PERSONAJES CÉLEBRES
}

S\ > ' - CI V V


PERSONAJES CÉLEBRES
DEL SIGLO XIX.


POR


UNO QUE NO LO ES.


La biografía es el' arte de reu-
nir el personal d e j a historia, d e
I as ciencias , de las letras, de las
artes y de la sociedad. . .


J. NORTINS.


TOMO V.


M A D R I D ,
IMPRESTA DE D. FERNANDO"


PLAZUELA DE fiKI.ENO.llE , 3


1843.








ÍH.IRKEí'ÍFDBCDSBiS.


Репшои ctlelra Iti Siilo XIX..




2 P E B S O N A J E S CELEMÍES.


lar , sino taml)ien los grandes sucesos ocurridos en
el mundo durante este periodo, y que están inti-
mamente enlazados eon aquellas personas eminen-
tes. De este modo reúne nuestra publicación al in-
terés biográfico el histórico , y las personas ilustra-
das podrán conocer y apreciar toda la importancia
de nuestro trabajo.


Hay acontecimientos polít icos, y personages
que en ellos han figurado , que apenas son conoci-
dos; y no creemos ofenderá la mayoría de nuestros
lectores diciendo que el estado político" y social de
la Bélgica , y los hombres que á el han contribuido
en los últimos tiempos , se hallan en este caso. Asi
pues, noserá inoportuno advertir, que Mr. Nothomb
cuya vida vamos á bosquejar, es un Ministro belga,
ctiyo eminente talento de hombre de Estado, de
orador y de publicista ha contribuido á dar á la Eu-
ropa el espectáculo singular de una revolución, que
no solo ha dado por producto una Constitución
y una dinastía nueva , sino también un pueblo
nuevo ; y todo esto sin guerra civil ni estran-
gera.


La creación en las fronteras de Francia de una
nacionalidad belga, creación dos veces intentada y
abortada otras tantas, de tres siglos á esta parte, es




M. NOTHOMB.


« E l pueblo belga ha alcanzado su
«stado n o r m a l , y nada tiene ya que
pedir á las teorías políticas. Consti-
tuir la Bélgica para la Europa, tal
ha sido durante m u c h o tiempo el
encargo d e nuestros hombres de Es-
tado ; constituir un gobierno para la
Bélgica m i s m a , tal es en el dia su
t arca , tarea mas modesta y menos
diiicil , tarea que tiene poco eco en
el estertor, y.; que solo crea repu-
taciones en cierta manera domés-
ticas . Hemos trabajado para la his-
toria durante tres años ; en el dia
trabajamos para la administración. »


NOTIIOMB. — E n s a y o histórico y po-
lítico sobre la revolución belga, pá-


gina 4 3 0 .


Uno de los principales objetos que nos hemos
propuesto al publicar la colección de Personages
Célebres del siglo X I X , ha sido TÍO solo el dar á
conocer los hechos y vicisitudes de su vida particu-




N O T H O M B . 3


un suceso bastante importante por si misino y pol-
las consecuencias que puede tener en el porvenir,
para que nos ocupemos y estemos al corriente de la
situación interior del nuevo reino. Preciso es no
olvidar que eu 1830. si la Bélgica pedia un Príncipe
francés , lejos de dar con esto una prueba de desear
su incorporación á la Francia, era precisamente al
contrario para evitar una unión antipática a la gran
mayoría del pueblo ; y que los 197 votos del Con-
greso proclamaron unánimemente la independencia
del pueblo belga. No debe olvidarse tampoco que
los belgas , antes de ser afrancesados por la Con-
vención , babian sido austríacos, y no habían que-
rido permanecer tales ; que antes de ser austríacos
habían sido españoles, y no habían querido perma-
necer españoles ; que en 1814 se alegraron de no ser
ya mas franceses ; que convertidos en holandeses
no han querido serlo ; y por úl t imo, que desde la
disolución del Ducado de Borgoña , aquellos tres ó
cuatro millones de Flamencos y de Walones han
sobrevivido á todas las conquistas, y atravesado,
con su fisonomía y carácter especial, todas las com-
binaciones de la política europea.


Si se olvidasen estos antecedentes históricos , y
se admitiera como cierta la hipótesis de no vitali~




4 PERSONAJES C E L E B R E S .


dad, el nuevo Estado solo aparecería como una
agregación confusa , en cuyo seno luchan diferen-
tes influencias estraugeras. De aqui resulta el que
digan algunos que hay en Bélgica un partido inglés'
otro francés , y otro holandés ; otros mas sagaces
añaden a la lista uu partido alemán; pero se da
siempre por supuesto, que el francés es el mas
fuerte. Esta división hecha d priori carece de ver-
dad , pues en Bélgica no existe ninguno de estos
partidos , y el orangista , el único que durante al-
gunos años ha tenido una existencia formal , debi-
da á intereses industriales lastimados por la disolu-
ción del reino de los Países Bajos , está eu el dia
casi del todo anulado ; la unión comercial con la
Francia , ó a lo menos una rebaja en los aranceles
bastaría para hacerlo desaparecer del todo. En su-
ma , sobre la cuestión de nacionalidad no hay mas
que un solo partido en Bélgica , el partido belga.
No se tiene una idea del receloso ardor con que
aquel pueblo , nacido ayer , aprecia su existencia.
« Vuestras doctrinas nos conducirán á la destruc-
ción del nombre belga; » tal es la acusación que se
dirigen unos á o t r o s , los periódicos de diferentes
opiniones.


La Bélgica actual es de consiguiente belga an-




N O T H O M B .


tes de todo. No es nuestro ánimo discurrir aqui
geográfica y políticamente, acerca del porvenir de
«se reino de cuatro millones de almas, en el caso
eventual de un conflicto europeo; cualquiera que
sea este porvenir, no creemos que deba la Francia
sofocar á los pueblos que quieren vivir absoluta-
mente de vida propia, sino mas bien libertarles,
suscitar. las diversas nacionalidades sofocadas ú
oprimidas por otros , y formarse con ellas una es-
pecie de haz de simpatías, de interés y de fuerzas,
que le ayudarán á llenar noble y seguramente su
destino. Si pues es posible la íntima unión con la
Bélgica, no vemos por qué haya necesidad de
la reunión.


Para conocer bien el estado de las opiniones y
de los partidos en Bélgica, es preciso recordar lo
que se llamaba eu Francia durante la Restaura-
ción , la lucha del partido eclesiástico y del par-
tido liberal. Hay en Bélgica una especie de par-
tido eclesiástico, pero que difiere esencialmente
del antiguo partido francés de este nombre, en
cuanto tiene la inmensa ventaja de ser nacional,
popular, y en muchos puntos liberal. La Bélgica
•es uno de los países de Europa en que menos se
ha debilitado el espíritu religioso; hay provincias




6 P E B S O N A J E S C E L E B R E S .


enteras, especialmente las dos Flandes, en las
que la fé es tan viva como en la edad media, y
donde cgerce el clero una influencia preponderan-
te sobre todos los actos de la vida civil y política.
La penúltima insurrección de las provincias bel-
gas contra las reformas filosóficas de José II, fue
esencialmente religiosa.


Sin embargo, por muy católica que sea la na-
ción belga , ha estado demasiado mezclada en el
movimiento del mundo,-de 50 añosa esta parte,
para que no hayan penetrado en ella las ideas
elaboradas por el siglo XVIII , y puestas en eviden-
cia en 1789, principiando por las clases ilustradas
de las grandes ciudades. Su larga reunión á la
Francia, desde 1795 hasta 1814, favoreció aquel
desarrollo, y ya en tiempo de Guillermo de Nassau
principiaba el antagonismo entre los principios
político-religiosos del catolicismo aplicados al go -
bierno , y las ideas puramente políticas de la fi-
losofía moderna


Asi pues, entre los Belgas sometidos á la do-
minación holandesa, los unos , los católicos, re-
chazaban la Constitución del nuevo reino de los
Paises Bajos, a causa de su origen protestante, y
como que consagraba en principio la libertad de




NOTHOMB. 7


cultos y de la imprenta, en virtud de cuya liber-
tad, el poder cometía ó toleraba actos antipáticos
á los sentimientos religiosos de la gran mayoría
del pueblo belga; al paso que los liberales, al
contrario, solo pedían la egecucion estricta de la
ley fundamental, y acusaban á Guillermo de vio-
larla ó falsearla para establecer la supremacía c i -
vil y política de los dos millones de Holandeses,
sobre cuatro millones de Belgas. Asi pues, cató-
licos y liberales combatían con el mismo objeto
con opuestos argumentos, y haciéndose fuego
unos á o tros , cuando conociendo que estaban
todos oprimidos por un dueño común , odioso á
los unos como anti-católíco, y á los otros como
anti-liberal, resolvieron aplazar sus mutuos di-
sentimientos, y formaron en 1828, la célebre
asociación conocida por el nombre de Union de
los Católicos y de los Liberales, que preparó la
ruina de la dominación holandesa; ruina de que
no fue causa la revolución de Jul io , como se
cree generalmente, sino solo la ocasión y la señal.


Una vez conseguida la victoria, cuando liego el


momento de constituir el nuevo Estado , el clero y
los católicos cambiaron diestramente de sistema.
Después de haber combatido, antes de la unión, en




S P E R S O N A J E S C E L F . B B K S .


nombre del principio católico de la autoridad, todos
los principios de libertad que empleaba contra ellos
un gobierno estrangero y protestante, conocieron,
que puesto que tenían la mayoría , el mejor medio
de asegurar su influencia sobre un gobierno indíge-
na , era apoyarse contra é l , en caso necesario, en
el principio absoluto de libertad. Por lo mismo, la
Constitución actual del reino belga, que es princi-
palmente obra del partido católico , es sin disputa
la mas libre de todas las conocidas en Europa. Se-
paración absoluta de la Iglesia y del Estado, coloca-
dos enfrente uno de otro con completa independen-
cia , si bien la Iglesia es asalariada por el Estado;
libertad de cu l tos , libertad de enseñanza , libertad
de la imprenta; privilegios importantes sobre el po-
der egecutivo reservados al legislativo, representa-
do por dos Cámaras igualmente electivas , de las
cuales la una se compone de representantes asala-
riados y elegidos sin condición alguna ; numerosas
restricciones puestas al egercicio del poder ejecuti-
v o , con los derechos concedidos á los consejos pro-
vinciales y comunales ; tales son , en resumen, lrs
principios que consagra la Constitución be lga , en
la que el poder hereditario y central está limitado
por todaspartes, en su acción política y administra-




N O T H O M B . 9


tiva, por poderes electivos y locales. En cuanto á la
elección, este manantial precioso del poder , el
partido católico ha sabido apropiárselo por medio
de una ley electoral, única en su clase ; partiendo
del principio,igualmente muy liberal, de una com-
binación mas equitativa de las garantías del censo y
de los derechos del número , la ley electoral belga
ha establecido un censo variable, mucho mas ele-
vado para las poblaciones de las ciudades, donde
es menor la influeucia del clero; y mucho mas bajo
para las poblaciones del campo, donde aquella in-
fluencia es completa; de m o d o , que los electores
campesinos componen mas de las dos terceras par-
tes de la masa electoral. Cuando llega la época de
las elecciones, los Obispos publican mandatos,
los curas de las aldeas flamencas suben al pulpito
y predican contra el candidato l iberal ; después,
formando por batallones sus campesinos electores,
marchan á su cabeza, como en los tiempos de la
Liga , hacia el punto de la eleecion, y no lo suel-
tan hasta que han depositado en la urna la cédula
qjie ellos les han entregado, y que contiene el


"nombre del candidato católico. Véase pues, como
se ha podido decir que el clero be lga , haciendo
las leyes, esto es , haciendo á los que hacen las le-




10 P E R S O N A J E S C E L E B R E S .


yes, « gobierna realmente la Bélgica, y la gobierna
por una aplicación lata y completa del principio de
libertad.» Sin embargo, esta frase, escrita por
Mr. de Carné en la Revista de los Dos-Mundos
en 1836, no es del todo exacta en el dia , en cuan-
to no da una idea de la lucha que es ahora flagran-
te entre los dos partidos, cuyas fuerzas princi-
pian á igualarse. No hay necesidad de decir, que
como verdadero Rey constitucional que sabe bien
su o f ic io , el protestante Leopoldo se ha puesto
hasta ahora de parte de la mayoría, es decir, de
parte de los católicos, sin perjuicio de cambiar con
la mayoría. Durante los primeros años que siguie-
ron á la revolución de Setiembre, mientras la
cuestión para la Bélgica era de existir ó no existir,
la cuestión esterior absorvió todas las demás, y
no hubo propiamente hablando ni católicos ni li-
berales ; reemplazó aquella división la d« los be-
licosos y de los pacíficos, de los hombres que
querían resistir á la diplomacia europea, y de los
que querían transigir con ella. Ambos partidos se
reclutaban igualmente entre los católicos y los li-
berales, y la mayoría moderada, que se pronuncio
por la solución pacífica, la componían hombres
moderados de ambas opiniones. Pero cuando que-




S O T H O M B . 11


dó definitivamente resuelta la cuestión esterior,
no tardó en reproducirse sobre diversos puntos de
organización interior, la antigua lucha que pre-
cedió á la Union catótico-liberal. Asi pues, la
Constitución partia del principio de separación é
igualdad absolutas,entre los dos poderes civiles y
religiosos; pero siendo la Iglesia mas fuerte que
el Estado , debió tender, no solo á conservar su
libertad de acción en su esfera, sino también á in-
vadir la del Estado , monopolizando , con el obje-
to de una dominación esclusiva, las libertades ga-
rantidas por la Constitución. Asi pues, el culto será
libre, pero con la condición de que todos los p r m -
lejios quedarán reservados al culto católico; la ense-
ñanza será libre, es decir que el elero podrá formar
establecimientos particulares de educación sin espe-
cie alguna de fiscalización del podrr civil; pero que
la autoridad c iv i l , ya sea, el Gobierno , ya el Con-
sejo Provincial ó Comunal , no podra nombrar
un solo profesor ó institutor, en sus propios es-
tablecimientos , sin que de antemano haya ob le -
a d o el beneplácito del clero. De la ortodoxia
exigida en materia de enseñanza pública, á la or-
todoxia en materias de imprenta, esto e s , á la
censura eclesiástica, no hay mas que un paso.




1 3 P E R S O N A J E S C É L E B H E S .


¿Querrá darlo el partido católico? Es dudoso , si
bien de ello se le acusa. Si hay en este partido
nombres muy fogosos y muy retrógados, los hay
también muy inteligentes y moderados; los hay
también entre los cató l i cos , ultra-liberales que
casi siempre se han unido á la, fracción mas exa-
gerada del partido contrario , para hacer una
oposición sistemática á todos los ministerios, aun
los mas católicos. De todos modos resulta que
el partido l iberal , que ha debido á la acción de
la imprenta un acrecentamiento continuo de diez
años á estaparte, aun cuando en el fondo y por
su misma naturaleza esté dividido en mas mati-
ces y mas indisciplinado que el partido contrario,
principia á unirse para clamar contra las preten-
siones no disfrazadas del c l e r o , y apoderarse de
la dirección de la sociedad entera, haciendo que
las leyes consagren la subordinación del poder
civil al religioso.


Esta cuestión es en el dia la capital en Bél-
gica , el punto central á cuyo alrededor se clasi-
fican y combaten los partidos. Si se busca en aquel
pais , como en Francia , la lucha entre la monar-
quía constitucional y la república, no se encon-
trará ; si se busca, como en Inglaterra, la lucha




NOTHOMB. 13


entre dos aristocracias, tampoco se encontrará.
La aristocracia no existe en Bélgica corno poder
organizado; hay nobles diseminados en los dos
campos; pero son sin embargo en mayor número
en el partido católico. Este partido tiene una gran
mayoría en el Senado; pero el Senado , como
hemos dicho , es un cuerpo electivo, del cual pue-
de formar parte cualquier ciudadano belga que
tenga cuarenta años de edad, y pague 2,000 flo-
rines de contribución , inclusa la patente.


Sin embargo se comprende perfectamente que
esta división de los partidos en católicos y libe-
rales, que se manifiesta en todos los puntos de
organización interior, que se rozan masó menos
directamente con la cuestión religiosa, no podía
aplicarse con exactitud á todos los casos. Asi
pues, sin hablar de la cuestión estertor, hay otras
interiores de naturaleza esclusivamente política ó
material, en las que las Cámaras presentan esa
división banal, que se reproduce en todos los
países constitucionales, entre las opiniones mode-


^rallas y las estremadas. Bajo este punto de vista,
la gran mayoría parlamentaria, que ha subsisti-
tido diez años en Bélgica sin alteración esencial,
representa una especie do partido justomedio, m o -




14 P E R S O N A J E S C É L E B R E S .


nárquico y moderado, amigo dei orden, de la
tranquilidad interior y esterior, y defendiendo uno
y otro contra los hombres exaltados ó sistemáti-
cos de los dos partidos. Esta mayoria mista, com-
puesta de católicos y liberales moderados, ha
vivido tranquilamente unida por mucho tiempo
con el auxilio de un sistema de mutuas concesio-
nes, y de aplazamientos de Jas cuestiones político-
religiosas; formaba ministerios mistos como ella,
que se modificaban mas ó menos en uno ú otro
sentido, según las circunstancias; pero en los cua-
les dominaba con mayor frecuencia el color ca-
tólico. Sin embargo , la fracción liberal de aque-
lla mayoria, inferior hasta entonces á la cató-
l ica , se aumenntaba á cada elección. Al fin del
largo ministerio católico de Mr. de Theux, en
1840, estaban casi equilibradas ambas opinio-
n e s , y era por consiguiente mas y mas difícil el
conciliarias. La parte liberal principiaba á mos-
trarse reacia á las concesiones político-religiosas;
cuando se formó el ' último ministerio Lebeau-
Rogier , casi todos de liberales moderados, obtu-
vo durante algún tiempo una mayoria muy re-
ducida en la Cámara de los Representantes; pero
el Senado, donde dominaba el color católico, ha-




N O T H O M B . 15


biéudole negado formalmente su apoyo, pidió al Rey
la disolución de las dos Cámaras, ó por lo menos
la del Senado; no habiéndola podido obtener se
retiró.


En medio de una crisis violenta causada por
aquel inesperado arranque del Senado, en el mo-
mento en que inflamaba todos los espíritus la cues-
tión político-religiosa, fue cuando un antiguo
amigo político de los ministros despedidos, uno
de los hombres de Estado y de los oradores mas
brillantes de la mayoría moderada, se presentó,
en Abril de 1841, para intentar la dificil obra de
reformar aquella-mayoría próxima á disolverse, y
volverla á llevar al terreno de la unión, sustitu-
yendo , según él se espresa, las cuestiones de
negocios á las cuestiones de partidos.


Esto nos conduce al fin, después de un preám-
bulo un poco largo, pero que la naturaleza del
asunto hacia necesario, a bosquejar rápidamen-
re la vida de Mr. Nothomb, actualmente Minis-
tro del Interior; los periódicos de la oposición le
llaman elsestitplo ministro; y es en efecto el úni-
co hombre del actual gabinete belga que tiene
un valor político.


Juan Bautista Nothomb nació el 3 de Juliojj / r =Tl




16 P E R S O N A J E S C E L E B K E S .


1805 , de padres oscuros, en un pequeño lugar del
Ducado de Luxemburgo, llamado Messancy, el
cual formando parte del distrito de A r l o u , está
comprendido en la parte del Luxemburgo dejado
á la Bélgica por el tratado de 15 de Noviembre
de 1831. Principiados sus estudios en el Ateneo
de Luxemburgo, los terminó del modo mas bri-
llante en la Universidad de Lieja, donde reci-
bió el grado de Doctor en derecho , en 1826.
La thesis latina del joven Doctor de 21 años,
consagrada ó ¡a historia del derecho enfitéutico
entre los Romanos , fue tan notable, que un sabio
profesor de la Universidad de Tubjnguen, Mr. Z im-
mern, la creyó digna de uu informe especial, y la
insertó en una colección célebre en Alemania bajo
el título de Kritische Zeitschrift fur Rechtwis-
senschaft (Rev . crítica de la ciencia del Derecho).


Mr. Nothomb establecido en un principio c o -
mo abogado en Luxemburgo, conoció pronto que
estaba llamado á representar un papel en la gran
batalla que presentaba la imprenta belga al go-
bierno holandés. Se ha hablado muchas veces de
la imposibilidad radical de la reunión de dos pue-
blos heterogéneos, á los cuales adornó el Con-
greso de Viena con el título de Reiuo Unido de




N O l H O M B . i 7


los Países Bajos; pero ningún escritor la ha carac-


terizado con tanta energía como Mr. Nothomb.


« L a naturaleza, d ice , nos admira algunas veces creando


seres dobles , que viven de la misma vida en cuerpos dife-


rentes ; el arte y la política no han conseguido todavía imi-


tar aquellos prodigios. Véase á los dos pueblos Belga y H o -


landés, pegados el uno al o t r o , mirando el uno al Mediodía


y el otro al Norte. Cada uno de ellos tiene su civilización, su


idioma, su religión , sus costumbres, en una palabra, una


existencia propia ; el uno adóptala legislación francesa , el


otro la rechaza ; el uno reclama el j u r a d o , el otro lo repele;


el uno quiere medidas prohibitivas en favor de su industria


y de su agricultura , el otro pide la libertad para su co -


mercio ; el uno recarga los géneros que el otro deja libres.


Su actitud no es Jamás la m i s m a ; cuando el uno se mantie-


ne derecho, es seguro que el otro se inclina. « f )


De consiguiente, habiendo sido dada la Bélgica
á la Holanda á Ululo de aumento de territorio,
cuatro millones de Belgas debían humillarse per-
petuamente ante dos millones de Holandeses. Ba -
bia en esto un germen de revolución , y la cuestión
era ya solo de tiempo. Aproximábase el término,
cuando el joven abogado luxemburgués llegó á Bru-


s e l a s , en 1828, para consagrar su pluma á la de-
fensa déla causa belga. Unido á la redacción del


(*) Ensayo histórico sobre la revolución beLja pág. 27.


2




18 P E R S O N A J E S C E I K B B E S .


Correo de los Países Bajos, Mr. Nothomb tomo
una parte activa y hábil en la polémica de aquel
periódico, que ejerció en Bélgica una influencia
decisiva.


La Francia hizo su revolución en tres d ias , la
Bélgica verificó la suya coa mayor lentitud. Como
es sabido, estalló la primera insurrección en la no-
che del 25 de Agosto de 1830 , después de una
representación de la Muda de Portici; después
transcurrió un mes en conferencias y negociacio-
ciones entre Bruselas y el Haya. El Principe Fe-
derico , hijo segundo de Gui l lermo, quiso zanjar
la cuestión, y marchó sobre la ciudad rebelde.
Tres dias de sangrienta batalla en las calles de
Bruselas, aseguraron el triunfo de la causa belga ,
y el 27 de Setiembre la revolución estaba consuma-
da de hecho.


Mr. Nothomb, que se hallaba á la sazón en su
provincia natal, partió á la primer noticia del com-
bate , llegó á Bruselas el 2 8 , y fue al momento
nombrado por el Gobierno provisional, individuo
de la comisión de Constitución, quele eligió su Se-,
cretarió. Después de haber redactado , en unión
con Mr. de Vaux el proyecto que debía someter
al Congreso nacional, tuvo igualmente parte en




KOTHOMB. 19


la redacción de los artículos electorales para la con-
vocación de aquel mismo Congreso , y consiguió
hacer rebajar á la edad de 25 años la capacidad
electoral, lo que le abrió la carrera legistativa.


Elegido miembro del Congreso por tres distri-
tos déla provincia de Luxemburgo, hizo su en-
trada en la vida política el 10 de Noviembre ; y
desde los primeros dias, aquel hombre de Esta-
do casi imberbe, el individuo mas joven de la
Asamblea, admiró á los hombres que peinaban
canas, con la sagacidad de su espíritu, la firme-
za de su palabra, y la precoz madurez de su
razón.


La situación era en estremo grave; tratábase
para la Bélgica de saber si esta tercer tentativa
de independencia se llevaría á cabo , ó si aborta-
ría como las otras dos. Cuatro millones de hom-
bres acababan de rasgar la Carta, trazada en
Viena por cinco grandes potencias; su situación
geográfica y su debilidad numérica les obligaba á
tener en cuenta en sus determinaciones , no solo


„_á ellos mismos , sino á la Europa que esperaba,
ó mas bien que no esperaba ; pues desde el 7 de
Noviembre, antes de la apertura del Congreso , la
Conferencia de Londres , reunida por invitación




30 P E R S O N A J E S C É L E B R E S .


del Rey Gui l lermo, había enviado á Bruselas dos
comisionados, MM. Cartwright y Bresson, para
interponerse entre la Bélgica y la Holanda , para
proponer una suspensión de armas, señalando á
los dos pueblos, como línea del armisticio, los lí-
mites que cada uno de ellos tenia antes de la reu-
nión, y atribuyéndose á sí misma el derecho de
facilitar la solución de las cuestiones políticas.
Esta proposición de la Conferencia , acogida á un
tiempo por el Rey Guillermo y por el Gobierno
provisional de Bélgica, fue el primer eslabón de
la cadena de ochenta protocolos, que según la
espresion de Mr. Nothomb , debían estenderse
en torno de la revolución belga, y envolverla. En
efecto , el segundo protocolo, arguyendo con la
aceptación del primero , declaró que aquella acep-
tación constituia un compromiso con las cinco po-
tencias , y desde aquel día la mediación tomó
el carácter de un arbitrage.


Sin embargo , si la Europa pesaba sobre la
Bélgica, esta pesaba á su vez sobre la Europa.
La revolución de Julio acababa de conmover al
mundo ; la paz estaba pendiente de un hilo , y
este hilo estaba en manos de un pequeño pue-
blo de cuatro millares de almas, que podía rom-




NOTHOMB. 31


perlo y causar un conflicto general , que tal ver
hubiera trastornado el viejo sistema europeo.


Esta perspectiva habia exaltado la cabeza de
•cierta parte del Congreso belga. Algunos, encorio
número, convencidos de que la guerra era inevi-
table, é imposible la independencia belga , querían
que se decretase desde el momento la reunión á
la Francia. Estos por lo menos eran lóg i cos ; pero
rechazaban su opinión todos los demás partidarios
del sistema belicoso. Proponían estos rechazar la
intervención de la Conferencia, continuar el due-
lo á muerte con la Holanda, y por último cons-
tituir la República Belga , á la vista "y en medio
•de la Europa monárquica; es decir que bus-
cando la independencia,provocaban la reunión
á la Francia , el repartimiento , ó la restauración
de los Nassau.


El entendimiento juicioso y claro de Mr. Not-
homb comprendió perfectamente cuanta insensa-
tez y quimera habia en aquellas pretensiones. Com-
prendió que la Bélgica no podia existir á pesar de


3 a, Francia y de la Europa; que si su existencia era
posible, merced á la posición crítica en que la
Francia y la Europa se encontraban, era preciso
aprovechar sin demora aquella situación a c c i d e n t a l ' ^




22 P K n S O N A J E S CELEEKES.


para transigir con todo el m u n d o ; que esta tran-
sacción soto era posible con las condiciones si-
guientes : prohibición de toda hostilidad que
pudiese turbar la paz general ; sostenimiento del
Objeto de los tratados de 1815 , esto e s , del prin-
cipio de la independencia belga ; renuncia á toda
conquista sobre la Holanda. y por ditimo la adop-
ción del sistema monárquico constitucional.


Este orden de ideas, fuera del cual solo existia
la guerra, cuyo primer resultado hubiera sido la
destrucción de la Nación Belga , encontró diestros
y elocuentes campeones en MM. Nothorob, De-
vaux , Leveau , Rogier , Van de Weyer , y algu-
nos otros jóvenes, casi desconocidos la víspera,
y llamados poco después por su talento á dirigir
los negocios. Su sistema, sostenido con tanta ener-
gía como perseverancia, prevaleció en el Congre-
so, á pesar de los clamores de una minoría numé-
ricamente d é b i l , pero fogosa y temible por el
apoyo que encontraba en la fermentación interior
del pais. No es justo seguramente desdeñar á los
hombres de Estado belgas. Por pequeño que fue-
se el teatro en que representaban, no por eso era~
menos difícil y complicada su situación ; no se
trataba solo de cambiar una dinastía y reformar




N O T H O M B . 53


tiua Constitución; habían de crear á un tiempo
mismo una dinastía , una Constitución y un pue-
blo , bacer aceptar a la Europa aquella triple crea-
ción , y llevarla á cabo con una agresión perma-
nente de parte del mas tenaz de los Reyes, sosteni-
do en uu principio, no solo por la Rusia, el Austria
y la Prusia , sino también por la Inglaterra que
luchó hasta el último momento por sostener á
un Nassau en el trono belga. Quedaba el apoyo
de la Francia, y esta lo dio. Bien fuese ó no sin-
cero su desinterés , su apoyo fue real y eficaz. Los
hombres de Estado belgas y el mismo Mr. Nothomb
han olvidado después algunas veces. que si la Bél-
gica existe, lo debe principalmente á la Francia.


Sin embargo, aquel apoyo tenia también sus
riesgos; pues una de dos cosas , ó la Francia en-,
traria francamente en un sistema de patronazgo
esclusivo, y entonees, en caso dé guerra , era la
reunión , y en el de paz un encaminamiento ha-
cia el la; ó la Francia se negaría, con ó s inra-
zón á separarse de la Conferencia , y en este ca-


v _ s o , su patronazgo, útil como preservativo, se
volvia insuficiente para fundar alguna cosa defi-
nitiva y duradera.


Quisiéramos poder seguir paso á paso á la di-




24 P E R S O N A J E S C E L E B R E S .


plomada belga entre todas aquellas dificultades!
pero necesitaríamos un tomo , y ademas este tra-
bajo está ya hecho de un modo superior por el
mismo Mr. Nothomb en su obra, Ensayo histó-
rico y político sobre la revolución belga, una
de las mas notables de nuestra época. Reasumi-
remos pues sucintamente la parte que tuvo
Mr, Nothomb en la Constitución interior de su
pais, y en las grandes transacciones diplomáticas,
en cuya virtud la Nación Belga ha entrado en el
derecho' público europeo.


Desde el 16 de Noviembre de 1830, el joven
diputado propuso al Congreso el siguiente plan:
primero, proclamación de la independencia del
pais; segundo, destronamiento del Rey Guillermo;
tercero, adopción de una forma de Gobierno ; cuar-
t o , examen de la propuesta de esclucion de la
casa de Orange-Nassau. Siguióse en efecto aquel
plan. Sóbrela cuestión de la forma del Gobierno,
Mr. Nothomb sostuvo con elocuencia la monar-
quía representativa, porque asociaba las ideas
de estabilidad con las de movimiento. El 23 de
Noviembre, votó por la esclusion de la casa de
Orange de todo poder en Bélgica; el 17 de Di -
ciembre defendió la institución de las dos Cama-




MOTHOMB. 25


ras electivas é igualmente disolubles; el 22 del
mismo mes, sobre la cuestión capital, en Bélgi-
ca, de las relaciones del poder civil con el religio-
s o , Mr. Nothomb, aunque perteneciendo al par-
tido liberal de la Union, se apresuró á satisfacer
al católico, sosteniendo el principio de la separa-
ción absoluta de la sociedad civil y de la sociedad
religiosa, del cual hace derivar la libertad de
conciencia, la de la enseñanza , la de la predica-
ción , la abolición de las bulas papales, de las
investiduras reales, de los concordatos, en fin, la
independencia completa de los dos poderes, sin
que ninguno de ellos pudiese hacer presa sobre
el otra. Este principio es muy bueno eu teoría;
pero por mas que diga Mr. Nothomb, tienen am-
bos poderes demasiados puntos de contacto para
que su aplicación deje de ser muy dificil: el re-
sultado lo ha probado. Hemos manifestado an-
tes la polémica de los partidos establecida en el
dia sobre las consecuencias de aquel principio:
á los liberales acusando á los católicos de abusar
dje su posición, para establecer la supremacía
religiosa; á los católicos acusando á los libera-
les de tender á la supremacía civil, y Mr. Not-
homb, actualmente gefe de un ministerio soste-




26 P E R S O N A J E S C E L E B R E S .


nido por el partido católico, es llamado renega-
do por sus antiguos amigos los liberales, aun
cuando no baga mas que persistir en el principio
adoptado por todo el m u n d o , doce años hace.


El 26 de Diciembre, apareció de nuevo en la
tribuna Mr. Nothorab, para esponer y defender el


-principio déla libertad de la imprenta.


El 31 de Enero de 1831, cuando fue preciso optar
entre dos candidaturas reales que se sabia de ante-
mano erau imposibles, Mr. Nothomb , conociendo
bien que la política francesa era todavia en aquel
momento la mejor áncora de salvación, se esforzó
en demostrar que la elección no debía hacerse en
sentido anti-francés; y separándose en este punto
de muchos de sus amigos , votó por el Duque de
Nemours contra el Duque de Leuchtenberg ; obte-
nido el triunfo del primer candidato por un voto de
mayoría, tuvo al menos el resultado de asegu-
rar á la Bélgica , la simpatía del Gobierno fran-
cés.


Sin embargo , la situación se empeoraba mas y
mas ; la nueva nación no conseguía constituirse; la
anarquía la amenazaba, y la mataba el estado provi-
sional, haciendo cadadia mas críticas sus relaciones
con la Conferencia de Londres. Disuelto el Gobier-




N O T H O M B . 27


no provisional el 28 de Febrero, y reemplazado por
una Regencia confiada al anciano Barón Surlet de
Ctiokier, Mr. Nothomb entró en el primer ministe-
rio del Regente, en calidad de Secretario General
del departamento de Negocios Estrangeros. Aquel
ministerio duró solo un mes, y le reemplazó otro
presidido por Mr. Leveau , eu el cual conservó su
puesto Mr. Nothomb. Estos dos hombres en el dia
enemigos, amigos entonces , é iguales en talento,
dirijieron la diplomacia belga durante aquel críti-
co periodo, que terminó con la elección del Rey
Leopoldo y la primera transacción coula Conferen-
cia, conocida bajo el nombre de Tratado de los diez
y ocho artículos.


Diremos en pocas palabras el estado de la cues-
tión diplomática en aquella época; La Conferencia
de Londres , por su protocolo de 20 de Diciembre
de 1830 , y á pesar de las protestas del Rey Guiller-
mo, habia reconocido por principio la independen-
cia de la Bélgica. Tratábase de estipular las condi-
ciones de separación de los dos Estados, y habia dos


-cuestiones : l . " la de los límites territoriales; 2.° la
del repartimiento de la deuda común á los dos
pueblos. Sobre ambas cuestiones las partes conten-
dientes tenían pretensiones muy difíciles do couci -




28 PEBSONAJBS C E L E M Í E S .


liar. La Holanda pedia la división del territorio so -
bre las bases de posesión de 1790, y la de la deuda
bajo el pie de 1830. La Bélgica al contrario queria
dividir la deuda, sobre el pie de 1790, y el territorio
partiendo de 1830. La Holanda decia : « quiero
tener todas mis antiguas fronteras de 1790 , pero
no quiero cargar con toda mi antigua deuda. » La
Bélgica contestaba : « quiero apropiarme una parte
del antiguo territorio holandés , pero no quiero so -
portar ninguna de las antiguas obligaciones de la
Holanda. »


La Conferencia principió zanjándola diferencia
en perjuicio de la Bélgica, con ventaja de la Holan-
da. No contenta connegar á aquella la orilla izquier-
da del Escalda, que reclamaba, á la verdad sin mo-
tivo plausible de derecho, y ademas la parte del
Limburgo holandesa en 1790 , y por la cual invo-
caba la Bélgica la voluntad de los habitantes y su
cooperaciou á la revolución , le negó ademas el
Luxemburgo , que la Bélgica decia ser belga y que-
rer permanecer ta l , al paso que la Holanda y la
Conferencia sostenían que s í , en 1790, el Luxem-
burgo había hecho parte de la Bélgica, desde el
tratado de 1815 , formaba un dominio separado,
que poseían los Príncipes de la casa de Nassau, cou




NOTHOMB. 29


título diferente quejas demás provincias belgas, y
que como tal formaba parte de la Confederación
Germánica.


En cuanto al reparto de la)deuda no se mostró
la Confererencia menos injusta, pues pretendió car-
gar d priori á la Bélgica con 1 6 / 3 I del interés de la
deuda general, sin consideración á la parte de esta
deuda contraida antes de la: unión de los dos paí-
ses , en cuya época la deuda holandesa y la belga
estaban en la proporción de 43 á 2. Semejante ar-
reglo era tan favorable á la Holanda, que el Rey Gui-
llermo, olvidando su protesta anterior, se apresuró
á adherirse á aquellas bases de separación. La Bél-
gica al contrario reclamó vigorosamente sobre am-
bas cuestiones , y aun cuando en un protocolo pos-
terior declaró la Conferencia que aquellos arreglos
eran irrevocables, el Congreso belga decidió hacer
una protesta contra aquellos protocolos, la cual fue
redactada y sostenida por Mr. Notbomb, como rela-
tor déla comisión.


Tal era el estado de las cosas cuando MM. Le-
..veau , Devaux y Nothomb se encargaron del po-
der. La Bélgica tenía en contra de sí las cinco
cortes y la Holanda , entonces unidas, y su único
apoyo en la crisis revolucionaria de la Europa,




30 P E R S O N A J E CELEBRES.


crisis que se debilitaba de día eu dia, y que no
podia tardar en dejarla en un aislamiento auárqui-
c o , espuesta á la triple contingencia de una sumi-
sión absoluta á las decisiones de la Conferencia, de
un reparto, ó de una vuelta á la Holanda. Los tres
hombres de Estado belgas, conocieron perfecta-
mente que el solo medio de salir de aquella situa-
ción era resolver cuanto antes la cuestión dinás-
tica, y encontrar una solución á aquella cuestión
que dejando satisfecha la Conferencia , la llevase á
hacer concesiones á una monarquía confesada por
ella, que negaba á un Gobierno provisional. La
consecuencia de aquel pensamiento fue la elección
del Príncipe Leopoldo de Sajonia Coburgo , soste<
nida vivamente por Mr. JNothomb , como prelimi-
nar indispensable para entablar cualquiera otra
negociación con la Conferencia. Verificóse aquella
elección el 4 de Junio de 1831 , por una mayoría
de 152 votos contra 4 3 , con la condición espre-
sa : « d e que el nuevo Rey aceptaría la Constitu-
ción y juraría sostenerla independencia y la in-
tegridad del territorio:» lo que dejaba intacta^
la cuestión diplomática. Aquella misma noche
MM. Nothomb y Devaux salieron para Londres
en clase de comisionados, y fortalecidos con la




-NOTHOMI!. 31


elección del Príncipe Leopo ldo , supieron dies-
tramente arrancar á la Conferencia la revocación
de lo que ella misma habia declarado irrevoca-
ble.


Consiguieron con respecto á la cuestión de
territorio : 1.° que habiéndose declarado distinto
el negocio luxemburgués del belga-holandés , de-
bía aplazarse el resolver esta primera cuestión, hasT
ta después del advenimiento del Rey de los Bel-
gas, con facultad en este de obtener del de Holan-
da la posesión entera del Luxemburgo, por me-
dio de compensaciones: 2.° que en cuanto al Liin-
burgo la Bélgica podria conservarlo por entero
por medio del cambio de territorios enclavados
en el holandés, pero que no pertenecían á la Ho-
landa en 1790. Finalmente, sobre la cuestión pe-
cuniaria consiguieron los comisionados belgas ha-
cer' sustituir, á la combinación poco equitativa
de la confusión y reparto preporcional de la deu-
da , la de un reparto según el origen de las di-
versas partes de ella , es decir , que cada uno de
los dos Estados debia volver á hacerse cargo de
su deuda antigua , y repartirse solo por partes
iguales la contraída durante la Union.


Tales fueron las bases del nuevo acto diploma-




32 P E B S O N A J E S CELEliHKS.


t i c o , conocido por el nombre de tratado délos 18
artículos , y destinado por la Conferencia á ser-
vir de preliminar á un tratado de paz definitiva
entre ambas partes. Mr. Nothomb se apresuró á
dar cuenta al Congreso de esta nueva decisión de
la Conferencia, mucho mas favorable que ia prime-
ra. Habiendo declarado el Rey Leopoldo que no
podia aceptar la corona sino después de adopta-
dos por el Congreso los 18 artículos, los adop-
tó aquella Asamblea el 9 de Julio , después de
una discusión tempestuosa. Notificóse á la Confe-
rencia la aceptación, el Príncipe Leopoldo pasó
á Bruselas, y fue inaugurado Rey.


Sin embargo, asi como antes había protestado
la Bélgica, protestó á su vez el Rey de Holanda
contra los 18 artículos; y no contento con protes-
tar, resolvió llamar en su ayuda la lógica tan po-
derosa de los hechos consumados, que le salió per-
fectamente. Los belgas, exaltados con sus triunfos
de Setiembre, se creian tan superiores á los holande-
ses, que ningan cuidado habían tenido de su organi-
zación militar. Las blusas belgas, sorprendidas pgr_
un ataque imprevisto del ejército holandés, fueron
completamente derrotadas, El Príncipe de Oratige
vencedor en Lovaina , se adelantaba rápidamente




N 0 T H 0 M B . 33
Sobre Bruselas , cuando le obligó á retroceder la
llegada del ejército francés, mandado por el Maris­
cal Gerard. Pero aquel contratiempo militar fue
un golpe terrible para la diplomacia belga. Desva­
neciéronse la mayor parte de las esperanzas con­
tenidas en las disposiciones preliminares de los 18
artículos ; una agresión desleal (*) pero feliz, hi­
zo inclinar de nuevo la balanza en favor de la Ho­
landa. Abriéronse nuevas negociaciones, y Mr.Not­
h o m b , enviado a Londres con misión especial, se
esforzó, aunque en vano, en luchar contra tan desa­
gradable precedente. No dejando á la Conferencia
ninguna esperanza de conciliación las pretensiones
de los dos partidos, resolvió atrevidamente cortar
las dificultades, y redactó el famoso tratado de 15
de Noviembre de 1831 , llamado de los 24 artícu­
los , que estipulaba arreglos definitivos. Esta ter­
cer decisión de la Conferencia, era una especie de
término medio entre la primera y la segunda.


Sin embargo, Guillermo no estaba aun conten­
to con\o&24artictilos, rehusaba ratificar el tratado,


ti) Había tenido lugar sin aviso anticipado d é l a suspen­
sión de armas, y con desprecio de la garantía de las cinco
cortes, de las cuales, á la verdad, tres eran territorialmen№.
bostiles à la causa belga.


3




34 PERSONAJES C É L E B R E S .


y persistía en ocupar una porción del territorio se-
ñalado á la Bélgica. No entraremos ahora en el
pormenor de los hechos que obligaron á la Fran-
cia y á la Inglaterra á adoptar medidas coercitivas,
contra el mas testarudo de los Nassau pasados,
presentes y futuros, y haberle desalojar por fuerza
la ciudadela dé Amberes ; medidas que tuvieron
por resultado un convenio provisional, en cuya
virtud, Guillermo, sin renunciar á sus pretensio-
nes , consintió en un statu quo que dejó durante
cinco años á la Bélgica en completa posesión de
los territorios divididos, hasta que al fin cedien-
do á las quejas á que daban lugar entre sus subditos
el aumento de impuestos y la incertidumbre del
porvenir, el obstinado Monarca se decidió á ad-
herirse al tratado de 15 de Noviembre.


Durante estos cinco años, Mr, Nothomb aña-
dió nuevos títulos como administrador á los que
ya había adquirido como diplomático , hombre
de Estado y orador. Encargado durante tres años
y medio del ministerio de obras públicas, des-
plegó en aquel ramo un gran talento de ege icu^
cion y una actividad prodijiosa. Cuando se recuer-
da la estensá y magnífica red de caminos de hier-
ro que ha cubierto tan en poco tiempo el pe-




KOTHOMB. 3¡>


queño reino de Bélgica , todos los caminos, ca-
nales , edificios, toda la masa de trabajos de uti-
lidad pública de toda especie, que este pueblo re-
cien nacido ha logrado egecutar con tanta rapi-
dez y tan reducido presupuesto, hay que confe-
sar que al menos en este punto la Bélgica eclip-
sa á otros países , y que muchos grandes hom-
bres de Estado tal vez no harian mal en ir á te-
mar algunas lecciones de economía política de
aquellos pequeños Ministros , que con muy poco
dinero , saben llevar á cabo tan grandes cosas.
Mr. Nothomb puede ser considerado en esta par-
te como unode los representantes mas eminen-
tes del Gobierno belga.


Ahora deberíamos referir de qué modo for -
mando Mr. Nothomb parte del ministerie de
1889, reducido á tres individuos, y en la peOr
posición qne puede tocar á unhombre de Estado;
precisado á luchar contra las pasiones patrióticas
en favor de necesidades que deplora , consiguió
todavía engrandecerse en medio del violento com-
bate de tribuna que precedió á la solución defi-
nitiva de la cuestión belga holandesa. Tendríamos
que manifestar después, de qué m o d o , separa-
do de sus antiguos amigos políticos ha conseguí-




36 P E R S O N A J E S C E L E B R E S .


do formar en el día un ministerio combatido por
MM. Leveau , Devaux y Rog ier , vueltos gefes de
la oposición, y que acusan á Mr. Nothomb de
haber cambiado de bandera, mientras él so&tiene
que al contrario ellos son los que han abandona-
do el antiguo estandarte católico-liberal, para adop-
tar un liberalismo esclusivo. El hecho es que Mr.
Nothomb, tiene mucha dificultad en sostenerse en
el terreno déla unión, del cual los dos partidos
parecen dispuestos en el Jiaá alejarse mas y mas.
Los liberales reniegan de él porque los católicos
le sostienen, y los católicos le sostienen por la
razón opuesta. En cuanto á é l , repite sin cesar
que no es católico ni liberal, ni quiere mas apoyo
que el de los hombres moderados de los dos par-
tidos. Mucho tendríamos que decir acerca de esta
situación , pero nos falta el espacio, y volveremos
á hablar de ella en la biografía de Mr. Leveau.








/.ft* u « . '


1 ,(Л


LORD BROUGHAM.


« Т о w h o m dispute and strife are
bliss and b r e a d . »


CABBE.


Aquellos a quienes sirven de comi­
dilla y placer la disputa y el ruido_


Pro rege, lege , grege.
Divisa de Lord Brougham.


Ya hemos visto en Inglaterra al hijo de un
fabricante colocado por su talento á la cabeza del
partido tory ; ahora veremos otro ejemplo de la
sagacidad con que la aristocracia inglesa, bien
sea tory ó whig , sabe abrir oportunamente sus
filas á los nombres eminentes de las clases in ­
feriores. Los dos oradores principales de los dos
partidos en la Cámara de los Lores , los dos per­




2 P E R S O N A J E S C E L E B R E S ,


sonages, que desde 1827 han ocupado sucesiva-
mente la primera dignidad judicial del re ino , son
dos advenedizos hijos de sus obras. El gran can-
ciller actual, Mr. John Copley , en seguida Sir
John Copley , y por ultimo Lord Lyndhurst,
h i j o , no de un artesano oscuro de la c iudad, como
lo dijo sin razón Mr. Duvérgier de Hauranne en
uno de sus artículos de la Revista de los Dos mun-
dos, sino de un pintor bastante distinguido, no
por eso deja de ser eti el dia uno de los hombres
mas-considerables del partido tory.


En cuanto al Lord Barón Enrique Brougham
y Vaux de Brougham, en otro tiempo Mr. Brou-
gham simplemente , pertenece es verdad á una fa-
milia muy antigua del Westmorelahd, pues se-
gún un libro geneológico se remonta nada me-
nos que al tiempo de Eduardo el Confesor •, pero
sü tituló de nobleza es mucho mas reciente, pues
dátá de la revolución de Julio de 1830 , cuyo
choque', derribando él ministerio t o r y , llevó sú-
bitamente a la pairiá y á sentarse sobre él saco
dé lana, á ún simple abogado miembro de la Cá-
mara de los Comunes , quien declaró francamen-
te qué tío quería aceptar ningún destino, sino el
más elevado.




B R O U G H A M . 3


Lord Brougham reúne ademas al mérito de
ser el primer patricio de su familia, el de lia -
ber nacido pobre , lo que es un obstáculo en to-
das partes, y en Inglaterra principalmente. Nació
en Edimburgo el 19- de Setiembre de 1779, de
un padre inglés y de una madre escocesa, sien-
do esta sobrina de Robertson, el célebre autor de
la historia de Carlos V . Enrique Brougham hi-
zo sus primeros estudios bajo la dirección del tio
de su madre, y los continuó después enla Univer-
sidad de Edimburgo, déla cual, s i n o nos equi-
vocamos , era Robertson Rector. Manifestó des-
de luego suma afición á las ciencias físicas y ma-
temáticas ; y apenas contaba 18 años, publicó en
una colección científica muy estimada, y cono -
cida bajo el título de Philosophical Transactions,
un Ensayo sobre la flexion y la reflexion de
la luz, que llamó la atención de los hombres
competentes. Al mismo tiempo que cultivaba con
ardor este ramo de los conocimientos humanos,
siguiendo ya una correspondencia en latin con
nuichos sabios de Europa , empleaba igual ardor
en sus, estudios clásicos, leia á Demóstenes, Ci-
cerón , Milton y Dante, se internaba en el labe-
rinto de la jurisprudencia inglesa , y se prepa-




-1 P E R S O N A J E S CELEBRES.


raba para la vida pública, ejercitándose en hablar
en el Spéculative Club, célebre sociedad donde la
juventud universitaria de Edimburgo , preludiaba
las luchas del toro y de la tribuna.


Al concluir sus estudios, uno de sus condis-
cípulos , el joven Lord Stuart de Rothsay, con
el cual había contraído amistad, le propuso lle-
varle consigo en un viage al continente. Recor-
rieron juntos la Suecia y la Noruega, única par-
te de Europa accesible entonces á los viageros in-
gleses. Mas adelante , durante el Consulado , y
la corta tregua que siguió á la paz de Amiens,
hizo Brougham un viage á París , y fue presen-
tado á Carnot como un joven matemático délas
mejores esperanzas. En efecto , acababa de publi-
car un nuevo trabajo sobre las propiedades ¿ e
la hipérbole cónica, las relaciones de la línea ar-
mónica en las curvas de diferentes órdenes, que
poco después le abrió las puertas de la Sociedad
Real de Londres.


Sin embargo, la tranquila carrera de las cien-
cías no podía ser suficiente para absorver la ar-
diente energía del joven inglés; un impulso irre-
sistible le arrastraba hacia la vida activa, y en
el momento mismo en que principiaba con bnen




B B O U G H A M . 5


éxito en las matemáticas sublimes, preparaba dos
volúmenes de Economía polít ica, que se publi-
caron en 1803 (tenia entonces 24 años ) , bajo el
título de An Inquiry into the colonial policy of
the European powers (Investigaciones sobre la
política colonial de las potencias europeas). Se
ha dicho sin razón que los principios profesados
en aquel libro sobre la esclavitud, estaban en con-
tradicción con las doctrinas posteriores de Lord
Brougham, abolicionista c e l o so , compañero de
armas de Wilberforce en su cruzada en favor de
la libertad de los negros.


Un año antes de la publicación de aquel l i -
bro , en 1802, un joven condiscípulo de Broug-
ham, Francis Jeffrey, que habia de ser poco des-
pués uno de los críticos mas distinguidos de la
Gran Bretaña , fundó la Revista de Edimburgo,
y entre todos sus redactores , Brougham se c o -
locó bien pronto en primera línea. Colaborador
asiduo de aquella Revista hasta 1828 , Jaba en-
riquecido , sobre toda clase de asuntos, con una
cantidad de artículos, que formarían reunidos de
doce á quince volúmenes. Desde que tiene una par-
ticipación mas directa en los negocios de su pais,
su colaboración en la Revista es menos frecuen-




G PERSONAJES CELEBRES.


t e , pero aun [se la considera como la espresion
de su pensamiento político^


Después de haber principiado favorablemente,
corno abogado, en los tribunales de Edimburgo,
llamado Mr. Bfóughárh en 1804 para defender
ün pleito éü la Cámata alta, formó el proyecto de
establecerse en Londres. El foro inglés estaba en -
tóncés representado por tres hombres eminentes,
Erskine, Mackintósh y Samuel Romilly. El recien
Venido tardó poco eü hacerse notable por su ac-
tividad , su elocuencia vehemente, la originalidad
de su acento escocés, y la soltura dé SuS modales.


En 1808, Mr. Brougham, que ya se habia
distinguido en el f o r o , aprovechó la ocasión de
un asunto relativo á los Decretos del Consejo, pa-
ra abrirse paso á la tr ibuna, atacando viva y
elocuentemente aquellos decretos en él foro y en
la Revista de Edimburgo. Sabido es que el G o -
bierno inglés, en contestación al famoso decreto
del bloqueo continental, dado por Napoleón en
Berlín, habia dado otro declarando igualmente
en estado de bloqueo las costas de Francia, p e
aquellos dos decretos igualmente opresivos, re -
sultó una perturbación universal en el comercio
de los Estados neutros. Brougham se hizo el




B R O U G H A M . 7


órgano-de las reclamaciones de los buques apre-
sados, y pronto fué bastante su reputación de
abogado y de escritor político para que el parti-
do whig le abriese la entrada del Parlamento.
Según creemos, el Duque de Bedford, fue el que
en 1810 le hizo elegir diputado por el Burgo po -
drido de Camelford. En los dos primeros años de
su permanencia en la Cámara, solo se distinguió
por dos dircursos contra aquellos mismos decre-
tos del Consejo.


Después de la disolución del Parlamento, en
1813, el diputado whig se presentó como candi-
dato á los electores de Liverpool , en competen-
cia con Canning, entonces tory decidido; no triun-
fó en aquella candidatura, y no pudo volver á
entrar en Westminster sino dos años después,
elegido por el Burgo podrido de Winchelsea. En
el periodo que siguió á la caida de Napoleón, en


• el momento en que la antigua lucha entre los torys
y los whigs . amortiguada por la guerra esterior,
se habia vuelto á reanimar, fue cuando Broug-
ham adquirió en el partido w h i g , y hasta en el
radical, su grande reputación de orador y de
hombre de Estado. Adversario directo , f ogoso , é
injurioso muchas veces de Canning; combatiendo 4a/%




8 PERSONAJES CELEBRES.


elocuencia clásica y florida del poeta-ministro, con
la elocuencia brusca é impetuosa de un Escita pro-
visto de un vasto saber y de fuertes pulmones;
oponiendo al porte elegante de su rival, el de un
boxador ing lés , Mr. Brougham llegó á ser en
poco tiempo uno de los mas poderosos atletas
de la oposic ión, y el enemigo mas encarnizado
del gabinete de Lord Liverpool. Las ideas de este
sobre la Irlanda, la repugnancia de Canningá
toda reforma parlamentaria, el apoyo dado por
Lord Castelreagh á los proyectos de la Santa
Alianza, la oposición del Canciller Lord Eldon á
toda mejora en la administración de justicia , los
errores rentísticos de Mr. Van Sittart, por últi-
mo todas las medidas y cada uno de los miembros
del gabinete, tuvieron que sufrir á su vez el fue-
go de la elocuencia amarga y sarcástica de Mr.
Brougham. Veinte años después, habiendo llega-
do á ser Gran Dignatario, el boxador oratorio
de 1815 á 1823, se muestra en su última obra (*)


(") Histórica!, Sketches of the Statesmen wlio flourished
in the time of George III.—Bosquejos históricos de fes
hombres de Estado del tiempo de Jorge H I . - E s t a galería de
retratos, publicada primero en la Revista de Edimburgo
y cuya segunda parte ha aparecido en 1839 , es muy intere.
sante. Todos los personajes que han representado un papel




apreciador mucho mas indúlgeme de ¡as dificulta-
des generales de la situación en aquella época,
y juez mas blando de los hombres y de las cosas
tan maltratadas en otro tiempo. Hasta la Santa
Alianza recibe atenciones en la persona de Mr.
de Talleyrand. por quien el Lord Canciller Broug-
ham profesa una grande simpatía y una viva
admiración.


El famoso proceso de la Reina facilitó pronto
á Brougham la ocasión de desarrollar en el mayor
grado su talento y su popularidad.


La mala inteligencia entre Jorge IV y su
muger databan de lejos; desde los primeros t iem-
pos de su casamiento, Carolina de Brunswick,
cuyo carácter por otra parte tenia pocos atracti-
vos, había esperimentado ia friaídad, las infideli-
dades, y por consecuencia la aversión de su ma-
rido. Para justificar sus culpas, había buscado
motivos para acusarla. En 1806, á petición de la
misma Princesa, se había hecho una averigua-
ción en presencia de los. mandatarios de ambas
partes, y se habían declarado mal fundadas las


importante en Europa a fines del siglo último y principio
del a c t u a l , están pintados frecuentemente en esta otra con
una finura y delicadeza de tintas , que no eran de esperar
de la rudeza oratoria de Lord Brougham.




10 PERSONAJES CELEBRES.


inculpaciones; el Regente no dejó por eso de
echarla dé la corte como culpable, y poco después
le quitó á su única hija la Princesa Carlota. Por
úl t imo, en 1814, por consejo de Mr. Canning,
y por librarse de persecuciones. que iban siempre
en aumento , se decidió á marchar al continente,
con una pensión de 35,000 libras esterlinas.
Pronto dejaron de ocuparse de ella en Inglaterra,
y solo de cuando en cuando corrían voces poco
favorables sobre su conducta. Mr. Brougham,
que la habia encontrado en Italia en 181G , y á
quien ella habia encargado el cuidar de sus inte-
reses, propuso en 1819 á Lord Liverpool asegu-
rarle por toda su vida la pensión anual que se le
habia concedido, con la condición de que ella se
obligaría á no volver jamás á Inglaterra; el mi-
nistro eludió la proposición, alegando que era
preciso hablar al Regente. Pero apenas con la
muerte de Jorge III hubo subido el Regente al
t rono , Lord Liverpool quiso volver á entablar la
negociación con Mr. Brougham, y hasta propuso
aumentar la renta á 50,000 libras ; Mr. Brougham,
que al parecer habia hecho la primera proposision
de motu propio, declaró á su vez que debía con-
ferenciar con la Princesa, vuelta Reina. Entretan-




líílOUfirHAM. 11


t o , Carolina quo estaba en Italia, supo al mismo
tiempo la muerte de su suegro , y la injuria que
le acababa de hacer el nuevo Rey su Esposo , man-
dando borrar su nombre de la liturgia inglesa.
Semejante noticia irritó su carácter ardiente, pu-
blicó al momento una especie de manifiesto, pre-
viniendo al ministerio que hiciese restablecer su
nombre en la liturgia, y reconocer en todas par-
tes su cualidad de Reina ; anunciaba al mismo
tiempo su intento de trasladarse á Londres, para
ocupar su puesto enla ceremonia de la coronación;
y escribió á su abogado Mr. Brougham. quien
le dio cita para Calais, para entenderse con ella
y negociar un arreglo.


Dirigíase á aquel punto , cuando entre Dijon
yPar i s , halló al alderman W o o d que iba a su
encuentro. Era este alderman un radical pronun-
ciado, que tenia una grande influencia con los
jornaleros, y que previendo la fermentación que
produciría la llegada de la Reina, le anunció que
el pueblo deseaba vivamente su regreso, y la
instó para que pasase á Londres sin demora,
Mr. Brougham , que se reunió con la Reina po-
co tiempo después en Saint-Omer, se esforzó en
vano para hacerla diferir su proyecto; partió de




12 P E R S O N A J E S CÉLEBflES.


Saint-Omer sin advertirle, se embarcó en Calais,
llegó á Douvres el 6 de Junio de 1HQ0, é hizo
su entrada en Londres, en medio de las aclama-
ciones de mas de 200,000 personas, yendo á alo-
jarse en la casa del alderman W o o d .


