los h e c h o s , el político los h o m b r e s : por
esta r azón , el siglo xvui , que tuvo todos los fanatismos, supr imió ,
con el filosófico, el a l m a ; y no consideró en el hombre sino una
organización inteligente : con el m o r a l , la religión ; y no consideró
en las acciones sino su consonancia ó desacuerdo con las opiniones
y las costumbres recibidas : con el h i s tó r ico , todos los hechos que
declaran la acción benéfica de la r e l ig ión , y la tutelar y civil iza-
dora de los r e y e s : con el polí t ico, suprimió la cabeza de Luis XY1,
\ las de los g i rondinos , y las de los sospechosos de desafección á
la tiranía convencional; y gobernó como los fanáticos gob ie rnan ,
es dec i r , suprimiendo, suprimiéndolo todo , menos los ins t rumen-
tos de sus supres iones , la guillotina y el ve rdugo .


ha filosofía ecléctica proclamó en alta voz el pr incipio, de que
era necesario poner fin á todas las supresiones conocidas hasta e n -
tonces : y de (jue era necesario reemplazar las con una sola s u p r e -
sión ; conviene á s a b e r : la supresión del fanatismo. La supresión
del fanatismo, ¡a supresión de todas las supresiones fanáticas es ,
sí bien se mi ra , lo que constituye la filosofía ecléctica. El p r i n c i -
pio por ella proclamado llevaba consigo una revolución radical en
los estudios filosóficos, h is tór icos , políticos y mora le s : en los e s -
tudios filosóficos, debian renacer las ideas espiri tualistas, supr imi-
das violentamente por un material ismo g r o s e r o : en los históricos,
debían revivir los hechos pertenecientes á las épocas l lamadas de
barbarie , y á las épocas monárquicas y religiosas ; hechos, que h a -
bían sido suprimidos*violentamente por un fanatismo insensa to : en
ios políticos, debia verificarse una restauración de las ideas de l i -
bertad y to le ranc ia ; i d e a s , que habian sido violentamente s u p r i -




midas por los tiranos m o d e r n o s , conocidos con el nombre de t r i -
bunos ; en los morales , en fin, debía revivir el culto de una religión
divina , que es la única sanción de las acciones humanas ; y que ha-
bía sido suprimida violentamente también por un fanatismo estúpido
y ateo.


Mientras que Mr. Royer-lloliard y Mr. Cousin acometían la e m -
presa do la reformación de los estudios filosóficos, y Mr. Joufrov
la de la reformación de los estudios mora le s , Mr. Guizot se consa-
gró á la reformación d é l o s estudios históricos y políticos, á la res-
tauración de la historia y á la organización de un nuevo gobierno.


ha aplicación del método ecléctico al estudio de la historia sirve
para explicar cumplidamente aquella alta imparcialidad (pieos fuerza
reconocer en Mr. Guizot , cuando llama delante de sí unos después
de otros todos los hechos que contr ibuyen á res taurar la fisonomía
de aquellas épocas his tór icas , olvidadas de todos los historiadores
franceses del siglo x v m . Mr. Guizot no suprimí; la Iglesia, ni el mu-
nicipio, ni la c iudad, ni la ar is tocracia, ni la democracia , ni la m o -
narquía . , \o supr ime los restos de la civilización imper ia l . ni los
gérmenes de la civilización que estaban como dormidos y ocultos
en las entrañas de los pueblos bá rba ros , ni la civilización pontificad,
ni la oscura y perezosa organización del feudalismo, ni el m a g n í -
fico desarrollo de las instituciones municipales y monárquicas : y
no supr ime nada de eso, porque la civilización actual es o! r e su l -
tado lógico , inevitable de la acción simultánea de todos esos g é r -
menes desarrollados , de lodos esos elementos unidos . de todas os.:o.
civilizaciones incompletas y parciales.


De esta manera ha aplicado Mr. Guizot el eclecticismo á la h i s to-
ria : en la carta próxima , examinaré de qué manera le ha aplicado
á los estudios políticos y á las materias de gobierno : y en otra que
publicaré después , \ que será la última que consagraré á osle asun-
to, procuraré descubrir lo que tiene de falso y de incompleto la filo-
sofía ecléctica ; y lo que Mr. Guizot, considerado como historiador y
como político , tiene de incompleto y de falso.




LA primera restauración de los Iku bonos no l'ué más que un vano
simulacro que desapareció como una s o m b r a , y se disipó como un
sueño. Apenas saludo las r iberas de la Francia el g igante que era el
prisionero de la Europa , cuando la nac ión , como íuera de sí misma,
y olvidada de sus reyes , salió á recibir las águilas imperiales.
Luis XVIII volvió á pisar el suelo e x t r a n j e r o , y Napoleón volvió á
sentarse en el trono que Labia levantado como monumento de su
gloria.