Jorge IV estaba furioso ; sus ministros, de-
seando evitar un escándalo , intentaron conseguir
de la Reina que consintiese en regresar al con-
tinente, bajo las condiciones ofrecidas á Mr.
Brougbam. Celebráronse conferencias entre el Du-
que de Wellington y Lord Castelreagh en nom-
bre del Rey , y MM. Brougham y Denman en
el de la Beina. Esta última ofrecía marcharse,
pero con la condición Une quanon,de que se re-
conocerían su titulo y sus derechos de Reina.
El Rey se opuso de un modo absoluto , y Lord
Liverpool , cediendo al fin á la pasión del Mo-
narca , presentó al Parlamento, el 6 de Julio,
un mensage oficial , relativo á hacer declarar la
Reina culpable de trato adúltero , privada de su
rango , y hacer pronunciar la disolución de su
casamiento con el Rey. Después de la primera
lectura del bilí propuesto , se aplazó la segunda
para el 27 de Agosto. Abriéronse los debates ,en
la Cámara de los Lores. MM. Gif ford, Copley,




B l l O U G H A M . 13


Robinson, y Adams tenian el encargo del Rey
de sostener la acusación, y defendían .i la Rei-
na MM. Brougham, Denman y Lushington. Des-
de los primeros dias de la segunda lectura, Mr.
Brougham pronunció contra el principio del bilí
uno de sus mas bellos alegatos. La audiencia de
los testigos duró hasta el 6 de Setiembre , con
todo el acompañamiento de escandalosos detalles
que llevaba en pos de sí un negocio de esta cla-
se. (*) Abriéronse en seguida los debates sobre el
f o n d o , y los abogados de ambas partes rivali-
zaron en elocuencia. El segundo alegato de Mr.
Brougham , cuyo objeto era destruir la multitud
de testimonios invocados contra su defendida,
produjo una viva impresión, y su perorata, s o -
bre todo, hizo grande efecto. Dícese queMr. Broug-
ham , que comunmente improvisa, se cree obli-
gado , y no sin gran trabajo, á escribir sus dis-
cursos en las ocasiones solemnes. Parece que es-
cribió hasta catorce veces el que principiaba con
estas palabras:


•» «Ved, Milores, el asunto que vais á juzgar;


(I) Sabido es que la Reina era acusada principalme^rttr
de adulterio con un correo italiano llamado Bergafh^fc*"
quien habia hecho Intendente de su casa. '


: ¡m




14 PERSONAJES CELEBRES.


tales son los hechos que apoyan la acusación ; no
hay pruebas reales, ui natía bastante concluyen -
te para privar de un derecho civil al último de
los subditos del reino ; no hay una falta pro-
bada ; por todas partes hay impotencia , ridicu-
lez , escándalo , monstruosidad. Y de este mo-
do se sostiene la mas grave acusación, de este
modo se quiere destruir el honor de la Reina!...»


La tercera lectura de b i l í , que equivale á la
declaración de culpabilidad , -solo se obtuvo por
una débil mayoría. No se admitió la demanda
de divorcio , y el ministerio , no queriendo espo-
nerse á una derrota, llevando el negocio á la Cá-
mara de los C o m u n e s , se decidió á retirar su
propio bilí, haciendo aplazar la cuestión para den-
tro de seis meses ; pretesto decente para una sus-
pensión indefinida.


La Oposición, sobre todo el partido radical
y el pueblo, se asociaron á la victoria de la Rei-
n a , que fue celebrada con procesiones, ilumina-
ciones y felicitaciones de todos los condados de
Inglaterra. Pero aquel triunfo fue de corta du-
ración ; la popularidad de Carolina entre la cla-
se ínfima del pueblo le perjudicaba en el ánimo
de los wh igs , y cuando un año después , el dia




B t t O U G H A M . 15


señalado para la ceremonia de la coronación, se
presentó en las puertas de Westminster en un
coche tirado por seis caballos b lancos , y rodea-
do de un inmensoy bullicioso populacho, la Opo-
sición vio sin disgusto que el Gobierno le nega-
ba la entrada de la Abadía, y la obligaba á vol-
verse con su escolta por el mismo camino que
había llevado. Poco tiempo después, rendida Ca-
rolina por tantos sacudimientos', m u r i ó , y por
orden suya se gravó sobre su tumba este epitafio
Here lies the injured Queen qf England ; aqui
descansa la Reina ultrajada de Inglaterra.


Este famoso proceso tuvo de común con tan-
tos otros , que perjudicó á entrambas partes,
y solo fue provechoso á los abogados. Mr. Broug-
h a n , distraído por él déla lucha parlamentaria,
volvió á ella con su ardor acostumbrado.


Después fie la muerte de Castlereagh, Canning,
que había dejado los negocios en 1817, á conse-
cuencia de su disentimiento con Lord Liverpool
sobre la cuestión de la ¡mancipación católica (*),
y^de sus simpatías confesadas por la Reina, fue
llamado á reemplazar al ministro difunta; y con
Canning, cuyas opiniones anteriores sa habían ya


(i) Véase su biografía l. . III




1 6 P E R S O N A J E S C E L E B R E S .


modificado un poco , se introdujo en ti Gabinete
cierta mezcla de liberalismo. Ya liemos analiza-
do este periodo del largo ministerio Liverpool (*).
Sin embargo , fue la época en que Mr. Brougliam
se mostró mas violento en sus ataques contra él.
Habíase convenido entre los miembros del Gabi-
nete , que puesto que estaban divididos sobre la
cuestión de Irlanda, se diferiría, liste arreglo fue
al principio el testo fecundo de las recriminacio-
nes de Mr. Brougliam; lo indicó como una mons
truosa apostasia de parte de Canning, y hasta
llegó á acusar personalmente al ministro de ba-
jeza ; Canning, exasperado, le replicó desmin-
tiéndole. El Presidente intervino, Canning, se
negó á retractar su apostrofe, y por último la
cosa se arregló de cualquier m o d o , con la me-
diación de Sir Roberto Wijson , y ambos de-
clararon que sus palabras eran solo en sentido
político.


La guerra emprendida por el ministerio Villele
contra España, á pesar de los esfuerzos de Can-
ning para impedirla, dio pronto un nuevo ali-
mento á la incandescente elocuencia de Broug-
liam. El que hace pocos años encontraba tanri-


(*) Véase la Biografía de Sir Roberto Peel t. IV.




U B O U G H A W . IT


dicula la pretensión de la Francia, de quererse-
ingerir en los actos de Lord Palmerston, no per-
donaba á Canning que permitiese al Gobierno
francés una medida que él desaprobaba ; y no
contento de combatir la neutralidad de Canning
como una cobardía, se habia constituido el in-
sultador obligado de todos los miembros del G o -
bierno francés: Mr. de Chateaubriand fue sobre
todo el objeto favorito de las injurias del orador
inglés. Dichosamente para su reputación, no se
limitaba el orador inglés á cultivar esta especia-
lidad de su talento, sabia hacer de él un uso
mas elevado, al tiempo mismo que defendía con
todas sus fuerzas y en todas las ocasiones los dos
principales puntos del programa político de los
whigs : la emancipación católica y la reforma
parlamentaria. Al paso que abogaba con grande
elocuencia por la abolición de la esclavitud y la
represión del comercio de negros, se entregaba
con toda la sagacidad de su espíritu, y la incan-
sable energía de su carácter al examen y solu-
ción de otras dos cuestiones mas descuidadas en-
tonces , y sin embargo no menos importantes que
las primeras; hablamos de la educación popular,
por la cual ha hecho mucho Lord Brougham,




18 PERSONAJES C É L E B R E S .


y de las formas solicitadas ú obtenidas por él eíf
diversos ramos de la legislación inglesa.


En Inglaterra no existe, como es sabido, un
sistema general de educación popular por medio
de establecimientos públicos, fundados y regidos
por el Gobierno ; en este punto todo está aban-
donado á la voluntad y arbitrio de los particu-
lares, de los Ayuntamientos, ó de las corpora-
c iones ; y no presiden á la enseñanza, ninguna
dirección , apoyo ninguno de la autoridad supe-
rior. Es precisamente lo contrario al sistema
adoptado en el d¡a en la mayor parte de los
Estados del Contiuente.


Bien se comprende , que si resultan algunas
ventajas de este sistema absoluto de dejar hacer
en materia de educación , resultan también mu-
chos inconvenientes, entre o t ros , el de una
grande ignorancia entre las clases pobres, en un
pais donde la instrucción del pueblo es conside-
rada generalmente por las clases elevadas, y so-
bre todo por el c lero , como una cosa inútil y
hasta peligrosa. Convencido Lord Brougham
que la instrucción, á lo menos elemental, de las
masas, es en último resultado para una nación
•la mas segura garantía de moralidad y bien-estar,




EltOUOHAM. 19


ha dedicado , cotí un ardor ridiculizado y trata-
do de charlatanismo muchas veces por sus ad-
versarios , su tiempo , su talento y sus cuidados
•á estender un sistema general de educación po-
pular. Miembro , desde 1816, de una comisión
de informe sobre este asunto, instituida á pe-
tición suya por la Cámara de los Comunes , ha
llamado sin cesar la atención del poder sobre este
asunto ; y si no ha podido hacer adoptar todas
sus ideas, por lo menos ha contribuido podero-
samente .como particular al desarrollo de la edu-
cación. Una primera escuela de n iños , fundada
en Londres en 1819, y á la que siguieron poco
después mucho establecimientos de la misma clase;
numerosas escuelas de adultos para los operarios,
conocidas por el nombre de Mechante* s institu-
tions ; la Universidad libre de Londres, la pri-
mera que se haya fundado eu Inglaterra con la
igual admisión de todas las comuniones; estable-
cimiento de una Sociedad para la propagación de
los conocimientos útiles, por medio de una série
de^ publicaciones baratas y para el uso de las cla-
ses pobres: tales soplos principales frutos d é l a
generosa y patriótica solicitud de Lord Brougham.
El mismo publicó en 1825, bajo el titulo de




30 PERSONAJES C É L E B R E S .


Practical observatlons upon the education of
thepeople, (Observaciones practicas sobre la edu-
cación del pueblo) , un libro pequeño pero muy
notable, que repartido en un número de mas de
50,000 ejemplares, no ha sido poco útil á la cau-
sa de la cual se había declarado campeón. Con
este motivo , y en una viva réplica contra el m i -
nisterio Wel l ington , fue cuando Mr. Brougham,
constantemente penetrado de la importancia de la
educación popular, y considerándola como él mas
seguro baluarte de el porvenir, contra toda tira-
nía clerical, aristocrática ó militar, pronunció
su famoso dicho tan repetido después. « El maes-
tro de escuela lo arregla bien. »


No han sido menos perseverantes sus tentati-
vas para reformar los vicios de la legislación in-
gles». Su trabajo mas importante sobre esta ma-
teria , es un inmenso discurso pronunciado por
él-en la Cámara de los Comunes, el 7 de Febrero
de 1828, que duró siete horas , y e n e l que pasó
revista á todas las partes del sistema judicial inglés.
Recorriendo aquel tenebroso caos con la antorcha
de una inteligencia superior, indicando los abu-
sos acumulados durante siglos, y las mejorasque
se debían efectuar, notó que hay en Londres tres




Tribunales Supjpqraos, cuyasatr^biueiones son COSÍ
idénticas , pero que difieran considerablemente
en wauto.á las turmas $ue observan, y á los gas-
tos de las instancias. Asi pues , B i i e u t r a s que el
Tribunal 4el BQ-MAO del B&y está, sobrecargado
de negocios , los de Plaids C^vxuns y del fichi-
qitier es.tan casi ¡ociosos, porque un pequeño nú-
mero ,de abogadas,, que solo ellos tienen «1 dere-
cho de abogar en aquellos tribunales, egercea un
monopolio perjudicial sobre los procedimientos.
Desacertadamente se .pasan todos los negocios
concernientes á las Colonias ¡al (Consejo privado
del Rey ; los.gastos de asta apelación s o n i e n o r m e s ,
y los consejeros ningún conocimiento tienen ide
las numerosas y divergas legislaciones que rjgep.
en lag Colonias. iLa tan elogiada institución de
los jueces de ;paz,, cuyo nombramiento depend*
eschtsivawtrt*.denlos¡Lores lugartenientes d e j o s
condados, y cuyo «se«sivo poder n o está sugeto
á ninguna ¡fiscalización; las leyes sobre los bie-
nes reiees .y las sucesiones que difieren esencial-
rnente, y sin suficientetinotivo,,entre unas y otras
provincias-, el eacesivorrigor de-la ley.con.respec-
to á la persona de 'los comerciantes quebrados,
« ombia f ldawo « n f k v o r concebidlo á la propiedad


3 '




22 P E R S O N A J E S C E L E B R E S .


inmueble, tal que se escapa casi siempre al acree-
dor aunque esté provisto de una sentencia; la
falta de un régimen hipotecario regular y unifor-
me ; todos estos puntos y otros muchos los ha
analizado y discutido Lord Broughan, con tanta
lucidez como saber.


1 No satisfecho eon apreciar dogmáticamente la
legislación de su pais, se esforzó Lord Broug-
h a m , especialmente mientras fue Canciller, en
ejecutar muchas de las reformas indicadas. Des-
pués de haber introducido grandes variaciones en
la legislación sobre las quiebras, proyectaba una
mejora de la mas alta importancia, el estableci-
miento de un sistema regular de Tribunales loca-
les , de que la Inglaterra carece completamente.
Asi e s , que al paso que la administración polí-
tica tiene por básela mas completa desentraliza-
c ton , en Inglaterra la administración de justicia,
es objeto de la centralización mas enorme que
jamás ha existido en pais alguno. Los Jueces su-
periores , que residen en la Capital, recorren la
Inglaterra dos veces al a ñ o ; en algunos dias deci-
den una ¡numerable cantidad de negocios; lo que
no obsta para que una multitud de pequeñas j u -
risdicciones , de origen feudal ó municipal, \ui-




B R O U G H A M . 2 3


guen arbitrariamente los pequeños negocios, sfn
convenir entre si eu los principios que sirven de
base á sus juicios. Resulta de todo esto, que en
ningún pais es mas viciosa y lenta la administra-
ción de justicia , ni tan ruinosos los gastos de los
procedimientos, como en Inglaterra. El plan de
Lord Brougham para corregir tales abusos, como
que atacaba los intereses de una corporación c o -
diciosa , crecida y poderosa, la de los hombres de
l ey , jueces, abogados, procuradores e t c . , no
podía menos de encontrar una formidable oposi-
c i ón ; la Cámara dé los Lores, guardadora feroz
de las antiguas tradiciones y de los viejos abusos,
adoptó la causa de los interesados, y rechazó el
proyecto del ex-Canciller.


Volvamos á la vida política de Mr. Brougham.
Sabido es cómo tuvo que entregar los negocios
al partido whig el ministerio Wel l ington , des -
pués de haberse visto arrancar la emancipación
católica. Formóse el ministerio de Lord Grey;
y Brougham , que habia contribuido poderosamen-
te al triunfo del partido, fue creado Barón y Par
de Inglaterra , y elevado á la dignidad de Can-
ciller. Esta dignidad no es en Inglaterra un tí-
tulo honorífico, unido á la cualidad de Presiden-




14 P E B S O N A Í E S CELEBBKS.


Ife de la Cámara de los Bares como en ¡Fraauia.
El Canciller íes á un tiempo miembro del Gabi-
nete, Presidente de la Cámara de los Lores , y pri-
mer Juez de apelación. Lord Brougham tenia el
:proyecto de dividir lasutribuciones de la Canci-
llería entile dos funcionarios distintos , el uno
.político y «1 otro judicial. Esta reforma erasen-
s a t a , pero -heria k vanidad del cuerpo delej is-
t a s , y de consiguiente no se ha podido haoer.


En la biografía de Lord Johm J\ussell , ha-
blaremos .detenidamente de ¡la tenaz resistencia
de la Cámara de los Lores al bilí de reforma.
En Octubre de 1831 pronunció el nuevo Canci-
ller sobre este asunto uno de sus mas famosos dis-
cursos ; después de pintar en él 'Lord Brougham
el estado espantoso de la Inglaterra , las conmo-
ciones, los incendios, los furores del pueblo, aque-
llos zumbidos de millares de hombres , el ora-
dor escitaba á los Lores á no exasperar ¿ la na-
ción con mas obstinada resistencia , y acceder á
la Deforma.


Una vez obtenido aquel triunfo capital, el
ardor de Lord Brougliam por las reformas poli-
ticas principió á calmarse un poco ; le sucedió lo
que sueede y sucederá á tantos otros espíritus fo-




BuoiGüAJi. 25


gosos , mes ó menos templados ipor el egercieio
del poder, y cuyo punto de mira se limita á me-
dida que se eleva su posición. Durante el minis-
terio de Lord Grey y el primero de Lord Mel-
bourne , fue uno de los miembros mas conserva-
dores de aquellos dos gabinetes whigs , y de los
mas dispuestos á poner término á las concesiones.
Aquella voz , que en 1811 y después se habia mos-
trado algunas veces tan ruda y estrepitosa contra
Wel l ington , se eievó otras tantas hasta el dithy-
r a m b o , para celebrar las maravillosas hazañas
del primero de los héroes modernos; y aquella
misma vo', daba á O' Connel l , enmedio de la
Cámara de los L o r e s , la calificación aristocrá-
tica de gran mendigo.


Cuando en Noviembre de 1834, el ministe-
rio Melbourne tuvo qne ceder los negocios por
un momento ai partido tory, los periódicos whigs
sostuvieron que el Lord Canciller estaba dispuesto
á conservar los sellos en un gabinete tory, bajo la
presidencia de Lord Wellington. Lord Brougham
rechazó aquel aserto como injurioso, y se apresuró
á dar su dimisión. Pero cuando sus antiguoscólegas
volvieron al poder en 1835 , él• no volvió cóndi los ,
y desde aquella época hasta la última disolución




26 PERSONAJES CELEBRES.


del gabinete Melbourne, Lord Brougbain, sin
pasarse al enemigo, no ha escaseado sus tiros a
los que iusistia en llamar sus amigos, es decir,
á los miembros del gabinete wh ig , acusados por
él á menudo de indecisión , de debilidad y de
culpable complacencia con O' Connell y los ra-
dicales. Esta actitud aislada de Lord Brougham
le ha hecho comparar coa el diputado francés Mr.
Dupin. Pero séase lo que se quiera de esta c o m -
paración, Su Señoría está mas fuera de lugar en
la Cámara de los Lores de lo que lo estaría Mr.
Dupin en la de los Pares. Ademas de que la gran
peluca de Canciller, de que se ve libre eu el dia,
embellecía muy poco su rostro tan ricamente feo,
Lord Brougham, al entrar en la Cámara alta,
ha perdido una gran parte de las ventajas de su
organización, á propósito para las tempestades
y el combate. El poder de su sarcasmo é invecti-
va , la áspera violencia de su palabra, puede ejer-
citarse raras veces en medio d e arislócratas des-
deñosos y fr íos, saciados de todas las sensaciones,
y que gustan mas de saber vivir que de la e lo-
cuencia demosteniana.


Lord Brougham, casado en 1819, no tiene
mas que una hija, y un hermano, que es ó ha




MtOtT.tUM. 27
sido miembro de la Cámara de los Comunes.
Tiene relaciones de amistad con muchos persona-
ges distinguidos- de Europa. Después de haber
luchado en otro tiempo con Mr. Arago , en la
Revista de Edimburgo, sobre algunos puntos de
la ciencia, ha llegado á ser el íntimo amigo de
este ilustre s a b i o , y le ha dedicado su obra so-
bre la Teología natural, cuyo valor metafísico es
muy disputado. Es miembro adicto del Instituto
de Francia, y desde 1830 ha hecho dos viages
á París, donde ha sido muy bien acogido.


En resumen, Lord Brougham , matemático,
físico, metafísico, legista, abogado, publicista,
economista , literato , hombre de Estado , ora-
dor-, Lord Brougham , verdadera enciclopedia
viviente, escribiendo y hablando sobre todo con
igual facilidad, y ocupado sin cesar en agran-
dar por medio del trabajo la inmensa esfera de
sus ideas ; debe evidentemente ser colocado en-
tre los personages de la Inglaterra, aun cuando
los hombres especiales le consideren débil en tal
ó cual parte de la ciencia. Pero la vida política
de Lord Brougham , no habiendo sido, de trein-
ta años á psta parte, mas que un perpetuo com-
bate , en el cual si cambiaba alguna vez de ter-




28 P E R S O N A J E S C E L E B R E S .


reno se ha colocado siempre como un atleta im-
petuoso é implacable , resulta, que el noble Lord
tiene muchos enemigos , y que de consiguiente
es preciso dejar á la posteridad el cuidado de
clasificarlo definitivamente.








EL CONDE MOLE.


« Mole, este bello nombre de la ma-
gistratura , carácter destinado proba-
blemente á representar un papel en los
ministerios futuros.»


NAPOLEÓN,—Memorial de Santa He-
lena.


« A l i a d o de la ventaja de innovar,
hay el peligro de destruir .»


MOLE.


En materia de dogma pol ít ico , lo mismo que
en materia de fé religiosa, pueden dividirse los
hombres en tres clases; hay creyentes sinceros y
desinteresados, cuyo número es muy reducido; hay
indiferentes, cuyo número es grande ; y p o r ú l t i -
rno^ hay devotos falsos, cuyo número es in-
menso. En cuanto á los ateos, si bien existen en
política , no lo confiesan , y se alistan necesaria-
mente en la segunda ó tercera categoría.




2 PERSONAJES CELEBRES.


Nada diremos de los dogmáticos sinceros^
cualquiera que sea el dogma que profesen. sus
creencias son respetables, por la sola razón de
que son¡creencias. Et> cuanto á aquellos, que por
un mezquino interés cualquiera, se constituyen
fogosos apóstoles de una religión que no sienten
en su corazón, tampoco hablaremos de ellos,
tanto mas al ir á tratar de un hombre enemigo
del dogmatismo de los sistemas, de un hombre,
cuyo total símbolo político puede reducirse con
corta diferencia á ¡estas palabras : «Lo que existe,
tiene suficiente razón para existir, puesto que
existe; y el Gobierno q:;e mas dura, es el mejor
de los gobiernos.»;


El Conde Mole es el representante mas racional,
mas moderado, mas elevado de esa asociación de
hombres políticos, de los cuales Mr. de Talleyrand
ha sido por mucho tiempo el mas diestro y atre-
vido gefe. No os apresuréis demasiado, los que
creéis, ó fingís creer , no os apresuréis á arrojar
la primer piedraá esos hombres , que han servido
sucesivamente á todos los gobiernos, porque lo
eran. No olvidéis que no son ellos los que crea-
ron las situaciones, sino estas á ellos. Mr. Royer-
Collard lia'dicho sobre este asunto una espresion




MOLE. 3


profundamente triste, pero profundamente cierta^
«Exis te , esclainaba un dia el viejo doctrinario en
la tribuna (*), existe una grande escuela de inmo-
ralidad , abierta de cincuenta años a esta parte, cu-
ya enseñanza, mucho mas poderosa que los perió-
dicos , resuena en el dia por todo el mundo. Esta
escuela, son los acontecimientos, que se han
realizado casi sin interrupción á nuestra vista
Reeorredlos: el 6 de Octubre, el 10 de Agosto,
el 21 de Enero, el 31 de M a y o , el 18 Fructidor,
el 18 Brumario ; deténgome aqui. ¿ Qué vemos
en esta serie de revoluciones 1 El triunfo de la fuer-
za sobre el orden establecido, y apoyándose en
las doctrinas para legitimarlo; hemos obedeci-
á las dominaciones impuestas por la fuerza, he-
mos recibido, celebrado sucesivamente las doctri-
nas contrarias que las ensalzaban. »


Este cuadro es sombrío , pero verdadero; si
una revolución supone siempre un progreso en
la marcha de la humanidad, las infinitas con-
vulsiones que van en pos de ella, tienen de desa-
gradable , que desnaturalizan los sentimientos de
lo justo y de lo injusto , y hacen mas y mas con-
fusa la noción del derecho en política. Durante


f) Sesión de 2.". ile Agosto de 1835.




4 P E B S O N A J E S CELEBKES.


mucho» siglos, la Francia, después de salir de
la oligarquía feudal, vivió , sufrió, peleó, y ven-
ció á nombre de un principio claramente enun-
ciado , y unánimemente aceptado. En la época
en que el Rey no moria nunca en Francia, el Rey
era el Estado, el Rey era el derecho , ya estuviese
en Burges, Orleaus ó París , ó ya cautivo en tier-
ra estraña, como San L u i s , Juan II ó Francis-
co I. Cualquiera que atacaba al R e y , atacaba
al Estado, atacaba al derecho , y su nombre pa-
saba á la posteridad con la mancha de felonía,
ya se llamase Marsell, preboste de los mercade-
res , Condestable de B o r b o n , ó Byron. En aque-
llos t iempos, se asesinaba á los Reyes, pero no
se les juzgaba , no se les deponía, no se renegaba
de ellos. Aquel dogma déla legitimidad, después
de haber gloriosamente transcurrido su tiempo,
murió en el cadalso con Luis X V I ; en vano se
ha intentado después galvanizarlo, la esperien-
cia ha probado que estaba bien muerto. Pero como
las naciones no pueden permanecer mucho tiem-
po sin fé política . no tardó en establecerse un
nuevo dogma sobre las ruinas del primero. El
dia en que el trono quedó despojado del carác-
ter sagrado que le hacia emanar de Dios y de sí




MOLE. ó


mismo , la soberanía bubo de pasar á manos del
pueb lo , y allí principió la confusión. Siendo el
pueblo un ser colectivo, compuesto de individua-
lidades , cuya gran parte son incapaces de con-
cebir en política una voluntad propia y motiva-
d a , surgieron por todas partes las ambiciones
y las interpretaciones individuales; cada cual ha
hecho hablar al pueblo á su modo, y durante un
tempestuoso per iodo , al mismo tiempo que aque
pueblo era grande por su generosidad, y heroico
bajo las banderas , se cometían en su nombre los
actos mas contradictorios, mas tiránicos, mas es-
túpidos y atroces que imaginarse puedan; enton-
ces la sociedad no era mas que una inmensa y
sangrienta arena, donde , según la espresion de
Danton, era preciso ser guillotinador ó guilloti-
nado; entonces, lo que el día antes era virtud
se convertía en cr imen, y el que triunfaba la vís-
pera, era proscrito el día siguiente ; entonces por
f in, según el dicho enérgico de Mr. de Lamarti-
n e , el Panteón servia de conducto á la cloaca.


"No d e b e , pues , admirar, que en medio de
aquellas victorias rápidas y efímeras de la fuerza,
legitimadas todas por el dogma elástico de la
soberanía del pueblo , baja habido hombres adíe-




<5 PERSONAJES CELEBRES.


los á lo pasado por el nacimiento, pero bastan-
te inteligentes para comprender que los siglos no
retroceden hacia su or igen; hombres enemigos
por carácter de sangre y de violencia, que no en-
contrando en cuanto veían nada parecido á un
principio, han roto con los principios mismos por
dedicarse solo á normalizar los hechos, dándoles
los caracteres regulares y tranquilos de un dere-
cho. Durante todo el curso de aquellas conmo-
ciones políticas, por dó quiera que surge una
idea de estabilidad y de orden , se ve á estos hom-
bres correr á ella y abrazarla. Mientras esta idea
permance en las condiciones lógicas de acrecen-
tamiento y poder , estos hombres le pertenecen
en cuerpo y alma ; e! dia en que abusa de - sí
misma, se alejan de ella poco apoco, y su rtti-
rada es la primera señal dé su ruina ¿A quien se
ha de echar la culpa ? Nos parece que mas bien
á la idea queá los hombres.


No hay duda que es desagradable para la mo-
ral de un pueblo, que por carencia de una f'é
política umversalmente aceptada, haya obligación
de gobernarle, mas bien que con principios, con
intereses: pero este estado transitorio de indife-
rencia ó de conflicto en materia de dogma, no




MOLE. 7


es mas que el resultado de cincuenta años de di-
sensiones. ¡Las revoluciones eugrandecen á los
pueblos, pero acaban por gastarlos; y desgracia-
das las naciones donde se reproducen con dema-
siada frecuencia tales periodos de violentas sacu-
didas ! Pero entremos ya en la vida histórica de
Mr. Mole.


En 1794, en los dias mas tristes del terror,
existia una familia noble y desgraciada, que se
ocultaba en una pobre guardilla de la calle del Bac.
Componían aquella familia una muger muy an-
ciana, su hija, su nieta , y un niño de 14 años.
Aquel n iño , con la precocidad de entendimiento
que dá el infortunio, era la providencia de su fa-
milia ; él era el que salia misteriosamente al ano-
checer, librándose, por su poca edad , de las sos-
pechas y persecuciones ; é l , el que se ingeniaba
de mil maneras para dulcificar las crueles priva-
ciones que esperimentaban los suyos; en fin, el
que jamás volvía á su casa sin llevarles socorros,
consuelos y esperanzas. Aquel niño precoz y pia-
doso era el Conde Mole.


Nacido en 1780, Luis Mateo Mole habia emi-
grado en un principio con su padre, el Presi-
dente Mole de Champlatreux ; habiendo .vuelto




S P E R S O N A J E S C E L E B R E S .


imprudentemente á Francia , ambos tardaron poco
en ser descubiertos , y encarcelados ; el Presiden-
te murió en el cadalso, y su hijo no debió la
vida sino á su estremada juventud. En vano le
hicieron horribles amenazas para que descubrie-
se el asilo de su abuela la Marquesa de Lamoig -
non , su madre y su hermana ; pusiéronle en
libertad después de una muy larga detención, y
entonces , olvidando el esplendor en que había na-
cido , entró con valor en el mundo , y con la
confianza que da á un alma generosa el cumpli-
miento del mas sagrado de los deberes.


Sin embargo , pronto tuvo que abandonar de
nuevo la Francia; el joven Mole habia sido ob-
servado , y ya no estaba seguro el asilo donde se
ocultaban sus parientes ; uno de sus antiguos
criados , convertido en una potencia revolucio-
naria , les dio aviso d é l o que contra ellos se in-
tentaba. Huyeron ; pero la Marquesa de Lamoig-
non , no pudiendo conformarse con el destierro,
se refugió en Vaiines , donde estableció después
una comunidad , de la cual Napoleou la nomlvó
Superiora. El joven Mole pasó á Suiza, y desde alli
á Inglaterra con su madre, y después de mil tri-
bulaciones regresó á Francia , cuando la caida de




M O L E . 9


Robespierre. Mine. Mole fue á unirse con su ma-
dre á Vannes ; y poco tiempo después se vio en
París al último descendiente de los Mole , entre-
gado al estudio en una guardilla , preparándose á
reconquistar por si mismo la brillante existencia
que la revolución le habia quitado; siguiendo
libremente los cursos de la Escuela Politécnica,
entonces Escuela Central de obras públicas, y
confundido en medio de aquella juventud codi-
ciosa de saber , que se. agolpaba á las lecciones
de Lagrange, Laplace , Monge , Fourcroy y Ber-
thollet.


Después de establecido el Consulado, pidió el
joven Mole una audiencia á Bonaparte , para re-
clamar la restitución de sus bienes no vendidos;
y hallándose eu este caso la hermosa hacienda de
Cliainplatreux , le fue devuelta.


Algunos años después , en 1806 , apareció un
libro titulado: Ensayos de Moral y de Política,
el cual elojió mucho Mr. de Fon tañes en el
Diario de los Debates. El Emperador leyó el ar-
tículo, pidió el l ibro , y se hizo presentar al autor,
que era el joven Mole ; el Emperador le nombró
el momento Oidor del Consejo de Estado. Poco
tenemos que decir de este l ibro , tantas veces echa-




10 P E R S O N A J E S C E L E B R E S .


do en cara al Ministro de una monarquía cons-
titucional. Está escrito con facilidad, las obser-
vaciones son mas brillantes que sólidas, y es en
suma una completa apología del despotismo; pero
no hay que espantarse, piénsese en aquellos
t iempos, en el cansancio general , en la postra-
ción que sigue á las convulsiones violentas. Se es-
taba disgustado de la instabilidad de los poderes
públicos, se salia de la anarquía , y esta ha sido
en todas épocas un camino para la tiranía. A fin
de disculpar , ya que no de justificar al autor de
los Ensayos de Moral y de Política, recorda-
remos solo que en aquella misma época , un j o -
ven diácono escribía en el fondo de la Bretaña su
primer l ibro, y esta obra de Mr. de Lamen-
nais (*), es también la glorificación del despotismo.


Desde el momento en que Mr. Mole eütró en
el Consejo de Estado, su fortuna marchó rápida-
mente ; Napoleón era apasionado de los apellidos
ilustres , cuando los que los llevaban eran dig-
nos de ellos ; y le gustaba en Mr. Mole la urba-
nidad de sus formas, la sagacidad de su enten-
dimiento , y su afición al trabajo. Sucesivamente
le nombró Maitre des requêtes, Prefecto de Di -


(') Véase su Biografía tora. III .




MOLE.


j o n , * n 1807, Consejero de Estado en 1809, Di-
rector General de Puentes y Calzadas, Conde del
Imperio , y Comendador de la Orden de la Reu-
nión. Como Director de Puentes y Calzadas fue
enviado á Amberes en, 1811 , en la época en que
el General Beruard dirigía en aquella ciudad las
obras de fortificación. Alli se conocieron aquellos
dos hombres , se apreciaron, y Mr. Mole pagó
noblemente su deuda de amistad, en el elocuen-
te elogio fúnebre que hizo de aquel General.


Iba siempre en aumento el favor de Mr. Mole
con el Emperador, y apenas contaba treinta años,
fue agregado á los trabajos de su propio Gabi-
u e t 3 . Alli en continuo contacto con el hombre que
aun tenia en su manoá la Europa entera , fue
donde Mr. Mole se inició en esa ciencia de los
detalles, en ese despacho de los negoc ios , que
ningún hombre de Estado de Francia posee me-
jor que él. Aquellos jóvenes consejeros de Esta-
do del Imperio, eran grandes trabajadores ; ha-
blábase poco entonces, pero so obraba mucho.
Habia que abarcar con la vista el inmenso cír-
culo de una administración gigantesca y compli-
cada , y era preciso estar dispuesto á todo y so-


bre todo; un encargo no daba lugar á otro , y cdfy?iH *




12 P E R S O N A J E S C É L E B R E S .


una palabra era preciso viajar como una flecha
del Este al Oeste , del Norte á Mediodía. Napo-
león se separaba poco de Mr. Mole. «Mole, de-
cía con frecuencia hablando de é l , es un enten-
dimiento sól ido, un Ministro monárquico, que
se ocupa mas del fondo que de las formas.»


Después de haberse retirado Mr. Regnier, Du-
que de Massa,fue nombrado Mr. Mole Gran Juez
Ministro de Justicia, en 1813. Se le han echado
en cara , ' c on r a z ó n , algunos discursos de una
lisonja, por lo menos intempestiva en aquella épo-
ca. Asi e s , que después de la desastrosa campa-
ña de Rusia, se presentaba en la tribuna del
cuerpo legislativo á desenvolver en hermosos pe-
riodos las glorias de la Francia , y esclamaba: «Si
un hombre del siglo de Mediéis ó de Luis X I V
resucitara, y preguntase , al ver tantas maravillas,
cuantos reinados gloriosos, cuantos siglos de paz
se han necesitado para producirlas, le respon-
deríais que han bastado doce años de guerra, y
un solo hombre. » Después, cuando Napoleón
quiso despojar al Cuerpo legislativo del último
derecho que le quedaba, el de proponer los can-
didatos para su presidencia, Mr. Mole sostuvo y
defendió aquella arbitraria medida, con razones




MOLE. 13


de forma y de etiqueta Convenimos en que todo
esto no era una maravilla de independencia; ¿ pe-
ro dónde estaban entonces los independientes?
Cuatro ó cinco pudiéramos citar; fuera de ellos,
todos daban, inciensos, sin escluir los tribunos
del día.


En los dias de desgracia, variaron las cosas
de aspecto; por do quiera salieron Demóstenesy
Catones, todos quisieron dar un puntapié al ídolo
que adoraban el dia antes. La conducta de Mr.
Mole fue digna ; después de acompañar á Blois á
Maria Luisa, como Ministro de Justicia, no figu-
ró durante la primera restauración. Sin embargo,
debemos decir que firmó, como miembro del
Consejo municipal del Sena, una esposicion muy
virulenta contra el Emperador, presentada á
Luis XVIII algún tiempo autes del 20 de Marzo.
Durante los cien dias en vano intentó Napoleón
hacer aceptar un ministerio á Mr. Mole ; volvió-
se á encargar sencillamente de la Dirección de
Puentes y Calzadas, y se negó afirmar la decla-
raron del Consejo de Estado del 25 de Mayo, que
separaba la Francia de los Borbones. Un bió-
grafo i,*) ha dicho, sin acompañar este aserto, cuan-


(') Rabbe et Boisjolin.




14 PERSONAJES CELEBRES.


do menos estrado, con prueba de ninguna clase,
que habiéndole Napoleón hecho fuertes cargos
por aquella negativa, se disculpó dic iendo: «Que
no había podido consentir en firmar un mensage,
en el cual se decia que Napoleón debía su corona
al voto y á la elección de los franceses, lo que era
una blasfemia política, de la cual no había creído
deberse hacer culpable.» Pero nótese que el mis-
rao Napoleón, al regresar de la Isla de Elba, pro-
fería en alta voz esta blasfemia política; de con-
siguiente, este grande absurdo atribuido á Mr.
Mole nos parece muy apócrifo. Mr. Mole se ha-
llaba en las aguas de Plombieres, cuando Napo-
l e ó n , á pesar de su negativa, le nombró individuo
de la Cámara de los Pares; esousose de presen-
tarse pretestando enfermedad, y después de la
batalla de Waterloo, Luis XVIII le conservó en su
puesto de Director de Puentes y Calzadas, volvió
á llamarle al Consejo de Estado, y le nombró á
su vez Miembro de la Cámara de los Pares.


Hasta aqui hemos visto á Mr. Mo le , cortesa-
no algunas veces, ¿quién no lo era entonces?
pero constantemente estraño á los actos violen-
tos á que inclinaban algunas veces al Emperador,
que era bastante propenso á ellos por su carácter,




MOLE 15


consejeros rencorosos. Mr. Mole había sufrido
mucho durante la República, y hubiera podido
tener también odios que sastifacer. Pero es pro-
pio de hombres de su temple mirar los hechos
bajo cierto punto de vista práctico, que escluye
así el ardor de las creencias, como el ardor de
los resentimientos. La moderación es como una
condición de su naturaleza. Asi es que se esplica
con dificultad la parte que tomó Mr. Mole en el
deplorable proceso del Mariscal Key. ¿ C ó m o p u -
do juzgar digno de muerte, el noble Par que
sabia por esperiencia el irresistible ascendiente
de Napoleón sobre cuantos le rodeaban, á un sol-
dado valiente, que ni siquiera *ra hombre políti-
c o , y que en resumen no habia hecho mas que
cederá una fuerza de atracción mas fuerte que él?


Las crueles palabras del Duque de Richelieu,
pidiendo la cabera de Ney en nombre de la Euro-
p a , han hecho creer á muchos , que la influen-
cia estrangera era la principal causa de la muer-
te del Mariscal; se ha acusado á Wel l ington, á
lo&»Ministros, al R e y , á los Pares, y. se ha oír
vidado completamente á la Cámara de Diputados
¿e 1815. Basta leer el Monitor para ver la gran
parte de responsabilidad que debe pesar sobre la




16 PEBSOKAJIiS CELEBRES.


mayoría realista, en las reacciones de aquella
triste época. No puede formarse idea de la vio-
lencia en el lenguage de todas aquellas aves de
rapiña, salidas de sus guaridas de las provincias
con el odio y la venganza en el corazón , furio-
sos unos por las miserias de un largo destierro,
otros por las humillaciones de una prolongada os-
curidad , embriagados con su triunfo, y dispues-
tos siempre á acusar á los Ministros de complici-
dad con los jacobinos y Bonaparte, que eran para
ellos una cosa misma. Después de haberse esca-
pado Lavalette, hubo uno de aquellos Diputados
que se levantó y pidió que se acusara al Guarda-
Sellos, culpable, según dec ia , de haber favore-
cido las esperanzas de Mme. de Lavalette, de
conseguir del Rey el perdón de su marido.


¡Que cosa tan horrible es la pena de muerte en
materias políticas! Resucitense con la imaginación
cuantos han muerto durante este medio siglo á
nombre y en virtud de principios contrarios; de
todos estos hombres que han sufrido la suerte
de los criminales , dejando aparte algunos asesi-
nos inmundos y cubiertos de sangre, y que no
han hecho mas que sufrir la pena del talion, no
hay uno que en el dia no viviera apreciado y hon-




MOLE. 17


rado. ¡Tal es la justicia humana! Dos años han
trascurrido apenas desde que sufrieron en un pa-
tíbulo la última pena León (*) , Montes de Oca,
Borso , Quiroga y otros, y ya ha triunfado la
noble causa que ellos defendieron. Con este motivo
y aun cuando no sea en nuestro tiempo moneda
corriente el alabar á los Reyes , aunque lo merez-
can , diremos sin embargo de paso , que Luis Fe-
lipe no ha firmado nunca una sentencia de muer-
te por delitos políticos. La posteridad lo recorda-
rá , y ella calificará también la opuesta conducta
del poder temporal que sacrificó sin piedad á las
ilustres víctimas que acabamos de mencionar , y
á algunas de las cuales era deudor de gran parte
de su gloria militar.


Seriamos injustos sino dijéramos que Mr.
Mole , después de haber votado la muerte de Ney
con toda la Cámara , menos doce votos que es-
tuvieron por ta deportación, intercedió eficaz-
mente con Mr. de Richelieu para obtener la gra-
cia del condenado. Las memorias de Lavalette
atestiguan sus laudables esfuerzos por salvar á
las otras víctimas de la reacción.


En Agosto de 1817 reemplazó en el Mmiste-


(*) Véase sa biografía 1.1.




18 PERSONAJES CELEBBES.


rio de Marina al Mariscal Gouvion Saint-Cyr, y
durante aquel ministerio espuso los motivos de
una ley contra el comercio de negros, presentó
un proyecto de ley contra la imprenta , y fue
reemplazado al concluirse la sesión; en 1820 se
separó del todo de los ultra-realistas. La Cámara
de los Pares acababa de constituirse en tribunal
de just ic ia , para juzgar el atentado de Louvel,
asesino del Duque de Berry , y Mr. Mole se opu-
so al proyecto de mensage al Rey.


Én 1822 , Mr. Mole se colocó en la oposición
contra el Ministerio Yillele , y se pronunció con
MM. de Talleyrand y Decazes contra el nuevo
proyecto de ley sobre los delitos de la impren-
ta , que substraía á los acusados de la jurisdicción
del Jurado.


Desde aquel momento , conservó Mr. Mole
con todos los ministerios que se sucedieron du-
rante la restauración , una especie de resen a fria
é ximpasible. El ministerio Pol ignac, sobre todo,
encontró al hombre de Estado en una actitud
especiante, y previendo con Talleyrand el princi-
pio del fin.


Después de establecida la monarquía del 7
de Agosto , encontrábanse frente á frente dos




• MOLE. 19


sistemas, la guerra y la paz. Los partidarios de
la primera sostenían que era preciso que la Fran-
cia aprovechase el impulso de Julio y las simpa-
tías dé los pueblos, para rasgar los tratados de
1815, y recuperar con la fuerza lo que la fuerza
le habia arrebatado. Todos los hombres de Estado
prácticos, juzgaron la situación de otro modo .
No sabemos cual de ambos sistemas era mejor.
De todos modos , eran terribles las eventualidades
déla guerra con el corto número desoldados , con
el desquiciamiento de la organización militar, con
las fuerzas que la Francia necesitaba para su re-
ciente conquista de Argel. Prevaleció el sistema
de paz; v a l mismo tiempo que Mr. Mole daba
seguridades á los gabinetes de Europa , aceptan-
do el Ministerio de Negocios Estrangeros, y es-
tablecía claramente el principio de no interven-
ción , Mr. de Talleyrand sentaba en Londres las
bases del tratado de la Cuádruple Alianza. Aquel
primer ministerio de Julio hubo de ceder á los
motines de las calles á los tres meses de su exis-
tencia ; Mr. Mole dejó su ministerio á Mr. Sebas-
tiani, y volvió alas filas d é l a oposición durante
todo el tiempo del ministerio Laffitte; defendió
la pairia hereditaria durante el ministerio de Ca-




20 P E R S O N A J E S CÉLEBRES.


sirairo Perier, y mas adelante, cuando el proce-
so de A b r i l , se negó á asistir como juez , y for-
mó parte de aquella minoria que quería dejar ¡i
los acusados la mayor latitud en la defensa.


Después de la disolución del ministerio de 22
de Febrero, con motivo de la cuestión de España,
Mr. Mo le , en unión con Mr. Guizot , estuvo en-
cargado de formar un gabinete, y se fundó el mi-
nisterio de 6 de Setiembre. F.1 ser desechado el
provecto de ley de disyunción , dio pronto lugar a
su caiila , y después de inútiles tentativas de par-
te de Mr. Guizot para reconstituir el gabinete de
11 de Octubre con Mr. Thiers , y del Mariscal
Soult para formar un gabinete del tercer partido,
Mr. Mole compuso el ministerio de 15 de Abril
de 1837 , que duró cerca de dos años , y que es-
perimeutó duros ataques Sabido es el famoso
jamáis pronunciado por aquel Ministro con re-
ferencia á la cuestión de cooperación en España,
y de que nos ocuparemos en otro lugar. Admi-
rará tal vez el diluvio de recriminaciones hechas
al Ministerio Mole ; pero cuando se examinen-Jos
actos de aquel gabinete , cuando se le vea dar la
amnistía , sostener el principio de no intervención
en España , retirar las leyes de deportación y de




M0L1Í. 21


no-revelacion, conmutar la pena de Meuuier, con-
cluir el tratado de la Tafna, tomar á Constan-
t ina, evacuar á Ancona , apoderarse de San Juau
de TJlua , presentar los primeros proyectos de ley
sobre los caminos de hierro , admitir el derecho
deconversion de los intereses de la deuda, re-
servándola cuestión de oportunidad etc. e tc ; cuan-
do se vea todo es to , tal vez en aquella mezcla
de bien y de m a l , y en que el bien domina , se
encontrará motivo suficiente de simpatía , y se
sacará en consecuencia , que aquel ministerio no
valia mas ni menos que los que le habían precedi-
do ; ¿pero entonces, á que tanto odio y tanto rui-
do? ¿Para qué aquella masa de filípicas parlamen-
tarias, para qué la coalición? Quizá el público
se lo ha preguntado á si mismo , al notar que lo
que se le dá se diferencia poco de lo que te-
nia. No toca al biógrafo el dfscubrir el enigma.
Desde Juan Bautista Rousseau se ha comparado
con frecuencia la vida á un teatro , en el cual
cada uno desempeña diferente papel. Los gobier-
nos*onstituciona)es son también grandes teatros,
y como los otros tienen igualmente sus bastidores;
el espectáculo mas curioso y notable, no siem-
pre ocurre sobre la escena. Cuando se ha bajado




22 PERSONAJES CELEBRES.


el te lón , los actores se despojan de sus oropeles
y se descalzan el coturno, cae la máscara, y que-
da el hombre con sus pequeñas vanidades, celos,
resentimientos y pasiones de toda especie. En-
tonces marchan á la par la historia pública y la
privada. Singular historia esta última , compli-
cada , poco edificante , que influye poderosamen-
te sobre su grave hermana. Los actores que quie-
ren que se les considere con seriedad , aun entre
bastidores , careciendo de hechos, inventan pa-
labras , grandes palabras, sexguipedalia verba;
lalogomachia política ostenta todo su lujo ; donde
no hay en el fondo mas que cuestiones persona-
les , se suponen cuestiones de principios , se en-
cubre un despique con el manto de un sistema,
se v a , se viene, se remueven, se agitan, se
anuncia que todo se va á cambiar, á reformar, á
mejorarse , el público aplaude , el acto? triunfa y


Parturient montes, nascetur ridiculus mus.


Para referir la historia completa de la vicis'tu-
des del ministerio de 15 de Abr i l , seria preciso
principiar bosquejando el cuadro de las pequeñas
disensiones intestinas, que agitaron al ministerio de
6 de Setiembre ; allí está el origen de la coalición.




MOLE. 23


Entre Mr. Guizot y Mr. Mole 110 hay punto algu-
no de contacto, ninguna simpatía; el uno severo,
firme, siempre en guardia contra los ataques de
los partidos; el otro moderado, olvidando lo pa-
sado, y deseoso de entrar en un camino de conci-
liación ; el primero esforzándose por arrancar el
cetro de la presidencia á manos tachadas de inde-
cisión y molic ie ; el segundo negándose á sopor-
tar una influencia que cree perjudicial y poco
acorde con la situación. Por último, después de
muchos pasos, agnados por la polémica de los
periódicos, los que se trataban reciprocamente
con poca cortesía , después que Mr. Guizot hubo
llamado á todas las puertas inútilmente para for -
mar un gabinete, después de la famosa é inútil
entrevista con Mr. Thiers, quedó la victoria por
Mr. Mole.


Etv \as> civcurjstaneias eft que se formó el mi-
nisterio de 15 de Abr i l , no era posible otra com
Ilinación; Mr. Guizot había fracasado en todas sus
gestiones, la mayoría no gustaba de Mr. Thiers
con la intervención : sin embargo, ningún minis-
terio ha sido tratado con mas desden. Mr. Thiers
que se reservaba, le daba el nombre de pequeño
ministerio. Los doctrinarios y Mr, Guizo t , cuya*--**"




24 PEB.SO.NAJES C E L E B B E S .


amor propio se habia resentido de no haber po-
dido formar él mismo el gabinete, lé tachaban
de insuficiente é incapaz. L o cierto es que había
en él hombres laboriosos, capaces, llenos de
ce lo , como MM. de Salvandy v Bernard, Rosa-
mel , Laplagne, pero no habia un solo hombre
de tribuna; el mismo Mr. Mole , que sabe como el
primero dirigir los negocios, no tiene el don
de la palabra, tan necesario á un ministro cons-
titucional. Sin embargo , el programa del nuevo
ministerio merecía el asentimiento universal.


Después de la primera disolución, en las l e -
gislatura de 1838, Mr. Mole confió por un mo-
mento encontrar un punto de reunión entre los
dos centros; pero pronto se desengañó. La ma-
yoría le hubiera conservado con gusto personal-
mente , pero deseaba que se agregasen algunos
nombres de entre las influencias parlamentarias.
Mr. Mole hizo varias tentativas con Mr. Guizot
y Mr. Thiers ; fueron rechazadas, y entonces se
decidió á luchar. l í o se han olvidado las tempes-
tuosas sesiones de la discusión sobre la contesta-
ción al discurso del trono , en que Mr. Berryer,
Mr. Garnier-Pagés, Mr. Guizot se sucedían en la
tribuna , no concediendo un momento de tregua




MOLE. 24


ni descansó al enemigo. Mr. Mole tuvo momen-
tos brillantes. La lucha produce en él una espe-
cie de irritación febri l , que dobla su energia y
la eleva algunas veces hasta la verdadera elocuen-
cia. Sus réplicas fueron siempre exactas, y á pro-
pósito. No se habrá olvidado la famosa cita de
Tácito que Mr. Guizot le echó en cara: Omnia
serviliter pro dominatione. «Acepto las palabras
del orador, contestó Mr. Mole ; solo le recordaré
que Tácito las aplicaba . no á los cortesanos, sino
á los ambiciosos.» En vista de aquella lucha en-
carnizada y desigual , fue cuando Mr. de Lamar-
tine , por un sentimiento de caballerosa genero-
sidad , de socialista que era se constituyó de
pronto y accidentalmente conservador. Al fin
sucumbió Mr. Mole; ¿qué habia de hacer contra
todos ?


Mr. Mole ha vuelto después á la -Cámara de
los Pares, donde su palabra egerce una grande
influencia.


Examinemos ahora el conjunto de esta fisono-
mía política. Mr. Mole no tiene precisamente lo
que se llama un sistema, y este.es uno de los
principales cargos que fe hacen los doctrinarios.
Es bastante inclinado al método esperimental.




2 6 PERSONAJES CELEBRES.


Cree que eu una época en que las creencias no
ofrecen base alguna sólida para asentar sobre ella
un sistema , es bueno ocuparse antes de todo de
los intereses presentes ; es uu hombre de mode-
ración , de o rden , y sobre todo de conserva-
ción. Pero la conservación no es una doctrina,
es un sentimiento, que llevado demasiado lejos
conduce al egoísmo, el vicio mas feo y mas común
de esta época. No se parecen todos los conser-
vadores ; los hay que han echado á perder la pa-
labra y la cosa, uniendo á ella una idea de retro-
ceso ó de estabilidad, que con razón irrita y
causa desden. Defienden de tal manera el orden,
que disgustarían de él. Todos sus argumentos
están á la altura de su persona, es dec ir , que
son pequeños , estrechos y mezquinos. Hábleseles
délos instintos generosos que deben satisfacerse,
de las fuerzas inactivas, y sin embargo, hosti-
l e s , que deben emplearse úti lmente, de las me-
joras materiales y morales que se han de efec-
tuar , su invariable respuesta es : «lo que exis-
te es bueno , es decir , todo está bien entre nos-
otros y á nuestro alrededor, lo demás poco nos
importa.» No es asi Mr. Mole; enemigo de las
iunovaciones , nadie ha mirado su época con un




MOLK 2 7


ojo mas diestro y seguro , y nadie mejor que él
lia sabido en la ocasión hacerle las concesiones
compatibles con un progreso racional. Era esto
tanto mas fácil á Mr. Mole , á quien una larga
práctica de los negocios le ha hecho conocer los
resortes que quedan á la máquina social , y los
que lia perdido; añádase á esto una grande aver-
sión á las fórmulas y á las ideas fijadas , un gran
conocimiento de los hombres , una política v i -
viendo al dia, como el tiempo presente, no tenien-
do simpatías demasiado ardientes , y por lo tanto
tampoco antipatías demasiado pronunciadas, sobre
todo sin odios , y se comprenderá porqué Na-
poleon , que gustaba antes de todo de los hom-
bres de gobierno, de práctica y de Irabajo , apre-
ciaba tanto á Mr. Mole.


Hemos dicho que Mr. Mole no tenia, lo que
se llama propiamente hablando, una ideaflija en
política, y nos equivocamos; tiene una , tal vez
la única en que conviene con Mr. de Broglie,
otro hombre de Estado no muy su amigo. A m -
bos sueñan en la reconstitución de una aristocra-
cia en Francia. En los tiempos que corren de
frenética igualdad, equivale á buscar la cuadra-
tura del círculo.




28 PERSONAJES CELEBRES.


Para los que crean demasiado lisongero este
retrato de Mr. Mole , añadiremos que no tiene
la maravillosa facultad de esplicar' los negocios,
ni la prontitud de resolución que tanto distin-
guen á Mr. Thiers; que cuando se trata de teorías
sociales, de grandes miras para el porvenir , y
de grandes enseñanzas, no cautiva la atención
como Mr. Guizot ; que no es ni rentista consu-
mado, ni orador elocuente, ni publicista profun-
do : que su espíritu práctico, conciliador, pero
tal vez un poco escéptíco, quizás podría no estar
á la altura de una grande crisis. Añadiremos
también para ser jus tos , que en tiempos ordina-
rios nadie le aventaja en dirigir los negocios,
y nadie menos que él merece la especie de impo-
pularidad que la coalición consiguió por un mo-
mento unir á su nombre.


Como particular , Mr. Mole , ejerce, según di-
c e n , una gran seducción sobre cuantos le rodean.
En r e s u m e n , } ' dejando aparte lo que de él se
dice con respecto á galanterías de salón durante
el Imperio, el mejor elogio que puede hacerse de
Mr. Mole es decir , que es tal vez el espíritu mas
moderado, y al mismo tiempo el mas adelanta-
do^ del Partido conservador, del que es gefe.






ьйт&вк célebres ¿ei SISIDÏIÏ




CASIMIRO PERIER.


«Tenia estcnsion en sus m i r a s ; y en
su carácter, en sus hábitos , en toda
su persona , t esa fuerza y resolución
que necesita tal vez un Ministro del


Interior , para vencer las dudas y las
vacilaciones de sus prefectos y sus de-
pendientes etc. etc.


t ,TIMÓN.—Libro d é l o s Oradores. , ^


La revolución francesa ha creado un gran
número de hombres, cuya memoria irá unida en
todos tiempos á su recuerdo. La revolución fue
servida por grandes corazones y elevadas inteli-
gencias, debiendo unas veces su salvación, otras
su brillo, al valor heroico, á la elocuente pala-
bra de los que á su frente se colocaron: fecun-
da fue también en grandes oradores, cual en es-




2 P E R S O N A J E S C E L E B R E S .


forzados guerreros, si bien no tanto en hombres
de gobierno.


No hablamos aqui de Napoleón: Napoleón era
un hombre diferente de todos los demás ; era uno
de esos seres que no pueden gobernar sino bajo dos
condiciones; la una sublime cual es la gloria; la otra
miserable como el poder absoluto. No le compa-
remos por lo tanto á nadie , y osemos decir que
hasta 1830 la causa de la revolución francesa no
ha tenido hombres de gobierno que fueran sus
representantes, hombres ligados con sus intere-
ses , apóstoles de su pensamiento, y que sabien-
do resistirla sin ahogarla, se hayan manifesta-
do dignos de ponerse á su frente para dirigirla.
Tal fue Casimiro Perier. El último año de su
vida le ha bastado para ocupar en la historia el
lugar que cuarenta años de grandes acontecimien-
tos dejaran vacio.


Casimiro Perier representó dignamente en el
poder á la revolución; á la revolución moderada
después del triunfo, á la revolución gobernando
por la paz y por las leyes Si fuere c ierto , como
parece indudable, que el fin definitivo de la revo-
lución fuera la introducción en el orden social de
la igualdad c ivi l , y del sistema representativo en




P E R I E R . 3


el orden político, este fin no se alcanzó hasta
1830. Entonces, y por la vez primera, estas dos
cosas, ó estos dos principios, fueron aceptados y
francamente proclamados, llegando á ser princi-
pios de gobierno. Concertarlos, perpetuarlos es
lo que la Francia deseaba, y esto fue lo que
Casimiro' Perier intentó. Las circunstancias de
su vida, y los rasgos de su carácter , lo designa-
ban, digámoslo asi , para esta misión.


Casimiro Perier nació en Grenoble el dia 12
de Octubre del año 1777. Su familia , origina-
ria de Mens, pequeña población de las cercanías,
se habia enriquecido á favor del comercio y de
la industria, y gozaba hacia mucho tiempo una
consideración superior á su fortuna. Su padre,
Claudio Perier, habia elevado y fijado definitiva-
mente la posición de esta familia, colocándola en
las primeras filas de esa clase media que en todas
las provincias de la Francia, á fines del último
siglo, cimentaba por sus trabajos, sus riquezas
y sus luces , su. candidatura al gobierno del país.
Al aproximarse la revolución, la clase media no
abrigaba tal vez aun el sentimiento de su alto
porvenir; pero se aprestaba á hacerse digna de él.
Ella habia recogido todo el fruto de lo sembrado ha-




4 PERSONAJES CELEBRES.


cía dos siglos. Para ella habían sido los progresos
del orden, del bienestar, de las ideas; en favor
suyo habíase debilitado la influencia de las clases
privilegiadas, creciendo á sus espensas el poder
de la autoridad real. Asi habia llegado poco á
poco á un punto de fuerza y de madurez, desde
donde podia decir que ella era la nación, aun
cuando esta palabra en vez de ser la señal de
una revolución, no fuera mas que la de un ad-
venimiento. En su seno , ó mejor dicho , á su
frente, distinguíanse algunas familias que unian
á las opiniones modernas las costumbres de los
tiempos pasados. Una de estas familias era la
de Casimiro Perier. Rica por su trabajo y econo-
mía, habia permanecido sencilla, moderada, par-
ticipando de las ideas independientes que germi-
naban entonces en todos los corazones, conser-
vando en su interior los lazos de subordinación y
de respecto que se aflojaban cada dia. Su gefe era
un hábil negociante, de carácter imperioso, acos-
tumbrado á exigir mucho de sí mismo y de los
demás. Su esposa, Maria Pascal, dotada de un
espíritu singular y de viva imaginación , unia ¡í
toda la capacidad de una ama de casa, una preo-
cupación religiosa que la impelía al misticismo. La




P E i U E R . 5


independencia natural de sus ideas y su agradable
carácter, templaban el aspecto un tanto austero
del interior del hogar doméstico. Agrupábase en
t o m o suyo una numerosa familia , compuesta de
diez hijos, notables por sus facciones pronuncia
das, por una mezcla de principios nuevos y an-
tiguas costumbres, y que unian la severidad al
cariño, la imaginación á la prudencia, el tacto
para los negocios , la viveza de las impresiones,
el juicio recto, y el sentimiento un tanto altivo de
su dignidad personal. El mayor da los hijos de
Claudio Perier. Agustín, estaba destinado á ser
el heredero de la mayor parte de los bienes de su
padre, y á alcanzar con ellos un puesto eu lu
magistratura, única senda abierta entonces para
consagrarse al servicio público; pero en aquellos
momentos sobrevino un acontecimiento que debía
arrojar á toda la familia en el sendero de la polí-
tica , y hacer del tercer hermano de Agustín un
primer ministro. Este acontecimiento fue la revo-
lución francesa.


Todos sabemos perfectamente hoy dia, que
fue precedida, y digámoslo asi , que la anun-
ciaron tumultos en los Parlamentos y resistencias
en las provincias. Desde la paz de América




6 P E R S O N A J E S C E L E B R E S .


basta la reunión de los Estados generales , el país
estuvo agitado por trastornos que eran los pre-
cursores de una crisis ignorada. El Delfinado no
fue la provincia menos conmovida por estas esca-
ramuzas, que anunciaban una batalla general; y
cuando en 1788 tuvieron que reunirse los Estados
de la provincia, y empezaron aquellas luchas don-
de dominaba Mounier, donde Barnave se anun-
ciaba ya , el gefe dé la familia Peder tuvo el h o -
nor de ofrecerle un asilo. Claudio Perier habia
comprado a la casa de Villeroy el palacio de Vizi-
lle , edificado á cuatro leguas de Grenoble, en
un valle profundo á orillas del Romanche , por
el Condesteble de Lesdiguiéres. En aquellos vas-
tos salones del último resto del feudalismo, en
aquel palacio destinado hoy á los pacíficos tra-
bajos de la industria , fue donde contrariando el
veto rea l , se reunió aquella Asamblea que recla-
mó tan vivamente la doble representación del es-
tado l lano, preludiando asi la asamblea constitu-
yente. En Vizille empezó la revolución francesa.
Insistimos sobre estos acontecimientos, que si
bien pertenecen á la historia, fueron también
acontecí mieiitos de la familia de Casimiro Perier,
y debieron por lo mismo ejercer una verdadera




PEIUKH . 7


influencia en la dirección de sus ideas y de su
conduela. En el üelfinado no fue el móvil de
estos movimientos precursores de una revolución,
ni el espíritu de innovación, ni el deseo aventu-
rero de cambios y trastornos; esta provincia se
habia reunido á la corona por un contrato, cuyas
estipulaciones creia reclamar. Su resistencia, que
eu otra parte solo hubiera podido justificarse por
máximas abstractas , se apoyaba aqui en testos y
recuerdos; y lo que en Versailles se llamaba una
rebelión, era en Grenoble un hecho legal. Los
ejemplos de su patria y de sn familia, que rodea-
ron los primeros años déla juventud de Casimiro
Perier, contribuyeron indudablemente á inspirar-
le ese respeto á la ley que le dominó , ya en la
oposición, ya eu el poder, y á marcar su carác-
ter político con un sello eterno de independencia,
de firmeza y de moderación.


En los dias que estos acontecimientos pasaban,
Casimiro estaba en el colegio del Oratorio de Lion,
donde sus tres hermanos Agustín, Alejandro, Sci-
piou y sus amigos Camilo Jordán y Mr. Degérando
-habían estudiado. Aquel colegio , cual todos los
de su clase, estaba animado de ese espíritu aus-
tero y libre que distinguía entonces á una gran




8 P E R S O N A J E S C E L E B R E S .


escuela religiosa. Los jóvenes Perier habían reci-
bido en él una educación acomodada á sus dis-
posiciones naturales y á sus tradiciones de familia.
Casimiro , el mas joven de los cuatro , no pudo
terminar sus estudios , que se resintieron de su
enérgica movilidad y de' la agitación de los tiem-
pos en que se hicieron. Ademas, él era mas ac-
tivo que laborioso ; si la ociosidad era para él una
carga , tampoco le agradaba un trabajo periódico
y regular ; su imaginación comprendía al vuelo;
se detenia muy poco á pensar, y sin embargo no
descansaba nunca: observaba mas de lo que apren-
día. Su ardiente juventud no tenia mas freno que
sus hábitos de orden y de dignidad, á que se ha-
bía acostumbrado bajo la disciplina paternal. A
los diez y seis años , la belleza de sus facciones,
su alta estatura, una marcada espresion, finas y
agradables maneras, cariñosas cuando su orgu-
llo no se veia lastimado, ni escitada su descon-
fianza , ni contrariada su voluntad, interesaban
en favor suyo y le ganaban el afecto de los mis-
mos que solo conocían su ligereza aparente, y su
falta de aplicación. Casimiro Perier era entonces
un joven amable , mas alegre por espíritu que por
carácter , ardiente y fino , reflexivo é impetuoso




P E R I E H . 9


al mismo t iempo; y que no parecía destinado á
sacar gran partido de sí mismo.


Durante los dias azarosos de la revolución,
Claudio Perier se habia fijado en París con algu-
nos de sus hi jos, dejando encomendado el cuida-
do de los restos preciosos de una gran fortuna,
sumergida en el naufragio universal, á su esposa
y á sus hijos mayores residentes en Grenoble. Bien
pronto la conscripción llamó á Casimiro á las ar-
mas: en 1798 partió en clase de soldado distingui-
do del cuerpo de ingenieros, y con esta calidad
hizo la campaña de 1799 á 1800 El joven cons-
cripto se señaló al frente de los muros de Mantua
en el combate de Santo Giulio. En 1801, después
de la muerte de su padre, abandonó la carrera
militar para entrar en la del comercio. Su padre
habia dejado á él y á sus hermanos , al mismo
tiempo que una herencia considerable, la protec-
ción de su nombre y de su crédito. Habia sido
Un hombre de una capacidad poco común , que
habia formado escelentes establecimientos, y to-
mado parte en todas las empresas destinadas á
levantar en Francia, después de su revolución, el
comercio y la industria. Fue uno de los funda-
dores del banco francés. Al repartirse sus bi'¡ps^r




10 P E R S O M A J E b CÉLEBRES.


la herencia en partes iguales, pues las leyes de
la revolución habían abolido basta los vestigios
del derecho de primogenitura , estrecharon lo6 la-
zos de una unión que siempre ha subsistido , y
que ha sostenido á la familia en duros trances.
Sus gefes entonces eran tres hijos que ya no exis-
ten : Agustín Perier unía á su elevada inteligencia
sólidas virtudes y un corazón generoso: su am-
bición era modesta , su alma afectuosa, no te-
miendo el retiro que animaba su actividad y em-
bellecía su beneficencia; se acordaba siempre de
que su padre lo habia destinado á sostener, á dar
mas brillo aun al nombre que se habia adquirido
en el Delfinado. En esta provincia se fijó al cabo,
y allí con el comercio de Grenobley la fábrica de
Vizille creóse una de esas posiciones influyentes
y protectoras, tan raras en Francia. Su her-
mano Scipion, llevando su instrucción hasta la
sabiduría , su espíritu religioso bástala devoción,
sereno en medio de esta familia animada, ocultaba
su alma apasionada bajo las formas de la ciencia,
y parecia que consumía todas sus fuerzas en domi-
nar sus pasiones. Casimiro , dotado de un carác-
ter menos igual y de imaginación menos rica de
conocimientos, pero dueño de ese golpe de vista




P E B I E R . (1


decisivo que distingue y alcanza lo que hay de ver-
dadero y fa lso , que mide lo posible y logra el
éxito, se asoció con Scipion y fundaron juntos en
París la casa de comercio tan conocida luego en
Europa. En su dirección se notó ya que Casimiro
Perier mostraba entonces las mismas cualidades
que desplegó después en un teatro mas vasto. La
penetración, la prudencia y el acierto en los ju i -
cios, suplían en él á la asiduidad de un trabajo
minucioso. Decíase con verdad que Casimiro y su
hermano eran su mutuo complemento; el primero,
dotado de un talento c l a r o , amigo de detalles,
de una continua aplicación, vacilaba alguna vez
dudoso de la rectitud de sus juicios ; entonces
el segundo le prestaba su decisión ¡ y con un
tacto nada común determinaba todas las grandea
operaciones , cuyo éxito fundó el renombre de
su casa. En ella , cual en la escena política,
manifestábase mas apto para gobernar que para
administrar.


La restauración dando la paz á la Francia fue
la que abrió las puertas al gobierno constitucio-
nal. La paz y una razonable libertad, fueron sufi-
cientes para que la industria y el comercio toma-
sen un rápido vuelo La consideración publicase




12 P E R S O N A J E S C É L E B R E S .


fijó con preferencia sobre aquellos que por su eré.
dito y habilidad, dando la señal ó prestando su
apoyo al desenvolvimiento de la riqueza común,
contribuían á los progresos del bienestar general,
la mas verdadera de las pasiones de nuestra época.
Y no obstante estos elementos, era tal la desgra-
cia de la restauración, estaba tan fatalmente
condenada á desconocer sus mas caros intereses,
que consiguió alejar de si precisamente á los hom-
bres , que á despecho suyo habia ella puesto al
frente de la nación trabajadora. E'la naturalmente
los lanzaba en la oposición, y su desgraciada in-
clinación á frivolas distinciones , á servicios inú-
tiles , su vago y secreto sueño de una recompo-
sición social sin progreso, daba un color de hos-
tilidad al favor que el público manifestaba á los
promovedores de la industria y del bienestar ge -
neral. El pueblo los estimaba mas á medida que
sospechaba er-in desdeñados por la restauración.
Cosa singular! la restauración ha sido una época
altamente favorable al desenvolvimiento del tra-
bajo y á los vuelos del talento , y á pesar de
es to , se hizo enemiga del trabajo y del ta-
lento.


Casimiro Perier, como todos los hombres ilus-




PERTER. 1S


trados, no deseaba para la restauración otra co -
sa que dicha y cordura. Su familia enlazada con
los intereses, pero no con los escesos de la re-
volución , no abrigaba resentimientos ni odio con-
tra una dinastía , que observaba la Carta ; y j a -
más hubiera hecho otra oposición , si tal nombre
puede .darse á esta conducta , que la de recordar
á esta dinastía sus juramentos y sus intereses. Al
mismo tiempo él alcanzaba una parte del favor
público que entonces gozaban los hombres de su
útil é independiente profesión. Presentóse empero
una circunstancia que le permitió lograr mas di-
rectamente esa popularidad , hasta entonces fácil y
espontánea , abriéndole también el campo de la
política.


En los primeros años la restauración reinó en
una Francia prisionera: para rescatarla fue pre-
ciso pagar el precio de su rescate: tal fue el o b -
geto de los célebres empréstitos de 1817. Trescien-
tos millones de recursos estraordinarios, parecían
efectivamente necesarios para cubrir el presupues-
to de aquel año. Arreglóse por lo tanto un tra-
tado con capitalistas estrangeros que se obligaban
á adelantar las dos terceras partes de esta suma,
en cambio de valores- en rentas casi dobles al ca-




14 P E R S O N A J E S CELEBRES.


pital , y mediante algunas otras ventajas inme
diatas poco razonables. Este convenio , ajustado
sin publicidad , sin concurrencia, daba á los es-
trangeros el poder de libertar la Francia de los
mismos estrangeros, y parecía testificar á la vez
el descrédito, y la posibilidad de la solvencia.


Sin embargo, esta operación que en el dia se-
ria inconcebible, esplicábase entonces perfecta-
mente por el estado aun precario del gobierno y
del orden rentístico que apenas nacia. Tal vez era
indispensable hacerla as i , pero podíase haberla
verificado de un modo mas ventajoso , y q u e n o
se prestase tanto á graves y severas censuras.
Casimiro Perier la atacó en un escrito notable
por la claridad , la energía y la moderación. Se-
gún su opinión no era necesario un empréstito
tan considerable ; pues un sistema mas vigoroso
de economía, hubiera podido disminuir las car-
gas que pesaban sobre el presupuesto. En todo
caso no debia nunca haberse ajustado sino pública-
mente , en concurrencia ó por medio de ventas
parciales y sucesivas, hechas en la bolsa por el
tesoro , y á medida que las necesidades apremia-
sen. Finalmente, el libertamiento de la Francia
de manos del estrangero, no debia pedirse mas




P E R I E R . 15


que á los recursos nacionales. Este escrito pro-
dujo mucho efecto, y contribuyó sin duda alguna
á la determinación tomada por el gobierno de
modificar la ejecución del tratado. Esta polémi-
ca rentística que Perier sostuvo en tres diferen-
tes escritos , le atrajeron la. atención pública; y
cuando á fines de 1817 se puso á prueba por vez
primera la célebre ley de elecciones del 5 de Fe-
brero , el departamento del Sena eligió á Casimi-
ro Perier el 25 de Setiembre, cuando aun no
tenia la edad que la Carta pedia á los diputados.
Al reunirse, empero , las Cámaras (5 de Noviem-
bre1! acababa de cumplir l o s 4 0 años , y por una
escepcion, que prohibió para lo sucesivo una ley
especial, fue admitido en el cuerpo colegislador.
Desde el momento en que Casimiro Perier puso
el pie en la Cámara, no volvió á salir de ella:
la Francia pagó su fidelidad con la suya. Para
referir su vida política bajo la restauración, se-
ria preciso escribir la historia parlamentaria de
la misma restauración. Es sin embargo impor-
tante caracterizar esta oposición de 15 años , que
representaba Casimiro Perier. Siempre ha consi-
derado como una gloria el papel que entonces
hiciera ; siempre ha pensado , y con razón , que




16 PERSONAJES CELEBRES.
su oposición habia sido el antecedente legítimo
de su administración , y que representaba en el
poder el mismo papel que quiso representase el
poder cuando lo combatía. Efectivamente, es pre-
ciso hacer ver, que si su situación cambió, nunca
cambiaron sus principios. Comprendió , empero,
perfectamente que entre el tiempo que le siguió,
mediaba una revolución. Al entrar Perier en la Cá-
mara, sabia muy bien que pertenecia al partido
constitucional, ignorando si formaba parte de la
oposición. El gobierno podia dudarlo también,
porque después del decreto de 5 de Setiembre, y
de la ley electoral de 1817 , el gobierno tenia
el derecho de llamarse constitucional; éralo, em-
pero , con trabajo y zozobra , temeroso mas de
una vez de que aquello mismo que le grangeaba
gran h o n o r , fuese solo una imprudencia. Los
consejos un tanto vivos de aquellos á quienes
sus actos llevaban á la dirección de los negocios,
que tendian á alentarlo, servían acaso tan solo
para intimidarlo. Al lin lo lograron. Viose á
Perier, al principiar su carrera, mostrar á la vez
una generosa adhesión á la monarquía, y una
independencia querellosa mas bien que hostil res-
pecto al poder. Aun cuando el espíritu de la




P E B 1 E R . 17


época, su natural viveza y su inclinación á la
desconfianza lo arrastrasen hacia la oposición;
sus mas profundas convicciones, las tradiciones
de su familia, las costumbres de su vida entera
le hacían detestar el desorden y temer los tras-
tornos. Por eso su severidad al juzgar los actos
y alguna vez las personas, en nada disminuyó
su respeto á los derechos del poder.


Su don de gobierno se dejó percibir siempre,
aun en los mas violentos ataques de sus dias de
declarada oposición. La audacia solo es fácil po-
seerla á las facciones, pero casi siempre falta,
aun cuando á veces es necesaria, á los buenos
gobiernos. Los ilustrados partidarios de la res-
tauración casi nunca se han atrevido á salvarla.
Verdad es que no era posible su salvación sino es-
poniéndolo t odo , y no se atrevió á tanto el mi-
nisterio de 1817. Al ver renacer el espíritu de
la nación y tomar nuevo aliento la vida consti-
tucional , él mismo se asustó de su obra y se
dividió. Los mas osados quedaron en el poder,
y desde fines de 1818 á 1819 se mostraron de-
cididos á dar nuevos pasos en la senda que el
decreto de 5 de Setiembre abriera. Inútil seria en-
tonces buscar á Casimiro Perier en las filas de ™ —>




18 P E R S O N A J E S CÉLEBRES.


una oposición sistemática no desconocida en
esta clase de gobierno.


En 1820 el poder cambió de máximas, y que-
riendo detenerse, retrogadó, porque no puede
existir un gobierno estacionario. En los años que
mediaron desde 1820 á 23 fue cuando estallaron
las grandes luchas , que llegaron á ser luchas de
sistemas. La oposición por haber exigido mucho,
el poder por haber negado demasiado, fueron
arrastrados á una profunda disidencia, que bajo
formas constitucionales encubría una guerra civil.
En tanto que la monarquía se replegaba mas y
mas hacia la contra-revolución, la libertad volvía
á los senderos revolucionarios. La Carta que para
los unos no era mas que la máscara con que se
cubrían, iba á ser para los otros tan solo una
arma. El absolutismo que se ocultaba bajo la le-
galidad , se desenmascaró con motivo de la guerra
de España; pues afirmando y fortificando en el
interior el imperio del partido real, lo mostraba
con orgullo , "restaurando en el estrangero el des-
potismo y la inquisición.


En esta lucha el partido constitucional s ¿ d i -
vidió ; según su arrojo , ó su paciencia, los unos
resistieron débilmente, otros lleváronla resisten-




P E R I E R . 19


cia hasta la conspiración. No nos toca ser severos
con nadie: sabemos cuanto amor patriótico abriga?-
ban los unos, cuanta previsora sabiduría tenian los
otros; diremos solo que la Francia no fué partí-
cipe ni de la resignación de los primeros ni de la
temeridad de los últimos. Siempre abrigó mas
cólera que odio contra la restauración: sin cui-
darse de la duración de su imperio , no trabajó en
abatirlo, y aun en los momentos en que llegó á
desear su ca ida , aun entonces no quiso ser res-
ponsable de ella, dejando á la monarquía el triste
honor de precipitarse en el abismo.


Perier participó también de estos sentimien-
tos de la Francia. Quería á todo riesgo la con-
servación de la Carta , pero no quería , no com-
prendió nunca que la reforma de las leyes fuese
llevada á otro tribunal que al de la ley misma.
Sin embargo, abrigando intenciones conservado-
ras y principios moderados, su lenguage fue
amargo y apasionado, vehemente y burlón á la
vez : no echó en olvido ninguna falta, no per-
donó ningún error, y atacó siempre al poder sin
descanso y sin piedad, tanto mas irritado cuanto
veia que se desconocían sus intenciones, y deseo-
so de vencer, porque veia detrás de cada triunfo




20 P E R S O N A J E S CELEBRES.


de Ja contra-revolución asomar una reacción ter-
rible. Esta mezcla de hostilidad en la forma, y
dé moderación en las intenciones, esta voluntad
constante de combatir sin destruir, el uso atre-
vido que hacia de la libertad legal , sin abrigar
niügun oculto pensamiento contra ia monarquía,
este desprecio declarado de la conducta del poder
unido al respecto de la institución, agradaba á
la Francia que no deseaba mas La Francia ha
sido constantemente sincera, y las ficciones
constitucionales han sido siempre para ella una
verdad. No quería ni aun dejar insultar á la re-
volución que ya habia pasado, ni volverla á em-
pezar; pero la dinastía reinante no le prestaba
seguridad alguna sobre estos dos puntos: de
aquí nacía una desconfianza profunda, y la des-
confianza es siempre recíproca.


Vencedor en España, el sistema del absolu-
tismo constitucional dominó las elecciones de 1824.
Perier fue del corto número de aquellos que no
fue posible separar de la Cámara : se presentó con
un puñado de amigos de la libertad, y entonces
comenzó para él aquella serie de conflictos sin
f in, que le dieron á conocer y acrecentaron su fa-
ma. Sabido es que un ministro hábil , el único con




PEK1EK. 21


quien puede envanecerse el partido de la contra-
revolución , dirigía entonces los negocios. Era un
hombre , que sin estar libre de las preocupacio-
nes de su partido, sospechaba los peligros y com-
prendía la utilidad de contener la invasión y apla-
zar el tr iunfo, prestaba su prudencia personal á
una política imprudente, y hacia sabiamente cosas
insensatas. Difícil era la India con aquel espíritu
recto y flexible, fértil en recursos , indiferente á
las seducciones de la imaginación, inaccesible á
las de la pasión , siempre presente , siempre se-
reno , dando al error apariencia de buen juicio,
al engaño tono de sinceridad ; y que sin el pres-
tigio de un talento brillante y de un gran carác-
ter , ejercía toda la autoridad que infunden la ra-
zón y la sangre fria. Contra este hábil atleta
combatió Casimiro Perier por espacio de tres años,
con general aplauso de la Francia. Mas débi l , pero
mas libre, en una Cámara donde apenas se per-
cibía su partido, supo arreglar su oposición á
las circunstancias , y hacer la guerra en el terre-
no que le quedaba , porque no era ya tiempo
de batallas campales. Transcurrieron tres años,
y las elecciones de 1827 hubieron de cambiar el
sistema del gobierno. Al acercarse la nueva Ca-




22 PERSONAJES C E L E B R E S .


mará nació un ministerio moderado y tímida-
mente reformador. Era una victoria grande é ines-
perada de la opinión , una consagración mani-
fiesta de los principios de la oposición, cuyo ge-
fe era Perier , porque en el matiz político que re-
presentaba , nadie podia disputarle este título. La
Francia respiró y cobró esperanzas: Perier no era
insensible á esta victoria nacional, en que tan no-
table parte tuviera. Sin embargo, desde este mo-
mento el recelo del porvenir empezó á inquietar
á aquel espíritu previsor, que huia de la ilusión
y tenia por sospechosa la fortuna: desde entonces
columbró una crisis inevitable, una lucha formal,
una responsabilidad temible. Tan difícil le pare-
cía sostener la dinastía con toda la Carta, como
con parte de ella ; haciendo justicia á las inten-
ciones conciliadoras , á los modestos esfuerzos del
ministerio , dudaba de su fuerza y duración ; se
guardaba muy bien de combatirle , aguardando
los sucesos en silencio , pensando á veces con an-
siedad en que se pronunciaba muy amenudo su
n o m b r e , que se le miraba mucho y comenzaba
á subir hasta él la ola de los negocios. No era Ca-
simiro Perier hombre que esquivase una necesi-
dad : sabia que llegado el momento no retrocede-




PERIER. 23


r ía ; pero este momento , que quizá hubiera senti-
do no ver llegar, deseaba retardarle largo tiem-
po , porque apetecía el triunfo. Calculaba sus
fuerzas; pero no desconocía la magnitud de las
dificultades • las temia precisamente por lo mismo
que estaba seguro de abordarlas de frente : rece-
laba el peligro , porque se veia determinado á
arrostrarle. Justificada salió su previsión ; al cabo
de dos años se cansó la restauración de sacrifi-
car sus inclinaciones , sus creencias y su orgu-
llo á necesidades que no creía ; entonces se for-
mó el ministerio de 8 de Agosto. Era tirar el guan-
te al país, y solo faltó aplacar el dia del com-
bate : la representación de los 221 contestó á esta
provocación, y el golpe de Estado de Julio dio
la señal.


Los decretos de Julio sorprendieron muy po -
co á Casimiro Perier: ¿pero qué haría la Francia?
Esta era la cuestión. Desde la mañana del dia
en que aparecieron los tales decretos, era legí-
tima la resistencia por la fuerza. Decidido á no
comprometer, pero también á no abandonar á
su patria, no titubeaba Perier en un punto la
resistencia legal. En resolverla y concertarla se
pasó el primer d ia ; pero esto bastó para alterar




24 PERSONAJES C É L E B R E S .


el carácter dé la del segundo. Este segundo día
amaneció cargado de nubes, y desde muy tem-
prano dio París mil señales amenazadoras. Los
diputados deliberaron en casa de Perier. Por la
tarde le buscaban varios jóvenes pidiendo una
orden del d ia , una señal, una bandera. «Qué
queréis, contestaba, pensáis que un gobierno
que intenta una cosa semejante, no tenga dis-
puestas las fuerzas? ¿disponemos nosotros del
rayo para herirle ? » Entretanto y á la hora mis-
m a , algunos nobles hijos resolvían la cuestión, y
se hacían matar sin saber de quien seria la vic-
toria , ó cual el premio. Su sangre pidió venganza,
la noche fue una continúa alarma, y por la ma-
ñana decia Casimiro: «Está visto: después de
lo que acaba de comenzar la población de París,
aunque arriesgásemos mil veces nuestras cabezas,
estamos deshonrados si no nos ponemos á su la-
do , v Y su voz conmovida y poderosa tomaba
aquel imperioso acento que después jamas dejó.
Sabido es como pasó aquel d ia , el dudoso com-
bate de la plaza pública, las impotentes delibe-
raciones de los diputados presentes en París; cin-
co de ellos, enviados al cuartel general, se es-
forzaron en vano por desarmar un poder rebelado




P E R I E B . 25


contra las leyes. Uno de estos cinco era Casimiro;
aventuró algunos eonsejos, y aun por la noche
escuchó á algunos servidores de la dinastía que
no desesperaban de verla ceder. La dinastía fue
mas orgullosa y quizá mas prudente: porque en
tal estado, lo que en quince años hubiera sido
razonable, habia pasado á ser locura: una re-
tractaccion de mala fé no haria mas que deshon-
rar su caida; porque un reinado absoluto no se
convierte en nacional con el puñal al pecho. La
tercera noche decidió la victoria. El 29 por la
mañana salían las tropas reales de la ciudad;
nadie sabia lo que se haria, pero lo cierto era que
no reinaría Carlos X . Perier estaba entonces en
el centro del movimiento, y si su actitud enér-
gica agradaba á los mas ardientes, el renombre
de su prudencia tranquilizaba y seducía á los
mas tímidos. Tan pronto hacia abandonar las
armas á algunos batallones diseminados, como
tomaba asiento en aquella comisión municipal, á
la que se queria delegar todo el gobierno. Se
sentó en el Hotel de Filie, pero fue de los que
desde el primer dia declinaron la estension de
los poderes con que se pretendía investir á una
autoridad del momento. Se esforzó por conser-




26 P E B S O N A J E S CELEBUES.


varia lo posible en los intereses del orden y de
la defensa pública; por mantenerla en fin el ca-
rácter municipal.


Solamente en las Cámaras reconocia el dere-
cho de hablar por la nación, de acordar la forma
de gobierno y elección de dinastía. Aun no había
salido del recinto de París el último pelotón de
la guardia real , cuando ya pensaba en la anar-
quía inminente; y la dificultad y necesidad de
restablecer el poder se hizo su mas dominante
deseo. Desde aquel instante no se apartó de su
imaginación este pensamiento.


Perier fue uno de los primeros en reconocer
el hecho y el derecho de una dinastía nueva. Ad-
mitido inmediatamente en el consejo del Lugar
Teniente general y después del Rey , tomó parte
en los actos mas decisivos de aquella época. Como
Presidente de la Cámara electiva , tuvo el honor
de presentar la Carta constitucional al Príncipe,
quien la juró ante Dios y su patria. Sin embar.
go la situación era grave: era precisa otra cosa
mas difícil: gobernar la revolución.


Era , pues , forzoso escoger. Había que hacer
una división entre los principios y los medios,
las causas y los pretestos: entre lo que era acci-




PEHTER. 27


dental y lo permaneDle en aquella nueva situa-
ción. O se debia mirar la revolución como hecha,
y dirigirse solamente á la duración de un re-
sultado , ó considerarla como un principio y per»
petuar el estado revolucionario: en una palabra,
establecerse en las conquistas, ó conquistar lo
desconocido. Esta cuestión estaba agravada por
la política estrangera , y no era locura dudar de
la paz.


Esta política era por tanto la única que con-
venia á la monarquía de 7 de Agosto. El pri-
mer dia era pensamiento Rea l , pero ¡cuántos
obstáculos por vencer 1 ¡cuántas preocupaciones
que contemplar! difícil era practicarle y mas aun
proclamarle; muchos le rechazaban sin compren-
derle, muchos le deseaban sin esperarle. Aunque
era el único razonable y el mas francés, no osaba
declararse como espresion de la razón pública.
Existia, no lo dudamos, en el fondo de la opinión
nacional, pero no aparecía en la superficie. El
humo de las barricadas envolvía aun á la Fran-
cia , y los rumores de una opinión pasagera se
asemejaban al estruendo del cañón del Hotel de
Ville. Esta política, fundada en el primer con-
sejo del Rey , prevaleció con frecuencia: inspiró




28 P E R S O N A J E S C E L E B R E S .


sabias medidas y escelentes discursos: pero en
la incertidumbre de un poder débil todavía, de
una situación oscura aun , debió recibir mas de
un mentís, sufrir mas de un desengaño, hacer
mas de una concesión. Llegó á no poder resis-
tir los ataques esteriores, y sobre todo las disi-
dencias de la coalición necesaria, que habia com-
puesto de elementos tan diversos el Ministerio
de 7 de Agosto : este gabinete se retiró. Casi-
miro Perier que tenia parte en é l , aunque sin
despacho, se habia portado con gran reserva: su
opinión estaba conocida: pero juzgando que no
era t i e m p o , que le faltaba poder para desarro-
llarla enteramente, y hacerla triunfar, opinó por
la disolución del Consejo, y aun rehusó en un nue-
vo gabinete un papel mas influyente y mas activo.
Bien conocía que aun no era tiempo para gober-
nar enteramente. Sin embargo le rodeaban , le
acosaban; su sabiduría le invitaba á buscar sabios;
su popularidad obligaba á los mas ardientes á
clamar por él. «Aun no es t iempo, repitia él:
es demasiado pronto, no sabéis aguardar« Hu-
biérase creído que poseyendo las postreras esperan-
zas de la salud pública, no qucria aventurarlas
antes de tiempo. Formóse el ministerio de 2 de No-




Í ' E K I E R . 29


viembre, y Perier llegó á ser Presidente de la Cama*
ra de diputados , nobles funciones q u e , por una
previsiora habilidad, babia cedido áMr. Laffittepo-
co después de la revolución; porque no quería apa-
rentar afán ni conseguir nada sino por el im-
perio de la necesidad. El nuevo gabinete era dé-
bil , quería monarquía y paz , pero no sabia man-
tener las condiciones de la paz y de la m o -
narquía. Algunas discusiones graves habían paten-
tizado los dos sistemas entre los que vacilaba el
ministerio. Presidia Perier estos debates con severa
inmovilidad: pero en su frente pálida y triste
se reflejaban todas las sensaciones de la lucha,
y pasaban como la sombra de la tempestad que
retumbaba debajo de él. Entre tanto, el mal cre-
cía ; testigo inquieto de todos sus progresos, du-
daba Perier que • fuese tiempo de correr el velo
para combatirle. Por espacio de cuatro meses
fue esta cruel cuestión el pensamiento incesante
de sus dias y sus noches.


El motín de 13 de Febrero reveló por fin á
todo hombre se nsato la debilidad del gobierno.
Algunos diputados resolvieron arrancar á la Cámara
su aparente seguridad. Mr. Guizot atacó al minis^
terio en la tribuna : el ministerio contestó an^jtj"




30 PERSONAJES CELEBRES.


ciando una próxima disolución; en éste último
esfuerzo, se agotó y cayó. Perierno habia escitado
ni detenido á los que dieran el golpe. Bien co -
nocía la proximidad de aquella necesidad tan
aplazada ; pero temia que se hubiesen acelerado
demasiado, decidido como estaba á no aceptar
la tarea de gobernar , sino con probabilidades ra-
zonables y suficientes medios de buen éxito. No
deseaba el poder por las apariencias: tenia mas
ambición que todo esto. Naturalmente enemigo
del desorden, ligado profundamente á todas las
ideas de autoridad , de subordinación , de respeto;
inaccesible á las ilusiones especulativas, lleno de
desprecio é ironía hacia la política romántica,
veia con alguna severidad las agitaciones de la
sociedad moderna, y sobre todo, aquel precario
estado de irritaciones y exigencia devuelto- por la
revolución de 1830. A s i , pues, sin afán , sin re-
gocijo , vio amanecer para é l , el dia del poder;
pero clavando en su país una mirada firme y tris-
te , aceptó su misión, con el sentimiento de un
deber cumplido , con la desconfianza propia de un
hombre melancólico y el valor de un alma grande.


Su ministerio no se improvisó : antes de for-
marle, quiso conocer el fondo de los negocios,




PER1ER. 31


la policía , hacienda y diplomacia. Vio , oyó al
antiguo conse jo ; deliberó largo tiempo antes de
declarar su resolución : dudó realmente mas de
una vez , y no se decidió con su persona hasta
haber sondeado todas las cuestiones, resuello las
dificultades, profundizado todas las repugnancias
y todas las objeciones. Quería que al dia siguien-
te de su formación no tuviese el ministerio mas
que obrar.


Aun puede verse en sus discursos cual fue
la política del 13 de Marzo. Érala política natu-
ral de la monarquía de 1830 ; pero que no fue
reconocida y proclamada hasta entonces. El ver-
dadero mérito de Casimiro Perier no consiste en
haberla descubierto: el dia que siguiera al de la
revolución se veia ya en el t rono ; y todo lo bue-
no y sabio que se h i z o , fue á nombre de esta
política. La gloria del gabinete de 13 de Marzo
estaba en haberla* abrazado cual su bandera,. y
haber desplegado este estandarte á los ojos de la
Francia y á los ojos del m u n d o ; estriba en ha-
ber hecho del sistema de resistencia , no una po-
lítica negativa , sino una política de a c c i ón ; es-
triba en haberse dado el brillo de la autoridad
que corresponde al gobierno y que hace nacer la




32 P E R S O N A J E S CELEBRES.


confianza ; estriba en haber reunido en t o m o su-
y o , no solamente los intereses, sino también las
aficiones, y apoyado la fria razón de Estado en
la base de la convicción y del entusiasmo. Perier
renunciando á las dulzuras de una posición bri-
llante y de una popularidad intacta , se entregó
sin ilusión y sin temor á las perfidias y á las ame-
nazas de las facciones, dispuesto á defender su
causa contra su partido , no ocultándose ningún
obstáculo , ningún engaño, ningún peligro ¡ r e -
cargando por el contrario los negros colores de
su horizonte; superior , pero no insensible á la
calumnia y á la injusticia ; sabiendo b i e n , que
gobernar era renunciar al reposo , á la seguridad,
á la l ibertad; atormentado por los sufrimientos
de una salud por largo tiempo alterada ; escép-
tico con relación al éxito del grande esperimen-
to que iba á hacer la Francia , aunque firme-
mente persuadido de que esta no podia lograr su
ob je to , sino adoptando la conducta que el minis-
tre adoptaba, y poco seguro de la fidelidad de los


, hombres y de la verdad de las teorías , conser-
vando, empero en medio de todas las dudas y de
todos ' los obstáculos, cierta invencible confianza
en sí mismo y en su fortuna. Tal era el hombre




PEBIER. 33


para todos los que han podido penetrar en su
alma, en los momentos en que arrostró la ten-
tativa que recomendará su nombre á la historia.
Cuando Casimiro Perier subió al poder , la diso-
lución d é l a Cámara, irrevocablemente anuncia-
d a , imprimió el sello de la incertidumbre en el
porvenir del ministerio. El Oeste estaba agitado;
la cuestión de Bélgica, aun indecisa en todos sus
puntos , dejaba en suspenso la paz ó la guerra.
La Polonia sosteniendo valientemente una lucha
noble , dividía y entusiasmaba á la Europa.


A mas de esto el crédito estaba destruido ; el
orden público sin garantías; la autoridad pin as-
cendiente. La prensa casi en su totalidad, atizaba
el fuego de las pasiones subversivas y belicosas;
y los partidos que en París, desde Julio , descansa-
ban sobre las armas, estendian poco á poco al resto
de la Francia la red del espíritu revolucionario.
Era preciso contenerlo todo , dar confianza á la
Europa, sin ceder ante ella , satisfacer los deseos
de la Francia, sin exaltarla ; hacer que la una se
resignaseá admitir la revolución de 1830, y que
la otra se contentase con ella. Creyendo ante todo
en la necesidad del orden , era preciso proseguir
la obra de la reforma liberal prescrita por la Carta.




3 4 PERSONAJES CFI.Kr.llES.
Contando con la paz general, era preciso velar por
la seguridad nacional, y poner á la Francia al abrigo
de un golpe de mano de la Santa Alianza. Y para
colmo de dificultades , la desconfianza , la incerti-
dumbre , el escepticismo , se habiau apoderado de
todos los corazones. Casimiro Perier no oponia á
todo estomas que una idea sencilla: « Quiero la
paz , decia é l , y no quiero mas que la Carta. » En
otros términos : <• La monarquía de 1830 , es un
gobierno definitivo y regular. » Hé aqui lo único
que respondía á los desprecios destructores de las
facciones , á las sombrias enemistades de las Cortes.
Asi la misma política servia para combatir la anar-
quía y quitar el poder al absolutismo, y debia dar
juntamente á la revolución dos cosas que es pre-
ciso no sacrificar la una á la otra , la cordura y la
firmeza.


Bajo los ministerios que le precedieron, la
Francia había tenido mas de una vez que pregun-
tarse si poseía uu gobierno : con Perier no tuvo
qne dudarlo. No contaremos la historia de su
administración : toda ella fue concebida y d ir i -
gida bajo el mismo pensamiento que hemos in-
dicado. Perier estaba resuelto á no conservar el
poder , si la Cámara no se adhería manifiestamente




á su sistema y á su persona. Nadie ha profesado
mas formalmente que él la necesidad constitu-
cional de una asociación entre la Cámara y el mi-
nisterio ; ninguno ha despreciado mas esa polí -
tica ambigua y pobre, que quiere establecer entre
el uno y la otra una independencia absoluta,
y que supone que cada medida y cada ley deben
ser juzgadas aislainente, sin que de ello se re-
sienta la existencia del poder y la conservación de
la mayoría Asi, cuando á consecuencia de su pri -
mera deliberación la Cámara de diputados se mos-
tró dispuesta á escoger por su representante de
la mayoría al gefe del último gabinete , Perier no
se detuvo , á pesar de la gravedad de las c ircuns-
tancias , en dar su dimisión. En efecto , hubiera
dejado el poder si el inesperado ataque del Rey
de los Paises-Bajos contra la Bélgica, no le hubie-
ra obligado á eontiuuar en él En efecto la ma-
yoría mejor advertida y mas decidida, se pro-
nunció francamente á su favor y no le abandonó.
A pesar de esto, la alianza no fue tan pronta ni
taiirsólida que no se viese contestada mas de una
vez. Una minoría fuerte y fogosa , sostenida de
fuera por una opinión mas ardiente y mas fuer-
te , renovaba á cada instante los asaltos, cuyo




36 P E R S O N A J E S C E L E B R E S .


resultado aparecía siempre dudoso , y que siem-
pre termiuaban por su derrota. A esta pesada car-
ga que se aumentaba eada dia , consagró Perier
cou entusiasmo, con pasión , todos los dias de
una sesión laboriosa , y en esta senda le acom-
pañaron gloriosamente con tanto desinterés como
elocuencia Mr. Guizot , Mr. Thiers , y durante
mucho tiempo Mr. Dupin.


Varsovia acababa de sucumbir, y su caida l le -
naba á la Francia de dolor y de alarma. Hábiles
para apoderarse de las mas loables emociones de
la generosidad nacional , los facciosos esperaban
convertirlas en instrumentos de venganza , de re-
volución y guerra. París tomó un aspecto silen-
cioso , siniestro, y bien pronto amenazador; reu-
niéronse grandes grupos, y uno de estos cercó y
quiso insultar al Presidente del Consejo de minis-
tros , en aquella misma plaza, en la que en
Julio de 1830 arengaba, y arengabaá los soldados
de la dinastía destronada. Hablábase dé marchar
á las Tullerías, de marchar contra las Cámaras,
y al mismo tiempo la cuestión de la Polonia, es
decir , la cuestión de la guerra ó de la paz se
agitaba de nuevo en la tribuna: ¡Cuan grande era
este debate! ¡Nunca habia habido uno mas solera-




PEB.TEK. 37


n e ! ¡Encerraba el porvenir de la sociedad, los des-
tinos de la Europa! Perier triunfó, y la paz del
mundo fué conseguida por 116 votos de mayoría.
(Sesión del 21 de Setiembre). El ministerio llegó
sin revés alguno al aniversario del 13 de Marzo.
A esta época nada estaba determinado ; pero pa-
ra todas las cosas parecía asegurado un éxito fe -
liz, con la sola condición de la perseverancia. Exis-
tia ya una mayoría fuertemente unida en todas
las cuestiones políticas; el ejército esperimenta-
do ya en Lyon y Bélgica, merecía la confianza
Dacional; el crédito público se había levantado;
París estaba consagrado á la defensa de las ideas
de orden y de conservación ; la conferencia de
Londres , lenta en su marcha, no dejaba ya du -
da alguna sobre las voluntades pacíficas de la Eu-
ropa ; y la entrada en Bélgica, igualmente que la
espedicion de A n c o n a , había atestiguado que la
Francia conservando la libertad de acción , no
comprábala p a z , merced á una humillación. Pe-
rier empezaba á gozar de sus progresos; veia el
porwenir mas sereno, cuando una plaga mortal
cayó sobre la Francia , y vino á someter á nue-
vas pruebas esta sociedad tan probada ya. Perier
no concibió al principio fuerte alarma sobre los




3S PERSONAJES CELEBRES


efectos de esta invasión de un mal desconocido.
El domingo l.o de Abril acompañó al Duque de
Orleans al hospital, y visitó con él á las primeras
víctimas del cólera Los dias sucesivos fueron se-
ñalados por escenas odiosas , que ultrajaron y sor-
prendieren á la vez el orgullo de nuestra civili-
zación. Estas escenas afligieron cruelmente á Pe-
rier s no pudiendo menos de sospechar en ellas
alguna cabala de los enemigos del sosiego público,
é irritábase viendo continuamente desgarrada la
tela que tegia tan laboriosamente, á precio de su
reposo. El 6 Je Abril fue atacado del cólera, la
enfermedad fue terrible: pareció un instante ale-
jarse el peligro ; pero el enfermo estaba consu-
mido largo tiempo hacia, por la vida devoradora
de la tribuna y del poder , y asi después de una
larga y dolorosa lucha, sucumbió el 16 de Mayo
de 1832.


Casimiro Perier tenia entonces 55 años; fue
enterrado en el cementerio del Este, no lejos
de su hermano y de su amigo Scipion Perier y
Camilo Jordán. Una inmensa multitud asistió á
estos últimos y dolorosos actos. Los Sres. Ro -
yer-Collard, Bignon , Dupin , Bereuger, Davi-
llier y el Duque de Chosieul pronunciaron algunos




PERIER 39


acentos sobre su tumba. El reconocimiento de un
gran número de buenos mídanos ha levantado
un monumento á su memoria. Casimiro Perier
era de alta estatura, su fisonomía varonil y re-
gular ofrecía una espresion de penetración y de
viveza, que contrastaba Con la energía imponente
que le animaba cada instante. Su andar, su aire,
sus miradas tenian algo de imperioso, y él mis-
mo muchas veces decia r iendo: « ¿ cómo quieren
que yo ceda con la talla que tengo?»


Una vez tomada su resolución era invaria-
ble , porque era al mismo tiempo circunspecto
é intrépido. Si alguna vez Perier se entregaba
á la confianza, esto no leerá habitual. General-
mente juzgaba rigorosamente á los hombres, y
su lenguage era poco indulgente , aun cuando su
corazón no encerrara ni odios ni envidias. Abriga-
ba la pasión de vencer, no el deseo de dañar,
concibiendo difícilmente, y no apercibiéndose
sino con sorpresa, de las enemistades que le
suscitaban sus desdenes y sus triunfos. A pesar
de todas las malas pasiones conjuradas contra él,
Casimiro Perier tuvo verdaderos y tiernos amigos.
Reservado y frió para el mundo, en familia su
conversación era alegre y burlona, y alguna vez¿




40 P E R S O N A J E S CELEBRES.


reia con esa risa de los jóvéues de otra época,
divirtiéndose con mil puerilidades de la vida pri-
vada, desdeñadas hoy que la afectada seriedad
está á la moda. Acaso nos hemos estendido de-
masiado en los detalles de su carácter. Un pais
libre debe conocer, digámoslo asi, personalmen-
te los ciudadanos que notablemente le han servi-
d o , los hombres de Estado que le han dignamen-
te gobernado. Porque es preciso saberlo: donde
dominan las instituciones nacionales cada uno
puede decir : el Estado soy yo, porque el Estado
es la patria.






asáltala®


î m a n i o s s celebres id Щи XIX.




ISIDORO MA1QUEZÀ


<i T ú solo el arte adivinar supiste
Que los afectos acalora y calma:
T ú la virtud robustecer del alma,
Q u e al oro, al hierro á la opresión resiste.


Inimitable a c t o r , que mereciste
Entre los tuyos la primera palma,
Y a m i g o , a l u m n o , y émulo de Taima,
La admiración del m u n d o dividiste. »


L. F. DE MORATIN.


Si la vida pública de los grandes personajes es
patrimonio de la sociedad, lo será también con
razón la vida del que supo representar en la esce-
na teatral los afectos y pasiones, que tanta parte
pueden haber tenido en las acciones.de los gran-
des hombres. El arte de la representación teatral
le consideraremos siempre como bello é imitativa,
pues ha conseguido presentar á la vista de todos




2 PERSONAJES CELEBBE9.


los pueblos civilizados, un espectáculo útil y agra-
dable , que forma ya una parte muy esencial de
sus costumbres, de sus necesidades y de sus goces.
Siendo pues las arte* patrimonio de la sociedad,
lo es igualmente el renombre de aquellos artistas
que mas vigorosamente han luchado con las
enormes dificultades que presentan al ingenio hu-
mano. La memoria de consiguiente de los hom-
bres superiores en cualquier género, interesa á
la sociedad, porque es uu título de gloria que
la lisongea y ennoblece; y el arte de la repre-
sentación- teatral, que tantas vicisitudes ha espe-
rimentado entré nosotros, que con tanta incer-
tidumbre ha llevado sus pasos por un sendero
escabroso y desconocido, al cual ha negado cons-
tantemente sus luces la filosofía , no contribuye me-
nos que las demás al lustre de las naciones. La
nuestra, sin duda alguna, puede jactarse de
contar entre los títulos de su antigua fama los
anales de sil teatro ; porque en ellos se encuentran
innumerables ejemplos de lo que puede hacer el
gente, siguiendo sencillamente á la naturaleza.


No' hay duda en que esta señala k aquel el
camino que debe seguir, y le asegura el éxito
cuando no se aparta de la sencillez de sus má-




MAIQTJEZ. 3


(*) D . José de la Revil.a.


vimás; pero no es menos indudable que semejante
aserción lio parecería acaso tan exacta para nos-
otros, si el inmortal Maiquez no hubiese demostra-
do su evidencia en la escena. Su genio eminente-
mente grande, se elevó sobre la naturaleza y el
arte , sin que debiese mas que á la primera el
éxito asombroso de sus empresas.


El nombre de este célebre actor , tantas veces
repetido con aplauso: el testimonio de su mérito,
fijado como piedra de toque en todas las discu-
siones escénicas: el halagüeño recuerdo del en-
tusiasmo pi'tico que inflamaba á l o s espectadores
apenas desplegaba sus labios; todo cuanto tiene
relación con este hombre verdaderamente extraor-
dinario, interesa al honor nacional, y nos
impele á incluir en nuestra colección á tan d is -
tinguido artista, para perpetuar su n o m b r e , y
reverdecer los laureles que tantas veces supo
arrancar de la sien de Melpomene para adornar
su frente.


Para este trabajo, nos sirve el hecho é inédito
sobre la vida de nuestro primer trágico, por un
apreciable literato, (*) amigo nuestro, y cuyas




4 P E R S O N A J E S C É L E B R E S .


palabras, en la mayor parte, vamos á trans-
cribir.


Isidoro Patricio Maiquez nació en la ciudad
de Cartagena, en 17de Marzo de 1768, de una
familia que perteneció antiguamente á la clase
media de la sociedad, en la que se sostuvo con
mucha decencia, ocupando sus individuos algu-
nos empleos y dignidades, particularmente en la
carrera eclesiástica, á la que tuvieron inclinación
decidida. Pero los acontecimientos de las famosas
guerras de sucesión, arrebatando en el torrente de
los partidos el bienestar de innumerables persona?,
redujeron á la nada aquella desgraciada familia,
obligándola á ocuparse en diferentes artes, y con
particularidad en el de la seda, para atender á
su subsistencia. Mas estos recursos de la necesi-
dad debieron sin duda esperimentar notable de-
cadencia , puesto que Isidoro Maiquez, padre de
nuestro célebre actor , abandonó su oficio de
cordonero de seda, después de haberle ejercido
por muchos años, y se introdujo en los teatros
de varias capitales de España, en donde desem-
peñó con bastante aceptación los papeles de Galán
y Barba.


l ié aqui el origen de • casi todos los actores




MAIQtFZ. 5


que pueblan* nuestros teatros: hijos de padres
humildes 6 de familias desgraciadas, han encon-
trado en un arte, injustamente degradado y en-
vilecido, un asilo contra las privaciones ó la
mendicidad; y juzgando del teatro como juzga la
muchedumbre, han contado solamente con sus
fuerzas naturales, y no con los conocimientos
previos que exije el número asombroso de sus
dificultades; circunstancia que nos priva de acto-
res sobresalientes , y de la esperanza de que este
arte toque al último grada de su porfeccion.


El joven Isidoro, que desde su nacimiento
siguió á su padre en los diversos puntos en que
habia de trabajar, fue adquiriendo aquella afición.,
hija casi siempre del deseo dé imitar á nuestros
mayores, ó a las personas encargadas" en nuestra
infancia; si á esto se agrega la educación des-
cuidada que tuvo , como todos los hijos de actores
ambulantes, y que la única instrucción que ad-
quirió en su niñez fue la que podía proporcionarle
la lectura de cuantas comedias llegaban á sus ma-
nos , no estrañarémos que sus votos se dirigiesen
á ocupar algún día la esceua, y merecer los aplau-
sos públicos, que tan repetidas veces alcanzó en
ella su padre. Llegó á ser estremada su afición




6 P E R S O N A J E S C E L E B R E S .


cómica , ¿pesar dé la manifiesta oposición de su
padre, quien le tenia prohibida la entrada en el
teatro; prohibición que halló un medio ingenioso
de burlar, introduciéndose en él bajo pretesto de
llevar sillas á los palcos; operación que suele ha-
cerse en algunos teatros de provincia. Nada habia
otas lisonjero para el joven Isidoro que presenciar
«na representación y mezclarse en las, conversa-
ciones sobre asuntos cómicos , haciéndose cada
vez mas invencible su inclinación al teatro.


Firme pues en su propósito, y resuelto á ar-
rostrar las dificultades d« la profesión, se decidió
por fin á tentar el favor de la fortuna. Hizo sus
primeros ensayos en el teatro de Cartagena. Allí
guiado tan solo de su afición y de algunas lec-
ciones de su padre , se presentó por primera vez
á recibir desaires de sus paisanos, el que con el
tiempo habia de ser el embeleso de la Corte , y
objeto de admiración para nacionales y estran-
geros.


Pasó poco después al teatro de Málaga, donde
igualmente tuvieron mal éxito sus tentativas.
Maiquez no teuia en su primera juventud ningu-
na cualidad artística que le hiciese recomendable,
á escepcion de su figura que era interesante




MAIQUSZ. 7


y bella; per lo deroas carecía de acción , su voz
era oscura, y owao no tenia modelo que imitar,
falto su juicio del tacto fino y delicado que pro-
porcioea una educación esmerada , no podía des-
cubrir el verdadero camino >de Ja perfección
Sin embargo de sus desventajas, dolado de una
imaginación viva , penetrante , tenaz y vigorosa,
se afanó ¡netsantemente en buscar los mediosde
agradar á un publico, que tantas veces habia he-
rido su amor propio , y se ¡dedicó con el mayor
ahinco á descubrir los fundamentos de un arte
que, con serle familiar desde la cuna , le era no
obstante muy desconocido.


Asi prosiguió por algunos años, ocupando al
Jado de su padre la parte de segundo y tercer
Galán en los teatros de Cartagena, Málaga, Va-


(*) Haciendo memoria de sus primeros ensayos cómicos,
referia Maiquez á sus amigos , que en cierta ocasión repre-
sentó en Toledo la comedia intitulada: El Triunfo del
Jve María; y que sufrió tan estrepitosa h u í a , que indig •
nado por tan mal tratamiento salió del teatro y de la c i u -
dad sin concluir la función , y emprendió su viage á Ma •
drid vestido de m o r o , porque desempeñaba la parte de
Tarfe. Anduvo ¡i pie toda la noche con la m a y o r precipi-
tación ; de suerte que al rayar el alba se halló de la parte
acá de Hlescas, y coatinuaiido su marcha entró á deshora
en Madrid , taa risíMeoienU equipado c o m o salió de T o -
ledo.




8 P E R S O N A J E S C E L E B R E S .


lencia , Granada y otras varias capitales de la Pe-
nínsula, desmintiendo insensiblemente el mal con-
cepto artístico que al principio se formó de él;
hasta que por último resolvió su padre trasladar-
se á Madrid con toda su familia..


Verificada la traslación en 1791 , fue recibido
el joven Maiquez en la compañía de que era au-
tor Manuel Martínez, que á la sazón trabajaba
en el teatro del Príncipe (*). Su colocación fue
de un Parte por medio ó sea noveno Galán,
con partido de 17 rs. ; y con el mismo siguió
trabajando en el año siguiente en clase de sétimo
Galán, hasta que por fin , en el año 93 subió al
puesto de sobresaliente , con partido de 20 rs.


La postergación en que se halló durante estos
tres años , parece debia haberle eonducido á se-
guir las huellas de aquellos que mas gozaban del
aura popular , como hacen casi todos los que si-
guen esta profesión ; pues este es el medio mas
sencillo de eludir las dificultades, aunque no el
roas seguro para labrarse aquel concepto sólido
que trasmite la fama del artista á la mas remo-


(*) Es de advertir que hasta el año 1 8 0 0 , poco mas ó
m e n o s , no tenían las compañías teatro fijo , y alternaban
en ambos por temporadas.




M A I Q U E Z . 9


ta posteridad, presentándole como un modelo
perfecto del arte. Pero Maiquez á ninguno imi-
tó : su fuerza de alma le hacia mirar con des-
precio los efímeros triunfos de sus compañeros,
juzgándolos como ex-abruptos del mal gusto de
su t iempo, según la idea que él habia llegado á
formar del arte; y sobre t o d o , debió á la natu-
raleza un carácter indomable , y una tenacidad
en sus ideas , que no le permitía prestarse fá-
cilmente á otro dictamen que el s u y o , con par-
ticularidad en materia de declamación. Si esta
tenacidad de ideas podia juzgarse como un de-
fecto en contradicción con su trato agradable y
franco en sociedad , fue al mismo tiempo una
ventaja para é l , que tenia que luchar contra el
mal gusto de sus contemporáneos , y obligarlos
con una admirable constancia á abandonar el ca-
mino de lo falso para dirigirse al de lo verdade-
ro , y convertir el desprecio con que antes lo mi-
raban , en una profunda admiración y un entu-
siasmo de que no hay ejemplo en la escena es-
pañola.


Sin embargo , celoso Maiquez de su reputa-
ción , aunque aparentaba desdeñarla por su cons-
tancia en seguir el plan que se habia propuesto,




iO P E R S O N A J E S CELEBUKS.


se ausentó de Madrid el año 9 4 , y pasó xl tea-
tro de Granada en calidad de parte principal. Sa-
bido es que estas «migraciones de los actoros á las
provincias les producen ventajas considerables para
sus ajustes en los años siguientes , si son recibi-
dos con aplauso en aquellas. Isidoro contó con
esta circunstancia para asegurarse mejor en la
escena; calculando que esta corta auseucia debi-
litaría algún tanto la prevención con que le oia
el público madrileño.


Regresó el año siguiente á Madrid , y disfrutó
dos años el partido de 20 rs. y el tercero el de
24. En esta época , ya fuese porque Maiquez
desarrollase mas sus talentos cómicos ó porque
la costumbre de verle y oirle hiciese tolerables
sus defeetos, lo cierto es que comenzó á arran-
car los aplausos que le habían sido negados basta
entonces. (*)


El mal gusto dominante entonces en la es-
cena , y el amanerado y ridículo sistema de de-


(*) Maiquez se dio á conocer en la representación El
Pastelero de Madrigal, comedia que desempeñó siempre
con soberana maestría. Asi pues , decíase en el puehlocuan-
d o se hablaba de esta función , solamente sabe desempe-
ñarla bien el marido de la Prado, sobrenombre con el cual
era entonces solamente conocido.




M A I Q U E Z . I I


elatnacion adoptado por nuestros antiguos actores
para agradar al pueb lo , contribuyó no poco á
que Maiquez fuese mirado con disgusto por su
estilo totalmente desconocido en la escena. Pero
persuadido este actor de que el teatro debe ser
una imagen exacta de la sociedad, y que los
personages en él introducidos han <le hablar,
moverse y gesticular como los demás hombres,
sometiendo el estilo y los ademanes , á las leyes
de la conveniencia y buen gus to , no podía ad-
mitir jamás en su sistema aquella acción arti-
ficiosa , complicada y pintoresca de sus compa-
ñeros : aquel tono declamador, enfático y caden-
c ioso , que ahora ya seria intolerable á nuestros
o ídos ; y aquellos juguetes de escena tan triviales
y ridículos , tan agradables entonces á los especta-
dores , y que en realidad trasformaban en farsas las
obras dramáticas mas recomendables. No accionar,
no gesticular como un demente , era ser frío:
no declamar con énfasis y casi cantando, era
ser insulso. Contra estas dos grandes máximas
de naturalidad y buen gusto pecó Maiquez , y á
ello *debió los dictados de Galán de invierno,
agua de nieve , voz de cántaro, y otros varios
sumamente satisfactorios, con que le agasajaron




12 P E B S O N AJES CELEBRES.


sus contemporáneos. Verdaderamente no debió'
á la naturaleza voz l impia, sonora y armoniosa,
cual era de desear en un actor de su clase;
pero en recompensa le dio sobrado talento para
conocer la necesidad de hacer de ella un estu-
dio muy detenido, á fin de modularla y hacer-
la , no solo tolerable y profundamente trágica,
sino también sumamente apta para la espresion
mas delicada. D u l c e , tierna y patética , al par
que noble , magestuosa y terrible, en su boea
Se oyeron los acentos mas sublimes del dolor,
y los ecos mas espantosos del furor y la deses-
peración. La mas notable es que no se sabe
hiciese estudio alguno declamatorio , sino en el
acto de ensayar con sus compañeros.


La parcialidad de sus contemporáneos llegó
hasta el estremo de negarle espresion en la
fisouomia, cuando es poco menos que imposible
se presente quien reúna ventajas tan escesivas
en esta parte.


Era pues un espectáculo sumamente interesan-
te , el contraste singular que ofrecía , por una
parte la opinión general conjurada en contra de
un actor abandonado a s í mismo, y por otra
la impavidez y constaucia con que este atleta




M A I Q U E Z . 13


imperturbable caminaba tranquilamente al térmi-
no de sus afanes , cual si descubriese en lonta-
nanza el premio que les reservaban la impar-
cialidad y la justicia. Así pues sostuvo con heroica
constancia una lucha desigual y [ tenaz con el
público.


El año 1798 se formaron trescompañias igua-
les , con el objeto de que una de ellas pasase á
trabajar á los Sitios Reales ; y en la destinada á
este fin le cupo á Maiquez la parte de primer
Galán, con los mismos derechos y obvenciones
que disfrutaban los actores de Madrid. Esto fue
ya dar un paso muy agigantado hacia su en-
grandecimiento , y su amor propio se lisongeaba
viendo casi patentizado su principio favorito ; á
saber , que la, constancia y el tiempo todo lo
vencen, y que los obstáculos opuestos a una
innovación en sus principios, noimpiden sea por
fin admitida con aplauso, si tiene por apoyo
la razón.


En el año 99 llegaron al colmo sus deseos y
e s p e l u z a s , ocupando en Madrid la parte de
primer actor. Colocado ya en ei puesto único á que
podía aspirar, se propuso presentar á los ojos
de los espectadores el tesoro de sus conocimien-




14 P E R S O N A J E S CELEBRES.


tos , por tanto tiempo despreciados, y adquiri-
dos en la oscuridad de su anterior clase, á fuer-
za de observado,íes y meditación. La real jura
de Artaxerxes, el Severo Dictador y la tragedia
de Radamisto y Zenobia se pusieron en escena
con una ostentación y magnificencia desconoci-
das basta entonces . el concurso al teatro fue
inmenso, y el nombre de Maiquez corría con
elogio de boca en boca.