La escuela ecléctica nada podia espera r de un hombre que al
dogmatismo desdeñoso de su razón unía el inflexible de la espada .
Napoleón, gobernaba organizando; poro también gobernaba supr i -
miendo lodos los entendimientos y todas las voluntados rpie no so
consagraban al servicio de su persona. Si su poder hubiese sido
igual á su deseo , para supr imir la idea de la legi t imidad, hubiera
suprimido todas las i d e a s ; y para suprimir la revolución v la m o -
na rqu í a , hubiera suprimido la historia. La Francia no debía tenía-
nlas que una cabeza , un entendimiento , una voluntad , un brazo :
y él se consideraba á sí mismo como el b r a z o , la v o l u n t a d , el e n -
tendimiento y la cabeza de la Francia. 'Iodo lo que no iba á abso r -
berse en ese panteísmo imperial , debía ser suprimido : el mundo




— 393 —


no quiso dejarse absorber , y por eso armó guerra á lodas las nacio-
n e s ; si su poder hubiera sido tan inmenso como su ambic ión , h u -
biera conquistado ó hubiera suprimido o! mundo. No contento en sus
aspiraciones gigantescas , con ser una nación, hubiera querido ser
el género humano .


La filosofía revolucionaria enmudeció con la restauración im-
perial , como liabia enmudecido durante el imperio : la católica y
la ecléctica emigraron con los Horbones. Mr. Guizot era el r e p r e -
sentante de la filosofía ecléctica , que para distinguirse de la ca tó -
lica, se l lamaba liberal, y para distinguirse de la revolucionaria, se
l lamaba monárqu ica ; y monárquica y liberal á un mismo tiempo,
para caracter izarse á sí propia. Eran representantes de la filosofía
católica los caudillos de la primera emigración , los cuales aspiraban
á res taurar la monarquía que habían conocido sus padres . Estas dos
escuelas aspiraron á prevalecer en los consejos de Luis XVIII , el
cual solicitado en diversos sent idos, se inclinadla unas veces á s a -
tisfacer á los absolutistas, y otras á contentar á los liberales. Mr. de
Tayllerand se declaró por los últ imos, é hizo inclinar á su favor el
platillo de la balanza. Y no c ier tamente pon pie el príncipe de Tay-
l lerand fuese ecléctico : el pr íncipe no era ecléctico, ni catól ico, ni
revolucionario, y era todas estas cosas sucesivamente : sino porque
era el h o m b r e de aquella situación, como el de todas las situaciones:
y en aquellos t iempos, la fuerza irresistible de las cosas hacia n e -
cesaria una avenencia en t re los intereses nuevamente creados y los
intereses seculares ; entre las ideas que habían sobrevivido ó la r e -
volución y las (pie habían servido de fundamento á la antigua m o -
narquía ; en t re la revolución y la historia.


Entre Mr. de Tayllerand y los demás h o m b r e s , apenas habia
a lgunas ligeras semejanzas : mient ras que no habia ninguno que no
se consagrara al servicio de una idea filosófica ó d e una forma de
gob ie rno , él liabia puesto á su servicio lodos los gobiernos y todas
las filosofías. Él habia recibido del Cielo un don ines t imable , el de
ver lo futuro en lo presente : ó lo que es lo mismo , el de ver lo
presente mejor que los demás . Mr. Cousin ha proclamado la imper-
sonalidad de la razón , y yo por nú parle estoy inclinado á ade r i r -




_ 3ÍIÍ1


me á la opinión do osle filósofo, si él por la suya está dispuesto á con-
cede rme que ese principio no puede aplicarse á la razón de Mr. de
Tavllorand : tan lejos estaba de ser impersonal en é l , que se Iras-
formo en su propia persona. 111 príncipe de Taylleram! no e ra , como
lo< den las , un ser in te l igente : era la inteligencia : no era un ser
razonable ; ora la razón humana , personificada en un hombre , lil
príncipe no estaba sugeto al imperio de las pasónos : él ni amaba
ni ahornada ; porque los hombres no eran otra cosa para él sino
instrumentos I Í obstáculos. No tenia temores ni e spe ranzas , porque
¿qué pedia temor é l , que \oia los peligros y el modo de ev i ta r los?
¿ni (pié podía esperar é l , (pie todo lo tenia? ¿Esperar ía por v e n -
tura enr iquecerse? no : porque el dueño de iodos los secretos de
Estado , era el señor de lodo el dinero del mundo : ¿ le aquejaría la
ambición de hacerse un nombre glorioso? no : porque estaba en
((nieta y pacífica posesión de la gloria : ¿espera r ía alcanzar el p o -
d e r ? no : porque conversaba de igual á igual con los príncipes de
la t ierra. En sus acciones no estaba sujeto con la rémoia de la r e l i -
gión , porque no era rel igioso; ni con la de la m o r a l , porque j amas
buscaba lo justo sino lo conveniente : ni por la del patriotismo, po r -
que lioso asió j amás a l a s cosas perecederas , y es perecedera la glo-
ria do las naciones ; de él no puede decirse (pie ora francés ni c iu -
dadano del universo : menos distante de la verdad estaría el (pie
afirmara que era una potencia pacífica y neutral , que tenia en su
mano la balanza de las potencias be l igeran tes .