Parecía que nada quedaba que hacer á Maiquez
después del triunfo conseguido; pero era actor
sublime y no cómico adocenado. Lo que para
otros hubiera sido un motivo de indolencia
f ridicula presunción, fue para él un nuevo es-
tímulo Los nombres de Taima, Kemble , Lafond
y otros actores estrangeros llegaron á sus oídos,
)* su talento perspicaz conoció bien pronto, que
asi como el teatro moderno francés había hecho
progresos rápidos en la poesía dramática, era
consiguiente los hubiese hecho también el gusto
en él arte escénico. Convencido de esta verdad,
impulsado por el deseo de saber, considerárdose
capaz de hacer cuantos esfuerzos son necesarios
para sobreponerse á las dificultades de un arte
tan escabroso, y animado por el noble orgullo de




MA1QUEZ. 15


rivalizar algún (lia con aquellos hombres célebres
y acaso superarlos, resolvió en el Otoño del mismo
año pasar á Paris; resolución que sorprendió g e -
neralmente á todos , y dio lugar á la crítica de
algunos. Conseguido el permiso del Gobierno y de
las compañías cómicas, faltábale solamente reu-
nir los ausilios pecuniarios indispensables para
tan largo viaje. Contaba soto con la asignación de
400 reales mensuales que le señaló G o d o y j p e r o
no siendo esto suficiente, vendió todas las alhajas
de su uso y sus ropas teatrales, y ademas sacó
del fondo que cada teatro tenia destinado paralas
jubilaciones, la parte que le correspondía,sacri-
ficando asi el derecho á la jubilación. Rasgo que
manifiesta eon cuanta seguridad calculaba el éxi-
to de sus tentativas, y cuanta osadía presta á las
almas fuertes el deseo insaciable de conseguir
los que le animan. Con estos recursos y algu-
nas cartas de recomendación, llegó á París, diri-
giendo su conato desde el momento á entablar
relaciones con el coloso de la escena francesa , á
quien Maiquez respetó siempre, aun antes de pisar
las márgenes delSena. Sus relaciones con Taima,
durante su permanencia en París, fueron solo
las que permitía la preponderancia en que se lia-




1 6 PER SON A JES C E L E B R E S .


liaba el. actor francés, y el ningún prestigio que
acompañaba al español. Asi fue que le costó bas-
tante trabajo conseguir que se le permitiera estar
entre bastidores, única fineza que debió por ento-
nces á los actores franceses.


Sin embargo , Maiquez sin desalentarse, se
dedicó obstinadamente á conocer las obras ma-
estras de la poesía dramática, y el verdadero
fundamento del arte de la representación. La
grandiosidad y sublime espresion de Ta ima; la
fuerza y vehemencia de Lafond ; la delicadeza de
Mlle. Mars ; la dignidad Mlle. George ; la energía
de Mlle. üucbesno is ; la naturalidad de Clauzel,
todo llamó y fijó su atención ; y de todo lo bue-
no que encontró en estos actores se propuso for-
mar un modelo ideal , un tipo constante de su
egecucion escénica. Asi lo escribía á sus amigos
refiriendo á uno de el los, al contarle el efecto
maravilloso que habian producido en su alma las
primeras representaciones que vio en París, que
al ver ejecutar á Taima el papel de Hamlet, es-
clamó : «Y soy yo primer actor en Madrid, es-
tando este hombre en el mundo!»


Taima en lo trágico y Clauzel en lo cómico,
fueron sus principales modelos , sin copiarlos ser-




M A I Q U E Z . 17


vilmente como algunos han creído ; pues Maiquez
tenia demasiado talento, para engañarse hasta
el punto de creer que todos los medios de espre-
sion son aplicables á todos los países, y mucho
orgullo natural para contentarse con el mezquino
título de copiante. Su estudio fue el que puede
hacer el gen io , abandonado á si m i s m o , r o el de
•un escolar que sigue ciegamente la rutina de-su
maestro.


Permaneció Maiquez en París el resto del año
1799 y la mayor parte del 1800 , regresando á
Madrid con la mayor premura ; y después de
zanjar en pocos días algunos negocios que recla-
maban su presencia, volvió á París donde le
llamaba el objeto primario de sus constantes des-
velos. Habiendo cesado al tercer ó cuarto mes la
asignación concedida por G o d o y , quedó ateni-
do á un escaso socorro que alguna vez le envia-
ba su mujer ; al corto remanente que le quedaba
del dinero tomado en Madrid, y al poco dinero
que le dieron por sus l ibros ; y como al mismo
tiempo desease recoger los aplausos lísongeros que
le reservaba la Corte , resolvió regresar á su pa-
tria á principios de 1801.


Llegó á Madrid reducido á la mayor miseria
2




1 8 P E R S O N A J E S C E L E B R E S .


pues eomo él referia muchas veces, los cabellos
se le salian por las roturas del sombrero ; púsose
á la cabeza de una compañía cómica , compuesta
en la mayor parte de principiantes ó aficionados,
y con la confianza que su mérito le inspiraba,
abrió el teatro dé los Caños del Peral ¿ y dio prin-
cipio á sus representaciones en Junio del mismo
a ñ o , con la comedia El Zeloso confundido, que
fue muy bien ejecutada y estraordinariamente
aplaudida, lo mismo que las demás que le siguie-
ron. El nombre de Maiquez resonaba con aplauso,
pero este mismo estado de preponderancia debi-
do .á su mérito , era precisamente lo que con
mas fuerza despertaba la envidia de sus émulos,
quienes no cesaban de rebajar por todos ¡os m e -
dios posibles la grande opinión que habia sabi-
do labrarse desde su vuelta de Francia. Acusá-
banle unas veces de simple copiante de Taima,
y otras de que si era escelente en la tragedia no
asi eti la Comedia Maiquez, cuyo amor propio era
tan colosal eomo su mér i to , no podiendo per-
manecer por mucho tiempo indiferente á detrac-
ciones tan gratuitas como injustas, creyó llega-
do el momento de confundir á la ignorancia, é
invadió instantáneamente todos los géneros de




M A I Q U E Z . 19


la poesía dramática, asi antigua como moderna,
nacional como estrangera , sin que en ninguno
dejase de ser siempre el mismo , siempre supe-
rior á las dificultades , siempre en fin inimita-
ble. Garda del Castañar , Fenelon, El F~ano
humillado, Ótelo, Orestes , El Pastelero dé Ma-
drigal, La Casa en venta , El mejor Alcalde
el Rey, La Zaira, El Rico Hombre de Alca-
lá , El Distraído, El Diablo Predicador, Pe-
layo , el Convidado de Piedra , Numanciá des-
truida , y hasta la opereta de El Califa de Bag-
dad , hallaron en Isidoro un actor digno de de -
sentrañar profundamente las pasiones , los carac-
teres y situaciones que encierran, dando á m u -
chas de estas composiciones una celebridad no
merecida. Los mismos Franceses que por los años
de 10 y 11 le vieron en una ocasión pintar con
la mayor vehemencia los Furores de Cain,
y al dia siguiente revestirse de la piedad y
mansedumbre del Arzobispo de Cambray, con-
fesaron unánimemente que su célebre Taima no
era capaz de sostener un tránsito tan asombro-
so entre caracteres tan opuestos. El célebre trá-
gico inglés Kemble , con quien Maiquez entabló
también relaciones de amistad en Madr id , tuvo




20 P E R S O N A J E S C E L E B R E S .


la modesta y franca ingenuidad de confesar que
el trágico esprñol aventajaba á cuantos la opi-
nión designaba como sus rivales.


Nos seria imposible seguir la serie de triun-
fos que obtuvo Maiquez hasta el año de 1805, en
que algunas intrigas de bastidores irritaron su
genio poco sufr ido, y le decidieron á dejar el
teatro y la capital, y marchó aquel mismo año á
Zaragoza , donde recibió pruebas del alto aprecio
que de él se hacia. Su ausencia (convertida en
destierro por orden de Godoy que juzgó ofendi-
da su autoridad por haber mediado en el asunto),
influyó sobremanera en la suerte de los teatros
de la capital ; y fueron tantas las reclamaciones
y tan grandes los murmullos del público, que en
1806 obtuvo Maiquez permiso para regresar á Ma-
drid, con motivo de hallarse su padre gravemente
enfermo ; y apenas llegó , consiguió también el de
representar en el teatro del Príncipe, reciente-
mente reedificado.


Llegó el año 1808, y la ocupación de la capi-
tal por las tropas francesas. El caráoter esparta-
no de Maiquez no podia doblegarse fácilmente
al yugo de una dominación estrangera , contra
la cual se declaró abiertamente ; por cuyo moti-




MATQJUEZ. 21


vo tuvo que huir á Granada, desde donde se tras-
ladó á Málaga (*) Su emigración duró poco tiem-
po : volvió á Madrid en 1809, y aunque por su
profesión nada hubiese de temer bajo la dinastía
intrusa, lo intolerable que se le hacia la domi-
nación francesa acaloraba su imaginación poco
precavida, y dio lugar á que se le delatara al G o -
bierno como enemigo. En consecuencia se decre-
tó su traslación á Francia, en calidad de reo de
Estado ; pero sus amigos lograron que se revo-
case tan arbitraria sentencia, y desde Bayona don-
de habia llegado, regresó á Madrid.


Los franceses tardaron poco en reconocer el
mérito de Maiquez, y el mismo José Bonaparte
asignó al teatro del Príncipe la cantidad de 20,000
reales mensuales, como ayuda de costa; gracia
debida en gran parte al relevante mérito del D i -
rector y primer G.alan del teatro, no siendo esta
la única prueba de aprecio que le dio José B o -


(4) En Málaga corrió gran riesgo la vida de Maiquez por
la ligereza con que se juzgaba en aqueila época de las
opiniones políticas. Habiendo acudido á sacar una carta
del correo, le tuvieron por sospechoso, y esto bastó para
que la muchedumbre se apoderase de su persona, gritando
muera ese traidor , y le condugeron á la cárcel pública.
Mi l ; grasamente salió ileso de aquel alboroto , pero no sin
grande riesgo f




22 P E B S 0 N A J B 8 CELEBRES.


ñaparte durante su permanencia en Madrid-
Bastó esto para que el pueblo que juzga siem-


pre con ligereza, calificase de adicto al sistema
político del Conquistador de Europa , al que pocos
años antes fue persiguido por patriota. A conse-
cuencia de tan injusta prevención, cuando las
tropas enemigas evacuaron la capital, el público
se retiró del teatro del Príncipe, y no volvió a él
hasta que el tiempo y los esfuerzos de la compa-
ñía consiguieron debilitar su animosidad é injus-
ticia. Puede decirse que aquella época fue el prin-
cipio de las desgracias que, en medio de aplausos y
de gloria, persiguieron á Maiquez hasta el sepulcro.


Anulado en Mayo de 1814 el sistema consti-
tucional, fue acusado Maiquez de adicto á él,
y puesto en la cárcel pública. Su delito consistió
solamente en la representación de algunos dramas
que respiraban ideas de libertad. Los buenos
oficios de la amistad consiguieron conjurar la
tormenta que le amenazaba , y trasladarle desde
el calabozo á la escena. Resfriada con el trascur-
so del tiempo la animosidad de aquellos partidos,
continuó Maiquez recogiendo aplausos hasta el
año 1817 , en que: habiéndose indispuesto con
sus compañeros, abandonó el teatro y se fue




H A I Q U E Z .


á Córdoba, en donde permaneció algunos meses
en aomuañia del Marqués de Vega Armi j o , á
quien debia un aprecio particular. (*) En 1818
dejó la ciudad de Córdoba con intento de volver


(*) La causa de las desavenencias de Maiquer coa sus
compañeros, era el estado de insubordinación é indiscipli-
na en que encontró á las compañías cómicas al ponerse
a su cabeza. Maiquez no podía tolerar la indiferencia y el
poco orden. qu,e se observaba en los ensayos. Para corre-
girlo ordenó en una ocasión que todo el que no estuviese
á las diez en punto, en el escenario para dar principio al
ensayo, pagaria una multa.- Al día siguiente todos asistie-
ron con puntualidad, menos él que habia dejado pasar la
hora de intento, para é a r por si mismo el ejemplo de s u -
misión ; acusado por sus compañeros , depositó tranquila-
mente la multa y principió el ensayo.


Usaba con sus compañeros uní lenguage casi siempre
a c r e , y las siguientes anécdotas pintan m u y al vivo el ver-
dadero carácter de Maiquez , y el estado de violencia en
que se hallarían el y sus campaneros.


Una í b l r k que ya no existe , se hallaba cr¡ su camarín
consumiendo un cigarro p u r o , olvidada de que su presen-
cia era necesaria en el ensayo. Maíqaez se a«prcó á la puerta,
y sin p^sar adelante, con un tono m u y sosegado la dijo:
«Señor cabo de escuadra, cuando V . haya chupado ese ha -
bano tendrá la bondad de bajar al ensayo.» La actriz m u
d ó de c o l o r , arrojó el cigarro, y sin responder una sola
palabra fue inmediatamente adonde su obligación la lla-
maba.


E i otro ensayo, y después de haber advertido inútilmente
á uno de los actores su falta de acción, le asió los brazos
por detras, y agrándeselos fuertemente le dijo lleno de c ó -
lera : «Para que quiere V , esos miembros ? ¿ N o tenemos
las piernas para andar? ¿Pues por ventura cree V . que
los brazos penden inútilmente de les hombros,? » / * .




26 PEHSONAJRS CELEBJIES.


tuÚQA con los directores de escena, hubiera hecho
un servicio importantísimo á los espectáculos
escénicos , á los progresos de la poesía dramática,
y al honor y decoro que merecen sus autores,
tantas veces ajados por la necia presunción é ig-
norancia de los directores de las compañias cómi-
c a s , quienes jamás debieran juzgar de otra cosa
que del efecto teatral de las composiciones. (*)


Maiquez , á pesar de su estraordinario mérito
y de los inmensos gastos que le ocasionaban sus
representacionnes trágicas , no consiguió jamas
que su partido escediese de 60 reales, á escep-
cion los años 811 y 1 2 , en quedisfrutó 70: y
mientras que Taima recorría las capitales de
Francia y volvía á París cargado de riquezas,
Maiquez yacía casi 'en la miseria absteniéndose
muchas veces de ejecutar algunas funciones por
falta de medios. Así por esta causa, como por poder
pagar algunas deudas contraídas en el año 17, se vio
obligado á trabajar por su cuenta todo el mes de Ju-
lio del 18; y el público de Madrid debió á tan ines-
perado incidente el ver en pocos días las obras favo-


(«) H o es España e!. único país en que ha tlomiuado se-
mejante abuso. ¿Quién creería que los inmortales Corneille
y Raciue tuvieron que mendigar el favor de los actores de
a s t i e n p o , y sufrir pacientemente sus repulsas?




MilQuez . 2 7
ritas con que le habia tenido admirado, por espacio
de muchos años. Pero este esfuerzo eslraardinario,
que se puede llamar su despedida del teatro, «n
una estación tan ppco á propósito para trabajar en
el género trágico-, acabó de arruinar su quebran-
tada salud.


A pesar de su notable deterioro, Maiquez
continuó trabajando algunos meses, y en el de
Setiembre del mismo año recibió la prueba mas
lisonjera del estraordiuari© aprecio qne le dis-
pensaba el público. Representó á Gareia. del
Castañar, y apenas se presentó en la escena s o l -
taron desde la tribuna dos palomas, llavando
pendientes del cuello unas targetas en alabanza
de Isidoro: obsequio que ya habia recibido an-
teriormente en los Caños del Peral, después de
su regreso de Francia. Si bien pudo lisongearle
este nuevo t r iunfo , no desconoció tampoco á
cuantos riesgos le esponia , en medio de una Corte
suspicaz, que con recelo y aun envidia , miraba
los muchos laureles conque el pueblo entusiasma-
do adornaba su cabeza. Así pues, al entrar dentro
de bastidores, dijo sumamente conmovido a sus
compañeros: «| Amigos míos me han perdido!»Vati-
cinio confirmado después por una tristeesperiencia.




28 P E R S O N A J E S C E L E B R E S .


Sin embargo de encontrarse Maiquez cada vez
mas d é b i l , dio una prueba de los esfuerzos de
que era capaz. Hacia los meses de' Octubre ó
Noviembre del mismo año. , pidió el Rey la tra-
gedia de Pelayo con baile en los entre actos.
Conociendo Maiquez que semejantes intermedios
son los mas contrarios al efecto trágico , se pre-
sentó al Corregidor, y después al Ministro de
Gracia y Justicia, á fin de ver si conseguía que
S. M. variase de idea ; ofreciendo en vez de
los bailes , comedias en un acto para los interine,
dios. Accedió á ello S. M. la víspera de la
egecucion ; y entonces Maiquez dispuso para
primer intermedio El Español y la Francesa;
para segundo Laprueba feliz ; y para tercero El
Cuadro. En todas estas piezas trabajó é l , pero
estas desusadas y frecuentes tareas de aquel
año, redugeron su naturaleza al último estremo
de decaimiento.


En tal situación . se empeñó en egecutar la
Numancia , sin que bastaran á disuadirle las re-
flexiones de sus amigos ; verificóse la represen-
tación en las noches del 24 y 25 de Noviembre
de 1818; y en la última se declaró la penosa
enfermedad , que los facultativos calificaron de




M A I 0 . U E Z . 29


mortal. Restablecióse sin embargo á fuerza de
cuidados de sus amigos y de los recursos del-
arte , y él mismo se complacía en anunciar que
pronto pondría en escena El Jugador y la tra-
gedia titulada , Makbet , cuando una de las conse
cuencias desumalhadado reglamento de teatros vino
á consumar el sacrificio de su vida.


La dependencia absoluta en que Maiquez se
hallaba respecto de la autoridad inmediata de los
teatros , cual era entonces la del juez protector,
debió haberle hecho mas prudente y menos obs-
tinado de carácter ; pero lejos de hacerlo asi, una
pugna sostenida sin objeto contra el juez protec-
tor , y las continuas reclamaciones del actor Prieto
para que Maiquez desempeñase su parte, dieron
ocasión á que la conducta de este se tuviese por
sospechosa. Alegaba él la gravedad de sus pa-
decimientos físicos, que fueron calificados de es-
peciosos pretestos. Reiteráronse las órdenes de la
autoridad conminándole sino se presentaba en la
escena; y aunque con solo presentarse una no-
che, hubiera justificado su negativa , se obstinó
absolutamente en no hacerlo. Este rasgo de te-
nacidad acreditó el hecho aparente de desobe
diencia á la autoridad ; elevado todo á conocí




50 P E R S O N A J E S C É L E B R E S .


miento del Rey , sin mas trámites ni formalida-
des, se decretó la jubilación de Maiquez y su des-
ierro á Ciudad-Real.


El dia 18 de Junio de 1819 le comunicaron
la Real Orden, y en el mismo presentaron las dos
compañías cómicas una representación al R e y , en
nombre de Maiquez, en la que como prueba de
que su ánimo no habia sido desobedecer á la
autoridad, pedia se le concediesen algunos dias
de termino para ensayar las funciones que ha-
bia de egecutar, no obstante el peligroso estado
de su salud. La esposicion llegó tarde ,y ni la
amistad ni el favor bastaron á contener los efec-
tos de una sentencia sin apelecion. Con una es-
colta de caballería y en un carruage que se le hizo
pagar, salió Maiquez para su destierro en la ma-
drugada del siguiente dia.


Al principio esperiméntó alguna mejoría; pero
tardó poco en recaer peligrosamente, y se cer-
cioró de que el clima de Ciudad Real no le con-
venía. Solicitó y obtuvo permiso en 30 de Agos-
to de 1819 para dedicarse á su profesión en An-
dalucía , privándole de pasar mas alia de Sevilla.
Trasladóse á Granada, a donde llegó el 29 de No-
viembre , habiéndose visto precisado á vender en




M A I Q U E Z . á l


un pueblo varios cubiertos de plata para poder
continuar su marcha. Llegó enfermo y poseído
de una estremada hipocondría, pero apesar del
mal estado de su salud, ya sea que su espíritu
le engañase, ó acaso, y es lo mas cierto, le for-
zase, á ello la necesidad , distribuyó los papeles
para representar las tragedias de Niño II, y Ores-
tes, destinando el producto de ambas representa-
ciones á establecimientos de beneficencia, apesar
del mal estado de sus.intereses. Negóse á acep-
tar sumas cuantiosas que se le ofrecieron para
tomar la empresa por un a ñ o , decidido á soste-
ner en ella con las entradas á un amigo suyo,
comerciante de aquella ciudad , que se habla ar-
ruinado en los años anteriores con la misma ne-
gociación. Hizose ilusorio S H generoso proceder,
pues dominado de un mal interior desconocido,
pero harto eficaz para producir suspensiones tan
largas en la respiración que parecía imposible
pudiese vivir tanto tiempo sin ella , y manteni-
do ademas con agua sola , adquirió tan escesiva
pesadez que no le permitía moverse. De aqui re -
sultó hinchársele los pies > lo que le impedia mo-
verse, alarmando el progreso de la hinchazón aguan-
tes le rodeaban, y un dia perdió Maiquez los




32 P E R S O N A J E S CELEBRES.


sentidos que recobró con los socorros de la me-
dicina ; pero advertido del riesgo en que se habia
hallado, pidió le suministrasen los ausilios espiri-
tuales. Veinte y cinco días transcurrieron hasta
que espiró con la mayor tranquilidad el 18 de
Marzo de 1820 á los 52 años de edad.


Ocioso será decir que no obstante la total
decadencia de sus intereses nada faltó á Maiquez
desde el momento en que llegó á Granada. La
amistad suplió á la fortuna: todo fue prestado;
y t»do hasta el honorario del facultativo, se sa-
tisfizo escasamente con sus ropas teatrales, único
caudal que poseia por premio de su relevante
mérito. La compañía del teatro del Príncipe de-
seosa de aliviar la desgraciada suerte de su ilus-
tre compañero á pon.o tiempo de haber sido des-
terrado, le asignó 12,000 reales anuales ademas
de su jubilación; pero la muerte no le permitió
disfrutar de este beneficio. Pobre y desvalido de-
bió á la amistad todo cuanto puede exigirse de
ella y á la piedad cristiana la humilde fosa que
guarda sus cenizas.


Posteriormente el distinguido actor D . Julián
Romea mandó exigir en la ciudad de Granada un
monumento a la memoria de su ilustre antecesor.






>:{ Ü3 ilL ! & *¿T lía


Тетивм» c ä c k t t M KitjloXiX.




31. BERRYER. ^


«Desde Mírabeau nadie ha igualado
á Mr. Berryer.»


GORMBNIN. — Oradores parlamenta-
rios.


«He consagrado m i vida á defender
la antigua al ianza,del trono c o n la
libertad.»


BERRÍER.


En 1792 , algún tiempo después de los atro-
ces dias de Setiembre, un abogado distinguido
del foro de París, sin tener el certificado de ci-
vismo , y huyendo de la persecución, se hallaba
en Blois defendiendo no se que pleito, contra un
defensor oficioso; sabido es que la Asamblea
constituyente, al trastornar la gerarquía judicial
habia principiado por crear los defensores oficio-




2 P E R S O N A J E S C É L E B R E S .


s o s , es d e c i r , habia dado á cualquiera el dere-
cho de abogar por cualquiera otro. El lejista im-
provisado fastidiaba á los jueces y al auditorio
con su malhadado discurso. El hijo del abogado,
niño de dos años y m e d i o , asistía á la audien-
cia , y mas que otro alguno se impacientaba con
la pesada facundia del defensor oücioso; de re-
pente , no pudiendo contenerse m a s , Se levantó
con viveza, y dijo á su madre: «Mamá basta ya,
esto me fastidia, vamonos.»—«Visto , dijo el Pre-
sidente , encantado del dicho del pequeño inter-
ruptor , entregad los documentos y el tribunal
juzgará.»


Cuarenta años mas adelante, en la misma
ciudad , en el mismo rec in to , aquel mismo ni-
ño , gefe de part ido, orador poderoso , iba á
defender su libertad y su vida ; auditorio , abo-
gados y jurados se levantaban respetuosamente
ante aquel ilustre acusado ; todos los corazones
palpitaban á los acentos de su retumbante y so-
nora v o z ; bastábanle algunas palabras para triun-
far , había ya Cesado de hablar y aun le estucha-
ban , sin que nadie se acordase seguramente de
gritar: ¡basta!


• Fácil es conocer que el niño de quien 'habla-




BERR-YER. t


mos antes , el grande abogado , y Mr. Berryer son
una misma persona.


Decir que Mr. Berryer es á un tiempo la,glp<
ria del f o r o , el águila de la tribuna francesa^
y el porta-estandarte de la legit imidad, es decir
una cosa sabida por las cinco partes del mundo.
Faita saber cómo se ha formado esta poderosa
trinidad , cómo ha pasado Mr. Berryer de los
bancos de la escuela á los tribunales , de los
tribunales á la tribuna , y cómo allí este plebe-
y o , campeón glorioso de los descendientes de San
Luis, ha conseguido hacerse hoy escuchar y aplau-
d i r ; él, símbolo de una causa vencida, arrojado
sin mas armas que su palabra en medio de las
falanges enemigas , y parecido , como ha dicho
un escritor, á uno de aquellos paladines gene-
rosos y heroicos que desafiaban ellos solos á un
ejército entero.


Pedro Antonio Berryer nació en París el 4
de Enero de 1790; su padre ocupaba ya antes
de la revolución una posición importante en el
forg. Prudente é instruido , veia en las veleida-
des de independencia de los señores del Parla-
mento, el paladium de la l ibertad; elocuente y há-
bi l , hubiera podido, como tantos otros abogados




4 P E R S O N A J E S C E L E B R E S .


de aquella época, perorar en el seno de la Asam-
blea constituyente, de la legislativa , ó de la
Convención; como tantos otros también hnbie
rñ 'podido hacerse decapitar por la comisión de
salud pública ; prefirió permanecer apartado,
deplorando la ruina de los antiguos privilegios
de la orden , y educando á su hijo en el amor
de las instituciones, á cuya sombra la Francia
se había engrandecido durante tantos siglos.


Cuando hubo pasado lo mas recio de la tor-
menta revolucionaria, Mr. Berryer confió su hijo
á los padres del Oratorio de Juil ly , que entonces
como ahora se distinguía por los fuertes estudios, y
sobre todo por el cuidado que se tenia en la edu-
cación religiosa. El joven Berryer dio pronto
muestras de una inteligencia y de una pereza que
corrían parejas; fue un escolar mediano, que
trabajaba por intervalos, muy débil en la versión
griega, pero soberbio algunas veces en la ampli-
ficación ó en el discurso francés. Por contra tenia
notable piedad y fervor, hasta tal punto, que
después de haber estudiado filosofía quería abso-
lutamente ser sacerdote, y costó mucho trabajo
el impedir que entrase en un Seminario.


¿Quién podría calcular el papel que tal vez




B E R R Y E B . 5


Iiubiera represeutado este nuevo Bossuet, de quien
lia hecho el destino un Mirabeau monárquico?
Figúrese cualquiera á este hombre tan elocuente
en la tribuna , subido en un pulpito , ante un pue-
blo entero , muerto para la creencia, y sediento
sin embargo de creencia ; figúresele , animado por
el entusiasmo de l a f é , llamando á las naciones
á D i o s , con esa voz que derriba ministerios (es
cuanto puede demoler en el dia la voz de un
orador), y luchando cuerpo á cuerpo con el egoís-
mo y la indiferencia, este doble y monstruoso
cáncer que corroe las sociedades modernas. ¿Quién
conoce los misterios de lo posible ? ¿ Quién puede
decir, si lo que no pudo conseguir un La-Men-
nais hace veinte años con un hermoso l ibro , n o
lo hubiera hecho Berryer con su palabra ?


De todos modos , aquella primera educación
religiosa dejó en el corazón del joven una impre-
sión indestructible. De tal modo, que Mr. Berryer»
ha pasado su vida examinando millares de proce-
s o s , metido hasta el cuello en el materialismo de
los > negociós y las disipaciones del inundo , y sa-
boreando los placeres de todas clases que se le
presentaban; y sin embargo , siempre ha sido ca-
tólico ferviente. La fé religiosa de Mr. Berryer,




6 P E R S O N A J E S C E L E B R E S .


según sils amigoá, es verdadera y sincera en el
fondo , pero muy maleable, muy dúcti l , muy
poco austera, muy poco canónica en la forma.


Mr. Berryer no tuvo qué vencer todos los
obstáculos que han embarazado á la mayor par-
te de los hombres eminentes al entrar en el
mufiáOi Su p a d í é , que tenia entonces una de
tes mas grandes clientelas de aquella época , v io
desde el momentd que adelantaría mucho y
aprisa en la carrera del foro ; no se- equivocó,
pues él joven debia á la naturaleza las cualida-
des íjue constituyen un orador: voz clara y fuerte,
üo semblante hermoso y eápresivo, grandes pul-
mones, organización apasionada de tribuno, nada
tefaltaba. Después de pasar algunos años entre el
estudio teórico del derecho y el esperimental
d e la v ida , después de haberse casado contra
viento y marea cuando apenas contaba 21 años
de edad , hizo Mr. Berryer su primera entrada
en el foro en los últimos tiempos del Imperio.
Sus primeros pleitos fueron otros tantos triunfos;
el joven abogado adivinaba mas bien las causas
gue Jas estudiaba j hombre apasionado y de


mimaros, ponía pasión en Jos números y números
en la pasión; su padre le habia en cierto m o -




B E R R Y E B . 7


do inoculado su singular aptitud para los asuntos
comerciales, su rara habilidad en arreglar Jas
piezas de un proceso, y Mr. Berryer lo realzaba
todo con una locución ardiente, y un vigor de
argumentos irresistible.


Por aquella é p o c a , en 1814 , eran nulas las
opiniones políticas de Mr. Berryer; no gustaba
de la guerra ni del despotismo, y participaba
sin embargo hasta cierto punto del entusiasmo-
napoleónico de la juventud de aquella época;
ademas , su padre era deudor del restablecimien-
to de su fortuna al sistema imperial , y él mis-
mo , como lo ha dicho después: « principiaba su
carrera en medio del estruendo de las armas , y
entraba en el mundo á los gritos de la gloria
del Imperio, entonces que estaban sofocadas las
antiguas disputas.»


Sin embargo, cuando llegó la primera restaura,
c ion , -encontró á Mr. Berryer realista decidido,
y desde entonces no ha variado su linea política,
tomada en globo.


Algunos han querido atribuir la gloria de
aquella conversión á un proscrito milanés que
manifestó al joven abogado que existían aun del
lado allá de los mares, algunos vastagos de




8 P E R S O N A J E S CELEBRES.


la familia de los Barbones, y le dio las primeras
leciones d« legitimismo; si es eiertoel hecho, es un
capricho singular de la suerte, el haber elegido
por defensor á todo trance de la dinastía caida,
al que veinticinco años antes ignoraba hasta s№
existencia.


Cuando Napoleón volvió de la Isla de Elba,
fiel á sus nuevas convicciones, se colocó Mr. Ber­
'yer en las filas de los voluntarios realistas.
Después de los cien dias , convencido : «que el
oficio de un Rey n o es levantar los heridos del
campo de batalla para llevarlos al cadalso» se
dedicó á defender las víctimas de la reacción;
estuvo con su padre y Mr. Dupin en el proceso del
Mariscal Ney; defendió­ ante un consejo de guer­
ra al General Debel le , y después de haber inten­
tado en vano librarle de una sentencia, consiguió
del Rey una conmutación de pena. Pocos dias
después, el 26 de Abril de 1815, consiguió un
completo tr iunfo ; el joven voluntario realista
cubrió con la egida de su elocuencia á uno de
los vetaranos mas gloriosos de los ejércitos im­
periales; no hizo caso del entredicho; fue casi
tratado de faccioso, pero salvó al General Cam­
bronne. En la causa de los Generales Canuel y




B E B R Y E R . 9


Donnadieu, acusados de complot contra la vida
del R e y , Mr. Berryer se hizo notable por sus
viólenlos ataques contra el ministerio Decazes,
á quien acusaba de ser instigador de las insur-
recciones de León y de Grenoble. Un folleto que
publicó al efecto hizo mucho ru ido , y Mr. Berryer
se encontró desde aquel momento unido á los
realistas puros, agrupados en rededor deMM. Cha-
teaubriand , de Bonald , Lamennais, Corbiere;
deVil lele , y dando el grito de alarma en la co -
lumnas del Conservador. Los procesos políticos
no alejaban á Mr. Berryer de las causas civiles^
con la ayuda de la prodiogiosa sagacidad que
le hace ver con claridad en cinco minutos el mas
complicado litigio , tenia tiempo para todo.
Varios pleitos civiles, negocios de l iquidación, y
mas adelante los famosos contratos Ouvrard para
los suministros del ejército de España, le ocu-
paron sucesivamente, le ilustraron y enriquecie-
ron.


Después del advenimiento del ministerio Vi-
llele, Mr. Berryer se vio bien pronto obligado á
combatir á sus amigos políticos en sus tendencias
restrictivas de las libertades de la imprenta, y
prestó el apoyo de su palabra al Diario de / r á ^ ' "




10 PERSONAJES C É L E B R E S .


Debates, á la Bandera blanca y á la Cotidia-
na. Por la misma época tuvo parte Mr. Berryer
en la fundación de la Sociedad de Bellas Letras,


.y de la Sociedad de Buenos Estudios ; por la
primera vez trató en una serie de lecciones ora-
les cuestiones de alta política ; el auditorio era
numeroso , el orador obtuvo un completo éxito,
y tal vez aquel preliminar de los triunfos parla-
mentarios aumentó su inclinación á la vida po-
lítica. Mr. de Villele al subir al poder habia
intentado ya atraerse aquel talento joven y fuerte,
que daba tan grandes esperanzas ; pero Mr. Ber-
ryer conoció que perdería en cambiar por un tí-
tulo de Procurador General, sü existencia en el
foro , independiente , suntuosa , rica de emocio-
nes ; rehusó el empleo y permaneció abogado, to -
mando sin embargo en las diversas transforma-
ciones ministeriales de la época una parte bas-
tante á perjudicar sus intereses personales, y de-
tener el desarrollo de su fortuna. Por último,
Cuando Mr. Berryer tuvo la edad necesaria para
presentarse en la tr ibuna, el ministerio Polignac,
que acababa de formarse, hizo los mayores esfuer-
zos para alistarlo en su bandera. Para establecer
de antemano sus derechos de elejibilidad , Mr.




B E K R Y E R . 11


Berryer acababa de comprar la hacienda de A u -
gerviile, cuya adquisición había disminuido mu-
cho su fortuna. Entre augustas solicitaciones, y
el embarazo de sus negocios particulares, al prin-
cipio vaciló Mr. Berryer, y acabó por sacrificar
su gran posición en los tribunales, y los inmensos
recursos que su talento le ofrecía , á las incer -
tidumbres de la vida política.


Elegido Diputado por el colegio electoral de
Puy (alta Loyra) se presentó por primera vez en
la tribuna el 9 de Marzo de 1 8 3 0 , en la discu-
sión del famoso mensage de los 221 , que re -
chazó enérgicamente como inconstitucional y fac -
cioso : «¿Qué me importa , decia , cuando están
lastimados los derechos del R e y , cuando se u l -
traja á la corona, 'que vuestro mensage esté l le-
no de protestas de adhesión, de respeto y de
amor? ¿Qué me importa qne digáis las preroga-
tivas del Rey son sagradas, si al mismo tiem-
po intentáis restringirle en el usó que de ellas
debe hacer?»


Colocado desde un principio, por el poder de
su talento , á la cabeza de la falange ministerial,
Mr. Berryer debió creer , como t odos , en una
próx ima elevación; ofrectósele en efecto un




12 PERSONAJES CÉLEBRES.


ministerio , pero , tenia que soportar el yugo
d e las ideas de Mr. d e Polignac ; repugnándo-
le un papel secundario , aplazó Mr. Berryer sus
legítimas esperanzas, que la revolución de Julio
destruyó de repente.


Mr. Berryer acudió á su puesto , y desde el 7
de Agosto protestó contra las atribuciones del po-
der constituyente que se abrogaba la Cámara,
declarando que no se creia con derecho para
deliberar sóbrela vacante del trono y la elección
de un Rey. Sin embargo , no por eso dejó de
proclamarse el trono de Julio. La mayor parte
de los legitimistas abandonaron el Parlamento,
y pronto Mr. Berryer se encontró casi solo ante
un juramento que repugnaba á su conciencia.
Grande era su embarazo ; por una parte, sus corre-
ligionarios políticos , cuya áncora de salvación era
su palabra , se esforzaban para conservarle en
su asiento con consideraciones de decisión y de
h o n o r ; por o t r a , numerosos amigos, que se
interesaban por su bienestar y su porvenir , le
exhortaban á no sacrificar su vida por una causa
perdida , y á volver á emprender su hermosa y
lucrativa carrera de abogado.


Mr. Berryer eligió entre los dos partidos el




BERRYER. 13


mas penoso, el mas infructuoso, pero el mas no-
ble. Prestó juramento con todas las reservas,
permaneció Diputado , y desde entonces se encon-
tró comprometido en la carrera de oposición per-
manente que no lia abandonado nunca.


En una época en que todo se mide por el
interés material, en que el egoísmo se oculta
muchas veces en el fondo de las resoluciones mas
grandes en la apariencia , es un hermoso y raro
espectáculo para todo entendimiento imparcíal,
el de un hombre que se decide á bajar á la arena
para sostener so l o , contra todos , una lucha sin
descanso , sin resultados y hasta tal vez sin espe"
ranza, bien sea por decisión, ó bien por sed de
estériles triunfos de tribuna, ó de ovaciones no
menos estériles en las plazas ó en Jos salones;
siempre resulta que aquella posición tiene algo de
poét i co , de caballeresco que no es de nuestro si-
g l o , y que reasume perfectamente la personalidad
de Mr. Berryer.


No se espere que analicemos aquí sus nume-
rososjdiscursos ; á Mr. Berryer debe oírsele, y no
leerle-ni analizarle. Nos contentaremos pues con
recorrer rápidamente las diversas fases de su vida
parlamentaria.




14 P E R S O N A J E S CELEBRES.


En losprimero,s días que siguieron á la revolu-
ción , cuando el sentimiento repulsivo , cuya es-
plosion acababa de destruir una dinastía , conser-
vaba aun toda su fuerza , era pesada y difícil tarea
levantar la voz en favor de lo pasado, ante los
mismos que lo habían destruido. Pesares ó deseos,
formulados con la mayor elocuencia , indudable-
mente no hubieran encontrado sino ironía, indig-
nación ó desden. Mr. Berry'erno era hombre que
se descarriase por aquel camino ; su táctica par-
lamentaria fue mas diestra ; dejando á un lado
las elegías impotentes, y los hechos consumados,
se dedicó á combatir la administración con sus
propias armas , á detenerla en sus esfuerzos de
organización, á nombre y en virtud de su principio
revolucionario , á hablarle mucho de sus deberes
y muy poco de sus derechos , á empujarla de
concesión en concesión hacia su ruina , y á es-
trecharla dentro del dogma de la soberanía del
pueblo, como en un callejón sin salida. Mr. Ber-
ryer mas realista que el Rey, se mostró algunas
veces mas liberal que la libertad. En vez de tirar
el carro hacia atrás, se esforzó por empujarle
fuertemente hacia adelante , sin perjuicio de en-
redarle al mismo tiempo en un guardacan-




B E R R Y E B . 15


ton , ó de hacerle pedazos contra un obstáculo.
Desde el principio tomó la iniciativa de todas


las proposiciones que estaban en favor entre las
masas ; asi fue que reclamó enérgicamente la apli-
c a d o s del jurado á los delitos de la imprenta (4
Octubre ) , la disminución del dereeho del timbre
(17 Noviembre) , la estension d é l a lev municipal,
y el nombramiento de los alcaldes conferido á los
comunes ( 2 Febrero 1831 ) , el ensanche de los de-
rechos electorales, y la abolición del censo (25 de
Febrero 1831).


-Obrando asi , Mr. Berryer llegó á ser bien
pronto no ya solo el hombre del partido vencido,
sino el de todos los partidos hostiles al gobierno
de Julio ; después de algunos instantes de descon-
fianza, después de algunos murmullos dirigidos á
la bandera blanca , toda la izquierda concluyó por
tomar parte en los triunfos del o rador , y su-
frió al irresistible ascendiente de su elocuen-
cia.


En la legislatura siguiente , encontrándose Mr.
Bern*er mas á sus anchas para defender sus simpa-
tías monárquicas , se apresuró á combatir elo-
cuentemente la proposición Bricqueville , relativa
al destierro de los Borbones. El 3 de Octubre d e / '




16 P E R S O N A J E S CELEBRES.


l831,tuvo elpriraer encuentro con Mr. Thiers en un
brillante discurso sobre la conservación del dere-
cho hereditario de los pares. Habiendo subido al-
gunos dias después á la tribuna para defender el
aniversario del 21 de E n e r o , habiendo hecho el
elogio de Luis X V I , y sido interrumpido por mur-
mullos , Mr. Berryer se volvió hacia la izquierda y
le dirigió uno de esos admirables apostrofes que
nunca le faltau : « El dia del ju i c i o , fue permitido
hablar de las virtudes de Luis X V I ; no veo en
parte alguna que la convención interrumpiese á
los defensores del Rey.»


Mientras Mr. Berryer proseguía de este modo
su camino hacia una tercera restauración, una
muger mas impaciente apelaba á las peligrosas
vicisitudes de las armas; la Duquesa de Berry
atravesaba la Francia , y la Vandea recobraba á su
voz algunos restos de su antigua energía. Diri-
gió la Duquesa una carta á los legitimistas de
Paris para instruirles de su llegada, acompa-
ñando á aquella carta una larga nota en cifra,
cuya clave habia olvidado dar la Princesa ; el
entendimiento penetrante de Mr. Berryer la en-
contró pronto.


Aquel llamamiento á Jas armas , hecho á cien




BERRYEÍl. 17


leguas de Paris, cuando París es toda Francia,
aquel levantamiento en un tiempo de lasitud
moral , pareció un anacronismo á los hombres
influyentes del partido legitimista. En una reu-
nión celebrada en Paris , se decidió que Mr.
Berryer, aprovechando el pretesto de un pleito
que tenia en Vannes , procuraría reunirse á la
Princesa, y la induciría á desistir de sus proyec-
tos. Mr. Berryer salió el 20 de Mayo; el 22 esta,
ba en Nantes, y aquella misma noche principió
una escursion nocturna y romántica, cercada de
misterios y de precauciones. Su nombre, popu-
lar ya entre .los Vandeanos, le sirvió de pasapor-
te ; y de guia en gu ia , de estación en estación,
llegó por fin á una pequeña alquería rodeada de
árboles. Allí estaba la Princesa en un cuarto
miserable, con un gergon por trono, y por cetro
un par de pistolas. Fue una escena estraordina-
ria aquella conferencia de noche , en la que el
mas grande orador de nuestro siglo tuvo que
luchar en elocuencia con una muger de cuerpo
débi\, con corazón de fuego , verdadera hija de
Enrique I V , tan apasionada al baile como al ti
r o teo , sacando de su mismo abandono un valor
desesperado, y creyendo que estaba aun en los


i




18 PERSONAJES C É L E B R E S .


tiempos en que se reinaba por derecho de con-
quista y por derecho de nacimiento. La discusión
duró hasta la mañana; en vano Mr. Berryer con
la magia de su talento espuso todos los peligros
de la espedicion; en vano abogó por los intereses
mismos del partido, comprometidos por una insur-
rección intempestiva é inútil. La Princesa de-
fendió el terreno palmo á palmo; y al ser de dia
estaba causada pero no convencida , y Mr. Berryer
tuvo que retirarse con el corazón despedazado,
pues preveía la catástrofe. Al llegar á Mantés, re-
cibió una carta anunciándole que se habia fijado
definitivamente para el. levantamiento la noche
del 3 al 4 de Junio. El 3 de Junio Mr. Berryer
se dirigía á Suiza, pero á su paso por Angulema
fue detenido y conducido á Nantes, por la sospe-
cha de complot y de escitacion á la guerra civil.


Las circunstancias eran graves ; el estar de-
claradas en estado de sitio las provincias del
Oeste , habia concentrado toda la autoridad en
manos de los tribunales militares, y sabida es la
justicia espeditiva de esta clase de jurisdicciones.
En una visita, domiciliaria hecha en Paris, se ha-
,bia,n, encontrado á Mr. Berryer documentos que
sedecia ser de,la, mayor importancia; en vano




B E R R Y E R . 19


habia recusado Mr. Berryer con una protesta
tváx.'g&TíL \h tonYpft'LfcTiTM ae "los jueces que se Té;
imponían; el 4 de Julio debía comparecer ante
un consejo de guerra, en una ciudad donde era
estraordinaria la irritación contra la insurrección
vandeana. El que habia salvado á Cambronne iba
á tener que defenderse de una acusación capital.


Tal era el estado de las cosas cuando el tri-
bunal de Cassation dio el 30 de Junio la famosa
decisión por la cual las comisiones militares vol-
vían á entrar en el círculo de sus atribuciones, y
los ciudadanos quedaban de nuevo sujetos á la
jurisdicción civil. Después de cuatro meses de
detención , al fin compareció Mr. Berryer ante el
tribunal de Assises de Blo is , el 16 de Octubre de
1833; allí fue completo su tr iunfo ; el ministe-
rio público abandonó la acusación, y Mr. Berryer
fue absuelto por unanimidad.


Después de haber pasado algunos meses en
Suiza para retablecer su salud, Mr. Berryer apa-
reció de nuevo en la tribuna, en la legislatura de
1833 T para apoyar con su palabra las peticiones
que reclamaban la libertad de la Duquesa de
Berry.


Al mismo tiempo tomaba asiento en los bna-




20 P E R S O N A J E S C E L E B R E S .


eos del tribunal de Assises, y defendía á Mr. de
Chateaubriand. Mr. Berryer fué en aquella causa
lo que había sido en 1826 cuando abogaba por
Mr. deLamennais ; su palabra fue grande como
su cliente. ' En los meses siguientes defendió su-
cesivamente á la Gaceta de Francia, La Coti-
diana, El Renovador y El Duende.


En la legislatura de 1834 Mr. Berryer tomó
la defensa de MM. Voyer d' Argenson y Audry
de Puyraveau, acusados de participación en la
Sociedad de los Derechos del Hombre. Sus ar-
gumentos fueron de un radicalismo perfecto; re-
clamó como una consecuencia absoluta de la re-
volución de Julio el derecho ilimitado de discu-
sión y asociación, aun cuando el ejercicio de
este derecho tendiese abiertamente á la destruc-
ción del sistema establecido. Cuando Mr. Guizot
le hacia la objeción de que con tales principios
no habia gobierno posible: « { Y quien os dice lo
contrario! respondió Mr. Berryer. S í , sin duda,
con semejantes formas no hay gobierno posible.
Mas que vosotros estoy convencido de la reali-
dad de vuestros embarazos; lo repito, compren-
do vuestros esfuerzos, los he previsto, y por
lo mismo protestaba contra lo que haciais y




B E R R Y E B . 21


contra el principio que adoptabais. Pero aquel
principio se adoptó, y está adoptado como la ley
del pais. Vivo bajo la ley que vosotros habéis
hecho, y seria estraño que vinierais \osotros á
disputarme las consecuencias mas naturales é
inmediatas de las leyes que me habéis impuesto.»


Durante toda aquella legislatura, Mr. Berryer
se mostró encarnizado é incansable enemigo de
todas las medidas ministeriales; su gloria parla-
mentaria estaba entonces en su apogeo ; elegido
por cuatro colegios electorales, habia optado por
Marsella, y acababa de hacer un viaje triunfal
por el mediodía, cuando el célebre asunto de
los veinte y cinco millones reclamados por los
Estados-Unidos de América, le dio ocasión de
adquirir su mas hermosa palma oratoria. Por
primera vez llamó Mr. Berryer en su ayuda un
trabajo serio; se apartó de las distracciones del
mundo , se encerró en sú casa como Demóstenes
en su caverna, y cuando llegó el dia del c om-
bate salió de ella con la mas elocuente de sus
filípicas. Los periódicos de todos los partidos,
aun los del Gobierno, se deshicieron en elogios
y entonaron un oh sanna universal.


Miantras Mr. Berryer se embriagaba con aque-




22 P E R S O N A J E S C É L E B R E S .


incienso de todos los colores, su fortuna privada
se empeoraba de dia en dia. « L a hacienda d*
Augervil le, perteneciente á Mr. Berryer, nuestro
diputado, decia la Gaceta de Francia de 6 de
Agosto de 1836, está en venta.» Seguia á este
anuncio una carta d e M M . Latour-Maubourg, de
Fitz-James y otros, proponiendo una suscricion
para la compra de aquella hacienda, cuya venta
iba á privar al partido legitimista de su bandera
parlamentaria. Abrióse la suscricion, pero según
se dice era mayor el número de las admiracio-
nes que el de los suscritores ; de todos modos se
conservó la propiedad. Mientras que de este modo
se escitaban en su favor generosidades parsimo-
niosas , Mr. Berryer atravesaba la Alemania para
ir ó prestar homenage á los desterrados de Goritz.
El Duque de Angulema le entregó un documen-
to para establecer sus derechos al título de
Luis X I X , hasta la tercera restauración esclusi-
vamente. Aquel documento dio lugar á una visi-
ta domiciliaria y á un principio de proceso contra
Mr. Berryer, que no tuvieron consecuencia.


Cuando se formó la coalición para derribar
el ministerio Mole , (*) Mr. Berryer fue uno de sus


O Véase su biografia, tom. V .




B E R R Y E R . 23


mas ardientes promovedores. El famoso discurso
qne pronunció sobre los negocios estrangeros, en
la sesión de 13 de Enero , cuando la discusión
de la contestación al discurso ¡del t rono , colmó
su popularidad, al paso que sublevó en el seno
de su partido disensiones que datan de l e j o s , y
sobre las cuales es preciso decir alguna cosa.


Mr. Berryer ademas de ser el hombre mas
elocuente, es también el mas festejado, alabado,
adulado , amado, idolatrado de Francia y de Na-
varra. Todo el mundo quiere á Mr. Berryer : los
radicales le aman por sus salidas democráticas;
los dinásticos de Julio le aman cada cual á su
v e z , por la parte que toma en sus guerras in-
testinas entre sus matices ; asi es que el matiz
Thiers le ama por los golpes que da alguna vez
al matiz Mole ; y este á su vez por los tiros par-
lamentarios que dirige al matiz Thiers ; una car-
ga contra los doctrinarios le vale un apretón de
mano de Mr. Dupin ; un apostrofe al centro i z -
quierdo , una sonrisa de Mr. Guizot. Si el que
se encarga de los negocios tiene siempre á Mr.
Berryer por enemigó, el que los deja le tiene
siempre por ausiliar en sus tentativas para vol-
ver á ellos. Sabido es ademas que Mr. Berryer




24 PERSONAJES CÉLEBRES.


pertenece al partido legitimista, que nada espera
de los medios violentos , y no quiere llegar al
triunfo de sus ideas sino por los medios consti-
tucionales. De consiguiente, se cree aquel triun-
fo del todo imposible, y nadie odia á Mr. Ber-
ryer por aquel viejo proverbio: Oderunt quem me-
tuunt.


Con sus amigos po l í t i cos , es menos fácil la
posición de Mr. Berryer; ellos mas que ningún
otro le admiran, le inciensan y le levantan bas-
ta las nubes ; pero como el partido legitimista
tiene tantos colores como el prisma solar , cada
fracción quiere darle su color y dirigirlo por su
c a m i n o ; es un diamante de muy bellas aguas
que se lo arrancan de las manos, y cada uno quie-
re tallarlo á su modo, para darle el reflejo que
mas le gusta. Entre los muchos combates de plu-
ma que se libran hace muchos años los legiti-
mistas del siglo XVIII y los del año 89 , los pu-
ros y los parlamentarios, los torys de la es-
cuela inglesa y los publicistas de los Esta-
dos Generales, los hombres de Luis X I X y los
hombres de Enrique V , es preciso que de bue-
na ó mala gana figure siempre en ellos Mr. Ber-
ryer. Mr. Berryer está con nosotros, dicen unos;




B E R R Y E R . 25


no , está con nosotros, contestan otros. Que se
esplique Mr. Berryer, dicen los u n o s ; s i , que
se esplique , repiten los otros; y Mr. Berryer , el
mas grande orador y el mejor hombre del mun-
do , se esplica por la centésima vez de modo que
no deja á nadie descontento, declara que quie-
re la antigua alianza de la monarquía y de la
libertad , y que en consecuencia se asocia á los
nobles trabajos de sus amigos de un l a d o , y
que aplaude los generosos esfuerzos de sus ami-
gos del otro.


En la famosa discusión de contestación al
discurso del trono, se le escaparon á Mr. Berryer,
en el fuego de la improvisación, un cierto numero
de heregias que pronto fueron recogidas. Asi pues
en un magnífico apostrofe , ensalzaba á la Con-
vención por haber salvado á toda costa la inde-
pendencia del pais. Luego decia á Mr. Thiers:
«Habéis querido conservar á Ancona á pesar del
Papa y de los Austríacos ; habéis querido, para
ser consecuente con vos m i s m o , espulsar á Dan
Carlos de España; habéis hecho dos actos hon-
rosos , y os doy gracias por e l lo , porque al fin
he nacido en Francia y quiero permanecer fran-
cés.» En consecuencia, gran triunfo en la Cá-




26 P E R S O N A J E S C E L E B R E S .


mará, pero grande algazara en el campo de Agra-
mante. ¿Habéis oido á Mr. Berryer que ensalza
á la Convención, decían indignados los legiti-
mistas puros? ¿pero no ve is , contestaban los par-
lamentarios , que es un ^ardid oratorio sin con-
secuencia? ¡Y Mr. Thiers , no le ha elogiado y
dado gracias porque ha querido echar de España
á Carlos V", al Rey legítimo! Esto es horrible,
abominable! ¡Mr. Berryer se ha pasado al enemi-
go ; que se esplique Mr. Berryer! y Mr. Ber-
ryer se esplicaba de n u e v o , aplaudiendo á sus
animosos amigos de una parte, y asociándose á
sus nobles amigos de otra.


¡Pobre águila de tribuna que no puede levan-
tar su vuelo sino con un cordel atado á la pata!
¡Pobre gigante de elocuencia envuelto como un
niño en los pañales de un viejo sistema ! ¡Pobre
león aprisionado en una ratonera! ¡Personage
vaciado en el molde de Mirabeau en una época
en que Mirabeau no es ya posible ; organización
apasionada , poderosa en la invectiva , cuando
ya no existen en el mundo mas que intereses,
y cuando aun los partidos ni fuerza tienen para
aborrecer!


¡Qué magnífico convencional hubiera hecho




BERMÍEB. 27


Mr. Berryer! ¡Colocadle en los bancos de la
montaña , con su hermosa cabeza de tribuno,
con su mirar ardiente, con esa voz que resuena
como un clarin, con ese gesto imperioso, domina-
dor , y ese pecho ancho que parece desafiar los
puñales. Hacedle pronunciar en alta voz su fa-
moso jamás ; y tal vez habrá alboroto , correrá
la sangre, rodarán cabezas, ( lo que para nosotros
no es mejor por eso) ¿ que sucede en el dia?
lil Parlamento queda impasible , la ardiente írase
llega en derechura al ministro, la recoge con flema
y la devuelve al orador con estas palabras: «Sabe-
mos muy bien que no podemos contar con vues-
tro voto jamás»


Mr. Berryer abogado, está algunas veces menos
á sus anchasen el foro que en la tribuna ; allí
es sobre todo frecuente su desigualdad ; y hay
persona que corriendo apresurada y curiosa á es-
cuchar al nieto de Demóstenes, se vuelve burla-
da porque llegó en uno de aquellos momentos
en que Mr. Berryer, fastidiado de su causa, de
su auditorio, de sus jueces y de si m i smo , da
vueltas á la cuestión , la olfatea con disgusto , y
repugna llegar á ella como si se tratase de un
vomitivo.




26 PERSONAJES CELEBRES.


Por contra , que talento, que belleza, que
poder cuando tiene que desenvolver uno de esos
grandes dramas judiciales en cuyo término se ha-
llan la deshonra ó el cadalso! ¿Quien no recuer-
da el proceso Laronciere con sus escenas dig-
nas del pincel de Shakspeare? ¿Quien no recuer-
da aquel pretorio abierto en medio de la noche
y lleno de una multitud compacta , conmovida y
silenciosa, sobre la cual esparcen lúgubres refle-
jos algunas escasas luces? ¿Quien no recuerda
aquella nueva Ophelia , ultrajada , infamada que
se presenta á la solemne hora de media noche, cuan-
do le ha sido devuelto el sentimiento de su des-
honra , á deslizarse como una pálida fantasma
al través de aquel aparato que la turba y admira,
y va á colocarse ante aquel joven descolorido,
rodeado de guardias y sentado sobre el banqui-
llo de los criminales; allí avista d e la multitud,
al pálido resplandor de aquellas antorchas , ante
aquellos jueces á quienes ha de persuadir, ante
un temible adversario á quien d e b e vencer, an-
te aquel culpable á quien ha de acusar, ante
aquella joven á quien debe vengar, se levanta
un hombre de cien pies de altura; su cabeza
domina la Asamblea , sus ojos despiden fuego,




fcEMUEU. 29


resuena su voz como un trueno, y su palabra
convulsiva y penetrante difunde el temblor por
todo el auditorio; pide venganza y el auditorio
tiene sed de ella ; se enternece, y se enternece
el auditorio; llora por la víct ima, y el auditorio
llora con é l ; en vauo se levanta un rival para
disputarle la victoria , le acosa , le estrecha, le.
anonada , y el fallo que su boca 'profiere es re
cogido por los jueces , como lo eran en otro tiem-
po los de la Phitonisa sobre el trípode.


Cuando se reflexiona acerca del irresistible
ascendiente de estos príncipes de la palabra, cuan-
do se piensa en el error posible de los juicios
humanos , no puede uno menos de estremecerse
por aquellos á quienes el destino entrega á tan
temibles eremigos.


En la causa Dehors, la misión de Mr. Berryer
era de otra especie. En vano habia intentado
por dos veces librar de una sentencia capital á un
desgraciado que creía inocente, y dos fallos del
tribunal de Cassation habían dado lugar á un
tercer litigio sobre la vida de un hombre. En este
último esfuerzo venció Mr. Berryer, y Dehors
declarado inocente, corrió presuroso á casa de
su libertador con su hijo y su h i j a , y le ofre-




30 P E R S O N A J E S C E L E B R E S .


ció un paquete de villetes de Banco , fruto de
suseconomias. Es sabido también que Mr. Berryer,
por uno de esos instintos generosos que le carac-
terizan, dividió el paquete en dos partes , presentó
la una á la hija para su dote , y la otra al j o -
ven para que pudiese completar su educación.


La cuestión de Oriente, el advenimiento del
ministerio de 1.° de Marzo , su caida , la forma-
ción del gabinete de 29 de Octubre, han compli-
cado mas y mas la situación normal de Mr.
Berryer en la Cámara y en el seno de su parti-
do . La táctica parlamentaria que antes hemos
indicado, le ha llevado á dar treguas por un
instante á su oposición de diez años, para alis-
tarse en las banderas del 1.» de Marzo ; y mas
adelante, después de la caida de Mr. Thiers , se
constituyó su compañero de armas y su defensor:
lo defendió no solo con su palabra en la discusión
de contestación al discurso del t rono , sino lo
que es mas, con su silencio y con grande escándalo
del partido. Así pues en la discusión del pro-
yecto de ley de las fortificaciones, cuando Mr.
Mole y de Lamartine daban la mano á MM. de
Noaüles, de Brezé y otros para rechazar enérgica-
mente el proyecto; cuando todos los periódicos




BERRVER. 3 1


legitimistas, granees y pequeños, tronaban uníso-
nos contra la ley nefasta , tiránica , odiosa, se
vio con asombro , á la gloria y la esperanza del
partido, á Mr. Berryer, permanecer impasible y
silencioso en su banco; se le vio no contestar una
palabra á la desdeñosa frase de su aliado Mr.
Thiers. «Si el Duque de Burdeos renuncia el
apoyo del estrangero , es una gran generosidad
de su parte, pues es la sola contingencia que
reconozco en él » Y cuando el pequeño batallón
legitimista se levantaba entero para protestar con-
tra aquella descortés verdad, Mr. Berryer solo
callaba ; y cuando después en la otra Cámara,
Mr. de Brezé , contestandoá las insinuaciones de
Mr. Persil, provocaba la estrepitosa protesta délos
periódicos legitimistas , la pluma de Mr. Berryer
no se dignaba reparar el olvido de su palabra. Mas
adelante es verdad , en una cuestión enteramente
personal , en el famoso proceso de las cartas
atribuidas al R e y , Mr. Berryer, libre de las ne-
cesidades de sus alianzas revolucionarias , ha
tomado el desquite bien ó m a l , se ha reconciliado
con lo principal del partido.