Aniquiladas, ext inguidas en él hasta este punto las pas iones , su
voluntad era l i b r e , l a m a s libre de la t i e r ra , y esa voluntad estaba
loda entera al servicio de su razón, ocupada exclus ivamente en a p r e -
ciar los acontecimientos humanos desde su eminente , s e r e n a , i nac -
cesible al tura : desde allí escuchaba el confuso rumor de las opinio-
nes y de los acontecimientos; y mientras que los domas hombres
solo se escuchaban á sí propios , é l , puesto un sello á sus labios ,
escuchaba lo que esos acontecimientos y esas opiniones le decían.
Cuando la Convención proc lamaba, en medio de un silencio sepul-
cral , la eternidad de sus obras , Tayllerand escuchaba un confuso y
sordo rumor (pie salía de las entrañas de la Francia y del m u n d o ,




j l j l l


anunciando al que había do venir para poner el pie en el cuello do
la serpiente . Cuando Napoleón recorría triunfante la Europa , m o n -
tado en su caballo de batalla y recibiendo como el dios de- la guerra
el incienso de las naciones , Taylíerand escuchaba ya los lamentos
de la Francia en Walerlbo , y se preparaba para dar audiencia en
su propia casa á los pr íncipes y a los r eyes á quienes e-taba reser-
vada la victoria. Cuando Carlos X se lanzó en el camino que lo lle-
vaba á su perd ic ión , el escuchaba ya el estruendo de la revolución
de julio : cuando lodos la anunciaban una muerte p rematu ra , él la
anunció una larga v i d a ; porque solo él escuchaba el himno do la
paz que el mundo estaba en tonando , cuando lodos creían escuchar
el himno de la gue r r a .


Bonaparle y Taylíerand se parecen uno y o t r o , en que fueron
los hombros más grandes de su s ig lo ; se diferencian entre s í , en
(pie cada uno de ellos lo fué de diferente m a n e r a . Bonaparte (pieria
absorber el mundo en su persona; Taylíerand no quería dejar-e ab-
sorber ni por Bonaparte ni por id mundo, Bonaparte quería delinear
un nuevo mapa de Europa c u l o s campos de bata l la ; Taylíerand
dibujaba ese mapa en los Congresos. Bonaparte no hubiera sido lo
que fué sin la Francia ; Taylíerand lo era lodo por sí mismo,. Bona-
parte se engañó en Bailen, en Vloseow y en Wale r lóo ; Taylíerand
no se engañó nunca . Bonaparte atesoró g r a n d e z a s , ¡jara concluir
por la bancarrota ; Taylíerand estuvo atesorándolas liaste, la hora de
su muer t e . Tayl íerand murió en Par í s ; Bonapar le en Santa Elena.
Bonaparte reclamó y obtuvo la soberanía del genio , que Alejandro,
César, Cromwel habían obtenido en las pasadas edades, y que o í r o s
han de obtener en las edades venideras . Taylíerand obtuvo sin r e -
clamarla la soberanía de la razón, que ninguno había obtenido hasta
entonces , y que es difícil . sino imposible , que mi adelante obtenga
jamás n inguno. Las últ imas palabras de Bonaparle fueron consagra-
das á Dios : el último discurso de Taylíerand fue un elogio de la teo-
logía. Fno y olro al espirar buscaron un refugio en la fé , eonté-
saron la divinidad del Salvador de los hombros ; y prosternados y
contritos , presentaron al píe de su trono la rica ofrenda de las gran-
dezas ter renales .




l i l i


\ o l \ a i i i o * a anudar el hilo de mi discurso. Dueña la e-cuela
oidéclica del ánimo del monarca , y vcriticada la segunda res taura -
ción después de los Cien Dias, el eclecticismo dio á la Francia un
gobierno <¡uo no tuvo necesidad de inventar, porque se le encontró
establecido en Inglaterra. Ksla especie de gob i e rno , al (pie so ha
dado el nombre do represen ta t ivo , era, á los ojos de los filósofos
eclécticos, el ilosiiírruluní de la Furopa y del inundo, y la más perfecta
y más g rande de las instituciones humanas . Fn é l , la monarquía,
la aristocracia y la democracia se mueven sin encontrar res i s ten-
cias , se desarrollan sin obláculos , y se combinan sin absorberse .
Para los eclécticos , la perfección en la Filosofía consiste en la co-
existencia, de la materia del espíritu, del cuerpo y del alma , de las
ideas y de las sensaciones : la perfección en la Historia consiste en
la coexistencia de todos los hechos sociales : la perfección en el
Gobierno consiste en la coexistencia del orden y de la l ibertad ; de
la conservación y del p rog reso , de la democracia , de la ar is tocra-
cia y de la monarquía.


Go.a os las máxima- , que prevalecieron en la segunda res taura-
ción, vinieron á público cer tamen todos los partidos y todas las
opiniones. La escuela católica , la ecléctica y la revolucionaria p u -
dieron proclamar sus dogmas l ibremente , en la prensa, en la cátedra
y en la tribuna. La discusión habia destronado á la gue r ra . La a u -
rora del día de la tolerancia y de la libertad comenzaba á lucir en
el horizonte del mundo.


Ni anles ni después ha existido una época en la historia , más
rica de libertad y do ciencia ; de catedrát icos , de oradores y do pu-
blicistas. Futre los primeros y los ú l t imos , se distinguía M. Guizot,
que era sin ningún genero de duda el hombre que representaba más
cumplidamente el eclecticismo político que habia llegado á prevale-
cer en el gobierno. M. Guizot era el hombre más libre de la F r a n -
cia : á l ó m e n o s , era el que habia penetrado más adentro en o] es-
tudio de las instituciones l ibera les , el que con más ardor se habia
consagra/ loa su servicio. B e n j a m í n Constanf, que es el único que
puede, comparársele , no tuvo aquella conciencia vasta de la 1 i l icitad,
comprensiva, profunda, que se advier te en los discursos y en los


rowi a 2«




- № -
libros de M. Guizot , (¡ue era el ecléctico por excelencia . Benjamín
(lonstant se contenia con ensebarnos ra ía les el mecanismo propio
ile los gobiernos constitucionales : M. Guizot hacia más . porque nos
descubre su naturaleza y a i índole. .Mientras ¡pie Benjamín Cons­
tant se ocupa exclusivamente en el estudio de ¡as lia anas que distin­
guen á los gobiernos representat ivos de todos los d ianas , M. Gui­
zot se ocupa en el estudio de los principios ¡pie le eonst ¡luv en , y
en las ideas que le sirven de fundamento ; en fui , mientras que
Benjamín Constan! nos descr ibe su estructura, M. Guizol nos cuenta
su historia.


Mr. Guizot prestó constantemente el apoyo ¡le su talento á la
oposición l ibe ra l , y combatió siempre en sus lilas. Cerrada su cáte­
dra por un gobierno (¡ue comenzaba á manifestarse receloso, le
declaró en la prensa una guer ra de m u e r t e , poro sin traspasar
nunca ni ios límites de l a legalidad , ni los de una discusión tem­
plada y decorosa. Sin e m b a r g o , a n d a n d o el t i e m p o , el gobierno y
e l partirlo liberal vinieron á ex t r emo­ ( a l e s , que iba haciéndose en­
tre ellos imposible toda especie de acomodamiento ó avenencia.
Siendo el gobierno vencido, lo era con él l a prerogativa real; siendo
vencida la oposición , quedaba vencida también la prerogativa par­
lamentar ia . Siendo este el estado de las cosas , no ( T a difícil prever
que estaba próximo el día en (¡ue el parlamento y el trono habian
de. remitir sus pretensiones al trama­ ¡ le las batallas. La Cámara de
los diputados rompió las hostilidades, con la lamosa contestación de
los 221 al di­curso de la corona. La ('«'¡¡¡¡ara fué disuella ; el partido
liberal rrano las elecciones. VA b e y dio los famoso*­ decretos , v
amaneció e;i la brancas o! día de la revolución , el <;ia de los tres
dias.


•.Fué este dia fausto o nefasto? •Fstuvo la r a z ó n , el derecho,
la justicia de parto de la Llamara, ó de parte del t rono? F.l éxito dio
la razón á los vencedores : falla ver á quién la darán la posteridad
y la historia.


La revolución ¡le julio dio un paso a t r á s , después de su vic­
toria: v brindo con (d cetro al principe mas emparentado con sus
r e v é s , al príncipe que había de poma fui a ­u­ desmanes . ai p n n ­




— ta;; -


cipe que la Providencia tenia como en r e se rva , en su misericordia,
para salvar de ese gran cataclismo á su nación y á su familia, á los
Borlmncs y a ia Francia . Luis Felipe es la única obra gloriosa de la
(•evolución de los fres dias : todo lo que se ha hecho g rande y
glorioso después , es obra de Luis Felipe : obra suya es la l ibertad
y la prosperidad de la F ranc ia ; la tranquilidad de los soberanos de
la F.uropa , y el reposo y la paz de las naciones.


Mr. Guizol contr ibuyó con todas sus fuerzas al triunfo de la re-
volución sobre la monarquía , y con él contr ibuyeron á la misma
obra iodo.-, ios filósofos de su escuela. ¡ Cosa s ingular ! Kl eclect ic is-
m o , (pie habia prometido gobernar sin fanáticas supresiones, luego
que alcanzó el imperio, comenzó por suprimir la dinastía, y por mu-
tilar la aristocracia fanáticamente.


Entonces sucedí*') lo que debia sucede r ; que habiendo arrojado
los eclécticos su máscara , se concluyó el eclecticismo, como filosofía
y como escinda; quedando solo en pié la monarquía en el estado
de protestantismo . v í a revolución en el e-mdo de gobierno.




LA filosofía ecléctica tuvo partidarios a n u e n t e s , mientras era una
esperanza; y vio conjurada contra sí á toda la turba de los filósofos,
cuando no fué más que un ilesenijaña. Entre tóalo-. «o distinguen
por el tesón de sus ataques y por el fanatismo de su odio Ehermí-
nier y L e r r o u s ; de los cuales , el pr imero la ha combatido con las
a rmas de una filosofía vaporosa , (pie andando el tiempo podrá salir
de sus l i m b o s , pero que no tiene aun ni íisotioniía ni n o m b r e :
mientras que el segundo lia dirigido contra ella , no con mayor for-
tuna , el ar iete de sus elucubraciones neo-cr is t ianas. Dejando á un
hadólas elucubraciones del uno y las imaginaciones del o t r o , com-
batiré á la filosofía ecléctica con las a rmas (lid buen sentido.


Ea filosofía ecléctica no es falsa ; porque no tiene por fundamento
un error : pero es insuficiente ; porque la verdad en que se funda-
es una verdad incompleta. Eos eclécticos han dicho : — « El alma \
el cuerpo existen : luego la filosofía debe proclamar su existencia.
El elemento católico , el bárbaro y el romano han existido al mis-
mo tiempo en las épocas bárbaras y feudales ; luego su coexistencia
debe ser proclamada por la historia. El (demento monárqu ico , el
aristocrático y el democrát ico coexisten; luego su coexistencia debe
ser proclamada por la política.» — V dicho esto , los filósofos e c l é c -
ticos han ent rado en un profundo reposo.