Pero no creemos que dure mucho el acuerdo,
el camino que ha emprendido Mr. Berryer le




32 P E R S O N A J E S C É L E B R E S .


«
V


permite difícilmente retroceder ; sus instintos de-
mocráticos le arrastran, la decisión de Mr. Thiers
le subyuga, y la elocuencia revolucionaria tiene
para él un poderoso encanto ; la popularidad
que ha adquirido constituyéndose el mas avanzado
de todos los legitimistas pasados, presentes y
futuros le agrada , y quiere conservarla, y aun
agrandarla si es posible. Semejante modo de
servir á la legitimidad no gusta á todo el mundo;
un paso m a s , y Mr. Berryer que ya no está en
olor de santidad para con todos aquellos que se
empeñarfen conservar intactas las viejas tradicio-
nes monárquicas, acabará por reñir hasta con la
Gaceta de Francia.


Según cuantos le conocen, Mr. Berryer como
hombre privado es dulce , alegre, espansivo ; ar-
tista de los pies á la cabeza , apasionado por
la música italiana, epicúreo en sus gustos, poco
cuidadoso del porvenir , gastando largamente , y
disfrutando á sus anchas del derecho que la na-
turaleza le ha concedido de no necesitar de estu-
dio ni de trabajo.








D. DIONISIO


ALCALÁ GALIANO.


Vosotros dos también, honor eterno


De Bética y Guipúzcoa. (*) ¡ A h ! si el destino


Supiese perdonar! ¿ C ó m o «aplacarle


La oliva no bastó que unió Minerva


A los lauros de Marte en vuestra frente ?


QUINTANA.—Odaal Combatede Trafalgar.


El faroeso combate de Trafalgar f u e , por de-
cirlo asi, el sepulcro de la marina española, como
lo fue también de distinguidos oficiales, entre
quienes ocupaba un distinguido lugar el Briga-
dier de la Real Armada , que encontró alii una
gloriosa muerte , y cuya laboriosa y estudiosa vi-


(*> Alude A la muerte de D . Dionisio Alcalá Galiano , y


D. Cosme Churruca , que perecieron en Trafalgar.


I




2 P E R S O N A J E S C E L E B R E S .


da vamos á bosquejar. Los oradores y poetas con-
temporáneos á la batalla naval en que perdió la
vida , hicieron particular mención de su nombre,
dándole singulares elogios; y las Cortes mismas
reunidas en 1813 , á pesar de tener embebida su
atención otros cuidados , otras hazañas y otras
glorias , resolvieron que un navio, que entonces
se estaba construyendo, se llamase en adelante
el Galiano. Los sucesos posteriores estorvaron
que se llevase á efecto aquella resolución: y si
ha podido quedar olvidado el nombre del céle-
bre marino, por el estado de sucesiva decaden-
cia en que ha caido nuestra armada ; la tribuna
parlamentaria lo ha hecho célebre por los com-
bates que en ella ha sostenido con admirable elo-
cuencia su hijo D . Antonio Alcalá Galiano, de
cuya vida nos ocuparemos mas adelante.


D . Dionisio Alcalá Galiano nació en la villa
de Cabra , en la provincia de Córdoba, en 1760,
y fueron sus padres D . Antonio Alcalá Galiano
y Pareja , y Doña Antonia Alcalá Galiano y Pi-
neda, que eran primos hermanos. Era antigua su
familia, establecida en la villa de Doña Mencía,
donde tenia su casa solar , y el D. Antonio,
ademas de gozar de algunos bienes de fortuna,




A L C A L Á G-ALIAWO. ¡S


era Coronel del regimiento provincial de Ecija,
con el cual se distinguió en la guerra del Rose-
llon en 1793 y 9 4 , y especialmente en la defen-
sa de Bellegarde ; habiendo llegado posteriormen-
te y al fin de su vida á ser Mariscal de Campo
de los Reales Ejércitos , y Comendador de la Or-
den de Alcántara por premio de sus servicios.
Era D . Dionisio el tercero entre sus hermanos,
ninguno de los cuales vivió oscuramente, habien-
do muerto el primogénito heroicamente en el
campo de batalla al abrirse la campaña de 94,
cuando acababa de ganar el grado de Coronel : el
segundo falleció de la fiebre amarilla en Cádiz
en 1810 , desempeñando el empleo de Tesorero
General; fue hombre eruditísimo , buen escritor,
rentista de primer o rden , economista sabio para
su t iempo , y empleado en suma de gran crédi-
to ; y por fin el cuarto, Magistrado , Diputado á
Cortes en 1812, y muerto Consejero de Hacien-
da en 1826 , también gozó de buen concepto
como hombre de bien é ilustrado , habiendo pu-
blicado una obra con el título de Máximas de
Política y Legislación, atribuida, equivocada-
mente por algunos, á su sobrino, que lleva el mis-
mo nombre de Antonio.




4 PERSONAJES CÉLEBRES.


Habiendo elegido D . Dionisio ¡a carrera naval,
sentó plaza de guardia marina en 1777, dando
desde luego muestras de sus aventajadas dispo-
siciones. Empezaba á navegar cuando rompieron
las hostilidades con la Gran Bretaña en 1779,
pero no se halló en ningún combate durante aque-
lla guerra. Casi al mismo tiempo se emprendió
la grande obra de las cartas marítimas de nues-
tras costas y mares adyacentes, hecha por una
comisión de oficiales, á cuyo frente estaba Don
Vicente Tofiño. Empresa sumamente honrosa á
España y á su armada, pues no contaba nación
alguna en aquella época una colección de cartas
comparable con la que mandó hacer y llevó á ca-
bo el Gobierno español, bien servido por los ofi-
ciales de su marina , los. cuales se distinguían ya
entonces por lo muy instruidos en la parte cientí-
fica de su profesión. Galiano fue uno de los des-
tinados á aquella comisión , y á nadie mejor que
á él aprovecho tan útil escuela, pues se dedicó lo
restante de su vida al ramo de las observaciones,
sin olvidar por eso la parte marinera del servicio;
pues de otro modo no hubiera pasado de ser un
mero astrónomo ó hidrógrafo, y no un escelente
oficial como llegó á ser.




ALCALÁ GALIAMO; 5


No concluida aun la comisión de T o f l ñ o , f u e
Galiano al departamento de Cádiz ; y habiendo pa-
sado á Medina Sidonia , contrajo allí matrimonio
con Doña Maria de la Consolación Villavicencio,
su parienta, señora de mucho mérito y virtud,
de bastante instrucción, y que pertenecía tam-
bién á una familia muy distinguida en la marina
española , pues de sus dos hermanos , el mayor
( O . Rafael) llegó á ser gefe de escuadra; y el
segundo- (D. Juan Maria) se elevó á la- mas alta
esfera de su profesión, ascendiendo hasta las dig-
nidades de Capitán General y Director de la Real
Armada , después de haber sido uno de los c in-
co Regentes del Reino nombrados por las Cortés,


' recien hecha la Constitución de 1812.


Tuvo D . Dionisio cuatro h i j o s , tres de ellos
varones, de los cuales dos murieron en tierna
edad; y el primogénito, de quien ya hemos ha-
b l a d o , andando el t i empo , y muy empeñado en
los grandes sucesos ocurridos en España, sin ser
marino, y siendo Procurador á Cortes, por las
combinaciones que son comunes en los gobiernos
llamados representativos, fue por corto tiempo
Ministro de Marina, á cuyo puesto no llevaba otro
título de recomendación que los servicios , m é -




6 P E R S O N A J E S C E L E B R E S .


ritos y buen nombre de sus parientes mas cerca-
nos , ademas de su vasta ilustración y admirable
elocuencia.


Recien casado Galiano, pensó el Gobierno
español en una espedicion de reconocimientos,
de cuyo mando fue encargado el Capitán de na-
vio D . Antonio de Córdoba, y cuyo objeto era
reconocer el estrecho de Magallanes. Pidió aquel
para cumplir bien con el objeto de su comisión,
que fuesen destinados á sus órdenes dos oficia-
les de los que servían con Toí iño, y de los mas
inteligentes en la parte científica de su profesión;
D , Dionisio Alcalá Galiano y D . Alejandro Bel-
mente fueron los dos nombrados al efecto. Im-
presa anda la relación de aquel viaje casi infruc-
tuoso , pero de gran trabajo y crédito para quie-
nes en él tomaron.parte. •


Vuelto Galiano á Cádiz, hubo de salir pron-
to á otra empresa mucho mas trabajosa y larga.
Formóse una espedicion, cuyo mando obtuvo
D . Alejandro Malaspina, italiano de nacimien-
t o , y oficial de la marina española, muy acredi-
tado por sus vastos y variados conocimientos,
cuyo encargo fue dar vuelta al mundo con los
mismos fines con que la había dado poco antes,




A L C A L Á GALIANO». * 7


n o s de una vez , el inglés Kook, y la estaba
dando á la sazón el francés La Peyrouse, cuya
fin fue tan desgraciado. Gal iano, entonces Te-
niente de navio , se embarcó con Malaspina, sa-
liendo de Cádiz en 30 de Julio de 1 7 8 9 , aban-
donando por mucho tiempo á su esposa y á su
hijo primogénito que solo contaba ocho dias.


Durante este nuevo viaje se dedicó Galiano
con mas ahinco al estudio. Discurrió, entonces
un modo de hallar la latitud de un lugar por dos
alturas de S o l , sobre cuyo punto escribió una
memoria que remitió á l a , Corte, y que no fue
tan bien acogida como su autor deseaba y creia
justo. Casi por el mismo tiempo hizo un trabajo
sobre el particular el célebre D . José de Mendo -
za y RÍOS ; hombre sabio, que de oficial español
pasó después, abandonando el servicio y suelo
de su patria, á naturalizarse en Inglaterra; d o n -
de vivió muy estimado hasta su muerte. Preten-
den los apasionados á Galiano, que el trabajo
de este fue comunicado á Mendoza, quien le
aprovechó como entendido que era en la materia.
Niéganlo los amigos de Mendoza, alegando que
hombre de tanta ciencia no necesitaba ágenos
descubrimientos; y que Galiano, menos instruí-




S P E R S O N A J E S CELEBRES.


d o , ignoraba que hubiesen otros dado en l o q u e
él acertó por su parte y á su modo. No resolve-
remos esta cuestión', pero de todos modos toca
por lo menos á D. Dionisio una gran parte en la
gloria del descubrimiento, pues sino le hizo él
so lo , le hizo por sus propias fuerzas, ignorando
que otros le hacian al mismo tiempo.


Siguiendo Galiano en la espedicion de Malaspi-
na , llegó á Lima, donde hubo de separarse de
sus compañeros para pasar á descubrir el paso
del Atlántico al Pacífico por la parte septentrio-
nal del continente americano, por el canal ó es-
trecho á que dio nombre Juan de F u c a , descu-
bridor poco conocido. Destináronse al efecto dos
goletas, La Sutil y La Megicana, mandando la
primera y la espedicion Galiano. Hizose el tra-
bajo sin f ru to , como puede verse en la relación
del viaje, impresa después por orden del Gobierno.


Terminado este- servicio, pasó Galiano á San
Blas de California y á Acapulco , y desde el úl-
timo punto fue por tierra á Még i co , de allí á-
Veracruz, y se trasladó á España , donde llegó en
el último tercio de 1794 , hallándose ya de Ca-
pitán de navio. Desembarcó en Cádiz y pasó á
Madrid, donde fue muy bien recibido, en espe-




ALCALÁ G A L I A N O . 9


cial por los ministros Gardoqui y el Bailio Val-
des , que lo era de Marina. Pensábase en aquel
tiempo en hacer mapas topográficos de España,
y Galiano fue elegido para tan útil y necesaria
obra , la cual quiso el Gobierno que se hiciese
con el esmero y lujo dignos de la grandeza de
la monarquía española. No se realizó esta sin em-
bargo por diversas causas, y principalmente por
haberse descubierto una trama de D . Alejandro
Malaspina para derribar del poder al Príncipe de
la Paz , entonces Ministro de Estado ; y en su
castigo fueron envueltos sus amigos , y Galiano
como tal tuvo que irse al departamento de Cá-
diz .


• Recien llegado á aquella ciudad, rompió otra
vez la guerra con la Gran Bretaña, y diose á
Galiano el mando del navio Vencedor pertene-
ciente á la escuadra surta en aquella bahia. Tuvo
la fortuna de no hallarse en la batalla naval
dada el dia 14 de Febrero de 1797, á la vista del
cabo de San Vicente, batalla poco honrosa á
nuestra marina , sobre la cual el vulgo ignoran-
te , culpó á nuestros oficiales mas de lo que era
debido. Después de aquel desgraciado combate,
tomó el mando de la escuadra el célebre Don




10 PERSONAJES CÉLEBRES.


José de Mazarredo ; (*) deseoso de volver por
el honor de nuestras armas , y acostumbrar sus
navios á navegar en unión y buen orden, se
hizo á la mar, pero solo para dar un paso, co -
mo cantaban en coplillas soeces de aquellos dias.
Vuelta á Cádiz la escuadra, fue esta ciudad bom-
bardeada por los Ingleses mandados por Nelson;
el bombardeo no tuvo feliz éxito , pero fue muy
glorioso á nuestras fuerzas sutiles , en las cua-
les sirvió Galiano. Pero juntándose muchas fuer-
zas enemigas delante de la bahía gaditana, que-
dó esta estrechamente bloqueada , siendo entre
otros de los males que con el bloqueo de sus
puertos padecía España, uno de los mayores la
incomunicación en sus provincias de América.
Era preciso enviar á ellas buques que reco-
giesen y tragesen á España caudales , y se con-
firió el encargo á Gal iano , adquiriendo en su
desempeño su principal gloria como práctico
marinero. Zarpó de Cádiz en una noche lóbre-
ga de Diciembre de 1798 , con viento recio del
E ; atravasó sin novedad por la escuadra in -
glesa, aportó felizmente á Veracruz , cargó la
plata , y pasó con ella á la isla de Cuba.


(*) Véase su biografía, tom. III.




ALCALÁ G A L I A N O . 11


Seguíanle ya los Ingleses, codiciosos de la rica
presa que en su buque llevaba. En la Habana
recibió Galiano órdenes para pasar á la Penín-
sula con su precioso cargamento , y según cos-
tumbre se le dio un derrotero , siguiendo el cual
quedaba exento de responsabilidad en cualquier
trance. Pero el hombre de quien tratamos tenia
una noble ambic ión, y un bien entendido deseo
de cumplir con su deber ; cargó pues sobre sí
una responsabilidad grande, esponiéndose al mas
severo castigo si era apresado; no hizo caso del
derrotero; tomó latitud mucho mas alta que l a
que solia tomarse entonces ; buscó los recios NO.
del golfo de San Lorenzo ; tuvo la fortuna ó
mejor dicho el acierto de encontrarlos ; navegó
con vientos largos y duros felizmente; imitando
á Colon , llevó en secreto una cuenta de lo que
adelantaba, observando la longitud con el
re lés , cuando otros la calculaban solo por l a
estima, método falaz como es notor io ; y en
vez de aportar á Cádiz , como le estaba manda-
do y creían todos , apareció en las costas del
Norte de la Península, descubriendo tierra á
la boca de la rada de Santoña. Habiendo anclado
en aquel puerto, se supo en toda España su




13 P E R S O N A J E S C É L E B R E S .


viage y feliz arribo con admiración y aplauso:
La Corte pensó en premiarle , pero el Ministro
que era de Marina D . Juan de Lángara rehusó
darle el grado de Brigadier, porque , según es
fama, dijo que bien premiado quedaba con lo
que habría ganado en su espedicion. Razón ruin
y aun en parte infundada, pues si el Comandante
de la espedicion habia ganado , como lícitamente
se ganaba en aquellos viages, su genio esplén-
d ido , hasta rayaren derrochador , y su pundonor
hasta quisquilloso , ó le habían impedido hacer
las ganancias que eran de suponer , ó con gastos
crecidos habían menguado las verdaderamente
hechas.


Pero si Galiano se quedó sin un premio dado
comunmente á servicios muy inferiores, los su-
yos y su mérito fueron reconocidos, confiando-
le otra comisión de igual naturaleza. Mandósele
pasar al Ferrol, y de allí á América en busca de
mas caudales. Para esta empresa, siendo solo
Capitán de navio, tuvo á sus órdenes una escua-
drilla compuesta de dos navios, tres fragatas
y algunos buques menores , con lo que acreditó
que era buen General de mar, antes de serlo efec-
tivo. Volvió a Veracruz sin accidente, cargó de




A L C A L Á G A L I A N O . 13


nuevo la plata , pasó á C u b a , siempre persegui-
do con empeño por el enemigo , y de allí salió
para España; pero hubo de volver de arribada á
la Habana, ya por serle contrario el viento, y
ya por teDerle cerrado el camino los Ingleses con
fuerzas muy considerables. Quedó Galiano blo-
queado en la bahia, y allí le cogió la paz de
Amiens, siendo tal su desgracia, que ni siquie-
ra tuvo el gusto de traer á España las primeras
remesas de plata después de concluida la guerra,
pues fue despachado al efecto el Brigadier Don
Justo Salcedo. No dejó de ofender un tanto
esta circunstancia á Gal iano; pero hubo de re-
signarse, y fue el segundo que llegó á Cádiz
con caudales en Abril de 1802. Recien llegado
se le destinó á la escuadra que iba á Ñapóles, en
busca de la Princesa que debía desposarse con
el Príncipe de Asturias , después el Rey Fernan-
do VII. Montó entonces el navio Bahama, buque
de fea ligura pero de soberbio maderage, muy
velero, y predestinado á servir de ataúd á su
capitán, antes de caer en manos de un enemigo
victorioso.


Salió la escuadra de Cádiz , y al atravesar el
estrecho de Gibraltar, saltó el viento al E ; y




14 PERSONAJES C É L E B R E S .


procurando seguir de vuelta y vuelta, ocurrió
un abordage entre los navios Bahama y Príncipe,
nacido de las ideas de subordinación de Galiano
quien al ver que iba su buque á pasar por la
proa del navio general, cuando estaba este to-
mando r izos , mandó arribar, y de un increíble
descuido del t imonel , que sin orden dio de orza,
cuando casi iban á tocarse los dos buques. Aun-
que este abordage estuvo á pique de causar la
pérdida del uno ó del otro navio, y quizá de am-
b o s , causó solo levísimo daño ; pero abandonan-
do la escuadra la idea de pasar el estrecho con
viento contrario, arribó al abrigo del cabo Es-
partel. Mudóse pronto el viento soplando del O,
con lo que se navegó hasta el cabo de Gata; y
llegados all í , el general, con sorpresa de todos ,
arboló la señal de hacer rumbo al E. S. E.
viéndose por ello que no iba la escuadra á Car-
tagena , sino á un punto ignorado. Habiendo la
división llegado á avistar la ciudad de Argel,
recibió Galiano orden para pasar á Túnez, con
el navio de su mando y la fragata Sabina, á
arreglar ciertas desavenencias con aquel Gobierno.
Galiano despachó su comisión con acierto y feli-
cidad, y en su tránsito desde el mar de Argel




ATÍCAIÍA G A L I A N O . 1 5


al golfo de Túnez , descubrió que habia bastante
equivocación en una de las cartas que acababa de
publicar el Depósito Hidrográfico, con respecto á
la situación de la Isla Galita; observación que
puso en conocimiento del Gobierno á su llegada
á Cartagena. Antes de recibir contestación, salió
la escuadra de aquel puerto con dirección á Ña-
póles , mandada por el Marqués del Socorro , y
compuesta de los navios Príncipe, Bahama y Guer-
rero , de las fragatas Atocha y Soledad , y de un
bergantín. Ocurrió en este viage una pequeña
circunstancia, que dio ó conocer un poco la va-
nidad , y mucho la escrupulosidad y pericia de
Galiano. El general habia dado orden para que
se navegase , yendo su navio en medio , algo ade-
lantado, y los otros dos á las aletas, de manera
que la proa de estos viniese casi á formar linea
con el palo de mesana de aquel. Navegó el Ba-
hama casi clavado en esta posición, no sin gran
trabajo de la oficialidad y Comandante, pero el
Guerrero no pudo hacer otro tanto ; circunstan-
cia que puso un tanto ufano al personaje de cuya
vida nos ocupamos.


Llegada la escuadra ó Ñapóles, se embarcó
la Princesa en el navio General, y en el Baha-




16 PERSONAJES CÉLEBRES.


ma algunas personas de nota de la comitiva,
lo que dio margen á Galiano para satisfacer
sus inclinaciones, tratando á los pasageros en
su navio con la mayor suntuosidad y esplen-
didez.


Llegó la espedicion á Barceloua donde estaba
la Corte , y en la que fue muy bien recibido Ga-
liano, en especial por el Príncipe de la Paz, Gene-
ralísimo entonces de mar y tierra. Hubo una pro-
moción, en la que fue Galiano ascendido á Bri-
gadier con otros varios; ofendiéndose su orgullo de
recibir el premio de servicios hechos en espedicio-
nes peligrosas, como una gracia obtenida por haber
acompañado á las personas Reales. Así lo declaró
al Príncipe de la Paz , comiendo con é l ; pues
habiéndole este d i cho : « Galiano, no doy tí P.
enhorabuena por su grado •• le contestó : no la
recibo, y quien me la diese me ofenderla. »
Pero el Generalísimo le aseguró delante de todos
que conocía lo justo de su queja , prometiéndole
que pronto se remediaría su postergación, y
anunciándole que le tenia preparado un servicio
de importancia.


La escuadra iba á regresar á Ñapóles , llevan-
do en retorno á una Infanta de España, que




A L C A L Á G A L I A N O . 17


iba á enlazarse igualmente con el Príncipe he-
redero de aquel reino. ¡Feliz u n i ó n , de la cual
habia de salir para España la Augusta madre
de nuestra querida Reina Doña Isabel I I , que
llegó á ser la bienhechora y el ídolo de los Españo-
les leales! Galisno iba á volver también á Ña-
póles , pero con orden de que al llegar á la capital
de las Dos Sicilías, se trasbordase á la fragata Sole-
dad, y pasase con ella el mar de Grecia , y de allí
á Constantinopla, para formar la carta del Medi-
terráneo , yéndose después por Túnez y las costas
vecinas para enmendar los errores que él habia
descubierto y señalado.


Desempeñó Galiano este encargo con el acierto
que era de esperar, y ocurrió durante e l v i a g e
un lance , que aunque fr ivolo , es característico
y por lojtanto propio de la biografía. Yendo la So-
ledad por los mares vecinos á Constantinopla,
tropezó con una escuadra turca mandada por el
Capitán Bajá. Aficionado Galiano á actos de cor -
tesía , quiso hacerle un s a l u d o p e r o celoso del
honor de su pabellón , quiso saber antes de ha-
cerlo*si se le contestaría con igual número de
cañonazos. Hecha la pregunta , se le contestó que
se haría lo practicado con la bandera de otras


i




18 PEIISONAJES C E L E B E E S ,


naciones. Equívoco era esto, pero creyó Galiano
que bastaba, y en consecuencia saludó con 21
cañonazos , quedándose admirado al verse corres-
pondido con algunos menos. Irritado de un
desaire , que mas lo era á la nación que al bu-
q u e , ó á la persona de su Capitán, tomó el
partido violento de enviar un guardia marina en
un bote á declarar al turco : « que la fragata


. española no le había saludado , pues solo había
disparado para limpiar sus cañones, y que por
tanto los cañonazos -tirados como ea respuesta
eran un honor á la bandera española , hecho por
quien ninguno había recibido á la suya. » Dióse
este recado , pero el Capitán Bajá recibió el in-
sulto con la flemática indiferencia que distingue
á su nación.


Cerca de un año gastó Galiano en su comisior»
y vuelto á España desembarcó en Cartagena y
pasó á Madrid, donde pensaba quedarse para en-
tender en la publicación de las cartas ; pero tu-
vo serias desavenencias con el Ministro Granda-
llana , y agregándose á esto el retirarle su favor
el Príncipe de la P a z , escogió Galiano á Cádiz
para llevar alli á cabo su trabajo, y quiso tam-
bién escribir él mismo la relación del viage.




A L C A L Á ( ¡ A M A N O . 19


Bailábase en aquel departamento , cuando el
atroz atentado cometido por el Gobierno inglés
de atacar en plena paz á cuatro fragatas españo-
las, apresando tres de ellas y volándose la otra,
volvió á encender la guerra con la Gran Breta-
ña, No era Galiano muy parcial de la alianza fran-
cesa , ni tenia por justas ú oportunas las hos-
tilidades con Inglaterra -, pero la infame acción
a que aludimos, encendió su ira como la de
todo buen español, y aun la de todo hombie
honrado.


Diose á Galiano el mando de un navio,
el cual dejó pronto para tomar el del Bahama
donde, como hemos ya d i cho , había navegado.
Pronto empezaron grandes acontecimientos. Ha-
bía salido á la mar una división de nuestra es-
cuadra , y juntándose con otra francesa había
hecho rumbo á las Islas de Berlovento , desde
donde después de haber dado vueltas por los ve-
cinos mares, venia en demanda de los puertos
del Norte de la Península; cuando tropezando
con una escuadra inglesa poco numerosa , em-
pezó un combate, durante el cual , haciéndose
á un largo los franceses, fueron apresados, no
sin defenderse con heroicidad, dos navios espa-




20 PERSONAJES CÉLEBRES.


ñoles , uno de ellos mandado por D. Rafael de
Villaviceneio, hermano político de Gal iano, que
se había quedado en Cádiz con la parte mas nu-
merosa de nuestra escuadra.


Alli vino también el resto de la malograda
espedicion. Tomó entonces el mando de una nu-
merosa escuadra inglesa el insigne Lord Nelson,
quien recordando sus glorías del Nilo y Copen-
hague habia f o rmado , según cuentan , el proyec-
to de entrar á viva fuerza en la bahia de Cádiz,
á combatir y destruir los buques fondeados en
ella. Preparábanse los nuestros á la defensa , y
según la opinión de Galiano, era sumamente
probable que sí el inylés acometía la empresa
de forzar el puerto, saliese vencido y muy mal-
tratado ; cuando al revés , si iba en su busca
la escuadra combinada , habia poca esperanza
de que fuese nuestra la victoria.


Pero el carácter impetuoso de Napoleón , poco
entendido en cosas de la mar,, no llebava á bien
que sus navios o los de sus aliados se mantu-
viesen quietos en el puerto , teniendo al frente y
provocándolas el enemigo ; escociéndole por otra
parte no ser tan bien obedec ido , ni llevar fe-
lizmente á cabo sus proyectos marítimos , como




A L C A L Á G A L I A N O . 21


le sucedía siempre cuando daba órdenes á los
generales de sus ejércitos.


Mandaba la escuadra al iada, el Almirante
francés Villeneuve, valeroso y háb i l , y estaba
inclinado á esperar dentro del puerto la batallas
si alli la empeñaba la osadía de su contrario. Pero
temía la ira de su Emperador, y quería quedar
á cubierto de los cargos que pudiese hacerle.
Convocó pues junta de generales, á la cual fue-
ron llamados los Brigadieres Galiano y Churru-
ca á pesar de no asistir los de su grado, y dan-
do lugar á la escepcion el alto concepto que ara-
bos oficiales disfrutaban. Ventilóse en la junta
si convendría ó no salir á la mar ; estuvieron en-
contrados los pareceres ; señalóse Galiano susten-
tando el opuesto á la salida ; esforzó la opinión
contraria, entre otros y mas que nadie , el Con-
tra-Almirante francés Magon; ensarzose la dispu-
ta á punto de temerse un duelo entre el mari-
no español y el francés, por culpar este á aquel
de falta de arrojo ; y al c a b o , tomados los vo-
t o s , & acordó esperar en el puerto la acometida
de los ingleses.


Por aquel tiempo fue nombrado Galiano Co-
mandante General de Pilotos , destino que no s




39 PERSONAJES CELEBMS.
conferia á Brigadieres, sino á Gefes de escuadra
cuando menos ; por lo mismo le anunciaron des-
de Madrid que pronto le llegaría la faja de ge-
neral que tan merecida tenia. No gustaba Galia-
no de tener empleos á modo de beneficios sim-
ples ; y como ademas habia dedicado su atención
al ramo de Pilotos, apenas obtuvo la comandan-
cia del cuerpo , escribió una memoria para me-
jorarle , que envió al Gobierno ; pero mediaron
tan pocos dias entre su nombramiento y su muer-
te , que ni siquiera recibir pudo respuesta á su
escrito.


Resuelto ya que no saliese la escuadra do la
bahía de Cádiz, recibió Villeneuve la noticia de
haber sido nombrado sucesor suyo el Více-AI-
mirante Rossi l l i , quien podia tardar poco en lle-
gar. Vióse culpado por el Emperador de sobra
de cautela y hasta de timidez, y no pudiendo to-
lerar semejante afrenta el Almirante depuesto,
antes que le alcanzase el sucesor, arboló la señal
de dar la vela. Zarpó la escuadra de Cádiz con in-
faustos auspicios, en malísima estación, amena-
zando próxima una borrasca, y teniendo enfren-
te un enemigo casi igual en fuerzas y muy su-
perior eu calidad. Galiano preveía lo que iba á




ALCALÁ GALIAHO. 23


acontecer, y salió por demás descontento y de -
sabrido.


Ni aun Je fué posible despedirse de su fami-
lia que se hallaba en Chiclana, y hasta tuvo el
disgusto de que maniobrase mal su navio al tiem-
po y poco después de hacerse á la vela Enton-
ces se le oyó decir que si volvía á Cádiz aban-
donaría su carrera ; sentida espresion que proba-
blemente se habría quedado en ser un desahogo
de un pesar muy fundado.


Pronto estuvieron á la vista y próximas á la
pelea las dos escuadras contrarias. El Bahama
formaba parte de una división llamada de reser-
va , sóbrela cual , trocado el orden de batalla,
vino á caer lo mas recio del combate. Por la
formación de las lineas quedaron en la escuadra
combinada Ja reserva ala cabeza, la retaguardia
en seguida, el centro en su lugar , y la vanguar-
dia á la cola. Los Ingleses anunciaban hacer
una atrevida maniobra, mejora y rectificación
de la hecha en Ja guerra de 1778 , en la victo-
ria conseguida sobre el francés Conde de Grasse
ñor el Almirante Ilodney. Lord Nelson, que ya
en el Nilo había dividido por medio á su con-
trario, y cogido entre, dos fuegos sucesivamente




24 P E R S O N A J E S C É L E B R E S .


á sus buques, formó esta vez su batalla hacien-
do tres puntas ó áugulos salientes con sus navios,
y por tres partes se lanzó á penetrar entre sus
enemigos y doblarlos.


Eutretanto Galiano, con mas valor y firmeza
de ánimo que esperanza, se preparaba al com-
bate. Hizo s;i testamento militar, y hablando en
seguida co:i su pariente el guardia marina D. Alon-
so Butrón, encargado de la bandera, cuida,
le dijo con arrogancia , de defenderla . ningún
Galiano se rinde, y tampoco un JBrutron, debe


hacerlo. Prometióle el joven portarse como le
encargaba, y es de notar que si no murió salió
herido, y yendo á curarse no tuvo que arriar
la bandera.


Trabóse al fin la pelea, y tocó al Bahama ser
combatido por d o s , y luego por tres navios ene-
migos. Recibió Galiano una contusión en una
pierna, y después fue malherido en la cara de
un astillazo, sin que quisiera ir á curarse, como
se lo aconsejaban, por la mucha sangré que
corría de su herida. y por razones fáciles de cofa-
prender. En esto se habia situado un navio in-
glés por la aleta de sotavento del Bahama, y le
acribillaba á balazos sin ser casi ofendido. Por




ALCALÁ. C A L I ANO. 25


lo mismo mandó Galiano arribar un p o c o , áí in
de dar un tanto el costado á su ofensor , y de-
volverle el daño que de él recibia; pero con la
arribada declinaba el navio de la linea, á punto
de llevar traza de separarse ó huir , y esto no pu-
do tolerarlo el pundonor de su Comandante. Orde-
nó pues orzar para entrar bien en la l inea, suge-
táudose al inconveniente de esta maniobra en
aquellas circunstancias. Menudeaban tanto las
balas , que el aire de una de ellas arrebató el
anteojo de las manos del esforzado marino, á
quien bien puede darse el nombre de héroe en
aquella ocasión. Cubierto de sangre propia y
agena, entre esta la del querido Patrón de su
bote , caido ásu lado á impulso de unaLala que
le partió por medio del cuerpo, seguía Galiano
impávido, encendido, alentando á quienes le
rodeaban, cuando una bala de mediano calibre
le acertó en el medio de la cabeza, llevándose
la parte superior de esta y dejándole muerto en
el sitio. El cadáver fue recojido al instante , pro-
curando encubrir ia desgracia á la tripulación
que no estaba alas inmediaciones. Poco después
arrió bandera el Bahama, destrozado horrorosa-
mente, muertos alguuos de sus oficiales, y l o s




26 PERSONAJES CELEBRES.


demás con rara escepciou heridos. Al cuerpo del
Comandante se dio por sepultura el mar, digno
lugar de reposo en la muerte, para quien tanto
en él se hahia señalado durante su vida.


Asi acabó con una muerte ilustre una vida
bien empleada. En el mismo dia , cosa singular,
perdieron la vida Churruca , igual en celebridad,
en méritos y en grado á Galiano , y el francés
Magon , de quien antes hemos hablado. Aquel
famoso combate causó la muerte también de los
tres Almirantes que en él mandaban (*) , y la
nueva de tan lastimosas pérdidas causó el mas
vivo dolor en la Corte y en toda España ; pero
iba el dolor mezclado con el orgul lo , pues si la
derrota en Trafalgar fue completa , no humilló
á la nación , porque el honor de nuestras armas
quedó ileso.


Era D . Dionisio Alcalá Galiano de corta es-
tatura , de complexión recia y robusta , de co -
lor blanco y ojos azules , de gesto desapacible,
y como de hombre distraído. Era de condición
muy irascible, aunque'pronto en deponer la rra;
rígido en la observancia de la disciplina , suma-
mente activo , generoso por demás , fácil en ofeii-


C) Véase la biogr.ifla de Gravina T. II.




ALCALÁ G ALIA NO. 27


derseaun por frioleras , y algo vano de las pren-
das que tenia. Su instrucción no pasaba de media-
na. Aun en las ciencias sabia perfectamente lo
que sabia , pero era corta su erudición. Entendía
medianamente el latín , traducía y hablaba regu-
larmente el francés y un poco el inglés , y de
este poco hacia grande alarde, y estaba muy
ufano por ser en su tiempo muy poco conocida
en España la lengua inglesa. Era muy amado de
sus subalternos , como lo prueba que al dejar en
1805 el mando de un navio para tomar el
del Baliatna, quisieron trasbordarse con él y se
trasbordaron toda la oficialidad y tripulación;
circunstancia notable y demostración muy hon-
rosa.


El nombre de D . Donisio Alcalá Galiano ocu-
pará siempre un distinguido lugar en los fastos
de la marina española , y por lo tanto no hemos
vacilado en incluirlo en nuestra colección.






4-




Insolites ttlAns JelSibk III .
» 4




M. ODILON BARROT.


Si el peligro de nuestra primera re -
volución , atacada por todas partes, ha
estado en la exaltación de las pasiones;
en el d i a , después d i la victoria, el
peligro está en el egoismo, la indife-
rencia política, y esa corrupción lenta
que disuelve y enerva á las sociedades
que descansan.


Discurso de Mr. Odiloit Barroi á
los electores de Coucy.


Mr. Odilon Barrot, abogado ¡lustre , orador
notable y gefe de la oposición dinástica, merece
por muchos títulos ocupar un lugar en nuestra
colección. No ha pasado aun por la terrible prue-
ba de ser ministro; pero puede llegarlo á s e r , y


i




P E R S O N A J E S C É L E B R E S . 2


por lo mismo conviene biografiarlo antes de que
llegado aquel caso, se despierten contra él las an-
tipatías ó afecciones que lleva en pos de si en es-
tos tiempos en que tan gran consumo se hace de
hombres de Estado. El gobierno representativo ó
parlamentario , según ahora se d i ce , es segura-
mente una herniosa conquista ; ¿ pero está bien
asegurada , y no presenta algc de espantoso el
verla devorar, mas insaciable que Saturno, par-
lamentos, ministerios y ministros sin cuento?
¿Qué dirían los Sully , ílichelieu ó Colbert si re-
sucitaran? En nuestro concepto se admirarían al
ver el locomotor constitucional, servido por tres
poderes que procuran recíprocamente leducirse á
la nada para equilibrarse , de los cuales el uno
está ya reducido á la inacción, y los otros dos
se disputan la maniobra ; al paso que una fuer-
za motriz llamada la imprenta, fuerza inmensa,
útil como el vapor pero peligrosa como é l , ru-
ge al rededor del aparato, le saca de los carri-
l es , le empuja hacia adelante, le tira hacia atrás,
le inmoviliza algunas veces, y otras le precipita
hacia regiones desconocidas.


Sin embargo el mecanismo tiene la mejor apa-
riencia , es complicado y sencillo al mismo tiem-




ODILON BAEROT. 3


p o , sus resortes son nuevos y sus ruedas engra-
nan perfectamente unas con otras, y en resu-
men seria el mecanismo mas maravilloso, si al
mismo tiempo no fuese el mas pérfido que puede
verse. Por fuerte y hábil que sea el hombre que
se atreva á poner en él la mano , le coge esta
primero, luego el b r a z o , luego todo el cuer-
po , lo arrastra, lo lleva por entre sus c i -
lindros , lo adelgaza , y lo aplasta bajo sus mue-
las ; y da lástima en verdad verle salir del apa-
rato representativo, déb i l , vacilante , estenuado,
aspirando á las dulzuras de la convalecencia,
buscando el reposo, la oscuridad , el silencio, y
temiendo sobre todo la recaida , pues en verdad,
en los tiempos que corren, es mas difícil restable-
cerse de haber sido ministro, que de la fiebre
amarilla.


No nos toca á nosotros examinar en este lu-
gar las causas numerosas que dificultan el m o -
vimiento del sistema representativo. Mr. Odilon
Barrot cree que los hombres son los que faltan
á la* instituciones; seguramente no será por lá
cantidad. ¿Será la calidad? Mr. Villemain escla-
maba en la tribuna: «vengan los grandes y los
fuertes, pero sobre todo que puedan entenderse;




4 T E R S O S A J E S CÉLEBRES


tomen el poder y consérvenlo : les bendeciremos
en nombre del pais : ¡venga Mr. Odilon Barrot!»
Mr. Odilon Barrot no ha ido todavía : no sabe-
mos si es peor para é l , pero si seguramente para
nosotros , que vamos á contar sin pasión alguna
una carrera política diversamente apreciada.


Mr. Odilon Barrot nació en Villefort, departa-
mento del Lozera, el 19 de Julio de 1790. Su
padre, miembro de la Convención, después del
Consejo de los Quinientos, y mas adelante del
Cuerpo Legislativo, atravesó sin mancha los ma-
los dias de 93 (*) y debió á la oscuridad de su vida
elnocspiar en un cadalso la moderación de sus prin-
cipios. El joven Odilon Barrot encontró en el seno
de su familia tradiciones de respeto y amor hacia
el primer periodo revolucionario , brillante con
las nobles luchas oratorias, y no manchado aun
con las sangrientas orgias del terror. Educado
en París en el Colegio de Luis el Grande, enton-
ces Liceo-Napoleón , sino brilló por sus estudios
se distinguió sin embargo por sus inclinaciones


t") Cuando el juicio de Luis X V I , el padre de Mr . ZTLT-
rot fue uuo de los que votaron por la apelación al pueblo
y el encierro durante la guerra. Los que hayan estudiado
u n poco aquella época conocerán fácilmente que aquel voto


fue uno de los mas atrevidos.




ODILON BARROT. 5


serias, su entendimiento precoz , y una tenden-
cia instintiva hacia las cosas elevadas. Sabido es
con qué cuidado fomentaba Napoleón el entu-
siasmo guerrero entre la juventud de los liceos,
que eran para él un vivero de soldados. Allí se
dejaba ¿Cicerón para egercitarse en el manejo del
fusil, y en los dias infaustos se vio á muchos de
aquellos jóvenes revestir el uniforme, é ir á bus-
car la muerte en los combates.


En medio de aquel embriagamiento , de aque-
lla fiebre de gloria mil itar , un joven de grave
continente y un aspecto meditativo, permanecía
casi solo, impasible y fr ió ; no porque el joven
Barrot dejase de amar su pais ; pero sus pensa-
mientos , sus deseos estaban en otra parte , y
su razón ya madura , impulsada por una atrac-
ción natural hacia el estudio de los principios, se
alejaba con voluntaria repugnancia de la tumul-
tuosa región de los hechos. La multitud personi-
ficaba á la patria en un hombre : el austero l i -
ceísta pedia ya cuenta interiormente á aquel hom-
bre ¿le las necesidades presentes y de los males
futuros de la patria.


Al salir del colegio, Mr. Odilon Barrot estu-
dió tranquilamente el derecho ; siendo de notar




6 PERSONAJES C É L E B R E S .


que no contaba aun 23 años , cuando solicitó y
obtuvo dispensa para ser admitido como aboga-
do en el tribunal de Cassation.


El edificio imperial se desplomaba entonces
por todas partes; la primera restauración encon-
tró en Mr. Odilon Barrot, sino una efervescen-
cia de entusiasmo que no está en su naturaleza,
por lo menos una simpatía sincera y verdadera.
Fue de los que vieron en los sucesos de 1814 la
aurora de dias mas serenos. Le pareció que la
civilización estaba al fin llamada á salir del cam-
po de batalla, para entrar en un nuevo camino,
desenvolverse y engrandecerse con el benéfico
contacto de la tribuna y de la imprenta. Llega-
ron los cien dias como un huracán, y pasaron
c o m o él. Se ha dicho en alguna parte que el
Comisario de Cherburgo habia ido á Gante; es
un error : Mr. Odilon Barrot permanció en Pa-
r í s , y como guardia nacional estaba de guardia
en el palacio de las Tullerias el dia que Napo-
león volvió á entrar triunfante en él, para no
volverle á ver. La restauración volvió poco.des-
pues con un programa, destinado á reparar sus
primeras faltas. Mr. Odilon Barrot volvió á sus
ilusiones, que debemos creer que tardaron poco




O D I L C W B A . R R O T . 7


en desvanecerse, pues se le vio muy luego en-
trar de lleno en la lucha que entonces sostenia
casi todo el foro , contra el sistema reaccionario
de la monarquía restaurada.


Una causa en apariencia délas mas pequeñas,
pero que en realidad promovía grandes cuestiones,
tardó poco en dar á conocer el oculto talento del
joven abogado. Era en el tiempo déla mas fuerte
propaganda religiosa; en una ciudad pequeña
del mediodía, algunos protestantes se habían ne-
gado á adornar sus casas al pasar la procesión
del Corpus: condenados por el juez de paz á un
franco de multa , habían apelado y sido condena-
dos sucesivamente en los dos grados de jurisdic-
ción. La causa fue llevada al tribunal de Cassa-
t i on , y Mr. Odilon Barrot estuvo encargado de
defender ante todos los tribunales reunidos ba-
jo la presidencia del Guarda sellos, una de las
conquistas mas preciosas de la revolución, el
principio de la libertad de cultos , garantida por
el artículo 5° de la carta de 1814, y atacada en
virtud del artículo 6 o que declaraba que la R e -
ligión Católica era la religión del Estado. La
causa se vio dos veces, y desde el primer dia,
los argumentos del abogado, á pesar de su mode-




8 P E R S O N A J E S CELEBRES.


rac ión , habian levantado gran ruido en la i m -
prenta realista. \Es acaso atea la leyl Esclamó
con indignación Mr. de Lamennais entonces' fogo-
so católico, (*) que predicaba en el Conservador
la alianza indisoluble del Trono y del Altar.
« S í , debe serlo, contestó Mr. Odilon Barrot, si
por esto se entiende que la l e y , que solo exis-
te para obligar, debe ser estraña á la creencia
religiosa de los hombres , que está fuera de toda
obligación etc. etc.»


En el dia no se comprendería tan pueril dis-
cusión de palabras; evidentemente la cuestión
no estaba allí sino entre los artículos 5 o y 6 o .
Mr. de Lamennais entendía entonces el ateísmo
como Santo Domingo : comparar la impasibili-
dad- de la ley , en medio de las formas esterio-
res de tal ó cual culto , á la negación de Dios,
que es el principio de todos ellos , cualesquiera
que sean , era en nuestro concepto chocar a u n
tiempo con el buen sentido y el diccionario.


Aquella defensa valió á Mr. Barrot una ra-
primenda pública, pero sin embargo deella triun-
fó , y se anuló la sentencia con aplauso del par-
tido liberal. Aquella causa y otros triunfos ju-


(») Véase su biografía 1 . III .




ODILON B A R R O T . 9


diciales, que no podemos enumerar , colocaron
pronto á M. Barrot entre las notabilidades del
partido liberal. En 1827 formó parte con Mr. Gui-
zot de la famosa sociedad ayúdate y el cielo
te ayudará , cuyo objeto patente, confesado , le-
gal , era defender la sinceridad de las elecciones
contra el sistema corruptor del ministerio Villele.
Añadamos sin embargo , que ya la parte joven
y ardiente de los iniciados tendía á dar á la so-
ciedad una dirección profundamente hostil al
poder. Mr. Odilon Barrot, Presidente de la
Sociedad, se negó á aventurarse á actos que
creia contrarios á sus principios de moderación
y de orden. Después del establecimiento del mi-
nisterio Pol ignac, encargado en un banquete
dado á los 221 de llevar la palabra en nombre
de los electores de Paris , declaró también que las
vias legales le parecían suficientes para el triun-
fo de la libertad: aparecieron luego los decretos,
estalló la revolución , y Mr. Odilon Barrot se en-
contró de repente arrojado por la fuerza de las
cosaj mucho mas allá de su punto de partida.


Durante los tres dias , Mr. Odilon Barrot,
que no pertenecía ó la Cámara , no tuvo parte
en las deliberaciones oficiales de los Diputados,




10 P E R S O N A J E S C E L E B R E S .


pero sí activa en todas las reuniones particulares
para sostener y dirigir el movimiento. El 30 de
Julio por la mañana , después de instalada la
comisión municipal, por recomendación de Mr.
Laffitte, fue agregado á los secretarios de ella,
y adicto principalmente á su antiguo amigo el
General Lafayette, que acababa de encargarse
del mando de la Guardia Nacional. No repeti-
remos aquí lo que hemos dicho en otra parte
sobre las disidencias de la casa de Ayuntamiento,
y de la reunión Laffitte; algunos han pretendido
que el pensamiento monárquico f u e , inmediata-
mente después de la victoria, el pensamiento pri-
mero , instantáneo, dominante , universal, el
grito de todos y de cada uno ; no comprende-
mos de qué puede servir al trono el sostener una
thesis tan disputada . siempre resulta , que exa-
minando con atención las diversas peripecias del
drama de Jul io , no puede menos de reconocerse
que hubo en las cabezas, y sobre todo en las
masas, un momento de vacilación, felizmente
muy corto , pues eran aquellos dias de los en que,
como dice Mr. Mauguin, las horas abrasan.
En nuestro concepto la división exacta de las tras-
formaciones sucesivas del pensamiento público




ODILC-N BA.RROT. 11


durante y después del c ombate , es la siguiente.
El 27 y 28 de Julio se quería la conservación de
la Carta y la caida de los ministros ; el 29 no
se quería ya á la rama primogénita ; el 30 no
se sabia lo que se quería , y este fue el dia crí-
t ico , el día peligroso de Jul io ; por ú l t i m o , el
31 , la proclama del Duque de. Orleans á los ha-
bitantes de París, acostumbró a la población a la
idea de un nuevo t rono , y luego aquella misma
n o c h e , el paso tan atrevido como hábil del Lu-
gar teniente General en la casa de Ayuntamiento,
terminó la indecisión ; y desde aquel instante
quedó asegurado el triunfo de la causa monár-
quica.


En aquella crisis tan corta , pero tan llena de
acontecimientos, Mr. Odilon Barrot representó
un papel bastante importante, ó mas bien dos
distintos, producidos ambos por un pensamiento
que es en sí mismo único y doble á un tiempo;
apresurémonos á esplicar esta logomoquia dicien-
do , que hablamos de ese sistema monárquico-re-
publicano , que tuvo origen en la casa de Ayun-
tamiento , dio el ser al famoso programa que
nadie ha visto ni entendido, y adoptó por
fórmula las palabras del General Lafayette: una




12 P E R S O N A J E S CELEBRES.


monarquía rodeada de instituciones republica-
nas. Este sistema de equilibrio entre la monarquía
y la república, ba esperimentado muchas vicisi-
tudes desde su nacimiento ; hasta la época del
conte-rendu fue aun la espresion y el símbolo
de la fracción mas avanzada de la Cámara ; des-
de aquel momento , se manifestó una división
entre sus adictos; y de todos los hombres dis-
tinguidos del sistema, solo Mr. Odlion Barrot
le permanece f ie l , no sin haberle hecho sufrir
muchas modificaciones.


Hemos dicho poco antes que la conducta de
Mr. Odilon Barrot durante los tres dias fue re-
publicana y monárquica como ' su sistema. En
efecto, por una parte el 30 de Julio se presen-
tó en la Cámara á protestar en nombre del Ge-
neral Lafayette y en el suyo , contra la precipita-
ción con que al parecer podia disponerse de la
corona en favor del Duque de Orleans, y á pe-
dir que ,se estipulasen antes de todo en una
asamblea general, las condiciones del pueblo ; por
otra parte , el mismo dia , y cuando llegaba
tal vez el momento e*! que accediese Mr. de La-
fayette á los ofrecimientos de presidencia repu-
blicana que le hacían algunas diputaciones de




ODILON B A R R O T . 1 3


jóvenes, « M r . Odilon Barrot, dice Mr. Berard
en sus Recuerdos (*) consiguió que no tomase
ninguna resolución hasta la mañana siguiente;
después se apoderó del General al tiempo de des-
pertarse, le habló el lenguaje de una razón seve-
ra, y le manifestó el abismo en que podía sumer-
girles su aceptación. El General Lafayette pro-
metió , no sin algún pesar tal vez, no aceptar.»


Después de la entrevista de la casa de Ayunta-
miento, Mr. Odilon Barrot marchó á Rambouillet
con el Mariscal Maison y Mr. de Schonen, aso-
ciando su nombre en aquella circunstancia á uno
de los actos mas solemnes, y sin disputa los mas
bellos déla revolución de Julio. Pocos años an-"
tes una nación corría tras de su Rey que huia
de ella, le cogia en la frontera, le conducía, por
fuerza prodigándole insultos y ultrajes, escolta-
ba su coche dando gritos de muerte, le presen-
taba en la portezuela cabezas puestas en la punta
de una pica, y tenia por fin el placer horrible
de cortar la suya , cabeza augusta, protegida en
vano ppr una doble corona demagestad y de des-
gracia. Cuarenta años después , esta misma nación
atacada por su Rey y victoriosa, dejaba al ene- ^


O Recuerdos de la Revolución de 1830, pág. 130. / ,




14 P E R S O N A J E S C E L E B R E S .


migo vencido dirigirse lenta y sosegadamente al
destierro. Los pueblos atónitos salian al camino
para ver pasar á aquel Rey caído , y confiado él,
sus banderas, sus armas , sus equipajes, sus cria-
d o s , sus soldados fieles, á la custodia de tres
hombres representantes y despositarios de la ge-
nerosidad nacional. Aquellos tres hombres rodea-
ron de atenciones á un grande infortunio; á su
voz se calmaron los resentimientos, la piedad su-
cedió alodio, y el respeto á la violencia ; el fú-
nebre acompañamiento de los descendientes de
San Luis continuó en medio de un religioso si-
lencio ; y la Francia, condenada por la historia
en Varennes se rehabilitó en Cherburgo. Mr. Odilon
Barrot solicitó y obtuvo de Carlos X , antes de se-
pararse de aquella desgraciada familia, un escrito
concebido en estos términos: «Me complazo en
hacer á los Señores Comisarios la justicia que les
es debida, según el deseo queme han manifes-
tado. He quedado sumamente satisfecho de sus
atenciones y respeto á mi persona y familia. Fir-
mado : C A K L O S x . >i Se ha dicho que el pr«o de
Mr. Odilon Barrot en aquella circunstancias ha-
bía sido censurado por sus colegas; pero él mis-
mo lo ha desmentido', y ha rechazado como una




ODILON 1 Ü R H O T . 15


calumnia la insinuación de que había pedido
aquel documento para obtener una amnistía per-
sonal en caso do volver los Borbones.


Mr. Odilon Barrot fue nombrado á su vuel-
ta Prefecto del Sena, y después Diputado por Stras-
burgo. Durante los seis meses de sus funciones
de Prefecto, hubo de atravesar el periodo mas
tempestuoso del gobierno de Julio ; su posieion
de primer magistrado municipal déla ciudad, tuvo
por las circustancias y tal vez un poco también
por el valor personal del hombre, una importan-
cia que no tendría ahora. En tiempos ordinarios
un Prefecto es un subordinado que egecuta
las órdenes que recibe, y está por lo tanto
libre de toda responsabilidad directa. No suce-
día así entonces; Mr. Odilon Berrot era mas
que un funcionario ; era un hombre político
que representaba un sistema, y tomaba una parte
activa en las disensiones interiores de los dos
primeros ministerios de Julio ; por esta misma
importancia accidental y anormal, ha sido cen-
surado , con mas ó menos exageración por los
partidos, la conducta administrativa del Prefecto
del Sena.


, Cuando se examina sin pasión y de le jos , se




16 P E R S O N A J E S CÉLEBRES.


reconoce que el carácter de indecisión y blandura
que la distingue, es á un tienpo la consecuen-
cia del carácter general de aquella difícil época,
y el resultado necesario del pensamiento de
fusión completa entre dos elementos heterogéneos,
cuya realización buscaba entonces , busca en el
dia, y buscará aun por mucho tienmpo Mr. Odi-
lonBarrot.


Preciso es dec ir lo , la revolución de Julio
no fue solo un cambio de dinastía, fue un nue-
vo y terrible golpe dado al elemento monárqui-
c o , tantas veces conmovido de cincuenta años á
esta parte. Los que creen que en el actual esta-
do de su civilización y de sus costumbres, con
su posición topográfica, sus necesidades, sus
recursos, sus relaciones internacionales, la socie-
dad francesa no podría separarse de la monarquía
sin peligro de muerte, debieron tener grandes
temores al ver la esploslon de anarquía moral
que siguió por un instante á la revolución de
Ju l i o , y aquella ardiente batalla de ideas que
sucedía á la de las calles y amenazaba coa su
repetición. El antagonismo estaba en todas par-
tes. En la plaza pública donde se fraguaban las
mociones y las diputaciones; en el seno de la




ODILON BARROT. 1 7


2


Cámara hereditaria, que repugnaba prestarse á
su propia decapitación ; en el seno de la Cámara
electiva, desgarrada en todos sentidos por ins-
piraciones contrarias, sin sistema general y fijo,
sin objeto marcado, sin moyoria y sin color.
La anarquía se habia introducido en el seno
mismo del gobierno , los dos primeros ministe-
rios de Jul io , compuestos de individualidades
eminentes, figurarán en los anales del gobierno
representativo entre los peores, en cuanto preten-
dieron vivir libres de la ley imperiosa, absoluta
para cualquiera administración , la unidad, la
homogeneidad. Habia en aquel tiempo ministros,
que aceptando una medida adoptada á su pesar
por la mayoría del consejo, se reservaban el dere-
cho de combatirla altamente en la tribuna c o -
mo diputados, sin dejar por eso de ser ministros;
entonces se juzgaba esto como un hermoso acto
de independencia, en el dia se tendría por muy
ridículo.


Mr. Odilon Barrot, hombre del movimiento,
se encontró desde el pricipio en disentimiento
personal y marcado con el gefe del primer gabi-
nete Mr. Guizot, hombre que quería detenerle;
la administración, con el objeto de salvar á los




1 8 P E R S O N A J E S C E L E B R E S .


ministros de Carlos X ¡ apoyaba un mensage de
la Cámara pidiendo la abolición de la pena de
muerte. El Prefecto del Sena publicó una pro-
clama , en que calificaba d e importuno aquel pen-
samiento , y una adujnistracion de la cual era
delegado. Babia en esto conflicto de atribucio-
nes ó mas bien usurpación del poder ; Mr. Odi-
lón Barrot dio su dimisión y era lógico. Mr.
Dupont de l'Eure y Lafayette declararon qué le
seguirían; pero era preciso atravesar la cris's del
proceso, y los hombres del programa eran los hom-
bres de la situación. El Prefecto pado mas que" el
M i n i s t r o M r Guizot se retiró; formóse el ministe-
rio Laffitte, y pronto volvió á empezar de nuevo la
lacha con mayor fuerza entre el Prefecto del Sena y
el nuevo Ministro del Interior , Mr. de Montaliíet.
E a medio de las tempestades populares que
precedieron y siguieron á la sentencia de la
Cámara de los Pares, preciso es confesar que
todos cumplieron con su deber. Sin embargo, aun
entonces faltaba una dirección y un pensamien-
to c o m ú n } cada «uai esponia su persona „ pero
<5ada cual seguía las inspiraciones aisladas d e
SB carácter y conciencia. Se ha acusado á Mr.
Oditon Barrot ée folla de vigor , de haber temí-




ODILON B A R R O T . 19


do perder su popularidad, y contemporizado con
la sedición. Cuando se recuerdan los tiempos,
esta acusación se disminuye mucho ; el vigor, tal
cual se entiende en el dia , era entonces bastan-
te impracticable, los resortes del Gobierno habían
sido rotos por el abuso , y el uso de la fuerza
no dejaba de ser peligroso.


Pronto la discusión de la ley sobre la Guar-
dia Nacional, la decision de la Cámara , que al
paso que abolía para en adelante una dignidad
militar, peligrosa por m estension é importancia,
conservaba al general Lafayette la posición que
ocupaba noblemente, parecieron una ofensa á
este ú l t imo , quien á pesar de las instancias dé
Mr. Odilon Barrot presentó su dimisión. Mr. D u -
pont de l'Eure tardó poco en seguirle, y no
quedó desde entonces en el Consejo mas represen-
tante de la opinion de Mr. Odilon Barrot que
Mr. Laffitte; su posición como Prefecto era in-
sostenible , y se obstinó en conservarla. Fue tina
falta , que ba querido justificar diciendo , que el
pode* es una palanca inmensa que no debe aban-
donarse á sus adversarios : lo que es cierto cuan-
do se es bastante fuerte para apoderarse de él y con-
servarle ; pero en aquella circunstancia, una re-




20 PERSONAJES CELEBRES.


sístencia mas bien de detalles que de principios,
un conllicto.aislado y personal, apenas podía servir
sino para embarazar muy mezquinamente la mar-
cha del ministerio , sin provecho para una opi-
nión, y con perjuicio del pais : pronto en efecto
fue una especie de guerra abierta entre Mr. Odi-
lon Barrot y Mr. de Montalivet. El prefecto del
Sena con su talento de orador , su nombre ya
g lor ioso , y su influencia política , no era precisa-
mente un modelo de insubordinación administrar
tiva para con el joven ministro, como él le lla-
maba ; pero el joven ministro tenia también su
-mérito , mérito indisputable de energía y reso-
lución. El inotin del 14 de Febrero y la discu-
sión pública habida acerca de él, el 18, hicieron
públicas las acrimoniosas disputas de aquellos dos
hombres. Mr. Odilon Barrot, contestando á las
acusaciones de debilidad é inacción , declaró que
no había recibido órdenes ; que las instrucciones
á los Maires que debían ir por su conducto, ha-
bían sido enviadas directamente y sin que el lo
supiera. M. de Montalivet contestó que e k P r e -
fecto del Sena no esperaba en otro tiempo ó r -
denes para dirigirse , de su propia autoridad, al
Luxemburgo ó al Palacio R e a l ; que si las circu-




ODILON BAEttOT. 2 1


lares dirigidas á los Maires no habían ido por
su conducto , habia sido para que llegasen antes
á su destino; por último , que la susceptibilidad
de etiqueta se concebia mas bien de arriba
abajo que de abajo d arriba. Aquel discurso un
poco altanero, determinó á Mr. Odilon Barrot a
dar su dimisión , que fue aceptada , recibiendo
en cambio la plaza de Consejero de Estado en
servicio ordinario (*).