— ií>:> -


Ahora b i en ; ese repuso es la muerte de su filosofía : porque
toda filosofía , para que sea digna de este n o m b r e , d e b e satisfacer
a dos preguntas : conviene á saber : ¿ (niales son las cosas que
existen? ¿de qué manera existen? Porque todo lo que exis te , exis te
de cierta m a n e r a : ó para expl icarme mas c l a ro ; hay dos especies
de existencias simultáneas , que deben de ser s imul táneamente el.
objeto de la filosofía : conviene á saber : las cosas que existen ; y
las relaciones <¡a.e existen entre las cosas. La filosofía que tuviera
por objeto explicarnos la índole de las relaciones de las cosas en t re
s í , haciendo abstracción de las cosas, sería a b s u r d a ; y la que se
propone solamente hacernos una descripción estadística de las co -
sas <pie exis ten, haciendo abstracción de las relaciones que las unen ,
os una filosofía incompleta.


(iuando la filosofía católica, hablando por boca de San Agustín ¡; 11,
delirio al h o m b r e , d ic iendo, que es una inteligencia servida ¡>ar
órganos, cumple en esta definición, sublime como todo lo que le
p e r t e n e c e , con todas las condiciones (pie tenemos derecho de exigir
en una tilo-salín : con efecto, al mismo tiempo que nos dice , como
la filosofía ecléctica , (pie el cuerpo y el alma existen , nos dice tam-
bién de qué manera existen el alma y el cuerpo. 1.a filosofía c a t ó -
lica coloca el alma en el t rono , y pone el cuerpo á su servicio ;
mientras que la ecléctica guarda sobre sus relaciones el silencio m a s
profundo.


Mr. Guizot, al proclamar la coexistencia del elemento católico,
del bárbaro y del romano en la historia ; y la coexistencia , en la
sociedad , de la democracia , de la aristocracia y de la monarquía,
ha guardado también , en cuanto á sus re lac iones , el mismo p r o -
fundo silencio. De manera , (pie boy dia e s , y Mr. Guizot, después
de haber conversado con el público por medio de la prensa . desde
la cá tedra , desde la silla ministerial y desde la t r i buna , no le ha
revelado todavía s u secreto acerca de las mutuas relaciones de los
elementos que coexisten en la sociedad , en los gobiernos y en la


l i i K S I H ( I r l i n i n n n i'>t;i i"i ti-, v i n a - d e M r . ¡te. B o u a M ; [ 'ta' 1 1 sus f l i a i ien l" . - , pe í


l'Mitvi-ii ¡i S a n A e u - a i i ! . <|.. • | ui>. | i M r . . | , . K o n . ' i l ' l l as h i m a - á n . r i f a r l e . \V.-i>i-.r ¡a-


' 'nii/esio,) >




historia. Creyendo que nada lo queda por hacer después de haber
proclamado su coe.visíencia, ha olvidado de todo punto su gerarifuía.
Ahora bien : la (jerarquía es la organización armónica ; y la o r g a -
nización armónica es el o r d e n . la coexistencia de las cosas sin la
gerarquía es el caos.


Cuando Dios creó los mundos , el acto único de su creación com-
prende en sí dos creaciones ; por la pr imera , sacó á los mundos de
la nada , y les dio la vida embr iona r i a , la vida confusa : durante la
vida embrionaria , todas las cosas coexistían : pero na había lugar
para ninguna cosa , y lodos las cosas eslabón fuera ¡le su lugar : por la
s e g u n d a , les dio la vida g e r á n juica, la. vida o rdenada , la vida i n -
tel igente. Entonces fue cuando el hombre ocupó el trono de la t ier-
r a ; cuando se dilataron por su hondo lecho los m a r e s ; (anuido se
encendió la lámpara d é l o s c ie los ; cuando nacieron las estaciones,
y cuando las esferas describieron con movimiento cadencioso sus
círculos inmortales . Entonces y solo entonces la obra de la creación
fue comple t a , porque coexistieron l a s c o - a s , y estuvieron trabadas
armoniosamente ent re s í , por medio de leyes generales y de rela-
ciones comunes .


Cuando la filosofía monárquica dice, por boca de Mr. de bonald,
(pie «en el Estado hay tres personajes sociales, el poder que m a n -
d a , el ministro que s i rve y el subdi to que obedece; opio el rey es
el poder, la aristocracia el ministro , y (pie el subdito es el pueblo»,
la filosofía monárquica ofrece al entendimiento una creación com-
pleta, pon pie nos enseña cuáles son los personajes sociales , y cuál
es su gerarquía . Cuando la filosofía democrá t i ca , conservando los
misinos personajes, pero al terando sus mutuas relaciones, nos dice,
que. « el poder es el pueblo , el subdito el individuo , y el ministro
el magis t rado », la filosofía democrát ica ofrece también al entendi-
miento una creación comple ta , porque nos enseña cuáles son las
cosas que coexisten en la sociedad, y cuáles las relaciones que exis-
ten en t re las cosas sociales. Pero cuando Mr. Guizol se contenta con
decirnos que 'da monarquía , la aristocracia y la democracia coexis-
ten en la sociedad y en la historia ; y (pao el boy, la Cámara de l o s
Pares v la Cámara de los Diputados las representan en el gob ie r -




no » , Mr. Guizot solo ofrecí, al entendimiento una creación ¡neom-
pleta , confusa , embr ionar ia . La sociedad busca el p o d e r ; y no
encontrándole , pierde los hábitos de la obediencia. El espíritu busca
el poder : y no e n c o n t r á n d o l e , pierde la noticia del derecho.