Después de la caída del ministerio presidido
por Mr. Laffitte, Mr. Odilon Barrot se declaró
abiertamente contra el sistema del 13 de Marzo,
separándose ya sin embargo de la parte estrema
de la izquierda , particularmente en la discusión
sobre la insurrección leonesa (el 26 de Noviembre
de 1831). Se opuso á la pairia hereditaria, pro-
poniendo la elección directa de los Pares por los
consejeros municipales; tomó la palabra sobre
la mayor parte de las cuestiones á que dio lugar
la revisión del Código penal; estuvo encargado
del informe acerca del restablecimiento del d i -
vorcia ; protestó contra la denominación de súb-
dito, que declaró insultante é inconstitucional.


(*) La abandonó después de la caida del ministerio Laf-
litte.




22 P E R S O N A J E S C É L E B R E S .


Generalmente votó contra todas las medidas mi-
nisteriales.


Después de la muerte de Casimiro Perier cre-
yó la oposición que debia formular públicamente
su programa , y publicó el Informe {compte-ren-
du). Mr. Odilon Barrot fue uno de los principa-
les redactores firmantes de aquel documento , del
cual es preciso decir alguna cosa. El informe dis-
cutido y publ icado, mientras no estaban reu-
nidas las Cámaras, por una reunión de diputados
que obraban como tales , ha sido considerado por
muchos como un acto ilegal é inconstitucional.
Mr. Odilon Barrot lo cree un acto de oposición
legal y razonable, pero al mismo tiempo confiesa
que fue una falta de táctica (*). En efecto, desde
aquel momento el partido del programa de la
casa de Ayuntamiento se dislocó. La parte mo-
derada de la izquierda, asustada de ciertas frases
atrevidas del informe , especialmente de un ata-
que directo y personal contra el trono de Julio,
rehusó firmarlo y después de los dias 5 y 6 de Junio
desanimada por el motin , se arrojó bruscamente
en las filas ministeriales, y contribuyó á dar al


(*) Véase la carta de M r . Odilon B a r r o t , publicada en
la obra de Mr . Sarrans , cuyo título es : Luis Felipe y la
contra—revolución de 1830.




ODILON BARROT. 23


gabinete de 11 de Octubre aquella mayoría c o m -
pacta , á la cual ha llamado el mismo Mr. Odilon
Barrot una falange indestructible.


Por otra parte, pronto hubo escisión entre
los firmantes; los unos , los mas adelantados,
abandonaron el programa, dejando á un lado la
monarquía republicana como una utopia, y en-
traron atrevidamente en la via del radicalismo.
Mr. Odilon Barrot resistió á aquel movimiento,
y se separó al principio insensiblemente de sus,
antiguos amigos polít icos; no tardaron en pre-
sentarse ocasiones para un completo rompimien-
t o , y él entró en ellas con franqueza; se formó
al rededor suyo un nuevo núcleo de adeptos, que
se llama la izquierda moderada, la izquierda d i -
nástica.


La historia de la izquierda dinástica y la
de Mr. Odilon Barrot son naturalmente u n a
misma; su partido y él han crecido juntos y
poco á p o c o , aprovechándose diestramente de
las circunstancias y de las faltas de sus adversa-
rios. Después de los días de Junio, cuando la
oposición volvió á aparecer en el Parlamento,
dividida en dos fracciones, encontró delante de
sí un gran partido homogéneo, compacto, d i s . y




24 P E R S O N A J E S C E L E B E E S .


ciplinado por la pesada mano dePerier, y engro-
sado coa gran número de desertores del informe,
á quienes el ruido del cañón había convertido
en ministeriales. Durante el ministerio de 11 de
Octubre , mientras duró la unión de MM. Guizot
y Thiers, la izquierda y Mr. Barrot fueron casi
nulos ; pero cuando los dos herederos de las tra-
diciones de Perier se hubieron separado con m o -
tivo de la cuestión de España; cuando Mr. Guizot ,
después de haber triunfado de Mr. Thiers, se
vio á su vez obligado á ceder el puesto á Mr.
Mole; cuando en fin se organizó la gran comedia
parlamentaria, conocida por el nombre de coa-
lición, Mr. Odilon Barrot se resforzó con todo el
poder de los que por satisfacer mas bien pasio-
nes que principios, iban á representar sobre su
terreno un papel secundario. Según los hombres
que la formaron, la coalición fue también una
enorme falta de táctica , provechosa sobre todo
á la oposición ; como tardaron poco en probarlo
las elecciones que siguieron á la disolución de
la Cámara. ,


Durante el ministerio de 12 de Mayo, Mr.
Odilon Barrot era ya bastante fuerte para que
se contara con é l ; presentó su programa; el mi-




ODILON B A E R O t . 25


nisterio le contestó que se podía hacer algo,
y el dia en que , sobre una cuestión especial,
(la dotación del Duque de Nemurs) , la oposición
de la izquierda pudo apoyarse en el centro iz-
quierdo , derribó el gabinete. El ministerio de
l . ° d e Marro fue un poco creacion.de la izquierda;
Mr. Odilon Barrot , demasiado débil todavía para
poder componer y presidir él mismo el gabine-
te , tuvo el placer de protegerle, y se hizo el bra-
zo derecho de Mr. Thiers. La crisis de Oriente
estrechó la unión; cuando llegó el momento de-
cisivo , cuando se agitó la gran cuestión de paz
ó de guerra, el temor volvió de repente al par-
tido conservador su antigua homogeneidad. Mr.
Thiers cayó . Mr. Odilon Barrot le recihió en sus
brazos, le estrechó contra su corazón (*), y aun
permanecería en ellos , si Mr. Thiers no partici-
pase un poco de la naturaleza déla anguila.


Desde el advenimiento de Mr. G u i z o t , disi-
pado el temor de la guerra, la antigua mayoría
ha vuelto á caer en ese fraecionamiento, en esas
dívjsíones intestinas que constituyen su debilidad
y son muy parecidas á la caducidad; no sabe


(*) Esto no es una metáfora, es histórico. El hecho paso
en los corredores de la Cámara.




26 P E R S O N A J E S CELEBRES.


donde va ni lo que quiere; tropieza á cada paso;
un dia aparece unida y fuerte, al siguiente vuelve
á ser centro puro , centro derecho, centro iz -
quierdo , y dá al ministerio triunfos de cuatro
votos; y entretanto la izquierda maniobra, ce-
d e á tiempo de sus pretensionos, alhaga las vani-
dades heridas, y tiende la mano á los tránsfugas.
Llegan otras elecciones, y bien puede apostarse,
que si Mr. Odilon Barrot no es ministro, será
a u n , esperando otra cosa mejor , patrono de
un ministerio centro izquierdo, al cual podrá
presentar con una mano su voto y con la otra su
programa. Este parece estar definitivamente re-
ducido a l o siguiente: revocación de las leyes de
Setiembre, juicio de todos los atentados ante el
jurado , y por último , la reforma electoral; pero
limitada á una rebaja gradual en el censo , y á
la admisión de cierta clase de capacidades. Si este
es el programa de la casa de Ayuntamiento, no
h a y duda que ha perdido de su primitiva anchu-
r a , que no tiene ya las grandes proporciones que
espantaban á los t ímidos, y que se inclina visi-
blemente á la miniatura.


Aqui viene bien el concluir haciendo al-
gunas observaciones sobre el conjunto de la




ODILON B 1 R B O T . 27


carrera política de Mr. Odílon Barrot.
En medio de las diversas fases de su vida


pública, el ilustre diputado nos ha parecido siem-
pre penetrado del couvencimieuto profundo de su
inmriabilidad absoluta. Mr. Odílon Barrot pro-
clama sin cesar, y no hace mucho aun que
lo repetía, que su pensamiento político ne ha cam-
biado un ápice desde 1830. Sostiene que dice y
pide aun en el dia , todo lo que decía y pedia
el siguiente á la revolución de Julio. No podemos
convenir en ello , y nos parece que Mr. Odílon
Barrot ha cambiado bastante , que cambiará to-
davía, y que en esio se parece á todos los demás.
Cuando , en la madurez de la v ida , u n - pensa-
miento se transforma de repente de alto á bajo,
es una cosa estraña y que admite diversas espli-
caciooes ; unos ven en ello una repentina reve-
lación del genio ; otros un motivo de interés per-
sonal de ambición ó de rencor; algunos una aber-
ración del entendimiento ; pero nada mas lógico
y natural que un pensamiento político ú otro
cualquiera , se estienda ó comprima , en una pa-
labra , que se modifique por la irresistible influen-
cia de los hechos.


Cuando Mr. Odilon Barrot esclamaba en la




28 P E R S O N A J E S CELEBRES.


tribuna el año 1841: « ¡ devolvednos el entusias-
mo de 1830! » espresaba, tal vez sin pensaren
e l lo , cuanto habia perdido él mismo de aquélla
primera animación , de aquel temerario atrevi-
miento, de aquella fogosidad aventurera de
deseos y de esperanzas, que hizo estallar de re-
pente una esplosion tan violenta como imprevista.
¿Por qué por otra parte hay ya una revolución
entera entre Mr. Odilon Barrot y casi todos sus
amigos políticos , que componen en el dia la es-
trema izquierda , y por qué al contrario los
adversarios mas violentos del ex-Prefecto del Sena,
del firmante del in forme, solo se bailan separa-
dos de él por una ligera diferencia. ? ¿Se dirá
que todos han cambiado y que solo Mr. Odilon
Barrot ha permanecido inmóvil , imperturbable
en el terreno del programa! No seguramente,
pues si se dá crédito á Air. Laffitte ó á Mr.
Dupont de l 'Eure, dirán que (dejando aparte
el pensamiento monárquico) entienden aun en
el día las consecuencias de Julio como las
entendían en 1830 ; y evidentemente, aunque
no fuese mas que sobre la cuestión electoral sola-
mente, las consecuencias actuales de Mr. Laffitte
se parecen poco á las de Mr. Odilon Barrot. R e -




ODILON B A R R O T . 29


sulta de todo esto que unos y otros han marcha-
d o , hacia la derecha unos , y otros hacia la
izquierda; y como en diez años se ha andado
m u c h o , no es de admirrar que se encuentren
separados por una distancia bastante regular.


El punto de perfecto equilibrio que todos bus '
can , asi en política como en m o r a l , como en
literatura , como en todo ; este punto preciso,
este centro matemámatico, que cada cual cree
haber descubierto , lo será cuando lo sea la pie-
dra filosofal. La ley eterna , la ley de progreso,
la ley de la humanidad exige que un objeto que se
cree alcanzado , se trasforme siempre en otronue .
\o , que hay que alcanzar. Concebir , desear, bus-
car lo imposible , es el mas bello privilegio
del hombre ; y en virtud de este privilegio, pro-
sigue Mr. Odilon Barrot en la solución de su
problema de equilibrio completo , entre los dos
elementos republicano y monárquico que se d i -
viden el mundo. Después de haber principiado
por preocuparse demasiado esclusivamente con el
prinjero , ha advertido que debilitaba demasia-
do el s egundo : entonces ha dado un paso hacia
é l , y no será el último ; cuanto mas se acerque
al poder Mr. Odilon Barot, se penetrará mas de




80 PERSONAJES CELEBRES.


las necesidades y dificultades inherentes á su egcr-
e i c i ó ; y si algún dia llega Mr. Odilon Barrot
a ser ministro , se parecerá á todos los ministros
pasados , presentes y futuros, á lo menos en
cuanto después de haber prometido mas de io
que podrá Cumplir, no cumplirá todo lo que
h a y a prometido.


Mr. Odilon Barrot, abogado y orador , brilla
por una clase de elocuencia austera, que sienta muy
bien á sh hermosa y tranquila figura ; refleja,
por decirlo a s í , la elevada moralidad de su vida.
A él pudiera aplicarse mejor que á otro al-
guno j modificándolo, el axioma de Buffon:
«.La elocuencia es el hombre mismo» . En sus
palabras majestuosas y graves que llevan el sello
del convencimiento , de la probidad y del poder,
pero algunas veces un poco vagas, acompasadas
y frías, se reconoce un entendimiento mas á
propósito para la meditación que á la inspiración;
á la teoría que á la aplicación ; mas á propósito
para abarcar el conjunto que para distinguir
©ta perspicacia los detalles; mas lógico que ardien-'
t e ; pero estenso, elevado , profundo, rico de
tieas, y digno bajo todos aspectos de la influencia
dtie égeree 4n el f e t o , en la Cámara y en «I pais.




ODILON B A R R 0 T . 31


Mr. Odilon Barrot tiene una fisonomia hermosa
y meditativa, su frente espaciosa anuncia la fuer-
za de su pensamiento. Su voz es llena y soñe-
ra , y sus palabras singularmente graves. Se
viste con alguna afectación, pero sin chocar.
Sus maneras son dignas sin ser teatrales, y hay
en sus gestos una noble sencillez.


Cuando habla , anima, acentúa, da calor y
color á su espresioii, que es fría y pálida cuan^
do escribe. Su discusión es sólida y entendida,
y en una causa, atiende mas al punto de hecho
que al de derecho.


Es mas razonador que ingenioso , mas des-
deñoso que acre , mas templado que vehemen-
te. Sus miradas puede decirse que no arrojan
bastante fuego. Dueño de sus pasiones y de su
palabra, calma en si mismo y en su alrededor
la cólera de los centros, y los tempestuosos
arranques de la izquierda. «Pero por desgracia,
esta táctica de la comtemporizaeion, como dice
Mr. Cormenin (*) cuando se repite con demasiada
frecuencia, debilita el valor délos parlamentarios
que no son por cierto muy atrevidos. El papel
de la Oposición no es el de ocultarse entre los


(*) Libro de los Oradores pág. iid.'




32 PERSONAJES CÉLEBRES


bagajes del hospital, sino presentarse en el cam-
po de batalla. Cuando el pueblo no ve á sus
defensores subir á la brecha y hacer fuego, se
enfria, bosteza, se fastidia y se vá á otros es-
pectáculos.»








T). BALDOMF.RO


E S P A R T E R O .


"Tel brille au second rang qui s' ecli-
pse au premier.»


11 M liíifoe de la Mancha, cuyo nom-
bre llenará al mundo entero, como lo
hizo de otro modo un héroe tabulo-
so. )>


Brindis dado por 1). Fermín Caba-
llero cu el banquete -presidido -por
Espartero, el 13 de Octubre del 840.


Si fuéramos historiadores y filósofos, el nom-
bre que acabamos de estampar nos suministraría
materia suficiente para narrar con estensionlos
grandes sucesos á que ha dado l u g a r , los es-
traordinarios males que ha causado á supais ,




2 P E R S O N A J E S CELEBRES.


la desmedida ambición de un hombre , que en su1


corta carrera política, en nada reparó para en-
cumbrarse ; y que llegado al supremo poder , no
mostró ninguno de los grandes medios que legi-
timizan la usurpación , y hacen olvidar el origen
del poder usurpado. Podríamos examinar también
los medios que adopta la Providencia para cas-
tigar á los pueblos por su ingratitud. Si fuéramos
escritores satíricos, nos ofrecería vasto eampo el
personaje de quien vamos á ocuparnos, el cital
inauguró su poder con una miserable traducción
de un discurso de un grande hombre , pasó
tres años ea él siendo juguete de un partido, y
acabó su carrera huyendo como un foragido.
Pero reducidos al simple trabajo de biógrafos,
nos limitaremos á referir los principales hechos
de la vida del soldado tan afortunado como ingra-
to , tan ambicioso como incapaz, si coa la in-
dignación que no pueden menos de producir en
todos los nobles pechos algunos de los actos de
su vida pública , con la imparcialidad que exige
esta clase de trabajo. Dejaremos consignados los
principales acontecimientos de su estraordinaria
fortuna y desmedida elevación ; y nuestros lec-
tores, sino lo han hecho ya tratándose de cosas




E S P A R T E R O . 3


que han pasado á nuestra vista, podrán juzgar
de la moralidad de algunos de ellos, y del modo
como ha llenado su destino el hombre á quien
la suerte favoreció siempre con prodigalidad, sin
duda para que siendo su caida desde mayor ele-
vación, fuese mayor también su castigo.


Difícilmente podremos agradar á todos en el
ligero juicio que formemos al narrar los hechos.
Acaba de desaparecer de la escena política el hom-
bre de quien vamos á ocuparnos, y seguramen-
te los que á su elevación contribuyeron , los que
con él partieron el poder y fueron los eselusiva-
mente protegidos, no podrán convenir con nos-
otros, ni mostrarse tal vez ingratos, aventajando
aun en esto al mas ingrato de los hombres. Pero
la nación no es un partido, y para ella escribi-
mos.


En un lugar déla Mancha, de cuyo nombre
no quisiera sin duda acordarse tampoco , si ahora
escribiese, el inmortal autor del Quijote; en la
villa de Granátula , población de 650 á 700 veci-
nos , situada á dos leguas al Sur de la ciudad de
Almagro , vivia un honrado artesano , l lamado
Antonio Fernandez Espartero, y su esposa Josefa
Alvarez, vecinos de dicha villa, y dedicado el pri-




4 P E R S O N A J E S CELEBRES.


mero a! oficio de carretero, que en un pneblo
de tan corto vecindario apenas le suministraba
con que atender á su subsistencia. Eran perso-
nas honradas y apreciadas en el pueblo, si bien
la tia Josefa, por la costumbre casi general en
la Mancha de ser conocidas ciertas gentes por el
apodo, lo era por el de ¡a tia Gallinica, alu-
diendo sin duda á lo pomposito y aseado de su
trage. Estos honrados artesanos tuvieron siete
hijos. El primero fue fraile domin i co , y el se-
gundo gü i to ; lo que prueba los cortos medios
que para darles educación tendrían sus padres,
cuando les destinaban al claustro. Ambos han
muerto ea esta Corte, si bien de Rectores del
hospital del Buen Suceso, muy poco atendidos
por su hermano menor , de quien nos ocupare-
mos después largamente, que no dio la menor
muestra de sentimiento por la muerte del pri-
mero , y solo se acordó de este deber con el se-
gundo , cuyas honras dispuso.


El dia 27 de Febrero de 1793 nació en el
citado lugar de Granátula, y fue bautizado al
día siguiente en la iglesia parroquial de Santa Ana
de dicha villa, Joaquín Baldomero Fernandez Es-
partero, hijo legítimo de Antonio, y de Josefa




P A R T E R O . 5


Alvarez, siendo su madrina Antonia Molina. (')
Este fue el último vastago, y el sétimo hijo de
aquellos honrados artesanos, quienes le educaron
cristianamente, y no pudieron darle una educa-
ción esmerada por carecer de medios , teniendo
que alimentar una dilatada familia , habiendo
dedicado al claustro á c.iatro de sus hijos, tres
varones y una hembra.


No es necesario discurrir mucho para figurar-
se cual seria] la educación infantil del niño
Baldomero , reducida á tirar piedras y jugar al
toro con otros muchachos , en la plazuela que
hay al frente de la pobre casa en que se criaba;
y es muy probable que sin los grandes aconteci-
mientos de 1808, hubiera seguido la misma carre-
ra que sus dos hermanos mayores. Perdió en
aquella sazón á sus padres , y á beneficio del pro-


(*¡ Nos hemos detenido en estos pormenores, pararec-
tílicar algunas equivocaciones padecidas en las diversas no-
ticias biografieos publicadas sobre Espartero, atribuyéndose
en unas el apellido que lia usado al de su madre , y supo-
niendo otros que no exiítia el primero de Fernandez; sin
que nos haya sido posible averiguar la causa porque el
p e r s o n a de quien nos ocupamos suprimió el primer nom-
bre v apellido, ni tampoco porque lo habia hecho su pa-
dre, que solo fue conocido siempre por el tio Antonio Es-
partero. Para ello hemos tenido á la vista una copia literal
de la partida de bautismo.




6 P E R S O N A J E S CELEBRES.


teetorado de su hermano Fr. Manuel Fernandez
Espartero, religioso dominico , en el convento de
dicha orden en la inmediata ciudad de Almagro,
adquirió alguna educación y pasó á Toledo á
estudiar, para seguir la misma carrera que sus
dos hermanos. Allí permaneció hasta el año
1809 , en que se alistó en el batallón de estu-
diantes que se formó en To l edo , y cuyo movi-
miento siguió hasta Sevilla , donde fue destinado
aquel cuerpo á dar la guardia á la Junta Cen-
tral , sirviendo después de base para la crea-
ción del Colegio Militar de la Isla de León,
cuando la traslación del Gobierno á Cádiz por
haber penetrado los Franceses en Andalucía
en Enero de 1810. Espartero estuvo en aqnel
Colegio , é hizo tan pocos adelantos que cuan-
do se verificaron exámenes para destinar al-
gunos de aquellos jóvenes al arma de ingenie-
ros , no se le incluyó en la propuesta, tenien-
do que contentarse con pasar á la de infantería en
clase de Subteniente , en la cual concluyó la
guerra de 1814, sin que nada hayamos, podi-
do averiguar de sus servicios durante ella; seria
sin duda uno de tantos oficiales desconocidos
como figuran en todos los ejércitos. Concluida




E S P A R T E R O . 7


ia guerra , obtuvo licencia para [pasar á su pais,
ocurriéndole en el tránsito una anédocta ca-
sual y [ poco sabida , que es en realidad el fun-
damento de su estraordinaria fortuna.


A su paso por la Carolina, se bailaba de
Cura en aquel pueblo un fraile secularizado,
llamado D . Ramón Loreto de Prado , que cono -
cía toda su familia por ser natural de la A l -
dea del R e y , dos leguas distante de Granátula,
y haber sido allí condiscípulo del segundo de
sus hermanos en el estudio de latinidad : pre-
guntóle el Cura que donde i b a , y le contestó
Espartero que á pedir su licencia absoluta:
« ¿ y c o m o , le replicó el Cura admirado? que
vas á conseguir con eso ? tener que hacer
trompos en tu pueblo? Anda no seas tonto;
tu no tienes mas bienes que tu espada, vete á
Madrid, preséntate al General Morillo que está
formando una espedicion de tropas para Améri-
rica , y deja correr tu suerte. » Espartero no
despreció la idea y la llevó á efecto después. Entre-
tanto «stuvo en la Mancha, y principalmente
en el Campo de Criptana donde conocía una
familia distinguida, cuya señora principal le pro-
tegía y trataba como dependiente s u y o : esta




8 P E R S O N A J E S C E L E B R E S .


señora es sin duda la Condesa que en algunas •>
de las notas biográficas publicadas fue su pro-
tectora : lo cierto es que entonces dio lecciones
de baile á las hijas de la casa, el que después
habia de llegar á ser Regente de la monarquía
española.


Admitido como Subteniente en uno de los
cuerpos de la división del General Morillo, pasó
á Ultramar en 1815 , y , según un biógrafo fran-
cés , dio muestras da valor en la acción de Co-
chabamba, donde fue herido tres veces, y ascendi-
do á Comandante de batallón ; después en la de
Sapaehui, donde ganó el grado de Teniente
Coronel ; en 1818 obtuvo con su rejimiento
señaladas ventajas sobre los insurgentes deRueto,
en las llanuras de Mayocayo , pero su nombre
no figura en ninguno de los partes oficiales
publicados en la Gaceta de aquella época , y
de consiguiente carecemos de datos exactos so-
bre sus hechos militares en América , y dudamos
de la certeza de los que llevamos apuntados, y
que hemos tomado de una biografía publicada en
Francia. Lo que sí es indudable es que se en-
tregó allí á la pasión del j u e g o , ganando en
él sumas considerables, pasión que ha conser-




E S P A R T E R O . 9


(•) Véase la biografía del General Pezuela torn. III.


vado siempre aun cuando la fortuna lo ha ele-
vado á la mayor dignidad.


Brigadier ya en 1823, obtuvo del Rey una co -
misión que debia desempeñaren América , donde
llegó después de la pérdida del Perú á consecuen-
cia de la desgraciada batalla de Ayacucho (*) y
regresó á la Península á principios de 1826.
Aunque Espartero no estuvo en aquella vergon-
zosa batalla , ha tenido siempre sin embargo par-
ticular predilección por los gefes y oficiales que
á ella concurrieron , y que han sido conocidos


después con la denominación de Ayacuchos. En
1831 se hallaba en Barcelona mandando el re -
gimiento de Soria , con el cual pasó después á
Mallorca , donde tuyo un desafio con el Teniente
Coronel del cuerpo, á quien ha perseguido des-
pués constantemente con poca nobleza y caballe-
rosidad. En 18:33 pasó con su regimiento á Lo -
groño , y allí casó con la hija de un rico comer-
ciante , cuya influencia en la provincia le propor-
cionó relaciones que contribuyeron á su eleva-
ción.


Encendida la guerra civil en las Provincias




10 PERSONAJES CELEBRES.


Vascongadas, obtuvo la comandancia general
de Bi lbao ; '[su primer hecho de armas fue un
choque de poca importancia con algunos paisanos
sublevados, y al dar parte al Gobierno , ponde-
rando los peligros , recomendaba al Brigadier
Benedicto, pidiendo para él la faja de Mariscal
de Campo , y empezando desde entonces esa apa-
rente moderación de no solicitar nada para si,
pero haciéndolo de modo que fuesen para él solo
los beneficios, como sucedió en el caso que re-
ferimos , en que obtuvo la faja , pues el recomen-
dar a su segundo para este empleo era pedirlo para
sí. De este modo y en menos de un año consi-
guió , hallándose á las órdenes del General en Ge-
fe Córdova, la chanda de María; Luisa para su es-
posa , para él las grandes cruces de S. Hermenegil-
d o , de Isabel la Católica, de San Fernando, de
Carlos I I I , el empleo de Teniente General, y poco
después la llave de Gentil-hombre. Aunque enton-
ces mandaba una división del ejército, no habia
tenido tiempo ni ocasiones con que justificar
tantos premios. Si habia vencido en U n z a , podría
atribuírsele la pérdida de Balmaseda y Plencia, y
hacérsele cargo de no haber batido á G ó m e z ; y
era responsable del mal éxito de las acciones de




ESPARTERO. 11


Arrigorríaga y Descarga , especialmente de esta
por haber huido en el mas vergonzoso desorden
de un solo batallón carlista. Pero aun podía ha-
cérsele mayor cargo por la insubordinación que
reinaba en sus tropas, y que toleraba para adqui-
rir su adhesión. Tal vez parecerá esta conducta
estraña, comparada con la que observó en 1837
para restablecer la disciplina del ejército ; pero
entonces era Espartero General en Gefe , y mas
que otro alguno necesitaba de la disciplina; an-
tes solo General de división , y trabajando como
rival y para sustituir al General en Gefe Córdo-
va , le convenia alhagar á los soldados y hacerles
instrumento de su ambición. Llegó á tal punto
el desorden, que temiendo el mismo por su segu-
ridad , mandó diezmar un batallón de chapelgor-
r i s , medida que escitó la mayor indignación por
las circunstancias que la acompañaron. El clamor
llegó hasta las Cortes, y en ellas el diputado Don
Joaquín María Ferrer, el mismo que le coronó
en 1840 en nombre de los Ayuntamientos pronun-
ciados , y que llegó á ser Ministro y Corregente,
pidió con energía su cabeza. El Gobierno había
mandado formarle causa, pero la protección del
General Córdova terminó aquel negocio.




12 PERSONAJES CÉLEBRES.


Cuando los escandalosos sucesos de la Gran-
ja , en Agosto de 1836, dejó el maudo del ejér-
cito al Mariscal de Campo D. Pedro Méndez
V igo , á quien correspondía por antigüedad, ha-
biéndose encargado después de él por disposiciou
del Gobierno, el General Oráa. Espartero se
hallaba en persecución de Gómez , que se le
escapaba por todas partes, y acusado por ello
por la prensa periódica, pretestando la enfer-
medad crónica que padece , dejó el mando de
la división al General A l a i x , y se quedó en
un pueblo de Castilla. En él supo la retirada
de Córdova , y el mando accidental de Oráa:
conociendo cuanto le interesaba presentarse en
el ejército ,se trasladó á Logroño donde se
hallaba el cuartel general, y llegó cuando las
tropas acantonadas en aquel punto acababan de
proclamar la Constitución de 1812. Su llegada
fue aplaudida por la tropa, que la interpretaba
como adhesión á los principios políticos que
habia proclamado ; y olvidando que habia ser-
vido bajo las órdenes, y merecido particular
aprecio del sanguinario Conde de España , fue
saludado como el amigo y compañero de los
soldados, colocándole tan inesperado suceso en




ESPARTERO. 13


una posición t a l , qne el Gobierno creyó peli-
groso conceder á otro el mando del ejército,
y le nombró General en Gefe. Súpose el n o m -
bramiento de Espartero en Logroño cuando el
bene.nérito General Oráa acababa de llegar triun-
fante después de la gloriosa acción de Monte-
.lurra; pero difirió encargarse del mando por
el mal estado de su salud, hasta que supo que
habiendo llegado á Madrid la noticia de la vic-
toria alcanzada por Oráa, trataba el Gobierno
de dejar sin efecto su nombramiento : entonces
de repente se puso bueno , cual otro Sixto V,
y se encargó del mando del ejército , tres dias
después de haber asegurado que no podria
verificarlo en mucho tiempo.


Su mando en Gefe principió en 25 de Se-
tiembre de 1836 , y en su nueva posición si-
guió la misma conducta equívoca que anterior-
mente , asi en política como en las operaciones
militares. Su divisa ha sido siempre esquivar
las dificultades hasta poderse aprovechar con
seguridad de las ventajas, haciendo recaer en
otros la responsabilidad de los malos resultados.
Lejos de procurar, como sus antecesores, el inau-
gurar su mando con algún suceso brillante , na-




14 P E R S O N A J E S CELEBRES.


da hizo en dos meses; desperdició el mejor tiem-
po para las operaciones, y dio lugar á que el
enemigo se presentase formidable delante de
Bilbao. Ordenes terminantes y reiteradas del
Gobierno , escitaciones repetidas de los sitiados,
y el clamor de la opinión pública le llevaron
á Portugalete, para socorrer la plaza, cuya
salvación era de la mayor importancia, por
destruir la que hubiera dado á la causa carlista
sü ocupación.


Adelantó sobre Bi lbao, persuadido de que
bastaría su movimiento para hacer levantar el si-
t io , pero lo hizo sin precauciones, sin haber ase-
gurado antes los recursos necesarios para el caso
de encontrar resistencia, como se verificó , perma-
neciendo tres semanas en Portugalete. La lentitud
é inseguridad de sus tentativas sobre ambas orillas
dé la ría de Bilbao, debió esponerle á esperimen-
tar reveses bajo los muros de aquella plaza, á no
haber sido por el auxilio eficaz de las fuerzas na-
vales inglesas, la discordia que reinaba entre los
sitiadores, y'el noble heroísmo de los sitiados.
Contribuyó ademas al buen éxito la casualidad de
haberse empeñado, contraías reglas de la guerra
y de la disciplina, una lucha parcial y reñida en




ESPARTERO. 15


las noches del 24 y 25 de Diciembre, que llegó
á hacerse general.


Obtuvo por aquella acción el título de Conde
de Luchana, nombre del puente en que se veri-
ficó el ataque decisivo. Volvió después á una inac-
ción inesplicable , contentándose con ensayar pla-
nes de campaña mas inesplicables todavía, y cuyo
resultado fue el llegar D. Carlos hasta las puer-
tas de Madrid.


Mandaba á la sazón en San Sebastian el Ge-
neral inglés Evans, Gefe de la legión británica ; y
deseoso de reparar el revés sufrido en Fuenterra-
bia , habia formado un plan de operaciones, que
consistía en marchar con su división y las tropas
españolas agregadas á ella sobre Hernani y Tolo-
s a , mientras un cuerpo que debía salir de Pam-
plona maniobrase por el camino de Lecumberri,
y Espartero marchase desde Bilbao á Durango;
mas para realizar aquel plan era preciso, que el
grueso de las fuerzas carlistas no se moviese. Apo-
yólo el Embajador inglés, y el Ministro entonces
Mendizabal, tan condescendiente siempre con los
deseos de la Inglaterra, lisongeándose ambos de
proporcionar á Evans una ocasión que le condu-
gese al mando en gefe del ejército. El plan ado-




16 P E R S O N A J E S C E L E B R E S .


lecia de graves defectos , pues dejaba á descu-
bierto el interior de la monarquía , y daba lugar
á que el enemigo intentase alguna operación atre-
vida, como lo realizó en efecto derrotando á Evans,
retirándose Sarslield , y quedando Espartero pa-
ralizado en Durango ; operaciones que propor-
cionaron al enemigo el encontrarse á los pocos
meses á las puertas de Madrid. El General Espar-
tero , en lugar de dirigir sus fuerzas de modo
que estrechasen a D . Carlos sobre el Tajo , se
encaminó á Madrid cuando D. Carlos nabia ce-
sado ya de amenazar á la Capital. Sabia que el
Consejo de Ministros estaba decidido á separarle
del mando ; y resolvió acabar con el Gabinete
antes que este adquiriese fuerza para acabar con
él. Salió á su encuentro el General Seoane, Di -
putado y compañero de armas suyo en el ejér-
cito del Perú, para escitarle á que marchase con-
tra el enemigo ; pero lejos de verificarlo se diri-
gió á Madrid, para llevar á cabo sus proyectos
contra el Ministerio. Sabidos son Jos sucesos de
Pozuelo de Aravaca, y la caida á consecuencia de
ellos del Ministerio Calatrava. En vano sé" quiso
que Espartero formase parte del nuevo Gabine-
s i n ; negóse á e l l o , sin que por eso renunciase á




E S P A R T E R O . 17


su proyecto de mandar sobre el Gobierno, y no
sin haber manifestado opiniones muy contrarias
sobre la existencia del gobierno representativo>
á las que ha propalado después para encubrir su
desmedida y criminal ambición.


Nombrado el Ministerio Ofalia y reunidas las
Cortes nuevamente convocadas, á pesar de ha-
berle conferido el empleo de Capitán General,
fue poco duradera la alianza con é l , por exi-
gir Espartero la separación del General Narvaez
que mandaba el ejército de reserv," , mandado
formar en la Mancha con tanta previsión, y
que tan buenos resultados habia dado con la
pacificación de aquel pais, y la destrucción de
la división facciosa capitaneada por Gómez, á
la que alcanzó Narvaez, que tantas pruebas ha
dado después y muy recientemente de su valor
y pericia militar.


Era pública la poca armonía que reinaba
entre el General Espartero y el Gobierno , á pe-
sar de las deferencias de este; y lo llegó á ser
todavía mas por una orden general del ejército^
en que acusaba al Gobierno de las privaciones
que sufrían las tropas, y renunciaba el mando
de ellas. Negábanse los individuos del Gabina


2




J 8 P E R S O N A J E S C É L E B R E S .


te á retirarse ante las insolentes é infundadas
acusaciones de un general, al paso que la Reina
Gobernadora rehusaba admitir la dimisión de
Espartero; resultando de aquí una larga y tra-
bajosa crisis , en la que indudablemente hubie-
ra salido victorioso el Ministerio, sin el desacuer-
do de no darse cuenta en las Cortes de las exigen-
cias y acusaciones del General , que hubieran que-
dado completamente desvanecidas, pero sobrevi-
no el iucideute de la retirada del General Oráa
del sitio de Morella. Cayó en consecuencia
aquel Ministerio , y se formó el presidido por
el Sr. Duque de Trias , de acuerdo con el General
Espartero, quien se reservó indicar la persona
que habia de ocupar el departamento de la
Guerra , en el que colocó después al General
Alaix que merecía toda su confianza , y que
tan mal se habia conducido en la persecución
de Gómez.


Desembarazado Espartero de los Generales
Sarsfield y Ceballos Escalera, infamemente ase-
sinados, y cuya muerte vengó el General en Gefe
para restablecer la disciplina en el ejército; os-
curecido el General Oráa por su retirada de
Morella, quedaba solo el General Karvaez que




ESPAKTEHO. 19


pudiera inspirarle recelos como Comandante del
ejército de reserva. Pidió Espartero que pasase
este á las órdenes del Capitán General de Castilla
la Vieja á hacer frente á Balniaseda y Merino,
que se habían estendido por la orilla derecha
del Ebro ; y conociendo el Gobierno la necesidad
de no desmembrarle , nombró Capitán General de
aquella provincia á Narvaez, con el fln de que
pudiese regresar con el ejército á la Mancha,
después de pasado el peligro. Espartero obligó
entonces al Gobierno á que aceptase como Mi-
nistro de la guerra al General Alaix , sabiendo
que era una consecuencia de ello el que el Ge-
neral Narvaez dimitiese su mando ; lo que veri-
ficó en efecto, desistiendo sin embargo a ruegos
de los. Ministros, y mas que todo por mediar
una alta influencia. Presentó Narvaez un plan
para la organización de un ejército, cuyo proyec-
to fue aprobado, espidiéndose en consecuencia los
decretos convenientes , confiriéndole la Gran Cruz
de San M i f l o , y autorizándole para aumen-
tar lwstafl^RHlÉihombres el ejército de reserva.


Bien conoífá Espartero el obstáculo que aquel
ejército podía oponer á sus ambiciosos proyectos,
y lleno de indignación publicó uno de esos ma-




20 PERSONAJES CÉLEBRES


nifiestos, que han sido siempre su recurso en
tales ocasiones.; quejábase de que no se le hu-
biese consultado para la formación del ejército
de reserva , y rebajaba el mérito de los generales
q u e habían aprobado el proyecto. Trataba c o n el
mayor despr.ecio á Narvaez, pedia la disolución del
ejército de reserva , y la salida d e l gabinete de t o -
dos los Ministros. Este documento era ya público
antes de que llegara el oficial portador de é l ; Nar-
vaez hizo dimisión y marchó á A n d a l u c í a , donde
ocurrieron después los sucesos de Sevilla, en que
tomaron parte los generales Córdova y Narvaez; su-
cesos no bien esclarecidos todavía , si bien algunos
hechos posteriores pueden dar alguna luz sobre s u
verdadero carácter y tendencia. Desembarazado
Espartero de cuantos podian oponerse á su ambL-
cion , supriaió la junta consultiva de guerra, rea*
sumió el mando de la guardia real , licenció el ejér-
cito de reserva, poniendo b a j o sus órdenes los del
centro y Cataluña, siendo por último nombrado g e *
neralisimo d« todos los ejércitos de i p g j j p j i o n e s . D i -
sueltas poco después las Cortes, quedo Espartero
ejerciendo u n a verdadera dictadura sin responsabi-
lidad.


Todas estas circunstancias parecía que debían




E S P A R T E R O . 21


ser provechosas para las operaciones militares.
No fue asi sin embargo, y sin los notables acon-
tecimientos de Vergara, indudablemente se hu-
biera prolongado aun por mucho tiempo la guer-
ra civil. Después de ellos marchó Espartero con-
tra las tropas de Cabrera, dejando en las provin-
cias del Norte todo el material del ejército, lo
que le sirvió después de pretesto para suspender
sus operaciones; pidiendo lo mismo que habia
abandonado, y desperdiciando el desaliento que
infundía entre los facciosos la grave enfermedad
de su caudillo Cabrera. Es de temer que desde
entonces bullían ya en su cabeza los ambiciosos
proyectos que realizó después, y que empezaron
á manifestarse con su absoluta inacción en el
cuartel general de ^iguaviva y del Mas de las
Matas. Desde este último punto apareció el fa-
moso comunicado de su Secretario el Brigadier
Lina g e , circulado á los Comandantes de la Mili-
cia Nacional y á muchos Ayuntamientos, censu-
rando la resolución dalas Cortes y los proyectos
de l«y presentados al Congreso. No quedaba d u -
da de que Espartero era el que hablaba por m e -
dio de su Secretario, el cual se mandó pasase á
la Coruña, si bien paralizó aquella resolución




22 PERSONAJES CELEBRES.


una persona augusta que se lisonjeaba conseguir
de Espartero que separase de su lado á Linage,
desmintiéndole de este modo. Su contestación
confirmó cuanto su Secretario había d i cho ; y
viendo Espartero que el Ministerio no abandona-
ba su puesto, le acosó con nuevos y estraordi-
narios pedidos, que fueron satisfechos con pro-
digiosa actividad.


A pesar délos criminales manejos del General
en Gefe, reuniéronse las Cortes y el triunfo en
las elecciones perteneció á la opinión monárqui-
co-constitucional. Después de cinco meses de
inacción, principió Espartero las operaciones, ocu-
pando sucesivamente los fuertes de Segura y Cas-
tellote, por cuyos hechos de armas pidió estraor-
dinarias recompensas , figurando entre ellas el
empleo de Mariscal de Campo para su Secretario
Linage. Opusiéronse algunos Ministros á aquella
concesión , y dimitieron sus puestos. Siguió des-
pués la toma deMorel la , interinen las Cortes se
aprobaba la ley de Ayuntamientos, tan necesaria
é indispensable para la buena administración, del
Estado, y que sirvió después de pretesto parala
lucha del poder constitucional del trono apoya-
do en la mayoría parlamentaria, y otro poder ile-




E S P A R T E R O . 2 3


gal sostenido por la fuerza de las bayonetas.


Ocurrió entonces el viage de SS. MM. á Bar-
celona (*) y señalada la ruta por Zaragoza por el
General e n G e f e , corrieron SS. MM. grave riesgo
por la interposiciou de las fuerzas facciosas de
Balmaseda, á no ser por la actividad y denuedo
del General Concha y su división , que cayen-
do sobre el enemigo alcanzaron un glorioso
triunfo.


Sabidos son los insultos que sufrió S M. la
Reina Gobernadora en Zaragoza, y en todo el trán-
sito hasta Barcelona, y Jos acontecimientos de
aquella capital, que escusamos repetir por haberlos
referido ya al bosquejar la vida de la Augusta
Princesa, que con tanta dignidad supo sostener los
derechos de la corona, y las obligaciones quela
observancia de la Constitución le imponía , con-
tra las escandalosas exigencias de la revolución,
fomentada y sostenida por un General desleal y
dechado dé la mas negra ingratitud.


Tampoco referiremos, por haberlo hecho ya
come? hemos d i cho , la serie de escandalosos suce-
sos que llevaron A Espartero a la cumbre del po-


C ) Veáse la biograüa de la Reina Cristina tom I V .




24 P E R S O N A J E S C E L E B R E S .


der , obligaron á la Reina Gobernadora á abando-
nar el re ino , y sumieron á la nación en un
nuevo piélago de desgracias.


Trastornado el Estado, separados de los des -
tinos públicos cuantos se habían mantenido fieles
al gobierno destruido por la revolución, y con-
vocadas unas Cortes eselusivo producto de esta,
trátesela cuestión de Regencia ; y si bien los revo-
lucionarios inclinaban á la regencia trina, no ¡pen-
saba de este modo el General que todo lo atro-
pel lo , no seguramente para compartir el poder
con otros, sino para usurparlo en eselusivo pro-
vecho suyo. Entonces apareció el famoso comu-
nicado del General Linage, en que aseguraba estar
autorizado por Espartero para declarar que « se
hallaba dispuesto á obedecer y hacer que se obe-
dezca la resolución de las Cortes sobre el nume-
ro de personas de que haya de componerse la
Regencia; pero no á tomar en ella la parte que
le indiquen las mismas , s i ¡o que determinen no
fuese conforme á su opinión.» Lo que quería
decir en términos esplícitos, ó yo solo ó . vos-
otros solos.


Nombrado al fin Regente único el 8 de Ma-
yo de 1841 , parecía que llenado ya el objeto de




E S P A R T E R O . '25


su ambición, tendría preparados los meatos para
gobernar, y para dar estabilidad á la nueva si-
tuación creada por él ; pero con admiración, de
todos , después de una larga y angustiosa crisis
que revelaba la impotencia de la situación ; d e s -
pués de pasar sucesivamente el encargo de for-
mar « n ministerio del Sr. González al Sr. O l e -
zaga , de este al Sr. Sancho , de este al Sr. Cor-
tina , y de este a otros , todavía se pasaron trece
días, hasta que al fin quedó constituido el Minis-
terio González , digno producto de aquella situa-
ción anómala é insostenible. Espartero inauguró
su poder eon una ridicula traducción del d is -
curso pronunciado por Bonaparte en el Senado,
cuyo documento puso de 'manifiesto la alta capa*
cidad del que iba á regir los destinos del Estado.
Na es de este lugar el referir las humillaciones
que sufrió el Gobierno que tanto proclamaba la
independencia nacional , de parte del gobierno
inglés ; ni nos queda tampoco espacio para refe-
rir los atropellos que toleró á su gobierno c o n -
tra, el clero , y contra cuantas personas pertene-
cian al partido que él había derribado del po-
der. Sabidos son también los sucesos ocurridos
en el escandaloso despojo de la tutela de sus Au-




2 6 PERSONAG-ES C E L t K n ^ . „ .


gustas Hijas á la Reina viuda Doña María Cris-
tina de Borbon. Lo que cumple á nuestro pro-
pósito es manifestar , que el hombre de quien
nos ocupamos, después de haber faltado á todos
los mas sagrados deberes como militar y como
caballero para apoderarse del Estado , falto de
capacidad , con el sentimiento de que su leal pro.
ceder no podría encontrar nunca apoyo en los
Españoles leales, lejos de hacers3 superior á to-
dos los partidos , se entregó y se declaró gefe
de una pandilla aborrecida , y en vez de gobernar
se contentó con ser débil instrumento de ella.
Entregado á la molicie en el palacio de Buena-
vista, y rodeado de la baja lisonja de sus favori-
tos , iba perdiendo en el ejército el prestigio que
antes disfrutara; el pueblo no conocía mejora
en su mal estar, y los mismos que habían con-
tribuido á su elevación á la Regencia ún i ca , co -
nocían que lejos de haber creado de este modo
un poder fuerte que pusiera coto á los escesos
de la revolución, solo habían contribuido á dejar
mas espedito el camino, al que valiéndose de ella
no habia llegado aun al límite de su ambi-
ción.


Esta reunión de circunstancias, ese mal es-




E S P A R T E R O . 2 7


(*) Véase torn. 1.


tar general , produjeron los acontecimientos del
mes de Octubre de 1841, cuyos pormenores he-
¡nos referido en la biografía del desgraciado Ge-
neral León (*). Mientras los sublevados en Ma-
drid se defendían en Palacio , permaneció Espar-
tero encerrado en su casa, rodeado de numerosas
fuerzas , y mas dispuesto á ausentarse de la Ca-
pital en caso necesario, que á acudir personal-
mente, como era su deber, al socorro de su Reina-
Pero no por eso dejó de acusar á los autores de
aquel movimiento de atentará la vida de las Au-
gustas Huérfanas, por cuya libertad esponian
las suyas los que nunca se habian prestado á re-
conocer la usurpación.


Sabido es el triste fin del General León y de
algunos de sus compañeros, y quenada fue bas-
tante á que el Regente ejerciera una de sus pre-
rogativas, salvando la vida á españoles tan dig-
nos , y á algunos de los cuales era él deudor de
gran parte de sus glorias. Pasó el General Es-
partero después á las provincias del Norte, y so -
focada alli la rebelión, se dirigió a Zaragoza , con
ánimo de ir á castigar á los que en opuesto sen-




38 P E R S O N A G E S CÉLEBRES.


tido se habían sublevado en Barcelona. El g o -
bierno del Regente liabia consentido y aun fomen-
tado la formación de juntas en varios puntos cuan-
do se creyó amenazado; pero la de Barcelona -se
distinguía después por sus escesos y atropellos, y el
manifiesto dado por Espartero en Zaragoza, el 9 de
Noviembre de 1841 hacia creer que se emplearía la
misma actividad y rigor para castigar aquella su-
blevación , que la empleada en el mes anterior en
las provincias del Norte. N"> sucedió asi sin embar-
go , y el Regente perdió de nuevo la ocasión de
sobreponerse á todos los parl idos, y de dar á la
sociedad el gobierno •de que carecía. Regreso Es-
partero á Madrid , y volvió á entregarse á su acos-
tumbrada incuria; si bien desde entonces empezó
á susurrarse ya sobre ocultos proyectos de proro-
gar la menor «dad de S. M. la Reina. Reunié-
ronle las Cortes, y se pasó aquella legislatura en
recriminaciones al poder sobre su conducta en ios
sucesos anteriores y en los acontecimientos de Ma-
oVkl y Barcelona, continuando el país en un estado
de agitación que hacia preveer nuevos trastorn/is y
conmociones. Esta situación , la alarma de todos
los partidos al ver la tendencia, el esclusivismo de
la pandilla que protegida por el Regente disponía




E S P A R T E R O . 29


de ios destinos del pais, todo dio lugar á la coa-
lición de la imprenta de todos los matices de 31
de Octubre de 1842 , que sirvió para la coali-
ción verificada después en el Congreso , y fue la
primera palanca que se aplicó para derribar el
gobierno de Espartero.


Entre tanto seguia en Cataluña el feroz Z u r -
bauo ejerciendo bárbaros actos de Grueldad, y re-
cibiendo por e l l os , ala par de la execración de
los pueblos, pruebas de aprecio de Espartero y
recompensas del Gobierno. En la populosa Bar*
celona se ibau hacinando desde mucho tiempo
combustibles que debían arder al primer soplo»
Allí había permitido Espartero, si no fomenta-
do , que una turba sediciosa impusiese su volun-
tad' á la Reina Gobernadora ; allí habían queda-
do triunfantes los que en Octubre del año an-
terior derribaron las fortificaciones á vista de las
autoridades; allí en fin era unánime el convenci-
miento d» que se trataba¡ de sacrificar, nuestra
indittstiiia. á las exigencias estrangeras,, y al¡ mea-
quino interés de un partido. Todas estas circuns-
tancias dieron lugar á las ocurrencias de los días
13 y siguientes de Noviembre de 1842 en aquella
capital, que fueron comunicadas k las Górte 8




SO PERSONAGES CÉLEBRES.


por el Gobierno , anunciando que el Regente ha-
bía resuelto salir para Cataluña , para hacer en-
trar en el orden á los revoltosos.


No faltó quien atribuyese al poder el princi-
pio de aquella sublevación , con el objeto de que
le sirviera de pretesto para plantear la nueva si-
tuación escepcional que intentaba crear. El Con-
greso á pesar de conocer que saliendo el encarga-
do del poder ejecutivo, no podia el ministerio
desacreditado continuar con las Cortes abier-
t a s , sin que antes se nombrase un Gabinete que
contase con el apoyo de la mayoría, acordó en-
viar un mensageal Regente, ofreciéndole su coo-
peración siempre que se obrase en el circulo le-
ga l ; declaración ridicula , tanto mas cuanto la coa-
lición parlamentaria desperdició la oportuna oca-
sión de hacer entrar al poder en las prácticas
constitucionales , de que se había separado abier-
tamente con el nombramiento del Ministerio R o -
d i l , que acababa de suspender sus sesiones. Es-
partero recibió el mensage con conocido desden,
y no se produjo con la mesura que un poder.de-
be guardar con el otro. ¡Triste lección para los
revolucionarios, que se veian humillados por el
soldado que elevaron al poder!




ESPARTERO. 31


No referiremos los tristes acontecimientos de
Barcelona , ni como abandonó la plaza y los fuer-
tes el General Van Halen , que con ridicula fan-
farronada babia dicho poco antes en un festin
que iria hasta Moscón. Espartero después de de-
tenerse algunos días en Zaragoza, siguió á Cata-
taluña con numerosas fuerzas, y se situó en el
pueblo de Sarria inmediato á Barcelona, desde
donde no quiso admitir las proposiciones de per-
sonas respetables de aquella ciudad para que
acabase su terrible situación, y en cuyo pun-
to también presenció desde el balcón de su ca-
sa el horrible bombardeo de la c iudad, que
era preciso destruir para acabar con su industria,
y complacer de este modo á sus eternos enemi-
gos. Sucumbió Barcelona, fue tratada como una
ciudad vencida , se impuso al vecindario una con-
tribución de doce millones de reales, y. todos
estos actos aumentaron el disgusto contra el po- •
der que los perpetraba.


Espartero después de haber dado el mando
de Cataluña al General Seoane, que ninguna sim-
patía podia tener en aquel país , regresó á la Cor-
te por Valencia , recibiendo en el tránsito felici-
taciones y festejos, que nunca deja de tributarla




23 PERSONAGES CÉLEBRES.


vil lisonja, pero que en ningún modo era la espre-
sion del sentimiento general, como lo probó la
triste acogida que tuvo al entrar en la Capital de
la monarquía. No hay pueblo alguno que pueda
alegrarse sinceramente de. la ruina de una ciu-
dad industriosa , del atropello de todas las leyes,
de la conculcación de todos los derechos, del
menosprecio de todas las garantías.


Tomó en aquel tiempo mas consistencia la voz
de que se iba á firmar el ruinoso tratado de c o -
mercio con Inglaterra , y esto dio lugar á una
nueva protesta de la imprenta independiente,, pu-
blicada el 2 de Enero de 1 8 4 3 , contra todo tra-
tado que se celebrase sin la ratificación de las
Cortes. Estas por decretos del dia siguiente que-
daron disueltos , convocándose otras para el 3 de
Abril. Presentáronse en el campo electoral to -
dos los partidos, porque todos eran hostiles al
gobierno de Espartero, escepto la pequeña frac-
ción que le apoyaba , desacreditada como él. mis.
mo ; y si la coal ic ión, trasladada de la impren-
ta á los colegios electorales, no fue tan eficaz como
era de esperar, culpa fue sin duda de los manejos
del Gobierno y de infundados recelosde los, que á
la elevación de Espartero habían contribuido en




ESPARTERO. 33


en otro t iempo; en manera alguna del partido
que oprimido, vejado y calumniado desde el pro-
nunciamiento de Setiembre , se lanzó á la lucha
con" sinceridad y buena fé.


La situacion;de Barcelona era cada dia mas
crítica ; la resistencia pasiva opuesta allí al pa-
go de la contribución que queria exigirse, y las
medidas ilegales de la autoridad, comprometían
mas y mas el estado de aquella capital. En tan
crítica situación , en medio de la lucha electoral,
apareció el manifiesto de Espartero de 6 de Febrero
en el que se rebajaba á sostener una polémica con
los periódicos. 'Documento célebre que no produ-
jo mas efecto que el famoso comunicado del Mas
de las Matas.


Verificóse el dia 3 de Abril la apertura de las
Cortes , asistiendo á tan solemne acto S. M. la
Reina, acompañada del Regente, á quien se vio
sentado al lado de S. ¡VI. en su misma carroza,
no sin disgusto del inmenso concurso que alli se
hallaba reunido. El discurso de apertura en aque-
lla oca'sion , fue en estremo insignificante. Consti-
tuidas las Cortes, hablóse ya de nueva crisis minis-
terial, y después de haber sido llamados por Es-
partero los Sres. Olózaga y Cortiua para formar


3




34 PERSONAJES CELBBBES.


perentoriamente un ministerio, y no habiéndose
podido convenir, lo fue últimamente el Sr. López,
que lo aceptó después de haber convenido el Ge-
neral Espartero en el programa de gobierno que
le fue presentado por él. Difícil era la misión del
DUévO Ministerio , pero indudablemente conoció
que el único medio de salvar ni pais era oponer
principios y actos de reconciliación y o lv ido , á
los de exclusivismo ó intolerancia que hasta en-
tonces habían dominado. Asi lo manifestó el Se-
ñor López en los cuerpos colegisladores, en medio
del general aplauso que en todos los oyentes y
en la nación entera produgeron aquellas palabras
pronunciadas por el antiguo tribuno, con toda
la ffusion de su alma. Solo puede esplicarse por la
estvaordinaria incapacidad de Espartero, como per-
mitió que se dieran al pais esperanzas de reconcilia-
ción , y que su Gobierno presentase á las Cortes
ua proyeto de amnistía, que había de ser el vín-
culo que uniese en adelante á dos fracciones del
partido l iberal, antes desunidas , y que habían
de contribuir de consuno á su destrucción.


Poco duraron las ilusiones que se habían forma-
do El ministerio López se ocupaba en plantear sus
sistema, y en remover algunos empleados célebres




E8PAKTBJ10. 36


por sus ilegalidades y tropelía*, Había propuesto
á Espartero la separación de los Generales Lina-
ge Zurbano , y algunos otros , y se decia de
público que se negaba Espartero á firmar los de-
cretos , cuando en la sesión del Congreso de 19
de M a y o , al tiempo de disoutirse una proposi-
ción para que se enviase un mensage al Duque
de la Victoria, manifestando su satisfacción por
el proyecto de amnistía, hizo presente el Señor
Olózaga que ya no existia el Gobierno última'
mente nombrado. Aquel fatídico anuncio fue la
señal de un grito general de indignación y asom-
bro ; el Congreso aprobó el envió del mensage,
y mientras la comisión era recibida con seque-
dad por Espartero, leiase eo el Congreso una
comunicación del Ministro de Marina, participan-
do que había sido admitida la dimisión del Mi-
nisterio, y el nombramiento de otro nuevo pre-
sidido por el Sr. Becerra , y del que formaba
parte el Sr. Mendizabal; nombramiento que por
sí solo hubiera sido bastante para hundir el va-
cilante poder de Espartero. A la conservación de tu
favorito el General Línage sacrificó aquel al parecer
su mando y la tranquilidad de la nac ión ; pero
en realidad, porque Linage y sus allegados eran el




39 PERSONAJES CELEBRES.


instrumento con que había de realizar sus ambicio-
sos planes, que quedaban destruidos con la marcha
y el sistema adoptado por el ministerio López.


El dia 20 fueron suspendidas las Cortes hasta el
27 , habiendo corrido algún riesgo los ministros
que se presentaron en el Congreso. Disueltas des-
pués las Cortes fueron convocadas otras para el
26 de Agosto ; y el Ministerio, incapaz de la
hidalguía de su a n t e c e s o r q u i s o parodiar su
programa , publicando una ridicula amnistía.
¡Cuando han evocado los asesinos á sus víctimas'
Al mismo tiempo publicó el Gobierno varios de-
cretos obra de Mendizabal, siendo uno de ellos el
eximir á los pueblos del pago de las contribu-
ciones no votadas por las Cortes; y otros varios
dirigidos á engañar á los pueblos, y ganar las
próximas elecciones. Tales escándalos y tan gra-
ves acontecimientos produgeron el levantamien-
to de Málaga, inmediatamente el de Granada y
de varios puntos del Re ino , á la voz de D I O S


S A L V E A LA PATRIA Y A LA R E I N A , pronunciada
en aquellos dias por un periódico, y repetida des-
pués en el Congreso por el Sr. Olózaga.


Imposible nos seria el recorrer paso á paso
los simultáneos alzamientos de aquellos dias en




ESPARTERO. 37


Cataluña, Valencia y en otras capitales del Reino;
sabidos son y recientes; lo que á nosotros cumple
es decir que el General Espartero permanecía tran-
quilo en el palacio de Buenavista, cual si una ma-
no invisible le tuviera encadenado al sitio que no
había de volver á ver mas en el momento que lo
abandonase. Resolvióse al fin á salir para Alba-
cete con la guarnición de la capital , permane-
ciendo alli en una ridicula inacción , que solo po-
día esplicarse por la habitual de Espartero, de no
obrar sino con grandes fuerzas de que entonces
carecía. Entretanto iba tomando cuerpo el levanta-
miento ; los generales que mandaban en Cataluña,
acosados y perseguidos se retiraban á Zaragoza;
el General Narvaez tomaba el mando de las tropas
de Valencia , levantaba el sitio de Teruel, y se di-
rigía sobre la Capital, como lo hacían también
otras tropas de Castilla mandadas por el General
Aspíroz ; al paso que el General Van-Halen se di-
rigía sobre Sevilla. Entretanto fumando y tendido
en la cama Espartero en Albacete, ni adelantaba
sobre Valencia , ni socorría al General Seoane que
estaba en Zaragoza , ni cubría la Capital, ni pro-
tegía como era su deber á la Reina y al Gobierno.


Resolvióse al fíu Espartero á emprender su fuga




38 PERSONAJES CELEBRES.


VACA kwMucta , dv&ttM&R&ota. «va e\ uowibtft de
un movimiento estratégico, dejando en total aban-
dono á la Reina, al Gobierno y á la Capital. Siguió
precipitadamente su marcha hasta llegar á Sevilla,
cuyo pueblo se defendió gloriosamente, y al cual
bombardeó con escándalo del mundo civilizado el
general Espartero, aun después de haber entrado
las tropas en la corte, de hallarse libre la Reina
de sus opresores , de haberse instalado el Gobier-
no provisional, y de haber sido declarado traidor,
mas que por las disposiciones del Gobierno, por
el grito unánime y general de la nación. Pero la
heroica defensa de Sevilla y la aproximación del
valiente General Concha que mandaba les tropas
leales de Andalucía, obligaron 6 Espartero á le-
vantar el sitio el 28 de Julio, para salvarse á toda
costa; y abandonado por las tropas que hasta en-
tonces le habían sido fieles, acompañado solo de
su escolta , llegó precipitadamente el 80 al Puerto
de Santa Maria , donde logró embarcarse en el na-
vio inglés Malabar, con algunos de los que com-
ponían su séquito, llevándose consigo los caudales
de la división que eran propiedad del Estado. Asi
acabó su carrera política el hombre fatal, que ni
siquiera tuvo presente en los últimos momentos,




ESPARTERO. 3 9


para imitarla, la noble conducta de una Reina,
que al ausentarse del pais 3' abandonar el Go -
bierno de él, le dejó libre de la anarquía, en que
él le dejaba entregado. ¡Olil el uno era un poder
legitimo que miraba por el pais ; el otro era un
usurpador que solo á su ambición atendía.


Permaneció Espartero algunos dias á bordo del
Malabar en la bsbia de Cádiz, y salió al fin para
Lisboa, donde no fue recibido en calidad de Regen-
te como pretendía. Pasó desde allí á Bayona y al
Havre, y se dirigió á Inglaterra, donde si bien lia si-
do recibido con muestras de aprecio , debidas sin
duda á los mismos sentimientos de gratitud que
tiene un amo con un humilde y decidido criado,
pasados los primeros momentos de curiosidad, cae-
rá en el completo olvido que merecen sus cuali-
dades como hombre político, y su incapacidad in-
telectual como particular.


Hemos recorrido la vida del hombre que llegó
por medios que la providad reprobará siempre al
puesto mas eminente del Estado.Sin conocimientos
militares, aunque dotado de valor personal, ob -
tuvo algunas victorias, decididas las mas veces
por la escolta que le acompañaba , que bien podia
llamarse una división escogida, y capaz de ind i -




40 PERSONAJES CELEBRES.


nar á un lado la balanza. Sin ninguna capaci-
dad intelectual, poco acostumbrado á las buenas
maneras de la alta sociedad, en la elevada posi-
ción á que bahía subido dio lugar á curiosas
anécdotas, que entretuvieron al público . Pero la
cualidad que mas resalta en el es la ingratitud.
Ingrato con sus compañeros de glorias y fatigas
los dejó desatendidos cuando mas podia proteger-
l os ; ingrato con los que habian contribuido á sus
triunfos , los sacrificó á su ambición en un patí-
bulo; ingrato con los revolucionarios que le habian
elevado, los humilló á ellos y al pais á una pan-
dilla despreciable, ingrato, mas que con todos, con
su Reina , cuya regencia proclamaba hasta la sa-
ciedad , después de recibir de su Gobierno los
mas elevados títulos y honores, de admitir de
ella magníficos dones particulares, y de asegurar-
la de su lealtad y decisión , le quitó la regencia del
Reino y hasta la tutela de sus Augustas y tiernas
Hijas. Que estraño es , pues que aquella escelsa
Señora le digera al despedirse de él (*) «Espar-
tero , te he hecho Conde de Luchana , Duque de
la Victoria y de Morella , Grande de España; pero
no he podido hacerte Caballero.'


(*) Si el dicho no es cierto es exacto por lo menos.






J-A.L


ï a sonks ttleìiits Iii lililí XIX.
i .i




JOAQUÍN MURAT.


« L o cierto e s , que si hemos de ha-
cer el juicio que se debe de este Prin-
cipe, habremos de confesar que sus vir-
tudes las debió á la naturaleza, y que
sus vicios le procedieron del trono y


de la fortuna
La muerte, que tan horrorosa es á los
demás hombres , la miró sin ningún
temor.»


QUINTO CURCIO de la vida de Alejan
ira el Grande.


Las grandes revoluciones, como dice Chateau-
briand, trastornan totalmente la forma de un go -
bierno ya constituido. En Grecia, después de
espulsados los Reyes , se establecieron en toda
ella pequeñas repúblicas; lo mismo aconteció en




2 PERSONAJES C É L E B R E S


Roma desde la espulsiou de los Tarquinos: y
por el contrario, aniquiladas todas las pequeñas
repúblicas de Italia, desde que Carlos V apareció,
principiaron á nacer en Europa las modernas m o -
narquías, que duraron basta la revolución fran-
cesa de 1789. Entonces pareció que un nuevoes-
píritu republicano tendia á democratizar todos
los pueblos; pero aquello fué un delirio momen-
táneo, que espiró tan pronto como nació , por
que fué fomentado por hombres sobradamente
ambiciosos, y republicanos solo por moda. Sen-
tado Napoleón en el trono, comenzó á sofocar
los principios de la revolución francesa, con el
prestigio de sus altas empresas, con el auxilio de
sus talentos, y de aquella fortuna que no le aban-
donó por espacio de muchos años. Entonces fué
cuando quiso restablecer las monarquías absolutas
en Europa, pero colocando en el trono dinastías
nuevas y oriundas de su familia. Entonces fué
cuando se vieron tantos soldados elevados en re-
compensa de su valor á altisimos puestos, y hon-
rados con el bastón de Mariscal. Entonce? fue
cuando creando Napoleón nuevos reinos, promul-
gando nuevas leyes, y dando á la diplomacia for-
ma diversa de la antigua, se vio nacer un nuevo ór-




M U B A T . 3


den de cosas , se vieron destronados los antiguos
reyes, y desterrados ó fugitivos.


La vida de los ilustres personages que tanto fi-
guraron bajo el imperio francés, sean capitanes,
diplomáticos ó monarcas nuevos, está tan ligada á
los sucesos que entonces conmovieron á la Europa,
que la biografía de cada uno de ellos debe consi-
derarse como una parte de la historia política y
militar de aquella época memorable. En efecto,
¿ cuánto no contribuyeron á cambiar el aspecto de
los Estados de Europa, las grandes victorias de
Massena, deNey, de Lannes, de Junot, de Bessie-
res ? ¿ Cómo pueden separarse de la historia de la
diplomacia de Europa de aquellos t iempos , las
intrigas y maquinaciones de Fouché y Tayllerand?
¿ Cómo pues el corto reinado de José Bonaparte en
España puede separarse de la historia de nuestras
desventuras no terminadas aun? ¿Cómo las empre-
sas y el reinado de Murat, que sucedió en Ñapóles
al hermano de Napoleon, pueden considerarse se-
paradamente de las victorias que tanto ilustraron
al imperio francés, y de las últimas revoluciones de
Italia, cuando el poder napoleónico agonizaba?


Habiendo nosotros escrito la biografía de mu-
chos personages ilustres, que florecieron en aquella




4 P E R S O N A J E S CELEBRES.


época, vamos ahora á recopilar la vida de Joaquín
Murat, el cual nacido de padres oscuros, supo ele-
varse por hazañas maravillosas á los primeros em-
pleos militares, emparentó con el Emperador de los
franceses, y llegó a ceñirse una espléndida corona,
que perdió mas por su imprudencia que por mala
suerte.


Nacido Murat en 1771 de un posadero en Cahors.
después de haber hecho en este pais sus prime-
ros estudios, pasó al Colegio de Tolosa, en don-
de vistió la ropa talar, y llegó á ser subdiácono;
pero á poco tiempo fue echado del colegio por
su mala conducta. Entonces se vio obligado á
volver á su casa , pero su padre le acogió de
mala gana, y el joven Murat, de un talento de-
sarrollado, de carácter v i v o , de índole poeo dó-
cil , no pudiendo tolerar tranquilamente el ver-
se en una posada mezclado entre una infinidad
de estúpidos criados, abandonó la casa paterna,
y se alistó en el regimiento de cazadores número
Í 2 , que pasaba por Tolosa. Al poco tiempo as-
cendió á Sargento, pero con motivo de SU ca-
rácter siempre f o g o s o , habiendo cometido una
falla de disciplina, no leve, fue licenciado de su
regimiento. Este nuevo infortunio, que le obligaba




M U B A T . 5


otra vez á volver á su casa paterna , puso á
Murat casi al borde de la desesperación , pero
no le envileció; y de vez en cuando , arrebatado
por su imaginación, le pareció descubrir al tra-
vés de las densas tinieblas que envolvían su por -
venir Jos altos destinos que le esperaban. Decre-
tada por los revolucionarios una guardia cons-
titucional á Luis X V I , fue admitido en ella e]
joven Murat , que pasó á París con Bessieres
Con semejante coyuntura •, no disimulando en
ocasión alguna sus opiniones políticas, exagerada-
mente democráticas , y que estaban de moda en
aquel t iempo, sostuvo Murat fuertes contiendas
en favor de la libertad. Antes que la guardia
fuese disuelta, dejó su destino y se agregó otra vez
á un regimiento de cazadores, principiando á ser-
vir de Alférez. Su valor y su atrevimiento en las
empresas le habían hecho bastante conocido ; por
lo cual en poco tiempo recorrió todos los grados
subalternos, y llegó al de Teniente coronel. En
esté tiempo fue cuando Murat escribió en Abdovi -
lle, donde e3taba de guarnición, á la Sociedad de
jacobinos de París, manifestándola su ardiente de-
seo de cambiar su nombre en el de Marat. Esta
pequeña anédocta, que podrá parecer á los mas de




6 P E R S O N A J E S CELEBRES.


poca consideración, creemos sea uno de los pocos
hechos que pueden descubrir la sinceridad de las
ideas republicanas de Murat hasta aquella época.
Murat, que nunca fue de Índole cruel, no podía
querer el nombre del compañero Robespierre por
su fria barbarie, sino por el odio inestinguible que
este mostraba contra la antigua aristocracia, y con-
tra los partidarios de la abatida monarquía. De-
nunciado Murat por lo que había escrito á la So-
ciedad de jacobinos, estaba ya para ser destituido
de su grado de coronel, después del 9 Thermidor
año II de la república, cuando Mr. Cavaiñac, an-
tiguo Presidente del Directorio en el departamento
de el Lot , y diputado entonces de la Convención,
hizo borrar el acta de denuncia, conociendo la
grave pérdida que ocasionaría á las armas france-
sas la destitución de un capitán tan valeroso.


Cuanto hemos indicado hasta ahora concierne
solo á los primeros años de la vida de Murat, y los
principios de su carrera militar; ahora vamos á ha-
blar de las grandes victorias que tanto le distin-
g u i e r o n ^ le mostraremos con toda aquella pom-
pa y grandeza que le acompañaron hasta el trono.


En el año IV de la república francesa, Murat
sirvió por la primera vez bajo las órdenes de Na-




M U R A T . 7


poleon, el cual promovido poco después á General
en Gefe del ejército de Italia, le hizo su Ayudante
de campo, y le concedió una protección decidida-
En esta época hizo Murat prodigios de valor, y se
distinguió tanto, que Napoleón colmándole de ala-
banzas, le proclamó ante el ejército valiente entre
los valientes. Después de esta época contribuyó
mucho á engrandecer su fama la parte activa que
tomó en las batallas de Roveredo, de Riboli , y de
la Favorita, y en el terrible paso del Tagliamento,
del cual Napoleón se acordaba siempre como una
de las mas arduas empresas de su vida.


Resuelta la espedicion de Egipto, Murat quiso
correr la suerte de su general en aquella arriesga-
da empresa. Capitaneando las tropas francesas en
San Juan de Acre, fue el primero en lanzarse al
asalto; pero no habiendo podido tomar la plaza, y
levantado el sitio, Murat cooperó poderosamente
á la victoria que obtuvieron los franceses en la
batalla del monte Tabor. El fué quien tuvo la
gloria de rechazar á MustafáBajá, y su numeroso
ejército y Murat en fin recibió en aquella campaña
muy graves y gloriosas heridas, por querer hacer
prisionero al hijo del Bajá de Egipto. Tantas acciones
bizarras merecían ciertamente una justa recompen-




8 P E B S O N A Q E S CELEBRES.


sa; asi f u é qvie Murat consiguió el grado de Ge-
neral de división, y poco después, el l o de Octu-
bre de U99 ,se dirigió á Francia eon Bonaparte.


De regreso á Europa le esperaban mas altos
destinos y relevantes honores. Decidido Napoleón
a disolver el Consejo de los quinientos, Murat fue
quien a l a cabeza de sesenta granaderos le acome-
tió y dispersó. Después de semejante suceso, se le
dio el mando de la guardia consular, y ¡Napoleón
ligado ya eon él en intima amistad, quiso también
hacerle pariente suyo , dándole por esposa á su
hermana Carolina, la cual á su gran hertnosura
unía mucho talento y una particular predilección
del hermano.


En la segunda campaña de Italia mandaba Mu-
rat la caballería en Marengo, y por sus grandes
victorias mereció un sable de honor. Después fue
encargado del Gobierno de la república cisalpina,
que renunció al poco tiempo para presidir el co -
legio electoral del departamento de el L o t , que le
nombró diputado del cuerpo legislador. Al adve-
nimiento de Napoleón al trono, Murat fue gober-
nador de París, con el distintivo de General en
gsfe, Mariscal del imperio, Principe francés, gran
almirante, y grande áquila de la legión de honor.




M U K A T . 9


En 1805, después de haber vencido á los aus-
tríacos y entrado el primero en Viena, se batió va-
lerosamente en Auslerlitz, y contribuyó no poco
con sus maniobras militares á la completa victo-
ria con la que los franceses terminaron aquella
gloriosa campaña, humillando el poder del Aus-
tria.


Napoleón, en recompensa de tan señalados ser-
vicios nombró á Murat, Gran Duque de Berg, y
le hizo reconocer como tal en todas las potencias de
Europa. En esta época consiguió de lleno la esti-
mación desús nuevos subditos, gobernándolos con
prudencia y dulzura. En 1808 obtuvo Murat el
mando del ejército destinado á España, y un mes
después entró en Madrid á la cabeza de sus tropas.


Finalmente cuando se determinó Napoleón á
hacer á Murat Rey de Ñapóles, un decreto del
Emperador, bajo el nombre de Estatuto de Bayo-
na, fecha 15 de Julio de 1808, decía asi «Conce-
demos á Joaquin Murat, nuestro amadísimo cuña-
d o , Gran Duque de Berg y de Cleves, el trono de
Ñápele» y Sieilia (*) vacante por la sucesión de


(*) El Reino de Ñapóles desde el tiempo de Alfonso el
Magnánimo, se ha reputado como unido a la Sieilia bajo
el titulo de Reino de las Dos-Sicilias, ó Ñapóles y Sicilia.
Bonaparte cedió Ñapóles á Murat , cuando todavía reina-




10 PERSONAJES CELEBRES.


José Napoleón al de España é Indias.» Algunos
capítulos comprendidos en el decreto, ordenaban
la sucesión del modo siguiente. Estaba prescrito
que si Carolina Bonaparte, mugerde Murat, so-
brevivía al marido, debía subir al trono antes que
el hijo, legitimo heredero de la corona, y que el
Rey de las Dos Sicilias uniría á su título la digni-
dad de Gran Almirante del Imperio francés, has-
ta tanto que durase la establecida descendencia;
que concluida la estirpe de Murat, la corona sici-
liana volviese al imperio francés; que el nuevo Rey
gobernase el estado desde el día 6 del próximo
Agosto, según las reglas del Estatuto de Bayona
del 20 de Junio de aquel año: un edicto contem-
poráneo de Murat prometía á los pueblos de las
Dos Sicilias felicidad y grandeza, juraba ademas
el Estatuto de Bayona, é indicaba su próxima lle-
gada. Después escitaba á los Ministros y magistra-
dos á que velasen por el buen órdeu del Estado du-
rante su ausencia, y en un decreto especial n o m -
braba su Lugar teniente, mientras estuviese fuera
del Re ino , al Mariscal del imperio Mr. Perignon.
ban los Barbones en Sic i l ia : tituló á su cuñado Rey de
Ñapóles y Sicilia . para manifestar que aquella Isla perte
necia al Monarca rein»nte en Ñapóles . quien efectivamente
tenia el proyecto de invadirla.




M U R A L 11


Esta gran novedad conmovió sobremanera el
ánimo de los napolitanos , entre los cuales hubo
muchos que se prometían grandes felicidades del
nuevo Monarca, ¿quien suponían dotado de grao
actividad en el manejo de las cosas públicas, que
bajo el corto reinado de José Napoleón habían es-
tado sumamente descuidadas. Otros por el contra-
rio creían que Murat, mas acostumbrado á las em-
presas guerreras que á los negocios políticos, d e -
bería ser fatal á la prosperidad del reino , usando
de aquella aspereza aneja á un gobierno militar.
De otra parte corría fama, muí fundada, pero
comunmente creída, que Joaquín Murat era d e
corazón duro , inflexible y ostínado en sus resolu-
ciones , ocupado siempre de pensamientos ambi-
ciosos y proyectos de conquistas, y finalmente
que en nuestra España habia sido cruel para re-
primir la rebelión de Madrid. Pero á despecho de
voces tan alarmantes , y de las relaciones de que
su nacimiento era oscuro, y desconocidos los he-
chos de su vida privada , solo el conocimiento de
su alto, valor y de sus victorias militares bastaron
á prevenir en favor del nuevo Monarca á la mayor
parte de los napolitanos.


El dia 6 de Setiembre del año de 1808 , el




1 2 PERSONAJES C E L E B R E S .


nuevo Rey entró á caballo en la ciudad de Ña-
póles , perfectamente vestido, pero sin el manto
rea l , ni ninguna otra insignia soberana : llevaba
únicamente los vestidos militares que solia usar
para la guerra. Recibió á la puerta los bomena-
ges de los magistrados, las llaves de la ciudad,
y todas las correspondientes muestras de reveren-
cia y respeto.


Era Murat de hermosa figura , noble en su por-
te , risueño y alegre con los demás ; y eon el re-
nombre que le daban sus victorias y el afecto
que Napoleón le profesaba, poseia todo lo que
podía agradar á los pueblos é inspirarles temor
y respeto.


El nuevo Rey recibió en la iglesia del Santo
Espíritu la sagrada bendición del cardenal Firao.
La recibió con religiosa devoción , pero permane-
ciendo siempre en pie sobre el trono. Después pa-
só al palacio , y llenó todas las ceremonias reales
con desenvoltura , como si estuviese desde largo
tiempo acostumbrado á aquellas grandezas. Por la
noche fue magníficamente iluminada la ciudad, y
el pueblo rebosaba en el mayor júbilo.


Los primeros actos del Gobierno estaban llenos
de clemencia en favor de los huérfanos, de las




I U U R í í T . 13


viudas y de los militares inválidos pertenecientes
á la antigua milicia napolitana. El Rey se naos,
tro mas benigno y afable con el pueblo napolitano,
y con todos los magnates del R e i n o , que con los
franceses que formaban gran parte de su corte.


¡Vo liabian concluido aun las fiestas celebra-
das COB este motivo , cuando llegó á Ñapóles la
muger de Murat, Carolina Bonaparte. Si en esta
ocasión las magnificencias y fiestas fueron me-
nos pomposas que las pasadas, no por esto ins-
piraron menos alegría ni menos admiración al
pueblo. Agradó mucho á las damas napolitanas la
belleza y gracia déla nueva Reina , la cual tenia
el gran prestigio de ser hermana de Napoleón, y la
verdadera dueña de la c o r o n a d o Ñapóles.


No hacia mucho tiempo que Murat había
ocupado el trono , cuando dirigió sus miras á la
isla de Capri, ocupada todavia por la guarnición
perteneciente á los Borbones. La resistencia de
la i s la , defendida por los soldados anglo-napo-
litanos, fue ostinada contra los franceses, pero
por iíh se vio obligada á rendirse al poder de Mu-
r a t , y quedó bajo su dominio.


Las risueñas esperanzas concebidas por los
napolitanos en favor del nuevo Monarca, se rea-




14 PERSONAGES CÉLEBRES.


jizaron casi del todo. Murat reformó los abusos
del poder administrativo y judic ia l , dio nueva
organización al ejército , y procuró animar la in-
dustria y protejer las artes. Cualquiera desús
subditos obtenía , con solo pedirla, una audien-
cia privada del Rey , el cual recibía con igual
afabilidad y cortesía á los magnates del Reino y
á los mas Ínfimos del pueblo : casi todos los dias
se dejaba ver por las calles de Ñapóles, paseándo-
se solo ó del brazo de cualquiera de sus genti-
les hombres, sin llevar insignia alguna , ni de-
coración soberana. Entretanto, si alguno se apro-
ximaba á él como indicando que queria hablar-
l e , se paraba, acogía con jovialidad su solici-
tud , recibía cualquiera memorial, y si le parecía
urgente el negocio de que se trataba, sacaba el
lápiz de la cartera y escribía su resolución al
margen de la instancia misma.


Apenas subió al trono , revocó el decreto de
José Napoleón que habia declarado las Calabrias
en estado de guerra , porque durante su reinado
estaban llenas de facciosos. Declaró pues Murat
que aquellas provincias, despojadas ya de los mal-
hechores, volviesen bajo el pacífico imperio de
las leyes. Después puso en libertad á todos aque-




M T J R A T . 15


líos que yacían en la cárcel, porque habían sido
partidarios de la dinastía borbónica; llamó á gran
parte de los emigrados políticos , refrenó las ve-
jaciones de la policía, y creó finalmente un gran
número de empleados para aumentar los partida-
rios y defensores de la corona.


El nuevo Monarca^ promovió COD especial cui -
dado la prosperidad de los principales estableci-
mientos de beneficencia pública, y fundó una mag-
nifica casa de educación para las doncellas nobles;
llamada de los Milagros, porque asi se llamaba
el sitio donde se estableció. Esta existe todavía en
Ñapóles, y conserva grande y merecida fama, re-
cibiendo alli las jóvenes una educación esmerada
bajo todos conceptos.


El real palacio de Ñapóles, el de Pórtici y Ca-
sería fueron hermoseados y adornados con buenas
pinturas por Joaquín Murat. Tantas y tan útiles
novedades, le atrajeron el afecto de sus subditos,
que le miraban como á un ángel bajado del cielo
para hacer la felicidad de la desventurada Ñapóles.


Después de haber atendido Joaquín á los ne-
gocios de su Reino, pareciéndole gravoso depender
todavía del Emperador Napoleón, dio á conocer
que á toda costa quería separar las cosas de Ná-




1 6 PF.USONAJES C E L E B R E S .


potes de las de Francia. Por lo t a m o , la bandera
francesa que ondeaba entonces en todo el Reino,
tanto en paz como en guerra , se vio repentina-
mente arriada, y el nuevo estandarte napolitano
fue blanco y amaranto sobre un fondo azul turquí.
Después licenció el Rey las tropas francesas, y
mandó que toda la fuerza del Reino se compusiera
de tropas napolitanas, é igualmente que los em-
pleos desempeñados por franceses fuesen confe-
ridos á subditos napolitanos. Semejantes resolu-
ciones desagradaron mucho á Napoleón , y ocasio-
naron graves disgustos á los dos cuñados ; pero
reconciliados los ánimos, el Emperador concedió
á Murat licenciar las tropas francesas, pero no le
permitió exhonerar de su cargo á los franeeses
empleados en Ñapóles. En este t iempo, algunos
pocos napolitanos , partidarios de los Borbones,
unidos á algunos sicilianos , conspiraban contra el
nuevo Monarca, con intención de matarle en una
cazería. El delito no se efectuó porque la cons-
piración fue descubierta á t i empo , y arrestados
los reos á quienes se formó causa; y cuando e s .
taban para ser condenados á muerte, Joaquín,
llevado de su ánimj generoso y clemente, les con-
cedió la vida ; rasgo que entusiasmó sobremanera




MUBfcT. 17
a los napolitanos en favor de su Monarca.


Mientras los negocios de Ñapóles corrian de
esta manera, el Emperador de los franceses decla-
ró la guerra á ia Rusia. En tal ocasión dirigió in-
mediatamente todos sus pensamientos á Joaquín
Murat, cuyo experimentado valor te daba la espe-
ranza de una completa victoria. El mando de la
poderosa caballería que Napoleón había espresa-
mente formadocon aquel objeto, fue confiado á Mu-
rat, el cual yendo á la vanguardia del ejército fran-
cés, pasó el Niemen e l?2 de Junio de 1812, y fue el
primero que entró en Rusia. A los pocos días se apo-
deró el Rey de Ñapóles de la ciudad de Vilna, y
viendo que los Rusos se retiraban á fin de evitar la
batalla, les persiguió hasta alcanzarlos y obligarlos
al combate; y en dos jornadas, haciendo prodigios
de valor, introdujo con arte y audacia las armas
francesas en Viteps. La consecuencia de esta vic-
toria fue la toma de Smolensko. Conociendo Joa-
quín que los Rusos no desistían del proyecto de
retirarse á sus desiertos, aconsejó á Napoleón
que ^estableciese el Reino de Polonia para de-
bilitar el poder del Austria, de ta Prusía y de la
Rusia, y que invernase en Smolensko, esperando
tiempo mas oportuno para continuar la guerra.




I S P E R S O N A G E S CÉLEBRES.


El Emperador no acogió con mal semillante el
consejo de Murat, y en un principio pareció querer
abrazarle; pero últimamente ansioso de pelear, y
confiando siempre en su fortuna, se resolvió á con-
tinuar la marcha. Murat y muchos generales fran-
ceses siguieron de mala gana las órdenes de Napo-
leon, pero por esto no dejaron de dar pruebas de
gran valor, y el Rey de Ñapóles venció gloriosa-
mente en Viazma. Después continuó batallando y
persiguiendo siempre la retaguardia de los Rusos,
y llegó á la orilla de la Moskowa, donde se reunió
todo el ejército francés. El 7 de Setiembre princi-
pió un sangriento ataque, y Murat hizo prodigios
de valor, venció a los Rusos, de los cuales murie-
ron un gran número, retirándose los restantes;
pero el Rey de Ñapóles continuó siempre siguiendo
al enemigo hasta veinte leguas mas acá de Mos-
cou. Entonces se esparcieron voces de paz, y se
suspendieron las hostilidades por trece dias, espe-
rando Napoleon arreglar sus cuestiones con la Ru-
sia y el Czar, aguardando que llegase el invierno,
porque estaba srguro de que los franceses ni> po-
drían resistirlos fríos de la Rusia.


Por esta época , el Barón de Rostpochin, go-
bernador de Moscou, hizo incendiar aquella ciu-




M U R A T . 19


dad magnífica, y venerada como cosa sagrada por
los Rusos. Incendiada Moscou, los franceses se vie-
ron privados de todas las provisiones que espera-
ban coger en ella, y acosados por los frios de aque-
llas rudas regiones.


No hallando Bonaparte medio de continuar la
guerra, y viendo perdido el fruto de tantas victo-
rias, ordenó la retirada del ejército francés hacia
Smolensko. En aquella ocasión Joaquín Murat su-
po disponer la retirada con gran pericia y valor,
batiendo siempre á los Rusos y Cosacos que se le
oponían.


Replegado el ejército sobre el Niemen, Napo-
león partió para París, y dejó como Lugar teniente
á Murat. Este continuando su retirada , y reuni-
do el cuerpodel ejército en el Oder, donde podia ser
socorrido con inmensas provisiones, sin que le
molestasen los Rusos, concluyó la guerra de 1312,
llamada campaña de Rusia. Entonces Joaquín
Murat, dejando el mando del ejército en manos
del Principe Eugenio, Virey de Italia, partió ace-
leradamente para Ñapóles. Fuertemente irritado
Napoleón al saber esta noticia, la hizo publicar en
el Monitor francés con palabras amargas , hacien-
do grandes alabanzas del Principe Eugenio. Este




2 0 P E R S O N A J E S CELEBRES.


hecho hirió mucho el amor propio del Rey de Ña-
póles, el cual no sabiendo con su carácter impe-
tuoso é irreflexivo moderar la ira, escribió al Em-
perador de los franceses una famosa carta que
trascribimos como documento histórico. Decía
asi:


«La ofensa que ha recibido mi honor no está en
manos de V. M. remediarla. V. M. ha injuriado á
un antiguo compañero de armas, que le ha sido fiel
en los peligros, y que lia contribuido no poco, á
sus victorias, sosteniendo su grandeza, y reani-
mando su desmayado valor el 18 Bruinario.


«Cuando se tiene el honor, dice V. M. de perte-
necer á su ilustre familia, deben evitarse todos los
medios de perjudicar sus intereses y oscurecer su
esplendor. Y yo , Señor, le digo en contestación,
que su familia ha recibido de mi tanto honor co-
mo pueda haberme concedido dándome á Carolina
por esposa. »


«Mil veces, aunque Rey, suspiro por los tiem-
pos en los qué simple oficial tenia jefes, pero no
un dueño. Siendo ahora R e y , pero tiranizado en
alto grado por V. M . , siento mas que nunca la ne-
cesidad de independencia, la sed de libertad. Asi
aflije V . M, asi sacrifica á su sospecha á los hom-




M U K A T . 21


bres que le han sido mas fieles, y que mejor le han
servido en el asombroso camino de su fortuna: asi
fue inmolado Fouché por Savary, Talleyraud por
Champagny, Champagny mismo por Bassano, y
Murat por Beauharnais, que unido á V. M. tiene el
mérito de una ciega obediencia, y el de haber ale-
gremente anunciado al Senado de Francia el re-
pudio de su madre.»


«No puedo negar por mas tiempo á mi pueblo
una recompensa comercial por los daños gravísi-
mos que la guerra marítima le acarrea. Cuanto he
dieho de V. M. y de mi, procede de que la mutua y
antigua amistad está alterada. V. ¡VI. hará lo que
mas le plazca, en la inteligencia de que cualquie-
ra que sean los últimos agravios, todavía soy su
hermano y fiel c u ñ a d o . — J O A Q U Í N .


Fue ciertamente bastante impolítico el proce-
der de Napoleón con Murat, pero esto no puede de
ninguna manera disculpar al Rey Joaquín de haber
abandonado el campo de batalla para volver á Ña-
póles: por lo tanto nosotros no podemos menos
decondenar su conducta. Ademas , en aquel mo-
mento los asuntos de Ñapóles estaban bien seguros
en manos de la Regente Carolina Murat, y por lo
mismo no sabemos si debemos calificar la deser-




22 PERSONAJES C E L E B R E S .


cion del Rey de Ñapóles como acto de cobardía, de
temor ó de traición.


Rotos los vínculos de amistad entre el Emperador
y Murat, algunos napolitanos propusieron á este
la conquista de Italia; para formar de toda ella un
solo reino. Para reanimarle después á la empresa,
le aseguraban ser favorables todas las circunstan-
cias, hallándose ya abatido el poder de Napoleón,
los italianos deseosos de independencia, y todas las
potencias dispuestas siempre á debilitar el imperio
francés, sustrayendo de su dominio la Italia. Por
lo tanto exhortaban á Murat á formar alianza con la
Inglaterra, y que marchase inmediatamente á prin-
cipiar aquella guerra, que sola ella podia salvar la
Italia y engrandecer su corona.


Tales proposiciones lisongearon muchísimo la
ambición y el orgullo de Murat, el cual aceptó, de
todo corazón, la peligrosa empresa, y despachó
mensageros á Sicilia á Lord Bentink: aquel plenipo-
tenciario inglés y el rey de Ñapóles, unidos en la
is ladePonza, establecieron condiciones de la nue-
va alianza, entre las cuales era una de las esencia-
les la independencia italiana, debiendo formar un
solo reino bajo el gobierno del Rey de Ñapóles.


Firmados los capítulos del tratado, Bentink es-




HUBAT. 25


pidió mensageros á L o n d r e s , para obtenerla apro-
bación de su gobierno.


Habiendo escrito en este tiempo la esposa del
Rey á su hermano Napoleón para dirimir los dis-
gustos que existían entre los dos cuñados, el Em-
perador de los franceses conociendo que era peli-
grosa para él la enemistad del Rey de Ñapóles, es-
cribió afectuosamente á Murat, echando un velo
sóbrelo pasado, y suplicándole con las mas agasa-
jadoras palabras que se reuniese inmediatamente
al ejército francés, que se hallaba entonces en los
campos de Dresde. Joaquín en un principio resistió
á las invitaciones del Emperador, pero últimamen-
te , movido por los ruegos de su esposa y las cartas
de Fouché y de Ney, se determinó á marchar, de-
jando encargada á la Reina la finalización de los
tratados con la Inglaterra; pero Lord Bentink, ape-
nas supo la marcha del Rey de Ñapóles, se hizo
mas enemigo que antes, y considerando á Murat
como un Rey ligero y desleal, no quiso oir hablar
mas de alianza.


LJegado Joaquín al ejército, fue bien acogido
por Napoleón, y se distinguió en varios hechos de
armas en la campaña de Dresde; pero estos nuevos
trofeos fueron para él infructuosos.




2 4 P E R S O N A J E S CELEBRES.


Concluida la campaña de Dresde y perdida por
los franceses la célebre batalla de Lipsia, Murat
volvió á Ñapóles asustado y lleno de confusión,
porque conocía muy bien que trastornados los des-
tinos de la Francia, podia aproximarse el momen-
to fatal de perder la corona. En este tiempo fue
cuando el Austria mandó al conde de Neypperg á
Ñapóles, ofreciendo su alianza al Rey Joaquín ; ba-
j o pretesto de establecer el equilibrio en Europa,
le ofrecía también asegurarle la posesión del reino,
y el aumento de sus estados, agregando á ellos
parte de las provincias romanas. Murat titubeó al
principio, pero después aceptó las proposiciones, y
se declaró abiertamente enemigo de Napoleón. Al
mismo tiempo concluyó otro tratado con la Ingla-
terra, bajo el nombre de armisticio. Asiera como
el Rey de Ñapóles creía asegurar su corona. Y
entretanto no dejaba de protestar secretamente á
Napoleón su lealtad, y se escusaba de la nueva
alianza con el Austria, diciendo que la había he-
cho solo en apariencia , porque las circunstancias
del tiempo le obligaban á ello. Una condueja tan
torpe y desacertada sirvió solo para causar descon-
fianzas en el Gabinete de Viena, que no ignoraba
aquellas secretas correspondencias entre Murat y




M T J R A T . 25


Napoleón, mientras por otra parte el Emperador
de los franceses rehusaba dar oidos á las protestas
del cuñado, y le llamaba justamente traidor.


Principió la guerra en Italia ; pero como debia
necesariamente suceder por las circunstancias del
tiempo, Joaquín Murat estaba considerado como
un persone ge secundario, y por lo tanto obligado
á ceder á las proposiciones de los generales del
Austria. Referir todos los varios sucesos de aque-
lla guerra, todos los pequeños ataques que se die-
ron, son mas bien objeto de la historia, que de
una biografía: y con este motivo nos limitaremos
á decir que mientras la guerra en Italia estaba
todavía indecisa, y Murat ideaba los medios mas
fáciles de conseguir nuevas victorias, llegó un men-
sagero de la Francia, el cual reürió el mal estado
en que se hallaba aquel imperio, y la abdicación
de Napoleón. Leyendo el Rey las cartas que con-
tenían aquellas noticia perdió el co lor ; y al consi-
derar que él era un" principe francés, que estaba
emparentado con Bon aparte, y la ruina de aquel
vasto imperio á que tal vez había el contribuido
en gran manera, no pudo menos de derramar al-
gunas lágrimas de dolor.


Después de algunos instantes de silencio par-




28 PERSONAJES C E L E B R E S .


napolitano que le entregase todos los buques de
guerra y las municiones, y que en caso de repulsa
bombardearla á Ñapóles: la Reina convocó el Con-
se jo , y el Gobierno acordó con el Comodoro que
este tuviese en su poder solos los buques de guerra
napolitanos : entretanto el Rey Murat ya derro-
tado volvió á Ñapó les , arregló sus negocios do-
mésticos , y dejó encargado al general Carascosa
de tratar con el enemigo. El general preguntó de
que manera debia conducirse, y Joaquín respon-
dió: «ceded todo á mis enemigos, con tal que con-
servéis el honor de mis soldados y la paz de mis
subditos.» El tratado con los mensajeros austríacos
se hizo en una pequeña casa de campo de un tal
Lanza, vecino de Ñapóles, y por esta razón aquel
famoso tratado se llama el tratado de casa Lanza.
Entretanto Murat se dirigió de incógnito al pa-
lacio donde estaba su esposa , la abrazó y la dijo.
«Carolina mia, todo lo he perdido;» pero ella con
un valor varonil respondió; «no todo, si no se ha
perdido el honor y la constancia;» poco después
se embarcó la Reina en un buque ingles, y Jtoaquin
se encaminó á Marsella y después á Tolón, desde
donde escribió á su amigo Fonché , diciéndole que
siendo él siempre francés en el fondo, y pariente




M U E U T . 29


del Emperador, quería servir bajo sus órdenes;
pero Napoleón acordándose de la traición de Mu-
raten 1814, rehusó sus servicios. Entretanto per-
dida la batalla de W a t e r l o ó , no creyéndose Mu-
rat seguro en Francia , se trasladó á Córcega y se
dedicó á preparar una espedicion para Ñapóles,
prometiéndose ser bien acogido por sus antiguos
subditos, y ayudado para reconquistar el per-
dido reino: un dia antes de embarcarse recibió una
carta de un tal Maceroni de Calvi, el cual al saber
la marcha del Rey , le escribió que la suspeudiese,
porque debia comunicarle buenas é interesantes
noticias. En efecto , Calvi llegó y le entregó un
pliego á nombre del Emperador austríaco, con la
firma del príncipe de Metteruich, cuyo contenido
insertamos á continuación. «El Emperador de Aus-
tria ofrece hospitalidad al Rey Joaquín bajo las
condiciones siguientes ; el Rey de Ñapóles lleva-
rá un nombre particular, y habiendo tomado la
Reina el de Lípano, se propone al Rey el mismo.
El Rey podrá residir en una ciudad de Bohemia,
de Moravia ó del Austria superior, ó en una
aldea de las mismas provincias. Garantizará con
su honor no abandonar los Estados austríacos sin
espreso consentimiento flél Bmperauot , y V m t




30 P E R S O N A J E S C E L E B R E S .


como un particular sometido á las leyes de la mo-
narquía austríaca. Dado en P aris el 10 ^de Se-
tiembre de 1815,—Por orden de S. M. 1. R. A.—


EL P R I N C I P E DE M E T T E R N I C H . »


Murat al leer aquel papel esclamó» «¡Con que
debo ser tratado como prisionero! esto no puede
ser.» Por lo tanto no desistiendo de su loco in-
t e n t o , en la noche dtl 28 de Setiembre de 1815
se hizo á la vela de Ajaccio con su pequeña ar-
mada. Después de algunos dias de navegación
abordó al Pizzo , pequeño país de las Calabrias,
donde desembarcó con cerca de 28 hombres , que
gritaban viva el rey Murat. A aquella voz que-
daron mudos los espectadores, que preveían un
fin desgraciado á la temeraria empresa. Viendo
Murat que habia sido acogido con frialdad, qui-
so marchar á Monteleon que-la consideraba como
ciudad amiga ; pero un cierto Trentacapillí y un
agente del Duque del Infantado con otros cuan-
tos, tiraron a Joaquín. Aumentada entretanto la
turba , Murat no tenia mas salida que por la
parte del mar llena de peñascos; trepa por ellcjs , y
finalmente llegó á la orilla , pero vio su barco
navegar á lo le jos : entonces llamó á voces á Bar-
bará , que era el nombre del capitán de aquel; pero




M U R A T . 31


Barbará desoyó infamemente los gritos, porque se
creia bastante afortunado con poderse apoderar de
las innumerables alhajas del Rey que tenia con-
sigo. Preso el infeliz Joaquín , le insultaron, le
arrancaron algunos brillantes que ¡levaba en el
sombrero y en el pecho , y le hirieron en la cara.
En este deplorable estado le llevaron al pequeño
castillo de P izzo , y por medio de la autoridad
local dierou parte á Fernando de Borbon , quien
ordenó que al instante fuese juzgado por un tri-
bunal militar. Joaquin al oir esta noticia esclainó,
¡es una sentencia de muerte! Pero después de
haber cobrado ánimo di jo , «el tribunal que de-
be juzgarme es incompetente, porque los reyes
no tienen mas juez que Dios ; ademas estoy con-
siderado como mariscal francés , y solo un con-
sejo de mariscales puede juzgarme;» y volvién-
dose á un cierto Starace, que le habian destina-
do por defensor, «os prohibo, le dijo, que me de-
fendáis porque vos no podéis salvarme la vida.» Fi-
nalmente dijo que quería escribir á su esposa, lo
cual re le concedió; veriücolo en una sentida y tier-
na carta en la que se despedía de su esposa y de sus
hijos, y arrancándose después algunos rizos de sus
cabellos, los puso en la carta que cerró y recomen-




32 P E R S O N A J E S C É L E B R E S .


do al General Nunciante, á quien había sido con-
fiada la custodia del ilustre prisionero. Pocos ins-
tantes después se le leyó la sentencia, que oyó el
Rey con frialdad y desden. Conducido a u n peque-
ño recinto del castillo, halló formado en dos filas
un batallón de soldados; y no queriendo vendarse
los ojos, v io con serenidad el aparato de las armas,
y poniéndose en acto de encomendarse á Dios, dijo
á los soldados. «No apuntéis á la cara, sino al cora-
zón.» Después de estas palabras se oyeron los tiros,
y el Rey de las dos Sicilias al dejar de existir, es-
trechaba entre las manos los retratos de su familia,
que fueron enterrados con él.


Este fin tuvo Joaquín Murafrá los 48 años de edad
y 7 de reinado. Era piadoso con los vencidos y libe-
ral con los prisioneros; y lellamaban el Aquiles de la
Francia por valiente é invulnerable: obtuvo la dia-
dema en dote de la hermana de Bona parte, y la per-
dió por ignorancia en las cosas de estado. Ambicioso
é indomable, trataba lo mismo la política, que los
asuntos de la guerra. Grande en la adversidad, su-
po sufrir sus incomodidades. Tuvo la magnificen-
cia de Rey, los talentos de un soldado, y un cora-
zón leal: era de muy buena presencia y afabje en
sus modales. Murió miserablemente, pero con va-
lor. Sus ilustres victorias llevarán su memoria con
alabanzas á la mas remota posteridad.








WALTER-SCOTT.


« Es uno de los nombres mas popula-
res d é l a literatura. Las obras del no
velísta escocés encantan á todas las
clases de la sociedad ; sus arrebata-
doras páginas penetran en las tiendas
y en los salones, en los tocadores y
en las guardillas.»


PHILA.HÉT8 CKASLES.—Diccionario
de la Conversación.


El mayor y mas acreditado novelista del si-
glo X I X , no podia dejar de ocupar un lugar en
nuestra colección. La sencillez que caracteriza
las narraciones de Walter-Scott , las pone al a l -
cance de todas las inteligencias; y la forma atrá-
cente bajo la cual se producen, insinúa fácil-
mente en los corazones la dulce y sana moral que
en ellas se encierra; pues el grande escritor, con-




2 PERSONAJES CELEBRES.


tribuyendo á los placeres de sus lectores, ha tra-
bajado para mejorarlos. No haciendo caso de la
triste celebridad de esos genios que pasan como
unos metéoros, sin esclarecer al mundo al cual
deslumhran , ha buscado una gloria, menos bri-
llante tal v e z , pero mas sólida y mas pura.
Ademas , sus timbres literarios no cederían á
ningunos otros; pues si bien por una parte há
imitado á Shakspeare , en cuanto á la observa-
ción de los hombres, por otra , en cuanto al
estudio de las antigüedades, su método se ha de-
senvuelto con una rica originalidad. El fue el
primero que anunció la resureccion de la edad me-
dia; su mano fué la primera que volvió á construir
los antiguos castillos feudales, sacó de entre el
polvo las genealogías de los Clanes, y resucitó á
los pueblos que habían desaparecido. A la voz del
encantador, al aparecer el genio que él habia evoca-
d o , los lairds vistieron su enmohecida armadura
y recobraron su severa fisonomía; y sus pasos re -
tumbaron, como en los tiempos pasados, en los
salones de sus abuelos. Les hizo renacer con sus
supersticiones, sus preocupaciones y sus idolatras
costumbres de lo pasado; se trasporta entre ellos
con amor, y parece que solo se considera dichoso




W A L T E R - SCOTT- 3


en medio de los c lanes d e Escoc ia , s e g ú n ex i s t í an


t r e sc i en tos años hace .


Es ta tendenc ia d e W a l t e r - S c o t t se esplica fácil-


H i e n t e , con h a b e r n a c i d o en el pa í s m a s r ico en


recuerdos feudales . Cada p iedra r e c u e r d a a l l í u n


h e c h o famoso , y e n t o r n o d e las r u i n a s s u s u r r a n


s in cesar los a n t i g u o s c a n t a r e s y l as t r a d i c i o n e s .
A ñ á d a s e á estas c i r c u n s t a n c i a s su educac ión sol i -


t a r i a , y se conceb i r á f á c i l m e n t e , que d o t a d o W a l -


te r -Scot t de u n a i m a g i n a c i ó n r o m á n t i c a , se en t re -


g a s e desde s u t e m p r a n a e d a d al e n c a n t o d e los r e -


cue rdos .


W a l t e r - S c o t t nac ió en E d i m b u r g o , el 15 d e


Agos to d e 1 7 7 1 . Su g r a o p lace r e n la escue la e ra


c o m p o n e r á sus c a m a r a d a s c u e n t o s d e h e c h i c e r a s ,


y ya h a b i a e n c o n t r a d o el s e c r e t o d e e n c a n t a r á su


p e q u e ñ o a u d o t o r i o . N o m o s t r a b a es v e r d a d , b r i -


l l an t e s d ispos ic iones t odav í a p a r a el e s t u d i o , pues


c u a n d o en 1783 dejó la e s c u e l a , ocupaba el o n c e n o


luga r en su c l a se . P o r a q u e l l a época e n t r ó en la


U n i v e r s i d a d d e E d i m b u r g o ; pero c u a n d o se p repa-


raba para el e s tud io d e la j u r i s p r u d e n c i a , u n a e n -


fe rmedad le t u v o s e p u l t a d o por m u c h o t i e m p o en


la c a m a . L o s m é d i c o s q u e le a s i s t í an le p r o h i b i e -


ron el uso de la p a l a b r a , has ta q u e estuviese




# P E R S O N A J E S CELEBRES.


completamente restablecido; y para burlar el fas-
tidio de semejante prohibición, acudió á la biblio-
teca de su padre; devoraba cuantas obras le venian
á las manos, y no contaban seguramente en este
número las de derecho; antiguas leyendas, nove-
las y baladas desarrollaban su joven y poética ima-
ginación. Sin embargo, después de restablecido, se
aplicó seriamente al estudio del derecho; y termi-
nada su carrera, siguiendo el ejemplo de su padre
se dedicó al foro, y fue recibido abogado en 1 92
desempeñando con celo los deberes de su profe-
sión. Dotado de una elocución fácil y elegante,
no hubiera dejado de distinguirse en el foro, si
las exigencias de la controversia no hubieran con -
trariado sus inclinaciones naturales. Disimulábalo
sin embargo con cuidado, y parecia enteramente
entregado el ejercicio de su profesión.


El momento era favorable para entrar en la
carrera de las letras. Durante los diez últimos
años del siglo XVII I , la poesía habia tenido poco
brillo en Inglaterra. Hayley habia perdido su exa-
gerada boga; Cowper, poeta de una imaginación
brillante y de profunda sensibilidad, acababa de
morir; Samuel Rogers, dormía sobre sus laureles;
Revins, se habia limitado á componer canciones.




WALTEB. -SCOTT. 5"


Principiaban apenas á citarse nombres famosos en
el dia, como los de Southey, de Wordsworth, de
Claridge. Estas circunstancias indugeron á W a l -
ter-Scott á presentarse en la arena literaria, y fue-
ron sus primeros ensayos un poema intitulado ha
Caza, y algunas baladas traducidas del alemán.


Sus relaciones con L e w i s , el autor de El
Fraile contribuyeron á fortalecerle en su voca-
ción; y después de haber traducido Goetz deBer-
Uchengenen 1793, publicó la obra que echó los
cimientos de su reputación, los cantos de los Sar-
dos escoceses, enriquecidos con notas mas pre-
ciosas" y entretenidas que las baladas. «En aque-
lla época, dice él mismo en sus Memorias, mi afi-
ción á la literatura disminuía mucho mi ardor por
el estudio dte las leyes, y los clientes se alejaban
naturalmente de un joven, á quien se señalaba c o -
mo un rebuscón de cantares nacionales y germá-
nicos. »


En 1799 se casó con Miss. Carpenter, hija na-
tural del Duque de Devonshire. Dichosamente,
por la influencia de su familia había obtenido en
1800 el empleo de Sheriff del Condado de Selkirk,
con el sueldo de trescientas libras esterlinas. La
muerte de su padre aumentó considerablemente




6 P E B 8 0 N A C B S CÉLEBRES.


sus comodidades, de modo que nada impedia que
se entregase á sus gustos satúrales. El poeta no se
habia equivocado acerca de su verdadera voca-
ción; las letras lo reclamaban á la jurispru-
dencia. Entró dignamente en su nueva carrera
publicando El canto del último Menestral, El
público acogió favorablemente este poema , lle-
no del encanto y frescura, que caracterizan
las primeras producciones de una joven musa.
Siguióle inmediatamente después Marmiont que
siendo el menor de sus poemas, bajo el aspecto
histórico, se distingue en cambio por grandes y
enérgicas descriciones. La de la batalla de Flad-
áen es una de las mas admirables que ha traza-
do Walter-Scott.


La fama del poeta principiaba á estenderse; y
al entregar este un ejemplar de su primera obra á
Pitt, le pidió un empleo que se hallaba vacante
en el Tribunal de sesiones en Escocia. Estaba
pronto el acto de su nombramiento, cuando salió
del ministerio Pitt que debía Armarle. Su sucesor
Fox lo firmó, y haciéndole observaciones so-
bre lo peligroso que podia ser aquel precedente:
« No hay precedente peligroso, contestó, en favor
del talento.»




W A L T E R - S C O T T . 7


Después de seis años de un trabajo gratuito,
obtuvo Walter-Scott los honorarios de su cargo, y
con ellos una brillante posición. Sin embargo, ha-
bia publicado en 1809 una edición de las Obras
de Dryden. Esta edición precedida de la Vida de
Dryden, y enriquecida con juiciosas notas , fue
acabada en un año; y en 1810 publicó el mas Hrit-
liante de sus poemas, La Dama del Lago. Habían
trascurrido tres años desde esta última publicación,
cuando apareció Rockeby, poema que no fué tan
bien acogido como los anteriores, y lo fué menos
todavia El Lord de las Islas que le sucedió.


Por aquel tiempo fué cuando resolvió Walter-
Scott abandonar la poesia por la prosa. El mismo
manifiesta en sus Memorias las causas que le de-
terminaron, y el modo como se verificó aquella
transición. « L a rima de mi poema de Rockeby,
que por su novedad ha bia llamado en un principio
la atención del público, perdió una parte de su en-
canto cuando hice una cuarta corrección. La armo-
nía de las combinaciones de mi rima pareció m o -
nótona; y probablemente el inventor y sus inven-
ciones¡ hubieran caido en desprecio, sino hubiera
encontrado un nuevo medio de recomendarse al
favor público. » Sin duda alguna Walter-Scott se




8 P E R S O N A J E S C E L E B R E S .


juzga con demasiada severidad; aquellos motivos
no eran ademas los mas poderosos, y nos parece
mas posible el que alega después. « N o es esto
todo; cuando apareció Rockeby hubiera necesita-
do reunir todas mis fuerzas, pues se había presen-
do sobre la escena un temible é inesperado rival;
rival poderoso, no solo por su abundancia poéti-
ca, sino también por la popularidad que habia yo
obtenido, hasta un grado al cual no habían podi-
do alcanzar otros que valían mucho mas. » Fácil
es conocer que se trata de Lord Byron (*) el cual
después de haber publicado algunos opúsculos que
infundían pocas esperanzas, acababa de publicar
el primer canto de Childe-Harold.


Walter-Scott no podia luchar con ventaja con
semejante antagonista. A pesar de su mérito, de
la facilidad de versificación que caracteriza la poe-
sía del primero, y las animadas descriciones de
que abunda, el éxito que ha obtenido hubiera al-
canzado poca consistencia, aun cuando el autor de
las novelas en prosa no hubiera contribuido con
sus admirables obras á sepultarla en el ojvido.
Aquella musa elegante, amable, tan fecunda, que


C ) Véase su biografía tom. III.




W A L T E B . - S C 0 T T . 9


producía en dos años seis volúmenes en cuarto/
merecía bajo ciertos aspectos la popularidad que ha
gozado; pero era una popularidad de moda, una
bogapasagera. Aquellas novelas rimadas tenían al-
go de factieio, de falso y frivolo, que se percibía al
través de su mismo mérito , y de la gracia de la
egecucion; caracteres indicados apenas; epitetos
convencionales, adornos elegidos con gusto, pero
que descubrían el arte; una facilidad brillante y
un tanto difusa, que daba á aquellas poesías un
carácter de ligereza agradable y efímera , que no
podía asegurarles una larga existencia.


Puede ponerse en duda que el genio de Walter-
Scott sea esencial y realmente poético. Hay en
la verdadera poesia un poder eléctrico , una fuer-
za de trasmutación, que funde por decirlo así,
materiales dispersos, elementos vulgares, rodeán-
dolos de una hermosura y una sublimidad nuevas,
haciendo de ellas una creación nueva también.
Los Griegos llamaban poeta al que creaba {potetes);
el poeta no se contenta con dar cuenta de sus im-
presiones, obra sobre ellas, y la energía de su
inteligencia suple lo que puede faltar á la minu-
ciosa exactitud de sus cuadros. Walter-Scolt no
nos parece dotado de este p o d e r , del cual ha




10 P E R S O N A J E S CELEBRES.


hecho tan elevado uso , y del cual hasta ha abusa-
do muchas veces su ilustre rival Lord Byion.
Vive en las tradiciones, se constituye eco de los
siglos, copia siguiendo la historia y la naturaleza;
no inventa ni modidca. No impregna su asunto
de una fuerza de pensamiento propia suya. Es-
cucha y repite; observa y describe. Poeta novador,
habla con elegancia, y recita versos armoniosos
sóbrelas costumbres d é l o s tiempos antiguos; es
una conversación superficial que gusta al enten-
dimiento , cuya cadencia encanta el o i d o , y que
se olvida pronto. Un trozo de El Cielo y la
Tierra de Lord Byron, una Balada de Burns,
encierra mas poesía que todas las poesías de
Walter-Scott.


En las novelas que se le atribuyen es entera-
mente distinto. Libre de toda dependencia , de -
sembarazado de lastrabas poéticas, el autor de
JVaverley no tiene que escoger epítetos , ni bus-
car r imas, ni disponer cantos; los acontecimien-
tos marchan , se adivinan los personajes, todo ad-
quiere una fisonomía sencilla y desembarazada.
En las narraciones en prosa no se ve ya al autor,
y esta es la causa principal de su buen éxito.
Como el personaje de S w i f t , que quita el ridícu-




W A L 1 E H - S C 0 X T . 11


lo galón con que habia encubierto su vestido,
Walter-Scott en su prosa, rechaza todos los
adornos facticios, y se enriquece con lo que
pierde. Sus poemas eran artificiales y frivolos;
6u prosa es natural y verdadera; está adornada
con su misma candidez, como la ninfa del bos-
que, que sin vestidos ni adornos 6e admira ella~
misma de su salvage hermosura , cuando le des-
cubre el arroyo los atractivos que ella ignoraba.


Eligiendo para lugar de la escena una región
aislada, agreste, y por época de su acción uno
ó dos siglos anteriores á nuestra época , ha en-
contrado el medio de dar á sus narraciones an-
tiguas el mas notable carácter de frescura y or i -
ginalidad. Todo parece nuevo en las novelas es-
cocesas; el paisage, los trages, los caracteres,
el dialecto, las costumbres, todo nos encanta
por su salvage singularidad, y el refinamiento
de la moderna civilización hace para nosotros
mas curiosos aquellos cuadros de la vida nómada,
agrícola y guerrera de una civilización imper-
fecta.


Contales cualidades es como han adquirido
las novelas de Walter-Scott su inmensa boga. Di-
fícilmente podria formarse una idea del entusias-




1 2 P E R S O N A G E S CÉLEBRES.


mo que escitó en el público la apatieion de IVa-
verley. El auto r habia ocultado su nombre, y el
misterio en que al parecer se envolvía, picó mas
vivamente la curiosidad. La admiración no dis-
minuyó con la publicación de Guy-Mannering,
que siguió á JVaverley, del Anticuario de Rob.
Roy, de Los Puritanos de Escocia, etc, etc; y
aunque el autor de tan hermosas ficciones hubiese
comunicado su secreto á mas de veinte personas,
fué religiosamente guardado. Para burlar mejor
todas las suposiciones, Walter-Scott continuó es-
cribiendo en verso, y publicó un poema sobre la
Batalla de FFaterloo, que fue vivamente critica-
do . Decididamente tenia razón en abandonar la
poesía por la prosa, pues al paso que sus poemas
eran acogidos cou frialdad, sus novelas se veian co-
ronadas con el éxito mas brillante, á pesar de que
el autor persistía en ocultarse con el velo del anó-
nimo. Aquellas obras fueron todavía mas admira-
das en Inglaterra que en Escocia, y era natural,
pues para los escoceses la transición es menos
brusca, y menos sorprendente el contraste. La
pintura de la cumbre elevada de Ben-Lomond y
de los horizontes vaporosos de Abbotsford, tienen
menos encanto para los que han vivido desde sus




W A L T E R - S C O T T . 1S


tiernos años en medio de aquellos sitios des-
critos por el novelista. Los Ingleses, porotra parte,
no podían menos de acoger como una revelación
el cuadro de una natureleza grandiosa, de una vi-
da poética y animada. En Inglaterra todo es cono-
cido, trivial, vulgar: cada uno de los movimientos
de la máquina social está sometido á un cálculo
cierto; no hay allí nada de mágico, nada de mis-
terioso, nada que escite la imaginación y conmue.
va el corazón; todo está allí previsto, todo está á
descubierto. Los gitanos duermen á la sombra de
un matorral, espuestos al fatal alcance del oBcial
de policía. Las comunas están cubiertas de trigo ó
de piedras, sin que ninguna tradición terrible las
rodee con una sombra supersticiosa. Los fanáticos
Ingleses solo son ya r idículos ; los caracteres se
borran, y su fisonomía se vuelve vulgar. Walter-
Scott hubiera intentado en vano llevar á cabo la
grande obra que resistirá á todos los esfuerzos, y el
dar á esas trivialidades de las costumbres inglesas
un color enérgico ú original.


,En medio de las tranquilas y poéticas escenas
del paisage escocés, era donde encontraba Walter-
Scott sus inspiraciones. Dueño de una brillante
fortuna, adquirió en 1813, en Abbotsford, sobre




14 P E R S O N A J E S CELEBRES.


las márgenes del Tweed, una hermosa posesión,
en la que hizo construir una casa y formar jardi-
nes según sus propias ¡deas. La casa de Abbotsford-
es una especie de castillo gótico, eDgarzado como
un diamante entre esmeraldas, en los espesos bos-
ques plantados por las manos del grande hombre.
Alli plantaba, dibujaba los jardines, dirigía las
obras, y al mismo tiempo su rápida pluma creaba
un volumen tras otro: llenaba, en todos sus deta-
lles con mucha actividad, sus deberes como padre,
como amigo y como propietario. Desempeñaba con
celo su empleo de Shériff, y tenia tiempo para pu-
büear la Vida y las obras de Swift, las Antigüe-
dades de Escocia, y muchas otras obras. Sin em-
bargo, nadie parecía menos ocupado que él:
siempre estaba visible para las muchas visitas que
recibía en Abbotsford, y en general mostraba la
mayor atención con los estrangeros, y tenia una
adhesión sin límites ásus amigos.


Walter-Scott tenia, c omo Goethe, un alma
bastante indiferente, pero buena y leal. Formaba
el fondo de su earácter una delicadeza á toda prpe-
ba, y estaba dotado de una energía, de una fuerza
de voluntad poco comunes. El valor que desplegó
en su lucha contra la adversidad es admirable.




W A L T E R - S C O T T . 15


Había principiado la Pida de Napoleón á ins-
tancias de sü librero, cuando en 1826, una quie-
bra terrible, sufrida por el mismo librero , oprimió
• la casa de Abbotsford, Un alma menos fuerte se
hubiera entregado á la desesperación. Walter-Scott
soportó aquella desgracia resignadamente. Pesaba
sobre él una deuda enorme, pues sus acreedores no
le reclamaban menos de 70,000 libras esterlinas.
Uno de los banqueros mas ricos de Inglaterra le
envió su firma en blanco, pero rehusó y le dio las
gracias por su generosidad, y se comprometió á
pagar en el término de diez años, lo que debia á
sus acreedores, con los intereses. Desde entonces
consagró toda su vida á satisfacer aquella deuda.
Le pagaron por su historia de Napoleón 1.200,000
reales y el manuscrito de las novelas publicadas ya
fue vendido en 840,000 ; el comprador publicó
una nueva edición, corregida y aumentada con
notas del autor. Se vendieron de ella 23,000 ejem-
plares, y seocuparon en aquella empresa mas de
1,000 personas.