Y no se diga que Mr. Guizot coloca el poder en el consensus de
la trinidad política ; porque , siendo el poder una cosa necesaria, no
puede hallarse, en el consensus de la trinidad const i tucional , que e s
una cosa cota'ingenie.


Yo concibo el gobierno constitucional corno (laidos X le c o n c e -
bía; es dec i r , localizando la potestad suprema y decisiva en el t r o -
n o : como la Inglaterra le concibió , antes de su reforma par lamen-
taría ; es d e c i r , localizando esa potestad en la ar is tocracia , r ep re -
sentada por la Cámara de l o s Pares : y como Mr. Tincas le concibe;
es dec i r , localizando la potestad suprema y decisiva en la Cámara
(¡ue representa d i rec tamente los intereses del pueblo, i''ero no con-
cibo el gobierno constitucional de Mr. Guizot. (mando teme ponei
esa potestad raí manos de la Cámara de los Diputados , porque le
asusta la democracia; cuando rehusa colocarla en la Cámara de los
P a r e s , porque la aristocracia hace pasar por delante de sus ojos
visiones temerosas ; cuando se niega , en fui, á confiársela al Rey,
receloso del engrandecimiento de la monarquía .


Mr. (oiizol es el único publicista y el único h o m b r e de Estado,
(¡ue ha hecho de la desconfianza universal el principio fundamental
de su s i s tema, y el principio regulador de su conducta,; el único
que ha suprimido el poder por temor de sus abusos. Cuando el g o -
bierno do Carlos X publico sus famosos dec re tos , Mr. Guizot , teme-
roso del despotismo monárquico , suprimió la d inas t ía , y mutiló la
Cámara (lelos Pares : cuando la democracia victoriosa quiso cons -
tituirse en poder , Mr. Guizot comba t ida la democracia : (mando el
gabinete de I ."> de Abri l , presidido por Mr. Mole , defendió la inde-
pendencia de la prerogativa real en sus relaciones con el Par lamen-
to , Mr. Guizot se lanzo a la coalición, temeroso del triunfo de la
prerogativa monárquica : cuando Mr. Thiers quiso hacer prevalecer
el gobierno parlamentario sobre el gobierno personal , Mr. Guizoí
combatida! gobierno parlamentar io. Por donde se ve , que Mr. Gui-




¡ O S •


zoL, á quien llaman conservador los conservadores , es no solo un
hombro revolucionario, sino el revolucionario por exce lenc ia ;
puesto que , mientras que los llamados revolucionarios están p r o n -
tos cuando mono.-- á reconocer un poder, el de la revolución , mon-
-ieur Guizot o- el único que no reconoce n inguno; el único que
persigue, al poder en d o n d e q u i e r a que le e n c u e n t r a ; el único que
le sofoca donde quiera que se organiza ; el único que no le consiente
v iv i r , l lámele rey o p u e b l o , taimara de lo- Diputados ó Gámara de
los P a r e s ; el único , en lin . que le va s iempre á lo- alcances, como
si fuei a un enemigo del reposo público.


De esta m a n e r a , Mr. Guizot ha venido á destruir con sus propias
manos su propia obra ; después de haberlas condenado á vivir una
vida común en una paz imposible, Mr. Guizot ha matado una d e s -
pués do otra á las tres hermanas rivales que no (pusieron vivir j u n -
tas. La monarquía murió á sus manos en ju l io ; la aristocracia en
agosto : la democracia en set iembre í I , . Kn la teórica, proclamó su
riie.risli'iicta , y" suprimió su (jcran/fifi: en la p rác t i ca , ha suprimido
su yeran/tiía ¡) su coexisleitCHt. .Nuevo Sansón, ha querido perecer
con todos los filisteos, no d i jando en pie ni una columna ni un pilar
en el templo de las insti tuciones.


De lo dicho se inliere , que Mr. Guizot es un hombre esencial-
mente negativo. Lo os en teórica ; porque toda su filosofía se reduce
á la demostración de los inconvenientes (pie lleva consigo el d e s a r -
rollo, á costa ( le los demás , del elemento moná rqu i co , del aristo-
crático (i del democrá t ico; ó lo que es lo m i smo , á la demostración
de los inconvenientes (pie lleva consigo la constitución del poder en
las sociedades humanas ; puesto que el podía" no existe, no se cons-
ti tuye, sino con la condición de alcanzar un desarrollo p r eponde -
rante sobro lodo lo tpie no es él , sobre todos los elementos que
deben servirle , ó que deben obedecer lo , bs negativo en la práct ica;
porque , ministro o diputado do la oposición, no ha hecho nunca otra


i 11 l-'.ii i <!>• 1 s i í a . s, . \ e n I V . i l.i i v v . l i i ' - ; " i ! . K n n s r . » . i i > <!••! m i - i i i " , i f i " . I,i u m -
l i lac iu i i a^ l.i C á m a r a <!•• l„- l ' a r e - , K n s e t i e m b r e d e 1 S.'Í.V. s e | . r , . i M i i l i r ó la l 'mii. . . ; .
l . ' i O - ' . t e h .¡i • .i¡i!ra la ¡ m ú r e n l a \ [a - a i . ' l i c i i U l e s j i . , ! |l ¡ e a -




— ш —
cosa sino oponer su veto individual , unas veces al desarrollo de las
fuerzas democrát icas , y o t r a s , s i m e es permitido usar esta e x p r e ­
sión , al de las fuerzas gubernamenta les .


Siendo un hombre negativo, Mr. Guizot es un hombre estéril;
porque Dios ha condenado á la esterilidad al que niega. Siendo la
base fundamental de su sistema político contener el desarrollo p r e ­
ponderante de la aristocracia , de la democracia y de la monarquía ,
las ha condenado al reposo : única manera de hacer imposible un
desarrollo p r e p o n d e r a n t e , un desarrollo deso rdenado ; única m a ­
nera , en l in, de conservar entre los elementos políticos y sociales,
lo tpie Mr. Guizot llama un saludable equilibrio. Pero como todos
los elementos sociales y políticos t ienen una inclinación natural á
dilatarse, Mr. Guizot se ha condenado á una agitación continua para
impedir su di la tación, conservándolos en un estado contrario á su
índole , en un estado de inalterable reposo. Nada hay á mis oj'os
mas digno de atención , que el espectáculo de este hombre político,
que consume su vida en una guerra continua y en una agitación
¡•terna, para conseguir una cosa imposible ; el reposo y la paz de t o ­
dos los elementos políticos y sociales.


Mr. Guizot ha trasladado su sistema filosófico , de la política in­
terior á la política de la Francia , en sus relaciones con el m u n d o .
La pai.r parlaat, la paix toujours no significa otra cosa sino un s is­
tema de reposo \ de equi l ibr io , aplicado á las naciones. Mr. Guizot
quiere el reposo de t o d a s , porque no quiere la preponderancia de
ninguna. Fneinigo de la unidad social , es enemigo de la unidad eu­
ropea ; y la combatiría aunque se realizara por la Francia y en b e ­
neficio de la Francia . Mr. Guizot quiere la coexistencia sin la gerar-
ijoía en las naciones , como la apetece en los elementos sociales. No
por esto estoy yo inclinado á creer que es contrar io á la g u e r r a ,
considerada en sí misma. Lo que aborrece en la g u e r r a , no es la
guer ra , s ino la victoria, lina guerra estéri l , es decir, una guer ra
sin vencedores ш venc idos , no sería una cosa opuesta á su carácter
ni á su sistema filosófico; puesto que vendría á producir el mismo
resudado que la paz ­ el equilibrio ent re las naciones. Digo mas ' to ­
davía : si Mr. Guizot estuviera seguro de que la guiara había de




— ItU —
producir esto resul tado , tengo para mí que había de proclamar la
guerre partoul , la guerre toujours, como un medio de propagación
de su sistema : y de h e c h o , esta especie de guerra es la que tiene
por buena y conveniente en las sociedades humanas : ¿(pié otra cosa
es el gobierno represen ta t ivo , como Mr. Guizot le concibe , sino un
estado p e r m a n e n t e de guerra , que no debe terminarse nunca por
una victoria decis iva? ¿Qué otra cosa significa la coexistencia de
todos los elementos sociales sin la gerarquia, sino la guerra sin la
victoria ?


De lo dicho hasta aquí resulta , (¡ue Mr. Guizot consiento que se
pongan en tela de juicio todos los problemas políticos y sociales; con
t a l , e m p e r o , (¡ue no so trasfbrmen nunca en verdades demostradas .
Mr. Guizot no lleva á mal que se discuta en el Par lamento , y en la
t r ibuna , y en la prensa la cuestión del pode r ; con t a l , e m p e r o ,
que no salga el poder del seno de la discusión, abriéndose paso en
el mundo de los hechos , después de haber triunfado en la región de
las ¡deas. Mr. Guizot consiente que la m o n a r q u í a , la democracia y
la aristocracia presenten sus títulos á la dominación ante el tribunal
de la opinión púb l i ca ; con tal , empero , q u e , oidos los abogados
de las partos y ven ido el pleito á vistas , no se pronuncie la sen ten-
cia. En el idealismo político de Mr. Guizot, los par t idos , los in t e re -
s e s , las instituciones mismas son un vano simulacro.


Mr. Guizot se ha formado una idea falsa del poder, y una idea
incompleta de la libertad ; pero sobresale en el ar te de ocultar lo
que la primera tiene de falso , v lo que la segunda tiene de incom-
pleto. Ocupado c v d u s i v a m e n t e en pesar el pro y el contra de las
cosas , tiene un talento admirab le para hacer la exposición de los
sistemas políticos y filosóficos. Su elocuencia es g rave , reposada,
so lemne. Ea tr ibuna es para él una c á t e d r a ; sus discursos son lec-
ciones, finando habla., no deja á sus oyentes ni convencidos ni e n -
tus iasmados ; pero los obliga á que le r indan e! único homenaje que
le lisonjea : el de la admiración y el del respe to . Mr. Guizot se su-
blima c e n i a s tormentas pa r l amen ta r i a s ; las tempestuosas discusio-
nes solo s i rven para realzar la majestad serena de su frente. Con-
vencido de la impopularidad de sus doct r inas , s a b e arroMrar con