No pueden negarse los grandes servicios , po-
sitivos y materiales, que Walter-Scott ha hecho á
la sociedad de nuestro tiempo, de un modo direc-
to ó indirecto. Si fuese necesario demostrarlo por




1G PERSONAJES C É L E B B E S .


números, aparecería primero, como influencia di-
recta, el valor comercial puesto en circulación por
las novelas de Walter-Scott; valor doblado por el
lujo délas ediciones, y los embellecimientos pro-
gresivos con que se han adornado, acrecido, por
las traducciones hechas en todas las lenguas de
Europa, y aumentado ademas por el sin número
de imitaciones á que aquellas novelas han dado
lugar, por las comedias y dramas sacadas de aque-
llas obras, y por el nuevo gusto que han difundi-
do en las modas, en los cuadros y en los muebles.
El mayor movimiento que ha habido en el co -
mereio de librería desde la época de Voltaire, es
debido seguramente á Walter-Scott.


No es menos evidente la influencia que ha ejer-
cido en la dirección literaria d é l a época actual.
El es el primero que, descubriendo y trabajando la
belleza poética de nuestros primeros tiempos, de
los siglos heroicos de la Europa, se lanzó á esa
carrera de investigaciones y de estudios. No exa-
geraríamos seguramente si atribuyésemos á W a l -
ter-Scott, y á solo él, el gran movimiento de las
artes hacia el estudio mas profundo de la Edad
media. Las formas griegas, que ninguna relación
tienen con nuestras costumbres occidentales y




WALTEH-SCOTT. 17


nuestras ideas cristianas, habían usurpado insen-
siblemente, desde el siglo X V I I , un lugar que no
les pertenecía. Dada la señal por Walter-Scott, se
verificó en todos los ramos del arte una renova-
ción inesperada: no solo hicieron sudar las prensas
numerosos imitadores, sino que los trages,el ador-
no interior de las habitaciones, el estilo de la ar-
quitectura, la construcción dé los muebles y la fa-
bricación de tapices y porcelanas, se alejaron de
los tipos griegos para volver al estilo gótico, ó á
su imitación mas ó menos feliz. No serian bastan-
tes para dar el total de la riqueza industrial puesta
en movimiento por un solo espíritu, columnas de
números compuestas de millares. Y sin embargo,
Walter-Scott, uno de los mas grandes bienhe-
chores de su siglo, murió bajo el peso de los tra-
bajos que se habia impuesto para reparar la ruina
de su fortuna. Sus compatriotas dejaron que el
anciano reedificase por sí mismo con sus trému-
las y débiles manos el edificio de su patrimonio.
Cuando se levantó el astro de la adversidad sobre
las almenas de Abbotsford , muy pocos se ofre-
cieron para garantirlas y protegerlas.


Sin. tnuxmwcat $ov: aquella, iudifeteacia, tía-
bajaba el grande hombre con mas ardor que nun-




1 8 P E R S O N A J E S CELEBRES.


ca. La historia de Escocia , las Cartas sobre la
demono logia,y los Hechiceros, La Hermosa, hija


dePerth, esta magníüea epopeya , etc. aparecie-
ron sucesivamente en pocos años ; y el producto
de su venta permitió al autor pagar, á fines de
1830 , la mitad de su deuda. Entonces sus acree-
dores, llevados de un bello impulso de humani-
d a d , que era sin embargo tardío, resolvieron
ofrecerle todos los l i b ros , los manuscritos, las
antigüedades que le habían pertenecido, como
testimonio de los sentimientos que les inspiraba
su hermoso proceder. ¡ Pobre hombre! Solo en-
tonces principiaban á conocer su resignación y su
heroica constancia. Pero el gran genio de la Es-
cocia iba á estinguirse pronto. Estenuado por las
vigilias, y el esceso de trabajo que se habia
impuesto para cumplir aquella honrosa obliga-
c ión , veia desaparecer de dia en día su salud.
A principios de 1831 fue acometido de un ataque
de parálisis, que se fijó en la lengua, y en la
m a n o , hasta el punto de impedirle casi el es-
cribir.


Sin duda alguna, si el ilustre escritor hubiera
acudido á sus conciudanos, no le hubieran falta-
do socorros. Contaba en el número de sus mas




W A L 1 E K - S C 0 T T . 1 9


ardientes admiradores al Rey Jorge I V , y mas
de una vez le habia dado este Príncipe particu-
lares muestras de aprecio y benovolencia. Pero
tenia el alma demasiado altiva para bajarse á pe-
dir , y la generosidad inglesa no era bastante in-
geniosa para salirle por si misma al encuentro.


Cuando se supo el deterioro de su salud, se
manifiesto en todas las clases una estremada s o -
licitud. Acudían de lejanos paises muchos estran-
geros para manifestarle su admiración; y una
multitud de individuos de todas clases acudía
sin cesar al rededor de su mansión para saber
noticias suyas. Los médicos le ordenaron que
hiciera un viage á Italia; apenas se supo esta
nueva, el Gobierno le ofreció un buque para
trasportarlo. Alejóse tristemente de Abbotsford,
pues no creía volverle á ver, y partió para Lon-
dres, donde fue recibido con entusiasmo ; y
después de haber escrito un Adiós al Mundo,
que publicó con su última novela, se embarcó
para Italia. Su salud deteriorada pareció restable-
cerse allí por un momento, pero aquella mejora
fue de corta duración. Bajo el cielo puro y her-
moso de Italia, en medio de los imponentes ruinas
de la antigüedad, se apoderó de su corazón el es-




20 P E R S O N A J E S C E L E B R E S .


trañamiento; echaba de menos las nieblas de su pa-
tria, y las antiguas almenas feudales, donde se
oculta el genio pensador de las baladas y de las
leyendas. Quiso volver á ver todavía su tranquila
habitación de Abbotsford, escuchar los melancó-
licos gemidos de los árboles que él habia plantado;
quiso morir en sus hogares, como habia vivido,
rodeado de una atmósfera de paz y de inocencia.
Efectuó su regreso ó Inglaterra con una fatal pre-
cipitación, y cuando llegó á Londres estaba del
todo aniquilado. Apenas se hubo restablecido un
poco, se apresuró á continuar su anhelado viage
y se embarcó para Escocia. En Abbotsford pareció
que revivia; pero era el último reflejo de la lámpa-
ra que va á apagarse. Sucumbió el 20 de Setiembre
de 1832, en medio de su familia, sin dar muestra
alguna de dolor, y sin que la muerte alterase su
noble y tranquila fisonomía.


Tal fue el fin del gran genio de la Escocia. Un
prolongado grito de dolor resonó en las montañas,
c ando los ecos repitieron la fúnebre nueva. Du-
rante los funerales, multitud de pueblo se reunió
sobre las colinas, para saludar una vez todavía á
los restos del que le habia encantado, y darle el
último adiós. En muchos parages las muestras de




W A L T E R - S C O T T . 21


las tiendas estaban cubiertas de negro; una bande-
ra de igual color ondeaba en el antiguo fuerte de
Dernick; veíase pintada la tristeza en todos los sem-
blantes, y muchas gentes vestían l u t o , sencillo y
tierno homenage tributado á la memoria del grande
hombre: de aquel mismo hombre aute quien el pue-
blo se quitaba el sombrero en Londres,* gritando:
«Dios os bendiga, Sir Wal ter ! » Homenage que
indica mas que todos los elogios, espresion candi-
da y encantadora que dá a conocer, mejor qué los
mas bellos comentarios, la inmensa popularidad
del nombre de Walter-Scott.


Walter-Scott era cojo , y en esto tenia alguna
semejanza con Lord Byron. Sus costumbres fue-
ron siempre puras y patriarcales. La política le
ocupó poco, y toda su vida fué adicto al partido
aristocrático. Aunque protestante, sabia hacer j u s -
ticia á la Religión Católiea, de la cual hizo el
elogio, particularmente en El Abad. Algunas ve -
ces ha tenido que sacrificar como sus compatriotas
á las preocupaciones de su nación; y su parciali-
dad én la Historia de Napoleón, en que ha desfi-
gurado y trastornado los hechos, le atrajo no po-
cos enemigos. Naturalmente reservado y poco c o -
municativo, Walter-Scott parecía al pronto frió.




22 PERSONAJES CELEBRES.


Su conversación se animaba por grados, sobre to-
do cuando describía los diferentes detalles de su
hermosa habitación d n Abbotsford Cuando llega-
ba á la biblioteca era entonces interminable; com-
placíase en enumerar todas las riquezas de sus co-
lecciones, libros, armaduras y antigüedades de to-
das clases. Cada una de sus habitaciones estaba
amueblada con la fisonomía de una época particu-
lar. Pocas veces sucedía que los convidados que
asistían á su mesa, no tuvieran cada uno de ellos
una copa de forma diferente, y á la cual iba uni-
do algún recuerdo: la una habia pertenecido á
alguno de sus antepasados, a aquel Scott, por
e jemplo , que se habia dejado crecer la barba,
desde la muerte de Carlos I hasta la restauración
de Carlos II; otra provenia de un árbol llamado
el Tejo de Maria Stuarda ; otra habia sido hecha
con la madera de una de las vigas del techo
de Allovai-Kirk. Aunque entendía el francés,
Walter-Scott hablaba muy poco dicha lengua
Cuando murió dejó cuatro h i jos , dos varones y
dos hembras. J


Ya que hemos concluido de refetir la vida del
escritor, no será fuera de propósito enumerar las
obras con que ha enriquecido á la literatura. Desde




W A L T E R - S C O T T . 23


1805 á 1814 publicó El canto del último Menes-
trel, Marmion; La Dama del Lago; La fisión


de D. Rodrigo; Matilde de Rokevy; El Lord de


las Islas; Los Desposorios de Triermain; Harold


el intrépido; Guy Mannering , El Anticuario,


Rob-Roy, Las Cárceles de Edimburgo, Quintin-


Durtvard y Kenilworth, que forman los mas bellos
florones de su corona literaria. Su predilección
por El Anticuario, dependía de recuerdos de in-
fancia y de juventud. En Jonatás Oldbuck de
Monk-Barns quiso pintar á un amigo de su juven-
tud. Esta circunstancia sirvió para descubrir el
verdadero autor, cuyo nombre, como hemos d i -
cho, era aun un misterio, al paso que sus obras
andaban en manos de todos. Al leer El Anticua-
rio, James Chalmers, abogado, que sabia sus rela-
ciones con la persona, tipo de El Anticuario, es-
clamó: «Es preciso que sea Walter-Scott el que
ha escrito esta obra.»


Pero sigamos la enumeración de sus obras-
Waverley, ó La Escocia sesenta años há, apare-
ció 'en 1814 ; Guy Mannering; El Anticuario;
Los Puritanos de Escocia; El Enano misterioso;


Rob-Roy; Las Cárceles de Edimburgo, de 1815
á 1818; El Oficial aventurero, en 1819; Episodio




24 PERSONAGES CÉLEBRES.


de las Guerras de Montrose, en 1819; La Prome-
tida de Lammermoor, en 1820,- Ivanhoe, ó La
vuelta det Cruzado, en 1820; El Monasterio, en
1820; El Abad, en 1820; Kenilvvor, en 1821;
Quintín-Durtmar; Las Aventuras de Niguel;


Cartas de Pablo d su familia, en 1822; Las
Aguas de San Román, en 1823, Peveril del Pie;
Sormones, y La Historia de Napoleón, enl827;
Historia general del Arte Dramático; Ensayos


literarios sobre la Novela; Vida de John Dry-


den; Memorias sobre la vida de Janatos Sxvvift;


Biografía de los novelistas célebres; Memorias


históricas sobre muchos escritores y personages


célebres, como Jorge IV, Lord Byron, Lord Buc-


dengh; Historia de la Demonologia y de los He-


chiceros; El Castillo peligroso; Roberto de


Paris.


Resulta pues que en el intervalo de treinta años,
han salido de la misma pluma 15 tomos de poe-
sía y 90 de prosa , sin contar sus cartas que
formarían mas de otros 15. Walter-Scott escri-
bió" ademas en muchas Revistas, y publico co -
mo editor las obras de Swift y de Dryden, y las
poesías de Miss. 8eward etc. etc. Véase, pues, si
con razón merécela gran fama deque disfruta.






leismoes cäekes lei Siób ILX




D. A. DE ARGUELLES.


«Seréis Dioses: esta espreslon dicha
á los primeros h o m b r e s , hizo en el
m u n d o la primera revolución. Seréis
i ¡ey¿s :esta espresion dicha á los pue -
blos ba hecho las demás. ¡ Siempre
el orgullo!»


BONALD.


•i N o hay peor orguüo que el que
se oculta bajo el disfraz de l a m o d e s -


}ia ; ni espectáculo mas desconsolador
q u e el ver defendida una mala causa
por el talento."


Con dificultad podrá presentarse en nuestro
país un personaje que haya obtenido un aplauso
mas general, de cuantos participaban en mayor
ó menor grado de sus ideas políticas, que el
personaje de quien vamos á ocuparnos ; pero di-
fícilmente también habrá otro qire mas haya
decaído de aquel elevado concepto. Dotado de
grandes calidades intelectuales y nutrido en los




2 P E R S O N A J E S C E L E B R E S .


estudios y principios políticos de los enciclope-
distas , poseyendo suma facilidad en el decir, y
no falta de elocuencia en sus discursos, suya es
la culpa, si el haber despreciado los conocimien-
tos que en la ciencia política se han hecho des-
pués; si el haber desconocido la tendencia del
siglo actual , si el haber abusado con frecuen-
cia y por defender malas causas del uso de la
palabra, le han hecho perder su antigua nom-
bradla , y arrojar cierta especie de ridículo en el
dictado de divino, con que antes se le honraba.


Al recorrer la larga vida política del Sr. Ar-
guelles no ocultaremos, ni los servicios que ha
prestado á su patria y á la causa de la libertad,
ni tampoco los errores y contradicciones en que
ha incurrido. Lástima es por c ierto , que en vez
de quedarse parado en las ideas del final del si-
glo anterior, no haya progresado á la par que lo
han hecho aquellas en el presente. Hombre de
talento, no podia desconocer ni dejar de apre-
ciar las nuevas doctrinas políticas; no lo ha he-
cho sin embargo. ¿Será por un esceso de amor pro-
pio? Los que conozcan al Sr. Arguelles, y le
hayan seguido en sus discusiones, podrán deci-
dirlo .




A R G U E L L E S . 3


D. Agustín de Arguelles Alvarez, nació en Ri -
vadesella, en el principado de Asturias, en 28
de Agosto de 1 7 7 6 . De familia n o b l e , aunque
escasa de bienes de fortuna , adquirió en el hogar
doméstico su primera educación, debida al apo-
yo y amor paterno , del cual disfrutó por largo
t iempo, á pesar de ser ya su padre de edad
bastante avanzadí cuando él vino al mundo.
Desde sus primeros años mostró D . Agustín aven-
tajadas disposiciones, y como tantos españoles
distinguidos, tuvo la suerte de poderlas cultivar
provechosamente, con uno de los desgraciados
eclesiásticos franceses, que se hospedó en la casa
de sus padres, huyendo como sus compañeros
del furor revolucionario, y de la persecución que
sufrían en su patria. Con aquel eclesiástico apren-
dió D. Agustín la lengua francesa , adquirió por
otra parte el conocimiento de la inglesa é ita-
liana. Adelantó considerablemente en las letras
latinas, y bastante en las griegas; estudió en la
Universidad de Oviedo , y aunque se recibió otra
vez ófí Abogado , no egerció su profesión, ha-
biendo fijado sus miras en la carrera diplomá-
tica , para la cual le hacían apto sus conocimien-
tos. Nombrado en aquellos días Embajador de




* P E R S O N A J E S CELEBRES.


España en Rusia el célebre D . Gaspar Melchor
de Jove-Llanos, se prometía Arguelles acompa-
ñarle en clase de agregado; pero no habiéndose
realizado aquella mis ión , por encargarse Jove-
U a n o s , por breve periodo y con infeliz fortuna,
del Ministerio de Gracia y Justicia, no se rea-
lizaron sus deseos (*). Tuvo Arguelles que resig-
narse á pasar en calidad de page al lado de un
Obispo de Barcelona, con quien tenia estrechas
relaciones: colocación inferior á su mérito, como
lo era también un empleo en las oficinas de la
Caja de Amortización, que desempeñó después
cuando se trasladó á Madrid.


Hizo en la Corte buenas amistades, y en su
roce con los sugetos distinguidos que frecuen-
taba, adquirióla cortesía que le distingue, aun-
que un tanto llevada al estremo. Una comisión
que se le encargó le sacó de su oscuridad, y
fue origen de sus progresos posteriores y de su
elevación. En 180G amenazaba romper la guerra
entre la Francia y la Prusia, y el Príncipe de
la Paz creyó llegado el momento de ajustar jjaces
con la Gran Bretaña, y acaso volverse de amigo


í") Véase su biogratia torn. I .




A R G U E L L E S . 5


en contrario de la Francia. Ocurrió hacer ciertas
negociaciones en que debia tener parte la Caja
de Amortización, y se pensó que el comisionado
que con este objeto se enviase á Inglaterra, si
bien no pudiese infundir recelos por su empleo,
fuese á propósito por su talento para desempe-
ñar tan delicados é importantes encargos. Fue
nombrado D . Agustín Arguelles para tan delicada
comisión; si bien el Príncipe de la Paz lo ha
negado en sus Memorias , el Conde de Toreno
ha probado en su Historia de ta guerra de la
Independencia, que Arguelles fue nombrado para
la negociación que hemos mencionado. De todos
modos pasó Arguelles á Inglaterra, y si bien
pudo hacer poco para facilitar la paz entre Es-
paña y aquel gob ierno , alcanzó contraer amistad
con algunos personages ingleses , entre ellos Lord
Holland, Carlos Fox y Enrique Brougham.


Cuando Arguelles, después de una enferme-
dad que demoró su regreso á España, iba á ve-
rificarlo en 1808 , ocurrió la invasión de lastro-
pas,,francesas, y á consecuencia de e l la , el en-
vío á Inglaterra por la provincia de Asturias de
comisionados en demanda de ausilio , siendo




6 P E R S O N A J E S C E L E B R E S .


llevaba el título de Vizconde de Matarrosa. (*}.
Arguelles se unió estrechamente con los comisio-
nados sus amigos , sirviéndoles de mucho su
práctica y relaciones en el pais, y viniendo á ser
un tercer enviado de Asturias.


Seguía España entretanto su gloriosa lucha;
y retirada á Sevilla la Junta Central, acudió
allí Arguelles, y fue nombrado Secret ario de una
junta de que era Presidente el Sr. Jove-Llanos,
encargada de averiguar los actos de las antiguas
Cortes de los Reinos de España, y de señalar
la forma que habían de tener las que se habia
prometido convocar. No se llevó á efecto en Se-
villa resolución alguna acerca de las Cortes;
nuestras armas esperimentaron nuevos reveses,
penetraron los enemigos en Andalucía , y refu-
gióse la Junta Central á Cádiz. Pidióse con ins-
tancia á la Regencia , la reunión de las Cortes, y


i. '1 Véase su biografía tom. I V . Publicada la biografía del
Sr . Conde de Toreno , aprovechamos esta ocasión de cum-
plir con el triste deber de anunciar su m u e r t e , acaecida
en París el 16 de Setiembre de 1843 , después de una corta
enfermedad, y que ha privado á la España de uno ds> sus
mas esclarecidos hijos , á las letras de uno de sus mas be-
llos ornamentos , al pais de un grande hombre de Estado,
y á la Reina y á la libertad de uno de sus más leales y
constantes defensores.




A R G U E L L E S . 7


verificadas las elecciones en Cádiz por las pro-
vincias que se hallaban ocupadas , concurriendo
á ellas los naturales' de las respectivas , resultó
elegido suplente por los asturianos Don Agus-
tín Arguelles. Abiertas poco después las Cortes,
empezó en ellas á representar uno de los princi-
pales papeles, y aun puede decirse el primero, el
personaje de quien nos ocupamos, principiando á brillar en el debate del proyecto de ley de l i -
bertad de imprenta, ó mas bien abolición de
la previa censura. Las doctrinas políticas de
Arguelles eran en gran parte las francesas de
1789, pero con buena mezcla de máximas de la
escuela inglesa. «Corno es mas erudito que pen-
sador, dice el biógrafo del Sr. Arguelles, de
quien estractamos estas noticias (*), desde luego
se le vio profundizar poco en las cuestiones , no
cuidándose ademas de principios generales para
deducir de ellos consecuencias. Influían en él,
como acontece á los hombres t odos , las pasiones;
é influían como en pocos , por ser estremadamen-
te apasionado, aumentando lo violento de su
condición , los esfuerzos que hacia para repri-


C) Galería de Españole9 célebres contemporáneos . J_J




8 P E R S O N A J E S C E L E B R E S .


mirlas; de donde se originaba , que afectos de
odio y de amor á hombres y á clases , le lleva-
ban , sin él conocer lo , á pensar de este ú esto-
tro modo sobre leyes , y sobre el giro que debia
darse ó se daba á los debates y negocios.»
Apenas reunidas las Cortes, se resolvió dar
una Constitución, y Arguelles fue nombrado in-
dividuo de la comisión encargada de redactar la
ley constitucional. «El amor ciego y tenaz que
después ha mostrado constantemente á la obra
en que tomó parte (dice el biógrafo antes citado)
dá á creer que allí depositó cuanto sabia , y es-
timaba justo y conveniente; pero la verdad es
que en la Constitución, posteriormente defendida
por él con entusiasmo rencoroso, no pocas co-
sas salieron contra su parecer y su gusto. Se le
ha oido confesar que insistió con empeño en
hacer compatibles los cargos de Ministro y Di -
putado , viéndose obligado sobre ello á ceder á
tercas preocupaciones, hijas de erróneas doctri-
nas y escaso- saber, y declaradas por la incom-
patibilidad del uno con el otro carácter; y aun
después de caida por segunda vez la Constitución
de Cádiz, y cuando con afectos paternales de
acervo dolor no veia ya en ella D. Agustín mas




A R G U E L L E S . 9


que perfecciones, todavía señalaba aquella de-
claración , como la única ó la mas grave falta
del código difunto, de donde le vino la muerte.
Ni fue este el único punto en que disintió el
orador asturiano de sus compañeros. Pero de
otros yerros de aquella imperfectísima obra es
Arguelles responsable , y lo es singularmente de
que estuviesen compuestas las Cortes de un cuer-
po solo , oponiéndose á que hubiese mas que uno,
por no tener un brazo ó estamento compuesto
de la alta y rica aristocracia. Y su acalorada te-
nacidad en volver auu por lo que antes condenó
justamente ; con su incapacidad de ver yerros don-
de creyó haber acertado, no deben pasmar á quien
conozca lo obstinado de sus opiniones, y lo vivo
y profundo de sus resentimientos.»


Presentado por la comisión el proyecto de
Constitución, tomó gran parte en los debates
D. Agustín Arguelles, asi como en las varías
leyes que durante ellos se dictaron , algunas de
suma trascendencia, como la de Señoríos y otras.
En aquel tiempo principió á darse por algunos
al Sr. Arguelles el título de divino, calificación
que ha servido no poco mas adelante para ridi-
culizarle. De todos modos , nada perdió el dipu-




10 PERSONAJES C E L E B R E S .


tado por Asturias de su fama como orador , ha-
biendo merecido de su provincia el ser nombra-
do Diputado en propiedad.


Publicada la Constitución de 1812, y elegidos
los Diputados para las Cortes ordinarias de 1813
y 1 4 , Arguelles se preparó á volver á la vida
privada, no pudiendo ser reelegido según lo dis-
puesto en la Constitución. Apareció por enton-
ces en Cádiz la fiebre amarilla, y resuelta la
traslación del Gobierno, de Cádiz á la Isla de
León pr imero , y luego á Madrid, se dirigó á la
Capital D . Agustín Arguelles , después de haber
pasado á Chiclana ásolazarse, y donde fué aco-
metido , aunque benignamente de la epidemia.
Aunque el ex-Diputado por Asturias no tenia em-
pleó a lguno, dábale notable valía su vida pasa-
d a , y era considerado como un personaje de
nota. Así fue fácil á sus enemigos envolverle en
la ridicula farsa del supuesto general Audinot.


Restituido á España el Rey Fernando VII en
1814, y espedido en Valencia el decreto de 4 de
Mayo , luciéronse en Madrid varias prisiones, eii-
tre ellas de los Regentes y de algunos Diputados
de las Cortes , que entonces se hallaban reunidas,
como también de las que acababan de ser disueltas,




A R G U E L L E S . 11


y de otras varias personas, entre las cuales no que-
dó olvidado el Sr. Arguelles, quien indudablemente
hubiera podido evitar huyendo el peligro que le
amenazaba ; pero seguro de su recto proceder
y con la conciencia tranquila, prefirió quedarse,
no pudiendo tal vez presumir que á tanto y á
tan inicuo proceder llegase el encono de sus ene-
migos. Indudablemente la época de la vida del
Sr. Arguelles en que nos hallamos, es la mas
honrosa para su carácter, pues dio durante ella
muestras de la mayor grandeza de alma para so-
portar la adversa fortuna.


A falta de justos motivos , era preciso que los
enemigos del Sr. Arguelles y de sus compañeros
buscasen imaginarios delitos con que justificar
el tratamiento de que les hacian víctimas. Seria
dif íci l , y mas enojoso todavía, el referir las
estravagantes invenciones de los perseguidores, á
fin de encontrar algún aparente pretesto para
condenar á sus víctimas. Acusóse á D . Agustín
de tener en su poder una cifra para escribir y
llevqr á cabo negras traiciones, siendo asi que
era solo un papel escrito en caracteres árabes, en
que puso algunos versos del Alcorán, en mues-
tra de gratitud , un moro que á consecuencia de




1 2 P E R S O N A J E S C E L E B R E S .


un naufragio se habia hospedado en la casa de
D . Agustin cuando él era mozo todavia. Este
incidente no tuvo mas consecuencia en el proce-
so , pero sí la continuación de la causa del su-
puesto A u d i n o t , habiendo el impostor designa-
do á Arguelles como la persona principal con
quien habia tenido tratos. Verificóse un careo ó
rueda de presos , á fin de ver si era conocido
D . Agustin Arguelles por su delator. Formaban
la rueda los mozos del cuartel de Guardias de
Corps , donde se hallaban presos los mas distin-
guidos de los constitucionales, y Arguelles fue
colocado entre aquellos con su trage enteramen-
te distinto al de los demás sirvientes , con la
barba crecida y el cabello descompuesto , como
un hombre que está metido en un encierro ; cir-
cunstancias todas que le diferenciaban de los de-
mas, y que eran bastantes para darle á conocer,
aun dado caso que no hubiera bastado lo nota-
ble de su persona , tan conocida en aquella época.
Protestó enérgicamente D . Agustin contra aquel
atropellamiento de la justicia, pero insistió, en
que se llevase adelante el acto el Conde del Pinar,
que dirigía el procedimiento judicial ; y habién-
dose presentado el supuesto Audinot , como era




A R G U E L L E S . 1 3


de suponer,, señaló al momento á D . Agustín,
quien enardecido de justa indignación logró con-
tundir a sus opresores, y al mismo juez que dio
muestras de turbación y pesar por la conducta
observada. Fue aquella escena tan alborotada , que
llegó á los caiabozos inmediatos , desde los cuales
las víctimas en ellos encerradas, y sobresalien-
do entre ellas el Sr. Martínez de la R o s a , lla-
maban á voz en grito tirano al magistrado que
con tanto encono les perseguía.


A pesar de que nada se probase á los enjuicia-
dos , no por eso dejaron de sufrir castigo; pues
si bien no fueron sentenciados judicialmente , el
mismo Real Decreto que mandaba sobreseer en
sus causas, les condenó á diferentes penas gra-
ves. No fue la que tocó á Arguelles de las mas
rigorosas, pues cuando otros compañeros suyos
eran enviados á los horribles presidios del Peñón,
Melilla y Alhucemas, fue el destinado á Ceuta,
como soldado del regimiento fijo de aquella plaza.
Llegado Arguelles á ella , y declarado inútil pa-
ra el servicio, pasó de soldado á presidario, en lo
que variaba poco su condena, pues ni sufría los
trabajos anejos á su condición, y el castigo que
se le hacia sufrir, lejos de mancillar su honor,




14 P E R S O N A J E S C E L E B R E S .


cubría de eterna infamia á los que se lo impu-
sieron. Como disfrutaba alli de alguna conside-
ración, el encono del Gobierno, mal avenido con
semejante dulcificación de la pena que sufría
le impuso otra , y de repente fue nuevamente
preso D. Agust ín , embarcado sin saber donde se
le llevaba, y conducido por último á Alcudia i
pequeño pueblo en la parte oriental de la isla de
Mallorca, y lugar muy conocido por lo mal sano
de su clima ; lo que hace sospechar que en la
traslación hubo de parte de los enemigos del
Sr. Arguelles y sus compañeros , intento de
quitarles Ientamentes la vida.


Alli permaneció el Señor Arguelles cautivo
con sus compañeros , viendo morir á" algunos de
ellos víctimas de lo dañino de aquel clima , y
resintiéndose también notablemente su salud.
Después de tres años de tan penoso vivir, lucie-
ron por fin días mas bonancibles para los des -
terrados , con el levantamiento y proclamación
en Marzo de 1820 de la Constitución del año 12.
Apenas supieron aquella nueva Arguelles y s,us
compañeros, partieron para Palma, y desde alli
para Barcelona , donde fueron recibidos con se-
ñalados festejos y marcadas distinciones, El Se-




A R G U E L L E S . 15


ñor Arguelles vio pronto desvanecidas las espe-
ranzas que podia haber concebido de vivir des-
cansadamente, pues se encontró con la novedad
de que el R e y , por cuya orden se . le habian
causado tantos daños, le habia nombrado Minis-
tro de la Gobernación de la Península; indican-
do bastante este solo nombramiento la fuerza
que impulsaba á obrar asi al que le elegía, y la
imposibilidad de que existiese la necesaria con-
fianza entre el Monarca y su Ministro. No des-
conoció Arguelles lo crítico de su situación, pe-
ro sin embargo creemos que hizo un gran ser-
vicio á su patria , encargándose de la dirección
del Gobierno; pues si bien en aquella época no
existia el cargo de Presidente del Consejo , era
el Sr. Arguelles la verdadera cabeza del Mi-
nisterio que se creó , por la mayor importancia
que le daban su fama de famoso orador en las
Cortes de 1810. No desconociendo el Sr. A r -
guelles la mala voluntad del Rey por la Consti-
tución , y las limitaciones estremadas que aquel
código ponia á la autoridad real; y persuadido de
que en aquellas circunstancias era necesario dar
fuerza al Gobierno de la monarquía , se dedicó
á dicho objeto, mostrando sin embargo suma




16 PERSONA.GES CÉLEBRES,


parcialidad con las gentes que con él habían fi-
gurado y tenido influencia en los años qne tras-
currieron desde el 1810 al 14,'y sobrado encono y
desprecio con los que habían contribuido al res-
tablecimiento de la Constitución y abierto para
él las puertas de la patria, coniribuyendo asi
colocarle en el elevado puesto en que se hallaba.
No ha olvidado el Sr. Arguelles esta predilec-
ción por los hombres [de la primera época cons-
titucional, considerándose á sí mismo y á ellos,
como superiores á los demás, y causando con tan
indisculpable conducta los embarazos que espe-
rimeutó entonces para gobernar, y los males que
se han seguido después de semejante división y
antipatía.


Kl Sr. Arguelles y sus compañeros princi-
piaron á llevar al Gobierno por las vías regu-
lares, considerando terminada la revolución, cuan-
do por desgracia se estaba en medio de ella;
pues si bien iban á juntarse las Cortes, y no ha-
bía oposición violenta, ni en la imprenta, ni en
las turbulentas sociedades patrióticas; ni aun
el mismo Rey podia tener recelos, si de b u e n a
fé se hubiese acomodado á la situación; sin
embargo, se descubrió en aquellos dias una tra-




AlílitElAES-. 17


ma para arrebatar al Rey y á su fatailia de Ma-
drid, y llevarle donde pudiese alzar una ban-
dera eantra la ley <jub auataba de jurar, E o tan
críticas ©¡¡rcuüstaoeias se abrieron las Cortes,
firiuoiüianuii los trAbajos del cuerpo legislativo,
y el Gobierno á .poner orden en los negocios, y
trató de disolver el ejército que se hallaba reuni-
do en Andaluoía, con objeto de disminuir las
cargas públicas. Era aquel ejército el núcleo del
que fue el primero en proclamar la Constitu-
ción, y no fue mirada <;on agrado .su disolu-
ción, por los que no creían asegurado todavía
en España el restablecimiento de ¡a libertad.
Mandaba aquel ejército el General D . Rafael
del .Riego, y sabidas son rías ocurrencias á que
dio lugar su llamamiento á Madrid, y las tristes
y degradantes escenas del teatro del Principe,
en que se vio á un General entonar con sus
{ayudantes unas coplas soeces y alienas de insul-
tos: , que con el nombre de Trágala sirvieron
después de señal de discordia y alboroto., y han
cauíado desórdenes y males sin e/uento. -Irritado
el Sr. Aígüelles con la ccíiáucta 'observada Ipor
el General R i e g o , ¡Su" paisano, fue admitida la
dimisión que hizo el General del m a n d o , des-




Í 8 P E R S O N A J E S CELEBRES.


tináudolé de cuartel á Asturias, y mandando
salir al mismo tiempo de Madrid á varios mi->
litares, amigos del General' inobediente. Esto dio
lugar á un motin en las calles de Madrid, en
que el Gobierno se portó como debía; sucesos
que motivaron el discurso que pronunció el Señor
Arguelles en las Cortes, en que lució la famosa
alusión seguida de reticencia sobre fas páginas
de una historia que no convenia abrir, por es-
tar en ellas encerrado un secreto importante y de
peligrosa divulgación. De todos m o d o s , la con-
ducta del Gobierno en aquelos dias fue confor-
me á la razón y á la justicia , y quedó triunfante
la causa de las leyes.


Siguió por algún breve plazo el Sr. Arguelles
él camino que se habia trazado ; pero tuvo que
abandonarle en parte por los obstáculos que ha^
liaba en el R e y , y en parte porque el Sr. Ar-
guelles no podia avenirse sino con los de su an-
tigua pandilla. Asi pues, fue sustituido el Ministro
de la Guerra, Marqués de las Amarillas, (*) por
el valiente mar ino , buen patricio y esceíente
caballero el General D . Cayetano Yaldés, que si
«ra de todos apreciado por tan relevantes pren>-


{*) Véase su biografía ton*. I V .




A R G U E L L E S . 1 9


das, no poseía las necesarias para el puesto en que
se le colocaba. El Sr.~Arguelles puso en el Mi-
nisterio de la Gobernación de Ultramar, entonces
vacante, á D. Ramón Gil de la Cuadra, con quien
ha vivido siempre en compañía y con estrecha
amistad ; hombre de nombradia entre los suyos
muy superior á su mérito , y que ha dado
mues'ras de muy poca capacidad para gobernar,
de estraordinaria incuria y de refinado egoísmo
en las diversas épocas que ha subido al poder,
si bien entre las gentes de su partido es consi-
derado como hombre de grande influjo en los
manejos ocultos y de pandillas.


El Ministerio seguia en armonía con las C o r -
tes si bien desazonado con el Rey que repugnaba
sancionar la ley sobre regulares , lo que hizo por
último movido por el temor. Hallándose después
el Rey en el Escorial nombró desde allí sin c o -
nocimiento de sus Ministros un Capitán general
para la provincia en que estaba inclusa la Capital,
conocido por desafecto á las instituciones vigen-
tes.» Esto dio lugar á alborotos en Madrid que se
terminaron con la vuelta del Monarca á la Ca-
pital y la anulación del nombramiento ¡legal-
mente hecho.




20 PERSO.XAJEÍS C f i i E B f l E S .


A los pocos días llamó el Ministerio á Madrid
y colocó en iRietios destinos, á Riego y á otros de
los que había ¡desterrado en Setiembre $ lo que si
contribuyó á rehabilitar á Arguelles y sus colegas
en el concepto de los liberales mas estremados,
les atrajo tambre* la enemistad de ios que pen-
saban «con mayor cordura. Dícese ademas que
por aquellos dias entró D . Agustín Arguelles en
w»a sociedad secreta tal vez Con objeto de darle
dirección, Según se creyó por entonces, si bieu
su conducta posterior ha probado que se identi-
ficó completamente con ios principios revolucio-
narios que en ella dominaban.


Desde entonces hasta el mes de Marzo en que
habían de abrirse de nuevo las sesiones de las
Cortes, siguió Arguelles en el Ministerio con sus
colegas trabajosamente, aborrecidos del Rey á
quien Servian. En Febrero de 1821 hubo otra
asonada en que tuvieron parte algunos guardias
de la Real Persona, siendo su resultado quedar
disuelto y suprimido aquel cuerpo. Despechado
el R-eyal leer en las Cortes el discurso de apertu-
ra, obra desús consejeros responsables, el dia l . °
de Marzo de 1821 (*), terminó la lectura con


(•) Véase su Mograüa torn. III.




A R G U E L L E S . 2 1


un párrafo añadido por él misnjo, en el cual acu-
saba á los. Ministros de graves culpas. Siguióse
á aq,«ella irregularidad, «na orden seca e x o -
nerando á sus Ministros, d e s ú s cargos. Asi ter-
minó por entonces, la vida política de D . Agus-
tín Arguelles, y lasCórtes le señalaron unacrecida
pensión lo misma que á sus colegas» mas bien, co-
mo una muestra de desaprobación del acto del
Rey, que como galardón de .sus servicias.


El Sr. Arguelles fue juzgado diversamente
como Ministro por los. diferenteí partidos., se-
gún la njayor ó menor conformidad que. baila-
ban entre sus actos y sus opiniones respectivas;
pero en cuanto á administración puede asegurarse
que si llevó adelante los negocios por mera ru -
tina, ninguna resolución d io, ninguna obra útil
emprendió en el importantísimo ramo de que
estuvo especialmente encargado.


Libre el Sr. Arguelles, pasó á visitar su pro-
vincia , donde fue recibido con sumo afecto y
admiración. La Universidad de Oviedo le confirió
el titulo y grado de Doctor, y después de algu -
nos meses de descanso, nombrado D . Agustín
Diputado por Asturias para la legislatura próxi-
ma de 1 8 2 2 y 2 3 , tuvo que regjtesar. á l a capital.




22 P E R S O N A J E S C E L E B R E S .


Antes de la apertura de aquellas nuevas Cor-
tes, amedrentado el Rey nombró un Ministerio
del cual formaba parte el Sr. Martínez de la
Rosa (*), y al cual sostuvo el Sr. Arguelles con
brío , defendiendo al mismo tiempo la causa del
orden y del Gobierno, cosa de no corto mérito
en aquellas circunstancias , y contribuyendo con
sus esfuerzos y los de sus amigos á que cuando
iba á cerrarse la legislatura ordinaria de 1822, la
mayoría fuese poco menos que favorable al Minis-
terio del Sr. Martínez de la Rosa. La corte, sin
embargo, seguía en sus maquinaciones , y ocurrió
la sublevación de la Guardia de infantería y los
acontecimientos del 7 de Julio de 1822 , en cuya
consecuencia eayó el Ministerio, reemplazándole
otro compuesto del partido que entonces se de-
nominaba exaltado, y contrario al en que mili-
taba el Sr. Arguelles.


Abriéronse á poco las Cortes, y en ellas el
Sr. Arguelles en vez de ponerse de parte de la
oposición como parecía regular , contentóse con
permanecer medio neutral, si bien desaprobaba
varias medidas violentas'propuestas por los mi-


(») Véase subiograüa tom. II




A R G U E L L E S . 23


aistros y sus parciales, pero evitando entrar
en lucha abierta con el Gobierno y los que le
sostenían.


Entre tanto los eseesos que se habían come-
tido , la guerra civil que empezaba á arder con
furia , las tramas del Monarca para destruir la
ley que había jurado observar, todo indicaba
la suerte que estaba reservada al pa ís , y dio l u -
gar á las notas pasadas al Ministerio por los agen-
tes de las potencias estrangeras, y cuya contes-
tación es bien sabida , y aunque justa , harto i m -
prudentemente dada por quien no contaba con
los medios necesarios para sostener la provocación
que hacia. D . Agustín Arguelles aprobó una pro-
posición hecha en las Cortes por el Sr. Galiano
para qne declarasen que aprobaban la conduc -
ta del Gobierno, y fue nombrado individuo de la
comisión encargada de redactar el mensage que
debia llevarse á S. M. con aquel motivo. Argue-
lles se señaló en la discusión con discursos que sino
carecian de mérito por la justa defensa de la
causa*nacional, estaban llenos de estravagancias,
de invectivas contra los Gobiernos estrangeros , y
de ilusiones que lardaron poco en desvanecerse.


Siguióse á pocos dias la invasión del ejército




2 4 P E B S 0 I * & a B 9 CÉLEBRES.


franca», y Aigwelles vató que el GoMerno salie-
se a> Madrid pora Audalnc ia , como taushien
para que se obligase respetuosamente al- Rey á
emprender ana jornada, á la que se uegabo pre-
tesfcand« enferrmdad y previendo los disgustos
y peligro» que le esperaban. Trasladados el Rey
y las Cortes á Sevilla , sostuvo en estas el S P , Ar-
guelles las causas que babian dado lugar á la
guerra, y la necesidad de pelear con tesón para
salvar el hooor nación»!. Pero los pueblo» de
España, que tan pocos beneficios había alcanzado
con el sistema constitución»,!, no correspondían
á los deseos de las Cortes ;y lejos de recibir ,i
l os fraséese* c o m o enemigos, lo- haeiaw cómo
á amigos que iban á libertarles de un pesado
yugoi. Así fue c o m o penetraron: tos franceses sin
disparar un tiro hasta las Andalucías.


f 1 R e y , so Gobierno y las Cortes permane-
cían en Sevilla, desamparados y sin saber casi \m
sooesos de la guerra , y hubieron de pensar en
refugiarse en la Isla Gaditana. Resistióse el Rey,
y el Se. G alian o proposo en tas Cortes: « que se
declarase * S. ftf. en estada, d e incapacidad m o -
ral, interia se ponían en salvo la Real Persona y
Famil ia , el Ministerio), las Cortes, en suma




A R G U E L L E S . 2 5


cuanta compañía el Gobierno supremo del Esta­
do . ». Aprobad* una proposición preliminar de
que se estrechase respetuosamente, á S. M, á que
consintiese ев hacer eJ, viaje, y dada por el Rey
una respuesta, negativa y desabrida, se hizo al
fin la fatal proposición que antes hemos mencio­
nado ; rebatía eiSr , Arguelles, las rabones de los
que la impugnaban, y quedó, aprobado lo propues­
ta par casi todos los. Diputados presentes (*).
Nada importante, biza ni pudo baeer en Cádiz,
el Si . Arguelles. Sabidos, soa las circunstancias
qu« mediaron en el triste desenlace y Tin del
Gobierno constitucional en aquella época»s ien ­
da de nota,r sin embargo, que. los­ Ministros, qwe
loeran á 1» sazón* y algunos da, toscuaMlo han.
vuelta á ser después, si bisa sacarqn del Monar­
ca promesas y ofrecimientos, ojie bjs eran, perso­
nales, nada, estipularon, en prweehefo lanacáen, ,
ni en beneficio de los Diputados á Cortes y de­
mas personas comprometidas. Llegado elí Rey al
Puerto de Santa Maria, anuid toda lo hecho, dio


( f ) Fueron m u y pocus los Diputados que se salieron del
satoa y los t p » q o e d á e d m e desaprobaron, s i n embargo p o ­
cos mas de sesenta fueron condenados á muerte род aquel
voto, consistiendo esto en que muchos alegaron después no
haber votado, 6 b»herto hecho en contra.




2 6 P E R S O N A J E S CELEBRES.


por vanas sus promesas, y ratificó la proscricion
fulminada por la Regencia de Madrid, y la pena
de muerte contra los que habian votado su de-
posición en Sevilla , en cuyo número se hallaba
el Sr. Arguelles. Acogióse este á Gibraltar, y
desde allí pasó á Inglaterra, á donde llegó en
Noviembre de 1823, permaneciendo en aquel
reino once -años casi cabales, pues al cumplir-
se el d é c i m o , la Reina Gobernadora le concedió
que volviese libre á España. En Inglaterra fue
recibido el Sr. Arguelles con notables muestras
de aprecio , vivió de sus propios escasos recur-
sos, y hasta los últimos años de su destierro no
recibió el socorro que daba el Gobierno británi-
co á sus compañeros de infortunio. Ocupábase
en la lectura de los autores clásicos y algunos
libros modernos, pero sin aceptar nuevas doc -
trinas, permaneciendo firme en las ideas déla
primera época de su vida.


Verificada en Francia la revolución de Julio
de 1830, no quiso arguelles pasar á aquel reino,
como lo hicieron muchos de sus compañeras;
continuó residiendo en Londres. Muerto el Rey
Fernando VI I , la Reina Doña Maria Cristina,
Regente y Gobernadora del reino , espidió un de-




A R G U E L L E S 27


creto de olvido en favor de Arguelles y treinta mas
de sus colegas en las Cortes de 1822 y 23 , que-
dando solo de estos veinte y cinco ó veinte y seis
sujetos á la condena de muerte. La conducta del
Sr. Arguelles en aquella ocasión fue altamente
noble: mostróse agradecido al favor que se le d is -
pensaba , pero resuelto á no aceptarle, ínterin no
comprendiese á todos sus colegas todavía pros-
criptos, de cuyos hechos y pensamientos se decla-
raba partícipe.


Entretanto derribado en España el. Ministe-
rio Zea Bermudez, le sustituyó el Sr. [Martínez de
la R o s a , y se díó una nueva amnistía, que no
dejaba á un solo constitucional español proscrip-
to. Publicóse el Estatuto Real en Abril de
1834, no sin grave escándalo y asombro del Se-
ñor Arguelles , que acusaba , según dicen , de
apostasía al Sr. Martínez de la Rosa, pues nada
eran para él las reformas que se hacían, con tal
que no se restableciera el sistema destruido en
1823. Indudablemente el Sr. Martínez de la R o -
sa estaba dispuesto á hacer en obsequio de A r -
guelles, su amigo y compañero, cuanto de él hu-
biera dependido, como lo hizo con otros de los
que venian de la emigración: pero Arguelles no




2 S P E R S O N A J E S C E L E B R E S .


aceptó ninguna ciase de merced ú honra. La
provincia de Asturias se apresuró á elegirle Pro-
carador- á las Cortes que iban á abrirsa; y care-
ciendo de la reata que para desempeñar aquel
encarga se necesitaba, varios; paisanos suyos se
la señalaron hipotecando sus bienes, y siendo de
mrtar que los que l o hicieron, pertenecían casi
eselusivsmente al partido del cual so ha mostrado
después tan cruel enemigo el Sr. Arguelles.


No se apresuró en venir á desempeñar su
encargo, pues ttegó tres meses después de abier-
ta» tes Cortes, en las que fne admitido no sin
discusión, por carecer de la aptitud legal. Tar-
d ó poeo en hablar el orador asturiano, y sor-
prendió á muchos que antea no le habían o ído
el que tuviese fama de divino, el que parecía
rauy toferior á otros, oradwes. Desde entonce*
manifestó la eseesiva estension de sus discursos,
en los cuales si brilla alguna ves algún des*
tello de elocuencia* se encuentran siempre digre-
siones ridiculas, y alusión-es á su eterna pesadilla
de ver siempre amenazada la independencia ü a -
d o o a k Proatose conoció también que sus doc -
trinas en política eran, las mismas, que profesaba
en las Cortes extraordinarias, sin- qué en él h.u-




A R G U E L L E S . 29


biesen hecho mella Jas verdaderas teorías cons -
titucionales, que regían en «1 continente desde
la restauración de los Berbenes en Francia
en 1814.


Al volver á España había publicado el Señor
Arguelles dos obras, la una reducida á examinar
la sentencia fulminada contra tos Diputados qae
votaron en Sevilla la suspensión del Rey , y la
otra que lleva el título de Examen de tu reforma
constitucional de España ,<qiie aimqwé aspira a
ser una historia d e las CórJtes extraordinarias
de 1810, es tan corto Su mérito i\üe ni ¡siquie-
ra han ¡pensado en él, para criticarle, los mayo-
res enemigos del escritor.


Habiendo renunciado el Ministerio ea Junio
de 1885 el Sr. Martínez de la R o s a , entró á
««cederle en la presidencia del Consejo el C o n -
de de Toreno , y formaron parte del Ministerio
que compuso varios amigos íntimos del Sr. Ar-
guelles , por io cual es de inferir que no le dis-
gustó aquella "combinación. Sabido son los su -
cesos de 1835 que derribaron aquel Ministerio,
y llevaron á la presidencia de «otro ¡nuevo »1
célebre D . Juau Alvarez y Mendiasbal , y del
cual formó parte ü . Martin d« ios Heros > ami-




3 0 PERSONAGES CÉLEBRES.


go íntimo, y compañero de casa del Sr. Arguelles
Abiertas las Cortes en Noviembre, defendió ert
ellas Arguelles, con calor el célebre votode confian
za, pedido porMendizabal, para hacer un imposi-
ble, y que solo sirvió para cargar á la nación con
una cantidad de deuda enorme. Tratóse en aque-
llas Cortes de dar una ley electoral , y para el
e fecto , renunciando el .«misterio á egercer á
nombre del trono la iniciativa de las leyes . que
de derecho y obligación le corresponde, man-
dó á las Cortes dos proyectos para que eligie-
sen. Fue el Sr. Arguelles de la comisión nom^
brada por el Estamento y se declaró favorable
á la elección directa ; pero creyéndola tan di-
fícil en la egecuclon, que se dejó ir poco á poco
al método electoral de su nunca olvidada Cons-
titución de 1812. Sabido es que aquella cuestión dio lugar á la disolución de las Cortes del Es-
tatuto Real.


Viendo Arguelles la oposición que se hacia
al Ministerio Mendizabal , soltó la rienda á sus
antiguos odios , unióse estrechamente con Iqs de
su antigua pandilla, y suponiendo siempre que
se urdían tramas para destruirla l ibertad, acha-
cando gran parte de ellas al Gobierno francés,




ARGUELLES. S í


que tiene siempre delante de sí- como un fantas-
ma amenazador.


Sucedió al Ministerio Mendízabalel del Sr. Is*
turiz, y disueltas las Cortes fue Arguelles candi-
dato por Madrid para las nuevamente convocadas-,
en oposición al Ministerio , y salió elegido. La
elección general fue sin embargo favorable al G o -
bierno , pero los vencidos en la contienda legal
apelaron del fallo de los electores al de una rebe-
lión, que terminó con el escandaloso atentado de
la Granja, en el cual sino tuvo parte el Sr. Ar -
guelles, como no dejan de suponerlo algunos, no
disimuló su alegría por él.


A consecuencia de aquel atentado , se nombró
un nuevo Ministerio presidido por el Sr. Calatra-
trava, se convocaron y juntaron Cortes con arre-
glo á la Constitución de 1812 que se habia pro-
clamado, y Arguelles á favor de la revolución y
no seguramente por la voluntad de sus paisanos,
fue elegido Diputado por Asturias.


Abiertas las Cortes constituyentes en Octubre
de t836 , volvió Arguelles á estar al frente de la
mayoría, mostrándose como siempre violentísimo
en defender á sus amigos, fomentando y apro-
bando cuanto se hacia contra el partido caído,




52 P E B S O N A J i S ¡CEtEÉBES.


iwasXFando ojeriza al Palacio y aun á la misma
Angusta Regente , y llegando hasta ser necia su
feria en vituperar al Gobierno Francés, Contri-
buyo á hacer la Constitución de 1837 , siguió
como orador decayendo y haciendo mas intolera-
bles sus eternos discursos, y basta en algunas
ocasiones llegó á olvidar su afectada cortesanía,
soltando algunas ¡palabras que manifestaban no
pedia eíifrefiar los ímpetus de su ira.


Datante aquel Ministerio se presentaron los
facciosos ante las tapias de Madrid; estendióse
el armamento para la coman defewsa hasta los
diputados á Cortes, y D. Agustín, al tomar el
fus i l , se dejó decir que lo tomaba mas bien
-Contra los moderados tjue contra los carlis-
tas , manifestando de este' modo qu-e su odio
coatra ais partido fio cedia ni aun á la vista
del enemigo corrían. Alejados los enemigos de
ta capital, v i n o á ellael General Espartero , ( * ) , y
con su venida cayó el Ministerio Calatrava, cau-
sando este acoBteeimíeato furioso despecho al
Sr. Arguelles, quien desde entonces <cobró ren-
jctsTOso aborrecimiento al guerrero <jue lo hala a


{*> Vcase su feiografia, tom. V .




ARGUELLES. 33


causado , y de quieu, como veremos después, ha-
liia de hacer mas adelante ridículos elogios.


Habiendo terminado sus trabajos las Cortes
constituyentes, se procedió á nuevas elecciones,
y en ellas no fue nombrado Diputado por su pro-
vincia el Sr. Arguelles, si bien fue propuesto
candidato para Senador por la provincia de Ma-
drid. Nombróle el Gobierno, pero declaradas nulas
aquellas elecciones, resultó elegido Diputado
por la misma provincia.


Presentóse en el Congreso, d o n d e habló con
frecuencia, pronunciando largos y acervos dis-
cursos , irritándose sobremanera al verse contra-
decido por diputados jóvenes , y llegando en su
ira á soltar las espresiones de ¡ vive Dios! y
otras mas impropias todavía de aquel sitio. Asi
continuó durante la primera y segunda legislatu.
r a de aquellas Cortes, hasta que suspendidas es-
tas fueron poco después disueltas. En las nuevas
elecciones procedieron los electores lógicamente,


enviando Diputados de opinión opuesta á la mo-
deraba que habia prevalecido en las anteriores,
tan intempestivamente disueltas.


Verificáronse por entonces los memorables
acontecimientos de Vergara, cuya noticia llegó á




34 PERSONAJES CELEBRES.


Madrid á los pocos dias de abiertas las nuevas
Cortes , y no causó la mayor satisfacción á Ar-
guelles y á sus parciales, que veian con disgusto,
sino la terminación de la guerra c i v i l , la pre-
cisión de tener que confirmar los fueros de las
Provincias Vascongadas. Aquellas Cortes fueron
disueltas después de una penosa vida de dos
meses, y en Febrero de 1840 se abrieron las
nuevamente convocadas, yfpara las cuales fue
elegido por Madrid el Sr. Arguelles. Sabido
es el atentado de 24 de Febrero , en que una
turba sediciosa insultó á la representación na-
cional á las puertas mismas de su palacio;
salió el Sr. Arguelles de é l , y atravesó la plaza
donde reinaba el desorden, abriéndole paso y
victoreándole los sublevados ,' sin que él les diri-
giera una sola palabra para afearles tan criminal
conducta; habiéndoselo después echado en cara
el Ministro Arrazola, protestó con candor que no
habia reparado en el mot in , y solo sí que se ha-
bia juntado mucha gente. ¡ Y esto decía el mis-
mo hombre que con mucho menos motivo feabia
llenado la Puerta del Sol de tropas y cañones
en Setiembre de 1820!


En aquella legislatura como en todas conti-




A R G U E L L E S . 35


nuó Arguelles con la misma pesadez y virulencia
en sus discursos. Verificóse el viaje de S. M. la
Reina Gobernadora con sus Augustas Hijas á
Barcelona, y al saberse los acontecimientos de
aquella capital (*) y la mudanza de ministerio,
suspendieron las Cortes sus sesiones. No volvere-
mos á referir los sucesos que hemos narrado en
las dos biografías que acabamos de citar. Vino
Espartero á Madrid con la Regencia provisional,
hiciéronse festejos, y entre ellos un espléndido
banquete á veinte y cinco duros por cubierto,
insultando de este modo los demócratas á la ge •
neral miseria. Asistió Arguelles á aquel convite ,
y tocándole la vez de brindar lo hizo al insigue
General Espartero, comparando su conducta con
la de Pompeyo y Washington , mostrando en
eso lo trabucado de sus ideas y lo poco filosófi-
co de sus estudios : pues sabido es por cualquie-
ra que haya hojeado la historia, que Pompeyo
sostenía la causa de la aristocracia y del gobier-
no establecido, contra un contrario demócrata é
innovador, que acaudillaba la antigua parcialidad
de Mario ó de la plebe. Hubiéralo comparado con


(•> Véanse las biografías de la Reina Cristina y Espar-
t e r o , tom. IV y V .




3 6 PERSONAJES CELEBRES.


César y hubiera andado mas acertado, aun cuando
siempre hubiera parecido una sátira, comparada
la desigualdad de talento entre el guerrero roma-
no y el ambicioso General.


Arguelles celebró todos los actos de la revo-
lución victoriosa , fue nombrado por Asturias y
elegido Presidente por el Congreso. Indudable-
mente aspiraba á formar parte de la Regencia,
pero quedó burlado su deseo, pues el guerrero
que habia faltado á todos los deberes para saciar
su ambición , no consintió que nadie dividiese
con él el poder. A pesar de su encargo de Pre-
sidente, uo por eso quiso privar al Congreso de
su' fecunda palabra v dejando la silla de la pre-
sidencia muchas veces para pronunciar largos y
violentos discursos, llegando hasta el estremo de
declararse en uno de ellos católico y no romano,
haciendo de este modo pública reuuncia de la
Religión que España profesa.


El Sr. Arguelles obtuvo una compensación de
la Regencia que no habia alcanzado, siendo nom-
brado Tutor de S. M. la Reina y su Augusta
Hermana , cuando se privó á la Reina madre de
la tutela de sus Hijas, que egercia como tal con
arreglo á las leyes civiles, y como Reina viuda




A R G U E L L E S . 37


(*) Véase tom. t.


según !a Constitución vigente y disposición tes-
tamentaria de su Esposo. «Asi entró ( dice el
biógrafo antes citado ) el orador de Asturias,
viejo ya , en el Palacio de los Reyes de España,
como a m o , á hacer veces de padre á su Reina
Hija del Rey de quien había sido enemigo. Fá-
cil es conocer que durante su encargo se habrá
mostrado fiel á las amistades personales y polí-
ticas en la provisión de los empleos de la Real
Casa.»


En la biografía del ilustre y malogrado Ge -
nera! León (*} hemos referido detalladamente
los sucesos del 7 de Octubre de 1841. Preso en
aquella noche por los sublevados L). Agustín Ar-
guelles que se hallaba en Palacio , á pesar del gra-
ve riesgo que podía haber corrido, fue dejado en
libertad ; y seguramente en las declaraciones que
en la causa que se les formó se ie tomaron, no
obró con la generosa caballerosidad que era de
esperar con el infeliz Fulgosio, uno de los gefes
sublevados condenados á muerte.


£>. Agustín Arguelles, á pesar de su encargo
de Tutor de S. M. y como tal gefe de Jos gefes




38 P E R S O N A J E S CELEBRES.


de]Palacio , siguió presidiendo al Congreso, con
notable infracción, en nuestro concepto , de las
leyes vigentes.


No referiremos por demasiados sabido los úl-
timos sucesos que han derrocado., el poder de Es-
partero, defendido hasta el último momento por
elSr. Arguelles y sus parciales. Instalado en Ma-
drid el Gobierno provisional hizo formal renun-
cia de su encargo de Tutor de S. M. y A.; susti-
tuyéndole en el por nombramiento del Gobierno,
el Sr. Duque de Bailen. D . Agustín Arguelles no
ha sido elegido para las Cortes actuales, y vive
retirado en su casa, ocupándose en formar una c o -
lección de pinturas, á las que es muy aficionado,
y aun le suponen algunos inteligente, y desean-
do sin duda que se presente ocasión de salir
nuevamente á la vida política, en la cual, no lo
dudamos, aparecerá siempre con sus añejos y
disolventes principios, y con el acrecentamiento
de rencor que en él habrán engendrado los úl-




3nrjic* fa !ae biùftvaiias conUniHa


EN EL


T O M O Q U I N T O .


M R . NOTHOMB.


L O R D B R O U G H A M .


CONDE DE M O L E .


C , PERRIER.


ISIDORO M A I Q U E Z .


M H . B E R R \ E R .


D . D I O N I S I O A L C A L A G A L I A N O .


M R . ODILON B A R R O T .


D . BALDOMERO ESPARTERO.


JOAQUIN M U R A T .


W A L I E R - S C O T T .


D . A G I S T I » DE A R G U E L L E S .