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una fiereza altiva los odios populares . Bien persuadido de la ventaja
que lleva á los dornas el que afirma osadamente , Mr. Guizot es i m -
perturbable en sus afirmaciones. Los que están acostumbrados á
penetrar en el fondo d e las cosas , sin hacer caso de las vanas a p a -
r iencias, están menos inclinados á atr ibuir al desden la fiereza con
que arrostra la impopularidad , que al despecho. Algunos han c r e í -
do ver al hombre que vaci la , en el hombre que hace alarde de su
ap lomo : oíros sospechan que su valor es aparente , y que el m i s -
mo que aumenta el volumen de su voz en las tormentas par la -
mentarías de hov d ia , hubiera guardado un profundo silencio en
los tumultos convencionales. No falta, en fin, quien sospecha que
Mr. Guizot oculta un escepticismo real en un dogmatismo aparen te ,
que viene á ser en él io (pie serían los atributos <!e la í é , puestos
por un estatuario caprichoso en la estatua de la duda . Mr. Guizot
no es simpático ni indulgente. El vínculo de sus alianzas no es la
amistad, sino id odio. Su tratado de paz con los conservadores no s ig-
nifica otra cosa sino que ha declarado la guerra á la oposición: y
su tratado de paz (ron la oposición no significa otra ('osa sino que va
á romper lanzas con los conservadores . Los que él llama sus a m i -
g o s , no son otra cosa en realidad sino los enemigos de sus a d v e r -
sarios. Los partidos le dan lo mismo que de él r e c i b e n ; sus odios :
todos ¡e respetan; ninguno le estima. Mr. Guizot es mas escolástico
(pie lógico: y más bien que un pensador , un a r t i s t a : por esta r a -
zón, sus discursos se, dist inguen , más bien que por la rectitud de
los pensamientos , por el aparato artificiosamente científico de las
formas. Ambicio.-.!) do poner en el cuello de los •loma- el yugo
de su dominación, para conseguir mejor sus intentos comienza por
conservar en todas ocasioues el dominio sobre sí propio. El e n t u -
siasmo es una co-a tan contraria á su na tu ra leza , que así se niega
¡i recibir le , como rehusa comunicar le . Mr. Guizot no combate nunca
en (d terreno de los demás : y llama á l o d o s ¡i combatir en su pro-
pio te r reno . El desdeña las ideas que no t iene . y en cada cuestión,
ó por mejor decir en todas las cuestiones , no tiene más que una
nica, lín las cuestiones exter iores , por ejemplo, no vé m a s q u e una
cuestión de coexistencia y de equilibrio. Si alguno mal avisadoquie-




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UN l'EL TUMO sta.iUNJJU.


re ve r en ellas una cuestión de patriotismo y de gloria , Mr. Guizot
ni acepta ni combate ese punto de v i s ta : dice inmseat, y continúa
su discurso. Mr. Guizot es un hombre probo, inflexible en sus prin-
cipios mora l e s , y severo en sus costumbres. El historiador vale en
él mas que el político ; el orador mas que el hombre de Estado; sus
talentos mucho mas que sus sistemas. Sus sistemas pasarán , como
pasan los e r r o r e s ; pero cuando hayan pasado , resplandecerá toda-
vía , como un hermoso luminar , la luz de su clarísimo ingenio.




INDICE DEL TOMO SEG(IMX).


VA. CLASICISMO Y KL ROMANTICISMO ">


P O L É M I C A C O N E L D O C T O R R O S S I , Y J U I C I O C R Í T I C O A C E R C A D E LOS rii'icrm.vAKKis. 4.H
DE LA MONARQUÍA ABSOLUTA EN ESPAÑA.


I. D E L A M O N A R Q U Í A A I S S O L C T A , C O N S I D E R A D A E N S U O R I G E N . 71


II . D E L A M O N A R Q U Í A A B S O L U T A , D E S D E L A I R R U P C I Ó N D E L O S A R A R E S H A S T A I.A ('OVJUISTA P E G n A Ñ A D A P O R I.OS R E Y E S C A T Ó L I C O S . . . . 9S
E S T A D O D E L A S R E L A C I O N E S D I P L O M Á T I C A S E N T R E F R A N C I A Y


E S P A Ñ A , E X P L I C A D O POR E L C A R Á C T E R D E L A S A L I A N Z A S E U R O P E A S 1 4 H
P R O Y E C T O D E L E Y S O B R E E S T A D O S E X C E P C I O N A L E S , P R E S E N T A D O


Á L A S C O R T E S P O R El. M I N I S T E R I O DE D I C I E M B R E . , , , 1 9 1
A N T E C E D E N T E S P A R A L A I N T E L I G E N C I A D E L A C U E S T I Ó N D E


O R I E N T E , . . 211
D E L A I N T E R V E N C I Ó N D E L O S R E P R E S E N T A N T E S D E L P U E B L O E N


I \ IMPOSICIÓN DF LAS f O N T R i n i T I O N E S 2(í.'l




l > ; i K i i i a s


S O B R E L A I N C O M P E T E N C I A D E L G O B I E R N O Y D É L A S C O R T E S P A R A


EXAMINAR V JUZGAR I A CO.NDtCTA D E S . - M . L A RKI-VA MADRE D O Ñ A M A R Í A
C R I S T I N A D E B O R R O » , E S SU C A L I D A D D E T U T O R A Y C U R A D O R A DK SUS A U G U S T A S H I J A S . . 2 9 5


C A R T A S D E P A R Í S A L HERALDO E N 1 S T 2 , 3 3 2


FIN D E L íxnirr..